Mogul - Katy Evans
Mogul - Katy Evans
Mogul - Katy Evans
Traductoras
Bella
EstherC
Niika
Lipi Sergeyev
Taywong
Tessa
Diseño
Larissa
Sinopsis 14
1 15
2 16
3 17
4 18
5 19
6 20
7 21
8 22
9 23
10 24
11 Sobre el Autor
12
13
Él es mi secreto más delicioso.
Sara
El día antes…
Ian
Tengo papeles de la toma de posesión de World Films esparcidos por
toda la sala, y mi enfoque es tan laxo como mi polla es dura.
Meto las manos en mis bolsillos y espero junto a la ventana.
Escaneo los edificios del centro, no es la primera vez, preguntándome
qué coño hago aquí. Tengo una casa en Nueva York, así que ¿cómo puedo
seguir terminando en hoteles cada vez que vengo a la ciudad?
No importa ahora mismo.
Porque ella va a venir. Juego de palabras intencionado.
Oh, la dulce Sara se vendrá bien.
Llamo al conserje del hotel desde el teléfono junto a la cama.
—Conserjería del Four Seasons, habla Sara.
—Sara, habla el caballero de la habitación 1103.
—Oh, sí. ¿En qué puedo ayudarlo, señor?
—Quiero tus bragas en un pequeño fajo en mi bolsillo y que te metas
en mi cama.
Hay una ligera vacilación, y luego su respuesta, no muy firme:
—Enseguida, señor.
Cuelgo y me pongo de pie, con la polla rígida bajo el pantalón,
sabiendo que está tan lista para sacármela como yo para dársela.
Sonrío al recordar que le pregunté cómo llegar a Daniel. Como si
necesitara direcciones para cualquier parte de Nueva York.
Daniel no pudo apaciguar la clase de hambre con la que estoy
lidiando.
Estoy preparado para ello. Sigo revisando los minutos, muy consciente
de que le toma exactamente ocho de ellos para finalmente llamar a la
puerta.
Abro la puerta, y ella está ante mí con una mirada de anticipación en
sus ojos. Me quedo mirando un rato, absorbiéndola. Es esbelta y de estatura
media, con un rostro y una piel delicados como la luna. Mi mirada se mueve
de un conjunto de ojos gris plateado a labios como un corazón rojo perfecto
y lujoso. Un corazón que mi pene quiere perforar.
Por un momento quiero besarla, toda la puta noche. No recuerdo que
una mujer me haya mirado con tanta anticipación. Demasiados años
follando por el amor de Dios para recordar lo que es saborear o tocar.
No recuerdo haberme sentido tan hambriento por alguien.
Agarro su cuello con una mano, acariciando los latidos de su corazón
que vibran contra la punta de mi dedo en su punto de pulso.
Le pregunto si ya está excitada y vacila en silencio. Puedo decir que
es más joven que yo por décadas de experiencia, incluso si nuestra edad es
sólo un par de años de diferencia.
La levanto por el culo y la dejo caer en la mesa de entrada. Tranquilo,
Ford. Maldición, estás actuando como un loco.
Trato de ser gentil al agachar la cabeza y probarla, pero ella lo quiere.
Su deseo, su confianza es aún más excitante.
La chupo y la saboreo, mis manos metiéndose en su culo mientras
abro la boca.
La aprieto lo suficiente como para empujar sus tetas en mi pecho.
Me pide que se lo haga duro. Le digo exactamente lo que voy a hacer
con ella. La necesidad de sentirla caliente y salvaje a mi alrededor me
quema mientras pruebo otra vez.
Ella frota su mano a lo largo de mi eje.
Me siento desquiciado. Le doy la vuelta. Es menos íntimo de esta
manera.
Le levanto el vestido. Me introduzco.
Ella grita.
Clavo mis dedos entre sus muslos y me burlo de su clítoris, mordiéndole
la nuca para inmovilizarla en su lugar mientras la penetro. Ella retrocede, lo
quiere más duro. La agarro de las caderas y la veo en el espejo, a mí dentro
de ella. La veo moverse, la expresión de lujuria en su cara. Le doy la vuelta.
De repente no puedo mirar nada más que su maldita cara.
Lo aprieto con una mano y me vuelvo a meter. Sexo animal. No del
tipo que un hombre maduro tendría con la mujer que ama. Del tipo que
imaginas que tendrías con putas o extrañas.
Me muerde el labio y la tiro a la cama. La desnudo. Me desnudo,
también.
Esta vez, cuando me apoyo en ella, no le doy mi polla. No duraré y no
quiero que esto termine todavía. Chupo sus pechos y bajo mi boca. Mis
bolas se aprietan contra mi eje cuando pruebo la crema entre sus muslos.
No sabía que un sabor podía ser tan intoxicante.
La acaricio mientras lamo su clítoris, alrededor de éste. No hay nada
dulce en la forma en que se viene, es demasiado salvaje para eso. Se
zambulle directamente como una adicta a la adrenalina se tiraría por un
acantilado, sin pensar dos veces si su cuerda elástica está pegada o no. Ella
cabalga sobre las olas con movimientos incontrolables y un jadeo en su
garganta, su boca en mi cuello mientras me agarra a ella.
Todavía se está viniendo cuando le doy la vuelta sobre su estómago,
levanto su trasero y me meto en ella.
Gime profundamente en su garganta y otra contracción la golpea,
apretando las paredes de su coño alrededor de cada centímetro duro. La
bombeo fuerte y rápido, incapaz de contener mis gemidos. Le acaricio la
columna con la mano. Ahueco su culo. Sus tetas. Muerdo su cuello. La sujeto
por el cabello.
El olor de su champú está en mi nariz. Su hueso de la cadera está en
mi mano. Su coño me agarra. Muy pronto voy a explotar. Volando más allá.
La presiono sobre la cama y me entierro hasta la empuñadura, gimiendo
mientras mi liberación se apodera de mí. Empiezo a despegar, tan lleno que
no puedo evitar que la forma de mi pene se mueva, las olas se estrellen.
A ella le gusta. Le gusta que sostenga su coño en la palma de mi mano
y lo acaricie. Le gusta que le pellizque el clítoris. La hago explotar por
segunda vez. La hago estallar tan fuerte que entierra sus gemidos en mi
almohada, temblando debajo de mí por otros cinco... diez... quince
segundos.
—Oh, Dios mío —gime mientras da la vuelta.
Ambos estamos respirando fuerte y cubiertos de sudor mientras me
siento y trato de volver a montar lo que queda de mi cerebro.
Ella se acurruca en mi pecho, y yo saco mi brazo de debajo de ella.
Temo verla mirarme con estrellas en los ojos. Todavía estoy demasiado
drogado. Necesita esfuerzo dar un paso al costado y dirigirme al baño para
limpiarme.
Salpico mi cara con agua y encuentro mi mirada en el reflejo.
¿Estás malditamente contento contigo mismo, Ford?
Pongo mis brazos en el fregadero y exhalo, luego me empujo hacia
atrás y me dirijo a la habitación, no a la cama. No. Al escritorio. Donde están
la mayoría de mis papeles.
Después del O
Sara
Es Ian.
Me estoy ocupando de asuntos personales. Quizá pronto tenga más
que ofrecer que lo que hice anoche.
Meto la tarjeta en el sobre y la cierro mientras la conserje atiende a
una familia. Para cuando termine, tendré tres minutos para repensarlo todo.
Mientras ella despide a la familia, tomo el sobre sellado y lo meto en el bolsillo
delantero de mi abrigo. Me alejo, y detrás de mí, la conserje grita:
—Señor, ¿va a dejarme eso?
Levanto la mano sin girar.
Obviamente no.
No tiene sentido dejarle un boleto de ida a ninguna parte. Es mejor
dejar lo que pasó donde está. Una aventura de una noche, nada más.
Compañera de cuarto
Sara
***
—Sara, el hombre de la 1103 quiere una reservación en...
Casi me caigo.
—¿Disculpa?
—Sr. Thackery. Quiere una reserva en Mr. Chow.
Miro al hombre al otro lado de la conserjería de Carly. No es él.
Contrólate, Sara, gimo por dentro.
Exhalo, moviendo la cabeza mientras hago la reserva. Algunos de
nuestros huéspedes mayores no saben nada de Open Table y nos siguen
obligando a hacer esto por ellos.
—Hecho. A las ocho y media, grupo de cuatro, señor. ¿Quieres que le
diga cómo llegar?
Después de que asiente, saco un mapa y explico la ubicación del
restaurante mientras Carly atiende a otro huésped.
—Necesitas acostarte con alguien —dice Robert, uno de mis
compañeros de trabajo, cuando los huéspedes se van.
Sacudo la cabeza.
—Necesito bailar, espera, mi teléfono está zumbando. —Saco mi
teléfono pero no reconozco el número—. ¿Hola?
—Hola, acabo de llegar a la ciudad y vi el anuncio que dice que
buscas una compañera de cuarto. —Una pausa—. ¿Sigues buscando?
—Sí. ¿Quién habla?
—Es Bryn. Heyworth. ¿Podemos vernos hoy? No tengo donde dormir
esta noche y estaba esperando...
—Me voy en media hora. Nos vemos en Nolita en una hora. —Le doy
la dirección de mi edificio—. Podemos hablar y ver si encajamos bien.
—En camino —dice, y cuelgo. Maldita sea. Ella no es de aquí. Los
forasteros son un dolor. Más que un compañero de cuarto, algunos quieren
un guía turístico, y no tengo tiempo para llevar a nadie por la ciudad. Aun
así, cuando termino, me dirijo a mi apartamento y me digo a mí misma que
no puedo permitirme ser quisquillosa. Sin un compañero de cuarto, mi
salario, menos el alquiler, dejará poco para comer y nada para divertirse.
Cuando llego, no es difícil reconocerla. Hay una mujer joven, de mi
edad, de pie junto a la entrada del edificio con cuatro maletas a su
alrededor y una bolsa para portátil colgada de su hombro.
—¿Bryn? —pregunto soñolienta, levantando las cejas.
—¿Sara?
Asiento casi riéndome para mí mientras nos miramos. Había planeado
entrevistarla, pero hay una mirada de cachorrito en sus ojos que me
conmueve. Dios, me encantan los perdidos. Además, lo último a lo que se
parece esta chica es a un criminal. Nop. Está vestida a la moda, con un
poco de maquillaje, con su suave cabello castaño hacia atrás, y de repente
me sorprende el hecho de que ella es la elegida.
La que he estado esperando.
—¿Y bien? ¿Qué estás esperando? ¡Sube eso! —le digo, haciendo
señas al equipaje y agarrando dos de las maletas para ella.
—¿Esto significa que soy tu nueva compañera de cuarto? —Suena
incrédula, pero emocionada, mientras agarra las maletas y me sigue hasta
el edificio.
—No, esto significa que me gusta recibir a los perdidos —digo mientras
subimos al ascensor. A su confuso silencio, la empujo—. Por supuesto que
eres mi compañera de cuarto. Hablaremos un poco arriba.
—Oh. —Ella se ríe, y sacamos las maletas del ascensor y las llevamos a
mi apartamento.
Bajando mi carga, abro la puerta y la hago pasar.
—Saluda a tu nuevo hogar. —Enciendo las luces y la ayudo a meter
las maletas dentro.
Ella mira a su alrededor, una sonrisa en sus labios.
—No es mucho, pero es cómodo y está en un lugar estupendo —digo
mientras nos llevo a su habitación—. Esta será tu habitación. ¿Trajiste tus
propias sábanas?
Enciendo el interruptor de la luz y ella asiente y mira la cama desnuda
en medio de la habitación.
—Genial —digo mientras abro las cortinas—. Al colchón le vendría
bien un poco de aspiradora. —Me muevo por la habitación, prendo las
lámparas de la mesita de noche y le muestro el baño—. Será agradable no
dormir sola aquí esta noche. Me gusta la compañía —digo mientras Bryn
examina alegremente su habitación.
—Bien, así que reglas... —Aplaudo y paso a las cosas serias—. Si traes
chicos, por favor cierra la puerta y hazlo en tu habitación. No uses mi sofá.
Además, dividimos los comestibles y todas las facturas. De lo contrario, es
una molestia tener que etiquetar todo lo que hay en la nevera. En cuanto a
la limpieza, uno de mis compañeros de cuarto era un vago. No seas vaga.
Me dirijo a la puerta y agrego:
—Tú limpia tu cuarto. Yo limpio el mío. Alternamos las áreas comunes.
—Suena bien. Oye, ¿tienes una toalla extra? Olvidé la mía.
—Claro. —Le traigo una toalla y la tiro al aire, y ella la agarra y la lleva
al baño, donde la mete cuidadosamente en el toallero—. ¿De dónde eres?
—pregunto.
Durante la próxima hora, nos conocemos. Me enteré de que Bryn es
de Ohio. Que tiene treinta, dos años más que yo, y está en la ciudad
buscando su gran oportunidad. ¿No lo estamos todos?
Cuando se instala y cocino pasta, siento que la conozco de toda la
vida.
—Así que este comienzo. Tú diseñas la ropa... —pregunto sobre el vino
y mis espaguetis especiales carbonara.
Bryn está a medio camino de un tenedor lleno de pasta y hace un
sonido de mmm mientras sorbe la cuerda que cuelga de sus labios. Se ríe un
poco, se da palmaditas en los labios con una servilleta y la deja a un lado.
—Los diseño y a veces utilizo ropa y telas viejas y vintage que nadie
usa, mezclándolas con algo fresco y nuevo —dice, mirando su vaso de vino
vacío con tristeza—. Todavía no estoy segura de cómo comercializar todo
esto; sólo me gusta la moda, pero no soy muy buena en los negocios, algo
en lo que tendría que ser buena para llevarla al siguiente nivel.
—¿Por eso quieres un inversor? —presiono, sirviéndole más vino.
—Sí.
—Lo siento, no puedo ayudar en eso. —Sacudo la cabeza mientras
me sirvo un segundo vaso también—. Me encantan los diseños que me
mostraste en tu teléfono, pero estoy en la misma situación que tú.
—¿Lo estás? —Sus ojos despiertan el interés—. No me digas que
también eres diseñadora...
—Oh no. Claro que no. —La despido, luego tomo un sorbo de mi vino
y lo dejo a un lado—. Soy conserje del Four Seasons. Pero mi verdadero
sueño es actuar en Broadway. He sido bailarina toda mi vida. Incluso
después de romperme el tobillo, solía bailar en mi cabeza durante horas
mientras yacía en mi cama con yeso. —Sonrío, recordando esos días tan
duros y aburridos. Para probar mi punto, tomo nuestros platos ahora vacíos
y bailo mi camino a la cocina, levantando los platos en el aire mientras lo
hago.
Su risa me hace sentir ligera y feliz.
—¡Eres buena! —dice.
Puedo decir que lo dice en serio. Y algo sobre el sincero apoyo en su
voz me hace sentir más segura. Tan segura como cuando era joven y
pensaba que algún día sería la reina de Broadway.
—Oh, aún no has visto nada —le aseguro con un guiño, retorciendo el
grifo y enjabonando una esponja. Empiezo a fregar los platos, me vuelvo
pensativa.
—Estoy segura de que encontrarás algo. ¿Has estado mirando, al
menos? —Bryn limpia los cubiertos y los guarda en un cajón de la cocina,
luego viene a ayudarme a secar los platos.
—Lo he hecho —admito, pero me vuelvo pensativa de nuevo, y me
escucho a mí mismo admitir algo que he sabido por un tiempo—. Aunque
supongo que una parte de mí se ha rendido antes de esforzarse más. Casi
como si mi corazón no pudiera soportar otro rechazo.
Ella seca las copas de vino ingeniosamente y luego me pasa la toalla
para que pueda secarme las manos.
—No deberías decidirte por el mundo, Sara. El mundo es inconstante
y ni siquiera sabe lo que quiere. ¿No es mejor dejar que otros te rechacen,
que tú mismo rechazando posibilidades antes incluso de explorarlas? —Me
frunce el ceño preguntándome.
