Charruas - Pi Hugarte

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Renzo Pi Hugarte

Renzo Pi Hugarte es antropólogo, investigador y docente de la FHCE [Facultad de


Humanidades y Ciencias de la Educación].

Renzo: Un libro que ustedes deben conocer, de Eduardo Acosta y Lara, que se llama Un Linaje
Charrúa en Tacuarembó, creo que tiene que ver con esto.

Entrevistador/a: Hemos estado acá; ya teníamos un estante que era para nosotros, con mucha
información. Nos interesa ver qué está pasando ahora con esa cultura, qué quedó, qué no
quedó, si hay descendientes, si no los hay, si es un mito.
Renzo: Eso desde el punto de vista cultural tiene una importancia menos que relativa, porque
que vos desciendas de lo que quieras, no te da elementos de cultura (a menos que se haya
mantenido algún núcleo relativamente cerrado que mantuviera tradiciones endogámicas). Porque
si no se corre el riesgo de pensar de una manera que puede ser racista. Yo he oído decir: "ah sí,
me gusta pescar y cazar porque soy descendiente de charrúa".

Entrevistador/a: Lo hemos escuchado.


Renzo: Es un disparate. También me han sorprendido los porcentajes que en gran parte Mónica
ha dicho. Casi un 30%. Me parece exagerado. Si ustedes van a cualquier país en donde haya
una presencia indígena importante –Perú, Bolivia, Ecuador–, lo ven en la cara de la gente. Y ven
conductas, elementos de cultura propios, que se mantienen. Aquí eso no pasa. También los
vascos, por ejemplo, dicen que hay entre cuatrocientos y quinientos mil uruguayos que tienen,
por lo menos, un ascendiente vasco. Yo tengo un bisabuelo vasco Pero ¿qué me da eso? ¿Me
da simpatía por la ETA? De ninguna manera. Le temo mucho a eso de que la descendencia
biológica se mezcle con otras cosas, porque me parece racista.

Entrevistador/a: Nosotros vimos que hay dos puntos de vista: uno que alude a la descendencia
biológica, y otro que habla de rasgos culturales, específicamente.
Renzo: Una vez me preguntaron (se ofendieron mucho los charruístas)…

Entrevistador/a: ¿Era de alguna asociación?


Renzo: Sí, creo que de la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa, ADENCH. Me
habían preguntado en la revista Tres, cuando existía: "pero, ¿y qué quedó de los cazadores?".
Yo dije: "como no sean las boleadoras, que cada vez se usan menos, nada". Porque no veo que
nadie haga el duelo cortándose los dedos. Además, conocemos poco de la cultura original, y es
de la época de la conquista. Ya empieza a afectar el proceso de aculturación, se quiera o no.
Casi no conocemos de la cultura prístina de los cazadores-recolectores. Sólo conjeturamos. Aquí
tuvimos la desgracia de que no viniera ningún proto-antropólogo que se preocupara de
registrarlos o retratarlos, como Katleen en EE.UU., que además de describir a los indios de las
llanuras, pintó escenas y retrató personajes. Ojalá hubiéramos tenido un aventurero así. El mejor
de todos es Azara, que era un hombre del siglo de las luces, un iluminado. Pero tenía muchos
vacíos; para empezar, no hablaba ninguna lengua indígena.

Entrevistador/a: Sí, más bien los describe físicamente.


Renzo: Seguro. Y cuando dice: "éstos tenían un idioma que era muy narigal [sic] o gutural", eso
no explica nada. Imagínense que fuésemos a Letonia, Lituania, Estonia o Rusia y dijéramos
cosas como esas: ¿qué idea podríamos dar de esas lenguas? Ninguna. Pese a que pasó
bastante tiempo, y pudo aprender por lo menos el abanie 'é guaraní, de comunicación, de trato
[sic]. Al parecer, Artigas debía –esto es lo que dice Maggi– conocer el charrúa, que era otra
cosa, otra lengua. Nuestros próceres, desde Zorrilla de San Martín a Bauzá, creían que los
indios sólo hablaban guaraní. No, usarían el guaraní como lengua de comunicación, como
lengua franca. Estos intelectuales vivieron en una época en la que había charrúas vivos. Al único
que se le ocurrió que los indios hablaban charrúa fue a Vilardebó, a través del sargento Silva,
que había vivido con los indios y conocía su idioma.

Entrevistador/a: Sí, la numeración, nombres de lugares...


