Poder Elemental - Pedro Urvi

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Poder Elemental

La senda de los dragones, Libro 2

Pedro Urvi
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Corrección y edición por Olaya Martínez


Otros libros de Pedro Urvi:
Serie Los Dioses Áureos:
Esta serie ocurre tres mil años antes y está relacionada con todas las series.
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Serie El Sendero del Guardabosques:
Esta serie es la más conocida y sus protagonistas aparecen en la saga de la
Senda de los Dragones
(Haz clic en la imagen o título)
Serie El enigma de los Ilenios
Esta serie ocurre poco después de la serie de El Sendero del Guardabosques.
Lasgol aparece en el segundo libro y es un personaje secundario, pero importante.
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Orden de las series
De arriba abajo por cronología de la historia
Dedicatoria:

Esta saga está dedicada con todo mi cariño a mis


lectores incondicionales. Un millón de gracias por
todo el apoyo.
Contenido
Otros libros de Pedro Urvi:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Magia Dorada (La senda de los dragones, Libro 3)
Opinión:
Agradecimientos
Magia Dorada (La senda de los dragones, Libro 3)
Capítulo 1

Nahia suspiró intranquila dejando que el aire abandonara sus pulmones


de forma larga y sostenida. Intentaba calmarse, pero no lo estaba
consiguiendo. El verano había llegado y con él el comienzo del segundo año
de formación. Apenas habían tenido tiempo de recuperarse física, emocional
y mentalmente del final del primer curso y ya estaban comenzando el nuevo
año marcial. Tenía un nudo en el centro del torso que no conseguía soltar. En
Drakoros no había lugar para la debilidad y para recordárselo a todos, les
habían ordenado presentarse para comenzar el curso aquella mañana.
Miró de reojo a sus compañeros de escuadra que aguardaban de pie junto
a ella a ser llamados, al igual que el resto de las escuadras de segundo.
Nadie sabía qué sucedería, ni qué esperar. Estaban en una estancia oscura,
en el interior de un edificio circular al norte de la academia. Era alto y de
piedra con incrustaciones de plata y oro, y de un blanco calizo. Era la
primera vez que lo pisaban. Nahia lo había visto muchas veces, pero no
sabía cuál era su función y tenía un muy mal presentimiento. El estómago le
daba vueltas y la inquietud le subía por la garganta.
—Tranquila, todo irá bien —dijo Lily y le puso la mano sobre el brazo.
—No estoy muy segura… —replicó ella a la Escarlatum mirándola a sus
ojos rubí. Incluso en la penumbra aquella criatura brillaba en un
encandilador tono rojizo al fuego de las tres antorchas que apenas
iluminaban la gran estancia de roca.
—Lo mejor que podemos hacer, dadas las circunstancias, es mantener la
calma —recomendó Ivo. El enorme Tauruk cerró los ojos, bajó la cabeza
hacia su torso bestial, y se puso a meditar emitiendo un zumbido de sosiego
con su profunda voz.
—¡No es momento de relajarse! —explotó Aiden mirando a Ivo con ojos
desorbitados por la incredulidad—. ¡Es momento de demostrar nuestra valía
a los señores dragones! —exclamó mientras levantaba su escudo y su daga al
aire.
—Cierra esa boquita de dragoncito que tienes, cabeza de granito, y estate
quieto. A ver si le vas a sacar un ojo a alguien —replicó Dafne. La bellísima
Fatum le lanzó una mirada de advertencia y movió las alas para plegarlas
mejor.
—Yo soy un guerrero excepcional, nunca sacaría un ojo a nadie por
descuido —respondió el Drakónido con expresión de estar ofendido y bajó
los brazos a los lados.
—Ya, como no te dan nunca ataques incontrolables de frenesí… —
masculló Dafne entre dientes.
—Me llega el sonido de combate —identificó Taika con voz rasposa,
que escuchaba muy alerta con todos sus sentidos de gran felino mirando
hacia la puerta de metal doble por donde habían salido las otras escuadras.
Todos guardaron silencio. A Nahia le llegó el ruido metálico de armas al
golpear unas contra otras y algún grito ahogado. Sin duda estaban
combatiendo detrás de aquella puerta. No saber contra quién o cómo la
inquietó todavía más. El segundo año iba a comenzar muy mal, lo presentía.
Un momento más tarde dejaron de escucharse sonidos. Nada perturbaba
el silencio de la estancia donde todos escuchaban mirando hacia la puerta.
Nahia buscó con la mirada a Ana y la vio al fondo con el Escuadrón
Azul. Miraba hacia el suelo y pudo ver en sus ojos el miedo que sentía. No
le extrañaba. Iban a salir a luchar y la muerte les rondaría. Así era el mundo
de los dragones, y así era aquella academia. Pasó la mirada por los otros
escuadrones buscando a Logan. Lo encontró mirándola a ella con sus ojos
azules tan claros y su rostro serio. Al ver que la miraba, sintió que su
estómago se elevaba y se le encendían las mejillas. Logan la saludó con una
ligera inclinación de la cabeza y luego hizo el gesto de la mariposa. Esto le
llegó al alma a Nahia.
—Gracias —dijo en voz baja y le devolvió el gesto.
De súbito se escuchó un rugido de dragón, uno que Nahia reconoció.
«Que se presente la Escuadra Ígnea» llegó el mensaje mental de Irakas-
Gorri-Gaizt, su dragón líder de escuadrón.
Las puertas se abrieron dejando entrar la luz del día y tuvieron que
protegerse los ojos con los antebrazos por la claridad que entraba desde el
exterior.
—Ha llegado nuestro momento —dijo Lily.
—Momento de penurias —añadió Dafne y arrugó la frente.
—Salgamos en formación. Escudo y daga preparados —propuso Taika.
—La gloria nos espera —afirmó Aiden.
—Mejor desear que nos espere el equilibrio y la armonía —respondió
Ivo saliendo de su trance de meditación.
Salieron por la puerta con los ojos entrecerrados y paso de marcha de
formación. Como era obligatorio, Nahia iba en primera fila, a la izquierda.
Junto a ella iba Dafne y a la derecha de esta, Lily. Detrás de Nahia iba
Aiden, luego Ivo y a continuación, Taika. Avanzaron entrando en una gran
plaza. Nahia observó el edificio circular y descubierto. Estaban en el centro,
sobre un suelo de tierra y arena. Identificó manchas de sangre en varios
lugares y tragó saliva.
Los seis líderes de escuadrón observaban situados sobre las alturas de la
muralla que formaba la parte interior del recinto. En la muralla exterior, más
alta, estaban apostados al norte el coronel Lehen-Gorri-Gogor y al sur el
comandante Bigaen-Zuri-Indar. Los líderes de Drakoros, la insigne
Academia de los Sangre de Dragón.
«A este lugar lo llamamos La Arena. Es dónde se demuestra la calidad
de la sangre de dragón que corre por vuestras venas. Aquí es donde se
prueba si sois lo suficientemente fuertes para continuar con la formación»
envió el coronel. La fuerza del mensaje mental golpeó sus mentes como con
un puño que tuvieron que aguantar. A Nahia se le fue la cabeza hacia atrás y
casi le da a Aiden en el torso con la cocorota.
«Avanzad hasta el centro» llegó la orden del comandante que, por
fortuna, fue algo menos impactante.
Obedecieron y se situaron en el medio de la gran plaza de arena. No
había escapatoria de aquel lugar. La pared baja tenía más de quince varas de
altura y la alta más de treinta, además no había salientes por los que poder
trepar. Una puerta al sur por la que habían entrado ellos y otra al norte,
ambas cerradas, conformaban el resto del recinto.
«La puerta norte se abrirá y dará comienzo la prueba de inicio del
segundo curso. Debéis enfrentaros y derrotar a los enemigos que de ellas
salgan. Esta es una prueba que solemos disfrutar ya que demostraréis las
habilidades que habéis desarrollado durante el primer año de formación. No
deshonréis a vuestros líderes en mi presencia, no lo tolerarán. Si no
conseguís salir victoriosos de la Arena, habréis fracasado y no seréis dignos
de continuar. Todo aquel que perezca entenderá que se debe a su
incapacidad», envió el coronel de nuevo con un mensaje mental poderoso
que los dejó trastocados.
Nahia sacudió la cabeza intentando recuperarse cuando las grandes
puertas de acero de la zona norte se abrieron con un chirrido escalofriante.
Daba comienzo el evento.
«Para superar la prueba no debe quedar ningún enemigo con vida. Solo
los débiles o lerdos perdonan la vida a sus rivales y no hay lugar para estos
entre los dragones», envió el comandante.
—¡Preparaos! En formación cerrada. Escudos al frente y dagas listas —
dijo Taika.
—¿Escudos o esferas? —preguntó Nahia.
—Escudos primero. No sabemos qué tipo de enemigo será. Mejor
priorizamos la defensa al ataque —razonó Taika.
—De acuerdo —asintió ella.
—Tranquilos. Ya nos hemos enfrentado a otros enemigos en el hielo y
hemos salido vencedores. Y bien feos que eran… —comentó Lily intentado
levantar la moral restando importancia a la situación.
—Ahí te voy a dar toda la razón. Todos tranquilos, saldremos de esta.
Venceremos a quien sea que salga por esas puertas —se unió Dafne y puso
cara de fiera mostrando los dientes como si fuera a morder al primer
enemigo que fuera a salir.
—La gloria es nuestra. Somos de la sangre de los dragones. Hemos
nacido para la victoria —proclamó Aiden.
Ivo no dijo nada. Respiraba profundamente, como intentando mantenerse
en un estado de calma.
—Posición defensiva —dijo Taika al ver que el enemigo ya salía.
Todos flexionaron las piernas: la izquierda un poco adelantada con el
brazo izquierdo con el escudo al frente y la pierna derecha retrasada.
Llevaban la daga en la mano derecha, todos menos Dafne que era zurda y se
colocó justo al revés. El equilibrio era lo más importante y lo sabían.
De la puerta salieron unos enemigos que dejaron a Nahia perpleja. Eran
una docena de criaturas singulares que nunca había visto. Se trataba de unos
reptiles, muy similares a un cocodrilo, solo que más anchos y con
extremidades más fuertes. Avanzaban a la carrera sobre sus cuatro cortas y
potentes patas. Lo singular era que en la espalda llevaban un par de lanzas
de aspecto rústico sujetas al tronco del cuerpo con cuerdas. Los reptiles
formaron una línea y de pronto se detuvieron a unos pasos de distancia de la
escuadra, que observaba con mucha atención y algo de incredulidad.
—Atentos. Mantenemos escudos de momento —avisó Taika.
De pronto, los reptiles se pusieron de pie sobre las patas traseras usando
la cola como apoyo para erguirse. Eran del tamaño de Aiden en posición
vertical, si no un poco más altos. Se llevaron una de las garras a la espalda y
empuñaron una lanza. Soltaron unos gruñidos y se lanzaron al ataque
avanzando erguidos y con las lanzas por delante.
—¿Qué…? —comenzó a preguntar Nahia, que no podía creer que
aquellos cocodrilos más grandes que ella pudieran avanzar de pie
blandiendo lanzas y emitiendo gruñidos amenazadores que salían de unas
bocas con ristras de dientes funestos.
—¡Cúbrete! —llegó la advertencia urgente de Dafne a su lado.
Nahia reaccionó saliendo de su asombro. Al ver a uno de los cocodrilos
llegar hasta ella levantó el escudo justo antes de que atacase. Se protegió la
cara, hacia la que la punta de la lanza iba dirigida. Golpeó con fuerza el
metal y salió desviada a un lado.
—¡Por un suspiro! ¡Gracias! —agradeció y resopló.
—Estos van en serio. No me gustan nada estos bicharracos —dijo Dafne,
que desvió con su escudo otra lanza que intentaba alcanzarla en el estómago.
La Fatum movió sus alas para mantenerse en equilibrio. A Nahia le pareció
irreal que un ser tan bello y delicado como ese se enfrentase a otro tan
horripilante.
—Ya lo creo. Tienen muy malas intenciones —respondió Nahia. Bajó un
poco el escudo y observó por encima a su enemigo, que se preparaba para
volver a atacar.
—Cambiamos a formación de línea —dijo Taika y al momento Aiden se
situó a la izquierda de Nahia y Taika a la derecha de Lily. Ivo aguardó un
instante a que toda la línea se estirara y se situó entre Dafne y Lily.
—¿Alguien sabe qué son estos bichos reptilianos tan feos? —preguntó
esta última mientras soltaba una estocada con su daga.
—Son Saurios. Los dragones los usan para la guerra y otras funciones,
como esta —explicó Taika, que dio un brinco felino de gran potencia y
golpeó al Saurio en el torso escamado con sus dos patas de tigre. Lo derribó
de espaldas y este se arrastró por el suelo varios pasos.
—¡La victoria es nuestra! —gritó Aiden a pleno pulmón soltando un
terrible tajo al Saurio que le atacaba.
El Drakónido seguía tan convencido de sus posibilidades como el primer
día, si no más.
—¡La Escuadra Ígnea saldrá victoriosa! —aseguró a pleno pulmón y
remató al suyo con una estocada al centro de su torso cubierto de escamas.
—No rompáis la fila —dijo Taika, que volvía a ocupar su posición.
—Luchar contra otras criaturas de la naturaleza para proporcionar
divertimento a los dragones lo encuentro inadmisible —comentó Ivo, que
observaba a los líderes de la academia con sus extraños ojos de Tauruk, más
de bestia que de hombre. Un Saurio lo atacó lanzándose sobre él y fue
recibido por un revés de escudo a la cabeza con tal fuerza que quedó
tumbado de espaldas en el suelo, sin sentido.
—No podría estar más de acuerdo —convino Nahia intentando esquivar
los ataques del que intentaba atravesarla sin desplazarse demasiado y perder
la posición. Consiguió clavarle la daga en la parte superior de la pata
derecha forzándole a detener sus ataques. Por fortuna aquellos cocodrilos
guerreros tenían escamas menos duras que las de los dragones. Al quedar
lisiado, el Saurio levantó la lanza sobre su hombro y la lanzó al estómago de
Nahia. Esta movió el brazo tan rápido como pudo y se cubrió con el escudo.
El arma golpeó la esquina de este, que casi no llega a tiempo de
interponerse.
—Yo me encargo —dijo Aiden y dando un paso hacia adelante acabó con
el Saurio cojo de dos tajos tremendos al cuello. El Drakónido se empleaba a
fondo con cada golpe que ejecutaba, como si tuviera que darlo todo.
Nahia no tuvo tiempo de agradecérselo a su compañero ya que tenía a
otro Saurio encima. Se lanzaban contra ellos intentando que rompieran la
formación de defensa con escudos, pero aguantaban firmemente. Todo el
tiempo de entrenamiento de formación y marcha con Irakas-Gorri-Gaizt
parecía que daba su fruto, por mucho que a ella le pesara.
—Son un encanto y desbordantes de empatía nuestros señores —dijo
Dafne con tono de marcada ironía.
—Esto es formación marcial. Nuestros señores dragones nos enseñan a
combatir contra diferentes tipos de enemigos. Deberíais estar agradecidos
—replicó Aiden.
—Eres un cabeza de roca y además, convencido —dijo Dafne, que acabó
con el Saurio contra el que luchaba clavándole la daga en el cuello con una
estocada fulgurante seguida de un desgarro vertical.
—Las decisiones de nuestros amos son siempre las correctas. No somos
dignos de debatirlas —afirmó Aiden rematando a otro que se le había
echado encima soltando bestiales tajos.
—De verdad que eres de lo más pesadito, casi tan pesado como feo —
reprochó Lily, que desvió una lanza a su cara con el escudo y le clavó la
daga en el ojo derecho al Saurio. El reptil emitió un gruñido agudo de dolor.
Taika ayudó a Lily rapidísimo y remató a aquella criatura con un corte
limpio al cuello.
El combate continuó y varios de los Saurios optaron por arrojar sus
lanzas en lugar de asaltarles al ver que no podían romper la formación
defensiva.
—Estos también saben pensar además de pelear —comentó Aiden al ver
el cambio de estrategia.
—Todas las criaturas de la naturaleza piensan, Drakónido. No solo
nosotros —corrigió Ivo y golpeó con el escudo paralelo al suelo las fauces
del Saurio que intentaba morderle el cuello. El golpe fue seco y potente. Se
escuchó un crujido y el reptiliano se fue de espaldas con las fauces rotas.
Antes de que se levantara Ivo lo mató aplastándole la cabeza con el lateral
del escudo a dos manos.
—Unos bastante más que otros, sobre todo los de cabeza de roca —
intervino Lily avanzando con Taika. Entre los dos acabaron con otro de los
reptiles.
Aiden ignoró la pulla que sabía que iba dirigida a él, desarmó al último
de un tajo tremendo de su garra y luego le clavó la daga en mitad del torso
hasta la empuñadura. El Saurio gruñó de dolor y cayó muerto.
—No queda ninguno en pie —anunció.
«Primera ronda completada con éxito. No lo habéis hecho mal, ha estado
entretenido. Vuestro Líder de Escuadrón no ha sido deshonrado. Veamos si
incrementado la dificultad de la prueba, también la superáis. Espero que así
sea», envió el coronel Lehen-Gorri-Gogor.
—¿Cómo que primera ronda? ¿Es que hay más? —preguntó Nahia con
estupor.
—Me temo que esto solo ha sido de calentamiento —comentó Dafne.
—No quiero ni saber qué habrán ideado —suspiró Lily.
Nahia sintió que el ánimo se le venía abajo, pero al ver a los dragones
observándoles y divirtiéndose con aquel espectáculo de muerte, sintió rabia,
mucha rabia. Aquellos seres despreciables solo vivían por y para la muerte
y conquista. Un día pagarían todas las muertes que habían causado. Y si ella
podía hacer algo para que ese día llegara, lo haría. De eso tenía una certeza
absoluta.
«Preparaos para la segunda ronda» llegó el mensaje de Bigaen-Zuri-
Indar.
Nahia resopló mientras volvían a formar algo más retrasados para evitar
los cuerpos de los Saurios caídos.
Las puertas se volvieron a abrir con aquel chirrido horrible.
Capítulo 2

Nahia respiró hondo varias veces dejando salir largos resoplidos e


intentando controlar sus emociones y mantenerse en calma. No lo iba a
conseguir del todo, eso lo sabía, pero lo intentaba. Sujetó con fuerza la daga
en su mano derecha y se colocó bien el escudo. Estaba contenta por haber
luchado bastante bien en el primer asalto. La daga y el escudo no eran su
fuerte, pero se había defendido. Sin embargo, en comparación con sus
compañeros se quedaba muy atrás. Le maravillaba la agilidad y precisión
con la que Taika se manejaba en el combate con armas. Ivo era pura fuerza, a
la que añadía enorme potencia. Aiden era tan bruto como alocado, pero
también se manejaba muy bien con las armas. Así lo habían demostrado en el
combate. Los envidiaba pues ella no se veía llegando a luchar con la soltura
de la que ellos hacían gala.
—Atención, ya salen —advirtió Taika.
Todos observaron muy atentos y en tensión. Lo que surgiera vendría a
intentar matarlos. Identificaron lo que parecía un tipo diferente de Saurio.
Eran más grandes y de color rojizo. Nahia se fijó en que sus escamas tenían
protuberancias adheridas que parecían trozos de roca gastados por la
erosión del agua y les cubrían todo el cuerpo. Salieron media docena.
Avanzaban erguidos, empuñando rústicas lanzas de tres puntas.
—Estos son más grandes y feos —anunció Lily, que frunció el ceño.
—Cuidado con esos tridentes —informó Aiden.
—En mi tierra a eso lo llaman horca y sirve para cargar heno y paja —
comentó Ivo.
—Sirve para pinchar, eso seguro. Mejor evitamos que nos las claven —
sugirió Dafne arrugando la nariz.
—Las horcas de guerra de tres pinchos se denominan tridentes, ¿es que
no os han enseñado nada en vuestras tierras? —Aiden sacudió la cabeza sin
poder creerlo.
—Los esclavos preferidos de los dragones tienen más acceso al
conocimiento que el resto de las razas —replicó Lily con tono acusador.
—La envidia os carcome porque somos los favoritos de nuestros señores
—contestó Aiden y levantó la cabeza, orgulloso.
—Ya, la envidia de ser unos pelotas y chivatos. Estoy segura de que nos
carcome muchísimo —replicó Dafne con expresión de incredulidad.
—Sale otro grupo, atención —anunció Taika.
Siguiendo a los primeros Saurios rojizos, apareció otro grupo compuesto
por otros cuatro reptiles. Estos también eran grandes, aunque algo menos
gruesos. Tenían escamas de color violeta y sus cuerpos no estaban
recubiertos de protuberancias. Lo que extrañó a Nahia del nuevo grupo era
que no empuñaban armas sino largos cayados adornados con dientes, huesos
y tiras de lo que parecían escamas de piel de Saurio.
—Esos no parecen guerreros… —comentó en voz alta.
—Pues animadores seguro que no serán —comentó Dafne, que observaba
con ojos entrecerrados.
—No me gustan. El color morado suele traer complicaciones —comentó
Lily y negó con la cabeza.
—Los colores no son los que traen problemas, son aquellos que los
portan los que los crean —corrigió Ivo y estiró los hombros.
Los Saurios avanzaron despacio entre los restos de sus compañeros
muertos en el suelo. Los observaban y en sus ojos de reptil Nahia apreció un
brillo que le dio la impresión de que era de odio. Los seis rojizos llegaron a
unos pasos de ellos y los violáceos se quedaron algo más retrasados.
—Los cuatro de atrás no parece que vayan a atacar —comentó Aiden con
tono de extrañeza.
—Atacarán, de lo contrario no estarían en medio de la arena —razonó
Dafne sin perder detalle de lo que hacían.
—¿Mantenemos la posición? —preguntó Lily.
—Esos cayados que llevan… me recuerdan a los de los hechiceros que
nos encontramos en el Continente Helado, en Tremia. Son diferentes, pero el
estilo yo diría que se asemeja a aquellos —razonó Nahia.
—Entonces esos cuatro podrían ser hechiceros o chamanes —dedujo
Lily.
—Cierto, pueden tener magia. Mejor invertimos la formación, ¡rápido!
—pidió Taika y en su tono apareció la preocupación.
—Hagámoslo —convino Aiden.
Los tres chicos pasaron al frente y las tres chicas atrás. El cambio de
formación ya lo tenían tan ensayado y memorizado que lo hacían a la
perfección, casi sin pensar.
—Línea delantera, aguantamos formación. Línea trasera, pasad a ataques
mágicos —dirigió Taika.
Nahia, Dafne y Lily envainaron sus dagas y se pusieron el escudo a la
espalda con rapidez. Los Saurios rojos ya avanzaban con sus tridentes
sujetos a dos garras y con la clara intención de atravesarles.
—Bolas elementales, rápido —urgió Nahia a sus dos compañeras.
Sacaron las Perlas de Aprendizaje y se prepararon. Nahia se concentró y
despertó a su dragón interior, al igual que lo estaban haciendo sus
compañeras. Ahora le resultaba sencillo. En cuanto lo llamaba surgía del
interior de su pecho. Obtuvo una cantidad de energía suficiente para crear
una esfera elemental bastante poderosa e invocó Bola Elemental. Una esfera
llena de poder elemental de fuego apareció levitando sobre la palma de su
mano derecha. Ardía peligrosa, mostrando todo el poder del elemento fuego.
Tras un momento, en la mano de Dafne apareció otra de una energía
blanca cegadora que irradiaba poder elemental de luz. Los Saurios atacaron
la primera línea con sus tridentes cuando Lily consiguió por fin crear la suya.
Era de color azul e irradiaba el poder elemental del agua. Aiden, Ivo y Taika
se defendieron cubriéndose con los escudos. Estaban en clara desventaja,
pues sus dagas tenían solo un tercio de la longitud de los tridentes de los
Saurios. Estos atacaban intentando perforarles con fuertes ataques punzantes
desde una distancia a la que las dagas no llegaban.
Taika se dio cuenta del problema y actuó.
—A mi señal avanzaremos con un salto, atacaremos y nos retrasaremos
—dijo a Aiden e Ivo.
—De acuerdo —asintió Ivo defendiéndose como podía con el escudo.
—¡La victoria será nuestra! —fue la respuesta de Aiden que bloqueó con
el escudo e intentó lanzar una estocada que se quedó corta.
—Ahora —marcó Taika y se lanzaron hacia delante a la vez.
Taika no tuvo ningún problema para esquivar el tridente gracias a su
innata agilidad de gran felino y atacó con una fulgurante estocada al torso del
Saurio rojo. Ivo tuvo que apartar el tridente desplazándolo con el escudo
para poder avanzar, pues él era demasiado ancho y poco ágil para hacerlo de
otra forma. Soltó un tajo poderoso al estómago del Saurio. Aiden tampoco
era muy ágil, pero consiguió ponerse de lado y saltar hacia delante evitando
el tridente enemigo y llegar hasta el Saurio. Le soltó una estocada al centro
del torso.
Algo sorprendente sucedió entonces. Los tres ataques acertaron, pero
ninguno causó herida alguna. Las dagas golpearon las protuberancias que
recubrían los cuerpos de los Saurios y salieron rebotadas sin poder penetrar.
Eran tan duras como la roca. Los tres intentaron un segundo ataque casi de
forma instintiva al fallar el primero, pero tampoco consiguieron penetrar
aquella coraza de piedras y escamas rojas.
—¡Atrás! —llamó Taika al darse cuenta de que no podrían herirles.
Los tres dieron un brinco hacia atrás y se colocaron de nuevo en
formación cubriéndose con los escudos.
—¿Cómo es que no podemos herirlos? —preguntó Aiden contrariado
sacudiendo la cabeza.
—Tienen piel de roca, las armas de acero no penetran —explicó Taika al
resto.
—A lo mejor la magia… —sugirió Ivo.
Nahia vio que los Saurios atacaban y ahora lo hacían dos contra uno. Sus
compañeros, que se protegían con muchos problemas, no iban a poder evitar
la embestida.
—Ataquemos —dijo Nahia a Dafne y a Lily.
—De acuerdo —Dafne ya levantaba la mano para lanzar su bola.
—Cuidado, no hiramos a los nuestros —advirtió Lily, que estaba
calculando el tiro que tenía que realizar para que la explosión elemental no
le diera a Taika, que estaba frente a ella.
—Tirad a sus espaldas, rápido —urgió este, al que habían herido en la
pata derecha y sangraba.
A Ivo lo alcanzaron en el hombro y, aunque las escamas de su armadura
lo protegieron, no lo hicieron del todo. El Tauruk ignoró la herida y siguió
bloqueando los tridentes con escudo y daga.
Aiden estaba rabioso porque no conseguía abatir a los dos Saurios que
intentaban trincharlo con sus armas. También estaba herido en brazo y muslo,
de los que sangraba, pero seguía defendiéndose con más energía.
—¡Ivo, ojos! —avisó Dafne.
Lanzó la bola de energía de luz directa a los dos Saurios frente al Tauruk.
El Tauruk vio la bola pasar a su lado rozando su oreja derecha y cerró
los ojos justo cuando golpeó a los Saurios. Estaban tan juntos que ambos
recibieron la explosión de luz en el rostro. Gruñeron y sacudieron sus
cabezas, pero era demasiado tarde, estaban cegados por la potencia de la
bola de luz.
Lily lanzó la suya de agua realizando una medida parábola alta y corta.
Cayó justo detrás de los dos Saurios que intentaban acabar con Taika.
—¡Taika, salta! —advirtió Lily.
Al explosionar contra el suelo, la bola de agua estalló con fuerza
congelando todo a su alrededor. Alcanzó las patas, colas y espaldas de los
dos Saurios, que se quedaron congelados, pegados contra el suelo. Intentaron
despegarlas, pero les fue imposible. Taika había saltado obviando sus
heridas y se había librado de ser alcanzado por la explosión de frío.
Nahia envió su bola de fuego sobre los dos reptiles que atacaban a
Aiden. A diferencia de sus dos compañeras, ella no la lanzó con la mano,
sino utilizando su mente. La dirigió desde la palma de su mano hasta situarla
sobre las cabezas de ambos Saurios y la llevó un poco más allá, hasta
librarlos. Todavía le costaba creer que pudiera manejar la bola de fuego con
el poder de su mente y su magia. Le parecía fascinante y la dejaba pasmada.
Una vez la bola sobrepasó a los dos Saurios, Nahia no tuvo que complicarse
mucho más, simplemente la dejó caer al suelo y al impactar contra la arena
estalló con una gran llamarada.
Aiden se protegió el rostro con el escudo. La llamarada se produjo a la
espalda de los dos Saurios y estos prendieron fuego. Nahia se preguntaba si
la armadura de piedras que tenían les protegería, pero no lo hizo. Las llamas
los consumieron mientras intentaban liberase de ellas rodando por los
suelos.
Nahia se dio cuenta de que la llamarada había sido más potente de lo que
había previsto. Debía andarse con cuidado o quemaría a uno de sus
compañeros. Le extrañó que aquello hubiera sucedido, había utilizado la
misma cantidad de energía que usaba siempre. Quizá no fuera nada, algo
fortuito, o tal vez sí, y había algo más que debía entender. Tendría que
analizarlo.
Taika avanzó sobre los dos Saurios medio congelados e intentó darles
muerte. Mientras lo hacía, uno de los de escamas violetas lo señaló con su
cayado, abrió las fauces y emitió unos sonidos extraños, como gárgaras
prolongadas. De pronto algo verde surgió disparado de la punta, una
sustancia medio líquida, medio gaseosa. Se dirigió directa al cuerpo de
Taika, propulsada, como saliendo de un potente surtidor.
—¡Taika, cuidado! —avisó Lily.
El gran tigre blanco saltó a un lado, pero debido a las heridas no fue lo
bastante rápido y la sustancia le alcanzó en el brazo izquierdo.
—¡Argh! —gruñó de dolor y dejó caer la daga.
—¿Qué te sucede? —peguntó Lily.
—¡Cuidado, que no os alcance, es ácido! —afirmó Taika sacudiendo el
brazo mientras gruñía de sufrimiento.
El aviso llegó tarde. Otro de los Saurios violeta envió el ácido contra
Aiden, que intentó evitarlo, pero no fue lo bastante rápido. Le alcanzó en la
capa y parte del costado. Con ojos de estupor, Aiden vio cómo se comía la
tela y penetraba entre las escamas de protección.
—¡Argh! —gruñó de dolor y se tiró al suelo. Comenzó a dar vueltas
sobre sí mismo para escapar del ataque.
—¡Hay que tirar contra esos chamanes! —Nahia ya tenía una segunda
bola de fuego sobre la palma de su mano. Vio que un Saurio la estaba
mirando y supo por instinto que iba atacar. Le lanzaría aquel ácido desde su
cayado.
No dudo un instante, dudar era morir. Miró la bola de fuego, miró al
chamán y con su mente y mediante su magia la envió directa contra su torso
de reptil. El chamán lanzó el ataque de ácido dirigiéndolo con su cayado.
Nahia lo vio avanzar hacia ella formando una parábola según cruzaba la
distancia que los separaba. Pensó que había sido demasiado lenta, pero se
equivocó. La bola de fuego impactó y el Saurio ardió por completo al
producirse el estallido de llamas. El ataque de ácido llegó hasta su pie
derecho y Nahia lo retrasó. Aquella sustancia murió al morir el Saurio.
—¡Acabemos con ellos! —Lily lanzó una bola elemental de agua al
chamán que atacaba a Taika. El tigre rodaba ahora por el suelo como Aiden
mientras el chamán lo perseguía con el chorro de ácido que salía de su
cayado. Si le daba, Taika moriría sufriendo horrores.
El tigre giraba sobre sí mismo tan rápido como podía huyendo del caudal
mortal. El chamán no se movía del sitio, se limitaba a dirigir el chorro ácido
con su cayado. La bola elemental de agua de Lily lo alcanzó en las piernas.
La explosión de hielo le subió por todo el cuerpo y quedó congelado donde
estaba.
—¡Ayuda, a mí! —pidió de pronto Ivo.
El Saurio chamán le había enviado su ataque de ácido y el enorme Tauruk
se protegía detrás de su escudo. El chorro sostenido que salía del cayado
golpeaba el escudo y lo estaba comenzando a atravesar. Un gas verdusco
estaba rodeando a Ivo, que comenzó a retrasarse con paso incierto y
tambaleante. Parecía que se estaba mareando. Dafne se había apartado con
rapidez para dejarlo pasar. Se adelantó evitando el chorro de ácido y lanzó
su bola de energía de luz contra el Saurio. Le estalló en los pies y la
explosión de luz lo dejó cegado. Comenzó a mover el cayado de derecha a
izquierda, sin poder ver, regando de ácido todo frente a Dafne e Ivo. La
Fatum dio un salto hacia atrás para evitar que le alcanzara y también
comenzó a sentirse mal.
—Este gas verdoso que suelta el ácido… es… malo…
—Está por todas… partes… —dijo Ivo y se derrumbó de espaldas.
—Voy… Ivo… —intentó ayudar Dafne, pero solo consiguió dar dos
pasos y cayó sin sentido.
Nahia lo vio y se dio cuenta de que en el centro había más gas verdoso.
Se había acumulado allí. Por el rabillo del ojo vio a Taika, que avanzaba
como un depredador al acecho e iba a eliminar al chamán cegado. Iba dando
un rodeo para evitar que le alcanzara con el ácido que seguía enviando a
derecha e izquierda. Se colocó a su espalda y con un potente salto lo derribó
al suelo. Había perdido su daga, así que usó sus fauces y sus garras para
matarlo al más puro estilo de gran felino.
El chamán que atacaba a Aiden, por el contrario, ya casi lo tenía. El
Drakónido no era tan ágil como Taika y sus vuelcos por el suelo eran más
predecibles y torpes de ejecución.
—¡Cuidado, Aiden, aguanta! —advirtió Nahia, que corría directa hacia
el último Saurio chamán. En la carrera intentó crear una nueva bola de fuego
pero, por alguna razón, no lo consiguió. No supo si era por ir corriendo, por
la situación o por la falta de concentración. El chamán la vio ir directo hacia
él y con el cayado dirigió el caudal de ácido de Aiden a ella.
Nahia vio con horror cómo el chorro de ácido se le venía encima. No le
iba a dar tiempo de llegar hasta él chamán. Detuvo la carrera y, llamando a
su dragón interior, cogió una gran cantidad de energía y la convirtió en
energía elemental de fuego. Abrió la boca y la dejó salir como Aliento
Elemental de Fuego. No sabía por qué hacía aquello, ya que no iba a llegar a
darle al Saurio, pero había sido algo instintivo. Estaba fuera del alcance del
ataque.
El chorro de ácido cayó sobre Nahia y la Humana se preparó para recibir
un sufrimiento agónico. No podía hacer nada pues estaba en medio de
proyectar su Aliento de Fuego y no podía pararlo. El ácido y el fuego se
encontraron y el fuego venció. El ácido no llegó hasta el cuerpo de Nahia
sino que quedó destruido. La sorpresa que se llevó fue tremenda. Estaba
convencida de que el ácido la iba a destrozar.
El Saurio también se sorprendió a juzgar por su reacción. Luego cambió
de táctica y atacó con su chorro intentando alcanzarla en el costado derecho.
Nahia se dio cuenta y, cogiendo más energía de su dragón interior, mantuvo
el aliento de fuego y lo amplificó para cubrir más área frente a ella. Movió
la cabeza con rapidez y lo dirigió contra el caudal de ácido que llegaba ya
hasta ella por el costado. De nuevo las llamas destruyeron el ácido. Era
impresionante ver cómo lo quemaba, incluso el gas nauseabundo que soltaba.
Nahia vio la oportunidad de pasar al ataque. Si conseguía dirigir su
aliento al ácido sin dejar de producirlo, manteniéndolo constante, podría
llegar hasta el Saurio. De lo que no estaba segura era de cuánta energía
interior disponía, ni de si podría llegar hasta su enemigo y reducirlo a
cenizas. Como no tenía otra opción, decidió intentarlo. Deseó con todas sus
fuerzas que no se acabara la energía de su dragón interior. No conocer sus
limitaciones era todo un problema. Otra cosa que debía aprender de sí
misma antes de que le costara la vida.
Avanzó hacia el chamán proyectando su fuego y con ambos ojos fijos en
el caudal de ácido por si cambiaba de dirección. El Saurio intentó alcanzarla
desde la izquierda y luego directo en su cabeza. Nahia pudo contrarrestar
ambos ataques. Movió la cabeza a los lados y hacia arriba y dirigió su
aliento de fuego. Comenzaba a comprender que aquella habilidad era muy
poderosa, más de lo que en un inicio había pensado. La única pega era que el
alcance se quedaba muy corto. El fuego solo se propulsaba un par de pasos
hacia delante, si bien el cono de amplitud que conseguía generar podía
engullir a un Humano de arriba abajo.
Estaba ya a tres pasos cuando vio que el Saurio se retrasaba sin dejar de
enviarle el ácido. Iban a jugar al gato y el ratón, ella avanzaría y él se
retrasaría. La preocupación por no saber cuánta energía tenía la asaltó de
nuevo. Al pensarlo un escalofrío le bajó por la espalda y estuvo a punto de
perder la concentración y el aliento de fuego. No, eso no podía permitírselo.
Se concentró de nuevo y continuó cogiendo energía de su dragón interior,
convirtiéndola en fuego y enviándola a su aliento elemental.
En ese momento vislumbró una figura detrás del Saurio. Muy aliviada vio
que era Taika. El Felidae saltó sobre él y lo derribó. Lo mató arrancándole
un pedazo de cuello con sus mandíbulas de tigre.
Nahia se detuvo y dejó de enviar energía.
—Buen trabajo —dijo Taika y le hizo un gesto de respeto con la cabeza.
—Lo mismo digo —devolvió el cumplido Nahia, que se volvió para ver
si quedaba algún otro Saurio vivo.
Estaban todos muertos.
Miró hacia la puerta por donde habían salido y vio que estaba cerrada.
No parecía que hubiera más enemigos. Corrió a ver cómo estaban Dafne e
Ivo.
Llegó hasta ellos y se arrodilló junto a Dafne. Le tomó el pulso y
comprobó que estaba viva. Eso la tranquilizó. Solo estaba inconsciente. Fue
hasta Ivo y revisó su estado. También estaba vivo e inconsciente.
Aiden estaba sentado en el suelo doliéndose del costado. Buscó a Lily y
vio que también había caído inconsciente debido al gas verdoso. Fue hasta
ella y comprobó que estaba viva.
«Segunda ronda completada con éxito. Algunas bajas, parece ser. No ha
estado del todo al nivel que esperamos. Deberíais haber vencido con mayor
facilidad y no perder miembros de la escuadra» envió el coronel junto a un
sentimiento de desagrado.
Nahia observó con la cabeza gacha al gran dragón y tuvo ganas de
gritarle lo despreciable que era. Sin embargo, se contuvo. No iba a servir de
nada y le costaría la vida.
«Preparaos para la tercera ronda, la final» llegó el mensaje de Bigaen-
Zuri-Indar.
La cabeza de Nahia se fue hacia atrás no por el potente mensaje mental,
sino de la sorpresa.
—¿Cómo que… tercera ronda…? —masculló.
Miró a sus compañeros tendidos en el suelo, inconscientes. Luego a
Aiden y Taika, que estaban heridos. No podían seguir luchando. La escuadra
estaba descompuesta.
La puerta norte volvió a abrirse.
Capítulo 3

Nahia no podía creerlo. Había una tercera ronda y no les daban tiempo a
recuperarse. No solo era algo despreciable, sino cruel, aunque viniendo de
los dragones, no le sorprendió, pues esperar un poco de empatía o
compasión de aquellos monstruos era inútil. El odio que sentía por aquellos
seres tiránicos iba creciendo de forma exponencial. Algún día se vengaría.
Sí, de alguna forma recibirían el castigo que merecían, solo esperaba estar
presente para poder presenciarlo.
«Solo puede haber un ganador. Aseguraos que sois vosotros» les llegó el
mensaje del comandante.
—¡Agrupémonos! —llamó Taika y corrió hacia Nahia.
—¡Voy! —respondió Aiden, que también comenzó a correr hacia Nahia.
—Despierta, Lily. Estamos en peligro, tienes que recuperarte —urgió
Nahia a su compañera intentando que volviera en sí. Lily, sin embargo, no
reaccionaba a sus palabras. Viendo la gravedad de la situación, Nahia
comenzó a sacudirla de los hombros con fuerza.
De las grandes puertas apareció una única figura con pasos pesados. Se
trataba de un descomunal Saurio del tamaño combinado de seis Tauruk-
Kapro. Avanzó como un gigantesco cocodrilo sobre sus cuatro potentes
patas. La mitad del cuerpo, de cabeza a cola, la tenía cubierta de escamas
rojas y la otra mitad de escamas moradas. Protuberancias rocosas recubrían
todo su cuerpo y sus patas. Parecía vestir una armadura de piedra gastada.
Nahia supo nada más verlo que aquel monstruo no era solo enorme sino
tremendamente peligroso.
—Ese Saurio va a ser un gran problema —comentó Taika que había
deducido lo mismo que Nahia.
Aiden llegó sujetándose el costado y con expresión de dolor en su rostro
de dragón.
—Es fuerte y parece acorazado. Nuestras armas no van a servir.
Taika asintió.
—Tendremos que usar magia.
—Mi magia no es mi mejor baza… —se lamentó Aiden, que miraba al
enorme reptil avanzar hacia ellos despacio, pero recorriendo bastante
terreno con cada paso.
—¡Vamos, Lily! ¡Despierta! —Nahia la sacudió con mucha fuerza pero,
por desgracia, su compañera no despertó.
—Apartemos a Dafne e Ivo, ¡rápido! —urgió Taika a Aiden.
El Drakónido asintió y corrieron hacia ellos. Dafne no fue un problema,
pero a Ivo tuvieron que arrastrarlo cogiéndolo cada uno por un tobillo, pues
pesaba como un buey. Los apartaron lo suficiente para que no corrieran
peligro y volvieron con Nahia, que no conseguía despertar a Lily.
—Nos la llevamos —dijo Taika.
—De acuerdo —asintió Nahia.
Taika cargó con Lily al hombro y corrió a dejarla con Dafne e Ivo, luego
regresó a la carrera. Nahia vio la sangre que tanto Aiden como Taika perdían
y las quemaduras de ácido que tenían por el cuerpo.
—Estáis en muy malas condiciones.
—Esto no me impide luchar. Derrotaré al gran Saurio —dijo Aiden con
confianza mirando con ojos fijos al terrible reptil que ya casi tenían encima.
—Todavía puedo luchar —afirmó Taika.
—Ojalá tuviera mis medicinas conmigo, os podría ayudar —Nahia se
sentía fatal, más aún teniendo los conocimientos para hacerlo. Si al menos
pudiera coserles las heridas y vendarlas… pero no podía.
—No te preocupes. Ahora debemos luchar y sobrevivir —dijo Taika con
voz aterciopelada intentando tranquilizarla.
—Sí, por nosotros y por ellos —se dio cuenta Nahia mirando a sus tres
compañeros inconscientes. Aquel monstruo podía matarlos si no vencían.
—¡La Escuadra Ígnea vencerá! —Aiden sacó pecho y miró al gran
Saurio con ojos retadores.
El monstruo llegó hasta ellos y detuvo sus pesados pasos para emitir un
gruñido que los tres entendieron como una amenaza. Taika y Aiden ya tenían
las Perlas de Aprendizaje en las manos. Nahia, por su parte, estaba
preparada para usar su fuego elemental.
—Intentemos rodearlo. No parece demasiado rápido ni ágil —sugirió
Taika.
—De acuerdo. Voy al costado izquierdo — Aiden corrió con gestos de
dolor. Las heridas le hacían pagar los esfuerzos físicos por mucho que
intentase restarle importancia.
Taika fue al otro costado y Nahia se dio cuenta de que cojeaba bastante
más que antes. No iban a aguantar mucho tiempo.
El gran Saurio miró a ambos lados siguiendo las carreras de Aiden y
Taika, pero no se movió. Seguía a cuatro patas y movía la cabeza, pero no el
cuerpo. Los observaba, parecía estar decidiendo a quién atacar y el hecho de
que se hubieran separado lo había desconcertado. Tendría que elegir hacia
quién ir primero.
Nahia no sabía hacia dónde correr así que se quedó frente al monstruo.
Buscó su dragón interior, cogió energía interna y creó una bola de fuego. De
reojo vio que Aiden tenía una bola blanquecina sobre su palma en cuyo
interior aparecían relámpagos que parecían querer romper la esfera que los
contenía y escapar. La bola de Taika era tan negra como la noche. Ver a sus
compañeros preparados para atacar con magia, hizo que la confianza de
Nahia aumentara. Entre los tres podrían vencer a aquel ser. Debían hacerlo.
El monstruo miró a Nahia y dando un potente paso adelante abrió su
enorme boca llena de dientes e intentó engullirla. Ya había decidió a quién
atacar primero. Para lo grande que era, se movió con bastante rapidez. Se
notaba que era un depredador y que el asalto a la presa lo tenía dominado.
La reacción de Nahia fue de puro instinto de supervivencia y con la mano
le lanzó a la boca la bola de fuego elemental según descendía a cerrarse
sobre ella. La bola impactó contra las fauces y explotó creando una potente
llamarada que llenó la boca del tremendo Saurio.
Un gruñido de dolor surgió de su garganta, cerró la boca y detuvo el
ataque para retrasarse un paso. Le había dolido y mucho. Volvió a gruñir y
abrió la boca dejando escapar las llamas.
Nahia resopló. Había estado muy cerca de ser el desayuno de aquel
monstruo, pero había conseguido que retrocediera. Comenzó a formar una
nueva bola de fuego y miró de reojo a Aiden para ver si atacaba. No lo hizo.
La bola de tormenta que había creado se había desestabilizado y destruido.
El Drakónido sacudía la mano con fuerza, se había hecho daño. Intentó crear
otra bola, pero no lo consiguió. Se lamentó con exclamaciones de rabia y
comenzó a perder la calma.
En ese momento Taika lanzó su bola negra a la cabeza de la bestia.
Acertó de pleno y se produjo una explosión de negrura que rodeó la cabeza
del monstruo. No podía ver. Ahora gruñía de rabia. La negrura creada quedó
rodeando el punto de impacto sin disiparse, como una pequeña nube negra.
Nahia resopló. Esto les daba un respiro. Aiden continuó intentando usar
su magia. Si no lo conseguía, estarían acabados. Taika intentó crear otra bola
para mantener al monstruo cegado y que no pudiera atacar, pero esta vez fue
el Felidae el que no pudo crear la esfera. Nahia suspiró. Sus dos
compañeros eran muy buenos con las armas, pero no así con la magia.
Finalmente, Aiden consiguió usar su magia elemental de aire y atacó al
Saurio lanzando su bola de tormenta directa al costado. Al impactar, estalló
como si una tempestad rompiera y una docena de rayos comenzaron a
golpear al monstruo.
El gran reptil gruñó de dolor. El acero no atravesaba su defensa, pero la
magia sí. Atacó a Aiden con sus fauces, pero el Drakónido corrió hacia la
cola del monstruo, que comenzó a girar sobre sí mismo. Tal como Taika
había deducido, sus movimientos eran lentos y torpes, más aún sin poder ver.
Según se giraba, Nahia le lanzó otra bola de fuego, esta vez a la espalda. El
estallido de fuego le hirió y gruñó de dolor. Dejó de girar y volvió a encarar
a Nahia.
Aiden atacó la espalda del monstruo con otra bola elemental de aire
creando rayos y relámpagos que cayeron sobre ella.
El monstruo, incapaz de ver nada y herido, destelló en morado. De pronto
abrió la boca y de ella surgió un torrente de ácido.
—¡Cuidado, Nahia! —advirtió Taika.
Esta vio cómo de la boca del Saurio salía ácido proyectado y se tiró
hacia atrás para que no la alcanzara. Al no poder ver por la negrura que le
rodeaba la cabeza, no había podido apuntar y eso la había salvado. De
haberlo hecho, ella hubiera muerto bañada en aquella sustancia verde de
olor putrefacto. Al pensar en el olor se dio cuenta de que podía caer
inconsciente, así que rodó a un lado para alejarse.
Aidan corrió hacia la posición inicial que ocupaba y lanzó otra bola, que
estalló en la parte posterior de la cabeza. Una tormenta de rayos descargó
sobre el monstruo. La negrura comenzó a disiparse y Taika se percató, así
que lanzó otra bola de oscuridad a su cabeza para mantenerlo a ciegas.
El monstruo, furioso, comenzó a echar ácido en todas direcciones. No
podía verles pero intentaría darles de todas formas.
—¡Apartaos, cuidado! —Taika dio un brinco hacia atrás, pero al
apoyarse perdió pie por el dolor de la herida y cayó de espaldas.
Aiden se apartó del ácido que caía a su lado y al girarse el costado le
castigó con un dolor intenso. Se dobló y se quedó en el suelo. Nahia vio a
sus dos compañeros en problemas y decidió pasar al ataque. No podía usar
Aliento de Fuego porque tendría que acercarse demasiado y el saurio la
podría bañar en ácido. También se percató de que la arena alrededor del
monstruo comenzaba a estar llena de aquella sustancia y se estaba formando
una nube de gas verdoso que la dejaría sin conocimiento. Decidió atacar
desde una distancia prudencial. Llamó a su dragón interno y cogiendo una
cantidad de energía mayor de lo habitual creó una bola de fuego.
El monstruo seguía regando de ácido todo cuando había frente a él
moviendo la cabeza de un lado a otro mientras Taika y Aiden se apartaban a
rastras huyendo de él y del gas hediondo que acechaba. De pronto, el Saurio
se irguió sobre sus dos patas traseras manteniendo el equilibrio sobre su
gran cola. Desde la nueva altura continuó enviando ácido a ciegas a derecha
e izquierda, solo que ahora era más peligroso pues su alcance era mayor.
Nahia observó su bola elemental de fuego y luego al gran Saurio. Viendo
a su enemigo erguido, grande e imponente, decidió enviar más energía y la
hizo crecer. Creó una bola de un tamaño el doble de grande de lo que estaba
acostumbrada. Aquel logro la hizo sentirse orgullosa. Si embargo, se dio
cuenta de que la bola comenzaba a desestabilizarse. Había demasiada
energía en ella y no podría mantenerla en forma de esfera. Temiendo que le
explotara en la mano y la matara, utilizó su mente y envió la bola contra el
torso del Saurio. Impactó produciendo un estallido grande y unas llamas
imponentes que castigaron el cuerpo del monstruo. La bestia soltó un gruñido
de dolor y rabia. Se golpeaba el torso con las patas delanteras intentando
apagar las llamas.
Nahia vio la posibilidad de alcanzarle de pleno en la cabeza. De hacerlo
tendría muchas posibilidades de hacerle daño de verdad o incluso matarlo.
Buscó su dragón interior y cogió una buena cantidad de energía. Creó la bola
de fuego y comenzó a enviarle más energía para hacerla mayor. Quería
acabar con él con un ataque final poderoso, pero debía tener cuidado de que
no se le desestabilizara la esfera o sería ella quién moriría.
De pronto comenzó a sentir un calor tremendo que partía de su interior y
que se expandía por todo su cuerpo. Los latidos del corazón comenzaron a
irle más rápido, demasiado rápido.
—Oh, no… —masculló entre dientes.
Sentía que la piel le ardía y comenzó a costarle respirar. Reconoció los
síntomas de inmediato: estaba sufriendo uno de sus ataques, su condición se
manifestaba en el peor momento posible, cuando estaba intentando controlar
la estabilidad de la bola de fuego que había creado. El pulso se le aceleró
muchísimo y comenzó a perder el control de la bola de fuego.
—¡Ahora no! —masculló, llena de impotencia.
Intentó tranquilizarse, respirando hondo por la nariz y soltando el aire en
largos soplidos, pero no le iba a servir, no en medio de uno de sus ataques.
Necesitaba el remedio que llevaba colgado al cuello, pero si trataba de
cogerlo la bola de fuego se desestabilizaría y estallaría. Cayó de rodillas. Ya
no podía respirar, el pulso le latía con fuerza y se ahogaba. Sintió calambres
y pinchazos tremendos por todo el cuerpo.
La bola de fuego comenzó a perder su forma de esfera. Iba a estallar.
Con un esfuerzo final tremendo la envió hacia el Saurio con su mente.
Luego cayó a un lado y comenzó a sufrir convulsiones sobre la arena. La
bola estaba a punto de impactar cuando se desestabilizó y explosionó con
una gran llamarada alcanzando parcialmente a su enemigo. Sin embargo, por
la fuerza de la explosión, el monstruo se desequilibró y cayó de espaldas
sobre el suelo de arena.
Nahia lo vio caer mientras luchaba por llevar su mano derecha al cuello
y coger el contenedor con el remedio de su abuela. Por el rabillo del ojo
consiguió ver a Aiden, que estampó una bola de tormenta en la cabeza del
Saurio caído. Taika, a su vez, atacó creando más negrura e imposibilitando
que pudiera ver. Para sorpresa de Nahia y Taika, Aiden atacó con otra bola y
otra y otra más, sin fallar al crearlas. Nahia se dio cuenta de que el
Drakónido había entrado en uno de sus estados de frenesí y que ya no pararía
de atacar hasta que uno de los dos muriese. Lo curioso era que podía crear
las bolas sin problema al entrar en aquel estado de locura.
Mientras ella conseguía hacerse con el contenedor y llevárselo a la boca,
Aiden acabó con el monstruo lanzándole bola tras bola con rayos de
tormenta. Una vez lo logró, se quedó sentado en el suelo, exhausto, con la
mirada perdida. Taika fue hasta él para asegurarse de que no se había hecho
daño a sí mismo.
El remedio hizo efecto y Nahia pudo dejar de temblar de forma
incontrolada. Su pulso se fue ralentizando, volviendo a la normalidad, y su
respiración fue mejorando. Estaba muy cansada, demasiado como para
moverse. Se quedó tirada en la arena. Estaba viva, que era lo que contaba.
Habían acabado con el gran Saurio y esto la animó. Se sintió mal por la
criatura, pero solo podía haber un ganador en la arena y tenían que ser ellos.
Taika llegó hasta ella cojeando y con ojos apagados por el agotamiento.
—¿Cómo estás?
—Casi tan bien como tú —respondió ella intentando sonreír, aunque no
pudo. Taika no intento moverla, la dejó tendida en la arena y se sentó junto a
ella—. ¿Cómo está Aiden?
—Está contemplando el vacío.
—Esa es una buena forma de describirlo.
—Volverá a ser él en un rato. No se ha hecho daño.
—Menos mal…
—Sí, he tenido que apartarme de él por si me daba a mí.
—Bien hecho.
«Tercera ronda completada con éxito. Bien luchado, aunque habéis
tenido unos comportamientos extraños. Ha sido entretenido, pero anómalo.
Estoy seguro de que el líder del Escuadrón Rojo se encargará de corregirlo»
envió Lehen-Gorri-Gogor junto a un sentimiento de que no lo habían hecho
del todo bien.
La puerta norte se volvió a abrir y Nahia se asustó pensando que otro
horror acechaba en la plaza, pero eran los Tergnomus. Una veintena de ellos
entraron y comenzaron a llevarse los cuerpos de los Saurios caídos.
«Podéis abandonar la Arena por la puerta norte y dirigiros a la
enfermería, os están esperando para atender las heridas sufridas en la
prueba. Cargad con vuestros compañeros de escuadra inconscientes y
heridos. Son vuestra responsabilidad» envió el comandante.
Nahia miró a Taika, que suspiró.
—No podemos esperar otra cosa de ellos… —susurró el Felidae.
—Lo sé, no lo esperaba —aseguró Nahia.
—Saquémosles de aquí, Luego ya nos las arreglamos —dijo Taika.
—De acuerdo —Nahia consiguió ponerse en pie con la ayuda de Taika.
Estaba muerta de cansancio y dolor.
Se acercaron a sus compañeros inconscientes cuando Lily volvió en sí.
—¿Qué… ha… sucedido?
—Tranquila, estamos bien, luego te lo cuento. Tienes que ayudarnos a
sacar a Ivo y Dafne de aquí.
—Vale… sí… —Lily se puso en pie.
Entre los tres arrastraron a Ivo mientras los Tergnomus trabajaban con
gran rapidez y eficacia para vaciar y limpiar la plaza. Nahia se dio cuenta en
ese momento de que a continuación entraría otra escuadra y les harían pasar
lo mismo que a ellos. Pensó en Ana y en Logan, ojalá lo superaran. Sí, tenían
que salir victoriosos. Sin embargo, supo que tendrían heridas y que hasta
podía haber muertes en sus escuadras. Deseó con todas sus fuerzas que las
muertes no les alcanzaran a ellos. Miró de reojo a los dragones y volvió a
sentir un odio y una rabia que la desbordaban. No tenían derecho a hacerles
pasar por aquello solo por mero entretenimiento. Eran uno seres execrables.
Nahia los odiaba más cada respiro que tomaba.
—Hemos vencido… ¿verdad? —Aiden llegó hasta ellos.
—Por supuesto. Somos la Escuadra Ígnea, la victoria es nuestra —dijo
Taika.
—No puede ser de otra forma —afirmó Aiden muy confundido.
Nahia sabía que el Drakónido no recordaba la parte final de la pelea y de
ahí su confusión.
—Luego te lo explicamos. Hay que sacar a nuestros compañeros de aquí.
—De acuerdo.
Nahia y Lily se encargaron de Dafne mientras Taika y Aiden lo hacían de
Ivo.
Habían vencido. Ahora necesitaban con urgencia que los curaran.
Capítulo 4

A Nahia la enfermería le parecía un lugar extraño. El exterior del


edificio era bonito, con fachada y paredes blancas de un mármol que parecía
brillar en todo momento, incluso los lluviosos y fríos días de invierno. Era
una construcción mucho más elegante que la del edificio de intendencia que
estaba al lado. El interior, por el contrario, no lo era tanto. Estaba dividido
en cuatro largas secciones donde atendían a los heridos. Los suelos, paredes
y techos eran del mismo mármol blanco que fuera, solo que casi siempre
tenían alguna mancha de sangre. Aquel día más de lo habitual.
Estaban en una sección con otras dos escuadras de segundo año que
habían terminado la prueba antes que ellos. Nahia y sus compañeros habían
llegado hasta allí a rastras y en malas condiciones, pero por lo que parecía,
las otras dos escuadras tanto o más que ellos. Parecían maltrechos, pero al
menos con sus heridas atendidas y descansando. Ahora era el turno de que
los atendieran a ellos. Los habían llevado hasta unos camastros donde ahora
descansaban.
Una larga mancha de sangre en el techo tenía a Nahia cautivada. No
entendía cómo podía haber llegado hasta allí arriba.
—Deja de mirarla, trae mala suerte —pidió Lily a Nahia.
—¿Mala suerte? —Nahia regresó de sus pensamientos.
—Los Escarlatum creemos que quien mira o menciona la sangre, la
llama.
—¿La llama como que la atrae?
—Eso es. Si no quieres ver tu sangre, no mires la de otros y mucho
menos la menciones —explicó Lily y señaló al techo.
—No sabía que los Escarlatum fuerais supersticiosos.
Lily río.
—Me parece que sabes muy poco de nosotros.
—De vosotros y de todos —reconoció Nahia asintiendo varias veces.
—Para los Felidae, en cambio, la sangre es algo de gran valor —
comentó Taika.
El gran tigre blanco estaba tumbado en una cama y señalaba el suelo
junto a ella, que estaba manchado de su propia sangre.
—Sí, por eso es importante mantenerla dentro del cuerpo —dijo Lily
sonriendo.
Nahia observó al Tergnomus que cosía las heridas de Taika. Junto a él
había un Exarbor que estudiaba las quemaduras de ácido que el Felidae
había sufrido. Ambos vestían ropajes rojos y tenían una runa circular en el
pecho y la espalda de color blanco. Eran diferentes. Al ser runas de dragón,
Nahia no sabía qué significaban, pero imaginó que querría decir que eran
enfermero y cirujano. Era lo que más sentido tenía, ya que el Exarbor daba
instrucciones al Tergnomus.
—Se intenta, aunque no siempre se consigue —sonrió Taika, que no
parecía que le dolieran los cuidados que le estaban dispensando.
Nahia observó las dos camas siguientes, donde yacían Dafne e Ivo. Los
acababa de examinar un Exarbor y ahora dos Tergnomus los atendían. Les
habían cosido las heridas, puesto ungüento desinfectante y vendado, y
también les habían forzado a beber unos tónicos de color verdoso. El
problema residía en que todavía no habían vuelto en sí, por lo que Nahia no
estaba nada tranquila y temía que no despertaran. Cuando uno caía
inconsciente debido al trauma, no siempre lo hacía.
En otro catre frente a ellos estaba Aiden. Había manchado el suelo y
parte de la cama con la sangre proveniente de las heridas sufridas. Se las
acababan de coser y se las estaban vendando. A todos les habían dado
diferentes ungüentos, uno de color azulado que interesó a Nahia era contra
las quemaduras de ácido. Según el Exarbor que la había atendido, ayudaba a
recuperar la piel, por lo que las cicatrices no serían tan profundas y algunas
incluso desaparecerían. Aiden gruñía.
—Tómate el tónico calmante —dijo Lily.
—Los Drakónidos soportamos el dolor, no tomamos pócimas que lo
mitiguen —respondió con tono ofendido, como si la Escarlatum insinuara
que era débil.
—Ya, porque sois unos cabeza de roca —replicó ella, que sí estaba
bebiendo el tónico que ayudaba con los dolores—. Sabe hasta bien.
Aiden negó con la cabeza moviéndola de lado a lado.
—No hay atajos hacia la gloria. La vitoria se obtiene con dolor y
sufrimiento, con derramamiento de sangre y sudor.
Lily puso los ojos en blanco.
—Es como escuchar a un poeta en un funeral.
—Algo de razón tienes. La filosofía de vida de los Drakónidos es
bastante funesta —opinó Nahia.
—Yo tomaré el tónico. No hay necesidad de sufrir para aparentar ser
fuerte. No aporta más que dolor y el dolor no es nunca bueno. Es la forma en
que nuestro cuerpo nos informa de que algo no está bien —comentó Taika.
—Fuerte es el que supera el dolor y acaba con sus enemigos —replicó
Aiden como un mantra.
—Yo diría que eso es ser un bruto, más que fuerte —corrigió Lily.
—Uno debe superar sus límites para triunfar sobre los enemigos y
alcanzar la gloria —continuó recitando Aiden.
—¿No podéis dejarlo sin sentido? —preguntó Lily a los Tergnomus que
lo atendían.
—Nos gustaría, sí, pero no es ético —respondió uno de ellos cuya nariz
estaba muy retorcida.
—Bien pensado, mejor si le causáis más dolor para que llegue antes a la
gloria esa que busca —cambió de opinión Lily, con una sonrisa traviesa.
—No podemos. Tampoco es ético —dijo otro de los enfermeros, que
tenía una oreja más puntiaguda que la otra.
—Lástima —se encogió de hombros Lily.
—No sabía que los Tergnomus fuerais tan éticos —dijo Nahia con tono
de sorpresa.
Los dos enfermeros la miraron con ojos de enfado.
—Los Tergnomus tenemos un concepto del deber y del trabajo que
supera con creces al que tienen el resto de las razas. Para nosotros el deber
es fundamental y prioritario —dijo el de la nariz retorcida.
—Y parte del deber de un enfermero es ser ético con los pacientes —
añadió el de las orejas desiguales con tono de enfado—. El resto de las
razas haríais bien en seguir nuestro ejemplo en lugar de menospreciarnos por
nuestro tamaño.
—Yo no os menosprecio en absoluto… —Nahia negaba con las manos.
El ataque verbal del Tergnomus la había pillado desprevenida. La verdad
era que tenían un carácter de lo más arisco.
—Ya, eso dicen todos cuando estamos presentes y lo contrario cuando no
lo estamos —añadió el de la nariz retorcida.
—Me queda claro que el deber y la ética son muy importantes para
vosotros y que haríamos bien en imitaros —les dio la razón Nahia, que no
quería que se pusieran todavía más ariscos.
—Haríais muy bien, sí —asintió el de las orejas asimétricas.
—Deberíais ser más como nosotros —dijo el otro.
—Sobre todo en esa simpatía que derrocháis —replicó Lily.
Los dos Tergnomus la miraron con ojos de odio.
—Los Escarlatum sois demasiado vanidosos y altivos para apreciar lo
que realmente es una virtud —dijo el de la nariz horrible y se marchó
después de hacer un gesto de desprecio.
El otro enfermero observó un instante más a Lily, como queriendo
asesinarla con la mirada, y luego se marchó detrás de su compañero.
—Son un encanto, ¿verdad que sí? —comentó Lily con tono irónico.
—No deberías meterte con ellos. Ya sabes que tienen malas pulgas —
aconsejó Taika.
—Lo que tienen es un carácter de lo más hosco y desapacible —dijo Lily
y puso expresión de que no pensaba dejar de incordiarles—. Se merecen un
poco de reproche.
—Los reproches no llevan a nada, mejor un par de bofetadas bien dadas
—dijo de pronto Aiden.
Todos miraron sorprendidos.
—¿Y ese comentario…? —preguntó Nahia al Drakónido.
—La única forma de poner a un Tergnomus en su sitio es con un par de
bofetadas, de las buenas. Lo demás no sirve de nada. Ellos siempre van a
pensar que tienen razón y van a ser tan insoportables como puedan.
—¿Y dándoles dos bofetadas no? —a Nahia el método no le parecía muy
adecuado.
—Seguirán igual, pero al menos se callarán —aclaró Aiden.
—La filosofía de vida de los Drakónidos es brillante —se burló Lily.
—Tú ríete lo que quieras, pero la próxima vez que un Tergnomus se te
suba a las barbas será mejor que le sueltes un buen tortazo.
—¿Barbas? ¿Qué barbas? Yo no tengo ni un vello en todo mi rostro —
dijo Lily muy ofendida.
—Y cuando quieras que un Escarlatum se calle, métete con su físico. No
falla nunca —afirmó Aiden. Luego se dobló de dolor y se quedó muy quieto
sobre la cama.
—Tonterías. Los Escarlatum no somos tan vanidosos —replicó Lily, que
disimuladamente se palpaba la barbilla en busca de vello.
Nahia quiso decirle que no tenía vello alguno en el rostro, pero le dio la
impresión de que Lily tenía que asegurarse por sí misma.
Taika no decía nada y escuchaba tumbado en su cama. Nahia se preguntó
cómo sería la sociedad de los Felidae. Por lo que tenía entendido, eran una
raza de cazadores y luchadores de gran agilidad y fiereza. Sin embargo,
Taika no era así, siempre se mantenía al margen de las discusiones y era muy
reflexivo y racional, aunque cuando luchaba, salía a relucir su parte de
Felidae de gran cazador ágil, fuerte y fiero.
Los cirujanos y enfermeros les atendieron un rato más hasta que se
aseguraron de que todos estaban fuera de peligro y con las heridas tratadas.
Nahia seguía preocupada por Ivo y Dafne.
—¿Cuándo despertarán? —preguntó al cirujano que los atendía de nuevo
cuando terminó.
—Para el anochecer deberían despertar. Si no es así, intervendremos.
—¿Corren peligro de morir?
—Todos los que traen a este lugar corren peligro, pero no creo que sea
de muerte. Se recuperarán.
—Gracias— Nahia resopló muy aliviada.
El Exarbor se marchó con su paso lento y tranquilo. A Nahia le parecía
extraño que los Exarbor fueran los cirujanos, por su ritmo. No se los
imaginaba comportándose con rapidez en una situación crítica cuando un
paciente estuviera entre la vida y la muerte. Los Tergnomus sí. Por otro lado,
los Exarbor eran muy buenos en cuanto a retener conocimiento. De todas las
razas eran la más estudiosa y con mayor inteligencia. Eso los convertía en
excelentes cirujanos y, por lo que había visto Nahia en todas sus visitas a la
enfermería, en verdad lo eran.
Se quedó reflexionando sobre lo que había sucedido durante la prueba y
no pudo evitar que una llama de rabia le comenzara a arder en el estómago.
No había ninguna necesidad de que pasaran por aquello. Una cosa era formar
a alguien en el arte de la guerra y otra simular una y hacerlos sangrar, sufrir y
hasta morir. Eso no lo aceptaba. Mucho menos sabiendo que había sido en
parte para el disfrute y deleite de los dragones. Seguro que hasta apostaban a
ver quién fracasaba y moría. Miró a sus compañeros vendados y doloridos y
a los miembros de las otras dos escuadras que estaban como ellos y la llama
de la rabia prendió con más fuerza.
En ese momento llegó la Escuadra Roca del Escuadrón Marrón. Nahia
los observó. Llegaban muy castigados, más que ellos. Tenían muy mal
aspecto. Dejaron a dos de sus miembros en los camastros y dos Exarbor
acompañados de Tergnomus fueron a examinarlos de inmediato.
—¡Que no mueran! ¡Deben vivir! —exclamó Vivian, la Escarlatum de la
escuadra.
—Apartaos y dejad trabajar a los cirujanos —indicó un Tergnomus.
—Están muy graves. ¡Tienen que salvarse! —expresó Aiya, una Fatum
muy guapa cuya cara estaba manchada de arena y sangre.
—¡Apartaos todos! ¡Dejad trabajar! —gritó otro de los Tergnomus dando
varios empujones con el mal carácter habitual de los de su raza.
Nahia observaba muy angustiada. Por lo que había visto y a juzgar por
los heridos, la situación era realmente peliaguda. Uno de ellos, Fangas, una
Felidae pantera negra, tenía heridas cortantes profundas y perdía mucha
sangre. El otro, un chico Humano que se llamaba Doyle, parecía haber
recibido un baño de ácido, probablemente de un gran Saurio, y tenía
quemaduras horribles por todo el cuerpo. Estaba desfigurado.
Los dos Exarbor cirujanos trabajaron a un ritmo que sorprendió a Nahia.
Por un momento no le parecieron Exarbor, sino Humanos que trabajaban a
toda velocidad. Nahia no los había visto comportarse así nunca, y observaba
pasmada. No era la única. Lily también miraba con ojos muy abiertos y
Taika y Aiden los observaban igualmente aunque sin incorporarse del todo
en sus camas. Había demasiado escándalo para no hacerlo y la tensión de la
situación era casi palpable.
Los miembros de la Escuadra Roca se retrasaron y dejaron que los
cirujanos y enfermeros trabajaran. Se hizo un silencio fúnebre en el área
mientras intentaban salvarles la vida. Todos observaban con rostros
marcados por el pesar y la angustia. Las heridas eran graves y las
posibilidades de que sobrevivieran pocas, si acaso alguna. Nahia tragaba
saliva con dificultad y tenía un nudo en el estómago. No podían morir, no se
merecían aquello.
Finalmente, los cirujanos se apartaron de los heridos. La expectación se
incrementó todavía más. Todos estiraban el cuello para ver qué había
sucedido. Los enfermeros terminaron también su trabajo y se apartaron de
una de las camas dejando ver a la Felidae que había llegado perdiendo
mucha sangre. La habían vendado en varias partes del cuello pero, aunque
tenía un aspecto horroroso, parecía que estaba con vida.
—La han salvado —dijo y resopló aliviada.
—A ella sí, pero al otro no —dijo Aiden con tono frío.
Nahia miró la otra cama y vio que el último enfermero cubría la cabeza
de Doyle con la sábana manchada de sangre y restos de ácido.
—¡No! ¡Tenéis que salvarle! —exclamó Vivian al ver que su compañero
de escuadra estaba muerto.
—Se ha hecho… todo lo posible —dijo el Exarbor.
—¡Tienen que vivir! —clamó Aiya llena de pesar, con lágrimas cayendo
como cataratas de sus ojos.
—Sus heridas… eran demasiado graves. El ácido lo ha matado. Solo
hemos… podido aliviar su sufrimiento… en los últimos momentos. No se
podía… hacer más.
Los sollozos y lamentos de sus compañeros de escuadra llenaron el área.
—Pobre desgraciado… —comentó Lily apenada.
—Una muerte dolorosa y horrible —sentenció Taika.
—Las pruebas que nuestros señores nos ponen son solo para hacernos
más fuertes —comentó Aiden.
—¿Cómo que para hacernos más fuertes? ¡Las pruebas que nos ponen son
despreciables! ¡Como lo son ellos! —gritó Nahia, que no pudo contener la
rabia que le explotó en el interior del estómago creando un incendio.
Aquella respuesta de Nahia había salido a pleno pulmón y se había
escuchado en toda la sección en la que estaban. Por lo menos otras tres
escuadras la habían oído y una decena de cirujanos y enfermeros.
—Nahia… cálmate… —dijo Lily viendo que muchas cabezas se volvían
hacia ellos, cosa nada buena.
—¡No quiero calmarme! ¡Nos están matando sin ninguna necesidad! ¡Son
monstruos sin alma! —estalló Nahia y se puso en pie de un brinco.
Aiden echó la cabeza hacia atrás, sorprendido por la reacción de su
compañera.
—No debemos juzgar los designios de nuestros señores. No es nuestro
lugar… —comenzó a decir.
—¡Claro que los debemos juzgar! ¡Nos esclavizan, nos hacen sufrir, nos
matan! ¡Ellos merecen la muerte, no nosotros! —Nahia no podía contener su
ira.
Ahora ya todos la miraban. Las expresiones de los componentes de las
otras escuadras eran de incredulidad. Algunos comenzaron a asentir, y otros
la observaban como si estuviera loca. Ninguno se quedó indiferente ante el
arrebato de furia que presenciaban.
—Nahia, ya has dicho demasiado. Calla o te matarán por esto —dijo Lily
con tono muy serio y lleno de preocupación.
—No quiero… —comenzó a protestar ella cuando la zarpa de Taika le
cubrió la boca. El tigre se había levantado de su cama y se había puesto
detrás de Nahia.
—Tienes razón, Nahia. Pero tener razón y gritarlo a los cuatro vientos no
conseguirá nada y te traerá un castigo ejemplar. Los dragones te matarán por
esto. Hay otras formas. Esta no es la que debes seguir si quieres conservar la
vida —el tono rasposo y serio de Taika entró en los oídos de Nahia con
efecto calmante.
Sin embargo, estaba tan furiosa y fuera de sí que aunque entendía lo que
Lily y Taika le decían, no podía frenar su odio y rabia contra aquellos seres
malvados. No le importaba que la mataran, hasta sentía que era mejor morir
que continuar sirviendo a aquellos monstruos.
—Es la rabia la que te domina. Debes calmarte… —dijo Lily.
Taika no le quitó la zarpa de la boca, por lo que Nahia no podía hablar.
Intentó gritar, pero el sonido no salió de su boca.
—Nos miran todos. Mejor que no digas nada o te costará tu vida —
aconsejó Aiden.
Nahia quería decir cosas, muchas cosas, todo lo que pensaba de los
dragones, y ver a Aiden con su cara de dragón diciéndole que no lo hiciera
le daba todavía más ganas. De pronto el rostro de su abuela apareció en su
mente. Al ver a Aoma, Nahia se tranquilizó casi de inmediato. El odio y la
rabia que sentía se fueron disipando hasta desaparecer, como llevados por la
brisa. Su abuela representaba amor, paz y tranquilidad. Entonces se dio
cuenta del error que había cometido al dejarse llevar por sus emociones. No
podía permitirse arrebatos como aquel, no en el mundo donde vivía, no en el
reino de los dragones. Había cometido un error.
—¿Estás más tranquila? —preguntó Lily.
Nahia asintió.
—¿Seguro que no vas a gritar? —preguntó Taika.
Volvió a asentir.
—Creo que ya se ha calmado —dijo Lily a Taika.
—De acuerdo. Voy a dejarte hablar. Por favor, no grites —pidió Taika.
Nahia negó con la cabeza.
Le quitó la zarpa de la boca.
—No… voy a gritar más…
—Menos mal —Lily puso cara de gran alivio.
Taika volvió a su cama con un gesto de dolor.
—Gracias… a los dos. No sé qué me ha pasado…
—Es la tensión acumulada —dijo Taika.
—Y que tú tienes tendencia a encenderte —sonrió Lily y le frotó el
hombro de forma cariñosa.
—Sí, bueno, no sabía que también me podría pasar de forma verbal —
Nahia puso cara de horror. Miró alrededor y vio que el resto de los
miembros de las escuadras volvían a sus asuntos y solo unos pocos se
quedaban mirándola.
—Esto me va a costar caro, ¿verdad? —preguntó Nahia.
—Eso seguro —confirmó Aiden.
—Esperemos que solo sea un castigo normal… —dijo Lily.
—Esperemos que solo sea eso —dijo Taika.
Nahia se quedó preocupada. No sabía muy bien qué le había pasado. Ella
no solía perder la cabeza y mucho menos se ponía a gritar contra los
dragones llena de rabia y odio. Pero lo cierto era que eso era lo que sentía y
debía aprender a controlarlo. No podía permitirse que aquello volviera a
pasar, se jugaba la cabeza.
Capítulo 5

Al medio día siguiente de la prueba de inicio de segundo año recibieron


el aviso de que debían formar. Estaban todavía en la enfermería, donde
habían pasado la noche y la mañana en observación. Dafne e Ivo se habían
despertado al anochecer del día anterior y los cirujanos y enfermeros les
atendieron para asegurarse de que no tenían secuelas. Al parecer los gases
tóxicos del ácido podían dejar a una persona con dolor intenso de cabeza y
pérdidas de memoria. Según las pruebas que les habían hecho, no era el
caso, y la Fatum y el Tauruk parecían estar bien aquella mañana.
—Solo me faltaba perder la memoria después de todo lo pasado —
comentó Dafne enfadada frotándose las sienes.
—Hay cosas en la vida cuyo recuerdo puede ser positivo olvidar —
reflexionó Ivo con tono filosófico.
—Seguro que tú no —dijo Nahia al gran Tauruk.
—Oh, te sorprenderías… —respondió Ivo y se pasó las manos por su
larga cornamenta de toro.
—Parece que todos tenemos un pasado revoltoso —sonrió Lily y le
guiñó un ojo a Ivo.
—Yo no, mi pasado es impecable —aseguró Aiden, que ya estaba
impaciente por marchar.
—Ya, qué vas a decir tú… —Dafne hizo un gesto de incredulidad con la
mano.
—Digo la verdad. Siempre lo hago, soy honesto y leal.
—A los dragones —añadió Lily y le lanzó una mirada de rechazo.
—Como deberíais ser todos —Aiden se cruzó de brazos y les dio la
espalda, más para mirar hacia la salida que por otra cosa, pero también para
mostrar su descontento con el resto del grupo en aquella materia.
—Debemos ir a formar. Si llegamos tarde, aun viniendo de la enfermería,
seremos castigados —expresó Taika.
—Ya, será mejor ir. De todas formas, este sitio no me gusta nada —
comentó Lily.
—¿No te gusta? Pero si hay mucho rojo por aquí y es tu color favorito —
dijo Dafne en broma.
—Ya, eso sí, pero el rojo mejor en piel, prendas y joyas que en el suelo y
paredes —puntualizó Lily.
Abandonaron la enfermería siguiendo a Aiden, que ya marcaba un ritmo
rápido. No quería llegar tarde y les hacía gestos con las manos para que se
apresuraran.
Hasta que llegaron a la plaza para formar Nahia no había pensado en
cómo sería el nuevo curso. Bastante había tenido con centrarse en sobrevivir
y ayudar a sus compañeros a salir con vida de la prueba de inicio. Lo
primero que vio, y no le gustó lo más mínimo, fue al líder de escuadrón
aguardando. No pudo evitar maldecir entre dientes su mala suerte. ¿Por qué
estaba allí? Era un nuevo año, ¿no tenían un nuevo líder? Ella no quería
seguir bajo las órdenes de Irakas-Gorri-Gaizt.
—Mirad quién nos espera —comentó Dafne en voz baja según se
dirigían hacia su líder con la frente arrugada y mirada de disgusto.
—¿Nos toca con él otra vez? —Lily resopló con expresión de gran
desazón.
—Por lo que he visto, los líderes cambian… Diferentes cursos tienen
diferentes líderes —comentó Taika y se rascó su cabeza de tigre albino,
pensativo.
—Pues nos está mirando —comentó Nahia, pesarosa.
—Los otros escuadrones también se dirigen con sus líderes —comentó
Lily, que observaba con ojos entrecerrados.
—Los afortunados que han podido abandonar la enfermería —comentó
Dafne arrugando ahora la nariz.
—Sí, porque los muertos ya no volverán a formar —comentó Nahia y la
llama de la rabia y la frustración comenzó a arder en el fondo de su
estómago.
—Es una auténtica lástima que hayan muerto así, al comienzo del
segundo año, después de haber sobrevivido todo el primer curso —expresó
Ivo negando con la cabeza, apenado.
—Así es la Senda de los Dragones, se lucha y se vence, o se muere —
afirmó Aiden convencido.
—Por designio de esos seres despreciables —comentó Nahia.
—Mejor no hablar en alto… —aconsejó Taika y miró hacia dos de los
enormes dragones que aguardaban a sus escuadrones.
—Sí, mejor no decirlo en alto, aunque lo pensemos —convino Dafne y le
guiñó un ojo a Nahia.
«¡Escuadrón Rojo, formad ante vuestro líder!» llegó el mensaje mental ya
inconfundible para todos ellos.
—Bueno, parece que sigue siendo nuestro líder… qué estupendo… —
suspiró Lily.
—Estoy contentísima… por lo alto… que por lo bajo… —expresó
Nahia.
—Por lo bajo mejor no lo comentamos —insistió Taika.
—Mirad el lado bueno. Más vale líder dragón malo conocido que bueno
por conocer… —dijo Ivo con su tono reflexivo.
—No sé yo… lo dudo —replicó Nahia.
—Todo dragón es bueno para nosotros. Nuestros señores nos convertirán
en Brujos de Dragón y alcanzaremos la gloria en su nombre.
—A este hay que partirle la cabeza de granito que tiene —comentó
Dafne.
—Sí, a ver si así le entra algo de sentido común… —se unió Lily.
—Yo pongo el pico —se unió Nahia.
El gran dragón rojo esperaba en un lugar diferente al del año anterior, en
la misma zona, a la derecha de la plaza, pero más cerca del castillo, como si
al haber avanzado de curso, les hubiera acercado más a poder entrar en el
majestuoso edificio. Quizá solo fuera una casualidad y no estuviera
relacionado. Fuera como fuese, allí aguardaba su líder y junto a él su
estandarte de fuego. También pudo ver de reojo a los otros cinco dragones y
sus escuadrones formando ante ellos.
Nahia recordó entonces que los de segundo año formaban a lo largo del
centro de la gran plaza de armas y los de tercer año en la parte baja, frente al
castillo. Lo hacían en diferentes momentos del día. Si los de primero
formaban a primera hora, los de segundo formaban a mediodía y los de
tercero antes de la cena. El año anterior no le había dado importancia, ni
había pensado en que lo más probable era que aquello tuviese un
significado. Este año se estaba fijando y veía una clara progresión de
posicionamiento por año y proximidad al castillo.
Llegaron a formar frente a Irakas-Gorri-Gaizt. Se arrodillaron y
aguardaron a que las escuadras Ardiente y Candente también se situaran a su
lado de la misma forma. Nahia se percató de que la Escuadra Candente había
perdido a un miembro, y que a este lo había reemplazado uno del Escuadrón
Negro. Morgan, el chico Humano moreno de la Candente no estaba allí, pero
sí Balk, de la Escuadra Oscuridad. Eso solo podía significar que había
muerto. La llama pareció haber encontrado aceite porque creció en el
estómago de Nahia sin que ella pudiera evitarlo. Intentó aplacarla, ya que un
movimiento en falso delante de Irakas-Gorri-Gaizt le costaría la vida. La
academia y todo aquel mundo regido por dragones era deleznable.
«¡Atención todos! ¡Quedaos de rodillas!» llegó el mensaje junto a un
sentimiento de disgusto. Parecía que el letal y poderoso dragón rojo no
estaba contento. «Como ya habéis deducido, yo seguiré siendo vuestro líder
de escuadrón. Es tradición de la academia Drakoros que el líder que se
asigna el primer curso a cada Escuadrón sea el líder hasta la graduación. Por
lo tanto, seguiréis conmigo como líder este año y el siguiente… los que
sobreviváis, claro está. Los de primero ya han formado esta mañana y se les
han asignado los responsables que los liderarán hasta que completen la
formación o mueran. Un nuevo Escuadrón Rojo se ha formado esta mañana
con miembros de primer año. Por ello, de aquí en adelante, sois el
Escuadrón Rojo de segundo. Y como ya habréis deducido con esas poco
brillantes mentes vuestras, el Escuadrón Rojo senior es el de tercero. Así es
la Senda de los Dragones y así la seguimos».
Nahia pensó en los pobres desdichados que habrían llegado aquella
mañana. Le dio mucha lástima porque sabía lo mal que lo iban a pasar y que
no todos sobrevivirían al primer año en aquella despiadada academia
militar. Pensó en qué líder les tocaría al Escuadrón Rojo de primero, seguro
que sería similar a Irakas-Gorri-Gaizt, si no peor. Por algún motivo al
imaginarse a otro descomunal dragón rojo como líder tuvo la sensación de
que sería peligroso y malvado. Ivo tenía razón, mejor malo conocido… Se
preguntó si las tres escuadras también se llamarían igual. Recordó que
Irakas-Gorri-Gaizt había elegido los nombres de las escuadras. Se propuso
averiguarlo, más por curiosidad que por otra cosa, pero también para saber
cómo funcionaban los sistemas marciales de los dragones. Otro tema que le
saltó a la mente fue qué pasaría cuando se graduaran, ¿seguirían siendo el
Escuadrón Rojo o pasarían a formar parte de otro escuadrón o grupo mayor?
Decidió no darle más vueltas a la cabeza en aquel momento, ya lo iría
descubriendo, si sobrevivía.
«La actuación de mis tres escuadras en la prueba de inicio del segundo
año ha sido decepcionante. La Escuadra Ígnea ha tenido comportamientos
estrambóticos que casi les cuestan la prueba. La Escuadra Candente ha
perdido a un miembro que hemos tenido que reemplazar con alguien del
Escuadrón Negro. Por si no lo sabéis, ya os adelanto que la Escuadra
Oscuridad de ese Escuadrón ha sido disuelta, por múltiples bajas».
Nahia tuvo que apretar las mandíbulas para no decir nada. Despiadados y
despreciables dragones sin sentimientos… Si en su mano estuviese los
juzgaría y condenaría a todos a morir. Pero solo de pensarlo vio lo
imposible de tal acción y se sintió impotente y débil.
«La actuación de la Escuadra Candente fue débil. La Escuadra Ardiente
empezó con fuerza, pero casi pierde a dos miembros al final que siguen en la
enfermería. Ha sido un espectáculo decepcionante y una humillación
personal. Me habéis dejado en mal lugar delante del coronel. Esa es una
deshonra que os haré pagar, ya lo creo que sí» llegó el mensaje mental
acompañado de un sentimiento de decepción y furia.
Con pesar y rabia Nahia miró hacia la Escuadra Ardiente. Ya se había
fijado en que faltaban dos miembros. Se alegró de que no hubieran muerto,
aunque se preguntó si sus heridas serían muy graves. Al menos seguían con
vida y si no los habían reemplazado, se suponía que volverían a la escuadra,
lo que hizo que Nahia se animara un poco. Deseó que se recuperaran pronto.
«Este segundo curso será más duro que el del año anterior. Es natural,
pues sois más fuertes, tanto en lo físico como en lo mágico y espero que
también en lo emocional. Este que empieza es un año crucial. Aquí es
cuando se ve quién despunta y quién no lo va a conseguir. Algunos que han
llegado hasta aquí piensan que con eso les vale, que es un gran logro, pero se
equivocan. Llegar solo significa que es el momento de demostrar que podéis
terminar la formación. Y más vale que lo demostréis».
Nahia oyó a Lily resoplar y la miró. La Escarlatum no parecía nada
contenta y Dafne tampoco. Lo más probable era que pensaran lo mismo que
Nahia: aquello sería un infierno de año. Sufrirían y correrían el riesgo de
morir en demasiadas ocasiones, por desgracia para todos.
«Os espera una formación de lo más interesante. Aprenderéis a utilizar
nuevas y más poderosas armas, como la espada. Es un arma noble, capaz de
sesgar una vida de un tajo o acabar con otra de una estocada penetrante.
También os enseñarán nuevas habilidades mágicas, unas que os
sorprenderán. Pero eso no es todo, se encontrará vuestra Marca de Talento,
algo singular que cada uno poseéis. Será un proceso interesante que os
abrirá un nuevo mundo a descubrir, uno de habilidades y destrezas que ni
siquiera sabéis que tenéis todavía».
Todos miraron a Irakas-Gorri-Gaizt con expresión de desconcierto.
Todos menos los Drakónidos, que estaban sonrientes y con sus miradas
clavadas en el suelo. Ellos sí sabían a qué se refería su líder. Nahia vio en
los rostros de Dafne y Lily que estaban un poquito hartas de que Aiden
supiera todo lo que pasaba con los dragones.
«Veo que os despierta interés… De la misma forma que tenéis afinidad
con un tipo de magia elemental, también la tenéis con otras magias o
habilidades marciales. En este curso se os hará la Prueba de la Marca de
Talento y se descubrirá qué afinidad adicional tenéis. Os aseguro que os
sorprenderá y a muchos os gustará. La Senda de los Dragones establece que
debéis aceptar y desarrollar vuestra Marca de Talento y eso haréis, os guste
o no. De lo contrario, ya sabéis lo que os espera».
Este Nuevo Talento del que hablaba Irakas-Gorri-Gaizt dejó a Nahia un
tanto confundida. No entendía muy bien de qué se trataba. Ya habían pasado
la prueba de alineación con su magia elemental y todos y cada uno de ellos
habían demostrado una afinidad. ¿En qué consistiría este nuevo talento? No
lo sabía, pero de lo que estaba segura era de que traería complicaciones y
sufrimiento, sobre todo porque Irakas-Gorri-Gaizt había mencionado que a
algunos no les iba a gustar el resultado.
«Os recuerdo que tenéis prohibido hablar con los de otros cursos. Solo
podéis hablar con escuadras de vuestro año y en momentos determinados.
Los nuevos recién llegados de primero ocuparán vuestros lugares en las
escuadras de primero. Sí, los escuadrones y las escuadras se mantienen al
pasar de año. Por lo tanto, seréis las escuadras Ígnea, Ardiente y Candente
durante los tres años de formación. Según paséis de curso, los miembros de
las escuadras del año anterior ocuparán vuestros puestos y vosotros los que
dejan vacantes las escuadras del año que lleváis por delante».
Esto ya lo sospechaba Nahia, aunque no se había confirmado hasta aquel
momento. Nahia, Dafne y Lily intercambiaron miradas de entendimiento.
Eran rígidos y de ideas fijas, y tener diferentes nombres de escuadras cada
año no les parecería eficiente, ni tampoco cambiar de escuadrón. Lo que
cambiaba era el líder de escuadrón de cada año. Eso significaba que había
tres líderes de Escuadrón Rojo. Nahia solo conocía al suyo e imaginó que el
de primer y tercer año serían muy similares: enormes dragones de fuego, tan
malvados y despiadados como el que más. Sí, así serían, seguro.
«Esto es así siempre que se tienen suficientes miembros con vida para
continuar como grupo. Aquellas que no cuentan con ellos reciben miembros
de otras escuadras o desaparecen por completo. Este año veréis que ciertos
escuadrones tienen menos escuadras. Hay años en los que todo un escuadrón
entero se queda sin componentes y se elimina. El líder de ese escuadrón
recibe un deshonor enorme y tiene que enfrentarse al castigo del coronel. Es
un castigo ejemplar que yo no pienso recibir, así que más os vale no morir
este año y pasar a tercero. Si no las tres escuadras, al menos una. Yo no
sufriré el deshonor de perder a todo el escuadrón».
Nahia estaba atónita. No podía creer que Irakas-Gorri-Gaizt fuera tan
desalmado. No le importaba si ellos morían, lo único que le importaba era
no quedar mal ante el coronel de la academia. Saber que además había un
castigo por la deshonra que suponía perder las escuadras le pareció una
aberración. No los castigaban por haberlo hecho mal, sino porque se
consideraba deshonroso. Si no fuera porque Irakas-Gorri-Gaizt la mataría de
protestar, hubiera dicho todo lo que pensaba del deshonor que era perder una
escuadra. No podía entender que para aquellos monstruos sus vidas no
tuvieran ningún valor en absoluto. A sus ojos ellos no eran más que seres
inferiores sin valor alguno que debían servirles y morir. Nada más.
Suspiró profundamente para intentar tranquilizarse. Notaba que estaba
nerviosa, su pulso era demasiado rápido y eso no era bueno. No podía
permitirse otro ataque, y mucho menos delante de su líder. Consiguió
relajarse un poco al pensar que, de momento, no había mencionado nada
sobre el incidente en la enfermería. Quizá no había llegado a sus oídos.
Deseó que así fuera. Fue pensarlo y vio que Irakas-Gorri-Gaizt la miraba
directamente a ella con ojos que brillaban como brasas ardientes. Se lo
habían dicho y eso no era nada bueno.
«Ha llegado hasta mi conocimiento que alguien de mi escuadrón ha
tenido un comportamiento indigno en la enfermería».
Nahia apretó la mandíbula. Por un momento había pensado que tal vez
nadie se habría chivado, pero eso era imposible dadas las circunstancias. En
la enfermería había Drakónidos que no dudarían en delatarla, además de
Exarbor y Tergnomus que probablemente habrían hablado. No estaba segura
de si estas dos razas lo harían porque no las conocía bien y no sabía sus
sentimientos hacia los dragones. En cualquier caso eran sus sirvientes, con
lo que podían buscar una recompensa o el favor de sus amos, como lo hacían
los Drakónidos.
«¡Que se ponga de pie quién haya sido!» envió Irakas-Gorri-Gaizt con
odio, todos recibieron el mensaje como un golpe en su mente.
Nahia sacudió la cabeza para recuperarse un poco y se puso de pie tan
rápido como pudo, que no fue mucho. No quería que su líder montara en
cólera o la pagara con alguno de sus compañeros.
«¿Tú? ¿La Nacida de la Llama?» Irakas-Gorri-Gaizt pareció sorprendido
al tiempo que enfadado.
Nahia no dijo nada y bajó la cabeza. Se mantuvo de pie mirando al suelo.
No podía hablar a un dragón, así que no lo hizo. Los ojos de todos se
volvieron hacia ella de forma disimulada.
«No logro entender cómo alguien nacido con un poder especial como tú
no es capaz de asimilarlo y desarrollarlo en su plenitud. ¿No entiendes que
la fortuna te ha sonreído, que eres especial y muy poderosa? Aunque quizá
por ello actúas de forma irracional y descontrolada… Es interesante…
Decepcionante, pero interesante».
El pulso de Nahia se iba acelerando según llegaban los mensajes de
Irakas-Gorri-Gaizt, que estaban cargados de decepción y enfado. Ella se
concentró en no dejar que su condición se mostrase en aquel momento, tenía
que aguantar y evitar sufrir otro ataque. Ya iba todo suficientemente mal.
«Debo imponerte un castigo ejemplar, uno que por desgracia acabe con tu
insignificante vida, ya que no has sabido aprovechar el regalo que los
dragones te hemos hecho. Y sí, es nuestro regalo ya que tu poder nace de
nuestra sangre, la de los dragones, no de la sangre humana inservible que se
mezcla con la nuestra. Esa solo la debilita. Es por ello que sois seres
menores y nunca llegaréis a nada».
Nahia intentó tragar saliva, pero no pudo. Su garganta era como el cañón
de un desierto. El momento que siempre había temido desde que supo que
tenía sangre de dragón, acababa de llegar. Iba a morir a manos de un dragón
y sus vaticinios se iban a cumplir. Debería sentir un gran temor, pánico
incluso y, sin embargo, no era así. Llevaba tanto tiempo temiendo aquel día
que ahora que llegaba lo sentía como algo inevitable. Iba a morir, lo sabía
desde hacía mucho, lo había soñado mil veces. Era el momento de afrontarlo
con dignidad.
Irakas-Gorri-Gaizt abrió las fauces y rugió con fuerza. Nahia pensó que
le iba a arrancar la cabeza de un cuajo. Las rodillas le temblaron, pero
aguantó. Cerró los ojos y esperó su final.
Hubo un momento de silencio.
Uno tenso.
Irakas-Gorri-Gaizt se pronunció.
«Debería matarte, pues tu ofensa así lo requiere. Sin embargo, me
intrigas, Nacida de la Llama. Eres un caso insólito. Por ello no te mataré de
forma directa. Te impondré un castigo mortal, pero del que podrías salir con
vida. Depende de ti… Eso sí, para salir ilesa tendrás que usar tu poder, el de
una Nacida de la Llama. Porque de lo contrario mucho me temo que no
sobrevivirás».
Nahia escuchó la condena y se quedó sin saber muy bien qué pensar. La
había condenado a muerte, pero tenía una opción de salvarse si usaba su
poder. No tenía ni idea de a qué se refería ni cómo salir con vida. En
cualquier caso, no le había arrancado la cabeza de un mordisco, por lo que
ya podía darse por más que contenta. Disimuló su alegría por no morir allí
en aquel momento y decidió no pensar en que iba a morir en breve.
«Te presentarás en las mazmorras después de la formación. Esta vez irás
a las profundidades, y allí conocerás lo que es el terror».
La sentencia dejó helados a Nahia y a sus compañeros, que la miraban
con ojos llenos de miedo e inquietud por su suerte.
«Ahora id a los barracones y encontrad nueva habitación. Los de segundo
están en el segundo edificio. Luego id a intendencia a por ropajes nuevos
para este año. De allí iréis a comer y comenzareis las clases. Mañana os
veré aquí a mediodía. No lleguéis tarde o también visitaréis las
profundidades de las mazmorras. Y dejadme deciros que pocos regresan de
ellas, si acaso alguno».
Capítulo 6

Se dirigieron a los dormitorios a paso rápido con Aiden en cabeza,


aunque lanzaba miradas a su espalda para ver cómo iba Nahia. Ella se dio
cuenta, y también de que el resto de su escuadra la miraba, al igual que los
miembros de las escuadras Ardiente y Candente, que iban a su lado.
—Parece que soy la atracción del escuadrón —comentó Nahia
disgustada, no con los que la miraban sino con su líder, que no tenía la más
mínima empatía.
—Ha sonado tremendo lo del castigo… —dijo Lily—. ¿Estás bien?
Nahia se encogió de hombros.
—Creo que sí. No puedo hacer nada al respecto más que aceptarlo, así
que mejor no pensar demasiado en ello.
—Ese dragón es un desalmado, merece que le arranquemos los ojos —
expresó Dafne con rabia.
—Shhh… —pidió Taika mirando a las otras dos escuadras con rapidez
caminando tras Nahia con paso ágil—. Recordad que nos escuchan a cada
paso que damos. Si no son unos, son otros…
—Y sus intenciones no son venerables en todos los casos —se pronunció
Ivo, que daba grandes pasos para mantener el ritmo.
Nahia resopló.
—Y no lo entiendo.
—No los culpes. El miedo les puede y no conocen más que la realidad
de la esclavitud en la que viven —dijo Taika.
—¿Incluso los Felidae, tan fieros y poderosos como sois?
—Incluso los míos. Somos fieros y poderosos, sí, pero también mortales
y esclavos. Los dragones son más poderosos, fuertes y despiadados que
nosotros. Los míos también tienen miedo, aunque lo oculten.
—Los míos también, y somos los más fuertes de todas las razas —
intervino Ivo—. La naturaleza nos enseña que siempre hay alguien más fuerte
que uno. En Kraido son los dragones. Todos debemos temerlos, por nuestro
propio bien. No es de cobardes, es de inteligentes. Enfrentarse a ellos de
forma abierta es un suicidio. Ya se dio en la Gran Insurrección y se volverá a
dar si se repite.
Aiden miró hacia atrás y fue a decirles algo al respecto, pero lo pensó
mejor y dijo otra cosa cambiando de tema.
—Tenemos que apresurarnos en llegar a los barracones.
Nahia no quiso discutir con sus compañeros. Sabía que estaba rabiosa y
no era por lo que le estaban diciendo, sino por lo que había pasado y el
castigo mortal que le había caído. Sentía casi más rabia que temor y eso la
sorprendió. Debería estar muerta de miedo, pero la furia que tenía en el
fondo del estómago podía más que el horror que su corazón sentía en aquel
momento.
Llegaron hasta los barracones. Los tres grandes edificios, largos y
rectangulares, eran inconfundibles. Estaban situados contra la muralla este y
representaban un pequeño oasis en un desierto de maldad. Por lo vivido
hasta ahora, una vez que se llegaba a los barracones estaban a salvo hasta
que los abandonaban de nuevo. El de los de primer año era el edificio más
alejado y el de tercero el más cercano al castillo. Fueron al del medio, el de
segundo año. Como Nahia había estado hablando y luego se había quedado
algo retrasada, perdida en sus pensamientos, las escuadras Ardiente y
Candente tomaron la delantera. Aiden comenzó a despotricar en su lengua y,
aunque nadie le entendía, todos captaban con claridad lo que expresaba y el
motivo.
El barracón de segundo año era casi idéntico al de primero, al menos en
estructura y tamaño, con sus tres pisos de altura y muy amplio. La puerta era
también alta y muy amplia, para que pasara un dragón. Nahia pensó que, si
alguna vez entraba uno en un barracón, sería para castigarles. Se imaginó a
su líder entrando y lanzando llamas por los pasillos, pero según cruzaban el
gran vestíbulo desechó aquella horrible idea. Estaba muy afectada y solo
veía llamas y muerte a cada paso. Llegaron a unas escaleras a derecha e
izquierda para subir a los pisos superiores. Nahia se fijó en que el interior
del edificio estaba más ornamentado que el de primero. Las paredes vestían
runas plateadas y las ventanas tenían adornos también argénteos, pero eran
más elaborados, como si los de segundo tuvieran más nivel que los de
primer año.
Aiden, que había entrado corriendo, regresó muy enfadado.
—He recorrido toda la planta baja. ¡Nos han quitado todas las
habitaciones por llegar tarde!
—Échale la culpa a tu querido Líder de Escuadrón —dijo Dafne.
—Eso, llegamos tarde por su castigo a Nahia.
—¡No se puede…! ¡La culpa no es de mi señor…! ¡La culpa es…!
—Será mejor que no digas algo de lo que te vayas a arrepentir —
amenazó Dafne señalándole con el dedo índice.
—Tenemos picos y muchas ganas de partir esa cabeza de granito tuya, a
ver si encontramos algo más que roca, que estoy segura de que no —se unió
Lily.
—¡Sois… la peor escuadra posible! —exclamó muy enfadado y salió del
edificio.
—Bueno, ahora que nos hemos librado del fiel servidor de los dragones,
podemos buscar la habitación que más nos guste —sonrió Lily.
—Adelante, no veo por qué no —dijo Taika con una pequeña sonrisa.
—En el tercer piso no, que hay que subir muchas escaleras y luego
bajarlas todos los días —pidió Ivo.
—A mí me gustan las vistas desde arriba —opinó Dafne.
—Sed buenas, Ivo tiene problemas con las escaleras… con esas patas
suyas… —rogó Nahia.
—Está bien… —se dio por vencida Dafne.
Lily consiguió la habitación primera a la derecha del segundo piso.
Dafne parecía contenta porque daba a la plaza y tenía bastantes buenas
vistas, aunque no las mejores.
—Me gusta. El año que viene quiero la de arriba —le dijo a Lily.
—Eso está hecho —sonrió ella y chocaron las palmas sonrientes.
Ivo, que entraba el último en la habitación, resopló.
—Odio las escaleras.
—Pues acostúmbrate, que el año que viene vamos al piso de arriba —
dijo Dafne.
—El año que viene está muy lejos —dijo Ivo con una mirada de que
habría que ver si llegaban.
—Me ha gustado ese gesto de chocar palmas —comentó Nahia.
—Ven y choca con nosotras, te animará —dijo Lily sonriendo.
—¿Qué celebramos? —preguntó.
—Que las chicas de la Escuadra Ígnea somos sensacionales —dijo Lily
convencida.
—Eso es, las mejores —se unió Dafne.
—Eso sí que merece la pena celebrarlo —convino Nahia.
Las tres chocaron palmas y sonrieron. El momento era malo y cualquier
pequeña alegría era muy de agradecer.
Ivo y Taika se miraron y negaron con la cabeza con una sonrisa en el
rostro.
—Será mejor que nos organicemos —pidió Taika.
—Eso está hecho. Chicos en la entrada y chicas al fondo. Voy montando
el biombo de separación —dijo Lily con una sonrisa vivaracha.
—Podemos cambiar si queréis —se ofreció Taika.
—Mejor no, el cabeza de roca quiere estar siempre al lado de la puerta
para salir como un rayo en cuanto entra la primera luz del día por la ventana
—dijo Dafne.
—Además, el baño está al fondo y nosotras queremos estar cerca —
sonrió Lily.
—De acuerdo, no hay cambio —dijo Taika asintiendo y se sentó en su
camastro.
Ivo estaba ya probando el suyo.
—¿Me lo parece a mí o este camastro es más confortable?
—Yo diría que lo es —respondió Nahia, que también comprobaba el
suyo mientras Lily ponía los biombos de separación.
—Qué curioso —Dafne se tumbó también y movió sus alas para
colocarlas mejor—. Sí, es más cómodo —confirmó.
—Parece que este año tenemos más comodidades… —dijo Nahia
extrañada.
—Teniendo en cuenta que el año va a ser mucho más duro es más que
justo —opinó Lily cantarina—. Me vendrá estupendo para mi descanso de
belleza.
Aiden apareció en la puerta de la habitación. Parecía más calmado.
—No es mala habitación, dadas las circunstancias —expresó.
—La hemos elegido solo por ti —dijo Lily con tono de gran ironía.
—Ya, y los Drakónidos vuelan —replicó Aiden y se tumbó en su
camastro.
—Solo nos faltaría eso —dijo Dafne a Nahia y Lily por lo bajo.
Las tres rieron y Nahia se sintió un poquito mejor. Sus compañeras eran
un encanto y conseguían sacarle una sonrisa incluso en las peores
situaciones. Eso no tenía precio. Había tenido mucha suerte de caer en la
misma escuadra que ellas.
Aiden se puso en pie y le volvieron a entrar las prisas.
—Tenemos que ir a intendencia. Habrá cola. Si nos retrasamos
llegaremos tarde a la formación y tendremos que saltarnos ir al comedor a
por algo de comida.
—De eso nada —se puso en pie Ivo—. Nadie va a saltarse ir al
comedor. ¿Qué locura es esa? ¿Acaso tienes fiebre?
—Por supuesto que no tengo fiebre, los Drakónidos apenas enfermamos.
Solo digo que no podemos llegar tarde a la formación.
—Y no llegaremos. Y mucho menos nos saltamos una comida. Te
recuerdo que no hemos comido nada en día y medio —expresó Ivo, que ya
salía por la puerta.
—No se puede jugar con la comida de un Tauruk-Kapro —comentó Taika
y siguió a su enorme compañero.
—En lugar de pensar en el deber, piensa con su estómago —Aiden salió
tras ellos negando con su cabeza de dragón.
Nahia, Lily y Dafne fueron tras ellos con una sonrisa en los labios.
Tal y como Aiden había previsto, había cola en intendencia. Tuvieron
que ponerse en fila y esperar a que las otras escuadras de segundo año
fueran entrando en el gran almacén alargado de piedra y salieran con sus
macutos.
—Esto es terrible —murmuraba Aiden—. Vamos tardísimo. ¡Un retraso
intolerable!
—Da igual lo que digas, no vamos a saltarnos el comedor —respondió
Ivo tan tranquilo y se puso a meditar con los ojos cerrados y las manos hacia
sus amplios cuernos.
—Espero que nos den ropa muy colorida y resultona. Quiero lucir tipo,
todo el entrenamiento del año pasado ha definido más mis curvas y estoy
espectacular —expresó Lily y puso cara de pícara mientras hacía poses
como si todo el mundo la mirara a ella.
—Si no me equivoco esto es una academia militar regida por dragones,
lo vistoso no se lleva y llamar la atención menos —corrigió Dafne con
expresión de que dejara de hacer poses.
—Pues es una lástima. Con lo bien que me queda a mí la ropa que resalta
mi belleza de Escarlatum y mi físico irresistible —afirmó sin el más mínimo
rubor.
—¿Los de tu raza sois todos así o tú eres una excepción? —preguntó
Nahia, que quería olvidarse de lo sucedido y pensó que un cambio de
conversación le vendría bien.
Lily la miró con expresión entretenida.
—¿Así de bellos e irresistibles, te refieres?
—Así de creídos, quiere decir —contestó Aiden.
—Habló la más fea y poco atractiva de las especies de Kraido —replicó
Lily haciendo muecas.
—Me uno a esa afirmación. Sin duda la más fea de todas las razas —
añadió Dafne.
—Nosotros los Drakónidos no damos valor a la belleza física y esas
tonterías —afirmó Aiden menospreciando los comentarios de Lily y Dafne.
—Claro, porque no la tenéis, ni siquiera un ápice. Sois lo más feo que
hay sobre la faz de la tierra y en los reinos de las nubes.
—Somos los más poderosos y los más apreciados de todas las razas. Lo
que tenéis es envidia.
—Ya, de parecer un dragón en miniatura y tener cabeza de granito. ¡Es lo
que siempre había deseado en la vida! —afirmó Dafne con ojos de horror.
Lily puso el brazo sobre los hombros de Nahia.
—Los Escarlatum somos bellos, seductores y fascinantes —explicó con
una risita y mirada encantadoras—. Nuestros pequeños cuernos y esta piel
escarlata nos hacen irresistibles.
—También sois poco de fiar, por no decir nada… —añadió Aiden.
Nahia miró a Dafne para ver qué opinaba ella. La Fatum no dijo nada,
pero hizo un gesto de que Aiden algo de razón tenía.
—No le hagas caso al cabeza de mármol. Los Escarlatum somos los más
agradables y fascinantes. Con nosotros siempre estarás cómoda. La
desconfianza que algunos sienten es porque se ven abrumados por nuestra
forma de ser.
—Entiendo. Así que sois todos fascinantes —respondió Nahia con una
sonrisa.
La verdad era que Lily era encantadora, bella y seductora, además de una
compañera estupenda. Nahia envidiaba su gran autoestima, buen humor y
confianza en sí misma. Era sorprendente el aguante que tenía. De todos los
de la escuadra, era a la que menos parecían afectar todas las adversidades
que debían pasar. Era como si su confianza y positividad fueran tan
brillantes como su roja piel.
—Además, ¿quién mejor que un Escarlatum para animarte el día? La
compañía de un Drakónido es como un castigo impuesto por los dragones —
Aiden la miró con ojos de dragón resentido—. Los Tauruk-Kapro son tan
brutos e incivilizados que mejor no tenerlos cerca, podrían pasarte por
encima en estampida o darte con sus cuernos, cosa que hacen muy a menudo.
—Exceptuando algunos que somos diferentes —añadió Ivo saliendo de
su trance por un momento.
—Sí, quitando a Ivo —estuvo de acuerdo Lily—. Los Felidae son
demasiado reservados y felinos. Si te descuidas te sueltan un zarpazo o te
clavan los colmillos en el cuello, les gusta demasiado la pelea —Taika
sonrió y se encogió de hombros aceptando el comentario—. Los Fatum son
tan bellos y delicados como aburridos, exceptuando a Dafne, que es una
guerrera.
—Gracias, amiga —sonrió ella.
—Y los Humanos… pues qué quieres que te diga. Ni fu ni fa, un poco
sosos para mi gusto. Siempre preocupados, apesadumbrados, ¡disfrutan poco
de la vida! —valoró Lily—. En definitiva, los Escarlatum somos la mejor
compañía.
—Visto así… —Nahia puso cara de que no le daba muchas opciones.
—Tú hazme caso, te irá bien conmigo —sonrió Lily.
Nahia sonrió de vuelta. La verdad era que la animaba.
Aguardaron a que las escuadras anteriores terminaran y entraron en el
edificio. Se acercaron al mostrador y se inclinaron para ver a los Tergnomus
de intendencia. Allí estaban, los bajitos e incansables trabajadores. A Nahia
no dejaban de fascinarla. Le parecían unos seres muy especiales, como de
cuento, con su reducido tamaño, la mitad que la de un Humano, sus grandes
manos y pies, sus narices largas en forma de pico y orejas también largas y
puntiagudas que iban hacia atrás. No tenían normal ni los cabellos rizados,
ya que eran de tonalidades verduscas. Sus ojos oscuros mostraban su
carácter hosco y sus pieles de un color entre el blanco y el marrón con algo
de tonalidad verde eran de verdad especiales. A Nahia le parecían unos
seres intrigantes que quería conocer mejor, excepto por su horrible carácter,
que siempre se interponía.
—¡Siguiente escuadra! ¡No tenemos todo el día! —chilló el Tergnomus
con voz de enfado.
—Hola Hiputz —saludó Nahia, que recordaba al jefe.
—Jefe de intendencia Hiputz —corrigió con tono hosco otro de los
Tergnomus detrás de él.
—Oh, sí, claro, jefe de intendencia Hiputz —se apresuró a corregir
Nahia.
—No sé por qué se dan tanta importancia—comentó Dafne estirando el
cuello para ver mejor.
—Porque somos importantes, Fatum que no vuela, no como otras razas.
Sin nosotros este centro no funcionaría y todo colapsaría —respondió Hiputz
con tono arisco.
—Nuestros señores dragones encontrarían otros sirvientes para
remplazaros —comentó Aiden altivo.
—No hay mejores sirvientes que nosotros en todo Kraido, nadie puede
remplazarnos —afirmó un tercer Tergnomus que se unió a la conversación y
lanzó a Aiden una mirada de desprecio.
—Si vosotros lo decís…
—Son un amor, tan chiquitines y feúchos —Lily sonrió encantadora.
—Nada más inservible que un Escarlatum. Solo saben mirarse en un
espejo y proclamar al mundo lo hermosos que son —replicó Hiputz.
—¡Eh! No hace falta ser grosero —Lily se molestó.
—No soy grosero, solo digo la verdad. Un Tergnomus trabaja sin
descanso todo el día. ¿Qué hace un Escarlatum?
—Pues… nosotros… nuestras cosas —balbuceó Lily sorprendida por el
ataque verbal del jefe de intendencia.
—Nadie es más trabajador y servicial que un Tergnomus —añadió el
segundo de forma arisca, como buscando que alguien intentara rebatírselo.
—Ni más eficiente —añadió el tercero con tono de enfado.
—Ni de peor carácter —terminó Dafne.
—Solo con este carácter podemos aguantar a las otras razas —dijo
Hiputz—. Decidme vuestro escuadrón y escuadra. Ya hemos perdido
demasiado tiempo con vosotros. El tiempo pasa y no vuelve y las tareas no
se hacen solas.
—Somos la Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo —dijo Aiden con
orgullo y sacó pecho.
—De segundo año, por las caras que tenéis.
—Sí. ¿Qué les pasa a nuestras caras? —preguntó Aiden perplejo por el
comentario.
—Nada. Tenéis cara de segundo. No la de los de primero, que parece
que les va a comer un dragón en cualquier momento, y tampoco la de los de
tercero, que parece que han salido de una pesadilla con dragones.
—Tienes buen ojo —dijo Lily y le guiñó un ojo.
—No intentes usar tus encantos conmigo, soy inmune a las Escarlatum —
advirtió Hiputz.
—Todos en intendencia lo somos —aseguró el segundo Tergnomus.
—Qué lástima, ya me pasaré otro día a ver si eso es verdad —sonrió ella
encantadora.
—No conseguirás nada —aseguró el tercero.
Lily volvió a sonreír y pestañeó con fuerza.
—Ya lo veremos, mis iracundos pequeñines.
—Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo. Líder Irakas-Gorri-
Gaizt, ¿verdad?
—Así es —asintió Aiden con orgullo.
—Un líder renombrado. ¿Habéis perdido algún miembro?
—Nosotros no, la Escuadra Candente, sí —explicó Aiden.
—Me extraña que no hayáis perdido a nadie siendo Irakas-Gorri-Gaizt
vuestro líder. Es de los más duros y renombrados en la academia.
—Nosotros somos la mejor escuadra de toda la academia —afirmó
Aiden orgulloso.
—¿De verdad? —Hiputz hizo un gesto de que no se lo creía. Miró a sus
ayudantes y les hizo una señal indicando el almacén a su espalda.
—Vamos a por los macutos —dijo el segundo Tergnomus.
—Al momento —dijo el tercero y marcharon con aquel andar
bamboleante característico de los de su raza.
Nahia se puso de puntillas para ver a dónde iban los dos Tergnomus.
Torcieron a la izquierda y desaparecieron entre grandes cajas de madera.
Nahia no entendía cómo podían navegar por aquel enorme almacén sin final
con sus miles de cajas por doquier. Era como un laberinto de madera
interminable, solo que aquellos Tergnomus, de algún modo, sabían dónde
estaba todo y lo encontraban con rapidez. Le parecía impresionante.
—Los de primero de la Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo han venido
esta mañana —comentó Hiputz apuntando algo en un enorme tomo de
inventario.
—¿Sí? ¿Qué pinta tenían? —preguntó Dafne.
—Parecían corderos a punto de ser degollados, como vosotros el año
pasado.
—Nosotros no teníamos esa pinta —se quejó Aiden y cruzó los brazos
sobre el torso.
—Sí que la teníais. Les ha tocado como líder Maisu-Gorri-Osogaiz.
—¿Es un líder afamado? —preguntó Taika con tono de interés.
—Lo es —asintió Hiputz—. Casi tanto como Irakas-Gorri-Gaizt. Es un
digno líder del Escuadrón Rojo.
—¿Y quién es el líder del Escuadrón Rojo de tercero? —se interesó de
nuevo Taika. Nahia lo miró de reojo. Si el Felidae estaba preguntando tanto
por los líderes, sería por algo.
—Ese es Zaintz-Gorri-Gaiztona. Dicen que es el mejor y más poderoso
de todos los líderes —explicó Hiputz y su tono irascible se apagó al decirlo,
como si tuviera miedo de incluso mencionar el nombre de aquel dragón.
—¿Es un dragón rojo muy poderoso? —preguntó Taika.
—No solo muy poderoso, también muy duro, el más duro de los líderes.
—¿Más que el nuestro? —preguntó Aiden con tono de incredulidad.
—Es un debate que sigue abierto y sobre el que hay apuestas. Unos dicen
que el dragón más poderoso de la academia es Zaintz-Gorri-Gaiztona, otros
que lo es Irakas-Gorri-Gaizt. También es sabido que son rivales y enemigos.
—¿Son enemigos? Pero si son líderes del Escuadrón Rojo… —Nahia no
lo entendía.
—Los dragones son muy territoriales. En este caso el territorio es el
escuadrón. Si no fuera porque aquí está prohibido, se retarían en duelo por
demostrar quién es el más poderoso —explicó Hiputz.
—¿Duelo? —preguntó Taika, que prestaba mucha atención.
—Un combate a muerte uno contra uno —aclaró Hiputz.
—¿Los dragones combaten en duelos a muerte entre ellos? —preguntó
Nahia, muy sorprendida.
—Por supuesto, es como demuestran quién es el más poderoso. Pero está
prohibido. El coronel los encarcelaría en las mazmorras o los mandaría
matar si se enterase de que se ha producido un duelo aquí.
—Los duelos también se dan entre alumnos —dijo Aiden.
Todos se volvieron hacia él con miradas de asombro.
—Correcto, pero también están prohibidos. En caso de los alumnos no se
mata al vencedor, se le envía a las mazmorras. Así que mejor lo evitáis. O
no, como queráis, ya sois mayorcitos —advirtió Hiputz.
Los ayudantes regresaron. Venían con un tercer Tergnomus y cada uno
llevaba dos macutos, uno a cada hombro. Los dejaron sobre el mostrador, o
más bien los lanzaron sobre él.
—Ahí tenéis los macutos con vuestros ropajes —dijo Hiputz—. En
cuanto a las armas, espero que conservéis las del año pasado. Si no es así
decídmelo y las repondré, pero tendré que informar a vuestro líder de
escuadrón…
—Tenemos las armas —aseguró Aiden con rapidez.
—Bien. Procurad no morir este año. No es que me importéis, la verdad,
pero detesto que se desperdicie buen material.
—Eres todo un encanto, tu preocupación por nosotros nos llega al alma
—reprochó Dafne y le lanzó una mirada de odio.
Hiputz la miró como si su comentario le pasara por encima de la cabeza.
—¡Siguiente escuadra! —gritó a pleno pulmón.
Capítulo 7