Lo pienso por un momento y le disparo una sonrisa seca.
—Tienes razón. —Me recuesto en el mostrador y la miro con ojos
nuevos. Bryn Heyworth es mucho más de lo que parece. Claro, es dulce y
guapa, pero también es inteligente e impulsiva—. Vaya. Eres una buena
compañera de piso. No sabía que tendría un terapeuta disponible
veinticuatro horas al día y siete días a la semana cuando te recibí —le digo,
empujándola mientras nos dirigimos a nuestras habitaciones.
—Igualmente. Y oye, para eso están los amigos. Y espero que
podamos serlo. Amigas —dice con un poco de suerte, mientras cada una
de nosotras se dirige a la puerta de su habitación.
Por alguna razón, después de escuchar acerca de la compañía de
sueños que ella está buscando, me acuerdo de mis propios sueños. Cuando
finalmente vuelvo a la cama, parece que no puedo dormir. Me pinto las
uñas de los pies y de las manos, y mientras espero a que mis uñas se sequen,
le echo un vistazo a los anuncios de las audiciones de Broadway en mi
computadora portátil con bastante vigor. Decidida a encontrar algo.
Puede que haya encontrado a la compañera de mis sueños. Ahora,
si tan sólo pudiera encontrar el trabajo de mis sueños, también, estaría
encantada con la felicidad.
Y si tan sólo pudiera encontrar al tipo que estoy aplastando después...
No seas codiciosa, Sara Davies. No puedes tenerlo todo.
Pero de repente hoy una parte de mí quiere creer que puedo.
No Es La Llamada Que Esperaba
Sara
―¿Qué pasó?
Bryn me encuentra gritando en un pañuelo cuando llega al
departamento. Estoy tan aliviada de verla, empiezo a llorar más fuerte.
Supongo que es como dicen. El hombre planea, y Dios se ríe. Wow,
debe estar riéndose bastante duro en este momento.
―Me despidieron. No tenía idea de que comenzarían a hacer
recortes y sería la primera en irme. ¿Qué voy a hacer? —Me sueno la nariz y
arrojo el pañuelo a un lado mientras Bryn toma una papelera, arroja todas
las bolas de papel y la caja de pañuelos vacíos, y coloca una caja nueva
frente a mí.
―Conseguirás un nuevo trabajo. ―Se sienta a mi lado.
Dios, sabía que no debía seguir buscando conciertos de baile.
Desperté mis esperanzas y mis sueños me distrajeron de mi verdadero
trabajo. Debería haberme mantenido enfocada.
―No es así de fácil…
―Puedes pasear perros conmigo ―interrumpe Bryn.
―Ese es tu trabajo.
―Lo dividiré contigo ―insiste Bryn—. No podré dedicarle tanto tiempo
como quiero; estaré demasiado ocupada trabajando en la puesta en
marcha.
―¿En serio? ―La miro—. ¿Cómo estás tan segura de que obtendrás el
dinero? ―Odio ser aguafiestas, pero tenemos que ser realistas.
Honestamente, creo que es un sueño imposible. Ella es muy inteligente y
genial diseñando ropa, pero no importa cuánto talento tengas, sé que para
tener éxito, la suerte también tiene que jugar un papel.
Y a la suerte no parece gustarle este código postal.
―Porque lo vi otra vez esta noche, y espero poder convencerlo ―dice
Bryn con optimismo.
De acuerdo, entonces "él" es el equivalente de Bryn de mi caliente
adicto al trabajo. Su nombre es Aaric Christos. El soltero de Manhattan que
pronto se casará. Millonario magnate de inversiones. Cómo Bryn consiguió
recientemente una reunión con el hombre, es un milagro.
―¿No son falsas ilusiones? ―pregunto. Porque, ¿cuántos milagros
puede esperar una chica en su vida, en Manhattan?― Perdón por decírtelo,
compañera ―digo en voz baja—, pero la mitad de la ciudad quiere el
respaldo del hombre. Todo el mundo piensa que tienen una idea genial o
quiere a alguien que los ayude a convertir sus absurdas ideas en
genialidades.
―Tal vez. Pero todavía quiero convencerlo. ―Aferrándose a su
positivismo, Bryn se dirige a la cocina para servirnos un poco de té—. ¿Estás
bien? ―pregunta con preocupación cuando regresa y me da una taza.
―No sé ―finalmente admito, deseando poder sentirme tan positiva
como Bryn en este momento—. No puedo entender qué ha ido mal en mi
vida. ―Me paso un pañuelo arrugado por la nariz, lo abro con fuerza y saco
uno nuevo de la caja mientras recito mis fallas—. Fui a Tisch School of Arts
aquí, en NYU. Pero me rompí el tobillo durante mi primer gran salto. Pasaron
dos años, y la recuperación fue una perra, pero incluso una vez que me curé,
nada. Sin protagónicos, sin audiciones exitosas. Así que me convertí en
conserje, e incluso entonces, haciendo algo supuestamente fácil, fallo.
―No fallaste, Sara. No era tu objetivo final, fue tu trabajo mientras
tanto.
―Sí, bueno. ―Lo pienso por un momento, pero eso no me hace sentir
mejor. Porque ser un conserje era al menos algo real. No era un sueño. Al
menos me alimentaba, me vestía y me mantenía ocupada—. Estoy
empezando a preguntarme si la mayoría de nosotros no estamos destinados
a estar atrapados en nuestro “mientras tanto”.
―Puedo estar de acuerdo... pero luego ves a alguien, alguien que lo
tuvo peor que nadie, y que le fue bien. No porque tuvo suerte, él trabajó
para eso. Tiene sentido que, si trabajamos lo suficientemente duro, también
podemos ir a algún lado.
―Realmente te gusta este chico ―le digo.
De repente siento una punzada de preocupación. Aaric Christos es
tan poco accesible como se puede ser. Y está en una relación con alguna
malcriada de la alta sociedad. ¿Bryn tiene un deseo de morir o qué?
―No. Yo... lo admiro ―contesta—. Estábamos en la escuela
secundaria cuando nos conocimos, y admiraba su sentido común. Supongo
que también me gustaba ―admite—, pero nunca pude entender cómo me
hacía sentir. Creo que me gustaba lo suficiente como para que me
confundiera. ―Como si se estuviera maldiciendo al admitir eso, sacude la
cabeza rápidamente—. Pero suficiente sobre eso. Estoy entusiasmada con
la puesta en marcha. Si esto despega y no tienes trabajo, te contrataré.
―¿Cuándo empiezo? ―Sonrío.
―¿Quién sabe? Llama al número de Dios y pregunta: ―Ella muestra
la tarjeta de Christos y trato de arrebatársela de la mano.
―Dame eso ―le digo mientras ella la aparta. La necesito más que ella.
―Sobre mi cadáver. Es mi boleto dorado y no voy a renunciar a él, ni
siquiera por ti. Sin embargo, te daré un poco de mi chocolate. —
Desaparece por un segundo y vuelve a arrojar una barra de chocolate
Godiva en mi regazo. Gimo. El chocolate es mi debilidad, maldita sea, y mi
compañera de cuarto no tardó en descubrirlo.
―¿Tenemos algún helado? ― pregunto.
Trae una tarrina de helado del congelador y dos cucharas.
―¿Algo más?
―Sí. ¿Puedo adoptarte? —Me enderezo en mi asiento y la veo
acomodarse a mi lado.
―Vamos. Solo tengo dos años más que tú ―dice mientras abre el
helado y hace un guiño.
―Sé qué más me falta. Confianza. Parece que la he perdido en
alguna parte ―admito mientras miro la televisión silenciada a través de
nuestra sala de estar.
Pienso en Bryn y su sueño de puesta en marcha, aún tan lejos de su
alcance.
Pienso en mí misma y en mis propios sueños, sueños que, sin importar
cuán asombrosos sean, me siguen impidiendo crear una base sólida con la
que actualmente tengo que trabajar.
Y pienso en mi madre y sus sueños, y en la angustia que está
soportando en manos de mi padre. Su mayor sueño, el de un esposo y una
familia amorosa, se hizo añicos.
Dios, me jode cada vez que lo pienso. Saber que mi madre está
sufriendo, me duele. Pero no es como si pudiera retener a mi padre. Él ya no
la ama.
Ahora mi madre necesita aprender a estar sola de nuevo y sentirse
cómoda así.
Al igual que necesita salir y buscar lo que quiere, en lugar de seguir
conformándose. Porque la opción de establecerse ya no está sobre la mesa,
Sara. Estás sin trabajo. Entonces, ¿quieres hacer lo que amas? ¿O quieres ser
mediocre otra vez?
―Tengo confianza en ti ―dice Bryn mientras me ayuda a tomar una
cucharada de helado.
De repente, estoy cansada de sentirme triste. Hoy ha sido un desastre.
Solo quiero centrarme en las cosas buenas, el hecho de que tengo a alguien
con quien compartir una buena tarrina de helado de vainilla. Alguien que
tiene sus propios sueños.
―Bien, porque también tengo confianza en ti. Jefa. ―Sonrío,
sintiéndome un poco mejor mientras atacamos el helado, comiendo
pequeñas piezas de chocolate Godiva junto con él.
Ian
―Y está listo.
Aclamaciones y aplausos aparecen por todo el escenario, ya que
tanto el elenco como el equipo de producción de mi último documental lo
dan por finalizado. Mi trigésima tercera producción. Debería estar orgulloso.
Supongo que lo estoy. Pero siempre pongo un límite sobre la celebración
porque siempre hay más que puedo hacer. Más de lo que quiero.
―Felicitaciones, buen trabajo ―le digo a Jake Myers, mi director,
mientras le doy una palmada en la espalda y me levanto de mi silla junto a
la suya.
Me tomo un momento para felicitar a nuestros actores, narradores y
equipo de filmación. Solo un momento para detenerme antes de volver a
saltar sobre la rueda del hámster y hacerlo todo de nuevo.
―Antes de que te vayas ―me llama Jake, trayendo una botella de
champán que abre de inmediato. Mi asistente, Pepper, aparece
rápidamente con más de una docena de copas de plástico que distribuye
al grupo. Jake levanta su vaso, y todos lo hacemos—. Por Ian maldito Ford
―dice.
―Quiere decir, por todos ustedes ―respondo, sacudiendo la cabeza
con una sonrisa.
Todos brindamos por un trabajo bien hecho. Tomo un trago,
disfrutando el sabor por un segundo caliente, pero antes de que mi copa de
champán esté vacía, la dejo a un lado y vuelvo a colocar el guion en mi
maletín.
―Te vamos a extrañar, Ford ―dice Georgiana, nuestra narradora
femenina.
―No desapareceré para siempre ―le digo con un guiño.
―¿Pero todavía te estás mudando a Nueva York?
―Tengo que hacer ese próximo documental. Es más fácil si me quedo
allí hasta que esté hecho.
―Bueno y apretado como un burrito ―agrega Jake, acercándose a
nosotros antes de que Georgiana me abrace y me agradezca.
―Por dejarme trabajar para ti. Por todas las oportunidades que me
has dado ―me dice.
Siempre me emocionan cuando uno de mi equipo muestra gratitud.
Para ser sincero, les estoy más agradecido, bueno, a la mayoría de ellos, por
aguantar mi necesidad de perfección y por repetir las tomas hasta el
cansancio.
―Es un placer, teniendo en cuenta que cada una de estas cosas es
merecida ―le digo.
Jake la mira mientras ella se va, respeto brilla en sus ojos, antes de
volverse hacia mí.
―Acerca de Nueva York. ¿No tendrá nada que ver con la dama que
le devolvió la sonrisa la última vez? ―Suena genuinamente curioso. Incluso
cauteloso.
―Tal vez. Ya veremos. Ella fue una atrevida gatita.
Comenzamos a cruzar el set hacia la salida. Jake es uno de mis
mejores amigos en Los Ángeles. Hemos trabajado juntos en once de mis
películas de gran éxito y en los dieciocho documentales que he producido.
Podrías decir que somos como hermanos, y teniendo en cuenta que nunca
he tenido uno y apenas recuerdo haber tenido una familia a excepción de
mi abuela, lo valoro como tal.
―Sonó más como un gato ―dice.
―Los gatos te traicionan. Los gatitos aún pueden aprender a amarte.
―No puedes enseñarle lealtad a un gatito; sigue siendo un gato
―advierte.
Sé que quiere decir que no quiere otra Cordelia en mi vida, y aunque
aprecio el gesto, puedo cuidarme solo.
―Señor. Ford, he impreso la información de su vuelo y la reserva de su
habitación. ―Escucho decir a Pepper mientras se apresura detrás de
nosotros.
―Four Seasons, ¿nuestra habitación habitual? ―Le pregunto mientras
ella me entrega los papeles.
―Sí señor.
―Gracias. ―Me doy vuelta para irme—. Llámame si me necesitas.
Probablemente también tenga Wi-Fi en el vuelo.
―Ah, y Sr. Ford ―me llama mientras voy hacia la puerta. Ella duda
cuando Jake se queda a mi lado. Jake toma una pista y me da una
palmada en la espalda y me desea un vuelo seguro antes de darnos un
momento a solas—. Gracias por el regalo de bodas, fue muy generoso —
dice finalmente Pepper.
Niego con mi cabeza tristemente.
―Me alegra que te haya gustado el sistema de sonido de tu casa. Y
me disculpo por no ir a la boda.
Ella se ríe y se mueve como si acabara de decir algo completamente
loco.
―Oh, nunca esperé que lo hicieras.
―¿No lo hiciste? ―Estoy confundido por un segundo.
―Es generoso con su dinero, pero bastante exigente con su tiempo,
Sr. Ford. ¡Oh! Y no quise ofenderlo.
Se pone roja como un tomate, y la miro fijamente por un momento.
Jesús. ¿Este soy yo? ¿Soy conocido por ser así de... frío? Lo sacudo,
concediéndole una sonrisa.
―Te deseo toda la felicidad, Pepper. Te veré cuando vuelva.
Quiero decir mis mejores deseos. Estoy cansado, eso es verdad, y tal
vez incluso amargado por lo que sucedió con Cordelia, pero espero que la
felicidad aún pueda ser verdadera para alguien. Especialmente para
Pepper, quien ha trabajado para mí durante años. Nunca he conocido a
nadie más leal.
Salgo del estudio para encontrar mi auto deportivo Mercedes
estacionado en la acera. La parte superior está bajada, así que arrojo mi
maletín en el asiento del pasajero y luego me siento detrás del volante.
―Buenos días, señor Ford ―dice mi ayuda de cámara personal.
―Lo mismo para ti, Pedro. No me extrañes demasiado.
―Trataré de no hacerlo, señor. Y a esta belleza, tampoco. ―Mueve
sus ojos amorosamente a través de mi auto.
Me río de eso y presiono el pedal. Me dirijo directamente a mi casa de
Bel-Air, listo para empacar y tomar un vuelo temprano a JFK mañana.
Mientras manejo, recuerdo a Sara ese día en el taxi, y una parte de mí incluso
fantasea con encontrarla justo donde la vi esa primera vez. En la maldita
línea de taxi. Me sorprende lo mucho que quiero su culo en mi mano y su
lengua en la mía. Cuánto deseo que esta atrevida chica venga otra vez a
buscarme.
A toda costa evito complicaciones. Incluso mi asistente, Pepper, es
mayor que yo por una década y media. No porque no confíe en mí mismo
con una mujer, sino porque era casada y nunca quise que Cordelia y yo
tuviéramos malentendidos innecesarios. Especialmente conmigo viajando
tanto.
Sara es una complicación. El tipo que prefiero evitar. Especialmente
desde que mi divorcio está lejos de resolverse. Y estoy muy lejos de estar
abierto a enredos emocionales en este momento. Aún así, la idea de estar
en la misma ciudad me tiene inquieto. Conectado.