Renzo: Todo creían que era guaraní. A mí me llamaba la atención –yo no soy experto en
antigüismo– que Artigas nunca pide lenguas, nunca requiere un intérprete, como sí pasa con
otros jefes de la época. Entonces, él hablaba el guaraní, el abanie 'é del Paraguay, después de
vivir treinta años. Y parecería que tenía nociones o que por lo menos podía entenderse con los
charrúas. La hipótesis de Maggi [Carlos], que es bastante aceptable, es que Artigas se va al
campo cuando tiene dieciséis años. Y si se dedica al contrabando de ganado y a todo eso, ¿con
quién iba a convivir?; ¿quiénes eran los que manejaban las vacas? Eran los indios. Entonces, es
probable que sí, que conociera la lengua. Pero sobre eso Artigas no escribió, no dejó nada.

Entrevistador/a: Los menciona, como participantes de la Revolución.


Renzo: Sí, evidentemente tenía una ascendencia y una relación, porque lo acompañaron hasta
el final. Aunque nunca formaron parte del Ejército patrio. Eran como cuerpos libres de guerrilla.
Ni siquiera acampaban juntos (de eso hay descripciones del abuelo de Acevedo Díaz, que era
español y se pasó a la causa de la independencia). Acampaban aparte del Ejército, y se
ocupaban de cosas importantes por ese entonces, como de robarle los animales al enemigo. Y
en esa época, sin caballo no podías hacer la guerra. Primero, que el movimiento era muy lento.
Segundo, que no tenían cómo cazar vacas para alimentarse. Y tampoco podían desplazarse.

Entrevistador/a: Nosotros leímos también sobre el tema de la vigilancia, que se quedaban


afuera de donde iba la tropa, por ejemplo, al costado vigilando o controlando la situación.
Renzo: Sí, es probable que intervinieran en las persecuciones, en acciones que no eran una
batalla en sí. Además, a ellos les interesaba porque era la manera de conseguir instrumentos y
armas de hierro.

Entrevistador/a: ¿Cuál es su punto de vista sobre las siete asociaciones que ahora están
reivindicando lo charrúa?
Renzo: Con el que tenía más contacto era con Rodolfo Martínez Barbosa, que murió. Él había
estado en la ADENCH, pero después se pelearon. Eso pasa en todos los grupos y asociaciones.
Parecería que fuese una ley. En todas estas asociaciones, siempre ha habido divisiones y
grupos (que a veces no responden a cuestiones políticas, sino a cuestiones de simpatía
personal, por el poder). Yo no sé si estas asociaciones no han buscado apoyo monetario a
través de Europa. Puede ser, porque a un europeo vos le hablás de los descendientes de
charrúas, y piensa que son como los mineros de Bolivia; no tiene idea de que son muy distintos.
Y después están los otros, como Abella, que dicen que hay una especie de voluntad: que vos te
declarás charrúa, y ya con eso sos charrúa. Pero la identidad de una etnia no la da tu propia
filiación; te la dan los otros también. No alcanza con que uno se proclame tal cosa; es necesario
que los otros te vean como eso.

Entrevistador/a: Abella nos ha hablado de las prácticas religiosas, la presentación de los niños
a la luna… Él sostiene que es "made in charrúa".
Renzo: Bueno, eso habría que averiguar bien si no son creencias de origen Mediterráneo que
vinieron a dar acá. Yo me he dado cuenta, leyendo sobre las meigas y las brujas gallegas, y
sobre la brujería vasca, que muchas de las creencias de la campaña en la que yo me crié, me
las encuentro allá; no son de guaraníes, ni de nada.
Entrevistador/a: ¿Puede identificarse algo charrúa?
Renzo: Me gustaría que hubiese grupos que hubieran mantenido elementos de su cultura,
aunque fueran mezclados, y demás. Pero no los hay.

Entrevistador/a: Después de la matanza de Salsipuedes, ¿se terminó lo cultural?


Renzo: Lo cultural, sí. Pero hubo unas matanzas en el Arapey, las de Mataojo. Y después, los
poquitos que quedaron se tomaron el desquite con Bernabelito, ya en el Cuareim, en Yacaré-
Cururú. Luego se metieron en Brasil. En Río Grande no fueron exterminados.

Entrevistador/a: Y en Entre Ríos parecería que hay una comunidad.


