Poder Elemental - Pedro Urvi
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Pedro Urvi
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Nahia no podía creerlo. Había una tercera ronda y no les daban tiempo a
recuperarse. No solo era algo despreciable, sino cruel, aunque viniendo de
los dragones, no le sorprendió, pues esperar un poco de empatía o
compasión de aquellos monstruos era inútil. El odio que sentía por aquellos
seres tiránicos iba creciendo de forma exponencial. Algún día se vengaría.
Sí, de alguna forma recibirían el castigo que merecían, solo esperaba estar
presente para poder presenciarlo.
«Solo puede haber un ganador. Aseguraos que sois vosotros» les llegó el
mensaje del comandante.
—¡Agrupémonos! —llamó Taika y corrió hacia Nahia.
—¡Voy! —respondió Aiden, que también comenzó a correr hacia Nahia.
—Despierta, Lily. Estamos en peligro, tienes que recuperarte —urgió
Nahia a su compañera intentando que volviera en sí. Lily, sin embargo, no
reaccionaba a sus palabras. Viendo la gravedad de la situación, Nahia
comenzó a sacudirla de los hombros con fuerza.
De las grandes puertas apareció una única figura con pasos pesados. Se
trataba de un descomunal Saurio del tamaño combinado de seis Tauruk-
Kapro. Avanzó como un gigantesco cocodrilo sobre sus cuatro potentes
patas. La mitad del cuerpo, de cabeza a cola, la tenía cubierta de escamas
rojas y la otra mitad de escamas moradas. Protuberancias rocosas recubrían
todo su cuerpo y sus patas. Parecía vestir una armadura de piedra gastada.
Nahia supo nada más verlo que aquel monstruo no era solo enorme sino
tremendamente peligroso.
—Ese Saurio va a ser un gran problema —comentó Taika que había
deducido lo mismo que Nahia.
Aiden llegó sujetándose el costado y con expresión de dolor en su rostro
de dragón.
—Es fuerte y parece acorazado. Nuestras armas no van a servir.
Taika asintió.
—Tendremos que usar magia.
—Mi magia no es mi mejor baza… —se lamentó Aiden, que miraba al
enorme reptil avanzar hacia ellos despacio, pero recorriendo bastante
terreno con cada paso.
—¡Vamos, Lily! ¡Despierta! —Nahia la sacudió con mucha fuerza pero,
por desgracia, su compañera no despertó.
—Apartemos a Dafne e Ivo, ¡rápido! —urgió Taika a Aiden.
El Drakónido asintió y corrieron hacia ellos. Dafne no fue un problema,
pero a Ivo tuvieron que arrastrarlo cogiéndolo cada uno por un tobillo, pues
pesaba como un buey. Los apartaron lo suficiente para que no corrieran
peligro y volvieron con Nahia, que no conseguía despertar a Lily.
—Nos la llevamos —dijo Taika.
—De acuerdo —asintió Nahia.
Taika cargó con Lily al hombro y corrió a dejarla con Dafne e Ivo, luego
regresó a la carrera. Nahia vio la sangre que tanto Aiden como Taika perdían
y las quemaduras de ácido que tenían por el cuerpo.
—Estáis en muy malas condiciones.
—Esto no me impide luchar. Derrotaré al gran Saurio —dijo Aiden con
confianza mirando con ojos fijos al terrible reptil que ya casi tenían encima.
—Todavía puedo luchar —afirmó Taika.
—Ojalá tuviera mis medicinas conmigo, os podría ayudar —Nahia se
sentía fatal, más aún teniendo los conocimientos para hacerlo. Si al menos
pudiera coserles las heridas y vendarlas… pero no podía.
—No te preocupes. Ahora debemos luchar y sobrevivir —dijo Taika con
voz aterciopelada intentando tranquilizarla.
—Sí, por nosotros y por ellos —se dio cuenta Nahia mirando a sus tres
compañeros inconscientes. Aquel monstruo podía matarlos si no vencían.
—¡La Escuadra Ígnea vencerá! —Aiden sacó pecho y miró al gran
Saurio con ojos retadores.
El monstruo llegó hasta ellos y detuvo sus pesados pasos para emitir un
gruñido que los tres entendieron como una amenaza. Taika y Aiden ya tenían
las Perlas de Aprendizaje en las manos. Nahia, por su parte, estaba
preparada para usar su fuego elemental.
—Intentemos rodearlo. No parece demasiado rápido ni ágil —sugirió
Taika.
—De acuerdo. Voy al costado izquierdo — Aiden corrió con gestos de
dolor. Las heridas le hacían pagar los esfuerzos físicos por mucho que
intentase restarle importancia.
Taika fue al otro costado y Nahia se dio cuenta de que cojeaba bastante
más que antes. No iban a aguantar mucho tiempo.
El gran Saurio miró a ambos lados siguiendo las carreras de Aiden y
Taika, pero no se movió. Seguía a cuatro patas y movía la cabeza, pero no el
cuerpo. Los observaba, parecía estar decidiendo a quién atacar y el hecho de
que se hubieran separado lo había desconcertado. Tendría que elegir hacia
quién ir primero.
Nahia no sabía hacia dónde correr así que se quedó frente al monstruo.
Buscó su dragón interior, cogió energía interna y creó una bola de fuego. De
reojo vio que Aiden tenía una bola blanquecina sobre su palma en cuyo
interior aparecían relámpagos que parecían querer romper la esfera que los
contenía y escapar. La bola de Taika era tan negra como la noche. Ver a sus
compañeros preparados para atacar con magia, hizo que la confianza de
Nahia aumentara. Entre los tres podrían vencer a aquel ser. Debían hacerlo.
El monstruo miró a Nahia y dando un potente paso adelante abrió su
enorme boca llena de dientes e intentó engullirla. Ya había decidió a quién
atacar primero. Para lo grande que era, se movió con bastante rapidez. Se
notaba que era un depredador y que el asalto a la presa lo tenía dominado.
La reacción de Nahia fue de puro instinto de supervivencia y con la mano
le lanzó a la boca la bola de fuego elemental según descendía a cerrarse
sobre ella. La bola impactó contra las fauces y explotó creando una potente
llamarada que llenó la boca del tremendo Saurio.
Un gruñido de dolor surgió de su garganta, cerró la boca y detuvo el
ataque para retrasarse un paso. Le había dolido y mucho. Volvió a gruñir y
abrió la boca dejando escapar las llamas.
Nahia resopló. Había estado muy cerca de ser el desayuno de aquel
monstruo, pero había conseguido que retrocediera. Comenzó a formar una
nueva bola de fuego y miró de reojo a Aiden para ver si atacaba. No lo hizo.
La bola de tormenta que había creado se había desestabilizado y destruido.
El Drakónido sacudía la mano con fuerza, se había hecho daño. Intentó crear
otra bola, pero no lo consiguió. Se lamentó con exclamaciones de rabia y
comenzó a perder la calma.
En ese momento Taika lanzó su bola negra a la cabeza de la bestia.
Acertó de pleno y se produjo una explosión de negrura que rodeó la cabeza
del monstruo. No podía ver. Ahora gruñía de rabia. La negrura creada quedó
rodeando el punto de impacto sin disiparse, como una pequeña nube negra.
Nahia resopló. Esto les daba un respiro. Aiden continuó intentando usar
su magia. Si no lo conseguía, estarían acabados. Taika intentó crear otra bola
para mantener al monstruo cegado y que no pudiera atacar, pero esta vez fue
el Felidae el que no pudo crear la esfera. Nahia suspiró. Sus dos
compañeros eran muy buenos con las armas, pero no así con la magia.
Finalmente, Aiden consiguió usar su magia elemental de aire y atacó al
Saurio lanzando su bola de tormenta directa al costado. Al impactar, estalló
como si una tempestad rompiera y una docena de rayos comenzaron a
golpear al monstruo.
El gran reptil gruñó de dolor. El acero no atravesaba su defensa, pero la
magia sí. Atacó a Aiden con sus fauces, pero el Drakónido corrió hacia la
cola del monstruo, que comenzó a girar sobre sí mismo. Tal como Taika
había deducido, sus movimientos eran lentos y torpes, más aún sin poder ver.
Según se giraba, Nahia le lanzó otra bola de fuego, esta vez a la espalda. El
estallido de fuego le hirió y gruñó de dolor. Dejó de girar y volvió a encarar
a Nahia.
Aiden atacó la espalda del monstruo con otra bola elemental de aire
creando rayos y relámpagos que cayeron sobre ella.
El monstruo, incapaz de ver nada y herido, destelló en morado. De pronto
abrió la boca y de ella surgió un torrente de ácido.
—¡Cuidado, Nahia! —advirtió Taika.
Esta vio cómo de la boca del Saurio salía ácido proyectado y se tiró
hacia atrás para que no la alcanzara. Al no poder ver por la negrura que le
rodeaba la cabeza, no había podido apuntar y eso la había salvado. De
haberlo hecho, ella hubiera muerto bañada en aquella sustancia verde de
olor putrefacto. Al pensar en el olor se dio cuenta de que podía caer
inconsciente, así que rodó a un lado para alejarse.
Aidan corrió hacia la posición inicial que ocupaba y lanzó otra bola, que
estalló en la parte posterior de la cabeza. Una tormenta de rayos descargó
sobre el monstruo. La negrura comenzó a disiparse y Taika se percató, así
que lanzó otra bola de oscuridad a su cabeza para mantenerlo a ciegas.
El monstruo, furioso, comenzó a echar ácido en todas direcciones. No
podía verles pero intentaría darles de todas formas.
—¡Apartaos, cuidado! —Taika dio un brinco hacia atrás, pero al
apoyarse perdió pie por el dolor de la herida y cayó de espaldas.
Aiden se apartó del ácido que caía a su lado y al girarse el costado le
castigó con un dolor intenso. Se dobló y se quedó en el suelo. Nahia vio a
sus dos compañeros en problemas y decidió pasar al ataque. No podía usar
Aliento de Fuego porque tendría que acercarse demasiado y el saurio la
podría bañar en ácido. También se percató de que la arena alrededor del
monstruo comenzaba a estar llena de aquella sustancia y se estaba formando
una nube de gas verdoso que la dejaría sin conocimiento. Decidió atacar
desde una distancia prudencial. Llamó a su dragón interno y cogiendo una
cantidad de energía mayor de lo habitual creó una bola de fuego.
El monstruo seguía regando de ácido todo cuando había frente a él
moviendo la cabeza de un lado a otro mientras Taika y Aiden se apartaban a
rastras huyendo de él y del gas hediondo que acechaba. De pronto, el Saurio
se irguió sobre sus dos patas traseras manteniendo el equilibrio sobre su
gran cola. Desde la nueva altura continuó enviando ácido a ciegas a derecha
e izquierda, solo que ahora era más peligroso pues su alcance era mayor.
Nahia observó su bola elemental de fuego y luego al gran Saurio. Viendo
a su enemigo erguido, grande e imponente, decidió enviar más energía y la
hizo crecer. Creó una bola de un tamaño el doble de grande de lo que estaba
acostumbrada. Aquel logro la hizo sentirse orgullosa. Si embargo, se dio
cuenta de que la bola comenzaba a desestabilizarse. Había demasiada
energía en ella y no podría mantenerla en forma de esfera. Temiendo que le
explotara en la mano y la matara, utilizó su mente y envió la bola contra el
torso del Saurio. Impactó produciendo un estallido grande y unas llamas
imponentes que castigaron el cuerpo del monstruo. La bestia soltó un gruñido
de dolor y rabia. Se golpeaba el torso con las patas delanteras intentando
apagar las llamas.
Nahia vio la posibilidad de alcanzarle de pleno en la cabeza. De hacerlo
tendría muchas posibilidades de hacerle daño de verdad o incluso matarlo.
Buscó su dragón interior y cogió una buena cantidad de energía. Creó la bola
de fuego y comenzó a enviarle más energía para hacerla mayor. Quería
acabar con él con un ataque final poderoso, pero debía tener cuidado de que
no se le desestabilizara la esfera o sería ella quién moriría.
De pronto comenzó a sentir un calor tremendo que partía de su interior y
que se expandía por todo su cuerpo. Los latidos del corazón comenzaron a
irle más rápido, demasiado rápido.
—Oh, no… —masculló entre dientes.
Sentía que la piel le ardía y comenzó a costarle respirar. Reconoció los
síntomas de inmediato: estaba sufriendo uno de sus ataques, su condición se
manifestaba en el peor momento posible, cuando estaba intentando controlar
la estabilidad de la bola de fuego que había creado. El pulso se le aceleró
muchísimo y comenzó a perder el control de la bola de fuego.
—¡Ahora no! —masculló, llena de impotencia.
Intentó tranquilizarse, respirando hondo por la nariz y soltando el aire en
largos soplidos, pero no le iba a servir, no en medio de uno de sus ataques.
Necesitaba el remedio que llevaba colgado al cuello, pero si trataba de
cogerlo la bola de fuego se desestabilizaría y estallaría. Cayó de rodillas. Ya
no podía respirar, el pulso le latía con fuerza y se ahogaba. Sintió calambres
y pinchazos tremendos por todo el cuerpo.
La bola de fuego comenzó a perder su forma de esfera. Iba a estallar.
Con un esfuerzo final tremendo la envió hacia el Saurio con su mente.
Luego cayó a un lado y comenzó a sufrir convulsiones sobre la arena. La
bola estaba a punto de impactar cuando se desestabilizó y explosionó con
una gran llamarada alcanzando parcialmente a su enemigo. Sin embargo, por
la fuerza de la explosión, el monstruo se desequilibró y cayó de espaldas
sobre el suelo de arena.
Nahia lo vio caer mientras luchaba por llevar su mano derecha al cuello
y coger el contenedor con el remedio de su abuela. Por el rabillo del ojo
consiguió ver a Aiden, que estampó una bola de tormenta en la cabeza del
Saurio caído. Taika, a su vez, atacó creando más negrura e imposibilitando
que pudiera ver. Para sorpresa de Nahia y Taika, Aiden atacó con otra bola y
otra y otra más, sin fallar al crearlas. Nahia se dio cuenta de que el
Drakónido había entrado en uno de sus estados de frenesí y que ya no pararía
de atacar hasta que uno de los dos muriese. Lo curioso era que podía crear
las bolas sin problema al entrar en aquel estado de locura.
Mientras ella conseguía hacerse con el contenedor y llevárselo a la boca,
Aiden acabó con el monstruo lanzándole bola tras bola con rayos de
tormenta. Una vez lo logró, se quedó sentado en el suelo, exhausto, con la
mirada perdida. Taika fue hasta él para asegurarse de que no se había hecho
daño a sí mismo.
El remedio hizo efecto y Nahia pudo dejar de temblar de forma
incontrolada. Su pulso se fue ralentizando, volviendo a la normalidad, y su
respiración fue mejorando. Estaba muy cansada, demasiado como para
moverse. Se quedó tirada en la arena. Estaba viva, que era lo que contaba.
Habían acabado con el gran Saurio y esto la animó. Se sintió mal por la
criatura, pero solo podía haber un ganador en la arena y tenían que ser ellos.
Taika llegó hasta ella cojeando y con ojos apagados por el agotamiento.
—¿Cómo estás?
—Casi tan bien como tú —respondió ella intentando sonreír, aunque no
pudo. Taika no intento moverla, la dejó tendida en la arena y se sentó junto a
ella—. ¿Cómo está Aiden?
—Está contemplando el vacío.
—Esa es una buena forma de describirlo.
—Volverá a ser él en un rato. No se ha hecho daño.
—Menos mal…
—Sí, he tenido que apartarme de él por si me daba a mí.
—Bien hecho.
«Tercera ronda completada con éxito. Bien luchado, aunque habéis
tenido unos comportamientos extraños. Ha sido entretenido, pero anómalo.
Estoy seguro de que el líder del Escuadrón Rojo se encargará de corregirlo»
envió Lehen-Gorri-Gogor junto a un sentimiento de que no lo habían hecho
del todo bien.
La puerta norte se volvió a abrir y Nahia se asustó pensando que otro
horror acechaba en la plaza, pero eran los Tergnomus. Una veintena de ellos
entraron y comenzaron a llevarse los cuerpos de los Saurios caídos.
«Podéis abandonar la Arena por la puerta norte y dirigiros a la
enfermería, os están esperando para atender las heridas sufridas en la
prueba. Cargad con vuestros compañeros de escuadra inconscientes y
heridos. Son vuestra responsabilidad» envió el comandante.
Nahia miró a Taika, que suspiró.
—No podemos esperar otra cosa de ellos… —susurró el Felidae.
—Lo sé, no lo esperaba —aseguró Nahia.
—Saquémosles de aquí, Luego ya nos las arreglamos —dijo Taika.
—De acuerdo —Nahia consiguió ponerse en pie con la ayuda de Taika.
Estaba muerta de cansancio y dolor.
Se acercaron a sus compañeros inconscientes cuando Lily volvió en sí.
—¿Qué… ha… sucedido?
—Tranquila, estamos bien, luego te lo cuento. Tienes que ayudarnos a
sacar a Ivo y Dafne de aquí.
—Vale… sí… —Lily se puso en pie.
Entre los tres arrastraron a Ivo mientras los Tergnomus trabajaban con
gran rapidez y eficacia para vaciar y limpiar la plaza. Nahia se dio cuenta en
ese momento de que a continuación entraría otra escuadra y les harían pasar
lo mismo que a ellos. Pensó en Ana y en Logan, ojalá lo superaran. Sí, tenían
que salir victoriosos. Sin embargo, supo que tendrían heridas y que hasta
podía haber muertes en sus escuadras. Deseó con todas sus fuerzas que las
muertes no les alcanzaran a ellos. Miró de reojo a los dragones y volvió a
sentir un odio y una rabia que la desbordaban. No tenían derecho a hacerles
pasar por aquello solo por mero entretenimiento. Eran uno seres execrables.
