LIBRO DE MELQUISEDEC Por Billy Gil

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LIBRO DE MELQUISEDEC

INTRODUCCION

El libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los


rollos del mar muerto encontrado en la cueva número 11, en el
desierto de Qumrán, al norte del mar muerto, algunos le llaman el gran
rollo de Melquisedec, ya que en su estado original, consiste en un
conjunto de 7 rollos cosidos entre sí.

Según fuentes relacionadas con este gran rollo y lo que se lee en su


manuscrito, el primer rollo que aparece en el compendio, lo escribió
Abraham, el mismo personaje que encontramos en el libro de génesis
en la biblia. Este rollo fue registrado por la mano de Abraham en
obediencia al mandato divino de YAHWÉH, y el narra los
acontecimientos que ocurrieron tiempo antes y tiempo después de la
gran liberación que YAHWÉH efectuó por medio de Abraham y sus
pastores, en aquella ocasión en que se Liberó a LOT y los demás
cautivos quienes habían sido tomados prisioneros como consecuencia
de la batalla registrada en génesis capítulo 14. A esta primer historia
registrada por Abraham se le conoce como la historia de un vaso.
También se le mandó a Abraham registrar la HISTORIA DE SALEM,
la cual el escucharía y recibiría “de los labios de Melquisedec”,
Narrando los acontecimientos más relevantes de aquella ciudad
amada. El capítulo 13 de la historia de Salem es una conexión directa
con la siguiente historia llamada “LA HISTORIA DEL UNIVERSO”, ya
que en este capítulo se explica el contexto en que se recibió la
revelación por conducto del ángel de luz. Esta historia, entendemos
por lo referido de la fuente, y según lo registrado en estos rollos, fue
escrita por Melquisedec y registrado en seis rollos que fueron cosidos
uno a uno junto con el primer rollo escrito por Abraham. La historia del
universo es una revelación que Melquisedec recibió por medio de “un
ángel luminoso” o ángel de luz, y la cual estuvo registrándose en seis
rollos durante 6 años.

LAHISTORIA DE UN VASO

CAPITULO 1

(Abraham es informado de la batalla en la cual LOT y muchos son llevados


cautivos. Abraham recibe mandamientos del Eterno a fin de efectuar la ”Gran
Liberación” , esto es, convocar y preparar a sus pastores, y preparar un vaso con
características especiales.)

1. Estaba descansando bajo la sombra del roble de Mambré junto a mi tienda,


cuando vi llegar apresuradamente a uno de los siervos de mi sobrino Lot.
Casi sin aliento, el comenzó a relatarme sobre la tragedia: Hubo el día
anterior una batalla entre las ciudades de la planicie, implicando a cuatro
reyes contra cinco. Como resultado, Sodoma fue derrotada y muchos de
sus habitantes llevados cautivos, entre ellos mi sobrino Lot. La noticia me
dejo afligido, pues al mismo tiempo en que sentía que era preciso salir en
su ayuda, me veía fragilizado, sin ninguna condición.
2. Siempre fui un hombre pacífico y detesto a aquellos que derraman sangre.
Tengo muchos siervos, pero pocos saben manejar espadas y lanzas, pues
desde la infancia han sido entrenados como pastores. En lugar de espadas
y lanzas, ellos manejan bordones con los cuales conducen los rebaños; en
lugar de escudos, ellos cargan vasos en sus cinturas, siempre llenos de
aguas fresca, para matar su sed y refrescar a las ovejas afligidas; en lugar
de vino para embriagarse, cargan sujeto a sus cintos pequeñas botijas con
aceite de olivo, con los cuales ungen las heridas del rebaño; En lugar de
trompetas resonantes, ellos soplan en cuernos pequeños, con los cuales
convocan al rebaño hacia el corral.
3. Imaginando como sería un combate entre mis siervos y los ejércitos de
aquellos cinco reyes victoriosos, comencé a reír. Mientras reflexionaba, la
voz del Aquél que siempre me guía, resonó en mis oídos diciendo:
4. ¡Abram, Abram! No menosprecies los instrumentos de los pastores, pues
santificados por el fuego del sacrificio, habrán de conquistar la gran
liberación.
5. El Eterno comenzó a darme ordenes, haciéndome avanzar por la fe, sin
saber cómo tal liberación habría de realizarse.
6. El primer paso fue la convocación de todos los pastores que, dejando a sus
rebaños, se dirigieron al roble de Mambré, trayendo sus instrumentos
pastorales. Eran en total seiscientos pastores.
7. Ordené que vaciaran los jarros, colocando en ellos el aceite de la botija.
8. Después de cumplir ellos esta orden, pedí que tomara cada uno la lana de
una oveja, mezclándola con el aceite de los jarros.
9. Después de estas cosas, Yawéh me mandó tomar un vaso grande de barro,
llenándolo hasta la mitad con el aceite de olivo.
10. Al concluir esta tarea, el Señor me mandó hacer una larga mecha de lana,
enroscando la mitad dentro del aceite y dejando la otra parte apresada
encima del vaso,
11. Después de estas cosas Yawéh me ordenó encender la mecha, con el
fuego del altar. Al aproximarse al fuego sagrado que todavía ardía sobre el
sacrificio de la mañana, una pequeña flama saltó hacia la mecha, y poco a
poco se fue alimentando del aceite, hasta convertirse en una llamarada
que podía verse a lo lejos.

CAPITULO 2

(Abraham lleva el vaso sobre sus hombros. Sufrimientos y pruebas en su jornada.


Muchos no soportan la vergüenza y abandonan a Abraham. Incredulidad de Sara.)

1 con el vaso en los hombros, inicié una caminata rumbo a las ciudades e la
planicie, siendo acompañado por los pastores. Luego comenzaron a seguir
escarnecedores que, al verme con aquel vaso incandescente en pleno día,
comenzaron a decir que yo estaba loco. Al esparcirse esta noticia, muchos
vinieron a mi encuentro, trayendo consejos para que yo abandonara aquel vaso
que sería capaz de destruir toda mi reputación y dignidad delante de ellos.
2. Cuando yo les hablé a ellos sobre los ejércitos y sobre mi misión conjunta con
los pastores, ellos concluyeron que de hecho yo estaba loco. Intentando tirarme el
vaso por la fuerza, mas aferrándome a él, impedí que lo tiraran de mí.

3. Avergonzados ante todo esto, muchos pastores comenzaron a separarse:


algunos regresaron hacia sus tiendas mientras que otros se unieron a aquellos
que se reían de mi comportamiento extraño.

4 Sintiéndome solo con aquel pesado vaso sobre los hombros, comencé a
angustiarme, anhelaba encontrar a alguien con quien pudiera compartir mi
experiencia, mas todos me lanzaban miradas de desaprobación.

5. Me acordé de Sara, mi amada esposa; En obediencia a la voz de Yawéh


habíamos transitado por muchos caminos, estando Sara siempre a mi lado,
animándome a proseguir precisamente en los momentos más difíciles. Con
certeza Sara me traería consuelo y fuerzas para continuar firme, conduciendo el
vaso de la salvación.

6. Mientras que avanzaba por el camino pensando en Sara, la vi en medio de la


multitud. Al dirigirme a ella, me vi sorprendido y desalentado al ver en sus ojos el
mismo menosprecio que aquellos que me llamaban loco por conducir en pleno día
la llama que se había desprendido del altar.

7. Acordándome de la orden de Yawéh de que tendría que liberar a mi sobrino


Loto, fui andando solo por el camino; Al colocarme en el lugar de aquellos que me
llamaban loco, yo les daba la razón, pues en condiciones normales, ninguna
persona coherente saldría de casa, sin ningún rumbo definido, llevando en la
espalda en pleno día un vaso con una llamarada, afirmando estar marchando
contra los ejércitos de los cinco reyes, para liberar un pariente. Realmente da a
entender que se trata de la manifestación de una gran locura. Precisamente así,
bajo el rencor de todas las humillaciones y palabras que hablaban contra mí, yo
avanzaba rumbo al valle desconocido.

8. Toda aquella burla se fue finalmente disminuyendo, a medida en que me


distanciaba del Roble de Mambré.

9 Comenzaron a sobrevenir a mi corazón muchas dudas en cuanto a mi futuro.


Estaba yo a veces afligido con el pensamiento de todo lo que había
experimentado, desde la convocación de los pastores hasta ese momento, podría
ser, de hecho, demostración de una locura.

10. lleno de dudas, comencé a pensar en la posibilidad de abandonar el vaso al


lado del camino, regresándome junto al altar. Esos eran los consejos de algunos
pastores y amigos que, condolidos de mi soledad, todavía venían a mi encuentro,
aconsejándome que volviera; Allí, decían, que yo podría conquistar nuevamente la
confianza de los pastores, volviendo a ser, quizás, hasta el mismo sacerdote
honrado como antes lo era. Sobre el altar, decían, que había un fuego mucho
mayor que aquel que yo cargaba en los hombros.

11. Estaba a punto de regresar, cuando Sara, vino a mi encuentro, contándome


sobre el desprecio que muchos pastores lanzaban contra mí; ella estaba
consternada, pues toda aquella deshonra, recaía también sobre ella, al punto de
no sentir más deseos de permanecer junto a aquel altar.

12. después de alertarme, Sara comenzó a hablarme de un plan: Podríamos,


Quizás, mudarnos a una ciudad distante, donde olvidaríamos todas aquellas
vejaciones.

13. olvidándome de la voz que me había mandado seguir rumbo a la planicie,


conteste a mi esposa que yo estaría dispuesto a acompañarla a cualquier lugar, si
ella permitía que yo llevara el vaso. El seria nuestro altar, calentándonos e
iluminando nuestras noches con su llama.

14. Al oír sobre el vaso, Sara volvió a enojarse, afirmando no entender mi


terquedad al continuar llevando sobre los hombros aquel símbolo de vergüenza y
desprecio. Después de decirme lates palabras, me volvió la espalda regresando a
la tienda.

CAPITULO 3

(Abraham entiende el significado del vaso. Abraham protege a la pequeña llama


de los fríos vientos. Muchas ovejas siguen a Abraham. Abraham, andando solo,
sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de Abraham y amenazan con el exterminio
de los cautivos.)

1. Angustiado por no poder realizar el sueño de Sara, proseguí rumbo al futuro


incierto, siendo orientado únicamente por la llama, cuyo brillo aumentaba a
medida que las tinieblas se hacían más densas. Comencé entonces a
meditar sobre aquella llama que me acompañaba con su brillo y calor.
2. Yo estaba acostumbrado a ver el fuego sagrado entronizado sobre un gran
altar de piedras, en medio de alabanzas de muchos pastores, de entre los
cuales yo me destacaba como maestro y sacerdote. En aquellos momentos
de adoración, yo me vestía con los mejores mantos, y hacia la pregunta de
realizar el sacrificio, solamente cuando todos mis estuviesen reunidos a mi
alrededor, para que escuchasen mis consejos y advertencias, en la hora del
sacrificio, yo levantaba hacia el cielo mi espada desenvainada, y, con
palabras amedrentadoras, proclamaba la grandeza del señor de los
ejércitos, Él Dios todopoderoso que domina sobre los cielos y la tierra.
Vibrando la espada en el aire en un momento en un movimiento
amenazador, yo representaba delante de mis pastores, la imagen de un
Dios severo, que siempre está listo para repeler cualquier confrontación.
Después de esa demostración de soberanía y poder, tomaba yo una oveja
de las manos de un pastor, y la amarraba sobre el altar. Para que estuviese
bien clara la ira divina, severamente, hasta verla perecer. En aquel
momento descendía del altar, y permanecía esperando el fuego sagrado
que jamás dejo de manifestarse sobre el sacrificio.
3. Yo había aprendido desde la infancia a reverenciar el fuego sagrado,
creyendo que ello era una revelación visible de Yawéh, el gran Dios
invisible. Hasta entonces, yo lo veía como un fuego único e indivisible.
Ahora al transportar en un humilde jarro la llama que se había desprendido
del altar, mis pensamientos se agitaban con el surgimiento de un nuevo
concepto sobre el creador: el concepto de un Dios sufridor que es capaz de
desprenderse del gran Yawéh, representado por el fuego sagrado, para
acompañar al pecador en su jornada.
4. Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré amargamente. Tenía ahora
conciencia de que todo el celo demostrado junto al altar, tenía como
finalidad la exaltación de mi orgullo, y no la del amor de aquel que me
acompañaba por el camino.
5. Súbitamente, s eme grabó en la mente la convicción de que aquella
pequeña llama que se había desprendido del fuego sagrado, era una
representación del Mesías, que se desprendería del gran Yawéh, para ser
el Dios con nosotros, compañero en todas nuestras jornadas. Al
sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose más brillante
y calurosa.
6. Con el corazón transformado, proseguí por el camino rumbo al valle,
llevando en los hombros el jarro que me había traído después de tanto
desprecio, la alegría de una nueva revelación sobre el carácter del creador.
7. Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi camino, cuando fríos vientos
venidos del mar, salado comenzaron a arremeterse contra la pequeña
llama, procurando apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo, andando
muchas veces de lado e igualmente de espalda, mas siempre avanzando
rumbo al valle.
8. Al romperla luz del día, me encontré a un paso de la planicie, comencé a
encontrar por el camino muchos rebaños que eran conducidos por rudos
pastores. A medida en que avanzaba entre ellos, surgían tumultos y
confusiones, pues muchas ovejas y cabras se asustaban con mi vaso
ardiente, dispersándose por todas partes. Esto hizo que la mayoría de los
pastores estuviesen irritados contra mi presencia en su medio.
9. Sabiendo que no podía permanecer retenido en ese valle, proseguí de
frente rumbo a Sodoma. Mientras que avanzaba comenzó a suceder algo
interesante: muchas ovejas, tiernas y sumisas, comenzaron a
acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a poco, su número fue
aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido al gran
número de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a los pastores,
enfurecidos, por la pérdida de sus ovejas más bonitas.
10. Al llegar a la ciudad de Sodoma, la encontré vacía y devastada. Siguiendo
los rastros dejados por los ejércitos y por la multitud de cautivos, fui
aproximándome cada vez más al blanco de mi misión. Al llegar a la
campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran campamento de los
soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me encamine hacia allá,
conduciendo a mi nuevo rebaño.
11. Desde lo alto del monte, pude observar el campamento en toda su
extensión. Habría millares de soldados conmemorando su victoria; mientras
que, centenares de cautivos yacían amontonados en medio del
campamento, humillados y sin esperanza. Ante esta escena, estuve
imaginando como se podría realizar la liberación.
12. Mi presencia despertó la curiosidad de algunos soldados que, al verme con
el vaso fumigante se aproximaron y comenzaron a burlarse. Cuando me
preguntaron el motivo de mi presencia en aquel lugar, les dije que venía a
liberar a mi sobrino Lot. Mis palabras se tornaron en motivo de muchas
bromas en todo el campamento; después de esto comenzaron a mofarse
de Lot.
13. En poco tiempo, toda aquella burla se transformó en gritos de venganza, y
proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los cautivos serian
exterminados, comenzando por mi sobrino.
CAPITULO 4

(Abraham se reconforta con la llegada de sus pastores y aliados. Los pastores


aprendieron a amar la luz del vaso. Lealtad a los aliados de Abraham. Orientado
por la voz divina, Abraham da instrucciones estratégicas. La lamparilla de Lot,
confusión y matanza entre los ejércitos enemigos.)

1 Mientras intentaba imaginar lo que Yawéh podría hacer para alcanzar tan
milagrosa liberación, vi surgir a lo lejos un grupo de pastores que se encaminaban
en dirección mía, viniendo de Sodoma. Pensé al principio que eran los pastores
enemigos que venían a arrancarme el rebaño conquistado con amor. Tal
desconfianza pronto desapareció, dando lugar a un sentimiento de mucha alegría,
cuando descubrí que eran mis fieles pastores. Ellos se fueron aproximando en
pequeños grupos de doce, hasta alcanzar el total de 300 pastores. Al mirar hacia
ellos, pude notar en sus semblantes las señales de una gran lucha espiritual para
estar a mi lado. Me contaron acerca de la experiencia de muchos compañeros
que, desanimados, habían lanzado el aceite y la lana fuera de sus vasos,
regresándose hacia sus tiendas. Me hablaron de cómo, en aquella noche anterior,
habían aprendido a amar la luz de mi vaso, que para ellos se convirtió como en
una estrella guía.

2 Me alegraba con la presencia de mis humildes pastores, cuando llegaron en


dirección nuestra Aner, Escol y Manre, Acompañados de quince hombres
armados; eran fieles amigos que, conociendo los peligros que enfrentaríamos en
aquel valle, vinieron en nuestra ayuda para que no aplazáramos el plan divino, les
pedí que permanecieran escondidos hasta el amanecer, cuando recibirían
orientaciones sobre como participar en la misión.

3 Comencé a orientar a los pastores, siguiendo las instrucciones de la voz divina


que me sonaba desde dentro de la llama: La primera tarea de los pastores, seria
cuidar del rebaño al anochecer.

4 al volver, ordene que amarraran las madejas de lana empapadas en aceite, en la


punta de sus bordones, colocándolos dentro de los vasos que, deberían
mantenerse suspendidos, boca abajo.

5 Comencé a encenderlos con fuego de mi llamarada, hasta que las trescientas


antorchas estuvieron ardiendo, aunque ocultas en el interior de aquellos vasos.
6 Ordené a cuarenta de mis valerosos pastores que, en el momento indicado por
una señal que sería dada, debería de avanzar silenciosos hacia el centro del
campamento, circundando a todo cautivo que yacían amontonados en medio del
campamento de las tropas. Al mismo tiempo, los 260 pastores restantes, deberían
rodear todo el campamento, esperando la señal de romper los vasos con los
cuernos.

7. Orientado por la voz de la llama, les indiqué las señales: cuando la última
antorcha se apagase en el campamento, debería den estar atentos, pues una
pequeña lamparilla seria encendida por uno de los cautivos. Tan pronto como la
lamparilla comenzase a arder, deberían de correr cada uno hacia su puesto,
evitando cualquier ruido, para no ser descubiertos.

8. La señal para ellos de quebrar los vasos con los cuernos , levantando muy en
alto las antorchas, sería el apagar de la lamparilla.

9. Después de esas orientaciones. Los 260 pastores, ocultos por las sombras de
la noche, se esparcieron por el valle, y estaban esperando el momento de
colocarse alrededor del campamento; mientras tanto los 40 se colocaron próximos
a un pasaje más vulnerable, a través del cual habrían de alcanzar a los cautivos.

10. era ya alta noche cuando la antorcha del último soldado se apagó,
sobreviniendo una completa oscuridad y silencio sobre el campamento de las
tropas.

11. entre los cautivos, había un hombre en aquella noche, que vivía la mayor
angustia de su vida . era mi sobrino que, después de convertirse en el blanco de
tantos abusos y humillaciones, había tomado conocimiento del castigo que les
esperaba al amanecer.

12.En aquella noche, Lot tenía en sus pensamientos vueltos hacia su tío; se
acordaba con arrepentimiento del momento en que había dejado junto al Roble de
Mambré , mudándose hacia las campiñas de Sodoma. En su desesperación, sintió
deseo de volver a ver mi faz y de pedirme perdón por haberse apartado de mí.
Justamente en aquel momento, Lot fue atraído por el brillo de una antorcha que
ardía sobre la colina. Al mirar el brillo, imaginó estar teniendo una visión, pues ello
mismo le reflejaba la faz de su querido tío.

13. Queriendo mostrarme su rostro, Lot palpó en medio de las tinieblas hasta
encontrar una pequeña lamparilla que había traído en su alforja. Frustrado,
percibió que no había en ella nada de aceite. Concluyo que aquella lámpara
apagada y seca, era un símbolo de su vida vacía y sin fe.
14.sin desviar los ojos de mi rostro iluminado por la llama del vaso, en un
desesperado gesto de fe, Lot palpó la mecha de su lamparilla, descubriendo que
había en ella un residuo de aceite. Curvándose, comenzó a herir las piedras del
fuego, hasta que una chispa saltó hacia la mecha. Sin saberlo, Lot estaba
comandando con sus gestos, los pasos para una gran liberación.

15. Los trescientos pastores al ver el tenue brillo de la lamparilla, se encaminaron


rápidamente hacia sus puestos, y, permanecieron aguardando el apagar de
aquella llama.

16. desde el momento en que Lot se levantó, con su diminuta llama, yo estaba
mirando hacia sus ojos que miraban los míos. Vi que su faz traía señales de
inenarrable angustia y malos tratos. Así mismo, pude leer en sus ojos azules, que
la esperanza y la fe todavía no le habían abandonado.

17. El pequeño fuego de la lamparilla de Lot, con todo, no resistiría por mucho
tiempo. Era necesario que se apagase, para señalizar la gran victoria.

18. Cuando la oscuridad volvió a cubrir la faz de Lot, mis trescientos pastores
arremetieron sus cuernos contra los vasos que mantenían ocultas las antorchas
ardiendo. Un gran ruido, como de caballería en combate resonó por todas partes,
mientras que las antorchas eran suspendidas. Los trescientos cuernos utilizados
hasta entonces para conducir el rebaño, sonaban ahora como trompetas de
conquistadores.

19. todo el campamento se despertó de un solo brinco, y , sin saber cómo escapar
de tan terrible investida que partía afuera y de adentro, los soldados comenzaron a
luchar entre sí mismos, mientras que mis pastores permanecían en sus puestos
haciendo sonar los cuernos.

20. Los cautivos, estuvieron muy espantados al principio, mas poco a poco fueron
tomando conciencia de la gran liberación que estaña operándose a su favor.

21. cuando amaneció, se revelo ante nuestros ojos un escenario de completa


destrucción; todo aquel pueblo estaba cubierto por millares de cuerpos rasgados
por sus propias espadas y lanzas, solamente unos pocos consiguieron huir de
aquel campamento de muerte, mas fueron perseguidos por mis 18 aliados que
estaban armados, siendo alcanzados en Hobá, que está a la izquierda de
damasco, mientras tanto, los cautivos, ahora liberados, recuperaban todas las
riquezas de que habían sido saqueados por los enemigos.
CAPITULO 5

(La gran Liberación representa la liberación de Israel en los últimos días. Abraham
descubre que la gran liberación se concretizó en Rosh hashaná. Abraham predica
la fe en el Mesías a los cautivos liberados invitándoles a purificarse en agua, solo
tres lo aceptan. Abraham rechaza la oferta del rey de Sodoma. Abraham y los
fieles deciden conmemorar la fiesta de Sukot en Salem. Las perlas del vaso.
Bienvenida festiva en Salem. El encuentro de Abraham y Melquisedec.)

1. De la cima de la colina, en tanto que yo vibraba con alegría de los cautivos


en aquella mañana de liberación, oí la voz de Yahwéh hablándome de en
medio de la llama:
2. –“ Esta liberación que hoy se concretiza, representa la liberación que he de
operar en los últimos días, salvando a los remanentes de tus hijos, del
cerco de numerosas, naciones, que se aliaran a Gog con el propósito de
destruirlos. En aquel día en que triunfaren sobre mi pueblo, mi indignación
será muy grande, y contenderé contra el por medio de la peste y de la
sangre; lluvia inundante, grandes rocas de granizo, fuego y azufre haré caer
sobre él, sobre sus tropas, y sobre sus muchos pueblos que estuvieren con
él. Así, yo me engrandeceré justificaré mi santidad y me daré a conocer a
los ojos de muchas naciones, y sabrán que yo soy el señor. Y sobre la casa
de David y sobre los habitantes de Jerusalén derramare mi espíritu de
gracias y de suplicas; miraran hacia mí a quien traspasaron, y harán
lamentación como quien se lamenta por un hijo unigénito y lloraran por el
cómo quien llora amargamente por el primogénito. En aquel día, habrá una
fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén,
para remover el pecado y la impureza.
3. Consiente de la importancia histórica de aquel día de liberación tomé un
calendario y, miré con sorpresa, pues era Rosh Ha-Shaná, o día de las
trompetas. Aquel era el primer día de año nuevo; Diez días después
vendría el Yom Kipur, el día de la purificación de los pecados; en el día 15,
tendría lugar la fiesta de Sukot, la alegre fiestas de las cosechas de otoño.
4. La llama para mí se había convertido en una señal del Mesías prometido,
se apagó en el momento en que descendí al encuentro de los pastores y de
los cautivos liberados. Llenos de alegría y de admiración, todos querían
saber cómo había llegado a ser posible tan grande liberación, solamente
con la utilización de aquellas antorchas y cuernos. Les hablé entonces de la
importancia de aquel fuego que se había desprendido del altar, para
liberarlos en aquel valle, identificándolo como el Mesías salvador.
5. Al ver que todos cargaban en sus cuerpos y mantos la suciedad de la
esclavitud, los invité a seguirme hasta el rio Jordán, donde todos podrían
bañarse, para la purificación de sus pecados.
6. Solamente tres personas atendieron la invitación: Lot y sus dos hijas más
recientes. Los demás, regresaron contaminados a sus casas.
7. Antes de partir, el rey de Sodoma vino a mi encuentro, prometiendo darme
todas las riquezas recuperada en aquella mañana. Yo rechacé su oferta,
para que nunca jamás alguien pudiera decir que yo me enriquecí con aquel
saqueo.
8. Permanecimos acampados en los márgenes del rio Jordán, en las
proximidades del Jericó por doce días. En aquellos días de refrigerio, todos
se hallaron libres de impurezas, dejándolas en las aguas del Jordán. Este
era un preparativo especial para la fiesta de Sukot que decidimos
conmemorar en Salem.
9. Llenos de alegría, iniciamos una marcha ascendente rumbo a la ciudad de
Salem, inconscientes de la feliz sorpresa que nos aguardaba. Yo seguía al
frente teniendo a mi lado a Lot y sus dos hijas, y detrás venían los 300
pastores, conduciendo el gran rebaño.
10. A medida que avanzábamos, comencé a notar que mi vaso que se había
quedado vacío al amanecer, se tornó muy pesado. Al bajarlo, miré
sorprendido al descubrir dentro de él muchas perlas de variados tamaños y
brillos que se formaron misteriosamente.
11. Al ver nosotros a lo lejos la blanca ciudad, comenzamos a oír sonidos de
una gran fiesta. Acordes armoniosos repercutían por los montes, mientras
avanzábamos por el camino.
12. Mi curiosidad por conocer aquella ciudad y a su joven rey era muy inmensa,
pues de boca de muchos ya había oído acerca de su grandeza y fama. Se
trataba de un reino diferente a todos los demás, donde los súbditos eran
entrenados no en el manejo de arcos y flechas, si no, en el dominio de
instrumentos musicales. Melquisedec, su joven rey, regía, a todos con un
cetro muy especial: un Laúd, por el cual había pagado un precio elevado.
13. En tanto crecía en mi la alegría por estarnos aproximando a la ciudad del
gran rey, vimos una multitud vestida de lino fino, puro y resplandeciente,,
saliendo a nuestro encuentro. Todos traían instrumentos musicales,
mientras cantaban un himno de victoria. Al frente de la multitud venia un
joven tocando un Laúd , trayendo en la frente una corona repleta de piedras
preciosas, que brillaban bajo la claridad del sol poniente, yo tuve la certeza
de que aquel era el tan clamado rey de Salem.
14. Al momento de nuestro encuentro, quedamos admirados con la salutación
que nos hicieron; inclinándose delante de mí, Melquisedec afirmó:
15. “Bendito eres tu Abraham, siervo del Dios altísimo, que posee los cielos y la
tierra; y bendito sea el Dios altísimo, que entregó a tus adversarios en tus
manos”.

CAPITULO 6

(Grandes revelaciones de Melquisedec y su pueblo. Los vencedores son


coronados. Al ser coronado, Abraham se conmueve al observar las heridas
profundas en las manos de Melquisedec. Melquisedec, al partir el pan y el vino,
es honrado, las 144 perlas como diezmo. Las instrucciones y profecías de
Melquisedec.)

1. Sorprendidos por la festiva recepción, fuimos introducidos en la ciudad,


donde la belleza de las mansiones y jardines nos causó mucha admiración.
Todo allí era puro y lleno de paz.
2. Fuimos recibidos en el palacio real, edificado sobre el monte Sion. Allí, una
nueva sorpresa nos aguardaba:
3. La gran sala del trono, estaba toda adornada con representaciones de
nuestra victoria sobre los enemigos. Había en medio de la sala una mesa
muy larga, cubierta por toallas de lino fino adornadas con hilos de oro y
piedras preciosas. Sobre la mesa habían 304 coronas, cada una trayendo
la inscripción del nombre del vencedor. En un gesto que nuevamente nos
sorprendió, Melquisedec, tomando las coronas, comenzó a colocarlas en la
cabeza de cada uno de nosotros, comenzando por Lot y sus hijas.
Estábamos todos admirados por el hecho de que el rey de Salem nos
conociera individualmente, y por tener preparadas aquellas coronas mucho
antes de que fuésemos vencedores.
4. Yo observaba la alegría de mis compañeros coronados, cuando, tomando
una corona semejante a la suya, el rey de Salem se dirigió a mí con una
sonrisa. Al levantarla sobre mi cabeza, noté algo que hasta entonces no
había percibido: sus manos traían cicatrices de heridas profundas. Vencido
por un sentimiento de gratitud, me postré a sus pies y, conmovido, besé sus
bondadosas manos, bañándolas con mis lágrimas.
5. Al levantarme, le pregunté el significados de aquellas cicatrices. Con una
tierna sonrisa, el prometió que iría a contarme toda la historia de aquel
prospero reino, y de cuanto le constó obtener su paz.
6. Después de coronarnos, Melquisedec nos hizo sentar alrededor de la gran
mesa, y comenzó a servirnos pan y vino; a partir de aquel momento,
comenzamos a honrarlo como sacerdote del Dios Altísimo.
7. En un gesto de gratitud, tomé el vaso repleto de perlas, y lo coloque a los
pies del rey. Tomándolo en los brazos, el comenzó a acariciarlo, sin atentar
hacia el brillo de las perlas. Expresándome la gratitud por aquella ofrenda,
me dijo que aceptaría el vaso y, que de las perlas, solamente aceptaría el
diezmo.
8. Inmediatamente comencé a contar las joyas, separando las más bellas para
el rey. Había un total de 1.440 perlas, Él las guardó cuidadosamente en una
cajita hecha de oro puro, en cuya tapa había lindos adornos con
incrustaciones de pequeñas piedras preciosas.
9. Después de recibir el diezmo que simbolizaba la gran liberación operada
por Yawéh en la planicie, Melquisedec llamó venir a él a uno de sus
súbditos que era maestreo de adornos y pinturas, ordenándole honrar el
vaso con un lindo grabado que retratase el momento en que yo lo ofrendé.
10. Mientras el jarro era pintado, Melquisedec comenzó a contarme la historia
de su reino, desde su fundación hasta aquel momento en que estábamos
conmemorando la gran victoria sobre los enemigos.
11. Al devolverme el vaso, ahora honrado con el más bello grabado e
inscripciones que exaltaban la justicia, la humildad y el amor, el rey de
Salem me ordenó que llevara conmigo el vaso de aquellas perlas. Durante
seis años yo y mis pastores deberíamos contar a todos la historia de aquel
vaso que fue victorioso por causa de la llama del altar. A todos aquellos
que, con arrepentimiento, aceptasen la salvación representada por su
historia, deberíamos de ofrecerle una perla. Al final de los 6 años, las perlas
se acabarían; ya no habría oportunidad de salvación. Sobrevendría
entonces el séptimo año, en el cual habría un tiempo de gran angustia y
destrucción, cuando solamente habría protección para aquellos que
poseyesen las perlas. Por esa ocasión, las ciudades de las planicie serian
totalmente destruidas por el fuego del juicio, y los demás pueblos que no se
arrepintiesen, serian diezmados por grandes plagas.
CAPITULO 7

(Continúan revelaciones de Melquisedec. Acontecimientos que se verificaran en


Rosh Hashaná, en Yom Kipur y en la fiesta de sukot. Seis años de oportunidad. La
santificación del día de reposo, señal de alianza de Yawéh. La nueva Jerusalén
revelada al final del séptimo año. La venida del Mesías. La resurrección de los
fieles fallecidos y transformación de los vivos victoriosos. Coronación de los justos
en la ciudad santa.)

