Un Abrazo Amigo y Compañero Casona
Un Abrazo Amigo y Compañero Casona
Un Abrazo Amigo y Compañero Casona
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
rica para gran beneficio nuestro. gentina lo acogió y estimó por
Como director artístico de una com- suyo, fue su segunda patria, allí
pañía de comedias tuvimos oca- estr enó muchas de sus obras, las
sión de conocerlo en Bogotá. De- vertió para el cine, editó algunas
partimos con él en casa del poeta de ellas y colaboró asiduamente en
Jorge Rojas, le oímos decir con los periódicos del continente.
voz pausada su delicado poema El
milagro pequeño y discurrir sobr e Cuando la actitud del gobierno
cosas del teatro, de la literatura español cambió sustancialmente
y de España. frente a quienes habían buscado
asilo y afecto en América, Casona
Procedía de Asturias, que no regresó a su patria primera.
tiene alegría jacarandosa, sino una
acerada y discreta ironía, un án- Creo yo que para él ese retorno
gulo analítico para mirar la vi- fue como una de esa s inesperadas
da, más sonrisa del cerebro que ocurrencias que se presentan en su
carcajada de la boca. Las labores teatro, cuando el tiempo deja de
pedagógicas le habían dado 'una transcun-ir y cuando los aconteci-
vasta cultura general, un amplio mientos pierden su secuencia como
panorama de todo el mundo, un en un sueño. P orque, en verdad,
conocimiento total de la literatura el tiempo no solo se detuvo sino
y esa fina penetración en el alma que echó marcha atrás para Ale-
humana y el gusto por los proble- jandro Casona al tocar de nuevo
mas trascendentales y morales, que en tier ras españolas. Por ejemplo,
en sus obras Casona analiza y ob- en la cadena de sus obras teatra-
serva desde un punto de vista total- les, toda la larga producción es-
mente personal, tierno sin empala- crita en la Argentina era igno-
go, grave sin severidad, intelectual rada de los españoles y cuando
sin pedantería, elegante y lírico comenzó a presentarla en los tea-
sin sentimentalismos. Podría decir- t ros de Madrid no fue un reestreno
se que Casona es español sin espa- lo que sucedió sino que hubo un
ñolismo convencional. Viene pa1·a verdadero estreno, con toda la fres-
nosotros de la España genuina y cura, toda la expectativa, todo lo
no de la E spaña de pandereta. Sus de aventura que hay en la primera
obras, si bien pueden suceder en presentación de una obra dramá-
cualquier sitio donde haya huma- tica ante el público. Títulos viejos
nidad, traen siempre referencias a de veinte años, r esabidos por noso-
cosas de su tien-a. Es una E spaña tros, traducidos para muchos idio-
hecha con amor por los libros clá- mas y publicados en América, te-
sicos y por el pensamiento serio, nían para el auditorio español la
con aroma de romancero y de si- emoción de una sorpresa y promo-
glos de oro, sin estruendo y sin vieron magníficas críticas y elo-
vanagloria; perfumada del tomillo gios. El tiempo, con el que había
de las serranillas y villanelas, preo- jugado tanto el dramaturgo, se vol-
cupada más de lo auténtico popu- vía dócil a su capricho y le presen-
lar que del desplante y de los car- taba en la r ealidad lo mismo que
telones de corrida. E sta fue la él había imaginado en la escena.
E spaña que Casona llevó consigo
en su vida ambulante por los anti- Fueron años de triunfo total,
guos territorios hispánicos hasta triunfo en la crítica de los enten-
que ancló en Buenos Aires. La Ar- didos, en el público entusiasta, en
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la taquilla generosa, en la fama. de uno mismo y se le vence en la
Pero fu eron breves porque en ple- propia conciencia tras lucha te-
na actividad, metido hasta lo hondo rrible. Como en todas sus obras,
en el mundo del teatro con un en esta deja Casona fluír discreta-
estreno entre manos, La dama del mente su vena poética que no re-
alba que él había imaginado vino quiere sílabas medidas ni cadencia
p or él y se lo llevó en el otoño de de romance. Los personajes no ha-
1965, en momentos de iniciarse la cen un inten·alo entre la p1·osa y
temporada y cuando los teatros la poesía, com<? sucede en tantos
derramaban sobre la calle la luz poetas dramaturgos. El deja que la
destellante con los anuncios de las poesía imprl)gnc delicadamente el
nuevas obras. diálogo, que los adjetivos r ematen
con sobria belleza las frases, que
Tres palabras: Dios, muerte, el clima poético invada la escena
amor, considera Casona trascenden- sin anuncio previo, sin r eflector
tales para el hombre en una de sus que circunscriba al personaje en
obras más famosas. Pero hay tam- trance de belleza, sin tramoya li-
bién una cuarta y una quinta pa- terar ia.
