Ensayo - CRIMEN ORGANIZADO Y SUS BANDAS, HONDURAS

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Universidad Politécnica de Honduras

Tema:

Crimen organizado y sus bandas, en Honduras

Asignatura:

Criminología (DU-421)

Catedrático:

Abg. Nery Ordoñez

Estudiante:
Índice

Introducción ……………………………………………………..3

Objetivos…………………………………………………………4

Crimen organizado y sus bandas ………………………………..5

Conclusiones……………………………………………………14

Bibliografía…………………………………………………….15

2
Introducción

A continuación, conoceremos como están conformadas las bandas de crimen organizado en


Honduras, se conocen tres tipos de grupos criminales, El primero de ellos es el crimen organizado
transnacional, con grupos de Colombia o México, que usan al país como lugar de tránsito y punto
de almacenamiento para los cargamentos de cocaína que llevan hacia Estados Unidos u otros
mercados. En segundo lugar, están los grupos locales de transporte que operan en Honduras. Estos
grupos están formados por familias hondureñas o redes de negocios muy estrechas que transportan
bienes legales e ilegales a través del país y el tercer tipo son los grupos criminales locales y las
pandillas callejeras que operan en Honduras. Estos grupos están enfocados en actividades menos
lucrativas, como la distribución local de drogas, la extorsión, el secuestro y el tráfico de personas.

La violencia en nuestro país afecta desproporcionadamente a las personas de las zonas pobres y más
olvidadas, y es algo muy difícil de evitar, la violencia impide el desarrollo económico y altera la
vida de todos en el espectro socioeconómico. Puede dar lugar a significativos cambios
demográficos y a crisis, cuando grandes sectores de la población se trasladan a zonas urbanas o
intentan migrar a otros países. Muchos de estos cambios se deben a las pocas oportunidades de
empleo para muchos y demasiada inseguridad, el crimen organizado no es nada nuevo, sin
embargo, el tiempo pasa y cada vez son las personas afectadas y las que se unen a este tipo de
trabajos y el gobierno no ha hecho nada al respecto tomando en cuenta que muchas de las
autoridades de nuestro gobierno también son parte de estos delitos, logrando solo hundir al país en
la miseria.

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Objetivos Generales

Conocer el funcionamiento del crimen organizado y las bandas en Honduras.

Objetivos específicos

Enumerar los tipos de grupos criminales que existen en nuestro país.

Explicar como afectan los grupos criminales la ecolonomía.

Conocer como el crimen organizado esta enredado con la política.