Regresaron al barracón a paso rápido y subieron a su habitación para


ponerse los nuevos ropajes de segundo año. Sacaron el contenido de los
macutos y enseguida vieron cuál era para quién. Los seis eran tan diferentes
en lo físico que había poca duda. Nahia y Dafne eran las más parecidas en
ese sentido, sobre todo después del primer año de formación. Nahia había
mejorado su musculatura y Dafne también, pero en el caso de Nahia era
mucho más evidente. Ella había llegado demasiado enclenque, ahora casi
estaba tan fuerte como Dafne, y eso le alegraba. Había mejorado mucho, y se
debía al trabajo duro realizado y a las exigencias de la academia.
—Vaya decepción… —Lily observaba con cara de no estar contenta con
el contenido de su macuto, que había desparramado sobre su cama.
—Botas de cuero, pantalones, una túnica de mangas largas hasta la
cintura y una capa. Es lo mismo que recibimos el año anterior —contó Dafne
señalando cada prenda.
—Sí, de color negro y recubiertas por escamas rojas de dragón —
confirmó Nahia mirando las suyas.
—Los Tergnomus de intendencia han vuelto a acertar con las medidas.
¡Menudo ojo que tienen! —comentó Ivo contento y poniéndose sus prendas.
Tenía prisa por ir al comedor a devorar algo y todos lo podían ver.
—Esperaba que este año fueran diferentes —se lamentó Lily, que no
estaba contenta y negaba con la cabeza.
—Las capas son diferentes. Tienen la estampa de un dragón más grande
bordado en plata en mitad de la espalda. Es mayor que el del año anterior y
la pose también cambia. Este dragón parece más fiero y letal. Y bajo el
bordado está el número dos, ahora somos de segundo —dijo Aiden
orgulloso y levantó la barbilla mientras lo asimilaba.
Lily suspiró.
—Yo que esperaba ropajes anaranjados intensos… a juego con mi piel…
Dafne le puso la mano en el hombro.
—Bastante se nos ve ya con estas escamas rojas por todo el cuerpo. No
creo que sea bueno que llamemos tanto la atención y todavía menos si lo
hacemos resaltando en naranja intenso.
—Nada bueno —confirmó Taika y sacudió la cabeza.
—Está bien… negro y rojo sea… —Lily se conformó y comenzó a
vestirse.
Los demás también. Mientras lo hacían, Taika mencionó un tema a modo
de aviso.
—Recordad que, si bien las escamas que recubren nuestros ropajes nos
proporcionan bastante protección, no es total. El acero puede penetrar por
las partes en negro entre ellas. Y tampoco llevamos protección en las manos
ni en la cara. Tened cuidado.
Al oír la advertencia, Nahia recordó lo sucedido a Maika y cómo había
muerto. Una pena enorme le hundió el corazón hasta un pozo sin final.
Siempre que pensaba en su amiga sentía una desazón terrible. No haberla
podido salvar le atormentaba. Sabía que no era su culpa, pero eso no lo
hacía más llevadero. Entendía la advertencia de Taika, y se lo agradecía,
pero recordar lo sucedido le rompía el corazón.
Dafne asintió.
—Sí, mejor tenemos cuidado. La muerte ronda a todos los alumnos en
este lugar.
—Y fuera de aquí —añadió Lily.
—La protección que nuestros señores nos proporcionan es más que
excelente. Tened en cuenta que es mucho mejor que la de una armadura
normal. Y por supuesto que no es infalible, ninguna armadura lo es —
comentó Aiden.
—Tengamos cuidado. La naturaleza cuida a quienes se cuidan a sí
mismos —aleccionó Ivo con su tono filosófico.
Nahia estaba de acuerdo. Cada uno de ellos tenía que cuidarse a sí
mismo. Pero también debían cuidar de sus compañeros.
Una vez preparados se dirigieron al comedor. Esta vez quien iba en
cabeza era Ivo, que daba grandes pasos. Aiden iba a su par intentando no
perder el paso y los demás les seguían algo más retrasados. Vieron a otras
escuadras de segundo que también se dirigían hacia allí con prisa.
Llegaron y, por la costumbre ya adquirida, entraron ensimismados
pensando en todo lo que habían pasado en la prueba de inicio, lo que su
temible líder les había dicho y lo que Hiputz les había contado. En eso y en
lo que les esperaba el segundo año de formación, que iba a ser más duro que
el primero. Iban a verse en aprietos importantes y sus vidas correrían
peligro. Drakoros era un lugar que no perdonaba errores ni debilidades.
Una voz les dio el alto.
—Escuadrón… y escuadra… por favor —pidió despacio.
Se dieron la vuelta al darse cuenta de que la voz del Exarbor se dirigía a
ellos. Vieron que uno de los dos Exarbor de la puerta del comedor les
hablaba.
A Nahia le extrañó. No habían hablado con ellos más que el primer día y
en alguna ocasión puntual en la que habían necesitado algo del comedor. Si
uno no llegaba a las horas establecidas, no se le servía comida y era inútil
suplicar a los Exarbor del comedor. Eso lo sabían todos.
—Somos la Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo —respondió Aiden con
el orgullo que siempre sentía y se puso tieso.
—De segundo año —añadió Taika.
—Eh, sí, ahora de segundo — confirmó Aiden, y le mostró la capa con el
número dos a la espalda.
—Muy bien… las mesas del Escuadrón Rojo de segundo… están en
medio… y a la izquierda —explicó con su lenta voz de tono de madera y
señaló en aquella dirección—. Cuento que la escuadra está completa.
—Lo está. Somos una escuadra que se cuida y piensa seguir completa
hasta finalizar toda la formación en esta academia —dijo Ivo.
—Sabio proceder… Un logro complicado el que buscáis… —comentó el
Exarbor y todos se quedaron sorprendidos y le miraron.
El Exarbor tenía una libreta en una mano y apuntó algo en ella con el
dedo índice de su otra mano de la que salía una tinta verde.
—Escuadra Ígnea completa… Buenas perspectivas… Las tres mesas…
del Escuadrón Rojo… están pintadas de rojo... como el año anterior…
Vuestra mesa… tiene indicado el nombre… de vuestra escuadra.
—Gracias, ya vemos a las escuadras Ardiente y Candente sentadas —
dijo Taika.
—Muy bien. Id y sentaos… Hoy es un día diferente… Necesitáis reponer
fuerzas —ofreció.
—Gracias, lo es, y así lo haremos —dijo Taika con una ligera
inclinación de cabeza.
El grupo fue hasta la mesa y se sentaron como solían hacerlo. Saludaron
a los miembros de las otras dos escuadras con breves saludos. Ya estaban
comiendo y por el olor era asado de ciervo con zanahorias y puerros.
—Parecido al año pasado, pero más cerca de la puerta de entrada —dijo
Ivo, que ya miraba hacia la barra donde servían la comida.
—Y más cerca del centro de la barra donde pedir alimento —dijo Lily a
Ivo y le guiñó un ojo.
—Sí, un poco más cerca, lo cual se agradece. Voy a pedir antes de que
los de la Ardiente y la Candente repitan y me dejen sin las tajadas buenas —
Ivo no dio tiempo a que nadie replicara, se levantó y se dirigió a la barra.
—El estómago de ese Tauruk será su perdición —vaticinó Aiden.
—Y tu cabeza de granito la tuya —respondió Dafne.
—Mi cabeza sabe controlar mis impulsos, no como la de otros —replicó
el Drakónido orgulloso y levantó la barbilla.
—Comamos y cojamos fuerzas. Seguro que las vamos a necesitar —
aconsejó Taika poniendo paz en la mesa.
—Muy cierto. Tenemos que destacar en las clases de segundo. Tenemos
que ser la mejor escuadra —afirmó Aiden, se puso en pie y fue a por
comida.
—No entiendo cómo después de todo un año aquí todavía sigue pensando
así —comentó Dafne mirando a Aiden marchar—. Me pregunto con qué les
lavarán la mente en su tierra para quedar así.
—Con ácido de gran Saurio —rio Lily—. Seguro que les obligan a hacer
vahos con los gases tóxicos.
Dafne rio.
—Eso debe ser, sí.
Fueron a por la comida y una vez les sirvieron sus raciones volvieron a
la mesa. Mientras degustaban el delicioso asado que los Tergnomus
cocineros habían preparado, Nahia se fue fijando en el resto de las mesas.
En el comedor en aquel momento solo estaban los del segundo año, ya que
los del primero y tercero habrían comido a la mañana y estarían ahora en
formación. Aquel era un día singular, habían salido de la enfermería a medio
día en lugar de a primera hora de la mañana, como estaban acostumbrados a
hacer. Nahia agradecía el descanso extra y estaba segura de que sus
compañeros también.
Se sintió rara al estar el comedor tan vacío. Siempre estaba lleno cuando
iban y la sensación era un poco como de desamparo. Le restó importancia,
ya que sabía que se debía a que faltaban los de los otros cursos. Buscó a
Logan y a Ana con la mirada y al encontrarlos sentados en sus nuevas mesas
se sintió mejor y una sensación de alivio y bienestar la inundó. Los miró un
buen rato hasta que ellos se dieron cuenta. Le devolvieron la mirada y Nahia
saludó con disimulo y una sonrisa. Ana y Logan la saludaron de vuelta de la
misma forma, aunque sus sonrisas eran algo más leves. Nahia no le dio
mayor importancia, se debía a cómo eran ellos. Ana siempre estaba temerosa
de lo que podría suceder y Logan era muy reservado, las sonrisas no eran su
fuerte.
Ver a sus amigos la tranquilizó. De pronto su abuela le vino a la cabeza y
sintió una mezcla de nostalgia y pérdida. Deseaba tantísimo verla, saber si
estaba bien, compartir una tarde con ella en la cabaña preparando pócimas
medicinales como solían hacer. Hablarían de tantas cosas… cosas pequeñas
del día a día, sin mucha importancia, pero que llenarían su tarde y sus almas.
La compañía y el amor de un ser querido eran lo más valioso, ahora se daba
cuenta. La separación, el no saber qué era de ella, la mataba. Lo daría todo
por poder estar con Aoma y disfrutar de aquellos momentos tan entrañables.
Intentó no dejarse llevar por pensamientos negativos. Volvería a ver a su
querida abuela. Lo sabía, estaba segura. Solo necesitaba un poco de tiempo.
Se fijó en que Ana seguía teniendo aquella expresión de preocupación, de
que se iba a poner a llorar en cualquier momento. Sin embargo, luego era
dura, conseguía superar todas las pruebas y, por lo que le había contado, no
lo hacía del todo mal ni en las clases de armas ni en las de magia. Era una
chica sorprendente. Nahia había estado todo el primer año muy preocupada
por ella, pero Ana había conseguido terminar y allí estaba, lo que significaba
que también había superado la prueba de inicio de segundo curso. No podía
evitar preocuparse por ella, sobre todo después de lo que le había pasado a
Maika, pero esperaba que consiguiera sobrevivir.
Logan era fuerte, ágil e inteligente, por lo que no tenía demasiado sentido
preocuparse por él. Y no solo era muy bueno en formación de armas, sino
también en magia. Por lo que Nahia había podido sonsacarle, que no era
mucho porque le costaba abrirse y hablar de sí mismo, era bastante bueno en
magia. Y si él se consideraba bastante bueno, conociéndole, debía ser
magnífico.
Suspiró. Eso la tranquilizaba un poco. Alguien que era bueno en lo físico,
con armas, con magia y encima tenía cabeza, no debería fracasar en la
academia, muy al contrario, debería despuntar. Por desgracia, en Drakoros
cualquier cosa podía pasar.
Logan dejó de mirarla para conversar con un compañero que le estaba
hablando y Nahia sintió como si una luz brillante que la alumbraba se
apagara. De nuevo sintió como si estuviera sola, lo cual le pareció raro. Allí
estaban todos los escuadrones de segundo, no tenía por qué sentirse así. Lo
razonó y fue cuando se dio cuenta de lo que sucedía.
—Falta gente, bastante gente… —comentó a sus compañeros.
Todos la miraron extrañados por el repentino comentario. Levantaron la
mirada hacia las otras mesas.
—Sí, tienes razón. Falta gente —confirmó Dafne.
—Más de la que me imaginaba… —comentó Lily con mirada
apesadumbrada.
—Ha habido algunas bajas, es lo normal. La formación en Drakoros es la
mejor y la más exigente —dijo Aiden, restándole importancia.
—¿Algunas bajas? He contado veintiocho que no están —dijo Nahia, que
comenzaba a sentir que la llama de la furia le nacía en el fondo del
estómago.
—¿Tantos? ¡Qué horror! —Lily se llevó las manos a la cara.
—Yo también creía que eran menos, pero ahora que los cuento… tienes
razón. Es una tragedia —expresó Dafne que negaba con la cabeza con
expresión apesadumbrada.
—No todos han muerto. Hay cinco o seis en la enfermería que pueden
recuperarse —comentó Taika.
—Aun así, hemos perdido a veintidós compañeros en un año de
formación. ¡Es una barbaridad! —exclamó Nahia.
—Una monstruosidad —estuvo de acuerdo Dafne.
—Así es la Senda de los Dragones. No todos la caminan hasta el final —
se pronunció Aiden como si estuviera leyéndolo de un tomo.
—La Senda de los Dragones es una aberración. No se puede justificar de
ninguna forma secuestrar y matar a veintidós personas jóvenes y herir de
gravedad a otras seis. ¿Cómo lo justificas y no se te cae la cara de
vergüenza? —recriminó Nahia furiosa. La llama iba creciendo y quemando
en su estómago.
—Yo no tengo por qué justificar nada. Es el designio de nuestros
señores. Así es y así debemos aceptarlo.
—¡Pues yo no pienso aceptarlo! —exclamó ella furiosa.
—Cálmate, Nahia, los dos dragones de vigilancia te miran. No te juegues
la vida por esto —advirtió Taika.
Nahia miró de reojo. Siempre estaban allí, vigilando, asegurándose de
que se comportaban como ellos querían en el comedor. Sintió ganas de
levantarse y gritarles.
—No hagas nada que te cueste la vida. No es el momento, no serviría de
nada pues nada conseguirás. No aquí, no así. Sería una muerte baldía —dijo
Ivo.
Nahia tenía las dos manos sobre la mesa y había hecho ademán de
levantarse de forma inconsciente. La llama que le ardía en el estómago la
empujaba a luchar contra aquellos dragones asesinos. Pero Taika e Ivo
tenían razón. No era el momento ni el lugar adecuado. No serviría de nada.
La matarían y nada conseguiría. Se sentó bien, levantó las manos de la mesa
despacio y resopló con fuerza.
—Menos mal, por un momento he temido que te lanzases sobre esos
dragones —dijo Lily.
—Te ardían los ojos de rabia y fuego —dijo Dafne.
Nahia intentó calmarse y no habló hasta lograrlo. Sus compañeros la
observaban preocupados, incluso Aiden.
—Perdonad. No sé qué me pasa, a veces me arde el estómago de una
forma terrible y me cuesta controlarme.
—Es la rabia por esta injusticia que vivimos —dijo Ivo—. Debes
aprender a controlarla. Si la rabia te controla a ti, morirás. Los dragones no
te perdonarán un desacato.
—Eso seguro. Desconocen el perdón —dijo Dafne mirando a Nahia con
ojos de preocupación.
—La rabia y hacer una demostración de ella delante de los dragones
sería un error muy grave y peligroso que no te puedes permitir. Ten mucho
cuidado —insistió Lily.
—Tenéis razón. Lo que ha pasado en el tiempo que llevo aquí me ha
afectado mucho. Creo que me está cambiando…
—Eso no es necesariamente malo —dijo Ivo—. Todos cambiamos con
las experiencias de la vida, las buenas y las malas. Solo asegúrate de que
cambias para mejor. No permitas que el odio y la ira marquen en quién te
conviertes, pues te aseguro que no te gustará esa persona.
—Gracias, Ivo. Entiendo lo que dices —Nahia le puso la mano en el
brazo al Tauruk.
—Mi consejo es que medites, relajes la mente, y así podrás controlar
mejor los arrebatos de furia.
—No sé yo si meditar va mucho conmigo… —Nahia hizo un gesto de que
lo dudaba.
—Conmigo seguro que no va —comentó Dafne y arrugó la frente.
—Yo tampoco soy mucho de meditar —reconoció Lily—, soy más de
actuar.
—Sin pensar —añadió Aiden con tono serio de Drakónido.
—Al menos yo tengo algo con lo que pensar, no como tú, cabeza de roca
—Lily sacó la lengua e hizo una mueca divertida.
—Yo no medito como tal, pero intento mantener siempre la serenidad y
pensar con tranquilidad, sin precipitarme en mis decisiones —explicó Taika
con voz suave y aterciopelada.
—Eso sí creo que podría hacerlo —se animó Nahia.
—Inténtalo entonces. Lo principal es mantenerse en equilibrio y paz con
la naturaleza y para ello uno debe empezar por sí mismo —aconsejó Ivo.
—Gracias, eso haré.
—Debemos ir a la primera clase de este año. Ya es la hora —dijo Aiden
y se puso en pie.
—Pero… —comenzó a protestar Lily, pero vieron que las otras
escuadras de segundo también se ponían en pie.
—¿Qué clase tendremos? —se preguntó Dafne en voz alta.
—Vayamos a la Plaza de la Senda, detrás del castillo. En la fuente
estarán los Exarbor de Estudios. Ellos sabrán qué formación tenemos hoy y a
dónde debemos ir —sugirió Aiden.
—De acuerdo, vamos —asintió Taika y se pusieron en marcha.
Nahia abandonó el comedor con peso en el alma y la incertidumbre
subiéndole por la garganta.
Comenzaban las clases del segundo año.
Capítulo 8

Todos los de segundo abandonaron el comedor y se apresuraron a


bordear el gran castillo. No había duda, se dirigían a la Plaza de la Senda a
preguntar a qué clase tenían que asistir aquel día.
—Parece que no somos los únicos a los que su líder no les ha dicho qué
clase les toca hoy —comentó Dafne.
—Los líderes saben en todo momento qué formación corresponde a sus
escuadras y dónde están. Si no nos lo han especificado sus razones tendrán.
No es nuestro deber cuestionarlo —comentó Aiden.
—Ya, nunca lo es cuestionar nada de lo que hacen los dragones —replicó
Dafne con tono ácido.
—Así es, pues sus siervos somos —respondió Aiden y aceleró el paso
para no quedar atrás respecto a las otras escuadras. Ivo ya no tenía interés
por ir rápido, más bien lo contrario, y se descolgó un poco.
Lily suspiró.
—No sé vosotros, pero yo no estoy del todo recuperada del comienzo del
año. Y no me quejo de la comida que, por cierto, ha estado estupenda y me
ha sentado muy bien. Tenía tanta hambre que casi le muerdo una pata a Ivo.
Nahia agrandó los ojos sorprendida por el comentario.
Ivo se retrasó un poco más.
—Ya me parecía a mí que me mirabas con ojos tiernos…
Lily sonrió a Ivo y se encogió de hombros.
—Espero que la primera clase sea sencillita… —comentó a Escarlatum,
que según andaba se estiraba los brazos y hombros.
—No te hagas muchas ilusiones —aconsejó Dafne negando con la cabeza
—. Seguro que por ser el primer día nos preparan alguna sorpresita.
—Tomémonoslo con calma, es la primera clase. Prestemos atención y
estemos alerta. Lo mejor es mantener la compostura y aguardar
acontecimientos. Si son buenos, estupendo. Si son malos, los afrontamos con
preparación —recomendó Taika.
—Sí, eso habrá que hacer —resopló Nahia que tenía el mismo
presentimiento que Dafne. No iba a ser un primer día sencillo. Además, por
mucho que se prepararan y aguardaran algo negativo, tendrían que sufrirlo,
así que al consejo de Taika le faltaba esa coletilla. Aun así, estaba de
acuerdo con el Felidae.
Llegaron a la Plaza de la Senda detrás del castillo. A Nahia le gustaba
aquel lugar. Era circular y de color plateado con runas de dragón talladas en
los contornos que brillaban con intensidad los días de sol. Pero lo que más
le gustaba de la plaza era la fuente. Era también circular y en su centro un
alto géiser lanzaba agua a más de quince varas de altura.
—¡Rápido, vamos de los últimos! —urgió Aiden haciendo señas.
—Busca al Exarbor con el peto rojo. No lo veo —dijo Dafne señalando
la fuente.
Como era habitual, había seis Exarbor de pie apostados alrededor de la
fuente con sus espaldas hacia ella. Cada uno llevaba un peto de color
diferente. Lo que ocurría era que cada día cambiaban de posición y había
que buscar al que les correspondía. A Nahia le parecía que los Exarbor se
divertían jugando a descolocar a los alumnos. No sonreían ni decían nada,
pero a Nahia le parecía que sus ramas y hojas estaban más verdes que las de
otros Exarbor, como si el divertimento les sentara bien. Quizá fuera así, o tal
vez simplemente se colocaban como llegaban, sin prestar atención. Los miró
y esa suposición no le encajó. Lo hacían a propósito, seguro.
—¡Aquí está el rojo, rápido! —Aiden daba botes frente al Exarbor y
movía los brazos para que sus compañeros lo vieran. Estaba justo al otro
lado de la fuente, en la parte central.
—¿De verdad se cree que no le oímos y vemos? —Lily negaba con la
cabeza.
—Es un tanto intenso este dragoncito sin alas y cabeza de granito —
resopló Dafne.
—En su defensa, todos los de segundo rodean la fuente, parecen un
enjambre. Pensará que no le vemos bien con todo el ajetreo —comentó
Taika.
—Sí, encima defiéndele —reprochó Dafne.
—No es el único Drakónido intenso. Mirad… —Ivo señaló hacia la
fuente con la cabeza.
Observaron y enseguida identificaron a otros Drakónidos que, en efecto,
eran los más exaltados. Gritaban, saltaban y gesticulaban intentando que sus
escuadras fueran más rápidas.
—¿Por qué no los ponen a todos juntos? Qué paz nos quedaría al resto —
resopló Lily.
—Precisamente por eso, para que no tengamos paz. ¿O acaso no conoces
a los dragones? Son retorcidos hasta la médula —respondió Dafne.
—Ya, tienes razón.
—Mejor si vamos con él antes de que le de uno de sus ataques —
comentó Ivo.
—Sí, solo nos faltaba eso. Ese es capaz de liar una tremenda —asintió
Dafne.
Fueron rodeando la fuente hasta donde Aiden aguardaba. Tuvieron que
abrirse paso entre las escuadras que ya habían encontrado a su Exarbor y las
que todavía se dirigían al que les tocaba, como era su caso. A Nahia aquella
pizca de caos le pareció divertida dadas las circunstancias. Era penoso que
tuviera que buscar divertimento en cosas tan tontas, pero en aquel lugar todo
era pesar y sufrimiento y la diversión había sido erradicada de cuajo.
Llegaron hasta donde estaba Aiden. Las Escuadras Candente y Ardiente
se les habían adelantado y tuvieron que esperar a que les indicaran a dónde
debían ir. Nahia no pudo oír al Exarbor dar indicaciones a la Escuadra
Candente, pero cuando estos marcharon, se puso a la espalda de la Ardiente
y escuchó que les indicaban formación de armas. Eso no le agradó
demasiado. Ella prefería formación de magia, que se le daba mejor.
El Escuadrón Ardiente marchó y Aiden no perdió ni un respiro.
—Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo —presentó a su
escuadra al Exarbor a todo correr y con urgencia en el tono.
El Exarbor de Estudios con el peto rojo los miró a los seis de arriba
abajo, como examinándolos. Luego consultó un tomo enorme que tenían
entre las manos en forma de ramas.
—Escuadrón Rojo… Escuadra Ígnea… Segundo año… Primer día
semana uno… Magia de Dragón de segundo… Edificio de las Artes
Arcanas... Aula del Sol de segundo.
Nahia echó la cabeza hacia atrás. Les tocaba clase de armas, eso les
había dicho a los de la Escuadra Ardiente, ¿acaso a ellos no? ¿Y qué era eso
de Aula del Sol?
—Muy bien, vamos —Aiden ya se daba la vuelta.
—Un momento —Nahia levantó la mano y dio un paso adelante para
ponerse frente al Exarbor.
—Debo haber oído mal o hay un error, ¿no tiene la Escuadra Ardiente
formación de armas?
El Exarbor la miró inclinando la cabeza, que parecía el final del tronco
de un árbol, solo que con ojos y nariz recubiertos de corteza.
—No hay error… tampoco has oído mal…
Nahia se quedó todavía más desconcertada.
—Pero nosotros siempre tenemos formación con las Escuadras Candente
y Ardiente.
—Cierto. ¿Qué pasa? —Dafne enarcó una ceja mientras miraba
acusadora al Exarbor.
Una especie de sonrisa muy sutil apareció en la boca del Exarbor, casi
inapreciable, pero Nahia la captó.
—Eso es durante el primer año de formación… El segundo es
diferente… —explicó de forma críptica.
—¿Cómo que diferente? —a Lily tampoco le había sonado nada bien
aquello y con las manos en jarras miraba fijamente al Exarbor a la espera de
una respuesta.
—En segundo… la formación… es más diversa…
—¿Puedes ser un poco menos claro? —acusó Dafne.
—Sí, puedo…
—¡Se burla de mí! —Dafne hizo una mueca de que no podía creerlo.
—¿Qué es eso de Aula del Sol? ¿También han cambiado las indicaciones
de las aulas? —preguntó Nahia desconcertada.
—Así es… ya no son por colores… ahora son por símbolos… astrales.
—¿Y eso? ¿Es para confundirnos todavía más? —preguntó Lily
frunciendo la frente.
El Exarbor los miró de nuevo a todos uno por uno, de arriba abajo.
Luego anotó algo con su dedo en el tomo.
—Id a formación... llegaréis tarde… habrá castigo…
Viendo que no recibirían respuestas claras y que eran los últimos de su
escuadrón, salieron corriendo. Recibir un castigo el primer día era algo que
ninguno quería. Nahia la que menos, que ya tenía otro.
Llegaron a la carrera al edificio de las Artes Arcanas. A Nahia le
parecía que era casi tan impresionante como el gran castillo. Las diferencias
principales eran que el castillo tenía forma rectangular mientras que el de
magia era circular y de menor tamaño. En cualquier caso, era espectacular.
La fachada exterior era de plata y decorada con runas y símbolos de la magia
de los dragones. No eran simples signos y emblemas, parecían más hechizos
y conjuros de magia de dragón grabados sobre el edificio. A Nahia le
intrigaban, y también la enorme perla blanca sobre la azotea del edificio.
Entraron corriendo y, por costumbre, giraron a la izquierda, hacia el aula
del año anterior. Nahia no lo hizo. Se detuvo nada más entrar y observó el
interior intentando situarse. El edificio tenía tres pisos de altura, cada uno de
forma circular que se sostenía sobre el inferior. Observó el gran jardín de
árboles con hojas de oro y plata alrededor de otra de las enormes fuentes
que lanzaban agua a quince varas de altura. Nahia siempre se preguntaba al
entrar si aquellos árboles eran o no de verdad. Todavía no lo sabía. Miró
hacia arriba, hacia la amplia azotea sobre la que se apoyaba la enorme
esfera blanca. Tampoco sabía para qué servía. Quizá fuera solo ornamental,
pero la idea no le convencía. Semejante perla sobre aquel edificio de magia
tenía que tener alguna función, seguro.
—Esperad, no es ahí —dijo Taika.
Los demás se pararon y miraron alrededor. Otras escuadras de segundo
estaban en los pasillos. Parecían un tanto perdidos, como ellos.
—Cierto, esa es el aula de primero.
—Las aulas de segundo están arriba —recordó Taika.
—Sí hay que subir al segundo piso —señaló Nahia.
—Vayamos, entonces —dijo Aiden y echó a correr.
Tuvieron que sortear a los otros de segundo que subían por las escaleras.
—Aquí es —dijo Aiden mirando a la puerta y luego al símbolo que había
sobre ella—. Creo…
—¿Crees? ¿Cómo qué crees? —preguntó Dafne.
Aiden miraba el símbolo y se rascaba la barbilla.
—Yo diría que es un sol, ¿no? —preguntó algo confundido.
Todos observaron el símbolo plateado.
—Sí, parece un sol… —comentó Lily.
—Es una mezcla entre un sol y un dragón… —dudó Nahia inclinando la
cabeza sin dejar de estudiarlo.
—Debe de ser una runa de dragón que representa un sol —dedujo Taika.
—Sí, eso creo yo también —afirmó Ivo.
—Pues entremos —dijo Aiden y cruzó la puerta con confianza.
Lo primero en lo que se fijaron al entrar en la gran sala fue en que el
dragón que les iba a formar era uno blanco enorme. Estaba al fondo del aula,
que era de forma circular con runas de plata grabadas en las paredes a media
altura. Era un dragón macho, poderoso, con potentes patas, cuello y cola. No
podían verle las fauces pues tenía la boca cerrada, pero serían temibles.
Parecía estar comunicándose con tres Exarbor de mucha edad que portaban
grandes tomos entre sus ramas.
Nahia calculó que, por su tamaño, aquel dragón debía de tener cerca de
ochocientos años. No era más que una aproximación, claro, ella todavía no
era capaz de distinguir la edad y poder de un dragón, aunque empezaba a
captarlos mejor. Viendo el tamaño que tenía el coronel de la academia, que
era un dragón milenario, aquel, más pequeño, debía de andar por esa edad.
Tenía ojos de gran reptil de color blanco, a juego con sus escamas. Le daban
un aspecto singular, como si estuviera ciego o fuera un dragón místico. Los
miró al entrar, por lo que ciego no estaba. Si era místico, que lo dudaba
mucho, lo descubrirían pronto.
«Llegáis justo a tiempo. Un poco más tarde y hubiéramos tenido un
problema. Colocaos y formad junto a las otras dos escuadras» envió el
dragón y por la forma en la que Nahia percibió el mensaje sí que le dio la
impresión de que había algo extraño en él. Era como si la amenaza fuera
cierta y al mismo tiempo falsa. Eso la confundió.
Aiden puso cara de horror mientras formaban junto a las otras dos
escuadras. Habían estado muy cerca de llegar tarde, lo que les hubiera
costado un castigo. Si el dragón era de apariencia extraña, el aula no tanto.
Era similar a la del año anterior, algo más grande. No tenía bancada en el
lado opuesto al dragón, por lo que supusieron que tendrían que permanecer
de pie durante las lecciones, cosa que sería agotadora pues las clases
duraban largas horas.
Se colocaron junto a las otras dos escuadras formando contra la pared
sur en semicírculo. Lo siguiente que Nahia encontró extraño fue que las
escuadras que estaban con ellos no eran la escuadra Ardiente y la Candente.
Eran una escuadra del Escuadrón Marrón y otra del Escuadrón Azul. Eso
quería decir que en segundo mezclaban las escuadras en las clases. Le
pareció muy curioso y algo confuso. Como no podía ser de otra forma. Este
año todo se iba a complicar. Ya empezaba a verlo.
Se dio cuenta de que las otras escuadras los miraban a ellos con los
mismos ojos de confusión y preocupación. Estaban pensando lo mismo, que
las clases se complicaban.
«Este año comenzaréis vuestros estudios de magia de dragón conmigo.
Me presento. Soy Gezur-Zuri-Ikus y seré vuestro formador hasta la prueba de
mitad de año. Os recuerdo que seguís en el grado de Magia de Dragón
Regular. Más adelante puede que avancéis de grado en función de cómo os
comportéis en esta clase. Espero que la magia se os de bien, no me gustan
los alumnos torpes o incompetentes. Todos tenéis la capacidad de
desarrollar vuestro potencial mágico, pues nuestra sangre corre por vuestras
venas. Quien se esté quedando retrasado con la magia y crea que con hacerlo
bien con las armas es suficiente, se equivoca. Debéis sobresalir en ambas
materias. Un Brujo de Dragón es igual de letal con un arma que con su
magia. Algunos de nosotros somos de la escuela de pensamiento que dicta
que la magia es más poderosa. En cualquier caso, debéis sobresalir en
ambas disciplinas».
A Nahia la magia se le daba bastante mejor que las armas y el combate
físico, más que nada porque su cuerpo no era todavía lo suficientemente
fuerte. Le faltaba músculo y fortaleza física. Sin embargo, la magia parecía
no necesitar de músculo, sino de un dragón interior poderoso.
«Ahora voy a examinaros. Es para ver el progreso que habéis realizado
en la senda de la magia. Quiero saber hasta dónde habéis llegado. Tengo
altas expectativas, así que espero que no me decepcionéis. Quedaos todos
quietos y en formación. Puede que os duela un poco, pero no será mucho. Se
espera de jóvenes fuertes y duros como vosotros que aguantéis este tipo de
dolor sin pestañear. La magia y el dolor van muchas veces de la mano.
Aprenderéis a dominar vuestra magia y el dolor que esta pueda conllevar.
Eso si sois merecedores de seguir en esta academia».
Nahia miró de reojo a sus compañeros. ¿Qué iba a hacer aquel dragón?
Notó que Ivo y Aiden estaban nerviosos, ellos no iban nada bien en magia.
Taika había mejorado algo, pero tampoco demasiado. Los tres preferían las
armas. Por fortuna, Dafne y Lily sí iban bastante bien en esta materia. Nahia
se quedó preocupada por sus compañeros masculinos.
El dragón cerró los ojos y, un momento más tarde, de súbito, destelló con
una luz muy brillante que obligó a todos a desviar la mirada. Nahia estaba
perpleja y quería ver qué sucedía. Entrecerró los ojos e intentó ver lo que
hacía el dragón. De su cuerpo de escamas blancas surgió lo que parecía una
onda, similar a la que se producía al lanzar una piedra a un lago. La
diferencia era que allí no había agua. La honda, de un color blanquecino, fue
expandiéndose y ampliando su diámetro. A Nahia le pareció interesante
hasta que se dio cuenta de que iba llenando toda el aula y los iba a alcanzar a
ellos en breve.
Dafne y Lily se sacudieron intranquilas a su lado.
—No os mováis… —susurró tan bajo como pudo.
—Esa onda nos va a dar —respondió Dafne también en un susurro
apenas audible.
—No dolerá mucho, eso ha dicho, aguantad —intentó tranquilizarlas
Nahia, que en realidad no sabía si sería así o no, pero esperaba que no
doliera demasiado.
—Esperemos, no soy amiga del sufrimiento… —Lily abrió mucho los
ojos y puso cara de nervios.
Nahia vio que la onda llegaba a ella y cerró los ojos. Sintió cómo la
energía que conformaba la onda la bañaba. Primero la cintura y luego todo
su cuerpo, como si realmente la estuviera empapando. Y de súbito sintió un
dolor agudo por todo el cuerpo. Era como si le clavaran miles de clavos por
todas partes. Aquello no era una simple molestia, dolía de verdad. Apretó la
mandíbula y cerró las manos en puños para aguantar el sufrimiento.
Dafne y Lily, a su lado, también aguantaban como podían. Oyó gruñir a
Dafne, que se sacudió sin moverse del sitio. A Lily se le escapó un ruidito y
luego pisó con fuerza el suelo primero con un pie y luego con el otro. Aiden,
detrás de Nahia, ni se movió ni dijo nada. No parecía que le afectara la
onda, o lo estaba intentando disimular. Doler le tenía que doler, y un montón,
así que estaba disimulando. Miró a Ivo y a Taika con el rabillo del ojo. El
Tauruk arrugaba su nariz y frente, no estaba contento. Cerró los ojos y se
puso a meditar. Nahia lo supo porque le llegó su característico murmullo.
Cómo podía ponerse a meditar en medio de aquel sufrimiento intenso, no lo
sabía. Ivo era especial, eso seguro. Taika estaba rígido, con los músculos en
tensión y el pelo de la nuca erizado. Parecía que iba a saltar sobre el dragón
en cualquier momento.
Lo estaban pasando mal, pero no eran los únicos. Las otras dos escuadras
también estaban soportando el dolor del escrutinio del dragón. Todos
aguantaban. Se oyeron algunos gruñidos apagados y exclamaciones
ahogadas, pero ningún grito o protesta. Todos sabían que debían aguantar el
dolor como fuera, lo contrario podía costarles la vida. Mostrarse débil era
lo peor que se podía hacer ante un dragón. Nahia, por ser curandera,
entendía el dolor como un aviso del cuerpo y no había por qué aguantarlo.
Por un rato, que se les hizo eterno, la onda continuó subiendo y bajando
por sus cuerpos, recorriéndolos de pies a cabeza. Nahia notó que, de súbito,
el dolor se concentraba en el centro de su torso, dentro, muy adentro. Cerró
los ojos y en medio del agudo dolor, intentó entender qué estaba sucediendo.
¿Qué pretendía el dragón? Le dio la impresión de que no era solo medir su
potencial mágico o el nivel que hubieran alcanzado al comienzo del segundo
año. Debía haber formas más fáciles para un dragón de obtener aquella
información de sus alumnos. No sabía por qué, pero tenía la sensación de
que no estaba siendo sincero con ellos y buscaba algo más. Le sorprendió un
poco. Los dragones eran malignos, pero no se andaban con tretas y mentiras,
eran directos y brutales. El engaño y el subterfugio no parecía que fueran
parte de su forma de ser. Por otro lado, el engaño y la mentira se podían
considerar malignos y eso iba muy en línea con su naturaleza. A Nahia
aquello la interesó. Cuanto más supiera de los dragones, más posibilidades
tenía de sobrevivir. Y no solo eso, también de encontrar una debilidad en
ellos.
El suplicio continuó por un rato. Nadie se vino abajo, todos aguantaron.
Algunos a duras penas, pero lo hicieron. Finalmente, la onda se disipó y con
ella el dolor que habían estado sintiendo. Se escucharon resoplidos de alivio
y algún jadeo.
«Veo que habéis soportado el dolor, eso me complace. Sin embargo, os
he visto sufriendo demasiado. Eso no es bueno. Os recomiendo que vayáis
acostumbrándoos al dolor, os acompañará el resto de la senda. Evitarlo solo
os hace débiles y ya sabéis lo que les sucede a los débiles en esta
academia… Bien, los resultados que he obtenido del análisis nos son tan
desastrosos como me temía. Hay algunos aquí con verdadero potencial
mágico. Y también un grupo de mediocres que, o espabilan, o no llegarán a
la prueba de mitad de año».
Nadie dijo nada, pero todos temían estar en ese grupo de mediocres.
Nahia miró de reojo y con disimulo a sus compañeros. Ivo y Taika tenían
semblantes preocupados. Aiden continuaba disimulando, pero Nahia notó
que su mirada estaba apagada y no brillaba con la confianza que le
caracterizaba. Dedujo que también estaba preocupado. Dafne y Lily tenían
expresión de duda en sus miradas. Estaban intentando dilucidar si eran de las
mediocres o no. Lily levantó la barbilla y sonrió. Nahia dedujo que había
decidido que ella no era una del grupo de los mediocres. La expresión de
Dafne cambió a una de enfado, seguramente consigo misma por dudar de su
magia.
El dragón se volvió hacia los Exarbor y pareció comunicarse con ellos.
Los tres se inclinaron mostrando respeto al dragón con su habitual lentitud y,
por un momento, pareció que se iban a romper por la mitad del mismo modo
que se quebraba una rama. Sus cuerpos no parecían nada flexibles, más bien
todo lo contrario. Como lo normal era verlos de pie, quietos, plantados en
algún sitio como robles, chocaba mucho verlos flexionarse, aunque solo
fuera un poco.
«Ahora que ya sé qué nivel mágico tenéis, es el momento de comenzar
con la instrucción mágica. Estoy convencido de que vais a disfrutar mucho
con lo que os voy a enseñar» el mensaje llegó con claridad y potencia y
Nahia tuvo la sensación de que no iban a disfrutar, sino todo lo contrario. De
nuevo le entró la duda de si aquel dragón mentía.
Los tres Exarbor se adelantaron y cada uno se situó frente a una de las
escuadras.
—Que se adelante… el alumno Frank… de la Escuadra Piedra del
Escuadrón… Marrón —pidió el Exarbor frente a esa escuadra.
El Fatum dudó un instante y luego dio un paso al frente.
—Que se adelante… la alumna Alice… de la Escuadra Océano del…
Escuadrón Azul —pidió el siguiente Exarbor.
La también Fatum dio un paso al frente.
El Exarbor que estaba frente a Nahia y sus compañeros se pronunció a
continuación.
—Que se adelante… la alumna Nahia… de la Escuadra Ígnea.
Al oír su nombre, Nahia se sobresaltó. Respiró hondo, intentó calmarse y
dio un paso adelante. Tendría que afrontar lo que viniera a continuación.
Capítulo 9

«Os he elegido a vosotros tres para comenzar la instrucción mágica de


segundo año porque sois los que más avanzados vais en esta materia. Que
dos Fatum sean los más aptos de su escuadra no me sorprende, es una raza
con mucha afinidad mágica. Que una Humana lo sea de su escuadra es menos
habitual. Los Humanos suelen estar por detrás de Fatum y Escarlatum en sus
habilidades. Sin embargo, esta Humana es diferente… especial. Tiene un
potencial mágico que pocas veces se da. Es una anomalía y eso es
interesante. Habrá que ver hasta dónde puede llegar su potencial. Espero que
no se quede corta y me defraude» explicó Gezur-Zuri-Ikus con un sentimiento
de que esperaba el éxito. Nahia, sin embargo, captó que en realidad no era
así. Se preguntó si los demás también lo habrían notado.
La mirada del dragón se clavó en Nahia. Ella se dio cuenta y se puso
nerviosa. Si ya era intimidante la mirada de un dragón, aquellos ojos blancos
lo eran mucho más. Tragó saliva.
«Espero que el resto también desarrolléis vuestro poder hasta vuestros
límites. No aceptaré menos. Para cada uno de vosotros esos límites son
diferentes y solo vosotros podéis hallarlos. Aquellos que no den todo me
avergonzarán. No os lo recomiendo. No tengo tolerancia para los que no se
esfuerzan al máximo de sus posibilidades».
Si Nahia estaba algo nerviosa, después de aquella arenga estaba inquieta
de verdad. Respiró hondo un par de veces y se preparó para la lección.
«Vais a aprender un nuevo ataque elemental que os ayudará cuando no
tengáis un arma a mano o si un enemigo os desarma. Los dragones tenemos
armas físicas a nuestra disposición: una de ellas son nuestra garras. Son un
arma muy poderosa y por ello no necesitamos recurrir a utensilios como el
resto de las razas inferiores. Un dragón no necesita de daga, espada o lanza,
tenemos garras más duras que el acero y que destrozan armaduras. Algunos
de vosotros tenéis también garras, pero no todos. Y los que las tenéis, no son
lo suficientemente fuertes como para competir con el acero. Lo que voy a
enseñaros es a desarrollar la habilidad Garras de Dragón. No solo eso,
serán elementales, pues el poder elemental es superior al físico».
Nahia aquello no lo esperaba. Intentó imaginarse cómo sería esa
habilidad. Se miró sus manos, que no eran muy fuertes y eran además
bastante pequeñas en comparación con las de sus compañeros. No se hacía a
la idea de cómo se iban a convertir en garras de dragón elementales. Miró a
la Fatum, Alice, de la Escuadra Océano, que estaba a su derecha y vio que
ella también se miraba las manos. El otro Fatum, Frank, estaba con los ojos
cerrados, parecía concentrado. Estaría imaginándoselo también.
«Los tres seleccionados, prestad toda vuestra atención. El resto observad
y aprended. Los Exarbor os proporcionarán ahora un objeto importante. Uno
que ya conocéis, pero que es diferente porque ha crecido en potencia y os
ayudará a lograr nuevos avances en este curso».
Cada Exarbor sacó lo que parecía una Perla de Aprendizaje que llevaban
en una bolsa colgada a su espalda y se las entregaron a los tres
seleccionados. Nahia cogió la perla en su mano y al momento se dio cuenta
de que era algo más grande y pesada que la que habían usado en primero.
También percibió, sin saber cómo, que tenía más poder en su interior,
bastante más. Aquella era más poderosa.
«Este objeto lleno de poder ya no es una perla, es una esfera de poder y
por ello la llamaréis Esfera de Aprendizaje. Se os proporcionará una a todos
y es la que utilizaréis todo el año. Los que consigáis llegar a tercero tendréis
la oportunidad de trabajar con un Orbe de Aprendizaje, que es todavía más
poderoso. Pero no adelantemos acontecimientos. Primero debéis cursar este
año, terminarlo y sobrevivir. Espero que lo consigáis» el mensaje llegó a
todos con un sentimiento de ánimo. Sin embargo, Nahia captó que no era del
todo sincero, como si en realidad el dragón no esperase que todos lo
consiguieran.
Miró fijamente al centro de su Esfera de Aprendizaje y le pareció ver
que la energía en su interior se movía como formando una espiral que rotaba.
Sin embargo, un instante después, no podía distinguirlo. Continuó mirando,
pero no pudo volver a captar aquel extraño efecto. Lo que sí le quedó claro
era que aquel objeto tenía dentro un poder que parecía vivo.
«Ahora debéis formar un vínculo con la esfera. Es similar al que ya
formasteis con la perla, pero algo más potente. No temáis, no hay ningún
riesgo. Será sencillo y casi indoloro ya que vuestra magia parece avanzada.
Cerrad los ojos y utilizad la mente para captar la esfera. Abrid vuestra mente
a ella, dejadla entrar».
Nahia hizo como le indicaba y sintió que la perla intentaba interactuar
con ella. Un hilo de energía llegó hasta su mente. Ya imaginaba que sería así
y no se resistió, al contrario, lo permitió. La esfera envió una carga de
energía que entró en la mente de Nahia. Un momento después de la perla
surgió otro hilo de energía fluctuante que fue hasta el centro de su torso.
Nahia sabía que estaba interactuando con su mente y con su dragón interior
de energía. Finalmente envió dos descargas de energía a la vez a mente y
dragón, vinculándose con ella. Lo que Nahia no esperaba era que fueran tan
dolorosas. Sintió dos pinchazos muy agudos que le causaron un dolor
enorme, tanto en mente como en torso. Nahia se dobló de dolor y estuvo a
punto de dejar caer la esfera al suelo.
Se intentó enderezar, pero el dolor que sufría era de lo más intenso y no
pudo. Aquel dragón no les decía la verdad. ¿Cómo que el proceso era casi
indoloro? ¡Dolía un montón! Apretó los dientes con fuerza y aguantó como
pudo hasta que tras un rato el dolor desapareció como había llegado. En ese
momento la esfera quebró los dos hilos de energía que los mantenía unidos y
emitió un destello plateado intenso.
Nahia abrió los ojos y vio que Alice y Frank estaban sufriendo la misma
tortura que ella acababa de sufrir. Estaban doblados hacia delante
aguantando el dolor e intentando que no se les cayera la esfera de la mano.
Tardaron un rato más en completar el vínculo y tuvieron que aguantar el
dolor todo ese tiempo. Nahia pensó en sus compañeros. Si ellos tres, que
eran los más avanzados, habían sufrido aquello, no quería ni pensar lo que
tendrían que sufrir los demás. La magia siempre tenía un coste, y muchas
veces era uno de dolor y sufrimiento.
«Bien, veo que lo habéis conseguido. Os ha costado más de lo que
esperaba. No estoy muy contento con el progreso exhibido. Tendréis que
hacerlo mejor en adelante».
Nahia no podía creer que ese fuera el mensaje recibido. El vínculo había
resultado ser muy doloroso, Gezur-Zuri-Ikus debería haberlos avisado o, al
menos, no esconderlo y menos aún mostrar disgusto. ¿Es que no había un
solo dragón decente? Probablemente no. Descartó los pensamientos
negativos hacia su instructor y se centró en lo positivo. Se sentía bien por
haber conseguido establecer un vínculo con su Esfera de Aprendizaje. De
nuevo captó cómo en el interior de esta la energía se movía formando un
remolino y esto la encandiló. Un instante después ya no lo podía ver.
«Ahora que ya habéis establecido el vínculo, es momento de aprender la
primera habilidad: Garra de Dragón Elemental».
Los tres seleccionados dejaron de mirar sus esferas y prestaron atención
a Gezur-Zuri-Ikus con la cabeza gacha pues no podían mirar o hablar a un
dragón, y eso ninguno lo olvidaba. Era un descuido que se sancionaba con la
muerte.
«Estirad vuestra mano útil mientras en la otra sujetáis la Esfera de
Aprendizaje».
Los tres así lo hicieron. Eran todos diestros, así que todos estiraron la
mano derecha al frente y con la izquierda sujetaron la esfera.
«Ahora quiero que, usando la esfera, creéis una bola de energía
elemental y la mantengáis sobre vuestra mano útil. Que sea el doble del
tamaño de la esfera. Adelante».
Nahia cerró los ojos y buscó el brillante y poderoso dragón de energía en
el centro de su torso. Cuando lo buscaba de inmediato se hacía visible. Era
como si estuviera esperando a que ella lo llamara. Cada vez le resultaba más
fácil. Se concentró y abrió la mano derecha. Obtuvo energía del dragón y usó
su alineación con el elemento fuego para crear una bola en llamas sobre la
palma de su mano.
Abrió los ojos y vio que la Esfera de Aprendizaje destelló en un color
plata blanquecino. Nahia lo estaba esperando, eso significaba que le
ayudaría con el proceso mágico. La bola de fuego se mantuvo levitando
sobre su mano.
Envió un poco más de energía para hacerla más grande. Tenía que
confesar que le parecía increíble poder hacer aquello y que ahora le costara
tan poco no solo crear la bola elemental de fuego, sino mantenerla estable,
controlada y levitando sobre su mano. Era todo un logro de su mente y su
magia trabajando en conjunto. Además, podía moverla y lanzarla solo con su
mente, sin usar movimientos físicos. Si alguien le hubiera dicho que podría
hacer algo así hacía algo más de un año, le hubiera tomado por loco.
Miró a su derecha con disimulo y vio que Alice había creado una bola
del elemento agua y Frank una del elemento tierra. Eran del mismo tamaño
que la de ella y los dos las controlaban sin problema. Nahia se preguntó si
podrían lanzarlas con la mente, seguro que sí, pues eran los más avanzados
de sus escuadras en lo mágico. Esto le hizo pensar que igual se los
encontraba en la prueba de mitad de año, que no sabían todavía cómo sería,
pero seguro que implicaba una competición de algún tipo. Mejor no pensar
en ello. Los dos Fatum no eran sus rivales, al menos no aquel día. Eran
compañeros de clase, aunque le costaba verlos así al ser de otros
escuadrones. Quizá ese era parte del propósito de mezclarlos, ver cómo se
las arreglaban y si había rivalidades, y seguro que alguna habría.
«Muy bien, ahora que ya habéis creado las bolas elementales lo que
quiero que hagáis es que penetren en vuestras manos. Debéis tener cuidado y
hacerlo despacio. La bola elemental debe bajar hasta tocar la palma de
vuestra mano y luego penetrar en ella, sin destruirse».
Nahia no pudo evitar una expresión de horror. La bola no solo estaba
ardiendo, sino que cuando impactaba contra algo explotaba y de hacerlo le
podía arrancar el brazo y quemar parte del cuerpo. Aquello no le gustaba
nada. Era muy peligroso, demasiado. Iban a tener un accidente de horribles
consecuencias. La cara de pavor de los dos Fatum era muy parecida a la
suya. Ellos dos también temían un accidente.
«Veo por vuestras expresiones que no tenéis la confianza necesaria para
realizar el ejercicio. Eso no me agrada. Si os pido que hagáis algo, lo haréis
no solo sin vacilar, sino con total confianza puesto que, si yo lo he ordenado,
es porque se puede hacer y la duda no tiene cabida en mi clase. Lo que yo
diga se cumple y con total convicción. ¡Que no vuelva a ver expresiones
como esas en mi presencia!».
Los tres seleccionados cambiaron el gesto al momento. Intentaron
parecer confiados, aunque estaba claro que no era el caso. Nahia, además,
tenía la sensación de que aquel dragón no era del todo sincero. Estaba
convencida de que la bola de fuego podría explotar y herirla de seriedad o
matarla. Eso no ayudaba en nada a mostrar convicción.
«Adelante. Haced como os he explicado. ¡Ahora!» ordenó Gezur-Zuri-
Ikus y su mensaje llegó acompañado de un sentimiento de malestar.
Nahia se concentró. No tenía más opción que obedecer, el dragón no iba
a tolerar más indecisiones. No estaba segura de qué era más peligroso, si
introducir la mano en la bola de fuego o dudar y recibir el castigo del
dragón. Le pareció que ambas eran similares así que se arriesgó. Llamó a su
dragón interior y cogió algo de energía. La utilizaría para guiar la bola de
fuego. Se requería de total concentración y la mente despejada. Con mucho
cuidado Nahia la hizo descender despacio, hasta que casi tocó la palma de
su mano.
Un calor intenso que se volvió dolor agudo le indicó que la bola ya
estaba rozando su mano. Quemaba y mucho. Por fortuna las llamas de la bola
iban hacia arriba y no hacia abajo, pero el sufrimiento era considerable.
Apretó los dientes y los ojos se le volvieron llorosos. Se estaba abrasando.
«Una vez la bola elemental toque vuestra palma, concentraos en
empujarla suavemente hacia abajo hasta que engulla vuestra mano. Debéis
visualizar vuestra mano en el interior de la bola elemental sin que se
destruya. Es fundamental que no se destruya».
Con total concentración, Nahia cerró los ojos y en su mente visualizó
cómo la bola de fuego descendía sobre su mano hasta envolverla. El dolor
era muy intenso, pero sabía que debía aguantarlo y que no rompiera su
concentración o la bola estallaría en llamas y sería su fin. Desechó la idea
de su mente con rapidez y se centró en ver la mano dentro de la bola
ardiente.
Usó la energía de su dragón interior para hacer bajar la bola y completar
la acción. Sentía un dolor todavía mayor, pero un instante después
despareció. Abrió los ojos. Para su descomunal sorpresa, su mano estaba
como la había visto en su mente: dentro de la bola de fuego.
Nahia estaba atónita. No podía creer que su mano no ardiera. Miró a
Alice, que en ese momento conseguía que su bola de agua envolviera su
mano sin estallar y congelarla viva. Abrió los ojos y su expresión de
sorpresa fue tan grande como la de Nahia. Un momento más tarde Frank
conseguía que la suya de tierra engullera su mano sin reventar en miles de
aristas de roca. Su expresión fue más de alivio que de estar sorprendido.
«¿Lo veis? Lo habéis conseguido, como os he dicho que sucedería. La
duda debe abandonar vuestras mentes, siempre debéis confiar a ciegas en
mis órdenes. Ahora que ya tenéis la bola elemental rodeando vuestra mano,
el siguiente paso es darle forma. Observad mi garra».
Gezur-Zuri-Ikus les mostró su garra derecha.
«Quiero que os concentréis en la bola de fuego y le deis forma hasta que
se asemeje a mi garra. No os preocupéis porque no sea exacta. Comenzad».
Nahia suspiró. Aquello no iba a ser sencillo. Miró la garra de Gezur-
Zuri-Ikus e intentó memorizarla. Era enorme, poderosa y letal. Luego cogió
más energía de su dragón interior y, centrándose en la bola de fuego que
rodeaba su mano, comenzó a intentar cambiar su forma. Lo primero que notó
fue que se le descontrolaba. Esto la puso muy nerviosa. Si se desestabilizaba
explotaría. Volvió a darle forma esférica, que era la que tenía controlada. Lo
intentó de nuevo, pero en cuanto la bola se deformaba comenzaba a
desestabilizarse con peligro de explotar.
«Debéis enviar energía a la bola para mantenerla estable mientras la
manipuláis. Enviad cuanta energía sea necesaria para que no se
desestabilice».
La instrucción llegó justo a tiempo. Nahia envió una gran cantidad de
energía y notó que se estabilizaba. Comenzó a manipularla, a darle forma de
garra y, según lo hacía, cuando perdía el control, enviaba más energía. Poco
a poco, usando mucha energía, logró crear una forma similar a la buscada.
La miró orgullosa y sombrada. Rodeando su mano ahora había una garra de
fuego. Lo más sorprendente era que el exterior ardía, no así el interior, y su
mano estaba bien. La garra elemental tenía cinco uñas largas y curvas que
rodeaban sus dedos y se extendían doblando su longitud natural. A Nahia la
pareció como un guantelete enorme de fuego con dedos rapaces afilados y
ardientes.
De pronto la garra elemental se descontroló y pareció perder la forma y
explotar. Nahia, al instante, llamó a su dragón interior y envió más energía
para mantener la garra en su forma actual. Resopló muy aliviada. Había
conseguido crear la garra, pero mantenerla era otra cuestión.
A sus dos compañeros de ejercicio les estaba costando bastante más que
a ella lograrlo. Alice luchó por un largo rato dando forma a su garra. Sudaba
y tenía expresión de estar pasándolo mal. Le costó mucho obtener la forma
que necesitaba, pero no se rindió y luchó con su bola de agua hasta lograrlo.
Cuando finalmente lo consiguió y se relajó, estuvo a punto de perder la
estabilidad, pero logró controlarla en el último instante. El resoplido que
soltó se oyó retumbar en las paredes.
A Frank le llevó una eternidad conseguir la garra. Su problema no era el
control de la estabilidad, parecía que eso lo hacía bien, sino la forma. Miró
las garras que Nahia y Alice habían creado y las intentó replicar. Fue
entonces cuando consiguió por fin darle la forma correcta.
«Parece que los tres alumnos aventajados lo han logrado. Eso es una
buena señal. Sin embargo, para completar la habilidad hay que probarla.
Vais a realizar un ataque. Es como si lanzarais un zarpazo con vuestra mano,
solo que será la garra la que impacte. Medid bien la distancia y controlad la
garra para que no se desestabilice. Mis ayudantes os servirán de blanco».
A Nahia no le gustó nada aquello. Los tres Exarbor fueron a buscar algo
a unos cofres al fondo del aula y regresaron con su habitual lentitud. Cada
uno llevaba un escudo de metal en un brazo. Nahia supo que tendrían que
golpear el escudo y se sintió mal por los pobres Exarbor que, aparte de muy
mayores, parecían frágiles.
Los Exarbor se situaron delante de cada uno de los seleccionados y
sujetaron el escudo con una de sus ramas manteniéndolo al frente. Nahia vio
el escudo y al pobre Exarbor detrás y no quiso golpear. Seguro que le hacía
daño. Aquellos seres eran indefensos y frágiles.
«Golpead el escudo con vuestras garras elementales. Veamos lo
poderosas que son las habilidades que habéis creado».
Nahia dudó.
No fue así el caso de Frank. El Fatum soltó un tajo transversal sobre el
escudo que el Exarbor sujetaba frente a él. Fue un golpe bastante comedido,
sin emplear mucha fuerza. Aun así, la garra de tierra impactó sobre el acero
y fragmentos de tierra en forma de roca y acero salieron despedidos del
impacto. Para sorpresa de Nahia, la garra dentelló en el escudo y tres
arañazos profundos aparecieron sobre la pulida superficie de metal. Había
realizado tres hendiduras importantes en él.
Se escucharon exclamaciones de sorpresa. Alice siguió el ejemplo de
Frank y asestó un golpe vertical, de arriba abajo, con su garra de agua. Un
instante antes de golpear, el agua se volvió hielo y la garra adquirió aristas
heladas. Al colisionar hielo y metal Nahia imaginó que el hielo se rompería
y no conseguiría penetrar el acero. Se equivocó. Trozos de hielo y acero
salieron despedidos por doquier y tres hendiduras profundas y verticales
marcaron el escudo.
Los dos Exarbor se retrasaron tras el golpe. Mantenían el escudo en el
brazo, pero parecía que estaban cansados. Todas las miradas se centraron
ahora en Nahia, incluida la del dragón con sus ojos blancos. Ella sintió un
escalofrío bajarle por la espalda. Tenía que ejecutar el ataque o el dragón no
se lo perdonaría. Miró al pobre Exarbor sujetando el escudo y decidió
lanzar un ataque suave. Golpeó sin demasiada fuerza, con un zarpazo
paralelo al suelo. Al alcanzar el escudo saltaron chispas y fuego, y también
algo de metal. Sin embargo, solo arañó el escudo y no aparecieron
hendiduras. Al menos el Exarbor no había sufrido el golpe.
«¿Qué tipo de ataque se supone que es ese? No creerás que ese zarpazo
lastimero es admisible aquí, ¿verdad? Vuelve a golpear y esta vez hazlo de
verdad o de lo contrario el siguiente ataque será sobre uno de tus
compañeros de escuadra. ¡Y no habrá escudo de por medio!».
Nahia miró al suelo y se quedó pensativa. La amenaza de Gezur-Zuri-Ikus
era terrible y estaba segura de que la llevaría a cabo. Los dragones no tenían
piedad alguna y no amenazaban en vano, así que tuvo que resignarse.
—Lo siento… —masculló por lo bajo y soltó un nuevo ataque.
La garra de fuego golpeó el escudo en diagonal y se produjo una
llamarada al impactar. El Exarbor soltó el escudo, que cayó al suelo en
llamas. En mitad de ellas se apreciaban tres hendiduras bastante profundas.
«Eso ha estado mucho mejor. Debería haber golpeado con más fuerza
todavía, pero ya lo entrenaremos. Como habéis visto, cuando se emplea
fuerza, el impacto produce un pequeño estallido elemental. Eso permite
dañar la superficie impactada. Luego las garras elementales destruyen la
superficie. Como habéis comprobado en los tres ejercicios, tanto la tierra,
como el agua, como el fuego pueden dañar. Esto se debe a que tiene poder
elemental y este poder es más fuerte que la dureza del acero».
Se escucharon exclamaciones de sorpresa.
«Lo que debéis entender es que estáis atacando con poder elemental. No
es solo fuego, es fuego elemental y es mucho más poderoso que una simple
llama. Lo mismo ocurre con los otros elementos. Cuando os encontréis
desarmados podéis usar esta habilidad y atravesar armaduras. No ahora
mismo, pero con estudio y práctica lo lograreis».
A Nahia le sorprendió el poder de aquel ataque. Si de verdad conseguían
atravesar el acero resultaría de lo más útil en combate. El alcance del ataque
era corto, eso sí, más corto que el de la daga, por lo que les ponía en
desventaja ante oponentes armados con espadas o lanzas. Tendrían que tener
cuidado en ese aspecto. Nada era perfecto en el mundo de la magia, todo
tenía sus limitaciones.
«Los tres seleccionados ayudarán ahora al resto de sus escuadras a
conseguir sus Garras Elementales. Os recomiendo que no os precipitéis,
sobre todo los que sois mediocres o simplemente estáis retrasados en el
ámbito mágico porque podéis perder un brazo o incluso morir. Los Exarbor
os ayudarán, pero recordad que al final sois vosotros los que debéis
lograrlo».
Nahia se dio la vuelta y miró a sus compañeros. Dafne y Lily tenían cara
de preocupación, pero había cierto optimismo en sus ojos. Aiden levantaba
la barbilla mostrando su confianza, aunque sus ojos mostraban duda, mucha
duda. Ivo y Taika tenían expresión de mucha preocupación. Sabían que no
les iba a resultar nada fácil, más aún con el riesgo que corrían.
—Ánimo, lo conseguiremos —susurró Nahia y les hizo un gesto de
confianza. Luego recordó el dolor que había sufrido al vincularse con sus
esferas y lo sintió por sus compañeros.
El Exarbor se acercó y repartió sus esferas.
—Es momento de vincularse… y comenzar a practicar —dijo.
Cogieron las esferas con expresiones de preocupación.
Nahia suspiró.
—No os dolerá mucho —mintió.
Capítulo 10

Nahia salió de la biblioteca. Había dejado allí a sus compañeros con los
tomos de magia que el Exarbor les había dicho que debían estudiar. Habían
avanzado muy poco, casi nada, con sus Garras Elementales. Nahia se había
esforzado en ayudarles, pero ella no era una gran profesora. Dafne y Lily
habían conseguido pequeños avances, pero debido al riesgo que corrían
habían preferido ir más despacio y asegurar sus pasos. Nahia estaba del todo
de acuerdo, lo último que quería era que sus amigas perdieran un brazo o
murieran en un accidente.
Se dirigió hacia el norte de la academia y miró al cielo. Pronto
anochecería. Quería darse prisa y llegar a las mazmorras antes de que la
oscuridad cayera sobre ella. No es que la luz ayudarse en lo más mínimo en
el interior de aquel mundo oscuro, pero no quería llegar de noche, le parecía
que era como forzar su suerte. Bastante malo era que tuviera que bajar a
aquel inframundo, mejor hacerlo cuando todavía había algo de luz en el
exterior. Además, como su castigo era de los malos de verdad, mejor llegar
con luz a recibirlo.
Pasó junto al gimnasio. No era el camino más directo, pero quería
acercarse por si Logan estaba allí. Siempre que pasaba cerca del gimnasio
se acercaba por si lo veía. Aquella tarde-noche quería verlo, más que nada
para despedirse, por si no sobrevivía al castigo. Tenía el miedo metido en el
cuerpo y no se lo podía sacar.
Se acercó a la puerta norte y echó una ojeada dentro. Los dragones
permitían ir a entrenar allí, así que esperaba no tener problemas. Miró hacia
las alturas y vio a dos de ellos sobre las atalayas, vigilando. Suspiró, los
dragones lo controlaban todo. Un movimiento en falso y la muerte
descendería implacable y sin piedad.
Nahia se quedó junto a la fuente en el exterior mientras buscaba a Logan
con la mirada en el interior del edificio. Tardó un momento, pues el lugar
estaba bastante concurrido, pero lo vio. Estaba practicando la lucha con el
Felidae de su escuadra sobre una de las esterillas. Al verlo el estómago le
revoloteó un poco y una alegría sincera la llenó.
Tuvo que aguardar un momento a que terminaran de luchar. Nahia sabía
que no podía retrasarse mucho, pues tenía que presentarse a su castigo
después de clase. Por fortuna, Logan miró hacia el exterior. Ella levantó la
mano y saludó con energía.
Logan la vio y salió hasta la fuente al trote. Estaba sudado por el esfuerzo
y los músculos de sus brazos marcados por la fuerza realizada en los
combates.
—Nahia, me alegro de verte. ¿Qué tal estás? —preguntó con cierta
inquietud en su tono.
—Bien, de momento bien. Voy camino de mi castigo…
—Oh, sí. Ya me he enterado —Logan la miró con ojos de preocupación.
—¿Lo sabes?
—Lo sabe todo el mundo —Logan miró hacia el interior del gimnasio,
donde seguían entrenando, e hizo un gesto con la cabeza.
—¿Sí? ¿Todo el mundo? —Nahia se quedó muy sorprendida.
—Los rumores corren rápido en la academia, este más que los demás.
—¿Por qué más?
—Es muy raro que alguien se exprese de la forma en que tú lo hiciste.
—¿En contra de este lugar, de nuestra situación… de los dragones?
Logan asintió.
—Nadie lo hace.
—Pues deberían —Nahia arrugó la frente. Solo de pensar en ello le
volvía el enfado.
—Nadie se atreve. Las consecuencias son graves.
—Deberían hablar. Callar y aceptar este destino de sufrimiento que nos
toca vivir no es el camino.
—Hablar contra los dragones de forma abierta, tampoco —Logan la miró
a los ojos, estaba preocupado—. Debes tener cuidado, podrían haberte
matado.
—Ya… Es que no pude aguantarme.
Logan miró hacia una de las atalayas donde vigilaba un dragón y bajó el
tono.
—Una cosa es pensar que los dragones son monstruos sin entrañas y otra
muy diferente proclamarlo. Lo primero lo piensan muchos, lo segundo no es
inteligente hacerlo.
—Si nadie habla, si nadie se enfrenta a ellos, nada cambiará. Seguiremos
sufriendo y muriendo. Seremos siempre esclavos de esos monstruos sin
alma.
—Esos pensamientos te honran, pero no debes expresarlos en alto. Si
llega a oídos de los dragones morirás. No te perdonarán una ofensa tan
grave.
—Lo sé…
—Tienes que tener más cuidado. Si sientes la necesidad de expresar esos
pensamientos de rebelión que tu corazón alberga, debes hacerlo únicamente
en secreto. De lo contrario te perderemos.
—¿Te preocupas por mí? —preguntó Nahia para ver su reacción.
—¡Claro que me preocupo por ti! No quiero que mueras —respondió
Logan con sinceridad.
—Intentaré controlar mi rabia y no morir.
—Tienes que hacer más que intentarlo. Prométeme que no dejarás que la
furia te domine —la mirada de Logan se clavó en los ojos de Nahia.
Ella suspiró profundamente.
—Está bien, te lo prometo.
Logan relajó la expresión.
—Gracias.
—De nada —sonrió, contenta por la preocupación que Logan sentía por
ella.
—¿Sabes qué castigo te espera? —peguntó Logan y miró al norte, hacia
la mazmorra.
Nahia negó con la cabeza.
—No, pero sé que será peligroso. Puede que no regrese…
—No digas eso. Tienes que regresar.
—Lo intentaré, pero este castigo es mortal.
—En ese caso extrema las precauciones. Asegúrate de usar la cabeza y
sobrevivir.
—Sí, sería una lástima que muriera esta noche ahí dentro. No podría
cumplir con lo que te he prometido.
—Sobrevive y cumple tu promesa.
Nahia asintió.
—Debo irme, deséame suerte.
—Te deseo que sobrevivas.
—Eso es mejor que suerte, sí —sonrió ella y marchó.
Tuvo un extraño presentimiento al ver cómo la miraba Logan. No supo
calificarlo, pero algo se le removió en el estómago.
Le costó un rato llegar a las mazmorras, y eso que iba con paso rápido.
Se le había olvidado lo lejos que estaban. Se encontraban junto a la muralla
norte, al final de la academia. Aquella zona no le gustaba nada. Tanto el
edificio como los alrededores le daban malas sensaciones. Observó la
oscura fortaleza con sus altas murallas y sus cuatro torres circulares con
espirales que subían hasta la punta. Las torres eran una pequeña réplica del
edificio principal, a donde se dirigía. Lo que no se apreciaba desde el
exterior eran los niveles inferiores, las mazmorras en sí, que estaban
enterradas bajo el edificio.
Pensó en Egil, que debía seguir prisionero en el primer subnivel. Si
podía intentaría hablar con él. El de Tremia le interesaba mucho. No solo
porque fuera de otro mundo o continente, sino porque de alguna forma que
todavía no entendía, sentía que sus caminos estaban ligados. Egil tenía
mucha información de la que ella y las gentes de Kraido no disponían, y
tenía la sensación de que era importante. No solo la información, también él
era importante. Por desgracia no habían podido hablar mucho al final del
primer año de formación. A Nahia la habían tenido rotando entre secciones
durante su castigo. Eso complicaba mucho las cosas a la hora de ver a Egil y
hablar con él.
Se fijó en los cuatro dragones que vigilaban desde las esquinas de las
altas murallas de la lóbrega fortaleza. Eran dragones jóvenes elementales:
rojo, azul, blanco y marrón. En la puerta de entrada vigilaban uno negro y
otro cristalino, también jóvenes y fuertes. Con ellos completaban los seis
elementos principales. Aquello no era casualidad, era por motivos de
seguridad. Había un dragón de cada elemento para hacer frente a cualquier
intento de fuga. Nahia solo había visto a tres o cuatro prisioneros: un
Humano, un par de Tauruk-Kapro y un Escarlatum. No entendía para qué
necesitaban tanto dragón de vigilancia. Luego pensó en los subniveles
inferiores, quizá allí sí tuvieran prisioneros a seres más peligrosos.
Los dos dragones de la puerta la miraron cuando se quedó quieta frente a
ella, con la cabeza gacha. Era lo que tenía que hacer, pero se puso nerviosa.
Aquel lugar y los dragones la inquietaban. Para no ponerse más nerviosa y
mientras esperaba a que le abrieran, se puso a rememorar lo sucedido en el
Continente Helado. En particular con Lasgol, el amigo de Egil, y Camu, la
criatura que parecía un dragón sin alas, y la pantera y el lobo que los
acompañaban. De alguna forma también sentía que todos ellos eran
importantes. Era una sensación de lo más extraña, como si algo en su interior
se lo indicara. No le pasaba con otras personas de la academia y tampoco
con los dragones. Esto la tenía muy intrigada y al mismo tiempo confundida.
¿Por qué sentía aquello? ¿Eran reales o se lo estaba imaginando todo? No lo
sabía, tendría que descubrirlo. De momento solo podía elucubrar hasta que
algo sucediera que arrojara luz sobre sus preguntas y sensaciones.
De pronto se escuchó un sonido metálico detrás de la puerta y comenzó a
abrirse. Del edificio salió un Tergnomus que ya conocía bien. Era Tarcel,
Tergnomus Primero de los calabozos.
—¿Es que no aprendes nunca? —el Tergnomus torció el gesto y su rostro,
que ya de por sí era poco agraciado, se torció aún más.
—Parece que soy una alumna algo lenta con el aprendizaje —respondió
Nahia encogiéndose de hombros.
—Si sigues viniendo por aquí no vas a vivir mucho —dijo Tarcel
negando con la cabeza.
—Seguro que otros también reciben castigos más de una vez.
—Sí, los hay duros de mollera que repiten castigo. Tú, si sigues así, vas
a ser la más castigada.
—¿Hay premio?
—Sí, tú bromea… —Tarcel puso cara de desesperación y le hizo un
gesto para que entrara en el edificio.
Nahia así lo hizo y al poner un pie en el vestíbulo le volvieron los
nervios y las malas sensaciones que aquel lugar le transmitía.
—Bueno, como ya conoces esto y a Framus, te llevaré con él para que te
asigne rotación de limpieza —dijo y la guio hacia el interior del edifico
principal de la oscura fortaleza.
—Me temo que esta vez el castigo es diferente…
—¿Diferente? ¿Has hecho algo grave? —Tarcel miró a Nahia con ojos
de sorpresa.
—Eso parece.
—Oh, oh. Eso no es nada bueno para ti. Vayamos a registrarte y veamos
qué castigo se te ha impuesto.
—De acuerdo…
Entraron y fueron hasta el Exarbor de control de entrada a las mazmorras,
que aguardaba detrás de un escritorio de roble con varios tomos enormes
abiertos.
—Nahia Aske… Escuadrón Rojo, Escuadra Ígnea… —dijo
reconociéndola.
—Sí, esa soy yo.
El Exarbor leyó de uno de los tomos.
—Castigo de una semana… Subnivel 3.
—¿Subnivel 3? —Tarcel abrió mucho los ojos—. Esta vez sí que la has
hecho buena.
—Impuesto por… Irakas-Gorri-Gaizt… líder Escuadrón Rojo…de
segundo año.
—Castigada por tu propio líder —Tarcel negaba con la cabeza—. ¡Cómo
se puede ser tan torpe! —a Tarcel le salía el mal humor de los Tergnomus.
—¿Ha enviado a alguien más tan abajo?
—No tan abajo. Debes haber hecho algo realmente malo para enfurecerlo
así.
Nahia suspiró.
—Algo he hecho, sí…
—Supongo que ya lo sabes, pero debo advertirte de que el subnivel 3 de
las mazmorras es lo que se considera un subnivel mortal, por las criaturas
que allí están recluidas.
—¿Voy a morir entonces?
—Eso tendrías que haberlo pensado antes de hacer lo que fuera que
hiciste —respondió Tarcel malhumorado.
—Ha habido quien… ha sobrevivido… —dijo el Exarbor.
Nahia resopló.
—Algo es algo.
—Necesitas pulsera de subnivel 3. Espera un momento.
Tarcel desapareció en una habitación al fondo y tardó un momento en
regresar. Mientras esperaba, Nahia se iba poniendo cada vez más nerviosa.
—¿Me toca limpieza? —preguntó al Exarbor.
—Te toca… alimentación…
—Oh, vaya… — Nahia tuvo la clara sensación de que ella iba a ser la
alimentación.
Tarcel regresó y le puso una pulsera de plata en la muñeca.
—No la pierdas.
—¿Serpetuss?
—Sí, y otras cosas peores.
—¿Peores? —Nahia estaba blanca.
—Lo dicho, no la pierdas. Ahora ven conmigo. Te acompañaré abajo —
dijo Tarcel.
Nahia siguió al Tergnomus y llegaron a la puerta que daba a las
escaleras. Él sacó las llaves que llevaba colgando del cinturón y la abrió.
Bajaron por la escalera de piedra negra. Siempre que bajaba, sentía que
descendía a un mundo lúgubre y oscuro.
Llegaron al primer subnivel y en lugar de abrir la puerta de metal que
daba acceso al mismo, continuaron bajando. Para ello Tarcel tuvo que abrir
otra puerta de metal que daba a más escaleras. Nahia sintió que descendían a
las negras profundidades de un abismo. Unas pocas antorchas alumbraban
las escaleras, que descendían y descendían.
Llegaron al subnivel 2 y se detuvieron frente a la gran puerta de metal
que llevaba al mismo. Dos antorchas, una a cada lado, iluminaban la entrada
y Nahia agradeció que hubiera algo más de luz. Por la cantidad de escaleras
que habían bajado, Nahia calculó que habían descendido como cinco pisos.
El subnivel 2 estaba bien profundo, lo que significaba que, o tenía techos
muy altos, o había varios pisos de roca entre el 1 y el 2, probablemente
ambos. De pronto, la sombra que emitían las antorchas pareció moverse,
como si un soplo de brisa hubiera alcanzado el fuego que prendía, solo que
allí no había brisa, apenas había aire.
Nahia sintió un cosquilleó en su torso, donde estaba su dragón interior.
¿Magia? ¿Le indicaba su dragón interior que allí había algo mágico? Las
sombras contra la pared de enfrente de la puerta volvieron a moverse. Nahia
miró rápidamente las antorchas. El fuego ardía exactamente igual que hacía
un instante.
—Aquí pasa algo raro…
—¿Raro? —Tarcel la miró enarcando una ceja.
—Las sombras… se mueven…
—Oh, eso son los Drobeltz. Vigilan las escaleras.
—¿Los qué? Yo no los veo.
—Esa es su finalidad, vigilar sin ser vistos.
Tarcel sacó de su cinturón lo que parecía una diminuta lámpara de aceite
y acercándose a una de las antorchas, la usó para prenderla. La lámpara
emitió una luz plateada y de repente Nahia los vio.
Sobre la pared de enfrente había una criatura negra como la noche que
parecía una lagartija descomunal. Era el doble de grande que Nahia. Solo se
apreciaba su contorno. Nahia miró a todas partes asustada y se encontró con
que otra de las criaturas estaba sobre su cabeza pegada al techo. Dio un
brinco hacia atrás del susto. Distinguió una tercera en las escaleras que
bajaban, contra la pared. Estaban quietas y una lengua bífida salía y entraba
de sus bocas. No parecían tener ojos.
—No te asustes. Son vigilantes y no te harán nada mientras lleves la
pulsera.
—¿Y si la pierdo?
—Te comerán, así que no la pierdas. No tienen ojos, pero sí unos dientes
muy afilados y un sentido del olfato muy desarrollado. Les gusta mucho la
carne fresca. No los verás caer sobre ti. Solo sentirás cómo te clavan los
dientes y morirás de forma horrible. Les gusta comer a sus presas poco a
poco, manteniéndolas vivas, por la frescura, ya sabes.
—Qué horror —Nahia se llevó las manos a la cara.
—Vamos, hay que seguir. Todavía hay que bajar bastante —dijo y abrió
la puerta que daba acceso a las escaleras para seguir bajando.
—¿Bastante más?
—El subnivel 3 está a mucha profundidad —Tarcel apagó su pequeña
lámpara y la volvió a colgar del cinturón. Al momento las criaturas
desaparecieron en la oscuridad. Nahia vislumbró que una sombra se movía e
imaginó que era una de ellas. Un escalofrío le bajó por la columna.
No dijo nada y siguió a Tarcel, que continuaba descendiendo. Para ser
tan cortos de piernas, los Tergnomus bajaban y subían escaleras con gran
facilidad. Era como si botaran sobre ellas.
Según más bajaban, y cada vez bajaban más, Nahia comprobó que apenas
se veía nada, y eso que había antorchas, pero era como si las paredes de
piedra negra se comieran la luz del fuego. Nahia pensó en pedir a Tarcel que
arrojase algo de luz con su lámpara, pero imaginó que había más de aquellas
criaturas y no quiso saber dónde estaban.
Finalmente llegaron al subnivel 3. Si para bajar del primero al segundo
Nahia había calculado que había cinco pisos, para bajar del segundo al
tercero, calculó el doble. Estaban en las profundidades de la tierra y,
seguramente, rodeados de Drobeltz. Nahia sintió otro escalofrío tremendo.
—Voy a abrir la puerta. La primera estancia es segura, tranquila.
Nahia asintió. Al menos había una estancia segura. Luego lo pensó y se
dio cuenta de que significaba que el resto no lo eran. En el subnivel 1 había
secciones llenas de estancias. Si allí era parecido, aquello quería decir que
había muchas que eran peligrosas.
Entraron y encontraron a media docena de Tergnomus trabajando. Estos
eran más fuertes y curtidos que Tarcel y que los de las zonas superiores.
Parecía que habían pasado en el gimnasio con Logan unos cuantos años.
—Traigo una Humana de castigo —anunció Tarcel.
Los Tergnomus dejaron de trabajar y se volvieron a mirar.
—Esa Humana no va a durar ni una noche aquí —dijo el que parecía el
más duro de todos ellos.
—Lo sé, Utrek, pero tiene que cumplir su castigo.
Utrek se acercó hasta Nahia y la miró de arriba abajo.
—Es demasiado débil para entrar ahí —dijo señalando la puerta de
metal con el dedo índice.
—¿Quieres hablarlo con su líder de escuadrón? Es del Escuadrón Rojo.
Otro de los Tergnomus de pelo cobrizo silbó.
—Escuadrón Rojo nada menos… No hay nada que hacer.
—Te la asigno a ti, Burgor, para que estés contento —dijo Utrek.
—¿A mí? Mejor no.
—¿Qué castigo tiene? —preguntó Utrek a Tarcel.
—Una semana. Alimentación.
Utrek rio con fuertes carcajadas ácidas.
—Tengo un don para estas cosas. Te la quedas, Burgor.
—No me parece justo —protestó este pisando el suelo con fuerza—.
Bastante retrasado voy con la comida para que encima esta Humana sin
chicha me retrase más.
—No te estorbará por mucho tiempo —dijo otro de los Tergnomus.
—Eso es verdad —asintió Burgor.
Cuanto más hablaban, más nerviosa estaba Nahia. Aquello tenía una pinta
horrorosa.
—Os dejo a ello —dijo Tarcel yendo hasta la puerta, se detuvo y luego
se volvió hacia Nahia—. Buena suerte, la necesitarás.
El Tergnomus Primero de la prisión salió y cerró la puerta con llave
desde el otro lado.
Nahia tragó saliva. No tenía escapatoria.
Capítulo 11

Burgor miró a Nahia de arriba abajo.


—Harás todo lo que yo te diga y sin rechistar —dijo señalándola con su
dedo índice.
—Pero…
—¡Sin rechistar! —regañó de malas formas.
—Escucha lo que el jefe de alimentación dice y quizá vivas hasta mañana
—dijo Utrek.
—Eso tal vez sea desear demasiado. Bueno, más que demasiado, mucho
muchísimo —dijo el Tergnomus de cabello cobrizo.
—Ponte el repulsor —dijo Burgor y señaló un armario al fondo de la
estancia.
Nahia no preguntó qué era el repulsor para que Burgor no le gritara de
mal humor y fue hasta el armario. Lo abrió y vio una serie de cinturones
gruesos de aspecto metálico colgando de una barra.
—Coge uno que puedas llevar, los hay de todos los tamaños. ¡Y date
prisa, que no tengo toda la noche! —dijo Burgor frunciendo su frente de
Tergnomus.
Nahia cogió dos cinturones de los más pequeños. Se probó uno y le
quedaba bien, así que se lo puso.
—Vamos, comienza la jornada —dijo Burgor y se dirigió a la puerta de
metal al otro lado de la estancia. La abrió con unas pesadas llaves.
—Suerte, espero que sobrevivas —dijo Utrek.
Nahia lo miró por si estaba siendo irónico, pero parecía que no, que lo
decía de verdad. Luego siguió a Burgor.
—Vamos, vamos, que nos retrasamos y si no tienen su comida a tiempo la
cosa se pone fea.
Salieron a otra estancia donde había otros diez Tergnomus atareados,
cada uno en una cosa. Todos llevaban cinturones repulsores y en la cabeza
unos gorros planos de color de plata.
—Esta es la cuadrilla de alimentación —presentó Burgor, que cogió dos
gorros como los del resto de un colgador en la pared norte. Le dio uno a
Nahia y él se puso el otro.
Los Tergnomus la miraron con sorpresa al principio y luego sus rostros
cambiaron a disgusto.
—Ten cuidado, Humana, y sigue las instrucciones —dijo uno de ellos,
que tenía una nariz muy roja.
—Aquí pocos sobreviven —advirtió otro con tono pesimista. Este tenía
varias verrugas en la frente.
—Sí… lo sé… —es cuanto Nahia pudo balbucear mientras se ponía el
gorro.
—En marcha, hay mucho que hacer y poco tiempo —afirmó Burgor con
brío.
Todo el equipo terminó de prepararse y se pusieron en marcha. Pasaron a
una tercera estancia que tenía seis puertas y por parejas entraron en ellas.
Nahia fue con Burgor a la última puerta por la derecha.
—¡Adelante! —dio la orden.
La cuadrilla salió al exterior, cada uno por su puerta.
Nahia siguió a Burgor al exterior y se quedó de piedra. Frente a ella se
abría una enorme cueva iluminada por antorchas. Al fondo, se veían más
cavernas, muchas más, hasta donde alcanzaba la vista. Aquel lugar parecía
una enorme colección de cavernas subterráneas.
—¿Esto son las mazmorras? —preguntó Nahia sin entender.
—Sí, lo son.
—Pero son cavernas…
—Y en ellas están los prisioneros.
—Oh... —Nahia estaba perpleja. Aquello no se parecía en nada al
Subnivel 1 con sus celdas de roca y sus rejas de metal. Allí solo había
cavernas y más cavernas.
—Sígueme y pisa por donde yo pise —ordenó Burgor.
Nahia así lo hizo y sucedió algo extraño. Por donde él pisaba iba
apareciendo en el suelo una amplia línea plateada de cuatro pasos de
anchura.
—No te salgas del camino plateado —advirtió con tono muy serio.
Nahia no tenía ninguna intención de hacerlo.
Entraron en la gran caverna frente a ellos y se encontraron con un convoy
formado por seis carros tirados por unos animales que Nahia no había visto
antes. Los observó. Eran semejantes a bueyes en cuanto a constitución, pero
con aspecto de reptil, como enormes lagartos fuertes y con patas amplias.
Por parejas, tiraban de los carros.
—¿Qué son estos animales?
—Son Yakretils. Son fuertes y están adaptados a vivir en cuevas. Los
utilizamos para transportar la carne hasta las mazmorras.
—¿Los carros están cargados de carne?
—Eso he dicho, ¿no? ¿Tengo que repetirme?
—No, perdón —Nahia no quería discutir con Burgor, que hacía uso del
característico buen humor de los Tergnomus.
—Cada pareja que has visto salir antes se encarga de un convoy como
este. Cada uno realiza una ruta diferente y alimenta a los prisioneros en su
camino. Nosotros tenemos la ruta uno.
—¿La más fácil?
—¡Ja! No hay ninguna fácil, todas son complicadas. Vamos, hay que subir
al primer carro para guiar al resto.
Llegaron hasta el carro inicial y se subieron. Al hacerlo Nahia vio que,
en efecto, los carros estaban cargados de carne cruda. Identificó piezas de
vaca, oveja, cabra e incluso mulas sacrificadas. Le dio bastante asco, pero
disimuló.
—¿Estos carros de dónde salen? —Nahia miraba alrededor y allí solo
había cavernas y roca.
—De la zona de carga —Burgor señaló una cueva a sus espaldas—. Los
cargadores de alimento los llenan allí cada día con las piezas que nos bajan
desde arriba, desde la superficie. Cuando terminan los dejan enfilados en
cada ruta para que hagamos el reparto.
—¿Bajan toda esta comida desde arriba todos los días?
—Sí. Y antes de que preguntes, se hace por lo que llamamos el pozo de
carga. Los bajan con poleas. El equipo de descarga está en la superficie, en
la parte trasera de la fortaleza.
—Vaya… sí que estáis bien organizados.
—Somos Tergnomus, por supuesto que estamos bien organizados —
replicó Burgor ofendido por el comentario.
Arreó a las criaturas y el convoy comenzó su avance. Para sorpresa de
Nahia, los extraños reptiles avanzaban todos a una, como sincronizados,
siguiendo al primer carro. Según andaban el camino plateado aparecía frente
a ellos y las bestias de carga lo seguían sin desviarse. Era justo algo más
amplio que un carro. Nahia dedujo que estaba imbuido de magia. Para qué,
lo ignoraba.
Según se adentraban en la gran cueva a ritmo lento, Nahia iba mirando en
todas las direcciones. Aquel submundo era enorme y desconcertante. Le
pareció que para lo grande que era el lugar, los carros iban muy despacio.
Pasaron frente a dos cavernas, una a cada lado de la caravana, y Burgor
dio el alto.
—Hora de trabajar —le dijo y se bajó del carro. Fue hasta el último y
Nahia lo siguió asegurándose de que pisaba justo donde lo hacía el
Tergnomus, sobre el camino de plata.
De súbito, una criatura enorme surgió de la caverna a la izquierda y
corrió hacia ellos. Era tremenda, de más de tres varas de altura y musculada,
parecía una mezcla entre un oso y un gorila. Rugió con fuerza. Según
avanzaba corriendo les mostró los dientes y los colmillos. Iba directo hacia
ellos y con muy malas intenciones. Nahia estuvo a punto de echar a correr de
puro miedo.
—¡No te muevas! —avisó Burgor.
Nahia se quedó quieta. No supo cómo lo logró, pues la enorme bestia
corría directa hacia ellos rugiendo a toda velocidad. Pensó que la iba a
matar. No podía aguantarse en el sitio. Cuando tuvieron a la bestia ya casi
encima, el cinturón de ambos destelló en plata y el monstruo salió repelido
hacia atrás con gran fuerza. Voló más de treinta pasos para caer de espaldas
y darse con fuerza contra el suelo. Nahia pudo ver que la criatura tenía un
collar plateado al cuello.
—El repulsor funciona mientras estés en el camino de plata —dijo
Burgor señalándolo—. Si te sales no funciona y entonces… —hizo el gesto
de partir una rama con las manos.
—Entiendo… El repulsor y el camino están imbuidos de magia de
dragón, como el collar de la bestia —dedujo Nahia, que intentaba buscar
sentido a aquel sistema.
—Así es. Magia potente, pero con limitaciones. Por eso hay…
accidentes…
—Ya… Entiendo. ¿Y los gorros de plata que llevamos? —preguntó.
—Para protección.
Nahia miró hacia el techo de la cueva.
—¿Nos caerá algo de arriba?
—No. No es para eso.
—¿Entonces para qué es?
—Ya lo verás.
La respuesta no la dejó nada tranquila.
—No debería saber… —comenzó a decir, pero Burgor la interrumpió.
—Toca trabajar, no hablar. Hay que descargar el primer carro —Burgor
giró el carro dirigiendo a las bestias que tiraban de él de forma que la parte
trasera quedara mirando hacia donde el monstruo había quedado tirado en el
suelo. Nahia observó cómo los reptiles giraban el carro con facilidad y sin
salirse del camino de plata. Estaban bien enseñados y probablemente lo
hubieran hecho infinidad de veces.
—Veamos si eres más fuerte de lo que pareces.
Nahia no dijo nada, prefirió que Burgor descubriera la verdad por sí
mismo. Los carros tenían un sistema de poleas que, girando unas palancas de
madera, elevaban el remolque y por su propio peso las piezas caían al suelo.
Burgor comenzó a girar la palanca de su lado y le hizo indicaciones para que
ella girara la otra. Nahia comenzó a hacerlo y descubrió que requería
emplear bastante fuerza. Aquello iba a costar. Hizo uso de ambas manos y
consiguió hacer girar la palanca. Giró y giró cuanto pudo intentando imitar a
Burgor, que lo hacía mucho mejor y con más facilidad. La parte trasera del
carro se inclinó y varias piezas de carne cayeron al suelo.
—Para este dos —dijo Burgor y señaló una tercera pieza que había caído
—. Ayúdame a retirarla.
—De acuerdo —Nahia se acercó a la pieza de carne y entre los dos la
devolvieron al carro. Para lo pequeño que era, Burgor tenía fuerza.
Bajaron el remolque del carro girando las dos palancas en dirección
contraria hasta que volvió a estar plano. Burgor colocó en posición a los dos
animales de tiro y siguieron camino, lentos pero seguros.
Tras no mucho se detuvieron ante otra caverna, esta vez al otro lado del
camino de plata. Burgor maniobró el carro final y repitieron la operación,
solo que hacia el lado opuesto. Nahia no podía ver si había alguna criatura
allí, pero imaginó que sí, ya que descargaban comida.
—Otras tres piezas aquí —dijo Burgor.
Descargaron y esta vez cayeron tres piezas justas, de lo que Nahia se
alegró. Prefería no tener que andar cargando piezas o las fuerzas le
flaquearían pronto.
Unos ojos grandes, redondos y brillantes aparecieron en medio de la
oscuridad. Nahia se llevó un susto y dio un brinco hacia atrás. La criatura,
fuera lo que fuera, no se acercó y se mantuvo quieta, observándolos.
—No te preocupes, no te asaltará. No le gusta abandonar la oscuridad.
—¿Qué es?
—Es un Armiar. Es una especie de araña peluda enorme, del tamaño de
dos de estos carros. Es completamente negra. No abandona la oscuridad casi
nunca.
—Nunca he oído hablar de esta criatura.
—Eso es normal, porque no es de Kraido.
—¿No es de nuestro mundo?
Burgor negó con la cabeza.
—Aquí hay criaturas de otros mundos que nuestros señores dragones han
capturado y traído, algunas para su estudio, otras para su diversión y otras
como rehenes.
—¿Rehenes? No entiendo…
—Algunas de las criaturas o monstruos que hay aquí, según prefieras
denominarlos, son de importancia en su mundo de origen. Nuestros señores
las mantienen prisioneras con vida. Imagino que será por alguna razón.
—Oh… Entonces son inteligentes, no simples monstruos.
—Correcto. Todas las criaturas que hay aquí son inteligentes. Algunas
mucho más que tú —dijo Burgor.
Nahia se quedó descolocada. Los dragones tenían prisioneros de otros
mundos allí, criaturas inteligentes. Cuanto más descubría de ellos, menos le
gustaba lo que iba encontrando. Se consoló pensando que para vencer a un
oponente había primero que conocerlo bien, encontrar sus debilidades.
Todavía no había hallado ninguna, pero iba descubriendo más cosas y eso
era positivo.
Continuaron avanzando y repartiendo las piezas de carne con cuidado.
Nahia vio que en cada caverna habitaba una criatura. Eran de lo más
extrañas. Algunas eran realmente agresivas, como una que tenía cuerpo de
león y cabeza de águila y que intentó matarla a ella en lugar de comerse la
carne. Según Burgor, algunas de las criaturas preferían carne viva, pues la
consideraban más sabrosa. A Nahia que la consideraran comida sabrosa no
le gustó lo más mínimo.
Aquel lugar era terrible y cada vez había menos luz alumbrando el
camino. Era como si cuanto más avanzaran, peor fuese el lugar. Además, que
el reparto llevara tanto tiempo estaba poniéndola nerviosa. Si fueran rápido
habría menos posibilidades de que la asaltaran. La lentitud se debía a los
animales de tiro, que no parecían tener la más mínima prisa.
Llegaron a una zona muy profunda de las cavernas.
—Aquí anda con especial cuidado.
—¿Qué sucede?
—Los prisioneros de esta zona son muy peligrosos.
—Pero el repulsor los mantendrá alejados, ¿verdad?
—No siempre…
—¿No siempre? ¿Entonces…?
—Entonces a veces hay muertes.
Nahia no podía creer lo que escuchaba. Seguro que exageraba, de lo
contrario Burgor no estaría allí.
—¿Mueren Tergnomus?
Burgor la miró enojado.
—No suele ser el caso. Así que no lo menciones, que trae mala suerte.
—¿Entonces mueren los castigados como yo?
—Por lo general, sí. A nosotros los prisioneros nos dejan tranquilos. No
les importamos y como les traemos comida y agua nos dejan estar. Alguien
tiene que hacer el trabajo de mantenerlos con vida. Además, por lo que tengo
entendido, sabemos muy mal y no les gusta nuestra carne.
Nahia resopló y se colocó el cinturón repulsor más arriba por si acaso,
aunque no creía que aquello fuera a ayudarla. Tenía un mal presentimiento
que iba en aumento.
Llegaron ante una gran caverna y Burgor detuvo el convoy. Comenzó con
la maniobra de descargar uno de los carros.
—Medio carro —indicó a Nahia.
—¿Medio?
¿Qué criatura necesitaba medio carro de carne? Tenía que ser una enorme
y eso no iba a ser nada bueno.
—Vamos, ayúdame.
Nahia se puso a trabajar con Burgor.
—Sigamos, no hay que pararse mucho aquí.
A Nahia le pareció perfecto seguir con rapidez, pues el mal
presentimiento la perseguía. Según iba a montar en el carro vio una sombra
que salía de la caverna. Una enorme. Giró la cabeza para mirarla, pero no
debería haberlo hecho. De la caverna surgió un enorme dragón negro que
soltó un rugido sobrecogedor.
—¡Vamos, sube, o no vivirás! —apremió Burgor.
Nahia subió al carro de un salto. El dragón se acercó, pero se detuvo.
Nahia vio que tenía un collar plateado alrededor del cuello, uno grueso. El
dragón la vio y extendió su cuello hacia ella. El cinturón repulsor destelló.
El collar del dragón también y su cabeza se fue hacia atrás.
«Humana… sangre fresca…» llegó el mensaje mental del dragón
acompañado de un sentimiento de rabia.
—¡Vámonos, rápido! —gritó Nahia a Burgor.
Este azuzó a las bestias y el conjunto de carros se puso en marcha.
«Ven a mí, Humana» llegó el mensaje mental del dragón.
Nahia sintió el deseo de saltar del carro e ir hacia él, de hacer lo que le
ordenaba. El gorro de plata refulgió y el deseo de ir hacia el dragón, de
seguir su designio, se interrumpió. Nahia se dio cuenta en ese momento de
que era una protección contra los mensajes mentales del dragón.
«Ven a mí, Humana» llegó el siguiente mensaje con tal fuerza y
convicción que Nahia estuvo a punto de saltar y echar a correr hacia el
dragón. Hizo el ademán y Burgor, muy hábil de reflejos, le agarró del brazo.
—¡Quieta donde estás!
Nahia se dio cuenta de que estaba siendo manipulada. Cerró los ojos e
intentó protegerse, negar la fuerza que le obligaba a ir hacia el dragón. Casi
de forma inconsciente buscó su dragón interior y este despertó. Cogió algo
de energía, pero no sabía qué hacer con ella, no conocía ninguna habilidad
que la pudiera proteger de un mensaje mental de un dragón.
Burgor azuzó a las bestias y se alejaron.
«Ya volveremos a vernos, Humana» envió el dragón y le llegó un
sentimiento de que la iba a devorar.
Un escalofrío tremendo le bajó por la espalda. Aquel dragón lo decía en
serio. No iba a parar hasta comérsela.
—¿Cómo es que hay dragones aquí abajo? —preguntó Nahia con un grito
de rabia.
—¡Porque los hay! —respondió Burgor enfadado por el tono.
Nahia trató de calmarse. No iba a conseguir nada de un Tergnomus
gritándole.
—Quiero decir… ¿cómo es posible? Los dragones son los señores de la
academia, de todo Kraido. No lo entiendo… ¿Cómo es que están aquí
prisioneros?
—Los dragones tienen enemigos, en otros mundos y en este —respondió
Burgor algo menos acalorado.
—¿Los dragones encierran a sus enemigos dragones aquí abajo?
—Solo a algunos. Por lo general los dragones matan a sus enemigos o
rivales, prefieren ese castigo a encerrarlos en las mazmorras.
—Eso no me sorprende…
—Pero algunos son enviados aquí. No preguntamos la causa, no es asunto
nuestro —Burgor dijo que no con el dedo índice.
—¿Entonces aquí hay dragones que han cometido algún crimen y que se
ha decidido mantener con vida?
—Así es. No me preguntes qué crímenes han cometido y contra qué
dragones porque eso no lo sé. No es asunto nuestro y tampoco tuyo. Los
asuntos de los dragones son solo de los dragones —dijo y le lanzó una
mirada de enfado.
—Sí, desde luego… —Nahia no quiso forzar el asunto—. ¿Cuántos hay?
—En esta sección de las cavernas una docena.
—¿Y en total?
—¿Por qué preguntas tanto? ¡Qué te importa! —respondió de mala forma
Burgor.
—Es… por curiosidad…
—La curiosidad mata. Y más aquí abajo. Céntrate en no ser devorada,
eso es lo que debes hacer, si quieres sobrevivir, claro.
—Sí, por supuesto que quiero sobrevivir.
—¡Pues no lo parece con tantas preguntas!
—Vale… ya no te pregunto más… Pero podrías haberme avisado sobre
los dragones prisioneros.
—Podrías no haber enfadado a un señor dragón y ahorrarme tener que
aguantarte —replicó Burgor de mal humor y le echó una mirada de enfado.
Nahia no tuvo más remedio que aceptar que el Tergnomus tenía algo de
razón, aunque no le gustara. También vio que atacándole solo empeoraría su
situación allí, que ya era muy mala.
Continuaron repartiendo comida. Llegaron a las dos siguientes cavernas y
la situación se repitió. Eran cavernas con dragones prisioneros. Descargaron
con suma rapidez y ambos dragones, uno azul y otro marrón, intentaron
convencer a Nahia para que se acercara a ellos con mensajes mentales de lo
más convincentes. Entre el gorro de plata y los tirones de Burgor, consiguió
subir al carro y continuar en ambas ocasiones.
Lo peor fue que la situación volvió a repetirse algo más adelante. Otros
dos dragones, uno blanco y otro brillante, aparecieron más interesados en la
carne fresca todavía viva que en el cargamento que llegaba. El gorro y el
cinturón los repelieron y Nahia subió al carro de un salto para continuar
antes de que fuera demasiado tarde.
Por desgracia, sabía que estaba condenada. Tarde o temprano la
protección fallaría y alguno de aquellos dragones se la iba a comer viva.
—Este gorro y el cinturón no me van a poder proteger de esos dragones,
¿verdad?
—Tu castigo es mortal, imagino que ya te lo ha dicho quién te haya
castigado —replicó Burgor con cierta acidez.
—Sí…
—Pues sobran las palabras. Haz tu trabajo e intenta sobrevivir.
Nahia pensó en huir. Miró hacia atrás y vio el oscuro pasaje entre las
grutas. La línea plateada había desaparecido.
—Si estás pensando en intentar huir, adelante. Te animo a hacerlo.
Nahia lo miró muy poco convencida.
—¿De… verdad?
—Sí, me quitarás trabajo. Muchos han huido. Por lo general el miedo
puede con ellos y echan a correr.
—¿Y consiguen escapar?
Burgor se encogió de hombros.
—No lo sabemos. Nunca encontramos los cuerpos.
Nahia suspiró. Ya le parecía que no podía ser.
—Llegamos a la parte más peligrosa —dijo Burgor y señaló al frente.
Una curva en el sendero que seguían desaparecía en una nueva cueva oscura
—. Te aconsejo que te prepares.
—¿Más dragones?
—Así es. Y estos son de los poderosos.
Nahia sintió que estaba acabada. No podría negarse a los mensajes
mentales.
Capítulo 12

