Misión en La Plata
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Misin en el P lata
La Cuestin de Lmites
BARROS ARANA DIPLOMATICO Y PERITO
POR
PRENSAS
DE L A
IJNIVERSIDAD DE CHILE
1936
I N T R O D U C C I O N . El ajuste de la paz entre Chile y la Repblica Argentina, seguido del arbitraje de lmites, diversos actos posteriores d e concierto internacional y el pacto de limitacin de armamentos, formaron un cuerpo de doctrinas que ha permitido asentar en esta parte de la Amrica los principios ms adelantados de la conciliacin y de la buena inteligencia entre los pueblos. Bolticos y diplomticos han laborado, de uno y otro lado, en esa magna empresa, y han consagrado sus talentos, sus nobles espritus, y sus voluntades de grandes patriotas a la preparacin de aquel edificio de la paz. Artfices de una misma construccin, supieron echar fundamentos perdurables y elevaron las torres del homenaje que guardan la fidelidad de los dos pueblos. Y en estas horas tranquilas en que nos es dado recordar los xitos de la cordura y los triunfos de la inteligencia y de la previsin, cmplenos manifestar nuestra especial gratitud y nuestro patritico reconocimiento a aquellos obreros que hubieron de soportar rudas faenas, qve .vivieron muchos aos entre los azares y las preocupaciones, sacudidas por la zozobra, llevados de la inquietud al desaliento, y que con firme perseverancia y sin par fortaleza, fueron colocando uno a uno los sillares de una obra que a diario se haca y se deshaca, para pedir de nuevo otro da y otra hora d e cruenta tarea, y con fe en el alma y la confianza de que si en esa ocasin no se llegaba a la cumbre, otra vez, otro obrero, habra de alcanzar el fin anhelado. Fueron treinta y ocho aos de incesante labor, fueron muchas las horas ingratas; fueron pocos los das serenos; pero la labor hecha nunca fu perdida; cada paso ganado fu una realidad conquistada; cada decepcin fu seguida de una nueva ilusin, hasta obtener la meta tantas veces presentida.
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El avezado y distinguido diplomtico argentino de 1875 y negociador del Tratado de 1881, don Bernardo de Irigoyen, al felicitar a Barros Arana con motivo de este Pacto, le deca que se <haba resuelto la cuestin de treinta y ocho aos y quedaba restablecida la armona de estas naciones. para lo cual se haban inspirado en los mismos sentimientos equitativos y generosos que concertamos con Ud. en 1876 y que han constituido el Tratado d,e 1881.~ Y le agrega que (el tiempo, la reflexin, y la esterilidad de todos los pronsticos posteriores, han sancionado al fin la frmula a que Ud. di6 en su pas hace seis aos la influencia respetada de su , nombre. w Por su parte, el diplomtico chileno don Diego Barros Arana, que haba afrontado en el Plata la vieja cuestin en 1876 y cooperado a la solucin de 1881, felicitaba a su vez al brillante Canciller argentino por el grande acto de fraternidad de nuestros dos pueblos, con lo cual, !ogrando el fruto de sus inteligentes esfuerzos, haba afianZado la paz de dos naciones que estuvieron unidas en los das ms solemnes de su historia y que deben estrechar sus relaciones para el progreso y el prestigio de ambas. En las pginas de este libro s e puede asistir a esa obra de lenta y penosa elaboracin; en ocasiones y a travs de los aos se alcanza a presentir la animosidad de los combatientes y el rugir de los pueblos. Pero en todo momento agudo no tarda en imponerse la voz de la cordura y el sentimiento de la responsabilidad. En las cartas y documentos confidenciales que insertamos se transparenta el espritu de aquellos hombres que defendan con entereza pero siempre con sinceridad los derechos y los intereses del pas. All se revela todo el pensamiento de aquellos negociadores en quienes se aunaba el ce!o patritico con el espritu de la concord i a y de la paz. Si en esa correspondencia intima, leda serenamente a la distancia a que nos encontramos de los sucesos, pudiera saltar uno que otro concepto vivo, alguna apreciacin poco equitativa, ha de atriburse al ambieqte caldeado en que se viva, por las discusiones de la prensa o las discursos de oradores que sacudan el sentimiento nacional. Pero la impresin general que deja esa lectura manifiesta que en todo aquel debate diplomtico de 1876 a 1878, presidi un elevado espritu de consideracin y de respeto y un verdadero anhelo de arribar a soluciones satisfactorias. Pero el acuerdo no era fcil; por el contrario, la discusin misma excitaba muchas veces los nimos. Mientras las cancilleras se encaminaban a la transaccin, el espritu de la calle se mantena en la intransigencia. Por muy fuerte que se sintiera el criterio de los negociadores, el sentimiento de la responsabilidad se encon-
traba desplazado y el ambiente sereno del bufete diplomtico apareca invadido violentamente por las corrientes caldeadas de la atmsfera callejera. S610 el firme prop6sito que animaba a los gobiernos de uno y otro pas, y el poder de ese sentimiento nacional permanente que sabe imponerse siempre y a la larga a las agitaciones pasajeras, pudo al fin levantar triunfante el espritu de la paz y el sentimiento de la responsabilidad histrica y poltica de los dos pueblos. Hemos seguido paso a paso esa laboriosa gestacin; nos ha sido dado apreciarla de cerca en todos sus accidentes, sus cadas y sus xitos; nos hemos sentido muy cerca del alma de los negociadores; y al contemplar la inmensa labor realizada, nos inclinamos reverentes y agradecidos ante el espritu superior de esos grandes ciudadanos que fueron los artfices de la paz entre Chile y la Repblica Argentina.
JUSTICIERO RECUERDO
Postrimeras del Gobierno d e don Federico Errzuriz 2aartu.-Don Jos Alfonso en el Ministerio de Relaciones Exteriores.-La cuestin de -lmites con la Reptblica Argentina. No hacemos obra de polmica; es recuerdo justiciero a todos los que con ta-' lento y patriotismo sirvieron al pas.-A esa tarea consagr el diplomtico chileno Barros Arana su alto espritu .cvico, su saber y sus relevantes dotes intelectuales.
El Gobierno de don Federico Errzuriz Zaartu se hallaba en sus postrimeras. La crisis poltica de Abril de 1875 llev al Ministerio de Relaciones Exteriores a don Jos Alfonso, distinguido magistrado que, si bien extrao a la poltica, gozaba de general respeto y de merecida consideracin pblica. El problema internacional se mostraba inquietante por el lado de la Repblica Argentina; y del Norte, en las relaciones con Per y con Bolivia, se notaban signos que estaban muy lejos de ser tranquilizadores. ' En el presente estudio slo vamos a ocuparnos del estado en que se hallaba la cuestin llamada de lmites con la Repblica Argentina, a la poca en que don Diego Barros Arana asume la representacin diplomtica de Chile en el Plata. No intentamos sino establecer en sus lneas generales los tkminos del debate, a fin de poder .entrar al examen de la correspondencia abundante que tenemos a la
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vista y que nos permitir apreciar la prudencia, el patriotismo y el acierto con que el diplomtico clileno se desenvolvi en aquellas delicadas y tormentosas circunstancias. Si en esos momentos no se logr alcanzar el xito, la labor realizada qued all y sirvi de base cierta y slida para la solucin definitiva del largo y enojoso pleito de fronteras. ~ s t muy lejos de nuestra tarea hacer polmica, ni tratamos de deprimir ni de ensalzar a nadie; sabemos u e aquella cuestin tuvo ingratos momentos, y sabemos adems de qu manera se esterilizan a veces los esfuerzos ms hbiles de los negociadores ante corrientes de opinin ms o menos transitorias o susceptibilidades7de patriotismo, que, si bien legtimas, no contribuyen a solucionar las cuestiones en que hay intereses contradictorios y sentimientos irreductibles de uno y otro lado. Cada etapa va sealando, entre tanto, un paso hacia el resultado, cada jornada significa una aspereza vencida o un jaln sealado, y cada hombre ii~iportauna inteligencia ms, un conocimiento nuevo, y un sacrificio distinto aportado en aras de la patria y en beneficio de la comn inteligencia de los puebls. Las cartas que vamos a recorier confortan en este sentido nuestro espritu, porque exhiben con toda la sinceridad de una correspondencia privada, el celo, el patriotismo y la abnegacin con que fu servida en todo niomento por el diplomtico chileno la causa y los intereses de su patria.
EL PROBLEMA CHILENO-ARGENTINO
Fundacin de la colonia de Punta Arenas en 1843.-Tratado de Paz y Amistad entre Chile y la Argentina de 1856. Interrogantes en la cuestin patag6nica.-Ley de Colo~izacinargentina de 1873.-Declaraci6n de Chile de 25 de Junio de 1873 por la que afirma su posesin hasta el ro Santa Cruz.-Ley argentina d e Junio de 1875 sobre comunicaciones martimas en la Patagonia. Chile reitera su protesta y declara no consentir que esa ley se aplique al sur del Santa Cruz.-Alfonso e Irigoyen asumen las carteras d e Relaciones Exteriores en sus respectivos pases.
La fundacin de la primera colonia chilena en la pennsula de Brunswick, llevada a cabo en 1843, haba importado <la posesin de los estrechos de Magallanes y su territorio en nombre de la Repblica de Chile, segn lo declarado oficialmente al efectuar aquel acto. Por el Tratado de Paz y Amistad entre Chile y la Repblica Argentina de 1856, haban reconocido las partes contratantes como lmites de sus respectivoe territorios <los que posean como tales al separars de la dorninacin espaola el ao 1810 y convinieron &en aplazar las cuestiones que han podido o puedan suscitarse sobre s'ta materia para discutirlas despus, pacfica y amigablemente, sin recurrir jami a medidas violentas; y en caso de no arribar a un completo arreglo, someter la decisin al arbitraje de una nacin amiga>.
Las reclamaciones aducidas de parte de la Argentina por la fundacin de aquella colonia, como las diversas disidencias ocurridas en el trascurso de los aos, quedaban as subordinadas a la inteligencia entre las partes, o entregadas al fallo arbitral.' Negociaciones infructuosas en los aos de 1865 y 1866, debates y discusiones posteriores, vivas y ardorosas de una y otra parte, haban mantenido una tensin de los espritus que a nada til conduca y que amenazaba oscurecer el debate, descaminarlo y arrastrarlo a un posible conflicto de dignidad y de honra. Cul era el territorio anexo a la colonia chilena del Estrecho? Dnde estara su lmite norte, o sea qu parte comprendera del 'territorio Patagnico? 2La Patagonia era o no territorio disputado en los aos 1856 y 1872? La posesin efectiva realizada por Chile en 1843,comprendera una parte de ese territorio y hasta dnde? Llegara hasta el ro Gallegos, alcanzara hasta el Santa Cruz? O correspondera tan slo a la costa del territorio magallnico, del {itoral, de las-mrgenes del Estrecho? Tales eran los puntos de discusin que con ms o menos vriantes llenaban las comunicaciones de los diplomticos y Ministros de una y otra nacin. En Junio de 1873 el Gobierno Argentino someta a la consideracin del congreso un proyecto de ley sobre colonizacin, que comprenda toda la Patagonia desde el Negro hasta el Estrecho. El Gobierno de Chile, por su parte, daba instricciones a su representante en el Plata de protestar y de declarar que Chile resistir todo avance que se extienda al sur del R,o santa Cruz,. De conformidad a esa determinacin el diplomtico Blest Gana, cochileno en Buenos Aires, don ~hillermo munica al Gobierno Argentino por-nota de 25 de Junio de 1873 que su Gobierno no consentir acto alguno que amenge su soberana en toda la extensin de los territorios de que se encuentra en actual y pacfica posesin y que tienen su lmite natural en el ro Santa Cruz,.
Se siguieron nuevas negociaciones en los aos de 1874. a 1875 pero sin resultado alguno satisfactorio; por el contrario, la discusin haba alcanzado violencias inusitadas. El conflicto iba a presentar en breve caracteres alarmantes. En Junio de 1875 el Congreso Argentino, con la aquiescencia del Gobierno, sancion una ley autorizando al Ejecutivo para <subvencionar una comunicacin martima entre ~ u e i o Aires y la Patagonia hasta el Sur del s Santa Cruz y para conceder-hasta diez leguas de tierra a la empresa que hiciere el servicio,. La protesta de Chile lleg al instante, El diplomtico en Buenos Aires declar por su nota de 16 de Junio que su Gobierno <no consentir que la ley que 'motiva esta protesta se ejecute en la parte del territorio disputado que se extiende al Sur del Ro Santa Cruz>. En medio de la tempestad que esta protesta levant en Buenos Aires, el Plenipotenciario chileno, seor Blest Gana, se ausentaba de Buenos Aires en viaje para blontevideo y Ro Janeiro donde tambin estaba acreditado. La discusin sigui entre tanto viva entre el Gobierno Argentino y el Encargado de Negocios de Chile en Buenos Aires. . El ingreso de don Jos Alonso al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, correspondi a un cambio tambin en la direccin exterior de la RepGblica Argentina. Haba asumido el Ministerio don Bernardo de Irigoyen, que por algunos aos supo honrar aquel +elevado puesto.
A principios de 1876 la cuestin de lmites entre los haba salido completamente de su quicio y se dos ~ a s e s presentaba ms alejada que nunca del trmino deseado. Las protestas y contra protestas no haban hecho otra cosa que excitar las susceptibilidades nacionales y mantener la alarma en los es'pritus. En una y otra capital slo haba encargados de negocios ad-interin, y en el hecho estaban interrumpidas las negociaciones. Quin las reanudarla? Chile tom la iniciativa y el Ministro Alfonso, con elevado espritu, invi-
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t directamente a reanudar las gestiones diplomticas. El seor Irigoyen, con igual sentimiento he sus deberes, acept la invitacin, y hubo entre los dos Ministros recprocas protestas de cordialidad. En estas condiciones era 4espachada la misin confiada a don Diego Barros Arana. Todo auguraba el myor xito a la nueva embajada. a personalidad del seor Barros Arana, justamente apreada y respetada tanto en Chile como en la Argentina, el caudal de sus conocimientos, el prestigio de una autoridad moral superior puesta siempre al servicio de su patria, todo ello colocaba al diplomtico chileno en un plano ms elevado cfue aquel en que se desarrollaban de ordinario las negociaciones internacionales. un No era Barros ~ r a i a diQlomtico de escuela, en el sentido de que no acostumbraba a decir -una cosa por otra, ni fingir amistades no sentidas u odios simulados. Saba decir la verdad y buscar las soluciones de justicia; conoca sobradamente el bagaje de los viejos ttulos y de los antecedentes histricos en que deba debatirse la materia de fondo; dominaba por entero el problema geogrfico y cientfico que deba involucrarse en la tarea misma de la limitacin; y llevaba detrs de l la confianza del pueblo, que estaba acostumbrado a seguir sus enseanzas y a inspirarse en sus luces y en su saber. El banquete de despedida ofrecido en Santiago por los elementos ms representativos de la poltica, de las letras y de la sociedad, haba sabido encarnar ese sentimiento de la confianza nacional. En realidad esa manifestacin excedi de los lmites que de ordinario presenta esa clase de actos. La personalidad del festejado y la importancia y delicadeza de la misin de que estaba encargado, daban a esa reunin una significacin poltica que, a la vez de importar una verdadera confirmacin nacional del nombramiento hecho por el Gobierno, redundaba en el mayor prestigio y autoridad de que irasrevestido el diplomtico chileno. Haba ad-
herido especialmente a ese acto el ex-Presidente don Jos Joaqun Prez, que haba gobernado el pas desde 1861 a 1871, y el Presidente q e deba asumir el mando el 18 de Septiembre de 1876 don Anbal Pinto; y al lado de ciudadanos envejecidos en el servicio pblico, Ministros o exMinistros de Estado, Senadores y viejos parlamentarios, se sentaban al rededor de aquella mesa jvenes brillantes que haban pertenecido a la numerosa muchachada educada bajo los auspicios de Barros Arana, y que encarnaban el sentimiento de las nuevas generaciones. Presidi el banquete el prestigioso poltico, Ministro de Estado en la Administracin Perez, y que durante la Guerra con Espaa haba sabido captarse una merecida popularidad, Ministro por muchos aos de la Corte Suprema de Justicia, don Alvaro ovarr rubia s. Al ofrecer el banquete tuvo para el festejado palabras que saban reflejar exactamente el sentimiento de los concurrentes. <A nadie poda haberse encomendado mejor, deca en aquel momento, que al ilustrado historiador de Chile, al gegrafo distinguido, a1 que ha hecho extensivas sus investigaciones y trabajos histricos a todos los pases que ocupan la Amrica del Sur; al que ha formado una pasin del estudio, un placer de las pesquisas minuciosas y para otros molestas, de los archivos ptiblicos y de los documentos privados- a nadie mejor que a l poda conEarse el examen tranqiiilo y la discusin razonable de una alta cuestin que trae su origen de antiguos documentos; y que, si bien ha podido tener divididas las opiniones de los dos pases con~prometidosen ella, es de esperar que encuentre, sin embargo, una solucin amistosa que sea recprocamente satisfactoria. Concluy haciendo votos por el feliz xito de una misin llamada a <dirimir una cuestin de paz y armona con un pas vecino a quien nos unen 'las tradiciones de nuestra historia, las glorias del pasado, y la mancomunidad de intereses del presente., Apenas se haban apagado los ecos del hermoso dis-
curso del Presidente de la reunin, cuando se levantaba la figura serena del Ministro del! Interior don Eulogio Altamirano. Traa la palabra del bobierno, que como nadie saba representar, y en quien se haba encarnado desde el primer da de la Administracin Errhzuriz toda la autoridad y el prestigio de la poltica oficial. S u palabra tena todas las tonalidades del grande orador; la fluidez y la suavidad de -su diccin, y la nitidez de sus conceptos, constituan las elementos de una elocuencia que le hizo imponerse siempre en la tribuna parlamentaria y en los grandes comicios pblicos. Como hombre de Estado abord de frente el espiritu que presida la poltica exterior de Chile inspirada no slo en sentimientos de la justicia ms perfecta, de la ms severa y recta imparcialidad, sino que, yendo ms lejos la ha acentuado en sentimientos de marcada benevolencia y de fraternidad verdadera)). Y recogiendo, en seguida, los ecos malsanos de los que desde afuera suelen sembrar desconfianzas y odiosidades hacia nuestro pas y su politca internacional agrega que <tfeIizment& se ha cumplido la obra de esos pono lticos de tempestad, detenida en gran parte por la serenidad inalterable de nuestros Gobiernos y el espritu de desprendimiento y de moderacin que siempre ha observa& el pueblo, el Congreso y la prensa de Chile.)) Y refirindose especialmente a los disen timien tos con la Repblica Argentina no se disimula que esa cuestin mal dirigida puede llegar a ser peligrosa; y para obviarla lleva el seor Barros Arana los poderes de Chile, y, hago votos, dice con intencin, por que el pueblo y gobierno argentino den a este nombramiento el mismo significado que le han dado el pueblo y gobierno chilenos. Porque el seor Barros Arana, aade, no es slo un ciudadano ilustre de 'Chile, es un americano eminente. Y cuando el Gbierno de Chile enva al seor Barros Arana, con el hecho dice a la repblica vecina: <No creo, no puedo admitir siquiera la posibilidad de que no haya otra
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solucin para la cuestin que discutimos que la solucin de la fuerza. Y dando todava ms relieve a su pensamiento, agrega, con fina elocuencia y profunda verdad; <Por ms confianza que tengamos en nuestro derecho, por ms indiscutible que nos parezcan nuestos ttulos, jams tendremos la pretensin de declararnos infalibles. <Aceptaremos siempre el fallo de la justicia pronunciado por un tribunal imparcial. <Por eso, porque queremos la discusin,por que buscamos luz y pedimos justicia, por eso lleva nuestros poderes un hombre que ha consagrado su vida al estudio y a la ciencia, que vale tanto' como decir al culto de la justicia y del dbrecho. <Que ste nuestro pensamiento sea as comprendido por el pueblo y gobierno argentinos. Estas palabras repercutieron muy favorablemente en el seno del 'pas amigo, entonces vivamente agitado, y en ms de una ocasin fu invocado ese discurso por la gente sensata como garanta de tranquilidad y de paz. Entre tanto, aquella misin iniciada bajo los ms felices auspicios, iba a encontrarse desde el primer da en medio de una deshecha tempestad. Un acontecimiento inesperado haba cado como u11 rayo en esa a sfera serena que hasta ese momento haba sido precur pra de la buena amistad. Al llegar Barros Arana el 17 de Mayo a Punta Arenas, se haba impuesto de ese hecho y lo comunicaba en el acto a su Gobierno. Su primer despacho haba tenido que ser el anuncio del primero y peligroso escollo que haba surgido ante la proa de su pacfica nave. Haba sucedido que el 27 del precedente mes de Abril se habia presentado la barca francesa Jeafine Amelie en Monte Len, como veinte millas al sur de la boca del ro Santa Cruz en la costa patagnica. Iba a cargar guano, provista de un pasaporte del Cnsul Argentino en Mon-
tevideo. Tan pronto el Gobernador de Punta Arenas se impuso de ese hecho, despach la corbeta chilena MagaZlanes, y en el da indicado su-capitn apres la barca francesa y trat de conducirla a la colonia. Desgraciadamente, sobrevino una tempestad y la -barca zozobr a la entrada del Estrecho. Tal era el lamentable suceso, de que se impona el diplomtico chileno, y que, como era fcil preverlo, habra de ocasionar a su misin las mayores perturbaciones. En carta del Ministro Alfonso a Barros Arana, de 6 de Junio de 1876, expresa la apreciacin del Gobierno de Chile sobre ese incidente, refirindose adems a la comunicacin que se le ha remitido sobre el particular. El procedimiento de la autoridad chilena, le dice, ha sido perfectamente correcto, obrando conforme a sus instrucciones. Hemos sostenido tener la posesin desde la margen austral del ro Santa Cruz, y declarado no permitir acto extrao en esa parte del territorio patagnico. Nuestros actos deben guardar consonancia con estas declaraciones. El buque que cargaba guano sin otro ttulo que el permiso de un cnsul argentino, sin sujetarse a las formalidades de la ley argentiqa (punto muy grave al que lIamo especialmente la atencin de Ud.), ejecutaba un verdadero contrabando, infringa nuestras leyes, lo que no podamos ni debamos consentir)). Desde el punto de vista chileno el caso era perfectamente claro y el razonamiento del Ministro irreprochable. La cuestin se trat en ese terreno. . Por 10 dems, el accidente que haGa tenido la barca francesa y su prdida no alteraban la situacin jurdica, <Que reprimido (el buque) en este avance, agrega el Ministro, y conducido para ser puesto a disposicin de la autoridad, se perdi en el viaje. He aqu una desgracia, ocasionada por fuerza mayor y no por impericia, desgracia que slo perjudica a Chile porque ha hecho perder la materia del comiso. El asunto ser juzgado por la autoridad judicial correspondiente.
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Pero el Ministro ya conoca por las comunicaciones telegrficas !a impresin que el suceso habia causado en Buenos Aires, pero a la vez saba que la personalidad del diplomtico haba contribuido muy eficazmente a deshcer el deshecho temporal. Por eso agregaba al terminar su carta as como deplor el suceso, que vena a interponerse en los primeros pasos dados por Ud. y probablemente a entorpecerlos en parte, por el inters nacional me alegr de que esta nueva y desagradable emergencia pudiera ser salvada mediante sus oportunos e inteligentes esfuerzos. Lo que en otro caso poda dar lugar a estallidos y explosiones, quizs quede en nada merced a las gestiones de la nueva Legacin. El incidente era, por lo dems, apreciado en forma muy distinta por la opinin de uno y otro pas. En Chile era juzgado serenamente, y se le trataba con la formal-idad de un caso de presa sometido al conocimiento de la autoridad judicial, alegndose aun que el Cnsul Argetino de Montevideo'haba procedido con infraccin de . . las leyes nacionales. Pero otro era el terreno en que lo tena colocado la opinin argentina. Toda la cuestin'.apareca dominada por un hecho simple, suficiente para impresionar la masa general. Era un buque de guerra chileno que haba ejecutado un acto de fuerza sobre una nave que obraba a virtud de una c ncesin de un funcionario argentino. El :! hecho se haba r alizado en la costa de la Patagonia, m chas millas al norte de las bocas del Estrecho. Si bien es cierto q;e en 1873 habia declarado el Gobierno de Chile que no consentira acto de jurisdiccin extraa al sur del Santa Cruz, y el embarque del guano lo efectuaba la barca francesa veinte millas al sur de ese 1mite, tambin era verdad que el Gobierno Argentino haba protestado contra aquella declaracin, y en el hecho despus de diversas comunicaciones cambiadas, haba existido un consentimiento implcito, tcito, de no alterar la situacin existente. La opiin de la prensa de-
nunciaba al pas el acto de la nave de guerra chilena como una ofensa a la Nacin Argentina y se reclamaba del Gobierno la adopcin de medidas enrgicas. Exigencia inmediata de satisfacciones, y la negativa a recibir la nueva embajada chilena mientras no estuviese satisfecho el honor nacional. Tal era el estado de nimo en que la ciudad de Buenos Aires se hallaba cuando desembarcaba el Ministro de 25 Chile seor Barros ~ r a n a ' e l de Mayo de 1876 y llegaba con l la primera noticia del siiceso de la Jeanne Avelie. Fueron horas y das muy ingratos para el Plenipotenciario que en condiciones tan imprevistas se vea obligado a iniciar sus relaciones. Las condiciones personales del representante chileno, sus vinculaciones con los hombres ms representativos de Buenos Aires, y la conciencia que no tard en formarse acerca de los propsitos de buena amistad y de acercamiento sincero de quk estaba animada la Cancillera de Chile y su . representante, permitieron dominar por el momento el estado agudo de la opininPy que la misin pudiera ser recibida sin mayor tardanza y en las condiciones verdaderamente satisfactorias en que se realiz aquella ceremonia, rodeada como estuvo de los comentarios y preocupaciones del pblico. Estos discursos eran esperados con ansiedad por la masa general del pblico, preocupada como se hallaba por la resistencia opuesta por muchos congresales a la recepcin del diplomtico chileno. Tal emergencia no poda ser considerada seriamente, ya que ello habra importado una .grave e inusitada ofensa precursora de una declaracin-de guerra. Pero si bien los gobernantes argentinos estuvieron llanos a recibir al plenipotenciario chileno, se encontraban en la necesidad de calmar la inquietud y tensin de los espritus ante el reciente suceso de la Jeanne Amelz'e. Con todo acierto y con fina diplomacia sbvi el Presidente Avellaneda la dificultad. Renda deferente y afectuosa acogida al emisario de paz de un pueblo que haba sido
siempre amigo y apartaba de ese momento como inoportunas Ias impresiones de los recientes sucesos. Esas piezas que por las circunstancias apuntadas fueron cuidadosamente preparadas merecen ser recordadas en esta ocasin. La ceremonia de la recepcin tuvo lugar el 16 de Junio de 1876, y su retardo fu causado por no haber sido presentada oportunamente la carta de retiro del antecesor del seor Barros Arana y liaber sido menester subsanar este defecto de protocolo. El plenipotenciario Barros Arana estaba llamado a deshacer la tempestad con su palabra sincera y honrada y a dar la confianz que tena derecho de inspirar por sus especiales condiciones personales. Esos sentimientos fueron justa y dignamente apreciados en el discurso de contestacin del Presidente Avellaneda. Se expres el seor Barros Arana en aquella solemne ocasibn como sigue : <Seor: Tengo la honra de poner en manos de V. E. la carta autgrafa por medio de la cual el Gobierno de Chile se ha servido acreditarme su representante cerca del Gobierno de V. 'E. <Al entregarme esta credencial recib de boca del Presidente de la Repblica Chilena la expresin franca y explcita de sus deseos de mantener las estrechas relacioy amistad que siempre han ligado a nes de estos dos paises. <En efecto, seor, cualesquiera que hayan sido las cuestiones que hayan podido suscitarse entre ambos, Chile y la Repblica Argentina no deben olvidar que adems de los vnculos de familia que los unen, existen otras consideraciones que son un titulo de orgullo para nosotros. Chilenos y argentinos hemos dado a la Amrica el noble ejemplo de dos pueblos que viviendo el uno al lado del otro han conservado siempre la paz y perfecta armona, sin que jams se haya turbado ni por un slo da la estrecha amistad que naci por nuestro origen.
Nacieron estos sentimientos con la lucha de nuestra independencia, y argentinos y chilenos no podremos olvidar que las pginas ms gloriosas de nuestras historias respectivas, son las que se refieren al tiempo en que nuestros padres sirvieron a una causa comun y afianzaron la libertad, no slo de este y aquel pas, sino la de todo un Continente. Al aceptar la honrosa misin que el Gobierno de Chile me ha confiado, soy simplemerite el rgano de estos sentimientos. Convencido de que todas las cuestiones pendientes entre ambos pueblos pueden resolverse de una manera tranquila y equitativa, en el desempeo de este delicado encargo sabr inspirarme en el amor que individualmente profeso a ambos paises. Me es grato tambin expresar a V. E. en esta ocasin los votos que el Gobierno y el pueblo de Chile hacen por la prosperidad de la Repblica Argentina y la .satisfaccin con que ven el progreso que ha alcanzado hasta aqu al amparo de las instituciones liberales y democrticas,. Contest el Presidente argentino en los siguientes trminos : <Seor Ministro : Acepto y retribuyo los sentimientos que acabis de manifestar en nombre de vuestro pais y de vuestro Gobierno. Ellos son naturales, recordando la vieja fraternidad de nuestros dos naciones en el herosmo y en la victoria. Sois, sin duda, por antecedentes que todos conocemos, uno de los ms designados para propender a soluciones tranquilas y equitativas en las cuestiones pendientes entre ambos pueblos. Vuestra presencia es para nosotros prenda de amistad sincera, y lo es tanto, seor Ministro, que reposando en la lealtad de vuestro carcter y de vuestras palabras, aparto por un momento, pero deliberadamente, las impresiones que han producido hechos recientes, a fin de que
podis dar inmediatamente principio al desempeo de vuestra misin. -Agradeciendo y devolviendo al pueblo y Gobierno de Chile sus nobles sentimientos,' me complazco en declarar que quedis reconocido como su Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario cerca de este Gobierno. I,a tempestad qued deshecha en Buenos Aires, y en Chile la opinin s e sinti tranquila y Satisfecha. As lo manifst el Gobierno a su representante, esmerndose como el R/linistro seor Altanto el Presidente ~rr/azurii fonso en expresar al seor Barros sus congratulaciones por el xito obtenido en una emergencia tan ingrata como intempestiva. Los hermosos discursos cambiados en esa ocasin produjeron los efectos de ur?a benfica suavizacin. Estaba salvado el escollo de la recalada; iban a comenzar las consekuencias de la peripecia, precursoras de la cuestan principal. El ~ncargadode Negocios. argentino en Chile, doctor ~ o ~ e nhabia formulado la protesta d e su Gobierno, a, y llevado. directamente ante la Cancillera de la Moneda la expresin de aquellos mortificantes sentimientos. El Ministro de Relaciones Exteriores, seor Alfonso, rechal z ventajosamente en el-- erreno jurdico la protesta formulada, y agreg que na a hahia estado ms lejos del nimo de mi Gobierno que inferir ofensa alguna a la ~ e : phblica Argentina)). -Veamos ahora las condiciones y circunstancias en que deba comenzar a desenvolverse el diplomtico chileno tal como l las relata y que, al llegar con una misin de amistad, se vea envuelto en esos propios das en los estallidos de una caja de Pandora que traa en sus bodegas e1 mismo vapor que le conduca a su destino. Tal era 'la noticia de la captura de la Jeunne Arnelie por la corbeta de guerra chilena Mugallanes, y el hundimiento de aquella barca en las bocas del Estrecho.
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EN PLENO TEMPORAL
Estado de la opinin pblica al arribo de la Legacin Chilena.P~imeras entrevistas de Barros Arana.-El carcter del pueblo de Buenos Aires.-;Exa!tacin contra Chile; opiniones guerreras.-Reserva de la prensa ante la Misin Barros Arana.-Se enecienden los nimos por las narraciones de la captura de la Jeanne Ame1ie.-Alarmante versin de un tripulante de la Jeanne Aritelie acogida por el peridico francs Le Courrier de Buenos Aires.- La Tribzrna de esta capital incita al Gobierno a no recibir al Plenipotenciario Chileno.-Comerciante argentino, Juan Quevedo, residente en hlontevideo, comprometido en el carguo de la. nave francesa.-Acogida favorable al seor Barros Arana del Presidente Avellaneda y Ministro Irigoyen. -Apreciacin serena de Irigoyen sobre el suceso de la barca francesa.-Invitacin a sealar una demarcacin provisoria en el territorio patagnico.
Al llegar a Buenos Aires escribe Barros Arana al Ministro Alfonso, con fecha 28 de Mayo de 1876, anunciando su arribo el da 25 y comunicando los sucesos ocurridos en los das siguientes y las impresiones que esos acontecimientos haban producido en el nimo pblico. Aqu me tiene Ud. en esta ciudad desde la maana del 25 de Mayo y despus de un viaje relativamente feliz. Inmediatamente me han visto algunos amigos y yo he visto a otros. Estas primeras visitas, la lectura de algu-
nos peridicos, y lo que he conversado con el seor Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores, me permiten apreciar la situacin aproximativamente y comunicarle algunas noticias para, que las estime,. Pinta la ndole y el carcter del pueblo argentino, mejor dicho, de la ciudd de Buenos Aires, de ese medio especial, formado entre las luchas a mano armada y los esfuerzos ardorosos por la constitucin de su joven y vigorosa nacionalidad. <Este pueblo, dice el sagaz investigador, puede considerarse un tipo acabado de nuestra raza, con todos sus defectos y todas sus virtudes, lleno de ardor y de entusiasmo en todas las cosas; se apasiona con gran facilidad y obedece ms a los impulsos de las impresiones del corazn que a los dictados de la razn fra,y serena. Por causas que no es del caso averiguar, no tiene grandes simpatas por Chile, y la discusin de nuestras cuestiones de lmites lo ha exaltado en estos ltimos aos. Hace algunos'meses toda la prensa clamaba contra nosotros y en las conversaciones se hablaba frecuentemente de guerra. Algunos politiqueros formulaban su pensamiento diciendo que no deba tratarse con Chile sino colocando en Mendoza un ejrGito de cien mil hombres, pronto a pasar los Andes e mponernos respeto. Esta opinin era sustentada por personas de crdito y de posicin, a pesar de que no se necesita mucha sagacidad para conocer que este pas mucho ms militarizado que el nuestro no podra poner en pi de guerra miis de veinte mil soldados y eso sin contar con dos gravsimos inconvenientes : 1. La escasez de recursos pecuniarios; y 2 . O La intranquilidad interior y el peligro de que esas mismas tropas fuesen el jnstrument; de una revolucin)). Sea de esto lo que fuere, agrega nuestro representante, la verdad es que esta exaltacin estaba algo amortiguada pero no muerta, cuando se anunci mi venida a Buenos Aires. La opinin me recibi con alguna simpata
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pero no con confianza. Un hecho le explicar este estado de nimos. La mayor parte de los diarios anunci mi arribo con gran reserva en tres o-cuatro lneas. Slo dos de ellos fueron ms explicativos: .El Tribuno, dirigido y redirigido dactado por don Hctor F. Varela, y La Nacin~, y redactado por Mitre. Ambos diarios, y sobre todo el primero, llamaron la atencin hacia las palabras de amistad y fraternidad que Altamirano y otros amigos pronunciaron en el banquete de Santiago del 6 de Mayo. Este recibimiento relativamente fro, puesto que esas palabras de aplauso y de felicitacin, eran escritas por antiguos amigos, me habra dejado perfectamente satisfecho y me habra hecho cobrar confianza en el resultado de la misin, si desgraciadamente no hubiera llegado en el mismo vapor que yo la noticia de la captura de la Jeanne AmeZie, que ha venido a revolver los nimos La primera noticia de este suceso fu publicada en Ln Tribztna de Montevideo en l& trminos que siguen: <Por el vapor ingls Britania, llegado hoy del Pacifico, hemos tenido noticias de un grave accidente ocurrido en el Estrecho de Magallanes, cerca de Punta Arenas, 1 que por E carcter que inviste puede acarrear serias complicaciones entre la Repblica Argentina y Chile, y que dada la tirantez que existe en las relaciones diplomticas de esos pases, no sera extra50 dificultase la solucin de la cuestin lmites. El hecho, como ya lo hemos referido, haba tenido lugar el 27 de Abril, y la barca francesa haba sido apresada en Monte Len, veinte millas al sur del ro Santa Cruz; y en circunstancias de que era conducida a Punta Arenas por la corbeta de guerra chilena Magallanes haba zozobrado a la entrada del Estrecho. De este hecho, relatado con los nis vivos colores, agregaba el peridico de Montevideo van a surgir reclamaciones del Gobierno Argentino. Cules sern sus resultados?
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Esto lo dir el tiempo, pero ya se puede asegurar que causar mayor tirantez en. las relaciones de ambos pases y dificultar las negociaciones que le.han sido confiidas al seor Barros Arana, que lleg hoy en este mismo vapor. Un peridico francs de Buenos Aires, Le Courrier, public una relacin de uno de los tripulantes de la barca francesa llamada a producir sobre el suceso la mayor excitacin de los espritus. Despus de hacer una apasionada relacin de lo sucedido, agrega: <{Quin va a pagar los daos causados? (chile o la Repblica Argentina? (Quin va a ser responsable de estas detenciones arbitrarias? {Se tiene derecho de disponer as de la libertad de las gentes sobre esta hermosa tierra de la Amrica republicana? Es bueno que todo el mundo sepa que venir a la Patagonia, tierra que los seores argentinos pretenden que les pertenece, es una falta grave. Y como si este dardo envenado, no fuera suficiente para excitar el amor propio nacional, se le agrega lo siguiente por va de apstrofe: Los chilenos acaban de hacer main basse sbre todo lo que os pertenece, y lo viajeros se exponen a sufrir detenciones)). Esta carta que la comunicacin del seor Barros Arana, inserta ntegra, est firmada por un francs A . Pradelle, y fii exhibida como un documento de conviccin contra los procedimientos de Chile, y vivamente comentada por la prensa de Buenos Aires. Con este motivo La Tribuna de esta ciudad, deca al Gobierno : <El Gobierno Argentino, por de pronto, no debe recibir al seor Barros Arana, Ministro Plenipotenciario en vsperas de presentar sus credenciales, mientras el Go. bierno Chileno no d una explicacin del hecho. <Ud. comprender por estas lneas, deca el seor
Barros Arana en la interesante comunicacin de que venimos ocupndonos, cul es la exaltacin de estos escritores y cules las dificultades que a esta Legacin ha venido a crear aquel accidente. Todo esto es tanto ms sensible cuando se piensa que toda esta complicacin es suscitada por un comerciante argentino establecido en Montevideo que se tiene adquirida una reputacin slida de ser amigo de todo negocio torcido o enredado. El Cnsul de Chile en esta ciudad me deca: <(Dediez negocios que haga don Juan Quevedo, nueve son enredos y diabluras. Es el amigo del Cnsul Argentino en Montevideo; y si bien ste es un caballero honorable, se ha dejado arrastrar por su amistad hasta dar un permiso que ha trado consecue~icias que en estos momentos deploran ambos gobiernos, puesto que ambos desean llegar a un avenimiento)). En efecto, el Gobierno Argentino estaba, a no dudarlo, bien inclinado para arribar a un arreglo amistoso. Los seores Avellaneda e Irigoyen me han recibido con demostraciones de grandes simpatas por Chile y por mipersona; y a pesar de las exigencias de los exaltados, me recibirn en el carcter de Ministro Plenipotenciario de Chile tan pronto como la Legacin actual presente la cart a r d e retiro, lo que no ha hecho ahora por hallarse Blest en Ro Janeiro, y por no haber remitido este documento. Espero que llegue la carta de retiro para entrar en mis funciones oficiales)). Mientras tanto he aprovechado las conferencias de pura amistad con el Presidente ~vellaneday con el Ministro Irigoyen para hablar de nuestro asunto. u n o y otro parecen bien dispuestos en favor de un arreglo equitativo, tranquilo y amistoso. Irigoyen despus de hablarme largamente del asunto, y decirme que estimaba a Chi! e Gobierno, como se estima a la gente seria y h'onrada, me expuso que abrigaba la con-fianza de que legaramos a entendernos como buenos amigos, El Presidente Avellaneda, en medio de las atenciones de la ms delicad a amistad me deca y me repeta que yo no quedara
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descontento del Gobierno Argentino, y que l augura bien del resuitado de la Misin porque crea que yo iba a tratar el negocio como amigo leal y sincero y no como diplomtico estirado y caviloso. el seor Barros Arana, de del corazn; pero es de de la poltica interior, la grita de los patrioteros y bullangueros excitada por la captura de la Jeanne Amelie, - y siempre ms poderosa que la de los bullangueros'de Chile, ponga obstculos al feliz resultado de esta cuestin o a lo menos la retarde algunos meses. Agregue Ud. que en este pas sucede con frecuencia que un personaje insignificante tiene medios de agitar la opinin. Es lo que sucede con el francs Roucand que recorre las imprentas hablando contra Chile y comunicando noticias alarmantes. La carta de A. Pradelle, que le inserto ms atrs, ha sido comunicada por l. A pesar de que Roucand est arruinado y desacreditado encuentra gente que le da crdito)). Refirindose al punto agudo y del momento, el de la Jeanne Amelie, dice Barros Arana que el doctor Irigoyen juzga con toda frialdad y con toda serenidad este asunto, y me expuso que crea que convendra que comenzramos nuestras negociaciones fijando una demarcacin provisoria del punto hasta donde debera extenderse el dominio territorial de ambos pases para evitar accidentes como el de la Jeanne Amelz'e y declarando que esta demarcacin no significara en manera alguna prejuzgamiento de ningn punto ni nada que resuelva la cuestin definitiva. Me ha hecho esta proposicin con franqueza y buena fe, indicndome que en seguida entraramos al estudio de una resolucin final. La misma comunicacin concluye con algunas ligeras noticias sobre la situacin econmica de la Repblica Argentina. <Este pas, expresa, atraviesa ahora por una terrible
crisis financiera que complica la situacin poltica, y exacerba la pasin de los partidos. El Gobierno debe sumas considerables al Banco Nacional; y este establecimiento cobra con urgencia sus fondos, que le son indispensables para, hacer frente a sus compromisos. Los Ministros no desesperan de salvar bien este conflicto con las entradas de aduana y otros recursos.
Situacin econmica de la Repblica Argentina.-La eleccin presidencial de Avellaneda y la revolucin de Mitre.--El Presidente Avellaneda asume el mando el 12 de Octubre de 1874.Revolucin de Entre Ros de 1876.-Perfiles de Avellaneda y de 1rigoyen.-En carta de 12 de Junio de 1876 Barros Arana informa al Ministro Alfonso sobre el estado de la opinin pblica y los ataques a Chile en el Congreso y en la prensa.-Las opiniones de 1rigoyen.-Barros Arana reitera las declaracin . de 1873 y manifiesta que su Gobierno aprueba la conducta del Gobernador de Punta Arenas y del Comandante de la corbeta Magullanes.-Indiscrecin y amenazas del Encargado de Negocios de Francia, Mr. Richeinond. Conferencias preliminares sobre la cuestin de fondo.-Bases del statuo quo.-Criterio Argentino.-Impresin desfavorable sobre la idea de obtener costa en el Atlntico. Insinuacin sobre arbitraje.-Actitud apasionada de la prensa y estado financiero del pas.Juiciosa apreciacin sobre la imposibilidad de una guerra.
Gobernaba a la sazn la Repblica Argentina el doctor Nicols Avellaneda, quien 'haba sido Ministro de Justicia, Culto e Instruccin Pblica, durante el gobierno de su predecesor, don Domingo Faustino Sarmiento. Inici su perodo presidencial el 12 de Octubre de 1874. Avellaneda haba organizado durante su campaa
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D E UNA CORRESPONDENCIA
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el partido nacional; y luego fu reforzado por el partido autonomista de' que era jefe uno de sus contendores en la lucha presidencial, el doctor Alfor~so Alsina. Esta fusin di vida al partido autonomista nacional, y con el desistimiento de Alsina, qued asegurada la presidencia del doctor Avellaneda. No obstante, el Presidente Sarmiento antes de hacer entrega del mando, tuvo que soportar la revolucin del 24 de Septiembre de 1874, encabezada por el General Mitre, candidato vencido en aquella jornada electora1. La derrota de bfitre en La Verde, y su capitulacin puso virtualmente trmino a esa rebelin, que se haba extendido a San Luis, Crdoba y Mendoza. La campaa del Coronel Julio A. Roca contra el General Arredondo en esta ltima provincia y su triunfo en Santa Rosa dejaba cerrado el cuadro de ese levantamiento y permita al Presidente Avellaneda iniciar en orden sus tareas gubernad mentales. El nuevo Presidente llam al -~inisterio e Relaciones Exteriores al Dr. Bernardo de Irigoyen. El Gobierno del doctor Avellaneda supo desarrollar una progresista labor, no obstante una aguda crisis fina110 ciera y la revolucin de Entre Ros de 1876 que fu sofocada sin mayores dificultades, pero que revelaba el fermento que se mantena -latente y que haba de estallar antes de terminar su periodo por la revolucin encabezada por el doctor Carlos Tejedor en 1880. El Dr. Avellaneda era un hombre culto, de equilibrado espritu y penetrado de sus deberes y responsabilidades de mandatario. El seor Barros Arana, hace apreciaciones muy honrosas sobre sus condiciones morales y polticas. El Ministro Irigoyen estaba llamado a tener una larga actuacin en el manejo de las relaciones exteriores de su patGa. Acompa los dos primeros aos de su administracin al Presidente Avellaneda, y desempe el mismo Ministerio de su sucesor, el General Roca, diirante los primeros cuatro aos de su gobierno, iniciado el 12 de Octubre de 1880.
A TRAVS
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La correspondencia de Barros Arana lo presenta bajo aspectos personales favorables; distinguido y culto, pero a la vez>omo al poltico que no puede resistir las corrientes y las influencias de la opinin, y como el contradictor letrado, de recursos variados, y de uria dialctica inagotable. Vamos a considerar la carta de Barros Arana de 12 de Junio de 1876, en circunstancias que aun no habia iniciado sus relaciones oficiales y tena que enfrentar las primeras tempestades desencadenadas en e1 Congreso Argentino. El seor Irigoyen se ha mostrado cordial'y amistoso y ha expresado al representante chileno que ser recibido oficialmente en breves das, no obstante la grita de la prensa y las insinuaciones formuladas en la Cmara. La interpelacin de un diputado de Catamarca cfu apoyada ardorosa y belicosamente por don Flix Fras y se pregunt al Ministro si pensaba recibir al representante de Chile exigindose ante todo las satisfacciones sobre la captura de la Jeanne Amelie. <Tengo muchos motivos para creer que el Presidente Avellaneda y el Ministro Irigoyen desean un arreglo pacfico, tranquilo y equitativo, y que las palabras cordiales y amistosas que me han dirigido a este respecto cada vez que me han visto en cualquier parte son perfectamente sinceras, pero detrs de ellas est la prensa y un cardumen de exaltados que hablan de estos asuntos con una arrogancia extraordinaria. Comprender Ud. que el Ministro Irigoyen en la discusin de la cmara ha tenido que hacer ostentacin de este mismo patriotismo sin lo cual habra sido muy mal visto por los patriotas que aplaudan a Fras. En la Cmara se pregunt al Ministro si pensaba recibirme; Irigoyen no contest directamente y declar que su-intencin era y es abrir negociaciones definitivas con Chlle aprovechando mi residencia aqu. Esto es lo que me ha expresado franca y categri--
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camente. Por mi parte, yo he credo un deber de lealtad el hablarle en el niismo sentido. En una conferencia que tuve ayer le expuse con relacin a mi recepcin y a lo que a este respecto se haba dicho en la Cmara, que un acto de esa naturaleza importara un inmediato rompimiento de relaciones, por cuanto ni el Gobierno ni el pueblo chilenos toleraran que se diese respuesta alguna al Gobierno Argentino sobre ste o sobre cualquier asunto si aqu no se reciba a su Ministro diplomtico que vena a Buenos Aires animado de los propsitos ms pacficos y con instrucciones de paz y de equidad)). Por lo que se refera al icidente de la barca francesa que haba venido a enturbiar profundamente las buenas relaciones, el seor Barros Arana expuso que <despus de las declaraciones terminantes y expresas que registra la Memoria del Ministroede Relaciones Exteriores de Chile de 1873, nuestro Gobierno no poda consentir ningn acto de soberana ejercido por una autoridad extraa, al sur del ro Santa Cruz, que estaba autorizado para proceder al apresamiento de un buque que fuera a esa costa sin el permiso de las autoridades chilenas, y que en esta virtud el Gobierno aprobaba la conducta del Gobernador de Punta Arenas y la del Comandante de la Magallanes. Le expuse, en seguida, que el Gobierno de Chile deba deplorar como deploraba yo, un accidente que vena a complicar la cuestin pendiente; pero, que la cdpa era de los especuladores poco escrupulosos que, q-riendo aprovecharse de una perturbacin internacional, haban solicitado del Cnsul Argentino un pasaporte vago e indeterminado, aparente para procurar nuevos embarazos. E 6 u s e todo esto, dice el seor Barro9 Arana, con la mayor moderacin y con toda templanza en la forma; y el seor Irigoyen contest en el tono de la perfecta amistad, que senta que las cosas se hubieran enredado con un accidente imprevisto, pero que no dudara que podramos entendernos, quedando de hablar sobre todo esto con
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el Presidente para ver cuando deba recibirme, no debien' do pasar ms de dos o tres das. El asunto de la Jeanne Ametic que deba pesar constantemente durante todas estas negociaciones, se presentaba adems en forma irritante por la actitud de los aventureros franceses mezclados en l y por la desmedida proteccin que les prestara el Secretario de la Legacin de Francia y ' a la sazn Encargado de Negocios ad-interim, Mr. de Richemond. Este caballero cree que despus de los reveses sufridos por los franceses en 1870-1871, todos los pueblos se creen autorizados para pisotear el ~abelln francs, que Chile lo ha hecho as, pero l va a reclamar a su Gobierno para que haga sentir todo el peso de su poder y de su indignacin. Aqu habla de esto a todo el mundo con una indiscrecin singularsima, en comidas y en ter-' tulias, y ha acosado al Gobierno con sus visitas y exigencias para que no descuide un negocio en que est comprometida la honra y la gloria del pabelln francs. <El pabelln francs, exclama el seor Barros Arana, amparando por gloria a los aventureros ms vulgares y de peor ley, casi piratas. El seor Barros Arana ha abordado la cuestin principal en varias conferencias privadas celebradas con el seor Irigoyen. H a formado la conviccin de que <este caballero como todo el pueblo argentino est profundamente persuadido de la bondad de sus ttulos al dominio de la Patagonia y de la mitad del Estrecho;.., pero quiere en trar en arreglos para arribar a una negociacin. Segn lo conversado en dichas entrevistas podra llegarse a un convenio provisorio sobre estas bases : 1.O La Repblica Argentina ejercera su soberana hasta el ro Santa Cruz; 2 . O Chile la ejercera en todo el Estrecho y las islas adyacentes; 3.0 En todo el territorio comprendido entre el Cabo Vrgenes y el ro Santa Cruz ninguno de los dos pases podra ejercer acto alguno de jurisdiccin o de soberana; 4 . O Uno de los dos Gobiernos se encargara de la polica de ese territorio, sin que esta intervencin
puramente convencional pueda alegarse bajo pretexto alguno como ttulo para l solucin definitiva de la cuestin. <He credo, agrega el seor Barros Arana, que este arreglo, que no 'firmar sin consultarlo al Gobierno Chileno, es bueno como statu quo, desde que nosotros quedamos en posesin del Estrecho e islas adyacentes, que es lo que ms nos interesa. E; orden a la solucin definitiva el seor Barros Arana no se equivoc por un momento y form concepto cabal de la situacin. Los sucesos posteriores le dieron satisfacccin completa, y las negociaciones subsiguientes y el Tratado de 1881 no pudieron ir ms all. <Para la solucin definitiva, deca entonces el seor Barros Arana a su Gobierno, me parece imposible, completamente imposible, sacar un Tratado con todo el territorio hasta el ro Santa Cruz, y muy difcil hasta el Gallegos. Me parece que todas las buenas disposiciones del Gobierno actual, que creo el ms favorable a la solucin pacfica de la cuestin, seran impotentes contra la opinin del pas y del Congreso, que creen como artculo de fe que nosotros no tenemos derecho alguno a una pulgada de la Patagonia Oriental. El mismo Gobierno participa de esta conviccin, No se quiere que nosotros tengamos puerto en el Atlntico. Vistas estas dificultades, he insinualo el arbitraje, sometiendo 91 rbitro la extensin del territorio comprendido entre el Cabo Vrgenes y el d o Santa Cruz. El Ministro Irigoyen, conociendo los inconvenientes del Arbitro,,no dista de aceptarlo bajo esta forma como un medio de salvar la responsabilidad de los contratantes ante la opinin ms o menos exaltada de sus paises respectivos. Estas negociaciones habran sido mucho 'ms fciles, como Ud. lo comprender, sin la grita atronadora de la prensa y sin los discursos parlamentarios en la interpelacin a que ha dado origen el incidente de la goleta. Este incidente, que debera probar la urgencia de arribar a una
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solucin definitiva, no ha hecho hasta ahora ms que enturbiar el mar y suscitar dificultades. Pinta en los ltimos acpites de esa carta, en que nada queda por tratar, la actitud de la prensa y el estado financiero del pas. cI,a prensa, le dice al Ministro Alfonso, nos acusa de los atentados y todos los defectos imaginables. Los chilenos somos, segn ellos, ms prfidos que los cartagineses. Hemos embarazado por todos los medios el desenlace de la cuestin y hemos cometido mil crmenes, de que somos perfectamente inocentes. En su ardor, la prensa habla de guerra y de castigos, como Fras hablaba en la Cmara, diciendo que las cuestiones pendientes deban resolverse en el campo del honor,. <En realidad, dice Barros Arana con su sano y recto criterio, que es incomprensible tanta pasin para apreciar tan mal las cosas y tanta ceguera para hablar de guerra, que en realidad no quiere ninguno de los dos pases. Casi puedo asegurarle' que si las negociaciones se frustraran y llegaran las cosas a un rompimiento, todo quedara reducido a una suspensin de relaciones., La guerra la considera por lo dems imposible, y la Repblica Argentina no estara en situacin' de emprenderla. Reconoce que ese pas est muy militarizado y que se halla provisto de un armamento bueno y numeroso, pero le ocurre lo mismo que a un hombre muy fuerte y vigoroso que se encuentra en cama con un ataque de reumatismo que no le permite mover un brazo o una piern, Y aqu el seor Barros Arana traza en breves lneas un cuadro clarsimo del estado econmico del pas que le tiene aherrojado y enfermo. a <Este pas, dice, atraviesa en estos momentos por una crisis econmica verdaderamente terrible. Los abusos del crdito, las ilusiones de una riqueza que no exista pero que enga a muchos, han producido un verdadero cataclismo y han arruinado a muchas familias. Hoy reina una gran desconfianza. La ley ha. autorizado el curso for-
zoso de los billetes de los bancos, bancos privilegiados con la facultad de emitir, lo que aumenta los recelos. El Gobierno se encuentra en grandes apuros para cubrir su presupuesto y slo se habla de la necesidad de hacer grandes economas, una de las cuales seria la suspensin del servicio de la deuda exterior; la suspensin de las legaciones y la reduccin de algunos empleos y sueldos. El Gobierno no ha podido pagar a un banco de Buenos Aires algo como dos millones de duros que le debe. Indudablemente esta situacijn no puede durar largos aos; pero es evidente que por el momento el pas no puede pensar en empresas de aventuras a que quisieran arrastrarle los exaltados, contra la opinin de los hombres serios y patriotas.
20 de Junio de 1876. El Ministro de Instruccin don Miguel Luis Amuntegui lamenta el imprevisto suceso de la Jeanne Amelie y confa en que el diplomtico chileno habra de disipar' la fatal impresin.-Ministro Alfonso se congratula por la amistosa recepcin del seor Barros Arana y los trminos de los discursos. Considera necesario provocar una soluci6n inmediata que aleje los coriflictos de hecho.-Debe afirmarse en todo momento la correccin del procedimiento en el caso de la barca apresada para prevenir posible reclamacin del Gobierno francs.-La idea insinuada de enviar un buque de guerra argentino a las costas patagnicas puede ocasionar graves conflictos. Los propsitos del Gobierno de Chile son pacficos pero no tolerar nada que vulnere sus derechos.
En carta de 20 de Junio de 1876 deca don Miguel Luis Amuntegui, contestando a Barros Arana dos cartas que le haba escrito, una desde Punta Arenas y la otra al llegar a Buenos Aires lo que sigue en orden al apresamiento de Ia Jeanne Amelie: <Mucho hemos lamentado la ocurrencia del buque francs apresado en el Estrecho. Como lo dices, ha sido una verdadera fatalidad. Sin embargo, espero que t sabrs disipar la mala impresin que este desgraciado suceso ha producido. La noticia telegrfica de tu recibimiento me hace creer que as habr sucedido.
En la carta de 20 de Junio de 1876 manifiesta el Ministro seor Alfonso al plenipotenciario chileno que no puede ser ms favorable la impresin que le han producido los discursos de recepcin. En cuanto al incidente de la Jeanne 'Amelie, radicado s en ~ u e n o Aires con la cuestin principal, estima que debe aprovechar este suceso para precipitar las negociaciones en un sentido favorable a una solucin. Dicho suceso est revelando que el estado de cosas actual no puede prolongarse por ms tiempo sin exponerse a conflictos desagradables, y que est en el inters de ambos pases arribar a un trmino que aleje la posibilidad de que sus buenas relaciones se perturben por hechos de extraos o de agentes subalternos. Por lo dems, el hlinistro insiste en ia correccin con que se ha procedido por parte de Chile necesitando prevenir ,las responsabilidades que acaso pretendiese deducir e l Gobierno Francs en amparo de la nave y del concesionario. <La autoridad de Punta Arenas, afirma una vez mCts el seor Alfonso, ha procedido eii conformidad a sus instrucciones, y en este punto hay acuerdo unnime en la opinin y prensa de este pas. La posesin efectiva de Chile se extiende hasta la ribera sur del Santa Cruz, y debe mantenerse mientras no se acuerde o se decida otra cosa. Siendo esto as, y estando declarado en repetidas ocasiones que no se permitira acto de potencia extraa en el territorio que se extiende al sur de ese ro, el acto que se ejecutaba en la isla Lobo era violatorio de nuestra soberana y no poda ser consentido. De aqu resulta, que de haber reparaciones que darse, esta obligacin no pesara sobre nosotros sino sobre los que con desconocimiento de . esas declaraciones nos ponan en la dura, pero imprescindible necesidad de mantenerlas. Pero no puede apartar de su mente la preocupacin acerca de la inquietud en qiie aun se mantiene la opinin argentina y de las medidas que se aconsejaban al Gobier-
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no, una de las cuales era el e n v l ~ una nave de guerra a de la regin del Estrecho. <Tal idea sera desgraciada y no puede producir sino males. Si tal buque, agrega el Ministro, va a ejecutar actos de dominio en el Estrecho y territorios adyacentes, seguramente tropezara con inconvenientes serios. Llamo la atencin de Ud. sobre este punto a fin de que procure cbn tiempo prevenir dificultades que no haran ms que complicar la cuestin, hacindola ms ardiente y delicada. Si el buque va. como cualquiera otra nave de nacin amiga, ser recibido con cortesa y con las consideraciones que acostumbramos emplear con las que no vulneran nuestros derechos. <Contamos, aade al concluir, con que Ud. sabr vencer felizmente los tropiezos que ha encontrado en su camino, asegurando siempre y en todo caso que los propsitos del Gobierno de Chile son pacficos y amistosos; que desea y busca la buena armona con esa nacin, y que mirara como una verdadera y grande desgracia verse envuelto en una lucha, que no tiene razn de ser cualquiera que sea el aspecto bajo el cual se mire la cuestinp.
Las cavilaciones del seor Barros Arana eran, entre tanto, agobhdoras y su acuciosa actividad se ejercitaba no slo en aplacar la agitacin de los espritus por el reciente suceso cuanto en llevar la discusin a la materia de fondo, nico modo de apartar los incidentes perturbadores. En el mes de Junio se inciaban las negociaciones de fondo y se abordaba en primer trmino la idea de un arreglo directo, reservando el arbitraje para el evento de una falta de inteligencia, como lo prevena el Tratado de 1856. Las instrucciones de que el diplomtico *chileno estaba provisto, fechadas el 4 de Mayo de 1876, le encomendaban comenzar por negociar una transaccin que cortara desde luego la disputa y ahorrara las dificultades del arbitraje. Y en este punto se le autorizaba para proponer como lnea divisoria la del ro Santa Cruz, y en ltimo
caso, el Gallegos <abandonndole (a la Repblica Argentina) todo el vastsimo territorio que se extiende al norte de la desembocadura de este ro. y de una lnea que, paralela al grado 50, cortase en el interior la tierra patagnica. Dichas instrucciones decan como sigue. en orden a la transaccin : 1.0 Mi Gobierno estara dispuesto a ceder en favor del Gobierno Argentino sus derechos a toda la Patagonia, si ste reconociera como lmite definitivo de nuestro territorio la ribera sur del ro Santa Cruz en todo su curso. etc. 2 . O Todos los territorios situados al sur de esta linea, incluso el Estrecho y la Tierra del Fuego, seran en consecuencia reconocidos como partes integrantes del territorio chileno. 3." Si la anterior proposicin no mereciera la aceptacin de ese Gobierno, nuestro vivo anhelo por un arreglo que aleje para siempre posibles desavenencias con la Repiblica Argentina. nos llevara hasta circunscribir nuestras pretensiones en Ro Gallegos abandonndole el vastsimo territorio que se extiende al norte de la desenibocadura de ese ro. y de una lnea paralela al grado 50 que cortase en el interior la tierra patagnica. Pero ni una ni otra lnea pudo obtenerse; y como Gnico resultado de esa proyectada transaccin el seor Barros Arana se limit a enviar en consulta al Gobierno la proposicin de Julio de 1876 formulada por el Ministro seor Irigoyen. Los negociadores acordaron someter las bases de esa transaccin a sus respectivos Gobiernos <debiendo mantenerse entre tanto estrictamente reser: vadas:>.El Ministro Irigoyen deba someterla al Presidente Avellaneda y el plenipotenciario chileno a su Gobierno, siendo entendido que si se desechaba deba considerarse como no presentada sin que pudiera ser invocada posteriormente. Estas bases fueron del siguiente tenor:
Proposicin de Irigoyen de Julio de 1876. Punto de ditlisilz sobre el Estrecho, Monte Dinero a 52" 19 de latitud. La lnea partira de ese punto siguiendo las mayores elevaciones de la cadena de colinas que se extiende hacia el oeste, hasta la altura denominada Monte Aymond a 52" 10. De este punto se trazara tina lnea que coincidiendo con el crculo 52" 10 llegase hasta la Cordillera de los Andes. Esta lnea sera la divisin entre la Repblica Argentina que quedara al norte, y la Repblica de Chile al sur. Tierra del Fuego. Del punto denominado Cabo del Espritu Santo, y en la latitiid 52" 40, se trazara una lnea hacia el sur que coincidiese con el meridiano occidental de Greenwich 68" 34, cuya lnea se prolongara hasta el Canal Beagle. La Tierra del Fuego dividida de esta manera, sera argentina en su parte oriental, y chilena en la I parte occidentaI. Islas. Pertenecen a la Repblica Argentina, la isla de los Estados, los islotes proximamente inmediatos a sta, y las dems islas que haya sobre el Atlntico, al oriente de la Tierra del Fuego y costas orientales de la Patagonia, y pertenecern a Chile todas las otras islas al sur del Canal de BeagIe hasta el Cabo de Hornos y las que seahallan al occidente de la Tierra del Fuego. La transaccin propuesta fu desechada por el Gobierno de Chile, que la reput poco equitativa. Ella dejaba como se ve a Chile ambas costas del Estrecho hasta el Monte Dinero, en la del Norte, y el Cabo Espritu Santo, que en la del sur puede sealar la boca oriental de aqul. El meridiano de este cabo dividira la Tierra del Fuego, quedando a Chile como dos tercios de ella. Por el norte la lnea divisoria suba de 10 a 12 niillas desde el Monte Dinero hasta el Monte Aymon siguiendo a continuacin el paralelo de sta hsta los Andes. Todo el Es-
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trecho quedaba as a Chile, con excepcin de nueve millas en su ancha boca oriental. (1) El seor Barros Arana comprenda que esa transaccin no haba de ser aceptada en aquellos momentos por el Gobierno, pero indicaba que era todo cuanto poda obtenerse, irreductible como se manifestaba el Gobierno Argentino a ceder ni un palmo de costa en el Atlntico. Y el seor Barros Arana no se equivocaba al considerar que esa propusta era cuanto poda obtenerse; en realidad las proposiciones restringieron aquellas para Chile, y ni siquiera las mantuvieron. Vamos a conocer a fondo la opinin y las impresiones de nuestro representante en-el Plata 'segn se nianifiest a en sus comunicaciones de Junio y Julio de, 1876.
(1) El contenido de esta carta est conforme a la nota reservada de 10 de Julio de 1876 que se inserta entre los anexos con el N.O 1.
LA NEGOCIACION SE PERTURBA
CARTAS DE BARROS ARANA D E 26 D E JUNIO Y D E 10 Y 11 D E JULIO DE 1876. Refiere las conferencias con el Ministro 1rigoyen.-Reservada actitud de ste.-El plenipotenciacrio Barros Arana declara que no consultar, a su Gobierno proposicin alguna que no asegure a Chile todo el Estrecho. Esta es la puerta del pas. Ingentes sumas que ha invertido en la colonia y en obras de seguridad para la navegacin.-Irigoyen slo opone consideraciones de poltica interna y de sentimiento popular.-Animadversin en los crculos parlamentarios.-Carta de 19 de Julio: Retrato del Presidente Avellaneda.
La carta de 26 de Junio da numerosas informaciones sobre la manera de pensar de diversos hombres polticos de la Repblica Argentina y la doctrina que sostiene el Gobierno de ese pas sobre sus derechos a la Patagonia. Queremos nicamente extractar de sta y de las de- . ms comunicaciones aquellos antecedentes relacionados con las' dificultades que necesit vencer el diplomtico chileno y que fueron en la secuela de las negociaciones los puntos de apoyo que sirvieron ms tarde para el ajuste de la paz. Con ser muy interesante la disertacin histrica y jurdica de una y otra parte sobre la materia de fondo, su recuerdo nos apartara de nuestro objetivo y hara difusa nuestra relacin.
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LUIS BAKROS B ~ R G O O
Despus de referir el seor Barros Arana las particularidades de esa primera discusin sostenida con el Ministro Irigoyen, entramos, agrega, a considerar la manera de hallar una solucin prctica a nuestras disidencias inmediatas o actuales. En este terreno encontr al Ministro ms reservado que en ocasiones anteriores lo que debe atribuirse a las exigencias de los exaltados y a las influencias de algunos de los otros ministros que son menos conciliadores. Comenz por decirme que Chile deba contentarse con dos terceras partes del Estrecho, bajo la garanta de un Tratado en que el Gobierno Argentino se comprometiese a sostener la libre navegacin. Perentoriamente le contest que, no slo rechazaba todo proyecto de arreglo que no comenzase por reconocer a Chile todo el Estrecho, sino que ni an consultara el punto a mi Gobierno; convencido como estoy de que ste no entrar a tratos sobre una base semejante. A las razones alegadas antes de ahora y a la conveniencia y necesidad indeclinable de que no hubiera un poder extrao que cerrase o abriera a su antojo nuestra puerta, le agregu otras consideraciones. Si el Estrecho de Magallanes es conocido y es navegado se debe a Chile que, aunque pas pobre, ha gastado dos millones en mantener una colonia que sirve de asilo a los navegantes y a los nufragos, que ha cubierto de boyas, faros y seales aquellas costas peligrosas y que- auxilia con cuantiosos desembolsos la navegacin de esos canales <Qu ha hecho en cambio la Repblica Argentina? En vez de ayudar con sus buques y con sus recursos a estos trabajos ha puesto todos los obstculos imaginable~ cada uno de ellos. El Gobierno y el pueblo de a Chile, no pueden, pues consentir en que nadie les cierre la puerta que ellos se han abierto con tantos sacrificios. El Ministro Irigoyen convena en que la Repblica Argentina no tiene ninguna necesidad del Estrecho, pero me hablaba de las dificultades que presentaba la opinin de los extremistas, a lo que yo contest que en Chile suceda algo parecido y que el Gobierno tena que acatar
esa opinin, menos violenta y menos agresiva que la de este pas, pero no menos firme. Las cartas de 10 y 11 de Julio no agregan nada especial. Se insiste en la primera en manifestar la animadversin contra Chile que se nota en los crculos parlamentarios donde se forman incidentes raros y extraos que envuelven siempre alguna agresin a este pas. Cita el caso del conocido diputado don Vicente Fidel Lpez, actual Rector de la Universidad y que en su discurso sobre instruccin, encontr, sin eiiibargo, una oportunidad para desmedirse contra Chile. En la segunda de estas cartas bosqueja con simpata y con arte la fisonoma intelectual del Presidente Avellaneda. Es joven, nteligente, ilustrado y moderado en sus opiniones; liberal, conciliador; si bien es verdad que tiene cierta petulancia o arrogancia, natural en la gente de este pas, gana mucho cuando se le trata de cerca, poque entonces se ve que esa misma apariencia no daa su carcter que es siempre moderado. H a sido largos aos profesor, y manifiesta estimacin por nuestro sistema de enseanza y por los libros escritos con ese objeto. Conoce ms o inenos bien a Chile y segn l, es el pas hispanoamericano que ha hecho ms por la ciencia, trayendo de Europa tantos hombres distinguidos como profesores. En las frecuentes conversaciones que mantenemos se interesa siempre por todas las cosas de Chile y me pide noticias sobre cada uno de los hombres pblicos de este pas, y oye con inters los datos que le he suministradq. Juzga perfectamente, es decir con acierto, a todos los chilenos que ha conocido, comenzando por Lastarria.~
El Ministro seor Alfonso contesta por carta de 4 de Julio de 1876 dos de Barros Arana de 10 y 11 del mes anterior. Su espritu, como siempre sereno, se manifiesta abierto y llano con el seor Barros Arana a quien le liga una buena amistad y sentimientos de recproca consideracin. Le expresa que ha impuesto del contenido de aquellas cartas al Presidente y a sus, compaeros del Ministerio, y que estn de acuerdo con l en las apreciaciones que en ellas hace. Los bullangueros y exaltados, aprovechando una cuerda delicada, dice con referencia a ellos, han creado (en la Argentina) una atmbsfera en que las
pasiones patrioteras toman fcilmente rienda suelta. Gritando que ha habido injuria en donde slo se ha ejecutado un acto legitimo, arrastran a todos los que se dejan conducir por el ruido, que es el inmenso nmero, y colocan al Gobierno en situacin espinosa. Por fortuna, le agrega, la opinin no se ha conmovido aqu, siendo general, por no decir unnime, la conviccin de que Chile no ha tratado de inferir ofensa a nadie con el apresamiento de la Jeanne Arnelie~ . La parte ms interesante de estas comunicaciones se refiere al statu quo que era el punto nis delicado, y de cuyo ajuste dependa poder o no entrar al debate de la cuestin de fondo. El diplomtico diriga todas sus actividades a definir esta situacin, que tal como se encontraba estaba expuesta a los mayores peligros. El seor Barros Arana somete las bases de un arreglo sobre este particular a la aprobacin del Gobierno, y el seor Ministro de Relaciones Exteriores asiente por completo a ellas. Las bases que Ud. me indica, le dice a Barros Arana, como conducentes a definir y arreglar el statu quo, inerecen la aprobacin del Gobierno. Chile ejercera su soberana en todo el Estrecho e islas adyacentes, y esa Repblica hast a el ro Santa Cruz. El espacio intermedio se declarara neutral, sujeto a la vigilancia y polca de uno de los dos pases, sin que esta vigilancia y polica importe en ningn caso nuevo ttulo de dominio. Con toda precisin el Ministro seala dos puntos que entrega a la consideracin y diligencia de su representante. Se refiere el primero a la faja al horte del ~ s t r e c h o sea aquella parte de territorio que debe considerarse incorporada a la Colonia. Con10Chile nada en realidad poseera, poseyendo la playa norte del Estrecho, le dice el seor Alfonso, es indispensable fijar clara y precisamente la zona -de territorio en que debera hacerse valer su dominio~.Convendra, agrega, que esta zona fuese de cuatro leguas a lo menos. Es claro que cuanto mls ancha mejor.
segunda circunstancia contemplada se refiere < a las facultades con que Chile podra hacer la polica del terreno neutral por medio' de su Colonia de Punta Arenas y de la estacin naval permanente en ella,. =En todo caso, es entendido, agrega expresamente el Ministro, que Ud. tiene latitud para acordar sobre estos puntos lo que estime ms ventajosso y tambin ms hacedero~. Quedaba todava algo de mucha importancia, sobre todo si se recuerda la resistencia absoluta que opona la Repblica Argentina a incluir en un arbitraje, considerndola litigiosa, cualquiera extensin del territorio propiamente patagnico. Cmo se resolveria la situacin de la zona denominada neutral? En cuanto a la solucin definitiva reducida al arbitraje del territorio neutral, no tenemos ningn inconveniente en aceptarla. Ud tiene razn, advierte justamente el Ministro, lo que nos interesa es el Estrecho. Asegurado que sea, lo dems nos importa poco. Conveniente es que nuestras' pretensiones vayan ms lejos, porque as tenemos para el regateo. El seor Alfonso se siente satisfecho por la informacin que le ha dado su representante en el Plata de haberse dejado de mano la idea de despachar un buque de guerra argentino a la regin en disputa. <Mucho celebro, le dice a este respecto, que no haya salido para el sur el buque cuyo viaje se haba anunciado. Ese viaje fcilmente poda haber sido el origen de nuevas complicaciones, que slo prdidas ocasionasen a los dos pases. No dudo que Ud. est atento a todos los hechos nuevos que puedan aumentar las dificultades y que dar todos los pasos necesarios para evitarlas,. El resto de la carta contiene una' apreciacin muy bien fundada sobre la condicin jurdica de la barca francesa, ante el Derecho Internacional, ante las pblicas y solemnes declaraciones del Gobierno y ante la infraccin
de las leyes argentinas de parte del Consul argentino de Montevideo, todo en relacin con las dificultades que se vean venir de parte del Gobierno francs. Pero como ya hemos tenido ocasin de dejar consignada 'la doctrina claramente sostenida por el Gobierno de Chile, poden<os prescindir de recordar de nuevo expresamente esos mismos principios.
Las negociaciones sobre el stutu puo no haban prosperado; la idea de reconocer siquiera una zona neutral en la costa patagnica contrariaba la tesis argentina. Se pens en entrar de lleno a la cuestin de fondo, comenzando por estudiar las bases de una posible transaccin, lo que estaba indicado en primer trmino por las instrucciones del Gobierno de Chile.
Comienzan para el negociador chileno los das ms difciles, en que se propone, con la tenacidad que le era peculiar y con su gran sentimiento de justicia y de la conciencia de sus deberes y de su responsabilidad, aunar opiniones y dctrinas diametralmente opuestas y conciliar sentimien tos discordantes, fros, casi displicentes, pero vigorosos de parte de Chile, y ardientes, enfticos, arrogantes de parte de la Argentina. Las cartas de 12 y 26 de Junio pintan esa situacin y las condiciones tan delicadas, el ambiente tan adverso en que el diplomtico chileno tena que desarrollar sus actividades. A tales informaciones contesta el Ministro Alfonso por carta de 18 de Julio. ((Comprendo perfectamente que su situacin no es de un lecho de rosas. Tiene que resentirse del carcter especial de nuestros vecinos y del giro que han dado a la cuestin. Pero estoy cierto de que Ud. tiene sobrada prudencia y calma para no precipitar ninguna solucin ni dejarse arrastrar por el ardor de nuestros contrincanted. Fo tambin en la circunspeccin de los hombres de estado de esa nacin, que no deben ver una cuestin de honor donde no existe, convencindose de que el inters de los pases reclama arreglos tranquilos y conciliatorios. En la misma carta alcanza a dar su impresin sobre una de las bases de transaccin que se negociaba en los primeros das de Julio. Del telegrama que he recibido y que ha 'costado descifrar creemos entender, dice el Ministro, que la propuesta nos quita la boca oriental del Estrecho. A este respecto, l a opinin del Gobierno y del pas es aqu unnime: Necesitamos el Estrecho en toda su extensin. El constituye nuestra puerta, y no podemos dejar la llave en poder extrao. Si el arreglo no contuviera la condicin de dejarnos completamente dueos de esa va martima, ser forzoso acudir al arbitraje, procurando estudiar algo sobre el statu quo para evitar nuevas emergencias)).
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El seor Barros Arana se haba limitado a comunicar la proposicin de, Julio y, como ya lo hemos expresado, prevea el rechazo que en aquellos momentos haba de recibir-esa proposicin que se mantuvo en reserva por cerca de un ao, y que-conforme a lo acordado-en el caso de sef desechada, deba reputarse como no hecha, sin que en lo futuro pudiese ser .invocada. Previendo el resultado, el seor Barros Arana haba iniciado las gestiones de arbitraje; negociacin que deba tropezar con la dificultad del statu quo y con el incidente de la Jealzne AmeJZe, que deba tratarse conjuntamente, pero en protocolo separado. Las cliscusiones sobre constitucin del arbitraje dieron por resultado las bases Barros Arana-Irigoyen de Mayo de 1877, de que nos ocuparemos ms adelante. Durante esa penosa gestin, Febrero de 1877, se trat de volver en un momento a la transaccin de Julio, ya que era pequea la diferencia que separaba los puntos irreductibles de una y otra nacin. Chile quedaba satisfecho con su va martima del Estrecho, amplia y sin jurisdiccin alguna extraa en sus costas y con tina zona adecuada al ejercicio de su dominio. Por su parte, la Argentina no aceptaba, a su vez, jurisdiccin alguna extraa en la costa patagnica del Atlntico. La base objetada por Chile se refera a una costa de nueve millas en la boca oriental del Estrecho que se haba reservado el Gobierno Argentino. En vez de terminar la lnea divisoria en Monte Dinero avanzara hasta el Cabo Vrgenes. El Gobierno de Chile prest toda su aprobacin a la idea y as lo comunic al seor Barros Arana por telegrama de 8 de Febrero de 1877; pero el Gobierno Argentino desech esta propo-i sicin. Las cartas de 1 . O y 12 de Agosto reproducen las mismas consideraciones relativas a los puntos de disidencia en la transaccin de Julio. El seor Alfonso vuelve a insistir sobre su observacin fundamental. Desde que el proyectado arreglo, dice en la primera de ellas, nos priva
de una parte del Estrecho, por pequea que sea, el G.0bierno, hacindose el intrprete fiel de la opinin unnime del pas, se encuentra el el deber de no aceptarla. Este rechazo es slo terminante para Ud., si u d . cree que no conviene que asumamos tal actitud. Sin embargo, partiendo del antecedente que el Estrecho se puede considerar indispensable para Chile, y no para esa Repblica, no diviso ningn inconveniente para que Ud. insista en que no puede haber base de arreglo sin la posesin completa del Estrecho. Sera del peor efecto que se nos creyera tratando bajo otras bases. Aqu est tambin muy desarrollado el apetito que podramos llamar patagnico, y aunque no intentemos satisfacerlo completamente, debemos insistir en la conservacin del Estrecho con una zna bastante de territorio interior que permita su desarrollo. La fijacin del lmite convendra que fuese hecha, no por una linea astronmica, dificil de determinar en esas latitudes, sino por accidentes naturales corno ros y montaas. En esto ver Ud. lo que su prudencia le aconseje, y lo que le aconseje tambin el inters de su pas. En la segunda se manifiesta muy complacido con las interesantes cartas de Barros Arana de 11 y de 23 de Julio,. Las apreciaciones que Ud. hace en ellas me parecen exactas. y acertado el giro que se propone continuar imprimiendo a la cuestin pendiente. Nuestro objeto no es de ningn modo precipitar las negociaciones, que, por el contrario, hemos mantenido siempre en el terreno de la moderacin y de la templanza. Pero as como ese Gobierno se encuentra delante de una opinin que no le permitir pasar de ciertos lmites en materia de concesiones, del mismo modo, nosotros no podremos celebrar una transaccin que no nos deje el Estrecho entero y. completo, y con una zona interior suficiente. para su desarrollo. Est a pretensin, por mas moderadamente que sea hecha valer, no por eso pierde su carcter de inflexible en vista de la opinin de este pas. Creo que esta opinin no es exagerada, y por eso conformar a ella mis actos.
La tarea delicada y difcil de Ud., dice con perfecta exactitud, es maniobrar en medio de estas pretensiones a fin de procurar que se aproximen las voluntades de los dos paises, y que el resultado sea un arreglo definitivo. A falta de ste y del arbitraje, que tambin tropieza con dificultades, ojal que Ud. lograra fijar las bases del statu puo para vernos libres en adelante de incidentes como el de la Jeanne Amel.le. Corresponde a ese mismo espritu la carta de 29 de Agosto. Contestando a ciertos puntos sobre actos de actual jurisdiccin absuelve el Ministro la consulta expresando que los actos de ese Gobierno que no pasen del Santa Cruz no deben dar lugar a reclamo serio, como no deben suscitarlo tampoco los del de Chile que no salgan del Estrecho. Que vendan pues ese guano existente ms al norte, pero sin perjuicio de la cuestin pendiente. <Del mismo modo, aade con toda justicia, deban dejarnos tranquilos en el Estrecho, y no formular protestas por una simple baliza o cualquiera otro incidente no de mayor significacin. En orden a las bases de arbitraje que se'estaban discutiendo, le encarga volver al statu puo si no se pudiese avanzar en aquel sentido; pero en verdad era precisamente la regulacin de esas condiciones transitorias y los incidentes secundarios los que traan comprometido y perturbado el arbitraje. Si ste, le deca el Ministro, tropieza con dificultades, insista Ud. en la fijacin del statz~quo que ser un bien para ambas Repblicas. Ya conoce Ud. cuales son las bases aceptables sobre este punto. Un statu quo prolongado y con demarcaciones fijas podra ser en adelante la solucin de hecho de las dificultades., Pero ya esto se haba tratado, y las condiciones irreductibles de uno y otro lado haban hecho imposible entenderse sobre este punto, y en seguida, la transaccin y el arbitraje se haban visto comprometidos por las mismas dificultades que afectaban tanto a la soliicin definitiva como al modus vivendi transitorio.
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El seor Alfonso comprenda muy bien estos tropiezos, y no cesaba de estimular y alentar a su representante; Ud. necesita mucha paciencia y mucha calma para continuar tratando, le dice, no tanto por lo delicado en s de la cuestin, sino por el carcter que le han dado la susceptibilidad exquisita y el amor propio exagerado de nuestros vecinos. Cultive y extienda sus relaciones; algo le han de costar, pero si Ud. logra hacer llegar a feliz trmino este negocio, la compensacin ser proporcionada al trabajo y a los sacrificios empleados. Habr as hecho un gran servicio a su pas, lo que ser sin duda debidamente apreciado por l .
En esta situacin se operaDa un cambio en el Gobierno de Ch$le que obligaba por lo menos a esperar los rumbos de la nueva administracin. Terminaba el perodo presidencial de don Federico Errzuriz Zaartu, y comenzara el 18 de Septiembre la nueva adminstracin de don Anbal Pinto. Pero ella no signific alteracin en las relaciones Exteriores; el seor Alfonso fu designado para ese despacho y continu como anteriormente la orientacin de 'nuestra poltica internacional. El seor Alfonso reiter al seor Barros Arana las instrucciones generales de 4 de Mayo y las ampli por las de 23 de Octubre del mismo ao 1876. En stas se contemplan las condiciones del
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statzl puo, y en cuanto a las facultades del rbitro, si llegare tal emergencia, se optaba por el componedor amigable en vez del rbitro juris. La carta de 26 de Septiembre de 1876 es contestacin a la de Barros Arana de 4 del mismo mes, y se refieren ambas al fallo del juez de Hacienda de Concepcin en el asunto de la Jeanne Amelie. Consideran la sentencia absolutoria pronunciada como de gravedad para la cuestin en trmite; pero, deferido como est el conocimiento en segunda instancia a la Corte Suprema, estima el Ministro que aquel fallo <absurdo e insostenible, ha de ser modXcado, pues de otra suerte &andarala justicia niuy mal parada,. Le comunica la organizacin ministerial del nuevo Presidente y le manifiesta que <e! nuevo Gabinete ha sido generalmente muy bien aceptado y espero tendr todas las simpatas de Ud,.