1. Sobre el triunfo que acabamos de obtener sobre numerosos ejércitos,


Melquisedec, después de repetirme las palabras dichas por el Mesías, dijo
una señal que sería importante para aquellos que viviesen por la ocasión de
la gran liberación de Israel. Afirmó que, multiplicando las 144 perlas del
diezmo por el número de columnas de su palacio, encontraría el año que
traería a su consumación la gran liberación de Israel. Movido por la
curiosidad, comencé inmediatamente a contar las columnas; eran 40
columnas de mármol, adornadas con piedras preciosas.
2. Al regresar al rey con el resultado de los cálculos, el comenzó a hacer
predicciones sobre los grandes acontecimientos que tendrían lugar al final
de aquel año.
3. Al llegar la plenitud de los tiempos, todos los esfuerzos humanos en busca
de la paz se frustraran. En aquel tiempo, numerosas naciones se aliaran
contra el reino de Salem; habrá una batalla como nunca hubo, y toda la
tierra será castigada por el fuego; después de agotar ellos todos los
recursos en su defensa, Israel verá, con desesperación, incontables
enemigos marchando contra ellos, con el propósito de eliminarlos. Como
Lot en su noche de angustia, ellos verán morir su esperanza, cuando, en
Rosh Hashaná, ha de oírse en medio de las ruinas de Salem, los acordes
armoniosos de un laúd, tocados por un beduino de la tribu de Taamireh; su
música hará renacer la fe y la esperanza en un mundo mejor, donde nación
no se levantará contra nación; donde las lágrimas, el dolor y la muerte no
existirán más.
4. Después de consolar a los afligidos con los acordes de su laúd, el beduino
tomará el vaso con los pergaminos de la tumba de David, y lo llevara sobre
los hombros. En aquel día, estarán los pies suyos sobre el monte de los
olivos, y , al clamar por la liberación de Israel, habrá un fuerte terremoto que
agrietará el monte por la mitad, surgiendo del oriente hacia el occidente un
enorme valle. En aquel día, toda la tierra de Israel será fuertemente
sacudida, sobreviniendo una total destrucción para todos los ejércitos
enemigos; habrá, sin embargo, salvación para todos aquellos que, con
arrepentimiento, se refugiaron bajo las alas del eterno, lanzando lejos de si
los instrumentos de violencia.
5. Toda la humanidad testimoniará, con espanto, las escenas de la liberación
de los hijos de Israel. En aquel día, muchos pueblos y poderosas naciones
se establecerán al lado de Yawéh de los ejércitos; multitudes de los judíos
de la diáspora se aproximarán, diciendo: Nos iremos con vosotros, porque
sabemos que el eterno esta de vuestro lado.
6. El Yom Kipur que surgirá de su liberación, será un día de purificación de las
impurezas de todos aquellos que aceptaron la salvación; en aquel día
acabará la ceguera de los hijos de Jacob, y miraran hacia aquel a quien
traspasaron, y lloraran amargamente por el cómo se llora un hijo unigénito.
7. En la fiesta del Sukot (cosechas)será derramado el espíritu de Dios sobre
toda carne; y sucederá que, todo aquel que invoque el nombre de Yawéh
será salvo, recibiendo una perla del vaso.
8. En el descorrer de los días del Sukot, lluvias de bendiciones caerán sobre
el inmenso valle, haciendo surgir a la vista de todos los pueblos, en toda la
tierra santa, un paraíso repleto de alegría y paz.
9. En aquel día los elegidos de Dios comprenderán las palabras del libro:
10. “oídme, vosotros, que procuráis la justicia, vosotros que buscáis a Yawéh.
Mirad hacia la roca de la cual fuisteis cavados, hacia la caverna de la cual
fuiste sacados. Mirad hacia Abraham, vuestro padre, y hacia Sara, aquella
que os dio a luz. Él estaba solo cuando lo llamé, mas yo lo bendije y lo
multipliqué. Yawéh consoló a Sión, consoló todas sus ruinas; el
transformará su desierto en un Edén y su soledad en un jardín. En ella
encontrarán gozo, alegría, cánticos de acción de gracias y sonidos de
música”.
11. En aquel día los redimidos miraran hacia el humilde beduino que liberó de
la caverna el vaso de Abraham, y cantaran con alegría:
12. “Cuan bellos son, sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la
paz, del que proclama buenas nuevas y anuncia la salvación, del que dice a
Sión; Oh ¡tú Dios reina! Porque Yawéh consoló a su pueblo, el redimió
Jerusalén. Yawéh descubrió su santo brazo a los ojos de todas las
naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de nuestro
Dios”.
13. Durante 6 años, la humanidad, iluminada por la mayor revelación del amor
y de la justicia de Yahwéh, tendrá oportunidad de romper con el imperio del
pecado, uniéndose a los hijos de Israel en su marcha de purificación y
restauración del reino de la luz.
14. Entonces acontecerá que, todos los sobrevivientes de las naciones que
marcharon contra Jerusalén, subirán, año tras año, para postrarse delante
del rey Yawéh de los ejércitos, y para celebrar la fiesta de sukot. Y
acontecerá que aquella de entre las familias de la tierra que no suba y no
venga, atraerá contra sí misma la plaga con la que Yawéh herirá a las
naciones que no suban a celebrar la fiesta de Sukot.
15. En aquellos años de oportunidad, sonará por todas partes del mundo el
ultimo convite de misericordia, en un intento porque todos los pecadores se
arrepientan y se unan en una eterna alianza con Yawéh, diciendo:
16. “así dice Yawéh: Observad el derecho practicad la justicia, porque mi
salvación esta pronta a llegar y mi justicia, a manifestarse. Bienaventurado
el hombre que proceda así, y el hijo del hombre que en esto se afirma, que
guarda el sábado y no lo profana y que guarda su mano de practicar el mal.
No diga el extranjero que se entregó a Yawéh: Naturalmente Yawéh va a
excluirme de su pueblo, ni diga el eunuco: no hay duda, yo no paso de un
árbol seco”. Pues así dice Yawéh a los eunucos que guardan mis sábados
y optan por aquello que es mi voluntad , permaneciendo fieles a mi alianza:
“He de darles, en mi casa y dentro de mis muros, un monumento y un
nombre más precioso del que tendrían como hijos e hijas; he de darles un
nombre eterno, que no será extirpado. Y, en cuanto a los extranjeros que se
entregaren a Yawéh para servirlo, si, para amar el nombre de Yawéh y
convertirse en sus siervos, a saber, todos los que se abstienen de profanar
el sábado y que se mantienen fieles a mi alianza, yo los traeré a mi santo
monte y los cubriré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus
sacrificios serán bien aceptados en mi altar. En efecto, mi casa será
llamada casa de oración para todos los pueblos.”
17. En los seis años de oportunidad, Samael, el gran engañador, en un gesto
de desesperación, empleará todos los recursos posibles para impedir la
realización de Yawéh a través de su pueblo. En oposición a la santificación
del sábado que es la señal de la alianza entre Yawéh y sus escogidos,
numerosas religiones, aliadas a gobernantes impíos, impondrán otro día
para el culto, no pudiendo comprar ni vender todos aquellos que se
mantuviesen fieles a la alianza de Yawéh. En aquellos años de pruebas, los
elegidos de Dios sobrevivirán mediante el cuidado de los ángeles, que los
conducirán distantes de las ciudades populosas que serán castigadas por
las siete ultimas plagas que caerían sobre los impenitentes al final de los 6
años.
18. Durante los seis años de la cosecha final, el Mesías edificará una nueva y
eterna Jerusalén, adornándola con los hechos de la justicia de sus
escogidos. Esa nueva Jerusalén solamente será revelada al completarse
toda la justicia divina, al final del séptimo año, periodo en el que los
elegidos de Dios tendrán como desafío vivir una vida sin culpas, pues
cualquier acto de rebeldía en aquel tiempo, estaría sin expiación,
significando una eterna vergüenza para el creador.
19. Al completarse los siete años, el Mesías aparecerá en las nubes del cielo,
acompañado por todas las huestes celestiales; al tocar su trompeta en
aquel gran Rosh Hashaná, los fieles fallecidos, resucitarán revestidos de
gloria; los vivos victoriosos, serán transformados en una abrir y cerrar de
ojos, recibiendo cuerpos perfectos; juntos, todos los redimidos serán
arrebatados hacia la nueva Jerusalén, en un viaje inolvidable que
comenzará en el primer día de la fiesta de Sukot; Después de siete días de
feliz ascensión, llegarán a la ciudad santa para conmemorar, delante del
trono, el octavo día de la fiesta. Como si fuese un sueño, los rescatados del
señor entraran en la ciudad santa, encontrando a su lado norte, el jardín del
Edén, en medio del cual se eleva el monte Sion, el lugar del trono de
Yawéh. Coronados por el Mesías, los redimidos entonaran el cantico de la
victoria, haciendo vibrar por todo el espacio los acordes de sus arpas,
Laúdes y flautas.

CAPITULO 8

(Continúan las predicciones de Melquisedec. Abraham y sus pastores proclaman


la salvación representada por la historia del vaso y su llama redentora. Otorgan
perlas a los creyentes. Un tiempo de oportunidad antes de la calamidad. Las
perlas del vaso no tenían significado para Sara)

1. Después de proferir todas estas predicciones, Melquisedec me dijo que


toda la experiencia que estábamos viviendo, era pre figurativa, para que
todo el drama se consumase, teníamos todavía delante de nosotros
acontecimientos importantes; primeramente, yo debería regresar al Roble
de Mambré juntamente con mis pastores, para proclamar a todos la
salvación representada por la historia de aquel vaso. Todo aquel que, con
arrepentimiento, aceptase al Mesías revelado, obtendría el perdón de sus
pecados, recibiendo una perla, al final de seis años, al llegar la víspera de
Rosh Hashanà, las perlas se acabarían, no habiendo más oportunidad de
salvación. Por aquel tiempo, el fuego del juicio caería sobre las ciudades de
Sodoma y de Gomorra, habiendo terribles plagas sobre los infieles
2. Al oír tales palabras del rey de Salem, me sobrevino gran angustia, al
acordarme de los últimos pasos de Sara; yo temía por ella, por su
incredulidad, no aceptase una perla. Si esto aconteciese, mis lindos sueños
se echarían por tierra, pues no conseguiría ser feliz en su ausencia.
Leyendo en mis ojos la angustia, Melquisedec me consoló con una
promesa:
3. Abraham de aquí a 6 años Yawéh te visitará en tu tienda, y tu esposa será
curada de su esterilidad. Ella se convertirá y te dará un hijo que se llamara
ISAAC.
4. Al finalizar la fiesta de Sukot, retornamos a nuestras tiendas junto al Roble
de Mambré. A medida en que íbamos avanzando por el camino, muchas
personas nos rodeaban, admirados por la belleza del vaso repleto de
perlas; a todos contábamos la historia de su llama redentora, y ofrecíamos
las perlas a todos los que creyendo, aceptaban la salvación.
5. Cuando llegamos al Roble de Mambré, una multitud de personas en el
esperaba; Muchos habían oído hablar de la milagrosa liberación operada a
través de aquel vaso que había sido el blanco de tanto menosprecio. Ahora,
todos estaban enmudecidos al verlo glorificado.
6. Juntamente con mis pastores, continuamos proclamando el infinito amor de
Yawéh revelado por la llama. El número de aquellos que procuraban
obtener las perlas fue aumentando, día tras día, y todos éramos felices.
7. Los días, los meses y años fueron pasándose, y la cantidad de perlas fue
disminuyendo dentro del vaso. Estábamos viviendo ahora los últimos
meses del sexto año, que era el último de oportunidad. A medida que los
días se pasaban, aumentaba en mi corazón una preocupación y una
angustia, pues Sara hasta entonces no había tomado interés en apoderarse
de su perla, a pesar de mis constantes ruegos.
8. En aquellos momentos de aflicción en que clamaba a Dios, por la salvación
de Sara, mi único consuelo eran las últimas palabras del rey de Salem, de
que al final de los 6 años ella seria transformada.
9. Vivíamos ahora los últimos días del sexto año; la conciencia de que el
tiempo se estaba agotando, hacía que muchas personas me procurasen
desde la mañana hasta la noche, para apoderarse de las perlas de la
salvación. Con el corazón herido por la inexpresable aflicción, yo insistía
con Sara, procurando convencerla de su necesidad en tomar, cuanto antes,
una perla, pues las mismas se estaban haciendo cada día más escasas, sin
considerar mi angustia, Sara desdeñaba mis solicitudes, afirmando que
aquellas perlas no tenían ningún significado para ella.

CAPITULO 9

(Abraham intenta convencer a Sara sin tener éxito. Abraham recibe con
hospitalidad a tres peregrinos. El señor convierte a Sara y le bendice, le entrega
dos perlas, una para ella y otra para su hijo. Abraham cae a los pies de su
Redentor y recibe la última perla.)

1. Después de una noche en vela en que, desesperadamente, procuré


convencer a mi amada de posesionarse de su perla aceptando la salvación
representada por aquel vaso, vi el sol surgir trayendo la luz del ultimo día-
víspera de Rosh Hashaná. Al mirar hacia dentro de vaso en aquella
mañana, vi que restaban apenas tres perlas. Al admirarles el brillo,
comencé a imaginar que la más brillante sería para mi hijo prometido, la del
brillo intermedio sería la de Sara, y la última sería la mía. Ese pensamiento
me trajo alivio y esperanza; pero al mismo tiempo, comencé a preocuparme
con la posibilidad de que llegaran personas procurando obtenerlas; si
viniesen, yo no podría negarles el derecho a ellas.
2. Tomado por esa preocupación, permanecí sentado bajo el Roble de
Mambré. En el transcurso del día, me sobrevino un gran estremecimiento
cuando vi a lo lejos a tres peregrinos que caminaban rumbo a nuestra
tienda. Comencé a clamar a Dios que ellos cambiaran de rumbo, pero mis
clamores no fueron atendidos. Dominado por una gran amargura, corrí
hasta ellos, y, después de postrarme, los invité hacia la sombra.
3. Tomando una vasija con agua comencé a lavarles los pies, limpiándolos del
polvo del camino. Al ver los pies heridos y ampollados de aquellos
hombres, sentí compasión por ellos; comprendí que habían venido de muy
lejos, enfrentando peligros y desafíos, con el propósito de obtener a tiempo
las perlas. Vi que ellos eran mucho más merecedores que yo, Sara y
nuestro hijo prometido.
4. Al lavar los pies del tercero, mi corazón que hasta entonces estaba afligido,
se llenó de paz y alegría; imaginaba en aquel momento, cuan terrible seria
si aquel peregrino, no se hubiese unido a los dos primeros en aquel
trayecto; en ese caso yo estaría obligado a tomar la última perla, subiendo
sin mi amada a Salem. Si tuviera yo que pasar por esa experiencia, la perla
que simbolizaba la alegría de la salvación, se convertiría para mí en un
símbolo de soledad y tristeza, pues la larga vida del cariño de Sara, seria
para mí el mayor castigo, como la propia muerte.
5. Después de lavarles los pies, comencé a servirles el alimento que fue
especialmente preparado para ellos, mientras les servía en silencio, estaba
yo esperando el momento en que preguntarían por las perlas, ellos
hablaban sobre la larga caminata que hicieron, sobre las ciudades por
donde habían pasado. Yo les pregunte si conocían Salem; ellos me
respondieron que afirmativamente, agregando que en aquellos seis años,
muchas obras habían sido realizadas en aquella ciudad, en preparación
para una gran fiesta que estaba por realizarse dentro de un año más, por la
ocasión de Sukot.
6. Las palabras de aquel tercer peregrino, el más conversador de los tres
comenzaron a traerme, misteriosamente, un sentimiento de esperanza. Al
mirar hacia sus ojos azules, vi que él se parecía a Melquisedec.
7. Recordaba la última promesa hecha por el rey de Salem, cuando el tercer
peregrino me pregunto con una sonrisa:
8. Abram ¿ Dónde está Sara tu mujer ?
9. Atónito, le pregunté:
10. ¿ Cómo sabes mi nombre y el nombre de mi esposa ?
11. El peregrino, me respondió:
12. No solamente sé vuestros nombres, sino también sé que de aquí a un año
vosotros tendréis un hijo que será llamado ISAAC.
13. Al oír las palabras del visitante, corrí hacia dentro de la tienda a fin de
llamar a mi esposa, para que oyese las palabras de aquel peregrino.
14. Al verla, el peregrino le preguntó:
15. ¿ Sara, porque os reís de mis palabras.?
16. Asustada, Sara, contestó:
17. ¡ Yo no reí mi señor ¡
18. No digáis que no reísteis, pues yo os vi riendo dentro de la tienda. Afirmó el
peregrino.
19. Consiente de estar delante de alguien que conocía su interior, Sara le
preguntó:
20. ¿ Quién eres tu señor ?
21. ¡ Yo soy la llama que se desprendía del fuego del altar para estar en el vaso
de tu esposo !¡ Yo soy el Mesías, el Yahwéh que sufre humillaciones y
desprecios por amor a su pueblo !
22. Habiendo hecho esta revelación, el peregrino extendió sus manos sobre la
cabeza de Sara para bendecirla; Solo hasta entonces vi, que ellas estaban
marcadas por cicatrices semejantes a las del rey de Salem.
23. El peregrino, con mucha ternura, comenzó a hablar al corazón de mi
amada, rescatándola de su caverna de incredulidad:
24. ¡ Sara valiosa eres a mis ojos ! ‘Todo tu pasado de incredulidad e
infertilidad esta perdonado ! ¡ tengo para ti un futuro glorioso, pues tú te
convertirás en madre de muchos pueblos y naciones !
25. Después de decir estas palabras, el noble visitante se encaminó hacia el
vaso e, inclinándose, tomó de él las tres perlas restantes, Dirigiéndose a
Sara, le entregó dos perlas, y le dijo:
26. Una es para ti y la otra es para tu hijo ISAAC.
27. Con la vida transformada por el amor de Yawéh, Sara se postró agradecida
a los pies de aquel peregrino que la había salvado en el último momento de
oportunidad. Cuando la vi postrarse sumisa, se rompió mi corazón por
tantos años afligido, se rompió en lágrimas de alegría y gratitud, y casi a los
pies de mi Redentor y Rey.
28. Después de consolarnos con la certeza de nuestra eterna salvación, el
peregrino me entregó la última perla. Cuando la apreté en mis manos sentí
una gran luz de alegría y paz penetrar todo mi ser, y comencé a alabar al
Eterno por la certeza de que tendría para siempre a mi lado a mi querida
Sara y al Hijo de la promesa que, dentro de un año nacería.

CAPITULO 10

(Abraham acompaña al señor hasta la colina desde donde el señor envía a sus
dos compañeros a una misión. Yahwéh se lamenta por la destrucción que habrá
de sobrevenir a los habitantes de las ciudades de aquel hermoso valle. Abraham
intercede por aquel pueblo. No había diez justos en Sodoma y Gomorra.
Lamentación de Yahwéh. Los dos compañeros son enviados para rescatar a Lot y
sus hijas. Abraham se postra agradecido a Yahwéh por la intervención en el
rescate de sus familiares.)
1. Después de estas cosas, Yahwéh se despidió de Sara y de los pastores
que allí se encontraban, y me invitó a que los acompañara hasta la colina
que esta frente al valle. Cuando llegamos a aquel lugar, el Eterno se
despidió de sus dos compañeros, enviándolos a una misión especial en
Sodoma y Gomorra.
2. De la cima del monte contemplábamos los fértiles valles y bosques que,
como un paraíso, se extendían en ambos márgenes del rio Jordán,
circundando las prosperas ciudades, dentro de las cuales se destacaban
Sodoma y Gomorra.
3. Fue sobre aquella colina que, después de la contienda entre mis pastores y
los pastores de Lot, le di la oportunidad de escoger el rumbo a seguir, pues
no podríamos permanecer juntos. Atraído por las riquezas de la campiña, el
decidió mudarse hacia allá.
4. Al mirar hacia mi compañero que permanecía en silencio desde el momento
en que vimos la campiña, me sorprendí al verlo llorando. Le pregunté el
motivo de su tristeza, y Él, sollozando respondió:
5. Este es para mí un día de mucha tristeza, pues por última vez mis ojos
podrán posarse sobre este valle fértil. ¡ Lloro por los habitantes de esas
ciudades que no saben que sus días acabaran !
6. La declaración de Yahwéh me trajo el recuerdo de todos aquellos cautivos
que habían sido liberados seis años antes; lamentablemente, casi todos
rechazaron el baño de la purificación, regresando inmundos hacia sus
casas; Únicamente Lot y sus hijas aceptaron la salvación, tomando
posesión de sus perlas. Pensando en alguna posibilidad de liberación para
aquel pueblo, pregunte al Señor:
7. ¿ y si acaso existe en aquellas ciudades, cincuenta personas justas, aun
así serian ellas destruidas.?
8. Yawéh me dijo que si hubieses cincuenta justos, toda la planicie seria
perdonada.
9. ¿ y si hay 45.?
10. Si hubiesen allí 45 justos, todas aquellas ciudades serian perdonadas.
11. Continúe con mis indagaciones hasta llegar al número diez. Yahwéh me
dijo que si hubiesen 10 justos en aquellas ciudades, toda la planicie seria
perdonada.
12. Torturado por una inexpresable agonía de espíritu, Yahwéh volvió a llorar
amargamente, mientras que con voz embargada, pronunciaba un triste
lamento:
13. Sodoma y Gomorra, cuantas veces quise Yo juntar a tus hijos como la
gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, mas vosotros no aceptaste
mi protección. ¡¿Por qué es que vosotras cambiasteis la luz de mi
salvación, por las tinieblas de este reino de muerte?! ¡ Mis oídos están
atentos en busca de, por lo menos una plegaria, mas todo es silencio! ¡ Mis
manos están extendidas, prontas a impedir el fuego del juicio, mas vosotras
rechazáis mi socoro!
14. Inclinándome al lado de mi sufridor compañero, me uní a Él en la
lamentación. En aquel momento de dolor, tuve la certeza de que
Melquisedec también sufría por todos aquellos que habían cambiado el
amor y la paz de Salem, por las ilusiones de aquel valle de destrucción.
15. Después de un largo llanto, Yawéh me consoló, con la revelación de sus
dos compañeros, se encontraban en aquel momento en Sodoma con la
misión de salvar a Lot y a sus hijas librándoles de la muerte. Sus palabras
me trajeron gran alivio, y me postré agradecido a sus pies.

CAPITULO 11

(Yahwéh comisiona a Abraham registrar en un rollo la historia del vaso, así como
la Historia de Salem, para posteriormente entregarlo dentro del Vaso a
Melquisedec. Destrucción de Sodoma y Gomorra. Abraham se lamenta en
extremo.)

1. Antes de partir, Yahwéh me encargó una misión, diciendo:


2. Toma un Rollo vacío y registra en él la Historia del vaso y la Historia de
Salem, conforme oísteis de los labios de Melquisedec. Dentro de un año, tú
y todos aquellos que aceptaran la salvación, deberán subir a Salem para la
fiesta de Sukot; en aquel día, devolverán al Rey de Salem el vaso,
ofreciendo dentro de él como presente, el rollo.
3. En aquella misma tarde, en obediencia a las órdenes de Yahwéh, comencé
a registrar la historia vivida por mí y por mis pastores, desde el momento en
que partí rumbo al valle, llevando sobre la espalda el vaso con su
llamarada.
4. Al día siguiente, el sol ya iba alto, cuando, al mencionar la ciudad de
Sodoma en el manuscrito, recordé que aquel era el día de su destrucción.
Con el corazón acelerado, corrí hacia allá y me quedé espantado con el
escenario que se extendió delante de mis ojos: En el lugar de aquel valle
fértil, semejante a un paraíso, había un desierto humeante, sin vida alguna;
En Gomorra, Había un cráter profundo, hacia donde las aguas del mar
salado escurrían.
5. Quebrantado ante esta visión de destrucción, volví a la tienda con el
corazón entristecido. El recuerdo de tantas personas que, por rechazar el
perdón divino, habían sido consumidas por el fuego, me dejaba
profundamente debilitado. En los días siguientes, no encontré fuerzas para
escribir; regresé otras veces a la colina, con la esperanza de que todo
aquello fuese una pesadilla, pero en lugar del valle fértil yo solamente
conseguía percibir aquel caos.
6. Demoré varios días para que yo volviera a tener el ánimo de proseguir con
los escritos del rollo.
HISTORIA DE SALEM

CAPITULO 1

(Un relato escrito por Abraham)

Abraham relata la Historia de Salem según lo escucho “de labios de Melquisedec”


en la ocasión en que subieron a Salem para celebrar la fiesta de Sukot, después
de la gran liberación. Adonías, cansado de las iniquidades del pueblo e inspirado
en las virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un reino diferente a todos los
demás”. Después de vivir el júbilo de la victoria y la lamentación de la perdición,
Melquisedec recibe una revelación de un ángel, en la que declara que “todo aquel
drama que estaba viviendo… tenía un sentido, pre-figurativo, retratando
acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el vasto universo”

CAPITULO 1

( Adonías, hombre justo, busca alcanzar su sueño de justicia y paz. Escribe en un


pergamino las leyes que regirán el nuevo reino de paz. Inicia la edificación de
Salem, la cual está destinada únicamente para los limpios de corazón.)

1. Ésta es la historia de Salem según la oí de los labios de Melquisedec en la


ocasión de la fiesta de Sukot, quince días después de la liberación de Lot y
sus hijas.
2. Todo comenzó con un sueño en el corazón de un hombre llamado Adonías;
Él poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba más que la justicia y a la
paz que nacían de la sabiduría y el amor.
3. Cansado de las injusticias que predominaban por toda la tierra de Canaán,
Adonías resolvió edificar un reino que fuese regido por leyes de amor y de
justicia. El nombre de la capital de ese reino seria Salem, la ciudad de la
paz.
4. Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serian
entrenados en el arte musical; cada habitante de Salem tendría siempre al
alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar por medio de
él la paz y la alegría de aquel nuevo reino. Juntos, formarían puna poderosa
orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del orgullo y del
egoísmo.
5. El primer paso de Adonías para la concretización de su plan, fue elaborar
las leyes del nuevo reino, las cuales él las escribió en un pergamino. Los
súbditos de Salem no podrían mentir, hurtar, odiar, ni matar a sus
semejantes. El orgullo y el egoísmo eran señalados como causa de todo el
mal, por tanto, no podrían existir en aquel lugar de paz.
6. Las leyes del pergamino requerían la práctica de la humildad, de la
sinceridad, de la amistad, y, por encima de todo, del amor que es la mayor
de todas las virtudes.
7. Después de registrar en el pergamino las leyes que regirían aquel reino,
Adonías comenzó a planificar la arquitectura de Salem. Sería una ciudad al
principio pequeña, con habitaciones para mil doscientas personas. Como el
lugar de su edificación, fue elegida una región alta de Canaán, al occidente
del monte de los olivos.
8. En poco tiempo, la realización de Adonías comenzó a atraer personas de
todas partes que, de cerca y de lejos venían a conocer los palacios y las
mansiones que estaban siendo edificados. Admirados ante la belleza de
aquella ciudad tan blanca, los visitantes preguntaban sobre quienes serían
sus habitantes. Adonías les mostraba el pergamino, diciendo Salem se
destinaba a los limpios de corazón – Aquellos que estuviesen dispuestos a
obedecer sus leyes.
CAPITULO 2

(Conclusión de la edificación de Salem. Melquisedec, la inspiración de su padre.


Adonías buscando Honrar a un súbdito especial, ve en Samael un reflejo de las
virtudes del propio príncipe. Samael es honrado.)

1. La edificación de la ciudad fue finalmente concluida y Salem se reveló


hermosa como una novia adornada, a la espera de su esposo.
2. Asentado en su trono, Adonías ahora examinaba a los numerosos
candidatos a súbditos que llegaban de todas partes. Aquellos que
prometiendo fidelidad a las leyes, eran aprobados, recibían tres dotes del
rey: el derecho a una mansión, vestiduras de lino fino y un instrumento
musical en el cual deberían practicar.
3. La ciudad estaba finalmente repleta de habitantes. Lleno de alegría,
Adonías convocó a todos a la fiesta de inauguración de Sale, en el
transcurso de la cual proclamó un decreto que determinaría el futuro de
aquel reino diciendo:
4. A Partir de este día, que es el décimo del séptimo mes, seis años serán
contados, en los cuales todos los habitantes serán probados. Solamente
aquellos que permanecieren leales, progresando en la práctica de las leyes
del pergamino, serán confirmados como herederos de este reino de paz.
Aquellos que fueren enlazados por culpa de las transgresiones, serán
desterrados por el juicio.
5. Las palabras del rey condujo a todos a un profundo examen de corazón, y
se alegraron con la certeza de que alcanzarían la victoria sobre todo el
orgullo y el egoísmo, que son las raíces de todos los males.
6. Adonías tenía un hijo único a quien había dado el nombre de Melquisedec.
La belleza, ternura y sabiduría de ese hijo amado, habían sido su
inspiración para la edificación y fundación de su reino.
7. Melquisedec tenía doce años de edad, cuando Salem fue inaugurada. Era
el plan de Adonías coronarlo Rey sobre los súbditos aprobados, al final de
los seis años, Este plan, lo mantendría en secreto hasta el momento
oportuno.
8. El príncipe con sus virtudes y simpatía, se hizo pronto muy querido por
todos en Salem. Él tenía siempre en los labios una sonrisa y una palabra de
afecto. Apreciaba estar junto a los súbditos en sus hogares, recitándoles las
leyes del pergamino en forma de lindas canciones que vivía componiendo.
Su presencia traía al ambiente una atmosfera de felicidad y paz. Ése
amado príncipe poseía, de hecho, todas las virtudes necesarias para ser
rey de una Salem victoriosa.
9. Adonías había edificado una mansión especial junto al palacio, con el
propósito de ofrecerla al súbdito cuya vida expresase más perfectamente
las leyes del pergamino. Diariamente el observaba a los habitantes,
buscando entre ellos a esa persona a la que deseaba honrar.
10. Paseaba por las alamedas de Salem, cuando, por entre el trinar de pájaros,
Adonías oyó una voz semejante a la de su hijo. Al darse vuelta para ver
quién era, encontró a un bello joven que cantaba una canción. Al
contemplar en su faz el brillo de la sabiduría y de la pureza, Adonías se
alegró por haber encontrado a aquél a quien podría honrar. Aquel joven,
que era una copia fiel del príncipe, se llamaba Samael.
11. Colocándole un anillo en el dedo, el rey lo condujo al palacio, donde, fue
recibido por Melquisedec que le ofreció muchos presentes, entre los cuales
el derecho de estar siempre a su lado.
12. Adonías preparó un gran banquete en honor a Samael, para el cual todos
fueron convidados. Al contemplarlo al lado del rey, los súbditos lo
aclamaron con alegría, acreditándolo ser el propio príncipe.
13. Exaltaban con júbilo las virtudes de aquel hermoso joven, cuando se
manifestó Melquisedec, colocándose con una sonrisa a la derecha de su
padre.
14. En aquel banquete, Samael fue honrado por todos. Realmente él era digno
de residir en la mansión del monte, pues había en él un reflejo perfecto de
las virtudes que coronaban al amado príncipe.

CAPITULO 3

(Las sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de


bondad y paz. La música preservando la armonía y la paz. Samael, compañero
inseparable de Melquisedec. Revelaciones importantes de Adonías a su pueblos
sobre el futuro gobierno de una Salem victoriosa. Samael, guardián de las leyes.)
1. Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se reunían cada
día al amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes composiciones de
Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y paz.
2. Entre las amistades nacidas y fortalecías en virtud de la música armoniosa,
sobresalía aquella que unía al príncipe con Samael. Desde que había
comenzado a residir en la mansión del monte, Samael se había convertido
en su compañero constante. Juntos pasaban largas horas, meditando sobre
las leyes del pergamino. Con admiración, el súbdito honrado veía al hijo de
Adonías transformar aquellas leyes en lindas canciones. Las dulces
melodías nacían de sus labios como el perfume de una flor.
3. Consiente de la importancia de la música en la preservación de la armonía
y paz en Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a dedicarse a la
música instrumental, , siendo su instrumento preferido el laúd. Era por
medio de ese instrumento que conseguía expresar con mayor perfección la
riqueza de su alma.
4. De los seis años de prueba, cinco finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver
que hasta entonces todos los habitantes de Salem habían permanecido
leales a los principios contenidos en el pergamino, los convocó a un
banquete, en el cual haría importantes revelaciones.
5. Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con alegría
unieron las voces entonando canticos de la paz, siendo regidos por Samael.
6. Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo, abrazándolo en
medio de los aplausos de la multitud agradecida. Todos reconocían que la
paz y la alegría en Salem, era en gran medida debidas al amor y dedicación
del amado príncipe que era el autor de aquellas dulces canciones.
7. En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías revelo sus plantes
mantenidos hasta entonces en secreto , Con vos pausada, les dijo:
8. – Súbditos de este reino de paz, mi alma este repleta de alegría por
contemplar en este día vuestros rostros más radiantes que en tiempos
pasados. Vuestras vestiduras continuaban blancas y puras, como cuando
las recibisteis de mis manos. La armonía de vuestras voces e instrumentos,
hoy son mejores.
9. Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10. Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis examinados.
Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados siendo
confirmados como súbditos de este reino de paz. No obstante, si alguien
fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando este juicio nos traiga
mucha tristeza y sufrimiento.
11. Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda reflexión.
Todos, examinándose indagaban reverentes: ¿ estaremos aprobados.?
12. Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes,
unieron las voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar el
cántico, Adonías les reveló un gran secreto:
13. Aquellos que fueren aprobados heredando este reino de paz, recibirán
como rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de esta Salem
victoriosa.
14. La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo. Adonías, sin
embargo, todavía no les había revelado todo su plan, por eso pidiéndoles
silencio, prosiguió:
15. Mi hijo empuñara un cetro especial, en el cual sellaré todo el derecho de
dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un Laúd.
16. Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe postrándose a los
pies de su padre, lloró motivado por mucha alegría. Mientras tanto, todos
aplaudían con euforia, anhelando ver el amanecer de ese día en que la paz
seria victoriosa.
17. Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyo diciendo:
18. En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propósito de hacer de
Samael el primero después de Melquisedec. A él será confiado el
pergamino de las leyes, debiendo ser el guardián de la honra de este reino
triunfante.

CAPITULO 4

( Samael se deja dominar por los sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en


secreto su plan e intenta imponer sus conceptos contrarios a la ley del pergamino.
Melquisedec consigue restaurarlo al camino de la humildad y la rectitud, pero
nuevamente recae al dejarse dominar por el orgullo y la codicia.)

1. Samael, al conocer los planes de Adonías en cuanto al futuro de Salem, se


llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño aquella ciudad sin igual,
imaginando su futuro de gloria. Considerando las palabras de rey, que el
sería el segundo en el reino, se dejó dominar por un sentimiento de
exaltación. Él, que hasta entonces, en obediencia a las leyes del
pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a enorgullecerse
de su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los
súbditos de Salem a sus pies, aclamando con alabanzas su grandeza.
Samael, totalmente dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de
que estaba siendo conducido por un camino peligroso. El orgullo que lo
seducía, estaba generando el egoísmo que luego se manifestaría en
codicia.
2. Una semana después de la revelación de Adonías, los súbditos
promovieron, una fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de
Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el corazón
arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del orgullo y del
egoísmo. No podía soportar el pensamiento de ser dejado en segundo
plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?! Era casi
imposible disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3. En tiempos pasados, Samael encontraba indescriptible placer en los
momentos que, al lado del príncipe, recitaba las leyes contenidas en el
pergamino, que eran transformadas en lindas canciones. Ahora, tales
momentos se tornaron desagradables, pues aquellos principios
contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo, no revelar sus sentimientos
de rebelión, soportaría el anticuado pergamino hasta que con su autoridad,
pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido, ¿No sería acaso él
el guardián de aquellas leyes? Esa “victoria” procuraría alcanzar mediante
su influencia y sabiduría.
4. Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con sus sueños de grandeza,
Samael se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a hablarle de las
glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos de honores disfrutarían
de las alabanzas de una Salem victoriosa. Serian ellos los héroes del más
perfecto reino establecido entre los hombres.
5. Las delirantes palabras del súbdito honrado trajeron preocupación y tristeza
al corazón del joven príncipe, pues no reflejaban las enseñanzas de amor y
humildad del pergamino.
6. Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec, con una ternura jamás
revelada, lo condujo al lado del trono, donde, tomando el pergamino,
comenzó a leer compasivamente los siguientes párrafos:
7. E reino de Salem será afirmado sobre la humildad, pues esta virtud es la
base de toda verdadera grandeza.
8. La humildad es el fruto del amor siendo contraria al orgullo, que puede
mantener a una criatura apresada al polvo, haciéndola contentarse con sus
limitaciones, engañándola como si las mismas fuera de infinito valor.
9. La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y este, en una vida de
abnegado servicio por los semejantes.
10. Samael, esforzándose por encubrir su indignación ante la lectura del
pergamino que para él era anticuado, dijo al príncipe en tono de consejo de
amigo:
11. Mi buen amigo, reinaremos en una Salem victoriosa, que fulgurará muy por
encima de este pergamino, cuyos principios fueron cumplidos fielmente en
estos años de prueba. ¿ Acaso la plena libertad no será la gloria de Salem?
Pues sabed que, la completa libertad no coexistirá con estas leyes, cuyo
objetivo se encierra al termino de los cinco años. Corresponde a nosotros
dos coronar a Salem con el Honor de una total libertad, que generará una
felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que exista bajo las limitaciones del
pergamino.
12. El hijo del rey se estremeció mucho ante las palabras de su amigo, que
evidenciaban locura. ¡¿ cómo liberarlo de ese camino de muerte?!
13. Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía la triste condición de
Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba concientizarlo del valor real
del pergamino, cuyas leyes no podrían jamás ser alteradas, pues esto
ocasionaría el fin de toda la paz.
14. Los consejos del príncipe finalmente despertaron su corazón. Meditando en
sus palabras, se concientizó de estar siguiendo por un camino engañoso.
15. Al ver en los ojos de aquel a quien tanto amaba las lágrimas del
arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con su victoria sobre el orgullo
y el egoísmo.
16. Los días que siguieron a la liberación, fueron llenos de realizaciones; El
príncipe se mostraba aún más amigo, dispuesto a dar todo de sí mismo de
modo que su compañero pudiese proseguí triunfante en el camino de la
humildad. En aquellos días de júbilo, fue dado a él el honor de conocer el
cetro que estaba siendo moldeado.
17. En un momento de descuido, Samael que había vuelto a disfrutar de paz en
el espíritu, permitió que su corazón nuevamente estuviera poseído por un
sentimiento de grandeza, que hizo desencadenar una nueva tormenta en su
alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y codicia le sobrevino en el
momento en que el príncipe le mostraba el Laúd dorado, en el cual estaba
siendo impreso el sello de todo el dominio.
CAPITULO 5

(Samael formula planes de conquista. Predica a los súbditos una falsa y


engañosa doctrina. Adonías percibe esta rebelión y predica a la exactitud
de las leyes del pergamino para lograr la paz y la verdadera libertad.
Melquisedec les ofrece perdón y la oportunidad de volverse a la rectitud.
Samael se reúne en secreto con sus seguidores y les revela su plan de
conquista.)

1. Desde su Mansión Samael contemplaba a Salem en su resplandor


matinal. Viéndola, cual novia adornada a la espera de su rey, la codició.
En su delirio comenzó a formular planes de conquista. Ya podía sentirse
exaltado sobre su trono, teniendo en las manos el cetro precioso. Todos
lo aclamarían como el libertador de la opresión de aquellas leyes. Salem
sería un reino de completa libertad y placer. Dominado por esta codicia,
comenzó a maquinar planes de conquista.
2. Samael decidió actuar sutilmente entre los súbditos, llevándolos a ver en
el pergamino alguna imprecisión a la libertad real. En su misión de
engaño, actuaria con aparente bondad, mostrando interés por el
crecimiento de la felicidad de todos.
3. Poniendo en práctica sus planes, comenzó a visitar a los súbditos en
sus mansiones, hablándoles de la glorias del reino venidero, donde
disfrutarían una completa libertad.
4. Grande era su influencia en Salem. Todos admiraban su belleza y
sabiduría, teniéndolo como un perfecto apóstol de la justicia y del amor.
Nadie podía imaginar que en medio de aquella atmosfera de júbilo y
gratitud una trampa sutil estaba siendo colocada, en las garras de la
cual muchos podrían caer por descuido.
5. En su seductora misión, Samael no hablaba contra el pergamino, no
obstante, lo elogiaba por haber ejercido en aquellos seis años prontos a
finalizar, una misión de prueba. En su lógica, sin embargo, procuraba
mostrar que, en el reino venidero, cuando todos estuvieran aprobados
estarían por encima de aquellas leyes. Sus argumentos, aparentemente
correctos, le preparaban el camino para afirmar abiertamente que en el
nuevo reino, la existencia del pergamino, sería una traba a la
concretización de la verdadera libertad.
6. Las semillas de la rebelión lanzadas por Samael no tardarían en
germinar en el corazón de muchos en Salem. Esto acontecía a seis
meses del Yom Kipur, cuando el destino de todos seria sellado. Un
tercio de los habitantes, seducido por el terrible engaño, lo exaltaba
ahora, en completo desprecio a las leyes y al príncipe, a quienes
juzgaban de anticuados.
7. Adonías, que sufría al ver el surgimiento de toda esta rebeldía, convocó
a los súbditos a una reunión de emergencia. En la faz de todos se podía
ver las contrastantes disposiciones.
8. Con voz compasiva, el rey comenzó a revelarles, como jamás lo había
hecho antes, la gran importancia de las leyes registradas en el
pergamino, mostrando que ellas eran la base de toda la prosperidad y
paz. Si tales leyes fuesen excluidas, toda felicidad y gloria se
extinguirían, dando lugar al caos.
9. Después de mostrar la necesidad de las leyes, Melquisedec, movido por
un fuerte deseo de salvar a aquellos a quienes tanto amaba, levantó el
pergamino delante de todos y, con voz llena de bondad les ofreció el
perdón y la oportunidad de volver a iniciarse en el camino de la paz. Sus
palabras a todos conmovió, logrando que hasta el mismo Samael
estuviese al principio motivado, sin embargo, el orgullo le impidió de
nuevo el arrepentimiento. De esta manera, el súbdito honrado, cuando
todavía podía mirar arrepentido hacia el pergamino, se endureció en
rebeldía, decidiendo continuar hasta el fin. Esta decisión, todavía, no la
manifestaría prontamente, pues había idealizado un plan traicionero.
10. Al finalizar el encuentro de oportunidad, Samael convocó a sus
seguidores a una reunión secreta, que fue realizada bajo el manto de la
noche, junto al riachuelo de Cedrón que estaba fuera de los muros de
Salem.
11. Después de maldecir el pergamino y a todos aquellos que lo defendían
comenzó a hablarles de sus planes de venganza y traición:
12. Como vosotros sabéis, los seis años de `prueba se están agotando,
restando, a partir de hoy, veinticuatro semanas para el día de la
coronación. Si vosotros quisierais tenerme como rey en lugar de
Melquisedec, podré robarle el cetro, apoderándome del reino.
13. Samael comenzó a explicarles los lanzamientos de la traición, dándoles
las debidas orientaciones sobre la manera de actuar a partir de aquella
fecha:
14. Necesitamos mantener una apariencia de fidelidad al pergamino y al
príncipe hasta que llegue el momento de actuar. El golpe será dado en
la noche que antecede al día de la coronación. A la media noche,
furtivamente nos ausentaremos de Salem. Robaré en esa noche el cetro
y, juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están las ciudades de
Sodoma y Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos contra Salem,
subyugando a nuestros enemigos. Acabaremos entonces con el
pergamino y con todos aquellos que se rehusaren rendir obediencia a
nuestro gobierno.

CAPITULO 6

(Samael y sus cómplices fingen fidelidad al reino. Melquisedec confiado le muestra


a Samael el lugar secreto del laúd dorado. Samael traiciona la confianza de
Melquisedec preparado a sus hombres y robando el preciado cetro, Samael y sus
seguidores marchan hacia el valle. Salem peligra.)

1. Sobrevinieron días de aparente tranquilidad y paz, Samael, fingiendo


fidelidad, estaba siempre al lado del príncipe, demostrando admiración por
sus nuevas composiciones que exaltaban las leyes del pergamino. Los
seguidores de Samael, de la misma manera, unían las voces en alabanzas
que expresaban la grandeza de los principios a los cuales repugnaban.
2. Melquisedec, lleno de alegría por ver aproximarse el día de su coronación,
ensayaba con los súbditos los cánticos de la victoria, los cuales había
compuesto especialmente para aquella ocasión. Con felicidad hablaba a
todos sobre sus sueños de tornar a Salem cada vez más llena de honra por
su belleza y armonía.
3. Samael, en su maldad oculta, se burlaba del príncipe. Ya preveía el dolor
que le ocasionaría el golpe de la traición.
4. En aquellos días de aparente paz, el súbdito rebelde procuro conocer el
lugar en que el cero estaría oculto hasta el día de la coronación, El príncipe,
sin desconfiar, le reveló todo el secreto: la sala, el cofre con su enigma, el
rico estuche y, finalmente el tesoro. Contemplándolo el astuto Samael se
animó al ver impreso en su parte convexa el sello del dominio; comprendió
que, aquel que lo poseyera, tendría en las manos el reino de Salem.
Solamente algunos días, pensó el, y tendría bajo su poder aquel precioso
instrumento.
5. El sol declinó trayendo a Salem el día que significaría victoria o derrota.
6. Poco antes del anochecer, Samael había dejado el palacio donde había
pasado todo el día al lado del príncipe, ayudándole en los preparativos para
la ceremonia de la coronación. Dirigiéndose había su mansión, saludó las
tinieblas con una malvada sonrisa. ¡Cuánto había anhelado por aquella
noche!
7. Mientras que los fieles, embelesados por la emoción de la feliz victoria,
revisaban bajo la luz de candelabros los adornos de sus instrumentos, de
sus vestiduras y mansiones, certificándose que serían aprobados a la
mañana siguiente, Samael y sus seguidores hacían sus últimos
preparativos para blandir el golpe.
8. A la media noche, siguiendo las instrucciones de Samael, todos sus
seguidores abandonaron silenciosamente sus mansiones, dirigiéndose al
profundo valle de Cedrón, donde esperarían a su nuevo rey.
9. Samael, a su vez, se dirigió a los fondos del palacio, por donde esperaba
entrar sin ser notado, yendo al encuentro del cetro. Evitando hacer
cualquier ruido, traspasó el portal, dirigiéndose silenciosamente a la sala
que guardaba el precioso cetro.
10. En aquel momento, el príncipe que, insomne rodaba en su lecho,
presintiendo algún peligro, se dirigió al cuarto de su padre y lo despertó
diciendo:
11. Padre mío, oí ruidos de pasos en el interior del palacio.
12. Acariciando la cabeza de su hijo, Adonías, somnoliento le respondió:
13. Hijo, no te preocupes. Acuéstate conmigo y duerme tranquilamente. De
aquí a poco rayará el amanecer y tú tendrás en las manos el laúd dorado.
14. El príncipe, tranquilizado por las palabras confiables de su padre, se
entregó a un sueño de lindos sueños en el que vivía al lado de Samael y de
todos los súbditos de Salem, los momentos festivos de la coronación.
Mientras que esto sucedía, el rebelde con las manos temblorosas, se
apoderaba del cetro. En aquel momento, tuvo la idea de llevarse solamente
el laúd, dejando el estuche en su debido lugar. Con una sonrisa llena de
maldad, imaginó el momento en el que el rey entregaría a su hijo aquel
estuche vacío.
15. Llevando consigo el cetro, Samael se dirigió apresuradamente al lugar
donde sus seguidores lo esperaban. Al encontrarlos, dio paso a todo su
orgullo proclamando:
16. Ahora soy yo el rey de Salem. ¿Quién posee un cetro como el mío? Con el
domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en las tinieblas, pues a través de
ellas lo conquisté.
17. Festejando la victoria, la turba ruidosa se separó para distanciarse de
Salem, siguiendo rumbo a las ciudades corrompidas de la planicie, donde
pretendían armarse para la conquista de su reino.
18. El sol apareció en el horizonte, trayendo la luz del día de la expiación (Yom
Kipur). Despertando de su sueño de lindos sueños, el príncipe se alistó
para la ceremonia del juico y de la coronación. Vestiduras especiales de
lino fino, adornadas con hilos de oro y piedras preciosas, le fueron
preparadas. Después de vestirse, Melquisedec se encaminó al encuentro
de sus súbditos, en el extremo sur de Salem. De allí los conduciría en una
marcha festiva rumbo al palacio situado al norte, sobre el monte Sión.
19. Adonías, haciendo sonar un cuerno largo, convocó a todos para la reunión
del juicio. Dejando sus mansiones, todos los restantes se dirigieron hacia la
plaza de la puerta sur, llevando consigo sus instrumentos musicales.
20. Al encontrarse con aquellos fieles, Melquisedec se sorprendió por la
ausencia de muchos. Ese misterio le dolía en el alma, pues le ocultaba el
rostro más querido de su amigo Samael.
21. Dejando a sus seguidores reunidos, el príncipe salió a la búsqueda de los
ausentes. En su búsqueda infructuosa, se dirigió finalmente a la mansión
del monte, donde llamó a Samael; su voz, sin embargo, no trajo ninguna
contestación más allá de un eco vacío, que traducía ingratitud.
22. Leyendo en el triste vacío la traición, sintió ganas de llorar. En un solo
momento le vino a la mente todo el pasado de aquel a quien había buscado
con tanta dedicación conservarlo en su gloria, a través de consejos sabios.
Recordó aquellos días que siguieron a su recuperación; ¡cómo se había
alegrado con la certeza de que su amigo nunca más volvería a caer!
Llevándolo a presentir la tragedia, le vino a la memoria las indagaciones de
Samael sobre el laúd, el cual le mostró en un gesto de amistad. El recuerdo
de este hecho sumado a los pasos oídos en el interior del palacio aquella
noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando esa
posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la terrible ingratitud de
aquél a quien había dedicado tanto amor.
23. Curvado por el dolor, permaneció por algún tiempo procurando encontrar
algún consuelo. Secó finalmente sus lágrimas, decidido a cualquier
sacrificio a fin de devolver a Salem su gloria y poder, redimiéndole el cetro
de la rebeldía.
24. Consolado por la certeza de la victoria, Melquisedec regresó al lado de los
súbditos fieles. Ocultándoles su sufrimiento, así como el motivo de la
ausencia de tantos, el príncipe los guió en una marcha triunfal rumbo al
palacio.
CAPITULO 7

(Los súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan cánticos de triunfo en


expectativa de la coronación de su rey, la coronación es truncada debido a la
ausencia del cetro. Todos se afligen y Melquisedec los consuela con la
promesa de rescatar el preciado cetro. Melquisedec sale en su búsqueda.
Samael, lleno de ira, raspa las inscripciones grabadas en el cetro. Melquisedec
enfrenta peligros en busca del cetro y es preservado.)

1. Al aproximarse al monte Sión, subieron las blanquísimas gradas de la


escalera, siendo seguido por la multitud triunfante. Le dolía el alma la
expectativa de ver morir los labios de los fieles, en aquella mañana su
alegre canto, debido al golpe de la traición.
2. Se encontraba ahora en el interior del palacio, delante del magnífico trino
que esperaba al joven rey. En la base del trono, yacía abierto, en medio de
un arreglo floral, el pergamino de las leyes. Junto a él se podía ver la linda
corona, hecha de oro y piedras preciosas, así como el estuche de aquél
cetro que simbolizaba toda la armonía de Salem.
3. Los súbditos estaban felices, pues sabían que serían hallados dignos de
heredar aquel reino de paz. Aguardaban ahora el momento de la
coronación, cuando su nuevo rey los regiría desde su trono con su precioso
cetro, en un cántico triunfal.
4. En medio de los aplausos de las huestes victoriosas, Melquisedec se dirigió
hacia su padre, que le recibió con un cariñoso abrazo. El momento era en
verdad solemne, las huestes se silenciaron a la expectativa de la
coronación. El estuche seria abierto y, todos atestiguarían la exaltación del
amado príncipe.
5. El corazón latiendo fuertemente por la alegría, Adonías se agachó hacia el
estuche, abriéndolo cuidadosamente; cuando al encontrarlo vacío, la
alegría de su semblante dio lugar a una expresión de inexpresable
preocupación y tristeza, pues en aquel cetro se había sellado el destino de
aquel reino de paz.
6. Al ver a su padre y a todos los súbditos afligidos por la ausencia del cetro y
de tantos amigos que deberían estar con ellos en aquel momento,
Melquisedec los consoló con la promesa de que el buscaría el cetro.
Inconscientes de los riesgos y peligros que le esperaban al príncipe en su
camino, los súbditos se despidieron de él, viéndolo partir apresuradamente.
7. El amanecer de aquel día que sería el de la coronación, alcanzó a los
rebeldes distantes de Salem, en camino a las ciudades de la planicie. En
aquella mañana, Samael se llenó de furia al ver que el precioso laúd estaba
adornado con las inscripciones de las leyes contenidas en el pergamino.
Tomando una piedra puntiaguda, comenzó a dañar el cetro, raspándole
todas las palabras de amor y justicia. Sus armoniosas cuerdas estaban
ahora desafinadas sobre su parte convexa herida, mas continuaba siendo
precioso, pues sobre él yacía sellado el dominio de Salem. Poseerlo,
significaba ser el dueño de todo el poder.
8. Al llegar a la altura en el que el camino se ramificaba, Samael ordenó a sus
seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra, mientras que él iría hasta
Sodoma, donde permanecería por dos días, uniéndose después a ellos.
9. Esperó la noche para entrar en Sodoma. Cuando entró allí, caminó por las
calles estrechas sin ser notado, hasta encontrar una casa aislada sobre una
elevación. Haciendo el cetro su arma, invadió la casa matando a sus
moradores, mientras que dormían. Se posesionó de esa manera de aquella
residencia donde, solitario, maquinaria sus planes para la toma de Salem.
10. El atardecer de aquel día que sería el de la coronación, alcanzó al hijo de
Adonías al caminar por el pedregoso camino rumbo al valle. Sus ojos
estaban cargados de tristeza y ansío se voltearon hacia el suelo, en busca
de los rastros de los rebeldes. El recuerdo de la ingratitud de aquellos a
quienes tanto amaba, lo hizo llorar. Sus lágrimas, reflejando los últimos
destellos de aquel sol poniente, se asemejaban a gotas de sangre fluyendo
de un corazón herido. Él lloraba no por causa de los peligros que le
sobrevinieran en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte de aquellos
que habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas ciudades
de la planicie.
11. Su único consuelo era el recuerdo de aquellos que, a pesar de todas las
tentaciones habían permanecido fieles. A ellos les había prometido
devolver el cetro, y esto lo conseguiría a pesar de cualquier sacrificio.
12. Después de una larga noche de insomnio en que el príncipe estuvo
recostado al lado del camino, rayó la luz de un día que sería decisivo.
13. Al aproximarse a Sodoma en aquella mañana, el pensamiento de estar tan
próximo al cetro de su amada Salem, hizo que se olvidara de toda la fatiga,
acortando sus pasos rumbo al desafío.
14. Al abrirse la gran puerta de la ciudad, le sobrevino un temor, al oír ruidos
espantosos de desarmonía, que traducían el orgullo, el egoísmo y la codicia
que allí dominaban en todos los corazones, haciéndolos explotar en la orgía
de una maldad sin fin.
15. Seria un gran riesgo exponerse a la violencia gratuita de aquella ciudad.
Este pensamiento lo hizo detenerte a un paso del portal, donde estremecido
inclinó la frente en una inexpresable lucha interna. Era tenado a retirarse,
pero luchaba con todas las fuerzas de su alma contra ese pensamiento de
fracaso
16. Pensando en la triste suerte de Salem cuyo dominio estaba siendo
pisoteado en el interior de aquella cruel Sodoma, Melquisedec tomó una
firma decisión: como un temerario guerrero habría de avanzar, y,
ciertamente aún y cuando tuviese que hacer frente a la acumulación de
todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en sus manos victoriosas el
cetro amado.
17. Resuelto y esperanzado, atravesó la puerta de Sodoma, zambulléndose en
aquel mundo extraño. Todo allí era lo contrario a Salem, comenzando con
las piedras ásperas y sucias e sus construcciones. Sodoma era un reino de
tinieblas.
18. La presencia contrastante del príncipe pronto fue notada por muchos que,
en tumulto lo cercaban. La pureza del carácter expresada en su magna faz
y el esplendor de sus vestiduras, los llenaba de espanto, y se retiraban
como vencidos por una fuerza invisible. Dominados por la furia,
comenzaron a perseguirlo a distancia, decididos a hacerlo huir. Le
arrojaban piedras y fango intentando mancharle las vestiduras, mas no le
atinaban, mientras tanto él avanzaba en su ansiosa búsqueda. Finalmente
desistieron de perseguirlo, al atardecer.
CAPITULO 8

(Melquisedec después de mucha aflicción encuentra el preciado cetro que era


destruido por Samael. La digna postura del príncipe ante las amenazas del traidor.
Su firme disposición de redimir el cetro a cualquier precio. Dolor y sangre como
precio del rescate del cetro. La expiación de Melquisedec para redimir al cetro,
una semejanza de la Expiación de Cristo para redimir a la humanidad.)

1. El hijo de Adonías recorrió todas las calles y callejones en la búsqueda del


precioso cetro, mas fue en vano. Al ver declinar en el horizonte el sol,
anunciando la llegada de una oscura y fría noche más, su corazón fue
presa de una gran agonía. Allí, en aquel ultimo callejón, casi vencido por el
agotamiento y por la esperanza, inclinó la frente, desfalleciéndose en llanto.
Sus labios, pronunciaron en medio de sollozos las siguientes palabras:
2. ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer! ¡Tú cetro necesita ser redimido de
las garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuando y donde voy a encontrarlo?! ¡Ya no
quedan fuerzas en mí, y la esperanza de redimirlo antes de la noche me
abandona!
3. El príncipe en su suprema angustia, no percibía que otro gemido de dolor
procedente de cuerdas reventadas de un laúd humillado, se hacía oír en
aquel atardecer.
4. Súbitamente, el débil gemido penetró sus oídos, reanimándolo con la
certeza de que el gran momento de la redención había llegado. Secándose
las lágrimas, reunió las ultimas fuerzas corriendo en dirección de una
pequeña casa situada sobre el monte, de donde parecía venir el sonido.
5. Al dirigirse a la puerta entre abierta, se detuvo al contemplar una escena
contrastante, de humillante esclavitud: Samael, envuelto por un manto
sucio, castigaba el cetro se hallaban tan desfigurados, que no quedaba en
ellos casi ningún rasgo de la gloria perdida. Aquel cetro, sin embargo,
ciertamente arrasado como estaba, era muy valioso, pues en el yacía el
sello del dominio de Salem.
6. La contemplación de aquel que había sido su mejor amigo y de aquel cetro
idealizado como símbolo de toda la armonía, en tan trágica condición,
conmovió profundamente al príncipe, haciéndolo llorar en alta voz,
solamente hasta entonces el súbdito rebelde percibió su presencia
indeseada. Estremecido, se levantó, y. lleno de ira le preguntó:
7. ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?
8. Indicando hacia el cetro dañado, Melquisedec exclamó:
9. ¡¡¡La gloria de Salem está destruida!!!
10. Con una carcajada, Samael se burló de su tristeza, diciendo:
11. Ahora soy yo el rey de Salem. Vosotros que sois fieles al pergamino, os
convertiréis en mis esclavos.
12. Sin darle importancia a las palabras de afrenta de Samael, el príncipe,
movido por una angustia infinita, le dijo:
13. Samael, Salem está herida por tu traición .¡Porque cambiasteis tu hogar de
justicia y amor por este valle de injusticia, odio y muerte?! Ahora, si no
deseáis volver arrepentido a Salem, devuélvele el cetro. Fue para redimirlo
que, menospreciando todos los peligros, descendí a este valle hostil.
14. Conociendo el propósito del príncipe, el rebelde se llenó de rabia y cerrando
los puños le dijo:
15. ¡Yo te odio Melquisedec!
16. Habiendo dicho esto, lanzó el cetro al suelo, y pisoteándolo agregó:
17. Tengo deseos de hacer lo mismo contigo.
18. Delante de esa afrenta, el príncipe no sentía ningún temor, sino compasión.
Transportándose al feliz pasado, se acordaba de los momentos felices en
que tenía siempre a su lado a Samael; Él era un joven puro y humilde de
corazón; ¡¿Por qué había permitido ser esclavizado por la ilusión del orgullo
y del egoísmo?! ¡ Cuán doloroso era ver aquel joven que, por su belleza y
simpatía, había sido honrado por encima de todos los súbditos, ahora
arruinado por la codicia! ¡¿ No había sido acaso el sueño del príncipe tener
junto a su trono glorificado, a aquel a quien él consideraba el más preciado
amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No obstante, la triste condición del
cetro lo afligía aún más, pues este había sido hecho como el símbolo de
toda la armonía, y estaba siendo destruido bajo los pies de la ingratitud.
19. Sorprendido de no ver en los ojos de Melquisedec ninguna expresión de
temor, si no de piedad, Samael se sintió frustrado en sus afrentas que
tenían como objetivo amedrentarlo, llevándolo a desistir de su misión.
20. Ante la digna postura del príncipe, que en silente dolor lo contemplaba, se
sintió avergonzado. Esa debilidad, sin embargo, fue desterrada por el
orgullo que dominaba su corazón. Comenzó entonces a planear algo
terrible, para humillar y herir al príncipe, haciéndolo sufrir todavía más. Con
escarnio le dijo:
21. El cetro de Salem podrá ser tuyo, si consigues pagarme el precio de su
rescate.
22. Con un brillo en los ojos, el príncipe le preguntó:
23. ¿Cuál es el precio?
24. Samael, con una sonrisa maliciosa pausadamente le contesto:
25. El precio no es oro ni plata, si no dolor y sangre. Tú deberás desnudarte
completamente de vuestras vestiduras, acostándote en el suelo, Deberás
soportar en esa condición, golpes, hasta que el sol se ponga. Si tú
estuviereis dispuesto a someterte a mí, sin reaccionar, el cetro será
enteramente tuyo.
26. Estremecido ante tan cruel propuesta, el hijo de Adonías miró hacia el sol
que reposaba distante sobre una nube. Comenzó entonces a trabar una
intensa lucha en su corazón. Al principio, el horror del sacrificio casi lo
dominó, animándolo a retirarse, pero el pensamiento de ver a Salem
esclavizada por la rebeldía, lo condujo finalmente a la decisión de pagar el
precio del rescate, entregándose al humillante sufrimiento.
27. Habiendo tomado la firme decisión de rescatar el cetro, el príncipe, tiró las
vestiduras, colocándolas sobre una piedra. Se acostó en seguida en aquel
suelo frio, con la frente vuelta hacia el poniente.
28. Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo, haciendo uso del propio cetro
como instrumento de tortura. Gimiendo por el dolor de los golpes que lo
hacían sangrar, el príncipe mantenía la mirada fija en el sol que parecía
detenerse sobre la nube. Aturdido por el dolor contempló finalmente el sol
pronto a ponerse alentado por la victoria que se aproximaba, murmuro en
voz baja:
29. Salem, Salem, de aquí a poco tendré en mis brazos tú preciado cetro que,
en mis manos, se convertirá en un instrumento de justicia y paz.
30. Oyendo la promesa que el príncipe hizo entre gemidos, Samael le vociferó
con furia:
31. Tú sufrimiento no traerá ningún amanecer para Salem, pues tu manos
jamás serán capaces de tocar en el cetro.
32. Después de hacer esa afrenta, Samael se posesionó de una piedra
puntiaguda, preparándose para asestar los últimos golpes.
33. Mientras pensaba en la feliz victoria de Salem, Melquisedec sintió su brazo
derecho siendo comprimido por los pies de Samael. Seguido a este rudo
gesto un golpe que lo hizo contorsionarse en agonía. Su mano había sido
cavada cruelmente, comenzando a brotar abundante sangre de herida
abierta. Esa misma violencia fue descargada después sobre su mano
izquierda.
34. No soportando la agonía causada por esos desgarradores golpes, el hijo de
Adonías, ensangrentado, se sumergió en las tinieblas de un profundo
desmayo.
CAPITULO 9

(Samael horrorizado de su culpabilidad, abandona al príncipe dejando junto a él, el


cetro. Melquisedec recobra el conocimiento, toma sus vestiduras y su cetro, hace
un juramento y aparte hacia Salem. Samael no se arrepiente. Continúa la
semejanza de las experiencias de Melquisedec con las que habría de vivir el hijo
de Dios. Melquisedec es recibido con aclamaciones por su acto redentor con
aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su amoroso padre y el cetro es
restaurado.)

1. Al cesar de golpear al príncipe, el súbdito rebelde fue poseído por un


extraño fue poseído por un extraño horror al contemplar en la faz de aquél
que solamente le había hecho el bien, el sopor de la muerte. Procuraba no
recordar el pasado, pero, irresistiblemente, sentía ser arrastrado a los días
de su feliz inocencia en Salem. Revestido de ricas vestiduras estaba
siempre al lado del príncipe que, con dedicación, el enseñaba cada día sus
canciones que hablaban de la paz.
2. En los indeseados recuerdos por los cuales era arrastrado, revivió sus
primeros pasos en el camino del orgullo y de egoísmo. Se acordó de los
incesantes consejos y ruegos de aquél que había sido su mejor amigo, para
que desistiera de aquel camino que podría conducirlo a la infelicidad.
3. Después de ser arrastrado en recuerdos por todo aquel pasado de felicidad
destruida por su culpa, Samael tuvo conciencia de su ingratitud.
Horrorizado por lo que había hecho, se inclinó sobre el cuerpo
ensangrentado de Melquisedec, y se desesperó al verlo sin vida. No
soportando el peso de la gran culpabilidad, dejó aquel lugar
apresuradamente, deseando ocultarse lejos bajo las tinieblas de la noche
fría.
4. Después de un profundo desmayo, el príncipe comenzó a recobrar la
conciencia; en delirios que lo transportaban al seno de su amada Salem, él
revivía momentos vividos y soñados: Con alegría contemplaba la faz de su
mejor amigo, a quien extendió su mano con una sonrisa. Pero su gesto fue
frustrado por un profundo dolor. En medio de los aplausos de los súbditos
victoriosos, recibió de su padre el cetro, pero al tocarlo, sintió un dolor
irresistible en sus manos.
5. Con estos sueños frustrados por el dolo, Melquisedec despertó a la
realidad. Estaba desnudo, herido y solitario, en un lugar peligroso, lejos del
abrigo y del cariño de Salem. Más doloroso era pensar que todo aquello
había sido la retribución de alguien que había sido el blanco principal de
todas las dádivas de su amor.
6. El príncipe, sin poder moverse, considerando la gran traición comenzó a
llorar sin consuelo. Lamentaba no por su dolor, sino por la perdición de
aquéllos que habían cambiado el cariño y la justicia de Salem por el
desprecio y el odio que los reduciría finalmente a cenizas sobre aquel valle
condenado.
7. A través de las lágrimas, el príncipe contemplaba el cielo que, semejante a
un manto entintado de sangre, se extendía bañado en la luz del sol
poniente. Se acordó entonces del laúd por el cual había pagado tan alto
precio. ¿Dónde estaría él?
8. En su desesperada fuga, Samael había dejado el cetro abandonado junto al
cuerpo herido de Melquisedec. Cuando él lo vio, se olvidó de todo el dolor y
lo abrazó con sus manos heridas. Acariciándole la parte convexa arruinada
con una sonrisa le dijo:
9. Tú eres mío nuevamente. “Yo te compré con mi sangre”.
10. Samael que, dominado por el extraño horror, había huido después de
cometer e horrible crimen, se detuvo a un paso de la puerta de Sodoma.
Allí, impulsado por el orgullo, se arrepintió con indignación de su flaqueza.
¿Por qué había huido después de conquistar tan grande victoria? ¿No era
su plan destruir el reino de Salem, para establecer su propio reino?
Acordándose del cetro, decidió regresar para tomarlo. ¿Por qué lo había
dejado abandonado junto al cadáver de aquél odiado príncipe?
11. Juntando sus pocas fuerzas, Melquisedec se dirigió entorpecido al lugar
donde había dejado sus vestiduras.
12. Después de vestirse, teniendo junto al pecho cetro amado, el hijo de
Adonías, con profunda emoción hizo un juramento antes de dejar aquel
lugar de su sufrimiento. Acariciando el cetro le dijo:
13. Mi amado cetro, fuiste creado como un emblema de la armonía que
procede de la justicia y del amor. Toda la gloria de Salem reposaba sobe ti
cuando la rebeldía en su ingratitud te esclavizó, arrastrándote hacia este
valle hostil. Aquí tú fuiste herido y humillado, llegando a convertirte en un
instrumento de impiedad en las manos del tirano. Yo, sin embargo, te
redimí con mi sangre. Ahora nuestras heridas serán restauradas, y en breve
seremos entronizados en medio de las alabanzas de una Salem victoriosa.
Cuando este sueño se concretice, atestiguaremos juntos el final de aquéllos
que se levantaron contra nosotros para herirnos. Samael y sus seguidores
serán devorados por el fuego que reducirá a cenizas a Sodoma y Gomorra.
14. Concluyendo su solemne juramento, el joven príncipe, ya oculto por las
tinieblas de la noche dejó aquella colina, y sobre ella las marcas de su
sufrimiento.
15. Desde que el hijo del rey había partido, prometiendo regresar con el cetro,
Salem vivió momentos de indecible ansiedad. En llanto, el rey y los súbditos
restantes se acordaban de todo aquel feliz pasado deshecho por la
ingratitud de los rebeldes. Lo que más les torturaba era la ausencia del
príncipe y del cetro, sin los cuales todo el brillo de aquel reino de paz se
ofuscaría.
16. Deseando consolar el corazón de sus súbditos, Melquisedec avanzaba en
medio de la noche rumbo a los montes que rodeaban a Salem. Aún
debilitado y herido, proseguía en su marcha ascendente, esperando
alcanzar su patria por la mañana.
17. Aquella noche larga y oscura finalmente fue vencida por los rayos del
amanecer. En Salem la esperanza de volver a ver a Melquisedec con su
cetro estaba casi abandonada cuando, al mirar hacia el monte de los olivos,
le vieron descendiendo por el camino de Getsemaní. Cuando lo
encontraron en el profundo valle de Cedrón, quedaron asustados con su
aspecto: Su cara estaba pálida y su manto empapado en sangre.
Precisamente aun así, él sonreía expresando gran alegría.
18. Al preguntarle ellos sobre el porqué de aquellas marcas de sangre,
Melquisedec sacó de debajo de su manto sus manos heridas, mostrándoles
en medio de ellas el cetro redimido.
19. Después de contarles los paso que lo llevaron al rescate del cetro, los
súbditos, enmudecidos, se postraron reverentes a sus pies, aclamándolo
como su redentor y rey.
20. En medio de las alabanzas de las huestes redimidas, el príncipe fue
introducido en el palacio real, donde bajo los cuidados de su amoroso
padre, debería recuperarse de su sufrimiento. El cetro desfigurado, ahora
más preciado, sería también restaurado, debiendo convertirse aún más
bello que antes.
21. El día de la coronación fue fijado para el próximo Yom Kipur. En aquel día,
Melquisedec sellaría con el cetro restaurado el triunfo de todos los fieles,
así como la condenación de los rebeldes.
CAPITULO 10

(Samael no encontrando el cuerpo del príncipe ni el cetro, parte hacia Gomorra y


es recibido como rey por sus hombres. Samael y sus seguidores aumentan en la
iniquidad y orgullo. Por medio del terror confabulaba a los reyes de la planicie e
incita a la guerra en contra de otros reyes. Samael y sus hombres son vencidos y
se esconden en cuevas.)