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Crimen organizado y sus bandas, Honduras
Actualmente Honduras es uno de los países que no está en guerra más violentos del planeta. La
violencia en el país es perpetrada por organizaciones criminales transnacionales, grupos locales de
tráfico de drogas, pandillas y miembros corruptos de las fuerzas de seguridad, entre otros actores.
Esta violencia constituye un foco de atención de los organismos de cooperación internacional, los
gobiernos y las organizaciones multilaterales que suministran asistencia a Honduras, y es un tema
central de los medios de comunicación dentro y fuera del país. Varias razones explican este hecho.
Si bien el crimen organizado desempeña un papel importante en esta violencia, actúa más como la
gasolina que como el motor, le proporciona a un sistema ya corrupto el combustible necesario para
funcionar. Este estudio sobre Honduras se centra en este corrupto sistema. Su manifestación más
visible es una policía inepta e involucrada en el crimen, a la cual un exministro de Seguridad se
refirió una vez como “controladora aérea” para el aterrizaje de narcoavionetas en el país. Algunos
sectores de esta fuerza policial también se desempeñan como sicarios y como escoltas de los grupos
criminales; roban drogas y las revenden al hampa; y, por un precio, incluso atacan clientes rivales e
interfieren en las investigaciones criminales. Sin embargo, tras esta forma de conexiones entre
criminales y funcionarios estatales, que es la más evidente, existe otro tipo de corrupción aún más
perversa. Ésta no acapara tantos titulares y es mucho más difícil de abordar, pues está integrada a
los sistemas políticos, económicos y sociales del país. Opera en una zona gris, mezcla entidades
legales e ilegales, empresas de papel y contribuciones de campañas políticas, y oculta sus actos
ilícitos cooptando miembros del sistema de justicia y de las fuerzas de seguridad.
Por supuesto, nos referimos a las conexiones entre las élites y el crimen organizado, tema de la
presente investigación. Las élites de Honduras no son como las del resto de la región. Las
tradicionales élites agroexportadoras e industriales que gobiernan en lugares como Guatemala, El
Salvador y Nicaragua son menos prominentes en Honduras, en gran parte debido a la larga historia
del país como una economía de enclave dominada por empresas multinacionales: la original
República Bananera. Por el contrario, las élites económicas más poderosas de Honduras surgieron
de los sectores de las finanzas y los servicios, las telecomunicaciones y los medios de
comunicación. Son llamadas élites transnacionales debido a que muchos de sus miembros son
inmigrantes de primera o segunda generación del Medio Oriente y Europa del Este, y dependen de
las relaciones comerciales internacionales para acumular su capital. Las élites tradicionales basadas
en la tierra también están presentes en Honduras, pero siempre han ocupado un segundo plano, y se
han visto obligadas a buscar el poder a través del control de los puestos gubernamentales, en lugar
de hacerlo mediante el uso de influencia financiera.
Si bien las élites gobernantes de Honduras no comparten un mismo origen o una base económica
con sus contrapartes de otros lugares de la región, sí comparten la misma inclinación que tienen sus
vecinos de emplear al Estado para sus propios fines, y de empobrecerlo sistemáticamente. Durante
años, tanto las élites tradicionales como las transnacionales han utilizado al ejército y a la policía
para proteger sus tierras y compañías; se han beneficiado de la venta de terrenos y empresas
públicas; y sus múltiples negocios han sido exonerados del pago de impuestos. Además, han
saqueado los recursos del Estado y, a medida que el gobierno le ha dado mayor importancia a la
economía, se han aprovechado de ello para generar más capital. Su dependencia del Estado ha
abierto el camino para el surgimiento de un tercer tipo, que llamaremos élites burocráticas, las
cuales han desarrollado sus propias bases de poder debido a las posiciones que ocupan en el
gobierno.
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Por otro lado, Honduras se ha convertido en uno de los países más pobres, desiguales y endeudados
del mundo. Todos los intentos de cambiar este sistema han tropezado con una firme y con
frecuencia unificada oposición por parte de todo tipo de élites. Los intentos de ejercer un mayor
control sobre las actividades de las élites son aplastados antes de comenzar. No es de extrañar
entonces que el país les ofrezca a los criminales, grandes y pequeños, uno de los entornos más
propicios para desempeñarse. Por un lado, un sistema de justicia ineficaz y unas fuerzas de
seguridad corruptas, explotadas durante mucho tiempo por estas élites, les permiten a los grandes
grupos criminales operar con impunidad; y, por otro lado, una población empobrecida busca
obtener su parte, trabajando directamente con los criminales en las empresas legales e ilegales que
éstos operan. En este contexto, la delincuencia es una de las pocas formas de movilidad social en el
país. Es en esta zona gris donde las élites también interactúan con el crimen organizado. Lejos de
distanciarse de este tipo de actividades ilegales, las élites han operado en este ámbito desde hace
mucho tiempo. Desde la negociación de bienes y servicios de contrabando hasta la adquisición de
permisos para sus negocios ilegales y “pases” para salir temporalmente de la cárcel, quienes
interactúan en el mundo de la política y los negocios en Honduras han entendido que las leyes que
rigen esta nación de ocho millones de habitantes no son más que medios para conseguir dinero. Por
lo tanto, sus vínculos con el hampa consisten en interacciones sociales, comerciales y políticas en
los múltiples espacios donde la política y los negocios toman lugar en Honduras. El resultado es una
relación orgánica con el crimen organizado, que ayuda a algunos miembros de las élites a llegar a la
cima, y a otros a mantenerse en ella.