labras en el teatro de este autor,
bien podl'Ían ser el mal y lo sub- El cliablo reaparece en La bCllrca
real. El demonio, tal vez mejor el sin pescador. Esta vez ha dejado
diablo, que no es otra cosa que el el atuendo mefistofélico para to-
símbolo del mal, llena dos de las mar la apariencia de un modesto
más atractivas comedias de Caso- hombre de negocios con su carpeta
na. No es un diablo trascendental, al brazo y un muy discreto mis-
ni es un diablo triunfador, más terio. Otra vez es el tentador que
bien es el tentador que fracasa. viene a ofrecer la solución a cam-
En Otra vez el diablo se trata de bio del alma del protagonista y,
un cuento de miedo. Cuento por como el estudiante de la farsa, Ri-
la simplicidad de su enredo, por cardo Jordán libra una intensa lu-
la elemental y al mismo tiempo cha dentro de s í mismo con sus
vigorosa estructura de sus perso- remordimientos y llega a un final
najes, por el ambiente de irreali- feliz de la mano de E stela, la dueña
dad en que discune, por la poesía de la barca que ha quedado si n
del lenguaje, por su falta de ubi- pescador.
cación en un tiempo y en un espa-
cio determinados que lo hacen uni- Lo subreal en Casona no es men-
versal, como debe ser todo cuento. tira, es verdad imaginada. Así su -
Este diablo r etorna a escena des- cede con la muchacha maltratada
pués de un la1·go 1·etiro desde que se convierte en sirena y con
cuando de la mano de Goethe vol- el señorito rico que quiere vivir
vió a los bastidores, donde se ha- fuera de la geometría en La sirena
llaba desde los o1·ígenes del teatro varada, obra que comienza la ca-
medioeval. Pero si en Fausto era ITera teatral de Casona y donde ya
maligno y sórdido, en el cuento se están implícitas todas sus caracte-
ha tornado en discreto y casi be- l'Ísticas: el juego entre la realidad
nevolente. La farsa es ingenua, e imaginación, el tono poético, la
espontánea, poética, pero se enga- solución inesperada, los persona-
ñaría quien en ella solo viera un jes inexplicables a l comienzo y tan
cuento pues como dice el pl·otago- lógicos cuando ellos mismos se nos
nista: al diablo se le ahoga dentro explican. Lo subr eal y la muerte
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se conjugan en un todo f estivo e parable a la mayorazga de L a
inesperado en Prohibido suicida;rse casa de los siete balcones. Aquí
en primavera. Hay en esta come- otra vez nos hallamos ante dos
dia algo del andar autómata del personajes, la tía Genoveva y
son ámbulo en los áticos, de la pi- Uriel, que viven una existencia
rueta del saltimbanqui en la cuer- de mentira poética en medio de la
da tensa, de la velocidad del corre- sordidez de las pasiones que los
dor de automóviles en la curva ce- circundan. Los diálogos entre el
rrada. Es una muerte que nada sobrino y la tía son verdaderos
pierde de su verdad p ero que la dis- poemas sm que pierdan nada de
fraza con manto de m entira y de humanidad.
hilaridad. E s un juego de burlas
y escondites con ella, de citas que P odría decirse que la serie de
no se le cumplen y de plazos que amables retratos de mujeres de
se alargan en esta delicada come- edad que forman la abuela y la
dia. La idea de un sanatorio para tía Genoveva, se cierra con la de
suicidas resulta alarmantemente las dos tías de L a tercera palabra.