Nahia los odiaba más cada respiro que tomaba.
—Hemos vencido… ¿verdad? —Aiden llegó hasta ellos.
—Por supuesto. Somos la Escuadra Ígnea, la victoria es nuestra —dijo
Taika.
—No puede ser de otra forma —afirmó Aiden muy confundido.
Nahia sabía que el Drakónido no recordaba la parte final de la pelea y de
ahí su confusión.
—Luego te lo explicamos. Hay que sacar a nuestros compañeros de aquí.
—De acuerdo.
Nahia y Lily se encargaron de Dafne mientras Taika y Aiden lo hacían de
Ivo.
Habían vencido. Ahora necesitaban con urgencia que los curaran.
Capítulo 4
Nahia salió de la biblioteca. Había dejado allí a sus compañeros con los
tomos de magia que el Exarbor les había dicho que debían estudiar. Habían
avanzado muy poco, casi nada, con sus Garras Elementales. Nahia se había
esforzado en ayudarles, pero ella no era una gran profesora. Dafne y Lily
habían conseguido pequeños avances, pero debido al riesgo que corrían
habían preferido ir más despacio y asegurar sus pasos. Nahia estaba del todo
de acuerdo, lo último que quería era que sus amigas perdieran un brazo o
murieran en un accidente.
Se dirigió hacia el norte de la academia y miró al cielo. Pronto
anochecería. Quería darse prisa y llegar a las mazmorras antes de que la
oscuridad cayera sobre ella. No es que la luz ayudarse en lo más mínimo en
el interior de aquel mundo oscuro, pero no quería llegar de noche, le parecía
que era como forzar su suerte. Bastante malo era que tuviera que bajar a
aquel inframundo, mejor hacerlo cuando todavía había algo de luz en el
exterior. Además, como su castigo era de los malos de verdad, mejor llegar
con luz a recibirlo.
Pasó junto al gimnasio. No era el camino más directo, pero quería
acercarse por si Logan estaba allí. Siempre que pasaba cerca del gimnasio
se acercaba por si lo veía. Aquella tarde-noche quería verlo, más que nada
para despedirse, por si no sobrevivía al castigo. Tenía el miedo metido en el
cuerpo y no se lo podía sacar.
Se acercó a la puerta norte y echó una ojeada dentro. Los dragones
permitían ir a entrenar allí, así que esperaba no tener problemas. Miró hacia
las alturas y vio a dos de ellos sobre las atalayas, vigilando. Suspiró, los
dragones lo controlaban todo. Un movimiento en falso y la muerte
descendería implacable y sin piedad.
Nahia se quedó junto a la fuente en el exterior mientras buscaba a Logan
con la mirada en el interior del edificio. Tardó un momento, pues el lugar
estaba bastante concurrido, pero lo vio. Estaba practicando la lucha con el
Felidae de su escuadra sobre una de las esterillas. Al verlo el estómago le
revoloteó un poco y una alegría sincera la llenó.
Tuvo que aguardar un momento a que terminaran de luchar. Nahia sabía
que no podía retrasarse mucho, pues tenía que presentarse a su castigo
después de clase. Por fortuna, Logan miró hacia el exterior. Ella levantó la
mano y saludó con energía.
Logan la vio y salió hasta la fuente al trote. Estaba sudado por el esfuerzo
y los músculos de sus brazos marcados por la fuerza realizada en los
combates.
—Nahia, me alegro de verte. ¿Qué tal estás? —preguntó con cierta
inquietud en su tono.
—Bien, de momento bien. Voy camino de mi castigo…
—Oh, sí. Ya me he enterado —Logan la miró con ojos de preocupación.
—¿Lo sabes?
—Lo sabe todo el mundo —Logan miró hacia el interior del gimnasio,
donde seguían entrenando, e hizo un gesto con la cabeza.
—¿Sí? ¿Todo el mundo? —Nahia se quedó muy sorprendida.
—Los rumores corren rápido en la academia, este más que los demás.
—¿Por qué más?
—Es muy raro que alguien se exprese de la forma en que tú lo hiciste.
—¿En contra de este lugar, de nuestra situación… de los dragones?
Logan asintió.
—Nadie lo hace.
—Pues deberían —Nahia arrugó la frente. Solo de pensar en ello le
volvía el enfado.
—Nadie se atreve. Las consecuencias son graves.
—Deberían hablar. Callar y aceptar este destino de sufrimiento que nos
toca vivir no es el camino.
—Hablar contra los dragones de forma abierta, tampoco —Logan la miró
a los ojos, estaba preocupado—. Debes tener cuidado, podrían haberte
matado.
—Ya… Es que no pude aguantarme.
Logan miró hacia una de las atalayas donde vigilaba un dragón y bajó el
tono.
—Una cosa es pensar que los dragones son monstruos sin entrañas y otra
muy diferente proclamarlo. Lo primero lo piensan muchos, lo segundo no es
inteligente hacerlo.
—Si nadie habla, si nadie se enfrenta a ellos, nada cambiará. Seguiremos
sufriendo y muriendo. Seremos siempre esclavos de esos monstruos sin
alma.
—Esos pensamientos te honran, pero no debes expresarlos en alto. Si
llega a oídos de los dragones morirás. No te perdonarán una ofensa tan
grave.
—Lo sé…
—Tienes que tener más cuidado. Si sientes la necesidad de expresar esos
pensamientos de rebelión que tu corazón alberga, debes hacerlo únicamente
en secreto. De lo contrario te perderemos.
—¿Te preocupas por mí? —preguntó Nahia para ver su reacción.
—¡Claro que me preocupo por ti! No quiero que mueras —respondió
Logan con sinceridad.
—Intentaré controlar mi rabia y no morir.
—Tienes que hacer más que intentarlo. Prométeme que no dejarás que la
furia te domine —la mirada de Logan se clavó en los ojos de Nahia.
Ella suspiró profundamente.
—Está bien, te lo prometo.
Logan relajó la expresión.
—Gracias.
—De nada —sonrió, contenta por la preocupación que Logan sentía por
ella.
—¿Sabes qué castigo te espera? —peguntó Logan y miró al norte, hacia
la mazmorra.
Nahia negó con la cabeza.
—No, pero sé que será peligroso. Puede que no regrese…
—No digas eso. Tienes que regresar.
—Lo intentaré, pero este castigo es mortal.
—En ese caso extrema las precauciones. Asegúrate de usar la cabeza y
sobrevivir.
—Sí, sería una lástima que muriera esta noche ahí dentro. No podría
cumplir con lo que te he prometido.
—Sobrevive y cumple tu promesa.
Nahia asintió.
—Debo irme, deséame suerte.
—Te deseo que sobrevivas.
—Eso es mejor que suerte, sí —sonrió ella y marchó.
Tuvo un extraño presentimiento al ver cómo la miraba Logan. No supo
calificarlo, pero algo se le removió en el estómago.
Le costó un rato llegar a las mazmorras, y eso que iba con paso rápido.
Se le había olvidado lo lejos que estaban. Se encontraban junto a la muralla
norte, al final de la academia. Aquella zona no le gustaba nada. Tanto el
edificio como los alrededores le daban malas sensaciones. Observó la
oscura fortaleza con sus altas murallas y sus cuatro torres circulares con
espirales que subían hasta la punta. Las torres eran una pequeña réplica del
edificio principal, a donde se dirigía. Lo que no se apreciaba desde el
exterior eran los niveles inferiores, las mazmorras en sí, que estaban
enterradas bajo el edificio.
Pensó en Egil, que debía seguir prisionero en el primer subnivel. Si
podía intentaría hablar con él. El de Tremia le interesaba mucho. No solo
porque fuera de otro mundo o continente, sino porque de alguna forma que
todavía no entendía, sentía que sus caminos estaban ligados. Egil tenía
mucha información de la que ella y las gentes de Kraido no disponían, y
tenía la sensación de que era importante. No solo la información, también él
era importante. Por desgracia no habían podido hablar mucho al final del
primer año de formación. A Nahia la habían tenido rotando entre secciones
durante su castigo. Eso complicaba mucho las cosas a la hora de ver a Egil y
hablar con él.
Se fijó en los cuatro dragones que vigilaban desde las esquinas de las
altas murallas de la lóbrega fortaleza. Eran dragones jóvenes elementales:
rojo, azul, blanco y marrón. En la puerta de entrada vigilaban uno negro y
otro cristalino, también jóvenes y fuertes. Con ellos completaban los seis
elementos principales. Aquello no era casualidad, era por motivos de
seguridad. Había un dragón de cada elemento para hacer frente a cualquier
intento de fuga. Nahia solo había visto a tres o cuatro prisioneros: un
Humano, un par de Tauruk-Kapro y un Escarlatum. No entendía para qué
necesitaban tanto dragón de vigilancia. Luego pensó en los subniveles
inferiores, quizá allí sí tuvieran prisioneros a seres más peligrosos.
Los dos dragones de la puerta la miraron cuando se quedó quieta frente a
ella, con la cabeza gacha. Era lo que tenía que hacer, pero se puso nerviosa.
Aquel lugar y los dragones la inquietaban. Para no ponerse más nerviosa y
mientras esperaba a que le abrieran, se puso a rememorar lo sucedido en el
Continente Helado. En particular con Lasgol, el amigo de Egil, y Camu, la
criatura que parecía un dragón sin alas, y la pantera y el lobo que los
acompañaban. De alguna forma también sentía que todos ellos eran
importantes. Era una sensación de lo más extraña, como si algo en su interior
se lo indicara. No le pasaba con otras personas de la academia y tampoco
con los dragones. Esto la tenía muy intrigada y al mismo tiempo confundida.
¿Por qué sentía aquello? ¿Eran reales o se lo estaba imaginando todo? No lo
sabía, tendría que descubrirlo. De momento solo podía elucubrar hasta que
algo sucediera que arrojara luz sobre sus preguntas y sensaciones.
De pronto se escuchó un sonido metálico detrás de la puerta y comenzó a
abrirse. Del edificio salió un Tergnomus que ya conocía bien. Era Tarcel,
Tergnomus Primero de los calabozos.
—¿Es que no aprendes nunca? —el Tergnomus torció el gesto y su rostro,
que ya de por sí era poco agraciado, se torció aún más.
—Parece que soy una alumna algo lenta con el aprendizaje —respondió
Nahia encogiéndose de hombros.
—Si sigues viniendo por aquí no vas a vivir mucho —dijo Tarcel
negando con la cabeza.
—Seguro que otros también reciben castigos más de una vez.
—Sí, los hay duros de mollera que repiten castigo. Tú, si sigues así, vas
a ser la más castigada.
—¿Hay premio?
—Sí, tú bromea… —Tarcel puso cara de desesperación y le hizo un
gesto para que entrara en el edificio.
Nahia así lo hizo y al poner un pie en el vestíbulo le volvieron los
nervios y las malas sensaciones que aquel lugar le transmitía.
—Bueno, como ya conoces esto y a Framus, te llevaré con él para que te
asigne rotación de limpieza —dijo y la guio hacia el interior del edifico
principal de la oscura fortaleza.
—Me temo que esta vez el castigo es diferente…
—¿Diferente? ¿Has hecho algo grave? —Tarcel miró a Nahia con ojos
de sorpresa.
—Eso parece.
—Oh, oh. Eso no es nada bueno para ti. Vayamos a registrarte y veamos
qué castigo se te ha impuesto.
—De acuerdo…
Entraron y fueron hasta el Exarbor de control de entrada a las mazmorras,
que aguardaba detrás de un escritorio de roble con varios tomos enormes
abiertos.
—Nahia Aske… Escuadrón Rojo, Escuadra Ígnea… —dijo
reconociéndola.
—Sí, esa soy yo.
El Exarbor leyó de uno de los tomos.
—Castigo de una semana… Subnivel 3.
—¿Subnivel 3? —Tarcel abrió mucho los ojos—. Esta vez sí que la has
hecho buena.
—Impuesto por… Irakas-Gorri-Gaizt… líder Escuadrón Rojo…de
segundo año.
—Castigada por tu propio líder —Tarcel negaba con la cabeza—. ¡Cómo
se puede ser tan torpe! —a Tarcel le salía el mal humor de los Tergnomus.
—¿Ha enviado a alguien más tan abajo?
—No tan abajo. Debes haber hecho algo realmente malo para enfurecerlo
así.
Nahia suspiró.
—Algo he hecho, sí…
—Supongo que ya lo sabes, pero debo advertirte de que el subnivel 3 de
las mazmorras es lo que se considera un subnivel mortal, por las criaturas
que allí están recluidas.
—¿Voy a morir entonces?
—Eso tendrías que haberlo pensado antes de hacer lo que fuera que
hiciste —respondió Tarcel malhumorado.
—Ha habido quien… ha sobrevivido… —dijo el Exarbor.
Nahia resopló.
—Algo es algo.
—Necesitas pulsera de subnivel 3. Espera un momento.
Tarcel desapareció en una habitación al fondo y tardó un momento en
regresar. Mientras esperaba, Nahia se iba poniendo cada vez más nerviosa.
—¿Me toca limpieza? —preguntó al Exarbor.
—Te toca… alimentación…
—Oh, vaya… — Nahia tuvo la clara sensación de que ella iba a ser la
alimentación.
Tarcel regresó y le puso una pulsera de plata en la muñeca.
—No la pierdas.
—¿Serpetuss?
—Sí, y otras cosas peores.
—¿Peores? —Nahia estaba blanca.
—Lo dicho, no la pierdas. Ahora ven conmigo. Te acompañaré abajo —
dijo Tarcel.
Nahia siguió al Tergnomus y llegaron a la puerta que daba a las
escaleras. Él sacó las llaves que llevaba colgando del cinturón y la abrió.
Bajaron por la escalera de piedra negra. Siempre que bajaba, sentía que
descendía a un mundo lúgubre y oscuro.
Llegaron al primer subnivel y en lugar de abrir la puerta de metal que
daba acceso al mismo, continuaron bajando. Para ello Tarcel tuvo que abrir
otra puerta de metal que daba a más escaleras. Nahia sintió que descendían a
las negras profundidades de un abismo. Unas pocas antorchas alumbraban
las escaleras, que descendían y descendían.
Llegaron al subnivel 2 y se detuvieron frente a la gran puerta de metal
que llevaba al mismo. Dos antorchas, una a cada lado, iluminaban la entrada
y Nahia agradeció que hubiera algo más de luz. Por la cantidad de escaleras
que habían bajado, Nahia calculó que habían descendido como cinco pisos.
El subnivel 2 estaba bien profundo, lo que significaba que, o tenía techos
muy altos, o había varios pisos de roca entre el 1 y el 2, probablemente
ambos. De pronto, la sombra que emitían las antorchas pareció moverse,
como si un soplo de brisa hubiera alcanzado el fuego que prendía, solo que
allí no había brisa, apenas había aire.
Nahia sintió un cosquilleó en su torso, donde estaba su dragón interior.
¿Magia? ¿Le indicaba su dragón interior que allí había algo mágico? Las
sombras contra la pared de enfrente de la puerta volvieron a moverse. Nahia
miró rápidamente las antorchas. El fuego ardía exactamente igual que hacía
un instante.
—Aquí pasa algo raro…
—¿Raro? —Tarcel la miró enarcando una ceja.
—Las sombras… se mueven…
—Oh, eso son los Drobeltz. Vigilan las escaleras.
—¿Los qué? Yo no los veo.
—Esa es su finalidad, vigilar sin ser vistos.
Tarcel sacó de su cinturón lo que parecía una diminuta lámpara de aceite
y acercándose a una de las antorchas, la usó para prenderla. La lámpara
emitió una luz plateada y de repente Nahia los vio.
Sobre la pared de enfrente había una criatura negra como la noche que
parecía una lagartija descomunal. Era el doble de grande que Nahia. Solo se
apreciaba su contorno. Nahia miró a todas partes asustada y se encontró con
que otra de las criaturas estaba sobre su cabeza pegada al techo. Dio un
brinco hacia atrás del susto. Distinguió una tercera en las escaleras que
bajaban, contra la pared. Estaban quietas y una lengua bífida salía y entraba
de sus bocas. No parecían tener ojos.
—No te asustes. Son vigilantes y no te harán nada mientras lleves la
pulsera.
—¿Y si la pierdo?
—Te comerán, así que no la pierdas. No tienen ojos, pero sí unos dientes
muy afilados y un sentido del olfato muy desarrollado. Les gusta mucho la
carne fresca. No los verás caer sobre ti. Solo sentirás cómo te clavan los
dientes y morirás de forma horrible. Les gusta comer a sus presas poco a
poco, manteniéndolas vivas, por la frescura, ya sabes.
—Qué horror —Nahia se llevó las manos a la cara.
—Vamos, hay que seguir. Todavía hay que bajar bastante —dijo y abrió
la puerta que daba acceso a las escaleras para seguir bajando.
—¿Bastante más?
—El subnivel 3 está a mucha profundidad —Tarcel apagó su pequeña
lámpara y la volvió a colgar del cinturón. Al momento las criaturas
desaparecieron en la oscuridad. Nahia vislumbró que una sombra se movía e
imaginó que era una de ellas. Un escalofrío le bajó por la columna.
No dijo nada y siguió a Tarcel, que continuaba descendiendo. Para ser
tan cortos de piernas, los Tergnomus bajaban y subían escaleras con gran
facilidad. Era como si botaran sobre ellas.
Según más bajaban, y cada vez bajaban más, Nahia comprobó que apenas
se veía nada, y eso que había antorchas, pero era como si las paredes de
piedra negra se comieran la luz del fuego. Nahia pensó en pedir a Tarcel que
arrojase algo de luz con su lámpara, pero imaginó que había más de aquellas
criaturas y no quiso saber dónde estaban.