Siguieron adelante y, tras tomar la curva, entraron en una gran cueva muy
oscura donde no entraba luz natural y apenas había antorchas o lámparas de
aceite. La luz más potente era la del camino de plata que les guiaba y que,
para sorpresa de Nahia, alumbraba bastante en aquella oscuridad. Por
desgracia, cuando miraba hacia el fondo de la cueva que se abría a derecha e
izquierda o al alto techo, no veía nada.
Burgor detuvo el grupo de carros.
—Apresúrate —le dijo y se puso a maniobrar con uno de los carros para
descargar.
Nahia fue a ayudar mientras sus ojos miraban a derecha e izquierda
buscando alguna amenaza. Llegó hasta la palanca y comenzó a girarla con
toda su fuerza y dándole velocidad.
Se escuchó un rugido tremendo de dragón y Nahia sintió un escalofrío
bajarle por la columna.
«Carne humana. Fresca…» llegó un mensaje más poderoso que los
anteriores que le golpeó la mente. El gorro destelló, pero Nahia sintió que no
la iba a proteger.
—¡Rápido, tenemos que descargar y seguir! —urgió Burgor.
Nahia giraba la manivela con todo su ser. Por el rabillo del ojo vio que,
a su espalda, en las sombras de la caverna, aparecía un dragón enorme. Era
rojo y sus ojos parecían estar en llamas.
Las piezas de comida cayeron, pero el dragón miraba a Nahia, no a la
comida que le servían.
—¡Vamos, súbete rápido! —gritó Burgor.
Nahia saltó al carro, pero esta vez no apoyó bien el pie y se cayó a un
lado. Golpeó la rueda delantera del carro y salió rebotada hacia la dirección
por la que se acercaba el dragón. Se puso en pie y se dio cuenta de que
estaba fuera del camino de plata. La cabeza del dragón bajó hacia ella a gran
velocidad mostrando sus colmillos y fauces.
—¡No! —exclamó.
Se miró el cinturón, pero no funcionó y tampoco el gorro.
«Eres mía» llegó el mensaje del dragón con tanta fuerza que Nahia se
llevó las manos a la cabeza.
—¡Estás fuera del camino! —advirtió Burgor.
Nahia se dio cuenta de que sus protecciones no iban a funcionar.
Vio la boca abierta y los letales dientes bajar hacia ella. La iba a
devorar.
En un acto reflejo, se echó a un lado en el último momento. La boca del
dragón se cerró junto a su cabeza, pero falló el mordisco. Nahia rodó por el
suelo alejándose del dragón y, al hacerlo, también de Burgor y los carros.
«Eres ágil, Humana. Pero te has alejado del camino. No tienes
protección… ni salvación».
Nahia miró hacia el camino y poniéndose en pie con rapidez echó a
correr intentando alcanzarlo.
«Quieta donde estás» llegó el mensaje con una potencia aplastante. Nahia
se fue al suelo y sintió como si una losa le hubiera caído encima y no pudiera
moverse.
«Así está mucho mejor» envió el dragón y de nuevo la potencia del
mensaje la aplastó contra el suelo. Podía ver los carros y a Burgor, estaban a
tres pasos. El Tergnomus sobre el carro tenía la mano extendida hacia ella.
—Ven, arrástrate hasta aquí.
Nahia lo intentó, pero le era imposible moverse. Sentía un peso
descomunal sobre su cuerpo que la aplastaba.
«No te metas, minúsculo sirviente, o tú también me servirás de cena hoy.
No me gusta el sabor de los de tu raza, pero te comeré por meter esa larga
nariz donde no debes».
Burgor retiró la mano de inmediato.
«Continúa con el reparto. No hay nada que tengas que ver aquí».
El Tergnomus miró a Nahia, que extendió la mano hacia él.
—Lo siento —dijo y apartando su mirada azuzó a las bestias. El grupo de
carros desapareció tras otra curva en la gran caverna.
Nahia se vio perdida. Aquel dragón la iba a devorar.
Consiguió darse la vuelta sobre sí misma y se quedó mirando hacia
arriba. Podía ver al dragón y la mirada asesina en sus ojos.
—No me mates —rogó Nahia levantando la mano hacia la cabeza del
dragón que se situaba sobre ella.
«Como comprenderás, rara es la ocasión en la que podemos disfrutar de
algo diferente aquí abajo. No creerás que voy a pasar por alto esta deliciosa
oportunidad».
—Tengo muy poca carne. Soy solo huesos —dijo Nahia desesperada.
El dragón rio con fuertes carcajadas.
«Tienes ingenio. Sí, la verdad es que mucha carne no hay sobre tus
huesos, pero la poca que tienes la disfrutaré mucho».
Nahia vio que no tenía salida. Aquel dragón se la iba a comer viva. No
había escapatoria. Pensó en su abuela, en que nunca la volvería a ver. Pensó
en Logan, en Ana, en su escuadra. Todo acababa allí. Moriría a manos de un
dragón, como siempre había temido que sucedería. Las premoniciones al
final se iban a cumplir. Había durado un año en la academia, era mucho más
de lo que había previsto el día de la Ceremonia de la Servidumbre. Le daba
rabia morir así, en aquel submundo tétrico sin haber conseguido nada, sin
haber cambiado nada ni para ella ni para los suyos.
«Veamos cuán sabrosa sabe tu carne…».
La rabia encendió la llama que le ardía en el estómago, la que la había
conducido a aquel final horroroso y comenzó a quemarle las tripas. Si iba a
morir, sería luchando. Llamó a su dragón interior y cogió tanta energía como
pudo. La boca abierta del dragón descendió sobre su cabeza con intención de
cerrarse sobre ella. El miedo le subió del estómago a la garganta, pero la
mezcla de rabia y furia que sentía eran más poderosas, y suficientes para
transformar la energía en elemental. No tenía tiempo de sacar su esfera, así
que invocó su habilidad Aliento Elemental de forma directa. Nunca antes lo
había hecho y no sabía si sería capaz de crear la habilidad sin ayuda. Abrió
su boca y cuando los dientes mortíferos del dragón se iban a cerrar sobre su
cabeza, soltó su aliento de fuego. Una llamarada más grande que las que
solía generar en clase salió de su boca. Nahia la dirigió a los letales dientes
del dragón, que ya se iban a clavar en su cabeza.
La llamarada alcanzó la parte interior de la boca de la criatura. Con un
rugido de rabia esta cerró sus fauces y las apartó del cono de fuego que salía
de la boca de Nahia. No podía creerlo, ¡había rechazado el ataque del
dragón! Era algo increíble. Notó además que, por la forma en la que había
retirado la cabeza y la rapidez con la que lo había hecho, su aliento
elemental le había dolido. ¿Era eso posible? Siempre había pensado que los
dragones eran invulnerables. Eso decía todo el mundo, que no podían morir
ni por acero ni por magia. Era el saber popular. Pero ella acababa de
rechazar el ataque de un dragón con su magia. Quizá solo lo había
sorprendido y en un movimiento reflejo se había apartado de las llamas. Sí,
eso debía de ser. Ningún Humano podía herir a un dragón.
«¡Cómo te atreves a atacar a un dragón, minúscula Humana! ¡Y con
nuestra propia magia, además!» envió con un poderoso mensaje de furia que
hizo que la cabeza de Nahia se fuera hacia atrás. Perdió su Aliento
Elemental y se quedó tumbada de espaldas sobre el suelo.
—Solo me defiendo, dragón —dijo y le lanzó una mirada de rabia.
«¿Defenderte? ¿Acaso no sabes que los dragones tenemos protección
mágica innata? Probablemente no, tu magia no puede afectarme y tampoco
tus armas. El acero no puede traspasar mis escamas y tu magia elemental no
puede traspasar mi defensa mágica. Este conocimiento te lo regalo.
Considéralo mi regalo de despedida».
Era como Nahia suponía. Nada podía afectar a los dragones. Era inútil
cualquier resistencia o intento de revelarse contra ellos y allí tenía la
prueba. Sin embargo, algo en su interior le decía que no debía creerlo. Todo
ser tenía debilidades, alguna vulnerabilidad. Los dragones, por mucho que se
creyeran dioses de aquel y otros mundos, en realidad no lo eran. Nahia no
sabía por qué razón tenía aquellos pensamientos, pero así era. Quizá se
debiera a su situación desesperada y sin salida. La certeza de que iba a
morir le hacía pensar cosas que le daban algo de esperanza, cuando en
realidad no existía.
—Sois unos monstruos sin alma.
«No digo que no. Somos lo que somos, lo que marca la Senda de los
Dragones».
—Algún día pagaréis por esto, por todo el mal que habéis hecho al
mundo —aseguró Nahia con rabia.
«Lo dudo mucho. No hay nadie en este u otros mundos que pueda
hacernos pagar nada».
—Alguien lo hará algún día. Alguien os derrotará y sabréis lo que es el
castigo y el sufrimiento.
«Algunos de nosotros eso ya lo sabemos. ¿O crees que estamos aquí
abajo por placer?».
—Mucho más tendríais que sufrir. ¡Mil veces más! —le deseó Nahia con
furia.
«Ha llegado tu momento, Humana. Te mataré con tu propio poder
elemental, para que veas lo que es el verdadero poder»
El gran dragón rojo abrió la boca a una distancia superior a la que las
habilidades de Nahia llegaban y lanzó su propio aliento elemental, uno de
fuego de enorme intensidad y alcance.
—¡No! —exclamó Nahia y se cubrió la cara con sus brazos en un acto
reflejo.
Las llamas alcanzaron a Nahia con tremenda intensidad y la envolvieron.
Iba a morir consumida en un instante. Sintió el calor abrasador que la
encerraba y eso le creó una rabia furiosa contra aquel monstruo asesino y
todos los de su especie. Era una forma horrible de morir, sin motivo, sin
necesidad, solo porque le apetecía a aquel dragón desalmado. La furia que
sentía se desató y despertó algo en su interior en medio de su torso. Pensó
que era su dragón interior, solo que una gran cantidad de energía dorada
salió despedida de su cuerpo.
Pensó que la rabia que sentía le impedía sentir el dolor que debería
haberla consumido. Sin embargo, tampoco sentía calor. Aquello era raro.
Apartó el antebrazo de sus ojos. El dragón rojo continuaba enviando su
aliento de fuego sobre ella. Las llamas la rodeaban, pero ella no ardía.
Descubrió que sus escamas brillaban con un dorado intenso y luego se
percató de que todo en ella brillaba con un intenso destello dorado. Las
llamas chocaban con el destello que su cuerpo emitía y no podían penetrarlo.
El brillo dorado las detenía, no podían llegar a su piel. Ni siquiera el
abrasador calor le llegaba. Parecía que su propia magia la estaba
protegiendo.
El dragón dejó de enviarle su aliento elemental de fuego.
«Vaya, no eres una Humana corriente. Esto sí que es una sorpresa».
—Sin embargo, tú sí que eres un dragón más. Otro más, malvado y
retorcido. Como todos los demás.
«El fuego no te daña. Eres una Nacida de la Llama. No se dan muchos
como tú».
—Y, sin embargo, sí se dan muchos como tú.
«Esa lengua furiosa tuya mejor la guardas o te la arrancaré. Puede que
seas inmune al fuego, pero no lo eres a mis garras».
Nahia sacó su daga.
—Ven y arráncamela —retó llena de furia.
El dragón rio con unas carcajadas enormes.
«Eso voy a hacer. Veamos si cuando sientas mi garra en tu carne sigues
tan peleona».
El gran dragón rojo avanzó hasta situarse sobre Nahia, que levantó la
garra delantera derecha.
«Quieto, Lehen-Gorri-On» llegó el mensaje de otro dragón.
Nahia sintió aquel mensaje con mayor potencia todavía que los del
atacante.
El dragón rojo miró hacia la caverna que estaba al otro lado de la suya y
algo más a la derecha. Nahia intentó ver qué sucedía, pero estando de
espaldas contra el suelo lo tenía complicado. De todas formas, estiró el
cuello para intentar ver. Unas garras plateadas fueron cuanto llegó a
discernir.
«¿Me privas de mi divertimento, Garran-Zilar-Denbo?».
«Esa Humana es especial. ¿Acaso no lo ves?».
«Es una Nacida de la Llama. Ha habido otras. No es tan especial».
«Si miras con más cuidado y atención, quizá veas que es algo más que
solo una Nacida de la Llama».
El dragón rojo clavó sus ojos como ascuas en Nahia. La miró durante un
largo momento y esta sintió que el vello de la nuca se le erizaba. Estaba
usando magia.
«Veo hilos… de plata… ¿a eso te refieres, mi señor?».
«A eso precisamente, Lehen-Gorri-On».
«No puedo determinar su origen o destino. Puede que no sean nada, que
no tengan importancia alguna».
«O puede que sean todo, y sí tengan importancia y tú no estés capacitado
para verlo».
«Sí, mi señor. Eso podría muy bien ser. ¿Ve mi señor el origen y destino
de esos hilos?».
Nahia volvió a sentir que se le erizaba el vello, esta vez de todo el
cuerpo. No podía verla, pero sentía energía a su alrededor, mucha energía
poderosa. No provenía del dragón rojo, provenía del que estaba a su
espalda. Volvió a retorcer la cabeza y el cuello y vio parte de un torso de
plata. Era un dragón plateado.
«Veo algún origen, sí. Los destinos todavía no se han formado, pero son
hilos gruesos, importantes».
«Perdona mi ignorancia, mi señor. Lo lamento» envió el dragón rojo y
agachó la cabeza, realizando una reverencia. Nahia se dio cuenta de que
estaba escuchando la conversación de ambos dragones. Eso solo podía ser si
ellos así lo deseaban. Podían hablar entre ellos directamente y a ella no le
llegaría nada. ¿Por qué la estaban dejando participar?
«Libérala, que se levante».
«Al momento, señor».
Nahia sintió de pronto que la enorme losa que tenía encima desaparecía y
pudo sentarse. Se volvió de medio lado y observó al dragón a sus espaldas.
En efecto era plateado, pero no solo eso, era descomunal. Media más de
setenta varas de largo. Lo podía ver con total claridad porque su cuerpo
emitía un destello plateado que iluminaba la oscuridad que lo rodeaba. Por
el tamaño del cuerpo, la enorme cabeza y los cuernos en ella, supo que era
un macho y milenario. No solo eso, por la magia que emanaba supo que era
tremendamente poderoso. Más que su líder de escuadrón, más que el
comandante y el coronel de la academia.
«¿Estás bien, Humana?» llegó el mensaje mental del dragón de plata. Lo
moduló para que no fuera fuerte para ella y lo acompañó de un sentimiento
de seguridad, como queriendo transmitirle que no le haría daño.
Esto sorprendió a Nahia, que lo agradeció.
—Estoy bien… dadas las circunstancias.
«Entiendo. No son unas circunstancias agradables ni propicias».
—No lo son, no. ¿Voy a morir?
Al dragón plateado le brillaron los ojos, que también eran del color de la
plata.
«Todos vamos a morir. Estamos siempre muriendo, desde el día en que
nacemos».
La respuesta filosófica del dragón la dejó trastocada.
—Me refiero a si me vais a matar —Nahia miró al dragón rojo y luego al
plateado.
«No vamos a matarte» aseguró el de plata y el mensaje le llegó con un
sentimiento de honestidad.
Nahia no supo qué pensar. Hacía solo un momento el otro quería
comérsela.
—¿Él tampoco? —preguntó y con el dedo pulgar señaló al dragón rojo.
«No, él tampoco».
—¿Porque se lo has dicho tú?
«Porque así se lo he pedido, sí».
—¿Eres su líder, su señor?
Los ojos del dragón plateado volvieron a brillar y Nahia notó que su
boca, antiquísima, se curvaba un poco.
«Soy su guía espiritual».
—Oh, vaya —aquello sí que dejó a Nahia totalmente confundida.
«Acata mi parecer por respeto hacia mí, pero no soy su señor ni tengo
ningún poder sobre él o los otros dragones aquí prisioneros».
—Me parece confuso… extraño…
«Eso es porque vienes de la academia y todo se rige en tu mundo por una
jerarquía militar».
—Podría ser, sí.
«Acércate a mí. Quiero verte mejor».
Nahia dudó. El dragón llevaba el collar de plata y no había cruzado el
camino, sino que se mantenía al otro lado. Bien pensado, era mejor para ella
ir hasta el camino, ahora era su oportunidad. Comenzó a andar con rapidez
mientras de reojo miraba al dragón rojo. Llegó al camino plateado, que se
iluminó al pisarlo y resopló de alivio. Luego se dio cuenta de que con lo
enorme y poderoso que era el dragón de plata, lo más probable era que sus
protecciones no le sirvieran.
—¿Me servirán de algo contra ti? —le preguntó, señalando su cinto y su
gorro.
«Me temo que no. La magia protectora no es lo suficientemente fuerte
para algunos de nosotros. Sin embargo, te aseguro que nada tienes que
temer».
«Ve con Garran-Zilar-Denbo. No sabes ante quién estás, Humana.
Deberías postrarte ante su importancia. No oses contrariarlo o nosotros, sus
seguidores, acabaremos contigo. Es un Dragón Primario. Muestra respeto,
inculta Humana».
—¿Un qué? —Nahia miró al dragón rojo y luego al plateado.
No sabía de qué hablaba, pero le quedó bien claro que era un dragón
importante y que tenía seguidores, esto último la desconcertó mucho. Nunca
había oído que un dragón tuviera seguidores, siempre había pensado que
eran militares o jerárquicos.
«No la fuerces a decidir, Lehen-Gorri-On, debe seguir su destino y
voluntad propia. Ella debe tomar sus decisiones, que serán las que darán
forma a cruciales acontecimientos por llegar».
Nahia se quedó todavía más desconcertada con aquel mensaje. ¿Sus
decisiones iban a llevar a acontecimientos cruciales? Eso sí que no se lo
creía. Ella no era nadie, una Humana extraña en un mundo dominado y regido
por temibles y malvados dragones. ¡Cómo iba a tener ella ninguna
importancia en aquel mundo!
«¿Vienes a mí o te quedas en el camino de plata?» preguntó Garran-Zilar-
Denbo.
Nahia no sabía qué hacer.
—No sé…
«Piénsalo bien, esta es una decisión importante. Una primera decisión
que desencadenará acontecimientos importantes… o no. Está en tu mano
decidir».
El mensaje no sirvió para tranquilizarla o aclararle qué hacer. Quizá
aquel dragón plateado solo estaba jugando con ella, divirtiéndose. Estaban
allí encerrados sin ninguna diversión ni nada que hacer, a lo mejor ella era la
diversión. Lo miró a los ojos. No, aquel dragón no se estaba burlando de
ella. No sabía qué quería, pero no estaba tomándole el pelo. Eso podía verlo
en sus profundos y plateados ojos.
Aquel no era un dragón normal, captaba un poder enorme en él. Y no solo
eso, también que era de gran importancia, aunque no sabía por qué lo sentía
así.
—Tengo que decidirme… —comentó en voz baja.
«Decide, Nacida de la Llama» envió Garran-Zilar-Denbo.
Capítulo 13

Nahia lo pensó un momento. Tenía la opción de rechazar al gran dragón


de plata. Podía quedarse en el camino e intentar alcanzar a Burgor o
retroceder por donde habían venido. Si no abandonaba el camino y corría
mucho, quizá lo lograra. Esa era su mejor opción siempre que el gran
dragón plateado mantuviera su palabra. Nahia lo miró y tuvo la sensación de
que la dejaría ir. Sí, esa era la opción segura, la que debería tomar.
Suspiró. Estaba casi convencida, pero también estaba la opción
arriesgada, la de ir con el dragón y ver qué quería de ella, o con ella. Esta
elección implicaba jugársela, era peligrosa. Además, tenía la impresión de
que conllevaba más riesgo para ella, no solo en aquel momento, sino también
más adelante, en su futuro. La opción más sensata era no arriesgarse. Eso lo
sabía, bastantes problemas tenía ya. Por otro lado, quien nada arriesgaba
nada conseguía. Ese dicho se lo había enseñado su querida abuela y tenía
toda la razón. Las circunstancias la habían llevado frente aquella criatura
primordial y tal vez algo bueno surgiese de ello. Escapar corriendo y volver
arriba no iba a cambiar su vida y aquel mundo. Quizá quedándose podría
comenzar un cambio que llegara a algo o quizá, no. En cualquier caso, no lo
sabría si no lo intentaba.
Observó de reojo al imponente dragón y se preguntó por qué sentía que
aquel encuentro era significativo. ¿Era por la magia que emanaba de la
majestuosa criatura? Suspiró y lo pensó un poco más antes de tomar su
decisión.
—He decido ir contigo —pronunció.
«Una decisión valiente. Arriesgada, pero valiente» el dragón movió su
cabeza de arriba abajo.
Nahia resopló y saliendo del camino de plata fue hasta el descomunal
dragón que la aguardaba. Según caminaba hacia él, todo tipo de
pensamientos y sensaciones extrañas de peligro la asaltaron.
«Has elegido bien, Humana» llegó el mensaje de Lehen-Gorri-On junto a
un sentimiento de respeto. Nahia interpretó que el respeto era hacia el gran
dragón plateado, no hacia su decisión.
Llegó hasta la impresionante criatura.
«Entra en mi humilde morada, estaremos más cómodos y protegidos»
envió Garran-Zilar-Denbo.
Nahia lo siguió al interior de su cueva. Gracias la luz plateada que el
cuerpo del dragón emitía pudo ver algo. No había comodidades, era una
descomunal caverna que entraba en la roca. Cuando por fin se detuvo casi
contra la pared del fondo de la cueva, Nahia pudo ver que había agua que
caía por una de las paredes como en una cascada y en el suelo descubrió un
estanque bastante amplio. Rodeándolo había plantas que no había visto
nunca.
«Puedes beber el agua, no enfermarás. Puedes incluso zambullirte en el
estanque, si lo deseas».
—¿Cómo puede haber plantas aquí? No hay luz… No lo entiendo…
El gran dragón volvió a torcer la boca. Nahia lo interpretó como una
sonrisa cosa que no dejaba de asombrarla.
«No hay luz natural, pero esas plantas se alimentan de mi luz, de mi
poder».
Lo entendió entonces. Usaban el destello plateado del dragón como
alimento. Había plantas que hacían algo similar con la luz de la luna, su
abuela le había enseñado dónde salían y sus propiedades curativas.
—¿Por qué me has traído a tu guarida?
«No es mi guarida, es mi prisión. Llevo quinientos años encerrado aquí,
algo más de hecho».
—Sí, perdón. Este mundo es tan confuso que por un momento he olvidado
que eres un prisionero de la academia.
«Eso soy. Estoy aquí recluido contra mi voluntad, al igual que los otros
dragones que se encuentran en este lugar».
—¿Puedo preguntar por qué motivo? —se arriesgó, quería entender lo
que sucedía allí y quién era aquella criatura tan poderosa y singular.
«Puedes. Estoy aquí por ir en contra de los líderes».
—¿Te refieres a los líderes de la academia? ¿Al coronel Lehen-Gorri-
Gogory el comandante Bigaen-Zuri-Indar?
«Ponte cómoda para que pueda explicártelo. Conmigo no corres
peligro».
Miró a su alrededor y de alguna forma supo que en verdad no corría
peligro junto al gran dragón plateado. Esta sensación, la certeza de que
estaba a salvo junto al dragón más imponente que había visto nunca la dejó
muy desconcertada. Aquellas criaturas eran sinónimo de peligro, de muerte,
de algo malo que estaba a punto de suceder. Su mente estaba acostumbrada a
temer lo peor al estar frente a uno. Aquello no estaba bien, no era normal y a
su mente le costaba asimilarlo.
—Me cuesta creer que esté hablando con un dragón… que no me hayas
matado solo por haberte mirado.
«Puedo sentir tu intranquilidad. Veo en tus ojos que tu mente no acepta
esta situación. No te culpo. Nos culpó a nosotros, a mi raza, por todo el
terror que siempre han infundido en los demás seres y criaturas».
—Es solo que… eres un dragón… uno imponente…
«Y eso te asusta e intranquiliza. Es natural, son sentimientos que deberías
sentir pues los de mi raza no son de fiar».
—¿Lo eres tú?
«Esa es una muy buen pregunta. Una profunda. Para ti, sí soy de fiar, pues
tú y yo, aunque todavía no lo sabes ni comprendes, estamos unidos y
entrelazados en los hilos de un destino muy complicado al tiempo que
importante».
—No entiendo lo que me dices… —Nahia se llevó las manos a la
cabeza. Los mensajes de Garran-Zilar-Denbo, aunque comedidos, le
llegaban con mucha potencia.
«Perdona si mis mensajes te molestan. Estoy habituado a conversar casi
en exclusiva con los míos. Rara es la vez en la que puedo comunicarme con
otra criatura que no sea de nuestra raza. Intentaré suavizarlos».
—Te lo agradezco —Nahia decidió sentarse junto al estanque. En cuanto
lo hizo, el descomunal dragón se tumbó frente a ella. Era tan grande que
ocupaba toda la caverna.
«He de decir que me agrada tu compañía. Es un cambio que agradezco».
—¿Lo es? Pensaba que los dragones considerabais a las razas inferiores
seres insignificantes sin interés alguno y hablar con ellas consistía en una
pérdida de tiempo.
Garran-Zilar-Denbo movió la cabeza de arriba abajo asintiendo.
«Por desgracia muchos de los míos piensan así».
—¿Muchos? ¿No todos?
«No todos. Hay dragones como yo que aprecian a las otras razas,
incluidos a los Humanos».
—¿Otros dragones aparte de ti? —a Nahia le costaba mucho creer
aquello.
Garran-Zilar-Denbo entrecerró los ojos y la miró.
«Antes de responder déjame que te analice».
—¿Analizar? Eso no suena bien. ¿Va a dolerme?
«No, solo quiero asegurarme de que eres quien creo y que no me
equivoco contigo».
Aquello no tranquilizó a Nahia.
—¿Y si no soy quien crees que soy? ¿Me matarás?
El gran dragón de plata echó la cabeza hacia arriba.
«No soy de los que mata por diversión. Si no eres quien creo que eres,
no te mataré. Te dejaré ir. Podrás volver al mundo de arriba, a la academia».
Aquella respuesta le gustó más. Le daba una oportunidad de seguir con
vida. Debía tomarla y aprovecharla.
—De acuerdo, pero quiero tu palabra. Y no la olvides.
«La tienes. Te juro por mi honor que cumpliré mi promesa. Soy un dragón
milenario, tengo honor y muy buena memoria».
Nahia asintió y de nuevo tuvo aquella sensación extraña de que aquel
momento sería importante en su vida, la actual y la futura. Por qué sentía esto
no lo sabía y la desconcertaba. Era una especie de presagio. Debía estarlo
provocando el gran poder del dragón. Sea como fuere, Nahia lo sentía.
Cerró los ojos. No sabía qué le iba a hacer el dragón, pero prefería no
verlo. Deseó salir con vida e ilesa de aquella prueba. No estaba segura de
poder hacerlo, pero se arriesgó.
Garran-Zilar-Denbo miró a Nahia y comenzó a usar su energía. El gran
dragón soltaba destellos en argento, como latidos de poder que emanaban luz
hacia el exterior de su cuerpo. La cueva se iluminó con los destellos que
rebotaban en las paredes de roca. De la mente del dragón surgió un caudal
de energía plateada zigzagueante que fue hasta el torso de Nahia.
De súbito sintió la energía del dragón interactuando con la suya propia.
Su dragón interior despertó y esto la asustó. Abrió los ojos. El caudal de
energía parecía entrar en su cuerpo y acceder a la suya. Iba a protestar
cuando se percató de que una esfera de energía comenzaba a formarse a su
alrededor. Lo más extraño era que se formaba con energía del dragón, pero
también con la suya. Podía sentir, casi ver, cómo la energía salía de su
dragón interior y en lugar de estar a su alcance, salía hacia el exterior para
juntarse con la de Garran-Zilar-Denbo y crear la esfera.
—¿Qué es esta esfera? ¿Qué me haces?
«Tranquila. Nada malo te ocurrirá. Solo tienes que relajarte».
¿Relajarse? ¡Cómo iba a relajarse en aquella situación! Un dragón
milenario la estaba analizando y en el proceso estaba accediendo y
manipulando su propia energía interior. Era una situación inimaginable. Cada
vez estaba más nerviosa.
Poco a poco la esfera terminó de formarse y se vio envuelta en ella hasta
que la rodeó por completo. De pronto la esfera emitió un resplandor
plateado y del cuerpo de Nahia comenzaron a surgir hilos del mismo color
hasta alcanzar la capa exterior de la esfera. Los hilos se movían como si
tuvieran vida propia y se desplazaban por el interior de la esfera sin romper
el contacto en un extremo con el cuerpo de Nahia y en el otro con la capa
exterior de la esfera.
Garran-Zilar-Denbo envió más energía a través del caudal que había
formado y Nahia apreció cómo hilos del dragón entraban y se entrelazaban
con los suyos. Un espectáculo extraño e inquietante comenzó a producirse.
Los hilos que partían de su cuerpo y los que entraban desde el exterior se
entrelazaban. No solo eso, se movían por el interior de la esfera
recorriéndola.
Nahia no comprendía nada de lo que sucedía, pero le parecía de lo más
insólito. Por fortuna no sentía dolor, no parecía que le estuviera causando
ningún mal, por lo que no podía quejarse, si bien no le gustaba que la energía
del dragón estuviera interactuando con la suya. Le parecía como si le
estuviera invadiendo su intimidad, su privacidad. Por otro lado, esos
conceptos para un dragón con toda seguridad no existían. Un dragón creía
tener poder sobre todo, y no solo poder, sino soberanía.
Por un largo rato Garran-Zilar-Denbo continuó enviado energía y
permitió que los hilos bailaran unos con otros cambiando de pareja y
recorriendo su interior en constante movimiento. Nahia comenzó a sentirse
algo cansada, como si aquellos hilos danzantes le estuvieran robando
energía. Poco a poco, según continuaba el análisis, fue perdiendo el sentido
del tiempo. Cuando por fin terminó, no supo cuánto había permanecido en la
bola de energía, pero imaginó que mucho. La esfera se disipó un momento
después de que Garran-Zilar-Denbo dejara de enviar energía.
«¿Cómo te encuentras, Nacida de la Llama»?
—Me llamo Nahia, y me encuentro agotada —se sentó en el suelo junto
al estanque—. ¿Qué me has hecho?
«El cansancio que sientes es normal, se debe al uso de tu energía interior,
de tu poder».
—Yo no he utilizado mi poder.
«Yo lo he utilizado. Estoy seguro de que no estás contenta de que esto
haya sido así, pero era necesario».
—¿Necesario para qué?
«Para asegurar que tu destino y el mío están entrelazados».
—Eso suena muy profético. Yo no creo del todo en esas cosas…
«Y haces bien, pues creer a ciegas en algo es de necios».
—En eso te voy a dar la razón.
«He vivido mucho tiempo. Algo de conocimiento y sabiduría he
atesorado con el paso de los años».
—¿Están nuestros destinos entrelazados? ¿Soy la persona que crees que
soy?
Garran-Zilar-Denbo levantó la cabeza y miró hacia la oscuridad fuera de
la cueva. Se quedó pensativo por un largo momento sin decir nada y Nahia
pensó que había metido la pata al preguntarlo de forma tan directa. Se había
molestado.
«Nuestros destinos están entrelazados» afirmó por fin y el mensaje le
llegó como si fuera una proclamación.
—Oh… vale…
«Y sí, eres la persona que pensaba que eras».
—No me lo has explicado… ¿es eso malo para mí?
«Eso depende de lo que quieras lograr en tu vida, o cómo desees vivirla,
Nahia».
Le sorprendió que el dragón se refiriera a ella por su nombre. Le pareció
hasta chocante. Un dragón tan poderoso e imponente como aquel llamándola
por su nombre… Era increíble.
—¿Y si digo que quiero vivir una vida tranquila?
«Me temo que no va a ser así, como ya estás viendo por el curso de la
que estas llevando».
—Pero yo no quiero esta vida que tengo. No quiero estar en esta
academia. No quiero servir a los dragones.
«La primera parte de tus deseos es ya demasiado tarde para cambiarla.
Estás aquí y debes seguir este hilo del destino y ver a dónde te conduce. En
cuanto a servir a los dragones, si no deseas hacerlo tendrás que cambiar el
destino de varios mundos y eso, me temo, requerirá de mucho sacrificio y
sufrimiento».
—Es decir, no tendré la vida tranquila que busco.
Garran-Zilar-Denbo negó con la cabeza.
«Me temo que no».
—Pero si sirvo a los dragones, ¿podré vivir una vida en relativa calma?
«Relativa, sí, siempre que cumplas sus designios en todo momento».
—Ya, de eso no tenía duda.
«Por ahora no debes preocuparte, estás en la academia. Sigue esa senda y
te conducirá a un destino importante».
—¿Estás tú también en ese destino?
«Lo estoy. En este lo estoy».
—Si elijo otro destino, otro camino, ¿nuestros destinos no se
encontrarán?
«Dependiendo de cuál sea, no. No todos tus destinos se cruzan con los
míos y viceversa».
Nahia se rascó la sien.
—No entiendo eso. ¿No tenemos un solo destino en la vida?
«Sí, y no».
—Odio esa respuesta.
Garran-Zilar-Denbo soltó lo que pareció una carcajada profunda. Nahia
no había oído nunca reír a un dragón y se quedó de piedra.
«Tenemos un destino final, al que nos conducen todas nuestras elecciones
y acciones. Sin embargo, ese destino final será diferente en función de esas
elecciones y acciones».
—No lo entiendo muy bien…
«Te pondré un ejemplo. Puedes elegir entrenar tu dominio de las armas
en lugar de tu magia para intentar ser la mejor con las armas de tu curso. Si
lo haces, tendrás un destino marcado por esa decisión. Puedes, por el
contrario, entrenar tu magia para ser la mejor con ella en lugar de con las
armas. Tu destino será diferente en ambos casos».
—¿Conseguiré ser la mejor?
«Depende del destino de otros».
—¿De otros? ¿No es mi destino?
«Lo es, pero el tuyo se ve afectado por las decisiones y acciones de
otros, por sus destinos».
—Pues vaya.
«El destino es complicado y volátil. En cada momento en el tiempo en el
que se mide puede mostrar una cosa u otra muy diferente. No hay un destino
cierto e inamovible».
—Bueno, uno hay. Todos morimos.
Garran-Zilar-Denbo sonrió y Nahia se sorprendió una vez más de ver la
boca de un dragón curvarse de aquella manera.
«Eso es cierto, pero el cuándo y el cómo es lo que componen ese destino
final».
—Vuelvo a no entenderlo muy bien y estoy agotada…
«No te preocupes. Lo que quiero que sepas es que nuestros destinos están
unidos y son importantes. Esta es la primera revelación que te voy a hacer».
—Entonces no corro peligro contigo…
«Al contrario. Yo te ayudaré».
Nahia se quedó más perpleja todavía. ¿Acababa un dragón poderoso de
decirle que la iba a ayudar? No tenía ningún sentido.
—¿Ayudar?
«Así es. Primero a salir de aquí con vida esta noche. Es muy tarde, debes
regresar a la superficie y continuar tus clases».
—No puedo regresar con los Tergnomus, los dragones me matarán.
«No lo harán».
—¿No? —Nahia lo miró con grandes ojos.
«No, porque estás bajo mi protección».
—¿Y cómo lo sabrán ellos antes de devorarme?
«No te preocupes, lo sabrán. Ahora ve, sigue el camino de plata hasta la
entrada. Los Tergnomus están allí».
Nahia no sabía qué pensar de aquello. Le parecía demasiado bonito para
ser verdad. No es que no le creyera, el sentimiento que llegaba con sus
mensajes era de honestidad. No creía que Garran-Zilar-Denbo la estuviera
mintiendo o engañando, pero le costaba creer que fuera a salir de allí con
vida.
—Está bien, regresaré por el camino —dijo Nahia y se puso en pie. No
tenía más alternativas, tampoco podía quedarse allí y perder clases.
«No salgas de él y no te ocurrirá nada».
Suspiró y asintió. Abandonó la cueva y llegó hasta el camino de plata. Al
pisarlo, se iluminó. Esto le dio un poco más de confianza. Comenzó a
caminar de vuelta hacia donde habían iniciado el reparto. Era un camino
largo y lleno de dragones y otras criaturas al acecho y se sentía muy cansada.
Respiró y se armó de valor. Si quería seguir con vida debía llegar hasta
la superficie, por muy lejos que estuviese. Avanzó con cuidado e intentando
ir por el centro del camino. Pasó por delante de la cueva del gran dragón
rojo y miró de reojo hacia el interior. Entre la oscuridad vio los ojos de
fuego del dragón.
«Suerte en tu regreso» envió Lehen-Gorri-On junto a un sentimiento de
que no debía temer. No se fio de aquel sentimiento y continuó por el camino
con ritmo algo más rápido. Ya intuía que el dragón rojo no le haría nada,
pues era servidor del gran dragón plateado, pero sintió un alivio importante
al dejar su cueva atrás.
Siguió su ruta de regreso y llegó a una zona donde había otros dragones.
Esto la intranquilizó. No estaba en la zona de los poderosos, sino en la
anterior. Los poderosos no la habían molestado, pero estos quizá no fueran
seguidores de Garran-Zilar-Denbo. Y si no lo eran podían comérsela.
Pasó por delante de una caverna de la que recordaba que había salido un
dragón brillante con intenciones de atacar. El dragón volvió a salir y avanzó
hacia ella con la boca abierta. Nahia no tenía ninguna duda de que iba a
devorarla. Se mantuvo en la mitad del camino. El gorro y el cinturón
destellaron y el dragón cristalino salió despedido de espaldas. Nahia
aceleró el paso. El dragón se recuperó y volvió al ataque.
«¡Te voy a comer viva!» llegó la promesa del dragón.
En ese momento una esfera plateada rodeó a Nahia. Tenía varias runas de
dragón a su alrededor. No sabía qué significaban, pero brillaban con fuerza.
El dragón brillante se detuvo dónde estaba.
«¿Estás bajo la protección de Garran-Zilar-Denbo? Has tenido mucha
suerte, Humana» envió y se retrasó.
Nahia no podía creer su suerte y continuó escapando por el camino. Un
dragón blanco salió a su encuentro de una caverna al otro lado. Ya lo
esperaba, lo había visto antes. El dragón vio la esfera con las runas y se
detuvo.
«Estás protegida por Garran-Zilar-Denbo. Puedes pasar» envió y se
retiró.
De nuevo apresuró el paso. Al parecer, Garran-Zilar-Denbo tenía mucha
influencia en aquel submundo. Así pudo comprobarlo cuando sucedió algo
similar con los siguientes dragones con los que se topó. Consiguió pasar sin
que ninguno de ellos atacara y sintió un alivio tremendo cuando salió de su
zona.
El último tramo del trayecto era de criaturas monstruosas, pero no
dragones, así que estaba protegida por el cinturón.
Al llegar hasta donde estaban los Tergnomus vio el grupo de carros
vacío. Fue hasta la puerta por la que había salido y la aporreó con fuerza. Un
momento más tarde la puerta se abrió. Con ojos como platos Burgor la miró
sin poder articular palabra.
—Ya estoy de vuelta —dijo Nahia.
Burgor pestañeó con fuerza.
—Imposible… —masculló.
—No hay nada imposible conmigo —dijo Nahia y entró.
Capítulo 14

A la mañana siguiente, con la primera luz, Aiden ya estaba de pie


dispuesto a empezar la jornada lleno de energía.
—¡Ha amanecido! ¡Todos arriba! ¡Tenemos que apresurarnos! —avisó
como era habitual en él y comenzó a vestirse.
Taika saltó del camastro con agilidad felina y en un abrir y cerrar de ojos
estaba preparado. Los movimientos del tigre eran rápidos, coordinados y
certeros.
—Buenos días —saludó a Aiden.
—Me encanta que no tengamos que ir a formar a primera hora —expresó
Ivo, que se levantó con lentitud y se puso a vestirse con tranquilidad.
—Lo dices porque puedes ir de aquí a desayunar —dedujo Aiden.
—Nada mejor que despertar y reponer fuerzas —sonrió el Tauruk y
estiró los brazos.
—¿Por qué tenéis que hacer siempre tanto ruido por las mañanas? —dijo
Dafne con tono de enfado según se levantaba al otro lado del biombo.
—Eso mismo, ¿acaso no sabéis que interrumpís mi sueño de belleza? —
se le unió Lily sin salir de la cama.
—Es de día, hay que ponerse en marcha —fue la respuesta de Aiden, que
no aceptaba réplicas.
Nahia seguía dormida y el alboroto hizo que se diera la vuelta en el
camastro. No despertó.
Dafne y Lily se levantaron y prepararon a regañadientes. No tenían
elección, había que comenzar el día de formación. No tardaron mucho en
estar todos preparados, a excepción de Nahia, que no se levantó.
—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Dafne mirándola con ojos
preocupados.
Sus compañeros se acercaron a ver qué sucedía.
—¿A qué hora llegó? —preguntó Ivo.
—No lo sé, pero creo que no hace mucho —respondió Dafne.
—Hace poco, sí —confirmó Taika—. Tengo sueño ligero, la he oído
entrar.
—Pobrecita, entonces estará agotada y muerta de sueño —comentó Lily.
—Contra todo pronóstico está viva, que es lo importante —puntualizó
Taika con tono suave.
—Sí, me tenía muy preocupado su castigo. ¿Qué le habrán hecho a la
pobre? —Ivo puso cara de inquietud.
—Ya nos lo contará. De momento parece que está viva y bien, lo que es
una pequeña gran victoria —se alegró Dafne.
—Sí, yo también estaba preocupadísima por ella. Me temía lo peor…
Pero ha sobrevivido. Es estupendo —confesó Lily.
—Tiene que presentarse a la formación —dijo Aiden—. No hay excusa
para faltar a una clase. No lo admitirán.
—¿Ni por un castigo mortal? —Dafne arrugaba la nariz.
Aiden negó con la cabeza.
—Si no se presenta la volverán a castigar.
—¡Malditos dragones! —exclamó Dafne.
—Podemos dejarla dormir y venir a buscarla después del desayuno —
propuso Lily.
—No es buena idea. Ayer no cenó, si hoy no desayuna desfallecerá en la
formación y será todavía peor —explicó Taika.
—Tiene razón, debe comer algo. Además, si la castigan de nuevo se
quedará sin comer otra vez y eso sería fatal —Ivo asentía.
—Entre sueño e inanición, en su situación, yo diría que es más
importante comer —razonó Lily.
—Está bien, despertémosla —dijo Dafne con expresión de que no
quedaba otra solución.
Despertaron a Nahia, a la que costó horrores levantarse. Lo hizo cuando
Dafne le vertió un poco de agua en el rostro.
—¿Ya… es de… día? —preguntó confundida sin poder abrir del todo los
ojos.
—Sí, tienes que ponerte en marcha —dijo Taika—. ¿Puedes? ¿Necesitas
que te ayudemos?
Ella negó entre bostezos.
—Podré… solo estoy cansada… me falta sueño.
—Nos tienes que contar qué te ha pasado —pidió Lily.
Nahia asintió.
—Es… largo… e increíble… Os lo cuento luego…
—Sí, ahora a desayunar. Luego nos cuentas —dijo Dafne, que la ayudó a
vestirse para que fuera más rápido.
Llegaron al comedor y esta vez lo encontraron lleno. Todos los alumnos
de los tres cursos estaban allí o llegaban en esos momentos. Se dirigieron a
su nueva mesa y se sentaron. La pequeña caminata había despertado a Nahia,
que ya bostezaba menos. Comenzó a pensar en todo lo sucedido la noche
anterior y se le pasó el sueño de inmediato cuando las emociones de lo
vivido la asaltaron.
—Vamos, a comer —Ivo no perdió un momento.
—Hay que estar fuertes —dijo Aiden siguiendo al Tauruk.
—¿Quieres que te traiga tu ración? —preguntó Lily a Nahia.
—Si no te importa… me faltan las fuerzas…
—Para nada —sonrió ella y fue a pedir.
—¿Seguro que estás bien? —se preocupó Dafne.
—Sí, tranquila. Conseguí sobrevivir.
—¿Tan grave fue la cosa? —preguntó Taika.
Nahia asintió.
—Muy grave, me salvé por los pelos.
—¡Vaya! ¡Qué mal! ¡No hay derecho a lo que te hacen! —Dafne estaba
enfadada.
—Desayunemos y os lo cuento, ha sido toda una aventura.
—De acuerdo —Dafne se levantó y fue a por su ración.
Taika miró a Nahia a los ojos.
—Cuenta con nosotros para lo que necesites. Te ayudaremos.
—Gracias, Taika. En este lío me he metido yo sola y soportaré el castigo.
Pero te lo agradezco de verdad porque sé que lo dices de corazón.
Taika asintió y se levantó a por su ración.
Nahia miró alrededor. Comenzaba a estar algo más despejada, aunque no
del todo. La falta de sueño hacía estragos en la mente. Se dio cuenta entonces
de que su antigua mesa estaba ocupada. Vio a un grupo de seis jóvenes de
quince años recién llegados. Sus expresiones de miedo, angustia y de estar
totalmente perdidos eran inconfundibles. Sintió una lástima tremenda por
ellos. Eran la nueva Escuadra Ígnea de primero. Junto a ellos estaban las
escuadras Candente y Ardiente en las mesas contiguas. Todos ellos tenían la
misma expresión de corderos a punto de ser degollados. A Nahia se le
hundió el corazón al ver lo jóvenes que eran y lo aterrorizados que estaban.
Sobre todo, sabiendo lo que iban a sufrir y que algunos no sobrevivirían al
primer año.
—Mirad, pobrecillos —dijo a sus compañeros cuando regresaron todos
y se pusieron a comer señalando con la cabeza hacia las mesas.
—Somos nosotros el año pasado —comentó Dafne y resopló con
expresión de pesar.
—Desdichados, parecen muertos de miedo —comentó Lily.
—Eso es porque lo están. Puedo oler su miedo desde aquí —afirmó
Aiden.
—Tú no puedes olerlo, en todo caso sería Taika, que es un Felidae —le
corrigió Dafne.
—Los Drakónidos podemos sentir el miedo de nuestros rivales tan bien o
mejor que los Felidae —afirmó Aiden muy tieso.
—Los Drakónidos sois unos cabeza de roca sin sentimientos. Deberías
ser más compasivo. ¡Pobres novatos! —reprochó Dafne.
—No hay lugar para la compasión en la Senda de los Dragones.
Deberíais saberlo ya. Morirán o vivirán en función de si son débiles o
fuertes.
—Que no la haya en la Senda no quiere decir que no puedas sentir
lástima por ellos —discutió Nahia.
—Que son unos desdichados ya lo veo. Si pudiera avisaría a los
Drakónidos de ese escuadrón, pero os recuerdo que no podemos hablar con
ellos —replicó Aiden.
—¿Los avisarías por compasión? —quiso saber Nahia y echó la cabeza
atrás por la sorpresa. No esperaba aquello de Aiden.
—No. Los avisaría para que estén mejor preparados ante las
adversidades que tendrán que afrontar y sufrir. Para que sean más fuertes,
para que demuestren que son verdaderos Drakónidos.
—De cabeza de piedra —añadió Dafne con expresión de que no había
solución para los de esa raza.
—Es una lástima que tengan que pasar por lo mismo que nosotros. No
está bien. El sufrimiento enseña, pero no debe ser la manera elegida para
formar —se pronunció Ivo—. Hay formas mucho mejores y que trabajan la
paz interior y el equilibrio con uno mismo y su entorno.
—Los dragones no son amigos del equilibrio y la paz interior, y menos
del entorno —dijo Dafne.
—Es todo lo contrario —aseguró Lily asintiendo—. Solo quieren guerra
y destruirlo todo.
—Hay mejoras maneras de enseñar, eso es muy cierto. Sin embargo,
cuanto antes entiendan cómo funcionan las cosas aquí y se adapten, más
posibilidades tendrán de sobrevivir —expresó Taika.
—Tienes razón… Ojalá pudiéramos avisarles… —deseó Nahia.
—No lo veo muy factible —dijo Dafne y miró a los dos dragones que
vigilaban la estancia.
—No podemos avisar ni hablar con nadie. Está completamente
prohibido. ¿Es que queréis morir? —exclamó Aiden con incredulidad.
—Solo quiero ayudarles… explicarles lo que hemos vivido… igual
salvamos a algunos —comentó Nahia.
—Si te descubren nuestros señores dragones morirás por desobediencia.
Te matarán donde estás por romper un mandato —añadió Aiden.
—Como te chives te arranco los ojos —amenazó Dafne y le lanzó una
mirada de odio.
—Yo no voy a chivarme. Si hacéis algo indebido y os descubren será por
vuestra culpa, no la mía.
Nahia resopló.
—De todas formas, no es momento de hacer nada arriesgado e impulsivo
—se dio cuenta. Ella no estaba en condiciones.
—Sobre todo aquí. Recuerda que aquellos dos vigilan siempre —Dafne
hizo un gesto con la cabeza hacia los dos dragones en medio del comedor
que vigilaban la estancia.
—Ya, este no es el mejor sitio para hablar… —razonó Nahia, que sabía
que aquel no era el lugar para hacerlo. O si lo era, necesitaban un plan, una
estrategia para no ser descubiertos.
—Mejor cuéntanos lo de tu castigo. ¿Cómo ha sido? —preguntó Lily, que
se acercó hacia Nahia sobre la mesa llena de interés.
—Sí, eso. Cuéntanos —dijo Dafne, que dejó de comer para atender
mejor.
Nahia resopló.
—Está bien, os lo cuento…
Nahia bajó la voz y les contó todo lo sucedido en las mazmorras con todo
el detalle que pudo. Todavía tenía la cabeza un poco embotada por la falta
de sueño, pero le pareció que no se dejaba ningún detalle importante. Todos
escuchaban con las cabezas echadas hacia delante sobre la mesa para oírla
mejor y prestando atención.
—¡Vaya! ¡Eso sí que no me lo esperaba! —exclamó Lily, que se llevó las
manos a la boca al darse cuenta de que había hablado demasiado alto y los
miraban desde las mesas de al lado.
—Es lo más extraño y extraordinario que he oído nunca —comentó
Dafne con grandes ojos de sorpresa.
—Toda una experiencia… Impresionante. Me alegro de que consiguieras
salir intacta de allí. Es todo un logro —dijo Taika.
—Yo también creo que es extraordinario que hayas sobrevivido. No
puedo creer que tengan dragones prisioneros ahí abajo —comentó Ivo con
expresión de incredulidad.
—A mí también me cuesta creer que haya dragones prisioneros… —
comentó Aiden—. Me parece extraño que se pueda encerrar a nuestros
señores… —Aiden miraba a los dragones de vigilancia intentando
imaginárselo.
—Pues son mucho más grandes y peligrosos que esos —dijo Nahia.
—A este lo que le sorprende es que haya dragones que no son perfectos y
han sido aprisionados —dedujo Dafne mirando a Aiden con una ceja
enarcada.
Aiden negó con la cabeza.
—Los dragones tienen rivalidades entre ellos y matan a otros dragones
fuera y dentro de los clanes. Eso lo saben los míos.
—Pero te sorprende que haya algunos que están prisioneros —dedujo
Taika.
Aiden asintió.
—Me cuesta aceptarlo, sí.
—Pues ya puedes empezar —dijo Dafne.
—Ese Garran-Zilar-Denbo es un dragón extraño. ¿Por qué crees que te
ha ayudado? —preguntó Lily.
Nahia se encogió de hombros.
—Algo sobre nuestros destinos, el suyo y el mío, me refiero. Dice que
están entrelazados o algo así. Tampoco lo entiendo muy bien.
—Es posible que ese dragón crea que tu destino y el suyo están
conectados de alguna forma —explicó Ivo—. Existe la creencia de que
algunos seres están unidos por el destino.
—¿En qué cultura? En la mía no —negó con la cabeza Lily.
—En la mía tampoco —se unió Taika.
—En la de los Drakónidos tampoco. Nosotros creemos que cada uno se
labra su destino con esfuerzo y sangre.
—Ya, sobre todo sangre —respondió Dafne—. En mi cultura sí tenemos
algo de esto, pero los temas filosóficos y místicos no son mi fuerte.
—Me sorprende que haya esa creencia en la tuya, Ivo —dijo Nahia.
—Yo no he dicho que la haya —replicó él—. He leído sobre ello —
explicó.
—Oh, entiendo —Nahia asintió.
—Da igual lo que el dragón piense. Te sirve para sobrevivir allí abajo, y
eso es lo que cuenta —dijo Lily.
—Cierto, pero siempre es prudente conocer las motivaciones y razones
del comportamiento de otros. Sobre todo, si está la vida de uno en juego —
comentó Taika.
—Estoy muy de acuerdo con nuestro tigre —comentó Ivo—. Sería muy
prudente entender qué motivos tiene el dragón para ayudarte. Una simple
creencia puede no ser todo lo que hay detrás de su ayuda.
—¿Crees que me oculta algo? —Nahia se preocupó.
—Es un dragón, seguro que te oculta lo más importante. No te fíes de él
—aconsejó Dafne.
—No estoy de acuerdo. Te ha ayudado y deberías agradecérselo. Es un
gran honor —opinó Aiden.
—No escuches al amigo de los dragones —replicó Dafne—, solo te
llevará por el camino de la perdición.
—Solo digo que deberías agradecer a un señor dragón su ayuda. No es
nada común que la presten a alguien de una raza inferior —puntualizó Aiden.
—Raza esclava, de inferior nada —corrigió Dafne.
—Ellos nos ven así —Aiden se encogió de hombros.
—Pues no deberían y tampoco mantenernos esclavos —opinó Lily.
—Eso mismo estaba pensando yo —dijo Nahia.
—Se me contagian tus ideas —sonrió Lily.
—Tengo que volver esta noche a ese mundo, si vuelvo a hablar con él se
lo agradeceré. No me cuesta nada y, aunque sea un dragón, un
agradecimiento le debo.
—Pero no te fíes de él —insistió Dafne.
—Eso, no creas todo lo que te diga. No sabes qué quiere de ti —advirtió
Lily.
—Entiendo vuestra preocupación, yo tengo la misma, no penséis que no.
No tengo ninguna gana de volver a ese mundo subterráneo de horror.
Además, ni he terminado todo un día, a saber si más adelante en mi ruta de
reparto me espera algo peor.
—Dudo que sea peor que dragones que te quieren comer porque te
encuentran deliciosa —comentó Lily.
—Por sangre fresca —añadió Dafne.
Nahia resopló.
—Ya, eso también.
—Me intriga que se presentara como un Dragón Primario. ¿Alguno sabe
lo que significa eso? —preguntó Taika.
Nahia, Lily, Dafne e Ivo negaron con la cabeza. Tras un momento todos
miraron a Aiden.
—No sé lo que significa, no lo había oído antes —comentó el Drakónido.
—Vaya, algo de los dragones que no sabes, ¡toda una novedad! —se
burló Dafne.
—Nunca he dicho que lo sepamos todo sobre nuestros señores. Su
cultura e historia es milenaria y muy profunda.
—Decir no, hacer como que sí… pues sí —dijo Lily.
—Podemos buscarlo en la biblioteca. Quizá allí esté esa información —
comentó Ivo.
—Buena idea. Lo preguntamos con disimulo. Esos Exarbor que hacen de
bibliotecarios son muy fisgones y sospechan de todo —dijo Dafne.
—Esperemos que no sea un tema prohibido —comentó Lily.
—Mientras averiguamos qué es y qué quiere ese dragón milenario
plateado, ándate con mucho ojo allí abajo —aconsejó Dafne.
—Descuida, lo haré. No quiero morir y menos allí.
—Eso, nada de morir —se unió Lily.
—Pongámonos en marcha, hay que ir a clase —comentó Aiden.
—Puffff…. A ver cómo lo aguanto —resopló Nahia, que tenía un sueño
tremendo.
—Tranquila, te pellizcaremos para mantenerte despierta —dijo Lily
sonriendo.
—Bien pellizcado —dijo Dafne e hizo en gesto con los dedos.
Nahia puso cara de horror.
—Qué suerte la mía de teneros de compañeras…
—¡Ya lo creo que sí! —exclamó Lily riendo.
—¡Ya quisieran otras! —afirmó Dafne también riendo.
Capítulo 15

Salieron del comedor y se dirigieron a la Plaza de la Senda. Encontraron


al Exarbor con peto rojo en el lado este de la fuente. Nahia seguía pensando
que aquellos Exarbor se ponían cada día en un lugar diferente para jugar con
los pobres alumnos, que se veían obligados a revolotear alrededor de la
fuente esquivando a otros alumnos hasta encontrar su color. Como era solo el
segundo día del curso, el caos y la confusión entre ellos eran todavía
ostensibles, y no solo entre los de primer año, que eran los que más perdidos
estaban, también entre los de segundo. Los de tercero parecían mantener la
calma y saber cómo funcionaba todo, aunque quizá solo aparentaban.
—Escuadrón Rojo… Escuadra Ígnea… Segundo año… Segundo día…
Semana uno… Formación de Armas de Segundo… Edificio de las Armas...
Aula de la Estrella Fugaz —informó el Exarbor de peto rojo con su habitual
parsimonia.
Todos se extrañaron de escuchar la denominación del aula, pero ya se
imaginaban lo que pasaba así que no preguntaron. El edificio de formación
era el mismo al que habían ido el primer año, lo que cambiaba era la sala.
—¡Adelante! ¡Nos espera formación de armas, mi favorita! —Aiden no
esperó ni un segundo y echó a correr al trote.
Lily resopló y Dafne puso los ojos en blanco. Taika sonrió mientras Ivo
parecía perdido en sus pensamientos mirando al cielo azul, donde un sol
brillaba esplendoroso.
—Será mejor que vayamos tras él o montará en cólera cuando llegue al
edificio y vea que no le seguimos —dijo Nahia.
—Sí, será lo mejor —asintió Taika y echó a correr tras él.
Lily, Dafne y Nahia los siguieron con Ivo cerrando el grupo. El Tauruk
tardó un momento en volver de sus divagaciones.
Según corrían pudieron apreciar que el resto de las escuadras de los
diferentes cursos también lo hacían. Esto provocó cruces entre ellas y
algunos atascos y tropezones, pero en breve la congestionada plaza quedó
desierta y todos los alumnos se dirigieron puntuales a sus clases. Subidos a
sus atalayas de vigilancia, los dragones los observaban correr. Nahia, que
miraba a los vigías según trotaba, pensó que seguro que les divertía verlos
correr así. Para ellos no eran más que criaturas inferiores a las que
disfrutaban maltratando.
Aiden se detuvo a unos cien pasos frente a ellos.
—¡Vamos, no lleguemos tarde! —urgió.
—No podía faltar —comentó Dafne.
—El comentario y su expresión de incredulidad porque no corremos con
toda el alma son ya casi imprescindibles —añadió Lily.
Llegaron al Edificio de Armas, que era inconfundible. Tenía una
estructura como una gran fortaleza alargada sin muralla alrededor,
seguramente para hacer más fácil acceder al interior. A Nahia siempre le
había parecido que a aquella fortaleza le habían quitado las murallas o que
estarían enterradas en el suelo y cualquier día ascenderían para rodearlo. El
edificio era enorme, como todos en aquella academia, y formaba un
cuadrado con una plaza descubierta en su interior. Cada uno de los cuatro
lados de la fortaleza albergaba estancias y aulas de formación. En el centro
de la parte frontal del edificio principal se apreciaban desde la distancia el
cuchillo, la espada, la lanza y el escudo. Eran de color de plata y grandes.
Nahia sabía ahora que esas serían las armas que todos tendrían que dominar
en los tres años de formación. La daga ya la tenían dominada y aquel año les
esperaba la espada, por lo que tenían entendido. La lanza se estudiaba el
tercer año.
Entraron en el edificio junto con otra escuadra y se encontraron con otras
que corrían a sus clases.
—¡Rápido! ¡Ayer casi llegamos tarde y no quiero ese deshonor! —
gritaba Aiden mientras les hacía señas para que fueran más rápido.
—¿Es que no ves que el pasillo está atestado? —dijo Dafne, que no
podía pasar al haberse topado con la Escuadra Penumbra del Escuadrón
Negro. Se habían parado a un lado del pasillo y miraban en todas las
direcciones buscando su aula.
Lily los esquivó para seguir a Aiden. Las demás escuadras andaban como
ellos, con prisas y buscando sus aulas con expresiones de inquietud. Nadie
quería llegar tarde.
—Esto es un lío de gente —comentó Lily.
—Busquemos el aula Estrella Fugaz, a ver quién reconoce el símbolo.
No debería ser muy difícil —animó Taika sorteando a otros de segundo con
movimientos ágiles.
Ivo no estaba pudiendo sortear a nadie con su gran cuerpo y chocó de
frente contra un Kapro que se lo tomó mal.
—¡Mira por dónde vas, vaca ciega! —recriminó con malas formas.
—Mira tú por dónde vas, cabra loca —replicó Ivo sin inmutarse.
Los dos se miraron a los ojos con miradas de furia. Nahia, que iba
detrás, pensó que habría golpes. Mantuvieron las miradas fijas, como si
fuera un duelo, y comenzaron a resoplar fuerte por las narices hasta bajar las
frentes sin dejar de mirarse. Ahora daba la impresión de que se odiaban.
Nahia se detuvo junto a Ivo. Parecía que iban a chocar las cornamentas.
Echaron la cabeza para atrás para coger fuerza para la embestida. No lo
harían, aquello era de locos, o al menos a Nahia así le parecía.
De locos o no, tocaron cabezas con un fuerte ruido seco.
—¡Ivo! —exclamó Nahia, que no podía creer lo que su compañero
acababa de hacer.
—Es como los de su etnia arreglan los desencuentros —susurró Taika a
Nahia—. No te preocupes.
—Pero se pueden hacer daño.
—Lo dudo, tienen la cabeza y las cornamentas muy duras. Estos toques
de cabeza son algo tribal y aceptado en su cultura.
—Pues me parece de lo más bruto… y peligroso…
—Saben lo que se hacen, no te preocupes. Llevan haciéndolo desde la
infancia.
—Si tú lo dices… lo creo —Nahia puso cara de que le parecía
extrañísimo.
El Tauruk y el Kapro se miraron un momento más, como si se fueran a
matar. Parecía que iban a volver a enfrentarse. Refunfuñaron en su lengua y
luego se ignoraron por completo y cada uno siguió a lo suyo. Nahia pensó
que todavía le quedaba mucho por aprender y sorprenderse de las razas y
culturas de Kraido.
—¡Aquí, esta es! —llegó el grito de Aiden.
Lily llegó hasta él.
—¿Estás seguro?
—Claro que lo estoy. Soy un Drakónido, cuando decimos algo estamos
seguros.
—Bueno, a veces no estáis en lo correcto —dijo Lily con una sonrisa
pícara.
—¿Cómo? —Aiden miró a Lily con expresión de que lo que decía no
tenía sentido para él. Sus ojos de dragón se juntaron un momento y se le
quedó cara de total confusión.
La Escarlatum le dio una palmada en el hombro.
—Parece que uno de tus rayos de tormenta te ha frito la mente. Te
aconsejo que dejes de pensar un rato.
—Yo siempre estoy en lo correcto cuando afirmo algo, ¡y a mí no se me
fríe la mente! —protestó Aiden.
Dafne, que llegaba hasta ellos, lo oyó.
—Tú tienes rocas ahí dentro, nada más —dijo señalándole en medio de
su cabeza.
—Esta es en efecto el aula —dijo Taika señalando un símbolo en la
pared que parecía la representación de una estrella fugaz.
—Sí, además tiene un dos debajo —asintió Nahia, que había llegado a la
carrera siguiendo a Taika.
—¡Entremos rápido! —urgió Aiden.
—Falta Ivo… ahí viene —avisó Nahia.
Todos se giraron y vieron al poderoso Tauruk corriendo con pasos
pesados y algo lentos.
—Rápido, lo que se dice rápido, no es nuestro filósofo —rio Lily.
—Ágil y coordinado tampoco —comentó Dafne.
—Es fuerte y duro, con eso le vale y le sobra aquí —comentó Nahia.
—Cierto. Nuestros señores aplauden la fortaleza y la dureza del
combatiente —comentó Aiden.
—Este llegará tarde a la batalla, veréis —auguró Lily jocosa señalando a
Ivo con el pulgar.
—Cuando coge carrerilla puede alcanzar una velocidad aceptable —
comentó Taika con tono a la defensiva.
—Ya estoy aquí —dijo Ivo al llegar—. Los pasillos están colapsados,
parecemos pollos sin cabeza.
—Algo de razón no te falta —dijo Taika.
—¡Entremos, rápido! —Aiden no podía esperar.
Entraron sin perder más tiempo. La estancia era rectangular y estaba
dividida en tres secciones marcadas con líneas blancas. Nahia pensó que
sería una para cada escuadra, si bien podía tener otra funcionalidad.
Formaron en la del centro, ya que la de la derecha estaba ocupada por la
Escuadra Sombra del Escuadrón Negro que Nahia reconoció. La de la
izquierda era la Escuadra Radiante del Escuadrón Cristalino. Formaron y se
arrodillaban todos ante el gran dragón instructor que aguardaba al fondo de
la estancia.
Nahia lo miró sin levantar la cabeza, con disimulo. Era un dragón enorme
de color azul con vetas blancas que le bajaban por espalda y costado. La
mezcla de azul y blanco le pareció bonita. Luego vio los ojos despiadados
de la criatura y se dio cuenta de que aquellas escamas solo mostraban los
poderes que podía ejercer sobre ellos. Era una hembra, eso sí lo captó.
Nahia podía ahora distinguirlos después de haber pasado el primer año entre
ellos. Su rostro era menos brutal y algo más refinado que el de un macho y
los ojos más profundos. En cuanto a su fisonomía, no era tan musculoso
como un macho, aunque era un dragón grande. Nahia calculó que de unos
setecientos u ochocientos años de antigüedad.
«Soy la maestra de armas Spatia-Urdin-Nesk. Seré la encargada de
enseñaros. Soy un dragón maestro de armas, lo que significa que he dedicado
gran parte de mi larga existencia al estudio del arte de la lucha armada y eso
me convierte en una maestra con grandes conocimientos. He entrenado a
infinidad de alumnos de esta gloriosa academia y es para mí un honor
hacerlo. No me entendáis mal, es un honor porque sirvo a los míos y
proporciono guerreros entrenados para matar a nuestros enemigos,
independientemente de su raza, religión o creencias. Si alguien es declarado
enemigo de los dragones, morirá. Soy rígida, pero justa. Os recomiendo que
prestéis toda vuestra atención en todo momento y que deis todo cuanto tenéis
en esta clase. De esa forma no me pondréis en un compromiso. Castigar o
matar alumnos lo considero un desperdicio de tiempo y un doble insulto. Si
tengo que mataros lo haré sin dudar, pues así lo indica la Senda de los
Dragones».
Nahia se estremeció. Aquella instructora era dura. Sintió que, en efecto,
tenía muchos conocimientos. Se preguntó por qué los dragones estudiaban el
arte de las armas que usaban las razas inferiores, como ellos los
denominaban. Comprendió que era para luego enseñarles a ellos, pero le
pareció extraño. Podrían tener maestros de las propias razas y no molestarse
en aprender. Según lo pensaba, la respuesta a esa duda le apareció en la
mente: los dragones no se fiaban de que las razas inferiores enseñaran a las
otras razas inferiores. Ellos tenían que estar al mando y tener el control,
debían asegurarse de que la formación estaba al nivel exigido y los Brujos
de Dragón que formaban para la guerra a la altura de sus expectativas. Esta
certeza dejó a Nahia impresionada. Los dragones eran despiadados y
odiosos, pero también muy inteligentes y motivados. Eso no era bueno para
ellos.
«Comenzaremos el segundo año con el estudio del arma más noble, pero
también la más difícil de dominar: la espada. Si la daga os ha parecido un
arma letal, que lo es, la espada os parecerá diez veces más mortífera pero
también difícil de dominar. Algunos de vosotros la encontraréis demasiado
pesada y otros, demasiado desequilibrada comparada con la daga, mucho
más ligera y fácil de controlar. Y estaréis en lo cierto. Sin embargo, la
espada es mucho más letal que la daga por alcance, potencia y versatilidad.
Eso es lo que vamos a aprender durante esta primera mitad del año. Todos y
cada uno de vosotros terminaréis convertidos en buenos luchadores con la
espada, o moriréis en el intento. No aceptaré torpeza o mediocridad. Si no
sois capaces de dominar la espada con habilidad, no alcanzaréis la segunda
parte del año. Un Brujo de Dragón debe manejar la espada con facilidad y
certeza, debe dominarla. No espero menos de vosotros y no aceptaré nada
menos».
Nahia supo que alguno no lo iba a conseguir. Era imposible que todos se
convirtieran en hábiles luchadores con la espada. Ya con la daga muchos,
incluida ella, habían tenido problemas que les había costado mucho
solventar. Ahora aquel dragón esperaba que fueran hábiles con un arma
mucho más difícil de aprender. Ella no lo iba a conseguir, se temía. Lo pensó
de nuevo y se dio cuenta de que si no lo lograba moriría. El dragón lo había
dicho muy claro: dominar la espada o morir. El segundo año de formación
estaba empezando con demasiadas complicaciones.
«Tres maestros de la espada de las razas inferiores me servirán de
ayudantes» envió Spatia-Urdin-Nesk y un Felidae con apariencia de pantera
negra, un Escarlatum y un Humano, los tres varones, aparecieron de detrás
del gran dragón. Los tres vestían armadura pesada de acero y escamas de
tonos grises y dorados. Impresionaban con aquellas armaduras pesadas. A su
cintura portaban una espada larga con un mango con cruceta.
«Elegid escuadra» envió Spatia-Urdin-Nesk.
El Felidae se situó frente al Escuadrón Negro, el Escarlatum lo hizo
frente a la escuadra del Escuadrón Cristalino y el Humano ante la Escuadra
ígnea. Los tres desenvainaron su espada larga y la mostraron sujetándola a
dos manos frente a sus ojos.
Aquellas espadas eran de acero y largas. Solo de verlas, Nahia supo que
iban a pesar. Eran de doble filo con una empuñadura con una cruceta simple
con grabados de dragón. Cuanto más miraba las espadas, más segura estaba
de que su brazo no iba a poder con ellas. Quizá durante un rato, pero no toda
una clase.
«La espada es la más noble y letal de las armas. Debéis aprender a
manejarla y respetar su poder. Una espada sesga cuellos de un tajo y
atraviesa corazones de una estocada. Todos vosotros aprenderéis a hacerlo
con maestría».
Nahia tragó saliva. No se veía cortando cuellos y atravesando corazones
con una espada. Lo pensó un poco más. No se veía matando a otros por los
dragones, pero la imagen de ella cortando el cuello a un dragón y
atravesándole el corazón a otro le agradó. De súbito se dio cuenta de que lo
estaba pensando delante de un dragón maestro y desechó las imágenes de la
mente. No creía que pudiera leer su mente, pero Aiden había comentado
alguna vez que entre su pueblo existía la creencia de que los dragones más
poderosos de todos podían leer la mente de otros seres e incluso dominarla a
su voluntad. Solo de pensarlo Nahia sintió un escalofrío.
«Para aprender a luchar con la espada, y que no haya heridos y muertos
antes de lo necesario, practicaréis con espadas de aprendizaje. Son réplicas
exactas de las que tienen los maestros, pero sin filo ni punta, son romas.
Pesan lo mismo y están equilibradas, pero no tienen forma de herir, a menos
que le abráis la cabeza a alguien con ellas».
Los tres maestros desaparecieron un momento y regresaron con las
espadas de entrenamiento.
—Formad una fila —pidió el maestro Humano.
Como solían hacer en aquel caso, los chicos se pusieron a la izquierda de
Nahia.
El maestro les entregó las espadas de aprendizaje. Nahia lo observó.
Debía tener unos treinta y cinco años y era de estatura media, con el pelo
moreno muy corto. Tenía ojos marrones y expresión seria. Era fibroso, pero
no muy musculado. Parecía ágil y sus brazos eran fuertes. Se le hacía muy
extraño que aquel hombre fuera un maestro de la espada que servía a los
dragones. Era Humano, como ella, así que procedía de su tierra, de un
pueblo como el suyo o similar. ¿Qué hacía allí enseñando a otros a usar la
espada? ¿Cuál sería su historia? ¿Cómo había acabado así? No entendía
cómo podía ser. Le habrían obligado, eso era seguro. Pero, aun así, una cosa
era obligarles a luchar en sus guerras y otra a formar guerreros. Lo pensó
mejor. No, era la misma diferencia. Lo más seguro era que aquel hombre
destacase y fuese elegido para servir en aquel puesto. Sí, tenía que ser eso.
Nahia cogió su arma y en cuanto la tuvo en la mano supo que estaba en
graves problemas. ¡Aquella espada pesaba demasiado para ella! Miró de
inmediato a Dafne. La Fatum levantó la espada, la bajó y soltó un resoplido
de agobio. Lily sopesó la suya con una mano y luego la agarró con las dos.
La subió y la bajó. Hizo lo mismo con una sola mano de nuevo. Miró a Nahia
y a Dafne y puso los ojos en blanco.
A su izquierda, los chicos sopesaban las suyas y sus expresiones fueron
todo lo contrario que las de ellas. Ivo hizo un gesto de que aquel arma no
pesaba nada. En comparación con lo grande y fuerte que era él, la espada
parecía casi el juguete de un niño. Aiden hizo varios cortes y estocadas al
aire, se notaba que ya había usado una antes. A Nahia no le sorprendió, los
Drakónidos tenían ventaja en casi todo. Taika, por su parte, sopesó y midió
el arma. No parecía que supiera usarla, ya que no hizo ningún gesto con ella.
La sujetó con fuerza con una mano y dejando que la punta tocara el suelo la
levantó hasta su nariz unas cuantas veces. No dijo nada, pero su expresión no
era de preocupación.
Nahia suspiró. Ellas iban a tener serias dificultades con aquel arma. Se
alegraba de que ellos no, pero no era un consuelo. Tendrían que buscar una
forma de resolver aquel problema, porque era grave.
«El arte del manejo de la espada es un camino progresivo. Comenzaréis
con el estudio de los movimientos básicos de ataque y defensa. Los maestros
os enseñarán a ejecutar cada movimiento. Debéis entender que la espada se
maneja con todo el cuerpo, no solo con el brazo. Repetiréis estos
movimientos básicos hasta la extenuación, solo así podréis ejecutarlos luego
sin siquiera tener que pensar en ellos. Vuestra mente sabrá qué movimiento
utilizar en cada situación. Maestros, comenzad la formación».
El Humano miró a la Escuadra Ígnea.
—Mi nombre es Karl. Os mostraré los siete movimientos básicos del
arte del manejo de la espada. Los repetiremos en series de veinte
repeticiones y luego volveremos a repetir las series. Iré corrigiendo vuestra
postura, agarre, equilibrio, ataque y defensa. Cada vez que os corrija,
prestad total atención y aprended. Si no lo hacéis, no conseguiréis alcanzar
un dominio básico y ese será vuestro final. Yo no soy vuestro enemigo, pero
tampoco vuestro amigo. Soy vuestro maestro de espada. Respetad mis
enseñanzas y quizá logréis superar esta formación.
Nahia se quedó atónita. Aquel hombre ya impresionaba con aquella
armadura pesada de escamas, acero y oro, pero oírle hablar así la dejó
descolocada. No recibiría ayuda de aquel Humano por ser un igual. No es
que lo esperase, pero la idea había pasado por su cabeza. Tenía que
desecharla. Solo estaba allí para enseñarles, nada más. Nahia se preocupó y
mucho, ya que ella no se veía capaz.
Karl les mostró la espada y luego realizó un movimiento sencillo para
mostrarles cómo sujetar el arma y ponerse en posición defensiva flexionando
las piernas.
—Hoy comenzaréis el aprendizaje del primero de los movimientos.
Emplearos a fondo.
En las primeras repeticiones Karl les indicó todo lo que hacían mal,
desde la pose al agarre del arma, para que lo fueran corrigiendo. Uno por
uno les fue indicando los fallos y cómo enmendarlos. Todos escuchaban e
intentaban seguir sus indicaciones, algunas de las cuales eran difíciles, sobre
todo las que tenían que ver con el equilibrio y la postura.
Nahia, Dafne y Lily no consiguieron terminar y tuvieron que parar a
media clase, derrotadas y rotas de cansancio. No podían con el peso de la
espada y la infinidad de repeticiones que el maestro les pidió realizar. Ni
siquiera Taika y Aiden pudieron. Las últimas repeticiones no consiguieron
levantar la espada. Solo Ivo logró realizar todos los ejercicios. Sin embargo,
su expresión mostraba que estaba agotado.
Nahia se fijó en las otras dos escuadras. Los resultados fueron muy
similares. Solo los Tauruk-Kapro conseguían finalizar la clase. El resto
parecían exhaustos y muy doloridos.
«Como podéis apreciar en esta primera clase, la espada requiere de
sacrificio de cuerpo y mente. Tendréis que trabajar ambos, y mucho. Ahora
marchad y pensad en lo que tenéis por delante».
Nahia abandonó la clase no solo agotada y rota, sino con la desesperanza
de que no iba a lograr pasar aquella formación.
Capítulo 16

Los días de formación y castigo fueron pasando lentos, agónicos. Nahia


estaba sufriendo y su cuerpo y mente se lo recordaban a cada instante.
Además, terminaba muy tarde el castigo en las mazmorras cada noche, con lo
que apenas dormía y las clases se le hacían eternas y agotadoras durante el
día. Ya de por sí eran muy duras y su cuerpo pagaba el precio. A esto se unía
que al no descansar lo suficiente, su mente también lo pagaba. Por fortuna su
castigo iba mejor de lo que había anticipado.
Había conseguido terminar toda la ronda sin incidentes, lo cual tenía a
Burgor muy sorprendido. El final del recorrido se desarrollaba por cavernas
con criaturas extrañas, pero no dragones, lo que le facilitaba la vida. Los
dragones la dejaban en paz y, mientras no tuviera un accidente y se saliese
del camino de plata, las otras criaturas no la podían tocar. Daba gracias por
las protecciones que llevaba, eso sí.
Algo que la tenía muy sorprendida era que Garran-Zilar-Denbo no había
hecho ningún otro intento de volver a hablar con ella. Cuando pasaba por
delante de su caverna en la ruta de reparto el gran dragón la observaba, pero
no decía nada. Nahia quería agradecerle su ayuda, pero como Burgor le
metía tanta prisa en aquella zona, no podía. También tenía dudas de si debía
o no acercarse al dragón de plata sin él requerirlo, así que saludaba con la
cabeza y el dragón le devolvía el saludo de la misma forma. Por alguna
razón, Nahia se sentía un tanto mal por no haberle agradecido su ayuda de
forma más apropiada.
El último día de su castigo todo se torció, empezando por el mediodía
cuando formaron ante su líder de escuadrón, como hacían todos los días. Por
lo general comenzaban con entrenamiento de formaciones.
«Todos firmes y en formación» envió Irakas-Gorri-Gaizt junto a un
sentimiento de que algo serio sucedía.
Todos obedecieron al momento. A Nahia le preocupó el sentimiento que
acompañó al mensaje de su líder. Observó con disimulo a los otros líderes y
escuadrones de segundo, que formaban como ellos en la plaza de armas.
Había caras serias.
«Veo que a nuestra Nacida de la Llama le interesan los otros
escuadrones. El único que debe interesarte es el tuyo». Nahia miró al frente
de inmediato y bajó la mirada al suelo. No miró a Irakas-Gorri-Gaizt, pero
estaba segura de que la estaba atravesando con su mirada de fuego.
«Hay quien no aprende, incluso siendo castigada. Me sorprende
sobremanera que haya sobrevivido hasta el día de hoy, eso es cierto. Te
queda una noche más que cumplir. ¿Sobrevivirás a tu última noche? Pocos
son los que sobreviven a este castigo. Muy pocos. ¿Serás tú una de las
afortunadas?».
Nahia no dijo nada, pero que Irakas-Gorri-Gaizt mencionara su última
noche de castigo lo encontró muy preocupante. ¿Acaso iba a pasar algo? Esa
sensación le daba, lo cual la preocupó sobremanera. Ella estaba contenta de
que solo le quedase una velada más. Recordó que Aiden había comentado
que los señores dragones lo sabían todo sobre su formación. Seguro que los
Tergnomus le informaban y le habían dicho que estaba por acabar, pero ¿qué
le importaba a él? ¿Acaso no quería que sobreviviese y le había preparado
algo malo para aquella noche? Se puso muy nerviosa.
Inspiró profundamente. No podía dejarse llevar por el miedo. Ella
esperaba superar su castigo y lo iba a hacer. Eso si no cometía alguna
torpeza y si Garran-Zilar-Denbo no retiraba su protección, claro. No tenía
por qué. Lo conseguiría. Tenía que conseguirlo y acabar con aquel tormento.
Una cosa sí la alarmaba desde hacía días: su cabeza. Aunque cada vez
realizaban el turno más rápido, tardaban gran parte de la noche, lo que
apenas le dejaba horas de sueño y la estaba matando. Tenía la mente
embotada y se sentía exhausta. Podía cometer un error grave por tener la
cabeza tan mal. Ella lo sabía y sus compañeros lo veían. La mente y el
cuerpo necesitaban de descanso o la persona dejaría de actuar como debía y
podría morir. No era diferente con las otras razas. La falta de sueño las
mataba a todas, a unas más rápido que a otras, pero a todas. Después de
haber aguantado una semana no iba a fallar la última noche, por muy agotada
que estuviera de cuerpo y mente.
«Hoy es un día especial en vuestra formación. Uno importante. Esta tarde
no tendréis clase».
Este anuncio intrigó a Nahia. Se alegraba de no tener clase, eso sí,
porque estaba muerta de cansancio. Sin embargo, que fuera un día importante
en la formación no le sonaba nada bien. Miró a Dafne y a Lily y por las
miradas que recibió de vuelta, ellas también estaban pensando lo mismo. Las
expresiones en las escuadras Ardiente y Candente también eran serias
exceptuando a los Drakónidos, que sonreían ligeramente. Ver sonreír a un
Drakónido era raro, lo que le llamó la atención. Nahia torció el cuello y
miró de reojo a Aiden a su espalda. También sonreía. Esto le convenció de
que lo que venía era malo, seguro.
«¡Vista al frente y mantened la concentración! Ha llegado el momento de
que afrontéis una nueva fase en vuestra formación en la academia. Esta fase
que comenzaréis hoy representa una nueva y enorme oportunidad para todos,
sobre todo para los que no habéis conseguido sobresalir en nada. Ahora
dispondréis de una oportunidad de hacerlo, os recomiendo que la
aprovechéis. Es una fase muy importante que cambiará todo el segundo año y
seguirá en el tercero».
Aquello iba sonándole a Nahia cada vez peor. Como las clases de magia
y armas y tener que entrenar diferentes formaciones con su líder todos los
mediodías no era lo suficientemente difícil y sufrido, algo adicional llegaba.
Por supuesto, iba a hacer que el segundo año fuera mucho más difícil.
Resopló. ¡Lo que les faltaba! Decidió no darle más vueltas al asunto hasta
saber qué era.
«Ahora prestad atención y haced como se os indique. Mantened la
formación» Irakas-Gorri-Gaizt se volvió y les dio la espalda para mirar
hacia el gran castillo. Esto sorprendió al escuadrón. Nahia se dio cuenta de
que los seis líderes hacían lo mismo.
No tardaron demasiado en descubrir el motivo. De la imponente fortaleza
aparecieron el coronel Lehen-Gorri-Gogor acompañado del comandante
Bigaen-Zuri-Indar. El coronel imponía con sus cincuenta varas de longitud y
escamas rojas con vetas lilas que le bajaban por la espalda crestada. A
Nahia le impresionaba no solo el tamaño sino la cabeza con cuernos largos
que se curvaban hacia atrás y sus ojos rubies, que parecían arder de odio. El
comandante también intimidaba, si bien algo menos, con sus cuarenta y cinco
varas de longitud y color blanco con vetas también lilas en los costados.
Ambos se acercaron a la plaza, magnificentes y terroríficos.
Impresionaban y mucho. Sin embargo, Nahia conocía un dragón que era
todavía más impresionante que aquellos dos, uno al que precisamente los
líderes de Drakoros mantenían prisionero en las profundidades de la tierra
bajo la fortaleza oscura de las mazmorras.
El coronel levantó la cabeza y se dirigió a todos.
«Líderes de escuadrón, alumnos de segundo año, hoy es un día especial.
Uno que el comandante y yo disfrutamos mucho, pues todos los años los
resultados que este día depara son un misterio. Siempre apostamos para ver
quién acierta más, y por lo general suele estar muy reñido, ya que es una
auténtica incógnita lo que nos depararéis».
A Nahia el “nos depararéis” le dio mala espina. Eso significaba que algo
iba a pasar con ellos. Se preocupó. ¿Moriría alguien? Estando el comandante
y el coronel de por medio, había una gran posibilidad de que así fuera.
Además, el coronel había mencionado apuestas, que se solían hacer cuando
había combates. Se inquietó mucho. Lily se movía intranquila y Dafne
resopló. Ellas también estaban nerviosas.
«Ha llegado el momento de realizar la Prueba de la Marca de Talento.
Esta prueba la realizan todos los de segundo año cada curso. Con la Prueba
de la Marca de Talento se descubrirá qué afinidad adicional tenéis cada uno
de vosotros además de la de vuestra magia elemental, que ya se reveló en el
primer curso» el coronel hizo un gesto al comandante con la cabeza y éste
continuó con el mensaje.
«Esta es una prueba individual. En ella se identifica qué otro talento
tenéis. La mayoría de vosotros, casi todos, tenéis uno. Alguno, esperamos
que muy pocos o ninguno, no revelarán ningún talento. Estos, los que no lo
revelen, se consideran seres incompletos y débiles y por ello, hoy será su
último día en la academia».
Nahia abrió mucho los ojos y echó la cabeza hacia atrás. No podían
hacer eso, no podían hacerles una prueba y expulsar a quién no la pasara.
Según lo pensaba se dio cuenta de que la expulsión de la academia era lo
mismo que la muerte. Los que eran expulsados no eran devueltos a sus casas,
los mataban. ¡Era de locos! ¡Ya llevaban todos un año de formación! ¿Por
qué pasar una prueba mortal ahora? ¡Malditos dragones! Nahia tuvo que
morderse el labio inferior con fuerza para no gritarles y decirles las
verdades sobre su malvada y retorcida raza. Se escuchó un murmullo de
inquietud a lo largo de las escuadras.
«Noto cierto desasosiego. ¡Líderes, que se comporten!» ordenó el
coronel.
«Todos quietos y en silencio. Formad con la mirada al suelo y no me
deshonréis o moriréis antes de la prueba» llegó el mensaje de Irakas-Gorri-
Gaizt.
«Muy bien. Continue, comandante» ordenó el coronel.
«Que entren en la plaza los Captadores de Talento» pidió.
De un lateral del castillo salieron cuatro dragones de unas treinta varas
de longitud. Los cuatro eran plateados y tenían vetas de diferentes colores
que les bajaban por la espalda. Según se acercaron Nahia pudo ver que eran
dos hembras y dos machos y que sus vetas eran de todos los colores
elementales. Le parecieron muy extraños. Los dragones pasaron junto al
comandante y el coronel y se situaron frente a ellos mirando hacia la plaza,
hacia los de segundo año.
«Espero que este año me deis una alegría. He apostado alto. ¡Empieza la
Prueba de la Marca del Talento!» anunció el comandante.
Los cuatro dragones de plata de vetas multicolor cerraron los ojos y
destellaron en argento casi al mismo tiempo. Comenzaron a usar su magia.
Todos los de segundo curso observaban muy inquietos, podían sentir la
poderosa magia que los cuatro dragones estaban invocando. Tras un
momento pudieron apreciar que una esfera comenzaba a formarse ante ellos.
Nahia se percató de que los cuatro dragones estaban enviando energía a la
esfera, que se expandió hasta tener el tamaño de dos Tauruk-Kapro.
Por un largo rato y en silencio los cuatro dragones continuaron formando
la esfera e imbuyendo energía en ella. Pronto todos pudieron ver que en el
interior había partículas de los seis colores elementales que parecían flotar y
al chocar las unas con las otras cambiaban de trayectoria. Era un efecto
curioso. Finalmente, los cuatro dragones abrieron los ojos y dejaron su
creación frente a ellos.
«La Esfera del Talento está preparada. Comienza la prueba.
Empezaremos por el Escuadrón Rojo. Irakas-Gorri-Gaizt, te deseo que
tengas suerte. Adelante» envió el comandante.
Nahia intentó controlar su intranquilidad. Que les tocara ser el primer
Escuadrón no ayudaba nada. Miró a Dafne, que arrugaba la nariz. Lily estaba
secándose el sudor de las manos en los pantalones.
«Escuadra Ígnea, adelante. En orden inverso de formación. Id hasta la
esfera. Cuando recibáis la confirmación, entrad en ella» envió Irakas-Gorri-
Gaizt.
Nahia pensó que le tocaba y fue a dar un paso hacia delante cuando Taika
se movió con rapidez. Se dio cuenta de que Irakas-Gorri-Gaizt había dicho
en orden inverso de formación y lo entendió. Taika se dirigió a la esfera con
paso ágil y felino, como siempre caminaba. Llegó hasta ella y se detuvo.
Delante tenía la esfera y, detrás de esta, los cuatro dragones plateados con el
comandante y el coronel a sus espaldas. Todo el mundo le miraba, pero no
parecía afectarle. Aguardó en silencio con la cabeza gacha y ni un solo gesto
o movimiento que denotara nervios. Nahia sintió envidia sana por su
compañero de escuadra. Ya quisiera ella poder controlar sus nervios y
sentimientos así…
«La esfera aguarda. Puedes entrar. Mantente quieto en su centro. Si tienes
un talento una runa aparecerá sobre tu cabeza y se grabará en el dorso de tu
mano hábil» les llegó a todos el mensaje al unísono de los cuatro dragones
plateados.
Taika dio un paso al frente y entró en la esfera. Era un campo de energía
que debía cruzar. Al entrar, las partículas multicolor comenzaron a moverse
a gran velocidad. Taika se situó en el centro y se quedó quieto, con la cabeza
gacha. De pronto, las partículas formaron seis aros a su alrededor. El
Felidae mantuvo la calma y no se movió. Los seis aros bajaron y subieron
varias veces mientras la energía de la esfera emitía brillos plateados. La
magia de los dragones estaba realizando algún tipo de análisis sobre Taika,
que mantenía la compostura pese al extraño proceso.
Nahia comenzó a preocuparse por su compañero. Deseó con todo su ser
que no le pasara nada. No podían matarle, eso no. Taika tenía muchas y muy
buenas cualidades. Seguro que obtendría una respuesta positiva, no podía ser
de otra forma. ¿Por qué no aparecía la runa?
Dafne y Lily se movían inquietas a su lado. Ninguna de las tres podía
contener los nervios por la suerte del Felidae. ¿Dónde estaba la runa? Taika
no podía morir allí así. Nahia entrecerró los ojos, pero no apareció ninguna
runa.
El estómago comenzó a darle vuelcos.
Capítulo 17

De súbito, una runa apareció sobre la cabeza de Taika en el interior de la


esfera y los anillos dejaron de moverse para volver a desintegrarse en una
infinidad de partículas de color. Nahia no la reconocía, pero era una runa,
por lo que Taika tenía un talento, el que fuera, y por lo tanto no iba a morir.
Resopló y sintió un alivio enorme.
Lily y Dafne resoplaban también a su lado.
«Tiene Marca de Talento, la Sombra» anunciaron los cuatro dragones a
la vez.
«Puedes abandonar la esfera. Saldrás de ella con tu Marca de Talento»
envió Irakas-Gorri-Gaizt a todos en el escuadrón.
Taika abandonó la esfera dando un par de pasos hacia atrás y se miró el
dorso de la mano derecha. Luego saludó con respeto a los dragones
inclinándose mucho sin mirarlos de forma directa y regresó a su posición.
Los ojos de todos los de segundo estaban puestos en él. Según Taika se
acercaba a su escuadra, Nahia se fijó en el reverso de su mano. Tuvo que
esperar hasta que estuviera muy cerca para poder vérsela bien. Taika se dio
cuenta de que sus compañeros miraban su mano y la giró hacia ellos para
que la vieran mejor. En negro tenía marcada la misma runa que había
aparecido sobre su cabeza en el interior de la esfera. Nahia dedujo que
significaba ‘sombra’ en el idioma simbólico de los dragones.
En cuanto ocupó su sitio, Ivo fue hacia la esfera. Por su forma de caminar
no parecía nervioso, iba tranquilo. El enorme Tauruk era de por sí tranquilo
y reflexivo, y Nahia no creía que aquella situación pudiera alterarle. Llegó
frente a la esfera y aguardó un momento con su gran cabeza y cornamenta
gacha.
«Puedes entrar, la esfera está preparada para buscar tu talento y crear tu
marca» le llegó el mensaje de los cuatro dragones plateados.
Ivo entró en la esfera con un paso largo. Cruzó el campo de energía que
era la superficie exterior de la esfera y las partículas multicolor
reaccionaron a su presencia. Se quedó quieto en el centro. Se crearon los
seis aros alrededor de su cuerpo y comenzaron a bajar y subir. Los destellos
plateados que emitía la esfera indicaban que el análisis estaba en marcha.
Nahia deseó que le saliera alguna marca, del talento que fuera. Tras un
momento, una runa apareció sobre la cabeza de Ivo y el análisis finalizó.
«Tiene Marca de Talento: Druida» anunciaron los cuatro dragones a la
vez.
Ivo salió de la esfera despacio mientras se miraba la marca en el dorso
de su mano. Saludó con respeto a los dragones inclinándose mucho como
había hecho su compañero y regresó a su posición. Nahia no tenía ni idea de
lo que significaba, pero le daba igual, tenía una marca que era lo importante.
El siguiente en ir a la prueba fue Aiden, muy convencido y con paso
firme. Entró en la esfera como si esperara que le fueran a salir no una sino
dos marcas de talento. A Nahia no le sorprendió y estaba segura de que a sus
compañeros tampoco. Lo observó. Por muy Drakónido que fuera, Nahia no
quería que le sucediera nada malo y deseó que le saliera un talento. Miró a
Dafne y a Lily y las dos pusieron cara de que esperaban lo mismo. Puede que
Aiden fuera difícil de aguantar, pero no merecía morir. Ninguno de ellos lo
merecía.
Al cabo de un momento, una runa apareció sobre su cabeza.
«Tiene Marca de Talento: Bárbaro» anunciaron los dragones.
Aiden salió de la esfera hinchado y tras saludar con muchísimo respeto
regresó hasta su puesto caminando orgulloso. Nahia no sabía qué significaba
la marca de Bárbaro, pero por el nombre y lo altivo que iba Aiden dedujo
que sería algún tipo de guerrero.
En cuanto Aiden se situó en formación, Lily le lanzó una mirada, suspiró
y se dirigió a la esfera, nerviosa. Caminaba con inseguridad. El miedo de no
conseguir un talento y la posibilidad muy real de morir le estaba afectando.
Nahia también sentía miedo por ella, pero lo iba a conseguir, estaba segura.
Lily entró en la esfera y aguardó. Los anillos realizaron el análisis
mientras ella intentaba permanecer quieta y no dejarse llevar por la
inquietud. A Nahia le pareció que la prueba de Lily estaba durando
demasiado, algo más que la de sus compañeros. Algo iba mal.
Comenzó a preocuparse de verdad.
—Vamos, Lily… —masculló entre dientes.
—Lo conseguirá, seguro —dijo Dafne a su lado en un murmullo de
ánimo.
Toda la escuadra estaba muy nerviosa. La runa no aparecía sobre la
cabeza de Lily y ahora era evidente que llevaba demasiado tiempo en el
interior de la esfera. Nahia miró a Dafne con ojos de miedo y su amiga la
miró también con gran inquietud.
Y la runa apareció.
«Tiene Marca de Talento: Encantadora» anunciaron los dragones.
Nahia y Dafne resoplaron de alivio a la vez.
Lily salió de la esfera y suspiró. Luego saludó con respeto y se dirigió a
formar. Cuando llegó les mostró la runa en el reverso de su mano.
—Por poco… —comentó aliviada en un susurro.
—Encantadora, te va muy bien —dijo Nahia en un murmullo.
—Eso sí, ha acertado cuando por fin se ha decidido a salir —afirmó Lily
y sonrió.
Dafne asintió y fue a la esfera. De nuevo el nerviosismo asaltó a Nahia.
Esperaba que todo fuera bien. Dafne era muy afín a la magia, así que seguro
que tenía algún talento relacionado con eso. La Fatum caminó con bastante
seguridad y entró en la esfera. Los anillos la analizaron y, para gran alivio de
todos, enseguida salió su runa.
«Tiene Marca de Talento: Sanadora» anunciaron los dragones.
Nahia se sorprendió. Dafne echó la cabeza hacia atrás y luego se miró la
runa con expresión de que debía haber algún error. Aguardó un momento por
si había una corrección y, al no haberla, se volvió a su sitio con cara de
circunstancia.
—No le pega nada —comentó Lily por lo bajo.
—Sí, eso estoy pensando yo también —susurró Nahia.
—Y ella piensa igual, mira qué cara —comentó Lily en un murmullo.
Llegó Dafne con expresión de incredulidad y Nahia se dio cuenta de que
le tocaba a ella. Había estado tan preocupada por sus amigos que ni había
pensado en sí misma. ¿Qué talento le saldría, si alguno? Toda su escuadra
había obtenido un talento, ella debía tener uno también. Con estos
pensamientos llegó hasta la esfera.
«Entra, la prueba aguarda» llegó el mensaje de los cuatro dragones de
plateados.
Nahia tomó aire, lo soltó y entró en la esfera. Vio cómo los anillos se
formaban a su alrededor y comenzaban el proceso de análisis. Aguardó
confiada. Ella quería que le saliera Sanadora, como a Dafne, que era lo más
natural. Después de todo ella era una curandera. Si le salía Sanadora podría
compaginar lo que ya sabía de curación con lo que fuera que aprendiese de
sanación, que entendía que sería de la parte mágica, aunque esto lo
desconocía. Eran simples elucubraciones ya que no les habían explicado
nada sobre cómo funcionaban los talentos ni qué iban a hacer con ellos.
Pasó un momento y un rato más. No salía runa alguna. Nahia comenzó a
ponerse nerviosa. Miraba sobre su cabeza mientras los anillos seguían
subiendo y bajando. ¿Por qué no salía nada? ¿No tenía un talento? ¿Iban a
expulsarla y moriría? Cuanto más tardaba la prueba más intranquila estaba.
Cerró los ojos e intentó calmarse. Quizá eran los nervios lo que interfería
con la prueba. Sí, seguro que era eso. Se calmó un poco. Respiraba hondo y
dejaba salir el aire en largos soplidos. Abrió los ojos. Podía ver la energía
de los cuatro dragones a su alrededor en el interior de la esfera, pero nada
sucedía.
Hizo un esfuerzo final por tranquilizarse, no debía dejar que el miedo la
pusiera nerviosa. Si estaba tranquila, el talento aparecería. Estaba
convencida. Continuó controlando su respiración y se relajó. Y una runa
apareció sobre su cabeza.
«Tiene Marca de Talento: Hechicera» anunciaron los dragones.
Nahia resopló muy aliviada. Se miró la mano y allí estaba la marca.
Estupendo. Lo había conseguido. En ese momento se dio cuenta de que le
había salido Hechicera. No estaba segura de lo que eso significaba, pero no
sonaba muy bien. Ella habría preferido mil veces Sanadora. Le pareció que
había algún tipo de error. Aguardó un momento por si lo cambiaban, pero
como le había pasado a Dafne, no hubo corrección. Salió de la esfera,
saludó con respeto y volvió a su sitio con su escuadra.
—Hechicera, ese querría yo —comentó Dafne.
—Y yo el tuyo de Sanadora —dijo Nahia.
—Igual podéis intercambiarlos —dijo Lily animada.
«Silencio las tres de inmediato. Los talentos son innatos, se aceptan y se
acabó. No se pueden intercambiar. Silencio y respeto a la prueba» llegó el
mensaje de Irakas-Gorri-Gaizt muy enfadado. Su líder ni había vuelto la
cabeza.
Las tres pusieron cara de sorpresa y horror y obedecieron.
La prueba siguió. A continuación, fue la Escuadra Ardiente y luego la
Candente. Por fortuna todos sus miembros salieron con un talento de la
prueba. Luego pasaron al Escuadrón Negro. Para cuando iban por el
Cristalino, a Nahia empezó a parecerle interesante aquello, sobre todo los
diferentes talentos que iban saliendo. Algunos se repetían bastante, como
Guerrero, Luchador, Explorador o Defensor, y otros poco, como Sanadora o
Druida. Hechiceros, Encantadores y similares habían salido menos. Nahia
empezaba a ver que aquellos talentos parecían profesiones, como
especializaciones dentro de los Brujos de Dragón.
Y sucedió lo que Nahia temía. Uno de los miembros de la Escuadra
Brillante del Escuadrón Cristalino no obtuvo su marca. Era un Humano y la
expresión de desesperación cuando los cuatro dragones anunciaron que no
tenía se le quedó grabada a Nahia no solo en la mente, sino también en el
alma. El desgraciado volvió a su sitio con su escuadra, pero todos sabían
que estaba muerto. Lo expulsarían y lo matarían. Así eran los dragones, así
era aquella academia. Nahia quiso gritar, revelarse, decirles lo injusto que
era aquello. No merecía morir, no había hecho nada malo. Hizo un ademán
de hacerlo y Aiden la sujetó del brazo apretando con fuerza.
—No mueras tú también con él. No servirá para nada —le susurró.
Nahia giró la cabeza para mirarlo, sorprendida. De todos los de su
escuadra, él era el último del que esperaría aquello.
—No… —comenzó a decir, pero Aiden le clavó las uñas de su garra con
fuerza y Nahia las sintió en su piel.
—No puedes hacer nada por él. Morir tú también no logrará nada —
susurró con más fuerza.
Nahia miró hacia delante. Sabía que Aiden tenía razón. Si decía algo
delante de todos los dragones no tendrían piedad con ella. Irakas-Gorri-
Gaizt la mataría allí mismo por deshonrarle delante de todos. No salvaría al
desdichado y no conseguiría nada, pero aquello no podía continuar. No
podían seguir dejando que los mataran de aquella forma. No sabía cómo,
pero encontraría la manera de cambiar aquello. Era un goteo continuo de
vidas que importaban, que tenían un futuro, una oportunidad de vivir una
vida, y se la arrebatan aquellos odiosos monstruos.
Nahia asintió para que Aiden viera que sus palabras habían tenido efecto
en ella y tras un rato sintió que la presión sobre su brazo cedía.
La prueba continuó y fue el turno del Escuadrón Azul. Le tocaba a la
escuadra de Ana. Esto hizo que prestara toda su atención. Le llegó el
momento a ella y la vio caminar hacia la esfera. De nuevo sintió aquella
intranquilidad que le subía por la garganta. Ana tenía que obtener un talento,
no podía ser de otra forma. Si no lo conseguía… si perecía como Maika…
no lo podría soportar. Estallaría allí mismo en aquel momento y sería
también su final. Ana tenía que salvarse. De lo contrario, aquel día iba a
terminar muy mal.
Entró en la esfera con cara de estar aguantando las lágrimas. Estaba
aterrada. Nahia la quiso alentar, pero no pudo, no tenía forma. Recordó que,
pese a su frágil aspecto, Ana era dura en el interior y aguantaría la presión,
solo necesitaba un poco de suerte y que le surgiera un talento. Pasó un
momento y Nahia vio que en efecto aguantaba. Tenía los puños cerrados y
apretaba la mandíbula. Estaba luchando por mantenerse entera.
Y lo consiguió. Una runa apareció sobre su cabeza.
«Tiene Marca de Talento: Necrossum» anunciaron los dragones.
Ana resopló con fuerza y Nahia la imitó, se había salvado. Salió de la
esfera y volvió con su escuadra. Según lo hacía le lanzó una mirada a Nahia
y ella le hizo un gesto de fuerza cerrando el puño. Ana asintió y sonrió
levemente. Luego ocupó su lugar en su escuadra.
La prueba de la marca del talento a Nahia le estaba resultando muy
angustiosa. No saber qué iba a pasar cuando entraban en la esfera y el
conocimiento de que si no salía una runa alguien iba a morir, la superaba.
Las escuadras fueron pasando y con ellas la tarde. Cuando pensaba que
ya acababan, le tocó el turno al Escuadrón Blanco. Nahia se puso más tensa
que en toda la ceremonia hasta el momento, le tocaba a Logan. Él no podía
morir aquella tarde. Pasaron sus compañeros y Nahia aguardó muy nerviosa
a que le tocara el turno a él.
Logan avanzó hacia la esfera con paso firme, pero sin mostrarse
confiado, solo alerta. Le recordó a la forma de andar y moverse de Taika.
Llegó frente a la esfera y aguardó a que le dieran acceso. Un momento
después entró. Según los anillos comenzaban a subir y bajar alrededor de su
cuerpo, Nahia se intranquilizó mucho. Hizo un gesto con la mano. Dafne y
Lily se percataron y la miraron con ojos que le pedían sosiego, que se
calmara. Nahia sabía que tenía que tranquilizarse y respiró. Logan
conseguiría una marca, seguro. No solo era muy bueno con las armas,
también con la magia. Era, además, fuerte e inteligente. No podía ser que
alguien como él no tuviera un talento adicional.
Suspiró. Se había precipitado con sus nervios. Logan no corría peligro.
Si había alguien en aquella plaza que tenía un talento, ese era él. Se dio
cuenta de que se había puesto muy nerviosa, de forma casi irracional, y muy
rápido. Ella no era sí. ¿Cómo es que había reaccionado de aquella forma?
Por sus compañeros se había preocupado mucho y por Ana también, pero
con Logan casi había perdido el control. Le pareció demasiado. ¿Por qué
había sentido aquel impulso? Algo le sucedía con él.
Logan aguardó sereno en la esfera y una runa apareció sobre su cabeza.
Nahia resopló aliviada, y esto reforzó el sentimiento de que por él no tenía
que preocuparse.
«Tiene Marca de Talento: Defensor» anunciaron los dragones.
Nahia no sabía qué era un Defensor, pero le pareció apropiado para
Logan. Él era muy bueno con las armas además de con la magia. Defensor
denotaba alguien que defendía a los suyos. Sí, eso le iba muy bien por su
carácter. Volvió con su escuadra y lanzó una mirada a Ana y luego otra a
Nahia. Las dos se la devolvieron junto con una sonrisa. Los tres habían
pasado la prueba y se habían salvado.
La prueba continuó hasta que pasó el último de los de segundo año. Por
lo que Nahia había visto, salieron: Sombra, Explorador, Luchador, Guerrero,
Bárbaro, Hechicero, Encantador, Necrossum, Sanadora. Defensor, Druida, y
Magus.
«Un año muy productivo. Solo hemos tenido un expulsado. Eso me
complace» envió el coronel.
Nahia sintió de nuevo una rabia tremenda. Habría dado cualquier cosa
por poder enfrentarse a aquel tirano, pero sabía que sería en vano y le
costaría la vida. Miró de reojo a Aiden, que la observaba con los ojos fijos
en ella.
El comandante habló a continuación.
«A partir de mañana comenzaréis a desarrollar vuestros talentos.
Tendréis nuevas clases específicas de vuestra marca. Estas clases las
realizareis con los que compartan el mismo talento que vosotros».
Este anuncio sorprendió a todos. Hasta al momento siempre habían
tenido formación con los de su escuadra y esto suponía separarse. Nahia
miró a sus compañeros. Todos tenían un talento diferente, así que no podrían
compartir ninguna clase.
«Ahora romped filas e id a cenar. Mañana os espera un día interesante»
envió el comandante.
«Ya habéis oído, romped filas y a cenar» envió Irakas-Gorri-Gaizt.
Se dirigieron hacia el comedor. Nahia no podía ir con ellos, pues le
tocaba volver a las mazmorras para su última noche de castigo. Según
caminaba no podía dejar de pensar que aquel segundo año se estaba
complicando mucho, demasiado.
Capítulo 18