Las élites de Honduras


Las élites hondureñas tienen una historia particular, si se compara con la de otras de la región.2 La
economía del país está basada en las exportaciones, al igual que sus vecinos. Sin embargo, a
diferencia de ellos, las principales industrias de exportación en Honduras, la minera y la bananera
eran casi totalmente de propiedad extranjera. La élite económica local participaba principalmente en
el sector del ganado vacuno y en otros proyectos agroindustriales, y pasó a conformar la columna
vertebral de las agrupaciones políticas tradicionales del país: los partidos Nacional y Liberal. Sin
embargo, en Honduras no se materializó una élite local fuerte basada en la tierra y la
agroexportación, como la que se encuentra en otros países de la región.
Estas comunidades transnacionales establecieron control sobre las que han llegado a ser las
industrias dominantes de Honduras: los sectores financieros y de servicios, las telecomunicaciones
y los medios de comunicación. También adquirieron tierras, compitiendo con la élite tradicional y,
finalmente, superando su control sobre la economía agraria a medida que ésta se desplazaba hacia
las exportaciones no tradicionales. Esta élite tradicional estaba ampliamente basada en la tierra, y
para ejercer su influencia dependía de actividades como la ganadería o el cultivo de café y cacao.
Sin embargo, nunca se logró fusionar de la misma forma en que las élites agricultoras lo hicieron en
Guatemala, y quedó en gran medida marginada cuando el capital estadounidense comenzó a salir
lentamente del país debido a la caída de los precios de las materias primas por el aumento de la
competencia en todo el mundo. Hoy en día, puede ser difícil diferenciar entre la élite tradicional y la
transnacional. Aunque esta fusión es más comúnmente asociada a las élites transnacionales que a

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las tradicionales, ambas han diversificado sus portafolios económicos, y ambas están
profundamente involucradas en la política.
Sin embargo, lo que es claro es que los principales grupos económicos de Honduras son dirigidos
por trasplantes relativamente recientes que acumularon capital durante el último medio siglo. Los
mayores conglomerados empresariales de Honduras llevan nombres claramente foráneos, como
Facusse, Maalouf y Rosenthal.6 Mientras tanto, las élites agrícolas tradicionales han cambiado su
enfoque y han buscado controlar los puestos gubernamentales y los cargos de elección popular. Dos
de los tres últimos presidentes provienen de familias ganaderas, y el actual presidente, Juan Orlando
Hernández, viene de una familia cafetera. Tanto para la élite tradicional como para la transnacional,
sus perspectivas políticas y de negocios están entrelazadas con las de un gobierno que durante la
mayor parte de su existencia fue más un facilitador que un ejecutor. A lo largo de la historia de
Honduras, el Estado ha sido una fuente de protección jurídica y física para esta economía
exportadora y para los terratenientes tradicionales y las clases comerciales transnacionales. Como
señala Hugo Noé Pino, el sector público era visto como un “Estado concesionario”, que “estimula la
inversión, pero no cobra impuestos”. El gobierno también fue un medio a través del cual las élites
pudieron ampliar sus intereses. Y durante muchos años los partidos políticos del país representaron
los intereses de esta élite. Hay debate en torno a qué fue lo primero que obtuvo la élite
transnacional: el poder económico o el político. Como dice Noé Pino, hay dos visiones sobre el
nexo político-económico en la cúspide del poder en Honduras:
1) que la acumulación de capital estuvo íntimamente relacionada con las conexiones políticas.
2) que la acumulación de capital fue lo que llevó a estas estrechas conexiones políticas.
Ciertamente, ambos fenómenos participaron en este proceso. Y dado que las exportaciones
tradicionales del país se redujeron, sobre todo en los años setenta con lo que se desvaneció el poder
de la élite tradicional, la élite transnacional emergió para ejercer un control más directo sobre los
partidos políticos tradicionales.
De hecho, la evolución del Estado durante este período estuvo íntimamente relacionada con el
desarrollo de la élite económica transnacional. Esta clase se unió a los dos partidos políticos
tradicionales, a menudo haciendo contribuciones a ambos durante las elecciones, lo cual les
permitía mantener intacta su influencia sin importar quién ganara. Noé Pino argumenta que este
grupo creó asociaciones empresariales para canalizar sus necesidades e influencia, y que muchos de
sus miembros han pasado por la puerta giratoria de los ministerios gubernamentales y el sector
privado que ha caracterizado a Honduras durante al menos el último medio siglo. Honduras es para
la élite transnacional, el papel del Estado era simple: crear y hacer cumplir normas que favorecieran
su poder continuo sobre industrias clave y sobre la acumulación de capital que acompaña este
proceso. En el camino también consiguieron controlar el discurso público: compraron periódicos,
estaciones de radio y televisión, y han dirigido los sentimientos populares y los mensajes políticos
hacia sus candidatos favoritos en apoyo a su modus vivendi. Desde los años setenta, los medios de
comunicación se han convertido en gran medida en instrumentos de esta élite, así como en una de
sus fuentes de ingresos.
La dependencia de las élites de las fuerzas de seguridad del Estado para proteger sus empresas llevó
al surgimiento de los militares como actores políticos y económicos. Este crecimiento estuvo
favorecido por Estados Unidos, que, temiendo por la aparición del comunismo en la región,
comenzó a capacitar funcionarios hondureños masivamente y a suministrar una mayor cantidad de
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asistencia, un proceso que se aceleró en los años ochenta y que ayudó a transformar la institución
para siempre. Los miembros de las fuerzas armadas se convirtieron en lo que llamamos una “élite
burocrática”, de la cual se tratará en mayor detalle en el primer estudio de caso de esta
investigación. Algunos de sus descendientes conforman la élite política y económica del Honduras
de hoy, y la institución está en el epicentro de la cambiante dinámica del poder en el país.