EL ARBITRAJE
CARTAS D E BARROS ARANA D E 7 Y 21 D E AGOSTO D E 1876 Dificultades para la transaccin. S e consignan ideas concretas sobre arbitraje.-La opinin argentina se muestra irreductible en cuanto a concesin de terrenos patagnicos.-Opinin del Presidente Avellaneda sobre las bases de Arbitraje.-l incidente de la Jeanne Amelie perturba toda negociacin. Por una part e imposibilita la transaccin; y por la otra, la determinacin del stutu guo no permite avanzar en el arbitraje.-Se precisan bases sobre arbitraje.-El Ministro seor Alfonso les prest a su aprobacin el 17 de Octubre.-El fallo deala Corte Suprema de Chile en el asunto de ,la Jeanne Amelie entorpece de nuevo las negociaciones y las publicaciones de la prensa les cierran el paso.-La carta de Barros Arana de 27 de Noviembre consigna las razones que adujo Irigoyen para desistir del arreglo.
Las cartas de 7 y 21 de Agosto son doblemente interesantes porque manifiestan de una parte los inconvenientes que se presentan para avanzar en las ideas esbozadas anteriormente sobre una posible transaccin y de la otra, porque se consignan ya en forma ms o menos concretas las bases de un arbitraje. La opinin argentina se muestra cada vez ms irreductible a todo cuanto pueda significar una concesin en los terrenos patagnicos.
<Aqu, dice a este respecto Barros Arana, se considera hasta ridculo entrar a discutir el dominio de la Patagonia. Las gentes se ren con el mas soberano desdn cuando se les dice que Chile tiene derecho a esas regiones, y se enfurecen cuando se les habla de ttulos. Idas notas diplomticas de nuestro Gobierno no han convencido a nadie; y en cambio muchas personas censuran duramente a Fras por haber aceptado la discusin en ese terreno. La prensa, por su parte, no perdona ocasin de decir algo contra Chile, de presentarnos como unos nialvados, pendencieros, ignorantes, para envenenar los nimos y hacer difciles el arreglo e imposible toda concesin. Por esto he credo y creo ahora que este Gobierno tendr dificultad para hacer aprobar un tratado sobre las bases que comuniqu a Ud. en mi nota de 10 de Julio, pero que al fin las habra hecho aprobar. En previsin de la marcha futura de estas negociaciones,. he hablado acerca del arbitraje con el Presidente de la Repblica. Como Ud. sabe hay tres ciiestiones previas para constituir el arbitraje: 1.0Qu es lo que se somete al arbitraje. 2.0 Cul sera el statu puo que debera regir mientras el rbitro da su fallo, y 3.0 Quin ser el r-' bitro. Sobre el primer punto, la opinin firme del Presidente Avellaneda es la siguiente: En cumplimiento fiel del Tratado de 1856 se pedir al Arbitro que con vista de todos los documentos -decida cul era el uti possidetis de 1810. Planteada as la cuestin, debiendo recaer el fallo sobre ese solo punto, nosotros no podramos alegar otras razones de un orden moral que, a mi juicio, son ms atendible~ que los ttulos escritos, sobre todo desde que stos son tan poco concluyentes, y desde que en contra nuestra se citan pruebas como nuestra propia Constitucin, y el Tratado celebrado con Espaa para el reconocimiento de nuestra independencia, con la particularidad de que ste fu sancionado despus de la ocupacin del Estrecho
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o de una parte de l. Estas circunstancias me hacen temer por el resultado del arbitraje. Sobre el segiirido punto, creo que podramos llegar al estableciniiento de un statu quo provisorio semejante al que le propuse en una de mis cartas anteriores y que Ud. aprob. No hemos hablado nada sobre el tercer punto. En orden a los temores que desde estos das abrigaba Barros Arana sobre la bondad de los ttulos y la fuerza de los hechos, se sabe cual fu el criterio que presidi en el Arbitraje del soberano ingls y como sancion con la legitimidad del derecho la posesin material, las obras de civilizacin y los precedentes autorizados. Pero todo esto no alcanzara a tomar forma definitiva por el momento, Perturbadas como estaban las negociaciones por el incidente previo de la barca Jeanne Amelze, que apareca en todo momento como un fantasma perturbador; y dificultadas sustancialmnte por las condiciones del statu quo, escollo que involucraba siempre una cuestin de fondo. El incidente de la barca francesa imposibilitaba la transaccin; y la determinacin del statu quo no permita avanzar en el arbitraje; y as se caminaba un paso hacia el' arbitraje y se volva en seguida a la transaccin, para encontrar siempre vivo el espectro de la barca hundida por el temporal del Estrecho y que haba desencadenado en su estela de nufrago un cicln de odiosidades y de intereses. La comunicacin del 21 de Agosto precisa las observaciones de la Cancillera Argentina a los diversos puntos del arbitraje, y que ya sea que la desempee el seor Irigoyen, o el seor Elizalde, o cualquiera han de aparecer siempre como los argumentos capitales de la defensa en su litigio con Chile. En orden a la materia misma que debe someterse al juicio de tercero, y que forma la base primera del proyecto, se sostiene que el Tratado de 1856 impone al rbitro la obligacin de resolver cul era el uti possidetis de 1810,
es decir, trazar la lnea que, segn las disposiciones entonces vigentes, separaba el territorio del Virreinato de Buenos Aires de la Capitana General de Chile. El seor Irigoyen, dice nuestro representante, cree que sometiendo la cuestin al Arbitraje, es indispensable someterse estrictamente a lo estipulado en 1856, sin arreglos previos que limiten el territorio cuyo dominio se somete al arbitraje. Precisa que s i un pacto amistoso puede fijar convencionalmente los lmites entre ambos pases, al rbitro no se le puede presentar otra cuestin que la designacin de los lmites de 1810. El N.O2.0 considera que al rbitro se le presentarn como base para fundar su fallo las providencias emanadas de los reyes de Espaa, y de sus representantes en los dominios de Amrica:>. Pero a la vez el seor Irigoyen insiste en que tambin se establezca que deben presentarse las declaraciones emanadas ms tarde de los gobiernos argentino y chileno. Su propsito evidente es poder presentar contra nosotros, agrega el seor Barros Arana, nuestra propia Constitucin, el acta de posesin de la Colonia del Estrecho y el Tratado con Espaa del ao 1846.~ En el N.o 3 se contempla la designacin de comisionados de cada pas para sus defensas ante el Arbitro y se determina el procedimiento a que deben sujetarse. En el N.O4 se trata el punto ms importante relativo a las facultades del rbitro. .Ser juez de derecho estricto o ser arbi'trador. Hasta entonces haba predominado en nuestra Cancillera la primera forma, pero el seor Barros Arana sostuvo constantemente la segunda y en la instruccin del Ministro seor Alfonso de 23 de Octubre se le prescribe el carcter de amigable componedor con amplias facultades. El seor Irigoyen concurri con este mismo criterio. <El arbitro juzgar con amplias facultades de juez, dice esta base, en vista de todos los documentos que se presenten y de las razones que se le den, pudiendo tambin aplicar los principios generales del Derecho Pblico e Internacional para la interpretacin de
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los documentos, cuando stos no fueren literalmente explcitos. Este punto se arreglarar de manera que el rbitro tuvikse que dar una solucin a la cuestin pendiente,. Por la base quinta se declara que la decisin del rbitro tendr la fuerza de cosa- juzgada y sin ulterior recurso. El N.O 6 determina que por acuerdo especial se sealar el rgimen provisorio que deba regir mientras se resuelve la cuestin para evitar, dificultades y complicaciones en el ejercicio de la soberana de uno y otro estado en aquellas regiones. En cuanto a la persona del rbitro, si bien el seor Irigoyen se inclinaba por un gobierno republicano, acept en definitiva al Emperador de Alemania indicado por el seor Barros Ai-ana. Estas fueron las bases convenidas en general por nuestro representante en dichas conferencias y que nustro representante trasmita al Ministro seor Alfonso para que las <meditara detenidamente. a fin de que le comunicara su determinacin por si considerase llegado el caso de entrar por el arbitraje. Pero en realidad no haban de tomar forma en aquellos momentos, tanto por la cuestin previa de la Jeanne Amelie como por la determinacin del statu quo. Esas bases merecieron la aprobacin del Gobierno de Chile y as lo expres al seor Barros Arana el Ministro Alfonso en su carta de 33 de Octubre, la que recibi el representante chileno a su regreso de Tucumn a pediados de Noviembre. En su carta de 17 de este mes dice Barros Arana al seor Alfonso : <A mi arribo a esta ciudad me encontr con su c o r l s pondencia de 24 de Octubre (la oficial) en que me da las instrucciones para constituir el arbitraje, y me recomienda que despache este asunto, si es posible, antes que cierre el Congreso de Chile. No habra sido difcil conseguir este resultado hace un mes o dos; pero ahora esta nego-
ciacin presenta las mayores dificultades. La publicacin de la sentencia dada por la Corte Suprema en el asunto de la Jeanne Amelie, ha enfurecido de tal mpdo a los politiqueros de este pas que la prensa ha tronado del modo ms espantoso contra nosotros. Un diario espaol que tiene aqu circulacin y que es redactado con mucha valenta e independencia, sosteniendo las ideas ms radicales, public'una carta de Valparaso en que se dice que Chile era, a no dudarlo, el pas mejor gobernado de la Amrica y que sus hijos eran valientes y resueltos para hacer respetar sus derechos. Estas palabras fueron causa de que se pidiera por la prensa una mordaza para los escritores que aqu mismo venan a hacer ala apologa de los enemigos de l a Repiiblica Argentina. Toda esta fermentacin pone al gobierno en una situacin dificilsima. No basta que el Presidente y el Ministro quieran llegar a un arreglo pacfico. La prensa y la opinin los impulsan y los obligan a ser tercos y exigentes. No obstante esto, el seor Barros Arana ofrece continuar activamente en las negociaciones, pero presintiendo que han de ser un bice infranqueable, como lo fueron, las exigencias de la opinin manifestadas en la prensa y en las cmaras, y la reclamacin diplomtica de Francia sobre el caso de la Jeanne Amelie. As lo expresa el seor Barros Arana en su carta de 27 de Noviembre, en la que consigna las observaciones de fondo que hizo valer Irigoyen sobre al arbitraje, modificando as su anterior actitud.
El sistema proteccionista.-Estudios sobre antropologa y paleonto1oga.-Don Erancisco Moreno.-Sus trabajos en los territorios patag6nicos.-Antecedentes del futuro perito en la cuestin de Lmites.-Opinipnes de Barros Arana sobre la cuestin financiera.-Su firme concepto en materia econmica.-Severa condenacin del rgimen del papel moneda.
En carta de 4 de Septiembre de 1876 le da cuenta al seor Alfonso que ha salido del Ministerio de Hacienda don Norberto de la Riestra, vencido por la mayora de la Cmara de Diputados que en materias de legislacin aduanera est por todas las vejeces y los absurdos del sistema proteccionista. Es interesante la informacin acerca de don Francisco Moreno, a quien acaba de conocer y con quien ha de tener ms tarde *hondos disentimientos en su carcter de Perito de Chile. He tenido aqu, dice, .varias conferencias con un joven argentino muy ilustrado. Don Francisco Moreno, as se llama, es hijo de una familia rica, muy estudioso y vive consagrado a la antropologa y a la paleontologa. Ha hecho dos viajes a la Patagonia, conoce mucho las costumbres de los salvajes y ha recogido una coleccin in-
mensa de fsiles y de crneos de antiguas razas de indios, que tiene colocados en un verdadero museo establecido en una quinta de los alrededores de Buenos Aires. Este joven no se interesa en los asuntos patagnicos ms que por su lado cientfico. Me dice que aquellos campos a uno y otro lado del Santa Cruz, que l ha navegado, son pobrsimos, que los depsitos de guano son pequeos y de mala calidad; que dado que all se encuentran minas de carbn bien puede hallarse oro en las cordilleras; que en la agricultura y la ganadera hay muy poco que esperar. En cambio hay riquezas admirables en restos fsiles, con los cuales podran llenarse algunos museos. Esta opinin es tambin la del sabio Burmeister en una obra que est publicando al presente. <<Moreno ha dicho que unas noticias que en senme de tido contrario publica La Tribu~la, esta ciudad, son tejidos de mentiras suministradas a Fras, por Roucand, y que Fras hace publicar para estimular a los argentinos a no ceder ese suelo a Chile. Barros Arana era hombre de serios estudios, tena espritu enciclopdico y no le eran extraas ninguna de las materias cientficas; educado en los principios de la escuela liberal, se haba formado un slido criterio y posea un bagaje de conocimientos precisos que le permitan abordar todos los problemas econmicos o sociales que afec1 taban a nuestras nacionalidades. Es interesante, por esto, su carta de 15 de Septiembre en que abordaba-de frente el problema econmico que preocupaba la atencin del Gobierno Argentino. Los hombres de Gobierno de aqui, dice, estn sumamente preocupados con la cuestin financiera. El Gobierno no tena con que pagar sus emplehdos a cuya mayor parte se les adeudaba muchos meses de sueldo. Se haba reunido una inmensa deuda flotante de obligaciones de toda naturaleza, y las rentas nacionales estaban en gran disminucin. Parece, sin embargo, que por el momento el Gobierno saldr del apuro con lo que aqui se llama
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el emprstito de 10.000.000 de pesos fuertes, y que en realidad no es ms que una emisin de otros tantos billetes que hace el Banco de la Provincia. Este es el fenmeno ms curioso y singular que pueda ocurrir en el orden econmico, y que en caso de dar el resultado que se busca, y que segin parece, lo dar Buenos Aires, probar que ha descubierto la piedra filosofal que buscaban los alquimistas de la Edad Media. El Banco de la Provincia de Buenos Aires, a quien deben el Gobierno de la Provincia, la Municipalidad, el Gobierno Nacional y los particulares cerca de 30.000.000 de pesos fuertes, que no puede convertir en metlico sus billetes, y que est autorizado por una ley para no convertirlos, lanza ahora a la circulacin diez millones de pesos fuertes, en papel, que tarnpoco sern convertidos en metlico. La nueva operacin, segn mi humilde juicio, es capaz de confundir a todos los economistas, e importa tanto como si en Chile se cerrara la Casa de Moneda y se estableciera una imprenta para imprimir en papel cndores y pesos. Pero si all no circulara esa moneda, aqu circula generalmente y todo el mundo queda muy contento. Alguien me deca que la explicacin de este fenmeno consista en que la Provincia de Buenos Aires es muy rica, pero, yo entiendo que la Inglaterra es mucho ms rica. y que all no podra circular el papel moneda inconvertible. Ya Ud. comprender que ste es, bajo este aspecto, , el pas ms singular de l a - ~ i e r r a puesto que puede producir toda la moneda que quiera, sin emplear oro, plata o cobre, y empleando otra materia mucho ms barata, el papel inconvertible. Yo quisiera ver a todos los economistas del mundo explicando este fenmeno. Pero admrese Ud. ms todava. Por el Art. 3.0 de la Constitucin de la Provincia de Ruenos'Aires se dispone que la legislatura no podr dictar ley alguna que autorice directa o indirectaimente la suspensin de pagos en metlico por ninguna asociacin o establecimiento de banco, sea pblico o privado, ni la circulacin de sus billetes como moneda corriente, sin autorizar nuevas emisiones
de papel moneda. Esta Constitucin fu promulgada en 1873; pues bien, en 1876 la Legistatura de Buenos Aires aprob dos leyes que la infringieron abiertamente. En Mayo declar inconGertibles los billetes emitidos y en Septiembre autoriz una emisin de diez millones de pesos fuertes inconvertibles. Y sin embargo, esos billetes van a tener circulacin. Vuelvo a repetirlo; yo no puedo cornprender este fenmeno, y las explicaciones que me han dado algunos que se dicen economistas no me hacen entender mejor las cosas. Slo el hhbito de cincuenta aos, durante los cuales ha circulado aqu el papel inconvertibIe, como nica moneda para el comercio interior, puede explicar este fenmeno econmico.
NUEVAS INSTRUCCIONES
CARTAS DEL MINISTRO ALFONSO DE 23 D E OCTUBRE Y 16 DE DICIEMBRE .DE 1876 Tentativa para el restablecimiento de las relaciones con Espaa.Mediacin oficiosa de los diplomticos alemn e i t a l i a n ~ . ~ E l Gobierno de Chile no .considera necesaria esa intervencin amistosa.-Nuevas instrucciones del Gobierno de Pinto. Dle preferencia al arbitraje a la transaccin; el tercero debe ser arbitrador.-Dictamen del Fiscal don Adolfo Ibez sobre el caso de presa de la Jeanne Amelie.-Artculo de don Mximo Lira.-Agitacin de la opinin pblica argentina.-El Ministro Alfonso conviene en iio llevar las pretensiones de Chile ms all del Estrecho y de la faja necesaria para la seguridad y desarrollo de la Colonia.- La carta de 16 de Diciembre explaya los fundamentos jurdicos de la sentencia de la Corte Suprema en el caso de la Jennne Amelie.
Con fecha 23 de Octubre de 1856 expresa el seor Al.fonso el agrado con que se ha impuesto de la interesate carta de 30 de Septiembre, relacionada eil parte con las iniciativas oficiosas que tanto en Washington como en Mendoza y en Buenos Aires se realizaban con el objeto de restablecer las relaciones con Espaa. Hubo de ser abandonado tal propsito por la negativa de Espaa a dar satisfaccin por el bombardeo de Valparaso. Se manifiesta a la vez muy agradecido el Ministro a la buena voluntad hacia Chile de que ha dado especia-
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les muestras el representante alenin en Santiago y le recomienda g man tener las ms estrechas y 'cordiales relaciones con el Ministro alemn en Buenos Aires, pudiendo asegurarle Ud. de parte de este Gobierno cuan alta es la estima que tenemos por el Gobierno y el pueblo alemn. La tensin de los espritus por la cuestin que se debata entre los dos pases preocupaba seriamente a los representantes de las naciones amigas y de ah la manifestacin de sentimientos de los diplomticos alemanes en Santiago y Buenos Aires. De igual modo se conduca el Ministro de Italia. Su gestin haba ido ms adelante, llegando a ofrecer sus buenos oficios. ((Apreciamos en lo que valen, dice a este respecto el seor Alfonso al diplomtico chileno en Buenos Aires, los sentimientos expresados por el Ministro italiano a nombre de su Gobierno, y as se servir Ud. manifestrselo de parte de este Gobierno, expresando slo que nunca llegar el caso doloroso de un rompimiento, que haga necesarios los buenos oficios ofrecidos., Se refiere, en seguida, en esa carta a las instrucciones oficiales que con esa misma fecha se le envan como pensamiento de la nueva Administracin y norma a que debe ajustarse en el desenipeo de su gestin diplomtica. Por este mismo correo, le dice, comunico a Ud. oficialmente el pensamiento de la presente Administracin sobre la cuestin que tiene Ud. entre manos. Ese pensamiento es el mismo de la pasada. Creemos ahora como antes que no debemos aceptar la transaccin. Pretender otra ms ventajosa es excusado despus de lo que Ud. me ha dicho acerca de los propsitos y miras de ese Gobierno. Por consiguiente, habr que entrar al arbitraje acepthndose con ligersimas modificaciones las bases que Ud. me ha indicado. Conviene siie Ud. se esfuerce porque el rbitro tenga la mayor suma posible de facultades, que Sea, no rbitro juris sino rbitro arbitrador. La sujecin a reglas fijas de derecho puede producirnos las malas consecuencias que Ud. teme. Mientras mayor sea la latitud del Juez, mayores sqrn tambin las probabilidades a
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nuestro favor. Se puede 'insistir en este punto alegndose que sta es la mejor y ms segra manera de arribar a la solucin definitiva. ,Urge, por otra parte, la fijacin del statu puo, que una vez establecido puede servir al rbitro de base para su sentencia. aAI ocuparnos de la persona del rbitro, aade al final, se indic por alguien la conveniencia de nombrar a un Presidente de Repblica Americana-espaola. Se tomaba en cuenta la ventaja de ser uno mismo ei idioma de las partes y del juez. La idea, no obstante no fu aceptada. Los celos que suelen abrigar algnos vecinos, la poca respetabilidad de otros, la situacin precaria de muchos, aconsejaban buscar el juez en otra parte y as se acord. Contina en B~ienosAires la agitacin a propsito de la cuestin chilena; cualquier incidente hace que la prensa levante el tono y la opinin se milestre conmovida como si se encontrase en presencia de un inminente conflicto. Hoy es el dictamen jurdico del Fiscal del Tribunal que conoce del asunto de la Jeanne Amelie, reagravado para aquellos susceptibles vecinos por la circunstancia de ser ese funcionario el ex-hlinisn-o Ibez de Relaciones Exteriores que en aos anteriores haba mantenido la ardiente y vigorosa discusin con el Ministro Fras; y la agitacin ha cundido al sentirse los diaristas bonaerenses contradichos en la prensa de Chile por la pluma gil y diestra de don A4ximo Lira, que haba* actuado tambin en Buenos Aires durante los aos tempestuosos que precedieron a la Misin Barros Arana. -4s como en ese pais, dice a este respecto Alfonso en su carta de 7 de Noviembre, cualquier incidente en la cuestin de lmites levanta polvareda y sobreexcita las pasiones, aqu todo eso se mira con la mayar calma aunque con inters. Es lo que suAmelie, res'pecto del cual cede con el asunto de la Jea~zne me habla Ud. en su carta de 16 de Octubre, refirindome cmo se han desatado los diarios contra Ibez y Lira a propsito de la vista fiscal del primero y de los artculos del segundo.
Est.visto que nuestros adversarios no han de tratar nunca estos negocios con templanza y moderacin a pesar de nuestra actitud tranquila, sobre todo desde principios del ao pasado. Toca adems en esa misma comunicacin el pullto relativo al valor intrnseco de la Patagonia de que se ha preocupado Rarros Arana en su carta citada de Octubre, y se muestra en un todo conforme con su opinin. Tengo, como Ud. la misma conviccin acerca de la calidad de los terrenos patagnicos que son en casi su totalidad estriles e inutiles, Si a esto se agrega que nuestra situacin geogrfica nos aconseja no tener costas que conservar y custodiar en el Atlntico, es preciso conven'ir que nuestras pretensiones no deben ir ms all del Estrecho y de la porcin de terreno necesaria para su seguriclad y desarrollo. Pero nos es indispensable todo el Estrecho, esLando persuadidos que todo arreglo que no, nos lo conceda encontrar reprobacin unnime en el pas. Aunque es sumamente difcil, por lo que Ud. tantas veces me ha dicho, que ese Gobierno mejore algo sus propuestas, no est de-mAs que Ud. insista en una nueva base de 'transaccin, ya que terminar la cuestin de esta manera sera la solucin ms satisfactoria y econmica. Con la carta de 16 de Diciembre se cierra la correspondencia de 1876. Por ella contesta el Ministro <dos largas e interesantes cartas de 21 y 27 de Noviembre. La primera est contraida a defender la correcin y legalidad de la sentencia de la Corte Suprema en el asunto de la Jeanne Amelie. El Tribunal, conociendo de ese juicio de comiso, mand sobreseer en razn de que no exista nave ni cargamento que hubiere podido caer en aquella sacin aduanera. El seor Alfonso manifiesta por eso su aprobacin a la explicacin que en aquel sentido haba dado el seor Barros Arana al Ministro francs, ,precisando justamente el alcance y significado de esa sentencia. Rechaza el cargo que este diplomtico se permiti hacer al expresar que ese fallo est en descrdito de nuestra Administracin sin tener conocimiento de nues-
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y de nuestras leyes. <El descrdito, tro aade el seor Alfonso con toda razn, slo puede provenir de su infraccin y no de su cumplimiento, no siendo, por otra parte, aceptable ni siquiera presumible que la Corte Suprema haya (podido convertirse en instrumento de propsitos gubernativos que no han existido y que en caso dc que existieran no le alcanzan. Pero el caso de la Jeanne ~ h e l i e habia reaparecido al escenario diplomtico en caracteres de nuevo inquietantes. No era el alcance jurdico de la sentencia en cuanto a la reclamcin francesa; la opinin argentina lo habia levantado otra vez como una cuestin de dignidad nacional, y el Gobierno lo presentaba al diplomtico chileno como iin bice para continuar discutiendo las bases de arbitraje. El seor Irigoyen acababa de oponer la solucin de ese asunto como trmite previo a la continuacin del debate de fondo. Tal era la materia tratada con toda lucidez y amplitud por el seor Barros Arana en la segunda de las cartas citadas, y que contesta tambin el Ministro seor Alfonso. Siento niucho que esa sentencia sea causa o pretexto que embarace el curso de las negociaciones que conducan al arbitraje. Los dos puntos que comprenden las observaciones del seor Irigoyen y que parece querer ventilar como trmite previo, son a mi juicio de la ms evidente debilidad. Supuesto que Chile no haya sostenido que ejerce soberana hasta el ro Santa Cruz, en nada se modifica el caso de la Jeanne Amelie. Si no se ha reclamado soberana, se ha reclamado clara y perentoriamente posesin real y efectiva, y como consecuencia de ella hecho valer el derecho de no permitir acto alguno que amenge esa posesin. Esto es incontestable, y no po,dria revocarse en duda sin negar la evidencia. En presencia de esta situacin ?qu significa el permiso argentino para cargar guano al sur del Santa Cruz? Algo ms que el desconocimiento de un derecho perfecto que cree poseerse, un verdadero atropello.
El Tratado de 1856 no consiente, como lo dice con razn el seor Irigoyen, esta manera de proceder, resultando as que ha sido vulnerado por nuestros vecinos. Por nuestra parte, al impedir el carguo y apresar la nave, no hemos hecho otra cosa que ejecutar un acto a que se nos obligaba por medio de una provocacin injustificable e inmerecida. <Si el arbitraje hubiera estado constitudo cuando el incidente de la Jeanne Amelie, puede que nuestra conducta hubiera sido distinta, pero no es serio pretender que, sin saberse atn si esa constitucin tena lugar, se reservase dicho incidente para una reclamacin ulterior ante el rbitro. Comprendo que la reclamacin francesa y la exaltacin de la prensa y de la tribuna, coloquen al seor Irigoyen en un terreno poco cn~odo.Pero no debe olvidar que el incidente de la Jeanne Amebie no fu ocasionado por nosotros, que nos hemos visto materialmente forzados a tomar una medida de rigor sin la cual habramos tenido hoy un avance al sur del Santa Cruz, maana a la boca oriental del Estrecho, y despus a Punta Arenas. Hemos debido precavernos contra semejantes emergencias y en ello nos hemos limitado al ejercicio de Iegtinia defensa. . El incidente que demora el arbitraje debera ser ms bien la causa ms poderosa de su constitucin. Est demostrado que mientras no se arribe a una solucin cualquiera, aunque slo sea provisoria, las eventualidades desgraciadas pueden surgir a cada paso, y si es esto lo que quiere esa Repblica, que tanto tiene que hacer en casa, en verdad que no comprendo cuales son los resultados que pretenden alcanzarse. Con bravatas y amenazas es rdiculo imaginarse que han de convencernos. Hemos de mantener a pesar de ellos firme y tranquilamente lo que reputamos nuestro. Aqu miramos y apreciamos la cuestin con calma, no, hacemos acto ninguno de fanfarrn ni de matasiete. La misma tranquilidad que reina en las regiones oficiales existe ms o menos en todos los crculos
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sociales. Cuando llegan los artculos de esa Prensa y discursos de esa tribuna, nadie se inmuta, contesta uno ~ u & otro en las gacetas, pero sin la acrimonia ni la virulencia que se han apoderado de casi todos los espritus del otro lado. La carta concluye con algunas informaciones de poltica interna, pero sin importancia de orden general.
ERRORES E INJUSTICIAS
CARTA P E BARROS ARANA D E 26 DE DICIEMBRE D E 1876 La poltica equvoca del Gobierno Argentino y los excesos de la prensa tienen decepcionado al representante de Chile.-Se traslada a Montevideo donde debe presentar sus credenciales. -En la carta de 26 de Diciembre se rebela el espritu del patriota y del historiador ante la incomprensin sobre nuestro pas y la poltica de Chile de parte del Gobierno y de la opinin de Buenos Aires.-Errores e injusticias.
Toda esa campaa de prensa y las amenazas que se hacen sentir sin disimulo contra Chile, el retraimiento o equvoco proceder del Ministro Irigoyen, tienen mortificado el espritu de nuestro representante. H a partido a Montevideo, donde debe presentar tambin sus credenciales y donde podr refrescar su nimo en un ambiente sereno y tranquilo. Su carta de 26 de Diciembre de 1876 manifiesta la tensin de su espritu. Estos politiqueros dicen y repiten que ellos tienen poder para imwner a Chile, que ellos vencieron en el Paraguay y que San Martn les ense el camino de los Andes. El patriota y el historiador se rebela ante la amenaza y ante el error. Cmo, exclama, acaso colvidan ellos que, siendo ms
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LUIS BARROS B O R G O ~ O
fcil entrar al Paraguay que el penetrar a Chile, no pudieron hacerlo sin la escuadra, sin el oro, y sin los ejrcitos del Brasil, y que a pesar de todo, esa guerra no fu eficaz ni lleg a su trmino sino cuando el Brasil la tom exclusivamente a su cargo, con sus generales y sus soldadoi,' pues fueron stos solos que sometieron en definitiva a ese pas. Olvidan o ignoran que el ejrcito de San Martn era compuesto en su mayor parte de chilenos, y que se diriga a nuestro pas cuando toda su-poblacin detestaba la dominacin espaola. y se levantaba en atrevidas montoneras que asaltaban los pueblos y que obligaban al gobierno realista a tener su ejrcito diseminado en todo el pas; razn por la cual no pudo presentar en Chacabuco'ms que una parte de sus tropas. Ignoran que en 1817 los gobernantes de Santiago necesitaban seis das a lo me veinte nos para hacer llegar una orden a ~ o n c e ~ c i y ~ , das para transportar un cuerpo de tropas, mientras que ahora nuestro Gobierno puede impartir sus Grdenes con la rapidez de la electricidad, v mover sus soldados por mar o por tierra con la rapidez del vapor. La ignorancia de estas gentes cuando hablan de nosotros slo se puede comparar con su vanidad. Si hubieran ledo cualquier compendio de la historia de Amrica o de Chile no escribiran los disparates que cada da publican sus diarios.>
El ao de 1877 va a ser de molestias y sinsabores personales y de las ms graves preocupaciones en la marcha de los negocios de la 1,egacin. Un incendio en la casa habitacin y la fractrura de un brazo traeran al seor Barros Arana las mayores mortificaciones y qilebrantos. Todava tuvo que soportar un juicio iniciado por su arrendador, y que fu sustanciado en condicioiies irritantes y sin las consideracion,es debidas a su persona y a sus preeminencias dipolmticas. Las negociaciories alcanzan a tomar forma en el mes de Mayo, pero no tardan en surgir incidentes y desavenencias que f r u s t r a r ~ nuna mproba labor. En peligro
A TRAV~S
de una ruptura, el seor Earros Arana se tras!ada temporalmente a Montevideo el 7 de Junio de 1877. Iramos a seguirle en los aspectos culrilinantes de esa dura jornada. Por carta de 2 de Enero de 1877 le haba niaiiifestado el Ministro Alfonso la mala iiiipresin que se haba hecho sentir en la C2mara de Diputados de Chile al considerar, durante la discusin del Presiipuesto Geiieral, al conveniencia de seguir inanteiliendo la Legacin en Ruenos Aires. Sostuvieron los impugnadores la inutilidad de esa misin ya que se vea la ineficacia de nuestros esfuerzos. Si bien fu desechada la indicacin de supresin por haberse opuesto a ella el Gobierno, como era natural; con todo dice el hlinistro en su comuilicacin, la moral del clebate es que la opinin en este pas mira cada da con ms disgusto las dilacioiles con que tropieza la negociacin. Es bueno, agrega, que ese Gobierno tome nota de esta circunstancia, que puede co!ocanlos en una situacin embarazosa. Pude expresar en la discusin que por :i~i parte espero aun las soluciones amistosas confiando en la buena voluntad de ciertos hombres polticos de ese pas. Es necesario que el Gobierno Argentino se persuada de que l nos va colocando en un terreno que comienza a ponerse movedizo, y que, por ms deseos que tengamos de continuar negociando, esto puede hacerse ms y ms difcil. Podra convenirle el releGo de la Legacin? Qu ganara con aplazar indefifiidaineilte las iiegociaciones?~ En su carta de la inisina fecha, 2 de Enero de 1877, deca a Earros ,%rana su amigo don hliguel 1,uis Amunrtegui, hinistro de Justicia e Instruccin Pblica, qze se haba formado en la CLniara una fuerte opinion por la supresihn de la 1,egacitn de Buenos ,%ires. Hemos teniclo mucho que trabajar para desbaratarla. Tengo la conviccin, agrega1, de haber hecho cuanto era posible para mantener las baenas y fraternales relaciones entre dos pueblos Ilainados a eiitenderse, prescindiendo de peque-
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eces, y para explicar los procedimen'tos de los Seores ~ v e l l a n e d ae Irigoyen, a qiiienes aprecio por sus antecedentes histricos y sobre todo por lo mucho bueno que ti me has escrito acerca de ellos en tus cartas. Yo confo en que harn lo que de ellos dependa para llegar pronto a una 'solucin satisfactoria. En su carta de 16 de Enero expresa el hginistro Alfonso la preocupacin que le asiste por las dificultades de que se halla rodeada la Legacin de Buenos Aires y manifiesta a Barros Arana que llega ya a compartir la op'lnin que' ste le ha manifestado de que talvez el envo de esa misin al Plata ha sido un error. Sin otro propsito que el de buscar una solucin tranquila y amistosa, encargada de dar una prueba de nuestro espritu conciliador, no estoy distante de creer que esa Legacin no Iza hecho nacer en el nimo de nuestros susceptibles vecinos otra idea que la de tener nosotros 1x0 solamente deseos, sino urgencia de poner trmino a !a cuestin de Imites. Pueden creer lo que quieran, pero Ud. sabe muy bien que quisimos encarrilar la negociacihn con la mira de hacer desaparecer emergencias desagradables y quien sabe si verdaderos conflictos. Entretanto, nada es ms rierto que la observacin que Ud. ine hace manifestndome qiie los argentinos tienen mucho ms inters que Chile para constituir iin arbitraje o celebrar iin acuerdo, p ~ ~ & to que estarnos en posesin de !o.que ms nos interesa, y mientras ms se prolongue esta posesin mejor ser nuectro ttulo. Haga Ud., sin embargo, comprender este sencillo razonamiento a gente irascible y violenta, que no iiiira las cucstiones sino a travs de un prisma e~gaador, el de sus pasiones. - ((Si nuestros competidores pretenden ahoia colocarse para continuar negociando en el terreno de una explicacin previa sobre el incidente de la Jeanfze Anzelie, es el caso que hacen sumamente difcil toda iiegociacin ulterior. Ese incidente, provocado por ellos, que no pueden alegar ignorancia $e nuestras d~claraciones,nos hace ven,
tajosa la partida, 'y nos impide dar explicaciones o satisfacciones que no guardaran conformidad ni seran lgicas con nuestras declaraciones precedentes. Muy sensible es que ese incidente haya venido a poner un obstculo ms a la marcha del negocio. Pero, ;a quin culpar? por un cnsul argentino se permite dar pasavante para que se ejecute un acto de dominio en un territorio que reputamos nuestro? Sentir mucho, amigo mo, que recin instalado en Buenos Aires, despus de haber hecho los desembolsos necesarios a toda instalacin, Ud. se viera obligado a retirarse. Esta emergencia es muy probable, y tJd. debe estar dispuesto a ella. Puesto que negociar es intil, puesto que todo se imagina menos que pensar que nos proponemos poner fin lealmente a la cuestin, exaltndose cada da ms los nimos en esa Repblica, nada tendr de extrao que determinramos retirar la, Ligacin, dejndola en los otros pases a que fu tambin enviada. Si se produce un conflicto, habremos hecho todo lo posible para evitarlo. Ser inuy doloroso, pero no nos asusta. Guerra terrestre es imposible. La martima ser quizs ridcula, y en todo caso un escndalo. Indudablen~etite, debe ser para Ud. un co~isuelo encontrarse con hombres como Andrada, Caldives y Morice. He conocido a stos dos ltimos, sobre todo a Caldives, que es un sujeto tan apreciable como inteligente. Andrada ha dejado aqu los mejores recuerdos, que veo sabe corresponder perfectamente. Si vuelve a ver a los otros dos saldelos en mi nombre.
NUBES DE GUERRA
RTAS D E BARROS ARANA D E 8 D E ENERO Y 23 D E FEBRERO D E 1877. formaciones amistosas del diplomtico peruano don Manuel Irigoyein.-Su alta situacin diplomtica.-El Ministro Alfonso se manifiesta dispuesto a aceptar su mediacin.-Actitud irreductible del Gobierno Argentino.-Por transaccin no sale ste de las bases de Julio de 1876 y poi- arbitraje no se aparta de las que se han estado tramitando y que reproduce en su carta d e 8 d e Enero.-Vislumbra graves dificultades y se notan amenazas de guerra -Barros Arana n teme esta eventualidad. En sti carta de 23 de Febrero analiza la situacin poltica y econmica de la Repblica Argentina Plantea el problema de la guerra. La Argentina no estara en situacin de afrontarla. La Legacin se seguir esforzando por evitar rompimiento y por llegar a solucin amistosa.
En esos mismos das escriba Barros Arana una interesante carta comunicando las informaciones que el Mi-, nistro del Peri en Buenos Aires, don Manuel Irigoyen, le haba suministrado y'la insinuacin de arbitraje formulada por el mismo diplomtico. Esa comunicacin lleva la fecha de 8 de Enero de 1877. Este hbil diplomtico haba ido a Buenos Aires en 18.73 con el especial objeto de obtener la adhesin de la Repblica Argentina ai Tratado secreto de alianza ajustado con Per y Bolivia el 6 de Febrero de 1873, y que
fu la causa efectiva de la guerra de 1879. El casus foedeall estipulado tena por determinado objetivo dar fuerza moral a esa Repblica (Bolivia) para que pueda con calma y seguridad sosiener szis dereclzos. Como se sabe, esta calma y seguridad que deseaba procurar el Per a su aliada, y que explicaba el Ministro de Relaciones Exteriores de aquel pas, don Jos de la Riva Agero, eii not a confidencial de 3 de Mayo de 1873 a su plenipotenciasic en la Paz, haba de desencadenar la guerra de 1879 que, con los desastres consigqientes para aquellas naciones colibadas contra Chile, desarraig- en esta parte de la Amrica la poltica de los pactos secretos de alianza. Ida Repblica Argentina que sostena con Chile SLI ardiente controversia de lmites, y que en aquellos das tomaba caracteres alarmantes, fu invitada a adherir a aquella negociacin secreta, y dndole ese pacto toda su significacin, la Cmara que lo aprob, acord inmediatamente los fondos necesarios para los gastos de guerra. El seor Irigoyen fu constiti~do el doble carcter en de representaiite de Per y de'Bolivia a fin de ejercitar su accin por una sola mano y obtener con mayor facilidad la deseada adl-iesin al pacto de alianza coi~traChile. En las instriicciories de 20 de Mayo de 1873, se deca al seor Irigoyen que conviene obtener la adhesin de la Repblica Argentina lo cual no parece hoy difcil atendidas las dificultades con que hasta ahora ha tropezado sin poder llegar a una demarcacin de sus lmites con Chile. E! plan ideado y a que se invitaba a la Argentina tena por objeto resolver inmediatamente las cuestiones de lmites entre la Argentina, R01,ivia y CIiile y la nota de instrucciones de la Cancillera del Per de 24 de Agosto de 1874 lo puntualizaba con toda precisin y sealaba en especial fa positiva conveniencia de proceder sin demora. La tardanza, se le deca al seor Irigoyen, entraa graves riesgos, la cuestin de lmites con Chile habr to.nlado proporciones desfavorables y la Argentina podr hallarse en sit-cibn desmedrada, y entre tanto, se le
agrega, el enemigo a qiiien se acecha, a quien se trata de aislar y dc garrotear, Chile, tendra entonces *fuerzas niartin~asque no permitiran a los aliados hacerse escuchar e impedir la guerra, entre tanto que hoy (Agosto de 1874) cun distinta situacin, con los 'elementos unidos de las tres naciones, bastaria a la ~ r ~ e n i i z a ultimar sus relaciones con Czile, ll~zlarloa extrcmos viole~ztosy para tal evento, termina cor, nfasis la comunicacin, el Per asumira la actitud de medisrdor armado.)) (1) Es Chile, exclamaba Rawson en aquella ocasin, e! objeto de la Alianza y una guerra con Chile ser su consecuencia. Si este pas, deca, supiese que estamos urdiendo esta red sigilosamente, mieiitras mantenemos toda clase de relaciones amistosas con ese Gobierno y ese piieblo, <:se sentira herido en sri lealtad, rompera siis relacion6s diplomticas, denunciara. ante el Miincto y arite nuestro propio pais la aievosa de nuestro procedin~ientoy por lo pronto acelerara la ocupacin militar- del territorio patagnico que juzgase conveniente. (2) Como es sabido, el Senado Argentino neg su acuerdo a aquella conjuraciii, y el Gobierno pudo continuar discutiendo con eievacin y dignidacl su proS!ema con Chile, sin necesidad de aliados y sin pactos clandestinos. Entre tanto, el Gobierno y el pueblo dc Chilc se encontraban en la mhs absoliita ignorancia de aquel Tratado de 1873 y de las solicitaciones a !a Repblica Argentina. El seor Irigoyen mantena una alta situacin diplomtica en Buenos Aircs y ciiltivaba muy buenas relaciones con la Legacin de Chile. Por lo dehs, haba vivido en este pas, aos atrs, acompaando al General Castilla, de qiiien haba sido secretario por muchos aos, con cuya sobrina se haba casado. El seor Barros Arana refiere las inforniaciones amistosas que le haba proporcionado el diplomtico peruano y el inters con que segua las negociaciones. Por su par(1) BARROS BORGOO, Luis. La Cuestin de2 Pac$jico. 1922, pg. 55 (2) BARROS BORGOO. Obra citada. pg. 62.
te, el Ministro seor Alfonso se manifest dispuesto a aceptar su mediacin. Expresaba el seor Irigoyen que el propio Ministro de Relaciones Exteriores le haba manifestado que ningn hombre pblico de la Repblica Argentina se atrever nunca a firmar un tratado de avenencia que diesc a chile-una sola pulgada en el Atlntico; que l haba hecho todo lo que es humanamente posible en la proposicin formulada en Julio de 1876; y que aun para aprobar esa proposicin tendr que vencer no pocas dificultades. Le haba declarado adems que en la constitucin del arbitraje tena que someterse inflexiblemente a ciertas condiciones y a exigir satisfaccin por el apresamiento de la Jeanne Amelie, a todo lo cual era muy difcil que Ch'le quisiera acceder, vista'la tirantez de la 'actitud que haba asumido, En esa comunicacin le d a cuenta de las nuevas conversaciones niantenidas sobre arbitraje pero sin que availzara en el acercamiento de los puntos en di'sidencia, presentndose en todo mornen-co la dificultad sobre la barca francesa. Convnzase Ud. de que el Gobierno Argentino 110 saldr nunca por va de transaccin de las bases propuestas en Julio de 1876 y por la va del arbitraje de las que se han estado tratando, y que vuelve a indicar en su carta. <Los Monlbres piblicos de este pas o ms propiamente, agrega, el Presidente y su Ministro de Relacio;es Exteriores, no son enemigos de Clxile, pero no tienkn ni voluntad ni fuerza para resistir a las exigencias de los patriotas que 'tinen eco en la prensa y en-el Congreso. ~ i s l u m b r aagitaciones graves cuando se inicien las sesiones en el Congreso en el mes de Mayo, y est cierto de qite no se levantara una sola voz que recomiende las medidas de n~oderacin,trayndose como consecuencia la salida de la Legacin y la ruptura de las relaciones, sin que los exaltados se detengan ni ante la declaracin de guerra. gDeinasiado se yo, dice a este respecto Barros Arana, qoe no tenemos nada que te~nerde estas amenazas, que
destinando cuatro de nuestros ms poderosos buques a la defensa de nliestras posesiones del Estreclio, y liiriitndonos a defender nuestro suelo con el arma al brazo, o si Ud. con !os brazos cruzados somos invencibles, porque si bien este pais tiene soldados y tiene arniamento, no tiene organizacin ni recursos para pensar en una campaa a travs de los ~ n d e s : Pero no puede disin~ularse que <la guerra o la simple - . ruptura de relaciones seran un gran mal'para nuestro coci rnercio con la ~ e ~ b l i Argentina, para nuestra industria y para la hacienda pblica. Por eso considera qe el en Gobierno de chile debe pensar n~ucho esta cuestin y no sol~icionarlapor 19s dictados del simple amor propio nacional. Con un concepto ms o rnenos igual est redactada su carta de 23 de Febrero de 1877. El.verdadero estado de la cuestin, vuelvo a repetirlo es como sigue: El Gobierno Argentino, conocedor de la situacin poltica y financiera del pais y de los peligros que traera consigo, no dir la guerra, pero aun una simple ruptura diplomtica, desea llegar a un avenimiento cualquiera dentro de los lmites que considera jii~tosy equitaiivos, como sera la constitucin del arbitraje; pero, las reclamacioi~es la diplomacia francesa por tina parte, y las exide gencias de los patrioteros exaltados por otra, lo ponen en la situacin de que habla Gutirrez en sil carta y de insistil- en la cuestin previa. El Gobierno Argentino que divisa los peligros de esas complicaciones puede buscar salida en una solucin violenta. 2CuAl seria -esta solucin, se pregunta Barros Arana? A mi juicio, no puede ser otra que una simple suspensin o a 1 ms una ruptura de las relaciones diplomticas. La situacin financiera de este pas no permite o t r a cosa: las rentas pblicas en los dos meses casi completos que van corridos, son inferiores a cerca de la mitad , a las que haba calculado el ~ o b i e r n oes decir, menos de millil y medio de pesos fuertes cuando se haba calculado tres millones. La fortuna pblica no permite, por otra
parte, pensar en empresas blicas: se mantiene una baja eilor-e en el precio de las propiedades rsticas y urbanas, hasta el punto que ahora se paga la mitad o tercera parte del valor que tenan hace tres aos; hay paralizacin y desconfianza en el con~ercio:si el Banco de la Proviricia apurara a sus deudores, u ~ innienso nmero de esos i tendra qiie declararse en quiebra. En esos momentos, la actitud blica que asumiese el Gclbierno sera aplaudida por algunos bullangueros, pero condenada abiertamente por la inmensa mayora de los habitantes de Buenos Aires, y.por toda la poblacin de las provincias que protelftarian por todos los caminos contra una guerra cuyas causas desconocen o no les interesan en nada. Las protestas de las provincias de Mendoza y de San Juan, entre otras, que viven del coinercio de Chile podran traer complicaciones compromitentes. En medio de la exaltacin poltica, que divide los Animos de este pas, la opinin en masa condenara la guerra. Hay todava otro orden de consideraciones para creer que todo proyecto de giierra sera imposible. Ya Ud. comprender que si es fcil, contando con-dinero, formar un ejrcito y armarlo con las armas que existen aqu, es difcil transportarlo al pie de los Arides, e imposible hacerlo penetrar en Chile. Creo que aun los mismos exaltados, que hablan con grande arrogancia de pasar la Cordillera, no pensaran en otra cosa que en llevar sus buques al sur de la Patagonia; pero esos buques, sin marinos y psimamente tripulados, han sido construdos para la navegacin de los ros, y no para viajar en los peligrosos mares del Sur. Por otra parte, estas operaciones no vendran a emprenderse a entradas de invierno, de manera que segiiramente tendramos tiempo para tener dispuestos nuestros dos encorazados, los cuales nos bastaran para imponer respeto a todas las caoneras argentinas, como un toro se hace respetar de una jaura de perros. Vuelvo, pues a repetirle, en el momento presente, aun suponiendo que este Gobierno se decida por las me-
didas ms audaces y violentas, estoy persuadido de que no podra pensar en hacer algo antes de ocho o nueve meses. La cosa habra sido diferente si la ruptura se hubiera hecho, como pareca, en Enero; pero .ahora se puede asegurar qiie aun acelerando mucho las cosas, la suspensin diplomtica no podra tener liigar antes de fines de Marzo. Convengo con Ud. eri que conviene hacer todo lo posible para evitar esta suspensin de relaciones, y llegar si cs dable, a un avenimiento amistoso. Ud. sabe cuanto he hecho por aplacar las dificultades y por aplazar las sol uciones violen t a ~ ,que juzgo perjudiciales para ambos paises. Pero los dos caminos que Ud. me propone son difciles. 'IJno de ellos, el de proponer la explotaci'n a medias del.guano que existe entre el Gallegos y el Santa Cruz, es absolutamente ?nlposible. Ud. sabe que este Gobierno me ha declarado expresamente que no puede conceder una sola pulgada de territorio al norte del Cabo Vrgenes, y que, por tanto, se ha negado a aceptar los derechos de Chile hasta el ro Gallegos. No puede espei-arse ni que siquiera entre a tratar sobre ninguna proposicin que hable de concesin al norte de ese ro.
Por su parte, el Ministro ~ l f o n s o escriba con fecha 12 de Febrero manifestando a su representante en el .PIat a que tuviese presente, como se lo comunicaba al mis1 rno tiempo en nota oficial, que est ofrecida y'aceptada la rnediacin del Gobierno peruano, en el evento de que la cuestin de limites no termine por mutuo acuerdo o por medio de la constitucin del arbitraje. Aunqiie sin f en el xito de dicha- mediacin, agregaba el Ministro, esta mediacin nos coloca en buen terreno porque es una
prueba ms de que no queremos ni buscamos rompimientow . Y tal era la buena fe de Cliile en estas negociacioiies y la ignorancia en que se estaba, no slo del Tratado secreto de 1873, sino tambin del plan que clandestinameiite se haba desarrollado para embarcar en tal combinaciii a la Rep.blica Argentina, que la perspectiva de un "fcil arreglo de ese viejo pleito y en ltimo trmino la mediacin del Per, se haba presentado como el resultado preciso de aquel conflicto. . I,a carta de 27 de Febrero principia por expresar al seor Barros Arana los sentimientos por el siniestro de incendio ocurrido en la casa de la egacin el 25 de Enero anterior tanto ms sensible cuanto que a la prdida material se ha unido su golpe con dislocacin y fractura. Y, para complemento, le agrega, le ha venido la amenaza de un pleito, de que ya se han ocupado los diarios de esa ciudad, tan injusto como temerario. La pretensin del arrendador sobre exorbitante por lo que hace a la cuanta es sobradamente ridcula. El fuero diplomtico lo pone a salvo de toda instancia judicial, y como Ud. me dice con razn, este fuero es irrenunciable, y en ninguna parte debe serlo ms qiie en Buenos Aires para un diplonitico cllileno en las presentes crcunstancias. No haga Ud. caso de lo que se le diga o publique, y iio se deje explotar por el arrendador qiie es quien debe soportar las consecuencias del caso frtuito. El seor Alfonso, que conoca t a i ~intiniamente *al secr Barros Arana, comprenda niuy bien e1 estado de desazn y de profunda niortificacin en que deba hallarse, muy en especial por la forma como alguna prensa haba aprovechado el accidente para zaherir al representante chileno. Vuelve por eso a manifestarle su pesar, j 7 ahora que conocemos el nionto de la prdida sufrida por Ud. deploramos ms lo sucedido, y esperamos qiie el brazo haya quedado tan bueno como antes del accidente. Siquiera se
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LUIS BARROS B O R G O ~ O
tJd. rodeado de atenciones, que no son como la ha del arrendador. y e i ~ preocupacin de amigo llega hasta a apesararsu se de haber reclamado los servicios del seor Barros Arana para una misin que le est ocasionando tantas molestias e inquietudes. Cuando pienso, le dice, en los sinsabores que le est ocasionando su misin, que nada avanza, me pesa haber obsequiado a Ud. con semejante regalo. Pero mis compaeros de gobierno y yo no olvidamos que lo que Ud. no consiga, no se habra alcanzado por ningn otro, y que se ha hecho lo que era dable hacer)). Respecto de las negociciones se manifiesta pesirnista-, comprendiendo, como era la verdad, que el incidente previo embaraza todo arreglo. Ei Gobierno Argentino no consiente en retirarlo y l a actitud del Gobierno de Chile no admite modificacin alguna. Le anuncia a este respecto que se deducir reclamacin francesa y Paris se manifiesta prevenido contra Chile bajo una impresin desfavorable por las informaciones del capitn de la barca. En cuanto a esta reclamacicin, no se aviene con la que ha deducido ya la Repblica Argentina. Tendremos as dos reclai<aciones por el misrno hecho. Si le d6bemos al tino, no le debemos al otro. Desde que el Argentino hace suyo el reclamo de indemnizacin, el Francs qo puede cobrarnos nada. Entre tanto, ste piiede ser inuy apremiante, y aqul, aunque no le falten 'deseos, carece de los medios indispensables. Conc!uye la carta informndole de un asunto del norte, un incidente en Caracoles, clue es uno de los tantos que van a surgir en aquella regin y que producir la conflagracin del Pacifico, incubada en el Tratado secreto y que toma forma grave desde 1878. Divisa el Ministro un conflicto que puede levantarse all y agrega con segura previsin: El Per toniar cartas en el negocio y la situacion tendr de todo menos de crrioda. Ojal estos temores no se reaiicen y todo no pase de simples revueltas 1 ~ gareas ,
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EL PRESIDENTE PINTO
CARTAS DE 26 DE ENERO JDE 11 Y 20'DE FEBRERO DE 1877
Mantiene coitstante correspondencia con el diplomtico chileno.Se revela ei espritu culto y discreto del mandatario sin invadir las funciones del Ministro respectiva-Por la carta de 26 de Enero estimula a su amigo Barros Arana a seguir con perseverancia en la obra d e la paz.-;No concibe el apasionamiento en un debate que debiera mantenerse en el ambiente sereno de las cancilleras siendo que no existen entre los dos pases intereses encontrados-Como ho.mbre de letras, Pinto se ocupa en sus cartas de libros y de revistas Le habla-de la obra de Hippeau que le haba remitido Barros Arana y del Belgrano de Mitre.-Considera a Relgrano como la figura ms simptica de la revolu^cin.-.En carta de 11 de Febrero se ocupa de las dificultades de la negociacin; sensatas apreciaciones.- El Presidente le insinia a!gunas bases de arreglo: pero ellas pugnan siistancialmente con la tesis argentina.-Una carta de don Juan Mara Gutirrez -Carta de 20 de Febrero: el problenia de la inmigraci6n:-Mala situacin del erario: la crisis contina.-Simpatas nuevai por e! Brasil.
El Presidente Pinto, amigo de toda la intimidad de Barros Arana, y correligionario poltico, mantiene con 61 una constante y muy interesante correspondencia. Discreto y prudente como ninguno en el desempeo de sus frinciones, y sin pretender jams invadir las acti-
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LUIS BARROS
BORGONO
vidades de sus Minstros, avanza sus opiniones y le acompaa con sus atinados y previsores consejos en la solucin iosi~)lede las dificultades. Se nota en todas esas cartas el culto, y el mandatario consciente de sus responsabilidades y de sus deberes de que di muestra elociiente en la direccin*superior de la Guerra del Pacifico a que sera arrastrado el pas a principios de 1879. En carta de 26 de Enero de 1877, le expresa, contestando una de 8 del mismo mes que ve con sentimiento que la negociacin de que ests encargado marcha con pies de plomo. Los compaeros (as se expresa de sus Il4inistros) llegan a desesperar de que-se arribe a un resultado, pero desde qiie el arbitraje ha sido propuesto por ese Gobierno y aceptad por nosotros, yo, por mi parte, no desspero. Por desgracia, agrega, la diplomacia se hace en nuestros pases, no en los gabinetes, como debiera, sino en los cafes y las plazas. Custiones tan delicadas, como-son las relaciones entre los Estados, sirven de pretexto para la guerra que se hacen los partidos. - Es regular que este mal se haga sentir en la Repblica Argentina ms que entre nosotros. Sin embargo, le dice a su representante y amigo, es preciso llegar a una solucin. 1,a situacin actual pude dar todos los das lugar'a incidentes como el de la Jennne Amelie, y-mantiene entre la prensa y estos dos pases una polmica que crea sentimientos de odiosidad que no pueden-ni deben existir entre chilenos y argentinos. No tenemos con la Repblica Argentina intereses encontrados y zanjada la presente cuestin, nuestras rejaciones con ella, marcharan sobre un pie de cordialidad provechosa para l desarrollo de los intereses comer<ialesfde ambos pases y para la solucin de otras cuestionec,como el sornetimiento de los brbaros que tenemos enr el sur, y en las que marchando de acuerdo, la Repblica Argentina ganara ms que nosotros. ' Confo en .que una vez que ese Gobierno se sienta ms seguro y se disipen los temores que naturalmente de-
en 1876 y que acababa de ser sofocada. (2) Conio es sabido, doh Anfbal Pinto era hijo del General don Francisco Antonio Pinto, Presidente de Cliile en 1828, y que alcanz en el pas la ms alta situacin poltica y social y vivi siempre rodeado de la mayor consideracin pblica.
be haberle infundido la asada revuelta, entrar a tratar con inters de la cuestin con Chile. >> (1) Como hombre de letras, no puede dejar de hablar sobre ellas con Barros Arana. Est siempre al corriente de y lo que seSescribe tiene un criterio muy seguro. Recib en das pasados, le dice, el libro de Hippeau que me remitiste y el primer tomo de fa Historia de Belgrano que me ha enviado el General Mitre. Ten la bondad de hacer a Mitre una visita en mi nombre y dile que agradezco tanto ms su atencin cuanto que Relgrano es para m la figura ms simptica de nuestra revolucin. Contri buye seguramente a esto el haber nacido oyendo el nombre de Belgrano, pues t a n h mi madre como mi padre se referan continuamente a l en sus conversaciones.>~ (2) En carta de 11 de Febrero siguiente, escrita como la anterior desde Via del Mar, contesta la de Barros Arana de 26 de Enero inspirada por las preocupaciones e inquietudes del momento. Muy sensible sera que, despus de haber iniciado las negociaciones con tan buenas expectativas de un buen resultado, tuvieses que retirarte dejando las cosas en peor estado de aquel en que las encontraste. Tan pronto como le la nota que te pas el Gobierno Argentino, calcul que su nueva actitud ser& ocasionada por el reclamo del Gobierno Francs, como en efecto ha sucedido segn lo manifiestas en tus ltimas coniunicaciones. Una fatalidad es que el asunto de la Jeanne Amelie haya surgido tan a destiempo. Por lo que te dijo Avellaneda parece que el Gobierno Argentino vuelve sobre ss pasos. -Ojal as sea pues si insistiese en que nosotros cargramos con las responsabilidades del fracaso de la empresa de la Jeanne Amelie no podramos entendernos. 0) Se refiere a la revolucin promovida en la Provincia de Entre Ros
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<<Es, por otra parte, muy necesario que las negociaciones tomen otro rumbo, pues aqu se leen los artculos tan bravos de la prensa de Buenos Aires, los nimos-se y la idea de que tu misin no llegar a un resultado satisfactorio se va haciendo general. Es muy probable que cuando se reunan las Cmaras se interpele al Gobierno sobre la cuestin Argentina, se diga que estamos sufriendo una humillacin y se pida el retiro de esa Legacin. Si hav all guapetones que creen hundirnos con una mirada, aade con profundo buen sentido, no faltan aqu otros que se les parezcan. Gutirrez escribi a Lastarria y le dice que los nimos estn muy exaltados y que cree que por este-motivo no ser posible arribar a una solucin pacfica. Le indica como un medio de calmar los-nimos organizar de conin acuerdo una expedicin cientfica a la Patagonia. Alfonso te escgibir sobre sto, y no ser dems que t hables con Gutirrez. (1) Me parece que el Gobierno Argentino podra salvarse del conflicto en que se encuentra con motivo de la Jeanne Amelie de la manera siguiente: Aceptado el arbitraje en la forma que se ha propuesto Chile poseera hasta el ro Gallegos, la Repblica Argentina hasta el ro Santa Cruz, y el territorio comprendido entre esos dos ros quedara sin dueo por ahora. Podra estipularse que las riquezas que hubiera en ese territorio se explotasen de comn acuerdo y el producido se depositase en el Banco de Londres, por ejemplo. Convenido esto, podra perrnitirse al dueo de la Jeanne Amelie levantar algunos cargamentos de guano hasta dejarlo contento. Esto podra ser materia de un convenio eCpecial de los dos Gobiernos, despus de celebrado el Tratado, pues debemos evitar todo aquello que pueda significar que nos hacemos responsables de lo ocurrido Con la Jeanne AmeZie. Alfonso te escribir tambin sobre sto.
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(1) Se trata de don Juan Mara Gutirrez, el ilustre argentino,'muy amigo de Barros Arana, y a quien acabamos de dedicar un estudio especial. Insertamos ms adelante la carta a que se hace referencia.
La combinacin que el Presidente Pinto, desde el punto de vista de este lado de los Andes, consideraba fi cil y hacedera, envolva precissmente la solucin de la cuestin conforme a la tesis chilena; y era, no slo abiertamente contraria a la doctrina argentina, sino que adems eliminaba el punto que se haba presentado como irreductible, y sobre el cual ni se admita discusin, la posibilidad de que Chile pudiera poseer siquiera una pulgada de territorio en la costa del Atlntico. Por eso contestaba inmediatamente Barros Arana al Ministro Alfonso en su carta de 23 de Febrero, que ya hemos insertado, que <no poda esperarse ni que siquiera el Gobierno Argentino entrase a tratar sobre ninguna proposicin que hable de concesiOn en ese territorio)). Como en todas sus con~unicaciones,habla de libros y manifiesta haber ledo con mucho inters las Memorias de Ticknor, y la o6ra recin publicada de Maspero sobre los pueblos de Oriente. ((Veo, dice a este respecto, que merece el aplauso con que fu recibida. Concluye con unas lneas sobre poltica interna, y le expresa qe <lanica novedad ocurrida han sido las medidas de Miguel que se ha metido en el redil que guardan los clrigos>. (1) El Presidente Pinto se halla en Valparaso, y escribe a Barros Arana con fecha 20 de Febrero una interesante carta sobre inmigracin a propsito de !a propaganda de este gnero y de la labor que se realizaba en la Argentina y de que le hablaba Barros Arana. Principia en aquella comunicacin por acoger la idea insinuada desde Buenos Aires relativa a traer lds cenizas del General San Martn a Buenos Aires, efectuando ese acto con la colaboracin de los dos pueblos, chileno y argentino; <si esta patritica idea se lleva aldelante ser para m muy satisfactorio; contesta el Presidente, cooperar a su realizacin. La comisin que para el efecto se nombre
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(1) Se refiere al Ministro de Instruccin Pblica don Miguel Luis Amuntegui y a la creacin de los Liceos de Nias.
en Buenos Aires, podra nombrar en Chile una sub-comisin para recoger el bolo de los que en este pas quisieran cooperar. Refirindose a la cuestin de inmigracin de que le habla Barros Arana en carta de 5 de Febrero, le dice el Presidente que le atribuye toda la importancia que t le das. Sin embargo, aade, hay entre las exigencias de este pas y las de la Repblica Argentina, con respecto a inmigracin, alguna diferencia. La RepGblica Argentina, pas niuy despoblado, necesita de todo, del brazo que ejecuta ciegamente y de la cabeza que dispone. A nosotros no nos falta lo primero, y el jornal del ga$n es tan bajo que difclmente convendra al gan extranjero venir a hacer la competencia. Lo que necesitamos es gente que dirija nu,estros gaanes; cree industrias o perfeccione las que tenemos. Por esto creo que a nosotros nos idporta poco la inmigracin italiana, vasca o irlandesa, y que la que 'ms nos conviene es la alemana que se compone de gente ms adelantada. Y en realidad los pocos italianos o vascos que han venido a establecerse entre nosotros se han dedicado a industrias explotadas ya por los hijos del pas, como despachos, casas de prenda, etc., mientras que los alemanes han establecido nuevas industrias o perfeccionado las que tenemos. Por lo dems expresa que en cuanto a publicaciones que tengan por objeto estimular la inmigracin hacia Chile, se ha dado orden a Alberto Blest Gana (Ministro en Francia) de hacer traducir al francs el informe de Humbold que t conoces probablemente. Es una noticia imparcial, exacta y bastante detallada del estado de Chile y que ser facilmente aceptada por cuanto es el informe oficial de un agente del Gobierno ingls. d'ero, concluye, para fomentar la inmigracin, como para cualquiera otra empresa, tropezams por el momento con nuestra p.obreza. La situacin econmica del pas es muy ixala, y la perspectiva es de empeoramiento, no de mejora. La cosecha ha sido psima y el p.recio del cobre en Europa baja como nunca. Un ao malo sobre una
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situacin muy delicada ya no puede dejar de producir funestas consecuencias. Si algn descubrimiento minero o alguna otra novedad por el estilo no viene a mejorar la situacin, la crisis que de aos se est sintiendo se agravar mucho. Yo me haba lisonjeado'con que los apuros del erario duraran hasta el fin del ao presente, y que con el venidero entraramos a una va normal. Crea que el presupuesto se saldara con las ecnomias realizadas y aumento de las contribuciones, sin neceiidad de volver al fin del ao a pedir autorizacin para un nuevo emprstito, lo que sera de efecto fatal. Haremos todo lo posible para que no llegue esa eventualidad, pero nos costar mucho trabajo conseguirlo. Nos da esa misma carta algunas impresiones sobre las ideas que aun en aquella poca existan sobre el Brasil, que conservaba su forma monrquica. En Chile haba pocas simpatas por esa Nacin; el tiempo, y el cultivo de una amistad que fu en todo moniento franca y abierta para con nuestro pas, fu haciendo desaparecer esos conceptos desfavorables y c-asi preconcebidos. Contribuy considerablemente a formar esa nueva corriente de sim-. pata la permanencia en Santiago de la Legacin que estuvo a cargo del Barn de Andrada, recin promovido a la fecha en que 110s encontramos, a la Legacin de Montevideo. Ah lo haba visto Barros Arana, en uno de sus viajes a esa ciudad, y haba hecho Andrada los ms afectuosos recuerdos del Presidente Pinto. En su carta le dice el Presidente a Barros Arana que cuando vuelva a ver a Andrada, le exprese q u e en Santiago conservan l y su seora las mismas simpatas con que les distinguamos cuando estaban entre nosotros. Antes de la venida de Andrada, el Brasil no era popular entre nosotros, debido probablemente a la diferencia de raza y de instituciones. T sabes que somos de los republicanos ms feroces que hay en el mundo, y que Benjamn Vicua, siendo Intendente, se complugo en visitar al Duque de Gnova de jaquette y de pantaln claro. La veni-
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da de Andrada y de su seora cambiaron respecto del Brasil las disposiciones de nuestra sociedad, y en el da hay mucha gente en Chile que est ya persuadida de que el Brasil est en -Amrica y que los brasileros no son gring o ni hotentotes. ~
UN MOMENTO DE TRANQUILIDAD
CARTA DE BARROS ARANA DE 5 DE PIIARZO DE 1877 Tempestad de prensa en Marzo de 1877. Un artculo de Mitre en La Nacin de Buenos Aires serena la atmsfera.-La cart a de Barros Arana de 5 d e Marzo explica este cambio en la opinin.-Conviene aprovechar esta modificacin del ambiente. La masa general del pas no piensa en guerra ni acepta 1~ ruptura de relaciones comerciales.
De repente parece que puede clarear el horizonte; los hombres de situacin comienzan a hacer sentir en la opinin palabras de tranquilidad y de buen juicio. Desde los primeros das de Marz los diarios de Buenos Aires se haban desencadenado en insultos y provocaciones contra Chile; pero el da 4 de ese mes publicaba Mitre en La Nacin un artculo sereno y tranquil'o y la tempestad no tard en deshacerse. As lo camunic Barros Arana en su carta de 5 de Marzo, a la vez que enviaba un ejemplar de ese diario. Pues bien, dice en su comunicacin, los diarios de la tarde de ayer y los de la maana de hoy o han guardado el ms absoluto silencio o han bajado el tono a trmlnos tranquilos. As La Tribuna, que bajo las sugestiones de Frias, deca hace poco (el 2 y el 3 del corriente) que deban enviarse lo; pasaportes al Ministro
de Chile, dice hoy que no deben suspenderse las relaciones diplomticas. <Le indico esto, dice nuestro representante, para que vea cuan conveniente sera escribir en Chile en un sentido anlogo al de ~a Nacin, y ver modo de hallar.una solucin eficaz a todas las dificultades. Este estado de cosas no nos conviene en manera alguna, aunque como ya le he dicho en otras ocasiones, menos, a la Repblica Argentina. <Para constituir el arbitraje estamos de acuerdo en los puntos capi'tales (No podramos sonleter al juic,io de un mediador la solucin de las dificultades que se susciten por los otros puntos? No podra hallarse un camino que salvase el accidente de la Jeanne Amelie? Creo que todo esto debe meditarse con calma y haciendo abstraccin de los gritos de los patrioteros. Idaopinin de este pas no quiere la guerra ni la suspensin de relaciones comerciales; la guerra, porque no puede hacerse, y la suspensin del comercio, porque sera la ruina de algunas provincias argentiqas. Por razones anlogas o parecidas nosotros no debemos entrar en ninguno de esos dos caminos. Entonces busqiiemos una solucin que sea aceptable para nuestros adversarios, comenzando por hacer cesar los insultos y provocaciories de la prensa. >>
En su carta datada en Valparaso a 11 de Marzo de 1577, dice el Presidente Pinto que ha sentido que en la ltima de Barros Arana no me digas nada de bueno respecto a las negociaciones con ese Gobierno. En los das pasados han circulado rumores aIarmantes, entre otros, que te haban despedido. Algunos leen probablemente JO algn diario argentino en el que se aconseja al C b'lerno te den los pasaportes, y sale a la calle diciendo que te los han dado. Y as era en efecto; repercuta en Santiago el tono de
la prensa argentina de los primeros das de Marzo, a que ya nos hemos referido. <El hecho es, agrega el ~reiidente, que la opinin ge. neral es que nuestra Legacin no conseguir nada, y si la retirasen sera una medida aplaudida, como se aplaudir Siempre todo acto de baladronada. hiIuy de desear sera que antes de reunirse el Congreso se hubiera arribado a una solucin. Por nuestra parte, insiste el Presidente; estamos como sabes, dispuestos a allanar toda dificultad, y nada me sera ms agradable que concluir en mi gobierno esta desgraciada cuestin. En esta carta encontramos la *oticia de un acontecimiento verdaderamente sensacional y que mantuvo en sspenso la opinin de los crculos burstiles, y .perturbados los espritus durante algunos meses. A la distancia parece increble cmo un suceso de aquel linaje pudo p&turbar tan intensamente los nimos; pero este hecho no es nuevo en s niismo y se ha repetido en diversos pases y en pocas distintas. Por lo dems, es menester haber vivido en aquellos das para poder darse cuenta exacta de la trascendencia del suceso. Se trata del asunto llamado de Paraf. Era Alfredo Paraf un francs habilsimo, de refinada cultura, qumico y metaliirgista, y se haba presentado en los crculos mineros y entre los especialistas como poseedor de un procedimiento que permita dar un mejor aprovechamiento a fas partculas de oro, que siempre se encuentran en los minerales de cobre y de plata. En s este principio no contrariaba ninguna de las ideas establecidas, y la ciencia ha ido cada vez mejorando esos tratamientos. Pero el secreto del qumico francs iba mucho ms all; extraa de los minera!es cantidades de oro que excedan a toda previsin corriente, a todo clcixlo, y que presentaban el mtodo como la mayor maravilla de la moderna alquimia. Paraf hacia- y repeta sus ensayos, y donde todos
A TRAVS DE U N A CORRESPONDENCIA
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nuestros procedimientos conocidos daban un resultado de uno, por ejemplo,-l obtena, cuando menos, djez o mucho ms. La repeticin de estos ensayos, la instalacin de hornos de beneficio en Antofagasta y en Santiago, y la participacin en la empresa de hombres de reconocida autoridad y competencia cientfica y de hombres de negocios de intachable honorabilidad, di a aquella negociacin el alcance y la importancia de un acontecimiento nacional. Recordamos haber visto las manifestaciones sociales de que era objeto el sefio; Paraf en teatros y lugares pblicos, y el entusiasmo con que se hacan circular las monedas nacionales acuadas con el oro Paraf. No es extrao, por lo tanto, que el Presidente Pinto hablara de este asunto en sus cartas a Barros Arana. Pero debemos anotar-que Pinto no se perturb en ningn momento, y que ni aun ante !os cndores acuados en la propia Casa *de Moneda, no dej de mantener su desconfianza y su rebeldia a este trastorno. de los princiI pios cientficos. Dejemos la palabra al Presidente en la primera ocasin en que habla de este asunto: <Un seor Paraf cree haber encontrado un procedimiento para separar el oro, que segn l, contienen nuestros minerales de cobre y plata, especialmente los primeros. Se ha asoeiado con Cruchaga, Puelma, Ovalle Olivares, Uldaricio Prado y otros; han hecho sus ensayos en pequeo con buen resultado, segn dicen ellos mismos, y ltimamente ensayan en grande, con igual resultado. Si Paraf, dice el Presidente Pinto con el ms profundo buen sentido, no ha descubierto el procedimiento para extraer oro de los minerales de cobre, es seguro que tiene uno para extraer el buen sentido de sus compaeros, pues cada uno se cree ya millonario. Cruchaga me deca n das pasados que en el presente mes exportaramos pastas por valor de $ 700.000. Algunos de los interesados, para obtener los fondos que necesitaban para la compra de minerales y ensayos, han vendido lo que tenan por lo que les'daban. El pblico poco crdito d a a esta novedad que parece cuento de las mil y una noches.). -
XXII
PELEANDO POR TERRENOS BALDIOS
La carta de Gutirrez a que alude el Presidente Pinto en su comunicac'in de 11 de Febrero, fu dirigida por el ilustre argentino don Juan Mara Gutirrez a don Victorio Lastarria : <Creo, le dice, que Barros adelanta poco en su gestin. Estoy ahora convencido de que no har nada y de que lo ms prudente sera aplazar el'negocio, comenzando el parntesis por dejar -a ambos paises y gobiernos en la ms estrecha amistad y mejores trminos, ms que antes si es posible, para lo cual el momento es apropiado. El tiempo modificar las cosas. Ahora todo el mundo ha tomado cartas en el pleito, y lo que es peor, la opinin ge-
neral est a la altura de la de don Flix. El pblico ha fallado, y . . suponindose fuerte en lo que cree su derecho, no permitir a un Gobierno tan incapaz como e l presente para dominar el torrente, tomar ninguno de los sesgos que la equidad puede aconsejar alguna vez, -no muy tarde-pero la opinin es una veleta, los vientos variables en nuestras latitudes. CJNO sera discreto formar una comisin de ingenieros y naturalistas chileno-argenGna, que en comn hiciera un estudio serio y una descripcin minuciosa de la ~ a t u e c a litigio? No tengo fe sino en la cie'cia, y sta en es la nica que puede decirnos lo que es la Patagonia, y cmo pueden contribuir a apropiarla a los fines de la poblaain y de la civilizacin las dos naciones que se la di&putan. As podramos desprendernos ante el -mundo imparcial y socarrn del grandismo ridculo de pelear por baldos, quienes ni inquilinos indgenas tienen, ni suficiente nmero para ocupar la tierra de propiedad indisputable, y cultivarla. L a comisin dara un resultado que podran agradecer y admirar todos los pueblos cultos, quienes nos juzgaran entonces capaces de alguna cosa seria en materias realmente tiles. <Por este camino, lo sabe Ud. gor su abuelo, buscaron su acomodamiento las coronas de Borbn y de Braganza, en sus regiones de Amrica, nombrando comisiones mixtas de ingenieros portugueses y espaoles. La historia nos cuenta los grandes resultados de aquellos estudios, que aun hoy estamos aprovechando.,
XXIII
El plenipotenciario chileno, se prepara para retirarse en desempeo d e su mis& a Ro Janeiro evitando rompimiento violento.Comunica en .su carta de 6 de Marzo las aprensiones que le asisten una vez iniciadas las tareas parlamentarias prximas.
Dado el estado de los nimos y de la absoluta desinteligencia en que la Legacin chilena se encontraba con os el Gobierno d e - ~ u ~ n Aires, nuestro representante ya slo se preocupaba de evitar un rompimiento violento y de poder retirarse en tjrminos cordiales para ir a llenar la misin que le tocaba a la vez desempear ante el Gobierno del Brasil y el del Uruguay. En carta de 6 de Marzo dice Barros Arana al Ministro Alfonso: que el 1.0de Mayo se abren aqu las Cmaras, y segn se me asegura, don Flix Fras va a tronar desde las primeras sesiones, pidiendo la ruptura de las relaciones con Chile, lo mismo que desde el 1. de Junio pedirn en nuestro Congreso los exaltados de all. As es que debo estar prevenido y Iisto para marcharme a Montevideo cuando ya no sea posible hacer otra cosa. Por esto creo bue conviene que Ud. mande nii retiro para usarlo cuando no pueda hacer otra cosa.
CCuidar, agrega el seor Barros Arana, muy empeosamente de obtener que en el Mensaje de apertura del Congreso Argentino, y en la Memoria de Relaciones Exteriores, el Presidente de la Repblica y el Ministro hablen de las cosas de Chile con toda mesura para no agitar los nimos y no embarazar las negociaciones posteriores. Conviene que Uds. hagan lo mismo y la empresa ser tanto ms fcil por nuestro lado, desde aiie los documentos poargentinos deben preceder a los nuestro>, y desde dremos normar nuestro tono al que aquellos empleen.,
El hfinstro Alfonso contesta con fecha 27 de Marzo las cartas de Barros Arana de 123 de Febrero y de 5 y 6 del mismo mes de Marzo. Refirindose a las informaciones de ndole general que le ha transmitido le dice que <su impresin no es desfavorable, porque en el peor de los casos la cuestin nos llevara a un rompimiento de relaciones. Y si este rompimiento fuera slo de hecho, con el retiro de la Legacin
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para llenar su cometido en otra parte, el mal, supuesto que existiera, no sera grave. En nota oficial, le expresa, en seguida, digo a Ud. cul es 4 pensamiento de este Gobierno sobre las bases de de arbitraje. Ellas son con corta diferencia las ~ilismas que Ud. me ha hablado. Se separan slo en las condiciones del statu guo que no podemos aceptar sin todo el Es. trecho. Nuestra posesin en todo l es tan eficaz, tan efectiva, que no debemos separar una sola pulgada en cualquier arieglo, y a . sea definitivo ya sea provisional. Esta decisin se conforma a! sentimiento del pas, que reputa el Estrecho como suyo y que no sancionara ningn avenimiento que se desviase de esta base. Adems no diviso que en esto pueda encontrarse un 'inconveniente serio desde que el stattt quo no puede ni debe tener iiinguna influencia en el fallo de la cuesti~n.Parta Ud. de este antecedente, que exigirnos parte del Estrecho en el statu q z ~ o o en un arreglo fical, es colocarnos en la dura necesidad de contestar con una negativa. Ms adelante, al tratar de las proposiciones ya precisas de Mayo, nos ocuparemos de, los otros puntos del debate. Por el momento, nos bastarri ailotar que el Ministro se manifiesta en esta ocasin partidario del rbitro amigable componedor, como lo haba sostenido ~ a & o s Arana en sus comunicaciones, ' y , no arbitro juris, como haba sido la doctrina de Chile, afirmada por Ibez y seguida por el propio seor Alfonso. Dice a este respecto en su carta: <Es cierto que Ibez opin, por un arbitro jz~ris,que por ini parte acept en un principio esta iriisma opiniii. Despus me, inclin a un arbitrador y amigable componedor. Mientras ms estudio la cuestin y pienso en ella es mayor mi convencimiento de que debemos quedar en esta ltima opinin. Malas noticias le han llegado en esos momentos de Francia. ((En ese Gobierno, dice en la misina carta, se pien-' sa recIamar contra nosotros en demanda de satisfaccin por el mal tratamiento que dice inferido a la tripulacin
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TKAV$S
de la Jeanne Amelie. Tal tratamiento no ha existido, pe! ro e! Duque Decazs ha prestado inucho odo a Capitn Guillaume y a los armadores de Burdeos que lo han patrocinado, dando crkdito a cuanta invencin se le ha ocurrido., Sigue exponiendo la forma incoi1r:eniente y amenazadora en que se coloca el Gobierno Francs tratando de' exigir una indemnizacin que no debemos. Es una reclamacin, dice el seor Alfonso, que carece completamente de justicia. Qu hacer? Veremos modo de defendernos en el terreno de la discusin., I,a carta de 23 de Abril de 1877, coincidiendo con las iniormaciones de Barros Arana, est escrita con espritu pesimista, y con el convencimiento de que no se llegar5 a arreglo y le dice: celebro que Ud. est listo para partir, no en son de guerra ni de ron~pimiento, sino en cuniplimiento de su misin. Le anuncia con preocupacin las cdinplicaciones del norte, y le dice haber credo necesario restablecer sin tari danza la Legacin en Bolivia, aun sin haber recabado previamente la autorizacin legislativa. El representante de Chile, agrega, partir pronto llevando palabras de paz y de amistad y con la misin especial de pedir ms' orden y ms garantas a los numerosos ciudadanos c intereses chilenos radicados en Bolivia. Como se sabe todos esos propsitos fracasaron ante la realizacin de la obra de conjuracin que estaba preriieditada y que haba comenzado a realizarse. E1 resto de la carta se refiere al suceso.de Paraf, que ya nos Remos referido. A este respecto deca con su habitual buen juicio: <(soyde los que no creen y aguar dan.
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CARTA D E ALFONSO I?E 22 D E MAYO DE 1377 La ilegociacin de arbitraje de Nlayo de 1877.-Acuerdo sobre todas las materias d e fondo: obsta a su terniinacin el statlr quo o jurisdiccin provisoria - La carta de Barros Arana de 29 de Abril de 1877 contiene todos los pormenores de esa negociacin. Esas condiciones del arbitraje fueron reproducidas por el Tratado de 1881. La carta de 9 de Mayo de 1877 consigna las bases y los fundamentos d e la Convencin de Arbitraje de 8 de lblayo de 1877.-Las frmulas del statzl quo; redaccin de Barros Arana, frmula argentina. - Esta segunda solucin era ms ventajosa que la estipulacin del Art. 3.0 del Tratado de 1881.--Por notas de 21 de Mayo y cie 14 de Junio el Rlinistro Alfonso desaprueba la negociacin y mantiene exigencia hasta el ro Gallegos.-Actitud violenta de Fras y algunos parlan~ntarios argentinos.- Carta del hliilistro Alfonso a Barros Arana de 22 de Mayo en que consigna las razones para no acoger la frmula del sea@ pro.