Finalmente llegaron al subnivel 3. Si para bajar del primero al segundo
Nahia había calculado que había cinco pisos, para bajar del segundo al
tercero, calculó el doble. Estaban en las profundidades de la tierra y,
seguramente, rodeados de Drobeltz. Nahia sintió otro escalofrío tremendo.
—Voy a abrir la puerta. La primera estancia es segura, tranquila.
Nahia asintió. Al menos había una estancia segura. Luego lo pensó y se
dio cuenta de que significaba que el resto no lo eran. En el subnivel 1 había
secciones llenas de estancias. Si allí era parecido, aquello quería decir que
había muchas que eran peligrosas.
Entraron y encontraron a media docena de Tergnomus trabajando. Estos
eran más fuertes y curtidos que Tarcel y que los de las zonas superiores.
Parecía que habían pasado en el gimnasio con Logan unos cuantos años.
—Traigo una Humana de castigo —anunció Tarcel.
Los Tergnomus dejaron de trabajar y se volvieron a mirar.
—Esa Humana no va a durar ni una noche aquí —dijo el que parecía el
más duro de todos ellos.
—Lo sé, Utrek, pero tiene que cumplir su castigo.
Utrek se acercó hasta Nahia y la miró de arriba abajo.
—Es demasiado débil para entrar ahí —dijo señalando la puerta de
metal con el dedo índice.
—¿Quieres hablarlo con su líder de escuadrón? Es del Escuadrón Rojo.
Otro de los Tergnomus de pelo cobrizo silbó.
—Escuadrón Rojo nada menos… No hay nada que hacer.
—Te la asigno a ti, Burgor, para que estés contento —dijo Utrek.
—¿A mí? Mejor no.
—¿Qué castigo tiene? —preguntó Utrek a Tarcel.
—Una semana. Alimentación.
Utrek rio con fuertes carcajadas ácidas.
—Tengo un don para estas cosas. Te la quedas, Burgor.
—No me parece justo —protestó este pisando el suelo con fuerza—.
Bastante retrasado voy con la comida para que encima esta Humana sin
chicha me retrase más.
—No te estorbará por mucho tiempo —dijo otro de los Tergnomus.
—Eso es verdad —asintió Burgor.
Cuanto más hablaban, más nerviosa estaba Nahia. Aquello tenía una pinta
horrorosa.
—Os dejo a ello —dijo Tarcel yendo hasta la puerta, se detuvo y luego
se volvió hacia Nahia—. Buena suerte, la necesitarás.
El Tergnomus Primero de la prisión salió y cerró la puerta con llave
desde el otro lado.
Nahia tragó saliva. No tenía escapatoria.
Capítulo 11
Siguieron adelante y, tras tomar la curva, entraron en una gran cueva muy
oscura donde no entraba luz natural y apenas había antorchas o lámparas de
aceite. La luz más potente era la del camino de plata que les guiaba y que,
para sorpresa de Nahia, alumbraba bastante en aquella oscuridad. Por
desgracia, cuando miraba hacia el fondo de la cueva que se abría a derecha e
izquierda o al alto techo, no veía nada.
Burgor detuvo el grupo de carros.
—Apresúrate —le dijo y se puso a maniobrar con uno de los carros para
descargar.
Nahia fue a ayudar mientras sus ojos miraban a derecha e izquierda
buscando alguna amenaza. Llegó hasta la palanca y comenzó a girarla con
toda su fuerza y dándole velocidad.
Se escuchó un rugido tremendo de dragón y Nahia sintió un escalofrío
bajarle por la columna.
«Carne humana. Fresca…» llegó un mensaje más poderoso que los
anteriores que le golpeó la mente. El gorro destelló, pero Nahia sintió que no
la iba a proteger.
—¡Rápido, tenemos que descargar y seguir! —urgió Burgor.
Nahia giraba la manivela con todo su ser. Por el rabillo del ojo vio que,
a su espalda, en las sombras de la caverna, aparecía un dragón enorme. Era
rojo y sus ojos parecían estar en llamas.
Las piezas de comida cayeron, pero el dragón miraba a Nahia, no a la
comida que le servían.
—¡Vamos, súbete rápido! —gritó Burgor.
Nahia saltó al carro, pero esta vez no apoyó bien el pie y se cayó a un
lado. Golpeó la rueda delantera del carro y salió rebotada hacia la dirección
por la que se acercaba el dragón. Se puso en pie y se dio cuenta de que
estaba fuera del camino de plata. La cabeza del dragón bajó hacia ella a gran
velocidad mostrando sus colmillos y fauces.
—¡No! —exclamó.
Se miró el cinturón, pero no funcionó y tampoco el gorro.
«Eres mía» llegó el mensaje del dragón con tanta fuerza que Nahia se
llevó las manos a la cabeza.
—¡Estás fuera del camino! —advirtió Burgor.
Nahia se dio cuenta de que sus protecciones no iban a funcionar.
Vio la boca abierta y los letales dientes bajar hacia ella. La iba a
devorar.
En un acto reflejo, se echó a un lado en el último momento. La boca del
dragón se cerró junto a su cabeza, pero falló el mordisco. Nahia rodó por el
suelo alejándose del dragón y, al hacerlo, también de Burgor y los carros.
«Eres ágil, Humana. Pero te has alejado del camino. No tienes
protección… ni salvación».
Nahia miró hacia el camino y poniéndose en pie con rapidez echó a
correr intentando alcanzarlo.
«Quieta donde estás» llegó el mensaje con una potencia aplastante. Nahia
se fue al suelo y sintió como si una losa le hubiera caído encima y no pudiera
moverse.
«Así está mucho mejor» envió el dragón y de nuevo la potencia del
mensaje la aplastó contra el suelo. Podía ver los carros y a Burgor, estaban a
tres pasos. El Tergnomus sobre el carro tenía la mano extendida hacia ella.
—Ven, arrástrate hasta aquí.
Nahia lo intentó, pero le era imposible moverse. Sentía un peso
descomunal sobre su cuerpo que la aplastaba.
«No te metas, minúsculo sirviente, o tú también me servirás de cena hoy.
No me gusta el sabor de los de tu raza, pero te comeré por meter esa larga
nariz donde no debes».
Burgor retiró la mano de inmediato.
«Continúa con el reparto. No hay nada que tengas que ver aquí».
El Tergnomus miró a Nahia, que extendió la mano hacia él.
—Lo siento —dijo y apartando su mirada azuzó a las bestias. El grupo de
carros desapareció tras otra curva en la gran caverna.
Nahia se vio perdida. Aquel dragón la iba a devorar.
Consiguió darse la vuelta sobre sí misma y se quedó mirando hacia
arriba. Podía ver al dragón y la mirada asesina en sus ojos.
—No me mates —rogó Nahia levantando la mano hacia la cabeza del
dragón que se situaba sobre ella.
«Como comprenderás, rara es la ocasión en la que podemos disfrutar de
algo diferente aquí abajo. No creerás que voy a pasar por alto esta deliciosa
oportunidad».
—Tengo muy poca carne. Soy solo huesos —dijo Nahia desesperada.
El dragón rio con fuertes carcajadas.
«Tienes ingenio. Sí, la verdad es que mucha carne no hay sobre tus
huesos, pero la poca que tienes la disfrutaré mucho».
Nahia vio que no tenía salida. Aquel dragón se la iba a comer viva. No
había escapatoria. Pensó en su abuela, en que nunca la volvería a ver. Pensó
en Logan, en Ana, en su escuadra. Todo acababa allí. Moriría a manos de un
dragón, como siempre había temido que sucedería. Las premoniciones al
final se iban a cumplir. Había durado un año en la academia, era mucho más
de lo que había previsto el día de la Ceremonia de la Servidumbre. Le daba
rabia morir así, en aquel submundo tétrico sin haber conseguido nada, sin
haber cambiado nada ni para ella ni para los suyos.
«Veamos cuán sabrosa sabe tu carne…».
La rabia encendió la llama que le ardía en el estómago, la que la había
conducido a aquel final horroroso y comenzó a quemarle las tripas. Si iba a
morir, sería luchando. Llamó a su dragón interior y cogió tanta energía como
pudo. La boca abierta del dragón descendió sobre su cabeza con intención de
cerrarse sobre ella. El miedo le subió del estómago a la garganta, pero la
mezcla de rabia y furia que sentía eran más poderosas, y suficientes para
transformar la energía en elemental. No tenía tiempo de sacar su esfera, así
que invocó su habilidad Aliento Elemental de forma directa. Nunca antes lo
había hecho y no sabía si sería capaz de crear la habilidad sin ayuda. Abrió
su boca y cuando los dientes mortíferos del dragón se iban a cerrar sobre su
cabeza, soltó su aliento de fuego. Una llamarada más grande que las que
solía generar en clase salió de su boca. Nahia la dirigió a los letales dientes
del dragón, que ya se iban a clavar en su cabeza.
La llamarada alcanzó la parte interior de la boca de la criatura. Con un
rugido de rabia esta cerró sus fauces y las apartó del cono de fuego que salía
de la boca de Nahia. No podía creerlo, ¡había rechazado el ataque del
dragón! Era algo increíble. Notó además que, por la forma en la que había
retirado la cabeza y la rapidez con la que lo había hecho, su aliento
elemental le había dolido. ¿Era eso posible? Siempre había pensado que los
dragones eran invulnerables. Eso decía todo el mundo, que no podían morir
ni por acero ni por magia. Era el saber popular. Pero ella acababa de
rechazar el ataque de un dragón con su magia. Quizá solo lo había
sorprendido y en un movimiento reflejo se había apartado de las llamas. Sí,
eso debía de ser. Ningún Humano podía herir a un dragón.
«¡Cómo te atreves a atacar a un dragón, minúscula Humana! ¡Y con
nuestra propia magia, además!» envió con un poderoso mensaje de furia que
hizo que la cabeza de Nahia se fuera hacia atrás. Perdió su Aliento
Elemental y se quedó tumbada de espaldas sobre el suelo.
—Solo me defiendo, dragón —dijo y le lanzó una mirada de rabia.
«¿Defenderte? ¿Acaso no sabes que los dragones tenemos protección
mágica innata? Probablemente no, tu magia no puede afectarme y tampoco
tus armas. El acero no puede traspasar mis escamas y tu magia elemental no
puede traspasar mi defensa mágica. Este conocimiento te lo regalo.
Considéralo mi regalo de despedida».
Era como Nahia suponía. Nada podía afectar a los dragones. Era inútil
cualquier resistencia o intento de revelarse contra ellos y allí tenía la
prueba. Sin embargo, algo en su interior le decía que no debía creerlo. Todo
ser tenía debilidades, alguna vulnerabilidad. Los dragones, por mucho que se
creyeran dioses de aquel y otros mundos, en realidad no lo eran. Nahia no
sabía por qué razón tenía aquellos pensamientos, pero así era. Quizá se
debiera a su situación desesperada y sin salida. La certeza de que iba a
morir le hacía pensar cosas que le daban algo de esperanza, cuando en
realidad no existía.
—Sois unos monstruos sin alma.
«No digo que no. Somos lo que somos, lo que marca la Senda de los
Dragones».
—Algún día pagaréis por esto, por todo el mal que habéis hecho al
mundo —aseguró Nahia con rabia.
«Lo dudo mucho. No hay nadie en este u otros mundos que pueda
hacernos pagar nada».
—Alguien lo hará algún día. Alguien os derrotará y sabréis lo que es el
castigo y el sufrimiento.
«Algunos de nosotros eso ya lo sabemos. ¿O crees que estamos aquí
abajo por placer?».
—Mucho más tendríais que sufrir. ¡Mil veces más! —le deseó Nahia con
furia.
«Ha llegado tu momento, Humana. Te mataré con tu propio poder
elemental, para que veas lo que es el verdadero poder»
El gran dragón rojo abrió la boca a una distancia superior a la que las
habilidades de Nahia llegaban y lanzó su propio aliento elemental, uno de
fuego de enorme intensidad y alcance.
—¡No! —exclamó Nahia y se cubrió la cara con sus brazos en un acto
reflejo.
Las llamas alcanzaron a Nahia con tremenda intensidad y la envolvieron.
Iba a morir consumida en un instante. Sintió el calor abrasador que la
encerraba y eso le creó una rabia furiosa contra aquel monstruo asesino y
todos los de su especie. Era una forma horrible de morir, sin motivo, sin
necesidad, solo porque le apetecía a aquel dragón desalmado. La furia que
sentía se desató y despertó algo en su interior en medio de su torso. Pensó
que era su dragón interior, solo que una gran cantidad de energía dorada
salió despedida de su cuerpo.
Pensó que la rabia que sentía le impedía sentir el dolor que debería
haberla consumido. Sin embargo, tampoco sentía calor. Aquello era raro.
Apartó el antebrazo de sus ojos. El dragón rojo continuaba enviando su
aliento de fuego sobre ella. Las llamas la rodeaban, pero ella no ardía.
Descubrió que sus escamas brillaban con un dorado intenso y luego se
percató de que todo en ella brillaba con un intenso destello dorado. Las
llamas chocaban con el destello que su cuerpo emitía y no podían penetrarlo.
El brillo dorado las detenía, no podían llegar a su piel. Ni siquiera el
abrasador calor le llegaba. Parecía que su propia magia la estaba
protegiendo.
El dragón dejó de enviarle su aliento elemental de fuego.
«Vaya, no eres una Humana corriente. Esto sí que es una sorpresa».
—Sin embargo, tú sí que eres un dragón más. Otro más, malvado y
retorcido. Como todos los demás.
«El fuego no te daña. Eres una Nacida de la Llama. No se dan muchos
como tú».
—Y, sin embargo, sí se dan muchos como tú.
«Esa lengua furiosa tuya mejor la guardas o te la arrancaré. Puede que
seas inmune al fuego, pero no lo eres a mis garras».
Nahia sacó su daga.
—Ven y arráncamela —retó llena de furia.
El dragón rio con unas carcajadas enormes.
«Eso voy a hacer. Veamos si cuando sientas mi garra en tu carne sigues
tan peleona».
El gran dragón rojo avanzó hasta situarse sobre Nahia, que levantó la
garra delantera derecha.
«Quieto, Lehen-Gorri-On» llegó el mensaje de otro dragón.
Nahia sintió aquel mensaje con mayor potencia todavía que los del
atacante.
El dragón rojo miró hacia la caverna que estaba al otro lado de la suya y
algo más a la derecha. Nahia intentó ver qué sucedía, pero estando de
espaldas contra el suelo lo tenía complicado. De todas formas, estiró el
cuello para intentar ver. Unas garras plateadas fueron cuanto llegó a
discernir.
«¿Me privas de mi divertimento, Garran-Zilar-Denbo?».
«Esa Humana es especial. ¿Acaso no lo ves?».
«Es una Nacida de la Llama. Ha habido otras. No es tan especial».
«Si miras con más cuidado y atención, quizá veas que es algo más que
solo una Nacida de la Llama».
El dragón rojo clavó sus ojos como ascuas en Nahia. La miró durante un
largo momento y esta sintió que el vello de la nuca se le erizaba. Estaba
usando magia.
«Veo hilos… de plata… ¿a eso te refieres, mi señor?».
«A eso precisamente, Lehen-Gorri-On».
«No puedo determinar su origen o destino. Puede que no sean nada, que
no tengan importancia alguna».
«O puede que sean todo, y sí tengan importancia y tú no estés capacitado
para verlo».
«Sí, mi señor. Eso podría muy bien ser. ¿Ve mi señor el origen y destino
de esos hilos?».
Nahia volvió a sentir que se le erizaba el vello, esta vez de todo el
cuerpo. No podía verla, pero sentía energía a su alrededor, mucha energía
poderosa. No provenía del dragón rojo, provenía del que estaba a su
espalda. Volvió a retorcer la cabeza y el cuello y vio parte de un torso de
plata. Era un dragón plateado.
«Veo algún origen, sí. Los destinos todavía no se han formado, pero son
hilos gruesos, importantes».
«Perdona mi ignorancia, mi señor. Lo lamento» envió el dragón rojo y
agachó la cabeza, realizando una reverencia. Nahia se dio cuenta de que
estaba escuchando la conversación de ambos dragones. Eso solo podía ser si
ellos así lo deseaban. Podían hablar entre ellos directamente y a ella no le
llegaría nada. ¿Por qué la estaban dejando participar?
«Libérala, que se levante».
«Al momento, señor».
Nahia sintió de pronto que la enorme losa que tenía encima desaparecía y
pudo sentarse. Se volvió de medio lado y observó al dragón a sus espaldas.
En efecto era plateado, pero no solo eso, era descomunal. Media más de
setenta varas de largo. Lo podía ver con total claridad porque su cuerpo
emitía un destello plateado que iluminaba la oscuridad que lo rodeaba. Por
el tamaño del cuerpo, la enorme cabeza y los cuernos en ella, supo que era
un macho y milenario. No solo eso, por la magia que emanaba supo que era
tremendamente poderoso. Más que su líder de escuadrón, más que el
comandante y el coronel de la academia.
«¿Estás bien, Humana?» llegó el mensaje mental del dragón de plata. Lo
moduló para que no fuera fuerte para ella y lo acompañó de un sentimiento
de seguridad, como queriendo transmitirle que no le haría daño.
Esto sorprendió a Nahia, que lo agradeció.
—Estoy bien… dadas las circunstancias.
«Entiendo. No son unas circunstancias agradables ni propicias».
—No lo son, no. ¿Voy a morir?
Al dragón plateado le brillaron los ojos, que también eran del color de la
plata.
«Todos vamos a morir. Estamos siempre muriendo, desde el día en que
nacemos».
La respuesta filosófica del dragón la dejó trastocada.
—Me refiero a si me vais a matar —Nahia miró al dragón rojo y luego al
plateado.
«No vamos a matarte» aseguró el de plata y el mensaje le llegó con un
sentimiento de honestidad.