Me he trabajado hasta los huesos en los últimos meses. Intentando
olvidar esa noche que follamos hasta quedar sin sentido. No sirve de nada.
Cuanto más trato de olvidar, más recuerdos vuelven a atormentarme.
También podría lanzarme. Volver a verla. Saber su nombre completo,
que la hace feliz, ¿por qué estoy tan obsesionado con ella? Esa es la única
manera de sacarla de mi mente.
Por primera vez en más de un año, Nueva York tiene un gran atractivo.
El recuerdo de ella solo me hace desear volver por más y más. Ella es la
primera que me hizo sentir vivo en demasiado tiempo. Su coño era genial,
pero su descaro y esa boca descarada son las que me mantienen despierto
por la noche.
Esta noche no es una excepción. A medianoche deambulo por los
pasillos de mi casa de Bel-Air. Es un apartamento de tres dormitorios que
compré después de mudarme de mi apartamento en West End.
Pensé en hacer una vida aquí, en Los Ángeles. Y aunque el negocio
ha florecido, observo mis espaciosas habitaciones y las palmeras en los
jardines perfectamente cuidados y no soy yo.
En el fondo sigo siendo un hombre de Manhattan. Es hora de dejar
que mi esposa, que pronto será mi ex mujer, deje de arruinar mi vida y
alejarme de lo que quiero.
Me encanta la ciudad de Nueva York, es mi hogar, y siempre lo será.
Es hora de cerrar el trato, empezar de nuevo, y diablos, sí, si es lo que
quiero, llevar a Sara a cenar a Daniel.
Golpeo el número de mi abogado mientras me pongo el pijama de
seda con cordón en la cama.
―Wahlberg. He estado pensando.
―¿Cuándo no estás pensando? Eres una máquina. Necesitas más
sentimiento y menos pensamiento, Ford.
―He estado sintiendo ―anuncio, un poco exageradamente—,
realmente estoy desesperado. Y he reconsiderado el plan que mencionaste
el otro día.
―Ahhh, el despiadado plan. Te digo, con una mujer como Cordelia,
necesitas…
―Hagámoslo ―le digo, interrumpiéndolo.
―¿Acabar de una vez?
―Vamos a hacerlo. No jugaré limpio nunca más. Estoy harto de sus
facturas de tarjetas de crédito, sus llamadas telefónicas y las facturas de
alquiler de aviones mientras recorre el mundo con cualquier juguete que
pueda encontrar. No soy ese hombre, Wahlberg. No soy de los que hacen
el ridículo durante más de un año.
―Bien, aleluya, ahora estás enojado.
―No enojado. Solo estoy listo para hacer esto en mis términos. Hazlo
bien.
Después de esa última instrucción, cuelgo.
No me agrada ser despiadado. Por lo general, las personas me
respetan lo suficiente como para no llevarme al límite o alentarme a ir allí.
Pero nunca seré libre si no hago esto con ella; y no importa cuántas malas
acciones haya cometido en nuestro matrimonio, la he amado. Hice lo mejor
que pude. Merezco una oportunidad de ser feliz otra vez y planeo buscar lo
que sea que me dé una idea de ese sentimiento. Y cuando lo encuentre,
nunca lo dejaré ir.
Nombre
Sara
Ian
Ella viene como un cohete y no puedo dejar de mirarla. Dejo de
besarla hasta que se sienta para recuperar el aliento. Sus labios están en
carne viva por los míos. Mojados y rosas. Incluso el arco en la parte superior
de su boca está enrojecido por la fuerza de mi boca sobre la suya.
Debería sentirme culpable.
Pero no lo hago.
No sabía exactamente lo que planeaba hacerle cuando la vi. Tal vez
había planeado buscarla en el mostrador de conserjería e invitarla a ir a
Daniel. Ver si estaba disponible esta vez. Hablar un poco. Escuchar sobre su
vida. Contarle sobre la mía.
Tal vez incluso me permití fantasear demasiado sobre cosas que nos
llevan de vuelta a la habitación 1103. O tal vez no tenía intención de hacer
una mierda.
Excepto que no me imaginaba que se hubiera ido del mostrador de
conserjería, o la aplastante decepción que sentiría cuando me registrara
ayer y me enterara.
Especialmente no esperaba verla en Central Park hoy. Ver cuán
amable era con mi abue. Y con Milly. Cuán malditamente sexy, segura y
todavía tan malditamente audaz.
Ahora yace desnuda debajo de mí y yo estoy duro como la piedra.
No puedo pensar en otra cosa más que poner mis manos sobre ella de
nuevo.
No sé si ha estado con alguien después de mí, pero estoy seguro de
que no quiero que sea tocada. Si ha habido alguien, quiero que mis manos
lo borren de ella. Quiero que mi toque sea el último sobre su piel.
Hace unos momentos, cuando caminábamos por Central Park, me
dije a mí mismo que no pondría una mano sobre ella. No esta noche. Ella ya
no era solo una mujer. Era la paseadora de perros de mi abuela.
Razoné conmigo mismo que tenía tiempo. Podría quedarme aquí
mientras se filma y arreglar mis cosas. Eventualmente perseguir las cosas
lentamente. Pero después de ayudar a Abue a subir al taxi, Sara se estaba
marchando, y la idea de perderla de vista otra vez no fue una opción.
Pensar que la había perdido cuando dejó su trabajo en mi hotel
habitual me dio un vuelco. Esta vez se revolvió porque la estaba viendo
alejarse, en dirección opuesta a donde quería que se dirigiera.
La deseo, y no me gusta dejar lo que quiero.
Aquí estamos ahora.
Extiendo la mano y su piel es suave como la seda. Un toque y me doy
cuenta de que no seré capaz de evitar follarla otra vez. Quiero comerla esta
vez. Tal vez incluso liberar mi polla en su boca. Aprieto mis dedos alrededor
de su cabello y gimo mientras sus dedos se posan sobre mi polla.
—Eres una chica atrevida —gruño, atrayéndola más cerca—. He
pensado en ti.
Estoy goteando pre-semen y no puedo recordar a una mujer, a
ninguna mujer, que alguna vez me haya hecho eso en mi edad adulta.
Ponte cómodo, Ford. Esto no es lo que ella espera.
Pero veo la súbita chispa de emoción en sus ojos, y casi me muerdo la
lengua, recordándome a mí mismo que no puedo darle más que esto
incluso cuando desliza sus manos alrededor de mí y se enrosca más cerca.
Lo suficientemente cerca como para que su coño empuje mi polla de
nuevo. Odio que no tenga el coraje de detenerla.
Estoy en un estado extraño y en un trance en el que haré todo lo que
ella me pida, cualquier cosa que diga, solo para escucharla gritar
nuevamente mi nombre. Sentir su cuerpo retorcerse debajo del mío.
—¿Quieres hacer esto de nuevo? —gruño roncamente al oído,
mordisqueándole el lóbulo de la oreja. Tengo hambre. Tan hambriento.
—No solo quiero, lo necesito —susurra suavemente en mi oído mientras
desliza su lengua enseguida.
Mi sangre hierve a fuego lento mientras comienza a acariciarme con
su puño.
Exhalo, luchando por el control, y meto mi mano entre sus piernas.
Masajeo su clítoris con mi pulgar, frotando círculos.
Se estremece, gime y agarra mi polla más fuerte. Gruño cuando lo
siento sacudirse en respuesta, demasiado feliz de verla. Gruñendo para
poner esos dedos suyos encima de mí. Luego su coño. Luego su boca.
Empujo dos dedos y gime contra mi mandíbula, un sonido ininteligible
dejándola mientras empuja sus caderas hacia afuera por más.
—Dios, Ian, eso se siente increíble.
Le encanta. No puede tener suficiente.
Me encanta aún más.
Estoy impaciente. Le abro las piernas y me sumerjo entre sus muslos,
chupando, lamiendo y saboreándola.
Podría desmayarme de lo cachondo que me siento. Sara me mira, a
mi maldita talla, mi polla hinchada hasta el límite mientras la chupo.
—Da la vuelta. Te quiero en mi boca. —Me suplica, su voz algodonosa
de lujuria.
Giro sobre mi espalda y la traigo conmigo, su trasero en mi rostro, su
coño en mi boca. Sara se inclina y lo siguiente que sé es que tiene toda mi
longitud en su boca.
—Mierda. —Gimo. Mis caderas giran; aprieto su culo en mi mano y
entierro mi lengua más profundamente—. Quiero más de ti. Quiero que grites
mi nombre. —Mi voz está amortiguada por sus labios, su culo. No me importa
Me lo estoy diciendo a mí mismo. Para quien lo escuche. Incluso si ella no lo
hace.
Retiro la lengua, luego entro con la misma fuerza, pero más rápido. Sus
dientes se sujetan con fuerza en la base de mi pene, y el placer sube por mi
espina dorsal mientras los arrastra a la cabeza.
Gruño, conduciendo mi pene más profundo y más duro en su boca
mientras ella chorrea en mi boca. Yo también me corro.
No puede estar quieta, y me gusta.
—Ian.
Nos congelamos por un segundo, respirando fuerte al unísono.
Luego la giro hacia su espalda, la enderezo debajo de mí y empujo
adentro. Un jadeo sorprendido la abandona. Ella no espera que siga
estando duro después de correrme en su boca. Diablos, yo tampoco.
Levanto sus manos y pongo el ritmo, implacable mientras entro en ella,
desatando el hambre que he albergado, nutrido, durante meses.
Recordé lo buena que fue, lo bueno que fue.
Demonios, no recuerdo nada.
Alucinante...
Ella se viene sobre mí de nuevo, meneándose debajo de mí. La sigo y
dejo que las olas se hagan cargo.
Incluso un minuto después, estoy fuera de sí. Exhalo, y la miro,
acariciando con mis dedos sus brazos desnudos mientras trato de volver a
mí mismo.
Ella brilla con sudor, tan perfecta como una pintura veneciana. Se ve
satisfecha e incluso soñolienta, un maldito gatito, eso es seguro. Recuerdo la
conversación de Jake y la mía en Los Ángeles, y me pregunto si realmente
es el tipo de gato que araña y te da la espalda. O si es del tipo que se
encorva más cerca, queriendo más del plato de leche que ofreciste.
No estás ofreciendo nada, ni siquiera leche. Solo sexo, porque
legalmente ni siquiera estás disponible.
El calor en mis venas se enfría con ese pensamiento.
La última vez que la follé en la habitación 1103, me alejé. Ella parece
esperar eso. Parece jadear de sorpresa cuando me doblo y corro
lentamente alrededor de la punta cruda y enrojecida de su pecho
izquierdo. La subo, suavemente ahora, ahuecando la parte inferior de su
pecho con mi mano. Luego hago lo mismo con el otro, escuchándola
suspirar, sintiendo sus dedos relajados en la parte posterior de mi cabeza.
La chupo por un tiempo, luego chupo mi camino por su cuello. Gruño
en su oído:
—Parece que no puedo tener suficiente de ti, gatita. ¿Deberíamos
hacerlo toda la noche?
Ella entrecierra sus ojos mientras me mira, una pequeña sonrisa
codiciosa aparece en su rostro mientras lame sus labios.
Encontrada
Sara
***
Cuando llego a nuestro apartamento en Nolita, me encuentro con
Bryn despierta, y ni siquiera sé qué hacer conmigo. Estoy tan confundida e
inquieta.
—¿Qué pasó? ¿Se perdió toda la ciudad anoche? —Bryn corre,
caminando de un lado a otro de la sala de estar cuando cierro la puerta
detrás de mí. Me mira expectante, y puedo leer la pregunta claramente en
sus ojos.
Ella quiere saber si encontré a mi chico de una noche. Salto a la
explicación más breve que puedo, porque no puedo soportar hablar en voz
alta.
—Conseguimos una habitación de hotel. Follamos, ¿de acuerdo? Fin
de la historia. Él se ha ido otra vez.
No puedo soportar darle los detalles, pero Ian definitivamente se ha
ido de mi vida ahora. A menos que sea masoquista, lo cual supongo que es
una posibilidad. Pero no. Hoy no. Estoy arreglando mi vida, ¿recuerdas?
—¡Sara! —exclama Bryn emocionada mientras yo me dirijo hacia mi
habitación. Ella suena emocionada de que lo haya encontrado—. Ahora
tienes su nombre: Ian Ford.
—Sí. Y no pude resistirme a él, pero ya está terminado.
Haciendo mi mejor esfuerzo para apartarlo de mi mente, me detengo
en el umbral de mi habitación y miro a Bryn con más atención. Está vestida
para ir a una discoteca, o al menos a una cena lujosa, y, sin embargo, hay
círculos bajo sus ojos como si no hubiera ido o hubiera pasado toda la noche
allí.
—¿Qué te ha pasado? —Un ceño fruncido pellizca mi frente, y algo
sobre esto se siente extraño. ¿No tenía una cita anoche?
—Me... me plantaron. —Su sonrisa se desvanece y casi se ahoga con
las palabras—. Dios, no puedo creer que me haya dejado plantada. —Bryn
está angustiada, más de lo que alguna vez la haya visto afectada por
algo—. Algo está mal. Puedo sentirlo —susurra su preocupación y agarra su
estómago.
—Solo estás paranoica. Llamará. —Le aseguro suavemente. Sé que un
hombre no persigue a una chica de la misma manera que Christos persiguió
a Bryn para dejarla en un segundo.
¿O lo hacen?
A la mierda todo esto. ¿Por qué el amor y el romance deben ser tan
complicados? Entro en mi habitación y me deslizo en la cama solo para
golpear mi almohada en sumisión, lo único que aparentemente sigue mi
camino.
***
Al día siguiente, las cosas no mejoran. Bryn se dirige a ver a Christos
mientras yo me dirijo al trabajo, y cuando llega de la oficina, sus ojos están
enrojecidos y no quiere hablar conmigo durante media hora. No importa
cuánto exija que me diga lo que pasó.
Trata de concentrarse en el trabajo y verificar los últimos diseños, pero
cuando digo suavemente:
—Bryn. Háblame. —Se da la vuelta, me agarra fuerte y grita con
fuerza:
—Terminamos.
Quince minutos más tarde, después de que ha llorado bien, los dos
estamos en su oficina, sentadas malhumoradamente en el borde del
escritorio.
—¿Cómo estás tú? —dice mientras trata de volver su preocupación
hacia mí—. Cuando vi la forma en que ustedes dos se miraban en Central
Park, supe que habías encontrado a tu hombre.
—Encontré. Pasado. No lo estoy manteniendo. No puedo. —Suspiro e
intento organizar las carpetas de diseño esparcidas en el escritorio de Bryn.
Extiende su mano para tomar la mía y detenerme.
—Mientras lo estábamos esperando, la Sra. Ford comenzó a contarme
todo sobre su nieto y cómo estaba pasando por un desagradable divorcio.
Ella básicamente dio a entender que su ex es una perra total. Él le dio su
departamento en West End Avenue.
—No es de extrañar que se quede en el hotel. —Aprieto su mano,
luego sigo arreglando los papeles antes de guardarlos en el cajón y frotar
mis sienes.
—Ella lo adora —dice Bryn.
Ella no es la única. Pero no puedo dejarme conocerlo. Ni siquiera dijo
que quería más de mí. Aunque parecía frustrado cuando me fui, no puedo
estar segura si él me quiere por mí o si simplemente quiere que alguien le
saque de sus frustraciones.
De repente, siento el chupetón en mi cuello. Las manos de mi caliente
Sucio Adicto al Trabajo se detuvieron de alguna manera sobre mí.
—Ya basta de Ian —susurro, extendiendo mi mano para tomar la
suya—. Quiero llevar el trabajo a casa en lugar de estar aquí tan cerca de...
—Ni siquiera quiero mencionar su nombre.
Los ojos de Bryn vuelven a aguarse.
—Realmente se acabó. —Se lleva las palmas de las manos a los ojos
por un segundo antes de dejarlas caer—. Entré a su oficina, preguntándole
por qué me dejó plantada anoche sin decir una maldita palabra, y rompió
conmigo. Su ex está embarazada.