El flujo de asistencia estadounidense se comenzó a presentar a medida que las exportaciones


tradicionales fueron presentando un descenso continuo y el país trató de diversificar su economía. A
instancias de Estados Unidos, su principal país donante, Honduras amplió su portafolio de
exportaciones, redujo los aranceles, vendió empresas de propiedad estatal y entregó incentivos
financieros para la inversión nacional y extranjera, en su mayoría en la forma de reducción de
impuestos. En los años noventa, la ayuda de Estados Unidos cayó en picada y los bancos
multilaterales llenaron el vacío y presionaron para la implementación de nuevas políticas de
liberalización. Sin embargo, los esfuerzos de diversificación de la economía fracasaron en gran
medida. A falta de una base de ingresos sólida y con un Estado que no estaba dispuesto o era
incapaz de extraer ingresos fiscales de las élites tradicionales y transnacionales, el gobierno se basó
en fuentes externas para impulsar la economía. Los préstamos de los bancos multilaterales y otros
han convertido a Honduras en un paria perenne de la comunidad bancaria mundial, lo que ha
dificultado aún más el crecimiento económico.

A pesar de estos grandes fracasos, las élites tradicionales y transnacionales han encontrado maneras
de continuar ganando dinero a costa de la gran mayoría de los hondureños. Por su parte, la élite
transnacional aprovechó las políticas de liberalización de mercado que se iniciaron en los años
ochenta para dominar la industria textil, el turismo y las telecomunicaciones. Se han hecho
especialmente fuertes en el sector de servicios, de financiación y en la construcción de centros
comerciales, en la compra de las franquicias internacionales de alimentos; y se benefician de una de
las mayores fuentes de ingresos del país: las remesas. Éstas representan entre el 18 y el 20 por
ciento del PIB del país actualmente, e impulsan el consumo interno, lo cual fomenta el crecimiento
del sector de servicios. Además de las remesas, en el país también surgieron otras fuentes de
ingresos lícitas e ilícitas, sobre todo en lo relativo a los proyectos agrícolas no tradicionales como
las plantaciones de palma africana y las ganancias del tráfico de drogas. El dinero del narcotráfico
en sí puede ser considerado un tipo de remesa, pues el capital ilícito resultante de este comercio
ingresa a la economía hondureña, pasando por el sector financiero y alimentando el crecimiento de
las industrias del sector agroindustrial, la construcción y el turismo. Es por medio de este flujo
financiero que las élites interactúan con actores ilícitos. Como veremos con detalle más adelante,
todos los tipos de élite se pueden beneficiar de esta actividad económica ilícita, tanto directa como
indirectamente.
Por su parte, la élite terrateniente tradicional ha experimentado un resurgimiento de todo tipo al
recuperar el control sobre los partidos políticos tradicionales, apropiándose del aumento de los
gastos del Estado y aumentando su control sobre el flujo de capital extranjero a través de su
dominio de los cargos públicos. Al igual que la élite transnacional, este grupo ve al Estado como un
facilitador de las empresas comerciales, aunque en su caso, con frecuencia las oportunidades vienen
a través de proyectos financiados con fondos públicos. La corrupción en este sistema es endémica y
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generalizada. Quienes participan en ella usan estos fondos para mantener su control del poder,
socavando o ignorando al Estado de Derecho según su conveniencia.