Renzo: Yo he oído de eso, pero nunca lo pude ubicar. Porque me hubiera ido a verlo. Creo que
hubo mayor mestizaje. En Río Grande, se arrimaron a las estancias, trabajando como peones y
demás. Los usaron, incluso, en la Guerra de los Farrapos. Hay unos relatos de un oficial, que
dice que eran mejores soldados que los blancos. Conocían el terreno y se satisfacían con poco:
comían lo que fuera (un avestruz o lo que encontrasen); dormían al raso. No requerían
comodidades. A muchos deben haberlos liquidado. Pero hasta donde yo sé, las últimas
referencias escritas de descendientes de charrúas que estaban arrimados a estancias son de
Río Grande. De los que vinieron como cautivos a Montevideo, algunos deben haber dejado
descendientes.

Entrevistador/a: Hay un montón de gente que sabe que la abuela o la bisabuela…


Renzo: Claro, esos recuerdos familiares que son inverificables [sic]. Y además, la mayor parte
de la indiada aquí, en el Uruguay, fue guaraní. Todo esto era una enorme estancia guaranítica
hasta el Río Negro, que funcionaba con puestos de estancias de indios, que ya estaban
totalmente destribalizados y cristianizados. Ya los curas les habían transformado su cultura
originaria. Esos son los que todavía vemos en el Interior, a los que se dice chinerío, y que se
identifica también con el pobrerío (que siempre ha estado en las orillas de los pueblos y las
estancias). Pero la gran mayoría de ellos no son charrúas, son guaraníes.

En los últimos episodios los charrúas eran muy pocos. En Salsipuedes eran trescientos indios de
lanza, o sea, guerreros. El parte oficial es que mueren ochenta o cuarenta, y los demás quedan
cautivos. Quedan las chinas, los niños y algún viejo que debe haber muerto pronto.
Sobrevivieron porque resistieron, huyeron y pelearon. En toda América, los indios que se
amansaron, y que establecieron buenas relaciones son los que desaparecieron primero, porque
se agarraron pestes. Y los que fueron a París, creo que todos murieron tuberculosos. Dicen que
Senaqué murió de consunción, o sea, el enflaquecimiento y debilitamiento que se produce en la
última etapa de la tuberculosis, hasta que hace un colapso cardíaco y muere. ¿De qué muere
Vaimaca? No lo podemos saber, porque el esqueleto no nos dice nada. No hay huellas de
lesiones tuberculosas en los huesos, que eso ocurre cuando el contagio opera de niño. Pero
sabemos que Guyunusa muere de tuberculosis en el hospital de Lyon el día en que entra. Yo
creo que, al llevarlos, todos se contagiaron, porque vivían juntos. Esas historias de que la hijita
de Guyunusa pudo vivir y reproducirse son falsas. Una niña de ocho años, con una madre que
muere, ¿qué posibilidades tenía de sobrevivir? Muy pocas. Y de Tacuabé no se sabe nada;
tampoco de su hija. De la misma forma, los que trajeron a Montevideo se debían contagiar en
seguida. Ahora, algunos pueden haber dejado descendientes, ¿cómo no?

Entrevistador/a: Y Bernardino, ¿no es descendiente para usted?


Renzo: Tiene el aspecto físico que se lee en [las descripciones de] los escritores de la época,
cuando los caracterizan, y dicen que son altos, más oscuros de piel que los otros.

Entrevistador/a: A él le hicieron un análisis genético, y resultó que aparentemente era


descendiente.
Renzo: Tiene un cráneo largo, y no tiene los pómulos muy marcados. Porque los guaraníes de
tipo paraguayo tienen un cráneo redondo, los pómulos más bien marcados, y son más
amarillentos, más claros. Los que los vieron a partir del siglo XVIII dicen eso. Cuando dicen que
son altos, tenemos que tener en cuenta lo que era alto en el momento, porque los europeos eran
petisos. Entonces, si medían entre 1.65 y 1.70 [metros] eran altos. Y Bernardino es bastante alto.
Hay una forma muy fácil de darse cuenta. Llama la atención las armaduras que vos ves en los
museos europeos, que son de siglos anteriores. Si ves una prenda, puede ser que haya
encogido. Pero el hierro de las armaduras no encoge, y son chicas. Ese tipo de físico debió
mantenerse. Entonces, venían para aquí, veían un indio de 1.70, y decían que eran gigantes.
Bolívar medía metro y medio. Cabe cuestionarse lo mismo para el caso de Artigas. Capaz que
medía 1.70, que para los cánones de ahora sería un individuo común.

