Dialogo en El Infierno.
Dialogo en El Infierno.
Dialogo en El Infierno.
Maurice Joly
DIÁLOGO EN EL INFIERNO
ENTRE
MAQUIAVELO
(1469-1527)
Y
MONTESQUIEU
(1689-1755)
Prefacio de
Jean-Francois Revel
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Tal vez sus obras hubieran sido definitivamente olvidadas, pese a sus
descollantes méritos, si un ejemplar del Diálogo en el Infierno, que
escapara a la policía de Napoleón III, no hubiese caído en manos del
falsario redactor de los Protocolos de los Sabios de Sión, donde se
exponen los presuntos planes secretos de dominación mundial,
consebidos por los dirigentes de la Alianza Israelita Internacional.
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DIALOGO SEGUNDO
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PREFACIO
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Jean-Francois Revel
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Que nadie pregunte qué mano ha trazado estas páginas: una obra
como esta es en cierta medida impersonal. Responde al llamado de la
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INTRODUCCIÓN
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El Príncipe (1513-1516)
Clizia (comedia)
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Belfegor (novela)
ACONTECIMIENTOS E INFLUENCIAS
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TEMA Y ARGUMENTO
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"La experiencia muestra que las ciudades jamás han crecido en poder
o en riqueza excepto cuando han sido libres", dijo Maquiavelo. "El
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CRONOLOGÍA SUMARIA
1469
1492
1498
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1502
1503
1508
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1512
1513
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1515-1516
1525-1527
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CONCLUSIÓN
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EL MÉTODO.
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Todo está sujeto a leyes, toda ley particular se relaciona con otra ley
del mismo carácter y depende de una ley más general. El desarrollo
histórico es así y la organización del saber también. Robusteciendo
estas afirmaciones Montesquieu cita a Plutarco, quien afirma que la
ley es reina de todos, mortales e inmortales, o dicho de manera
semejante que la ley es una relación universal o que la ley es lo
común.
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Del espíritu de las leyes está hecho de las relaciones que las leyes
establecen entre los hombres y de las relaciones que surgen de la
comunicación entre los hombres y las cosas.
De esta manera -siguiendo a Montesquieu- los seres son por sí, pero
en definitiva son por sí siempre con relación a otros, las relaciones
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EL PODER
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Américo Abad
evander@prodigy.net.mx
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PRIMERA PARTE
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DIALOGO PRIMERO
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poder departir con los grandes hombres, de cuya fama ha hecho eco
el universo todo; seguir desde lejos el curso de las revoluciones en
los Estados, la caída y transformación de los imperios; meditar
acerca de sus nuevas constituciones, sobre las modificaciones
sobrevenidas en las costumbres de los pueblos europeos, los
progresos de su civilización en la política, las artes y la industria,
como también en la esfera de las concepciones filosóficas. ¡Qué
espectáculo para el pensamiento! ¡Cuántos puntos de vista nuevos!
¡Qué insospechados descubrimientos! ¡Cuántas maravillas, si hemos
hecho de dar crédito a las sombras que aquí descienden! La muerte
es para nosotros algo así como un profundo retiro donde terminamos
de recoger las enseñanzas de la historia y los títulos de la humanidad.
Ni siquiera la nada logra romper los lazos que nos unen a la tierra,
pues la posteridad se cuida de aquellos que, como vos, han
impulsado grandes movimientos del espíritu humano. En este
momento, casi la mitad de Europa se rige por vuestros principios; y
¿quién podría atravesar mejor, libre de miedos, el sombrío pasaje
que conduce al infierno o al cielo, que aquel que se presenta con
tales y tan puros títulos de gloria ante la justicia entera?
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Maquiavelo- ¿Y si os dijera que ese libro tan solo fue una fantasía
de diplomático? que no estaba destinado a la imprenta; que tuvo una
publicidad ajena a la voluntad del autor; que fue concebido al influjo
de ideas entonces comunes a todos los principados italianos, ávidos
de engrandecerse a expensas el uno del otro y dirigidos por una
astuta política que considera al más pérfido como el más hábil...?
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hallara más próxima del Dios verdadero que los filósofos del siglo
XVIII.
