+ DX de Los Trastornos Narcisistas Hugo Bleichmar
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Revista de Psicoanálisis
Julio 2000 - No.5
Hugo Bleichmar
De manera semejante a lo que sucedió con otras disciplinas, como la química, por
ejemplo, en que primero se describieron entidades sin relación las unas con las otras y,
luego, cuando se accedió a comprobar que estaban compuestas por diferentes átomos que
podían entrar en varias de ellas, y que lo propio de una substancia dependía de la forma
particular de combinación de elementos simples, el camino que debe recorrer la
psicopatología consiste en la descripción de "átomos" o dimensiones que al articularse
originan algo que no estaba previamente en los componentes aislados, lo que se ha llamado
cualidad emergente (Morin, 1977).
Por tanto, reformulación del concepto de identidad -para sacarla del marco reducido de
categoría sociológica- desde los sistemas motivacionales que le dan forma.
1. Tolerancia/rechazo y castigo del deseo. Se trata, por tanto, del análisis de la estructura
del superyó, de sus funciones: auto-observación, función del ideal, conciencia crítica
(Freud, 1923, 1933).
Ejemplos de los efectos sobre la operatoria del psiquismo que producen ciertas
representaciones: a) el estado de obnubilación, perplejidad, de casi suspensión de la función
simbólica, que ocurren en los primeros momentos de los acontecimientos traumáticos, lo
que podemos considera como estado de shock psíquico; b) la desactivación del pensar, el
adormecimiento, la disminución de la libido de ciertos estados depresivos.
G. Los recursos que se tienen para llevar adelante los deseos. No basta con desear algo, que
el superyó lo permita, que no se despierte angustia y que se lo vea como realizable, pues si
la persona no tiene las capacidades emocionales e instrumentales / prácticas para llevar a la
acción esos deseos todo quedará en el nivel del deseo fantaseado. Es una de las razones,
entre muchas otras, por las cuáles la pregunta sobre el deseo y el reconocimiento del deseo
es sólo una parte de las cuestiones a las que debe responder un diagnóstico. En este sentido,
la prohibición del deseo -eje de la primera psicopatología freudiana- no constituye el único
obstáculo que se interpone en el camino de aquél. En el curso del deseo hacia su realización
hay una serie de eslabones que son todos ellos condiciones necesarias:
1. Surgimiento del deseo, es decir que exista y que tenga fuerza. La fuerza del deseo de
cada sistema motivacional no es de carácter universal y su única variación individual sería
si está reprimido o no. En "Avances en Psicoterapia Psicoanalítica" (Bleichmar, 1997)
hemos señalado que si el deseo, en su especificidad, depende del papel estructurante del
otro, cuando este otro no catectiza un área de deseo del sujeto quedará un agujero en el
psiquismo, diferente de cuando el deseo es intenso y está reprimido -primera psicopatología
freudiana con las descripciones de la histeria y de los cuadros obsesivos, por ejemplo.
2. Que no despierte angustia inhibitoria por parte de la crítica interna del superyó o de la
creencia -a veces concordante con la realidad- sobre una amenaza externa que se le opone.
3. Que se sienta como realizable
4. Que se tengan los recursos yoicos para implementar su puesta en acto en la realidad.
Las tendencias agresivas y libidinales constituyen grandes líneas de fuerza en todo sujeto,
con un peso relativo de cada una de ellas que es variable, con momentos en que se activan
unas u otras, con una base constitucional pero dependiendo en su desarrollo, en su
intensificación o disminución de las condiciones que el sujeto va encontrando en sus
intercambios con la realidad exterior, especialmente con sus seres significativos. Pero, una
vez alcanzada una cierta estructuración del sujeto, serán vectores que incidirán para la
forma que adopten los distintos sistemas motivacionales: impregnarán, organizarán, al
sistema sensual/sexual, al narcisista, al de la hetero-autoconservación, al del apego. Así,
podrá haber sexualidad agresiva o amorosa, apego tierno o controlador/impositivo/agresivo,
narcisismo agresivo/destructivo o libidinal, etc.
I. Gramática de la afectividad y los estados mentales: forma en que en una persona tienden
a encadenarse, a eslabonarse, los estados afectivos y mentales. Ej.: ante el sufrimiento -sea
psíquico o físico, no importando su temática-, activación automática de la agresividad,
como se ve en algunas personalidades borderline que frente a diferentes tipos de malestar -
dolor físico, sufrimiento narcisista, sentimientos de culpa, angustias de separación, etc.- , se
desencadena automáticamente agresividad descontrolada.