Entrevistador/a: Mónica nos decía que usted estudia el folclore uruguayo. ¿Es así?
Renzo: No, son exageraciones de ella. Lo que pasa es que yo me crié en el Interior, en pueblos
criollos. Nací en Durazno, y viví en varios lugares. A mi abuela materna, que murió cuando yo
tenía dieciocho años, le pedía que me contara de cuando ella era niña. Por eso he conocido
muchas supersticiones y leyendas. Ella tenía una mentalidad mágica, propia del campo. Creía en
las luces malas, en la leyenda de la viuda. Nació en 1880. Yo le preguntaba si en las fiestas se
bailaba el pericón (sobre finales del siglo XIX, ya estaba desapareciendo como baile popular de
campaña). Me crié oyendo esas cosas, en las cuales creía, así como por otro lado era un
hombre de ciudad. Antes de que surgieran las asociaciones de descendientes, y aún dentro de la
dictadura, lo que conformaba la base de nuestra identidad era el gauchaje. De ahí el asunto de
las sociedades criollas, aquí y en otros lados, en Argentina, en Río Grande.

Entrevistador/a: ¿Por qué cree usted que nacieron estas asociaciones después de la dictadura?
Renzo: No tengo una explicación. Creo que es por la búsqueda de una identidad. Porque esa es
una vieja discusión: que los uruguayos no tenemos identidad alguna. Seremos
predominantemente blancos, y nos sentiremos muy europeos...

Entrevistador/a: Esa idea es lo que quieren romper estas asociaciones: quebrar con eso de que
somos 100% europeos.
Renzo: Claro. Y en los términos de la cultura erudita, fuimos muy dependientes, sobre todo de
los franceses. En la poesía, en la literatura, en la arquitectura, etc. Vos vas a París y no te sentís
fuera de casa; encontrás construcciones que son muy similares. En Buenos Aires pasa lo mismo.
Los libros en que estudiábamos nos hicieron creer que éramos europeos. De alguna manera,
somos parte de las "nuevas Europas": EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda; son los
lugares que desde el siglo XVI se fueron colonizando, a los cuales se llevaron plantas, animales,
pero también las malas yerbas y las enfermedades. Cuando vamos a Europa, nos damos cuenta
de que no somos europeos. Ni siquiera españoles. Puede ser que sea una cosa de mi oído, pero
no entiendo muy bien a los madrileños, con su dialecto. Le entiendo mejor a un boliviano, que
me puede introducir palabras en quechua en su discurso, que me dice alántico por atlántico o
alético por atlético. No somos europeos; somos americanos, pero distintos. No somos el Perú, ni
Bolivia. Daría la impresión de que lo más profundamente americano es lo indígena. Entonces,
vamos a reivindicar eso.

Entrevistador/a: Las asociaciones reivindican que los primeros pobladores fueron los charrúas.
Renzo: Creo que esa es la idea que está en el imaginario, moviendo a estas asociaciones. Es
una construcción social, que además puede cambiar. Ahora ya no se habla tanto de la
gauchería, como afuera, en la Fiesta de la Patria Gaucha, en Tacuarembó.
Entrevistador/a: Lo que pasa es que también plantean que el gaucho sería una nueva forma de
apropiarse de lo indígena. Porque primero fue el indígena y después el gaucho. El gaucho tomó
muchas cosas del indígena; se aculturó.

Renzo: Los riograndenses sostienen que el gaucho deriva directamente del indígena. Yo creo
que deriva mucho más del modelo de los españoles, pero con cierta cosa. En general, la
aculturación se produce desde el que tiene una tecnología superior al que tiene una tecnología
inferior. Pero a veces hay de vuelta, también ¿Cómo se maneja el caballo acá? ¿Cómo hacés
para que tuerza? Le llevás las dos riendas para un lado o para el otro. Eso, en la equitación
europea, es inconcebible. No pueden creer que vos manejes un caballo así. Y eso fue una
práctica indígena. Los europeos usaban el freno. Los indígenas usaban el bocado (un aro de
cuero o de hierro que se coloca detrás de los colmillos del animal); pesa mucho menos, y le
lastima menos la boca. Es decir, que la equitación gaucha sí toma del indígena, y toma, además,
algunas cosas como la boleadora, que ahora se ha dejado de usar. Las últimas boleadoras las
usaban los estancieros ricos para alardear, enrolladas a la cintura, pero hechas de bocha de
billar, de marfil. Eran de lujo, no eran para tirárselas a un redomón; tenían agregados de plata y
oro.