Nahia no supo qué pensar. Hacía solo un momento el otro quería
comérsela.
—¿Él tampoco? —preguntó y con el dedo pulgar señaló al dragón rojo.
«No, él tampoco».
—¿Porque se lo has dicho tú?
«Porque así se lo he pedido, sí».
—¿Eres su líder, su señor?
Los ojos del dragón plateado volvieron a brillar y Nahia notó que su
boca, antiquísima, se curvaba un poco.
«Soy su guía espiritual».
—Oh, vaya —aquello sí que dejó a Nahia totalmente confundida.
«Acata mi parecer por respeto hacia mí, pero no soy su señor ni tengo
ningún poder sobre él o los otros dragones aquí prisioneros».
—Me parece confuso… extraño…
«Eso es porque vienes de la academia y todo se rige en tu mundo por una
jerarquía militar».
—Podría ser, sí.
«Acércate a mí. Quiero verte mejor».
Nahia dudó. El dragón llevaba el collar de plata y no había cruzado el
camino, sino que se mantenía al otro lado. Bien pensado, era mejor para ella
ir hasta el camino, ahora era su oportunidad. Comenzó a andar con rapidez
mientras de reojo miraba al dragón rojo. Llegó al camino plateado, que se
iluminó al pisarlo y resopló de alivio. Luego se dio cuenta de que con lo
enorme y poderoso que era el dragón de plata, lo más probable era que sus
protecciones no le sirvieran.
—¿Me servirán de algo contra ti? —le preguntó, señalando su cinto y su
gorro.
«Me temo que no. La magia protectora no es lo suficientemente fuerte
para algunos de nosotros. Sin embargo, te aseguro que nada tienes que
temer».
«Ve con Garran-Zilar-Denbo. No sabes ante quién estás, Humana.
Deberías postrarte ante su importancia. No oses contrariarlo o nosotros, sus
seguidores, acabaremos contigo. Es un Dragón Primario. Muestra respeto,
inculta Humana».
—¿Un qué? —Nahia miró al dragón rojo y luego al plateado.
No sabía de qué hablaba, pero le quedó bien claro que era un dragón
importante y que tenía seguidores, esto último la desconcertó mucho. Nunca
había oído que un dragón tuviera seguidores, siempre había pensado que
eran militares o jerárquicos.
«No la fuerces a decidir, Lehen-Gorri-On, debe seguir su destino y
voluntad propia. Ella debe tomar sus decisiones, que serán las que darán
forma a cruciales acontecimientos por llegar».
Nahia se quedó todavía más desconcertada con aquel mensaje. ¿Sus
decisiones iban a llevar a acontecimientos cruciales? Eso sí que no se lo
creía. Ella no era nadie, una Humana extraña en un mundo dominado y regido
por temibles y malvados dragones. ¡Cómo iba a tener ella ninguna
importancia en aquel mundo!
«¿Vienes a mí o te quedas en el camino de plata?» preguntó Garran-Zilar-
Denbo.
Nahia no sabía qué hacer.
—No sé…
«Piénsalo bien, esta es una decisión importante. Una primera decisión
que desencadenará acontecimientos importantes… o no. Está en tu mano
decidir».
El mensaje no sirvió para tranquilizarla o aclararle qué hacer. Quizá
aquel dragón plateado solo estaba jugando con ella, divirtiéndose. Estaban
allí encerrados sin ninguna diversión ni nada que hacer, a lo mejor ella era la
diversión. Lo miró a los ojos. No, aquel dragón no se estaba burlando de
ella. No sabía qué quería, pero no estaba tomándole el pelo. Eso podía verlo
en sus profundos y plateados ojos.
Aquel no era un dragón normal, captaba un poder enorme en él. Y no solo
eso, también que era de gran importancia, aunque no sabía por qué lo sentía
así.
—Tengo que decidirme… —comentó en voz baja.
«Decide, Nacida de la Llama» envió Garran-Zilar-Denbo.
Capítulo 13
Nahia descendió hasta el subnivel 3 como hacía cada noche desde hacía
una semana. Tuvo que sortear a los Drobeltz, que no le gustaban lo más
mínimo. Por suerte llevaba la pulsera, así que la dejaban estar y solo la
vigilaban. Saber que aquellas criaturas sombrías andaban siempre por las
escaleras y que no eran visibles le producía rechazo y algo de asco. Al
menos sabía que no atacarían si se mantenía calmada y llevaba la pulsera
que, por si acaso, la mantenía visible y en alto. Las mazmorras eran un
submundo en sí mismo y cuanto más descubría de aquel lugar, menos le
gustaba.
Cuando llegó abajo del todo, Burgor la esperaba en la antesala de los
repartidores de comida.
—Bueno, hoy es tu última noche de castigo entre nosotros. Estarás
contenta.
Nahia se colocó bien el cinturón y el gorro de protección, era lo primero
que hacía cada noche cuando descendía.
—Lo estaré cuando haya terminado mi castigo. Todavía me queda una
última ruta por repartir.
—Es precavida la Humana, hace bien —rio Utrek.
—Por eso ha sobrevivido hasta ahora —comentó otro de los Tergnomus,
el de pelo cobrizo.
—Ha sobrevivido de chiripa, en mi opinión —respondió Burgor.
—Hay quienes nacen con estrella, y aún más que lo hacen estrellados —
aseguró Utrek.
—Solo necesito sobrevivir una noche más —dijo Nahia con un gesto de
que no estaba todo resuelto. Pese a que tenía la protección de Garran-Zilar-
Denbo estaba preocupada. Después de su primer encuentro, el gran dragón
de plata no había vuelto a hablar con ella. Nahia desconocía la razón, pero
le inquietaba.
—Esperemos que los señores dragones no te encuentren demasiado
apetitosa esta noche —pronosticó Burgor.
—Lo mismo digo —Nahia esperaba que no la atacaran, pero se dio
cuenta de que no tenía aquella seguridad y esto la preocupó. No entendía por
qué el gran dragón de plata la había protegido el primer día y luego ignorado
por completo. Su protección parecía mantenerse, pues los dragones la habían
dejado tranquila toda la semana, pero faltaba aquella última noche y Nahia
tenía la sensación de que algo iba a pasar. No sabía el qué, pero siempre que
pasaba algo, por lo general, no era bueno.
Comenzaron el reparto como cada noche, siguiendo la misma ruta. El
convoy de carros iba tan lento como siempre y las descargas eran tan
trabajosas como el primer día. Aunque Nahia había mejorado mucho en el
manejo de las palancas e incluso había aprendido a guiar a los bueyes
reptilianos y a hacerlos maniobrar en orden, descargar piezas de carne era
otro tema. Cuando Burgor lo hacía, si quería que cayeran tres piezas frente a
una cueva, nueve de cada diez veces caían exactamente tres. Nahia no lo
conseguía ni la mitad, lo que la obligaba a tener que retirar piezas después.
Esto era trabajo extra que causaba cansancio y, además, era muy peligroso.
Algunas piezas caían del carro fuera del camino de plata y recogerlas era
una experiencia muy poco agradable.
Aquella noche Nahia iba con especial cuidado de no descargar mal, por
si acaso. Llegaron a la zona de los dragones menos poderosos, frente al
dragón blanco. Burgor y ella se turnaban en realizar la maniobra y dirigir los
giros de la palanca.
—¿No podemos hacer que descargues tú hoy en cada parada como
hicimos el primer día? —preguntó Nahia intentando no tener que arriesgarse.
—De eso nada. Tu castigo consiste también en aprender a hacer el
trabajo, no solo en mirar cómo lo hace un Tergnomus.
—Ya he aprendido a hacer el trabajo y bien, lo sabes. He pensado que,
siendo este mi último día, y como no quiero que me pase nada…. ¿no
podrías descargar tú?
—¡Un Tergnomus nunca aceptará semejante propuesta! ¡La integridad del
trabajo bien hecho es lo primero! —gritó ofendido.
—Si lo haces muy bien…. Por eso lo digo…
—¡Por supuesto que yo lo hago bien! ¡Pero tú no! ¡Te faltan años de
trabajo duro!
—Está bien… —concedió Nahia, que no quiso enfadar más a Burgor. No
era mal Tergnomus después de todo, pero tampoco excelente pues la había
abandonado a su suerte el primer día, aunque eso casi todos los Tergnomus
lo hubieran hecho. Nahia no le guardaba rencor, aunque había aprendido la
lección.
Continuaron el reparto y llegaron a la zona de los dragones. Aquí Burgor
iba el doble de rápido que en las otras zonas y se le notaba nervioso, incluso
después de miles de rutas y repartos. Ni siquiera los Tergnomus de reparto
de alimento estaban del todo a salvo allí. Se cuidaba mucho de no cometer
errores y no salirse nunca del camino.
Se detuvieron frente a la caverna de Lehen-Gorri-On para descargarle su
comida. Y a Nahia le vino el primer día a la cabeza. Recordaba como si
hubiera sido hacía solo una hora lo mal que lo pasó. El estómago se le
revolvió con el recuerdo.
«¿Última noche de reparto, Nacida de la Llama?» preguntó Lehen-Gorri-
On apareciendo desde la oscuridad de su caverna.
—Sí, y espero sobrevivirla —respondió ella intentando adivinar si las
intenciones del dragón eran buenas o malas.
«Haces bien. De lo contrario serías solo una más que pereció, no se
recordará tu nombre. Por el contrario, si logras salir de aquí con vida hoy,
serás Nahia, la que sobrevivió».
—Seré lo segundo —aseguró ella asintiendo.
Burgor miraba al gran dragón rojo y a Nahia y se dio cuenta de que
estaban hablando, aunque él no podía escuchar los mensajes mentales del
dragón, pues no iban dirigidos a él. Se apresuró a descargar. Ella lo ayudó y
tuvo que correr porque el Tergnomus iba a toda velocidad.
Hizo la maniobra perfecta. Rara vez erraba frente a un dragón poderoso.
Descargaron el número de piezas correcto. Nahia imaginó que de no serlo
daría igual. No iban a salir del camino frente a un dragón poderoso y
peligroso como aquel. Luego lo pensó mejor. El dragón no dejaría que se
marcharan sin darle su comida.
Terminaron de descargar y volvieron al carro. Nahia tuvo cuidado al
subir, no era de sabios precisamente repetir el mismo error ya cometido.
Subió y Burgor azuzó a las bestias para que siguieran camino. Nahia
esperaba algún mensaje más de Lehen-Gorri-On, pero no llegó.
De súbito, una roca de bastante tamaño golpeó a Burgor en la cabeza. El
Tergnomus cayó del carro y quedó inconsciente en el suelo. Sangraba.
—¡Burgor! —Nahia bajó del carro y fue a socorrerle.
«Déjalo estar» llegó la orden de Lehen-Gorri-On.
Nahia se paró junto al Tergnomus y miró al gran dragón rojo.
—¿Has sido tú?
«Por supuesto que he sido yo. No creerás que las rocas vuelan directas a
la cabeza de un Tergnomus por voluntad propia…».
—Pero… ¿por qué? Podrías haberlo matado.
«Porque tienes que ir a hablar con Garran-Zilar-Denbo. Y no, no podría
haberlo matado. He lanzado la roca con la fuerza suficiente para dejarlo sin
sentido. Los Tergnomus tienen una cabeza de lo más dura, por si no lo
sabías».
—Pero…
«Ve a hablar con Garran-Zilar-Denbo, estás perdiendo un tiempo
precioso del que no dispones».
Nahia miró al pobre Burgor en el suelo. Quería ayudarle, pero no podía
desobedecer a Lehen-Gorri-On o las cosas se pondrían todavía peor. Se
preguntó cómo habría lanzado la roca, si con una de sus garras o con su
mente. Viendo el poder que irradiaba aquel dragón rojo, seguro que había
sido con la magia.
—Está bien, pero no le hagas daño.
«Tu preocupación por el carcelero me conmueve» llegó el mensaje junto
a un fuerte sentimiento de sarcasmo.
«Pero no te preocupes, no le haré daño».
Nahia se dirigió a la cueva del gran dragón de plata, que estaba algo más
adelante.
—¿Garran-Zilar-Denbo?
«Adelante, Nahia. Entra en mi morada. Ahora podremos conversar con
mayor privacidad» envió y se dejó ver en todo su enorme esplendor.
—Por favor, que no le haga nada —rogó Nahia, que miraba hacia Burgor
con angustia en la garganta.
«Tranquila, no le hará nada. Es solo una maniobra de distracción para
que podamos hablar a solas».
—¿No podemos hacerlo delante de Burgor?
Garran-Zilar-Denbo negó moviendo su gran cabeza de lado a lado.
«No puedes confiar en los Tergnomus y tampoco en los Exarbor, por muy
amigables que sean, o por muy de tu lado que parezcan estar».
—Por lo general los Tergnomus no son nada amigables. Los Exarbor algo
más, pero son muy reservados. ¿No son razas esclavas como nosotros?
«Lo son, pero ambos sirven a los dragones, y lo hacen con fidelidad. No
debes confiar en ellos nunca».
—¿Entonces en quién puedo confiar? —Nahia frunció la frente.
Garran-Zilar-Denbo inclinó su cabeza plateada.
«Mi consejo es que no confíes en nadie».
—Tengo amigos, compañeros, son de confianza —explicó Nahia
abriendo los brazos.
«Solo el que confía se ve traicionado».
—Entiendo… si no me fio de nadie, nadie me traicionará.
«Ese es el principio, sí».
—Es una forma muy solitaria y fría de vivir —Nahia hizo un gesto de que
no la convencía.
«Solo aquel que se vale de sí mismo vive largos años».
—¿Como tú?
Garran-Zilar-Denbo asintió moviendo su largo cuello plateado.
«Así es, como yo».
—No sé si quiero eso. No quiero ser vieja y estar sola, sin poder confiar
en nadie, sin tener ningún amigo… —Nahia quedó pensativa. Cuanto más lo
pensaba menos le gustaba ese proyecto de vejez.
«Si vives largos años, podrás hacer más amistades. Si mueres joven,
ninguna. Es sencillo».
—Sí… eso es verdad —Nahia tuvo que reconocérselo. Hizo un gesto
afirmativo.
«Me alegra que podamos hablar una vez más».
—¿Es por eso por lo que no has hablado conmigo desde que lo hiciste
aquel primer día, por precaución?
«Así es. Recuerda que soy prisionero y mis enemigos me vigilan, incluso
aquí abajo».
—¿Incluso después de quinientos años aquí?
«Me vigilarán hasta mi muerte».
Nahia echó la cabeza hacia atrás y abrió mucho los ojos.
—¿Tanto te odian?
«No es odio lo que les motiva a vigilar mi existencia, es temor».
—¿A ti, a tu poder?
«Al mío y al de mis seguidores, pero sobre todo a nuestras ideas y
pensamientos. Es a lo que más temen».
—Oh… He estado pensando y he llegado a la conclusión de que si estás
aquí encerrado y no en otro reino de los dragones en los cielos es porque has
cometido un crimen contra la academia o el Gran Oráculo, que está también
en este reino. Me inclino por lo segundo. Siendo como eres un dragón
primario de plata, debe de ser por algo relacionado con el Gran Oráculo.
Después de todo los dos sois grandes dragones con mucho poder y ambos
plateados.
Garran-Zilar-Denbo abrió mucho sus enormes ojos de reptil y miró a
Nahia con expresión de gran sorpresa.
«Demuestras que eres inteligente, Nacida de la Llama. Esa es una gran
cualidad, una que no abunda».
—¿Entonces es así? —miró al dragón inclinando la cabeza a la espera de
una respuesta positiva.
«Así es. El Gran Oráculo es mi enemigo».
La afirmación, que solo era un supuesto en la mente de Nahia, la dejó
desconcertada. El mensaje le había llegado con un sentimiento de veracidad
al que acompañaba otro casi contrario, de traición.
—Debe ser un enemigo poderoso…
«Lo es, y mucho. Cuenta además con el respaldo de los cinco reyes
dragones. Los líderes de los cinco clanes respaldan al Oráculo y son
poderosos aliados. Es por ello que estoy aquí. Y no solo yo, también mis
seguidores».
Observó al gran dragón de plata y recordó que hasta que lo conoció el
Gran Oráculo era el dragón más grande que Nahia había visto. Debía medir
sesenta varas de longitud contra las setenta de Garran-Zilar-Denbo y era
también plateado, pero con vetas de oro que le recorrían la espalda, los
costados y las alas. Los ojos también eran diferentes, de plata con el iris de
oro.
—Tú eres más grande que el Oráculo. ¿No eres… más poderoso?
«Es difícil comparar el poder de dos dragones primarios. Quizá lo fui
una vez, antes de que el Gran Oráculo ascendiera. Ahora ya no lo soy. Su
poder es mayor que el del resto de dragones primarios».
—¿Entonces él es primario también? ¿Qué significa ser un dragón
primario? Si puedo preguntarlo.
«Lo es. Significa muchas cosas que son difíciles de explicar sin el
contexto o conocimientos suficientes. Somos un tipo de dragones singulares,
antiquísimos y poderosos. Lo más significativo en nosotros es el tipo de
poder que tenemos, uno que se da en muy pocos dragones».
Nahia se dio cuenta de que no estaba preparada para comprender la
profundidad de lo que suponía entre los dragones. Se sintió un poco
desplazada. Lo que sí comprendió fue que eran dragones milenarios muy
poderosos y con un poder especial.
—Creo que lo entiendo… Pero el Gran Oráculo me pareció un dragón
anciano. Su cabeza, lo despacio que se movía, lo enorme que era y cómo
tenía las alas estrujadas y resecas… Creo que ni podía volar. Parecía algo
decrépito.