J. Uso de la emocionalidad como comunicación y acción sobre el otro para inducir estados
afectivos deseados que satisfagan a los sistemas motivacionales del sujeto o que eviten las
angustias prevalentes. Hay personas que para tener la convicción de que llegan al otro,
requieren como indicador de que esto sucede que el otro comparta el mismo estado
afectivo, sea ansiedad, alegría, tristeza, etc. Si alguien posee esta modalidad
comunicacional de su afectividad, en los casos en que el terapeuta mantenga un tono
afectivo propio, bajo, el paciente podrá incrementar la afectividad a la manera del aumento
del volumen de voz que se produce cuando se le habla a un sordo. Círculo vicioso entre
ciertos pacientes y ciertos terapeutas que, no tolerando la hiperemocionalidad, bloquean su
propia afectividad, lo que es sentido por el primero como que no llega a comunicar lo que
siente, con lo que redobla sus esfuerzos de impostación de la afectividad.
K. Síntomas que surgen como productos de condensación entre deseos, angustias, defensas
y recursos. Síntomas que, a veces, son básicamente defensivos de encubrimiento, de
realización de deseos -buscados activamente desde el inconsciente- y muchas otras efectos
no deseados, consecuencias del interjuego deseo/angustia/deseo/recursos.
Ñ. Grado de insight, de función reflexiva (Fonagy, 1999, 2000), de captación del sujeto no
sólo de sus deseos y fantasías sino de su nivel operatorio, así como de los estados
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emocionales e intencionalidades del otro. Diferenciar entre memoria representada
simbólicamente -semántica, biográfica, etc.-, recuperable en términos de imágenes y de
narrativas, por un lado, y memoria procedimental, actuada, el llamado "enactment".
Memoria procedimental que, como dijimos más arriba, no puede ser recuperada en el
tratamiento por el relato del paciente, por la narrativa con que representa su vida y sus
vínculos actuales, sino por la observación de cómo va reaccionando en el momento a
momento de la sesión, por la forma de relacionarse con el terapeuta, por lo no dicho pero
actuado, por cómo un estado afectivo o mental desemboca en otro.
El tomar en cuenta las dimensiones que venimos de enumerar a título ilustrativo, el pensar
al paciente en términos de las mismas, intentando ver cuál es la configuración de
dimensiones que mejor describe su personalidad, el formar una especie de grilla con esas
dimensiones e ir colocando en ella el funcionamiento del paciente, permite entender qué es
lo que diferencia al enfoque "Modular-Transformacional" de aquellos otros que consideran
como suficiente para explicar al psiquismo a las grandes categorías generales tales como
Edipo, deseo, castración, falo, self, represión, sexualidad, posición esquizo-paranoide o
depresiva, intersubjetividad, apego, identificación proyectiva, etc., no porque ellas sean
prescindibles sino porque aisladamente sólo dan cuenta de algunas problemáticas, por más
importantes e indispensables que éstas sean. Nuestro cuestionamiento es a su uso como
explicaciones omniabarcativas, y no nos estamos refiriendo al empleo de "clichés" o
contraseñas de identidad por los miembros de algunas escuelas -sería lo menos grave pues
afectaría sólo al sector dogmático de cada una de ellas y, especialmente, a los miembros de
menor formación que encuentran en su repetición la condición fetichista de pertenencia-
sino a la concepción epistemológica de fondo: pensar que el psiquismo, que llegó a ser lo
que es luego de millones de años de evolución, en dirección hacia una complejización
creciente, psiquismo que organiza los múltiples intercambios del sujeto con el grupo
humano en el que convive, con las fuerzas del mundo exterior a las que debe adaptarse, con
las tensiones internas del cuerpo y de su propia organización, pueda quedar descrito por
unas cuantas fórmulas. Si de algo nos puede servir el panorama actual de la revolución a la
que asistimos en biología es que cada entidad aparentemente sencilla está formada por un
número difícil de predecir de elementos y de procesos de articulación y transformación de
componentes que, en su sinergia y antagonismos, dan lugar al funcionamiento total. Es
nuestra impresión que los psicoanalistas somos, frecuentemente, como los filósofos de la
antigüedad que "razonaban" cómo eran las cosas en vez de estudiarlas en su particularidad
y que, sobre todo, se conformaban con unos cuantos principios para lograr creer que sus
mentes dominaban el conocimiento de las mismas. No es infrecuente en nuestro campo el
constatar una práctica consistente en delimitar un campo restringido de las fuerzas y
condiciones que organizan el psiquismo y luego, arbitrariamente, decidir que sólo de eso se
ocupa el psicoanálisis, creándose un encierro dentro de fronteras protegidas por lo que
hemos denominado "candados ideológicos", o sea, argumentos racionalizadores que
descalifican cualquier dato o posición teórica que ponga en cuestión al sistema de
creencias.