Entrevistador/a: Respecto de la práctica yuyera y todo eso ¿qué sabés?


Renzo: Eso es europeo. La idea de que tatadios hizo plantas y yuyos que curan las
enfermedades es muy vieja en la humanidad. Existe, además, en China, en la India. Y eso lo
trajeron. No es invención ni indígena, ni guaraní, como se dice. Lo que sí es [local] es la
adaptación de las plantas del lugar (que eran distintas de las europeas) para los distintos males
que se podían curar mediante la herboristería.

Entrevistador/a: Y del lenguaje charrúa, ¿quedó algo o no?


Renzo: Aparentemente, algún toponínimo; marmarajá, por lo que yo me acuerdo.

Entrevistador/a: Nos han dicho que mulita es charrúa, también.


Renzo: No, mulita no es charrúa. Mulita es por la mula, porque tiene las orejas largas. Eso es
típicamente español. Los españoles ponían nombres de sus animales a animales que eran
parecidos. La nutria nuestra no es la nutria europea. La nutria europea es lo que nosotros
llamamos lobito de río; es un carnicero, no es un roedor. Como veían que era un animal con una
forma adaptada al agua, y que vivía en el agua, le pusieron nutria, pero no tiene ningún
parentesco.

Entrevistador/a: O sea que culturalmente no habría quedado nada.


Renzo: Acá quedó muy poco. Quedó un poco más en Paraguay, pero tampoco nada muy
original, sino de lo que fue la transformación mediante las misiones, que se produjo en los
guaraníes. El propio mate es un invento jesuítico. Los indios mascaban las hojas, como se
mascan las hojas de coca. Hay unas bombillas en Argentina y en Paraguay que se llaman
tacupí, que están hechas con una cañita, con elementos vegetales. No son anteriores a las
bombillas metálicas; al revés, son copias de estas últimas, [hechas] con materiales de los que
podían disponer, ya que no podían disponer del metal, ni de moldes para hacerlas. Eso pasa en
América. En Perú, por ejemplo, hay mucha cerámica que copia modelos metálicos que eran
mucho más difíciles o caros de lograr y de trabajar. Uno tendería a pensar que la cerámica es
anterior a la metalurgia. Se está equivocando. En las misiones se hicieron muchos talleres.
Normalmente se fabricaba la pólvora. Se usaban cañones –que hasta Rivera usó– llamados
tacuaras, hechos de cañas grandes (las tacuarembó). Así corrieron a los bandeirantes. Quien
avanzara a pie o a caballo no podía enfrentarse a un cañonazo de esos. Aunque no pudiesen
competir con la artillería europea de la época del metal, eran armas eficaces para las luchas
contra los bandeirantes y otros.

Entrevistador/a: Cuando dijo que quedaban sólo boleadoras, ¿quién se molestó? ¿Se
molestaron las asociaciones?
Renzo: No sé si fue ADENCH o fue Abella.

Entrevistador/a: ¿O fue Picerno?


Renzo: No, Picerno no había hecho aparición pública todavía. El argumento era que habían
dejado elementos de tipo ideológico: sentimientos igualitarios. Ojalá fuera así. Estoy seguro de
que hay una gran cantidad de uruguayos que no son ni solidarios, ni tienen idea de la libertad.
Ahora, el estudio de la formación de los mitos y de cómo actúan es muy interesante. No importa
si los mitos son verdaderos o son falsos. Para los que creen en ellos son verdad. Interesa la
construcción ideológica que eso implica, y cómo actúa en la gente. Debe estudiarse cómo
funcionan y cómo se transmiten en la sociedad.
Entrevistador/a: Y en el caso de lo indígena, te referís a esa transmisión, supuestamente oral,
que se mantiene. Serían todos esos mitos, esos ritos animistas, lo sagrado, los espíritus...
Renzo: La escuela ha hecho mucho por eso. La casa también; no sólo la familia, sino además el
vecindario, principalmente, en el Interior.

Entrevistador/a: Hay un monumento en Salsipuedes, al cual no pudimos llegar; dicen que es


enorme. También están las cartas de Tacuabé, hechas en bronce. Supuestamente por ahí
estarían los cuerpos de los charrúas.
Renzo: No conozco ese monumento. El mazo está incompleto porque tiene treinta cartas, y en
algunas cartas se mezclan aparentemente las espadas con los bastos.