«No te equivocas en tu apreciación. Se debe a dos razones. La primera a
su edad. Es un dragón con varios milenios a sus espaldas. La segunda a su
transformación en Gran Oráculo. Cuando un dragón como él, o como yo, se
convierte en Gran Oráculo debe pasar un proceso mágico, arcano, que lo
transforma. Su aspecto es consecuencia de ese proceso. Su apariencia de
anciano, las vetas de oro, los ojos también de oro y el poder que irradia, se
deben a ello. Sin embargo, no debes dejarte engañar por su aspecto, pues su
poder es enorme, aunque por fuera luzca marchito».
—Entendido. Entonces, ¿si tú te convirtieras en Gran Oráculo tu aspecto
sería similar al suyo?
«Sería lo más probable. Convertirse en Gran Oráculo no es nada
sencillo. Es un proceso largo, terrible y lleno de sufrimiento. También uno
mortal. Se paga un gran precio por el poder que se obtiene y eso deja marcas
en el cuerpo y poder del dragón».
—Vaya, creía que sería como una promoción entre los dragones
plateados con ese don especial.
«El Gran Oráculo recibe un gran poder, el poder de ver partes del futuro.
Es un poder sin igual y conlleva un sacrificio en cuerpo y alma».
—¿Alma? Los dragones no creen en el alma. No tienen una. —Nahia hizo
una pausa—. Perdón, no quería ofender… —se dio cuenta de que había ido
demasiado lejos.
«No es necesario que te disculpes. Puedes hablar y comportarte con
libertad conmigo. Sin embargo, debo corregirte en esto. Algunos de nosotros
creemos que existe, y que la tenemos».
Nahia se daba cuenta de que estaba ante un dragón extraordinario, no
solo por ser singular y poderoso, sino por su forma de pensar, que era muy
diferente a la del resto de ellos.
—La mayoría de los dragones no opinan así —afirmó Nahia sin saberlo
del todo, pero creyéndolo.
«Ahí no te equivocas. Los dragones solo creen en su cuerpo y en su
magia. Ambos les conceden su gran poder. Nada más».
—Lo imaginaba. Por lo que me has contado deduzco que podrías haber
sido Gran Oráculo, ¿verdad?
«Podría, sí. De hecho, intenté serlo hace quinientos años».
—¿Lo intentaste? ¿Qué sucedió? —Nahia abrió los ojos tanto como le
daban.
«Me presenté al proceso de ascensión a Gran Oráculo, pero fui
traicionado por un rival y amigo».
—El Gran Oráculo actual —dedujo Nahia de inmediato.
«En efecto. Fui traicionado y conmigo cayeron mis seguidores».
—¿Puedo preguntar cómo fuste traicionado? ¿De qué te acusaron para
terminar aquí?
«Si te lo revelo puede afectar a tu futuro en gran medida. ¿Seguro que
quieres saberlo?».
—Futuro y vida, me imagino.
«Correcto. Afecta a tu futuro y te pone en peligro de muerte. ¿Quieres
saberlo? Es tu decisión. Yo no puedo forzarte a tomarla».
Nahia no sabía qué hacer. Quería saberlo, pero entendía que aquella
información la pondría en mayor peligro.
Lo meditó un momento.
—Quiero saberlo.
Capítulo 19
Unos días más tarde, un fresco atardecer de otoño, Nahia, Dafne y Lily
fueron al gimnasio con la esperanza de conseguir ayuda para solventar el
enorme problema que tenían con la clase de espada. Estaban fracasando en
la formación y si no lo remediaban corrían el riesgo de ser expulsadas o, lo
que era lo mismo en aquella academia, morir.
—¿Crees que nos ayudará otra vez? —preguntó Dafne a Nahia según
llegaban al edificio.
—Otra persona quizá no, él sí —respondió Nahia convencida.
—Espero que así sea, porque estamos en un lío de los buenos… —se
lamentó Dafne entrando en el edificio.
—Es amigo mío, nos ayudará —aseguró Nahia y cruzaron el gimnasio
donde entrenaban gran número de alumnos de primero, segundo y tercero.
Lo hacían en diferentes zonas. Algunos practicaban lucha sobre
esterillas, desarmada y con diferentes armas romas; otros trabajaban fuerza y
el resto se empleaban en resistencia… cada uno lo que necesitaba o en lo
que se estaba quedando atrás. El lugar olía a sudor y esfuerzo, lo cual no era
muy agradable, pero era la consecuencia del trabajo duro.
—Ahí está —Lily lo señaló con el dedo.
Nahia siguió la dirección que indicaba su compañera y vio a Logan.
Sabía que estaría allí. Por alguna razón al moreno de ojos claros le gustaba
ir y entrenarse. En realidad, él no necesitaba tanto entrenamiento físico, ya
que de por sí era fuerte, y al haber estado trabajando su físico todo el primer
año se había puesto más fuerte todavía. Ahora tenía una musculatura muy
trabajada, sobre todo en brazos y piernas, sin ser tan excesiva como la de los
Tauruk-Kapro. Cada vez que Nahia veía a Logan ejercitándose, sobre todo si
era fuerza o lucha, no podía dejar de mirar. Era como si sus ojos no
respondieran. Se pegaban a Logan y no había forma de despegarlos. Otra
cosa muy extraña que le pasaba era que viéndolo entrenar, Nahia se
acaloraba, como si de pronto una corriente de aire muy cálido la envolviera.
Era de lo más insólito.
Al verlas llegar, Logan dejó de ejercitarse con un compañero y fue a
hablar con ellas.
—¿Venís a entrenar? —preguntó.
Nahia asintió con la cabeza.
—La clase de armas se nos está complicando mucho —dijo y sacudió su
brazo derecho.
—No tenemos otra alternativa. Vamos fatal… peor que fatal de hecho —
reconoció Dafne con tono de resignación.
—Tenemos que conseguir aguantar esa espada como sea o no lo vamos a
contar —explicó Lily.
Logan asintió.
—Entiendo, la espada es muy pesada para vuestros brazos.
—No conseguimos terminar las insufribles repeticiones de ejercicios —
explicó Dafne.
—Ya… —Logan asintió un par de veces.
—Hemos mejorado un poco… —intentó animar Lily.
—Pero no lo suficiente —añadió Nahia—. Pasa el tiempo y la Prueba de
Medio Año se acerca más rápido de lo que nos gustaría. No vamos a estar
preparadas a tiempo —explicó.
—Lo entiendo —Logan se quedó pensativo.
—Hemos pensado que quizá tú podrías ayudarnos… —sugirió Nahia.
—¿Queréis que os ayude a entrenar? —Logan las miró a las tres.
—Sí, te lo agradeceríamos en el alma —dijo Dafne.
—Lo necesitamos de verdad —añadió Lily.
Logan asintió.
—Os ayudaré.
—¡Gracias, eres el mejor! —exclamó Nahia muy contenta.
—Cuando sea una Sanadora me encargaré de curarte siempre el primero
—dijo Dafne.
Logan echó la cabeza hacia atrás.
—Gracias, pero espero no necesitar mucho de tus servicios.
—Pues yo me encargaré de encantar a tus enemigos para que no te
ataquen —dijo Lily.
—Si puedes hacer que se rindan, mejor —dijo él.
—No sé si podré hacer eso, pero lo intentaré.
—¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó Nahia.
—Lo primero que tenéis que hacer es trabajo de fuerza. Hay que
conseguir que vuestros brazos puedan con la espada, y no solo el brazo sino
todo el tronco superior.
—Enséñanos y nos ponemos a ello —dijo Dafne dispuesta.
—Eso, aunque no tenemos demasiadas fuerzas que se diga —comentó
Lily.
—Terminamos extenuadas de clase de armas —explicó Nahia.
Logan se quedó pensativo un momento.
—He oído a los de tercero que la alimentación también es importante
para la fortaleza, no solo el ejercicio.
—¿Sí? ¿Dónde lo has oído? —preguntó Dafne interesada.
—Aquí, en el gimnasio. Si prestas atención se escuchan cosas
interesantes.
—¿Tú crees que tienen razón? —preguntó Nahia.
—Lo he oído ya varias veces y a gente de tercero muy fuerte.
—Entonces será así. ¿Qué tenemos que comer? —comentó Lily animada.
—Dicen que carne y pescado de todo tipo, cuanta más mejor.
—¿Carne? No es mi favorita —comentó Dafne y arrugó la nariz.
—A mí no me desagrada —sonrió Lily.
—Podemos intentar comer menos verduras, tubérculos, fruta fresca y
seca, queso, y tomar más carne. Es lo que hace Ivo, ahora que lo pienso —
comentó Nahia.
—Sí, el grandullón siempre va a por la carne —comentó Dafne.
—Pues eso haremos, cambiaremos la comida y trabajaremos la fuerza —
afirmó Nahia convencida.
—Esa es la actitud. Lo conseguiréis —animó Logan.
—Más nos vale… —replicó Dafne.
—Bien, empecemos con los ejercicios de fuerza —dijo Logan.
—Tienes toda nuestra atención —Nahia lo miró animada.
—Levantar peso es fundamental para desarrollar músculo y generar
fuerza.
Logan hizo un gesto para que fueran con él hasta una lateral donde había
varias barras largas con bloques de granito en los extremos. Tenían
diferentes larguras y los bloques de los extremos eran de diferentes
dimensiones. Unos parecían tremendamente pesados, y otros no tanto. Logan
cogió una barra corta con dos piezas de granito a los lados que no parecía de
las más pesadas. Abrió un poco las piernas y las flexionó. Comenzó a
levantar la barra a dos manos desde sus muslos hasta su cuello e hizo diez
repeticiones.
—Ahora os toca a vosotras. Corregiré vuestras posturas, lo último que
queremos es que os hagáis daño.
—Está bien… —Nahia miró la barra con preocupación. Seguro que
costaba mucho hacer aquello.
Las tres se prepararon y cogieron las barras de acero para comenzar a
levantarlas. Estaban cansadas y doloridas, y lo iban a estar todavía más
cuando terminaran, pero no había otra opción. Se jugaban la vida y lo sabían.
Se ejercitaron cuanto pudieron hasta que les fue imposible seguir. Se
sentaron en el suelo y bebieron agua que Logan les trajo en una jarra de
cerámica.
—Gracias por ayudarnos, de verdad. Significa mucho —dijo Nahia muy
agradecida.
—Sí, muchas gracias —se unió Lily.
Dafne asintió con la cabeza.
—Te lo agradecemos.
—No es necesario. Lo menos que puedo hacer es echaros una mano.
—En realidad no tienes por qué hacerlo —corrigió Dafne.
—Cierto. ¿Por qué nos ayudas? —preguntó Lily.
—Porque es muy buena persona —intervino Nahia.
—¿Por qué no habría de ayudaros si lo necesitáis? —dijo Logan con
tanta sinceridad que lo contrario parecía extraño.
—Pues por muchas razones. No somos de la misma escuadra, ni del
mismo escuadrón —dijo Dafne.
—Ni siquiera de la misma raza… —añadió Lily.
—Yo ayudo a quien me lo pide, no me importan escuadra o raza.
—Y eso te convierte en una gran persona —afirmó Nahia.
Logan negó con la cabeza.
—Me convierte en persona, nada más.
—Ojalá todos fueran como tú —dijo Lily y sonrió.
—Estoy seguro de que otros os habrían ayudado también —aseguró él
mirando alrededor, donde entrenaban miembros de diferentes escuadras y
cursos.
—Yo no estaría tan segura —dijo Dafne y también miró alrededor.
Logan le restó importancia y fue a por más agua. Lo vieron llenar la jarra
en la fuente a la salida del gimnasio.
—No solo es un encanto, sino muy guapo —comentó Lily y le guiñó un
ojo a Nahia.
—¿Lo es? —Nahia lo preguntó algo colorada e intentando disimular que
a ella le parecía guapo.
—Sí, lo es, aunque no tanto como un Fatum guapo de verdad —dio parte
de razón Dafne.
—Ni tan atractivo como un Escarlatum —comentó Lily sonriendo.
—Supongo que es cuestión de gustos… —terminó Nahia.
—Lo es, pero déjame decirte que, para ser un Humano, es muy guapo —
dijo Lily.
—Sí, para ser Humano es guapo y fuerte —asintió Dafne.
Nahia no dijo nada y se quedó mirando cómo Logan volvía con otra jarra
de agua. Sí, a ella también le parecía muy guapo y fuerte. Esos sentimientos
la sorprendieron, y también la sensación de bienestar que le producían en su
interior.
—Vamos a hacer unos estiramientos para que no se os agarroten los
músculos que habéis trabajado —dijo Logan—. Luego id a cenar y
descansad. Os espero mañana aquí al atardecer.
—Aquí estaremos —dijo Nahia de inmediato un poco más rápido de lo
que le hubiera gustado.
Dafne y Lily sonrieron.
—Aquí estaremos —confirmó Dafne.
—Preparadas para trabajar y sufrir —sentenció Lily.
El ánimo de las tres era mucho mayor. Sabían que iban a tener que
trabajar mucho y duro, pero quizá lo lograsen. Esa idea les daba esperanza y
los sufrimientos que tendrían que pasar les parecían menores.
Capítulo 26
Unas semanas más tarde, con una terrible tormenta invernal en el exterior,
el gran dragón negro tomó un enfoque diferente que sorprendió a todos.
«Os habéis esforzado y no lo habéis conseguido. No estoy contento, pero
no me sorprende. Habéis tenido tiempo de estudiar y practicar esta
habilidad. Sé que lo habéis hecho, que os habéis esforzado, y por ello os voy
a ayudar. Tenéis permiso para mirarme», envió y el mensaje cogió a todos
por sorpresa.
Ningún dragón les había dado permiso para hacerlo, estaba totalmente
prohibido. La mayoría de los alumnos no se atrevió a mirar, pese a tener
permiso explícito. El mensaje mental les había llegado con claridad y no
parecía que hubiera nada engañoso en él.
Dafne y Lily miraron a Nahia y preguntaron con la mirada si debían mirar
o no. Nahia también dudaba. El dragón les había dado permiso, por lo que
no debería ser una infracción, pero con los dragones nunca se sabía.
«Vamos, miradme. No os pasará nada» envió y de nuevo el mensaje llegó
con claridad y sin segundas intenciones.
Nahia se encogió de hombros y se arriesgó, miró al dragón directamente.
Ontzu-Beltzi-Mairak la vio mirarle y no pareció molestarle. Un momento
después todos en la Escuadra Ígnea lo miraban. A las otras dos escuadras les
llevó un momento más fiarse.
«Ahora centraos en mi boca. Buscad crear unas fauces como estas»
Ontzu-Beltzi-Mairak les mostró sus letales dientes de dragón abriendo
mucho la boca y rugió.
El rugido cogió a todos desprevenidos y algunos dieron un brinco hacia
atrás. Luego soltó una dentellada.
«Estas son las fauces y la dentellada que debéis recrear» envió y volvió
a repetirlo para que todos lo vieran bien y no tuvieran ninguna duda de lo
que debían conseguir. Finalizó con otro rugido tremendo que rebotó con
fuerza en las paredes del aula.
Todos observaron con total atención. Estaban sorprendidos, pero la
imagen del gran dragón negro soltando grandes mordiscos con sus tremendas
fauces y rugiendo se les quedó grabada en la mente.
«Intentadlo ahora», envió Ontzu-Beltzi-Mairak.
Nahia cerró los ojos y se centró en la imagen que tenía en la cabeza.
Cogió energía de su dragón interior, la convirtió en elemental y se preparó
para crear lo que veía en su mente. La Esfera de Aprendizaje destelló y se
llevó la otra mano a la boca. Puso toda su concentración y esfuerzo y abrió
los ojos al tiempo que soltaba una dentellada, no con sus dientes y boca sino
con la del dragón que tenía en su mente. Para su total sorpresa, unas fauces
de dragón elementales de fuego surgieron de su boca y se expandieron en una
gran dentellada.
Se quedó pasmada, lo había conseguido. Y no solo eso, la habilidad era
tremenda. Unas fauces de dragón de fuego se habían abierto y cerrado
saliendo de su boca.
—Lo has logrado. Mis felicitaciones —dijo Brame.
Nahia sacudió la cabeza, como incapaz de creérselo. Luego miró a sus
compañeros. Por un momento nada sucedió, pero tras un momento de la boca
de Dafne surgieron unas Fauces Elementales de luz que se cerraron con una
dentellada produciendo un estallido lumínico. Nahia se protegió los ojos.
—Bien hecho —congratuló Brume.
Dafne y Nahia aguardaron a ver si alguno más de la escuadra lo
conseguía. Alice y Frank también lo lograron, seguidos por dos de sus
compañeros.
«Comenzamos a tener éxito. Eso me complace. ¡Continuad! Centraos en
la imagen de mis fauces» envió Ontzu-Beltzi-Mairak.
Lily fue la siguiente en conseguirlo. Unas fauces de hielo y agua se
cerraron con fuerza frente a su rostro. Nahia pudo apreciar entonces el
alcance que tenía la habilidad mágica. Era de un par de palmos frente a la
cara de quien la invocaba. No llegaba tan lejos como Aliento Elemental,
pero parecía darse más rápido, como un golpe raudo y letal. Eso sí, para
invocar aquella habilidad de forma rápida todavía les quedaba mucho por
mejorar. Por desgracia, los chicos del grupo no lograron sus Fauces
Elementales, por lo que el éxito fue solo parcial. En las otras dos escuadras
tampoco todos consiguieron desarrollar la habilidad. Lo siguieron intentando
hasta acabar la clase, pero no lo lograron.
«Un éxito parcial es el comienzo de un éxito total. Seguid practicando
hasta lograrlo. Esta habilidad os salvará la vida un día, os lo aseguro.
Llegaréis a poder ejecutarla con extrema rapidez, más que otras que habéis
aprendido. Fauces Elementales se invoca y ejecuta más rápido. Con ella
podéis matar a un enemigo en un abrir y cerrar de ojos. Continuad
practicando hasta lograrlo».