—¡Bah! Podría simplemente... —Niego con la cabeza, demasiado
sorprendida para decir algo más.
Chicas Trabajadoras
Sara
—Superarás esto, mamá. —insisto mientras hablo con ella por teléfono
esa noche—. No es por ti. Fue esa maldita ramera.
Una imagen de Ian jodido Ford haciéndome el amor con su boca
caliente y ojos oscuros ardientes se apodera de mi mente y lo sacudo con
venganza.
—Dime qué estás haciéndolo por ti misma —insisto.
Porque conozco a mi madre. Mi infancia la pasé comiendo sus
comidas caseras y con mi mamá trenzándome el cabello cuando hacía mis
deberes. Vive por su familia. Siendo hija única, casi se rompe cuando alquilé
un apartamento en Nueva York. Todo lo que tenía era a papá y hacer un
hogar cálido y acogedor para él.
Ahora, incluso eso se ha ido.
—¿Qué quieres decir? —pregunta mamá, como si el concepto fuera
ajeno a ella.
—¿Estás viendo a tus amigas de canasta una vez a la semana en vez
de una vez cada año bisiesto? ¿Das paseos diarios con Lico en vez de que
alguien más lo haga?
—Lo hago. Voy a pasear a Lico dos veces al día.
—¡Eso es bueno! Mamá, eso es genial. Estoy orgullosa de ti. Haz cosas
que te hagan feliz. Papá se arrepentirá algún día y estarás tan feliz que no
lo querrás de vuelta. Nunca.
—Es sólo que... —Hace una pausa—. ¿Cómo pudo, Sara? ¿Cómo
pudo? Hice todo bien. Lo hice todo...
—No lo sé, mamá. —susurro—. Tal vez estaba demasiado cómodo.
Nunca temió perderte. Tal vez... estas cosas simplemente pasan. Mi
compañera de apartamento acaba de romper con un chico con el que ha
estado saliendo y el chico estaba loco por ella. Alguna idiota ex… —me
interrumpo a mí misma. Una ex idiota resultó estar embarazada, pienso. Bryn
y Christos rompieron anoche. Christos ni siquiera llegó a su cita. ¿Y yo? Bueno.
Estoy perdiendo la fe en el universo.
Y una vez más, me pregunto si el amor realmente funciona para
alguien.
Me siento más que un poco triste cuando cuelgo con mi madre. No
es sólo mamá la que me preocupa. También Bryn.
Christos era el chico de su infancia que dejó ir y de repente volvieron
a estar juntos y se enamoraron. Ahora camina en silencio, a veces mirando
al espacio. Anoche lloró toda la noche después de la ruptura. En la oficina,
cuando se distrae, me doy cuenta de la forma en que trata de salir y
concentrarse en el trabajo, pero todavía me duele y me frustra no saber qué
hacer por ella. Por mi mamá. Incluso por mí, para ser honesta.
Porque no puedo evitar preguntarme qué pasó con Ian Ford y su
matrimonio que hizo que se desmoronara. Una parte de mí odia no saber.
Una parte de mí desearía que todo hubiera terminado para poder averiguar
si realmente tenemos algo que valga la pena perseguir.
***
Al día siguiente me reúno con Jensen, un buen amigo que conocí a
través de Bryn que nos está ayudando con el próximo lanzamiento de la
House of Sass. Es un artista del diseño gráfico con un fabuloso apartamento
en el sótano de Gramercy Park que incluso proporciona esa llave evasiva al
parque cerrado del vecindario. Ahora tiene un novio de mucho tiempo, un
negocio próspero y la confianza para demostrarlo. Me hace preguntarme si
la mala suerte que tenemos las chicas en el romance sólo está afectando a
las mujeres del mundo.
—Así que. El trabajo. ¿Estás feliz? —pregunta mientras caminamos por
Irving Place hasta la cafetería de su vecindario.
Me lleva un momento entender lo que está diciendo.
—Es bueno. Me gusta trabajar con Bryn. Lo siento. Me pillaste en un
momento.
—¿Un buen momento?
Siento mis mejillas sonrojadas.
—No. Yo sólo... he estado un poco en una nube desde anoche. —Lo
alejo, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué? ¿No eres feliz?
—Sí, con el trabajo; es sólo que hoy estoy un poco... distraída.
Hago una pausa fuera de la cafetería mientras Jensen pide nuestros
cafés habituales. Luego sale, me da la taza y me lleva a una pequeña mesa
redonda.
—Está bien. Dilo, mujer —dice.
—Descubrí el nombre de mi aventura de una noche. Más que eso,
descubrí que es el nieto de una de mis clientes y de Bryn. Pasamos la noche
en un hotel.
—Jesús, eso es jodidamente asesino, Sara. —Golpea una mano contra
la mesa con énfasis, claramente emocionado.
—¡No, no lo es! Está casado, Jensen.
—¿Y eso qué? —Jensen se mueve hacia delante en su asiento,
agitando su cabeza con total incredulidad—. Mierda. De acuerdo. —Se
pasa una mano por la cara— . No importa. Nunca es un error cuando te dan
la “O”, ¿entiendes? Y conseguiste la O ¿verdad?
Gimo.
—¡Dios! Múltiples veces. Ese tipo es tan bueno que podría hacerme O
sólo por besarme. Pero está casado. En proceso de divorciarse, pero eso es
lo que todos dicen, ¿no? ¡No soy esa chica, Jensen! —Siento que mi
frustración aumenta mientras hablo de ello y me tomo un enorme trago de
café para calmarlo.
—Olvídalo. Dile “gracias por la O, pero eso es todo en lo que eres
bueno”. Y sigue adelante. Sal más. ¿Puedo presentarte a algunos amigos?
Conozco a algunas personas que pueden ocuparse del tema del sexo, sin
ataduras. Un tipo de folla amigo.
—¡En sus sueños, Jensen! —me echo a reír a carcajadas.
—En los mojados —dice, con la lengua en la mejilla.
—Eres repugnante.
Lo reflexiona, riéndose.
—¿Qué pasó con su matrimonio? ¿Lo sabes?
—No lo sé. No pregunté. —Juego con mi taza de café—. Hay tanta
química entre nosotros. Es irreal. —Frunzo el ceño—. Pero entonces me contó
su situación y le dije que se había acabado y me fui. Estoy celosa, ¿sabes?
Sólo pensar que otra mujer tiene derechos sobre él. —Pero anoche te miraba
con cruda posesión, Sara. Ugh. Basta, vocecita.
—No quiero que nadie más lo tenga, pero definitivamente no espero
algo tan complejo y… complicado. Tengo miedo de que me esté sacando
de su sistema de la manera habitual de los hombres, tal vez incluso
usándome para superar lo de su ex o lo que sea. —Suspiro tristemente.
—¿Es una decisión mutua el divorciarse?
—No tengo ni idea. Debí haber preguntado. En vez de eso, entré en
pánico, vi las banderas rojas y me fui.
—Entonces tómalo como un cierre y sigue adelante. Si no soy yo, haz
que Bryn te prepare una cita.
—No sé, Jen. Se acabaron las cosas con Christos, y no estoy segura de
que pueda seguir adelante tan fácilmente —digo—-. Esta vez tuve una
aventura de dos noches. Dame una razón por la que no se sentiría como un
cierre —le pregunto confundida.
—Fácil. —Jensen se pasa una mano por su cabello perfecto y se
apoya en el soporte de la silla—. Quieres más de la gran P.
—¡Oh! Tiene una P muy buena y no me importaría más. Pero sólo... —
Sacudo la cabeza, de repente me enfurezco con él. Maldito Ian Ford—.
Quiero que él me quiera; eso no es típico de mí. Suelo temer que vuelvan a
llamar, Jen.
—Maldición, eso es un problema.
—Lo sé. —Suspiro y miro mi reloj—. Bien. Tengo que ir a la oficina. Bryn
debe estar esperando y hay algo que está pasando con Christos que me
preocupa. Te lo haré saber cuándo sepa más.
—Por favor, hazlo. Estoy a un pelo de cazar a Christos y golpearle por
hacerle daño.
—Sé que lo estás. Sé que amas a Bryn. —Beso la cima de su cabeza y
me llevo el café conmigo.
—Sara. ¿Qué hay de las audiciones? —pregunta.
—Sigo esperando la llamada. Esperando que surja algo más. Cuantas
más audiciones, mejores son las posibilidades, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. Rómpete una pierna, princesa —dice.
—¡Ya lo hice una vez! —le grito, mirando a mi café.
Estoy a punto de subir al tren cuando recibo un mensaje de texto de
mi número guardado como Daniel.
François:
Ian Ford, mademoiselle.
De nada. :)
Temblando, estoy a punto de responder mi mensaje de
agradecimiento cuando recibo una llamada de Robert.
—Sara, no vas a creer quién está en el hotel ahora mismo. Acaba de
pedir servicio de habitaciones.
Me subo al tren y tomo asiento, agarrando con fuerza mi teléfono
mientras la imagen de Ian rodeado de papeles de oficina vuelve a
perseguirme.
—¿Hasta cuándo está reservada su habitación?
—Sólo hasta mañana, desafortunadamente. Pero está de vuelta en el
1103. Su nombre es Ian...
—Ford. Lo sé. Me acabo de enterar. —Exhalo—. Gracias, Robert.
Mi mano tiembla mientras termino la llamada y miro mi teléfono,
preguntándome qué voy a hacer con esta pequeña información. Está en la
ciudad hasta mañana. Cuando se vaya, ¿volverá alguna vez? ¿Lo volveré
a ver alguna vez? ¿Quiero hacerlo?
Hombre Trabajador
Ian
¿Soñé los besos calientes que Ian me dio esta mañana? ¿Soñé su
casa? ¿Dormir en un colchón desnudo en el piso? Con mi Trajeado
vistiendo... bueno, prácticamente, ¿su traje?
No lo soñé. Lamo mis labios y ese sabor definitivamente es Ian. Olfateo
mi ropa en el viaje en tren a las oficinas de House of Sass y ese olor es la
colonia de Ian.
Ian está sobre mí, excepto por la parte que todavía duele por él. Mi
sexo
Oh bien.
Tal vez él no sabe con certeza que estoy interesada. Tal vez cree que
fue el vino hablando anoche. Y oh sí, el vino habló bastante. Tengo un dolor
de cabeza para probarlo. Pero no era el vino, era yo quien hablaba. Lo
quería. Todavía lo hago.
Pero este es un tipo que está pasando por un proceso legal muy
intenso, y tener a mis padres pasando una ruptura horrible, no estoy
dispuesta a saltar a aguas tormentosas.
Cuando llego a casa, exhalo de alivio al darme cuenta de que Becka
no está en el sofá y la ducha está encendida. Está bañándose, gracias a
Dios.
Nadie sabrá que estaba dando bailes privados al Sr. Ford. Me arrastro
en mi habitación y deshago mi cama. No quiero contarle a Bryn lo que está
pasando con Sucio Adicto al Trabajo. Siento que ella será la voz de mi
conciencia. Y no quiero que me diga lo que ya sé.
Así que salgo y pretendo que no tengo al chico más guapo con la
polla más grande esperando al margen para que salgamos casualmente si
así lo deseo. Pretendo que aún no sé mi respuesta.
Le dije que tenía una semana ocupada y lo pensaría, me daría un
poco de tiempo, pero ya anhelo volver a verlo. Bryn ha tenido un par de
citas en la cuenta de Match.com que Becka abrió para ella. Si las cosas son
demasiado complicadas con Ian, supongo que puedo unirme a ella allí.
Pero la idea hace que mi estómago se derrumbe sobre sí mismo.
Durante meses no he sido capaz de pensar en nadie más que en Ian. Es
difícil imaginar que alguien o algo sea capaz de cambiar eso.
Veamos si puedes soportar unos días sin él, Sara. Tal vez eres más fuerte
de lo que piensas y puedes dar un paso atrás y evaluar las cosas, me digo
ese fin de semana mientras Bryn y yo nos dirigimos a Brooklyn en un Uber, al
almacén que será formalmente House of Sass.
Llegamos listas para trabajar. Bryn parece que quiere hacer negocios,
aunque la escuché llorar esta mañana, como todas las mañanas desde la
Gran Ruptura.
—Lo superarás —le dice Jensen cuando viene a ayudar. Él ve sus ojos
nublados y la abraza.
—Por supuesto. Ya estoy siendo activada en Match.com. —Bryn trata
de despedir su ruptura como si no fuera importante—. Soy un buen partido.
—Malditamente cierto, bicho del amor. —Jensen alborota su cabello.
Comenzamos a desempacar cajas, a cortar la cinta con cuchillos, a
sacar la ropa y a ponerla en los estantes.
—Eres buena en esto —le gruño a Bryn con un resentimiento juguetón
y abierto. Ella está en su tercera caja y todavía estoy en la primera. Me
rompo una uña y maldigo—. Me debes una manicura. Pedicura también —
advierto, chupando mi uña rota.
—¡Ni siquiera estás usando tus pies! —ríe—. Soy buena en esto porque
solíamos hacerlo en los grandes almacenes de mis padres antes de que se
vendiera. —Guiña un ojo, pero la nostalgia es claramente evidente en su
voz.
—Y ahora mira lo que vas a tener, todo para ti. —Me dirijo al enorme
almacén que estamos configurando para que sea su tienda de ropa de la
era moderna. Va a ser fantástico.
—No solo por mí misma. Tengo un inversor, recuerda. —Sus ojos se
ensombrecen cuando menciona a Aaric Christos.
—Y podrías haberlo tenido a él también, si no fuera por su puta barbie
rubia ex…
Cuando Christos entra al almacén, mi voz se apaga.
Bryn se congela cuando lo ve por la puerta. Todos lo miramos, y
aunque solo lo he visto en internet, sé que este es el hombre que le rompió
el corazón por la forma en que la está mirando y ella lo está mirando. Oh, él
es precioso, está bien. Luce poderoso. Confidente.
Mi Adicto al Trabajo está mejor, me sorprendo pensando, y aparto el
pensamiento.
Bryn parpadea furiosamente y continúa abriendo cajas, moviéndose
más torpemente ahora que está aquí.
Como si se diera cuenta de sus movimientos, Christos se acerca a Bryn
y le pregunta:
—¿Estás bien? —Parece genuinamente preocupado.
Los miro con interés, todavía chupando mi uña.
—Sí. —Bryn está haciendo bien en ocultar lo nerviosa que está, pero
puedo decir, porque es mi compañera de cuarto, que está luchando por
mantenerse serena.
—Bien. Ten cuidado. ¿Dónde quieres esto?
Ella traga y evita mirar a los ojos mientras Christos apunta a un par de
cajas.
—Por las ventanas. Pero no tienes que moverlas. Puedo abrirlas aquí y
poner la ropa en los bastidores. —Se apresura.
Ignorando sus protestas, Christos recoge una como un profesional y la
lleva a través de la habitación. Él regresa y toma el cuchillo de Bryn y
comienza a abrir cajas para ella.
Estoy sorprendida. Es un hombre de negocios, y los hombres de
negocios no hacen estas cosas. Pero algo sobre él haciendo un trabajo
sucio me hace darme cuenta de que él no siempre fue un hombre de
negocios.
Pronto, una docena de hombres bajo el mando de Christos llegan
para abrir cajas. Los bastidores comienzan a llenarse en todo el almacén.
Terminamos de colgar la mercancía en unas pocas horas en lugar del día
completo esperado.
—Supongo que tendremos tiempo para el salón mañana a la noche
después de todo. —Me complace informar a Bryn. Pero apenas presta
atención o se preocupa por mi agrietada uña y deseo de pedicura y
manicura. Ella está observando a Christos.
—Gracias por ayudar —le dice.
Él le guiña un ojo.
—Sigue siendo un infierno de cajas.
