Becca y Chimpun
Becca y Chimpun
Becca y Chimpun
En el anterior capítulo
Aquí va todo muy rápido. Si os digo la verdad, creo que he dormido solo
dos horas. Eli llegó al centro del laberinto, y entre las dos estuvimos
atendiendo a Maca y hablando con ella largo y tendido. Y cuando pareció
que Maca asimilaba lo que acababa de vivir, y aun así continuaba queriendo
quedarse, Eli nos sacó del laberinto e invitó a Maca a que regresara a su
habitación sin hacer ruido. Le dijo que, si quería, podía ir con Faina, que
Maca se sentía segura con ella y que era bueno que durmiese acompañada.
Matilde había asegurado que esas imágenes se borrarían y no se emitirían
jamás. Eli y yo salimos de allí sin que nos vieran, como perfectas espías, tal
y como había hecho Axel, y una vez fuera, nos metimos en el Evoque que
nos estaba esperando desde hacía un par de horas.
Creo que me dormí a las cinco, después de contarle a Eli lo que me había
pasado con Axel. A mi amiga parecía que le iba a estallar la cabeza. Se
hacía cruces y no entendía nada.
—Tú jamás harías eso sin consenso.
—Lo sé. Pero Axel está convencido de que lo otro también es mío.
—Bueno, ¿y de quién coño es el Misoprostol? Soy la única, además de
Axel, que entra en esta habitación. Y mío no es —asegura.
—Ya sé que tuyo no es. Tal vez, las personas del servicio que vienen a
ordenar nuestras habitaciones... —meso mi pelo con desesperación—. Yo
qué sé. Estoy mal.
Nos tumbamos en la cama y dormimos abrazadas, como dos gatas
heridas, cada una a nuestra manera.
Parece ser que Axel estaba colocando una cámara en una de las zonas
ocultas y sin cámaras de Villa Chicos. Es un jardín, hay una especie de
jacuzzi natural hecho en la misma superficie de la tierra. El vídeo no se ve
muy bien porque es de noche y Carla no puede encender la linterna del
móvil para no ser vista. Llego a estas conclusiones yo sola, porque Carla no
ha dicho nada.
Y de repente, veo aparecer a Jennifer entre los arbustos. Se me hiela el
alma.
Axel se da la vuelta y la mira con desconfianza.
—¿Te ha seguido alguien? —pregunta Axel crujiéndose el cuello hacia
un lado.
Vale, eso significa que Axel ha quedado con ella. Desconozco cómo lo ha
hecho, pero es una cita acordada.
—No —Jennifer sonríe. Lo conoce desde hace tiempo, lo mira como si lo
hiciera—. ¿Sigues crujiéndote el cuello? A la Reina eso le ponía caliente.
A Axel el comentario le desagrada. Lo percibo en cómo aprieta la
mandíbula y se le marcan los tendones del cuello. Lo terrible es pensar que
ella sepa algo tan íntimo como eso, y que nombre a una tal Reina.
—¿Qué haces aquí, Jenni? ¿Qué haces en un programa como este?
Ella dibuja un mohín de desinterés en los labios y se quita importancia.
—Bueno, al final, me gusta la farándula. Me gusta más de lo que
pensaba.
—Yo nunca lo dudé, teniendo en cuenta lo mucho que te agrada llamar la
atención.
Jennifer sonríe y se acerca a Axel con aire lobuno.
—No. Pero no me importa llamarla si es a cambio de billetes. Todos
queremos de eso, ¿no? Además, tú no puedes hablar de discreción. Fuiste la
pareja de la artista más grande que ha dado este país en mucho tiempo: Tori
Santana.
—No me compares. Yo era invisible. Nuestra relación nunca salió a la
luz.
Jenni se echa a reír.
—Claro que no. A Tori no le venía bien estar emparejada. Era el sueño de
muchos y de muchas, por eso debía mostrarse accesible. Pero tú estabas
ahí... insististe, no te despegabas de su lado. Y aun así, estabas tan cegado
que no te dabas cuenta de sus infidelidades.
Esa chica tiene veneno en la lengua. Es una serpiente.
—A ti lo que te molesta es que Tori era tu sueño. Tú la querías para ti.
Eras la presidenta loca de su Club de Fans. Una auténtica obsesa torista.
—Y a mucha honra—Jennifer levanta el antebrazo y muestra, entre sus
intrincados diseños, una T con murciélagos. Y recuerdo que las toristas se
tatuaban la inicial del nombre de la artista. Todo me sienta mal—. Aunque
también estuve obsesionada contigo. —Se muerde el labio inferior mientras
lo mira de arriba abajo con un deseo que me ofende.
—Querías cualquier cosa que estuviera en contacto con ella —responde
Axel con un tacto que brilla por su ausencia—. No solo la querías a ella. Te
bastaba con estar cerca de algo que hubiera tocado, para olerla.
—Y yo a ti te molestaba.
—Te volviste peligrosa, Jennifer. Es lo que sucede con las fanáticas. Que,
o estás con ellas y les sonríes y les das lo que quieres, o se enfadan, y se
convierten en enemigas. Las más acérrimas.
—Tori no era mi enemiga. Era mi diosa. El único que se interpuso entre
ambas fuiste tú.
Axel entrecierra su mirada, ahora ya muy ensombrecida y llena de
desconfianza y le pregunta dando un paso hacia ella:
—¿Qué estás haciendo aquí exactamente?
—Solo disfrutar —abre los brazos—. Y hacerme un hueco en la
televisión. Tanto tiempo siendo la presidenta del club de fans de una
megaestrella, además su mejor amiga, da para un montón de noticias,
contactos y chismorreos, ¿no crees? Sé cosas sobre ti, Alexander Gael. O,
debería decir: Alex Montes.
—No me llamo Alex. Me llamo Axel, no me toques los cojones —Su
tono es tan mordaz como su desprecio—. ¿Qué agencia te ha representado y
te ha traído aquí? —quiere saber Axel.
Entiendo por qué le hace esa pregunta. Duda de la selección del casting y
duda del más que frágil hermetismo sobre el programa. Yo ahora también.
Todo esto parece sacado de una pesadilla.
—¿Eso importa? Lo que importa es que estoy aquí. Que es mi momento
y que tengo cuentas pendientes.
Juanjo será mi trampolín para darme visibilidad. Y después solo tendré
que hablar sobre todo lo que sé. Se lo arrebataré a la tonta de Macarena.
—Si Macarena es lista, dejará a ese gilipollas infiel —contesta Axel,
aguerrido—. Ya todos sabemos lo que hiciste en el baño con él. Mañana por
la noche se verá en la sesión de cine.
De acuerdo. Ahora lo comprendo. Este vídeo es del martes o del
miércoles.
—No hay imágenes —aclara Jennifer—.
Además, Juanjo lo negará.
—Sí, pero ya te encargarás tú de hacer de tentadora ofendida para que se
entere, ¿no? Ya lo dirás de algún otro modo, para darle más emoción.
Siempre te gustó el teatro.
—¿Me tienes miedo, Axel? Claro que me lo tienes —se responde a sí
misma—. Llevas años viviendo en las sombras, escondiéndote ... pero no te
preocupes, yo te sacaré de ahí, como tú me sacaste de la vida de Tori —
advierte muy desafiante.
—De la vida de Tori te saliste tú sola cuando asomó la cabeza tu vena
narcisista, celosa y psicopática. A ella no le gustabas.
—Lo mismo me decía a mí de ti —replica dañina—. Por eso se follaba al
viejecito. A tu padre. ¿Lo sabías que el hijo que ella esperaba no era tuyo,
grandullón? —se está burlando de su dolor en su cara—. Te hizo creer que
sí, pero era mentira. Tori se reía de las ganas que tenías de tener un bebé
con ella. Que se lo recordabas muy a menudo. Estabas tan enamorado, tan
ciego... No te culpo.
Su brillo cegaba —explica con gesto soñador—. Y sí, se quedó preñada.
Pero no de ti.
«Qué mala puta», pienso a punto de lanzar el móvil contra la pared. Y
qué mentiroso calculador, Axel.
—Ni siquiera ella estaba segura de quién se había embarazado. —Un
punto para Axel por tomárselo así, con sorna. Nunca se supo de quién
estaba embarazada. Jennifer esto no lo sabe y cree que era de Alejandro,
como le diría Victoria.
—Estás acabado.
Y, mientras tanto, yo haciendo apuntes mentales: comprar un bidón de
gasolina, aplicar sobre la piel de Jennifer y lanzarle descuidadamente una
cerilla prendida.
—Jennifer, solo quiero que recuerdes algo —la voz le sale rasposa y
apenas se hace sitio entre los dientes—: Que nunca haya hecho gala del
poder de mi apellido, no significa que no lo tenga. Piensa en ello cuando
quieras meterte en la televisión. Si esto se sabe, olvídate de continuar, pero
ni en este programa ni en ningún otro. Además, tengo información de ti que
no gustará.
Ella deja ir el aire entre los dientes.
—Oh, no diré nada, tranquilo. Yo no —está mintiendo—. Por suerte,
vuestra competencia os odia. Creo que sí tendré trabajo. Valgo mucho por
lo que callo. Pero valdré tres veces más cuando lo explique. A mí no me
valen tus amenazas, Axel. Me necesitáis para entretener a Juanjo y que su
historia tenga continuidad. En este programa hay muy pocos efectivos y no
estáis en disposición de echar a nadie más. Me vas a tener que comer con
patatas, guapo—su tono victorioso me remueve la bilis—. No tenéis más
tiempo. Así que no creo que me echéis. Tú me jodiste la vida y me alejaste
de lo que más deseaba. Yo voy a joderte la vida que puedas tener. Aunque,
¿quién va a querer estar con un tío tan gris y tan poco hombre como tú que
reniega de quién es?
—Aún recuerdo las noches que venías a golpear mi puerta para acostarte
conmigo, incluso estando Tori dormida en mi cama. Por lo visto, te encanta
arrastrarte con hombres como yo —eso me deja congelada—. Pero tengo
muy buen gusto, yo no me acuesto con pseudohomicidas —Ah, menos mal.
Jennifer se echa a reír con fuerza. Mira a su alrededor y contesta:
—No sé cómo coño estás haciendo el papel de cámara en este programa.
Pero yo voy a hacer volar tu tapadera por los aires. Tenlo por seguro.
—No estás aquí por azar, ¿verdad? —intuye Axel. Jenni se lo piensa
unos segundos y decide no responder.
—Ha sido un placer volver a verte, Axel. Supongo que me seguirás
viendo unos días más, hasta el final del programa. Me iré de aquí con
Juanjo, y para entonces habré soltado muchas perlitas que servirán de
entrantes para toda esa prensa rosa y amarilla hambrienta de titulares.
—Tú haz lo que consideres, que yo haré lo propio.
Jennifer le enseña el dedo corazón, se da media vuelta y desaparece del
lugar secreto de Villa Chicos.
Para entonces, el vídeo se corta. Se ha acabado.
Apago el móvil y lo dejo en la mesita de noche. No sé muy bien qué
hacer. Estoy intentando comprender mis emociones, porque mi Reina de las
Maras quiere exigir la cabeza de Axel por ocultarme algo así, y la hija del
Padrino quiere tirotear a Jennifer.
No tengo pistola, por tanto, lo segundo no puedo hacerlo, pero no querría
tener un encuentro con Axel en este preciso momento porque me siento
muy inestable, y soy como una granada. Como me lance, la explosión va a
ser grotesca y las ondas afectarán a todo lo que se encuentre cerca. Me
levanto de la cama con muchos nervios.
—Becca, siéntate —la voz de Eli me deja ver que ella está tan alucinada
como yo por lo que ha visto—. Siéntate a mi lado y a ver si entre las dos
entendemos lo que acabamos de ver. —Toca el colchón con la palma de su
mano—. Ven.
—Axel me ha mentido. Le he preguntado varias veces si le pasaba algo y
siempre me lo ha negado. Yo sabía que no era verdad, pero aun así ha
insistido —no dejo de andar de un lado al otro—. Madre mía, que está en el
programa la presidenta del club de fans de Tori Santana. Que tiene una T
cutre tatuada en la piel y sabe casi todos los secretos de Axel. Todas sus
miserias y todo lo que le ha hecho tanto daño.
—Porque Tori se lo contó.
—Por supuesto. Esa tía era especialista en traicionar a sus más allegados.
—¿Cómo Axel se pudo enamorar de ella? —Eli sacude la cabeza como si
cayera en la cuenta de algo—. Ignora lo que he dicho. Todo el mundo
estaba enamorado de ella, Axel no está hecho de hierro. Bueno, está claro
que aquí lo que importa es que Jennifer ha filtrado las noticias a los medios,
¿no?
Me remuevo el pelo con la yema de los dedos.
Quiero entender por qué estamos en esta situación.
—Eso parece, sí. No tengo pruebas pero tampoco dudas.
Me paso la mano por la cara. Es que, si me pinchan, no me sacan sangre.
Tarde o temprano debía saberse lo de Axel. Alguien lo iba a descubrir.
Pero en estas noticias no sale solo lo de Axel, es que se ha filtrado lo del
programa y también que es posible que él y yo tengamos una relación.
Es decir, es como si hubieran sacado tres armas de destrucción masiva de
golpe, con la intención de no dejar a nadie en pie.
Y yo me estoy tambaleando. Pero aún no he caído al suelo. Y no es mi
intención.
Capítulo 3
Hay una boda en esta zona, se suelen celebrar bodas en la playa, en los
chiringuitos a pie de arena. El Chiringuito del Cielo queda un poco más
arriba, entre villas, como dije, y otorga un pequeño mirador a las playas más
cercanas, no solo a las Terrenas, también al Skyline de las colindantes.
Y, por lo visto, es un lugar clandestino elegido por unos cuantos
dominicanos para celebrar su día.
Cuando vemos que el chiringuito está a reventar, nos pensamos si darnos
media vuelta y quedar en otro lugar o no. Pero ya estamos ahí, y lo bueno es
que nadie nos reconoce. A mí no me conocen, cosa que agradezco, y
además, el dueño nos ve y nos invita a entrar con un gesto de la mano.
—¡Vengan, aquí están todos invitados! —nos grita el hombre, que creo
que solo tiene tres dientes en la boca, pero posee una sonrisa feliz y unos
ojos muy confiables. Eso es algo que me llevaré de aquí siempre. Tienen
una alegría distinta, no sé si es por el sol, el caribe o las piñas coladas...
pero son amables y encantadores. Menos los de la lancha. Los de la lancha
no, que nos quisieron matar.
El dueño nos señala una mesa para las dos, cerca de la barra. La verdad
es que el lugar es pequeño, pero lo han apañado para una celebración como
esta, de unas cuarenta personas.
Han puesto alguna que otra mesa y más sillas, pero la gente está de pie,
bailando Una vaina loca y nadie quiere tomar asiento.
Eli lleva un mono halter con estampado caribeño de SHEIN. Y yo me he
puesto un vestido amarillo y liso, elástico de Chic Me.
Y me acabo de dar cuenta de que soy como la bandera de España. Roja y
amarilla.
—¿Tienes pensado qué vas a decirle a Carla?
Eli está tranquila. Como si hubiese llegado a un acuerdo consigo misma.
Un pacto de no agresión.
—Nada. Se lo he dicho por WhatsApp. No le voy a decir nada. No voy a
influir en su comportamiento ni en ninguna de sus decisiones. No quiero
que hablemos de nada de su concurso. Solo quiero que esté bien —me
explica mesándose el pelo rubio y largo que tiene—. Quiero que siga
haciendo lo que hace, porque es ella misma. Con sus miedos, sus dudas y
sus ganas de vivir. Sea lo que sea lo que le esté pasando por la cabeza, es su
proceso. Y yo tengo el mío.
La admiro. La admiro por su cabeza fría. Y porque ella está en contra de
llamar atenciones o rectificar a nadie. Ella nunca haría nada a nadie que no
le gustara que le hicieran a ella. Esa es su premisa. Y también la mía.
Porque, en una relación, todos sabemos lo que hay que hacer para estar
bien, y si alguno no lo hace, el problema es de ellos, no nuestro.
Faina descubrió el otro día que el dueño del chiringuito, de unos ochenta
años, se llama Maradona. Así que lo llamo por su nombre y él se acerca
sonriente:
—¿Qué quiere la colorada?
Ah, ¿se refiere a mí? Qué gracioso el mellado.
—Tomar algo.
—Hoy les invito yo, que mi hija se ha casado —señala el bodorrio—. Y
es un día de alegría, porque, por fin, se van ella y su marido de mi casa. —
Alza el puño victorioso y después señala a la susodicha y al susodicho.
Parecen mayores—. Tienen cincuenta cada uno. Imagine lo que tuve que
esperar —el señor está riéndose de su desgracia—. No tengan hijos.
Algunos son como sanguijuelas.
Eli se echa a reír.
Ese es un mensaje muy adecuado para mi situación. Porque mañana voy
a descubrir si estoy embarazada o no, y le pienso pedir a la farmacéutica
que me ayude a averiguarlo. No quiero otro test fallido.
—Maradona, tráenos lo que quieras —le pido—. Pero tráenos cuatro, que
estamos esperando a dos chicas más.
Él asiente y se va a la barra a por cervezas de tequila.
Ahora la canción es otra. La Bamba.
Faina y Carla llegan a la par. Se nota que la tinerfeña está on Jire y que
disfruta muchísimo la experiencia. Lleva un vestido verde turquesa, ancho y
de manga corta que pone Boston Celtics. Mi hermana se ha puesto un
pantalón blanco muy cortito, y una camiseta de color violeta y con buen
escote. Me gusta cómo lleva las uñas de las manos y los pies pintadas. De
un lila flúor que, con lo morenita que está, resalta más. Faina me señala
mientras se acerca a la mesa, y Carla sonríe mirándonos a mí y a Eli.
—¡Bicho palo! ¡No te voy a perdonar que me hicieras tocar ñordos
marinos!
Dejo ir una risita y contesto:
—No, lo que es imperdonable es que creas que todo es una polla. ¿Es que
tu mente no descansa?