Llegamos a la negociacin de arbitraje de n/layo de 1877, en que se logr alcanzar el acuerdo sobre todos los puntos de fondo, o sea la materia sujeta al rbitro y las facultades de ste. El statu q&o, si bien haba alcanzado
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LUIS BARROS
B~KGONO
a tl-lnii~osde comn inteligeilcia, fu observado por Chile por hallarse limitada la jiirisdiccin provisoria- al Estrecho y caiiales internos, reservando a la Argentina !as costas del Atlntico. En la Memoria de 1877 dice el seor Alfonso que habra llegado a trmino aquelIa negociacin si se hubiese llegado a acuerdo sobre el sfatu qzro o jurisdiccii provisoria, cbstculo q u e era el nico ciue se opona a la constitucin del arbitraje estando realizado el acuerdo respecto de la materia litigiosa (todo lo disputado), de la designacin y facultades del rbitro y procedimientos que deban observarse en la discusin del litigio. L3 carta de Barros Arana de 29 de Abril de 1877 contierie todos los pormenores de esa negociacin, la forma lenta, engorrosa, accidentada en que fu desarrollndose. las alternativas a que estuvo sujeta y cmo la prudentc y discreta intervencin del Presidente Avellaneda, logr allanar muchas dificultades y llegar en punto a arbitraje a las condiciones ms satisfactorias, coino que posteriormente fueron reproclucidas en el arreglo definitivo. En uno de esos acpites dice que el Presidente y fodos los hombres dc Gobierno desean llegar a una solrrcin', <pero tienen un temor pnico a los tres o cuatro gritones del Congreso, a cuya caheza e s t j don Flix Fras y a los cuales no se conformar nunca con ningn. arreglo que no contenga algin captulo de humillacin para Chile. ! As, por ejemplo, en e statu qzto quisieron hasta negarnos la soberana en el Estrecho. De aqu nacen las intern~inables discusiones que estn a punto de dar al traste con ni paciencia y con mi juicio. Comunica que ha tenido nuevas conferencias coii el Presidente Avellaneda y que le ha entregado ur,a niinuta de los puntos que podran servir de hse para una Con: vencin de Arbitraje, y que si ellos no fueren aceptados, suspeilder las negociaciones y se retirar a Montevideo en espera de que se 'restablezca ms tarde 1111 anibiente de mayor tranquiIidad. Tal cosa no sucedi en ese i~iomento,y el diplon18ti-
co chileno sigui ron patritica perseverancia y en repetidas y prolongadas conferencias, la discusin de esas ;egociaciones que le llevaroti al Proyecto de Convencin de Arbitraje de 8 cle Mayo de 1877. La carta de 9 de Mayo de 1877 contiene esas bases y las explicaciones de cada uno de los puntos debatidos y acordados. ~DesPusde muchos afanes, dice, acoritjmos celebr2r conferencias en la noche y hemos teiiido una semana en gue trabajamos hasta la una y las dos de la maana, llegando al fin a ponernos de acuerdo sobre todos los puntos, como le anunci en mi telegrama de ayer, cuya contestacin espero para. emprender la redaccin definitiva de la convencin, porque Iiasta ahora s61o hemos hecho apuntes sueltos, pero bastante comprensivos. Como ya lo hemos anticipado, hubo acuerdo sobre las materias de fondo del arbitraje y las facultades del tery 2." de la procero, que se contemplan en los nmeros yectada Convencibn. La disidencia se mantuvo e11 el nmero 3 . O o sea en el statz~quo, y a este re~pecto seor el Barros Arana transcribi la proposicin que l habia sostenido y la que Unicamerite habia llegado a aceptar el Gobierno ,4rgentiilo. La redaccin del seor Barros Arana corresponda clara y definidameate a la doctrina qu Chile haba sostenido constanteniente, pero que a su vez el Gobierno Argentino habia rechazado perentoriamente. Deca la redaccin del seor Barros Arana: <Para evita-r las dificultades que puedan suscitarse poy cuestiones cle jurisdiccin en los territorios disputados, mientrai el rbitro dicta la sentencia, regir entre arnbos pases el siguiente arreglo provisorio: a a ) L.a 13epbfica Argentina ejercer su jurisdiccin en las costas del Atlntico Iiasta la ribera norte del ro Gall,egos, pero no podr ejercer actos'niievos al sur del .. ro Santa Cruz. * c b ) Chile la ejercer& e n . todo el Estrecho de Magallanes, canales y tierras adyacentes hasta la margen del ro
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Gallegos, pero no podr ejercer actos nuevos en la costa que se extiende entre este ro y la boca del Estrecho. Chile se compromete a mantener y favorecer la ms franca y libre navegacin del Estrecho en la forma que lo tiene ofrecido a toda; las naciones amigas en circular de 26 de Octubre de 1873. <c) Nose entiende que se innovan las medidas puramente conservativas, como las que tienden a la fcil comunicacin de los puntos ocupados, la defensa o polica de ellos, etc. a d ) Este arreglo provkorio no da derecho de ninguna especie a ninguna de las partes, 'as cuales no podrn invocarlo como ttulo de posesin en las gestiones que se hagan ante el rbitro. La aceptacin de estos puntos significaba la total acogida de la tesis chilena y el repudio de la doctrina enftiArgentino. camente sostenida por el ~ o b i e r n o Este acogi otra redaccin en que se consultaba el punto inconmovible de Chile, o sea la' posesin total del Estrecho e islas adyacentes, y consultaba una situacin especial para el territorio de la costa del Atlntico. Dice asi: a) Mientras el rbi'tro nombrado resuelva la cuestin que le est sometida, ambos C Ob'iernos, consecuenr tes con lo prometido al iniciarse en Santiago la discusin en 1872, se obligan a mantener estrictamente en los territorios comprendidos entre Punta Arenas y el ro Santa Cruz, el stntu guo existente en esa fecha. b) Se obligan igualmente a defender con todos sus recursos los territorios sujetos al statu guo contra toda ocupacin extranjera, celebrando los acuerdos que fuesen necesarios para e! cumplimiento de esta estipulacin. c) Se coiliprometen asimismo a -vigilar esos territorios, sus costas e islas adyacentes, impidiendo (mientras no hagan otra estipulacin) la explotacin de ellos por empresas o individuos, quedando a cargo del Gobierno Argentino la parte comprendida entre el Estrecho de Magallanes y el ro Santa C ~ i i z y a cargo del Gobierno de ,
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Chile el Estrecho, con sus canales interiores e islas adyacen tes. n El plenipotenciario chlleno informaba ampliamente a su Gobierno de las dificultades que Uaba sido necesario vencer para llegar a esta segunda redaccin, opinando que nos convena aceptarla ya-que conservbamos todo e i Estrecho y las islas adj-accntei, entre las cuales se inclua la totalidad de la Tierra del Fuego. El Gobierno consider, sin embargo, necesario insistir en que se mantuviese su jurisdiccin provisoria hasta el ro Gallegos, como haba sido sostenido por nuestro plenipoteilciario sin resultado. La negociacin no pudo ir ms adelante, y no fu posible dar forma al proyectado Conveiiio, que a haber sido aceptado en esos 'das nos habra dado la paz en condiciones mucho ms ventajosas ciue las del Tratado de 1881, el que nos oblig a reconocer, no ya la j'urisdiccin provisoria sino el dominio permaneite de la Repblica Argenti'na, no slo en toda la costa patagnica sino tambin en toda la parte oriental de la Tie-rra del Fuego, la isla de los Estados y las dems existentes sobre -el Atliitico. As lo establece expresamente el ..Art. 3.0 del Tratado de 23 de Julio cle 1881. La lnea del Cabo del Espritu Santo hakta el Canal Beagle, coincidiendo con el meridiano occidental de Greenwich, 68 grados, 34 minutos; dividi esa isla asignaiido la parte oriental a la Repblica Argentina'y a chile su parte occidental. En cuanto a territorio patagnido, el Art. 2.' del ! mismo Tratado fij, como se sabe, la linea divisoria en Punta Dungenes, a la entrada del Estrecho de Magallanes por su costa norte. Las notas oficiales de 21 de &layo y de 14 de Junio consignan las razones que aconsej~vnal Gobierno no aceptar aquellas proposiciones de Mayo, y suspender por el a momento esa negociacin. Siento diferii- de l opinin de Ud. le deca en aquella ocasin el seor Alfonso, que cree, salvo variantes de poco valor, no hay disconformidad entre sus bases de arreglo y el proyecto de que me
da cuenta, como resuliado de la deliberacin. Este Ministerio encuentra que en las primeras se han introducisustanciales y slo en nuestro perjiiido modific~~iones cio. Estimo de suma importancia, no slwla conservacin de todo el Estrcho con sus canales e islas adyacentes, sino asimismo la de una faja de terreno hacia el norte, que d seguridad a !as posesiones ch'ilenas y canipo para su desarrollo ulterior. sin este requisito, la jurisdiccin en el Estrecho nos sera de poco valor e importancia, conviniendo sobre todo buscar hacia el norte, para la fijacin del statu qzto, un lmite natural, que, a nuestro juicio, est llamado a formarlo el ro ~ a l l e ~ o s . En realidad, esa haba sido la doctrina de Chile cuando se haba discutido la transaccin y arreglo directo, y se sabe muy bien que era un punto irrediictible de la tesis argentina que no podra reconocer ni una sola pulgada en la costa del Atlntico. El rnodus vivendi adoptado dejaba ainplitud para las futuras discusiones o alegaciones ante el rbitro, y za11jdba una situacin que cada vez se haca ms tirante. En uno y otro pas se mantenan las exigencias extremas, y n una y otra Parte haba espiritus exaltados que resistan todo arreglo que 110' significase el reconocimiento total'de la respectiva doctrina. En aquellos propios das, sabedor el Dr. Fras de las negociaciones que se tramitaban, haba movido la opipin de un gran nmero de congresales, que si bien reunidos extraoficialmerite, no por eso dejaban de ejercer influencia. Haban hecho saber al Gobierno argentino que consideraban deshonroso todo arreglo con Chile que no fuese precedido de una satisfaccin por el incidente de la Jeanne A melie. Esta circunstancia le permiti decir al Ministro, en nota de 2 1 de Mayo de 1878, un ao despus de esas negociciones, que no haba sido pr~~dente-continuar por nuestra parte prosiguiendo una negociacin que la Cmara cle ese pas prematura e indebidamente trataba de embarazar. D
La carta de 22 de Mayo de 1877 manifiesta al seior Barros Arana el pesar que ha tenido por no poder acoger las proposiciones del statz~quo y se refiere, por lo dems, a las consideraciones desarrolladas en su nota oficial. Con este rechazo las negociaciones se cortan? Mucho lo temo; pero eritre dejar todo aplazado y tratar bajo una condicin que nos colocaba en mal predicamento, no podamos vacilar.. Elegimos lo ltimo, mucho ms cuando el transcurso del tiempo slo puede consolidar la posesin del Estrecho que es lo que nos interesa. El resto de la carta se refiere a la reclamacin francesa sobre la Jeanfze A~lzelie,y a noticias de poltica inen terna, relacionadas con posible modi'fi~aci~ el Ministerio.
CARTA
Observaciones y reflexiones -La consulta a polticos.-El Presidente considera qiie lo nico importante es asegurar la lii~ertad de navegacin del Estrecho.-La opinin no estaba preparada para una solucin de esa clase -El arreglo habra podido surgir.-En los dos pases hay tragaldabas.-La Conferencia en u11 teatro d e Buenos Aires con motivo de la preparacin de los funerales d e San h4artn.-Virulento discurso del Dr. Fras contra Chile; la tierra argentina ha sido hollada por este pas. -El Presidente Pinto no se siente afectado por ese ataque tan inusitado como violento.-En su carta informa a Barros Arana sobre la situacin anormal del Peri-Con buen humor da curiosas noticias mbre el invento Paraf y las perturbaciones ocasionadas en el mercado burstil.-El singular episodio del libro del padre Barba.
El Presidente Pinto escribe con fecha 3 de Junio, y se refiere como es natural a las comunicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero 'contiene algunas observaciones y rcfleja impresiones que realmente son curiosas y capaces de desconcertar a un observador imparcial. (:El statu qzio en la forma que t1 indicas (la proposicin argentina) no sera aceptado aqu. Hemos l-iablado
con algunas personas y el sentimiento unnime de todas ellas ha sido el que t e indico. <No falta, agrega, quienes se asustan al ver prximo el arbitraje. Cmo vamos a exponernos a que un rbitro nos despoje del Estrecho! Es una exclamacin que he odo en boca de personas muy caracterizadas. Estoy seguro que si se ajustase el arbitraje a las condiciones que lo hemos pedido encontrara'oposicin entre nosotros, pero al mismo- tiempo creo que sera aceptado por la mayora. <Si el Gobierno Argentino aceptase algo parecido a lo que te indic Alfonso, es decir, dejamos el Estrecho y someter a arbitraje las indemnizaciones que a uno u otro Estado corresponden, sera la solucin ms aceptada aqu, Se comprende que tal idea acaso no habra podido siquiera ser iadinuada al Gobierno Argentino, el que a la vez de estimar que .haca una gfan concesin a Chile, reconociendo por la va de la transaccin s u dominio al Estrecho, reclamaba ineludiblemente para si ioda la tosta del Atlntico. Pero la inisma carta consigna una opinin que, a haber sido enunciada en cualquier momento, habra liecho desaparecer todo motivo de 'desinteligenca. cL,e tenemos al Estrecho, dice, ms amor que el que en realidad merece. Lo que ms importa es la completa libertad de esa va de coinunicacin. Esa libertad estar sin duda mejor garantida si el Estrecho est en nuestro poder, pero es a todo lo que debemos aspirar. .Si este principio hubiese logrado inspirar la poltica de aquellos das, la transaccin se habra. realizado sin demora, y el pas se habra evitado peligrosas eventualidades posteriores, para llegar en definitiva a la consagracin de aquella idea en el Tratado de 1881. Pero la opinin pblica no estaba en aquel entonces preparada para una solucin de aquella especie. Entre tanto, no se haba podido llegar a la transaccin negociada en Octubre anterior, ni se haba logrado
ajustar la convencin de Arbitraje de Mayo. Si en uno 5 7 otro caso el' acuerdo de fondo haba estado sobre la riiesa de los negociadores, no haba tardado el sentiriliento extremista de cada pas en acentuar las exigencias de sus doctrinas irreductibles. Ni una pulgada de costa patagriica, se declaraba enfticamente de un lado; la lnea del ro Gallegos y ni tina nlilla menos de ribera del Atlntico. se afirmaba del otro; y en ambos pases se converta la desinteligencia en una cuestin de l-ionor nacional. Eni su decepcin de' 110 poder avanzar en esta cuestin que tanto interesaba resolver a Chile, ya sea por su situacin econmica ya sea por el problema de! riorte, escriba el Presidente Pinto con fecha 2 de Julio en trminos siempre serenos y discretos: Por lo visto, le dice a Barros Arana, parece que por esta vez no dar un paso adelante la cuestin coi1 esa Repblica. Quedarn las cosas as, lo que no deja de presentar sus inconvenientes. Esta sitiiacin nos obliga a vivir con el arma al brazo y preparados para todo evento. Mientras la Replblica Argentina est pobre viviremos tranquilos, pero cuando salga de esa situacin principiarn a incomodarnos. Tin arreglo como el que t propusiste habra sido aceptable aqu, aunque no sin oposicin. No faltan tainpoco aqu tragaldabas como don Flix. Se refiere en esta ltima parte a un discurso de la rnayor violencia pronunciado por el doctor Flix Frias en una conferencia celebrada en un teatro de Buenos Aires con motivo de !a preparacin de los funerales de San Martin. ,411 se pronunciaron diversas aiocuciones en prosa y en verso relativas al acto, y hablaron don Bartoloni Mitre y don Juan Mara Gutirrez, y ese momento lo aprovecl~don Flix Fras para lanzarse en un discurso contra Chile. En la carta de 30 de Mayo, en que informa Barros Arana sobre este suceso, dice que en la conferencia en que ley su discurso se qiieria preparar los funerales de San Martn. En realidad se han celebrado los del mismo
Frias que ha pasado a ser un personaje de sainete y nada ms. Si como lo refiere nuestro plenipotenciario, todas las personas serias que asistieron al acto reprobaron duramente ese discurso que, adems de inadecuado en la forma, ,era absolutamente impropio en aquella cerenionia, no se podra desconocer que Frias representaba esa politica exaltada y patriotera, y era e1 porta estandarte de la campaa contra Chile. . Idos siguientes acpites del discurso del doctor Frias permiten apreciar el tono de aquella arenga: Si el General San hlartn 110s preguntara: ?Qu habis hecho de la independencia? Aqu la respuesta, si haba de ser sincera, seria mucho nis clolososa. Un territorio ms grande que la niayor de las provincias argentinas, est invadido, usurpado por los mismos a quienes hicisteis independientes en Chacabuco y R4aip. Nuestra bandera que flanieaba en aquel territorio, se ha retirado ante las amenazas de Chile, que ha trazado una lnea de este lado de los Andes, ms all de la cual ha prohibido todo acto de dominio a los descendientes de los que desde 1807 hasta 1825, desde Buenos Aires hasta Ayacucho, lidiaron tan varonilmente en favor de la independencia de Sud Amrica. a1,as leyes del Congreso Nacional, de ese Congreso en que estn representadas todas las provincias argentinas, es decir, todas las glorias nacionales, han quedado sin ejecucin ante el veto fiel Gobierno Chileno. Los buques enviados de nuestros puertos a las costas que Carlos 111, que Rivadavia, que vuestro compaero de armas OIHiggins, reconocieron ser argentinas, han sido apresados como piratas. Y hoy se dice que no hemos de acudir a la defensa de nuestra tierra insultada, de la bandera argentina hollada por nuestros antiguos e ingratos aliados, que ser un rbitro, es decir, un extrao, el que ha de ensearnos como hemos de resolver las cuestiones en que est coinprometida la honra del pas. <Esa es la verdad, esa es la triste verdad de la situa-
cin de la Repblica Argentina, mirada por el lado de su ii:dependencia, hoy agraviada como nunca lo estuvo. Y yo afirmo que, si soportamos tamaas injurias, seremos indignos de traer los restos del Generai San Martn a esta tierra; ella no puede serle ligera, mientras el extranjero la pisa; mientras la bandera argentina no vuelva a los lugares de donde la fuerza de Chile la ha expulsado; mientras las naves argentinas, que mandadas por un valiente marino, conocieron tambin en otro tiempo la gloria, se escondan en nuestros ros avergonzadas de su inaccin.> Y en aquel acto hubo otras alusiones ms o menos desagradables para Chile. El Presidente Pinto al referirse a ellas en la carta de que venimos ocupndonos, dice: No han hecho mucha impresin aqu las simplezas en verso y prosa que se dijeron en el acto literario. La persuacin en que estamos de que esta clase de amabilidades las debemos a don Flix Frias, hace que aqu*se de poca importancia a ellas. La referida carta concluye con noticias sobre el Per y el suceso Paraf que tanto lleg a preocupar la opinin en esos das. Con referencia al Per le dice a Barros Arana que todo lo que all ocurre sale del orden natural. Prado se consideraba perfectamente tranquilo cuando el da meensado se subleva el Huscar. Llegaron a sta cartas e Prado felicitndose de la paz octaviana en que se hallaba el Per, despus de que el telgrafo nos haba anunciado el movimiento del Huscar. <La sublevacin de este buque no tuvo eco en el pais y rodujo, segn parece, indignacin. Pirola estaba perdi o y probablemente se habra entregado con su buque. Se les ocurre a los ingleses tirar algunos caonazos al Hziscar, y la escena cambia. Pirola ha batido a los ingleses*y 'eclipsado los laureles que Prado conquist en el 2 de Idayo. Hay indignacin popular y cae el htinisterio. Prado quiere aprovechar la oportunidad y como naturalmente cuenta con amigos en la administracin civil y militar, urde una revolucin en Lima y Callao que fracas
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segn dicen, por casualidad. De estas resultas, Prado se ha venido a chile y se encuentra actualn~enteen Valparaiso. aPirola est en el Callao preso a bordo. Da en esta carta con bueh humor noticias sobre el Paraf que tan preocupado tiene a la sociedad y perturbados los negocios. Paraf y Prado, dice, trajeron de Antofagasta diversas muestras de metales que ensayadas en la Moneda, pero con el reactivo que ellos usaban, dieron un 40%. de oro. Quisieron hacer al apartado por la va hmeda, pero desistieron, sea porque careciesen de los elementos necesarios, sea por otros motivos. Despiis por medio de fundiciones en crisoles han coilseguido reducirlos a una pasta de ochenta y tantos por ciento que han entregado a la R4oneda y que ha producido como $ 15.000. Los interesados construyen hornos para hacer la operacin en grande y dicen que estn seguros del resultado. En otros acpites expresa que <<los estn en el seque creto aseguran que la produccin de oro ser tal aue el precio de ese metal bajar. Por lo que resta del a-o nos prometen una produccin de 30 a 40 nlillones. Prado, Puelma y Cruchaga se prometen rescatar nuestra deuda y otras maravillas por el estilo. Todo esto produjo tina grave alteracin en el mercado, entonces tan limitado, de nuestros negocios. <:El que necesita vender una propiedad, dice la misma carta, la sujeta con la esperanza de que el oro Paraf causar'a una alza de todos los valores, y el que tiene dinero se apresura a colocarlo creyendo que el inters bajar. Consigna al final una noticia muy curiosa y caracterstica de estos extraos y singulares episodios. Ha circulado ltimamente, dice, la noticia de que el descubrimiento no es de Paraf sino de un padre espaol, Alonso Barba, que escribi hace dos aos un libro sobre mincraloga. En !a Biblioteca Nacional y en la del Convento de San Francisco exista esta obra y ha desaparecido. Se registran todas las bibliotecas para descubrirla se ha pe'
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dido a Europa por telgrafo. Es probable, !e agrega con chanza, que no se escapen tus cajones de libros. Se refiere a la importante Biblioteca de Barros Arana que ste haba dejado encajonada en una bodega de Santiago.
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,Se suspenden las negociaciones.- El seor Barros Arana presenta sus credenciaies en Ro Janeiro.-La Legacin Chilena contina acreditada en Buenos Aires: breve interregno -El seor Barros Arana tiene poca confianza en la reanudacin del debate. Est convencido de la inutilidad de !os esfuerzos en esos momentos. Razones de un orden extrao perturban el acercamiento actual: as lo expresa al Ministro Alfonso en carta de 7 de Julio de 1877, el da antes de abandonar Buenos Aires.Importante comunicacin de 28 de Junio dirigida al Ministro Irigoyen.
Entramos en la segunda etapa de aquklla misin. Al periodo lgido de las negociaciones, en que se intentan sin resultado todas las frmulas, va a seguir un momento de suspensiri en que acaso puedan serenarse los espritus agitados por el debate. Pero el negociador chileno necesita bien de este reposo, no para tranquilizar su nimo, q.ue ha estado siempre sereno sino para recogerse en sus meditaciones de patriota y de sincero diplomtico. Ha puesto toda su gran capacidad y su inagotable celo al servicio de la paz y de la buena amistad de los dos pases, y ha comprendido Que
A TRAV~S
aun est distante la hora de la buena inteligencia. El tiempo y un ambiente ms flavorable de la opinin pblica, haba de permitir ms tarde seguir avaflzando en el ya abierto y en parte deszarzado. Las negociaciones se suspendan, y el seor Barros Arana parta para el Brasil donde deba presentar las credenciales de que estaba prernunido. Felizmente el plenipotenciario chileno poda partir & e Buenos Aires sin dejar atrs tempestad ni rompimiento, sino tranquilamente, en amistosa cordialidad con el Gobierno Argentino. Pero e1 seor Barros Arana haba abandonado toda esperanza de poder llegar a algn avenimiento; en el fondo de su,alma daba por terminada su misin en el Plata. As se explica que comunicase al Ministerio su propsito de volver a Chile ((a fines del corriente ao (1877) o principios del venidero>. El seor Barros Arana consideraba concluda su misin en Buenos Aires, decia en aquella ocasin un distinguido escritor que fu su secretario. En transaccin o en arbitraje, haba empujado hasta muy arriba la pesada piedra en la montaa; y aunque sin llegar a la cspid6, la haba asentado en condiciones favorables para que otro viniera ms tarde a tentar con xito completo un nuevo esfuerzo. B (1) Barros Arana dejaba Buenos Aires e! S de Julio de 1877 y se diriga a Ro Jarieiro, donde se hallaba acreditada su misin y era recibido con las mayores muestras de consideracin y de respeto, tanto en el Gobierno como en la sociedad. Se retiraba de Buenos Aires convencido de la inutilidad de los esfuerzos para llegar a un arreglo. Si los hombres de Gobierno manifestaban los propbsitos y los deseos de arribar a una solucin, era e1 hecho de que cada vez se distanciaban ms 105 triniiios de una comiin inteligen( 1 ) TORO, Gaspar. La Difilomacia Chileler,o-Argentina en la Cuestin de Limites, Santiago, 1878, pg. 114.
TKAVBS DE
UNA COKKESPOXDENCIA
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Razones de poltica interna, dificultad de dominar 10s excesos de una oposicin sistemtica, intransigencias doctrinarias, todo pareca oponerse a la consecucin de los objetivos que anhelosaniente persegua el diplomtico chileno. En su carta de 7 de Julio de 1877. el da antes de partir al Brasil, escriba Barros Arana bajo esa penosa impresin: Cada da me parece ms difcil, expresaba, por no decir imposible, el llegar a un tratodo. Se refiere en especial a la nota dirigida con fecha 28 de Juiiio y a la copia de comunicaciCn de 26 del' mismo mes enviada al Ministro Irigoyen en que se encuentra la historia completa de la negociacin. Se registra esta comunicacin entre los Anexos.
XXVIII
NUDO GORDIANO
CARTAS DE AI,FONSO, D E JUNIO Y JULIO DE 1877 Retrotraer las cosas al ao 1872 importa retirar las declaraciones de Chile de 1873 sobre posesin pacfica hasta el Santa Cruz. - La doctrina inflexible de la Argentina exc!uye cualquiera extensin de costa en la Patagonia --La clusiila sobre el statu puo en la Convencin del Arbitraje es el nudo gordiano de la cuestin.-La opiniin pblica no estaba preparada para la frrnula'lhile en el Pacfico y la Argentina en el Atlntico. Esta delimjtacin s!o pudo alcanzarse pr el Tratado d e 1881. -Las cartas del klinistro explican la situacin de la poca y manifiestan a Barros Arana las razons de la determinacin gubernativa.-Dan noticias sobre los asuntos del Per que estn revuelt~s.
En carta de 5 de Junio de 1877, contestaiido comu-. nicaciones de 29 de abril y de.9 y 14 de Mayo anteriores, explaya el Ministro Alfonso las consideraciones que han obiado en el nimo del Gobierno para no aceptar la negociacin de arbitraje en proyecto. <Por mis con~unicacionesoficiales, le dice a Barros AGana, se habr inlpuesto de las dificultades con que tropezamos para la aceptacin de las bases de arbitraje que Ud. ha discutido extensamente y que tantas inoIestias le han ocasionado. El arreglo sobre el statu yuo es el nudo de la cuestin. No nos es posible retrotraer las cosas dl esta-
.A
do que tenan en 1872. Esto importara retirar las declaraciones de 1873, condicin si11 la cual, segn un diario argentino, no se puede tratar con Chile. Nada avanzaramos tampoco con aceptar esta base. Ella sera rechael Congreso, y slo i~nportara zada por la opinin y para nosotros dar un paso en falso. No debemos hacernos ilusiones. Hacer algo que signifique aunque sea remotamente o indirectamen te cantar a palinodia, hara aqu muy mal efecto, y nos desautorizara en la marcha de la negociacin. Stsrtu yuo aceptable es el contenido en la copia de las bases que Ud. me incluye. Segin el Art. 6.O la jurisdi'ccin de Chile llegara hasta el ro Gallegos,. no piidiendo ejercer actos nuevoi-desde la boca oriental del Estrecho hasta ese ro. Aunque la Repblica Argentina extendiese la suya al sur del ro Santa Cruz en el espacio comprendido entre ambos ros, lo que limita nuestra posesin efectiva, no habramos hecho de esto mayor cuestin en obsequio de la constitucin del arbi'traje y de la definicin de un estado de cosas que de otrq modo puede ocasionar dificultades y aun conflictos. La declaracin d e 1873, a que se hace referencia, era la que haba sealado la ~nea'delrio Santa Cruz como trm<no de la jurisdiccin en que Chile habra de mantenerse mientras se defina la posesin legal de aquellos territorios por arreglo directo o por el arbitraje contemplado en el Tratado de 1856. , La modificacin de "esa lnea por mutuo acuerdo para llegar a una solucin de las dificultades estaba dentro del desarrollo natural de la negociacin. En el hecho se reconoca ello aceptable, desde que se consideraba buena y digna de ser acogida la base que Barros Arana haba propuesto para designar el ro Gallegos como lnea d e ~iues. ira posesin efectiva. Pero, ya fuera la lnea del ro Santa Cruz, o la del ro Gallegos, cualquiera extensin de costa en el Atlntico era rechazada enfticamente por el Gobierno Argentino; de otro modo la cuesti'n habra quedado arreglada desde el primer momento. La doctrina argentina se mantuvo in-
flexible a este respecto; Chile en e! Pacfico y la Argentina en el AtlAntico., Como una manifestacin a la buena amistad entre los dos pases y un reconocimiento a la obra realizada por Chile en obsequio a la riavegacin, se le reconoca el dominio pleno de Estrecho y de las islas adyacentes, pero ni una pulgada de terreno en la costa patagnica del Atlntico. La cuestin que en un principio slo vers sobre la pequea faja a la entrada del Estrecho entre Punta Dungenes y Cabo Vrgenes, se extendi m+ tarde a la costa oriental de Tierra del Fuego y a una parte de esta isla. Por el Tratado de 1881, Chile acept esta lnea de delimitacin, estimando, como as era, que de ese modo se consultaban los intereses nacionales y los dictados de una acertada politica ihternacional. Pero en aquella poca, y en aquellos das de 1877, la opinin no estaba preparada ni en uno ni en otro pas para,llegar a una solucin que pudiese 'ser satisfactoria. Como vamos a ver por el desarrollo de aquellas negociaciones, que 'terminaron por la Convencin Q Tratado de 18 de Enero de 1878, eran muchas las dificultades que deban orillarse, miichos los subenfendidos en que era meen nester incurrir, y no pocas las voluntarias que se deba caer; y por eso, no era raro, que a pesar de las explicaciones, cada vez que se quera aclarar 'lo convenido o llenar lo omitido, se incurra inmediatamente en el fracaso de las negociaciones y en la vuelta a las ms intransigentes declaraciones de cada parte. El tiempo y una opinin mejor ilustrada de uno y otro pas, y el pa-. triotismo y nunca desmentido celo de los hombres de Estado y diplomticos de Chile y 12 Argentina lograron al fin realizar aquella obra de la paz y de la buena amistad, contra todas las Susceptibilidades callejeras y la autoridad de los viejos ttulos. La carta de 19 de Junio de 1877 del &Iinistro Alfonso, ampla las razones que ha tenido el Gobierno para no acepiar el proyectado arreglo de Mayo, y la desconfianza, o mejor dicho la decepcin, que ha experimentado sobre los propsitos del Gobierno Argentino. <<Creo,le dice,
misiones
c,ue el Presidente y el Ministro de Relaciones Exteriores son sinceros y leales en la expresin de sus sentimientos, pero a la vez considero que es inequvoco que su libertad de accin enciientra muchos tropiezos y tienen que deducir y sustentar pretensiones a que no podemos acceder. Le da noticias en esa misma carta sobre el Per. <ESOS negocios estn muy revueltos. Los desrdenes se suceden unos a otros, y forman una cadena interminable. A esos vecinos les gusta intentar revolver el hogar ajeno y, entre tanto, ellos no pueden sujetar los disturbios de e la casa propia.)) En !a carta de 30 de Julio de 1877, se contrae especialmente a desvanecer algunas malas impresiones relacionadas con la actitud del Gobierno y a desvirtuar versiones particulares mal intencionadas enviadas desde Chile. Debo decirle, a este respecto, que Ud. debe estar prevenido contra las especies falsas o exageradas que pueden irle desde aqu. Nunca faltan gentes que por nlal6volencia-o ignorancia estn siempre dispuestas y prontas a que pueda ser ms desagradable, y a recocomunicar ger cuntos chismes oyen por la calle.)) Y en orden al concepto y a la apreciacin del Gobierno, el Ministro quiere ser perfectamente explicito y justo. En el seno del Gobierno, le expresa, comprendemos perfectamente las dificultades con que Ud. ha tropezado y nos hacemos cargo de si! situacin. Por lo dems no ha podido ver reproches cdonde no ha habido ms que observaciones an~istosas,pero que he credo necesarias. Conlo se trata de un asiinto tan delicado, tengo la conviccin de que no conviene dejar en pie ninguna duda, y establecer bien netamente el sentido dc palabras que puedan prestarse a varias interpretaciones. En esta situacin, contina con hidalga franqueza, TJd. y yo somos solidarios, no pudiendo concebirse en ningn caso ni bajo nihgn pretexto que nuestro nico norte no ha sido otro que defender los intereses bien entendidos
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de Chile, sin vacilaciones ni temor. De aqu la necesidad de las observaciones que me cre en el% casde hacer a u d . a fin de evitar esuvocos y malas ihteligencias. Se refiere adems a la comunicacin confidencial enviada por Barros Arana en que se hace una detallada informacin de todos los accidentes y particularidades de la negociacin, comiinicacin que, a decir de fa gente, ha1 ba sido destruida en el Ministeiio: Me ha parecido bien, le dice el Ministro Alfonso, la nota reservada que Ud. me ha pasado. Ella explica inciderites de que debe quedar constancia. Por ahora, no conviene darla a luz; ms tarde su publicacin puede ser muy til. Por consiguiente, no se ha pasado por mis mientes el romperla, como Ud. me lo indica.)? Se registra entre los Anexos.
XXIX
El Presidente Pinto no desea dejar ningn equivoco y en su carta de 12 'de Agosto de 1877 le manifiesta que precisa hay alguna mala inteligencia en lo ociirrido y le -cul ha sido su punto de mira en la cuestin. <Si el Gobierno Argentino, le dice. hubiera aceptado el arbitraje en las bases propuestas por t, habrfa sido sometido-al Congreso el arreglo y creo que habra sido aprobado. Es verdad que hay algunos que creen que no deba someterse a arbitraje nuestro derecho al Estrecho, pero esto es tan absurdo que creo que no habra sido aceptado.
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LUIS BARROS B O R G ~ O
Habra sido iiidudablemente mejor qiie el Gobierno Argentino conviniera en que el arbitraje se redujera a las indemnizaciones respectivas quedando nosotros con el Estrecho y ellos con la Patagonia hasta el ro Gallegos, pero esto, segn lo has dicho t, es imposible. Pero era evidente; en la frase hasta el ro Gallegos, estaba toda la cuestin; el Gobierno Argentino haba aceptado reconocer todo el Estrecho a Chile, pero nTj aceptaba ni una pulgada en el Atlntico, y si haba fracasado la negociacin anterior por una corta extensin en las bocas del Estrecho, mal poda convenir en que Chile pudiera avanzar sobre la costa patagnica hasta el ro Gallegos. Esto era dar por resuelta por entero toda la cuestin a nuestro favor; y ya sabemos que en Ia negociacin de 1881, no slo haba de reconocer Chile la tesis argentina en la costa patagnica sino aun en la costa oriental de la Tierra del Fuego. En esa carta le da Pinto noticias sobre la poltica interna, y le comiinica que en las Cmaras se discute iina ley sobre cementerios presentada por Santa Mara. LOS clericales, le dice a este respecto, -la combaten con calor, :y aunque la cuestin afecta hasta cierto punto los sentimientos religiosos, no ha producido en la sociedad la excitacin que esta clase de cuestiones producen ordinarinmente. >> Concluye dndole notici'as de algunas desgracias re3 cientemente ocurridas y en especial de 1 muerte repentina y tan inesperada de Federico Errzuriz. Federico, le dice, ha sido muy sentido y pocas muertes han causado en nuestra sociedad una impresin parecida.)) Presidente Pinto contesta con fecha 26 de Agos1 to de 1877, a Ro Janeiro, una carta de Barros Arana de 12 del mismo mes, en la que le hacer ver la necesidad de mantener una 1,egacin permanente en aq,uella gran metrpoli. <Muy acertadas, le dice Pinto, encuentro las observaci'ones que t me haces respecto a la conveniencia de tener en Ro Janejro una Legacin permanente. 'ES - sentimiento general entre los r~oliticluerosde caf, le agrega,
que el dinero que se gasta en nuestra representacin exterior, esSplatabotada al mar. Pero, en ste como en muchos otros puritos, faltan dichos pblitiqueros. Si ~ u d i e r a avaluarse en dinero, el servicio que directamente prestan las Legaciones que mantenemos en los pases vecinos, se vera que no haba fondos mejor empleados. Esto Sin contar con que la falta de esas 1,egaciones dara facilidad a conflictos internacionales, uno de los cuales ocasionara en un ao ms gastos que los que hacemos con mucho en mantener nuestras Legaciones. Con su acostumbrado espritu poltico aade que si bien <con el Brasil no tenemos grandes relaciones comerclales ni existe en ese pas iina numerosa poblacin chilena, como en la Repblica Argentina, Bolivia o el Per, hay consideraciones de otra naturakza, que t seala; perfectamente en t u carta, que justificaran de sobra el gasto que hiciramos en mantener una Legacin permanente en el Brasil. Al final contina dndole noticias sobre la discusin e n el Congreso de la ley de Cementerios. Los clericales, le dice, han hecho varias tentativas para organizarse y prepararse para la eleccin de 1878; pero todas sus tentativas se han estrellado contra la frialdad de los nimos. Creyeron que este proyecto de ley servira a su objeto y El Estandarte y El Indeflendiente principiaron a escribir articulas incendiarios llamando a los fieles a !a defensa de la religin perseguida por los infieles. Los oradores ultramontano~ la Cmara tomaron unos tras otros la pade labra, sin esperar contestaci~z,y al mismo tiempo celebraron un meeting en que pusieron a los liberales de oro y azul. En realidad 60 han conseguido su obje!o; nad-ie ha credo en ei p4eligroque corra la religin y fuera de la Cmara no son muchos los que hablan de cementerios. Y con su buen sentido prctico, le anuncia lo que habra de suceder. La Cmara modificar probableinente el proyecto de Sarita Mara, suavizndolo; pasar al Senado, y probablemente quedar all encarpetado. El Ministro i21fonsoJ por su parte, concurre en su car-
t a de 28 de Agosto, con las ideas de Barros Arana, aceptadas por el Presidente Pinto, en orden a la necesidad de mantener permanentemente una Legacin en Ro jarikiro? Concuerda asimismo nuestro Ministro con las ideas del. Canciller brasilko respecto a la conveniencia de aplazar la discusin de nuestra cuestin de lmites, ideas q ~ i e el seor Barros Arana haba transmitido en carta al Presidente Pinto. El Presidente, le dice a este respecto el seor Alfonso, me ley la carta de Ud., y encuentro que las opiniones del seor Cotegipe son muy sensatas y fundadas. Lo que piensa este hombre de Estado sobre nuestra ciiestin de limites no admite rplika ni observacin. Creo como l que no nos conviene moverla por ahora: Adems, con dejar correr el tiempo no tropezamos con ningin pel ligro y obtenemos una ventaja, nuestra posesin se afianza, pues como el vino, gana con la vejez.)) Y en cuanto a la conveniencia de cultivar nuestras marchanbuenas relaciones con el Brasil! le e ~ ~ r e s a ' ~ u e do de acuerdo con este pas muchas cuestiones desaparecen o fcilmente se solucionan. Tenemos en jaque al mutuo vecino, de espritu intranquilo y alborotado. No resultan sino bienes sin ningn inconveniente. Para m ser gasto my bien fiecho el que nos imponga la subsistencia de esa Legacin permanentemente- Hay dos cartas del Presidente, de 11 y de 25 de Septiembre de 1'877, que no tienen inters para nuestro estudio. Nos bastai.dejar anotada la noticia que da en la primera de ellas sobre el fracaso de la negociacin Para', ya que en comunicaciones anteriores se haca aliisin a este extrao y curioso asunto. Le comunica que despus de numerosas operaciones infructuosas los asociados de Paraf se han visto en el caso de declarar que haban sido engaados, que no exista invento, que Paraf era slo un hbil prestidigitador, y que echaba oro a los crisoles al hacer la fundicin. El fraude era cometido por el asistente; o sirviente de Paraf que de aspecto sencillo, inculto y casi idiota, era
el verdadero Deus ex MachZne, que operaba en cada caso, practicando materialmente todos los actos consiguientes a lcada, fundicin. Paraf operaba personalmente en un principio con grande habilidad, a presencia de sus asociados, y asistido por su operario. Ms tarde se abstuvo de hacerlo personalmente, y entregaba sus reactivos para que operaran directamente sus compaeros, quienes, coino era natural, estaban acompaados por el operario que entenda en todos los manipuleos de cada operacin. Proceda Paraf con tal habilidad y la negociacin se desarrollaba 'en tales condiciones, que pudo desenvolverse durante un ao, sin que incurriesen en sospecha sus asociados, tcnicos unos, hombres de iegocios otros, y todos dios de reconocida honorabilidad, que comprometan en la empresa su nombre y su dinero. Se necesitara de muchas pginas para poder explicar lo que fu aquella audaz y sensacional maquinacin. Una carta del Ministro L41fonso,de 25 de Septiembre de 1877, .solo hace referencia a los malos resultados de una colonia de franceses llevada de Buenos Aires a Punt a Arenas y al fracaso de l a negociacin Paraf que. tanto preocup los nimos en aquellos das.
La carta de 9 de Octubre de 1877 y a vuelve a ocuparse cle los asuntos argentinos. Las noticias que nos llegan, dice, a ser ciertas, colocaran la situacin ms y ms de-licada y si bien no les atribuye mayor importancia, hay inquietud en el Gobierno.
El Presidente y los conipaeros, se ve en el caso de decirle, son de opinin que enve a Ud. una nota indicndole la necesidad de volver a Buenos Aires, y all va. Con todo, no pudiendo apreciar todava nosotros la gravedad ni 1 naturaleza de las circunstancias, Ud. tiene cierta li bertad de accin en vista de los datos aue ya tenga o pueda obtener. Si Ud. divisa que hay peligro en su regreso a Buenos Aires, facultado para continuar en Ro o trasladarse slo a Montevideo. Lo que recomiendo a su prudencia y discrecin es poner atajo por los medios de que Ud. pueda echar mano a los rumores desautorizados que extravan la opinin .y exaltan los nimos. No queremos ni deseamos que los acontecimientos se precipiten ni que a la discusin sucedan las vas de hecho. 'Necesitamos de paz ahora ms que nunca, porque el estado de las finanzas, lejos de mejorar, ms .bien eniperora. - Su vuelta a Buenos Aires, caso de efectuarse, es muy conveniente que sea moiivada, no para dar expiicaciones, ni abrir una nueva discusin, sino a causa de su paso por esa ciudad y con el objeto de terminar su misin, que el Gobierno no desea que concluya sino por lo que Ud. pueda haber determinado. Me consta que Ud. anhela volver a Chile, creyendo que en la cuestin de lmites nada nis puede hacerse. Quien sabe si el sometimiento de una nueva idea al debate logre realizar lo que hasta aqu no se ha alcanzado. Por ejemplo, constituir el arbitraje sin determinar nada sobre el statzt quo, nudo de la dificultad, sera quizs un medio de orillar todos !os tropiezos. <En caso de encontrarse Ud. de nuevo en Buenos Aires, explanar esta idea; como alguna otra que pueda ocurrirse. Si vuelve a dicha ciudad, avseme su llegada por el telgrafo. s Como lo veremos por la correspondencia de Barros Arana, ste era absolutarnente coritrario a la idea de renovar en aauellos montentos una discusin que deba coxisiderarse por entonces agotada. Estimaba que la ocasin era adversa y que no se divisaba ningn factor que
pudiese ser favorable. Hubo de someterse ante la insistencia del Ministro y muy en especial del Presidente Pinser un obstculo a la posibilidad sito, y no quiera de un acercamiento. De la carta de 110 de Agosto de 1877, tomamos sus acpites tiles. Est escrita desde Ro Janeiro, y hace referencia a la informacin que ha recibido sobre la sesin de la Cmara de Diputados Argentina en que se desarroll una interpelacin sobre los asuntos-de Chile, y le indica especialmente que la interpelacin haba sido preparada por el Ministerio. El diputado W ilde (interpelante) es amigo particular del Presidente Avellaneda y del Ministro Irigoyen. Este deseaba esa interpelacin para explicar srr conducta y desvanecer los cargos que por bajo le hacan Fras y sus ami'gos. La presencia del Pvfinistro de Hacienda en esas sesiones tenia por objeto demostrar a los exdtados que la si'tuacin financiera de esa Repblica.no permita en manera alguna pensar en operaciones blicas. Se refiere, en seguida, a sus conversacioiles con el Ministro argentino Domnguez, acreditado ante el Gobierno de Ro Janeiro y le significa que ste !e ha expresado haber recibido carta del .Ministro Irigoyen en que le dice que ((considerara una locura y una9calamidad para 1a Repblica Argentina cualquier proyecto de guerra. <Pero no Piensa as don Flix Zras, agrega Barros -\rana, que quiere que la escuadra argentina vaya inmediatamente a tomar posesin de Santa Cruz y de las costas del Sur. Concluye manifestando la imposibilidad cn que se hallara la Argentina para poder emprender operaciones de este gnero, pero aconseja reforzar en todo caso la estacin naval de Punta Arenas. Deja testimonio, por lo dems, de las sinipatas con que crienta Chile en el Brasil y se refiere a la carta que sobre el particular escribe al Presidente Pinto.
En la carta de 16 de Agosto de 1877 se ocupa de la proposicin que se le ha insinuado para reanudar las negociaciones y se manifiesta absolutamente contrario a tal idea. El hlinistro Dominguez, dice, me ha impuesto de una carta del Presidente Avellaneda en que le recomienda que hable conmigo para ver de buscar un arreglo a la cuestin de lmites. Dice en ella que est convencido de que Chile no abandonar jams por tratado alguno la posesin deI Estrecho, as corrio la Repblica Argentina no puede en ningn caso abandonar sus derechos a la costa del Atlntico; que, por lo tanto, a pesar de'las resistencias de los exaltados de uno y otro pas, hay para los hombres tranquilos y bien intencionados, un punto de partida seguro, dejando a Chile con el Estrecho y a la Repblica Argentina con las costas del Atlntico. Todo est iriuy bueno; pero, icul sera 'la lnea divisoria? Nosotros la fijamos como mnimun de nuestras exigncias en ro Gallegos. <E] Presidente Avellaneda cree que el mximun a que puede llegar es a la proposicin que transmit a Chile en Julio del an"b anterior para que se- cumpla as el deseo de los patriotas de ac que no quieren que Chile tenga una sola pulgada de costa en el Atlntico,' ni aun en la costa de la Tierra del Fuego. El seor Dominguez, que por su propia Cuenta me ha hecho algunas proposiciones, sin conocer o sin recordar las que me hizo su Gobierno en Julio del ao anterior, ha sido todava mucho ms largo. Yo le contest que mis instrucciones no me autorizaban para tratar sobre esa base, y que me propona escribir una carta confidencial a1 Presidente Avellaneda para repetirle en los mejores trminos lo que le haba dicho. <En esa carta le dir que creo que no llegaremos a resultado alguno, porque no me es posible ceder ms, absolutamente nada de las proposiciones que tengo hechas, y que deploro que la intransigencia argentina por pedazo de terreno que no vale nada, sea causa de que no lleguemos a entendernos. Creo que todo quedar all y que al fin, a menos que sobrevenga algo que no puede preverse,
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no podremos arribar, a lo menos por ahora, a un convenio. Como las negociaciones tendrn que quedar paralizadas, como yo estoy hastiado a no poder ms con este negocio, y coino creo que ni siquiera nos conviene aparecer conlo que ansiamos llegar a un arreglo, mi deseo es no volver ms a Buenos Aires, o volver a vender mis muebles o a hacerlos vender para estar pronto para dar la vuelta a Chile. Sobre la subsistencia de esta Legacin, soy de opinin que se conserve, residickdo el ~ i n i s t r O ' e nRo Janeiro, por razones que le he dado al Pfesidente en mis cartas. Aqu estiman tanto a Chile cuanto desdean a la Repblica Argentina. Todo brasilero, grande o pequeo, habla este mismo lenguaje. Creo que por ahora, no habr otra cosa que bullicio y declaraciones violentas de los agitadores y prensade Buenos Aires, pero est cierto que si los medios de que dispone este pas guardaran proprcin con su arrogancia, el conflicto no habra tardado en producirse.* Hay un conde este pas, vencimiento general sobre la futura el desarrollo de la poblacin y el aumento de sus rentas, 17 se contempla en el porvenir la restauracin del antiguo virreinato del Plata, y en tales condiciones Chile perdera toda influencia en esta parte de la Amrica y tendra que someterse a sus imposiciones. El Presidente Pinto escribe sobre el mismo punto con igual fecha de 9 de Octubre de 1877. Llegan a diario noticias alarmantes de Buenos Aires, y la prensa de esta ciudad anuncia en una ocasin e! envo de un cuerpo de tropas chilenas a Magailanes, y culpa en otra a agentes chilenos de la explosin del vapor Fulminante, ocurrida en la rada de Buenos Aires. Aiinque no damos grande importancia a estas noticias, dice Pinto a Barros Arana, hemos creido, sin embargo, que era necesaria t u presencia en Buenos -4ires para que nos informes de lo que all se proponen y tambin para saber s i podemos o no llegar a iin desenlace de la cuestin pendiente. Alfonso te, escribir ms largo sobre esto.
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Entra, en seguida, a la materia misma e insina siquiera un modus vivendi de hecho. Los argentinos, dice, no se conforman con la declaracin de Ibez, que nosotros nos hemos visto obligados a sostener, de que Chile est en posesin del territorio al sur del Santa Cruz,, y creo que si no hoy, ms tarde han de pretender resoiver de hecho la cuestin, estableciendo alguna fuerza en ese punto. Si tal cosa sucediese nos pondran en un serio conflicto. Sugiere entonces ei Presidente una situacin de hecho, prudente y conciliadora, mientras pueden obviarse los inconvenientes actuales. T debes conseguir de Avellaneda que deje las cosas en el estado en que se encuentran, que por nuestra parte procedemos en ese sentido. Nos mantenemos en Magallanes, y si para el resguardo de nuestros derechos hemos hecho algunas declaracones sobre la costa sur del Atlntico, no hemos tomado ninguna medida que signifique ocupacin de ese territorio. All en esas pocas lneas y en el pensamiento que las dictaba estaba toda la cuestin y el nudo de las dificultades. La posesin del Estrecho era reconocida y no disputada por la Repblica Argentina, pero a condicin de que Chile no pretendiese ese territorio patagnico al sur del s a n t a Cruz ni en ninguna parte de esa costa del Atlntico. En el, hecho, Chile no ocupaba esta regin ni haba ejercido la posesin de ella; pero exista aquella declaracin de 18'73, que haba hecho concebir derechos, excitando el patriotismo nacional. El Gobierno no poda desautorizarla sin comprometer ante la opinin del pas su propia situacin; el nudo estaba ciego por el momento, slo nuevas circunstancias haban de permitir desatarlo ms tarde. Concluye esa carta con noticias sobre la dura situacin de crisis por que atravesaba entonces el pas. Los negocios muy malos, le dice; la baja del cobre en Europa, si contina por algunos meses, traer para nuestro comercio consecUencia desastrosas.
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LUIS BARROS
BORGONO
~mal estado de los negocios influye en nuestras l finanzas, Cuando se formaron en el ao pasado los presupestes cremos que los gastos se nivelaran con las entradas. No ha sucedido as, y tendremos un dficit de ms de un milln de pesos. Siempre el mismo problema: las industrias y el comercio sin vida pi-opia, el progreso del pais subordinado a las industrias extractivas y nuestro presupuesto nacional debatindose entre las economas y el dficit. Si la ciha enunciativa del dficit pudiera parecer hoy pequea, no lo era absolutamente para los recursos de entonces, y menos todava si se toma en cuenta el tipo de cambio de aquella poca y la circulacin de oro en que viva el pais. La carta que le sigue en fecha es de 5 de Noviembre, pero ella es muy breve, y se limita el Presidente a comunicarle la crisis parcial que experimentaba el Ministerio, y su reorganizacin, conservando los SS. Alfonso y Amuntegui sus respectivas carteras de Relaciones Exteriores y de Justicia, y entrando a formar parte los seores Vicente Reyes, en el Interior, Augusto Matte, en Hacienda y Manuel Garca de la Huerta en Guerra y Marina. Al darle esta noticia le agrega que el nuevo Gabinete ha sido bien recibido,.
XXXI
gnica a los fugitivos de Magal1anes.-Contra su opinin regresa a Buenos Aires el pIenipo'tenci,ario chileno.
Con fecha 7 de Noviembre de 1877 reitera el Ministro Alfonso sus instrucciones para la traslacin de Barros Arana a Buenos Aires, lo que ya estima no slo necesario sino urgente en vista de -las noticias cada vez ms al&mantes que llegan -de nuestros vecinos. Sup,ongo, le dice el, Ministro, que estarn en su conocimiento mis comunicdciones del correo anterior en que manifestaba a Ud. la urgencia de volver a Buenos Aires. La cuestin argentina, como Ud. debe saberlo, ha tomado recientemente un aspecto que no deja de producir alarma. Se nos atribuyen los ms estrafalarios propbsitos: Somos injustos agresores; vio1,entos; hemos negociado para ganar tiempo y poder preparar nuestra marina; buscamos la alianza del Brasil,. Todo esto y mucho ms se dice, y de ello se hacen eco hasta chilpos, como Manuel Bilbao, por ejemplo, quien ha escrito una larga carta con el objeto de que se publique en esta ciudad, y en la cual se hacen los ms tremendos cargos contra el Gobierno de Chile. El mismo don Flix Fras no habra escrito quizs en el mismo sentido. Sin embargo, Bilbao asegura ser muy amante de su pas, y mirar con el ms profundo inters todo lo que le concierne. No s de donde ha sacado mil datos falsos, que han llenado su cabeza de toda clase de ideas, a cual rns errnea y desfavorable para nosotros. En tal situacin, el regreso de Ud. a Buenos Aires tiene much-a importancia, mucho ms cuando sabemos que el General Mltre se ha puesto al habla con Ud. para ver modo de poner trmino a la cuestin. <Varias ideas hubiera querido someter a su consideracin en el evento de nuevas conferencias. Pero me ha parecido ms oportuno aguardar qu proyectos de arreglos le son indicados; y corno tenemos telgrafo, comunicar por esta va el pensamiento del Gobierno en vista de los propsitos de nuestros contradictores.
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<Tenga la bondad de avisarme cundo se propone Ud. volver a Buenos Aires y su llegada a esta ciudad. Ya por telegrama de 29 de Octubre de 1877, el diplomtico chileno haba contestado al Ministro su ndta de 9 del mismo mes, sobre su vuelta a Buenos Aires expresndole que <haba determinado demorarla. Una negociacin frustrada, le dice, sera en estos momentos un grave mal, y mi viaje sera perjudicial. Escribo privadamente al Ministro Elizalde para tener informacin ms segura. En Benos Aires, agrega, se habla de paz y tratados; pero no se dice nada de las bases, que es lo importan te. El seor Alfonso no pudo nienos de asentir a lo expuesto en el anterior telegrdnia, y as 10 hizo saber por su comunicacin telegrafica de 8 de Noviembre, por la cual se l'e dice que el Gobierno aprueba la determinacin que ha toma'do respecto del asunto a que se refera mi nota de 9 de Octubre.)) Entre tanto, haban sido acogidas favorablemente en Chile las informaciones particulares que haban llegado de Buenos Aires, y en el sentido de que la poltica de conciIiacin de los partidos que all se haba verificado presentaba un ambiente propicio al arreglo con Chile. El diputado don Jos Manuel Balmaceda, hacindose eco de' esos sentimientos, manifest en sesin de 8 de Noviembre los deseos de que se hiciera volver a Buenos Aires al seor Barros Arana y se reabrieran las negociaciones interrumpidas. En sesin de 15 de Noviembre la Cmara aprob una orden del da, ~ropuesta por el seor Balmaceda, aconsejando al ~ o b e r n oque se aprecurxse a negociar, que la ocasin era propicia y que no deba perderse tiempo. Entre tanto, no haban faltado voces que en la Cmara hicieran presente la inania de tales opiniones. Cmo, exclamaba ei diputado don Mximo Lira, que haba sido 'recientemente en Buenos Aires representante de Chile y conoca bien los hombres y las cosas de Buenos Aires. <Cmo es esto? Surgen Fras, Tejedor, Elizalde,
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10s legendarios enemigos de Chile, y puede confiarse en sus influencias favorables. Un gobierno unido y fuerte, si ello era efectivo, cmo p d a ser menos exigente que antes de contar con el apoyo de todos los partidos. Y eso es lo que deca ms tarde el seor Elizalde, manifestando su extraeza de que hubiera podido incurrir en tal error el Gobierno y la opinin de Chile. No comprendo, deca ese ex-Ministro de Relaciones Exteriores de esos das, cmo ha podido creer el Gobierno de Chile que el Argentino, cuanto ms apoyo tuviese en la opinin y cuanto ms fuerte fuese, ms haba de ceder de su derecho, haciendo mayores concesiones. El Gobierno Argentino no ha producido el hecho ms insignificante que excusase tan gran- error. La carta del Presidente Pinto de 15 de Noviembre de 1877 est inspirada en los mismos sentimientos y buenos propsitos del Ministro Alfonso. Cuando 1Iegues a Buenos Aires, le dice el Presidente, encontrdrs las instrucciones de Alfonso, y pronto podrs saber a qu atenerte, es decir, si es posible abrigar la esperanza de algn arreglo o n. Manuel Bilbao, le aade, escribi una carta a Miguel Amuntegui sobre, la cuestin argentina, de la cual resulta que si no ha habido arreglo ha sido por culpa del Gobierno de Chile. De esta carta envi copia a varias personas, y ha dado origen a la interpelacin de Balmaceda. La pobreza ha avivado el deseo de un arreglo de la cuestin argentina. La generalidad desea un arreglo, salvo el derecho de araar al Gobierno si en el arreglo no nos adjudican la Patagonia y las Pampas. Si hay buena voluntad, como parece, en el Gobierno Argentino, creo que podrs conseguir concluir esta malha: dada cuestin. Pero no exista del otro lado de los Andes esa buena voluntad que se esperaba y por el contrario, las exigencias habran de ser tan irreductibles como antes; y de ste, las aspiraciones no cedan un punto de los derechos
a la Patagonia y hasta las Pampas, como con su espritu socarrn le deca Pinto. En carta de 20 de Noviembre de 1877, a la vez de dar noticias sobre la interpelacin Balmaceda, le informa el seor Alfonso del estado de nimo de la opinin en favor de un acercamiento que se nota tanto en la Argentina como en Chile. Estima que ante todo es menester que desaparezcan las alarmas infundadas que, acerca de nuestros propsitos, se han hecho circular en Buenos Aires. <Desde que Chile piensa en todo menos en agresin, le dice a este respecto, era evidente ,que las alarmas de nuestros vecinos tenan que calmarse y desaparecer. Por las noticias que nos llegan de Buenos Aires, vemos que soplan por all vientos de paz y de concordia. Conviene ap,rovecharlos. * <Acabo de recibir una comunicacin del Gobierno de Buenos Aires, que hoy me ha transmitido de viva voz el oficial de la Legacin, en el ~nisniosentido. Se propone esta comunicacin poner en nuestro conocimiento la unin de los partidos y los propsitos de estrechar relaciones, juzgando muy posible poner trinrno a la cuestin de 1imites. Todo revela, pues, que el camino puede facilitkse considerablemente y que Ud. se halla en situacion de empujar el asunto a su desenlace.), Concluye la carta informndo1,e de .los deplorables y dobrosos sucesos~ocurridos recientemente e n Punta Arenas. <Deplorables sucesos, le refiere, han acaecido en Magallanes. La guarnicin se sublev y con ella los relegados, cometiendo todo gnero de excesos. La noiicia nos ha llegado por el telgrafo transandino. Esperamos pormenores. Entretanto saldrn fuerzas a la mayor brevedad para el restablecimiento del orden.
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El Presidente Pinto por carta de 1 . O de Diciembre anuncia a Barros Arana las instrucciones que se ha considerado necesario impartirle Rara que regrese a Bueqos
Aires. En este sentido, le dice, te ha dirigido Alfonso un telegrama que a la fecha estar ya en tus manos. Ojal sean positivas las noticias que aqu tenemos respecto a la buena disposicin que existe en Buenos Aires para concluir de una vez la enojosa cuestin que aquel Gobierno sostiene con el de Chile desde tanto tiempo atrs. Por nuestra parte haremos tambin todo lo posible por llegar a semejante resultado. El Presidente Pinto insiste en carta de 18 de Diciem-' bre en el mismo orden de ideas, pero como de costumbre algo aade que sirve para caracterizar la cuestin mis'ma. En Buenos Ai'res, le dice, encontrars las instrucciones correspondientes para la continuacin de las negociaciones. Es preciso, agrega, poner trmino a esta malhadada cuestin. Es una cuestin de amor p,ropib y de quijotismo, ms bien que de intereses positivos para lg una u otra parte. <El estado actual de nuestras relaciones con la Repblica Argentina nos obliga a mantener nuestra marina en pie de fuerza que es gravoso para nuestro erario nacional, sin contar con los sustos que producen los rumores de guerra, que de tiempo en tiempo nos vienen de la Repblica Argentina, y que aqu se explotan con miras polticas. La carta que precede del Presidente, est dirigida a Buenos Aires, por tener conocimiento telegrfico de que Barros Arana haba salido de Ro Janeiro, solo, dejando a su familia en esta capital. Ya Barros Arana as lo haba anunciado. Las instrucciones haban sido terminantes, y as lo manifiesta tambin la carta del Ministro Alfpnso de 4 de t Diciembre de 1877. El estado de la opinin en la Repblica Argentina y Ips deseos de su Gobierno, nos ponen de manifiesto la conveniencia y aun la necesidad de abrir nuevamente las negociaciones hace poco paralizadas. La conciliacin de l ~ partidos en Buenos Aires, nos ha sildo comunicada ofis cialmente como un antecedente favorable para un arre-
g:o, y es indudable que un Gobierno que se siente fuerte y seguro ha de estar ms en aptitud de orillar una dificultad exterior que un Gobierno batido por las facciones y que no cuenta con el da de maana. Este ltimo puede verse compelido a buscar en el extranjero iina diversin a sus tropiezos internos. Por estos motivos he comunicado a Ud. por telgrafo la determinacin de regresar a Buenos Aires. Se hace todava ms necesaria, agrega, su presencia en esa ciudad con motivo del suceso de Magallanes y 1,a aprehensihn de los comprometidos en el motn que han escapado a la Patagonia. Con este objeto, dice el Ministro, se ha ordenado a la corbeta Magalianes situarse en el ro Santa Cruz, lo que puede ofrecer algn reparo de parte del Cobierno Argentino, como ya se nos ha insinuado. Todo se allanara con algunas pocas palabras de Ud. Ida carta consigna muchas otras noticias particulares, entre ellas algunas funestas, como el naufragio del vapor Atacama, cerca de Caldera, donde pereci la mayor parte de ],as personas que conduca, y un gran incendio en la parte ms'antigua de la ciudad de Valparaso, terca de la Matriz. Concluye con otras informaciones confidenciales sobre la situacijn poltica interna y el grupo de descontentos que se ha estado formando en la Cmara de Diputados para combatir el hlinisterio, obstaculizando la marcha del Gobierno. No obstante creo que el Ministerio salvar !a situacin, agrega, con constancia y paciencia, y har a mi juicio un gran bien a la causa liberal, porque cualquiera nueva crisis probaria que los l'iberales son poco menos que impotentes para gobernar y tendra que resolverse probablemente en su contra. El motn de Magallanes, ocurrido el 12 de Noviembre, fii un hecho que produjo alguna alarma en h s relaciones entre los dos pases y que no dej de con~plicarla cuestin. Los fugitivos de la colonia haban escapado al territorio argentino. No tard en llegar a Punta Arenas un
bucjue despachado de Valparaso, con refuerzo de tropas para restablecer el orden en la colonia y coger a los fugitivos amotinados. Para ello se presentaba el fcil y natural camino de ir por el Atlntico al Santa Cruz y cortarles all la retirada. NO-procedi as, sin embargo, el comandante de las nuevas fuerzas pacificadoras. de Ia colonia. Llegado a Punta Arenas, permaneci all sin moverse, y luego inform al Gobierno que se haba abstenido de ir coi1 su corbeta a tomar a los fugitivos en el-Santa Cruz u otros puntos del Atlntico, por no comprometer las relaciones con la Repblica Argentina. Entre tanto el Gobierno Argentino no haba vacilado en proceder. Envi sus btiques a las costas patagnicas, y luego volvieron aquellos llevando a Buenos Aires a ms de setenta de los malhechores fugitivos de Punta Arenas, los que .fueron encerrados en la crcel penitene ciaria de aquella ciudad. *Esta aprehensin di origen a un incidente sobre extradicin formulado por el plenipotenciario chileno, a virtud de lo dispuesto en el Art. 5.0 del Tratado vigente. Una, dos y tres comunicaciones, fueron dirigidas por nue 7 tra Legacin, sin que ninguna de ellas fuera siquiera. contestada por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fueron sometidos a la justicia argentina, y ms tarde puestos en libertad. No acusaban seguramente estos ,procedimientos sentimientos de buena amistad y de concordia; no se prestaba cooperacin ni siquiera para la persecucin y castigo de criminales. En la carta de 18 de Diciembre de '1877, se ocupa el Ministro Alfonso del penoso asunto de Magallanes, anotando las buenas noticias que ha recibido acerca de 'las disposiciones favorables que predominan en Buenos
ire es.'
<Por diversos conductos se nos asegura que persiste la buena disposicin para negociar, y que para celebrar un arreglo definitivo no es difcil que nos cedan todo el Estrecho. Si Ud. lo consiguiera, l cuestin estara cona
cluda, eso s dndonos junto con el Estrecho una zona conveniente hacia el norte, prefiriendo en todo caso un lmite natural. A consecuencia de los sucesos de Punta Arenas, la Magallanes ir al ro Santa Cruz para cortar la retirada a los insurrectos. Procure Ud. que de este hecho no surjan dificiiltades, asegurando qiie esa nave no va sino con ese exclusivo objeto, y que alcanzado regresar a Punta Arenas. Nosotros no queremos innovar. Una triste necesidad n& ha obligado a tomar esta medida.> Como ya lo hemos expuesto, esa nave no fu al Santa Cruz, y se evit un conflicto que seguramente habra sobrevenido ; y los amotinados fugitivos fueron apresados por los buques argentinos enviados con tal objeto.
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XXXII
CERRADO EL HORIZONTE; SIEMPRE EL MISMO DILEMA INSOLUBLE. DEGEPCION DEL GOBIERNO DE CHILE
CARTA D E BARROS ARANA D E 28 D E DICIEMBRE. CART A DEL PRESIDENTE PINTO DE 31 DE DICIEMBRE Y DEL i1IINISTRO ALFONSO D E 1.0 D E ENERO D E 1878 Barros Arana regresa a Buenos Aires.-Desfavorable impresin sobre el espritu de los nuevos gobernantes. --Carta de 28 de Diciembre.-La carta del Presidente Pinto de 31 de Diciembre no le abre horizonte alguno,-Su misin se reduce a una tarea de exploracin.-Siempre el mismo dilema, o arreglo di. recto o arbitraje, y la misma sombra de Banco bajo ]a forma de Jeanne Ame1ie.- Las nuevas instrucciones no permiten fundar esperanzas de xito.-El arbitraje limitado.-E! a Gobierno unido de ! Argentina est distante aun de las ideas anteriormente aceptadas. -Decepcin en !a Rtoneda.-La cart a d e Alfonso de 1.O de Enero de 1878 as lo manifiesta. Lo que nos separa es una pequea faja en la boca oriental del Estrecho. Si no es posible la transaccin insina el arbitraje con un statu qzro de hecho sin declaracin escrita. Contra esta solucin estaban los patrioteros de Buenos Aires.-Vati~ini~os pesimistas de R4ximo Lira.
Barros Arana llegaba a Buenos Aires el 20 de Diciembre, y desde los primeros das de su arribo se hba confirmado en la opinin desiivorable que tena sobre el espritu en que se hallaban los nuevos gobernantes del Pla-
ta. No haba encontrado, por otra parte, las nuevas instrucciones anunciadas, y que pudieran abrirle algn horizonte distinto en cuanto al lfmite de nuestras exigencias. Una carta del Presidente Pinto, de 31 de Diciembre, niuy sucinta, apenas le permita tomar aliento en sus nuevas gestiones. Tu venida a Buenos Aires ser siempre til, pues importa que de una vez sepamos a qu atenernos en esta desagradable cuestin. En Buenos Aires habrs encontrado las instrucciones de Alfonso, y ojal fuera aceptada por ese gobierno alguna de las bases que se iqdican. Casi poda considerarse como una misin cie exploracin. ~a vuelta a Buenos Aires contrariaba vivamente al plenipotenciario chileno, porque estimaba que no habia expectativa alguna de obtener xito y que se ira de nuevo a un fracaso. Barros Arana llega a la capital argentina y no tarda en confirmar sus impresiones sobre el ambiente general ms desfavorable a Chile que el que habia dejado al retirarse. Despus de algunos das de permanencia en Buenos Aires, informa ampliamente el diplomtico chileno al Ministro Alfonso por su carta de 28 de Diciembre de 1877. Despus de dos conferencias con el Ministro de Relaciones Exteriores (Dr. Rufino Elizalde) he adquirido la conviccin de que las disposiciones de este gobierno son las mismas de Mayo ltimo, sin otra modificacin que la de las personas que intervienen en estos asuntos. Las proposiciones que se me hacen, y que he comunicado a Ud. por el telgrafo, distan enormemente de corresponder a los deseas de Chile y a las esperanzas que el cambio poltico de este pas haba hecho concebir. No se oculta que algunas personas de consideracin, ya sea en la Cmara, ya sea por otros caminos, han manifestado a Uds. su conviccin de que nuestras gestiones a con la Repblica ~ r ~ e & i n pueden arreglarse en estos momentos con suma facilidad. El hecho es cierto si Chile acepta sin vacilar las proposiciones que se le hacen;
pero si no comienza por dar satisfacciones o someter a arbitraje el incidente del buque francs, sino renuncia a una pzrte del Estrecho, etc., es muy difcil y casi imposible que llegue a entenderse. Uds. pueden descargar fcilmente su responsabilidad hablando con algunas de las personas que mantienen tanta confianza en el fcil y expedito desenlace de esta cuestin. Ofrzcales que venga una de ellas, en la seguridad de que nada me ser ms agradable que dejar este puesto a quien venga a solucionar nuestras dificultades de una manera satisfactoria. El que venga est Ud. seguro de ello, hallar muchas expresiones del buen deseo de transigir todas las cuestiones de la manera ms amistosa; pero llegando a concretar las bases de un arreglo ha de hallar los mismos tropiezos que yo. <Don Flix Fras, desde. La Tribuna y otro escritor (que presumo sea don Miguel Goyena) desde El Nacional, escriben todos los das sobre esta cuestin para exigir que no se trate con Chi"1esino bajo las bases ms tirantes. En esos escritos se empean en demostrar que nuestra situacin es horrible, que jams pas alguno ha estado ms arruinado que lo que est Chile al presente, inssistiendo en que nuestra miseria nos har aceptar cualquiera condicin. <En cambio, la situacin de esta Repblica no es mucho ms lisonjera. Es cierto que la confianza en la es.tabilidad poltica, ha alentad algo el comercio; pero el estado de la hacienda pblica es asustador, y no lleva visos de componerse en mucho tiempo ms. Las esperanzas que hizo concebir la poltica de conci'liacin comienzan a evaporarse. Me consta que los partidos estn descontentos de haber elegido a Tejedor Gobernador de la provincia de Buenos Aires,.y que unos y otros declaran que cometieron un gran error. Y en efecto, lo han cometido, porque Tejedor marchar por su propia cuenta sin aceptar consejos ni influencia de los dos viejos partidos. An es muy posible que al fin venga a buscar
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apoyo en los intransigentes que combatieron su eleccin condenando la denominada conciliacin. Basta tener ojos y mirar lo que aqu pasa para descubrir que existe la desconfianza entre los dos partidos conciliados o reconciliados. Y si en Buenos'Aires esto no es evidente a toda luz, lo es en las provincias. Debiendo hacerse en estos meses 1.a eleccin de gobernador en ias provincias de Corrientes, de Santa Fe y de Entre Ros, 10s dos partidos han ?do a la Iiicha para prepararse y hacerse de poder paya la campaa de eleccin presidencial, que tiene lugai- en 1880. Los dos partidos han invocado el nombre de la con: cilihcin; pero todo ha sido violencias. Los gobernadores actuales han combatido con ardor a los candidatos nacionalistas o mitristas. En Corrientes, nica provincia en que se haya hecho eleccin hasta hora, resultaron goberiadores duales, (por una serie de incidencias que no pueden comprenderse bien todava); ambos han tomado las armas y ya ha habido combates s~ngrientos.En el Rosario (Provincia de Santa Fe) las tropas del Gobernador disolvieron a balazos los grupos nacionalistas el da que se hacan las inscrigciones en los registros electorales. En Entre Ros, donde falta $un ms tiempo para la eleccin, el Gobernador dice que ha descubierto una gran conspiracin, y ha apresado a muchas personas. Ya ver Ud. por dnde caiiiina la conciliacin. <Agregue a estos los sucesos de San Juan y de la Rioja, que son motines militares autorizados en cierto modo por estar impago el ejrcito, o su mayor parte desde hace dieciocho rrieses, y se formar idea de la situaci'n del pas, que en las Cmaras de Chile crean lisonjera y serena. En realidad de verdad, aqu nadie sabe nada de lo que hacen 10s facinerosos fugitivos de Punta Arenas. El Gobiern dice que todos van a caer prisioneros; pero la a opinin y l . prensa han manifestado sus temores de que vayan a caer sobre el Chubut, o sobre los establecimientos proyectados para explotar el sailitre al norte del Santa Cruz. Se ha dicho que el Gobierno enviaba una caoA TRAVS
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para proteger esos lugares; pero no se tiene mucha confianza en su anunciada proteccin. El diario ingls deca en das pasados que el mundo civilizado no comprendera cmo esta Repblica se crea soberana de esos lugares, y ni tena medios para desarmar un cuerpo de malhechoies que-venia huyendo de Chile, cuyas autoridades haljan sabido reconquistar su respeto. w
riera
Desde el prirrer momento llubo de pkantearse el mismo dilema, o arreglb directo o arbitraje, y a la vez, hubo de presentarse para esta ltima frmula, la dificultad casi insubsanable de la determincin del statu puo. Y todava en una y otra situacin, no tardara tampoco en aparecer la sombra de Banco bajo la forma de la Jeanne Amelie. En las nuevas instrucciones, que no eran tan claras ni tan apropiadas como habra sdo de desear, se indicaba la idea del arbitraj limitado, o sea el apartamiento de ciertas zonas que deban considerarse como fuera de litigio, estimndose como tales la pennsula de Rrunswik, en que est la colonia de Magallanes, y la regiOn patagnica al norte del ro Santa Cruz. El arreglo directo fu el primer punto abordado por el seor Barros Arana con el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores argentino, don Rufino de Elizalde. Unas pocas conferencias bastaron para convencer al plenipotenciario chileno de que no haba posibilidad alguna de llegar a una frmula aceptablk de transaccin, ni aun dentro de las ideas anteriormente contempIadas. As lo comunic en el acto a su Gobierno, lo que caus, como era consiguiente, una gran decepcin en la Moneda, convencidos, como aun se hallaban tos Ministros de las disposiciones amistosas del Gobierno Argentino. Por eso, el Ministro Alfonso manifestaba a Barros Arana por carta de 1 . O de Enero de 1878 que ((senta mucho la noticia que Ud. nos ha.comunicado de no haber sido posible arreglar definitivamente la cuestin de Imites 'por medio de un convenio directo. Aqu habamos abrigada la esperanza de que este arreglo no era dificil. En tdl sentido 110sha-
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ban llegado noticias de Buenos Aires, es verdad, transmitidas por Cuellar, que yo no s de dnde saca datos ni a quin sirve de instrumento. Creo que en esto debe haber andado metida la mano de Bilbao. La idea de que la conciliacin de los partidos hubiera podido influir favorablemente en un arreglo se desvaneca. Vanas esperanzas, exclama Alfonso; veo que no desaparecen los tropiezos, y quin sabe si la misma constitucin del arbitraje no va a tener el mismo resultado que 1 antes., Tena plena razn para esta decepcin; el arreglo directo haba quedado pendiente de una pequea faja que el Gobi,erno Argentino pretendia conservar a la entrada del Estrecho, y que el Gobierno de Chile habra podido aceptar que fuera retirada hacia el Cabo Vrgenes o hasta Punta Dungenes como se estableci ms tarde en el Tratado de 1881. Pero el Ministro Elizalde se mantuvo ii-reductible. Con toda justicia expona el Ministro Alfonso en Ia carta de que venimos ocupndonos, su extraeza sobre este particular. cLo que nos separaba en un arreglo directo es muy poca cosa y ?por qu no ceder en la pretensin de la boca oriental del Estrecho? ?Para qu puede servirle a esa nacin? Esa boca es muy ancha, y su posesin no puede ser de ninguna utilidad. Teniendo que abandonar esta solucin, que era la nica satisfactoria y 'a la que hubo de llegarse en el ao 18B, y ya que no era posible entonces el arreglo directo, se abord la solucin del arbitraje con todos sus inconvenientes y todas sus dificultades. Se di6 preferencia a la forma limitada, que tena algo de transaccin, en cuanto se sealaban ciertos lmites definitivos, y algo de arbitraje en cuanto se entregaba al fallo de tercero la condicin jurdica de los territorios que se sealaban como litigioso~. Tal era lo que insinuaba Alfonso a Barros Arana en la misma carta citada. Un arreglo que aceptaramos es el que consiste en reconocernos dominio hasta el Cabo
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Orailge, en el Estrecho, en compensacin del reconocimiento de la Patagonia hasta el Santa Cruz, en itimo caso hasta el Gallegos, a favor de esa nacin. La parte intermedia se sometera a arbitraje. As habra a la vez arbitraje y arreglo directo. Pero el Ministro, ya desconfiado, teme que no sea aceptada esta idea del arbtraje, y contempla el ltimo evento, el que menos desea, y todava el ms dfcil de ajustar, por la eterna dificuItad del statu quo. Antes que romper la negociacin, le expresa, aceptamos el arbitraje sobre todo lo disputado, pero aqu comienza la dificultad, <sin fijacin del statu puo que es lo que nos divide., Aspira el Ministro a que se mantenga un statu quo de hecho, tal como se halla al presente, sin contemplarlo por escrito. Una vez constituido el arbitraje en esta forma, dice en abonO de su idea, no es de temer que el statu quo fuese alterado, sobre todo por nuestra parte, que no deseamos rii nos interesa llevar nuestra accin al Atlntico. Tambin podra continuar negocindose sobre el mismo statu qzto hasta encontrar una frmula que conviniese a todos. Pero precisamente all, en la situacn de hecho estaba la dificultad de parte de la Argentina; contra ese estado de cosas era contra lo que reclamaba la opinin de los patrioteros; ese rgimen es el que quera terminar el Gobierno del Plata por el ,derecho o por el hecho. De todos niodos, <lo que nos importa es el, arreglo directo total, expone el seor Alfonso, terminar una vez por todas, librndonos de arbitraje, de dificultades sobre statu quo, eso sera E n15s til y aquello a que ms aspio ro. Por esto no me canso de recomendar a Ud. que esa es la solucin que ms tenazmente debe perseguirse. Cualquiera otra deja pendientes eventualidades y peligros y gastos que conviene mucho evitar. Sea como fuere, agrega para terminar, bueno es que ese Gobierno se persuada de una verdad, y es que, inutilizada esta tentativa, nos ser muy difcil intentar otra, y el asunto volver al estado en que se encontraba al re-
gres0 de Ud. a esa ciudad, con este aditamento, el desprestiSio de un nuevo fracaso. . Concluye refirindose a un incidente parlamentario en que el diputado don Mximo Lira asegur que <el Gobierno Argentino no queria tratar. No le den razn a este sujeto, dice el Ministro, dejndome a m en descubierto. Considero demasiado serio a ese Gobierno para que haya podido dudar un slo instante de su sinceridad para alcanzar un trmino ventajoso. El Ministro estaba en el deber de considerarlo as; su hombra de bien no poda tampoco aceptar otro temperamento. Pero desgraciadamente los hechos no correspondieron a ese leal y sincero concepto, y hubieron de dar razn a los anuncios pesimistas y a los vaticinios ingratos del ex-diplomtico y actual diputado Lira.
Con el tesn que le era habitual, entr6 a discutir Barros Arana la proposicihn de arbitraje limitado, procuran-
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do eximir de litigio todo el Estrecho, o a 'o menos una extensin considerable al oriente .de la pennsula de Brunswik. Esa idea no fu acogida por el Ministro Elizalde, lo que transmiti ,a su Gobierno con fecha 10 d e Enero de 1878. A dicha informacin contesta el Presidente Pinto pot carta de 11 de ese mes. <Por el parte telegrfico que recibi ayer Alfonso, hemos visto que el ~ o b i e r n o Argentino no acepta el arbitraje limitado, como lo habamos propuesto, pero que aceptara dicho arbitrdje si se extenda ms al poniente la parte sobre que el arbitro debiera decidir, pero dejaindo fuera de cuestin la pennsula de Rrunswik, donde est la colonia. Alfonso te contestar autorizndote para aceptar el arbitraje en esa forma. Pueden Uds. en un mapa fijar el punto doncie debera principiar el terreno disputado, y precisar los limites de dicho terreno. i~sta solucin sera mejor recibida que el arbitraje sobre todo el territorio en litigio. A los patrioteros se les erizan los cabellos a la sola idea de que un rbitro pudiera qultarnos la colonia. Como lo anunciaba el Presidente, fu impartida por el Ministro la instruccin correspondiente ai arbitraje limitado, y se manifest a Barros Arana que el Gobierno de Chile aceptaba que se le reconociese como de su dominio exclusivo toda la parte del Estrecho hasta la pennsula Brunswik inclusive. Si esta base tropezara con inconvenientes que no fuere posible superar, habra que acudir a la constitiici6n del arbitraje liso y llano de todo 10 disputado! le expresa el Ministro en carta de 15 de Enero de 1878. El incidente de la Jeanne Amelz'e, le agrega, podra comprenderse en l. Respecto del statu puo, o se determina por el rbitro como resolucin previa, o nada se estipula, creyendo por mi parte que basta la constltuciin del arbitraje para que desaparezcain muchas sino todas las dificultades de la fa:t a de fijacin del statu puo. En este ltimo caso podria continuarse negociando acerca de este punto.
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Por fin despus de dificultades sin cuento, Barros Arana lograba' ajustar con Elizalde la Convencin de Arbitraje general de 18 de Enero de 1878. Era una solcin del problema? Satisfaca a los diplon~ticos pactantes? Corresponda a las aspiraciones de uno y otro pas? Nada de esto; el arreglo era tan slo una solucin del momento; podra envolver los grmenes de un prximo ajuste definitivo; se sala de un impasse ya prolongado y que amenazaba tornarse inquietante; pero en todo caso requera acuerdos posteriores y declaraciones complementarias. Ya en 4 de Febrero coniunicaba el seor Barros Arana al seor Alfonso .que el Gobierno Argentino consideraba que para obtener la aprobacin del pacto era conveniente establecer en un protocolo que las reclam,zciones reales y efectivas de Chile no haban ido hasta los territorios que se extienden al norte del Santa Cruz, y que, por lo tanto, en las gestiones ante el rbitro, por parte de Chile no se hara valer derechos ms all de ese ro. Se trataba de este modo de excluir el territorio patagnico al norte del ro Santa Cruz, de la calidad de litigioso, considerndolo como fuera de la jurisdiccin del rbitro. El Tratado de Enero no haba precisado los terrenbs que se sometan a arbitraje; pero consignaba la frase genrica a las reclamaciones sobre el Estrecho de Magallanes y sobre otros territorios en la parte austral de este Continente; declaran las partes someter al rbitro la resolucin de declarar a quin pertenecan los territorios disputados; y por hlt&o, apuntando los principios o hechos en que estn de acuerdo h s partes contratantes, el rbitro debe comprender en su fallo los hechos en que estn disconformes, o en que cada-una de las altas partes contratantes pretende constituir un derecho. El seor Barros Arana no asintb6 a aquella declaracin, porque no soda debilitar el alcance del Tratado y porque la propia peticin del Gobierno Argentino estaba probando que se compr6ndia en l la Patagonia al norte y
al sur del Santa Criiz. Por lo' den& esa declaracin no tena compensacin alguna. Entre tanto, el Tratado habia levantado en Buenos Aires una viva oposicin porque se comprendi que toda la- Patagonia quedaba comprendida en el arbitraje. El Gobierno Argentino hubo de comprender que el Tratado estaba' condenado p-or la opinin y no habra de encontrar apoyo en el Congreso. Por su parte, el Gobierno chileno le habia hecho objeciones serias, y haba exigido diversas aclaraciones. En esta situacin de los espiritus de uno y otro pas, el seor Elizalde propiiso al seor Barros Arana un proyecto de declaraciones recprocas de limitacin de arbitrsje, que el plenipotenciario chileno transmiti a su ~ o b i e r n opor telegrama de 7 de Abril de 1878. Por ese acuerdo se convino que, sin perjuicio de la resolucin arbitral, la Repblica -4rgentina no entrar a tomar posesin de la pennsula de Brunswik y las islas y pennsulas situadas al occidente de aqulla, cualquiera que sea la demarcacin de lmites que el rbitro seale, obligndose por este acto y desde ahora a hacer todas las concesiones en favor de la Repiblica .de Chile, que pudieran resultar necesarias segn el fallo arbitral. A su vez y bajo el mismo concepto, y repitiendo las mismas consideraciones anteriores, la Repblica de Chile no tomar posesin de ningn territorio al norte del cerro -4yrnond y del paralelo que le corresporde, sea cual fuere la decisin arbitral, etc. w Ese protocolo no lleg a realizarse, en razn de que habiendo cado o habiendo en realidad carecido de vida el propio Tratado de 18 de Enero, no poda tomar forma el protocolo complementario de 7 de Abril. Pero este documento sugerido por el Gobierno Argentino, manifestaba que este Gobierno entenda que la Patagonia era materia de arbitraje, y por tal circunstancia ese Gobierno quera resguardarse por el citado protocolo contra la contingencia muy posible, de que la sentencia arbitral viniera a declarar que a Chile pertenecan en to-
do o en parte, los territorios patagnicos que se extienden como lo expreal norte del paralelo del Monte Aymond~, saba Barros Arana en comunicacin al Ministerio de 7 de Junio de 1878. Ese proyectado protocolo estableca adems en forma perfectamente irredargible el alcance de la clusula dcima del Tratado de 18 de Enero que sealaba el statu qzto. Deca esa articulacin que la Repblica de Chile ejercera jurisdiccin en todo el Estrecho, con sus canales e*islas adyacentes. Como se recordar, en los arreglos anteriores se h'aba insistido por la Repblica Argentina en conservar en la boca norte de la entrada del Estrecho una faja con frente a dicha boca. El artculo 10, citado, daba a Chile todo el Estrecho, y por tanto sus costas del norte y del sur. El protocolo de 7 de Abril afirmaba aun esa idea asegurando a Chile el territorio situado al sur del paralelo del Monte Aymond que sale a la costa Atlntica a once millas dl norte del Cabo Vrgenes. Le quedaba, por tanto, reconocida una faja al norte de la boca oriental de once millas, hasta el paralelo del Monte Aymond. El Tratado de Arbitraje de 6 de Diciembre de 1878, aprobado por el Congreso de Chile, estuvo muy distante de alcanzar esa lnea, si bien alcanz6 a cubrir la entrada del Estrecho. El Tratado definitivo de lmites de 1881 fij esa lnea en la Punta Dungenes, al sur del Cabo Vrgenes. Tal haba sido toda la aspiracin del Gobierno de Chile, todo el esfuerzo de su diplomacia haba propendido a mantener nuestra jurisdiccin en el Estrecho sin limitacin ni reserva alguna, como lo expresaba el Ministro Alfonso+ensu nota de 24 de Marzo de 1877. Sobre esta base se redact el artculo 10 del Tratado de 18 de Enero de 1878 y sobre la misma descans, el Tratado Fierro Sarratea de 6 de Diciembre de 1878. Desde los comienzos de la discusin sobre el deslinde en la regin austral, se haba sostenido por Chile que la colonia de Punta Arenas Y la posesin del Estrecho re-
clamaban para la subsistencia de aqulla y para que esta fuera verdaderamente efectiva, de una faja de costa o de terreno interior adecuado al objeto. El mnimun de la concesin argentina-la haba formulado el doc.tor Frias en su discusin con el Ministro Ibez en 1." de Octubre de 1872, proponiendo la transaccin en la baha d e Pecket, al oriente de 1.a pennsula de Brunswik, lo que dejaba a Chile esta pennsula donde est Punta Arenas, y encontrando en ella la colonia todos los elementos necesarios para su dese~volvimiento,a juicio de aquel diplomhtico. Esa limitacin haba sido rechazada perentoriamente por Chile, sosteniendo sus derechos a todo el Estrecho y a una extensin de costa paralela y con un lmite al norte que asegurase una posesln de 20-a 25 millas, y buscando un lmite natural. Eso aparece precisado por el Ministro Alfonso en su comuni'cacin cie 14 de Junio de 1877. Se requiere, deca en aquella ocasin, de una faja de terreno hacia el norte que d seguridad a las posesiones chilenas y campo para su desarrollo ulterior. Sin este requisito, la jurisdiccin en el Estrecho nos sera de poco valor e importancia, conviniendo, sobre todo, buscar hacia el norte, para la fijacin del statu puo, un lmite natural que, a nuestro juicio, est llamado a formarlo el ro Gallegos. La resistencia insuperable del Gobilerno Argentino a aceptgr para Chile extensin alguna de costa en el Atlntico, y para citar sus propias y enrgicas expresiones a no recoxiocer a Chile ni una pulgada de terreno en aque1;la costa, y por el contrario, su pretensin a reclamar para s I'a costa septentrional del Estrecho en su entrada por el Atlntico, hubo de obligar a Chile a buscar soluciones que pudiesen producir un acuerdo.