Ella sonríe en señal de despedida, y puedo sentir el crujido del aire
entre ellos. Doy un paso atrás y tomo a Jensen para que todos nos podamos
ir. Después de que Bryn salga, jalo a Jensen hacia la puerta, dándole a
Christos una mirada negra de no-te-atrevas-a-jugar-con-mi-amiga-de-
nuevo.
Bastardo.
Estoy tan enojada que echo humo por el resto del día,
preguntándome por qué el idiota la mira como si le importara cuando
claramente no le importa haberle roto el corazón.
***
Pienso en mi posible desilusión futura cuando llego al salón con Becka
y Bryn la noche siguiente. Intento sacar a Ian Sexy Trajeado Ford de mi
mente, pero él siempre se queda en algún lugar de mis pensamientos.
Incluso mientras hablo por teléfono con otra paseadora de perros y la envío
a dar un paseo de prueba para ver si trabaja bien con Milly.
Ahora estamos en Brooklyn para la inauguración. Becka, Jensen y yo
corremos por todo el almacén, ayudamos a las personas con sus pedidos y
hablamos sobre el uso de telas, los diseños simples y las funciones
personalizadas de la aplicación. Estamos trabajando para nuestra chica,
Bryn, y sé que ella aprecia que estemos aquí.
Mientras atiendo a los clientes, noto a través de la multitud que
Christos se encuentra con su novia a su lado. La mujer tiene su mano sobre
la espalda de él, pero él no tiene su mano sobre ella. Interesante.
Me siento sonrojar cuando una idea de salir con Ian públicamente me
golpea. ¿Cómo sería? En lugar de detenerme en el tema, busco otro cliente
para distraerme.
—Vi esto cuando solo eran dibujos. Puedo tocarlos ahora —susurra
Becka con asombro cuando se acerca a mi lado.
—Mejor aún, puedes usarlos. —Le guiño un ojo.
Compartimos una sonrisa, mi pecho hinchado de orgullo por Bryn. Ella
creó su visión desde cero, usando determinación y trabajo duro. Su éxito me
anima a perseguir mi sueño.
¿Y qué sobre tu sexy Adicto al Trabajo, Sara? ¿Qué vas a hacer al
respecto?
Cállate, puta. Solo quieres más de esa P, me quejo para mis adentros.
—Sara —dice Jensen, señalando un enterizo que está empezando a
caer desde su exhibidor.
—Ya me encargo. —Miro a mi alrededor. No puedo encontrar a Bryn
en ninguna parte, pero no importa. Estoy aquí para ayudar y me alegro de
saber exactamente cuál es mi trabajo esta noche. Asegurarme de que
nadie se vaya sin hacer un pedido. O mil.
—Bryn salió con Christos —dice Becka.
Echo un vistazo a las puertas, pero, aunque Bryn y Christos están
afuera, los negocios continúan a un ritmo acelerado.
Incluso termino pidiéndome un atuendo. ¡A mi adicto al trabajo le
encantará esto! Pienso mientras voy por algo sexy que no afecte mi billetera,
un pequeño vestido de lentejuelas doradas que lucirá mis piernas largas y
tonificadas.
No sé para qué lo usaré, ni cuándo, pero sé que es para él estúpido y
sexy.
Es un poco formal, pero muy sexyr. Fantaseo acerca de usarlo para
Ian una noche. Podría andar descalza en esto en su casa en la ciudad. Sin
bragas y lista para ser follada.
Sara, en serio, ¡ni siquiera sabes si decir sí a las citas!
¿O lo sé?
Ugh. Odio pensar que tanto Ian como yo ya sabemos mi respuesta.
***
Horas más tarde, Bryn todavía no se ve por ningún lado. Veo a Christos
al otro lado de la sala, revisando a todos y asegurándome de que los iPads
estén funcionando. Su novia está en la puerta con su hermano y parece que
ha estado llorando.
Camino hacia él y le pregunto:
—¿Dónde está Bryn?
—Ella necesitaba estar sola. Me quedaré hasta que los invitados se
vayan.
Frunzo mis labios y le lanzo otra mirada oscura, luego doy la vuelta y
me alejo. Quiero golpearlo por lastimar a Bryn, pero desacelero mis pasos y
considero la expresión de su rostro. Él lucía y sonaba, miserable. Por primera
vez, sospecho que está tan enredado con las cosas como ella.
Le envío un mensaje de texto a Bryn para darle una actualización.
Para que se fuera como lo hizo, algo debe haber salido realmente mal. Le
pregunto si está bien.
Estoy bien, me responde.
Sé que no lo está.
Pero este no es el momento para discutirlo. Podemos hacer eso más
tarde. Ahora mismo quiero que todo funcione sin problemas.
Becka está en su cuarta copa de champán, y está actuando tan
burbujeante como el alcohol que está bebiendo.
—Él la ama. ¿Por qué está casado con esa barbie rubia? —señala a
Miranda, que parece inquieta cuando se va con el hermano de Christos.
—No lo sé. Responsabilidad, supongo.
Ella se encoge de hombros y deja escapar un pequeño hipo.
Decido que tendré que cargar con todo nuestro peso el resto de la
noche y dejarla volver al trabajo.
Cuando el último invitado se va y Jensen nos da las buenas noches,
Christos cierra la tienda.
—¿Quieren un aventón? —nos pregunta.
Ambas negamos con la cabeza.
—No, gracias, y tampoco te queremos cerca de Bryn. —Sonrío con
acidez y me alejo, consciente de que él ríe sardónicamente, casi sonando
frustrado, detrás de nosotras.
Aún no estamos cerca de la acera cuando lo vemos subir a un
automóvil negro.
—¿A dónde va con tanta prisa? —pregunta Becka.
—No lo sé. —Suspiro.
—No puedo sentir mis dedos de los pies. Estoy agotada.
—Estás borracha, mamá —le digo con cariño, y ella suelta una risita.
Gimo y le digo cuánto quiero un baño agradable y caliente cuando
lleguemos a casa mientras la arrastro hasta el tren. Pensar en los baños me
hace pensar en Ian, y me permito fantasear acerca de tomar un baño con
él algún día. Comienza a doler.
La mirada que tenía Christos cuando mencionó a Bryn volvió a
aparecer en mi cabeza, y de repente me dolía en lugares que no estaban
entre mis piernas.
¿Por qué eso me hace pensar en Ian?
¿Por qué lo veo en cada hombre, incluso cuando estoy en la calle?
Como si hubiera un solo hombre en el mundo y partes de él están
caminando por todos lados. Pero solo un hombre tiene todas esas partes de
Ian Ford, y ese es el propio Ian Ford.
Suspiro.
Me gusta. Fue tan caballero cuando me emborraché en su casa. Nos
acostamos en cucharita y me calentó con su cuerpo. Había estado
realmente duro, lo sentí incluso a través de mi embriaguez, pero nunca se
apartó de mi lado y nunca se excedió. Es un pequeño alfa, pero maldita
sea, ¿no es eso lo que toco todos mis botones?
Él enciende mis chispas, todas ellas. Maldito sea.
Cuando llegamos a nuestro apartamento, abro la puerta, me quito
mis tacones y miro confundida junto con Becka.
—¿Dónde está Bryn? —ambas preguntamos en el departamento
vacío.
Como en respuesta a nuestra pregunta, suena mi teléfono.
—Estoy con Christos —dice Bryn—. No quería que se preocuparan.
Gracias por quedarse hasta el final. Fue una larga... loca noche.
—Estamos felices de hacerlo. Pero, ¿estás bien? —pregunto.
—Estamos juntos de nuevo. —Parece que ha estado llorando, pero
puedo escuchar la felicidad en su voz.
Casi me tropiezo por lo inesperado de eso. Becka deja de masajearse
los pies y parpadea cuando nota la expresión en mi rostro.
—¡Bryn, estoy tan feliz por ti! —espeto.
—Dile a Becka. Me detendré un poco más tarde para recoger algunas
cosas, pero si no las veo entonces, las veré mañana.
—Ha vuelto con Christos. —Le informo a Becka cuando cuelgo.
Los ojos de Becka se abren de par en par y lo celebramos
sumergiéndonos en chocolates.
Después de una gran pieza, lo aparto.
—Está bien, no más chocolates. Quiero que mi Sucio Adicto al Trabajo
todavía se ponga duro cuando me mire.
Dejo las envolturas a un lado y me acurruco en el sofá mientras Becka
salta a la cuenta de Match.com de Bryn.
—¿Esto significa que debería eliminar esta cosa?
Me encojo de hombros.
—No creo que un tipo como Christos quiera ver el perfil de su novia en
un sitio de citas.
Becka ríe mientras hace clic en los pocos botones para cancelar la
cuenta de Bryn.
—Está bien, eso está hecho. Me voy a dormir ahora. Buenas noches —
dice, y se va a la cama mientras yo permanezco inquieta en el sofá.
Después de varios minutos de dar vueltas y vueltas, me levanto y me
arrastro a la cama también. Me acuesto debajo de las sábanas y cierro los
ojos, pero adivino de quién son los ojos oscuros e incomprensibles que veo
cuando cierro los míos.
Adivino quién hace que mi cuerpo tiemble, recordando su toque.
Adivino quién todavía, incluso ahora que sé su nombre y mucho más
sobre él, me hace desearlo cada vez más.
Escribo un texto:
***
***
Es por la tarde y he comido tres sándwiches de pollo, observado a Ian
en acción, practicado todos mis movimientos y aprendido un montón sobre
la basura. Me acurruco sobre el asiento del copiloto del todoterreno
Mercedes de Ian mientras nos dirigimos hacia su casa adosada.
Conduce con una mano en el volante y una ventana parcialmente
bajada, dejando entrar el aire frío. Tras encontrar estacionamiento solo a
dos casas de distancia de su casa de piedra roja, me ayuda a salir y estoy
adormilada y cansada, pero todavía no quiero ir a casa. Disfruto demasiado
estando con él, y anhelo su toque como el oxígeno.
Me acompaña dentro y casi me derrito cuando veo un sofá nuevecito
esperando en el salón. Un Cloud.
Levanto una sonrisa hacia él con sorpresa, cuando me guiña el ojo mi
sonrisa se desvanece mientras que mi corazón comienza a latir
intensamente con deseo, y confieso.
—Me lo pasé bien hoy.
—Disfruté que estuvieses allí. —Nos dirigimos al sofá, su mirada
penetrante recorriéndome—. Difícilmente podía despegar los ojos de ti.
—Porque soy la única lunática que empieza a bailar sin música.
—Yo soy el lunático que no puede conseguir bastante de ti. —Su
sonrisa se transforma en un ceño fruncido cuando reconsidera sus
palabras—. No. No un lunático. Me siento más cuerdo de lo que me he
sentido en mi vida.
No miramos fijamente.
—Esto se siente bien.
Asiento, nos sostenemos la mirada. El momento de repente es
demasiado íntimo para mí.
—Te refieres a tu sofá. Se siente bien.
Baja la cabeza ligeramente con una sonrisa ondulando en sus labios.
Ambos sabemos que no nos referimos al sofá.
Su expresión se vuelve seria, sus ojos ardiendo con ardiente intensidad
mientras frota su pulgar contra mi labio inferior.
—He estado deseando esto.
—Yo también. —Dejo salir mi lengua, para lamerle el pulgar.
Le gusta, sonríe. Mi interior se derrite bajo la fuerza de esa sonrisa.
No estoy segura de que esto de las citas casuales esté funcionando
para mí. Pienso en él todo el tiempo, y no sólo por esto, aunque parece ser
la única salida que tengo para estos sentimientos dentro de mí.
Lo alcanzo, anhelando su toque y la necesidad de tocarlo es
demasiada. Le insto a que suba la camisa por la cintura de su pantalón;
luego le subo la tela por el pecho e Ian la pasa por su cabeza con un tirón.
El movimiento le estropea el cabello y termina despeinado y precioso
mientras se para frente a mí con nada más que sus pantalones.
—Aquí. Dame esto —dice, tomando mi barbilla entre el pulgar y el
índice e inclinando la cara hacia atrás para tomar de mis labios lo que ansía.
No sé qué es lo que ansía: mi sabor o mis labios o mi lujuria o la forma en que
le respondo sin dudarlo. Tal vez tenga hambre de volverme loca. Pero le doy
todo porque también tengo hambre de todo eso de él.
La forma en que me saborea como si fuera un bocado perfecto. La
forma en que me besa como si estuviera ardiendo de pasión y yo fuera la
causa. La forma en que sostiene mi cara para que no haya escapatoria a
su beso o a su pasión.
Cuando aleja su boca, está respirando con dificultad y estoy
persiguiendo mi aliento que entra y sale. Agarro su cinturón y lo desabrocho.
Paso mis dedos por sus duros abdominales y sus pectorales.
Me inclina la cara más hacia atrás, inclinándose y dándome besos por
todo el cuerpo. Lo ofrezco sin protestar, suspirando suavemente cuando sus
besos comienzan un camino desordenado a través de mi barbilla, mis
mejillas, mi nariz y mi frente.
Tira de mi suéter y me pasa el vestido por el cuerpo. Lo pasa sobre la
cabeza y se inclina para abrir mi sostén por el broche delantero.
Me da un beso en la nariz. Luego mi barbilla. Luego entre mis pechos.
Antes de que pase la punta de su lengua en un pequeño círculo caliente
alrededor de la punta de un pecho. Los dedos de mis pies se enroscan
cuando él me envuelve el pecho con el talón de la palma de su mano y me
succiona completamente dentro de su boca. Mi cabeza cae hacia atrás y
su brazo se acerca para sostenerme sobre mis pies. Tiemblo mientras me
chupa y hago un pequeño sonido de maullido.
Ian sonríe por eso. Reuniéndome con él, nos lleva de vuelta al sofá y
se sienta, bajándome con él.
Estoy sin aliento y frenética, envolviendo mis brazos alrededor de su
cuello mientras me pongo a horcajadas sobre él, presionando mis labios
contra los suyos, mi lengua dando vueltas alrededor de los suyos,
empujando contra los suyos.
Ralentiza el paso con su lengua, acariciando una mano por mi
espalda, causando hormigueo en mi columna vertebral.
Lo miro a él y a sus ojos oscuros y humeantes mientras meto mis dedos
entre nuestros cuerpos, debajo de sus pantalones. Su polla está hecha para
el sexo y el placer, y ahora mismo nada puede convencerme de que no fue
hecha para mí y sólo para mí.
Enrosco mis dedos alrededor de él mientras Ian desliza los suyos entre
mis muslos, bajo mis bragas.
—¿Cuán duro lo quieres? —Presiona su boca contra la mía,
besándome perezosamente entre palabras.
Empujo mis caderas hacia su toque.
—Duro —gimoteo.
Se inclina y lame uno de mis pezones, luego el otro. Luego les sopla
aire, el delicioso bastardo. Y todo mi cuerpo se aprieta y se arquea como un
arco, mis caderas empujando más de sus dedos.
—Yummy, por favor.
Los muevo contra su dureza.
Me agarra por detrás de la cabeza e inhala la parte posterior de la
oreja y luego me besa el pecho.
—Hueles bien, bailarina. —Sus ojos brillan con avidez mientras su
lengua serpentea para saborear mis pezones. Jadeo y aprieto mis dedos en
su cabello.
—¿Como basura? —bromeo después de estar todo el día en el set
con él.
—No, cariño. Hueles como tú.
Me da la vuelta para acostarme en el sofá y puedo decir que está
usando sus brazos para no aplastarme debajo de él. Le pongo una de mis
piernas alrededor de las caderas y lo tiro hacia abajo, queriendo que su
peso esté encima de mí. Queriéndolo a él por encima de mí.
—Quítate esto. —Tiro de sus pantalones.
Se pone de pie para quitárselos, saliéndose de sus zapatos y
quitándose los calzoncillos junto con los pantalones.
Su piel es tan cálida que cuando extiende su cuerpo sobre el mío,
maúllo suavemente. Corro mis manos por los músculos de su espalda,
sintiéndolos flexionarse mientras él se ajusta sobre mí para continuar su asalto
a mi cuerpo.