Nos saludamos entre todas. Carla y Eli tienen un saludo muy frío, nada
que ver a cómo son ellas. Tal vez, ese WhatsApp que Eli le ha enviado sea
mucho más cortante de lo que me ha dicho. Porque yo sí capto que Carla
está incómoda y que no deja de mirarla cuando ella no se da cuenta, y que
Eli está rodeada de escarcha como Elsa.
Maradona nos pone cuatro cervezas y además nos da pastel de la boda y
comida, de todo tipo y a cual con más hidratos. Y eso nos encanta, porque
es justo lo que necesito. Cuando me tiene que bajar la regla me da por
meterme atracones de comida. Pero estos atracones también se pueden dar
en un embarazo, ¿no?
Buf, qué va. Es que no quiero ni pensarlo.
Y para no divagar, lo que hago es hablar la primera, empezar a comer
pastel y explicarles a Faina y a Carla todo lo que está pasando y ellas no
saben.
Sus caras son de foto.
Carla no deja de mirar cómo estoy comiendo, y está entre sorprendida y
horrorizada.
—Hermana, tienes ansiedad —espeta.
—La engo —contesto con la boca llena de bizcocho y nata—. Después
de todo lo que os he contado, ¿por qué no estáis nerviosas? Alguien nos está
boicoteando; Jenni, por lo visto, está filtrando todo a la prensa, he salido en
las revistas casi en bolas, puede que esté embarazada y en las villas están
repartiendo droga. Joder, todo es grave.
Faina y Carla han escuchado todas mis palabras con atención, pero una
vez he acabado, se han puesto a beber cerveza y a comer nachos, patatas, y
dulces varios.
—No nos preocupa, porque está Axel. Y no creo que estés embarazada.
No tienes cara de embarazada —señala Faina con obviedad—. Tengo
mucha intuición para eso. Nunca fallo, excepto con mi prima. Con mi prima
sí —pone los ojos en blanco—, porque siempre ha tenido la barriga hacia
afuera y siempre tuvo papada, y de normal siempre ha parecido que tuviera
bombo. Pero tú no. Yo solo espero que Axel recapacite y se arrastre bien
arrastrado para pedirte perdón —pide alzando la botella—. Pero no estoy
preocupada por lo que está pasando a nuestro alrededor, porque ya sé que,
que él haya descubierto todo eso, va a hacer que no permita que nos pase
nada. Es un guardaespaldas —nos recuerda—. Y era mío, hasta que tú te lo
llevaste, Bec.
—Ya —le sigo el rollo.
—Lo mismo digo —dice Carla siguiendo el ritmo de la música con los
hombros—. Si está Axel, por mucho que esté agobiado con lo de su salida
del anonimato, estás tú. Y para él, tú eres lo primero. No va a dejar que esto
vaya a más.
—Para mí, lo más grave hasta ahora —continúa Faina—, ha sido lo de
los gusanos de mar y lo que le ha pasado a Maca. ¿Qué piensan hacer con
este tema? Con las imágenes, me refiero. Deberían emitirlas para que los
telespectadores entiendan que el maltrato se da en cualquier ámbito y en
quienes menos esperas. Creo que es necesario que todos comprendan y
vean las caras de un tío así, y también de su víctima. Maca lo ha pasado mal
esta noche. Se me rompía el corazón. Ahora está un poco mejor, el angelito
—lamenta la situación de su compañera.
—A Carlos también lo han maltratado —dice Carla de golpe, llevándose
un par de cacahuetes a la boca—. No como a Maca —aclara—, pero es
maltrato psicológico igual. Esa chica, Martina, le ha dicho barbaridades
para hacerlo sentir mal.
—A Carlos —le interrumpe Eli—, le pasa que lleva años enganchado a
una mujer que lo trata fatal, pero él está dispuesto a pagar ese peaje, porque
está con ella. Es un hooligan. Un fan. La única manera de que Carlos deje a
Martina, sería encontrando a alguien a quien poder admirar de nuevo y que
sustituya al ídolo actual.
—Pero, estamos de acuerdo en que también sufre maltrato, ¿no? —
insiste Carla atónita con su respuesta.
—Sí —contesta Eli aclarándose la garganta—. A ver si en los días que
quedan de programa, consigues salvarlo, Carla. Te gustan las causas
perdidas.
Eli desvía la mirada hacia la pareja de novios que se acaban de caer
mientras bailaban. Él le ha pisado el vestido.
Carla observa a Eli durante unos segundos muy largos, en silencio, como
si su mente fuese un hervidero de pensamientos. Parpadea una sola vez y
como si saliese de su ensueño, vuelve a atacar a los cacahuetes.
—A Jenni hay que echarla como sea —menciona Carla con voz hastiada
—. Ya no por lo que grabé de ella con Axel. Es porque es tóxica.
—Hay unos cuantos en el programa —murmuro.
—Pero esa tía es mala. La pillé hablando con Juanjo sobre algo de su
representante. De que, si eran la pareja favorita cuando se emitiera el show,
se repartirían el dinero del premio entre ellos, así había menos que darle a
él.
—¿Es que acaso tienen al mismo representante? —pregunto muy
impresionada—. ¿Qué hace un broker con representante? —La cerveza
entra de maravilla.
—Bueno, una vez entran en programas así, todos se buscan un agente
para negociar —explica Carla—. Todos tienen representantes, y solo hacen
que hablar de ello, como si se creyeran estrellas.
Sea como sea, ese punto es algo que no puedo olvidar de mencionar a
Axel. Él está investigándolo todo, y cualquier dato le podrá ser de ayuda.
O eso espero.
Nos quedamos un buen rato hablando de lo que estaba siendo esa
experiencia y de cómo vivían en las villas.
Y Maradona nos trajo cuatro cervezas más, y más pastel... Y hubo una
tercera y una cuarta ronda.
Y esa noche en el chiringuito, no arreglamos el mundo entre las cuatro ni
solucionamos nada, pero creo que dejamos de pensar en lo que estaba
sucediendo en todos los planos de nuestra existencia, y focalizamos solo en
las cervezas, la comida y la música.
Y los invitados a la boda nos sacaron a bailar. Yo acabé con la corona de
princesa de la señora que se casó, y bailando un vals con Maradona y otro
con un adolescente con una erección. Y Faina lideró una conga infinita que
llegó hasta la playa, y allí nos mezclamos con otra boda y nos metimos en
otra conga. Y como no conocíamos a unos ni a otros nos dio igual, porque
todos nos parecían los mismos.
Eli bebió tanto que empezó a hacer terapias de pareja gratis, y acabó
aconsejando a la pareja de novios que ni se enamorasen ni se casasen
nunca. Ups, demasiado tarde. También les dijo que el amor estaba
sobrevalorado. Que mejor se eligieran siempre a sí mismos. Y que, a la más
mínima duda de infidelidad del otro, contrataran a un detective privado. Eso
les sacaría de toda duda. Pero que, si de verdad querían ser felices, que
encontraran a una persona que amase sus virtudes, pero que todavía los
quisiesen más por sus defectos. Porque el amor no era ciego —todo esto lo
explicó en el centro de un rondo en el que ella habló a todos como Jesús a
los Apóstoles—, pero sí debía ser comprensivo y flexible.
Y Carla, que siempre suele ser de todas nosotras —exceptuando a Faina,
claro— la que más se deja llevar en las fiestas, solo hacía que controlar a
Eli por el rabillo del ojo, escucharla y mirarla de esa manera en la que
miran los que saben que necesitan terapia. Pero de otro tipo.
Yo sé poco de la Biblia, pero me apuesto otra cerveza a que así miraba
María Magdalena al Maestro.
Capítulo 7
Cuando he abierto los ojos hoy, he pensado en dos cosas: la primera es que
ayer bebí mal y la segunda es que estuvimos a punto de sufrir un robo, pero
Axel nos salvó y nos llevó a la villa.
Sí, me acuerdo de todo, sorprendentemente, y es muy posible que sea
debido a las pastillas contra la resaca que tan amablemente me dio Axel. Y
sí, me vienen fotogramas de él dándole una somanta de palos al de la moto.
Otra cosa de la que me he dado cuenta es que Eli ya no estaba en la
cama. Me ha dejado una nota que ponía:
«Esto no puede volver a pasar. Jaja. Otra cosa, hay que empezar a mercadear con las
pastillas de Axel porque son mano de Santo. Y por último, no nos sintamos mal, porque
ya sabemos que el alcohol no soluciona nuestros problemas, pero el agua tampoco jaja.
PD: Avísame cuando estés lista y te acompaño a comprar otro test.
Hemos salido del hospital ahora mismo. Axel sacó a Rosita de la villa sin
dar demasiadas explicaciones, solo que «se había torcido el tobillo» y la
llevábamos al hospital. Su madre no estaba en esa villa, sino en la de los
chicos, así que no hemos tenido que dar demasiadas explicaciones ni alertar
de más a nadie. Si Rosita y su madre tienen una conversación pendiente, ya
se encargarán de tenerla cuando la chica esté mejor.
Axel y yo nos hemos limitado a ayudar a Rosita en todo lo que
pudiéramos, a dejarla en la habitación y ayudarla a dar las explicaciones
pertinentes relacionadas con su estado. Al ser menor, Axel ha dado su
nombre como tutor, para no asustar a su madre. Es importante que la
empresa crea la versión de Rosita para que tanto ella como su madre
mantengan el trabajo.
Rosita necesita descansar hoy. Los médicos nos han dicho que iba a estar
sangrando intermitentemente durante el día. Pero que esperan que mañana
ya esté bien.
Antes de irme, he querido hablar con ella y preguntarle si iba a estar bien
y que, si necesitaba cualquier cosa, que nos avisara.
Pero la muchacha me ha dicho que no.
—Ya han hecho mucho. Muchas gracias.
Le he dado unos golpecitos que pretendían insufiarle ánimo en sus manos
entrelazadas. Me parece más niña de lo que en realidad es. No puedo
entender a los hombres. Pero tampoco entiendo a las muchachas que se
ciegan por españolitos o de otras partes del mundo con un poco de dinero y
promesas de una vida mejor en otras tierras, y se enamoran y se quedan
embarazadas. No lo voy a entender nunca.
—¿Te arrepientes de algo? —es lo único que he querido saber. Cómo se
siente después de haber interrumpido su embarazo.
Rosita dice que no con una firmeza que no da lugar a dudas. Sabía muy
bien lo que se hacía y lo que quería.
—Ya es muy difícil vivir aquí y ganalse la vida, señorita Becca.
Imagínate siendo mamá. No, no me arrepiento. He hecho lo mejor. Yo no
estoy preparada para ser madre, menos para ser madre soltera. No me toca
eso ahora. Tal vez no lo entiendan, porque no ven la miseria que se esconde
tras todo este lujo del que vienen a disfrutar. Pero estamos en la mielda. No
habría tenido derecho a este servicio si ustedes no lo hubiesen pagado.
Con esas palabras me he vuelto al Evoque que nos ha traído hasta aquí.
Axel estaba en él ya.
Ahora estamos los dos sentados, el uno al lado del otro, en los asientos
traseros, sin cruzar una sola palabra.
¿Y acaso hay algo que decir?
—Te pido perdón, Becca —sacude la cabeza, contrariado consigo mismo.
Bueno, eso sí. Eso sí me hacía falta oírlo.
Axel está muy disgustado consigo mismo. No debe ser fácil darse cuenta
de que algo que él había considerado cierto, no lo era. No cura toda la
puñalada, pero cauteriza la infección.
—Aún tienes mucho en lo que trabajar —le aseguro desanimada—. Sé
que el pasado ha sido muy doloroso para ti, pero no es justo que, a la
primera duda o grieta entre nosotros, siempre me explote en la cara —
intento mantenerme serena. Soy muy consciente de nuestra situación. Él me
dejó. Y ya van dos veces en mi vida que me dejan. Y empiezo a
preguntarme si es que no soy yo quien elige mal o si tengo algo malo que
hace que, de la noche a la mañana, se quieran alejar de mí—. Estoy
cansada.
—Lo entiendo. Yo también estoy cansado de esa parte de mí. Pero,
espero que, al menos, me des la razón en que era todo muy evidente a tenor
de las pruebas... Yo esa noche iba a hacer algo...
—Mira, cállate —lo corto súbitamente. Mi voz sale como un cuchillo—.
No vale decir «te pido perdón, pero...». Eso no me sirve. Si me crees y
confías en mí, tiene que valer más mi palabra que lo que ves.
—Lo sé. Perdóname.
No le voy a decir que le perdono. No me apetece y tampoco lo siento.
Axel espera esa respuesta de mi parte, pero como ve que no llega,
asiente, porque no tiene más remedio.
La tensión se puede cortar con un cuchillo. Nunca había pesado tanto el
silencio entre nosotros. Pero mejor ser reyes del silencio que esclavos de
nuestras palabras, por eso ambos procuramos ir de puntillas.
—¿Cómo estás? —Ese es el tono que siempre ha usado conmigo, el
preocupado de verdad, el cuidadoso, el verdadero. El Axel de hace dos días
era el anclado en el pasado. Uno que puede llegar a ser muy cruel con todo
el que se le acerque. Pero sus ojos, ahora, me miran viéndome a mí, no a lo
que él cree que soy, y titilan con la emoción y el arrepentimiento. Yo no
quiero verlo así. Me afecta ver a este hombre cuando es todo emoción y
cuando sabe que la ha cagado. Eso es algo que siempre irá en su favor, que
sabe dar un paso adelante y pedir perdón—. Te... ¿te ha bajado la regla ya?
—carraspea nervioso. Sé que no me quiere incomodar, pero también sé que
es ansioso con todo lo que le urge saber y solucionar.
Apoyo el codo en la puerta del coche y después dejo reposar mi barbilla
en la mano, concentrada en el paradisiaco y peculiar paisaje de Samaná.
—¿No me lo vas a decir? —insiste.
—Decírtelo o no, no cambia nada. Todo sigue igual.
Tú y yo ya no estamos juntos.
—Becca... —gira todo el cuerpo hacia mí.
Yo tuerzo mi rostro y le lanzo una mirada azul y paralizante.
—Si me conoces y sabes lo que te conviene ahora, te vas a callar o me
vas a hablar de otras cosas que no tengan que ver conmigo ni con mi
periodo —le advierto.
—Pero, es que no dejo de pensar en eso y...
—Axel, tienes mil cosas en las que pensar antes que en mí o en lo que
sea que le esté pasando a mi cuerpo. Cuando tenga algo que decirte te lo
diré.
—Pero...
—¡Joder, Axel! —grito furiosamente, como sé que nunca me ha visto. Su
expresión es ilegible para mí—.
¿Me bajo del coche? —hago como que voy a abrir la puerta y él estira el
brazo y posa su mano sobre la mía para evitarlo.
—¡¿Qué coño haces?!
—¡¿Qué coño haces tú?! ¿Qué? ¿Nunca me has visto así de enfadada?
¡¿Qué esperabas?! ¿Qué pidiéndome perdón todo se iba a solucionar?
¡¿Cómo crees que iba a quedarme embarazada y no decírtelo?! —lo acuso
con gesto derrotado—. Eres el hombre que quiero y con el que lo querría
todo. ¿Cómo crees que iba a hacer algo como abortar sin comunicarte nada?
¿Y por qué iba a querer abortar? ¿Por qué iba a eliminar algo que hubiera
sido de los dos, nacido del amor?
Axel mantiene la mandíbula apretada y los ojos se le aguan y se le
enrojecen de la emoción. Y eso hace que todo me parezca más increíble y
que, con lo emotivo que es, en realidad, haya pensado eso de mí.
Siento que se ha abierto un abismo a nuestros pies.
—No quiero que hablemos de esto, ¿vale? Has perdido el derecho de
hablar conmigo de esto —remarco.
Él asume mis últimas palabras y por lo que sea que acaba viendo en mí,
decide callar y no continuar golpeando el muro.
Inhala, mira al frente y deja ir el aire entre los dientes.
—Los paparazzis ya están aquí —me explica para cambiar de tema—. Lo
saben todo. Saben en qué villas estamos, quiénes... todo.
—¿Crees que la culpable ha sido Jenny?
—Ella sola no. No puede estar trabajando sola. Tiene a alguien afuera
que le informe sobre nuestra villa también. Solo los miembros del equipo
conocían toda la información.
—El infiltrado. Hay un soplón más —entiendo.
—Sí. Noel y su equipo de seguridad también han llegado.
—¿Ah sí? —Esa noticia me alegra—. ¿Cuándo podré verle?
Axel se encoge de hombros.
—Por la noche. Tal vez podamos salir a cenar con él.
—A mí no me hace falta salir a cenar contigo —le aclaro—. Solo quiero
verle a él.
Esa respuesta le ha sentado como tragarse un cactus.
—Hoy mismo he trabajado en el número del dron.
Posiblemente, durante la noche, tenga la geolocalización exacta del
aparato. En cuanto obtenga el lugar, iré con todo. El único modo de
maniatar a Jenny y que se le caiga el pelo por lo que ha hecho y por dar
información del programa es tener pruebas que la incriminen. Esa chica no
va a hablar —me explica él con calma—, se siente segura y respaldada, no
solo por su compinche, sino también por alguien de poder que está afuera.
Y sé que no es Fede.
—Yo también dudo que sea él —añado.
—No, pero yo sé que no es él por la conversación que hemos tenido a
primera hora. Y es importante que lo sepas. Más tarde hablaré con el equipo
para comunicárselo.
Acaba de despertar mi curiosidad.
—¿El qué? ¿Qué habéis hablado tú y él?
Capítulo 10
Villa Chicos
Lo primero que veo al llegar a la villa es el tráiler negro desde el que los
monitores emiten absolutamente todo lo que graban cada una de las
cámaras implantadas en la mansión. Chivo está saliendo de él.
Pero me llama la atención los siete hombres vestidos de negro que rodean
estratégicamente toda la manzana, ataviados con su trajes corporativos de
seguridad. Axel me dijo que había un total de treinta hombres. Diez por
cada villa, incluida la del equipo. Desde luego, Noel tiene una empresa
privada de seguridad tan grande como cabría esperar de un tío tan serio y
profesional como él.