Al salir de la clase Nahia intentó animar a sus amigos bajo una tormenta
de nieve que caía sin descanso.
—Lo conseguiréis, estoy convencida.
—Por supuesto que lo haremos. No hacerlo es fracasar y no podemos
fracasar —respondió Aiden intentando sonar convencido, pero la voz le
tembló un poco.
—Debemos conseguirlo o no nos graduaremos… —Taika no sonaba muy
seguro.
—A mí me va a costar mucho… si es que lo logro —se lamentó Ivo.
—Si alguien puede hacerlo, ese eres tú, Ivo —dijo Nahia.
—¿Yo? ¿Por qué lo dices?
—Porque se trata de crear algo que está en tu mente. De todos nosotros
eres el que más trabajas la mente.
—Eso es verdad —se unió Lily colocándose la capucha.
Dafne se sacudió la nieve de los hombros.
—En lugar de meditar y entrar en trance, pasa a la acción con lo que
meditas.
Ivo se detuvo un momento bajo la nieve y lo pensó.
—Puede que tengáis razón.
—Por supuesto que tenemos razón, y ahora corramos antes de que esta
nieve me empape —dijo Lily y echó a correr hacia los barracones.
Todos corrieron bajo la nieve, que iba borrando sus huellas según se
alejaban. Las chicas habían conseguido el éxito en aquella jornada. Los
chicos tendrían que esforzarse más y sufrir para lograrlo. Nahia estaba
convencida de que ellos también lo lograrían. En cualquier caso, tanto ella
como Dafne y Lily les ayudarían, era cuestión de pasar horas en las aulas de
práctica de magia de la biblioteca hasta conseguirlo. No los dejarían
fracasar, eran compañeros y los compañeros se ayudaban, sobre todo en
tiempos difíciles y en el fracaso.
Capítulo 32
Los días de formación iban pasando rápido para todos, en especial para
Dafne y Nahia que, además de las clases, tenían que cumplir el castigo de
limpieza de las mazmorras todas las noches. Esto las dejaba extenuadas por
el esfuerzo físico que requería y, sobre todo, por la falta de sueño. Dafne
pronto descubrió que era casi peor que el trabajo extra del castigo. Pese a
ello, estaban relativamente contentas porque ayudaban a Egil.
Aquella tarde estaban en la biblioteca. Mientras el resto de la escuadra
estaba en una de las aulas de práctica de la cuarta planta, ellas dos andaban
buscando entre las estanterías algún tomo que pudiera servirles para ayudar
a Egil con el lenguaje de Kraido. El problema era que todos los tomos de
segundo año eran específicos de temas que se estudiaban en ese curso. La
mayoría de los volúmenes eran de magia, aunque los había también de
armas, y luego estaban los de cómo aplicar magia a las armas, pero no había
ningún libro que les sirviera para su propósito. Necesitaban algo como un
diccionario, pero allí no lo había.
—¿Has encontrado algo? —preguntó Nahia a Dafne.
—Nada. Todos los tomos de esa sección son de magia y bastante
avanzada. ¿Tú? —quiso saber Dafne, que miraba alrededor para ver si algún
Exarbor las observaba.
Lo que estaban haciendo no era del todo lícito y se podían meter en un lío
de los que terminaban con una decapitación por mordisco de dragón.
—Yo tampoco, nada. Los de la sección que he mirado son de armas, de tu
favorita: la espada —bromeó Nahia.
—Sí, tú encima bromea. Por culpa del castigo no podemos ir al gimnasio
a entrenar, esto nos va a retrasar en espada.
—Siempre podemos practicar con las fregonas.
—Muy graciosa. Ya verás cuando no pasemos la clase.
—Tranquila, el castigo es de un mes, recuperaremos antes de que llegue
el verano —aseguró Nahia.
Dafne resopló.
—Más nos vale.
—Voy a preguntar directamente a un Exarbor a ver qué me contesta —
dijo Nahia frustrada.
—¿Has perdido la razón? Sospechará, seguro.
—¿Tú crees que va a sospechar que quiero enseñarle a un prisionero que
no sabe que está en las mazmorras el idioma unificado de Kraido?
—Estos árboles con cara y patas no me gustan. Seguro que sospechan,
están todo el día meditando y pensarán mal, seguro.
A Nahia la explicación no le pareció del todo descabellada.
—Tú disimula, yo voy a preguntar.
Dafne fue a otra estantería a seguir buscando y disimular mientras Nahia
se acercaba a uno de los Exarbor bibliotecarios.
—Necesitaría un diccionario —pidió con total tranquilidad.
El Exarbor levantó la mirada de un tomo en el que estaba apuntando algo.
—Este es… el segundo nivel… aquí hay tomos para los alumnos de
segundo…
—Ya me he dado cuenta, soy alumna de segundo, pero necesito un
diccionario.
El Exarbor la miró con más interés al insistir.
—¿Diccionario de… qué… lengua? ¿Humana?
—Eh, no, de la lengua unificada de Kraido.
—Idioma… unificado… de Kraido —corrigió el Exarbor.
—Sí, bueno, idioma.
—No tenemos aquí… ningún diccionario… del idioma unificado de
Kraido
—¿Aquí en la segunda planta o aquí en la biblioteca entera?
—Aquí en… el segundo nivel.
—¿Y dónde lo tienen? —Nahia estaba intentando mantener la calma,
pero aquellos Exarbor eran un poco exacerbantes.
—Están en… la planta quinta… Libros de referencia.
—Gracias, voy allí.
—No… tú no puedes ir a la planta quinta…
Nahia, que ya se había dado la vuelta, se volvió a girar.
—¿Por qué no?
—Solo tienes acceso… a segunda planta para estudio… y a la cuarta
para practicar…
—¿Y cómo consigo acceso a la quinta?
—No puedes… Hasta graduarte…
Nahia abrió muchos los ojos.
—¿Hasta graduarme?
—Entonces puedes… acceder a todos los niveles…
—Pues vaya, necesito el diccionario ahora.
—No lo necesitas… ningún estudiante necesita un diccionario… de un
idioma que ya conoce…
Nahia vio que aquella conversación no iba a terminar bien, así que lo
dejó estar.
—Gracias por tu ayuda.
—Es un… placer ayudar…
Nahia lo miró a la cara de tronco que tenía, porque le dio la impresión de
que se estaba riendo de ella. Casi juraría que vio que sus labios de corcho se
inclinaban hacia arriba. Lo dejó estar y volvió con Dafne.
—Sígueme —dijo.
—¿A dónde vamos?
—Primero al cuarto nivel. Luego al quinto.
—¿Al quinto? No tenemos permiso.
—Lo sé, pero los diccionarios están allí.
—Esto se va a poner muy feo —Dafne resopló arrugando la frente y
siguió a Nahia.
Alcanzaron el cuarto nivel e hicieron como que iban a una de las aulas de
práctica, pero en realidad cruzaron todo el nivel hasta el lado contrario.
Pasaron por delante de varios Exarbor, pero estaban concentrados en su
trabajo y nadie les dijo nada. Todos los alumnos tenían permiso para usar las
aulas especiales de práctica, así que no hubo problemas.
Nahia llegó hasta las escaleras que subían al quinto nivel.
—Tú vigila y si viene alguien silba.
—¿Silbar?
—Sí, con disimulo, como que estás esperando para entrar en esa sala de
enfrente.
—Vale, pero no creo que se lo traguen.
—Sé encantadora si te preguntan.
—Te equivocas de compañera, yo soy la díscola.
—Ya, pero no tengo a Lily a mano, así que haz de Lily.
—Sencillísimo para mí —dijo Dafne arrugando la nariz.
Nahia subió hasta el quinto nivel con mucho sigilo y antes de abandonar
las escaleras miró con disimulo. Encontró una zona amplia, despejada, con
varias mesas con sillas en el centro y estanterías con tomos de aspecto
solemne contra las paredes. Vio tres puertas cerradas, pero no había nadie.
Los tomos estaban allí a su alcance, solo tenía que hacerlo rápido, antes que
alguien saliera de una de aquellas tres puertas. Agachada, corrió hasta la
primera estantería. Necesitaba un poco de suerte y un poco de tiempo.
Comenzó a buscar. Iba sacando libros que parecía que pudieran ser
diccionarios. Los primeros que sacó no lo eran, así que siguió buscando tan
rápido como podía. No estaba teniendo suerte, pero siguió intentándolo.
Cambió a otra estantería. Eran enormes con cientos de libros en ellas. Le
iba a llevar un buen rato que no tenía. Decidió no pensar de forma negativa y
centrarse en el trabajo. Allí había diccionarios y los iba a encontrar. Tan
decidida y concentrada estaba que no oyó que una de las puertas se abría.
—No puedes… estar aquí, alumna.
Nahia escuchó la voz y supo que la habían pillado.
—Oh… perdón… no sabía —dijo dándose la vuelta intentando
escurrirse de la situación.
Un Exarbor con expresión hostil la miraba directamente a los ojos desde
el otro lado de las mesas.
—Esta zona está prohibida… y lo sabes…
—Yo… bueno… ya me voy —Nahia se dio la vuelta e intentó ir hacia las
escaleras.
—Quieta… donde estás… alumna —ordenó.
Nahia no supo qué hacer. Podía echar a correr, pero aquel Exarbor
podría ponerse a gritar. Además, ya la había visto y la reconocería. Decidió
que huir no era la mejor opción. El Exarbor llegó hasta ella.
Una mano rugosa y firme se cerró sobre su brazo.
—No irás a ningún lado… Has cometido una infracción… grave…
Nahia tiró de su brazo con fuerza para liberarse del agarre del Exarbor.
Para su enorme sorpresa no pudo. Miró la mano de madera que se cerraba
sobre su antebrazo y se preguntó cómo era aquello posible. Los Exarbor no
parecían fuertes, más bien lo contrario, muy frágiles con aquellos brazos y
manos con hojas. Lo intentó de nuevo tirando con más fuerza, pero no
consiguió soltarse. La mano y el brazo del Exarbor, aun siendo de madera,
parecían tan fuertes como si fueran acero.
—Solo me he perdido un poco.
—Mentir… no te beneficia… en esta situación.
Un segundo Exarbor apareció de otra de las puertas. Este llevaba un
tomo en la mano. Llegó hasta ellos y abrió el tomo.
—Nombre de la infractora, escuadra y escuadrón —pidió.
Nahia maldijo para sus adentros. Mentir le traería más problemas, eso lo
sabía. Los Exarbor eran muy listos y comprobarían su identidad.
—Nahia, de la Escuadra Ígnea del Escuadrón Rojo de segundo curso.
—Tu infracción… quedará reflejada… —dijo el Exarbor que la
sujetaba.
—Serás castigada… Irá a tu líder de escuadrón… —dijo el que anotaba.
Nahia volvió a maldecir para sus adentros. Su líder la iba a devorar viva
por aquello. Ya estaba en medio de un castigo, esto acabaría con ella.
—¿No podemos dejarlo en un aviso? Me comportaré de forma ejemplar
en la biblioteca —rogó Nahia viéndose perdida.
—Es una… infracción grave… se informará a tu líder —sentenció el del
tomo.
—Yo me encargo… de esta situación —dijo de pronto otra voz, más
autoritaria, también de Exarbor.
Los dos Exarbor y Nahia se giraron y vieron que un tercer Exarbor se
acercaba.
—Por supuesto… jefe —dijo el Exarbor del tomo.
—Como desee… el jefe —dijo el que sujetaba a Nahia.
Nahia ya lo vio todo perdido. Estaba acabada.
—El tomo… por favor —pidió y el Exarbor se lo entregó de inmediato.
—Puedes… soltarla. Gracias —dijo al otro que al instante la soltó.
—¿Necesita… el jefe … de nuestros servicios? —preguntó el que había
estado sujetando a Nahia.
—No, podéis volver… a vuestras tareas…
Los dos Exarbor se inclinaron ligeramente y se marcharon.
Nahia se quedó frente al Exarbor jefe.
—He cometido un error, lo lamento mucho —intentó disculparse Nahia y
que la cosa no fuera a más.
Él levantó una mano.
—No digas más… Sígueme —ordenó con tono autoritario y se adentró en
un pasillo entre grandes estanterías.
Nahia no sabía qué pensar, pero tenía que obedecer. La habían pillado y
tenían su nombre apuntado en el tomo. Siguió al Exarbor por una de las tres
puertas, la que estaba al norte de la estancia, y continuó por un pasillo que
tenía una veintena más. Caminaba lento, como todos los de su especie, lo que
hacía crecer la incertidumbre de Nahia. Llegaron al final del pasillo, abrió
una puerta y entró en una sala bien iluminada. Nahia lo siguió al interior. Se
sentó detrás de una enorme mesa de roble tallado.
—Esta no es… tu primera infracción… en la biblioteca.
Nahia se quedó de piedra. Recordó el incidente cuando había hablado
más de la cuenta y a voces y un Exarbor había apuntado su nombre. Esperaba
un castigo por aquello que no llegó. ¿Cómo lo sabía?
—No… no lo es.
—Tuviste… otra infracción… anterior… por hablar demasiado alto.
—Eh… sí, así fue.
El Exarbor la volvió a mirar fijamente. Había algo profundo en aquellos
ojos. Eran similares al del resto de Exarbor, de una tonalidad parda clara,
pero parecían leerle el alma. Quizá fuera porque los surcos alrededor de
ellos le daban ese aspecto. Su nariz era también larga y llena de surcos. Su
rostro en conjunto era singular. No parecía muy anciano, como otros
Exarbor, pero sí sabio. A Nahia le costaba diferenciar a los Exarbor porque
eran todos de altura y constitución parecida. Solo el rostro y las hojas en su
cuerpo los diferenciaba. El pensamiento de que tendría que fijarse más y
aprender a distinguirlos mejor le asaltó.
—La infracción… indicaba algo más…
Nahia se puso tensa. Pensaba que se iba a librar de aquello, pero ya veía
que no iba a ser así.
—¿El qué? —preguntó con tono inocente, disimulando.
—Lo sabes bien… hablaste mal… de quien no se puede hablar mal…
El jefe lo sabía. La tenía atrapada. Si se lo mencionaba a Irakas-Gorri-
Gaizt significaría su muerte.
—Fue un momento de ira, un descuido imperdonable. Pido mil perdones,
no volverá a suceder —Nahia cambió de estrategia. Disimular no iba a
funcionar, pero quizá rogando consiguiera algo.
El Exarbor la observó de nuevo de forma intensa, lo que hizo que Nahia
se sintiera incómoda. Era como si le estuviera atravesando el alma con
aquella mirada. Se preocupó. Al menos no sentía que estuviera usando
magia.
—Las disculpas… son excusas de aquel que no piensa… antes de
cometer un acto erróneo.
—Sí, eso mismo es. Me salió sin pensar.
—Cometiste un crimen… no una simple infracción en la biblioteca.
A Nahia el estómago comenzó a darle vueltas. Aquello tenía muy mal
aspecto.
—Lo lamento muchísimo, fue sin querer. Suplico que se me perdone —
dijo buscando una salida. Aquello no podía llegar a Irakas-Gorri-Gaizt, no
tendría piedad con ella.
—Deberías pensar mejor tus actos… sobre todo en público…
—Lo haré, solo necesito una oportunidad para probarlo —el tono de
Nahia era de súplica.
Por un largo momento el Exarbor la observó con aquella mirada
penetrante. Nahia no sabía qué pensar. ¿Estaba decidiendo su suerte? ¿La iba
a delatar y estaba jugando con ella? ¿Qué quería? ¿Por qué la tenía allí si ya
sabía que era culpable? Cuanto más lo pensaba menos le gustaba todo
aquello.
—Si informo de este crimen… morirás, ¿verdad?
Nahia tragó saliva.
—Sí, es lo más probable —respondió bajando la cabeza con tono de
desamparo.
—Porque ya has tenido… otros incidentes y castigos…
Nahia asintió.
—Sí, varios.
—Uno grave… en la enfermería… de índole similar.
Escuchar aquello la dejó muy sorprendida. ¿Cómo sabía todo aquello?
—Sí… —Nahia miraba ahora al Exarbor con ojos de desconfianza. ¿A
dónde quería ir con todo eso?
—Eso tengo entendido… Por cierto… me llamo Liburex.
Nahia no supo cómo reaccionar a aquello.
—Encantada —es cuanto pudo decir.
—Lo dudo… —dijo él y pareció sonreír—. Estás en una situación
crítica… Yo tengo tu vida en mis manos… —dijo y le mostró las palmas
recubiertas de corteza rugosa—. Debería entregarte a tu líder… es lo que
dicta la Senda… El crimen se castiga… con la muerte…
Ahora ya Nahia no sabía qué decir o hacer.
—No… —es cuanto salió de su boca.
—Sin embargo… hoy me siento espléndido… puede que no envíe este
informe… a tu superior.
Nahia abrió mucho los ojos.
—¿No?
—Pero antes quiero saber… qué hacías aquí… la verdad…
No había mucha opción, así que Nahia le dijo la verdad, aunque no toda.
—Estoy buscando un diccionario del idioma común de Kraido.
—Interesante… ¿Uno avanzado o básico…?
—Pues… básico.
—Todavía más interesante… Espera aquí… —dijo y se levantó despacio
y abandonó la sala.
Aquella situación tenía a Nahia completamente perpleja. No sabía qué
pensar. Aguardó hasta que el Exarbor volvió. Tardó un rato durante el que
estuvo aguantando los nervios muy preocupada por su suerte.
—Ya estoy de vuelta… —dijo Liburex y se sentó tras su mesa, sobre la
que dejó un tomo—. Aquí tienes el diccionario que buscabas…
Nahia miró el tomo y luego a Liburex.
—¿Lo cojo? —preguntó con gran duda en su voz.
—Por supuesto… para eso lo he traído…
Con cuidado Nahia cogió el tomo.