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Respecto al enfoque "Modular-Transformacional", lo entendemos como enmarcado por:
a) Las representaciones, en múltiples áreas, que el sujeto tiene de sí mismo -lo que se suele
denominar representaciones del self o "yo representación" .
b) Las ambiciones narcisistas: ideales para el yo; yo ideal (para una diferenciación entre
ambos, ver Bleichmar, 1978, 1981; para la relación entre el concepto de superyó y el de
ideal del yo, Winograd, 1983).
d) Los recursos de los que se dispone para satisfacer las expectativas narcisistas: afectivos -
ejs.: gama de reacciones afectivas, capacidad de regular la afectividad y la ansiedad
(Lichtenberg, 1989)-, interpersonales -ej.: capacidad para provocar en el otro las respuestas
afectivas deseadas-, además de los recursos instrumentales, intelectuales, capacitación
laboral/profesional, etc.
Pasemos ahora a examinar las dimensiones que hemos propuesto como organizadoras del
balance narcisista.
Entre las representaciones que el sujeto tiene de sí, adquieren la máxima importancia las
creencias básicas inconscientes -"creencias matrices inconscientes pasionales"- acerca de la
propia eficacia, potencia, saber hacer, verse como capaz de poder superar dificultades, etc.
Representaciones todas ellas derivadas de:
a) Discursos sobre el sujeto por parte de sus otros significativos.
b) La identificación con las representaciones que los padres tienen de sí mismo. El sujeto
toma la identidad del otro como si fuera la propia.
c) Experiencias concretas en que el sujeto se mostró eficaz, potente, tanto en las relaciones
interpersonales como con respecto al mundo en general. Es lo que han enfatizado los
autores que ponen el acento en la importancia de la reacción parental ante los deseos e
iniciativas del niño (Balint, 1952 y 1968; Winnicott, 1965; Kohut, 1971 y 1979; Stolorow,
1987; Lichtenberg et al., 1992). El primer núcleo del sentimiento de eficacia se logra en los
tempranos intercambios con los padres en los que éstos responden afirmativamente a los
requerimientos del niño. Si la sonrisa no es devuelta, si el gesto de acercamiento al otro no
es correspondido, lo que va dejando como sedimento es el sentimiento de ineficacia de la
propia acción. Traslademos estos a la situación terapéutica y preguntémonos sobre los
efectos estructurantes de la técnica clásica de no acceder sistemáticamente -es en lo
sistemático, en lo que insistimos- a la demanda del paciente.
d) Las fantasías del sujeto que, tomando los componentes anteriores los reestructurarán, o
desde las cuales son seleccionados aquellos que serán tenidos en cuenta y la codificación
que se les otorgará.
Aquí no se trata de un superyó que vigila, compara y critica, que será más severo en
algunas circunstancias que otras, que en cada momento creará conclusiones sobre el sujeto,
sino de una creencia estable, de una identidad imaginaria nuclear bajo la cual el sujeto se
representa. En términos de la segunda tópica freudiana, es un trastorno en la estructura
misma del yo. Patología del yo representación, que una vez constituida, cualquiera haya
sido su origen, se debe distinguir de la patología en la representación del sujeto que se
produce en el momento a momento del funcionamiento psíquico por la acción de las
operaciones que englobamos bajo la noción de superyó: auto-observación de fantasías que
van surgiendo en el inconsciente y la conciencia, y de las conductas que expresan esas
fantasías, junto a la contrastación con ideales que fijan cómo deberían ser esas conductas y
fantasías, arribándose a juicios en los que hay absolución, premio o castigo. Mientras que
el concepto de superyó se refiere a una modalidad de procesar representaciones,
eminentemente activa, dinámica, con tensiones entre sus componentes, en cambio las
representaciones básicas del self entran en la operatoria del psiquismo como elementos
menos móviles, de ahí la dificultad para modificar las creencias bajo las cuales el sujeto
llegó a representarse.