Y no me hace ninguna falta adivinar quién viene hacia mí, tan alto, con
esas espaldas tan anchas, con una gorra de béisbol negra hacia atrás, su pelo
negro y rizado caracoleando detrás de sus orejas y de la nuca y esos ojazos
grises y claros que Dios le dio. Porque a Noel esos se los dio Dios, porque
es un ángel. A Axel todos sabemos que sus ojitos esmeralda se los concedió
el Demonio.
Él abre los brazos con una sonrisa de oreja a oreja, y Eli se nos queda
mirando con gesto de sorpresa.
—¡Ene! —exclamo corriendo a abrazarlo.
Él me levanta del suelo y me aprieta fuerte contra su torso increíblemente
viril pero solo hecho para el goce de los hombres. El mejor amigo de Axel
es gay, y yo me hubiese casado con él de no serlo. O eso es lo que mis
fantasías elucubran.
—A ver, déjame verte... —Noel me deja en el suelo y silba obligándome
a dar una vuelta—. Estás tan guapa que duele.
—Hola —dice Eli muy interesada en Noel y en conocer qué es y de qué
planeta viene—. Soy Eli, la mejor amiga de Becca.
Noel la mira de arriba abajo sin disimulo. Porque es gay, pero es mirón y
morboso. Eso no se lo quita nadie.
—Pero qué espectáculo, señoritas —reconoce dándole un beso en el
dorso de la mano a Eli. Sus ojitos grises brillan coquetos—. No sabía que
Samaná era el reino de dos reinas. Soy Noel, el mejor amigo de Axel.
—Anda, somos los dos mejores amigos de alguien —apunta Eli con una
sonrisa de oreja a oreja—. Si quieres nos casamos, porque ya tenemos algo
en común.
Noel se echa a reír y después nos señala a ambas.
—Es una de las Supremas —me reconoce—. ¿Verdad?
—Sí —contesto—. La tercera, Carla, está haciendo de tentadora en el
programa.
—Golfa traidora —susurra Eli entre dientes.
—Tenéis el mismo modo de ligar —admite Noel muy divertido—. Becca
me dijo algo parecido cuando nos conocimos en el Starbucks de Barcelona.
—Fue un día lluvioso que jamás olvidaré —me llevo la mano al corazón
y hago un mohín—. Noel vino a desactivar un artefacto que Vendetta había
colocado en mi despacho de Barcelona. Me hicieron creer que habían
muerto. Fue muy divertido —asumo sin ganas.
Noel se echa a reír cuando recuerda esa anécdota.
—¿Y ahora estás aquí porque hay una bomba? —pregunta Eli haciéndose
cruces.
—No hay bombas —replica Ene—. Pero tenéis un ejército de periodistas
a los que hemos conseguido reducir y limitar en un chiringuito a pie de
playa, a unos mil metros de aquí. Dentro de poco les dará una insolación —
sonríe—. Mi empresa ha logrado permisos en tiempo récord para mantener
a los medios alejados de la grabación, y hemos cerrado algunas calles de
acceso a la zona alta de Samaná. Pero, ya sabes cómo son ... les gusta
escabullirse. Por eso tengo tres equipos que vigilen las casas, para que nadie
se cuele ni pueda grabar nada de dentro. Y sobre todo, que a ti no te
molesten.
—Lo mío es lo de menos. Ya me molestaban en Barcelona desde que
regresé del Diván.
—Sí, pero entonces no se sabía que tú y el hijo perdido de Alejandro
Montes teníais un tórrido affaire. Ahora todos los periodistas del corazón
quieren sacar punta y beneficios de esto, de la nueva pareja mediática.
—No sé qué interés pueden tener en nosotros —admito. Me sigue
impresionando que quieran seguirme y hacerme fotos, y que les interese lo
que llevo puesto, con lo hortera que soy a veces—. ¿Y cómo has visto a
Axel? —quiero que él me dé su opinión, porque es su mejor amigo y lo
conoce perfectamente.
—Axel se las va a apañar muy bien. No está hecho para la popularidad, y
sé que va a saber cortarlo todo de cuajo. No dejará rehenes.
—No veo cómo. No puede amenazarlos a punta de pistola y exigirles que
le dejen tranquilo.
—Pero le encantaría —se echa a reír y me pone sus manazas enguantadas
en los hombros—. Lo importante es que estamos aquí para que tú no te
preocupes de nada más y el equipo siga trabajando tranquilo estos días que
os quedan. Seguiremos controlando todo el perímetro, cuidando de que
nadie con cámara o sospechoso se acerque a más de quinientos metros. Por
eso no te preocupes.
¿Tú estás bien? ¿Tú y Axel estáis bien?
—¿No habéis hablado?
Noel me lanza una mirada entendida.
—Algo. Lo justo —medio sonríe—. Él tenía un plan en vuestro viaje a
Punta Cana —revela—. Pero veo que no está ejecutado, así que —se pone
una cremallera invisible en los labios—, callaré para siempre.
—¿Un plan?
—Ya sabes lo dramático que es —me alza la barbilla—. Sea lo que sea,
nada va a poder borrarle a ese hombre todo el amor que siente por ti. Nada.
Lo que siente por ti es a prueba de bombas —me guiña el ojo.
—No a prueba de todas—aseguro.
—Ten paciencia. Si se ha equivocado o ha hecho algo mal, encontrará el
modo de arreglarlo. Porque siempre lo hace. Sois resistentes y el vuestro es
ese tipo de amor que perdura.
—Qué bonito —dice Eli enamorada de Noel. Otra más para el bote.
Abrazo a Noel con mucho agradecimiento. Si él, que es un ángel, cree
tanto en Axel y en su poder de resarcimiento, entonces, tengo que creerle.
—¿Está bien tu marido Janson?
—¿Janson? Queda mejor Eli —apunta mi amiga medio bollera a veces.
Noel deja ir una risita y la mira como si la eligiera como nueva amiga.
—Sí, Janson está muy bien. Los dos los estamos. Ahora, id dentro,
reinas, que ya están todos listos para empezar a grabar. Y no quiero que
penséis en nada más. Ya está el tito Noel aquí para arreglarlo todo.
Sonrío contra su pecho y no puedo rebatirle. Él es de esos hombres que
provocan cambios a su alrededor, y que hacen que todo fluya y funcione
mucho mejor.
Axel sabe rodearse de los mejores amigos siempre. Y son amigos Buzz
Lightyear, de Hasta el infinito y más allá.
Tomo a Eli de la mano, y al final entramos las dos en la villa, donde están
escuchando Pásame la botella.
Yo apareceré en el porche donde sé que están y el espectáculo empezará
de nuevo. Sé lo que tengo que decirles a todos los miembros de la villa. Y
después, tendré un careo personal con Jennifer.
También lo estoy deseando.
Capítulo 15
Eli está tras las cámaras, al lado de Axel, que no deja de mirarme con esa
pasión y ese arrepentimiento que me dejan con ganas de ir a decirle algo y
de asegurarle que todo se puede arreglar. Pero no es el momento.
Mi amiga está estudiando la actitud de las tentadoras con los
concursantes. Es insultante, porque parece un harén. Pero también lo parece
en Villa Chicas. La imagen decadente es la misma en ambos lugares.
Edurne y Adán están hablando tumbados los dos en el sofá circular de
mimbre blanco y colchas azuladas. Debo decir que, desde que Adán explicó
en voz alta lo que pensaba de Julia sobre lo que creía que había pasado con
su deportista representado, se lo cree más, se cree más su versión y, allí,
escuchando las opiniones de todos, se está intoxicando más al respecto,
como si estuviera enfadado con ella y la indignación, ahora sí, lo
sobrepasara y pudiera más que el amor.
Sin embargo, Edurne, no es la que ha estado calentando ese hervido. Por
eso digo que esta chica es de mis favoritas. En vez de eso, ella lo ha
animado a que, antes de hacer o decir nada de lo que se pueda arrepentir,
tiene que hablar claro con Julia. A eso se le llama sororidad y tener bondad
de corazón. No todas las personas saben lo que es eso. Como tentadora, y si
quisiera ganar popularidad, haría por separar a Adán y a Julia, porque tiene
bazas para ello. Pero no tiene mala idea. No le gusta hacer daño.
¿Y quién es la que más caca está metiendo entre ellos? Exacto. Jennifer.
Jennifer que, al estar un día sin Juanjo y no saber dónde se ha ido el tío que
se tiró hace poco, se está intentando meter entre Adán y Julia,
reconociéndole a Adán que no se puede fiar de alguien que trabaja en la
noche en un club tan importante como ese de Madrid, y menos, en el que
vayan tantos deportistas, porque la mayoría de mujeres quieren cazarlos y
sacarles el dinero, y seguramente Julia sea como ellas.
A Julia no le va a gustar nada ver cómo su novio no la defiende ante esas
insinuaciones.
Genio está durmiendo en el chaise longue, dejando que su amiga Rosario
le haga masajes capilares.
Y Carlos le estaba haciendo un masaje en los pies a su nueva diosa que
adorar y admirar. A Carla. Sí. Eli tuvo razón en su valoración. Es un
hooligan, un fan, un adorador. Y es de esos hombres que se dejan anular
porque les es más cómodo que otras les digan qué deben ser o qué deben
hacer, en vez de ser quienes piensen en ello.
—Becca, prepárate... —me dice Axel—. Estás increíble.
Yo carraspeo y lo miro de reojo antes de que me empiece a grabar.
—Oye —esta es Matilde—, ya sabes lo que te toca. Todos tienen que
estar delante. Que vengan todas las tentadoras y explicas lo de Juanjo como
hemos pactado.
—Sí —contesto.
—Venga, vamos a hacer que este desastre de dimensiones épicas acabe
por todo lo alto —exclama Matilde más animada después de nuestra charla
—. Todos saben que la aventura se acaba este domingo por la noche, pero
nadie ha protestado porque van a cobrar lo mismo. El dinero... —arguye
aceptando el sino de su arquetipo que todo lo mueve y todo lo puede.
—¿Eso no era el amor? —pregunto por el pinganillo—. El dinero no
puede comprar el amor.
—Ya, pero es que el amor no compra nada —resume Matilde—. Gana el
dinero. Venga, campeona, obra tu magia.
—Becca —anuncia Axel por la línea de ambos—, entras en tres, dos,
uno...
Asiento, tomo aire y sonrío al aparecer en escena con mi iPad en mano.
—Buenos días, chicos.
Todos se remueven en sus asientos, nerviosos al verme, y me siento como
la madre que entra en la habitación cuando sus hijos se pajean. Es
incómodo. Y poderoso al mismo tiempo.
—Hola, Becca —me dicen todos al mismo tiempo.
—Bueno, chicos, necesito que estéis todos porque hoy es momento de
anunciar y decidir muchas cosas. Llegan el resto de tentadoras que son
figurantes prácticamente porque los chicos ya han elegido a sus tentaciones
hace días. Pero bueno, cuantos más son, mejor se lo pasan, ¿no?
—¿Hoy no traes manzanas? —pregunta Adán.
—Que no las traiga no quiere decir que no haya pecados —contesto al
doble de Brad Pitt—. Si los hay, los veréis en el momento que toque. Hoy
estoy aquí para explicaros cosas muy importantes que han afectado al
programa, pero que nosotros no íbamos a dejar que se pasaran por alto.
Tengo toda su atención.
—Juanjo ha sido expulsado de La isla del Pecado, porque ha cometido el
mayor pecado de todos, y es imperdonable.
La cara de los chicos es un poema. Adán se muerde el pulgar con
nerviosismo, Carlos frunce el ceño porque no comprende nada, y Genio es
el que tiene la expresión más comprensiva de todos.
Jennifer, en cambio, se peina las cejas con sus larguísimas uñas de
Rosalía. Su expresión es de incomodidad y también hastío.
Y pienso: «Te ha salido rana el tentador, guapa. Tienes un OJO pipa».
—¿Juanjo?—repite Carlos sin comprender—. ¿Qué ha podido hacer
Juanjo?
—Juanjo —explico con determinación— decidió ir en busca de
Macarena, después de ver los vídeos de ella sin hacer absolutamente nada.
El comportamiento de este individuo fue del todo inapropiado e inadmisible
aquí, dentro del reality, y fuera de él. Así que hemos tomado las medidas
oportunas para que no vuelva a emitirse ni una sola imagen de él. Es un
tema muy delicado y de tolerancia cero para todos nosotros. Y este es un
programa de entretenimiento, pero también debe reflejar la sociedad, y
lamentamos profundamente que un concursante de este programa haya
querido mostrar esa cara de nuestra realidad.
Oigo el engranaje mental de todos haciendo encajar las piezas. Supongo
que unos se imaginarán una cosa y otros otra, pero no les puedo decir más.
—¿Y Macarena está bien? —Una pregunta así solo la puede hacer Genio,
un tío que ve más allá de lo que hay a simple vista.
Sonrío a Genio y contesto:
—Macarena, por suerte, está bien y disfrutando de unos días
maravillosos en este programa, conociéndose y reencontrándose.
A él le ha afectado saber que ha tenido que convivir con un individuo
como Juanjo, porque ya sabe lo que es. No le hace falta que ahonde más.
Posiblemente, Adán también asume que la falta de más información es
debido a la violencia y a la crueldad de lo sucedido. Él se echa el pelo hacia
atrás y se queda con los dedos entrelazados en la nuca.
Sin embargo, es Carlos quien aún no se cree lo que pasa, porque para él,
Juanjo fue un buen apoyo, o eso se creía.
—¿Y Juanjo está bien? ¿Volveremos a saber de él?
—Es que es corto. Es corto —dice Eli por la línea que comparto con ella
—. Qué bajo ha caído Carla.
Es Carla quien entonces interviene, como si hubiera oído a Eli y dice
algo que me hace sentir orgullosa:
—No creo que quien deba importarte sea Juanjo, Carlos —contesta mi
maravillosa hermana—. No es él. Solo piensa que algo muy fuerte ha tenido
que pasar para que el programa tome esta decisión. Espero que Macarena
esté bien —añade Carla, haciendo que todos digan lo mismo.
—Pero ¿qué ha podido hacer Juanjo con lo buen tío que es? —susurra
Carlos. Carla pone los ojos en blanco y, con su expresión, hace que el
musculitos zampabollos enmudezca.
—Juanjo es un buen tío —anuncia Jennifer—. Seguro que algo tuvo que
ver en los vídeos de su novia para que haya hecho lo que sea que ha hecho.
—Córtala, Becca —me ordena Matilde por el comunicador—. No vamos
a permitir que se le dé más bombo a ese monstruo y menos que alguien
haga apología de nada ni que lo defienda...
—Jennifer, creo que es conveniente que no digas nada más, por tu bien
—aunque, por mí, dejaría que se atragantase con su lengua, porque las
personas así siempre acaban delatándose a sí mismas—. Contigo voy a
hablar ahora a solas —espeto para que se calle. Y lo hace, porque le encanta
tener sus minutitos de gloria y hacerse la importante—. Tú y Juanjo
tuvisteis relaciones y estabais, aparentemente, muy unidos. Chicos —los
miro a todos—, os voy a pedir que nos dejéis a solas. No hay más que
hablar del tema de Juanjo. Cuando tengáis que saber más, se os informará,
pero, ahora, necesito tener una conversación con esta tentadora.
Capítulo 16
Estoy a solas con ella. Con la mujer que está acosando emocionalmente a
Axel y que se está encargando de filtrar todo a la prensa. Y la odio. Ya está.
No soy de odiar, pero a esta chica la odio, porque está desequilibrando lo
que me rodea, y no lo puedo permitir. Así que debo seguir la estrategia que
Matilde, aconsejada por Axel, me ha sugerido que siga con ella. Ya todos
sabemos que es Jennifer una de nuestras enemigas, y como es un objetivo
común, vamos a trabajar codo con codo para dejarla fuera de juego, y que
no quede abrupto en la grabación.
Jennifer tiene una pierna cruzada sobre la otra, estamos sentadas en el
sofá, manteniendo un poco las distancias. Sé que me está analizando. Ella
ya sabe quién soy. Lo noto. Su contacto le habrá enseñado las imágenes del
dron de Axel y mías y, aunque los tentadores y los concursantes se
mantienen ajenos a lo que sucede fuera de estos muros, ella, que es parte
activa del boicot, está avisada de todo. Jennifer es tan poco discreta como lo
son sus tatuajes, y su actitud es díscola y soberbia.
Miro la T con cuervos de su antebrazo y mi estómago se contrae y arde
como si tuviera una úlcera. Sé qué perfil responde al de Jennifer. Sé cómo
debo hablarle para mantenerla a raya y no provocar ninguna escena con
ella.
Pero también sé que es imprevisible y que no entra en razón. Cuando se
le pone algo entre ceja y ceja, no se detiene hasta conseguirlo, y le dan igual
los métodos empleados. Y no solo eso. Jennifer es de las que viola los
espacios personales y de las que no les importa incomodar. Tori tuvo una
buena dosis de ello.
Los fanáticos extremos son expertos amadores, pero también los
odiadores más implacables. Quieren y odian con la misma fuerza.
Jennifer está envenenada de todo lo que ella creía que se merecía de la
gran diva del pop por llevar su club de fans. Porque cuando alguien es algo
de su ídolo, entonces debe tener privilegios, de lo contrario, ¿para qué
llamar la atención? Pero Jennifer lo quiso todo de Tori y detestaba
profundamente a aquellos que la alejaban de su objeto de deseo. Axel era
uno de ellos. Y ahora, se encuentra en un reality en el que puede joder a
todos los que creen que se rieron de ella. Podrá hablar y vivir del recuerdo
de Tori cuanto quiera, porque no hay nadie que pueda desmentir lo que ella
diga. Y el único que puede, que es Axel, no estará nunca por la labor de
hacerlo, porque eso significa aceptar quién es y formar parte de la jungla
mediática.
Y yo no quiero que nada ni nadie le obligue a ser quien no quiere ser.