XXXIV
DE ARBITRAJE , TRANSACCION 4
COMUNICACIONES DE BARROS ARANA D E 6 DE NOVIEMBRE Y 5 DE DICIEMBRE D E 1877,. 7 Y 21 D E ENERO Y 4 DE FEBRERO D E 1878 No prosperan los pactos de arbitraje. S610 fueron el reflejo de una situacin incierta e inquietante.-Si la Convencin y el Protocolo no tomaron forma definitiva, dejaron sealados puntos de acuerdos futuros. La lnea limtrofe del Cabo Vrgenes.Quedan asegurados el Estrecho, costas e islas adyacentes.Las dificultades de la situacin previstas por Barros Arana en sus comunicaciones de Petrpolis de 6 de Novienibre y 5 de Diciembre de 1877.--E1 horizonte internacional del lado de Bolivia se impone a la previsin patritica de Barros Arana.Comps de espera. -Sesiones secretas del Congreso Argentino.-i'daterias del arbitraje y sfatu guo.--Divisin de la negociacin; Convencin general y Protocolo limitativo. El, procedimiento result artificioso.-Comunicacin de Barros Arana de 21 de Enero.--Vicisitudes de la negociacin: comunicacin reservada de 4 de Febrero de 1878.-Se inicia la transaccin: s610 en ella puede hallarse la solncibn definitiva.
Despus de-ajustado el Convenio de Enero de 1878, y mientras se tramitaban las observaciones formuladas. por el Gobierno d e Chile, Barros Arana haba reanud'ado negociaciones para llegar a una transaccin o arreglo definitivo de lmites. En esa ocasin propuso <una Gnea que partira de1
Cabo Vrgenes y seguira hacia el noroeste una cadena de alturas, sin alejarse ms de 25 a 30 millas de la costa norte del Estrecho,, como !o comunic al Gobierno por telegrama de 7 de Febrero de 1878. El Ministro A!fonso asinti a dicha proposicin, y por telegrama del siguiente da, 8 de Febrero, expresaba que el Gobierno es de opinin que un arreglo directa que aseg-ue a Chile todo el Estrecho en la forma y condiciones que Ud. comunica tiene toda su aprobacin. En consecuencia, recomiendo a Ud. que contine negociando bajo esas bases. Barros Arana haba comunicado desde un principio las circunstancias adversas de que estaba rodeado el reciente pacto, y por eso poda contestarle el Ministrb en su carta de 26 de Febrero que <quedaba convencido de que dicho convenio de arbitraje no nos conduce a juicio de ese Gobierno a la apetecida solucin, y de que, all por unas razones y aqu por otras, dicho pacto ha nacido muerto, segn las expresiones del s'eor Avelraneda. Esta situacin tiene siquiera una ventdja, la de ser perfectamente clara, y aconseja trabajar por la nica solucin eficaz, por un arreglo directo y definitivo. A este respecto, agrega, la idea de asegurarnos todo el Estrecho por medio de la base de que Ud. me habla, es bajo todos aspectos aceptable, como ya he tenido ocasin de expresarlo a Ud. en anteriores comunicaciones. Trabaje, pues, en este sentido que se me figura que no debe ser imposible alcanzar, desde que las pretensiones recprocs no se separan sino en pices. Elizalde no puede creer que nosotros furamos a aceptar ahora cond'iciones ms desventajosas que las que antes se propusieron a Ud. y que dijimos no poder aceptar. Irigoyen est en la Igica reconociendo la admisibilidad de la idea de Ud. <Para separar la Patagonia del arbitraje seria menester separar una parte del Estrecho en compensacin. De otro modo se nos aplicara la ley del embudo, y el arreglo no podra ser aun admitido a discusin.)) Si esta proposicin no lleg entonces a formalizarse,
era ya un gran paso hacia al avenimiento futuro. Chile abandonaba su lnea del ro Gallegos, y la Argentina se retiraba de la boca norte del Estrecho, y buscaba una linea nueve millas ms al sur del paralelo del Monte Aymond, pero ms a1 norte de la Punta Dungenes, que fu el Imite definitivo que habra de sealar el tratado de 1881. (1) Desde que se firm el Convenio de 18 de Enero de 1878, tanto el Presidente Avellaneda como el plenipotenciario chileno, comprendiendo que era irrealizable el arbitraje pactado, se propusieron subsanar las dificultades abordando el arreglo directo. Esta era la situacin que contemplaba el seor Alfonso en su carta de 8 de Febrero de 1878. Despus de formular las observaciones que le ha sugerido el pacto recin ajustado, agrega que no se extiende en ms consideraciones puesto que Ud. acaba de comunicarnos que est en va de arreglo di'recto, y si l se consigue, no tenemos porqu preocuparnos del arbitraje ni d e nada de lo que con l se relaciona. El arreglo directo sera el gran paso, la verdadera solucin. Si se consigue todo el Estrecho, con una zona al norte de 25 a 30 millas, y todas las islas al siir, aceptamos este arreglo. Es el que Ud. nos dice estar activando, y ojal vea realizados sus deseos que son tambin los de este Gobier~o. Recomiendo, en cons~cuenciaa Ud., que haga t o a lo posible para encarrilar el negocio en esta va. <Las mismas dificultades que presenta el arbikraje son una razn poderosa que debe estimular a los negociadores a buscar el arreglo. Lo dems es quedar siempre empantanados en dificultades sin cuento.
(1) Ubicaciones.-Cabo V4rgenes.-Roca Cleopatra, a 5.5 millas al norte del Cabo Vrgenes, en 5Z0, 17, 30 1. s. y 6S0. 13.3 1. o. Monte Dinero.-Est situado entre Cabo Vrgenes, al norte, y Funta Dungenes, al sur, y distante exactamente a ocho millas hacia el oeste de Vrgenes. Punta Dungenes.-Es una lengua de tierra baja que se extiende cerca de tres y media millas, desde el pie de una cadena de colinas que une el Cabo Vfrgenes con Monte Dinero. Punta Dungenes dista diez millas de Cabo Vrgenes. Notas tomadas.de la obra Derrotwo del Estrecho de Magullanes, Tierra del Fuego y Canales de la Patagonia por don Ramn Serrano Montaner, Santiago 1891, pg. 596.
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Lo que sobre todo nos interesa es el Tratadd con algo que le resguarde y d vida hacia el norte. En la carta de 12 de Marzo de 1878 in~iste Minisel tro Alfonso en sus mismas ideas, o sea, asenda una vez ms a las insinuaciones y a los propsitos de Barros Arana, convencido, como se hallaba ste, de la inania del proyecto de arbitraje. Pier?so como Ud., como Irigoyen y como Avetlaneda, que estn en la verdad cuando sostienen que el pacto de arbitraje a nada conduce. Desde que el Congreso Argentino para prestarle su aprobacin ha de declarar que no abraza la Paiagonia, es fcil comprender la suerte que le est reservada. Y es hacerse muchas ilusiones imaginar que tal precedente no importa la nulidad completa del convenio de arbitraje, como lo cree Elizalde. Si no se puede por ahora y en la forma estipulada pensar en el arbitraje, urge agitar un arreglo directo. <ESindudable , agrega el Ministro Alfonso en su cart a de 9 de Abril, que si no se alcanzara un arreglo directo en la cuestin de lmites, el arbitraje acordado nada remedia. Incluida en l la Patagonia, es rechazado por el Congreso Argentino; separada, es inaceptable para nosotros. Esta disyuntiva es fatal. Por eso conviene agitar el arreglo directo, que, bien veo, tropezar con serias dificul tades . Esta era la verdad y el plenipotenciario chileno no se haba halagado por un momento con el xito de estas negociaciones. Desde su residencia de Petrpolis, y cuando se le instaba a que se trasladase a Buenos Aires, para reaiiudar las conferencias suspendidas en 1877, haba manifestado claramente su opinin contirarla a tales propsitos. El conociniiento que tena de la situacin y de los hombres llamados a actuar, no le permitan abrigar la menor ilusin al respecto. Por esta circunstancia, y mientras se le dej a su arbitrio y a su direccin la determinacin ciue debiera adoptarse, se neg a ellq. En una interesante comunicacin de Barros Arana,
fechada en Petrpolis a 6 de Noviembre de 1877 y a que hemos de 'referirnos con otros motivos, deca a este respecto al Ministro Alfonso: <<Ignorosi el Gobierno Argentino est dispuesto a aceptar las soluciones que yo he propuesto antes de ahora y de las cuales no puedo salir segr, el tenor de,mis instrucciones. As, pues, mi viaje a Buenos Aires, emprendido en este momento, no tendra otra razn que simples conversaciones en aue se ha expresado el deseo del Gobierno Argentino (deseo que,' sea dicho entre parntesjs, ha expresado siempre) de llegar a una solucin definitiva. Pero, como es posible que despus de una nueva tentativa de nuestra parte, no pud5era llegar al resultado que bi~scamos, tendria que retirarme de Buenos Aires despus de una nueva decepcin con apariencias muy semejantes a las de un rompimlento de negociaciones, lo que en realidad reagravara las dificultades en lugar de minorarlas. Agrega en esa interesante con~unicacincque ha considerado necesario imponerse privadamente de la verdadera situacin de Buenos Aires, y que aun ha escrito confidencialmente al nuevo Rtinistro de Relaciones Exteriores, don Rufino de Elizalde, a fin de poder apreciar el grado de prdbabilidades que tendria la reanudacin de las negociaciones. Para renovar stas, aade con mucho acierto, es mucho ms conveniente esperar noticias ms completas y seguras acerca de los proyectos del Gobierno Argentino, para no sufrir una nueva decepci6n.n El seoiBarros Arana suspendi, por estas razones, la determinacin del Gobierno comunicada el 9 de Octubre anterior, y recab la aprobacin de esta medida, la que le fu prestada por despacho telegrfico. Pero el 30 de Noviembre imparti nuevamente el Ministro de Relaciones Exteriores la orden ya perentoria de trasladarse a Buenos Aires donde habra de recibir nuevas instrucciones para la reanudacin de las negociaciou nes. Fu para Barros Arana una sorpresa y una contra-
riedad la nueva e imprevista resolucin del Gobierno, y por un momento estuvo dispuesto a declinar su cargo antes que emprender de nuevo una negociacin que en su concepto slo habra de llevar a un fracaso. Pero hubo de dominar el concepto de su deber de representante de Chide le que le obligaba a cumplir las resolu~iones su Gobierno y a subordinar su criterio al de la Cancillera de Chile, con tanta mayor razn cuanto que se le prevena que en ~uenos'Airesencontrara nuevas instrucciones. Esta prevencin envolva ms que una esperanza; era la buena nueva de que podran abrirse horizontes ms amplios y despejados donde poder divisar el iris de un conci'erto amistoso. Pero no alcanzaba. sin embargo. a modificar su criterio pesimista y desconfiado. En una interesante y larga comunicacin reservada. de 5 de Diciembre de 1877, datada en Petrpolis, manifiesta el ser Barros Arana todo su pensamiento, que confirma las impresiones de su nota anterior de 6 de Noviembre. Por telegrama de ese Ministerio de 30 de Noviembre, me he impuesto, dice Barros Arana, de que IJS. habra vuelto sobre su acuerdo cie 8 del propio nies y dispuesto que yo me trasladara a Buenos Aires, donde encontrara instrucciones. Debo advertir a US. que como me ha sido transmitida en extracto desde Buenos Aires esa comunicacin, no conozco aun su texto verdadero, de modo que no puedo apreciar en sus trminos precisos la orden de ese Gobierno. No s, aade, lo que haya podido producir esta nueva determinacin de ES., pero por algunas noticias que haba recibido anteriormente, infiero que en Chile se ha dado una grande importancia al cambio ministerial ocurrido en la Repblica Argentina, y que muchas personas altamente colocadas (algunas de las cuales mantienen correspondencia con ciertos hombres pblicos de Buenos Aires), creen que en este momento casi basta que el plenipotenciario chileno se presente en esa ciiidad para que se arreglen todas las ciiestiones en unas cuantas horas.
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ES cierto
que la subida al' Ministerio de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina del Dr. Elizalde y ciertas desmostraciones hechas I timamente en Buenos Aires, podran hacer esperar mejores disposiciones del Gobierno Argentino en la cuestin.de Chile por cuanto eran conocidas las relaciones del nuevo R4inistro con el General Mitre, que en aquella cuestin haba manifestado siempre un espritu concil'iador, como ya antes he informado a US., pero creo que sera un error exagerarse el alcance de esta circunstancia, y de aquellas demostraciones. Por mi parte, insisto en considerar bien difcil la situacin y poco seguro un xito favorable de nii viaje a Buenos Aires por las razones que tengo ya expuestas a US. <<He teniido, en efecto, y temo que a mi vuelta a Huenos Aires, y al reabrirse las conferencias, se renueve cada da la esterilisima y agotadsirna disciisin de ttulos histricos, que no conduce a ningn i-esultado prctico; temo que en una forma o en otra se presente siempre como cuestin previa el incidente de la Jennne Amelie; y que al fin no se acepten nuestras proposiciones y se nie hagan otras que el Gobierno c h i l e ~ o cree no deber acep.tar. El Gobierno Argentino manifestar ahora, como ha manifestado antes, su deseo de solucionar todas las cuestiones por un tratado; pero llegando a las bases de ste, ha de oponer tantas dificultades a las exigencias de Chile, aun reduciendo stas cuanto es posible, que se habrn de suscitar nuevos entorpecimientos. Bien deseo equivocarme en estas previsiones, y agrega con proftica visin, pero el conocimiento que tengo de los hombres de Gobierno de la Repblica Argentina y de sus ideas sobre nuestras cuestiones, me hacen creer que si las nuevas iristruccio~~es T E . me ha enviado a Bueque nos Aires, no importan una modificacin radical de las bases segn las cuales se me haba encargado tratar, ser muy difc*l llegar a un resultado satisfactorio.)) U el seor Barros Arana tena ya un antecedente que le permita reforzar su conviccin, y estimar que el giro de las relaciones exteriores de la Repblica Argentina en
A TRAVS DE IJNA C O K R E S P O N ~ E N C I A
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manos del Dr. Elizalde, estaba muy distante de significar un factor ms favorable que los que haba presentado el espritu recto e ;lustrado del doctor Irigoyen. Ms sutil, de una dialctica ms complicada, el Dr. Elizalde no'sera el hombre de las soluciones definitivas, sin perjuicio de sus aptitudes para salvar los escollos y evitar los accidentes del momento. El seor Barros Arana tena muy buenas relaciones de amistad con el Dr. Elizalde, y a la vez de felicitarle por su asuncin al Ministerio de Relaciones Exteriores, le expresaba sus anhelos de poder solucionar los problemas pendientes. Le insina a la vez que si hubiese la probabilidad de poder reanudar con xito las negociaciones interrumpidas, se sentira niuy satisfecho de poder contribuir a tal resultado y se trasladara a Buenos Aires. Pero le agregaba en esa carta, que lleva fecha de 29 de Octubre de 1877, que vea en ello un peligro que nosotros debemos apartar. Es muy posible, te dice, que poniendo de nuestra parte alguna buena voluntad, que hacindonos recprocas concesioiies en beneficio comn, Ileguerrios a entendernos perfectamente; pero tambin es posible que se susciten dificultades que no podamos subsanar. Mi salida de Buenos Aires bajo tales circunstancias sera mil veces peor que el no haber ido; ms an, equivaldra a un fracaso y a una szispensin de negociaciones del mtis mal efecto imaginable. I,e invitaba para conjurar estos peligros a una inteligencia previa y estrictamente confidencial que corresponda a la sanidad y eficacia .de nuestras recprocas aspiraciones. Lejos de contestar esa carta particular y amistosa con la sinceridad que habra sido de esperar, lo hizo en forma oficial, si bien como nota confidencial, I'imitndose, dice Barros Arana en su informacin al Ministerio, a generalidades estudiadamente vagas e indeterminadas, sin que ni siquiera deje ver el deseo ardiente y sincero que nosotros hemos expresado siempre de solucionar estas cuestiones, y de evi'tar dificultades para ahora y para ms tarde.
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El seor Barros Arana invocaba este antecedente, para manifestar al sebr Ministro .4ifonso la justicia de sus desconfianzas. A pesar, agrega, de que esta es mi convicci~~, de que, por las razones que h e expuesto en mi y nota de 6 de Noviembre y en otras co~nunicacionesque he dirigido a CS. y en mi correspondencia particular, creo que mi vuelta a Buenos Aires, sin tener convenida con el Gobierno Argentino una base de tratado, puede ser causa de nuevas dificultades, estoy determinado a salir para esa ciudad en el pimer paquete que haga el viaje directo. All rcibir las instrucciones que me ha anunciado US. y, en virtud de ellas, reanudar !as negociachnes, comunicando a US. todos sus incidentes y eventualidades por medio del telgrafo. En efecto, Barros Arana parti de Ro Janeiro el 11 de Diciembre de 1877 en el vapor francs Gironde y lleg a Buenos Aires el 16, y despus de cumplida !a cuarentena de observacin, pudo desembarcar el 20 del citado mes. Barros Arana haba dejado su familia en Petrpolis, y l!egaba solo a Buenos Aires, y aU encontraba la Legacin tambin absolutamente sola, por haber sido licenciado de su cargo el oficial de ella. <Su fa1ta puede ser reeinplazacla por un simple amanuense o copista que traslade' las notas que 110 pueda copiar por m mismo, expresa Barros Ararla en su nota de 7 de Enero de 1878, por la que anuncia su llegada a Buenos Aires. Este amaquense, agrega, ser pagado por m, lo que no aumenta lcs gastos de la Legacin. (1) Informa en esa comu~licacinde haber sido recibido amistosanente por el Excmo. Sr. Presidente de la Repblica, por el seor Ministro de Relaciones Exteriores, y por los otros miembros del Gobierno. El 22 de Diciembre, dice, tuve mi primera conferencia con el seor R'inistro;
(1) Tanto esta nota como las dems de que haremos uso estn escritas por el propio seor Barros Arana, y llevan al pie sus iniciales. Son los borradores con las correcciones consiguien'tes que conservaba en su archivo. Durante este perodo tuvo. que soportar penoso y diario trabajo personal. Aquella coniunicaciri lleva el N.O 7,
y aunque sobre ella he informado a US. por el telgrafo debo dar ahora noticias ms detalladas para que US. se forme una idea cabal de las ideas y propsitos de este Gobierno. Las negociaciones iniciadas as fueron de~arro~lndose 'con actividad, si bien no haba encontrado el plenipotenciario chileno las nuevas instrucciones que le haban sido anunciadas. Llegaron a fines del mes, y si estaban distdnte'de corresponder a las expectativas en ellas cifradas, dejaban mayor amplitud sin alterar las ideas en que estaban inspiradas las pri~iitivas.En ese espritu y cori las referencias que se haca a los antecedentes de la discusin sostenida desde 1876 y a las instriicciones o autorizaciones especiales motivadas por los diversos proyectos cambiados anteriormente, y en el propsito decidicio y sincero que animaba al Gobierno de Chile de llegar a una solucin, todo ello, incitaba al seor Barros Arana a buscar con celo y con elevsvdo espritu patritico un termino a la situacin peligrosa por que atravesaba la cuestin de lmites. En Octubre pasado se haba sentido ya el ruido de las armas, y si los espritus exaltados de uno y ofro pas, adormecidos o apaciguados transitoriamente, , tomaban de nuevo la direccin de la opinin pblica, era de temerse que una ruptura violenta de relaciones-pudiera traer consecuenciae funestas. Por lo dems, el horizonte internacional por el lado del Pacfico, y especialmente en las relaciones con Bolivia, apareca inquietante, y era, por lo tanto, obra de verdadera previsin patritica allanar dificultades o procedimient'os que sin comprometer el iondo-de la cuestin, permitiesen aplazarla o dar un comps de espera. Si la tempestad podia venir por los confines del norte, no era posible dejar que se acumulasen nubes por el lado del oriente. Como es sabido, dplomticos peruanos y bolivianos no abandonaban las gestiones que desde aos atrs mantenan para arrastrar a la Repblica Argentina al Tratado Secreto, pactado entre {as repblicas de Per 1 7 Bolivia en 1873 contra Chile, y cada vez que las negociacioneS con la firgentina se tornaban ame-
nazantes, volva a tocarse el teclado de aquella mquina tenebrosa, llamada a, sacudir estruendosanente todos los paises del sur de la Amrica ~ s ~ a o lTelegramas del 6 a. y de 8,de Octubre de 1877, dirigidos al Ministerio por el oficial de la Legacin en Buenos Aires, comunicaron la -noticia de haberse celebrado esa alianza con e! Per y de haber dado asi forma a la negociacin antigua que, aprobada conio haba sido por la Cmara de Diputados, se haba detenido y haba quedado paralizada en el Senado. Pero los agentes de aquella alianza se mantenan siempre vivos y alertas, y ya desde '1874 pretendan presentar aquel pacto en forma ms limitada. j7 como dirigido a circunscribir la alianza con la Argentina y Bolivia a las cuestiones de limites entre stas y Chile. (1) De todo esto se hablaba en aquellos das de Octubre tomaban niayor cuerde 187'7, y las versiones alarn~istas po con motivo de las sesiones secretas que celebraba el Congreso Argentino. Barros Arana inform al regresar a Buenos Aires que no tena fundamento esa versin en cudnto se relacionaba con hombres dirigentes de aquel pais, y supona que pudiera referirse a comentarios de la opinin sobre la conveniencia de formalizar aquellos pactos eficaces para resolver la cuestin de limites. Pero la sombra y la voz proftica del Dr. Rawson se alzaba en todo momento como una barrera contra la alevosa de aqiiellos procediniientos. (2) E! convenio o proyectado pacto de 18 de Enero de 1878, fu reflejo de la situacin incierta y de las tiesconfianzas en que aun se hallaba la opinin de uno y otro pais. Eil todo caso, fu un paso ms dado en el camino de la concordia, que haba de facilitar la negociacin de Di
(1) Nota del Ministro de Relaciones Exteriores del Per, don Jos de la Riva Agero, a su Ministro en Buenos Aires, de 14 de Abril de 1874. La Cuestin del Pacifico, por Luis BARROS BORGOO. pg. 61. (2) Obra citada, pg. 61 y 62. <Si tal cosa sucediese, deca en aquella ocasin memorable, 27 de Septiembre 1873, Chile se sentira herido en su lealtad, rompera sus relaciones diplomticas, denunciara ante el Mundo y ante nuestro propio pas la alevosa de nuestro procedimiento, y por lo pronto acelerarla la ocupacin militar del territorio patagiiic? que juzgase conveniente.,
ciernbre del mismo ao; coriio sta, haba de encaminar a la solilcin definitiva de 188'1. 1,as fricciones van suavizando las asperezas del amor probio nacional, los puntos de vista extremos ceden su exclusivismo ante las consideraciones de un bien entendido y' justiciero inters recproco, y los sentimientos de la cordura y de la comunidad internaci6nal logran al fin imponer sus fallos. E s innecesario a nuestro objeto analizar en sus detalles el Convenio de 18 de Enero. Anotaremos nicamente los puntos culminantes, aquellos que caracterizan la negociacin, que fueron por el momento la causa de su escollo y que sin embargo, hubieron de aparecer ms tarde incorporados a las posteriores negociaci'ones. Dos fueron los puntos ejes de la discusin, la materia del- arbitraje y ei statu quo o situacin provisoria. La determinacin de la materia litigiosa hera de frente toda la dificultad. Se comprenda en ella todo el Estrecho de Magallailes e islas adyacentes? El espritu pblico de Chile no aceptaba siquiera la posibilidad de que un fallo arbitral pudiera arrebatarnos aquella va de comunicacin y aquella colonia de Magallanes que el esfuerzo del pas haba llamado a la vida civilizada y al comercio de las naciones. La puerta de la casa y la obra previsora del Gobierno de 1843 no poda ser compromedda por ninguna consideracin ; eso sera desaparecer coino nacin, para defender esa situacin se.alzara altivo j7vigoroso el sentimiento dcl pas entero. La pennsula de Brunswik, coi1 su colonia de Punta Arenas, Y todo el Estrecho deba quedar fuera de toda controversia. La nica dificultad, el nico punto en que se admita discusin, consista en la extensin dcl territorio patagnico, en la costa norte del Estrecho, anexo o contiguo a la colonia y que deba formar parte de ella como necesaria para su desenvolvimiento. En aquellos inmensos y desolados territorios, absolutamente extraos a la nacin Argentina, Chile, considerndose con ttulos incontrovertibles a aquella regin, haba sealado una lnea de posesin inmediata capaz de satisfacer las condiciones de vida y de
seguridad de su apartada colonia, buscando para el10 un lmite natural. Tal fu la fijacin del ro Santa Cruz corno trmino sealado a aquefla posesin, y dentro de cuyos deslindes no habra de permitir el ejercicio de otra autoridad. D-urante !a discusin de tantos aos consinti Chile en aceptar por arreglo directo y definitivo Ia lnea del ro Gallegos, treinta leguas ms al sur. Ahora bien, por su parte, la Repblica Argentina se manifestaba inabordable en cuanto pudiera afectar el territorio patagnico y no aceptaba que pudiera ser sometido a decisin arbitra1 su dominio pleno a dicha regin, La Patagonia deba ser excluda expresamente' de la materia litigiosa. El sentimiento pblico argentino, concretndose a la controversia de lmites con Chile, se cristalizaba en la siguiente forma: <ni una pulgada dk terreno en la costa del Atlntico. Cualquiera concesin en este sentido, por insignificante que fuera, y aunque se refiriese a la entrada misma del Estrecho, deba ser excluda de toda discusin, era rechazada in Zinwhe, y levantaba airada la opinin pblica. Sus j~iristas y sus historiadores haban formado el convencimknto nacional del derecho de la Argentina a toda la Patagonia, e invocaban a este respecto el inmediato reclamo aue el Gobierno Argentino haba interpuesto por la ocupacin de Chile en 1847 al fundar su colonia en la pennsula de Brunswik. En reaIid'ad el debate de lmites haba arrancado desde ese mo-' mento, y el Tratado de 1856 haba entregado al arbitraje la solucin del !tigio. Pero el sentilmiento nacional continuaba considerando la cuestin concretada nicamente a aGuel punto de la controversia, pero de ningn modo a , la inmensa regin patagnica, y menos todava a 1a cos. ta de ese territorio en el Atlntico. La sola posibilidad de un hecho semejante rebelhba el sentimiento nacional. + Cmo convenir en trminos tan extremos? $mo ajustar ideas que se excluan? Los negociadores que conocan sobradamente todas las dificultades del problema, acu8ieren a un procedimiento que consideraron apto para .obviar los inconvenientes,
cual fu, dividir en dos partes e] arreglo; por un protocolo se estableca el arbitraje eti trminos generales, sin determinacion expresa de la materia, y por otro se limitaria sta a puntos precisos. Se buscaba con este arbitrio poder constituir el arbitraje, como el medio de dirimir toda dificultad y de reunir en este punto que por s mismo no ofreca observaciones, el mayor nmero de voluntades en los Congresos de los dos pases, y reservar para el segundo protocolo la determinacin de la materia que se sometera al fallo arbitral. Tai fii el procedimiento que sostuvo el Gobierno Argentino, conlo el ms adecuado'para asecurar e: xito de I'a negociacin, sin advertir que era un b siniple artificio, y que la cuestin se habra de pl-antear precisamente sobre la indeterniinacin de la materia litigiosa. El pacto se refera a los territorios sobre los ciiales haban recado reclaniaciones, y desde el primer rnomento se quiso determinar cules eran ellos. Un telegrama de Barros Arana, de 16 de Enero, expljcdba esta sugestin & la Cancillera Argentina. Este Gobierno, dice, desea y acepta la limitacin en la forma de &e he hablado a US. Quiere si que se hagan dos pactos, no que instituya el arb$raje sobre todo; y otro, subsiguiente, que establezca la 1inii.tacin. Cree que la aprobacin en ei Congreso de cada pas ser as mucho nis fcil, desde que los adversarios de la limitacin podran resistir la constitucin del arbitraje por combatir la limitacin. Este Gobierno tiene, sin embargo, confianza en que uno y otro sern aprobados aqu y mucho ms de esta manera. >> Pero el procedi~niento ideado 110 estaba llamado a prosperar; no ib& a franscurrii- niuchos das sin que el propio Gobierno Argeritino, que lo haba sugerido, se convenciese de lo contrarfo, y no haba de alcanzar a llegar a tal punto siquiera a la consideracin de os Congresos. El artificio se deshizo ante las primeras observaciones oficiosas y extraparlamentarias de sus propios As lo informaba telegrficamente ~ ' a r r o s Arana el 24 de Enero, a b s seis das de firmado el pacto y cuando aun
se mantena en la ms estricta reserva j7 11 siquiera era 1 conocido en su texto original por el Gobierno de Chile. El plenipotenciario chileno lo haba remitido con nota de 21 de Enero. La comunicacin telegrfica a que nos referimos deca as: El trata60 deja indeterminada la materia del arbitraje, y slo se habla de los territorios sobre los cuales han recado reclamaciones. Este Gobierno cree, vista la actitud de los partidos, que el tratado no ser aprobado si n6 se fija algo ms preciso, y sostiene que las exigencias fectivas de Cliile slo han llegado al ro Santa Cruz. Cree l que decla~ndoloas en un protocolo, todo se allanara y facilitara; pero, que sin esto el tratado fracasar de un modo u otro. Estoy profundamente persiiadido de que sta es la verdad. Precisamente en la forma general que designaba el Tratado, la materia litigiosa compi-enda toda la Patagonia, tal como haba sido considerada en la discusin diplomtica y en la larga dilucidacin jurdica e histrica que haba desarrollado Chile. Si es verdad que declaraciones gubernativas haban sealado el ro Santa Cruz como trmino de su posesin efectiva, esta situacin no miraba a la cuestin de fondo, a la que afectaba el dominio de esa regin. 'El plenipotenciario chileno no poda, sin embargo, mostrarse absolutan~enterehacio a la observacin, pero, a la vez, opuso, como era natural, una justa compensacin: la exclusin del Estrecho e islas adyacentes. Chile, deca a este respecto el seor Barros Arana, no puede hacer limitaciones al arbitraje si no hay reciprocidad, esto es( Ci esta Repblica no las hace por su parte. En telegrama al Gobierno, de 27 de Enero, deca Barros Arana, que <este Gobierno no parece creerse bastante fuerte para hacer aprobar el tratado en su forma general y comprensiva. Es casi seguro, aade, que el Congreso, si lo aprueba, tratar de explicar alguios de sus artculos en este o en aquel sentido; pero esas expl.icaciones valdrn tanto corno rechazar el pacto., Se ve, por lo expuesto, qiie
el pacto no se presentaba en condiciones de viabilidad; por el contrario, sus mismos autores, y especialmente los representantes del Gobierno Argentino, lo consideraban rrito y sin condiciones algunas de poder existir. Si el primer punto presentaba desde su origen estos defectos de convivencia, no eran menores los que presentaba el statu guo o situacin provisoria. Despus de largos debates, dice a este respecto el seor Barros Arana en nota de 21 de Enero de 1878, por la cual transmiti el texto original del Tratado, llogr la aceptacin del Art. 1@.0 del pacto, el cual si bien limita nuestra jurisdiccin provisoria al Estrecho, sus canales e islas, no era posible ir ms all decde que, conforme a declaraciorles terminantes del Congreso Argentino, el Gobierno no habra podido, sin la seguridad de ver rechazado el Tratado en las cmaras, concedernos jurisdiccin de ninguna clase, interina o definitiva, en punto alguno del Atlntico. Inisistir en este punt habra sido procurar un nuevo y ms ruidso fracaso de las negociaciones. Conforme a este criterio el Art. 10." ciel pacto estableci que la costa oriental de la Tierra del Fuego quedara durante la situacin provisoria sometida a la jurisdiccin argentina. Y por el inciso final del mismo artcdo se previno que este arreglo provisorio no da derecho alguno a-ninguna de las dos partes, las-cuales no podrn invocarlo ante el rbitro como ttulos de posesibn. Por primera vez se conteriiplaba esta situacin .de la Tierra del Fuego, la que, si era una consecuencia de la tesis argentina de no permitir jurisdiccin alguna de Chile en la tosta del Atlntico, fu a r a la opinin pblica una verdadera sorpresa su ampliacin a la parte insular, con tanta mayor razn cuanto que en las diversas negociaciones anteriores se haba considerado en una misma condicin la Pennsula de Brunswik, Estrecho de Magallanes e islas adyacentes. Se comprende, por lo tanto, la resistencia opuesta a dicha disposicin por el Gobierno de Chile. Esto no obstante, esa idea y esa disposicin qued ya in-
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LUIS BARROS R C ~ R G O ~ O
corporada a las futuras discusiones y hubo de ser incluida definitivamente en el Tratado de 1881. Una interesante comunicacin reservada del seor Barros Arana fechada en 4 de Febrero de 1878, a Ia vez de explicar estas diversas vicisitudes de la negociacin, manifiesta que sta no puede ir adelante y que el Gobierno Argentino considera que el Convenio de 18 de Enero ho puede contar con la aprobacin. En esa virtud &uncia "haber niciacfo gestiones en favor de una transaccin que permita resolver definitivamente la suerte de aquellos territorios. En la forma estipulada expresa esa nota, el arbitraje deba recaer sobre el Estrecho de Magallanes, la Tierra del Fuego y la Patagonia. Por nis que se hubiese buscado esa forma general y comprensiva, refirindose a todos 10s territorios acerca de los cuales se hubiesen suscipor una o por otra parte, sin designar tado reclah~ciones los lugares con sus nombres geogrficos, este Gobierno toca ahora con la resistencia que esta base ha de hallar en el Congreso. Se le dice que ste no aprobar jams pacto afguno en que se ponga en duda el derecho incuestionable (as se le llama) que esta Repblica tiene a la Patagonia oriental, y que, por tanto, rechazar terminantemente el que ese territorio sea sometido a arbitraje. ES& Gobierno ha comprendido el peso de esds resistencias.. <Por mi parte, agrega 'el seor Barros Arana en esa comunicacin, yo he expuesto que el Gobierno y el Congreso de Chile han tenido y tendrn siempre resistencia para someter a arbitraje el Estrecho de MagaIlanes; y sin embargo, en obsequio de !a paz y de las buenas relaciones, el primero se presta a todo, esperando que haya reciprocidad por parte de esta Repblica. Pero si el Congreso Argentino sustrae del arbitraje la Patagonia, el Congreso Chileno sustraera, por su parte y. con rnejores ttulos, el Estrecho de Magallanes y las islas adyacentes, y el rbitro, llevndose adklante el convenio bajo esta nueva forma, no tendra territorio sobre el cual pueda recaer su fallo.
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<Esta situacin revela que es indispensable buscar a estas dificultades una soIucin ms prctica por medio de una transaccin directa. La resistencia que la Republica Argentina opone para someter a arbitraje la Patagonia, v la que Chile tiene para someter el Estrecho, prueba que hay puntos de donde no pueden pasar las pretensiones d e cada pas sin temor de provocar los ms graves conflictos. As como esta Repblica resiste tenazmente a que Chile ocupe una sola pulgada en las costas del Atlrntico, haciendo menos caso de los otros territorios disputados, que sometera a'l arbitraje; as tambin Chile resiste tenazmente a que aquella ocupe punto alguno del Estrecho, al paso qiie no d a mayor importancia a otros territorios, a los cuales se cree con buenos ttulos. Elste estado de cosas debe revelarnos que, sin necesidad Ge recurrir al arbitraje, y slo movidos por un iinpulso en favor de la armona de ambos pueblos, podemos Uegar a una solucin definitiva y eficaz' por inedio de un pacto que asegure a Chile la posesin tranquila del Estrecho y a la Repblica Argentina la de ia Patagonia. Tratando sobre esta base n.o hara ms que cumplir las instrucciones de mi Gobierno que antes qiie todo prefiere una solucin directa y definitiva. E n las conferencias, he insistido particularmente en den~ostrar la ventaja que resultara para ambos pueblos de Qna solucin de esta naturaleza. A pesar de todo, este Gobierno no me ha dado aun una contestacin definitiva, o me ha indicado, bases que iio puedo aceptar, porque no dejan a Chile en posesin de todo el Estrecho y dev sus tierras inmediatamente adyacen tes. B En orden a los pactos coinplementarios sobre limitacin del arbitraje y el caso de la Jeanlze Amelie, manifiesta que si todava no se formalizan se explica por la poca confianza que el Gobierno tiene en el xito de este Tratado. Por el moinento, agrega, el Gobierno Argentino cree que el tratado de 18 de Enero no tendr la sancin del Congreso, y no tiene mucho inters en formular pactos
subsidiarios que se deriven de l y .que, por esta causa, podran ser rechazados., Termina esa interesante coniuilicacin con la expresin de los nuevos esfuerzos que hace por lograr un arreglo directo, juzgando que la situacin no tiene o'tro desenlace que una transaccin que resuelva definitivamente la cuestin de lmites; o en defecto de ella, un nuevo tratado que establezca el arbitraje, limitando proporcional y equitativamente el territorio sometido a la decisin del rbitro. De esta suerte, y apenas corridos quince das, el Tratado de Arbitraje, suscrito el 18 de Enero, apareca invlido y deshauciado por sus propios negociadores. No es: taba llamado. por lo tanto, a seguir los trmites de la consagracin constitucional cie sus respectivos gobiernos. En despacho de 5 de Febrero, confirmando la informacin precedente, deca Barros Arana, que en estos 1timos das he tenido niucl-ias conferencias con el Presidenera te y con el Ministro Irigoyen ( e ~ t e colega de Elizalde por desempear el Ministerio del Interior). Creen ellos que el Tratado de Arbitraje es irrealizable y conocen tan bien como yo todas sus dificiiltades. Hemos discutido 'la transaccin directa como el mejor o el nico camino para resolver la cuestin. <<Con este motivo he dicho que as como la Repblica Argentina, segn la declaracin del Congreso, no puede renunciar a una pulgada sobre el Atlntico, Chile no puede renunciar a poseer todo el Estrecho. He agregado que toda transaccin que se aparte de esta base ser mal recibida en Chile.:) Como resultado de estas conferencias, con~unicaBarros Arana haber logrado sealar una lnea divisoria ],lamada a terminar la cuestin, y que, si en aquellos momentos no fu aceptada, pas a rncorporarse como la base capital de la negociacin de 1881, si bien cn condiciones inferiores. Pasamos a ocuparnos de esta segunda faz del debate de aquel ao 1878.
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XXXV
BASES DE TRANSACCION
Barros Arana formula concretamente la lnea divi,soria del Cabo . Vrgenes.-Asiente el Ministro d Interior seor Iri,goyen.Avellaneda no est distante de aceptar.-Resiste el Canci:ller Elizalde. Carta de Barros Arana de 4 y 18 de Febrero.-Carta . de 2 de Mayo y motjyos d e su resistencia a reabrir las negociaciones.-hf ensaje del Presidente Avellaneda sobre la Convencin de 18 d e Enero y rectificacin d e Barros Arana.-Carta de 14 de Mayo.-Contra-proposiciil de El$zalde; limita la posesi.n de Chile a la Pennsula de Brunswilr, y diiricle la Tierra del Fuego.-Barros Arana la rechaza i,nmedjata y perentorbmente.-Carta de 17 de Mayo; anuncia su jntencin de retirarse.
En carta de 4 de Febrero de 1878 expresa Barros AraJ na que se ha .empeado en demostrar a este CO b'ierno que no hay otra solucin prctica y realizable que una r a. transaccin que deje a la ~ e ~ b l i c ~ir ~ e n t i ncon la Patagonia y a Chile con el Estrecho e islas adyacentes. El Ministro Irigoyen (del Interior), que sigue mirando esta cuestihn con el ms vivo inters, es de la misma opinicn y el Presidente no se aleja de ella. Elizalde, sin contrariar directamente, y an d'eclarndosg partidario, no dcepta, por el momento, una base que sea satisfactoria para Chile. En las conversaciones que he tenido sobre el particular, he hecho por nli propia cuenta y reservn-
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BARROS B O R ~ : \ ' O
dome el derecho de consultarlo a Ud., las siguientes in- dicaciones : Desde el Cabo Vrgenes se trazara una lnea por la de la cadena de montaas que corre hacia el ocl cidente, y esa Gnea sera la divisin entre Chile, que queda al sur y al Oeste, y la Repblica Argentha al Norty y Este. Esa lnea se dirigira a buscar el tronco principal de los Andes. En caso de qo existir en toda la prolongacin de la lnea cadenas de montaas por cuya cumbre pasa, al partir de Cabo Vrgenes, se suplir por una lnea geogrfica que no podr apartarse ms de veinticinco millas de las costas del Estrecho. Sern chilenas todas las islas al Sur de la lnea, T'erra del Fuego, etc. (Para mejor inteligencia de esta indicacin, he borroneado un crquis en que he trazado esa lnea para que Ud. la vea.) <Chile declarara en el Tratado la neutralizacin del, Estrecho en la forma que la tiene ofrecida en circular de Octubre de 1873. He aadido adems que resuelta la cuestin por una transaccin definitiva, Chile ni an buscara! el arbitraje para la cuestin del buque y que se allanara a reparar los da'os, etc. <Al seor Irigoyen le parecen bien estas bases, y las ha apoyado en el Gobierno; pero encuentran resistencias en Elizalde y otros que creen que !a Repblica Argentina no debe renunciar a sus pretendidos derechos al Estrecho. Esto le har ver. lo poco que hay aue esperar de est a negociacin. Sin embargo, debo repetirle lo que lie dicho otra vez'con insistencia. Nuestro inters est en que sea la Rep~blicaArgentina quiin se muestre intransigente. As, pues, no nos conviene rechazar primero el Tratado de Arbitraje, Sino esperar que sea rechazado aqu. Esa intransigencia nos jiistifica ante nuestros con16 patriotas y ante el extranjero. Completa su informacin en la cartd de 18 de Febrero de 1878. Nada puecio anunciarle todava acerca del resultado cie las gestiones hechas para llegar a una t r a n s a c c h definitiva de nuestras cuestiones. Las cosas estn m j s o
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menos en el mismo estado en que se haIlabdn cuando escrib a Ud. mi ltima. <<Es verdad qbe el seor Irigoyen ayud mi proposicin, considerndola preferible al arbitraje, y que la ha sostenido en el Consejo de Gobierno; pero hasta ahora no tengo una contestacin definitiva. Elizalde, con quien he conferenciado sobre el parti'cular, se muestra muy resistente para aceptar. En su lugar propone otra base que nos dejaria en posesin de la pennsula de Brunswi'k, y que nos dejara dominio y jurisdiccin en la parte oriental del Estrecho por un nmero determinado de aos, 40 o 50, para que podamos atender a las necesidades de la navegacin, conservacin de faros, balizas, etc. Yo he insistido en mi proposicin. <En estos momentos, el Gobierno Argentino est muy ocupado con las ocurrencias de la poltica interna, la revolucn de Corrientes, y en otras provincias. Pero no le quede duda de que antes de la reunin del Congreso, he de activar la conclrisin del negocio. ~ a n f o Presidente como el seor Irzgoyen, creen el que el Tratado que constituye el arbitraje no resuelve nada, y que debe dejrsele de mano, sustituyndolo por un pacto ms prctico y ms aceptable. Elizalde cree que el Tratado es bueno y que es dificil hacer nada mejor; pero, me parece que no-toma el peso a la cuestin ni a las dificultades que se van a suscitar en las Cmaras. , ~ s t a dificultades han de ser mayores y casi invens cibles si el Gobierno va' a decir la verdad al Congreso, cuando se le pregunte cul es la materia del arbitraje. Para que no haya lugar a duda a este respecto, cuando me convenza de que no puedo llegar a un resultado mejor, yo pasar una nota a este Gobierno en que se explique la mente del Gobierno de Chile, esto es, que el lmite de las cord3IIeras comienza donde acdba Bolivia y termina donde principia la Patagonia. Fundar esta nota en la necesidad de no provocar cuestin con Bolivia, a la cual la Repblica Argentina le disputa una porcin de territorio que tiene
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por lmite a Chile por el Occiciente y a la Repblica Argentina por el Oriente. Para que no haya confusin, envo a Ud. un croquis, hecho de barrera, pero que le probar que conviene hacer esta explicacin al ~ o b i e r n oArgentino, y que ella debe servirnos de niotivo para explicar tambin dnde termina la lnea divisoria de la Cordillera. Chile, diremos nosotros, reconoce por limites orientales desde el grado 24 las cumbres de los Andes, pero a sus espaldas est Bolivia o-un territorio que posee esta Repblica; de manera que en el estado actual de las cosas su limite con la Repblica Argentina slo comienza en el grado 26, 12 minutos, y concluye dondc termina la Repblica Argentina, es decir, en el grado 40. Esta declaracin ser la muerte del Tratado, porque el Congreso Argentino no aceptar que expresgmente entre la Patagonia en el Arbitraje. Por eso, no lo h a ~ sino cuando no haya esperanza alguna d este arreglo. La carta de Barros Arana de 2 de Mayo de 1g78 permite apreCiar las ideas y conviccones que haba tenido e1 plenipotenciario cuando se haba retiraao de Biie-' nos Aires en Julio de 1877 y las razones que le haban asistido para resistirse a reanudar las negociaciones. C Mfui a Ro Janeiro, dice en esa interesante cornu~ nicacrn, profundamente convencido de que en mucho tiempo no podra hacerse nada en estas negociaciones a menos que Chile se decidiera a tratar bajo condici'ones muy diferentes de las que por entonces pretendamos. <Como arreglo directo de I,a cuestin de lmites sabia que este Gobierno no haba de hacernos proposiciones rns ventajosas que las que me hi'zo en Julio de 1876, y que el de Chile rechaz. Como constitucin de arbitraje, saba igualmente que por un camino o por otro siempre se haban de encontrar tropiezos insubsanables, s b contar con el incidente de captura el buque frdncs que tan admirablemente ha servido para embrollar este negocio. ~ s t a convicciones, lejos de debilitarse de alguna s manera, se robustecieron durante mi permanencia en el
Brasil. Conoc perfectamente que, si bien la Repblica Argentina no pensaba seriamente en llevar a cabo un rompimi'ento con Chile, estaba firmemente resuelta a no tkansigir ni ceder un palrrio de Eas pretensiones que haba manifestado. Por eso fu que en Octubre de 1877 no cre ni en' los anuncios de los ap,restos blicos por parte de la Repblica Argentina con que quiso hacer algn ruido, ni en las protestas de ardientes propsitos cie arreglo; amistosos de que se habl poco despus. Cuando se inici en Buenos Aires el cambio poltico que se denomin la Conciliacin y cuando supe que don Bernardo de Irigoyen haba sido reemplazado e n el Ministerio por don -Rufino de Elizalde, compren& que la negociacin perdd toda probabilidad de abrirse nuevo camino. El seor Ministro Elizalde, adems de carecer de la seriedad de carcter y de los propsitos que distinguan a su antecesor, haba profesado siempre mala voluntad a Chile y a cuanto se relacionase con l. Ud. debe recordar las opiniones que acerca de esto emit con toda clardad y con toda franqueza en mis notas oficiales y en mis comunicaciones confidenciales. Sin embargo, ms que estos informes pudieron en Chile 6 s halagos y las semi promesas que haca llegar hasta ese Gobierno el nuevo Ministro de la Repblica Argentina. El oficial de nuestra Legacin, vctima inocente de estos artificios, comunic que yo era llamado y esperado por este Gobierno para arreglar en unas p o a s horas esta cuestin. La Legacin Argentina en Santiago, por el rgano del joven oficial que era vctima del mismo error, daba a Ud. idnticas seguridades. Algunas personas caracterizadas de Chile transmitieron a Ud. noticias semejantes, apoyadas en cartas reci'bidas de Buenos Aires. Mientras tanto, yo tenia nuevos motivos para-dud i r de la sinceridad de esas manifestaciones. Mis notas de 6 de Noviembre y de 5 de Diciembre de 1877, as como lbs cartas que en esos das escrib a Ud. revelan que
yo no tena motivo alguno para abrigar la confihnza que Uds. parecan tener. As fu que cuando recib la orden de volver a Buenos Aires, mi primer impulso fu objeta&, y en ltimo caso renunciar al piieito antes que exponerme a una burla que vea inevitable. Sin embargo, yo no me atrev a echar sbbre mis hombros la responsabilidati de que se me acusara, con apariencia de justicia, de haber perdido por obstinacin o por capricho, la oportuni'dad de dar solucin a nuestrds cuestiones en ~ nmomento en que artifiiiosamente se presentaba como muy fcil de hacer el arreglo. Contra toda mi voluntd y slo por respeto a esas consideraciones o mejor dicho, por un acto de debilidad, me puse e n viaje para, ~ u e n o s Aires. 4 1 transmitirme-~ullarun telegrama de-ud. de Noviembre 26, me comunic igualmente que aqu hallara las instrucciones necesarias para seguir negociando. ESto me hizo creer que haba modificado las instrucciones; y cie cfue sucesos recientes de Magallanes, l crisis ecoa nmi& que afliga a Chile, el cansancio de la opinin por una cuestiil tan larga y enojosa, y e1 sobresalto que se hizo sentir en Octubre anterior cuando se habl de un rompimiento con la Repblica Argentina, haban modificado nuestras exigencias. Al llegar a Buenos Aires tuve el sentimiento de ver que no haba tales instrucciones. Sin embargo, me confirm en mis creencias al impoerme aqu de las discusiones que haban tenido lugar en el Congreso Chileno a fines del ao ltimo, y al notar mayor f1exibiIidad en ese Gobierno, no slo por su insistencia en que volviera a Buenos Aires, a pesar de mis observaciones, sino en !a contestacin que di a mis telegramas de Diciembre y Enero. Cre, pues, que se quera resueltamente ].legar a un arreglo definitivo, desistiendo en cierto modo y en caso necesario de las pretensiones gnteriores, y deseando slo hace; desaparecer todo motivo d e inquiet,ud. Mi misin estaba reducida a obtener lo menos malo, ya que era impodible obtener lo mejor; y deba llegar a ese resultado,
evitando en cuanto fuera posible todo lo que pudiera lastimar nuestro orgullo nacional.. -<Sobre esta base hice la Convencin cie Enero de 1578. (Nunca :la cre inmejorable; pero, la acept porque sabia que no era poiible obtener nada mejor. Antes de pasar adelante dir a Ud. que ahora mi3mo no la creo mala; y que, por 1.as razones que le he dado en mis comunica'ciones anteriores, y por otras muchas que podra agregar, la deferYdera en caso fiecesario como una solucin que dista mucho de ser inaceptable, sobre todo si se desea llegar a una solucin en el. momento presente. Ud. mismo ha?bt%visto que el cargo ms serio que contra ella se ha hecho, el de reconocer que-la Coidillera es el lmite de ambos pases, sin expresar con la denominacin geogrfica que la Patagonia entra en el arbitraje cualquiera que sea la direccin de la Cordillera, est contestado con las dos proposiciones suplementarias de arreglo definitivo o de limitacin de arbitraje, que se nos ha hecho, y en las cuales se nos conceden territorios que a juicio de este Gobierno, stn al Oriente de los Andes. Pasando ahora de este Pacto al protocolo sobre la Jentcne Anzelie, debo decir a Ud, que tampoco creo que merece los reproches que se le hacen. Habra sido menester que Ud. hubiese visto las exigencias de este Gobierno y la forma que propona para su protocolo a fin de que comprendiese cunto trabajo he tenido para llegar a una redaccin que no contiene nada que no se hallase consignado en las notas que han mediado sobre esta cuestin. No quiero extenderme ms sobre estos puntos por no repetirle explicaciones que le he dado en mis cartas anteriores, pero debo expresarle ahora cunto celebro la determi'nacin que, segn su telegrama de hoy, piensan Uds. tomar respecto de esta Legacin. El conocimiento que he adquirido respecto de los hombres pblicos de este pas, me hace creer que es intil, cornple&~mente intil el seguir ms largo eempo para tratar spbre las bases @e se han propuesto por nuestra parte. Las cabezas de
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todos los partidos, discordes en cualesquier otros puntos, estn, sin embargo, de acuerdo en ste. Los seores AveIlaneda e Irigoyen, el segundo sobre todo, son los hombres que he encontrado mejor dispuestos para nosotros; y, sin embargo, este ltimo, como Ud: sabe, slo pudo llegar a hacernos la proposicin de Julio de 1876, que fu rechazada por nuestra parte. Esto le demostrar lo que hay que esperar de los otros. <Tambin me habla Ud. en otra de la extradicin de los fugitivos de R~lagdllanes,y me encarga que para justificar e1 q'ue no se nos entreguen, no acepte ms que una explicacin que est de'acuel-do con el Tratado vigente. En este punto pienso completamente como Ud. y cuando he hablado sobre este negocio con el Presidente y: con sus Ministros,'les he dicho q'ue la negativa a las justas exigencias de Chfie importar el rompimiento de aquel Tratado. Ud. sabe que este Gobierno comenz por ofrecerme espontneamente la entrega de esos malhechores; pero desde que la prensa se apoder del asunto, tuvo miedo y vacil en sus promesas. En ltimo caso, hall un medio para salir del paso, guardar el ni& completo silencio; y en efecto, hasta ahora, no ha contestado una sola palabra a las diversas notas que con un motivo u otro le he dirigido sobre el particular. La carta de 14 de Mayo de 1878 relata el incidente sobre el llensaje del Presidente Avellaneda por e! cual anunci el arreglo de la negociacin ajustada en Enero 'de 1878, y la rectificacin de la Legacin Chilena. <Ayer vino a verme el Presidente ..AvelIaneda, expone el seor Barros Arana. Estaba profundame-nte conmovido por las dificultades suscitadas por su Mensaje y por mi rectificacin. Me dijo que saba que el Gobirno de Chile no aprobaba el pacto de Enero, cono no lo aprobaba l mismo; pero que no poda persuadirse de que no lo sometiera al Congreso, como lo nico a que haba podido arribarse. En este sentido, haba resuelto someterlo l a este Congreso; y no poda hacerlo en otros trminos que los de la ms franca aceptacin para no dejarlo caer en
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ridculo. Me habl de todo esto con la ms profunda sinceridad, y dicindome y repitindome que nada sera ms doloroso para l, que el que por un lado u otro lo arrastraran a algo pareiido a ;n rompimiento. 'Hablndome de sto, me dijo conmovi'do: En ,estos momentos ni Chile ni la Repblica Argentina estn en situacin de aceptar un rompimiento; pero sera el colmo de la vergenza y. de la insensatez que ambos pueblos estn enipefiados en reparar sus fuerzs pa;a venirse a las rllanos . . . el d5a que se consideren repuestos. No necesito decirle que esta misma es mi opinin, y que esa perspectiva me desagrada ms de lo que Ud pued imaginarse. <A propsito de esta conferencia, repetir a Ud. lo que le he dicho antes de ahora: Avel'laneda e Irigoyen son I& hombres mejor dispuestos por Chile que he encontrado en este pas;-pero ambos han sido impotentes para vencer las resistencias que les opone la opinin decididamente hostil que han creado los exaltaaos. Estoy persuadido, y crea Ud. esto como verdad incuestionable, que-'-a menos de algn incidente imprevisto, de alguna gravsima complicacin exterior, o algo ms grave todava, esta repblica no nos har jams proposiciones ms favorables que las que nos hizo en Julio Ze 1876. Ms todavia, que ahora mismo sera casi i&posib\e obtener las mismas .prop:osiciones. En este punto, puede Ud. estar seguro de que Chile enviara a ~ i s m a r c k a Metternich sin-'ms resultado que el que ha dado esta misin. Los esfuerzos intiles que he hecho para llegar al acuerdo de 1a"prop.osicin de que habl a Ud. en Febrero y que aprobaba Irigoyen, me han confirmado en esta conviccin. Mientras tanto eii Chile han de gritar que por debilidad o por torpeza ma, no hemos conseguid6' dilatar nuestras fronteras, etc. Y yo por un deber de patriotismo'estar obligado a dejar correr esas acusaciones, si es que vienen. En la carta de 17 de Mayo de i878 seexplaya sobre la proposicion de Elizalde. La proposicin que me hizo el seor Elizalde en re-
emplazo de la ma, fu la siguiente: La lnea dtvisoria se trazara en la baha'peket, dejando as a Chile toda la regin occidental y en ella la pennsula de Brunswik. En la Tierra del Fuego se le dara a Chile una faja de terreno; en la costa que mira al Estrecho, es decir, desde Punta Arenas hasta e l Atlntico, sera argentina la cost a del Norte y chilena la del sur. Como yo rechazase la proposicin, quedij Elizalde de consultar e! punto con el Gobierno, pero han pasado cinco das y no me ha contestado nada. Elizalde est mal en el ~ o b i e r n o .Como Ud. debe comprenderlo, a pesar de !a conciliacin, el Presidente no puede tener mucha estimacin por l, y sus propios correligionario~no lo estiman mucho ms por varias razones, una de las cuales es el. haber consentido en la intervencin del Gobierno Nacional. en los asuntos de corrientes; es decir, en que el Gobierno de que l forma parte, vaya a batir a sus propiios amigos en la provincia en que estaban vencedores por la revolucin. En esta situacin, no es extrao que piense que s i resistencia en las cuestiones internacionales puede asegurarle su prestigio. En esto mismo sufre un engao; y desde ahora asegurarle que cualquier cosa que haga en las relaciones exteriores ser vivamente atacada en,el Congreso, si el Gobierno no trata de calmar el ardor de los diputados y senadores que en su casi totalidad estn animados de los sentimientos ms hostiles contra los Ministros mitristas. <Hablando particularmente con el Presidente Avellaneda sobre estos asuntos, le dije, que era tal el cansanbio y la fatiga que me haban producido, que, si no llegaba)a un arreglo conveniente en todo este mes, me ira a Montevideo y en seguida a Brasil en los primeros das del entrante, resuelto a dejar el cargo que desempeaba en el caso que mi Gobierno no aprobase esta determinacin. En efecto, no tengo nimo para seguir ms tiempo en esta esterilsima contienda. Y concluye: A pesar de este desencanto, no desespe-
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ro an de hacer algo. El da que ~ i e r d apor completo las esperanzas, hago lo que deca al presidente, es decir, me marcho de aqu sin rompimiento y sin nada, y esperando que otro ms feliz que yo halle solucin a estos enredos.
BARROS ARANA SE RETIRA DEL PLATA; LA GUERRA DEL PACIFICO Y LA PAZ CON LA ARGENTINA
Barros Arana pone fin a sil misin en el Plata. Inquietud patritica.-Nubes por el norte.-En los mares australes el caso de la Devonshire.- S e aprestan las escuadras de uno y otro pas. Los acorazados chilenos en Lota. Discreta intervencin de'don Mariano Sarratea. Declaracin de Irigoyen spbre la in~uficienciade la flota argentina.-El Tratado Fierro-Sarrat t a de 6 d e Diciembre de 1878.-EL Congreso de Chile aprueba el Tratado.-Estalla el conflicto chileno-boliviailo; la escuadra y ejrcito ocupan Antofagasta, 13 de Febrero de 1879. -A mediados de 1879 el Senado Argentino rechaza el Tratado Fierro-Sarratea.-Enrgica actitud del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, don Domingo Santa Mara.-Don Jos Manuel Balmaceda en el Plata: su digna y elevada representacin.-El Gobierno Argentino mantiene una correcta ne~itralidad.Amistosa intervencin d e los Ministros Americacanos seores Osborn y el Tratado d e 1881. El Presidente Pinto termina la Guerra del Pacfico y suscribe loapaz definitiva con I'a Repblica Argentina.
El seor Barros Arana se retiraba definitivamente de Buenos Aires el 21 de Mayo de 1878. Haba cuidado de que su partida no significase una interrupcin de relacionk, y menos un rompimiento. Presentara adems s u carta de retiro en Montevideo y en Ro Janeiro, e ira a Europa antes de regresar a Chile. Necesitaba un reposo para su salud, que haba estado quebrantada, y ms que todo, un alivio para su espritu, agobiado por un excesivo trabajo y atormentado por no pocas pb-eocupaciones.
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Senta la inquietud patritica del atalaya que con la visin del pel$&o, ha visto y anunciado las nubes precursoras de tempestad. Quedaba en Buenos Aires u n a situacin de @quietud internacional que era poco s a t i s factoria; vientos del norte haban estado acumulando demasiada electricidad en la atmsfera. Las gestiones mancomunadas del Per y de Bolivia se mantenan I'atentes y no era imposible que pud'ieran obtener un mejor resultado a la sombra de pasiones y excitaciones patriticas inflamables. Barros Arana estaba informado por la Cancillera del estado alarmante en que se hallaban nuestras relaciones diplomticas con Bolivia. El peligro del norte y las incertidumbres del oriente, haban obligado al Gobierno de Chile, ya anteriormente, a hacer salir de Inglaterra los acorazados en construccin, aun antes de estar concludos. Una conflagracin poda estaIIar en cualquier momento y nadie poda asegurar que no se hiciese general. Los meses del invierno de aquel ao correron en relativa y aparente tranquilidad. En el mes de Octubre ocurra en los mares del sur un nuevo caso, anlogo al de la Jeanne Amelie, que poda ser la chispa de una explos?6n continental'. Tal fu el incidente de la Devonshire. Esta barca americana, con permiso y autorizacin argentina, se haba presentado a cargar huano en un punto de Ia costa patagnica al sur del ro Santa Cruz, en la zona que la pblica y solemne declaracin del Gobierno de Chile de 1873, haba declarado hallarse en posesin y en la cual no permitira acto alguno extrao que pudiera implicar un nienoscabo de su soberana. Y tal como haba sucedido en 1g76 se repiti en esos das de Octubre de 1878. Las autoridades chilenas de MagaIlanes hicieron apresar inmediatamente la barca americana que con infraccin de aquella declaracin ejecutaba un acto contrario a la autoridad de Chile. Se comprende cual fu la impresin que ese grave suceso produjo en la opinin pblica de Buenos Aires, excitada al presente con mayor intensidzd por el recuerdo
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LUIS BARROS
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que aun mantena fresco del caso anterior. El peligro se manifest inminente y el Gobierno Argentino, correspondiendo al sentimiento general, se mostr dispuesto a obrar con toda energa, y aun a ordenar la partida al sur de sus naves de guerra. Por su parte, el Gobierno .de Chile, consciente de su grave responsabilidad, per firme en su derecho. dispuso a la vez sin vacilacin la organizacin inmediata de su escuadra de guerra, la que parti en el acto a 1,ota a cargar carbn y recibir all &S ltimas instrucciones antes de dirigirse a iMagallanes. En ese momento agudo del conflicto, se hizo sentir a en Santiago d influencia discreta y patritica de un distinguido ciudadano argentino, con larga residencia en Chile, don Mariano Sarratea, a quien prest odo la Cancillera de Chile, inicindose al instante las negociaciones diplomticas que dieron como resultado el Tratado Fierro-Sarratea de 6 de Diciembre de 1878. Hubo en uno y otro Gobierno la verdadera comprensin de sus deberes y sus responsabilidades; un conflicto armado entre esos dos paises podra haberse considerado acaso como un crimen internacional. Ch5le no slo se senta fuerte en su derecho sino que saba la confianza que podia despostar en el poder de su marina de guerra. No era la misma la condicin del Gobierno Argentin. Sus naves no estaban en condkiones de soportar el choque con los dcorazados chIenos. El pueblo recldmaba la guerra; sus gobernantes saban que no podan hacerla. Esta delicada situacin ha sido referida posteriormente por los hombres pblicos que debieron afrontarla. En efecto, as lo expres cion Bernardo de Irigoyen, a la sazn Ministro de Relaciones Exteriores, cuando ms tarde en horas ya serenas, informaba ampliamente a la Cmara de Diputados sobre las diversas alternativas de la cuestin con Chile. Con toda sinceridad explic sus actuaciones en el viejo litigio, como ya he~nos tenido ocasin de recordarlo con xnotivo del repudio de las declaraciones del Ministro Te-
jedor que hizo al comenzar el gobierno del Presidente Avellaneda. En ese mismo discurso de 31 de Agosto de 1881 se refiere al ltimo incidente que hemos recordado y dice que: <zarp tambin de Valparaso la escuadra chilena con rumbo .al Estrecho y abroximndose un conflicto-martimo por el sur tuvo la franqueza de declarar que nuestros buques no estaban preparados, pues no se encontraban en condiciones para entrar inmediatamente en operaciones blicas que el Gobierno n o haba previsto. Felizmente son en ese momento agudo la voz de la cordura y uno y otro gobierno, inspirndose en los sentimientos de amistad y de concordia, supieron encontrar en los antecedentes de las cancilleras los trminos en que poder ajustar un pacto que entregase al juicio arbitral la solucin de sus disentimientos. El Tratado Fierro-Sarratea, recibdo con aplauso por la opinin pblica de Chile y la Argentina, termin aquella peligrosa tensin de los espritus y restableci la tranquilidad en sus relaciones diplotr,at'icas. ' El Tratado fu aprobado sin demora por el Congreso de Chile; pero, no habiendo podido recibir en esos das la sancin legislativa del Congreso Argentino, f u aplazada su discusin hasta el siguiente ao. Desgraciadaniente en el debate que se promovi sobre el particular, se renovaron !as antiguas y conocidas observaciones, y en definitiva no encontr el favor legislatvo de que era merecedr. Entre tanto, la situacin de Chile no era en esos momentos despejada. La escuadra chilena que, durante el mes de Diciembre de 1878 habia estado al ancla en el puerto de Lota y en pi de guerra, reciba u n mes despus la. orden de partir a Antofagasta, convoyando el cuerpo de tropas que deba ocupar aquella zona como consecuencia del rompimiento d e relacioies con Bolivia. Apareca el problema del norte con todas SUS complicaciones; y la intervencin del Per, motivada por el Tratado Secreto de 1873, obligaba a1 pueblo y Gobierno de Chile a organizar todos sus elementos militares de tierra
y de mar, en defensa de una causa en que estaba comprometida sii misma existencia de nacin. No hace a nuestro objeto recordar todos los esfuerzos y toda la energa qiie necesit desplegar el Gobierno de Chle para afrontar tan grave situacin, debiendo formar un ejrcito y adquirr las armas j los elementos nccesarios para una giierra qiie deba llevar a los territorios de las propias naciones coligadas. Fueron meses duros de incertidumbres, de inquietudes y de azares los que corrieron hasta octubre de 1879, en que qued plenamente asegurado para Chile el dominio dei mar. Fu en aquellos meses cuando volvi a aparecer una sombra p r el lado del Atlntico. El Congreso Argentino haba rechazado el Tratado de Arbitraje de 6 de Diciembre de 1878, y era reclamada con este motivo tambin de ese lado la atencin de la Cancillera de Chile. Felizmente estaba desempeada sta por uno de los hombres pblicos de Chile de ms talento, de mayor visin poltica y de gran entereza: don Domingo Santa Mara. Se encontraba este Ministro en el Cuartel General de Antofagasta, como Delegado especial del Presidente para que cooperara a la preparacin de la campaa sobre Tarapac, primera etapa de la guerra. La noticia que le llegaba de la situacin producida en Buenos Aires, lejos de abgtir su espritu, le hizo redoblar sus esfuerzos y el Ministro se diriga al General en Jefe a fin de llevar a su alma de soldado el convencimiento de que slo el triunfo nos dara la solucn de todos !os problemas que se actimulaban sobre el pas. Por eso decadel Ministro Santa Mara al General en Jefe en comunicacin de 1 . O de Jiilio de 1879 lo siguiente: <El Senado Argentino ha rechazado el arreglo ajustado (Tratado de Diciembre de 18'78). Esto puede complicar nuestra sitiiacin por aquel lado, y nos compele a ohrar con mayor actividad por ste. Si abatiramos pronto al Per, todo cambiara. Aquel omnipotente nlinistro que, Delegado en Cam+
paa, saba organizar y dar poderoso impulso al ejrcito y a la1Armada, daba tambin desde su Gabinete de Relaciones Exteriores las ms enrgicas instrucciones a su Plenipotenciario en el Plata. Era este don Jos Manuel Balmaceda, pol.itico sagaz y de incontrastable energa que no estaba reida con su esmerada educacin, y que haba de acompaar ms tarde al Presidente Santa Mara en sus tareas de Gobierno y habra, en seguida, de sucederle en el mando. Es menester, le deca Santa Mara a su Llinistro en el Plata, que el Gobierno Argentino compienda y bien har Ud. en .- insinuarlo, que nosotros no aceptamos nada que amenge nuestros derechos y nuestra honra, a pesar de las dificultades en que pueda colocarnos la guerra actual. Declaro a Ud., agrega con su natural entereza, que el miedo no es elemento que pueda ponerse en juego y que hoy como ayer obraremos sin separarnos de lo que la justicia y la conveniencia de los dos pases aconsejan. El seor Balmaceda, si bien no necesitaba ser estimulado en sus patriticas actividades, se senta muy complacido de hallarse sostenido en aquella forma por su Gobierno. Supo desplegar en aquella ocasin todo su talento que era grande, y todo su poder de persuasin, que era inagotable, a fin de obtener que el Gobierno Argentino no se apartase del espritu de concordia en que se haba inspirado la negociacin de Diciembre de 18'78. Las gestiones, desarrolladas en un ambiente de recproca cortesa y consideracin, estuvieron muy distantes de acercarse a una riteligencia. Por el contrario, las proposiciones que formulara el Ministro de Relaciones Exteriores seor Montes de Oca hacan retrotraer el debate a las primitivas y ms restringidas fases de aquella vieja discusin. E.1 diplomtico chileno hubo de rechazarlas perentoriamente, y convencido de la inutilidad de sus esfuerzos, no tard en abandonar toda gestin, regresando a Chile pero habiendo mantenido en aquella sociedad la
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situacin de prestigio y de consideracin que le corresponda. Si esa misin no di el resultado inmediato que se buscaba, contribuy a formar en los hombres pblicos de aquel pas un; apreciacin justa y verdadera de las causas de la guerra a que Chile haba sido rrastrado y de los elemeritos positivos de organizacin y de fuerza que posea para alcanzar un triunfo completo. En todo caso, es el hecho que cualesquiera qge fueran las simpatas que sintieran akunos argentinos por la causa de los aliados, el Gobierno mantuvo siempre una estricta y severa neutralidad y no se apart en ningn momento de la lnea de conducta que le estaba trazada por sus antiguos vnculos de amistad con Chile y por sus deberes internacionales. De esta suerte, cuando Chile hubo alcanzado la victoria en todas las jornadas de la Guerra dkl Pacfico, y cuando las ltimas bgtallas le dieron su entrada triunfal en Lima y la subsiguiente posesin de todo el terrhorio del Per, hubo un asentimiento unnime para acoger las insinuaciones que los Ministros de los Estados Unidos en Buenos Aires y en Santiago, seores Osborn, hicieron a fin de llegar a un avenimiento definitivo en el Gejo. litigio. No tard en producirse la inteligencia directa entre !as Cancilleras y partiendo de los antecedentes conocidos y sin nueva discusin, se arrib al Tratado promulgado el 23 de Julio de 1881. El Gobierno del Presidente pinto haba terminado victoriosamente la guerra del Pacifico y ajustaba pocos meses antes de dejar el mando el Tratado que pona fin al interminable y enojoso pleito de deslirides. Llegaba as para los i u e haban servido la causa de la paz y del comn entendimiento, la hora de la justificacin, y se abra para los dos pases una poca de franca amistad y de constante cooperacin a una poltica de concierto que en ocasiones ha alcanzado proyecciones de verdadero americanismo.
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Estos antecedentes manifiestan con toda claridad que el, diplomtico Barros Arana, no slo supo defender con su energa y perseverancia acostumbradas los derechos de Chile, sino que supo a la vez abordar con perspicacia y verdadera previsin las soluciones que en un h t u r o prximo habran de traer la chcordia y la paz entre Chile y la Argentina. Aquel infatigable adalid de la causa chilena, fu el obligado consultor de todos los gobiernos mientras se ven-
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til aquel complicado pleito de lmites. Fu, en seguida, dLrante ocho aos el perito de Chile en Ia obra de Ia demarcacin prevista en el Tratado de 1881, el intrprete ms autorizado de la letra y del espritu de ese Pacto y su nis vigilante y acucioso defensor. Haba tomado parte como actor en todas Pas incidencias de fa negociacin de 1876 a 1878, y haba concurrido como asesor a Ia gestacin del Tratado de 1881. Los principjos geogrficos y Yas normas jurdicas q'ue gobernaban la cuestin se haban invocado duiante fa discusin del pleito fronterizo en la zona austral,. Y as como las desinteligencias de hecho fueron niodificndose poco a poco hasta acercarse a puntos en que fiiera posible el acuerdo, del mismo modo aquellos principios generales fueron adquiriendo la autoridad y la consistencia necesarias para dirigir y encauzar los actos de diplomticos y peritos. Al sostener el seor Ministro Fras que la Cordillera de los Andes divida a los dos pases en toda su extensin, hizo una expresa declaracin sobre el principio del divortz'a aquarz4m sosteniendo que ese deslinde estaba determinado por la lnea divisoria de las aguas. Y refirindose al Mapa de Chile de Pissis, declaraba perent&iamente que ese seor no haba hecho otra cosa que trazar en los Andes la lnea anticlinal o divisoria de las aguas; pues el ~ o b i e r n ode Chile ha entendido, como todo el mundo, de acuerdo con una regla internacional, universalmente adoptada, que cuando una montaa o cordillera separa dos pases, el lmite entre ellos lo marcan en sus cumbres, las cadas de aguas. <Es 6e necesidad, aada el mismo diplomtico en aquella comunicacin de 20 de Septiembre de 1873, que un mapa exacto con la descripcin geolgica y minerolgica de Chile, seale todos los puntos notables del pas, sus varias altd-as sobre el nivel del mar, y la lnea culminante de la Cordillera entre las vertientes que descienden a las Provinczas Argentinas y las que riegan el territorio chileno.
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Al referirse el seor Orrego Luco a esta importante declaracin del diplomtico argentino, consignada en una comiinicacin que fu dirigida instrucciones especiales de su Gobierno, llama la atencin a la ltima parte d e Ia citada declardcin en cuanto manifiesta claramente que entiende por vertientes los cursos de agua y no las de las laderas, como han pretendido ms tarde el seor Irigoyen, Montes de Oca y otros a nombre del Gobierno Argentino. (1) Tal aparece incidentalmente el principio del divortia aquarum. Surge en una cuestin ajena a la divisin de territorios separados por montaas, y se formula sin reticencias y sin los equvocos a que- haba de dar margen al tratar de la demarcacin general entre los dos pases. Pero en aquella discusin sdbre las tierras magallnicas, iniciada por la reclamacin argentina de 1847, se haba trado al debate la lnea divisoria de la Cordillera de los Andes en su imaginada y supuesta prolongacin hasta el Estrecho de Magallanes. Y este hecho, con la circunstancia de que esa lnea se haca terminar en la embocadura del Estrecho en el Pacfico, se opona entonces como un bice a las fundadas pretensiones de Chile. El argumento, que se consideraba irrefutable, arrancaba de ese supuesto hecho geogrfico y del precepto de la Constitucin de Chile que slo asignaba a este pas los territorios situados al poniente de la Cordillera Andina. Este mismo argumento fu repetido ms tarde por el Ministro argentino don Flix Fras y desarrollado especialmente en su nota a la Cancillera de Chile de 2 de Septiembre de 1873. cmo era posible traer a un debate internacional de fronteras, en que slo corresponde invocar los ttulos que pudiesen acreditar la posesin jurdica de las antiguas colonias espaoas constituidas posteriormente en Estados independientes, las disposiciones polticas que slo
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miraban al rgimen administrativo y const~tucionalde los nuevos pases? Veamos cul era ese precepto de la antigua Constitucin de Chile de 1833, que fu suprimido por innecesario en sus reformas posteriores. Deca como sigue: ~ A r t .1.O-El territorio de Chile se extiende desde el Desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y desde la Cordillera de los Andes hasta el Mar Pacfico, comprendiendo el Archipilago de Chilo, todas las islas adyacentes y las de Juan Fernndez. La gran cadena de los Andes aparece as indikada como el confn opuesto al del Pacfico, consagrando en trminos generales el hecho geogrfico existente, y sin que se hubiese podido precisar su trmino austral y si desapareca o no al salir de la parte continental. Estableca esa lnea divisoria entre las Frovincias que antes constitufan el Reino de Chile y que entraron a formair parte de la Repblica de Chile, y las provincias del Virreinato del Plat a que ms tarde integraron la Repblica Argentina. El ro Diamante, en las vertientes orientales de la Cordillera, formaba el lmite s'ur de fas antiguas provincias del Cuy q'ue pertenecieron en un tiempo al Reino de Chile; y el ro Negro, en la regin del Atlntico, marcaba asimismo el lmite sur de aquel'pas, que le separaba del extenso territorio de la Patagonia. El hecho geogrfico, consignado en el Art. 1 . O de la antigua Constitucin de Chile de 1833, en nada poda modificar los deslindes que segn sus ttulos haban de corresponder a los dos pases fronterizos, y se cobformaba, por 10 dems, a la propia expresin usada en las viejas reales cdulas. Con toda exactitud, piido entonces sostener el Gobierno de Chile que ese precepto constitucional slo se refera a la parte del territorio en que Chile deslindaba de las provincias del Ro de la Plata; pero, en manera alguna a la regin patagnica que, segn sus ttulos, se hallaba comprendida en los trminos australes del Reino de
Chile. M& adelante recordaremos cmo la expresin Chile, se refera en ocasiones a la zona central y en otras a toda la extensin de su territorio. Entre los viejos ttulos invocados se pudo citar con toda oportunidad las expresiones empleadas en la Real Cdula de Carlos 11, de 21 de Mayo de 1681, al declarar que la Cordillera Nevada divide al Reino de Chile de las provincias del Ro de la Plata.. La ~ a t a ~ o n form siempre un territorio distinto ia del que corresponda a aquellas provincias, y Comenzaba al sur de ellas, a partir del r Negro, regin sta a que se consideraba Chile con pleno y legtimo derecho, y que constituy, en seguida, la regin litigiosa con la Repblica Argentina. Por otra parte, fuera de todo punto ocioso querer atribuir a un precepto constitucional un alcance absolutamente extrao a su ndole ' y a su objeto. No necesita comprobacin el aserto de que las leyes de cada pas slo afectan a sus habitantes o estantes, pero no envuelven' obligaciones ni son capaces de generar derechos que fueran susceptibles de ser invocados en contra o en favor de cada nacin en sus relaciones con los dems Estados. Son stos verdaderos actos unilaterales, dictados con otro objeto, y extraos a cualquier divergencia internacional y ajenos a toda materia que pudiera dar margen a un pleito entre Estados. De la misma ndole fu el argumento que se hizo ms tarde con motivo del Art. 1.0 del Tratado de Paz $ Amistad con Espaa, promulgado con fecha 1.0 de Julio de 1846. Dicha disposicin al determinar la niieva nacionalidad que la ~ a d r Patria reconoca como independiene te, haciendo referencia a su ubicacin territorial expresa: Que reconoce como nacin libre, soberana e independiente a la Repblica de Chile, compuesta de los pases especificados en su ley Constitucional, a saber: todo el territorio que se extiende desde el 'Desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y desde la Cordillera de los
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Andes hasta el Mar Pacifico, con el Archipilago de ChiIO y las islas adyacentes a la costa de Chile.)> Se trataba de dar una ubicacin al pas que la Madre Patria reconoca conio nacin independiente y la daba valindose de los trminos que empleaba su carta fundamental- al-sealar su territorio. Pero al hace; tal referencia, los plenipotenciarios no haban pretendido agregar ni quitar una pulgada de territorio al que conforme a sus ttulos y $ sus derechos corresponda al nuevo Estado organizado con las provincias, comarcas e islas que haban pertenecido al antiguo Reino de Chile. La Cordillera de los Andes separaba este Estado de las provincias argentinas, y su Rnea de divisin estaba indicada por el divortia aqzbarurn; pero en la regin del Pacfico al Norte de Llanqiiihue, y en el Atlntico al Norte del Ro Negro. La regin austral o Pztagonia formaba la parte litigiosa entre Chile y Argentina. Este fu el concepto que sostuvo siempre Barros Arana, tanto en la negociacin que estuvo a su cargo como en todas las exposiciones y decldrationes que hubo de hacer posteriormente con motivo del Tratado de 1881. De este modo, cuando se discutan en Abril y Mayo de 1877 ciertas bases de arbitraje y le invit el seor Irigoyen a consignar algunas normas o principios generales de delimitacin, convino en ello el seor Barros Arana, si'empre que fueran objeto de protocolo separado, y en todo caso entendindose que se referan a la zona de territorio no disputada, ya que la parte austral o zona litigiosa era materia de 10s convenios especiales que se estaban debatiendo. Este lu el origen de la declaracin 2." que formul en aquella ocasin el seor Barros Arana, y que fu del siguiente tenor : ~ 2 . ~ - L adeclaracin recproca de que mbos Gobiernos consideran que la lnea divisoria de Chile con la Repblica ~ r ~ e n t i h a toda la porcin del territorio sobre en
el cual no se ha suscitado discusin alguna, es el divortia aquarum de la Cordillera de los Andes. Como ya hemos tenido ocasin de referirlo anteriormente, el seor Ministro Irigoyen asinti a esa cieclaracin y propuso adoptar para la redaccin de la respectiva estipulacin las frases empleadas por el, seor Bello en su Derecho' Internacional al hablar de los Imites de los pases que estn separados en todo o en parte por cadenas de montaas. En ese mismo momento avanz Barros Arana una idea que fu de la mayor trascendencia en el futuro desarrollo del debate y que se consigna por primera vez y aparece, en seguida, incorporada en todas las Convenciones proyectadas o ajustadas ms tarde. Manifest la conveniencia de acordar por una estipulacin especial que .*las dificultades que pudiesen suscitarse por la existencia de ciertos valles de cordillera en que no es perfectamente clara la lnea divisoria de las aguas, se resolviese amistosamente la cuestin por n~ediode peritos.)) La disposicin principal, que deba ser complementada por la que precede, fu de la iniciativa ciel seor Ministro Irigoyen segn consta de la Memoria de 25 de Junio de 1877, que hemos recordado ya anteriormente. Es interesante consignar las propias expresiones del seor Irigoyen al consignar un principio que fu en todo momento enrgicamente sostenido por el seor Barros y al cual no se manifest fiel el se'or Irigoyen en las ulteriores discusion&. <Manifest al seor Ministro de Chile, deca en 1877, que a mi juicio debamos empezar por establecer ciertas declaracio~ies que interesaban a la seguridad y a la buena inteligencia de ambos pases, y propuse consignar la delimitacin de amljas repblicas en toda l a longitud que estaba fuera de controversia y de pretensiones encontradas. La redaccin ideada y adaptada al texto de Bello, fu del siguiente tenor : aI,a Repblica de Chile est dividida de la Repblica Argentina por la Cordillera de los Andes, corriendo la
lnea divisoria por sobre 10s puntos ms encumbrados de ] l a , pasando por entre los manantiales de las vertientes que se desprenden a un lado y al otro., El Ministro de Chile concurriendo en la idea esencial, se resrv considerarla ms tarde, para adoptar una redaccin definitiva. La que el seor Barros adopt aparece consignada en la nota al hlinisterio de Relaciones Exteriores de 13 de hlayo de 1877, que ya hemos citado. Como resulta de ese texto, se consulta en dicha redaccin expresamente el principio del d.hortia aquarum, y se hace especial referencia a que ese deslinde se refiere a la parte de sus territorios respectivos sobre los cuales no se ha suscitado hasta la fecha cuestin algzcna de limites,. . . Se le grega adems la prescripcin especial sobre los valles, interiores de cordillera.