La batalla por estos recursos está en el centro de muchas disputas políticas y, en cierto modo, ha
moldeado al gobierno y a los partidos políticos del país. La toma de decisiones en torno a estos
recursos puede prestarse para problemas, pues implica miles de millones de dólares. Y, en
definitiva, es visto por la élite como un juego de suma cero: quienes controlan las palancas del
gobierno controlan el botín en este sistema; y aquellos que están lejos de estas palancas se arriesgan
a ser marginados. A medida que la dependencia de estos recursos gubernamentales aumenta,
también lo hace la necesidad de controlar los filtros del gobierno para acceder a estos recursos. El
resultado de esta creciente dependencia de los recursos estatales ha dado lugar al surgimiento de la
mencionada élite burocrática. Como se ilustra en el primer estudio de caso, el origen de ésta se
remonta a la junta militar de los años sesenta y setenta, y al control de facto de los militares durante
los años ochenta. Pero fue en esta última década cuando la élite burocrática se convirtió tanto en
una fuerza por derecho propio, como en una fuerza conjunta con la élite tradicional.

El representante por excelencia de la élite burocrática es el presidente Juan Orlando Hernández.


Educado en una escuela militar, Hernández siempre se ha rodeado de oficiales militares, incluyendo
a su hermano, que es coronel del ejército de Honduras. Ha designado altos mandos militares en
puestos que tradicionalmente han sido ocupados por civiles, y bajo su presidencia ha centralizado el
control de las fuerzas de seguridad e inteligencia. El grupo de naturaleza híbrida que controla
Hernández, conocido como Grupo Colibrí, reúne tanto mandos militares como políticos locales y
terratenientes, y coopera muy de cerca con el Estado a nivel regional y nacional. Las renacientes
élites terratenientes y burocráticas tradicionales centraron su crecimiento económico en el control
de recursos del gobierno y en puestos clave de la administración gubernamental, los cuales les dan
acceso a una gran variedad de fuentes de ingresos. Las élites que controlan estos puestos pueden
impedir el acceso de otras personas a las fuentes de ingresos y penalizar a sus rivales. Su
dependencia de puestos y fondos del gobierno ha llevado a las élites a desarrollar sus propios
movimientos políticos y facciones al interior de partidos existentes, así como a crear empresas
privadas para poder tener contratos con el gobierno. Obtener y mantener esos puestos políticos es de
suma importancia, y es en este contexto en el que se presentan las más oscuras alianzas. Las élites
deben lograr conseguir apoyo público y privado para postularse a puestos en el gobierno y ese
apoyo proviene de sus contribuciones financieras, de la cobertura y el apoyo de los medios, y de sus
relaciones y alianzas económicas y políticas. La competencia entre los candidatos es constante y
dinámica, y entre ellos se encuentran algunas de las más poderosas figuras del hampa de Honduras.

Crimen organizado en Honduras


La aparición de grupos de crimen organizado de tamaño significativo en Honduras comenzó a
presentarse al menos hace 50 años. En sus más altos niveles, éstos se centraron en facilitar el
transporte de drogas ilegales como marihuana y cocaína desde los países productores en el sur del
continente a las naciones consumidoras en el norte. Más recientemente, comenzaron a facilitar la
entrada de precursores químicos usados para la producción masiva de drogas sintéticas. El dinero
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producto de esta actividad compite con el de muchos negocios locales tradicionales y tiene la
capacidad de modificar el poder a nivel local, regional e incluso nacional. En Honduras hay
presencia de tres tipos de grupos criminales.

 crimen organizado transnacional (COT), con grupos de Colombia o México, que usan al
país como lugar de tránsito y punto de almacenamiento para los cargamentos de cocaína que
llevan hacia Estados Unidos u otros mercados. Normalmente operan en grupos pequeños.
Sus emisarios en estos países usualmente buscan asegurar el transporte de los cargamentos
de drogas, la connivencia de los funcionarios y que todas las transacciones resulten según lo
planeado. El estatus de Honduras como un lugar de refugio para el COT ha aumentado en
los últimos años, y el país se ha convertido en una base de operaciones para los altos mandos
de dichos grupos. Por ejemplo, según informes, miembros del liderazgo del Cartel de
Sinaloa actualmente tienen bases de operaciones en San Pedro Sula.