Jenni se ha bronceado estos días, tiene las uñas pintadas de un verde muy
oscuro y lleva un vestido color lima tamaño Nancy que no cubre ni un poco
su cuerpo de Barbie. Pero eso a ella le da igual. Quiere enseñar, porque
tiene poderío.
Sus labios son gruesos y operados, igual que su nariz. Sus ojos claros, al
menos para mí, esconden medias verdades. Y su tono de voz es imperioso y
a mí me disgusta bastante. Es tan duro como ella.
Aún no estamos grabando. Rebe ha venido a quitarme los brillos, porque
hace mucho calor. Pero enseguida nos vuelve a dejar solas.
—Entre tú y yo —me dice Jenni con una familiaridad que no le
corresponde—. ¿Qué es lo que ha hecho Juanjo exactamente?
Sé que, cualquier cosa que digamos, la va a estar oyendo Axel y también
Matilde. Pero el resto del equipo no, porque Axel ha hecho algo con el
audio. Él sabe de eso, yo no.
—Es una información confidencial que no puedo facilitarte.
—¿Ni siquiera a mí?
Sonrío cuando lo que tengo ganas es de darle un cabezazo.
—¿Qué privilegios tienes tú, Jenni?
—Al menos, he hecho edredoning. Eso es bueno para el programa.
—Entonces, ¿reconoces que te has acostado con Juanjo? Has hecho
bañing, a escondidas, que es distinto.
Ella se encoge de hombros.
—Bueno, algo hay que hacer aquí.
—Además de hablar de Victoria Santana, ¿no? —No debería sacar estos
temas, pero de Jenni no me gusta nada. Es mala—. Debió ser muy
gratificante estar en contacto con una diva tan poderosa como ella.
La morena entrecierra la mirada y se muerde el labio inferior como si le
divirtiera nuestra conversación.
—Me encanta tu pelo —dice de repente.
—Gracias.
—Pero no tienes el estilo de Tori... No sé por qué le gustas a Axel.
Sabe que no la estamos grabando. Sabe que todo esto es Off the record, y
se cree muy lista, pero es muy tonta. Ella no tiene derecho a hablar de mi
vida privada. Además, acaba de revelar que sabe de las informaciones del
exterior, y eso es imposible, si están incomunicados en la villa. Pero ella no
lo está.
—No entres al trapo —me pide Axel por el audífono.
—Entra al trapo con esa perra —contesta Matilde, que lo ha escuchado.
—¿A qué te refieres, Jennifer? —frunzo el ceño. No me va a provocar.
Jenni es pilla y juega al gato y al ratón. Tamborilea sus uñas contra su
rodilla y contesta:
—Conozco a Axel de hace mucho tiempo, ¿sabes? Supongo que te lo
habrá dicho. He visto cómo te mira... Conozco esa mirada.
—No sé de lo que estás hablando.
—Yo creo que sí. Pero, oye, vosotros veréis si lo queréis llevar en
secreto... supongo que no durará mucho, sabiendo quién es él y lo que fue
para Tori... Seguro que, pronto, todo saltará por los aires.
Me humedezco los labios y me imagino a Tori jugando al Juego del
Calamar y moviéndose a la primera de cambio.
—Creo que te tomas confianzas con personas que no tienen familiaridad
contigo, Jenni. Y es incómodo. No tengo nada contra ti, no te conozco y no
sé por qué estás aquí ni de qué casting has salido —Jenni da un respingo.
Oigo a Matilde reírse por el pinganillo—. Pero creo que meas fuera de
tiesto. Aunque, como concursante —reconozco con naturalidad y sin darle
la importancia que ella cree que tiene—, no lo estás haciendo mal. El
problema es que no has tenido buen juicio en tu elección —sonrío de oreja
a oreja—. Empezamos a grabar. ¿Estás lista?
A Jenni no le ha gustado en absoluto lo que acabo de decirle. Entiendo
que es una mujer que no está acostumbrada a que nadie le diga que ha
hecho algo mal. Es una mujer que no confía en los demás, que no sabe
desarrollar empatía y es poco flexible, muy soberbia, caprichosa y déspota.
Ese es mi perfil de Jenni y sé que no erro en nada.
Y también estoy segura de que me odia. En su mente ya me odia porque
la he desafiado y le he dicho que no ha hecho las cosas bien y eso es un
duro golpe para su ego.
—Entras entres, dos, uno... —susurra Axel.
—Jennifer, ¿cómo estás?
En el preciso momento en que entramos en directo, la despampanante y
tatuada mujer se recompone de nuestra conversación y adopta su papel.
Como sé quién es y qué pretende hacer creer que es, entiendo su expresión
afligida y preocupada por la ausencia de Juanjo. Va a hacer creer a la
audiencia que está enamorada de él.
—Estoy triste porque no sé nada de Juanjo y no sé por qué no ha vuelto a
la villa.
Parpadeo fingiendo misericordia y compasión hacia esa chica.
—Jennifer, Juanjo no va a volver a la villa. Como sabéis, ha tenido una
expulsión disciplinaria, y lamentablemente, eso ha tenido un daño colateral
contigo, porque te has quedado sin la compañía del hombre que habías
elegido.
—Él me había elegido a mí también —asegura con aires de grandeza.
—Claro, claro... Bueno, estoy en la obligación de hacerte esta pregunta:
¿Quieres continuar en el programa o quieres ir en busca de Juanjo?—Sí,
que lo vaya a buscar a la cárcel que es donde ella también tiene que estar, o
en un centro de salud mental.
Ella medita la pregunta pero, por su manera de mover los ojos, sé que
tiene una respuesta más que meditada y mascada. Y eso me demuestra lo
que ya sabemos: que está en contacto con alguien que también le facilita la
información.
—Lo cierto es que me gustaría quedarme. Con Juanjo he sentido cosas...
pero también siento mucha conexión con Adán. Desde que Juanjo ha
faltado, él ha sido mi gran apoyo.
—Pero, Adán... ha elegido a Edurne como tentadora, ¿no?
—Bueno, creo que lo hizo porque yo me había fijado en Juanjo.
Madre mía el ego gigantesco de esta chica. ¿Cómo puede caminar con
todo ese peso y no caerse?
—Entonces, ¿cuál es tu decisión, Jennifer?
—Como diría la gran Tori Santana —La cabrona la va a parafrasear en
mi cara. Jenni queda declarada como enemiga pública número uno—: Una
verdadera Reina convierte el dolor en poder. Me quedo para demostrarme
que soy más fuerte de lo que me ha pasado con Juanjo, y para demostrarle a
Adán que soy su Reina.
—Pero ¿cómo se puede ser tan ridícula? —exclama Matilde con tono
incrédulo.
—No la desafíes —ad vierte Axel—. Puede serlo más.
—Maravilloso —contesto con mi voz más plana—. Entonces, lo que
haremos ahora es reunirnos con todos aquí de nuevo, porque hoy toca que
los concursantes elijan a las tentadoras con las que se quieren ir al fin de
semana del pecado.
Jenni no contaba con una posible eliminación tan pronto. Veo cómo su
rictus victorioso se torna un poco más zozobroso. Nadie la avisó. Y mi
Reina de las Maras interior lo disfruta con gozo.
Porque a mí me da igual cuál fuera el lema de la perra de Satán de
Tori, y menos me importa el de Jennifer. Sé que cualquier Reina pierde ante
una Reina de las Maras.
Capítulo 17
Lo veo perfectamente.
Veo el móvil de Jennifer impactar contra la cara de Axel, tan
violentamente que él choca contra la pared que tiene detrás. Jenni sale por
la puerta corriendo y me ve a mí.
Tiene la cara desencajada, la mirada de loca y está muy enfadada.
—¡Tú, pelirroja —me recrimina. También me quiere pegar—, con tus
aires de superioridad y de...!
¡Zas!
Le acabo de cruzar la cara con un bofetón tan fuerte que me duele hasta
la muñeca. A mí es que ha llegado un punto en que, si me presionan y me
ponen a prueba, respondo.
Se le han saltado les pestañas postizas del ojo izquierdo del guantazo que
se ha llevado y se ha caído hacia el lado y ha rebotado en la cama.
—¡Como te acerques a mí, te reviento! ¡¿Me oyes?! —digo desmandada.
Agarro la almohada de la cama y empiezo a darle con ella con toda la
fuerza de la que soy capaz—. ¡Que estoy muy loca, eh! ¡Mu loca! —¡Plas!
¡Plas!—. ¡Que no estoy para estas cosas! —lanzo la almohada al suelo y
señalo a Jennifer, indignada con ella y con su actitud—. ¡Que tengo
ansiedad, tarada!
Jennifer se ha hecho un bicho bola y ahora está levantando las manos,
como si se hubiera quedado indefensa.
—¡Sabemos que has sido tú quien está filtrando información y todo lo de
Axel a la prensa! ¡Se te va a caer la peluca, guapa!
Jenni me mira horrorizada. Posa su mano en su mejilla enrojecida y
exclama:
—¡No tenéis pruebas!
—Las tenemos todas, estúpida —Axel tiene el móvil de Jenni en la mano
y un corte que le sangra en la mejilla. El móvil lanzado como un proyectil
puede hacer eso, por lo visto—. Y tenemos a otra persona haciéndose cargo
de tu receptor. Ahora mismo va a detenerlo.
—Eso no puede ser... —dice asustada.
—Sí lo va a ser —replico yo.
Axel me sonríe y yo me alegro de verlo bien. Me da pena porque sé que
se le va a hinchar la mejilla y eso va a necesitar unos puntitos a lo mejor.
Me apetece pisarle la cabeza a Jenni por intentar malograr el rostro de mi
casi exnovio.
—Ya no puedes hacer nada, Axel—espeta Jenni de rodillas en el suelo y
con medio cuerpo apoyado en el colchón—. Ya está, la información ya se
ha pasado. Todos van a saber que estuviste con Tori Santana y que creíste
que murió en aquel accidente de coche embarazada de tu hijo, pero en
realidad era de tu padre —Jenni se echa a reír como la desquiciada
sociópata que es.
Abro la boca consternada por eso. ¿Cómo va a filtrar algo así? Además,
que eso no es así. El padre era desconocido.
—Eres una perra mal informada —digo furiosamente.
—Y tú siempre vas a ser el segundo plato de Axel —me contesta Jenni
—. El primero siempre fue y siempre será Tori Santana. No le llegas ni a la
suela de los zapatos.
—Bueno —me encojo de hombros. Sé muy bien cómo llevar una
discusión con alguien como Jenni y nunca entraría al trapo con ella—, eso
no me preocupa, casi nunca llevaba zapatos y creo que hacía los conciertos
descalza.
Si Jenni tuviera una espada entre las manos, ahora mismo intentaría
ensartarme con ella.
—Necesitas urgentemente terapia, Jenni.
—¡Yo no estoy loca! —grita lanzándome un cojín.
—No tienes que estar loca para hacer terapia. Con que estés un poco
desequilibrada y te cueste identificar lo que está bien de lo que no, es
suficiente.
Axel levanta la mano para que me calme. No quiere que hable, no quiere
que me involucre más con Jenni.
—Han tenido que pagarte muy bien por hablar, Jenni —interviene él
acuclillándose frente a ella—. Lástima que tengas que devolverlo todo para
pagar la multa por revelación de secretos y, quién sabe, por intento de
agresión —se señala la mejilla—, conspiración, violación del derecho a la
intimidad e incumplimiento del contrato laboral —enumera Axel—. Pero, si
me dices quién te ha mandado hacer esto y quiénes estáis en el ajo, tal vez
tu condena no sea tan grande. Ya estás fichada por desobediencia civil,
acoso, intento de agresión y persecución. ¿Te acuerdas? Tuviste lo tuyo con
Tori. Te metiste en problemas.
—Sí, me acuerdo —contesta la morena entre dientes.
—¿Qué crees que te pasará cuando se le añadan estos delitos a tu
expediente? Ya sabes lo mal que se pasa en la cárcel, Jenni—Axel se limpia
la sangre de la mejilla con el dorso de la mano—. Todo esto también podría
salir en la prensa, ¿sabes? Y toda la fama que quieres conseguir, se
esfumará de un día para otro.
Ella se frota las sienes. No comprende cómo la jugada maestra que solo
veía en su cabeza, le ha salido mal. Eso les pasa a este tipo de personas; no
solo no creen que puedan equivocarse, tampoco creen que algo les pueda
salir mal.
—Sin embargo, si me ayudas y me explicas quién te envió aquí y por
qué, y cuántos estáis aquí como infiltrados, podría ayudarte a reducir la
posible condena que te va a caer encima.
Jenni apoya la espalda en el colchón y nos mira a ambos con los ojos
entornados y desanimados.
—No he hecho nada malo.
—Jenni, has firmado un contrato de confidencialidad que has incumplido
de muchas maneras. ¿Qué te pensabas? ¿Que no íbamos a darnos cuenta?—
Axel actúa con ella como si fuera una niña pequeña. Me fascina su
comportamiento. La conoce, sabe lo que hizo, sabe lo que le está haciendo
y entiende cómo la tiene que tratar. Y no es terapeuta como yo—. Dime
quién está detrás de lo que estás haciendo, quién te ha pedido que lo hagas
y, si me ayudas, después podré mediar para que no tengas que pagar
demasiado a cambio. Podré hablar con el jefe para que te rebajen el castigo,
Jennifer. Porque yo sí conozco al jefe. Y sí tengo poder.
—¿Y por qué iba a fiarme de ti? ¿Por qué tengo que decirte nada?
—Porque ya lo has perdido todo con todo lo que tengo grabado, con
audios y con pruebas. Si me ayudas, no tienes nada más que perder. Solo
ganar. Ganar más tiempo para ti, ganar menos condena —enumera alzando
sus dedos— y puede que evitar pagar tanta multa por tu delito. Que no lo
olvides —remarca con mucha inteligencia emocional—, es delito. Esto no
es un juego. Además, al segundo activo, a tu receptor, también lo tenemos.
Si no me ayudas tú, él te delatará. Pero si lo hace él, yo ya no tendré ganas
de echarte una mano. —Se encoge de hombros.
Jenni lo mira a regañadientes. Se sabe cazada, entiende que tiene que
vender su piel y su orgullo se revuelve ante la idea. Pero si es lista y capta
que el tono de Axel no va de farol, colaborará.
La chica se frota la cara con las manos y al final, dejando ir el aire entre
los dientes, dice:
—¿Qué quieres saber?
Axel sonríe y desvía su mirada hacia mí. Yo asiento satisfecha por su
trabajo de persuasión.
—Todo. Lo quiero saber todo, desde el principio.
¿Quién te ha contratado? ¿Para qué? Y con quién más colaboras. Todo.
Y, espero que no me mientas. Porque si hay mentiras, ya no hay privilegios.
¿Entendido?
—Sí.
Axel abre la mano con la palma hacia arriba y añade como un Principe:
—Empieza.
Capítulo 19
Villa Chicas
Paso por maquillaje, Rebe me pone un poco de colorete y brillo en los
labios y, cuando acabo de pasar por sus manos, es Matilde quien se planta
delante de mí con el micro y los auriculares colgados en el cuello y su iPad
de funda negra entre las manos.
—A ver, lisensiada —me muestra la pantalla del iPad—. Vas a tener que
grabar una secuencia con Julia.
Miro la imagen del iPad. Está ella hablando con Faina y Macarena,
pidiendo urgentemente un cara a cara con Adán. La bonita morena parece
desgastada emocionalmente. Desde que vio en la noche de cine lo que su
novio pensaba de ella, se me ha venido abajo la pobre. Y ahora quiere
dejarle las cosas claras.
—Es una de nuestras favoritas —continúa Matilde preocupada—. Está en
bucle.
—¿Esto es de ahora?
—De ahora mismo.
—Ya me extrañaba, he estado viendo el visionado de secuencias
importantes de las villas y no he visto esto.
—Normal, aún no había pasado. Mira, creo que va a poner en su sitio a
Brad Pitt. Vas a tener que hablar con ella para aclararlo. ¿Y Eli? —pregunta
mirando a su alrededor—. Ha pedido ver a la terapeuta.
—Pues no lo sé —contesto—. Pensaba que estaba aquí —quiero
identificar a mi beldad rubia entre el gentío laboral, pero no la hallo.
—Bueno, a ver si llega antes de que hables con Julia. La necesita. Ya nos
queda poco —me ofrece el puño y yo se lo choco —. Unas cuantas escenas
más de grabación, y después dejamos que el finde del amor haga su magia.
Solo tres días.
—Solo tres días —sonrío.
—Y a la mierda el amor, pero a cobrar pasta —me guiña un ojo.
Es verdad. Cada vez queda menos, y los conflictos en las villas no están
ni mucho menos cerrados. Es más, ahora mismo, de la única pareja que sé a
ciegas que van a seguir juntos, son Faina y Genio. Los demás, están en
loading. Incluso Axel y yo.
—Entras ya, señorita Becca —me anuncia Chivo por el pinganillo, detrás
de la cámara principal que enfoca al porche.
Alzo el pulgar, y me dirijo a visitar a las chicas. Tengo ganas de verlas.
Incluso a Martina. Sé, por los visionados, que ha tenido una noche de sexo
con Siseo. Y que continúa ridiculizando a Carlos con sus comentarios.
Espero que el karma exista para ella.
Faina y Nene se lo están pasando bien, sin cruzar ningún límite que
pueda ofender a Genio. Y, además, Macarena y Quentin se están acercando.
Maca no va a hacer nada con él. Es una mujer dañada, maltratada y tiene
muchísimo que sanar. Pero creo que está viendo en Quentin a un amigo que
nunca ha tenido, entre otras cosas, porque Juanjo no se lo permitió y la
apartó de todos.
Julia tiene buena relación con Naim, pero sé que no siente nada por él.
Esa mujer está muy enamorada de su novio, lo quiere con toda el alma, pero
está muy dolida.
Empatizo con ella porque yo estoy un poco igual. Por eso me sabe tan
mal verla así. Porque cuando se sienten tantas cosas hacia una persona,
cualquier afrenta duele como una puñalada.