Resulta necesario especificar el peso relativo que las distintas áreas de autoevaluación
poseen para el sujeto -ej.: puede sobrevalorar la belleza o la inteligencia o el logro social o
los valores morales, etc. También, especificar si la jerarquía entre esas áreas es estable o
depende del contexto y de los momentos interpersonales. Esto es función, a su vez, de la
dimensión de personalidad "dependencia vs. autonomía" que, en la nomenclatura de Blatt
(1992), aparece bajo la denominación de personalidades anaclíticas vs. introyectivas.
1) Angustias persecutorias -ej.: se autodisminuye para no despertar la ira del objeto, para
no perder a la figura de apego cuando los méritos o logros del sujeto despiertan rivalidad
en ésta; lo que, clásicamente se consideró como defensa ante la ansiedad de castración.
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2) Para proteger la imagen idealizada del otro por necesidad del sujeto de contar con tal
tipo de figura.
3) Por culpa, formas masoquistas de autodenigración.
Ambiciones: yo ideal
Tipos de yo ideal, de figuras heroicas (Lagache, 1961) con las que el sujeto desea
identificarse. Niveles de grandiosidad a los que se aspira: normales/elevados/megalómanos.
Respecto al deseo de poder, una de las variantes importantes del yo ideal, que se observa en
lo líderes políticos, religiosos, ideológicos, y que se suele describir como si fuera una
categoría homogénea, requiere ser matizado en las motivaciones que le subyacen:
Por otra parte, especificar las contradicciones que pueda haber entre ambiciones grandiosas
e ideales morales, o con normas superyoicas que cuestionan la legitimidad de tener deseos
grandiosos, o que impiden las conductas conducentes a su satisfacción.
Subtipos de superyó
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Al examinar la estructura del superyó, podemos distinguir la existencia de:
La auto-observación es, por tanto, función del grado de persecución que sienta el sujeto, de
la representación que tenga de cómo reaccionaría la figura externa ante sus fallas e
infracciones y no solamente de una previa imagen de sí insatisfactoria o de la cualidad de
sus impulsos y deseos. Es la razón por la cual la disminución en un paciente de la vigilancia
por parte de su superyó requiere, en muchos casos, intervenir sobre una condición previa: la
modificación de las representaciones que tiene respecto a las reacciones de las figuras
externas frente a sus fantasías y conductas. De ahí, que la actitud terapéutica caracterizada
porque el analista actúe como superyó "auxiliar" benévolo es poco efectiva para generar
una disminución de la vigilancia del superyó en los casos en que el sujeto siga teniendo
representaciones de los otros como críticos y no aceptantes.
Por otra parte, de acuerdo al tipo de ideales, cuyo cumplimiento vigila el superyó, es
posible diferenciar, por un lado, un "superyó moral" que impone la prescripción de
"cuidarás al otro, no lo dañarás, evitarás su sufrimiento...", y que ante las infracciones a
esos ideales/mandatos se generan sentimientos de culpabilidad e impulsos a la reparación
de los daños reales o imaginarios infligidos; es el superyó que constituye el eje de la obra
freudiana y, especialmente de M. Klein, centradas en los deseos agresivos con respecto al
rival edípico.
En algunas personas, existe un "superyó narcisista" cuyos mandatos son del tipo "serás el
mejor, perfecto, no cometerás errores, debes triunfar...", tematizados como alcanzar niveles
excelsos de belleza o perfección física o intelectual, de logros sociales, y que ante el no
cumplimiento de esos mandatos determina el surgimiento en el sujeto de sentimientos de
inferioridad. En este caso, la preocupación por el objeto pasa a un total segundo plano. Es
la dimensión narcisista del Edipo, en que la posesión del objeto de amor no resulta del
placer sensual/sexual que pudiera deparar el poseer al objeto de amor sino del triunfo sobre
el rival, siendo el objeto erótico-sexual sólo un medio y un testimonio de la perfección del
sujeto.
Uno u otro de los dos tipos de superyó puede ser el dominante -ej: el "superyó narcisista"
del subtipo de trastorno narcisista que el DSM-IV describe como "trastorno narcisista de
personalidad", con mandatos internos de alcanzar grandes éxitos, con total falta de empatía
por el otro quien pasa a ser simplemente instrumento a utilizar en aras de la grandiosidad
del sujeto y al que se agrede sin culpa. En otras personas, se hallan presentes ambos tipos
de imperativos, morales y narcisistas.