 grupos locales de transporte: operan en Honduras. Estos grupos están formados por
familias hondureñas o redes de negocios muy estrechas que transportan bienes legales e
ilegales a través del país. Trabajan de manera cercana con compradores y vendedores, así
como con otras redes de transporte de Centroamérica y otras regiones. Además de traficar
cargamentos, también almacenan grandes cantidades de éstos durante largos periodos de
tiempo. Pero ninguna de estas tareas es fácil. Existen rivales que roban y revenden los
productos ilegales; se cree que miembros de las fuerzas de seguridad, especialmente de la
policía, hacen parte de dichas redes. Los transportistas también deben lidiar con un alto
número de agentes aduaneros en cada frontera que atraviesan. Sin embargo, si se opera
correctamente el transporte de bienes ilegales puede ser una actividad muy lucrativa.

 grupos criminales locales y las pandillas callejeras que operan en Honduras. Estos grupos
están enfocados en actividades menos lucrativas, como la distribución local de drogas, la
extorsión, el secuestro y el tráfico de personas. Sin embargo, la competencia por estos
mercados criminales en especial por el del tráfico local de drogas y la extorsión ha
convertido a Honduras en uno de los países más violentos del mundo. Las pandillas asesinan
a sus rivales y con frecuencia se presentan disputas al interior de ellas. También acuden a
agentes de seguridad corruptos para atacar a grupos enemigos. Su control territorial en
algunas zonas es absoluto, si bien su interacción con las élites es mínima.

El COT y los transportistas son los grupos criminales que tienen mayor interacción con las élites
hondureñas. Como se verá en los estudios de caso, estas organizaciones necesitan de las autoridades
judiciales para movilizar mercancía ilícita por terrenos peligrosos. Su interacción con las fuerzas de
seguridad y con empresarios poderosos para lavar y legitimar su capital ilícito es necesaria. En este
proceso establecen contactos políticos y financian candidatos para cargos públicos, en un esfuerzo
para obtener protección de alto nivel y mayores oportunidades de negocios.

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El dinero producto del tráfico ilícito supera al obtenido de los negocios tradicionales y tiene la
capacidad de modificar el balance de poder a nivel local, regional e incluso nacional. En
Latinoamérica, el mejor ejemplo se presentó durante los años ochenta, cuando el Cartel de Medellín
la infame organización criminal colombiana comenzó a secuestrar miembros de la élite, a asesinar
jueces y policías y a detonar bombas en lugares públicos. Sin embargo, las raíces de esta dinámica
vienen de años atrás, cuando las organizaciones criminales colombianas, y posteriormente las
centroamericanas y mexicanas, comenzaron a traficar cocaína y otras drogas hacia Estados Unidos.

El pionero en estas actividades de transporte en Honduras fue Juan Ramón Matta Ballesteros, quien
es objeto de nuestro primer estudio de caso. Durante los años setenta, cuando Matta Ballesteros
comenzó a surgir como transportista, los grupos criminales de Honduras ya controlaban el negocio
del transporte. La red de distribución de Matta Ballesteros se extendería desde Colombia hasta
México. Sus aliados en México serían conocidos como el Cartel de Guadalajara, del cual
posteriormente se desprenderían algunos de los grupos criminales más grandes del país: el Cartel de
Sinaloa, el Cartel de Juárez y el Cartel de Tijuana. Sus aliados en Colombia eran miembros de lo
que posteriormente se convertiría en el Cartel de Medellín. Como veremos, la red hondureña de
Matta Ballesteros incluía a miembros del ejército, una institución en ascenso gracias en parte al
flujo de asistencia de Estados Unidos durante la guerra de los Contras en la vecina Nicaragua. Fue
durante esta época que Honduras ganó el apodo de USS Honduras. Un documento de 1988 del
gobierno de Estados Unidos describe a Matta Ballesteros como un “violador de clase I de la DEA.”
Sus negocios legales en Honduras estaban creciendo. Para entonces tenía inversiones en
plantaciones de café, tabaco y especias, ganado y productos lácteos, y había fundado empresas
constructoras y agroindustriales en Honduras.