—Gracias…
—Este diccionario básico… tiene muchos dibujos explicativos. Lo
desarrollamos para los Tauruk-Kapro… y los Felidae… ya que de pequeños
les cuesta… aprender… más que al resto de las razas. Los más hábiles…
somos precisamente… los que no combatimos… los Exarbor y los
Tergnomus.
—Oh, no lo sabía.
—Espero que te sirva… para lo que sea que lo necesitas… —Liburex
enarcó una ceja gruesa de corteza que Nahia no sabía ni que se podía curvar.
—Sí, gracias.
—En cuanto a tus crímenes en la biblioteca… de momento los dejaremos
pasar… —dijo y cerró el tomo en el que habían escrito el último.
—¿Sí? ¿No se informará a mi líder? —Nahia no podía creerlo. ¿Qué
estaba pasando allí? ¿Era una broma de mal gusto?
Liburex negó con la cabeza.
—No veo que sea productivo que mueras… de momento…
—¿De ninguna de las dos infracciones?
—Crímenes —corrigió Liburex—. Y no, de momento no… Pero están
aquí —dijo señalando el tomo en su mesa y otro en una estantería a su
derecha—. Puedes marchar… llévate el diccionario.
—Gracias… —Nahia no entendía nada.
¿Por qué la dejaba ir? Su confusión era total.
Cogió el tomo y salió de la sala. Al hacerlo se dio cuenta de que aquel
debía ser el despacho del jefe. A paso muy rápido llegó hasta las escaleras y
bajó hasta el piso cuarto. Dafne la esperaba con cara de sufrimiento.
—¿Dónde has estado tanto tiempo? ¿Qué ha pasado? —preguntó con
urgencia entre susurros.
—Vámonos de aquí —dijo mientras se escondía el diccionario en la
espalda, bajo la capa.
—Pero ¿qué ha pasado?
—No te lo vas a creer cuando te lo cuente.
Capítulo 34
Los días de castigo fueron pasando con rapidez. Nahia había conseguido
llevar el diccionario a escondidas hasta la celda de Egil y entregárselo.
Nada más recibirlo el prisionero se puso a estudiarlo con gran interés.
Resultó que los dibujos y las explicaciones le ayudaron muchísimo, al igual
que su inteligencia, ya que enseguida comenzó a entender y hablar mejor. No
conjugaba los verbos, pero iba memorizando cuantos podía, al igual que el
resto de las palabras.
Como su celda era muy oscura y se pasaba día y noche intentando leer,
Dafne tuvo una idea excelente para ayudarle. Le creó una pequeña esfera
cargada de luz, de esa forma podría estudiar en la oscuridad. La carga de las
esferas le duraba cuatro o cinco días, y luego esta se consumía. Egil le daba
las gracias a Dafne todos los días por tan estupenda creación.
El problema con el que se encontraron era que en una celda con tan poca
luz los repartidores de comida la iban a encontrar. Entonces Egil les mostró
lo que había estado haciendo todo este tiempo y dejó a Nahia y Dafne
atónitas. En la parte posterior de la celda, abajo, en la zona más oscura,
había conseguido soltar y desencajar varios bloques de granito negro. No
solo eso, estaba intentando cavar un túnel. Lo había hecho raspando con una
cuchara que se le había caído a uno de los Tergnomus al traerle la comida.
Nahia y Dafne no daban crédito.
Cuando iban a darle de comer escondía la esfera con luz y el diccionario
en su túnel, luego encajaba de nuevo las rocas y no se veía nada. Nahia y
Dafne se dieron cuenta entonces de por qué aquel corredor de las mazmorras
estaba siempre tan sucio. Era la tierra que Egil sacaba del túnel y luego
echaba por la mirilla, la cual también había conseguido forzar desde el
interior con el otro extremo de su preciada cuchara. Sin duda la mente y
recursos del prisionero eran impresionantes. Nahia y Dafne le colaron varias
cucharas y cuchillos del comedor para que pudiera seguir trabajando en su
túnel.
Para cuando llevaban medio mes de castigo, Egil ya se comunicaba
mucho mejor. Nahia creía que se había memorizado medio diccionario y en
otro mes seguro que lo memorizaba al completo. Cuanto más tiempo pasaban
con él, más les sorprendía. Dafne y ella había ideado un sistema que
consistía en limpiar primero las otras zonas que les tocaban lo más rápido
que podían y dejar el mayor tiempo posible para estar con Egil y poder
hablar con él. Por el momento les estaba funcionando bastante bien.
Egil les contaba sobre Tremia, sobre sus gentes y tierras, y también sobre
los reinos y potencias militares que lo componían. Les habló de Norghana,
su reino, en el norte, siempre cubierto de nieve. Les contó sobre los
Norghanos y en especial sobre un grupo de ellos: los Guardabosques. Les
explicó que eran un grupo de soldados de élite que servían a Norghana y el
rey. A Dafne y a Nahia les sorprendió que usaran arcos como su principal
arma, ya que era despreciada en Kraido y considerada de cobardes. También
que fueran casi invencibles en terreno montañoso y bosques. Les habló de
que eran honorables y formidables defensores de Norghana.
Nahia y Dafne no se cansaban de escuchar a Egil. Lo que les contaba les
parecía lejano y al mismo tiempo un tanto cercano, pues ya habían estado en
Tremia. Egil les habló del Continente Renacido, donde ellas habían
aparecido al cruzar el gran portal. También del Continente Helado, donde se
habían encontrado con Lasgol, que era un Guardabosques, como lo era Egil y
gran amigo suyo. Les explicó lo que eran los Salvajes de los Hielos,
aquellos nativos de piel azulada tan grandes y fuertes contra los que ellas
habían luchado. Y también les habló de los Pobladores de la Tundra, que
usaban jabalinas y contra los que también se enfrentaron. Les explicó sobre
los Arcanos de los Glaciares y los Magos de los Hielos, de los que por
fortuna habían escapado a tiempo.
Nahia y Dafne hicieron mil preguntas durante todos aquellos días
intentando comprender quién era Egil y cómo era su mundo: los
Guardabosques, Norghana y Tremia. Él, con mucha paciencia y tranquilidad,
respondió a todas las cuestiones tan bien como pudo e intentó darles
explicaciones lo mejor que sabía. Era difícil describir a otros un mundo que
no conocían, sobre todo uno tan variado como el de Tremia con multitud de
reinos y etnias, poblado por humanos de diferentes razas y semihumanos
también muy diferentes entre sí, además de las mil y una criaturas que allí
existían y no así en Kraido. Teniendo en cuenta que Egil todavía tenía
dificultades para comunicarse de forma eficiente estaba haciendo un gran
trabajo.
Aquella noche estaban con él al finalizar la ronda de limpieza.
—Necesitamos saber los reinos principales que conforman Tremia. Me
temo que al final de la primavera nos volverán a enviar allí en acción de
guerra, como Prueba de Fin de Año —pidió Nahia.
—Sí, eso se rumorea —le dijo Dafne, que hacía guardia un poquito
retrasada pero no perdía detalle.
—Yo poder dibujar —Egil hizo el gesto de dibujar con una mano sobre
la otra.
—Podemos traerle papel, pluma y tinta de intendencia y que nos lo
dibuje —propuso Dafne.
—Buena idea.
—Yo saber dónde perlas también.
—¿Sabes dónde están los portales en Tremia?
Egil asintió.
—Sí. Igual no todos.
—Saber dónde están es una información muy valiosa —dijo Nahia.
—Eso será secreto militar de los dragones. Si nos pillan con esa
información nos matarán —advirtió Dafne a Nahia.
Esta resopló.
—Entonces tendremos que evitar que nos pillen porque es una
información demasiado valiosa para no tenerla.
—Y sumar una razón más a todas las causas por las que podemos morir
en esta academia —comentó Dafne con tono de resignación.
Nahia se encogió de hombros.
—Yo lo esconderé. Si nos pillan será mi cabeza la que arranquen.
—No es mucho consuelo —se quejó Dafne.
Al día siguiente regresaron con el material y lo pasaron entre sus ropas.
Egil se puso a trabajar en cuanto se lo dieron. Les hizo un par de mapas, uno
de la zona norte de Tremía y otro de la sur. En ellos marcó los reinos
principales y las capitales, y también las perlas que conocía que podían
utilizarse como portales para recorrer Tremia.
—Esto es todo un tesoro —agradeció Nahia.
—Guárdalo bien —dijo Dafne con temor.
—Puedo preguntarte… ¿por qué confías en nosotras? ¿Por qué nos das
esta información? —preguntó Nahia a Egil.
—Yo confiar para que tú confiar en mí.
—Vaya, este es muy hábil. Muy buena respuesta —dijo Dafne asintiendo.
Nahia estaba de acuerdo.
—Entiendo. Puedes confiar en nosotras, tienes mi palabra.
—Vosotras en mí. Tener mi palabra.
Nahia sonrió.
—Haremos lo que podamos por ayudarte —aseguró a Egil.
—Por eso yo ayudaros también.
—No sé si conseguiremos algo, pero que confiemos y nos ayudemos
mutuamente es un principio —afirmó Dafne asintiendo.
—No seas negativa. Claro que conseguiremos algo positivo de todo esto.
—Tú eres demasiado optimista.
—Y tú demasiado pesimista.
—Ya lo veremos al final —dijo Dafne a modo de conclusión.
—Precisamente —cerró el tema Nahia—. Y ahora, Egil, cuéntanos más
cosas sobre estos reinos que nos has dibujado.
Pasaron los días y Egil les contó todo lo que quisieron saber. De todo lo
que hablaron aquellos días hubo un tema que se le quedó a Nahia grabado a
fuego en la cabeza, uno que necesitaba comprender con claridad y que
esperaba estar entendiendo bien. Podía ser que los problemas de
comunicación estuvieran provocando que entendiera mal lo que Egil le había
explicado.
Aquella noche Nahia fue hasta la celda con intención de asegurarse.
—Sé que ya me lo has contado varias veces, pero necesito estar segura
de lo que me has dicho.
—Yo contar otra vez —Egil se mostró voluntarioso.
— Gracias. Cuéntame otra vez cómo llegaste a Kraido, por favor, Egil.
—¿Cómo venir aquí?
—Sí. Esa parte de tu historia.
—Yo contar. Nosotros luchar contra Dergha-Sho-Blaska, dragón inmortal
milenario, muy poderoso.
—¿Por qué luchasteis contra él?
—Dragón querer abrir gran portal de Tremia a Kraido.
—¿Para qué quería Dergha-Sho-Blaska abrir el portal?
—Traer dragones de clan, conquistar Tremia.
—Quiso abrir un portal para traer a los de su clan a conquistar tu mundo
—Nahia intentaba entenderlo palabra por palabra, quería asegurarse.
—Sí.
—Y no lo consiguió.
—No.
—¿Por qué no?
—Nosotros matar Dergha-Sho-Blaska cuando abrir gran portal.
—¿Lo matasteis?
—Sí. Matar.
—¿Cómo fue? —estaban en la parte que más interesaba a Nahia.
—Portal cerrar. No dragones cruzar.
—¿Y a ti qué te paso?
—Yo caer en portal antes de cerrar.
—Por eso estás aquí.
—Sí.
Nahia se quedó pensativa. Lo había entendido bien.
Un sentimiento de alegría y nerviosismo la envolvió.
—Hay una cosa muy importante que quiero saber —continuó, quería que
Egil se lo ratificara.
—¿Cómo matar dragón inmortal? —se adelantó él.
—A veces se me olvida lo listo que eres. Sí, exacto. ¿Cómo
conseguisteis matar a un dragón milenario? Aquí no podemos hacerlo. De
hecho, se cree que es imposible.
—No imposible. Armas doradas —respondió Egil.
—¿Armas doradas? No entiendo. ¿Qué son?
—Armas de los Dioses. Armas de matar dragones.
Nahia echó la cabeza hacia atrás.
—¿Dioses? ¿Quiénes eran?
—Ellos echar dragones de Tremia hace cuatro mil años. Usar armas
doradas. Magia dorada.
—¿Son armas especiales para matar dragones?
Egil asintió.
—Armas matar dragones.
—¿Y tú puedes confirmar eso?
Egil volvió a asentir, esta vez de forma más asertiva.
—Yo matar gran dragón con lanza dorada.
Nahia abrió los ojos como platos.
—¿Tú lo mataste… con tus manos?
—Sí. Clavar lanza en nuca y cabeza.
Nahia se quedó muda un largo momento. Intentaba poner en orden todos
los pensamientos que surcaban su mente a gran velocidad.
—Dafne, deja de hace guardia y ven. Tienes que oír esto.
—¿Y si viene alguien?
—Lo ciegas con una de tus luces cegadoras “accidentales”.
—Me parece bien —se encogió de hombros Dafne y fue hasta la mirilla.
—Lo siento, Egil, pero es que es muy importante. Cuéntaselo a Dafne,
por favor.
—Yo entender ser importante. Yo contar. No problema.
Egil contó a Dafne casi con las mismas palabras lo que le había dicho a
Nahia. Cuando terminó esta solo hizo una pregunta.
—¿Tú has matado a un dragón milenario?
—Sí. Con arma dorada.
Dafne miró a Nahia.
—¿Sabes lo que significa esto?
—Sí —asintió Nahia con ojos que brillaban con el fuego de su alma—,
que hay esperanza. ¡Hay esperanza!
Capítulo 35
Aquella noche Nahia llegó a cenar al comedor en mejor estado que nunca
después de la clase de Hechicería. Sus compañeros al verla entrar se
prepararon para ayudarla, pero Nahia les hizo un gesto de que no hacía falta.
La miraron extrañados.
—¿No vienes de Hechicería? —preguntó Dafne con la frente arrugada.
—Sí, pero hoy solo he recibido un castigo —sonrió ella.
—¿Solo uno? ¿Cómo así? —preguntó Lily abriendo mucho los ojos.
Nahia les contó lo que había sucedido y cómo el resto de la clase la
dragona no le había hecho competir más, ya que todos estaban muy lejos de
lo que ella había logrado.
—Vaya, la Nacida de la Llama hoy se ha exhibido —bromeó Lily.
—Más bien me he enciendo demasiado y casi mato a todos en clase.
—Sí, eso ha sido muy peligroso —dijo Aiden—. Tienes que controlar tu
poder interior o podrías matarnos a todos.
—Sí, mira quién habla, el que se vuelve loco y golpea todo lo que tiene
alrededor cuando le da uno de sus ataques —reprochó Dafne.
—Yo no soy tan peligroso como una enorme bola de fuego andante que
puede explotar e incinerar a todos los de alrededor.
—No sé yo… Tú puedes ponerte a echar rayos a diestro y siniestro —
dijo Lily.
—Sí, me ha dejado preocupada. Esta vez he podido controlarlo, pero ¿y
si vuelve a ocurrir y no puedo? —Nahia bajó la cabeza.
—Lo que debes hacer es aprender a manejarlo —dijo Ivo con su tono
tranquilo y reflexivo—. Está dentro de ti, es parte de tu ser, no puedes
ignorarlo o desecharlo. Debes abrazarlo pues es tu poder, debes buscar
mantenerte en equilibrio y no dejar que esa llama tan poderosa salga de ti ni
te consuma.
Nahia miró a Ivo.
—¿Sabes que eres todo un filósofo?
El Tauruk se encogió de hombros.
—Soy Ivo.
—Y tiene toda la razón —se unió Taika—. Es tu poder, debes asimilarlo
y hacerlo tuyo, controlarlo y usarlo cuándo y cómo veas. No puede ser algo
que suceda de forma no controlada o deseada.
—Sí… Tenéis razón… Espero conseguirlo.
—Lo harás, seguro —animó Dafne.
—Y aquí estamos para echarte un cubo de agua helada si te acaloras
demasiado —bromeó Lily.
Todos rieron el comentario, hasta Aiden.
—Si alguien puede eres tú —dijo Taika.
—Por eso, usaré mi poder elemental de agua para bajarle los humos a
esta llamita salvaje —dijo Lily señalando con el pulgar hacia Nahia.
El buen humor los envolvió y bromearon un rato más. Luego se pusieron
a comer, todos excepto Ivo, que ya terminaba su segunda ración.
—Cuéntanos Ivo, ¿cómo te va a ti en clase de Druida? —pidió Lily.
Ivo sonrió y su rostro bestial se llenó de paz.
—Por fin he conseguido desarrollar una habilidad que me permite curar
heridas leves convirtiendo mi magia elemental en natural. Estoy muy
contento y orgulloso. Además, me encanta la magia de naturaleza. Estoy
empezando con la creación de antídotos usando magia natural, es
impresionante y lo disfruto mucho. También la parte de estudio sobre la
naturaleza. Hay tantos tomos en la biblioteca sobre este tema que me llevará
toda una vida estudiarlos.
—Eso es ser muy optimista —dijo Dafne.
—¿Por qué? —preguntó Ivo.
—Porque implica que vas a vivir mucho.
—Eso planeo. ¿Tú no?
Todos se miraron algo sorprendidos.
—Ivo, sabes dónde estamos y a dónde nos van a enviar, ¿verdad? —dijo
Lily.
El Tauruk asintió.
—Sé que estamos en una academia marcial y que nos entrenan para ir a
la guerra a luchar. Aun así, pienso vivir mucho tiempo.
—Desde luego optimismo no te falta —dijo Dafne.
Ivo se encogió de hombros.
—¿Tú que tal, Taika? ¿Te sigue yendo bien? —preguntó Lily.
—La verdad es que me está yendo bien. La clase se ha puesto más difícil
y las exigencias han aumentado. Tenemos que ser como una sombra asesina
armada con una daga y la oscuridad, lo cual no es del todo fácil, pero tengo
ventaja sobre el resto de mis compañeros por mi combinación de raza y
magia elemental. Ser un Felidae con magia de oscuridad es una suerte
enorme.