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DIALOGO SEGUNDO
Vuestro principio es que el bien puede surgir del mal, y que está
permitido hacer el mal cuando de ello resulta un bien. No afirmáis
que es bueno en sí traicionar la palabra empeñada, ni que es bueno
emplear la violencia, la corrupción o el asesinato. Decís: podemos
traicionar cuando ello resulta útil, matar cuando es necesario,
apoderarnos del bien ajeno cuando es provechoso. Me apresuro a
agregar que, en vuestro sistema, estas máximas solo son aplicables
a los príncipes, cuando se trata de sus intereses o de los intereses
del Estado. En consecuencia, el príncipe tiene el derecho de violar
los juramentos, puede derramar sangre a raudales para apoderarse
del gobierno o pera mantenerse en él; le es dado despojar a quienes
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Maquiavelo- Pero ¿no habéis dicho vos mismo que, en los Estados
despóticos, el temor es una necesidad, la virtud inútil, el honor un
peligro; que debía existir una obediencia ciega y que si el príncipe
dejara de levantar su mano estaría perdido? (El Espíritu de las Leyes,
libro III, cap. IX)
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cometerán. ¡En interés del Estado!, decís. Pero ¿cómo saber si para
él resulta beneficioso el cometer tal o cual iniquidad? ¿Acaso no
sabemos que con frecuencia el interés del Estado solo representa el
interés del príncipe o de los corrompidos favoritos que lo rodean? Al
sentar el derecho como base para la existencia de las sociedades, no
me expongo a semejantes consecuencias, porque la noción de
derecho traza fronteras que el interés no debe violar.
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DIALOGO TERCERO
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Las naciones cuando nacen tienen las instituciones que son posibles.
La antigüedad nos muestra que existieron civilizaciones
maravillosas, Estados donde se concebían admirablemente bien las
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tiempos que corren, rigen las relaciones entre los países un derecho
apenas conocido por vos, el derecho internacional, así como el
derecho civil reglamenta las relaciones entre los individuos en cada
nación.
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DIALOGO CUARTO
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ellos otra cosa que una amarga ironía del destino. Os digo que un día
el pueblo comenzará a odiarlos y él mismo se encargará de
destruirlos, para entregarse al despotismo.
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Montesquieu- Es verdad.
Maquiavelo- Pues bien, todas esas bellas cosas han dejado de ser o
se disiparán como un sueño; pues habéis creado un nuevo principio
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Montesquieu- Terminad.
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DIALOGO QUINTO
Maquiavelo- Si
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Maquiavelo- O a perecer.
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DIALOGO SEXTO
DIALOGO SÉPTIMO
Montesquieu- Os escucho.
Montesquieu- Sea.
Una vez jefe de gobierno, todos mis edictos, todas mis ordenanzas
tenderían constantemente al mismo fin: aniquilar las fuerzas
colectivas e individuales, desarrollar en forma desmesurada la
preponderancia del Estado, convertir al soberano en protector,
promotor y remunerador.
Montesquieu- Continuad.
Montesquieu- Veamos.
SEGUNDA PARTE
DIALOGO OCTAVO
Montesquieu- Os lo concedo.
Tal es el fin, mas en los tiempos que corren solo podemos tender a él
por sendas oblicuas, por medio de rodeos, de combinaciones hábiles
y, en lo posible, exentas de violencia. Por lo tanto, no destruiré
directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un
golpe de gracia imperceptible que desquiciará su mecanismo. De
este modo iré golpeando por turno la organización judicial, el
sufragio, la prensas, la libertad individual, la enseñanza.
Por sobre las leyes primitivas haré promulgar una nueva legislación
la cual, sin derogar expresamente la antigua, en un principio la
disfrazará, para luego, muy pronto, borrarla por completo. He aquí
mis concepciones generales; ahora vais a ver los detalles de
ejecución.
Montesquieu- Comprendo.
norma en el ejercicio del poder absoluto. Son sus derechos civiles los
que los pueblos más defienden; siempre que pueda, no los tocaré, y
de este modo una parte de mi programa al menos quedará cumplida.
DIÁLOGO NOVENO
Una constitución, una vez más, no puede ser sino la obra de in solo
hombre; jamás las cosas fueron de otra manera, y de ello da
testimonio la historia de todos los fundadores de imperios, el
ejemplo de un Sesostris, un Solón, un licurgo, un Carlomagno, un
Federico II, un Pedro I.
Maquiavelo- No digo que no; por lo mismo veréis que para llegar a
mi meta, no necesito destruir enteramente vuestras instituciones. Con
modificar la economía, con transformar las combinaciones me
bastará.
De modo, pues, que en todas partes, con nombres diversos, pero con
casi idénticas atribuciones, encontramos una organización
ministerial, un senado, un cuerpo legislativo, un consejo de Estado,
una corte de cesación; os dispensaré de toda digresión inútil sobre el
mecanismo de cada uno de estos poderes, cuyo secreto conocéis
mejor que yo; es evidente que cada uno de ellos responde a una
función esencial del gobierno. Observad que es la función la que
llamo esencial, no la institución. Es preciso, pues, que exista un
poder dirigente, un poder moderador, un poder legislativo, un poder
normativo; no cabe de ello la menor duda.