En 1985 todo cambió cuando el Cartel de Guadalajara, enfurecido por un operativo desplegado por
la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, el cual tenía como objetivo erradicar amplios terrenos de
plantaciones de marihuana en México, secuestró y asesinó a Enrique Camarena, un agente de la
DEA. La muerte de Camarena llevó a que el gobierno de Estados Unidos buscara hacer justicia. En
los años siguientes, muchos de los líderes y miembros del Cartel de Guadalajara fueron arrestados y
condenados en México. Matta Ballesteros fue arrestado en Colombia, pero con ayuda del Cartel de
Medellín logró escapar y huir a Honduras, donde encontró protección gracias a su vasta red de
contactos y a sus riquezas. En 1988, los militares, cediendo a las preocupaciones de Estados Unidos
por la creciente influencia de Matta Ballesteros, lo interceptaron durante su ejercicio matutino, lo
amordazaron, lo llevaron a República Dominicana y después a Estados Unidos, donde fue
oficialmente arrestado y acusado por el asesinato de Camarena y por otros crímenes. De ahí fue
trasladado a Estados Unidos. Hasta dos mil hondureños, la mayoría estudiantes, enardecidos por su
captura, atacaron la embajada de Estados Unidos, incendiando varios edificios anexos y vehículos.
Al menos cuatro de los protestantes murieron y algunos oficiales estadounidenses aseguraron que
las autoridades hondureñas se tardaron dos horas en llegar al lugar de los hechos.18 Matta
Ballesteros fue sentenciado en un juzgado de Los Ángeles por secuestro19 y tráfico de drogas, y
actualmente se encuentra recluido en una prisión federal.

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Tras la dramática caída de Matta Ballesteros, el país continuó siendo utilizado como un puente por
los traficantes de bienes ilícitos; además de drogas, éstos incluyen armas, dinero, personas y en
general todo tipo de bienes de contrabando que se mueven tanto dentro como fuera de Honduras.
Por ejemplo, durante la guerra civil un grupo de contrabandistas salvadoreños transportaba
diariamente productos lácteos de Honduras a El Salvador. El denominado “Cartel de los Quesos”,
que luego sería llamado “Los Perrones”, desarrolló una red de tráfico de drogas que aún se extiende
desde Panamá hasta Guatemala. Uno de sus jefes de operaciones, José Natividad Luna Pereira, alias
“Chepe Luna”, operaba la red desde San Pedro Sula hasta que fue asesinado en Honduras en 2014.

A principios de la primera década del siglo XXI, el país experimentó otra oleada de actividad
narcotraficante. Durante esa época, las organizaciones criminales mexicanas constituidas tras la
caída del Cartel de Guadalajara establecieron un mayor control sobre la cadena de distribución, y
empezaron a usar a Centroamérica como su corredor principal. Entonces emergieron varios grupos
de transportistas locales. Entre ellos se encontraban los grupos de Chepe Luna en El Salvador y
Honduras, el de José Miguel “Chepe” Handal Pérez en San Pedro Sula, el de la familia Valle Valle
en Copán, el clan Zelaya en Atlántida, y la organización de Los Cachiros en Colón. Los Cachiros
son objeto de nuestro segundo estudio de caso. La principal función de este grupo consistía en
transportar cocaína a través de la región, pero también tenían varios negocios alternos, como el
tráfico de personas y la distribución local de drogas. El tamaño de esta industria criminal es enorme
en comparación con la economía hondureña. El Departamento de Estado de Estados Unidos estima
que el 95 por ciento de la cocaína transportada de Suramérica a Estados Unidos pasa por los
corredores mexicanos y centroamericanos; 80 por ciento de ésta hace una parada en Centroamérica.
Normalmente, el precio que se cobra por el transporte de cocaína es la diferencia entre el precio al
por mayor de la droga donde es recogida y su precio donde es llevada. En el caso de Honduras, esta
diferencia está en el rango de US$2.000 y 2.500 por kilo desde el momento en el que la droga entra
en el país hasta el momento en el que sale. El precio de la cocaína varía claramente, pero la
diferencia se ha mantenido estable por varios años. Esto implica que solamente el mercado del
transporte de drogas tiene un valor anual de entre US$600 y 750 millones, lo cual representa entre
el 3 y el 4 por ciento del PIB del país. Según nuestras estimaciones, los ingresos por el tráfico de
drogas representan más de la mitad de lo que el país obtiene con el café, su principal producto de
exportación.
Los cinco grupos mencionados anteriormente tienen fuertes conexiones políticas y económicas que
les han ayudado a desarrollar vínculos cercanos con las autoridades, como se describió previamente
con el caso de Matta Ballesteros y el ejército. Uno de ellos, Handal, era un candidato al Congreso
antes de que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo añadiera a su Lista Clinton en abril
de 2013. Handal negó estar involucrado en el tráfico de drogas antes de darse a la fuga, un estatus
que aún conserva. Por su parte, Francisco Zelaya Fúnez tenía varias compañías de construcción y
firmó una serie de contratos públicos con la ciudad de La Ceiba antes de que fuera capturado en
México en 2013; un diario lo vinculó a un alto funcionario de la pasada administración. En cuanto
a la familia Valle Valle, mantenía fuertes conexiones con Alexander Ardón, el alcalde de El
Paraíso, una ciudad ubicada en la frontera con Guatemala. El hermano de Ardón, Hugo, dirigió el
Fondo Vial, un importante fondo de construcción y mantenimiento vial del gobierno.