1. Pocos instantes después de la salida de Melquisedec, Samael llegó al lugar


en donde aparentemente lo había dejado sin vida, al lado del laúd. Sin
entender aquella misteriosa desaparición, prosiguió él hacia Gomorra,
donde sus seguidores lo esperaban. Al verlos, proclamó su “Victoria” sobre
el odiado príncipe y sobre el cetro, a quienes había masacrado en Sodoma,
no restando a los seguidores del pergamino ninguna esperanza.
2. Sus palabras agradaron a la turba rebelde, que comenzó a conmemorar la
“conquista” entregándose a la orgía. Se burlaban ahora de la justicia y del
amor, exaltando a Samael como rey victorioso.
3. Ahora obtendrían armas, con el propósito de avanzar sobre Salem,
asentándole el último golpe; se unieron a ellos en sus maléficos propósitos,
muchos criminales que fueron recibidos como maestros en el manejo de
arcos y flechas.
4. En su locura, Samael ordenó la expulsión de todo calendario, pues en su
reino de “libertad” no estarían sujetos a ningún cómputo de tiempo. Las
leyes de la moralidad fueron también excluidas, surgiendo con eso un
completo caos. Este desorden, se manifestó de manera más patente en el
barullo estridente y cacofónico, al cual proclamaron como la nueva música.
5. Dominados por el egoísmo, Samael y sus seguidores se alimentaban de
ilusiones, inconscientes de que sus días estaban contados. Los frutos de la
rebeldía no tardarían en atraer sobre ellos el fuego de la destrucción.
6. Dividiendo a sus seguidores en grupos pequeños, Samael comenzó a
comandarlos en actos violentos que aterrorizaban a los moradores de las
planicies; por este tiempo, ellos se escondían en las cavernas situadas
próximas al mar salado.
7. El respeto y el miedo de los guerrilleros de Samael, llevó finalmente a los
reyes de cuatro ciudades a procurarlo, proponiéndole alianzas de paz. Ellos
eran: Bara, rey de Sodoma, Berza, rey de Gomorra, Senaab, rey de Adama,
Semeber, rey de Seboim y Segor, el rey de Bela. Por esa época, estos
reyes pagaban tributos a Cordolaomor, el rey de Elam que, acompañado
por los ejércitos de otras cuatro ciudades, los habían subyugado en el valle
de Sidim junto al mar salado.
8. Fortalecido por las alianzas, Samael se tornó más osado en sus envestidas,
llevando el terror y la destrucción a los territorios de las ciudades distantes.
Los ejércitos de Cordolaomor y sus aliados que en esos días regresaban de
otras conquistas, enfurecidos por las provocaciones de Samael, marcharon
contra los cuatro reyes, venciéndolos nuevamente en el valle de Sidim. Fue
en esa ocasión que levaron cautivos a los habitantes de Sodoma, entre los
cuales se encontraba mi sobrino Lot.
9. Acobardados delante del furor de los cinco reyes, Samael y sus seguidores
se escondieron en cuevas, al norte del mar salado.

CAPITULO 11

(Samael hace preparativos para conquistar Salem y expone su plan espía, En


camino a Salem, sus recuerdos lo torturaban. Salem más bella y hermosa que
antes. Acontecimientos en el día de la coronación.)

1. Los doce meses contados a partir del gran sacrificio estaban casi por
terminar. El cetro, totalmente restaurado, resplandecía en su estuche,
mientras que el príncipe, igualmente restablecido de las heridas causadas
por la rebeldía, se alegraban al ver llegar el Yom Kipur de su coronación.
Mientras tanto, él componía lindas canciones que expresaban su amor por
Salem.
2. En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó a ser más bella, siendo
adornada cual novia para el grandioso día de la coronación.
3. A una semana para el Yom Kipur, Samael, totalmente inconsciente de que
el día de su juicio se aproximaba, reunió a sus seguidores, anunciándoles
que la próxima misión seria la conquista de Salem, antes de que ellos
avanzaran, sin embargo él subiría solo para verificar los puntos vulnerables
de la ciudad.
4. Después de ser aplaudido por la turba, Samael partió en su misión de
reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no acordarse de
aquéllos momentos que le trajeran terror por la culpabilidad, mas, dominado
por una fuerza superior, fue arrastrado en sus recuerdos hacia aquel monte
de la cruel tortura.
5. Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria, como un peso
desmoronador.
6. Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no consiguió huir, era ya
de noche. La oscuridad que lo envolvía le pareció el presagio de un triste
final. Ese desánimo, sin embargo, procuró desecharlo con el recuerdo del
ejército que lo esperaba, listo para cumplir sus órdenes, en la conquista de
Salem, donde no habría más recuerdos de aquél pergamino.
7. El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem. Al ver el monte de los
olivos, le vino el recuerdo de la última vez que lo traspasó, dejando tras si la
ciudad vencida. ¿Cuántas noches habían pasado desde entonces? Él había
perdido la noción del tiempo, no sabiendo que exactamente doce meses se
habían pasado. No podía imaginarse que, rayaba en aquella mañana el
Yom Kipur, el día de su juicio.
8. Al llegar a la cumbre del monte de los olivos en aquella mañana, Samael se
sorprendió al ver que la ciudad se había tornado más bonita que antes;
Toda ella estaba adornada de Ramos y de flores, como una doncella a la
espera de su novio. Y sin embargo, Salem estaba abandonada, no teniendo
ninguna señal de vida en todas sus mansiones. Esto lo hizo concluir que los
golpes que habían aniquilado al príncipe y al cetro, habían traído como
consecuencia todo aquel abandono. Él no sabía, sin embargo, que en aquel
momento todos los remanentes de aquel reino, se encontraban ocultos en
el gran salón del palacio, esperando el momento más glorioso, de la
coronación de Melquisedec.
9. Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado, teniendo a sus pies a
los ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la ciudad, dirigiéndose
apresuradamente al palacio. Al cruzar el portal principal que da entrada al
salón principal, se llenó de asombro al ver allí reunidos una multitud de
fieles. Sobre un tablado de oro, adornado de flores talladas en piedras
preciosas, se encontraba el trono vacío. En la base del trono estaba el
pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras preciosas y el
estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición. Sin
entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna,
temiendo ser reconocido, y se mantuvo observando.
10. Los súbditos, con la expresión de feliz expectativa miraban hacia el trono
vacío. ¿Dónde encontraban ellos motivo para toda esa alegría, si habían
perdido a su rey juntamente con el cetro? Samael se preguntaba sobre ese
misterio, cuando Adonías, aplaudido por los súbditos, se encaminó junto al
trono. Con una voz llena de emoción por la victoria, el fundador de Salem
anunció que había llegado el momento tan soñado de la coronación. Un
grito de triunfo resonó por los aires cuando, anunciando por su padre, entró
el príncipe amado encaminándose en dirección del trono. Al verlo cubierto
por un manto de gloria, Samael fue poseído por un terrible pavor, y procuró
huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales del gran salón estaban
cerrados por fuera.
11. Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un momento en verdad
solemne. Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona, colocándola
en la frente de su hijo. Inclinándose después hacia el estuche, lo abrió
cuidadosamente, sacando de él el laúd restaurado, cuya belleza y brillo era
muy superiores a su primera condición, al salir de las manos de Adonías su
laudero. Sentándose en el trono en medio de las aclamaciones de los
súbditos, Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él acordes de
mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas
composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo
aquel reino de paz.
12. Gran emoción invadía el corazón de todos en ese momento, llevándolos a
las lágrimas. Samael, si fuerzas para reaccionar, se sentía torturado por
aquellos acordes que lo torturaban haciendo revivir en su mente sus
oportunidades perdidas, en una tortura terrible para s conciencia.
13. Melquisedec había compuesto para ese momento especial, canciones que
retrataban los momentos más destacados de la historia de Salem; cuando
comenzó a cantar sobre la amistad que había tenido por Samael, su voz se
embargaba por las lágrimas que no conseguía contener. ¡Triste era para él
cantar sobre la caída de aquél que había sido su mayor amigo! Cantó
entonces sobre el alto precio que tuvo que pagar por la reconquista del
cetro, que representaba la honra de Salem.
14. Al contemplar aquellas manos marcadas por las cicatrices, tocando con
tanta maestría y cariño el cetro restaurado, los súbditos tomados por una
fuerte emoción, se postraron en llanto.
15. Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que, en sus manos había
sido un instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado tarde
cuánto había errado, desviándose de los consejos del príncipe; Cuántas
veces aquéllas manos sobre las cuales había descargado toda aquella
violencia habían sido extendidas en un esfuerzo de salvarlo, u él las había
despreciado negligentemente. ¡Ahora, era demasiado tarde!
¡¡¡Extremadamente tarde!!!

CAPITULO 12

(Jubilosa proclamación y coronación de Melquisedec. Sellamiento de la


ciudadanía a los fieles. Samael se presenta y desafía al rey. Sellamiento del juicio
contra Samael y sus seguidores.)

1. Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a todo


aquel pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron finalmente las
voces en una jubilosa proclamación:
2. Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de
reinar en gloria y majestad entre loores de tus fieles, porque en tu sacrificio
nos libraste de las amenazas de las tinieblas, haciendo renacer en nuestro
corazón la alegría del amanecer.
3. Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la confirmación
de todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías, con su cetro redimido,
comenzó a sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno.
Se formó para lo cual una larga fila de fieles exaltados.
4. Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque de
aprobación del rey, se colocaban al lado derecho del trono, donde
permanecían aguardando por la confirmación de los otros.
5. Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el sellamiento
de los últimos justos, se posaron sobre la figura extraña de Samael que,
dominado por una fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en dirección
del trono. Su aspecto era horrible: su semblante había sido deformado por
el mal; sus vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo en él repugnaba,
al punto de que nadie lo reconoció.
6. En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su trono
como herido por un gran dolor; De sus labios los súbitos oyeron una
dolorosa exclamación:
7. ¡¡¡Samael, Samael!!!
8. La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a todos de
tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que
sabían que el destino de Samael y de todos aquellos que lo habían
seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos hubiesen atendido a los
amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no era el plan del rey y el
sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino, siendo el
segundo en honra en aquél reino?
9. Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado cabizbajo
hacia el trono, al presenciar toda aquella lamentación, y engañado
nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de una demostración
de debilidad de sus enemigos, Al acordarse de su ejército que fortificado lo
esperaba en la planicie, lo engaño con la certeza de que sería victorioso
sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la frente marcada por el odio
y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su
autoridad, con la amenaza de quitarle el trono.
10. Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no soportaron
la osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después de causar tanto
sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con tan grande desafío.
11. El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la
conquista de los fieles, lo levantó dolorosamente para el sellamiento de la
triste suerte de los rebeldes. Inmovilizado por una fuerza extraña, Samael,
sin desviar los ojos del cetro, oyó de los labios del rey la proclamación de
su juicio y de todos sus seguidores:
12. Prisioneros de una fuerza invisible, estarían retenidos en sus cavernas por
seis años, siendo después visitados por el fuego del juicio que os destruiría
juntamente con las ciudades que con ellos se aliaran.

CAPITULO 13

(Un ángel se le aparece en sueños a Melquisedec, le da instrucciones y le muestra


en visión la Salem celestial. Melquisedec, el protector de las más amplias
revelaciones de Dios. La historia de Salem, una semejanza de la historia del
universo. Melquisedec se conmueve y rinde honra al Mesías, al descubrir que se
convirtió en una semejanza de Él. Batalla por el cetro disputado. Día del juicio
final.)
1. Al ir a la cama después de aquel día de tantas emociones, el joven rey,
inmerso en los recuerdos de aquél pasado de felicidad y dolor, rodaba en
su cama sin sueño. Cuando finalmente se durmió, tuvo un sueño muy
significativo.
2. En el sueño, se le apareció un ángel luminoso, que saludándolo con una
sonrisa, le dijo que todo el universo acompañaba con atención todo aquel
drama que estaba viviendo, mismo que tenía sentido pre figurativo,
retratando acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el vasto
universo.
3. Las palabras del ángel despertaron en Melquisedec un gran deseo de
conocer la historia de ese drama cósmico.
4. Conociendo su vivo deseo, el ángel lo arrebató en el sueño revelándole un
futuro distante. Delante de sus ojos se manifestaron las glorias de una
nueva y espléndida Salem. Cuyas murallas y mansiones estaban hechas de
piedras preciosas; los portales de la ciudad eran de perlas. Sus amplias
avenidas eran de oro puro. La ciudad era cuadrangular y se extendía por
centenares de kilómetros. Estaba dividida en dos sectores distintos: Norte y
Sur. Al sur se elevaban incontables mansiones, habitaciones eternas de
ángeles y de seres humanas redimidos; al norte había un lindo paraíso el
cual el ángel reveló ser el jardín del edén. Allí, en ambos bordes del rio de
la vida, había campos repletos de todo tipo de vegetación, con flores y
frutos en abundancia. Vivian allí en perfecta armonía, todas las especies de
insectos, aves y animales.
5. En medio del paraíso se podía ver una montaña fulgurante, la cual el ángel
afirmó ser el monte Sión, el lugar del trono de Dios. Era aquel monte que
emanaba el rio de la vida, fluyendo por toda la ciudad.
6. Cuando hubieron alcanzado la cumbre de la montaña sagrada, el rey de
Salem estuvo deslumbrado con el escenario visto a su alrededor. Se
encontraba en la parte más elevada de Sión la más linda de todas las
edificaciones revelado por el ángel como el palacio de Dios. Aquella
magnifica construcción era sustentada por siete columnas, todas de oro
transparente, incrustadas de lindas perlas. Alrededor del palacio, Florecía la
más exuberante vegetación: había allí el pino, el ciprés, el olivo, la murta, la
romasera y la higuera, doblándose al peso de sus higos maduros.
7. Mientras que se admiraba ante la belleza de aquel lugar, el ángel le dio que
a ningún ser humano le había sido dado el privilegio de ver el interior de
aquel palacio de Dios. A él le sería dado este honor, pues fue escogido
para ser el portador de las más amplias revelaciones sobre el reino de la
luz.
8. Al traspasar con reverencia uno de los portales de perlas, se postraron en
adoración, mientras que oían el cántico de una multiplicidad de serafines,
que circundaban el trono, en constante alabanza a aquél que Era, que Es y
que Siempre Será.
9. Al mirar aquél que estaba sentados sobre el trono, Melquisedec se
sorprendió al descubrir la figura de un hombre. Él estaba cubierto por un
manto de lino fino, de una blancura sin igual, y tenía sobre la cabeza una
corona formada por siente coronas sobrepuestas, repletas de piedras
preciosas.
10. Al mirar hacia las manos que sustentaban el cetro, el hijo de Adonías se
sorprendió al descubrir en ellas cicatrices de heridas, semejantes a aquéllas
en sus manos. Él ángel le afirmó ser el Mesías, la manifestación visible de
Yahwéh, el Dios invisible.
11. Atraído por el cetro resplandeciente, con el cual el Mesías gobernaba sobre
todo el universo, el rey de Salem vio en él el sello del dominio, y en él
escrito el nombre: Israel.
12. Arrebatado por una profunda emoción, Melquisedec se postró ante el rey de
aquella Salem eterna, y, reviviendo allí la historia de su pequeña ciudad,
tuvo el deseo de conocer el gran drama de la historia universal. Conociendo
el deseo de su corazón, el ángel le dijo:
13. Ahora te daré a conocer la historia de esta gloriosa Salem. Todo lo que te
fuere mostrado en la visión, deberás tú registrar fielmente en seis
pergaminos que serán cocidos uno al otro, formando un único rollo. Tú
tendrás seis años para escribirlos. Al final de los siete años, tú recibirás de
las manos de un anciano un vaso conteniendo un rollo especial, con
muchas revelaciones importantes, destacándose la historia de Salem. Tú
tomaras ese rollo y lo coserás como el primero de los siete, formando un
único rollo. Después de sellarlo, tú y el anciano lo guardaran en el vaso
llevándolo hacia una cueva que yo les mostraré al norte del mar salado
donde permanecerá olvidado hasta que lleguen los últimos días, cuando
será rescatado y revelado al mundo por medio de un pequeño beduino.
14. Después de decirle al rey de Salem estas palabras, el ángel lo condujo en
visión a un infinito pasado, cuando el universo todavía no existía.
15. Una historia muy parecida con la de Salem comenzó a desplegarse delante
de sus ojos; pero, en una dimensión infinitamente mayor, comenzando por
la creación del reino de la luz. Con admiración contempló la formación de
billones de mundos y estrellas, repletos de vida y felicidad que comenzaron
a girar en torno de la Salem Celestial, el paraíso de Dios.
16. Su atención se volvió después hacia el más bello de todos los querubines
que, honrado por el creador, comenzó a habitar con Él en su palacio. Una
eternidad de felicidad y paz parecía encantar aquel reino, cuando la misma
experiencia de egoísmo y rebeldía vivida por Samael comenzó a repetirse
en la vida de aquél ángel amado.
17. Escenas de una gran rebelión comenzaron a ser mostradas a Melquisedec,
implicando a todos los habitantes del universo. El querubín honrado,
semejante a Samael, había seducido a un tercio de las huestes que,
comenzaron a reverenciarlo como rey.
18. En medio de las escenas de aquel gran conflicto, el rey de Salem
atestiguó la creación del planeta tierra, sobre la cual surgió el hombre
como cetro racional de aquel reino disputado.
19. Con agonía vio el momento en que el jefe de la rebelión se aproximó
sutilmente al paraíso, apoderándose del ser humano, después de seducirlo
con tentaciones. Oyó entonces su bramido, en una proclamación de
victoria. A partir de ese momento, el enemigo de Dios comenzó a arruinar al
ser humano, apagando en él todos los rasgos de gloria divina, como
Samael había hecho con el cetro.
20. Su propia experiencia, al declarar en aquella mañana a los súbditos de
Salem su decisión de ir en la búsqueda del cetro perdido, comenzó a
repetirse delante de sus ojos.
21. Reuniendo a las huestes que habían permanecido fieles a su gobierno, el
creador comenzó a revelar un plan de rescate: Él habría de ir en la
búsqueda del hombre, y lo redimiría, aunque esto le costase un sacrificio
infinito. Delante de esta revelación, el hijo de Adonías se postró conmovido,
al descubrir que en su vida había tenido la honra de retratar al propio
Mesías.
22. Todo el drama vivido por el hijo de Adonías en su angustiante búsqueda,
hasta el momento de su suplicio por la redención del cetro, fue ganando
amplitudes en aquella visión que abarcaba toda una eternidad. Delante de
sus ojos desfilaban escenas de una gran batalla que, sin tregua se
extendería hasta el día del juicio final, cuando el Mesías victorioso
empuñara el cetro redimido, sellando con él la condenación de todas las
huestes rebeldes.

CAPITULO 14

(Melquisedec tuvo conocimiento de la gran liberación debido a las revelaciones


que le fueron manifestadas por el ángel del Señor. Abraham, Sara, Isaac, Lot y
sus dos hijas, así como las pastores y fieles, son recibidos con júbilo en Salem,
para celebrar la Fiesta de Sukot. Abraham entrega el rollo a Melquisedec, y este lo
cose uniéndolo al suyo. Después de leer parte del rollo de Abraham, Melquisedec
bendice al pequeño Isaac y profetiza concerniente al futuro del rollo.)

1. A través de las revelaciones recibidas del ángel, Melquisedec tomó


conocimiento de la gran liberación alcanzada diez días antes de su
coronación, en Rosh Hashaná, cuando delante de trescientos pastores con
sus vasos encendidos, ejércitos de cinco reyes habían caído, saliendo
libres los cautivos.
2. Conociendo nuestra intensión de subir a Salem por la ocasión de Sukot, el
rey hizo preparativos para una gran fiesta, en la cual conmemoraríamos
juntos la victoria sobre toda la desarmonía generada por el orgullo y por el
egoísmo.
3. Fue por esto que al llegar nosotros a Salem, fuimos sorprendidos con toda
aquella honorifica recepción.
4. El ocuparme con el relato de todos esos acontecimientos, me hizo pasar
por todo este séptimo año, casi sin notar sus días que pasaron veloces.
Estamos hoy a las puertas de un nuevo Rosh Hashaná, cuando los 300
pastores tocarán los cuernos, convocando a todos aquellos que posean las
perlas, para la reunión solemne de Yom Kipur. Cinco días después seremos
recibidos en Salem para la fiesta de Sukot.
5. La certeza de que acontecimientos importantes todavía deberán ser
relatados hasta el momento en que el vaso será dejado en la cueva, me
hace reservar un espacio en el rollo, en el cual registraré, día tras día, los
hechos, hasta la consumación de esta historia.
6. Hoy es Rosh Hashaná, el día más feliz de mi vida, pues mis brazos podrán
abrazar finalmente al hijo de la promesa, la primera cosa que Sara hizo al
recibirlo, fue colocarle en su manita derecha la segunda perla que el Mesías
le había dado en el día de su conversión, en la cual estaba escrito el
nombre de Isaac que significa “risa”, el nombre de Melquisedec y el nombre
de Salem.
7. Dos días antes de Yom Kipur, Isaac fue circuncidado, conforme a la orden
de Yahwéh.
8. Desde que los pastores comenzaron a tocar sus cuernos en Rosh
Hashaná, todos aquellos que poseían perlas del vaso, dejaron sus tiendas
dirigiéndose en grupos pequeños, para estar junto a Roble de Mambré.
9. Al llegar el Yom Kipur, el día de la reunión solemne, mis pastores me
informaron que todos aquellos que habían recibido perlas, habían
comparecido a la reunión, no faltando ninguna persona. Era maravilloso ver
la alegría estampada en el semblante de toda aquella multitud, que
anhelaban de toda aquella multitud, que anhelaban la subida a Salem.
Todos tenían una historia que contar, de cómo fueron mal comprendidos y
humillados por aquellos que no recibieron la salvación representada por las
perlas. El único consuelo que tenían en aquel tiempo, provenía de la
certeza de que subirían a Salem para la fiesta de Sukot.
10. En el primer día de la fiesta de Sukot, la multitud fue subdividida en grupos
pequeños de doce personas, para subirnos en orden hasta Salem.
11. Teniendo el vaso con el rollo en mi espalda, me coloqué al frente de la
multitud, siendo seguido por Sara e Isaac, que venían montados en un
camello; Luego detrás venían Lót y sus hijas; y un poco más atrás, los
trescientos pastores seguidos por todos los fieles.
12. Iniciábamos nuestro ascenso cuando, acompañado por todos sus súbditos,
apareció Melquisedec viniendo a nuestro encuentro, haciendo vibrar por los
aires el sonido festivo de muchos instrumentos musicales, conmemorando
la gran victoria.
13. Después de saludarnos, el hijo de Adonías nos condujo en una marcha
festiva hasta introducirnos a las puertas de Salem, que se encontraba ahora
más bonita que antes.
14. Delante del trono, todos los redimidos fueron coronados por Melquisedec,
comenzando en seguida el gran banquete.
15. Grande fue la alegría del rey de Salem cuando le entregué el vaso con mi
manuscrito. Llevándome a una sala especial del palacio. Él me mostró los
seis manuscritos en los cuales había registrado la historia del universo,
según como le había sido mostrada en su sueño.
16. Al recibir mi manuscrito, él lo cosió a los demás, llegando a ser el primero
del gran rollo.
17. En el último día de la fiesta de Sukot, el rollo fue abierto delante de toda la
multitud de fieles. Después de leer una buena parte de mi manuscrito, el
hijo de Adonías, tomando en sus brazos al pequeño Isaac, afirmó:
18. En la descendencia de éste niño habrá de cumplirse todas las cosas
escritas en este manuscrito.
19. Habiendo dicho esto, el rey lo bendijo, devolviéndoselo a Sara.
20. Después de bendecir a Isaac, Melquisedec comenzó a hablar sobre el
futuro del rollo que permanecería por casi cuatro milenios ocultos en una
cueva, siendo finalmente encontrado por un beduino de la tribu de
Taamireh. Al salir de su cueva, el rollo enfrentaría la oposición de muchos
eruditos que lo declararían apócrifo. Vendría, sin embargo, el momento, en
que sus revelaciones serían confirmadas, y muchos serían transformados
por sus mensajes, preparándose para el día del juicio final.
LA HISTORIA DEL UNIVERSO

(Un relato escrito por Melquisedec)

Revelaciones que un ángel del señor manifestó a Melquisedec en un sueño que


tuvo lugar la noche siguiente a su coronación, un año después de recuperar el
cetro de Salem, habiendo pagado el precio de su rescate con dolor y sangre.

(El eterno vivió una eternidad antes de crear el universo. Mundo de luz. Monte
Sión. Rio de la vida. Jardín de Edén. Jerusalén, la ciudad de paz. Lucifer, el
gobierno divino. Libertad de escoger. Ángeles, ministros del reino de la luz.
Universo. Abismo de tinieblas, prueba de fidelidad. Separación entre la luz y las
tinieblas.)

1. Antes que existiese una estrella para brillar, antes que hubiese ángeles
para cantar, ya había un cielo, el hogar del Eterno, el único Dios. Perfecto
en sabiduría, amor y gloria, vivió el Eterno una eternidad, antes de
concretizar su lindo sueño, en la creación del Universo.
2. Los incontables seres que componen la creación fueron, todos, idealizados
con mucho cariño. Desde el diminuto átomo hasta las gigantescas galaxias,
todo mereció su suprema atención. Amador de la música, Dios idealizó el
Universo como una gran orquesta que, bajo su regencia, debería vibrar
acordes armoniosos de justicia y paz. Para cada criatura Él compuso una
canción de amor.
3. El eterno estaba muy feliz, pues sus sueños estaban por realizarse.
Moviéndose con majestad, inició su obra de creación. Sus manos
moldearon primeramente un mundo de luz, y sobre él una montaña
fulgurante sobre la cual estaría para siempre afirmado el trono del Universo.
4. Al monte sagrado Dios llamó: Sión. De la base del trono, el Eterno hizo
brotar un río cristalino, para representar la vida que de Él fluiría hacia todas
las criaturas. Como sala del trono, creó un lindo paraíso que se extendía
por centenas de kilómetros alrededor del monte Sión. Al paraíso llamó:
Edén. Al sur del paraíso, en ambos márgenes del río de la vida, fueron
edificadas numerosas mansiones adornadas de piedras preciosas, que se
destinaban a los ángeles, los ministros del reino de la luz.
5. Circundando el Edén y las mansiones angelicales, construyó Dios una
muralla de jaspe brillante, a lo largo de la cual podían ser vistos grandes
portales de perlas. Con alegría, el eterno contempló la capital soñada. La
ciudad en su esplendor era como una novia adornada, pronta para recibir a
su esposo.
6. Cariñosamente, el gran arquitecto la llamó: Jerusalén, la ciudad de la paz.
Dios estaba por traer a la existencia a la primera criatura racional. Sería un
ángel glorioso, de entre todos el de mayor honra. Adornado por el brillo de
las piedras preciosas, ese ángel viviría sobre el monte Sión, como
representante del Rey de Reyes delante del Universo.
7. Con mucho amor, el Creador comenzó a moldear al primogénito de los
ángeles. Toda sabiduría aplicó al formarlo, haciéndolo perfecto. Con ternura
le concedió la vida; el hermoso ángel, como despertando de un profundo
sueño, abrió los ojos y contempló la faz de su autor. Con alegría, el Eterno
le mostró las bellezas del paraíso, hablándole de sus planes, que
comenzaban a concretizarse.
8. Al ser conducido al lugar de su morada, junto al trono, el príncipe de los
ángeles estaba agradecido y, con voz melodiosa, entonó su primer cántico
de alabanza. De las alturas de Sión, se descubría, a los ojos del hermoso
ángel, Jerusalén en su inmensidad y esplendor. El río de la vida, al deslizar
sereno en medio de la Ciudad se asemejaba a una larga avenida reflejando
las bellezas del jardín del edén y de las mansiones angelicales.
9. Envolviendo al primogénito de los ángeles con su manto de luz, el Eterno
comenzó a hablarle de los principios que habrían de regir el reino universal.
Leyes físicas y morales deberían de ser respetadas en toda la extensión del
gobierno divino. Las leyes morales se resumían en dos principios básicos:
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Cada
criatura racional debería ser un canal por medio del cual el Eterno pudiese
derramar a otros vida y luz. De esa forma, el universo crecería en armonía,
felicidad y paz.
10. En el reino de Dios, las leyes no serían impuestas con tiranía; los súbditos
serían libres. La obediencia debería surgir espontanea, en un gesto de
reconocimiento y gratitud. En ese reino de libertad, la desobediencia
también sería posible. El resultado de tal comportamiento sería el
vaciamiento de las fuerzas vitales.
11. Después de revelar al hermoso ángel las leyes de su gobierno, el Eterno le
confió una misión de gran responsabilidad: Sería el protector de aquellas
leyes, debiéndolas honrar y revelar al universo listo para ser creado. Con el
corazón rebosante de amor a Dios y a los semejantes, le correspondería
ser un modelo de perfección: sería lucifer, el portador de la luz. El príncipe
de los ángeles; agradecido por todo, se postró ante el amoroso Rey,
prometiéndole eterna fidelidad. El Eterno continuó su obra de creación,
trayendo a la existencia a innumerables huestes de ángeles, los ministros
del reino de la luz.
12. La ciudad Santa fue poblada por esas criaturas radiantes que, felices y
agradecidas, unían las voces en bellísimos cánticos de alabanza al
Creador. Dios traía ahora a la existencia el Universo que, repleto de vida,
giraría en torno de su trono afirmado en Sión. Acompañado por sus
ministros, partió hacia la grandiosa realización. Después de contemplar el
vacío inmenso, el Eterno levantó las poderosas manos, ordenando la
materialización de las multiformes maravillas que habrían de componer el
Cosmos.
13. Su orden, cual trueno, repercutió por todas partes, haciendo surgir, como
por encanto, galaxias sin número, repletas de mundos y soles paraíso de
vida y alegría, todo girando armoniosamente entorno del monte Sión. Al
presenciar tan grande hecho del supremo Rey, las huestes angelicales se
postraron, haciendo repercutir por el espacio iluminado un cántico de
triunfo, en salutación a la vida.
14. Todo el universo se unió en ese cántico de gratitud, en promesa de eterna
fidelidad al creador. Guiados por el Eterno, los ángeles comenzaron a
conocer las riquezas del universo. En esa excursión sideral, estaban
admirados ante la inmensidad del reino de la luz. Por todas partes
encontraban mundos habitados por criaturas felices que los recibían en
fiesta. Los ángeles nos saludaban con cánticos que hablaban de las buenas
nuevas de aquel reino de paz.
15. Tan preciada como la vida, la libertad de escoger, a través de la cual las
criaturas podrían demostrar su amor al Creador, exigía una prueba de
fidelidad. Con el propósito de revelarlo, el Eterno condujo las huestes por
entre el espacio iluminado, hasta aproximarse a un abismo de tinieblas que
contrastaba con el inmenso brillo de las galaxias. A lo lejos, ese abismo se
había revelado insignificante a los ojos de los ángeles, como un puntillo sin
luz; pero a medida de su acercamiento, se mostró en su enormidad.
16. El Creador, que a cada paso revelaba a los ángeles los misterios de su
reino, estaba allí silencioso, como guardando un secreto. Las tinieblas de
aquel abismo consistían en la prueba de la fidelidad. Volteándose hacia las
huestes, el Eterno solemnemente afirmó: “Todos los tesoros de la luz
estarán abiertos a vuestro conocimiento, menos los secretos ocultos por las
tinieblas. Sois libres para servirme o no. Amando la luz estaréis ligados a la
Fuente la vida”.
17. Con estas palabras, hizo Dios separación entre la luz y las tinieblas, el bien
y el mal. El universo era libre para escoger su destino.

CAPITULO 2

(Una eternidad de armonía y paz. Lucifer, transmisor de las revelaciones del padre
a sus ángeles. Asambleas en planetas capitales. La obediencia a las leyes divinas,
fundamento de progreso y felicidad. Lucifer es atraído por las tinieblas del abismo.
Lucifer, creado para la luz. Intervención de un padre amoroso. La gran lucha
interior de Lucifer. El don del libre albedrío. Teoría de la ciencia del bien y del mal.
Fundamentos del reino del Eterno. Traición de Lucifer y de un Tercio de las
huestes. El Eterno advierte sobre el rompimiento de la Fuente de la Vida. El
universo puesto a prueba. El inconsolable llanto del Padre. El misterioso abismo,
significado simbólico del reino de la rebeldía. Comienzo de la creación del planeta
Tierra.)