Una vez que Freud describió el superyó, surgió la tendencia en psicoanálisis a considerar
que cuando el sujeto se sentía criticado por el objeto externo era porque proyectaba en éste
su propio superyó. Sin embargo, la relación entre el superyó y la representación del objeto
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externo es más compleja. En realidad, superyó y representación interna del otro son
componentes claramente diferenciables conceptualmente como lo evidencia el hecho que
alguna gente se sienta valiosa cuando se encuentra en soledad -el juicio del superyó les
lleva, incluso, a representaciones megalómanas- mientras que no bien se hallan ante el
objeto externo lo que se proyecta sobre éste es un objeto interno persecutorio, sintiéndose
criticados. Combinatoria entre el juicio sobre el sujeto desde su superyó y el que se atribuye
al objeto externo que puede revestir las formas siguientes:
a) Escisión entre superyó y el objeto interno representante del objeto externo -ej. "sí, sé que
Ud. piensa que soy alguien valioso pero es porque no me conoce", evidencia de que la
representación que se tiene del objeto externo no es persecutoria mientras que el propio
superyó sí persigue.
b) Proyección del superyó en el objeto externo al que se le atribuyen los mismos juicios del
superyó -ej. el maníaco que cree que todos están tan encantados con él como lo está
consigo mismo, o el melancólico que hace lo mismo con su autoevaluación negativa.
c) Se toma el juicio del objeto externo, juicio que pasará a ser el del propio superyó; lo
encontramos en la personalidad sugestionable o dependiente.
Recursos yoicos
Son las capacidades de las que dispone el sujeto para alcanzar los logros narcisistas fijados
por las ambiciones e ideales. De entre ellos destaquemos:
A. Emocionales
Hay diferentes tipos de seducciones: para que el otro satisfaga necesidades de apego, de
autoconservación, de especularización narcisistas, sexuales, etc. Desde esta perspectiva, la
seducción es la incitación al otro para que éste desempeñe la función que desde cada
sistema motivacional le es necesaria al sujeto.
2. Capacidad de captar los estados emocionales del otro, sus intenciones -ver artículos de
Fonagy sobre"función reflexiva", Aperturas Psicoanalíticas No. 3 y 4.
C. Recursos instrumentales
Es obvio que no basta tener los recursos mencionados en los puntos anteriores, pues ellos
son un componente más de las condiciones del balance narcisista, pero el déficit de ellos
constituye una limitación que no podemos descuidar. En el psicoanálisis, especialmente el
que ha quedado fijado a la primera tópica freudiana -dinámica entre el deseo y la
prohibición, entre el inconsciente y la censura- se ha descuidado el prestar atención a un
relevamiento de los recursos yoicos. Incluso, hablar de ellos pareciera ser considerado
despectivamente como que coloca por fuera del psicoanálisis, olvidándose que la segunda
tópica freudiana plantea explícitamente que el yo debe lidiar no sólo con los impulsos del
ello, con las prohibiciones del superyó sino también con la realidad externa, lo que implica
disponer de los recursos para hacerlo.
Diferenciar entre aquellas más normales y las patológicas, así como si las defensas y
compensaciones son exitosas y logran la equilibrio narcisista o no. Además, especificar si
las modalidades de compensación están incorporadas al carácter o requieren de un esfuerzo
continuo del sujeto. Mencionemos:
1.1) En Freud, básicamente como reacción terapéutica negativa por sentimientos de culpa.
1.2) En Klein, como producto de la envidia y rivalidad con el analista: se rechaza reconocer
el beneficio del tratamiento pues ello sería aceptar la necesidad del objeto externo y la
dependencia.
1.3) En los autores que han puesto su interés en la alienación del deseo, en que para el
sujeto los logros no representan a su ser, a su verdadero self, la razón de la insatisfacción
lejos de ser defensiva representaría los intentos desesperados de un ser para poder emerger
de la sofocación a la que ha sido sometida su condición de ser deseante. Con todas las
diferencias del caso, hay una concordancia al respecto entre Winnicot (1965), Kohut (1977,
1979, y Lacan (1966).
1.4) Por último, tenemos la condición descrita más arriba: el sujeto, por angustia ante la
reacción del otro, por sometimiento ante figuras sádicas que le prohiben gozar, cuando lo
hace tiene que ocultárselo o intenta sustraerse al placer. Es una de las modalidades del
masoquismo: búsqueda del sufrimiento por persecución ante la figura externa; en otros
términos, sometimiento masoquista ante una figura sádica que castiga el gozar.