Nahia descendió hasta el subnivel 3 como hacía cada noche desde hacía
una semana. Tuvo que sortear a los Drobeltz, que no le gustaban lo más
mínimo. Por suerte llevaba la pulsera, así que la dejaban estar y solo la
vigilaban. Saber que aquellas criaturas sombrías andaban siempre por las
escaleras y que no eran visibles le producía rechazo y algo de asco. Al
menos sabía que no atacarían si se mantenía calmada y llevaba la pulsera
que, por si acaso, la mantenía visible y en alto. Las mazmorras eran un
submundo en sí mismo y cuanto más descubría de aquel lugar, menos le
gustaba.
Cuando llegó abajo del todo, Burgor la esperaba en la antesala de los
repartidores de comida.
—Bueno, hoy es tu última noche de castigo entre nosotros. Estarás
contenta.
Nahia se colocó bien el cinturón y el gorro de protección, era lo primero
que hacía cada noche cuando descendía.
—Lo estaré cuando haya terminado mi castigo. Todavía me queda una
última ruta por repartir.
—Es precavida la Humana, hace bien —rio Utrek.
—Por eso ha sobrevivido hasta ahora —comentó otro de los Tergnomus,
el de pelo cobrizo.
—Ha sobrevivido de chiripa, en mi opinión —respondió Burgor.
—Hay quienes nacen con estrella, y aún más que lo hacen estrellados —
aseguró Utrek.
—Solo necesito sobrevivir una noche más —dijo Nahia con un gesto de
que no estaba todo resuelto. Pese a que tenía la protección de Garran-Zilar-
Denbo estaba preocupada. Después de su primer encuentro, el gran dragón
de plata no había vuelto a hablar con ella. Nahia desconocía la razón, pero
le inquietaba.
—Esperemos que los señores dragones no te encuentren demasiado
apetitosa esta noche —pronosticó Burgor.
—Lo mismo digo —Nahia esperaba que no la atacaran, pero se dio
cuenta de que no tenía aquella seguridad y esto la preocupó. No entendía por
qué el gran dragón de plata la había protegido el primer día y luego ignorado
por completo. Su protección parecía mantenerse, pues los dragones la habían
dejado tranquila toda la semana, pero faltaba aquella última noche y Nahia
tenía la sensación de que algo iba a pasar. No sabía el qué, pero siempre que
pasaba algo, por lo general, no era bueno.
Comenzaron el reparto como cada noche, siguiendo la misma ruta. El
convoy de carros iba tan lento como siempre y las descargas eran tan
trabajosas como el primer día. Aunque Nahia había mejorado mucho en el
manejo de las palancas e incluso había aprendido a guiar a los bueyes
reptilianos y a hacerlos maniobrar en orden, descargar piezas de carne era
otro tema. Cuando Burgor lo hacía, si quería que cayeran tres piezas frente a
una cueva, nueve de cada diez veces caían exactamente tres. Nahia no lo
conseguía ni la mitad, lo que la obligaba a tener que retirar piezas después.
Esto era trabajo extra que causaba cansancio y, además, era muy peligroso.
Algunas piezas caían del carro fuera del camino de plata y recogerlas era
una experiencia muy poco agradable.
Aquella noche Nahia iba con especial cuidado de no descargar mal, por
si acaso. Llegaron a la zona de los dragones menos poderosos, frente al
dragón blanco. Burgor y ella se turnaban en realizar la maniobra y dirigir los
giros de la palanca.
—¿No podemos hacer que descargues tú hoy en cada parada como
hicimos el primer día? —preguntó Nahia intentando no tener que arriesgarse.
—De eso nada. Tu castigo consiste también en aprender a hacer el
trabajo, no solo en mirar cómo lo hace un Tergnomus.
—Ya he aprendido a hacer el trabajo y bien, lo sabes. He pensado que,
siendo este mi último día, y como no quiero que me pase nada…. ¿no
podrías descargar tú?
—¡Un Tergnomus nunca aceptará semejante propuesta! ¡La integridad del
trabajo bien hecho es lo primero! —gritó ofendido.
—Si lo haces muy bien…. Por eso lo digo…
—¡Por supuesto que yo lo hago bien! ¡Pero tú no! ¡Te faltan años de
trabajo duro!
—Está bien… —concedió Nahia, que no quiso enfadar más a Burgor. No
era mal Tergnomus después de todo, pero tampoco excelente pues la había
abandonado a su suerte el primer día, aunque eso casi todos los Tergnomus
lo hubieran hecho. Nahia no le guardaba rencor, aunque había aprendido la
lección.
Continuaron el reparto y llegaron a la zona de los dragones. Aquí Burgor
iba el doble de rápido que en las otras zonas y se le notaba nervioso, incluso
después de miles de rutas y repartos. Ni siquiera los Tergnomus de reparto
de alimento estaban del todo a salvo allí. Se cuidaba mucho de no cometer
errores y no salirse nunca del camino.
Se detuvieron frente a la caverna de Lehen-Gorri-On para descargarle su
comida. Y a Nahia le vino el primer día a la cabeza. Recordaba como si
hubiera sido hacía solo una hora lo mal que lo pasó. El estómago se le
revolvió con el recuerdo.
«¿Última noche de reparto, Nacida de la Llama?» preguntó Lehen-Gorri-
On apareciendo desde la oscuridad de su caverna.
—Sí, y espero sobrevivirla —respondió ella intentando adivinar si las
intenciones del dragón eran buenas o malas.
«Haces bien. De lo contrario serías solo una más que pereció, no se
recordará tu nombre. Por el contrario, si logras salir de aquí con vida hoy,
serás Nahia, la que sobrevivió».
—Seré lo segundo —aseguró ella asintiendo.
Burgor miraba al gran dragón rojo y a Nahia y se dio cuenta de que
estaban hablando, aunque él no podía escuchar los mensajes mentales del
dragón, pues no iban dirigidos a él. Se apresuró a descargar. Ella lo ayudó y
tuvo que correr porque el Tergnomus iba a toda velocidad.
Hizo la maniobra perfecta. Rara vez erraba frente a un dragón poderoso.
Descargaron el número de piezas correcto. Nahia imaginó que de no serlo
daría igual. No iban a salir del camino frente a un dragón poderoso y
peligroso como aquel. Luego lo pensó mejor. El dragón no dejaría que se
marcharan sin darle su comida.
Terminaron de descargar y volvieron al carro. Nahia tuvo cuidado al
subir, no era de sabios precisamente repetir el mismo error ya cometido.
Subió y Burgor azuzó a las bestias para que siguieran camino. Nahia
esperaba algún mensaje más de Lehen-Gorri-On, pero no llegó.
De súbito, una roca de bastante tamaño golpeó a Burgor en la cabeza. El
Tergnomus cayó del carro y quedó inconsciente en el suelo. Sangraba.
—¡Burgor! —Nahia bajó del carro y fue a socorrerle.
«Déjalo estar» llegó la orden de Lehen-Gorri-On.
Nahia se paró junto al Tergnomus y miró al gran dragón rojo.
—¿Has sido tú?
«Por supuesto que he sido yo. No creerás que las rocas vuelan directas a
la cabeza de un Tergnomus por voluntad propia…».
—Pero… ¿por qué? Podrías haberlo matado.
«Porque tienes que ir a hablar con Garran-Zilar-Denbo. Y no, no podría
haberlo matado. He lanzado la roca con la fuerza suficiente para dejarlo sin
sentido. Los Tergnomus tienen una cabeza de lo más dura, por si no lo
sabías».
—Pero…
«Ve a hablar con Garran-Zilar-Denbo, estás perdiendo un tiempo
precioso del que no dispones».
Nahia miró al pobre Burgor en el suelo. Quería ayudarle, pero no podía
desobedecer a Lehen-Gorri-On o las cosas se pondrían todavía peor. Se
preguntó cómo habría lanzado la roca, si con una de sus garras o con su
mente. Viendo el poder que irradiaba aquel dragón rojo, seguro que había
sido con la magia.
—Está bien, pero no le hagas daño.
«Tu preocupación por el carcelero me conmueve» llegó el mensaje junto
a un fuerte sentimiento de sarcasmo.
«Pero no te preocupes, no le haré daño».
Nahia se dirigió a la cueva del gran dragón de plata, que estaba algo más
adelante.
—¿Garran-Zilar-Denbo?
«Adelante, Nahia. Entra en mi morada. Ahora podremos conversar con
mayor privacidad» envió y se dejó ver en todo su enorme esplendor.
—Por favor, que no le haga nada —rogó Nahia, que miraba hacia Burgor
con angustia en la garganta.
«Tranquila, no le hará nada. Es solo una maniobra de distracción para
que podamos hablar a solas».
—¿No podemos hacerlo delante de Burgor?
Garran-Zilar-Denbo negó moviendo su gran cabeza de lado a lado.
«No puedes confiar en los Tergnomus y tampoco en los Exarbor, por muy
amigables que sean, o por muy de tu lado que parezcan estar».
—Por lo general los Tergnomus no son nada amigables. Los Exarbor algo
más, pero son muy reservados. ¿No son razas esclavas como nosotros?
«Lo son, pero ambos sirven a los dragones, y lo hacen con fidelidad. No
debes confiar en ellos nunca».
—¿Entonces en quién puedo confiar? —Nahia frunció la frente.
Garran-Zilar-Denbo inclinó su cabeza plateada.
«Mi consejo es que no confíes en nadie».
—Tengo amigos, compañeros, son de confianza —explicó Nahia
abriendo los brazos.
«Solo el que confía se ve traicionado».
—Entiendo… si no me fio de nadie, nadie me traicionará.
«Ese es el principio, sí».
—Es una forma muy solitaria y fría de vivir —Nahia hizo un gesto de que
no la convencía.
«Solo aquel que se vale de sí mismo vive largos años».
—¿Como tú?
Garran-Zilar-Denbo asintió moviendo su largo cuello plateado.
«Así es, como yo».
—No sé si quiero eso. No quiero ser vieja y estar sola, sin poder confiar
en nadie, sin tener ningún amigo… —Nahia quedó pensativa. Cuanto más lo
pensaba menos le gustaba ese proyecto de vejez.
«Si vives largos años, podrás hacer más amistades. Si mueres joven,
ninguna. Es sencillo».
—Sí… eso es verdad —Nahia tuvo que reconocérselo. Hizo un gesto
afirmativo.
«Me alegra que podamos hablar una vez más».
—¿Es por eso por lo que no has hablado conmigo desde que lo hiciste
aquel primer día, por precaución?
«Así es. Recuerda que soy prisionero y mis enemigos me vigilan, incluso
aquí abajo».
—¿Incluso después de quinientos años aquí?
«Me vigilarán hasta mi muerte».
Nahia echó la cabeza hacia atrás y abrió mucho los ojos.
—¿Tanto te odian?
«No es odio lo que les motiva a vigilar mi existencia, es temor».
—¿A ti, a tu poder?
«Al mío y al de mis seguidores, pero sobre todo a nuestras ideas y
pensamientos. Es a lo que más temen».
—Oh… He estado pensando y he llegado a la conclusión de que si estás
aquí encerrado y no en otro reino de los dragones en los cielos es porque has
cometido un crimen contra la academia o el Gran Oráculo, que está también
en este reino. Me inclino por lo segundo. Siendo como eres un dragón
primario de plata, debe de ser por algo relacionado con el Gran Oráculo.
Después de todo los dos sois grandes dragones con mucho poder y ambos
plateados.
Garran-Zilar-Denbo abrió mucho sus enormes ojos de reptil y miró a
Nahia con expresión de gran sorpresa.
«Demuestras que eres inteligente, Nacida de la Llama. Esa es una gran
cualidad, una que no abunda».
—¿Entonces es así? —miró al dragón inclinando la cabeza a la espera de
una respuesta positiva.
«Así es. El Gran Oráculo es mi enemigo».
La afirmación, que solo era un supuesto en la mente de Nahia, la dejó
desconcertada. El mensaje le había llegado con un sentimiento de veracidad
al que acompañaba otro casi contrario, de traición.
—Debe ser un enemigo poderoso…
«Lo es, y mucho. Cuenta además con el respaldo de los cinco reyes
dragones. Los líderes de los cinco clanes respaldan al Oráculo y son
poderosos aliados. Es por ello que estoy aquí. Y no solo yo, también mis
seguidores».
Observó al gran dragón de plata y recordó que hasta que lo conoció el
Gran Oráculo era el dragón más grande que Nahia había visto. Debía medir
sesenta varas de longitud contra las setenta de Garran-Zilar-Denbo y era
también plateado, pero con vetas de oro que le recorrían la espalda, los
costados y las alas. Los ojos también eran diferentes, de plata con el iris de
oro.
—Tú eres más grande que el Oráculo. ¿No eres… más poderoso?
«Es difícil comparar el poder de dos dragones primarios. Quizá lo fui
una vez, antes de que el Gran Oráculo ascendiera. Ahora ya no lo soy. Su
poder es mayor que el del resto de dragones primarios».
—¿Entonces él es primario también? ¿Qué significa ser un dragón
primario? Si puedo preguntarlo.
«Lo es. Significa muchas cosas que son difíciles de explicar sin el
contexto o conocimientos suficientes. Somos un tipo de dragones singulares,
antiquísimos y poderosos. Lo más significativo en nosotros es el tipo de
poder que tenemos, uno que se da en muy pocos dragones».
Nahia se dio cuenta de que no estaba preparada para comprender la
profundidad de lo que suponía entre los dragones. Se sintió un poco
desplazada. Lo que sí comprendió fue que eran dragones milenarios muy
poderosos y con un poder especial.
—Creo que lo entiendo… Pero el Gran Oráculo me pareció un dragón
anciano. Su cabeza, lo despacio que se movía, lo enorme que era y cómo
tenía las alas estrujadas y resecas… Creo que ni podía volar. Parecía algo
decrépito.
«No te equivocas en tu apreciación. Se debe a dos razones. La primera a
su edad. Es un dragón con varios milenios a sus espaldas. La segunda a su
transformación en Gran Oráculo. Cuando un dragón como él, o como yo, se
convierte en Gran Oráculo debe pasar un proceso mágico, arcano, que lo
transforma. Su aspecto es consecuencia de ese proceso. Su apariencia de
anciano, las vetas de oro, los ojos también de oro y el poder que irradia, se
deben a ello. Sin embargo, no debes dejarte engañar por su aspecto, pues su
poder es enorme, aunque por fuera luzca marchito».
—Entendido. Entonces, ¿si tú te convirtieras en Gran Oráculo tu aspecto
sería similar al suyo?
«Sería lo más probable. Convertirse en Gran Oráculo no es nada
sencillo. Es un proceso largo, terrible y lleno de sufrimiento. También uno
mortal. Se paga un gran precio por el poder que se obtiene y eso deja marcas
en el cuerpo y poder del dragón».
—Vaya, creía que sería como una promoción entre los dragones
plateados con ese don especial.
«El Gran Oráculo recibe un gran poder, el poder de ver partes del futuro.
Es un poder sin igual y conlleva un sacrificio en cuerpo y alma».
—¿Alma? Los dragones no creen en el alma. No tienen una. —Nahia hizo
una pausa—. Perdón, no quería ofender… —se dio cuenta de que había ido
demasiado lejos.
«No es necesario que te disculpes. Puedes hablar y comportarte con
libertad conmigo. Sin embargo, debo corregirte en esto. Algunos de nosotros
creemos que existe, y que la tenemos».
Nahia se daba cuenta de que estaba ante un dragón extraordinario, no
solo por ser singular y poderoso, sino por su forma de pensar, que era muy
diferente a la del resto de ellos.
—La mayoría de los dragones no opinan así —afirmó Nahia sin saberlo
del todo, pero creyéndolo.
«Ahí no te equivocas. Los dragones solo creen en su cuerpo y en su
magia. Ambos les conceden su gran poder. Nada más».
—Lo imaginaba. Por lo que me has contado deduzco que podrías haber
sido Gran Oráculo, ¿verdad?
«Podría, sí. De hecho, intenté serlo hace quinientos años».
—¿Lo intentaste? ¿Qué sucedió? —Nahia abrió los ojos tanto como le
daban.
«Me presenté al proceso de ascensión a Gran Oráculo, pero fui
traicionado por un rival y amigo».
—El Gran Oráculo actual —dedujo Nahia de inmediato.
«En efecto. Fui traicionado y conmigo cayeron mis seguidores».
—¿Puedo preguntar cómo fuste traicionado? ¿De qué te acusaron para
terminar aquí?
«Si te lo revelo puede afectar a tu futuro en gran medida. ¿Seguro que
quieres saberlo?».
—Futuro y vida, me imagino.
«Correcto. Afecta a tu futuro y te pone en peligro de muerte. ¿Quieres
saberlo? Es tu decisión. Yo no puedo forzarte a tomarla».
Nahia no sabía qué hacer. Quería saberlo, pero entendía que aquella
información la pondría en mayor peligro.
Lo meditó un momento.
—Quiero saberlo.
Capítulo 19

«Muy bien. Es tu decisión y la respeto. La información que vas a obtener


es un conocimiento que te ayudará en tu destino. Es, además, la razón por la
que estamos hablando ahora aquí».
—Oh, querías decirme algo de importancia. Por eso este encuentro hoy.
El gran dragón de plata movió su cabeza arriba y abajo.
«Así es. Lo he estado meditando y creo que debes saberlo».
—Muy bien. Cuéntamelo —Nahia respiró y se preparó para lo que fuera
que el gran dragón quisiera transmitirle.
«Fui traicionado por un amigo que luego se presentó al proceso y lo
superó, convirtiéndose en Gran Oráculo. Me acusó de liderar una facción de
dragones que proponía una nueva Senda, una Senda casi contraria a la
tradicional, una que no buscaba el dominio absoluto por conquista y sangre,
sino convivencia y paz entre razas y mundos».
Nahia se quedó mirando al dragón sin poder asimilar lo que le acababa
de revelar. El mensaje le había llegado con un sentimiento de veracidad. No
mentía.
—Pero… tal cosa no puede ser cierta —dijo Nahia y frunció la frente.
«Y, sin embargo, lo es».
El mensaje le llegó tan sincero y con tal honestidad que Nahia se quedó
de piedra. Miraba a Garran-Zilar-Denbo con grandes ojos sin poder asimilar
lo que le había revelado.
—¿Una… facción de dragones... una nueva senda de paz entre razas y
mundos? —balbuceó tras un momento con tono de incredulidad.
«Así es. Fui condenado por liderar la Facción del Nuevo Mañana,
formada por un grupo de dragones de los cinco clanes unidos con el objetivo
de cambiar la Senda. Buscamos el fin del derramamiento de sangre y la
búsqueda de poder y dominio absolutos que rige a nuestra raza desde hace
milenios».
—¿Eres ese líder? ¿Existe esa facción? —preguntó Nahia sin poder
creerlo. En su mente la idea de que existieran dragones que no quisieran
dominar el resto de los mundos por la fuerza era impensable.
«Ese líder soy. La facción existe».
Nahia se quedó sin saber qué decir o pensar. Era imposible que aquello
fuera cierto, para ella todos los dragones eran despreciables seres sin
ninguna bondad o rasgo honorable en ellos. Lo que Garran-Zilar-Denbo le
contaba no podía ser verdad. Rompía todas sus creencias sobre la más
despreciable y odiosa de las razas de todos los mundos.
—No puede ser… —masculló negando con la cabeza.
«Entiendo tu negativa a aceptar lo que te cuento por las implicaciones
que tiene. Aun así, puedo asegurarte de que no todos los dragones somos
seres despreciables y terribles».
—No puedo… creer eso… —Nahia intentaba aceptar las palabras de
Garran-Zilar-Denbo, pero le era imposible. Toda su existencia y la de todo
cuanto conocía era prueba de que aquello era increíble.
«No espero que me creas. Es algo que te llevará tiempo aceptar, pero
debes hacerlo, pues es parte de tu destino».
—No puede ser parte de mi destino, no creo en dragones que quieren
hacer el bien. Eso es imposible.
«No lo crees en este momento porque nunca has considerado esa
posibilidad. Aquí es donde nuestros destinos comienzan a entrelazarse».
—¿Por qué me cuentas algo que no es posible?
«Quiero abrirte los ojos a una opción que nunca habías considerado».
—Y… ¿si decido no creerte?
«Entonces tu destino cambiará a otro, uno en el que elegiste no creerme».
—¿Es un buen destino? ¿Uno feliz?
«Por desgracia yo no puedo ver el futuro, solo el Gran Oráculo puede. Lo
único que puedo captar son algunos hilos del destino y pequeños destellos
de posibles futuros».
—Es decir, puedes ver que cambio de hilo del destino, pero no sabes a
dónde conduce.
«Así es».
—Entonces no sabes si la elección correcta es que no te crea.
«No existe elección correcta, solo elecciones. Lo que sucederá
dependerá de esas decisiones. Puede incluso que tu destino no cambie,
aunque cambies de elección en un determinado momento».
Nahia se quedó pensativa.
—Eso llevado al extremo querría decir que el destino es invariable
elijamos el hilo que elijamos, tomemos las elecciones que tomemos.
«Hay quienes creen que así es, que el destino final es inevitable. Yo no
soy uno de ellos. Yo creo que existen múltiples destinos para cada ser y sus
elecciones llevan a uno u otro».
—¿Y si me estás engañando para obtener algo de mí?
«Esa es una posibilidad, sí. No deberías fiarte, ni de mí, aunque no es el
caso».
—Ya, pero eso yo no lo puedo saber.
«Cierto, solo puedes desconfiar».
—Entonces eso haré.
«Me parece acertado. En cualquier caso, recuerda lo que te he contado.
Te servirá».
—Recordar lo recordaré. Creer… ya veremos.
Hubo un momento de silencio. Nahia intentaba decidir si creer o no al
gran dragón de plata. Desprendía un aura de poder casi palpable de color
plateado intenso del que había que apartar los ojos. Le recorría todo el
cuerpo, desde la cabeza a su larga cola. Aquella poderosa criatura ante la
que estaba tenía aspecto de ser un ser mitológico, no parecía real. Pero en el
fondo era un dragón y esto era lo que Nahia no podía dejar de pensar. No
podía fiarse de un dragón y mucho menos cuando lo que le contaba era
simplemente imposible.
«¿Qué talento has logrado?» preguntó de pronto Garran-Zilar-Denbo
sacándola de sus deliberaciones.
Nahia le mostró la runa grabada en el dorso de su mano.
«Hechicera. Perfecto».
—¿Perfecto?
El gran dragón de plata inclinó la cabeza.
«Encaja con varios hilos del destino que he podido captar en los que
nuestros caminos están entrelazados».
—Oh, ya entiendo.
«No creo, pero un día lo verás tan claro como el agua de un río».
—Quizá no lo entienda del todo, pero comprendo que ahora se descartan
los destinos en los que aparecía con otra marca.
«Y eso nos acerca un paso más al destino final».
—¿Solo un paso? ¿No podemos recorrer el camino más rápido que paso
a paso?
El dragón negó con su gran cabeza.
«Para alguien tan joven como tú es costoso avanzar tan lento, lo
comprendo. Desearías resolver todo en un solo día, pero no es posible. Los
que lo han intentado, seres de gran poder, mayor que el mío, han perecido. El
destino se irá revelando a su debido tiempo y dependerá en gran manera de
tus acciones y elecciones».
—Y las de otros a mi alrededor.
«Veo que has estado pensando en ello. Así es, aunque esas acciones y
elecciones de otros no afectarán tanto a tu destino como las tuyas propias».
—Tiene sentido… Dime, ¿qué debo hacer? Hoy es mi último día aquí.
Quiero saber qué hacer para llegar a un destino que importe —Nahia decidió
jugársela y ver qué le decía el dragón haciéndole creer que aceptaba lo que
le decía.
«Eso es interesante. Buscas algo que importe. Por lo tanto, ya estás
comenzando a labrar ese destino. Lo primero que debes determinar es cuál
es ese destino final que buscas, ese que debe ser importante».
—No lo sé todavía… pero quiero que mi vida tenga sentido, que haya
servido para algo. No quiero solo vivir y morir como un Humano más,
aplastado por los vuestros. Quiero que mi vida, mis acciones, sean
importantes.
Garran-Zilar-Denbo asintió varias veces.
«Muchos desean eso, la mayoría buscan importancia, poder y gloria. ¿Es
eso lo que deseas lograr?».
Nahia negó con la cabeza, tajante.
—No, no busco poder y gloria, eso los buscan los dragones y sus
colaboradores. Yo quiero lo contrario. Quiero librarme de los dragones.
Quiero que todos estemos libres de los dragones. Todas las razas, todo
Kraido.
«En ese caso, ese es tu destino final. Uno muy peligroso y difícil de
lograr».
Nahia se quedó pensativa. Lo había dicho sin darle muchas vueltas en la
cabeza, le había salido como lo sentía. Quizá fuera lo mejor. Si lo pensaba
mucho lo más seguro era que eligiese algo menos peligroso, no tan
importante.
—Que ese sea —asintió Nahia.
«Eres valiente y decidida, pero debes tener cuidado. Los dragones no
perdonan a quienes van contra ellos».
—¿Puedes ayudarme?
El gran dragón de plata cerró los ojos un instante. Al abrirlos le envió un
mensaje junto a un sentimiento de esperanza.
«Intentaré hacerlo, pues creo en ti y en nuestro destino. Muéstrame tu
nuca».
A Nahia aquella petición le pareció muy extraña, pero no se negó. Se
recogió la larga melena rubia y le mostró el cuello.
«No tengas miedo. Voy a insertar una de mis escamas en tu nuca. Te
dolerá un poco, pero es necesario. Es una escama imbuida con mi poder, con
mi esencia. Nos permitirá crear un vínculo entre nuestros poderes. Podremos
comunicarnos incluso a largas distancias. Pero debemos usarlo solo cuando
sea absolutamente necesario pues es un vínculo que puede ser captado por
otros dragones, por el enemigo. Es una última cosa que deseo hacer antes de
que nos despidamos. Es ahora o nunca. ¿Te parece bien?».
Nahia suspiró.
—Hazlo.
Garran-Zilar-Denbo cerró los ojos y con una uña de su garra derecha se
arrancó una escama de su torso y la hizo levitar frente a él. La escama
comenzó a brillar con fuerza. Nahia observaba encorvada, con la nuca al
aire, muy pendiente de lo que sucedía. De pronto la escama comenzó a
encogerse mientras brillaba con gran intensidad. Se fue encogiendo y
brillando hasta convertirse en un fulgor cegador. Nahia apartó la mirada.
Un pinchazo de un dolor agudo en la nuca le indicó que Garran-Zilar-
Denbo estaba insertando la escama en su cuerpo. El dolor se incrementó y en
un instante se volvió insoportable. Nahia golpeó el suelo con la planta de un
pie y luego con la del otro para intentar soportarlo, o al menos hacerlo
escapar por algún lugar de su cuerpo. Sentía como si la estuvieran quemando
con fuego. Apretó con fuerza la mandíbula. Volvió a golpear el suelo con una
planta y luego con la otra y aguantó el dolor.
«Ya está» llegó el mensaje de Garran-Zilar-Denbo junto a un sentimiento
de que estaba a punto de caer exhausto.
Nahia se tocó la nuca y localizó la escama de plata. Ardía, pero era un
fuego muy diferente a su propio fuego elemental. Era de un tamaño más
grande que las escamas doradas que ella tenía, pero mucho más pequeña de
su tamaño original. Garran-Zilar-Denbo la había hecho más pequeña para
adaptarla al cuerpo de Nahia y la había insertado en la parte superior de su
nuca cubierta por su melena. Se disimulaba muy bien.
—Noto su poder.
«Recuerda, no la uses si no es necesario. Tiene poder que te ayudará con
situaciones relacionadas con tu destino sin tener que activarla. Te ayudará
con tus elecciones y te guiará».
—¿Cómo?
«No te preocupes, lo sabrás».
Nahia no entendía cómo, pero confió en que lo entendería cuando fuese el
momento.
—De acuerdo.
«Tengo la energía justa para una última visión».
Garran-Zilar-Denbo cerró los ojos y un gran poder comenzó a emanar de
él, Nahia lo sentía en su cuerpo. Todo el vello se le erizó. El gran dragón
comenzó a emitir destellos de argento en intervalos lentos. Nahia observaba
atenta, intrigada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Para qué?
Los destellos fueron produciéndose con más rapidez y mayor poder y
Nahia empezó a preocuparse. No sabía si era seguro estar tan cerca del
dragón mientras emitía destellos tan poderosos. Tuvo que taparse los ojos,
pues la intensidad comenzaba a quemárselos. Se fue retirando mientras los
destellos aumentaban en poder y rapidez y se alejó hasta salir de la caverna.
Desde el exterior observó entreabriendo los ojos con cuidado de no
dañarlos cómo los destellos se sucedían ahora a un ritmo rapidísimo.
Uno último y enorme alumbró toda la caverna y el exterior y Nahia se
tapó el rostro con el brazo para protegerlo de la enorme intensidad de luz.
Todo el cabello se le puso de punta.
«Acércate…» envió Garran-Zilar-Denbo al cabo de un momento con un
sentimiento de gran cansancio. El dragón estaba exhausto.
Nahia se acercó hasta él.
—¿Qué ha sido eso?
«He consultado los hilos del destino… En una visión… Para ello he
tenido que utilizar todo mi poder… solo así puedo llegar a entrever algo,
poco, pero algo…».
Nahia entendió.
—¿Qué has vislumbrado?
«Nuestros destinos entrelazados comienzan a formarse… Pero hay uno
más de gran importancia… que debe entrelazarse también…».
—¿El de quién?
«No sé quién es… He visto a un Humano… rubio… con un Drakoniano
Superior joven…».
Nahia sonrió.
—Yo sí sé quién es. Lo conozco. Y a la criatura también.
«¿Los conoces? Eso me sorprende, pues su destino no está del todo
entrelazado con el tuyo… no todavía…».
—Sí, el Humano se llama Lasgol y la criatura Camu.
«Debes encontrarles… vuestros destinos deben unirse… hay algo que lo
impide… debes encontrar qué es y solventarlo…».
—Eso va a ser complicado. Están en Drameia, ellos lo llaman Tremia.
Allí los conocí, pero ahora no sé dónde estarán.
«Busca a alguien que sepa de ellos. Encuéntralos o tu destino final, el
que tú deseas, no se cumplirá».
Nahia lo pensó.
—Sé quién puede ayudarme, Egil.
«Llega… hasta él entonces».
—Eso es complicado. Está en estas mazmorras en el primer subnivel.
«Eres inteligente… Encontrarás la forma».
Nahia resopló.
—Lo intentaré.
«Ahora ve… Y ten cuidado… Mucho cuidado… He sentido mucho
peligro… mortal».
—Por alguna razón, no me sorprende —Nahia se tocó la escama en su
nuca y luego hizo una reverencia a Garran-Zilar-Denbo antes de salir
corriendo al carro.
Llegó hasta Burgor y vio que Lehen-Gorri-On no lo había matado. Cargó
al Tergnomus en el carro, pesaba como si estuviera hecho de hierro. Montó y
azuzó a las bestias. El camino de plata apareció bajo ellos y partió. Al pasar
frente a la caverna de Garran-Zilar-Denbo vio que el gran dragón de plata se
había refugiado en su interior. Nahia continuó camino y sintió una sensación
de pérdida, como si se alejara de un viejo amigo.
Un rato más tarde Burgor despertó. Estuvo de un humor horrible hasta
finalizar el turno, mucho más de lo habitual, que ya era de por sí malo.
Se despidió de Nahia con tono hosco.
—¡Espero no volver a verte nunca!
Nahia se encogió de hombros.
—Yo no apostaría por ello.
Capítulo 20

A la mañana siguiente Nahia se levantó la última, como era habitual ya


que la noche de castigo la dejaba agotada y con muy pocas horas de sueño.
Sus compañeros de escuadra habían ideado un sistema para que pudiera
recuperar algo de descanso por la mañana. Consistía en que los demás iban
al comedor y uno regresaba con la ración de Nahia en el momento de ir ya a
clase. Hoy le tocaba a Dafne.
—Despierta, es hora de ir a la formación —le dijo al oído con voz
grave.
Nahia se dio media vuelta en el catre e ignorando la voz que quería
despertarla intentó seguir durmiendo.
—Un poco más… —balbuceó entre sueños.
—De eso nada, tienes que levantarte. Además, hoy es un día diferente —
dijo su compañera y la sacudió por los hombros con energía.
—Estoy agotada… —masculló sin abrir los ojos.
—Pero viva, y has terminado el castigo. Ese es todo un logro. Eres
mucho más dura y difícil de matar de lo que pareces —dijo Dafne con una
sonrisa de reconocimiento.
—Sí… viva… —murmuró Nahia y volvió a girarse en el camastro, pero
sin hacer gesto alguno de levantarse.
—Lo siento, me obligas a utilizar la fuerza. Lo hago por tu bien —dijo
Dafne.
—No…
—Sí.
Un frío chorro de agua cayó sobre la cara de Nahia, que despertó de la
impresión. Se medio incorporó sacudiendo la cabeza.
—¡Odio el agua en la cara!
—Lo sabemos, pero es lo único que te despierta. Tienes la comida sobre
mi camastro. Date prisa, tenemos formación de talento. Todo el mundo está
nervioso, hasta el cabeza roca de Aiden, aunque lo intenta disimular.
—Es… verdad… No me acordaba —respondió Nahia, que como todas
las mañanas primero se bebió media jarra de agua y a continuación se lavó
la cara con el resto.
Dafne la observaba con los brazos cruzados.
—¿Algo interesante en tu última noche?
Nahia recordó lo sucedido como si pasara a la velocidad del rayo por su
mente. Cerró los ojos con fuerza y pensó si debía contarle lo que había
pasado con Garran-Zilar-Denbo. Abrió la boca, pero se detuvo. Quedó con
la boca abierta y cara de contradicción.
—Eh…
Dafne inclinó la cabeza y la miró muy extrañada.
—¿Te pasa algo?
Nahia se dio cuenta de que se había detenido porque en su mente había
parecido la duda. ¿Podía confiar en Dafne? ¿Podía contarle el secreto del
gran dragón de plata? ¿Debía explicarle la escama que ahora llevaba
incrustada en su nuca? ¿Se podía fiar de ella? Algo en su interior le decía
que sí, pero al mismo tiempo recordaba el consejo del dragón primario: no
fiarse de nadie, solo de uno mismo.
—Yo…
—Estás rara esta mañana. ¿Qué te pasa?
Era demasiado pronto para arriesgar. Necesitaba pensar a quién podía
contarle lo sucedido y a quién no, a Aiden seguro que no. ¿Y a Logan? A él
sí, ¿no? Le estalló un dolor de cabeza y decidió que sería mejor pensarlo
más tarde con la mente algo más despejada. En aquel momento casi no podía
ni razonar.
—Nada, es solo que estoy más dormida de lo habitual —cogió otra jarra
de agua y tras beber la mitad volvió a echarse el agua a la cara.
—Prepárate y come, que llegamos tarde.
—Sí. Voy.
Al rato Dafne y Nahia salían de los barracones. Nahia iba comiendo pan
con queso y membrillo.
—¿Vamos a la Plaza de la Senda? —preguntó Nahia.
—Sí, allí han ido todos. Los Exarbor sabrán a dónde tenemos que ir.
—Ummm… no recuerdo Exarbor de estudios de Talento… —comentó
Nahia.
Dafne la miró enarcando una ceja.
—Pues es verdad, yo tampoco.
—Bueno, ya veremos cuando lleguemos —Nahia terminó de comer lo
que llevaba en las manos.
Cuando llegaron a la plaza con la gran fuente se encontraron al resto de
la escuadra, aguardando.
—¡Vamos! ¡Siempre somos los últimos! —regañó Aiden frustrado.
—¡Calla cabeza de mármol! —dijo Lily—. ¿No ves que la pobre Nahia
no puede con su alma?
—Esa no es excusa…
—No te preocupes, Aiden, no llegaremos tarde —cortó Taika para evitar
más polémica.
—Estás viva, eso me alegra el alma —dijo Ivo con una gran sonrisa en
su bestial rostro e inclinó la cabeza con un saludo ceremonioso.
—A todos —se unió Lily, que fue corriendo a abrazar a Nahia.
—Los dragones no pueden con la Nacida de la Llama —dijo Taika con
una sonrisa amable—. Eres increíble.
—Por supuesto que no pueden conmigo —dijo ella también con una
sonrisa.
—Si ha cumplido el castigo y sigue con vida es por deseo de nuestros
señores, de lo cual me alegro —opinó Aiden.
—¿Te alegras del deseo de tus señores o de que esté viva? —preguntó
Dafne frunciendo la frente.
Aiden enarcó una ceja y su expresión cambió a una de confusión.
—A… que esté… viva, claro.
—Menos mal —dijo Lily riendo.
—Gracias, Aiden, yo también estoy contenta de estar viva y de que los
dragones no hayan querido acabar del todo conmigo.
—¿Dónde está la gente? —preguntó Dafne al ver que la plaza estaba
desierta a excepción de los Exarbor de Estudios.
—Han ido a la Plaza de la Conquista, más al norte. Parece ser que es allí
donde nos informarán —explicó Taika.
—Y vamos tarde —apuntó Aiden.
—Pues en marcha —dijo Nahia con un gesto de su mano.
Echaron a correr y tardaron un momento en llegar a la plaza. Estaba en
medio de la parte norte de la academia. Era una zona que no solían visitar
mucho, a excepción de Nahia debido a sus castigos. Allí se encontraron a un
Exarbor. Llevaba un peto plateado con doce runas dibujadas en él. Eran las
mismas runas que tenían grabadas en el dorso de la mano.
Llegaron hasta él y preguntaron.
—Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo año. Se presenta para
la formación de Talento —se presentó Aiden.
—Soy el Exarbor de Talento… La formación de Talento… se imparte…
en el Edificio de la Marca.
—¿Y dónde está? —preguntó Aiden con urgencia en el tono.
—El edifico de la Marca… está justo al sur… de la arena… en el
interior del Bosque Enjuto.
—¡Vale, vamos! —Aiden echó a correr.
Los demás le siguieron.
Llegaron a las cercanías de la arena, que tan malos recuerdos le traía a
Nahia. Solo de ver el edificio circular en la distancia hizo que se le
revolviera el estómago. Malditos dragones, los odiaba cada día más. Se
dirigieron al sur. Llegaron a una zona con árboles muy altos. Estaban muy
pegados los unos a los otros y no permitían ver lo que había detrás. Por su
altura, de más de veinte varas, tampoco permitían vislumbrar lo que había en
el horizonte.
—¿Será ahí? —preguntó Nahia.
—Debe serlo —dijo Taika, que señaló a otra escuadra que iba más
adelantada y que desapareció entre los árboles más adelante.
—Eso o estos árboles se comen escuadras —sonrió Lily.
—Mejor que sea lo primero —bromeó Dafne y arrugó la frente.
—Esto debe ser el Bosque Enjuto —dedujo Ivo—. Me alegra ver árboles
tan altos y hermosos en este mundo de roca y piedras preciosas que es la
academia.
Nahia dudaba mucho de que los árboles fueran una amenaza, pero en
aquel sitio todo era peligroso, así que mejor no fiarse.
Siguieron los árboles, que formaban una muralla impenetrable hasta
llegar al lugar donde había desaparecido la otra escuadra. Se encontraron
con una entrada, o más bien, una zona sin árboles. Accedieron y
descubrieron un enorme jardín y, tras él, un edificio de unas seis varas de
altura rodeado por los árboles. Nahia entendió por qué no se había fijado en
aquel edificio, no se veía desde el exterior.
—¡Ya estamos! —Aiden apremió con sus señas incansables.
—Se ven más escuadras entrando —comentó Taika señalando al frente.
—Sigámoslas —dijo Dafne.
Según llegaban Nahia vio que el edificio de la Marca era muy singular.
Lo primero que le llamó la atención fue su tamaño, al menos el doble de
grande que el resto de los edificios de formación, en cuanto a amplitud. Lo
segundo, su forma: tenía varios lados largos y amplios.
—¡Vaya con el edificio! —exclamó Lily.
—Es singular —asintió Taika.
—¿Tiene forma de estrella? —preguntó Dafne.
—Parece una estrella sí, pero es de más de diez puntas —comentó Nahia.
—Yo cuento al menos cinco o seis lados desde aquí —dijo Lily.
—Pues tendrá otros tantos detrás —comentó Dafne.
—Interesante —comentó Ivo.
Entraron y nada más hacerlo se encontraron con un amplio vestíbulo y
tres Exarbor tras un mostrador.
—¡Vamos a preguntar! —Aiden ya estaba delante del Exarbor del medio.
—Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo año.
El Exarbor le miró.
—Muestra… tu marca de… Talento —pidió con su lenta y adormecida
voz.
Aiden mostró el dorso de su mano.
—Marca… de Bárbaro. Busca tu runa… en la primera planta.
—¡De acuerdo!
—Solo primera planta… Segunda planta… es de los de tercer curso.
Los demás se miraron. Todos tenían una marca diferente así que sus aulas
serían diferentes. Lily se adelantó.
—Encantadora… e irresistible —se presentó y mostró su marca en una
mano mientras con la otra movía su larga melena azabache.
—Marca… de Encantadora. Busca tu runa… en la primera planta —dijo
el Exarbor con su parsimonia innata.
Ya no tuvieron dudas.
—Que cada uno busque su aula —dijo Dafne.
Se separaron y corrieron a ver qué clase les tocaba. Nahia vio que Lily
encontraba la suya.
—¡Suerte! —les deseó saludando desde la puerta antes de entrar.
Nahia se sintió rara. Iba a ser la primera vez que se separaban para
asistir a formación. Siguió buscando, al igual que otros alumnos de segundo
que como ella no habían encontrado su aula todavía. Recorrió todo el lado
derecho del edificio y se dio cuenta de que tenía seis lados en cada costado,
formando una estrella de doce puntas.
Por fin encontró su aula al norte. La runa sobre la puerta era igual a la
que tenía grabada en la mano.
Tomó aire y entró.
En medio del aula aguardaba un Exarbor y, tras él, un enorme dragón
hembra de color blanco. Unas vetas rojas le recorrían la espalda. Este
también debía rondar los ochocientos años por su tamaño y el aspecto de su
cabeza: cornamenta, ojos y boca. Nahia empezaba a ver que la mayoría de
los dragones formadores rondaban esa edad. Debía haber una razón para
ello, pero en ese instante la desconocía.
«Mi nombre es Lehia-Zuri-Mag. Seré vuestra formadora en el Talento de
la Hechicería. Mostrad al Exarbor Hechicero vuestra marca y dadle vuestro
nombre».
Nahia no se había percatado de quién más estaba en la clase con ella.
Contó que eran solo cinco, lo que le pareció muy poco. Uno por uno se
acercaron hasta el Exarbor e hicieron como les había indicado el dragón.
Nahia esperó a ser la última y se fijó en cuántos de cada raza habían sido
marcados con la runa de hechicería. Eran dos Fatum, una chica y un chico; un
Escarlatum chico; un Drakónido chico; y ella.
«Situaos todos frente a mí de rodillas y con la mirada pegada al suelo.
Permaneceréis así siempre hasta que yo ordene lo contrario».
Todos obedecieron de inmediato. El mensaje les había llegado cargado
de fuerza y algo más que Nahia no supo determinar, pero había algo en él que
denotaba poder. Tuvo la sensación de que aquella dragona era realmente
poderosa con su magia. No solo eso, también peligrosa. Esto la inquietó
mucho. Siempre captaba el poder de los dragones, de su magia, pero nunca
había captado la capacidad letal de la magia de uno de ellos. Aquella
dragona era un arma mortal en sí misma. Casi tuvo la certeza de que si
quería matarla lo podría hacer solo con mirarla. Esperaba que las cosas no
llegaran a ese extremo, esperaba que solo la castigara y no la matara. Lo
pensó mejor. Solo le faltaba volver a ser castigada. No podría con ello. Sus
fuerzas eran justas, casi inexistentes. Tendría que comportarse
excepcionalmente bien en aquella formación y evitar cualquier posible
problema.
«Este año no tenemos ni media docena de seleccionados con el talento de
la Hechicería. Esto es algo lamentable. Es uno de los talentos más
importantes, si no el que más, y una recolección tan escasa... Eso no gustará
a los líderes. Lo normal es que cada año haya mucho Luchador, Guerrero,
Bárbaro, Explorador, Sombra y similares. Se debe a que los talentos de
armas se dan con más facilidad. Los talentos de magia, por el contrario, son
más difíciles de encontrar. La magia siempre escasea, incluso entre aquellos
que han nacido con ella».
Nahia no entendía muy bien qué era lo que quería decir. Dedujo que se
refería a que, aunque todos los de la academia tenían sangre de dragón y la
magia se había manifestado en ellos, no todos tenían talentos mágicos.
«Los Brujos de Dragón Hechiceros son los más temibles de todos. Y no
es así porque yo sea la maestra de la disciplina, sino porque son los más
poderosos. Un Brujo de Dragón Guerrero no es rival para uno Hechicero. La
magia siempre es más poderosa que el arma, nunca lo olvidéis. Por muy
fuerte, ágil, diestro, y habilidoso que sea con su arma el Luchador, Guerrero,
Explorador o Bárbaro, el Hechicero siempre puede vencer. Yo os enseñaré a
hacerlo, a vencerlos a todos. No solo a los que tienen talentos basados en
armas, incluso a los basados en magia. De entre ellos los más difíciles de
derrotar serán los Magus, Encantadores, los Necrossum y los Defensores,
pero no os preocupéis, nadie es más poderoso en combate que el
Hechicero».
Nahia se quedó sorprendida. Ella no se veía más poderosa que Taika o
Ivo, o Aiden. Además, con sus talentos lo serían todavía más. Dudaba mucho
que pudiera vencerles por más que aquella criatura lo asegurara con tanta
certeza y confianza. Le intrigó saber que los Magus, Encantadores,
Necrossum y Defensores serían duros rivales. Lily era Encantadora, Ana
Necrossum y Logan Defensor. Se preguntó por qué sería así. Lo tenía que
hablar con ellos y descubrir qué les hacía difíciles de vencer. Era por
curiosidad, no es que quisiera un combate. Todo lo contrario. Lo que quería
en realidad era ver cuán poderosos eran para poder luchar un día contra los
dragones.
«Os enseñaré a usar vuestra magia y llevarla a nuevas cotas de poder.
Seréis capaces de atacar mucho más rápido, con mucha más potencia y
agrandar el alcance con vuestros ataques mágicos, mucho más que el resto de
vuestros compañeros de escuadra. Ahora no lo podéis ni imaginar pues
vuestras mentes son pequeñas y han sido expuestas a muy poco de lo que se
puede lograr hacer con la magia».
A Nahia el desprecio del dragón no le sorprendió lo más mínimo. Solo le
había faltado decir que se debía a que eran razas inferiores. Estaba
implícito, lo sabía, y no le sorprendía. Algún día las razas inferiores
demostrarían a los todopoderosos dragones que en realidad no eran tal.
«No vamos a perder un momento. Comenzaremos con el estudio de la
mejora en la rapidez de invocación de vuestras habilidades elementales.
Estoy segura de que todos los que estáis aquí sobresalís en el estudio de la
magia. No es posible tener el talento de la Hechicería y no ser muy hábil con
la magia. Y, por lo tanto, siendo todos buenos en ello, estoy segura de que os
preguntaréis quién de entre vosotros es el mejor. No os preocupéis, lo
iremos descubriendo, puede que incluso haya cambios hasta que terminemos
el año».
A Nahia no le gustó cómo sonó aquello ni el sentimiento de
competitividad que llegó con el mensaje. Ella no tenía ningún interés en
saber quién era el mejor en magia.
«Mi forma de enseñanza es una muy eficaz. Todo lo aprenderéis en
competición directa, es la mejor manera, os lo aseguro. Competiréis entre
vosotros y os empujaréis los unos a los otros a mejorar. Para ilustrarlo y
comenzar con la enseñanza, realizaremos un sencillo ejercicio».
Ahora Nahia no tenía ninguna duda de que aquella formación iba a ser un
sufrimiento. No podía creerlo, justo ahora que iba a poder descansar algo
más y sus días serían algo más livianos, tenía que llegar esta clase con su
competitividad innecesaria.
«La Humana y la Fatum, colocaos una frente a la otra» ordenó Lehia-
Zuri-Mag con un sentimiento de orden implacable.
Nahia dio un paso al frente y se volvió para encarar a la Fatum, que hizo
lo propio.
«Presentaos. Debéis conocer a vuestro oponente».
—Soy Nahia, Escuadra Ígnea, Escuadrón Rojo —se presentó y se inclinó
ligeramente en un saludo breve.
—Soy Fiadh, Escuadra Tormenta, Escuadrón Blanco —se presentó la
Fatum, que se inclinó también.
«Muy bien, sacad vuestras Esferas de Entrenamiento. Quiero que
invoquéis Aliento Elemental. Suele costar un poco, aunque vosotras dos lo
haréis rápido, estoy segura. Y para darle ese carácter competitivo al
ejercicio, crearé un Incentivador. Se qué no sabéis lo que es, pero pronto lo
averiguareis».
Lehia-Zuri-Mag conjuró un momento y entre Nahia y Fiadh apareció una
esfera de aire cargada con rayos de tormenta en su interior que se quedó
levitando entre las dos.
Nahia y Fiadh miraron la esfera con desconfianza.
«Mi Exarbor Hechicero dará la señal, invocaréis la habilidad Aliento
Elemental tan rápido cómo podáis y se la lanzaréis a vuestro rival. Estáis a
la distancia justa para no alcanzaros así que no hay riesgo de lesiones.
¡Adelante!».
—Preparadas… Ya —dio la señal el Exarbor Hechicero.
No queriendo quedar mal, Nahia invocó la habilidad tan rápido como
pudo. Llamó a su dragón interior, cogió una cantidad de energía, la
transformó en fuego elemental y la lanzó por su boca. Según el aliento iba a
salir, Nahia vio cómo Fiadh, más rápida que ella, ya enviaba el suyo. Un
aliento de rayos de tormenta salió de su boca. Un instante después salía el de
fuego. Ambas mantuvieron el aliento un momento y luego lo dejaron morir,
cortando el envío de energía.
—Victoria… para Fiadh… del Escuadrón Tormenta —anunció el
Exarbor.
«Ah, muy bien. Ahora le toca el turno al Incentivador» envió Lehia-Zuri-
Mag junto con un sentimiento de diversión.
La esfera que levitaba entre ambas atacó a Nahia soltándole varias
descargas de tormenta. Nahia recibió las descargas en torso y piernas. Sintió
un dolor terrible, insufrible, y se fue al suelo. El Incentivador le lanzó tres
descargas más que hicieron que se retorciera de dolor. Sentía una agonía
terrible. Las descargas le subían y bajaban por el cuerpo y el dolor era
insoportable.
«Y así es como se incentiva al alumno a mejorar. Tendremos
competiciones como estas todos los días. Estoy segura de que vais a mejorar
muchísimo, por la cuenta que os trae. ¡Siguiente alumno! ¡El Drakónido!
Veamos si puedes con la Fatum».
Nahia se retiró arrastrándose por el suelo en medio de terribles dolores.
Vio que el Drakónido se iba a enfrentar a Fiadh. Le deseo suerte, la iba a
necesitar. No la tuvo. Fiadh le venció con facilidad. Las descargas atacaron
al Drakónido, que se fue al suelo y rodó mientras soportaba el castigo.
Nahia supo en aquel momento que aquella clase era una locura. Lo iban a
pasar peor que en una pesadilla.
Capítulo 21

Aquella noche Nahia por fin pudo ir a cenar y lo disfrutó como si le


hubieran servido el mejor de los festines, mejor incluso que el que seguro se
daban el coronel y el comandante cada noche en el castillo. Llevaba una
semana solo con la comida del desayuno. Pese a que tomaba el doble de
ración para poder aguantar hasta el día siguiente, aquello no era nada bueno
para su cuerpo. De hecho, se sentía más débil que al comenzar el curso.
Después de todos aquellos días de castigo le había quedado claro que el
cuerpo necesitaba sustento más de una única vez al día.
—Está delicioso —dijo a sus compañeros mientras cenaban sentados a
la mesa de su escuadra.
—Lo está —asintió Ivo dando un mordisco a la pata de pavo guisado de
su segunda ración de aquella noche.
—Está bueno, pero tampoco es una maravilla —comentó Dafne—. Los
Tergnomus hacen lo que pueden, pero no son grandes cocineros. Los Fatum
tenemos una cocina espectacular, con platos deliciosos de los que ni siquiera
habéis oído hablar.
—Sí, deliciosos serán, pero ¿qué me dices de las porciones? ¿Son
tamaño Fatum o tamaño Tauruk-Kapro? —preguntó Ivo.
—Fatum, por supuesto. Los de mi etnia consideran de mala educación
atiborrarse de comida. Los platos son deliciosos y las raciones pequeñas,
ayuda a saborearlos y apreciarlos mejor.
—Entonces prefiero la comida de aquí. Sirven bastante y se puede
repetir lo que quieras —sentenció Ivo.
—A veces se me olvida que eres un Tauruk, pero momentos como este
me lo recuerdan —Dafne hizo un gesto de que solo podía ser así.
—Soy un Tauruk y los míos no cocinan platos elaborados. Somos amigos
de asados y guisos con mucha carne y pocos aromas y cosas de esas.
—Sois unos brutos que no aprecian la buena cocina, que es un arte —
rebatió Dafne.
—Nosotros siempre llevamos el estómago lleno y los músculos
recargados, que es lo que importa.
—Algo de razón no le falta —comentó Taika con una sonrisa.
—Ya, eso lo dices porque los tuyos no cocinan, pero nada de nada —
acusó Dafne.
Taika se encogió de hombros.
—Preferimos la carne y el pescado muy poco hechos, casi crudos. Los
pasamos un momento por el fuego o la brasa y ya está. No cocinamos como
tal. Cada raza tiene sus prácticas culinarias diferentes.
—Nosotros preferimos la carne cruda, como nuestros señores —comentó
Aiden—. Cocinarla es hacer que pierda su poder alimenticio. Estos guisos
que nos dan le quitan toda la fuerza a la carne.
—Vaya con los carnívoros… Mi cultura es todo lo contrario —comentó
Lily—. Nosotros lo asamos todo hasta casi quemarlo. Cuanto más hecho y
más churrascado, mejor. Los guisos los cocinamos toda la noche. Nunca
verás a uno de los nuestros comer algo poco hecho. La carne sangrante nos
da asco.
—Pues nosotros tenemos un poco de todo —comentó Nahia—. Los hay
que prefieren la carne poco hecha como Taika, los que la prefieren muy
hecha, como Lily, los hay que bien preparada con especias y aromas y en
pequeñas cantidades, como Dafne, y también los que prefieren llenar la
barriga hasta arriba como Ivo. Lo que no tenemos son los que la quieran
cruda, como Aiden.
—Qué complicados que sois los Humanos… ni para comer os ponéis de
acuerdo —rio Lily.
—En eso te doy toda la razón —dijo Nahia y siguió comiendo el
delicioso guiso.
—Peculiares son —estuvo de acuerdo Dafne, que asintió varias veces.
—Si lo pensáis, todos somos un poco raros o peculiares, los unos para
los otros. Tenemos culturas y costumbres muy diferentes —dijo Taika.
—Sí, los más raros son los cabeza de roca —dijo Dafne.
—Nuestra cultura es la más avanzada y similar a la de nuestros señores.
Las vuestras son las primitivas y extrañas —opinó Aiden y se puso tieso
como siempre hacía cuando defendía a los suyos.
—Digamos que todas las razas tienen sus peculiaridades, incluidas las
costumbres gastronómicas —comentó Ivo con tono relajado.
—Sí, todos somos diferentes y peculiares —sonrió Lily—. Algunos de
nosotros, además, encantadores e irresistibles. Otros, todo lo contrario—. Su
mirada se paró en Aiden y luego rio.
Nahia no pudo sino sonreír. Dafne y Lily tenían a Aiden atormentado y no
le daban un ápice de respiro, pero había que reconocer que él mismo se lo
buscaba la mayoría de las veces con aquella boca de dragón que tenía.
Aiden se hizo el ofendido y no dijo nada más, cruzó los brazos sobre el
pecho.
—Lo importante es que nos entendamos y colaboremos —opinó Taika.
—Y que respetemos nuestras diferencias, pues distintos somos y eso nos
hace especiales —Ivo miró a Lily y a Dafne con expresión de que no estaba
bien meterse con Aiden.
Hubo un momento de silencio. Lily y Dafne bajaron la cabeza y lo
meditaron. Luego volvieron a mirarse y negaron con la cabeza mientras
sonreían.
—¿Qué os pareció la ceremonia de la marca? —preguntó Nahia, que se
acordó de repente de que había sido el día anterior. Sus noches de castigo
eran tan intensas que olvidaba lo que le sucedía durante el día.
—Fue algo muy singular —opinó Lily.
—Ya lo creo, fue muy raro. Esa esfera y los anillos me pusieron de los
nervios — opinó Dafne.
—Los anillos actuaban como analizadores. Por los colores elementales
deduzco que debe haber una relación entre nuestros elementos y el proceso
de análisis— razonó Taika pensando en ello.
—La energía de los cuatro dragones de plata es la que me dejó
impresionado —comentó Ivo—. No había sentido tanto poder en mí vida. Ha
habido varios momentos en los que las puntas de mis cuernos parecía que se
iban a quebrar.
—Solo de pensarlo se me pone carne de gallina —dijo Dafne.
—Los señores de plata son quienes conocen los misterios del tiempo y
los secretos arcanos —comentó Aiden.
Nahia pensó en Garran-Zilar-Denbo y no le pareció errado el
comentario. Los dragones plateados eran diferentes a los demás. Su magia no
estaba relacionada con uno de los seis poderes elementales de los dragones:
fuego, agua, tierra, aire, luz y oscuridad, sino con el tiempo. Y Nahia además
empezaba a sospechar que también con el del espacio.
—Me pregunto cómo son capaces de descubrir el talento innato de cada
uno — comentó Lily.
—A mí no me han acertado, eso puedo asegurarlo. Yo de Sanadora no
tengo nada —se expresó Dafne enfadada.
—Con ese carácter tuyo la verdad es que no concuerda mucho —rio Lily.
—Por eso lo digo. Las sanadoras y curanderas se supone que son buenas
de corazón y carácter. Yo soy dura de ambas cosas. Se han equivocado —
aseguró la Fatum y cruzó los brazos sobre el torso.
—Algo de razón no te falta —reconoció Nahia que, siendo ella misma
curandera, no veía en su compañera esas cualidades de preocupación por el
bienestar del prójimo que debía tener.
—En mi caso sí que creo que han acertado —opinó Ivo con tono
complacido y tranquilo—. Por lo que he entendido, Druida es un mago de la
naturaleza. Eso va con mi carácter y espíritu. La parte de mago no tanto, pero
la de naturaleza mucho. De todos los talentos que salieron, es el que creo
que mejor encaja con mi personalidad.
—Sí, ese talento te va muy bien —le dio la razón Lily asintiendo.
—Deberías ser Luchador, Guerrero o Bárbaro. Eres un Tauruk, tienes un
cuerpo enorme y una fuerza descomunal. Esos son los talentos que la
mayoría de Tauruk-Kapro obtuvieron —reprochó Aiden negando con la
cabeza.
—Esos talentos son de armas y de talante atacante, ¿verdad? —preguntó
Ivo.
—Así es. El Luchador puede ejercer de defensa, aunque también se usa
para el ataque. El Guerrero y el Bárbaro son talentos puros de ataque —
explicó Aiden.
—En ese caso creo que mi talento es el adecuado. Ninguno de esos tres
me motiva. Prefiero Druida, aunque la magia que conlleva me vaya a costar.
Al menos será basada en la naturaleza, eso me han explicado en clase hoy y
estoy contento.
Aiden negó con la cabeza.
—Es un desperdicio… pero si es lo que ha salido, no se puede cambiar.
—A Taika también le va muy bien el de Sombra, sobre todo teniendo en
cuenta tu elemento... —dijo Dafne al tigre.
Taika asintió.
—Oscuridad y sombra, sí. Van de la mano.
—Los señores de plata no cometen errores. Están instruidos y poseen
gran poder mágico —afirmó Aiden.
—Eso lo dices porque te gusta que te hayan dado el talento de Bárbaro
—dijo Dafne.
Aiden levantó la barbilla.
—Estoy muy contento con su elección, sí, y solo ratifica lo que os he
dicho.
—Te podía haber salido guerrero o luchador y estarías incluso más
contento —dijo Lily.
—Sí, lo hubiera preferido. Pero no se cuestiona la decisión de nuestros
señores.
Lily y Dafne intercambiaron una mirada de ironía.
—¿Los Drakónidos no preferís la magia? —preguntó Nahia interesada.
Aiden la miró e inclinó la cabeza.
—Hay muchos entre nosotros que sí, que prefieren la magia e intentan
emular a nuestros señores en ese ámbito. Otros, como yo, preferimos las
armas.
Nahia asintió.
—En mi caso también acertaron. Encantadora es lo que ya soy —rio Lily
—. Un poco más de aprendizaje en ese área y seré del todo irresistible.
—No me cabe duda —sonrió Taika.
Nahia todavía no sabía qué pensar de su talento: Hechicera.
—Mi talento no sé yo si me encaja. Menos aún después de la clase de
hoy.
—Es un talento poderoso. Los Hechiceros son los que mejor combaten
con magia —explicó Aiden.
—Parece una especialización de la magia de ataque —dedujo Taika.
—Entonces es un buen talento para ti —opinó Lily.
—¿Es que soy la única con la que se han confundido? —protestó Dafne.
—Te repito que no cometen...
—Ya, ya, ya. Calla, Aiden.
—A mí me preocupa qué estudiaremos durante este año y el siguiente. Es
demasiado —comentó Nahia y resopló agobiada.
—Sí, nos van a matar a formación —convino Lily.
—Solo nos hará más fuertes —replicó Aiden.
—Esa teoría no es del todo correcta —opinó Ivo—. El sufrimiento
endurece, cierto. Pero hasta la rama más dura de un árbol puede quebrarse si
se ejerce demasiada fuerza sobre ella.
—Hay veces que tus frases transcendentales son de lo más acertadas —
dijo Dafne asintiendo con efusividad.
—Me alegro de ser de ayuda —Ivo se inclinó con una pequeña
reverencia.
—Tienes toda la razón, Ivo —dijo Nahia—. Mi primera clase de
Hechicería ha sido horrible. Resulta que vamos a estudiar compitiendo los
unos con los otros y al que pierde se le castiga.
—¿Enviándoos a trabajos? —preguntó Lily abriendo mucho los ojos.
Nahia negó con la cabeza.
—Casi peor. Me han caído seis descargas de tormenta por perder. Ha
dolido lo que no os podéis imaginar. He estado tirada en el suelo sufriendo
media clase. De hecho, me ha costado horrores llegar hasta aquí al terminar.
Creo que cojeo de la pierna izquierda porque no se me ha recuperado
todavía.
—Eso es una brutalidad —protestó Dafne y golpeó la mesa con los
puños.
—Según la formadora de Hechicería, fomenta la mejora rápida.
—No debería enseñar así —Ivo negaba con la cabeza—. No es natural y
mucho menos equilibrado.
—¿Cómo os ha ido a vosotros en vuestro primer día?
—A mí fatal —soltó Dafne—. No entiendo qué hago en esa clase. De los
cinco que estamos, yo soy la que menos afinidad con la sanación tiene. Hoy
hemos pasado todo el día convirtiendo energía elemental en sanadora.
¿Adivinad quién no lo ha conseguido?
—No te preocupes, lo lograrás, Solo necesitas un poco de tiempo —
animó Lily.
—Que os digo que se han equivocado —Dafne levantó las manos al
cielo.
—¿Solos sois cinco? Igual que nosotros. Pensaba que la Hechicería era
de las que menos habían salido. Veo que de Sanación también —comentó
Nahia intrigada.
—Hechicería y Sanación son las que menos miembros suelen tener
siempre. Esos dos talentos son los más preciados —explicó Aiden.
—Tiene sentido. El más dañino y el más benévolo. Los más difíciles —
comentó Taika razonándolo.
—Muy cierto. Ese debe de ser el motivo —estuvo de acuerdo Ivo.
—A mí me ha ido muy bien —comentó Lily—, aunque no es exactamente
lo que yo pensaba.
—¿No se trata de ser encantadora e irresistible? —bromeó Nahia.
—Es más bien tener la capacidad de encantar a otros, de afectar a su
mente. Y resulta que las primeras prueban dan que tengo mucho potencial.
De los siete que estamos en la formación, he quedado primera en potencial
empatada con otro Escarlatum. Dos Fatum nos siguen de cerca.
—Eso es interesante. Quizá vuestro don natural de raza os ayuda con este
talento —dedujo Taika.
—Eso estaba pensando yo también —se unió Ivo—. Nuestras razas
deben afectar a nuestros talentos de alguna manera.
—La mía no —negó con la cabeza Dafne.
—Tú eres muy afín a la magia y para ser Sanadora se requiere mucho el
uso de esta —contradijo Aiden.
—¡Qué sabrás tú! —Dafne negó con la cabeza.
—Esto lo sé —dijo él asintiendo.
—¿Tú qué tal el primer día de formación, Aiden? —preguntó Nahia para
que no siguieran discutiendo.
—A mí me ha ido excelente, como debía ser. Somos seis Bárbaros.
Nuestro maestro nos ha explicado que somos los más letales de todos los
talentos.
—¿No lo son los Hechiceros? —preguntó Taika.
—Lo son a distancia, pero en proximidad y cuerpo a cuerpo nosotros
somos los más letales. Nos enseñarán a dar rienda suelta a todo nuestro
potencial de muerte y destrucción con las armas. Seremos los más temidos
en batalla en melé. Es algo que me complace sobremanera y me llena de
orgullo —Aiden levantó su barbilla de dragón.
—No voy a decir que no te va como anillo al dedo. Sobre todo, si lo
combinas con tu… condición —dijo Lily.
—Yo no tengo ninguna condición —los ojos de reptil de Aiden se
clavaron en Lily, con mirada ofendida.
—No, claro que no. No te hemos visto ya varias veces entrar en frenesí y
luego no recordar nada —dijo Dafne.
—Solo han sido un par de veces. No constituye una condición. Además,
seguro que se me pasará pronto con toda la formación que voy a recibir.
—Sí, seguro que se te pasa. ¿Cómo no se te va a pasar? —Lily hizo una
mueca de que ni en mil años.
—¿Tú qué tal, Ivo? —preguntó Nahia.
El Tauruk levantó la cabeza.
—Bastante bien, mejor de lo que esperaba. Aprenderemos magia de
naturaleza con fines ofensivos y de sanación. La primera parte no me
interesa, la verdad, pero la segunda sí. Siempre me he preguntado cómo
aprovechar de forma positiva todo lo que la madre naturaleza pone a nuestro
servicio. No para destruir, sino para construir, reparar, sanar.
—Vaya, me das envidia. A mí me hubiera encantado estudiar la
naturaleza y su magia —dijo Nahia—. Con todo lo que he aprendido con mi
abuela… no es justo que no pueda seguir desarrollándolo y poniéndolo en
práctica.
Ivo se encogió de hombros.
—La vida rara vez es justa.
—Gran verdad —comentó Taika asintiendo.
—¿Qué nos cuentas tú, Taika? —preguntó Lily.
—Mi talento es algo curioso. Somos seis y por lo que nos ha explicado
el maestro, un dragón negro enorme, nuestro talento consiste en usar las
sombras, la oscuridad, para llegar hasta el enemigo sin ser detectado y
vencer en un abrir y cerrar de ojos.
—Teniendo en cuenta tu afinidad elemental, es perfecto para ti —dijo
Dafne.
—Sí, eso parece, así me lo ha explicado el dragón maestro. No todos
tienen la misma afinidad que yo en mi grupo.
—No me importaría tener ese talento —dijo Nahia—. Podría escaparme
de algún que otro castigo —bromeó.
—Eso necesitas y urgente —rio Lily.
—Ya lo creo, de forma urgentísima —se unió Dafne.
—Oye, no nos has contado tu última noche en las mazmorras. ¿Algo
interesante? —preguntó Lily a Nahia.
—Además de que has regresado con vida, cosa que todos deseábamos y
esperábamos —añadió Taika.
—Bien puntualizado —dijo Ivo.
Nahia volvió a verse en una situación complicada. Quería contárselo
todo a sus compañeros, pero se encontraba ante dos problemas. El primero
que el lugar no era el idóneo. Allí había muchas personas y sobre todo
orejas que podían captar sus palabras. El segundo era que no sabía si fiarse
o no de todos sus compañeros. De Aiden seguro que no, pero tampoco estaba
segura de poder confiar en los demás. Quería hacerlo, eso sí, pero ¿y si se
equivocaba? La duda la asaltó. Decidió ganar tiempo.
—Ya os lo contaré, aquí hay demasiada gente… —dijo mirando
alrededor.
—Te entendemos —Lily asintió y también miró alrededor.
—Lo importante es que he sobrevivido y sin secuelas graves.
—De lo cual nos alegramos en el alma —sonrió Taika.
—Tienes un aura que se alinea con la naturaleza, que busca el equilibro,
es por eso que las cosas te salen bien —dijo Ivo con tono místico en la voz.
—Es una Nacida de la Llama, poderosa, lo más alejado que hay de
alineada con la naturaleza —dijo Aiden.
—Su poder es grande, pero su alma lo es todavía más y por eso está
alineada con la naturaleza —replicó Ivo.
Aiden puso cara de que aquello no le cuadraba para nada.
Terminaron de cenar en buen ambiente y se retiraron a los dormitorios a
descansar. Nahia no podía creer que por fin fuese a descansar una noche
completa. Las ojeras que tenía desde hacía una semana eran tan profundas
que parecía que Ivo le había soltado un puñetazo en cada ojo.
Nahia se tumbó en su camastro.
—Qué bien… Por fin… Hoy dormiré como hace mucho tiempo que no lo
hago. No voy ni a soñar.
Se quedó dormida casi antes de terminar el pensamiento, pero sus sueños
no fueron tranquilos y reparadores. Soñó con Brujos de Dragón Hechiceros
que mataban a cientos a su paso, con enormes dragones que descendían de
los cielos llevando muerte y destrucción a miles de Humanos, con sangre,
sufrimiento y conquista.
Soñó con lo que soñaban los dragones.
Capítulo 22

Unos días más tarde Nahia se dirigió a la biblioteca a estudiar después


de la formación. Iba con el ánimo bajo. No se le estaba dando nada bien la
Hechicería y lo estaba pagando con dolor y sufrimiento. Aquel día los más
castigados habían sido el Escarlatum y el Drakónido, por lo que ella se
había librado bastante. No del todo, porque había sufrido dos descargas
incentivadoras, pero no se podía quejar. Otras veces le caían cuatro o hasta
cinco.
Llegó al edificio de la biblioteca y se maravilló al verlo. Siempre le
pasaba, era una descomunal esfera blanca con tonos plateados que brillaba a
la luz del sol. Desde fuera no parecía un edificio sino un gran monumento.
Era como una réplica de las perlas portal. Posiblemente lo crearon con esa
idea.
Entró en él y Nahia no pudo sino sonreír un poco. Era curioso que
siempre le pasara, ya que lo visitaba a menudo. Sus seis pisos circulares con
barandillas de cristal que daban al gran patio redondo le parecían una proeza
arquitectónica. La gran columna de plata con el libro enorme de tapas de oro
que presidía el centro le daba un toque insigne al lugar. Sin embargo, aquel
libro era la Senda de los Dragones, lo que le revolvía el estómago cada vez
que lo miraba.
Alrededor del monumento y detrás de los mostradores una veintena de
Exarbor trabajaban sobre tomos enormes. Apenas levantaban la mirada tan
enfrascados como estaban en sus tareas. Eran unos seres curiosos, siempre
trabajando y estudiando. Eran metódicos, sabios, lentos y, por lo que había
visto, infalibles. Nahia siempre se preguntaba si aquellos seres no tendrían
sueños, metas que querían alcanzar más allá de servir fielmente a los
dragones y hacer sus trabajos por ellos.
Nahia sabía que tenía que ir al segundo piso y se dirigió a él. Allí
estarían los de segundo año estudiando. Subió por la escalera de caracol
hasta alcanzarlo y miró alrededor. Contra la superficie esférica de la pared
había estanterías llenas de libros. Junto a ellas y dispuestas por toda la
planta había mesas de estudio. Era igual que la planta inferior, la de primer
año en la que había estado tantas veces.
Pasó junto a una columna cuadrada que tenía un escrito enmarcado: “El
talento de un Brujo de Dragón es su mejor arma”. Nahia suspiró. Eran
extractos de La Senda de los Dragones y estaban colgados de las paredes.
No le gustó, bastantes problemas tenía con su formación para que se lo
recordaran. Buscó una mesa desde la que no pudiera ver ninguna de las
frases lapidarias de la Senda.
Tras un rato Ana llegó y vio a Nahia estudiando. Se acercó a hablar con
ella.
—Hola, Nahia —la saludó en un susurro con su característica mirada
asustadiza.
—¡Ana! ¡Qué bien verte aquí! —saludó Nahia, que siempre se alegraba
mucho de ver a su amiga—. Siéntate conmigo —dijo y le ofreció una silla
vacía.
—¿Estudiando tu nuevo talento? —preguntó ella.
Nahia asintió y señaló un tomo enorme que estaba leyendo.
—Como no teníamos suficiente para estudiar, ahora encima esto —se
quejó con acritud.
—Te ha tocado Hechicera, ¿verdad?
—Sí. A ti Necrossum, ¿no?
—Eso es. Por lo que he visto hasta ahora es una materia no solo difícil
sino muy desagradable.
—Me estaba preguntando en qué consiste. Suena a muerte… ¿no?
—Peor que eso. Necro de muerte sí, Ossum de huesos… —Ana puso
cara de espanto.
Nahia lo empezó a entender entonces. Su expresión de interés pasó a
desagrado.
—Suena mal…
—Es aún peor de lo que parece —dijo Ana resoplando.
—Cuéntame. Quiero saber en qué consiste —dijo Nahia con cara de
interés.
Ana suspiró.
—Los que tenemos el talento Necrossum utilizamos la magia denominada
de los muertos y también la de los huesos.
—¿Magia de los muertos? —Nahia no pudo evitar interrumpirla. Aquello
era de lo más insólito.
Ana suspiró de nuevo.
—La magia de los muertos busca utilizar nuestra energía interna y
convertirla en energía de muerte y enfermedad. Creo que es lo contrario a la
magia de sanación, la de las sanadoras cura las enfermedades y sana. La
nuestra crea enfermedades y mata.
Nahia echó la cabeza hacia atrás y puso cara de consternación.
—Eso es horrible.
Ana asintió varias veces.
—Peor que horrible. Imagínate, nos enseñan a matar personas
enfermándolas hasta morir. No solo eso. Podemos hacerlo rápido o alargarlo
en el tiempo.
—¿Alargarlo? ¿Con qué fin? —Nahia se llevó las manos a la cara.
—Con el de crear sufrimiento…
Nahia lo entendió.
—¡Malditos dragones! —exclamó más alto de lo que debía. Varias mesas
se volvieron y la miraron.
Nahia se dio cuenta.
—Perdón… —dijo a los que miraban.
Vio que la observaban con ojos de preocupación. Nahia se percató de
que era por lo que había dicho. Un Exarbor cercano, junto a las estanterías
con libros, la miraba. Levantó el dedo índice con hojas y se lo llevó a los
labios de corteza.
—Lo siento… —dijo ella en voz baja. El mal estaba ya hecho. Si aquel
Exarbor se chivaba a los dragones le iba a caer otro castigo. Se lamentó por
no haber controlado su arrebato. Los estudiantes de alrededor volvieron a
sus estudios y Nahia miró a Ana.
—Deberías tener cuidado con las cosas que dices. Si te oye un dragón…
o si se lo cuentan…
—Lo sé, lo sé… Pero es lo que pienso y a veces se me escapa.
—Eres muy valiente, yo no me atrevería en la vida a decir algo así en
alto.
—Tengo demasiado poco aguante, más que ser valiente. Es como si me
quemara dentro, en el estómago, y me sale por la boca.
—Aun así, decirlo en alto en su academia, en sus dominios, requiere
mucho valor.
—Todos deberíamos decirlo, oponernos a estos tiranos que nos
esclavizan y matan.
—Y nos obligan a formarnos para matar por ellos, que es todavía más
retorcido, si lo piensas —añadió Ana.
—Tienes toda la razón.
—Nos usan para hacer su trabajo sucio. Nuestras vidas no valen nada
para ellos.
—¡Los dragones son unas alimañas sin entrañas! —de nuevo la
exclamación le salió muy alta y todos los de alrededor la miraron.
Esta vez sus rostros mostraban seria preocupación por ella. Varios
dirigieron su vista a derecha e izquierda para ver si alguien más la había
oído, alguien que pudiera comprometerla.
Nahia se dio cuenta de que había vuelto a perder la calma. Todos en las
mesas de alrededor la observaban con expresiones de sorpresa y temor.
Miró hacía el Exarbor que la había oído antes. No estaba junto a los libros,
no la había oído. Nahia fue a resoplar de alivio cuando giró la cabeza y vio
detrás a un Exarbor mirándola fijamente. Tenía los ojos entrecerrados. Se
acercó hasta ella con su caminar lento.
—Nombre… escuadra… y escuadrón —pidió con tono firme.
—Ella no ha querido… —intentó defenderla Ana.
—Tengo oídos… Buenos oídos… Nombre… escuadra… y escuadrón…
—insistió el Exarbor.
Nahia suspiró. Se había metido en un lío. Uno que no necesitaba. Tenía
que responder o sería peor.
—Nahia. Escuadra Ígnea. Escuadrón Rojo.
—Este incidente… quedará registrado… —dijo y se marchó con paso
lento hacia uno de los mostradores donde los Exarbor solían estar anotando
en sus tomos. Nahia siempre se preguntaba qué anotaban. Lo que aquel
Exarbor iba a anotar hoy, lo sabía.
—Nahia, esto es horrible —Ana se llevó las manos al rostro. Parecía
que iba a llorar.
—No te preocupes. Estás cosas me pasan, yo soy así —se encogió de
hombros restándole importancia, aunque sabía que el incidente lo era y
mucho. Por alguna razón a veces no podía controlar aquellos estallidos y su
boca.
—Olvidémoslo. No hay nada que se pueda hacer ahora.
—Te castigarán, o algo peor —Ana abría mucho los ojos vidriosos.
—Es lo más probable. Continúa contándome sobre tu talento, no me has
dicho nada de la parte de los huesos, y eso me intriga mucho.
—Los huesos… sí. Pues verás, resulta que los dragones y su magia
también pueden traer de vuelta a los muertos, desde sus huesos.
Nahia se quedó de piedra con aquella revelación.
—¿Qué… qué quieres decir con traer de vuelta?
Ana resopló.
—Traer de vuelta, levantar de la tumba…
—Eso no puede ser —Nahia negaba con la cabeza.
—Mi maestro Necrossum asegura que sí.
—No puedo creerlo. Eso es demasiado incluso para la todopoderosa
magia de los dragones. No pueden revivir a los muertos.
—No puedo darte mucha más información porque en realidad poco más
sé. Nos tienen ejercitando para convertir nuestra magia elemental en magia
de muerte, cosa que es de lo más complicado. Así que poco avance hemos
hecho de momento.
—¿Pero estás segura de que has entendido bien? ¿Que eso es lo que
hacen con los huesos?
—Eso entendí. Pueden coger huesos de caídos y con magia de muerte
devolverlos a un estado de semivida. Mencionó también rituales
antiquísimos mediante los cuales los dragones pueden pasar su espíritu de un
cuerpo a otro, cuerpos que pueden ser solo huesos, pero eso queda fuera del
alcance de lo que nosotros vamos a poder hacer.
—Me parece atroz —no podía disimular en su rostro lo horrible que
aquello le parecía y por más que deseaba que no fuera cierto, tenía la
impresión de que lo era y esto la horrorizaba todavía más.
—Imagínate a mí que voy a tener que hacerlo. No quiero ni pensarlo…
—Ana bajó la cabeza y volvió a taparse la cara con las manos.
Nahia se dio cuenta de que su amiga lo iba a pasar muy mal en aquella
disciplina tan horrible y se compadeció. A la pobre le había tocado un
talento verdaderamente malo, pero no podía decirle eso y desanimarla más
todavía.
—Estoy segura de que el tema de los huesos será para algún ritual menor.
Lo más probable es que lo usen para obtener información de los muertos o
algo similar.
—¿Tú… crees? —Ana levantó la mirada y sus ojos estaban húmedos.
—Estoy convencida. Mi abuela me contó que hay quien cree que de los
huesos se puede leer el pasado e incluso parte del futuro.
—Algo así he oído en mi aldea, aunque nunca me lo creí.
—Si mi abuela me lo contó estoy convencida de que algo de verdad hay
en ello.
El rostro de Ana se iluminó un poco.
—Entonces será eso. Utilizarán los huesos de los caídos para obtener
información de lo que ha pasado o quizá incluso de lo que pasará…
—Eso es. Yo creo que tiene más lógica que levantar a los muertos, ¿no te
parece?
—Pues sí. Me dejas más tranquila.
Nahia sonrió.
—Me alegro.
Las dos amigas se dieron un abrazo. Nahia se alegró de haber podido
animarla, aunque en su interior tenía la sospecha de que la magia de muerte
de los dragones mezclada con los huesos iba a terminar siendo lo que
sospechaba. Al menos, Ana no tendría que pensar en ello por el momento.
—En fin, es lo que nos ha tocado y mejor hacerse a la idea —se resignó
Ana y se encogió de hombros.
—Eso tenemos que hacer. Es mala suerte que te haya tocado ese talento
—se compadeció Nahia.
Ana suspiró.
—Prefería mil veces Sanadora o incluso Druida y no tener que luchar,
sino curar al resto de la escuadra.
—Eso es porque tienes buen corazón —dijo Nahia y le puso la mano
sobre el brazo.
—No sé yo si tan bueno, pero desde luego mejor que andar entre huesos
y muertos, eso seguro.
Nahia sonrió con un gesto de comprensión y un poco de pena por su
amiga.
—No le des muchas vueltas, es lo que hay. Tendremos que
acostumbrarnos y sobrevivir.
Ana asintió con mirar pesaroso.
—Sí, hay que sobrevivir. Es lo que me digo todos los días.
—Tienes que ser más optimista. Siempre consigues salir adelante, eres
una ganadora —animó Nahia.
Ana negó con la cabeza.
—Qué va… Es que tengo algo de fortuna, nada más.
—Yo creo que hay más que eso. Un día lo verás.
Ana se encogió de hombros y puso su habitual expresión de timidez.
—Dime, ¿qué hace una Hechicera?
—De momento estudiar mucho y sufrir más. Pero por lo que nos han
avanzado, nos focalizamos en la magia de ataque. Nos enseñarán no solo a
usar magia elemental, sino a que sea realmente poderosa. Somos capaces de
invocar habilidades más rápido, con más potencia y con mayor alcance que
el resto.
—¡Vaya! Eso suena muy bien.
—Excepto que el sistema de formación y entrenamiento que usa mi
maestra es uno basado en la competición y el castigo.
—¿Es como me imagino que es?
Nahia asintió.
—El que pierde es castigado. Según este sistema, se mejora para no
perder y no padecer el castigo.
—¿Competición con tus compañeros?
—Competición y muy fuerte. El que pierde sufre. Y déjame decirte que
sufre de verdad.
—Eso es terrible. Y yo que pensaba que lo mío era malo…
—Lo tuyo lo es, solo que de otro tipo. Lo mío es malo por castigo y
sufrimiento. Lo tuyo es malo de horrible y muerte.
—Pues estamos las dos estupendamente bien… —dijo Ana con tono de
resignación.
—Mejor imposible —Nahia abrió los brazos y sonrió.
—Ya lo creo —respondió Ana con una sonrisa tímida.
A Nahia le gustó verla sonreír. Lo hacía poco, siempre tenía cara de estar
preocupada.
—Aparte de lo del talento, ¿estás bien? En general, digo.
—No me puedo quejar —respondió Ana y volvió a la expresión de estar
triste—. Mis compañeros de escuadra son agradables. Nos llevamos bien y
eso ayuda.
—Y me tienes a mí.
—Cierto —sonrió.
—Y a mí —dijo una voz masculina que sorprendió a ambas.
Capítulo 23

Levantaron la mirada y vieron a un chico moreno de ojos claros que se


había acercado a ellas mientras hablaban.
—¡Logan! —Nahia se alegró mucho de verle y el saludo le salió
demasiado alto.
Un Exarbor la amonestó por levantar la voz.
—Shhh… —dijo levantando un dedo con dos hojas.
Nahia hizo un gesto de disculpa.
—Vale, ya bajo la voz.
—¿Qué haces por aquí? ¿Estudias magia o talento? —preguntó Nahia de
forma un poco atropellada por la sorpresa de verlo de repente.
—Vengo a estudiar ambos.
—¿Tu talento requiere magia? ¿No es un talento de arma como el de
Luchador, Guerrero o Bárbaro?
Logan cogió una silla y se sentó con ellas. El Exarbor les estaba mirando
y tenía el dedo listo para llamarles la atención.
—Os explico —dijo en un susurro.
—Sí, por favor —pidió Ana y ella y Nahia acercaron las cabezas a la de
Logan.
—Defensor es una mezcla entre un talento de armas y uno de magia.
Utiliza ambos. Las armas para defender, por lo general espada y escudo, o
lanza y escudo. La magia la utiliza para atacar y también ayudar en la
defensa. Es un talento interesante. Utiliza magia y armas con el fin de
defender a la escuadra y creo que es algo que encaja bien conmigo.
—Yo pensaba que, siendo tu alineación con la magia tan fuerte, te saldría
uno de los talentos de magia —comentó Ana.
—Sí, yo también. Te veo más como Hechicero, la verdad —dijo Nahia.
Logan se echó un poco hacia el respaldo de la silla y lo meditó. Luego
volvió a acercar su cabeza a la de ellas para hablar bajito.
—La magia se me da bien, pero las armas también. La verdad es que en
mí no está el atacar, yo me veo más defendiendo. Por eso creo que este
talento ha acertado. No sé cómo, porque no entiendo el proceso mágico que
nos hicieron pasar, pero creo que funciona bien dadas mis cualidades físicas,
mágicas y mi forma de ser.
—Veo que lo has estado pensando bastante —sonrió Nahia.
—¿No lo hemos estado haciendo todos?
—Yo sí, desde luego —asintió Ana.
—Sí, yo también, no voy a decir que no. Expuesto así, tienes razón, creo
que te encaja mejor que Hechicero, Encantador, Necrossum o Druida, sí.
Siendo tan bueno como eres con las armas, sería un desperdicio que no las
usaras. No como yo —reconoció Nahia.
—Has mejorado mucho desde que llegaste y si sigues practicando
mejorarás mucho más —aseguró Logan.
—Más vale que me ayudes con la espada porque no puedo con ella.
Logan hizo un gesto afirmativo.
—Te ayudaré, descuida.
—Va a acabar conmigo —dijo y se frotó el brazo derecho. Le dolía todo
el día del esfuerzo de las clases de armas.
—Conseguiremos que ese brazo tuyo pueda con ella. Es solo cuestión de
tiempo, necesitas entrenarlo y ganar algo de músculo. Eso es todo.
—Eres más optimista que yo.
—Pásate por el gimnasio y te ayudaré a fortalecerlo.
Nahia asintió.
—Te lo agradezco en el alma.
—No es nada —Logan hizo un gesto con la mano restándole importancia.
—¿Algo especial que te hayan comentado sobre el Defensor? —preguntó
Ana.
Logan miró hacia el fondo y lo pensó.
—No nos han dicho demasiado.
—¿Cuántos sois? —quiso saber Nahia.
—Somos siete. Ahora que lo pienso, el maestro nos explicó que más
adelante seríamos capaces de ayudar a nuestra escuadra con nuestra magia.
—¿Ayudar sanando, te refieres?
—No, no sanando, sino protegiendo a toda la escuadra, creo que
aumentando las defensas de todos. Del cómo no tengo ni idea, y tampoco
estoy seguro de haberlo entendido del todo bien. Fue una explicación breve y
los conceptos me eran un tanto ajenos.
—Bueno, si puedes ayudar a la escuadra con tu magia defensiva, eso es
estupendo —dijo Ana.
—Eso creo yo también.
—Pero ¿seguirás pudiendo usar tu tormenta de rayos? —preguntó Nahia.
Logan asintió.
—Sí, para atacar. Mi magia elemental me servirá para derrotar al
enemigo.
—Eres un Hijo de la Tormenta, eso significa algo.
Logan miró alrededor pasando sus ojos por los libros.
—Sí, algo que todavía no he descubierto qué es.
Nahia hizo como Logan, recorriendo también los libros con la mirada.
—Yo tampoco he logrado averiguar qué hay detrás de ser una Nacida de
la Llama —Nahia suspiró y se encogió de hombros.
—Ya averiguaremos más, confía —afirmó Logan.
—Pero deberíais hacerlo con discreción. Que no sepan que lo estáis
investigando —aconsejó Ana.
—La discreción no es precisamente mi punto fuerte —reconoció Nahia.
—Ya, eso seguro —estuvo de acuerdo Ana.
Logan las miró.
—¿Ha sucedido algo? —intuyó.
—Mejor cuéntaselo tú —dijo Nahia a Ana.
Ana asintió y le relató a Logan lo acontecido con el Exarbor. Cuando
terminó, Logan miró a Nahia con expresión de gran preocupación.
—Debes tener más cuidado. Ya hay rumores sobre ti y este nuevo
incidente solo los incrementará.
—¿Rumores? —Nahia levantó ambas cejas.
—Los otros alumnos hablan de ti —intervino Ana.
—Comentan la forma en la que desafías a los dragones —continuó
Logan.
Nahia se recostó en la silla y lo pensó.
—Eso no es malo. Que lo hablen, que lo comenten. Quizá les ayude a ver
la luz.
Ana y Logan intercambiaron una mirada de inquietud.
—Te estás jugando la vida. No deberías —aconsejó Logan, que se echó
hacia delante y la miró fijamente a los ojos, intentando convencerla.
—Si no tienes más cuidado los dragones te matarán, lo sabes —aseguró
Ana con expresión de estar a punto de echarse a llorar.
—Todos deberíamos estar pensando en revelarnos contra los dragones,
no en las clases y en graduarse en esta academia de muerte y esclavitud —
proclamó Nahia.
—Debemos pensar en sobrevivir, eso es lo esencial —dijo Logan—.
Terminar el segundo año y sobrevivir.
Nahia entendía lo que Logan trataba de transmitirle. Así habían
sobrevivido al primer año. Sin embargo, ella se sentía diferente ahora.
—Si solo sobrevivimos, si no luchamos por conseguir la libertad,
siempre seremos esclavos.
—Al menos estaremos vivos —replicó Ana.
—¿Y es eso lo que quieres? ¿Estar viva para vivir esclavizada? ¿Para ir
a la guerra a matar por tus señores? ¿Para morir en un campo de batalla en
un mundo lejano y extraño?
Ana y Logan guardaron silencio mientras procesaban lo que Nahia les
había dicho.
—No es lo que queremos, no —comentó Logan con la cabeza baja.
—Pensad en la pobre Maika, en cómo murió. Yo no me lo quito de la
cabeza. Ella no tenía que morir, no sé merecía morir. ¿Por qué perdió la
vida? ¿Para qué? Yo os lo diré, por la gloria de los dragones que quieren
conquistar un nuevo mundo. Maika era una buena persona. No había hecho
nada malo a nadie y no se merecía terminar así. Ni había empezado a vivir.
Ninguno de los que han muerto se lo merecía. Yo no olvido a Maika, no
olvido que los dragones nos matan, no olvido que somos esclavos sin
voluntad ni poder. Y vosotros tampoco deberíais. Graduarse aquí no traerá a
Maika de vuelta. Nada la traerá de vuelta, lo sé, pero algo deberíamos hacer
en su nombre.
—Tienes razón, Nahia, no digo que no. Deberíamos hacer algo más que
solo sobrevivir… deberíamos intentar… luchar por la libertad —concedió
Logan.
—Luchar por la libertad… —Ana lo dijo en un susurro tan bajo que
Nahia tuvo que acercar la cabeza para oírlo—. Eso es un suicidio, ya se
intentó y se fracasó. Los dragones no pueden ser derrotados.
—No pudieron ser derrotados en el pasado. Eso no quiere decir que no
vayan a poder serlo en el futuro —rebatió Nahia.
—¿Qué pretendes? —preguntó Logan muy serio.
—Que nos unamos todos y luchemos contra los dragones todos juntos. No
solo nosotros, todas las razas, también los habitantes de otros mundos, y los
derroquemos. Quiero evitar que sigan matando como hicieron con Maika,
abajo en tierra y en otros mundos.
—Eso es una locura… —Ana se llevó de nuevo las manos a los ojos—.
Te matarán, a ti y a todos los que se te unan a tu causa.
Nahia suspiró.
—No digo que no lo sea, pero es más locura formarnos en la lucha y
morir por los dragones en una guerra que no nos concierne, en un mundo que
ni conocemos, en una batalla sin ninguna transcendencia. Yo no quiero
acabar así. ¿Vosotros?
Los dos se miraron y luego negaron con la cabeza.
—Nadie quiere acabar así —aseguró Logan.
—Pero lo que pretendes es imposible y te llevará a la muerte —advirtió
Ana.
Nahia asintió.
—Es muy probable, pero prefiero morir que aceptar este destino que me
imponen los dragones.
—No hagas nada precipitado, sin pensarlo muy bien —aconsejó Logan y
miró de nuevo alrededor para asegurarse de que no los oían. El Exarbor más
cercano estaba lo suficientemente lejos.
Nahia asintió.
—No te preocupes, intentaré no precipitarme y pensar mis movimientos
antes de realizarlos.
—Tengo un miedo horrible por ti —dijo Ana con ojos llorosos.
—Piensa mejor en lo que te espera a ti. Nos enviarán a la guerra a
Drameia, a Tremia, y allí morirás como murió Maika, y ¿para qué?
—Para nada… —balbuceó Ana entre sollozos por la pérdida de su
amiga.
Logan asintió.
—Ten mucho cuidado, te juegas la vida —dijo y le puso la mano en el
hombro.
Nahia agradeció el gesto y su preocupación por ella.
—De momento solo quiero correr la voz. Quiero que los alumnos de la
academia sepan que podemos unirnos, luchar juntos, buscar aliados en otros
mundos, buscar la forma de poner fin a la tiranía.
—Es un gran propósito, un sueño. Pero necesitarás más que palabras
para convencer a la gente —aseguró Logan.
—No te seguirán, no se atreverán. El temor que infunden los dragones es
demasiado grande —añadió Ana acongojada.
Nahia inspiró hondo.
—Lo sé, soy consciente. Por ahora me conformo con que el mensaje se
escuche. Quiero que sepan que hay esperanza para las razas esclavas de
Kraido. Quiero que ese mensaje circule por toda la academia, que llegue a
todos, que encienda un fuego en sus corazones donde ahora solo hay vacío y
desesperanza. Primero aquí y luego abajo en tierra, en nuestras aldeas y
ciudades.
Logan se recostó en su silla y puso cara contrariada.
—No terminará bien…
—Te matarán —aseguró Ana convencida.
—Aun así. Quiero hacerlo por Maika, para que su muerte no sea en vano.
Y no solo por ella sino por todos los que mueren aquí cada año.
Logan cerró los ojos y los apretó con fuerza.
—Maika y esos desdichados merecían algo mejor.
—Lo sé. Pobre Maika, me atormenta su muerte —comentó Ana con
lágrimas en los ojos.
—¿Me ayudaréis? —preguntó Nahia con mirada esperanzada.
—Te ayudaré a propagar el mensaje —dijo Logan.
—Yo también… aunque estoy muerta de miedo… —Ana temblaba.
Nahia suspiró aliviada.
—Gracias a los dos. No hagáis nada arriesgado, solo comentad con
vuestras escuadras, con los de confianza, no los Drakónidos, que hay
esperanza. Un día los dragones caerán.
—Los dragones caerán —repitió Logan.
—Los dragones caerán —se unió Ana.
—Ese será nuestro lema, nuestro mensaje. Los dragones caerán —
sentenció Nahia.
Se levantó y se alejó de sus amigos. Cuando estaba cerca de la puerta se
volvió y los miró.
Nahia juntó ambas manos con las palmas hacia dentro y los dedos
extendidos y pegados. Luego las puso frente a su rostro y las separó
formando una V, despidiéndose con la Mariposa de la Victoria. Ana y Logan
devolvieron el saludo. Nahia sonrió y abandonó la biblioteca sin ser
consciente de que, en aquel momento, en aquella biblioteca, había plantado
la semilla de la rebelión. Una que germinaría y cambiaria el destino de razas
y naciones de diferentes mundos.
Capítulo 24

Gezur-Zuri-Ikus los observaba con aquellos ojos blancos tan


desconcertantes. A Nahia no le gustaba nada aquella mirada. No porque
pareciera que fueran ojos de dragón ciego que podían ver, sino porque cada
vez que los tenía encima sentía como si la estuviera analizando y llegando
hasta la médula de sus huesos.
Llevaban semanas practicando Garras Elementales en clase de magia y el
verano había volado sin que se dieran cuenta. Nahia no podía creer que su
estación favorita hubiera pasado tan rápido, apenas si había podido
disfrutarla. No es que en la academia pudieran disfrutar de nada, pero el
cielo azul y el buen tiempo eran dos de los pocos privilegios que tenían y los
atesoraba.
A todos les había costado horrores mejorar con Garras Elementales y lo
habían pasado mal. Solo desarrollarlas les había supuesto un calvario. Dafne
había sido la primera en lograrlo, pero a Nahia no le sorprendió. De toda la
escuadra ella era la más afín a la magia, aunque la Fatum se lo rebatiera y
dijera que lo era ella. Su garra era muy singular, desprendía una luz blanca
muy intensa y su poder era difícil de entender.
Lily había sido la siguiente. Su garra era de agua, como la de Alice, por
lo que les había resultado más fácil entenderla. Aiden había trabajado sin
descanso dándolo todo por lograr crear la suya durante semanas. No se le
podía negar que trabajo y foco ponía más que nadie. Había logrado crear su
garra de aire hacía unas clases y estaba eufórico.
Taika fue el siguiente en lograrlo. En su caso era también singular por ser
completamente negra, parecía que se había comido su propia mano. Todavía
no sabían muy bien cómo usarla. Ivo, el pobre, no lo había conseguido.
Estaba desesperado y su habitual semblante filosófico y contemplativo, era
ahora de preocupación y angustia.
«Hoy tenéis el principio de la clase para que los más torpes, los que
están a punto de defraudarme, consigan desarrollar la garra. Será mejor que
lo consigáis o conoceréis mi lado menos agradable y no os va a gustar.
Tenéis permiso para hablar entre vosotros y ayudar a vuestros compañeros
más torpes, pero no os acostumbréis, aquí cada uno debe salir adelante por
sí mismo. También quiero recordaros que muchas veces ayudar a alguien que
no lo va a conseguir es un desperdicio de tiempo y esfuerzo. Os lo digo por
si preferís no malgastar vuestra vida con los más inútiles. Es algo que veré
con buenos ojos. Los fuertes triunfan y dejan atrás a los débiles, que son
alimento para las alimañas».
Ivo tragó saliva y se frotó sus grandes y fuertes manos. Una gota de sudor
apareció en su frente.
—No lo voy a conseguir… —murmuró muy bajito mientras de reojo
observaba al gran dragón blanco.
—¡Por supuesto que lo vas a conseguir! —animó Nahia de inmediato,
que también miró de reojo al dragón para ver si de verdad estaba permitido
hablar.
De aquel dragón no se fiaba. Los observaba con sus extraños ojos, pero
no pareció importarle que hablaran entre ellos.
—Ni se te ocurra venirte abajo —advirtió Dafne levantando el dedo
índice de su mano izquierda y luego negando con él.
—Llevo semanas con esto y estoy más cerca de conseguir que me explote
el brazo de que la garra se forme.
—¡No digas esas cosas! Lo vas a lograr. Eres el más fuerte de todos
nosotros, además del más feo. Te necesitamos en la escuadra para
contrarrestar mi belleza y atractivo —dijo Lily sin ningún pudor.
—Vaya forma de animar… —reprochó Nahia y la miró con ojos de que
no se podía creer la comparación que acababa de hacer la Escarlatum.
—Se me ha escapado, pero el sentimiento está ahí, que es lo que vale. Sé
que lo conseguirá —afirmó Lily y asintió varias veces.
—No creo que vaya a poder… —Ivo negaba con la cabeza—. Deberíais
hacer como dice Gezur-Zuri-Ikus y dejarme atrás…
—No haremos eso. Somos compañeros y nos ayudamos —dijo Taika. Le
puso la garra en la espalda y le dio varias palmadas de ánimo.
—Puedes conseguirlo. ¡Inténtalo! Tienes algo de tiempo todavía, no te
rindas sin luchar hasta el final —dijo Aiden.
A Nahia le sorprendió que el Drakónido animara a Ivo. Si alguien del
grupo fuera a dejar a Ivo atrás, ese sería Aiden. Quizá no fuera tan cabeza de
roca como creían, o tal vez sí, tendrían que verlo con el tiempo.
Ivo resopló. No estaba nada convencido de que pudiera lograrlo.
—Lo vas a conseguir y no se hable más —zanjó Dafne.
Nahia observó a las otras dos escuadras. No eran solo ellos los que
tenían a alguien con problemas. En la Escuadra Océano, Alice estaba
animando a su compañero Kapro, que parecía tener tantos problemas como
Ivo. En la Escuadra Piedra, Frank animaba a una Drakónida. Esto a Nahia le
pareció curioso. La chica Tauruk y el chico Felidae lo habían conseguido y,
sin embargo, la Drakónida, no.
—¿Quiere el alumno… repasar el tomo de estudio… sobre la habilidad
Garra Elemental? —preguntó Tremo, el Exarbor que tenían asignado en la
clase. Se acercó con el tomo de estudio abierto por la página de la
habilidad.
—Me lo sé de memoria, llevo semanas estudiándolo en la biblioteca —
negó con la cabeza Ivo—. No es que no me sepa la teoría y los conceptos, el
problema es que no soy capaz de estabilizar la bola de energía elemental.
—Entiendo. En ese caso… mejor que estudie… esa materia —dijo
Tremo y pasó las hojas del tomo con sus dedos con hojas hasta la lección
que lo explicaba. Daba la sensación de que sabía dónde estaba expuesto
cada tema en aquel tomo. Se lo mostró a Ivo.
—Sí, también lo he estudiado. Me lo sé, pero no me sale…
Tremo se rascó la cabeza de tronco de árbol con su dedo en forma de
rama.
—Entonces… solo queda la práctica. El alumno debe practicar… hasta
lograr llevar a cabo… la teoría y conocimientos adquiridos… en el estudio
de los tomos. Siempre hay… un salto entre la teoría y la práctica. Entre la
magia escrita… y la invocada. Eso es algo que el alumno… debe aprender a
realizar. Solo el alumno puede… La práctica lleva a la mejora… que a su
vez conduce… finalmente… a la perfección.
—Vaya, gran dicho —felicitó Lily.
—No es mío… Está en los tomos… Una alumna aventajada… debería
saberlo ya.
Lily hizo un gesto de disculpa.
—Me lo habré saltado sin querer.
—Pasemos a la práctica. No disponemos de toda la clase —dijo Nahia a
Ivo.
—De acuerdo —Ivo asintió y suspiró.
—Concéntrate. Ya sabes lo que tienes que hacer —intentó ayudar Nahia
—. Asegúrate de controlar la estabilidad de la bola de tierra que creas. Pon
toda tu concentración en ello.
Ivo asintió y cerró los ojos. En la mano izquierda tenía la Esfera de
Aprendizaje y extendió la derecha con la palma hacia arriba. Sus
compañeros lo observaban preocupados y esperanzados y formaron un
círculo a su alrededor que cerraba Tremo con el tomo abierto entre sus
manos.
Le costó un momento, pero Ivo fue capaz de crear la bola elemental de
tierra. Levitaba sobre su amplia palma.
—Vas bien. Sigue así —animó Lily.
La bola emitía destellos amarronados de diversas tonalidades. Nahia la
miraba de cerca y captó que la bola no era del todo estable, solo lo
suficiente para que no estallara en aquel momento, pero poco más. Ivo no
tenía control sobre la persistencia de su creación mágica.
—Intenta controlar la forma, Ivo, que sea una esfera sólida. Refuerza la
capa exterior —aconsejó Nahia.
Ivo no dijo nada, pero abrió los ojos y centró su mirada en la bola. Se
concentró en ella.
Nahia percibió que los destellos marrones eran ahora de tonos más
similares. Parecía que la esfera se iba homogeneizando, era buena señal.
Nahia se animó. Ahora empezaba la parte complicada.
—La bola… no es del tamaño adecuado… para su extremidad —dijo de
pronto Tremo.
Todos le miraron. El Exarbor no se inmutó. Miraba fijamente a la bola de
Ivo.
—Envía más energía y haz la bola más grande —pidió Nahia, que
confiaba en el criterio del Exarbor. La mano de Ivo era enorme y la bola no
tanto.
Ivo resopló e hizo como le indicaban, pero al enviar más energía para
ampliar la bola comenzó a desestabilizarse.
—¡Cuidado, Ivo! —advirtió Lily.
—¡Controla la bola o estallará! —pidió Dafne.
El Tauruk miró fijamente la bola e intentó estabilizarla. Esta se
deformaba y luego volvía a su forma inicial para volver a deformarse. Daba
muy mala impresión.
—Refuerza la capa exterior y contén la energía de su interior —urgió
Nahia.
—¡Hazlo rápido, va a romperse! —avisó Dafne.
Ivo envió más energía y reforzó la capa exterior. Le costó un buen rato,
pero consiguió estabilizarla. El color y la forma de la bola eran ahora los
correctos.
—Muy bien, Ivo —le felicitó Nahia.
—Sigue así —resopló Lily.
Muy despacio, Ivo hizo bajar la bola hasta la palma de su mano. Aquí era
donde solía fracasar, así que respiró hondo antes de intentarlo.
—Tienes que visualizar en tu mente lo que quieres lograr antes de
intentarlo —dijo Nahia.
Ivo cerró los ojos y los apretó con fuerza. Un momento más tarde, la bola
descendía y rodeaba la gran mano del Tauruk. Y la garra comenzó a
formarse.
Parecía que lo iba a lograr. Todos aguantaron la respiración.
La garra comenzó a desestabilizarse.
—¡Contrólala! —avisó Dafne.
—¡Mantén la forma de garra! —urgió Lily.
—Envía más energía, refuerza la forma, no te rindas —animó Nahia.
El Tauruk sudaba por el esfuerzo y tenía toda la frente mojada. Se
focalizó en la garra y envió más energía. Por un largo rato luchó por
mantener la forma sin que ésta se destruyera. Cuanto más se esforzaba, más
sudaba. Luchó con todo su ser. El sudor llegó hasta el suelo y creo un círculo
alrededor de sus patas.
Finalmente, la garra se volvió estable.
—¡Lo has logrado! —Lily exclamó con grandes ojos.
—¡Bien hecho! —dijo Dafne.
—¡Sabía que lo conseguirías! —Nahia estaba contentísima.
Ivo dio un par de zarpazos al aire como para comprobar que lo había
logrado. La garra mantuvo su estabilidad y su forma.
—Parece que lo he logrado… No me lo puedo creer…
—Muy bien hecho —Taika sonrió.
—Menos mal —Aiden resopló y su rostro de dragón pareció aliviado.
—Gracias a todos por ayudarme —agradeció Ivo, que miraba la garra en
su mano orgulloso. Era una garra enorme, acorde al tamaño de sus manazas.
Un momento más tarde Gezur-Zuri-Ikus se pronunció.
«Se acabó el tiempo, habéis tenido más que suficiente. Por lo que he
observado el Tauruk de la Escuadra Ígnea lo ha logrado y la Drakónida de la
Escuadra Piedra parece que también. Es triste que hayáis tenido que esperar
al último momento. Necesitáis mayor motivación. Yo me encargaré de
proporcionárosla, tranquilos. El Kapro de la Escuadra Océano no lo ha
conseguido. Muy lamentable… Serás castigado y de forma severa. Abandona
la clase de inmediato».
El Kapro bajó la mirada al suelo y con los hombros hundidos abandonó
la estancia. Nahia se preguntó qué iba a ser de él ahora. Temía por su vida.
«Es hora de practicar con vuestras garras por parejas. Quiero que uno
ataque y el otro bloquee. Mantened el bloqueo y también el ataque. Dos
repeticiones. ¡Comenzad!».
Hubo un momento de desconcierto mientras intentaban entender la orden.
—Nahia, tú y yo —dijo Dafne.
—De acuerdo.
—Ivo, tú conmigo —dijo Taika.
—Qué bien, me toca Aiden —se quejó Lily.
—Por supuesto que muy bien —aseguró el Drakónido.
Todos invocaron sus Garras Elementales. A Taika y Aiden les costó un
momento largo, pero lo consiguieron.
Nahia se puso en posición defensiva y dejó que Dafne atacase. La Fatum
soltó un zarpazo con su garra de luz y al golpear la garra de fuego de Nahia
se produjo un destello cegador. Nahia se quedó medio ciega, pero aguantó el
bloqueo. Al hacerlo algo singular sucedió. Al estar en contacto, los poderes
elementales de las dos garras luchaban el uno contra el otro produciendo
destellos de fuego y de luz. Nahia y Dafne estaban asombradas.
—Debéis ejercer… fuerza —dijo Tremo.
Así lo hicieron las dos y cuanta más fuerza empleaban manteniendo el
contacto de garra contra garra, mayor eran los destellos. Ambos poderes
elementales luchaban por la primacía como si tuvieran vida propia.
Las garras de Ivo y Taika se encontraron a media altura. La elemental de
tierra de Ivo soltó trozos de tierra y roca y la de oscuridad de Taika hizo
todo lo contrario, parecía devorar el poder elemental de la otra garra. En la
superficie de contacto se estaba produciendo una lucha de poder entre tierra
y oscuridad.
—Enviad más energía… para evitar que vuestra garra… se debilite ante
la contraria —dijo Tremo.
Lily envió más energía a su garra de agua, que estaba ahora recubierta de
hielo y escarcha. Aiden se dio cuenta e intentó contrarrestarla. Su garra de
aire comenzó a soltar descargas sobre el hielo y a romperlo. Saltaban trozos
helados a derecha e izquierda al tiempo que la garra de Aiden comenzaba a
congelarse en los extremos perdiendo parte de su poder.
Todos intentaron que su garra aguantara y no quedase destruida por la de
su rival. Pugnas similares se estaban produciendo en las otras dos escuadras.
«Ahora atacad y bloquead, como si fuera un ejercicio de combate de
daga» ordenó Gezur-Zuri-Ikus.
Se separaron y comenzaron a realizar los movimientos básicos de
entrenamiento de lucha con daga. Uno atacaba y el otro defendía. Según
golpeaban y bloqueaban usando las garras como si fueran dagas, se
producían destellos elementales de variada intensidad. Con cada choque de
garras los poderes elementales intentaban salir victoriosos los unos sobre
los otros.
De lo que todos se percataron era de que aquellas garras eran realmente
poderosas. Podrían acabar con otras armas de acero y dañar armaduras. Les
costaba controlar la estabilidad de la habilidad, pero por lo demás, era muy
poderosa.
Practicaron varios ataques y defensas durante un buen rato hasta que
Gezur-Zuri-Ikus se dirigió a ellos.
«La garra elemental es una habilidad muy potente, pero debéis tener en
cuenta que, como todo en la magia, tiene limitaciones. Una es esencial según
su propia naturaleza. El fuego elemental puede dañar el acero, pero hay otros
materiales contra los que poco puede, por ejemplo, la roca, o el granito.
Contra estos, el efecto es mínimo. Sin embargo, el elemento aire, puede
destruirlos. Esto se debe a que un rayo elemental puede partir roca o granito.
Algo similar sucede con el agua helada. El fuego elemental poco puede
contra un bloque de hielo, sin embargo, el elemento tierra puede partirlo con
una estaca o estalagmita de roca. Por lo tanto, debéis ser inteligentes y
evaluar a vuestro enemigo u obstáculo para decidir qué ataque utilizar y si el
elemento de vuestra garra es adecuado o no contra vuestro oponente.
Exarbor, demostración».
Tremo señaló con su dedo a Nahia y luego a Lily.
—Fuego y agua.
A continuación señaló a Dafne y a Taika.
—Luz y oscuridad.
Para finalizar a Ivo y a Aiden
—Tierra y aire.
Se situaron formando las parejas como les había indicado.
—Ataque y bloqueo… sostened el contacto… del bloqueo —dijo Tremo.
Lily atacó y Nahia bloqueó. El hielo encontró el fuego y comenzó a
devorarlo. El poder elemental del agua podía con el del fuego. Nahia se dio
cuenta y envió más energía pues su garra se debilitaba. Consiguió que el
fuego aguantara, pero solo un momento. Lily envió más energía también y el
hielo comenzó a destruir la garra de fuego.
Algo muy similar les sucedía a Dafne y Taika. La garra de oscuridad de
Taika estaba siendo destruida por la de luz de Dafne. Por mucho que se
esforzaba el Felidae en mantenerla viva, la luz de la Fatum la destruía. Los
rayos de tormenta elemental de Aiden golpeaban la de roca de la garra de
Ivo, haciendo saltar fragmentos de roca por los aires, destruyéndola.
Pronto se hizo evidente que fuego, oscuridad y tierra iban a perder la
batalla contra agua, luz y aire. Antes de que las garras quedaran totalmente
destruidas y se hicieran daño, Nahia, Taika e Ivo tuvieron que abandonar su
ataque.
En las otras escuadras se estaban produciendo resultados similares.
«Creo que este ejercicio ilustra a la perfección lo que os he explicado.
Como veis, las Garras Elementales son poderosas. Debéis practicar su uso
hasta que vuestra mente pueda controlar su estabilidad de forma natural. Eso
requiere de entrenamiento y fortaleza mental. Tendréis que entrenar ambas.
Esta habilidad, además, permite combinarla con otro tipo de ataques, lo que
la convierte en una muy flexible. Algunos, los más hábiles en el manejo de
armas, incluso lo utilizan con un arma y la combinación es letal. Otros, los
más adeptos con la magia, lo usan como arma en una mano y en la otra usan
la magia. Es mi forma preferida de utilizarla, pues os da la ventaja de tener
un arma elemental en una mano y magia en la otra».
Nahia se imaginó con una garra de fuego en una mano y la daga en la otra.
Luego pensó en una garra y una bola, ambas de fuego, en cada mano.
«Id a la biblioteca de magia y continuad con el estudio y la práctica. Solo
así lograréis dominar vuestros poderes».
Todos abandonaron el aula. Nahia iba pensando que su escuadra no lo
había hecho tan mal.
Sonrió a Ivo, que tenía un rostro de enorme alivio.
—Hoy cenarás a gusto —dijo ella sonriendo.
—Siempre lo hago, pero cierto es que hoy celebraré no haber fracasado.
Capítulo 25