Su olor me golpea en cada respiración. No parece que tenga prisa.
Me está torturando sexualmente y no sé si quiero pegarle o besarle por ello,
así que decido que me lo voy a follar muy fuerte.
Tan pronto como deja de lamerme entre los muslos, deja que mis
bragas vuelvan a cubrir mi sexo húmedo y se lame los labios, pasando la
lengua por los dientes como si me estuviera saboreando.
—No puedo creer lo receptiva que eres. Lo flexible que es tu dulce
cuerpo. Me vuelve loco verte deshacerte.
Inclina mi cabeza hacia atrás para que nuestros ojos se encuentren.
Su mano se dobla alrededor de la nuca y luego la acuna con el pulgar
mientras me besa.
Su otro pulgar acaricia mis los labios de mi sexo. Me está volviendo
loca de necesidad.
Extiende la mano y me tira de las bragas, bajándolas por mis piernas.
Estoy temblando, indefensa, viendo cómo Ian me separa las piernas y se
mete dentro.
—¡Por favor! —jadeo, envolviendo mis piernas alrededor de él. Lo
aprieto con fuerza con mis muslos y presiono mi boca contra su mandíbula
mientras se retira—. Por favor. Por favor —divago sin pensar, e Ian vuelve a
entrar, sujetándome por la cintura.
—Quiero esto tanto como tú. —Sus ojos brillan mientras su cara se
aprieta duramente con el deseo.
Hermoso e indómito, se mueve poderosamente sobre mí. Sostenemos
las miradas mientras se mueve, su mano en mi tobillo mientras mantiene mi
pierna abierta alrededor de sus caderas. Se las arregla para golpearme en
mi punto G exacto. Nunca nadie me ha follado como él.
Gimo y hundo mis uñas en sus musculosos hombros, dejando marcas
de garras y no me importa que lo haga. Quiero dejar una marca. Quiero
que sepa que ahora es mío.
Mira mis pechos rebotando, mis pechos enrojecidos, gimiendo bajo
cuando acaricio mis dedos a lo largo de su musculoso trasero.
Estoy tan mojada que se desliza fácilmente, pero me siento
completamente estirada y fuera de mi mente con la necesidad de él cada
vez que me llena hasta el borde. Ondulo mi cuerpo, sosteniéndolo por más.
—Preciosa. Eres preciosa, Sara. Me encanta follarte. Me encanta estar
contigo. Dentro de ti. —Mirándome con los ojos abiertos y calientes, Ian
extiende la mano y mueve la almohadilla de su pulgar a través de mi clítoris.
Grito cuando tengo un orgasmo.
Me lleva como una ola que se estrella, ahogándome.
No respiro todo el tiempo mientras los temblores me toman. Ian me
agarra por las caderas y sigue golpeando dentro de mí, viéndome girar y
girar y jadear. Luego llega a ese borde y veo el destello en sus ojos mientras
trepa por encima de él.
Y en ese momento, agarra mi cara para besarme. Me besa fuerte y
apasionadamente, como si quisiera que yo fuera la que recibiera todo lo
que está desatando mientras se viene.
Me acurruco con él, con las réplicas por todas partes. Me siento
increíble, nuestros cuerpos sueltos, sudando el pecho de Ian y el mío.
Echa la cabeza hacia atrás y suspira contento mientras mira fijamente
al techo, y su mano viene a acariciar la parte posterior de mi cabeza.
—Hmmm —digo, sonriendo contra su pecho.
Lo miro y me doy cuenta de que tiene los ojos cerrados, una media
sonrisa tirando de sus labios.
—Eso estuvo bien —le digo.
—Bien no lo cubre. —Abre los ojos y me acaricia la mandíbula con los
dedos—. Vamos a comer algo y a aumentar nuestras fuerzas para poder
hacerlo de nuevo. —Besa mis labios y gimo como si no quisiera que eso
pasara exactamente—. Está bien, pero tú nos cocinas algo.
Me da una palmadita en el culo.
—No, para eso tenemos a Uber Eats1.
Ian, Ian, Ian, mi corazón parece latir mientras salgo del trabajo y entro
a las calles de Brooklyn, lista para regresar a casa.
Estas dos semanas han sido un torbellino y no puedo tener suficiente
de él.
Estoy parada fuera debatiendo si tomar el tren o un taxi cuando un
trozo del New York Times vuela y se pega en mi pie. Intento quitarlo
pateando, pero el aire lo está empujando en torno a mi tobillo. Lo agarro,
me quito el polvo de los dedos y leo:
Audición para el próximo musical de Broadway.
De repente azota el papel de mis dedos. Corro tras él y lo recupero,
después lo vuelvo a leer y lo examino por la localización. El nombre del
productor es una de las nuevas compañías de producción “ALA Inc". Y me
pregunto cuán grande es la compañía, y cuál será su presupuesto.
¿Eso importa Sara? ¡Es un posible papel!
¿Qué mal puede hacer? Ya tengo un ingreso estable como la
asistente personal de Bryn, pero estoy lista para trabajar por lo que quiero.
Me prometí tras perder mi trabajo de conserje que no me rendiría así de
fácilmente. Sensatamente no puedo esperar que cada audición me
consiga un trabajo, pero lo único que necesito es uno. Una oportunidad de
enseñarles lo que he conseguido, y esta podría serlo.
Mientras bajo por las escaleras a la estación de metro, estoy
empezando a abrir el navegador en mi teléfono y anotar la fecha de la
audición cuando llama mi madre.
—Mamá.
Está llorando.
—Mamá, ¿qué está mal?
—Recibí los papeles —susurra.
Y se me rompe el corazón. Pestañeo para contener las lágrimas,
intentando esconderlas con mi cabello.
—Oh, Sara —dice cuando escucha mis sollozos.
No puedo responder. Mi padre ya no ama a mi madre. Tantas veces
que la había besado frente a mí. Tantas veces que me había dicho “amo a
tu madre”. ¿Y eso qué significa? ¿Que nunca la amó? ¿O que el amor
desaparece?
—Él ya firmó —explica—. Pero yo no puedo firmarlos.
Me aclaro la garganta y busco por la zona una salida de la estación
de metro.
—Sí puedes. Estaré ahí contigo en el teléfono.
Subo las escaleras e intento encontrar un lugar silencioso para hablar
con ella, siendo consciente del silencio al otro lado. Me agacho sobre un
banco, animándola.
—Estoy aquí, mamá. Nunca te dejaré —prometo.
Un latido silencioso. Y entonces
—Firmé. Se acabó.
Las palabras “se acabó” retumban en mí como la campanada final.
Se me escapa un sollozo. Ella también está llorando.
—No llores Sara.
—Estoy llorando por ti. Y por esta total… decepción que siento.
—Escúchame Sara —dice mi madre levantando la voz—. Nunca,
jamás dejes de creer en el amor, a pesar de esto. Nunca dejes de creer en
ello.
Después de colgar el teléfono me tomo un minuto para intentar
serenarme antes de regresar a la estación de tren. Para cuando me subo,
he llorado océanos.
Cuando llego al Nolita, Bryn no está en casa. Me siento en nuestro
salón durante un momento y clavo los ojos en mis manos.
—A la mierda. —Agarro mi bolso y mi tarjeta del metro y vuelvo a salir.
Hacia el Upper East Side.
No sé por qué tengo ansias por verlo cuando él puede ser
exactamente el que me ponga en la misma posición en la que está mi
madre. Con el corazón roto. Pero hay algo en este hombre que tira de mi a
un nivel primitivo. Hacia su fortaleza, su confianza. Ahora necesitaba eso.
Mucho.
Y podía necesitar la distracción.
Me limpio los ojos y me arreglo la cara tanto como es posible en el
viaje en tren, así estoy lista cuando llamo a su puerta. Cuando no responde
inmediatamente, llamo una y otra vez hasta que escucho su grito
exasperado.
—¡Voy!
Abre la puerta de un tirón con un malhumorado ceño, pero cuando
me ve sus ojos se amplían y sus cejas se alzan. No lleva nada más que unos
pantalones de pijama de seda y lo que parece ser un guion en sus manos.
—¿Qué está mal? —pregunta tirando de mí hacia dentro con su mano
libre y guiándome al sofá.
—Todo. Nada. Solo quería verte. —Me agacho sobre el sofá y cuando
él pone el manuscrito a un lado, me acurruco en su pecho y lo inhalo. Huele
a ducha reciente y especias, una esencia que ahora asocio con Ian Ford—
. Mi madre acaba de firmar los papeles del divorcio. Se acabó. —¡No vuelvas
a llorar Sara! Eres más fuerte que esto.
—Lo siento. —Ian acaricia con su mano la parte trasera de mi cabeza,
su tono es bajo y triste.
—No sé por qué… No puedo hacerme a la idea… —Sacudo la cabeza
preguntándome por qué duele tanto cuando sabía que se avecinaba.
¿Creía que mi padre iba a cambiar de opinión? ¿Que las cosas de alguna
manera se arreglarían por si solas?
Pienso en Ian, en su propia decepción de matrimonio, y me pregunto
cuán difícil había sido para él. Alzo los ojos hacia los suyos y los siento
nublarse de nuevo.
—¿Por qué alguien le haría esto a la persona que ama? Mi padre
amaba a mi madre. ¿Y tu esposa? Yo nunca querría a nadie más que a ti.
Ni siquiera miraría a otro chico de la forma en la que sé que te miro a ti. ¡No
te mereces lo que ella te hizo! —Estoy sensible e intento calmarme.
Ian me agarra por las muñecas y me pone de pie.
—¿Qué estás haciendo?
Sus brazos me rodean y empieza a moverse.
—Estoy bailando contigo.
Me está sosteniendo hacia su duro pecho, moviéndose de lado a
lado.
Dándome cuenta de lo que está haciendo, presiono la mejilla contra
su pecho y me muevo con él. Es la cosa más perfecta que alguien haya
hecho alguna vez por mí.
—Gracias.
—Ni lo menciones. Es la única manera de levantarte el ánimo.
Me río y dejo que me gire hacia fuera y tire de nuevo de mí hacia él,
mi alma se levanta mientras que mi cuerpo libera todo el estrés y la carga
que ha estado soportando. ¿Cómo puede ya conocerme tan bien?
—Ves, tú sabes esto de mí. —Estrecho la mirada y la levanto hacia él.
Su cabello está desaliñado tras su reciente baño y deslizo los dedos en él—.
Y yo no lo sé de ti. ¿Cómo te levantaría el ánimo?
Parece sorprendido, como si fuera tonta por no saberlo.
—Tú me levantas el ánimo siempre.
—¿Cómo? —demando.
—Diablos, no lo sé. Solo lo haces. —Sacude la cabeza, una sonrisa
tentando la comisura de su boca. Sus ojos cambian y se llenan con un raro
y profundo anhelo.
—¡Te grabaré! —decido teniendo una idea—. O me grabaré
haciendo algo para ti. Para animarte.
—Sólo que estés aquí de pie. Eso es suficiente. —Su voz se vuelve ronca
mientras me gira hacia afuera y después me regresa casi de golpe contra
su pecho—. O baila. Justo así.
Una risa eleva su pecho y sus brazos me envuelven de nuevo. Nos
balanceamos de un lado a otro, lentamente y sin música, solo el susurro de
nuestra ropa, y siento como si nada me puede tocar excepto mi trajeado.
Día de la Audición
Sara
E interesado.
Me vuelvo papilla con solo esas dos palabras, tomo un taxi para ir al
Upper East Side, saco la llave de su escondite (que me mostró antes de irme)
y entro.
Está ladrando en el teléfono en el otro extremo de la sala de estar. Su
sala de estar se ve genial con todos sus muebles nuevos. No tiene corbata,
las mangas de su camisa blanca están enrolladas hasta sus codos, sus dos
botones superiores desabotonados, su cabello un poco ondulado, un trago
en la mano.
Se gira y me ve.
—Correcto. Tan pronto como sea posible —ladra en el teléfono y
cuelga.
Mi estómago cae mientras me pregunto si estaba hablando con su
abogado. Sobre su divorcio. Quiero preguntarle, pero al mismo tiempo, no
quiero meterme en un embrollo antes de mi audición.
—No puedo quedarme mucho tiempo, tengo una audición en menos
de dos horas —digo mientras me acerco. Tomo su trago y lo dejo a un lado.
Sus cejas se levantan sorprendidas, y una sonrisa perversa comienza a
curvar sus labios mientras me estiro para agarrar el cuello de su camisa. Se
acerca para agarrarme por la cadera y me empuja hacia su cuerpo, su
dura pared de cuerpo, y el bulto delicioso, sorprendentemente grande que
presiona contra la cremallera de sus pantalones. Gimo al sentirlo y froto mis
dedos sobre su pecho, deseando sentirlo.
—¿Una audición? —pregunta, con interés.
Hundiendo mis dientes en mi labio inferior mientras sonrío, inclino mi
cabeza en un pequeño gesto de confirmación.
Me sonríe.
Una sonrisa que tensa los músculos de mi sexo y mi vientre.
—Tengo que volver a trabajar, Te llevaré.
Luce increíble. Mis manos tiemblan y estoy mordiendo mi labio
mientras subo mis manos por su pecho. Mira mi pequeño atuendo con
interés, aflojando mi blusa de la cintura de mis caquis y metiendo su mano
debajo de ella. Pasa las yemas de los dedos por mi piel mientras me presiono
más cerca de él, haciendo lo mismo y pasando las yemas de los dedos bajo
su camisa.
—¿Por qué sonríes así? —Frunzo el ceño cuando él sigue sonriéndome.
—Estoy feliz de verte. ¿Eso es malo?
—No. —Escalofríos calientes me atraviesan sobre la mirada en sus
ojos—. Es bueno.
—Es bueno, y esto… —me da un beso en los labios, lento y
concienzudo—, es mejor —agrega mientras toma mi culo entre sus manos y
me levanta.
Enrosco mis piernas y brazos alrededor de él, encantada cuando me
pone en la parte superior de la barra, me quita los zapatos y comienza a
desabotonarme.
—No me gusta cuando mantienes tu ropa puesta. Me gusta
demasiado mirarte. No quiero nada entre tú y yo, especialmente cuando
follamos.
—Tienes una boca sucia. —No parezco reprender, en serio, porque me
gusta y en realidad estoy mordisqueando con bastante alegría ahora
mismo.
—Solo es sucia cuando no está ocupada haciendo otras cosas más
placenteras. Como chupar tus hermosas tetas. —Me quita el sujetador y
procede a chupar mis tetas, y aprieto mis piernas alrededor de él y lo empujo
más cerca.
—¿Qué otra cosa puede hacer esta maravillosa boca? —susurro
mientras agacho mi cabeza y acuno su mandíbula, y cuando deja de girar
su lengua alrededor de mi pezón —dejándolo rojo, duro y sensible— me
besa en la boca en la forma en que hace que todos mis pensamientos se
dispersen—. Puedo bajar. Sin embargo, te advierto que, si me gusta tu sabor,
seguiré durante horas.
Ya sé que le gusta mi sabor. Y que puede seguir por horas... y horas...
y horas.
Mi aliento se atasca, mi corazón palpita de emoción de maneras que
palpita solo cuando estoy cerca de él. Comienza a deslizarse hacia abajo,
y entro en pánico cuando recuerdo mi audición. Empuñando mis manos en
su cabello, lo jalo hacia arriba.
—No tengo horas, tú hombre delicioso. Solo tengo minutos de sobra
para ti.
—Entonces, aprovechémoslos al máximo, ¿de acuerdo? —Agarra mis
pantalones y los desabotona, quitándolos con un tirón. Mis bragas siguen. Y
si pensaba que iba a perderme el sentir su boca entre mis muslos, ¡oh Dios
mío! Oh Dios mío.