Cuando llego al porche, tengo muy claro que todos los tentadores que
sobran y que no tienen donde rascar se van a ir. Y sé que las chicas se van a
quedar con Siseo, con Nene, con Quentin y con Naim.
Hablo con ellas, y las cuatro confirman mis sospechas y eligen a sus
cuatro tentadores que, al fin y al cabo, son los hombres que eligieron desde
el principio.
Ninguna los cambió. Lo mismo sucedió en Villa Chicos. Aunque es
cierto que este programa iba para dos semanas y se acortó a una y nunca
sabremos lo que podría haber pasado de haber sido más largo.
Les digo a los chicos lo mismo que a las tentadoras. Que deben
abandonar la villa inmediatamente. Y lo hacen, aceptando su derrota y
también su dinerito en cuenta, que no es poco.
Las cuatro chicas, entre las que está Faina como la reina de la casa que
no dudé en ningún momento que se convertiría, me miran expectantes.
Esperan ver imágenes de sus parejas, excepto Maca.
Maca no sabrá nada más de Juanjo. Ni falta que le va a hacer.
—Chicas, sabéis que mañana os vais de fin de semana con vuestros
tentadores. ¿Estáis convencidas de eso?
—Sí —contestan las cuatro.
—¿Y confiáis en vuestras parejas o dudáis?
—Yo sigo confiando en Genio al mil por mil, Becca. No dudo que me va
a respetar. Y si no, pues parcelita en el cementerio para él.
Abro los ojos como platos, y ella se echa a reír.
—Es broma. Jamás lo enterraría —rectifica muy seria—. Lo quemaría.
—Ahora lo has arreglado —musito con ironía.
—Saben que no hablo en serio —asegura mirando a cámara. Pero la
manera de hacerlo es cómica y nadie la creería.
—Yo sé que Carlos me va a ser infiel —dice Martina—. Porque si ha
visto mis imágenes, él querrá hacer lo mismo. No tiene personalidad, quiere
hacer todo lo que yo.
Qué huevos tiene, pienso. Es una tóxica de libro. Pero de las de verdad.
—Claro, porque eso de creer que Carlos pueda estar dolido y decida
conocer a otra, después de lo que ha podido ver de ti, como que no, ¿no,
Martina? —sugiero.
—No va a encontrar a nadie mejor que yo —sentencia echando los
hombros hacia atrás y sonriendo a todas, como si necesitase que le dieran la
razón.
—¿No va a encontrar a otra infiel? —pregunta Faina. A mi amiga hace
rato que le da igual cómo pueda sentarle a Martina su tono. No se caen bien.
—No. No soy infiel.
—A ver —sacudo la cabeza como el muñeco de Elvis—, un poco sí...
—Si he hecho lo que he hecho, es para que espabile y para que vea que
necesito más, y entienda que me puede perder en cualquier momento. Yo no
siento nada por Siseo. Quiero a Carlos. Pero se tiene que poner las pilas.
Faina resopla.
—Hay que joderse —murmujea Fai entre dientes. Intento calmar los
ánimos y dirijo la atención a Maca, que tiene mejor cara, porque cualquier
cosa es mejor que estar al lado de un maltratador, aunque la separación
cueste.
—Maca, ¿cómo estás?
—Estoy tranquila —asegura la menuda morenita de ojos marrones claros
—. Recuperándome. Sabiendo lo que no quiero en mi vida y lo que me
gustaría tener a partir de ahora.
Sonrío con orgullo. Esa es mi chica. El camino va a ser muy largo, pero
el valor y el apoyo lo va a tener siempre.
—Cuesta quererse, ¿verdad? —pregunto emocionada.
—Estoy aprendiendo, Becca —asiente con timidez.
—¿Puede ser que Quentin te esté ayudando a recuperarte y a comprender
lo que te ha pasado?
—Quentin es algo inesperado para mí. Es un amigo que nunca me he
permitido tener. Y me está ayudando. Igual que ellas —toma las manos de
Julia y Faina—, que son un regalo y un ejemplo para mí. No estoy ni cerca
de estar bien —asume—. Pero, pase lo que pase, siempre estaré agradecida
a la Isla del Pecado por lo que me ha enseñado y por las personas que me ha
traído.
Los discursos de empoderamiento siempre me emocionan, sobre todo si
son tan de verdad como el de ella.
—¿Y tú Julia? ¿Cómo estás?
—No estoy bien —contesta muy seria. Ha estado llorando mucho. Su
dolor es muy intenso—. Lo he estado pensando... la isla —traga saliva
acongojada—... me ha hecho ver algo que no estoy dispuesta a aceptar, y
que me ha desengañado mucho. Y antes de pasar al fin de semana, me
gustaría un cara a cara con Adán. Tengo algo que decirle.
Madre mía. Espero que no rompan. No quisiera ese desenlace para ellos.
—¿Estás segura de lo que me pides?
—Sí. Sé lo que quiero hacer, pero no me voy a quedar callada con esto —
posa su mano sobre el corazón en el pecho. Ya está bien.
—Entonces, si es tu deseo, comunicaré tu decisión a Adán y tendréis un
cara a cara antes de la prueba de esta noche.
—Perfecto —contesta alzando la barbilla.
—Vamos, amiga —Faina rodea sus hombros con uno de sus brazos—.
Todo va a salir bien. Ya verás. Todo se arreglará.
Julia está desanimada. Y sé por qué.
¿Cómo va a hacer cambiar de opinión a alguien que está acostumbrado a
pensar así durante tanto tiempo? Me gustaría decirle que yo tuve esas
mismas dudas. No es fácil conseguirlo. Pero solo la paciencia, la confianza
y los hechos consiguen atenuar esos comportamientos.
Le pasó al hombre más duro que conozco, y que me ha robado el
corazón, aunque a veces me lo maltrate.
Capítulo 21
El sol tiñe de luz las villas. Las palmeras apenas se mecen, el mar está
calmo y el tiempo parece detenerse en este lugar que es El Paraíso.
En Villa Chicas, hace nada que ha llegado Eli, y está siendo grabada en
solitario hablando con Julia para saber el grado de ansiedad que tiene y si se
la puede tranquilizar de algún modo.
Estoy observando a Eli mientras trabaja, y parece agotada. Creo que se
ha dado un hartón de llorar o algo a escondidas. Lo noto en el brillo de sus
ojos, en su vulnerabilidad.
Ya no me hago esperanzas. Creo que lo que sea que tenga que ser entre
ella y mi hermana será, pero solo espero que no nos duela.
Ha estado media hora hablando con Julia y ha hecho un trabajo
encomiable.
Le ha recomendado que hable con Adán desde el amor, no desde el
rencor. Que sabe que la herida de la traición y la desconfianza cuesta
muchísimo de sanar, pero que es ella quien tiene la sartén por el mango, y
que ha llegado el momento de decirle a Adán lo que no le dijo antes por
miedo a ponerlo en un compromiso laboral. A veces, protegemos a los
demás sacrificándonos nosotros mismos, y sin saberlo, nos estamos
haciendo daño.
Cuando Eli ha llegado hasta mí, después de su secuencia, primero la he
felicitado por su profesionalidad, pero después le he preguntado
inmediatamente:
—¿Dónde estabas?
—En Villa Chicos —ha contestado con total normalidad.
—No te he visto. Te he buscado con la mirada para que viniéramos
juntas.
—Pues estaba ahí. A lo mejor no me has visto porque estaba visionando
tus planos y estaría detrás de alguna cámara —se ha encogido de hombros y
me ha animado a tomar un Evoque para ir a nuestra villa.
Eli y yo nos hemos vuelto en coche juntas, y justo cuando tomábamos el
desvío a nuestra mansión, Eli le ha pedido al conductor que nos vuelva a
llevar a la farmacia Giselle.
—No me mires así—me recrimina—. Yo no puedo estar con esta duda de
saber si estamos embarazadas o no. Vamos a pedir otro test.
Así que llegamos a la farmacia. Nos bajamos con nuestros vestidazos de
gala y nos encontramos a la dicharachera farmacéutica, revisando algo en la
pantalla de su ordenador. No puede evitar repasarnos de arriba abajo cuando
nos ve llegar. Se baja las gafas y nos estudia por encima de la montura rosa.
—Vamos a ver, corazones. ¿Preservativos?
Eli me da un codazo y mira a la farmacéutica como si quisiera asesinarla.
—¿Por qué íbamos a querer preservativos?
—Todas necesitan preservativos.
Me parece que se ha pensado que somos putas.
—No queremos preservativos —anuncio—. Vine hace unos días a por un
test de embarazo. ¿Me recuerda?
—¿Ven como necesitan preservativos? —asiente. Se cree que tiene razón
—. Háganme caso. La hija de la Jaqueline salió igual que vosotras pero con
menos suerte. Ya está embarazada de dos. Pero no es de extrañar, no tiene
muchas luces. El otro día vino y me pidió sexo oral. Y lo que quería era
suero oral.
—Señora —la interrumpo sin paciencia—. Creo que hay un error. No soy
puta. No sé quién es Jacqueline.
—¿Y ella?—mira a Eli con muchas dudas.
—Ella tampoco conoce a Jacqueline —respondo.
—Pero sí soy puta—contesta la tarada de Eli—. La más puta de todas —
añade provocándola.
—Eli, para. No, ella tampoco lo es. ¿Me puede dar otro test de embarazo,
por favor? —A ver si se da vidilla—. El que me dio no deja nada claro. No
sé si estoy embarazada o es hepatitis —bromeo.
—Voy a ver si me quedan. —Se da la vuelta y entra al despacho.
Acaban de entrar tres clientes más.
Me temo lo peor, ya verás. Es una señora con su hijo que tiene un
mostacho que ni Cantinflas. Tendrá unos dieciocho o así.
Y tras ellos, un señor mayor con el pelo blanco y la cara curtida. Le baila
la mandíbula constantemente y no deja de mirarnos a Eli y a mí. El niño
también. Y la señora. Aquí, si vas muy arreglada y con estos vestidos y este
maquillaje, ya creen que formas parte de la plantilla de algún local u hotel
para señores. Que supongo que habrá muchos por aquí también.
La farmacéutica sale con una cajita y cuando ve al señor lo señala y le
dice:
—Ronaldo, no pienso darte más papeles de reclamaciones, ¿me oyes?
—Me he quemado los ojos por tu culpa. ¡El colirio me hizo mal! —es
muy mayor. Debe tener ciento diez años más o menos.
—Ronaldo —pone los brazos en jarra—, no hagas que me enfade. ¡Te
equivocaste de bote y te echaste alcohol de 96! Si te echas el colirio que te
di, te curarás. Además, tampoco veías antes, señor.
El viejo no parece muy convencido. Nos mira de nuevo y nos señala con
el pulgar.
—¿Amigas de la Jacqueline?
—Míralo, que para eso sí que ve bien —espeta la farmacéutica.
—Qué disgusto debe llevar la madre de Jacqueline —la señora del niño
se santigua—. Salió puta pero con poca suerte.
La farmacéutica no responde y eso que ha repetido el mismo discurso. Se
encoge de hombros.
—No somos putas—mascullo con ganas de hacerles beber Evacuol a
todos.
—Tengo prisa—dice la otra señora—. ¿No tendrás Dalsy? —posa sus
manos sobre los hombros del muchacho que lleva una camiseta de Mickey.
—¿Dalsy pa quién? ¿Pa él? —señala al niño.
—Sí.
—¡Pero si parece que va a entrar en la univelsidad! —exagera mucho.
—Tiene cinco, ya te lo dije, pero es goldo.
Miro al techo y resoplo. A Eli le está dando un ataque de risa. Todo
perfecto, como siempre.
—Yo una vez tuve una novia holandesa con su pelo rojo —dice Ronaldo.
Le devuelvo la mirada por encima del hombro.
—Le pagaba muy bien —asegura el viejo.
—Señor eso no es tener novia —le contesto.
—Ella es la Reina Puta —contesta Eli haciendo callar al viejo y
provocando que la señora tape los oídos a su hijo medio señor—. Usted no
puede pagarle. Nadie puede. Es la mejor.
—¿Y tú cobras? —El abuelo siente interés por Eli.
—¿Yo? Yo solo hago tríos. A veces con ella, otras con su hermana. No
sé, estoy en ese momento raro de la vida... —le guiña un ojo al viejo y a
este se le mueve tanto la mandíbula que se muerde la lengua.
—Eli, para —le pido riéndome con muchos nervios.
—Solo me queda este test —anuncia la farmacéutica sacudiéndola
delante de mí—. No tiene por qué darte problemas.
—El otro me salió mal—le repito.
—Toma, llévate este y no me pagues. Por el otro que dices que te salió
mal. —No se lo cree—. Pero vete ya, que al niño, de veros, le está saliendo
barba y a Ronaldo le va a dar un ataque y no puede comprar más Viagra.
—No, le pago —insisto.
—Te he dicho que no, mujer.
—Eso —Eli acepta la caja y me aparta del mostrador—. Que ya tienes
suficiente sin saber quién es el padre después de la última orgía.
Salimos de esa Farmacia riéndonos de lo sucedido, pero con serias dudas
de que el test que me ha dado sea de buena calidad.
Al menos, no me lo ha cobrado.
Aunque todos sabemos que hay regalos que salen muy caros.
Capítulo 22
Cascada Limón
—Becca, entras en tres, dos, uno... —me anuncia Axel por el diminuto
pinganillo.
—En Cascada Limón —digo después de saludar a Maca, Julia, Faina y
Martina y a sus respectivos, los cuales llevan todos cascos protectores en la
cabeza—, es donde vais a demostrar si os atreveríais a dar un salto de fe
con ellos. Cascada Limón prueba vuestra valentía, vuestra confianza y
vuestro coraje. Se trata de un salto de fe. La vida está llena de saltos de fe, y
este es el más literal de todos. El salto, como veis —digo abriendo los
brazos y mirando hacia abajo desde la plataforma. La verdad es que
intimida—, es hermoso, en medio de la selva tropical de Samaná. Cincuenta
metros más abajo, os esperan las aguas turquesas y cristalinas de su piscina
natural. Las paredes de la cascada, son un muro de piedra natural recubierta
de helechos. Cuando saltéis, quienes se atrevan a saltar —aclaro—, tenéis
que controlar bien la distancia para no golpearos. ¿Queda entendido?
Las cuatro parejas asienten sin más.
Faina tiene una sonrisa nerviosa que a mí también me hace sonreír. Lleva
un bañador amarillo estampado con sandías. Y está roja como un tomate,
porque la loca nunca se acuerda de ponerse protección. Parece una guiri
inglesa.
—Faina, ¿estás bien?
—Muyaya ... tengo más miedo que Eduardo Manostijeras en su primera
paja.
Matilde me deja sorda con sus carcajadas. Entonces, pienso: «eso lo van
a tener que cortar».
Pero Matilde aún riendo, deja clara su postura:
—Eso va para los anuncios del programa. Perfecto, asumo.
—Bien, como os he dicho —continúo con la introducción—, tenéis que
hacer el salto en parejas. Es una competición. Quien mejor lo haga, se
embolsará 2500€ por cabeza.
A ellos, esta prueba no sé si les importa mucho por el dinero. Por lo que
oigo, Martina y Siseo, que son los guerreros competitivos, quieren, pero
tienen miedo a lesionarse. Ambos se dedican a sus cuerpos y no quieren
hacerse daño.
Julia y Naim están hablando, riéndose entre ellos por culpa de los
nervios. Naim ha hecho piscina, y ese cuerpo lo sabe. Tal vez, sepa también
hacer saltos de este tipo, pero con trampolín. Sin embargo, Julia no. Julia
dice que lo más cerca que ha estado de hacer acrobacias en el agua es en el
Aquagym.
Y Maca y Quentin están de acuerdo en saltar juntos.
Sin estrategia, sin nada, solo saltar.
—¿Estáis dispuestos a saltar? —les pregunto.
—Sí, más o menos —contestan con la boca pequeña.
—¿Quién es el primero?
—Nosotros —dice Faina agarrando a Nene de la mano y golpeándose el
pecho—. Vamos a ganar.
Verás tú.
—Bien. Adelantaos en la plataforma y, cuando yo diga «ya», os lanzáis.
Nene y Faina están dialogando sobre cuál es el mejor salto para llevarse
los 2500€. No lo tengo muy claro, ni ellos tampoco.
Faina tiene el casco torcido. Nene se lo coloca bien como un caballero.
Yo no entiendo nada, pero lo que veo a continuación no me deja
tranquila.
Nene ayuda a hacer el pino a Faina. La sujeta por los tobillos y Faina
mantiene bien ancladas las manos en el suelo de la plataforma. Los pies de
Faina le llegan por el pecho, porque son como el punto y la i.
—Por favor, no arriesguéis ... —sugiero cubriéndome la boca con las
manos—. Cuidado. La seguridad es lo primero.
—¿Están los buzos abajo? —pregunta Axel preocupado por el pinganillo.
—Sí —dice Matilde.
—Se van a desnucar. Que los médicos estén listos —ordena él.
—Ya lo están.
—¡Vamos, Nene! ¡Arranca la camioneta! —Grita Faina.
Nene asiente. Faina posa las manos en sus empeines. Él se ubica bien en
el límite de la plataforma y se deja caer hacia adelante como si se tirase de
cabeza, pero con Faina invertida y agarrándose a sus tobillos.
Se han pasado mi orden de saltar a la de «ya» por donde han querido.
Yo no sé en qué cabeza cabe que, sin practicar y sin ser profesionales, se
vean capaces de hacer un salto así.
No quiero mirar. Pero miro.
El salto iba bien, hasta que el peso muerto de ambos en el aire, y la
gravedad, hacen su trabajo. Faina se desliza hacia arriba y vuelve a
agarrarse como un koala al fornido y gigantesco cuerpo de Nene, de forma
que su cara queda aplastada en los testículos de Nene y la cara de Nene en
todo el potorro de Fai, y hacen un sesenta y nueve aéreo que saldrá en todos
los programas de zapping.
—¡Er... ó... nimoooo!
Oigo el eco del grito de Faina, y después... silencio y...