1. El tan esperado sueño del Creador se concretizaba. Ahora, como Padre


cariñoso, conducía a las criaturas a través de una eternidad de armonía y
paz. En virtud del cumplimiento de las leyes divinas, el Universo se
expandía en felicidad y gloria. Había un fuerte celo de amor, que a todos
unía fuertemente. Los seres racionales, dotados de la capacidad de un
desenvolvimiento infinito, encontraban indescriptible placer en aprender los
inagotables tesoros de la sabiduría divina, transmitiéndolos a los
semejantes. Eran como canales por medio de los cuales la Fuente de la
Eterna Vida nutría a todos de amor y luz.
2. En Jerusalén, los ministros del reino se reunían ante el soberano Rey,
siempre prontos a cumplir Sus propósitos. Era a través de lucifer que el
Eterno ponía de manifiesto Sus designios. Después de recibir una nueva
revelación, él prontamente la transmitía a las huestes angelicales. Éstas, a
su vez, la compartían con la creación. En célebre vuelo los ángeles se
dirigían hacia los planetas capitales, donde, en grandes asambleas, se
reunían los representantes de los demás mundos. En muchas de esas
asambleas, Lucifer se hacía presente, llenando a los participantes de
alegría y de admiración. Perfecto en todas las virtudes, él los cautivaba con
su simpatía.
3. Ningún otro ángel conseguía revelar como el él los misterios del amor del
Eterno. El Universo, alimentándose de la Fuente de la Vida, se expandía en
una eternidad de perfecta paz. La obediencia a las leyes divinas era el
fundamento de todo progreso y felicidad. Aunque conscientes del libre
albedrio, jamás había subido al corazón de ninguna criatura el deseo de
apartarse del Creador. Así fue por mucho tiempo, hasta que tal problema
irrumpió en la vida de aquél que era el más íntimo del Eterno.
4. Lucifer, que había dedicado su vida al conocimiento de los misterios de la
luz, se sintió poco a poco atraído por las tinieblas. El rey del Universo, a los
ojos de quien nada puede ser encubierto, acompañó con tristeza sus pasos
en el camino descendente que lleva a la muerte, al principio, una pequeña
curiosidad lo llevó a Lucifer a aproximarse a aquél abismo profundo.
Contemplándolo, comenzó él a indagar el porqué de no poder comprender
su enigma.
5. Regresando a su lugar de honra, junto al trono, se postró ante el divino
Rey, suplicándole: Padre, dame a conocer los secretos de las tinieblas, así
como me revelas la luz. Ante la petición del hermoso ángel, el Eterno, con
voz expresiva de tristeza, le dijo: Hijo mío, tú fuiste creado para la luz, que
es vida. Convenciéndose de que el Creador no le revelaría los tesoros de
las tinieblas, Lucifer decidió comprender por sí mismo el enigma, se
juzgaba capacitado para tanto. Con esta triste decisión, el príncipe de los
ángeles permitió que surgiese en su corazón una ancha de pecado que
podría atraer una catástrofe para el Universo.
6. Solo Dios sabía lo que pasaba en el corazón de Lucifer. El ángel, que había
sido creado para ser e portador de la luz, estaba divorciándose en
pensamientos del bondadoso Creador que, en un esfuerzo de impedir el
desastre, le rogaba permanecer a Su lado. Una tremenda lucha comenzó a
trabarse en su interior. El deseo de conocer el sentido de las tinieblas era
inmenso, con todo, los ruegos de aquél amoroso Padre, a quien no quería
también perder lo torturaban. Viendo el sufrimiento que su actitud causaba
al Creador, a veces demostraba arrepentimiento, pero volvía a caer.
7. Antes de crear el Universo, ya Dios había previsto la posibilidad de una
rebelión. El riesgo de conceder la libertad a las criaturas era inmenso, más,
sin este don, la vida no tendría sentido. Él Eterno no quería reinar sobre
robots, programados para hacer solamente Su voluntad. Él quería que la
obediencia fuese fruto del reconocimiento y del amor, por eso decidió correr
el gran riesgo. Aunque proseguía en la búsqueda del sentido de las
tinieblas, Lucifer no pretendía abandonar la luz.
8. Se esforzaba por llegar a una combinación entre esas partes que, en el
reino del Eterno, coexistían separadas. Finalmente, con su sentimiento de
exaltación, concibió una teoría engañosa, que pretendía presentar al
Universo como un nuevo sistema de gobierno, superior al gobierno del
Eterno. Denominó a su teoría “la ciencia del bien y del mal”. Estructurada
en la lógica, la ciencia del bien y del mal se reveló atrayente a los ojos de
lucifer, pareciendo descorrer un sentido de vida superior a aquél ofrecido
por el Creador, cuyo reino posibilitaba solamente el conocimiento
experimental del bien.
9. En el nuevo sistema, habría equilibrio entre el bien y el mal, entre el amor y
el egoísmo, la luz y las tinieblas. A lo largo del tiempo en que madurara en
su mente la ciencia del bien y del mal. Lucifer sabría guardarla en secreto
delante del Universo. Continuaba en su puesto de honra cumpliendo la
función de Portador de la luz. Sin embargo, por más que procuraba fingir,
su semblante ya no revelaba alegría con servir al Eterno. El divino Rey, que
sufría en silencio, procuraba, por medio de Sus revelaciones de amor,
preparar a las criaturas racionales para la gran prueba que se aproximaba.
10. Sabía que muchos darían oído a la tentación, volviéndole la espalda. La
noche de la prueba haría sobresalir, sin embargo, a los verdaderos fieles,
aquéllos que servían al Creador no por interés, si no por amor. Al ver que la
hora de la prueba llegaba, y que Lucifer estaba listo para traicionarlo
delante del Universo, el Eterno, que jamás había cesado de revelar los
tesoros de su sabiduría, se tornó silencioso y contemplativo.
11. El silencio hizo revivir en el corazón de las huestes el recuerdo de aquella
primera excursión sideral, cuando, después de mostrarles las riquezas del
reino de la luz, Dios se tornó silencioso ante aquél abismo. Se acordaban
de Sus palabras: “Todos los tesoros de la luz estarán abiertos a vuestro
conocimiento, menos los secretos cultos por las tinieblas. Sois libres para
servirme o no. Amando la luz estaréis ligados a la fuente de la vida”.
Lucifer, que había comenzado a codiciar el trono de Dios le indagó el
motivo de Su silencio. El Creador, contemplándolo con infinita tristeza, le
dijo: “ha llegado la hora de las tinieblas. Tú eres libre para realizar sus
propósitos”.
12. Viendo que el momento propicio para la propagación de su teoría había
llegado Lucifer convocó a los ángeles para una reunión especial. Las
huestes, deseosas de conocer el significado del silencio del Padre, tomaron
sus lugares junto al magnifico ángel, que siempre les había revelado los
tesoros del reino de la luz. Lucifer comenzó su discurso exaltando, como de
costumbre, el gobierno del Eterno. En una amplia retrospectiva, les recordó
las grandiosas revelaciones que los habían enriquecido en toda aquella
eternidad.
13. El silencio divino, lo presentó como siendo la indicación de que el Universo
había alcanzado la plenitud del conocimiento que provenía de la luz.
Callando, el Eterno les habría camino para el entendimiento de misterios
aún no soñados, guardados hasta entonces, más allá de los límites de Su
gobierno. Sorprendidas, las huestes tomaron conocimiento de la
experiencia de Lucifer sobre las tinieblas. Con elocuencia, él les habló de la
ciencia del bien y del mal, indicándola como el camino de las mayores
realizaciones.
14. El efecto de sus palabras pronto se hizo sentir en todo el Universo. La
pregunta era decisiva y explosiva, generando por primera vez discordia. Los
seres racionales, en su prueba, habrían de optar por permanecer solamente
con el conocimiento de la luz, el cual Lucifer afirmaba haber llegado a su
límite, o aventurarse en el conocimiento de la ciencia del bien y del mal. En
el comienzo, los ángeles se debatieron ante la pregunta, siendo luego
después todo el universo puesto a prueba. Parecía que la ciencia del bien y
del mal habría de arrebatar la mayor parte de las criaturas, sin embargo,
poco a poco, muchos que al principio se empaparon con la teoría,
despertaron de la ilusión de la misma, reafirmando su fidelidad al reino de la
luz.
15. Al final de ese conflicto, que se arrastró por largo tiempo, se reveló un tercio
de las estrellas del cielo al lado de Lucifer, y las restantes, aunque
conmocionadas por la prueba al lado del Eterno. La ciencia del bien y del
mal fue proclamada por Lucifer como un nuevo sistema de gobierno. ¿Pero
cómo ejercerlo, si el Eterno continuaba reinando en Sión? Necesitaban
encontrar una manera de bajarlo de allí. El consejo, formado por los
ángeles rebeldes, comenzó a tratar de eso. Decidieron, finalmente,
solicitarle el trono por un tiempo determinado, en el cual podrían demostrar
la excelencia del nuevo sistema de gobierno. En caso de que fuese
aprobado por el Universo, el nuevo sistema se establecería para siempre;
en caso contrario el dominio retornaría al Creador.
16. Fue así que Lucifer, acompañado por sus huestes, se aproximó arrogante
delante de aquél Padre sufridor, haciendo tal petición. El Eterno no era
ambicioso, sólo que quería el bien para Sus criaturas. Si la ciencia del bien
y del mal consistiera realmente en un bien mayor, no se opondría a su
implantación, cediendo el trono a sus defensores. Más Él sabía que aquel
camino conduciría a la infelicidad y a la muerte. Movido por Su amor
protector, el creador desatendió la petición de las huestes rebeldes, que se
apartaron enfurecidas.
17. Al serles negado el trono, Lucifer y sus huestes comenzaron a acusar al
divino Rey, proclamando ser su gobierno de tiranía. Afirmaban ser su
permanencia en el trono la más patente demostración de Su arbitrariedad.
¿No les había concedido libertad de escoger? ¿Por qué neutralizarla ahora,
impidiéndoles poner en práctica un sistema de gobierno superior? Las
acusaciones de las huestes rebeldes repercutieron por todo el Universo,
haciendo parecer que el gobierno del Eterno era injusto. Esto trajo profunda
angustia a aquellos que permanecían fieles al reino de la luz.
18. No sabiendo como refutar tales acusaciones, esas criaturas, enmudecidas
por el dolor moral, anhelaban el momento en que nuevas revelaciones
procedentes del Creador pudiesen aclararles los misterios de ese gran
conflicto. Las acusaciones y blasfemias de las huestes rebeldes alcanzaron
el punto culminante cuando el eterno, en su gesto sorprendente, se levantó
de Su trono, como pronto a dejarlo. Los infieles, en la expectativa de una
conquista, se aquietaron, mientras que un sentimiento de temor penetraba
en el corazón de los súbditos de la luz.
19. ¿Entregaría Él el dominio de toda la creación, para librarse de las viles
acusaciones? De acuerdo con la lógica a partir de la cual Lucifer
fundamentaba sus enseñanzas, no le quedaba otra alternativa al Creador.
En esta tremenda expectativa, el Universo acompañaba los pasos de Dios.
En un gesto de humildad, el Creador se despojó de Su corona y de su
manto real, colocándolos sobre el blanco trono. En su semblante no había
expresión de resentimiento o de ira, sino de infinito amor y tristeza. Con
solemnidad el Eterno proclamó que el momento decisivo había llegado,
cuando cada criatura debería sellar su decisión al lado de la luz o de las
tinieblas.
20. En una amplia revelación, alertó de las consecuencias de un rompimiento
con la Fuente de la Vida. Con una mirada de ternura el Creador contempló
a sus hijos. Era una mirada de humildad, que lleno de amor, suplicaba para
que permanecieran a Su lado. Incontables criaturas, conmovidas,
correspondieron a Su mirada de bondad, mientras que una multitud se
mantuvo cabizbaja. Lucifer y sus seguidores de aquel momento. Todavía
era posible dar vuelta atrás en sus planes, entregándose arrepentidos al
divino Padre que siempre los había amado.
21. Mientras cabizbajos consideraban sobre la decisión final, lucifer y sus
adeptos oyeron el cántico de aquellos que, en reconocimiento y gratitud, se
colocaban al lado del Eterno. La última lucha se trataba en el corazón de
los infieles que, estremecidos, llegaron a pensar en retirarse. Finalmente, el
recuerdo del reciente gesto divino, despojándose de la corona, les dio la
certeza de que el gobierno les sería entregado. Viendo que el Trono
permanecía vacío, Lucifer y sus huestes, dominados por la codicia,
rompieron definitivamente con el Creador. Al ver un tercio de los súbditos
atravesar las divisiones de la eterna separación, Dios dejó externar el dolor
angustiante que por tanto tiempo martirizaba Su corazón, curvándose en
inconsolable llanto.
22. Contemplando a sus hijos rebeldes, elevó la voz en una lamentación
dolorosa: ¡”Hijos míos, hijos míos! ¡Ya no puedo llamarlos así”! ¡Quisiera
tanto tenerlos en mis brazos! ¡Me acuerdo cuando con cariño los formé!
¡Ustedes surgieron felices y perfectos, en acordes de esperanza en eterna
armonía! ¡Viví para ustedes, cubriéndolos de gloria y poder! ¡Ustedes,
fueron mi alegría! ¿Por qué sus corazones cambiaron tanto? ¿Oh qué más
podría yo haber hecho para hacerlos permanecer conmigo? ¡Hoy mi alma
sangra de dolor por la eterna separación!
23. ¡¿Cómo miraré hacia los lugares vacíos done tantas veces regocijantes
elevaron las voces en hosannas festivas, sin venirme a la mente una
mezcla de felicidad y dolor?! ¡Nostalgia infinita invade ya mi ser, y sé que
será eterna! Hoy mi corazón se rompió y se quebrantó; ¡las cicatrices
cargaré para siempre! Después de proclamar en llanto tan dolorosa
lamentación, el Eterno, se dirigió a Lucifer, el causante de todo el mal,
diciendo: “Tú recibiste un nombre de honra al ser creado. Ahora no te
llamarás más Lucifer, sino Satanás, el enemigo del Creador y de Sus
leyes.” Después de lamentar la perdición de las huestes rebeldes, el Eterno,
en pasos lentos, se ausentó del jardín del Edén, lugar del trono Universal.
24. ¿Dónde sería ahora Su morada? Las huestes fieles acompañaban
reverentes Sus misteriosos pasos de abandono, que parecían descorrer un
futuro difícil, de sufrimientos y humillaciones. ¿Ocuparían los rebeldes el
trono divino, profanándolo como dominio del pecado? Esta indagación
tortura el corazón de los súbditos del Eterno. Dejando Su amada Ciudad, el
señor de la luz se condujo, en medio de las glorias del Universo, en
dirección del abismo inmenso, respecto del cual había callado hasta
entonces. Allí Se detuvo una vez más, enmudecido, mientras que parecía
leer en las tinieblas un futuro de grandes luchas.
25. Ante el sufrimiento del Eterno, expresado en la tristeza de su semblante, los
fieles pudieron finalmente comprender el significado de aquél misterioso
abismo: consistía en una representación simbólica del reino de la rebeldía.
En el rostro entristecido de Dios se manifestó, por fin, un brillo que a los
fieles animó. Levantando los poderosos brazos ante las tinieblas, ordenó en
voz alta: “haya luz.” Inmediatamente, la luz de Su presencia inundó el
profundo abismo y, triunfando sobre las tinieblas, reveló un mundo
inacabado, cubierto por aguas cristalinas. Con ese gesto, el Eterno iniciaba
una gran batalla por la reivindicación de Su gobierno de luz; batalla del
amor contra el egoísmo; de la justicia contra la injusticia; de la humildad
contra el orgullo; de la libertad contra la esclavitud; de la vida contra la
muerte.
26. Batalla que, sin tregua, se extendería hasta que, en el amanecer anhelado,
pudiese el divino Rey retornar victorioso al Santo monte Sión, donde,
entronizado en medio de las alabanzas de los redimidos, reinaría para
siempre en perfecta paz, las tinieblas, en su fuga, señalaban hacia el
aniquilamiento final de la rebeldía. Las aguas abundantes que cubrían
aquél mundo, hasta entonces oculto, simbolizaban la vida eterna que para
los fieles seria conquistada por el amor que todo sacrifica. El mundo
revelado era la tierra. Visitada por las tinieblas y por la luz, ella sería el
palco de la gran lucha. Los fieles se regocijaban ante el triunfo de la luz en
aquél primer día, cuando las tinieblas en su furia rodaban sobre el planeta,
sucumbiéndolo en densa oscuridad.
27. La luz, que parecía vencida, renació victoriosa en un lindo amanecer. Al
rayar la luz de un segundo día, el Eterno ordenó: “Haya una expansión en
medio de las aguas, y haya separación entre agua y aguas.”
Inmediatamente, el calor de Su luz hizo que una inmensa cantidad de vapor
se elevase de las aguas, envolviendo el planeta en un manto de
transparencia añil. Surgió asó la atmosfera, con su mezcla perfecta de
gases que serían esenciales para la vida que en breve coronaría el planeta.
El Creador contemplando la expansión, la llamó “cielos”.
28. La atmosfera, que llena de brillo envolvía la tierra, se ensombreció al
sobrevenir el crepúsculo de otro atardecer.

CAPITIULO 3

(Continúan las obras de la Creación. Separación de las aguas. Vegetación. El


jardín de Edén es transferido en el nuevo planeta. Los grandes luminares.
Criaturas marinas. Criaturas volátiles. Criaturas terrestres. Creación de Adán, el
primer hombre. Adán se postra en reverente adoración. Estado paradisiaco de la
tierra. Adán se admiró de una criatura y la llamó “cordero”. El cordero, una
semejanza del Eterno. La promesa de una compañera. El sueño profundo de
Adán. Eva es creada para Adán. Un manto real y una corona dados al hombre
como honra del Eterno. Adán y Eva muestran sumisión al colocar a los pies del
Creador su corona. El hombre, mayordomo fiel, cetro racional y árbitro de la
creación. Adán y Eva son concientizados sobre Satanás. El árbol de la vida y el
árbol de la ciencia del bien y del mal. Satanás opta por el engaño como arma para
lograr que el hombre coma del fruto prohibido.)

1. Al ser vencidas las tinieblas en el tercer día, el creador continuó Su obra,


haciendo aparecer los inmensos continentes que todavía estaban bajo la
superficie de las aguas. Con las manos levantadas ordenó: “Júntense las
aguas debajo de los cielos en un lugar y aparezca la porción seca.” En
pronta obediencia, las cristalinas aguas cedieron su posición superior a la
porción seca que se levantó, sobreponiéndose a ellas, en las regiones
bajas de la tierra, las aguas continuarían reflejando el brillo celestial, siendo
un refrigerio para las criaturas sedientas. En ese gesto de humildad, las
aguas prefiguraban al Creador, que en la gran lucha había descendido al
más profundo abismo para hacer renacer en las almas sedientas la vida
eterna.
2. Contemplando la faz de aquel nuevo mundo, el Eterno denominó a la parte
seca “tierra”, y al recogimiento de las aguas llamó “mares”. Con su
poderosa voz continuó, ordenando: “Produzca la tierra hierba verde, hierba
que dé semilla, árbol fructífero que dé fruto según su especie, cuya semilla
esté en ella sobre la tierra.” En obediencia al mando divino, la superficie
sólida del planeta se revistió de toda suerte de vegetación: lindos prados a
florear, campos reverdecientes entrecortados por ríos cristalinos, bosques
sin fin donde árboles frondosos dejaban colgar frutos sabrosos de
infinidades de especies. La tierra era como una tela donde el Creador, por
el poder de Su palabra, coloreaba cuadros de belleza sin par.
3. Mientras que con admiración las huestes contemplaban las bellezas de
aquella creación, se sorprendieron al reconocer sobre el nuevo planeta el
jardín del Edén, lugar del trono divino. El Eterno, por el poder de Su
palabra, lo había transferido hacia el seno de ese mundo especial, donde
en justicia sería confirmado el gobierno del Universo. En aquel día
primaveral, la brisa acarició mansamente los verdes bosques y los prados
en flor, inundando la atmosfera con un suave aroma y frescor.
Contemplando Su obra, el Creador con felicidad exclamó: “He aquí todo es
muy bueno. “Exuberante, el planeta cumplió un día más en su armoniosa
rotación. Las huestes fieles ahora podían comprender mejor la importancia
de la luz divina. Su ausencia había ofuscado, en aquella noche, las bellezas
de Sión. En ese nuevo día, el Creador expresaría Su gran poder, dando a la
tierra luminares que la llenarían de luz y calor.
4. Esos luminares permanecerían para siempre como símbolos de la
presencia espiritual del Eterno, que es la fuente de toda la luz.
Contemplando el espacio oscuro y vacío que se extendía alrededor de la
tierra, con potente voz ordenó: “Haya luminares en la expansión entre el día
y la noche; sean ellos por señales y para tiempos determinados, para días y
años y sean por luminares en la expansión de los cielos para alumbrar la
tierra.” Inmediatamente, el espacio se tornó radiante por el brillo del sol y
por el reflejo de planetas y satélites. Ante esta demostración de poder, las
huestes fieles se arrodillaron en reverente adoración. En el cuarto día, el
Eterno creó los mundos de nuestro sistema solar no para ser habitados
como la tierra, si no para el equilibrio del sistema.
5. Llenaron también el cielo de fulgor, ablandando las tinieblas de las noches
terrenales. Volviendo los ojos hacia la tierra, las huestes se alegraron por
verla radiante en colores. Muy próxima de ella se podía ver la luna que, con
su reflejo plateado, ahuyentaría las profundas sombras nocturnas.
Envueltos por ese escenario encantador, los hijos de la luz, regocijantes,
saludaron el amanecer del quinto día, que sería de muchas sorpresas. El
Eterno tornaría la tierra festiva por la presencia de infinidades de especies
de animales irracionales que habitarían toda la superficie del planeta. Esa
creación tendría continuidad en el sexto día.
6. Levantando las poderosas manos, el Creador, mirando primeramente hacia
las aguas cristalinas, ordenó: “produzcan las aguas abundantemente
reptiles de alma viviente.” De inmediato, las aguas se tornaron ondulantes
por la presencia de incontables especies de reptiles que, felices y
agradecidos, festejaban la existencia en continuo nadar y saltar. Desde los
seres microscópicos hasta las grandes ballenas, todos aparecieron en
completa armonía, reflejando en su naturaleza el amor del Creador.
Poniendo los ojos sobre la atmósfera añil que reposaba sobre los
reverdecientes bosques, el Eterno continuó: “Vuelen las aves sobre la faz
de la expansión de los cielos”. Por medio de Su orden, los cielos se llenaron
de pájaros coloridos que, volando en todas direcciones, tenían en el
corazón un cántico de gratitud por la vida. Este cántico llenó el aire,
mezclándose con el perfume de los arbustos floridos.
7. Contemplando con placer a Sus criaturas terrenales, el Eterno las bendijo
diciendo: “Fructificad y multiplicaos y henchid las aguas en los mares, y las
aves multiplíquense en la tierra.” Regocijantes, las huestes fieles
presenciaron el amanecer del sexto día. ¿Y qué crearía Dios en ese nuevo
día? Este pregunta reinaba en la mente de todos los seres racionales.
Estaban seguros de que algo muy especial estaba por acontecer.
Levantando los poderosos brazos, el Eterno ordenó: “Produzca la tierra
alma viviente conforme a su especie: ganado, reptiles y bestias salvajes de
la tierra, conforme a su especie.” Su voz poderosa fue prontamente oída y,
en los bosques y en los campos, se podía ver el resultado de Su poder
creador.
8. Animales de todas las especies despertaron da una existencia feliz, en
medio de un paraíso de perfecta paz. La tierra se tornaba extremadamente
bella, cual princesa adornada para recibir a su rey y señor. ¿Quién sería
ese ser especial? Moviéndose con majestad, el Eterno bajo a las glorias del
nuevo mundo, dirigiéndose al Jardín del Edén, lugar del trono divino. Los
ángeles de la luz lo acompañaron reverentes, deteniéndose cual nubes
sobre los cielos del paraíso. Todo el Universo observaba con profundo
interés el desenvolvimiento de los actos del Creador, en respuesta a las
acusaciones de sus enemigos.
9. El momento era decisivo. Todo indicaba que el Eterno demostraría no ser
tirano ni egoísta, coronando a alguien sobre el monte Sión. Satanás y sus
seguidores no dudaban de que el reino les sería entregado y reinarían
victoriosos en el seno de aquel antiguo abismo, donde las tinieblas y la luz
ahora se entrelazaban. Los súbditos de la luz se estremecieron ante esa
perspectiva. Junto a la fuente del río de la vida, el Eterno se arrodilló
solemnemente y, con los elementos naturales de la Tierra, comenzó a
moldear, con mucho cariño, una criatura especial. Después de algunos
instantes, estaba extendido delante del Creador el cuerpo, aún sin vida, del
primer hombre. El Eterno lo contempló y, después de acariciarle la cara fría
y descolorida, le sopló en las vías de la nariz el aliento de vida y el hombre
comenzó a vivir.
10. Como despertando de un sueño, el hombre abrió los ojos y contempló la
dulce faz de su Creador que, sonriendo, le besó la cara ahora colorida y
llena de vida. Se emocionó al oír al Eterno decirle con voz suave y llena de
afecto:”¡Mi hijo, mi querido hijo!” por haber nacido de la tierra, el primer
hombre recibió el nombre de Adán. Tomándolo por la mano, el Eterno lo
levantó. Sin percibir el escenario de fulgor que lo circundaba, Adán, en un
gesto de gratitud por la existencia, envolvió al Creador en un tierno abrazo,
postrándose en reverente adoración. Las huestes fieles que admiradas
atestiguaban la grandiosa realización divina, emocionadas ante el gesto
humano, se postraron también en reverente adoración.
11. Unieron entonces las voces en un Cántico de Júbilo e salutación a aquélla
criatura especial, que despertaba hacia la vida en un momento tan decisivo
para el Universo. Con el corazón lleno de felicidad, Adán se unió a los
ángeles en su cántico de loor. Su voz, al repercutir por los alrededores
floridos, se mezcló al canto de las aves y al mugir de los animales que se
aproximaban festivamente. En un paseo de sorpresas inolvidables, adán
fue concientizado de las bellezas de su hogar. Con admiración, contempló
el monte Sión, donde brotaba el rio de la vida, en una cascada de luz. El
glorioso monte yacía coronado por un lindo arco iris. En sus pasos, siguió
el curso del río cristalino, que deslizaba sereno en medio de las maravillas
del Edén.
12. Se admiraba de los árboles altos que, empapados por la brisa, dejaban
colgar de las ramas abundantes flores y frutos. Se inclinaba aquí y allá,
atraído por el resplandor de piedras preciosas que por todas partes
adornaban e césped. Con intensa alegría, Adán tomaba conocimiento de
las infinidades de especies de animales que poblaban el jardín. Todos eran
manos y sumisos y Vivian en perfecta armonía y felicidad. Deteniéndose en
sus pasos, Adán se admiró de la blancura y ternura de un animalito que
brincaba en el césped. Aproximándose, lo tomó en sus brazos, dedicándole
un especial afecto. ¡Pues que agradable era acariciar su blanca lana! Sus
dulces ojos reflejaban un brillo de amor y humildad. Había algo especial en
aquel animalito. Afectuosamente, Adán lo llamó “cordero”
13. Con el animalito en sus brazos, Adán miró agradecido hacia el Eterno y lo
adoró. Contemplando Sus blancas vestiduras, Sus ojos expresivos de un
amor sin par, Adán descubrió que tenía en los brazos un símbolo de su
Autor. Feliz, exclamó: “Oh, Señor, este corderito revestido de tan blanca
lana, con mirada expresiva de tanto amor, se parece a Ti. Yo quiero tenerlo
siempre junto a mí.” Observando los animales, Adán percibió que ellos
disfrutaban de un compañerismo especial. Veía por todas partes parejas
felices que Vivian en uno para el otro. Sus pensamientos se volvieron hacia
su Compañero. Miró a su alrededor y estuvo sorprendido de no vero. Él
Eterno se había ocultado a propósito, tornándose invisible.
14. Adán se sentía solitario en medio de aquel paraíso. ¿Con quién compartiría
su felicidad y su amor? Había allí los animales, pero ellos eran irracionales,
no pudiendo compartir de sus ideales. Nacía en su corazón, al caminar
solitario en aquel atardecer, un deseo ardiente de encontrar a alguien que
pudiese estar siempre a su lado. Mientras que Adán miraba hacia las
distantes colinas en la esperanza de ver a alguien, el Eterno se presentó a
su lado y le dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una
compañera.”
15. Adán estuvo feliz al oír del Creador esa promesa, justamente en el
momento en que tanto anhelaba tener a alguien para que estuviera visible
siempre a su lado. Tomado por un profundo sueño, Adán se reclinó sobre el
pecho de su amoroso Creador que, con caricias, le hizo adormecer. En su
subconsciente surgieron los primero sueños coloridos: Contemplaba la
mirada tierna del Eterno; oye el sonido armonioso de la música angelical;
descubre las maravillas al derredor: el monte de Sión con su arco iris; el rio
de la vida; los prados en flor; los animales que lo saludaban en fiesta. Se
repiten en su sueño las escenas que lo envolvieron en su anhelo; mira al
derredor en la esperanza de encontrar a su compañero, más no lo ve. Se
siente solitario en su sueño, y eso lo hace buscar a alguien con quién poder
compartir su existencia.
16. Su mirada se extiende por campiñas reverdecientes, divisado a lo lejos
colinas floridas. Mientras camina esperanzado, siente la mansa brisa
acariciarle el cabello suavemente. Conversa con la brisa:”¡Brisa, tú pareces
ser a quien tanto busco; tú me acaricias el cabello; besas mi cara; tú tienes
el perfume de los verdes arbustos! ¡Si yo pudiera ver tu faz, la besaría; si yo
pudiera tocar tu cabello, haría largas trenzas y las adornaría con las flores
de nuestro jardín!” Después de caminar en el sueño por los prados del
paraíso, Adán se detuvo mientras que contemplaba el paisaje alrededor. Se
admiró de no ver el efecto de la brisa en las ramas floridas. ¿Pero cómo, si
la sentía cálidamente en el rostro?
17. Comenzó entonces a despertar de su sueño. Todavía con los ojos cerrados
se acordó del momento en que, somnoliento, se recostó en el pecho del
Eterno. ¿Sería la brisa el toque de Sus manos? Con esta interrogante abrió
los ojos y se emocionó al contemplar una linda mujer que, con las manos
perfumadas, le acariciaba con amor la cara. Era la brisa de su sueño; la
promesa de un Creador que solo quería hacerlo feliz. Ahora Adán era
completo, pues tenía a Eva, que era carne de su carne y huesos de sus
huesos. Tomándola por la mano, Adán la invitó a dar un paseo de
sorpresas inolvidables. Mostraría a su compañera las bellezas de su hogar.
18. Sensibilizada Eva se detenía a cada paso, atraída por las flores que
exhalaban suaves perfumes; por los pájaros que trinaban alegres cantos;
por los animales que los seguían sumisos; por la vegetación de ricos
matices; por las aguas cristalinas del río de la vida que brotaban en
cascada desde el monte de Sión. Todo en el paraíso era perfecto y bello,
mas nada se igualaba al ser humano, creado a la imagen de Dios. Se
volvieron el uno para el otro en admiración y caricias. Empapados por ese
amor, permanecieron hasta el atardecer. Con deleite, la joven pareja
comenzó a contemplar el sol poniente que, a través de rayos rosados,
coloreó el cielo en un lindo arrebol.
19. Era el sexto día que llegaba a su final, dando lugar a las horas de un día
especial: El sábado. Ese día, en su significado, sería solemne para todos
los súbitos del Eterno, pues su amanecer traería la victoria para el reino de
la luz. El sol, que durante el sexto día había alegrado la naturaleza con su
brillo y calor, se ocultó, dejándola en fría sombras. Los alegres pájaros,
silenciando sus trinos, buscaban sus nidos mientras que los otros animales
se recogían. Solamente la pareja permaneció inmóvil, procurando divisar,
en el último destello que se apagaba en el horizonte, la esperanza de un
nuevo amanecer. Investigaban el sentido de las tinieblas cuando, por entre
los arbustos, vieron un lindo lugar, cuyos rayos plateados bañaronito la
naturaleza en suave luminosidad.
20. Todo el cielo estaba iluminado por el resplandor de las estrellas.
Admirados, descubrieron que la noche solamente era tinieblas cuando se
miraba hacia abajo. Adán y Eva en su inocencia no sabían que aquella
noche simbolizaba el futuro sombrío de la humanidad. Cuando lo
comprendiesen, estarían confortados al contemplar el fulgor de los cielos: el
lugar hablaría de esperanza y las estrellas centellantes atestiguarían el
interés de las huestes de la luz en aclararles las tinieblas morales, dando
aliento a los pecadores. Mas serían iluminados apenas aquellos que,
desviando los ojos de la tierra, contemplasen los altos cielos.
21. Después de contemplar por algún tiempo el cielo en su luminosidad, la
pareja, se acordó de las bellezas del paraíso, volvió los ojos, buscando
divisarlas. Estaban, sin embargo, ocultas en medio de las sombras. ¡Cuánto
deseaban el amanecer, pues solamente el traería consigo el paraíso! Ante
el anhelo del corazón humano, el Eterno apareció en medio de las tinieblas,
devolviendo a la pareja la alegría de encontrarse nuevamente en un jardín
colorido. Bañados por suave luz, caminaban ahora por prados
reverdecientes y floridos. El brillo del Creador despertaba la naturaleza por
donde pasaban, coloreando y alegrando todo en derredor.
22. La pareja, admirada, aprendió que al lado del Eterno podrían tener un
paraíso en plena noche. Sintiéndose somnolientos, Adán y Eva se
recostaron en el regazo del amoroso Padre, que los hizo adormecer
dulcemente, esperanzados en un despertar feliz. Dejándolos sobre el suave
césped, el Eterno se elevó dirigiéndose al lado de las huestes
contemplativas, volvería a manifestarse al amanecer, haciendo despertar a
la pareja para el más solemne acontecimiento, que reduciría al polvo las
más viles acusaciones de los enemigos. La noche oscura y fría, a través de
sus largas horas, parecía burlarse de la luz. ¿Ofuscaría para siempre las
bellezas de la creación? ¡Oh, Jamás! El sol no retrocedería ante la
imponencia de las tinieblas; aparecería en breve como un libertador,
arrebatando con sus cálidos rayos la naturaleza de las frías garras, dándole
vida y color.
23. En un último desafío, las tinieblas se tornaron densas en las horas que
antecedieron el amanecer. La noche arremetía sus fuerzas para luchar por
el dominio usurpado. Finalmente, apareció en el este un destello que
parecía hablar de esperanza en un nuevo día. El cielo poco a poco se tornó
colorido de un rojizo vivo. Las tinieblas imponentes se retiraron ante la
fuerza creciente de la luz y fueron consumidas en su fuga. La naturaleza
comenzó a despertarse de la larga noche, reflejando en su seno los
nostálgicos rayos. Flores se abrirían, exhalando perfumes de alegría;
animales y aves, silenciados por la noche, unían las voces en un cántico
triunfal en salutación al amanecer de aquel día grandioso.
24. La negra noche había llegado al final, dando a lugar a la luz del día soñado,
día que para Dios tenía un sentido especial, pues prefiguraba la victoria
final de Su reino sobre el dominio de la rebeldía. El Eterno ahora
despertaría a Sus hijos humanos que, bañados por la luz de Su presencia,
habían dormido con la esperanza de un amanecer feliz. En una marcha
festiva, todas las huestes santas, con cánticos de victoria, lo acompañaron
rumbo al paraíso bañado de en luz. Cuando ya estaban próximos, el
Creador se detuvo contemplando a la pareja adormecida, y exclamó
suavemente: “Despierten hijos míos.” Su voz penetró en los oídos de Adán
y Eva, despertándolos para la más feliz comunión.
25. ¡Cuán deprisa rayó la tan esperada mañana, trayendo en su luz el dulce
paraíso, perdido en aquella noche! Con alegría la pareja saludó a su divino
Creador, uniéndose a los ángeles en antífonas triunfales. El Universo vivía
un momento en verdad solemne. En aquella mañana festiva, el Eterno
habría de revelar la grandeza de su carácter, que es justicia y amor. Las
acusaciones de que Su gobierno era de egoísmo y tiranía serían refutadas.
A los ojos de todas las criaturas racionales del vasto Universo, Dios condujo
a la joven pareja al monte Sión, lugar del trono divino.
26. Allí, ante el estremecimiento de las huestes enmudecidas, el Creador, en un
gesto sorprendente, cubrió al hombre con su manto real, colocándole sobre
su cabeza la corona que había sido codiciada por Lucifer. Movidos por
profunda gratitud por la suprema honra conferida, profunda tanto Adán
como Eva se postraron reverentes, colocando a los pies del Creador su
corona preciosa, en señal de sumisión. Siguió a ese gesto humano un grito
de victoria que sacudió toda la creación. Los hijos de la luz, que por tanto
tiempo habían sufrido afrentas y humillaciones ante las constantes
acusaciones de las huestes rebeldes, exaltaron en retumbante alabanza al
Dios bendito, que en Su obra de justicia desmintió a los enemigos,
revelando Su carácter de humildad desprendimiento y amor.
27. Teniendo constituido al hombre como el señor de toda la creación, el
Eterno, con voz solemne, comenzó a concientizarlo de la grandiosidad de
su misión. Como un mayordomo fiel, debería cuidar del paraíso,
manteniendo limpia la fuente del río de la vida. Las leyes de la justicia y del
río de la vida. Las leyes de la justicia y del amor, fundamentados del reino
de la luz, deberían ser honradas. Como un cetro racional, le correspondería
al hombre, en un gesto de reconocimiento y gratitud, aceptar libremente el
gobierno de Aquél que lo creó. Las huestes, que maravilladas atestiguaban
la revelación del desprendimiento divino, comprendieron que el Señor de la
luz no gobernaría más el Universo, a no ser con el consentimiento humano.
28. El hombre, por la voluntad del Eterno, fue hecho el árbitro de la creación; en
su glorioso ser, hecho a imagen del Creador, resplandecía el sello del
dominio eterno. Después de revelar a la pareja la infinita honra y
responsabilidad de su misión, el Creador los concientizó del conflicto
espiritual que se trataba por la conquista del dominio Universal: Lucifer, que
por incontables eras había servido al divino Rey en Sión, había sido
corrompido por el orgullo y por el egoísmo, siendo seguido por un tercio de
las huestes racionales; buscaban ahora destronar al Eterno, deshonrándolo
con viles acusaciones.
29. Habiendo revelado al ser humano la dolorosa situación en que el Universo
se encontraba, el Eterno, en un gesto solemne, les mostró dos árboles altos
que, cargados de grandes frutos, se elevaban en ambas orillas del río que
nacía del trono. Al que se elevaba a la derecha del Señor reveló ser el árbol
de la vida monumento del reino de la luz. Al que se elevaba en la otra orilla
reveló ser el árbol de la ciencia del bien y del mal, símbolo de la rebeldía.
Comiendo del fruto del árbol de la vida, el hombre manifestaría su sumisión
al Creador, que es la Fuente de la vida y de la luz. Comer del otro árbol
sería entregar al enemigo el dominio de Sión.
30. El inevitable resultado de ese paso sería la muerte eterna, no solamente
para el ser humano, sino para toda la creación, que se reduciría al caos
bajo la furia de la rebeldía. Después de contemplar demoradamente los dos
árboles altos, que externaban en sus frutos tan infinita responsabilidad,
adán se postró ante el Creador, diciendo: “Digno eres Señor de reinar sobre
el Universo, pues por Tú sabiduría, amor y poder todas las cosas fueron
creadas y subsisten.” El sábado, emblema del triunfo divino, se hinchió de
alabanzas.
31. Todos los hijos de la luz se unieron al ser humano en el más armonioso
cántico de exaltación a aquél cuya grandeza es sin par. Fue con espanto
que Satanás y sus seguidores atestiguaron la grandiosa realización del
Eterno. Presenciaron con amargura la alegría de los fieles ante la
coronación del hombre, acontecimiento que lanzó por tierra las fuertes
acusaciones que ellos habían levantado contra el gobierno divino. Llenos
de ira y frustración, consideraban ahora su triste condición. Cuán terrible y
humillante les era el pensamiento de ver sus planes de rebeldía
desvanecerse delante del Creador, semejantes a las sombras de aquella
noche.
32. Si pudiesen, pensaban, llenarían el sábado de tinieblas, borrando de la
mente de los súbditos del Eterno cualquier esperanza de victoria,
finalmente, en sus consideraciones, Satanás y sus liderados comprendieron
que les quedaba una oportunidad: en medio del jardín del Edén, en las
alturas de Sión, se elevaba, junto al río de la vida, el árbol de la ciencia del
bien y del mal. Bastaría un gesto humano, nada más, y tendrían bajo su
poder, para siempre, el dominio codiciado. ¿Pero cómo seducirlo? Animado
ante la perspectiva de una conquista, Satanás buscó, con ingeniosidad,
formular un plan de abordaje. Sabía que, si fallase en su tentativa, todas las
esperanzas de triunfo se habrían disuelto, desmoronándose todos sus
sueños de aventura. Concluyó que el engaño habría de ser su poderosa
arma.
33. ¡¿Acaso no había sido a través de él que consiguió dominar un tercio de las
huestes celestiales?! Esperaría, por lo tanto, un momento propicio para
armar la emboscada.