Gimiendo, mi cabeza se arquea hacia atrás. Porque Ian acaba de
enterrar. Enterrar. Su maldita boca. Entre mis muslos. Y ¡oh! Sabe cómo
trabajar. Girar la lengua. Usarla para chupar. Lamer. Probar. Follar. Mi sexo
de una manera que nunca antes había sido follado.
Empiezo a girar mis caderas, adelante y atrás. Siempre he amado
cuando los chicos van abajo, pero algunos parecen preferir solo follar.
Supongo que quieren que su polla consiga toda la acción. ¿Pero este
hombre? Oh Dios mío. Me prueba como si hubiera estado esperando para
saborearme toda la vida. Como si yo fuera su sabor favorito. Su textura
favorita. Su aroma favorito. Su placer favorito.
***
—Si no obtengo esta entrevista, es tu culpa por relajarme demasiado
—le digo mientras me lleva a la 43 con 8va. para mi audición.
—El sexo es bueno para los nervios.
—El sexo es bueno antes de una siesta, Ian. No antes de una audición.
—¿Estás olvidando quién hizo todo el trabajo?
—Es un trabajo duro tratar de no venirte demasiado rápido cuando
estás abajo. —Me sonrojo, y él me mira fijamente. Hambriento.
Frunzo mis labios y trato de sacudirme los tirones en mi estómago.
—Aquí, delicioso hijo de puta. —Lo jalo por el auto para besarlo y darle
las gracias por traerme—. Diviértete filmando basura.
—Lo haré. Encontraré placer en ello.
Me carcajeo y salgo del auto, alejándome, agitando mis caderas
porque quiero darle una pequeña erección para que me recuerde.
Una mujer que estaba entrando en el edificio se detiene y me mira
directamente antes de mover su mirada hacia el auto, donde Ian se sienta
y nos mira fijamente.
—¿Conoces a Ian?
Escucho su voz, pero estoy distraída. Es un papel que me entusiasma,
la historia de una chica que se encuentra a sí misma. Y hay tres pistas, lo que
significa mejores probabilidades de aterrizar un papel.
—Sí —digo, apartándome de mis pensamientos y centrándome en la
mujer que está delante de mí.
—Interesante.
—¿Cómo lo conoces? —le pregunto.
—Hemos cruzado caminos. ¿Qué es él para ti?
Me siento posesiva. Me enfurezco.
—Mi novio. —Paso junto a ella y abro la puerta, pensando que he
tenido la última palabra cuando escucho:
—¿De verdad?
—Parece que él piensa que sí. —Doy vuelta, le doy una sonrisa y
camino hacia adelante para prepararme.
—Cordelia —alguien la llama—. Una llamada para ti. Es tu marido.
—Oh, en serio. ¿No tiene tiempo de responder mis llamadas? Bueno,
no tengo tiempo para responder las suyas.
***
Lo que pasa con las audiciones es que simplemente no estás
compitiendo con otros. Estás compitiendo contigo mismo. No importa lo que
tengas para el desayuno y si te hinchó, o que puedas estar detectando un
error. Necesitas ser la mejor versión de ti mismo porque estas personas no
quieren conformarse y ven mucho. Saben cuándo estás estableciéndote y
dándoles un rendimiento a medias. No quiero quedarme a medias o actuar
como si fuera a romperme el tobillo otra vez. Planeo hacerlo todo el camino.
Como si el tipo que está mirándome es mi Sucio Adicto al Trabajo y mi vida
depende de que él me elija.
Hmm. ¿Por qué ese pensamiento hace que mi estómago revolotee?
De cualquier forma. De vuelta a los negocios. Somos cuarenta y ocho
de nosotros.
Y todos estamos sedientos de sangre por el papel.
Los bailarines pueden oler el miedo a un kilómetro de distancia, al
igual que los directores.
—Desde arriba —dice uno de los directores de casting.
Tomé gimnasia cuando era niña. Me ayudó a bailar de muchas
maneras, pero especialmente me dio la fuerza para hacer vueltas hacia
atrás y hacer acrobacias que nunca obtendrías de una clase de baile
normal.
Resulta ser una ventaja para este casting, que requiere cierto
conocimiento de la gimnasia.
Después de las audiciones, la rubia con la que me encontré en la
puerta me detiene con un brusco “Tú”. Se acerca, y su mirada me hace
levantar un poco la barbilla. Nunca antes me había mirado alguien que
estaba tan enfadado durante un casting.
—¿Tu nombre? —Levanta una ceja.
—Sara.
—¿Sara qué? —ladra.
—Sara Davies.
Ella frunce los labios y se dirige a conversar con los directores.
Parecen estar discutiendo sus decisiones intensamente durante diez
minutos.
—Estamos llamando a la lista de nuestros últimos diez —dice la rubia,
Cordelia. El chico a su lado comienza a leer nombres, y mi estómago se
hunde cuando llegamos al número diez. Y no hay Sara Davies en la lista.
Aplastada, estoy a punto de forzarme a mover mi trasero y bajar del
escenario cuando el chico duda.
—Once —dice, mirándome directamente a los ojos—. Sara Davies.
¿Qué?
Mis ojos se abren de par en par. ¿Llegué a los finalistas?
—Desde arriba —dice con un aplauso.
Estoy agotada para cuando termino; incluso mis huesos se sienten
doloridos. Este fue un desafío emocional, pero salgo y me quito las zapatillas
de baile y las arrojo a mi bolsa, sintiéndome bien por una audición por
primera vez desde que me rompí el tobillo.
Se supone que debo estar aquí mañana.
Por favor, deja que esto sea.
Ian
Estoy furioso con Cordelia por hacer esto personal. Furioso de la vida
por dejar que Sara termine aquí, un cordero vagando en la guarida de un
león.
—La llamaste para tenerla bajo tu pulgar. No me digas que no sabes
quién es ella —le grito, sabiendo muy bien lo que Cordelia ha planeado.
Pero Sara no tiene ni puta idea de que el espectáculo en el que tiene su
corazón puesto no es otro que la primera producción completa de mi
esposa, bajo la compañía fundada con mi dinero.
—Sé exactamente quién es ella, y sé exactamente por qué te gusta.
Es un poco descarada, Ian.
Aprieto mis dientes y tiro de mi cabello con frustración mientras
camino por la sala de estar de “nuestra” casa.
—¿Qué quieres, Cordelia?
—La mantendré en el show. Es en serio todo lo que esta chica quiere,
orinaría en una bolsa si le pidiera que lo hiciera. Pero solo le daré un papel si
te olvidas de ella y vuelves a casa, Ian. Borrón y cuenta nueva.
—Ya no estoy enamorado de ti.
—Lo sé. Pero tienes sentimientos por esta chica, quiero decir, vamos,
la llevaste a la audición y la besaste como si quisieras comértela —ríe, no
alegremente—. Entonces, si no lo haces por mí, entonces hazlo por ella. —
Levanta sus cejas.
—He respaldado a tu compañía de producción de Broadway...
—Lo hiciste, pero fue tu regalo para mí, y ahora está con saldo a favor.
Ya no necesita tus aportes. Estoy en control total.
—Me jodiste antes, ¿crees que voy a dejar que me jodas de nuevo?
Estás tristemente equivocada.
—Ian. —Se apresura a pararse delante de mí—. Ella es una pequeña
cosa joven. Emocionada. Piénsalo. Le daré el papel, SI me das otra
oportunidad.
Echo un vistazo largo y duro a mi casi ex esposa, preguntándome qué
vi en ella. Hay codicia en sus ojos, y muy poco en su corazón para
recomendarla.
—El trabajo puede haber destruido nuestro matrimonio, pero mi dinero
te destruyó. —Sacudo mi cabeza en advertencia, entrecerrando mis ojos—
. Ella tiene talento. Tendrá su gran oportunidad, y si no lo hace, al menos no
habría vendido su alma o a alguien para obtenerla.
—¡Piénsalo, Ian! —grita mientras salgo furioso de nuestra casa de West
End—. Finges que no te importa, pero veamos cómo te sientes cuando esté
destrozada por perder el papel, sabiendo que podrías haber hecho algo
para ayudarla. Estás roto, Ian. Quiero decir, seamos realistas. ¿Qué puedes
ofrecerle?
Me doy vuelta y la miro. ¿Roto? No recuerdo cómo se siente eso. No
ahora que tengo a Sara.
—Ya no lo estoy, ya no —digo con toda honestidad.
Una mirada conmocionada y sombría cruza sus rasgos, como si la
hubiera abofeteado.
—No te importa nada más que trabajar, es en lo que sabes que eres
bueno.
Sacudo la cabeza.
—Todos estos años. Y no me conoces en absoluto. —Abro la puerta
de entrada—. Te veré en donde Wahlberg.
Y con eso salgo.
Finalistas
Sara
Mi segundo día de audición, esta vez con los once finalistas, y la perra
rubia llega tarde. Ahora me ha estado viendo bailar en el escenario con un
bolígrafo en los labios y sus ojos entrecerrados.
—Maravilloso trabajo, todos. Los llamaremos —nos dice uno de los
directores después de que terminamos la pieza.
Exhalando cuando salgo de la plataforma, agarro mi bolsa y me
cambio los zapatos de baile por mis tenis.
—Sara.
Me doy vuelta para ver a la perra rubia.
—Eres nuestro principal contendiente para el protagónico. Solo quería
que supieras.
Parpadeo, completamente desconcertada por la sonrisa casi
cegadora de megavatios en su rostro.
—¿Lo soy?
La rubia sigue dándome esa sonrisa ganadora.
—Lo eres. Tengo la máxima autoridad en eso, por lo que estás dentro.
Estoy tan alucinada, estoy bastante segura de que mi cerebro está a
punto de explotar cuando salgo. Tengo el protagónico. Tengo el
protagónico en un espectáculo de Broadway. Salgo a las calles y tengo
ganas de saltar, gritar, tirarme al suelo y patear de alegría. Pero claro que
no hago nada de eso. Solo bombeo mi puño en el aire y luego trato de
componerme mientras me dirijo hacia la estación de tren. Ahí es cuando
veo a Becka cruzando la calle.
—Becka, ¿qué estás haciendo aquí?
—Estoy vagando por las calles, obteniendo inspiración.
—Estás loca. ¿Dónde estás durmiendo? —exijo.
—No te preocupes, encontré el mejor, el más increíblemente caliente
compañero de habitación. Un tipo que también perdió su vuelo; resulta que
conocemos las familias el uno del otro y él me está ayudando a conseguir
mi musa.
—¿Qué tipo? —pregunto, entrecerrando mis ojos con sospecha por el
brillo en sus ojos. Y ahí es cuando mi mirada pasa por encima de su hombro
a una figura detrás de ella. Una figura apoyada en una SUV negra. Una
figura en un traje. Una figura que he tocado, besado, y lamido.
Ian Ford, mi Sucio Adicto al Trabajo Extraordinario Magnate de Filmes,
está de pie junto a un perro. Junto a Milly. Mis ojos se abren de par en par.
Me dirijo hacia allí.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Ian ni siquiera se pone a sudar.
—Mills te extraña. Dijiste que conseguirías un reemplazo. Resulta que
hoy fui yo.
—Ian —río y lo reprendo con un movimiento de cabeza, incapaz de
evitar que mi corazón de una voltereta—. Es tan malo de mi parte haberle
hecho eso a tu abuela.
—Está bien. Ya sé lo mal que estás. —Abre la puerta trasera del
pasajero de su SUV. Milly se sube al asiento e Ian abre la puerta principal
para mí.
—Eres peor. Pareces muy serio, pero sé lo sucio que eres —susurro,
yendo de puntillas para plantar un beso en su mejilla. Levanta la cabeza
hacia Becka.
Mierda, ¿realmente olvidé que ella estaba parada allí boquiabierta?
—¿Tu amiga quiere un aventón?
—Becka, ven aquí. —Hago un ademan con la mano—. Becka, este es
Ian.
Ella parece sin habla mientras se dan la mano.
—No necesito que me lleven, gracias. —Ella suena tímida y dulce con
Ian, pero luego me jala hacia un lado y me da una mirada de muerte de
asombro.
—¡Perra!
—Lo sé. —Gimo mientras miro a Ian detrás de mí—. Está tomado, ¿de
acuerdo?
—¿Por ti?
—No. Está casado, recuerda, pero divorciándose. Y yo soy la
siguiente. —Pateo sus pies con una sonrisa, luego le digo—: Ahora háblame
de este tipo.
—No puedo, me está esperando... —Señala al otro lado de la calle,
donde ahora me toca a mí mirar boquiabierta a la figura que se apoya en
una farola, observándonos. Alto y delgado, con cabello arenoso y
desordenado, vestido con vaqueros y una chaqueta de cuero y un
brazalete plateado alrededor de su muñeca.
—¿Quién es él? —murmuro.
—Mi héroe. Más como un antihéroe. Lo leerás todo en mi libro si puedo
recuperar a mi perra musa. —Sonríe y me despide—. Estaré en contacto, lo
prometo. —Se dirige al otro lado de la calle hacia el chico hermoso, que
casi sospecho que es una especie de estrella de cine. Parece extrañamente
familiar.
Al verlo sonreírle mientras ella lo alcanza, los observo con curiosidad
mientras camino de regreso hacia el auto y me subo en el asiento del
pasajero.
—¿Cómo está mi perrito favorito? —Me acerco y rasco detrás de la
oreja de Milly.
Ella lame mi palma, y río. Consciente de que mi Caliente Adicto al
Trabajo me observaba con una sonrisa en sus labios, todo mi cuerpo se
calienta. No sé si esto de salir casual está funcionando para mí.
Mis sentimientos por mi Sucio Adicto al Trabajo nunca han sido
casuales en absoluto.
Preocupándome por eso, especialmente después de lo que mi madre
pasó, me preocupa que su esposa pueda estar sufriendo el mismo dolor a
pesar de que ella fue la que lo traicionó. Me duele saber que todo ha
terminado para poder sentirme más segura sobre el interés de Ian en mí.
Pero no quiero que mis sentimientos confusos hacia Ian frenen mi emoción,
así que sacudo eso de mis pensamientos.
—¿Cómo está tu Abue y el reemplazo que envié?
—Ella es buena. Ambas son buenas. Pero prometí que te robaría por
una noche, y hoy parece un día tan bueno como cualquier otro.
Suspiro felizmente y acaricio la parte de atrás de la oreja de Milly.
—Estoy tan contenta de verlos a ustedes dos.
—¿Día difícil?
—Horrible. Pero lo hice. —Sonrío con suficiencia.
Él inclina mi barbilla hacia atrás.
—Por supuesto que sí —dice, sus ojos brillando con orgullo y algo más,
algo ilegible.
Su mandíbula se cuadra mientras la aprieta, dirigiendo su atención a
la carretera.
Hace una parada en mi apartamento para que pueda ducharme
rápidamente y cambiarme la ropa sudada, luego nos dirigimos a SoHo y
cenamos con la Sra. Ford. Durante el postre, la señora Ford hace la pregunta
más urgente de todas.
—¿Cómo va el divorcio, Ian, querido?
Ian no duda en meterse un trozo de tarta de manzana en la boca.
Mastica lentamente, mirándola, y luego a mí, mientras traga y la sigue con
un poco de vino.
—Deberíamos firmar este mes.
Sus ojos oscuros brillan hacia mí. Siento la mirada por todas partes. En
mi sexo, mis pezones, y en algún lugar más profundo. Libero mi mirada y trato
de no hacer contacto visual por el resto de la noche.
Debería estar feliz de que su divorcio llegue pronto, pero estoy
cansada de escuchar que se acerca y aún no ha llegado. ¿Qué si nunca
llega?
***
Me lleva a casa esa noche. El aire entre nosotros cruje con frustración
mutua.
—Escúpelo —dice mientras salimos de la casa de la señora Ford.
—Tú escúpelo. ¡Te acabo de decir que obtuve el papel de mis sueños
y no dijiste nada! Hablar de tu próximo divorcio no ayuda ni un poco a mi
estado de ánimo. —Suspiro.