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1.a discusin de aquella poca tom en ocasiones caracteres violentos y apasionados en la opinin pblica de - uno y otro pas. De ordinario se perda de vista la materia de fondo para engolfarse en clisquisciones secundarias o de orden sentimental. .Pero en general, hubo en Chile mayor serenidad de espritu para contemplar el problema y una mayor confianza en la gestin de sus gobernantes.'
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El debate mismo, sujeto como estuvo a accidentes e intermitencias diversas, fu dejando en el camino algunos quebrantos c la desilusin de aspiraciones patriticas, mu, chas veces ligeramente concebidas. La naturaleza de la materia, de por s delicada como que afectaba a graves intereses de dos pueblos y a derechos considerados legtimos y bien fundados de uno y otro lado, tena que imponer restricciones o concesiones recprocas, no-siempre fciles de apreciar por los que no tienen la direccin' y responsabilidad de las negociaciones, y menos aun en los propios momentos de las transacciones o de las soluciones de poltica internacional. La discusin de ttulos hbilmente sostenida en uno y otro pas, por historiadores y juristas, hsba formado una conciencia nacional definida y extrema, que repugnaba a cualquiera idea de concesin o arreglo. Entre tanto, en uno y otro de los gobiernos, sus ms hbiles y expertos representantes, estudiaban y buscaban afanosamente los medios o trminos en que poder conciliar exigencias que se presentaban como irrebatibles. Descansando en la autoridad de viejas cdulas reles, de respetables pergaminos y de no pocas tradiciones histricas, sustentadas por el talento y Ia versacin indiscutible de escritores y publicistas, la opinin pblica de Chite haba formado su concepto sobre su buen derecho a parte austral del continente, comprendiendo en esta denominacin especialmente la regin del Estrecho 'de Rtagallanes, pero extendindose adems a los territorios continentales de La Patagonia. La fundacin de la colonia de Punta Arenas determinaba el acto material de ocupacin, si bien su posesin de derecho se basaba en la posesin de sus ttulos. Qu abarcaba con esa ocupdcin? <Los Estrechos de Magallanes y sil territorio);, dice el acta oficial que acredita &a posesin, o sea la regin austral a que le daban derecho sus ttulos. La Repblica Argentina vi6 en ese acto de ocupacin chilena una violacin de su territorio de la Patagonia, y afirm ms tarde su derecho a esa regin por la fundacin
'~'RAVSUNA DE
CORRESPONDENCIA
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de la Colonia de Chubut al Sur del Ro Negro, limite Norte de la regin que propiamente se-denomina la Patagonia. Fuera de esos dos establecimientos no existia a la sazn en esa vasta comarca ninguna otra fundacin que hubiera podido corresponder al ejercicio de un acto-de dominio. Pero es el hecho que, iniciada la cuestin de lmites por la fundacin de la colonia de lJllagallanes, qued desde ese momento planteada la cuestin de derecho sobre todo el territorio de !a Patagonia. Por eso deca con razn el seor Ministro de la Repblica Argentina don Flix Frias al abrir la discusin diplomtica con Chile por su nota de 12 de Diciembre de 1872: <<La Patagonia pertenece a Chile o a la Repblica Argentina? Tal es el problema, seor Ministro; que estamos llamados a resolver. En la Repblica Argentina se haba hecho una amplia publicacin relacionada. con esta materia; y ern varios los escritores y publicistas que con carcter oficial haban concurrido a la dilucidacin de los ttulos de ese pas a la regin patagnica. Se lleg a formar-as una concien-' cia general, ilustrada e intransigente sobre el buen derecho a toda la Patagonia. Adquiri este concepto tal fuerza que se consideraba absurda y casi ofensiva la sola insinuacin de derechos de Chile a esa regin. As lo expresaba Barros Arana desde sus primeras comun~cacionesal Gobierno d la Moneda. A pesar de toda la irritabilidad que produca en el nimo de los patrioteros argentinos, el representante de Chile sostuvo en todo momento' el pleno 'derecho de Chile a toda la regin disputada; y fu por tdl circunstancia que en las diversas negociaciones sobre arbitraje fracasaban stas desde que en la materia litigiosa se comprenda la Patagonia. Pero bien se sabe que en los arreglos directos, o sea en los diversos proyectos de transgccin, Chile limit su pretensin al Estrecho de Magaflanes e islas adyacentes y a una zona de territorio continental inmediata a la colonia y que le permitiera condiciones de vida y .de futuro .desarrollo. Alcanzara esta zona por el norte hasta el ro
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Santa Cruz, llegara slo hasta el ro Gallegos o encontrara la satisfaccin de esas exigencias una lnea limtrofe que se aproxin~ase paralelo 52? Tales fueron los punal tos precisos de la discusin, desapareciendo toda la vasta de la Patagonia septentrional y oriental de la materia en debate. En realidad, todo lo que positivamente interesaba a Chile era el Estrecho y su colonia de Magallanes. ,Aun cuando slo se discutan las bases de arbistraje, hubo en algunos momentos acuerdo para aceptar la li'n~itacin del arbitraje, propuesta a iniciatiya del Gobierno de Chile. Las instrucciones de que estaba investido el diplomtico chileno haban previsto especialmente esta situacin. Refirindose al arbitraje se le haba expresado en primer Jugar qce <<la materia del arbitraje la componen el territorio de. la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra 'del Fuego, sobre todo lo cual ha versado la discusin que hoy se considera agotada por los dos gobiernos interesados. Pero a la vez, se le previene en segundo lugar, q u e no obstante lo anterior US. pondr todo el empeo posible por que sea s e p r a d o del arbitraje el Estrecho de Magallanes en toda su extensin, ofreciendo al Gobierno Argentino que por su parte separe una extensin de terreno en el extremo norte de la Patagonia y que sea bastante a compensar las ventajas que nosotros obtendramos c& la propiedad y dominio del Estrecho. Corresponda este propsito a i!n seiltiAento muy explicable de uno y otro'lado. La Argentina deseaba sustraer de las contingencias de un fallo arbitral toda la comarca situada al norte del ro Santa Cruz; y Chile convena en ello, pero a su vez apab-taba su colonia, el Estrecho e islas adyacentes de toda jurisdiccin arbitral. La cuestin quedaba as limitada a la zona comprendida entre las bocas 'del Estrecho y el ro Santa Cruz. El modus vivendi y la determinacin del punto de interseccin de
la lnea fronteriza en la boca oriental del Estrecho, hizo fracasar como en otras circunstancias ese arreglo. Pero si en esos das el Gobierno Argentino hubiese como lo propuso Barros Araaceptado el Cabo ~rgenes.' a na, B cuestin habra quedado solucionada en ese mismo momento, con la completa aceptacin del Gobierno y del pueblo de Chile. Y tal fu en condiciones menos favorables, el crrreglo de 1881. Si hemos vuelto a considerar esta idea, ya tratada en varias ocasiones anteriores, lo es nicamente para comproa bar que el problema de l Patagonia, como poda considerarlo la masa de la opinin, no exista ante el tapete de los diplomticos y que toda la cuestin estaba reducida a sealar la lnea divisoria que, arrancando de las bocas del Estrecho, cerrase por el Norte la faja que deba corresponder a la colonia de Magallanes. Argentina en su excesivo rigorismo no aceptaba que aquel punto de interseccin pudiera quedar ubicado sobre la costa del Atlntico, y Chile no permita que la jurisdiccin argentina pudiera llegar a punto alguno de la boca orienta1 del Estrecho. Monte Dinero fu sealado por Irigoyen en la proposici6n de 1876, el Cabo Vrgenes fu indicado por Barros Arana en las conferencias de 1877 y 1878, y Punta Dungenes fu convenido, al fin por ambas partes, en el Tratado de 1881. Las instrucciones con que haba partido la Misin Barros Araha en Mayo de 1876 y las nuevas instrucciones enviadas en Octubre de 1877, limitaban su objetivo a estos puntos determinados y concretos, y el debate y la futura solucin qued reducida a esa demarcacin en la zona martima y septentrional del Estrecho de Magallanes. La misin Barros Arana no lleg a ningn arreglo definitivo, si bien los diversos puntos tratados formaron las bases de 18s futuras negociaciones de Diciembre de 1878 y del Tratido a e 23 de Junio de 18N. Aquellos acuerdbs y aquellas bases fueron bastante slidos para cimentar en su momento la paz entre las dbs naciones.
En nota de 18 de Enero de 1892, dirigida por el perito chileno seor Barros Arana al peritoeargentino ser Octavio Pico, se hacen importantes declaraciones en orden a-la genina y verdadera interpretacin del Tratado de 1881. Para dar a esa interpretacin todo su valor, recuerda el seor Barros Arana la participacin que le cupo en dicha negociacin como en la que precedi desde 1876 a 1878. Le dice en ella al perito argentino: Sabe Ud. que sirviendo yo el cargo de Ministro ~len'i~otenciario . de
Chile en la Rep%ficaArgentina en 1876 tuve el honor de tomar parte directa en la preparacin del Tratado de Limites, y que en 1881, como agente confidencial del Gobierno de Chile, me cupo la satisfaccin de verlo terminado y sancionado. En este doble carcter puedo declarar a Ud: que el pensamiento claro y explcito del Gobierno de Chile al ajustar este pacto fu, en este punto, el establecimiento de la lnea divisoria de las aguas conlo la nica manera racional y prctica de dividir las cordilleras. He consultado, agrega, mi correspondencia particular de aquella poca y las notas privadas que yo tomaba despus de cada incidente de aquella ldboriosa negociacin, y estas piez& me han confirmado en el hecho incuestiona$Ie de que en 1876, en 1877 y en 1878, el Excmo. Presidente de la Repblica, don Nicols Avellaneda, y el seor don Bernardo de Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores, tenan en este punto la opinin fija de que la demarcacin deba hacerse por la lnea divisorja de las aguas. <En una de mis conferencias con el seor Irigoyen, buscando la manera de expresar mejor esta idea, abrimos el libro del seor don Andrs Bello, y tomamos de l un pasaje que trasladamos casi textualmente al proyecto de Tratado. Debo agregar a Ud. que otros dos Ministros de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina con quienes tuve que tratar estos asuntos, los doctores Elizalde-y Montes de Oca, me expresaron exactamente la misma opinin, lo que no debe extraar a Ud. porque esa opinin era la de los hombres pblicos ms distinguidos de aquel pas. <LOque busco al sostener la demarcacin por E Ia nea divisoria de las aguas, es el cumplimiento estricto y leal del Tratado de 1881. Ese pacto, en cuya elabcracin me toc tomar parte, tuvo por objeto poner iin trmhio razonable y pacfico a una larga y enojosa cuestin de-lmites, restablecer la ms perfecta armona entre los dos pueblos, y fijar reglas claras y practicables para la demar-
cacin de las lneas fronterizas, dando a cada cual lo que le corresponda. Esa lnea es la misma que recomiendan 10s buenos principios de geografa y de derecho internacional. Este antecedente se halla plenamente confirmado por las declaraciones contenidas en la ~ e m o r i a seor Iridel goyen de 25 de Junio de 1877 y en la respuesta dada a ese dociimento por el plenipotenciario chileno el 26 del mismo, a que nos hemos referido ya anteriormente y que se registra en el N . O 3 de los Anexos. Refirindose el Ministro Irigoyen a las conferencias de Abril de 1877 dice lo siguiente: <Manifest al seor Ministro de Chile que a mi juicio, debamos empezar por estabIecer ciertas decla-aciones que interesaban a la seguridad y a la buena inteligencia de ambos pases, y propuse consignar la Telimitacin de ambas repblicas en toda la longitud que estaba fuera de controversia y de pretensiones encontradas. El seor Ministro expuso que esta declaracin, a que no se opona, deba consignarse en un protocolo separado del convenio de arbitraje que meditbamos y me pidi lo formulase - . Tomando entonces el Tratado Internacional del seor Bello y manifestdndo al seor Barros Arana que prefera este libro por el justo aprecio en que su pas tena las opinione's de aquel publicista, transcrib sus palabras .respecto-de Estados divididos por cordilleras y redact el siguiente articulo: <La Repblica de Chile est dividida de la Repbl~ica Argentina por la Cordillera de 10s Andes, corriendo la lnea divisoria por sobre los puntos ms encumbrados de ella, pasando por entre los manantiales, de las vertientes que se desprenden a un lado y a1 otro. El seor Barros Arana examin0 la redaccin y la acept quedando pendiente la colocacin que le daramos en el arreglo general. Por su parte, el plenipotenciario seor Barros Arana, en la respuesta que di a ese Memorial, consign algunas declaraciones destinadas a precisar o aclarar los di-
versos puntos remeniorados. De esa nota es til anotar las siguientes: Cuando reanudamos nuestras conferencias a fines de Abril y a principios de Mayo ltimo, dice el seor Barros Arana en esa comunicacin de 2 6 de Junio de 1877, tuve el honor de poner en manos de V. E. un pliego de apuntaciones en que haba anotado las bases que a mi entender y segn las instrucciones de nii Gobierno, deban servir para formular la Convencin de Arbitraje. Segn mi propsito y segn esas apuntaciones, en el protocolo de nuestras conferencias debamos dejar constancia de estos hechos. c2.O-La: declaracin recproca de que ambos Gobiernos consideran que la Inea divisoria de Chile con la Repblica Argentina en toda la porcin del territorio sobre la cual no se ha suscitado discusin alguna, es el divortia aquarzm de la Cordillera de los Andes. Agrega a este respecto el seor Barros Arana: <Recuerdo claramente que para el segundo de esos puntos V. E. me co~isult no convendra reproduck las palabras si usadas por don Andrs Bello en su Tratado de Derecho Internacional al hablar de los lmites de los pases que estn separados en todo o en parte por cadenas de montaas y que yo no poda negarme a aceptar una autoridad tan respetable y tan respetada en Chile. Yo indiqu adems ' que convena dejar constancia en el protocolo que por un arreglo posterior se convinieseen que las dificultades que pudieran stiscitarse por la existencia de ciertos valles de cordillera, en que no es perfectamente clara la lnea divisoria de las aguas, se resolviese amistosamente la cuestin por medio de peritos. Pero en todo esto convinimos slo en la iaea principal, sin llegar a darle una redaccin definitiva. A esta misma idea le haba dado forma precisa en la declaracin de que di cuenta al Ministerio de Re!aciones Exteriores por nota de 13 de Mayo de 1877. Deca as: Chile y la Repblica Argentina estn convenidos en . A
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que en toda la parte de sus territorios respectivos, sobre 10s cuales no se ha suscitado hasta la fecha cuestin alguna de lmites, la lnea divisoria es el divortia aqunrum de Ia Cordillera de los Andes y que en las dificultades que se susciten por la existencia de algunos valles en que esa 1nea no sea perfectamente clara, la cuestin se resolvera segn un pacto que debe hacerse, por prcticos o peritos nombrados por ambas partes o por otros medios amistosos. >> Si bien esas proposiciones de 1876 y 1877 no alcanzaron en su parte sustancial a tomar entonces la forma de un ajuste definitivo, qued en realidad, consagrado por acuerdo comn la adopcin de un principio de demarcacTn general aplicable a la zona andina. En aquella discusin fu aclarado adems otro punto. La negociacin de 1876 y 1878 se refera a la parte austral o sea a la regin patagnica y la materia litigiosa comprenda dicha regin y el Estrecho de Magallanes e islas adyacentes. La declaracin sobre norma general de demarcacin no'se refera a estos territorios sometidos a discusin, sino que, extraa a esta materia, se la adelantdba como un principio aplicable a los territorios no controvertidos. Sirvi as ms tarde de 'base ya convenida en las negociaciones que precedieron al Tratado de 1881. En las comunicaciones telegrficas de esa fecha qued establecido que el artculo 1." se redactaba compleinentndolo con las propias palabras ya admitidas en la negociacin de 1877 y 1878. De este modo se halla plenamente establecido que el Tratado de 1881 es en su sustancia, ya que no en todas las palabras de su redaccin, reproduccin fiel del acuerdo a que ambos Gobiernos haban arribado en aquellos aos para establecer el divortia aquarzm como principio de demarcacin de la lnea fronteriza en la zona de la Cordillera.
y respuesta de Barros Arana.- Exposicin de 1899 sobre los derechos de Chile en d litigio arbitral.-Apreciacin del bi6grafo de Barros Arana. .
El plenipotenciario Barros Arana haba sido llamado a reallizar una obra de paz y de verdadera armona entre Chile y la Repblica Argentina. Corresponda esa misiin a un propsito Iornlal y decidido del Gobierno de Chile j7satisfaca ademiis los sentimientos ms arraigados de su espritu. Barros Arana no slo estaba vinculado a la sociedad bonaerense por estrechos lazos de familia, sino que adems le una a los hombres ms representativos de la poltica y de las letras una amistad y una hermandad intelectual tan poderosa que casi equivala a la de la sangre. La superioridad de su inteligencia, su vasta cultura y la probidaa de su carcter, s aunaban para dar al representante chileno el prestigio y la respetabilidad que eran requeridas en las delicadas circunstancias en que debera actuar. As lo 'estim el Presidente Errzuriz Zaartu cuando. haciendo golpea; las puertas de su silenciosa mansin, le sacaba' de entre los libros de su biblioteca, y de entre los pergaminos de sus archivos, para reclamar de su patriotismo y de su especial competencia la cooperacin que se consideraba necesaria a la poltica exterior del pas. Con no menor inters, o con las premiosas instancias del bien pblico, era requerido asimismo dicha participacin por el seor Alfonso, Ministro de Relaciones Exteriores de aquella administrac'in y amigo personal del seor Barros Arana, La situacin entre Chile y la Repblica Argentina se hallaba seriamente perturbada por la cuestin de lmites en la regin austral del Continente. La fundacin de la colonia de Punta Arenas en la pennsula de Briinswil, a mitad del Estrecho de Magallanes, haba dado motivo a una protGsta del Gobierno Argentino de aquella poca. Si bien el acto de Chile pona a cubierto aquellas des-
amparadas comarcas de cualquiera ocupacin de terceros, como res nullius, y si a la vez importaba una obra de humanidad y de proteccin a la navegacin de aquellos mares, esto no obstante, y sin inters algimo inmediato, el Gobierno de Rosas adelant desde el primer momento su reclamacin. Chile desestim aquella actitud y afirm su buen derecho a aquella regin, que haba incorporado a fa vida nacional y a la civilizaci6n. Ida Argentina invocaba ttulos a esa regin, y a lo henos a la mitad del Estrecho. La reclamacin del Gobierno argentino, por la fundacin de la Colonia Chilena de Magallanes, fu planteada por la nota de 15 de Diciembre de 1847. En dicha comunicacin expresaba aquel Gobierno que haba Ildmado su atenci'n la nueva cotonia que el de Chile haba mandado formar en las costas del Estrecho de Magallanes y a la que se denominaba <Coloniade Magallanes~o Fuerte Butnes, en honor de su actual digno presidente. Ocupando, agrega, el mismo lugar que en tiempo de i la monarqua espaola tuvo el p~irto San Felipe, code nocido hoy por la generalidad de los gegrafos con el de Puerto deT Hambre, est en la parte ms austral de la pennsula de Brunswik, y por consiguiente casi al centro del Estrecho. asiendo tal la colocacin de la colonia, es claro que ella est fundada en territorio argentino, atendidos los mites msmos que la Repblica de Chile se da en su propia Constitucin Nacional. %Situadoel Fuerte Bulnes, continia, en la pennsula indicada, su posicibn geogrfica demarca que ella ocupa una parte central de la Patagonia, y por consecuencia es natural que en su fundacin se ha destruido la integridad del territorio argentino, y su pleno dominio en las tierras que comprende el Estrecho desde el mar Atlntico hasta el pacifico, a cuya embocadura en este ro alcanza la. gran cordillera de los Andes, lmite reconocido de la Repiblica de Chile.
Concluye que por lo tanto ces evidente que la Colonia mandada fundar por el Excmo. Gobierno de Chile en dicho Estrecho, ataca la integridad del territorio argentino y se ava'nza sobre sus propios lmites, con mengua de su perfecto dominio y de sus derechos de soberana territorial. De este modo qued iniciado el litigio de limites entre los dos pases, que slo vino a ser solucionado definitivamente por el Tratad de 1881 y por los actos de demarcacin que fueron su consecuencia. La nota a que acabamos de referimos proceda directamente de la Cancillera de Buenos Aires, y fu contestada por el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile con fecha de 31 de Enero de 1848. <Di inmediata cuenta al Presidente de esta reclamacin, dice en ella, y S. E. no ha podido menos de sorprenderse con el anuncio de ella, pues distaba mucho de pensar que jams ocurriese una demanda semejante por parte del Gobierno Argentino ni de ningn otro, respecto de un territorio que se ha mirado siempre como parte integrante del Reino de Chile, y ahora de la Repblica en que fu constitudo. <Sin embargo, agrega, como S. E. ha odo al mismo tiempo el grato anuncio de la prxima venida a Chile del seor Otero, Ministro Argentino, cree excusado que yo me contraiga ahora a una contestacin formal al oficio de V. E. ni a manifestar los ttulos que justifican el indisputable derecho que tiene Chile, no slo a todo el Estrecho y a las tierras adyacentes y dems que aquellos (los titulos histricos del Reino de Chile] designan. - Reserva, por lo tanto, este grave asunto para tratarlo y discutirlo detenida, franca y amigablemente con el seor Ministro Argentino cuya venida a Chile es vivamente deseada por este Gobierno. La mera protesta por la fundacin de Magallanes quedaba as colocada en el terreno amplio en que debia ventilarse despus, esto es, a sus derechos a todo el Es-
trecho, islas adyacentes y a toda la extensin de la Patagona. La querella de lmites amenaz convertirse -en pleito entre hermanos y antes que comenzaran a discutirse formalmente las reales cdulas y los viejos ttulos, predomin la discrecin y el buen sentido y supo imponerse un elevado espritu de concrdia. El Tratado de Paz y Amistad de 1856 aplaz las cuestiones sobre esta materia <para discutirlas despus pacfica y amigablemente, sin recurrir iams a medidas viorentas, y consign adems, para el caso de desacuerdo, el' principio del arbitraje de una nacin amiga. Por ese pacto se estableci la importante norma jurdica que deba reglar la materia en disidencia; cual fu la declaracin que hicieron las partes contratantes d&que deban considerarse como lmites de Sus respectivos territorios 40s que posean como tales al separase de la do: minacin espaola el ao de 1810. La discusin que de este modo qued abierta fu renovada en varias ocasidnes, sin que se avanzara un punto en la buena inteligencia, y por el contrario apartandose cada vez ms de os objetivos vanamente perseguidos. Entre esas negociaciones podemos recordar el, primer proyecto de transaccin iniciado por el plenip,otenciario chileno don Jos Victorino Lastarria y que ste someti a la consulta de su Gobierno por nota de 22 de Febrero de 1865. <Se fija el lmite en el Estrecho hasta la baha Gregorio, lo cual nos deja en l una extensin necesaria y an mayor que Ia que necesitamos para nuestra seguridad y para Ia ocupacin de nuestro territorio austral; y como nuestra colonia all necesita los terrenos adyacentes, propongo que nos den el ciiadrilongo que formara una lnea que se prolongase desde aquella baha hasta el grado 50, en dreccin recta al Norte; sin embargo de que nos bastara el tringulo que formase esta lnea, si se prolongara desde el mismo paraje al punto de interseccin
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del grado 50 con la lnea de nuestro'lmite oriental en la Cordillera, esto es, en direccin al Noroeste. El Gobierno de Chile por nota de 30 de Marzo desaprob la transaccin insinuada. Algunos aos ms tarde se renovaba por el plenipotenciario argentino don Flix Frias una proposicin anloga. La nota de 1.O de Octubre de 1872 se expresa como sigue: <En el propsito de buscar un arreglo equitativo y amistoso, por encargo de mi Gobierno, propongo como punto de partida de la lnea divisoria en el Estrecho de Magallanes la baha Peckett, desde la cual correra en direccin al Oeste hasta tocar a los Andes. <De esta manera, agrega el plenipotenciario argentino, Chi'le tendra la propiedad de toda la Pennsula de Brunswik en que est situada la baha de Punta Arenas, y en la que hallaria todos los elementos necesarios para su desenvolvimiento. Agrega el mismo diplomtico que al Gobierno Argentino le es imposible renunciar a la boca oriental del Estrecho; pero ofrece cooperar con el de Chile a adoptar los medios necesarios para asegurar la libre navegacin de ese canal. El Gobierno de Chile rechaz perentoriamente dicha proposicin. Ese arreglo, dice en la comunicaci,bn, dejara el domihi'o de Chile en aauel punto del' Continente circunscrito y limitado al territorio, en cuya posesin tranquila y efecti'ta se encuentra 'desde muchos aos atrs; y la Confederacin Argentina entrara a poseer no slo toda la parbe oriental del Estrecho de R/lagallanes, sino el inmenso territorio desierto de la Patagonia.~ <Formular, dijo a su vez el Gobierno de Chile, una transaccin ms equitativa y ms arreglada a las tradiciones de amistad de ambos pases. ~Esba puede ser otra que la de dividir por mitad no tozo el territorio de la Patagonia, que es el que se cuestiona entre las dos repblicas, a partir del ro Diamante,
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que formaba el lmite Sur de las provincias de Cuyo, segregadas de la capitana General de Chile por disposicin del Gobierno Espaol para incorporarlas al Virreinato de Buenos Aires. <Pero, a fin de evitar las dificultades de terminar ese deslinde en territorios tan desconocidos, propondra fijar ese lmite en el p,aralelo 45 desde el Atlntico a la Cordillera de los Andes. <De este modo, expresa la nota en referencia de 29 de Octubre de 1872, la Repblica Argentina adquirira la mayor parte de la Patagonia, y a Chile quedaria la parte austral hasta el Cabo de Hornos.)) Abandonada toda posibilidad de llegar a un acuerdo directo, se entr a discutir las bases del arbitraje. Por nota del Ministro de Relaciones Exteriores Argentino don Carlos Tejedor, de 27 de Abril de 1874, ocupndose de la materia del arbitraje, se expres que al deferirla entenda <la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego. El Ministro chileno seor Blest Gana asinti a este punto. Esa negociacibn no pudo formalizarse de otro modo en aquella ocasin por haber sobrevenido un cambio en el Gobierno de la Repiiblica Argentina. El Presidente, Avellaneda y el Ministro Tngoyen que se encontraban en de un acuerdo formal sobre la materia litigiosa, quedando comprendida expresamente en ella toda la Patagonia, lo que era contrario a la manera &e pensar de ellos, se mantuvieron resueltos a detener el curso de esa negociacin y formaron el plan de ir reaccionando poco a poco en orden a la declaracin del Ministro Tejedor. As lo hizo pbIico mas tarde el seor Irigoyen como tendremos ocasin de referirlo ms adelante. El seor Ministro Irigoyen quiso atenuar esa retractacin, expresando que en realidad se haba efectuado una evolucin en las ideas, siendo la verdad que se adoptb el propbsito d'efinido y resuelto de separar la Patagonia de la materia del arbitraje, para lo cual sin chocar violentamente con la perentor9a declaracin Tejedor,
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se la fu aplazando, desfigurando, hasta transformarla en su definitivo y su negativa absoluta a comprender ese-territorio en la materia que deba someterse a resolucin arbitral, lo que fu causa de todos los fracasos en las diversas negociaciones sobre arbitraje. . El seor Irigoyen que as nos di la clave de esa extraa actitud de la Repblica Argentina en esos debates, tambin nos di a conocer el secreto de la aparente tranquilidad del Gobierno ante la excitacin pblica que se produjo en Mayo -de 1876 con motivo del suceso de la Jeanne Amelie. Aquel discurso de 1881 nos ha hecho saber que lo que pGdo tomarse por una serena y elevada apreciacin de aquel hecho desgraciado, no fu sino la consecuencia del concepto verdadero que se teda sobre la insuficiencia militar para entrar a una guerra. Es fcil comprender, deca a este respecto, las dificultades con-que el Gobierno tuvo que luchar para sobreponerse a esas exigencias, las del pueblo argenttlno que quera entonces de sus goberhantes medidas enrgicas que habran trado necesariamente el conflicto armado., Y agregaba: cCmo decir en esos momentos a un pueblo susceptible que no est preparado para la guerra? <Preciso fu mbderar aquellas exigencias en silencio, y as lo hicimos . Diversos actos unilaterales, y declaraciones ms o menos perentorias, haban estado amenazando perturbar en diversas ocasiones el estado de h'eclio en que se viva. En Junio de 1873 el Gobierno Argentino preparaba una ley de colonizacin sobre la Patagonia, entendindose como tal el territorio comprendido entre el Ro Negro y el Estrecho. Por su parte, el Gobierno de Chile protestaba de tal acto y declaraba que resistira todo avance que se extendiera al Sur del Ro Santa Cruz. Tal fu el origen de la formal declaracin del Gobierno de Chile de 25 de Junio de 1873, hecha pblica para dejar claramente definida la posicin respectiva de ambas naciones con relaciin a los territorios controvertidos.
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De este modo, mientras el Gobierno Argentino consideraba sometida a su potestad nacional toda la regin patagnica hasta el Estrecho, el Gobierno de Chile declaraba solemnemente no consentir act alguno que amenge su soberana en toda la extensin de los territorios de que se encuentre en actual y pacfica posesin y que tienen su lmite natural en e1 ro Santa Cruz. Las discusiones de 1874 y 1875 llevaron este asunto a trminos que alcanzaron caracteres alarmantes. Una nueva medida gubernativa, sancionada por el Congreso Argentino y relacionada con las comunicaciones martimas, avanz anlogas disposiciones sobre la costa austral y los territorios al sur del ro Santa Cruz; y la declaracin del diplomtico chileno en Buenos Aires no se hizo esperar y fu tan perentoria como corresponda a la instruccin general del Gobierno de Chile de 1873. En efecto, por nota de 16 de Junlo de 1875; aquel plenipotenciario haca saber expresamente que su Gobierno no consentir que Ia ley que motiva esta protesta se ejecute en la parte del territorio disputado que se extiende al Sur del ro Santa Cruz. Era un ultimtum. La tempestad que se desat con este'motivo en Buenos ir es produjo casi un rompimiento dip1omti.co. De hecho se realizaba la acefalia por la ausencia de los Jefes de las Legaciones acreditadas en una y otra capital, y su reemplazo por encargados ad interilz. La atmsfera quedaba cargada, y en condiciones le que cualquier incidente pudiese provocar un conflicto irremediable. .Los dos Gobiernos lo comprendieron as, y se manifestaron dispuestos a hacer cesar ese peligroso estado de cosas, tomando el Gobierno de Chile la iniciativa para la reanudacin de las relaciones diplomticas. Se necesitaba provocar la confianza y producir la quietud de los espritus, sin lo cual no haba posibilidad de una inteligencia cordial y verdadera. A tal propsito obedeci la misin confiada a don Diego Barros Arana, que si di positivo alivio a la opinin justamente alarmada de Chile,
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produjo en la Repblica Argentina un sentimientp de tranquilidad y de reposo. Las manifestaciones de adhesin al seor Barros Arana, realizadas en Santiago y Valparaso, correspondieron a un verdadero sentimiento nacional. Llevaba el nuevo plenipotenciario un bagaje personal que permita fundadamente cifrar en el xito de su misin los nis propicios resultados. Haba la seguridad de que en manos del seor Barros Arana la diferencia por linderos haba de ser zanjada y con jiisticero espritu poda decir ms tarde a este respecto el Ministro seor Alfonso, ya en plena discusin diplomtica, que lo que Ud. (Barros Arana) no consiga, no se habra alcanzado por ningn otro. (Carta de 27 de Febrero de 1877). Con toda exactitud y con profundo buen sentido declaraba asimismo el seor Ministro' Alfonso al seor Barros Arana que lo que a Chile interesa era el Estrecho, su navegacin libre, y una faja terrhorial inmediata que permitiera la existenca y desarrollo de la colonza de Punta Arenas. En la czrta de 4 de Julio de 1876 dice a este respecto que &S indispensable fijar clara y precisamente la zona de territorio en que debera hacerse valer su dominio; convendra, agrega, que esa zona fuese de cuatro leguas a lo menos. Es claro que cuanto ms ancha mejor. Y en cuanto a la cuestin de fondo: Ud. tiene razn, advierte el Ministro en la misma comunicacin; lo que nos interesa es el Estrecho. Asegurado que sea, lo dems nos importa poco. Conveniente es que nuestras pretensiones vayan ms lejos, porque as tenemos para el regateo. Segn lo prevenido en las instrucciones de 4 de Mayo de 1876, que el seor Barros Arana llevaba en su cartera diplomtica, deba abordar en primer trrnino la idea de un arreglo directo, reservando el arbitraje para el evento de una falta a e inteligencia en la transaccin, como estabd prevenido en el Tratado de 1856. La transaccin no slo deba ser la primera frmula de un comn avenimiento sino que era la ms importante porque cortaba de raz y desde luego Ia disputa. A
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este propsito las instrucciones facultaban al plenipotenciario para proponer como lnea divisoria la del ro Sant a Cruz, y en ltimo caso el Gallegos, <abandonndole (a la Repblica Argentina) todo el vstsimo territorio que se extiende a1 norte de este ro, y de una lnea que paralela al grado 50, cortase en el interior la tierra p a t a g n i ~ a ~ . Tal proposicin que envolva una positiva limitacin al derecho que haba invocado Chile, pugnaba, sin embargo, abiertamente con la tesis que en fornia irreductible planteaba el Gobierno Argentino. Desde los primeros pasos pudo darse cuenta cabal de ello el plenipotenciario chileno. En efecto, en carta de 12 de Junio de 1876, antes de ser recibido oficialmente, Barros Arana informaba del resultado de las conversaciones particulares que haba tenido con el Presidente Avellaneda y el Ministro Irigoyen, de Relaciones Exteriores. La impresin quq se haba formado, despus de esas entrevistas, no le permita abrigar Ia menor duda sobre el pensamiento de los gobernantes argentinos que, si bien se manifestaban deseosos de buscar una solucin equitativa, declaraban no poder apartarse de lo que consideraban el sentimiento nacional. Sintetizando este punto deca el seor Barros Arana a su Gobierno en su comunicacin de 12 de Junio, que <conla opinin de aquel pas y del Congreso ~ r ~ e n t i n o sideraban como artculo de fe que' nosotros no tenemos derecho alguno a una pulgada de la Patagonia oriental. No se quiere; agrega Rarros Arana, que tengamos puerto en el Atlntico., Esta conclusin comprendia asimismo la costa de la isla de Tierra del Fuego baada por el Atlntico. El rigor de esta tesis envolva todava un mayor alcance. La Patagonia no deba ser comprendida tampoco en la materia de! arbitraje, y este fu precisamente el bice que se present en todos los proyectos discutidos en los aos de 1877 y 1878. El propio Tratado Fierro-Sarratea de 6 de Diciembre de 1878 fu desechado en la Repblica Argentina por este captulo.
A este respecto se haba operado una reaccin en el criterio de la Cancillera de Buenos Aires. En las discusi&es sostenidas coi1 Chile hasta el ao 1874 se haba considerado por uno y otro pas como materia discutida, como territorios litigrosos, y que podran someterse a un fallo arbitral, tanto el Estrecho de ,Vl'aga!lanes, y la Tie-a rra del Fuego como la Patagonia. Si Chile, contra el parecer de rniichos hombres de Estado, convenii en entregar a una decisin de tercero su colonia de Punta Arenas y su importante va de comunicacin, y la llave de su comercio, en'canibio exiga que se sometiese la Patagonia al mismo procedimiento. Tanto el plenipotenciario argentino seor Flix Fras, en sus discusiones con la Cancillera de Santiago, como el Ministro'Tejedor en su debdte diplo-. mtico de 1874 con el plenipotenciarilo chileno seor ~ l e s t Gana, as lo haban considerado. Por nota de 27.de Abril de este ao 1874.deca el seor Carlos Tejedor al seor Blest Gana que el Gobierno Argentino entenda que en la materia del Arbitraje se comprenda la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego. El plenipotenciario de Chile haba dado a su vez, la conformidad sobre este y otros Puntos por su comtinicacn de 24 de Agosto del mismo ao. El arreglo no se formaliz de otro modo por hallarse prxima ,la renovacin de Presidente de la Repblica. Ahora bien, tanto el nuevo mandatario seor Avellaneda como su Ministro Irigoyen reaccionaron al respecto, y como se dijo Ms tarde, evolucionaron, retractando aquella declaracin de 1874. El mismo Ministro seor Irigoyen lo refiri en el discurso pronunciado -en 1881 en la Cmara de Diputados. Al examinar el Presidente, dijo en esa ocasin, aquella complicada cuestin de lmites, lo primero que hizo fu mantener ntegramente la jurisdiccin de la Repblica Argentina en todas las costas del Atlntico, y defender sus derechos a la vasta extensin de la Patagonia, procurando resguardarla por todos los medios que la pruden-
cia aconsejaba, de los inconvenientes y peligros del arbitraje e n que ya estaba comfirometida. Y reforzando todava este propsito, agregaba: Debienao, pues, aceptar los hechos como los encontramos establecidos y evolucionar, permtaseme la palabra, en la forma ms conveniente para llegar a nuestro objeto, al constante propisto que como Ministro he tenido en este asunto: salvar la Patagonia de ?as eventualidades de un juicio arbitral. Consecuente con este modo de pensar y con arreglo a ese criterio de gobernante, se explica la actitud que desde el primer momento adoptara el Ministro Irigoyen. Coloccfr la transaccin en trminos imposibles en aquellos momentos, desde que se excluan perentoriztrnente los Imites territoriales del ro Santa Cruz o del Gallegos propuestos por Chile; y en cuanto al arbitraje, establecer un rgimen provisorio, o sea un statu quo territorial qixe estaba distante de asegurar a Chile la posesin absoluta y amplia del Estrecho y de su costa septentrional. Ahora bien, si la tesis argentina que trataba de imponerse con su absoluto e intransigente rigorismo, exclua toda jurisdiccin extraa en la costa del Atlntico, a su vez, la tesis chilena, limitada al mnimo de sus exigencias, debera asegurar a Chile la posesin completa del Estrecho, de sus islas adyacentes y de una zona territorial suficiente para el futuro desarro110 de la colonia d e Punta Arenas. Al aplicar en el terreno estos dos principios, apareca en el acto el punto en que se chocaba; y-excluan. El caso no era en s mismo de grande entidad, pero fu en aquellos das absolutamente insubsanable. Ms tarde, y mucho antes de lo que se haba previsto, se encontr la solucin en uno de los trminos equidistantes de las lineas que entonces se haban considerado: Chile entenda que la posesin completa de1 Estrecho le daba el dominio de sus costas hasta el Atlntico, comprendindole de consiguiente su boca o entrada. La Argentina llegaba a inteligencia en la costa sur sealando
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como punto de referencia el Cabo Espritu Santo en la Tierra del Fuego. La dificultad estribaba en la costa norte. La Argentina se mantuvo inflexible en sealar como punto de la lnea limtrofe Monte Dinero que comprenda nueve millas de las bocas o costas del Estrecho. De igual modo que T tesis argentina hacia declarar al Gobierno que no cona sentira a Chile ni una pulgada en la costa patagnica del Atlntico, la tesis chilena impoia a su Gobierno una declaracin anloga y as afirmaba con igual energa que' no que la Argentina ocupase ni una pulgada del ~strecho. En realidad lo que en el fondo significaba la exigencia era conservar en toda su integridad el-Estrecho de Magallanes, sus islas y sus costcis, regin que la alta previsin del Gobierno de Chile de 1843 haba asegurado para la Repblica. No son las tierras patagnicas las que nos interesan,-deca el se'or Alfonso al plenipotenciario chileno en carta de 23 de Octubre de 1876, que en casi < u totalidad son estriles e intiles. Si a esto se agrega que nuestra situacin geogrhfica nos acnseja no tener costas que conservar y custodiar en el Atlntico, es preciso convenir que nuestras pretensiones no deben ir ms all del Estrecho y de la porcin necesaria para su seguridad y desarrollo. Pero nos es indispensable el Estrecho, estando persuadidos de que todo arregIo que no nos lo conceda encontrar reprobacin unnime en el pas., Chile no pretenda tener un puerto en el Atlntico, pero reclamaba para s toda la entrada del Estrecho, porque ello significaba ser dueo de la puerta de calle, y tal era la boca de esa va de comunicacin que era la llave de su comercio y poda serlo de la propia seguridad nacional. Chile haba colonizado esa regin, colocado balizas en el Estrecho e iniciado las dems obras llamadas a dar la seguridad de la navegacin. A la Argentina no le interesaba esa va ni se haba interesado jamgs por su servicio. Pareca adems del todo injustificada esa exigencia de una pequea extensi611
de costa de nueve millas, lo que llegaba a considerarse como una imposicin arbitraria levantada para halagar el amor propio nacional o satisfacer las exigencias de los patrioteros exaltados que se oponan a todo arreglo. Presentada como base de una transaccin por el Ministro Irigoyen en Julio de 1876, no fu aceptada por el Gobierno de Chile. Modificada por Barros Arana como de base de arbitraje en ~ n e r o 1877, y acogida por el Gobierno de Chile en el sentido de sustituir Monte Dinero lo por el Cabo Vrgene~;, que inclua esas nueve millas en el dominio de Chile, no fu aceptada la proposicin por el Gobierno Argentino, ni aun como rgimen provisorio para el arreglo de arbitraje. La dificultad limitada as a trminos tan estrechos, no tendra en realidad explicacin. Es menester colocarse en aquellos das y tener presente las excitaciones a que haba llegado la opinin de Buenos Aires, movida en gran parte por agitadores que haban levantado el caso del apresamiento de la Jeanne Amelie, como cuestin previa y caso de honor nacional. Deca a este respecto el Ministro Irigoyen a principios de 1877 que en la cuestin del arbitraje tena que someterse inflexiblemente a ciertas condiciones y a exigir satisfaccin por el apresamiento de la Jeanne Amelie, a todo lo cual era muy difcil que Chile quisiera acceder, vista la tirantez de la actitud que haba asumido. Ya anteriormente hemos referido estos incidentes y recordado, a la vez, cmo, calmados ya los nmos, se pudo llegar al Tratado de 1881, que fij la lnea limtrofe de esos territorios en 1'a misma forma propuesta por Barros Arana en 1877, pero sealando como punto de interseccin en la costa del Atlntico Punta' Dungenes, en vez de Cabo Vrgenes, situado sie algunas millas ms al norte. Si la lnea limtrofe no alcanz a encontrar el acuerdo en las discusiones de aquellos aos 1876 a 1878 para llegar a una transaccin, tampoco se logr hallar una frmula para el ajuste del arbitraje. Si en general fu posible convenir en las bases de una Convencin de ArbitraA TRAVS
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je, la negociacin hubo de fracasar, en todas las ocasiones que se intent, por el siatu quo o rgimen territorial provisorio mientras resolva el Arbi'tro. Aunque se estableca que esa asignacin provisoria de territorio no constituira derecho ni podra ser invocada por las partes para la determinacin definitiva, no se ocultaba la influencia que esa situacin preestablecida haba de ejercer en el rbitro y que acaso habra de importar su demarcacin definitiva. De todos modos, aquellas discusiones produjeron el efecto de ir acortando distancias, y reduciendo el problema a trminos tan prximos que el acuerdo pudo realizarse en un momento de recproca buena voluntad sin mayor dificultad. Pero el xito a que se alcanz en 1881 no es sino la resultante de las penosas y difciles gestiones de aquellos aos de la Misin Barros Arana. En un principio la Argentina haba invocado su derecho a la mitad d1 Estrecho, Pero convino en retirar su reclamacin- sobre la fundacin de la clonia de Punta Arenas, abandonando la pednsula de ~runswik. Chile, prescindiendo de la parte septentrional de la Patagonia, concretaba sus exigencias, conforme a la declaracin de 1873, a los territorios al Sur del ro Santa Cruz. Era la primera jornada. Chile aceptaba limitar su posesin a la regin al Sur del ro Gallegos y del paralelo 52. La Argentina convena en reconocer a Chile el Estrecho e idas adyacentes y una faja de territorio patagnico en la costa Norte del Estrecho que permitiese la vida y el futuro desarrollo de la colonia de Punta Arenas. Se daba un nuevo paso. La tesis argentina de no reconocer a Chile territoric alguno en el Atlntico, le llev a exigir una faja de nuve millas a la entrada del Estrecho hasta la lnea de Monte Dinero. Pero a su vez Chile mantuvo con inflexibilidad su tesis de no aceptkr condominio alguno en el Estrecho y menos aun en la entrada misma de esa va de comiinicacit5n. Tal fu por mucho tiempo el escollo de toda negociacin. Era el punto muerto.. La proposicin argentina de 1876 que seal como 1-
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nea limtrofe la de Monte Dinero en la costa Norte del ~strecho el Cabo Espritu Santo en la costa Sur, haba y acercado los trminos del disentimiento; pero no fu aceptada por el Gobierno de Chile. La proposicin Barros Arana de Febrero de 1877, manteniendo las lneas generales de la frmula anterior, sustitu$ Monte ~ i n e r o .Cabo Vrgenes, incorpornpor do al dominio de Chile la faja de nueve millas que haba sido objetada. Fu aprobada expresamente por el Gobierno de Chile, pero no encontrh igual acogida en el Gobierno Argentino. En tal situacin, se celebr la Convencin de Arbitraje de 18 de Enero de 1878, sin determinar lmites precisos durante el statu qzco pero estableciendo en trminos generales que la jurisdiccin de Chile se ejercera <en todo el Estrecho, con sus canales e islas adyacentes y la de la Argentina sobre los territorios baados por el Atlntico comprendidos hasta la boca oriental del Estrecho y sobre la parte de la Tierra del Fuego baada por el mismo mar. Era bueno o era malo ese arreglo? Corresponda a las aspiraciones de Chile? Consultaba los intereses de la Argentina? Si hubiramos de atenemos a la apreciacin de aquellos das, el Tratado no pudo tener forma definitiva por haber sido combatido por la opinin pblica .de uno y otro pas. En Buenos Aires se hizo sentir con energa ese sentimiento hostil, y el propio Presidente Avellaneda que lo haba propiciado declar al plenipotenciario chileno que ese arreglo haba nacido muerto. En Chile no alcanz a hacerse sentir la opinin por haberse adelantado el Gobierno a declarar que no le haba prestado su aprobacin: Entre tanto, el plenipotenciario Barros Arana sostuvo enrgicamente la bondad y eficacia de las disposiciones de aquel pacto e inform con la mayor amplitud a su Gobierno mdnifestndore a la vez que era cuanto poda obtener y que estaba cierto de que los hechos le haban de dar la razn. Por telegrama de 19 de Enero, al
da siguiente de suscrita la Convencin, deca al Gobierno: No dudo de que este pacto encontrar quienes lo condenen en .Chile; pero estoy seguro de que los patriotas serios ceIebrarn que se ponga trmino a esta vida de in- , quietudes y de que el tiempo justificar a los negociadores. - La prediccin de Rarros Arana se realiz mucho antes de lo que haba podido esperarse. No terminara el ao sin que la Convencin de Arbitraje Rarros Arana-Elizalde de 18 de Enero de 1878 hubiese de ser confirmada en su parte esencial por el Tratado de Fierro-Sarratea de 6 d i Diciembre de 1878. El Pacto Fierro-Sarratea, de 6 de Diciembre de 1878, fu suscrito a nombre del Gobierno Argentino y con poderes especiales para el' caso, por don Mariano Sarratea, y a nombre de Chile por el Ministro de Relaciones Exteriores don Alejandro Fierro. Este Tratado fu firmado en Santiago, y la negociacin se tramit por intermedio del seor Sarratea, ciudadano argentino que resida en Chile desde 1841, y que prest este sealado servicio a la causa de la paz entre los dos pases. - El momento en que se realiz este acto de cordura y 'de buen sentido, como justamente lo califica el publicis t a que hemos citado en varias partes, era gravsimo y gareca precursor de un rompimiento armado. Se acababa de producir en la regin patagnica el caso a de l barca americana Dwonshire, capturada por las auturidades chilenas de Magallanes en condiciones anlogas a las que haba tenido anteriormente la aprehensin de la ~eanne Amrlie. Intensa fu la agitacin provocada por el siiceso en la Repblica Argentina, agrega el mismo escritor. Creyse ihminente la guerra, hacindose a la mar la escuadra argentina con rumbo a Santa Cruz, en tanto que las naves chilenas se concentraban en Lota. La agitacin popular, en uno y otro pas, haca la guerra inevitable al parecer. (1)
(1) ORREGO LUCO,Luis, Obra citada, pg. 248.
De aqu naci el Pacto Fierro-Sarratea, a que vamos referirnos. Dicho Tratado estableca en su articulo 1.0que: Los Gobiernos de 12 Repblica Argentina y Chile nombrarn respectivamente dentro del trmino de treinta das, contados desde que esta Convencin sea canjeada, dos ciudadanos argentinos y dos chilenos, los cuales formarn un Tribunal Mixto que resolver las cuestiones relativas al dominio de los territorios disputados entre ambas naciones. <Este Tribunal decidir tambin las demandas que cualquiera de las dos potencias deduzca para obtener las reparaciones que crea debidas a su dignidad y derechos e intereses. Por el artculo 2.0: <Se comprometen ambos Gobiernos a designar en el trmino de tres meses, dos plenipotenciarios quienes acordarn los territorios y tas cuestiones que han de someterse al fallo del Tribunal, las formas del procedimiento a que ste haya de sujetarse y el da y lugar de su instalacin. El articulo 3." previene que: Si a los tres meses despus del canje de los Tratados, no se h@iesen puesto de acuerdo los Gobiernos respecto de los territorios Y cuestiones que hubieran de someterse al fallo de los rbitros, el Tribunal queda facultado para iniciar sus funciones. Por el artculo 4.0se establece que: <En los puntos de desacuerdo dirimir la cuestin un Estadista americano que no fuere argentino ni chileno o un Gobierno amigo, como rbitro juris. El artculo 5.0, sealando la norma a' que deba ceirse el Tribunal declara que: <El Tribunal tendr que adoptar como fundamento 9 de 1 sentencia, el artculo 39 del Tratado de 1856, en que se reconocieron los lmites de las Repblicas como idnticos a los de las respectivas colonias al independi-
zarse de la metrpoli, sin que fuera dable declarar territorio alguno como res nuZZius. El artculo 6." era el llamado a resolver la cuestin aguda, el modus vivendi o jurisdiccin provisoria. Por dicha disposicin se daba ;<ala Repblica Argentina la supervigilancia de las costas y mar Atlntico e islas adyacentes y a Chile la del Estrecho de lLlagallanes, canales e islas adyacentes, sin que pudiera ser invocada como antecedente de dominio. >> Este modzts vivendi tend'ra un plazo de catorce meses de duracin, pudindose prorrogar por un ao ms de , duracin. Se prescriba adems que la navegacin del Estrecho sera libre para todas las banderas. . Esta Convencin que en su parte fundamental era la reprociuccin de la anterior, negociada directamente por el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile don Alejandro Fierro, fu aprobada por el Senado de Chile a fines del mes de Diciembre de 1878 y por la Cmara de Diputados el 14 de Enero de 1879 por 52 votos contra 8. Igabia transcurrido apenas un ao, y se haca ya plena justicia a la capacidad, a la previsin y al patriotismo del plenipotenciario chileno seor Barros Arana en aquel azaroso perodo de 1876 a 1878. Se puede afilrmar, por lo tanto, que aquel pacto de 18 de Enero de 1878 haba consultado plenamente los intereses de Chile y echado adems los cimientos en que deba 'descansar la paz entre los dos pases. Si bien aquel pacto de 6 de Diciembre, que haba sido sancionado por los poderes pblicos de Chile, no fu aprobado por la Repiblica *4rgentina1qued como fundamento para la obra definitiva que deba realizarse en 1881. Este Tratado, consagrando la lnea limtrofe definitiva que ya hemos indicado, dej terminada la obra de las Cancilleras y entregada a los peritos la demarcacin en el terreno de la lnea fronteriza. Este importante convenio internacional fu6 ajustado, con la intervencin de los Ministros Plenipotenciarios
americanos seores Thomas A. Osborn y Thornas O. Osborn, acreditados respectivamente en Chile y Argentina, por los Ministros de Relaciones Exteriores de uno y otro pas seores Melquiades Valclerrama y Bernardo de Irigoyen. El Tratado fu aprobado en el Senrdo de Chile el 19 de Octubre de 1880 por 15 votos contra 3, y en la Cmara de Diputados en las sesiones de 20 y 29 del mismo mes por 47 votos contra 9 y 1 voto de abstencin. Fu motivo de alguna discusin eI' artculo 5.0 que establece la neutralizacin del Estrecho de IXTagallanes y la prohibicin de fortificarlo. Este artculo fu aprobado por 44 votos contra 12 y 1 voto de abstencin. Este Tratado fu promulgado con fecha de 33 de Julio de 1881. El importante diario El Ferrocarril, de gran prestigio, como discreto y justiciero representante de la opinin pblica, le dedic iin editorial en que deca: <Cuando dos pases hacen de este modo acto de cordura, sus arreglos internacionales pasan a ser una garanta de estabilidad para el, porvenir y una prenda segura de su bienestar y prspero desenvolvimiento. El Presidente Pinto, que tanto haba anhelado realizdr esta obra de paz y de amistad durante su administracin, poda congratularse de ver colmados sus deseos, y al retirarse del mando el 18 de Septienibre de 1881 debi sentir la noble satiafaccn del patriota y del ntegro mandatario a dejar virtualmente tern~inadala Guerra 1 d g Pacfico y afianzada definitivamente la paz con la Repblica Argentina. El ajuste de este Tratado haba colmado tambin las aspiraciones del hombre que ms haba contribuido a abrir el surco y echar la semilla que as vena a fsuctificar. Er el seor Barros Ar&na, el plenipotenciario de 1876 a 1878, a quien como amigo y consejero del Presiden-. te Pinto, le haba correspondido cooperar eficazmente en las negociaciones de 1880. Tenernos a la vista 1 diversas cartas del Presiden; s te Pinto en que le invitaba a conferenciar sobre este par-
titular y los borradores y anotaciones sobre las articulaciones que se hallaban en discusin. En un folleto publicado ms tarde sobre estas materias se refera a ese pacto en cuya elaboracin me toc tomar parte.;> (1) al En carta dirigida por Barros %Arana General Mitre, con fecha 1 . O de Agosto de 1881, expresaba el inters con que haba cooperado cerca del Gobierno y de sus relaciones al feliz xito de la negociacin. He podido ayudar al Presidente Pinto en esta negociacibn, le dice, y buscar adhesiones al arreglo amistoso. Hoy me parece que la cuestin est resuelta y que la solucin es satisfactoria y defiqitiva. (2) Bien saba el seor Barros Arana que esta informacin haba de ser muy grata'al eminente cuidadano que jams haba dejado de servir. a la obra de la paz y del acercamiento intelectual entre los dos pases. Por lo dems, las estipulaciones esenciales de ese Tratado correspondan a las ideas consignadas en la Negociacin de 1878. <Este clocumento, dice el mismo distinguido e ilustrado bigrafo que dejamos citado, el Tratado de 23 cie Julio de 1881, importaba la resurreccin de las frmulas de transaccin formuladas durante la misin diplomtica de Barros Arana, la aceptacign de sus puntos de vista y la aprobacin, con algunas variaciones, del Pacto Barros Arana-Elizalde de Enero de 1878.,: (3) En redidad, y ms propiamente, la lnea de deinarcacin en la regin austral corresponda a las ideas cambiadas por Barros Arana con el Ministro Irigoyen en Julio de 1876 y a las que consign Barros Arana en su proposicin de Febrero de 1877. c o n mucha oportunidad, y como un merecido acto de justicia y de reconocimiento a la labor del plenipotenciario chileno de 1876-1878, diriga en los momentos de la aprobacin del Tratado de 1881 el Ministro de Relacio(1) Ricardo DONOSO.Barros Arana, pg. 148. (2) Archivo Mitre. Carta inserta en la obra citada de Ricardo Donoso, pg. 148. (3) Ricardo DONOSO, Obra citada, pg. 145.
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nes Exteriores de Argentina don Bernardo de Irigoyen a don Diego Barros Arana una hermosa comunicacin telegrfica. Nadie ms autorizado para hacerlo que el seor -Irigoyen, autor de la proposicin de 1876 y negociador del pacto de 1881. Esa interesante pieza del avezado y distinguido dipbmAtico encierra la ms esplndida justificacin del plenipotenciario chileno de aquella poca tormentosa y consejero y cooperador de la negociacin de 1881. Ile aqu ese docun~ento y la respuesta de Barros Arana.
Con verdadera y natural satisfaccin recuerda que las bases que inspirndonos en sentimientos equitativos . i generosos concertamos con Ud. en 1876 son las mismas que han constitudo el ,Tratado de Julio.> Y con elevado espritu de justicia, agrega, que el tiempo, la reflexin y la esterilidad de todos los pronsticos posteriores han sancionado al fin la frmuIa a que Ud. di en su pas la influencia respetada de su nombre.
. . . .
toriales entre uno y otro pas, se ajust la Convencin de 20 de Agosto de 1888, sancionada por Ley de 15 de Enero de 1890. Por ella se presc;ibi la designacin de Peritos y la constitucin de las comisiones ue deban operar en el terreno. Por parte de Chile fu designado, con fecha 13 de Enero de 1890, don Diego Barros Arana como Perito para proceder de acuerdo con el Perito Argentino a la afanosa e mproba tarea de la demarcacin. De parte de la Repblica Argentina desempearon sucesivamente esas funciones los seores Octavio Pico, Valentn Virasoro, Norberto Quirno Costa y Francisco P. Moreno. Los trabajos iniciados en Abril de 1890, terminaron en Septiembre de 1898 por la presentacin de la lnea general de frontera por la que se sealaban los puntos sobre s los cuales, en opinin de los peritos seores ~ a r r o Arana y Moreno, debia'correr la lnea divisoria de ambos paises. Quedaba precisada all tambin la divergencia entre las dos lneas tr&adas por los peritos. La misin de stos terminaba desde ese momento, y por acta de 22 de Septiembre de 1898 los Gobiernos de Chile y la Reptblica Argentina acordaron someter al arbitraje de S. M. Britnica las divergencias de los peritos. Con fecha 12 de quel ao 1898, el seor Barros Arana resignaba las funciones oficiales de Perito de Chile, sin perjukio de seguir cooperando particularmente a la accin de los representantes de su patria ante el Tribunal Arbitral. Fruto de ese abnegado y patritico esfuerzo, fu la ~ x p o s i c i nde los derechos de Chile en el litigio de limites sometido al fallo arbitral de S. M. B., que envi a la Comisin constituida en Londres, y que di a la'estampa en Chile, a la cual nos referimos en seguida. El brillante y distinguido bigrafo de Barros Arana, despus de analizar la obra que ste realiz como Perito y defensor de los derechos de Chile expone que con una ciencia slida y un vigor de argumentacin iidiscutibles, defenda la doctrina del divorbia aqluarurn corno principio de delimitacin, analizaba las objeciones formuladas -por
la Argentina y expona los antecedentes diplomticos segn los cuales aqul fu consagrado en las negociaciones. Con una tenacidad invariable, con una firmeza de caracter que slo una coIiviccin arraigada e inamovible poda proporcionar, con un saber profundo ilustrado por una cultura enciplopdica, el ex-perito de Chile sostena que el lmite internacional deba buscarse en la lnea diviso, ria d l a aguas, que en su opinin era la nica que corresponda a las expectativas y los intereses de su pas en la Patagonia.~(1) Se refiere el ilustrado bigrafo a una Exposicin de los derechos de Chile en el litigio sometido al fallo arbitral de S. M. B., publicado por Barros Arana en Marzo de 1899 cuando ya no era perito de Chile y cuando se hallaba a1ejado.de toda participacin en la defensa de los nterese; de su pas. <Esta ~ i p o s i c i n , agrega el seor Donoso, fu leda por los agentes de Chile ante el Tribunal Arbitral, como el mejor resumen de los antecedentes de la cuestin y just~ficacindel punto de vista doctrinal de nuestro pas. El Ministro de Chile en Inglaterra don Domingo Gana, que tena la direccin de la defensa de Chile ante el Tribunal Arbitral, asesorado por el tcnico don-Alejandro Bertrand, confirma asimismo la apreciacin que precede. Dice el seor Gana a este respecto, en comunicacin dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores, con fecha 19 de Mayo de 1899, <que el trabajo de que nos hemos' servido para ilustrar el Tribunal acerca de los derechos de Chile-en esta cuestin es el que ltimamente prepar en Chile con tal objeto el seor don Diego Barros Arana y que me remiti antes de darlo en Chile a la publicidad. Agrega, en seguida, que .;los conocimientos especiales del seor Barros Arana en esta materia,' el prestigio de su nombre y la calurosa aprobacin que su trabajo haba hallado en la opinin pblica de nuestro pas, segn hemos
( 1 ) Ricardo DONOSO, Barros Arana, educador, historhdor y hombre pblico. Santiago, 1931. pg. 207.
visto en manifestaciones de la prensa, me indujo, en perfecto acuerdo con el seor Bertrand, a dar la preferencia a la exposicin del seor Barsros Arana, reservando 10s elementos acumulados por el seor Bertrand para utilizarlos en la rplica, si la hubiere, o en las explicaciones verbales que deniandase el Tribunal sobre los puntos determinados y concretos. (1) A1 terminar el captulo sobre las actividades dei seor Barros Arana como Perito, aade el seor Donoso: <Este aspecto de su accin c-omo hombre pblico le yaldrh siempre el reconocimiento y la perdurable gratitud del pueblo chileno. B (2)
(1) R!cardo DONOSO, Obra citada, nota pg. 207. (2) Ricardo DONOSO, Ibid, pg. 208.
Tena Barros Arana 46 aos a la fecha en q'ue fu llamado al servicio diplomtico. Haba alcanzado ya una slida reputacin por su saber, y gozaba de un merecipo prestigio y de una autoridad moral indiscutible por su inmensa labor de educador y de maestro de muchas generaciones. La rectitud de su carcter, su probidad, y su energa inquebrantable, daban a su personalidad, con el sello del apstol, la aureola de director espiritual de pueblos. Su amor al estudio, su vasta ilustracin y su espritu perseverante para el trabajo, le haban formado una contextura intelectual que era capaz de dominar los ms variados problemas d e las ciencias. Fu un humanista en toda ld extensin del concepto: posea en el ms alto grado ese amor a las letras por lo que ellas encierran en s, por la elevacin que dan al espritu y por el goce superior que llevan al alma, desarro-
llando las ms altas virtudes y las excelsas cualidades del entendimiento. La avidez de su espritu y el amor a la verdad, le Ilevaron desde joven a !as investigaciones histricas, esrnerndose especialmente en' desentrafiar del fondo del pasado !a vida Y los hechos de los hombres que se haban consagrado a la formacin y al progreso de esta tierra cllilena a ilue l dedicara todoS sus desvelos, todas sus actividades J' todas las energas de su- poderosa inteligencia. Elabia alcanzado ya una slida reputacin de histo; riador: sus primeros trabaj0s sobre Benavides, las Campaas de Chilo, J' la Historia de la Independencia de Chile, anunciaban ya a escritor magistral que se revela! ra '&AS t a d e en SU obra definitiva. Con respecto sta, ha Podido decir justamente sil bigrafo que es '(un mo4~rnento indestructible de investigacin Y ae trabajo! Orgullo dk chile y , pedestal perdurable que sostendr el nombre de Barros Arana al travs () de las .generaciones. '1 El examen Y prolijo estudio de los archivos y bibliotecas de Europa Y de Americ, perm+tieron* celo&oin21 vestigador adquirir de Primera manos valiosos do&a & obra hiSmentos que haban de servir de trica. T r e i n t ~9 0 s de Preparacin de aquel rico material . y la adqu~lctoncoetnea d e aquellos conocimientos de las ciencias polt/cas, econmic& y socia]es que se relacionan con el progreso de las-sociedadeS humanas, puderon a nuestro historiador &-, aptihd de dar cima l yecto que constitu~ objetivo d6 su fecunda existencia. el Ni las tareas diarias de! profesorado, ni la diligencia que sirvi 10s Rectorados, del Instituto PJaci6ial primero, y de la.Universi'da6 de Chile tarde, ni pesadas tareas- que gravitaron hombros como Perito de Chile en !a deljm/tac!n de nwstra frontera con
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la Repblica Argentina, le apartaron de aquel trabajo Sistemtico que se iinpuso durante los dieciocho ltimos &os de su vida. AI, conluir su obra pudo decir con la sencillez y sinceridad de s alma que durante esos dieciocho, aos no he dejido pasar un solo da en que no haya escrito a lo menos una pgina de esta Historia. Este trabajo incesante que podra parecer en exceso montono y abrumador, ha sido para m el ms grato de los pasatiempos, el alivio de grandes pesares y casi podra decir el descanso de muchas y muy penosas ,fatigas. Si all, en esas delicadas y nobles frases brilla todo el fondo del alma del hombre virtuoso y del obrero infatigable del trabajo intelectal, aparecen tambin de relieve la modestia de su carter y la escrupulo& conciencia del escritor en el acpite final del captulo de su obra denominada Mi Conclusin. cualquiera que sean los defectos, dice, que se sealen a mi libro y la carencia de tales o cuales condiciones de historiador que puedan reprochrseme, tengo la firme confianza de que toda persona de cierta cultura que ahora o ms tarde lea algunos captulos de este libro, reconocer que yo he buscado siempre la verdad, que no he ahorrado diligencia ni sacrificio para descubrirla y que la he consignado con tanta franqueza como lealtad. Esta frase sencilla de amor a la verdad y de cero por la exactitud, significa la ms alta y la primera de las cualidades de un historiador. Y eIlo, porque no consiste slo en conocer y presentar los hechos, frios e inertes, tales como aparecen en los polvorientos archivos, sino en hacerlos revivir con toda su fuerza y en presentar los persona-. jes como si alternasen con nosckros, exhibindolos con sus virtudes y sus vicios, sus costumbres y sus pasiones. El caudal de conocimientos de que debe hallarse adornado el-espritu del historihdor, ha de ser tan completo que le permita apreciar y juzgar los problemas sociales, jurdicos y econmicos que a f e c k - a las sociedades humanas. Slo cuando se logre abarcar la vida poltica
A TRAVSDE UNA C O ~ K E C I J O N T ) ~ N C I A
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en la plenitud de su ciesenvoEviriliento, se podr considerar la marcha de la evolucin social a travs de las edades y dar a los pueblos su rol en la unidad de b civilizacin. S i se le exige la iniparcialidad, no por 'eso debe permanecer mudo e insensible ante los agravios a la humanidad o los atentados a la libertad: En ninguna obra literaria aparece el hombre dominando al escritor como en la coniposicin histrica; en ninguna inspiracin del alma es nis necesaria, de modo que la superioridad n~oral'puedaser capaz de influenciar y arrastrar el nimo de los lectores, y de realizar a la vez la obra educadora de los pueblos. Barros Arana encarna esencialmente esas cualidades del verdadero historiador. Su bigrafo apunta a este respecto el siguiente justiciero concepto : a Barros Arana sigue el palpitar de la vida nacional, registrando todos sus aspectos, anotando todas sus manifestaciones, glosando todas sus alternativas de triunfos, de dolores y. de glorias. Ningn dbciimento, ningn libro, ningn testimonio de fundamental o secundaria significacin escapa a su erudicin formidable, indestructible, fuerte y slida como una montaa. Y refirindose el misnio brillante escritor al perodo de aquella hktoria que comprende la formacin y organizacin de nuestra nacionalidad poltica, periodo de agudas convulsiones, confusa y penosa, dice : Hombres y cosas desfilan al travs de las pginas de Barros Arana, con sus cua!idades y sus lacras, retratados unos con fidelidad y justicia, y consignados otros con 1.a prolijidad ms esmerada. Todas las manifestaciones de la 'vida nacional estn consignadas en ellas, los trabajos gubernativos y los de la representacin nacional, la actividad de la deslenguada prensa de entonces, y la inquietud de los piieblos, las tentativas de organizacin constituciona! y los priineros pasos de la reaccin que bajo el poderoso impulso cie Porta!es haba de asentar en slidos cimientos el edificio institucional. <(Connimo desprevenido, agrega el sagaz e ilustraA TRAVS
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do crtico, con corazn levantado juzga a los hombres de esa coi1 ecuanimidad y justicia, sealando sus flaquezas y exaltando sus condiciones de capacidad y virtudes cvicas, en forma que la posteridad ha aceptado como definitivas. 8 Tal. fu la obra de la edad madura, y tal la produccin literaria que, en un conjunto perfectamente armnico, 11a podido exhibir el cuadro completo de la vida. de una nacin y de su transformacin de simple y aidada colonia en pueblo autilomo con'fe en e! trabajo .y con la concrencia de sus deberes democrticos. Un criterio seguro le ha permitido abordar con firmeza y claridad los problemas polticos y econmicos de cada poca, sin dejarse perturbar por las cadas transitorias o el desconocimiento de los principios de libertad que constituyen las normas fundamentales y permanentes del y econ6mico de los pases. orden Como hombre de estudio, tena fe en las ideas, y las defenda con todo el calor de las convicciones slidas. Las ciencias atraan su espritu observador i analtico; Newton, La Place, Arago, eran sus autores favoritos. Imbi~doen las ideas filosficatq de fines del siglo XVIII, fu admirador de Voltaire, y su sentido crtico se avena mejor con el genio perspicaz, satrico y enciclopdico del patriarca de Ferney que con el talento paradjico del filsofo de Ginebra. Los enciclopedistas le eran familiares; el espritu dom-inador y atrayente de Diderot, y el cerebro poderoso y rectilneo de DIAlembert le cautivaban y se infiltraban en todos los poros de su intelectualidad. La Enciclopedia caracteriza el siglo XVI 11, encierra toda una doctrina poltica y moral y se nota en ella una tendencia muy acentuada al empirismo psico!gico y metafisico. Si bien imbuda de escepticismo, presenta la exhibicin completa del progreso de los conocin~ientoshumanos, y forma el cuadro esplndido de toda la civilizacin moderna. En materia econmico-social su espritu encontr ins-
piracin en las sabias doctrinas y en el profundo. saber de una de las ms hermosas y coniprensivas figuras de aquella notable plyade de fi!sofos y hombres de ciencia. Fu Turgot, en quien la austeridad no estaba reida con la bondad de alma y su atrayente simpata; ni sil placidez con la energa de su carcter. Econoinista de slida doctrina y hombre de Estado, empu el manejo de la hacienda pblica en horas de desatada tempestad y sus directivas han permanecido hasta ahora coino el catecismo de los Ministros de Hacienda en las horas de crisis. Antes de las veinticuatro horas formulaba al Mona~ca su plan administrativo, mientras acorrieta sus reformas financieras. <Ni bancarrota fiscal, ni aumento de impuestos, ni emprstito alguno; reduccin de los gastos pblicos. La economa, expresaba, es el prefacio necesario de las reformas. Y desde las gradas del trono afirmabA con los hechos el progranla de gobierno que haba formulado aos atrs como filsofo-poltico: El inters de las Naciones y el xito de un buen gobierno, declaraba entonces, requiere un respeto religioso por la libertad de las personas y del trabajo, y por la conservacin inviolable de los derechos $'e propiedad, y para todos la justicia. Ha transcurrido desde entonces ms de siglo y medio y seguir siendo esa la verdad pragmtica de todo pueblo libre. de Las doctrinas eco~~micas la espuela clsica liberal de la primera mitad del siglo XIX afirmaron en el espritu d Barros Arana el slido criterio que supo manifestar en toda su vida y que se deja sentir en sus obras al apreciar los problemas relacionados con el desarrollo industrial, las finanzas y la libertad comercial. Su trato con el eminente econoinista y profesor don Gustavo Courcell Seneuill, que ejerci tanta influencia en Chile, consagr una completa afinidad y la ms estrecha intimidad espiritual entre esos dos hombres que se comprendan y se estimaban. Todos los hombres de ciencia que vinieron en esa
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poca a Chile o que, radicados ya en el pas, prestaban servicios en !a enseanza, encontraban en Barros Arana un amigo y un sostenedor decidido en la tarea de divulgacin cientfica o de la enseanza. ,Pissic, Domeyko, Theyenot, como haban de serlo ms tarde Schneider, Stteffen, Johow, encontraban en l un espritu abierto a todas las y un alma capaz de apreciar sus virtudes y sus merecimientos. Al regreso de Europa en 1861, Barros Arana haba desarrollado una activa labor literaria, colaborando en periOdicos y revistas y. dando a luz numerosos artculos de critica literaria o de investigaciones histricas. Llegaba a su patria despus de dos aos de ausencia, que lo fueron de estudio y de trabajo en los ricos Archivos de Sirnancas y de Sevilla y en las Bibliotecas de Madrid y de' Londres Viejas colecciones y pergaminos, polvorientos expedientes, reales cdulas, Aqemorias y cartas, todo ello fu cayendo bajo el ojo avisado y la mano escrutadora del i?is experto investigador. De este modo pudo reunir, a no poco costo personal, un valioso caudal de documentos relacionados con el desciihrimiento de A'mrica y periodo de la Colonia. De esta poca &atan El proceso de Pedro de Valdivia y otros documentos hasta entonces inditos, relacionados con la vida de este conquistador y sus socios y compaeros. Estos ailtececientes y otros viejos ttulos, le permitieron adquirir un conocimiento cabal de las cuestiones de demarcacin de fronteras que ya haban comenzado a debatirse entre las nuevas nacionalidades de la Amrica Espaola y que desde 1847 haban comenzado a suscitirse en Chile. En esa misma bsqueda hal! un polvoriento manuscrito, absolutamente desconocido, q u e contena el interesante poema El Purn Indmito de Fernand'o Alvarez de Toledo, sobre la rebeIi6ri de Arauco 'de 1598 y la batalla de Cultava donde perdi la vida- el Gobernador de Chiit: don Martn Oez de Loyola en condiciones anlogas a las
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que haban ocurrido en 1554 en la batalla de Purn donde hall muerte gloriosa el conquistador de Chile, Pedro de Vadivia. Esa obra fue hecha imprimir por Barros Arana en Leipzig, en el ao 1861, salvando as del olvido tan precioso documento. (1) En el viaje de regreso a Chile tom la va del Pacfico y pas por Lima donde pildo compuTsar no pocos viejos documentos de aquel rico Virreinato del Per. Barros Arana volva a iiu tierra despus de una expatriacin que, si en la fornia apareca voluntaria, le haba sido impuesta por las circunstancias polticas que siguieron a la crisis de 1857, epoca en que haba actuado vivamente como diarista de oposicin. Los peridicos El Pas y La .ActuaZzdad, que haba dirigido, lo mostraron como polemista vigoroso y de satrico y temible ingenio. La sitriacin del pas en 1861 era de apaciguamiento; y 1 combinacin poltica llanlada la fusin li beral-cona . servadora, Permita asegurar un rgimen de tra~iquilidad para el gobierno del Presidente Prez,?del cual ser& Barros Arana un eficaz cooper~dor. En efecto, ya en 1862 se le llamaba al Rectorado del Instituto Nacional, con lo cual se inicia para Barros Arana un perodo de fecundos trabajos que & tardarn en sealarle como el gran reformador de la enseanza en Chile. El colegio de segundos estudios, cnfiado a su cuidad, sali transformado en un plantel modelo, con profesores y gabinetes de ciencias fsicas y naturales, con cursos completos de lenguas vivas, con clases de latn y griego, con profesores de matemticas elementales y superiores, con clases especiales de literatura e historia literaria, de filosofa e historia de la filosofa, de cbsmografa y geografa fsica, y con programas y textos de historia especialmente preparados por el Rector.
El (1) Fernando ALVAREZ TOLEDO. Purn Indmito, Leipzig, 1861. Es DE un poema narrativo, que su autor no alcanz a concluir. Consta de 24 cantos, en octavas reales, escritos con facilidad y con soltura, pero sin que se sienta en ellos el soplo de la verdadera poesa. Este poema permaneci indito por dos siglos y niedio y volvi a la vida nierced a la iniciativa y a las fecundas tareas de investigador del eeor Barres Arana.
pero con ser numerosas y de la mayor importancia ]as reforrrias introducidas en la materia de la enseanza, fue mucho mayor la transformacin introducida en los mtodos, y en el- espritii de educadores y educandos, a todos los cuales supo inculcar ese celo por el trabajo, ese amor al estudio, que l senta y de que daba permanente ejemplo. Diez aos de Rectorado fueron otros tantos consagrados, como l lo entenda, ,a la preparacin de una juventud que habra de sentirse dominada por el ansia del por saber, por los placeres i~ltelectuales'~ los ideales que iumbos tiles y sanos a la vida.' saben dar Su acentuada y vigorosa personalidad intelectual y moral, ejerci'sobre esa masa considerable de jvenes un'a influ&nciatan efectiva que habra de perdurar en los aos u teriores. 1 Aquella generacin se sinti dotada no slo del cauda1,adecuado de conocimientos sino tambin, y lo que le ha valido ms, de un criterio seguro, de un gua moral, de una directiva que jams le ha abandonado en los azares de la vida. Barros Arana continu as ejerciendo, despus de su intelectual re tiro de aquel estableclrniento, ese apostolado - .. que constitua sil segunda naturaleza. Esa juventud fu siempre fiel a su rector, y jams dej de acomp(aarlo con cario en las diversas fases de su larga y fecunda existencia. As en el ao 1876, cuando la sociedad de Santiago, representada por sus ms distinguidos polticos y los-ms eminentes servidores p~blicoi, ofreci una- esplndida y significativa manifestacin a Barros-Arana por su 'nombramiento de Ministro -Plenipotenciario en la Repbkica Argentina j7 en el Brasil, aquella juventud quiso hacerse oir en -esa solemne ocasin y lo efectu por un elocuente memorial colectivo y por intermedio de ex-alumnos que llevaron a esa reunin la palabra clida, espontnea y sincera de hombres independientes y que, hacan ya la jornada de la vida. -
Es interesante y es oportuno traer a la memoria aquellos 'simpkticos recuerdos. Un distinguido joven y que muy pronto supo cimentar su prestigio de agudo y sagaz escritor y ocGp elevados puestos en la Administracin Pblica, don Fanor Ve!asco, di en esa reunin una nota que responda con fidelidad al espritu de fa numerosa juventud educada por Barios Arana. comenz su discurso .con un elegante smil : La ausencia del seor don Diego Barros Arana ser para los hombres estiidiosos de nuestro pas, algo de lo que fu la presencia del califa Oniar para los hombres estudiosos de Alejandria. Oniar, seor, quem una biblioteca y el seor Barros Arana se lleva. tina biblioteca: porque es una biblioteca la cabeza del seor Barros Arana. Biblioteca rica, siempre abierta, accesible a todas horas, fcil y pronta para responder a todas las consultas.^ U desarrollando su idea matriz, agrega: Est a la vista de todos la influencia que esta bihlioteca ha ejercido sobre la juventud chilena, que tacto la frecuent, recorri, registr y utiliz sin que sus puertas se cerraran nunca. Hoy la juventid chilena se atreve a a pensar' y sabe pensar. Encontr all k explicacin de muchos misterios y vi desvanecerse all muchos fantasmas y desplomarse muchos dolos. La juventud chilena, permitaseme una palabra peligrosa, oper all su secularizacin. Otro ex-alumno del seor Barros Arana, un argentino que dej fecuerdos cie un brillante estudiante del Instituto Nacional, don Agiistin Arroyo, a la sain oficial de la Legacin Argentina en Santiago y llamado a ocupar ms tarde las ms altas representaciones diplomticas de su patria, llev tambin a la esplndida reunin expresiones de la mayor simpata y reconocimiento a \os mritos del seor Barros Arana. <Permitid, dijo, que un argentino de los que estudiaron bajo su direccin ilustrada, oi suplique le aconipa-
eis a beber iina copa en honor del que fu su querido y respetado maestro. <Durante los aos que permanec en el Instituto Nacional, fui testigo de la laboriosidad infatigable que absorba todos los momentos al distinguido Rector, piide cerciorarme de qire el seor Barros Arana haba hecho de la educacin un sacerdocio, y de su deseo de leyantar la instruccin superior al alto rango que mereca el creciete desarrollo de esta Repbl'ica, el pensamiento nico de su vida y el primordial objeto de sus constantes aspiraciones. - <Veale descansa- de las p.esadas tareas del rectdrado, entregndose con pasin a su estudio favorifo: la historia americana, enriquecitla por l con notables producciones que han valido al autor merecidos laureles, y a Chile una gloria de que nunca podr enorgullecerse bas\ tante.. Y tocando, en seguida, el aspecto de aquel educdor que no se limitaba a iriiprimir perso~ialmentelas directivas de la ense'hnza, sino que-adems supla lzi deficiencia de los textos, redactando nuevos, recuerda especialmente la publicacin de su Geografh Flsica. Dijo a este respecto el sefior Arroyo, que el seor Barros Arana cdedicse con juvenil entusiasmo al estudio de las ciencias, y poco despus nos haca conocer como fruto de su laboriosidad un libro que mereca el alto honor de ser comentado con grandes elogios en una de las revistas cientficas ins irnportantes de Alemania. Termina su conceptuoso brindis, el distinguido argentino, con las siguientes hermosas palabras: %Brindemos, seores, por el distinguido literato y educacioiiist~, por el cual la juventi~dchilena reconocida y a la que yo me asocio de todo corazn, alimenta un cario y respeto, que estoy seguro, se harn tradicionales mientras vivan las obras que han dado al seor Barros Arana una fama indisputablemente americana y hasta universal, y hagamos tambin los ins sinceros votos porque vientos prsperos lo conduzcan hasta las orillas del caudaloso Plata y
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porque la sociedad de Buenos Aires le tribute la digna acogida a que es tan acreedor.> Otro ex-al umno, destacado estudiante del Instituto Xacional, don Juan Francisco Ibarra, junto con expresar gel agradecimiento ms sincero de su alma, asocindose a los conceptos del seor 'Arroyo, se refiri en especial a la carta <que la juventud ha hecho llega? hasta aqu' expresando los sentimientos de gratitud para el Maestro y los votos de felicidad para el poltico,,.
EN LA DIPLOMACIA
Barros Arana Ministro en el Plata.-Condiciones y circunstancias especiales.-Objetivo determinado de la Misi6ri.- El disciirSo de don Alejandro Reyes.