CAPITULO 4

(El Edén, un universo de eterna alegría. Visita e instrucción diaria del Eterno. El
trabajo, fuente de desarrollo de facultades. A través de visitas de seres celestiales.
Adán y Eva adquirieron conocimiento sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a
Sus huestes las intenciones malignas de Satanás y envía a dos ángeles para
advertir al hombre. Satanás se posesiona de una serpiente para engañar a Eva.
Argumentos de Satanás para hacer caer a Eva. Intensas lucha interna de Adán
ante la condición caída de su esposa. Adán come del fruto, permanece al lado de
su esposa pagando el alto precio de su rebelión. Maravillosa revelación del plan
de rescate. La naturaleza de las creaciones y de Adán y Eva cambia. El padre les
promete vestiduras duraderas.)

1. En el Edén se reinaba la dulce calma de una perfecta paz. Por todos lados
los amables pajarillos hacían oír sus alegres trinos en alabanza constante al
Creador. Toda la naturaleza al florecer parecía proclamar un reino de
eterna alegría. Los animales en unión brincaban por todas partes, siempre
sumisos al hombre, el señor de aquél paraíso encantador. Todo era
felicidad para la pareja; pero esta se tornaba más intensa en la rotación de
aquellos días primaverales. El arrebol, que con su belleza coloreó el cielo
preanunciando las oscuras noches, les anunciaba también el momento de
la visita diaria del Eterno. Juntos, bajo la luz de Su presencia, pasaban
largo tiempo en feliz conversación.
2. Con ánimo, la pareja le contaba al Señor las sorprendentes maravillas que
iban descubriendo cada día en la naturaleza. Dios con cariño, les descubría
el significado de cada ser. ¡Cuán agradecidos estaban por las lindas
lecciones aprendidas a Sus pies! Al paso de cada día, mayor eran el amor,
el respeto y la admiración por el grandioso Creador. ¡Cuán bueno había
sido Él, trayéndolos a la existencia y concediéndoles un hogar tan lleno de
alegrías de cada día, les venía a la memoria las caricias y el dulce canto del
Eterno, que los hacía adormecer todas las noches.
3. La vida de Adán y Eva en el Edén no era de ociosidad. A ellos fue
recomendado el cuidado del jardín. Su ocupación no era fastidiosa, al
contrario, era agradable y revigorizante. El Creador había indicado el
trabajo como una fuente de beneficios para el hombre, a fin de ocuparle la
mente y fortalecerle el cuerpo, desarrollándole todas las facultades. En la
actividad mental y física, el hombre encontraba un elevado placer. Era
común a la joven pareja recibir visitas de seres celestiales.
4. A los visitantes siempre tenían novedades que relatar y preguntas que
hacer. Pasaban lago tiempo oyendo de ellos hablar sobre las maravillas del
reino de luz. A través de esos visitantes, Adán y Eva comenzaron a tener
amplio conocimiento de la rebelión de Lucifer y de sus eternas
consecuencias. A los visitantes, Adán y Eva siempre pedían que les
enseñaran los armoniosos cánticos celestiales. ¡Cómo se deleitaban al unir
las voces al coro angelical! En su omnisciencia, Dios tenía conocimiento de
la terrible intensión del enemigo.
5. Convocando a Sus huestes principales, les reveló con pesar el inminente
peligro que cernía sobre el Universo. Satanás habría de armar una
emboscada, a fin de llevar al hombre a comer del árbol de la ciencia del
bien y del mal. Ante esa revelación, los hijos de la luz estuvieron temerosos,
pues conocían la tremenda facilidad de Satanás en enlazar criaturas
inocentes y atarlas en sus mallas de muerte. En el solemne concilio,
decidieron enviar, con urgencia, mensajeros para advertir al hombre del
gran peligro.
6. Dos poderosos ángeles fueron encargados de esa decisiva misión.
Inmediatamente, los mensajeros comisionados irrumpieron por las puertas
de Jerusalén, alcanzando el seno del espacio infinito. En instantes,
traspasaron inmensidades, cruzando galaxias en el percurso. Penetraron
en el túnel de la constelación de Orión, aproximándose al nuevo sistema.
Podían ahora divisar a poca distancia el planeta azul, donde el destino del
Universo estaba por ser determinado.
7. En el Edén, había relajación. La joven pareja continuaba en sus inocentes
actividades, disfrutando el placer de un vivir feliz. Lejos estaban de pensar
que en aquel momento todo o todos los hijos de la luz estaban tensos,
pensando en su futuro amenazado. Vieron entonces en el limpio cielo la
señal de la aproximación de los visitantes celestiales y a ellos levantaron
los brazos en una alegre salutación. Sin embargo, Adán y Eva se
admiraron, por no ver en el semblante de ellos la misma alegría.
8. Los visitantes traían en la faz una expresión de ansiedad que ellos no
podían entender. Intentaron cambiarles la triste facción, contándoles los
nuevos descubrimientos hechos en el paraíso. Los mensajeros, todavía, no
teniendo tiempo disponible como en otras ocasiones, los interrumpieron con
palabras de advertencia. Satanás habría de armarles una emboscada, a fin
de llevarlos a comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Si
dieran oído a la tentación, harían sucumbir toda la creación en el abismo de
un eterno caos.
9. Los ángeles les recordaron que el reino les había sido confiado como un
sagrado depósito, debiendo, en una vida de fidelidad, honrar a aquél que
por amor se despojó, colocándose en una posición de huésped del ser
humano. Adán y Eva deberían ser firmes ante las insinuaciones del
enemigo, pues así sellarían la eterna victoria del reino de la luz.
Hablándoles de la feliz recompensa que le seguiría a su triunfo, los ángeles
revelaron que era el plan de Dios la transferencia de la Jerusalén Celestial
hacia la Tierra. Allí, nuevamente acoplada al paraíso, permanecería para
siempre.
10. Y el hombre, sumiso al Creador, reinaría por los siglos sin fin sobre el
monte Sión, en medio de las alabanzas de las huestes universales. Más
todo eso dependía enteramente del posicionamiento humano frente a las
tentaciones del enemigo, que haría de todo para arrebatarle el reino. Adán
y Eva estuvieron temerosos al conocer los planes de Satanás, más fueron
consolados al saber que él no podría hacerle ningún mal, forzándolos a
comer del fruto prohibido. Si, por ventura, procurase intimidarlos con su
poder, todas las huestes del Eterno vendrían en su ayuda.
11. Los mensajeros de la luz concluyeron su misión recomendando a la pareja
permanecer vigilantes, teniendo siempre en mente la responsabilidad que
sobre ellos reposaba. No deberían separarse uno del otro, ni siquiera por
un momento, pues a solas podrían ser seducidos. Adán y Eva, agradecidos
por las advertencias de los ángeles, unieron las voces en un cántico de
promesa en una eterna victoria. Estaban seguros de que jamás
abandonarían al bendito Creador, oyendo la voz del tentador.
12. Animados ante la promesa humana, los dos mensajeros regresaron al seno
de la Jerusalén Celestial donde, junto a las huestes santas, aguardarían
con ansiedad el anhelo triunfo. Satanás vio aproximarse al paraíso a os
mensajeros y oyó el canto del hombre prometiendo una eterna victoria. Ese
cántico hizo que su envidia y odio aumentara de tal manera que no los
podía contener. Dijo entonces a sus seguidores que en breve haría silenciar
aquella voz irritante. Haría todo para transformar las alabanzas humanas en
blasfemia al Creador.
13. Las huestes rebeldes estaban curiosas por conocer los planes de su jefe,
mas fueron advertidas por él de que se deberían esperar hasta que todo
estuviese para siempre determinado. Si el hombre oyese su voz, comiendo
del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería victorioso,
poseyendo para siempre el dominio del Universo. En caso de que el
hombre resistiese, permaneciendo fiel al Creador, ya no habría ninguna
esperanza para ellos. El paraíso parecía estar envuelto por una eterna
seguridad, pero en el semblante del hombre se podía ver una expresión de
miedo.
14. Desde que los ángeles partieron, adán y Eva permanecían silenciosos,
meditando con reverencia sobre la enorme responsabilidad de su misión.
pensaban la seriedad de aquella inminente prueba que habría de sellar su
futuro y el de toda la Creación. Animados, sin embargo, ante el
pensamiento de la victoria, unieron una vez más las voces en un cántico
que expresaba la certeza del triunfo anhelado. Esa melodía quitó de sus
mentes todo el miedo de derrota y, alegres, corrieron por los prados
reverdecientes, acompañados por los fogosos animales que parecían
conmemorar la conquista.
15. Se sentían seguros en su paraíso, totalmente olvidados del peligro de un
posible asalto. Satanás, que observaba atentamente a la pareja, percibió
que estaba llegando su oportunidad. Se aproximó de forma invisible al
paraíso, y estuvo esperando el mejor momento para arma su emboscada.
Inconscientes de la presencia del enemigo, la pareja continuaba en su
desprendida alegría, jugando despreocupadamente con los animales. En el
semblante trastornado de Satanás se estampó una sonrisa maliciosa, al
presenciar un descuido de la pareja: en su exaltación, habían dejado de
atender la última recomendación de los mensajeros, apartándose el uno del
otro.
16. El astuto enemigo, no perdiendo tiempo, se posesionó de una serpiente, la
más bella del paraíso, haciéndola aproximarse graciosamente a Eva. Eva,
que sentada en el césped jugaba con los animales, percibió la presencia de
la atractiva serpiente, cuyo cuerpo reflejaba los colores del arco iris. Estuvo
admirada al verla coger lores y frutos del jardín, depositándolos a sus pies.
Agradecida, la tomó en los brazos dedicándole afecto.
17. Teniendo conquistado el afecto de la mujer, Satanás en su astucia,
comenzó a atraerla para que estuviera junto al árbol de la ciencia del bien y
de al. Sin darse cuenta del peligro, Eva acompañó a la serpiente hasta el
árbol de la prueba. Allí, teniendo en los brazos al enemigo oculto, le acarició
y le dijo palabras de cariño. Teniendo en los ojos el brillo de la seducción, la
serpiente se puso a hablar. Sus palabras eran llenas de sabiduría y ternura
y su voz como la de un ángel.
18. Eva apenas podía creer lo que veía. Su alegría se volvió inmensa por tener
en los brazos una criatura tan fantástica. Comenzaron a conversar sobre
muchas cosas: el amor; las bellezas del jardín; el poder del Creador. Eva
estaba admirada ante el conocimiento tan extenso de la serpiente, que
discurría con maestría sobre cualquier tema. Envuelta por esa experiencia,
Eva se olvidó totalmente de su compañero. Ni siquiera pasaban por su
mente las advertencias de los ángeles. Adán, enteramente olvidado de los
consejos de los mensajeros celestiales, se había apartado en la compañía
de algunos animales.
19. Después de cierto tiempo, sobrevino con ímpetu en su mente el recuerdo
de las advertencias recibidas. Sonaron en sus oídos con claridad las
últimas palabras pronunciadas por los ángeles: “No se aparten el uno del
otro… No se separen ni por un instante, pues es peligroso.” Su corazón
latió fuertemente al no ver a Eva a su lado. Levantó entonces la voz e un
ansioso grito. Su voz, al repercutir por las bóvedas del paraíso, con todo, no
trajo consigo una respuesta. El silencio casi lo sofocó. En su aflicción se
puso a correr de un lado para el otro, buscándola, en vano.
20. En esa ansiosa búsqueda, sintió la brisa acariciarle el cabello y recordó su
primera sueño. Ese recuerdo, no obstante, se deshizo ante el pensamiento
del peligro que los amenazaba. Con la mente tomada por un gran sentido
de culpabilidad, Adán apresuró el paso en la angustiosa búsqueda. ¿Dónde
estaría su amada? ¿La envolvería a tiempo en sus brazos, librándola de
caer? Más de una vez elevó la voz en un ansioso grito que repercutió por
todo el jardín: “¿Eva, dónde te encuentras?” esperó una respuesta, pero
oyó solamente un eco vacío que lo desesperó. Se acordó del árbol de la
ciencia del bien y del mal; allí era el único lugar en donde su compañera
podría ser engañada.
21. Esperando obstruir la única oportunidad del enemigo, avanzó en dirección
al lugar de la prueba, Su corazón latió fuertemente al contemplar a lo lejos
la copa del árbol prohibido, con la serpiente en sus brazos, Eva le interrogó
respecto de muchas cosas. Se maravilló al percibir que la serpiente la
sobrepujaba grandemente en conocimiento. Llena de curiosidad, preguntó a
la serpiente: ¿Dónde está la fuente de tu gran saber? Respóndeme, pues
quiero también poseerla. Sin perder tiempo, Satanás, señalando hacia el
árbol de la ciencia del bien y del mal, respondió Allí está la fuente de todo
mi saber.
22. Él le contó entonces una mentirosa historia: dijo que era una serpiente
como las demás, comiendo de los frutos del paraíso. Probando cierto día de
aquel árbol prohibido, recibió, como por encanto, todas las virtudes.
Mirando hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, Eva estaba
sorprendida y confundida. ¡¿privaría el Creador en su amor algo tan bueno
a sus criaturas?! Viéndola sorprendida, Satanás preguntó: ¿es así que Dios
dijo: No comeréis de todos los árboles del jardín? Eva, inquieta, le
respondió: De los frutos de los árboles del jardín comemos, más del fruto de
ese árbol que vos decís ser fuente de sabiduría, dijo Dios: “No comeréis de
él, para que no muráis.” La serpiente en tono de desdén dijo: Eso es falso.
Si fuese así, yo habría muerto.
23. Ciertamente el Eterno les prohibió comer de ese árbol para impedir que el
hombre llegue a recibir como Él, conociendo todas las cosas. Las palabras
seductoras de la serpiente causaron confusión en la mente de Eva. ¿En
quién confiaría? Tenía en mente el recuerdo de la orden del Creador y de
su sentencia, pero al mismo tiempo tenía delante de si una prueba palpable
que lo contradecía. Aturdida, comenzó a dudar del carácter del Eterno. En
un desafío, la serpiente cogió frutos del árbol prohibido y comenzó a
saborearlos.
24. Colocando un fruto en las manos de la mujer, la estimuló a comer, diciendo:
¿No dijo el Eterno que si alguien tocase ese fruto moriría? Un completo
silencio reinaba sobre el Universo. En cada planeta habitado, los hijos de la
luz contemplaban impotentes aquella angustiante escena. El futuro de ellos
estaba en juego. En Jerusalén había gran conmoción. Poderosos ángeles
se presentaron delante del Creador, solicitando permiso para
desenmascarar al cobarde enemigo, oculto en aquella serpiente. El Eterno,
sin embargo, les impidió tal acción. Si el uso de la fuerza fuese la solución,
ya la habría aplicado.
25. Debían respetar el libre albedrío concedido al hombre, pudiendo él
manifestar su elección bajo la tentación del enemigo. Los hijos de la luz
sufrían inmensamente al ver a la mujer dudando de Aquél que tan
bondadosamente les había dado la vida y la oportunidad de reinar sobre
aquel paraíso. ¡¿Cómo podía dudar de quién les dedicaba tanto amor?!
Adán, que en una fuerte esperanza de asegurar la acariciada victoria se
apresuraba en su corrida, contempló a lo lejos a su amada, sentada junto al
árbol de la prueba.
26. ¡¿Qué hacía Eva en aquel lugar tan peligroso?! Un presentimiento horrible
le sobrevino, al acordarse una vez más de las advertencias recibidas, mas
procuró desterrarlo con el pensamiento de que alcanzaría a su esposa
antes de que algún mal le ocurriese. Eva vacilaba en su convicción al
contemplar el fruto en sus manos. Por algunos momentos el futuro le
pareció sombrío y aterrador, pero venció ese sentimiento, pensando en las
glorias que habría de conquistar al comer aquel fruto. Todavía un tanto
indecisa, levantó lentamente las manos hasta tocar el fruto con los labios.
27. Los súbditos del reino de la luz, estremecidos, se inclinaron arrebatados de
gran espanto. Parecía casi imposible, en ese momento, que la mujer
volviera atrás. Mientras que pálidos los fieles indagaban sobre una posible
esperanza, presenciaron con horror la terrible decisión de Eva: Había
resuelto romper para siempre con el Creador, tornándose cautiva de la
muerte. El Eterno, que en silente dolor contemplaba aquella escena de
rebelión, inclinó la frente teniendo la faz bañada en lágrimas.
28. No podía soportar el dolor de aquella separación. Los fieles, que en pánico
se creían vencidos, fueron concientizados de que no todo estaba perdido.
Si Adán resistiese la tentación, permaneciendo fiel al Eterno, él sellaría la
gran victoria. Eva, que había ser concientizada de su error, siendo
favorecida con el perdón divino. Cuando Adán en su angustiosa corrida
alcanzó el lugar de la prueba, ya era demasiado tarde. Sentada junto al río,
Eva saboreada despreocupadamente el fruto prohibido.
29. Adán se estremeció. ¿Sería el mismo fruto de la prueba? En un gesto de
esperanza miró hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, más el llanto
reconoció la triste condenación, lleno de tristeza contempló a su esposa,
más no encontró palabras para despertarla de la tan amarga realidad. En
completa desesperación, elevó la voz en una dolorosa exclamación: “Eva,
Eva, qué es lo que estás haciendo”. Al comer del fruto prohibido, la mujer
fue tomada por emociones que la hicieron imaginar haber alcanzado una
esfera superior de vida. Al oír la voz de su esposo, todavía tomada por las
emociones ilusorias, levantó la frente estampando una sonrisa, pero se
sorprendió al verlo llorando.
30. Con profunda amargura, Adán procuró saber la razón que la había llevado
a rebelarse contra el Eterno. Eva, prontamente, comenzó a contarle la
fantástica historia de la sabia serpiente. Satanás sabía que esa historia de
la serpiente jamás convencería al hombre a comer del fruto del árbol
prohibido. Precisaba encontrar una manera sutil de llevarlo a sellar su
suerte siguiendo los pasos de su esposa. Teniendo a Eva bajo su poder
resolvió hacer de ella el objeto tentador. Aguardaría el momento oportuno
para enlazarlo. En el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis. El
recuerdo de esta sentencia dejaba a Adán muy afligido.
31. La expectativa de ver a su mujer falleciendo en sus brazos, era demasiado
para soportar. Esta aflicción, sin embargo, fue disminuyendo, al ver que ella
continuaba feliz y cariñosa a su lado, como si ningún mal le hubiese
acontecido. Aliviado, adán volvió a sonreír, correspondiendo a los afectos
de su compañera. Se rindió a las más dulces emociones, lejos de saber que
era el enemigo quien lo envolvía en aquellos brazos. En ese momento de
embeleso, Eva comenzó a hablarle de su experiencia con la ciencia del
bien y del mal.
32. Le habló de los tesoros de la sabiduría que le habían sido abiertos. En su
nuevo reino, viviría muy feliz. Sin embargo, esa felicidad sería incompleta
sin la participación de su esposo. Le habló de la imposibilidad de retroceder
en sus pasos, e insistió para que él la siguiera. Después de hablarle de su
decisión, Eva, con una dulce sonrisa, le extendió las manos conteniendo un
fruto, pidiéndole que lo comiese en una demostración de su amor por ella.
Con la voz tentadora en sus oídos, Adán se sentó en el césped en profunda
reflexión.
33. Su faz se tornó nuevamente pálida y sus manos temblorosas. Temía
rebelarse contra el Creador, pero al mismo tiempo comprendía que no
conseguiría vivir separado de su compañera, a quien amaba con infinito
amor. Eva era carne de su carne, la extensión de su ser. Se sentía
angustiado al tener que tomar una decisión tan seria. La palidez del rostro
de Adán se reflejó en el semblante de todos los fieles al Eterno. Oyeron la
insinuación del enemigo y percibieron con horror la vacilación del hombre.
La indecisión de Adán los dejaba desesperados.
34. Si obsediese él aquella propuesta de satanás toda la felicidad sería
eternamente desterrada. En las decisiones del ser humano estaba el
destino de todo el universo. ¿Atendería él a la solicitud de Satanás?
Después de intensa lucha interna, Adán miró hacia su compañera; a ella se
había unido en promesas de una eterna entrega. No la dejaría sola ahora.
Compartiría con ella los resultados de la rebelión. Tomó entonces de las
manos de Eva un fruto y, en un gesto precipitado, lo llevó a la boca.
35. Procurando apagar la voz de su conciencia, que le hablaba de una eterna
perdición, Adán se lanzó en los brazos de su esposa, disfrutando el alto
precio de su rebelión, satanás, con gritos de triunfo, dejó el paraíso,
volando rápidamente junto a sus innumerables huestes, que aguardaban
ansiosas el resultado de tan arriesgada tentativa. Al saber de la desgracia
humana, se unieron en una estruendosa fiesta. Se sentían seguros. Sión
ahora les pertenecía por derecho, pudiendo allí establecer un reino eterno,
jamás siendo molestado por las leyes del Eterno.
36. En todo el universo los hijos de la luz sufrían y lloraban la derrota. Nunca
hubo tanta tristeza y horror ante el futuro. Las voces que vivían para
entonar alabanzas al Creador proferían ahora lamentaciones. El Eterno,
que vencido por el infinito dolor se había postrado en llanto ante la caída del
hombre, no estaba, empero, sorprendido. Incluso antes de crear el Universo
ya había previsto ese triunfo de la rebeldía y, en Su sabiduría y amor, había
idealizado un plan de rescate que lo implicaría en su inmenso sacrificio.
37. Secando las lágrimas de Su llanto, Se propuso actuar poderosamente en
favor de Sus fieles afligidos, impidiendo que éstos cayeran en las manos de
los enemigos. En esa misteriosa intervención que aparentemente deponía
contra la justicia, el Eterno ordenó que Sus más poderosos ángeles
circundasen inmediatamente el jardín del Edén, impidiendo que Satanás
tomase posesión del monte de Sión. Consoladas ante la manifestación
divina, las potentes criaturas, en pronta obediencia, rompieron el espacio
infinito, rodeando e instantes el paraíso, en el seno del cual el ser humano,
trastornado ya por el pecado, vivía el negror de una noche que sería larga y
cruel.
38. Siendo la autoridad del Eterno fundamentaba en la justicia, ¿de qué manera
podría justificar Sus acciones delante de los enemigos? ¿No había
entregado por Su voluntad el reino al hombre, y éste por libre elección no lo
había sometido a Satanás? Mientras que sorprendidas las criaturas
racionales consideraban las acciones decisivas de Dios, oyeron Su potente
voz que, repercutiendo por toda la creación, traía la revelación del gran
misterio, revelación tan maravillosa que a partir de aquel momento, por toda
la eternidad, ocuparía la mente de los files, siendo tema para las más
dulces meditaciones.
39. El Eterno habló primeramente sobre la terrible condenación que pendía
sobre el hombre y toda la creación. Dijo que, al desligarse de la Fuente de
la Vida, el hombre se había precipitado en tan profundo abismo que no
podría ser alcanzado por Su brazo de justicia y poder. Humillado y torturado
por las garras del enemigo, no le quedaba al hombre otra suerte más allá
de la muerte fruto doloroso de su espontanea rebelión. Considerando la
situación humana, las huestes de la luz no veían posibilidades de triunfo.
Sabían que solo el hombre podría retomar el dominio del enemigo,
devolviéndolo al Creador.
40. Pero el ser humano, eternamente esclavizado en su naturaleza, sería
incapaz de tal victoria. Con voz melodiosa y llena de ternura, Dios reveló el
plan de la redención, diciendo: “En verdad, el hombre cosechará del fruto
de su rebelión en una terrible muerte. No puedo, con mi poder, cambiarle la
suerte. Si actuara así, sería injusto delante de mi decreto. Pero haré caer
toda la condenación sobre un Substituto que surgiría en la descendencia
humana. Ese Hombre no traerá en sus manos las argollas de la muerte,
siendo inocente e incontaminado en Su naturaleza.
41. Como representante de la raza humana, enfrentará a Satanás y lo vencerá.
Después de triunfar en esa batalla, probando que el amor es más fuerte
que el egoísmo, que la verdad es más fuerte que la mentira, que la
humildad es más poderosa que el orgullo, el fiel Substituto levantará las
manos victoriosas no para saludar la gran conquista, sino para tomar de las
manos de la humanidad esclavizada la copa de su condenación. Sorberá
así, sumiso, el cáliz de la eterna muerte.
42. Ese inmenso sacrificio abrirá a los seres humanos una oportunidad de ser
redimidos, volviendo a los brazos del Creador, juntamente con el dominio
perdido. “Las huestes, sorprendidas ante la revelación del Eterno,
indagaron la identidad de Ese Substituto. El Creador, con una sonrisa
amorosa, les dijo: “Yo seré ese Hombre. Mi Espíritu reposará sobre una
virgen, y en ella será engendrado un Hijo Santo. Ese joven será divino y
humano. En su humanidad, él será sumiso a la divinidad que en él habitará.
Los redimidos verán en Él al padre de la Eternidad, el Creador y Redentor,
el Rey de los reyes. Su nombre será Yoshua (nombre hebraico que
traducido significa el Eterno Salva).” Asumiendo la naturaleza humana, Dios
podría pagar el alto precio del rescate, muriendo en lugar de los pecadores.
43. Las huestes de la luz se quedaron enmudecidas al conocer el plan del
Creador. El pensamiento de verlo a Él someterse a tan penoso sacrificio, a
fin de redimir el dominio perdido, era demasiado para soportarlo. No había,
sin embargo otra esperanza de victoria, a no ser a través de esa amorosa
entrega. Después de disfrutar el alto precio del pecado, la joven pareja se
sintió tan mal. Inicialmente sintieron un gran vacío en el corazón, que luego
fue rellenado por el remordimiento y por la tristeza. Percibieron que,
inspirados por la codicia, habían sellado su triste suerte y la de toda la
creación. Les parecía oír a lo lejos el gemido de un Universo vencido.
44. El sol, que los había llenado de vida y calor en aquel día, se ocultaba en el
horizonte, anunciándoles una negra noche. El arrebol, que antes allí les
había anunciado el feliz encuentro con el Creador, parecía envolverlos en
una sentencia de que jamás despertarían hacia un nuevo día. No osaban
siquiera mirar hacia la cima, temiendo ver caer sobre ellos el rayo del juicio
que los reduciría a polvo. Con la mirada dirigida hacia el suelo frío, les
venía a la memoria la sentencia: “En el día en que de él comiereis,
ciertamente moriréis.” Lágrimas desesperadas rodaban en sus rostros al
aguardar el trágico final. Al considerar el motivo de su rebelión, Adán
comenzó a recriminar a su esposa por haber dado oídos a la serpiente.
45. Eva, a su vez, buscando excusarse, lanzó la culpabilidad sobre el Creador,
diciendo: “¡¿Por qué el Eterno permitió que la serpiente me engañará?! El
amor que reinaba en el corazón humano desaparecía, dando lugar al
orgullo y al egoísmo, que se fundían en resentimientos y odio. Su
naturaleza ya no era pura y santa, sino corrompida y llena de rebeldía.
Todo estaba cambiado. Incluso la mansa brisa que antes allí los había
bañado en caricias refrescantes, congelaba ahora a la culpable pareja.
46. Los árboles y las canteras floridas, que eran su deleite, consistían ahora en
obstáculos al caminar sin rumbo en aquella noche. El propósito de Satanás
en llenar el sábado de tinieblas parecía haberse cumplido. En aquella
noche, no existía siquiera el reflejo plateado del claro lunar para hablarles
de esperanza. Las estrellas centellantes, suspendidas en el oscuro cielo,
estaban ofuscadas por el dolor. Bajaban sobre el mundo las tinieblas de
una larga noche de pecado, sombras bajo las cuales tantos se arrastrarían
sin la esperanza de un amanecer. Era alta noche ya y las tinieblas parecían
envolver a la triste pareja en eternas sombras.
47. Ni siquiera meditaban en sus pocas palabras, sofocadas por la agonía, de
un amanecer. Cabizbajos, andaban a tientas de aquí para allá, en la
expectativa del juicio inminente, que los reduciría al frío polvo, olvidados
bajo aquellas tinieblas sin fin. Apareció repentinamente un brillo en el cielo,
que iba aumentando a medida que se aproximaba a la tierra. La pareja se
estremeció, pues sabían que era el Creador que venía a darles el castigo.
Vencidos por el pánico, se pusieron a correr, distanciándose del monte
Sión, el lugar de la vergonzosa caída. Justamente hacia allá vieron al
Creador dirigirse. Ellos, que siempre corrían al encuentro del amoroso
Padre, atraídos por Su luz, ahora huían desesperados en busca de lugares
oscuros, y de denso bosque.
48. El Eterno, movido por infinito amor, comenzó a seguir los pasos de la pareja
fugitiva. Mientras caminaba, lloraba al recordar los momentos felices que
había pasado junto a ellos en aquel paraíso. ¡Como se había transformado
todo! Sus hijos no conseguían ver más en Él un Padre de amor, sino
alguien que, airado, buscaba castigarlos. Movido por un fuerte anhelo de
abrazar a Sus hijos humanos, Dios hizo repercutir la voz en una indagación:
“¿Adán, dónde os encontráis?” Su voz, al sonar en medio de las tinieblas,
traía consigo solamente un eco vacío que hablaba de ingratitud y rebeldía.
49. ¡Como deseaba envolver a la pareja en un ardiente abrazo, y con palabras
de cariño confesarles que Su amor era el mismo! Al ver a Sus hijos
huyendo de Su presencia, el Eterno fue embargado de un gran dolor. Ante
Su mirar turbado de lágrimas, se extendía el futuro de la raza humana.
¡Cuántos, engañados por Satanás, huirían de Su presencia en el transcurso
de la larga noche de pecado, juzgando en Él un Señor tirano, que vive
buscando faltas y flaquezas en los pecadores, a fin de castigarlos! El
Creador, aun así, no desistiría de buscarlos por los valles sombríos del
reino de la muerte, hasta conquistar un pueblo arrepentido. Adán y Eva,
exhaustos por la presurosa fuga, se escondieron por entre el follaje al pie
de una higuera.
50. Reconociendo su desnudez, procuraban hacer delantales cosiendo
aquellas hojas. Vestidos así, creyendo poder librarse del sentimiento de
vergüenza ante el Creador. El Eterno, aproximándose al lugar donde la
pareja se escondía, preguntó: ¿Adán dónde andáis? No pudiendo ocultarse
más de Dios, Adán se levantó juntamente con su compañera y, cabizbajos,
se presentaron ante el Creador, postrándose trémulos a Sus pies. No
consiguieron encararlo más, debido al sentimiento de culpabilidad.
51. El Creador, cariñosamente, los tomó de las manos, levantándolos del suelo,
y, con una expresión de tristeza en el semblante, les preguntó: ¿Por qué
huían de mí? ¿Acaso comieron del fruto el árbol de la ciencia del bien y del
mal? Adán, todo tembloroso, con voz entrecortada por sollozos de temor,
respondió: La mujer que me diste por compañera, ella me dio del fruto y yo
comí. Con esta respuesta, Adán buscaba excusarse, lanzando la culpa
sobre su esposa.
52. Volteándose hacia Eva, el Eterno le preguntó: ¿Por qué hiciste eso? Eva
prontamente le respondió: Aquella serpiente me engañó y yo comí. Ambos
no querían reconocer la culpa, lanzándola sobre otros. En pocas palabras,
atribuían al Creador, la responsabilidad por todo el mal practicado: ¿”Por
qué había concedido el libre albedrío? ¿Por qué había creado a la
serpiente?” Silente, Dios observaba a Sus hijos que, tímidos y
desconcertados, permanecían delante de Sí.
53. Con profunda tristeza, Él previó que esa sería la experiencia de incontables
seres humanos en el transcurso de la historia. ¡Cuántos habrían de
perderse por no reconocer la propia culpa! ¡Cuántos procurarían
justificarse, lanzando sus errores sobre los demás y hasta sobre el mismo
Creador! Con blandas palabras, el Eterno procuró hacerlos reconocer su
culpa. Solamente reconociendo su necesidad, podrían ser ayudados.
Mirando hacia las frágiles vestiduras tejidas por manos pecadoras, dijo a la
pareja: Hijos, esas vestiduras son insuficientes, inmediatamente secándose
se desharán. Vosotros precisáis de vestiduras duraderas, que puedan
cubrir vuestra desnudez, librándoles de la condenación. Si vosotros
quisierais, Yo puedo darles esa vestidura.
54. Ante las palabras bondadosas del Creador, que traían esperanza, la pareja
se postró arrepentida, desprendiéndose de sus ilusorias vestiduras,
símbolos de su fracaso. Añoraban ahora las vestiduras de la salvación,
prometidas por el divino Padre.
CAPITULO 5