Maquiavelo- Sois más receloso que yo, pues os confieso que no veo
el ello inconveniente alguno. Desde el momento en que nadie sino
yo mismo puede presentar la ley, no tengo que temer que se haga
ninguna contra mi poder. En mis manos están las llaves del
Tabernáculo. Ya os dije, por lo demás, que entra en mis planes el
permitir que las instituciones subsistan, en apariencia.
Maquiavelo- Veo que habéis comprendido muy bien que era esta la
parte capital de mi obra. La piedra angular de mi constitución.
DIALOGO DECIMO
Montesquieu- Creía que aún tendríais algo que decirme acerca del
tribunal de casación.
Recapitulemos:
Hacéis la ley:
2° en forma de decretos;
3° en forma de senado-consultos;
Maquiavelo- Es posible.
DIALOGO UNDECIMO
No creo que exista medida más deplorable que esta, pues significa
agitar la opinión pública con motivo de la mínima pamplina
periodística. Los delitos de prensa son de una naturaleza tan elástica,
el escritor puede disfrazar sus ataques de maneras tan variadas y
sutiles, que hasta le resulte imposible deferir a los tribunales el
conocimiento de estos delitos. Los tribunales estarán siempre
armados, por supuesto, pero el arma represiva de todos los días debe
encontrarse en las manos del gobierno.
DIALOGO DUODECIMO
Nada ganarían con traicionarse, pues tienen casi todos ellos llagas
más o menos vergonzantes. Es asaz probable, convengo en ello, que
en el centro de la capital, entre una determinada categoría de
personas, estas cosas no constituyan un misterio; pero en el resto del
país, nadie sospecharía su existencia y la gran mayoría de la nación
Maquiavelo- Así como no deseo que el país pueda ser agitado por
rumores y condiciones provenientes del exterior, tampoco quiero que
pueda serlo por los de origen interno, aun por las simples noticias de
carácter privado. Cuando haya algún suicidio extraordinario, algún
gran negociado vidrioso es demasía, cuando un funcionario público
cometa alguna fechoría, daré orden de que se prohíba a los
periódicos cometer tales sucesos. En estas, el silencio es más
respetuoso de la honestidad pública que el escándalo.
Por otra parte, os diré que fuera de la política seré muy buen
príncipe, que permitiré debatir con plena libertad los asuntos
filosóficos y religiosos. En religión, la doctrina del libre examen se
ha tornado una monomanía. No debemos contrariar dicha tendencia,
pues resultaría peligroso. En los países civilizados de Europa, la
invención de la imprenta ha dado nacimiento a una literatura
alocada, furiosa, desenfrenada, casi inmunda, que constituye un gran
mal. Pues bien, triste es decirlo, pero basta con que no se la moleste
para que esa furia de escribir, que posee a vuestros países
parlamentarios, se muestre casi satisfecha.
DIALOGO
DECIMOTERCERO
Montesquieu- ¿Y luego?
veis que aun aquí sigo siendo yo el jefe de su escuela! Además, justo
es decirlo, no tienen ninguna otra opción. Las sociedades secretas
existirán en las condiciones que acabo de expresaros, o no existirían.
Montesquieu- Con vos, el finale del sic volo sic jubeo nunca se hace
esperar demasiado. Creo, decididamente, que ya estáis al abrigo de
cualquier conjuración.
Montesquieu- ¿Cuántas?
Maquiavelo- No.
DIALOGO DECIMOCUARTO
Pues bien, supongo entonces que esta ley existe en el Estado que yo
gobierno, supongo que ha sido modificada; imagino, por
consiguiente, que entes de mi reinado se promulgó una ley que, en
materia electoral, permitía entablar querella contra los agentes del
gobierno sin la autorización del Consejo de Estado.
Montesquieu- Son tantos los escollos que deberéis evitar, que sería
un milagro si los previerais todos. Los tribunales no están atados
por sus juicios. Con una jurisprudencia como la que se aplicará
bajo vuestro reinado, os veo con no pocos procesos a cuestas. Los
sometidos a los rigores de la justicia no se cansarán de golpear a las
puertas de los tribunales para pedir otras interpretaciones.
DIALOGO DECIMOQUINTO
Maquiavelo- Soy rey, como se es rey en todos los reinos del mundo,
rey hereditario con una descendencia llamada a sucederme de varón
en varón, por orden de progenitura, con perpetua exclusión de las
mujeres.