¡PLAS!
Han caído al agua. Me asomo para ver si emergen sus cabezas... los
buzos están a su alrededor ... y se parten de la risa. Aunque lo disimulen.
La que se está muriendo ahogada de verdad es Matilde.
—¡Impagable, coño! ¡Esto es impagable! —dice luchando por tomar aire.
Yo temo porque le dé otro ataque de cataplexia.
Veo salir a Faina y a Nene, y ella alza el puño como diciendo: «somos los
mejores y hemos ganado». Menudo espectáculo.
Intento aguantarme la risa cuando miro a las tres parejas que quedan para
dar el salto. Pero ellos hacen todo el trabajo por mí, me lo ponen fácil.
Están doblados, carcajeándose. No pueden más.
Yo tampoco.
Me limpio las lágrimas de las comisuras de los ojos.
Debo continuar conduciendo el programa.
—Bien, ¿quiénes van a ser los siguientes en saltar?
Capítulo 25
Cuando salgo del agua y cojo aire, noto que me ha entrado media piscina en
el oído derecho, pero abro los ojos, consciente y viva, ajena a los gritos a
nuestro alrededor, ajena incluso a Faina y a Eli que han entrado en el agua
corriendo al verme caer desde tan alto, o ignorando también a mi hermana
que, aunque forme parte de la otra tanda, lo ha visto todo desde arriba y, sin
pensárselo, se ha lanzado a rescatarme.
Todo me da igual, agradezco la preocupación, pero mi mente solo está
buscando un objetivo. Y este aparece ante mí, con sus ojos verdes clavados
en mi cara, buscando posibles cortes o heridas y asegurándose que yo estoy
bien, poniéndome siempre antes que él.
—¿Becca, estás bien? ¿Te has hecho daño?—me sujeta de los brazos—.
¿Tienes algún corte o un golpe o algo?
Yo escupo agua por la boca, me aparto el pelo rojo de la cara y asiento
sin fuerzas para contestar.
—Estoy... estoy bien.
Quisiera abrazarlo ahora mismo, muy fuerte. Y quedarme unida a él todo
el día. Lo haría si él se sintiera cómodo con las muestras de cariño y con
quién es y con aceptar que él y yo estamos juntos. Me escuecen los dedos
de lo mucho que lo necesito tocar en este instante.
—¿Seguro?—Axel se acerca a mí y me rodea la cintura con uno de sus
brazos.
—S-sí —contesto recordando la caída—. S—se ha roto la plataforma—
explico tartamudeando. No tartamudeo, es que estoy temblando.
—Lo he visto.
—N-nadie más puede saltar desde ahí.
—Lo sé.
—¡Becca! —grita Matilde entrando en el agua—.
¡Quitad esa plataforma de ahí! —ordena histérica.
—He p-perdido el pinganillo.
—No pasa nada, yo también —contesta Axel calmándome—. Tranquila,
tenemos más.
Carla acaba de llegar hasta nosotros. Ella siempre ha sido una excelente
nadadora.
—¡Eh! ¡¿Estás bien?! —dice Carla echándose la mano en el pecho—...
me he dado un susto de muerte al verte caer.
—¿Y has saltado? —le pregunto con voz trémula.
—Sí.
—¿Con Carlos? —lo busco a ver si lo veo. A ella el golpe bajo le ofende.
—¿Tú también, Bec? —me mira con frustración—.
¿Desde cuándo necesito a alguien para saltar al vacío?
—Carlos no ha saltado porque le da miedo —explica Eli llegando hasta
mí en un santiamén. Dice lo que dice sin sentir ni una pizca de
arrepentimiento—. Es un Tarzán de AliExpress.
Tras Eli está Rebe que, cada vez que la veo, gana centímetros de cercanía
con Eli, como en el juego de Un, dos, tres ... pica pared. Y, a final, voy a
tener que empezar a sospechar.
—Los médicos ya vienen —anuncia la de maquillaje.
Y es matemático. Eso es algo que mi hermana siempre hace cuando hay
algún hombre o mujer cerca de Eli. Los escanea, para asegurarse de que no
tiene que marcar territorio.
Pero es lista. Es intuitiva como yo. Y en cuanto ve a Rebe y en cómo se
ubica cerca de Eli, algo en ella se le dispara. Sus ojos verdes se fijan en la
maquilladora y en el tipo de energía que emite hacia Eli. Y no le gusta. Sea
lo que sea, no le gusta. A mi hermana le va bien que entienda que a lo que
ella está jugando en esa villa, Eli también lo sabe jugar. Y no solo lo sabe
jugar, siempre ha sido la mejor.
—Estoy bien —digo para sosegar los ánimos de todos.
—¿Seguro, Bec? —insiste Eli—. Los médicos os van a hacer un chequeo
ahora. Ha sido una caída muy aparatosa.
—¡Ha sido un salto de fe de la hostia! —clama Fai por detrás de Eli y
Rebe.
—No os preocupéis. Axel ha evitado que pueda pasarme nada peor —lo
miro a medio camino entre el agradecimiento y la preocupación—. ¿Tú
estás bien, Axel? —pregunto revisando que ninguna de esas láminas lo
hayan golpeado.
—De puta madre —contesta. Por cómo mira y el modo que tiene de
observar hacia arriba sé, perfectamente, que está intentando averiguar qué
ha podido pasar—. Pero estas cosas se van a acabar ahora mismo —anuncia
ayudándome a salir del agua.
Todos salimos de la piscina natural y rápidamente preparan toallas para
mí y para Axel. Matilde está sentada en la silla en cuyo respaldo pone
«Directora», con la frente apoyada en sus manos, la petaca sobre sus
rodillas y uno de los de vestuario ayudándole a prepararse el vaporizador de
marihuana.
La vamos a matar a disgustos.
Axel está revisando la caída a través de la pantalla. Quiere localizar el
punto exacto donde la plataforma se ha partido y asegurarse de que no
hubiera nada fuera de lo normal.
Los médicos me han chequeado para asegurarse de que estaba bien, y en
cuanto han acabado, no he perdido el tiempo y me he ido a por Axel.
Porque, no deja de rondarme en la cabeza la idea de que, si él no
estuviera conmigo, mi destino habría sido otro. Pero no solo hoy, en otras
tantas veces que ya no puedo ni enumerar ...
—Axel —me parapeto tras él, arrullándome con la toalla azul oscura en
la que hay estampada la palabra «Pecado».
Él no me mira. Sigue con sus ojazos imposiblemente verdes concentrados
en el monitor.
—¿Puedes mirarme? Quiero decirte algo...
—No ha sido un accidente—me corta él de golpe. Ok. Entiendo que no
quiere escucharme ahora mismo. Está disgustado. Pero a mí se me ha
pasado el disgusto. Eso me pasa; que los enfados, las peleas y los rencores
me duran muy poco, y ahora solo quiero abrazarlo.
—¿Qué ha pasado? —pregunto.
—Aquí —me señala con el dedo la imagen de la plataforma con un zoom
de por cuarenta—. La viga de tu plataforma es independiente de la de los
concursantes. Los tornillos no están bien fijados. ¿Los ves? Y hay una viga
de madera de aguante que está partida, quebrada. Tiene un corte limpio.
Fíjate, la plataforma se empieza a romper por ahí.
Sorbo por la nariz y me limpio la cara aún empapada.
—No es un accidente —niega con la cabeza—. Y ya no va a volver a
pasar. Noel me acaba de escribir—añade en voz baja—. Mi programa de
identificación IP del dron acaba de dar un resultado. Y voy a ir ahora
mismo a localizarlo. Creo que hoy mismo vamos a coger al principal
boicoteador.
—Voy contigo.
—No —sentencia, muy serio—... Tú sigues con el programa. Y que
nadie sepa nada de lo que estoy haciendo. Es imprescindible la discreción.
Podemos tener oídos por cualquier parte. Chivo se encarga de la grabación
de esta tarde y yo voy a asegurarme de que lo que hemos grabado ahora
mismo no salga de aquí —me muestra un USB impermeable que lleva al
cuello—... No voy a dejar que nadie use esto contra nosotros. No
necesitamos más sensacionalismo.
—Está bien —contesto, cabizbaja—. ¿Luego nos veremos? ¿En la cena
en playa Las Ballenas?
Axel se encoge de hombros con más tristeza de la que le gustaría reflejar,
y se acaba yendo del set de rodaje.
Nunca es buen momento para que él se vaya de mi lado, y menos cuando
la sensación que me deja es de extrema soledad.
No sé si aún tengo el susto en el cuerpo. Pero esta gente que está
trabajando a mi alrededor no merece que esto se detenga.
Estamos superando muchas adversidades y no vamos a parar el tren
ahora.
No podemos.
No vamos a permitir que los que nos boicotean, venzan.
Capítulo 27
La Bahía
Chivo está como jefe de cámara ayudando a que todo salga bien y nuestros
planos sean los adecuados. Suda muchísimo, pero porque tiene miedo. Dice
que está aterrado de que algo raro vuelva a pasar y cree que el equipo está
maldito.
Maldito dice. Pfff Maldito está mi pelo, nosotros solo somos
supervivientes.
Matilde está colocada, pero activa y consciente.
—¡Venga, chicos, buena vibra! —nos jalea como a un equipo de
baloncesto—. ¡Hoy seguimos vivos, que ya es mucho! ¿Mañana? —se
pregunta en voz alta haciendo unas divertidísimas muecas de incertidumbre
—. Mañana a lo mejor nos intentan matar a alguno otra vez. ¡Pero hoy no!
—alza el dedo índice—. ¡Hoy no! —y nos aplaude como si fuera un
entrenador.
Es que ya me lo tomo a cachondeo, como ella. Es serio. Todo es serio y
preocupante. Pero tenemos buen humor. Alguno más negro que otros, pero
humor, al fin y al cabo.
Ha llegado el atardecer en un suspiro. La hermosa capilla de madera
blanca en la que estamos está rodeada de antorchas prendidas con cilantro,
contra los mosquitos.
La luz bailotea sobre nosotras, y tiñe el decorado de interrogantes y
sombras.
Eli y yo nos hemos sentado juntas, frente a las gradas de madera donde
Julia y Adán se van a ver las caras. Ambas tenemos el pinganillo y
escuchamos a Matilde decirnos.
—¿Brad Pitt y Julia Ormond cómo acabaron en Leyendas de Pasión?
—Como el rosario de la Aurora —contesto apretando el diminuto
comunicador.
—Brad acabó loco cazando osos y cortando orejas, y Julia casada con un
hombre que no amaba —explica Eli—. Así es la vida.
Oímos a Matilde suspirar y chasquear con la lengua. veces.
—Pobres desgraciados. Bueno, peor es casarse tres Eli y yo nos miramos
de reojo y después observamos a Matilde por encima de nuestros hombros.
Ella nos devuelve la mirada, alza su inseparable petaca y espeta:
—Salud, camaradas. Esta noche tenemos fiesta. Van a entrar ya. Entra
Julia en tres, dos, uno...
—Becca, ya tienes el primer plano —me anuncia Chivo.
—Esta noche —explico mirando a cámara—, Julia y Adán hacen uso del
cara a cara para solucionar sus diferencias. Adán está convencido de que
Julia le fue infiel en el exterior con uno de sus representados, un deportista
de élite muy famoso. Julia no sabía que él pensaba eso de ella, y desmintió
en público esa información y nos explicó su versión. Ahora Julia quiere
pedir explicaciones a Adán y enfrentarse a él con su verdad. ¿Qué pasará
después del cara a cara?
Cuando vemos entrar a Julia, Eli y yo nos tensamos. Su expresión lo dice
todo. Es de armas tomar. Julia tiene una belleza muy delicada y evidente,
pero su elegancia se palpa en sus andares, en su pose, y en su manera de
mirar. Directa, sin subterfugios. Su pelo negro está recogido en dos trenzas
africanas, y lleva un vestido rosa palo y unos hermosos zapatos de tacón
negro.
Nunca caminaré con esos tacones como hace ella.
—Buenas tardes, Julia —la saludamos.
Ella nos mira a ambas, toma aire y se obliga a tranquilizarse cuando se
sienta ante nosotras.
—¿Cómo estás?
—Ahora tranquila. Pero cuando le vea no sé si voy a estar igual.
—¿Por qué?
—Porque me costará mirarle como antes sabiendo que siempre creyó que
me había liado con otro estando tan enamorada de él como estaba.
—Becca, Eli —nos anuncia Matilde—. Que viene Brad...
Es que está como una cabra.
Adán aparece en la lejanía, en ese caminito de antorchas que lleva a la
Bahía. Parece un príncipe empotrador. Es alto, grande, con un pelazo rubio
liso al que cualquier mujer se agarraría mientras le hace guarradas. Y sí, es
que es hermoso. Es un hombre bello. Lleva unos pantalones ajustados de
color beis y una camisa blanca arremangada.
Creo que Adán es bueno y creo que quiere muchísimo a Julia y que está
muy enamorado, pero haber pensado mal de ella no le ha permitido confiar
plenamente en ella ni disfrutar tampoco de su amor. ¿Cómo se disfruta de
un amor con una infidelidad de por medio?
Cuando Adán y Julia se encuentran, uno puede admirar que son una
pareja perfecta, bonita y que se desean y se atraen.
También se quieren. Adán está deseando abrazarla y no sabe si acercarse
o no.
Al final, Julia le da dos besos, que son tan fríos como una bofetada, y eso
hunde a Adán, que se espera lo peor y se pone muy nervioso.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunta Adán contrariado, sentándose a su lado
—. ¿No me das un abrazo?
¿Qué pasa?
La cara de Julia es un poema. Está a punto de echarse a llorar.
—Adán —intervengo porque estamos todos ansiosos de oír lo que Julia
tiene que decir. Ya no nos aguantamos—. Estás aquí porque Julia ha
querido tener un cara a cara contigo.
Cuando le explico los motivos y volvemos a ver en la pantalla gigante el
momento exacto en el que Julia ve a Adán hablando así de ella, se hace un
silencio increíble en el plató. Nadie osa a mover un solo músculo, ni
siquiera a parpadear.
Adán se remueve inquieto en el asiento y busca los ojos de su todavía
novia. No sé si está arrepentido o si aún piensa así de ella, porque no le
hemos enseñado la réplica que ella dio.
La va a tener de primera mano por boca de Julia.
—Julia, ¿quieres decirle algo a Adán?
Ella asiente, se humedece los labios y dirige su vista al apuesto hombre
rubio que la ha juzgado tan equivocadamente.
—Adán, lo que te voy a decir me cuesta la vida —asegura. Su voz es
inestable, tanto como nuestros corazones—. Llevas pensando durante
mucho tiempo que yo y ese jugador que no puedo mencionar, tuvimos algo
porque yo me ofrecí en bandeja. Sabes la cantidad de jugadores, mucho más
influyentes y poderosos que ese tipo, han pasado por mi club. Sabes que
hablo idiomas y sabes que me han tirado la caña en todas las lenguas
posibles. Pero mi respuesta siempre ha sido la misma: No—aclara con
mucho dolor y tristeza—. Y siempre ha sido «No» porque ninguno de esos
hombres me puede hacer sentir lo que tú me haces sentir.
Adán se pasa la mano por el pelo rubio y empieza a morderse el interior
de las mejillas para no emocionarse.
—¿Eres consciente de que siempre he dicho que no? ¿Me crees?
—Sí. Claro que sí.
—Entonces, ¿cómo es posible que hayas creído al payaso que representas
y que ya has visto que es un chulo putas y un prepotente, cuando dijo que
me ofrecí a él? Dime qué tiene ese imbécil de especial —estoy deseando
que diga el nombre, pero ella no lo dirá por el bien de Adán— y que no
hayan tenido otros deportistas de élite y que ganan diez veces más que él.
¿Cómo lo has podido creer cuando te dijo eso? Y... —Julia agacha la cabeza
morena, y cuando alza el rostro de nuevo, sus ojos están llenos de lágrimas,
pero aún haciendo pucheros es preciosa—. ¿Por qué nunca me dijiste lo que
pensabas?
¿Te has estado riendo de mí? ¿Has creído de mí eso cuando te decía que
les decía que no a unos y a otros, o te has pensado que me he acostado con
todos como si fuera una prostituta? Porque es justo cómo me has hecho
quedar ante toda España —le arroja con toda la pena que siente en el
corazón.
Adán no sabe dónde meterse. No sabe ni qué decir.
—No pasa nada —dice Adán—. Pasase lo que pasase, ya está olvidado.
No hay más que hablar, Julia. Fue un desliz y ya está. Está perdonado.
Eli y yo abrimos la boca de par en par, consternadas.
—¿Cómo dices? —Julia no se lo puede creer—.
Mira... —se levanta, como si le acabasen de dar un bofetón, y lo señala
terriblemente atribulada y con razón—.
¿Tú quieres saber lo que pasó esa noche? ¿De verdad quieres saberlo? —
le pregunta totalmente destruida—. Estábamos en un reservado la
«estrellita» de turno y su amigo, el portero del equipo. Tu representado
siempre fue detrás de mí durante mucho tiempo y yo nunca te lo dije porque
sé cuánto deseabas poder representarle. Cuando por fin conseguiste el
contrato, vino a la noche siguiente al club. Y pidió para él y el portero un
montón de botellas de MOET. Pidió exclusivamente que se las trajera yo. Y
cuando se las llevé, empezó a ponerse muy pesado, y no me dejaba salir del
reservado. Me dijo que no entendía qué hacía contigo pudiendo estar con él.
Se sobrepasó, Adán —aclara ella cogiendo aire como puede—. Me costó
mucho quitármelo de encima, y si lo logré fue gracias a su amigo que
consiguió calmarlo y sacarlo del club. Pero tu estrella odia que le digan que
no. Y no lo soportó y por eso echó pestes sobre mí. Pero puedes preguntarle
a Miguel. Pregúntale al portero, porque él siempre me ha dicho que, si
algún día quiero poner una denuncia, que él me apoyará y me acompañará.
Como sabes, él y tu estrellita no son amigos ya. Estará encantado de decir la
verdad.