Los cuatro aos que siguieron a su retiro del Instituto Nacional, los contrajo a sus tareas literarias e histricas, siendo 'un valioso colaborador de la Revista de' Santiago, importante publicac?n que se editaba en aquella poca en la capital. Fund adems en Compaia de s u ilustre amigo y hermano en l'as letras y en el cario, don Miguel Luis Amuntegiii, la que fu muy acreditada Revista Chilena. Comenz asimismo la preparacin de la obra que constituira casi la nica y verdadera preocupacin de su vida. Si la redaccin de la Historia General de Chile, haba de demandarle dieciocho aos de trabajo asiduo, no por eso aquel infatigable obrero intelectual excus jams sus servicios en obsGuio de su pas. As lo vemos interrumpir sus trabajos preferidos, abandonar sus libros, . dejar la tranquilidad y el bienestar de, su biblioteca, para acudir'a donde 16 llamaba su deber de patrita y la defensa de los derechos de Chile. Se apartaba i-riomentneamente de sil mesa de trabajo donde se haba acostumbrado a decir y ensear la
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verdad para llevar a un pas amigo la rnisma verdad en cuanto a la rectitud de la poltica de Chiie y su sincero amor a la paz. La pluma de acero que usaba a diario y que le permita grabar en forma indeleble los frutos de su vigorosa intelectualidad en bien de Chile, de su adelanto y de si1 prosperidad, sera trasladada a otro ambiente, a otro centro ms inquieto. de mayor voli~bilidad,pero de anlogo atavigmo, de hombres dirigentes ciiltos, si bien sometdos todava a 10s embates de las revueltas poltica's y de las agitaciones populares de una urbe apasionada y movediza. Conoca a ese pueblo, quera sinceramente a sus prohombies, haba levantado altares a los fundadores de su independencia. Bulla adems en sus ven& la ini'sma sangre de aquellos forjadores de una nueva y fuerte nacionalidad por el hierro y por el libro, cultivando la pampa, dominando la rebelda y asentando en las mrgenes del Plata la gran ci'udad que haba de ser el cerebro y e' corazn de. aquel pueblo formado para la lucha y para el sito. Barras Arana era en tales coildiciones el representante mas adecuado para llevar a aquel pueblo y a aquel Gobierno la palabra sincera y el espritu recto, capmes e iinspirir confianza y de provocar un corriente de entendimierito, que hiciera desaparecer el estado de susceptibilidad recelosa a que la opinin pblica se haba dejado arrastrar por las asperezas del debate. Asuma las funciones de diplom5tico en el sentido exacto y verdadero del concepto, como sacerdote de esa ciencia que persigue el estudio de los intereses y relaciones entre las naciones y que los busca con afn y con rgctitiid. No lo era naturalmente en el sentido figurado y vulgar de cortesana aparente, de simulacin o de astuc3a. Por lo denis, jams ha tenido Chile esciiela de diplomticos; sus i'ntereses han estado servidos siempre en el extranjero por hombres cultos y eminentes que ha11 sabido corresponder a la dignidad del pas y que estaban capaci-
tados para hablar en su nombre y para interpretar los sentifmjentos del pueblo cliileno. Por otra parte, la misin de Barros Arana era {e conciliacin y fu como el pararrayos en momentos que comenzgba a &ornar la tempestad; y lo fu desde su arribada cuando inesperadamente haba surgido un explosivo capaz de haber solevantado la ms slida construcci6n. El enviado chileno no tenia tampoco que dilucidar 10s complejos problemas en que se debate la diplomacia europea. Emisarios de nuevas nacionalidades, representantes y porta Goces de libres democracias, estos diplomticos podan tener las caractersticas d e los enviados- de $S Estados Unidos de Amrica pero en nada se asemejaran a los burcratas formados en el servicio de las antiguas cortes europeas. El problema que en aquellos das separaba a los gobernantes de Chile y de la Argentina era ya viejo; vena debatindose desde muchos aos atrs; para Barros Arana le &a farriiliar; la cliscusin se hallaba sostenida de una y otra parte por historiadores y jurisconsultos" en nuinerosas obras, y las memorias y alegatos acumulados eran de tal ndole cliie ya casi iban perdiendo sus verdaderos puntos de mira. Pareca ilegado el momento de cerrar un debqte que amenazaba convertir la cuestin de frontera austral en un asunto de honor nacional. Era necesario salir del terreno candente y busca^ en el campo de las transacciones, de las concesiones recprocas la solucin que pudiera consultar el inters de los dos pases. Tales fueron los propsitos del Gobierno de Chile al reanudar en 1876 las negociaciones interrumpidas con la nacin vecina.; qu'iso salir de una situacin de hecho asaz peligrosa y consultar en un arreglo equitativo la seguridad y la tranquilidad del pas. Las instrucciones de que fu investido el representant; chileno y a q& hemos hecho referencia en diversos acpites de este estudio, lo establecieron con perfecta claridad. Sucesos imprevistos y cirtunstancias polticas ajenas al fondo mismo de la
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cuestin, perturbaron aquella negociacin y aplazaron por el inomento sus reeultado~. Estas ideas y este concepto haban sido esbozados en el banqiiete de Santiago, a que nos hemos referlao en varias ocasiones,. por un eminente honibre pblico que haba sido htfnistro de la Corte Supsema de Justicia. Fu don A!ejandro Reyes quien en tal ocasin seal en ntido lenguaje el verdadero sentido de la embajada 51 Plata. <Chile y la Repblica Argentina, apuntaba a este respecto, -son los pases de -Amrica ms estrechamente unidos por la naturaleza, por la Jiistoria, por el coniercio y por el espritu. <Cuando surge una cuestin sobre pueblos, colocados en esta situacin, deben quemarse los papeles, y sus representantes deben inspirarse en los efementos n-is elevados de la fraternidad. ~Wabituadopor mi profesin a intervenir en particiones entre hermanos, quisier que al distribuirnos la herencia que nos dej la 3let;poli procediramos como en aquel caso. *No es el derecho estricto el que se invoca entre hermanos. La paz de las familias es el supremo bien y por conservarla se sacrifica de ordinario lo que a uno no perjudica y al otro aprovecha. Ojal sea ste el criterio que 1 presida a las relaciones que con e Gobierno Argentino va a cultivar nuestro querido amigo Barros Arana. Muy claro, muy innegable es nticstro derecho; agregaba al concluir el experto poltico; pero, si es preciso lastimarlo, al fin de conservar la cordialidad y buena inteligencia con nuestros hermanos de u1tra cordillera, hagmos1.0, consultando nicamente los intereses recprocos. <:Tales son mis votos y brindb por su felii realizacin.
La region austral de la Amrica haba permanecido en las inismas condiciones en que se hallara bajo la aoininacin espaola y extraa a toda accin de las naciones que en ella tenan intereses. . Desde !a poca del descubrimiento y la conquista slo b s gobernadores de 'Chile haban dirigido sus miradas hacia aquellas apartadas comarcas. Con su alto espritii de previsin, Valdivia, apenas afirmada su autoridad en este pas, despach -hacia los mares del sur al capitn Juan Bautista Pastene, y Garca ,Hurtado de Meizdoza, alerta y afortunado, a !a vez de emprender la ocupacin de todo e! territorio hasta Chilo, envi la expedicin martima, famosa por sus esploracioiies hi"drogrficas, de Juan I,adri'llero, encargada de afirmar su autoridad en la regin del Estrecho de Magallanes. La columna inilenaria, levantada en aciuellas costas, dej asentada en 1558, coi1 el rlo~nbre Cabo y Baha de la Posesin, la incorpode
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racin de ese Estrecho y de sus costas a la jurisdiccin de la Capitana General de Chile, a la que le estaban asignadas por sus ttulos. Aquel acto realizado a mediados del siglo XVI, tendra su corolario y su confirmacin en la mitad del siglo XIX por uno de los Gobiernos ms previsores y ms ilustrados de 1a Repblica, el del General Bulnes, con la fundacin de la colonia, en la pennsula de Brunswik, a mitad del EsGecho, que se ha denominado de Punta Arenas, en lugar de Fuerte Bulnes con que se le llam en el acta de s u . instalacin. De este modo la importante va martima del Estrecho, a que le diera su nombre el intrpido Magallanes, quedaba sealada coino sujeta al dominio y jurisdiccin de Chile por dos actos formales y solemnes: el uno por la pirmide granitica del Cabo y Baha de la Posesin, a Ia entrada del Estrecho por el Atlntico, en 1558, y el otro por la Colonia de Punta Arenas, a la mitad de su camino en 1843. A pesar de los estrechos recursos con que contaba el erario nacional, el Gobierno de Chile dispuso desde el primer momento las obras de abalizamiento y de colocacin de boyas, necesarias a la seguridad de la navegacin. E n beneficio de la humanidad y de la cibilizacin sus brillantes marinos y las naves de su escuadra, no han cesad~ de levantar cartas de marear y de efectuar trabajos de hidrografa que han circulado con autoridad en todos los centros cientficos y en las oficinas tcnicas de las diversas marinas europeas y americanas. Es as cmo la Repblica de Chile no slo ha sido duea de esas comarcas 'por sus ttulos tradicionales sino que lo ha sido adems por actos de efectiva posesin y por obras que las han incorporado a su patrimonio-poltico y a su accin de cultura y de progreso cientfiko. Por otra parte, Chile necesitaba de esa va maritima como condicin ese~icial para su comunicacin con Europa y como elemento necesario a su .propia independencja poltica y comercial. Poda ser de inters ese canal
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para Inglaterra y Francia en sus expediciohes coloniales y en jas rellaciones con sus posesiones en el ,Ocano Pacifico. Pero esa necesdad y ese inters estaban garantid'os con las obras de segirridad realizadas all por Chile, por su puerto de abastecimientos y de recalada segura y por las cartas hidrogrficas de sus oficiales de marina. El puerto de Punta Arenas no tard en ser constituido en el Apostadero de la Armada Chilena. La' ociipacin\ del Estrecho, del terriiorio de la colonia fundada en sus costas y de una extensin de terrenos patagnicos inmediatos a la colonia, que le permitiesen1 vivir y desarrollarse, se conGirti as en una necesidad iiripuesta a Chile por las condiciones de su vida comercial, por !as 'exigencias de sil poltica nacional y por la sepiiridad y tradiciones de su brillante marina de guerra, la que desde los albores de su independencia le haba asegurado el dominio del Mar Pacfico. La protesta de la Repiblica Argentina, formulada en 1847, por Ia fundacin de Punta Arenas, pxodujo en el Gobiero de Chile de aquella poca una penosa impresin; pero consider qiiel acto ms bien como una repreklia poltica del ~ o b i e m o Dictador Rosas por el asilo amdel plio y generoso que Chile dispensaba a los ilustres argentinos, perseguidos por la dictadura, y que en Chile haban encontrado una segunda patria. Uno de esos expatriados, que fu en Chile educador y periodista y que dej e n el pais, mailifestaciones e!ocuentes de su poderoso ingenio, de la vivacidad y originalidad de su espritu, como de su independencia de carcter, sintetiz el punta de que veniinos ocup&ndonos en trminos casi aillogos. Querenios reerirnos a un artculo de Sarmiento publicado en la Crnica de Santiago, con fecha de 11 de Marzo de 1849, relativo a la discusin promovida por la Argentina con motivo de la fundacin de la colonia de Maga11anes. El hombre que i'ba a ser muy pronto gran condiictor de pueblos y que ejerci la Pi-esidencia de la Repblica Argentina en momentos histricos para su pais, se expre-
saba sobre esta materia en trmnos de verdadera intuicin poltica y de senti'rni"ento de positivo americanismo. <En esta lucha por territorios entre pueblos confinante~ deben tenerse presente, deca, dos principios. <El primero, formulado en trminos abstractos, podra consiknarse como sigue : Un territorio limtrofe pertenecer a aquel de los dos Estados a quien aproveche su ocupacin, sin daar ni menoscabar Ios derechos del otro. Este principio, agrega, tiene su completa aplicacin en Magallanes. . <E1 Estrecho es una va necesaria, indispensable de comunicacin con Chile; es uno de sus caminos para Europa, que le conviene aclarar, asegurar, poblar para afianzar su comercio. Para Buenos Akes el Estrecho es una posesin intil. Y concluye que, con arreglo al primer principio enunciado, ~Magallanes pertenece a Chile por el principio de conveniencia propia, sin dao de tercero. <Le corresponde, adems, contina, por el otro princi'pio ms general, el del primer ocupante. Este derecho pertenece tambin a Chile. Y por lo que hace a este punto, expresa que aexibte la aquiescencia tcita y explcita de las nacionei con respecto a la ocupacin hecha por una de ellas de un territorio desocupado; y Buenos Aires ha hecho esta aquie~ceitcia, este reconocimiento tcito del buen derecho de- Chile para ocupar el Estrecho de ~ a ~ a l a n e s . ~ Se refiere, en seguida, a la ci<cunstancia muy importante de que en esos propios momentos de la ocupacin de Chile, la Frdncia haba determinado ocupar dicha regin pa;a uiilizar este pasaje a las Mdrquesas, y desisti reconociendo el derecho de Chile como primer ocupante. Recuerda, ms adelante, el caso de la's Malvinas, arrebatadas a la Argentina, habindose alegado como inico titulo el del primer ocupante. Y con el vigor y [a originalidad de su pluma concluye con la siguiente frase:
A TRAV~S
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<Entre pases del mismo origen no debemos resolver estos problemas como manadas de lobos, prontos a araarse entre s, sino como seres racionales, animados del de conciliacin que debe notarse entre los que se titulan hermanos casi siempre para disimular su' espritu de hostilidaa. (1) Al - recordar los conceptos que el seor Sarmiento emitiera en 1849, hemos querido tributar un respetuoso homenaje al publicista, que en horas de tranquilidad internacional expona con su habitual independencia de espritu su opinin sobre las cuestiones de fronteras entre las naciones recin constituidas de Amrica. con territorios apenas poblados, con- inmensos campos sin cultivo, con bosques inmpenetrables al sol y cerrados a la mano del hombre,-con desiertos y pampas inexploradas, deba parecer a aquellos hombres que recin salan de las luchas por la independencia nacional debatan duramente por constituir una organizacin libre, que era verdaderamente insensato envolverse con pasin en querellas fronterizas por kilmetros ms o menos de tierras desconocidas por millas ms o menos de costas desamparadas. Tal era lo que acaso en el fondo deba pensar aquel eminente ciudadano argentino en 1849, como lo haba de sentir ms tarde un ilustre pensador chileno, don Jos Victorino Lastarria, en 1865, ya en los comienzos de aquella guerra diplomtica.
'
(1) SARMIENTO, Domingo Faustino. Presidente de la Repblica Argentina en el periodo de 1868-1872. <La presidencia de Sarmiento, dice un distinguido esctitor argentino, ha marcado con el sello vigoroso de su personalidad un momento histrico en la evolucin social y politica argentinas. Su actuacin le daba ttulos suficientes para ocupar la primera magistratura de 'a nacin; hombre de pensamiento y de accin al propio -tiempo, no se sabe qu adrnirar ms en 61, si la visin inteligente de la poca, de los sucesos, y de los hombres, o si la eficacia y la energa que puso al servicio de sus ideas.> Otro escritor y bibgrafo d e Sarmiento, don Leopoldo Lugones, anota que durante su presidencia, Sarmiento modific las opiniones vertidas en Chile, rectificando, son sus palabras, aquellos errores con abnegado patriotismo, sin vacilar ante la dura confesin que ello implicaba., Reconoce, sin embargo, que el Presidente no adopt actitud violenta alguna y que, por el contrario, asumi en esa materia <la poltica de prudencia y de concordia que Roca consumara despus. Hasta pens en la neutralizacin del Estrecho para resolver el delicado negocio.>
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Pero si aquel poda ser el sentir del escritor, no por eso habra de encontrarse ms tarde cohibida su actitud ante sus deberes de mandatario y su responsabilidad de gobernante. El Presidente Sarmiento defendi con energa y con firmeza los derechos que sus letrados estimaban legfimos, y de su poca data precisamente la Misin argenfina en Chile de don Flix Fras; que hizo entrar el debate sobre ttulos al periodo: ms ardiente y sacudi intensamente la opinin de uno y otro pas. Queremos nosotros darnos esta explicacin que estimamos justa, y no concurrimos con el fundamento que el doctor Lugones parece atribuir al cambio de opinin del Presidente Sarmiento y a lo que llama rectificacin de sus pasados errores. Al expresar que las relaciones exteriores pasaban al final de la Administracin Sarmiento por duras pruebas, ifidica que el avance Permanente y cauteloso de Chile en los territorios patagnicos y sobre el Estrecho de Magallanes requiri que el Gobierno Argentino plantease aquella cuestin .relegada con imprudencia desde las reclamaciones de Rosas.)) Chile se haba limitadb a mantener la situacin que los actos de posesin en la regin de Magallanes le haban formado, y sus avances slo se habian traducido en obras de seguridad para la libre navegacin del Estrecho. La cuestin que planteaba esa administracin, fu afrontada sin demora por Chile, con la misma entereza pero a la vez con la serenidad que corresponda a sus gobernantes. Dicha cuestin no haba estado relegada en recordar que el perodo posningn momento, y c u m ~ l e terior a la reclamacin de Rosas .se seala precisamente por un acto diplomtico de la mayor trascendencia en el entendimiento entre los dos pases y que di6 las normas polticas y jurdicas que habran de reglar las relaciones entre ellos. Tal fu el Tratado de Paz!y Amistad de Abril de 1856. Desde ese momento el debate tena un campo definido: se reconoci por las dos partes como lnea fronteriza la que corresponda al uti possidetis de 1810~.
La discusin no podia llegar al conflicto; la dificulpartes haban tad no poda. degenerar en querella, dado al disentimiento su verdadera orientacin : se haban comprometido ca arreglar toda dificuitad pacfica y amigablemnte>. Los signatarios de aquel Pacto y los Gobiernos que lo habian inspirado, con el ms elevado concepto de sus deberes, haban incorporado en l un procedimiento, que era la verdadera vlvula de seguridad, la ms firme garanta de la paz. Las partes se haban comprometido, para el caso de que todos los procedimientos anteriores no dieren resultado, a entregar el litigio' a la decisin arbitral de una nacin amiga. En el desarrollo de aquel debate, qi!e fu largo y accidentado, hubo momentos en que la comn inteligencia pareca producirse, pero no faltaban accidentes o c'ircunstancias accesorias que interrumpan el acuerdo. El proced'imiento del arbitraje se presentaba a! instante como un medio de solucin. En ningn momento present dificultad la organizacin misma de ese instrumento de paz; pero de nuevo lo accidental, lo provisorio, obstaba al trmino final. Si as, de desacuerdo en desacuerdo, pareca alejarse cada vez ms la meta, en el hecho el acuerdo iba ganando terreno. Cada etapa dejaba no pocas desilusiones; pero dejaba, o algn punto de avenimiento o haca desaparecer algn recelo perturbador. El Tratado de Arbitraje de 18 de Enero de 1878 no alcanza a tomar forma definitiva; pero deja sealadas las normas esenciales de las negociaciones posteriores. E Tratado de 6 de Diciem1 bre del mismo ao se ajusta al espritu y a las disposiciones fundamentales de la Convencin anterior. Es aceptado sin dilacin por Chile y rechazado en el siguiente ao por Argentina. Por fin refundiendo todas las ideas en que se ha estado de acuerdo, 'se llega por la va directa a la solucin ms conveniente y ms corta, a la transaccin. Tal fu el espritu y la letra del Tratado de 23 de Junio de 1881, obra de estadistas y de patriotas y que abri ya
as
el cauce franco de las posteriores inteligencias en obsequio de la paz y de la sincera amistad entre estos pases de la Amrica Meridional. Desde la distancia a que mis ramos aquellos acontecimientos, no ~ o d e m o apreciar suficientemente todo el caudal de conocimientos, toda la entereza y a la vez toda la prudencia que necesitaron emplear aquellos artfices de esta obra de paz. Es ms difcil todava darse cuenta cabal de todos los prejuicios, de todas las opiniones extremas, de las resistencias apasionadas o violentas a todo acuerdo, en una palabra de todos aquellos elementos que de uno a otro lado formaban una. masa oculta pronta a pesar siempre en la opinin pblica. Han pasado aquellos das de i'nquietudes y de alarmas, han ido desapareciendo poco a poco casi todos'los hombres pblicos que, cual ms cual menos, puso una piedra en ese edificio de la paz; pero jams debe-desSparecer de la conciencia p.blica la justa apreciacin de aquellos servicios y el reconocimiento. que debe el pas a los que prepararon y ajustaron la obra'de confraternidad de chilenos y argentinos. Hemos expresado y afirmado que en toda la negociacin, comenzada en 1876, por la misin Barros Arana y terminada por el Tratado de 1881, ha dominado el espirit u de la transaccin. Desde el primer momento Chile coloc la cuestibn en el terreno estricto, pero sealando a la vez los puntos que consideraba irreductibles. En ltimo trmino la cuestin qued limitada al Estrecho con todas sus costas, una faja adecuada de territorio continental, y las islas adyacentes; no insisti en que la zona territorial llegase a la costa del Atlntico, adhiriendo en este sentido a la tesi's argentina de no reconocer puertos chilenos en la costa del Atlntico, como haba de exigir ms tarde un reconocfmiento anlogo de la tesis chilena que no aceptara acceso alguno a las costas del Estrecho ni puerto argentino en el Mar Pacfico. .Desapareca as para la Argentina el punto vivo de la discusin anteriormente planteada, o sea el derecho alee
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gado y sostenido por Chile a toda la regin septentrional de la ~ a t a ~ o e i a . Esa parte de la doctrina chilena habia exacerbado siempre la opinin pblica de Buenos Aires, y habia sido levantada como bandera de combate por los patrioteros que se oponan a todo arreglo. Fu tambin un bice a 10s diversos proyectos de arbitraje porque se lleg hasta resistir que aquel territorio de la Patagonia pudiese ser incluido explcita o implcitamente en un >juicioarbitral. Entre tanto, Chile, cada vez que se planteaba la cuestin de derecho estricto, necesitaba precisamente qfirmar su buen ttulo a esa regin porque con ella confirmaba y mejoraba la propia condkin jurdica de la parte Austral que comprend'a el Estrecho y sus islas.
En conformidad al Tratado de 1881 fu entregada la fijacin de la lnea fronteriza entre los dos pases a peritos designados ,por los respectivos Gobiernos a fin de que, asesorados por las comisiones tcnicas del caso, pudiesen resolver la colocacin de los hitos que, en la Cordillera de los Andes y en toda la extensin de los territorios confines, stuviesen sealando a perpetuidad los 'trminos entre Chile-y la Repblica Argentina. La desinteligencia entre los peritos deba ser resuelta en juicio arbitral, para cuyo
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objeto se design en su oportunidad al Soberano de Inglaterra. El ex-diplomtico en el Plata seor Barros Arana, y asesor del Gobierno en la negociacin de 1880, que di, forma d1 Tratado de 23 de Julio de lgs'l, tom a su cargo desde su iniciacin las delicadas e importantes funciones de Perito por parte de Chile y las ejerci con el celo y la capacidd de que dan testimonio las numerosas comunicaciones, antecedentes, planos y estudios que forman el inmenso Archivo de la que fu Oficina de Lmites. Ocho aos de constante trabajo y de la ms acuciosa discusin dedic Barros Arana a esta defensa de los derechos de Chile, en la que se manifest el infatigable sostenedor del principio cientfico de2 divortia apzlarzun y el indomable luchador en las variadas y duras discusiones con sus diversos contrincantes argentinos seores Pico, Virasoro, Quirno Costa y Moreno. constituido el juicio arbitral, fu confiada la defensa de Chile en Londrgs a don Domingo Gana, ex-diplomtico, 'de gran cultura y discrecin, designado perito en reemplazo del seor Barros Arana, que anteriormente haba renunciado. El seor Gana estaba asesorado por los ingenieros don Aleja%dro Bertrand y el profesor don Juan Steffen, ex-funcionarios de la Comisin de Lmites y especialmen te preparados para dicha comisin. La discusin ante el rbitro tom gran desarrollo, y se hizo extensamente por escrito y en seguida en audiencias orales. Abarc la cuestin de ttulos, el proceso completo de las negociaciones diplomticas, y la materia propiamente tcnica o geogrfica. La Comisin chilena, arrastrada en esos trminos al debate, present una amplia y erudita Exposicin, en la que, a la luz de los viejos ttulos y de una documentacin histrica especialmente preparada, agot en realidad aquella materia y supo abord& las cuestiones cientficas y de derecho internacional cor, plenitud de conocimientos y verdadero kierto. Como es sabido, el Arbitro, antes de faar, hizo reconocer el terreno en los Duntos de divergencia por un co-
misionado especial, el distinguido Coronel Sir Thomas Woldich, el cual oy en cada caso a los tcnicos de las
artes.
Como ya 10 hemos recordado, en los alegatos verbales que la defensa de Chile formul ante el Arbitro, hizo uso del Memorial redactado por el seor Barros Arana, quien, si bien se hallaba apartado de toda ingerencia oficial, no permaneci en ningn momento indiferente al desarrollo de aquel proceso y supo cooperar constantemente a su mejor resultado, lo que fu estimado como corresponda por la Comisin de Lmites, de lo cual dej testimonio en aquella ocasin. La sentencia del Soberano ingls fu dictada en vista del informe del Tribunal respectivo, y es clara, sencilla, e inspirada por ese elevado espritu britnico que va al fondo de las cuestiones y a la redidad misma de las cosa& El Tribunal o comisin informante haba expresado en cuanto al punto de doctrna geogrfica que el limite orogrfico puede ser indeterminado si cada una de las cumbres por donde pasa no est claramente especificada, en tanto que una lnea hidrogrfica, desde el momento que se indican las hoyas permite una demarcacin en el terreno. Tal haba sido la razn determinante de la opinin del Perito de Chile para sostener ese principio como norma generail de demarcacin; pero, a la vez, haba considerado la circunstancia. de que hubiese en la cordillera valles donde no fuese clara la divisoria de las aguas y haba concurrido a fa disposicin del Tratado de 1881 sobre las adificultades que pudieran suscitarse por la existencia de ciertos valles formados por la bifurcacin de la Cordillera y en que no fuese 'clara la lnea divisoria de las aguas*. Para tal evento se previno la designacin de dos Peritos, uno por cada parte, S. cuales deban resolver las dificultades amistosainente, y en caso de desacuerdo entre ellos, que llamasen a decidirlas a un tercer Perito designado por ambos Gobiernos. Refirindose a aquel punto de doctrina geogrfica se
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expresa como sigue la Comfsin informante en su dictamen al Soberano britnico. <El hecho de que las lneas orogrficas e hidrogrficas se hubiesen aceptado como coincidentes en una seccin tan larga de la frontera como aquella que se extiende desde el Paso de San Francisco hdsta el Paso de Prez Rosales (a excepcin de la cuenca del Lago Lacar), probablemente di lugar a que se aguardase obtener sin dificultad aquel resultado en la parte ms austral del Continente que,<a la fecha del Tratado de 1881, estaba deficientemente explorada. All, agrega, entre loas latitudes 41 y 52, Ia Cordillera de los Andes no presenta la misma continuidad y coincidencia de las lneas orogrfica e hidrogrfica que caracterizan la seccin ms templada y mejor conocida. En esta parte son numerosos los valles transversales por los cuales fluyen ros al Pacfico)). <La lnea de la divisin continental de las aguas sigue ocasionalmente las altas montras, pero con frecuencia se concentran al este de las cumbres-ms elevadas de los Andes y a menudo en elevaciones c ~ m ~ a r i t i v a m e n t e bajas, en direccin hacia las pampas argentinas. Concluye el informe en el acpite 16': <Despus del ms cuidadoso estudio, hemos llegado a la concIusin de que la cuestin que nos ha sido sometida no es simplemente la de decidir cul de los deslindes alternativos efiorrecto o errneo, sno ms bien la de precisar, dentro de los lmites definidos por las pretensiones extremas de ambos lados, la lnea exacta de lmite que, en nuestra opinin, interpreta mejor la intencin de los documentos diplomticos sometidos a nuestra consideracin. Los puntos en disidencia sobre que vers el fallo arbitral fueron cuatro. .
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Se mantuvo el hito erigido en ese punto y se declar que el limite seguir la lnea divisoria de las aguas que lo conduce al pico ms elevado del macizo montaoso llamado Tres Cruces, en la latitud 2705".
LA HOYA
DEL
LAGOLACAR EN
LA LATITUD MADAMENTE
40.10
APROXI-.
<Se declara que desde el punto de bifurcacin de las Argendos lneas reclamadas como el lmite por Chile tina respectivamente, en latituc! -4002, sur,- longitud 710. 40' 36" el lmite seguir la divisin local de aguas hacia hasta su terminacin ausel sur por el cerro ~erihueico tral en el valle del R o ~ u a h u m . Desde este punto el imite cruzar el ro en la longitud 710, 40'36" O y de allseguir la divisin de aguas, dejando toda la hoya del Huahum ms arriba de este punto, incluyendo el Lago Lacar a la Argentina, y todo el territorio ms abajo de l a Chile, hasta unirse con el limite quk ha sido fijado entre las dos Repblicas.
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Se determina en el fallo que el trmino austral del limite ya convenido entre las dos Repblicas, al. norte del Lago Nahuelhuapi, es el Paso Prez Rosa!es que une el Lago Tocdos los Santos con la Laguna Fra, donde se ha
erigido un hito. En seguida declara la resolucin arbitral que desde el P&o Prez Rosales <el lmite pcrsar por el Monte Tronador y desde all hasta el ro Palena por l'as lneas divisorias de las aguas determinadas en los puntos que se fijan, adjudicando a la Argentina las hoyas superiores incluyendo los valles de Villegas, Nuevo, Cholila, 16 de Octubre, Fro, Huemules y Corcovado,; y a Chile las hoyas inferiores abajo de los puntos sealados. Desdeel punto fijado sobre el ro Palena, el lmite seguir el Ro Encuentro hasta el pico llamado-Virgen, y de ah hasta la lhea que se fija cruzando el Lago General Paz, de ah por la rinea divisoria de aguas determinada por el punto fijado entre el ro Pico ; desde donde ascender a la divisin principal de las aguas del Continente Sud Americano en la loma Baguales y seguir esa divisin de las aguas hasta una cumbre localmente conocida con el nombre de la Galera. Desde este punto seguir ciertos tributarios del Ro Simpson (o ro Aysn Meridional), hasta tocar el pico llamado Ap. Iwan, de donde seguir la divisin de aguas determinadas pqr un punto que se fija sobre un promontorio de la orilla norte del Lago Buenos Aires. < l ~hoya superior del ro Pico queda as adjudicada a a la -4rgentina y la hoya inferior a Chile. Toda la hoya del Ro Cisnes (o Fras) se adjudica a Chile y tambin toda la hoya del Aysn, con excepcin de un trecho en la cabecera del brazo meridional incluyendo un establecimiento llamado Koslowsky que se adjudica a la Argentina. La continuacin u1terior del lmite est determinada por lneas que se sealan a travs del Lago Buenos Aires, Lago Pueyrre'dn y Lago San Martn, el efecto de las cuales es asignar a Cfiile las' porciones occidentales de las hoyas de estos lagos, y las porciones oriktales a la Argentina; los cordones divisorios contienen los elevados picos conocidos por los nombres de Montes San Lorenzo y Fitzroy.
Se establece que desde el Monte Fitzroy, precedentemente indicado, hasta el Monte Stokes la lnea de frontera se- halla ya determinada. La resoliicin arbitral declara que desde las vecindades del Monte Stokes hasta el paralelo 52" de latitud sur, el limite seguir primeramente la divisin continental de las aguas determinada por la Sierra Raguales, separndose de la ltima en direccin d sur, a Gavs del Ro Vizcachas hasta la Sierra Cazadarj a la extremidad sur-este de ese cordn, el lmite cruza el ro Guillermo y vuelve a juntarse con la divisin continental &e las aguas al o'riente del Cerro Solitario,~siguindolehasta el paralelo 52O de latitud sur, dsde donde el resto de la frontera ha sido ya defi'nida por mutuo acuerdo entre los dos Estados. Dicho fallo fu expedido por el Rey Eduardo VII, . de acuerdo con su Comisin informante, el 20 de Noviembre de 1902 y la lnea divisoria fu trazada por los miembros de dicha Comisin- en los mapas suministrados por 10s peritos de la Repblica Argentina y de Chile. EI'Tribunal Arbitral o Alta comisin Informante se haba a b s h i d o y as lo declara en el acpite 17 de pronunciar un juicio acerca de las respectivas contenciones que nos han sido presentadas con tanta habilidad y vigor>-, se haba concretado a recomendar la lnea divisoy ria que en su concepto deba sealarse. Entre sus fundamentos se establece (acpite 15) <que de las investigaciones practicadas por nuestra Comisin Tcnica los trminos del Tratado y Protocolo son inapljcables a las condiciones geogrficas del pas a que ellos se refieren. Estamos todos de acuerdo, agrega, en considerar que los trminos de los Tratados son ambiguos y
susceptibles de las diversas y antagnicas interpretaciones qu les han dado los representantes de las dos Repblicas. >> Esta resolucin puso trmino al largo litigio, y apartando las cuestiones que haba'n divid5do las opiniones de peritos y gegrafos, no fu extra y por e1 contrario respet la situacin de hecho y ocupacin que haba venido realizndose en el trascurso de los aos sobre los terrenos en disputa y en especial sobre 1.0s valles transversales de las apartadas regiones al sur de los 41 de latitud. Un espritu d e concordia y una poltica de amplia solidaridad internacional, ha v es id ido en seguida las relaAones entie Chile y la Repblica Argentina y ha perniitido abrir una era de tranquilidad y de paz en esta parte de la Amrica. Como es interesante el aspecto jurdico-histrico de aquella vieja cuestin, y tiende a desvanecer las acusaciones hechas a Chile de haber avanzado pretensiones indebidas, queremos presentar un cuadro siquiera sumario de esos antecedentes. Haremos una ligera excursin a un pasado que por su antigedad adquiere en nuestros das cierto sabor de novedad; haremos un pequeo manejo de reales cdulas y viejos documentos que trataremos de exhibir sin el polvo de los Archivos, y traeremos a nuestra presencia capithes y exploradores que realizaron hazaas dignas .de ser consignadas en la epopeya, si bien no lo necesitan para su fama que se halla arraigada bien adentro en el alma y en el corazn de estos pueblos americanos. De las disposiciones de esos mona'rcas espaoles, dueos y seores de aquel mundo donde no se pona el sol, a los hechos memora"b1es de sus vasallos, se siente una sola alma, creadora de un rgimen formidable y acucioso e inspiradora de grandes hechos realizados en honra de su Rey y de la Espaa. Son los das gloriosos de aquella nacin que, apenas consolidada la unidad de su monarqua, una a los viejos troncos de Castilla y Aragn con sus dependencias en
Italia, el gobierno de los Pases Bajos, los ducados de Austria, la dignidad imperial y los inmensos dominios del Nuevo Mundo. De esta suerte, Espaa haba llegado a ser en la primera mitad del siglo XVI el centro de la historia de ambos mundos y la potencia dominante del occidente europeo por su poder militar y la influencia poltica y comercial que no tard en adquirir. Fu Carlos V el*representante ni%sgenuino de aquella monarqua universal, si bien Felipe 11 representa el tipo ms perfecto del carcter espaol y la encarnacin del espritu de su poca. Estos m a r c a s y sus inmediatos sucesores montaron todo el rgimen poltico, administrativo y eclesistico que debia imperar en sus dominios del Nuevo Mundo. Todas las disposiciones de gobierno se hallan perfecta y minuciosamente establecidas en la's Reales Ordenes o Ieyes relativas a las Indias, que fueron recopiladas en 1680 en un Cdigo conocido con el nombre de Recofiilacin de las Leyes de Indias. Virreyes y Gobernadores o Capitanes Generales representaban en Anirica la autoridad y estaban encargados de regir los territorios que se comprendan en las respectivas circunscripciones. Los deslindes de estas provincias americanas aparecen consignados en las Reales Cdulas de su creacin, en las disposiciones por las ciiales se designaban los Virreyes o Capitanes Generales o en las Reales Cdulas que determinaban la jurisdiccin de las Reales Audiencias que debia coincidir con la que corresponda a sus respectivos mandatarios. El Emperador Carlos V, por cuatro cdulas expedidas en Toledo en 21 de Mayo de 1534, dividi sus vastos dominios de la Amrica Meridional, situados al sur de la lnea equinoxlal y que la aventura gloriosa de Pizarro hba llevado a su corona, en cuatro fajas o zonas paralelas y consecutivas unas de otras, y que extendidas de oriente a poniente deban formar gobernxiones separadas. La extensin de stas aparece expresada en l,eguas, y para su justa apreciacin debe tenerse presente, como lo ex-
presan documentos de la poca, que ala legua geogrfica de diecisiete y media est autorizada en las leyes como medida fija del modo como los espaoles dividieron el grado>. Aplicando esta medida resultan los siguientes lmites para 1as cuatro grandes seccioes territoriales contempladas en @Scdulrrs de 153.2: La primera, Nueva Castilla, fu otorgada a Francisco Pizarro. Comprenda las Capitulaciones de 1529, p.or las cuales se le haba concedido una extensin de territorio de d'oscientas leguas, de norte a sur en la direccin del Meridiano, a partiir de Santiago o pueblo de Tenunpuela, a 1.20 de latitud norte. Esta concesin haba sido ampliada posteriormente con una donacin complementaria de setenta leguas a continuacin d e la anterior. La gobernacin as constituda llegaba por el sur hasta las proximidades de la actual ciudad peruana de Ica, a 140.5. La segunda, Nueva Toledo, fu concedida a Diego de Almagro, a deslinde de la anterior y se extenda ms al sur en doscientas leguas, alcanzando por su frontera meridiondl hasta un lugar prximo a la actual ciudad chile na de Taltal, eti latitud 250.31. La tercera, a deslinde de la anterior, y con una extensin de doscientas leguas, en la misma direccin del meridiano, fu asignada a Pedro de Mendoza, y de esta suerte llegaba por su lmite sur hasta el paralelo de la punta de Coronel, a 16s 36". Esos territorios constituan las provincias del Plata. La cuarta, concedida a Simn de Alcazaba, llamada ms tarde Nueva Len, abarcaba una extensin igual de doscientas leguas, corriendo desde el paralelo 36" hasta el paralelo 480.22 que pasa por el medio de la isla de la Campana, al oeste de la is!a de Wellington. Estas cuatro gobernaciones se extendan de oesteeste, como dicen los documentos, y de mar a mar, o sea en trminos corrientes y actuales, del Pacfico al Atlntico. Esto no obstante, era entendido que las provincias de Nueva Castilla y Nueva Toledo deban reconocer en su I-
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niite oriental la lnea qUe separaba esos dominios de las posesiones portuguesas del Brasil. Como es sabido, el Tratado de Tordecillas, de 7 de Junio de 1494, haba dividido los dominios coloniales de Espaa y de Portugal por una lnea que deba considerarse a 370 leguas al occidente de las islas Azores. La expedicin Portuguesa de Mardn Alfonso de Soussa habia recorrido toda la costa del Brasil. en 1531, haba tomado posesin de esas comarcas en nombre del Rey Juan 111, y fundado en el lugar de San Vicente la primera colonia formal que los portugueses establecieron en la costa del Brasil. Esa expedicin haba adelantado sus reconocimientos hasta el Ro de la Plta. De Soiissa regresd al Portugal en 1533, y aunque fu investido con el ttulo de Capitn General de San Vicente, su destino le llev a la India Oriehtal, don&. es-taba llamado a dar gran lustre a su nombre y a prestar importantes servicios a la corona del Portugal. Entre tanto, los dos Gobernadores espaoles de las provincias de Niieva Castilla y Nueva Toledo que miraban al Pacfico y que por sus riquezas haban atrado la codicia de nuevos exploradores, se hallaban absorbidos por fuchas intestinas y por disputas motivadas por los deslindes de- sus respectivas concesiones. Apareca la ciudad-del Cuzco como el motivo inkediato de sus disensiones. Pizarro y Almagro la reclamaban como includa en los trminos de su particular jurisdiccin. Almagro haba tenido conocimiento de la concesin real de 1534 cuando se encontraba absorbido por su expedicin descubridora de Chile, y sin demora emprendi su regreso a fin de tomar posesi6n de sus dominios y de su soada capital, la ciudad del Cuzco. Abandonaba los valles de Chile, donde no habia encontrado las riquezas que buscaba, y que adems se hallaban fuera de su provincia, que deba reconocer como Imite meridional el paralelo prximo a Taltal, a los 250. Almagro perda los friitos de su descubrimiento, y slo.iba a encontrar su derrota en los campos de Las SaA TRAVS
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al Cuzco y a perder en seguida su vida en (8 de Julio de 1538.) sin ocupar la gobernacin de Nueva Toledo, Almagro haba ,explorado y recorrido tierras que las concesiones reales de 1534 asignaran a Pedro de Nlendoza, como que se encontraban al sur del referido paralelo de 250. Se comprende que aquellos capitanes que sl'o obedecan a su valor y a su intrepidez, poco o nada saban de paralelos ni de deslindes territoriales. Los confines de la Nueva Toledo principian a definirse a fines de 1549. Es el' Pacificador del Per, presidente La Gasca, quien en comunicacin de aquel ao deca al Consejo de Indias que, odos antiguos pilotos de este mar, que entendieron en deslindar estas gbernaciones, era de parecer que <cansi l a dicha gobernacin de Almagro era toda la tierra que-se contena Oeste-Leste entre 1os dos paralels que 'distaban por la equinoxial el primero por catorce grados escasos (Ica) y el otro veinticinco grados escasos (Taltal) de mar a mar. Y mientras el Presidente La Gasca, futuro Obispo de Palencia, as demarcaba las provincias de aquellos intrpidos capitanes que en sus luchas intestinas haban encon-' trado la muerte, y sobre la sangre de Almagro y de los Pizarro, abra' un perodo de paz en b s vastos territorios de aquellas provincias de Nueva Castilla y Nueva Toledo que haban de formar el ri'co Virreinato de1 Per, veamos la suerte que el Nuevo Mundo haba deparado- a los gobernadores de las otras dos concesiones reales de 1534, Pedro Mendoza y Simn de Alcazaba. Era Mendoza de gran prosapia y fortuna, y equip a su costa l expedicin que haba de llevarle al reconocimiento de 'los ros y tierras que formaiz. la regin del Plata. Haba recibido del Soberano los vastos territorios de la tercera de las concesiones de 1534, y que, como los otros dos, debia extenderse doscientas leguas en la direccin del Meridiano, a partir del paralelo 25". Por la parte del Atlntico, deba encontrarse con la posesiones portuguesas ya establecidas y en la cuenca del Plata habra de linas,
sealar a sus tenientes el derrotero de Sebastin Cabot en la navegacir? de los ros Paran, Paraguay y Bermejo. E Gobernador hlendoza ech los cimientos en 1535, 1 en las mrgenes del Plata, de la primera ciudad de Santa Mara de Buenos Aires, y correspondiendo a su titulo de Adelantado, habia hecho remontar los ros con el propsito-de llegar a la parte sur de los territorios del Per. Eran. las riquezas de aquellas comarcas las que haban servido de incentivo a su expedicin y era all donde esperaba resarcirse de los grandes desembolsos en que haba necesitado incurrir. El Capitn Juan de Ayolas. en la prosecucin de aquel objetivo, logr acercarse a las fronteras del codiciado pas, habindose internado en los bosques del Chaco. En Agosto de 1536 haba fundado una fortaleza a orlllas del Paraguay, origen de la futura ciudad de la Asuncin. Pero tan temeraria empresa fii desastrosa para el atrevido explorador, y Ayola haba de encontrar la muerte en las mismas orillas de aquel ro que- habia remontado tan valerosamen te. Entre tanto, hlendoza, hastiado de esa lucha ingrata con los indgenas de aquellas comarcas y desilusionado de alcanzar las riquezas que habia ambicionado, se- resolvi iabandonar su proyectada gobernacin sin reconocer n conquistar los vastos territorios que de mar a mar le haban sido asignados. Mendoza falleci en su viaje de regreso a poca distancia de las costas del Nuevo Mundo que le haban sido tan poco acogedoras. Por capitulacin real d e 18 de Mayo de 1540 se concedi Ia provincia del Plata a Alvar Nez Cabeza de Vaca en los mismos trminos en que se haba otorgado a Mendoza. Ni en tiempo de Mendoza ni en tiempo de su sucesor se haba e intentado siquiera reconocer la ~ r t de sus dominios hacia el mar Pacifico y que coque al interior miraban rran entre los paralelos 250 a 360.57 de latitud sur; o sea en Punta Coronel, en"e1 Pacfico, y Punta Mdanos en el Atlntico, como lmite meridional. Seguia a continuacin la cuaria de las provincias dis-
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tribuidas por las capitulaciones de 1534, y que se denomin por su concesionario Nzreva Lebn. Se extenda en doscientas leguas hacia el sur, deide el paralelo de 360.57 hasta el 480.22 que pasa al medio de la isla de la Campaal oeste.de la isla de 'IVellington. na Fu su beneficiario Simn de Alcazaba y en la provisin real de nuestra referencia se le deca que <vos daremos licencia como por la presente vos la damos, para que en .nuestro nombre e de la corona real de Castilla, podis conquistar, pacificar y poblar las tierras y provincias que hubiere por la dicha costa del mar del siir en las dichas doscientas leguas ms cercana; a los limites de la gobernacin que ienemos encomendada al dicho don Pedro de Mendoza~.(1) Alcazaba sali de Guadalquivir el 21 de Septiembre de 1534 con dos naves, la Madre de D o y la San Pedro, is tripuladas con doscientos cincuenta hombres. Se conserva una interesante relacin de esa expedicihn, hecha por Alonso Veedor, escribano real y testigo de vista de todos kos sucesos. (2) La relacin de Veedor constituye el documento ms autorizado sobre esta primera exploracin y ocupacin de la Patagonia. Comprende los territorios situad& al sur de los concedidos a Mendoza, sin que alcanzaran al Estrecho de Magallanes, puesto que su lmite meridional se encontrara a los 480.22 de latitud sur, a 4O.25 o sea 76 % leguas, del Cabo Pilares, en la boca del Estrecho de Magaflanes, que se halla a 520.42 de latitud sur. Expresa ese testimonio que el 18 de ~ n e r o 1535 de entraron las naves, ambas a dos, por el Estrecho adentro; e surgimos cerca de la entrada, donde estaba una cruz alta, la cual estaba en un mstil, que estaba fincado en
(1) AMUNTEGUI, Miguel Luis. La Cuestin de Limites, T . 1.0, pg. 40. Se inserta ntegra la capitulacin de 21 de Mayo de 1534. (2) AMUNATEGUI, Miguel Luis. La Cuestin de Limites, T . 1.O, pg. 100 y siguientes.
tierra con un letrero que deca -Ao de 1526- Y entramos por el-Estrecho hasta la isla de los Patos. (1) Continudndo Veedor expresa que el 5 de Febrero de 1535 a&rdamos dar vuelta y salimos del Estrecho el 9 del citado mes, y llegamos a la baha del Cabo de Santo Domingo, a la cual pusimos por .nombre el puerto de los Leones. (2) El Gobernador Simn de Alcazaba tom posesin de esta costa patagnica, y se hizo reconocer como tal el 26 de Febrero de 1535 en el citado puerto de los Leodes. Y aqu, dice el escribano Veedor, en este puerto s,e hizo jurar por Gobernador segn que en la provisin real trala, diciendo, que este erz el eje de su conqui'c.ta. Los capitanes de Alcazaba recorrieron la tierra adentro y regresaron dl cabo de veintidos das en desorden y amotinados, concluyendo por arrestar y dar muerte al jefe de la expedicin y Gobernador de esos territorios. As conclua trgicamente Alcazaba, y si no eran las Mundo las que le haban sid'o ingratas, tierras del ~ i i e v o lo eran sus ho,mbres y sus compaeros d e hazaas y de infortunios. Ni Pedro de Mendoza ni Simn de Alcazaba haban logrado conquistar ni poblar, como se les encargaba en -las provisiones reales, los territorios sealados a sus respec tivas provisiones. Por capitulacin real de 24 de Enero de 1539, se otorg6 la concesin de Alcazaba, a Francisco de Camargo. Este documento contiene una demarcacin de limtes muy -precisa y- detallada. <Prometemos de vos hazer nuestro Gobernador y Capi'tn General de las tierras y provi'ncias e pueblos que
(1) AMUNAT~GUI, Miguel Luis. Obra citada, T. 1.0, pg. 103. Segn se expresa en una nota, la Oficina Hidrogrfica de Chile indica esa isla como la Santa Marta. (2) La Oficina Hidrogrfica de Chile ha establecido que el cabo Santo Domingo es el Cabo del Sur, y la baha la que se encuentra dentro de la ensenada del Cabo e isla de Los Leones. La isla est a 450.4' de latitud y concuerda con la latitud 450 sur, dada en el Diario de Veedor a la tierra vecina. AMUNATEGUI. Obra citada, pg. 103, Nota .2.
hoberen en la dicha costa de la Mar del Sur, desde don. de se acaban las doscientas leguas que estn dadas en gobernacin a don Pedro de Mendoza-hasta el Estrecho de Magallanes y e n toda la dicha vuelta de costa y tierra del dicho Estrecho, hasta bolzler fiar la otra mar al mismo grado que corresponde al grado donde oviere acabado en la dicha mar del Sur ln gobernacin del dicho don Pedro de Mendoz;a y comenzare la vuestra, por todos los das de vuestra vida. La provisin en favor de Camargo, reviste dos circilnstancias i u e necesitamos anotar. Es la primera, el ensanche, la ampliacin de los territorios comprendidos en la concesin Alcazaba. Esta terminaba en el paralelo 480.25 a ms de cuatro grados de la boca del Estrecho. La capitulacin de Camargo comprenda los territorios de Alcazaba y adems los cuatro grados geogrficos hasta el Estrecho, todas las costas del canal y de uno a otro mar. La segunda es la claridad y precisin de los lmites: por el norte el paralelo 360, lnea sur de la concesin Mendoza; por el sur el Estrecho d e Nlagallanes; por el oriente el Atlntico y por el poniente el Pacfico. Lo dice as ese documento al expresar <las tierras y provincias que hay por conq.uistar y poblar en la costa del mar der.sur desde donde se acabaren las doscientas leguas que en la7dicha costa estn dadas en gobernacin a don Pedro de Mendoza hasta el Estrecho de Magayais; y con toda la vuelta de costa y tierra del dicho estrecho hasta la vuelta por la otra mar al mismo grado que corresponda al grado donde hobiere acabado en la dicha mar del sur la gobernacin de don Pedro de Mendoza y comenzase la suya. El seor Amuntegui sintetiza la situacin definida por este precioso -documento, con su acostumbrada claridad, como sigue: Qu es lo que dice de la manera ms expresa y categrica?<Que la gobernacin de Camargo principiaba en la costa de la mar del sur, desde donde se acababan las dosl
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c i e n . feguas que en la dicha costa estaban dadas en gobernacion a don Pedro de Mendoza, esto es en los 360.57 latitud sur o sea en Punta Coronel. Que la gobernacin de Camargo llegaba hasta el Estrecho de Magallanes. Que comprenda toda la vuelta y costa de dicho Estrecho hasta dar la vuelta a la Mar del Norte u Ocano Atlntico. Que segua por la costa del Atlntico hacia el Norte hasta el mismo grado donde acababa en Mar del Sur la gobernacin de don Pedro de Mendoza, esto es, hasta Punta Mdanos, situada en el Mar del Norte, a los 360.57.. Las gobernaciones sealadas por las capitulaciones de 21 de &/layo de 1534, agrega e! mismo historiador, se extendan de mar a mar, por lo que tocaba a la extremidad meridional de la Amrica. <La gobernacin dada a don Pedro de Mendoza no comprenda ni la Patagonia, ni mucho menos el Estrecho de Magallanes. Esta gobernacin remataba en la costa de uno y otro ocano en los 360.57.>> Y concluye con verdadera satisfaccin, exclamando: todas estas conclu,dones aparecen esplndidamente ratificadas por la capitulacin extendida a favor de Fraricisco de Camaggo el ao de 1'539.>> (1) La gobernacin de Camargo no alcanz a completar los territorios situados en la extremidad meridional de la Amrica; quedaba otra seccin que fu concedida por capitulacin de la misma fecha de 12 de-Camargo. -'
(1) AMUNATEGUI, Mjguel Luis. Obra citada, T. 1.O, pg. 119. Este eminente y escrupuloso historiador acumul en su obrh los ms completos antecedentes para justificar su asercin de que la concesin de don Pedro de Mendoza no comprenda la Patagonia ni llegaba al Estrecho. En esa viva discusin con distinguidos y brillantes escritores argentinos pudo comprobar con el texto autntico de la capitulacin de Mendoza los distintos errores de que ado!eca la publicacin hecha. Entre ellos exhiba la sustitucin, en el titulo de la palabra verdadera k c z b el Estrecho por hasta el Estrecho, alterando sustancialmente el concepto. No es lo mismo, deca con toda razn el seor Amuntegui, que se concedan doscientas leguas hasta el Estrecho de Magallanes, que decir doscientas leguas
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Tal fu la que expidi el Rey en Toledo con fecha de 24 de Enero de 1539 en favor de Pedro Snchez de Hoz, aquel compaero v constante adversario de Pedro de ~ a l d i v i ay que, como conspirador, haba de caer ante la rigorosa justicia del Gobernador sustituto don Francisel co de ~ i l l a g r n 8 de Diciembre de 1547. La concesin que haba recibido de1 Rey haba alentado sus intentos de rebelin contra Valdivia. Aunque ste le- haba ~nantenido siempre alejad9 de Santiago, quiso aprovechar la ausencia del Gobernador, por su viaj e al Per, para reclamar lo que llamaba sus dere&os y derribar al Gobernador sustituto Villagrn. - ~ fracasada a conspiracin cost la vida al concesionario de las tierras del otro lado del Estrecho. Por la capitulacin a que venimos refirindonos se deca: <vos doi lkencia y facultad a vos el dicho Pedro Sancho de Hoz para que por nos, y en nuestro nombre y de la corona real de astilla, podais navegar con los dichos navos que ans os ofreceis a hacer para la dicha mar del sur, dond tienen las dichas gobernaciones los dichos marqus don Francisco Pizarro, i adelantado Don Diego , , de ~ l m a ~ rioDon Pedro de n l ~ d o ~i aFrancisco de Camargo, hasta el dicho estrecho de Magallanes, In tierra que
est de la otra parte del, etc. Item, vos prometemos que hecho el dicho descubrimiento de la otra parte del dicho estrecho o,de alguna isla que no sea en paraje ajeno, os haremos la merceda vuestros servicios. (1)
hacia el Estrecho de Magallanes. Comprob su asercin con el texto verdadero, y con el texto de las capitulaciones de Almagro y de Alcazaba expedidas en la mismsima fecha. 21 de Mayo de 1534, en que se empleaba en pasajes anlogos hacia y no hastu'el Estrecho. Y al referirse a la capitulacin de Alcazaba que comprendfa como las anteriores.doscientas leguas a contar desde la lnea sur de Mendoza, agregaba un argumento inamovible. Si la gobernacin de Mendoza, deca, llegaba hasta el Estrecho, dnde habra existido el territorio dado a Alcazaba, territorio que debera encontrarse despus de la pertenencia de Mendoza y antes del Estrecho? (1) AMUNATEGUI, L. Obra citada, T. 1.O. 125 y 128. Inserta ntegra M. la capitulacin y otras declaraciones concordantes tomadas del Proceso de Valdivia que public don Diego Barros Arana en 1874.
El seor Amuntegui termina' el captulo destinado al examen de estos antecedentes con el siguiente resumen: Por las diversas capitulaciones recordadas se establece que a lo ltl'rgo de la costa de la' mar del sur hasta el &trecho tenan sus gobernaciones Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Francisco de Camargo. El punto de partida de estas demarcaciones, sucesivamente continuadas unas en pos de otras, era el pueblo de Tenumpuela o ,de Santiago, situado hacia 1:20 latitud norte. -<Lagobernacin de Pizarro media a lo largo del meridiano en la costa del mar del sur doscientas setenta leguas. -. <La de Almagro, doscientas. <La de Mendoza, doscientas. cLa de Camargo, las doscientas que primitivamente haban pertenecido a Alcazaba y toda la tierra que corra ms all hasta el estrecho. Los territorios de estas concesiones se encuadraban dentro de la vasta extensin que se extiende desde el punto de partida, pueblo de Santiago a 10.20 latitud norte, hasta el Estrecho de Magallanes, en la latitud del Cabo Pilares a los 52O.42. , Ai sUr del Estrecho, y a continuacin de la de Camargo, se extenda la nueva gobernacin de territorio indefinido, pero que abarcaba la Tierra del Fuego e islas adyacentes con que el Rey haba agraciado en 1539 a Pedro Sancho de Hoz. La suerte de estos concesionarios de la parte austral de la Amrica haba sido fatal para sus personas y sln importancia alguna para las comarcas llamados a conquistar. Alcazaba haba encontrado la muerte all mismo donde pocos das antes haba jurado constituir una colonia v haba sucumbido ante la revuelta de sus compaeros y Subordinados. Los rebeldes haban abandonado esas tie-. rras que apenas haban pisado y se daban a la vela en Te-
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greso a Espaa. No quedaba otro recuerdo que el del atentado cometido contra el. infortunado Alcazaba. Camargo haba sido el po~eedorde un ttulo que se haba transmitido a otras manos, sin que en ningn momento alcanzase a hacerse efectivo. De Sancho de Hoz nos ociipamos al recordar a Valdivin, nico de esos capitanes del sur que fu capaz de conquistar y de poblar las regiones que los primeros concesionarios haban abandoriado o jams haban conocido.
LA GOBERNACION DE CHILE
Almagro descubre Chile y regresa a sus dominios del Per.-Mendoza no recmoce sus posesiones del Alar del Sur.-En vacancia estos territorios.-Valdivia nombrado Gobernador de Chile.- Este conquistador adquiere la coniesi,n de Pedro Sancho de Hoz.-Valdivia toma posesin en el valle de Copiap, 27 de Agosto de 1540.-Ampliacqn hasta el Estrecho: Real Cdu. d e 31 de Marzo de 1555. Garca Hurtado de Mendoza; 15 de Septiembre de 1556. La Expedicin d e Ladrillero; piedra miliaria que acredita la posesin.-Territori.0 a uno y otro lado d e la Cordillera.-Actos diversos de jurisdiccin.-,Acepciones del nombre <Chile*.-Mapa de Cano y 0lmedilla.Virreinato del Plata; Real Cdula de 1." de Agosto de 1776.
En efecto, Diego de Almagro, el descubridor de Chile, apenas haba alcanzado a hollar su terrhorio. Abandn la empresa para regresar a' sus posesiones del Cuzco donde crea' encontrar la riqueza. El territorio descubierto-estaba fuera de sus dominios y por las capitulaciones de 1534 corresponda a Pedro de Mendoza. Retenido ste por sus exploraciones en la regin del Plata, no habia siquiera intentado reconocer esa prte de su provincia, no obstante que en la provisin real se le ordenaba explorar las tierras adentro hasta el mar del sur. Chile quedaba as doblemente abandonado: su legitimo concesion~iono lo reclamaba ni pretenda ocuparS
lo; y su descubridor, apenas conocido, se apartaba de esa comarca queno le perteneca ni le atraa. Este pas tan lejano y tan pobre requera para ser conquistado de hombres que buscasen ms que la fortuna, las hazaas y la gloria; dehombres que fuesen capaces de afrontar vicisitudes y peligros por la causa del Rey y de sus banderas ms que por los incentivos del galardn. La retirada de Almagro y de sus compaeros dej consagrado el descrdito de aquellas tierras y alejaba la posibilidad de nuevas empresas. La vacancia de hecho coincida con la inexistencia de un nuevo ttulo que pudiese.autorizar una posesin de derecho. Antes de que el Soberano espaol pudiera remediar tal situacin, deba aparecer el hombre llamado a subsa-narla. <Un ao entero haba pasado, dice Barros Arana, despus del triunfo de los Pizarro en la memorable jornada de las salinas, sin que nadie hablase de una nueva expedicin a Chile, cuando apareci un hombre verdaderamente superior por su inteligencia y por su carcter a ponerse al frente de aquella empresa tan desacreditada. Era este Pedro de Valdivia. (1) Se hallaba Francisco Pizarro en Abril de 1539 de visita en la provincia de Collao, regin del lago Titicaca, y haba fijado su residencia en el pueblo de Chuquiabo, donde diez aos ms tarde se fund la ciudad de La Paz. Valdivial agrega el mismo historiador, que viva en Charcas, fu a visitarloea ese lugar. All solicit del Gobernador del Per, que en uso de las fdcultades que le haba conferido el Rey, lo autorizase para conquistar y poblar las provincias que tres aos antes haba abandonado don Diego de Almagro. Pizarro, a pesar de Ia extraeza que le 'caus la peticin para ir a la conquista de un, pas tan lejano como pobre y desacre$itado~-viendo mi nimo y determinacin , dice Valdivia,-accedi a su solicitud. (2)
(1) BARROS ARANA. Historia General de Chile, T. 1. pg. 206. (2) BARROS AFANA, Obra citada, T. 1." pg. 209.
En uso de la autoridad de que estaba inves'ti'do por Real Cdula expedida en Monzon en 1537, Pizarro lo autoriz para 'efectuar' esa conquista y le otorg el ttulo de teniente gobernador, sometido a su autoridad de gobernador del Per. En estas circunstancias y cuando Valdivia organizaba su expedicin y tena hechos en gran parte sus aprestos, llegaba al Per un.competidor que habra de ocasionarle no pocas contrariedades. Era ste Pedro Sancho de Hoz, que haba sido compaero de Pizarro y haba toniado importante participacin en la aprehensin del Inca AtahuaIpa. Haba regresado a Espaa, donde no haba sido extrao al servicio del Rey y haba permanecido en buenas condiciones de fortuna pero deseoso siempre de emprender nuevas campaas. Traa adems concesi'ones reales que le autorizaban para conquistar las tierras del sur y para descubrir y explorar la regin del otro lado del Estrecho de Magallanes. Una de ellas tena fecha 24 de Enero de 1539 y haibia sido expedida conjuntamente con la capitulacin de Francisco de Camargo. Estos antecedentes y las antiguas relaciones con Pizarro colocaban al nuevo pretendiente a las tierras concedidas a Valdivia, en condiciones favorables, si bien no se presentaba con los dineros y elementos adecuados a la empresa. La intervencin personal de Pizarro permiti que los interesados pudiesen llegar a un arreglo, y en la propia mansin del Ghernadr del Per se ajust el 28 de Diciembre de 1539 una compaia entre Valdivia y Sancho de Hoz para llevar a cabo en consarcio la expedicin a Chile. Si ese arreglo no era en realidad una solucin, fu un expediente que permiti obviar las dificultad& del momento. En el hecho asumi desde el primer instante el mando Pedro de Valdivia, y el incumplimiento de las obligaciones de su consocio rebelin-en que se coloc en seguida, trajo su prisin y la consiguiente disolucin de la
compaa. Por escritura pblica, extendida en el pueblo de Atacama, a 12 de Agosto de 1540, Pedro Sancho de Hoz se apartaba y desista de la compaa y ceda sus derechos a favor de Valdivia para gobernar las provincias de Chile e todas las otras comarcas de que tuviese noticia el dicho Pedro Sancho de Hoz, lo que se es'tim como una patente alusin al contenido de la real capitulacin de 24 de Enero de 1539. En confirniacin de esta interpretacin, puede invocarse la expresa renuncia que se hace en la citada escritura de los ttulos y mercedes de que dispona, expresando al efecto que se desista y apartaba cie ellos y peda e suplicaba a Su Majestad e a los Seores de su muy alto Concejo que Las mercedes que tuviesen hechas o se hicieren de aqu adelante en el dicho Pedro Sancho de Hoz se pongan en cabeza del dicho cagitn Pedro de Valdivia, como en persona que l slo hace los dichos servicios a su Majestad, y que desde agora renunciaba e renunci todos e cualquier gracias y merced, privilegios, libertades, ttulos y exenciones, e quiere y es su voluntad que los haga y goce el capitn Pedro de Valdivia. ' (1) Esta inteligencia se conforma al pensamiento que desde un principio abrig Valdivia de conquistar las provincias de Chile y las dems tieiras adelante que descubiiere. A& lo expres en carta de 4 de Septiembre de 1545 al Emperador Carlos V al declarar que empleara la vida e hacienda que tengo e hobiere en descubrir, poblar, conquistar i pacificar toda esta tierra hasta el Estrecho de Magallanes Z ~ U a del ,Verte. Y agrega en la misma comunicar cin i como vi el servicio que V. M. se haca en acreditbrsela, poblndola y sustentndola, para descubrir por ella hasta el Estrecho de Magallanes y Mar del Norte, procur de me dar buena maa, etc. Por su carta de 1550 s e expresaba en trminos anlogos. <Tomando mi despacho del Marqus, dic en ella,
(1) AMUNATEGUI, M.
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part del Cuzco por el mes de Enero de 1540; caniin hasque es el principio de esta tierra, t a el valle de Copia~, pasando el gran despoblado de Atacama, y cien leguas ms adeIante hasta el valle que se dice de Chile, donde lleg Almagro y di6 la vuelta; por lo cual qued tan mal infamada esta tierra, y a esta causa y porque se olvidase ste apellido, nombr a la que l habla descuberto e a la que yo fioda descubrir hasta el Estrecho de Magallanes, la NueO va Estremadztra. ( 1 ) Es interesante recordar las solemn-ades con que el conquisfador de Chile, al avanzar del pueblo de Atacama, tom posesin de las tierras que deba ocupar. Dice la crnica de esos hechos que, llegado que fuB ~aldivsiaa este valle de Copiap, primeros trminos de Chile, que fu a 27 de Agosto, se arm-de todas sus armas y &eapart, un poco de sus capitanes, estando todos los soldados puestos en escuadra y con sus armas que todos lo pudieran oir : <Escribano. estad atento a lo que dijere e hiciere; y dadme po; fe e testimonio, en manera que haga fe a mi, Pedro d'e Valdivia, Capitn General que soy de este ejrcito, como en nombre de la Majestad del Emperador Carlos V, Rey de Espaa e mi seor natural y por la real corona de Castillh; tomo posesin de esta provincia i valles de Chile, por s y por las dems provincias, reinos y tierras que ms descubriere, e por cuakquieri parte quedaren por descubrir i conquistar.' Y concluye la requisitoria: <Si la posesin que aqu he tomado, alguna persona por s, o por algn prncipe o seoro del Mundo, me la quisiere contradecir, aqu 1 es0 pero en este campo, armado para defender i combatir, hasta l'o rendi- O matar o echar del campo., Al glosar este documento dice el seor Amuntegui: <como deba suceder, nadie compareci a contradecir la
i(l.) Las cartas a que nos referimos fueron publicadas por Gay en su H s toria Fsica y Poltica de Chile,Documentos 1, pg. 49, 79 y 129 y fueron insertos
en Ia Exposicin Chilena ante el Tribunal Arbitral, T. 1. pg. 16, 24 y 26.
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intimacin del conquistador y poblador Pedro de Valdivia. <Por lo dems, aade el mismo historiador, nadie habra tenido derecho para disputarle la posesin que tomaba porque. si bien esos territorios se hallaban dentro de la concesin de don Pedro de Mendoza, ste haba abandonado la empresa y a la sazn haba fallecido en su viaje de regreso y se haba deshecho en el fondo del Ocano, y su teniefite Juan de Ayolas haba muerto asimismo, y se habia reducido a polvo en los bosques del Paraguay. (1) Ahora bien, si la concesin de VaIdivia en aquel momento provena nicamente de Pizarro, ste habia obrado a virtud de la autorizacin del soberano. Pero adems fu expresamente confirmada por el Presidente Pacificador del Per, don Pedro de la Gasca, por provisin de carcter real, fechada en el Cuzco el 18 de Abril d 1548. La prte til de este importante documento dice as: Os doy e asigno por gobernacin e conquista, desde Copiap, que est en veintisiete grados de altura de la lnea equinoxial, a la parte del sur hasta cuarenta y uno de la dicha pa;te, procediendo norte sur derecho por meridiano, e de ancho, ent~andode la mar a la tierra, hasta hueste-!este cien leguas; y os crio y constitu+o-en la dicha gobernacin y espacio de tierra por dicho Gobernador e Capitn General de su Majestad, etc. (2) Por Real Cdula expedida por Felipe 11 en Madrid ~ a 31 de M ~ de 1552, fu aprobada la concesin de a Gasca, nombrado Obispo de Palencik. Concluye esa provisin disponiendo tengais la governacin de la dzcha provincia de Chile en los limites que os sealara el diclto Obispo de Palmcia e seais capitn general della, etc. De este modo era constituda Ia nueva ~obernacin' de Chile o Nuevo Extremo, y su delimitacin fundamental
(1) AIS~UNATEGUI, Miguel Luis. La Cuestin de Limites, T. 1, pg. 173. (2) Se registra este documento en la Exposicin ya indicada.
qued en forma clara y sencilla: De norte a sur en la direccin del meridiano, desde el paralelo 27 ha'sta el 41, y de oeste a este, desde lacosta- del Mar Pacfico cien legiias, 1 tierra adentro. 3 L,a delimitacin de esta zona, en su lmite oriental, avanza as cien leguas antiguas espaolas o sea 630 Itilmetros, dice un escrupuloso y sabio expositor, de modo que abarcaba vastos terrrtorios al oriente de la Cordillera de los Andes, encerrando en su totalidad las actuales provincias argentinas de Tiicumn, Catamarca, La Rioja, de San Juan, San Luis y Mendoza, como tambin la provincia de Crdoba y de las Gobernaciones de la Pampa, del Neuqun y Ro Negro. (1) En virtud de este ttulo, ,la-jurisdiccin del primer gobernador de Chile, como la de sus sucesores, se extendi constantamente a las partes orientales de la Cordiller como a las occidentales, haciendo exploraciones, fundando y ejecutando todos los actos que emanaban del ttu10 legtimo de Gobernador. Pero Valdivia se empeaba especialmente el1 extender sus dominios ms al sur del lmite sealado y tena su vista puesta a las regines del Estrecho de Magal'lanes, esperando que el Soberano le ampliara en tal sentido su jurisdiccin. En 1544 despach Valdivia la expedicin de Juan Bautista Pastene para explorar la costa del mar del sur hasta el Estrecho, y en 1553 dispuso la expedicin anloga de Franci'sco de Ulloa con el objeto de reconocer el Estrecho de a allanes hasta el M a r del Norte. En el mismo ao de 1553 despach ~ a l d i v i a Espaa a al capitn Jernimo de Altlerete con el encargo de dar cuenta al Soberano de esos hechos y de solicitar la ampliade cin de la Gobernacin de Chile hasta el ~ s t r e c h o Magallanes. El Soberano espaol concedi la atnpliacin solicitada por el conquistador de Chile, pero ste.no a!canz a
(1) Exposicin Chilena ante el Tribunal Arbitral, T. 1.O, pg. 29.
A TRAVS .
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ver la cotlfirmacin de sus aspiraciones por su trgica muerte en la batalla de Tucapel, el 25 de Diciembre de 1553. El Soberano, haciendo justicia a los mritos de Alderete, le nriibr Gobernador de Chile, confirmildole los ttulos de Valdivia con la ampliacin recientemente acordada. Se expidieron, al efecto, en Val'ladolid, con fecha 29 de Mayo de 1555 dos importantes cdulas en favor de Jernimo de Alderete. Por la primera de ellas se le concedia la ampliacin de territorio que haba solicitado Valdivia, expresndose en ella-el Soberano espaol como sigue : <E otros, tenemos por bien de ampliar i estender la dicha gobernacin de Cliile de cmo la tenia el dicho Pedro de Valdivia otras ciento setenta leguas poco ms o menos, que son desde los conJines de la goberizacin que ten& hasta e. estrecho de Magallanes. el dicho Pedro de Valdiz~ia Termina esa real cdula designilclole gobernador y capitn general de (<lastierras e provincias de Chile, que ainsi tena en gobernacin el dicho Pedro de Valdivia, e lo que ainsi os danzos de nuevo en gobernacin hasta e estrecho de Magallanes. Lda segunda est dirigida al Gobernador de Chile para que llegado que sea, enve a tomar razn de la tierra de la otra parte del estrecho)?. Dice as: <El Rey <Adelantado don Jernimo de Alderete, nuestro gobernador de la provincia de Chil, ya sabeis conlo,os habemos provedo de la dicha gobernacin hasta el estrecho de Mugallanes, i porque Nos deseamos saber las ticrras i poblaciones que hay de la otra parte del dicho estrecho de Magallanes; vos mando que de las dichas provincias de Chile 'envieis algunos navos a tomar noticias i relacin de la calidad de aquella tierra i de la utilidad de ella, etc. a 1 provereis que se tome posesin en nuestro nombre
de las tierras y provincias que caen en la demarcacin de la corona de Castilla, etc. Estas tierras del otro lado del Estrecho eran las que haba comprendido la concesin de Pedro Sancho de Hoz, y que Valdivia haba adquirido por la liquidacin de la compaa efectuada en el pueblo de Atacama en Agosto de 1540. Las provisiories reales de 1555 en favor de Alderete formaban las provincias del Reino de Chile con las tierras de la primera concesin a Valdivia, que las haca llegar hasta el paralelo 41, con su ampliacin desde estk 1mite hasta el ~ s t r e c h oy con las tierras que ordenaba descubrir al otro lado del Estrecho. Alderete no alcanz a tomar posesin de su gobierno; Se embarc en San Lcar el 15 de Octubre de 1555 en una de las naves de la flota espaola que zarpaba en esa fecha para Amrica y que traa tambin a su bordo a don Andrs Hurtado de Mendoza, Marqus de Caete, nombrado Virrey del Per. Despus de no pocos contratiempos, Alderete logr llegar a Nombre de Dios, en la regin del istmo, y pudo embarcarse en Panam para -seguir su viaje a Chile. A , seis leguas de aquel puerto, sucumbi el Gobernudor Alderete de una fiebre violenta en Abril de 1556. Esta dolorosa circunstancia, que a la vez privaba al Reino de Chile de uno de sus ms distinguidos capitanes, le hacia continuar en el rgimen de interinatos en que se hallaba desde la muerte de Valdivia. Entre tanto, haba tomado posesin del Vi'rreynato del Per el Marqus Hurtado de Nleildoza, quien se hallaba investido por el Soberano de las ms; an~pliasfacultades. La Real Cdula de 1556 ie autorizaba expresamente para nombrar nilevos gobernadores y dutorizar nuevos descubrimientos. En la informacin que el Virrey elev al Monarca con fecha 15 de Septiembre de 1556, le da ciienta de la provisin que l-ia hecho de esa gobernacin vacante y de la designacin para ella de sil hijo don Garca Hurtado de
Mendoza, diciendo que cle nombr por estas causas por Gobernador'de aquella provincfa, como lo tralia Jernimo de Alderete. La provisin del Marqus de Caete, extendida con fecha 9 de Enero de 1557, invistiendo a don Garca Hurtado de Mendoza como Gobernador de Chile, ordena'y dispone lo necesario para que apodais poblar y pobleis lo que ainsi est acrecentado, de gobernacin; que son las dichas ciento setenta leguas que la dicha gobernacin se exten&a i se estiende desde los confines de la gobernacin que tenia el dicho don Pedro de Valdivia, hasta el Estreclzo de Magallanes indusive, etc. El Gobernador Garca de Mendoza cuinpliendo el encargo hecho a Alderete de reconocer las tierras del otro lado del estrecho, se apresur a preparar la expedicin correspondiente, la que fu confiada al 'experto capitn Juan 1,adrillero. De ella da cuenta al soberano, don Garca Hurtado de Meildoza en una relacin de mritos hecha antes cle partir para Espaa. <Conforme a una cdula de vuestra real persona, dice Fn esa presentacin, envi con dos navos i un capitn u desczibrir el estreclzo de Magalla~les,i la ~ o s t a esta ffzar de hastu el e~tre2ho'~ue ms de trescientas leguas, i de toson do se tom posesi0~zen nombre de szl Majestad hasin el nzar del Norte. El capitn Juan Fernndez Idadrillero, a quien confi6 el Gobernador de Chile esa importante expedicin, era hombre de 1.a confiariza del Virrey colocado como consejero de su hijo, en negocios de la mar, por ser marino viejo y experimentado. 1,adrillero haba de-dejar ilustrado su nombre con b realizacin y.el ms completo xito de la diira jT peligrosa enipresa que le fii confiada. En Octubre de 1557'se aprestaba la expediciEn, que la formaban b nave San Luis, al mando de Ladrillero, y !a San ~ebaskn, al niando del c a p i t h Francico Corts Ojea, y de iin peqiieo barqiiichuelo, calificado de berdas de nnvegantn, el qiie se destroz en los
gacin. La tripulacin de las naves expedrcionarias ascenda en total a sesenta hombres. La interesante y prolija relacin de Ladrillero en que da cuenta del feliz resultado de esa empresa, anota el recorrido de los canales de la costa occidental de la Patagonia, la navegaci6n del Estrecho y su salida 1 Mar Atlntico, y consigna la toma de posesin, con las formalidades. de estilo, de toda aquella regin en nombie del Rey y del Gobemad'or de Chile. El intrpido navegante despus de hacer el recorrido del Estrecho, di forma a ese acto en los trminos soleinnes que se acostumbraba y que atestigua el instrumento notariay del caso. El protocolo que se levant cuando los navegantes se hallaban cerca de la sa'lida al Atlntico, dice como sigue: ayo, Luis Mora, Escribano de esta Armada Real del Estrecho de. Magallanes, doy fe.y verdadero testimc; nio a todos los seores que L pesente vieren, como en a nueve das del mes de Agosto de 1588, el capitn Juan Ladrillero, general de la dicha Armada. estando surtos en esta Punta de la Posesin, el dicho general salt a tierra y ech mano a su espada y cort unas ramas y dixo: pte tomaba posesin en aquella tierra a la vista del &lar del Norte en nombre de S Z L Mgjestad e de su Excelencia (Irirrey del Per) y de s u muy caro y muy amado hijo don Garcia Hurtado de Alendoza, Governador y Capitdfz General, por su Majestad en las provirzcias de Chile, sin contradicin alguna y este dicho da, el dicho General juntginente con su piloto Hernan Gallego tomaron el altura en cincuenta y-dos grados y medio barquillos y el dicho general tom6 juramento al dicho piloto, el cual declar haber tomado el altura, como dicho es.)) (1) ~sa-empresafu considerada en aquella poca como temeraria, y las dificultades de la navegacin, al ,buscar la entrada del Estrecho por el Pacifico, ese exgeraban,
(1) AMUNTEGUI, Miguel Luis. La Ctdestin de Limites. T . 1, pg. 445-448. Se inserta la Relacin de Ladrillero. Ante el Tribunal Arbitral se acompa una copia oficial de ese valioso documento.
dice el sabio historiador seor Amuntegui, hasta el extremo de que, a pesar de la expedicin de Francisco de Ulloa en 1553 y de la misma-de Juan Ladrillero en 1557, no faltaban 'quienes creyesen que algn trastorno de la naturaleza haba cerrado la entrada occidental del Estrecho. )> (2) En una' referencia que el mismo escritor hace a la Crnica del Reino de Chile de Mario de Lovera, consigna los siguientes datos sobre el descubridor 1-adrillero. Cuando el Gobernador don Garca Hurtado de Mendoza se embarc en el Per para este Reino (Chile), trajo consigo al capitn Juan Ladrillero, al cual le di6 el Marqus SII padre por soldado de los de ms fama, sabiendo que era hombre de experiencia y sagacidad en todos los negocios que se le encomendaban, rndyormente en los de la mar, en que l era muy versado. Y as" niand traer consigo este capitn para que se diese traza en descubrir por su industria el Estrecho de Magallanes, conforme al orden de sil IiIajestad, como el capitn Valdivia lo habia tentado, no saliendo con su pretensin por haberle la fnuevte atajado en este tiempo. El mismo cronista agrega que <el capitn 1,adrillero era muy viejo; y tenia en el Per a su mujer, y encomienda de indios, con mucha quietud y descanso)). <<A pesar de sus aos y de sus coaiodidades, el capitn Ladrillero acept el encargo de ir a navegar y explorar el Estrecho de Magallanes, contina Amuntegiii, lo que prueba que deba ser realmente hombre de mucho como lo dice Mario de Lovera, pundonor i presuiicii~, porque haban sido tantas las dificultades con que se haba tocado para penetrar en ese estrecho por la parte del Pacfico que aquella se tena por empresa superior a las fuerzas humanas. (2) Ladrillero rindi cumplido honor a la penosa y di(1) AMUNLTEGUI, . 1,. LO Cuestin de Limites. Santiago, 1879. T . 1.9 M pg. 380. (2) AMUNATEGUI, L. Obra citada, T. 1. pg. 380. M.
fcil empresa que se le haba confiado. A los dos aos, poco menos, regresaba al norte con su nave San Luis, ha, biendo sabido afrontar toda clase de contratien~pospero dejando realizado el objetivo de su comisin. Fiaba partido de valdivi; el 17 de Noviembre de 1557 y regresaba a Concepcin en Julio de 1559. Corts Ojea haba naufragado a mediados de Febrero de 1558 eli una de las islas al occidente de la denominada de IVeIlington. Despus de las ms penosas aventuras y en una dbil y pequea embarcacin, a vela y remo, consigui arribar con unos pocos iiufragos a la parte norte de'Chile en Septimebre de 1558 y a Valdivia el 1.0.de Octubre de 1558. (1) Despiis de insertar e! seor -Amuntegui el texto ntegro de la <Relacin del Viaje al Estreclio de Magallaiies, escrita por Juan L,adrillero, califica esa empresa en forma grfica, y elocuente: Fu, dice, el capitn Juan Ladrillero el que llam Bahiu y Cabo de la Posesin a la baha y al cabo que son conocidos con este nombre por totlos los gegrafos y navegantes del mundo, incluso los de la Repblica Argentina. <Y cual fu el propsito que tuvo el capitn Juan Ladrillero al nombrar a esa baha y cabo, Bahia y de Cabo la Posesin? Uno que es imposible negar.
(1) La relacin de Ladrillero y el derrotero de la expedicin ignorada por mucho tiempo y <la gloria de este hbil explorador, dice Barros Arana, qued sepultada durante siglos bajo el polvo de los archivos>. (Historia General, T. 2.O, pg. 206.) Agrega el i~iisinohistoriador que la historia de la geografa de esta parte de la Amrica debe a don Miguel L. Amuntegiii el serviciode haber dado a iuz por primera vez este valioso documento en el T. l de su : obra Cuestin de Limites entre Chile y la Repblica Argentina, publicada en 1879. Fu reirnpreso en 1880 en el Anuario de la Oficina Hidrogrfica de Chile, con notas y comentarios del distinguido oficial de la Marina de Chile, don Ramn Guerrero Vergara. Fu acompaado de una carta geogrfica que facilita el cabal conociniiento de aquella iiiiportante exploracin. Agreg? el seor Barros Arana que el utilfsimo estudio de ese joven marino ha arestitudo al capitn Ladrillero la gloria de que lo haba despojado la poltica recelosa de Espaa, rnanteniendo oculto el derrotero de sus descubrimientos.. (Barros Arana, Obra citada, nota T. 2.a, pg. 205).