Unos días más tarde, un fresco atardecer de otoño, Nahia, Dafne y Lily
fueron al gimnasio con la esperanza de conseguir ayuda para solventar el
enorme problema que tenían con la clase de espada. Estaban fracasando en
la formación y si no lo remediaban corrían el riesgo de ser expulsadas o, lo
que era lo mismo en aquella academia, morir.
—¿Crees que nos ayudará otra vez? —preguntó Dafne a Nahia según
llegaban al edificio.
—Otra persona quizá no, él sí —respondió Nahia convencida.
—Espero que así sea, porque estamos en un lío de los buenos… —se
lamentó Dafne entrando en el edificio.
—Es amigo mío, nos ayudará —aseguró Nahia y cruzaron el gimnasio
donde entrenaban gran número de alumnos de primero, segundo y tercero.
Lo hacían en diferentes zonas. Algunos practicaban lucha sobre
esterillas, desarmada y con diferentes armas romas; otros trabajaban fuerza y
el resto se empleaban en resistencia… cada uno lo que necesitaba o en lo
que se estaba quedando atrás. El lugar olía a sudor y esfuerzo, lo cual no era
muy agradable, pero era la consecuencia del trabajo duro.
—Ahí está —Lily lo señaló con el dedo.
Nahia siguió la dirección que indicaba su compañera y vio a Logan.
Sabía que estaría allí. Por alguna razón al moreno de ojos claros le gustaba
ir y entrenarse. En realidad, él no necesitaba tanto entrenamiento físico, ya
que de por sí era fuerte, y al haber estado trabajando su físico todo el primer
año se había puesto más fuerte todavía. Ahora tenía una musculatura muy
trabajada, sobre todo en brazos y piernas, sin ser tan excesiva como la de los
Tauruk-Kapro. Cada vez que Nahia veía a Logan ejercitándose, sobre todo si
era fuerza o lucha, no podía dejar de mirar. Era como si sus ojos no
respondieran. Se pegaban a Logan y no había forma de despegarlos. Otra
cosa muy extraña que le pasaba era que viéndolo entrenar, Nahia se
acaloraba, como si de pronto una corriente de aire muy cálido la envolviera.
Era de lo más insólito.
Al verlas llegar, Logan dejó de ejercitarse con un compañero y fue a
hablar con ellas.
—¿Venís a entrenar? —preguntó.
Nahia asintió con la cabeza.
—La clase de armas se nos está complicando mucho —dijo y sacudió su
brazo derecho.
—No tenemos otra alternativa. Vamos fatal… peor que fatal de hecho —
reconoció Dafne con tono de resignación.
—Tenemos que conseguir aguantar esa espada como sea o no lo vamos a
contar —explicó Lily.
Logan asintió.
—Entiendo, la espada es muy pesada para vuestros brazos.
—No conseguimos terminar las insufribles repeticiones de ejercicios —
explicó Dafne.
—Ya… —Logan asintió un par de veces.
—Hemos mejorado un poco… —intentó animar Lily.
—Pero no lo suficiente —añadió Nahia—. Pasa el tiempo y la Prueba de
Medio Año se acerca más rápido de lo que nos gustaría. No vamos a estar
preparadas a tiempo —explicó.
—Lo entiendo —Logan se quedó pensativo.
—Hemos pensado que quizá tú podrías ayudarnos… —sugirió Nahia.
—¿Queréis que os ayude a entrenar? —Logan las miró a las tres.
—Sí, te lo agradeceríamos en el alma —dijo Dafne.
—Lo necesitamos de verdad —añadió Lily.
Logan asintió.
—Os ayudaré.
—¡Gracias, eres el mejor! —exclamó Nahia muy contenta.
—Cuando sea una Sanadora me encargaré de curarte siempre el primero
—dijo Dafne.
Logan echó la cabeza hacia atrás.
—Gracias, pero espero no necesitar mucho de tus servicios.
—Pues yo me encargaré de encantar a tus enemigos para que no te
ataquen —dijo Lily.
—Si puedes hacer que se rindan, mejor —dijo él.
—No sé si podré hacer eso, pero lo intentaré.
—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó Nahia.
—Lo primero que tenéis que hacer es trabajo de fuerza. Hay que
conseguir que vuestros brazos puedan con la espada, y no solo el brazo sino
todo el tronco superior.
—Enséñanos y nos ponemos a ello —dijo Dafne dispuesta.
—Eso, aunque no tenemos demasiadas fuerzas que se diga —comentó
Lily.
—Terminamos extenuadas de clase de armas —explicó Nahia.
Logan se quedó pensativo un momento.
—He oído a los de tercero que la alimentación también es importante
para la fortaleza, no solo el ejercicio.
—¿Sí? ¿Dónde lo has oído? —preguntó Dafne interesada.
—Aquí, en el gimnasio. Si prestas atención se escuchan cosas
interesantes.
—¿Tú crees que tienen razón? —preguntó Nahia.
—Lo he oído ya varias veces y a gente de tercero muy fuerte.
—Entonces será así. ¿Qué tenemos que comer? —comentó Lily animada.
—Dicen que carne y pescado de todo tipo, cuanta más mejor.
—¿Carne? No es mi favorita —comentó Dafne y arrugó la nariz.
—A mí no me desagrada —sonrió Lily.
—Podemos intentar comer menos verduras, tubérculos, fruta fresca y
seca, queso, y tomar más carne. Es lo que hace Ivo, ahora que lo pienso —
comentó Nahia.
—Sí, el grandullón siempre va a por la carne —comentó Dafne.
—Pues eso haremos, cambiaremos la comida y trabajaremos la fuerza —
afirmó Nahia convencida.
—Esa es la actitud. Lo conseguiréis —animó Logan.
—Más nos vale… —replicó Dafne.
—Bien, empecemos con los ejercicios de fuerza —dijo Logan.
—Tienes toda nuestra atención —Nahia lo miró animada.
—Levantar peso es fundamental para desarrollar músculo y generar
fuerza.
Logan hizo un gesto para que fueran con él hasta una lateral donde había
varias barras largas con bloques de granito en los extremos. Tenían
diferentes larguras y los bloques de los extremos eran de diferentes
dimensiones. Unos parecían tremendamente pesados, y otros no tanto. Logan
cogió una barra corta con dos piezas de granito a los lados que no parecía de
las más pesadas. Abrió un poco las piernas y las flexionó. Comenzó a
levantar la barra a dos manos desde sus muslos hasta su cuello e hizo diez
repeticiones.
—Ahora os toca a vosotras. Corregiré vuestras posturas, lo último que
queremos es que os hagáis daño.
—Está bien… —Nahia miró la barra con preocupación. Seguro que
costaba mucho hacer aquello.
Las tres se prepararon y cogieron las barras de acero para comenzar a
levantarlas. Estaban cansadas y doloridas, y lo iban a estar todavía más
cuando terminaran, pero no había otra opción. Se jugaban la vida y lo sabían.
Se ejercitaron cuanto pudieron hasta que les fue imposible seguir. Se
sentaron en el suelo y bebieron agua que Logan les trajo en una jarra de
cerámica.
—Gracias por ayudarnos, de verdad. Significa mucho —dijo Nahia muy
agradecida.
—Sí, muchas gracias —se unió Lily.
Dafne asintió con la cabeza.
—Te lo agradecemos.
—No es necesario. Lo menos que puedo hacer es echaros una mano.
—En realidad no tienes por qué hacerlo —corrigió Dafne.
—Cierto. ¿Por qué nos ayudas? —preguntó Lily.
—Porque es muy buena persona —intervino Nahia.
—¿Por qué no habría de ayudaros si lo necesitáis? —dijo Logan con
tanta sinceridad que lo contrario parecía extraño.
—Pues por muchas razones. No somos de la misma escuadra, ni del
mismo escuadrón —dijo Dafne.
—Ni siquiera de la misma raza… —añadió Lily.
—Yo ayudo a quien me lo pide, no me importan escuadra o raza.
—Y eso te convierte en una gran persona —afirmó Nahia.
Logan negó con la cabeza.
—Me convierte en persona, nada más.
—Ojalá todos fueran como tú —dijo Lily y sonrió.
—Estoy seguro de que otros os habrían ayudado también —aseguró él
mirando alrededor, donde entrenaban miembros de diferentes escuadras y
cursos.
—Yo no estaría tan segura —dijo Dafne y también miró alrededor.
Logan le restó importancia y fue a por más agua. Lo vieron llenar la jarra
en la fuente a la salida del gimnasio.
—No solo es un encanto, sino muy guapo —comentó Lily y le guiñó un
ojo a Nahia.
—¿Lo es? —Nahia lo preguntó algo colorada e intentando disimular que
a ella le parecía guapo.
—Sí, lo es, aunque no tanto como un Fatum guapo de verdad —dio parte
de razón Dafne.
—Ni tan atractivo como un Escarlatum —comentó Lily sonriendo.
—Supongo que es cuestión de gustos… —terminó Nahia.
—Lo es, pero déjame decirte que, para ser un Humano, es muy guapo —
dijo Lily.
—Sí, para ser Humano es guapo y fuerte —asintió Dafne.
Nahia no dijo nada y se quedó mirando cómo Logan volvía con otra jarra
de agua. Sí, a ella también le parecía muy guapo y fuerte. Esos sentimientos
la sorprendieron, y también la sensación de bienestar que le producían en su
interior.
—Vamos a hacer unos estiramientos para que no se os agarroten los
músculos que habéis trabajado —dijo Logan—. Luego id a cenar y
descansad. Os espero mañana aquí al atardecer.
—Aquí estaremos —dijo Nahia de inmediato un poco más rápido de lo
que le hubiera gustado.
Dafne y Lily sonrieron.
—Aquí estaremos —confirmó Dafne.
—Preparadas para trabajar y sufrir —sentenció Lily.
El ánimo de las tres era mucho mayor. Sabían que iban a tener que
trabajar mucho y duro, pero quizá lo lograsen. Esa idea les daba esperanza y
los sufrimientos que tendrían que pasar les parecían menores.
Capítulo 26

El otoño iba pasando y los colores del cielo y los jardines de la


academia iban cambiando. Los primeros se volvían más grises con el paso
fugaz de los días y los segundos más ocres. Estos eran también los colores
del estado de ánimo de Nahia en la formación de armas, y por desgracia no
era la única. Dafne y Lily estaban tan desmoralizadas como ella.
—Repetimos el movimiento. Nueva serie —ordenó Karl.
Nahia miró al instructor de espada Humano con un ruego en los ojos.
Karl ignoró su súplica y comenzó a contar, como siempre hacía.
—¡Uno! Mantened el equilibrio al golpear —explicó Karl, que con cada
repetición del golpe les daba instrucciones que todos sabían ya de memoria.
Nahia levantó la espada como pudo e intentó golpear, pero se quedó sin
fuerza y más que un golpe descendiente vertical, se le fue la espada a un
costado.
—¡Dos! Llevamos la espada sobre la cabeza perfectamente alineada con
el centro de esta.
Ahora era Dafne la que no conseguía mantener la espada sobre la cabeza.
—¡Tres! Golpeamos con un tajo vertical descendente perfectamente
centrado con vuestro cuerpo.
Lily soltó un pequeño grito cuando la espada se le desvió a la derecha
por no poder aguantar su peso.
—¡Cuatro! Mantenemos el equilibrio.
Taika lo estaba haciendo bien, era al que mejor se le daba aquel arma.
—¡Cinco! Llevamos la espada de nuevo sobre la cabeza. ¡Repetimos! El
golpe debe ser raudo y potente.
Aiden golpeaba raudo y con mucha potencia, pero se le desviaba algo a
los lados.
—¡Seis! Mantenemos posición. Espada y cuerpo son uno.
Ivo golpeó con potencia, pero raudo no era y tampoco muy equilibrado
en la posición final.
Karl continuó contando hasta llegar a veinte y todos ejecutaron el golpe
veinte veces. A Nahia le salía muy mal porque no podía con la espada, a
Dafne porque le faltaban las fuerzas, y a Lily bastante mal porque había
mejorado algo su aguante, pero no llegaba a un nivel aceptable.
«Veo que varios de vosotros no estáis logrando el avance que se
requiere, esto me apena. No veo que vayáis a pasar esta clase, y así no
podréis graduaros de segundo curso. Os recomiendo que entrenéis más,
mucho más. Un cuerpo débil es la representación de un espíritu débil. Y no
hay sitio para los débiles en nuestro mundo. ¡Continuad entrenando!» envió
Spatia-Urdin-Nesk con un sentimiento de frustración.

Los días de otoño fueron pasando y la agonía de la clase de espada


continuó. Los seis practicaban sin descanso, dentro y fuera del aula. Nahia,
Dafne y Lily trabajaban la fuerza con Logan en el gimnasio después de las
clases. Habían logrado mejorar su fortaleza física, sobre todo su brazo, pero
no era suficiente como para aguantar toda una clase de repeticiones de los
movimientos básicos con la espada. El problema principal era que el
cansancio se iba acumulando y para la última parte de la clase el brazo ya no
les aguantaba. No les faltaba mucho, pero todavía se quedaban cortas. La
que más cerca andaba era Lily, cuya fisonomía era más fuerte que la de
Nahia y Dafne.
Por otro lado, en cuanto a la técnica, no lo hacían tan mal. Les había
costado, pero con la infinidad de repeticiones que hacían, su mente y su
cuerpo eran capaces de manejar la espada con una técnica bastante
aceptable, al menos con los movimientos básicos: tres ataques, tres bloqueos
y un contrataque. Los tres ataques eran el tajo vertical, lateral y en diagonal,
los bloqueos eran los opuestos a los ataques y el contrataque era una
estocada al corazón tras cualquiera de los bloqueos.
Aquella tarde otoñal estaban en clase realizando las repeticiones de los
movimientos básicos cuando Karl ordenó parar.
—Situaos por parejas para el séptimo movimiento. Humano con Felidae,
Tauruk con Escarlatum y Fatum con Drakónido. Vais a trabajar así lo que
queda de clase.
Rápidamente se emparejaron como Karl había indicado. Los ejercicios
por parejas los realizaban todos los finales de clase de un tiempo a esta
parte. A todos les agradaba y esperaban con ganas que llegara ese momento.
Esto se debía a dos razones: la primera, que rompía el suplicio de las
repeticiones infinitas de veinte en veinte. La segunda, que les permitía
descansar algo el brazo al no ser las acciones tan seguidas.
Nahia sacudió su brazo y mano derechas, con las que manejaba la
espada. Le dolían horrores, un dolor que subía desde el pie hasta el cuello.
Pero lo que más le dolía eran el brazo y la mano. De hecho, ahora siempre
dormía del lado izquierdo y, si por mala fortuna, se daba la vuelta en medio
de un sueño o una pesadilla, el dolor la despertaba de inmediato y tenía que
volver a ponerse sobre el otro costado. Por fortuna estaba siempre tan
agotada que se dormía de nuevo casi al instante.
Taika asintió con disimulo al verla sacudir su brazo. Dafne y Lily
también lo hicieron.
—Vamos a practicar el movimiento dos, el movimiento cuatro y
finalizamos con el siete —dijo Karl y realizó el tajo lateral, el bloque
vertical para detenerlo y el contrataque con estocada al corazón.
Nahia vio cómo realizaba los movimientos y le pareció que eran tan
raudos, fluidos, equilibrados y certeros que era como ver a un artista
creando una obra. Karl volvió a repetir los movimientos y enfatizó lo que
debían hacer con cada uno.
—¡Adelante! Quiero ver técnica y precisión antes que rapidez. La
estocada debe ser con contacto y al corazón. La postura y el equilibrio deben
ser perfectos.
Nahia suspiró. Demasiadas perfecciones. Al menos les había dejado la
baza de no tener que hacerlo con rapidez, que era lo que llevaba a
desequilibrios.
—Veinte repeticiones uno y luego veinte repeticiones el otro.
Nahia resopló. Si volvía oír veinte repeticiones iba a tirarse de cabeza
desde aquel reino de los dragones a tierra firme.
—Empiezo atacando yo —dijo Taika.
—De acuerdo —Nahia asintió y se colocó en posición de defensa y
Taika en la de ataque.
Levantaron las espadas y saludaron con la cabeza, como Karl les había
enseñado. Nahia inspiró con fuerza, se mentalizó y aguardó el golpe.
No tardó en producirse. Taika dio un paso hacia adelante deslizando su
cuerpo con agilidad y golpeó con su espada paralelo a tierra a la altura del
cuello de Nahia. Era un ataque que, de acertar, sesgaba de un tajo la yugular
del contrario. Ella reaccionó casi de forma instintiva y bloqueó el golpe con
su espada con una parada vertical. Ambas armas se encontraron y el sonido
metálico de acero contra acero sonó con fuerza. En total equilibrio y sin
perder la pose defensiva, Nahia ejecutó el movimiento de contrataque.
Desplazó el pie derecho hacia delante y a este le siguió su espada en una
estocada directa al corazón. Nahia calculó la distancia e intentó no golpear
el torso de Taika con demasiada fuerza. La estocada le salió bien y llegó al
corazón del Felidae que la recibió con una mueca de aceptación.
—Bien ejecutada —dijo Karl—. Buena técnica, pero algo lenta.
Continúa con las repeticiones y vete haciéndolo cada vez más rápido. No te
desequilibres.
Un resoplido surgió de la boca de Nahia. Eso era como pedir peras al
olmo. No tenía más opción que seguir las instrucciones y así lo hizo. Le
pareció que lo hacía bastante bien dadas sus circunstancias o, más bien, sus
limitaciones. Terminó su turno de defensa y le tocó el de ataque. Taika sí que
lo hizo bien en sus veinte repeticiones. Tenía reflejos, equilibrio, agilidad y
su brazo, que inicialmente no aguantaba todo el día de entrenamiento, ya era
mucho más fuerte y lo soportaba todo. Karl lo miró y asintió con la cabeza.
No le corrigió nada, lo cual era muy buena señal.
Cambiaron de parejas y le tocó con Aiden. El Drakónido era todo
concentración, estaba decidido a brillar en el dominio de la espada. Les
había confesado que los Drakónidos entrenaban la espada desde pequeños.
No tenían maestros de armas, pero desde que eran niños jugaban con
espadas de madera y se les enseñaba a apreciar el arte de la lucha con dicho
arma. Para cuando eran llamados servir, todos habían practicado con sus
espadas de madera durante años, algo que ahora le servía bien porque
realizaba los ejercicios con soltura y su brazo y muñeca parecían muy
hechos al arma. De fuerza andaba sobrado, de lo que no iba tan bien era de
agilidad y equilibrio.
—Esa postura, Drakónido. Para golpear no hay que desequilibrarse —
corregía Karl.
Nahia realizó sus repeticiones con Aiden y comenzó a sentir que el brazo
y el hombro se le cargaban. Esto ya lo conocía demasiado bien y suspiró. A
ver cuánto aguantaba antes de que Karl le llamara la atención.
La siguiente ronda le tocó con Dafne. Las dos realizaron los ejercicios
guardando fuerzas. Ni muy rápido, ni muy seguido. Iban ya muy justas y el
cansancio empezaba a notarse en sus rostros y brazos.
—Más rápido, más agilidad —reclamó Karl.
Disimularon aumentando algo la rapidez, pero las dos eran conscientes
de que no iban a aguantar mucho más a ese ritmo.
Volvió a cambiar y le tocó con Lily. Dejó que ella atacara primero. Al no
tener que realizar el último movimiento, su brazo descansaba algo más. Lily
tenía cara de cansada, pero todavía aguantaba, iba mejor de fuerzas que ella.
Cuando le tocó a Nahia comenzaron los problemas. Se estaba quedando sin
energías. Lily la animó con una sonrisa. Consiguió ejecutar las repeticiones,
pero las últimas cinco le salieron mal, carentes de precisión por la falta de
fuerzas. Por suerte Karl estaba corrigiendo a Aiden y a Ivo y no lo vio.
En el último cambio le tocó con Ivo. El Tauruk sonrió para darle
tranquilidad. Nahia apenas podía ya con la espada.
Ivo realizó los ataques despacio y suave para que ella no tuviera que
esforzarse tanto. Aun así, el cansancio ya era demasiado y el brazo y hombro
la estaban matando. Le tocó el turno de ataque a ella y resopló. Las primeras
diez repeticiones fueron dolorosas y casi no pudo con ellas. El brazo le
temblaba del esfuerzo. A partir de ahí la cosa se volvió imposible. El
cansancio y el peso de la espada terminaron por vencer y no pudo ni levantar
el brazo para ejecutar el resto.
—Mal, muy mal. No tienes aguante, Humana —dijo Karl.
Nahia estuvo a punto de responder, pero se calló. No era buena idea
enemistar al maestro y menos cuando el dragón maestro de armas no perdía
ojo de todo lo que sucedía en el aula.
«Todos aquellos que no sean capaces de realizar los ejercicios
completos, no podrán presentarse a la prueba de medio año. Y ya sabéis lo
que eso significa. Será mejor que entrenéis día y noche porque no hay lugar
para los débiles».
Nahia sabía que el mensaje iba dirigido a ella. Bueno, no solo a ella.
Dafne tampoco había podido terminar y Lily había estado cerca, pero
tampoco. Las tres se miraron con ojos de preocupación. No tenían
demasiado tiempo, o mejoraban la fuerza física o no lo iban a conseguir, y
eso significaba la muerte.
Capítulo 27

Las semanas que restaban hasta el final del otoño y la llegada de la


Prueba de Medio Año pasaron a una velocidad vertiginosa. Nahia no podía
creer que el tiempo pasara tan rápido, los días se le escapaban de entre las
manos, aunque era consciente que se debía a todo el trabajo que tenían que
hacer para no quedar atrás en las clases. La formación le exigía tanto de
cuerpo y mente que, por las noches, cuando se retiraba a descansar a la
habitación, no tenía fuerzas ni para hablar y se quedaba dormida en cuanto se
tumbaba. No era la única. Dafne y Lily se dormían casi tan rápido como ella
de lo agotadas que estaban. Hasta las cenas eran cada vez más cortas y
silenciosas. Todos estaban demasiado cansados para comentar gran cosa.
Aiden por supuesto lo negaba, pero apenas hablaba, como el resto.
A Nahia la formación mágica le iba bastante bien, aunque requería que
fuera mucho a la biblioteca a estudiar en los gruesos tomos y a las aulas de
práctica. Ella intentaba ayudar a Taika y a Ivo, los pobres sufrían mucho con
la formación de magia, sobre todo el Tauruk. Además, como su Talento
también tenía parte de magia, sufría el doble. Sin embargo, veía que
progresaban y eso la animaba a ayudarles aún más. Dafne y Lily también
ayudaban y entre las tres estaban consiguiendo que no se quedaran
demasiado atrás.
Una cosa extraña que Nahia había notado en la biblioteca era que desde
el incidente en el que habían apuntado su nombre, varios Exarbor se situaban
a su alrededor fuera donde fuera en el edificio. Si estaba en las mesas de
estudio, en cuanto se giraba tenía un Exarbor cerca, si estaba en las aulas de
práctica se quedaban cerca de la puerta. Disimulaban, pero la verdad era
que no se les daba nada bien. Estaba convencida de que la seguían a ella.
Más que seguir era como si la controlaran. Esto le preocupaba. También el
hecho de que no se hubiera reportado el incidente a su líder. Nahia esperaba
haber sido castigada por ello y no había sucedido. Esto la desconcertaba.
¿Qué se traían entre manos los Exarbor de la biblioteca? No lo sabía, pero la
tenía preocupada.
Otro tema que la tenía también preocupada era que no había tenido
ocasión de ver a Egil, que seguía prisionero en el primer subnivel. Sabía que
tenía que hacerlo, era importante. Así se lo había dicho Garran-Zilar-Denbo,
pero no había encontrado la forma de llegar hasta él. Si forzaba otra sanción
se arriesgaba a que su líder de escuadrón la enviara a otro castigo de muerte
y no al primer subnivel. Como los días eran tan intensos apenas podía
planear como hacerlo. Tenía que buscar una forma, pero su mente estaba tan
cansada que no le proporcionaba buenas ideas. Lo que más le fastidiaba era
que sabía dónde estaba, pero no podía llegar hasta él.
Nahia estaba llevando la formación de Talento lo mejor que podía. La
competición diaria que tenía que soportar hacía sufrir tanto a su mente como
a su cuerpo. La primera por la angustia por tener que superar a sus
compañeros cada día, algo que le producía muchos nervios y la hacía
sentirse fatal, incluso cuando vencía. Por otro lado, su cuerpo sufría cada
vez que perdía. Las descargas eran implacables y muy dolorosas, otra de las
razones por las que llegaba al comedor medio muerta de cansancio y
tremendamente dolorida, por lo que lo único que quería hacer era comer
algo e ir a dormir.
Sin embargo, lo que más quebraderos de cabeza le daba, y no solo a ella
sino también a Dafne y Lily, era sin duda la clase de espada. Se habían
esforzado las tres al límite, no solo en la formación, sino también en el
gimnasio, donde Logan las había estado ayudando. Entrenaban y entrenaban
todos los días, a excepción de los que debían pasar en la biblioteca. Tanto
Nahia como Dafne y Lily temían no estar al nivel físico requerido para la
prueba, que ya llegaba. Este temor y darse cuenta de que no conseguían
soportar la espada las torturaba y dejaba muy decaídas. Noche tras noche se
acostaban con el sentimiento de que no lo iban a conseguir y las expulsarían,
lo que suponía que la muerte aguardaba su llegada.
Durante la última semana de la formación de armas que tanto temían, algo
cambió. Primero fue Lily la que consiguió por fin realizar todos los
ejercicios durante la clase con la espada y luego fue Nahia que sin saber
cómo consiguió aguantar todas las repeticiones. Finalmente, el último día de
formación, justo antes de la prueba, Dafne logró acabar la clase y realizar
todas las repeticiones. Como las tres habían conseguido su objetivo, Spatia-
Urdin-Nesk no había tenido más remedio que permitirles a las tres participar
en la Prueba de Medio Año.
«¡Escuadrón Rojo, formad! ¡Ahora! ¡En línea!», la orden de Irakas-
Gorri-Gaizt era, como siempre, inapelable.
Las tres escuadras formaron ante su líder con la Escuadra Ígnea a la
izquierda, la Ardiente en el centro y la Candente a la derecha. Todos estaban
nerviosos, era un día importante y aunque habían trabajado lo indecible para
poder presentarse a la prueba, no había ninguna seguridad de que lo fueran a
hacer bien. Tampoco sabían qué esperar, ya que ni su líder ni otros alumnos
les habían dicho en qué consistiría. Nahia creía que era posible que cada
año la cambiaran para hacerlo más difícil.
Miró con cuidado a las otras escuadras. A su lado vio al Escuadrón Azul
de Ana y a su amiga con cara de estar asustada. No le extrañó. Pasó la
mirada por el Escuadrón Negro y les deseó suerte. El Escuadrón Blanco era
el siguiente y vio a Logan. Al verlo el corazón le dio un pequeño vuelco.
Estaba serio y concentrado. Luego estaba el Escuadrón Marrón, en el que
debería estar Maika. Al recordar a su amiga una llama se encendió en su
estómago y la rabia y el dolor por su pérdida reaparecieron. Malditos
dragones… algún día pagarían todas las muertes causadas. El último
escuadrón era el Cristalino. También les deseó suerte. Todos la necesitarían
hoy.
El coronel Lehen-Gorri-Gogor, líder de la Academia, apareció en los
cielos sobre el castillo, el comandante Bigaen-Zuri-Indar volaba tras él.
Descendieron mostrando lo enormes y poderosos que eran y rugieron con
fuerza para anunciar a todos su llegada. Tomaron tierra y observaron a los
seis líderes de escuadrón y sus escuadras.
El Coronel aguardó un momento para que todos lo observaran y rugió de
nuevo anunciando que iba a dirigirse a ellos.
«Hoy es la Prueba de Medio Año de los de segundo, un momento
importante en vuestras vidas en la Academia. Lleváis ya año y medio de
formación y hoy demostraréis vuestra valía. Tenéis una oportunidad
increíble de demostrar que seguís la senda para convertiros en Brujos de
Dragón. Este día es crucial, demostrad vuestra valía» envió junto a un fuerte
sentimiento de criticidad.
Si ya estaban todos nerviosos previamente, aquel mensaje no hizo más
que aumentar su ansiedad. Nahia pensó que lo hacía queriendo, que eso era
lo que buscaba, que estuvieran nerviosos en la prueba para hacerlo peor.
El Comandante rugió y se dirigió a ellos.
«Esta prueba no se realizará por escuadras, como el año pasado. Será
una prueba individual que todos y cada uno de vosotros tendréis que superar.
Quien no la supere no seguirá y será expulsado. No habrá segundos intentos
ni lugar para excusas. Un Brujo de Dragón se enfrenta a cualquier situación y
la supera. Así debe ser y así lo demostraréis hoy aquí. Dadlo todo o
fracasaréis».
Nahia no se esperaba aquello. Estaba convencida de que la prueba sería
por escuadras y eso le proporcionaba cierta tranquilidad. Aquel anuncio la
dejó desconcertada y más nerviosa. No iba a poder contar con sus
compañeros, no podría apoyarse en ellos. Una prueba individual no hacía
más que complicar todavía más las cosas. Aquel segundo año de formación
estaba resultando una tortura.
«Os deseo suerte en esta prueba. Cada uno de vosotros tendréis que
superar a un rival que encontraréis de lo más interesante… ¡Ahí llegan!
Acuden a nuestra llamada, como deben, pues sus señores somos» envió el
Coronel.
De pronto un centenar de dragones llegaron volando desde la entrada sur
y se acercaron cruzando la plaza a unos 200 pasos de altura. Al llegar al
extremo sur descendieron y aterrizaron sobre el suelo. Según lo hacían,
Nahia se dio cuenta de que no eran dragones, sino unas criaturas muy
similares a ellos, aunque mucho más pequeñas. Tenían el tamaño de un
Tauruk-Kapro y su cabeza y cuerpo eran de dragón, solo que no tenían patas
y garras delanteras, en su lugar tenían alas. El aspecto era el de un dragón
pequeño y primitivo. Otra cosa en lo que eran diferentes era su cola. El final
de la cola de aquellas criaturas era similar a la de un escorpión.
«Comandante, adelante» cedió la palabra el dragón rojo al blanco.
El Comandante rugió y siguió anunciando lo que venía.
«La prueba es sencilla. Será un duelo. Cada uno de vosotros os
enfrentaréis a un wyvern. Son esas bellas criaturas que acaban de llegar. Son
una subespecie inferior de dragones. Tienen algunas de nuestras
características, pero menos poderosas. Pueden volar, si bien no muy alto ni
muy lejos. Sus garras y fauces son fuertes y su cola tiene pinchos y termina
en un aguijón duro y venenoso. No tienen magia elemental, pero de su boca
escupen veneno de forma similar a vuestros alientos elementales. Sus
escamas son bastante fuertes, aunque la espada puede traspasarlas. No tienen
defensas mágicas innatas. Estos son wyverns menores, para mayores no
estáis preparados todavía y esos sí tienen defensas mágicas. Ya sabéis todo
lo que necesitáis de vuestros oponentes. Preparaos para el duelo. Por
supuesto… es a muerte».
A Nahia el estómago le dio un vuelco. Tenían que enfrentarse a un dragón
en miniatura y luchar por su vida, aquello era de locos, una barbaridad.
«Escuadrón Rojo, ¡preparaos! Somos los primeros. Es el privilegio de
tener a la Nacida de la Llama con nosotros. El Comandante quiere que
comiences tú, para dar espectáculo. Cuando termine nuestro escuadrón irá el
Escuadrón Blanco. También quieren ver luchar al Nacido de la Tormenta».
Nahia puso cara de horror. La enviaban la primera y encima a dar
espectáculo. ¡Qué aberración! Y luego le tocaría a Logan. Esperaban de
ellos entretenimiento, no pericia. La rabia comenzó a crecerle en el
estómago y su llama interior comenzó a arder con fuerza.
«Para el combate se os proporcionará una espada, pero podéis usar
vuestra magia. No se os dará Esfera de Aprendizaje. Recordad que lanzan
veneno por la boca y el aguijón también puede envenenaros».
Un Tergnomus se acercó y le entregó la espada a Nahia. Aquella arma no
era de entrenamiento, era una espada de verdad, con filos afilados y punta.
Nahia la cogió y suspiró. Miró a sus compañeros, que le dirigieron miradas
y gestos de ánimo.
«Escuadrón Rojo, comenzad la prueba» ordenó el Comandante.
«Avanza hasta la mitad de la plaza» envió Irakas-Gorri-Gaizt.
Nahia hizo como le ordenaron. No podía creer que se encontrase en
aquella situación, obligada a luchar a muerte con aquella criatura. La llama
de la rabia ardía en su estómago. Según avanzaba también lo hacía el
wyvern. Caminaba de forma extraña, se apoyaba en sus alas para avanzar. Se
fijó en que en el punto del ala donde se apoyaba en el suelo tenía una garra
única adicional. Se parecía a un murciélago al andar.
Los dos llegaron al centro de la plaza y se detuvieron. Se observaron.
Les separaban diez pasos. El wyvern se apoyó en su cola y se irguió sobre
sus patas traseras. Ahora se parecía un dragón. Era de un color verde de
diferentes tonalidades.
«Que comience el duelo. ¡YA!» ordenó el Coronel.
El wyvern soltó un rugido que sonó a mezcla de dragón y serpiente.
Nahia no perdió un momento y creó una bola de fuego en su mano. Su
dominio de la magia era bueno y no necesitaba de la ayuda de la esfera. En
cuanto el wyvern vio la esfera en la mano de Nahia se lanzó al ataque. Dio
un brincó con sus potente patas traseras, movió las alas y cayó con las garras
de la patas sobre Nahia, buscando matarla. Nahia no tuvo ni tiempo de
reaccionar. Dio un brinco hacia atrás en un reflejo y se situó en posición
defensiva con su espada alzada.
Nahia lanzó su bola de fuego intentando acabar con aquel duelo a la
primera. La criatura sacudió sus alas y se elevó con rapidez. La bola le pasó
entre las piernas y explotó pasada la criatura, lejos. Era rápida, eso no era
bueno. Nahia hizo arder el acero de su espada con su fuego elemental,
necesitaba de todo lo que tenía. Antes de que pudiera crear una nueva bola
de fuego el wyvern rugió y se lanzó sobre ella desde los cielos con las
zarpas traseras buscando su carne. Nahia no lo dudó y se defendió con su
espada soltando un golpe ascendente. El wyvern levantó las garras para que
la espada no las alcanzara y cambió el vuelo aterrizando a la izquierda de
Nahia.
La criatura abrió la boca y mostró unos dientes de aspecto letal. Nahia
estaba tan impresionada por las fauces que casi no se percató de que le
lanzaba veneno. Se tiró al suelo a un lado y rodó. El veneno salió de la boca
como un aliento elemental. Era verde y el olor que desprendía parecía ácido.
Nahia se puso de pie y decidió pasar al ataque. Se desplazó hacia delante
con rapidez y soltó una estocada dirigida al centro del torso. El wyvern dio
un potente brinco hacia atrás saliendo del área de alcance de la espada.
Nahia aprovechó el movimiento defensivo de su rival y creó otra bola de
fuego. El wyvern se elevó a los cielos con un salto. Nahia dirigió su bola
con la mente e intentó alcanzarle según se elevaba. La criatura viró con
rapidez y la bola le pasó cerca, pero no impactó.
Nahia ya sabía lo que venía ahora, así que se preparó. El wyvern
aprovecharía su posición elevada para atacar desde las alturas. No se
equivocó. Descendió hacia Nahia, pero ella estaba preparada. Cogió energía
de su dragón interior, la convirtió en elemental y, llevándose la mano
izquierda a la boca, soltó su aliento de fuego hacia el wyvern, que ya bajaba
en picado hacia ella. Al contacto de sus garras con el fuego, la criatura
intentó cambiar de dirección. Nahia siguió lanzando su aliento y consiguió
darle. Le quemó las dos garras y el rugido de dolor de la bestia llenó la
plaza.
Sin perder un instante, Nahia lanzó un tajo con su espada ígnea y también
impactó, esta vez en el costado de la criatura. El filo penetró las escamas y
el fuego quemó. El wyvern volvió a rugir de dolor y cayó al suelo. Nahia
comenzó a crear una nueva bola de fuego justo cuando su oponente atacó,
esta vez con su cola. El aguijón buscó clavarse en su torso, pero Nahia se
defendió con la espada y desvió el aguijón, que casi se le clavó en el
hombro. Por desgracia, no pudo defenderse del golpe de revés de la cola
llena de pinchos. Se le cavaron en el muslo derecho y, pese a la protección
de sus escamas, las púas consiguieron penetrar. Sintió un dolor fuerte.
El wyvern volvió a las alturas. Tenía las garras traseras quemadas y una
herida profunda, así que no podía mantenerse sobre tierra. Esto era casi peor
porque Nahia no podía alcanzarle con la espada. Y no solo eso, con cada
intento fallido con la espada el brazo se le cansaba más.
Ese era su punto débil. La criatura comenzó a hacer pasadas rasantes
para alcanzar la cabeza de Nahia con un mordisco con sus letales fauces.
Para complicar las cosas todavía más, los combinaba con ataques aéreos de
cola. Nahia se defendía como podía con su espada de fuego, pero estaba en
clara desventaja en el suelo. Esquivó un ataque de fauces e intentó
contratacar con su espada, pero solo le dio al aire. La cola del wyvern se le
vino encima y el aguijón golpeó la espada con fuerza, que salió volando.
Nahia se sintió indefensa, no tenía su arma. El wyvern descendió
moviendo sus alas hasta ponerse frente a Nahia, a dos varas de altura, y le
mostró el aguijón. La iba a atravesar con él. El momento era crítico, la iba a
matar. Sintió que necesitaba armarse. Tenía que invocar la habilidad Garra
Elemental y su bola de fuego, pero la criatura ya se lanzaba al ataque con el
agujón por delante y no tenía tiempo.
De súbito, la llama que Nahia llevaba en su estómago prendió como si
explotara por su cuerpo. Sintió calor, mucho calor, y en un abrir y cerrar de
ojos consiguió conjurar su habilidad Garra Elemental y su bola en llamas en
las manos.
El aguijón llegaba a su torso, directo al corazón, para atravesárselo.
Nahia soltó un zarpazo de forma instintiva, de preservación. La zarpa de
fuego desvió aguijón a la izquierda de su cuerpo. El wyvern movió las alas y
abrió la boca para lanzar su veneno directo a la cara. Nahia reaccionó y
lanzó con su mano izquierda la bola de fuego. El wyvern lo vio e intentó una
maniobra evasiva volando hacia atrás. No tuvo tiempo. La bola fue más
rápida y le alcanzó en el ala derecha. La explosión de fuego consumió a la
criatura en el aire, que cayó al suelo muerta, incinerada.
Nahia resopló aliviada. Miró a la criatura muerta y sintió pena y rabia.
La llama empezó a arder con fuerza de nuevo en su interior y la tuvo que
controlar.
«Prueba superada. Vuelve con tu escuadra» envió el Coronel.
Nahia regresó con su grupo. Todas las escuadras se habían girado para
ver el combate.
«Siguiente en el Escuadrón Rojo» pidió el Coronel.
Era el turno de Dafne.
—Usa tu magia, solo con la espada no podrás.
Dafne asintió y fue a enfrentarse a otro wyvern.
Capítulo 28

Dafne y el wyvern se encontraron en mitad de la plaza y el combate dio


comienzo. Nahia pensó que era muy injusto que a la Fatum no se le
permitiera volar y al wyvern sí. Dafne comenzó el combate a la defensiva,
evadiendo los ataques de garras y fauces de la criatura, que intentaba
despedazarla. Apenas atacaba con su espada, pues, al igual que le sucedía a
Nahia, el arma no era su fuerte. Sin embargo, la Fatum era buena en magia y
pronto sacó ventaja de ello.
El wyvern intentó alcanzarla con su aguijón desde el aire y Dafne
aprovechó que se acercaba para lazar su bola elemental de luz, no contra la
criatura, sino al suelo, debajo de ella. El aguijón le dio en el hombro y se le
clavó y Dafne gruñó de dolor. La bola estalló con una explosión de luz muy
fuerte y cegó al wyvern, que rugió de rabia sin poder ver nada. Dafne
aprovechó la indecisión y con un desplazamiento raudo hacia delante se puso
bajo la criatura y le clavó la espada de abajo arriba a dos manos. El wyvern,
que iba a elevarse, lo hizo un instante demasiado tarde. La herida fue mortal
y cayó muerto unos momentos más tarde. Se desplomó del aire.
«Prueba superada. Regresa a tu escuadra» envió el Coronel.
Dafne se dirigió hacia su escuadra, pero a medio camino se detuvo. No
podía andar, el veneno del aguijón era paralizante. Se fue al suelo al perder
el control de sus miembros. Cuatro Tergnomus aparecieron a la carrera con
una camilla, la cargaron y se la llevaron a enfermería.
La siguiente fue Lily.
—Congélalo en el aire —recomendó Nahia.
Lily sonrió y se dirigió al medio de la plaza. Su combate fue extraño. Se
mantuvo a distancia y se dedicó a usar sus dotes como Encantadora para
confundir a la criatura. Todavía no sabía cómo usarlo para una habilidad
concreta, pero sí para confundir a su rival afectando su mente. Los ataques
del wyvern eran lentos y torpes porque Lily lo confundía. Se apreciaba que
la criatura estaba desorientada, pues sacudía la cabeza y volaba de forma
errática. Se posó en el suelo entre rugidos y se desequilibró. Movió las alas
para intentar erguirse y atacar, pero Lily estaba esperando una oportunidad y
no perdonó el error. Lanzó una bola de agua que explotó y lo congeló donde
estaba. Luego se acercó hasta él.
—Lo siento —dijo y le cortó la cabeza de un tajo limpio con su espada.
—Vaya con Lily… —comentó Ivo impresionado.
A Lily siguió Aiden. Su combate fue una auténtica locura.
El Drakónido atacaba como un Bárbaro descontrolado con la espada
levantada sobre la cabeza mientras lanzaba bolas de tormenta cargadas con
rayos casi de forma constante. Los reventaba contra el suelo y los rayos
ascendían buscando alcanzar al wyvern, que volaba para quedar fuera de
alcance de los golpes de espada continuos. En un ataque con el aguijón a la
cabeza de Aiden, el Drakónido lo cortó de cuajo junto con un trozo de cola.
El wyvern rugió de dolor y se elevó para salir de su área de alcance. En un
movimiento de lo más alocado y contra toda lógica, Aiden lanzó la espada,
que salió volando con tremenda fuerza como si fuera una lanza atinando en el
vientre de su oponente. La criatura descendió al suelo y Aiden lo remató con
una bola de tormenta que estalló sobre su cuerpo al tocar tierra.
El combate de Ivo terminó casi antes de empezar. El wyvern vio que el
Tauruk era más grande que él y comenzó a elevarse para atacar con la
ventaja de altura. Ivo soltó la espada y corrió a ponerse debajo de la
criatura, que siguió levándose en vertical. Ivo dio un fuerte salto y con las
dos manos agarró las garras posteriores del wyvern. El peso del Tauruk era
demasiado y cayó hacia abajo. Cuando Ivo tocó suelo y pudo apoyar sus
pies, antes de que la criatura pudiera reaccionar, golpeó al wyvern contra el
suelo de la plaza con un movimiento seco de ambos brazos. Lo hizo sin
soltarle, agarrándole por las piernas, como si fuera un espantapájaros. La
criatura se dio con la espalda y la cabeza contra el duro suelo. El Tauruk lo
golpeó una, y otra, y otra vez, hasta que lo mató.
Tras semejante despliegue Ivo volvió con la escuadra tan tranquilo.
Taika fue el último. Lo suyo fue espectacular. Usando su magia de
oscuridad consiguió crear unos tentáculos negros que sujetaron al wyvern
por una de las alas impidiéndole volar. El resto fue fácil para el Felidae.
Mató a la criatura de un tajo certero y rapidísimo que le cercenó el cuello.
El wyvern ni se percató de que estaba muerto hasta que la cabeza se le fue a
un lado del profundo y limpio corte.
«Escuadra Ígnea completa la prueba» anunció Irakas-Gorri-Gaizt.
«Seguimos con la siguiente escuadra» ordenó el Coronel.
Las escuadras Ardiente y Candente lo hicieron bastante bien. Hubo
varios combates muy complicados que podrían haber terminado mal.
Tuvieron varios heridos, pero por fortuna nadie murió y consiguieron vencer.
A los que resultaron afectados se los llevaron a la enfermería corriendo.
Le tocó el turno a Ana y Nahia se puso muy nerviosa, su amiga lo iba a
pasar mal en aquella prueba. Nahia esperaba equivocarse, pero tenía esa
sensación.
Estaba en lo cierto. La humana luchó bastante bien con la espada, pero el
wyvern la alcanzó parcialmente con su aliento de veneno y las fuerzas
comenzaron a fallarle según el veneno iba haciendo efecto. De pronto cayó
de rodillas, parecía mareada. El veneno estaba acabando con ella. El
wyvern la vio por vencida y, bajando a tierra, se dispuso a rematarla
clavándole su mortal aguijón. Ana tenía la espada en la mano derecha, pero
no parecía tener fuerzas para levantarla. La mano izquierda la tenía a la
espalda. El wyvern levantó la cola para darle el picotazo final y Nahia se
llevó las manos a la cara temiendo por su amiga. Ana soltó la espalda y con
su mano derecha lanzó una bola de agua contra el wyvern. La bola explotó y
la criatura se quedó congelada en medio del ataque, con el aguijón a un
palmo de la cara de Ana. La joven se levantó despacio, agarró la espada a
dos manos y con un potente tajo le cortó al aguijón. Con un último golpe
también a dos manos le cortó al wyvern la cabeza. Luego cayó sin sentido al
suelo y los Tergnomus se la llevaron a la enfermería.
Después del dramático duelo de Ana le tocó a Logan. A Nahia al verlo
en el centro de la plaza se le removió el estómago varias veces. El duelo de
Logan fue todo lo contrario al de Aiden, si bien los dos eran del mismo
poder elemental, el de aire. Los ataques de Logan con la espada eran
medidos, precisos y con la fuerza justa y solo lanzaba ataques con bolas de
tormenta en momentos donde había una oportunidad de que tuvieran efecto.
Aplicó su magia a su espada, se discernían los rayos subiendo y bajando por
sus filos.
El wyvern intentó todos sus ataques sobre Logan, pero ninguno tuvo
éxito. La defensa y contrataque del moreno de ojos claros eran
impresionantes. No se precipitaba y se mantenía en calma, aunque no así su
rival. El wyvern empezó a darse cuenta de que no podía con el humano y la
rabia y frustración le hizo lanzar ataques más arriesgados y precipitados.
Nahia observaba el combate con el corazón en un puño, pero confiaba en
Logan, él era muy bueno u vencería.
Logan desvió el aguijón del wyvern con la espada. Varios rayos saltaron
a la cola y le produjeron descargas intensas. La criatura rugió. Logan, con
gran rapidez, usó su habilidad Aliento Elemental y una tormenta de rayos
golpeó las patas de la criatura, lo que provocó que intentase huir hacia
arriba. Era lo que logan esperaba que hiciera. En un abrir y cerrar de ojos
tenía una bola de tormenta en la mano que envió con la mente a una
velocidad tremenda contra el cuerpo del wyvern en su manobra de huida.
Una explosión tremenda se produjo con cientos de descargas que fulminaron
al wyvern en el aire al instante.
Nahia resopló muy aliviada. Logan era cada vez más poderoso con su
magia.
Los combates continuaron y ocurrió lo inevitable, uno de los alumnos
pereció en plena lucha. El wyvern lo venció con su veneno y aguijón, fue una
muerte horrible. Nahia no podía soportar aquella injusticia y brutalidad sin
sentido. Estuvo a punto de gritar, pero Dafne se lo impidió. Los malditos
dragones le costaban de nuevo la vida a una persona inocente. Y esa no fue
la única tragedia, dos más terminaron en la enfermería muy graves. No se
sabía si conseguirían sobrevivir.
Cuando todos los duelos hubieron terminado Lehen-Gorri-Gogor se
dirigió a todos.
«Una vez más la Prueba de Medio Año de segundo curso ha sido de lo
más entretenida. La he disfrutado. Todos los que habéis sobrevivido habéis
pasado la prueba. Mis felicitaciones a vuestros líderes. Ahora podéis
retiraos a descansar. Disfrutad de vuestro logro».
La única forma que Nahia veía de disfrutar aquel logro era arrancándole
el corazón a aquel monstruo sin alma. Por desgracia, no podía hacerlo por el
momento, aunque quizás algún día lo lograría.
Por la noche todos descansaban en la habitación. Dafne había regresado
hacía un momento.
—¿Cómo tienes la herida? —preguntó Lily con tono de preocupación.
Dafne hizo un gesto de dolor.
—Me la han curado, pero duele.
—¿No te han quitado el dolor? —se extrañó Nahia.
—Parece ser que hay toxinas del veneno que mi cuerpo tiene que
erradicar y por eso duele.
—Pero… te habrán dado un antídoto, ¿no? —Nahia estaba ahora
preocupada.
—Sí, tienen uno preparado para la prueba, pero tarda unos días en
acabar con todo el veneno. Mientras tanto toca aguantar el dolor.
—No me puedo creer que te manden de vuelta a la habitación así,
deberías reponerte del todo —protestó Lily.
—Según el Exarbor enfermero estoy curada. Los efectos restantes del
veneno los tengo que aguantar.
Nahia sacudía la cabeza disgustada.
—Increíble. Te obligan a luchar y luego ni te curan.
—Ya sabes, no aguantar el dolor es de débiles…
—Lo es, pero en este caso deberían haberte dado algo —se pronunció
Aiden.
Todos lo miraron extrañados.
—¿No compartes la opinión de tus señores dragones? Esto es una
novedad —dijo Lily.
—La comparto, pero no me gusta ver a un compañero con dolor.
—Vaya, si va a resultar que tienes corazoncito y todo —dijo Dafne
abriendo mucho los ojos.
—Por supuesto que lo tengo… Y es de vencedor.
—Eso, puntualízalo no vayamos a pensar que te has ablandado —dijo
Lily bromeando.
—De todas formas, prefiero estar aquí con vosotros y un poco de dolor
que allí. Tenía al lado a los dos heridos graves y están muy mal…
—¿Se salvarán? —preguntó Ivo con consternación en la voz.
—No lo sé, espero que sí…
—Conseguirán salvarles —dijo Taika.
—¡Esos dragones desalmados merecen morir! —estalló Nahia.
—Lo merecen —convino Dafne.
—Estas pruebas son injustificables. No se puede mandar a luchar a
muerte así —se unió Lily.
—No deberían, no —Taika negaba con la cabeza.
—No es el modo de formar a nadie —dijo Ivo—. Hay muchas formas
mejores de hacerlo, los duelos a muerte no deberían ser una opción.
—Un día pagarán por todo esto. Lo sé —afirmó Nahia.
Aiden fue a decir algo en defensa de los dragones, pero se calló.
—Esto tiene que acabar. Tenemos que unirnos y alzarnos contra los
dragones —proclamó Nahia.
—Ese sueño lo tienen muchos, pero ya se intentó y se fracasó —dijo
Lily.
—Hay que buscar la manera de no fracasar esta vez —dijo Nahia.
—Esa es una cuestión complicada, como bien sabes —se pronunció
Taika.
—Son demasiado poderosos, todos lo sabemos —dijo Dafne.
—Lo serán, pero un día hallaré la forma, ya lo veréis.
—Si lo haces, estaremos contigo —proclamó Ivo.
Continuaron charlando un rato hasta que el agotamiento pudo con ellos.
Descansaron y todos tuvieron sueños horribles llenos de peligros. Les dieron
dos días de descanso tras la prueba, por lo que pudieron recuperarse. Al
tercero formaron ante su líder que, para sorpresa de todos, no se dirigió a
ellos lanzando una regañina, más bien parecía complacido con la felicitación
del Coronel. Nahia lo pensó y dedujo que estaba contento porque ninguno de
los suyos había muerto y él quedaba bien ante sus superiores, sus vidas a su
líder poco le importaban.
Capítulo 29

El invierno llegó y con él el mal tiempo. A aquella altura y entre las


nubes era mucho más duro que lo que habían experimentado en tierra firme,
en sus respectivas naciones y regiones de Kraido. Los ropajes que llevaban
los protegían bastante bien de las bajas temperaturas, pero cuando el gélido
viento soplaba, lo sufrían en la carne y se les colaba hasta los huesos. Este
era su segundo invierno en los cielos y les estaba resultando tan complicado
o más que el primero.
El primer día después de la Prueba de Medio Año tuvieron descanso por
la mañana. Al salir al mediodía para presentarse a formación con Irakas-
Gorri-Gaizt la primera tormenta invernal descargó sobre ellos con fuerza,
como presentando la llegada del invierno y también de lo que les esperaba.
«¡Formad como una escuadra gloriosa! ¡Parecéis un atajo de
principiantes mareados! ¡No es más que una pequeña tormenta! ¡No puede
afectar a vuestra disposición!» envió Irakas-Gorri-Gaizt con muy mal humor
y un sentimiento de que estaba muy insatisfecho con la forma en la que
estaban formando.
Nahia intentaba no temblar, aunque por momentos no lo conseguía. El
viento era realmente frío aquel día. Sobre sus cabezas había unos nubarrones
tan negros que parecía que en cualquier momento se les iban a echar encima
y tragárselos en su oscuridad. Esto estaba enfureciendo a su líder, que no
daba crédito. Aiden, Ivo y Taika aguantaban bastante bien el empuje, pero no
era el caso de Nahia, Dafne y Lily, que lo estaban pasando fatal.
«¡Hoy seréis míos toda la tarde! ¡Trabajaréis formación hasta que se haga
de noche! ¡Y lo haréis formando a la perfección, sin errores!» su líder estaba
furioso con ellos y ni la gélida tormenta parecía calmar su rabia de fuego.
Nahia miró de reojo a la Escuadra Candente y luego a la Ardiente.
Ambas estaban teniendo los mismos problemas que ellos, lo que la
tranquilizó un poco. El enfado de Irakas-Gorri-Gaizt caería sobre las tres
escuadras por igual y no solo sobre la suya. Se sintió un poco mejor, aunque
la idea de hacer ejercicios de formación hasta el anochecer bajo una
tormenta invernal no era para nada lo que hubiera deseado para aquel día.
Estaba aún cansada de la prueba y sabía que sus compañeros también. La
mañana de descanso les había venido muy bien, pero en realidad necesitaban
todo el día. Quizá hasta dos para recuperarse del todo.
Un soplo repentino y tremendo de viento hizo que Dafne saliera volando
hacia delante. Cayó de bruces al suelo. Por un momento Nahia pensó que la
Fatum había desplegado sus alas y había echado a volar. Se alegró al
comprobar que no había sido así, de lo contrario Irakas-Gorri-Gaizt la
habría matado allí mismo. La pobre tenía las alas tullidas y no volaría nunca
más pues lo cielos pertenecían solo a los dragones, así de retorcidos y
salvajes eran. Había sucedido tan rápido y de forma tan insospechada que
nadie había tenido tiempo de reaccionar.
Dafne se levantó y volvió a su posición con rapidez, pero esto no la iba a
salvar de la ira de su líder.
«¿Cómo puedes ser tan patosa, Fatum Ígnea? Caer de la formación por
una simple ráfaga de viento… ¡Inaceptable! ¡Irás a limpiar a las mazmorras
por esto!» Irakas-Gorri-Gaizt no daba crédito a lo que acaba de presenciar.
Otra ráfaga impresionante azotó a las tres escuadras. Nahia tuvo una
idea. Era arriesgada, pero representaba una oportunidad que quizá no se le
volviera a presentar, una que llevaba tiempo buscando y que no encontraba.
En lugar de aguantar el fuerte azote del viento, ella también perdió el
equilibrio y dio un paso hacia delante mientras movía los brazos como
intentando mantenerse y permanecer en posición de formación sin
conseguirlo. Rectificó y volvió atrás de inmediato, pero no escapó al
implacable ojo de su líder.
«¡Esto es inaudito! ¡Otra patosa incapaz de aguantar la formación por un
ligero soplo de viento! ¡Sois la peor escuadra de todas! ¿Cómo podéis ser
tan débiles? ¡A limpiar las mazmorras con tu compañera!» castigó Irakas-
Gorri-Gaizt de inmediato.
Nahia, aguantando en la formación, puso cara de estar asustada y
preocupada, pero en realidad no era para nada así. Había logrado su
propósito: que Irakas-Gorri-Gaizt la castigara a limpiar mazmorras con
Dafne. La jugada le había salido bien.
El viento helado siguió azotándoles mientras Irakas-Gorri-Gaizt hizo
formar y marchar a las tres escuadras entre gritos por su incompetencia y
falta de fuerza de voluntad. Hubo varios momentos en los que Nahia creyó
que el furibundo dragón rojo les iba a cambiar el castigo por uno de muerte
de lo enfadado que estaba, pero por fortuna ni Dafne ni ella cometieron más
errores y no fue así.
Aguantaron el entrenamiento de formaciones hasta que comenzó a
anochecer. La tormenta no les había dado un respiro y ahora caían copos de
nieve enormes. Al finalizar los ejercicios, antes de romper filas, Irakas-
Gorri-Gaizt se dirigió a ellos.
«¡Romperéis filas a mi orden! ¡Os quiero a las dos infractoras limpiando
mazmorras un mes! ¡Un poco de trabajo extra y privación de sueño os
ayudará a no volver a fallar en la práctica! ¡Marchad antes de que os
destroce aquí mismo! ¡Romped filas!».
Rompieron filas y salieron a la carrera hacia el barracón. Irakas-Gorri-
Gaizt desplegó sus poderosas alas y con un fuerte brinco echó a volar y
desapareció detrás del castillo.
—Cuánto lo siento, castigadas… vaya faena —se compadeció Lily a la
carrera.
—Ha sido deshonroso —se quejó Aiden.
—Calla y corre delante, cabeza de granito —respondió Dafne con
desidia.
Aiden se hizo el ofendido y aceleró la marcha dejándolos atrás.
—Tu cuerpo pesa muy poco, es normal que una ráfaga fuerte de viento te
empuje así —compadeció Ivo a Dafne, que corría detrás de ella con grandes
zancadas.
—No me ha dado tiempo a reaccionar, te habría agarrado —se lamentó
Taika—. Estaré más atento la próxima vez.
—No es culpa tuya, Taika. Y gracias. Si puedes, agárrame fuerte —pidió
Dafne.
—Así lo haré cada vez que haya viento —aseguró el Felidae, que corría
detrás de ella con agilidad felina.
—Tú tampoco pesas mucho —dijo Ivo a Nahia.
—Pero ella tiene al cabeza de roca detrás y no la sujetará. Es deshonroso
—se compadeció Lily e imitó la voz de Drakónido de Aiden, que no la oyó
pues ya les había sacado más de cien pasos de ventaja.
—No os preocupéis por mí —dijo ella.
—Debemos hacerlo, somos compañeros —respondió Taika.
—Y os lo agradezco, pero en este caso he buscado el castigo a
propósito. El viento no me ha movido.
Dafne dejó de correr y la miró con ojos muy abiertos.
—¿Has buscado el castigo? ¿Por qué razón?
Lily se detuvo también.
—No lo entiendo. Por una vez que no te castiga, vas y lo buscas. ¿Por
qué?
Nahia dejó de correr y se volvió hacia sus compañeras. Ivo y Taika
también se detuvieron.
—Veréis, llevo tiempo buscando una forma de volver a hablar con el
prisionero Egil. Desde que empezó el curso, de hecho. No he podido debido
al castigo mortal que me cayó y a que el siguiente castigo fuera del mismo
tipo.
—Y hoy se te ha presentado la oportunidad porque era la misma ofensa
que yo he cometido, y ya sabias cuál era el castigo —dedujo Dafne.
Nahia asintió.
—Podría no haber salido bien, pero era una oportunidad única, así que la
he cogido.
Lily silbó.
—Menudos riesgos corres. Un día te va a salir mal la jugada y verás…
—Sí, lo sé… —hizo un gesto con las manos de que no tenía otra opción.
—¿Estás segura de que es tan importante hablar con Egil como para
arriesgar tu vida así? —preguntó Taika con expresión de gran preocupación.
Nahia asintió varias veces.
—Es difícil de explicar, un día intentaré hacerlo. De momento os pido
que confiéis en mí. Estoy convencida de que Egil y esos amigos que nos
encontramos en la cueva en el Continente Helado de Tremia son muy
importantes para nuestro futuro.
—¿Cómo pueden serlo? Están en otro mundo a distancias impensables —
dijo Dafne con expresión contrariada.
Nahia suspiró profundamente.
—Mi destino y el suyo están entrelazados. Somos parte de algo más
grande, de un destino de enorme importancia, y no solo para nosotros, sino
para todos, incluidos ellos.
—Suena muy místico y difícil de entender —comentó Lily.
—Y de aceptar —se unió Dafne.
—Por eso os digo que de momento confiéis en mí. Cuando pueda
probarlo o mostrároslo con alguna prueba fehaciente, lo haré. Ahora mismo
no las tengo.
—Entonces te guías por corazonadas —dijo Taika.
—Por corazonadas y por instinto mágico.
—Cuenta con mi apoyo, yo creo en tus corazonadas místicas —apoyó
Ivo.
Nahia le miró sorprendida.
—Oh… vaya… gracias, Ivo.
—Yo voy a necesitar algo más empírico, aunque sea mágico. De
momento confío en ti y te ayudaré como pueda —dijo Taika.
—Gracias, Taika. Tu apoyo significa mucho para mí —agradeció Nahia.
Dafne y Lily se miraron.
—El tema de Egil y sus amigos del otro mundo es muy extraño —opinó
Lily.
—Es muy raro que fuéramos hasta aquella cueva en aquel mundo y nos
encontráramos con ellos —opinó Dafne.
—No puede ser una coincidencia —comentó Lily.
—Sería la coincidencia más grande de varios mundos —añadió Dafne.
—Algo hay… —asintió Lily—. Cuenta conmigo para investigarlo.
—Opino igual. Es demasiado raro todo esto y quiero saber a qué
conduce. Cuenta conmigo también —dijo Dafne.
A Nahia el apoyo incondicional de sus compañeros sin haberles contado
los secretos del gran dragón plateado le llegó al alma. Dio gracias a los
cielos por tener tan buenos compañeros de escuadra.
—¿Por qué os habéis detenido? —llegó la pregunta de Aiden, que ya
estaba delante de los barracones.
Se despidieron del resto en la puerta de los barracones y Dafne y Nahia
se dirigieron a las mazmorras mientras el grupo iba a cenar, cosa que ellas
dos se perderían.
Según caminaba Dafne se frotó el brazo y se masajeó el hombro
izquierdo.
—Maldita espada, va a acabar conmigo —se quejó.
—Mírale el lado positivo. Ahora estamos mucho más fuertes que antes,
lo hemos demostrado en la Prueba de Medio Año —dijo Nahia.
—Sí, y, aun así, después de meses de entrenamiento y más entrenamiento
en clase y con Logan en el gimnasio, solo hemos conseguido pasar la prueba
de chiripa.
—Lo importante es no quedarnos atrás otra vez en clase de espada —
añadió Nahia e hizo un gesto de que aquello no podía pasar.
—Tú y yo hemos nacido para la magia, no para empuñar armas pesadas
—comentó Dafne, que ahora sacudía el brazo izquierdo.
—No te voy a decir que no tienes razón, pero ya conoces las normas.
Todo Brujo de Dragón tiene que dominar las armas y la magia —respondió
Nahia e imitó a Dafne sacudiendo su brazo derecho.
—Este segundo año está siendo insufrible —se quejó esta.
—Pues espera a pasar este mes de castigo…
—No me animes tanto…
Nahia sonrió.
Para cuando llegaron hasta las mazmorras ya era casi de noche. El
edificio tenía el mismo aspecto lúgubre y funesto de siempre.
Dafne sufrió un escalofrío.
—Este lugar no me gusta nada —expresó mientras lo observaba.
—Tranquila, solo vamos al primer subnivel. Recuerda lo que os he
explicado sobre las mazmorras y ese subnivel y todo irá bien.
—Espero que así sea…
Llegaron a la puerta. Estaba vigilada por los dos dragones negros. Dafne
y Nahia aguardaron con la cabeza gacha a que salieran a recibirlas. No
tardaron mucho en escuchar un sonido metálico y la puerta se abrió.
Tarcel, Tergnomus Principal, salió a recibirlas.
—No puedo creerlo —el Tergnomus negó con la cabeza y su expresión
fue de total incredulidad.
—Pensaba que te alegrarías de volver a verme otra vez por aquí —
bromeó Nahia.
—No me puedo explicar cómo pasas tanto tiempo aquí —dijo Tarcel
negando con la cabeza.
—Y sigo con vida —añadió Nahia con tono alegre.
—Eso sí que es milagroso.
—Esta vez vengo con una compañera de escuadra —Nahia señaló a
Dafne, que saludó a Tarcel con la cabeza.
—Procura no volver con más miembros de tu escuadra. Lo digo por tu
salud y la suya, aunque conociéndote, seguro que volveré a verte —comentó
con tono y expresión de resignación.
—Lo intentaré —dijo Nahia encogiéndose de hombros.
—¿Castigo en el subnivel uno o más abajo? —preguntó Tarcel.
—Esta vez no he sido muy mala —sonrió Nahia.
—Subnivel uno es, entonces.
—Sí, se lo quería enseñar a mi compañera —bromeó.
Tarcel puso los ojos en blanco.
—Sigue así y no llegarás al final del segundo año, eso te lo aseguro.
Entraron y siguieron a Tarcel hasta el Exarbor de registro que, como
siempre, aguardaba detrás de su escritorio.
—Nahia… Escuadrón Rojo, Escuadra Ígnea… y Dafne… Escuadrón
Rojo, Escuadra Ígnea… —dijo según se situaron frente a él.
—Sí, esas somos —confirmó Nahia.
El Exarbor leyó de uno de los tomos que tenía abiertos.
—Tenéis castigo de un mes… Subnivel uno… Asignado por vuestro
líder.
Tarcel negaba con la cabeza y mascullaba cosas en la lengua de los
Tergnomus que no entendieron. Probablemente era mejor así.
—Os llevaré con Framus, os asignará rotación de limpieza —Tarcel les
hizo una seña para que lo siguieran y se adentró en el edifico principal de la
oscura fortaleza.
Descendieron a ver a Framus y Tarcel las dejó con él. Les deseó buena
suerte y se marchó.
—Me gustaría que me asignaran a la misma sección de siempre con
Ufrem, la conozco bien y puedo enseñar a la novata —dijo señalando a
Dafne con el dedo pulgar.
Framus miró a Dafne de arriba abajo.
—Novata y Fatum, mala combinación para los niveles inferiores. De
acuerdo, subnivel uno, con Ufrem.
Nahia lo agradeció y disimuló. Era justo lo que quería.
—No os olvidéis de poneros las pulseras. Los Serpetuss no os lo
perdonarán —advirtió.
—No lo haremos —aseguró Nahia.
Framus condujo a ambas hasta la sección donde estaba Ufrem y su equipo
de limpieza. Nahia ya conocía bien todo aquello y no la impresionó. A
Dafne, sin embargo, todo aquel mundo le resultaba de lo más fascinante.
Framus las dejó con Ufrem, que al ver a Nahia no pudo evitar un par de
comentarios malhumorados.
—Algunas tienen la cabeza demasiado dura. Eso lleva a perderla.
Nahia aguantó los reproches por su regreso con cara de circunstancia.
—Tú ya eres veterana así que te encargarás de la novata con la que
vienes. Yo ya tengo demasiado trabajo. Explícale todo y ponle la pulsera.
—De acuerdo.
—Espero que los Serpetuss no te den tanto miedo como a otros de tu raza
—dijo Ufrem con mal humor.
—Espero que no —es cuanto pudo responder Dafne.
—Empezad el turno. Lo quiero todo impoluto. Pasaré a inspeccionar
cómo lo estáis dejando.
Nahia asintió y comenzaron el trabajo.
Capítulo 30

Unas horas más tarde Dafne y Nahia trabajaban limpiando un largo y


lóbrego pasillo con una verja de metal en cada extremo. Dafne ya se había
topado con dos Serpetuss en las secciones anteriores y había sido una
experiencia de lo más desagradable para ella. Lo había aguantado bastante
bien, sin salir corriendo espantada, pero lo había pasado mal. Eran unas
criaturas de lo más aterradoras. Se le había metido el miedo en el cuerpo y a
cada poco un escalofrío de horror la sacudía. Miraba las sombras de los
pasillos y las negras paredes de roca y veía cosas que probablemente no
estaban allí, cosas como serpientes gigantescas y horripilantes.
—Estamos en el pasillo al que quería llegar. Voy a hablar con Egil, tú
vigila mientras limpias y si ves que viene Ufrem o uno de los Serpetuss me
avisas rápido —explicó Nahia a Dafne.
—¿Cómo te aviso? Nos oirán si te pego un grito.
Nahia se quedó pensando. Miró alrededor. Estaban rodeadas de
penumbra y la iluminación era muy escasa, solo había unas pocas antorchas a
lo largo del extenso corredor.
—Crea un poco de luz con tu magia elemental. En medio de esta negrura
llamará mi atención de inmediato y no se oirá.
—Buena idea, de acuerdo —asintió Dafne.
Nahia fue hasta la celda de Egil con sigilo. Miró a derecha e izquierda.
Dafne estaba algo retrasada junto a una verja y pasaba la fregona mientras
vigilaba.
Nahia descorrió la mirilla de la celda. Tenía que asegurarse de que no lo
habían movido a otra. Trató de ver algo, pero el interior estaba muy oscuro y
no vio ni a Egil, ni a ningún otro prisionero. Le pareció que la celda estaba
vacía. Empezó a inquietarse. Su mala fortuna podía estar jugándosela otra
vez.
—Egil, ¿estás ahí? —preguntó y miró de nuevo a derecha e izquierda. No
parecía que nadie pudiera oírla, a excepción de Dafne.
Vislumbró una sombra que se movía en el fondo de la celda y que se
acercaba a la puerta. Cuando estuvo más próxima algo de la luz de las
antorchas exteriores le alcanzó. Era Egil, su máscara de dragón de oro era
inconfundible.
—¿Nahia? —preguntó Egil con voz ronca.
—Sí, soy yo, Nahia —confirmó ella muy contenta de encontrarlo allí y
con vida.
—Nahia, yo contento —dijo Egil y su voz sonó con una pincelada de
alegría.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
—Vivo —respondió Egil en el idioma unificado de Kraido que Nahia le
había estado enseñando y asintió acercándose hasta la mirilla.
Ella lo miró de arriba abajo. Sin verle la cara no podía saber si estaba
bien o no. Metió su brazo y le cogió la mano. Le tomó el pulso en la muñeca.
Era estable y bastante fuerte.
—El pulso lo tienes bien, pero me parece que estás muy flaco. ¿Ya
comes? —preguntó preocupada.
Egil no lo entendió y sacudió la cabeza.
—Comida —Nahia hizo el gesto de llevarse comida a la boca.
—Sí, comida —asintió Egil.
—Pues te traen muy poca. Estás en los huesos, intentaré traerte comida a
escondidas.
Egil negó con la cabeza.
—No —dijo y luego hizo el gesto de abrir la máscara con una llave.
—Oh… ya entiendo, solo puedes comer cuando te quitan la máscara y se
necesita una llave que tendrá Ufrem o algún Tergnomus.
Egil no entendió lo que Nahia le dijo y repitió el gesto.
Nahia asintió.
—No comida —dijo y esto sí lo entendió.
—Yo estaré aquí un mes. Cuatro semanas.
Egil sacudió la cabeza.
—No entender.
Nahia le mostró cuatro dedos.
—Cuatro —dijo Egil en el idioma de Kraido.
Ella contó con los dedos siete, cuatro veces. Luego le indicó con un gesto
que hoy era el día uno.
—Yo entender —Egil contó cuatro sietes.
—Perfecto. ¿Y el idioma? ¿Recuerdas lo que te enseñé?
—¿Idioma? Yo mejor ahora.
—¿Mejor? —eso sorprendió a Nahia—. ¿Cómo puede ser? ¿Con quién
has practicado?
—Tergnomus reparto comida —dijo Egil.
—¡Qué bien! ¿Has estado hablando con los Tergnomus que te traen la
comida?
—Mal carácter. Hablar mucho.
Nahia rio.
—No sabes cuánta razón tienes. Sobre todo, cuando están enfadados,
entonces no callan.
—Yo intentar hablar. Ellos contestar. Contento.
—Eres muy listo. Bien hecho, voy a presentarte a una amiga.
—¿Amiga?
—Sí, amiga mía.
Egil asintió. Entendía.
Nahia llamó a Dafne, que se apresuró hasta la puerta de la celda.
—Esta es Dafne —presentó a Egil.
Dafne observó a Egil por la mirilla.
—Hola, Egil —saludó.
—Hola, Dafne —respondió él.
—Amiga. Buena —aseguró Nahia—. Puedes confiar en ella.
—Confiar. Sí. Entiendo —Egil asintió.
—Mejor vuelvo a vigilar. Estaré escuchando lo que habláis, así me
entero —dijo Dafne.
—Muy bien.
—Yo contento ver Nahia —expresó Egil.
—Lo siento, no he podido venir antes. He tenido problemas. Me han
castigado al subsuelo tres, y no encontraba la forma de venir a verte.
Egil negó con la cabeza.
—No entender.
—Yo problemas —dijo señalándose al torso.
—Problemas entender.
Nahia sonrió.
—Sí, de eso tenemos mucho. Siempre problemas.
—Problemas, sí —asintió Egil.
—¿Recuerdas nuestro trato?
—¿Trato?
—El que hicimos cuando regresé de Tremia. Te traje la punta de la
flecha.
—Flecha —Egil sacó de entre sus ropajes sucios y raídos la punta de la
flecha y se la mostró a Nahia.
—Sí, esa flecha. Tú y yo trato —señaló a Egil y luego se señaló a sí
misma. Juntó las manos y las sacudió como en un trato.
—Oh, trato —Egil entendió y le mostró su mano.
—Eso es —Nahia cogió la mano a través de la mirilla y la apretó—.
Luchar. Por libertad.
Egil asintió. Recordaba el trato.
—Luchar. Por libertad —respondió.
—Eso es.
—¿Luchar? ¿Por libertad? —Nahia cambió la inclinación a pregunta para
saber si lo mantenía.
—Luchar. Por libertad —aseveró Egil con tono firme.
Nahia sonrió al ver que Egil recordaba el trato y que lo mantenía.
—Nos ayudaremos mutuamente. Nahia ayuda Egil y Egil ayuda a Nahia.
—Ayudar. Sí —dijo él.
En ese momento algo extraño sucedió. Detrás de la cabeza de Nahia se
produjo un destello plateado. Casi al instante sintió que se le nublaba la
cabeza, que una bruma plateada comenzaba a formarse alrededor de ella. ¿O
era en el interior, en su mente? No lo podía diferenciar. Se sentía como en
una ensoñación, como si el mundo a su alrededor no fuera real. La sensación
era muy extraña. Estaba allí, pero no estaba. El vello de la nuca se le erizó y
supo que había magia actuando.
Sin saber muy bien por qué, Nahia cerró los ojos. Al hacerlo, en su mente
apareció una imagen borrosa. La bruma se fue yendo hacia los costados
mientras la imagen se formaba en el centro. Le pareció que se estaba
componiendo un gran espejo circular de bordes argenta. Sabía que aquello
no podía ser, pero al mismo tiempo sabía que era algo importante a lo que
debía prestar atención. Cómo era consciente de aquello no tenía ni idea, no
entendía lo que le estaba sucediendo. ¿Estaba acaso soñando despierta o es
que ni siquiera estaba allí y todo aquello era un sueño del que iba a
despertar de un momento a otro?
Su mente no podía decidirse. La imagen terminó de formarse en medio
del extraño espejo brumoso de bordes de plata. En ella vio dos figuras que
se fueron definiendo. Nahia las reconoció. Una era ella misma. Estaba como
ahora, solo que vestía una elegante armadura pesada de escamas. Tenía la
cara manchada de sangre y la expresión dura. En una mano llevaba una
espada y ardía con fuego elemental. En la otra mano llevaba una bola que
también ardía con un fuego intenso.
Se fijó en la otra figura. Era Egil, pero él estaba diferente. No llevaba la
máscara de dragón. Su rostro mostraba determinación y estaba sucio. Vestía
una capa con capucha verde en tonos amarronados y en su mano llevaba un
arma que captó la atención de Nahia. Era una gran lanza dorada y estaba
manchada de sangre, de un color oscuro y viscoso. Los ojos de Egil
brillaban. No pudo identificar por qué. La imagen comenzó a disiparse y no
pudo ver nada más del lugar donde estaban o de lo que sucedía.
Nahia abrió los ojos cuando la imagen desapareció. Estaba de nuevo en
las mazmorras y Egil la miraba desde el interior de la celda con la cabeza
inclinada.
—¿Bien? —preguntó.
—Sí… he tenido… creo… una premonición… o algo parecido. O me
estoy volviendo loca.
—Lo segundo —dijo Dafne.
—¿Has… visto la niebla plateada?
Dafne negó con la cabeza.
—No, solo penumbra y suciedad.
—¿No has visto… un destello plateado en mi nuca? —Nahia se llevó la
mano a la escama de Zilar y en lugar de sentirla fría, que era como siempre
la sentía, ahora ardía.
—No, tampoco. Y aquí abajo cualquier destello se ve.
Nahia asintió.
—Cierto. Olvidadlo, han sido imaginaciones mías. Se me ha ido la
cabeza por un momento.
—Eso no es bueno. Y te recuerdo que yo todavía no sé curar ni un tajo en
el brazo, así que ten cuidado de no ponerte mal de ahí arriba.
—Tranquila, me cuidaré.
—¿Noticias Tremia? —preguntó Egil.
—No tengo nuevas, lo siento. No sé cómo va la guerra ni qué noticias
hay de allí.
Egil suspiró.
—No noticias —dijo y sus hombros se hundieron.
Nahia pensó en contarle lo que acababa de sucederle, ya que él estaba en
la imagen, fuera una premonición o una fantasía suya. El problema era cómo
contarle todo aquello a Egil y que lo entendiera. Una cosa eran cosas básicas
como sí, no, comer y beber, y otra explicarle algo tan complejo y místico que
incluso la propia Dafne tendría problemas en entender.
—Tengo un plan —le dijo a Egil.
—Plan —repitió él y asintió varias veces.
—Veo que te gustan los planes.
—Plan mucho.
—Muy bien. Necesito que nos entendamos mejor y tenemos cuatro
semanas. Voy a traerte libros de la biblioteca, aunque tenga que robarlos, y
voy a enseñarte nuestro idioma de forma que podamos entendernos mejor.
Egil negó con la cabeza.
—No entender plan.
Nahia, por gestos, le hizo entender cuatro semanas y luego tomos y leer.
Luego hablar.
—¿Entiendes el plan?
Egil asintió.
—Leer hablar cuatro semanas.
—Eso es. Así podremos entendernos.
—Buen plan.
—Me alegro de que te guste. Con lo que ya sabes, unos tomos de ayuda y
lo inteligente que eres deberías avanzar mucho. Estoy convencida.
—Yo hablar cuatro semanas.
—Eso es. Tenemos que conseguirlo, hay mucho que quiero preguntarte de
tu tierra, de tus experiencias… de todo.
—¿Tú Tremia? —preguntó de pronto Egil.
—Sí, yo y Dafne y otros. Iremos a final de año, al llegar el verano.
—No entender.
—No te preocupes. Primero plan, es la única forma.
—Primero plan —repitió Egil.
De pronto la puerta de metal de la verja se abrió con un sonido metálico
y Ufrem entró en la parte del corredor en la que estaban. Avanzó con el
caminar de los Tergnomus, levantando un sonido hueco sobre la piedra del
suelo. Dafne se percató y miró a Nahia, que no lo había hecho y seguía
hablando con Egil, haciéndole señas con las manos para poder entenderse.
Dafne tenía que avisarla, Ufrem la iba a descubrir hablando con el
prisionero y se iban a meter en un lío tremendo. No lo pensó dos veces y
utilizó su energía elemental de luz. Abrió la mano y sobre ella creó una
pequeña esfera de luz, pero debido a las prisas, y la criticidad del momento,
utilizó demasiada energía. La esfera de luz se formó. En lugar de destellar un
poco para que captara la atención de Nahia, la esfera brilló con una fuerte
luz blanca que llenó todo el corredor cegándolos a todos con su intensidad.
—¡Qué demontres…! —Ufrem se llevó el brazo a los ojos para
protegerlos del estallido de luz blanca.
Nahia tuvo que girar la cabeza para que la luz le diera en la nuca en lugar
de en la cara.
—¡Lo siento! —se disculpó Dafne.
—¡Apaga esa luz ahora mismo antes de que nos dejes ciegos a todos! —
gritó Ufrem a Dafne.
Nahia aprovechó para cerrar la mirilla de la celda y apartarse hasta
alcanzar su fregona y cubo con agua y jabón.
—¡Voy! ¡Ya la apago!
Dafne apagó la luz que había creado. Parecía sencillo, pero no lo era
tanto, era más fácil crear luz que apagarla una vez creada.
—¡Por toda la oscuridad de los túneles de mi tierra! ¡A quién se le
ocurre! —protestó Ufrem, que se frotaba los ojos con las manos.
—Perdón, he pensado que venía uno de esos asquerosos y espantosos
Serpetuss y me he asustado —se disculpó Dafne de forma convincente.
A Nahia le costó un momento poder ver bien por el ojo izquierdo, el más
afectado. El derecho se había salvado de la explosión de luz blanca. Por
fortuna, Dafne había cerrado los suyos de forma instintiva, por lo que a ella
no le había afectado. Ufrem tardó un rato en poder volver a ver.
—¡Estamos en las mazmorras! ¡Aquí no se puede usar luz intensa! —gritó
cuando por fin comenzaba a ver algo.
—Mi elemento es la luz —dijo Dafne a modo de defensa.
—¡El mío la limpieza y no voy dando a todos con una fregona en la cara!
—gritó Ufrem enfadadísimo.
Nahia tuvo que evitar una sonrisa por aquel comentario, aunque dudaba
que Ufrem lo hubiera visto.
—¡Terminad de limpiar esta zona y regresad! ¡Novatas asustadizas…!
¡Lo que me faltaba! —gritaba según se marchaba dando tumbos todavía
medio ciego.
Cuando se hubo marchado Nahia abrió la mirilla de la celda de Egil.
—Volveremos mañana —prometió.
—Muchas gracias —dijo él con su acento extranjero.
—No las merecen. Aguanta.
—Yo aguantar. Yo duro —aseguró Egil.
—Ya veo que lo eres. No sé cómo aguantas esto que te hacen.
—Yo vivir.
—No pierdas ese deseo nunca. Hasta mañana.
—Mañana —se despidió Egil también con la mano.
Según abandonaban las mazmorras Nahia felicitó a Dafne.
—Has estado genial en tu primera noche de castigo.
—¿Genial? Si casi me muero de miedo con esos asquerosos Serpetuss y
encima por poco dejo ciego a Ufrem.
—Lo que yo te digo, genial —rio Nahia y las dos se apresuraron al
dormitorio para descansar lo que pudieran antes de que llegara el amanecer
y tuvieran que ir a la formación.
Capítulo 31

Al día siguiente, con vientos fríos azotando la academia, llegaron a la


formación de magia. Al entrar en el aula se encontraron con un cambio:
tenían nuevo instructor. En lugar de Gezur-Zuri-Ikus y sus ojos blancos,
había un dragón negro como la noche con ojos también oscuros. Era
imponente, parecía haber salido del fondo de un abismo de la negrura que
emanaba. Sabían que tendrían un nuevo instructor, así que no fue una gran
sorpresa. Sin embargo, lo imponente de aquel dragón los dejó anonadados.
Sus escamas tenían un cierto brillo que reflejaba la luz. No era de un negro
mate, sino brillante, lo que atrapaba las miradas de todos.
Nahia lo observó de reojo, como solía hacer. Por el tamaño y la cabeza
dedujo que era un dragón macho de unos ochocientos o novecientos años. No
podía confirmarlo, pero por lo que había podido estudiar sobre la fisonomía
y desarrollo de los dragones, no debía andar muy desencaminada. Cada vez
le parecía más importante estudiar a aquellas criaturas, no solo para poder
entender su comportamiento y forma de pensar, sino para encontrar alguna
debilidad en ellos. Últimamente utilizaba parte de las horas de estudio en la
biblioteca en esto. No podía profundizar mucho porque tenía que estudiar las
lecciones, pero le parecía importante. No quería quedar retrasada en clase,
así que tenía que compaginar ambas cosas. Por fortuna, como la magia se le
daba bien de forma natural no se había metido en problemas hasta el
momento. Eso podía cambiar con el nuevo instructor, así que tendría que ir
con cuidado.
Le pareció curioso que los dos instructores de magia de aquel año fuesen
tan diferentes, uno blanco como la nieve y el otro negro como una noche sin
estrellas. Le fascinaba que los ojos de ambos fueran también acorde a sus
escamas. ¿Serían también diferentes en cuanto a carácter y forma de ser?
Hasta hacía poco pensaba que todos los dragones eran iguales, con
personalidades muy similares. Sin embargo, ahora no estaba segura de que
eso fuera así, no después de haber conocido a Garran-Zilar-Denbo, el gran
dragón plateado. Tendría que estudiar a este instructor y ver si podía
determinar su personalidad. Lo que no tenía duda era de que sería muy
poderoso.
«Bienvenidos. Formad en escuadra. Mi nombre es Ontzu-Beltzi-Mairak y
seré vuestro instructor de magia hasta final de año. Antes de comenzar con
las lecciones os comunico que, al haber superado la Prueba de Medio Año
pasáis a un grado más avanzado de estudio de la magia. En adelante
estudiaréis Magia de Dragón Mejorada. Debéis sentiros orgullosos, este
momento marca la mitad de vuestra senda en la academia. Lleváis año y
medio de clases y habéis superado el meridiano de la formación en este
ilustre centro de estudios marciales. Seguid así y lograréis graduaros» envió
con firmeza, pero sin excesiva fuerza. Su mensaje llegó con claridad.
Nahia intentó analizar el tono del mismo. No era como el de Irakas-
Gorri-Gaizt, que era muy abrasivo, y tampoco como el de Gezur-Zuri-Ikus,
que era sinuoso y despertaba desconfianza. Este era firme, pero sin ser
hiriente y la claridad que lo acompañaba denotaba sinceridad, cosa que la
sorprendió. Los dragones utilizaban la fuerza y la amenaza, nunca le había
llegado un mensaje que pudiera entenderse por claro y con connotaciones de
sinceridad.
«Hoy comenzaremos con el estudio de otra de las habilidades mágicas
más importantes que aprenderéis aquí. Se trata de Fauces Elementales. Es
una habilidad poderosa que os ayudará en situaciones complicadas. No os
voy a mentir, es difícil de desarrollar y tendréis que esforzaros y mucho.
Conmigo están tres Exarbor para ayudaros. Lo primero que haréis será
entender lo que la habilidad requiere. Los Exarbor os lo mostrarán».
Cada uno de ellos se acercó a una escuadra. Nahia observó al que les
había tocado, parecía realmente viejo, lo cual era normal ya que todos los
Exarbor de la academia parecían tener mil años.
—Mi nombre… es Brame… y os ayudaré con lo que necesitéis —dijo y
abrió un tomo grande mostrándoselo —. Leed con… tranquilidad. No es
fácil… de asimilar.
Los seis se acercaron y se situaron para poder leer el tomo que Brame
mantenía abierto. Leyeron con calma, pues los conceptos resultaban
complejos. Brame fue pasando las páginas hasta el final de la explicación de
la habilidad. Lo hizo despacio, con la calma de los de su raza. Finalmente,
cerró el tomo cuando consideró que todos habían leído y entendido la
lección.
—Podréis continuar el estudio… y la práctica de la habilidad… más
tarde… en la biblioteca. Esto ha sido solo… para que podáis entender las
explicaciones… que nuestro señor os dará a continuación. Volved a formar.
Así lo hicieron. Nahia estaba descolocada. Por lo que había leído en el
tomo, y lo que implicaba, aquella habilidad era mucho más avanzada que la
Garra Elemental. Iban a tener problemas serios para lograr invocarla. Miró a
sus compañeros de reojo y vio en sus caras la misma preocupación que ella
sentía.
«Muy bien. Ahora que habéis leído la parte teórica de la habilidad y
tenéis una ligera idea de lo que implica, vamos a comenzar con su
desarrollo. Primero quiero que os situéis formando una línea, así se evitan
accidentes. Mirad siempre hacia delante cuando intentéis esta habilidad,
nunca hacia los lados. En una mano sostened la Esfera de Aprendizaje para
que os ayude y la otra llevadla a vuestra boca».
Todos hicieron como instruía Ontzu-Beltzi-Mairak. Aiden, Ivo y Taika se
situaron a la izquierda de Nahia, que inspiró con fuerza esperando las
siguientes instrucciones. A su lado Dafne y Lily intercambiaban miradas
nerviosas.
«Quiero que cerréis los ojos y os concentréis. Encontrad vuestro dragón
interior y obtened una cantidad de energía intermedia. Transformadla en
elemental, cada uno alineada con su tipo de poder: fuego, agua, tierra, aire,
luz y oscuridad. Una vez lo hayáis logrado será momento de utilizarla. Hasta
aquí no deberíais tener problemas».
Nahia hizo como el instructor pedía y en efecto no tuvo problemas. Miró
con disimulo a sus compañeros y, a juzgar por sus expresiones, todos iban
bien.
«Ahora es cuando comienza a complicarse la habilidad. En el caso de
Aliento Elemental habéis aprendido a dejar salir esta energía por la boca de
forma controlada y prolongada, como si fuera vuestro propio aliento. En el
caso de Fauces Elementales, lo que debéis hacer es abrir la boca, pero no
dejar salir la energía, sino soltar una dentellada haca delante, no con vuestra
boca sino con la energía elemental transformada en fauces».
Nahia ya había intuido por lo que habían leído en el tomo que debían
hacer algo así y según pensaba cómo hacerlo se dio cuenta de que no le iba a
salir. Lo que pedía Ontzu-Beltzi-Mairak le pareció casi irrealizable.
«Antes de que penséis que es imposible, os aseguro que ese no es el
caso. No os desaniméis por la dificultad que entraña y de la que soy
consciente. Primero visualizad en vuestra mente unas fauces de dragón, es lo
que debéis crear con vuestra energía elemental. Llevadlo hasta la mano que
tenéis en la boca. Una vez allí, lanzad una dentellada, una mordedura
enorme».
La instrucción les llegó a todos junto a un sentimiento de que podían
lograrlo, algo que les sorprendió. Los dragones no daban nunca ánimos, solo
órdenes.
Empujados por el sentimiento de que podrían hacerlo se dispusieron a
intentarlo. Dafne probó la habilidad, pero la dentellada la dio su boca, como
si intentara morder al pobre Brame, que estaba enfrente. El Exarbor no se
inmutó, se había situado a una distancia prudencial. Por desgracia, la energía
elemental de la Fatum no creó unas fauces, sino que desapareció con un
destello de luz. A Lily le sucedió lo mismo. Su boca mordió el aire y un
destello azul indicó que su energía elemental se desvanecía. Taika e Ivo ni
siquiera consiguieron que su energía saliera. Aiden abrió la boca, mordió y
un poco de energía se disipó sin forma alguna. Nahia, que los había estado
observando, intentó hacerlo mejor. Abrió la boca e intentó plasmar la imagen
que tenía en su mente en su boca, donde su mano tocaba sus labios. Una
forma de fuego elemental comenzó a formarse. Nahia hizo como que mordía
y la forma perdió estabilidad. Un instante después se disipaba con un
destello rojizo.
Lo mismo que les había sucedido a ellos les sucedió a todos en las
escuadras Océano y Piedra, ninguno fue capaz de conseguir crear las Fauces
Elementales. Varios lo volvieron a intentar, pero el resultado fue el mismo.
Nahia probó una segunda vez, concentrándose todavía más, pero no lo logró.
El intento falló y su energía se disipó con un destello de fracaso.
«La primera vez que se intenta nunca se consigue. Esta es una habilidad
que os costará crear. Seguid intentándolo».
Todos lo hicieron, pero ninguno lo logró ni en aquella clase ni en las
siguientes. Por mucho que estudiaban el tomo con la teoría sobre la
habilidad en la biblioteca, por mucho que lo practicaban en las aulas de
entrenamiento, no lo conseguían. Y tampoco en las clases con Ontzu-Beltzi-
Mairak que, por fortuna, parecía tener más paciencia que los instructores
anteriores que habían tenido. No amenazaba ni castigaba al grupo por no
lograr crear la habilidad.
El invierno llegó con más fuerza a la academia trayendo consigo
tormentas especialmente frías. El ánimo de todos fue cayendo por el frío, el
hielo y la nieve que lo cubría todo, y su fracaso en la clase de magia. Nahia
estaba muy frustrada por no conseguir desarrollar el ataque. Estaba
convencida de que como se le daba bien la magia, lo conseguiría poniendo
esfuerzo, pero no estaba siendo el caso. Ni a solas, ni con sus compañeros lo
conseguía. Y el resto de la escuadra tampoco. Estaba empezando a preferir
las clases de armas a las de magia, algo impensable en ella. La espada era
pesada y difícil de dominar, pero veía que hacía progresos con ella. En
cambio, con Fauces Elementales, no había progreso alguno.