Nos encontramos así ante cuatro explicaciones que no son antagónicas sino que cada una de
ellas describe diferentes tipos de pacientes que presentan conductas que en la superficie
fenoménica son similares pero divergen en las motivaciones que las impulsan. Evidencia
adicional que hay niveles de complementariedad entre las teorías, que éstas constituyen en
muchas ocasiones, miradas del psicoanálisis que arrojan luz desde diferentes perspectivas
(N. Bleichmar y Leiberman, 2000).
C. Agresividad, rabia narcisista, sadismo narcisista, abuso del poder, crueldad como forma
de reafirmación del sentimiento de poder. Formas de adquirir un sentimiento de potencia,
una identidad ilusoria de ser poderoso/a. Además, utilización de la agresividad para
manipular al otro, para que cumpla, al forzarle, las funciones de objeto narcisizante.
I. Uso del otro como objeto narcisizante. Objeto del self que provee lo que se denomina
"experiencia -self" (Kohut); el otro posibilita un tipo de experiencia narcisizante.
1) Búsqueda de especularización mediante el exhibicionismo físico, mental, moral.
2) Fusión con la "Imago parental idealizada".
3) El otro como posesión narcisista (Bleichmar, 1997)
4) Objetos de la actividad narcisista usados para poder realizar funciones del sujeto
altamente narcisizadas (Bleihmar, 1997).
1. Se atribuye como causa del déficit el ser debido a algo externo -falla de las figuras
parentales- y el conflicto a algo interno del individuo -ej. envidia, rivalidad edípica,
agresividad-, como si la envidia, la rivalidad o la agresividad fueran propiedades
innmanentes del sujeto y no resultasen de la identificación o de respuestas a conductas de
las figuras parentales; por tanto, de algo en que lo externo desempeña, también, un papel
estructurante.
3. Las denominaciones por déficit y por conflicto se referirían a las causas distantes que
originalmente produjeron el trastorno y, sobre todo, restringidas a dos variables -si fueron
los padres o el conflicto intrapsíquico- y no a una descripción estructural de la forma en que
están articulados los componentes de la personalidad y del cuadro psicopatológico, es decir,
tal cómo éstos se hallan organizados en el momento actual en que se los observa. Una
cuestión es definir a un fenómeno por su origen y otra por su estructura, que siempre es más
compleja y diversificada que el tratar de abarcarlo por sólo dos condiciones iniciales -
interno vs. externo. Así, una persona puede haber tenido un déficit de narcisización -faltó
especularización y/o fusión con la imago parental idealizada-, esto generar continua
comparación con los personajes que lo rodean, comparación de la que surge agresividad,
ataques al objeto, defensa del self desvalorizado mediante identificación proyectiva de los
rasgos que rechaza de sí mismo, con el resultado final de la existencia de importantes
conflictos interpersonales. Pero no sólo interpersonales: si, además de la pobre imagen de sí
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mismo, el sujeto incorporó, por identificación o por desarrollo interior -fantasmática
productiva en su inconsciente-, un superyó sádico, lo que habrá será una continuo conflicto
intrapsíquico entre ese superyó y el yo.
Además, al ser el módulo del narcisismo sólo uno de los sistemas motivacionales, para
describirse la arquitectura global del psiquismo se deberá contemplar su articulación con el
sistema del apego (Marrone, 1998), con el de la hetero-autoconservación -incluido el
subsector de la regulación psicobiológica-, con el de la sexualidad, con la agresividad, con
las modalidades defensivas básicas del paciente.
1) Causas del desbalance narcisista (representaciones básicas del self, elevadas ambiciones
o ideales, patología del superyó, insuficiencia de recursos).
2) Hipótesis del origen de lo anterior en las relaciones con los personajes significativos del
pasado y actuales, en los discursos de éstos, en las identificaciones, en los acontecimientos
que vivió el sujeto, en sus fantasías.
3) Tipos de angustias prevalentes (incoscientes y conscientes).
4) Tipos de defensas.
5) Tipos de compensaciones, diferenciando las normales de las patológicas.
6) Articulación con otras dimensiones del psiquismo (tendencia a la regresión, a la
agresividad, etc.).
7) Formas de articulación con los otros sistemas motivacionales.
8) Sintomatología derivada y sintomatología asociada (comorbilidad).
Bibliografía