(Dios revela los efectos de la caída y el Plan de Redención. El doloroso sacrificio


del cordero, un símbolo del Salvador. Se proveen las vestiduras prometidas. El
Creador será el hombre que los salvará. En la pareja se intensifica el amor y
gratitud hacia el Salvador. Estremecimiento de las huestes malignas ante la
intervención del Eterno y la revelación del Plan de Rescate. El Eterno acompaña a
la pareja fuera del jardín. Satanás intenta de nuevo apoderarse del ser humano
enfrentándolos con furia, pero es repelido por Dios, y sus amenazas silenciadas.
Malas consecuencias de la ciencia del bien y del mal. La fe del hombre en las
verdades reveladas de la redención. El Eterno, compañero del ser humano en su
jornada sobre la tierra. Naturaleza del Creador respecto a la guerra. El trabajo
edificante contraataca muchos ataques de Satanás. Revelaciones recibidas al
construir el altar. Dos mundos reflejados en la naturaleza caída. Un cordero
inmaculado guiado y preparado por Dios. En el sacrificio se muestra una
representación del conflicto entre el bien y el mal. La llama encendida, símbolo del
perdón divino. La naturaleza, aún en su estado caído, revela el Plan de
Redención.)

1. Después de contemplar a Sus hijos que, arrepentidos, yacían a Sus pies, el


Eterno los tomó cariñosamente por las manos y los levantó. Se alegraba en
poder revelar al hombre caído el plan de redención. Con ternura, Dios
comenzó a descubrirles primeramente los amargos resultados de su caída,
diciendo: “Hijos, vosotros sellasteis el destino de toda la creación en las
garras de la muerte. La desarmonía ya penetra la naturaleza, procurando
destruir en ella todas las virtudes.
2. El abismo en el cual vosotros os sumergisteis por la desobediencia es por
demás profundo para que podáis ser alcanzados por mi poderoso brazo.
Así, desligado de la Fuente de la Vida, no resta más al ser humano otra
suerte más allá de la muerte.” Después de pronunciar estas palabras que
revelaban una triste suerte, el Eterno invitó a la pareja a seguirlo.
Cabizbajos, Adán y Eva, en llanto, siguieron al Creador en Sus pasos de
justicia, que los encaminaba al lugar de la vergonzosa caída, donde
suponían encontrar el doloroso final.
3. En esa dolora caminata, sollozaban al recordar su pasado de gloria
deshecho por la ingratitud. ¡Cómo les dolía en el alma la terrible expectativa
de ser reducidos, juntamente con la creación, a frías cenizas bajo la
oscuridad de aquella noche de pecado! Mientras caminaban, contemplaban
a través de las lágrimas las bellezas adormecidas bañadas por la luz de
Dios. Veían a los inocentes animales, que no tenían conciencia del gran
dolor. Súbitamente, la pareja se detuvo, vencida por intenso llanto; sus
vacilantes pasos los había llevado junto a un cordero, el animalito más
querido.
4. ¡¿Sus ojitos de dulzura también se habrían de apagar?! Secándoles las
lágrimas, el Eterno les ordenó tomar en los brazos al inocente cordero.
Envolviéndolo junto al pecho, acompañaron silenciosos los pasos del
Creador, hasta alcanzar la cúspide del monte Sión, lugar de la vergonzosa
caída. Contemplando allí los restos de los rubros de los frutos, con ímpetu
les vino a la mente el recuerdo de la sentencia divina: “En el día en que de
él comiereis, ciertamente moriréis.” El terrible momento había llegado. El
hombre culpable debería beber el amargo cáliz de la muerte, sucumbiendo
sin esperanza.
5. Consiente de su perdición, la pareja percibió, con horror, que las manos
que les habían traído a la vida empuñaban ahora un cuchillo puntiagudo de
piedra. Temblorosos, se postraron y esperaron por el cumplimiento de la
justa sentencia. Mientras enmudecidos por el miedo, Adán y Eva esperaban
el golpe que los reduciría a polvo, sintieron el suave toque de las manos
divinas que los levantó hacia una nueva vida. La condenación, sin embargo,
habría de recaer sobre un substituto.
6. Colocando en las manos de Adán el cuchillo, el Creador le dijo: El cordero
morirá en lugar de vosotros. Adán debería sacrificarlo. Asustada ante la
orden de Dios, la pareja, en llanto, se puso a clamar: ¡Señor, el corderito
no, él es inocente! Con expresión de justicia, el Eterno agregó: Si el no
muere, vosotros no podréis tener las vestiduras de las cuales hablé. Ante la
insistencia del Creador, Adán, todo tembloroso, en un esfuerzo doloroso,
clavó en el pecho del corderito aquella aguda piedra. El golpe fue fatal, y el
animalito, vertiendo su preciosa sangre, se sumergió en las tinieblas de una
noche sin fin.
7. Contemplando al corderito inerte sobre la hierba ensangrentada, la pareja
elevó la voz y lloró. Comenzaban a comprender la enormidad de su
tragedia. ¡Cuán terrible era la muerte! Ella, en su poder, había apagado
toda la luz de los ojos del inocente animal. Inclinándose silente sobre el
cuerpo inerte del cordero, el Eterno removió la piel revestida de blanca lana
y con ella hizo túnicas para cubrir la desnudez de la pareja. Después de
vestirlos les preguntó con cariño: ¿Vosotros entendéis el sentido de todo
esto? En profunda reflexión, por entre sollozos de reconocimiento y gratitud,
la pareja exclamó: ¡El murió en nuestro lugar, para darnos sus vestiduras!.
8. Adán y Eva, aunque habían comprendido aquella realidad física, estaban
lejos de entender el significado de aquel acontecimiento. A ellos el Creador
revelaría el misterio del divino amor. Con expresión de infinita misericordia,
Dios comenzó a revelar al ser humano el sentido de aquel doloroso
sacrificio, diciendo: El inocente corderito, que hoy padeció, simboliza a un
hombre que habrá de nacer. En sus ojos habrá la misma ternura, el mismo
amor. Revestido por una vida justa, como la blanca lana que cubría al
cordero, ese hombre crecerá como un renuevo sobre la Tierra, no traerá la
pompa de un rey, por eso será despreciado por muchos.
9. Será un hombre de dolores, pues caerá sobre sí el peso de todas las
provocaciones. En su fidelidad al reino de la luz, ese hombre luchará contra
el enemigo usurpador, venciéndolo finalmente. Después de triunfar en sus
luchas, tomará sobre sí la carga de vuestra condenación que le causará
una terrible muerte. Él será oprimido y humillado, más no abrirá su boca,
como el corderito que hoy se entregó pacíficamente. Sucumbiendo en la
muerte, él os concederá los méritos de su victoria. Envueltos por sus
vestiduras de justicia, estaréis libres de la condenación.
10. LA vida eterna alcanzareis así, mediante el sacrificio de ese hombre justo
que habrá de nacer. Adán y Eva, que en una mezcla de gratitud y dolor
escucharon la revelación de tan grande salvación, indagaron reverentes al
respecto de ese hombre especial que en su descendencia habría de surgir,
a fin de cumplir tan inmenso sacrificio. El Creador, mirándolos tiernamente,
movido por un amor que supera la misma muerte, los envolvió en un
cariñoso abrazo y reveló: ¡Yo seré ese Hombre! Sorprendidos ante la
declaración del Eterno, Adán y Eva estuvieron inmóviles, mientras que
contemplaban Su tierno semblante.
11. Comprendiendo el significado del tremendo sacrificio, se postraron a Sus
pies y con lágrimas clamaron: ¡Nosotros somos merecedores de la muerte
Señor, más Tú eres inocente y no debes sufrir en nuestro lugar! Secándoles
las lágrimas, el Eterno con ternura les habló: Hijos míos, Yo les amo con un
eterno amor, Yo moriré en lugar de vosotros. Ante esta confirmación, la
pareja elevó la voz en una lamentación dolorosa. Decían: ¡Nosotros
matamos al Creador! ¡Nosotros matamos al Creador! Mas Dios comenzó a
consolar a la pareja con palabras de esperanza, diciendo: Después de
beber el cáliz de la eterna muerte, Yo retomaré la vida y subiré al cielo.
12. Intercederé allí por el hombre perdido, concediendo a todos aquellos que,
arrepentidos, aceptaren mi sacrificio, las vestiduras de mi victoria. Juntos,
triunfaremos finalmente sobre el reino del pecado que se deshará en
cenizas bajo nuestros pies. Crearé entonces un nuevo cielo y una nueva
Tierra, donde únicamente la justicia y el amor reinarán. Viviremos así para
siempre, en un reino de perfecta armonía y paz. El Creador, que
acompañado por la pareja permanecía todavía sobre el monte Sión,
concluyó Sus revelaciones diciendo:
13. “El jardín del Edén estará ahora vacío. El ser humano, durante la larga
noche de pecado, vagará en su exilio. No andará, sin embargo, solo: El
Eterno, también peregrino, pisará con el hombre todo el camino espinoso,
hasta poder juntos subir al monte perdido, triunfando gloriosamente sobre el
reino de la muerte. El árbol de la ciencia del bien y del mal monumento de
la rebeldía será entonces deshecho, dando lugar a un árbol glorioso que,
uniendo su copa al árbol glorioso que, uniendo su copa al árbol de la vida,
se tornará en el arco conmemorativo de la gran victoria. Sobre el santo
monte redimido, reposará entonces para siempre el trono universal, que por
los fieles triunfantes será llamado: el trono de Dios y del cordero.
14. Adán y su compañera, después que oyeron palabras tan confortadoras y
llenas de esperanza, elevaron la voz en un cántico de gratitud y alabanza.
Conocían ahora el infinito amor de su Creador y estaban dispuestos a
servirlo. Después de consolar a la pareja, Dios los llevó hacia fuera del
Edén. No les fue fácil despedirse de aquel precioso hogar; allí habían
despertado a la vida en los brazos del Eterno; allí disfrutaron momentos de
felicidad pura, en compañía del Creador, de los ángeles y de los dóciles
animales. Una nostalgia infinita parecía envolver a la pareja en sus pasos
de abandono. Fue con espanto que Satanás y sus súbditos presenciaron la
intervención del Eterno.
15. Fueron sacudidos ante la sorprendente revelación del plan de rescate. Con
rabiosa frustración, comprendieron que, si de hecho la promesa divina se
concretizase, no restaría ninguna esperanza. Después de considerar sobre
todo lo que había acontecido, una gran ira se apoderó de su corazón. No
estaba dispuesto a reconocer la redención del ser humano. Haría todos os
esfuerzos por retenerlo, juntamente con el reino que le había sido
entregado. Cuando la pareja, acompañada por el Creador, alcanzó el valle
herido por la muerte, amanecía. Allí Satanás los enfrentó con furia, en un
intento de apoderarse nuevamente del ser humano.
16. La pareja estuvo temblorosa en la faz del enemigo, pero las manos
protectoras de Dios los calmaron. Expresando en el semblante la firmeza
de una justicia que es eterna, Él Eterno silenció las amenazas del enemigo
con las siguientes palabras: “El ser humano me pertenece, pues Yo lo
compré con mi sangre”. Al caminar en silencio junto al Creador, Adán y Eva
observaban con tristeza las señales de la muerte estampadas en aquella
naturaleza antes tan llena de vida. Las bellas flores, que habían
desbotonado para exhalar aromas eternos, pendían ahora marchitas; ¡los
pajarillos, que con alegría los saludaban en cada amanecer con sus trinos,
volaban ahora distantes, haciendo sonar tristes cantos! Todo estaba
cambiado en la naturaleza.
17. La ciencia del bien y del mal no había traído ningún bien al Universo, sino
un intenso conflicto espiritual y físico. Ante las consecuencias
desbastadoras de su caída, la pareja, vencida por una inexpresable tristeza,
se postró arrepentida y lloró amargamente. Dios, que también compungido
por el dolor contemplaba el escenario desolador, procuró, con palabras de
esperanza confortarlos. Les habló sobre el nuevo Cielo y la nueva Tierra
que un día crearía, donde la paz y el amor volverían a reinar en cada
corazón. Allí vivirían siempre juntos, no trayendo en la frente las marcas de
la tristeza, sino coronas de eterna victoria.
18. Allí secaría las lágrimas de sus rostros y estas jamás volverían a
humedecer sus ojos. Amparando a Adán y a Eva en sus pasos, el Creador
los condujo a través de un valle herido, hasta alcanzar el pie de una colina.
La subieron en lentos pasos, mientras intercambiaban palabras de ánimo y
esperanza. Sus pies alcanzaron finalmente el suave césped que cubría la
cima espaciosa de aquella colina. Era sobre aquel lugar que la pareja veía
a cada día el sol declinar, bañando el cielo y los valles de un rojo vivo,
como la sangre que había chorreado del pecho del cordero.
19. Volviéndose hacia el lado oriental, la pareja, en una mezcla de dolor y
nostalgia, contempló a lo lejos los paisajes que los envolvieron en aquel
pasado tan feliz. Al divisar el monte Sión, que majestuoso se elevaba en
medio del Edén, lloraron al acordarse de la caída. ¡Cuán débiles habían
sido! El sol declinaba en su jornada, anunciando la llegada de una triste
noche más, la primera fuera del paraíso. En un calmado gesto, el Eterno,
mostrándoles el valle sobresaliente de la colina, les habló con cariño: “Aquí
será vuestra provisoria morada. Desde aquí podréis contemplar el paraíso
que por un tiempo permanecerá en la Tierra, hasta ser recogido a su lugar
de origen, en el seno de la Jerusalén Celestial.
20. Allí, protegido por la justicia, aguardará el amanecer de la victoria. Cuando
ese gran día llegue, regresaremos juntos a Sión, donde seremos coronados
en gloria, en un reino de eterna felicidad y paz”. Después de decir estas
palabras, Dios ordenó a la pareja que construyesen en aquel lugar un altar
de piedras, sobre el cual cada semana, en la noche que antecede al
sábado, deberían inmolar un cordero, en memoria de Su Sacrificio.
21. Como señal de Su Presencia, y para la certeza de que sus pecados serían
perdonados, Él encendería un fuego sobre el Altar, el cual duraría toda la
noche, hasta consumir por completo la ofrenda del sacrificio. Para que el
ser humano pudiese afirmar su fe sobre las verdades reveladas, y no en la
manifestación visible de la persona del Creador, Él habría de permanecer
invisible desde aquel momento en adelante. Solamente en ocasiones
especiales, cuando se hiciese necesario Su aparición o la de ángeles para
nuevas revelaciones y advertencias, esto ocurriría. Contemplando a Sus
hijos entristecidos en aquel momento en que serían dejados aparentemente
solos.
22. El Eterno les dijo con amor: “Hijos, aunque vosotros tengáis que
permanecer en este ambiente hostil, no precisáis temer, pues Yo
permaneceré al lado de vosotros. Seré un compañero amigo en esta
jornada; llevaré sobre mis hombros vuestros dolores, vuestros anhelos,
vuestras luchas. Cuando, tentados por el enemigo, estuvieren a punto de
ceder, podrán encontrar abrigo en mis brazos, que siempre estarán
extendidos para salvarlos y, si algún día vosotros no resistiereis, y por la
furia del enemigo fueseis arrastrados hacia las profundidades del abismo,
no os desesperéis creyendo no tener esperanza, pues Yo estaré allí para
acudirlos con mi perdón y fuerza.
23. Tengan siempre en mente el significado de las vestiduras recibidas de mis
manos, pues ellas hablan de la redención que al hombre pertenece.
Descansen hijos míos, en mis brazos de amor.” Después de consolar a la
pareja con estas promesas, el Creador, viendo que estaban soñolientos por
el cansancio, los hijos reclinar en Su regazo y, como de costumbre, los
acarició dulcemente hasta adormecerlos. Al verlos olvidados en su sueño,
Dios lloró al prever el sufrimiento que experimentarían al despertar. Con el
corazón partido por el dolor causado por aquella separación física, el
Creador dejó a la pareja dormida sobre la hierba, después de besarles los
rostros ya arcados por el sufrimiento.
24. Su luz se disipo al tornarse invisible, dando lugar a las tinieblas de aquella
primera noche fuera del paraíso. En el subconsciente de la pareja
comenzaron a desfilar sueños coloridos de un pasado feliz. Se encontraban
una vez más en medio las bellezas del Edén, saciados por una alegría
eterna. Agradecidos por la vida, corrían por los campos floridos, jugando
con los animales. Con felicidad unían las voces a los ángeles en los
armoniosos cánticos en alabanza al Creador. Tantas escenas lindas
desfilaban en su subconsciente, pero esos sueños se tornaron pesadillas,
haciéndoles revivir su tragedia.
25. Agonizantes despertaron en medio de la oscuridad de aquella primera
noche en el exilio. No consiguiendo conciliar el sueño, la pareja permaneció
en llanto hasta ser consolados por el amanecer que les reveló a lo lejos el
nostálgico paraíso. Dios, aunque invisible, permanecía al lado de Adán y
Eva allí en la colina. El sufrimiento de ellos era Su sufrimiento, como
también la esperanza de que un día retornarían victoriosos a Sión. Ante la
mirada contemplativa del Creador, se revelaba el futuro sombrío de la
humanidad. Con pesar, veía incontables criaturas pereciendo sin salvación,
por rechazar Su amor. Lágrimas mojaron Su rostro, al prever al enemigo
empleando toda astucia a fin de retener a los seres humanos bajo su
dominio.
26. Larga sería la noche del pecado, y reñida la batalla por la reconquista del
reino perdido. El triunfo de la luz requería de parte de Dios un sacrificio
inmenso. En la persona el Mesías, a su tiempo, él nacería entre los
hombres, con la misión de pagar el precio del rescate. Por medio de Él
muchos serían liberados de las garras del enemigo: todos aquéllos que Lo
aceptasen como Salvador y Rey. Contra ésos elegidos, el enemigo
arremetería todas las fuerzas procurando hacerlos caer. En su visión
del futuro, el Creador contempló con alegría el triunfo final de los
redimidos.
27. Habían sido extremadamente probados, más en todo fueron más que
vencedores por medio de Aquél que los redimió de las tinieblas hacia el
reino de la luz. Después de antever los sufrimientos que se derivarían de la
gran lucha, el Eterno extendió la mirada por las planicies cautivas,
contemplando allí a las huestes rebeldes dispuestas para la lucha. El
objetivo de esos ejércitos, era apoderarse nuevamente del ser humano, en
el cual estaba sellado el derecho de dominio sobre el Universo. Contrario a
la naturaleza del Creador es la guerra, más para la defensa de Sus hijos,
estaba dispuesto a utilizar Su poder.
28. Su fuerza, sin embargo, solamente sería utilizada con justicia. Si el ser
humano rechazase esa protección ofrecida mediante el sacrificio del
Mesías, Dios nada podría hacer para impedir que él mismo pereciere en las
garras del enemigo. Adán y Eva, sin embargo, se habían arrepentido de su
gran pecado, recibiendo por la misericordia de Dios vestiduras de salvación,
simbolizadas por las pieles del cordero sacrificado. Justificado por la
entrega de la pareja, el Eterno convocó a Sus poderosos ejércitos para la
pelea. En pronta obediencia las huestes de la luz irrumpieron por el espacio
sideral en dirección a la Tierra, circundando cual fuerte muralla la colina,
portadora de aquel tesoro redimido por la sangre del divino Rey.
29. Al ser humano le fue conferido en el Edén el deber de cuidar de la
naturaleza: Preparaban canteras para las flores; cosechaban frutos para
manutención; dirigían a los animales en su inocente vivir, adiestrándolos
para que les fuesen útiles. Esas ocupaciones habían sido para ellos fuentes
de desenvolvimiento y placer. Ahora, a pesar de las adversidades, deberían
continuar realizando ese deber. El trabajo en sí, realizado según las
órdenes del Creador, ya anularía muchos ataques del enemigo. Las
primeras ocupaciones de la pareja en aquella mañana, les trajo
revelaciones del gran amor de Dios, hacia entonces desconocidas.
30. Al reunir las piedras para la construcción del altar, experimentaron el dolor
de heridas que chorreaban sangre, como también la fatiga que hacia
emanar sudor. Sintiendo y contemplando todo en la propia carne, amaron
más al Salvador, para quien el altar construido prefiguraba heridas
mayores, que verterían toda Su sangre, como también fatigas que minarían
toda la salvia de Su vida. La mirada de nostalgia y de esperanza de la
pareja de ahora en adelante, jamás se posaría en el Edén distante, sin
discernir primero el altar de los sacrificios.
31. Ese altar, con sus manchas de sudor y sangre, permanecería como una
remembranza del dolor y del sufrimiento que, después de humedecer los
labios de los seres humanos, transbordaría en la copa del Creador.
Después de contemplar por largo tiempo el paraíso de la vida eterna que se
extendía mucho más allá de aquel altar oscuro de muerte, la pareja
experimentó el dulce alivio del descanso. Deseosos de conocer los paisajes
de su nuevo hogar, Adán y Eva, animados por la esperanza, salieron a
pasear.
32. Sus pasos los conducían por caminos de sonrisas y de lágrimas; de
encantos y desilusiones; de flores que delicadas desabotonaban, bañadas
en perfume, y de flores despetaladas, tumbadas marchitas y sin olor; de
animales todavía dóciles y sumisos y de animales enemigos, feroces y
amenazadores. La pareja discernía en su paseo las divisas de dos mundos:
el de la luz y el de las tinieblas; del amor y del egoísmo; de la esperanza y
del desespero; de la armonía y de la desarmonía; de la vida y de la muerte.
Esa visión les llenó de tristeza y lloraron largamente. Esa tristeza
aumentaría todavía más en el futuro, cuando descubriesen la profundidad
de esas divisas en el seno de su descendencia.
33. Seis arreboles ya habían coloreado los cielos anunciando a la pareja las
noches oscuras y frías que con su manto de tinieblas deshacían todas las
imágenes vivas, menos la esperanza de volverlas a ver coloridas en el
amanecer de luz. Se acercaba ahora la hora del sacrificio, cuando el rudo
altar, abrazado en su justicia clamaría por sangre. Si no le ofreciesen la
ofrenda, explotaría con certeza, envolviendo todo el mundo con sus llamas;
Ya no habría entonces amanecer, ni esperanza de Edén a florecer.
34. ¡Cuán preciosa es la sangre! ¡Sangre es vida; vida es luz! ¡Para un ser
aquella noche se tornaría eterna, sin amanecer! Ese ser debería asumir la
culpa de todo el mundo, dando su sangre al rudo altar. ¿Quién se
ofrecería? ¡¿Quién vertería la salvia de la vida, hasta ver el último destello
apagarse en su cielo?! Adán y Eva después de reflexionar por largo tiempo,
contemplando la cuna de la muerte construida por sus manos, se miraron
inquietos con esa pregunta decisiva: ¿Quién se ofrecerá? Esa indagación
nacida de su culpabilidad, hizo vibrar en lo profundo de sus remembranzas
la vos del bendito Creador en Su revelación de infinita bondad: “Yo los amo
con un eterno amor; Yo moriré en vuestro lugar”.
35. Agradecida, la pareja se postró reverentemente ante el sediento altar,
viéndolo por la fe, saciado por el don del eterno amor. En aquella tarde del
sexto día, Dios sometía al ser humano a una tremenda prueba de fe. Ellos
tenían delante de sí el altar de piedras, construido conforme a la orden
divina, mas no había ninguna oveja para el sacrificio. En su anhelo, se
acordaban del Edén, dónde habían muchos rebaños. Al ver el sol caer en el
horizonte, Adán y Eva comenzaron a clamar a Dios por socorro, pues
sabían que solamente un milagro podría providenciarles, en aquel último
momento, un cordero para el sacrificio.
36. A los ojos de los habitantes del Universo, el gran milagro por el cual el ser
humano clamaba, ya se procesaba a casi una semana: Guiado por el
creador, un inmaculado cordero había dejado el Edén y seguido los rastros
de la pareja en su caminata hacia el exilio. En su larga jornada, ese
animalito tuvo que enfrentar muchos desafíos y peligros, más protegido y
guiado por el Eterno proseguía en su misión. Cuando las sombras del
anochecer comenzaron a envolver la colina, la pareja que vivía tan dura
prueba de fe, discernió un puntito blanco que asaltaban en el césped
viniendo en dirección a ellos. A medida en que se aproximaba, aquel bulto
parecía hablar e esperanza, de vida y calor.
37. Al ver que el gran milagro había acontecido, corrieron al encuentro del
cordero, envolviéndolo en los brazos. Él estaba fatigado, más no
descansaría: daría descanso. Estaba sediento, más no bebería: daría de
beber el altar que clamaba por sangre. Aquel cordero tenía voluntad de vivir
en los brazos del hombre, más moriría, para que éste pudiese vivir en los
brazos de Dios. Era un perfecto simbolismo del Redentor que dejaría Su
gloria, viniendo en búsqueda del pecador. Las tinieblas de una noche pre
figurativa más bajaron lentamente envolviendo toda la naturaleza en su
prisión.
38. Su fuerza, sin embargo, sería abatida delante del ser humano, por el brillo
de un fuego especial, encendido por las manos del perdón divino sobre el
cuerpo sin vida del inocente cordero. Todo estaba preparado para el
doloroso golpe: acto que apagaría de aquellos ojitos dulces el último
destello de vida, sumergiéndolos en la fría oscuridad de una eterna noche:
oscuridad que generaría luz; frío que generaría calor; muerte que generaría
vida, dones inmerecidos; frutos del divino amor ofrecidos a las manos
pecadoras, prestas a herir. En medio de la silente noche el altar clama; el
hombre triste exclama, mientras el cordero, mudo, no reclama al ser
extendido para la muerte. Las manos que construyeron el altar se levantan
ahora, no para acariciar como antes, sino para herir, sangrando el precio
del perdón.
39. Solo un gesto, nada más, y el destello se apagará para siempre de los ojos
inocentes, haciendo brillar en la faz culpable la luz de la salvación adán,
temblando duda en compasión. En el corderito manso y sumiso, presto a
morir en su lugar, ve al Salvador prometido. Con el corazón arrepentido, en
un esfuerzo doloroso, clava el cuchillo de piedra en el pecho del animalito
que parece en sus manos sin siquiera dar un gemido. El poder de la noche
inmediatamente es abatido por el brillo del fuego de la aceptación. Su luz
revela al ser humano su trágica condición: Viendo las manos manchadas
por la sangre inocente, la pareja se siente culpable por aquella muerte.
40. En llanto se arrodillan ante el altar que ya no les reclama sangre, sino
ofrece luz, aceptando el inmerecido perdón. Levantándose, la pareja
contempla demoradamente el cuerdo herido del pobre corderito, sin poder
agradecerle por la riqueza concedida a cambio de su tan rudo golpe.
Bañados por la suave luz del sacrificio, Adán y su compañera permanecen
silentes a meditar, hasta ser vencidos por un profundo sueño.
Recostándose en el suelo cubierto de hierva suave, adormecen dulcemente
bajo los cálidos rayos del perdón, seguros de que su brillo y calor
perdurarían hasta ser las tinieblas de aquel sábado desvanecidas
completamente por el fulgurante sol.
41. La luz del cordero, desde que fue encendida sobre el altar en aquella
noche, permanecía en constante guerra con las tinieblas, en varias veces
crecía en brillo ahuyentando a lo lejos la fría oscuridad, bañando la
naturaleza con sus rayos de vida. En veces, las tinieblas trayendo su viento
frío casi arrancaban por completo la llama. Esta, sin embargo, en un gran
esfuerzo se alimentaba de la sangre del cordero, lanzando a lo alto su
ardiente llama, inundando de luz y calor todo aquello que había alrededor.
42. El conflicto entre la luz nacida del sacrificio y las tinieblas en aquella noche,
descubría a los fieles del Universo muchas lecciones importantes, verdades
que ocuparían sus mentes por toda la eternidad. En aquella llama, ya fuere
ardiente en su brillo, ya fuere fustigada por los vientos de la noche, los
fieles veían una representación del conflicto que sin tregua se extendería
hasta el amanecer eterno. El eterno, en prenda de Su futuro sacrificio,
había encendido en medio de las tinieblas, la luz de la verdad, y esa sería
mantenida encendida en el corazón del ser humano, en virtud de Su sangre
que sería derramada para remisión de la culpa.
43. Contra esa luz, el enemigo arremetería todos los vientos fríos de la maldad,
desterrando del corazón de muchos su dulce brillo. ¡Cuántos yacerían
perdidos por rechazar la luz del perdón divino, siendo envueltos por las
tinieblas de la oscura noche! Después de largas horas de combate, surge
en el cielo las señales del amanecer. La oscuridad que con ira había
lanzado sus vientos sobre la llama que no muere procurando desterrarla, se
torna confusa ante las señales del amanecer. El cielo teñido de un rojo vivo,
hace recordar la sangre que había brotado del pecho del cordero para que
la llama del perdón pudiese iluminar la noche humana.
44. En medio del colorido de sangre, surge en el horizonte el fulgurante sol,
trayendo en sus calientes rayos el sabor de la victoria, envolviendo todo con
su vida. El amanecer en su nostálgico afecto, acaricia el distante paraíso,
llevando de su amado seno en su brisa matinal el aroma de la nostalgia, en
un mensaje de consuelo y esperanza para las criaturas sufridoras del valle
de la muerte. Bañados por los cálidos rayos y por la brisa de la esperanza,
la pareja despierta en un sábado más, cuyo simbolismo apunta hacia el
descanso en el reino de Dios, al culminar el gran conflicto entre la luz y las
tinieblas.
45. Más allá de aquel altar cubierto de cenizas, Adán y Eva contemplan
demoradamente el nostálgico paraíso. Aunque distantes en su exilio, se
alegran con la certeza de que el sacrificio del Mesías hará rayar para ellos
el sábado de sábados: aquél de lágrimas para siempre desterradas; de él
siempre a brillar en un límpido cielo; de corderos siempre vivos a jugar por
el césped; día sin anochecer, cuando no habrá más altar cubierto de sangre
y cenizas. Suspiran por ese día de gloria, cuando Dios Se hará
eternamente visible, llevando en las manos las marcas de Su infinito amor
por Sus hijos.
46. Antes de la caída, el ser humano, así como todas las huestes celestiales,
aprendían a los pies del Creador que con paciencia les enseñaba los
tesoros de la sabiduría contenidos en el vasto compendio de la naturaleza.
Todo en el Universo, desde el diminuto átomo hasta el mayor de los
mundos, testificaba en su perfecta existencia del carácter del divino Rey.
Muchas enseñanzas, sin embargo, permanecieron ocultas en las páginas
de ese gran libro en el período que antecedió a la caída: Era como las
estrellas que, ocultas durante el día, revelan su brillo al bajar las sombras
de la noche
47. Teniendo la naturaleza cautiva, el enemigo, en el intento de bloquear la
revelación de la eterna sabiduría, introdujo en ella manchas de egoísmo,
destrucción, infelicidad y muerte. No sabía que esas manchas harían
evidencia en la faz de la creación la profundidad de la justicia y amor de
Dios, llevando a los fieles a amarlo y reverenciarlo aún más. Para la pareja,
así como para todos los hijos de la luz, la naturaleza herida rompió su velo,
revelando nuevos aspectos de la bondad del Creador ocultos hasta
entonces,
48. Adán y Eva que estaban acostumbrados a las flores eternas en el paraíso,
aquellas que no las vieron desabotonar. Las veían ahora surgir en tiernos
botones, en medio de las amenazas de espinos prontos a herirlas. Esas
tiernas flores, sin importarse estar con los espinos, exhalaban perfumes
suaves de alabanza y gratitud, jamás cansándose de agradar el ambiente.
Cuando fustigadas por los fríos vientos de la noche, esas flores no se
resentían, sino que ofrecían su aroma, que transformaba la furia de los
vientos en brisas perfumadas de un amanecer.
49. Movidos por profunda gratitud, la pareja acompañaba atentamente el
ministerio de amor de aquellas flores que, jamás se cansaban de bendecir,
ofreciendo su belleza y perfumes como alivio para aquellos que eran
heridos por los rudos espinos. Aquellas flores singulares y puras, después
de mostrar en su corta vida que el perdón y el amor son más fuertes que
todos los vientos y espinos, en un último esfuerzo de comunicar alegría,
exhalaban su perfume, cayendo marchitas y sin vida sobre el suelo frío. Allí,
olvidadas, se transformaban en insignificante polvo que era dispersado por
el viento.
50. La muerte de las flores, aunque pareciese fracaso, reveló a la pareja el
misterio del renacimiento de la vida: Muriendo, las flores daban vida a los
frutos que, a su vez, después de servir de alimento, donaban sus semillas
llenas de vida. En la muerte de esas semillas, renacía el milagro de la vida,
multiplicando los árboles con sus flores listas a repetir la enseñanza del
amor y del sacrificio. La naturaleza, por tanto, incluso manchada por el
pecado, revelaba el misterio oculto del plan de la redención. Cada flor a
desabotonar en medio de los espinos, en su corta vida de amor era un
símbolo del Salvador que nacería entre los espinos de la maldad, para
consolar con su perfume el corazón de los afligidos.
51. Semejante a la flor, el Mesías después de probar que el amor y el perdón
son más fuertes que todos los vientos del odio; que la verdad y la justicia
del reino de Dios son mayores que todos los engaños e injusticias del reino
del enemigo, vertería la salvia de su vida muriendo para redimir a los
culpables.
CAPITULO 6