Unas semanas más tarde, con una terrible tormenta invernal en el exterior,
el gran dragón negro tomó un enfoque diferente que sorprendió a todos.
«Os habéis esforzado y no lo habéis conseguido. No estoy contento, pero
no me sorprende. Habéis tenido tiempo de estudiar y practicar esta
habilidad. Sé que lo habéis hecho, que os habéis esforzado, y por ello os voy
a ayudar. Tenéis permiso para mirarme», envió y el mensaje cogió a todos
por sorpresa.
Ningún dragón les había dado permiso para hacerlo, estaba totalmente
prohibido. La mayoría de los alumnos no se atrevió a mirar, pese a tener
permiso explícito. El mensaje mental les había llegado con claridad y no
parecía que hubiera nada engañoso en él.
Dafne y Lily miraron a Nahia y preguntaron con la mirada si debían mirar
o no. Nahia también dudaba. El dragón les había dado permiso, por lo que
no debería ser una infracción, pero con los dragones nunca se sabía.
«Vamos, miradme. No os pasará nada» envió y de nuevo el mensaje llegó
con claridad y sin segundas intenciones.
Nahia se encogió de hombros y se arriesgó, miró al dragón directamente.
Ontzu-Beltzi-Mairak la vio mirarle y no pareció molestarle. Un momento
después todos en la Escuadra Ígnea lo miraban. A las otras dos escuadras les
llevó un momento más fiarse.
«Ahora centraos en mi boca. Buscad crear unas fauces como estas»
Ontzu-Beltzi-Mairak les mostró sus letales dientes de dragón abriendo
mucho la boca y rugió.
El rugido cogió a todos desprevenidos y algunos dieron un brinco hacia
atrás. Luego soltó una dentellada.
«Estas son las fauces y la dentellada que debéis recrear» envió y volvió
a repetirlo para que todos lo vieran bien y no tuvieran ninguna duda de lo
que debían conseguir. Finalizó con otro rugido tremendo que rebotó con
fuerza en las paredes del aula.
Todos observaron con total atención. Estaban sorprendidos, pero la
imagen del gran dragón negro soltando grandes mordiscos con sus tremendas
fauces y rugiendo se les quedó grabada en la mente.
«Intentadlo ahora», envió Ontzu-Beltzi-Mairak.
Nahia cerró los ojos y se centró en la imagen que tenía en la cabeza.
Cogió energía de su dragón interior, la convirtió en elemental y se preparó
para crear lo que veía en su mente. La Esfera de Aprendizaje destelló y se
llevó la otra mano a la boca. Puso toda su concentración y esfuerzo y abrió
los ojos al tiempo que soltaba una dentellada, no con sus dientes y boca sino
con la del dragón que tenía en su mente. Para su total sorpresa, unas fauces
de dragón elementales de fuego surgieron de su boca y se expandieron en una
gran dentellada.
Se quedó pasmada, lo había conseguido. Y no solo eso, la habilidad era
tremenda. Unas fauces de dragón de fuego se habían abierto y cerrado
saliendo de su boca.
—Lo has logrado. Mis felicitaciones —dijo Brame.
Nahia sacudió la cabeza, como incapaz de creérselo. Luego miró a sus
compañeros. Por un momento nada sucedió, pero tras un momento de la boca
de Dafne surgieron unas Fauces Elementales de luz que se cerraron con una
dentellada produciendo un estallido lumínico. Nahia se protegió los ojos.
—Bien hecho —congratuló Brume.
Dafne y Nahia aguardaron a ver si alguno más de la escuadra lo
conseguía. Alice y Frank también lo lograron, seguidos por dos de sus
compañeros.
«Comenzamos a tener éxito. Eso me complace. ¡Continuad! Centraos en
la imagen de mis fauces» envió Ontzu-Beltzi-Mairak.
Lily fue la siguiente en conseguirlo. Unas fauces de hielo y agua se
cerraron con fuerza frente a su rostro. Nahia pudo apreciar entonces el
alcance que tenía la habilidad mágica. Era de un par de palmos frente a la
cara de quien la invocaba. No llegaba tan lejos como Aliento Elemental,
pero parecía darse más rápido, como un golpe raudo y letal. Eso sí, para
invocar aquella habilidad de forma rápida todavía les quedaba mucho por
mejorar. Por desgracia, los chicos del grupo no lograron sus Fauces
Elementales, por lo que el éxito fue solo parcial. En las otras dos escuadras
tampoco todos consiguieron desarrollar la habilidad. Lo siguieron intentando
hasta acabar la clase, pero no lo lograron.
«Un éxito parcial es el comienzo de un éxito total. Seguid practicando
hasta lograrlo. Esta habilidad os salvará la vida un día, os lo aseguro.
Llegaréis a poder ejecutarla con extrema rapidez, más que otras que habéis
aprendido. Fauces Elementales se invoca y ejecuta más rápido. Con ella
podéis matar a un enemigo en un abrir y cerrar de ojos. Continuad
practicando hasta lograrlo».
Al salir de la clase Nahia intentó animar a sus amigos bajo una tormenta
de nieve que caía sin descanso.
—Lo conseguiréis, estoy convencida.
—Por supuesto que lo haremos. No hacerlo es fracasar y no podemos
fracasar —respondió Aiden intentando sonar convencido, pero la voz le
tembló un poco.
—Debemos conseguirlo o no nos graduaremos… —Taika no sonaba muy
seguro.
—A mí me va a costar mucho… si es que lo logro —se lamentó Ivo.
—Si alguien puede hacerlo, ese eres tú, Ivo —dijo Nahia.
—¿Yo? ¿Por qué lo dices?
—Porque se trata de crear algo que está en tu mente. De todos nosotros
eres el que más trabajas la mente.
—Eso es verdad —se unió Lily colocándose la capucha.
Dafne se sacudió la nieve de los hombros.
—En lugar de meditar y entrar en trance, pasa a la acción con lo que
meditas.
Ivo se detuvo un momento bajo la nieve y lo pensó.
—Puede que tengáis razón.
—Por supuesto que tenemos razón, y ahora corramos antes de que esta
nieve me empape —dijo Lily y echó a correr hacia los barracones.
Todos corrieron bajo la nieve, que iba borrando sus huellas según se
alejaban. Las chicas habían conseguido el éxito en aquella jornada. Los
chicos tendrían que esforzarse más y sufrir para lograrlo. Nahia estaba
convencida de que ellos también lo lograrían. En cualquier caso, tanto ella
como Dafne y Lily les ayudarían, era cuestión de pasar horas en las aulas de
práctica de magia de la biblioteca hasta conseguirlo. No los dejarían
fracasar, eran compañeros y los compañeros se ayudaban, sobre todo en
tiempos difíciles y en el fracaso.
Capítulo 32

Nahia llegó a la formación de Hechicería. Miró la entrada al edificio y al


pensar en lo que le esperaba dentro se planteó si quedarse fuera en medio de
la gélida tormenta y congelarse hasta la muerte. Era mejor que sufrir las
constantes torturas del método de formación de Lehia-Zuri-Mag, la maestra.
Cada clase era un suplicio para Nahia y aquella desalmada criatura parecía
disfrutar con el castigo que recibían.
El Exarbor ya tenía la esfera de castigo preparada y flotaba levitando
frente a él. Todos podían ver la tormenta encerrada en el interior y los rayos
que buscaban salir de ella. Que aquella dragona sin alma lo llamara el
Incentivador, todavía era más hiriente. Nahia tenía muy claro que lo que
hacía no era incentivar sino crear sufrimiento y divertirse con el resultado.
Tragó saliva mientras formaba de rodillas y con la mirada pegada al
suelo.
«Habéis estado trabajando la rapidez con la que sois capaces de invocar
vuestras habilidades. La mejora que habéis alcanzado los cinco es bastante
satisfactoria. Me hubiera gustado que mejorarais aún más, pero el tiempo
escasea y debemos continuar con otros aspectos de vuestra formación.
Exarbor, ¿cómo han quedado en cuanto a rapidez?».
El Exarbor abrió el tomo en el que solía estar anotando con su dedo y
habló con voz de madera:
—Primera la Fatum…, segundo el Fatum…, tercera la Humana…, cuarto
el Escarlatum… y quinto el Drakónido.
Nahia no entendía aquella fijación con crear competición entre ellos y
ordenarlos, le parecía innecesario y muy poco constructivo.
«Me has decepcionado mucho, Humana. Siendo una Nacida de la Llama
deberías haber sido la más rápida de todos. Será mejor que te esfuerces más
o aumentaré tu castigo por no cumplir las expectativas de tu condición».
Nahia se llevó una sorpresa y un disgusto al recibir el mensaje, que venía
cargado de un sentimiento de decepción y enfado. La dragona sabía que era
una Nacida de la Llama, pero no lo había mencionado hasta el momento. Que
lo supiera no extrañó a Nahia, ya que otros dragones lo sabían. Que lo
utilizara en su contra para ponerle todavía más presión, le disgustó. Como si
ya de por sí no tuviera suficiente motivación en aquella clase tan horrible.
Si ya de antes la odiaba, después de aquella arenga aún mucho más.
Aquella dragona era capaz de cumplir su amenaza y hacer que su castigo
fuera todavía peor, y ya era un castigo horrible y muy doloroso. Miró de
reojo a sus compañeros de clase. Los Fatum tenían rostros de preocupación,
y eso que ellos eran los mejores. Nahia sintió que la cosa se iba a poner muy
fea para ella.
«Lo que vamos a trabajar en esta parte de la formación de Hechicería es
en maximizar el daño que podéis hacer con vuestros ataques. Todos los
Brujos Dragones, sea cual sea su talento, pueden realizar ataques
elementales, que son los que os están enseñando en las clases de magia. Sin
embargo, nosotros somos los únicos que podemos duplicar e incluso
cuadruplicar el daño que pueden hacer con su magia elemental. Es por ello
que los Brujos de Dragón Hechiceros son los más temidos adversarios, no
hay ningún otro talento que pueda compararse al nuestro en cuanto a poder
de ataque. Seréis temidos y respetados por vuestro poder. Espero que
apreciéis el privilegio que eso representa».
Nahia se preguntó si cuadruplicando el poder de su magia elemental
podría matar a un dragón. Probablemente no, porque los dragones tenían
defensas antimagia innatas. En cualquier caso, tener ataques elementales muy
poderosos le sería útil, sobre todo si encontraba la forma de romper las
barreras defensivas de un dragón. Eso sería algo increíble, de lograrlo. Le
entró el miedo de que el dragón pudiera estar leyendo su mente, así que no
siguió con aquellos pensamientos. Esperaba que no, pero el rumor de que
algunos eran tan poderosos que podían corría por la academia y eso
preocupaba a Nahia sobremanera. Sus pensamientos hacia los dragones eran
todo menos agradables.
«Comencemos con los ejercicios. Que se presenten la Nacida de la
Llama y el Fatum».
Inspiró y se resignó. El Fatum la vencería en el ejercicio y a ella le iba a
tocar sufrir, estaba convencida. Sentía una rabia y frustración máximas, pero
de protestar o intentar algo, aquella dragona la mataría sin piedad alguna, de
eso estaba más que segura.
«Colocaos uno frente al otro. Exarbor de Hechicería, coloca el
medidor».
El Exarbor fue a buscar otra esfera, que dejó en el suelo entre los dos
competidores. Esta era de color blanco, como si fuera una perla del tamaño
de un melón. De pronto la perla se elevó y se quedó levitando entre ellos.
Nahia se percató de que Lehia-Zuri-Mag la estaba controlando. El
Incentivador también se movió y se situó sobre la perla, pero algo más
elevado. A Nahia no le gustó lo más mínimo ver las dos bolas levitando
frente a ella, la una sobre la otra. Se aproximaba dolor y lo sabía.
«Ya están las esferas en posición. Lo que debéis hacer es coger cuanta
energía podáis de vuestro dragón interior. Cuanta más, mejor, pero de una
única vez. Una vez que la tengáis, la convertiréis en elemental e invocareis
Aliento Elemental dirigiéndolo a la esfera medidora, la blanca. Así de
sencillo. Os aconsejo que hagáis un gran esfuerzo en coger mucha energía
para el ejercicio. Aquel de los dos cuyo ataque resulte más poderoso será el
vencedor. La esfera medidora nos dará el veredicto. El Incentivador ya
sabéis lo qué hará».
Nahia quiso salir corriendo de vuelta a la tormenta. Iba a perder y le iba
a tocar sufrir. Ya se podía imaginar tirada en el suelo muerta de dolor por las
descargas de los rayos del interior del Incentivador.
Nahia saludó con la cabeza a su rival, como si fuera algún tipo de duelo,
aunque de una extraña forma lo era. Dafieh, el Fatum, le devolvió el saludo.
En sus ojos veía que no era un mal chico, al contrario, parecía buena
persona. Él no quería hacerle daño, pero tampoco quería perder. Además, de
hacerlo se llevaría el desprecio y la rabia de la dragona, algo nada
recomendable.
—Primero Nahia, después Dafieh —especificó el Exarbor.
Dio comienzo la prueba. Nahia cerró los ojos y se concentró en su
dragón interior. Obtuvo una gran cantidad de energía, toda la que pudo de
una sola vez, y la convirtió en energía elemental. Luego la canalizó hacia su
boca y la hizo salir como le habían indicado. La dirigió a la bola medidora y
la alcanzó de pleno. Nahia se quedó muy contenta con su aliento, le pareció
que era el más grande que había logrado crear nunca. Cuando toda la energía
que había cogido se hubo consumido, la habilidad murió.
Le tocó el turno a Dafieh. Al igual que Nahia cerró los ojos y un
momento después lanzó su aliento contra la bola medidora. Fue un aliento
potente y Nahia sintió que podía estar en problemas.
«Muy bien. Veamos qué dice el medidor» envió la dragona.
La bola blanca comenzó a destellar y un momento después iluminó a
Dafieh.
—Victoria… para Dafieh… el Fatum —anunció el Exarbor.
«Ah, muy bien por el Fatum y muy mal por la Nacida de la Llama. Una
nueva decepción de la Humana. Ahora le toca el turno al Incentivador» envió
Lehia-Zuri-Mag con un sentimiento de divertimento.
La esfera de castigo que levitaba entre ambos atacó a Nahia soltándole
varias descargas en torso y piernas. Sintió un dolor terrible y se fue al suelo.
El Incentivador soltó tres descargas más que hicieron que Nahia se
retorciera de dolor rodando sobre sí misma. Sentía una agonía terrible. Las
descargas le subían y bajaban por el cuerpo y el dolor era insoportable.
«Y así es como se incentiva al alumno a mejorar. Tendremos
competiciones como esta todos los días. Estoy segura de que vais a mejorar
muchísimo, por la cuenta que os trae. ¡Siguiente alumno! ¡El Drakónido!
Veamos si puedes con la Fatum».
Nahia se retiró arrastrándose en medio de terribles dolores. Vio que el
Drakónido se iba a enfrentar a Fiadh y le deseó suerte, la iba a necesitar. No
la tuvo. Fiadh lo venció con facilidad. Las descargas atacaron al Drakónido,
que se fue al suelo y rodó mientras soportaba el castigo.
Nahia llegó a cenar al comedor arrastrando la pierna derecha y con el
brazo izquierdo inservible debido a las descargas. Intentó sentarse en la
mesa y casi se fue al suelo de espaldas. Por suerte Ivo se percató y la cogió
con su gran manaza derecha del pescuezo manteniéndola de pie como si
fuera un espantapájaros.
—Cuidado, que te caes para atrás —advirtió con un tono algo más
intranquilo del habitual.
—Gracias, Ivo. Es que no me responde una pierna y un brazo.
Taika se levantó de la mesa y la ayudó a sentarse entre ellos.
—Así mejor. ¿La clase de Talento de hoy ha sido dura? —se interesó con
su voz rasposa.
Nahia miró a los ojos del Felidae y suspiró.
—Cuándo no lo son… ¡Esa dragona es horrible, nos machaca a
descargas a todos! —exclamó un poco más alto de lo debido.
Los de las mesas de al lado la oyeron y la miraron con ojos de
preocupación. Por suerte eran las escuadras Ardiente y Candente y ya
conocían a Nahia. No dijeron nada, pero varios miraron hacia los dos
dragones de vigilancia en medio del comedor.
—Baja la voz, Nahia, que te la ganas —advirtió Dafne.
—Sí, perdonad. Ya sabéis que a veces me enciendo…
—Aquí mejor apágate —dijo Lily y también miró hacia los dos dragones.
En ese momento llegó Aiden con su ración y se sentó entre Dafne y Lily.
Miró a una, luego a la otra, y suspiró.
—Voy a intentar comer en paz… —dijo.
—Tranquilo, hoy estamos demasiado cansadas para meternos contigo —
dijo Lily y le dio una palmada en la espalda.
—Eso, y mira que siempre me hace ilusión darte un repasito —confirmó
Dafne.
—Delicioso —las ignoró Aiden, que degustaba la sopa de pescado que
tenían de cena.
—No consigo ser la más poderosa con mi magia elemental y esa dragona
me lo hace pagar con descargas de tormenta.
—Eso no está nada bien. No debería usar el castigo así —Ivo negó con
la cabeza—. Por otro lado, ¿no deberías ser muy poderosa siendo una
Nacida de la Llama? —preguntó y miró a Nahia con expresión de
interrogación.
—Bueno, no sé si debería serlo… eso me han dicho en alguna clase…
—Deberías. Lo que sucede es que quizá no estás utilizando todo tu
potencial —comentó Taika.
—Deberías aplicarte a fondo —aconsejó Dafne.
—Eso, utiliza todo lo que tienes dentro —se unió Lily.
Nahia se movió incómoda en el banco.
—Si hago eso temo que me de uno de mis ataques… ya sabéis lo malos
que son… y llevo tiempo sin sufrirlos. Estoy de lo más contenta y no quiero
provocarlos.
—Tal vez tengas que correr el riesgo. Intenta ver hasta dónde puedes
llegar —recomendó Taika—. De lo contrario vas a pasarlo muy mal hasta
final de año. Es más, tu maestra puede incluso suspenderte y eso
significaría…
Nahia resopló.
—Sí, lo sé, la muerte… Mald…
—Shhh… —Lily movió el dedo índice de lado a lado frente a la cara de
Nahia—. Ni una exclamación más.
—Está bien… Contadme vosotros, ¿qué tal os va con vuestros talentos?
A ver si me animo un poco.
—Yo he de reconocer que me gusta el que me ha tocado —comentó Ivo
—. La parte del conocimiento sobre la naturaleza me encanta. Me obliga a
pasar mucho tiempo en la biblioteca estudiando tomos sobre temas naturales,
pero no me importa porque me gusta lo que aprendo. La parte mágica está
siendo un poco más complicada de lo que esperaba. No consigo crear una
habilidad que permite curar heridas leves convirtiendo mi magia elemental
en natural. Algunos de mis compañeros están ya curando envenenamientos
habituales y yo me estoy quedando atrás, pero creo que estoy haciendo
avances… o eso espero.
—No te preocupes, Ivo, nosotras te ayudaremos a conseguirlo —aseguró
Lily.
—Yo no estaría tan segura —dijo Dafne—. Yo estoy teniendo problemas
similares, y a mí se me da bien la magia.
—¿Qué quieres decir? —se interesó Nahia.
—La parte de estudio, la de estar encerrada en la biblioteca enterrada en
tomos de sanación, la puedo soportar, aunque yo no la disfruto como nuestro
Tauruk. A mí no me gusta estudiar la anatomía de las seis razas, sobre todo
la de los Drakónidos.
Aiden la miró de forma desinteresada.
—No esperaba que me fueras a sanar, en cualquier caso.
—Pues no iba hacerlo, que lo sepas.
—Yo no necesitaré de tu sanación. Soy un Brujo de Dragón Bárbaro
excepcional.
—¿De las seis razas? Querrás decir de las ocho razas de Kraido —dijo
Taika.
—No, seis. Los dragones no nos enseñan a sanar a los Exarbor y ni a los
Tergnomus, ya que estos no van a la batalla —explicó Dafne.
—¡Eso es despreciable! —opinó Nahia controlando el volumen de su
voz para no llamar más la atención.
—Lo es —asintió Ivo—. Deberías aprender a sanar a todos por igual.
—Los dragones solo enseñan a matar y sanar a quienes enseñan a matar.
Racionalizan sus enseñanzas —razonó Taika.
—Son lo más despreciable… —Nahia se mordió la lengua.
—El problema que tengo… —continuó Dafne—. Es que no consigo
transformar mi energía elemental de luz en energía de sanación. Yo también
me estoy quedando atrás. Hay varios que han comenzado ya a sanar heridas
de cortes de espadas, cuchillos y similares. Yo solo puedo mirar y escuchar
al dragón burlarse de mi incompetencia. Por lo que dice soy la Fatum más
ridícula que ha visto jamás. Parece ser que los de mi raza son sanadores
excepcionales.
—Vaya, lo siento… —dijo Lily y le frotó la espalda pasando la mano por
detrás de la de Aiden.
—En ese caso ni siquiera puedes sanarme. Menos mal que no voy a caer
herido —dijo Aiden y en su cara apareció una sonrisa torcida.
—Ríete lo que quieras, cabeza de mármol. Ya lo conseguiré y cuando lo
haga y estés tumbado en el suelo con una flecha en el estómago, no te pienso
sanar —dijo Dafne con rabia.
—Sanar, ¡qué bonito suena! Si fueras capaz de hacerlo… —Aiden se
levantó y fue a por más comida—. Nahia, ¿te traigo tu ración? —preguntó.
—Oh, sí, gracias, Aiden.
—Por lo que veo tenemos a dos de los nuestros enterrados en tomos
estudiando. Uno contento, otra no tanto y los dos con problemas para
dominar la magia —resumió Lily.
Dafne e Ivo asintieron.
—Por poner una pincelada positiva, a mí me está yendo bien —comentó
Taika.
—Cuéntanos, que necesitamos alguna alegría después de tres relatos
deprimentes —dijo Lily.
—Siendo un Felidae, el acecho, la caza de noche, el sigilo y el
esconderme en las sombras se me da bien de forma innata. Y es eso
exactamente lo que nos están enseñando. Además, como mi magia elemental
es de oscuridad, puedo servirme de ella, así que prácticamente puedo
desaparecer de la vista o hacer que mi rival no pueda ver nada. Además,
utilizamos la daga como arma principal. Es ligera, rápida y mortífera. Nos
están enseñando nuevos ataques con ella, y a lanzarla. En definitiva, me va
muy bien en esa clase. Espero que os haya animado un poco.
—Sí que nos animas y nos alegramos mucho de que te vaya bien —dijo
Nahia poniéndole la mano en el hombro.
—Suena letal… —comentó Lily sacudiendo una mano—. ¿Sois todos
Felidae?
Taika negó con la cabeza.
—Tres Felidae, incluyéndome a mí, un Drakónido, un Escarlatum y un
Fatum.
—Al Fatum me lo imagino, pero al Escarlatum y al Drakónido me cuesta
—dijo Dafne.
—Son los que más están sufriendo, pero tienen buenos instintos. Creo
que lo conseguirán.
—Más les vale, de lo contrario… —comentó Lily y puso cara de
espanto.
—¿Tú que tal, Lily? ¿Buenas noticias? —preguntó Nahia a su
compañera.
La Escarlatum se pasó la mano por su melena azabache y la luz de las
lámparas de aceite hizo resaltar la piel escarlata de su rostro y cuello.
—Muy buenas. Los Escarlatum seguimos a la cabeza en la clase de
Encantadores. Aunque es verdad que los Fatum nos está alcanzando por la
complejidad de la magia que estamos empezando a usar.
—Cuéntanos, parece interesante —dijo Taika, que como siempre
prestaba mucha atención a todo lo que pasaba y se contaba a su alrededor.
—Es una especie de secreto de este talento nuestro, pero a vosotros os lo
cuento antes de que regrese Aiden. Hemos estado convirtiendo magia
elemental en magia de ilusión. Es muy singular porque lo que hace es
engañar a la mente del oponente. Hemos estado estudiando y practicando
cómo hacer caer dormido a un contrincante.
—¿Sin sentido, quieres decir? —preguntó Ivo.
—No, podemos hacerlo dormir donde está, de pie —aclaró Lily—. A
dejarlo inconsciente vamos a aprender más adelante.
—A ver si lo entiendo, ¿puedes hacerme dormir hablando contigo
completamente alerta? —preguntó Nahia, que no terminaba de entenderlo.
—Eso es. Bueno, cuando me sale, que no se da siempre, pero me saldrá.
A mi compañero Escarlatum lo he dejado roncando media docena de veces
ya y a los Fatum un par. A vosotros… no sé, tendré que intentarlo y ver.
Todavía no sé me da muy bien.
—¿Y puedes hacerlo estando alerta tu oponente? —preguntó Taika.
—Mejor si no lo está, cuesta menos, pero sí.
—Vaya, esa es una habilidad impresionante.
—Eso no es nada. Según la maestra podremos incluso hacer que otros
sigan nuestras órdenes, aunque creo que eso es de final de tercero.
—Impresionante —dijo Dafne y le dio un par de palmadas de
reconocimiento en el brazo.
—Se trata de engañar a la mente del contrario y hacerle creer algo que no
es verdad, como que tiene un sueño insoportable o que se desmaya, y cosas
similares —explicó Lily—. Nos queda mucho por practicar, pero de
momento me fascina lo que estoy aprendiendo. Ni siquiera me importa ir a la
biblioteca a estudiar los tomos. Hay habilidades en ellos que son tremendas.
—Muy interesante —dijo Taika asintiendo.
—Ya verás cuando aprenda a engañar al estómago. Haré que Ivo no tenga
nunca hambre. ¡Será genial! —sonrió Lily con malicia.
—Eso sería estupendo —se unió Dafne.
—De eso nada, que si no como me debilito y mi cuerpo necesita mucho
sustento para funcionar —Ivo negaba con su enorme dedo.
—Bueno, entonces te haré creer que eres un Fatum, verás que
divertido… —dijo Lily y se echó a reír.
—Eso sería muy divertido, sí —Dafne también río.
—Me parece que voy a buscar en los tomos de magia de Druida cómo
protegerse de una Encantadora y su magia de ilusión —dijo él con tono
serio, lo pensaba de verdad.
—Harás bien, compañero —dijo Taika sonriendo.
Nahia sonrió también y por un momento su ánimo se elevó.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué estáis todos tan sonrientes de pronto? —
preguntó Aiden mientras dejaba la ración de cena que le había traído a Nahia
en la mesa, frente a ella.
Nahia le dio las gracias.
—Nos reímos de que Lily va a poder hacernos creer cosas que no son
ciertas.
—Ah, sí. Magia de ilusión de los Encantadores —comentó Aiden tan
tranquilo.
—¿Es que lo tienes que saber todo? —dijo Dafne con cara de no estar
contenta con aquello.
—Casi todo —puntualizó Aiden.
—¿Qué tal tú en tu formación de talento? —preguntó Taika.
Aiden se sentó de nuevo entre Lily y Dafne y se puso tieso.
—Muy bien, soy el mejor de mi clase. Nadie me puede vencer cuando
doy rienda suelta a todo mi poder salvaje. Con la espada en una mano y
usando mi energía elemental para crear tormentas de rayos puedo acabar con
media docena de rivales con facilidad. Nos están enseñando a usar el arma
con nuestra magia elemental dejándola salir por completo mientras
repartimos golpes con toda nuestra potencia física.
—¿No es eso peligroso para los de alrededor? Parece descontrolado —
dijo Ivo.
—Lo es. Por eso los Brujos de Dragón Bárbaros somos los primeros en
lanzarnos al ataque. Descargamos todo nuestro poder con arma y magia
sobre los enemigos creando el caos y acabando con todo lo que tenemos por
delante.
—Pues si crees que atacando así a lo loco no vas a sufrir heridas me
parece que estás muy equivocado —dijo Dafne.
—Ya lo veremos —Aiden puso cara de que no le preocupaba.
Nahia suspiró.
—Por lo que parece a Lily, Taika y Aiden les va bastante bien. A Dafne y
a Ivo regular y a mí mal —resumió Nahia.
—Si lo piensas es un tanto irónico que te vaya mal a ti —le dijo Lily.
—¿Irónico? ¿Por qué?
—Porque tú eres la Nacida de la Llama, la más poderosa entre nosotros
—sonrió Lily y abrió las manos.
—Pues sí, lo es —tuvo que reconocer Nahia.
—No te preocupes y saca tu ardor interior —dijo Dafne a Nahia—. Ya
verás como lo arreglas.
—Esperemos… —respondió ella, aunque no lo tenía nada claro.
Algo tenía que hacer, eso sí, de lo contrario no llegaría a la Prueba de
Fin de Año.
Capítulo 33

Los días de formación iban pasando rápido para todos, en especial para
Dafne y Nahia que, además de las clases, tenían que cumplir el castigo de
limpieza de las mazmorras todas las noches. Esto las dejaba extenuadas por
el esfuerzo físico que requería y, sobre todo, por la falta de sueño. Dafne
pronto descubrió que era casi peor que el trabajo extra del castigo. Pese a
ello, estaban relativamente contentas porque ayudaban a Egil.
Aquella tarde estaban en la biblioteca. Mientras el resto de la escuadra
estaba en una de las aulas de práctica de la cuarta planta, ellas dos andaban
buscando entre las estanterías algún tomo que pudiera servirles para ayudar
a Egil con el lenguaje de Kraido. El problema era que todos los tomos de
segundo año eran específicos de temas que se estudiaban en ese curso. La
mayoría de los volúmenes eran de magia, aunque los había también de
armas, y luego estaban los de cómo aplicar magia a las armas, pero no había
ningún libro que les sirviera para su propósito. Necesitaban algo como un
diccionario, pero allí no lo había.
—¿Has encontrado algo? —preguntó Nahia a Dafne.
—Nada. Todos los tomos de esa sección son de magia y bastante
avanzada. ¿Tú? —quiso saber Dafne, que miraba alrededor para ver si algún
Exarbor las observaba.
Lo que estaban haciendo no era del todo lícito y se podían meter en un lío
de los que terminaban con una decapitación por mordisco de dragón.
—Yo tampoco, nada. Los de la sección que he mirado son de armas, de tu
favorita: la espada —bromeó Nahia.
—Sí, tú encima bromea. Por culpa del castigo no podemos ir al gimnasio
a entrenar, esto nos va a retrasar en espada.
—Siempre podemos practicar con las fregonas.
—Muy graciosa. Ya verás cuando no pasemos la clase.
—Tranquila, el castigo es de un mes, recuperaremos antes de que llegue
el verano —aseguró Nahia.
Dafne resopló.
—Más nos vale.
—Voy a preguntar directamente a un Exarbor a ver qué me contesta —
dijo Nahia frustrada.
—¿Has perdido la razón? Sospechará, seguro.
—¿Tú crees que va a sospechar que quiero enseñarle a un prisionero que
no sabe que está en las mazmorras el idioma unificado de Kraido?
—Estos árboles con cara y patas no me gustan. Seguro que sospechan,
están todo el día meditando y pensarán mal, seguro.
A Nahia la explicación no le pareció del todo descabellada.
—Tú disimula, yo voy a preguntar.
Dafne fue a otra estantería a seguir buscando y disimular mientras Nahia
se acercaba a uno de los Exarbor bibliotecarios.
—Necesitaría un diccionario —pidió con total tranquilidad.
El Exarbor levantó la mirada de un tomo en el que estaba apuntando algo.
—Este es… el segundo nivel… aquí hay tomos para los alumnos de
segundo…
—Ya me he dado cuenta, soy alumna de segundo, pero necesito un
diccionario.
El Exarbor la miró con más interés al insistir.
—¿Diccionario de… qué… lengua? ¿Humana?
—Eh, no, de la lengua unificada de Kraido.
—Idioma… unificado… de Kraido —corrigió el Exarbor.
—Sí, bueno, idioma.
—No tenemos aquí… ningún diccionario… del idioma unificado de
Kraido
—¿Aquí en la segunda planta o aquí en la biblioteca entera?
—Aquí en… el segundo nivel.
—¿Y dónde lo tienen? —Nahia estaba intentando mantener la calma,
pero aquellos Exarbor eran un poco exacerbantes.
—Están en… la planta quinta… Libros de referencia.
—Gracias, voy allí.
—No… tú no puedes ir a la planta quinta…
Nahia, que ya se había dado la vuelta, se volvió a girar.
—¿Por qué no?
—Solo tienes acceso… a segunda planta para estudio… y a la cuarta
para practicar…
—¿Y cómo consigo acceso a la quinta?
—No puedes… Hasta graduarte…
Nahia abrió muchos los ojos.
—¿Hasta graduarme?
—Entonces puedes… acceder a todos los niveles…
—Pues vaya, necesito el diccionario ahora.
—No lo necesitas… ningún estudiante necesita un diccionario… de un
idioma que ya conoce…
Nahia vio que aquella conversación no iba a terminar bien, así que lo
dejó estar.
—Gracias por tu ayuda.
—Es un… placer ayudar…
Nahia lo miró a la cara de tronco que tenía, porque le dio la impresión de
que se estaba riendo de ella. Casi juraría que vio que sus labios de corcho se
inclinaban hacia arriba. Lo dejó estar y volvió con Dafne.
—Sígueme —dijo.
—¿A dónde vamos?
—Primero al cuarto nivel. Luego al quinto.
—¿Al quinto? No tenemos permiso.
—Lo sé, pero los diccionarios están allí.
—Esto se va a poner muy feo —Dafne resopló arrugando la frente y
siguió a Nahia.
Alcanzaron el cuarto nivel e hicieron como que iban a una de las aulas de
práctica, pero en realidad cruzaron todo el nivel hasta el lado contrario.
Pasaron por delante de varios Exarbor, pero estaban concentrados en su
trabajo y nadie les dijo nada. Todos los alumnos tenían permiso para usar las
aulas especiales de práctica, así que no hubo problemas.
Nahia llegó hasta las escaleras que subían al quinto nivel.
—Tú vigila y si viene alguien silba.
—¿Silbar?
—Sí, con disimulo, como que estás esperando para entrar en esa sala de
enfrente.
—Vale, pero no creo que se lo traguen.
—Sé encantadora si te preguntan.
—Te equivocas de compañera, yo soy la díscola.
—Ya, pero no tengo a Lily a mano, así que haz de Lily.
—Sencillísimo para mí —dijo Dafne arrugando la nariz.
Nahia subió hasta el quinto nivel con mucho sigilo y antes de abandonar
las escaleras miró con disimulo. Encontró una zona amplia, despejada, con
varias mesas con sillas en el centro y estanterías con tomos de aspecto
solemne contra las paredes. Vio tres puertas cerradas, pero no había nadie.
Los tomos estaban allí a su alcance, solo tenía que hacerlo rápido, antes que
alguien saliera de una de aquellas tres puertas. Agachada, corrió hasta la
primera estantería. Necesitaba un poco de suerte y un poco de tiempo.
Comenzó a buscar. Iba sacando libros que parecía que pudieran ser
diccionarios. Los primeros que sacó no lo eran, así que siguió buscando tan
rápido como podía. No estaba teniendo suerte, pero siguió intentándolo.
Cambió a otra estantería. Eran enormes con cientos de libros en ellas. Le
iba a llevar un buen rato que no tenía. Decidió no pensar de forma negativa y
centrarse en el trabajo. Allí había diccionarios y los iba a encontrar. Tan
decidida y concentrada estaba que no oyó que una de las puertas se abría.
—No puedes… estar aquí, alumna.
Nahia escuchó la voz y supo que la habían pillado.
—Oh… perdón… no sabía —dijo dándose la vuelta intentando
escurrirse de la situación.
Un Exarbor con expresión hostil la miraba directamente a los ojos desde
el otro lado de las mesas.
—Esta zona está prohibida… y lo sabes…
—Yo… bueno… ya me voy —Nahia se dio la vuelta e intentó ir hacia las
escaleras.
—Quieta… donde estás… alumna —ordenó.
Nahia no supo qué hacer. Podía echar a correr, pero aquel Exarbor
podría ponerse a gritar. Además, ya la había visto y la reconocería. Decidió
que huir no era la mejor opción. El Exarbor llegó hasta ella.
Una mano rugosa y firme se cerró sobre su brazo.
—No irás a ningún lado… Has cometido una infracción… grave…
Nahia tiró de su brazo con fuerza para liberarse del agarre del Exarbor.
Para su enorme sorpresa no pudo. Miró la mano de madera que se cerraba
sobre su antebrazo y se preguntó cómo era aquello posible. Los Exarbor no
parecían fuertes, más bien lo contrario, muy frágiles con aquellos brazos y
manos con hojas. Lo intentó de nuevo tirando con más fuerza, pero no
consiguió soltarse. La mano y el brazo del Exarbor, aun siendo de madera,
parecían tan fuertes como si fueran acero.
—Solo me he perdido un poco.
—Mentir… no te beneficia… en esta situación.
Un segundo Exarbor apareció de otra de las puertas. Este llevaba un
tomo en la mano. Llegó hasta ellos y abrió el tomo.
—Nombre de la infractora, escuadra y escuadrón —pidió.
Nahia maldijo para sus adentros. Mentir le traería más problemas, eso lo
sabía. Los Exarbor eran muy listos y comprobarían su identidad.
—Nahia, de la Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo curso.
—Tu infracción… quedará reflejada… —dijo el Exarbor que la
sujetaba.
—Serás castigada… Irá a tu líder de escuadrón… —dijo el que anotaba.
Nahia volvió a maldecir para sus adentros. Su líder la iba a devorar viva
por aquello. Ya estaba en medio de un castigo, esto acabaría con ella.
—¿No podemos dejarlo en un aviso? Me comportaré de forma ejemplar
en la biblioteca —rogó Nahia viéndose perdida.
—Es una… infracción grave… se informará a tu líder —sentenció el del
tomo.
—Yo me encargo… de esta situación —dijo de pronto otra voz, más
autoritaria, también de Exarbor.
Los dos Exarbor y Nahia se giraron y vieron que un tercer Exarbor se
acercaba.
—Por supuesto… jefe —dijo el Exarbor del tomo.
—Como desee… el jefe —dijo el que sujetaba a Nahia.
Nahia ya lo vio todo perdido. Estaba acabada.
—El tomo… por favor —pidió y el Exarbor se lo entregó de inmediato.
—Puedes… soltarla. Gracias —dijo al otro que al instante la soltó.
—¿Necesita… el jefe … de nuestros servicios? —preguntó el que había
estado sujetando a Nahia.
—No, podéis volver… a vuestras tareas…
Los dos Exarbor se inclinaron ligeramente y se marcharon.
Nahia se quedó frente al Exarbor jefe.
—He cometido un error, lo lamento mucho —intentó disculparse Nahia y
que la cosa no fuera a más.
Él levantó una mano.
—No digas más… Sígueme —ordenó con tono autoritario y se adentró en
un pasillo entre grandes estanterías.
Nahia no sabía qué pensar, pero tenía que obedecer. La habían pillado y
tenían su nombre apuntado en el tomo. Siguió al Exarbor por una de las tres
puertas, la que estaba al norte de la estancia, y continuó por un pasillo que
tenía una veintena más. Caminaba lento, como todos los de su especie, lo que
hacía crecer la incertidumbre de Nahia. Llegaron al final del pasillo, abrió
una puerta y entró en una sala bien iluminada. Nahia lo siguió al interior. Se
sentó detrás de una enorme mesa de roble tallado.
—Esta no es… tu primera infracción… en la biblioteca.
Nahia se quedó de piedra. Recordó el incidente cuando había hablado
más de la cuenta y a voces y un Exarbor había apuntado su nombre. Esperaba
un castigo por aquello que no llegó. ¿Cómo lo sabía?
—No… no lo es.
—Tuviste… otra infracción… anterior… por hablar demasiado alto.
—Eh… sí, así fue.
El Exarbor la volvió a mirar fijamente. Había algo profundo en aquellos
ojos. Eran similares al del resto de Exarbor, de una tonalidad parda clara,
pero parecían leerle el alma. Quizá fuera porque los surcos alrededor de
ellos le daban ese aspecto. Su nariz era también larga y llena de surcos. Su
rostro en conjunto era singular. No parecía muy anciano, como otros
Exarbor, pero sí sabio. A Nahia le costaba diferenciar a los Exarbor porque
eran todos de altura y constitución parecida. Solo el rostro y las hojas en su
cuerpo los diferenciaba. El pensamiento de que tendría que fijarse más y
aprender a distinguirlos mejor le asaltó.
—La infracción… indicaba algo más…
Nahia se puso tensa. Pensaba que se iba a librar de aquello, pero ya veía
que no iba a ser así.
—¿El qué? —preguntó con tono inocente, disimulando.
—Lo sabes bien… hablaste mal… de quien no se puede hablar mal…
El jefe lo sabía. La tenía atrapada. Si se lo mencionaba a Irakas-Gorri-
Gaizt significaría su muerte.
—Fue un momento de ira, un descuido imperdonable. Pido mil perdones,
no volverá a suceder —Nahia cambió de estrategia. Disimular no iba a
funcionar, pero quizá rogando consiguiera algo.
El Exarbor la observó de nuevo de forma intensa, lo que hizo que Nahia
se sintiera incómoda. Era como si le estuviera atravesando el alma con
aquella mirada. Se preocupó. Al menos no sentía que estuviera usando
magia.
—Las disculpas… son excusas de aquel que no piensa… antes de
cometer un acto erróneo.
—Sí, eso mismo es. Me salió sin pensar.
—Cometiste un crimen… no una simple infracción en la biblioteca.
A Nahia el estómago comenzó a darle vueltas. Aquello tenía muy mal
aspecto.
—Lo lamento muchísimo, fue sin querer. Suplico que se me perdone —
dijo buscando una salida. Aquello no podía llegar a Irakas-Gorri-Gaizt, no
tendría piedad con ella.
—Deberías pensar mejor tus actos… sobre todo en público…
—Lo haré, solo necesito una oportunidad para probarlo —el tono de
Nahia era de súplica.
Por un largo momento el Exarbor la observó con aquella mirada
penetrante. Nahia no sabía qué pensar. ¿Estaba decidiendo su suerte? ¿La iba
a delatar y estaba jugando con ella? ¿Qué quería? ¿Por qué la tenía allí si ya
sabía que era culpable? Cuanto más lo pensaba menos le gustaba todo
aquello.
—Si informo de este crimen… morirás, ¿verdad?
Nahia tragó saliva.
—Sí, es lo más probable —respondió bajando la cabeza con tono de
desamparo.
—Porque ya has tenido… otros incidentes y castigos…
Nahia asintió.
—Sí, varios.
—Uno grave… en la enfermería… de índole similar.
Escuchar aquello la dejó muy sorprendida. ¿Cómo sabía todo aquello?
—Sí… —Nahia miraba ahora al Exarbor con ojos de desconfianza. ¿A
dónde quería ir con todo eso?
—Eso tengo entendido… Por cierto… me llamo Liburex.
Nahia no supo cómo reaccionar a aquello.
—Encantada —es cuanto pudo decir.
—Lo dudo… —dijo él y pareció sonreír—. Estás en una situación
crítica… Yo tengo tu vida en mis manos… —dijo y le mostró las palmas
recubiertas de corteza rugosa—. Debería entregarte a tu líder… es lo que
dicta la Senda… El crimen se castiga… con la muerte…
Ahora ya Nahia no sabía qué decir o hacer.
—No… —es cuanto salió de su boca.
—Sin embargo… hoy me siento espléndido… puede que no envíe este
informe… a tu superior.
Nahia abrió mucho los ojos.
—¿No?
—Pero antes quiero saber… qué hacías aquí… la verdad…
No había mucha opción, así que Nahia le dijo la verdad, aunque no toda.
—Estoy buscando un diccionario del idioma común de Kraido.
—Interesante… ¿Uno avanzado o básico…?
—Pues… básico.
—Todavía más interesante… Espera aquí… —dijo y se levantó despacio
y abandonó la sala.
Aquella situación tenía a Nahia completamente perpleja. No sabía qué
pensar. Aguardó hasta que el Exarbor volvió. Tardó un rato durante el que
estuvo aguantando los nervios muy preocupada por su suerte.
—Ya estoy de vuelta… —dijo Liburex y se sentó tras su mesa, sobre la
que dejó un tomo—. Aquí tienes el diccionario que buscabas…
Nahia miró el tomo y luego a Liburex.
—¿Lo cojo? —preguntó con gran duda en su voz.
—Por supuesto… para eso lo he traído…
Con cuidado Nahia cogió el tomo.
—Gracias…
—Este diccionario básico… tiene muchos dibujos explicativos. Lo
desarrollamos para los Tauruk-Kapro… y los Felidae… ya que de pequeños
les cuesta… aprender… más que al resto de las razas. Los más hábiles…
somos precisamente… los que no combatimos… los Exarbor y los
Tergnomus.
—Oh, no lo sabía.
—Espero que te sirva… para lo que sea que lo necesitas… —Liburex
enarcó una ceja gruesa de corteza que Nahia no sabía ni que se podía curvar.
—Sí, gracias.
—En cuanto a tus crímenes en la biblioteca… de momento los dejaremos
pasar… —dijo y cerró el tomo en el que habían escrito el último.
—¿Sí? ¿No se informará a mi líder? —Nahia no podía creerlo. ¿Qué
estaba pasando allí? ¿Era una broma de mal gusto?
Liburex negó con la cabeza.
—No veo que sea productivo que mueras… de momento…
—¿De ninguna de las dos infracciones?
—Crímenes —corrigió Liburex—. Y no, de momento no… Pero están
aquí —dijo señalando el tomo en su mesa y otro en una estantería a su
derecha—. Puedes marchar… llévate el diccionario.
—Gracias… —Nahia no entendía nada.
¿Por qué la dejaba ir? Su confusión era total.
Cogió el tomo y salió de la sala. Al hacerlo se dio cuenta de que aquel
debía ser el despacho del jefe. A paso muy rápido llegó hasta las escaleras y
bajó hasta el piso cuarto. Dafne la esperaba con cara de sufrimiento.
—¿Dónde has estado tanto tiempo? ¿Qué ha pasado? —preguntó con
urgencia entre susurros.
—Vámonos de aquí —dijo mientras se escondía el diccionario en la
espalda, bajo la capa.
—Pero ¿qué ha pasado?
—No te lo vas a creer cuando te lo cuente.
Capítulo 34

Los días de castigo fueron pasando con rapidez. Nahia había conseguido
llevar el diccionario a escondidas hasta la celda de Egil y entregárselo.
Nada más recibirlo el prisionero se puso a estudiarlo con gran interés.
Resultó que los dibujos y las explicaciones le ayudaron muchísimo, al igual
que su inteligencia, ya que enseguida comenzó a entender y hablar mejor. No
conjugaba los verbos, pero iba memorizando cuantos podía, al igual que el
resto de las palabras.
Como su celda era muy oscura y se pasaba día y noche intentando leer,
Dafne tuvo una idea excelente para ayudarle. Le creó una pequeña esfera
cargada de luz, de esa forma podría estudiar en la oscuridad. La carga de las
esferas le duraba cuatro o cinco días, y luego esta se consumía. Egil le daba
las gracias a Dafne todos los días por tan estupenda creación.
El problema con el que se encontraron era que en una celda con tan poca
luz los repartidores de comida la iban a encontrar. Entonces Egil les mostró
lo que había estado haciendo todo este tiempo y dejó a Nahia y Dafne
atónitas. En la parte posterior de la celda, abajo, en la zona más oscura,
había conseguido soltar y desencajar varios bloques de granito negro. No
solo eso, estaba intentando cavar un túnel. Lo había hecho raspando con una
cuchara que se le había caído a uno de los Tergnomus al traerle la comida.
Nahia y Dafne no daban crédito.
Cuando iban a darle de comer escondía la esfera con luz y el diccionario
en su túnel, luego encajaba de nuevo las rocas y no se veía nada. Nahia y
Dafne se dieron cuenta entonces de por qué aquel corredor de las mazmorras
estaba siempre tan sucio. Era la tierra que Egil sacaba del túnel y luego
echaba por la mirilla, la cual también había conseguido forzar desde el
interior con el otro extremo de su preciada cuchara. Sin duda la mente y
recursos del prisionero eran impresionantes. Nahia y Dafne le colaron varias
cucharas y cuchillos del comedor para que pudiera seguir trabajando en su
túnel.
Para cuando llevaban medio mes de castigo, Egil ya se comunicaba
mucho mejor. Nahia creía que se había memorizado medio diccionario y en
otro mes seguro que lo memorizaba al completo. Cuanto más tiempo pasaban
con él, más les sorprendía. Dafne y ella había ideado un sistema que
consistía en limpiar primero las otras zonas que les tocaban lo más rápido
que podían y dejar el mayor tiempo posible para estar con Egil y poder
hablar con él. Por el momento les estaba funcionando bastante bien.
Egil les contaba sobre Tremia, sobre sus gentes y tierras, y también sobre
los reinos y potencias militares que lo componían. Les habló de Norghana,
su reino, en el norte, siempre cubierto de nieve. Les contó sobre los
Norghanos y en especial sobre un grupo de ellos: los Guardabosques. Les
explicó que eran un grupo de soldados de élite que servían a Norghana y el
rey. A Dafne y a Nahia les sorprendió que usaran arcos como su principal
arma, ya que era despreciada en Kraido y considerada de cobardes. También
que fueran casi invencibles en terreno montañoso y bosques. Les habló de
que eran honorables y formidables defensores de Norghana.
Nahia y Dafne no se cansaban de escuchar a Egil. Lo que les contaba les
parecía lejano y al mismo tiempo un tanto cercano, pues ya habían estado en
Tremia. Egil les habló del Continente Renacido, donde ellas habían
aparecido al cruzar el gran portal. También del Continente Helado, donde se
habían encontrado con Lasgol, que era un Guardabosques, como lo era Egil y
gran amigo suyo. Les explicó lo que eran los Salvajes de los Hielos,
aquellos nativos de piel azulada tan grandes y fuertes contra los que ellas
habían luchado. Y también les habló de los Pobladores de la Tundra, que
usaban jabalinas y contra los que también se enfrentaron. Les explicó sobre
los Arcanos de los Glaciares y los Magos de los Hielos, de los que por
fortuna habían escapado a tiempo.
Nahia y Dafne hicieron mil preguntas durante todos aquellos días
intentando comprender quién era Egil y cómo era su mundo: los
Guardabosques, Norghana y Tremia. Él, con mucha paciencia y tranquilidad,
respondió a todas las cuestiones tan bien como pudo e intentó darles
explicaciones lo mejor que sabía. Era difícil describir a otros un mundo que
no conocían, sobre todo uno tan variado como el de Tremia con multitud de
reinos y etnias, poblado por humanos de diferentes razas y semihumanos
también muy diferentes entre sí, además de las mil y una criaturas que allí
existían y no así en Kraido. Teniendo en cuenta que Egil todavía tenía
dificultades para comunicarse de forma eficiente estaba haciendo un gran
trabajo.
Aquella noche estaban con él al finalizar la ronda de limpieza.
—Necesitamos saber los reinos principales que conforman Tremia. Me
temo que al final de la primavera nos volverán a enviar allí en acción de
guerra, como Prueba de Fin de Año —pidió Nahia.
—Sí, eso se rumorea —le dijo Dafne, que hacía guardia un poquito
retrasada pero no perdía detalle.
—Yo poder dibujar —Egil hizo el gesto de dibujar con una mano sobre
la otra.
—Podemos traerle papel, pluma y tinta de intendencia y que nos lo
dibuje —propuso Dafne.
—Buena idea.
—Yo saber dónde perlas también.
—¿Sabes dónde están los portales en Tremia?
Egil asintió.
—Sí. Igual no todos.
—Saber dónde están es una información muy valiosa —dijo Nahia.
—Eso será secreto militar de los dragones. Si nos pillan con esa
información nos matarán —advirtió Dafne a Nahia.
Esta resopló.
—Entonces tendremos que evitar que nos pillen porque es una
información demasiado valiosa para no tenerla.
—Y sumar una razón más a todas las causas por las que podemos morir
en esta academia —comentó Dafne con tono de resignación.
Nahia se encogió de hombros.
—Yo lo esconderé. Si nos pillan será mi cabeza la que arranquen.
—No es mucho consuelo —se quejó Dafne.
Al día siguiente regresaron con el material y lo pasaron entre sus ropas.
Egil se puso a trabajar en cuanto se lo dieron. Les hizo un par de mapas, uno
de la zona norte de Tremía y otro de la sur. En ellos marcó los reinos
principales y las capitales, y también las perlas que conocía que podían
utilizarse como portales para recorrer Tremia.
—Esto es todo un tesoro —agradeció Nahia.
—Guárdalo bien —dijo Dafne con temor.
—Puedo preguntarte… ¿por qué confías en nosotras? ¿Por qué nos das
esta información? —preguntó Nahia a Egil.
—Yo confiar para que tú confiar en mí.
—Vaya, este es muy hábil. Muy buena respuesta —dijo Dafne asintiendo.
Nahia estaba de acuerdo.
—Entiendo. Puedes confiar en nosotras, tienes mi palabra.
—Vosotras en mí. Tener mi palabra.
Nahia sonrió.
—Haremos lo que podamos por ayudarte —aseguró a Egil.
—Por eso yo ayudaros también.
—No sé si conseguiremos algo, pero que confiemos y nos ayudemos
mutuamente es un principio —afirmó Dafne asintiendo.
—No seas negativa. Claro que conseguiremos algo positivo de todo esto.
—Tú eres demasiado optimista.
—Y tú demasiado pesimista.
—Ya lo veremos al final —dijo Dafne a modo de conclusión.
—Precisamente —cerró el tema Nahia—. Y ahora, Egil, cuéntanos más
cosas sobre estos reinos que nos has dibujado.
Pasaron los días y Egil les contó todo lo que quisieron saber. De todo lo
que hablaron aquellos días hubo un tema que se le quedó a Nahia grabado a
fuego en la cabeza, uno que necesitaba comprender con claridad y que
esperaba estar entendiendo bien. Podía ser que los problemas de
comunicación estuvieran provocando que entendiera mal lo que Egil le había
explicado.
Aquella noche Nahia fue hasta la celda con intención de asegurarse.
—Sé que ya me lo has contado varias veces, pero necesito estar segura
de lo que me has dicho.
—Yo contar otra vez —Egil se mostró voluntarioso.
— Gracias. Cuéntame otra vez cómo llegaste a Kraido, por favor, Egil.
—¿Cómo venir aquí?
—Sí. Esa parte de tu historia.
—Yo contar. Nosotros luchar contra Dergha-Sho-Blaska, dragón inmortal
milenario, muy poderoso.
—¿Por qué luchasteis contra él?
—Dragón querer abrir gran portal de Tremia a Kraido.
—¿Para qué quería Dergha-Sho-Blaska abrir el portal?
—Traer dragones de clan, conquistar Tremia.
—Quiso abrir un portal para traer a los de su clan a conquistar tu mundo
—Nahia intentaba entenderlo palabra por palabra, quería asegurarse.
—Sí.
—Y no lo consiguió.
—No.
—¿Por qué no?
—Nosotros matar Dergha-Sho-Blaska cuando abrir gran portal.
—¿Lo matasteis?
—Sí. Matar.
—¿Cómo fue? —estaban en la parte que más interesaba a Nahia.
—Portal cerrar. No dragones cruzar.
—¿Y a ti qué te paso?
—Yo caer en portal antes de cerrar.
—Por eso estás aquí.
—Sí.
Nahia se quedó pensativa. Lo había entendido bien.
Un sentimiento de alegría y nerviosismo la envolvió.
—Hay una cosa muy importante que quiero saber —continuó, quería que
Egil se lo ratificara.
—¿Cómo matar dragón inmortal? —se adelantó él.
—A veces se me olvida lo listo que eres. Sí, exacto. ¿Cómo
conseguisteis matar a un dragón milenario? Aquí no podemos hacerlo. De
hecho, se cree que es imposible.
—No imposible. Armas doradas —respondió Egil.
—¿Armas doradas? No entiendo. ¿Qué son?
—Armas de los Dioses. Armas de matar dragones.
Nahia echó la cabeza hacia atrás.
—¿Dioses? ¿Quiénes eran?
—Ellos echar dragones de Tremia hace cuatro mil años. Usar armas
doradas. Magia dorada.
—¿Son armas especiales para matar dragones?
Egil asintió.
—Armas matar dragones.
—¿Y tú puedes confirmar eso?
Egil volvió a asentir, esta vez de forma más asertiva.
—Yo matar gran dragón con lanza dorada.
Nahia abrió los ojos como platos.
—¿Tú lo mataste… con tus manos?
—Sí. Clavar lanza en nuca y cabeza.
Nahia se quedó muda un largo momento. Intentaba poner en orden todos
los pensamientos que surcaban su mente a gran velocidad.
—Dafne, deja de hace guardia y ven. Tienes que oír esto.
—¿Y si viene alguien?
—Lo ciegas con una de tus luces cegadoras “accidentales”.
—Me parece bien —se encogió de hombros Dafne y fue hasta la mirilla.
—Lo siento, Egil, pero es que es muy importante. Cuéntaselo a Dafne,
por favor.
—Yo entender ser importante. Yo contar. No problema.
Egil contó a Dafne casi con las mismas palabras lo que le había dicho a
Nahia. Cuando terminó esta solo hizo una pregunta.
—¿Tú has matado a un dragón milenario?
—Sí. Con arma dorada.
Dafne miró a Nahia.
—¿Sabes lo que significa esto?
—Sí —asintió Nahia con ojos que brillaban con el fuego de su alma—,
que hay esperanza. ¡Hay esperanza!
Capítulo 35

A la mañana siguiente Dafne y Nahia, que generalmente no iban a


desayunar para arañar media hora más de sueño, se presentaron en el
comedor con grandes ojeras y un rostro de cansancio que no podían
disimular.
—Mira, ¡si han madrugado las dormilonas! —dijo Lily bromeando.
—Sentaos, tenéis un aspecto horrible —ofreció Aiden señalando el
banco corrido de la mesa.
—Gracias, lo sabemos —respondió Dafne y arrugó la nariz.
Nahia y Dafne se sentaron con el resto de sus compañeros a la mesa y
desayunaron como si fuera un día más, normal y corriente. Excepto que no lo
era, por lo que Egil les había contado.
—¿Os habéis dado cuenta de que las habilidades mágicas que estamos
aprendiendo son como réplicas de las que tienen los dragones? —comentó
Lily iniciando la conversación matutina.
—¿A qué te refieres? —preguntó Taika que dejó de comer e inclinó la
cabeza para prestar atención.
—Pues que creo que la magia que nos enseñan y las habilidades que
estamos desarrollando están basadas en características de los dragones —
intentó explicarse Lily—. Es como si estuviéramos imitándoles.
—Es natural. Aprendemos la magia que nuestros señores poseen y que
adaptan a nuestras restricciones —razonó Aiden.
—¿Restricciones? ¿Qué restricciones son esas? —preguntó Dafne y lo
miró con ojos inquisidores.
—Me corrijo. Limitaciones sería más preciso en este caso —aclaró
Aiden tan tranquilo.
—Peor me lo pones. ¿Qué limitaciones son esas? —Dafne ya arrugaba la
frente.
—Las de nuestras razas —respondió él abriendo las manos como si fuera
obvio.
—Los Fatum no tenemos restricciones o limitaciones —Dafne lo miró
con un brillo en los ojos, retándole a que dijera que sí.
—No tenéis garras ni fauces, y tampoco los Humanos —Aiden hizo un
gesto de que estaba clarísimo.
—Eso no son limitaciones o restricciones, es que somos así.
—Nosotros sí tenemos —dijo Lily mostrando las manos y moviendo los
diez dedos acabados en uñas rapaces.
—Los Escarlatum adultos tienen colmillos, pero no llegan a ser del todo
mortíferos. Y sus uñas son de tipo ave rapaz, pero tampoco llegan a garras
—puntualizó Aiden.
Nahia miró a Lily sorprendida.
—¿Tienes colmillos? —preguntó abriendo mucho los ojos.
Lily abrió la boca cuanto pudo y se los mostró.
—Cuatro, me están creciendo —se los tocó con la uña de su dedo índice.
Nahia vio que las uñas también le estaban creciendo y se le encorvaban.
Parecían más fuertes y afiladas.
—En un par de años tendré unos colmillos parecidos a los de Taika, no
tan poderosos, pero sí afilados y mucho más bonitos —sonrió y se echó la
melena hacia atrás, toda coqueta.
—Vaya, esto no me lo habías contado —dijo Nahia muy sorprendida.
—Los humanos no cambiáis mucho, nosotros un poco, para ser más
bonitas y letales —rio Lily.
—Ya veo, ya.
—Los Felidae tienen garras y colmillos. Los Tauruk-Kapro no tienen
ninguna de las dos, pero sus manos son tan fuertes que podrían compararse a
unas garras. Si bien no tienen grandes dientes, sí tienen poderosas
mandíbulas que, de morder algo, lo pueden partir en dos. Por ello no se les
consideran limitaciones —explicó Aiden.
—Los de mi raza agradecemos tu consideración —dijo Ivo e inclinó la
cabeza.
—¿Y a los Drakónidos? —preguntó Dafne enarcando una ceja.
—Los Drakónidos nacemos con garras —dijo y mostró sus manos—. En
cuanto a nuestros dientes, al igual que a los Escarlatum se nos van
desarrollando.
—Es decir, ahora no tienes dientes ni colmillos mortales —resumió
Dafne.
—Tengo el comienzo de unos que se desarrollarán durante los próximos
años.
—En ese caso, a todos menos a Taika e Ivo nos vienen bien estas nuevas
habilidades que estamos aprendiendo —concluyó Lily.
—A Nahia y a Dafne les vienen muy bien porque nunca tendrán colmillos
y garras —explicó Aiden—. A Lily y a mí nos vienen bien ahora que no
tenemos del todo desarrolladas los nuestros. Taika e Ivo no las necesitan, no.
—Pero, en cualquier caso, al ser elementales y con poder mágico, nos
vienen bien a todos porque son un ataque muy poderoso y letal —razonó
Nahia.
—Correcto. No es lo mismo atacar con mi garra que usando Garra
Elemental —dijo Taika y mostró su garra derecha—. Esta no puede
atravesar material duro como el acero, la madera o el cuero reforzado. Por
lo que hemos visto, las elementales pueden.
—En función del elemento —puntualizó Ivo.
—Cierto, pero en cualquier caso estoy de acuerdo con Nahia. Me
parecen un arma muy poderosa que nos vendrá bien tener —dijo Taika—.
Pensad que podemos encontrarnos en situaciones donde no vayamos armados
o hayamos perdido el arma. Poder utilizar esta habilidad contra un enemigo
armado es una gran ventaja que nos puede salvar la vida —elaboró Taika.
—Sí, ahora podemos emular las garras, fauces y el aliento de un dragón,
es bastante impresionante —dijo Lily e hizo como que arañaba el aire, luego
soltaba una dentellada también al aire y finalizaba haciendo como que
lanzaba su aliento por la boca.
—Encuentro esta senda que estamos siguiendo un tanto conflictiva —
expuso Ivo—. Los dragones nos están convirtiendo poco a poco en su
imagen y semejanza.
—¿Y qué tiene eso de malo? Es un honor —afirmó Aiden.
—Tiene de malo que no somos dragones —explicó Ivo—, ni siquiera tú.
Intentan convertirnos en una pequeña versión suya. Yo soy Ivo, Tauruk-
Kapro, y no quiero ser una versión de un dragón. Esa no es mi esencia, ese
no es quien soy. La senda de los dragones al final lo que pretende es que
terminemos siendo como ellos. Quieren convertirnos en versiones menores
de lo que ellos son.
Hubo un momento de silencio mientras todos interiorizaban las palabras
de Ivo. Se dieron cuenta de que tenían un significado bastante profundo.
—Nuestro filósofo a veces tiene toda la razón del mundo —convino
Dafne.
—La tiene, sí —Lily asintió varias veces.
—Yo no estoy de acuerdo con el Tauruk. Yo quiero ser como nuestros
señores. Siempre lo he deseado y al finalizar la Senda y graduarme, espero
ser lo más parecido a ellos que un Drakónido puede llegar a ser.
—Eso es porque en tu cabeza no hay más que roca —dijo Dafne.
—Y el poco sentido común que tenías te lo han cambiado por granito —
añadió Lily.
—Me da igual lo que digáis. Yo sé lo que quiero y lo lograré. Si vosotros
no queréis lo mismo es vuestro problema. Eso sí, quien no sigue la Senda,
muere. Así que elegid el destino que queráis —con esa afirmación se levantó
y se marchó.
—En una cosa Aiden tiene razón: tenemos que andar con cuidado… —
advirtió Taika.
—Parece que debemos caminar en un equilibrio peligroso. No queremos
convertirnos en sus peones a su forma y semejanza, pero tampoco podemos
ser nosotros mismos y revelarnos o moriremos —comentó Ivo.
Nahia vio que Aiden abandonaba el comedor.
—Ahora que no está Aiden, tenemos que contaros algo muy importante
—dijo con ímpetu.
—De lo más importante —añadió Dafne muy seria.
—Os escuchamos —dijo Taika.
—No, no aquí —Nahia miro alrededor—. Demasiada gente.
—Y dos dragones vigilando —dijo Dafne.
—Podemos subir a nuestra habitación, todavía queda algo de tiempo
antes de la primera clase —sugirió Taika.
—Perfecto, vamos.
—Mientras Aiden no este allí… —dijo Dafne.
—Habrá ido a clase, le gusta llegar el primero —dijo Lily.
Subieron a la habitación y, tal y como Lily había predicho, Aiden no
estaba allí. Cerraron la puerta y se reunieron al fondo, en la zona de las
chicas.
—¿Qué sucede? —preguntó Taika con tono de que ya intuía que era algo
serio.
—Os hemos estado contando todo lo que Egil nos ha estado relatando
sobre su reino, sobre Tremia y todo lo que hemos podido aprender de él —
comenzó a contar Nahia.
—Sí, ha sido muy enriquecedor —comentó Ivo—. Los mapas son
maravillosos. Me encantaría visitar todos esos lugares y conocer esas
culturas.
—A mí el pobre hombre me da una pena enorme, allí encerrado y con esa
horrible máscara de dragón —se apiadó de él Lily.
—¿Qué os ha contado que no puede oír Aiden? —preguntó Taika y
entrecerró los ojos—. Algo sobre los dragones, ¿no?
—Algo increíble —dijo Nahia.
—Que puede cambiarlo todo —añadió Dafne.
Lily, Ivo y Taika las miraban intrigadísimos.
—Hay esperanza. Hay una forma de matar dragones —anunció Nahia.
—¿Qué? —Lily abrió muchos los ojos.
—¿Lo dices en serio? —Ivo puso cara de gran extrañeza.
—¿Cómo es eso posible? —Taika las miraba con rostro lleno de
incredulidad.
—Es cierto. Lo digo muy en serio, se pueden matar con las armas
doradas —respondió Nahia.
—Egil ha matado un dragón él mismo con una lanza dorada —explicó
Dafne.
Taika sacudió la cabeza.
—Eso es muy difícil de creer.
—Demasiado bueno para ser verdad —convino Ivo.
—¿Vosotras lo creéis? —preguntó Lily y las miró varias veces.
Nahia suspiró.
—Entiendo que os cueste aceptarlo, pero tanto Dafne como yo estamos
convencidas de que es así. Egil no nos ha mentido, su historia concuerda con
su situación actual. Todo lo que nos ha dicho hasta ahora encaja con lo que
vimos cuando fuimos a Tremia. Yo le creo.
—Yo también, y no soy de las que cree a nadie.
—Sí, me extraña que tú te creas su historia —dijo Lily—. Yo soy más
inocente, pero tú no crees ni a tu sombra.
Dafne se encogió de hombros.
—Qué quieres que te diga… me transmite sinceridad.
—Es buena persona, me fío completamente —dijo Nahia.
—Puede ser que le creas porque quieres creer que lo que te dice es
verdad —explicó Ivo.
—Quiero hacerlo, pero no es esa la razón —replicó Nahia—. Es sincero.
—¿Y si solo está intentando ganarse vuestra confianza para que le
ayudéis a escapar? —planteó Taika.
—Tenemos un trato: él nos ayuda y nosotros le ayudamos —explicó
Nahia.
—Precisamente mi punto —recalcó Taika.
—Recordad que debemos mantenernos siempre en un equilibrio. Creer a
ciegas rompe ese equilibrio —advirtió Ivo.
—Yo también tengo dudas, lo siento —dijo Lily abriendo las manos y
levantando los hombros.
Nahia se vino un poco abajo. Esperaba que sus compañeros compartieran
su entusiasmo.
—Tenéis que creer, hay esperanza…
—Su historia puede ser cierta excepto en esa última parte, en la que
mataron un dragón inmortal —elaboró Taika.
—Cosa que todos sabemos que es imposible —afirmó Lily.
—¿Tiene alguna prueba tangible de ese hecho? Algo que nos ayude a
decantarnos —preguntó Ivo.
Nahia y Dafne se miraron.
—No, no hay pruebas más allá de su palabra de honor —dijo Nahia.
Lily, Taika e Ivo lo pensaron un momento.
—Sin una prueba irrefutable no podemos creer algo tan improbable —
comentó Taika.
—Todos queremos pensar que hay esperanza, pero no podemos unirnos
al primer vaticinador que aparece —afirmó Ivo.
—Puede que sea verdad que esa arma que mata dragones exista y puede
que no. Necesitamos comprobarlo —opinó Lily.
—Cuéntanoslo como él os lo ha contado —pidió Taika—. Escuchemos y
razonemos.
Nahia les contó todo lo que Egil les había explicado referente a la forma
en la que llegó a Kraido, cómo había matado al dragón inmortal y sobre las
armas doradas. Cuando terminó hubo un largo silencio.
—Me gustaría creerle —dijo Taika—. Explicaría ciertas cosas.
Nahia estaba confusa.
—¿Qué cosas?
—Si he entendido bien, esas armas doradas fueron creadas por unos
dioses que derrotaron a los dragones en Tremía hace cuatro mil años. Asumo
que están imbuidas de la magia de aquellos seres, más poderosos que los
dragones, pues los vencieron. Si eso es cierto, que no digo que lo sea, pero
si lo fuera podría explicar la Gran Insurrección.
—Elabora, por favor —pidió Ivo, que le miraba con interés.
—Veréis, el líder de la insurrección, Dramkon Udreks, un Drakónido,
convenció a todos los líderes de las otras razas de que había descubierto la
forma de acabar con los dragones. Quizá fue esta. Pudieron ser las armas
doradas o su magia.
—Te recuerdo que a la Gran Insurrección también se la conoce como el
Gran Engaño —dijo Lily—. Dramkon Udreks no cumplió su promesa y miles
murieron.
—Pudo suceder algo que impidió que las consiguiera. Hasta hora nunca
hemos tenido una posible explicación. Es algo muy justo, pero podría
encajar.
—¡Eso es! —exclamó Nahia—. No fue un alzamiento de locos sin
sentido. Toda esa gente no murió por nada, mis padres no se unieron a una
causa perdida y perecieron en vano. Dramkon Udreks debió encontrar esto,
esas armas o esa magia dorada con la que enfrentarse a los dragones. ¡Tienen
que ser así! ¡No fue una locura! ¡No fue un suicidio masivo!
—Sí, eso estaba pensado… —dijo Taika conjeturando todavía.
—Podría tener relación, sí, pues es la primera vez que tenemos
constancia de que los dragones puedan ser derrotados —razonó Dafne.
—Es hilar muy fino, no tienen por qué estar relacionados —comentó Ivo.
En aquel momento Nahia deseó comunicarse con el gran dragón plateado
para ver si podía ver aquellos destinos entrelazados. Quizá pudiera ver la
relación entre la magia dorada y la insurrección. Se llevó la mano a la
escama en su nuca. Quiso usarla para comunicarse, pero algo en su interior
la detuvo. Recordó la advertencia “solo para emergencias”, y aquello no lo
era. Era su necesidad de saber, de conectar dos eventos en el tiempo y ver si
tenían relación.
—Y tampoco estamos seguros de que lo que ha dicho Egil sea verdad —
aportó Lily, que seguía sin estar convencida.
Nahia y Dafne la miraron.
—Pensábamos que nos apoyarías.
—Y siempre lo hago, lo que ocurre es que me estáis pidiendo que crea
que se puede matar a un dragón con armas que no tenemos ni hemos visto. Es
demasiado pedir.
Nahia resopló un tanto desesperada.
—Yo le creo. Creo que hay esperanza, creo que la Gran Insurrección
tuvo una posibilidad, aunque no se dio.
—Yo suelo verlo como Lily —comenzó a decir Dafne—, pero quizá por
estar con Egil en las mazmorras… no lo sé, he de decir que estoy con Nahia.
—Yo creo que las dos buscáis esperanza y esto la aporta —razonó Ivo
—. Tampoco tenemos por qué desechar la hipótesis, hay que probarla.
—Estoy de acuerdo con Ivo —dijo Taika—. Necesitamos encontrar
pruebas fehacientes de la historia de Egil. Si se demuestra que los dragones
se pueden matar, tendremos esperanza.
—En ese caso encontraré esa prueba que pedís —dijo Nahia—. Aunque
sea lo último que haga, os lo prometo.
No pudieron seguir hablando pues llegarían tarde a clase.
Nahia marchó con una idea clara en la cabeza: había esperanza. Los
dragones no eran indestructibles, como les habían hecho creer. La Gran
Insurrección no había sido una locura en vano, sus padres no habían muerto
por nada.
Ella lo demostraría todo costara lo que costase. ¡Lo haría!
Capítulo 36

Unas noches más tarde Nahia y Dafne limpiaban las mazmorras. No


habían tenido ningún encontronazo grave ni con Ufrem ni con ningún
Serpetuss. Nahia estaba convencida de que se debía al poder elemental de
Dafne. Después de dejar medio ciegos a Ufrem, un par de Tergnomus más y a
tres Serpetuss, todos la evitaban como a una enfermedad contagiosa. Si ella
estaba en uno de los corredores, nadie entraba por si soltaba uno de sus
fogonazos. En aquel mundo de tinieblas, Dafne era como una diosa del dolor.
Fueron a ver a Egil al final de ronda, como hacían siempre.
—Hoy es nuestra última noche de castigo —informó Nahia al desdichado
prisionero.
—Yo triste —Egil hizo como que lloraba con las manos sobre la
máscara.
—Me rompe el corazón dejarte aquí así.
—A mí también —dijo Dafne desde algo más abajo, en el corredor,
siguiendo con las tareas de limpieza y vigilancia.
—Yo echar menos Nahia y Dafne.
—Y nosotras te echaremos de menos a ti.
—Prométeme que aguantarás hasta que encontremos la forma de liberarte
—dijo Nahia.
—Yo aguantar —aseguró él asintiendo con energía.
—No sé de dónde sacas las fuerzas. Yo en tu lugar me habría vuelto loca.
—O algo peor —dijo Dafne—. Tenerte así encerrado con esa máscara es
inhumano.
—Es de dragones —afirmó Egil.
Nahia y Dafne asintieron y le dieron la razón.
—De dragones, eso es. Despreciables y monstruosos.
—Vosotros encontrar mis amigos. Ellos ayudar —pidió Egil casi en un
ruego.
—De acuerdo. Creemos que vamos a ir a Tremia en la Prueba de Final
de Año. No sé cuánto podremos hacer por encontrarles, pero es lo que
queremos intentar —explicó Nahia.
—Repíteme quiénes son. Necesito memorizarlo como si los conociera de
toda la vida—pidió Dafne.
—De acuerdo. Ya conocer Lasgol y Camu.
—Sí, Lasgol es el Guardabosques rubio y Camu la criatura, el
Drakoniano Superior —dijo Nahia.
—Más poderoso que dragón —puntualizó Egil.
—Si tú lo dices… pero veo complicado que sea más poderoso que un
dragón milenario —comentó Dafne fregona en mano sin perder detalle.
—Camu joven, cuando crecer, más poderoso.
—Lo entiendo, cuando se desarrolle, pero aun así me cuesta creerlo.
—Dragón ser solo Drakoniano. Camu ser Drakoniano Superior.
—Quieres decir que es una especie superior, más evolucionada.
¿Correcto? —preguntó Nahia.
—Sí. Correcto.
Nahia hizo un gesto con la cabeza de que lo entendía.
—¿A quién más debemos encontrar?
—Gerd. Grande, dos veces tú. Ojos azules, cabello liso hasta hombros,
rubio. Cara fuerte, mentón cuadrado.
—Vale, como un Tauruk de grande entonces —dijo Dafne.
—Él igual aquí —Egil señaló el suelo.
—Él es quien cruzó el portal antes que tú. O sea que los dos tenéis que
estar aquí.
—Sí. Los dos en este mundo. Yo ver él entrar en portal cuando yo llegar.
—No está en la academia, ni en este reino en el cielo —dijo Nahia.
—Estar en Kraido —insistió Egil.
—De acuerdo, mantendremos los ojos abiertos. Puede estar en manos de
alguno de los otros reyes dragones en uno de sus reinos.
—Importante saber. Luego pensar rescatar —dijo Egil y le hizo un gesto
de tener calma.
—Sí, tienes razón. Lo importante ahora es localizarlo, ya pensaremos
cómo rescatarlo cuando lo sepamos.
—Eso ser.
—De acuerdo. ¿Siguiente en la lista de tus amigos de Tremia que pueda
ayudarnos? —preguntó Nahia.
—Viggo. Alto y delgado, moreno ojos verdes. Guardabosques Asesino.
Excelente con cuchillos.
—De acuerdo. Un asesino con cuchillos. ¿Dónde crees que estará?
—Luchar contra dragón. No estar cuando yo llegar.
—Quizá murió luchando contra el dragón inmortal.
—No, Viggo no morir. Yo seguro.
—¿Por qué estás tan seguro? Nos has contado que muchos murieron
aquel día enfrentándose al dragón cuando abrió el portal entre Tremia y
Kraido para traer a los dragones de vuelta.
—Viggo muy buen luchador.
—Es solo un humano. Por muy bueno que fuera tuvo que morir en el
intento —dijo Dafne.
—Viggo especial. No morir. Yo seguro.
Nahia miró a Dafne. La Fatum se encogió de hombros.
—Quizá sobrevivió —concedió—. ¿Quién más?
—Ingrid, Guardabosques Primera de Norghana.
—Guardabosques Primera es un título importante, ¿no?
—Sí. Importante. Ella mejor Guardabosques. Ingrid rubia, ojos azules,
dura, fría. Líder. Gran Tiradora. Pareja Viggo.
—Bien resumido. Si es Guardabosques Primera estará ejerciendo su
puesto, ¿no?
—Debería. Si no pasar algo.
—Esperemos que no le haya pasado nada. Necesitamos ayuda y si es una
líder con un puesto de responsabilidad nos vendrá muy bien —razonó Nahia.
—No podemos pedir ayuda al rey de Norghana, por lo que nos dijiste no
era de fiar —preguntó Dafne.
—Thoran y hermano Orten. No de fiar. Evitar.
—Eso si siguen en el trono…
—Poder ser no. Yo llevar aquí tiempo… muchas cosas poder pasar…
—Lo recordaremos. Evitar al rey y acercarse a la Guardabosques
Primera—resumió Nahia en alto para memorizarlo, ya que no querían
arriesgarse a apuntarlo por si las descubrían y para que Dafne lo memorizara
como ella.
—Astrid. Morena ojos verdes. Guardabosques Espía y Asesina. Pareja
de Lasgol.
—¿Dónde puede estar? —preguntó Nahia.
Egil se encogió de hombros.
—No llegar a lucha con dragón. Algo pasar.
—¿Crees que le sucedió algo? ¿Murió?
—No morir. Algo pasar —corrigió Egil.
—Pero debería estar en Norghana, ¿no? —preguntó Dafne.
—Sí. Si no pasar algo.
—¿Siguiente de tu grupo de amigos? —preguntó Nahia.
—Nilsa, pelirroja, ojos pardos, buena tiradora. Nerviosa. Estar en
desierto. En perla de desierto. Grave.
—Si estaba grave puede que haya muerto… —dijo Nahia.
—Tribu desierto magia sanadora. Ella curar.
—De acuerdo. ¿Dónde en el desierto?
—Tenemos el mapa que nos dibujó —dijo Dafne.
Nahia asintió.
—Y marca además las perlas.
—Perla desierto. Nilsa allí.
—Bien. Al menos está en una de las perlas —asintió Nahia.
—Si no se ha recuperado y ha vuelto a casa… —corrigió Dafne.
—Hay una perla en Norghana y otra en el desierto —recordó Nahia—.
Son puntos a los que los dragones viajarán.
—Esconder bien mapa —aconsejó Egil.
—Está bien escondido, tranquilo —aseguró Dafne.
Egil asintió.
—De acuerdo. Entonces tu grupo de compañeros de los Guardabosques,
tus amigos… ¿cómo dijiste que os llamabais? —preguntó Nahia.
—Panteras de las Nieves —dijo Egil con tono de orgullo.
—Eso, las Panteras de la Nieves: Ingrid, Nilsa, Astrid, Viggo, Gerd, y
Lasgol.
—Más Camu y Ona —añadió Egil.
—Camu es el Drakoniano Superior y Ona la pantera de las nieves —dijo
Dafne.
—Así ser —asintió Egil.
—De acuerdo. Todo memorizado —Nahia se llevó el dedo a la cabeza.
—Yo también —aseguró Dafne e hizo el mismo gesto.
—Ellos ayudar. Seguro —aseveró Egil.
Nahia asintió.
—Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir. Esperemos
encontrarles.
—No será nada fácil hacerlo en medio de una guerra y con nuestro
querido líder en el pescuezo —opinó Dafne.
—Eso me temo yo también, pero no nos desanimemos antes de empezar.
Egil necesita ayuda y nosotros también si queremos ser libres. Las Panteras
de las Nieves pueden ayudarnos. Las buscaremos y las encontraremos —dijo
Nahia convencida.
—Y seguro que ellos saben dónde están las armas doradas, las que matan
dragones, ¿verdad? —preguntó Dafne queriendo asegurarse. Se iban a meter
en un lío tremendo y quería estar del todo segura.
—Ellos saber. Sí.
—Seis armas —Nahia insistió.
—Nosotros tener seis, sí.
—Necesitamos al menos una para que la gente crea. Sin algo tangible que
mostrarles la esperanza no germinará —dijo Nahia.
—Si pueden ser las seis mejor —dijo Dafne—. Será mucho más
convincente y trabajaremos más rápido.
—Estar seguro ellos recoger armas. Muy valiosas para nosotros también.
Nahia asintió.
—Si matan dragones son las armas más poderosas e importantes del
mundo —sentenció.
—Matar dragones. Tener magia dorada.
—Eso de la magia dorada tenemos que estudiarlo mejor —dijo Nahia a
Dafne.
—Sí, porque implica que hay un tipo de magia que afecta a los dragones
—razonó Dafne.
—Eso mismo pienso yo.
—No creo que tengan tomos sobre esa magia en la biblioteca, los
dragones no dejarían algo así a nuestro alcance—negó con la cabeza Dafne.
—O si los tienen están bien guardados. Serán tomos secretos, pues
muestran su vulnerabilidad —comentó Nahia.
—¿Sabes si hay más armas así en tu mundo?
Egil se encogió de hombros.
—No saber.
—¿Podría haber más entonces?
Egil asintió.
—Podría ser.
—Eso me da más esperanza todavía. Cuantas más armas, más
posibilidades de matar dragones con ellas.
—Y de convencer a todos de que lo que dice Egil es verdad —añadió
Dafne.
—Yo decir verdad.
—Te creemos, pero otros necesitan pruebas para hacerlo. Pruebas físicas
—dijo Nahia.
—Armas doradas.
—Eso es —asintieron las dos.
—Pedir a mis amigos. Ellos dejar armas.
—Ese es el plan —dijo Nahia.
—Suerte —deseó Egil.
Nahia metió el brazo por la mirilla hasta el hombro y le dio una especie
de abrazo a Egil que él devolvió abrazando su brazo.
—Aguanta.
Dafne se despidió de forma similar.
Las dos abandonaron las mazmorras con el corazón triste. Hubieran dado
cualquier cosa por poder liberar a Egil, pero tendrían que ceñirse al plan y
desear que todo saliera bien.
Capítulo 37

Aquella tarde de primavera después de la clase de magia Nahia se


dirigió a la biblioteca a estudiar tanto la parte de magia como la de
Hechicería. Se le acumulaba el trabajo. En la clase de armas prefería no
pensar ya que solo de hacerlo le dolía todo el cuerpo.
Subió al segundo nivel y al ver a uno de los Exarbor bibliotecarios de
inmediato pensó en el extraño encuentro con el Exarbor que ejercía de jefe.
Por más vueltas que le daba no entendía qué había pasado. Tal y como le
había dicho, no informó de sus infracciones a Irakas-Gorri-Gaizt y le había
dado el diccionario que tanto había ayudado a Egil. No sabía qué tramaba
aquel Exarbor, pero Garran-Zilar-Denbo ya le había prevenido de que no se
fiara de ellos y tampoco de los Tergnomus. No pensaba hacerlo, porque tenía
la sospecha de que algo se estaba gestando que al final iría en su contra.
Dafne también le había dicho que se olía juego sucio. Aquel Exarbor quería
algo y pronto mostraría sus cartas. Hasta entonces mejor mantenerse alejada
de él.
Se dirigió a una mesa a estudiar cuando vio a Ana con Logan en una de
las mesas del fondo. Se llevó una alegría. Hacía días que nos los veía y tenía
muchas cosas que contarles.
—Ana, Logan, ¡qué alegría veros! —dijo al llegar con una sonrisa que
mostraba lo contenta que estaba.
—¡Nahia, qué sorpresa! —Ana sonrió y su expresión se animó.
—¡Por fin te vemos! Pregunté a tu escuadra y me dijeron que a Dafne y a
ti os habían castigado a limpiar en las mazmorras —contó Logan.
—Sí y de eso precisamente quería hablaros —Nahia cogió una silla y se
sentó con ellos.
—¿Quieres hablarnos de limpiar mazmorras? —preguntó Ana extrañada.
—De lo que hemos descubierto limpiando, más bien —especificó ella y
les guiñó un ojo.
Luego miró alrededor. Había un Exarbor a la vista, pero estaba lejos y si
hablaba bajo no la oiría. Las dos mesas de al lado estaban vacías y la
tercera, que estaba llena, también quedaba bastante lejos.
Logan se dio cuenta de lo que Nahia hacía.
—No pueden oírnos si hablamos bajo. Por eso hemos cogido la última
mesa, al fondo.
—Bien pensado.
—Hemos estado pasando… “el mensaje”. Este es uno de los sitios donde
lo hacemos —dijo Ana.
—¿Sí? ¿Cómo? —se interesó mucho Nahia.
—A los que creemos que son de confianza y tienen interés en escuchar
los citamos aquí para estudiar —explicó Logan.
—Suelen ponerse en las mesas de al lado y Logan y yo nos sentamos con
ellos y hablamos —explicó Ana.
—Sois maravillosos —dijo Nahia llena de alegría—. Fue a darles un
abrazo, pero se contuvo al ver que el Exarbor los miraba.
Nahia bajó mucho la voz.
—Los dragones caerán —dijo.
—Los dragones caerán —repitió Logan.
—Los dragones caerán —afirmó Ana, asintiendo.
—No os arriesguéis demasiado —advirtió Nahia—. Nos vigilan. Los
Exarbor y los Tergnomus no son de fiar.
—De momento hemos ido con mucho cuidado. Solo hemos hablado con
quienes consideramos que están de nuestro lado y son de confianza —
explicó Logan.
—Algunos vienen a nosotros preguntando por ti, saben que somos amigos
tuyos —dijo Ana.
—Eso está bien, pero tened muchísimo cuidado.
—De momento solo estamos hablando con los de segundo y en su
mayoría son Humanos y Fatum —explicó Logan.
—Ni un Drakónido, no os confiéis —advirtió Nahia.
—Tranquila, estamos yendo con mucho cuidado —aseguró Logan.
—El mensaje de esperanza comienza a extenderse, lento, pero imparable
—dijo Ana.
—No sabes cuánto me alegra oír eso. La información que os traigo hará
que vuestros esfuerzos y riesgos hayan merecido la pena.
—¿Qué información es esa? —quiso saber Logan.
Nahia les narró todo lo que Egil les había contado. Hizo especial
hincapié en la muerte del dragón inmortal y las armas doradas. Cuando
terminó, aguardó a que Ana y Logan lo interiorizaran y razonaran.
—Es un descubrimiento importantísimo —dijo Logan.
—¿Armas doradas que pueden matar dragones? ¿Estás segura? —Ana
dudaba y su expresión así lo expresaba.
—Lo estoy —Nahia asintió varias veces con fuerza.
—Esto sí que es algo que reforzará el mensaje de esperanza, algo a lo
que aferrarse… Una posibilidad —Logan vio enseguida lo mismo que Nahia
veía.
—Hay armas y magia que puede matar dragones. Ese debe ser ahora
nuestro mensaje porque eso dará esperanza. Ya no los verán como seres
inmortales y monstruosos, hay una forma de vencerles —dijo Nahia.
—Pero… no lo sabemos seguro, no tenemos certezas —Ana no estaba
convencida.
—Haces bien en dudar —dijo Nahia—. Varios en mi escuadra dudan
también. Lo que tenemos que hacer ahora es encontrar esas armas. Son la
prueba que necesitamos para convencer a todos.
—Eso no va a ser tarea fácil —dijo Logan.
—Has dicho que están en Drameia, en Tremia, ¿no? Ni siquiera aquí —
preguntó Ana.
—Así es, tenemos que ir allí y conseguirlas —explicó Nahia.
—Puffff… ¿cómo vamos a hacer eso? —Ana negaba con la cabeza.
Logan lo pensó.
—En la Prueba de Fin de Año. Nos llevarán a la guerra y lo más
probable es que sea a Drameia, como en primero. La guerra estará ya en
pleno apogeo y seguro que nos envían allí.
—Y cuando estemos en esas tierras buscaremos la ocasión para
encontrar las armas —dijo Nahia con ímpetu.
—Porque las tienen los compañeros de Egil —razonó Logan.
—Así es —asintió Nahia.
—Eso será como buscar un grano de arena en el desierto —Ana no lo
veía posible.
—Cosas más difíciles se han visto —aseguró Nahia.
—Sus compañeros deben estar en su reino, ¿verdad? —preguntó Logan.
—Sí, en Norghana, al norte. La capital es Norghania y Egil cree que
estarán allí, sirviendo al reino como Guardabosques.
—Bueno, ya tenemos bastante información para empezar —Logan
parecía esperanzado.
—Ya, pero nosotros no podemos elegir a dónde nos lleva nuestro líder
de escuadrón —objetó Ana.
—Correcto, pero una de las perlas está en Norghana. Es posible que
alguno de nosotros salga ahí y estará cerca del objetivo —explicó Nahia.
—Aun así, no tendremos libertad de movimientos. Esteremos bajo la
vigilancia estricta de nuestros líderes —dijo Ana.
—Lo sé, pero puede que no todo el tiempo —comentó Nahia.
—Si hay una ocasión, se podría aprovechar —dijo Logan.
—Sería una oportunidad mínima —opinó Ana.
—Esas son las que mejor resultados dan —dijo Nahia con intención de
animarla, pero no tuvo mucho efecto. Ana no estaba nada convencida.
—Entre los tres tenemos tres escuadrones que podrían aparecer allí.
¿Hay algún otro escuadrón en el que tengáis a alguien de confianza al que
podamos contar esto?
Logan se quedó pensando.
—Quizá en el Escuadrón Marrón.
—En el que estaba Maika…
—Sí, en la Escuadra Piedra hay un humano, Mark, que ha mostrado
interés.
—También está Nielse, un Fatum, era compañero de Maika. Yo lo
conozco, podría tantearlo para ver si está de nuestro lado.
—Tened mucho cuidado, vais a arriesgar demasiado —advirtió Ana.
—Si conseguimos cuatro escuadrones, tendremos bastantes posibilidades
de que uno caiga en la Perla de Norghana —dijo Nahia.
—Puede merecer la pena el riesgo —dijo Logan.
—También puede que vayamos todos los escuadrones a la misma perla.
¿No habéis pensado eso? —rebatió Ana.
—Sí, es una opción —Nahia hizo un gesto de desagrado.
—Tiene más lógica que nos separen para cubrir más terreno, como el año
pasado. Ese continente es enorme y hay mucho que controlar —razonó
Logan.
—Tendremos que ver qué sucede en la prueba —dijo Ana.
—En cualquier caso, y hasta entonces, andémonos con cuidado. No nos
apresuremos y vayamos con tiento. Tenemos todavía tiempo hasta que acabe
el curso —dijo Nahia, que se daba cuenta de que los riesgos eran grandes.
—Iremos con cuidado. Además, si explicamos lo de las armas doradas el
mensaje de esperanza correrá todavía más —aseguró Logan.
—Pero tenemos que evitar que llegue a oídos que no debe —intervino
Ana con voz cargada de miedo.
—Y siendo como somos los conspiradores primeros, no tendrán piedad
con nosotros —dijo Nahia.
—Cierto. Si sale mal y nos descubren estamos muertos —asintió Logan.
—Los riesgos son tan grandes que apabullan, lo sé —reconoció Nahia—.
Pero pensad cómo estamos ahora. Somos esclavos de unos monstruos de los
que no podemos librarnos. Los pueblos no tienen esperanza alguna porque
creen que esos monstruos que reinan sobre nosotros a sus anchas son
invencibles y viven milenios. Son prácticamente dioses inmortales. Imaginad
que encontramos esas armas con una magia que nos permite matarlos. Todo
cambiaría, habría esperanza de nuevo entre todas las razas porque los que
nos esclavizan ya no serían invencibles ni inmortales. Es lo que necesitamos
para restaurar la esperanza. Aunque no lo consigamos yo estoy dispuesta a
morir en el intento. Si me descubren y me ejecutan, que así sea. Pero
sabiendo que existe esta posibilidad, no puedo no intentar aprovecharla. La
perseguiré y pagaré el precio que cueste, aunque sea mi vida.
—Eres muy valiente, Nahia —dijo Logan.
—La más valiente de todos —se unió Ana.
—¿Estáis conmigo? —preguntó.
—Yo lo estoy —asintió Logan.
—Yo tengo mucho miedo, pero también lo estoy —dijo Ana.
—Mil gracias a los dos. Sois los mejores.
—Gracias a ti, que nos inspiras —dijo Logan—. Sin tu pasión no
tendríamos cambio ni esperanza.
—Los dragones caerán —dijo Nahia.
—Los dragones caerán —repitió Logan.
—Los dragones caerán —asintió Ana.
Capítulo 38

La llegada de la primavera animó mucho a todas las escuadras. El buen


tiempo después de un invierno terrible entre las nubes fue recibido con
mucha alegría. Se notaba en el comedor, en la biblioteca y en el gimnasio.
Todos tenían mejor cara y el humor había mejorado pese a que la formación
era más dura que nunca y a que cargaban a sus espaldas un cansancio
acumulado importante.
A Nahia la primavera le renovó un poco las fuerzas y las ganas de seguir
luchando por la libertad. El sol, el aroma de las flores, el cielo azul
despejado… todo la empujaba a seguir luchando por alcanzar su sueño, su
destino.
Lily estaba encantada con la primavera, ya que según ella resaltaba sus
encantos innatos. Dafne estaba menos peleona de lo habitual, lo que
resultaba hasta extraño, Ivo se había vuelto más filosófico y contemplativo y
las flores y pájaros captaban ahora toda su atención y Taika estaba más
alegre y menos preocupado de lo habitual. El único al que las estaciones no
parecían afectar era a Aiden, que seguía como siempre.
Con esa alegría y ánimos renovados llegaron a la formación de armas,
una tortura insufrible para Nahia, Dafne y Lily. Ya sabían que la clase
seguiría hasta acabar el curso y que debían alcanzar el nivel adecuado o no
participarían en la prueba final: la guerra. Así que no tenían más remedio
que resignarse, trabajar, sufrir y salir adelante.
Los últimos días habían tenido que entrenar mucho la magia en la
biblioteca, por lo que habían faltado al gimnasio. Nahia no podía creer que
ahora que estaba libre de castigo no le dieran las horas del día para entrenar.
Era demasiado.
Nahia creía que al pasar la Prueba de Medio Año y comenzar las clases
de arma de la segunda parte del curso cambiarían de maestro de armas y
esperaba que les tocara alguien menos duro. No fue el caso. Spatia-Urdin-
Nesk, la dura dragona azul con vetas blancas los llevaba por la calle de la
amargura y hacía que las clases de espada fueran insufribles.
«Hoy vamos a comenzar a combinar la espada con otra arma. No es que
esté demasiado satisfecha con el dominio que habéis conseguido, pero es lo
que toca. El tiempo vuela y no regresa. Os advierto a todos que los que no
consigan dominar el combate con dos armas para la Prueba de Fin de Año,
fracasarán. Y ya sabéis lo que eso significa».
Nahia sabía que se refería a que serían expulsados o, lo que era lo
mismo, morirían. Lo que la preocupó y mucho fue que dos armas
significaban más peso, y una era la espada. De inmediato le vino a la cabeza
la imagen del escudo y se le hundió el alma en el pecho. El escudo era muy
pesado, si les hacían entrenar con escudo y espada ella no iba a poder.
«Los maestros de armas os proporcionarán la segunda y comenzaréis a
practicar los movimientos de ataque, defensa y contrataque con ellas. Quiero
ver agilidad, equilibrio, concentración y precisión» el mensaje de la dragona
azul llegó cargado de amenaza, dejando claro que esperaba que lo hicieran
bien.
Nahia miró a sus compañeras que por las expresiones en sus caras
estaban pensando lo mismo que ella. Lily sacudió su brazo izquierdo y Dafne
el derecho, preparándolos para el peso que tendrían que soportar.
Karl apareció con una manta enrollada, lo que dejó a Nahia
desconcertada. Llegó hasta ellos y se agachó dejando la manta frente a la
escuadra. La desenrolló y ante ellos vieron seis dagas romas sin filo.
Nahia casi gritó de la alegría. No iban a entrenar espada y escudo, sino
espada y daga, esto cambiaba mucho las cosas. Sería más peso, sí, pero no
tanto como llevar el escudo. Una pequeña sonrisa afloró en su boca y
también en la de Dafne y Lily. Karl cogió una daga y se la dio a Nahia con
cierta ceremoniosidad. Luego hizo lo mismo con el resto de la escuadra.
«El arte de la lucha con espada y daga es ancestral. Es complejo de
aprender y la más letal de las combinaciones de armas. Por otro lado, es el
menos defensivo porque no se usa el escudo, lo que significa que es el estilo
de lucha más vulnerable. Ahora bien, no hay rival más peligroso que alguien
que domine la espada con daga porque puede matar en un abrir y cerrar de
ojos».
Nahia no quería correr más riesgos, prefería un enfoque más defensivo,
más seguro. Luego pensó en que tendría que cargar con escudo y espada a la
vez y se le pasaron las ganas. Decidió que un estilo de lucha agresivo con
espada y cuchillo le iba bien, al menos podría con las armas, o eso esperaba.
—La espada se usa en la mano hábil y la daga en la no hábil —explicó
Karl—. El estilo de combate es parecido al de la espada, pero se le añaden
las combinaciones con la daga. Por ello, todo lo que habéis aprendido de los
movimientos de espada lo seguiréis aplicando.
Nahia lo razonó, habían trabajado y sufrido horrores con la espada. Al
menos, todo el esfuerzo realizado podrían ahora aprovecharlo.
—Formad una fila. Desenvainad la espada y medid el peso con la daga.
Todos hicieron lo indicado. Nahia sintió el peso de la espada en la mano
derecha, uno que conocía bien y odiaba. Luego sintió el de la daga en la
izquierda y le pareció muy liviana.
—Si la daga os parece pesar poco es solo el efecto de la comparación.
Esa daga pesa lo mismo que el año pasado —explicó Karl—. No debéis
dejar que os engañe esa sensación.
Todos pasaron un momento sopesando las dos armas y el agarre.
—Como la daga la tenéis en la mano no hábil, lo que aprendisteis el año
pasado sobre su uso no aplica. Aprenderéis a utilizarla en combinación con
la espada, la forma de usarla es muy diferente.
Esto no le gustó tanto a Nahia. Se habían pasado un año aprendiendo a
usar la daga y ahora tenían que aprender a hacerlo con la otra mano y en
combinación con la espada. No, definitivamente, aquello no le gustaba.
«Maestros de armas, comenzad con la instrucción. El tiempo apremia y
tienen mucho que aprender. Les espera una prueba final muy intensa. La
prueba de guerra de este año será real».
Todos se miraron, aquello eran malas noticias. No sabían cómo iba la
guerra en Drameia, pues no les contaban nada sobre ello. No sabían si era
porque lo consideraban secreto militar o simplemente porque no veían
necesario informarles. En cualquier caso, ellos no sabían nada de lo que
sucedía y escuchar aquello les puso a todos muy nerviosos. Una cosa era
entrenar con armas romas y sin filo y otra muy diferente ir a la guerra.
Karl sacó su espada y daga y se colocó en posición defensiva
mostrándoles cómo debían hacerlo.
—Ahora vosotros —ordenó.
Los seis se pusieron como él. Era una postura que ya conocían, solo
tenían que ajustar la posición y el agarre de la daga.
—Os enseñaré los once movimientos básicos del combate con espada y
daga. Comenzaremos con el primero. Como siempre, realizaremos veinte
repeticiones antes de pasar al siguiente. Os iré corrigiendo posición, agarre,
equilibrio y ejecución. Los ataques y bloqueos son ahora más complejos
pues nos enfrentamos a dos armas que pueden atacar y bloquear e incluso
realizar los dos movimientos a la vez. De momento comenzaremos con los
ataques básicos, ya llegaremos a los movimientos avanzados.
Karl comenzó con el primer ataque y todos realizaron el mismo
movimiento. Comenzaban las repeticiones. Nahia se preguntó cuántas
aguantarían ahora que tenían que soportar el peso añadido de la daga y
realizar nuevos movimientos con ella a los que no estaban acostumbrados.
Tuvo que esperar hasta el final de la clase para sacar sus conclusiones
que, por desgracia, no fueron muy halagüeñas. A tres cuartos de clase tanto
ella como Dafne y Lily tuvieron que parar, pues ya no podían con su alma. El
brazo y mano no hábil les dolía horrores. No era solo el peso añadido de la
daga, sino que la parte del cuerpo que la usaba no estaba acostumbrada a
hacerlo. Tendrían que volver al gimnasio de inmediato a trabajar la fuerza y
resistencia del otro brazo y la otra mano.
Las miradas de desesperación de las tres parecieron captar la atención
de Karl.
—De la misma forma que al principio no podíais con la espada, ahora no
podéis con el añadido de la daga. Igual que al final pudisteis con la espada,
podréis también con la daga.
A Nahia aquel comentario la animó. Básicamente les estaba diciendo que
lo conseguirían. El problema era que dominar la espada les había costado
horrores y ahora tendrían que volver a trabajar para controlar espada y daga.
Pasaron los días de primavera y la clase de armas se convirtió en un
tormento no solo para Nahia, Dafne y Lily, sino también para Ivo. Los únicos
que lo hacían bien eran Taika y Aiden. El primero porque era todo reflejos y
agilidad y el segundo porque venía enseñado desde pequeño. Al pobre Ivo le
fallaba la coordinación. En algunos ataques o bloqueos en lugar de atacar
con la espada cuando tocaba lo hacía con la daga o al revés. Esto le pasaba
de forma esporádica en diferentes movimientos. lo que habían hablado con
él, era algo con su cabeza, que confundía una mano con la otra a la hora de
ejecutar el golpe y no podía hacer nada al respecto. Karl lo tenía haciendo
repeticiones especiales para que no confundiera la mano a usar, pero no
estaba funcionando.
Nahia, Dafne y Lily lo daban todo en clase y luego en el gimnasio con
Logan. Gracias a ello iban mejorando, pero lentamente. Si desarrollar el
lado hábil del cuerpo les había costado, el otro, aunque la daga pesara
menos, era peor. Lily temía perder parte de su encanto con tanto sudor y
sufrimiento. Dafne estaba más peleona de lo habitual, que ya era mucho, y
saltaba a la primera cosa que no le parecía bien.
Practicaban con la misma pareja todo el día, ya que Karl prefería hacerlo
así para que avanzaran más rápido. Cambiar de parejas los desconcentraba y
les llevaba un rato adicional conseguir el ritmo requerido de entrenamiento.
El maestro buscaba repeticiones perfectas muy difíciles de conseguir. Nahia
tenía como pareja a Ivo, Dafne a Lily y Taika a Aiden. Parecía que los
habían emparejado de más problemáticos a menos.
—Hoy lo haremos muy bien —susurró Nahia a Ivo muy bajito
asegurándose de que ni Karl ni la dragona los oían.
—Esperemos que sí. Avísame cuando te vayas cansando e iré más
despacio.
—Gracias, Ivo, eres un encanto.
El enorme Tauruk sonrió.
—Esperemos que no me equivoque mucho hoy.
Karl señaló el comienzo y procedieron a hacer veinte repeticiones de
cada movimiento.
El primero era similar al de la espada, un golpe en vertical desde la
cabeza, solo que se le añadía el movimiento de ataque de la daga, que era
una estocada a la cara. Nahia los ejecutó con buena técnica. La espada subió
sobre su cabeza y bajó perpendicular a buena velocidad mientras ella
desplazaba un pie y mantenía el cuerpo equilibrado. Ivo bloqueó el golpe
elevando su espada paralela al suelo y retrasando la posición. Se produjo el
encuentro entre los dos metales y el sonido del metal contra el metal llenó el
aula. Nahia realizó la estocada a la cara desplazando el otro pie y
acompañando el movimiento e Ivo bloqueó con su daga apartando la de
Nahia a un lado. No aplicó apenas fuerza, pero Nahia sintió dolor en el
hombro izquierdo, que le tiraba debido al esfuerzo acumulado, no a la
defensa de Ivo.
Dafne y Lily realizaron el ataque y la defensa mejor que Nahia e Ivo, con
más soltura y agilidad. Taika y Aiden ya parecían expertos y capaces de
improvisar nuevos movimientos y combinaciones, cosa que estaba
prohibida. Nada de improvisar, solo estaban permitidos los movimientos que
se enseñaban.
Pasaron al segundo. Nahia soltó un tajo paralelo al suelo buscando la
yugular de Ivo con su espada y él lo bloqueó con una parada situando su
espada en vertical. Nahia siguió con un ataque con su daga buscando
perforar el corazón de Ivo. El Tauruk bloqueó la daga de Nahia con la suya
usando un movimiento también vertical y hacia un lado. Los demás
realizaron los ataques y defensas con buena técnica y destreza.
Continuaron practicando todo el día y sin descanso los once movimientos
en repeticiones de veinte cada uno. Según avanzaba la clase, y con ella el
día, Ivo comenzó a confundirse y falló varios ataques y defensas. Nahia cada
vez estaba más cansada y sus ataques era un poco menos certeros y más
lentos. Lily y Dafne sentían también el agotamiento y sus ataques y defensas
eran cada vez menos precisas. Taika y Aiden aguantaban bien, en ellos se
notaba el esfuerzo y el cansancio, pero sus movimientos seguían siendo casi
perfectos.
Y algo inesperado sucedió. Después de semanas sufriendo y con la moral
por los suelos pensando que no lo iban a lograr, por primera vez tanto Lily
como Dafne, y finalmente Nahia, consiguieron terminar la clase en pie.
Hicieron la última serie y Karl dio por terminado el entrenamiento. Nahia,
de pie con espada y daga en mano, miraba al suelo sin poder creer que no
estuviese sentada en él, como era lo habitual.
—¡Lo has conseguido! —la felicitó Ivo muy contento.
—Gracias… no puedo con mi alma… pero sí, he aguantado toda la
clase… —Nahia no podía expresarlo porque estaba extenuada, pero se
sentía muy contenta.
A su lado Lily y Dafne sonreían, agotadas.
—Hemos… completado… la clase… —Dafne tampoco podía creerlo.
—Yo sabía… que lo lograríamos… un día… antes de morir… —Lily no
pudo ni reír el intento de gracia.
Taika y Aiden las miraban con expresión de alegría por el logro.
Karl no parecía tan contento.
—Solo habéis logrado finalizar la clase porque habéis bajado el ritmo al
final, no os sintáis tan contentas. En la próxima mantendréis el ritmo hasta
terminar, yo me ocuparé —dijo muy serio.
Nadie dijo nada, pero para Nahia, Dafne y Lily aquello era una gran
victoria. El último comentario del maestro no la iba a desmerecer.
Marcharon de allí como si hubieran conseguido proclamarse expertas en el
arte de la espada con daga. Solo habían logrado acabar una clase, pero para
ellas era igual de importante, si no más.
Capítulo 39

La primavera levantó tanto el ánimo de Nahia que incluso iba a la clase


de Hechicería con una sonrisa en la boca. Se le pasaba en cuanto pisaba el
aula y veía a aquella dragona déspota que disfrutaba torturando a sus
alumnos, pero hasta que llegaba a la clase le parecía un regalo poder
disfrutar de aquel clima primaveral y de cielos despejados de un azul tan
cálido como precioso.
Inspiró la templada brisa y el perfume a primavera le inundó los
pulmones. Allí arriba, en el reino de Cael-Utrum, el reino neutral en los
cielos, las estaciones parecían sentirse con mayor intensidad. Se detuvo al
llegar a la puerta del edificio de la Marca y observó los árboles. Luego
levantó la mirada al cielo y solo pudo captar una solitaria nube en un
firmamento azul. Suspiró contenta y disfrutó del momento un poco más antes
de dirigirse a la formación.
Lehia-Zuri-Mag, la maestra, aguardaba para impartir otra de sus clases
de dolor y sufrimiento. Nahia entró en el aula y se situó junto a sus
compañeros. Todos estaban arrodillados y con la cabeza en el suelo delante
de la temible dragona. Nahia no quería volver a sufrir, estaba más que harta
de recibir castigo tras castigo de aquella pérfida criatura. Los dos Fatum
eran quienes menos castigos recibían, ya que casi siempre eran los que
salían victoriosos de los ejercicios, pero incluso ellos parecían molestos,
enfadados con lo que sucedía en aquella clase. Por supuesto nadie se atrevía
a decir nada, pero Nahia se fijó en que sus compañeros de clase parecían
hartos. Eso era bueno, hasta el Drakónido, que recibía incluso más castigos
que Nahia, parecía desilusionado con su señora.
«Ya habéis trabajado la rapidez con la que sois capaces de invocar
vuestras habilidades y la potencia de ejecución. La mejora que habéis
alcanzado los cinco no está al nivel que me hubiera gustado, pero el tiempo
pasa y ahora debemos centrarnos en mejorar el área y alcance de vuestra
magia. Es lo que conocemos como extender la magia de dragón. Es algo que
os será muy útil en muchas y diferentes situaciones. Os gustará, es uno de los
conceptos que más agrada a todos los alumnos. Enseguida sabréis por qué».
Nahia suspiró. Parecía que cambiaban a un nuevo concepto. Quizá este se
le diera mejor. Eso deseaba, aunque viendo los dos anteriores no estaba
nada convencida de que fuera a ser así. Que además fuera algo que gustaba a
los alumnos no sabía si tomarlo en serio o no. Era más probable que se
estuviera burlando de ellos y lo fueran a odiar. Pronto lo descubriría.
«Exarbor de Hechicería, ¿cómo han quedado combinando los resultados
de rapidez y potencia?».
El Exarbor abrió el tomo en el que solía estar anotando con su dedo y
habló con voz de madera:
—Primero la Fatum… segundo el Fatum… tercera la Humana… cuarto el
Escarlatum y quinto el Drakónido.
A Nahia no le sorprendieron los resultados. Por lo general los Fatum
vencían a todos y el Drakónido perdía con casi todos. Ella y el Escarlatum
solían andar parecidos, aunque ella un poco mejor.
«Comencemos con la formación. Que se adelanten la Humana y la Fatum,
veamos si la Nacida de la Llama consigue progresar algo o vuelve a perder
y recibe su merecido».
Nahia no podía creer que la volviera a poner contra Fiadh, la mejor de
todos. La Fatum la miró y en sus ojos y delicada cara vio que lo sentía por
ella. Nahia no la culpaba, sino a aquella despiadada dragona sin alma.
«Colocaos en el extremo este de la clase. Vosotras dos tenéis que crear
una bola de energía elemental del tamaño de vuestra Esfera de
Entrenamiento. Cargadla con toda la energía que podáis sin aumentar el
tamaño y luego lanzadla con la mente contra la pared del lado oeste de la
clase. Lo que buscáis conseguir es que la explosión elemental alcance la
mayor área de efecto posible. Para ello debéis usar vuestra energía y sobre
todo vuestra mente. Por supuesto, será una competición y quien pierda tendrá
su castigo».
Nahia y Fiadh se fueron a ocupar sus posiciones y el resto de los alumnos
se apartaron por si la explosión les alcanzaba. El aula era enorme, así que no
había mucho riesgo de que eso sucediera.
El Exarbor sacó el Incentivador, la temida esfera de castigo, y la dejó
levitando entre ellas dos, como una amenaza que nunca las abandonaba en
aquella clase. Nahia podía ver la tormenta de rayos en el interior y sintió un
escalofrío. Iba a sufrir. El dolor que causaba era terrible.
Maldita dragona, un día pagaría por todo aquello.
Con su lentitud habitual, el Exarbor fue a buscar otra esfera, la medidora,
y la colocó junto a la pared contra la que tenían que lanzar sus bolas
elementales. Una vez que lo hizo regresó junto a la dragona.
«Ya está todo preparado. Es momento de ver quién puede crear la
explosión elemental de mayor extensión. Recordad que debéis usar la mente
para extender el área de efecto. Comenzad».
—Preparad bola elemental —dijo el Exarbor.
Nahia sacó su Esfera de Entrenamiento. Luego llamó a su dragón interior
y cogió una gran cantidad de energía que convirtió en energía elemental de
fuego. Creó la bola de fuego del mismo tamaño que la esfera y miró de reojo
a Fiadh, que también había creado la suya del elemento aire, una bola de
rayos de tormenta.
—Lanzad —dio la orden el Exarbor.
Nahia usó su mente para hacerlo, pero antes de enviarla visualizó la
explosión y deseó que se expandiera al doble de grande de lo que
normalmente hacía. Sin saber cómo se produjo un destello de plata y más
energía interior se consumió. La bola salió despedida hacia la pared y al
golpearla se produjo un estallido de llamas tremendo. Nahia se quedó de
piedra. El área de efecto era el doble de grande de lo que habitualmente
lograba con una bola de fuego. Lo había conseguido. Se alegró tanto que casi
sonrió abiertamente.
La bola de Fiadh también reventó con una gran explosión de aire y
vientos que se expandieron mientras rayos tremendos saltaban por toda el
área. Nahia no supo cuál de las dos era mayor. Parecían muy similares, casi
iguales, solo que una ardía y la otra estaba llena de rayos y descargas.
«Igualado. ¡Estupendo! ¿Qué marca la esfera medidora?».
La bola blanca comenzó a destellar y un momento después iluminó a
Fiadh.
—Ganadora Fiadh —proclamó el Exarbor.
Nahia maldijo para sus adentros. Antes de que pudiera pensar nada más
recibió la primera descarga del Incentivador y se fue al suelo. Las siguientes
las recibió allí y sufrió lo indecible.
«La Nacida de la Llama no alcanza su potencial, ¡qué desperdicio!
Deberías vencer a tus compañeros con una facilidad pasmosa. Eres un
fracaso, alguien que no merece el increíble regalo mágico que se le ha
hecho».
En el suelo, Nahia sufría temblores. En medio del terrible dolor del
castigo que estaba padeciendo una llama despertó en su interior, una que
comenzó a arder con fuerza mientras se retorcía. La llama le subió por el
torso hasta llegarle a la garganta y de allí a la cabeza. Todo su cuerpo
comenzó a calentarse. El castigo terminó, pero ella seguía en el suelo y
sufría convulsiones.
Comenzó a ahogarse. Nahia pensó que le estaba dando uno de sus
ataques. De ser así la cosa terminaría muy mal. La maestra la tacharía de
débil y la expulsaría del curso.
Cerró los puños con fuerza y apretó la mandíbula. No podía permitir que
aquello sucediera. Se centró en evitar que el ataque se produjera, en
controlar la llama de rabia que se extendía por todo su cuerpo. Envió el
fuego hacia su interior, hacia su dragón de energía, en lugar de hacia el
exterior de su cuerpo. De alguna forma consiguió que dejara de expandirse.
Se puso en pie luchando por controlar lo que sentía y que no sucediera
nada y se retiró.
«Sigamos con el resto» ordenó la dragona.
El Fatum venció al Escarlatum, como ya esperaban. Cuando Nahia lo vio
en el suelo sufriendo su llama interior se incrementó. Tuvo que usar todo su
control mental para evitar que explotara hacia el exterior de la rabia y
frustración que sentía. Le tocó al Drakónido y terminó vencido por mucho
por Fiadh. Cayó al suelo por las descargas y aguantó el castigo como los
Drakónidos hacían, sin mostrar que sufrían. Nahia sentía tanta rabia que
apenas podía contenerse.
«Creo que empezáis a entender el concepto. Haremos una segunda ronda
y quiero áreas de acción mayores que las logradas en la primera. Humana,
competirás contra el Fatum esta vez. Espero que aprendas algo, aunque lo
dudo».
Nahia avanzó con ojos entrecerrados y apretando la mandíbula. Estaba
controlando como podía la llama en su interior.
El Fatum se situó a su lado.
A una orden del Exarbor crearon las bolas elementales. Una de fuego y la
del Fatum de agua.
Nahia se concentró y vio una salida a la situación en la que estaba. Podía
enviar el poder de la llama que ardía en su interior a la bola de fuego que
había creado y evitar así que estallara en su cuerpo. Era arriesgado, pero
quizá funcionase. Tenía que lograrlo sin desestabilizar la bola. En su mente
la visualizó y realizó el traspaso. Se produjo un destello de plata y la llama
pasó a la bola. La controló para que no se desestabilizara.
Con su mente la examinó y vio un núcleo de fuego en su centro. Era la
llama que hasta hace un momento estaba en ella. ¡Ya lo tenía! Un instante
después visualizó una gran explosión tanto en potencia como en área de
efecto.
El Exarbor dio la orden de lanzar.
Nahia envió la bola de fuego con la llama en su interior contra la pared,
pero lo hizo un momento después que su rival. La explosión de hielo fue
enorme, más que la anterior que el Fatum había logrado, casi tres veces el
tamaño normal. Fue impresionante.
Un momento después chocó la bola de fuego de Nahia. Se produjo una
explosión tan potente y grande que devoró el hielo extendido por el suelo y
las paredes del Fatum. Las llamas corrieron veloces y se expandieron en un
enorme círculo de fuego que arrasó todo a su paso hasta llegar a tres cuartos
de la clase. La explosión y el área de efecto fueron enormes para una bola de
fuego de aquel tamaño.
Todos echaron la cabeza hacia atrás, incluida la dragona. Nahia no podía
creer lo que acababa de hacer. Tanto la explosión como el alcance fueron
unas cinco veces lo que solía lograr. No había arrasado toda la clase de
milagro.
Se quedó pasmada.
«Vaya, vaya… Parece que la Nacida de la Llama no es un desperdicio,
después de todo. Por fin ha despertado su poder. Impresionante. No pensaba
que tuvieras lo que hay que tener. Estaba a punto de desecharte, me alegro de
haberme equivocado. Recuerda cómo has logrado hacer esto que has
conseguido hoy aquí. Es importante».
Nahia estaba pasmada. Sus compañeros la miraban con ojos de sorpresa
y también de espanto, pues casi los había matado a todos. Por un lado, sentía
un horror terrible por la tragedia que había estado a punto de crear, pero, por
otro lado, se sentía bien. Le había demostrado a aquella dragona malvada
quién era. Ya no dudaría más de ella. Con un poco de suerte, si conseguía
controlar aquella llama salvaje en su interior, quizá no volviera a sufrir
castigos. Tendría que trabajar en ello, sobre todo para no calcinar a sus
compañeros en un descuido o descontrol.
Capítulo 40