Entrevistador/a: ¿Participó usted en las investigaciones y estudios genéticos que hizo Mónica
Sans?
Renzo: No, yo no soy antropólogo físico. Estudié más bien arqueología. Lo de Mónica requiere
laboratorios sofisticados.

Entrevistador/a: ¿Por qué piensa que se da esa especie de celo académico respecto del tema
de los restos de Vaimaca?
Renzo: Eso me parece un disparate. Hay una cuestión de sacralizar los restos: "son una
reliquia". Como sucede con la mandíbula de San Antonio de Padua, que está adentro de un
relicario de oro, porque se dice que era un orador. Además, debe ser de madera. En último
término, no importa que la reliquia sea verdadera; importa que el individuo lo crea. Con el
esqueleto de Vaimaca pasa lo mismo. Vaimaca le pusieron en Francia; aquí se llamó siempre
Perú. No sé por qué le pusieron ese nombre, ni qué significaba. Es como algo sagrado. Pero me
llamó la atención –y escribí algo sobre eso en un artículo que salió en el Anuario Antropológico,
como dos o tres años atrás–, la actitud de José Joaquín Filgueiras. Dice que no se debía [sic]
estudiar el esqueleto, y menos una muela, y que ya había sido estudiado. Eso es descreer de las
posibilidades que la técnica te va permitiendo. Porque, además, ya hay medios técnicos para
saber, a través de los huesos, las etapas que la persona vivió: si vivió etapas de mala
alimentación, de hambre en la infancia o en la edad adulta, cómo se superpusieron esas cosas...
Si Perú tenía entre diez y quince años, y en ese período comió mal, ¿qué estaba pasando? Si
después empezó a comer bien, lo mismo. Se pueden hacer muchas cosas. Y las [posibilidades]
que podrán venir aún.
Entonces, que una persona que tiene muchos estudios serios y demás diga que no hay que
tocar el esqueleto es como que le quitase credibilidad al estudio, a la ciencia, y a los desarrollos
técnicos que la ciencia permite. Yo me opuse a los que querían enterrar el esqueleto; enterrar
esos huesos en nuestro territorio, que es una tierra bastante ácida y húmeda, supone que se
pierdan indefectiblemente en poco tiempo. Creían que estaba en una especie de feria de
curiosidades, y no es así. Estaba muy bien guardado en el Museo del Hombre, que trata con
mucho cuidado sus colecciones. Yo lo vi muchas veces. Estuvo un tiempo en una caja de
madera de roble con cristal, armado con alambres. Luego lo colgaron de una percha ¡Estuvo
perfectamente cuidado por ciento cincuenta años, para que lo vengan a enterrar en Salsipuedes
y desaparezca! Aún en el Panteón Nacional, en donde está actualmente, no creo que el estado
de conservación pueda ser el ideal.

Entrevistador/a: En las asociaciones nos han dicho que los restos de los charrúas que mataron
en Salsipuedes pueden estar debajo de la Laguna del Silencio. Mónica nos decía: "no hay
ningún resto. No se ha encontrado nada". ¿Cómo puede ser que si hubo una matanza no se
encuentre ningún resto?
Renzo: En la superficie no hay. Pasa con otras cosas. Sabemos perfectamente dónde fue la
Batalla de Sarandí, pero los que murieron en esa batalla, ¿dónde están? Los habrían enterrado
ahí. Si empezamos a excavar, capaz que encontramos uniformes imperiales, balas o pedazos de
sable. Eso pasa en muchos lugares de Uruguay, ya no de época indígena, sino de época criolla.
Alguna vez les he dicho a mis compañeros arqueólogos que excaven en los campos de batalla:
Cagancha, Rincón, Sarandí, etc. Pero también se precisan recursos monetarios y gente. Y si
esos restos están bajo el agua, los estudios son más caros aún. Primero, habría que secar la
laguna con bombas, y tirar el agua para otro lado. Segundo, hay que tener en cuenta que en
donde hay agua, se deposita materia orgánica y barro; habría que extraer todo eso también.
Además, el agua es muy destructora; termina ablandando y deshaciendo los huesos –más si
pasaron casi doscientos años. Y bueno, bien pudiera ser. Todavía queda mucho por excavar y
averiguar.

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