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Este tipo de conexiones entre políticos y actores criminales ha sido común a lo largo de los años. En
1987, el congresista Félix Cerna Salgado admitió tener una relación estrecha con Matta Ballesteros.
Durante los primeros años del nuevo siglo, tres congresistas fueron capturados por transportar
drogas. En 2014, las autoridades hondureñas arrestaron a Arnaldo Urbina, el alcalde de Yoro, y lo
acusaron, junto a muchas otras personas, de dirigir una red de tráfico de drogas y sicariato
responsable por el asesinato de 137 personas y la desaparición de otras 45. La habilidad de las
organizaciones criminales para acumular capital y ejercer este poder económico para su beneficio es
desconocido en gran medida, pues las autoridades hondureñas han abierto pocos casos judiciales
sólidos en su contra, y los medios locales no son muy dinámicos. Aún más, los funcionarios
públicos amenazan estos intereses bajo su propio riesgo. En diciembre de 2009, policías asesinos
mataron al zar antidrogas de Honduras Julián Arístides González, y dos años más tarde le
dispararon a Alfredo Landaverde, quien fue su asesor. Los investigadores del caso determinaron
rápidamente que los pistoleros eran agentes de policía que operaron bajo las órdenes de altos mando
de la institución. Sin embargo, los investigadores enterraron rápidamente los informes y no salieron
a la luz hasta años más tarde.
En abril de 2013, un sicario asesinó a Orlan Chávez, el principal fiscal investigador de lavado de
dinero. El día antes de su muerte, Chávez había ordenado una serie de allanamientos a presuntas
propiedades del ya mencionado Chepe Handal, las cuales fueron incautadas. Si bien Handal es el
principal sospechoso del asesinato, el caso sigue sin resolverse.

El poderío económico de estos grupos sólo se dio a conocer luego de que Estados Unidos
denominara a Handal, y posteriormente a Los Cachiros, como narcotraficantes, y los añadiera a su
Lista Clinton. Los distintos consorcios empresariales de Handal incluían varios talleres de
autopartes, una distribuidora de motocicletas y una tienda de ropa. En un proceso expedido por el
Distrito Sur de Florida, se le obligó a pagar US$38 millones en activos por sus negocios ilícitos.
Tras los allanamientos que las autoridades realizaron a las propiedades de Los Cachiros en
septiembre, resultó claro que Handal era pequeño en comparación con este grupo. En su Lista
Clinton, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos enumera cinco negocios que se creía eran
propiedad de la organización, y funcionarios de ambos países estimaron que los activos del grupo
alcanzaban los cientos de millones de dólares.

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Conclusiones

 El crimen organizo tiene a Honduras hundido en la miseria, los políticos teniendo la


capacidad de hacer de nuestro país un ligar mejor se encargaron de hacer negocios con
criminales y la situación empeora día con día.
 A raíz de la pésima economía y pocas oportunidades de empleo debido al crimen
organizado, muchos jóvenes deciden tomar el camino fácil y unirse a estas organizaciones.

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Fuentes bibliográficas
https://es.insightcrime.org/investigaciones/elites-crimen-organizado-honduras-introduccion-
honduras/

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