Aquella noche Nahia llegó a cenar al comedor en mejor estado que nunca
después de la clase de Hechicería. Sus compañeros al verla entrar se
prepararon para ayudarla, pero Nahia les hizo un gesto de que no hacía falta.
La miraron extrañados.
—¿No vienes de Hechicería? —preguntó Dafne con la frente arrugada.
—Sí, pero hoy solo he recibido un castigo —sonrió ella.
—¿Solo uno? ¿Cómo así? —preguntó Lily abriendo mucho los ojos.
Nahia les contó lo que había sucedido y cómo el resto de la clase la
dragona no le había hecho competir más, ya que todos estaban muy lejos de
lo que ella había logrado.
—Vaya, la Nacida de la Llama hoy se ha exhibido —bromeó Lily.
—Más bien me he enciendo demasiado y casi mato a todos en clase.
—Sí, eso ha sido muy peligroso —dijo Aiden—. Tienes que controlar tu
poder interior o podrías matarnos a todos.
—Sí, mira quién habla, el que se vuelve loco y golpea todo lo que tiene
alrededor cuando le da uno de sus ataques —reprochó Dafne.
—Yo no soy tan peligroso como una enorme bola de fuego andante que
puede explotar e incinerar a todos los de alrededor.
—No sé yo… Tú puedes ponerte a echar rayos a diestro y siniestro —
dijo Lily.
—Sí, me ha dejado preocupada. Esta vez he podido controlarlo, pero ¿y
si vuelve a ocurrir y no puedo? —Nahia bajó la cabeza.
—Lo que debes hacer es aprender a manejarlo —dijo Ivo con su tono
tranquilo y reflexivo—. Está dentro de ti, es parte de tu ser, no puedes
ignorarlo o desecharlo. Debes abrazarlo pues es tu poder, debes buscar
mantenerte en equilibrio y no dejar que esa llama tan poderosa salga de ti ni
te consuma.
Nahia miró a Ivo.
—¿Sabes que eres todo un filósofo?
El Tauruk se encogió de hombros.
—Soy Ivo.
—Y tiene toda la razón —se unió Taika—. Es tu poder, debes asimilarlo
y hacerlo tuyo, controlarlo y usarlo cuándo y cómo veas. No puede ser algo
que suceda de forma no controlada o deseada.
—Sí… Tenéis razón… Espero conseguirlo.
—Lo harás, seguro —animó Dafne.
—Y aquí estamos para echarte un cubo de agua helada si te acaloras
demasiado —bromeó Lily.
Todos rieron el comentario, hasta Aiden.
—Si alguien puede eres tú —dijo Taika.
—Por eso, usaré mi poder elemental de agua para bajarle los humos a
esta llamita salvaje —dijo Lily señalando con el pulgar hacia Nahia.
El buen humor los envolvió y bromearon un rato más. Luego se pusieron
a comer, todos excepto Ivo, que ya terminaba su segunda ración.
—Cuéntanos Ivo, ¿cómo te va a ti en clase de Druida? —pidió Lily.
Ivo sonrió y su rostro bestial se llenó de paz.
—Por fin he conseguido desarrollar una habilidad que me permite curar
heridas leves convirtiendo mi magia elemental en natural. Estoy muy
contento y orgulloso. Además, me encanta la magia de naturaleza. Estoy
empezando con la creación de antídotos usando magia natural, es
impresionante y lo disfruto mucho. También la parte de estudio sobre la
naturaleza. Hay tantos tomos en la biblioteca sobre este tema que me llevará
toda una vida estudiarlos.
—Eso es ser muy optimista —dijo Dafne.
—¿Por qué? —preguntó Ivo.
—Porque implica que vas a vivir mucho.
—Eso planeo. ¿Tú no?
Todos se miraron algo sorprendidos.
—Ivo, sabes dónde estamos y a dónde nos van a enviar, ¿verdad? —dijo
Lily.
El Tauruk asintió.
—Sé que estamos en una academia marcial y que nos entrenan para ir a
la guerra a luchar. Aun así, pienso vivir mucho tiempo.
—Desde luego optimismo no te falta —dijo Dafne.
Ivo se encogió de hombros.
—¿Tú que tal, Taika? ¿Te sigue yendo bien? —preguntó Lily.
—La verdad es que me está yendo bien. La clase se ha puesto más difícil
y las exigencias han aumentado. Tenemos que ser como una sombra asesina
armada con una daga y la oscuridad, lo cual no es del todo fácil, pero tengo
ventaja sobre el resto de mis compañeros por mi combinación de raza y
magia elemental. Ser un Felidae con magia de oscuridad es una suerte
enorme.
—Y tú además la controlas —dijo Nahia.
—Bueno, la magia elemental no del todo, pero voy mejorando poquito a
poquito. Tengo que pasar más tiempo entrenando en las aulas de prácticas de
la biblioteca.
—Pues ya sabes. Si necesitas ayuda, cuenta conmigo —dijo Ivo—.
Últimamente vivo en la biblioteca. Si no es estudiando tomos de naturaleza
es practicando en las salas de magia, aunque en magia no sé yo si te voy a
poder ayudar. En eso mejor las chicas.
—De todas formas, gracias, amigo —Taika le hizo un gesto con la
cabeza.
—Tranquilo, Taika, nosotras te ayudaremos —dijo Dafne.
El gran tigre sonrió agradecido.
—¿Tú que tal, Aiden? —se interesó Nahia.
El Drakónido hizo un gesto con la cara que desconcertó a todos.
Pensaban que iba a decir que estupendamente bien, como era habitual en él,
pero se equivocaron.
—Empecé muy bien, era el mejor de mi clase, nadie podía conmigo y mi
poder salvaje. Pero… la cosa se ha torcido un poco.
—¿Qué ha pasado? —se interesó Taika.
—Veréis… con la espada en una mano y utilizando mi energía elemental
para crear tormentas de rayos puedo acabar hasta con una escuadra rival al
completo. Pero… he tenido… un problema…
—Te ha dado uno de tus ataques —adivinó Lily.
Aiden asintió varias veces con expresión avergonzada.
—Mi señor maestro dice que soy un Bárbaro Berseker. No es malo en sí,
solo que pierdo el control, un poco como le pasa a Nahia… Y puedo dañar a
los de mi escuadra. Eso provoca que mis compañeros ahora se aparten de
mí.
—Y estabas diciéndole a Nahia que tenía que controlarse… —acusó
Dafne.
—Sí, porque hablaba desde la experiencia —se defendió Aiden.
—Bueno, pues ya sabes lo que tienes que hacer: aprende a controlarte —
dijo Lily.
Aiden suspiró.
—En mi caso no sé si podré. No sé cuándo me dan los ataques.
—Tienes que aprender a identificar el comienzo del episodio —dijo
Taika—. Busca pequeñas señales que puedan indicar que va a suceder.
—Lo intentaré. Por lo demás, soy el más letal de los Bárbaros.
—Bueno, algo es algo. Si vemos que te descontrolas, Ivo se encargará de
apagarte las luces —dijo Dafne.
—Encantado —asintió Ivo.
—Tienes mi permiso para noquearme —afirmó Aiden.
—Se agradece — Ivo sonrió y puso cara de que lo iba a hacer, en
cualquier caso.
—Pues a mí me está yendo muy bien —dijo Lily sin que nadie le
preguntara y sonrió.
—Cuéntanos —la animó Dafne.
—Me pasa un poco como a Taika. La combinación de mi raza con la
magia de ilusión me convierte en una Encantadora impresionante. Soy la
mejor de clase, con diferencia. Puedo convertir magia elemental en magia de
Ilusión y engañar a la mente de mi oponente. Ya he aprendido a hacer dormir
y ahora estoy aprendiendo a hacer ver visiones. Es como hacer que el
oponente esté viviendo una pesadilla, ¡de lo más emocionante!
—Entiendo que lo de la pesadilla es para asustar —dijo Taika.
—Así es. Según nuestro maestro, podemos dejar a una persona en al
suelo temblando de terror totalmente indefensa, incapaz de luchar o
defenderse, muerta de miedo.
—Vaya, eso es impresionante —opinó Dafne.
—¿Y el oponente no puede hacer nada? —preguntó Aiden.
—Si consigue detener el encantamiento antes de que se produzca se
salva. Si no, lo más probable es que no pueda hacer nada. Hay quien tiene
defensas mentales fuertes, pero es algo que se enseña en tercero, con lo que
de momento ninguno de vosotros puede resistírseme —rio Lily.
—Ni se te ocurra hacerme nada —dijo Dafne frunciendo la frente.
—Os podría hacer ver visiones a todos… igual empiezo esta noche en el
dormitorio…
—¡Ni se te ocurra! —Aiden la señaló con el dedo índice.
—Solo te dejaré temblando de miedo en el suelo, nada más. No es grave
—sonrió ella.
—¡Lo que me faltaba! Ni dormir tranquilo podré ahora —Aiden
gesticulaba ultrajado.
—Lily no nos va a hacer nada, está de broma. Sería como si nosotros
usáramos nuestra magia elemental los unos sobre los otros —dijo Taika.
—Pero más divertido —afirmó Lily sonriendo.
—Se buena… pórtate bien —dijo Nahia a Lily.
—Vale… ¡qué poco divertidos sois! Con las risas que podríamos haber
echado viendo temblar a Aiden como un niño asustado…
Aiden le echó una mirada de enfado.
Lily levantó las palmas de las manos indicando que no iba a hacerlo.
—Nos faltas tú Dafne, ¿cómo te va como Sanadora? —preguntó Ivo con
tono de interés.
Dafne resopló.
—He pasado de mal a no tan mal, pero todavía estoy muy lejos de bien.
—Eso es muy ambiguo. Explícate un poco —pidió Lily.
—La parte de estudio la llevo bastante bien. No me gusta nada, pero
pasando horas y horas en la biblioteca voy tirando. Los tomos de magia de
sanación me gustan y los disfruto cuando los estudio. Los de anatomía de las
seis razas que combaten no, pero como no me queda más remedio, los
aprendo.
—Deberías añadir a tus estudios las anatomías de los Exarbor y
Tergnomus, aunque los dragones las hayan excluido. Es lo correcto —dijo
Ivo.
—Ya sé que lo es, pero el problema es que también tengo que pasar la
clase de armas y eso requiere de un montón de entrenamiento en el gimnasio.
No me dan las horas del día, ni mi cuerpo ni mi mente para llegar a todo —
se quejó Dafne e hizo un gesto de que iba a reventar.
—En su defensa diré que pasamos mucho tiempo en el gimnasio. Yo la
entiendo —defendió Lily.
—Sí, es demasiado. No podemos llegar a todo —estuvo de acuerdo
Nahia, que se sentía como su compañera—. Ahora estamos consiguiendo no
suspender la clase de armas, si deja de ir al gimnasio se quedará atrás y no
pasará.
Ivo asintió.
—Sé cuánto os esforzáis las tres. No es justo que vuestros cuerpos no
sean tan fuertes como el mío, si lo fueran no sufriríais tanto.
—Bueno, nosotras tres tenemos la ventaja de que nuestra magia nos es
más afín y fácil de utilizar que a vosotros —razonó Lily.
—Muy cierto —estuvo de acuerdo Taika—. Nosotros tenemos
facilidades en unas materias y vosotras en otras.
—Lo he pensado, no creas que no —reconoció Dafne—. Ahora no puedo
porque no quiero fallar la clase de espada y daga. Pero más adelante sí que
tengo intención de estudiar las anatomías de los Exarbor y Tergnomus para
poder sanarlos si se da la oportunidad.
—Eso te honra, Dafne —reconoció Ivo e inclinó con respeto la cabeza.
—¿Has conseguido transformar tu energía elemental de luz en energía de
sanación? Nos contaste que no lo estabas logrando —preguntó Nahia.
Dafne suspiró.
—Puedo anunciaros que después de mucho sufrimiento y de pensar que
pasaba algo malo con mi magia, por fin lo he conseguido. Ya soy capaz de
sanar heridas de cortes de espadas, cuchillos o perforantes.
—¡Eso es fantástico! —exclamó Nahia muy contenta.
—¡No tenía ninguna duda de que lo harías! —dijo Lily muy animada.
—Todo un logro —reconoció Ivo.
Taika y Aiden asentían también, impresionados.
—Bueno, no os alegréis tanto que lo acabo de conseguir y de chiripa. No
sé qué me pasaba, pero mi energía elemental no quería transformarse en una
de curación.
—Eso es por tu carácter. Seguro que la conviertes en energía dañina
como si nada —rio Lily.
Los demás no pudieron más que reír la broma.
—Muy graciosa. No sabes lo que he sudado para conseguirlo. En
cualquier caso, solo puedo sanar heridas superficiales. Ni se os ocurra caer
heridos graves, que todavía ni mis conocimientos ni mi magia están al nivel.
—Bueno, gracias por avisar. Intentaremos que el enemigo no nos hiera de
forma muy grave —dijo Aiden con ironía.
—¿No decías tú que a ti no te iban a herir por lo increíble guerrero que
eres? —replicó Dafne.
—Más ahora que sé que no me podrás curar.
—Es todo un logro y en nada serás capaz de curar heridas más serias —
animó Taika poniendo paz.
—Gracias. Me sentía muy mal ya que los de mi raza son buenos
sanadores, por lo que nos han dicho en formación.
—Normal, si yo no fuera buena Encantadora me sentiría fatal —Lily hizo
una mueca de disgusto.
—Por suerte, poco a poco parece que todos vamos haciendo avances
significativos —dijo Taika.
—Con todo tipo de problemillas, pero parece que sí —convino Nahia.
—En nada seremos excelentes en todo, ese debe ser nuestro objetivo —
afirmó Aiden muy seguro.
—Ya está el cabeza granito… —Dafne negaba con la cabeza—. Con
pasar la formación vivos tenemos más que suficiente.
—Eso es aspirar a muy poco. Nosotros somos ganadores, debemos
aspirar a todo, debemos ser los mejores.
—De verdad que no sé qué les dan de comer a estos de pequeños para
que salgan así —Lily negaba con la cabeza de lado a lado.
—Su cultura es algo diferente a las nuestras —defendió Taika.
—La mía es parecida a la suya, solo que yo no la comparto —dijo Ivo.
—. Los míos creen en ser los más fuertes y brutos y pasar por encima de
todos. Ser el mejor Tauruk-Kapro que puedas ser. Por supuesto en cuanto a
brutalidad, no otras materias más significativas.
—Y por ser como eres, te queremos —dijo Lily y le lanzó un beso con la
mano.
Ivo se sonrojó.
—Gracias… —dijo.
—Lo importante es que estamos consiguiendo salir adelante en las
diferentes formaciones. Nos tenemos que ayudar y apoyar, pues de lo
contrario tendremos dificultades —dijo Taika—. Contad conmigo para lo
que necesitéis… que no sea magia, a poder ser —añadió con tono un poco
avergonzado.
—Me uno a ese ofrecimiento y pongo la misma pega —sonrió Ivo.
—Sois estupendos y apreciamos vuestro ofrecimiento —dijo Nahia.
—Es una pena que no podáis suplantarme en formación de armas —dijo
Dafne.
—Ni con las ilusiones de Lily creo que podamos dar el cambiazo de Ivo
por Dafne —rio Nahia.
—Sería un truco sensacional —sonrió Taika.
—Dadme algo de tiempo y quizá lo consiga —bromeó Lily.
Bromearon un poco más y el buen humor les trajo una alegría que llenó
aquel momento de compañerismo.
—Tenemos que ir preparando el final de año —dijo de pronto Aiden
acabando con el buen ambiente.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Nahia.
—Se acerca el verano y antes de su llegada tendremos la prueba final.
Por lo que dicen los míos, iremos a Drameia. Los reyes dragones quieren
conquistar ese mundo y ya han empezado la gran invasión.
—¿Es información veraz? —preguntó Taika.
—Es información de Drakónidos —dijo Aiden.
—Entonces será bastante aproximada —opinó Ivo.
—Nos van a enviar a la guerra… —Nahia sintió que el estómago se le
revolvía.
—Será mejor que terminemos las clases. Cuanto mejor formados estemos
más posibilidades de sobrevivir tendremos —dijo Taika.
—Acabemos con las malditas clases y preparémonos para la guerra —
opinó Dafne.
—Volveremos con vida —aseguró Lily, optimista.
—Sin duda —afirmó Ivo.
—Somos la Escuadra Ígnea —dijo Aiden—. ¡Venceremos!
—Sobreviviremos, que es mejor —corrigió Taika.
—Eso es, la Escuadra Ígnea sobrevivirá —Nahia cerró el puño e hizo un
gesto de victoria.
Capítulo 41

Durante las últimas semanas la escuadra Ígnea se esforzó al máximo tanto


en las clases como en la biblioteca y el gimnasio. El objetivo de todos era el
mismo, acabar el año superando la formación y sobrevivir. Todos eran
conscientes de que si fallaban en alguna de las clases los echarían de la
academia y no sobrevivirían. Eso no les iba a ocurrir a ellos. Nahia, Dafne y
Lily se centraron al máximo en formación de armas y talento. Con la ayuda
de Logan en el gimnasio y de Taika e Ivo cuando Logan no podía,
consiguieron mejorar considerablemente su fortaleza física llegando a poder
sostener espada y daga no solo durante toda la clase realizando todas las
repeticiones, sino durante todo el día, hasta la llegada de la noche. Aiden las
ayudó con la técnica, lo cual las sorprendió y agradecieron. El Drakónido
era el mejor con la espada debido a la formación que los suyos recibían
desde pequeños en su tierra. Nahia, Dafne y Lily lograron pasar la clase de
armas.
Aiden, Taika y sobre todo Ivo sufrieron mucho con las clases de magia y
la parte de la formación de talento, que requería de magia, con lo que Nahia,
Dafne y Lily los ayudaron. Pasaron interminables ratos en las aulas de
entrenamiento mágico de la biblioteca. Si trabajar la fuerza física era duro
para ellas, trabajar la magia era un infierno para ellos. Tuvieron que
esforzarse al máximo ya que su alineación mágica era bastante débil, pero
con la ayuda de las tres estupendas profesoras que eran sus compañeras,
lograron mejorar lo suficiente para pasar la formación. Ivo anduvo muy, muy
justito y temieron que no lo dejasen graduarse. Por fortuna logró en el último
momento dominar la habilidad Fauces Elementales, que Aiden y Taika ya
habían conseguido la semana anterior. El resoplido de alivio que soltó el
enorme Tauruk casi tumbó de espaldas a Brame, el Exarbor ayudante.
La alegría por haber conseguido pasar las clases les duró un único día. A
la mañana del segundo llamaron a los seis escuadrones a formar en la plaza
de armas. Todos sabían por qué razón, había llegado el día: la Prueba de Fin
de Año, se iban a la guerra.
Los seis salieron a formar nerviosos y en tensión. No eran los únicos, el
resto de los miembros de los escuadrones de segundo año que habían
logrado llegar a aquel día estaban tan nerviosos y tensos como ellos.
Los seis líderes de escuadrón descendieron de los cielos volando sobre
la plaza, mostrando todo su poder y esplendor para posarse frente al gran
castillo, tres a cada lado de las puertas.
«¡Escuadrón Rojo! ¡A formar! ¡Rápido!» llegó la orden de Irakas-Gorri-
Gaizt.
Corrieron a formar frente a su líder y el resto de los escuadrones hicieron
lo mismo. En un instante todos aguardaban intentando mantener los nervios
bajo control.
Al igual que los seis líderes habían descendido de los cielos, también lo
hicieron el coronel Lehen-Gorri-Gogor y el comandante Bigaen-Zuri-Indar
entre estremecedores rugidos que anunciaban lo que todos temían.
Sobrevolaron el castillo y luego la plaza para que todos pudieran ver lo
inmensos y terroríficos que eran y descendieron para tomar tierra frente a las
puertas del castillo, detrás de los seis líderes.
Nahia miró a sus compañeros buscando tranquilizarse. Dafne y Lily le
devolvieron miradas de ánimo que intentaban disimular la inquietud que
sentían e Ivo y Taika se mantenían serios, más preocupados que nerviosos. A
Aiden no podía verlo, ya que lo tenía detrás, pero imaginó que estaría
intentando disimular sus propios miedos. Como no consiguió calmarse,
Nahia miró hacia los otros escuadrones buscando a Ana y Logan. Los
encontró y esto ayudó a que los nervios la abandonaran. Todos sus
compañeros y amigos estaban allí.
Un rugido del coronel los puso a todos todavía más tiesos.
«Ha llegado el día de la prueba. Esta guerra marca el final del curso para
vosotros, los de segundo año. Ayer les tocó a los de tercero, que ya partieron
en busca de la gloria para su escuadrón y sus señores. Mañana les tocará el
turno a los de primero. Son días especiales para todos los alumnos de esta
noble academia. Son días importantes. Esta prueba es lo que os separa de la
graduación de segundo año, una prueba que este año es más peligrosa de lo
habitual. Supongo que ya os habrán llegado rumores sobre la guerra. Os
confirmo que iréis a Drameia, donde los ejércitos de los cinco reyes
dragones están a punto de iniciar la gran ofensiva de conquista. Participaréis
en un hito histórico: el comienzo de la reconquista de Drameia, que un día
fue nuestra y pronto volverá a serlo. Es un honor que nunca olvidaréis».
Nahia no lo veía como ningún honor. Se imaginó a los dragones atacando
y arrasando aldeas inocentes por cielo y tierra. Todo lo que le vino a la
mente fue muerte y destrucción. Por supuesto que no lo olvidarían, pero no
por glorioso, sino por terrible y horrendo.
Ahora fue el comandante quien rugió anunciando que se dirigiría a ellos.
«Vuestro líder os llevará al frente a cumplir una misión de guerra.
Estaréis en territorio enemigo y habrá combate, se espera de vosotros que
luchéis y que lo hagáis bien. El enemigo debe morir. Dudar significa la
muerte, y no lo haréis. Seguiréis las órdenes de vuestro líder y cumpliréis la
misión. A todo enemigo que se interponga, lo mataréis o él os matará a
vosotros. Podéis elegir. Si lográis cumplir con la misión de guerra os
graduaréis. Si no, fracasaréis y no llegaréis a graduaros de esta insigne y
gloriosa institución. No hay término medio. Recordad bien mi mensaje».
Lehen-Gorri-Gogor rugió una vez más.
«Os espera la gloria de la conquista, la sangre y la victoria. Seguid las
enseñanzas de la Senda y cumplid con vuestra misión. El enemigo no tendrá
piedad de vosotros, así que no la tengáis vosotros de él. Os deseo suerte.
Cumplid con vuestra obligación con valor y honor. Drameia caerá derrotada
y volverá a ser nuestra, pues así debe ser. Todos los enemigos morirán».
A una señal del coronel un grupo de Tergnomus apareció desde
intendencia con macutos y armas para la campaña. A cada miembro de cada
escuadrón le entregaron una espada larga, una daga, un escudo, una Esfera de
Entrenamiento y el macuto. Se colocaron las armas a la cintura y el escudo y
el macuto a la espalda. Nahia sintió el peso, pero sabía que podría con ello,
estaba mucho más fuerte que hacía un año. En su cintura todos llevaban la
Esfera de Aprendizaje que les ayudaría con la magia. Dafne y Lily se
colocaron bien las armas y el macuto y, al igual que Nahia, sintieron el peso
sobre ellas. Ambas hicieron un gesto de que podían con aquello.
«Escuadrón Rojo, ¡partimos! Seguidme a la victoria» envió Irakas-Gorri-
Gaizt junto a un sentimiento de gran honor.
Las tres escuadras del Escuadrón Rojo marcharon en perfecta formación,
como su líder les había enseñado a hacer a base de cientos de
entrenamientos. Nahia miró con disimulo y vio que los otros escuadrones
también se ponían en marcha. Esta vez, a diferencia de la prueba del año
anterior, todos sabían a dónde se dirigían y lo que les esperaba. Al pensarlo,
Nahia se dio cuenta de que iban a un mundo lejano donde sus habitantes
ofrecerían una fuerte resistencia a la invasión. Se derramaría sangre, habría
muerte y sufrimiento, y ellos serían parte de todo ello. Sabía que los
responsables eran los dragones, no ellos, pero se sentía mal. Ella no quería
ir a otro mundo a conquistarlo, no quería matar a gente que nada había hecho
y que con todo derecho defendía su tierra de unos invasores crueles y
sanguinarios. También sabía que no era la única que pensaba así. Eso le dio
un poco de esperanza.
Salieron de la academia. Según pasaron por las grandes puertas y pisaron
el exterior tuvo una sensación de lo más rara. Por un lado, sentía que hacía
mal, que tenía prohibido poner un pie fuera. Por otro se sentía bien, muy
bien. Sentía libertad, aunque fuera un sentimiento falso o más bien
incompleto. No eran libres y nunca lo serían mientras siguieran a los
dragones, pero respirar el aire del exterior le produjo esa sensación de
semilibertad.
Marcharon en perfecta formación, no solo la Escuadra Ígnea, sino todas
las del resto de escuadrones, en dirección sur. Todos sabían que se dirigían a
la perla de la puerta, la única forma que tenían de salir de Cael-Utrum, aquel
reino en los cielos. Cruzaron los Jardines de la Esperanza Baldía, tan bellos
como siempre, que instaban a romper la formación y huir de los dragones.
Nadie lo hizo. Nahia imaginó lo que ocurriría si corría. Su implacable líder
se elevaría a los cielos y caería sobre ella como el gigantesco depredador
que era. La destrozaría con sus garras y la aplastaría con la fuerza y peso de
su ataque. Una muerte terrible, pero al menos poco dolorosa.
Desechó los pensamientos negativos de su cabeza y se centró en la
misión. No en la que le asignaría Irakas-Gorri-Gaizt cuando llegaran a
Drameia, sino en su propia misión, la que había planeado con Egil,
encontraría a alguno de sus amigos y conseguiría un arma dorada.
Demostraría con ella que dar muerte a los dragones era posible, devolvería
la esperanza a las razas esclavas, a todo Kraido. Con estos pensamientos en
su cabeza cruzaron la Plaza de la Neutralidad.
Llegaron al Puente del Cielo y mientras lo cruzaban Nahia iba pensando
qué sucedería cuando llegado el momento tuvieran que desviarse de la
misión encomendada por Irakas-Gorri-Gaizt para realizar la suya. Le
preocupaba la posible negativa de sus compañeros. Dafne y ella les habían
explicado todo lo que Egil les había contado, pero la reacción de todos no
había sido todo lo entusiasta que le hubiera gustado. ¿Se arriesgarían a
desobedecer a su líder por encontrar una prueba fehaciente que les
convenciera de que lo que les habían contado era verdad? Dafne estaba
bastante convencida porque conocía a Egil y lo había escuchado ella misma,
pero no así el resto. Eso la preocupaba.
Llegaron a la perla, a la puerta, mientras Nahia iba pensando qué hacer
con Aiden. A él no le había contado nada, no se fiaba. Era un Drakónido y un
seguidor de los dragones y se opondría a cualquier acción que fuera
diferente de lo que les hubieran ordenado. No solo eso, existía la
posibilidad de que hablara con ellos más tarde y esto supondría el final para
todos. Los dragones no tendrían piedad con ellos.
Frente a la perla a la que rodeaban seis atalayas aguardaba el Guardia de
la Puerta: Sarre-Urdin-Olto, el gran dragón azul. Los lideres y el guardia
conversaron mientras los escuadrones aguardaban.
Nahia pensó en Garran-Zilar-Denbo, en su último encuentro con él y lo
que le había revelado. No estaba convencida de lo que le había contado
acerca de sus destinos entrelazados. Por un lado, tenía sentido, pero por otro
le parecía algo tan increíble e improbable que su mente se negaba a
aceptarlo. Además, había tenido aquella premonición tan extraña sobre ella
y Egil proveniente de la escama de plata que llevaba en su nuca, lo que le
llevaba a pensar que quizá sí que hubiera algo de verdad en sus palabras.
Ella quería creer, pues buscaba un destino de libertad, pero le costaba. Una
cosa era creerlo cuando un gigantesco y poderosísimo dragón de plata se lo
decía frente a ella, y otra muy distinta, allí en la superficie.
Tampoco se lo había contado a su escuadra, ni siquiera a Dafne. Esto la
entristecía y avergonzaba. Quería decírselo, pero temía que la tomaran por
loca o que pensaran que aquel dragón estaba jugando con ella, que muy bien
podía ser. Si ella tenía dudas, sus compañeros tendrían muchísimas más.
Sobre todo, habiendo un dragón milenario de por medio. Había decidido
que, por el momento, era mejor mantenerlo en secreto. No quería que
también dudaran de Egil y de las armas de oro, necesitaba que creyeran en
ello, aunque solo fuera hasta que pudiera demostrarlo.
Sarre-Urdin-Olto terminó de parlamentar con los seis líderes y comenzó
a abrir el portal. Vieron impresionados cómo las tres esferas plateadas se
fueron formando una detrás de la otra. La gran esfera llena de plata que era
el portal se formó un momento después. El guardia utilizó su magia para
interactuar con el portal y establecer el destino al que se dirigían.
Irakas-Gorri-Gaizt se dirigió a ellos.
«Ya sabéis cómo funciona el portal. Utilizad las cuerdas para subir hasta
él y colocaros la pulsera de plata con el símbolo del portal. Ambas están en
vuestro macuto».
Hicieron como les ordenó y se apresuraron a subir. La Escuadra Ardiente
y la Candente los siguieron. Una vez arriba se prepararon. Cruzarían tras su
líder.
«Seguidme. Entramos» ordenó Irakas-Gorri-Gaizt y voló para entrar en
el portal. El Escuadrón Rojo lo siguió al interior del mar de plata.
La salida fue como esperaban y cayeron al suelo frente a otra perla. No
sufrieron daño y se apartaron para ir a formar junto a su líder, que ya
aguardaba. El resto de las escuadras fueron apareciendo y cayendo de la
misma forma. Sobre la perla había un portal abierto. Estaba rodeada por una
docena de plataformas con dragones medianos que observaban atentos lo que
sucedía.
Una vez hubieron cruzado todos los escuadrones se volvieron a poner en
marcha siguiendo una amplia vía en dirección norte. Los seis escuadrones
formaron una hilera con el rojo en medio.
Nahia reconoció el lugar. Era el mismo reino en el que habían aparecido
el año anterior. Estaban en los dominios del rey rojo, Erre-Gor-Mau, líder
del clan Gondra. Por lo tanto, estaban en su reino en los cielos. También
quería decir que su abuela y los humanos estaban debajo, en tierra, pues
aquel rey era señor de la raza humana. Por un momento se le pasó por la
cabeza salir corriendo y dejarse caer. Quizá lo hiciera cerca de su aldea.
Desechó la idea. Solo conseguiría matarse y por mucho que echara de menos
a su abuela y a su tierra, matarse no estaba justificado. Al contrario, lo que
debía hacer era luchar para liberarlos de aquel rey tirano y despreciable que
pensaba que los humanos le pertenecían.
Continuaron avanzando hacia el este mientras varios dragones los
sobrevolaban. Los estaban escoltando. Nahia sabía de la enorme rivalidad
entre los reyes dragones y lo mucho que se vigilaban. Ellos pertenecían a la
academia, eran neutrales, y, aun así, el rey dragón rojo no se fiaba de ellos.
Eso decía mucho de su forma de pensar. Nahia lo interpretó como algo
positivo. Esa rivalidad era algo que quizá las razas esclavas podrían utilizar
a su favor en un futuro. Sí, sería excelente poner a varios reyes en contra los
unos de los otros. Lo veía dificilísimo, pero era una idea a tener en cuenta y
madurar.
El trayecto hasta la descomunal perla entre mundos, que era unas cien
veces más grande que la de la puerta, a Nahia se le hizo corto, tan absorta
como iba en sus ideas y planes. Cuando se acercaron y pudieron comprobar
lo descomunal que era, todos se quedaron pasmados. No importaba que ya la
hubieran visto antes.
Ahora sabían que la gigantesca perla se había construido de semejante
tamaño para poder abrir un portal de un tamaño inimaginable que pudiera
transportar a dragones y esclavos a distancias impensables. Nahia tenía
claro, y más después de hablar con Egil, que el rey Erre-Gor-Mau había
construido aquella perla para poder viajar a lo largo de grandes distancias
entre mundos. Sin ninguna duda para conquistar, destruir, esclavizar y lograr
la gloria, como marcaba la Senda de los Dragones. Ahora podía ir de Kraido
a Drameia con ella y utilizar la perla que Dergha-Sho-Blaska, el dragón
inmortal, había construido en Tremia para regresar.
Llegaron hasta la gran perla. Nahia pensó en Egil al contemplarla. Le
había confesado que se sentía en parte culpable de la invasión por haber
aparecido allí. Si él no hubiera llegado, Tremia no estaría siendo invadida
ahora. Nahia le había quitado aquella idea de la cabeza. El culpable era el
dragón inmortal, no él. Quien había abierto el portal entre los dos mundos
era Dergha-Sho-Blaska y toda la culpa era suya. Egil solo había tenido muy
mala suerte al caer dentro. Es más, Egil había matado al dragón milenario.
Eso era no solo impresionante, sino la simiente de esperanza que Nahia
quería plantar en Kraido.
«Aguardamos. Mantened la formación» llegó la orden de Irakas-Gorri-
Gaizt.
Todos los escuadrones se detuvieron junto a sus líderes. Estaban en
territorio de Erre-Gor-Mau y allí solo tenían permiso de paso. Varios
dragones volaban en círculos sobre ellos en un cielo despejado, vigilándoles
sin ningún disimulo y al primer movimiento extraño bajarían sobre ellos.
Tres dragones descendieron desde los cielos y se posaron frente a los
líderes. El resto seguían volando sobre ellos. Los líderes saludaron con
breves inclinaciones de cabeza. Nahia dedujo que estaban hablando ya que
hubo un silencio prolongado. Debían estar pidiendo permiso para usar el
portal.
Nahia se percató de que había mucho movimiento alrededor de la perla.
Y cuando decía mucho, era mucho de verdad, no como la vez anterior que
habían estado allí y en la que apenas habían visto unos pocos dragones. En el
lado sur contó más de un millar de grandes carros tirados por animales de
carga perfectamente alineados en filas de cincuenta. Una enorme y larga
rampa ascendía desde los carros hasta la perla. Nahia comprendió que iban
a enviar todos aquellos carros a Drameia a través del portal. Erre-Gor-Mau
enviaba provisiones para la campaña de conquista. Sus tropas necesitaban
comida, agua, armas, mantas y todo tipo de material de campaña. Al ser la
guerra en un mundo lejano no podía enviar las provisiones desde abajo,
desde los portales menores en tierra. Tenía que subir todo el material que
sus siervos, los Humanos, producían abajo hasta su reino en los cielos y de
aquí enviarlo a Drameia.
Se fijó en que los dos conductores de los carros eran Humanos y detrás
de cada carro iban otros dos, probablemente para ayudar en las tareas de
carga y descarga. Sus caras eran de total aflicción. Entre los carros también
veía soldados Drakónidos con la misión de mantener el orden. Al verlos
imaginó lo que estaría sucediendo en su aldea y en las otras aldeas y
ciudades humanas. Los dragones los tendrían a todos trabajando sin
descanso, como los esclavos que eran. Los soldados Drakónidos utilizarían
sus látigos para forzarlos a producir y proporcionar todo lo que sus señores
necesitaban para la guerra. Nahia pensó en su pobre abuela. Esperaba que, a
ella, siendo una curandera, no la explotaran como sabía iban a hacer con
todos los que trabajaban el campo, el ganado o producían bienes en las
ciudades. Los tiempos que venían iban a ser muy difíciles para sus
compatriotas. Esto mismo sucedía cada vez que los dragones entraban en
guerra en algún mundo. Ya lo había visto suceder hacía unos años. Sintió una
gran pena por todos los Humanos en tierra que ahora sufrirían el castigo del
látigo para producir lo que aquellos carros cargaban.
Miró de reojo a Dafne y Lily. Ellas también estaban observando todo lo
que sucedía. Nahia se dio cuenta de que lo mismo estaría pasando en la
tierra de los Fatum y de los Escarlatum. Ellos también estarían siendo
obligados a trabajar y sufrir para apoyar el esfuerzo de guerra de los
dragones. Del mismo modo que Erre-Gor-Mau reinaba sobre los Humanos,
el Itx-Urd-Arr, un dragón azul, lo hacía sobre los Fatum y Aiz-Zur-Tor, un
dragón blanco, sobre los Escarlatum. Ellos exigirían lo mismo que Erre-
Gor-Mau. Todas las razas esclavas estarían ahora mismo trabajando sin
descanso y bajo amenaza de muerte. De pronto, su vida en la academia no le
pareció tan mala. Tenía que ayudar a su pueblo, a todos los pueblos esclavos
y librarlos de aquellos tiranos.
De súbito el descomunal portal comenzó a formarse. Nahia miró hacia la
docena de atalayas que rodeaban la perla y sobre ellas vio a los dragones
plateados destellando. Estaban abriendo el portal. Mientras lo hacían, se
preguntó si los otros reyes dragones tendrían también una gran perla como
aquella para abrir portales a mundos lejanos. Algo le dijo que sí. De no
tenerla, estarían en gran desventaja respecto a los otros, que podían viajar a
otros lugares y conquistarlos, consiguiendo gloria y riqueza. Otro detalle le
llevó a pensar que allí no había más que dragones y Humanos. No se veía
ningún Fatum, Tauruk-Kapro, Felidae o Escarlatum, y los Drakónidos eran
soldados que todos los reyes usaban en sus dominios para mantener el orden.
Eso significaba que los reyes debían tener medios para enviar provisiones y
ejércitos a la guerra sin pasar por allí. Se dio cuenta de que tenía que saber
más sobre los dragones.
Les llevó un buen rato abrir el portal a la docena de dragones plateados.
Cuando se formó y destelló todos se quedaron impresionados. Era
descomunal, como una gigantesca esfera llena de plata líquida ondulante.
Los carros comenzaron a subir por la gran rampa de forma ordenada. En el
lado este había más de un millar de soldados humanos. Si los de los carros
tenían semblantes de desesperanza, los de los soldados eran una mezcla de
resignación y miedo. En algunos se notaba más lo primero y en otros lo
segundo. Formaban en diez filas de cien.
Erre-Gor-Mau enviaba a sus soldados humanos a la guerra. Aquellos
pobres desdichados iban a entrar en el portal y aparecer en un lejano mundo
donde iban a combatir, y posiblemente morir, para mayor gloria de sus
señores. Nahia recordó a Max y a Xabier de su aldea que el día de la
ceremonia habían sido elegidos para ser soldados. Se preguntó si estarían
allí o si ya estarían en Drameia. Quizá ya estuvieran muertos. Nahia inspiró.
La llama se le había encendido en el estómago y si no la controlaba podía
estallar.
De pronto, al norte de la perla, Nahia vio al gran Erre-Gor-Mau
descender desde los cielos con su escolta real, de una quincena de
poderosos dragones. Todos eran grandes, y temibles. El rey y líder del clan
Gondra era, además, inconfundible. Su poder se podía sentir incluso con el
portal abierto. Pero había algo más en él que lo hacía reconocible, al menos
para Nahia. Su mirada. Era brutal, despiadada, mortal. Parecía condenar a
muerte a quien dirigiese esos ojos.
«En marcha, tenemos permiso para tomar el portal» llegó el mensaje de
Irakas-Gorri-Gaizt.
Se pusieron en marcha hacia el sur de la perla, cosa que Nahia
agradeció. No quería estar cerca de aquel ser monstruoso. Tomarían la gran
rampa como los carros. Según pasaban, Nahia lanzó una mirada fugaz al
norte, al rey y su escolta, y vio algo que la extrañó. El rey parecía estar
dialogando con otro gran dragón rojo. Este tenía vetas negras en sus
costados. Era enorme, de unas cincuenta varas de longitud. Parecía alguien
importante porque detrás aguardaban una docena de dragones de tamaño
mediano, de unas treinta y cinco varas, más jóvenes. Nahia intuyó que debía
de ser un general o similar del ejército del rey y estaría recibiendo órdenes
antes de entrar en el portal.
Sin embargo, eso no fue lo que había captado la atención de Nahia. Con
ellos, entre todos aquellos dragones poderosos, había un Humano. Esto era
extraño. ¿Qué hacía un Humano entre dragones? Estaba de pie junto a un
dragón rojo que parecía custodiarlo. Eso era muy raro. Intentó verle la cara,
pero no pudo. Miraba al suelo, como todo Humano debía hacer ante un
dragón, y más ante un rey. Llevaba una capa con capucha que impedía verle
el cabello o la cara. A aquella distancia y comparado con aquellos inmensos
dragones le pareció que era un Humano pequeño, pero puede que solo fuera
un efecto óptico. En cualquier caso, ¿qué hacía con el rey y su ejército? Los
dragones rara vez permitían la presencia de un Humano.
Mientras subían por la rampa iba mirando para ver si captaba algo más.
Llegaron arriba y lo único que Nahia pudo captar de aquel Humano fueron
las botas que llevaba, ya que el resto de su vestimenta quedaba cubierta por
la capa con capucha. Las botas eran raras, diferentes a las que los Humanos
de Kraido usaban. Le pareció un detalle curioso.
Iba tan absorta en aquel asunto que ni se dio cuenta de que ya habían
llegado al portal.
«Preparaos para cruzar. En formación. ¡Entrad!» ordenó Irakas-Gorri-
Gaizt.
Nahia miró a sus compañeros y su presencia le dio tranquilidad. Un
momento después entraban en el portal.
Capítulo 42

Nahia despertó con algo de dolor de cabeza, pero no era demasiado


intenso. Abrió bien los ojos y miró alrededor. Estaba tumbada en una cama
de campaña en el interior de una tienda militar. Ya había experimentado
aquello hacía un año.
—Hemos cruzado el portal… —balbuceó dándose cuenta de lo que
había sucedido mientras intentaba recomponerse.
—Y estamos en Drameia —informó Taika, que ya estaba de pie y miraba
fuera de la tienda.
Aiden estaba con él.
—Hemos llegado a la guerra.
—Eso no ha sonado nada bien —se quejó Lily, que abría los ojos y se
incorporaba en su cama.
—Estas pulseras no funcionan del todo —se quejó Dafne y se llevó la
mano a la frente mientras se miraba el objeto en la muñeca.
—Estamos todos bien, que es lo importante —afirmó Ivo y al ponerse de
pie dio con su cornamenta en la lona de la tienda.
—Mejor si sales fuera antes de que te cargues la tienda —recomendó
Lily con una sonrisa.
Ivo se agachó.
—Sí, estas tiendas no están hechas para los Tauruk.
Nahia se puso en pie y vio que habían dejado todo su equipamiento a su
lado. Esperaba que del exterior le llegaran infinidad de ruidos, como si
estuvieran en medio de una enorme ciudad llena de gente, como la otra vez,
pero apenas le llegó sonido alguno.
—¿Mucho movimiento fuera? —preguntó Lily extrañada y sacudió su
cabeza intentando despejarla.
Taika, que ya había salido, metió la cabeza de vuelta en la tienda.
—Es una situación un tanto extraña… Mejor salid.
Nahia, Lily y Dafne se incorporaron y salieron de la tienda con Taika,
Aiden e Ivo, que ya estaban fuera. Miraron a su alrededor. Esperaban ver
miles de soldados e infinidad de tiendas militares. No fue el caso. Había
medio millar de soldados y un par de centenares de tiendas, pero nada más.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Nahia extrañada.
—No estoy muy seguro… —Ivo miraba alrededor—. Parece que el gran
ejército ha partido.
—Y solo quedan los restos —añadió Dafne.
—Pero estamos en el campamento de la invasión, ¿no? —preguntó Lily.
—Estamos en el Continente Renacido, en el mismo lugar que el año
pasado —dijo Taika señalando el gran glaciar con forma de fortaleza medio
derruida que estaba al norte. La estructura de hielo y roca parecía inmutable
al paso del tiempo.
—La gran perla está allí adentro. ¿Cómo nos han traído hasta aquí? —
preguntó Lily.
—Los soldados que quedan nos habrán recogido al llegar. Todos llegan y
quedan inconscientes —razonó Dafne.
—Todos menos los dragones —indicó Nahia, que miraba a cinco
dragones medianos que volaban sobre el glaciar en círculos.
—Este es el campamento militar de los reyes dragones en Drameia —
afirmó Aiden mirando a su alrededor.
—Pues no es muy espectacular que digamos —comentó Dafne.
—Eso se debe a que los ejércitos han partido ya a la conquista. ¡La
victoria es nuestra! ¡La gloria nos espera! —exclamó Aiden poseído por un
arrebato de los suyos.
—Ya empieza el cabeza de granito —Dafne puso cara de desesperación.
—Estamos aquí para una misión, no para ganar la guerra —recordó Lily.
—Aun así, desear la victoria para nuestros señores dragones es lo que
todos debemos sentir.
—Los que son como tú, sí. El resto tenemos otros sentimientos —dijo
Dafne.
Aiden puso cara de incredulidad.
—¿Cómo que otros?
—Déjalo estar, cabeza de roca —interrumpió Lily—. No lo vas a
entender.
Una docena de soldados humanos empuñando lanza y escudo pasaron
junto a ellos y Aiden los miró dejando un momento la discusión.
Lily también los observó con interés.
—¿Os habéis dado cuenta de que los soldados visten armadura de
escamas metálica y llevan esos cascos de metal con un dragón rugiendo,
unos con las alas abiertas y otros con las alas cerradas?
—Sí, no sé qué diferencia habrá —comentó Dafne mientras miraba a otro
grupo de soldados que marchaban en dirección contraria.
—Los soldados con el casco con el dragón rugiendo con alas abiertas
son soldados de vanguardia, los que avanzan y abren camino. Los de las alas
recogidas son de retaguardia, los que realizan labores de protección e
intendencia —explicó Aiden.
—Por alguna razón, me imaginaba que tú lo sabrías—dijo Lily
sonriendo.
—La gran mayoría de los Drakónidos son enviados al ejército para
servir a nuestros señores en sus dominios en Kraido o en los ejércitos de
conquista. Es natural que los míos sepan cómo funciona el ejército.
—Entonces aclárame una cosa —dijo Nahia—. Todos llevan la misma
armadura, pero los ropajes sobre la que va son de diferente color. ¿Por qué?
Aiden miró a otro grupo de soldados que estaba algo más lejos. Llevaban
ropajes y capas blancas y eran de raza Escarlatum. Los señaló.
—Aquellos son soldados del rey Aiz-Zur-Tor, señor de las tierras de los
Escarlatum y los Tergnomus. Por si no lo sabéis, aunque deberíais, es un
dragón blanco. Los soldados de cada rey visten el color de su monarca.
—Oh… interesante. Entonces hay cinco colores porque son cinco reyes,
y todos de un color diferente —dedujo Nahia.
—Así es.
—¿Qué color elemental falta? Porque son seis elementos los que los
dragones manejan —preguntó Ivo.
—Cristalino —dijo Aiden.
—¿Y qué pasa si dos reyes son del mismo color? —preguntó Dafne
enarcando una ceja.
—No suele suceder mucho —afirmó Aiden.
—¿Y cuándo sucede…? —quiso saber Lily.
—Creo que comparten color y se diferencian por el color de las vetas
que se marca en sus ropajes.
—¿Y si también coinciden las…? —intentó preguntar Lily.
—No suele pasar —cortó de inmediato Aiden—. Y no entiendo por qué
no os enseñan nada sobre los dragones cuando crecéis.
De otras dos tiendas cercanas salieron la Escuadra Ardiente y la
Candente. Se saludaron. Ellos también estaban algo confusos con la situación
en el campamento de invasión.
«Escuadrón Rojo, dirigíos a la perla del Continente Renacido, al sur.
¡Ahora!» llegó el mensaje mental de Irakas-Gorri-Gaizt.
Casi de forma inconsciente todos miraron al cielo y vieron a los seis
líderes sobrevolando la zona del campamento donde estaban.
—Será mejor ponernos en marcha —dijo Taika.
—Yo marco el ritmo —se ofreció Aiden y echó a correr.
—Este no es más cabeza de mármol porque no se entrena… —afirmó
Dafne.
—… en el gimnasio dándose con la cabeza contra la pared —añadió
Lily.
Taika e Ivo sonrieron y Nahia tuvo que aguantarse una risotada. Un
momento después, todos corrían. Les llevó un rato cruzar todo el
campamento. Nahia no sabía cuántos soldados había allí, no demasiados,
pero personal de apoyo había bastante. También había más de un millar de
carros a un lado del campamento que estaban siendo organizados. Eran los
que habían cruzado con ellos. Nahia entendió entonces que hubiera tanto
personal de soporte. Las bestias podían cruzar el portal, pero los
conductores de los carros caerían inconscientes y los desdichados que veían
debían ser los que los reemplazaban. Si los soldados estaban ya en plena
invasión y allí había tanto personal de apoyo, en casa solo debían quedar los
trabajadores esenciales.
Dejaron atrás el campamento de guerra y a la salida se encontraron con
el resto de los escuadrones. Nahia buscó a Ana y a Logan con la mirada.
Ellos la buscaban a ella también. Los saludó cuando sus miradas se
encontraron e intercambiaron sonrisas de ánimo.
Llegaron a la perla. Nahia recordó el mapa en dos partes que Egil le
había hecho sobre las regiones de Tremia y la localización de las perlas.
Llevaba escondida la mitad norte del mapa en la bota derecha y Dafne
llevaba la mitad sur en su bota izquierda.
«Formad y prestad atención» llegó la orden de Irakas-Gorri-Gaizt.
El Escuadrón Rojo formó ante su líder, que estaba a un lado de la perla.
Los otros líderes estaban situados rodeando el objeto mágico y sus
escuadrones se apresuraron a formar ante ellos.
«La misión de final de curso ha comenzado. Os explicaré la situación,
atended y prestad toda vuestra atención porque no lo repetiré. La
información que os voy a trasladar es secreto de guerra. No podéis
revelársela a nadie bajo castigo de traición y condena a muerte inmediata».
Irakas-Gorri-Gaizt hizo una pausa para que todos asimilaran la
importancia y gravedad de lo que les estaba comunicando.
Nahia miró al dragón rojo, hablaba muy en serio.
«Los cinco reyes dragones han comenzado la gran invasión del
continente. Es un continente grande y para poder controlarlo lo más rápido
posible, se lo han repartido. Cada rey y sus ejércitos conquistarán una región
de Tremia incluyendo los reinos y tribus que la componen. Erre-Gor-Mau,
rey rojo, conquistará el norte de Tremia que incluye el Continente Renacido,
el reino de Norghana y el Continente Helado. Itx-Urd-Arr, rey azul,
conquistará el oeste de Tremia que incluye el reino de Rogdon y las tribus
Masig de las estepas, así como las Usik de los grandes bosques. Aiz-Zur-
Tor, el rey blanco, tomará el medio centro del continente, que incluye los
reinos de Zangria, el reino de Erenal y el mar central. Osc-Belz-Hil, el rey
negro, tomará control del este con los reinos de Irinel, Moontian y la
Confederación de Ciudades Libres. Ram-Mar-Oia, el rey marrón, se
encargará de todo el sur de Drameia, bajo control del Imperio Noceano. Son
extensiones inmensas a cubrir y reinos poderosos con soldados, guerreros,
magos y hechiceros poderosos. No será una victoria rápida y fácil, pero será
una victoria, la nuestra. Este mundo caerá bajo el domino de los dragones».
Nahia y Dafne, que ya conocían las regiones de Tremia, iban dibujando
en sus mentes a cada rey dragón y sus ejércitos. La estrategia de dividir
Tremia en cinco grandes áreas con sus reinos le pareció poco acertada,
aunque ella no sabía nada de estrategia militar. Pensó que sería más eficaz
que los cinco atacaran una región y la conquistaran con su poderío conjunto.
Bien pensado, eso requería que los cinco reyes dragones trabajaran en
equipo y se coordinaran, y aquello no parecía muy plausible, demasiados
egos y rivalidades. Cada rey querría imponer su criterio y llevarse la gloria
de la conquista. Quizá por ello habían dividido el continente. Bien pensado,
seguro que siempre lo hacían así cunado invadían otro mundo. Sus egos y
codicia no permitían otro enfoque.
«Cada uno de los escuadrones asistirá a uno de los reyes en su conquista.
Como somos el Escuadrón Rojo apoyaremos al rey rojo. Además, el año
anterior este escuadrón aseguró la perla del Continente Helado y ya estamos
familiarizados con ese territorio, apoyaremos su esfuerzo de conquista de
Norghana y el Continente Helado» anunció Irakas-Gorri-Gaizt.
Nahia sintió un gran alivio. Miró de reojo a Dafne y en su expresión vio
también lo mismo, allí era donde querían ir. Dio gracias por la forma de
pensar de los dragones. Cada escuadrón apoyando al rey de su color era
simplista y eficaz, como la forma de pensar de aquellas criaturas. Por una
vez la suerte les sonría. ¿O era el destino? Podía ser uno o lo otro o tal vez
ambas cosas. En cualquier caso, era bueno para ellos. Además, que Logan
estuviese con el rey blanco y Ana con el azul los situaba cerca.
Un momento después el líder del Escuadrón Blanco se acercó a la perla.
Cerró los ojos y usó su magia. Destelló y comenzó a enviar energía al gran
objeto, que respondió destellando en plata. Una, dos, tres veces, y el portal
comenzó a formarse sobre ella. La gran esfera de plata se fue creando.
Primero una capa, luego una segunda y a la tercera ya había tomado forma.
Cuando el portal estuvo formado el dragón blanco interactuó con él y
seleccionó la runa de destino. El Escuadrón Blanco trepó hasta el portal y
luego siguiendo a su líder entraron. Nahia vio desparecer a Logan y le deseó
toda la suerte del mundo.
Los líderes fueron interactuando con el portal para seleccionar la runa de
destino y sus escuadras partieron. Al Escuadrón Rojo le tocó salir el último.
Subieron a la perla listos para partir a una orden de Irakas-Gorri-Gaizt, que
situaba la runa de destino en el portal. Nahia estaba nerviosa. No sabían en
qué consistía la misión que tenían que realizar, pero estaba segura de que
sería peligrosa.
«Escuadrón Rojo, entrad al portal» ordenó.
Capítulo 43

Cayeron al suelo y se quedaron agazapados y alerta en su destino. Nahia


miró alrededor. Pensaba que aparecerían en el portal del Continente Helado,
como la otra vez. No fue el caso. Estaban sobre una colina pronunciada.
Hacía fresco, pero no el frío helado que habían sufrido en la gélida tundra
del norte. Una gran cordillera montañosa los rodeaba por completo. Parecía
que estaban en un gran valle al que rodeaban picos nevados. Frente a ella
vio llanos de hierba verde, ríos y bosques tupidos que llegaban hasta las
faldas de las montañas que los cercaban.
Escuchó un rugido tremendo y el corazón le dio un vuelco. Se volvió
hacia el sonido con la mano en la empuñadura de la espada y vio que a un
lado de la perla había un dragón rojo joven, imponente. Escuchó otro
segundo rugido amenazante y levantó la mirada. En el cielo un dragón azul,
también joven, volaba en círculos sobre ellos. Debían estar vigilando la
perla.
Irakas-Gorri-Gaizt se pronunció.
«Estamos en lo que los locales conocen como el reino de Norghana. En
este reino hay una perla, esta que tenéis a vuestra espalda. Se encuentra al
sur, donde estamos. Está resguardada en medio de este valle. El rey rojo la
quiere vigilada y controlada, de ahí el recibimiento que hemos tenido».
Las tres escuadras se pusieron de pie y miraron alrededor para
familiarizarse con el entorno. Sabían que estaban en territorio enemigo, pero
aquella perla y los alrededores parecían bien asegurados.
«Bajad de la colina y encontrareis una gran caverna. Es un lugar sagrado
para los dragones, uno muy antiguo. Id a inspeccionarlo».
Hicieron como les ordenaba y encontraron la entrada a la cueva. Se
acercaron con precaución. Nahia sintió que se le erizaba el vello de la nuca,
aquel lugar emitía poder. Entraron en la gran caverna y vieron que había
runas talladas en las paredes. Eran runas de dragones y de ahí procedía la
magia que Nahia sentía.
«Esta caverna fue la última morada de Erregi-Zil-Handi, una gran reina
dragona que murió hace unos cinco mil años. Después de reinar sobre este
continente, este fue el lugar que eligió para acabar sus días. Aquí están
enterrados sus restos».
Nahia miró al suelo que pisaban, que era de roca. Se preguntó cómo
habían enterrado sus restos allí. Luego vio que la gran caverna desembocaba
en otras cinco. Quizá estuvieran en una de ellas.
«Os muestro esta caverna sagrada para que entendáis que este mundo nos
perteneció a los dragones y es hora de volver a él. Abandonaremos este
lugar y nos dirigiremos al sur, a Norghania, la capital del reino, donde están
reunidos los ejércitos del rey. Marchareis a paso ligero. Puede haber
enemigos en el trayecto y podéis caer en una emboscada, por lo que
mantened los ojos y oídos bien abiertos. Yo sobrevolaré la zona por la que
avanzaremos para asegurarla. Recordad que estamos en territorio hostil.
Esto no es un ejercicio, es una misión de guerra real. Podéis morir todos si
no estáis concentrados y atentos. El enemigo está ahí fuera y defienden sus
tierras. Lucharán con todo lo que tienen. Recordadlo si queréis sobrevivir a
esta misión. ¡En marcha!».
El mensaje de Irakas-Gorri-Gaizt dejó a todos helados. Nahia sabía por
qué lo decía. Egil le había contado cómo se entrenaban los Guardabosques y
algunas de sus proezas, así como la dureza de la infantería Norghana, que era
temida en todo el continente. Esos eran ahora sus enemigos. No es que Nahia
y sus compañeros lo hubieran elegido, lo habían hecho sus señores dragones
invadiendo aquellas tierras. Eso significaba que tanto los Guardabosques
como los soldados y magos norghanos podían matarlos si se cruzaban con
ellos o caían en una emboscada. Nahia deseó con todas sus fuerzas que
aquello no sucediera.
Abandonaron la caverna y se dirigieron hacia uno de los picos de la
cadena montañosa que rodeaba el valle. Irakas-Gorri-Gaizt volaba frente a
ellos y buscaba posibles peligros. Todos avanzaban a la carrera,
preocupados, mirando los bosques y colinas a su alrededor.
«Hay unas escaleras que llevan a una cueva en las alturas por las que se
puede cruzar al otro lado y salir de este valle. Seguidme» envió Irakas-
Gorri-Gaizt. El dragón voló hasta mostrarles el punto por el que debían
ascender. Luego los esperó en el otro lado, fuera del valle.
El escuadrón subió por las escaleras, que eran muy pronunciadas, con
mucho cuidado de no caer. Estaban fuertes, pero ágiles y equilibrados no
tanto. Subir montañas altas no era algo que entrenaran y sufrieron al hacerlo.
Cuando llegaron arriba entraron en una caverna completamente helada.
Según la cruzaban para salir al otro lado de la montaña Nahia sintió que la
escama en su cuello ardía. Se detuvo y miró alrededor. Tuvo la sensación de
que aquella no era una cueva normal. Era extraño que estuviera congelada en
el interior con paredes recubiertas de hielo y escarcha como si fuera un
glaciar. Se acercó a un punto donde parecía haberse derretido una gran
columna de hielo con los restos congelados alrededor. La escama volvió a
arder. Nahia se dio cuenta de que aquel lugar era importante, allí había
pasado algo relacionado con su destino.
—¿Te pasa algo? —preguntó Dafne al verla parada mirando el hielo.
—No… bueno… aquí hay magia… —dijo y se llevó la mano a la nuca.
—¿Te refieres a esta cueva?
—Sí… no sé… la siento.
—Será un lugar sagrado, como la caverna bajo la perla —dijo Lily que
escuchaba.
—Sí, eso será —dijo Dafne.
—Puede ser, sí… —respondió Nahia, aunque tenía la impresión de que
era algo más, algo relacionado con ella y su destino.
—Tenemos que seguir, no os paréis —dijo Aiden desde la salida de la
caverna.
Nahia tuvo que seguir, aunque se quedó con ganas de investigar qué era
aquella cueva y por qué estaba relacionada con ella.
Descendieron de la montaña y salieron del valle. Siguieron la estela de
Irakas-Gorri-Gaizt, que volaba abriendo camino. Al principio no vieron
nada que indicase que allí se estaba produciendo una guerra. El camino que
seguían pasaba entre frondosos bosques y rodeaba verdes colinas. Era un
paraje bonito y todo parecía estar en calma. No se veía a un alma.
Nahia notó que estaba todo demasiado en calma. No se oía a los pájaros
ni cuando pasaban junto a grandes bosques, ni se apreciaban animales de
ningún tipo. Parecía que todos se habían escondido en lo más profundo de
los bosques. Levantó la mirada y al ver al gran dragón rojo sobrevolarles
entendió la razón. Todos se escondían de los dragones, no solo los Humanos,
también los animales. Había llegado el depredador por excelencia, el más
feroz y despiadado, y todos huían de él.
«Atención. La aldea de Soutwel al frente. Parece vacía. No os fieis»
envió Irakas-Gorri-Gaizt.
Llegaron a la entrada de la aldea y estaba completamente arrasada y
abandonada. La mayoría de los edificios habían ardido hasta los cimientos y
se habían derrumbado. Unos pocos se mantenían en pie, pero sus tejados
habían sido destruidos. Se apreciaba que había sido con ataques elementales
de aire y tierra. Los ataques de fuego habían consumido el resto. Los
dragones habían pasado por allí, y lo habían arrasado sin piedad. Aquello
eran las ruinas de lo que una vez había sido una aldea. Nahia observaba la
devastación y su rabia interna iba creciendo. ¿Para qué? ¿Buscando lograr
qué? La respuesta le saltó a la mente: para atemorizar a sus enemigos.
Según caminaban se dieron cuenta de que allí no había un alma a la vista,
ni humana ni animal, ni siquiera un perro o un gato abandonados. Nahia
empezaba a entender el terrorífico efecto que los dragones estaban teniendo.
«Desplegaos para cubrir los flancos» llegó la orden.
La orden a Nahia le pareció excesiva, allí no había ningún peligro, todo
estaba muerto y destruido. Las tres escuadras obedecieron y se desplegaron
como su líder había indicado por si atacaban por los costados saliendo de
las casas o algún escondrijo. No fue el caso.
—Este lugar ha sido arrasado —murmuró Lily mirando a derecha e
izquierda.
—No queda nada en pie y no se ve ni un alma —añadió Dafne, que
miraba a sus espaldas.
—Esta aldea está muy cerca de la perla por la que hemos llegado a
Norghana. Los dragones y las tropas habrán pasado por aquí en su trayecto
hacia la capital —razonó Taika.
—El enemigo ha huido —afirmó Aiden, orgulloso.
—Más bien han muerto —dijo Ivo y señaló una campa a un lado que
estaba llena de tumbas.
Se acercaron a verlas sin romper formación.
—Aquí hay más de un centenar de tumbas, y nuevas —dijo Dafne.
—No tienen más de tres meses de antigüedad —dijo Taika estudiándolas.
—La guerra… solo trae muerte, sufrimiento y dolor —afirmó Ivo.
—Y gloria para el vencedor —añadió Aiden.
—Esos pobres desgraciados no merecían morir. Vivían tranquilos en esta
aldea hasta que los dragones decidieron conquistar este mundo —reprochó
Nahia.
—Así es la vida. Los fuertes prevalecen y los débiles caen. Así lo
estipula la Senda —se pronunció Aiden.
—Esperemos que no seas tú quien cae sirviendo a tus señores —deseó
Dafne.
—No caeré —aseguró él.
—Puedes hacerlo en cualquier momento —aseguró Dafne.
—Mis señores me protegen —Aiden miró a los cielos y localizó a
Irakas-Gorri-Gaizt, que volaba a más de mil pasos de altura.
—No puede defenderte desde allí arriba y Dafne tiene razón. En este
reino tienen tiradores que te pueden meter una flecha en un ojo desde
cuatrocientos pasos. Mejor si andas con cuidado —advirtió Nahia.
Aiden se puso tieso. Miró al bosque, luego a las casas y se colocó bien
la capucha y la capa.
—Mi escudo me protegerá —dijo y lo levantó.
Los demás se miraron. No estaban tan convencidos. Siguieron camino
hacia la capital. Avanzaban con cuidado y prestando mucha atención a
cualquier sombra o movimiento en los bosques o entre la maleza que cubría
las pequeñas colinas verdes. El camino era amplio y avanzaban las tres
escuadras en formación formando una línea.
Nahia miró al cielo y vio a Irakas-Gorri-Gaizt vigilando desde las
alturas. Observó los bosques que iban pasando y se dio cuenta de que por
muy buena vista que tuviera su líder, desde allí arriba le iba a resultar
imposible distinguir al enemigo si estaba bien escondido bajo los frondosos
árboles. Había demasiada vegetación y era el final de la primavera.
Continuaron hacia la capital y empezaron a ver las primeras fuerzas de
los ejércitos del rey rojo. Lo primero que distinguieron fue a media docena
de dragones que volaban en círculos en la distancia. Irakas-Gorri-Gaizt se
dirigió hacia ellos. Luego se encontraron con puestos de control del ejército.
—¡Alto, identificación! —detuvo un grupo de cincuenta soldados, casi
todos Humanos, con algún que otro Drakónido, que habían establecido un
puesto de control en el camino. Iban armados con lanza y escudo de acero.
En el escudo y en el ropaje llevaban la runa que identificaba a Erre-Gor-
Mau sobre sus petos rojos.
—Escuadrón Rojo de segundo año de la academia de guerra Drakoros —
presentó Aiden con orgullo.
El capitán al mando se acercó con una docena de soldados tras él y los
observó de arriba abajo a todos.
—Bienvenidos al frente —dijo—. Podéis pasar. El campamento de
guerra del rey está algo más adelante, al sur de la capital enemiga. Está
siendo sitiada.
—¿Se ha sitiado la capital? —preguntó Nahia muy sorprendida.
—Así es. Pronto caerá —aseguró el capitán.
—¿Cuánto tiempo lleva sitiada? —quiso saber Taika.
—Algo más de un mes. El enemigo ha sufrido muchas bajas. Pronto se
rendirán.
—Gracias por la información, capitán —dijo Taika.
Continuaron hacia el campamento de guerra y tuvieron que pasar por tres
controles más. Finalmente, ya anocheciendo, llegaron a la cima de una
pequeña colina. Las tres escuadras se detuvieron a contemplar una visión
que no olvidarían nunca. Frente a ellos, algo más abajo, estaba el
campamento de guerra del rey Erre-Gor-Mau. Miles de tiendas llenaban una
amplia explanada. Entre ellas infinidad de soldados y personal se movían de
un lado a otro.
Frente al campamento formaban más de veinte mil soldados en
escuadrones con rectángulos de cien soldados por diez. Parecían estar
aguardando órdenes para entrar en combate. Sobre el campamento vieron a
los seis dragones que habían vislumbrado en la distancia. Parecían estar
volando en círculos, vigilando.
Si esa imagen les pareció impresionante, la que vieron más allá los dejó
a todos atónitos. Frente a ellos, en la distancia, pasado el campamento de
guerra, se alzaba la gran ciudad de Norghania, capital del reino.
Contemplaron la estoica y enorme ciudad amurallada. Nahia sabía por lo que
Egil le había contado que la capital había sido edificada con el propósito de
resguardar a los habitantes de la región de la extrema climatología, sobre
todo la invernal. Los edificios y murallas eran de piedra y roca maciza
procedentes de las afamadas canteras y minas de las montañas Norghanas.
Podían ver miles de casas y edificios rodeados por cuatro murallas
imponentes de más de veinte varas de altura y cuatro de anchura cada una. Se
alzaban formando una gran estructura protectora. La ciudad había sido
diseñada para ser una gran ciudad fortaleza, protegiendo a sus residentes del
enemigo y del frío.
La ciudad se encontraba sitiada. Unos quince mil soldados la rodeaban
formando un rectángulo a unos ochocientos pasos de distancia siguiendo las
cuatro murallas. Estaban quietos, aguardando órdenes con largas escaleras
de madera y cuerdas con garfios. A Nahia le pareció que subir por aquellas
murallas de roca no iba a resultarles nada fácil.
Una veintena de dragones sobrevolaba el lugar en diferentes trayectorias
y según pasaban soltaban su aliento elemental de muerte sobre la ciudad.
Diez eran dragones de fuego y Nahia también contó cinco de tierra y cuatro
de aire. El último era un dragón negro. Eran grandes y estaban castigando la
ciudad y a sus defensores llevando la muerte desde los cielos con sus
alientos letales. De tanto en tanto descendían y atacaban con sus garras torres
y edificios altos, haciendo saltar fragmentos de roca de las almenas con
potencia. Era un espectáculo tremendo.
Nahia no podía creer que la ciudad se mantuviera en pie bajo el ataque
continuo de dragones que descargaban, fuego, tierra, aire y oscuridad sobre
ella. Parecían dioses alados del mal que descendían desde los cielos para
castigar a los pobres ciudadanos de la capital. Sin embargo, ni los atacantes
eran dioses ni los ciudadanos habían cometido mal alguno contra ellos.
Los ataques de fuego provocaban estallidos con grandes llamas, los de
tierra explosiones de piedra y roca, los de aire descargaban rayos tremendos
y fuertes vientos y los ataques con garras y fauces destrozaban las almenas
de murallas y torres. Partes de la ciudad estaban castigadas mientras otras
todavía aguantaban. Las murallas, pese al tremendo castigo que los dragones
infligían, se mantenían en pie, aguantando estoicas. Al ver aquello Nahia
comprendió que, al haberse construido con piedra y roca, formaban una
defensa sólida contra los ataques elementales y físicos de los dragones. Por
mucho que el fuego y las garras golpearan la roca poco daño podían hacer.
Solo los ataques de aire con relámpagos la partían y parecían causar daño a
la ciudad, pero les iba a llevar una eternidad viendo lo grandes que eran las
murallas y la urbe.
Una cosa que llamó mucho la atención a Nahia fue que no se veían
soldados norghanos en las murallas ni en las calles. Le pareció muy extraño.
Si los dragones castigaban la ciudad, los soldados norghanos debían estar
defendiéndola.
—Vaya, esto sí que es un espectáculo de destrucción… —comentó Dafne
sacudiendo la cabeza.
—Uno nada agradable —secundó Nahia.
—Uno glorioso —corrigió Aiden—. Nuestros todopoderosos señores
están conquistando este reino para su mayor gloria.
—Están arrasando este reino y matando sin piedad, que es muy diferente
—corrigió Nahia.
Aiden no quiso discutir e hizo un gesto de que él estaba en lo cierto, no
ellos.
—¿Por qué no atacan los soldados y toman las murallas? Los dragones
han acabado con toda resistencia, ¿no? —preguntó Lily.
—Están aguardando órdenes, imagino —dijo Ivo.
—Los dragones primero castigarán a los defensores desde el aire y luego
atacarán los soldados —explicó Taika.
—¿No os parece raro que hayan formado un rectángulo a esa distancia de
las murallas? —preguntó Lily.
—Creo que es por los arqueros —dijo Nahia—. Si se acercan tirarán
contra ellos desde lo alto.
—Oh…
—Ahora mismo no lo creo —dijo Aiden—. Los señores dragones los
protegen. Si atacasen ahora los tiradores no podrían salir a disparar.
—Si intentan asaltar las murallas ahora los propios ataques de los
dragones los matarían, no hace falta que salgan arqueros a defender las
murallas —dijo Taika.
Aiden observó las pasadas de los dragones sobre la capital y sus alientos
elementales y tuvo que rectificar.
—Sí, supongo que habría bajas si atacasen ahora.
—¿Y dónde están los soldados norghanos? —preguntó Nahia.
—Creo que escondidos en sus edificios de piedra. Ahí están a salvo de
los dragones —dijo Taika—. Si salen, estos los arrasarán con sus alientos
de muerte.
—Sí, eso parece —estuvo de acuerdo Ivo.
Observaron el ataque de los dragones sobre la ciudad un rato más hasta
que les llegó la orden de su líder.
«Bajad al campamento de guerra. Vuestras tiendas están junto a la de los
oficiales. Descansad allí esta noche y aguardad órdenes por la mañana.
Estad preparados para la acción».
Las tres escuadras miraron al cielo e identificaron a Irakas-Gorri-Gaizt,
que volaba junto a los otros dragones de guardia. Obedecieron y
descendieron hasta el campamento de guerra. Parecía que entrarían en acción
al día siguiente. Nahia se preguntó si sería la misión que tenían que
acometer.
Entraron en el campamento. Aquel era el campamento de guerra que
esperaban encontrarse. Era tan grande y había tantos soldados y personal
auxiliar que les costó un buen rato encontrar las tiendas que tenían asignadas.
Navegaron a través del laberinto de soldados y tiendas y descubrieron algo
que los dejó de piedra. En una zona de tiendas marcadas con unas runas
rojas vieron a cientos, si no más de un millar de soldados del rey dragón
rojo. Estaban heridos y los estaban atendiendo. Este primer descubrimiento
los dejó tocados, pero el segundo fue todavía peor. Algo más al fondo había
unos carros donde estaban cargando muertos a centenares. Pero no eran del
ejército norghano, eran del ejército del rey dragón rojo, los que habían caído
ya intentando tomar la ciudad amurallada.
Nadie dijo nada, pero todos tuvieron muy mala sensación. Siguieron
recorriendo el campamento y llegaron a un perímetro acordonado por
soldados de guardia. Preguntaron y les informaron de que las tiendas de
oficiales estaban en el interior del perímetro protegido. Les dejaron entrar y
buscaron las suyas. Una vez que las encontraron saludaron a sus compañeros
de las escuadras Ardiente y Candente y se fueron a descansar. Por fortuna
cada escuadra tenía una tienda, por lo que estaban a gusto y con espacio.
Un rato más tarde Nahia salió de la tienda. Estaba demasiado nerviosa y
ansiosa con todo lo que estaba sucediendo como para descansar. Observó
Norghania en la distancia. Podía verla bastante bien desde donde estaban. La
noche ya caía sobre ella. No entendía cómo aguantaba el asedio de los
ejércitos del rey rojo y sus dragones. Había partes de la ciudad que ardían y
otras cuyos fuegos estaban extinguidos. Los dragones del rey se habían
retirado ya por aquel día y descansaban. Toda la ciudad estaba rodeada por
los soldados que la asediaban. Imaginó que con el amanecer volverían a
intentar tomar las altas y formidables murallas.
Dafne y Lily salieron también de la tienda y observaron la ciudad con
Nahia.
—Es impresionante que aguanten —dijo Dafne.
—Y no solo que aguanten. Por el número de heridos y muertos que hemos
visto al llegar, yo diría que son unos luchadores impresionantes —dedujo
Lily.
—Eso nos dijo Egil. Parece que se cumple —comentó Nahia.
—Mejor infantería pesada continente —dijo Dafne parafraseando a Egil.
—Más los Guardabosques —añadió Nahia—. Que son arqueros
impresionantes, por lo que nos aseguró.
—Cierto —asintió Dafne.
—¿Creéis que los amigos de Egil, los que tenemos que buscar, están en
la ciudad? —preguntó Lily.
—Espero que no, por su bien… —deseó Dafne.
—Son todos Guardabosques, podrían estar sirviendo tanto dentro como
fuera de la ciudad —razonó Nahia.
—No sé cómo aguantan el acoso por aire de los dragones —dijo Dafne e
hizo un gesto de incredulidad con los ojos.
—La roca les protege —razonó Nahia.
—¿La de las murallas? —preguntó Lily.
—La de las murallas y edificios. Si os fijáis esta ciudad es
tremendamente sólida, y está construida de grandes bloques de roca para
aguantar los fuertes inviernos de la zona.
—Los inviernos tienen tormentas invernales —dijo Lily.
—Que traen rayos y vientos terribles —añadió Dafne.
—Y esta ciudad ha sido construida para aguantarlos —razonó Nahia—.
El fuego, la tierra y el agua poco pueden contra la roca. Solo el aire y sus
tormentas, pero justo esta ciudad fue construida para soportarlas —elaboró
Nahia.
—Y al rey rojo le gusta más el fuego que otros elementos. La mayoría de
sus dragones son de fuego —razonó Dafne.
—Y los magos de los norghanos por lo que nos contó Egil son magos del
elemento agua, su contrario.
—Magos de Hielo, los llamó —dijo Dafne recordando.
—Que pueden contrarrestar el fuego de los dragones del rey —completó
Nahia.
—Ahora empieza a tener más sentido porque el rey rojo no ha podido
tomar esta ciudad todavía —dijo Lily.
—Pero lo hará —dijo Taika saliendo de la tienda.
Las tres se volvieron.
—¿Estás seguro? —preguntó Dafne.
—A menos que encuentren una forma de acabar con los dragones, su
valerosa resistencia se irá mermando y al final perecerán.
—Eso es precisamente lo que tenemos que encontrar —dijo Nahia.
—Shhh… —dijo Lily llevándose el dedo índice a los labios.
—Baja el tono que te vas a meter en un lío —advirtió Dafne mirando
alrededor. Varios miembros de las escuadras Ardiente y Candente también
estaban fuera de la tienda observando la ciudad.
—Vale, vale, ya bajo el tono —Nahia reguló la potencia de su voz.
—No sé qué nos espera aquí, pero tengo un mal presentimiento —dijo
Dafne.
—Estamos en medio de una guerra ante una capital sitiada. Nada bueno
podemos esperar —dio la razón Taika.
—Sea lo que sea, tengamos mucho cuidado —dijo Lily—. A mí tampoco
me gusta nada este embrollo en el que estamos.
Todos asintieron. Nahia compartía sus preocupaciones y añadía una más:
tenían que encontrar a los compañeros de Egil y conseguir un arma dorada.
Eso todavía lo complicaba todo mucho más.
Capítulo 44

Con las primeras luces del día sonaron los tremebundos y amenazantes
rugidos de una veintena de dragones como una cacofonía horrible que
predecía muerte y destrucción anunciando el ataque a la capital.
—¡Arriba todos! —dijo Aiden, que como siempre fue el primero en
levantarse y ya estaba fuera de la tienda.
—Ya oímos los ensordecedores rugidos. No hace falta que además grites
tú —protestó Dafne levantándose con las manos en las orejas.
Aiden, que solo tenía la cabeza dentro de la tienda, hizo un gesto de
frustración con ella y la sacó.
—Empieza la batalla —dijo Taika, que ya estaba preparado con todo su
equipo puesto.
Ivo se levantó con más dificultades. Al ser demasiado grande para una
tienda militar de campaña tenía que vestirse agachado.
—Vamos, rápido, no quiero perderme nada —dijo Nahia, que en un abrir
y cerrar de ojos estaba preparada con todo su equipamiento.
—Sí, yo también quiero ver qué sucede —dijo Lily apresurándose en
prepararse.
—Yo no tengo tantas ganas de presenciar horrores —dijo Dafne con
desgana.
Nahia salió de la tienda y vio que todo el campamento de guerra estaba
en pleno movimiento. Los oficiales gritaban órdenes y gesticulaban mientras
los soldados corrían a formar portando sus lanzas y escudos con ellos.
Algunos terminaban de calzarse o colocarse la armadura y el casco mientras
corrían a formar. Iban a situarse como el día anterior, frente al campamento y
encarando la muralla sur de la gran ciudad. Pronto los veinte rectángulos de
mil soldados estarían formados y preparados para entrar en acción. La media
docena de dragones que vigilaban el campamento ya volaban sobre sus
cabezas en círculos.
Los otros veinte dragones de castigo se elevaron con un potente salto y
extendiendo sus amplias alas volaron desde el campamento a la ciudad. Se
elevaron a los cielos sobre ella y dieron varias vueltas sobrevolándola,
observando lo que sucedía. Un momento después descendían a gran
velocidad sobre los edificios de roca. Cuando estaban a unos doscientos
pasos de altura del suelo comenzaron a enviar fuego, rocas y rayos de su
magia elemental contra las murallas y torres donde los defensores todavía no
habían aparecido. Algunos atacaron con garras torres y almenas provocando
que trozos de roca salieran despedidos. Los dragones tomaban altura, rugían
con potencia para intimidar al enemigo y descendían para planear sobre la
ciudad y dejar que sus alientos elementales arrasaran todo cuanto
encontraban. Luego volvían a ascender y cambiando de dirección repetían el
ataque.
Sonaron nuevos rugidos, estos eran más potentes. Nahia vio a un dragón
enorme que reconoció. Era el que había estado hablando con el rey, el que
ella pensó que sería un general o similar. Vio que un soldado rezagado
pasaba por su lado y le agarró el brazo.
—¿Quién es ese dragón? El que acaba de rugir tan fuerte —preguntó.
—Ese dragón es… Jen-Gorri-Gud, general primero de los ejércitos del
rey Erre-Gor-Mau, el rey dragón rojo.
Nahia le soltó y le dejó ir a formar. Por el miedo que había en los ojos de
aquel soldado humano iba a una situación mala de verdad. Sin embargo, en
la ciudad no se veía un alma. No se apreciaba ni un solo soldado norghano.
El general voló hasta situarse frente a los veinte mil soldados y los seis
dragones que volaban sobre el campamento descendieron y se posaron a su
alrededor. El gran dragón se dirigió a todos en el campamento.
«¡Atención, tropas!» envió junto a un sentimiento muy fuerte de que era
una orden. Todos recibieron el mensaje como si les hubieran dado un
sopapo. Aquel general era un dragón muy poderoso.
—Vaya con el general… —murmuró Nahia.
—Es un militar de gran renombre y mano derecha de Erre-Gor-Mau —
dijo Aiden.
—¿Cómo sabes tú eso?
—Si te levantaras más temprano podrías preguntar y enterarte. He estado
hablando con uno de los oficiales.
—¿Qué más te ha dicho? —preguntó Taika.
—Que hoy debería caer la muralla sur de la ciudad.
—¿Debería o caerá? —preguntó Lily enarcando una ceja.
—Caerá, por supuesto. Los ejércitos del rey no serán denegados —
afirmó Aiden orgulloso.
—Veremos… —dijo Nahia, que tenía la sospecha de que no iba ser tan
fácil pese a la sobrecogedora superioridad de los dragones.
«Hoy es el día en que tomaremos la muralla sur de la ciudad. Hemos
castigado a las tropas enemigas por aire durante semanas. Están cansados,
desmoralizados y rotos. Saben que no hay esperanza, que su ciudad va a caer
y su reino será nuestro. Su rey suplicará piedad a mis pies. El destino está de
nuestro lado, siempre lo está. Los dragones somos los señores de la
conquista y la gloria. Hoy Norghana perderá el sur de su capital y será el
comienzo del fin para ellos. La gloria nos espera. ¡Id y conseguirla! ¡Por el
rey, por Erre-Gor-Mau! ¡Por el clan Gondra! ¡Conquistad Norghania!».
A Nahia que el general mencionara el destino le chocó. Aquel no era el
destino del que habían hablado ella y Garran-Zilar-Denbo. Más bien era
todo lo contrario. Los dragones no podían conquistar Norghana, aquello iba
en contra de lo que ella perseguía.
«¡Adelante! ¡Orden de ataque!» envió el general con tal fuerza que casi
todos tuvieron que echar la cabeza hacia atrás o a un lado del dolor que les
produjo.

Los veinte mil soldados comenzaron a avanzar hacia la muralla sur, en


medio de la cual estaba una de las grandes puertas de la ciudad. Marchaban
en formación, los veinte rectángulos de cien por diez avanzando al mismo
paso.
—Lo hacen casi tan bien como nosotros —comentó Lily con una sonrisa
burlona.
—Los soldados entrenan menos que nosotros —dijo Aiden—. No pueden
hacerlo mejor.
Mientras los veinte mil soldados avanzaban, en su mayoría Humanos, los
otros quince mil que rodeaban la gran ciudad también se pusieron en marcha.
Primero los soldados en el lado este fueron hacia la muralla formando una
larga fila paralela a la gran estructura de roca. Un momento después lo
mismo sucedía en el lado oeste. Las fuerzas en ese lado comenzaron a
avanzar hacia la muralla que tenían enfrente. Por último, las fuerzas al norte
de la ciudad se dirigieron hacia la norte.
—Vaya, parece que vamos a atacar la ciudad por todos los lados —
comentó Dafne.
—Es una buena estrategia. Los defensores tendrán que dividirse para
hacer frente a todas las amenazas —razonó Taika.
—Aunque la amenaza principal no la han disimulado demasiado —dijo
Ivo e hizo un gesto con la cabeza hacia los veinte mil soldados que iban
directos hacia la muralla sur.
—Está bastante clarito —opinó Lily.
—Por eso no han empleado demasiado subterfugio —Ivo cruzó sus
fuertes brazos sobre su enorme torso.
—No creo que los dragones sean nada buenos en eso —razonó Taika.
—¿Para qué usar estratagemas cuando se puede ir y conquistar
directamente? —opinó Aiden.
De pronto, a lo largo de toda la muralla sur aparecieron miles de
soldados norghanos en un abrir y cerrar de ojos. Todos iban armados con
arcos. Corrieron a situarse a lo largo de toda la muralla y, sin esperar un
momento, tiraron contra los soldados que avanzaban hacia ellos. Miles de
flechas llovieron sobre los soldados de rojo. Las flechas cayeron sobre las
primeras filas causando muertos y heridos a cientos. Los defensores
volvieron a tirar y, antes de que las flechas alcanzaran a los soldados que
seguían avanzado, se retiraron de la muralla a la carrera. Las flechas cayeron
sobre estos, que levantaron los escudos para protegerse. Algunos lo
consiguieron, otros muchos fueron heridos o cayeron muertos.
—El subterfugio salva vidas. El ataque directo, no —dijo Dafne a Aiden.
—¿De dónde han salido? —Aiden miraba con grandes ojos, pasmado.
—Parece ser que los defensores saben protegerse de los dragones en su
fortaleza —dijo Nahia.
Los dragones descendieron y planearon sobre la muralla sur atacando
con sus alientos elementales. El fuego, la roca, los rayos y vendavales
barrieron toda la muralla. Solo que los soldados ya no estaban sobre las
almenas, se habían escondido. Los dragones se elevaron y un segundo grupo
pasó por la muralla volviendo a enviar ataques de aliento elemental.
Mientras esto sucedía en la muralla sur, en las murallas este, oeste y
norte los defensores aparecieron de pronto en las almenas y torres. Usaron la
misma táctica. Sin perder un instante tiraron contra los soldados que
avanzaban hacia allí. Lo hicieron por dos veces y luego se escondieron. La
muerte llovió sobre los soldados, que se cubrieron con sus escudos mientras
seguían adelante. Al ver lo que sucedía, los dragones se dividieron. Cuatro
fueron a cada muralla y atacaron. El resto atacó el centro de la ciudad.
—Parece que los norghanos saben luchar contra los ejércitos del rey rojo
—dijo Taika.
—No importa. Caerán derrotados —afirmó Aiden convencido.
—Puede, pero muchos de los nuestros morirán en esta conquista sin
sentido —se lamentó Nahia.
—Más de los suyos —replicó Aiden—. Tarde o temprano saldrán de sus
escondrijos de roca y morirán.
—Muerte y más muerte sin sentido por la gloria de unos déspotas —
insistió Nahia muy apenada por lo que iba a pasar.
Lily le dio con el codo e hizo un gesto con la cabeza. Nahia miró y vio
que la Escuadra Candente y Ardiente estaban junto a ellos. La habrían oído.
Algunos la miraban de reojo, pero nadie dijo nada. Nahia asintió a Lily para
decirle que se daba cuenta.
Los soldados continuaron avanzando y llegaron hasta el pie de las cuatro
murallas bajo la protección de los ataques de los dragones. Una vez las
alcanzaron situaron largas escaleras de madera y comenzaron a lanzar
cuerdas con garfios a las almenas para escalar. La misma acción ocurría en
las cuatro murallas. Colocaron las escalas y las cuerdas y comenzaron a
trepar hacia las altas almenas.
Dos dragones descendieron a cada muralla y atacaron las grandes puertas
de metal con la intención de destruirlas para que los soldados pudieran
entrar por ellas a tomar la ciudad.
«Escuadrón Rojo, atentos. Formad» llegó de pronto la orden de Irakas-
Gorri-Gaizt.
Nahia miró al cielo y vio a su líder volando sobre ellos. Tuvo un mal
presentimiento. Las tres escuadras formaron donde estaban.
«Ha llegado el momento de vuestra misión, una que cumpliréis con
honor. Debéis ayudar a tomar la puerta de la muralla sur. Es una misión de
guerra y, como tal, muy peligrosa. El enemigo luchará a muerte por defender
la puerta. Ayudad a tomarla y mantenedla hasta nueva orden. ¡En marcha! A
trote ligero».
No tuvieron tiempo ni de asimilar lo que sucedía. Obedecieron como
estaban adiestrados a hacer y se pusieron en marcha. Según recorrían el
campamento para salir por la zona sur, Nahia se dio cuenta de que los
enviaban a la batalla. Iban a formar parte de la toma de la puerta de la
muralla. Allí estaban muriendo soldados, lo que significaba que ellos
también podían morir. La inquietud comenzó a mostrarse en los rostros de
todos según abandonaban el campamento pasando cerca del general y sus
dragones, que dirigían el combate desde aquella posición. Todos corrían al
mismo paso manteniendo la formación. Dafne miró a Nahia y le hizo un gesto
de preocupación. Esta inspiró para tranquilizarse.
No tardaron mucho en acercarse a la gran muralla, que parecía colosal
cuanto más cerca estaban. Los gritos del combate llegaban ahora con toda
claridad, gritos salvajes de agresión mezclados con otros desgarrados de
dolor y muerte.
«Escuadrón, escudos al frente. Daga en mano» ordenó Irakas-Gorri-
Gaizt.
Al momento todos obedecieron. Según se acercaban a la muralla y a los
soldados que subían por ella, vieron que los primeros llegaban ya a las
almenas. En cuanto pusieron pie en los parapetos, de las torres
semiderruidas salieron soldados norghanos con arcos y tiraron. Las flechas
alcanzaron a los que cogieron por sorpresa, los otros se protegieron con los
escudos. Los soldados norghanos sacaron hachas y escudos redondos que
llevaban a la espalda y atacaron.
Ahora podían verlos. Eran Humanos grandes. Se les veía altos y
poderosos, de anchos hombros y brazos fuertes. Resaltaban al sol sus
cabellos rubios largos y piel como la nieve, así como sus ojos azules.
Llevaban armaduras de escamas de acero que les llegaban hasta las rodillas.
Vestían ropajes de colores blancos o blancos con trazas rojas en diagonal.
En la cabeza llevaban unos singulares cascos alados sin visera. Sus armas
eran hachas y usaban escudos redondos de madera reforzados para
defenderse. Parecían no solo fuertes sino luchadores salvajes. Lo
confirmaron de inmediato. Los soldados atacantes cayeron destrozados por
la fiereza y destreza en combate de los norghanos. Golpearon con hachas y
escudos mientras gritaban como osos de las nieves. Más soldados norghanos
llegaron a las almenas con arcos cortos y tiraron contra los que subían por
las escaleras y cuerdas.
Los dragones vieron que los norghanos estaban masacrando a los
soldados que alcanzaban las almenas y descendieron en una nueva pasada de
castigo enviando sus alientos elementales contra ellos. Esta vez sí que
alcanzaron a cientos. Los dragones rojos lanzaron llamas terribles que
calcinaban cuanto encontraban a su paso, los blancos enviaban desde sus
bocas un aliento elemental de aire con fuertes vientos y rayos. Los que eran
alcanzados por los ataques elementales de tierra morían lapidados o
aplastados por la fuerza del caudal de roca que salía de la boca de los
dragones marrones. Sobre las cuatro murallas los soldados norghanos caían
bajo el ataque de los dragones mientras intentaban evitar que los soldados
enemigos tomaran las murallas.
Los soldados de rojo subieron por las escaleras y escalas como una
marabunta escalando una pared de roca. Al no encontrar oposición sobre las
almenas comenzaron a tomar posiciones. Lo mismo estaba sucediendo en las
cuatro murallas, donde los soldados invasores conseguían llegar a las
almenas. La mayoría de los dragones se retiraron y volvieron al campamento
de guerra. No podían atacar las almenas sin matar a sus propias fuerzas, que
ahora intentaban bajar al interior de la gran ciudad de piedra para tomar
posiciones. Nahia imaginó que volverían tras un rato.
El Escuadrón Rojo llegó hasta la enorme y fortificada puerta sur. Los
soldados tenían controlada la zona tanto al pie de la muralla y de la puerta
como sobre ella. Nahia podía ver que soldados de su ejército estaban en la
almena sobre el portón. El sonido del asalto y de la batalla eran
ensordecedores.
Un dragón rojo y otro blanco de tamaño mediano estaban frente a la
puerta. Irakas-Gorri-Gaizt descendió de los cielos y se posó tras ellos. El
escuadrón se acercó a la espalda de su líder.
«Aguardad mientras tomamos la puerta. Atentos» envió.
De pronto los tres dragones rugieron con gran estruendo y atacaron la
puerta de la muralla con sus alientos de fuego y tormenta. Dos chorros de
fuego de una intensidad terrible golpearon las dos hojas de la puerta
metálica mientras el caudal de una tormenta de rayos golpeaba la parte
superior. Los tres dragones emplearon su poder elemental. La puerta se iba a
desintegrar en momentos de la intensidad con la que atacaban.
Nahia podía oír los gritos de la batalla. Los soldados estaban atacando a
los norghanos. Miró arriba y se dio cuenta de que el estruendo no provenía
de las almenas, eso quería decir que debían estar luchando en el interior de
la ciudad. Los gritos se intensificaban y sonaban realmente horribles.
Los soldados a su alrededor continuaban escalando la muralla para llegar
arriba y entrar en la ciudad. Por los terribles gritos que llegaban en medio de
la batahola del asalto, Nahia tenía un mal presentimiento sobre lo que
aguardaba al otro lado de la muralla. Las tres escuadras miraban hacia
arriba constantemente con los escudos alzados por si volvían a llover
flechas.
De pronto se escuchó un sonido de metal retorcido y roca partiéndose
que hizo que todos miraran hacia la puerta. Las dos grandes hojas del portón
se retorcieron y partieron cayendo una hacia dentro y la otra hacia fuera.
La puerta de la muralla sur había caído.
«Atención, escuadrón. Entramos a tomar la puerta. Seguidme» envió
Irakas-Gorri-Gaizt junto a un sentimiento de precaución.
A Nahia le sorprendió aquel sentimiento viniendo de su líder. Eso quería
decir que no se fiaba mucho de lo que se iban a encontrar al otro lado y eso
la inquietó.
Capítulo 45