<Notificar al orbe entero que todo aquellp perteneca al Reino de Chile. .Las legis1,~ciones modernas de los pue6bs civilizados han establecido que los ttulos de propiedad se inscriban en libros perecederos de p,apel. El capitn Juan Ladrillero tuvo la feliz idea de inscribir los de Chile a la soberana y dominio de la extremidad meridional del continente americano, en un registro grandioso de tierra y de granito, tan duradero como el mundo, y colocado en uno de los grandes caminos reales de las naciones, donde todas han tenido y tendrn que leerlos. Cabo y Bahia de la posesin que Chile, en virtud de la disposicin del Soberano ha tomado de d extremidad a Meiidionnl de la America, en tiempo del Gobernador don Garcia Hurtado de Afendozn. Martes, 9 de Agosto de 1.558. De este modo, en protocolo de piedra, fu registrado por el capitn Ladrillero el acto solemne por el cual se certificaba-ser aquel' estrecho y aquellas regiones parte integrante de la gobernacin de Chile. Si Valdivia y Garca Hurtado de Mendoza as se- haban preocupado de afirmar en el sur sus dominios en las tierras patainicas, no de otra manera se procedia en la parte central con respecto a los territorios que las respectivas concesiones haban asignado al oriente de la Cordillera de los Andes. Entre otros de esos actos, puede recordarse la fundacin de Santiago del Estero en 1553, llevada a cabo por el teniente de Valdivia don Francisco de Aguirre. Otro acto de este gnero fu el realizado por el capitn Pedro del Castillo, compaero de- armas de Garcia Hurtado de RJendoza y designado por ste su ((teniente de gobernador de las provincias de Cuyo. Pedro del Cstillo atraves por el camino de UspaIlata y el da 2 de Marzo de 1561 fund la ciudad que l denoinin ~hlendoza, nuevo valle de Rioja, dndole por
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vortia aquarum. . Complementarioc de esos actos fueron la traslacin de la ciudad de Mendoza y fundacin de la ciudad de San Juan, realizados pgr el capitn Juan Jufr, comisionado y delegado del Gobernador de Chile. Jufr haba sido designado el 27 de Septiembre de 1561 por el General Francisco de Villagrn, ,sucesor de don Garcia- Hurtado, como teniente gobernador de Cuyo J en desempeo de estas funciones realiz la traslacin ' de Mendoza a otro sitio a dos tiros de arcabuz poco ms o menos de la primera. ubicacin, y &adesign Resurreccin, nombre que no logr sobreponerse al primitivo de Mendoza. Fund adems la ciudad de S$ Juan. Disposicioiies emanadas ciel mismo Rey confirman ampliamente el criterio y procedimientos de los Gobernadores de Chile. En 1608 ha tenido conocin~ientoel Soberano del abandono en que se encuentran esas ciudades y por Real Cdula de 11 de Octubre de ese ao, llama sobre ello la atencin, dice el documento, a' Mi Gobernador; Presidente y Oidores de mi Audiencia Real de la ciudad de Santiago de las provincias de Chile. He sido informado; expresa el Rey, que las ciudades de Mendoza, San Juan de la Frontera y San Luis, de ese distrito, se van despoblando, etc. 1-aLey XII, Ttulo XV, Libro 11 de la Recopilacin de Leyes de Indias, sancionada por el Rey Carlos 11 y promulgada en 1681 seal los lmites ~urisdiccionalesque correspondan a la Audiencia y Cancillera Real de San, tiago de Chile. Tenga por distrito, dice esa disposicin real, todo el dicho Reino de Chile, con las ciudades, valles, lugares y tierras que se incluyen en el Gobierno de aquellas provin-
trminos v jurisdiccin desde la gran condillera nevada aguas vertientes a la Mar del Norte, lnea que corresponde a la divisin interocenica de las aguas. Es este el primer documento de la poca espaola, que al hacer referencia a. un lmite andino, consigna el principio del di-
cias, as lo que aliora est pacfico y poblado, como lo qiie se redujere, poblare y pacificare dentro y fuera del Estrecho de Magallanes y la tierra adentro hasta la provincia de Cayo inclz~sive.I ma?zdamos que el dicho Presidente, Gobernador y Cafiitn General gobierne y udministrc la Gobernacin de l en todo y por todo. Con arreglo a esta explcita y terminante disposicin, el distrito del Gobierno de Chile comprenda todo el territorio hasta-el Estrecho de Magallanes. d&tro y fura, ZIL .afierra adentro hasta Z provin~iade Cuyo imclusizie, a s decir, l,i regin patagnica al oriente de los Andes y el territorio de las tres ciudades de Mendoza, San Juan y San Luis. Con toda exactitud, a la vista de estos y otros ms antecedentes, la Exposicin Chilena ante el Arbitro poda definir ad el territorio sealado al Reino de Chile desde 1555: comprenda la regin de Chile propiamente tal, que era la entonces habitada por espaoles, correspondiente a las provincias centrales de la actual Repblica; la ancha faja de las actuales provincias y gobernaciones argentinas que se extienden a lo largo de las cordilleras de Tucumn hasta Ro Negro y casi toda la ~ a t a g o n i a hasta el Estrecho de h'I agailanes. La expresin (Chile, tiivo en la poca colonial dos acepciones, la una general, aplicada a toda l'a gobernacin, y E otra, limitada y referente'a cierta y determinada pora cin de la misma gobernacin. <Lo que se llamaba comnmente ClzLte, era el territorio que se extiende de norte a sur desde Atacanla hasta el Canal de Chacao que separa la isla de Chilo de la tierra Arme, y de este a oeste entre la Cordillera y el Ocano Pacfico; pero la Gobernacin o Capitana general de Chile, la jurisdiccin de los Presidentes-Gobernadores Y de la Real Audiencirr de Chile, dbrazaban mucho ms, tanto a l o largo como a lo ancho, pues, incliiia, fuera de la provincia de Cl-iile propiamente tal, iaaniayor parte de la Patagonia o Tierras NIagalliiicas con el Estrecho y la
Tierra del Fuego y hasta el ao de 1776, la provincia de CUYO, decir, los territoGos de Mendoza, San Juan y es San Luis. (1) La Cdula Real de 1." de Agosto de 1776 que incorpor estos teiritorios en los distritos asignados al Virreinato del Ro de la Plata o Bueqos Aires, design a la vez a don Pedro de Ceballos su primer Virrey. El Soberano Carlos 111 enumer en aquel documento todas 'las provincias y jurisdicciones que en adelante debari formar parte del nuevo Virreinato, y a las dipendencias de la antigua ~obernacin agregaba las de la Audiencila d e Charcas, segregados del Vi~reinato del Per, y los territorios que formaban la provincia de Cuyo, segregados de la Gobernacin de Chile. <Fueron sustradas as del ~ e r - l a s cuatro Intentlencias de la Paz, Charcas, Potos'j7 Cochabamba, extendindose de este modo en los limites septentrionales el Nuevo Virreinato hasta los confines del Brasil, a travs de todo el continente, y de otro lado hasta el Mar Pacifico en cuanto comprenda la del territorio de Atacama, al norte de los lmites del ~ e i n o - d e Chile. <El nico ljmite andino establecido en esa cdula fu el que corresponda pok el oeste a los territorios de la provincia de Cuyo, como las-nicas partes que se segregaban de la Gobernacin de Chile. <Todo el resto de la comarca perteneciente a Chile a uno y otro lado de las Cordilleras qued sin alteracin;. y no existe documento alguno e m a ~ a d ode autoridades oficiales, ni anterior ni posterior a 1776, que introdujera algn-cambio en otra parte de los limites de la gobernacin establecida en tiempos de Pedro de Valdivia. (2) <Para trazar los deslindes del nuevo Virreifiato se tuvo a la vista como documento oficial el gran mapa de la Amrica del Sur, construdo por d gegrafo pensionado del Rey, don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla y g;abado
(1) Exposicibn Chilena, ya citada, T. 1.0, 57-58. (2) Exposicin Chilena ya ,citada, T. 1.O, pg. 113-115 y 117.
en 1775. All se encuentran trazados los 1rn;tes entre el Reino de chile y la Gobernacin del Ro de la Plata con su< subdivisiones respectivas en tal forma que el primero comprende, adems a e la provincia de Cuyo, las estensas regiones del extremo austral del Continente al oriente de lis cordilleras. (1) <<Examinando mapa, donde aparecen los deslinese ds con diversas lneas de puntos, puede noiarse a la' sirnple vista que el punto nis meridional hasta donde-alcanzaba el territorio de Cuyo, se halla en 35O.50 de latitud, en el valle del ro Diamente. Aqu terminaba la jurisdiccin de Mendoza, l-nis austral de las tres ciudades que formaban la provincia de Cuyo, y por aqu corra pues, el limite sur del Virreynato de Buenos Aires establecido por la Real Cdula de 1.0de Agosto de 1776. (2) 'Todo el vasto Continente en su tringulo austral, de un mar al otro, aparece coniprendido en e l Reino de Chile, en el cual el autor del mapa distingue dos porciones, antiguo ,segn el la parte septentrional que l llama ~h;ile Inca Garcilaso; y-la parte meridional, cuya extensin ms vasta est al oriente de las cordilleras. en las mesetas patagnicas. Esta regin lleva la siguiente inscripcin: Chile hfoderno? que los gegrajos antiguos llamaron Tierra Magallnica, de los Patago~es los Csares, tan celebrados del vuly go, cuando no hay en estos paises naciones ms crecidas y numerosas que los Aucaes, Pz~elches, Telchus y Serranos de quienes dimanan parcialidades que tratan con los esfiaoles. (3) El mapa de Cano y Olmedilla se form por orden del Rey, sobre !a base de documentos' oficiales, recibi la aprobacion del Gobierno Espaol y se mand circiilar por el Secretario General de Indias a los Gobiernos de las colonias americanas para su mejor manejo y disposiciones.
(1 Exposicin Chilena ya citada, T. 1.0, pg. 113 - 115 y 117 (2) Exposicin Chilena, T. l.., pAg. 119. (3) Exposicin Chilena, ohra cit,ada, T. 1.0, pg. 120.
*Teniendo esta guida, se deca con aquel ~iiotivo, seno slo para 'lo prern mejor dirigidas sus sente, sino tahibin <ira lo futuro, y por tanto, al venir a Buenos Aires con la expedicin del Excnio. seor Ceba110s se le di iin ejemplar para su gobierno que existe en poder del I?resente Virrey. >> L,o anterior se confirma con las propjas instrucciones de gobierno dejadas por Ceballos a su sucesor, el Segundo Virrey de Buenos Aires, don Juan Jos de Vrtiz, en que le 'dice entre otras cosas. aY para que les pueda ser& de luz en la execusion de la linea divisoria dejo a V. E. en un Gabinete o Pieza del Fuerte un Mapa hecho por don Juan de la Cruz, gegrafo, impreso del orden de la Corte y que contiene la Amrica Meridional. (1) Es muy interesante la apreciacin que sobre este mapa y en especial a la parte referente a Chile, hizo el Actadmico de Nmero don Toms Lpez en la junta de la Academia de Geografa de Madrid, con fecha 14 de Julio de 1797. En ese informe se deja testiGonio de que fu compuesto y grabado por orden del Miiiisterib de EstatIo y agrega que de los distintos paises representados en el Mapa gl Reyno de Chile es la mejor parte de este mapa y se corisignan adems algunas observaciones crticas sobre el trazo de las costas del Estrecho y de las riberas del Atliltic0 hasta el ro de la Plata, incluyndolas, como lo hace el mapa, en $1 Reino de Chile. Pero estas diversa's provincias que as se trasladaban de una a otra jurisdiccin,. no se sentan conmovidas en sil situacin poltica; continuaban de igual manera que antes formando parte del niismo organismo poderoso que constitua el Imperio Colonii de Espaa.
(1) Este importante documento como los anteriores a que nos hemos referido han sido tomados del Archivo General de Indias y copia autntica de ellos fu depositada en la Legacin de Chile en Londres con motivo del Juicio Arbitral en la Cuestin de Limites. Estn insertos dichos documentos en la obra a que hemos venid8 refirindonos. T. 1. pg. 126-127,
No haba intereses colecti<os que pudiesen ser antagnicos; los habitantes de cada comarca limitaban sus aspiraciones a la aldea o ciudad en que vivan, que era la patria, y perma!necan ajenos a todo lo que se extenda.ms all de los trminos locales. Los problemas generales slo incumban al gobierno de Madrid y a los Virreyes y Cfibernadores, que eran la encarnacion del Soberano; el mecanismo administrativo corresponda a un rgimen de tal rigidez y uniformidad que pareca de sugerencia romana. El movimiento poltico que desde 1808 sacude la Amrica de Coln, como una consecuencia de la situacin en que se debata la Madre Patria, si .bien en su principio tonia formas diversas en las distintas provincias, imprecisas en unas, definidas en otras, haba de asumir en su desenvolvimiento las caractersticas de una revolucin emancipadora. Fero esa obra libertaria no fu corta ni sencilla; por el contrarip, ensangrent por muchos aos el territorio de las antiguas colonias y ech en el surco de las nacionalidades en formacin la semilla de ideas nuevas que haban de sacudir hondamente la mentalidad de aquellos pueblos. - A pesar de la distancia a que se hallaban las ciudades cabeceras de las distintas provincias de la Amrica, el espritu revolucionario las fu acercando, los propsitos fueron hacindose comunes y solidarios, y el movimiento no tard en hacerse americano. Desde los primeros das los revolucionarios chilenos trataron de aunar su accin con los patriotas de Buenos A&es, e insinuaron la idea de celebrar entre ambos pueblos una alianza ofensiva y defensiva. Ya iniciada en Chile la campaa milit. de 1813, se precisaron esas ideas en el sentido de unir los esfuerzos para la preparacin de una expedicin que pudiese llevar la guerra al Virreinato del Per, centro del poder espaol en fa parte sur de.!a Amrica. En Abril del citado ao, el Gobierno de Santiago despach un plenipotenciario especial a Buenos Aires, en-
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cargado de arreglar las bases de esa expedicin. Ese plan, que en esos momentos no pasaba de ser una ilusin patritica, pudo realizarlo Chile en 1820 merced a la pujanza del Gobierno de O'Higgins y al espritu altamente previsor de este ilustre mahdatario. Ida empresa fii realizada por el Gobierno de Chile a sus expensas y bajo su inmediata y exclusiva direccin. Fu colocada la expedicin bajo el mando en jefe' del general San hlartn, nombrado en esos das ((Capitn General del Ejrcito de Chile)), y a quien entreg O'Higgins la bandera de Chile, que flame en todos los mstiles de las naves y que llevaron en triunfo los soldados de aquel ejrcito. a expedicin libertadora sacudi desde sus cimiendel tos el ~ i r r e i n i t o Per y prepar'la emancipacin poItica de este pas. Como consecuencia final, en un mismo da, 22 de Enero de 1826, dos hechos anlogos en dos extremidades de aquel vasto Virreinato, la rendicin del Callao y la iilcorporacin de Chilo a la Repblica de Chile, sealaron loS Iti.mos episodios de ahuella campaa, y anunciaron el triliino definitivo del poder. espaol en Amrica. La's antiguas provincias que haban correspondido a las divisiones territoriales de la Amrica, entraban, con el triunfo de las armas revolucionarias, en la segunda etapa de la obra emancipadora, cul fu la de su organizacin como naciones independientes. Son aos penosos, de rudo-aprei~dlzajea la vida libre, en unas ms que en otras, pero que en todas eIlas marcan hermosas jornadas cvicas ga'nadas en beneficio del orden constitucional y de la libertad poltica. Chile y Argentina marchan en este sentido paralelos, como lo haban estado en los aos de la independencia, y en una y otra poca, los 'nombres dirigentes de estos pases, se hal~ianunido a impulsos de los mismos sentimientos de recproca cooperacin y haban alimentado los misnios propsitos de progreso y de adelant en obsequio de pases en plena fornlaciil y desenvolvimiento,
Territorios inmensos e inexplorados, campos sin cultivo que slo esperaban la mano del hombre, por doquiera estaba abierto el Surco que habia de llevarlos a !a riqueza y la prosperidad, sin que aparecieran entre ellos puntos de choque o motivos que pudiera distanciarIos o estorbarlos en'su desarroilo. Sobraban las tierras, faltaban las manos que deban explotarlas; la soledad haca diicil la vida, y las praderas y las sierras slo esperaban el pie que haba de hollarlas. Poblar y colonizar era lo que reclamaba la obra de la civilizacin, y de ahi que en el futuro habia de exhibirse la posesin de estas tierras desamparadas como iin ttulo adecuado para constituir su dominio. Chile y Argentina que de esta suerte hacan sin sombra ni dificultades, y con nobles tradiciones de comunes sacrificios, el canlino de su progreso, llegaban casi a la mitad del siglo XIX sin que se hubiese alzado en s"us relaciones polticas ninguna causa capaz de pertiirbarlo. n Fu precisamente acto de ocupacin realizadc por Chile en los parajes ms desamparados de la Amrica, fu un acto de humanidad y de civilizacin ejecutad6 en obsequio de la navegacin utiiversal, porque tal era lo que significaba la fundacin de una colonia a la mitad del Estrecho de IJ'Iagallanes, lo que desat la primera nube que habia de levantarse en el horizonte internacional. A1 realizar la ereccin de ese puerto de Punta Arenas, Chile habia considerado obrar dentro de su ms perfecto derecho, como que haban sido capitanes y pilotos de T la Gobernacin de Chile los que en la poca c e la colonia haban explora80 esas tierras, recorrido sus canales y efectuado all a tos pblicos y solemnes de posesin. Exista adems !a consideracin de que esa va de con~unicacininteresaba directamente a Chile, significaba asegurar la puerta de entrada para su comercio, y era adems la llave de su seguri;lad nacional, radicada en su escuadra y en el dominio del Pacfico. Las naves de Chile recorran ya las costas de este mar de Norte a Sur y las
banderas de su Armada haban afirmado su dominio desde los primeros das de la independencia. Para l~aArgentina careca de toda importancia aquella va de comunicacin, sus barcos no acostiimbraban navegar aquellas costas, su comerci,~estaba orientado haca. Europa por el Atlntico y hasta la poca de la reclamacin, ao 1847, su escuadra de guerra no se haba apartado de la cuenca del Plata, donde. se desarrollaba su comercio y su vida nacional. Y as lo haba estimado precisamente en aquellos aos el eminente argentino don Domingo Faustino Sarmiento, como ya hemos tenido ocasin de recordarlo. Con verdadero concepto de estadista y con alma de americano declaraba entonces: ~Magallanes pertenece a Cliile por el principio de conveniencia propia, sin dao de tercero. Sentimientos de la misnia ndole inspiraban la poltica de las dos naciones, y de ello dieron riiuestra al ajustar el Tratado de Abril de 1856 por el que se consagraron dos principios fundamentales en que ha descansado slidamente la paz y buena arnistad entre Chile y Argentina. Por el primero, se reconoci el uti possidetis 1810 conio norma jurdica inconmovible en la demarcacin de lmites entre los dos pases; tal cual haban sido las provincias espaolas, tal seran las nuevas nacionalidades en los territorios heredados. Por el segundo, se cohprometan solemnemehte estos justos y libres poseedores a arreglar toda dificultad pacfica y amigablemente: y en iltimo trmino por la decisin arbitral de una nacin aniiga. Cualesquiera que hayan sido las incidencias que el largo proceso de la delimitacin hiciera s~irgirante el cr'terlo de los gobernantes de uno y otro pas, hubo de alzarse siempre este principio del arbitraje como regulador supremo de las relaciones entre ellos. Las negociaciones de 1878 y de 1881 apartaron por la va directa, tal como en primer trmino lo haba querido el Tratado de 1856, los puntos ms agudos
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del debate y sealaron en la regin austral la l'inea diviX soria que dej consagrada la posesin c e Chile al Estrecho d Magallanes, sus costas e islas adyacentes. El protocolo de 1." de Mayo de 1893, complementando el acuerdo precedente, consagr declaraciones destinadas a precisar y fijar su alcance. Se consign en dicho acto que deba entenderse que la soberana de cada Estado sobre el litoral respectivo es absoluta, de tal suerte clue Chile no puede pretender punto alguno hacia e! Atlntico como la Repblica Argentina no puede pretenderlo hacia el Pacifico. Se han sucedido negociaciones unas'tras otras, se han ajustado unos y otros Tratados; los hombres ms prominentes de uno y otro pas han terciado en las discusiones; polticos y diplom~ticos,historiadres y jurisconsultos, exploradores e ingenieros acumuiaron al proceso todos los elkmentos de sus capacidades y de sus estudios, y la solucin al fin alcanzada, lleg, como siempre en hora oportuna, a poner trmino a' I'a desinteligencia con el verdadero sentido de las realidades y del alto concepto de las funciones arbitrales, sin herir ningn derecho primordial y sin desconocer aquellos hechos a que el tiempo hubiese podido atribuir alg& valor legitimo. Cualesquiera que hayan podido ser las apreciaciones personaltes de los hombres que compartieron los azares y las preocupaciones de aquellos das, nadie ha pbdido negar. ni la ciencia con q u e fueron tratados los problemas de entonces, ni la especial capacidad, patriotismo y perseverante voluntad con que fueron acometidos. Cada pacto corresponde a un momento dado; todas proyectada transaccin significa un paso dado hacia adelante; el camino desandado implica la necesidad de biiscar una nueva ruta, y as, de da en da, de ao en ao se van echando los sillares en que ha de descansar la futura construccin. En este largo proceso, a travs de tantos aos y de tantas vicisitudes, se cierne siempre por alto un espritu que da unidad a la poltica de Chifi. con respecto a Argen'
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tina y un solo sentimiento que sabe inspirarla hacia la paz y el acercamiento verdadero entre los dos pases. Como historiador, como diplomtico, conio asesor, como perito es la voz. .es el escrito, es la accin de Barros Arana la que se siente viva y palpable en todo momento, sealand con firmeza el rumbo y dando confianza en el resultado. Tan intensa consagracin a esta obra de bienestar para Chile y de solidaridad americana, fu apreciada debidamente por el espritu justiciero de sus conciudadanos y alcanz a dar a! inf&igable luchador la quietud del espritu y la satisfaccin de aquella alma que tanto haba perseguido la paz entre Chile y la Repblica ..Argentina. Si Barros Arana, historiador, leYant un monumento a la obra del desarrollo intelectual y del desenvolvimiento poltico y social de Chile; si Barros Arana, educador, form el alma de muclias generaciones; Barros Arana, defensor y perito en la Cuestin de Limites, ha dejado a perpetuidad en la Cordillera de -las Andes y en las tierras de Magallanes los hitos de piedra que atestiguarn a travs de los siglos la obra de la cordura internacional y de la paz entre las dos naciones.
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XLVI
LA REPUBLICA Y SU POLITICA INTERNACIONAL
Escasez de poblacin y aislamiento rle las provincias.--Ocupacin de Arauco y la colonizacin del sur. -El Estrecho de Magallanes y la regin patag6nica.-Orientacin del Virreinato de1 Plata.- El t&rjtorio de la nueva Repb!ica de las Provincias Ungas -La organizacin nacional y el sentimiento autonomista. La campaa del desierto de Rozas.-La poltica internacional. de la Dictadura la lleva al disentimiento con Chile, poblador del EstrecMJ. IJn gobierno de libertad consagra la obra de 1.a paz.-.Las porciones hereditarias de la Amrica reguladas por las Rea!es Cdulas; el ziti possidetis.-Actos de posesin y de civilizacin se convierten en buenos ttulos.Estos hechos singulares no importan desviacin de 13s normas geogrficas y principios internacionalgs. Orientacin de la doctrina internacional americana
Los extensos territorios que correspondan a la Gobernacin de Chile perriianecieron por muchos aos1 absoliitamente ineuplorados, y su escasa poblacin criolla apenas alcanzaba a ocupar los centros principales de las provincias que correspondan a su divisin administrativa. Eran los tiempos en que las provincias de Coquimbo y de Concepcin disputaban su predominio a la de Santiago, como que en ocasiones fueron una u otra centros de .resistencia o de rebelin contra el poder central. Aisladas las provincias unas de otras, hacan mera vida regional y faltaban los vnculos fuertes y constantes que permiten dar cuerpo a una organizacin nacional. La dificultad de las comunicaciones, el abandono en que se hallaban los campos y la ninguna poblacin agrcola, ,
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agravaban estas condiciones de penoso aislamiento. La regin del sur del Bo-Ro permaneci por muchos aos extraa a la obra de la civilizacin, como que se mantena esa parte del territorio ocupada por la'raza aborgen. El problema de Arauco requiri durante muchos a'os una atencin preferente de lo's diversos gobiernos de la Repblica, y el ejrcito permanente y sus generales se formaban en esa campaa ruda y persistente de la dominacin y ocupacin del territorio araucano. Slo esta labor tenaz, el trazado de caminos, 1.a apert-a de los impenetrables bosques y el riel, pudieron a la larga realizar esa conquista de la civilizacin 'que supo iniciar y mantener con frrea disciplina el ejrcito de Chile. .Ocupar v poblar el extenso territorio fu el lema de aque!los gobiernos progresistas de la Repblica. Mien tras se hacia el avance con el arma al brazo al sur del Bo-Bo, comenzaba y se extenda !a obra de la colonizacin extranjera, atinadamente dirigida y desarrollada por el Gobierno en las apartadas comarcas de Valdivia primero, y de I,lanquihue, en seguida. La provincia insuJar de Chilo, slo incorporada en 1826 al dominio de Ia'Repblica, no tena otra comunicacin con el Gobierno central que el muy limitado y accidental que poda procurarle la escasa navegacin martima. Toda la regin austral, aquella desconocida Patagonia, continental o insular, formaba un mundo distinto, inexplorado y fuera de toda accin de los poderes pblicos. Fu menester la visin del Gobierno de Bulnes para que pudiera concebirse y realizarse la posesin efectiva del Estrecho de Maga!lanes, sus costas y sus islas y la fundacin de la colonia de Punta Arenas con su territorio correspondien te. Las inmensas y ilesoladas pampas de la Patagonia permanecan en el mismo estado en que se hallaban a la' poca de la colonia. Su dependencia de 'las aiitoridades espaolas que haban determinado las Reales Cdulas, en nada haban modificado el desierto que en ellas impera-
ba, como su transmisin al rgimen independiente, no les haba llevado en casi hedio siglo el ms ligero soplo de civilizacin ni siquiera el ruido de sus primeros pobla.dores. Aquel inmenso acervo hereditaro permaneca aun inaccesible, y antes de que comenzara su incorporacibn a las nuevas nacionalidades slo habra podido llegar a esas soledades el eco de las disputas de sus futuros adjudicatario~. habia dejado en el Estrecho El puerto del <Hambre>) de Rlagallanes el triste recuerdo de las penalidades a que estaban sometidos los exploradores y navegantes de aquellas comarcas desamparadas. La accin poltica del Gobierno chileno de 1843 haba sustitudo el recuerdo de aquel msero refugi por un puerto verdadero, donde ofrecer segura arribada y una poblacin cn elementos de vida y de abastecimiento. Esa manifestacin de la primera obra de civilizacin y de humanidad realizada en aquellas apartadas comarcas, fu el motivo del grave y prolongado disentimiento con la Repblica del Plata, que no tena inters alguno inmediato o renloto que cautelar, ya que sus corrientes de progreso y de desarrol'lo coniercial tenan sealadas las vas amplias y libres del Atlntico. El vasto territorio del Virreinato del Plata se hallaba orientado hacia el norte, como que abarcaba las cua.: tro Intendencias que, segregadas del Virreinato del Per en 1776, llevan sus fronteras hasta el Desaguadero en la regin de la Alta Planicie. La misma Real Cdula que cre aquel Virreinato le haba asignado las provincias del Cuyo, que hasta entonces haban pertenecido a la Gobernacin de Chile. Quedaba as establecido ese inmenso te! rritorio entre la Cordillera de los Andes y e Atlntico y desde el Desaguadero hasta el ro Diamante, limite meridional de la provincia de Mendoza en el 36". Conforme al *Mapa de Cano y Olniedilla, a que ya nos hemos referid6 segua .al sur de ese deslinde lo que se denomin entonces Chile Antiguo, para distinguirlo del Chile Moderno que
*abarcaba las <Tierras Magallnicas, de los Patagones y los Csares . La Revoluci~~ Mayo de 1810 constituy en Buede nos Aires el primer gobierno nacional v no tard en extenderse triunfante en el territorio de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Pero en la lucha por su emanApacin, le fu imposible conservar el vasto territorio del Virreinato. Se desprende en un principio el Paragiiay, como miembro atrofiado de la sociabilidad argentina, para valemos de la expresin de un ilpstre historiador. (1) Se deslizan ms tarde, agrega el mismo escritor, las provincias del Alto Per, no slo por la derrota de Pas armas revolucionarias sino porque en realidad era un mundo aparte, sin punto de contacto con las poblaciones de la cuenca del Plata. (2) La insurreccin de la Banda Oriental acab de precisar y determinar el territorlo en que deba desenvolverse la nueva nacionalidad. En la obra de organizacin poltica, hasta poder asentar definitivamente :in Goblei-no con positiva autoridad sobre todo el pas, las provincias Unidas del Ro de la Plata tiivieron que luchar con una situacin provincial autctona, que era en parte una herencia de la colonia y que era adems la conceciiencia de la grande extensin del territorio, de la falta de comunicaciones, y del aislamiento en que vivan las ciudades cabeceras. Todas las provincias se sentan en realidad movidas e impulsadas por un sentimiento autonomista. Fundadas Ias primeras ciudades, distantes entre ellas, sin vnculos de coiliunicacin y de contacto, los gobernadores de las provincias que en tales condiciones fueron desenvolvindse se constituyeron fcilmente en los caudillos de los intereses regionales y en 10s natura!es representantes de las autoridades provinciales. El rgimen del caudillaje y la lucha enconada de
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los partidos en ciernes, dieron fcil pbiilo a la anarqua e -impidieron por muchos aos la orgaqizaci4n de un gobierno nacional. Su consecuencia f u h Rosas, que domin las provincias como haba dominado la pampa en su campaa del desierto. En sta abati las indiada6 que asolaban y cometan toda clase de depredaciones en las provincias comarcanas, y en aqullas impuso el rgimen del terror sobre el provincialismo anrquico. , En una campaa militar de un ao se gan Rosas gran parte del prestigio que haba de contribuir a que el plebiscito de 1835 le discerniera la suma del poder pblico'. Rosas recorra toda esa regin brava que se confunda con los territorios indivisos del sur de la ~rovincia de Buenos Aires, borde las corrientes de los ros Neuqun, Limay y Negro y lleg a Baha Blanca en Abril de 1833. Rosas volva conqustador del desierto y Buenos Aires le discerni los honores del triunfo. L,a autoridad omnipotente, de que no tard en ser investido, le hizo dueo absoluto del ps por veinte aos. La tempestad de las pampas se desat sobre ciudades y pueblos y una ola de dominacin y de terror invadi el territorio entero. Al bordear el Ro Wegro, Rosas se haba asomado a las inmensas extensiones que corran hacia el sur, y de las regiones australes le haba llegado quizs el hlito de cosas nuevas e insondables. Ms tarde, en la plenitud del poder, ese viento !e traera la noticia de que otro pueblo haba penetrado el misterio y abierto un surco de futuros progresos. Sin tomar en consideracibn la importancia que para Chile y para la navegacin universal significaba la posesin del Estrecho de Magallanes, el dictador Rosas reclam de aquel acto y protest de l conio agraviante al derecho que invoc sobre aquellas desconocidas regiones. Era acaso una prolongacin de aquella pampa que haba cabalgado con sus gauchos vencedores.
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Por otra parte, la poltica exterior de Rosas le haba llevado a la guerra con Bolivia, le haca intervenir en el Estado Oriental del Uruguay, le llevaba al rompimiento con Francia y con Inglaterra, y armaba en su contra al Paraguay y al Brasil. De todos modos, la semilla .del disentimiento qued arrojada, y desde aquellas heladas y desamparadas comarcas hubo de trasladarse el poblema al bifete de los Ministros y a los archivos de letiados e historiadores. El espritu de concordia y de buena amistad que entr a presidir las relaciones entre Chile y las Provincias Unidas del Plata, despus de la cada de Rosas, permiti ajustar el Tratado de 1856 que, entre otros elementos de apaciguamiento y buena inteljgencia que contiene, sent el uti possidetis como principio regulador para la determinacin de los derechos entre los pases limtrofes. Los soberanos de Espaa que haban conquistado un mundo y realizado una obra pdtics y de administracin insuperable, seguiran domipando en el espritu de estos pueblos independeintes para dirimir con el t e k o de sus Reales Cdulas sus porciones hereditarias. El espritu de aquellos monarcas segua imponindose sobre el ms admirable imperio cotonial de que jams pueblo algiino haya podido enorgullecerse, segn la exacta expresin de un brillante escritor. (1) Lo que haba posedo cada colonia al separarse de. Espaa, pasaba a formar el territorio de la nueva nacionalidad. Pero a la vez, en regiones en que no aparecan lmites arcfinios, y en que actos permanentes de ocupacin haban incorporado algunas localidades al patrimonio de los primeros ocqpantes, esa posesin de hecho imprima derecho y se impona al concepto de negociadores y de jueces. Los actos de civilizacin constituan as un -ttulo
(1) JULES MANCINI. Bolivar et l'emancipation des colonies esfiagnoles. Pars, 1912, pg. 11.
tan legtimo como las disposiciones pertinentes de las viejas provisiones y en ocasiones las precisaban o definan. En el viejo litigio entre Chile y la Argentina, la justicia arbitral di a estos actos permanentes de ocupacin la fuerza que ellos merecan. Pero -estos casos singulares no importaron desviacin de los principios internacionales, de las normas cientficas y geogrficas, y de los antecedentes histricos que informaron siempre el alto criterio del rbitro britnico. El arreglo definitivo de la vieja cuestin ha trado a estos pueblos, antes en disidencia, un sentimiento de recproca cooperacin que les ha permitido adelantar en esta parte de !a Amrica los procedimientos ms adecuados de la conciliacin internacional, de que dieron una primera muestra con el ajuste del, ratad do de limitacin de armamentos de 28 de Mayo de 1902. Estas normas de poltica internacional en que se ha inspirado siempre la Cancillera de Chile, nos permiti adherir con satisfaccin a la Liga de las Naciones en Octubre de 1919. Con verdad, y desempeando en ese ao el Ministerio de Relaciones Exteriores, nos cupo la honra de afirmar esas ideas, y pudimos expresar que esos sentimientos de paz y de confraternidad americana y este constante propsito de Chile de buscar la soliicin pacfica de todas las controversias internacioneles, qued especial y solemnemente consagrado en el Tratado de 25 de Mayo de 1915, ajustado por Chile con las Repblicas de Brasil y Argentina, como manifestacin de la-poltica de concordia internacional proclamada por los tres pases y que constituy la unin consagrada bajo el nombre de A. B. C. La actitud poltica de estas naciones seal de una manera positiva la orientacin de la doctrina internacional americana.
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ANEXO N.O 1
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defiende la puerta de su comercio, que no ~ u e d e ' d e j a rcn d e una nacin extraa. Si el estrecho d e Magallanes es navegado, se debe exclusivainente a 10s esfuerzos y sacrificios d e Chile, que, sin perdonar gastos ni trabajos, ha mantenido una colonia durante treinta y tres aos, ha cubierto esos peligrosos canales d e faros, seales y balizas que sirven de gua a los navegantes, y ha protegido con mano generosa la compaa de vapores que los navegan. Estas razones fueron debidamente atendidas por el seor Ministro argentino, que reconoca la efectividad incuestionable de aquellos hechos. Por su parte, este seor Ministro me dijo que sostena la bondad de los titulos alegados por la Repblica Argentina: y que, aunque deseaba dar una solucin amistosa a las cuestiones pendientes entre ambos pases, no poda pasar d e ciertos limites que l crea justos y equitativos y que, a su sentir, eran los nicos que aceptaran el Congreso y la opinin pblica de este pas. Como esta resolucin era firme e irrevocable, como este seor Rlinistro me expusiera que no poda en ningn caso aceptar que el dominio de Chile se extendiera a ningn punto de las costas del Atlntico, me fu forzoso or sus proposiciones, ampliando en la discusin cuanto me fu posible 1,os lmites de la lnea divisoria que me propona. La discusibn en este punto fu sumamente prolija, y al fin, la Inea propuesta Uegb a establecerse en la forma siguiente. Debo advertir a US. que copio textualmente las bases redactadas .en nuestra conferencia, y que son con cortas diferencias de palabras, las que comuniqu a US. en mi telegrama de 5 del presente. <Punto de divisin sobre el Estrecho, Monte Dinero, a 520 19' lat. La Inea partira de ese punto siguiendo las mayores elevaciones de la cadena d e colinas que se extiende hacia el oeste, hasta la altura denominada Monte Aymond a 52010'. De este punto se trazara una 1,inea que, coincidjendo con el crculo 52010' llegase hasta 1,a cordillera de los Andes. Esta lnea sera la divisin entre la Repblica Argentina, que quedara al norte, y la Repblica de Chile al sur. ,Tierra del Fuego.-Del punto denominado cabo del Espritu Santo, y en la lat. 52O40' se trazara una lnea hacia el sur que coincidiese con el meridiano occidental de Greenwich 6S034', cuya lnea se prolongara hasta el canal Beagle. La Tierra del Fuego dividida de esta manera, sera argentina en su parte oriental, y chilena en la parte occidental. >Islas.-Pertenecen a la Repblica Argentina la isla de los Estados, los islotes prximamente inmediatos a sta, y las demhs islas que haya sobre el Atlntico al oriente de Tierra del Fuego y costas orientales de la Patagonia: y pertenecern a Chile todas las otras islas al sur del canal de Beagle hasta el cabo de Hornos, y las que se hallan al occidente de 1,a Tierra del Fuego,,
El seor Ministro Irigoyen me agreg que el gobierno argendos puntos inmediatos al estrecho y sitino, al reclamar para tuados, puede decirse as, en la boca del canal, no pretenda en manera a!guna embarazar directa o indirectamente su .libre navegacin. Lejos d e eso, se manifestaba dispuesto, no slo a dar las ms amplias garantas al comercio, sino a mantener un faro en aquella costa, en el punto que fuera ms til a los navegantes. Quisiera tambin este gobierno que, si se acepta esta proposicin y si se hace un tratado definitivo, se fijase en l un principio general que sirviese para la demarcacin de lmites en toda la prolongacin de la cordillera de 10s Andes. Este principio, que poda fundarse en los puntos culminantes de esas cadenas de montaas, o en la lnea divisoria de las aguas, servira para resolver las dudas qiie se han suscitado o pudieran suscitarse en algunos valles a cuyo dominio pueden pretender derecho ambos pases. Tanto el seor Ministro Irigoyen al hacer estas proposiciones como yo al discutirlas, convinimos de antemano en que por ambas partes deberan considerarse coino estrictamente privadas. Aunque ambos tomamos nota de las bases que dejo cdpiadas, no debamos consignarlas en un protocolo de nuestras conferencias sino en e1 caso que el gobierno de Chile las aprobase como fundamento d,e un tratado. Como US. lo comprender fcilmente, yo no 'deba ligarme con ningiin compromiso formal que me impidiera gestionar en un sentido diferente en caso que mi gbbierno no hallase aceptable las bases propuestas. El seor Irigoyen, por su parte, aunque lea!mente dispuesto a llevar a cabo la celebracin de un tratado con arreglo a esa proposici611, no quera que se iniciara negociacin alguna ni que se extendiera un simple protocolo de nuestras conferencias antes de saberse que el gobierno de Chile estaba inclinado a tratar sobre esas bases. Su mente era que su proposicin se considerase como no hecha en el caso que no fuese aceptada. En este punto expres su deseo con toda claridad y con toda franqueza: y por eso creo un deber de lealtad el consignar aqu esta condicin previa de nuestras conferencias. No necesito decir a US. que estas bases no satisfacan mis aspiraciones. Mis deseos y las instrucciones de mi gobierno exigan algo ms que eso: pero haba un gran nmero de consideraciones que me obligaban a tomarlas en cuenta y a comunicarlas a US. para que en vista d e ellas, resol~ieselo que debera hacerse. Estoy persuadido de que la opinin de este pas y de su Congreso no aceptar un tratado qiie diese a Chile mayor extensin d e territorio en aquellas regiones. El conocimiento que he adquirido de los hombres de este pas, d e las discusiones de siis cmaras y del tono violento de su prensa, me hacen creer exacta la opinin de que este gobierno no conseguira hacer aprobar por el Congreso un tratado que diera a Chjle ms d e lo que e seor Ministro Irigoyen ha propuesto; !
y aun puedo asegurar a US. due, para a1,canzar L aprobacjbn de a la lipea divisoria propuesta, el gobierno argentino tendrft que 50stener una larga y enojosa discusin en el Congreso, a fin de hacer aceptar ideas ms tranquilas y corici!iatorias que las que tantas veces se ha11 ernitjdo all al tratarse las cuestiones d e Chile. Creo por esto que, si bien cs posible obtener la n~oclificacinen alguno de sus etalles de ! lnea divisoria propuesta, no debemos esperar a u n eils~ncheinayor de territorio por medio d e un tratado. Por otra parte, las bases forrriuladas en estas conferencias son mucho menos desventajosas de lo que parece a pritilera vista, comq paso rt demostrarlo: Primero -La proposicin ms ventajosa que hasta ahora se haya hecho a Ct;ile por parte de la Repblica Argentina se encuentra formulada en la nota que el seor Ministro de esta Repblica en Santiago pas a ese Ministerio'en 1 o de Octubre d e 1872. Segri esa proposiciri, la Inea divisoria deba partir de 1 , cordillera de los Andes y pasar por 1,a baha Peket, un poco al . 3 xioroeste de Ia colonia. de Punta Arenas: Ntese adems que con esta proposicin, que privaba a Chile de cerca d e . 1 mitad del estrecho y que dejaba sin resolver la cuestin del dominio de la costa opuesta y de los arrhipi,lagos vecinos, el gobierno argentino crea hacer una concesin a~nistosa ara Doner trmino a las dificultades y con~plicaciones que podan hacer desaparecer la fraternal armona que debe reinar entre pueblos hermanos. Esa proposicibn fu justamente desechada por el gobierno chileno en nota del Ministerio de Ke!acjones Exteriores d e 29 de Octubre d e 1572: pero quedaba hasta ahora colno la expresin de todo lo que quera concedernos el gobierno argentino. Hace pocos meses se ha impreso aqu un mapa litograiado d e este pas que en cierto ii~odo tiene un carcte oficial, porque fu4 mandado hacer por la comisin encargada dc preparar los prvductos argentinos para la exposicin de Fiiadelfia. Ese napa contiene la liriea divisoria propuesta en 1872, aunque i i i el gobierno ni la prensa la consideransen otra cosa que una concesibn generosa ofrecida a Chile para porier t6rniino a toda discusiri. Con esta nota envo a U,S. un ejemplar de este mapa. E n l hallar,?. trazada por una serie d e puntos gruesos la lnea divisoria propuesta en 1872. En 6 tambin h e trazado aproximativamente con tinta 1 colorada la lnea que aliora se propone, para que US. pueda ver de una'sola inirada la diferencia que existe entre ambas proposiciones. Creo no equivocarme niucho avaluando en ms d e trecientas leguas cuadradas la diferencia que hay entre una y otra, de territorio purarnente continental, y sin contar las islas. En esa extensin podran dilatarse las futuras colonias que nuestro gobierno fundara sobre el estrecho, pudiendo disponer de las expresadas trecientas leguar Segundo.-Al or Ia proposicin del seor Ministro Irigoyeri, insist inucho en que la Inea comprendiera en el territorio chileno el es-
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trecho de Magallanes en toda su extensin: y en efecto, he conseguido este resultado en la realid-ad, sino en la apariencia. El Monte Dinero, punto de partida de la proyectada lnea divisoria, est situado a ocho mjllac de1 cabo Vrgenes: y en ese lugar, como es fkcil verlo en la carta, el estrecho es bastante ancho, o mas propiamente, no comienza todava. La divisin propuesta de la Tierra del Fuego desde el cabo del Espritu Santo, en el, mjsn~o meridiano que Monte Dinero, no cierra tampoco ni por su posicibn ni por sus condiciones topogrficas, la boca del Estrecho. Debe tomarse adems en cuenta que el gobierno argentino esta dispuesto a declarar en el tratado que quiere dar todas las faciIidades imaginab l e ~ la libre navegacin del estrecho y a colocar un faro sea en el a cabo Vrgenes, sea en la punta Miera (Dungeness). Tercero.-La aceptacibn de esta proposicin pondra un trmino inmediato y eficaz a una cuestin diplomtica que se est debatiendo desde treinta aos atrs, que ha producido perturbaci6n en Ias relaciones paises hermanos, que comienza a crear odios proamistosas d e . 4 0 ~ fundos sobre todo en este pas, en donde cada da se hacen a Chile en el Congreso y en la prensa las ms duras e nfundadas acusaciones, y que en un porvenir no lejano podra traer dificultades mayores todavfa, una suspensihn de relaciones y quiz una guerra desastrosa para ambos pases bajo el aspecto material, y ms desastrosa aun, bajo el punto de vista moral, desacreditarnos ante los otros pueblos hermanos y ante las nacioiies europeas, 2 todos los cuales hemos dado hasta ahora el espectculo de la paz y de la buena armona desde los primeros das de nuestra independencia. Comprendo perfectamente que dada esta situadn, y vista la resolucj6n que me ha expresado este gobierno de no poder tratar sino sobre la base propuesta, US. y el gobierno de Chile han de creer que es llegado el momento de pensar en buscar una solucibn a esta cuesti6n por medio del arbitraje. Esto es tambin lo que he indicado al seor Ministro Irigoyen, y el mismo ha convenido de que seria IIegado el, caso cte pensar en esa solucibn. Sin embargo, no debe ocultarse a la penetracjn de mi gobierno que la cotistituciii del arbitraie ofrece dificultades mucho mayores de lo que puede parecer a primera vista. Tendrfamos que estipular primero la fijacin precisa de los lmites d e los territorios disciitjdos que deben someterse a la resolucibn del rbtrio. Seria necesario igualmente estab!ecer por un pacto una demarcacin provisoria de lmites que rigiese mientras e! Arbitro pronuncia su fallo, para evitar as la repetici6n de accidentes aue puedan ofender los derechos de ambos paises y hacer ms diS,ciles las relaciones amistosas y cordiales. El terminar estas dos convenciones en el momento actual, cuando en el Congreso y en la prensa de este pas se pone tanto calor para discutir todo lo que se relaciona con Chile, es una obra que seguraA TRAVBS 22
mente no podramos llevar a cabo sin hacer concesiones que nuestro gobierno no querra aceptar y que yo no me atrevera a aconsejar. Estas observaciones revelarn a US. las dificultades del estado de Buestras relaciones con la Repblica Argentina. Si bien es cierto que en este pas hay pocas personas que quieran que se llegue a un rompimiento de relaciones diplomticas, y casi ninguna que desee un rompimiento armado, sobre todo en estos momentos de crisis econmica y de dificultades interiores, es evidente, que tanto en el Congreso como en la prensa no se levanta una sola voz amiga de Chjle, y s610 se oyen inculpaciones llenas de pasin y aun de injusticia. Espero que US. apreciar debidamente estas observaciones, y que las har valer en los consejos de gobierno al tratarse este negocio, y al indicarme la lnea de conducta que debo seguir en la marcha de esta negociacin.-Dios guarde a US.-(Firmado) Diego Barros Arana.-Al seor don Jos Alfonso, Ministro de Relaciones Exteriores.
ANEXO N . o ~
Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina, don Bernardo de Irigoyen, al Presidente Avellaneda
En Abril 15 tuve el honor de elevar a V.E. un informe de mis diversas conferencias con el seor Ministro d e Chile so,bre las cuestiones pendientes entre estas Repblicas. Despus de aquella discusin, no encontr motivo que me alentase a una nueva tentativa de conciliacin. Sin embargo, el 20 de Abril V.E. se sirvi manifestarme que de, una conversacin con el seor Ministro de C,hile deduca que si ambos iniciramos una nueva conferencia, llegaramos quiz a un acuerdo. Y dispuesto por mi parte a cualquier esfuerzo decoroso que aproxime la solucin recm y digna a que V. E. se inclina, esper al seor Ministro de Chile, quien se sirvi visitarme en los ltimos dias de Abril. No fu, difcil entrar en el asunto pendiente: ambos stuvimos siempre animados del noble empeo de restablecer ntegramente la cordialidad tradicional de nuestros respectivos pases. El desagradable incidente de la barca Amelie fu, como en las conferencias anteriores, el primer punto debatido, y pude escuchar alglinas explicaciones del seor Ministro de Chile que me pare-
cieron aceptables para el caso de llegar a un resu!tado definitivo en las cuestiones pendientes. Lo manifest as a S. E. el seor Barros, y dejamos convenido que si llegamos a un acuerdo en la cuestin principal, consignaramos en un protocolo las explicaciones que S. E. acaba de darme sobre el incidente aludido. Si aislados no eran plenamente satisfactorios, podan admitirse, a mi juicio, al lado de una resolucin general. Manifest al seor Ministro de Chile que, a mi juicio, debamos empezar por establecer certas declaraciones que interesaban a la seguridad y a la buena inteligencia de ambos paises, y propuse consignar la delimitacin de ambas repblicas en toda la 10,ngitud que estaba fuera de coiitroversias y de pretensiones encontradas. El seor Ministro expuso que esta declaracin, deba consignarse en un protocolo separado del convenio de arbitraje que meditbamos y me pidiq lo formulase. Tomando entonces el Trata40 Internacional del seor Bello y manifestando al seor Barros que prefera este libro por el justo aprecio en que su pas tena !as opiniones de aquel publicista, transcrib sus palabras respecto de Estados divididos por cordilleras y redact el siguiente artculo: <La Repblica de Chile est dividida de la Repblica Argentina por la Cordillera de los Andes, corriendo la lnea divisoria por sobre los puntos ms encuinbrados de ella, pasando po; entre los manantiales de las vertientes que se desprenden a un lado v al otro. - - El seor Barros examin la redaccibn y la acept, quedando pendiente la colocacin que le dariamos en el arreglo general. Invit a S. E. a una declaracin que Chile y esta Repblica deben sostener como principio de su derecho piiblico. Es conveniente, dije, consignar que en las repblicas americanas no hay territorios res nullius; que todos los que pertenecieron al Gobierno de Espaa corresponden a ellas. El seor Barros concqrd con esta opinin y propuse a S. E. un artculo que, despus de v a r i ~ sobservaciones, lu admitido en la forma siguiente: <El rbitro deber tener presente para pronunciar su fallo la siguiente regla de dervho pblico americano que los Gobiernos contratantes aceptan y sos~enen:Las repblicas americanas han sucedido al Rey de Espaa en los derechos de posecin y de dominio que l tena sobre toda la Amrica Espaola. No hay en stos territorios que puedan reputarse res nullius. Pasando a ocuparnos del arbitraje, pregunt el seor Barros Arana qu carcter debera darse al rbitro, y contest que debera ser el de rbitro juris. Recorrimos !as diversas notas en que antes se haba tratado este punto. El seor, Barros hizo varias observaciones y despus de haberlas discutido, concordamos en la siguiente proposicin que consulta los antecedentes invocados por mi parte y las objeciones presentadas por el seor Barros.
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<Para resolver la cuestin propuesta en el Art. . . . ambos Gobiernos confieren el carcter de rbitro juris al . . . . . . . . . . . . . . .El rbitro fallar en este carcter y con sujecin: ~ 1 . 0 los actos y documentos emanados del Gobierno de EsA paa, de sus autoridades y agentes en Amrica, y a los documentos procedentes de los Gobiernos de Chile y de la Repblica Argentina. .2.0 Si todos estos documentos fueren bastante claros para resolver por ellos las cuestiones pendientes, el rbitro podr resolverlo, aplicando tambin los principios del Derecho Internacional., Entrando a estudiar la base princi.pa1 del compromiso o los tErminos en que debera someterse la cuestin principal, S. E. el seor Barros, propuso la siguiente: Cules eran los territorios que en 1810 pertenecan o correspondan al Virreynato de Buenos Aires y a la Capitana General de Chile? O, si se quiere, Cul era la lnea que separaba en 1810 los territorios sometidos a la jurisdiccin de esas dos provipcias de la Monarqufa Espaola? Aceptando por mi parte esta proposicin en su esencia, hice algunas observaciones tendientes a aclararlas, y present la siguiente a que el seor Barros no hizo objecin por lo que entend que le prestaba su aceptacin; <Estando pendiente reclamacianes deducidas por la Repblica Argentina y reclamacin deducida por la Repblica de Chile sobre el Estrecho de Magallanes y ciertos territorios en la parte austral de este Continente y estando estipulado en el Art. 39 del Tratado de 1856 que en caso d e no arribar los Gobiernos al completo arreglo de ellos, se sometern al arbitraje de una nacin amiga, el Gobierno de la Repblica Argentina y de la Repblica de Chile, declaran que no habiendo podido arribar a un acuerdo en la dilatada discusin que han sostenido desde 1847, ha llegado m el caso previsto c la ltima parte del artculo citado. wEn consecuencia, el GoBierno de la Repblica Argentina y el de la Repblica de Chile someten al fallo del Arbitro que ms adelante se designar*, la siguiente cuestin: gCul era el uti possidefis de 1810 en los territoros que se disputan?, es decir, los territorios disputados dependan en 1810 del Virreynato de Buenos Aires o de la Capitana General de Chile?, El seor Barros pregunt si haba pensado en el Arbitro; respond que no conoca la opinin de V. E. pero que este punto no ofrecera dificultad, agregando que si pudiera atenderse mi opinin, preferira un tribunal compuesto de los RR. de tres Gobiernos amigos de Chile y la Repblica Argentina, anlogo al de Ginebra. El seor Barros mencion algunos soberanos entre los que podra ser elegido el Arbitro, y por mi parte agregu a los nombres presentados por S. E. el de S. M. el Rey de Blgica, quedando conformes en que se designara uno de los mencionados. Pasamos a discutir ]ra forma en que se establecera el mante-
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nimiento d,el slatu puo. Este punto ha sido siempre difcil en las negociaciones. Ambos Gobiernos han reconocido que d e acuerdo con el Trafad.? d e 1856 y con 10s compromisos que contrajeron en 1872, al Iniciarse la discusin de lmites en Santiago, el statu quo de aquella fecha ha debido mantenerse inviolablemente. Han surgido despus de 1872, dije al seor Barros, una serie d e cargas recprocos. El Gobierno de Chile se ha quejado de violaciones por parte de este Gobierno. 'El Gobierno Argentino, a su turno, se ha quejado por violaciones por parte del Gobierno de Chile. Si estamos, pues, conformes en que'el statu QUO de 1872, ha debido mantenerse; si recprocamente nos reprochamqs su viplacin; si tenemos el anhelo de eliminar recriminaciones y choques, consignemos francamente que vamos a mantenerlos como ambos Gobiernos lo acordaron y prometieron en aqueUa fecha. El seor Barros me pidi redactase mi pensamiento, y lo hice en trminos prudentes y decorasos, que no sospech encontrasen oposicin en Chile; son los siguientes: <Mientras el Arbitro nombrado resuelve la cuestin que le est sometida, ambos Gobiernos, consecuentes con lo prarnetido al iniciarse en Santiago la discusin en 1872, se obligan a mantener estrictamente en los territorios comprendidos entre Punta Arenas y el Ro Santa Cruz, el statu quo existente en aquella poca., El seor Barros despus d e varias observaciones admiti esta base con la reserva d e referirla a la aprobacin de su Gobierno. Lleg el momento de establecer o definir el statu quo para lo sucesivo: muy detenida fu la didcusin de este punto. El seor Barros persista en tomar para la divisi& d e la jurisdiccin provisional el ro Gall,egos . Por mi parte, crea deber tomar como punto de divisi,n la colonia de Punta Arenas, capservando la Reptblica Argentina la jurisdiccin al Oriente, y Chile al Occidente. Despus de observaciones recprocas que fuera muy largo recordar, propuse la siguiente transaccin ; <Se comprometen por iiltimo a vigi!ar ese territorio, s,us costas e slas adyacentes impidiendo, mientras no hagan otra estipulacin, la explotacin de ellas o de partes de ellas, por empresas o pos individuos, quedando a cargo del Gobierno Argentino 1 parte comprendida entre el Estrecho de Magallanes y el ra Santa Cruz, y a cargo del Gobierno de Chile, el Estrecho, can sus canales e interiores e islas adyacentes., El seor Barros la admiti, para someterla como en el caso anterior al juicio de su Gobierno. Establecidos los puntos principales convinimos en redactar ms tarde los detalles y propuse la siguiente declaracin que el seor Barros acept. <Ambos Gobiernos se obligan igualmente a defender con todos
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sus recursos 10s territorios sujetos al stalu puo contra toda ocupacin extranjera, celebrando los acuerdos que fueren necesarios para el d e esta estipulacin. Concludas las conferendias, el seor Ministro d e Chile manifest que dara cuenta a su Gobierno del resultado de ellas y me comunicara sin retardo su resolucin. Estos arreglos que revest?" las probabilidades del xito, llegaron a translucirse en esta ciudad y en Chile dando lugar a manifestaciones simpticas o adversas como acontece generalmente en estas cuestiones que apasionan el pblico y mueven la susceptibilidad nacional. El 12 del corriente, S. E. el seor Barros se sirvib ,visitarme y me manifest que la resolucin adoptada por la Cmara1 l e Diputados de la Nacin para hacer conocer la oposicin de una parte de sus miembros en la cuestin d e Chile, haba impresionado la opinin en aquella Repblica, que ese acto se interpretaba como la ausencia d e disposiciones conciliatorias y que sera muy inconveniente exponer a un rechazo la negociacjbn que conducamos: pues ello agravara las complicaciones existentes entre ambos pases, por lo que se inclinaba a creer discreto aplazar por algiin tiempo la negociacin. Contest estos recelos exponiendo el verdadero significado de la resolucin de algunos seores Diputados que no tenan car,cter oficial, y agregu otras consideracipnes de que he dado conocimiento a V. E. El seor Ministro d e Chile se retirb, abandonando segn cre, 'as incertifiumbres de que al principio d e nuestra conversacin se mostr preocupado. El 22 ha tenido nuevamente la bondad de visitarme, y me ha dado a entender que su Gobierno no lo autoriza a suscribir las proposiciones de que he dado cuenta a V. E. Me ha comunicado que se ausentar tempo-mente a Ro Janejro para presentar sus credenciales al Gobierno Imperi,al y que desde Ro Janeiro me transmitir lo que interese a la negociacin. Ignoro si me har conocer con ms precisin la resolycin del Gobierno de Chile en esta prolongada cuestin. Tal es el resultado de la tercera negociacin con el seor Ministro de Chile. He procurado condensarla en este informe y cmpleme reconocer, como en el anterior, el espritu recto y amistoso que ha acreditado S. E. el seor Barros en estos ltimos esfuerzos de conciliacibn.
ANEXO N 3 . O Nota del Ministro de Chile, seior Barros Arana, relativa a la Memoria especial del seTior Irigoyen
Buenos Aires, Junio 26 de 1877.
He tenido el honor de recibir la nota de V. E. fecha de ayer, con que se sirve adjuntarme una I\/Iemoria en' que V. E. da cuenta al Excmo. seor Presidente de esta Repblica de los ltjmos inci' dgntes de la negociacin que tenamos entre manos. Anhelando V. E. ser correcto en esa exposicin me. pide que tome conocimiento de ella para rectificar cualquier error o para completar cualquiera referencia que se hubiese olvidado. Este procedimiento que V. E. haba empleado antes de ahora, prueba una vez ms la lealtad con que V. E. ha procedido en toda esta negociacin yfl@ue ahora y antes me ha sido grato reconocer. Siguiendo esta prctjca tan ventajosa para la negociacin en asuntos de esta naturaleza, yo tambin me permit dar a V. E. lectura de la Memoria en que daba cuenta a mi Gobierno de la marcha de estos negocios hasta fines de Abril ltimo; y celebro conocer la co~ i Que V. E. me ha enviado recientemente Dara refrescar mis rea Cuerdos y para recordar a la vez a V. E. cierios accidentes de que me importa dejar constancia. Cuando reanudamos nuestras conferencias, a fines d,e Abril y a principios de Mayo ltimo, tuve el hcmor de poner'en manos d,e V. E. un pliego de apuntaciones en que haba anotadp las bases que a mi entend,er, y segn las instrucciones de mi Gobierno deban servir Dara formular la. Convencin de Arbitraje.' Segn mi propsito y segn esas apuntaciones en el protocolo de nuestras conferencias debamos dejar constancia de stos tres hechos; 1.O Las explicacions dadas por m sobre el apresamiento de la Jeanne Amelie y consideradas por V. E. sino capaces de dar por terminada la discusin de este incidente, eran suficientes para hacer por el momento abstraccin de l y para entrar a discutir el asunto principal. 2 . O La declaracin recproca de que ambos Gobiernos consideran que la lnea divisoria de Chile con la Reptblica Argentina en toda la porcin del territorio sobre la cual no se ha sucitado discusin alguna es el divorlia agzrarum de la Cordillera de los Andes. 3." Que ambas Repiiblicas creen que, como sucesores de to,dos los derechos del 'Rey de Espaa sobre estos pa~es os territorios disputados son precisamente de Chile o de la Rep-
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blica Argentina, los cuales no reconocen las pretensiones que a ellos hacer valer ningn otro pueblo. Tanto V. E. como de acuerdo en estas tres declaraciones, pero no queyo, damos conf?~me,ni siq~iieradiscutimos muy prolijamente, ni en forma definitiva, si ellas deban entrar en el protocolo o en el texto de la Convencin. Recuerdo s claramente que para el segundo de esos puntos, V. E. me consult si no convendra reproducir las palabras usadas por don Andrs Bello en su tratado de Derecho Internacional al hablar d e los lmites de los pases que estn separados en todo o en parte por cadenas de montaias y que yo contest que no podla negarme a aceptar una autoridad tan respetable, y tan respetada en Chile. Yo indiqu adems que convena dejar constancia en el protocolo de que Chile quera que por un arreglo posteri,or se conviniese en que las dificultades que pudieran suscitarse Dor la existencia de ciertos valles de la cordillera en aue no es periectamente clara la lnea divisoria de las aguas, se resolvera amistosamente la cuestin por medio de peritos. Pero en todo esto, convinimos slo en la idea principal, sin llegar a darle una redaccin definitiva. Sobre los puntos que deba tratar precisamente la Convencin de Arbitraje, nos limitamok igualmente a examinar las ideas capitales sealando V. E. la redaccin provisoria que haba hecho, y yo ppr mi parte las que haba indicado en las bases o apuntaciones que haba tenido el honor de someterle. No nos fu dificil compren+r que estbamos d e acuerdp sobre muchos p.untos pri?cipales y aun en las circunstancias subalternas del pacto. Asi, por ejemplo, al tratarse de la materia del Arbitraje, que era el segundo d,e la primera base de mis apuntaciones, convinimos sin gran dificultad en que ste deba recaer sobre todos los territorios disputados dando a la cuestin una forma general e interragativa que sin d,esignar tales o cuales lugares, pudiese hacerse la aplicacin fiel d,el Art. 39 del Tratado de 1856. A pesar de nuestro acuerclo, no llegamos a dejar arreglada la redaccin, lo que no deba ofrecer graves inconvenientes desde que estamos ms o menos conformes en la idea capital. Al tfatar este punto indicamos la posibilidad de que por mutuo convenio cada parte separase del 'Arbitraje una porcin del territorio jsputado para no hacerlo entrar en el juicio, limitando as este a un campo ms estrecho: pero no insistimos largo tiempo en este punto, principalmente por la dificultad que hallamos para fijar las compensacimes recprocas. Estoy persuadid9 sin embargo, que adoptando este camino con voluntad conciliadora y con resolucin, sera fcil que nos entendiramos y que quiz llegsemos a un resultado ms prctico e inmediato que el arbitraje. Sobre el carcter del rbitro yo insist mucho en que d,ebfan
ampliarse sus facultades. En este sentido expres a V. E. que el hecho slo de la larga discusin de ttulos histricos y geogrficos tenida entre Chile y la Repblica Argentina revela claramente que no haba disposiciones bastante expresas y terminantes sobre el particular, y que, llegado el rbitro a limitarse a juzgar segn los ttulag escritos, podr muy bien d,eclarar que ellos no bastaban para resolver la cuestin, en cuyo caso quedaba sta en peor condicin que en su estado presente. Es cierto que V. E. me cit en esta idscusin una nota de fecha de 26 de Mayo de 1874 en que el seor Ministro d,e Relaciones Exteriores de Chi!e habra aceptado que el Juez fuese estrictamente rbityo juris, pero yo, por mi parte, insist en mi argumentacin anterior, recordando que en ese mismo documento se propona bien claramente la ampliacifin de las facultades d>el rbitro, al 'sealar los antecedentes y fundamentos que deba to,mar en cuenta para dar su fallo. Despus de alguna discusin sobre este punto V. E. tuvo la deferenci,a d aceptar mi indicacin, sin que, segn entiendo, jmportase, sin embargo, que aprobaba las razones dadas por m. En respeto a la lealtad con que recprocamente hemos procedido en esta negociacin, debo declarar que la redaccin que a este respecto contiene la memoria sobre la cual se ha servido consultarme V. E., no habra sido para m bastante satisfactoria, puesto que limita todava en cierto modo las atribuciones del Arbitro, que yo hubiese querido que fuesen ms amplias. Por lo que toca a la designacin de las leyes y documentos que debieran presentarse al Arbitro, as como de los fundamentos que pudieran alegarse por uno y otro lado, la mente de mi Gobierno es que se deje a cada parte la ms amplia libertad de defensa y que cada uno exhiba todas las piezas que viere convenirle sin ms limitacin que la'de permitirse a la otra parte que pued,a impugnar el valor de las que no fueren o no parecieren autnticas y la falta de fidelidad con que podran ser reproducidas. La idea propuesta por V. E. no mereci, sin embargo, mi desaprobacin desde que podra ampliarse al darle su redaccin definitiva. Acerca de la corta discusin que tuvimos sobre quien sera el rb>ro designado por las partes para juzgar este asunto, la exposicin d,e V. E. es perfectamente fiel. y ni siquiera tengo una pala- . bra ms que agregar a lo que V. E. dice all. V. E. me indic que aquel pod,a ser un tribunal compuesto de los representantes de tres Gobiernos amigos de Chile y de la Repbli~a Argentina, anlogo al de Ginebra. Yo mencion algunos soberanos entre los que poda ser elegido el Arbitro, y V. E. mencion a S. M. el Rey de los Belgas, contra cuya designacin yo no tena ningn reparo que hacer, y que lejos de eso me pareca un juez merecedor de toda la confianza del Gobierno y del pueblo de Chile. Pero no teniend,~
V. E. instrucciones a este respecto del seor Presidente de esta Repblica, y teniendo yo que consultar el punto a mi Gobierno, quedamos conformes en que se designara uno de los' mencionados. La fijacin del rgimen pro.visorio en los territorios daisputadps mientras el rbitro da su fallo, fu el punto que suscit mayores dificu!tades. Por mi parte, present a V. E. una base que, segn mi opinin, revelaba d,e sobra el d,eseo que como representante d,e Chile me animaba de apartar los obstculos y dificultades que la negociacin poda hallar en su camino, interpretando as ms que la letra, el espritu conciliador y amistoso de mis instrucciones. V., E. no crey conveniente aprobarla, proponindome, a la vez, otra que en un principio rechaz, y que, modicafida en su forma y despus de or las explicaciones de V. E. acerca de ellas, acept slo para consultarla a mi Gobierno por el te!grafo, como efectivamente lo hice, por no creerla conforme con mis instrucciones. Ni ap en esta forma provisoria habra podido aceptarla, si hubiese crejdo en ese momento que V. E. no poda inclinarse entonces o ms tarde a modificarla en otro sentido. Me pareci, tal vez sin fundamento, que el empeo que V. E. pona en sostener esa base, revelaba una resolucin ms o menos invariable. V. E. recuerda que aun apreciado el peso de las razones dadas por V. E. en la discusin y que son las mismas que contiene la memoria de V. E., yo no pude dejar de expresarle la poca confianza que deba tenerse de que mi Gobierno, la aceptase. Esta base, compuesta de tres incisos, fu la que recibi una redaccin ms,regularizada, que es la misma que transcribe V. E. en la Memoria de que se ha servido darme conocimiento, y la que yo transmit inmediatamente a mi Gobierno. Al hacerlo le comiiniqu tambin con toda la fide!idad que me permitan mis recuerdos, las razones que V. E. me haba dado en favor de esa base. Tan luego como el Gobierno de Chile tuvo conocimiento de ella, me dirigi por el telgrafo diversas observaciones, sobre las cuales yo d por la misma va las explicaci,ones del caso. Despus de tomar conoci,miento de todo esto, mi Gobierno me encarg que suspendiese la marcha de la negociacin hasta que pudiese 'recibir ciertas instrucciones que me diriga por el correo. Mi ,Gobierno ha meditado las explicaciones dadas por V. E., y estima en todo su valor los conceptos conciliadores y amistosos que ellas contienen; pero no cree que debo aceptar la base propuesta. All se habla de restablecer un statu quo que se dice existente en 1872, y se fija cierta situacin que se supone ser la misma que exista en esa poca. Si en realidad se ha516 mucho en 1872 'de la fiiacin de un slalu auo. la verdad es'que nunca se fij con precisibn y por convenio mutuo el rgimen provisorio que deba recibir ese nombre. Muy lejos de eso, cada Gobierno sigui6 entendiendo y aplicando de una manera
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diferente, por no decir contraria, aquel estado de cosas. Si las comunicaciones que se cambiaron entonces para el establecimiento de un pacto dd esta naturaleza pudkrasi considerarse como el pacto mismo, estoy en el deber de recordar a V. E. que mi Gobierno lo comprendi siempre en un sentido enteramente diverso del que parece desprenderse del artculo propuesto por V. E. para la proyectada Convencin de Arbitraje. Y si en 1872 no hubo realmente un pacto de statu g ~ l ocmo se obligan ambos gobiernos a mantener una situacin que no ha existido,, y cuya sola proposicin, por el hecho de no haberse deslindado jams co~ivenientemente,di6 lugar a todo gnero de complicac@nes y de dificultades? Tal es la pregunta que mi Gobierno se ha hecho al leer el artcujo propuesto por V. E. Es verdad que en este artculo V. E. propone ciertos lmites ~rovisoriosque, segn se deja comprender, serfan !os del llamado siatu quo de 1872: pero ellos no son en manera alguna los que entonces reconoci como tales el Gobierno de Chile. Este cree que la sancin d e esa base podra si,gniicar que de algn modo reconoca ese hecho, o que importaba la condenacin o retractacin de algunos de sus actos o de sus declaraciones. Por su parte no podra hacer esa retractacin, nj firmar iin pacto que de un modo u otro signi.ficase la condenacin inmerecida de su conducta. Por otra parte, mi Gobierno cree que ademSs de estas consideraciones de dignidad nacional, y aun suprimiendo en esa'base toda referencia a un statu guo que nunca fu convenienteinerlte establecido, y que a su j.uicio importara un reproche, a su conducta, que 61 no cree merecer, ella se presta a observaciones de otro orden. Considera que la distribuci6.n provisoria de la jurisdiccibn de ambos pases en los territorios disputados no es en manera alguna equitativa. Estas han sido las razones que mi Gobierno ha tenido para no aprobar la base propuesta por V. E. El seor Ministro de Relaciones Exteriores de Clile me deca hace poco a este respecto en una nota oficial. Ias palabras siguientes: Sensible es para este Gobierno que una negociacibn ya tan avanzada y que se ,presentaba bajo el aspecto de' proporcionarnos una coIuci6n despus de 'tantas dilataciones y tropiezos, se estrelle en el ltimo momento contra un obstculo qtte para nosotros es jnsuperablei Pero no nos es posible hacer otra cosa que desechar una base que se presta a las graves objeciones que sumariamente he enunciado., Es exacto, seor hlinistro, cuanta V. E. apunta en la Memoria de que se ha servido darme conociinierito, respecto a la conferencia en que le manifest la impresibn que haban producido en Chile ciertas ocurrencias que tuvieron lugar en la CSmara de Diputados de esta Reptblica. En una conversacibn que tuvimos en la primera
mitad de Junio le expres tambin que temfa que ciertos discursos hostil& a Chile, producidos aqu en una reunin pblica, hpre+onaran penosamente a la opjnin de mi. pas, que ve con dolor cualquiera intemperancia que pueda poner obstculos a las negociaciones amistosas y a la antigua y constante fraternidad de ambos pas=. V. E. no pudo disimularse que esas impresiones no carecan de todo fundamento como V. E. lo dice en su Memoria, las seguridades tranquilizadoras que V. E. me di6 de que la resolucin d e algunos seores diputados no tena carcter oficial, as como las otras consideraciones que adujo V. E., desvanecieron en cierto modo mis temores. V. E. ver por esta extensa nota que nuestros recuerdos sobre los incidentes de la negociacin no discrepan ni en el fondo ni en los detalles. Al hacer estas apuntaciones, no he querido sino completar la exposicin de V. E. en ciertos pormenoi-es que a mi juicio conviene no olvidar. A pesar del tropiezo hallado en la marcha de las negociaciones, mi Gobierno est convencido de que en poco tiempo ms se ha de encontrar a nuestras dificultades la nica solucin lgica y conveniente que pueden tener, esto es, la celebracin d e un pacto que afiance y confirme nuestra tradicional amistad. As, el disponer que por el momento se aplace la discusibn obedece a un orden d e ideas que de ninguna manera significa que haya desesperado de encontrar esa solucin. V. E. sabe que el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotencipio de Chile en este pas, tiene tambin la representacibn de su Gobierno en o Brasil y en la Repblica Oriental de Uruguay. 1 Mi.s credenciales para ante estos Gobiernos tienen la fecha de Mayo de 1876, de manera que ocupado aqu,por estos negocios, he dejado pasar ms de un ao sin presentarlas en Ro de Janeiro. El deber imprescindible de cumplir cuanto antes este deber de coftesa internacional con un pas con quien Chile cultiva las ms amistosas relaciones, me obliga a emprender este viaje de que haba hablado a V. E. dndole estas mismas explicaciones. Aprovecho tambin esta ocasin para comunicar a V. E. que hace algunos das tuve el honor de recibir la nota que V. E. se ha servido dirigirme con fecha de 30 de Mayo ltimo. Antes de contestarla y de acuerdo en esto con V. E., he querido transcribirla a mi Gobierno para contestarla ponindome de acuerdo con l hasta en sus ms menudos detalles. La faci!idad de las comunicaciones entre las capitales de las dos Repplicas, permite emplear este medio en los asuntos que no exigen una resolucin inmediata. Creo que desde Ro de Janeiro tendr el honor de dirigir a V. E. mi respuesta.
TRAVES
DE UNA CORRESPONDENCIA
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Me es grato saludar a V. E., con la expresin de mi consideracin ms distinguida. Diego Barros Arana. Al seor Ministro de, Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina.
A N E X O N.O 4
Antes de partir para Ro de Janeiro pensaba dirigir a Us. una exposicin de todas las ocurrencias que han tenido lugar en la marcha de nuestras negociaciones con el Gobierno de la Repblica Argentina desde principios de Mayo del ao corriente. Iba a ocuparme en este trabajo cuando recib, ,con fecha 25 del corriente, una nota del seor Ministro de Relaciones Exteriores de esta Repblica con que se sirve adjuntarme una hlemoria reservada en que da cuenta a S. E. el Presidente de la marcha que ha tenido esta negociacin. Anhelando ser correcto en esa exposicin, el seor Ministro me pide que tome conocimiento de ella para rectificar cualquier error que se haya escapado o para compIetarlos con cualquiera referencia que se hubiera olvidado. La Memoria del seor Ministro es fiel y &acta en el fondo y en sus pormenores. Sin embargo, el deseo de completarla con algunos detalles y con algunas observaciones hechas por m en la discusin, me ha estimulado a dirigirle, con fecha de 26 del corriente, una extensa nota, en que con este motivo he bosquejado la historia de estas negociaciones desde fines de Abril del ao corriente. Esta resea, que envo en copia a V. S., me exime de referir otra vez los mismos hechos, desde que a V. S. no poda transmitir una circunstancia y casi podra decir una palabra que no estn consignadas all. -Mi exposicin revelar a V. S. que no ha estado en mis manos el adelantar mCIs en este negocio ni en llevarlo a una terminacin satisfactoria. Si he transmitido a V. S. una proposicin de este Gobierno que no ha merecilo la aprobacin del Gobierno de Chile, y si en apoyo de ella comuniqu6 fielmente a-V. S. las razones que
este seor Ministro me d, fu slo porque no pude hacer aceptar otra base ms conciliable con nuestras aspiraciones. A continuacin acompao a V. S. copias de las bases propuestas por m para el establecimiento del rgimen provisorio en los territorios disputados mientras el Arbitro da su fallo, y la que encsulugar propuso este seor Ministro cuanflo declar que no poda aceptar mi proposicin. Debo advertir a V. S. que la redaccin de esta ltima es la que se le di6 despus de una larga y prolija discusin. Dios guarde a V. S. (1)
habr uno o dos artculos que por un motivo' o por otro han d e embarazar la negociacin, como Ia han embarazado hasta ahora. Por mi parte puedo aiegurar a Ud. que despus de ver Iracasar el proyecto de convencin que propuse en Mayo ltimo al Gobierno argentino estoy perfectamente desencantado' de la eficacia de ese arbitraje. Creo, por esto, que la solucin directa de la cuestin por medio d e un tratado definitivo de lmites, no slo sera ms prctica y eficaz, sino que presentara menos dificultades. Es verdad que las exigencias exageradas d e los exaltados de una y otra parte, parecen oponerse a esta solucin, y en realidad la dificultan ahora como la han dificultado antes. Pero yo creo como cree Ud. y como Ud. lo dice al seor Dom.nguez, que entre los que en Chile. sostienen que el lmite austral d la Repblica Argentipa es el ro Negro, invocando para ello el testimonio de los gegrafos europeos y americanos, y los que en este tltimo pas no quieren siquiera que Chile sea dueo de todo el Estrecho y de las islas inmediatas, hay un trmino medio que puede reconocerse y sancionarse en una hora de serenidad y de buena inteligencia. Esta es la solucin que he buscado con todo mi anhelo y que h,e tenido el pesar de ver que por la diferencia de unas pocas millas del suelo ms pobre y ms ingrato de la tierra, no hemos podido entendernos. Ud. sabe aue el Gobierno d e Chile haba credo aue la designacin del ro Santa Cruz, o si se quiere del rio all legos como lmite de ambos pases, al paso que reduca sus aspiraciones a la posesin del Estrecho que ha poblado hace cerca de cuarenta aos y que ha entregado a la libre navegacin de todos los pueblos mediant.e sacrificios enormes y bajo los principios ms liberales, no suscitara dificultades de ninguna clase en la Repblica Argentina. No ha sucedido as, sin embargo, pero el Gobierno chileno persiste en creer que esas bases de arreglo, que nadie puede tachar de excesivas,,son lo ms que puede ofrecer en obsequiosde la fraternidad y d e las buenas relaciones deambos pueblos; y que no aceptndose su propuesta, vale ms dejar las cosas como estn hasta que el tiempo calme la excitacin de los exaltados y pueda hacerse or la voz tranquila d e la razn. Me ha tocado la suerte d e intervenir en este negocio en un mal momento. Cuando sal de Chile, creia que era pwible devolver la tranauilidad a esta discusin v arribar a un resultado prctico y satisfactorio para los dos pases. Me pareca que era llegado el tiempo de poner trmino a la era de las notas y de las contestaciones Que no han hecho ms aue fortificar a cada uno en la conviccin de la bondad de su derecio y exaltar el nimo de !os que han tomado parte en este debate. Por desgracia y por la ocurrencia de circunstancias extraas a toda previsin he sufrido un amargo desengao. Otro habr. que en ocasin ms propicia sea ms feliz en estas negociaciones. Convencido de la ineficacia de todos mis
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esfuerzos para llegar a una solucin satis~actoria para ambos pases, estoy resuelto a volver a Chile en pocos meses mSs; y as lo escribo a mi Gobierno. Entre Ro de Janeiro, donde quedar hasta la vue!ta del Emperador, y el Ro de la Plata, pasar los pocos meses que quedan de este ao; y me embarcar en Enero prximo para entrar a la vida ordinaria. Alguna vez he pensado en hacer un nuevo viaje a Europa, aprovechando !a circunstancia de tener andado medio camino, pero el deseo de volver a mi casa y a mis ocupaciones habituales prevalecer seguramente en mi determinacipn. Por los diarios de Buenos Aires me he impuesto de la sensible desgracia que Ud. ha experimentado ltimamente. La prdida de su niita, aunque prevista de tanto tiempo atrs, ha debido producir en el nimo de Ud. y de la seora la ms dolorosa impresin. Reciban ella y Ud. no las palabras de consuelo que yo no sabra darles en este momento, sino la expresin sincera de la parte que tomo en sus pesares, como del anhelo con que les deseo todas las felicidades. Jams podr olvidar las amistosas atenciones que he recibido de Ud. y de su familia, y que tanto contribuyeron a hacerme agradable mi, residencia en esa capital. . Srvase dar mis ms afectuosos recuerdos al seor don Mariano Acosta v a los dems amigos de Ud. que conserven de m el recuerdo carioso que yo tengo de ellos. Ud,. reciba con un fuerte apretn de manos, la expresibn de mi ms decidida e i,nvariable amistad con que me suscribo su Affmo. y S. S (Firmado).-Diego Barros Arana. (1)
Tengo el honor de enviar a US. el Tratado que establece el arbitraje para resolver la cuestin de lmites pendientes entre Chile y la Repblica Argentina. Despus de repetidas y prolongadas
(1) N? tenemos un antecedente cierto para establecer el nombre de la persona a quien fu dirigida esta interesante carta; pero se percibe de su contexto que es alguna de las altas personalidades con quien hubo de entenderse en la negociacibn. Es el mismo Presidente Avellaneda? Es Irigoyen? La reserva guardada no permitiria afirmar nada cierto; pero del contexto de l a carta de 16 de Agosto de 1877 (pg. 145) parece deducirse que fu Avellaneda.
conferencias con el seor hIinistro de Relaciones Exteriores de esta Repblica Dr. don Q f i n o de Elizalde llegamos a convenir en bases que me parecieron aceptables' y creyndome suficientemente auto: rizado por los telegramas que US. me ha dirigido despus de mi vuelta del Brasil, no tuve embarazo para firmar ese Tratado. US. que est al corriente de todos los incidentes de la discusiri que se viene sosteniendo desde 1847, ha podido observar que el transcurso del ti.empo, lejos de traer la tranquilidad a los nimos, no haba hecho m& que inflamai.los, aumentar la intransigencia y alejarnos cada dfa ms de un arreg!o amistoso. US. sabe que este estado de tirantez, agravado por el largo debate y por incidentes que haban venido a envenenarlo, estuvo en ms de una ocasin's punto de crear un rompimiento de relaciones, y que el rumor de iina guerra ms o menos inmediata, ha producido a veces una alarma muy natural en ambos pases. En mis comunicaciones no he cesado de manifestar a US. que esos temores eran quimricos por el presente, porque la situacin interior de esta Repblica no es en manera alguna favorable para tales empresas, en que, por otra parte, no habran entrado jams los hombres que hoy la gobiernan, a menos de una agresin ejecutada por nuestra parte. Pero, apesar de mi confianza a este resppcto, no era difcil. prever cada da complicaciones desagradables en el presente por accidentes que era casi imposible impedir y peligros much,o ms serios en el porvenir. En una situacin semejante, estaba en nuestro inters el buscar medios de resolver tranquilamente esta situacin; y los esfuerzos de nuestro Gobierno se han dirigido a obtener este resultado. Las instrucciones que me di US. a mi partida de Ch,iIe, y las ampliaciones de ellas que me ha comunicado ms tarde, no dejaban lugar a duda a este respecto. La opinin del pas expresada por el rgano de algunos de sus representantes en el Congreso, me revelaba que Chile quera que cuanto antes se arribase a una conclusin amistosa y tranquilizadora y me estimulaba a buscar un arreglo tan satisfactorio como fuese posible. Pero US. no se puede ocultar que este arreglo ofreca las mayores dificultades. No bastaba qiie este Gobierno lo desease con l a misma sinceridad que nosotros. Era necesario que se sujetase a !as exigencias de la opinin piblica del pas, y a las declaraciones expresas del Congreso argentino, algunas de las cuales contrariaban en cierto moclo nuestros deseos. Para tratar tenamos, pueS, que evitar estas dificultades, sin hacer tampoco concesiones que mancillasen nuestro decoro. Esta ha sido la tarea que he desempeado con todo el celo que he podido emplear. Si el fruto de mi trabajo no corresponde a los deseos de nuestra patria y a la confianza con que me honr su Gobierno, ha sido simplemente porque en las circunstancias actuales los negociadores de una y otra parte tenan que someterse a las ccn?secuencias de una situa, TRAV~S A
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cin que ellos no Iiahan creado y que no podan desarmar. Ya he informado a US. acerca del resultado de mis'trabajos para llegar a una transaccin amistosa que resolviese la cuestin pronto y eficazmente, sin necesidad de recurrir al arbitraje. US. sabe que a pesar d e todos nuestros esfuerzos, slo consegu que se me hicieran las proposiciones, que comuniqu a US. en Julio de 1876, y que ese Gobi,erno no se crey en el caso de aceptar. Al reabrirse las negociaciones en Diciembre de 1877, a mi vuelta d,el Brasil, pude ver que este Gobierno,' no slo no estaba inclinado a Iiacer una proposicin ms favorable, sino q u e muy dificilmente habra confirmado la que hizo condicionalmente hace dieciocho meses. As, pues, era forzosamente necesario continuar la negociacin para constituir el arbitraje, que fu suspendida en &layo d e 1877. La mayor parte d e las bases propuestas en esa poca por una y otra parte no ofreca la menor dificultad; pero haba una que ese Gobierno no pudo aceptar. Esa base era la concerniente a! rgimen provisorio que debe subsistir en los territorios disputados mientras el rbitro da su fa!lo. US. recuerda que con este motivo se me propuso la siguiente frmula; Mientras el rbitro nombrado resuelve la cuestin que le est sometida, ambos Gobiernos, consecuentes con lo prometido al iniciarse en Santiago la discusin d e 1872, se obligan a mantener estrictamente en los territorios comprendidos entre Punta Arenas y el Ro Santa Cruz, el stntu quo existente en esa fecha, a cargo del Gobierno argentino la parte comprendida entre el Estrecho de Magallanes y el ro Santa Cruz, y a cargo del Gobierno de Chi!e el Estrecho con sus canales interiores e islas adyacentes. El Gobierno de Chile crey que no deba aceptar esta base. Divis que en el establecimiento de este statu guo, dndolo como existente en 1872, haba una condenacin artificiosa pero terminante de todas las declaraciones y actos del Gobierno y de sus agentes, fuera del Estrecho de Magallanes, lo que importaba a la vez la responsabilidad reconocida por nosotros mismos por las consecuencias de esos actos. El Gobierno argentino se neg entonces a modificar esa base, y las negociaciones quedaron suspendidas. Al reabrirse las negoriacipnes, en Diciembre ltimo, el seor Ministro de -Relaciones Exteriores de esta Repblica, me propuso a este respecto un artculo por el cual se sometera al rbitro la previa decisin d e la cuestin en que estn desacordes ambos Gobiernos, es decir, si hay o n un staiu quo i,mp!cito en e! tratado de 1856, que espresamente fu designado y determinado en 1872, establecindose mientras tanto un statu quo provisorio hasta'que el rbitro decida, el que podr continuar hasta la decisin de las cuestiones principa!es en caso que el fallo sea negativo. Este arbitrio ofreca a mi juicio !os mayores inconvenientes. . Aunque tengo la conviccin d e que no habra juez en el mundo que en el
estudio~de!Tratado d e 1856 y d e los dociirilentos de 1872, pudiese fijar la lnea de demarcacin exacta del llamado statu q ~ l o este de ltirno ao, de que se hab! niucho en verdad entonces sin llegar a un resu!tado preciso, bamos a llevar ante e? rbitro una cuestin muy enojosa y sumamente intrincada, sin resultado alguno prctico desde que al fin haba de subsistir el siatu quo provisorio, cualquiera que El fuese. Combat esa proposicin y despus de largos debates logr que fuese reemplazada por el Art. 10 del Tratado, el cual si bien limita nuestra jurisdiccin provisoria al Estrecho, sus canales e islas, contiene una declaracin que puede creerse condenatoria de nuestra conducta, como la proposicin que se me hizo en hIayo anterior. Aun este artculo lleva un inciso final por el cual se dec!ara que <este arreglo provisorio no da derecho alguno a ninguna de las dos partes, las cuales no podrn invocarlo ante el rbitro como ttulo de posesin.. Antes de pasar adelante, debo manifestar a US. que habra sido imposible alcanzar en esta negoci,acin otros lmites para la jurisdiccin provisoria y que este Gobierno despus de las declaraciones terminantes del Congreso Argentino, no liabrfa podido, sin la seguridad d e ver rechazado el Tratado en las Cmaras, concedernos jurisdiccin de llinguna clase, interina o definitiva, en punto alguno del Atlntico. Insistir en este piinto. habra sido procurar un nuevo y ms ruidoso fracaso de las negociaciones. Las bases concernientes a la manera como deben hacer las partes la defensa de sus derechos respectivos, ha sido modificada en el Tratado, sobre las bases propuestas por mi en Mayo anterior. Al inclinarme por la nueva frmula he tenido en vista el evitar los grandes gastos en una Legacin a l t e el rbitro, que puede durar algunos aos. Las memorias que han de presentrsele, deben ser preparadas en Santiago y cambiadas con las que haga escribir el Gobierno argentino, obligndose ambos Gobiernos a suministrarse los antecedentes que cada parte indique. De esta manera hay la garanta de que nuestra defensa, preparada a la vista del Gobierno, y pudiendo ser consultada con las personas ms competentes de nuestro pas, ser mejor que escrita por un hombre so!o que reside lejos de Chile, en un lugar en que tal vez le falten los materiales de que necesita. Chile adems no est obligado a hacerse representar por un plenipotenciario y en caso de hacerlo, no se necesita enviarlo sino cuando se pongan eii manos del rbitro todos !os documentos en los cuales debe fundar su fallo. El incidente de la barca Jeanne Arnelie que se ha presentado siempre como el obstculo ms molesto y desagradable para la marcha de las negociaciones, 1x1 sido relegado a un pro toco!^ especial, por el cual se estipula que sea sometido a! rbitro que ha de juzgar la cuestin ~ r i n c i ~ aHasta hoy y a consecuencia del gran recargo l. de ocupaciones, no ha quedado definitivamente resuelta la forma
de este p r o t o c ~ l ~Creo que en pocos das ms podr enviarlo a . US. por el correo de tierra. Cuando reanudamos estas negociaciones, propuse al seor Ministro de Relaciones Exteriores de esta Repblica que limitramos el arbitraje a una zona ms reducida d e territorip, por medio de compensaciones recprocas de las partes que cada pas exclua de todo juicio. Aunque por la va telegrfica Iie tenido a US. a1 corriente d e esta proposicin y de la respuesta del seor Ministro, debo informarle ahora del .resultado d e esta gestin. El seor Ministro contest que aceptaba la idea, y aun me propuso las lneas o puntos que deban fijar la limitacin, pero me agreg que slo despus de celebrado el pacto principal sobre constitucin del arbitraje, convena estipular este otro en un instrumentq aparte, que, sin embargo, debera ser presentado al Congreso de cada pas junto o con aqul. Despus d e discutir mucho esta cuesti6r1, convinimos en hacerlo as por los motivos que paso a exponer. La limitacin de tal o cual forma podra ser rechazada por el Congreso de cualquiera de los dos pases; y estando estipulado en el Tratado que establece y reglamenta el arbitraje, rechazada la limitacin, quedara rechazada la constitucin del arbitraj,e, lo que al fin sera la anulacin de tantos y tan penosos trabajos. Este Gobierno cree, sin embargo, que la limitacin en la forma que he comunipado a US,, ser aprobada por el Congreso argentino sin grandes dificultades. Este Tratado que, en Chile ser sin duda alguna objeto de muchos ataques, dentro y fuera del Congreso, ser combatido aqu con grande ardor por algunos espritus exaltados que en las Cmaras y en la prensa acusarn al Gobierno de debilidad y no s si se diga hasta de traicin por haber tratado con Chile sobre otras bases que no fueran el desisti,miento co~npletod e nuestras justas pretensiones. Las opiniones d e stos es que siendo tan claros e incontestables, como ellos creen, los derechos argentinos a los territorips disputados, la opinifin del mundo entero habra de pronunciarse prontamente contra nosotros condenndonos corno detentadores de iin territorio extrao, y habramos de volver sobre nuestros pasos llenos de oprobio. No pudiendo desconocer la obligacin contrada en 1856 d e someter esta cuestin a arbitraje, reprochan, sin embargo, al Gobierno el que lo haya aceptado sobre todos los territorios acerca de los cuales se han suscitado reclamaciones por una y otra parte, cuando el fallo arbitral no debe recaer, a juicio d ellos, ms que sobre s la colonia de Punta Arenas est o ri en territorio argentino. l\4e consta de la manera ms fehaciente que algunos de esos seores han pretendido hacer triunfar esos principios tan poco conciliadores en los Consejos de Gobierno representando a1 Presidente y a sus RiIinistros la resistencia que ellos crearan al Gobierno si se apartase de esa lnea de conducta. S tambin que despus de firmada la convencin,
han promovido reuniones de los hombres de sus ideas para impugnar el Tratado por la prensa, en el Congreso y por cualquier otro medio que tienda a excitar la opinin contra lo pactado. Algunos van hasta impugnar la persona del rbitro, diciendo que dos Repblicas no han debido buscar a iin rey para que resuelva una cuestin internacional entre ellos. Sin embargo,. el Tratado permanece hasta ahora perfectamente reservado, y este Gobierno piensa dej a r ! ~as hasta la apertura del Congreso el 1.0 de i\/Iayo entrante. Las noticias que acerca de l da la prensa son vagas y generalmente poco exactas. Comunico a US. este h e c h porque creo que sera de muy ma! efecto en este pas el ver publicado ese Tratado en nuestros diarios cuando aqu se guarda tan esmerada reserva. . . . . Sobre si este Tratado ser o li aprobado en este pas, no me es posible dar un juicio seguro y perfectamente afirmativo. Creo s que habiendo procedido el Gobierno de acuerdo con los hombres ms importantes e influyentes en los grandes crculos polticos, la opinin seria del pas, que no quiere rupturas ni conflictos, triunfar en el Congreso, donde el Tratado ser aprobado por una mayora ~onsi~derable.Pero no tengo igual confianza en el resultado que puedan tener los trabajcs de los exaltados para agitar la opinin y provocar resistencias populares al Gobierno. De todas maneras nuestro inters est en esperar tranquilos que se desarrollen estos sucesos. As habremos probado una vez ms nuestros deseos de llegar a un arreglo amistoso. Antes de terminar esta larga nota, debo decir algunas palabras para desarmar una objecin vulgar que puede hacerse en Chile contra el Tratado. El Art. 1 . O dice que Chile est dividido de la Repiblica Argentina por las cumbres culminantes de la cordillera de los Andes. Algunas personas van a decir que esta declaracin importa reconocer que nosotros no tenemos derecho alguno a los terrritorios que estn al oriente de las cordilleras Pero la Patagonia no es la Repblica Argentina. Segn lo que hemos sostenido en esta larga discusin, y en esto estamos de acuerdo con los gegrafos europeos y americanos, esta ltima Repblica llega slo hasta el ro Negro. Ms al sur comienza el territorio disputado de la Patagonia, que Chile cree 'suyo y. que la Repblica Argentina dice que le pertenece por ms que esta pretensin no haya sido apoyada por los gegrafos. Un ejemplo de geografa politica de Europa hace nis clara esta explicacin. No hay libro ni documento que no diga que la Fr.ancia est separada de la Espaa por los Pirineos, y el hecho es efectivo hasta el vrtice del golfo de Gascua, en que termina la Francia. Los Pirineos se prolongan todava a corta distancia de la costa de ese golfo hasta el ociano Alntico; y sus .faldas y valles septentrionales pertenecen a la Espaa exclusivamente, porque esas provincias no son ya de la Francia, ms all del lugar indicado; como la Patagonia no es
la Repblica Argentina pasado el ro Negro, que es su lmite austral reconocido. -4parte de esto, seor Ministro, basta leer el segundo artculo del Tratado para saber que el arbitraje debe recaer sobre todos los territorios acerca de los cuales se han suscitado reclamaciones, y sobre cuya posesin estn disconformes las dos repblicas. Creo haber expuesto sumariamente los fundamentos de este pacto, ya que lo cqmplicado de la cuestin y la especialidad de las circunstancias en que se ha tratado, hacen indispensables estas explicaciones.-Dios guarde a US.- (Firmado). Diego Barros Arana.