—Y tú además la controlas —dijo Nahia.
—Bueno, la magia elemental no del todo, pero voy mejorando poquito a
poquito. Tengo que pasar más tiempo entrenando en las aulas de prácticas de
la biblioteca.
—Pues ya sabes. Si necesitas ayuda, cuenta conmigo —dijo Ivo—.
Últimamente vivo en la biblioteca. Si no es estudiando tomos de naturaleza
es practicando en las salas de magia, aunque en magia no sé yo si te voy a
poder ayudar. En eso mejor las chicas.
—De todas formas, gracias, amigo —Taika le hizo un gesto con la
cabeza.
—Tranquilo, Taika, nosotras te ayudaremos —dijo Dafne.
El gran tigre sonrió agradecido.
—¿Tú que tal, Aiden? —se interesó Nahia.
El Drakónido hizo un gesto con la cara que desconcertó a todos.
Pensaban que iba a decir que estupendamente bien, como era habitual en él,
pero se equivocaron.
—Empecé muy bien, era el mejor de mi clase, nadie podía conmigo y mi
poder salvaje. Pero… la cosa se ha torcido un poco.
—¿Qué ha pasado? —se interesó Taika.
—Veréis… con la espada en una mano y utilizando mi energía elemental
para crear tormentas de rayos puedo acabar hasta con una escuadra rival al
completo. Pero… he tenido… un problema…
—Te ha dado uno de tus ataques —adivinó Lily.
Aiden asintió varias veces con expresión avergonzada.
—Mi señor maestro dice que soy un Bárbaro Berseker. No es malo en sí,
solo que pierdo el control, un poco como le pasa a Nahia… Y puedo dañar a
los de mi escuadra. Eso provoca que mis compañeros ahora se aparten de
mí.
—Y estabas diciéndole a Nahia que tenía que controlarse… —acusó
Dafne.
—Sí, porque hablaba desde la experiencia —se defendió Aiden.
—Bueno, pues ya sabes lo que tienes que hacer: aprende a controlarte —
dijo Lily.
Aiden suspiró.
—En mi caso no sé si podré. No sé cuándo me dan los ataques.
—Tienes que aprender a identificar el comienzo del episodio —dijo
Taika—. Busca pequeñas señales que puedan indicar que va a suceder.
—Lo intentaré. Por lo demás, soy el más letal de los Bárbaros.
—Bueno, algo es algo. Si vemos que te descontrolas, Ivo se encargará de
apagarte las luces —dijo Dafne.
—Encantado —asintió Ivo.
—Tienes mi permiso para noquearme —afirmó Aiden.
—Se agradece — Ivo sonrió y puso cara de que lo iba a hacer, en
cualquier caso.
—Pues a mí me está yendo muy bien —dijo Lily sin que nadie le
preguntara y sonrió.
—Cuéntanos —la animó Dafne.
—Me pasa un poco como a Taika. La combinación de mi raza con la
magia de ilusión me convierte en una Encantadora impresionante. Soy la
mejor de clase, con diferencia. Puedo convertir magia elemental en magia de
Ilusión y engañar a la mente de mi oponente. Ya he aprendido a hacer dormir
y ahora estoy aprendiendo a hacer ver visiones. Es como hacer que el
oponente esté viviendo una pesadilla, ¡de lo más emocionante!
—Entiendo que lo de la pesadilla es para asustar —dijo Taika.
—Así es. Según nuestro maestro, podemos dejar a una persona en al
suelo temblando de terror totalmente indefensa, incapaz de luchar o
defenderse, muerta de miedo.
—Vaya, eso es impresionante —opinó Dafne.
—¿Y el oponente no puede hacer nada? —preguntó Aiden.
—Si consigue detener el encantamiento antes de que se produzca se
salva. Si no, lo más probable es que no pueda hacer nada. Hay quien tiene
defensas mentales fuertes, pero es algo que se enseña en tercero, con lo que
de momento ninguno de vosotros puede resistírseme —rio Lily.
—Ni se te ocurra hacerme nada —dijo Dafne frunciendo la frente.
—Os podría hacer ver visiones a todos… igual empiezo esta noche en el
dormitorio…
—¡Ni se te ocurra! —Aiden la señaló con el dedo índice.
—Solo te dejaré temblando de miedo en el suelo, nada más. No es grave
—sonrió ella.
—¡Lo que me faltaba! Ni dormir tranquilo podré ahora —Aiden
gesticulaba ultrajado.
—Lily no nos va a hacer nada, está de broma. Sería como si nosotros
usáramos nuestra magia elemental los unos sobre los otros —dijo Taika.
—Pero más divertido —afirmó Lily sonriendo.
—Se buena… pórtate bien —dijo Nahia a Lily.
—Vale… ¡qué poco divertidos sois! Con las risas que podríamos haber
echado viendo temblar a Aiden como un niño asustado…
Aiden le echó una mirada de enfado.
Lily levantó las palmas de las manos indicando que no iba a hacerlo.
—Nos faltas tú Dafne, ¿cómo te va como Sanadora? —preguntó Ivo con
tono de interés.
Dafne resopló.
—He pasado de mal a no tan mal, pero todavía estoy muy lejos de bien.
—Eso es muy ambiguo. Explícate un poco —pidió Lily.
—La parte de estudio la llevo bastante bien. No me gusta nada, pero
pasando horas y horas en la biblioteca voy tirando. Los tomos de magia de
sanación me gustan y los disfruto cuando los estudio. Los de anatomía de las
seis razas que combaten no, pero como no me queda más remedio, los
aprendo.
—Deberías añadir a tus estudios las anatomías de los Exarbor y
Tergnomus, aunque los dragones las hayan excluido. Es lo correcto —dijo
Ivo.
—Ya sé que lo es, pero el problema es que también tengo que pasar la
clase de armas y eso requiere de un montón de entrenamiento en el gimnasio.
No me dan las horas del día, ni mi cuerpo ni mi mente para llegar a todo —
se quejó Dafne e hizo un gesto de que iba a reventar.
—En su defensa diré que pasamos mucho tiempo en el gimnasio. Yo la
entiendo —defendió Lily.
—Sí, es demasiado. No podemos llegar a todo —estuvo de acuerdo
Nahia, que se sentía como su compañera—. Ahora estamos consiguiendo no
suspender la clase de armas, si deja de ir al gimnasio se quedará atrás y no
pasará.
Ivo asintió.
—Sé cuánto os esforzáis las tres. No es justo que vuestros cuerpos no
sean tan fuertes como el mío, si lo fueran no sufriríais tanto.
—Bueno, nosotras tres tenemos la ventaja de que nuestra magia nos es
más afín y fácil de utilizar que a vosotros —razonó Lily.
—Muy cierto —estuvo de acuerdo Taika—. Nosotros tenemos
facilidades en unas materias y vosotras en otras.
—Lo he pensado, no creas que no —reconoció Dafne—. Ahora no puedo
porque no quiero fallar la clase de espada y daga. Pero más adelante sí que
tengo intención de estudiar las anatomías de los Exarbor y Tergnomus para
poder sanarlos si se da la oportunidad.
—Eso te honra, Dafne —reconoció Ivo e inclinó con respeto la cabeza.
—¿Has conseguido transformar tu energía elemental de luz en energía de
sanación? Nos contaste que no lo estabas logrando —preguntó Nahia.
Dafne suspiró.
—Puedo anunciaros que después de mucho sufrimiento y de pensar que
pasaba algo malo con mi magia, por fin lo he conseguido. Ya soy capaz de
sanar heridas de cortes de espadas, cuchillos o perforantes.
—¡Eso es fantástico! —exclamó Nahia muy contenta.
—¡No tenía ninguna duda de que lo harías! —dijo Lily muy animada.
—Todo un logro —reconoció Ivo.
Taika y Aiden asentían también, impresionados.
—Bueno, no os alegréis tanto que lo acabo de conseguir y de chiripa. No
sé qué me pasaba, pero mi energía elemental no quería transformarse en una
de curación.
—Eso es por tu carácter. Seguro que la conviertes en energía dañina
como si nada —rio Lily.
Los demás no pudieron más que reír la broma.
—Muy graciosa. No sabes lo que he sudado para conseguirlo. En
cualquier caso, solo puedo sanar heridas superficiales. Ni se os ocurra caer
heridos graves, que todavía ni mis conocimientos ni mi magia están al nivel.
—Bueno, gracias por avisar. Intentaremos que el enemigo no nos hiera de
forma muy grave —dijo Aiden con ironía.
—¿No decías tú que a ti no te iban a herir por lo increíble guerrero que
eres? —replicó Dafne.
—Más ahora que sé que no me podrás curar.
—Es todo un logro y en nada serás capaz de curar heridas más serias —
animó Taika poniendo paz.
—Gracias. Me sentía muy mal ya que los de mi raza son buenos
sanadores, por lo que nos han dicho en formación.
—Normal, si yo no fuera buena Encantadora me sentiría fatal —Lily hizo
una mueca de disgusto.
—Por suerte, poco a poco parece que todos vamos haciendo avances
significativos —dijo Taika.
—Con todo tipo de problemillas, pero parece que sí —convino Nahia.
—En nada seremos excelentes en todo, ese debe ser nuestro objetivo —
afirmó Aiden muy seguro.
—Ya está el cabeza granito… —Dafne negaba con la cabeza—. Con
pasar la formación vivos tenemos más que suficiente.
—Eso es aspirar a muy poco. Nosotros somos ganadores, debemos
aspirar a todo, debemos ser los mejores.
—De verdad que no sé qué les dan de comer a estos de pequeños para
que salgan así —Lily negaba con la cabeza de lado a lado.
—Su cultura es algo diferente a las nuestras —defendió Taika.
—La mía es parecida a la suya, solo que yo no la comparto —dijo Ivo.
—. Los míos creen en ser los más fuertes y brutos y pasar por encima de
todos. Ser el mejor Tauruk-Kapro que puedas ser. Por supuesto en cuanto a
brutalidad, no otras materias más significativas.
—Y por ser como eres, te queremos —dijo Lily y le lanzó un beso con la
mano.
Ivo se sonrojó.
—Gracias… —dijo.
—Lo importante es que estamos consiguiendo salir adelante en las
diferentes formaciones. Nos tenemos que ayudar y apoyar, pues de lo
contrario tendremos dificultades —dijo Taika—. Contad conmigo para lo
que necesitéis… que no sea magia, a poder ser —añadió con tono un poco
avergonzado.
—Me uno a ese ofrecimiento y pongo la misma pega —sonrió Ivo.
—Sois estupendos y apreciamos vuestro ofrecimiento —dijo Nahia.
—Es una pena que no podáis suplantarme en formación de armas —dijo
Dafne.
—Ni con las ilusiones de Lily creo que podamos dar el cambiazo de Ivo
por Dafne —rio Nahia.
—Sería un truco sensacional —sonrió Taika.
—Dadme algo de tiempo y quizá lo consiga —bromeó Lily.
Bromearon un poco más y el buen humor les trajo una alegría que llenó
aquel momento de compañerismo.
—Tenemos que ir preparando el final de año —dijo de pronto Aiden
acabando con el buen ambiente.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Nahia.
—Se acerca el verano y antes de su llegada tendremos la prueba final.
Por lo que dicen los míos, iremos a Drameia. Los reyes dragones quieren
conquistar ese mundo y ya han empezado la gran invasión.
—¿Es información veraz? —preguntó Taika.
—Es información de Drakónidos —dijo Aiden.
—Entonces será bastante aproximada —opinó Ivo.
—Nos van a enviar a la guerra… —Nahia sintió que el estómago se le
revolvía.
—Será mejor que terminemos las clases. Cuanto mejor formados estemos
más posibilidades de sobrevivir tendremos —dijo Taika.
—Acabemos con las malditas clases y preparémonos para la guerra —
opinó Dafne.
—Volveremos con vida —aseguró Lily, optimista.
—Sin duda —afirmó Ivo.
—Somos la Escuadra Ígnea —dijo Aiden—. ¡Venceremos!
—Sobreviviremos, que es mejor —corrigió Taika.
—Eso es, la Escuadra Ígnea sobrevivirá —Nahia cerró el puño e hizo un
gesto de victoria.
Capítulo 41
Con las primeras luces del día sonaron los tremebundos y amenazantes
rugidos de una veintena de dragones como una cacofonía horrible que
predecía muerte y destrucción anunciando el ataque a la capital.
—¡Arriba todos! —dijo Aiden, que como siempre fue el primero en
levantarse y ya estaba fuera de la tienda.
—Ya oímos los ensordecedores rugidos. No hace falta que además grites
tú —protestó Dafne levantándose con las manos en las orejas.
Aiden, que solo tenía la cabeza dentro de la tienda, hizo un gesto de
frustración con ella y la sacó.
—Empieza la batalla —dijo Taika, que ya estaba preparado con todo su
equipo puesto.
Ivo se levantó con más dificultades. Al ser demasiado grande para una
tienda militar de campaña tenía que vestirse agachado.
—Vamos, rápido, no quiero perderme nada —dijo Nahia, que en un abrir
y cerrar de ojos estaba preparada con todo su equipamiento.
—Sí, yo también quiero ver qué sucede —dijo Lily apresurándose en
prepararse.
—Yo no tengo tantas ganas de presenciar horrores —dijo Dafne con
desgana.
Nahia salió de la tienda y vio que todo el campamento de guerra estaba
en pleno movimiento. Los oficiales gritaban órdenes y gesticulaban mientras
los soldados corrían a formar portando sus lanzas y escudos con ellos.
Algunos terminaban de calzarse o colocarse la armadura y el casco mientras
corrían a formar. Iban a situarse como el día anterior, frente al campamento y
encarando la muralla sur de la gran ciudad. Pronto los veinte rectángulos de
mil soldados estarían formados y preparados para entrar en acción. La media
docena de dragones que vigilaban el campamento ya volaban sobre sus
cabezas en círculos.
Los otros veinte dragones de castigo se elevaron con un potente salto y
extendiendo sus amplias alas volaron desde el campamento a la ciudad. Se
elevaron a los cielos sobre ella y dieron varias vueltas sobrevolándola,
observando lo que sucedía. Un momento después descendían a gran
velocidad sobre los edificios de roca. Cuando estaban a unos doscientos
pasos de altura del suelo comenzaron a enviar fuego, rocas y rayos de su
magia elemental contra las murallas y torres donde los defensores todavía no
habían aparecido. Algunos atacaron con garras torres y almenas provocando
que trozos de roca salieran despedidos. Los dragones tomaban altura, rugían
con potencia para intimidar al enemigo y descendían para planear sobre la
ciudad y dejar que sus alientos elementales arrasaran todo cuanto
encontraban. Luego volvían a ascender y cambiando de dirección repetían el
ataque.
Sonaron nuevos rugidos, estos eran más potentes. Nahia vio a un dragón
enorme que reconoció. Era el que había estado hablando con el rey, el que
ella pensó que sería un general o similar. Vio que un soldado rezagado
pasaba por su lado y le agarró el brazo.
—¿Quién es ese dragón? El que acaba de rugir tan fuerte —preguntó.
—Ese dragón es… Jen-Gorri-Gud, general primero de los ejércitos del
rey Erre-Gor-Mau, el rey dragón rojo.
Nahia le soltó y le dejó ir a formar. Por el miedo que había en los ojos de
aquel soldado humano iba a una situación mala de verdad. Sin embargo, en
la ciudad no se veía un alma. No se apreciaba ni un solo soldado norghano.
El general voló hasta situarse frente a los veinte mil soldados y los seis
dragones que volaban sobre el campamento descendieron y se posaron a su
alrededor. El gran dragón se dirigió a todos en el campamento.
«¡Atención, tropas!» envió junto a un sentimiento muy fuerte de que era
una orden. Todos recibieron el mensaje como si les hubieran dado un
sopapo. Aquel general era un dragón muy poderoso.
—Vaya con el general… —murmuró Nahia.
—Es un militar de gran renombre y mano derecha de Erre-Gor-Mau —
dijo Aiden.
—¿Cómo sabes tú eso?
—Si te levantaras más temprano podrías preguntar y enterarte. He estado
hablando con uno de los oficiales.
—¿Qué más te ha dicho? —preguntó Taika.
—Que hoy debería caer la muralla sur de la ciudad.
—¿Debería o caerá? —preguntó Lily enarcando una ceja.
—Caerá, por supuesto. Los ejércitos del rey no serán denegados —
afirmó Aiden orgulloso.
—Veremos… —dijo Nahia, que tenía la sospecha de que no iba ser tan
fácil pese a la sobrecogedora superioridad de los dragones.
«Hoy es el día en que tomaremos la muralla sur de la ciudad. Hemos
castigado a las tropas enemigas por aire durante semanas. Están cansados,
desmoralizados y rotos. Saben que no hay esperanza, que su ciudad va a caer
y su reino será nuestro. Su rey suplicará piedad a mis pies. El destino está de
nuestro lado, siempre lo está. Los dragones somos los señores de la
conquista y la gloria. Hoy Norghana perderá el sur de su capital y será el
comienzo del fin para ellos. La gloria nos espera. ¡Id y conseguirla! ¡Por el
rey, por Erre-Gor-Mau! ¡Por el clan Gondra! ¡Conquistad Norghania!».
A Nahia que el general mencionara el destino le chocó. Aquel no era el
destino del que habían hablado ella y Garran-Zilar-Denbo. Más bien era
todo lo contrario. Los dragones no podían conquistar Norghana, aquello iba
en contra de lo que ella perseguía.
«¡Adelante! ¡Orden de ataque!» envió el general con tal fuerza que casi
todos tuvieron que echar la cabeza hacia atrás o a un lado del dolor que les
produjo.
Muchas gracias,
Pedro.
Mientras esperas a la siguiente entrega te recomiendo otras tres series
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Magia Dorada (La senda de los dragones, Libro
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