El dragón rojo y el blanco avanzaron y cruzaron la puerta sur aplastando


bajo su peso lo que quedaba. Irakas-Gorri-Gaizt avanzó tras ellos con
potentes pasos seguido por sus tres escuadras. Entraron en la gran ciudad y
se encontraron una imagen desoladora. La entrada y las tres vías principales
que subían hacia el centro estaban llenas de cadáveres. La mayoría eran de
soldados del rey dragón rojo.
Nahia no podía creer lo que veía. Había varios miles de soldados
muertos tendidos en las calles y escaleras que bajaban de las murallas, de
allí procedían los gritos que habían estado escuchando. Un grupo numeroso
de soldados vestidos de rojo retrocedía de la vía a la izquierda
defendiéndose como podían mientras se retiraban incapaces de avanzar
hacia el centro de la ciudad. Frente a ellos estaban los norghanos golpeando
con hachas de guerra a diestro y siniestro mientras gritaban como poseídos
por una ira imparable. Los norghanos eran más grandes y fuertes que los
soldados invasores y, por la forma en que estaban rechazando la ofensiva,
mejores guerreros. Los estaban descuartizando. No solo golpeaban con furia
y brutalidad, sino que sabían cómo hacerlo.
En el flanco derecho se producía una imagen similar. Los soldados de
rojo habían avanzado hasta la mitad de la vía y ahora se veían obligados a
retroceder ante el ímpetu y la ira de los norghanos. Nahia vio a enormes
norghanos que atacaban con hachas de dos cabezas tan grandes como ellos
destrozando a los soldados que tenían en frente. Soltaban tremendos golpes
verticales y horizontales acabando con todo aquel que tuvieran delante.
Destrozaban escudos y armaduras por igual, golpeando con una bestialidad
tremenda. Parecían dioses nórdicos acabando con las alimañas que invadían
su morada.
La escena en la zona central era todavía peor. Un grupo de soldados
norghanos completamente vestidos de blanco, con aspecto de ser algún tipo
de regimiento de élite, avanzaban matando a los de Kraido con una facilidad
pasmosa. Estos no empleaban la fuerza ni atacaban con golpes salvajes como
sus otros compatriotas, los de blanco usaban espada y escudo, y la destreza y
habilidad con la que los manejaban eran espectaculares. Eran maestros de la
espada que con certeros y raudos movimientos de su arma sesgaban la vida
de sus oponentes. Eran todo finura y técnica en contraposición a la
brutalidad y bestialidad de sus camaradas. Sus ojos eran fríos y sus miradas
y rostros parecían helados.
Los soldados del rey dragón rojo bajaban de las murallas y se lanzaban
contra los guerreros norghanos. Los atacantes tenían la ventaja de los
números y los norghanos la de sus impresionantes guerreros. Por cada
soldado norghano que conseguían matar, los de Kraido perdían diez. Nahia
se dio cuenta que los soldados del rey no eran rivales para aquellos
guerreros de las nieves. Egil tenía toda la razón, eran la mejor infantería del
continente y lo estaban demostrando llevando muerte a los invasores que
intentaban conquistar su capital.
Pero Nahia sabía que los de Kraido tenían una ventaja contra la que los
norghanos poco podían hacer: los invencibles dragones. El rojo fue hacia la
vía izquierda y el blanco hacia la derecha. Avanzaron con pesados pasos y
rugiendo con fuerza. Los rugidos y sus ojos sanguinarios prometían matar a
todos aquellos norghanos. Lo peor de todo era que Nahia sabía que lo
harían. En ese momento del cielo descendió el dragón azul y se posó a la
entrada de la vía central. Rugió con fuerza y miró a los soldados norghanos
con ojos desafiantes. Los dragones tenían ahora bloqueadas las tres vías por
las que bajaban los norghanos y se retiraban los soldados del rey rojo.
«Adelante. Defendemos la puerta» ordenó Irakas-Gorri-Gaizt y avanzó
hasta situarse cien pasos en el interior de la ciudad encarando el norte, por
donde bajaban los soldados norghanos.
Un centenar de los de rojo entraron con ellos y se situaron delante,
formando una línea defensiva. Nahia podía ver cómo más y más soldados
entraban a sus espaldas y bajaban por la muralla. Toda la zona sur de esta,
de un extremo al otro, se estaba llenando de las tropas. Los soldados que se
retiraban del avance norghano por las tres vías principales también se
incorporaron a los que aguardaban tras los dragones. Nahia vio que llegaban
con rostros ensangrentados y el miedo de la muerte en los ojos. Muchos
estaban heridos y bastantes no verían el amanecer.
El dragón rojo entró en la vía y detuvo su avance. Lo mismo hizo el
blanco y un momento después el azul. Nahia se preguntó por qué se detenían
y esperaban. Los tres tenían a varios miles de soldados norghanos delante
que avanzaban con paso decidido. Si querían atacarles, los tenían allí
mismo. Tardó un momento en darse cuenta del motivo. Los norghanos
estaban fuera del alcance de sus alientos elementales y los dragones
aguardaban tan tranquilos a que se acercaran más. Ellos no temían al acero,
aquellos soldados no podrían hacerles nada cubiertos como estaban de
escamas tan duras y casi impenetrables. Los norghanos se dirigían a su
muerte sin saberlo, o quizá sabiéndolo.
Los tres dragones rugieron amenazantes, provocando a sus enemigos. Los
norghanos avanzaban en dirección sur matando a todo el que se les
enfrentara en lugar de huir. Los últimos soldados de Kraido que avanzaron
hacia ellos cayeron destrozados bajo sus hachas y espadas. Nahia sabía que
los soldados de Kraido habían sido formados en la lucha en los fuertes
dispuestos para ello. Por desgracia, parecía que su formación y fortaleza
física no eran suficiente. Varios oficiales dieron entonces el alto, iban a
dejar que los dragones se encargaran de ellos.
El dragón rojo abrió la boca y rugió con fuerza.
«Vais a morir todos hoy aquí por oponeros al poder de los dragones»
envió y el mensaje llegó a todos los presentes en un área de doscientos
cincuenta pasos, aunque iba dirigido a los norghanos que tenía delante en la
vía de la izquierda.
Un momento después, lanzaba su aliento de fuego contra los soldados
norghanos. El aliento llegó hasta las primeras filas y calcinó a todos los que
alcanzó con grandes llamas. Los norghanos murieron entre gritos de dolor y
rabia.
El dragón blanco también se dirigió a los soldados norghanos en la vía
derecha.
«Rendíos ahora y aceptad vuestra suerte o morid. Vuestra es la elección»
envió junto a un sentimiento de desolación para que afectase a sus corazones.
Un instante después atacó y envió un caudal de tormenta que también
llegó hasta las primeras filas de norghanos. Los rayos les alcanzaron y
saltaron de unos a otros llevando la muerte a las primeras filas.
El dragón azul rugió y se pronunció.
«Oponerse a nuestro poder solo significa la muerte. Dejad las armas y
arrodillaos ante nosotros, seres superiores, o morid» envió junto a un
sentimiento de derrota absoluta para desmoralizarlos.
Atacó con su aliento de hielo y congeló a la primera fila de los
espadachines de blanco. Murieron congelados, aunque la expresión de sus
rostros apenas cambió.
El avance de las tropas norghanas se detuvo. Se quedaron quietos y en
silencio, mirando a los dragones con ojos entrecerrados llenos de furia. Pese
a la demostración de fuerza de estos y sus mensajes desmoralizadores, los
nórdicos no parecían asustados ni desperados. Eran duros, haría falta mucho
más que aquello para romper su espíritu. Nahia los observaba muy intrigada.
¿Qué iban a hacer? Acababan de presenciar el poder del aliento elemental
de los dragones. No podían enfrentarse a ellos. Avanzar significaba morir y
los norghanos no parecían dispuestos a desperdiciar sus vidas de forma tan
sencilla. Nahia se preguntó qué harían ahora.
La respuesta no tardó en llegar. Una solitaria flecha surcó el aire
emitiendo un sonido sibilante. Nadie de la fuerza invasora prestó atención,
no estaban acostumbrados a ver u oír una saeta. En Kraido no se usaban, el
arco y la flecha se despreciaban como armas de débiles que atacan desde la
distancia y no cara a cara. Tampoco los dragones se percataron. La flecha
voló directa e impactó contra el ojo derecho del dragón rojo. Se clavó
profunda. El dragón lo sintió porque rugió de rabia. Una segunda flecha le
alcanzó en el izquierdo un instante después y también se clavó profunda. El
dragón rugió de nuevo y sacudió la cabeza.
«¡Malditos cobardes, os mataré a todos por esto!» envió junto a un
sentimiento de gran furia.
Nahia tardó un momento en darse cuenta de lo que sucedía. Miró hacia el
norte en busca del tirador, pero no lo encontró. No estaba entre los soldados
norghanos. Debía estar tirando desde las alturas, desde alguno de los
edificios que tenían delante. Miró hacia las ventanas, balcones y tejados,
pero no vio a quien tiraba.
De súbito, cuatro flechas más volaron hacia la cabeza del dragón blanco.
Dos alcanzaron los ojos y dos la boca, que tenía abierta para volver a atacar
con su aliento elemental. Al entrar en ella las dos flechas detonaron y dos
llamaradas de fuego aparecieron en la boca del dragón, que rugió de dolor y
la cerró. El ataque elemental quedó interrumpido. Las otras dos flechas se le
clavaron en el ojo derecho. El dragón rugió de rabia y sacudió la cabeza.
«¡Cobardes miserables! ¡Dejaos ver!» envió rabioso.
Nahia no podía creer lo que estaba viendo. Los tiradores estaban
hiriendo a los dragones, era algo inconcebible. Cuatro nuevas flechas
volaron y golpearon la cabeza del dragón azul, que miraba hacia las casas
más altas que tenía enfrente buscando a los tiradores. Las cuatro flechas en
lugar de clavarse explosionaron al impactar cerca de los ojos con
llamaradas cortas pero intensas. El dragón azul cerró los ojos y movió la
cabeza de lado a lado. Nahia se percató de lo que estaban intentando los
tiradores, querían quemar los ojos del dragón, cegarlo.
«¡Débiles y traicioneros Humanos asquerosos!» envió fuera de sí de la
rabia.
Y en ese momento entendió la estrategia de los norghanos. Los dragones
eran invulnerables al acero, pero era debido a sus escamas, que les cubrían
todo el cuerpo… excepto los ojos y el interior de la boca. Aquellos
tiradores no intentaban matarlos, sino cegarlos y herirlos. No podía creer lo
brillante y arriesgada que era la estratagema. ¿Podía funcionar? Seguro que
no. Para que algo así tuviera éxito se requeriría de tiradores magníficos, de
expertos con el arco capaces de acertar un blanco en movimiento.
Buscó a los tiradores y por fin consiguió localizar a uno. Estaba en la
ventana de un edificio alto, a unos trescientos pasos de distancia. Vestía una
capa con capucha verde amarronada. Nahia supo que era un Guardabosques,
los excelentes tiradores norghanos de los que les había hablado Egil y a los
que él pertenecía, como todos sus compañeros. Y se dio cuenta de que los
norghanos tenían los tiradores que hacían falta para llevar a cabo aquel
osado plan.
De pronto se oyeron más silbidos y una veintena de flechas surcaron el
aire y se dirigieron a los tres dragones. Se produjeron explosiones de fuego
con llamaradas que buscaban quemar los ojos; de tierra con humo y polvo
con intención de cegar y aturdir; de aire con descargas de rayos que
intentaban alcanzar los ojos y castigarlos; de agua con explosiones de hielo
gélido y cortante buscando lacerar los ojos de las grandes criaturas.
Nahia se quedó asombradísima. Los Guardabosques usaban flechas
elementales, de al menos cuatro elementos. Le pareció impresionante.
Estaban usando el propio poder elemental que los dragones usaban contra
ellos. La diferencia era que estos ataques eran físicos, no mágicos, y
buscaban herir la carne.
«Atentos a los tiradores apostados en los edificios. Mantened los
escudos arriba. Protegeos. Tenemos que mantener la puerta» envió Irakas-
Gorri-Gaizt.
Nahia miró a sus compañeros. Por su expresión estaban tan sorprendidos
como ella con todo lo que estaba sucediendo. No solo por la gran batalla en
la que estaban envueltos, sino por lo que estaba pasando con los dragones,
que era todavía más increíble. Los soldados que entraban por la puerta sur
se arremolinaban detrás de los dragones sin avanzar, a la espera de la orden
de hacerlo.
Dafne hizo un gesto con la cabeza para que mirara hacia la muralla este y
luego hacia la oeste. Los soldados de Kraido descendían por ellas y entraban
en la ciudad por esos flancos. Se preguntó si estarían sufriendo la misma
suerte que los que habían entrado por el sur. O quizá los norghanos habían
concentrado sus tropas en el centro de la ciudad y no estaban haciéndoles
frente todavía en los flancos. Dafne le preguntó con los ojos y Nahia tuvo
que encogerse de hombros. No sabía qué estaría pasando.
«¡Os calcinaré a todos, cobardes y despreciables Humanos!» envió el
dragón rojo. Estaba herido en los ojos y dio un potente salto hacia delante
para acercarse más a los soldados norghanos y abrasarlos a todos con su
aliento de fuego. Estos, al ver el avance, retrocedieron con rapidez mientras
desde las alturas volvían a caerle flechas elementales al dragón en su
avance.
Abrió la boca para lanzar su aliento de fuego y cuatro saetas le dieron en
frente y pómulo, aunque buscaban los ojos. Explotaron al contacto. Dos de
fuego lograron dañar parcialmente los ojos de nuevo, las otras dos eran de
tierra y explotaron creando una nube de polvo y sustancias cegadoras. El
dragón rugió y pese al ataque lanzó su aliento elemental llenando la vía de un
fuego que avanzó por el suelo empedrado y entre los edificios de roca, calle
arriba, como si tuviera vida propia. Recorrió doscientos cincuenta pasos y
se detuvo. El dragón mantuvo su aliento consumiendo su poder interno y
buscando hacer arder todo a su paso, pero la vía era de roca y piedra y el
fuego no prendió. Tampoco alcanzó a los soldados norghanos, que parecían
saber el alcance del aliento del dragón y se habían retirado lo suficiente para
quedar libres de daño.
En la vía central el dragón azul estaba furioso.
«¡No tenéis escapatoria! ¡Moriréis por este ultraje!» envió a sus
enemigos.
Atacó con su aliento de hielo y congeló toda la vía central. Los soldados
norghanos se habían retirado tres pasos más de esa distancia y estaban fuera
de alcance observando al dragón tranquilos. Cuatro flechas cayeron sobre el
dragón que, al estar enviando su aliento de hielo, no movió mucho la cabeza.
Dos flechas grandes, más largas de lo normal se clavaron en su ojo derecho.
Nahia observaba el combate sin perder un detalle. Pudo ver de dónde venía
las saetas y encontró a los tiradores. Se quedó pasmada. Estaban en una torre
semiderruida en el centro de la zona sur de la ciudad, uno en el tejado en
ruinas y otro un piso más abajo en una ventana. Habían tirado desde más de
quinientos pasos de distancia y habían alcanzado al dragón en medio del ojo.
Le pareció increíble la puntería y habilidad de aquellos tiradores. Las otras
dos flechas no alcanzaron el ojo izquierdo, pero estuvieron cerca.
Impactaron y estallaron con grandes llamaradas. Nahia no pudo ver a los
otros dos tiradores, y tampoco si consiguieron quemar el ojo del dragón,
pero la criatura dejó de atacar y rugió a los cielos sacudiendo su cabeza.
En la vía izquierda la confrontación estaba detenida.
«¡Si no venís a mí a luchar con valor iré a por vosotros y os destruiré a
todos!» envió el dragón blanco.
Cansado de aquel juego lanzó su aliento elemental de aire con una
tormenta de rayos que llenó la avenida mientras avanzaba hacia los soldados
norghanos. Los de las primeras filas se retrasaron de inmediato. Al hacerlo
una figura vestida de blanco quedó en medio de la avenida, inmóvil. Era un
hombre de largos cabellos blancos que vestía una túnica también blanca y
llevaba un báculo largo y del mismo color terminado en una joya cristalina,
como de hielo. Estaba murmurando algo. Nahia entrecerró los ojos para ver
quién era y lo que hacía. De pronto destelló en blanco y una esfera
translúcida se formó a su alrededor. Volvió a destellar en blanco y una
segunda esfera lo rodeó. Era de hielo, parecía haber creado dos esferas
protectoras. Era algún tipo de mago, de eso Nahia no tenía duda. Recordó
que Egil le había hablado de que tenían Magos de Hielo, aquel debía ser uno
de ellos.
El aliento de tormenta llegó hasta el mago y golpeó las esferas que lo
rodeaban buscando matarlo. Algo interesante sucedió. Las esferas
aguantaron y fragmentos de hielo saltaron de una. La otra destelló al ser
atacada, pero no se destruyeron. Nahia vio cómo el mago cerraba los ojos y
sus esferas comenzaron a repararse. Intuyó que estaba enviando energía para
mantenerlas activas y que no se destruyeran.
El dragón blanco se detuvo y miró al mago.
«¿Osas desafiarme, Humano inmundo? ¿Crees que lograrás hacerme algo
con tu risible magia de hielo?».
El mago no se inmutó y continuó reforzando sus defensas. Luego apuntó
con su báculo al dragón y se puso a conjurar.
«Estúpido mago, tu magia nada puede contra mí» envió el dragón junto a
un sentimiento de que aquello le divertía de lo ridículo que era.
De pronto, a cincuenta pasos frente al mago, comenzó a formarse una
muralla de hielo. Iba de las casas de un lado de la avenida a las del otro. Se
fue elevando hasta tener cinco varas de altura por tres de anchura.
«¿Qué estupidez es esta?» envió el dragón furioso y volvió a atacar con
su aliento elemental contra la barrera de hielo. Para sorpresa de Nahia, la
creación aguantó. El mago la reforzaba enviando energía mientras el aliento
elemental la castigaba e intentaba destruirla. Nahia entendió que el mago
estaba protegiendo con ella a las tropas norghanas, ya que el aliento no la
traspasaba.
En la vía izquierda el dragón rojo también avanzó furioso y con los ojos
heridos. Al hacerlo se encontró con que los soldados se retiraron
manteniendo la distancia y dejaron a la vista a otro Mago de Hielo norghano.
Con sus dos esferas protectoras ya levantadas el mago conjuró sobre el
dragón.
«Estúpido mago, tu magia nada puede contra mí» envió despectivo el
dragón.
El mago lo ignoró y conjuró durante un momento. El dragón no atacó,
solo lo miraba esperando a que terminara de conjurar para reírse de su
intento. Sobre toda la vía comenzó a formarse una tormenta invernal con
grandes vientos, rayos y una zona donde la temperatura descendía.
«¿Crees que una tormenta invernal puede hacerme algo? Somos inmunes
a la magia» envió mientras reía.
Avanzó y entró en la tormenta para demostrar que así era y, en efecto, la
tormenta de bajísimas temperaturas no heló al dragón. Rio ante el conjuro
del mago y atacó con su aliento elemental. Y algo sorprendente sucedió. El
chorro de fuego salió con gran fuerza de su boca, pero según avanzaba se fue
debilitando y para cuando llevaba ciento cincuenta pasos, comenzó a morir.
A los ciento ochenta pasos desapareció completamente, consumido por la
tormenta.
Los soldados norghanos aclamaron a su Mago de Hielo por la pequeña
victoria. El dragón rojo rugió de rabia.
En la vía central un tercer Mago de Hielo apareció para enfrentarse al
dragón azul.
«Los dos dominamos el elemento agua, pero mi poder es muy superior al
tuyo, mago. Lo sabes. Es inútil que intentes resistir» envió.
El mago no dijo nada y se dispuso a conjurar. De su báculo surgieron una
docena de estacas de hielo afiladas y cortantes que se dirigieron, directas y a
gran velocidad, seis a cada ojo del dragón. Para defenderse, la criatura situó
sus garras frente a sus ojos. Las estacas golpearon las garras recubiertas de
escamas y no consiguieron hacerle daño. Nahia tuvo la sensación de que de
haberle alcanzado los ojos se los hubieran destrozado.
Mientras los enfrentamientos entre dragones y magos se producían, los
tiradores parecieron moverse de sitio y recolocarse para volver a atacar.
Nahia captó más movimiento en los edificios, como si nuevos tiradores
hubieran llegado del norte de la ciudad.
El dragón blanco estaba furioso. Saltó sobre la muralla de hielo que tenía
delante y como el gran monstruo que era la destrozó con sus garras soltando
zarpazos contra el hielo hasta que no quedó nada. Levantó la cabeza
orgulloso.
«¡Hora de morir, Mago de Hielo!».
En ese momento Nahia captó un destello dorado a la derecha del dragón
blanco. No supo qué era, pero en el tercer piso de una casa de piedra, en una
ventana, se había producido un destello de oro. Un instante después, en el
ojo derecho del dragón entraba una flecha con una potencia devastadora. Al
dragón se le fue la cabeza hacia la izquierda del impacto y rugió de dolor.
Aquello no había sido una flecha grande ni una explosiva, había sido algo
peor, más potente y de origen mágico.
El dragón blanco volvió la cabeza hacia el origen el ataque. Miró hacia
la ventana y abrió la boca para atacar con su aliento. Dos flechas salieron
entonces de las ventanas de los edificios contiguos y le entraron en la boca.
Explotaron al impactar y las llamas llenaron las fauces del dragón, que las
cerró instintivamente. Se produjo un nuevo destello dorado y otra flecha
entró en el ojo izquierdo con una fuerza impresionante. La cabeza del dragón
se fue hacia atrás por la potencia del impacto. Nahia no podía creer lo que
veía. La criatura tenía los ojos malheridos, alguien estaba tirando con algún
tipo de arma mágica.
«¡Te mataré!» gritó lleno de rabia.
Saltó y atacó la ventana con sus garras golpeando a derecha e izquierda,
haciendo saltar trozos de roca y destrozando parte de la pared y la ventana.
Volvió a golpear con sus garras como enloquecido y la ventana salió por los
aires destruida con trozos de roca volando por todos lados. El dragón blanco
se detuvo para mirar al interior del edificio y ver si había acabado con su
atacante. Miró con un ojo y luego con el otro. Los tenía muy dañados y no
podía apenas ver nada.
En ese momento, del tejado del edificio apareció un Guardabosques que,
con rapidez y maestría, tiró contra el dragón. Se produjo un destello dorado
potente y tres flechas salieron una detrás de otra casi de forma simultánea y
se clavaron en su ojo derecho. La cabeza se le volvió a ir hacia atrás. Bramó
de dolor y rabia y fue a saltar para acabar de un zarpazo con el Humano,
pero se produjo otro destello y tres flechas salieron una tras otra y entraron
en el ojo izquierdo. Al dragón se le fue de nuevo la cabeza atrás y ya no
pudo atacar. Lanzó un par de zarpazos al aire y luego usó su aliento
elemental, pero falló por completo. El dragón dio dos pasos hacia atrás y
miró alrededor. Luego un paso inseguro con las garras por delante. No
parecía poder ver.
Nahia no podía creerlo, habían cegado a la bestia. Viéndose en serios
problemas el dragón sacudió las alas con fuerza para intentar echar a volar,
pero tampoco pudo. Golpeó con una ala una casa y no pudo extenderla.
Comenzó a retrasarse guiándose con el ala que tenía contra las casas del
lado izquierdo de la vía.
Nahia estaba atónita. Estaban viendo a un dragón vencido, ciego, que se
retiraba. Más que eso. Las flechas no solo lo habían cegado, por cómo se
movía, estaba malherido.
Nahia miró a sus compañeros. Dafne, Lily, Taika e Ivo tenían expresiones
de total incredulidad. Aiden tenía cara de no entender lo que sucedía. Los
soldados norghanos comenzaron a avanzar manteniendo la distancia de
seguridad, según el dragón blanco se retrasaba.
De pronto el tirador apareció corriendo, atravesando la vía. Tres
tiradores más iban con él. Nahia se fijó en que llevaba un arco que destelló a
la luz del sol en dorado. Se metió en una casa y unos momentos después
apareció en su tejado y los otros tiradores en los de los edificios
colindantes. Cruzaron los tejados y saltaron a los contiguos con gran agilidad
y rapidez hasta llegar a los que daban a la vía central. Se prepararon y, sin
perder tiempo, atacaron al dragón azul desde la nueva posición elevada.
El dragón azul ya estaba en aprietos. Le llovían flechas explosivas de
fuego y tierra y el Mago de Hielo le había entorpecido lo suficiente con sus
estacas a los ojos para que no pudiera llegar hasta los soldados norghanos.
Los nuevos tiradores atacaron también a los ojos. La primera flecha fue la
del arco dorado, que destelló en oro y se clavó profunda en el derecho. Los
otros tres tiradores lo acribillaron con flechas de fuego.
Con un rugió de dolor y rabia el dragón azul se volvió hacia la nueva
amenaza, levantó la cabeza hacia los tejados y sacudió las alas. Iba a
echarse a volar.
Los tiradores soltaron y alcanzaron al dragón en el otro ojo justo cuando
se elevaba. Se alzó y la cabeza se le fue hacía atrás. Intentó descender sobre
el tirador del arco dorado con sus garras traseras para destrozarlo, pero el
Humano se desplazó con rapidez fuera de su alcance y el dragón destrozó
parte del tejado, que salió por los aires. Movió las alas con fuerza y se elevó
volando de forma errática, sin dirección fija. Subía y daba bandazos. Nahia
se dio cuenta de que también estaba ciego y malherido. Aquel tirador
endiablado y los suyos eran increíbles.
El dragón rojo también estaba recibiendo gran cantidad de flechas, ya no
veía de un ojo y el otro apenas podía mantenerlo abierto. El Mago de Hielo
continuaba manteniendo la tormenta invernal y ahora enviaba agua helada,
por lo que el aliento de fuego moría incluso antes. Los tiradores apostados
en diferentes edificios continuaban sus ataques y le impedían ver. Las flechas
explosivas le quemaban los ojos o se los llenaban de humo y sustancias
cegadoras. No podía atacar. La criatura decidió echarse al aire e intentarlo
desde allí. Movió con fuerza la alas y consiguió elevarse. Ascendió hasta
mil pasos y se giró lanzándose en picado a hacer una pasada para incinerar a
todos los soldados en la vía. Atacaría desde el norte, allí no podrían huir.
Descendió y cuando estaba a trescientos pasos del suelo planeó desde el
norte.
«¡Ya sois míos, malditos!».
A una orden de sus oficiales los soldados norghanos entraron a la carrera
en los edificios a derecha e izquierda de la vía. El Mago de Hielo se quedó
esperando el ataque del dragón, reforzando sus dos esferas protectoras.
«¡No os escondáis, cobardes!» envió y abrió la boca para lanzar su
aliento de fuego. Al hacerlo cuatro flechas entraron en ella y explotaron. El
dragón rojo tuvo que cerrar la boca y no pudo atacar. Su pasada falló, lo que
dio tiempo a los soldados norghanos a buscar refugio en las casas.
«¡Os mataré!» envió fuera de sí.
Cambió de rumbo y atacó la vía central, donde los norghanos avanzaban
hacia el sur. Esta vez encaró la calle desde el sur. Al verlo, los soldados
comenzaron a esconderse en las casas y edificios para protegerse, no así los
tiradores de los tejados. Cuando el dragón descendió a trescientos pasos los
tiradores soltaron. Nahia observaba muy impresionada, se dio cuenta de que
los tiradores tenían más alcance que el dragón, lo que les daba una ventaja.
Las flechas alcanzaron la cabeza del dragón, que volaba raseando. Se
produjeron explosiones de fuego y tierra. La criatura descendió a doscientos
pasos. Iba a atacar. Abrió la boca y se produjo un destello dorado. Tres
flechas, una seguida de la otra, entraron directas por ella y se clavaron
profundas. El dragón la cerró y se elevó. De pronto hizo un movimiento
extraño con la cabeza y comenzó a descender de forma precipitada. Giró
hacia el sur y libró la muralla por muy poco. Se estrelló contra el suelo y
quedó tendido con las alas abiertas. Intentó levantarse, ayudándose de sus
fuertes extremidades, pero no lo consiguió, perdió el equilibrio y se
derrumbó. No estaba muerto, pero sí muy malherido.
Se escuchó un grito de guerra.
Luego un segundo.
Y un tercero.
Todos los soldados norghanos salieron de las casas y edificios y
avanzaron hacia la puerta sur.
«¡Atención, escuadra! ¡El enemigo viene a tomar nuestra posición!
¡Nuestra misión es proteger la puerta sur y la aguantaremos! ¡Formación
cerrada! ¡Aguantad!» envió Irakas-Gorri-Gaizt.
Nahia miró sus compañeros, que la miraron con ojos de horror. Los
norghanos los iban a destrozar.
Estaban perdidos.
Capítulo 46

Los soldados de Kraido formaron un semicírculo defensivo delante de la


puerta hacia el interior de la ciudad de cinco filas de profundidad, siguiendo
las instrucciones de los oficiales. A ambos lados se situaron cuatro
regimientos de mil soldados cada uno y un momento más tarde otros cuatro
formaron a sus lados. Aun así, apoyada por ocho mil soldados del rey
dragón rojo, Nahia sentía que estaban perdidos. Veía a varios miles de
norghanos bajar por las tres vías hacia ellos y sabía que los iban a cortar en
pedazos a todos.
Los norghanos avanzaban decididos. No había miedo en ellos, ni siquiera
a los dragones. Con gritos de guerra atacaron la formación defensiva. Los
que bajaban de la vía izquierda fueron a por las cuatro que tenían frente a
ellos. Los temibles norghanos bajaron por el centro y atacaron el semicírculo
defensivo. Los que bajaban por la vía a la derecha se enfrentaron a los otros
cuatro regimientos.
Nahia observaba el combate con el escudo cubriendo su cuerpo y la daga
en la mano derecha apretándola con fuerza de la tensión que sentía. Temió
que los tiradores norghanos comenzaran a disparar contra ellos, pues tenían
toda la ventaja desde las casas de enfrente, en las alturas, en ventanas,
balcones y tejados elevados. Podían enviarles flechas mortales y ellos solo
podrían esconderse detrás de sus escudos sin hacer nada. Los podían
acribillar si así lo decidían. Sin embargo, aquello no sucedió y dejó a Nahia
desconcertada.
Los norghanos comenzaron a repartir muerte a los soldados de Kraido
entre gritos salvajes atacando con furia y golpeando con sus hachas y
escudos diezmando a sus oponentes. A derecha e izquierda Nahia podía ver
que sus compatriotas no podían con el asalto de los defensores y caían
despedazados bajo las mortales hachas norghanas y la brutalidad de quienes
las empuñaban. Los soldados de rojo intentaban aguantar la formación y
frenar el avance enemigo. Lo hacían bien, aguantaban las líneas y
contratacaban como podían mientras soportaban el azote de los implacables
soldados de las nieves. El problema era que los norghanos eran guerreros
impresionantes.
Nahia se fijó en que los soldados de infantería vestían de blanco o de ese
color, pero con diagonales rojas. Los que llevaban un gran hacha de dos
cabezas eran los más temibles. Podían matar a dos y hasta a tres soldados de
un golpe con aquellas enormes armas. Solo si los soldados se adelantaban al
golpe y clavaban sus lanzas en el norghano antes de que golpeara,
sobrevivían. En algunos casos ni así, porque los norghanos terminaban el
golpe incluso heridos de muerte, eran demasiado fuertes y brutales, no había
quien pudiera pararlos. Los peores eran los del regimiento especial del
hielo, los que luchaban con espada y escudo. Atacaban con todo a sus rivales
sin gritar, sin grandes ataques, solo con la maestría que tenían con la espada.
Sesgaban vidas con tajos certeros a la garganta y estocadas al corazón.
El perímetro defensivo empezó a caer. Los norghanos del hielo atacaban
seguros de que conseguirían expulsar al enemigo.
En los costados izquierdo y derecho los regimientos intentaban aguantar y
se iban reforzando con los que entraban por la puerta sur. Estaban
soportando a duras penas, pero el número de bajas comenzaba a ser terrible.
Los soldados del hielo acabaron con todo el perímetro defensivo y se
plantaron delante de Irakas-Gorri-Gaizt y del Escuadrón Rojo. Se detuvieron
a trescientos pasos y miraron al gran dragón que, plantado firme, abrió la
boca para calcinarlos a todos con su aliento de fuego. Nahia, Dafne, Lily,
Aidan, Ivo y Taika prepararon su escudo y su daga para entrar en acción. Era
momento de luchar con todo y no morir. Estaban detrás de su líder, a la
derecha, con la Escuadra Ardiente justo detrás y la Candente a la izquierda
del dragón.
Hubo un alto el fuego tan tenso que Nahia pensó que el corazón ya no le
latía.
«Aguantad. Van a llegar refuerzos» llegó el mensaje de su líder junto a un
sentimiento de victoria que no caló mucho en Nahia ni en sus compañeros.
De pronto, en el cielo sobre la muralla sur, aparecieron diez dragones:
cinco rojos de fuego, tres marrones de tierra y dos blancos de aire. Volaban a
unos seiscientos pasos sobre ellos. Abrieron la formación y se dispusieron a
bajar para realizar sus pasadas rasantes y atacar con sus alientos a los miles
de norghanos que estaban intentando liberar la muralla sur y la puerta en
ella.
Nahia sintió un gran alivio. Los dragones se encargarían de los norghanos
antes de que acabaran con todos ellos. Los rojos descendieron a trescientos
pasos y comenzaron a planear para atacar. Como respuesta, en las casas de
la zona sur, en sus ventanas y tejados, aparecieron un centenar de tiradores y
al momento un centenar de flechas salieron disparadas.
Los cinco dragones de fuego abrieron las bocas para dejar salir su
aliento de fuego y se encontraron con que decenas de flechas impactaron
contra ellas y sus cabezas antes de que pudieran descender lo suficiente para
atacar. Las flechas estallaron contra las cabezas de los dragones, flechas de
fuego, de tierra y partículas cegadoras, y de rayos de tormenta. Lo hicieron
además con grandes detonaciones sonoras. Los dragones, sorprendidos por
el ataque, el fuerte sonido y el castigo a sus ojos y bocas, no pudieron lanzar
su aliento de fuego y su pasada falló.
En dirección contraria pasaron los tres dragones marrones, que también
descendieron hasta trescientos pasos para planear y descender cincuenta
pasos más y atacar con sus alientos elementales descargando una lluvia de
piedras y rocas sobre los norghanos. Otro centenar de tiradores apareció en
las casas y tiraron contra ellos, también con flechas elementales, buscando
alcanzar la cabeza. Las explosiones de fuego, tierra, hielo y rayos buscando
dañar los ojos y las bocas de las grandes bestias voladoras sucedieron con
tremendos estruendos. Tanto los ataques como el brutal sonido de estos al
explotar molestaron sobremanera a los tres dragones, que no pudieron soltar
sus letales alientos.
Nahia observaba atónita. Ahí estaban los tiradores que ella temía.
Los dos dragones blancos se separaron para hacer pasadas individuales y
dificultar así que les alcanzaran. Cada uno cogió una trayectoria de ataque
diferente y encaró a las tropas norghanas, que seguían intentando expulsar al
invasor. Otro centenar de tiradores aparecieron en diferentes partes de la
zona sur y dispararon contra ellos según se aproximaban. Los dragones
blancos fueron alcanzados, pero lograron atacar parcialmente y matar con su
aliento de tormenta de rayos a más de un centenar de soldados. Luego
escaparon a las alturas mientras las flechas los perseguían.
Los dragones dieron varias vueltas por encima de la ciudad a gran altura
y volvieron a descender para atacar. Los tiradores estaban esperando. Según
los dragones bajaban, las flechas subían a su encuentro por centenas. De los
diez dragones, solo tres consiguieron atacar en medio de los cientos de
saetas elementales explosivas que detonaron. Enviaron sus alientos
elementales sobre los soldados norghanos, pero estos se protegieron con sus
escudos. Ahora había más de trescientos tiradores en las casas de la zona
sur. Era impresionante. Disparaban contra los dragones cuando estaban a
punto de atacar, no antes. Sabían lo que se hacían.
Los soldados norghanos atacaron desde el costado derecho e izquierdo.
Escucharon el grito de guerra y se giraron hacía él. Nahia levantó el escudo
para protegerse del ataque, pero este no llegó. Irakas-Gorri-Gaizt abrió la
boca y lanzó su aliento de fuego a derecha e izquierda calcinando en un
instante a los norghanos que les atacaban a ellos y a la Escuadra Candente.
Como respuesta al ataque del líder del Escuadrón Rojo, una veintena de
flechas le cayeron sobre la cabeza. Las flechas detonaron de forma muy
estruendosa con llamas y tierra que generaron una nube de polvo y sustancias
cegadoras alrededor de la cabeza del líder. Irakas-Gorri-Gaizt movió la
cabeza de lado a lado. Le habían molestado.
Los soldados norghanos aprovecharon y se lanzaron al ataque de nuevo.
Nahia vio venir a uno enorme que le soltó un tremendo hachazo buscando
partirle la cabeza en dos. Ella se protegió tras el escudo, que recibió el
golpe. De forma subconsciente se puso en posición defensiva de inmediato y
contratacó con una estocada de su daga al corazón del norghano, pero este no
era un soldado principiante, sino experimentado. La cicatriz en su frente bajo
el casco alado lo atestiguaba. Puso su escudo en la trayectoria de la estocada
y la paró.
Otro soldado norghano llegó hasta ella por su izquierda.
—¡Formamos en línea! —dijo Taika al ver que en su lado también les
desbordaban.
Aiden pasó a la izquierda de Nahia y atacó al nuevo enemigo. Un
momento más tarde los seis formaban una línea y hacían frente a una docena
de soldados norghanos armados con hachas y escudos que atacaban con
tremenda fuerza. La Escuadra Ígnea aguantaba, pero recibiendo un castigo
severo. Aquellos brutos golpeaban con hacha y escudo con una furia
desatada.
La Escuadra Ardiente tuvo que ir a socorrer a la Escuadra Candente, a la
que intentaban rodear una veintena de norghanos. La lucha se volvió brutal.
Todos se percataron al momento de que se jugaban allí la vida. Aquellos
defensores no solo eran fieros y bravos, sino que estaban decididos a
echarlos de su capital.
«¡Aguantad! ¡No pueden tomar la puerta sur!» ordenó Irakas-Gorri-Gaizt,
que consiguió usar su aliento de fuego contra los guerreros del hielo que ya
avanzaban. Alcanzó a la primera línea y se detuvieron. Una treintena de
flechas dieron a Irakas-Gorri-Gaizt en la cabeza. Se produjeron explosiones
de fuego, tierra y rayos que buscaban cegar al gran dragón rojo. La criatura
sacudió la cabeza en todas las direcciones, le estaban afectando las flechas
elementales. Los guerreros del hielo avanzaron al ver al dragón en
problemas.
Nahia consiguió herir en el muslo al soldado norghano con el que
luchaba, pero este seguía atacando como si nada. Aiden, a su izquierda,
había matado ya a uno y estaba a punto de matar al segundo. Dafne y Lily
estaban aguantando como podían los ataques mientras Ivo estaba repartiendo
muerte, todo soldado que se le enfrentaba caía fulminado ante la fuerza del
Tauruk. Taika también estaba consiguiendo acabar con sus rivales con
destreza. Sus tajos raudos sesgaban cuellos y sus estocadas fulgurantes
alcanzaban el corazón del enemigo perforando la armadura. Todos luchaban
al máximo de sus habilidades y fuerzas, pues el enemigo era fuerte y brutal.
De pronto se escucharon cuernos de guerra norghanos. Nahia no sabía
qué pasaba, pero imaginó que no sería bueno. Los dragones continuaban
intentando realizar sus pasadas mortales, pero estaban teniendo muy poco
acierto. La mitad de ellas fallaban por las flechas elementales explosivas y
parte de las otras no eran efectivas del todo por la defensa de los Magos de
Hielo, que ahora eran cuatro. Los magos intentaban proteger a los soldados
norghanos cubriéndolos de escarcha y hielo lo suficiente para que el fuego
no los consumiera, pero sin helarlos del todo para que pudieran luchar.
Después de cubrirlos a todos en hielo, los cuatro magos comenzaron a
conjurar sobre los miles de soldados creando una neblina blanquecina que
los rodeó por completo. Parecía que querían esconder a sus tropas bajo ella.
Sin embargo, no era eso lo que pretendían.
Con nuevos conjuros los Magos de Hielo congelaron la parte superior de
la neblina, sobre la cabeza de los soldados creando un manta de escarcha y
hielo que flotaba sobre ellos. Cuando los dragones conseguían lanzar sus
alientos elementales la manta protegía a los soldados, sobre todo de los
ataques de fuego. No tanto así contra los de tierra y rayos, que sí eran
capaces de romper la protección y traspasarla. Aun así, los cuatro magos
estaban salvando miles de vidas. Dos de ellos mantenían la neblina mientras
otros dos se ocupaban de la capa superior helada. Cuando los dragones
atacaban a los magos, éstos se refugiaban en las casas de piedra hasta que
pasara el ataque y luego volvían a salir y continuaban con su labor de
protección.
De pronto el número de tiradores comenzó a aumentar. Nahia levantó la
cabeza cuando consiguió matar al norghano que tenía enfrente de una
estocada al cuello y se percató de que estaban descendiendo desde la parte
norte de la ciudad. Venían a apoyar a los tiradores apostados por toda la
zona sur. Nahia estimó que había más de trescientos tiradores frente a su
posición que en un momento se convirtieron en cuatrocientos. Por cada
dragón que pasaba intentando atacar se disparaban más de una treintena de
flechas directas a su cabeza. Las explosiones les molestaban lo suficiente
para que sus ataques no fueran del todo efectivos.
Viendo lo que sucedía los dragones decidieron cambiar de estrategia
buscando mayor efectividad. Comenzaron a descender de los cielos con las
garras por delante para caer en medio de las tropas norghanas e impactar con
fuerza, aplastando y destrozando a todos cuantos podían. El problema que
tenían era que tampoco podían verlos bajo la bruma helada que los protegía.
Los primeros ataques fueron a ciegas y consiguieron coger desprevenidos a
los soldados norghanos, pero los siguientes no tanto. Una vez en tierra, los
dragones usaban sus garras y zarpas para matar a cuantos podían, pero allí
eran una diana fácil para los tiradores y a cada dragón le caían un centenar
de flechas elementales. Al momento volvían a los cielos para no ser un
blanco tan fácil.
La Escuadra Ígnea estaba consiguiendo aguantar la línea, pero había
demasiados soldados norghanos y tarde o temprano alguno iba a caer.
—¡Son demasiados! —avisó Ivo, que repartía muerte como un dios de la
guerra con cornamenta.
—¡Hay que usar magia! —dijo Taika en medio del fragor de la batalla.
—¡De acuerdo! —respondió Dafne.
—¡Formación inversa! —clamó Taika.
Nahia, Dafne y Lily se movieron dos pasos atrás. Aiden, Ivo y Taika se
desplazaron para ponerse delante de ellas y bloquear los ataques.
—¡Bolas elementales! —dijo Nahia a sus compañeras.
—¡De acuerdo! —gritaron ambas.
Un momento después lanzaron tres bolas elementales, Dafne y Lily a los
costados y Nahia al centro, algo más profunda, en medio de los soldados
norghanos. Solo tuvo un momento para lamentar lo que iba a pasar. La bola
de Lily estalló y una docena de soldados norghanos quedaron congelados o
semi helados donde estaban. La de Dafne estalló con una tremenda claridad
cegando a una veintena de ellos, que no pudieron continuar atacando. La de
Nahia creó una explosión de fuego tremenda y más de cincuenta soldados
ardieron. Los norghanos se sorprendieron ante los ataques mágicos y
detuvieron el asalto.
—¡Alientos elementales! —ordenó Taika—. ¡Formación de línea!
Todos aprovecharon el momento que tenían para invocar sus alientos
elementales. Allí, en medio de la batalla, no podían usar sus esferas, tenían
que hacerlo sin ellas. La primera en conseguirlo fue Nahia, que envió un
aliento de fuego sobre el norghano que tenía delante alcanzando también
parcialmente a dos de detrás. Dafne lanzó el suyo cegando a los que tenía
frente a ella, que se taparon la cara con los escudos. Lily congeló al que
tenía delante y a dos por detrás. Aiden abrió la boca y salió una tormenta de
rayos que mató a un par que tenía frente a él. Ivo no lo consiguió, así que
golpeó a los dos que venían contra él con el escudo y los dejó fuera de
combate. Taika envió su aliento elemental de oscuridad y al alcanzar a los
tres que se le echaban encima, la negrura se les pegó a la cara y gritaron de
horror. Con una agilidad pasmosa, el Felidae los remató con su daga.
En medio del estruendo ensordecedor de las flechas impactando contra
los dragones, varios de ellos se retiraron con heridas en los ojos y fueron
reemplazados por nuevos dragones que se unieron a la batalla. Los que
llegaron pronto descubrieron lo que allí estaba sucediendo y fueron
recibidos con cientos de flechas según intentaban bajar a matar a los
soldados norghanos.
Nahia levantó la cabeza y vio que ahora el número de tiradores era ya
demencial. Debía de haber unos mil y no cesaban de disparar, pero solo
contra la cabeza de los dragones. Un millar de flechas caían de los edificios
y alcanzaban a sus señores, que intentaban a su vez matar cuantos soldados
norghanos podían. Nahia no entendía cómo tenían tantos tiradores. Por lo que
Egil les había contado, los Guardabosques eran una fuerza de élite de medio
millar de integrantes. No podían ser todos Guardabosques, aunque Nahia
juraría que los primeros cuatrocientos lo eran, casi seguro.
Varios soldados norghanos atacaron y se centró en defenderse. La
situación se complicaba y la batalla se recrudecía.
Capítulo 47

«¡Luchad! ¡Aguantad! ¡En formación!» envió Irakas-Gorri-Gaizt, al que


estaban acribillando la cabeza a flechas elementales. No conseguía usar su
aliento elemental. Ya tenía a los guerreros del hielo encima. Rugió mientras
volvía a sacudir la cabeza, que tenía rodeada de una nube de polvareda que
no le dejaba ver. Además, tenía los dos ojos bastantes dañados de los
ataques con flechas. Rugió una segunda vez y comenzó a soltar zarpazos a
derecha e izquierda con sus tremendas garras. Los soldados no lo esperaban.
Irakas-Gorri-Gaizt envió a una decena volando a un lado y a otra decena a
otro. Con cada zarpazo que soltaba salían soldados despedidos, muchos con
las entrañas abiertas o los huesos rotos.
Los norghanos detuvieron el avance ante el ataque furibundo del gran
dragón rojo, que golpeaba a todo lo que tenía por delante con sus garras
frontales. Se detuvo un momento a mirar y cincuenta flechas le cayeron a la
cabeza. Un grupo de tiradores lo tenía enfilado y estaban dedicados en la
batalla única y exclusivamente a impedir que atacase. Las explosiones
elementales hicieron que el dragón rugiera de dolor, frustración e ira. Intentó
sacudirse de encima los efectos de las flechas, pero eran ya demasiadas y
apenas veía nada. Volvió a atacar soltando zarpazos al frente, pero los
soldados estaban a diez pasos.
Nahia se percató de que estaban en serios problemas. Irakas-Gorri-Gaizt
no podía ayudarles y el número de enemigos era enorme. Continuaron
luchando, usando su poder elemental contra el número superior de enemigos
y las escuadras Ardiente y Candente estaban haciendo lo mismo. La ventaja
que tenían era que eran Brujos de Dragón y podían usar su poder elemental
en la batalla. El enemigo, por el contrario, contaba con unos pocos magos
que no estaban atacando, sino defendiendo.
De súbito, un dragón rojo acudió a ayudar a Irakas-Gorri-Gaizt. Tomó
tierra a su lado y antes de que los tiradores le alcanzaran usó su aliento
elemental de fuego para alejar a los enemigos que les rodeaban. Un momento
después, cien flechas caían sobre su cabeza. Las explosiones eran terribles,
tanto en sonido como en efecto dañino. Nahia, que estaba cerca del dragón
rojo, lo constató. Incluso los grandes dragones como Irakas-Gorri-Gaizt y el
que estaba a su lado, las padecían. Estaban desconcertándoles, dañando sus
ojos, impidiéndoles luchar. A Nahia le pareció una estrategia magistral. Por
alguna razón, pensó en Egil y en los Guardabosques. Seguro que la habían
ideado ellos.
Los norghanos siguieron avanzando contra los invasores y el combate se
volvió caótico por la superioridad numérica de los norghanos.
—¡Usad vuestro Talento! —llamó Taika.
Todos en la escuadra lo entendieron. Debían usar sus mejores
habilidades para sobrevivir en aquel momento.
Aiden lanzó su escudo a un norghano y le dio en toda la cara. Luego
envainó su daga y sacó su espada. Con ella en su mano derecha aplicó su
elemento al arma y los rayos comenzaron a recorrer el filo de la espada de
arriba a abajo con saltos letales. En la mano izquierda creó una bola de
tormenta cargada de rayos. Levantó la espada y comenzó a golpear como un
loco con tremendo poder. Al golpear, su arma soltaba descargas al enemigo.
Dos norghanos se le vinieron encima y Aiden les lanzó una bola de rayos.
Estalló y seis soldados cayeron al suelo muertos convulsionando mientras
las descargas recorrían sus cuerpos. Aiden avanzó y siguió golpeando con su
espada como loco con otra bola de tormenta en su mano.
Lily comenzó a usar su magia de ilusión y los soldados norghanos frente
a ella comenzaron a caer sin sentido al suelo, como si una maza invisible los
golpeara en la cabeza con tremenda fuerza. Cuando uno se le resistía, le
lanzaba su aliento helado y lo congelaba vivo donde estaba. Combinando
ambos ataques logró que frente a ella se abriera un hueco.
Taika atacaba ahora envuelto en una negrura en la que no se le veía.
Llevaba la daga en una mano y una bola de oscuridad en la otra. Atacaba
lanzando la bola de oscuridad y cuando los enemigos quedaban rodeaos de
negrura y nada podían ver, él entraba y les iba cortando el cuello con rapidez
y destreza. Para cuando el área de negrura se disipaba, solo quedaban
cadáveres en el suelo.
Ivo golpeaba con su espada en una mano y llevaba una bola de magia de
naturaleza en la otra. Seis soldados norghanos se le enfrentaron. Ivo les
lanzó la bola y, al explotar con un destello verde, unas enredaderas surgieron
del suelo y se enrollaron con rapidez alrededor del cuerpo de los soldados,
atrapándolos. Ivo los destrozó con su espada antes de que las enredaderas
mágicas desaparecieran.
Nahia se encontró con una decena de soldados que venían hacia ella.
Dejó caer el escudo y envainó la daga para sacar la espada. Aplicó fuego a
su arma y en la mano izquierda creó también una bola de fuego, una intensa.
Cogió la llama que tenía ardiendo en su interior y la pasó a la bola. Los
soldados avanzaron hacia ella seguros de que la iban a hacer trizas. Nahia
los miró un instante, se compadeció y lanzó la bola de fuego. El estallido fue
tremendo y los diez murieron consumidos en un instante. La capa de escarcha
de los Magos de Hielo estaba sobre sus cabezas y no protegía de los ataques
a nivel del suelo. Nahia dio gracias de que no sufrieran. Habían muerto antes
de saber qué había sucedido. Un momento después avanzó con su espada
ardiente y otra bola de fuego en la mano.
Dafne cegó a tres soldados con su aliento elemental y vio que Aiden
estaba en medio de una veintena de ellos que lo rodeaban repartiendo golpes
en todas las direcciones con la espada y lanzando bolas de tormenta como si
estuviera loco. Los rayos de su espada y bola elemental saltaban de un
enemigo a otro causando cascadas de muerte. Aiden parecía no ver nada,
pero golpeaba como una fuerza imparable de muerte. Dafne se dio cuenta de
que el Drakónido estaba en medio de uno de sus ataques porque no parecía
estar presente. Era como si su mente estuviera en otro lugar y su cuerpo
buscara matar a todo cuanto se le acercara. Un soldado norghano le hirió en
la pierna derecha, pero Aiden ni se enteró y continuó atacando con terribles
espadazos. Dafne vio que tenía otra herida en el hombro, había perdido la
capa y podía ver sangre en su espalda.
Decidió ir a ayudarlo antes de que lo mataran porque estaba fuera de sí.
Era un Bárbaro Berseker y, si bien era una fuerza letal, eso también podía
acabar con él. Dafne se aproximó por detrás. No podía avisarle porque no la
reconocería y seguro que la atacaba y era capaz de matarla. Se situó a su
espalda mientras él seguía avanzando y llevando la muerte a los soldados
norghanos. Cuando estuvo cerca creó una bola de magia de curación. No
podía curar las heridas de Aiden sin tocarlas, así que le lanzó la bola
curativa a los pies. Esta estalló y la energía curativa le subió por todo el
cuerpo. No lo curaría del todo, pero le ayudaría. Las heridas se limpiarían y
no se infectarían, aunque para cerrarlas necesitaba tocarlas. También
disminuiría el dolor y el cansancio de Aiden, aunque Dafne tuvo la sensación
de que en aquel estado no sentía nada más que una locura que le impulsaba a
matar.
Nahia avanzaba a la derecha de él y creaba estragos con su espada y su
bola de fuego. Una veintena de norghanos yacían muertos frente a ella.
Levantó la espada ardiente y señaló con ella a seis más que avanzaban
decididos a matarla.
—No lo intentéis, retiraos —avisó.
Los norghanos gritaron y se abalanzaron sobre ella. Nahia lanzó la bola
en su mano contra los seis con su mente, no necesitó mover un músculo.
Salió despedida a gran velocidad e impactó contra ellos llevando la muerte
a los seis primeros y también a los seis que les seguían. Un soldado apareció
de súbito a su derecha. Nahia giró la cabeza y el guerrero levantó el hacha
para golpearla con ella. Nahia utilizó su habilidad Fauces Elementales y de
su boca surgieron unas fauces de fuego que consumieron la cabeza del
soldado. Cayó al suelo como si lo hubiera decapitado con su espada. Otros
tres que le seguían, al verlo, se detuvieron donde estaban.
—Retiraos —advirtió Nahia.
Un soldado apareció a su izquierda. Lo miró. El norghano la saludó con
su espada y avanzó. Nahia dudó si usar su espada o no, la del norghano era
más corta y de acero y la suya dos palmos más larga y de fuego. Decidió ver
si las enseñanzas de espada habían servido para algo. Sacó su daga y con un
movimiento de su muñeca la impregnó de fuego elemental. El soldado la
miró y le hizo un gesto con la cabeza, uno de reconocimiento.
—No tenemos por qué luchar. Retírate —dijo Nahia y con la espada le
indicó que se marchara.
El norghano no entendió las palabras, pero sí el gesto. Sonrió y luego
negó con la cabeza. Avanzó con tranquilidad y soltó un tajo. Nahia se puso
en posición defensiva. El norghano situó su escudo cubriendo su cuerpo y
soltó dos cuchilladas rápidas con su espada. Nahia desvió ambos intentos y
atacó con su daga al ojo derecho del norghano. Sus ojos eran lo único que
había entre su escudo y su casco, lo único no protegido. Desvió el ataque
levantando el escudo. Intercambiaron ataques y bloqueos y enseguida Nahia
vio que no podría vencer a aquel espadachín experimentado, tenía mejor
técnica que ella. Con una filigrana de su espada le hizo perder la daga, que
salió volando a un lado. Nahia dio un paso atrás e invocó una bola de fuego
en su mano izquierda.
—No ataques, vete —dijo y volvió a hacerle el gesto para que se
marchara.
El norghano la miró con ojos grises, fríos, determinados, y negó con la
cabeza. No cedería, ni él ni ninguno de ellos. Avanzó y se preparó a soltar
una estocada. Nahia envió la bola de fuego con la mente y le alcanzó de
lleno. Murió calcinado en un instante.
La batalla descarnada continuó y pronto frente a la Escuadra Ígnea había
un centenar de norghanos muertos. Aiden era una fuerza de la naturaleza
alocada que mataban sin parar, Nahia y su poder de fuego eran imparables y
hacían arder a grupos enteros de soldados, Lily dejaba fuera de combate o
congelaba a quien se le acercara, Ivo era un portento combinando tremendos
tajos de su espada con magia de la naturaleza, Taika creaba áreas de
oscuridad en las que entraba y de ellas solo salía él vivo, como una sombra
de muerte a la que precedía la negrura, y Dafne se centró en crear bolas
curativas que lanzaba a los pies de sus compañeros. Varios habían recibido
cortes y heridas en el combate. Eran realmente una fuerza de ataque
formidable.

Irakas-Gorri-Gaizt continuaba atacando con sus garras y manteniendo a


raya a los norghanos. El dragón rojo que estaba con él consiguió lanzar su
aliento de fuego pese al constante castigo que recibía de los tiradores.
Ambos tenían una nube de polvo y sustancias cegadoras que los envolvía y
apenas podían ver nada. Alcanzó a una veintena de soldados norghanos, que
incineró. Rugió y fue a lanzar otro ataque elemental cuando, de pronto, se vio
un destello dorado a la derecha y una flecha fue rauda a la boca del dragón.
Este pareció atragantarse. Se vio un segundo destello dorado y otra flecha
entró profunda y potente en su boca.
Nahia buscó el origen de los destellos y lo encontró a su derecha, en el
balcón de una casa. Allí había un tirador. Lo podía ver bien, pues estaba a
solo veinte pasos. El tirador soltó otro disparo contra el dragón, que se
empeñaba en usar su aliento elemental, y de nuevo le entró por la boca. Esta
vez no solo se atragantó, sino que se le fue la cabeza hacia atrás y casi se
derrumba hacia un lado. Estaba seriamente herido. Nahia miró al tirador y se
encontró con que la estaba apuntando a ella.
El corazón se le paró. No tenía su escudo. Cruzó la espada y la daga
frente a su rostro en pose defensiva. Aunque dudaba de que aquel tirador tan
bueno fallara, era lo único que podía hacer. Sus compañeros estaban
luchando contra los norghanos y no se percataron de la situación. El tirador
pareció que iba a soltar y Nahia se preparó para recibir el impacto de la
flecha.
Pero de repente bajó el arco. Nahia no supo qué pensar y se mantuvo en
la misma pose. El tirador se quitó la capucha y descubrió su rostro.
Nahia vio quién era y lo reconoció. Era Lasgol.
El Guardabosques la saludó inclinando la cabeza. Ella se irguió y
bajando las armas le devolvió el saludo.
Lasgol le hizo un gesto. Le señaló a ella, luego se señaló a sí mismo y
luego el gesto de dormir. Nahia lo entendió y asintió. Lasgol se puso de
nuevo la capucha y desapareció en el interior del edificio. Nahia se preguntó
cómo la habría reconocido y se dio cuenta de que no llevaba la capucha
puesta. En el frenético combate se le había ido hacia atrás.
El dragón rojo dio un salto, sacudió las alas y salió volando. Dio un giro
muy cerrado y se dirigió hacia el campamento, pero antes de llegar se
estrelló contra el suelo. El castigo de las flechas elementales y los tiros de
Lasgol le habían malherido.
«¡Orden de retirada!¡Nos replegamos al campamento de guerra!» envió
Irakas-Gorri-Gaizt.
De inmediato Nahia, Lily, Dafne, Ivo y Taika se replegaron. Aiden seguía
luchando fuera de sí.
—Ivo, hay que pararlo —dijo Dafne.
—Yo me encargo.
El gran Tauruk fue hasta Aiden, al que los norghanos ya no se acercaban,
y sin mediar palabra le atizó con el puño en la cabeza. Aiden se quedó muy
quieto, pero no cayó. Ivo le dio un segundo golpe y esta vez se fue de
espaldas. El Tauruk lo cogió al caer y lo retiró rápidamente.
Nahia y Taika cubrieron la retirada mientras los demás retrocedían.
Nahia lanzó un par de bolas de fuego que explosionaron con un radio grande
y los norghanos les dejaron replegarse. Irakas-Gorri-Gaizt retrocedía
soltando zarpazos, pero los soldados no se le acercaban, avanzaban y
mantenían una distancia prudencial.
Nahia levantó la mirada antes de pasar por debajo de la gran puerta y vio
que los dragones se retiraban entre un millar de flechas que los buscaban
desde las casas y edificios de la zona sur de la ciudad. Era un espectáculo
sobrecogedor ver a los dragones retirarse y las flechas elementales
elevándose desde los edificios para impactar sobre sus cuerpos. A un millar
de flechas le seguía otro millar y las explosiones elementales no cesaban con
un estruendo atronador.
Los dragones, miles de soldados del rey dragón rojo, Nahia y sus
compañeros y las Escuadras Ardiente y Candente, que tenían un par de
heridos cada una, salieron de la ciudad. Según se retiraban, Nahia pensó que
los tiradores subirían a la muralla sur y los acribillarían en su escapada. No
fue el caso. No tiraron contra ellos. Los dejaron retirarse. Cada flecha de
aquellos tiradores era única y exclusivamente para los dragones.
Capítulo 48

Miles de soldados se retiraban, muchos llegaban al campamento heridos


y buscaban sanar. Los dragones volaron hasta la zona que tenían reservada,
pero no todos. Nahia contó seis que se habían quedado donde habían caído,
malheridos. Varios dragones fueron a atenderlos.
«Habéis luchado bien. Podéis retiraros al campamento de guerra a curar
vuestras heridas y descansar. Aguardad mis órdenes allí» envió Irakas-
Gorri-Gaizt y se retiró a la zona de los dragones con un vuelo corto.
Por lo poco que había hablado y el aspecto horrible de sus dos ojos, a
todos les quedó claro que estaba herido y necesitaba curas de inmediato.
Nahia se preguntó cómo lo harían los dragones, cómo se curarían heridas
como aquellas.
—¿Alguna herida? —preguntó Taika a sus compañeros.
—Un par de cortes, nada importante —dijo Lily, que se miraba las suyas.
Ivo se miró el cuerpo.
—Vaya, yo tengo varios cortes también, ni me había dado cuenta. Este
parece feo —dijo señalando uno que sangraba bastante en su costado.
Aiden estaba inconsciente a los pies de Ivo.
—Este tiene varios cortes también que hay que curar de inmediato —dijo
Dafne.
—Yo nada —dijo Nahia mirándose el cuerpo en busca de alguno.
—Yo tampoco —confirmó finalmente Taika.
—Vayamos a nuestra tienda, creo que puedo sanaros —dijo Dafne.
—¿Puedes? Eso es fantástico —se animó Lily—. No me apetece nada ir
a la enfermería. Estará a rebosar y habrá sangre por todos lados —dijo
mirando hacía las tiendas llenas de heridos y puso cara de desagrado.
—Ha sido un día horrible. Muchos han muerto o han caído heridos. Una
desgracia —se lamentó Nahia.
—Más que horrible, ha sido terrorífico —dijo Dafne.
Ivo y Taika asintieron.
—Grandullón, carga al locuelo cabeza de granito, por favor —pidió
Dafne.
—Sin problema —Ivo se echó a Aiden al hombro y se fueron a la tienda.
Las escuadras Ardiente y Candente también se retiraron a dejar a sus
heridos en la enfermería. Ellos no tenían una sanadora.
La experiencia había sido tremenda. Nahia iba pensando en lo que habían
vivido según subían por el campamento. Vio la zona de los dragones, donde
estaban descansando después de la batalla. Vio al general Jen-Gorri-Gud y
pensó en lo despiadado de aquel ser que había enviado a la muerte a miles
de soldados y no le importaba lo más mínimo. Al día siguiente volvería a
hacerlo. Así eran los dragones.
Le sorprendió que no estaba con sus otros congéneres, sino junto a una
tienda grande que no parecía militar y tenía una runa extraña que a Nahia le
dio la impresión de ser la cabeza de un lobo, aunque no lo era. Estaba con
otros dos dragones enormes. De la tienda salió un Humano que fue a hablar
con los dragones. Esto sorprendió mucho a Nahia. Se detuvo e hizo como
que se ataba la bota para tratar de averiguar qué sucedía. Al hacerlo,
instintivamente se fijó en las botas del Humano y las reconoció. Eran las
mismas del que había visto en Kraido con el rey rojo. Era el mismo. Esto le
llamó la atención mucho más. El Humano de Kraido estaba aquí y seguía con
el general.
Continuó disimulando y se dio cuenta de que el Humano hablaba con Jen-
Gorri-Gud. No podía oír lo que decía porque no estaba lo suficientemente
cerca. Pensó en aproximarse un poco más, pero entraría en la zona reservada
a los dragones y eso era peligroso, le arrancarían la cabeza de hacerlo. Allí
solo podían entrar dragones.
De pronto el general resopló con gran fuerza y el Humano se fue al suelo
de espaldas. Se pegó un batacazo. Debía de haber dicho algo que no le gustó
al poderoso dragón. Al caer hacia atrás y golpearse contra el suelo la
capucha se le fue para atrás también. Nahia entrecerró los ojos y lo observó.
Su pelo era rubio y liso hasta los hombros. Los ojos eran de color azul y
tenía una cara y mentón fuertes, de guerrero norghano. Se puso en pie
despacio y Nahia se percató de que era grande y fuerte. En Kraido no le
había parecido tanto, pero lo había visto desde lejos. Ahora que lo tenía
mucho más cerca vio que era casi del tamaño y fortaleza de Ivo, no tanto,
pero andaba cerca. Era un auténtico guerrero. Y de pronto su mente
consiguió poner sus ideas en orden y se dio cuenta de quién era.
—Es Gerd —masculló entre dientes—. Tiene que serlo.
Cambió de pierna y siguió agachada atándose la otra bota. Tenía que
asegurarse de que era así. Lo observó durante un momento más. Encajaba
con la descripción de Egil, aunque también con la de muchos soldados
norghanos. Lo que lo hacía diferente al resto es que no llevaba ropa y
armadura de soldado y, sobre todo, que estaba hablando con el general.
¿Qué Humano podía hablar con el todopoderoso general de los ejércitos
del rey dragón rojo? Uno especial, uno que habían capturado antes de la
invasión, en Kraido. El general rugió descontento y el Humano salió
despedido de espaldas golpeándose con fuerza contra unas cajas que rompió.
Se levantó, dolorido, y sujetándose la cabeza. El general se dio la vuelta y
marchó con su escolta. El Humano, claramente herido, volvió a la tienda con
la runa de cabeza de lobo.
Nahia se levantó con la certeza de que aquel era Gerd y fue a contárselo
a sus compañeros. Encontró a Dafne curando las heridas del resto. Les ponía
la mano izquierda en la herida mientras en la derecha sostenía su esfera para
ayudarse. Se concentraba y convertía su energía elemental en sanadora, que
pasaba de su interior a la herida para curarla. La energía blanca de Dafne al
convertirse en sanadora salía azul por su mano. Era de lo más curioso y
sorprendente.
Nahia entró y les contó lo que había visto. Aiden seguía inconsciente, así
que no había peligro.
—¿Estás segura de que es Gerd? —preguntó Dafne.
Nahia asintió varias veces.
—Lo estoy. Tiene que ser él, lo vi en Kraido con el rey dragón rojo.
—¿Seguro que es la misma persona? —preguntó Lily.
—Lo es, estoy segura. Sus botas son diferentes, no son de Kraido. Son
como las de los tiradores de la batalla de hoy.
—Pero si lo tiene el rey rojo, lo tendría que haber entregado —dijo
Dafne—, como con Egil. Los otros reyes no aceptarán que se lo quede con la
información valiosa que pueda aport… —según lo decía en alto se iba
dando cuenta de lo que había pasado.
—Lo tiene el rey rojo. Se lo ha quedado para él —dijo Lily, que también
lo había deducido.
—Así es —corroboró Nahia—. No jugará limpio y menos si hay tanto en
juego.
—¡Qué otra cosa se puede esperar de un dragón que vive para el poder y
la conquista! —dijo Lily encogiéndose de hombros.
—Pues eso, que hará trampas y utilizará cualquier ventaja para ser más
que los reyes rivales con los que compite —afirmó Dafne.
—Eso mismo, sí. Y ahora nosotras sabemos dónde está y es una
información muy valiosa —dijo Nahia.
—Una que Egil y sus amigos necesitan tener —dijo Dafne.
Nahia asintió, el problema era cómo hacérsela llegar. No veía la forma
de hacerlo, no podían abandonar el campamento y mucho menos acercarse a
la ciudad sitiada.
Dafne continuó sanando a sus amigos. Su poder no era muy grande
todavía, por lo que le llevaba largo rato cada corte, y cuanto más profundo,
más tiempo. En uno que tenía Aiden estuvo más de una hora.
Nahia salió de la tienda y vio que era ya de noche, ni se había percatado
de que estaba oscureciendo. Observó la ciudad y escuchó los cuernos de
guerra de los norghanos. Debían estar celebrando su victoria. Habían sido
capaces de derrotar al ejército de los dragones, era algo impensable. Nahia
no podía creer que lo hubieran conseguido y más aún, cómo lo habían
logrado. Era simplemente increíble.
Dafne terminó de curar las heridas de todos y se fueron a dormir. Los tres
días siguientes los pasaron descansando. Era de lo más extraño. A los
soldados les venía muy bien porque había muchos heridos y la batalla había
sido brutal. A todo el Escuadrón Rojo también porque estaban molidos de la
batalla. No se dieron cuenta hasta el día siguiente de que, al levantarse,
ninguno podía con su alma. Parecía ser que, en el ardor de la batalla, en
medio de aquel caos de sangre y muerte, habían llevado a sus cuerpos más
allá de sus límites. El que peor estaba era Aiden. Lo disimulaba y hacia ver
que eran las heridas, pero en realidad no podía ni moverse de todo lo que se
había excedido. Ni siquiera protestó porque Ivo lo hubiese dejado fuera de
combate de dos golpes.
Descansaron y se relajaron. No parecía que fueran a volver a atacar
pronto, así que reinaba la tranquilidad en el campamento de guerra. De
Irakas-Gorri-Gaizt no se sabía nada ni de ningún dragón. Algo pasaba, era
raro. Estaban todos en su área y no salían de ella. Solo los seis que
sobrevolaban el campamento día y noche en labores de vigilancia lo hacían.
Nahia pensaba que estaba relacionado con la estrategia de los tiradores y lo
mucho que habían castigado a los dragones. No se esperaban aquello y ahora
tenían que pensar qué hacer.
Por las noches Nahia daba una vuelta por el campamento para ver qué
pasaba y si descubría alguna cosa más. También porque la indicación de
Lasgol era que se pondría en contacto de noche.
Aquel día se acercó al borde oeste del campamento. Había una
explanada acordonada por soldados y en el fondo un bosque. Llegó hasta el
borde y aguardó. Como no sucedió nada, se volvió y decidió cruzar el
campamento e ir al borde este.
«Nahia. Ser Camu. Tú tranquila» llegó un mensaje mental con un
sentimiento de sosiego.
Nahia se quedó helada. Se volvió y miró en todas las direcciones. No
pudo ver nada.
«No mover. Lasgol querer hablar contigo».
Se quedó quieta mirando a todos partes. Si Camu estaba allí no podía
estar más lejos de trescientos pasos, que era el alcance máximo del poder de
un dragón. Sin embargo, no lo veía y estaba todo despejado a su alrededor.
Había soldados enfrente y detrás, nada más.
«Yo acercar. Tú desaparecer. No preocupar. Ser mi magia. No gritar».
Nahia intentó entender el extraño mensaje, pero no pudo. De repente vio
que su brazo desaparecía y luego el resto de su cuerpo. Se llevó un susto y
estuvo a punto de gritar, pero el aviso de Camu le decía que no lo hiciera y
lo controló.
—¿Estás… aquí? —murmuró bajito.
«Yo estar al lado. Tú estirar brazo derecho. Tocarme».
Nahia estiró el brazo derecho, pero no tocó más que aire.
«Otro derecho».
Estiró el brazo izquierdo y tocó algo frío con escamas. Sí, un cuerpo de
dragón o algo similar.
—¿Puedes hacernos invisibles? —preguntó Nahia muy sorprendida.
«Yo poder».
—Vaya eso es… increíble. Ni los dragones pueden.
«Yo mucho poderoso. Más que dragón. Yo Drakoniano Superior».
—Sí, lo recuerdo —se escuchaba con eco, como si dijera las cosas dos
veces. Le pareció muy extraño.
«Tú venir conmigo. Ir con Lasgol».
—Estupendo. Necesito hablar con él. Es urgente.
«Nosotros mucho ocupados. Guerra».
—Ya, me lo imagino.
«Tú tocarme y yo llevar. Todo ir bien. Tranquila» envió Camu.
La criatura se dirigió directa al bosque, al oeste. Pasó entre los soldados
y bordeó un puesto de control. Como no podían verlo, y además era de
noche, no tuvieron problema en salir del campamento.
Entraron en el bosque y lo cruzaron. Salieron frente a una colina y la
bordearon. En el otro lado había una cañada profunda y la entrada a una
cueva. Camu descendió hasta allí y se hizo visible. Nahia lo observó
mientras le acariciaba el cuello. Tenía diez varas de longitud, aunque cuatro
eran de su larga cola y tres de ancho. Parecía un dragón joven, solo que no
tenía alas. Su rostro y ojos eran más los de un gecko, así como sus manos
que tenían dedos anchos. Todo él estaba recubierto de escamas azules y en
un momento que abrió la boca vio que tenía la lengua también de ese color.
—Eres una criatura de lo más asombrosa.
«Yo mucho maravilloso. Guapo también» envió y levantó la cabeza,
orgulloso.
Nahia soltó una carcajada.
—Me alegro de encontrarte de una pieza y de buen humor —dijo Lasgol
saliendo de la cueva.
A Nahia le pareció escuchar que hablaba con eco. La sorprendió. Lo
miró y le saludó levantando la mano. Discernió que había dos tiradores con
él. Uno sobre la colina y el otro subido a un árbol, a la derecha. Del interior
de la cueva salieron una preciosa pantera de las nieves y un lobo enorme,
también de las nieves, a juzgar por el largo pelaje que tenía.
—Yo también me alegro de encontrarte bien.
Nahia se percató de que cuando hablaban Camu producía unos destellos
plateados. Eso la extrañó. De pronto se dio cuenta de que sucedía algo que
no podía ser. Estaba entendiendo a Lasgol y él a ella.
—Espera… ¿por qué nos entendemos? Eso no puede ser… hablamos
idiomas distintos —de nuevo Camu destelló en plata.
—Camu está traduciendo lo que decimos, o más bien convirtiendo lo que
decimos en mensajes mentales —le explicó Lasgol.
El mensaje volvió a llegar con una resonancia y Nahia se quedó
confundida.
—¿Cómo…?
«Yo nueva habilidad, Transmutar Mensaje. Gustar mucho nombre».
—Camu puede entender cualquier mensaje mental. Lo que está haciendo
es coger lo que dices y transformarlo en un mensaje mental que se envía a sí
mismo. De esa forma él lo entiende. Luego lo envía a mi mente para que yo
lo entienda. Cuando yo hablo, te envía mis palabras como un mensaje de
forma casi instantánea.
—Impresionante. Por eso oigo como con eco, ¿verdad?
—Así es. Oyes lo que yo digo por palabra más el mensaje de Camu en tu
mente. Es un poco extraño, pero te acostumbras.
—Es una habilidad genial.
—Lo es. Le ha llevado tiempo desarrollarla, pero sabíamos que nos sería
muy útil.
«No mucho tiempo. Yo más poderoso ahora».
—Sí que le ha llevado tiempo —afirmó Lasgol.
—Me parece tremendamente efectivo. Y hablando de efectividad,
luchaste muy bien en la batalla—le reconoció Nahia a Lasgol.
—Tú y tu grupo también. Tenéis el Don y es poderoso en vosotros.
«Tener sangre de dragón. Don poderoso» envió Camu.
—Sí, somos Brujos de Dragón. No es que me enorgullezca de ello, pero
es lo que somos.
—Lucháis para los dragones —dijo Lasgol con tono acusador.
—Estamos obligados, como lo están los soldados que estáis matando. Ni
los que tenemos el Don ni ellos hemos elegido estar aquí invadiendo vuestra
tierra. Nos obligan los dragones.
«Yo decir».
Lasgol asintió.
—Camu nos lo había anticipado.
—Venimos de un mundo como este donde reinan los dragones y tienen
esclavizadas a las ocho razas. Todos somos sus esclavos. Solo podemos
obedecer los designios de los dragones o morir.
—¿Todos los que luchan son esclavos? —preguntó Lasgol, sorprendido.
—Lo son. Todos lo somos.
—Lo entiendo. Me entristece que así sea.
—Es algo que quiero cambiar y la razón por la que estoy aquí —dijo
Nahia.
—¿Qué es lo que pretendes? —preguntó Lasgol sin rodeos.
—Quiero liberar a los míos de la esclavitud de los dragones. Quiero que
sean libres.
Lasgol miró a los otros dos tiradores. Estos hicieron un gesto de
incredulidad.
—Buscas algo que quizá no puedas lograr.
—Pues moriré intentándolo —dijo Nahia convencida.
—Ven, entra en la cueva y hablemos —Lasgol le indicó la entrada con la
mano.
Capítulo 49

Entraron en la cueva y Lasgol encendió un pequeño fuego. Nahia y el


Guardabosques se sentaron a su alrededor y Camu se quedó en la entrada
cerrándola con su cuerpo.
—Estos son Molak y Luca, Guardabosques Especialistas como yo y
buenos amigos—presentó Lasgol a los dos tiradores que lo acompañaban y
que se mantuvieron de pie detrás de él.
—En otra ocasión diría que encantada de conoceros, pero… —dijo
Nahia observándolos un momento.
Los dos parecían Guardabosques muy curtidos. Molak llevaba un arco
enorme a la espalda y una aljaba con flechas también muy grandes.
Los dos saludaron con inclinaciones de cabeza.
—Lo entendemos. La situación es muy complicada y terrible —dijo
Lasgol.
—¿Sois también amigos de Egil?
—Lo somos —confirmó Molak.
—¿Está bien? —preguntó Luca.
—Sí, está bien. Bueno, considerando que está encerrado en unas
mazmorras bajo tierra, pero está con vida y tiene buena salud. Vosotros no
estáis en la lista que me dio, así que tiene más amigos de los que pensaba.
—Egil tiene muchos amigos entre los Guardabosques y en el oeste de
Norghana —confirmó Lasgol.
«Egil mucho popular. Querido por muchos» envió Camu.
—Empiezo a ver que así es.
—¿Entonces está bien? —insistió Lasgol, preocupado.
—Lo está. Aguanta, no sé cómo lo hace, pero aguanta.
«Egil mucho duro. Fuerte de espíritu. Mucho inteligente también».
—Sí, eso ya lo he comprobado —asintió Nahia.
—¿Qué lista te ha dado Egil? —preguntó Lasgol.
—La de sus amigos las Panteras de las Nieves que debo encontrar.
Bueno, si no te encontraba a ti.
—Hemos estado esperando tu regreso —explicó Lasgol.
«Tú tardar mucho».
—Ha pasado un año, sí. Solo podemos volver aquí en la Prueba de Fin
de Año de nuestra formación como Brujos de Dragón. No tengo forma de
regresar si no es en ese evento.
—Entiendo… Tenemos que encontrar la forma de liberar a Egil. No
quiero esperar otro año a tu regreso.
—Yo también quiero liberarlo, pero no va a ser nada fácil. Mi mundo es
muy complicado y escapar de allí me parece casi imposible.
«Nosotros encontrar forma» aseguró Camu.
—Lo rescataremos como sea —aseguró Lasgol.
—Da gusto tener amigos como vosotros —Nahia miró a todos los
presentes, incluidos la pantera y el lobo, y de alguna forma supo que darían
su vida por Egil.
—¿Qué lista te ha dado Egil? —preguntó de nuevo Lasgol.
Nahia le contó uno por uno los componentes de la lista.
—Y claro, Camu y tú —terminó de enumerar Nahia.
Lasgol suspiró.
—Sí, son las Panteras de las Nieves. Antes de nada, creo que es
necesario que entiendas y luego le cuentes a Egil cosas que no sabéis. Cosas
importantes.
—Te escucho —Nahia se acomodó frente al fuego y acarició la cabeza
de la gran pantera, que por alguna razón parecía aceptarla. El lobo la miraba
desde una distancia prudencial.
—Cuando Egil consiguió matar a Dergha-Sho-Blaska hubo varios
eventos que él no presenció y de los que no tiene conocimiento. Viggo y yo
fuimos los primeros en enfrentarnos al dragón inmortal y sus secuaces.
Encontramos la perla y al dragón inmortal, pero fracasamos. A Viggo se lo
llevó Dergha-Sho-Blaska y lo condenó. No sé a qué castigo, pero creo que
no murió.
—¿Por qué crees que no murió?
—Porque a mí también me condenó, pero me dejó con vida para que
pudiera presenciar su ascenso y conquista de Tremia. Creo que con Viggo
hizo lo mismo, así que deduzco que no lo mató. Quería que contempláramos
su victoria y sufriéramos la derrota. No quiso darnos una muerte rápida.
—Pero no lo habéis encontrado.
Lasgol negó con la cabeza.
—Aun así, creo que sigue vivo.
«Viggo seguir vivo seguro. Ese escapar muerte. Seguro».
—De acuerdo, si no hay cuerpo no hay muerto —dijo Nahia y se encogió
de hombros.
—El dragón inmortal venció y como condena en lugar de matarme me
arrancó mis recuerdos y mi magia para que siguiera vivo, pero incapaz de
hacer nada mientras él reinase sobre Tremia.
—¿Arrancar? ¿A qué te refieres?
—Usó su poderosa magia para borrar mis recuerdos, los de todos mis
seres queridos, desde que era niño. También me quitó mi magia —Lasgol
bajó la cabeza.
—Lo siento… eso es de una crueldad enorme… debió ser horrible… —
Nahia intentaba ponerse en el lugar de Lasgol, sin memoria y sin magia, y se
sintió totalmente perdida.
Lasgol levantó la cabeza y la miró a los ojos.
—Lo fue. Por un tiempo anduve perdido. Intenté continuar mi servicio
como Guardabosques. Lo hice pensando que despertaría mis recuerdos
robados, que si seguía con mi deber los recuerdos volverían.
—¿Y lo hicieron?
—Por desgracia, no —Lasgol negó lentamente con la cabeza—. Mi
mente no recordaba nada, ni amigos, ni compañeros, ni superiores… nadie
que me importara. Solo aquellos que no tuvieron un efecto importante en mi
vida y fueron muy pocos. Sabía ejercer mi profesión, solo que no sabía
cómo.
«No recordar nosotros» dijo Camu y miró a todos los presentes en la
cueva.
—¿A ninguno de ellos? —Nahia los miró.
Lasgol sacudió la cabeza.
—A ninguno. Ni a Camu y Ona, que son como mis hermanos, ni a mis
amigos aquí presentes. A nadie.
—Así de despiadados y crueles son los dragones —afirmó Nahia.
—No recordé nada por más que lo intenté. Casi me vuelvo loco. Lo que
sí volvió al cabo de un tiempo, para mi gran sorpresa, fue parte de mi magia.
No toda, pero un poco.
—¿Cómo fue?
—Al igual que intentaba todos los días recordar, intentaba conectar con
mi lago de magia interior, pero no podía. No me di nunca por vencido y
seguí intentándolo. Un día, después de probar miles de veces, pude discernir
mi lago en mi interior. Muy pequeño, muy lejos, distante, como si lo hubieran
empujado al fondo de un abismo, pero allí estaba. Trabajé para construir un
puente entre mi mente y el lago, un ejercicio que ya había tenido que hacer
antes. La experiencia anterior me sirvió. Con mucho esfuerzo volví a
reconectar con mi energía, pero mis habilidades mágicas quedaron muy
mermadas, así como mi poder. No podía invocar la mayoría de mis antiguas
habilidades. Solo he recuperado unas pocas, y mi poder es muy reducido.
Me queda mucho camino y duro esfuerzo para volver a ser quien un día fui.
—Siento muchísimo lo que te ha ocurrido —Nahia se sentía muy mal por
él.
Lasgol le hizo un gesto de que lo agradecía.
«Lasgol poder hablar con mente al menos. Eso bueno».
—Sí, es una de las pocas habilidades que he recuperado. En cualquier
caso, pienso recuperarlas todas. Tengo toda la vida para hacerlo y lo
conseguiré. Volveré a ser quien era.
—Esa es una estupenda actitud —apoyó Nahia.
«Tenerme a mí. Yo muy ayuda».
—Estoy segura de que lo eres —dijo Nahia sonriendo—. Continua, por
favor.
—Fueron tiempos convulsos —continuó Lasgol—, Thoran era rey de
Norghana y gobernaba con el apoyo de su hermano Orten. Decidieron
conquistar Rogdon y nos condujeron a una guerra sin sentido por pura
codicia. Sus acciones y mi estado mental me llevaron a alejarme de los
Guardabosques.
—Vaya… ¿Sigue Thoran siendo el rey?
Lasgol negó con su cabeza.
—No, él y su hermano murieron por su propia codicia, traicionados por
los suyos.
—Oh… ¿Entonces quién reina?
— El general Rangulself con el apoyo del general Olagson se han hecho
con el poder. Rangulself ha prometido coronar a Urik, hijo infante de Thoran,
cuando alcance la mayoría de edad. Sin embargo, Olsen, primo segundo del
rey, desea hacerse con la corona. Hay tensiones…
—Tendré que decírselo a Egil.
—Dile también que el oeste sigue fuerte y espera su retorno.
—No sé… qué quiere decir eso…
—No te preocupes, él lo entenderá.
—De acuerdo. ¿Y qué más pasó? —Nahia estaba intrigadísima.
—Ayudé a los portadores a salvar Tremia de un gran mal, uno tan grande
como el que el dragón representaba: los Ilenios. Al menos me queda esa
satisfacción. En algo triunfé y salvé miles de vidas.
—¿Los portadores? ¿Los Ilenios? No sé quiénes son —Nahia puso
expresión de desconocimiento.
—Es una larga historia, una para otro momento. Recuerda los nombres,
son importantes. Dile a Egil que ayudé a los portadores a salvarnos de los
Ilenios.
—Los recordaré: los portadores y los Ilenios.
—Acompañé a uno de los portadores hasta su hogar cuando acabamos
con la gran amenaza de los Ilenios y, en ese trayecto, en medio de las estepas
comencé a tener sueños. Pero no sueños normales, sueños con recuerdos.
Comencé a ver fragmentos de mi pasado. Al despertar recordaba momentos
que el dragón inmortal me había robado. Cada noche soñaba algo diferente,
una vivencia que me marcó. Y fue entonces cuando soñé con Camu, con Ona,
con Astrid…
—Y regresaste a encontrarlos —se adelantó Nahia.
—Así fue. Regresé a Norghana y decidí que necesitaba recordar y, si no
podía, hasta que los sueños me lo mostraran todo, necesitaba que me
contaran lo que me habían robado. Acudí a la líder de los Guardabosques,
Sigrid, que me acogió con los brazos abiertos. Ella, con ayuda de Dolbarar y
mis compañeros que todavía estaban en activo —señaló a Molak y Luca—
me contaron toda mi historia. Hasta el momento en el que el dragón me borró
mis recuerdos.
—Entonces… si no te he entendido mal, no es que recuerdes, sino que
sabes qué te pasó porque te lo han contado.
—Eso es. Recuerdo unos pocos fragmentos, pero los Guardabosques me
han contado todo sobre mí y mis compañeros.
«Yo contar mucho. Saber todo de Lasgol».
—Sí, cuando te encontré.
—¿No sería el año pasado en la cueva cuando nos encontramos todos?
—Nahia no podía creer que fuera así.
Lasgol asintió.
—Estaba allí esperando a que Camu despertara. Le llevó dos meses
terminar de despertar de su larga hibernación.
«Drakonianos Superiores despertar despacio. Porque mucho poderosos».
—Ya, sí, o porque simplemente vuestros cuerpos son así —dijo Lasgol.
«No, ser porque nosotros mucho poderosos».
Lasgol suspiró.
—El caso es que coincidimos en la cueva cuando Camu terminó de
despertar. Mi plan era buscar a las Panteras de las Nieves, tal y como Egil te
ha pedido. Camu, Ona y Argi eran los primeros. Por desgracia llegó la
invasión de los dragones y todo cambió. Tuvimos que volver a Norghana a
defender el reino. Mi plan de buscar al resto del grupo se ha frustrado.
—Y lleváis luchando contra los dragones desde entonces.
—Así es —asintió Lasgol.
«Nosotros luchar mucho bien. Dragones malos».
—He sido testigo —dijo Nahia y recordó el encuentro en la cueva. Al
hacerlo la escama en su nuca comenzó a arder. Se llevó la mano a ella.
Destelló en plateado. Algo le indicaba que aquel encuentro era parte de su
destino.
—¿Estás bien? Has brillado en plata.
«Magia Drakoniana».
—¿Lo habéis captado?
Lasgol asintió.
«Yo captar rápido».
—Eso es extraño. Nadie suele hacerlo… Creo que puede ser porque
nuestros destinos están relacionados.
—Podría ser. Ya es la segunda vez que nuestros caminos se encuentran.
Nahia asintió.
—Definitivamente hay algo.
—Dile a Egil que intentaré encontrar al resto, pero no va a ser sencillo.
—¿Por qué razón? ¿No están sirviendo como Guardabosques?
Lasgol suspiró.
—Nilsa sigue en los desiertos. Las buenas noticias son que ha
despertado. Esperamos que pronto esté del todo recuperada.
«Despertar a la vez que yo. Los dos dormir mucho tiempo».
—¿Cuánto tiempo han estado durmiendo?
Lasgol lo pensó un momento.
—Más de tres años. Despertaron hace ahora un año.
—Vaya cabezadita —sonrió Nahia.
«Yo más grande y poderoso ahora».
—Ingrid está presa en el reino del este, en Orecor. En una de las
ciudades estado de la costa. ¿No es así, Molak?
—Así es. Se ha intentado pagar un rescate por ella, pero el capitán Sabis
Gotirus, de la familia regente en la ciudad, no quiere aceptar ningún pago. La
quiere presa y no la ha liberado.
—Vaya… pensaba que estaría aquí dirigiendo a los Guardabosques.
—Debería, como Guardabosques Primera, pero sigue presa —aclaró
Lasgol.
—¿Astrid? —preguntó Nahia.
A Lasgol se le oscureció el rostro.
—Luca, ¿qué sabemos?
—Creemos que esta prisionera en Erenal. Se la llevaron las Luchadoras
del Nuevo Sol. Es lo que hemos podido averiguar usando a los espías que
teníamos disponibles.
—Las dos prisioneras, mal asunto — dijo Nahia.
—Muy malo —asintió Lasgol con rostro de preocupación—. Hemos
estado planeando rescates, pero con la guerra todo ha cambiado. Los reinos
donde están también están siendo sitiados, como el nuestro. Si antes era
difícil rescatarlas en territorio extranjero, ahora mucho más.
Nahia asintió.
—Los cinco reyes dragones se han repartido Tremia. Están asaltando
cada uno una región.
—Esa es la información que nosotros tenemos también —confirmó
Molak.
—¿Tiene el rey dragón rojo más dragones que enviar a esta conquista?
—preguntó Luca.
Nahia lo pensó.
—Por lo que sé, los reyes dragones tienen abiertas varias conquistas por
realizar y territorios ya conquistados que mantener, lo que significa que
tienen a sus fuerzas dispersas por esos continentes.
—¿Entonces crees que no enviarán muchas más fuerzas aquí?
—Eso no lo sé. Yo en el campamento de guerra he contado a unos
veinticinco dragones.
—Tiene más. Otros diez están sitiando Estocos, capital del oeste de
Norghana —dijo Molak.
—Y hay otros cinco más que recorren todas las ciudades importantes y
atacan para crear el pánico en la población y obligarnos a rendirnos —dijo
Luca.
—Eso significa que está usando unos treinta y cinco o cuarenta dragones
en total, puede que no disponga ahora mismo de muchos más, pero son solo
suposiciones mías. No lo toméis por bueno.
—Entiendo. Si consigues saberlo sería una información valiosísima para
nosotros. Si aparece con cien dragones, estaríamos muertos.
—Debéis contar con ciento cincuenta o doscientos dragones en este
continente, porque son cinco reyes y cada uno habrá traído unos treinta o
cuarenta.
Lasgol suspiró.
—Eso nos tememos por lo que nos han contado los otros reinos de
Tremia. Tu estimación es correcta.
—Doscientos son muchos dragones… —dijo Nahia algo abatida.
—Tendremos que ir acabando con ellos —dijo Lasgol.
«Sí, nosotros acabar con todos dragones».
Ona rugió y Argi aulló uniéndose al propósito.
—¿Cómo? —Nahia abrió mucho los ojos.
—Matándolos uno a uno —dijo Lasgol y le mostró su arco.
Capítulo 50

—¿Puedes matar a un dragón con ese arco? —preguntó Nahia nerviosa y


esperanzada.
—Puedo, siempre y cuando el dragón esté a más de trescientos pasos.
—Porque estás fuera de su alcance.
—Eso es. Los dragones no pueden atacar más allá de trescientos pasos,
los más poderosos cuatrocientos. Yo con este arco les puedo alcanzar desde
más lejos.
—Con ataques mentales todavía menos, doscientos los de tamaño medio
y trescientos los más poderosos —puntualizó Molak.
—¿Ataques mentales? No sabía que los usaran —dijo Nahia.
—Prefieren usar sus alientos elementales. Tienen más alcance y poder
destructor y son más fáciles de lanzar. Las flechas elementales los
desconciertan y les dificultan lanzar ataques mentales —explicó Lasgol.
—Hay tantas cosas que todavía no sé… —se lamentó Nahia.
«No preocupar. Tú aprender pronto».
—Gracias, Camu. Por eso utilizasteis la estrategia de los tiradores en la
defensa de la capital.
—Así es. Funcionó.
—Pero Egil me dijo que no eráis más que medio millar de
Guardabosques.
Lasgol asintió.
—Guardabosques medio millar, los demás son Guardabosques
Auxiliares.
—¿Auxiliares?
—Son soldados norghanos que tienen algo de habilidad con el arco. Los
estamos entrenando como Guardabosques en la Maestría de Tiradores.
Buscamos tener muchos para hacer frente a los dragones —explicó Molak.
—Esa es una idea estupenda.
—Es de nuestra líder, Sigrid. Ella lo propuso y está dando buenos
resultados.
—¿Los entrenáis aquí, en la ciudad?
Lasgol negó con la cabeza.
—Demasiados ataques aquí. Los entrenamos donde siempre hemos
entrenado a los Guardabosques, en el Campamento.
—¿El Campamento?
—Un lugar secreto donde se forman los Guardabosques. Todos nos
formamos allí.
—Oh, entiendo. Entonces ese arco que tienes que puede matar dragones
es una de las armas doradas.
Lasgol la miró un instante.
—Veo que Egil te ha hablado de ellas.
—Lo ha hecho, es el motivo de que esté aquí hablando contigo. Necesito
una de las armas doradas para devolver la esperanza a los míos. Tienen que
saber que hay una forma de matarlos, que no seremos esclavos siempre, que
podemos levantarnos y luchar contra ellos. Pero debo mostrarles algo
tangible, real, no solo una promesa, una de las armas. Debo dar esperanza a
los míos, tenemos que liberarnos de los tiranos que nos esclavizan.
—Ese es un objetivo muy noble —dijo Lasgol.
«Mucho bueno».
—Y muy peligroso para ti —dijo Molak.
—Y para los que te apoyen —añadió Luca.
—Sí, lo es. Pero debemos luchar. Si he de morir, que así sea.
Hubo un momento de silencio.
—Buscas un arma dorada, lo entendemos. Pero hay un problema. No las
tenemos —dijo Lasgol.
—¿No? Egil dijo que las tendríais…
—Y las teníamos, pero Ingrid las escondió para que no cayeran en malas
manos.
—E Ingrid está presa…
—Y no sabemos dónde las escondió —dijo Lasgol.
Nahia resopló.
—Necesito un arma dorada. ¿No puedes dejarme tu arco, si es la única
que hay disponible?
—No puedo, lo necesito para luchar contra los dragones. Lo necesitamos
—dijo Lasgol mirando a Molak y Luca.
—Pero es la prueba que me hace falta para convencer a los míos de que
las armas de oro existen, que con ellas se puede matar a un dragón —pidió
Nahia casi en un ruego.
Lasgol asintió.
—Te entiendo y me gustaría ayudarte, pero esta arma es la única que
ahora mismo tenemos. Dejártela sería perder nuestra mejor baza.
Nahia lo comprendió.
—Lo entiendo.
—Gracias por entenderlo.
Ella suspiró.
—Falta el último de la lista de Egil —dijo a Lasgol.
—¿Gerd? Cayó al portal antes que Egil. Debe estar en tu mundo —dijo
Lasgol.
—¿Y si te dijera que ya no?
«¿Tú saber algo de Gerd?».
—¿Qué sabes? —se interesó Molak.
—Cualquier información que tengas de Gerd será muy apreciada —dijo
Lasgol.
—Vuestro amigo Gerd está en el campamento de guerra. Jen-Gorri-Gud
lo tiene prisionero.
—¿Aquí? —Lasgol abrió mucho los ojos.
—Estaba en mi mundo, lo vi allí, prisionero del rey dragón rojo. Ahora
lo tiene aquí el general. Supongo que por la ofensiva, le estará sacando
información.
—Debemos rescatarlo de inmediato —dijo Luca.
—Antes de que se lo lleven de vuelta a tu mundo —dijo Molak.
«Sí, rescatar Gerd» envió Camu convencido.
—Está en mitad del campamento de guerra… —dijo Nahia con voz de
preocupación.
—Podemos idear un plan… con tu ayuda —dijo Lasgol a Nahia.
—Ayudaré en lo que me pidáis. Contad conmigo —se ofreció Nahia y
abrió los brazos.
«Mucho estupendo. Nosotros liberar Gerd» envió Camu muy contento.
Ona se frotó contra Nahia, que la acarició.
Lasgol se quedó pensando.
—Te propongo algo.
—Adelante.
—Si me ayudas a rescatar a Gerd te regalaré algo que equivale para ti y
los tuyos a este arco.
—¿El qué?
—No puedo decírtelo ahora, hay más de una posibilidad. Pero te aseguro
que regresarás a tu academia con la prueba fehaciente e incuestionable que
buscas para convencer a los tuyos.
—Eso sería increíble. Es lo que he venido a buscar a este mundo.
—Yo puedo proporcionártelo.
—¿Y no es este arco?
Lasgol negó con la cabeza.
—Es que ese arco… —Nahia estaba convencida de que el arco era la
respuesta y tenerlo tan cerca y no poder hacerse con él la estaba matando.
—Tendrás que confiar en mí.
Nahia se debatió entre confiar o no. Tomó una decisión.
—Egil me dijo que podía confiar en vosotros, que eráis amigos…
—Los mejores amigos —asintió Lasgol.
«Mejor amigos» envió Camu junto a un sentimiento de que era
absolutamente cierto.
A Nahia no le quedó duda.
—De acuerdo. Confío en ti y en él —dijo Nahia mirando a Lasgol y
luego a Camu.
—Muy bien. Tenemos un trato —Lasgol le ofreció la mano.
Nahia la cogió y la estrechó.
—Tenemos un trato.
A la noche siguiente Nahia salió de la tienda en el campamento de
guerra. La acompañaban Dafne y Lily. Taika e Ivo se habían quedado con
Aiden, distrayéndolo para que no interviniera. Le habían pedido que les
contara cómo era crecer como un Drakónido. Aiden, muy orgulloso, les
estaba relatando todo lo bueno que tenía.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Dafne a Nahia según cruzaban el
campamento.
—Lo estoy. Confío en ellos.
—Eso es mucho confiar —dijo Lily.
—Lo sé, pero algo me dice que debo hacerlo —Nahia se llevó la mano a
la escama en su nuca y estaba caliente, sentía como una neblina plateada
alrededor de su mente—. Sí, estamos haciendo lo correcto.
Llegaron a la posición en la que debían situarse. Se separaron y se
colocaron en posición. Nahia se acercó cuanto pudo a la tienda con la runa
de cabeza de lobo y se quedó junto a ella disimulando. Su misión en el plan
era sencilla. Debía indicar al grupo de rescate dónde se encontraba la tienda.
Miró a la luna, que brillaba alta en un firmamento bastante despejado. Miles
de estrellas relucían entre unas pocas nubes grises. Seis dragones que
sobrevolaban el campamento se cruzaron en su visión y le arruinaron la
escena.
Una patrulla de soldados se aproximó hasta Nahia en su ronda de
guardia. El capitán, un Drakónido, dio el alto a una docena de soldados que
iban con él.
—No se puede estar tan cerca de las tiendas —le dijo a Nahia muy serio.
—Soy una Bruja de Dragón, puedo estar donde quiera —respondió ella,
desafiante.
—Aunque lo seas, no puedes estar ahí parada —insistió el Drakónido.
—¿Seguro que no tienes algo de sueño? —preguntó Nahia.
—¿Sueño? ¿Cómo voy a tener sueño? Estoy de guardia —dijo él con
rostro contrariado.
—Yo te veo cansado.
—No estoy para nada can… —comenzó a decir el Drakónido y se cayó
al suelo dormido donde estaba.
—Será mejor que os lo llevéis, está exhausto —dijo Nahia a los
soldados que, confundidos y sorprendidos, se llevaron a su capitán y
continuaron.
Nahia miró hacia Lily que estaba a unos pasos y se había encargado de
deshacerse del oficial. Le guiñó un ojo y sonrió.
De súbito en el lado este del campamento comenzaron a escucharse
detonaciones. Un instante después sonaban las alarmas. Los soldados
salieron de sus tiendas y comenzaron a correr de un lado a otro. Los
oficiales buscaban explicación a lo que sucedía. Un nuevo ataque trajo un
centenar de detonaciones de flechas de fuego que cayeron en el campamento
explosionando con grandes llamaradas.
Los dragones echaron a volar. Jen-Gorri-Gud y su escolta se abrieron
paso hasta la mitad del campamento para ver qué sucedía. Les estaban
atacando con flechas incendiarias y parte de los carros de suministros
ardían. El general repartió órdenes entre los suyos y varios dragones echaron
a volar hacia el punto de origen del ataque, fuera del campamento.
Nahia miró a derecha e izquierda y con disimulo rajó la lona de la tienda
con su daga. Un momento después se colaba dentro. Dafne ocupó su lugar
tapando la abertura y Lily vigiló para que nadie se acercara. Todos estaban
muy atentos al ataque en la zona este y nadie les prestaba atención. Dafne
creó con disimulo una esfera diminuta de luz y se la pasó a Nahia por el
corte en la lona.
El interior de la tienda estaba muy oscuro. Nahia usó la esfera de luz y
encontró al prisionero sentado sobre el camastro.
—¿Quién eres tú? ¿Qué quieres? —preguntó en el idioma unificado de
Kraido, pero con un fuerte acento extranjero.
—Vaya, has aprendido nuestro idioma. Sois sorprendentes de verdad.
—¿Sois?
—Tú y Egil —dijo Nahia acercándose hasta él.
—¿Egil? ¿Conoces a Egil? —preguntó el prisionero sorprendido y sus
ojos se abrieron mucho.
—Sí, somos amigos. Me envía a buscarte. Porque tú eres Gerd, ¿verdad?
El prisionero se puso en pie. Era grande y fuerte.
—Soy Gerd. ¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí?
—Soy Nahia. He venido a rescatarte.
Gerd puso cara de incredulidad.
—¿Rescatarme? Lo veo complicado…
—Bueno, no vengo sola. Traigo amigos tuyos.
—¿Míos? Ningún amigo mío sabe que estoy aquí.
—Antes de rescatarte tengo que asegurarme de que eres Gerd.
—Soy Gerd.
—¿Cuál es el título no oficial de Egil?
Gerd la miró sorprendido.
—Egil es el rey del oeste.
—Respuesta correcta —sonrió Nahia—. Ahora voy a rajar la parte oeste
de la tienda, saldrás con esta esfera de luz y aguardarás.
—¿A qué?
—A que Camu venga a recogerte.
—¿Está Camu contigo? ¿Cómo puede ser?
—No hay tiempo. La maniobra distractoria terminará enseguida. Tienes
que hacer lo que te digo ahora.
—De acuerdo.
Nahia fue hasta el lateral de la tienda y con su daga cortó la lona unas
dos varas. Le dio la esfera a Gerd.
—Buena suerte —le deseó.
—Buena suerte a ti también, Nahia, y gracias.
Ella asintió y le indicó que saliera. El grandullón así lo hizo. Nahia
miraba por el corte. Un momento más tarde Gerd desapareció como llevado
por la noche y con él la luz de la esfera.
Nahia salió de la tienda como había entrado. Dafne se apartó en cuanto la
sintió y luego las dos se fueron hacia su tienda. Todo el campamento estaba
en pie de guerra. Solo ellas estaban tranquilas, el ataque era solo una
distracción y terminaría en breve.
Nahia estaba muy satisfecha. No se había equivocado, era Gerd. Lasgol
le había hecho asegurarse, por si era un señuelo u otro prisionero, pero había
habido suerte. Se fue a dormir muy contenta aquella noche. No había podido
rescatar a Egil todavía, pero sí a Gerd.
Capítulo 51

A la mañana siguiente, con las primeras luces, Irakas-Gorri-Gaizt reunió


al escuadrón en la parte norte del campamento. No lo habían visto desde la
batalla y Nahia sospechaba el motivo. No se había visto a ningún dragón
fuera de su área excepto la noche anterior, en el falso ataque que quedó en
nada y fue catalogado como un intento fallido del enemigo sobre los víveres
del campamento.
Nahia observó de reojo los ojos de Irakas-Gorri-Gaizt. El derecho
estaba dañado y recubierto casi por completo de una sustancia blanca, como
si se estuviera quedando ciego. El izquierdo estaba algo mejor, pero también
tenía zonas cubiertas de blanco. Ese era el motivo por el que no se había
dejado ver, estaba curándose las heridas. Lo callaban, lo disimulaban, pero
esa era la razón. No querían parecer vulnerables, querían mantener su aura
de inmortalidad ante ellos, pero Nahia sabía que no eran intocables y su
compañeros de escuadrón comenzaban a verlo también. A los dragones que
habían caído malheridos se los habían llevado, y nadie sabía a dónde.
«Habéis cumplido con la misión que se os encomendó como prueba de
final de curso. Ayudasteis a tomar y mantener la puerta sur. La orden de
retirada la dio Jen-Gorri-Gud y como orden directa tuvimos que seguirla.
Por lo tanto, se os da por buena la misión. Volvemos a la academia, donde os
graduaréis con honores por vuestro desempeño en la batalla».
Aquello sorprendió a Nahia. Pensaba que como se habían tenido que
retirar, y no habían mantenido la puerta, les echarían la culpa y no les
dejarían graduarse por haber fallado la misión. Se alegró mucho de estar
equivocada. Y no fue la única. Sus compañeros y los de las escuadras
Ardiente y Candente también estaban muy contentos y sus rostros así lo
expresaban.
«Atentos todos. Nos ponemos en marcha ahora mismo. Regresaremos a la
academia. Iremos atentos hasta el portal. Puede haber presencia enemiga.
Daga y escudo preparados» advirtió Irakas-Gorri-Gaizt.
De inmediato todos desenvainaron sus espadas y sacaron sus escudos.
Las tres escuadras formaron una al lado de la otra. A su espalda tenían el
gran campamento de guerra y la ciudad sitiada de Norghania. Nahia lanzó
una última mirada atrás.
Lasgol, Camu y sus compañeros seguirían luchando hasta la muerte por
defender su capital y su reino. Los dragones pronto volverían a atacar la
ciudad y esta vez irían con mucho más cuidado. Ya sabían que un millar de
tiradores los esperaban con flechas elementales.
Irakas-Gorri-Gaizt dio un potente salto y moviendo sus alas con fuerza
echó a volar.
«En marcha, a paso ligero. Rastrearé los alrededores según avanzamos».
Nahia vio a su líder planear hacia el sur y se preguntó si sufrirían una
emboscada. Le pareció improbable. Lasgol y los suyos tenían infinidad de
problemas mayores que unos Brujos de Dragón todavía formándose que
abandonaban el campo de batalla.
Resultó que tenía razón. Todo el trayecto de vuelta hasta la perla en el
gran valle resultó tranquilo y no tuvieron ningún incidente. Todos lo
agradecieron, lo último que querían era volver a luchar.
Llegaron a la colina sobre la que estaba la perla y la encontraron
desierta. Nahia se preguntó cómo era posible que no estuviera vigilada. Sin
duda el rey rojo tendría asegurada aquella perla. Sin embargo, cuando
llegaron no vieron dragón alguno. Le extrañó mucho. ¿A dónde habían ido?
No se lo explicaba.
Irakas-Gorri-Gaizt dio varias vueltas alrededor de la perla en los cielos
buscando alguna amenaza que pudiera estar escondida y al acecho. Tras un
rato descendió sobre la perla.
«No he visto actividad enemiga. En cualquier caso, todos alerta».
El mensaje le llegó a Nahia con un sentimiento de ligera preocupación,
algo extraño viniendo de su líder. El resto de la escuadra también lo notó
porque se miraban los unos a los otros con expresiones de extrañeza.
Irakas-Gorri-Gaizt echó a volar de nuevo.
«Descended la colina y registrad la morada sagrada».
Esta vez la orden llegó con autoridad. Las tres escuadras bajaron hasta la
entrada de la cueva en formación. Se encontraron con Irakas-Gorri-Gaizt,
que también descendió y se posó frente a ella. Avanzaron despacio, con
cuidado, hasta llegar a la entrada. El interior estaba oscuro y no podían ver
con claridad.
«Esferas de luz y fuego. Iluminadla».
Nahia creó una esfera de fuego y Dafne una de luz. Con su mente las
desplazaron al interior de la cueva y las mantuvieron levitando como si
fueran lámparas. Otras cuatro bolas llegaron de la Escuadra Ardiente y de la
Escuadra Candente. La caverna quedó completamente iluminada.
Lo que vieron los dejó a todos atónitos.
Dentro de la caverna había un dragón rojo mediano, un macho.
Estaba muerto. Tenía varias heridas en la cabeza de las que sangraba.
De la impresión las tres escuadras se detuvieron dónde estaban.
«¡A qué esperáis! ¡Registrad la cueva!».
Nadie pudo dar un paso al frente, todos estaban petrificados por lo que
estaban viendo. Estaban contemplando algo imposible. Un charco grande de
sangre rodeaba su cabeza y le brotaba de ojos y boca. Tenía múltiples
proyectiles incrustados.
«¡Registrad la cueva! ¡Obedeced mi orden!» llegó con sentimiento de
furia.
Las escuadras se apartaron de la entrada para que su líder pudiera ver lo
que habían descubierto. Irakas-Gorri-Gaizt, furioso porque su escuadrón no
obedecía, avanzó hasta entrar en la cueva.
Y entonces lo vio.
La cabeza de Irakas-Gorri-Gaizt se fue hacia atrás de la impresión al
descubrir a uno de los suyos muerto. Rugió tan fuerte que al rebotar en las
paredes de la cueva casi los dejó sordos. El sonido del rugido salió de la
cueva y se extendió por todo el valle. Irakas-Gorri-Gaizt lanzó su
impresionante aliento de fuego contra el fondo de la caverna y las cuatro
cuevas a las que daba acceso. El aliento de fuego libró al dragón muerto y a
ellos y entró en las estancias posteriores con tremenda fuerza.
«¡Registrad las cuevas he dicho!».
La Escuadra Ígnea se dirigió a la cueva de la izquierda, la Escuadra
Ardiente tomó la segunda cueva y la Candente la tercera. Para poder acceder
a las posteriores tuvieron que rodear el cuerpo enorme del dragón muerto.
Antes de descender Nahia creó otra esfera de fuego y Dafne la siguió con
una de luz. Comprobaron que se trataba de una zona dormitorio, pues había
literas contra las paredes. Registraron la cueva, que no tenía salida, y no
encontraron a nadie. Hallaron unos baúles con ropa y unos armeros con
arcos, hachas cortas y cuchillos.
—Aquí no hay nadie —dijo Taika.
—Despejado —corroboró Aiden.
Nahia miró hacia atrás para asegurarse de que Irakas-Gorri-Gaizt no
podía oírle.
—¿Habéis visto que hay un dragón muerto? ¡Un dragón muerto! —
exclamó muy exaltada.
—Sí, lo hemos visto, cálmate —dijo Lily, que también miró hacia la
entrada de la cueva
—¿Sabéis lo que significa? —dijo Nahia sin poder controlar sus
emociones.
—¿Que alguien le ha dado su merecido a ese abusón? —dijo Lily.
—Significa que son vulnerables, que se les puede matar —razonó Dafne.
—¡Exacto! —Nahia dio un bote y luego otro. Estaba exaltadísima.
—Es algo… impensable… —comentó Taika, que parecía no poder
hacerse a la idea de lo que acaban de presenciar en la caverna de la entrada.
—Esto lo cambia todo —razonó Ivo—. Siempre nos han hecho creer que
los dragones son indestructibles por su fortaleza, poder y magia. Acabamos
de ver que no es así. Hemos presenciado un dragón muerto a consecuencia
de un combate. Es algo que cambia por completo lo que creíamos de los
todopoderosos señores de los cielos.
—Tiene que haber una explicación. Alguna traición… —dijo Aiden que
negaba con la cabeza.
Él no lo podía creer. No lo aceptaba. Iba contra todo lo que siempre
había creído, contra lo que le habían enseñado desde que era un bebé.
—Hay una explicación: se puede matar a los dragones —dijo Nahia.
—Eso no es posible, nunca lo ha sido y todos lo sabéis —Aiden se
negaba a aceptar aquella realidad—. Ni en la gran batalla ha muerto ningún
dragón.
—Allí les hirieron en ojos y boca —dijo Ivo.
—Lo has visto igual que nosotros. A ese dragón lo han matado y con
armas similares a estas —Taika mostró el arco y una aljaba con flechas.
—Son armas indignas —Aiden negaba con la cabeza.
—Yo las encuentro interesantes —dijo Taika.
—No puede ser. El acero no puede matar a un dragón y menos el de
armas tan vulgares como estas —dijo Aiden y fue hasta Taika. De un
manotazo le quitó la aljaba, que cayó al suelo, y sus flechas se
desparramaron.
—No es un acero cualquiera y no un arma cualquiera, pero hay objetos
que pueden matar a los dragones —afirmó Nahia.
El resto del grupo, a excepción de Aiden, prestaron su atención. Aiden
seguía sin poder aceptar la realidad y daba bandazos tirando arcos, hachas
cortas y cuchillos de los armeros al suelo.
—¿Crees que una de las armas doradas ha hecho eso? —preguntó Dafne
a Nahia.
—Estoy segura. El Arco de Aodh —dijo Nahia.
—El que tiene Lasgol —dijo Dafne.
—Ese mismo —asintió Nahia.
—Me cuesta creer que un humano con un arco haya podido matar a un
dragón de cerca de treinta varas de longitud —dijo Taika torciendo el gesto.
—Sí, a mí también me cuesta. Son flechas, y el dragón enorme y
poderoso… —dijo Ivo—. En la naturaleza algo tan grande y poderoso no
puede matarse con unas simples saetas.
—Piensa que no son flechas normales. Son las flechas lanzadas con un
arco dorado cargado con magia para matar dragones —dijo Nahia.
—Aun así… cuesta creerlo —dijo Lily.
—Porque es imposible —intervino Aiden—. Ningún Humano, y menos
con un arco, puede matar a un dragón por mucha magia que ese arco tenga.
Nahia quería rebatirlo, pero vio que no iba a ganar la discusión así que
cambió de estrategia.
—No podéis negar la evidencia, alguien ha matado a un dragón con un
arma.
—Cierto, eso no se puede rebatir visto lo que hemos visto —se unió
Dafne.
Los demás se miraron entre ellos.
—Eso es innegable —dijo Taika asintiendo.
—Y supone un gran cambio en nuestras creencias y forma de ver la vida
y a los dragones —añadió Ivo.
—Curioso que hayamos tenido que venir a este mundo a encontrarnos con
un dragón muerto que nos abra los ojos —dijo Lily—. Es posible herir a los
dragones, tenemos pruebas fehacientes.
—Es una traición, un engaño, juego sucio, no puede ser —Aiden
continuaba negándose a creerlo.
—Recordad lo que hemos visto, porque se lo contaremos a todos. ¡A
todos! Es fundamental que lo hagamos —dijo Nahia y miró a sus
compañeros uno por uno señalándoles con el dedo.
Todos menos Aiden asintieron. El Drakónido daba vueltas sacudiéndose
la cabeza.
—Volvamos antes de que nuestro líder nos reclame —Taika hizo un gesto
con la mano.
—Vamos, quiero ver a ese dragón muerto otra vez, y de cerca —dijo
Nahia.
Regresaron a la gran cueva de la entrada y Nahia se acercó con disimulo
a la cabeza del dragón muerto. Quería investigar aquello. El resto de sus
compañeros la siguieron. Irakas-Gorri-Gaizt seguía a la entrada de la
caverna.
«¡Quien encuentre algo que lo indique de viva voz!».
Ninguna de las escuadras informó haber encontrado nada. La Escuadra
Cadente tuvo que registrar una caverna adicional, la última, pero no
encontraron a nadie. Mientras terminaban de hacerlo, Nahia observó el
cadáver del gran dragón de nuevo. Le interesaba la cabeza y la forma en la
que le habían dado muerte. Tenían una oportunidad única y no pensaba
desperdiciarla. Se fijó en que tenía ambos ojos acribillados a flechas. Contó
por lo menos una docena en cada uno. Eso tuvo que haberlo cegado, aunque
no matarlo.
Moviéndose un poco, con disimulo, constató que el resto del cuerpo no
presentaba heridas aparentes. No había flechas ni sangre en ningún lado. A
Nahia este descubrimiento no le extrañó. Ahora sabían que los dragones
tenían puntos débiles: sus ojos y su boca, allí donde sus escamas no
alcanzaban. Lo que no pudo establecer fue qué había matado al dragón. Las
flechas en los ojos no podían ser la causa, aquello lo cegaría, pero no
acabaría con su vida. Tenían que haberle dado muerte por la boca, era por
donde más sangre salía. ¿Pero cómo? Y entonces Nahia recordó lo que Egil
le había contado. Él había matado al dragón atravesándole la nuca y entrando
hasta la cabeza. ¿Y si las flechas habían entrado por la boca del dragón y
penetrado hasta su cabeza?
Nahia sonrió. Ya había deducido cómo hacerlo: por la boca hasta el
cerebro y con un arma dorada. De la alegría tan grande que sentía estuvo a
punto de hacer un gesto de victoria. Comenzó a mover el brazo pero, por
suerte, Dafne estaba atenta, le agarró y la detuvo.
«Formad todos frente a mí. ¡De inmediato!».
Las tres escuadras se apresuraron a formar frente a su líder con la
criatura muerta a sus espaldas. Nahia tuvo la sensación de que ya sabía lo
que iba a decirles.
«Lo que hemos descubierto aquí lo olvidaréis en cuanto salgamos de esta
cueva. Nadie en mi escuadrón mencionará nunca lo que ha presenciado hoy
bajo pena de muerte. A nadie, ni entre vosotros. No lo volveréis a comentar
nunca. Si alguno de vosotros habla sobre lo que habéis visto, me encargaré
personalmente de abrirle en canal y comerme sus tripas. ¿Ha quedado lo
suficientemente claro?».
El mensaje llegó con un sentimiento de rabia tremendo. Y no solo de
rabia, sino de tremendas ganas de matar a alguien. Nadie dijo nada ni hizo el
más mínimo movimiento porque temían que Irakas-Gorri-Gaizt los matara
allí mismo.
Nahia entendió entonces lo que acababa de pasar. Lasgol le había dejado
aquel regalo. Había cumplido con el trato que habían hecho. Allí estaba la
promesa que le había hecho. No podía dejarle su arco dorado, pero sí algo
igual de importante, sino más. La prueba fehaciente que ella necesitaba y
buscaba para convencer a los suyos. Todos en el Escuadrón Rojo sabían
ahora que a un dragón se le podía dar muerte. Lo tenían delante. No había ya
lugar a duda y eso era lo que Nahia necesitaba para plantar la simiente de la
esperanza. El mensaje se transmitiría, pese a la prohibición de Irakas-Gorri-
Gaizt pues todos habían visto la prueba.
Nahia supo que aquel momento era importantísimo y un día sería
mencionado en los tomos de historia.
«Abriré el portal. De aquí iremos al Continente Renacido, de allí
volveremos a Kraido y a Drakoros. Mañana os graduaréis con honores del
segundo curso y en breve comenzaréis el tercer año de formación, el último
y más crítico. Si hasta ahora os ha parecido duro, esperad a ver lo que
tendréis que superar en tercero. Un último aviso: todos vosotros olvidaréis
lo que habéis visto hoy aquí. ¡En marcha!».
Subieron la colina hasta la perla e Irakas-Gorri-Gaizt abrió el portal.
Nahia miró hacia los bosques justo antes de entrar. Tenía la certeza de
que, escondidos en su espesura, estaban Lasgol, Camu y los demás.
—Gracias, amigos… —masculló y entró en el portal.
La aventura continua en el siguiente libro de la saga:
Magia Dorada (La senda de los dragones, Libro
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Opinión:

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Muchas gracias,
Pedro.
Mientras esperas a la siguiente entrega te recomiendo otras tres series
mías con las que está relacionada:

Serie Los Dioses Áureos:


Esta serie ocurre tres mil años antes y está relacionada con todas las series.
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Serie El Sendero del Guardabosques:
Esta serie es la más conocida y sus protagonistas aparecen en la saga de la
Senda de los Dragones
(Haz clic en la imagen o título)
Serie El enigma de los Ilenios
Esta serie ocurre poco después de la serie de El Sendero del
Guardabosques. Lasgol aparece en el segundo libro y es un personaje
secundario, pero importante.
(Haz clic en la imagen o título)
Orden de las series
De arriba abajo por cronología de la historia
Agradecimientos

Tengo la gran fortuna de tener muy buenos amigos y una fantástica


familia y gracias a ellos este libro es hoy una realidad. La increíble ayuda
que me han proporcionado durante este viaje de épicas proporciones no la
puedo expresar en palabras.
A Oihana, mi musa, por toda la inspiración y mucho más.
A mi gran amigo Guiller C. todo su apoyo, incansable aliento y
consejos inmejorables. Una vez más ahí ha estado cada día. Miles de
gracias.
A Mon, estratega magistral y “plot twister” excepcional. Aparte de
ejercer como editor y tener siempre el látigo listo para que los
“deadlines” se cumplan. ¡Un millón de gracias!
A Luis R. por las incontables horas que me ha aguantado, por sus
ideas, consejos, paciencia, y sobre todo apoyo. ¡Eres un fenómeno, muchas
gracias!
A Kenneth por esta siempre listo a echar una mano y por apoyarme
desde el principio.
A Fran por toda la ayuda, muy buenas idea, y apoyo.
A Roser M. por las lecturas, los comentarios, las críticas, lo que me ha
enseñado y toda su ayuda en mil y una cosas. Y además por ser un encanto.
A The Bro, que como siempre hace, me ha apoyado y ayudado a su
manera.
A mis padres que son lo mejor del mundo y me han apoyado y ayudado
de forma increíble en este y en todos mis proyectos.
A Olaya Martínez por ser una correctora excepcional, una trabajadora
incansable, una profesional tremenda y sobre todo por sus ánimos e
ilusión. Y por todo lo que me ha enseñado en el camino. Y por el tremendo
y excepcional sprint final en este libro.
A Sarima por ser una artistaza con un gusto exquisito y dibujar como
los ángeles.
A Tanya, por su Ojo de Halcón, y por lo que me ha ayudado con sus
comentarios e ideas.
Y finalmente, muchísimas gracias a ti, lector, por leer mis libros.
Espero que te haya gustado y lo hayas disfrutado. Si es así, te agradecería
una reseña y que se lo recomendaras a tus amigos y conocidos.
Muchas gracias y un fuerte abrazo,
Pedro.
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