lógica, de tal manera que ese am- Absurdo, como el sanatorio de sui-
biente puede tildar se de no habi-'
cidas, parece el que un hombre
tual pero no es en ningún caso im- vigoroso y en la f lor de la edad
posible. Con inmenso tino y vh- haya podido conservarse en tan
tuosismo Casona hace pasar a sus primordial inocencia e ignorancia
personajes por el borde de la tra- como la del P ablo de esta come-
gedia y los mantiene en equilibrio dia, entre la tía Matilde y la tia
en un ambiente de r isa vital con Angelina ; pero ya Calderón de la
cementerio al fondo. La primave- Ba rca había aislado totalmente a
ra, de Botticelli, que allí se men- Segismundo del mundo r eal para
ciona, parece p intada sobr e los prepararlo a La vida es sueño. Pa-
muros del camposanto de Pisa. blo adivina el contenido de las dos
primeras palabras ante la natur a-
En la comedia anteri or introdu- leza, pero es Marga la que le en-
ce Casona la mística y benevolente seña el amor.
figura del doctor Ariel que, sin
estar presente, rige la acción. Ariel Asturias estuvo presente siem-
reaparece t ambién al fon do de L os pre en la mente de Alejandro Ca-
árboles ntueren de pie, una de las sona. La casa de los siete balcones
comedias más hondas de Alejan- queda en una pequeña villa del
dro Casona. Dejando aparte la norte español; N alón se nam a el
fantasía de las primer as escenas barco en que se oyen los Siete gri-
en las oficinas, puedo a segurar tos en el mar, pero es en La dama
que la p iadosa mentira de engañar del alba en donde Casona rinde el
a una anciana con las sup uestas más filial y amoroso tributo a su
car tas de un au sente es perfecta- "tierra de A sturias, a su paisaje,
mente real y vivida, y que ese no a sus hombres, a su espíritu". La
poder averiguarse si el engaño ha muerte, tan presente en toda la
tenido éxito o es el resultado de obr a de Casona, aquí se persona-
una mutua superchería, es com- liza en la mi steriosa peregrina.
pletamente v erdadero. El persona- Todo sucede en la noche m ás cor-
je de la abuela es uno de los más ta del año, la misma del S ueño de
humanos, más entr añables y más verano de Shakespeare, que culmi-
delicados que inventó Cason a, com- na con la mañani ta de San Juan,
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grata a los enamorados. La tradi- Dios, muerte, amor, mal, subrea-
ción popular asturiana sirve de lidad, cinco conceptos alrededor de
fondo para que la muerte, por una los cuales giró el teatro de Caso-
vez, tuerza su inexorable golpe y na, con reiteración pero no con
dé paso a la vida. monotonía, pues en cada nueva
obra siempre había sorpresas, plan-
Menos tocadas de 1·ealidad pero teamientos inesperados, fantasía,
personajes bien delineados y un
no enteramente absurdas son las
lenguaje que en pulcritud y en be-
situaciones que se plantean en Las
lleza, dentro de la austeridad de
t-res pe?'fectas casadas y en los la prosa, se iba superando en ca-
Siete g'ritos en el ??Ulh'. Apreciable da creación. Se ha tratado de es-
es en estas obras el artificio del tablecer m1a oposición entre tea-
argumento, aunque sus soluciones tro literario y teatro escénico. El
finales sean inferiores a las de mejor mentís a esa idea lo dan
otras obras del autor que vamos las obras de Casona tan bien es-
comentando. Nuestra Natacha pue- critas y tan objetivas, tan visua-
de considerat·se como una obra les, tan bien movidas dentro del
bien lograda pero no alcanza a di- escenario.
simular lo que hay en ella de pro-
paganda a las mi siones pedagógi- El 18 de septiembre hizo Casona
cas que orientó Casona en la época su última salida del teatro, cuando
su féretro salió en hombros, del
republicana de España. Quedan sin
vestíbulo del Teatro Español, con
comentario aquellas comedias que destino a la buena tierra espa-
se inspiran en obras de otros au- ñola, donde actualmente r eposa.
tores y que son r econstrucciones Con este articulo, incompleto pues-
históricas. En t odas ellas hay poe- to que se quedó sin comentario El
sía, hábil juego escénico, excelente caballero de la espuela dorada, que
diálogo, pero no tienen el ímpetu aún no ha llegado hasta nosotros
de creación artística de las que ni en escena ni en libro, pero que
quedan referidas. trata de otro enamorado de la
muerte, don Francisco Quevedo y
Aparte de su obra teatral están Villegas, corresponde imperfecta-
La /lo?' de leyendas, síntesis de fa- mente al abrazo de amigo y com-
mosas epopeyas v ertidas a un len- pañero que con tanta gener osidad
guaje fácil, y la breve obra poéti- me envió Alejandro Casona desde
ca de La flauta del sapo. Buenos Aires.
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