ANEXO N.O8
clamado siempre la Patagonia sin limitacin. La materia de! arbitraje debe comprender pues, la Patagonia, Estrecho d e Magallanes Y Tierra del Fuego. Aprobado el pacto, podrn ambas partes, por un convenio suplementario, excluir del arbitraje ciertos territorios', procediendo equitati,va y fraternalmente. Este es el pensamiento invariable del Gobierno de Chile. Dios guarde a US. J. Alfonso.
A N E X O N.o 9 Nota de Barros Arana sobre la situacin producid con motivo del tratado de 18 de Enero de 1878
Legacin de Chile en las Repblicas del Plata.-N.O 11.Reservado.-Buenos Aires, Febrero 4 de 1 8 7 8 . - - S ~ % o ~ ~ I N I S T R O : ~ Con mi nota N.O 8 d e 21 ci,e Enero ltimo, tuve el honor de enviar a US. el Tratado celebrado el 18 de! mismo, para constituir el arbitraje que debe dirimir la cuestin de limites entre Chile y la Repblica Argentina. Tanto en esa ilota, como en los telegramas que anteriormente haba dirigido a US. repeta a ese Gobierno las seguridades que se me daban 'aqu de que ese pacto sera aprobado en el Congreso Argentino. Sin embargo, eB la nota a que me refiero expresaba a US. las dificultades que aqu haban d e suscitarse para su aprobacin. En efecto, esas dificultades se han manifestado aqu quizs ms pronto de lo que era de esperarse. Algunos individuos caracterizados del Congreso, sin conocer a punto fijo cules son las bases del pacto, han representado . los miembros del Goa bierno opiniones desfavorables a l, que hacen creer que las Cmaras fe negarn su aprobacin. En las coiiferericias que he tenido con los miembros ms importantes de! Gobierno, he podido imponerme de estas resistencias, acerca de las cuales debo informar a US. Por el texto del Tratado, US. habr podido imponerse que el arbitraje deba recaer sobre todos las territorios acerca de 10s cua!es se haban suscitado reclan~aciones .por una y otra parte. El arbitraje debia, pues, recaer sobre el Estrecho de AIagallanes, la Tierra del Fuego y la Patagoriia. Por ms que se hubiera buscado esa forma general y coniprensiva, sin designar los lugares con sus nombres geogrficos, este Gobierno toca ahora con la resistencia que esta base ha d e hallar en el Congreso. Se le dice que ste no aprobar jams pacto a!guno en que se ponga en duda el derecho incuestionable (as se le llama) que esta Repiblica tiene en la Patagonia oriental, y que, por tanto, rechazar terminantemente el que ehse
territorio sea sometido a arbitraje. El Gobierno ha comprendido el peso d e esas resistencias Por este motivo, me indic que para obtener la aprobacin del pacto, era conveniente que por un protocolo declarase yo que las reclamaciones reales y efectivas de Chile no haban ido hasta los territorios que se extienden al norte de Santa Cruz,, y que, por lo tanto, en las gestiones ante el Arbitro, por nuestra parte no se hara valer derecho ms all de ese ro. A esta proposici~lcontest que no me era dado hacer esa declaracin'a menos que, como se haba indicado en nuestras conferencias anteriores, se celebrase por ese protocolo un convenio recproco de limitacin de los terri.torios sometidos al arbitraje, esto es, sin que cada parte exc!uyera del juicio arbitral una porcin proporcional y equitativa del territorio disputado. La declaracin que se me peda,' aad, importara la renuncia de Chile a gestionar sobre una gran porcin de territorio que ha disputado; y en cambio, 110 se fijara limitacin alguna a las reclamaciones hechas por esta Repbli,ca sobre territorios que Chile ha ocupado como suyos. A pesar d e que mi, resolucin a este respecto fu claramente expresada en las conferencias que tuve sobre el particular, cre que no poda negarme a consultar la opinin de ese Gobierno, que en definitiva haba de resolver la dificultad, y que aqu se deseaba conocer. Este fu el origen del te!egrama que h,ice a US. el 24 de Enero, y que US. me contest dndome la misma opinin que yo haba sostenido. En las conferencias que despus, he tenido, se me ha dicho que, segn se presentan las cosas, el Tratado no ser aprobado por el Congreso Argentino, o que lo ser mediante una declaracin por la cual se estatuya que la Repblica Argentina no somete a arbitraje la Patagonia hasta tal O cual punto. Indudablemente eso equivaldra a tanto como rechazar redondamente el Tratado. As lo he expiiesto yo. El Gobierno y el Congreso de Chile, he dicho con este motivo, han tenido y tendrn siempre resistencia para someter a arbitraje el Estrecho d e ,I'lagallanes, y, sin embargo en obsequio de la paz y de las buenas relaciones el primero se presta a todo, esperando que haya reciprocidad por parte de esta R,epblica. Pero si el Congreso Argentino sustrae del arbitraje la Patagonia, el Congreso Chileno sustraer por su parte, y con mayores ttulos, el Estrecho d e Magallanes y las islas adyacentes; y el Arbitro, llevndose adelante el convenio bajo esta nueva forma, no tendr territorio sobre el cual pueda recaer su fallo. Esta situacin revela que es indispensable buscar a estas dificultades una solucin ms prctica por medio de una transaccin directa. La resistencia que la Repblica Argentina opone para someter a arbitraje la Patagonia, y la que Chile tiene para someter el Estrecho, prueba que hay puntos de donde no pueden pasar las pretensiones d e cadsa pas si,n temor de provocar los ms graves conflictos. As como esta
Repblica resiste tenazmente a que Chile ocupe una sola pulgada en las costas del Atlntico, haciendo menos caso de los territorios disputados que se someteran al arbitraje, as tambin Chile resiste tenazmente a que aquella ocupe punto alguno del Estrecho, al paso que no da mayor importancia a otros territorios, a los cuales se cree con buenos ttulos. Este estado de cosas debe revelarnos que sin necesidad de recurrir al arbitraje, y slo movido por un impulso en favor de la armona entre ambos pueblos, podemos llegar a una solucin definitiva y eficaz, por medio de un pacto que asegure a Chile la posesi6n tranquila del Estrecho, y a la Repblica Argentina 'la de la Patagonia. Tratando sobre esta base, no hara ms que cumplir las instrucciones de mi Gobierno, que antes que todo prefiere una solucih directa y definitiva. En las conferencias, lqe insistido particularmente en demostrar las ventajas que resultaran para ainbor; pueblos de uila solucin de esta naturaieza. A pesar de esta, este Gobierno no me ha dado aun una contestacin definitiva, o me ha indicado bases que no puedo aceptar, porque no dejan a Chile en posesin de todo el Estrecho y de sus tierras inmediatamente adyacentes. En mis comunicaciones anteriores he dicho a US. que como consecueilcia del pacto, deba firmar un protocolo por el cual se sometiese a arbitraje el caso de la Jean~ze Amelie. Aunque el seor Ministro de Relaciones Exteriores me present un proyecto de protocolo, y aunque yo lo modifique hasta quedar de acuerdo en su redaccin, aun no ha sido firmado, lo que se explica por la poca confianza que el Gobierno tiene en el xito de este Tratado. Lo mismo debo' decir a US. respecto del protocolo en que deba fijarse la limitacin de los territorios sometidos a arbitraje, de que haba. hablado en mi nota anterior. Por el momento, el Gobierno Argentino cree que el Tratado de 18 de Enero no tendr la sancin del Congreso, y no tiene mucho inters en forinu1a.r pactos subsidiarios que se derlven de l, y que por esta causa, podran ser rechazados. Conociendo los embarazos de esta situacin, creo que ella no tiene atro desenlace que una transaccin que resolviese definitivamente la cuestin de lmites o en defecto de sta, un nuevo tratado que estableciese el arbitraje, limitando proporcional' y equitativamente el territorio sometido a la decisin del Arbitro. En este sentido se diri+gen mis esfuerzos, cuidando de mantener a US. al corriente de todo por medio d~ mis comunicaciones telegrficas. Dios guarde a US.-(Firmado). Diego Barros Arana.
A N E X O N.O 1 0 Telegrama
VnZpara480, Febrero 7 de 1878. El Gobierno se ha impuesto del texto del Tratado ajustado por US. y debo decir a US., en su nombre, que la impresin que le ha producido es desfavorable. Ya que se crey que, en una cuestin de lmites sobre los territorios australes del continente. deba comenzarse por establecer que la lnea divisoria entre las dos Repblicas era la formada por las cumbres ms altas de los Andes, en la divisin de las aguas, era tambin forzoso dejar sentado que esta divisin terminaba en donde principian los territorios de la controversia. De otro modo se corre el peligro de que el arbitraje quede reducido a aeterminar cul es esa lnea hasta ei extremo sur de la de Amrica, lo que importara la prdida con~pleta la cuestin para Chile. Lo contrario no se desprende de la letra del Tratado. En este punto importante no debe11 dejarse subsistentes dudas ni ambigedades. Es preciso, por lo tanto, completar el Tratado con una declaracin en el sentido que acabo de expresar. Del mismo modo debe indicarse en el Art. 2 . O cul es la materia de la controversia. dicindose explcitamente que comprende el Estrecho, la Tierra del Fuego y la Patagonig, y no limitarse a indicar el Estrecho y los territorios d?sputados. Con esta aclaracin se guardaran conformidades con la larga discusin habida, y se comprender tambin mejor el alcance y significado del Art. 1.O Sera muy conveniente que el arbitraje quedara constitiido tan pronto como se canjease en las ratificaciones del Tratado, sin esperar la presentacin de las 3lemorias y contra Memorias. y sin perjuicio de observarse el procedimiento sealado en el mismo acto. Es sensible aue en el statu quo provisorio no se haya ajustado US. 3 las instrucciones de este Gobierno, que era de opinin, como lo comunic a US , de que se ado~tase uno de estos dos arbitrios: o no se decia nada sobre stalu p o : o se dejaba su designacin al ' ~ r b i t r o . Se ha convenido una estipulacin diversa. Los tres primeros puntos no pueden ofrecer duda ni dificultad. US. no ~ u e d e Iiaber tratado sino baio la inteligencia de que la ~ a t a ~ o nest comprendida en el aibitraje, y ii de que la cadena de los Andes no constituye una lnea divisoria sino fueraede los territorios de la disputa. La forma del arbitraie es una cuestin de procedin~ientoen que debe ser muy fcil ente?derse. Es posib!e ~xodificarel arreglo provisorio? Puede convenirse en una de las bases inclicadas? He aqu el punto de miis difcil
solucin, y en que US. no pudo separarse de sus ltimas instrucciones sin el consentimiento expreso de este Gobierno. Antes de adoptar una determinacin, y manteniendo entre tanto, reservado el Tratado, esperamos conocer la opinin de US. despus de cambiar idras sobre este particular con ese Gobierno. Dios guarde a US. (Firmado).- J. Alfonso. A N E X O NO .
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Diputados sobre la situacin d.e las negociaciones pendientes con Chile. Este fu el objeto de varias sesiones secretas en que el seor Dr. don Bernardo d e Irigoyen, RSinistro de Relaciones Exteriores en esa poca, explic con lealtad y en un sentido tranquilo y conciliador la situacin de las negociaciones que haban estado a su'cargo. Algunos de los diputados, por ,e!. contrario, hicieron en aquellas sesiones ostentacin de su hostilidad hacia nuestro pas, contra el cual se pronunciaron las acusaciones ms duras e infundadas. Triiinfaron, sin embargo, las ideas de moderacin; la conducta del seor Ministro de Relaciones Exteriores fu aprobada por la Cmara, ante la cual haba explicado los fundamentos d e su poltica de templanza y de oposicin a tod,a medida que pudiese tender a un rompimiento. Las negociaciones pendientes con la Repblica Argentina quedaron as' suspendidas. Nada autorizaba a creer que aquella si.tuacin haba de modificarse antes de mucho. RIuy lejos de eso, US. con pleno conocimiento de todas estas ocurrencias, pudo terminar con las palabras siguientes las pginas que a ella dest7n6 en su ltima Memoria del hlinisterio de Relaciones Exteriores. Los svcesos ociirridos en nuestras negociaciones con la Repblica Argentina y a que he consagrado la sucinta exposicin que precede, no nos autoriza para lisonjearnos con la esperanza de un arreglo ms o menos prximo. La situacin actual habr de prolongarse desgraciadamente, etc. Persuadido de esto mismo, convencido d%e por el momento esta Legacin no tena nada que hacer en la que negociacin principal que se le haba confiado, yo estaba dispuesto a volver a Chile pocos meses ms tarde, despus de cumplir en el Brasil el deber de cortesa y de amistad con el Gobierno de este pas, como por entonces tuve el honor de manifestarlo a US. en mi correspondencia particular. Este estado tenan !as cosas cuando un accidente vino a'crear nueva excitacin en la Repblica Argentina. M e refiero a la expedicin de la goleta norteamericana T?zomas Hunt a las inmediaciones de la desembocadura del ro Santa Cruz, con permiso del Gobernador de Magallanes, y a la resistencia que all le pusieron algunos ciudadanos argentinos para que tomase un cargamento de sal. Este hecho que no tengo para qu referir aqu en todos sus, pormenores, di6 lugar a una interpelacin en la Cmara de Diputados de Chile, en los primeros das de Septiembre, y a una discusin que, transmitida prontamente por el telgrafo a la prensa de Buenos Aires, fu objeto aqu de mil conjeturas y de no pocas inquietudes. Temise entonces que Chile preparase una expedicibn militar para ocupar los territorios vecinos al ro d e Santa Cruz y para expulsar a los ciudadanos argentinos que residan en las inmediaciones. Con este motivo se produjo grande alarma. El Congreso Argentino celebr varias sesiones secretas en la ltima semana de Septiembre y acord facultar al Poder Ejeciitivo para
invertir una suma considerable de dinero para rechazar lo que se llamaba la anunciada agresin de Chile. En mis comunicaciones tuve el honor de hacer a US. una e x p o ~ i c i htan completa como me fuc posible de todos estos incidentes, y de cmo se desvanecieroii los recelos que haba producido aquella excitacin en la capital de la Repblica Argentina. En efecto, a mediados de Octubre ya se saba que Chile no haba pensado un solo i-nstante en los planes que se le atribuan y que esperaba tranquilo que un pacto amistoso viniese a poner trmino a estas dificultades diplomticas ms tarde O ms temprano. Coincidieron estos ltimos incidentes con el cambio poltico ocurrido en Buenos Aires en nombre de la conciliacin de los partidos. Verificse entonces una modificacin en el persoiial del AlIinistero argentino, y se hicieron or en la prensa y en algunas reuniones polticas palabras de amistad y de conciliacin para Chile. US. sabe que por diversos conductos llegaron hasta Santiago estas palzibras como otras tantas declaraciones 'del deseo de que el nuevo Gabinete argentino se hallaba animado en favor de una solucin amistosa y satisfactoria para ambos pases. 'En las Cmaras chilenas se trat esta cuestin en el sentido d e que se reabriesen prontamente las negociaciones a fin d e aprovechar aquellas circunstancias que parecan tan favorables para llegar a la terminacin apetecida. As, pues, en nuestro pas lleg a creerse que en esos momentos la negociacin haba dejado de ofrecer las dificultades que hasta entonces la haban embarazado. De ah se originaron ],as recomendaciones del Ministerio de US. para que me trasladase nuevamente a Buenos Aires. Sin tener la misma confianza en las ventajas de la nueva situaciii, como lo manifest expresamente a US., llegu a aquella capital el 20 de Diciembre ltimo. Inmediatamente reanud las negociaciones suspendidas en junio anterior. En cumplimiento de las anteriores instrucciones de ese Gobierno, deba propender en primer lugar a celebrar una transaccin amistosa que pusiera trmino inmediato a las cuestiones pendientes por medio de una distribucin equitativa d e los territorios disputados. Slo en el caso de no ser posible llegar a este resultado, deba perfeccionarse una convencin de arbitraje con arreglo a los principios sancionados en el Tratado de 1856. Ese Gobierno prefera ante todo el camino ms prctico, el que iesolviera ms pronto y ms eficazmente este antiguo litigio, sin que fuese necesario recurrir a un rbitro para buscar una solucin que por este medio no poda ser muy inmediata. Desgraciadamente desde las primeras conferencias pude convencerme de que no era posible llegar a la primera de estas so!uciones, esto es; a una transaccin que mereciese ser aprobada por parte de Chile. En esos momentos, y contra las esperanzas que haba hecho concebir, el Gobierno Argentino slo propona para un arreglo directo bases mucho menos admisibles que las que Chile haba credo no deber
aceptar en Julio de 1876. Era, pues, indispensable pensar en recurrir al segundo camino, es decir, a la constitucin del arbitraje mediante una convencin que 10 reg!amentase. Nuestros trabajos se en este sentido: pero, como tuve el honor de-comunicarIo a US., no hall tampoco en este terreno la condescendencia y la buena voluntad que el Gobierno de Chile habra esperado encontrar despus de las amistosas manifestaciones que se haban hecho [legar hasta l. Al partir de Ro d e Janeiro e11 principios de Diciembre, haba con~unicadoa US. mis rece!os a este respecto, y los hechos vinieron a justificar con exceso esas previsiones. Sea por causa de !as declaraciones del Congreso Argentino en los meses anteriores, sea por cualquier otro motivo, hallaba a cada paso ent~rpeci~mientos arribar a un pacto que correspondiese a nuespara tros deseos y a nuestras exigencias. AIs de una vez estuve a punto d e renunciar a constituir el arbitraje y a dar por fracasada la negociacin. Sin embargo, mi si,t.uacipn era muy embarazosa. La necesidad% hacer desaparecer para nuestro pas todo motivo de de recelos y desconfianzas producidos por temores de complicaciones y dificultades exteripres; el deseo expresado por la Cmara de Di,putados de Chile de empearse nuevamente y con mayor eficacia en b u s a r una solucin amistosa a nuestras viejas cuestiones con la Repblica Argentina: y por ltimo, las recomendaciones del Mi.nisterio de US. me estimularon a seguir adelante en esta negociaci.n para llegar a un pacto que fuese, si no la sancin satisfactoria de nuestros propcjsitos, siquiera lo ms aceptable que pudiera obtenerse en las circunstancias. Este fu el objeto del proyecto de convencin de arbitraje que firm el 18 de Enero del ao corriente. Desde que l ha sido objetado por ese Gobierno, estoy en el deber de entrar en ciertos pormenores para explicar los puntos que han dado lugar a esas objeciones. Es uno de ellos el Art. 1.O concerni~ente rgimen provisorip que debera regir en los territorios disal putados mientras el rbitro daba su fallo. Para apreciar la disposi,ciPn de este artculo convi.ene traer a la memoria ciertos antecedentes que si,rven para explicarla. En R?ayo de 1877, cuando discuta con el seor A4inistro d-e Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina la manera de constituir el arbitraje, dicho seor me propuso la si.guiente base: Mientras el rbitro resuelve la cuestin que le est sometida, ambos Gobiernos, consecuentes con lo prometid-o al iniciarse en Santiago la discusin de 1872, se obligan a mantener estrictamente en los terri$orios comprendidos entre Punta Arenas y el ro Santa Cruz, el si,atu quo existente en esa fecha, quedando a cargo del Gobierno Argentino la parte comprendida entre el Estrecho de Magallanes y el ro Santa Cruz, y a cargo del Gobierno de Chile el Estrecho con sus canales interiores e islas adyacentes.> El Gobierno de Chile crey que no deba aceptar esta base. Divi,s
que en el establecimiento de este shtu quo, dndolo conlo existente en 1872, Iiaba una condenacibn artjficiosa pero terminante de todas las declaraciones y actos del Gobierno y de sus agentes fuera del Estrecho de J/lagaIlanes, lo que importaba a la vez la responsabjlidad reconocida por nosotcos niisrnos por las consecuencias d e esos actos. El Gobierno argentino se neg entonces a modificar esa base y las negociaciones quedaron suspendidas Al reabrirse las ilegociaciones en Diciembre ltimo, el Ministro de Relaciones Exteriores de esta Repblica me propuso a este respecto un artculo por el cual se someta al rbitro la previa decisin de la cuestiii en que estn desacordes ambos Gobiernos, es decir, si hay o n6 un stafu quo implcito en el Tratado de 1856, que expresamente fu designado y determinada en 1872, establecii~dosemien tras tanto un statu ello provjsorio hasta que el rbitro decida, el que podr continuar la decisin de las cuestiones principales en caso que el fallo sea negativo. Este arbitrio ofreca a mi juicio los mayores inconvenientes. Aunque tengo la conviccin de que no habra juez en ei mundo que en el estudio del Tratado de 1856 y d e los documentos de 1872, pudiese fijar la lnea de demarcacin exacta del llamado slatu quo de este ltimo ao, de que se habl niucho es verdad entonces sin llegar a un resultado preciso, bamos a llevar ante el rbitro una cuestin muy enojosa y sumamente intrincada, sin resultado alguno prctico desde que al fin habr de subsistir el staiu gzlo provisorio, cualquiera que l fuese. Coinbati esa proposicin y despus d e largos debates, logr que fuese reemplazado por el Art. 10 del Tratado, el cual, si bien limita nuestra jurisdiccin provisoria al Estrecho, sus canales e islas, no contiene una declaracin que pueda creerse condenatoria de nuestra conducta, como la proposicin que se me hizo en Mayo anterior. Aun este artculo lleva un inciso final, por el cual se declara que <este arreglo provisorio 110 da derecho a ninguna de las dos partes, las cuales no podrn invocarlo ante el rbitro como ttulo de posesin., Por !o dms, cre imposible alcanzar otros lmites para la jurisdiccin provisoria. Las declaraciones terminantes del Congreso Argentino sobre no conceder a Chile nirig~inaclase de jurisdiccin, provisoria o definitiva en punto alguno del Atlntico, daban la seguridad de que el Gobierno argentino no convendria es1 otros lmites sin ser desaprobada su conducta por el Congreso: y por mi parte, pens que este punto, en la forina convenida, no tena alcance de tanta gravedad que debiera sacrificarse a ! toda la negociacin. Pero hay otro artculo que ha suscitado aun ms serias dificultades. Me refiero a! primero en que se dice que la Repblica Argentina est dividida d e Chile Dor la Cordillera de los Andes v en el cual se ha 'credo encontrar Una especie de desistimiento de os derechos que ChiEe ha sostenido al domi,nio exc!usivo de la regin austral
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de nuestro continente. Nada ha esta& ms lejos de mi nimo, seor Ministro, que tal supuesto desistimiento: y en rea~idadel proyecto de convencin que he firma. no lo contrara ni en ese lii en de sus artculos. He repetido el hecho geogrfico de que la Cordillera de los Andes separa los territorios d e los d,ps pases; pero la Patagonia no es la Repblica Argentina, la CU& ha sostenido Chile con numerosos documentos, y segn la universa! de los gegrafos, su lmite meridional es el ro Negro. Pasado este ro comienza el territorio disputado de la Patagonia, que Chile .considera 'suyo, y a! que la Repblica Argentina se considera tambin con derecho. El Art. 2.O de este pacto establece, por otra parte, que el juicio arbitral deba recaer sobre todos los territorios acerca de los cuales se han suscitado gestiones por uno y otro lado. Segn esto, el arbitraje deba recaer sobre la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego, tal como lo ofreci el seor BiIinistro de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina en nota de 27 d e Abril de 1874 y como lo acept el Gobierno d e Chile por el rgano d e su Ministro d e Relaciones Exteriores en 26 d e Mayo del mismo ao. Segn el tenor d,e ese segundo artculo, el rbitro en virtud de las declaraciones generales consignadas en el Tratado d e 1856 (segn las cuales ambas partes contratantes reconocen como lmite de sus respectiyos territorios los que posean como tales al tiempo de separarse de la dominacin espaola el ao 1810) deba resolver si los territorios dipputadps pertenecan en ese ao al Virreinato d e Buenos Aires b a la Capitana General de Chile. A mi juicio, seor Ministro, la interpretacin que acabo de dar a los artculos en cuestin, es la nica natural, y dudo mucho de que el Gobierno argentino hubiese pretendido en tiempo alguno darles otro significado. Sin necesidad de invocar en este instante otros documentos, me bastar llamar la atencin d e US. hacia el artculo 10 de la misma convencin por el cual se da a la Repblica Argentina una jurisdiccin puramente provisoria, y slo mientras e! Arbitro pronuncia su fallo en las costas orientales de la Patagonia, con la declaracin expresa de que este arreglo provisorio no da derecho alguno, y que, por lo tanto, no podr invocarlo ante el Arbitro como ttulo de posesin. No se me oculta que aquellos artculos han podido ser ms explcitos y no dejar lugar alguno a duda; pero no fu pgsible convenir con otra redaccin. Por otra parte, continuando la negoci,acin, esperaba precisar el punto en protocolo separado, sobre lo cual estaba de acuerdo con el Gobierno argentino, como paso a exponerlo. Desde nuestras primeras conferencias con el seor .Ministro d e Relaciones Exteriores, le propuse con arreglo a mis instrucciones una limitacin del territorio sometidp a arbitraje mediante el reconocimi,ento recproco del dominio de cada pas sobre ciertas porciones
acerca de las cuales existan reclamaciones. Esta limitacin, al paso que apartaba lgunosl motivos d,e alarma por los recelos que puede inspirar un litigio en que se discuten grandes extensiones territoriales, y al paso que sustraa del juicio arbitral ciertos puntos cuya, posesin no poda ponerse en tela de juicio sin lastimar el amor propio de cada pas, tena la ventaja de fijarse con toda precisin la zona sometida al arbitraje. Yo habia insistido porque esta limitacipn se estableciese en la misma convencin constitutiva del arbitraje: pero el seor Ministro argentino hizo objeciones a ello, aceptando s que eso mismo se pactase en un protocolo subsiguiente y subsidiario de aqulla. Esto fu, al fin, lo que se convino. Terminada en 18 de Enero la proyectada convencin, debamos ocuparnos en los das siguientes en establecer la limitacin sobre la base propuesta. Desgraciadamente surgieron repentinas dificultades que no habia podido prever. Aunque me constaba que cieftos espritus exaltados e intransigentes se haban acercado a algunos 'de los miembros ms importantes del Gobierno para repre. sentar en nombre de la opinin del pas la necesidad de rechazar las exigencias de Chile, nunca pude pensar que estas resistencias fuesen de tal naturaleza que se llegase a temer por la suerte que ante el Congreso Argentino pudiesen correr los arreglos pacficos que se celebrasen con nuestro pas. Sin embargo, a pesar de que el pacto se mantena oficialmente reservado, si bien se haba anun. ciado por los diarios su celebracin, algunas personas tuvieron un conocimiento ms o menos cabal 'de sus clusulas, se divulgaron stas, y se form una atmsfera muy pronunciada d e hostilidades en contra de ese convenio. El cargo principal que se le haca era el punto concerniente a la materia del arbitraje, sostenindose que el Congreso no poda sancionar un pacto semejante sin la declaracin categrica y preciSa de que la Patagonia no entraba en el arbitraje. La prensa peridica de esos das revel los trabajos que se hacan en este sentido, y como me apresur a comunicarlo a US., tuve conocimiento cabal de los esfuerzos que se hacan para que fuera rechazado todo convenio concebido en la forma del celebrado. Estos trabajos hicieron temer al Gobierno argentino por el resultado de la negociacin. En nombre suyo se me representaron estos peligros y se me hizo una nueva proposicin. Se me peda que en un protocolo declarase que las pretensi pnes reales y efectivas de Chile a los territorios patagnic~sestaban limitadas a la regin del sur hasta e! ro Santa Cruz, al paso que el Gobierno argentino declarara all mismo que si alguna vez habia hablado de sus derechos a t0d.a la Patagonia, nunca haba pretendido poner en duda los d,erechos de Chile a la regin austral. Sabe US. que no slo me excus de firmar ese pacto sino que de esta gestin, de que di cuenta a US. por telgrafo, tom pie para insistir en la necesidad de arriA
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bar a una limitacin clara y precisa de la materia del arbitraje o a una transaccin directa que hiciera innecesario el recurrir ante el Arbitro. Para insistir en cualquiera de estos dos iiltimos planes, tuve en breve otra razn ms. El Gobierno de Chile no conoca hasta entonces el proyecto de tratado que yo acababa de firmar ms que por la rpid-a resea que le haba transmitido por el telgrafo: El texto del Convenio sali de Buenos Aires el 21 de Enero, y ha debido llegar a Valparaso el 4 del siguiente mes. Antes que hubiese podido tomar conocimiento de su texto literal y completo US. haba recibido mis telegramas de 2 4 y de 27 de Enero en que daba cuenta de las dificultades que suscitaba ya la proyectada Convencin de Arbitraje y d e las proposiciones que en nombre del Gobierno argentino se me haban hecho para explicarla por el protocolo a que acabo de hacer ref,erenci,a. As, pues, US. con conocimiento cabal d e estas dificultades, pud.0 desde el primer momento que conoci6 el texto de aquel pacto hacer sobre l las cuatro objeciones que inmediatamente me transmitib por telegrama de 7 de Febrero. Una de ellas tena por objeto establecer que el arbitraje quedase constitudio tan pronto como fuese sancionada y canjeada cual US. la convencin; otra se refera al statu quo, acerca de era d,e opinin que habra convenido ms no establecer nada sobre la materia o dejar que lo estableciese ,el rbitro. Las otras dos observaciones se referan a los artculos primero y segundo, esto es, a la materia del ai-bitraje, acerca de cuyo punto US. quera mayor claridad mediante la designacin expresa de que la Patagonia entraba en el arbitraje. Cuando yo recib este telegrama, ya estaba empeado en nuevos trabajos para 11,egar a un resultado ms prctico y seguro que el que habra podido conseguirse llevando adelante aquel pacto. En efecto, los inconvenientes de ese arreglo no podan ocultarse al Gobierno argentino. Muy luego pude convencerme de que la constitucin del arbitraje en la forma que haba querido drsele ofrecia los mayores inconvenientes en la prctica, a juicio de algunos de los miembros del Gobierno argentino, uno de los cuales me deca con este motivo que aquel convenio haba nacido .muerto. La razn que a juicio de ellos haba para no tener ms fe en el resultado d e aquella negociacin, era antes que todo la resistencia segura que opondra el Congreso de su pas a todo pacto en que se pusiera en tela d e juicip los derechos argentinos a toda la Patagonie. La prensa hablaba sin cesar en este mismo sentido, y todo haca creer, como lo anunciaban algunos hombres de Estado del pas y algunos de los diarios ms importantes de Buenos Aires, que aquella negociacin haba fracasado, sin tomar en cuenta las resistencias que opona el Gobierno de Chile. "Propuse entonces al Gobierno argentino en diversas conferencias que buscramos franca y resueltamente una solucin a esta,. dificultades. Indiqu
como el mejor arbitrio la transaccin directa, esto es, la divid611 de los territorios disputados de una manera que se salvaran las resistencias que en uno y otro pas deba hallar un pacto de esta naturaleza. Al hacer esta proposicin ipdiqu la lnea que podra trazarse para deslindar los territorios de cada pas. Pero, aunque crea que una solucin de esta naturaleza era la ms prctica y hacedera, no se me ocultaba que d l a encontraba grandes resistencias en el nimo de algunos hombres pblicos de la Reptiblica argentina, y quise a la vez abrir otro camino a las negociaciones por medio de la limitacin de los territorios sometidos a arbitraje. Por un momento pude creer que sera admitida. una de mis proposiciones, y que la negociacin tendra as un resultado eficaz. Desgraciadamente sobrevinieron entonces acontecimientos inesperados que vinieron a distraer la atencin del Gobierno argentino. Me refiero a las conmociones jnterjores, a la revolucin en la provincia de Corrientes, y a otros hechos que mantuvieron paralizada nuestra negociacin durante cerca de dos meses. Por fin, en los ltimos das de Marzo, insist con mayor empeo en llegar a una solucin: y entonces supe por el rgano del seor Ministro de Relaciones Exteriores que el Gobierno argentino no aceptaba ninguna de las dos proposiciones que yo haba hecho, y que en su lugar me propondria otras. El rechazo de las propuestas de transaccin directa o de. limitacin de arbitraje que yo haba formulado en nuestras conferpncias, equivala a dejarnos libres de todo compromiso por lo que en ellas habamos ofrecido como base de arreglo: de manera que no quedbamos obligados a nada de lo propuesto. Con fecha 30 de Marzo me as e seor Ministro de Relaciones Exteriores ! de la Repblica Argentina una nota en que a su vez haca propo: siciones de transaccipn directa y de imitacin de arbitraje. Ambas parecan perfectamente calculadas para que fuesen rechazadas por Chile. Por la primera se reconoca como dominio de nuestro pas una porcin del Estrecho, incluyendo la pennsula de Brunswik, y una parte considerable de los archipilagos del sur; pero ese reconocimiento comprenda una extensin de costas y de territorios muy inferior a la que se nos ofreci por las proposiciones que se nos hicieron en Julio de 18'76, y que ese Gobierno crey no deber aceptar: porque no comprenda siquiera el Estrecho en toda su prolongacin. La proposicin d e limitacin de arbi-traje dejaba subsistente la lnea de la proposicin anterior en la parte continental, es decir, Chile quedara, segn ella, dueo de la costa norte del Estrecho hasta el oriente de la pennsula de.Brunswick, y e arbi! traje recaera slo sobre la regin insular. Ambas proposiciones tenan adems el inconveniente de hacer pasar la lnea divisoria dentro del continente por campos, golfos y canales sobre cuyo dominio no se poda razonablemente hacer gestin alguna a Chile,
El seor Ministro me indic estas proposiciones en el mapa y en el mismo instante le contest que Chile no admitira jams ninguna de esas dos bases y que, por lo tanto, era intil proponerlas e jnfitil transmitirlas a ese Gobierno. A consecuencia de esta declaracin, pocos das despus, el 5 de Abril, se me present una nueva proposicin consignada en un proyecto de protocolo. En ste, la Repblica argentina declarara que, cualquiera que fuese el fallo del Arbitro, e!la renunciaba desde luego a las islas y pennsulas que estn al occidente de la de Brunswick, es decir, que Chile quedara dueo reconocido de toda la regin occidental del Estrecho en ambas orillas hasta el oriente de Punta Arenas: y Chile, por su parte, declarara tambin que renunciara al dominio de los territorips que se extienden al norte del monte Aymond y de su paralelo. Esta proposicin limitaba indirectamente el arbitraje a la porcin del Estrecho que se extiende al oriente de Punta Arenas, con las islas que hay al siir y con una zona de territorio continental que segn las inclinaciones de la costa del estrecho pueden variar de tres a treinta millas de ancho. Antes de pasar adelante, debo consignar dos observacicmes de que US. debe tomar conocimiento. Aunque aquella proposicin no fuera capaz de satisfacer las justas exigencias de Chile, ella revela que el Gobierno argentino que antes haba suscitado dificultades sobre la extensin que e convenio de Enero ! haba dado a los territorios sometidos al arbitraje, pidiendo que por nuestra parte declarramos que Chile no haba alegado vetensiones reales y efectivas al norte del ro de Santa Cruz, entenda siempre que la materia del arbitraje, segn lo convenido, comprenda la Patagonia, el Estrecho y las islas adyacentes puesto que por este protocolo 'quera resguardarse contra la contingencia muy posible de que la sentencia arbitral viniera a declarar que a Chile pertenecan en todo o en parte los territorios patagnicos que se extienden al norte del paralelo del monte Aymond. Insista en este punto para desvanecer ia suposicin de que al firmar aquel pacto he reconocido d e cualquier manera que el lmite oriental d e Chile fuese la prolongacin de la cordillera en toda su extensin y que en el proyecto de constitucin del arbitraje no entraba la Patagonia. Indudablemente, aquella segunda proposicin, limitativa del arbitraje, era mucho menos ipaceptable que la que se me haba hecho en 30 de Marzo. Sin embargo, me limit a transmitirla a US. por el telgrafo el mismo da 6 de Abri!. Como en esa poca estaba ya muy cercano el da de la apertura del Congreso Argentino, ped a US. en esa ocasin y en seguida por otros telegramas, la ms pronta contestacin sobre si aceptaba o n6 el referido protocolo. El Gobierna argentino conoca muy bien que el pacto de Enero haba llegado a ser un esfuerzo completamente estril por las resistencias que hallaba en todas partes, si no se le
completaba cOn las declaraciones convenientes o con una limitacin convencional de la materia del arbitraje: pero la proposicin que haca y de que crea no poder salir, haba de encontrar serias y fundadas resistencias en Chile, aun sabindose que rechazada sta, .la negociacin iba a quedar frustrada. En Buenos Aires se hacan, por otro lado, en esos momentos los ms empeosos trabajos por parte de ciertos espritus intransigentes para combatir en el Congreso y fuera de l ese o cualquier otro pacto en que de un modo u otro se hubiera atendido alguna exigencia de Chile. Al acercarse la apertura de! Congreso Argentino los hombres mejor informados y algunos diarios de la capital, anunciaban abiertamente que si se someta a la sancin de las Cmaras una convencin constitutiva del arbitraje en la f ~ r m a que tena el pacto de Enero, sera indudablemente rechazada. Entre tanto, yo esperaba la resolucibn definitiva de mi Gobierno. US. recuerda lo que impidi dar una contestacin inmediata a mi consulta del 5 de Abril. S610 el 27 de dicho mes recib un telegrama de US. en que me deca que el proyectado protocolo era inaceptable. En este momento, el ,Gobierno argentino pasaba por una embarazosa crisis ministerial. No haba Ministro de Relaciones Exteriores, y el despacho de este Gabinete estaba paralizado. Sin embargo, habindose anunciado en esos das que el seor Dr. don Bernardo de Irigoyen volva a ese Ministerio, le d cuenta de la resolucin definitiva del Gobierno de Chile. Desgraciadamente la combinacin ministerial en que figuraba el seor Irigoyen se desorganiz el mismo da en que fu formada y sin que sus miembros hubieran prestado siquiera el juramento de estilo. El Excmo. seor Presidente de la Repblica Argentina tuvo que inaugurar las sesiones del Congreso de la Nacin antes que la crisis ministerial hubiera encontrado su trmino d,efinitivo, y sin tener a su lado un Ministro propietario o interino que tuvike a su cargo el despacho de las Relaciones Exteriores. Sin embargo, seor Ministro, el Mensaje de Apertura del Congreso N,acional ledo por el Excmo. seor Presidente de la Reptiblica Argentina me caus la impresibn que US, debe suponer. Anunciaba en l que la cuestin de lmites coti Chile se acercaba a un desenlace tranquilo mediante la, constitucibn del arbitraje sobre bases que seran sometidas en breve a la sancin del Congreso, El Excmo. seor Presidente, que no ignoraba la opinin que mi Gobierno haba expresado sobre la proyectada convencibn, crea sin duda que, mediante un protocolo suplementario como el propuesto el 5 de Abril o por cualquier otro temperamento anlogo, podra llegarse muy .pronto al trmino apetecido. S610 as puedo explicarme las palabras de su Mensaje, puestos que sin estos ltimas arreglos no poda dar por terminada la constitucin del arbitraje. La declaracin presidencial me puso en la penosa necesidad de hacer
algunas observaciones a aquel alto documento. En efecto, tan luego corno se hubo recibido de la Cartera de Relaciones Exteriores un nuevo Ministro le pas la nota de 11 de Mayo, de que envi a US. una copia. La Legacin tuvo tambin que atender a otras gestiones en los ltimos das que permaneci en Buenos Aires. &/le refiero a la extradiccin que ped intilmente de los malhechores que despus de cometer crmenes inauditos en la colonia chilena de Punta Arenas, fugaron hacia el norte. US. sabe que el Coronel dpn Ramn Elkers,. que sali de Valparaso a la .cabeza d,e las f.uerzas encargadas de sofocar el motn que haba estallado en esa Colonia en Noviembre de 1877, tena encargo de perseguir a esos malhechores en los campos desiertos de la Patagonia, si como se sospechaba, haban tomado ese camino. Desgraciadamente cuando el Coronel Elkers lleg a Punta Arenas, haca ya cerca de veinte das que aquellos criminales se haban internado en la regin del norte. Su persecucin se hizo imposible, no slo por el tiempo que los fugitivos llvaban d e marcha, sino porque se haban llevado consigo casi todos lbs caballos que haba en la Colonia y que habran servido en estas circunstancias para perseguirlos. Los malhechores, +spus de cometer nuevos crmenes durante su fuga, se acercaron a las costas del Atlntico en busca de alguna nave que quisiera ,recogerlos para llevarlas lejos del territorio chileno, donde saban que podan no escapar a la accin de la justicia. Al fin encontraron asilo en buques argentinos que los llevaron a Buenos Aires en Febrero y Marzo del ao corriente. En esta ciudad fueron encerrados en la Penitenciara. Cuando volv a Buenos Ajres en Diciembre anterior,, habl sobre estos asuntos con el seor Ministro de R.elaciones Exteriores de la Repblica Argentina qirien me anunci haber tomado espontneamente todas las medidas de seguridad para evitar que aquellos malhechores pudieran reunirse a los indios, agregndome que si, como deba suceder, caan en manos de las autoridades argentinas, seran entregados a la disposicin del Gobierno de Chile. Pocos d,as ms tarde el mismo seor Ministro me comunicaba por una esquela particular que transmit a US. algunas otras noticias a este respecto, en la confianza de que no se escapara uno solo de aquellos criminales. Durante todo el mes de Enero no se tuvo noticia alguna de los fugitivos de Punta Arenas, pero el 7 de Febrero 11eg6 a Buenos Aires la caonera nacional Paran conduciendo cuarenta y siete hombres, nueve mujeres y cuatro nifios recogidos en varios puntos de la costa patagnica, todos los cuales formaban parte de los malhechores que fugaron d e la Colonia. El mismo da pas una nofa, que transmit a US. en copia, en que peda la extradiccin de esos individuas en atencin a la notoriedad de sus crmenes: en caso de que su entrega suscitara la menor dificultad, reclamaba que, en virtud del Art. 5 . 0 del Tra-
tado de Extradiccin se les retuviera en prisin hasta que yo pudiese presentar 10s documentos que acreditasen SU culpabilidad. Aunque el seor Ministro se manifest perfectamente dispuesto a atender este pedido, cuando yo le entregu la nota a que me refiero, no obtuve entonces ni ms tarde contestacin alguna a mi reclamacin. S610 el 13 de dicho mes me dirigi una breve nota acompaando ciertos documentos concernientes a aquellos malhechores para que pudiesen ser transmitidos al Gobierno de Chile. En .esta nota no haba la menor referencja a mi comunicacin del 7 del propio mes. Habza atribudo este silencio a recargo de ocupaciones del seor Ministro o a cualquiera otra causa de este orden, si no hubiera tenido fundamentos para darle otra significacin. El mismo da que present la nota a que me refiero. algunos de los diarios de Buenos Aire9 se apoderaron de este negocio para tratarlo con una virulencia extraordinaria contra Chile y contra su legtima exigencia de extradiccin. Habiendo sostenido la Repblica Argentina, se deca, que la colonia de Punta Arenas est situada en territorio argentino, los crmenes cometidos all no pueden ser juzgados por las autoridades chilenas: y por lo tanto, el Gobierno debe negarse resueltamente a entregar aquellos individuos. E1 Gobierno;, por su parte, se guardb de sostener esta doctrina, cuyos inconvenientes no tengo para qu sealar aqu, pero se abstuvo de dar contestacin alguna a ~i primera nota y a las otras que le pas con este motivo. A fines de Mayo lleg a Buenos Aires un vapor mercante que traa de las costas del sur a otros catorce indivicuos que, segn se decia, eran tambin de1 nmero de los fugitivos de Punta Arenas. Sin embargo, sus.nombres no cdincidan con los que contenan las listas que yo conservaba en mi poder, y llegu a creer que hubiese un error en la noticia que daban los diarios. Luego supe que esos'malhechores haban dado nombres fingidos, creyendo sustraerse asf a la accin de la justicia. , Con ese motivo pas al seor Ministro de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina, el 4 de Abril, una nota con que le acompaaba una lista completa de todos los criminales que fugaron de Punta Arenas el 13 de Noviembre, especificando los nombres verdaderos de cada uno y la suerte que haban corrido para destruir as el efecto que podfa producir el subterfugio de cambiar nombres. Dos das despus, el 6 de Abril, en posesin ya de algunos documentos que acreditaban la criminalidad de los fugitivos de Punta Arenas, pas al seor Ministro de Relaciones Exteriores una tercera nota sobre el particular. En ella transcriba una porcin considerable de la vista dada en aquella colonia por el Fiscal de la causa seguida a los reos que perpetraron los crmenes de Noviembre, y en la cual este funcionario peda ala pena de muerte con calidad de orseles, si fueren habidos, para aquellos malhec+ores, fugados
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LUIS BARROS B O P G O ~ O
de Punta Arenas, y declarados convictos de los crmenes de asesipato, incendio de casas y cuarteles, robos de armas y de valores hechos a los particulares, a la caja militar y a la caja de tenencia de Ministros,. Con este motivo, terminaba mi nota reclamando de nuevo la extradiccin de aquellos individuos, persuadido, como no poda dejar de estarlo, de que aquel documento justificaba sobradamente aquella gestin. Sin embargo, esta nota qued tambin, como las anteriores, sin respuesta alguna. Pocos das despus ocurrib en el Gabinete argentino la crisis ministerial de que he hablado ms arriba y hasta mi subsiguiente partida de Buenos Aires, este asunto quedaba en el mismo estado. Al hacer a US. esta exposicibn que ya haba hecho adjuntndole copia de los documentos del caso, me limito a consignar los diversos incidentes de esta reclamacin. Pero, al paso que me abstengo de hacer comentarios de ninguna clase, creo que ese Ministerio debe tomar nota de estos hechos para la aplicacibn futura del Tratado de Extradicci.6n celebrado entre Chile y la Repblica Argentina. No terminar esta resea sin consignar aqu que, en virtud de las recamendaciones de ese Ministerio, el 24 del presente firm en Montevideo una convencin de extradiccin con el Gobierno de la Repblica Oriental del Uruguay. Aunque en comunicaciones especiales he dado cuenta a US. de todos los ipcidentes de esta negociacin, creo un deber de mi parte el expresar aqu que en toda ella s610 he tenido motivas para felicitarme de tener que negociar un pacto internacional con el Gobierno actual de este pas. Tanto el Excmo. seor Gobernador Provisorio Coronel don Larenzo Latorre, como su ilustrado Ministro de Relaciones Exteriores Dr. don Gualberto M&dez, han demostrado con este motivo un vivo inters en estrechar las relaciones de amistad entre Chile y la Repblica Oriental del Uruguay. La negociacin hat sido, por tanto, conducida con toda cordialidad, y llevada a trmino en muy poco tiempo mediante un cambio de notas mientras, yo me hallaba en Buenos Aires: y en seguida en dos conferencias que Celebramos en Montevideo. Segn lo expiise en mi nota del 4 del corriente, y como US. habr podido verlo, el Gobierno Oriental acept favorablemente las indicaciones particulares hechas por el Gobierno de Chile con motivo de ciertas disposiciones relatiyas a extradiccin. Esta convencin ha sido ya de ratificada por el Excmo. seor G~bernador la Repblica Oriental del Uruguay, que como US. sabe, est. revestido al presente de la suma del poder pblico. Para que tenga la fuerza de ley internacional para los dos pueblos, falta slo que el Gobierno y el Congreso de Chile le presten su sancin. En el Brasil, donde la Legacin ha funcionado desde Julio hasta Diciembre de 1877-a cargo del Ministro Plenipotenciario y desde Diciembre hasta fines de Mayo lti.mo, a cargo del Secretario don Gaspar Toro, en el carcter de
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UNA CORRESPONDENCIA
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Encargado de Negocios, interino, durante mi permanencia.en Buenos Aires, no ha habido que atender ninguna gestin especial: pero si se han hecho desaparecer algunas dificultades que suscitaba el cumplimiento de la Convencin Postal ratificada en 1877, y se han recogido datos, comunicados a US., acerca del comercio y servicio consular de Chile en estos pases. Por lo dems, 'me ha sido lisanjero observar en el Gobierno, en los hombres pblicos y en la prensa del Brasil disposiciones siempre favorables a Chile, debidas sin duda a los informes que acerca de nuestro pas han dado desde aos atrs los agentes diplomticos brasileros acreditados cerca de nuestro Gobierno y que han residido all un tiempo ms o menos largo. Dios guarde a US. (Firmado).-Diego Barros Arana.
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CAPITULO 1 JUSTICIERO RECUERDO
-Postrimeras del Gobierno de don Federico "Errzuriz Zaartu.-Don Jos Alfonso en el Ministerio de Relaciones Exteriores. La cuestin de llmites con la Repblica Argentina. No hacemos obra de polmica, es recuerdo justiciero a todos los que con talento y patriotismo sirvieron al pas. A esa tarea consagr el diplomticokhileno ,su alto espritu cvico, su saber y sus relevantes dotes intelectuales. . . . . . .. . .
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Jeanne Amelie por la ~ u r o e t achilena Magallanes. Condiciones en que se verifica y su naufragio. Primer despacho de Barros Arana. Punta Arenas, 17 de Mayo de 1876. Carta del Ministro Alfonso de 6 de Junio de 1876. Para el Gobierno de Chile era un caso de presa. En la Repblica Argentina produce una explosin de patriotismo: se le considera cuestin de honra nacional. Protesta del Encargado de Negocios 'seor Goyena ante la Moneda. El seor Barros Arana desembarca en Buenos Aires el 25 de Mayo de 1876 en plena tempestad. Su elevada personalidad y la confianza en su misin de paz permite conjurarla. Cordial recepcin. Opinin del Ministro Alfonso sobre este xito del seor Barros Arana.. .............................. CAPITULO IV
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EN PLENO TEMPORAL Estado de la opinin pblica al arribo de la Lgacin Chilena. El carcter del pueblo de Buenos Aires. Exaltacin contra Chile; opiniones guerreras. Reserva de la prensa ante la Misin Barros Arana. Se encienden los nimos por las narraciones de la captura de la J e a n n e Amelie. Alarmante versin de un tripulante de !a J e a n n e Amelie acogida por el peridico francs Le Courrier de Buenos,Aires. L a T r i b u n a de esta capital incita al Gobierno a no recibir al Plenipotenciario Chileno. Comerciante argentino, Juan Quevedo, residente en Montevideo, comprometido en el carguo de la nave francesa. Acogida favorable al seor Barros Arana del Presidente Avellaneda y Ministro Irigoyen. Apreciacin serena de Irigoyen sobre el suceso de la barca francesa. Invitacin a sealar una demarcacin provisoria en el territorio patagnico.. .................................... CAPITULO V SITUACION POLITICA Y ECONOMICA; GOBIERNO D E AVELLANEDA; PRELIMINARES INQUIETANTES DEL DEBATE C a r t a del 12 d e J u n i o d e 1876 Situacin econ~nicade la Repblica Argentina.-La eleccin presidencial de Avellaneda y la revolucin de Mitre. El Presidente Avellaneda asume el mando el 12 de Octubre de 1874. Revolucin de Entre Ros de 1876. Perfiles de Ave1laneda.y de Irigoyen. En carta de 12 de Junio de 1876 Barros Arana informa al Ministro Alfonso sobre el estado de la opinin pblica y los ataques a Chile en el Congreso y en a prensa. Las opiniones de Irigoyen. Barros Arana reitera las declaraciones de 1873 y manifiesta que su Gobierno aprueba la conducta del Gobernador de Punta Arenas y del Comandante de la corbeta Magal1anes.-Indiscrecin y amenazas del Encargado de Negocios de Francia, Mr. Richemond. Conferencias preliminares sobre la cuestin de fondo.-Bases del s t a t u quo. Criterio argentino. Impresin desfavorable sobre la idea de obtener costa en el Atlntico. Insinuacin sobre arbitraje. Actitud apasionada de la prensa y es-
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Pgs. tado financiero del pas. Juiciosa apreciacin sobre la imposibilidad de una guerra.. ...............................................
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CAPITULO
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LA NEGOCIACION SE PERTURBA
Cartas d e Barroe Arana d e 26 d e Junio y d e 10 y 11 d e Julio d e 1876 Refiere las conferencias con el Ministro Irigoyen. Reservada actitud de ste. El plenipotenciario Barros Arana declara que no consultar a su Gobierno proposicin alguna que no asegure a Chile todo el Estrecho. Esta es la puerta del pas. Ingentes sumas que ha invertido en la colonia y en obras de seguridad para la navegacin. Irigoyen slo opone consideraciones de poltica interna y de sentimiento popular. Animadversibn en los crculos parlamentarios. Carta de 11 de Julio: Retrato del Presidente Avellaneda. ...............................
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CAPITULO I X EL STATU QUO Y EL ARBITRAJE C a r t a d e Alfonso d e 4 d e J u l i o d e 1876 Pgs. Contesta el ~ i n i s t r b Alfonso dos cartas de Barros Arana. Est de acuerdo en que el espritu patriotero perturba las negociaciones. El s t a t u q u o es punto fundamental para acudir al arbitraje. Las sugestiones del plenipotenciario chileno sobre esta materia merecen la aprobacin del Gobierno. Indispensable una faja de terreno al norte del Estrecho dependiente de la colonia de Punta Arenas. Esta faja podra ser de cuatro leguas. Lo que interesa a Chile; lo dems es secundario. Ha dado tranquilidad la informacin de Barros Arana sobre haber desistido el Gobierno Argentino de enviar nave de guerra a la zona litiglosa. Condicin jurdica ante el Derecho Internacional del apresamiento de la Jeanne Amelie.. .................................. CAPITULO X NUEVA BASE DE TRANSACCION Cartas d e Alfonso d e 18 d e Julio, 1.0, 12 y 29 d e Agosto d e 1876 No surge el s t a t u quo. La doctrina argentina resiste toda contingencia sobre costa patagnica. El plenipotenciario chileno aborda la transaccin. Horas difciles y de laboriosa discusin. El Ministro Alfonso responde el 18 de Julio a las informaciones de Barros Arana. La costa en la boca oriental del Estrecho impide ic adelante en la transaccin. Se inician las gestiones de arbitraje; el rgimen provisorio es un obstculo para avanzar en la materia de fondo. En la discusin propone Barros Araoa una solucin .sobre la boca oriental del Estrecho. Se avanzara del punto terminal de la divisin de Monte Dinero al Cabo Vrgenes, ganando as nueve millas" en la boca oriental. El GObierno de Chile le presta su aprobacin; telegrama de 8 de Febrero de 1877. Las cartas de 1.0 y 12 de Agosto fijan las terminaciones de que no puede apartarse. El Ministro comparte las preocupaciones del diplomtico chileno y le estimula patriticamente.. ................ CAPITULO X I INSTALACION DEL GOBIERNO DE DON ANIBAL PINTO EN CHILE Carta d e Alfonso d e 26 d e Septiembre d e 1876 Se inicia el Gobierno de don Anbal Pinto el 18 de Septiembre de 1876. Contina el seor Alfonso como Ministro de Relaciones Exteriores. Se reitera al Plenipotenciario en el Plata sus anteriores instrucciones y las ampli i por las de 23 de Octubre. Se contemplan las condiciones del s t a t u q u o y se modifican las facultades del rbitro, abandonando
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Pgs. el de jures. Por carta de 26 de Septiembre se le informa de una sentencia inconveniente dictada por la Corte de Concepcin en el caso de la Jeanne Amele. Se conffa en el fallo de 2." instancia de la Corte Suprema ......................................................
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CAPITULO X I I EL ARBITRAJE
C a r t a s de Barros Arana de 7 y 21 de Agosto de 1876 Dificultades para la Transaccin. Se consignan ideas concretas sobre arbitraje. La opinin argentina se muestra irreductible en cuanto a concesibn de terrenos patagnicos. Opinin del Presidente Avellaneda sobre las bases de arbitraje. El incidente de la Jeanne Amelie perturba toda negociacibn. Por una parte, imposibilita la transaccin; y por la otra, la determinacin del statu quo no permite avanzar en el arbitraje. El Ministro seor Alfonso les presta su aprobacin el 17 de Octubre. El fallo de la Corte Suprema de Chile en e1 asunto de la Jeanne Amelie entorpece de nuevo las negociaciones y Ias publicaciones de la prensa les cierran el paso. La carta de Barros Arana de 27 de Noviembre consigna las razones que adujo Irigoyen para disistir del arreglo.. ............................................
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de don Mximo Lira. Agitacin de la opinin pblica aigentina. Ministro Alfonso conviene en no llevar las pretensiones de Chile ms all del Estrecho y de la faja necesaria para la seguridad y desarrollo de la Colonia. La carta de 16 d e Diciembre explaya los fundamentos jurdicos de la sentencia de la Corte Suprema en el caso de la Jeanne Amelie ........................................................
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CAPITULO X V I
INUTILIDAD DE ESFUERZOS; SE PIENSA. EN EL RETIRO DE 1.A LEGACION Cartas de Alfonso de 2 y 16 de Enero de 1877 El ao 1877 comienza para el seor Barros Arana con molestias y sinsabores personales: fractura de un brazo e incendio en la Legacin. Carta del Ministro Alfonso de 2 de Enero: mala impresin en Chile sobre actitud del Gobierno Argentino. El Ministro de Instruccin Amuntegui se hace intrprete de los inismos sentimientos. En la carta de 16 de Enero, y concurriendo con el espiritu pesimista de Barros Arana, el Ministro Alfonso duda sobre la conveniencia de mantener la Legacin. Apreciacn general sobre las consecuencias de un rompimiento.. . . .
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CONFIANZA DEL GOBIERNO EN EL PLENIPOTENCIARIO BARROS ARANA Cartas de Alfonso d e 12 y 27 de Febrero de 1877
Le previene en carta de 12 de Febrero que se le comunica en nota oficial la aceptacin de la mediacin del Gobierno del Per. Es una prueba ms de que no se busca rompimientos. Por la carta de 27 de Febrero le manifiesta su pesar por su accidente personal e incendio de la casa de la Legacin. Extrao e inaudito juicio de perjuicios que se promueve al representante chileno. El Ministro condena tal procedimiento y le da su opinin jurdica. Amistosos y deferentes conceptos para el seor Barros Arana. Le reitera toda la confianza del Gobierno y le expresa que lo que el seor Barros Arana no consiga no se habra alcanzado por diplomtico alguno. La reclamacin francesa por el caso de la Jeanne Amelie: doble demanda de perjuicios. Conflicto en Caracoles; situacin poco satisfactoria. ........................
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CAPITULO X X
UN MOMENTO DE TRANQUILIDAD
Carta de Barros Arana de 5 de Marzo de 1877
Tempestad de prensa en Marzo de 1877. Un artculo de Mitre en La Nacin de Buenos Aires serena la atmsfera. La carta de Barros Arana de 5 de Marzo explica este cambio de la opinin. Conviene aprovechar
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esta modificacin del ambiente. La masa general del pais no piensa en guerra ni acepta la ruptura de relaciones comerciales.. ........... 103
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CAPITULO XXII PELEANDO POR TERRENOS BALDIOS Carta d e don Juan Mara Gutirrez
Don Juan Mara Gutirrez escribe a don Jos Victorino Lastarria. Considera que el Gobieno de Avellaneda no puede llegar a ningn arreglo en la cuestin de lmites. Est aplastado por la opinin de los exaltados. S e necesita un aplazamiento . Entre tanto podra estudiarse por una comisin cientfica niixta los terrenos patagnicos. Aconseja libertarse del ridculo de estar peleando por terrenos ba!dos quienes ni tienen poblacin para ocupar ni civilizar sus tierras de dominio indisputable ....................................................
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CAPITULO XXIV INSTRUCCIONES SOBRE ARBITRAJE Cartas de Alfonso de 27 de Marzo y 23 de Abril de 1877
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Insina el Ministro el retiro temporal a Ro, como lo ha expresado ya Barros Arana. Anuncia en su carta de 27 de Marzo la instruccin oficial en orden a la propuesta de Arbitraje. Se refiere especialmente al statu quo, y mantiene su exigencia de no separar una sola pulgada del Estrecho ya sea en el arreglo provisional o en el definitivo. En cuanto a las facultades del rbitro, defiere a la opinin del seor Barros Arana para que sea arbitrador y no juris como lo haba exigido anteriormente el Ministerio. Le comunica a la vez la prxima y ya inminente reclamacin francesa. -Por la carta de 23 de Abril apryeba su determinacin de retirarse a Ro. Le informa tambin de noticias alarmantes del Norte y del envio inmediato de una Legacin a Bolivia. Le da noticias de la negociacin Paraf. ........................................
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CAPITULO XXV CONVENCION DE ARBITRAJE DE 8 DE MAYO DE 1877 Cartas de Barros Arana de 29 de Abril y de 2 de Mayo de 1877. Carta de Alfonso de 22 de Mayo de 1877
La negociacin de arbitraje de Mayo de 1877. Acuerdo sobre todas \as niate.rias de fondo: obsta a su terminacin el statu quo o jurisdiccin provisoria. La carta de Barros Arana de 29 de Abril de 1877 contiene todos los pormenores de esa negociacin. Esas condiciones del arbitraje fueron reproducidas por el Tratado de 1881. La carta de 9 de Mayo de 1877 consigna las bases y los fundamentos de la Convencin de Arbitraje de 8 de Mayo de 1877. Las frmulas del statu quo: redaccin de Barros Arana, frmula argentina. Esta segunda solucin era ms ventajosa que la estipulacin del Art. 3 . O del Tratado de 1881. Por notas de 21 de Mayo y de 14 de Junio el Ministro Alfonso desaprueba la negociacin y mantiene exigencia hasta ro Gallegos. Actitud violenta de Fras y algunos parlamentarios argentinos. Carta del Ministro Alfonso a Barros Arana de 22 de Mayo en que consigna las razones para no acoger la frmula del statu quo ...............
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CAPITULO X X V l
Pgs. La conferencia en un teatro con motivo de la preparacin de los funerales de San Martn. Virulento discurso del Dr. Frias contra Chile; la tierra argentina ha sido hollada por este pas. ~l Presidente Pinto no se siente afectado por ese ataque tan inusitado como violento. En su carta informa a Barros Arana sobre la situacin anormal del Per. Con buen humor da curiosas noticias sobre el invento Paraf y las perturbaciones ocasionadas en el mercado burstil. El singular episodio del libro del padre Barba.. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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CAPITULO XXIX SOBRE REPRESENTACION EXTERIOR Y OTROS SUCESOS DE CHILE Cartas de Pinto de 12 y 26 de Agosto y 11 y 25 de Septiembre y de Alfonso de 28 de Agosto y 25 de Septiembre de 1877
ContinGa el logogrifo. El Presidente Pinto precisa los puntos de mira del Gobierno. D a algunas noticias sobre la poltica interior. . E l falleciviento de don Federico Errzuriz Z. ha causado gran impresin.
Pgs. Necesidad de representacin exterior; indispensable mantener'legacin permanente en Ro Janeiro como lo expresa Barros Arana. La ley de cementerios. El Ministro Alfonso en carta de 28 de Agosto concuerda con las ideas sobre Legacin en Brasil. Las opiniones del Canciller Cotegipe. Las cartas del Presidente y del Ministro dan noticia del sensacional fracaso de la Negociacin Paraf.. ................... . . : CAPITULO X X X S E AGRAVA LA SITUACION EN BUENOS AIRES C a r t a s del M i n i s t r o Alfonso y del Presidente P i n t o d e 9.de O c t u b r e d e 1877 Se agrava la situacin en Buenos Aires. El Ministro Alfonso insina a Barros Arana, por acuerdo del Gobierno, la conveniencia de regresar a aquella ciudad. Entrega a la prudencia y discrecin del plenipotenciario la resolucin del punto. Barros Arana contrario a esa idea: cartas de 10 y 16 de Agosto. El Presidente Pinto confirma la opinin . del Ministro. Temen que a las agitaciones de la opinin puedan seguir las vas de hecho. Sugiere la idea de un modus vivendi de hecho. Por acuerdo de los Gobiernos se mantendra la situacin en el estado en que se encuentra. Chile se mantendra en Magallanes sin ejercer acto alguno en la costa del Atlntico que signifique ocupacin de ese territorio. Solucin prudente y conciliadora; pero no se armoniza con la declaracin de 1873. Le informa de la situacin de crisis en que se encuentra el pas y de la desnivelacin del presupuesto. Cambio parcial en el Ministerio, entrando Reyes al Interior, Matte a Hacienda y Garca de la Huerta a Guerra y Marina.. .......................... CAPITULO X X X I
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-nea informacin del Oficial de la Legacin Cliilena en Buenos Aires inducen al Gobierno a perseverar en su propsito. ,Presidente Pinto explica las razones que han determinado a disponer el regreso de la Legacin a Buenos Aires. Nuevas instrucciones. Sublevacin de la guarnicin de Magallanes; deplorables excesos. Este hecho ha contribudo a apresurar la medida. Noticias polhicas. Naves argentinas hacen apresar en las costas patagnicas a los fugitivos de Magallanes. Contra su opinin regresa a Buenos Aires el plenipotenciario chileno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CAPITULO X X X I I CERRADO EL HORIZONTE; SIEMPRE EL MISMO DILEMA IKSOLUBLE. - DECEPCION DEL GOBIERNO DE CHILE C a r t a d e Barros A r a n a d e 28 d e Diciembre. C a r t a del Presidente P i n t o d e 31 d e Diciembre y del Ministro Alfonso d e 1.- d e Enero d e 1878 Barros Arana regresa a Buenos Aires. Desfavorable impresin sobre el espritu de los nuevos gobernantes. Carta de 28 de Diciembre. La carta del Presidente Pinto de 31 de Diciembre no le abre horizonte alguno. Su misin se reduce a una tarea de exploracin. Siempre el mismo dilema, o arreglo directo o arbitraje, y la misma sombra de Banko bajo la forma de J e a n n e Amelie. Las nuevas instrucciones no permiten fundar esperanzas de xito. El arbitraje limitado. El Gobierno unido de la Argentina est distante aun de las ideas anteriormente aceptadas. Decepcin en la Moneda. La carta de Alfonso de l." de Enero de 1878 as lo manifiesta. Lo que nos separa es una pequea faja en !a boca oriental del Estrecho. Si no es posible la transaccin insina el arbitraje con un s t a t u q u o de hecho sin declaracin escrita. Contra esta solucin estaban los patrioteros de Buenos Aires. Vaticinios pesimistas de Mximo Lira.. .............................. CAPITULO X X X I I I LA CONVENCION DE ARBITRAJE DE 18 DE ENERO DE 1878 Y EL PROTOCOLO DE 7 DE ABRIL C a r t a d e Barros Arana d e 7 d e J u n i o Barros Arana de nuevo en accin. Cerrado el camino de la transaccin aborda el arbitraje liniitado. Telegrafa el 10 de Enero la negativa argentina. Coniunicacin de Pinto de 1 1 de Enero ampliando la proposicin. Nueva instruccin del Ministro Alfonso de 15 de Enero. Barros Arana ajusta la Convencin de Arbitraje de 18 de Enero de 1878. El Tratado no era una solucin definitiva; se propona salvar un impasse prolongado y que se haca inquietante, pero envolva los grmenes de un arreglo futuro. El Convenio provoca aclaraciones de una y otra parte. La opinin argentina se manifiesta abiertamente contraria por estar includa en el arbitraje toda la Patagonia. Se propone el Protocolo aclaratorio de 7 de Abril. No surge el Protocolo por estimarse inexistente el propio Convenio. Carta de Barros
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Arana de 7 de Junio. Convenio de 1s de Ehero. Se reconocia a Chile todo el Estrecho con sus canales e islas adyacentes. El Protocolo afirmaba la concesin de los terrenos de la boca norte del Estrecho, antes negada, sea!ando la lnea de Monte Ayrnond, once millas al norte del Cabo Vrgenes. El posterior Tratado de 5 de Diciembre de 1878, que aprob el Congreso de Chi!e, no alcanz esa lnea, y el Tratado definitivo de lmites de 1881 seal Punta Dungenes, al sur del Cabo Vrgenes.. C A P I T U L O X X X I V DE ARBITRAJE A TRANSACCION C o m u n i c a c i o ~ i e s e Barros Arana d e 6 d e Noviembre y 5 d e d Diciembre d e 1877,7 y 21 d e Enero y 4 d e Febrero d e 1878
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No prosperan los pactos de arbitraje. Slo fueron el reflejo de una situacin incierta e inquietante. Si la Convencin y el Protocolo no tomaron forma definitiva, dejaron sealados puntos de acuerdos futuros, La lnea limtrofe del Cabo Vfrgenes. Quedan asegurados cl Estrecho, costas e islas adyacentes. Las dificultades de la situacin previstas por Barros Arana en sus comunicaciones de Petrpolis de 6 de Novie~ribre y 5 de Diciembre de 1877. El horizonte internacional del lado de Bolivia se impone a la previsin patritica de Barros Arana. Con:ps de espera. Sesiones secretas del Congreso Argentino. Materia del arbitraje y s t a t u quo. Divisin de la negociacin: Convencin general y Protocolo lirnitativo. El procedimiento result artificioso. Comunicacin de Barros Arana de 21 de Enero. Vicisitiides de la negociacin; comunicacin reservada de 4 de Febrero de 1878. Se inicia la 172 Transaccin: slo en ella puede hallarse la solucin definitiva.. . . . . . CAPITULO xXXV BASES DE TRANSACCION C a r t a s d e Barros Arana d e 4 y 18 d e Febrero, 2,14 y 17 d e Mayo d e 1878 Barros Arana formula concretamente la lnea divisoria del Cabo Vrgenes. r Asiente el Ministro del Interior, seor Irigoyen. Avellaneda no est distante de aceptar. Resiste el Canciller Elizalde. Carta de Barros Arana de 4 y 18 de Febrero. Carta de 2 de Mayo y motivos de su resistencia a reabrir las negociaciones. Mensaje del Presidente Avellaneda sobre la Convencin de 18 de Enero y rectificacin de Barros Arana. Carta de 14 de Mayo. Contra-proposicin de Eliyalde: liniita la posesin de Chile a la Pennsula de Brunswick, y divide la Tierra del Fuego. Barros Arana la rechaza inmediata y perentoriamente. Carta 191 de 17 de Mayo; anuncia su intencin de retirarse.. . . . . . ... . . . . . .
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CAPITULO XXXVI BARROS ARANA SE RETIRA DEL PLATA; LA GUERRA DEL PACIFICO Y LA PAZ CON ARGENTINA
-Barros Arana pone fin a su misin en el Plata. Inquietud patritica. Nubes por el norte. En los mares australes el caso de la Devonshire. Se aprestan las escuadras de uno y otro pas. Los acorazados chilenos en Lota. Discreta intervencin de don Mariano Sarratea. Declaracin de Irigoyen sobre la insuficiencia de la flota argentina. El Tratado Fierro-Sarratea de 6 de Diciembre de 1878. E! Congreso de Chile aprueba el Tratado. Estalla el conflicto chileno-boliviano: la escuadra y ejrcito chileno ocupan Antofagasta, 13 de Febrero de 1879. A mediados de 1879 el Senado Argentino rechaza el Tratado Fierro-Sarratea. Enrgica actitud del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, don Domingo Santa Maria. Don Jos Manuel Balma-, ceda en el Plata; su digna y elevada representacin. El Gobierno Argentino mantiene una correcta neutralidad. Amistosa intervencin de los Ministros Americanos seores Osborn y el Tratado de 1881. El Presidente Pinto termina la Guerra del Pacfico y suscribe la paz definitiva con la Repcblica Argentina.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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CAPITULO XXXVII
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Pgs. Estrecho e islas adyacentes. En la negociacin d e arbitraje se estudia la idea de limitacbn, sustrayendo uno y otro pas de las contingencias de un fallo, las comarcas en que cada uno se mantena irreducttble. El modus vivendi y el punto de interseccin en el Atlntico impiden todo acuerdo. La cuestin quedb reducida determinar esta lnea divisoria: la Patagonia desaparece del debate. Ni Chile en el Atlntico ni Argentina en o1 Estrecho. Monte Dinero desechado por Chile; Cabo Vrgenes rechazado por Argentina. El acuerdo sobre Punta Dungenes termina la cuestin y produce la paz.. .............
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CAPITULO XXXIX EL PERITO BARROS ARANA FUNDAMENTA EL PRINCIPIO DEL DIVORTIA AQUARUM
Barros Arana como perito de Chile define en 1892 el Tratado de 1881. En su doble carcter de negociador en 1876 a 1878 y asesor en 1880 sostiene el principio del divortia aquarum. Recuerda opiniones conformes del Presidente Avellaneda y Ministro Irigoyen. Ese principio est conforme con las normas de la ciencia geogrfica y del Derecho Internacional. El principio sostenido por Barros Arana haba sido a determinado y precisado en el debate de 1877 y en l nota de 13 de Mayo de 1877. Queda establecido que ese principio de demarcacibn se refiere a los territorios no discutidos; no comprende la zona aus tral o territorio patagnico sometido a controversia. La redaccin del Art. 1.0 del Tratado de 1881 se ajust a las ideas y aun a las palabras empleadas en la negociacin de 1877 y 1878. .......................
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23 de Julio de 1881. Barros Arana activo cooperador de esta negociacin. Carta de Mitre de 1.0 de Agosto de 1881. Este Tratado significa la consagracin de las frmulas de la Negociacin de Enero de 1878. Congratulacin de Irigoyen a Barros Arana de 23 de Octubre de 1881 y respuesta de Rarros Arana. Exposicin de 1899 sobre los derechos de Chile en el litigio arbitral. Apreciacin del bigrafo de Barros Arana.. .................................................
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CAPITULO X L I BARROS ARANA HISTORIADOR Y EDUCADOR Condiciones intelectuales y morales. Cualidades de historiador y educador de Rarros Arana. Criterio poitico y econmico. Influencia de los Enciclopedistas. La doctrina econmica: Turgot. Hombres de ciencia y pedagogos. En los archivos y bibliotecas. El Proceso de Pedro de Valdivia. El Purn Indmito. V~ielvede la expatriacin. En la enseanza: el Instituto Nacional. El espritu <lela juventud.. . . . . . . . CAPITULO X L I I EN LA DIPLOMACIA Barros Arana Ministro en ei Plata. Condiciones y circunstancias especiales. Objetivo determinado de la Misin. El discurso de don Alejandro Reyes.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 266 CAPITULO X L I I I LA REGIOX AUSTRAL DE LA AMERICA Su descubrimiento. Exploradores del Estrecho: Pastenes y Ladrillero. Dos actos de posesin: 1558 y 1843. Obra civilizadora. La protesta argentina de 1847. Opinin de Sarmiento en 1849. Elevado criterio americano. Importancia poltica del Tratado de 1856. Su enlace con las negociaciones posteriores. Obra patritica de gobernantes y diplomticos. La poltica de las posibilidades. ........................ CAPITULO XLIV EXCURSION JURIDICO-HISTORICA Aspecto general de la conquista. Divisin de dontinios: Reales Cdulas de 21 de Mayo de 1534. Las cuatro Gobernaciones. La 1.8 Nueva Castilla: Francisco Pizarro. La 2 Nueva Toledo: Diego de Alniagro. : Confines con los dominios portugueses. [.a 3.8 del Plata: Pedro de Mendoza. Aliriagro excursiona en territorios de Mendoza. Concesin de Pedro de Valdivia 1531: la Nueva Extremadura. Provisin de La Casca, 1548. La Real Ctdula de 31 de Mayo de 1552. Chile a uno y otro lado de la Cordillera. La Real Cdula de 29 de Mayo de 1555 ampla la concesin hasta e? Estrecho. Gernimo de Alderete y Garca Hurtado de hleiidoza. Ida 4.P Nueva Len: Simn de Alcar
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PAgs. zaba. Francisco de Camargo: Capitulacin de 24 de Enero de 1539. Pedro Snchez de HOZ: Capitulacin de 24 de Enero de 1539. Resumen de concesiones y deslindes: Amuntegui.. ....................
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INDICE
ANEXOS
ANEXO N.o 1
Pgs. Nota confidencial de Barros Arana de 10 de Julio de 1876.. ...........
333
ANEXO N.o 2
Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores de la Repblica Argentina, don Bernardo de Irigoyen, al Presidente Avellaneda.. . . . . . . . . . . . . .
338
ANEXO N.O 3
Nota del Ministro de Chile, seor Barros Arana, relativa a la Memoria especial del seor Irigoyen.. ..................................... 343
ANEXO N.O 4
Nota del Sr. Barros Arana al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile.
349
ANEXO N.O 5
Carta particular de Barros Arana, datada en Rfo Janeiro a 5 de Septiembre de'1877 .......................................................
350
ANEXO N.O 6
Nota de Barros Arana sobre el. ~ f a t a & 18 de Enero de 1878...... .de
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352
ANEXO N.O 7
El Plenipotenciario de Chile al Ministro de Relaciones Exteriores. Telegrama de 24 de Enero d e 1878.. ............................
358
ANEXO N.O 8
El Ministro de Relaciones Exteriores al Plenipotenciario Barros Arana. -Telegrama respuesta de 25 de Enero de 1878.. ................
358
ANEXO N.O 9
Nota de Barros Arana sobre la situacin producida con motivo del Tratado de 18 de Enero de 1878, de 4 d e Febrero de ese ao..
......
359
ANEXO N. 10
Telegrama del Ministro Alfonso, de observaciones al Tratado de 7 de Febrero de 1878.. ................................. ..........
..
362
ANEXO N.O 11
Memoria de Barros Arana, fechada en Petroplis, a 7 de Junio de 1878, sobre el desarrollo general de las negociaciones en el iiltimo ao.. ..
363
FE DE ERRATAS
PAG.
60 75 194 250 25 1 306
LINEA -7
32 35
DICE 25 de Setiembre
DEBE DECIR
26 de Setiembre aquella sancin del buque 1881 14 de Noviembre de aquel . 1.O de Enero de 1554.
ltima
24 2-3