El rostro de Adán ha ido cambiando con la narración de Julia. Primero de
sumiso, después de incrédulo y ahora está muy enfadado y consternado.
—Me llevo muy bien con Miguel. ¿Por qué él nunca me dijo nada? —
pregunta Adán con la voz muy ronca y cargada de emoción.
—Porque le hice prometer que nunca te lo contara. Esa estrellita te ha
reportado otros ingresos y otros representados muy potentes. No quería que
te afectase, y preferí callar por tu bien.
Julia no quiere volver a sentarse.
—Me quiero ir —nos dice a Eli y a mí, buscando nuestra ayuda.
—¿Qué te hizo?—Adán se levanta de golpe, como si acabase de
reaccionar y, de repente, la verdad lo hubiera zarandeado y le hubiese
despertado de su inopia. Está furioso y también se siente muy arrepentido
—. Espera, Julia... por favor, no te vayas —le suplica sujetándola por los
antebrazos.
—No me toques.
—Julia... —levanta las manos compungido. Sé lo que está pensando.
¿Cómo puede ser que la mujer que él ama no quiera que la toque? ¿Le ha
cogido asco?
—Es que no te quiero escuchar ahora. Me duele mirarte a la cara —
reconoce ella alejándose de él—. No quiero estar contigo, Adán.
Él enmudece. Parece que le acaban de clavar una estaca en el corazón.
—Jamás te he engañado —asegura ella—. Nunca.
¿Por qué iba a querer a otro con lo que te quería a ti? Pero me he dado
cuenta de que hemos venido aquí porque tú querías asegurarte de que no era
lo que tú pensabas que era. Y también he entendido que nunca me hablaste
de lo que te dijo la estrellita porque tenías miedo de que fuera verdad —
Julia se cubre el rostro y se echa a llorar—. Tú no puedes imaginarte el
daño que me ha hecho escucharte, Adán. Ni idea tienes...
—¿Puedo abrazarte, cariño? Déjame abrazarte —pide desesperado.
—No —Julia le pone la mano en el pecho y lo aparta—. No puedo estar
contigo. Lo siento. ¿No te das cuenta? No voy a estar con un hombre que ha
pensado que soy una infiel. Lo siento —sorbe por la nariz.
—Julia... ¿quieres volver a la isla? ¿Quieres irte? pregunto para saber
cuál es el veredicto.
—Quiero volver a la isla —reconoce mirando a Adán de manera
desafiante—, y pasar el fin de semana con Nafm. Total, si mi novio pensaba
así de mí, al menos, que lo haga con un motivo, ¿no?
Adán aprieta la mandíbula, lleno de frustración.
—Tú podrás irte con Edurne —le reconoce ella—.
Disfrútalo lo que puedas.
Adán se seca las lágrimas y hace que no con la cabeza.
—No puede ser verdad.
—Pues todo lo es. Espabila —le ordena Julia—. Tienes cómo
comprobarlo, porque ya sé que no me vas a creer. Puedes hablar con
Miguel. Aunque ya sea demasiado tarde.
—No puede ser demasiado tarde con lo que tú y yo nos queremos —
implora queriendo tocarla—. Si me he equivocado, si he sido un necio por...
—No uses los condicionales. Te has equivocado conmigo y has sido
necio. Punto y final.
—Julia y Adán —digo alzando la voz—. ¿Podemos dar por finalizado el
cara a cara?
—Por mí sí—contesta ella cada vez más entera, alejándose de él.
Adán está tan perdido que no sabe ni a dónde mirar.
—¿Has dejado a Adán? —quiero asegurarme.
Él la observa de ese modo en que se observa lo más preciado de tu vida
cuando lo estás perdiendo. Con resignación y mucha agonía.
—Ya lo he dicho. No voy a estar con un hombre que ha hablado de mí así
ante toda España y que ha creído lo que un flipado con dinero y que odia
los rechazos ha dicho en mi contra.
—¿Cómo lo puedo arreglar? —pregunta Adán intentando acercarse a
ella.
—Y a mí qué me cuentas —responde ella—. Háblalo con Edurne este fin
de semana.
Dicho esto, Julia consigue alejarse de la grada y, aunque está
devastada, retoma el camino de las antorchas para salir de la Bahía.
Capítulo 30
Las Ballenas
Dos horas después
Villa Chicos
—¿Qué? —miro hacia abajo y advierto que mis manos están por esa zona
como Pedro por su casa. ¡Qué puta vergüenza!—. No sé por qué hago esto...
A lo mejor ya va siendo hora de que te diga que me siento un poco
extraña... —dejo ir una risita nerviosa.
—Es el GHB. En pastilla sube, pero en líquido es una bomba de... —
contesta Johnny.
¡Zas!
—Tú te callas —Axel le ha dado una colleja que le ha puesto el cerebro
del revés—. Aquí, nuestro amigo, venía al tráiler porque debía encontrarse
con K, para facilitarle otra bolsa de éxtasis líquido. Que es mucho mejor
para mezclar en bebidas. Y sube muchísimo más rápido. Pero no contaba
con que yo estaría aquí, agazapado, buscando el dron y ubicando finalmente
la mochila. Johnny tiene una copia de las llaves del tráiler que K le ha dado.
Y ha quedado con él aquí para darle la mercancía en mano.
—¿Aquí? —Miro alrededor con sorpresa—.
¿Vamos a ver la identidad del boicoteador?
—Sí.
—Ahora. ¿Va a venir?
—En cinco minutos —contesta Axel.
Entonces, saca un esparadrapo y le cubre la boca al tipo con él. Lo deja
sentado en una de las sillas y le ata las manos a la espalda con un cable
USB.
—Johnny no va a decir nada. Va a esperar sentado a que venga su amigo
K. Y tú y yo nos esconderemos aquí. Axel me agarra de la mano y los dos
nos colocamos detrás del alto mueble negro lleno de fusibles donde están
conectadas las fuentes de alimentación de los monitores y de todos los
aparatos eléctricos que hay en el tráiler.
Nos da para pegarnos mucho y que nadie nos vea.
—Axel...—susurro uniendo mi frente a su musculoso brazo—. ¿Tienes
hielo?
Él mira hacia abajo y sus ojos verdes chispean como si mi comentario le
divirtiera. Me muerdo el labio inferior y aprieto las piernas con fuerza.
—Luego te daré hielo —responde crípticamente—. Ahora, deja que cace
al traidor, Minimoy. Pero... Becca...
¿Qué haces? No me toques ahora. ¿Puedes parar?
Mis manos campan solas por el cuerpo de este hombre por el que estoy
loca perdida. No puedo controlar mi mente con la cantidad de escenas
lascivas que me imagino con él y conmigo de protas principales.
—Es el GHB —me recuerda dándose la vuelta y arrinconándome contra
la pared del tráiler, sin apartarnos ni un ápice de nuestro escondite. Yo sigo
sin saber cómo se puede mover tan rápido en un azulejo tan pequeño. Pero
es hábil. Él es hábil y yo soy una cachonda.
Mis manos pasan por su torso y después se deslizan hacia atrás, hasta sus
caderas para aterrizar directamente en su culo.
—No es el GHB. Tú eres mi GHB y mi ABC. Contigo rompieron el
molde —murmuro atrayéndolo hacia mí y mordiéndole la barbilla.
Axel da un respingo. Lo conozco y sé que se está aguantando la risa, y
eso me hace sonreír como una pava.
—Bec... —susurra sin dejar de mirar a la puerta del camión.
—¿Sí?
Oigo cómo se abre la puerta del tráiler. Como Axel es un hombre de
acción, su expresión cambia de tierna a asesina en décimas de segundo. Me
suelta, y con la rapidez y la velocidad de una pantera se lanza a por el
boicoteador.
—¡Me cago en la puta! ¡Tú! ¡Chivo! ¡Traidor!
A la que oigo ese nombre, me retiro de mi escondite para cerciorarme de
que lo que he oído es verdad. Y sí, bajo los puños de Axel, está la cara de
Chivo, el segundo jefe de cámara.
—¡Axel! —le grito para que no le dé una paliza por la que lo puedan
denunciar. Que ya sabemos que la justicia a veces hace pagar a justos por
pecadores—. ¡Axel! —corro y le sujeto el brazo que aún está levantado—.
¡Tienes que parar!
En cuanto nota mi contacto y el modo con el que le rodeo la muñeca, él
se da la vuelta, me mira por encima del hombro, y todavía con expresión
animal, se levanta como un resorte, pero se aleja de Chivo para venir a por
mí.
El menudo ayudante de jefe de cámara se revuelve en el suelo del tráiler
como una croqueta. Creo que Axel le ha roto la nariz.
Axel abre y cierra las manos con mucha fuerza. Está ansioso y con ganas
de pisarle la cabeza, pero no puedo permitir que haga eso. Soy su Lexatin.
Tengo que hacerle algún efecto.
—Mírame —le pido—. Ya está —sentencio dando un paso inconsciente
hasta su dirección—. Ya lo tienes —alzo mis manos y le sujeto el rostro con
fuerza.
A él, las fosas nasales se le abren con la velocidad con la que toma aire.
Pero está concentrado en mí.
—Estos dos han puesto la vida de todo el equipo en peligro. Y te han
puesto a ti en peligro, Becca. Ahora estás drogada...
—No —digo con toda la tranquilidad del mundo—. Nooooo, qué va ...
ahora viene cuando me dices que eres el perro.
Él aún tiene la adrenalina por las venas y sé cuánto le gustaría romperle
algún hueso al caso perdido de Chivo, pero tiene la paciencia para mirarme
desde la punta de mis pies a la cabeza, y valorarme como si no tuviera
remedio. Axel posee fuego en los ojos, y ahora está encendido.
Y yo quiero tocarme.
Y él quiere tocarme mucho.
—¿Aún estás enfadado conmigo?
—Muchísimo.
—Y yo contigo —me encojo de hombros—. Pero te mueres de ganas de
besarme ahora mismo —la comisura de mi labio se levanta y no sé qué tipo
de sonrisa le regalo, pero estoy segurísima de que se ha puesto duro—. ¿A
que sí?
—Becca...
—Dime que sí, tonto.
—No juegues... te vas a quemar, loquera.
Como aún tengo su rostro sujeto, juego con mis manos y hago que sus
labios se muevan solos. Y entonces agudizo la voz.
—Ni juiguissss, ti vis y quimirrrr—lo imito con todo el pitorreo del
mundo.
—Eres una provocadora —estudia mi vestido ajustado, pero sé que me
está imaginando sin él.
—Muchas veces me pregunto —entorno los ojos y deslizo una de mis
manos, hasta sus abdominales, que debería patentar y hacer moldes—, qué
hace que un hombre como tú esté a diario en un lugar tan pervertido como
mi mente... —cuelo mi mano por debajo de su camiseta blanca y tiemblo al
tocar esos músculos. Mis dedos se introducen lentamente por la cinturilla
del pantalón y disfruto de cómo se estremece—. Axel... ¿está mal que te
diga que quiero que me hagas lo que quieras? ¿Todo?
En ese momento, abre la puerta Noel con un arma en la mano. El cuerpo
de Chivo está tan cerca que le ha dado una patada con la punta de la bota
militar en toda la cabeza. El traidor se queja y no nos importa a ninguno de
los tres.
Johnny empieza a dar saltitos en la silla como una mujer histérica y a
llorar, porque cree que va a ser ejecutado. Es bastante cómico.
—Ups —dice Noel guardando el arma en la funda de su cintura—.
¿Habéis dejado la basura en la puerta?
—Ahí está Chivo —contesta Axel sin dejar de mirarme.
—No necesitáis refuerzos por lo que veo. Pero he traído a un compañero
más. Está afuera por si... —frunce el ceño al notar la tensión entre nosotros
—. Vaaaale ... —musita Noel mirándonos de reojo—. ¿Lo interrogamos
ahora? —pregunta—. ¿O preferís iros a la cama?
—Sí —contesta Axel alejándose de mí como si no le costase nada.
—¿A la cama? —insiste su amigo.
—No.
—¿Ah no? —replico yo desubicada.
—Vamos a llevarnos a los dos a comisaría —sentencia un Axel más
autoritario que nunca—. Le explicaremos a la policía todo lo que ha pasado
y quiero grabar todas sus declaraciones. Tenemos trabajo.
¿Perdón?
Eso no me ha gustado. Que estoy ardiendo, que soy puro fuego y que en
mi vida me he sentido tan volcánica como ahora, y este hombre acaba de
dejarme plantada por un señor con voz de diva tarada y con el hermano de
Cantinflas.
Creo que nunca me he ofrecido a nadie así. Y me siento un poco
humillada.
—Pero, antes, Noel, ¿puedes llevar a Becca a la playa? Y que tus
hombres controlen la fiesta, y retiren la mamajuana, porque están de GHB
hasta las cejas —Axel pasa por mi lado y me ignora, ¡el tío capullo!
Vale, sí. Está trabajando, pero podría dejar que Noel se hiciera cargo de
toda la logística y todo el papeleo, que para eso ha venido, para echarnos
una mano. Y así Axel podría hacerse cargo de mí... y...
Solo pienso en sexo. Es terrible el JFK este que me he tomado... Tengo la
mente de una ninfómana. No me reconozco.
—¿Quieres que la lleven a la fiesta de nuevo? —pregunta Noel
tomándome del brazo y sacándome por la puerta con cariño—. Vamos,
duende loco. Puedes seguir un rato más en la playa.
—Sé ir sola —le recuerdo. Señalo a Axel con el índice—. ¿Estás pasando
de mí? Solo para que me quede claro.
—Te estoy alejando —contesta sin mirarme, levantando a Johnny de la
silla—. Tenemos cosas que hacer ahora y no necesito distracciones.
Bajo del tráiler con la frase de Axel repitiéndose en mi mente como una
canción.
—Llévala a la fiesta del equipo, y retirad todas las bebidas en jarra que
veáis. Controlad que nada lleve GHB —ordena Noel a su compañero, que
ya está montado en el quad.
Noel me levanta y me sienta en el quad como si fuera una niña pequeña.
Pero no me voy a quejar. Porque es él.
—Soy una distracción —murmuro apenada al compañero de Noel al cual
no conozco—. Como el Tutuki Splash de Port Aventura. ¡Una distracción!
¿Te lo puedes creer? —le pregunto—. Soy Becca, hola —le ofrezco la
mano y él me la da sin más.
—Raúl, señorita Becca.
—Raúl, hueles bien. Los que huelen bien son de fiar.
—Gracias.
—Llévate a la señorita Peligro bien lejos de aquí —ordena Noel con una
risita—. Becca, pórtate bien.
—Axel es imbécil —le digo.
—Las veinticuatro horas.
—Sí. Pensaba que paraba para picar algo. Pero no.
Es imbécil.
Noel se echa a reír pero se va con el traidor.
Raúl arranca y yo me quedo mirando cómo el tráiler se hace más
pequeñito en la lejanía.
Igual que mi amor propio.
Capítulo 34
A la mañana siguiente
Hoy deberíamos haber estado visionando los monitores de las cámaras que
Axel y el resto de los cuatro cámaras que quedan están grabando en Las
Galeras. Ahí es donde les van a hacer pasar esa noche romántica.
Pero todavía tengo la cabeza ardiendo con lo que he visto de Axel en el
especial de Jimmy. Seguro que han sido los quince minutos más vistos de la
historia.
Matilde nos ha dicho que ella y el resto del equipo, van hacia Las
Galeras, que si sabe algo o ve algo especial que pase entre las parejas, nos
avisará para que vayamos allí inmediatamente. Que hoy podíamos
descansar.
Pero Eli y yo, en vez de pasar el día a la bartola, hemos decidido ir junto
con Noel y algunos miembros de su grupo que se quedan con nosotros hasta
el domingo, hasta allí sin que Matilde nos diera el aviso. Porque no
sabíamos si alguien iba a necesitar ayuda o a tener alguna crisis de cuernos
de repente, y si ese era el caso, nos iban a necesitar cerca.
Las Galeras se encuentra entre los cabos Cabrón —vaya nombre y qué
mal augurio— y Samaná, en la Bahía del Rincón.
Los chicos han estado practicando actividades en la hermosa y multitonal
playa. Han hecho snorkel y han disfrutado de las motos acuáticas.
Pero, no ha pasado nada más sorprendente entre ellos. Excepto con
Martina y Siseo que se tratan ya como si ellos fueran una pareja y Carlos,
en realidad... ¿quién es Carlos?
Carlos lo está intentando dar todo con Carla, pero mi hermana ha
cambiado. La veo queriendo pasárselo bien, pero está triste y nerviosa. Sé
que está pensando en Eli y, si es un poco como yo y la conozco como creo
que la conozco, estoy segura de que se ha hartado de tener miedo y ahora se
arrepiente mucho de todo lo que habló con Eli. Porque sé que la quiere,
pero nadie dijo que cambiar hábitos fuera fácil.
En el coche, de camino a Las Galeras, Noel se ha sentado con nosotras y
ha decidido explicarme lo de Chivo y todo lo que él ha contado a la Policía.
—Chivo estaba contratado por KST, como Jennifer y Juanjo. El director
de KST, Humberto Paul, antes tenía otra agencia llamada Genius con la que
Fede no quería volver a trabajar para castings ni nada parecido, por ser muy
poco éticos y no seguir las reglas de las productoras. Es decir, conseguir
fama para sus representados, costase lo que costase —nos cuenta el guapo
protector casado con Jansen—. Para este programa, Fede contrató a un
agente externo para encontrar un casting adecuado. Y se coló KST, que es
el nuevo nombre de Genius. Fede no lo sabía, y de KST entraron Jennifer,
Juanjo y Chivo, porque también tenían expertos en audiovisuales. Entraron
con la premisa clara de bombardear el programa y habiendo sido pagados
previamente por una de las productoras del canal de la competencia, ya que
no querían que nada ni nadie hiciera sombra a su producto estrella. A
Jennifer la jugada le salió redonda porque se encontró aquí por casualidad a
Axel. Y encima llegaste tú ... Juanjo cortocircuitó, pero a Chivo se le
acumuló el trabajo. Tenía planeado provocar algún accidente, como por
ejemplo el del catamarán.