(Adán y Eva dedicados al trabajo edificante. La colina llegó a ser una miniatura
del Edén. Protección y cuidados divinos. Experiencias al obedecer el
mandamiento sobre el sacrificio. La astuta trampa del enemigo, mirar hacia los
símbolos del sacrificio como portadores de perdón y vida. Adán y Eva ofrecen
sacrificios al Señor, el Eterno se les manifiesta consolándolos y previniéndolos
del peligro. Promesa del nacimiento de su primogénito. Responsabilidades
hacia su hijo. Nacimiento de Caín. El nacimiento de Caín les recuerda la
promesa del futuro nacimiento del Mesías. La niñez rebelde de Caín. El
enemigo se burla del sufrimiento de Dios y Sus fieles e intenta hacer desistir a
Dios de Su plan de redención. El Eterno se revela a Caín y le narra la historia
de Lucifer y del sol. Promesa del nacimiento de Abel. Caín, al igual que Lucifer,
es arrastrado por su orgullo a una falsa ilusión. Dios procuraría todas las
formas a fin de salvar a Caín)

1. Consolados por las revelaciones de la naturaleza, Adán y su compañera,


alumnos en la escuela del sufrimiento, aprendían cada día a amar más al
Salvador. Crecían en sabiduría, humildad y santidad. Todas las virtudes
destruidas por el pecado, renacían en el corazón. Con ánimo la pareja se
dedicaba al trabajo edificante: plantaban jardines que por el poder de Dios
se llenaban de perfumadas flores y deliciosos frutos. Su hogar en el exilio
se convertía en un refugio para los animales perseguidos de los valles. La
colina, bajo la protección de los ángeles de la luz, se convirtió en una
miniatura del Edén distante. Entre los animales reunidos y domados con
amor, habían muchas ovejas.
2. Adán y Eva no conseguían poner los ojos sobre esos dóciles animales
destinados al sacrificio, sin probar en lo profundo del alma una mezcla de
dolor y gratitud. En la noche que antecedía a cada sábado, Adán tenía, por
orden del Creador, el repetir el doloroso acto. ¡Cuánta amargura y
arrepentimiento sobrevenían a la pareja al descender las tinieblas de la
noche del sacrificio! ¡Cuánto consuelo les traía la llama del perdón que
jamás había dejado de brillar sobre el altar, en aquellas noches pre
figurativas! El decisivo valor del sacrificio, para que la vida pudiese florecer
bajo la protección divina, llevó a la pareja a valorizar inmensamente a su
pequeño rebaño.
3. Cada sexto día, n obstante, comenzó a traer consigo, más allá del dolor,
una inquietud: ¿Quién donara su sangre al altar cuando la última oveja
perezca? A los ojos de la pareja maravillada, aconteció al fin el milagro del
amor, renovándoles la esperanza de vivir otras semanas bajo el brillo de la
llama del perón: una oveja, la más gorda de ellas, comenzó a sangrar como
en sacrificio; De su dolor, les nacieron cuatro corderitos. Llenos de alegría y
gratitud, Adán y Eva se postraron ante el Salvador invisible, teniendo en las
manos aquellas nuevas criaturas que traían en sus ojos la misma ternura y
disposición para el sacrificio.
4. Seguro de que nuevos milagros multiplicarían sus días, la pareja unió si voz
como antes, en un cántico de gratitud y adoración al Creador que, como los
corderitos nacería también del dolor para cumplir en su vida el mayor de
todos los sacrificios, para la salvación de la humanidad. El Eterno, aunque
invisible a los ojos de Sus hijos humanos, permanecía muy cerca,
acompañado por un ejército de ángeles, en incansable ministerio de
cuidado y protección. La pareja estaba inconsciente de que la dulce calma y
paz reinantes en aquella colina, así como toda su prosperidad, eran frutos
de tan intensa lucha.
5. Si sus ojos fuesen abiertos hacia las escenas que ocurrían invisibles, serían
arrebatados de espanto; ¡Cuán terrible era el enemigo y sus huestes en sus
constantes investidas con el propósito de arruinar al ser humano,
arrebatándolo de las manos del Creador! Viendo que el empleo de la fuerza
no le redundaría en victoria, el enemigo en su astucia idealizó una trampa
con la cual pudiera enlazar a la pareja. Reuniendo a sus ejércitos, les reveló
sus planes diciendo: “Al ser humano le fue ordenado sacrificar corderos,
como símbolos del Salvador venidero.
6. Los tentaremos a mirar hacia esos símbolos como portadores de perdón y
vida, haciéndolos poco a poco olvidar la realidad del sacrificio prometido por
Dios. Será un proceso lento, pero de una victoria segura”. El Creador
conociendo el peligro de esa trampa, se entristeció, pues al mirar hacia el
futuro, pudo ver a tantos hijos Suyos siendo desviados del camino de
salvación. ¡Cuántos se apegarían a los símbolos juzgando encontrar en
ellos virtud! Dios en su amor y cuidado, no los dejaría inconscientes del
peligro que los amenazaba.
7. Sabía Él cuánto Adán y su compañera amaban a aquellos corderos que, al
morir sobre el altar, les ofrecían luz y calor. Fácilmente podrían ser
introducidos a verlos como fuentes de vida y luz, comenzándolos a
reverenciar. Muchas semanas ya habían pasado, trayendo consigo las
noches de dolor y sacrificio, seguidas por los días de esperanza y nostalgia
de aquél Padre cariñoso, el cual después de hacerles promesas y secar
lágrimas, se había tornado invisible delante de sus ojos. Cada día que
pasaba, traía a la pareja una nueva carga de nostalgia, haciéndolos indagar
en cada atardecer: ¿Cuándo besaremos nuevamente Su faz? ¡¿Cuándo
seremos envueltos por Sus brazos, caminando bajo la luz de Su amor?!
¡Cuánta nostalgia sentían de aquéllas noches edénicas, cuando
adormecían en el suave regazo de su divino Padre!
8. Una semana más de trabajo y lecciones aprendidas estaba finalizando. El
sol en su declinar anunciaba otra noche de arrepentimiento y de sangre
inocente a bañar el altar. La silente pareja estaba lejos de imaginar que en
esa noche, el doloroso golpe que siempre era seguido por el fuego, les
revelaría la faz bendita del Padre. Con las manos estremecidas, Adán
levantó al cordero que, mudo, no hizo ninguna resistencia al ser colocado
sobre el altar. Lágrimas rodaron en su rostro al pensar que un inocente
animal más se zambulliría en las odiadas tinieblas de la muerte, para
generar la luz con su sangre.
9. Es doloroso sacrificar, mas no hay otro camino de salvación. Únicamente a
través de la sangre derramada del cordero, podrán vivir para contemplar en
el futuro la faz del Padre. En un penoso esfuerzo Adán hace caer aquella
piedra puntiaguda sobre el corderito que, en un gemido de dolor derrama su
sangre. Una Luz gloriosa pronto disipa las tinieblas inundando toda la colina
con sus rayos de vida. A través de las lágrimas la pareja entonces
contempla en medio del fuego del altar, al Creador. En un gesto de amor.
Dios abre Sus brazos como antes, y con una sonrisa camina hacia el tan
anhelado abrazo.
10. Sin encontrar palabras que expresen su inmensa nostalgia, la pareja se
lanza a Su pecho y llora amargamente. El divino Padre, conmovido,
también llora, mas procura consolar a sus hijos, con su dulce sonrisa. Con
emoción la pareja contempla la faz del Padre, envolviéndola con besos y
cariños. El amor de ellos por Él había sido intensificado por el sufrimiento.
Agradecidos y felices, caminan al lado del Creador, mostrándole los
jardines cargados de flores y frutos. Le cuentan de las lecciones
aprendidas junto a la naturaleza; le muestran el rebaño domado por el
afecto.
11. Iluminados por la suave luz del Eterno Padre, la pareja se sienta a Sus pies
como antes, para oír Sus enseñanzas. El Creador, mirándolos con ternura,
pasa a advertirlos del peligro. Orientándolos acerca de los sacrificios de
corderos, que eran importantes en el sentido de mantener siempre en la
mente la certeza de un Salvador venidero que, como los corderos, sería
sacrificado para redención de los pecadores. Los corderos, sin embargo, no
poseían en sí poder para perdonar las culpas pues consistían en apenas en
símbolos del Mesías Rey.
12. Después de ser ellos concientizados del peligro de apegarse a los símbolos
buscando encontrar en ellos la salvación, la pareja recibió la incumbencia
de transmitir esas orientaciones a sus descendientes. Después de advertir
al ser humano, el Creador colocó la mirada sobre las ovejas que yacían
dormidas junto a su cría. Y exclamó: ¡Cuán bellos son los corderitos! La
pareja, en una mezcla de felicidad y dolor agregó: ¡Ellos cuando están
despiertos saltan de placer, olvidados de que al nacer y al morir causan
tanto dolor.
13. Después de contemplar a los corderitos, Dios miró a la pareja con ternura,
revelándoles algo que los sorprendió y alegró: cuando de éstos corderos
treinta y seis hayan subido al altar, vuestros brazos envolverán al primer
hijo que, como ellos surgirá también del dolor. Ese hijo en su infancia les
traerá alegría saltando como los corderitos en vuestro hogar. Deberéis
instruirlo con dedicación en las leyes de la armonía, mostrándole el camino
de la redención. Como vosotros, él será libre para escoger el rumbo a
seguir. Aceptando la enseñanza, su vida será victoriosa; rechazándola,
caminará hacia la derrota.
14. Adán y Eva oyeron con alegría la promesa divina, pero al mismo tiempo
experimentaron en lo profundo del ser un temor al concientizarse de la
responsabilidad que tendrían. Sabían que Satanás haría todos los
esfuerzos para llevar al niño prometido a la perdición. Era alta noche
cuando el Creador, después de acariciar a sus hijos, los dejó dormidos
sobre el suave césped. Después de la promesa, cada corderito llevado al
altar hacía latir más fuerte en el vientre materno la esperanza de la alegría
que en breve alcanzarían.
15. Treinta y seis finalmente descendieron a las tinieblas cumpliendo el tiempo
determinado por el Creador en que el primer hijo recibiría la luz. Con las
manos todavía manchadas por la sangre del sacrificio, Adán amparó a su
esposa que, a los pies del altar se postró vencida por el dolor que le trajo el
primer hijo. El pequeño niño no traía en la cara la alegría de la libertad, sino
el llanto de su prisión; ese llanto duraría la noche entera, si no fuese por el
brillo de aquella llama ardiente de esperanza que, pronto atrajo la atención
de sus ojitos atentos. Envolviéndolo con alegría, Eva consolada de su
sufrimiento, dijo: “Alcance del Señor la promesa”. Le dio entonces el
nombre de Caín.
16. Después de envolver al bebé con las pieles suaves de un cordero, la pareja
permaneció despierta a meditar. Muchos eran los pensamientos que
ocupaban sus mentes: pensamientos de alegría, de gratitud, de esperanza
y de anhelo por el sentido de la responsabilidad que ahora pesaba sobre
sus hombros. Acariciando con ternura al pequeño niño, la pareja maduró en
su experiencia, comprendiendo mejor el misterioso amor de Dios que, para
salvar a Sus hijos, Se dispuso a morir en lugar de ellos.
17. Adán y Eva no estaban solos en sus reflexiones: todos los seres
inteligentes del Universo consideraban con interés el futuro de aquél
indefenso bebé que en el interior poseía un reino de dimensiones infinitas,
al ser disputado por los dos poderes en lucha. ¡¿Quién sería el Señor de su
vida?! ¡¿Caminarían sus pies por el camino ascendente que lleva a la vida,
o la ruta descendente que termina en el abismo de una muerte eterna?!
Viendo al niño esbozar su primera sonrisa, la pareja súbitamente se acordó
de la promesa del Creador que era confirmada en cada sacrificio: Él nacería
de la mujer como niño, con la misión de redimir a la humanidad.
18. ¿No sería Caín ya el cumplimiento de la promesa? ¡El infante con sus ojitos
brillantes de alegría se parecía tanto a los corderitos que nacían y crecían
con la misión de ser sacrificados! Considerando así, la pareja apretando al
hijo junto al pecho comenzó a llorar sin consuelo. ¡Cuán terrible, sería
ofrecer a su hijo inocente al rudo altar! Para la pareja compungida por el
dolor, apareció al fin el sol brillante haciendo revivir con sus cálidos rayos
las promesas que señalaban hacia un Salvador que, todavía en el futuro,
nacería también del dolor para cumplir el eterno plan de redención.
19. Bendecido por el Creador y envuelto por el amor y cuidado de los padres, el
niño se desarrollaba en su naturaleza física y mental, tornándose cada día
en el objetivo mayor de una incansable batalla entre las huestes
espirituales. Adán y Eva, ansiosos por hacerlo comprender verdades de la
salvación, lo tomaban en los brazos en cada amanecer y, al borde del altar
le señalaban el Edén distante, contando aquellas historias de emoción las
cuales el pequeño Caín todavía no conseguía comprender.
20. Cuál fue la alegría de aquellos padres, al verlo en una mañana de sol,
señalar con su manita hacia el hogar de la nostalgia, pronunciando el
nombre sagrado del Creador. Emocionados lo tomaron en los brazos,
pidiéndole que repitiera ese sublime nombre que, cual llave de felicidad,
siempre les descubría un paraíso de eterno amor. Todas las huestes de la
luz se inclinaron con alegría al oír al pequeño niño pronunciar el nombre del
divino Rey.
21. Las semanas se iban pasando trayendo consigo nuevas víctimas hacia el
altar, y el pequeño Caín, blanco de la atención y cuidado de Dios, de las
huestes de la luz y de aquellos amorosos padres incansables en la misión
de instruirlo, agrupando sus pocas palabras, siempre curiosas con todo
comenzó a interrogar. El día declinaba cuando el muchacho, que yacía en
el regazo de su madre, le preguntó: Madre, ¿Por qué el sol siempre se va
así, dejando a la gente en el frío de la oscuridad? “Eva, sorprendida
contempló a su hijo, sin encontrar palabras para contestarle la pregunta que
le trajo el recuerdo del pasado de felicidad destruido por su culpa.
22. Después de un momento de silencio, besando la cara del pequeño Caín, le
dijo: “Hijo, un día el sol vendrá para quedarse, trayendo en sus rayos un
mundo solamente de armonía; Ya no habrán animalitos para combatir, ni
corderitos para morir sobre el altar” El pequeño Caín deseando ver rayar
pronto ese día, dijo a su madre: “Madre, mañana el sol nacerá en el
paraíso; ¡Pide para que él se quede! Así podré jugar, jugar, y nunca más
dormir”. Ansioso en ver rayar el día que no tendría fin, el pequeñito Caín
solamente se durmió hasta después de hacer a su madre prometer que
pediría al sol permanecer.
23. Un nuevo día de sol radiante a caminar por el cielo surgía para Caín,
trayendo en sus rayos alegría y calor. Mientras jugaba en el jardín, sus
ojitos curiosos se volteaban muchas veces hacia el sol que parecía
acariciarlo con una sonrisa de esperanza. Viéndolo, sin embargo, caminar
en dirección del occidente, el pequeño corrió hacía su madre,
preguntándole: “Madre, ¿Él prometió quedarse?” Eva, tomándolo en los
brazos, le sonrió procurando hacerlo comprender con palabras simples,
mientras le señalaba el distante paraíso, la historia de la redención.
24. El sol vendría un día para quedarse. Caín, insatisfecho con las palabras de
la madre, demostró no tener paciencia para esperar ese día que yacía en
un futuro distante. Repetía en llanto: “¡Yo quiero el sol ahora, mañana no!
Eva, pacientemente, procuró calmar a su hijo, hablando sobre la luz de
Dios, que puede convertir la noche en día. Él lo amaba y podría henchir su
corazoncito de brillo, de alegría y paciencia. Podría así, esperar feliz el día
de sus sueños. Balanceando la cabecita en rechazo al consuelo de la
madre, Caín pronunció entre sollozos: “Yo quiero al sol porque yo puedo
verlo, al Eterno no”.
25. Como una flecha dolorosa las palabras de rebeldía de Caín penetraron en
el corazón de Eva, haciéndola llorar amargamente. Los fieles en todo el
Universo se unieron a ese llanto. Una tristeza infinita se cernía sobre el
corazón del Creador rechazado. Se esbozaba en los gestos de Caín los
primeros pasos por el camino descendente de la rebeldía. ¡Cuántos lo
seguirían rumbo a la muerte! Inconsciente de la tristeza que se había
abatido sobre el reino de la luz, Adán, al ver el sol declinar en el horizonte,
dejó su trabajo en el campo dirigiéndose hacia la casa.
26. Tenía un cántico en el corazón al caminar hacia un encuentro más con los
suyos. Al acercarse al altar, vio junto a él a su compañera postrada en
llanto. El pequeño Caín yacía allí también llorando. Tomándolo en los
brazos, Adán le preguntó con ansiedad: “¿Qué sucedió hijo mío?” Caín
tristemente respondió: "Mamá dejó ir al sol todavía” amparando al hijo con
su brazo izquierdo, Adán puso su mano derecha sobre el hombro de Eva,
más no encontró palabras para consolarla. La frase dicha por su hijito,
pareció rasgarle el corazón, haciéndolo revivir la caída. Después de
reflexionar, Adán sintiéndose culpable respondió a Caín: “Fue papá quien
dejó ir al sol todavía hijo mío”.
27. Con sollozos de gran tristeza, Adán se unió a ellos en llanto. El recuerdo del
Salvador, sin embargo, lo consoló. Secando sus lágrimas y las de su hijito,
le dijo con ternura: “Podemos alegrarnos hijito, pues Dios prometió hacer el
sol para siempre brillar en el cielo; él será como el fuego que aparece en el
altar, expulsando a las tinieblas de la noche”. Con los ojitos vueltos hacia el
último claro del arrebol, Caín permaneció sin consuelo. En aquél atardecer,
no hubo como de costumbre una alegre cena. La pequeña familia,
entristecida, permaneció silente a meditar por largas horas, hasta que
soñolientos durmieron bajo la luz de las estrellas.
28. El enemigo y sus huestes, en sarcasmo de maldad se burlaban en aquella
noche del sufrimiento de Dios y Sus fieles. Repitiendo las palabras de
rebeldía del pequeño Caín, se jactaba como vencedor. En un desafío al
Creador pronunció. ¡Mira como este mi pequeño esclavo te rechaza! Lo
mismo se dará con todos aquellos que han de nacer. Estoy seguro que el
derecho del dominio jamás saldrá de mis manos. Todas las huestes
rebeldes repitieron en eco las afrentas del engañador, humillando a los
súbditos de la luz que sufrían del lado del Eterno. Con sus afrentas, el
enemigo procuraba hacer a Dios desistir de Su plan de redención. Si eso
sucediese, su reino de tinieblas se extendería por toda la eternidad,
suplantando el dominio de la luz.
29. En respuesta al desafío del enemigo, el Eterno solemnemente afirmó:
Aunque todos e rechazaren, Yo cumpliré la promesa. El Creador no
soportaba el pensamiento de ver al pequeño Caín caminar hacia la
perdición. Por el intercedía cada día, ofreciendo ante la justicia Su sangre
que vertería. Ángeles poderosos lo guardaban en cada momento,
espantando las tinieblas espirituales que lo acechaban procurando volverlo
insensible a los beneficios de la salvación, que eran ilustrados por los
símbolos. Adán y Eva en su incansable ministerio de amor, todos los días
enseñaban a Caín las lecciones espirituales ilustradas en la naturaleza.
30. En cada sábado procuraban afirmar en su mente juvenil la esperanza de
una vida eterna, que sería fruto del sacrificio del Salvador. Él después de
vivir una vida sin pecado, moriría como un cordero, para poder expulsar
para siempre las tinieblas. Caín se conmovía a veces con las enseñanzas,
mas casi siempre cuestionaba vacilante. Rebeldemente preguntaba: ¡¿Por
qué Samael se fue a rebelar?! Cierta noche, rehusando oír los consejos de
sus padres, los acusó de todo el mal diciendo: “Si ahora no tenemos un sol
a brillar, es por culpa de vosotros.”
31. La contemplación del Edén distante bañado en sol hizo nacer en el corazón
juvenil de Caín pensamientos de aventura. Él comenzó a pensar: “Este
paraíso no está tan lejos como afirman papá y mamá. ¡¿Por qué esperar y
sufrir tanto tiempo?! ¡Él es tan bello! ¡Es de él que surge todos los días el
sol! Si lo conquistáramos, será fácil detener la luz en su fuente; Así
viviremos en un paraíso de eterno sol. Las ideas de aventura de Caín.
Llenaron el corazón de Adán y Eva de tristeza. Vieron que su interés era
solamente por el tiempo presente; él soñaba con un paraíso de felicidad y
luz conquistado por su fuerza.
32. En sus planes, no sentía la necesidad de un Salvador; ¿Para qué, si era
tan joven, inteligente, lleno de vida y de ideales? Así decía. Los días de
luchas, intercesiones y sacrificios por el destino de Caín se fueron pasando.
Oportunidades preciosas para apegarse al Salvador surgían cada día
delante de él, mas todas las rechazaba, una por una. En su incredulidad
llegó a dudar de la existencia de ese Dios, el cuál jamás había visto. A los
padres que, afligidos pero siempre con paciencia, procuraban librarlo de la
perdición hacia la cual estaba caminando, prometió un día, después de
sonreír con aire de incredulidad, creer en el Creador y en Su plan de
salvación, si se diera el caso de que Él se volviese visible en la hora del
sacrificio.
33. Con ardiente fe, aquellos padres comenzaron a clamar al Eterno. Su
presencia visible podría, quién sabe, salva a aquél hijo amado que cada día
se volvía más rebelde. El Creador oyó el clamor de los padres afligidos.
Aunque sabía que su aparición difícilmente quebraría en el corazón del
joven Caín su espíritu rebelde, estaba dispuesto a satisfacer la petición.
Extendería los brazos amigos a Caín, procurando con amor conquistarle el
corazón.
34. Como conocía sus anhelos y sueños de aventura, fácilmente Él podría
identificarse con él, cautivándolo, pues Él también era Alguien que siempre
había cargado en el pecho sueños de aventura; ¡¿No había sido la creación
del Universo una gran aventura?! ¡¿No había sido su sueño verlo
incrustado de soles fulgurantes, iluminando billones de mundos con su
brillo?! ¡¿No era también el mayor de los Suyos atravesar el valle de la
muerte, en la búsqueda de la conquista del Edén distante, uniendo para
siempre el sol en su cielo?! ¡Tenían muchas cosas en común! Caín estaba
curioso en aquel día sexto.
35. En la faz de los padres, veía el ánimo y la alegría, frutos de una fe
grandiosa. Estimulado por esa expresión de confianza, el joven comenzó a
ayudarles en los preparativos para el santo sábado. El sol finalmente se
escabulló rodando hacia el poniente, dejando como de costumbre su rastro
de nostalgia que anunciaba miedo. En medio de las tinieblas, Caín
discernió la figura blanca del cordero siendo levantado hacia el altar por las
manos del padre ese inalcanzable sacerdote que siempre estaba
implorando al Creador por la salvación de su amado hijo.
36. Con la mano levantada, Adán se preparaba para el golpe que podría, quién
sabe, romper en el corazón de Caín su incredulidad, haciendo nacer en un
solo momento la creencia en la salvación. De sus labios se escapa
entonces la plegaria de la fe: Padre Eterno, oye mi petición; ¡Mi hijo precisa
de Ti! ¡¡Solamente una mirada Tuya podrá conquistarlo. Ven Señor!! Esta
oración sincera cayó en los oídos de aquél hijo conmoviéndolo. Solamente
la plegaria ya sería suficiente para convencerlo de la existencia real de un
Salvador.
37. Mientras seca las lágrimas de la emoción, Caín se estremece al oír el ruido
del golpe de la muerte. Todo era solemne en aquel momento; ¡¿Vendría el
Creador del mundo en respuesta a la oración de amor?! ¡¿Cómo lo
encararía en su incredulidad?! Un fuerte brillo envolvió pronto toda la colina
bañando también el valle oriental. Los ojos bien abiertos de Caín se
posaron entonces en los ojos amables del Creador, que traía en la faz un
brillo superior al del sol, más no ofuscante.
38. Contemplándolo con admiración, Caín exclamó: ¡Él es joven como yo, y se
parece al sol! Adán y Eva, conmovidos por la gran nostalgia tenían deseos
de saltar al pecho del Salvador y besarlo, pero dejaron que Él se
encontrase primero con Caín. Con alegría, vieron al precioso hijo envuelto
en los brazos del gran amigo, que era parecido a su astro. Después del
largo abrazo, Dios abrazó y besó también a la querida pareja, compañeros
en el sufrimiento. Con alegría, salieron a pasear por los jardines de la
colina.
39. Al centro iba el Creador y Caín, y a los lados Adán y su compañera.
¡Cuánta felicidad experimentaban en esos pasos! Estaban completos. Caín,
conquistado por el afecto del Padre Eterno, le mostró sus animales de
estimación y su pequeño jardín cargado de lindas flores. ¡Como estaba
encantado de verlos coloridos en aquella noche deshecha por el brillo del
Creador, como bajo la luz del día! Parecía hasta como si el mismo Sol
hubiese bajado a ellos. Al pensar en el Sol, Caín como lo amaba mucho,
comenzó a hablar sobre él diciendo: ¡Como él es bello y bueno! Cuando él
se va no obstante, deja en sus lágrimas de sangre un sentimiento tristeza y
temor.
40. Todo desaparece en su ausencia: los animales, el jardín; ¡hasta los
pajarillos silencian sus cantos!... Pero basta a él decir que va a aparecer y,
todo se llena de encanto; La naturaleza se despierta de su mansedumbre,
pareciendo todavía temer a las tinieblas, más cuando las ve huir,
permanece alerta y canta; ¡Los animales, los pajarillos, el jardín… todo
vuelve a un feliz vivir! ¡¡¡ Más, esta felicidad siempre acaba!!!
41. Después de hablar estas palabras, Caín mirando al Creador indagó curioso:
Papá siempre dice que fuiste tú quien creó al Sol. ¿Es verdad? Con una
sonrisa de sinceridad Dios le contestó que sí. ¿Cuándo tú le hiciste en el
principio, continuó Caín, él ya huía hacia el poniente? Él nunca huye,
respondió el Eterno, es el mundo quien huy, respondió el Eterno, él está
triste con esa ingratitud! ¿Pero cómo? Preguntó Caín, contemplando
curioso Su faz de luz. Con palabras cariñosas, Dios comenzó a contarle la
historia de lucifer que, en su ingratitud desterró de sus ojos y de los ojos de
una multiplicidad e criaturas, el brillo de Su faz, el sol verdadero.
42. Después de actuar así, engañó a muchos diciendo que el Sol era quien
huía de ellos. Con su astucia, continuó el Creador, el ángel rebelde procuró
arrastrar al ser humano hacia las tinieblas, y lo consiguió. El Sol en aquel
día, lloró tantas lágrimas de sangre, que bañó todo el cielo. En su último
suspiro de luz, sin embargo, él le prometió al mundo ya arrebatado por las
tinieblas, volver un día a brillar para siempre, llenando todo su seno de vida.
43. Después de decirle estas palabras, el Eterno mirando a aquel joven, con
expresión de tristeza en los ojos concluyó diciendo: Hoy, el ángel rebelde
promete a sus seguidores que irá con su fuerza a detener el sol, pero él
jamás conseguirá realizar ese plan, pues no posee el lazo que podría
detenerlo: el amor. Cabizbajo, Caín oyó de los labios del Creador esa
historia de promesas, la cual ya se había cansado de oír de sus padres.
Esa historia no le daba placer, pues mostraba una noche larga de
sacrificios sobre el altar, y de un Salvador a perecer en dolor.
44. En realidad, Caín no veía razones para todo eso. ¡¿Por qué no desterrar
lejos el sufrimiento coloreando las tinieblas de luz?! En un esfuerzo de
conquistarlo, el Eterno con mucho amor miró a aquél joven insatisfecho, y le
dijo que, solamente la sangre de Su sacrificio podría hacer al Sol brillar para
siempre, en un reino de eterna felicidad y paz. No había otro camino para
esa conquista. Por ello, debería ser paciente, descansando bajo Su
cuidado.
45. Después de conversar por largo tiempo con Caín, en la tentativa de hacerlo
reconocer su necesidad de salvación, Yahwéh volteándose hacia la pareja,
comenzó a consolarlos con la promesa del nacimiento de otro hijo. Treinta y
seis sacrificios más serían contados, y sus brazos envolverían al segundo
hijo. Nacería también del dolor, mas traería en los ojos el brillo y el consuelo
de la salvación. Su testimonio de fidelidad sería perpetuado por todas las
generaciones, en el símbolo de un altar cubierto de sangre. Las semanas
se iban pasando, trayendo a la pareja nuevas de alegrías y tristezas: de un
corazón lleno de vida a latir en el vientre de Eva, y de un vacío con olor de
muerte a crecer en el corazón del joven.
46. Aunque él se había deslumbrado ante la manifestación de Dios, esa
aparición en nada le cambió su manera arrogante de pensar sobre el
sentido de la vida. Él no veía sentido en los sacrificios ofrecidos en el altar.
En los días que siguieron a su encuentro con el Creador, él argumentaba
con sus padres diciendo: Si yo fuese poderoso como el Eterno, yo jamás
me sometería al sacrificio para reconquistar el reino perdido. Él es fuerte, y
brilla como el sol. Él podría con una sola palabra expulsar todas las
tinieblas, devolviéndonos el paraíso.
47. ¡¿Para qué tanto sufrimiento?! Con ese argumento, Caín se suponía más
sabio que el Creador. Quién sabe si, en un próximo encuentro tendría
oportunidad de aconsejarlo. De esa forma, el joven Caín se sumergía cada
vez más en el abismo del orgullo y del egoísmo, lugar de ilusiones hacia
done se dirigía, pensando estar caminando hacia la victoria. ¡¿No había
sido Lucifer junto con un tercio de las huestes celestiales atraídos por esa
misma ilusión?! El Dios bondadoso, todavía, no sellaría el destino de Caín
sin antes procurar de todas las formas salvarlo de la ruina eterna.
48. Esa gracia inmerecida, fruto del divino amor, sería concedida a todo el ser
humano que viniese a nacer en éste mundo.

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