Maquiavelo- Sí.
Maquiavelo- Sí.
Maquiavelo- Veo que ignoráis con qué arte infinito, con cuánta
astucia las pasiones políticas desbaratan las medidas prohibitivas. No
os inquietéis por los electores, los que estén animados por buenas
intenciones siempre sabrán por quien votar. Además sabré ser
tolerante; no solo no prohibiré las reuniones que se celebren en
interés de mis candidatos, sino que hasta cerraré los ojos frente a las
maniobras de ciertas candidaturas populares que se agitarán
estruendosamente en torno a la consigna de la libertad; claro está
que, debo decíroslo, quienes más fuerte gritarán serán hombres
adictos a mí.
DIALOGO DECIMOSEXTO
Montesquieu- ¿Y bien?
Montesquieu- ¿Qué?
DIALOGO
DECIMOSÉPTIMO
Montesquieu- Hacedlo.
Montesquieu- Restablecedlo.
Maquiavelo- Sí, porque allá, en los bajos fondos del terror, existen
secretos atroces para la mirada. Os eximo de cosas más espantosas
que las que habéis oído. Con el sistema que organizaré, estaré
informado tan completamente, que hasta podré tolerar
maquinaciones culpables, pues tendré en cada minuto del día el
poder de paralizarlas.
Maquiavelo- ¿Cuál?
Maquiavelo- No la tocaré.
Montesquieu- Lo sabía.
TERCERA PARTE
DIALOGO DECIMOCTAVO
Maquiavelo- Es posible.
Maquiavelo- Lo admito.
confesad que faltaría mucho por hacer para retornar a tal situación.
Si los pueblos modernos son tan indiferentes como vos decís a la
pérdida de sus libertades, no ocurrirá lo mismo cuando se trate de
sus intereses; sus intereses están ligados a un régimen económico
que es exclusivo del absolutismo: si no aplicáis la arbitrariedad en
las finanzas, tampoco podréis aplicarla en la política. Vuestro reino
se derrumbará en el rubro presupuestos.
DIALOGO DECIMONOVENO
Maquiavelo- Que medie esa aprobación una vez que el gasto está
comprometido, a fin de ratificar lo hecho, no me parece mal.
Se ha llegado aún más lejos; una vez votados los recursos para tales
o cuales servicios, ellos pueden, en caso de no ser utilizados,
restituirse al tesoro; se ha pensado que es necesario impedir que el
gobierno, siempre dentro de los límites de los créditos concedidos,
pueda emplear los fondos de un servicio para afectarlos a otro,
cubrir este, dejar aquel en descubierto, mediante transferencias de
fondos operadas de un ministerio a otro, todo ello en virtud de
ordenanzas; pues ello implicaría eludir su destino legislativo y
retornar, a través de un ingenioso desvío, a la arbitrariedad
financiera.
Montesquieu- Precisamente.
Montesquieu- No.
Montesquieu- La comprendo.
Maquiavelo- ¿Por qué queréis que alarmen más que mis otras
medidas políticas?
DIALOGO VIGECIMO
Montesquieu- Sí.
Montesquieu- Continuad.
Maquiavelo- Aroseguid.
Montesquieu- Es inútil.
Así, al presentar con arte tal o cual deuda pasiva, se dice: “Esta cifra
no tiene nada de exorbitante; - es normal, concuerda con los
antecedentes presupuestarios; - la cifra de la deuda flotante es
simplemente tranquilizadora. Hay una multitud de locuciones
parecidas que no voy a citaros, porque existen otros artificios
prácticos, más importantes, acerca de los cuales debo llamar vuestra
atención.
DIALOGO
VIGECIMOPRIMERO
Montesquieu- ¡Ha!
Maquiavelo- Los medios para este fin son muy variados; ante todo
están los impuestos.
figurillas. Pero esto no sucede jamás y por este medio uno se libra de
un pasivo de varias centenas de millones.
Montesquieu- Mas, aun desde este punto de vista, desde este punto
de vista fatal ¿lograréis vuestro propósito? ¿No os precipitáis de la
manera más directa, a través de la ruina del Estado, a vuestra
propia ruina? ¿No sabéis que en todas las naciones de Europa
existen vastos mercados de fondos públicos, donde la prudencia, la
sabiduría, la probidad de los gobiernos se pone en subasta? De la
manera en que manejáis vuestras finanzas, vuestros fondos serían
rechazados con pérdida en los mercados extranjeros, y se cotizarían
a los precios más bajos aun en la Bolsa de vuestro propio reino.
Maquiavelo.- Sí.