—¡¿Qué?! —exclamamos Eli y yo a la vez.
—Chivo pagó con dinero de KST para que manipularan el motor. No fue
un accidente por la meteorología. Estaba planeado que el programa no se
llevara a cabo. Pero entonces vinisteis vosotros como la caballería y tuvo
que esforzarse más. El toro, el motorista que os intentó agredir, la
plataforma de la Cascada Limón... el GHB... —enumera Noel con cara
divertida—. Un artista el señor. Pero no contaba con que habría alguien
como Axel cerca que es la pesadilla de cualquier malo.
—Sí, con eso no cuenta nadie —contesto pensando mucho en él y
mirando a través de la ventana—. Es... Axel es un seguro de vida —y de
amor. Y ahora me viene el bajón.
—Ahora Fede está coordinando todo para que los abogados tengan las
demandas pertinentes contra KST, la productora y las personas que han
venido pagadas por ellos y dispuestos a boicotear la Isla del Pecado. Oye,
Bec —me susurra Noel cariñosamente, empatizando conmigo
inmediatamente. Eli lo hace siempre y no hace falta que me diga nada.
—¿Qué?
—Axel me pidió que no te dijera nada. Pero creo que debes saberlo,
porque ya sabes que a él no le gusta molestar ni provocar pena ni nada de
eso.
Lo miro expectante sin saber muy bien qué me quiere decir. Nada bueno,
seguro.
—El día que Axel descubrió lo que descubrió en el baño... Y que
malinterpretó, por cierto... Lo del Misoprostol.
—¿Sí?
—Él quería prepararte algo especial en la habitación. Me dijo que lo
haría. Pero todo se fue a la mierda. Y como no quiero meter la pata, te
pregunto: ¿Ya sabes lo que es? O sea, ¿lo ha hecho ya? —me mira
emocionado.
Yo debo tener una expresión de higo chumbo total. Muevo la cabeza
negativamente.
—¿No?—Noel está más sorprendido que yo.
—No.
—Bueno —suspira y me pasa un hombro por encima—. Axel es mi chico
y es un hombre de pies a cabeza. Siempre apuesto por él, así que espero que
vuelva a tener ganas o a encontrar el momento para vosotros.
—Noel, es como si me hablaras en chino —espeto volviendo a mirar por
la ventana.
No sé si Axel va a estar de humor siquiera para dirigirme la palabra
después de lo que he visto con Jimmy. Aunque tampoco sé hasta qué punto
yo voy a poder sostenerle la mirada sin morirme de vergüenza.
Axel no es un cobarde. No es un gallina.
Y lo peor es que, después de todo, aún tengo que plantarme ante él y
decirle que no hay garbancito.
Capítulo 39
El hotel en Las Galeras, en la calle Jimi Hendrix, tiene todo lo que se puede
desear para pasar unas buenas vacaciones en un paraje ideal y tropical,
llenar el estómago y darse unos increíbles baños en playas transparentes y
tan limpias que se ve el fondo submarino a la perfección.
Todo el equipo tiene sus habitaciones adjudicadas y es un complejo
colonial, ubicado en la calle principal y rodeado de restaurantes, discotecas
e incluso supermercados en el pueblo de pescadores de Las Galeras.
Mi habitación es de 2 personas, la DELUXE. Da al jardín con piscina, y
está muy cerquita de las de las parejas. Es más, si tuviera que ver algo, lo
veo todo. Tampoco es nada del otro mundo, pero es cómoda, limpia y
caribeña, y con eso me sobra.
Hemos comido en el restaurante del hotel, pollo guisado y ensalada
verde. Y no ha aparecido Axel. Matilde me ha dicho que está trabajando a
destajo, siguiendo a los concursantes y a las parejas en sus paseos, y
organizando al resto de cámaras.
Es todo un profesional. Después de todo, es el más comprometido con el
programa. Y me muero de ganas de verle.
Dice Matilde que, al atardecer, va a grabar a las parejas en la playa, que
hay una puesta de sol increíble. Y que, por la noche, lo que sea que pase por
la noche en las habitaciones no lo podrán grabar porque el hotel no lo
permite, pero que cada uno tendrá que sacar sus conclusiones.
Así que, después de comer, me he ido a la habitación a estirarme un poco
y a pensar. Ayer noche Axel y yo nos asalvajamos en la cama, y fue
liberador e inolvidable, pero no puedo dejar de pensar que esta mañana he
sentido más frío de lo normal, que él no me ha escrito en todo el día y que
en ningún momento me dijo que hoy se iba a emitir la entrevista con
Jimmy. ¿Es porque le da igual lo que yo sepa? ¿Es porque cree que ya es
tarde?
Estoy muy rallada.
Y asustada también. Por primera vez, estoy asustada de perderle. Y
puede que no tenga sentido, pero me siento así, porque le he herido en el
orgullo... le juzgué y me equivoqué.
Yo siempre le he perdonado cuando él ha hecho algo mal. Espero que él
me pueda perdonar a mí y que nunca me eche en cara que ha hecho lo que
ha hecho obligado para callarme la boca. Y casi lo ha conseguido, porque
me ha dejado sin palabras.
Durante el día, no le he llamado ni tampoco le he escrito porque tengo la
sensación de que no quiere que lo molesten.
He hecho tiempo hasta la hora en la que me ha dicho Matilde que podría
encontrar a Axel grabando en la playa para ver el atardecer. Eli me va a
acompañar.
Me he levantado, me he azuzado el pelo, me he puesto brillo de labios y
rimmel y he salido del complejo en dirección a la playa. Eli me esperaba a
la salida, porque ella también quiere ver cositas.
Al llegar a la playa, no nos cuesta ubicar las cámaras de grabación. Ni me
cuesta divisar a Axel, que un poco alejado y apoyado en una palmera
cercana a la escena, no graba a nadie, pero está dando órdenes por el
pinganillo a los demás cámaras para que graben lo que él quiere que graben,
ayudado por Matilde, que desde su silla está revisando todos los planos.
Esta vez están grabando a Naim y a Julia. La pareja está sentada en la
arena blanca, mirando al horizonte cómo llega el barco del tour, muy cerca
el uno del otro, y parecen hablar de sus cosas. Y en otro lado, alejados unos
treinta metros, veo a Carla y a Carlos, ambos están observando a un grupo
de chicos surfear. Y también ubico a Eli, mirándolos desde una hamaca en
la lejanía. Cerca de ella, unos hombres juegan al dominó.
Está bien verlo todo así con perspectiva, sabiendo que no tienes que
entrar a grabar. Pero sí tengo que entrar en el primer plano de Axel, por eso
voy a por él de manera silenciosa.
Axel va vestido de otra manera a la del vídeo. Lleva una camisa
hawaiana azul clara, unas gafas de sol aviador puestas y unos tejanos cortos
y deshilachados. Va descalzo y hunde los dedos en la arena. Sus pies son
grandes.
Le toco con un dedo en el hombro y él mira de soslayo para ver quién
puede ser. Se quita el pinganillo y me estudia, sin darse la vuelta del todo.
—¿Ya habéis llegado?—me pregunta sin más. Nada de besos, ni un
abrazo, ni una caricia, ni siquiera una mirada cómplice... Eso me desanima
un poco.
—Sí, al mediodía —contesto—. Tienes mucho trabajo, ¿eh?
—Hasta la madrugada, mucho —contesta sin más. Eso es como decirme,
no me busques en lo que queda de día. No sé si me está mirando porque las
gafas de cristal reflectante no me dejan ver sus ojos.
Tomo aire por la nariz y lo dejo ir de golpe por la boca.
—Axel, me ha bajado la regla —le digo con toda la suavidad que puedo
—. Me ha bajado esta mañana ...
Él tensa un poco el cuello, pero contesta rápidamente:
—Tal vez esta noche ha sido demasiado...
—No digas tonterías—le interrumpo—. No me ha bajado la regla por el
sexo... No ha sido por eso. Ya me dolían las lumbares ayer por la mañana.
Me tenía que bajar. Solo ha sido un retraso por todo el estrés, eso es todo.
Él tensa los músculos de la mandíbula, pero asiente conforme con la
explicación.
—Bueno... son cosas que pasan, ¿no? Gracias por decírmelo.
Yo frunzo el ceño y le dirijo una mirada entornada.
—¿Pensabas que no te lo iba a decir?
—Pensaba que no le darías mucha importancia —contesta con un tono
muy llano.
—La verdad es que no le iba a dar mucha importancia. Conozco mi
cuerpo, pero al ver que tú sí se la dabas... ahora también me ha importado a
mí —aseguro—. Y bueno... también te tengo que pedir perdón —asumo
cada vez más desinflada al ver su reacción. Parece que todo le importe un
bledo.
—¿Por qué?
—Por haber dado por supuesto que ibas a pagar a los periodistas para que
no dijeran nada. Para que callaran. La que debería haberse callado soy yo.
Perdóname —le pido dando un paso hacia él—. ¿Me perdonas?
Él sonríe, mirándome con un cariño que no es el que quiero ahora.
Quiero otras cosas, no solo cariño y desidia.
—Estás perdonada, tranquila.
—Ya —miro hacia abajo incómoda—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no me dejaste hablar. Eres una metralleta cuando te enfadas —
inclina la cabeza hacia un lado—. A veces lo haces. Diste por supuesto eso,
y no te quise rectificar.
—Ya ... ¿Y por qué lo has hecho ahora? ¿Por qué has hablado así con
Jimmy? Es todo lo que tú no quieres. Te has expuesto mucho.
—Las cosas que no quiero han cambiado, Becca. Puede que ahora quiera
cosas distintas —contesta apretándose el pinganillo contra el oído. Habla
con alguien del equipo—. Vale, ahora voy.
—¿Te molesto, Axel? —le digo con voz entrecortada—. Ya me voy...
—No me molestas —replica—. Es solo que tengo que controlarlo todo,
Chivo está fuera de la ecuación y hay mucho trabajo. Este no es un buen
momento para hablar.
—¿Y cuándo lo va a ser? —pregunto decepcionada con él por huir así—.
¿Cuando se nos olvide el porqué estamos así?
—A mí no se me olvida nada —contesta todo lo cortante que él sabe ser
—. Sé muy bien por qué estoy como estoy—sentencia.
Yo me quedo callada, porque no sé cómo tomarme nada de esto. No sé
qué decir. Y no le puedo rebatir porque no es buen momento.
—Eh ... Ya hablaremos mañana. Cuando todo esto acabe, tendremos
tiempo para hablar. —Me alza la barbilla y pienso que me va a dar un beso
en los labios, pero, en vez de eso, me lo da en la frente—. Pórtate bien.
¿Que me porte bien? Ya. Y mientras tanto, me tengo que comer la cabeza
pensando que él está frío y que las cosas que antes quería ya no las quiere.
¿A qué se refiere?
¿A mí? ¿Se ha dado cuenta de que no quiere estar conmigo?
Me estoy volviendo loca.
Axel se ha ido para hablar con el cámara que está grabando a Naim y a
Julia. Y yo he decidido darme media vuelta y dirigirme al hotel.
Es que no voy ni a cenar porque se me ha cerrado el estómago.
A lo mejor, si me encierro, me cubro la cabeza y me duermo, esta
pesadilla de hoy cesa y despierto de nuevo en un mundo en el que Axel y
yo somos Axel y yo, y no los desconocidos tensos que parece que somos.
Capítulo 40
Horas después
Último baile
Ha sido un día extraño el de hoy. Casi sin darme cuenta, se me han pasado
las horas volando. Hemos ido de un lado al otro, corriendo, con prisas,
todos preocupados en recoger, movilizarnos de nuevo a la villa y allí hacer
las maletas para irnos definitivamente de Samaná, pero no sin antes acabar
el programa por todo lo alto.
Hoy es el último programa. Lo hemos llamado «El último baile».
Y me siento como la chica de la película que no tiene pareja ni
acompañante.
Hoy acaba todo, en esta isla donde muchos pueden encontrar un tesoro y
otros un «sigue buscando», y en la que yo no sé qué voy a encontrar
todavía, pero lo que sí sé es que me siento fuerte, aunque vacía.
En esta semana he aprendido mucho sobre mi ansiedad. Sobre mi
resiliencia, mi resistencia y sobre quién soy. También he aprendido sobre
mis miedos y sobre todo lo que quiero de la vida y con quién la quiero.
Pero donde yo me he encontrado, otros se han extraviado, o se han
alejado del camino que pensaba que andábamos juntos.
Si no llega a ser por Axel, nadie podría estar contando nada, ni siquiera
yo. Es un salvavidas, es un hombre íntegro que actúa cuando tiene que
actuar, sin hacer ruido, siempre silencioso y agazapado, como un puma
protector.
Pero es un hombre que siento lejos en estos momentos. La isla nos ha
puesto a prueba y no sé si la hemos superado. Primero yo, por no decirle
nada de mi falta de periodo que él controlaba perfectamente —no sé cómo
no se me ocurrió pensar que ese hombre siempre está al tanto de todo—,
después por la desconfianza hacia mí como persona y como mujer al creer
que sería capaz de abortar sin decirle nada, más tarde por ocultarme lo de
Jennifer, y yo lo rematé con acusarle de ser un cagón y un cobarde.
Ha sido una sucesión de errores, secretos, y acusaciones que nos han
hecho sufrir y que nos han erosionado.
Fuera lo que fuese lo que tenía Axel preparado para mí en la isla, según
fuentes de Noel, no ha tenido lugar y no me lo ha dado. Y puede ser por
falta de tiempo, por estrés, porque ninguno de los dos hemos podido estar el
uno por el otro como nos gustaría. No importa por qué ha sido, pero no ha
sido.
Y ahora no estoy ni aquí ni allá, mi amor hacia Axel es irrevocable y creo
que él también me ama a mí así, pero ayer solo pude hablar con él ese ratito
en la playa, y para lo que fue, hubiera preferido que un tren me arrollase,
que me deja peor pero no lo siento, a sentir la prisa por alejarse de mí y él ni
frío ni calor.
Estoy en la Bahía, sentada en la silla desde la que voy a presentar El
último Baile. Eli, que por fin está contenta y feliz después de haber
arreglado el conflicto con Carla, está siendo maquillada por Rebe.
Observo a todos a mi alrededor, a este equipo que ha sacado algo
imposible adelante, y me lleno de admiración hacia ellos, porque han
logrado en una semana, acabar un proyecto que iba para dos.
Todos, desde Rebe y San, de maquillaje; Los chicos de atrezzo, el equipo
de camarógrafos y edición, Socorro, los de sonido, e iluminación... Todos
han sumado para hacer el trabajo lo mejor posible, y siempre con una
sonrisa —bueno, sí, también estrés y alcohol, pero eso, una vez superado
todo, es lo de menos—... Y después, vienen las menciones especiales: a
Matilde, que ha sido un descubrimiento maravilloso y que me ha ayudado a
relativizar y a reírme de todas las situaciones, porque para ella no hay nada
irreversible, excepto la muerte. Me alegra saber que está teniendo un affaire
con el Barbas, que se parece al guardia loco, malo y gay, de Orange is the
new black. Aunque no sé si el amor les durará mucho.
A Eli, a mi increíble mejor amiga, cuñada y futura madre adoptiva de
lván, por ser, no solo mi gran apoyo, sino una profesional de los pies a la
cabeza, con la necesidad siempre de estar ahí para ayudar, y que, estoy
segura, que me ha robado muchísimos planos. Pero claro, ¿cómo una diosa
nórdica no va a robar un plano a Mérida sin peinar?
La tengo ahora a mi lado, totalmente maquillada como yo, frente al foco
que hace que tengamos una piel de alabastro, y me nace levantarme de la
silla y darle un fuerte abrazo que la toma desprevenida.
—¿Qué haces, Devo?
—Calla, Vane y abrázame...
Ella sonríe, porque me entiende y capta lo que estoy sintiendo y lo que
quiero transmitirle.
—A mí nunca me des las gracias —me ordena, con su glorioso pelo de
oro suelto, y un dos piezas de falda y blazer de color negro. Hoy parece más
terapeuta de parejas que nunca—. Yo siempre voy a estar ahí.
—Lo sé —huelo su perfume y doy gracias a la vida por haberme dado
dos maravillosas hermanas que sé que se aman y que han tenido la suerte de
encontrarse.
No le diré que yo sí estuve ahí en su encuentro romántico como si fuera
la tercera en discordia y que me quise hacer pasar por camaleón para
mimetizarme con el sillón de mimbre. No le diré que escuché una
declaración sincera y auténtica de amor entre dos chicas maravillosas que se
merecen siempre lo mejor.
Me lo guardaré, igual que guardo otras muchas cosas. Porque mola tener
trapos sucios que arrojar en momentos en los que quieran picarte.
Risa maléfica en mi cabeza.
—¿Estás bien? —me pregunta Eli.
—Sí —asiento—. Es que creo que voy a echar de menos el olor a mar, la
droga y la Mamajuana ...
Eli se ríe y se alisa la falda. Ella no va a salir, pero por si acaso, en
vestuario la han maqueado para la ocasión, por si hay una emergencia.
Mi vestido es violeta, corto y tiene un buen escote. Me han hecho un
recogido vikingo con medio pelo suelto por un lado y el otro sujeto al
cráneo. Me siento guapa y sexi para que me vea Axel, y pienso que va a
pensar lo mismo y que va venir de rodillas hacia mí... Pero esa es mi
superproducción. La realidad va a ser otra cosa, porque aún no le veo desde
ayer.
—Ha sido una aventura increíble.
—Lo ha sido —las dos nos cogemos la mano y nos la apretamos con
complicidad—. Bestie.
—Bestie —respondo guiñándole un ojo.
Ambas tenemos el pinganillo y oímos a Matilde hablarnos.
—Muchachas, empieza el juego. Eli ven aquí conmigo, y tú, Becca,
prepárate.
Capítulo 42
FIN
Escucha las canciones incluidas en este libro
Becca y Chimpún
Table of Contents
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44