Quería volver a su lugar y usar su estúpida pasta de dientes
nuevamente. Lo sé, es una locura que hacer cosas así, compartir cosas con
él, me emocione. Pero ahí está. Este hombre me está haciendo perder la
razón. Y es porque la estoy perdiendo que le dije que debía ir a casa y
descansar y esperar mi llamada.
—La productora de ese espectáculo es mi futura ex esposa.
—¿Qué? —Parpadeo—. Oh guau. ¿Esa puta rubia del infierno?
—Esa es ella.
Miro por la ventana. No me extraña que la rubia fuera tan perra hacia
mí. Ella sabe que estoy follando a su marido. Me siento mal, mi estómago se
aprieta mientas la bilis sube por mi garganta.
—¡Y lo sabías, Ian!
—No sabía que estabas haciendo una audición para ella la primera
vez. Me enteré hoy.
—¿Como lo descubriste?
—Ella me dijo.
—¿Todavía hablas con ella?
Me dispara una mirada de ¡despierta!
—No desde hace un año. Se acabó. Esto fue diferente.
—¿Por qué? —chillo. Estoy celosa y confundida, angustiada y
emocional.
—Porque se trataba de ti —ataca.
—Llévame a casa.
—Te llevaré a la mía.
—No. Dije que me lleves a casa. —Estoy frunciendo el ceño ahora.
Enfurecida, y necesitando algo de tiempo para dejarlo pasar por mi
cuenta—. ¡Pensé que había terminado entre ustedes!
—Para mí lo está. Se acabó, Sara. Pero me temo que ella hará de tu
vida un infierno si tomas este papel.
Le lanzo una mirada frustrada, desesperada, enojada.
—No dejaré que eso me detenga. Es mi oportunidad, Ian.
Murmura en voz baja, sacudiendo la cabeza.
Conduce el resto del camino en silencio, y voy mordiéndome las uñas.
Es solo hasta que se detiene antes de mi apartamento, colocando su SUV
entre las calles estrechas y el tráfico, que me doy cuenta de que no tengo
la llave de mi apartamento.
—Creo que... mierda. Olvidé mi llave.
Su teléfono suena.
—Lo siento, tengo que contestar. —Mira hacia la puerta de mi edificio,
que no se abre sin mi llave—. Entra, preferiría que no te congeles. ¿Sí? —
ladra.
Me dirijo hacia la puerta y llamo al número de mi apartamento
mientras le escribo a Bryn. Oye. ¡Estoy aquí! ¡Olvidé mi llave! Sin respuesta.
¡Perra, abre, me estoy congelando el culo!
—Eso es tan extraño.
Detrás de mí escucho un gemido y un malhumorado.
—Deja de lamer mis pelotas. Me detendré, me debes mucho. —
Cuelga el teléfono y oigo, en voz alta—. ¿Nada?
Me doy vuelta.
—No. Vete. Yo puedo arreglármelas sola.
—Aquí afuera en el frío.
—Oh, no planeo estar aquí por mucho tiempo.
Se dirige al auto, exasperado.
—Ella puede estar en el trabajo. O con su nuevo novio. Me encargaré
de ello —aseguro, manteniéndome fiel a mi orgullo.
Ian levanta la vista y parpadea.
—¿Te dejo aquí afuera en un clima de grado bajo cero? —Lo piensa
y me frunce el ceño—. No.
Mis dientes están castañeando. Su mano viene a agarrar mi brazo.
—Está bien, cariño. Volvamos al auto.
—No. En serio. ¿A dónde vamos?
—Te llevaré conmigo.
—¿Dónde?
—Cambio de planes. Puedes venir.
—¿Qué te dio la indicación de que quiero ir a donde sea que vayas?
Se detiene y me mira. Cuando finalmente habla, su voz es suave como
un susurro.
—No hagas eso. —Frunce el ceño y sacude la cabeza.
—¿Hacer qué?
—Sabes qué —gruñe en voz baja.
Miro por encima de su hombro mientras el viento frío nos golpea a
ambos. Está frustrado. Estoy frustrada. Habló con su esposa hoy, y estoy tan
celosa que no puedo ver con claridad.
Conseguí el papel de mis sueños. Y su esposa es la productora.
Es todo desordenado y complicado y estoy confundida y asustada.
Esta cita con cautela no está funcionando para mí. No puedo dejar de
pensar en él. Estoy feliz. Demasiado feliz, cuando estoy con él. Tan feliz que
sigo esperando a que caiga el otro zapato. Que me diga que todavía ama
a su esposa. Que va a volver con su esposa. Tal vez su esposa incluso espera
eso. Quiero decir, mira a mi mamá. Todo se fue al infierno. Ella habría hecho
cualquier cosa para recuperar a mi papá.
Su esposa sabe más sobre él que yo. Cosas como si le gusta... ¿jugar
al Monopoly desnudo en mitad de la noche o algo loco? Ella tiene una
ventaja, una ventaja sobre mí. ¿Y si ella le cocinó su comida favorita cuando
hablaron? ¿O llevaba su color favorito? Y me vuelve loca. Porque quiero a
este hombre para mí sola y no sé si podría soportarlo si me dejara ir.
¿Terminará esto dejándome pasar el resto de mi vida comparando a
todos los demás con él? ¿Aplastada y queriendo un hombre que quiso a
alguien un poco más?
Pero no es su culpa que yo sea mala en toda esta cosa casual. No es
su culpa que yo... quiera más.
Suspiro abatida.
—¿A dónde vamos?
—Es el cumpleaños de Hilton.
—¿Hilton?
—Uno de mis amigos. El que nos encontramos en el hotel el otro día.
—¿Es correcto que yo vaya?
—No me importa si es apropiado. Vas a venir conmigo.
CLUB
SARA
***
—Gracias.
—Gracias a ti.
Mi corazón da volteretas.
Mis dedos de los pies se curvan en mis zapatos de baile mientras sus
ardientes ojos me abrazan. Mi mano se curva sobre la de él mientras
continúa sosteniéndome por el mentón.
—Soy libre.
***
—Dos. Un niño y una niña. —Me lanza una mirada que pregunta—:
¿Tú?
—Dos también. Dos chicas —lo contradigo, radiante. Estoy tan
contenta de que sea libre.
Ian
Soy libre. Libre y en control de mi vida. Las cosas con Sara son buenas.
Diablos, mejor que buenas. Soy un hombre diferente. Su compañera de piso
se va a casar, y he convencido a mi gatita para que se mude conmigo. Ya
le he dado la llave extra. Me estoy moviendo rápido, pero sé lo que quiero.
No voy a empezar a andar con sigilo sobre eso ahora.
Ahora Sara está acompañando a su compañera a mirar vestidos de
novia, y me pidió que la recogiera fuera de la tienda donde se estarán
realizando las mediciones. Tomo un taxi hasta la esquina y cuando salgo y
siento que el viento helado de Nueva York me golpea, meto mis manos en
los bolsillos y me pongo en marcha hacia la tienda. Se siente como que el
mundo es correcto, para variar.
Estoy malditamente drogado por lo bien que me siento cuando diviso
el cabello oscuro de mi mujer mientras abraza a un chico rubio justo en la
esquina de nuestro lugar de reunión. Una garra helada rasga mi pecho.
Sara levanta la vista y me ve, y no rompo mi paso, su sonrisa se
transforma rápidamente en un ceño fruncido mientras me mira.
—Hola —digo, mis ojos sobre el chico.
—Hola —dice Sara con cautela.
Quiero golpear algo. No. Quiero darle un puñetazo a él.
—Este es Jensen. Jensen, este es Ian.
—Ahh —dice Jensen—. El novio. —Sonríe.
—¿Y tú eres? —pregunto, un poco tenso.
—Soy su amigo. Su amigo gay. No tendría que ofrecer ese detalle si no
te vieras listo para arrancar mi piel con tus dientes. Prefiero llegar a mi cita
esta noche. Vivo.
—Lo siento. —Me disculpo al instante.
Me mira.
—Nunca conocerás a alguien tan leal como Sara. ¿Crees que ella solo
deja entrar a cualquier hombre de la manera en que te lo permite a ti? —
Sacude la cabeza—. Primera vez, hombre.
Me paso la mano por mi mandíbula.
—Gracias, gracias por decírmelo.
—No lo menciones. Me alegra que estén juntos. Ella luce feliz.
La miro. Está irritada cuando me dirijo, poniendo mi mano en la parte
baja de su espalda para llevarla por la cuadra a un restaurante donde hice
reservaciones para el almuerzo.
—¿Qué fue eso? —Demonios, no solo está irritada. Está molesta
—Lo siento. —Pongo mis ojos en blanco.
—¿Qué pensaste, Ford? ¿Qué te estaba engañando… porque no
puedo obtener suficiente polla? —Me mira, empujándome y haciéndome
reír por lo molesta que está—. En serio, incluso después de la primera vez que
te conocí, no podía soportar que otro tipo me tocara porque no eras tú. Ellos
palidecieron en comparación contigo.
Mi sonrisa se desvanece, y aprieto mi mandíbula mientras paso mis
ojos sobre sus rasgos. La toco, acercándola hacia mí por los hombros incluso
mientras me pelea un poco.
—Tampoco he estado con nadie desde esa noche —le prometo.
Sus ojos brillan, y finalmente, de buena gana, me permite devolverla
de regreso a mí.
—Así que te importo. Te he importado desde entonces.
Levanto una ceja.
—¿Pensaste que no?
—Si te importara, confiarías en mí. Jesús. —Mira de nuevo, pero hay
una sonrisa en sus labios mientras se acurruca contra mi pecho para
protegerse del frío.
—Es porque me importa que soy tan paranoico como la mierda.
¿Crees que eres la única que se siente vulnerable?
Parece sorprendida.
Levanto su mano a mis labios y rozo un beso a lo largo de sus nudillos,
dándoles un pequeño mordisco que sé que ella apreciará.
—Aprenderé a confiar. Me enseñarás a confiar de nuevo.
—Hablar las cosas ayuda. Y no poner ningún muro entre nosotros.
Nunca. Dejando libres nuestros sentimientos.
La levanto por el culo, zumbando mi nariz sobre la de ella mientras le
doy besos en su dulce rostro, susurrando con aspereza:
—Te amo. Parece imposible que a medida que pasan los días, te amo
más y más.
—No es imposible porque estoy en el mismo barco. El mismo barco de
amor. —Pone sus ojos en blanco mientras la vuelvo a poner de pie—. Está
bien, mal chiste.
Decir la palabra con A tan frecuentemente como lo hago con Sara,
a veces se siente como una sentencia de muerte. Pero nunca conocerías a
un hombre muerto más feliz.
***
Esa noche no puedo dormir. Sara respira de manera uniforme a mi
lado, su cuerpo cubierto de sudor por las embestidas que acabo de darle.
Mierda, hace los sonidos más deliciosos mientras duerme. Me siento
más celoso, más protector. Porque son sonidos sexuales. La gatita está
teniendo un sueño sexual. Y quiero que esos sonidos cobren vida solo para
mí.
Froto mi mano por su espina dorsal, acercándola más. Se agita en mis
brazos, con una sonrisa sensual en su rostro mientras fijamos nuestras miradas.
Dirijo mis ojos a lo largo de sus labios, bebiendo de la forma en que
ella siempre se despierta y me sonríe cuando me encuentra observándola.
—¿Por qué me miras así? —Su voz está en carne viva con el sueño y
definitivamente confundida.
—Me gusta la forma en que te ves, cariño. ¿No puedo ver lo que es
mío? —Acerco mis manos a su trasero.
Ella muerde su labio, pareciendo que podría besarme, sus ojos
brillando con diversión.
—¿Estás pensando en sexo, Ian? —se burla de mí en un áspero susurro,
acariciando sus dedos a lo largo de mi brazo.
Mi cuerpo se tensa. Demonios, estoy en un lugar extraño y
desconcertado donde haré todo lo que ella me diga. Saltar a cambio de
más tocar. Hacer cualquier cosa por el amor de Sara.
Gruño:
—Sí.
—Entonces, ¿qué estás esperando? —Sus ojos diabólicos brillan.
—Tal vez estoy esperando que alguien me despierte de este infierno
de un sueño húmedo en el que he aterrizado.
—¿Y si no soy un sueño? —se burla en voz baja.
Bebo en su pálido cuello, un simple collar de oro en su garganta, su
cabello suelto, maldita sea, me encanta suelto porque puedo agarrarlo,
olerlo, envolver mis dedos en él.
Ella está respirando rápido, luce excitada y lista para ser amada, y un
calor se eleva en mí como si estuviera hecha exclusivamente para
acomodarla.
Compartimos una mirada.
—Entonces te mantengo, gatita. —Me agacho y la agarro más cerca,
apretando su culo en mis palmas, nuestras lenguas se entrelazaron.
Eso es todo lo que quiero. Todo.
La atraigo y arrastro hacia mí y cuando un jadeo sale de sus labios,
inclino mi cabeza y la tomo, tomo ese jadeo, esa boca, el gemido que sigue,
la chica que me tiene.
***
Ese sábado, es la gran noche de estreno de Sara. Tengo las rosas,
veinte docenas de ellas, ya esperando en casa. Traje una docena más al
teatro y me siento en la fila del centro, observándola bailar su corazón
delante de una multitud de miles. No podría estar más orgulloso de ella.
Lo logra. Triple amenaza que puede actuar, cantar y bailar. Demonios,
en dos horas ella derriba la casa. Obtiene una ovación de pie. Soy el primero
en pararme, aplaudiendo como nunca antes había aplaudido.
Mi pecho se hincha. Mi polla se sacude. Todo mi cuerpo involucrado
con mi maldito corazón. Es como un globo de helio en mi pecho. Estoy tan
lleno que podría estallar.
Arriba en el escenario, Sara pasa al frente, agarrando las manos de su
equipo mientras se inclinan, con la sonrisa más amplia y malditamente más
comestible bailando en sus labios. Todas esas prácticas. Todo esfuerzo
insoportable. Incluso los días empapando sus músculos en un baño frío.
Cada obstáculo ha valido la pena. Cada desafío ha sido conquistado.
Todas las pruebas pasadas.
He visto las estrellas más brillantes y talentosas de Broadway. Incluso
los he visto en Hollywood. Pero nada puede sostener una llama para Sara,
que arde con más intensidad que cualquier otra cosa que haya visto.
Cuando las cortinas se cierran de verdad ahora, arrebato las rosas y
una botella de champán y camino detrás del escenario.
Sé qué esperar. Foto para el periódico. Demonios, ya puedo ver las
críticas que recibirá. ¡Una nueva estrella nace en Broadway!
Sara está en su camerino cuando golpeo la puerta y la abro. Ella gira
en su silla y nuestros ojos se encuentran. Está de pie cuando cruzo la
habitación y se arroja a mis brazos. Coloco las flores y el champán a un lado
y la aprieto con más fuerza.
La aprieto, luego la lanzo al aire, atrapándola por la cintura solo para
plantar un firme beso en su boca, ambos riendo.
—Estoy orgulloso de ti, gatita. Trabajaste duro esta noche.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! Dios, ¿oíste a la multitud?
—Nena, yo fui uno de ellos.
Chilla y salta arriba y abajo, y luego limpia rápidamente las esquinas
de sus ojos y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, presionándose más
cerca.
—Oh, Dios mío, no puedo creerlo. Gracias, Ian. —Agarra mi rostro y
presiona sus labios contra los míos, y prueban sus lágrimas y no puedo tener
suficiente de ella. Nunca tendré suficiente de ella.
Caliente Adicto al Trabajo
Sara
FIN
La autora más vendida del New York Times, USA Today y Wall Street
Journal, Katy Evans, es la autora de las series Manwhore, Real y White House.
Vive con su esposo, dos hijos y sus amados perros. Para obtener más
información sobre ella o sus libros, visita sus páginas. A ella le encantaría
saber de ti.
¡Visítanos y entérate de nuestros proyectos!