CUARTA PARTE
DIALOGO
VIGECIMOSEGUNDO
Montesquieu- ¿Cómo?
Maquiavelo.- ¡Ah!, con qué fría mirada contempláis las miserias del
pueblo. Los principios de mi gobierno son muy otros; llevo dentro de
mi corazón a los seres sufrientes, a los humildes. Me indigno cuando
veo a los ricos proporcionarse placeres inaccesibles a la mayoría.
Haré todo cuanto esté a mi alcance por mejorar la condición de los
trabajadores, de los jornaleros, de los que se doblegan bajo el peso
de la necesidad social.
Montesquieu- No.
DIALOGO
VIGECIMOTERCERO
segundo ejército que necesito para luchar contra las facciones. Mas
es preciso impedir que esta masa de proletarios que tengo entre mis
manos se vuelva contra mí el día que no tenga pan. Esta situación la
prevengo gracias a las construcciones mismas, porque lo que mis
combinaciones tienen de singular es que cada una de ellas
proporciona al mismo tiempo sus corolarios. El obrero que construye
para mí construye al mismo tiempo, contra sí mismo, los medios de
defensa que necesito. Se expulsa el mismo, sin saberlo, de los
grandes centros donde su presencia sería para mí motivo de
inquietud; torna por siempre imposible el éxito de las revoluciones
en las calles. El resultado de las grandes construcciones es, en efecto,
reducir el espacio en que puede vivir el artesano, relegarlo a los
suburbios; y muy pronto abandonarlos, pues la carestía de las
subsistencias crece con la elevación de las tasas de los
arrendamientos. Mi capital a duras penas será habitable, para los que
viven del trabajo cotidiano, en la parte más cercana a sus muros. No
es, pues, en los barrios vecinos a la sede de las autoridades donde se
podría organizar las insurrecciones. Habrá sin duda, en los
alrededores de la capital, una inmensa población obrera, temible en
los momentos de cólera; pero las construcciones que levantaré
estarán todas ellas concebidas de acuerdo con un plan estratégico, es
decir, que abrirán el paso a grandes carreteras por donde, de un
extremo a otro, podrá circular el cañón. Las terminales de cada una
de estas grandes carreteras estará en comunicación directa con una
cantidad de cuarteles, especie de baluartes, repletos de armas, de
soldados y de municiones. Para que mi sucesor claudicase ante una
insurrección, tendría que ser un viejo imbécil o un niño, pues
mediante una simple orden de su mano algunos granos de pólvora
barrerían la revuelta hasta veinte leguas a la redonda de la capital.
Mas la sangre que corre por mis venas es ardiente y mi raza tiene
todos los signos característicos de la fuerza. ¿Me escucháis?
Montesquieu- Si.
Montesquieu- ¡Ratoneras!
Pues, ¿Quién podría decirlo todo sin un tedio mortal? (Esta frase se
encuentra en el prefacio de El espíritu de las Leyes)(Nota del Editor)
dinastía que las leyes más sabias. El culto del príncipe es una especie
de religión, y, como todas las religiones posibles, este culto impone
contradicciones y misterios que están más allá de la razón (El
espíritu de las Leyes, libro XXV, cap. II). Cada uno de mis actos, por
muy inexplicable que sea en apariencia, nace de un cálculo cuyo
único objeto es mi bienestar y el de mi dinastía. Así, como lo digo,
por lo demás, en el Tratado del Príncipe, lo que es realmente
difícil, es adquirir el poder; pero es fácil conservarlo porque para ello
basta, en suma, suprimir lo que daña y establecer lo que protege. El
rasgo esencial de mi política, como habéis podido comprobar,
consiste en hacerme indispensable (El Tratado del Príncipe, capítulo
IX); he destruido tantas fuerzas organizadas como ha sido preciso
para que nada pudiese funcionar sin mí, para que los enemigos
mismos del poder temieran derrocarlo.
DIALOGO
VIGECIMOCUARTO
Montesquieu- Sí.
Montesquieu- Continuad.
Maquiavelo.- Sí, pero tengo una suerte inaudita, y tengo la mano tan
segura y la mente tan fértil que la fortuna no puede serme esquiva.
Una sola cosa podría tal vez, por un momento, poner en peligro mi
fortuna: eso ocurriría el día en que se reconociera en todas partes que
mi política no es franca, que todos mis actos están dictados por el
cálculo.
DIALOGO
VIGECIMOQUINTO
Maquiavelo.- No.
Montesquieu- ¡Hablad!
Montesquieu- ¿Dónde?
Montesquieu- ¿Qué?...
Montesquieu- ¡Maquiavelo!