Bosquejo 23
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Bosquejo 23
(Deuteronomio 1:34-39)
“Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: No verá hombre alguno de estos, de
esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de
Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová.
También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá. Josué hijo de Nun, el
cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel. Y vuestros niños, de los cuales
dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a
ellos la daré, y ellos la heredarán”.
Deuteronomio 1:34-39
INTRODUCCIÓN
El libro Deuteronomio es conocido como el último libro del Pentateuco y su nombre proviene del
griego que significa segunda ley, y este nombre hace referencia a que realmente es un resumen de todo lo
que ha pasado desde que Dios los libero de Egipto y su éxodo a través del desierto. En estos versículos
Moisés hace un recordatorio a la nueva generación de israelitas que estaban a punto de entrar a la tierra
prometida para que no cometieran los mismos errores que sus padres cometieron, advertencia que nos
tiene que servir a nosotros para no perder la bendición que Dios tiene para nosotros.
Desde que Dios creo al ser humano ha buscado la forma de bendecirlo, lo vemos en los días de la
misma creación donde creo al hombre perfecto y lo puso en el huerto del Edén, pero por su desobediencia
este fue expulsado, luego lo vemos aquí queriendo cumplir su promesa a Abrahán de entregarle a su
descendencia una tierra que fluía leche y miel, pero aquellos que fueron libertados de Egipto no lo
aprovecharon, e igual hoy en día Cristo vino a esta tierra para morir por nuestros pecados y darnos vida
eterna; pero lamentablemente muchas personas no lo aprovechan: “El ladrón no viene sino para hurtar y
matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, (Juan 10:10). Hoy
en estos versículos el Señor hace un recordatorio para las nuevas generaciones que estaban a punto de
entrar a la tierra prometida para que no cometieran los mismos errores que cometieron sus padres y les
impidieron entrar a la tierra prometida, y esto nos puede servir a nosotros de ejemplo.
PROMETIDA.
Si consideramos el libro de Éxodo y Números, nos podemos dar cuenta de los errores que los
israelitas cometieron durante su peregrinación en el desierto. Veamos algunas de ellas.
En primer lugar, una de las razones por las cuales Israel no entro a la tierra prometida fue porque
nunca apreciaron las promesas de Dios. Esto lo vemos cuando se quejaron delante de Dios diciendo que
extrañaban la carne de Egipto: “Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos
de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado
que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora
nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”, (Números 11:4-6). Aquí vemos como
influenciados por los extranjeros, los israelitas tuvieron un vivo deseo de comer carne a tal punto que
lloraron y pronunciaron palabras necias que menospreciaban los dones de Dios: Nos acordamos del pescado
que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora
nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. Esto era una verdadera obra de mal
agradecimiento a Dios ya que los había librado de manos de sus opresores donde eran esclavos y todos los
días les daba el maná del cielo; pero un lugar de agradecerle lo deshonraron. Esto era así porque no habían
aprendido a agradecer a Dios por sus dones, eran personas que amaban más las cosas de Egipto donde se
les maltrataba y no valoraban las bondades de Dios. Cuantas personas son como estos israelitas los cuales
valoran más las cosas que el mundo ofrece que las mismas bendiciones de Dios. Lo cierto es que todo lo
bueno procede únicamente de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre
de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, (Santiago 1:17).
En segundo lugar, estas personas no entraron en la tierra prometida porque nunca aprendieron a
obedecer la palabra de Dios. Quizás el mejor ejemplo lo tenemos cuando recién habían pasado un mes de su
salida de Egipto y habían llegado al monte Sinaí para recibir los mandamientos del Señor. El pueblo sabía
que Dios era celoso y no aprobaba la idolatría; pero tan solo Moisés se apartó de ellos esto se hicieron un
becerro de oro diciendo que estos eran los dioses que los había librado de Egipto: “Viendo el pueblo que
Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos
dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no
sabemos qué le haya acontecido. Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de
vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los
zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y le dio
forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te
sacaron de la tierra de Egipto”, (Éxodo 32:1-4). Hoy en día muchos no alcanzan la misericordia y promesas
de Dios simplemente porque no obedecen a su palabra. Por medio de la palabra se les advierte que el
pecado es un camino de muerte y que solamente a través de Cristo encontraran la vida eterna,
lamentablemente muchos lo ignoran creyendo que sus decisiones los conducirá a su ruina total: “Hay
camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte”, (Proverbios 16:25).
CONCLUSIÓN.
Como Pablo dijo debemos aprender de todas estas cosas que han quedado escritas para nuestra
ventaja: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por
la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”, (Romanos 15:4). Esta generación no
logro entrar a la tierra prometida porque: