Dialogo en El Infierno.

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 315

BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly

DIÁLOGO EN EL INFIERNO
ENTRE
MAQUIAVELO
(1469-1527)
Y
MONTESQUIEU
(1689-1755)

Prefacio de
Jean-Francois Revel

Traducido del francés por


Matilde Horne

Maurice Joly 1
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El autor de Diálogo en el Infierno, Maurice Joly, (Los elementos de


este prefacio fueron tomados del extraordinario libro de Henri
Rollin, El Apocalipsis de nuestro Tiempo. Valdría la pena reeditar
esta obra, destruida por los alemanes en 1940), abogado ante los
Tribunales de París, vivió una existencia difícil y oscura. Típico
rebelde (se fugó de cinco colegios en su juventud), puso sus dotes
brillantes al servicio de la libertad y de sus antipatías. Opositor bajo
todos los regímenes, tuvo un sinnúmero de enemigos y algunos
admiradores. Revelan sus escritos que conocía tan bien el arte de
encumbrarse (consagró a tema un curioso líbelo) como el de
gobernar (los Diálogos lo atestiguan). Sin Embargo, empleó su saber
con el solo objeto de atacar a quienes aplicaban para su beneficio
personal las técnicas del éxito. Su palabra mordaz eligió
sucesivamente como blanco a Napoleón III, Víctor Hugo, Gambetta ,
Jules Grévy, en quienes apenas hizo mella. Pobre, enfermo y
acabado, el 17 de julio de 1887 se descerrajó una bala de revolver en
la cabeza. Abierto sobre su escritorio hallaron un ejemplar de los
Hambrientos, libro que publicara dos años antes.

Nacido en Lons-le-Saunier en 1829, de padre que fuera consejero


general del Jura y de madre italiana, debió, para poder terminar sus
estudios, trabajar durante siete años como empleado subalterno en un
ministerio, luego de pasante en la Escuela Superior de Comercio.
Inscrito en 1859 en el Colegio de Abogados, fue secretario de Jules
Grévi, con quien no tardó en reñir.

Su primer libro, Le Barreau de París, études politiques et litteraires,


consiste en una galería de retratos de abogados cáusticos e
inclementes ; el segundo, Cesar, es un vigoroso ataque a Napoleón
III. En 1864 publica en Bruselas, sin nombre de autor, el Diálogo en
el Infierno. El libro fue introducido en Francia de contrabando, en
varias partidas; pero como algunos de los contrabandistas
pertenecían a la policía, esta sin gran esfuerzo – unas cincuenta

Maurice Joly 2
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

pesquisas simultaneas – logró incautarse de toda la edición y


desenmascarar al autor. Maurice Joly fue arrestado. La instrucción
del proceso le costó seis meses de prisión preventiva, Condenado, la
instancia de apelación y el recurso de casación demoraron otros
dieciocho meses, durante los cuales permaneció recluido en Sainte-
Pélagie. Quedó en libertad en mayo de 1867, pero sus conflictos con
la justicia crearon el vació a su alrededor. Los defensores del
Imperio lo atacaban; para los republicanos, lejos de ser un mártir
glorioso, constituía un estorbo. Como si deseara agravar su situación
y sumirse en una soledad huraña y taciturna, en sus Recherches sur
l’art de parvenir ataca con inusitada violencia a sus contemporáneos
más ilustres. La respuesta de ese mundo que detestaba fue el
silencio.

También culmina en fracaso una nueva tentativa que hace bajo el


Imperio. Funda un periódico jurídico, Le Palais, que desaparece
después del duelo que Joly sostiene con su principal colaborador,
Edouard Lajarriere.

Juzga con severidad a los hombres del 4 de septiembre: en vano


solicita de Jules Grévy un empleo en la Jura. El 31 de octubre de
1870 se unía a los miembros de la resistencia a ultranza – Flourens,
Delescluze, Blanqui – los que invadieron el Ayuntamiento. Al
parlamentar con Jules Favre, reprocha a este sus proyectos de
armisticio, conducentes a la capitulación. Un mes más tarde, este
“republicano del Imperio” era arrestado. Puesto en libertad
provisional, fue luego absuelto por el Consejo de Guerra, el 9 de
marzo de 1871.

Joly no tuvo ninguna participación en la Comuna. Actuó siempre por


puro patriotismo; y en su autobiografía, que redactó durante su

Maurice Joly 3
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

detención en la prefectura, se declaraba “social” y “revolucionario”,


pero rechazaba “indómita y netamente, sin rodeos” el comunismo.

La República pudo proporcionar a este heterodoxo inveterado una


oportunidad de desquite. En 1872 los hermanos Péreire le ofrecieron
un puesto de jerarquía en su periódico La Liberté. Empero, algunos
años más tarde, las circunstancias volvieron a convertir a Joly en el
combatiente solitario de una batalla sin esperanzas. En medio de la
crisis provocada por la disolución del Parlamento, en el momento en
que los adversarios de MacMahon sostenían la candidatura de Jules
Grévy a la presidencia, Joly hizo fijar en los muros de la ciudad
proclamas donde atacaban con violencia a su antiguo empleador
quien, afirmaba, le «había hecho todo el mal que un hombre puede
hacer a otro sin matarlo». La prensa oportunista lanzó rayos y
centellas. Le Temps, Gambetta, Edmond About, Sarcey fulminaron
« la abominable maniobra » de esos « insolentes falsarios ». Maurice
Joly envió a sus padrinos a About y Sarcey y al mismo tiempo
empezó ante el Tribunal Correccional a diez periódicos por
difamación, injurias públicas y por rehusarse a publicar
comunicados. Él mismo presentó su defensa y desplegó su facundia
contra Gambetta y sus amigos. Salvo dos, todos los periódicos que
emplazara fueron condenados. Fue su postrer victoria.

Pocos meses después. Maurice Joly se declaraba vencido.

Tal vez sus obras hubieran sido definitivamente olvidadas, pese a sus
descollantes méritos, si un ejemplar del Diálogo en el Infierno, que
escapara a la policía de Napoleón III, no hubiese caído en manos del
falsario redactor de los Protocolos de los Sabios de Sión, donde se
exponen los presuntos planes secretos de dominación mundial,
consebidos por los dirigentes de la Alianza Israelita Internacional.

Maurice Joly 4
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Publicados incidentalmente en ruso, los Protocolos fueron


traducidos y difundidos en todos los países del mundo en 1920. Al
año siguiente, una sucesión de extraordinarias casualidades puso la
superchería al descubierto. Fue Graves, corresponsal del Times en
Constantinopla, quien se percató de la similitud que existía entre el
documento ruso, publicado por Nilus y Boutmi, y el Diálogo de Joly,
entre los supuestos Protocolos de los Sabios de Sión y el líbelo del
abogado parisiense contra el sobrino del gran emperador.

Graves contaba entre sus amistades a un emigrado ruso. Este había


comprado a un antiguo funcionario de la Ocrana, también refugiado
en Constantinopla, un lote de libros viejos. Entre ellos descubrió, con
sorpresa, un pequeño volumen en francés, encuadernado, sin la
página correspondiente al título, pero en cuyo lomo figuraba el
nombre de Joly. Al comprobar que su texto traicionaba una
asombros semejanza con el de los Protocolos, participó su
descubrimiento a su amigo Graves. Este hizo que se practicaran
algunas averiguaciones en el British Museum, donde sin esfuerzo
pudo encontrarse un ejemplar de la misma edición de los Diálogos.
El origen de la falsificación era patente; algunas comparaciones lo
demuestran:

Maurice Joly 5
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO PRIMERO PROTOCOLO I

... El instinto malo es en el ...Mucho más abundan los


hombre más poderoso que hombres con malos instintos
el bueno... el temor y la que con buenos. Es por ello
fuerza tienen mayor imperio que se obtienen mejores
sobre él que la razón... resultados gobernando a los
Todos los hombres aspiran hombres por la violencia y el
al dominio y ninguno terror. Todo hombre aspira al
renunciará a la opresión si poder, y cada uno de ellos, si
pudiera ejercerla. Todos o pudiera hacerlo, desearía
casi todos están dispuestos convertirse en dictador. Al
a sacrificar los derechos de mismo tiempo, pocos son los
los demás por sus intereses. que no están dispuestos a
¿Qué es lo sujeta a estas sacrificar el propio bien. ¿Qué
bestias devoradotas que ha sujetado a esas bestias
llamamos hombres? En el feroces que llamamos
origen de las sociedades hombres?
está la fuerza brutal y ...En los comienzos del orden
desenfrenada..., etc. social, estaban sometidos a la
fuerza bruta...etc.

DIALOGO SEGUNDO

Montesquieu.- No hay más ...Nuestra voz de orden es:


que dos palabras en vuestra fuerza e hipocresía... la
boca: fuerza y astucia... Si violencia debe constituir un
erigís la violencia en principio, la hipocresía una
principio y la astucia en norma para aquellos gobiernos
precepto de gobierno, el que no desean abandonar su
código de la tiranía no es corona en manos de los
otra cosa que el código de la agentes de una nueva fuerza.
bestia... Vuestro principio es Este mal es el único medio
que el bien puede surgir del para alcanzar la meta: el bien,
mal, etc. etc.

Maurice Joly 6
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO SEPTIMO PROTOCOLO IV

... Instituiría inmensos Muy pronto instituiremos


monopolios financieros, enormes monopolios,
depósitos de la riqueza depósitos de colosales
pública, de los cuales tan riquezas, de los cuales las
estrechamente dependerán riquezas de los cristianos, aun
todas las fortunas privadas, las grandes, dependerán en tal
que estas serán absorbidas forma que serán devoradas,
junto con el crédito del Estado así como el crédito de los
al día siguiente de cualquier Estados, al día siguiente de
catástrofe política..., etc. una catástrofe política..., etc.
...En los tiempos que corren, la La aristocracia cristiana ha
aristocracia, en cuanto fuerza desaparecido como fuerza
política, ha desaparecido... política; ya no debemos
Pero la burguesía territorial tenerla en cuenta; pero como
sigue siendo un peligroso propietaria de bienes
elemento de resistencia para territoriales, puede
los gobiernos, etc. perjudicarnos en la medida en
que sus recursos sean
independientes.

DIALOGO DUODECIMO PROTOCOLO XII

...Como el dios Vishnú, mi ...Cien manos tendrán como el


prensa tendrá cien brazos y se dios Vishnú... que habrán de
darán la mano con todos los dirigir la opinión en la dirección
matices de la opinión, que conviene a nuestros
cualquiera que ella sea, sobre fines..., etc.
la superficie entera del país...,
etc.

Maurice Joly 7
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

¿Qué itinerario habrá recorrido, el ejemplar del Diálogo hasta llegar


a manos de Graves en Constantinopla, el año 1921? Al respecto, solo
podemos movernos en el terreno de la conjetura. Es probable que los
servicios de la Ocrana hayan enviado el libro de Joly a San
Petersburgo. Quizás alguien retirara en préstamo este ejemplar de la
biblioteca, en lugar de devolverlo, lo entregara al funcionario de la
Ocrana quien, finalmente, lo habría llevado consigo al exilio,
terminando así por caer en manos del corresponsal del Times, a
quien cupo el honor de desenmascarar el fraude de las columnas de
un importante diario británico.

En cuanto a los Protocolos, según Henri Rollin, fueron redactados


probablemente en 1897 o a comienzos de 1898 en París, en los
círculos que participaban de la lucha antisemita y que estaban
dispuestos a recurrir a cualquier medio para justificar con furor, furor
que los inducía a su vez a creer en las fábulas más inverosímiles.
Quizá sea su autor Elie de Cyon, director del Galois y más tarde de
la Nouvelle Revune, uno de los íntimos de Mme. Juliette Adam. Tal
vez podíamos atribuirlos al Mage Papus o a la policía misma.

Sea como fuere, la mistificación de los antisemitas, al traducir el


líbelo que escribiera un hombre que hubiese sido su enemigo, atrajo
nuevamente la atención sobre el oscuro combatiente de la libertad.
Los Diálogos de Joly fueron releídos, comprobándose que el
Diálogo de Maquiavelo y Montesquieu merecía ocupar un lugar de
privilegio en nuestra literatura política. Que la causa de sus
desdichas fuera un excesivo gusto por la independencia, su mal
carácter o un noble orgullo, lo cierto es que Maurice Joly fue un
escritor de talento. Era un deber rescatar del olvido a un hombre a
quien Napoleón III enviara a la cárcel y a quien «plagiara» la policía
rusa.

Maurice Joly 8
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

PREFACIO

Debemos felicitarnos de que el Diálogo de Maurice Joly haya sido


descubierto y exhumado en 1948 y no en el curso de la década del
sesenta. En Francia, bajo De Gaulle, por cierto hubiéramos corrido
el peligro de que el hallazgo fuese considerado una superchería, tan
numerosos son los pasajes del texto que pueden aplicarse a
repúblicas como la gaullista. En 1948 nadie hubiera podido ver en
la obra otra cosa que curiosidad histórica, un ejemplo
particularmente interesante de esa crítica enbozada, alisuva, que los
escritores franceses del Segundo Imperio elevaron a la categoría de
género literario. Presntaba para los especialistas de aquel periodo
–y solo el especialista podía apreciarla en detalle— una excelente
pintura y un minuciosa análisis de los métodos de poder personal
empleados por Napoleón III, aunque en verdad la pintura sólo era
válida para éste. El lector de 1948 no podía atribuir alcance general
de teoría política a ese régimen cuyas piezas Maquiavelo va
ensamblando gozoso ante los ojos de un Montesquieu horrorizado y
deslumbrado. Evidentemente, sólo la destreza del polemista
conseguía vestir con apariencia de teoría y generalidad a lo que era
la sátira de un caso único.

En la actualidad, las cosas han cambiado y se impone una nueva


lectura del texto. No cabe duda de que el Maquiavelo “infernal” de
Maurice Joly se revela como un verdadero teórico. Expone y
desarrolla la idea de un despotismo moderno, no comprendido en
ninguna de esas categorías dentro de las cuales la historia del siglo
XX nos ha enseñado a distribuir los diversos tipos de regímenes
posibles, y menos aún en las categorías de Montesquieu.

Maurice Joly 9
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El problema propuesto consiste en saber cómo puede injertarse un


poder autoritario en una sociedad acostumbrada de larga data a las
instituciones liberales. Se trata de definir un “modelo” político que
difiera de la verdadera democracia y de la dictadura brutal. Por su
parte Montesquieu, el Montesquieu a quien Joly va a pescar a los
infiernos, sostiene la tesis del continuo progreso de la democracia,
de la liberalización y legalización crecientes de las instituciones y
costumbres que habrán imposible el retorno a ciertas prácticas.
(¡Ay!, cuantas veces hemos escuchado ese “imposible” optimista... y
cuántas veces, a quienes me aseguran que las cosas ya nunca
volverán a ser como eran antes, desearía responderles: “Tiene usted
razón; serán peores”.) A ello contesta Maquiavelo que existe otra
cosa o que es posible concebir otra cosa en materia de despotismo
que no sea despotismo “oriental”. Y así como el despotismo
“oriental”, desde la muerte de Stalin, ha demostrado ser viable en
forma colegiada y sin culto de la personalidad, al cual se lo creía
ligado; así el despotismo moderno, cuya teoría elabora Joly, parece
viable independientemente del “poder personal” al que nosotros
espontáneamente lo vincularíamos. En Francia, ha sobrevivido a De
Gaulle. Que el autoritarismo sea personal o colegiado es una
cuestión secundaria; lo que importa es la confiscación del poder, los
métodos que es preciso seguir para que dicha confiscación sea
tolerada –es decir, para que pase en gran parte inadvertida—por los
ciudadanos integrantes del grupo de aquellas sociedades que
pertenecen históricamente a la tradición democrática occidental.

Estos métodos, la descripción que de ellos hace Joly, no pueden


dejar de sacudir a un francés políticamente fogueado por la Quinta
República. ¿Acaso no nos hallamos en un terreno conocido cuando
leemos que el despotismo moderno se propone “no tanto violentar a
los hombres como desarmarlos, no tanto combatir sus pasiones
políticas como borrarlas, menos combatir sus instintos que
burlarlos, no simplemente proscribir sus ideas sino trastocarlas,
apropiándose de ellas”? El primer cuidado que debe tener un
régimen de derecha aggiornato es, en efecto, volver la confiscación

Maurice Joly 10
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

del poder en un ropaje de fraseología liberal. Joly percibe con


clarividencia el papel que un régimen semejante asigna a la técnica
de manipulación de la opinión pública. A esta opinión – y de paso
¿cómo no reconocer también aquí tantos procederes familiares? --,
a esta opinión “es preciso aturdirla, sumirla en la incertidumbre
mediante asombrosas contradicciones, obrar en ella incesantes
distorsiones, desconcertarla mediante toda suerte de movimientos
diversos...” ¿Cómo no identificar también una táctica clásica en
nuestros tiempos cuando Joly hace que Maquiavelo aconseje al
déspota moderno que multiplique las declaraciones izquierdizantes
sobre política exterior con el objeto de ejercer más fácilmente la
opresión en lo interno? Fingirse progresista platónico en el exterior,
mientras en el país explota el terror a la anarquía, el miedo al
desorden, cada vez que un movimiento reivindicativo traduce alguna
aspiración de cambio...

Teórico avant la lettre de los mass media, nuestro Maquiavelo


Segundo Imperio subraya con fuerza “el importante papel que, en
materia de política moderna, está llamado a desempeñar el arte de
la palabra”. Indica cómo se debe diseñar la fisonomía – “la
imagen”, diríamos nosotros – del príncipe: insistir en la
impenetrabilidad de sus designios, en su poder de simulación, en el
misterio de su “verdadero” pensamiento. De este modo, la
versatilidad del jefe, al amparo de su mutismo, parece profundidad,
y su oportunismo enigmático sabiduría; se olvidan los mediocres
resultados de su accionar por medio de palabras pomposas, pues se
termina por no distinguir una cosa de otra.

El artículo esencial de esta técnica para manejar la opinión pública


se refiere por supuesto a las relaciones entre el poder y la prensa.
También en este caso Joly percibe claramente que el despotismo
moderno no debe de ninguna manera suprimir la libertad de prensa,
lo cual sería una torpeza, sino canalizarla, guiarla a la distancia,

Maurice Joly 11
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

empleando mil estratagemas, cuya enumeración constituye uno de


los más sabrosos capítulos del Diálogo entre Maquiavelo y
Montesquieu. La más inocente de tales artimañas es, por ejemplo, la
de hacerse criticar por uno de los periódicos a sueldo a fin de
mostrar hasta qué punto se respeta la libertad de expresión. A la
inversa de lo que ocurre en el despotismo oriental, conviene al
despotismo moderno dejar en libertad a un sector de la prensa
(suscitando, empero, una saludable propensión a la autocensura por
medio de un depurado arte de la intimidación); y, en otro sector, el
Estado mismo debe hacerse periodista. Visión profética, tanto más
si se tiene en cuenta que Joly no pudo prever la electrónica, ni que
llegaría el día en que el Estado podría apropiarse del más influyente
de todos los órganos de prensa de un país: la radio-televisión.

Uno de los pilares del despotismo moderno es, entonces, la


subinformación que, por un retorno del efecto sobre la causa,
cuanto mayor es, menos la perciben los ciudadanos. Todo el arte de
oprimir consiste en saber cuál es el umbral que no conviene
trasponer, ya sea en el sentido de una censura demasiado conspicua
como en el de una libertad real. Y, por añadidura, el potentado
puede contar con la certeza de que difícilmente la masa ciudadana
se indigna por un problema de prensa o de información. Sabe que en
lo íntimo el periodista es entre ellos más impopular que el político
que lo amordaza. Y bien lo hemos podido comprobar nosotros
mismos en Paris, en 1968, ante la indiferencia con que la opinión
pública abandonó a los huelguistas de la televisión francesa a las
represalias del Poder.

Se trate de la destrucción de los partidos políticos y de las fuerzas


colectivas, de quitar prácticamente al Parlamento la iniciativa con
respecto a las leyes y transformar el acto legislativo en una
homologación pura y simple, de politizar el papel económico y
financiero del Estado a través de las grandes instituciones de

Maurice Joly 12
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

crédito, de utilizar los controles fiscales, ya no para que reine la


equidad fiscal sino para satisfacer venganzas partidarias e
intimidar a los adversarios, de hacer y deshacer constituciones
sometiéndolas en bloque al referéndum, sin tolerar que se las
discuta en detalle, de exhumar viejas leyes represivas sobre la
conservación del orden para aplicarlas en general fuera del
contexto que les dio nacimiento (por ejemplo, una guerra extranjera
terminada hace rato), de crear jurisdicciones excepcionales,
cercenar la independencia de la magistratura, definir el “estado de
emergencia”, fabricar diputados “incondicionales”, (No vemos que
exista sustancial diferencia entre el comportamiento exigido a los
candidatos gaullistas de aprobar por anticipado la política del jefe
de Estado sin conocerla y el “juramento previo” exigido por
Napoleón III a sus futuros diputados), bloquear la ley financiera por
el procedimiento de la “depresupuestación” (si el vocablo no existe,
existe el hecho), promover una civilización policial, impedir a
cualquier precio la aplicación del habeas corpus; nada de todo esto
omite este manual del déspota moderno sobre el arte de transformar
insensiblemente una república en un régimen autoritario o, de
acuerdo con la feliz fórmula de Joly, sobre el arte de “desquiciar”
las instituciones liberales sin abrogarlas expresamente. La
operación supone contar con el apoyo popular y que el pueblo (lo
repito por ser condición indispensable) esté subinformado; que,
privado de información, tenga cada vez menos necesidad de ella, a
medida que le vaya perdiendo el gusto.

Por consiguiente, la dictadura puede afirmarse con fuerza a través


del rodeo de las relaciones públicas. Pero, claro está, cuando se
torna necesario, parafraseando una expresión de Clausewitz, el
mantenimiento del orden no es otra cosa que las relaciones públicas
conducidas por otros medios. Las diferentes controversias acerca de
la dictadura, el “fascismo” etc., son vanas y aproximativas si se
reduce la esencia del régimen autoritario únicamente a ciertas
formas de su encarnación histórica. Pretender que un detentador del
poder no es un dictador porque no se asemeja a Hitler equivale a

Maurice Joly 13
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

decir que la única forma de robo es el asalto, o que la única forma


de violencia es el asesinato. Lo que caracteriza a la dictadura es la
confusión y concentración de poderes, el triunfo de la arbitrariedad
sobre el respeto a las instituciones, sea cual fuere la magnitud de tal
usurpación; lo que la caracteriza es que el individuo no está jamás
al abrigo de la injusticia cuando solo la ley lo ampara. No se trata
solo de los medios para alcanzar tales resultados. Es evidente que
esos medios no pueden ser los mismos en todas partes. Las técnicas
de la confiscación del poder en las moderna s sociedades
industriales de tradición liberal, donde el espíritu crítico es por lo
demás una tradición que hay que respetar, un academicismo casi,
donde existe una cultura jurídica, no pueden ajustarse al modelo del
despotismo ruso o libio. Más aún, la confiscación del poder, cuando
se realiza en tiempo de paz y prosperidad, no puede asemejarse, ni
por su intensidad ni su estilo, a una dictadura, instaurada a
continuación de una guerra civil, en un país económicamente
atrasado y sin tradiciones de libertad.

Lo que Maurice Joly aporta, entonces, a la ciencia política, es


definición exacta y la descripción minuciosa de un régimen muy
particular: el de la democracia desvirtuada, llamado cesarismo por
los antiguos. Pero es un cesarismo moderno, que luce el ropaje del
sistema político nacido de Montesquieu: un cesarismo de levita, o, lo
que es igual, con disfraz de teatro.

La democracia desvirtuada tiene sus propias características. En


estos tiempos en que, en aras a la invectiva, o por no desesperar o
para ahorrarse el esfuerzo de analizar, se confunden los conceptos,
conviene subrayar el hecho que este régimen no es el totalitarismo
de las dictaduras clásicas.

Maurice Joly 14
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Al Origen del cesarismo se halla, desgraciadamente, la voluntad


popular. Como escribió un gran historiador de Roma, Jerome
Carcopino, “es propio del cesarismo apoyarse justamente en la
voluntad de aquellos a quienes aniquila políticamente”. Napoleón
III, cuyo savoir-faire estudia Maurice Joly, perpetró sin dudas un
golpe de estado. Pero no hay que olvidar que ya antes había sido
elegido, con gran mayoría de votos, presidente de la Segunda
República francesa: ¡el primer jefe de Estado de la historia europea,
elegido por sufragio universal directo! Y, que después de su golpe de
estado, se sirvió, regularmente y con invariable éxito, del plebiscito.

Es precisamente con un indiscutible apoyo popular que los


monarcas elegidos reducen a la impotencia a sus adversarios. Y
digo impotencia, y no silencio. La intención y la astucia de los
agentes de este tipo de régimen son el crear una mezcla de
democracia y dictadura al que yo aplico el neologismo de
“democradura” (Jean-Francois Revel, Las ideas de nuestro tiempo,
Organización Editorial, Madrid, 1972; pp. 208-210), que designa el
uso abusivo del principio de la mayoría. Este régimen no es ni
totalitarismo ni dictadura clásica; como tampoco el totalitarismo es
sinónimo de dictadura clásica. (Ibid., pp. 47-54 “La cultura
totaliraria”)

El totalitarismo exige mucho más del ciudadano que, a su modo, la


dictadura o la democradura. Estas últimas no se interesan más que
por el poder político y el económico. Si el ciudadano no molesta y
no dice nada, no tendrá problemas. Basta con su pasividad. El
totalitarismo, en cambio, pretende hacer de cada ciudadano un
militante. La sumisión no le basta, exige el fervor. La diferencia
entre un régimen simplemente autoritario y uno totalitario está en
que el primero quiere que no se le ataque, y el segundo considera un
ataque todo lo que no es un elogio. Al principio le basta con que no

Maurice Joly 15
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

se le desfavorezca; el segundo pretende además que nada se haga


que no le favorezca.

La lección más importante que da el libro de Maurice Joly es que la


democracia no consiste en que haya apoyo popular -- los peores
potentados a menudo lo tuvieron --- sino en que haya reglas que
codifiquen el derecho absoluto del hombre a gobernarse a sí mismo.
Como dice Edmond Burke en sus Reflections in the Revolution in
France, el primer derecho del hombre en una sociedad civilizada es
el de estar protegido contra las consecuencias de su propia necedad.

Y ello, a mayor razón, puesto que el cinismo político, contrariamente


a lo que se suele creer es ineficiente. Los dos jefes de Estado
franceses que han dejado al país en la más catastrófica situación
económica, diplomática y moral, han sido los dos más cínicos y
fieles discípulos de Maquiavelo: me refiero a Luis XIV y a Napoleón
I. Por mi parte, no les confiaría ni una tienda de pueblo: sería la
quiebra al cabo de un año.

Gran verdad la que pone Joly en boca de su Montesquieu: “Unos


años de anarquía son a veces menos funestos que varios años de
silencioso despotismo”.

Jean-Francois Revel

Maurice Joly 16
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

UNA SIMPLE ADVERTENCIA

Percibiríamos muy pronto una espantosa

calma, durante la cual todo se aliaría en contra

de la potencia que vulnera las leyes.

Cuando Sila que quiso devolver a Roma su

libertad, ésta no pudo ya recibirla.

Montesquieu, El Espíritu de las Leyes

Maurice Joly 17
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Tiene este libro rasgos que pueden adjudicarse a cualquier gobierno;


no obstante, su intención es más precisa: personifica en particular un
sistema político cuyos procederes han sido invariables desde el día
nefasto ¡hay¡, excesivamente lejano, de su entronización.

No es este un libelo ni una sátira; el sentir de los pueblos modernos


es demasiado civilizado como para soportar crudas verdades sobre
política contemporánea. La duración sobrenatural de algunos
acontecimientos históricos está, por demás, destinada a corromper a
la honestidad misma; pero la conciencia pública sobrevive aún, y
llegará el día en que el cielo se decidirá a intervenir en la contienda
que hoy se alza contra él.

Se aprecian mejor algunos hechos y principios cuando se los


contempla fuera del marco habitual en que se desarrollan ante
nuestros ojos. Algunas veces, un simple cambio del punto de vista
óptico aterra la mirada.

Aquí, todo lo presentamos en forma de ficción; sería superfluo


revelar anticipadamente la clave. Si el libro tiene una finalidad, si
encierra una enseñanza, es preciso que el lector la comprenda, no
que le sea explicada. Por otra parte, no estará exenta su lectura de
frecuentes y vivas diversiones; no obstante, es preciso proceder con
lentitud, como conviene que se lean los escritos que no son
frivolidades.

Que nadie pregunte qué mano ha trazado estas páginas: una obra
como esta es en cierta medida impersonal. Responde al llamado de la

Maurice Joly 18
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

conciencia: concebida por todos, alguien la ejecuta y el autor se


eclipsa, pues solo es el redactor de un pensamiento del sentir general,
un cómplice más o menos oscuro de la coalición del bien.

Ginebra, 15 de octubre de 1864

Maurice Joly 19
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

NICOLÁS MAQUIAVELO - NICCOLO MACCHIAVELLI

INTRODUCCIÓN

El poder ha seducido a los hombres desde los tiempos más remotos.


Su concepción y su practica ha sido heterogénea a través de la
historia de la civilización. Pero nadie en muchos siglos se había
aproximado a develar la naturaleza del poder en forma tan realista y
desnuda como Nicolás Maquiavelo.

El propósito de este trabajo es analizar El Príncipe considerado como


texto fundador de la ciencia política, aunque hoy en día esta
disciplina se ha desarrollado mucho mas allá de aquellas
recomendaciones. La idea que suele haber de Maquiavelo y su libro
más clásico, es la del cinismo como actitud indispensable en las tares
del gobierno. La suposición de que el fin justifica los medios, ha sido
tenida como paradigmática.

BIOGRAFÍA DEL AUTOR

Nicolás Maquiavelo - Niccolo Macchiavelli - nació en Florencia el 3


de mayo de 1469 y murió en la misma ciudad en 1572. Era hijo de
Bernardo dei Niccolo Macchiavelli, jurisconsulto, y de Bartolommea
dei Nelli, una dama muy bella e instruida. Fue escritor, jurista,
diplomático y político. Su prestigio comenzó pronto, y a los
veinticinco años se le nombró secretario del gobierno Dei Dieci.

Maurice Joly 20
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Desempeñó luego diversas embajadas en algunos estados de Italia y


en Alemania, misiones que hubo de comentar en sus escritos. En
1502 contrajo matrimonio con Marietta Corsini, del cual nacieron
cinco hijos Sus actividades como embajador duraron hasta el año de
1512, en que empieza una época de persecuciones contra él. A la
vuelta de los Médici al señorío de la ciudad fue encarcelado y
sometido al tormento, acusándosele de conspirador. Ya había
publicado para entonces obras filosóficas y literarias, pero en la
cárcel intensificó sus tareas, y gracias a la atracción que siempre
experimentó el gran Lorenzo de Médici. Uno de los

espíritus más representativos del Renacimiento por las artes y las


letras, pudo Maquiavelo obtener su favor.

Muy distinguido también como tratadista y crítico militar, publicó


obras muy notables de este carácter: El arte de la guerra, Ordenanza
de la Infantería y Ordenanza de la Caballería. En otros aspectos,
destacan su Discurso sobre las Décadas de Tito Libio, Discurso
sobre la Lengua, Historia Florentina, Mandrágora y Discurso Moral.
En todas sus obras revela Maquiavelo su gran cultura, un
pensamiento ágil y profundo y dotes extraordinarias de escritor .
Maneja el idioma con personalísimo estilo y suprema elegancia.
Físicamente era Nicolás Maquiavelo un hombre enjunto, de regular
estatura y rostro anguloso ,expresivo y sereno.

La obra fundamental del célebre secretario florentino, la que ha


perdurado a través del tiempo, dando siempre lugar a las más
encontradas opiniones, es El Príncipe, libro que encierra cuanto de
filosofía práctica y reglas de gobierno podría apetecer cualquier jefe
de Estado de cualquier tiempo, dispuesto a no reparar en medio para
alcanzar sus fines. Su índole moral es fundamentalmente recusable.

Maurice Joly 21
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El Príncipe ha tenido apologistas entusiastas, como Gentile, Alfieri,


Wicouefort, Gobineau y Nietzsche, y detractores implacables, a cuyo
frente se hallan, en diferentes épocas, hombres como Saavedra,
Fajardo, Voltaire, Federico de Prusia, Macaulay. ,Castelar, Tolstoi,
etcétera. Napoleón comentó el libro de Maquiavelo con discrepancia
en algunos puntos, pero siempre con simpatía.

En cuanto al príncipe que hubiera de tomar como modelo para el


diseño de su obra, se citan Fernando El Católico y César Borgia.
Maquiavelo vivió algún tiempo en la corte del duque Valentinois, y
en ella pudo ver muchos hechos y actitudes que aprovechó para la
composición de su libro.

Sea como fuere, lo cierto es que El Príncipe está considerado, con


justicia, como una manifestación típica del espíritu del Renacimiento
y una de las obras maestras de la literatura universal.

Maurice Joly 22
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

OBRAS DE NICOLAS MAQUIAVELO (1469-1527)

 Discursos sobre las Décadas de Tito Livio (1521-1522)

 El Príncipe (1513-1516)

 Anales de Italia (1504)

 Vida de Castruccio (1520)

 Arte de la Guerra (1520)

 Historia de Florencia (inconclusa)(1520)

 La Mandrágora (comedia)(impresa en 1524)

 Clizia (comedia)

 Comedia en prosa (sin título)

Maurice Joly 23
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

 Belfegor (novela)

ACONTECIMIENTOS E INFLUENCIAS

Si en la antigüedad Constantinopla logró convertirse en una de las


ciudades más importantes por su actividad cultural y comercial,
Florencia logró un lugar excepcional por ese mismo aspecto durante
los siglos XV y XVI. Esta ciudad se encontró envuelta en la difusión
de las nuevas ideas de la revolución renacentista.

Se puede afirmar que esa urbe se constituyó en el epicentro del


nuevo sistema político y cultural. Maquiavelo estuvo ligado desde
muy joven a la administración política de esa ciudad y participó
como arquitecto de la política exterior de la república. El vínculo
más decisivo de Maquiavelo con su lugar de origen fue su
indeclinable y permanente decisión de defender la libertad
republicana. Bajo ese deseo logró modelar su obra y ligar su vida al
destino político de Florencia, aportando de manera sólida sus
conocimientos de gran valor histórico.

El Príncipe no es una obra que se pueda incluir dentro de los géneros


de la ficción, es un esfuerzo de comprensión histórica por parte de
Maquiavelo sobre las realidades políticas de la Italia del siglo XV.
Su tiempo histórico es real y corresponde al proceso de transito de la

Maurice Joly 24
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Europa medieval a los tiempos modernos, sobre cuyas bases surgió


posteriormente el modelo capitalista de organización de la economía.

La libertad mental conquistada por el hombre del Renacimiento y


que lo apartaba de dogmas para enfrentar de manera más creadora la
realidad material, representa el nuevo espíritu con el que la burguesía
ascendente organizó las relaciones sociales en la Europa de los siglos
XIV, XV, XVI. Si nos circunscribimos a la visión histórica sobre el
Renacimiento conformada por el investigador Jacques Pirenne en su
libro Las grandes Corrientes de la Historia, podemos admitir que ese
sistema fundó en Europa el surgimiento de una civilización anclada
en el individualismo. La liberación de la individualidad en el
Renacimiento contrasto con el estancamiento de la economía y de la
persona disuelta en el marco del grupo feudal. Durante el
Feudalismo el arte, el pensamiento y el comercio alcanzaron un nivel
de estancamiento extremo. La individualidad logró sobrevivir a
través del misticismo.

Éste fue el único escape de las ansias de pensamiento y acción.


Sostiene Pirenne que "durante el Renacimiento los hombres se
liberaron de la opresión de grupo, la náutica revigorizó el comercio y
las florecientes burguesías urbanas reivindicaron su emancipación
económica-social, al borrar la noción de dependencia jerárquica,
abrió el campo a la emancipación de la conciencia y reaparición del
pensamiento. Así fue como se esbozó la era de la civilización
occidental en la que la emancipación de la persona humana
correspondía a la expansión de la economía urbana". No toda Europa
logro ser cobijada por ese movimiento espiritual y económico
renovador. En la Europa central el Feudalismo se mantuvo por varios
siglos.

Maurice Joly 25
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El desarrollo de la ciencia permitió la libre investigación de los


problemas humanos y de la naturaleza. La realidad se confronta a
partir de la razón y de la experiencia concreta con el mundo,
desmitificando el método escolástico.

Maquiavelo constituye desde esa perspectiva una de las síntesis mas


reveladoras del nuevo espíritu burgués, caracterizado esencialmente
por una mentalidad profana e inquisitiva y para el cual la realidad
inmediata y sensible es la fuente del conocimiento. El historiador
argentino José Luis Romero en su penetrante ensayo: "Maquiavelo
Historiador", afirma que la mentalidad burguesa imaginó al hombre
instalado de forma inevitable en la realidad sensible: "la criatura
humana dejó de ser pensada como una abstracción para ser vista
como una realidad de carne y hueso, como un microcosmos real
anhelante de explayar su personalidad dual como un individuo que
se realizaba en el mundo terreno. La nueva imagen del hombre fue
también un derivado de la experiencia".

Bajo el impulso de ese nuevo espíritu, Maquiavelo logró intuir que


los valores y la moral tradicional cimentados por la iglesia católica
no se ajustaban al mundo cambiante e inestable que surgía en Europa
renacentista.

La edad media había creado en Europa un sinnúmero de principados


feudales fraccionados y dispersos. Todos ellos operaban como
factores adversos a la necesidad de centralización del poder
requerido por las nuevas clases sociales en su camino de expansión
comercial.

Maurice Joly 26
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

La amplia experiencia acumulada por Maquiavelo en las cortes


europeas como representante de la cancillería florentina, su contacto
con príncipes y su observación de las decisiones gubernamentales, le
ofrecieron una visión excepcional sobre el carácter de los hombres
de Estado y los alcances de sus actos políticos. El ensayista inglés
Quentin Skinner, autor del libro "Maquiavelo", y quien aporta
novedosos datos sobre el desempeño de Maquiavelo como consejero
de príncipes, afirma de los estadistas de este tiempo: "lo que todos
ellos se negaban a reconocer era que habrían tenido mucho más éxito
si hubieran intentado acomodar sus personalidades respectivas a las
exigencias de los tiempos en lugar de querer reformar su tiempo
según el molde de sus personalidades.

Con el tiempo Maquiavelo colocó este juicio en el autentico corazón


de su análisis sobre el caudillaje político en El Príncipe. En El
Príncipe se complementan de forma extraordinaria el creador
literario, el investigador histórico y el analista político. Con esas
ventajas, esta obra pudo situarse entre la más bellas construcciones
de la prosa italiana del siglo XV y de la literatura universal.

El hombre que se sumerge en los hechos y que vive intensamente los


acontecimientos políticos de su época, no riñe con el observador que
luego los mide y los confronta con su visión del Estado y de la
naturaleza humana.

TEMA Y ARGUMENTO

El poder considerado como uno de los ámbitos de realización del


espíritu humano, y el fenómeno político visto como la expresión
suprema de la existencia histórica que involucra todos los aspectos

Maurice Joly 27
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

de la vida, es la concepción que subyace en las disertaciones de El


Príncipe.

El Renacimiento había dado inicio a la secularización del mundo y


las cuestiones religiosas quedaban restringidas al ámbito de la
conciencia individual. La ciencia renacentista había despojado al
hombre de su armadura teológica y le había devuelto la voluntad de
organizar su existencia sin temores o esperanzas de compensación
espiritual; en una vida ultraterrena.

El Estado también empezaba a concebirse como un poder secular no


ofrecido a los individuos por derecho divino sino por intereses
económicos, de clases o ambiciones personales. Fue esa gran
mentalidad la que permeó la obra de Maquiavelo y de la que derivó
su concepción del poder y de la política. Maquiavelo no es ajeno a la
moral. Y supo intuir antes que sus propios contemporáneos que era
imposible organizar un Estado en medio del derrumbe social de
Italia.

Las opiniones posteriores sobre su obra, en lo concerniente a su


política de maximizar los medios frente a los fines en el ejercicio del
poder, ignoran que el escritor florentino fue un ardiente partidario de
la libertad. Y lo demostró con sus escritos defendiendo las
instituciones republicanas que fueron destruidas con la invasión de
Francia y España a Italia; lo mismo que contra la corrupción, a la
que consideraba una amenaza contra la libertad, virtud sin la cual
ningún pueblo puede construir su grandeza.

"La experiencia muestra que las ciudades jamás han crecido en poder
o en riqueza excepto cuando han sido libres", dijo Maquiavelo. "El

Maurice Joly 28
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

fin justifica los medios", no es una sentencia carente de moral y ética


como han pretendido demostrar los críticos de Maquiavelo.
Sencillamente es una reflexión en la que se reconoce que de las
mismas circunstancias que enfrenta El Príncipe, él debe extraer las
premisas necesarias para desenvolverse en un mundo cambiante.

El éxito de un soberano radica en tomarle el pulso a las situaciones,


valorarlas y armonizar su conducta con la dinámica inherente a ellas.
Son las necesidades las que impondrán una respuesta. Y con ello
Maquiavelo demuestra que los hombres se miden con el mundo y
actúan sobre él. Premisa infalible que había olvidado la Edad Media.
Ello significa que la ambición de Maquiavelo de ver una Italia unida,
expuesta de forma precisa en los consejos que en 26 capítulos
sugieren al magnífico Lorenzo de Médicis, no constituyen un
espejismo político sino que puede realizarse en la realidad material a
través de la lucha por el poder y estimulando en los italianos los
sentimientos comunes que configuraban la identidad cultural de ese
país.

Existe una circunstancia concreta: Italia invadida por fuerzas


extranjeras, y una necesidad real: la liberación nacional y la
construcción de la unidad política. El medio para lograrlo es la
guerra y el fin, adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos,
organizándose como estado nacional. Para Maquiavelo los fines
políticos eran inseparables del "bien común". La moral para el
diplomático florentino radica en los fines y la ley constituye el
núcleo organizador de la vida social. Todo lo que atenté contra el
bien común debe ser rechazado y por ello "la astucia, la hábil
ocultación de los designios, el uso de la fuerza, el engaño, adquieren
categoría de medios lícitos si los fines están guiados por el idea del
buen común, noción que encierra la idea de patriotismo, por una
parte, pero también las anticipaciones de la moderna razón de Estado
" (Romero).

Maurice Joly 29
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Las simplificaciones de las que ha sido víctimas Maquiavelo, no han


logrado minimizar esa nueva dimensión ontológica sobre el poder
genialmente concebida por el estadista florentino. Para Maquiavelo
está claro que ha diferencia de los países europeos, en Italia no había
sido posible construir el Estado-nación. El soberano que fuese a
enfrentar esta reto histórico, necesitaría de una suma de poder que lo
convirtiera en un monarca absoluto. Esa empresa solo es posible si el
gobernante dispuesto a llevarla a cabo, arma los ciudadanos para
liberar a su patria de las fuerzas extranjeras. Cumplida esta tarea
procurará ofrecer al pueblo leyes justas y éste as su vez , asumirá la
defensa y seguridad de la nación.

El interés de Maquiavelo se centra, a través de toda su obra, en la


política como "arte de conquistar el poder ". La política es por tanto
el arte de el príncipe o gobernante en cuanto tal. Y el príncipe, en
cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto encarnación del
Estado, está por principio ( y no por accidente) exento de toda norma
moral. Lo importante es que tenga las condiciones naturales como
para asegurar la conquista y posesión del poder, " que sea astuto
como la zorra, fuerte como el león" ( príncipe C.8 )Dice Maquiavelo
que el príncipe que quiere conservar el poder" debe comprender bien
que no le es posible observar, en todo, lo que hace mirar como
virtuosos a los hombres, su puesto que a menudo para conservar el
orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra
las virtudes de la humanidad y caridad y aún contra su religión"
(Príncipe C.18),

Para Maquiavelo la razón suprema no es sino la razón de Estado. El


Estado ( que identifica con el príncipe o gobernante), constituye un
fin último, un fin en sí, no solo independiente sino también opuesto
al orden moral y a los valores éticos, y situado de hecho, por encima
de ellos, como instancia absoluta. El bien supremo no es ya la virtud,

Maurice Joly 30
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

la felicidad, la perfección de la propia naturaleza, el placer o


cualquiera de las metas que los moralistas propusieron al hombre,
sino la fuerza y el poder del Estado y de su personificación el
príncipe o gobernante. El bien del Estado no se subordina al bien del
individuo o de la persona humana en ningún caso, y su fin se sitúa
absolutamente por encima de todos los fines particulares por más
sublimes que se consideren.

El sentido de la vida y de la historia, no acaba para los hombres si


ellos prosiguen en la tarea de perfeccionar la sociedad sobre bases
racionales que los trasciendan más allá del simple plano
individualista o de atomización social en el que viven dentro de las
sociedades contemporáneas de finales del siglo XX. La permanente
transformación de la política, como la soñó Maquiavelo, puede ser el
camino para la humanización del poder y la sociedad.

Maurice Joly 31
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

CRONOLOGÍA SUMARIA

1469

Nace Nicolás Maquiavelo el 3 de mayo en Florencia(Italia). Ese


mismo año se produce la muerte de Pedro de Médicis, Príncipe de la
ciudad. Lorenzo de Médicis asume el gobierno de la República;
realizaría una de las gestiones más temidas y admiradas en ese reino
durante varias décadas. Reconocido en la historia como Lorenzo el
"Magnífico" fue padre de Lorenzo II, a quien Maquiavelo dedicó su
obra El Príncipe; fue además fundador de la Universidad de Pisa y
de los museos y bibliotecas mas importantes de Italia en esa época.

1492

El ocho de abril muere Lorenzo el "Magnifico".El 12 de octubre


Cristóbal Colón buscando una ruta hacia el Oriente descubre el
continente americano, al tocar tierra firme en las Islas de Cuba y
Santo Domingo. Ese hecho histórico sella la unidad del imperio
español con la fusión de los reinos de Castilla y Aragón. Toma de
Granada por los Reyes Católicos y fin de los reinos musulmanes de
España.

1498

Maurice Joly 32
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El 3 de mayo es ejecutado el Fraile Dominico Girolano Savonarola


por orden del Papa Alejandro VI, padre de César Borgia. La fuerte
oposición y las críticas del fraile a las relajadas costumbres y
corrupción del papado italiano y la dinastía Médicis, le costaron la
vida. Ese mismo año Nicolás Maquiavelo ingresa como funcionario
a la cancillería de la República Florentina

1502

Nicolás Maquiavelo es acreditado como embajador en la corte de


César Borgia y se da inicio a las relaciones entre el escritor
florentino y el duque de la dinastía Médicis. El 20 de septiembre,
Piero Soderini es elegido gonfaloniero de Florencia e Invita a
Maquiavelo a colaborarle en actividades políticas.

1503

Nace el primer hijo de Nicolás Maquiavelo de su matrimonio con


Marietta Corsini. Durante el mes de agosto es envenenado el Papa
Alejandro VI durante un banquete en Roma que reunió a varios
cardenales ilustres. Maquiavelo publica sus primeras obras
diplomáticas a manera de discursos sobre sus experiencias en varias
ciudades italianas. El 31 de octubre un grupo de cardenales eligen
como nuevo Papa a Julio II reconocido con el nombre de Guilliano
de la Rovere y radical enemigo de los Borgia.

1508

Maurice Joly 33
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Como resultado de sus experiencias en las cortes de Luis XII en


Francia publica ensayos sobre la guerra entre franceses y españoles
que tituló Ritrato Delle Cose Della Francia y Ritrato Delle Cose
Della Magna. Estos estudios constituyen una exaltación de la unidad
política lograda por Francia.

1512

las fuerzas francesas ocupan Italia y amenazan la independencia de


la República Florentina. Sin embargo es España quien derrota las
fuerzas de Florencia y se da así inicio a una serie de conspiraciones
políticas que colocan de nuevo en el poder a la dinastía Médicis, ya
expulsados del gobierno por el Papa Julio II. El 7 de noviembre, el
gobierno es asumido por el Papa León X y Maquiavelo es condenado
a cárcel y destierro por sospecha de conspiración política. También
es retirado de la cancillería de la República de Florencia.

1513

Entre julio y diciembre de ese año, Nicolás Maquiavelo, retirado en


su finca de San Casciano escribe El Príncipe. Su dedicatoria es
dirigida a Lorenzo de Médicis II, a quien el Papa León X había
prometido ofrecerle la administración de un nuevo estado que

Maurice Joly 34
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

crearía. Para esa misma a época Maquiavelo inicia los Discursos


sobre las primeras décadas de Tito Livio.

1515-1516

Estos años representan el apogeo de España como potencia Europea,


gracias a su poder fundado en la riqueza encontrada en el Nuevo
Mundo. Después de haberles dado el nombre de América en
homenaje a Américo Vespucio, el imperio español inicia la tarea de
colonizar las tierras recién descubiertas.

1525-1527

Carlos V dirige nuevamente desde España sus ejércitos contra Italia.


Después de varios años de lucha el Rey conquista a Roma y el 16 de
mayo consuma una gran masacre y saqueo sobre la población, que
horroriza al occidente cristiano. El Papa Clemento VII huye ante la
caída de Roma, para salvar su vida. El 21 de julio, Nicolás
Maquiavelo es enterrado por su familia en Santa Croce.

CRÍTICAS SOBRE LA OBRA

La obra de Nicolás Maquiavelo representa una interesante


perspectiva para comprender la evolución social y política del
mundo moderno surgida en el Renacimiento. Desde el año 1513,
fecha de su publicación hasta hoy, el impacto de ese tratado de
política, El Príncipe ha suscitado las más complejas y atrevidas

Maurice Joly 35
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

interpretaciones en los estudios sobre el fenómeno del poder y en los


gobernantes mismos. Incluiré aquí las visiones de algunos analistas
de la política y la historia acerca de las influencias de El Príncipe .

"Leer El Príncipe hoy, es acordarnos del lado más sombrío de la


transformación. Maquiavelo no era un mal hombre, ni un asesino, ni
un intrigante de sangre fría. Por lo contrario, era un ardiente
partidario de las instituciones republicanas, que percibía más
claramente que el resto de sus compatriotas. Como ningún Estado
podría prosperar donde la moral había fallado, como había ocurrido
en Italia." (R.H.S.,Crossman)

"Fue el implacable realismo de Maquiavelo lo que permitió


diagnosticar precozmente el sentido del naciente orden europeo,
establecer los fines ideológicos que convenían a la comunidad de la
que formaba parte y señalar los medios eficaces para lograrlos a
partir de las situaciones reales que predominaban en la Italia de si
tiempo". (José Luís Romero)

CONCLUSIÓN

Leer "El Príncipe " es enfrentarnos al triunfo del espíritu renacentista


sobre la religión, como también bordear el lado más creador y
sombrío de los hombres en la ardua e inconclusa tarea de
perfeccionamiento de la conciencia humana y de la sociedad.

Generalmente se afirma que la historia es el registro de los choques


entre situaciones o estructuras extremas. Desde esa interpretación

Maurice Joly 36
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

"El Príncipe " de Nicolás Maquiavelo es la síntesis de la disolución


de un mundo, el medioevo, y el nacimiento de un nuevo principio de
realidad en el que el hombre, volvía a ser la preocupación esencial de
todas las cosas, el Renacimiento.

Si la política debía ser el arte de lo posible, para Maquiavelo ello


significaba que ésta debía de basarse en realidades. Las necesidades
de cambio que él formuló para su tiempo, fueron extraídas de su
observación del mundo material y del estado de ánimo colectivo de
sus compatriotas. Sin embargo en la médula de "El Príncipe " se
encuentra la reivindicación del Estado moderno como articulador de
las relaciones sociales y la necesidad de que los hombres vivan en
libertad.

Maurice Joly 37
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

EL ESPÍRITU DE LAS LEYES

Ensayo por José Edgar Morales Chávez

Casi en la mitad del siglo XVIII se publica en Ginebra "Del espíritu


de las leyes" de Montesquieu. La obra es una suma de filosofía
jurídica y política, que se sostiene en la razón y en el método
experimental. Veintidós ediciones en el término de dos años,
anuncian un texto que, evidentemente sobrepasando el interés de los
estudios especializados, se inserta directamente en el sistema de
acontecimientos y preocupaciones de la sociedad.

Efectivamente, en 1750, dos años después, Montesquieu se vio


precisado a escribir una "Defensa del espíritu de las leyes". Se le
censuró por sostener en su definición de la ley, que todo estaba
sujeto a leyes: el entendimiento, la naturaleza inanimada, y en
especial que las inteligencias superiores al hombre y la misma
divinidad estaban sujetas a leyes.

Maurice Joly 38
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

En realidad, el establecimiento de la legalidad del mundo contiene en


Montesquieu, la crítica del orden instituido, como parte de la
llamada crítica universal de la Ilustración.

Dos temas de jurisprudencia -como se usaba decir a lo largo del siglo


XVIII, sopesando las evidencias de la teoría y de la práctica-
contiene "Del espíritu de las leyes": la teoría de la ley y la teoría de
la separación de poderes.

Su enunciación parece destinada a configurar los estudios que


profundizan en los conflictos de la ley y del poder y, en especial, sus
respectivas condiciones de legitimación. Tal como se plantean estos
estudios en el Siglo Filosófico sin embargo, su primus movens, es el
conocimiento de las relaciones del hombre y de la sociedad. La ley y
el poder, entonces, se convierten y se presentan como categorías
constitutivas de ese conocimiento.

Maurice Joly 39
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

EL MÉTODO.

En la preparación "Del espíritu de las leyes", empresa singular que


abarca veinte años de la vida de Montesquieu, tiene principal
importancia todo lo referido al método. Porque nuevos principios y
supuestos dirigen ahora la investigación y, en consecuencia, las
relaciones subsistentes entre los hechos y las operaciones mentales
que los clasifican y verifican, propenden al establecimiento de
principios generales y particulares incorporando nuevos significados
sobre los significados existentes. La realidad es mirada de otra
manera y sus resultados admitirán las seguridades de la prueba e
incluso de la demostración social.

El método reviste en la obra de Montesquieu una importancia


decisiva, pues produce, como en toda la epistemología moderna, la
natural implicación de las secuencias doctrinarias con los datos de la
experiencia, permitiendo la existencia simultánea de premisas.
Creándose de esta manera, una estructura múltiple de la
investigación social en plena mitad del siglo XVIII, si bien que con
las limitaciones propias del momento. Pero es importante destacar
que en esta forma nociones de la ley y de poder ampliarán sus
contenidos teóricos, con los resguardos constantes de la práctica.

Las proposiciones de Montesquieu, constitutivas de su método, son


las siguientes:

1. Determina la existencia del ser social y de la sociedad en forma


autónoma y continua. La sociedad ya no podrá ser considerada en el
futuro como una agregación de individuos, pero tampoco el ser
social que ahora la constituye, se reconocerá en el ser aislado de las

Maurice Joly 40
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

agregaciones. El hombre y la sociedad -como afirma la Ilustración-


constituyen entes distintos, pero no pueden pensarse separados.

2. Está en condiciones de sostener y demostrar que las leyes no


provienen de la naturaleza, ni de la naturaleza particular del hombre,
sino de la sociedad. Montesquieu considera que la naturaleza es
fundamentalmente la acción de los hombres entre sí, y esto, cambia
el sustento clásico del derecho natural.

Pero es necesario tener presente que la Ilustración, desde sus


orígenes, ha mantenido sin oposición ni diferencias, que el concepto
de ley es incomprensible si se le separa del concepto de sociedad.

3. Los hechos irrumpen en la vida teórica y práctica con su


legendaria contundencia. Tal como se les considera ahora, su
especificidad indica que no permanecen inmutables y que en su
contingencia está la clave de su comprensión.

El concepto de hechos en Montesquieu es muy amplio y comprende


los actos del hombre, las tradiciones, lo que se controvierte y lo que
no se controvierte y la aplicación de la razón, como preconizaba
Hobbes, donde una praxis permanente, despojándola de su carácter
infalible, le exige un universo teórico abierto constantemente a la
experiencia.

Así lo establecen Augusto Comte en sus "Primeros ensayos" (1819),


apéndice al Systeme de Politique Positive y el propio Catecismo
Social de Saint-Simon, Durkheim lo afirma expresamente en su tesis

Maurice Joly 41
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

latina y Rousseau se adelanta a estas ideas cuando en "Emilio o la


educación" señala a Montesquieu como el único autor capaz de crear
la ciencia del derecho político.

Y el propio Comte, ahora en su "Curso de Filosofía Positiva"


advierte que es en Montesquieu donde debe encontrarse el primer
esfuerzo directo por tratar a la política como una ciencia de hechos y
no de dogmas.

Antes, Hegel había expresado su interés en las obras de Montesquieu


y de Rousseau. En un capítulo de sus "Lecciones sobre la historia de
la Filosofía" que tituló: Idea de la unidad general concreta.

Antes, los peripatéticos habían ordenado sus estudios de derecho en


forma similar a Montesquieu. El propio Aristóteles dirigió el
esfuerzo de su escuela en tal sentido, procediendo a la recopilación
de ciento cincuenta y ocho constituciones de la antigüedad. Sólo ha
llegado hasta nosotros "la Constitución de Atenas", las demás se han
perdido.

Pero a través de ella sobrevive el sistema empleado. El estudio


comparativo de los textos y su cambio con relación al cambio de los
hechos, el análisis de coincidencias y diferencias, la clasificación de
los temas institucionales y las generalizaciones que establece el
entendimiento. El modelo aristotélico y el modelo de Montesquieu
muestran afinidades, las descripciones se unen a la preferencia por
los detalles, no por un afán de clasificarlo todo, sino por aprehender
a través de los cambios, cualquiera sea su magnitud, la dinámica de
una sociedad, que está hecha de sucesivas síntesis de comprensión.

Maurice Joly 42
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Todavía desde el punto de vista del método, es necesario establecer


que correspondencia existe entre la Ilustración y el positivismo
filosófico, particularmente el del siglo XIX.

El movimiento positivista tuvo un fundado aprecio no solo con


relación a la obra de Montesquieu, sino también con relación a la de
Rousseau y aun con Hobbes, considerando a los dos primeros, como
señala Durkheim en el estudio ya citado, como fundadores de la
Sociología.

En realidad lo que interesa destacar es que no se trata de si


Montesquieu, Rousseau o Hobbes es su caso, adelantan valiosos
fundamentos del sistema positivo, sino que este adelanto no es otra
cosa que el proyecto de la modernidad, en uno de sus casos
particulares.

La Ilustración siempre dispuso del recurso de la razón y del recurso


de la experiencia, como forma natural de toda comprensión. Es más
el alto grado de compatibilización entre razón y experiencia, es lo
que permitió ya a Locke, utilizar lo que él llamaba arquetipos, es
decir modelos o síntesis, mediante los cuales es posible descubrir
nuevos conceptos y enriquecer los existentes.

La teoría contractual presenta numerosos ejemplos. El concepto de


estado de guerra en Hobbes, el concepto de propiedad en Locke, la
separación de poderes propuesta por el propio Locke en el Segundo
Tratado y desenvuelta con un sentido universal en Montesquieu o el

Maurice Joly 43
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

mismo contrato social, que se convierte en Rousseau en el discurso


del mundo.

Maurice Joly 44
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

LAS LEYES DE LA LEY.

La inteligencia con sus operaciones y la mancomunidad de los


hechos con sus significados contingentes -es decir posibles y
también necesarios- coincidiendo, otorgan a la ley los fundamentos
de su legitimación, pero tanto la inteligencia como los hechos
proceden de la sociedad.

El Siglo Filosófico nos entregará un hombre social y una sociedad de


hombres, distintos entre sí, pero que, como se dijo antes, no pueden
pensarse fuera de su unidad.

De aquí procede la filosofía jurídica y política de Montesquieu. Que,


como bien se ha dicho, no parte de la ley, llega a la ley; no parte de
la separación de poderes, llega a la separación de poderes.

Las leyes en su más amplia significación -define Montesquieu- son


las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas.
En este sentido todos los seres tienen sus leyes: las tiene la divinidad,
el mundo material, las inteligencias superiores al hombre, los
animales y el hombre mismo.

Cómo ha llegado Montesquieu a esta definición y cuál es el sentido


de sus posibilidades y la importancia de sus términos: relación
necesaria, naturaleza de las cosas, proceso de derivación y
organización legal del universo.

Maurice Joly 45
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Todo está sujeto a leyes, toda ley particular se relaciona con otra ley
del mismo carácter y depende de una ley más general. El desarrollo
histórico es así y la organización del saber también. Robusteciendo
estas afirmaciones Montesquieu cita a Plutarco, quien afirma que la
ley es reina de todos, mortales e inmortales, o dicho de manera
semejante que la ley es una relación universal o que la ley es lo
común.

Es un antiguo concepto, aparece en los orígenes de la civilización.


Platón lo recuerda en el Gorgias, citando a Píndaro "La ley es reina
de todos, mortales e inmortales", el nomos basileus, ahora propiedad
de la poesía e incorporado para siempre a las tradiciones de la
estética y de la educación.

Posteriormente, Kant en su "Introducción a las lecciones de lógica",


un texto que se publicó cuatro años antes de su muerte, expresa que:
"Todo en la naturaleza, tanto en el mundo inanimado como en el
vivo, acontece según reglas, aunque estas reglas no sean siempre
conocidas por nosotros. El propio uso de nuestro entendimiento está
sujeto a reglas. Estas reglas son necesarias o contingentes. Las
necesarias son aquellas que hacen posible el uso del entendimiento.
Las contingentes dependen de un objeto mismo. Estas reglas
contingentes son las que permiten el uso específico determinado del
entendimiento".

Mediante esta distinción Kant ordena un conjunto de reglas de


inferencia, dos grandes capítulos, destinadas a operar conjuntamente
en la estructura del pensamiento y en la estructura de la realidad, es
lo que se propone Montesquieu con respecto al espíritu de la ley y lo
que antes e inicialmente anunciaba y estipulaba Bacon como una
interpretación del reino del hombre, y son éstos algunos de los

Maurice Joly 46
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

vínculos profundos que habrá de unir a la Ilustración, con la filosofía


clásica alemana.

Cuando Montesquieu utiliza en la razón de la ley el concepto de


relación necesaria, está incluyendo en ella al mismo tiempo, las
nociones de necesidad y de contingencia, tan claramente
identificadas después por Kant y que componen y caracterizan las
leyes de la ley o dicho de otra manera, usando las palabras de
Montesquieu, en el examen de los hombres, me ha parecido que en
medio de la infinita diversidad de leyes y costumbres, los hombres,
no se comportaban solamente según su fantasía.

Es decir, las reglas más generales que conducen la inteligencia, su


aplicación teórica y practica, en el conocimiento múltiple de las
cosas del mundo, son inseparables, tanto en su proyecto como en sus
resultados.

Partiendo de lo particular, de la certeza de los hechos, de su


acumulación, estableciendo semejanzas y diferencias, extendiendo
los conceptos clasificatorios a la formación de principios generales,
partiendo de la diversidad social pero volviendo a ella para descubrir
no las leyes sino el espíritu de las leyes, la esencia dinámica del
principio de legalidad universal, cuyo sustento es la variedad de las
situaciones particulares. Ya Aristóteles -Ética a Nicómaco- había
señalado en el derecho una parte constante, igual en todas partes que
procede de la naturaleza y una parte diversa que procede del hombre
y de su contingencia.

Maurice Joly 47
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Del espíritu de las leyes está hecho de las relaciones que las leyes
establecen entre los hombres y de las relaciones que surgen de la
comunicación entre los hombres y las cosas.

Por relaciones debe entenderse, para Montesquieu, la existencia de


cosas,' animadas o inanimadas, reales o ideales, que se vinculan entre
sí en forma análoga o, dicho de otra manera, tienen la aptitud de
conciliar en su identidad la identidad de las demás, pero no se habla
de totalidades sino de grados, de un tránsito permanente que
compara partes, aceptando y rechazando, un comportamiento
recíproco y continuo que se expresa y existe en el devenir: nada es
en sí, si no se consideran todas sus referencias.

Este es el concepto de relación necesaria en Montesquieu, que


incluye, como si se tratara de una unidad dialéctica, el concepto de
contingencia. Los términos existían, sin la explicación de Kant,
oponiéndose y complementándose de acuerdo a las respectivas
concurrencias de las causas en el sistema general de los sucesos. O
dicho de otra manera, lo necesario-contingente es tanto lo que falta
como lo que se tiene. Y lo que falta y lo que se tiene, trascienden su
oposición eventual y mirados desde el punto de vista de la
organización de la sociedad, constituyen -como enseña Platón- un
principio de donde toma origen la ciudad. Es el mismo criterio que -
siglos después- nos lo entrega Tomás de Aquino: el hombre a
diferencia de los demás animales, requiere el amparo de una
sociedad organizada. Lo que se tiene y lo que no se tiene, lo que se
tiene y lo que se quiere tener y lo que no se quiere tener, formarán la
dialéctica de la ley y la dialéctica de la sociedad, el cambio en sí y el
cambio en la unidad.

De esta manera -siguiendo a Montesquieu- los seres son por sí, pero
en definitiva son por sí siempre con relación a otros, las relaciones

Maurice Joly 48
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

son infinitas, pero son a la vez la medida de existencia de las cosas,


y, así las aprecia el entendimiento.

Esas relaciones necesarias que componen la definición de la ley, de


acuerdo a Montesquieu, derivan de la naturaleza de las cosas.

Michel Villey nos proporciona un concepto de naturaleza de las


cosas, que tiene la principal virtud de resumir las notas históricas del
mismo. En primer lugar, dice Villey, la naturaleza de las cosas para
los clásicos, engloba francamente y sin reservas, todo lo que existe
en nuestro mundo.

Esto es no-solo los objetos físicos materiales (como la naturaleza


post-cartesiana), sino la integridad del hombre, espíritu y cuerpo, las
instituciones humanas y las instituciones sociales: la ciudad, los
grupos familiares, los grupos de intereses. La naturaleza humana
tiende por su propia esencia a la vida social como se expresa
naturalmente en la familia y después en forma más amplia en la
organización del Estado.

Naturaleza, seres y cosas, separados o juntos en su acción recíproca,


se convierten en la historia de la filosofía, o más precisamente en la
filosofía de la historia, en verdaderas alegorías o verdades de razón,
pues la alegoría es la imaginación lo que la analogía es al
pensamiento.

De este concepto de naturaleza de las cosas participa Montesquieu y


el Siglo Filosófico en su conjunto. Para el Siglo Filosófico la

Maurice Joly 49
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

naturaleza de las cosas es más que nada un sistema de razón: la razón


teórica, la razón práctica y la razón crítica: momentos de una misma
razón.

Ese es el sistema de razón de Montesquieu, no un esquema causal e


interpretativo sujeto al empirismo de las normas, considera la justicia
y también la injusticia, el acuerdo de las mayorías y el disenso de las
minorías, fundados en la unanimidad, la razón que propone Spinoza
iluminando por igual lo verdadero y lo falso, la ley como expresión
de los deberes y como expresión del poder, una canónica del ser y el
deber ser, como relaciones implicadas y simultáneas o una historia
natural del ser social.

Finalmente -asegura Montesquieu- las leyes derivan de la naturaleza


de las cosas. Derivan, es decir que traen de la naturaleza de las cosas
su origen.

El espíritu de las leyes está constituido por un conjunto de verdades


teóricas y prácticas que derivando de la sociedad vuelven a la
sociedad de otra manera, en un estuario de desajustes, un desafío a la
sociedad y al hombre social que ambos deben resolver, de ese
espíritu de las leyes así constituido, ha de surgir la ley y sus leyes,
derivando y consolidando a la vez su origen en la sociedad, es decir
en lo común.

Maurice Joly 50
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

EL PODER

De dos maneras considera Montesquieu al poder: como una facultad


constitutiva del ser y como una facultad constitutiva de la sociedad.
Sus analogías y diferencias son sustanciales, empezando porque
resulta decisivo que el impulso del poder provenga del individuo o
de la sociedad.

Montesquieu vincula estas dos formas de poder y las examina en


cada situación determinada, en su unidad y en su multiplicidad.

Refiriéndose al poder individual, tanto Hobbes como Montesquieu


llegan a conclusiones semejantes. En su Discurso sobre el Estado,
como llama también al Leviatán, Hobbes afirma: De manera que doy
como primera inclinación natural de toda la humanidad un perpetuo
e incansable deseo de conseguir poder tras poder, que solo cesa con
la muerte.

Y Montesquieu, confirmando esta previsión de Hobbes, sostiene:


Pero es una experiencia eterna, que todo hombre que tiene poder
siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentre un
límite.

Existe acuerdo en el sentido de que el contrato social -con sus


variantes- tiene su origen en el acuerdo de la comunidad. Así lo
expresaron en la antigüedad los sofistas, los estoicos y el propio
Epicuro.

Maurice Joly 51
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

El desarrollo del mundo medieval intercala una compleja


controversia que compromete la historia del poder con las disciplinas
teológicas.

Porque la vida de la ciudad -dice San Agustín- no es solitaria sino


social y política. En proposiciones como éstas es donde comienza a
dibujarse el problema de la legitimidad del poder y de las
condiciones del acatamiento y la obediencia al emperador o príncipe.

La problemática fundamental es determinar de donde proviene este


poder, si su origen es divino o proviene del pueblo. A través de
interrogaciones como ésta es que, sin que desaparezcan las
secuencias descriptivas del poder, se advierte la preocupación por
determinar su esencia.

La indudable trascendencia del tema se aprecia si se tiene en cuenta


que Locke dedicó su Primer Tratado de Gobierno a refutar la obra de
Robert Filmer "Patriarca" que constituye una defensa y justificación
del poder divino de los reyes y el consiguiente absolutismo. Todo lo
cual indica que en el siglo XVII, en las sociedades europeas el
problema no era solo objeto de controversias, sino que los progresos
teóricos en el terreno institucional tenían dificultades para
materializarse.

De todas maneras despojar al poder de su unción metafísica, de su


fuerza enigmática e inexplicable y separarlo de la experiencia, si
bien no alcanza para explicar su esencia, permite identificar su

Maurice Joly 52
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

práctica y su desenvolvimiento en el seno de la sociedad y también


sus debilidades.

En esta situación histórica empieza Montesquieu a escribir acerca del


poder.

En diferente forma y con objetivos en parte similares y en parte


distintos, abordaron Locke primero y Montesquieu después, la teoría
práctica del poder.

La propuesta de Montesquieu es dialéctica, en el sentido de que se


propone desarrollar el conjunto de los antagonismos que contiene el
poder, para ponerlos al servicio de la ley, que es en definitiva una de
las antítesis del poder y de otra manera constituye su legitimidad.
Son los dos temas fundamentales de Montesquieu que en ninguna
instancia de su obra se separan.

Locke da los primeros pasos, juzgando imprescindible un equilibrio


y un desarrollo armónico de funciones, y una sistemática de las
prácticas sociales, que permita configurar su dirección

Previniendo que: "Además, puede suponer una tentación


excesivamente fuerte para la fragilidad humana, demasiado afecta,
ya de por sí, a aferrarse al poder, el que las mismas personas que
tienen el poder de hacer las leyes tengan también el de ejecutarlas.
(Segundo Tratado, cap. XII).

Maurice Joly 53
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

En Montesquieu estamos considerando una teoría del poder global y


de sus límites, que surge de la práctica, de las metodologías de
análisis, comparación, clasificaciones de hechos y sus
generalizaciones.

La diferencia entre Locke y Montesquieu, es que Locke escribe


desde el poder y Montesquieu, lo hace desde afuera. La diferencia es
trascendental, porque en Locke el poder es fundamentalmente un
problema de poder, en cambio en Montesquieu es siempre un
problema de libertad.

El círculo institucional ha cerrado su base y abre así la multiciplidad


de sus espirales. La crítica universal, esa dialéctica de la Ilustración,
hace de la separación de poderes de Montesquieu algo inesperado; la
separación de poderes de Montesquieu constituye una óptica
gigantesca: el paulatino descrédito de los Parlamentos, las
insondables deficiencias de la justicia enfrentada sin remedio al
juicio público y las interminables envolturas del árbitro: el poder
ejecutivo o administrador o el poder sin explicaciones. A
Montesquieu debemos esta iluminación y es bastante.

Hace doscientos cincuenta años puso en nuestras manos a través de


la teoría de separación de poderes y la teoría de la ley, instrumentos
que permiten afirmar que el Estado es cada uno de nosotros y todos a
la vez, no hay más nada que decir para reconocer en él a un
contemporáneo y sobre todo, a un genio.

Carlos Luis de Secondat, barón de la Brede y de Montesquieu, nace


el 18 de enero de 1689 y muere el 10 de febrero de 1755. Entre sus
obras más importantes se consideran: Cartas Persas (1721),

Maurice Joly 54
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia


de los romanos (1734) y Del espíritu de las leyes (1748).

Américo Abad

Trabajo enviado por:

Edgar Vandér Caballero

evander@prodigy.net.mx

Maurice Joly 55
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

PRIMERA PARTE

Maurice Joly 56
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly 57
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO PRIMERO

Maquiavelo- Me han dicho que en las orilla de esta desierta playa


tropezaría con la sombra del gran Montesquieu. ¿Es acaso la que
tengo ante mis ojos?

Montesquieu- ¡Ho Maquiavelo! A nadie cabe aquí el nombre de


Grande. Mas si, soy el que buscáis.

Maquavelo- De los personajes ilustres cuyas sombras pueblan esta


lóbrega morada, a nadie tanto anhelaba encontrar como a
Montesquieu. Relegado a esta región desconocida por la migración
de las almas, doy gracias al azar por haberme puesto por fin en
presencia del autor de El Espíritu de las Leyes.

Montesquieu- El antiguo secretario de Estado de la república


florentina no ha olvidado aún su lenguaje cortesano. ¿Pero qué, de
no ser angustias y pesares, podríamos compartir quienes hemos
llegado a estas sombrías riberas?

Maquavelo- ¿Cómo puede un filósofo, un estadista, hablar así?


¿Qué importancia tiene la muerte para quienes vivieron del
pensamiento, puesto que el pensamiento nunca muere? Por mi parte,
no he conocido condición más tolerable que la proporcionada aquí
hasta el día del juicio final. Exentos de las preocupaciones y
cuidados de la vida material, vivir en los dominios de la razón pura,

Maurice Joly 58
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

poder departir con los grandes hombres, de cuya fama ha hecho eco
el universo todo; seguir desde lejos el curso de las revoluciones en
los Estados, la caída y transformación de los imperios; meditar
acerca de sus nuevas constituciones, sobre las modificaciones
sobrevenidas en las costumbres de los pueblos europeos, los
progresos de su civilización en la política, las artes y la industria,
como también en la esfera de las concepciones filosóficas. ¡Qué
espectáculo para el pensamiento! ¡Cuántos puntos de vista nuevos!
¡Qué insospechados descubrimientos! ¡Cuántas maravillas, si hemos
hecho de dar crédito a las sombras que aquí descienden! La muerte
es para nosotros algo así como un profundo retiro donde terminamos
de recoger las enseñanzas de la historia y los títulos de la humanidad.
Ni siquiera la nada logra romper los lazos que nos unen a la tierra,
pues la posteridad se cuida de aquellos que, como vos, han
impulsado grandes movimientos del espíritu humano. En este
momento, casi la mitad de Europa se rige por vuestros principios; y
¿quién podría atravesar mejor, libre de miedos, el sombrío pasaje
que conduce al infierno o al cielo, que aquel que se presenta con
tales y tan puros títulos de gloria ante la justicia entera?

Montesquieu- ¿Por qué no habláis de vos, Maquiavelo? Excesiva


modestia, cuando se ha dejado tras de sí la inmensa fama de ser el
autor del Tratado del Príncipe.

Maquavelo- Creo comprender la ironía que vuestras palabras


ocultan. ¿Me juzgará acaso el gran publicista francés como lo hace el
vulgo, que de mí solo conoce el nombre y un prejuicio ciego? Lo sé;
ese libro me ha proporcionado una reputación fatal; me ha hecho
responsable de todas las tiranías; ha traído sobra mí la maldición de
los pueblos, encarno para ellos el despotismo que aborrecen; ha
emponzoñado mis últimos días y, al parecer, la reprobación de la
posteridad me ha seguido hasta aquí. Sin embargo, ¿qué hice?
Durante quince años serví a mi patria, que era una república;

Maurice Joly 59
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

conspiré para mantenerla independiente y la defendí sin tregua


contra Luis XII, los españoles, Julio II y contra el mismo Borgia,
quien sin lí la hubiese sofocado. La protegí de las sangrientas
intrigas que, en todos los sentidos, se entretejían a su alrededor,
combatiendo como diplomático como otro lo habría hecho con la
espada. Trataba, negociaba, anudaba y rompía los hilos de acuerdo
con los intereses de la República, aplastada entonces entre las
grandes potencias y que la guerra hacía bambolear como un esquife.
Y no era un gobierno opresor ni aristocrático el que manteníamos en
Florencia; eran instituciones populares. ¿Fui acaso de aquellos que
van cambiando al vaivén de la fortuna? Luego de la caída de
Soderini, los Verdugos de los Médicis supieron hallarme. Educado
en la libertad, sucumbí con el; viví proscripto, sin que la mirada de
príncipe alguno dignara fijarse en mí. He muerto pobre y olvidado.
He aquí mi vida y he aquí los crímenes que me han valido la
ingratitud de mi patria y el odio de la posteridad. Quizá sea el cielo
mas justo conmigo.

Montesquieu- Conocía todo eso. Maquiavelo, y en razón de ello


nunca logré comprender cómo el patriota florentino, el servidor de
una república, pudo convertirse en el fundador de esa lóbrega
escuela que os ha dado como discípulo a todas las testas coronadas,
apropiada para justificar los más grandes crímenes de la tiranía.

Maquiavelo- ¿Y si os dijera que ese libro tan solo fue una fantasía
de diplomático? que no estaba destinado a la imprenta; que tuvo una
publicidad ajena a la voluntad del autor; que fue concebido al influjo
de ideas entonces comunes a todos los principados italianos, ávidos
de engrandecerse a expensas el uno del otro y dirigidos por una
astuta política que considera al más pérfido como el más hábil...?

Maurice Joly 60
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Es este vuestro verdadero pensamiento? Ya que me


habláis con tanta franqueza, os diré que también es el mío y que
participo al respecto de la opinión de muchos de aquellos que
conocen vuestra vida y han leído atentamente vuestras obras. Sí, sí,
Maquiavelo, y la confesión os honra; en aquel entonces no dijisteis
lo que pensabais o lo dijisteis bajo el imperio de sentimientos
personales que por un instante ofuscaron vuestra razón elevada.

Maquavelo- Os engañáis, Montesquieu, siguiendo el ejemplo de


otros que me han juzgado como vos. Mi único crimen fue decir la
verdad a los pueblos como a los reyes; no la verdad moral, sino la
verdad política; no la verdad como debería ser, sino como es, como
será siempre. No soy yo el fundador de la doctrina cuya paternidad
me atribuyen; es el corazón del hombre. El maquiavelismo es
anterior a Maquiavelo.

Moisés, Sesostris, Salomón, Llisandro, Filipo y Alejandro de


Macedonia; Agátocles, Rómulo, Julio César y el mismo Nerón;
Carlomagno, Teodorico, César Borgia, he aquí los antecesores de mi
doctrina. Paso por alto a muchos y de los mejores, sin mencionar por
supuesto la larga lista de los que llegaron después que yo, y a
quienes el Tratado del Príncipe nada enseñó que ya no supieran por
el ejercicio del poder. ¿Quién en vuestro tiempo, me rindió un
homenaje más clamoroso que Federico II? Pluma en la mano, me
refutaba en interés de su popularidad, pero en política aplicaba
rigurosamente mis doctrinas.

¿Por qué inexplicable extravió del espíritu humano se me reprocha lo


escrito en esta obra? Tanto valdría censurar al sabio por buscar las
causas físicas de la caída de los cuerpos que nos hieran al caer; al
médico por descubrir las enfermedades, al químico por historiar los

Maurice Joly 61
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

venenos, al moralista por pintar los vicios, al historiador por escribir


la historia.

Montesquieu- ¡Ho Maquiavelo! ¡Si Sócrates se encontrara aquí


para desentrañar el sofisma oculto en vuestras palabras! Por poco
que la naturaleza me haya dotado para la polémica, la réplica no me
es difícil: comparáis con venenos las enfermedades los males
engendrados por el espíritu de dominio, astucia y violencia; y
vuestros escritos los instruyen acerca de los medios de contagiar
esas enfermedades a los Estados, son esos venenos los que enseñáis
a destilar. Cuando el sabio, el médico y el moralista estudian un
mal, no es con el objeto de enseñar a propagarlo: es para curarlo.
Vuestro libro empero, no hace eso; mas poco me importa, y no por
ello me siento menos desarmado. Desde el momento en que no erigís
el despotismo en principio y vos mismo lo conceptuáis un mal, me
parece que vuestra condena va implícita el ello y al menos en este
punto podemos estar de acuerdo.

Maquavelo- No lo estamos, Montesquieu, pues no habéis captado


del todo mi pensamiento; con mi comparación os he presentado un
flanco demasiado fácil de derrotar. La misma ironía de Sócrates no
llegaría a inquietarme, pues Sócrates era solo un sofista que
manejaba, con mayor habilidad que otros, un instrumento falso: la
logomanía. No es vuestra escuela ni la mía: desechamos, pues, las
palabras y comparaciones y atengámonos a las ideas. He aquí la
formulación de mi sistema, y dudo que podáis quebrantarlo, porque
está constituido de inferencias sobre hechos morales y políticos
eternamente verdaderos: el instinto malo es en el hombre más
poderoso que el bueno. El hombre experimenta mayor atracción por
el mal que por el bien; el temor y la fuerza tienen mayor imperio
sobre él que la razón. No me detengo a demostrar estas verdades;
entre vosotros, solo los necios de la camarilla del barón Holbach,
cuyo gran sacerdote fue J. J. Roseau, y Diderot su apóstol, pudieron
tener la osadía de contradecirlas. Todos los hombres aspiran al
dominio y ninguno renunciaría a la opresión si pudiera ejercerla.

Maurice Joly 62
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los


demás por sus intereses.

¿Qué es lo que sujeta a estas bestias devoradoras que llamamos


hombres? En el origen de las sociedades está la fuerza brutal y
desenfrenada; más tarde, fue la ley, es decir, siempre la fuerza,
reglamentada formalmente. Habéis examinado los diversos orígenes
de la historia; en todos aparece la fuerza anticipándose al derecho.

La libertad política es solo una idea relativa; la necesidad de vivir es


lo dominante en los Estados como en los individuos.

En algunas latitudes de Europa, existen pueblos incapaces de


moderación en el ejercicio de la libertad. Si en ellos la libertad se
prolonga, se transforma en libertinaje; sobreviene la guerra civil o
social, y el Estado está perdido, ya sea porque se fracciona o se
desmiembra por efecto de sus propias convulsiones o porque sus
divisiones internas los hacen fácil presa del extranjero. En
semejantes condiciones, los pueblos prefieren el despotismo a la
anarquía. ¿Están equivocados?

No bien se constituyen, los Estados tienen dos clases de enemigos:


los de dentro y los de fuera. ¿Qué armas habrán de emplear en la
guerra contra el extranjero? ¿Acaso los dos generales enemigos se
comunicarán recíprocamente sus planes de campaña a fin de preparar
sus mutuos planes de defensa? ¿Se prohibirán los ataques nocturnos,
las celadas y las emboscadas, los combates con desigual número de
tropas? Por cierto que no, ¿verdad? Combatientes semejantes
moverían a risa. Y contra los enemigos internos, contra los facciosos
¿queréis que no se empleen todas estas trampas y astucias, toda esta

Maurice Joly 63
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

estrategia indispensable en una guerra? Sin duda, se pondrá en ello


menos vigor, pero en el fondo las normas han de ser las mismas.
¿Podemos conducir masas violentas por medio de la pura razón,
cuando a estas solo las muevan los sentimientos, las pasiones y los
prejuicios?

Que la dirección del Estado esté en manos de un autócrata, de una


oligarquía o del pueblo mismo, ninguna guerra, ninguna
negociación, ninguna reforma interna podrán tener éxito sin ayuda
de estas combinaciones que al parecer desaprobáis, pero que os
hubierais visto obligado a emplear si el rey de Francia os hubiese
encomendado el más trivial de los asuntos estatales.

¡Pueril reprobación la que afecta al Tratado del Príncipe! ¿Tiene


acaso la política algo que ver con la moral? ¿Habéis visto alguna vez
un Estado que se guiase de acuerdo con los principios rectores de la
moral privada? En ese caso, cualquier guerra sería un crimen,
aunque se llevase a cabo por una causa justa; cualquier conquista sin
otro móvil que la gloria, una fechoría; cualquier tratado en que una
de las potencias hiciera inclinar la balanza de su lado, un inicuo
engaño; cualquier usurpación del poder soberano, un acto que
merecería la muerte. ¡Únicamente lo fundado en el derecho sería
legítimo! Pero ya os lo dije antes y lo mantengo en presencia de la
historia contemporánea: la fuerza es el origen de todo poder
soberano o, lo que es lo mismo, la negación del derecho. ¿Quiere
decir que proscribo a este último? No; mas lo considero algo de
aplicación limitada en extremo, tanto en las relaciones entre países
como en las relaciónense entre gobernantes y gobernados.

Por otra parte, ¿no advertís que el mismo vocablo “derecho” es de


una vaguedad infinita? ¿Dónde comienza y dónde termina? ¡Cuándo
existe derecho y cuando no? Daré ejemplos: Tomemos un Estado: la

Maurice Joly 64
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

mala organización de sus poderes públicos, la turbulencia de la


democracia, la impotencia de las leyes contra los facciosos, el
desorden que reina por doquier, lo llevan al desastre. De las filas de
la aristocracia o del seno del pueblo surge un hombre audaz que
destruye los poderes constituidos, reforma las leyes, modifica las
instituciones y proporciona al país veinte años de paz. ¿Tenía
derecho a hacer lo que hizo?

Con un golpe de audacia, Pisistrato se adueña de la ciudadela y


prepara el siglo de Pericles. Bruto viola la constitución monárquica
de Roma, expulsa a los Tarquinos y funda a puñaladas una república,
cuya grandeza es el espectáculo más imponente que jamás haya
presenciado el universo. Empero, la lucha entre el patriciado y la
plebe, que mientras fue contenida estimuló la vitalidad de la
república, lleva a esta a la disolución y a punto está de perecer.
Aparecen entonces César y Augusto. También son conculcadores;
pero gracias a ellos, el Imperio romano que sucede a la república
perdura tanto como esta; y cuando sucumbe, cubre con sus vestigios
al mundo entero. Pues bien ¿estaba el derecho de parte de esos
audaces? Según vos, no. Y sin embargo, las generaciones venideras
los han cubierto de gloria; en realidad, sirvieron y salvaron a su país
y prolongaron durante siglos su existencia. Veis entonces que en los
Estados el principio del derecho se halla sujeto al interés y de estas
consideraciones se desprende que el bien puede surgir del mal; que
se llega al bien por el mal, así como algunos venenos nos curan y
un corte de bisturí nos salva la vida. Menos me he cuidado de lo que
era bueno y moral que de lo útil y necesario; tomé las sociedades tal
como son y establecí las normas consiguientes.

Hablando en términos abstractos, la violencia y la astucia ¿son un


mal? Sí, pero su empleo es necesario para gobernar a los hombres,
mientras los hombres no se conviertan en ángeles.

Maurice Joly 65
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Cualquier cosa es buena o mala, según se la utilice y el fruto que dé;


el fin justifica los medios; y si ahora me preguntáis por qué yo, un
republicano, inclino todas mis preferencias a los gobiernos
absolutos, os contestaré que, testigo en mi patria de la inconstancia y
cobardía de la plebe, de su gusto innato por la servidumbre, de su
incapacidad de concebir y respirar las condiciones de luna vida libre;
es a mis ojos una fuerza ciega, que tarde o temprano se deshace si no
se haya en manos de un solo hombre; os respondo que el pueblo,
dejado a su arbitrio, sólo sabría destruirse; que es incapaz de
administrar, de juzgar, de conducir una guerra. Os diré que el
esplendor de Grecia brilló tan sólo durante los eclipses de la libertad;
que sin el despotismo de la aristocracia romana, y más tarde el de los
emperadores, la deslumbrante civilización europea no se hubiese
desarrollado jamás.

¿Y si buscara mis ejemplos en los Estados modernos? Tantos y tan


contundentes son que tomaré los primeros que se me ocurran.

¿Bajo qué instituciones y qué hombres han brillado las repúblicas


italianas? ¿Durante qué reinados se tornaron poderosas España,
Francia, Alemania? Con los León X, los Julio II, los Felipe II, los
Barbaroja, los Luis XIV, los Napoleón, hombres todos de terrible
puño, y apoyándose con mayor frecuencia en la guarnición de la
espada que en la carta constitucional de sus Estados.

Mas yo mismo me asombro de haber hablado tanto para convencer al


escritor ilustre que me escucha, ¿Acaso, si no estoy mal informado,
no se hallan estas ideas en parte en El espíritu de las Leyes? ¿pudo
mi discurso herir al hombre grave y frío que sin pasión ha meditado
acerca de los problemas de la política? Los enciclopedistas no eran
Catones: el autor de las Cartas persas no era un santo, ni siquiera un
devoto muy ferviente. Nuestra escuela, reputada de inmoral, quizá se

Maurice Joly 66
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

hallara más próxima del Dios verdadero que los filósofos del siglo
XVIII.

Montesquieu- Sin cólera y con atención he escuchado hasta


vuestras últimas palabras, Maquiavelo. ¿Deseáis oírme permitir que
me exprese respecto de vos con igual libertad?

Maquiavelo- Mudo soy, y en respetuoso silencio he de escuchar a


aquel a quien llaman el legislador de las naciones.

Maurice Joly 67
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO SEGUNDO

Montesquieu- Nada de nuevo tienen vuestras doctrinas para mi,


Maquiavelo; y si experimento cierto embarazo en refutarlas, se debe
no tanto a que ellas perturban mi razón, sino a que, verdaderas o
falsas, carecen de base filosófica. Comprendo perfectamente que
sois ante todo un hombre político, a quien los hechos tocan más de
cerca que las ideas. Admitiréis, empero, que, tratándose de
gobiernos, se llega necesariamente al examen de los principios. La
moral, la religión y el derecho no ocupan lugar alguno en vuestra
política. No hay más que do palabras en vuestra boca: fuerza y
astucia. Si vuestro sistema se reduce a afirmar que la fuerza
desempeña un papel preponderante en los asuntos humanos, que la
habilidad es una cualidad necesaria en el hombre de Estado, hay en
ello una verdad de innecesaria demostración; pero si erigís la
violencia en principio y la astucia en precepto de gobierno, el
código de la tiranía no es otra cosa que el código de la bestia, pues
también los animales son hábiles y fuertes y, en verdad, solo rige
entre ellos el derecho de la fuerza brutal. No creo, sin embargo, que
hasta allí llegue vuestro fatalismo, puesto que reconocéis la
existencia del bien y del mal.

Vuestro principio es que el bien puede surgir del mal, y que está
permitido hacer el mal cuando de ello resulta un bien. No afirmáis
que es bueno en sí traicionar la palabra empeñada, ni que es bueno
emplear la violencia, la corrupción o el asesinato. Decís: podemos
traicionar cuando ello resulta útil, matar cuando es necesario,
apoderarnos del bien ajeno cuando es provechoso. Me apresuro a
agregar que, en vuestro sistema, estas máximas solo son aplicables
a los príncipes, cuando se trata de sus intereses o de los intereses
del Estado. En consecuencia, el príncipe tiene el derecho de violar
los juramentos, puede derramar sangre a raudales para apoderarse
del gobierno o pera mantenerse en él; le es dado despojar a quienes

Maurice Joly 68
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

ha proscrito; abolir todas las leyes, dictar otras nuevas y a su vez


violarlas; dilapidar las finanzas, corromper, oprimir, castigar y
golpear sin descanso.

Maquiavelo- Pero ¿no habéis dicho vos mismo que, en los Estados
despóticos, el temor es una necesidad, la virtud inútil, el honor un
peligro; que debía existir una obediencia ciega y que si el príncipe
dejara de levantar su mano estaría perdido? (El Espíritu de las Leyes,
libro III, cap. IX)

Montesquieu- Lo dije, si, al advertir, como vos lo habéis hacho, en


qué terribles condiciones se perpetúa un régimen tiránico, pero lo
dije para marcarlo a fuego y no para erigirle altares; para inspirar
el horror de mi patria, la que felizmente nunca tuvo que inclinar la
cabeza tan bajo semejante yugo. ¿Cómo no veis que la fuerza es tan
solo un accidente en el camino de las sociedades modernas, y que
los gobiernos más arbitrarios, para justificar sus sanciones, deben
recurrir a consideraciones ajenas a las teorías de la fuerza? No solo
en nombre del interés, sino en nombre del deber actúan todos los
opresores. Lo violan, pero lo invocan; por sí sola, la doctrina del
interés es tan importante como todos los medios que emplea.

Maquiavelo- Deteneos aquí; asignáis un lugar al interés, y eso basta


para justificar las diversas necesidades políticas, no acordes con el
derecho.

Montesquieu- Es la Razón de Estado, la que vos invocáis. Advertid


entonces que no puedo dar como base para las sociedades
precisamente aquello que las destruye. En nombre del interés, los
príncipes y los pueblos, lo mismo que los ciudadanos, solo crímenes

Maurice Joly 69
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

cometerán. ¡En interés del Estado!, decís. Pero ¿cómo saber si para
él resulta beneficioso el cometer tal o cual iniquidad? ¿Acaso no
sabemos que con frecuencia el interés del Estado solo representa el
interés del príncipe o de los corrompidos favoritos que lo rodean? Al
sentar el derecho como base para la existencia de las sociedades, no
me expongo a semejantes consecuencias, porque la noción de
derecho traza fronteras que el interés no debe violar.

Si me preguntáis cuál es el fundamento del derecho, respondería que


es la moral, cuyos preceptos nada tienen de dudoso u oscuro, pues
todas las religiones los enuncian y se hallan impresos con
caracteres luminosos en la conciencia del hombre. Las diversas
leyes civiles, políticas, económicas e internacionales deben manar
de esta fuente pura.

Ex eodem jure, sive ex eodem fonte, sive ex eodem principio.

Pero es en lo siguiente donde más se manifiesta vuestra


inconciencia: sois católico, cristiano; ambos adoramos al mismo
Dios, aceptáis sus mandamientos y su moral; asimismo admitís el
derecho en las relaciones mutuas entre los individuos, pero pisoteáis
todas las normas cuando de trata del Estado o del príncipe. En
resumen, según vos, la política nada tiene que ver con la moral.
Prohibís al individuo lo que permitís al monarca. Censuráis o
glorificáis las acciones según las realice el débil o el fuerte; estas
son virtudes o crímenes de acuerdo con el rango de quien las
ejecuta. Alabáis al príncipe por hacerlas y al individuo lo condenáis
a las galeras. ¿Pensáis acaso que una sociedad regida por tales
preceptos pueda sobrevivir? ¿Creéis que el individuo mantendrá por
largo tiempo sus promesas, al verlas traicionadas por el soberano?
¿Qué respetará las leyes cuando advierta que quien las promulgara
las ha violado y las viola diariamente? ¿Qué vacilaría en tomar el

Maurice Joly 70
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

camino de la violencia, la corrupción y el fraude cuando compruebe


que por él transitan sin cesar los encargados de guiarlo?
Desengañaos: cada usurpación del príncipe en los dominios de la
cosa pública autoriza al individuo a una infracción semejante en su
propia esfera; cada perfidia política engendra una perfidia social;
la violencia de lo alto legitima la violencia de lo bajo. Esto en lo que
se refiere a los ciudadanos entre sí.

En lo concerniente a sus relaciones con los gobernantes, no tengo


necesidad de deciros que significa introducir el fermento de la
guerra civil en el seno de la sociedad. El silencio del pueblo es tan
solo la tregua del vencido, cuya queja se considera un crimen.
Esperad a que despierte: habéis inventado la teoría de la fuerza;
tened la certeza de que la recuerda. Un día cualquiera romperá sus
cadenas; las romperá quizá con el pretexto más fútil y recobrará por
la fuerza lo que por la fuerza le fue arrebatado.

La máxima del despotismo es el perinde ac cadaver de los jesuitas;


matar o ser muerto: he aquí la ley; hoy significa embrutecimiento,
mañana guerra civil. Así por lo menos suceden las cosas en los
países de Europa; en Oriente, los pueblos dormitan en paz en el
envilecimiento de la servidumbre.

Mi conclusión es esta y es una conclusión formal: los príncipes no


pueden permitirse lo que la moral privada prohíbe. Pensasteis
apabullarme con el ejemplo de muchos grandes hombres que
proporcionaron a su país la paz y en ocasiones la gloria por medio
de hechos audaces, violatorios de las leyes; y de ello inferís vuestro
fantástico argumento: el bien surge del mal. En poco me siento
afectado; no se me ha demostrado que esos audaces hicieron más
bien que mal, ni se ha comprobado que dichas sociedades no se
hubiesen salvado y mantenido sin ellos. Los remedios aportados no

Maurice Joly 71
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

han compensado los gérmenes de disolución que introdujeron en los


Estados. Para un reino, algunos años de anarquía son con
frecuencia mucho menos funestos que largos años de un despotismo
silencioso.

Admiráis a los grandes hombres; yo solo admito a las grandes


instituciones. Creo que los pueblos, para ser felices, menos
necesidad tienen de hombres geniales que de hombres íntegros, mas
os concedo, si así lo queréis que algunas de esas empresas violentas,
de las que hacéis la apología, pudieron ser beneficiosas para ciertos
Estados. Tales actos se justificaban quizás en las sociedades de la
antigüedad, donde reinaba la esclavitud y el fatalismo era un
dogma. También volvemos a encontrarlos en el medioevo y hasta en
los tiempos modernos; pero a medida que las costumbres se fueron
moderando y las luces propagando entre los diversos pueblos de
Europa; sobre todo a medida que los principios de la ciencia
política fueron mejor conocidos, el derecho sustituye a la fuerza en
los principios como en los hechos. Siempre existirán sin duda las
tormentas de la libertad y todavía se cometerán muchos crímenes en
su nombre: pero el fanatismo político ha dejado de existir. Si
pudisteis decir, en vuestro tiempo, que el despotismo era un mal
necesario, no podríais decirlo hoy en día, porque el despotismo se
ha tornado imposible en los principales pueblos de Europa, debido
al estado actual de las costumbres y de las instituciones políticas.

Maquiavelo- ¿Imposible?... Si conseguís probármelo, consiento dar


un paso en la dirección de vuestras ideas.

Montesquieu- Os he de probar muy fácilmente, si estáis dispuesto a


seguir escuchándome.

Maurice Joly 72
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Con mucho gusto; pero tened cuidado; creo que os


habéis comprometido en demasía.

Maurice Joly 73
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO TERCERO

Montesquieu- Una compacta muchedumbre de sombras avanza


hacia estas playas y muy pronto habrá invadido la región en que nos
hallamos. Venid para este lado, de lo contrario no tardarán en
separarnos.

Maquiavelo- No me fue dado encontrar en vuestras últimas palabras


la precisión que caracterizaba vuestro lenguaje al comienzo de
nuestra conversación. A mi entender, habéis exagerado las
consecuencias que se desprenden de los principios enunciados en El
espíritu de las Leyes.

Montesquieu- Deliberadamente evité en esa obra desarrollar


extensas teorías. Si la conocierais no solo por lo que de ella os han
hablado, advertiríais que de los principios allí sustentados fluyen sin
esfuerzo las consideraciones particulares que ahora expongo. Por lo
demás, no tengo empacho en confesar que el conocimiento
adquirido de la época moderna ha modificado o completado alguna
de mis ideas.

Maquiavelo- ¿Creéis entonces seriamente que podréis demostrar la


incompatibilidad del despotismo con el estado político de los
pueblos europeos?

Montesquieu- No he dicho de todos los pueblos; mas, si deseáis,


puedo enumerar aquellos en que el desenvolvimiento de la ciencia
política ha conducido a ese excelente resultado.

Maurice Joly 74
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Cuáles son esos pueblos?

Montesquieu- Inglaterra, Francia, Bélgica, parte de Italia, Prusia,


Suiza, la Confederación germana, Holanda y la misma Austria, es
decir casi toda esa parte de Europa donde otrora se extendía el
mundo romano.

Maquiavelo- Algo conozco de lo acontecido en Europa desde 1527


hasta la actualidad y os confieso que mi curiosidad es grande por
saber de qué manera justificaréis vuestra proposición.

Montesquieu- Pues bien escuchad y quizás os llegue a convencer.


No son los hombres sino las instituciones las que aseguran el reino
de la libertad y las buenas costumbres en los Estados. Todo bien
depende de la perfección o imperfección de las instituciones, pero
también de ellas dependerá necesariamente todo el mal que sufrirán
los hombres como resultado de su convivencia social. Y cuando exijo
las mejores instituciones, debéis entender que se trata, según la
bella frase de Solón, de las instituciones mas perfectas que los
pueblos puedan tolerar. Es decir, que no concibo para ellos
condiciones de vida imposibles, y aquí me aparto de esos
deplorables reformadores que pretenden organizar sociedades sobre
la base de hipótesis puramente racionales, sin tomar en cuenta el
clima, los hábitos y hasta los prejuicios.

Las naciones cuando nacen tienen las instituciones que son posibles.
La antigüedad nos muestra que existieron civilizaciones
maravillosas, Estados donde se concebían admirablemente bien las

Maurice Joly 75
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

condiciones de un gobierno libre. A los pueblos de la era cristiana


les fue más difícil armonizar sus constituciones con los movimientos
de la vida política; pero aprovechando las enseñanzas de la
antigüedad, llegaron, no obstante, en civilizaciones infinitamente
más complicadas, a resultados más perfectos.

Una de las principales causas de la anarquía y del despotismo fue la


ignorancia teórica y práctica, que por largo tiempo prevaleció en
los Estados de Europa, respecto de los principios que presiden la
organización del poder. ¿Cómo podía afianzarse el derecho de la
nación, si el principio de la soberanía residía únicamente en la
persona del príncipe? ¿Cómo podía su gobierno no ser tiránico si el
encargado de hacer ejecutar las leyes era al mismo tiempo el
legislador? ¿Qué protección podían tener los ciudadanos contra la
arbitrariedad, si una sola mano reunía confundidos los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial. (El Espíritu de las Leyes, libro XI,
cap. VI)

Bien sé que algunas libertades y derechos públicos, que tarde o


temprano se introducen en las costumbres políticas menos
avanzadas no pueden menos que obstaculizar el ejercicio ilimitado
de la monarquía absoluta; que, por otra parte, el temor del clamor
popular, el espíritu timorato de algunos reyes los indujo a utilizar
con moderación el poder excesivo del que estaban investidos; pero
no es menos cierto que garantías tan precarias se hallaban a merced
del monarca, dueño en principio de los bienes, derechos y hasta de
la persona de sus súbditos. La división de poderes ha resultado en
Europa el problema de las sociedades libres, y si hay algo que
mitiga mi ansiedad en estas horas previas al juicio final, es el pensar
que mi paso sobre la tierra no es ajeno a esta grandiosa
emancipación.

Maurice Joly 76
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Habéis nacido. Maquiavelo, en las postrimerías del medioevo y os


fue dado contemplar, junto con el renacimiento de las artes, la
aurora de los tiempos modernos. Os diré empero, con vuestro
permiso, que el medio social en que vivíais se hallaba impregnado
todavía de los extravíos de la barbarie; Europa era un torneo. Ideas
de guerras, dominación y conquistas trastornaban el espíritu de los
hombres de Estado y de los príncipes. Convengo que en ese entonces
la fuerza lo era todo y poca cosa el derecho; los reinos
representaban una presa para los conquistadores; los soberanos
luchaban contra los grandes vasallos en el interior de los Estados;
los grandes vasallos aplastaban las ciudades. En medio de la
anarquía feudal de una Europa en armas, el pueblo pisoteado se
acostumbró a considerar a los príncipes y los grandes como a
divinidades fatídicas, árbitros supremos del género humano.
Llegasteis en tiempos henchidos de tumulto y grandeza a la par.
Habéis contemplado capitanes intrépidos, hombres de acero, genios
audaces; y ese mundo, cuajado, en su desorden, de una sombría
belleza, se os reveló como se revela al artista, a quien lo imaginario
impresiona más que lo moral; a mi entender, esto explica el Tratado
del Príncipe, y no estabais lejos de la verdad cuando, hace un
instante, para sondearme, os complacíais, por medio de una finta
italiana, en atribuirlo a un capricho de diplomático. Pero, después
de vos el mundo ha cambiado; hoy en día los pueblos se consideran
árbitros de su destino; han abolido los privilegios y destruido la
aristocracia de hecho y de derecho; han establecido un fundamento
que para vos, descendiente del marqués Hugo, sería, nuevo: han
instaurado el principio de la igualdad. Solo ven mandatarios en
quienes los gobiernan; y han creado el principio de la igualdad
mediante leyes que nadie les podrá quitar. Cuidan de esas leyes
como de su sangre, pues, en verdad, costaron mucha sangre a sus
antepasados.

Hace un instante os hablaba de las guerras: sé de los estragos que


todavía causan; mas el primer progreso habido es que ya no otorgan
al vencedor el derecho de apropiarse del Estado vencido. En los

Maurice Joly 77
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

tiempos que corren, rigen las relaciones entre los países un derecho
apenas conocido por vos, el derecho internacional, así como el
derecho civil reglamenta las relaciones entre los individuos en cada
nación.

Luego de afirmar sus derechos privados por medio de la legislación


civil, y sus derechos públicos por medio de tratados, los pueblos han
querido legalizar la situación con sus príncipes, y han consolidado
sus derechos políticos por medio de constituciones. Durante largo
tiempo expuestos a la arbitrariedad por la confusión de los poderes,
que permitían a los príncipes dictar leyes tiránicas y ejercerlas
tiránicamente, los pueblos han separado los tres poderes --
legislativo, ejecutivo y judicial – estableciendo entre ellos límites
constitucionales imposibles de transgredir sin que cunda la alarma
en todo el cuerpo político.

Esta sola reforma, hecho de enorme importancia, ha dado


nacimiento al derecho público interno, poniendo de relieve los
superiores principios que constituyen. La persona del príncipe deja
de confundirse con el Estado; la soberanía se manifiesta como algo
que tiene en parte su fuente en el seno mismo de la nación, la cual
dispone una distribución de los poderes entre el príncipe y cuerpos
políticos independientes los unos de los otros. No he de desarrollar
ante el ilustre estadista que me escucha una teoría del régimen que
en Francia e Inglaterra llaman régimen constitucional; este se ha
introducido ya en las costumbres de los principales Estados de
Europa, no solamente por ser la expresión de la ciencia política más
elevada sino, sobre todo, por ser el único modo práctico de
gobernar, dadas las ideas de la civilización moderna.

En todas las épocas, bajo el reinado de la libertad o de la tiranía, no


fue posible gobernar sino por leyes. Por consiguiente, todas las

Maurice Joly 78
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

garantías ciudadanas dependen de quien redacta las leyes. Si el


príncipe es el único legislador, solo dictará leyes tiránicas y
¡dichosos si no derriba en pocos años la constitución del Estado!
Pero, en cualquiera de los dos casos, nos hallamos en pleno
absolutismo. Cuando es un senado, viviremos bajo una oligarquía,
régimen aborrecido por el pueblo, pues le proporciona tantos
tiranos como amos existen; cuando es el pueblo, corremos hacia la
anarquía, que es otra de las formas de llegar al despotismo. Si es
una asamblea elegida por el pueblo, queda resuelta la primera parte
del problema, pues en ella encontraremos los fundamentos mismos
del gobierno representativo hoy en vigor en toda la parte meridional
de Europa.

Empero, una asamblea de representantes del pueblo en posesión


exclusiva y soberana de la legislación, no tardará en abusar de su
poderío y en colocar al Estado en situaciones de sumo peligro. El
régimen que ha sido definitivamente constituido, feliz transacción
entre la aristocracia, la democracia y la institución monárquica,
participa a la vez de estas tres formas de gobierno, por medio de un
equilibrio de poderes que es al parecer la obra maestra del espíritu
humano. La persona del soberano sigue siendo sagrada e inviolable;
pero aun conservando un cúmulo de atribuciones capitales que,
para bien del Estado, tienen que permanecer en sus manos, su
cometido esencial no es sino de ser el procurador de la ejecución de
las leyes. Al no tener ya la plenitud de los poderes, su
responsabilidad se diluye y recae sobre los ministros que integran su
gobierno. Las leyes, cuya proposición le incumbe en forma exclusiva
o conjuntamente con algún otro cuerpo estatal, son redactadas por
un consejo de hombres avezados en la cosa pública, y sometidas a
una Cámara Alta, hereditaria o vitalicia, que examina si sus
disposiciones se ajustan a la constitución, votadas por un cuerpo
legislativo emanado del sufragio de la nación, y aplicadas por una
magistratura independiente. Si la ley es viciosa, la rechaza o la
enmienda el cuerpo legislativo; si contraria a los principios sobre

Maurice Joly 79
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

los cuales reposa la constitución, la Cámara Alta se opone a su


adopción.

El triunfo de este sistema con tanta hondura concebido, y cuyo


mecanismo puede, como veis, ser combinado de mil maneras, de
acuerdo con el temperamento de los pueblos a los que se aplica, ha
consistido en conciliar el orden con la libertad, la estabilidad con el
movimiento, y lograr que la generalidad de los ciudadanos
intervengan en la vida política al par que se suprimen las
agitaciones en las plazas públicas. Es el país que se gobierna a sí
mismo, por el alternativo desplazamiento de las mayorías que
influyen en las Cámaras para la designación de los ministros
dirigentes.

Las relaciones entre el príncipe y los individuos descansan, como


veis, sobre un vasto sistema de garantías que tiene sus
inquebrantables fundamentos en el orden civil. Ni las personas ni
sus bienes pueden ser vulnerados por acción alguna de las
autoridades administrativas; la libertad individual se halla bajo la
protección de los magistrados; en los juicios criminales, quienes
juzgarán a los acusados son sus iguales; por encima de los diversos
tribunales existe una jurisdicción suprema encargada de anular
cualquier fallo pronunciado que violara las leyes. Armados están los
ciudadanos mismos para la defensa de sus derechos en milicias
burguesas que colaboran en la vigilancia de las ciudades; por el
camino del petitorio, el más modesto de los particulares puede hacer
llegar sus quejas hasta los pies de las asambleas soberanas que
representan a la nación. Administraran las comunas funcionarios
públicos nombrados por elección. Anualmente, grandes asambleas
provinciales, también surgidas del sufragio, se reúnen para expresar
la necesidades y deseos de las poblaciones circundantes.

Maurice Joly 80
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Tal es la pálida imagen, oh Maquiavelo , de algunas de las


instituciones que florecen actualmente en los Estados modernos y
especialmente en mi hermosa tierra; pero la publicidad está en la
esencia de los países libres: estas instituciones no podrán sobrevivir
mucho tiempo si no funcionasen a la luz del día. Un poder, aún
desconocido en vuestro siglo y recién nacido en mi época, ha
contribuido a infundirle un nuevo soplo de vida. Se trata de la
prensa, largo tiempo proscrita, desacreditada aún por la
ignorancia, mas a la cual podrís aplicarse la frase empleada por
Adam Smith al referirse al crédito: Es una vía pública. Y en verdad,
en los pueblos modernos el movimiento todo de las ideas se pone de
manifiesto a través de la prensa. La prensa ejerce en los Estados
funciones semejantes a las de vigilancia: expresa las necesidades,
traduce las quejas, denuncia los abusos y los actos arbitrarios;
obliga a los depositarios del poder a la moralidad, bastándole para
ello ponerlos en presencia de la opinión.

En sociedades reglamentadas de este modo, oh Maquiavelo, ¿qué


lugar podríais vos asignarle a la ambición de los príncipes y a las
maniobras de la tiranía? No desconozco por cierto que el triunfo de
ese progreso costó dolorosísimas convulsiones. En Francia,
ahogada en sangre durante el período revolucionario, la libertad
solo pudo resurgir con la Restauración. Nuevas conmociones
habrían de sobrevenir aún; mas ya todos los principios e
instituciones de que os he hablado habían pasado a formar parte de
las costumbres de Francia y de los pueblos que giran de la órbita de
su civilización. He concluido, Maquiavelo. Los estados, como
asimismo los soberanos, ya solo se gobiernan de acuerdo con las
normas de la justicia. El ministro moderno que quisiera inspirarse
en vuestras enseñanzas no permanecería en el poder ni siquiera un
año; el monarca que practicase los preceptos del Tratado del
Príncipe, levantaría en su contra la reprobación de sus súbditos; se
le pondría al margen del mundo europeo.

Maurice Joly 81
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Lo creéis así?

Montesquieu- ¿Me perdonareis la franqueza?

Maquiavelo- ¿Por qué no?

Montesquieu- ¿Debo pensar que vuestras ideas se han modificado


un tanto?

Maquiavelo- Me propongo destruir, uno a uno, los diversos y bellos


conceptos que habéis vertido, y demostrar que sin mis doctrinas las
únicas dominantes en la actualidad, a pesar de las nuevas
costumbres, a pesar de vuestros presuntos principios de derecho
público, a pesar de las diversas instituciones que acabáis de
describirme; pero permitidme que, primero, os formule una
pregunta: ¿En qué momento de la historia contemporánea os habéis
detenido?

Montesquieu- Mis conocimientos sobre los diversos Estados


europeos llegan hasta los últimos días del año 1847. Ni los azares de
mi errante andar a través de estos espacios infinitos ni la multitud
de almas que aquí moran me han proporcionado encuentro con ser
alguno que me informara sobre lo acontecido más delante de la
fecha que acabo de indicaros. Luego de mi descenso a la mansión de
las tinieblas, transité aproximadamente medio siglo entre los
pueblos del mundo antiguo y apenas ha transcurrido un cuarto de
siglo desde mi encuentro con las legiones de los pueblos modernos:
más aún, tengo que decir que la mayoría de ellos llegaban aquí

Maurice Joly 82
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

desde los confines más remotos de la tierra. Ni siquiera sé a ciencia


cierta el año terrestre en que nos hallamos.

Maquiavelo- Aquí pues, los últimos son los primeros, oh


Montesquieu. Los conocimientos sobre la historia de los tiempos
modernos del estadista medieval, del político de la edad de la
barbarie, son mayores que los del filósofo del siglo XVIII. Los
pueblos se hallan en el año de 1864.

Montesquieu- Os ruego entonces encarecidamente, Maquiavelo:


hacedme saber qué aconteció en Europa después del año 1847.

Maquiavelo- No antes, si me lo permitís, de que me haya


proporcionado el placer de llevar la derrota al seno de vuestras
teorías.

Montesquieu- Como gustéis; mas creedlo, no experimento al


respecto inquietud alguna. Siglos se necesitan para modificar los
principios y formas de gobierno en que los pueblos se han habituado
a vivir. Imposible que en los quince años transcurridos haya tenido
éxito ninguna nueva escuela política. Y en cualquier caso, de no ser
así, el triunfo no sería jamás el de las doctrinas de Maquiavelo.

Maquiavelo- Ese es vuestro pensamiento: escuchad entonces.

Maurice Joly 83
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO CUARTO

Maquiavelo- Mientras escuchaba vuestras teorías sobre la división


de poderes y sobre los beneficios proporcionados por la misma a los
pueblos, no podía dejar de asombrarme, Montesquieu, viendo hasta
qué punto se adueña de los más grandes espíritus la ilusión de los
sistemas.

Cautivado por las instituciones inglesas, creéis en la posibilidad de


convertir al régimen constitucional en la panacea universal de los
Estados, pero sin tomar en cuenta el irresistible movimiento que hoy
arranca a las sociedades de sus tradiciones de la víspera. No habrán
de transcurrir dos siglos antes de que esta forma de gobierno, por vos
admirada, solo sea en Europa una reminiscencia histórica, algo tan
anticuado y caduco como la regla aristotélica de las tres unidades.

Permitid que ante todo examine en sí misma la mecánica de vuestra


política: tres poderes en equilibrio, cada uno en su compartimiento;
uno dicta las leyes, otro las aplica, el tercero debe ejecutarlas. El
príncipe reina y los ministros gobiernan. ¡Báscula constitucional
maravillosa! Todo la habéis previsto, todo ordenado, salvo el
movimiento: el triunfo de un sistema semejante anularía la acción; si
el mecanismo funcionara con precisión, sobrevendría la inmovilidad;
pero en verdad las cosas no ocurren de esa manera. En cualquier
momento, la rotura de uno de los resortes, tan cuidadosamente
fraguados por vos, provocaría el movimiento. ¿Creéis por ventura
que los poderes se mantendrán por largo tiempo dentro de los límites
constitucionales que le habéis asignado, que no los traspasarán? ¿Es
concebible una legislatura independiente que no aspire a la
soberanía? ¿O una magistratura que no se doblegue al capricho de la
opinión pública? Y sobre todo ¿qué príncipe, soberano de un reino o

Maurice Joly 84
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

mandatario de una república, aceptará sin reservas el papel pasivo a


que lo habéis condenado: quién, en su fuero íntimo, no abrigará el
secreto deseo de derrocar los poderes rivales que trabajan en acción?
En realidad, habréis puesto en pugna todas las fuerzas antagónicas,
suscitando todas las venturas, proporcionando armas a los diferentes
partidos; dejáis librado el poder al asalto de cualquier ambición y
convertís el Estado en campo de lucha de las facciones. En poco
tiempo el desorden reinará por doquier; inagotables retóricos
convertirán las asambleas deliberativas en torneos oratorios;
periodistas audaces y desenfrenados libelistas atacarán diariamente
al soberano en persona, desacreditarán al gobierno, a los ministros y
a los altos funcionarios...

Montesquieu- Conozco desde hace mucho tiempo las críticas que se


hacen a los gobiernos libres. No tienen a mis ojos valor alguno: no
podemos condenar a las instituciones por los abusos cometidos. Sé
de muchos Estados que viven pacíficamente con tales leyes:
compadezco a quienes no pueden vivir en ellos.

Maquiavelo- Un momento. En vuestros cálculos, solo cuentan las


minorías sociales. Sin embargo, también existen poblaciones
gigantescas sometidas al trabajo por la pobreza como antaño por la
esclavitud. Para el bienestar de estas, os pregunto ¿qué aportan
vuestras ficciones parlamentarias? La consecuencia de vuestro gran
movimiento político es en definitiva el triunfo de una minoría
privilegiada por la suerte como la antigua nobleza lo era por
nacimiento. ¿Qué le importa al proletariado, inclinado sobre su
trabajo, abrumado por el peso de su destino, que algunos oradores
tengan el derecho de hablar y algunos periodistas el de escribir?
Habéis creado derechos que, para la masa popular, incapacitada
como está de utilizarlos, permanecerán eternamente en el estado de
meras facultades. Tales derechos, cuyo goce ideal la ley les
reconoce, y cuyo ejercicio real les niega la necesidad, no son para

Maurice Joly 85
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

ellos otra cosa que una amarga ironía del destino. Os digo que un día
el pueblo comenzará a odiarlos y él mismo se encargará de
destruirlos, para entregarse al despotismo.

Montesquieu- ¡Cuánto desprecio siente Maquiavelo por la


humanidad y qué idea de la bajeza de los pueblos modernos!
¡Poderoso Dios, no me es dado creer que loas hayas creado tan
viles! Diga lo que diga, Maquiavelo desconoce los principios y
condiciones de existencia de la actual civilización. Al igual que la
ley divina, el trabajo es hoy la ley común, y lejos de ser estigma de
servidumbre entre los hombres, es el vínculo que los reúne y el
instrumento de su igualdad.

Nada de ilusorio tienen para el pueblo los derechos políticos en los


Estados donde la ley no reconoce privilegio alguno y todas las
carreras están abiertas a la actividad individual. Es indudable que –
y en ninguna sociedad podría ocurrir de otra manera – la
desigualdad de las inteligencias y la riqueza entrañe para los
individuos una inevitable desigualdad en el ejercicio de los
derechos. ¿No basta, con que esos derechos existan para que el
filósofo esclarecido se sienta satisfecho y la emancipación de los
hombres esté asegurada en la medida que puede serlo? Aun para
aquellos a quien el destino hizo nacer en las condiciones más
humildes ¿acaso no significa nada el vivir con el sentimiento de
independencia y dignidad ciudadanas? Pero este es solo un aspecto
del asunto; pues si la grandeza moral de los pueblos se halla
vinculada a la libertad, no dejan de estar menos estrechamente
ligados a ella por sus intereses materiales.

Maquiavelo- Aquí os esperaba. La escuela a la que pertenecéis ha


sentado principios, sin advertir al perecer cuáles son sus últimas
consecuencias: pensáis que conducen al reinado de la razón; os

Maurice Joly 86
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

demostraré que llevan al reinado de la fuerza. Vuestro sistema


político, tomado en su pureza original, consiste en dar igual
participación activa casi igual a los diferentes grupos de fuerzas que
componen la sociedad; no deseáis que el estamento aristocrático
prive sobre el democrático. No obstante, la idiosincrasia de vuestras
instituciones tiende a dar mayor fuerza a la aristocracia que al
pueblo, mayor poderío al príncipe que a la aristocracia, concediendo
de esa manera los poderes a la capacidad política de quienes deben
ejercerlos.

Montesquieu- Es verdad.

Maquiavelo- Hacéis que las diferentes clases sociales participen de


las funciones públicas de acuerdo con el grado de sus aptitudes y
conocimientos, emancipáis a la burguesía a través del voto; sujetáis
al pueblo por la razón. Las libertades populares crean la pujanza de
la opinión, la aristocracia proporciona el prestigio de los modales
señoriales, el trono proyecta sobre la nación el resplandor de la
jerarquía suprema; conserváis todas las tradiciones, el recuerdo de
todas las grandezas, el culto de toda magnificencia. En la superficie,
se percibe una sociedad monárquica, pero en el fondo todo es
democracia, pues en realidad no existen barreras entre las clases y el
trabajo es el instrumento de todas las fortunas. ¿No es algo parecido
a esto?

Montesquieu- Así es. Maquiavelo; sabéis al menos comprender las


opiniones que compartís.

Maquiavelo- Pues bien, todas esas bellas cosas han dejado de ser o
se disiparán como un sueño; pues habéis creado un nuevo principio

Maurice Joly 87
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

capaz de descomponer las diversas instituciones con la rapidez del


rayo.

Montesquieu- ¿Y cuál es ese principio?

Maquiavelo- El de la soberanía popular. Antes, no lo dudéis, se


llegará a la cuadratura del círculo que a descubrir la manera de
conciliar el equilibrio de los poderes con la existencia de semejante
principio en las naciones que lo admitan. Por inevitable
consecuencia, un día cualquiera el pueblo se adueñará de todos los
poderes, dado el reconocimiento de que la soberanía reside en él.
¿Lo hará para conservarlos? No; al cabo de algunos días de locura,
los abandonará en manos del primer soldado aventurero que
encuentre en su camino. Pensad en el tratamiento que, en vuestro
país, los corta-cabezas franceses aplicaron, en 1793, a la monarquía
representativa: el pueblo soberano se afirmó mediante el suplicio de
su rey; luego, echando en saco roto sus derechos, se entregó a
Robespierre, a Barras, a Bonaparte.

Sois un gran pensador, pero desconocéis la inagotable cobardía de


los pueblos; no me refiero a los de mi época, sino a los de la vuestra:
rastreros ante la fuerza, despiadados con el débil, incapaces de
sobrellevar las dificultades de un régimen libre, pacientes hasta el
martirio para con todas las violencias del despotismo audaz,
destrozando los tronos en los momentos de cólera y perdonando
excesos a los amos que ellos mismos se dan y por el más
insignificante de los cuales habrían decapitado a veinte reyes.

Buscad la justicia; buscad el derecho, la estabilidad, el orden, el


respeto a esas complicadas formas de vuestro mecanismo

Maurice Joly 88
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

parlamentario en esas masas violentas, indisciplinadas e incultas a


las cuales habéis dicho; ¡vosotras sois el derecho, los amos, los
árbitros del Estado! Bien sé que el prudente de Montesquieu, el
político circunspecto, que enunciaba principios callando las
consecuencias, no estableció en El espíritu de las Leyes el dogma
de la soberanía popular; pero, como afirmabais antes, las
consecuencias se desprenden por sí mismas de los principios
asentados. Existe una marcada afinidad entre vuestras doctrinas y lsa
del Contrato Social; de modo que, desde el día en que los
revolucionarios franceses, jurando in verba magistri, declararon que
“una constitución solo puede ser libre resultado de una convención
entre los asociados”, el gobierno monárquico y parlamentario fue
condenado a muerte en vuestra patria. Vanos fueron los intentos por
restaurar los principios, en vano el rey Luis XVIII, al volver a
Francia, trató de que el poder volviera a su fuente, promulgando las
declaraciones del 89 como si procedieran de una concesión de la
realeza; esta piadosa ficción de la monarquía aristocrática se hallaba
en flagrante contradicción con el pasado y debía disiparse al fragor
de la revolución de 1830, a su vez...

Montesquieu- Terminad.

Maquiavelo- No nos anticipemos. Lo que como yo conocéis del


pasado me autoriza a decir desde ahora que la soberanía popular es
destructiva de cualquier estabilidad y consagra para siempre el
derecho a la revolución. Coloca a las sociedades en guerra abierta
contra cualquier poder y hasta con Dios; es la encarnación de una
bestia feroz, que solo ha de adormecerse cuando está ahíta de sangre;
entonces se la encadena. He aquí el camino que invariablemente
siguen las sociedades regidas por esos principios: la soberanía
popular engendra la demagogia, la demagogia da nacimiento a la
anarquía, la anarquía conduce al despotismo, y el despotismo, según

Maurice Joly 89
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

vos, es la barbarie. Pues bien, ved cómo los pueblos retornan a la


barbarie por el camino de la civilización.

Pero esto no es todo; entiendo que asimismo desde otros puntos de


vista el despotismo es la única forma de gobierno realmente
adecuada al estado social de los pueblos modernos. Habéis dicho que
sus intereses materiales los vinculan a la libertad, y con ello entráis
maravillosamente en mi juego. En general, ¿cuáles son los estados
para los que la libertad es necesaria? Aquellos cuya razón de vida la
constituyen los sentimientos excelsos, las grandes pasiones, el
heroísmo, la fe y hasta el honor, como en vuestro tiempo decíais al
hablar de la monarquía francesa. El estoicismo puede hacer libre a
un pueblo; también el cristianismo, en determinadas circunstancias,
podría reclamar igual privilegio. Comprendo la necesidad de
libertades en Atenas o en Roma, en naciones que vivían de la gloria
de las armas, donde la guerra satisfacía todas las expansiones; por lo
demás, para triunfar sobre sus enemigos, les eran indispensables
todas las energías que proporcionan el patriotismo y el entusiasmo
cívico.

Las libertades públicas fueron patrimonio natural de los Estados en


que los trabajos serviles e industriales de dejaban a los esclavos,
donde el hombre era inútil si no era ciudadano. Hasta concibo la
libertad en algunas épocas de la era cristiana, particularmente en
ciertos pequeños Estados, como los italianos y alemanes, agrupados
en confederaciones análogas a las repúblicas helénicas. En ello
encuentro en parte las causas naturales que hacían necesaria la
libertad. Era algo casi inofensivo en esas épocas en que el principio
de autoridad no se cuestionaba, la religión imperaba en forma
absoluta sobre los espíritus, donde el pueblo, bajo el régimen tutelar
de las corporaciones, era mansamente conducido de la mano por sus
pastores. Si su emancipación política se hubiera realizado entonces,
quizá no hubiese sido peligrosa, pues se habría cumplido conforme a

Maurice Joly 90
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

los principios sobre los que descansa la existencia de todas las


sociedades. Pero, en vuestros grandes Estados, que solo viven para la
industria, con vuestras poblaciones sin Dios y sin fe, en una época en
que los pueblos ya no hallan satisfacción en la guerra, y cuya
violencia se vuelve necesariamente hacia lo interior, la libertad y los
principios que la fundamentan solo pueden ser causa de disipación y
ruina. Agrego que tampoco es imprescindible para las necesidades
morales del individuo como no lo es para los Estados.

Del hartazgo de las ideas y de los encontronazos revolucionarios han


surgido sociedades frías y desengañadas indiferentes en política y en
religión, cuyo solo estímulo son los goces materiales, que no viven
más que por interés, cuyo único culto es el del oro, y cuyos hábitos
mercantiles rivalizan con los de los judíos, que han tomado por
modelo. ¿Creéis, por ventura, que es el amor a la libertad en sí
misma el que induce a las clases inferiores a tomar por la fuerza el
poder? Es el odio a los poderosos; es, en el fondo, para arrebatarles
sus riquezas, el instrumento de sus placeres que les causa envidia.

Por su parte, los poderosos imploran a su alrededor un brazo


enérgico, un poder fuerte, al que solo una cosa piden: que proteja al
Estado de las agitaciones, cuyos desbordes su frágil constitución no
podrá resistir; y que a ellos mismos les proporcione la seguridad
indispensable para realizar sus negocios y gozar sus placeres. ¿Qué
forma de gobierno creéis posible en una sociedad donde la
corrupción se ha infiltrado por doquier, donde la riqueza se adquiere
por las sorpresas del fraude, donde únicamente las leyes represivas
pueden garantizar la moral y el mismo sentimiento patriótico se ha
disuelto en no sé qué cosmopolitismo universal?

No veo otra salvación para esas sociedades, verdaderos colosos con


pies de arcilla, que una centralización a ultranza, que coloque en
manos de los gobernantes la totalidad de la fuerza pública; en una
administración jerarquizada semejante a la del Imperio romano, que

Maurice Joly 91
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

regule en forma mecánica todos los movimientos de los individuos;


en un vasto sistema legislativo que retenga una a una todas las
libertades concedidas con tanta imprudencia; en suma, un
despotismo gigantesco con poder de aplastar al instante y en todo
momento cualquier resistencia, toda expresión de descontento. El
cesarismo del Bajo Imperio me parece la forma adecuada para el
bienestar de las sociedades modernas. Gracias a los grandes aparatos
que, según me han dicho, ya funcionan más de un país europeo, estas
podrían en paz, como se vive en el Japón, la China o la India. No
debemos menospreciar por un vulgar prejuicio a esas civilizaciones
orientales, cuyas instituciones cada día aprendemos a valorar mejor.
El pueblo chino, por ejemplo es muy industrioso y está muy bien
gobernado.

Maurice Joly 92
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO QUINTO

Montesquieu- Vacilo en contestaros, Maquiavelo, pues en vuestras


últimas palabras recibo un no sé qué de ironía satánica que me
induce a sospechar la falta de un completo acuerdo entre vuestra
prédica y vuestro íntimo pensar. Sí; existe en vos esa funesta
elocuencia que nos extravía de la verdad y realmente sois el tétrico
genio, cuyo nombre aún causa espanto en las actuales generaciones.
Admito empero de buena gana que mucho perdería al callar en
presencia de un espíritu tan poderoso como el vuestro; deseo
escucharos hasta el fin y asimismo explicar, aunque pocas
esperanzas abrigo desde ahora de persuadiros. Acabáis de hacer
una pintura verdaderamente siniestra de la sociedad moderna;
ignoro si fiel, mas en todo caso incompleta, porque en cualquier
cosa el bien existe junto al mal, y en vuestra exposición únicamente
aparece el mal; tampoco me habéis proporcionado los medios de
verificar hasta qué punto estáis en lo cierto, pues desconozco de qué
pueblos o Estados hablabais al hacer tan negro cuadro de las
costumbres contemporáneas.

Maquiavelo- Pues bien, supongamos que he tomado como ejemplo


a la nación europea con el más alto grado de civilización y a la que
menos, me apresuro a decirlo, podría corresponder la imagen que
acabo de pintar...

Montesquieu- ¿Os referís a Francia?

Maquiavelo- Si

Maurice Joly 93
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Tenéis razón; es en Francia donde menos han


penetrado las oscuras doctrinas del materialismo. Sigue siendo la
cuna de las grandes ideas y pasiones, cuyas fuentes, según vos, están
cegadas, y de ella partieron los grandes principios del derecho
público, a los que no asignáis lugar alguno en el gobierno de los
Estados.

Maquiavelo- Y podríais agregar que es el tradicional campo de


experimentación de las teorías políticas.

Montesquieu- Desconozco que haya prosperado de manera durable


experiencia alguna encaminada a establecer el despotismo en una
nación contemporánea, y en Francia menos que en ninguna; y por
ello encuentro poco acordes con la realidad vuestras teorías sobre
la necesidad del poder absoluto. Hasta el momento, solo sé de dos
Estados europeos privados por completo de las instituciones
liberales que, en todas partes, han ido modificando el elemento
monárquico puro: Turquía y Rusia; pero si observáis de cerca los
movimientos interiores que se están operando en el seno de esta
última potencia, quizás encontrarais los síntomas de una próxima
transformación. Por cierto, vos anunciáis que, en un porvenir más o
menos cercano, los pueblos, amenazados por una inevitable
disolución, volverán al despotismo como áncora de salvación; que
han de constituirse bajo la forma de monarquías absolutas,
parecidas a las de Asia. No es más que una predicción, ¿cuánto
tiempo tardará en cumplirse?

Maquiavelo- Menos de un siglo

Maurice Joly 94
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Sois adivino; un siglo es siempre un siglo; permitid,


empero, que os diga que vuestras predicciones no se realizarán. No
debemos contemplar las sociedades modernas con los ojos del
pasado. Costumbres, usos, necesidades, todo ha variado. No es
conveniente entonces confiar sin reservas en las inducciones de la
analogía histórica, cuando se trata de apreciar el destino que a esas
sociedades les está deparado. Sobre todo, es preciso cuidarse de
considerar leyes universales hechos que son simples accidentes y de
convertir en normas generales las necesidades de una situación
dada o de una época determinada. ¿Debemos acaso inferir que el
despotismo es la norma de gobierno, por el hecho de que en
múltiples ocasiones históricas ha sobrevenido como consecuencia de
las perturbaciones sociales? De que en el pasado pudo servir de
transición, ¿he de concluir que es apto para resolver la crisis de los
tiempos modernos? ¿No es más lógico afirmar que a nuevos males
nuevos remedios, a nuevos problemas nuevas soluciones, a nuevos
hábitos sociales nuevas costumbres políticas? Propender al
perfeccionamiento, al progreso, es ley invariable de las sociedades;
las ha condenado a ello, por decirlo así, la eterna sabiduría; es ella
la que niega la posibilidad de desandar el camino. Están obligadas
a alcanzar este progreso.

Maquiavelo- O a perecer.

Montesquieu- No vallamos a los extremos. Jamás se ha visto que las


sociedades mueran al nacer. Una vez constituidas de acuerdo con la
modalidad que les corresponde, puede ocurrir que, al corromperse
sus instituciones, se debiliten y mueran; pero ya habrían vivido por
varios siglos. Así es como los diversos pueblos de Europa han
pasado, a través de sucesivas transformaciones, del sistema feudal
al sistema monárquico, y del sistema monárquico puro al régimen
constitucional. Este desarrollo progresivo, de tan importante
unidad, nada tiene de fortuito; se ha producido como la

Maurice Joly 95
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

consecuencia necesaria del movimiento que se ha operado en las


ideas antes de traducirse en los hechos.

Las sociedades no pueden tener otras formas de gobierno que las


que corresponden a sus principios, y es esta la ley absoluta la que
contradecís cuando consideráis al despotismo compatible con la
civilización moderna. Mientras los pueblos han contemplado la
soberanía como una pura emanación de la voluntad divina, se han
sometido sin un murmullo al poder absoluto; mientras sus
instituciones han resultado insuficientes para garantizar su marcha,
han aceptado la arbitrariedad. Empero, desde el día en que sus
derechos fueron reconocidos y solemnemente declarados; desde el
día mismo en que instituciones más fecundas pudieron resolver por
el camino de la libertad las diversas funciones del cuerpo social, la
política tradicional de los príncipes se derrumbó; el poder quedó
reducido a algo así como a una dependencia del dominio público; el
arte de gobernar se transformó en un mero asunto administrativo.
En nuestros días, el ordenamiento de las cosas en los Estados asume
características tales, que el poder dirigente solo de manifiesta como
el motor de las fuerzas organizadas.

Claro está que, si suponéis a estas sociedades contaminadas por


todas las corrupciones, todos los vicios a que aludíais hace apenas
un instante, caerán rápidamente en la descomposición; mas ¿no os
percatáis de que vuestro argumento es una verdadera petición de
principio? ¿ Desde cuando la libertad envilece las almas y degrada
los caracteres? No son estas las enseñanzas de la historia; pues ella
atestigua por doquier con letras de fuego que los pueblos más
insignes han sido siempre los más libres. Y si es cierto, como decís,
que en algún lugar de Europa que yo desconozco, las costumbres se
han corrompido, han de ser porque ha pasado por él el despotismo;
porque la libertad se habrá extinguido; es preciso, pues, mantenerla
donde existe, y donde ha desaparecido, restablecerla.

Maurice Joly 96
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

En este momento, no lo olvidéis, nos encontramos en el terreno de


los principios; y si los vuestros difieren de los míos, les exijo sean
invariables: empero, no sé más donde estoy cuando oigo ponderar la
libertad en los pueblos antiguos, y proscribirla en los modernos,
rechazarla o admitirla según las épocas y los lugares. Estas
distinciones, aun suponiéndolas justificadas, no impiden en todo
caso que el principio permanezca intacto, y al principio y solo al
principio me atengo.

Maquiavelo- Os veo evitar los escollos, cual hábil piloto que


permanece en alta mar. Las generalidades suelen prestar
considerable ayuda en la discusión; pero confieso mi impaciencia
por saber cómo el grave Montesquieu saldrá del paso con el
principio de la soberanía popular. Ignoro, hasta este momento, si
forma parte o no de vuestro sistema. ¿Lo admitís, o no lo admitís?

Montesquieu- No puedo responder a una pregunta que se me


plantea en esos términos.

Maquiavelo- Seguro estaba de que vuestra razón misma habría de


ofuscarse en presencia de este fantasma.

Montesquieu- Os equivocáis, Maquiavelo; sin embargo, antes de


responderos, debería recordaros lo que mis escritos han significado,
el carácter de la misión que han podido llenar. Habéis asociado mi
nombre con las iniquidades de la Revolución francesa; es un juicio
harto severo para el filósofo que con un paso tan prudente ha
avanzado hacia la búsqueda de la verdad. Nacido en un siglo de

Maurice Joly 97
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

efervescencia intelectual, en vísperas de una revolución que habrá


de desterrar de mi patria las antiguas formas del gobierno
monárquico, puedo decir que ninguna de las consecuencias
inmediatas del movimiento que se operaba en las ideas escapó a mi
mirada desde ese momento. No podía ignorar que necesariamente
un día el sistema de la división de poderes desplazaría el sitial de la
soberanía.

Este principio, mal conocido, mal definido, y sobre todo mal


aplicado, podía engendrar equívocos terribles, y desquiciar a la
sociedad francesa en pleno. Fue el presentimiento de tales peligros
la norma que guió mis obras. Por ello, en tanto ciertos innovadores
imprudentes atacaban de lleno la raíz misma del poder, preparando,
a sus espaldas, una catástrofe formidable, yo me dediqué
exclusivamente a estudiar las formas de los gobiernos libres, a
inferir los principios propiamente dichos que regían su
establecimiento. Más estadista que filósofo, más jurisconsulto que
teólogo, legislador practico, si la osadía de esta palabra me está
permitida, antes que teórico, creía hacer más por mi país
enseñándole a gobernarse, que poniendo en tela de juicio el
principio mismo de autoridad. ¡No quiera Dios, empero, que
pretenda atribuirme méritos más puros a expensas de aquellos que,
como yo, han buscado la verdad de buena fe! Todos hemos cometido
errores, mas cada uno es responsable de sus obras.

Sí, Maquiavelo, y es esta una concesión que no titubeo en haceros,


teníais razón cuando decíais hace un instante que la emancipación
del pueblo francés hubiera debido realizarse de conformidad con los
principios superiores que rigen la existencia de las sociedades
humanas, y esta reserva os permitirá prever el juicio que habré de
emitir acerca del principio de la soberanía popular.

Maurice Joly 98
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Ante todo, no admito en ningún momento una designación que


parece excluir de la soberanía a las clases mas esclarecidas de la
sociedad. Esta distinción es fundamental, pues de ella dependerá
que un Estado sea una democracia pura o un Estado representativo.
Si la soberanía reside en alguna parte, reside en la nación entera;
para comenzar, yo la llamaría entonces soberanía nacional. Sin
embargo, la idea de esta soberanía no es una verdad absoluta, es
tan solo relativa. La soberanía del poder humano responde a una
idea profundamente subversiva, la soberanía del derecho; ha sido
esta doctrina materialista y atea la que ha precipitado la Revolución
francesa en un baño de sangre, la que le ha infligido el oprobio del
despotismo después del delirio de la independencia. No es exacto
decir que las naciones son dueñas absolutas de sus destinos, pues su
amo supremo es Dios mismo, y jamás serán ajenas a su potestad. Si
poseyeran la soberanía absoluta, serían omnipotentes, aun contra la
justicia eterna y hasta contra Dios; ¿quién osaría desafiarlo? Pero
el principio del derecho divino, con la significación que comúnmente
se le asigna, no es un principio menos funesto, porque condena los
pueblos al oscurantismo, a la arbitrariedad, a la nada; restablece
lógicamente el régimen de las castas, convierte a los pueblos en un
rebaño de esclavos, guiados, como en la India, por la mano de los
sacerdotes, temblorosos bajo la vara del amo. ¿Acaso podía ser de
otra manera? Si el soberano es el enviado de Dios, si es el
representante de la divinidad sobre la tierra, tiene plenos poderes
sobre las criaturas humanas sometidas a su imperio, y ese poder no
tendrá más freno que el de las normas generales de equidad, de las
que siempre resultará fácil librarse.

En el campo que separa estas dos opiniones extremas donde se han


librado las furiosas batallas del espíritu de partido; unos exclaman:
¡No existe ninguna autoridad divina!; los otros: ¡No puede haber
ninguna autoridad humana! ¡Oh, Providencia divina, mi razón se
rehúsa a aceptar cualquiera de estas alternativas; ambas me
parecen por igual blasfemias contra tu suprema sabiduría¡ Entre el
derecho divino que excluye al hombre y el derecho humano que

Maurice Joly 99
BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

excluye a Dios, se encuentra la verdad, Maquiavelo; las naciones,


como los individuos, son libres entre las manos de Dios. Tienen
todos los derechos, todos los poderes, con la responsabilidad de
utilizarlos de acuerdo con las normas de la justicia eterna. La
soberanía es humana en el sentido en que es otorgada por los
hombres, y que son los hombres quienes la ejercen; es divina en el
sentido en que ha sido instituida por Dios, y que solo puede
ejercerse de acuerdo con los preceptos que Él ha establecido.

Maurice Joly 100


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO SEXTO

Maquiavelo- Me gustaría llegar a consecuencias concretas. ¿Hasta


dónde la mano de Dios se extiende sobre la humanidad? ¿Quién hace
a los soberanos?

Montesquieu- Los pueblos.

Maquiavelo- Está escrito: Per me reges regnant. Lo cual significa


al pie de la letra: Dios hace a los reyes.

Montesquieu- Es una traducción para uso del Príncipe, oh


Maquiavelo, y de vos la ha tomado en este siglo uno de vuestros más
ilustres partidarios (Montesquieu alude aquí sin duda a Joseph de
Maistre, cuyo nombre vuelve a aparecer más adelante. Nota del
editor), mas no es la de las Santas Escrituras. Dios ha instituido la
soberanía, no instituye los soberanos. Allí se detiene su mano
omnipotente, porque allí comienza el libre albedrío humano. Los
reyes reinan de acuerdo con mis mandamientos, deben reinar según
mi ley, tal es el sentido del libro divino. Si fuese de otra manera,
habría que admitir que tanto los príncipes buenos como los malos
son elegidos por la Providencia; habría que inclinarse ante Nerón
como ante Tito, ante Calígula como ante Vespasiano. No, Dios no
ha querido que las más sacrílegas denominaciones puedan invocar
su protección, que las más infames de las tiranías reclamen para sí
su investidura. A los pueblos como a los reyes, Dios les ha impuesto
la responsabilidad de sus actos.

Maurice Joly 101


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Abrigo serias dudas en cuanto a la ortodoxia de lo que


afirmáis. De todos modos, según vos, ¿son los pueblos los que
disponen de la autoridad suprema?

Montesquieu- Tened cuidado, pues al impugnarlo corréis el riesgo


de alzaros en contra de una verdad del más puro sentido común. No
es ningún hecho nuevo en la historia. En los tiempos antiguos, en el
medioevo, en todos aquellos lugares donde la dominación se
estableció por otros medios que los de la invasión o la conquista, el
poder soberano nació por obra de la libre voluntad de los pueblos,
bajo la forma original de la elección. Para citar tan solo un ejemplo,
así fue como en Francia el jefe de la dinastía carlovingia sucedió a
los descendientes de Clodoveo, y la de los Hugo Capeto a la de
Carlomagno (El espíritu de las leyes, libro XXXI, capítulo IV). No
cabe duda de que el carácter electivo de los monarcas ha sido
sustituido por el carácter hereditario. La excelencia de los servicios
prestados, el reconocimiento público, las tradiciones terminaron por
asentar la soberanía en las principales familias de Europa, y nada
podía ser más legítimo. Pero el principio de la omnipotencia
nacional está siempre en el fondo de las revoluciones, siempre ha
estado llamado a consagrar poderes nuevos. Es un principio
anterior y preexistente, que las diversas constituciones de los
Estados modernos no pueden menos que confirmar de manera más
cabal.

Maquiavelo- Pero entonces, si son los pueblos quienes eligen a sus


amos, también pueden derrocarlos. Si tienen el derecho de establecer
la forma de gobierno que les conviene, ¿quién podrá impedir que la
cambien al capricho de su voluntad? El fruto de vuestras doctrinas
no será un régimen de orden y libertad, será una interminable era de
revoluciones.

Maurice Joly 102


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Confundís el derecho con el abuso a que puede


conducir su ejercicio, los principios con su aplicación; hay en ello
diferencias fundamentales, sin las cuales resulta imposible
entenderse.

Maquiavelo- Os he pedido consecuencias lógicas; no os hagáis la


ilusión de aludirlas; negádmelas, si lo queréis. Deseo saber si, de
acuerdo con vuestros principios, los pueblos tienen el derecho de
derrocar a sus soberanos.

Montesquieu- Sí, en situaciones extremas y por causas justas.

Maquiavelo- ¿Quién será el juez de esos casos extremos y de la


justicia de esas causas?

Montesquieu- ¿Y quién pretendéis que lo sea, sino los pueblos


mismos? ¿Acaso las cosas han acontecido de otro modo desde que el
mundo es mundo? Una sanción temible, sin duda, pero saludable y a
la vez inevitable. ¿Cómo es posible que no os percatéis de que la
doctrina contraria, la que ordenase a los hombres el respeto de los
gobiernos más aborrecibles, los sometería una vez más al yugo del
fatalismo monárquico?

Maquiavelo- Vuestro sistema tiene un único inconveniente, el de


suponer en los pueblos la infalibilidad de la razón. ¿No tienen ellos,
por ventura, al igual que los hombres, sus pasiones, sus errores, sus
injusticias?

Maurice Joly 103


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Cuando los pueblos cometan faltas, serán castigados


como hombres que pecaran contra la ley moral.

Maquiavelo- ¿De que manera?

Montesquieu- Sus castigos serán las plagas de la discordia, la


anarquía y aun el despotismo. Hasta el día de la justicia divina, no
existe en esta tierra ninguna otra justicia.

Maquiavelo- Acabáis de pronunciar la palabre despotismo, ya veis


que volvemos a lo mismo.

Montesquieu- Esta objeción, Maquiavelo, no es digna de vuestro


excelso espíritu; he consentido en llegar hasta las más extremas
consecuencias de los principios que vos combatís, falseando así la
noción de lo verdadero. Dios no ha concedido a los pueblos ni el
poder, ni la voluntad de cambiar de este modo las formas de
gobierno sobre las que descansa la existencia misma. En las
sociedades políticas, como en los seres organizados, la naturaleza
misma de las cosas limita la expansión de las fuerzas libres. Es
preciso que el alcance de vuestro argumento se ciña a lo que es
aceptable para la razón.

Suponéis que, al influjo de las ideas modernas, las revoluciones


serán más frecuentes; no serán más frecuentes, quizá lo sean menos.
Las naciones, como bien decíais hace un momento, viven en la

Maurice Joly 104


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

actualidad de la industria, y lo que a vos os parecía una causa se


servidumbre es a un mismo tiempo el principio del orden de la
libertad. No desconozco las plagas que aquejan a las civilizaciones
industriales, más no debemos negarles sus méritos, ni desnaturalizar
sus tendencias. Esas sociedades que viven del trabajo, del crédito ,
del intercambio son, por más que se diga, sociedades esencialmente
cristianas, pues todas esas formas tan pujantes y variadas de la
industria no son en el fondo más que la aplicación de ciertas
elevadas ideas morales tomadas del cristianismo, fuente de toda
fuerza, de toda verdad.

Tan importante papel desempeña la industria en el movimiento de


las sociedades modernas que, desde el punto de mira en que os
colocáis, no es posible hacer ningún cálculo exacto sin considerar
su influencia; influencia que no es en modo alguno la que vos creéis
poder asignarle. Nada puede ser más contrario al principio de la
concentración de poderes que la ciencia, que procura hallar las
relaciones de la vida industrial, u las máximas que de ella se
desprenden. La economía política tiende a no ver en el organismo
más que un mecanismo necesario, si bien en extremo costoso, cuyos
resortes es preciso simplificar, y reduce el cometido del gobierno a
funciones tan elementales que su mayor inconveniente es quizás el
de destruir su prestigio. La industria es la enemiga nata de las
revoluciones, porque sin un orden social perece, y sin ella el
movimiento vital de los pueblos modernos se detiene. No puede
prescindir de la libertad, dado que solo vive de las manifestaciones
de la libertad y, tenedlo bien presente, las libertades en materia de
industria engendran necesariamente las libertades políticas; por ello
se ha dicho que los pueblos más avanzados en materia de industria
son también los más avanzados en materia de libertad. Olvidaos de
la India y de la China, que viven bajo el destino ciego de la
monarquía absoluta; volved la mirada a Europa, y veréis.

Maurice Joly 105


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Acabáis de pronunciar una vez más la palabra despotismo; pues


bien, Maquiavelo, vos, cuyo genio sombrío tan profundamente
conoce todas las vías subterráneas, todas las combinaciones ocultas,
todos los artificios legales y gubernamentales con cuya ayuda es
posible encadenar en los pueblos el movimiento de los brazos y de
las ideas; vos, que despreciáis a los hombres, que soñáis para ellos
con las terribles dominaciones del Oriente; vos, cuyas doctrinas
políticas responden a las pavorosas teorías de la mitología india,
queréis decirme, os conjuro a ello, cómo os ingeniaríais para
organizar el despotismo en aquellos pueblos en los que el derecho
público reposa esencialmente sobre la libertad, donde la moral y la
religión despliegan todos los movimientos en el mismo sentido; en
naciones cristianas que viven del comercio y de la industria; en
Estados cuyos cuerpos políticos están expuestos a la publicidad de
la prensa que arrojan torrentes de luz en los más oscuros rincones
del poder; apelad a todos los recursos de vuestra inagotable
imaginación, buscad, inventad, y si resolvéis este problema,
declararé con vos que el espíritu moderno está vencido.

Maquiavelo- Me dais carta blanca; tened cuidado, pues podría


tomaros la palabra.

Montesquieu- Hacedlo, os lo suplico.

Maquiavelo- Estoy persuadido de que no os defraudaré.

Montesquieu- Quizá dentro de pocas horas debamos separarnos.


Estos parajes os son desconocidos; seguidme, pues, en los rodeos
que haré junto a vos a lo largo de este sendero tenebroso; tal vez

Maurice Joly 106


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

podamos evitar aún durante algunas horas el reflujo de las sombras


que avanzan desde aquellas lejanías.

Maurice Joly 107


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO SÉPTIMO

Maquiavelo- Aquí podemos detenernos.

Montesquieu- Os escucho.

Maquiavelo- Debo deciros ante todo que estáis profundamente


equivocado con respecto a la aplicación de mis principios. El
despotismo aparece siempre a vuestros ojos con el ropaje caduco del
monarquismo oriental; yo no lo entiendo así; con sociedades nuevas,
es preciso emplear procedimientos nuevos. No se trata hoy en día,
para gobernar, de cometer violentas iniquidades, de decapitar a los
enemigos, de despojar de sus bienes a nuestros súbditos, de prodigar
los suplicios; no, la muerte, el saqueo y los tormentos físicos solo
pueden desempeñar un papel bastante secundario en la política
interior de los Estados modernos.

Montesquieu- Es una inmensa suerte.

Maquiavelo- Os confieso, sin duda, que muy poca admiración me


inspiran vuestras civilizaciones de cilindros y tuberías; sin
embargo, marcho, podéis creerlo, al mismo ritmo del siglo; el vigor
de las doctrinas asociadas a mi nombre estriba en que se acomodan a
todos los tiempos y la situaciones más diversas. En nuestros días
Maquiavelo tiene nietos que el valor de sus enseñanzas. Se me cree
decrépito, y sin embargo rejuvenezco día a día sobre la tierra.

Maurice Joly 108


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Os burláis de vos mismo?

Maquiavelo- Si me escucháis, podréis juzgar. En nuestros tiempos


se trata no tanto de violentar a los hombres como de desarmarlos,
menos de combatir sus pasiones políticas que de borrarlas, menos
de combatir sus instintos que de burlarlos, no simplemente de
proscribir sus ideas sino de trastocarlas, apropiándose de ellas.

Montesquieu- ¿Y de qué manera? No entiendo este lenguaje.

Maquiavelo- Permitidme; esta es la parte moral de la política;


pronto llegaremos a las aplicaciones prácticas. El secreto principal
del gobierno consiste en debilitar el espíritu público, hasta el punto
de desinteresarlo por completo de las ideas y los principios con los
que hoy se hacen las revoluciones. En todos los tiempos, los pueblos
al igual que los hombres se han contentado con palabras. Casi
invariablemente les basta con las apariencias; no piden nada más. Es
posible crear instituciones ficticias que responden a un lenguaje y a
ideas igualmente ficticios; es imprescindible tener el talento para
arrebatar a los partidos esa fraseología liberal con que se arman
para combatir al gobierno. Es preciso saturar de ella a los pueblos
hasta el cansancio, hasta el hartazgo. Se suele hablar hoy en día del
poder de la opinión; yo os demostraré que, cuando de conocen los
resortes ocultos del poder, resulta fácil hacerse expresar lo que uno
desea. Empero antes de soñar siquiera en dirigirlas, es preciso
aturdirla, sumirla en la incertidumbre mediante asombrosas
contradicciones, obrar en ella incesantes distorsiones, desconcertarla
mediante toda suerte de movimientos diversos, extraviarla
insensiblemente en sus propias vías. Uno de los grandes secretos del
momento consiste en adueñarse de los prejuicios y pasiones
populares a fin de provocar confusión que haga imposible todo

Maurice Joly 109


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

entendimiento entre gentes que hablan la misma lengua y tienen los


mismos intereses.

Montesquieu- ¿Cuál es el sentido de estas palabras cuya oscuridad


tiene un no sé que de siniestro?

Maquiavelo- Si el sabio Montesquieu desea reemplazas la política


por los sentimientos, acaso debiera detenerme aquí; yo no pretendía
situarme en el terreno de la m oral. Me habéis desafiado a detener el
movimiento en vuestras sociedades atormentadas sin cesar por el
espíritu de la anarquía y la rebelión. ¿Me permitiréis que os diga
cómo resolvería el problema? Podéis pones a salvo vuestros
escrúpulos aceptando esta tesis como una cuestión de pura
curiosidad.

Montesquieu- Sea.

Maquiavelo- Concibo asimismo que me pidáis indicaciones más


precisas; ya llegaré a ellas; mas permitidme que os diga ante todo en
qué condiciones esenciales puede hoy el príncipe consolidar su
poder. Deberá en primer término dedicarse a destruir las partidos, a
disolver, dondequiera existan, las fuerzas colectivas, a paralizar en
todas sus manifestaciones la iniciativa individual; a continuación, el
nivel mismo de temple decaerá espontáneamente, y todos las brazos,
así debilitados, cederán a la servidumbre. El poder absoluto no será
entonces un accidente, se habrá convertido en una necesidad. Estos
preceptos políticos no son enteramente nuevos, mas, como os lo
decía, son los procedimientos y no los preceptos los que deben serlo.
Mediante simples reglamentaciones policiales y administrativas es
posible lograr, en gran parte, tales resultados. En vuestras sociedades

Maurice Joly 110


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

tan espléndidas, tan maravillosamente ordenadas, habéis instalado,


en vez de monarcas absolutos, un monstruo que llamáis Estado,
nuevo Briareo cuyos brazos se extienden por doquier, organismo
colosal de tiranía a cuya sombra siempre renacerá el despotismo.
Pues bien, bajo la invocación del Estado, nada será más fácil que
consumar la obra oculta de que os hablaba hace un instante, y los
medios de acción más poderosos serán quizá los que, merced a
nuestro talento, tomaremos en préstamo de ese mismo régimen
industrial que tanto admiráis.

Con la sola ayuda del poder, encargado de dictar los reglamentos


instituiría, por ejemplo, inmensos monopolios financieros, depósitos
de la riqueza pública, de los cuales tan estrechamente dependerán
todas las fortunas privadas que estas serían absorbidas junto con el
crédito del Estado al día siguiente de cualquier catástrofe política.
Vos sois economista, Montesquieu, sopesad el valor de esta
combinación.

Una vez jefe de gobierno, todos mis edictos, todas mis ordenanzas
tenderían constantemente al mismo fin: aniquilar las fuerzas
colectivas e individuales, desarrollar en forma desmesurada la
preponderancia del Estado, convertir al soberano en protector,
promotor y remunerador.

He aquí otra combinación también pedida en préstamo del orden


industrial: en los tiempos que corren, la aristocracia, en cuanto
fuerza política, ha desaparecido; pero la burguesía territorial sigue
siendo un peligroso elemento de resistencia para los gobiernos,
porque es en sí misma independiente; puede que sea necesario
empobrecerla o hasta arruinarla por completo. Bastará para ello,
aumentar los gravámenes que pesan sobre la propiedad rural,
mantener la agricultura en condiciones de relativa inferioridad,

Maurice Joly 111


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

favorecer a ultranza el comercio y la industria, pero sobre todo la


especulación; porque una excesiva prosperidad de la industria puede
a su vez convertirse en un peligro, al crear un número demasiado
grande de fortunas independientes.

Se reaccionará provechosamente contra los grandes industriales,


contra los fabricantes, mediante la incitación a un lujo desmedido,
mediante la elevación del nivel de los salarios, mediante ataques a
fondo hábilmente conducidos contra las fuentes mismas de
producción. No es preciso que desarrolle estas ideas hasta sus
últimas consecuencias, sé que percibís a las mil maravillas en qué
circunstancias y con qué pretextos puede realizarse todo esto. El
interés del pueblo, y hasta una suerte de celo por la libertad, por los
elevados principios económicos, cubrirán fácilmente, si se quiere, el
verdadero fin. Huelga decir que el mantenimiento permanente de un
ejército formidable, adiestrado sin cesar por medio de guerras
exteriores, debe constituir el complemento indispensable de este
sistema: es preciso lograr que en el Estado no haya más que
proletarios, algunos millonarios, y soldados.

Montesquieu- Continuad.

Maquiavelo- Esto, en cuanto a la política interior del Estado. En


materia de política exterior, es preciso estimular, de uno a otro
confín de Europa, el fermento revolucionario que en el país se
reprime. Resultan de ello dos ventajas considerables: la agitación
liberal en el extranjero disimula la opresión en el interior. Además,
por ese medio, se obtiene el respeto de todas las potencias, en cuyos
territorios es posible crear a voluntad el orden o el desorden. El
golpe maestro consiste en embrollar por medio de intrigas palaciegas
todos los hilos de la política europea a fin de utilizar una a una a
todas las potencias. No os imaginéis que esta duplicidad, bien

Maurice Joly 112


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

manejada, pueda volverse en detrimento de un soberano. Alejandro


VI, en sus negociaciones diplomáticas, nunca hizo otra cosa que
engañar; sin embargo, siempre logró sus propósitos, a tal punto
conocía la ciencia de la astucia (Tratado del Príncipe, capítulo XII).
Empero en lo que hoy llamáis el lenguaje oficial, es preciso un
contraste violento, ningún espíritu de lealtad y conciliación que se
afecte resultaría excesivo; los pueblos que no ven sino la apariencia
de las cosas darán fama de sabiduría al soberano que así sepa
conducirse.

A cualquier agitación interna debe poder responder con una guerra


exterior; a toda revolución inminente con una guerra general; no
obstante, como en política las palabras no deben nunca estar de
acuerdo con los actos, es imprescindible que, en estas diversas
coyunturas, el príncipe sea lo suficientemente hábil para disfrazar
sus verdaderos designios con el ropaje de designios contrarios; debe
crear en todo momento la impresión de ceder a las presiones de la
opinión cuando en realidad ejecuta lo secretamente preparado por su
propia mano.

Para resumir en una palabra todo el sistema, la revolución, en el


Estado, se ve contenida, por un lado, por el terror a la anarquía, por
el otro, por la bancarrota y, en última instancia, por la guerra general.

Habréis advertido ya, por las rápidas indicaciones que acabo de


daros, el importante papel que el arte de la palabra está llamado a
desempeñar en la política moderna. Lejos estoy, como veréis, de
desdeñar la prensa, y si fuera preciso no dejaría de utilizar asimismo
la tribuna; lo esencial es emplear contra vuestros adversarios todas
las armas que ellos podrían emplear contra vos. No contento con
apoyarme en la fuerza violenta de la democracia, desearía adoptar,
de las sutilezas del derecho, los recursos más sabios. Cuando uno

Maurice Joly 113


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

toma decisiones que pueden parecer injustas o temerarias, es


imprescindible saber enunciarlas en los términos convenientes,
sustentarlas con las más elevadas razones de la moral y del derecho.

El poder con que yo sueño, lejos, como veis, de tener costumbres


bárbaras, debe atraer a su seno todas las fuerzas y todos los talentos
de la civilización en que vive. Deberá rodearse de publicistas,
abogados, jurisconsultos, de hombres expertos en tareas
administrativas, de gentes que conozcan a fondo todos los secretos,
todos los resortes de la vida social, que hablen todas las lenguas, que
hayan estudiado al hombre en todos loa ámbitos. Es preciso
conseguirlos por cualquier medio, ir a buscarlos donde sea, pues
estas gentes prestan, por los procedimientos ingeniosos que aplican a
lo política, servicios extraordinarios. Y junto con esto, todo un
mundo de economistas, banqueros, industriales, capitalistas,
hombres con proyectos, hombres con millones, pues en el fondo todo
se resolverá en una cuestión de cifras.

En cuanto a las más altas dignidades, a los principales


desmembramientos del poder, es necesario hallar la manera de
conferirlos a los hombres cuyos antecedentes y cuyo carácter obran
un abismo entre ellos y los otros hombres; hombres que solo puedan
esperar la muerte o el exilio en caso de cambio de gobierno y se vean
en la necesidad de defender hasta el postrer suspiro todo cuanto es.

Suponed por un instante que tengo a mi disposición los diferentes


recursos morales y materiales que acabo de indicaros; dadme ahora
una nación cualquiera. ¡Oídme bien! En El Espíritu de las Leyes (El
Espíritu de las Leyes, libro XIX, cap.. V) consideráis como un punto
capital no cambiar el carácter de una nación cuando se quiere
conservar su vigor original. Pues bien, no os pediría ni siquiera
veinte años para transformar de la manera mas completa el más

Maurice Joly 114


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

indómito de los caracteres europeos y para volverlo tan dócil a la


tiranía como el más pequeño de los pueblos de Asia.

Montesquieu- Acabáis de agregar, sin proponéroslo , un capítulo a


vuestro Tratado del Príncipe. Sean cuales fueren vuestras doctrinas,
no las discuto; tan solo os hago una observación. Es evidente que de
ningún modo habéis cumplido con el compromiso que habíais
asumido; el empleo de todos estos medios supone la existencia del
poder absoluto, y yo os he preguntado precisamente cómo podríais
establecerlo en sociedades políticas que descansan sobre
instituciones liberales.

Maquiavelo- Vuestra observación es perfectamente justa y no


pretendo eludirla. Este comienzo era apenas un prefacio.

Montesquieu- Os pongo, pues en presencia de un Estado,


monarquía o república, fundado sobre instituciones representativas;
os hablo de una nación familiarizada desde hace mucho tiempo con
la libertad; y os pregunto cómo, partiendo de allí, podréis retornar
al poder absoluto.

Maquiavelo- Nada más fácil.

Maurice Joly 115


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Veamos.

Maurice Joly 116


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly 117


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

SEGUNDA PARTE

Maurice Joly 118


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly 119


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO OCTAVO

Maquiavelo- Partiré de la hipótesis que me es más contraria, tomaré


un Estado constituido en república. Con una monarquía, el papel que
me propongo desempeñar resultaría harto fácil. Tomo una república,
porque en una forma de gobierno semejante habré de encontrar una
resistencia, casi invencible al parecer, en las ideas, en las
costumbres, en las leyes. ¿Esta hipótesis os contraría? Acepto recibir
de vuestras manos un Estado, cualquiera que sea su forma, grande o
pequeño; lo supongo dotado de las diversas instituciones que
garantizan la libertad, y os formulo esta sola pregunta: ¿Creéis que el
poder estará al abrigo de un golpe de mano o de lo que hoy en día se
llama un golpe de Estado?

Montesquieu- No, es verdad; concededme al menos, sin embargo,


que semejante empresa será singularmente difícil en las sociedades
políticas contemporáneas, tal como están organizadas.

Maquiavelo- ¿Y por qué? ¿Acaso estas sociedades no están, como


en todo tiempo, en las garras de las facciones? ¿Acaso no hay en
todas partes elementos de guerra civil, partidos, pretendientes?

Montesquieu- Es posible; sin embargo creo poder, con una sola


palabra, haceros comprender dónde reside vuestro error. Tales
usurpaciones, necesariamente muy raras, puesto que están colmadas
de peligros y repugnan a las costumbres modernas, jamás
alcanzarían, suponiendo que tuviesen éxito, la importancia que al
parecer vos le atribuís. Un cambio de poder no traería aparejado un
cambio de instituciones. Que un pretendiente cree perturbaciones en
el Estado, sea; que triunfe su partido, lo admito: el poder pasa a

Maurice Joly 120


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

otras manos y todo queda como antes; el derecho público y la


esencia misma de las instituciones conservarán su equilibrio. Esto es
lo que me conmueve.

Maquiavelo- ¿Es verdad que abrigáis tamaña ilusión?

Montesquieu- Demostradme lo contrario.

Maquiavelo- ¿Me concedéis entonces por un momento, el éxito de


una acción armada contra el poder establecido?

Montesquieu- Os lo concedo.

Maquiavelo- Observad bien entonces en qué situación me


encuentro. He suprimido momentáneamente cualquier poder que no
sea el mío. Si las instituciones que aún subsisten pueden alzar ante
mí algún obstáculo, es solo formalmente; en los hechos, los actos de
mi voluntad no pueden tropezar con ninguna resistencia real; me
encuentro, en suma, en esa situación extra-legal, que los romanos
designaban con una palabra bellísima, de pujante energía: la
dictadura. Es decir, que puedo en este momento hacer todo cuanto
quiero, que soy legislador, ejecutor, juez y jefe supremo del ejercito.

Recordad bien esto. He triunfado gracias al apoyo de una facción, es


decir, que el éxito solo ha podido lograrse en medio de una profunda
disensión interior. Es posible señalar al azar, aunque sin riesgo de
equivocarse, cuáles son las causas: un antagonismo entre la

Maurice Joly 121


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

aristocracia y el pueblo o entre el pueblo y la burguesía. En el fondo,


no puede tratarse sino de eso; en la superficie, un mare mágnum de
ideas, de opiniones, de influencias contrarias, como en todos los
Estados donde en algún momento se haya desencadenado a la
libertad. Habrá toda suerte de elementos políticos, tocones de
partidos otrora victoriosos, hoy vencidos, ambiciones desenfrenadas,
ardientes codicias, odios implacables, terrores por doquier, hombres
de las más diversas opiniones y de todas las doctrinas, restauradores
de antiguos regímenes, demagogos, anarquistas, utopistas, todos
manos a la obra, trabajando todos por igual, cada uno por su lado,
para el derrocamiento del orden establecido. ¿Qué conclusiones
debemos extraer de semejante situación? Dos cosas: la primera, que
el país tiene una inmensa necesidad de reposo y que habrá de rehusar
a quien pueda brindárselo; la segunda, que en medio de esta división
de los partidos, no existe ninguna fuerza real o más bien solo existe
una: el pueblo.

Soy, pues, yo un pretendiente victorioso; llevo, supongo, un nombre


histórico insigne apto para estimular la imaginación de las masas.
Como Pisístrato, como César, como el mismísimo Nerón; buscaré mi
apoyo en el pueblo; este es el a b c de todo usurpador. Ahí tenéis la
ciega potestad que proporcionará los medios para realizar cualquier
cosa con la más absoluta impunidad; ahí tenéis la autoridad, el
nombre que habrá de encubrirlo todo. ¡Poco en verdad se preocupa
el pueblo por vuestras ficciones legales, por vuestras garantías
constitucionales!

Ahora que he impuesto silencio a las diversas facciones, veréis cómo


procederé.

Quizá recordéis las normas que establecía en el Tratado del


Príncipe para la conservación de las provincias conquistadas. El

Maurice Joly 122


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

usurpador de un Estado se halla en una situación análoga a la de un


conquistador. Está condenado a renovarlo todo, a disolver el Estado,
a destruir la urbe, a transformar las costumbres.

Tal es el fin, mas en los tiempos que corren solo podemos tender a él
por sendas oblicuas, por medio de rodeos, de combinaciones hábiles
y, en lo posible, exentas de violencia. Por lo tanto, no destruiré
directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un
golpe de gracia imperceptible que desquiciará su mecanismo. De
este modo iré golpeando por turno la organización judicial, el
sufragio, la prensas, la libertad individual, la enseñanza.

Por sobre las leyes primitivas haré promulgar una nueva legislación
la cual, sin derogar expresamente la antigua, en un principio la
disfrazará, para luego, muy pronto, borrarla por completo. He aquí
mis concepciones generales; ahora vais a ver los detalles de
ejecución.

Montesquieu- ¡Ojalá estuvierais aún en los jardines de Ruccellai,


ho Maquiavelo, para enseñar estas maravillosas doctrinas! ¡Qué
inmensa lástima que la posteridad no pueda oíros!

Maquiavelo- Tranquilizaos; para el que sabe leer, todo esto está


escrito en el Tratado del Príncipe.

Montesquieu- Estamos, entonces, al día siguiente de vuestro golpe


de Estado; ¿qué pensáis hacer?

Maurice Joly 123


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Dos cosas: una grande y luego una muy pequeña.

Montesquieu- Veamos primero la grande.

Maquiavelo- No todo concluye con un levantamiento triunfante


contra el gobierno constitucional, pues en general los partidos no se
dan por vencidos. Nadie conoce aún con exactitud qué valor tiene la
energía del usurpador, habrá que ponerlo a prueba, organizar contra
él rebeliones armas en mano. Ha llegado, pues, el momento de
instaurar un terror que conmueva a la sociedad en pleno y haga
desfallecer hasta a las almas más intrépidas.

Montesquieu- ¿Qué vais a hacer? Me habíais dicho que repudiabais


el derramamiento de sangre.

Maquiavelo- No es cuestión de falsos sentimientos humanitarios. La


sociedad amenazada se halla en estado de legítima defensa; para
prevenir en el futuro nuevos derramamientos de sangre, recurriré a
rigores excesivos y aun a la crueldad. No me preguntéis qué se hará;
es imprescindible, de una vez por todas, aterrorizar a las almas,
destemplarlas por medio del terror.

Montesquieu- Sí, lo recuerdo; es lo que enseñáis en el Tratado del


Príncipe cuando relatáis la siniestra ejecución de Borgia en Cesena
(Tratado del Príncipe, cap. VII). Sois el mismo de siempre.

Maurice Joly 124


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No es eso, no; ya lo veréis más adelante; solo actúo así


por necesidad, y a mi pesar.

Montesquieu- Pero Entonces, esa sangre ¿quién la derramará?

Maquiavelo- El gran justiciero de los Estados: ¡el ejército!, el


ejército sí, cuya mano jamás deshonrará a sus víctimas. La
intervención del ejército el la represión permitirá alcanzar dos
resultados de suprema importancia. A partir de ese momento, por
una parte se encontrará para siempre en hostilidad con la población
civil, a la que habrá castigado sin clemencia; mientras que, por la
otra, quedará ligado de manera indisoluble a la suerte de su jefe.

Montesquieu- ¿Y creéis que esa sangre no recaerá sobre vos?

Maquiavelo- No, porque a los ojos del pueblo, el soberano, en


definitiva, es ajeno a los excesos cometidos por una soldadesca que
no siempre es fácil de contener. Los que podrán ser responsables,
serán los generales, los ministros que habrán ejecutado mis órdenes.
Y ellos, os lo aseguro me serán adictos hasta su postrer suspiro, pues
saben muy bien lo que les espera después de mí.

Montesquieu- Este es entonces vuestro primer acto de soberanía.


Veamos ahora el segundo.

Maquiavelo- No se si habéis notado cuál es, en política, la


importancia de los medios pequeños. Después de lo que acabo de

Maurice Joly 125


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

deciros, haré grabar mi efigie en toda la moneda nueva de la cual


acuñaré una cantidad considerable.

Montesquieu- Pero esta, en medio de los primeros problemas del


Estado, ¡será una medida pueril!

Maquiavelo- ¿Eso creéis? Es que no habéis ejercido el poder. La


efigie humana impresa en el dinero, es el símbolo del poder.

En el primer momento, ciertos espíritus orgullosos se estremecerán


de cólera; pero terminarán por acostumbrarse; hasta los enemigos de
mi poder estarán obligados a llevar mi retrato en sus escarcelas. Y es
muy cierto que uno se habitúa poco a poco a mirar con ojos mas
tiernos los rasgos que por doquier aparecen impresos en el signo
material de nuestros placeres. Desde el día en que mi efigie aparezca
en la moneda, seré rey.

Montesquieu- Confieso que esta apreciación es nueva para mí;


dejémosla, empero, ¿Olvidáis acaso que los pueblos nuevos tienen la
debilidad de darse constituciones que son las garantías de sus
derechos? Pese a todo vuestro poder nacido de la fuerza, pese a los
proyectos que me reveláis, ¿no os parece que podríais veros en
dificultades en presencia de una carta fundamental cuyos principios
todos, todas sus reglamentaciones, todas sus disposiciones son
contrarias a vuestras máximas de gobierno?

Maquiavelo- Haré una nueva constitución, eso es todo.

Maurice Joly 126


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Y no pensáis que eso podría resultaros aún más


difícil?

Maquiavelo- ¿Dónde estaría la dificultad? No existe, por el


momento ninguna otra voluntad, otra fuerza más que la mía y tengo
como base de acción el elemento popular.

Montesquieu- Es verdad. Sin embargo, tengo un escrúpulo: de


acuerdo con lo que me acabáis de decir, imagino que vuestra
constitución no será un monumento a la libertad. ¿Creéis que un
solo golpe de la fuerza, una sola violencia os bastará para arrebatar
a una nación todos sus derechos, todas sus conquistas, todas sus
instituciones, todos los principios con que está habituada a vivir?

Maquiavelo- ¡Aguardad! No voy tan de prisa. Os decía, hace pocos


instantes, que los pueblos eran como los hombres, que se atenían
más a las apariencias que a la realidad de las cosas; ha aquí una
norma cuyas prescripciones, en materia de política, seguiré
escrupulosamente; tened a bien recordarme los principios a los
cuales más os aferráis y advertiréis que no me crean tantas trabas
como al parecer vos creéis.

Montesquieu-¡Oh, Maquiavelo! ¿qué os proponéis hacer con ellos?

Maquiavelo- No temáis nada, nombrádmelos.

Montesquieu- No me fío, os lo confieso.

Maurice Joly 127


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Pues bien, yo mismo os lo recordaré. No dejaríais por


cierto de hablarme del principio de la separación de poderes, de la
libertad de prensa y de palabra, de la libertad religiosa, de la libertad
individual, del derecho de asociación, de la igualdad ante la ley, de la
inviolabilidad de la propiedad y del domicilio, del derecho de
petición, del libre consentimiento de los impuestos, de la
proporcionalidad de las penas, de la no-retroactividad de las leyes;
¿os parece bastante o deseáis más aún?

Montesquieu- Creo, Maquiavelo, que es mucho más de lo que se


necesita para colocar a vuestro gobierno en una situación
embarazosa.

Maquiavelo- Estáis en un profundo error, y tan persuadido estoy de


ello, que no veo inconveniente alguno en proclamar tales principios;
y hasta lo haré, si así lo queréis, en el preámbulo de mi constitución.

Montesquieu- Me habéis demostrado ya que sois un mago


extraordinario.

Maquiavelo- No hay magia alguna en todo esto; simple tacto


político.

Montesquieu- Mas ¿cómo, habiendo inscrito estos principios en el


preámbulo de vuestra constitución, os ingeniaréis pare no
aplicarlos?

Maurice Joly 128


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¡Ah!, moderaos, os he dicho que proclamaría estos


principios, no que los inscribiría ni tampoco que los nombraría.

Montesquieu- ¿Qué os proponéis hacer?

Maquiavelo- No entraría en ninguna recapitulación; me limitaría a


declarar al pueblo que reconozco y confirmo los elevados principios
del derecho moderno.

Montesquieu- El alcance de esta reticencia escapa a mi


entendimiento.

Maquiavelo- Ya llegaréis a advertir cuál es su importancia. Si


enumerase expresamente tales derechos, mi libertad de acción que
daría encadenada a aquellos principios que hubiese declarado; esto
es lo que no deseo. Al no nombrarlos, otorgo al parecer todos los
derechos, y al mismo tiempo no otorgo ninguno en particular; esto
me permitirá descartar, por vía de excepción, aquellos que juzgaré
peligrosos.

Montesquieu- Comprendo.

Maquiavelo- Por otra parte, de estos principios, algunos competen al


fuero del derecho político y constitucional propiamente dicho, otros
al derecho civil. Es esta una distinción que siempre debe tomarse por

Maurice Joly 129


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

norma en el ejercicio del poder absoluto. Son sus derechos civiles los
que los pueblos más defienden; siempre que pueda, no los tocaré, y
de este modo una parte de mi programa al menos quedará cumplida.

Montesquieu- ¿Y en cuanto a los derechos políticos?...

Maquiavelo- En el Tratado del Príncipe escribí la siguiente máxima,


que no ha dejado de ser válida: “Los gobernados siempre están
contentos con el príncipe cuando éste no toca ni sus bienes, ni su
honor, por lo tanto solo tiene que combatir las pretensiones de
un pequeño número de descontentos, que le será fácil poner en
vereda”. En esto encontraréis mi respuesta a vuestra pregunta.

Montesquieu- Se podría, en rigor, considerarla insuficiente; se


podría replicarnos que los derechos políticos también son bienes;
que también incumbe al honor de los pueblos el mantenerlos, y que
al atentar contra ellos, atentáis en realidad contra sus bienes y
contra su honor. Se podría agregar aún que el mantenimiento de los
derechos civiles está ligado al mantenimiento de los derechos
políticos por una estrecha solidaridad. ¿Qué garantizará a los
ciudadanos, si hoy los despojáis de la libertad política, quw no los
despojaréis mañana de la libertad individual? ¿qué si atentáis hoy
contra su libertad, no atenderéis mañana contra su fortuna?

Maquiavelo- No cabe duda de que presentáis vuestro argumento con


mucha vivacidad, mas creo que vos mismo comprenderéis
perfectamente su exageración. Parecéis creer en todo momento que
los pueblos modernos tienen hambre de libertad. ¿Habéis previsto el
caso de que no la deseen más, y podéis acaso pedir a los príncipes
que se apasionen por ella más que sus pueblos? Ahora bien, en

Maurice Joly 130


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

vuestras sociedades tan profundamente corrompidas, donde el


individuo no vive sino en la esfera de su egoísmo y de sus intereses
materiales, interrogad al mayor número, y veréis si, de todas partes,
no se os responde: ¿Qué me interesa la política? ¿Qué me importa la
libertad? ¿Acaso todos los gobiernos no son una misma cosa?
¿Acaso un gobierno no debe defenderse?

Además, tenedlo bien presente, ni siquiera es el pueblo el que


hablará con este lenguaje: serán los burgueses, los industriales, las
personas instruidas, los ricos, los ilustrados, todos aquellos que están
en condiciones de apreciar vuestras maravillosas doctrinas de
derecho público. Me bendecirán, proclamarán que yo los he salvado,
que constituyen una minoría, que son incapaces de gobernarse.
Fijaos en esto, las naciones experimentan no sé qué secreto amor por
los vigorosos genios de la fuerza. Ante todo acto de violencia
signado por el talento del artífice, oiréis decir con una admiración
que superará a la censura: No está bien, de acuerdo, pero ¡cuanta
habilidad, que destreza, que fuerza!

Montesquieu- ¿Vais a entrar entonces en la parte profesional de


vuestras doctrinas?

Maquiavelo- No todavía, estamos en la ejecución. Hubiera, por


cierto, avanzado algunos pasos más si vos me hubieseis forzado a
una digresión. Prosigamos.

Maurice Joly 131


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIÁLOGO NOVENO

Montesquieu- Estabais al día siguiente de una constitución


redactada por vos sin el asentimiento de la nación.

Maquiavelo- Aquí os interrumpo; jamás he pretendido lesionar


hasta ese punto ideas heredadas cuyo influjo conozco.

Montesquieu- ¿De verdad?

Maquiavelo- Os hablo con entera seriedad.

Montesquieu- ¿Tenéis, pues, la esperanza de asociar la nación a la


nueva obra fundamental que preparáis?

Maquiavelo- Sin duda alguna. ¿Os causa extrañeza? Haré algo


mucho mejor, haré ratificar por el voto popular el abuso de autoridad
cometido contra el Estado; diré al pueblo, empleando los términos
que juzgue convenientes: Todo marchaba mal; lo he destruido todo y
os he salvado. ¿Me aceptáis? Sois libres, por medio de vuestro voto,
de condenarme o de absolverme.

Montesquieu- Libres bajo el peso del terror y de la fuerza armada.

Maurice Joly 132


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Seré aclamado.

Montesquieu- No lo pongo en duda.

Maquiavelo- Y el voto popular, que me ha servido de instrumento


para afianzar mi poder, terminará por convertirse en la base misma
de mi gobierno. Instituiré un sufragio sin distinción de clases, ni de
censo, que, de un solo golpe, permitirá organizar el absolutismo.

Montesquieu- Sí, puesto que de un solo golpe quebrantáis al mismo


tiempo la unidad de la familia, despreciáis el sufragio, anuláis la
preponderancia de las luces y convertís el número en un poder ciego
que manejáis a vuestro albedrío.

Maquiavelo- Realizo un progreso al que hoy en día aspiran con


vehemencia todos los pueblos de Europa: como Washington en los
Estados Unidos, organizo el sufragio universal, y el primer uso que
de él hago es el de someterle mi constitución.

Montesquieu- ¡Qué decís! ¿Se discutirá en asambleas primarias o


secundarias?

Maquiavelo- ¡Oh!, desprendeos os lo ruego, de vuestras ideas del


siglo XVIII; ya no son las de estos tiempos.

Maurice Joly 133


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Pues bien, ¿de qué manera entonces haréis que


delibere sobre la aceptación de vuestra constitución? ¿cómo se
discutirán los artículos orgánicos?

Maquiavelo- Es que de ningún modo pretendo que los discuta; creía


habéroslo dicho.

Montesquieu- No he hecho nada más que seguiros sobre el terreno


de los principios que vos mismo habéis escogido. Me habéis hablado
de los Estados Unidos de América; no sé si sois un nuevo
Washington, mas no cabe ninguna duda de que la actual
constitución de los Estados Unidos fue sometida a la discusión, la
deliberación y del voto de los representantes de la nación.

Maquiavelo- Por amor de Dios, no confundamos las épocas, los


lugares y los pueblos: nos encontramos en Europa; mi constitución
es presentada en bloque y es aceptada en bloque.

Montesquieu- Pero al actuar de esa manera todo el mundo quedará


a ciegas.

¿Cómo, votando en tales condiciones, puede el pueblo daber lo que


hace y hasta qué punto se compromete?

Maurice Joly 134


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Y dónde habéis visto que una constitución realmente


digna de ese nombre, en verdad durable, haya sido jamás el resultado
de una deliberación popular? Una constitución debe surgir
completamente armada de la cabeza de un solo hombre, de lo
contrario no es más que una obra condenada a la nada. Sin
homogeneidad, sin cohesión entre sus diferentes partes, sin fuerza
práctica, llevará en sí necesariamente la impronta de todas las
debilidades conceptuales que han presidido su redacción.

Una constitución, una vez más, no puede ser sino la obra de in solo
hombre; jamás las cosas fueron de otra manera, y de ello da
testimonio la historia de todos los fundadores de imperios, el
ejemplo de un Sesostris, un Solón, un licurgo, un Carlomagno, un
Federico II, un Pedro I.

Montesquieu- ¿Vais ahora a desenrollar un capítulo de uno de


vuestros discípulos?

Maquiavelo- ¿A quién os referís?

Montesquieu- A Joseph de Maistre. Hay en todo ello


consideraciones generales que no dejan de tener su grano de verdad
mas, que a mi entender, carecen de aplicación. Se diría, al oíros,
que vais a sacar a un pueblo del caos o de la tenebrosa oscuridad de
sus primeros orígenes. No recordáis, al parecer, que, en la hipótesis
en que nos situamos, la nación ha alcanzado el apogeo de su
civilización, fundado su derecho público, y cuenta ya con
instituciones regulares.

Maurice Joly 135


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No digo que no; por lo mismo veréis que para llegar a
mi meta, no necesito destruir enteramente vuestras instituciones. Con
modificar la economía, con transformar las combinaciones me
bastará.

Montesquieu- Explicaos mejor.

Maquiavelo- Me habéis ofrecido hace un instante un curso de


política constitucional; tened la certeza de que sabré aprovecharlo.
No soy, por otra parte, tan extraño como generalmente de cree en
Europa, a todas esas ideas de báscula política; vos mismo habréis
podido percataros de ello en mis discursos sobre Tito Livio. Pero
volvamos a los hechos. Observabais con razón, hace un momento,
que de manera casi uniforme en los Estados parlamentarios de
Europa los poderes públicos estaban distribuidos entre cierto número
de cuerpos políticos y que el juego regular de dichos cuerpos
constituía el gobierno.

De modo, pues, que en todas partes, con nombres diversos, pero con
casi idénticas atribuciones, encontramos una organización
ministerial, un senado, un cuerpo legislativo, un consejo de Estado,
una corte de cesación; os dispensaré de toda digresión inútil sobre el
mecanismo de cada uno de estos poderes, cuyo secreto conocéis
mejor que yo; es evidente que cada uno de ellos responde a una
función esencial del gobierno. Observad que es la función la que
llamo esencial, no la institución. Es preciso, pues, que exista un
poder dirigente, un poder moderador, un poder legislativo, un poder
normativo; no cabe de ello la menor duda.

Maurice Joly 136


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Pero, si os entiendo bien, esos diversos poderes no


son a vuestros ojos más que uno solo; y todo ese poder vais a
ponerlo en manos de un solo hombre, puesto que suprimís las
instituciones.

Maquiavelo- Una vez más, estáis en un error. Sería imposible actuar


de esa manera sin peligros; sobre todo entre vosotros, con el
fanatismo que domina a vuestros compatriotas hacia lo que llamáis
los principios del 89; pero tened a bien escucharme: en estática el
desplazamiento de un punto de apoyo modifica la dirección de la
fuerza; en mecánica el desplazamiento de un resorte hace cambiar el
movimiento. No obstante, en apariencia, se trata del mismo aparato,
del mismo mecanismo. También en fisiología el temperamento
depende del estado de los órganos. Si los órganos se modifican, el
temperamento cambia. Pues bien, las diversas instituciones de que
acabamos de hablar funcionan dentro de la economía gubernamental
cual verdaderos órganos del cuerpo humano. No haré más que tocar
esos órganos; los órganos permanecerán, lo que habrá cambiado será
la complexión del Estado. ¿Podéis concebirlo?

Montesquieu- No es difícil, y no eran necesarias tantas paráfrasis.


Conserváis los nombres, suprimís las cosas. Es lo que hizo Augusto
en Roma cuando destruyó la república. Seguía existiendo un
consulado, una pretoría, un tribunado; pero ya no había cónsules, ni
pretores, ni censores ni tribunos.

Maquiavelo- Admitid que hubiera podido elegir peores modelos.


En política todo está permitido, siempre que se halaguen los
prejuicios públicos y se conserve el respeto por las apariencias.

Maurice Joly 137


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- No entréis en las generalidades; ahora estáis manos a


la obra: os escucho.

Maquiavelo- No olvidéis de qué convicciones personales nace cada


uno de mis actos. Vuestros gobiernos parlamentarios no son, a mis
ojos, nada más que escuelas de rencillas, focos de agitaciones
estériles en medio de los cuales se consume la actividad fecunda de
las naciones que la tribuna y la prensa condenan a la impotencia. No
tengo, por lo tanto, ningún remordimiento; parto de un punto de vista
elevado y mi fin justifica mis actos.

Sustituyo teorías abstractas por la razón práctica, la experiencia de


los siglos, el ejemplo de los hombres de genio que han realizado
grandes cosas por los mismos medios; comienzo por restituir al
poder sus condiciones vitales.

La primera de mis reformas recae inmediatamente sobre vuestra


pretendida responsabilidad ministerial. En los países donde existe
una centralización, como el vuestro, por ejemplo, donde la opinión,
por un sentimiento instintivo, lo hace girar todo, tanto el bien como
el mal, alrededor del jefe del Estado, inscribir en el encabezamiento
de una constitución que el soberano es irresponsable, es mentir al
sentir popular, crear una ficción que siempre se disipará al fragor de
las revoluciones.

Comienzo, pues, por suprimir de mi constitución el principio de la


responsabilidad ministerial; el soberano que instauro será el único
responsable ante el pueblo.

Maurice Joly 138


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- La menos lo decís sin rodeos.

Maquiavelo- Me habéis explicado que vuestro sistema


parlamentario los representantes de la nación tienen, por sí solos, o
conjuntamente con el poder ejecutivo, la iniciativa respecto de los
proyectos del rey; pues bien; de ello provienen los abusos más
graves, pues en un orden de cosas semejante, cada diputado puede,
con cualquier pretexto, sustituir al gobierno, presentando sin el
mínimo estudio, sin profundización alguna, los proyectos de ley;
¿qué estoy diciendo? Con la iniciativa parlamentaria, la Cámara
podrá, cuando lo desee, derrocar al gobierno. Suprimo la iniciativa
parlamentaria. La proposición de las leyes pertenece exclusivamente
al soberano.

Montesquieu- Observo que os lanzáis a la carrera en pos del poder


absoluto por el más conveniente de los caminos; pues en un Estado
donde la iniciativa de las leyes solo le incumbe al soberano, este es,
en la práctica, el único legislador; pero antes de que hayáis ido más
lejos, desearía haceros una objeción. Pretendéis afirmaros sobre la
roca, y yo os veo asentado sobre la arena.

Maquiavelo- ¿Qué queréis decir?

Montesquieu- ¿No habéis acaso afirmado vuestro poder sobre la


base del sufragio popular?

Maquiavelo- Así es.

Maurice Joly 139


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Pues bien, en ese caso no sois más que un mandatario


revocable sometido a la voluntad del pueblo, pues en él reside la
única verdadera soberanía. Creísteis que podríais hacer valer este
principio para el mantenimiento de vuestra autoridad; ¿no os
percatáis, por ventura, de que podrían derrocaros en cualquier
momento? Por otra parte, os habéis declarado único responsable;
¿os consideráis un ángel, acaso? Pero, aunque lo seáis, no por ello
se os inculpará menos de todos los males que puedan sobrevenir, y
pereceréis en la primera crisis.

Maquiavelo- No os anticipéis; vuestra objeción es prematura, mas,


puesto que me obligáis a ello, os responderé ahora mismo. Os
equivocáis profundamente si creéis que no he previsto el argumento.
Si mi poder fuese perturbado, solo podría serlo por obra de las
facciones. Y contra ellas estoy protegido por dos derechos esenciales
que he incluido en mi constitución.

Montesquieu- ¿Cuáles son esos derechos?

Maquiavelo- El de apelar al pueblo, y el derecho de instaurar en el


país el estado de sitio; soy el jefe supremo del ejército, toda la fuerza
pública se encuentra entre mis manos; ente la primera insurrección
contra mi poder, las bayonetas darían cuenta de la resistencia y una
vez más hallaría en las urnas populares una nueva consagración de
mi autoridad.

Montesquieu- Empleáis argumentos irrebatibles, hablemos, empero


una vez más, del cuerpo legislativo que habéis instaurado; no veo, a

Maurice Joly 140


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

este respecto, cómo podréis libraros de dificultades; habéis privado


a esta asamblea de la iniciativa parlamentaria, pero conserva el
derecho de votar las leyes que presentaréis para su adopción. No
tendréis, sin duda, la intención de permitir de permitir que lo ejerza.

Maquiavelo- Sois más receloso que yo, pues os confieso que no veo
el ello inconveniente alguno. Desde el momento en que nadie sino
yo mismo puede presentar la ley, no tengo que temer que se haga
ninguna contra mi poder. En mis manos están las llaves del
Tabernáculo. Ya os dije, por lo demás, que entra en mis planes el
permitir que las instituciones subsistan, en apariencia.

Solo que debo admitirlo, no tengo la intención de dejar a la Cámara


lo que vos llamáis el derecho de enmienda. Es evidente que, con el
ejercicio de una facultad semejante, no habrá ley alguna que no
pudiera ser desviada de su finalidad primitiva y cuya economía
interna no estuviese expuesta a alteraciones. La ley es aceptada o
rechazada, no hay ninguna otra alternativa.

Montesquieu- Nada más se necesitaría para derrocaros; bastaría


para ello que la asamblea legislativa rechazara sistemáticamente
todos vuestros proyectos de ley, o que se rehusara tan solo a votar
los impuestos.

Maquiavelo- Sabéis muy bien que las cosas no pueden ocurrir de


esa manera. Una Cámara, cualquiera sea, que mediante un acto de
temeridad semejante trabase el desenvolvimiento de la cosa pública,
cometería un verdadero suicidio. Y yo dispondría de otros mil
medios para neutralizar el poder de dichas asambleas. Reduciría a la
mitad el número de los representantes, y tendría, entonces, una mitad

Maurice Joly 141


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

menos de pasiones políticas para combatir. Me reservaría el


nombramiento de los presidentes y vice-presidentes que dirigen las
deliberaciones. No habría sesiones permanentes, pues restringiría a
solo algunos meses las sesiones de la asamblea. Haría, sobre todo,
algo de singular importancia, cuya práctica, según me han dicho, ya
ha comenzado a imponerse: aboliría la gratuidad del mandato
legislativo; haría que los diputados percibiesen un emolumento, que
sus funciones fuesen, en cierto modo, asalariadas. Contemplo esta
innovación como el medio más seguro de incorporar al poder los
representantes de la nación; no creo necesario desarrollar este punto;
la eficacia del la medida es perfectamente clara. Agrego que, como
jefe del poder ejecutivo, tengo el derecho de convocar, de disolver el
cuerpo legislativo, y que en caso de disolución, me reservaría los
plazos más largos para convocar una nueva representación. No
ignoro que la asamblea legislativa no podría, sin riesgos para mi,
mantenerse independiente de mi poder; mas tranquilizaos: pronto
hallaremos otros medios prácticos de vincularla a él. ¿Os basta con
estos detalles constitucionales? ¿O queréis que os enumere otros
más?

Montesquieu- No, no es en absoluto necesario; podéis pasar ahora


a la organización del Senado.

Maquiavelo- Veo que habéis comprendido muy bien que era esta la
parte capital de mi obra. La piedra angular de mi constitución.

Montesquieu- A decir verdad, no sé qué más podéis aún hacer, pues


desde ahora os considero el amo absoluto del Estado.

Maurice Joly 142


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Es fácil decirlo; sin embargo, en realidad, la soberanía


no podría asentarse sobre bases tan superficiales. Es preciso que
existan, junto al soberano, cuerpos capaces de imponerse por el
resplandor de los títulos, las dignidades y la ilustración personal de
quienes la componen. No es conveniente que la persona del soberano
esté en juego permanentemente, que siempre se perciba su mano; es
imprescindible que su accionar pueda, de ser necesario, ampararse
bajo la autoridad de las altas magistraturas que circundan el trono.

Montesquieu- Advierto con alivio que asignáis tal cometido al


Senado y al Consejo de Estado.

Maquiavelo- No se os puede ocultar nada.

Montesquieu- Habláis del trono: hace un instante nos


encontrábamos en una república, ahora sois rey. La transición no
está del todo clara.

Maquiavelo- El ilustre publicista francés no puede exigir que me


detenga en semejantes detalles de ejecución: desde el momento en
que tengo en mis manos la omnipotencia, la circunstancia en que me
haré proclamar rey es una simple cuestión de oportunidad. Poco
importa que lo sea antes o después de haber promulgado mi
constitución.

Montesquieu- Es verdad. Volvamos a la organización del Senado.

Maurice Joly 143


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMO

Maquiavelo- Teniendo en cuenta loa profundos estudios que debéis


haber realizado para la composición de vuestra memorable obra
sobre las Causas de la grandeza y de la decadencia de los
romanos, no es posible que no hayáis observado el cometido que, a
partir del reinado de Augusto, desempeñó el Senado junto a los
emperadores.

Montesquieu- Os diré, si me lo permitís, que, e mi entender, las


investigaciones históricas no han esclarecido aún totalmente este
punto. Lo que hay de cierto es que, hasta los tiempos postreros de la
república, el Senado romano fue una institución autónoma, investida
de inmensos privilegios, de poderes propios; en ello estribaba el
secreto de su poderío, la profunda raigambre de sus tradiciones
políticas, el esplendor que proporcionó a la república. A partir de
Augusto, el Senado no es más que un instrumento en manos de los
emperadores, mas no se percibe con claridad en virtud de qué
sucesión de actos lograron despojarlo de su poderío.

Maquiavelo- Si os he rogado que os remitierais a este periodo del


Imperio, no es precisamente para elucidar ese misterio de la historia.
Es una cuestión que, por el momento, me tiene sin cuidado; todo
cuanto quería deciros es que el Senado que yo concibo debería
cumplir, junto al príncipe, una función política análoga a la del
Senado romano en los tiempos que siguieron a la caída de la
república.

Maurice Joly 144


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Por supuesto; empero, en esa época la ley ya no se


votaba en los comicios populares; se la instauraba a base de
senadoconsultos.¿Es eso, acaso, lo que proponéis?

Maquiavelo- De ninguna manera: ello no estaría acorde con los


principios modernos del derecho constitucional.

Montesquieu- ¡De cuánta gratitud os hacéis acreedor por un


escrúpulo semejante!

Maquiavelo- Ni tampoco tengo por qué recurrir a ello para decretar


lo que juzgue necesario. Ninguna disposición legislativa, bien lo
sabéis, puede ser propuesta sino por mí; y, por otra parte, los
decretos que dicto tienen fuerza de leyes.

Montesquieu- Es verdad, habíais olvidado este aspecto que, sin


embargo, no carece de importancia; pero entonces, no veo con qué
fines conserváis el Senado.

Maquiavelo- Colocado en las más altas esferas constitucionales, su


intervención directa sólo se hará en circunstancias solemnes; si fuese
preciso, por ejemplo, modificar el pacto fundamental, o si estuviese
en peligro la soberanía.

Montesquieu- Continuáis empleando un lenguaje muy enigmático.


Os complace preparar vuestros efectos.

Maurice Joly 145


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- La idea fija de vuestros constituyentes modernos ha


sido, hasta este momento, el querer prever todas las cosas,
reglamentarlo todo en las constituciones que proporcionan a los
pueblos. Yo jamás caería en semejante error; no me encerraría en un
círculo impenetrable; solo me definiría en aquellos aspectos que no
pueden quedar en el terreno de lo incierto; dejaría un amplio margen
de cambio para que haya, en las graves situaciones de crisis, otras
vías de salvación que el desastroso expediente de las revoluciones.

Montesquieu- Habláis con extrema cordura.

Maquiavelo- Con respecto al Senado, inscribiré en mi constitución;


“Que el Senado reglamente, por medio de un senado-consulto,
todo cuanto no está previsto en la constitución y que es necesario
para su buen funcionamiento; que especifique el sentido de
aquellos artículos de la constitución que dieran lugar a diferentes
interpretaciones; que refrende o anule todos aquellos actos que
le sean deferidos como inconstitucionales por el gobierno o
denunciados por los petitorios de los ciudadanos; que pueda
sentar las bases de aquellos proyectos de ley que revistan un
gran interés para la nación; que pueda proponer modificaciones
de la constitución y que será en tal carácter estatuido por un
senado-consulto”

Montesquieu- Todo esto es muy hermoso: un verdadero Senado


romano. Quisiera, empero, haceros algunas observaciones acerca
de vuestra constitución: queréis decir que estará redactada en

Maurice Joly 146


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

términos sumamente vagos y ambiguos para que los artículos que


contiene sean susceptibles de diferentes interpretaciones.

Maquiavelo- No es eso, mas es preciso preverlo todo.

Montesquieu- Creía que, al contrario, vuestro principio, en esta


materia, era el de evitar preverlo todo y reglamentarlo todo.

Maquiavelo- No en vano el ilustre presidente ha habitado el espacio


de Temis, ni vestido inútilmente la toga y el birrete. Mis palabras no
tenían otro alcance que este: es preciso prever lo que es esencial.

Montesquieu- Respondedme, os lo ruego: vuestro Senado, intérprete


y custodio del pacto fundamental, ¿tendrá acaso poderes propios?

Maquiavelo- Indudablemente, no.

Montesquieu- Entonces, todo cuanto haga el Senado, ¿lo haréis vos


mismo?

Maquiavelo- No digo lo contrario.

Maurice Joly 147


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Lo que interpretase, lo interpretaríais vos; lo que


modificase, lo modificaríais también vos; lo que anulare, seríais vos
mismo quien lo anulase.

Maquiavelo- No pretendo defenderme.

Montesquieu- Quiere decir entonces que os reserváis el derecho de


deshacer lo que habéis hacho, de quitar lo que habéis dado, de
modificar vuestra constitución, sea para bien o para mal, y hasta de
hacerla desaparecer por completo si lo juzgáis necesario. No
prejuzgo nada acerca de vuestras instituciones, ni de los móviles que
en ciertas y determinadas circunstancias pudieran induciros a
actuar; os pregunto tan solo qué garantía mínima, por frágil que
ella fuese, podrían hallar los ciudadanos en medio de tan inmensa
arbitrariedad y, sobre todo, cómo os imagináis que podrían
resignarse a soportarla.

Maquiavelo- Advierto en vos, una vez más, la sensibilidad del


filósofo. Tranquilizaos, no introduciré ninguna modificación en las
bases fundamentales de mi constitución sin someterlas a la
aprobación del pueblo por la vía del sufragio universal.

Montesquieu- Mas seríais siempre vos quien juzgaría si la


modificación que proyectáis reviste por sí misma el carácter
fundamental que haría necesario se la sometiera a la sanción del
pueblo. Estoy dispuesto a admitir, sin embargo, que haréis por
medio de un derecho o de un senado-consulto lo que se debe realizar
mediante un plebiscito. ¿Permitiréis la discusión de vuestras
enmiendas constitucionales? ¿las someteréis a deliberación en
comicios populares?

Maurice Joly 148


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Incontestablemente no, si los debates en torno de los


artículos constitucionales se realizan alguna vez en las asambleas
populares, nada podría impedir que el pueblo, en virtud de su
derecho de avocación, se arrogara la facultad de cuestionarlo todo; al
día siguiente, la revolución estaría en las calles.

Montesquieu- Al menos razonáis con lógica: entonces vuestras


enmiendas constitucionales se presentan en bloque y son aceptadas
en bloque.

Maquiavelo- No hay otro medio, en efecto.

Montesquieu- Pues bien, creo que podemos pasar a ka organización


del Consejo de Estado.

Maquiavelo- Es verdad, dirigís los debates con la precisión


consumada de un presidente de la Corte Suprema. Olvidaba deciros
que, así como he rentado a los miembros del cuerpo legislativo,
también asignaré una renta a los miembros del Senado.

Montesquieu- Está claro.

Maquiavelo- No necesito agregar que, por supuesto, me reservaría


asimismo el nombramiento de los presidentes y vicepresidentes de
esta alta asamblea. En lo que atañe al Consejo de Estado, seré más

Maurice Joly 149


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

breve. Vuestras instituciones modernas son instrumentos de


centralización tan poderosos, que es casi imposible servirse de ellas
sin ejercer la autoridad soberana.

¿Qué es, en efecto, de acuerdo con vuestros propios principios, el


Consejo de Estado? Un simulacro de cuerpo político destinado a
conferir al príncipe un poder considerable, el poder normativo, una
suerte de poder discrecional, capaz de servir, si ello es preciso, para
dictar verdaderas leyes.

Por lo demás, según me han dicho, el Consejo de Estado está


investido entre vosotros de una atribución especial tal vez más
exorbitante aún. En materia contenciosa, me han asegurado, tiene el
poder de reivindicar por derecho de avocación, de recuperar por
propia autoridad, de los tribunales ordinarios, el conocimiento de
todos aquellos litigios que entienda son carácter administrativo. De
este modo, y para caracterizar en pocas palabras lo que esta última
atribución tiene de absolutamente excepcional, los tribunales deben
renunciar a juzgar cuando se encuentran en presencia de un acto de
autoridad administrativa y esta puede, en el mismo caso, desestimar
a los tribunales para someterse a la decisión del Consejo de Estado.

Ahora bien, una vez más: ¿qué es el Consejo de Estado? ¿Posee un


poder propio? ¿Es independiente del soberano? En absoluto. No es
más que un comité de redacción. Cuando el Consejo de Estado dicta
un reglamento, quien lo hace es el soberano; cuando pronuncia un
veredicto, es también el soberano el que lo pronuncia o, como decís
hoy en día, es la administración, la administración que es juez y
parte en la misma causa. ¿Concebís algo más poderoso que esto y
creéis que quede mucho por hacer para fundar el poder absoluto en
Estados donde encontramos ya, perfectamente organizadas,
semejantes instituciones?

Maurice Joly 150


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Reconozco que vuestra crítica es bastante certera; no


obstante, puesto que el Consejo de Estado es en sí mismo una
institución excelente, nada más sencillo que proporcionarle la
independencia necesaria aislándola, en una medida determinada,
del poder. No es esto, sin duda, lo que vos haréis.

Maquiavelo- En efecto, mantendré la unidad en la institución donde


la hallare, la introduciré donde no exista, estrechando de esta manera
los vínculos de una solidaridad que considero indispensable.

Veis que no nos hemos atascado en el camino, pues he aquí,


acabada, mi constitución.

Montesquieu- ¿Acabada ya?

Maquiavelo- Un número reducido de combinaciones ordenadas con


inteligencia basta para cambiar totalmente la marcha de los poderes.
Esta parte de mi programa está completa.

Montesquieu- Creía que aún tendríais algo que decirme acerca del
tribunal de casación.

Maquiavelo- Lo que al respecto tengo que deciros será más


oportuno en otro momento.

Maurice Joly 151


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Si evaluamos, en verdad, la suma de los poderes que


se encuentran en vuestras manos, podéis comenzar a sentiros
satisfecho.

Recapitulemos:

Hacéis la ley:

1° en forma de proposiciones al cuerpo legislativo; la hacéis,

2° en forma de decretos;

3° en forma de senado-consultos;

4° en forma de reglamentos generales;

5° en forma de órdenes al Consejo de Estado;

6° en forma de reglamentos ministeriales;

7° en forma, por últmo, de golpes de Estado.

Maquiavelo- No sospecháis, al parecer, que lo que me queda por


realizar es precisamente lo más difícil.

Montesquieu- A decir verdad, no; no lo imaginaba.

Maurice Joly 152


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No habéis entonces prestado suficiente atención al


hecho de que mi constitución nada dice al respecto de una multitud
de derechos adquiridos que serían incompatibles con el nuevo orden
de cosas que acabo de implantar. Tal el caso, por ejemplo, de la
libertad de prensa, del derecho de asociación, la independencia de la
magistratura, el derecho de sufragio, la elección, por las comunas
mismas, de sus funcionarios municipales, la institución de la guardia
civil, y muchas otras cosas más que deberían desaparecer o sufrir
profundas modificaciones.

Montesquieu- Pero ¿no habéis acaso reconocido en forma implícita


todos estos derechos, puesto que habéis solemnemente reconocido
los principios de los que ellos no son sino la aplicación?

Maquiavelo- Ya os dije que no he reconocido ni principio alguno en


particular; por lo demás, las medidas que he de adoptar no son sino
excepciones a la regla.

Montesquieu- Excepciones que la confirman, por supuesto.

Maquiavelo- Para ello, empero, debo elegir el momento con


extremo cuidado; un error de oportunidad puede desbaratarlo todo.
En mi Tratado del Príncipe escribí una máxima que debe servir de
norma de conducta en tales casos: “Es imprescindible que el
usurpador de un Estado cometa en él de una sola vez todos los
rigores que su seguridad le exija, para no tener necesidad de
volver a ellos; porque más tarde no podrá ya cambiar frente a
sus súbditos ni para bien ni para mal; si debéis actuar para mal,
ya no estáis a tiempo, desde el momento en que la fortuna os es

Maurice Joly 153


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

contraria; si es para bien, en modo alguno vuestros súbditos os


agradecerán un cambio que juzgarán forzado”.

Al día siguiente de promulgada mi constitución, dictaré una sucesión


de decretos que tendrán fuerza de ley, y que suprimirán de un solo
golpe las libertades y los derechos cuyo ejercicio fuese peligroso.

Montesquieu- El momento está en verdad bien elegido. El país vive


aún bajo el terror de vuestro golpe de Estado. Vuestra constitución
no os rehúsa nada, puesto que podíais tomarlo todo; en vuestros
decretos, nada hay que se os pueda permitir, puesto que no pedís
nada y que todo lo tomáis.

Maquiavelo- Sois hábil para la polémica.

Montesquieu- Admitid, sin embargo, que un poco menos que vos


para la acción. No obstante, me cuesta creer que, a pesar de vuestra
mano fuerte y vuestra visión certera, el país no se revele ante este
segundo golpe de Estado que os reservabais entre bastidores.

Maquiavelo- El país cerrará los ojos voluntariamente; pues en la


hipótesis en que me sitúo, está cansado de agitaciones, aspira al
reposo como arena del desierto después del aguacero que sigue a la
tempestad.

Montesquieu- Os excedéis; hacéis con todo esto hermosas figuras


retóricas.

Maurice Joly 154


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Me apresuro a deciros que las libertades que suprimo


prometeré solemnemente restituirlas una vez apaciguados los
partidos.

Montesquieu- Creo que tendrán que esperarlas eternamente.

Maquiavelo- Es posible.

Montesquieu- Es indudable, pues vuestras máximas permiten al


príncipe no cumplir su palabra cuando entran en juego sus
intereses.

Maquiavelo- No os apresuréis a juzgar; ya veréis el uso que sabré


hacer de esta promesa; muy pronto me veréis convertido en el
hombre más liberal de mi reino.

Montesquieu- He aquí una sorpresa para la cual no estaba


preparado; y mientras tanto, suprimís directamente todas las
libertades.

Maquiavelo- Directamente no es la palabra de un estadista; yo no


suprimo nada directamente; aquí es donde la piel del zorro debe ir
cosida a la del león. ¿De qué serviría la política, si no se pudiera
alcanzar por vías oblicuas lo que es imposible lograr por la línea
recta? Las bases de mi organización están colocadas, las fuerzas se

Maurice Joly 155


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

encuentran prontas; solo resta ponerlas en actividad. Lo haré con


todos los miramientos que requieren las nuevas modalidades
constitucionales. Aquí es donde deben aparecer como cosas naturales
los artificios de gobierno y de legislación que la prudencia aconseja
al príncipe.

Montesquieu- Veo que entramos en una nueva fase; me dispongo a


escuchar.

Maurice Joly 156


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO UNDECIMO

Maquiavelo- En El Espíritu de las Leyes observáis, con sobrada


razón, que la palabra libertad se le atribuyen los significados más
diversos. Tengo entendido que en vuestra obra puede leerse la
siguiente proposición:

“La libertad es el derecho de hacer aquello que está permitido


por las leyes.” (El Espíritu de las Leyes, libro XI, capítulo III)

Encuentro justa esta definición y a ella me acomodo; y puedo


aseguraros que mis leyes solo autorizarán lo que sea imprescindible
permitir. Pronto veréis cuál es su espíritu. ¿Por dónde os gustaría que
comenzáramos?

Montesquieu- No me disgustaría saber ante todo cómo os


defenderéis frente a la prensa.

Maquiavelo- En verdad, ponéis el dedo en la parte más delicada de


mi tarea. El sistema que a este respecto he concebido es tan vasto
como múltiple en cuanto a sus aplicaciones. Felizmente, en este caso
tengo el campo libre; puedo hacer y deshacer con plenas garantías y
casi diría sin suscitar recriminación alguna.

Montesquieu- ¿Puedo preguntaros por qué?

Maurice Joly 157


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Porque en la mayoría de los países parlamentarios, la


prensa tiene el talento de hacerse aborrecer, porque solo está siempre
al servicio de pasiones violentas, egoístas y exclusivas, porque
denigra por conveniencia, porque es venal e injusta; porque carece
de generosidad y patriotismo; por último, y sobre todo, porque jamás
haréis comprender a la gran masa de un país para qué puede servir.

Montesquieu- ¡Oh! si vais a buscar cargos contra la prensa, os será


fácil hallar un cúmulo. Si preguntáis para que puede servir, es otra
cosa. Impide, sencillamente, la arbitrariedad en el ejercicio del
poder; obliga a gobernar de acuerdo con la constitución; conmina a
los depositarios de la autoridad pública a la honestidad y al pudor,
al respeto de sí mismos y de los demás. En suma, para decirlo en
una palabra, proporciona a quienquiera se encuentre oprimido el
medio de presentar su queja y de ser oído. Mucho es lo que puede
perdonarse a una institución que, en medio de tantos abusos, presta
necesariamente tantos servicios.

Maquiavelo- Sí, conozco ese alegato; empero, hacedlo comprender


a las masas, si podéis; contad el número de quienes se interesan por
la suerte de la prensa, y veréis.

Montesquieu- Es por ello que creo preferible que paséis ahora


mismo a loa medios prácticos para amordazarla; creo que esta es la
palabra.

Maquiavelo- Es la palabra, en efecto; no solo me propongo reprimir


al periodismo.

Maurice Joly 158


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Sino a la prensa misma.

Maquiavelo- Veo que comenzáis a emplear la ironía.

Montesquieu- De un momento me estará vedada, puesto que vais a


encadenar la prensa en todas sus formas.

Maquiavelo- No es fácil encontrar armas contra una jovialidad de


rasgos tan espirituales; sin embargo comprenderéis muy bien que no
valdrá la pena ponerse a salvo de los ataques de la prensa si fuese
necesario seguir estando expuestos a los del libro.

Montesquieu- Pues bien, comencemos con el periodismo.

Maquiavelo- Si decidiera pura y simplemente suprimir los


periódicos, enfrentaría con grave imprudencia la susceptibilidad del
público, y siempre es peligroso desafiarla abiertamente; mi intención
es proceder por medio de una serie de disposiciones que parecerían
simples medidas de cautela y vigilancia.

Decreto que en el futuro no se podrá fundar ningún periódico sin la


previa autorización del gobierno; ya tenemos el mal detenido en su
desarrollo; pues es fácil imaginar que los periódicos que en el futuro
autorizaré serán en todos los casos órganos leales al gobierno.

Maurice Joly 159


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Mas, ya que entráis en todos estos detalles,


permitidme una objeción: el espíritu de un periódico cambia con el
personal de su redacción; ¿cómo podréis evitar una redacción hostil
a vuestro poder?

Maquiavelo- Vuestras objeción es bastante débil, porque, en


resumidas cuentas, no autorizaré, si me parece conveniente, la
publicación de ninguna hoja nueva; no obstante, como veréis, tengo
otros planes. Me preguntáis cómo neutralizaré una redacción hostil.
A decir verdad, de la manera más simple; agregaré que la
autorización del gobierno es necesaria para cualquier cambio en el
personal de los jefes de redacción o directores del periódico.

Montesquieu- Pero los periódicos antiguos, los que seguirán siendo


enemigos de vuestro gobierno, y cuyo cuerpo de redactores no habrá
cambiado: ellos hablarán.

Maquiavelo- ¡Oh! aguardad! Aplico a todos los periódicos presentes


o futuros medidas fiscales que frenarán en la medida necesaria las
empresas de publicidad; someteré la prensa política a lo que hoy
llamáis finanzas y timbres fiscales. Muy pronto la industria de la
prensa resultará tan poco lucrativa, merced a la elevación de estos
impuestos, que nadie se dedicará a ella sino cuando en realidad le
convenga.

Montesquieu- El remedio es insuficiente, pues los partidos políticos


no escatiman el dinero.

Maurice Joly 160


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Tranquilizaos, tengo medios para taparles la boca,


pues aquí aparecen las medidas represivas. En algunos Estados
europeos se defiere al tribunal el conocimiento de los delitos de
prensa.

No creo que exista medida más deplorable que esta, pues significa
agitar la opinión pública con motivo de la mínima pamplina
periodística. Los delitos de prensa son de una naturaleza tan elástica,
el escritor puede disfrazar sus ataques de maneras tan variadas y
sutiles, que hasta le resulte imposible deferir a los tribunales el
conocimiento de estos delitos. Los tribunales estarán siempre
armados, por supuesto, pero el arma represiva de todos los días debe
encontrarse en las manos del gobierno.

Montesquieu- Habrá entonces delitos que no podrán juzgar los


tribunales, o más bien, castigaréis con ambas manos: con la mano
de la justicia y con la del gobierno.

Maquiavelo- ¡Valla calamidad! Nada más que simple solicitud para


algunos periodistas malos y malintencionados que todo lo atacan,
todo lo denigran; que se conducen con los gobiernos como esos
salteadores de caminos que aguardan a los viajeros empuñando la
escopeta. Viven constantemente fuera de la ley; ¡bien merecen que
se los ponga de algún modo dentro de ella!

Montesquieu- ¿Solo sobre ellos recaerán entonces vuestros rigores?

Maquiavelo- No puedo comprometerme a ello, pues esas gentes son


como las cabezas de la hidra de Lerna, se cortan diez y crecen
cincuenta. Atacaré principalmente a los periódicos, en tanto que

Maurice Joly 161


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

empresas de publicidad. Les hablaré de la siguiente manera: Pude


suprimiros a todos, no lo hice; aún puedo hacerlo y os dejo vivir,
mas, por supuesto, con una condición: no entorpeceréis mi marcha ni
desacreditaréis mi poder. No quiero verme obligado a iniciar
procesos todos los días, ni a interpretar la ley sin cesar para reprimir
vuestras infracciones; tampoco puedo tener una legión de censores
encargados de examinar hoy lo que editaréis mañana. Tenéis pluma,
escribid; mas recordad lo que voy a deciros: me reservo, para mí
mismo y para mis agentes, el derecho de juzgar en qué momento me
siento atacado. Nada de sutilezas. Si me atacáis, lo sentiré, y también
vosotros lo sentiréis; en ese caso, me haré justicia por mis propias
manos, no en seguida, pues mi es intención actuar con tacto; os
advertiré una vez, dos veces; a la tercera, os haré desaparecer.

Montesquieu- Observo con asombro que, de acuerdo con este


sistema, no es precisamente el periodista el atacado, sino el
periódico, cuya ruina entraña la de los intereses que se agrupan en
torno de él.

Maquiavelo- Que vayan a agruparse a otra parte; con estas cosas no


se comercia. Como acabo de deciros, mi gobierno, pues, castigará;
sin prejuicio, por supuesto, de las sentencias pronunciadas por los
tribunales. Dos condenas en un año implicarán, con pleno derecho, la
supresión del periódico. Y no me detendré aquí, sino que diré
también a los periódicos, por medio de un decreto o de una ley,
desde luego: Reducidos como estáis a la más estricta circunspección,
no pretendáis agitar la opinión por medio de comentarios sobre los
debates de mis Cámaras; os prohíbo informar sobre esos debates,
hasta os prohíbo informar con respecto a los debates judiciales en
materia de prensa. Tampoco intentéis impresionar el espíritu público
por medio de noticias supuestamente venidas del exterior; las falsas
noticias, publicadas ya sea de buena o de mala fe, serán penadas con
castigos corporales.

Maurice Joly 162


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Vuestro rigor parece excesivo, pues en última


instancia ningún periódico podrá ya, sin exponerse a los peligros
más graves, expresar opiniones políticas; vivirán a duras penas de
las noticias. Ahora bien, me parece en extremo difícil, cuando un
periódico publica una noticia, imponerle su veracidad, pues la más
de la veces no podrá responder de ello con absoluta certeza, y aun
cuando esté moralmente seguro de decir la verdad, le faltará la
prueba material.

Maquiavelo- En tales casos, lo que hay que hacer es pensarlo dos


veces antes de inquietar a la opinión pública.

Montesquieu- Veo otro problema, sin embargo. Si no es posible


combatiros desde los periódicos de dentro, os combatirán los de
afuera. Todos los descontentos, todos los odios se expresarán en las
puertas de vuestro reino; a través de sus fronteras se arrojarán
periódicos y líbelos inflamados de pasiones políticas.

Maquiavelo- ¡Ah! Tocáis un punto que me propongo reglamentar


con sumo rigor, pues la prensa extranjera es, en efecto, peligrosa en
extremo. Ante todo, cualquier introducción o circulación en el reino
de periódicos o escritos clandestinos se castigará con prisión, y la
pena será lo bastante severa como para evitar reincidencias. Luego,
aquellos de mis súbditos convictos de haber escrito contra el
gobierno en el extranjero, serán a su regreso al reino, buscados y
castigados. Es una verdadera indignidad escribir, desde el extranjero,
contra el propio gobierno.

Maurice Joly 163


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Eso depende. De todos modos. La prensa extranjera


de los Estados fronterizos hablará.

Maquiavelo- ¿Creéis eso? ¿No suponemos acaso que soy el rey de


un poderoso reino? Os juro que los pequeños Estados que bordean
mis fronteras temblarán. Los obligaré a promulgar leyes que
persigan a sus propios nacionales, en caso de ataques contra mi
gobierno a través de la prensa o por cualquier otro medio.

Montesquieu- Veo que tuve razón al decir, en el Espíritu de las


Leyes, que las fronteras de un déspota debían ser asoladas. Es
preciso impedir que penetre por ellas la civilización. Vuestros
súbditos, estoy persuadido de ello, ignorarán su propia historia. Con
las palabras de Bemjamin Constant, convertiréis vuestro reino en
una isla donde se desconocerá lo que acontece en Europa, y la
capital en otro islote donde nadie sabrá lo que sucede en las
provincias.

Maquiavelo- No deseo que mi reino pueda ser perturbado por


rumores y conmociones provenientes del extranjero. ¿Cómo llegan
las noticias del exterior? Por intermedio de un reducido número de
agencias que centralizan las informaciones que son transmitidas a su
vez desde las cuatro partes del mundo. Pues bien, se puede sobornar
a esas agencias, y a partir de ese momento solo darán noticias bajo el
control del gobierno.

Montesquieu- Maravilloso; podéis pasar por ahora a la vigilancia


que ejerceréis sobre los libros.

Maurice Joly 164


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Este es un problema que me preocupa menos, pues en


una época en que el periodismo ha alcanzado una difusión tan
prodigiosa, ya casi se no leen libros. No tengo, empero intención
alguna de dejarles la puerta abierta. En primer lugar obligaré a
quienes quieran ejercer la profesión de impresor, de editor o de
librero a proveerse de una licencia, es decir de una autorización que
el gobierno podrá retirarle en cualquier momento, ya sea
directamente o por medio de decisiones judiciales.

Montesquieu- Pero entonces, estos industriales serán en cierto


modo funcionarios públicos. ¡Los instrumentos del pensamiento
convertidos en instrumentos del poder!

Maquiavelo- No os quejaréis de ello, me imagino, pues en vuestros


tiempos, bajo los regímenes parlamentarios, las cosas no eran de otra
manera; las antiguas costumbres, cuando son buenas, vale la pena
conservarlas. Volviendo a las medidas fiscales: haré extensivo a los
libros el impuesto que grava a los periódicos, o mejor dicho,
impondré el gravamen fiscal a aquellos libros que no alcancen a
tener un determinado número de páginas. Por ejemplo, un libro que
no tenga doscientas, trescientas páginas, no será un libro, no será
más que un folleto. Supongo que percibís perfectamente las ventajas
de esta combinación; por un lado ratifico mediante el impuesto esa
legión de líbelos que son algo así como apéndices del periodismo;
por el otro, obligo a quienes quieran eludir el timbre fiscal a
embarcarse en composiciones exentas y dispendiosas que, escritas en
esa forma, casi no se venderán, o se leerán apenas. En nuestros días
nadie, sino los pobres diablos, piensa en escribir libros; renunciarán
a ello. El fisco desalentará la vanidad literaria y la ley penal
desarmará a la imprenta misma, porque haré al editor y al impresor
responsables, criminalmente, del contenido de los libros. Es preciso
que, en el caso de que haya escritores lo bastante osados como para
atreverse a escribir obras en contra del gobierno, no encuentren nadie

Maurice Joly 165


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

que se las edite. Los efectos de esta intimidación saludable


restablecerán una censura indirecta que el gobierno no podría ejercer
por sí mismo, a causa del desprestigio en que ha caído esta medida
preventiva. Antes de dar a luz obras nuevas, los impresores y
editores deberán consultar, solicitar informaciones; presentarán
aquellos libros cuya impresión les haya sido requerida, de esta
manera, el gobierno estará siempre convenientemente informado de
acerca de las publicaciones que se preparan contra él; procederá,
cuando lo juzgue oportuno, al secuestro preliminar de las ediciones y
entablará querella contra los autores ante los tribunales.

Montesquieu- Me habíais dicho que no tocaríais los derechos


civiles. No os percatáis, al parecer, de que por medio de esta
legislación acabáis de atacar la libertad de industria; hasta el
derecho de propiedad se encuentra en peligro, supongo que le
llegará su turno.

Maquiavelo- Esas son simples palabras.

Montesquieu- Entonces, si no me equivoco, habéis terminado con la


prensa.

Maquiavelo- ¡Oh, no! No todavía.

Montesquieu- ¿Qué os queda por hacer?

Maquiavelo- La otra mitad de la tarea.

Maurice Joly 166


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DUODECIMO

Maquiavelo- No os he mostrado todavía más que la parte en cierto


modo defensiva del régimen orgánico que impondré a la prensa;
ahora os haré ver de qué modo sabré emplear esta institución en
provecho de mi poder. Me atrevo a decir que ningún gobierno ha
concebido, hasta el día de hoy, una idea más audaz que la que voy a
exponeros. En los países parlamentarios, los gobiernos sucumben
casi siempre por obra de la prensa; pues bien, vislumbro la
posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma.
Puesto que el periodismo es una fuerza tan poderosa, ¿sabéis qué
hará mi gobierno? Se hará periodista, será la encarnación del
periodismo.

Montesquieu- ¡Extrañas sorpresas me deparáis, por cierto!


Desplegáis ente mí un panorama perpetuamente variado; siento una
gran curiosidad, os lo confieso, por saber cómo os ingeniaréis para
llevar a cabo este nuevo programa.

Maquiavelo- Requerirá mucho menos desgaste de imaginación que


el que suponéis. Contaré el número de periódicos que representen lo
que vos llamáis lo oposición. Si hay diez por la oposición yo tendré
veinte a favor del gobierno; si veinte, cuarenta; si ellos cuarenta, yo
ochenta. Ya veis para qué me servirá, ahora lo comprendéis a las mil
maravillas, la facultad que me he reservado de autorizar la creación
de nuevos periódicos políticos.

Montesquieu- Es muy sencillo, en efecto.

Maurice Joly 167


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No tanto como lo pensáis, sin embargo, porque es


indispensable evitar que la masa del público llegue a sospechar esta
táctica; la combinación fracasaría y la opinión por sí misma se
apartaría de los periódicos que defendiesen abiertamente mi política.

Dividiré los periódicos leales a mi poder, en tres o cuatro categorías.


Pondré en la primera un determinado número de periódicos de
tendencia francamente oficialista, que, en cualquier circunstancia,
defenderán a ultranza mis actos de gobierno. Me apresuro a deciros
que no son estos los que tendrán máximo ascendente sobre la
opinión. En el segundo lugar colocaré otra falange de periódicos
cuyo carácter no será sino oficioso y que tendrá la misión de ganar a
mi causa a esa masa de hombres tibios e indiferentes que aceptan sin
escrúpulos lo que está constituido, pero cuya religión política no va
más allá.

En los periódicos de las categorías siguientes es donde se apoyarán


las más poderosas palancas de mi poder. En ellos, el matiz oficial u
oficioso se diluye por completo, en apariencia, claro está, puesto que
los periódicos a que voy a referirme estarán todos ellos ligados por la
misma cadena a mi gobierno, una cadena visible para algunos,
invisible para otros. No pretendo deciros cuántos serán en número,
pues cintaré con un órgano adicto en cada partido; tendré un órgano
aristocrático en el partido aristocrático, un órgano republicano en el
partido republicano, un órgano revolucionario en el partido
revolucionario, un órgano anarquista, de ser necesario, en el partido
anarquista. Como el Dios Vishnú, mi prensa tendrá cien brazos y
dichos brazos se darán la mano con todos los matices de la opinión,
cualquiera que sea ella, sobre la superficie entera del país. Se
pertenecerá a mi partido sin saberlo. Quienes crean hablar su lengua
hablarán la mía, quienes crean agitar su propio partido, agitarán el
mío, quienes creyeran marchar bajo su propia bandera, estarán
marchando bajo la mía.

Maurice Joly 168


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Se trata de concepciones realizables o de


fantasmagoría? Produce vértigo todo esto.

Maquiavelo- Cuidad vuestra cabeza, porque aún no habéis iído todo.

Montesquieu- Me pregunto tan solo cómo podréis dirigir y unificar


a todas esas milicias de publicidad clandestinamente contratadas
por vuestro gobierno.

Maquiavelo- Es un simple problema de organización, debéis


comprenderlo; instituiré, por ejemplo, bajo el título de división de
prensa e imprenta, un centro de acción común donde se irá a buscar
la consigna y de donde partirá la señal. Entonces, quienes solo estén
a medias en el secreto de esta combinación, presenciarán un
espectáculo insólito: verán periódicos adictos a mi gobierno que me
atacarán, me denunciarán, me crearán un sinfín de molestias.

Montesquieu- Esto está por encima de mi entendimiento; ya no


comprendo más.

Maquiavelo- No tan difícil de concebir, sin embargo; tened presente


que los periódicos de que os hablo no atacarán jamás las bases ni los
principios de mi gobierno; nunca harán otra cosa que una polémica
de escaramuzas, una oposición dinástica dentro de los límites más
estrictos.

Maurice Joly 169


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Y qué ventajas os reportará todo esto?

Maquiavelo- Ingenua pregunta la vuestra. El resultado, ya


considerable por cierto, consistirá en hacer decir a la gran mayoría:
¿no veis acaso que bajo este régimen uno es libre, uno puede hablar;
que se lo ataca injustamente, pues en lugar de reprimir, como bien
podría hacerlo, aguanta y tolera? Otro resultado, no menos
importante, consistirá en provocar, por ejemplo, comentarios del
siguiente tenor: Observad hasta qué punto las bases, los principios de
este gobierno, se imponen al respeto de todos; ahí tenéis los
periódicos que se permiten las más grandes libertades de lenguaje; y
ya lo veis, jamás atacan a las instituciones establecidas. Han de estar
por encima de las injusticias y las pasiones, para que ni los enemigos
mismos del gobierno puedan menos que rendirles homenaje.

Montesquieu- Esto, lo admito, es verdaderamente maquiavélico.

Maquiavelo- Me hacéis un alto honor, pero hay algo mejor: con la


ayuda de la oculta lealtad de estas gacetas públicas, puedo decir que
dirijo a mi antojo la opinión en todas las cuestiones de política
interior o exterior. Excito o adormezco el pro y el contra, lo
verdadero y lo falso. Hago anunciar un hecho y lo hago desmentir,
de acuerdo con las circunstancias; sondeo así el pensamiento
público, recojo la impresión producida, ensayo combinaciones,
proyectos, determinaciones súbitas, en suma lo que en Francia
vosotros llamáis globos-sonda. Combato a mi capricho a mis
enemigos sin comprometer jamás mi propio poder, pues, luego de
haber hecho hablar a esos periódicos, puedo inflingirles, de ser
necesario, el repudio más violento; solicito la opinión sobre ciertas
resoluciones, la impulso o la refreno, mantengo siempre el dedo
sobre sus pulsaciones, pues ella refleja, sin saberlo, mis impresiones
personales, y se maravilla algunas veces de estar tan constantemente

Maurice Joly 170


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

de acuerdo con su soberano. Se dice entonces que tengo fibra


popular, que existe una secreta y misteriosa simpatía que me une al
sentir de mi pueblo.

Montesquieu- Esas diversas combinaciones me parecen de una


perfección ideal. Os someto, empero, una nueva objeción, aunque
muy tímida esta vez: si salís del silencio de la China, si permitís a
las milicias de vuestros periódicos hacer, en provecho de vuestros
designios, la oposición ficticia que acabáis de describirme, no
entiendo muy bien, en verdad, cómo podréis impedir que los
periódicos no afiliados respondan, con verdaderos golpes, a esos
arañazos cuyos manejos adivinarán. ¿No pensáis que terminarían
por levantar algunos de los velos que cubren tantos resortes
misteriosos? Cuando conozcan el secreto de esta comedia ¿podréis
acaso impedirles que se rían de ella? Me parece un juego un tanto
escabroso.

Maquiavelo- En absoluto; debo deciros, al respecto, que, en este


lugar, he dedicado una gran parte de mi tiempo a examinar el lado
fuerte y el débil de estas combinaciones, me he informado a fondo en
lo que atañe a las condiciones de existencia de la prensa en los países
parlamentarios. Vos debéis saber que el periodismo es una especie
de francmasonería: quienes viven de ella se encuentran todos más o
menos unidos los unos y los otros por lazos de la discreción
profesional; a semejanza de los antiguos agoreros, no divulgan
fácilmente el secreto de sus oráculos.

Nada ganarían con traicionarse, pues tienen casi todos ellos llagas
más o menos vergonzantes. Es asaz probable, convengo en ello, que
en el centro de la capital, entre una determinada categoría de
personas, estas cosas no constituyan un misterio; pero en el resto del
país, nadie sospecharía su existencia y la gran mayoría de la nación

Maurice Joly 171


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

seguirá con entera confianza por la huella que yo mismo le habré


trazado.

¿Qué me importa que, en la capital, cierta gente pueda estar enterada


de los artificios de mi periodismo si la mayor parte de su influencia
está destinada a la provincia donde tendré en todo momento la
temperatura de opinión que necesite, y a la cual estarán dirigidos
todos mis intentos? La prensa de provincia me pertenecerá por
entero, pues allí no hay contradicción ni discusión posible; desde el
centro administrativo que será la sede de mi gobierno, se transmitirá
regularmente al gobernador de cada provincia la orden de hacer
hablar a los periódicos en tal o cual sentido, de manera que a la
misma hora, en toda la superficie del país, se hará sentir tal
influencia, a menudo mucho antes de que la capital llegue siquiera a
sospecharlo. Advertiréis que, de este modo, la opinión de la capital
no tiene por qué preocuparme. Cuando sea preciso, estará atrasada
con respecto al movimiento exterior que, de ser necesario, la irá
envolviendo sin que ella lo sepa.

Montesquieu- El encadenamiento de vuestras ideas arrastra todas


las cosas con tanta fuerza que me habéis hacho perder el sentido de
una última objeción que deseaba someteros. Pese a lo que acabáis
de decir, no cabe duda de que en la capital subsisten aún algunos
periódicos independientes. Es cierto que les será casi imposible
hablar de política; sin embargo, podrán haceros una guerra
menuda. Vuestra administración no será perfecta; el desarrollo del
poder absoluto trae aparejada una serie de abusos de los que el
soberano mismo no es culpable; se os hará responsable de todos
aquellos actos de vuestros agentes que atenten contra los intereses
privados; habrá quejas, vuestros agentes serán atacados, sobre vos
recaerá necesariamente la responsabilidad y vuestra consideración
sucumbirá en tales menudencias.

Maurice Joly 172


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No abrigo ese temor.

Montesquieu- Verdad es que, al haber multiplicado a tal extremo


los medios represivos, no os queda otra opinión que la violencia.

Maquiavelo- No era eso lo que pensaba decir; tampoco deseo verme


obligado a ejercer sin cesar la represión; lo que quiero es tener la
posibilidad, por medio de una simple exhortación, de detener
cualquier polémica, sobre un tema relativo a la administración.

Montesquieu- ¿Y qué haréis para lograr ese propósito?

Maquiavelo- Obligaré a los periódicos a hacer constar en el


encabezamiento de sus columnas las rectificaciones que le sean
comunicadas por el gobierno; los agentes de la administración les
harán llegar notas en las cuales se les dirá categóricamente: Habéis
publicado tal información, esa información es falsa: os habéis
permitido tal crítica, habéis sido injusto, habéis actuado en forma
conveniente, habéis cometido un error, daos por notificado. Se
tratará, como veis, de una censura leal y abierta.

Montesquieu- Frente a la cual no habrá, se sobreentiende, derecho


a réplica.

Maquiavelo- Por supuesto que no; la discusión quedará cerrada.

Maurice Joly 173


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Es sumamente ingenioso: de esta manera, vos


siempre tendréis la última palabra, y ello sin recurrir a la violencia.
Como bien decíais hace un instante, vuestro gobierno es la
encarnación del periodismo.

Maquiavelo- Así como no deseo que el país pueda ser agitado por
rumores y condiciones provenientes del exterior, tampoco quiero que
pueda serlo por los de origen interno, aun por las simples noticias de
carácter privado. Cuando haya algún suicidio extraordinario, algún
gran negociado vidrioso es demasía, cuando un funcionario público
cometa alguna fechoría, daré orden de que se prohíba a los
periódicos cometer tales sucesos. En estas, el silencio es más
respetuoso de la honestidad pública que el escándalo.

Montesquieu- Y durante ese lapso, vos ¿haréis periodismo a


ultranza?

Maquiavelo- Es indispensable. Hoy en día, utilizar la prensa,


utilizarla en todas sus formas, es ley para cualquier poder que
pretenda subsistir. Hecho muy singular, pero es así. De manera que
me adentraré en ese camino más lejos de lo que podéis imaginar.

Para comprender el alcance de mi sistema, hay que tener presente en


qué forma el lenguaje de mi prensa está llamado a cooperar con los
actos oficiales de mi política: quiero, digamos, poner al descubierto
la solución de tal conflicto exterior o interior; un buen día , como
acontecimiento oficial, la solución aparece señalada en mis
periódicos, que desde meses atrás estuvieron trabajando el espíritu
del público cada cual en su sentido. No ignoráis con qué discreción,
con cuántos sutiles miramientos deben estar redactados los

Maurice Joly 174


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

documentos gubernamentales en las coyunturas importantes: en esos


casos el problema es dar alguna satisfacción a los diversos partidos.
Pues bien, cada uno de mis periódicos, de acuerdo con su tendencia,
procurará persuadir a un partido de que la resolución tomada es la
más le conviene. Lo que no se escribirá en un documento oficial,
haremos que aparezca por vías de interpretación; los diarios
oficiosos traducirán lo meramente sugerido de una manera más
abierta, y los periódicos democráticos y revolucionarios lo gritarán
por encima de los tejados; y mientras se discuta y se den las
interpretaciones más diversas a mis actos, mi gobierno siempre
podrá dar respuesta a todos y a cada uno: os engañáis sobre mis
intenciones, habéis leído mal mis declaraciones; jamás he querido
decir otra cosa que esto o aquello. Lo esencial es no colocarse en
contradicción consigo mismo.

Montesquieu- ¿Cómo? ¿Después de lo dicho tendréis todavía


tamaña pretensión?

Maquiavelo- Desde luego, y vuestro asombro me prueba que no me


habéis comprendido. Más que los actos, son las palabras las que
debemos hacer concordar. ¿Cómo pretendéis que la gran masa de
una nación pueda juzgar si su gobierno se guía por la lógica? Basta
con decirle que es así. Por lo tanto, deseo que las diversas fases de
mi política sean presentadas como el desenvolvimiento de un
pensamiento único en procura de un fin inmutable. Cada suceso
previsto o imprevisto tiene que parecer el resultado de una acción
inteligentemente conducida: los cambios de dirección no serán otra
cosa que las diferentes al mismo fin, los variados medios para una
solución idéntica perseguida sin descanso a través de los obstáculos.
El acontecimiento último será presentado como la conclusión lógica
de todos los anteriores.

Maurice Joly 175


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- En verdad, sois admirable. ¡Que energía de


pensamiento, cuánta actividad!

Maquiavelo- Mis periódicos saldrán a diario repletos de discursos


oficiales, de informes para los ministros, partes para el soberano. No
olvidaré que vivimos en una época que cree posible resolver, por la
industrialización, todos los problemas sociales, y se halla
continuamente preocupada por el mejoramiento de las condiciones
de las clases trabajadoras. Tanto más me interesaré en estos asuntos
por cuanto son un derivativo felicísimo para las preocupaciones
sobre política interior. Los pueblos meridionales necesitan que sus
gobiernos se muestren constantemente ocupados; las masas
consienten en permanecer inactivas, a condición de que sus
gobernantes les ofrezcan el espectáculo de una continua actividad, de
una especie de frenesí; que las novedades, las sorpresas y los efectos
teatrales atraigan permanentemente sus miradas; tal vez esto perezca
raro, pero, nuevamente, es así.

Me ajustaré punto por punto a esos dictados; en consecuencia, en


materia de comercio, de industria, arte y hasta de administración,
ordenaré el estudio de una infinidad de proyectos, planes,
combinaciones, reformas, arreglos, mejoras, cuya repercusión en la
prensa cubrirá la voz de la mayoría de los publicistas más fecundos.
Se dice que la economía política ha florecido entre vosotros; pues
bien, nada dejaré a vuestros teóricos, a vuestros utopistas, a los más
apasionados declamadores de vuestras escuelas: nada que inventar,
quw publicar, ni siquiera nada que decir. El objeto único, invariable,
de mis confidencias públicas será el bienestar del pueblo. Hable yo,
o haga hablar a mis ministros o escritores, el tema de la grandeza del
país, de su prosperidad, de la majestad de su misión y su destino
nunca quedará agotado; nunca dejaremos de hablar sobre los grandes
principios del derecho moderno y de los grandes problemas que
preocupan a la humanidad. Mis escritos trasuntarán el liberalismo

Maurice Joly 176


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

más entusiasta, más universal. Los pueblos de Occidente gustan del


estilo oriental; de modo que el estilo de todos los discursos oficiales,
de todos los manifiestos oficiales estará cargado de imágenes,
siempre pomposo, elevado y resplandeciente. Como el pueblo no
ama a los gobiernos ateos, en mis comunicados al público no dejaré
nunca de poner mis actos bajo la protección de Dios, asociando, con
habilidad, mi propio sino al del país.

Procuraré que cada instante de comparen los actos de mi reinado con


los de los gobiernos anteriores. Será la mejor manera de hacer
resaltar mis aciertos y de que obtengan el merecido reconocimiento.

Importa mucho que se pongan de relieve los errores de quienes me


precedieron y mostrar que yo siempre los supe evitar. De este modo
trataremos de crear, contra los regímenes que antecedieron al mío,
una especie de antipatía, hasta de aversión, lo que terminará por
resultar irreparable como una expiación.

No solo encomendaré a cierto número de periódicos la tarea de


exaltar continuamente la gloria de mi reinado, sino también de
responsabilizar a otros gobiernos por los errores de la política
europea; sin embargo, deseo que la mayor parte de los elogios
parezcan ser el eco de publicaciones extranjeras, cuyos artículos,
verdaderos o falsos, reproduciremos siempre que en ellos se rinda un
homenaje brillante a mi política. Por lo demás sostendré en el
extranjero periódicos s sueldo y su apoyo será tanto más eficaz, pues
los haré aparecer con un tinte opositor sobre algunos aspectos
intrascendentes.

Maurice Joly 177


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

La presentación de mis principios, ideas y actos se hará bajo una


aureola de juventud, con el prestigio del derecho nuevo en oposición
a la decrepitud y caducidad de las viejas instituciones.

No ignoro que el espíritu público tiene necesidad de válvulas de


escape, que la actividad mental, rechazada en un punto, se dirige
necesariamente a otro. Por ello no temeré volcar a la nación en las
más diversas especulaciones teóricas y prácticas del régimen
industrial.

Por otra parte, os diré que fuera de la política seré muy buen
príncipe, que permitiré debatir con plena libertad los asuntos
filosóficos y religiosos. En religión, la doctrina del libre examen se
ha tornado una monomanía. No debemos contrariar dicha tendencia,
pues resultaría peligroso. En los países civilizados de Europa, la
invención de la imprenta ha dado nacimiento a una literatura
alocada, furiosa, desenfrenada, casi inmunda, que constituye un gran
mal. Pues bien, triste es decirlo, pero basta con que no se la moleste
para que esa furia de escribir, que posee a vuestros países
parlamentarios, se muestre casi satisfecha.

Esta envenenada la literatura, cuyo curso no podemos impedir, y la


vulgaridad de los escritores y políticos que se apoderarán del
periodismo, necesariamente llegará a contrastar en forma repulsiva
con el lenguaje digno que descenderá por las gradas del trono, pleno
de una dialéctica vivaz y colorida y cuidadosa de apoyar las diversas
manifestaciones del poder. ¿Comprendéis ahora por qué he querido
rodear al príncipe de ese enjambre de publicistas, administradores,
abogados, hombres de negocios y jurisconsultos, indispensables para
redactar esa cantidad de comunicados oficiales de que os hablé, y
cuya impresión en el espíritu de la gente será siempre poderosa?

Maurice Joly 178


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Tal es, brevemente, la economía general de mi régimen sobre la


prensa.

Montesquieu- ¿Habéis terminado, entonces?

Maquiavelo- Si, y muy a pesar mío, pues he abreviado en demasía.


Pero nuestros instantes están contados y es preciso andar de prisa.

Maurice Joly 179


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
DECIMOTERCERO

Montesquieu- Necesito reponerme un tanto de las emociones que me


habéis suscitado. ¡Qué fecundidad de recursos! ¡Que extrañas
concepciones! Hay poesía en todo esto y un no sé qué de fatídica
belleza que los Byron modernos no desdeñarían; reencontramos
aquí el talento escénico del autor de la Mandrágora.

Maquiavelo- ¿Lo creéis así, señor Secondat? Sin embargo, algo en


vuestra ironía me indica que no estáis convencido, que no tenéis la
seguridad de que esas cosas sean posibles.

Montesquieu- Si mi opinión os interesa, la daré; pero aguardo el


final.

Maquiavelo- No he llegado a él todavía.

Montesquieu- Continuad, pues.

Maquiavelo- Estoy a vuestras órdenes.

Maurice Joly 180


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Habéis empezado con el dictamen de una legislación


extraordinaria sobre la prensa. Todas las voces han sido calladas,
excepto la vuestra. Mudos están los partidos ante vos, pero ¿no
teméis las conspiraciones?

Maquiavelo- No; me consideraría muy poco previsor, si de un revéz


no las desbaratara a todas al mismo tiempo.

Montesquieu- ¿Por qué medios?

Maquiavelo- Comenzaría por deportar a cientos de aquellos que


recibieron el advenimiento de mi poder armas en mano. Me dicen
que en Italia, Alemania y Francia, los hombres del desorden, los que
conspiran contra los gobiernos, son reclutados por las sociedades
secretas. En mi país, romperé estos tenebrosos hilos que tejen en sus
guardias como telas de araña.

Montesquieu- ¿Y luego?

Maquiavelo- Se penará con rigor el hecho de organizar una sociedad


o de pertenecer a ella.

Montesquieu- Eso en el futuro; pero ¿las sociedades que existen?

Maurice Joly 181


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Exiliaré por razones de seguridad general, a quienes se


sepa han participado en una de ellas. Los otros. Los que no tocaré,
quedarán bajo perpetua amenaza, pues se dictará una ley que permita
al gobierno deportar, por vía administrativa, a cualquiera que hubiese
estado afiliado.

Montesquieu- Es decir, sin juicio.

Maquiavelo- ¿Por qué decís: sin juicio? ¿Acaso la decisión de un


gobierno no implica un juicio? Podéis estar seguro de que no
tendremos piedad con los facciosos. En los países constantemente
turbados por las discordias civiles, la paz se consigue por actos de
implacable rigor; si para asegurar la tranquilidad hace falta una
cantidad de víctimas, las habrá. A continuación de ello, el aspecto
del mandatario se torna tan impotente que ya nadie osará atentar
contra su vida. Sila, después de haber cubierto a Italia con un baño
de sangre, pudo retornar a Roma como simple particular y nadie le
toco siquiera la raíz de un cabello.

Montesquieu- Observo que estáis atravesando un período de


ejecución terrible: y no me atrevo a haceros ninguna objeción. Me
parece, empero, aun percibiendo vuestros propósitos, que podríais
ser menos riguroso.

Maquiavelo- Si alguien apelase a mi clemencia, ya resolvería. Hasta


os puedo confiar que una parte de las severas disposiciones que
encerrarán mis leyes terminarán por ser puramente conminatorias, a
condición de que no me vea forzado a aplicarlas.

Maurice Joly 182


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¡A eso llamáis conminatorio! Sin embargo, vuestra


clemencia me tranquiliza un tanto, pero hay momentos en que si
algún mortal os oyese, se le helaría la sangre.

Maquiavelo- ¿Por qué? He vivido muy cerca del duque de


Valintinios, de terrible fama bien merecida por cierto, pues tenía
momentos que era implacable; pero os puedo asegurar que, pasada la
necesidad de ejecutar, era un hombre bastante bonachón. Y lo mismo
se podría decir de casi todos los monarcas absolutos; en el fondo son
buenos, sobre todo con los pequeños.

Montesquieu- No sé si no os prefiero en la plenitud de vuestra


cólera: Vuestra dulzura me inspira un miedo mayor. Continuemos.
Habéis llegado a aniquilar las sociedades secretas.

Maquiavelo- No tan de prisa; no hice eso, me parece que introducís


algo de confusión.

Montesquieu- ¿Cómo y por qué?

Maquiavelo- He prohibido las sociedades secretas, cuyo carácter y


actividades escapan a la vigilancia de mi gobierno, pero no me
privaré de un medio de información, de una influencia oculta que
puede ser importante si nos sabemos servir de ella.

Montesquieu- ¿Cuál es vuestro pensamiento al respecto?

Maurice Joly 183


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Entreveo la posibilidad de dar a cierta cantidad de esas


sociedades una especie de existencia legal, o mejor centralizarlas en
una, cuyo jefe supremo nombraría yo. Con ello los diversos
elementos revolucionarios del país estarían en mis manos. Los
componentes de estas sociedades pertenecen a todas las
nacionalidades, clases y rangos; me tendrán al corriente de las más
oscuras intrigas de la política. Constituirán como un anexo de mi
política, de la cual os hablaré en seguida.

El mundo subterráneo de las sociedades secretas está lleno de


cerebros huecos, de quienes no hago el menor caso; pero existen allí
fuerzas que debemos mover y directivas a dar. Si algo se agita, es mi
mano la que lo mueve; si se prepara un complot, el cabecilla soy yo:
soy el jefe de la logia.

Montesquieu- ¿Y creéis que esas cohortes de demócratas, esos


republicanos, anarquistas y terroristas os permitirán acercaros y
compartir con ellos el pan? ¿Podéis creer que quienes no aceptan el
dominio del hombre aceptarán como guía a quien en el fondo será
un amo?

Maquiavelo- Es que no conocéis, ho Montesquieu, cuánto de mi


impotencia y hasta de necedad hay en la mayor parte de los hombres
de la demagogia europea. Son tigres con almas de cordero, con las
cabezas repletas de viento; para penetrar en su rango, basta con
hablarles en su propio lenguaje. Por lo demás, sus ideas tienen
increíbles afinidades don las doctrinas del poder absoluto. Sueñan
con absorber a los individuos, dentro de una unidad simbólica.
Reclaman la absoluta igualdad, en virtud de un poder que en
definitiva no puede sino estar en las manos de un solo hombre. ¡Ya

Maurice Joly 184


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

veis que aun aquí sigo siendo yo el jefe de su escuela! Además, justo
es decirlo, no tienen ninguna otra opción. Las sociedades secretas
existirán en las condiciones que acabo de expresaros, o no existirían.

Montesquieu- Con vos, el finale del sic volo sic jubeo nunca se hace
esperar demasiado. Creo, decididamente, que ya estáis al abrigo de
cualquier conjuración.

Maquiavelo- Sí, pues es bueno que sepáis, todavía que la legislación


no permitirá reuniones ni conciliábulos que excedan de un número
determinado de personas.

Montesquieu- ¿Cuántas?

Maquiavelo- ¿Os preocupan esos detalles? No se permitirán


reuniones de más de quince o veinte personas, si os interesa.

Montesquieu- ¡Que decís! ¿Un grupo de amigos superior a ese


número no podrá reunirse para cenar?

Maquiavelo- Ya os alarmáis, bien lo advierto, en nombre de la


jovialidad gala. Podrá, sí, porque mi reino no será tan huraño como
vos pensáis, aunque con una condición: que no se hable de política.

Montesquieu- ¿Se podrá hablar de literatura?

Maurice Joly 185


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Sí, pero con la condición de que al amparo de la


literatura no se celebren reuniones con fines políticos, pues es
perfectamente posible no hablar para nada de política y dar no
obstante a un festín un carácter de manifestación que el público
comprendería. Eso es lo que hay que impedir.

Montesquieu- Es difícil, ay, que en un sistema semejante, los


ciudadanos vivan sin abrigar resentimientos contra el gobierno.

Maquiavelo- Estáis en un error; solo los facciosos estarán sujetos a


tales restricciones; nadie más las sufrirá.

Claro está que no voy a ocuparme aquí de os actos de rebelión contra


mi poder, ni de los atentados que pretendieran derrocarlo, ni de los
ataques ya sea contra la persona del príncipe o contra su autoridad o
sus instituciones. Son verdaderos crímenes, reprimidos por el
derecho común de todas las legislaciones. En mi reino, estarán
previstos y serán castigados de acuerdo con una clasificación y
según definiciones que no dejarán margen alguno para el mínimo
ataque directo o indirecto contra el orden establecido.

Montesquieu- Permitid que en ese respecto tenga confianza en vos,


sin detenerme a indagar vuestros medios. No basta, empero, con
instaurar una legislación draconiana; es indispensable encontrar
una magistratura que esté dispuesta a aplicarla; este aspecto no
deja de tener sus dificultades.

Maurice Joly 186


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No presenta dificultad alguna.

Montesquieu- ¿Vais entonces a destruir la organización judicial?

Maquiavelo- Yo no destruyo nada; tan solo modifico e innovo.

Montesquieu- ¿Queréis decir que implantaréis cortes marciales,


prebostales, en una palabra, tribunales de excepción?

Maquiavelo- No.

Montesquieu- Entonces ¿qué haréis?

Maquiavelo- Conviene que sepáis, ante todo, que no tendré


necesidad de decretar un gran número de leyes severas, cuya
aplicación procuraré. Muchas de ellas existirán ya y estarán aún
vigentes; porque todos los gobiernos, libres o absolutos,
republicanos o monárquicos, enfrentan las mismas dificultades; y en
los momentos de crisis se ven obligados a recurrir a leyes de rigor,
algunas de las cuales permanecen, mientras otras de debilitan junto
con las necesidades que las vieron nacer. Se debe hacer uso de unas
y otras. Respecto de las últimas, recordaremos que no han sido
explícitamente derogadas, que eran leyes perfectamente sensatas, y
que el reincidir en los abusos que ellas preveían torna necesarias su
aplicación. De esta manera el gobierno solo parece cumplir, y a
menudo será cierto, un acto de buena administración.

Maurice Joly 187


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Veis, pues que se trata tan solo de imprimir cierto dinamismo a la


acción de los tribunales, cosa siempre fácil en los países de
centralización donde la magistratura se encuentra en contacto directo
con la administración, por la vía del ministerio del que depende.

En cuanto a las leyes nuevas que se dictarán bajo mi reinado, y que


se promulgarán, en su mayor parte, en forma de simples decretos, su
aplicación quizá no resultará tan fácil, porque en los países en que el
magistrado es inamovible, éste se resiste espontáneamente a un
ejercicio demasiado directo del poder en la interpretación de la ley.

Sin embargo, creo haber descubierto una ingeniosa combinación,


muy sencilla, en apariencia puramente normativa, que, sin afectar la
inamovilidad de la magistratura, modificará lo que de absoluto en
demasía hubiese en las consecuencias de este principio. Dictaré un
decreto por el cual los magistrados, una vez llegados a cierta edad,
deberán pasar a retiro. También en este caso estoy persuadido de que
contaré con el beneplácito de la opinión pública, pues es un triste
espectáculo, harto frecuente, el de ver al juez, llamado a estatuir a
cada instante sobre las cuestiones más elevadas y difíciles, sumido
en una caducidad de espíritu que lo incapacita.

Montesquieu- Mas, permitid: tengo cierto conocimiento de las cosas


de que habláis. El hecho que sugerís no está en modo alguno acorde
con la experiencia. Entre los hombres que viven en un continuado
ejercicio de las facultades del espíritu, la inteligencia no se debilita
de ese modo; tal es, por así decirlo, el privilegio que otorga el
pensar a aquellos hombres para quienes constituye la principal
razón de vida. Y si en algunos magistrados las facultades
intelectuales flaquean con la edad, en la gran mayoría de ellos de

Maurice Joly 188


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

conservan, y sus luces van siempre en aumento, y no es necesario


reemplazarlos, porque la muerte hace en sus filas las bajas mas
naturales; pero aunque hubiere en verdad entre ellos tantos
ejemplos de decadencia como vos pretendéis, sería mil veces
preferible, en nombre de una justicia auténtica, soportar ese mal que
aceptar vuestro remedio.

Maquiavelo- Mis razones son superiores a las vuestras.

Montesquieu- ¿Razones de Estado?

Maquiavelo- Es posible. Tened por cierta una cosa: en esta nueva


organización, los magistrados no distorsionarán la ley más que en
otros tiempos, cuando se trate de intereses puramente civiles.

Montesquieu- ¿Cómo puedo tener esa certeza si, a juzgar vuestras


palabras, veo ya que la distorsionarán cuando se trate de intereses
políticos?

Maquiavelo- No lo harán; cumplirán con su deber como


corresponde lo hagan; pues, en materia política, en interés del orden,
es imprescindible que los jueces estén siempre de parte del poder. Lo
peor que podría acontecer sería que un soberano pudiese ser
vulnerado por medio de sentencias: el país entero se aprovecharía de
ellas al instante, para atacar al gobierno. ¿De qué serviría entonces
haber impuesto silencio a la prensa, si ella tuviera la posibilidad de
renacer en los juicios de los tribunales?

Maurice Joly 189


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Vuestro medio, entonces, pese a su apariencia


modesta, es harto poderoso, puesto que le atribuís tamaño alcance.

Maquiavelo- Lo es, sí, porque hace desaparecer ese espíritu de


resistencia, ese sentimiento de solidaridad tan peligroso en las
organizaciones judiciales que han conservado el recuerdo, el culto
acaso, de los gobiernos pretéritos. Introduce en su seno un cúmulo de
elementos nuevos, cuyas influencias son, todas ellas, favorables al
espíritu que anima mi reinado. Veinte, treinta, cuarenta cargos de
magistrados quedarán vacantes cada año en virtud del retiro; ello
traerá aparejado un desplazamiento de todo el personal de justicia
que, de este modo, podrá renovarse enteramente en casi seis meses.
Bien sabéis que una sola vacante puede significar cincuenta
nombramientos, por el efecto sucesivo de los titulares de diferentes
grados, que se desplazan. Imaginaos lo que habrá de ser cuando sean
treinta o cuarenta las vacantes que produzcan simultáneamente. No
solo hará desaparecer el espíritu colectivo en lo que este puede tener
de político, sino que permitirá una más estrecha proximidad con el
gobierno, que dispondrá de gran número de cargos. Tendremos
hombres jóvenes deseosos de abrirse camino, cuyas carreras no se
verán ya detenidas por la perpetuidad de quienes los preceden. Estos
hombres saben que el gobierno gusta del orden, que también el país
aspira al orden; y solo se trata de servir a ambos, administrando
convenientemente la justicia, cuando el orden esté en juego.

Montesquieu- Pero, a menos que haya una ceguera sin nombre, se


os reprochará el estimular, en los magistrados, un espíritu de
emulación funesto el los cuerpos judiciales; no os enumeraré las
posibles consecuencias, pues no creo que ello valla a deteneros.

Maurice Joly 190


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No tengo la pretensión de escapar a las críticas; poco


me importan, siempre que no las oiga. Tendré por principio, en todas
las cosas, la irrevocabilidad de mis decisiones, no obstante las
habladurías. Un príncipe que actúa de esta manera está siempre
seguro de imponer el respeto de su voluntad.

Maurice Joly 191


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMOCUARTO

Maquiavelo- Os he dicho ya más de una vez, y lo repito una vez


más, que no necesito crear todas las cosas, organizarlo todo; que en
las instituciones existentes encuentro una gran parte de los
instrumentos de mi poder. ¿Sabéis en qué consiste la garantía
constitucional?

Montesquieu- Sí, y lo lamento por vos, pues os privo, sin quererlo,


del placer que acaso os proporcionaría el depararme, con la
habilidad para los efectos teatrales que os singulariza, una nueva
sorpresa.

Maquiavelo- ¿Y qué opináis de ella?

Montesquieu- Opino – de la que considero justa, al menos en


Francia, país al cual, creo comprender, os referís – que es una ley
de circunstancia que debe ser modificada, si no desaparecer
totalmente, bajo un régimen de libertad institucional.

Maquiavelo- Os hallo, a este respecto, moderado en demasía. De


acuerdo con vuestras ideas constituye, simplemente, una de las
restricciones más tiránicas del mundo. ¿Os parece admisible, por
ventura, que cuando un particular recurra a los tribunales por haber
sido lesionado por agentes del gobierno en el ejercicio de sus
funciones, los jueces le respondan: No podemos haceros justicia, la
puerta de la sala de audiencias está cerrada; id a solicitar al gobierno
la autorización necesaria para entablar querella contra sus propios

Maurice Joly 192


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

funcionarios? ¿Concebís un más flagrante desafío a la justicia? ¿Y


cuantas veces suponéis que el gobierno autorizará tales
procedimientos?

Montesquieu- ¿De qué os quejáis? Me parece que os viene como


anillo al dedo.

Maquiavelo- Solo pretendía demostraros que el los Estados donde la


acción de la justicia tropieza con semejantes obstáculos, un gobierno
no tiene mucho que temer de los tribunales. Tales leyes
excepcionales se introducen siempre como disposiciones transitorias;
sin embargo, una vez superadas las épocas de transición, las
excepciones permanecen, y con toda razón, pues cuando el orden
reina, y cuando está perturbado, resultan necesarias.

Existe otra institución moderna que se presta, con no menos eficacia,


para la acción del poder central: me refiero a la creación, junto a los
tribunales, de una elevada magistratura a la que dais el nombre de
ministerio público, y que otrora llamaban, con más justa razón,
ministerio del rey, puesto que su función es esencialmente amovible
y revocable por la voluntad del príncipe. No necesito deciros cuál es
la influencia de este magistrado sobre los tribunales que dependen de
su autoridad; sabéis que es considerable. Tened bien presente cuanto
acabo de deciros. Os voy a hablar ahora del tribunal de casación,
acerca del cual os prometí deciros ciertas cosas, y que desempeña un
cometido tan importante en la administración de la justicia.

El tribunal de casación es más que un simple cuerpo judicial; es, en


cierto modo, un cuarto poder dentro del Estado, puesto que le
compete determinar, en última instancia, el sentido de la ley.

Maurice Joly 193


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

También aquí os repetiré lo que creo haberos manifestado a


propósito del Senado y de la asamblea legislativa: una corte de
justicia semejante, que no dependiera del gobierno en ningún
sentido, podría, en virtud de su supremo y casi discrecional poder de
interpretación, derrocarlo en cualquier momento. Le bastaría para
ello restringir o ampliar sistemáticamente, el sentido de la libertad,
las disposiciones legales que reglamentan el ejercicio de los derechos
políticos.

Montesquieu- Y vos, al parecer, vais a pedirle que haga lo


contrario.

Maquiavelo- No pretendo pedirle nada; ella misma hará


espontáneamente lo que convenga hacer. Pues aquí es donde más
poderosamente convergen las diversas causas de influencia de que os
hablaba hace un momento. Cuando más próximo el poder se
encuentra el juez, más le pertenece. El espíritu conservador del reino
alcanzará, en esta institución, su más elevado grado de desarrollo, y
las leyes de la alta política obtendrán, en el seno de esta gran
asamblea, una interpretación tan favorable a mi poder, que yo mismo
quedaré dispensado de adoptar una multitud de medidas restrictivas
que, de lo contrario, resultarían necesarias.

Montesquieu- Al escucharos se pensaría, en verdad, que las leyes


son susceptibles de las más fantásticas interpretaciones. ¿Acaso los
textos legislativos no son claros y precisos? ¿Acaso pueden
prestarse a implicaciones o restricciones como las que vos indicáis?

Maquiavelo- No puedo tener la pretensión de sentar cátedra de


jurisprudencia ante el autor de El Espíritu de las Leyes, ante el

Maurice Joly 194


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

magistrado experimentado que tantos y tan excelentes fallos ha


debido pronunciar. No existe texto alguno, por muy claro que sea,
que no pueda prestarse a las soluciones más dispares, aun en derecho
civil puro; más os ruego recordar que nos encontramos en materia
política. Ahora bien, es un hábito común a los legisladores de todos
los tiempos el adoptar, en algunas de sus disposiciones, una
redacción un tanto elástica, a fin de que se preste, según las
circunstancias, para dictar sentencias o para introducir excepciones
acerca de las cuales hubiera sido prudente explayarse de manera más
precisa.

Sé perfectamente que debo daros ejemplos, pues sin ello mi


proposición os parecerá harto vaga. La dificultad consiste para mí en
presentaros ejemplos que tengan el carácter de generalidad suficiente
para dispensarme de la necesidad de entrar en detalles más extensos.
Os daré uno, que tomo con preferencia porque hace un instante
hemos hablado de este tema.

Decíais. Al referiros a la garantía constitucional, que en un país libre,


esta ley de excepción debería ser modificada.

Pues bien, supongo entonces que esta ley existe en el Estado que yo
gobierno, supongo que ha sido modificada; imagino, por
consiguiente, que entes de mi reinado se promulgó una ley que, en
materia electoral, permitía entablar querella contra los agentes del
gobierno sin la autorización del Consejo de Estado.

La cuestión se suscita bajo mi reinado que, como sabéis, ha


introducido profundos cambios en el derecho público. Se pretende
entablar juicio ante los tribunales contra un funcionario, a raíz de un

Maurice Joly 195


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

problema electoral; el magistrado del ministerio público se pone de


pie y dice: El privilegio que invoca no existe más hoy en día; ha
dejado de ser compatible con las instituciones actuales. La antigua
ley que prescindía de la autorización del Congreso de Estado, en
casos de esta naturaleza, ha quedado implícitamente derogada. Los
tribunales responden sí o no, y en última instancia el debate es
sometido al tribunal de casación para que esta elevada autoridad
siente jurisprudencia al respecto: la antigua ley está implícitamente
derogada; la autorización del Congreso de Estado es indispensable
para entablar querella contra los funcionarios públicos, aun en
materia electoral.

He aquí otro ejemplo; lo he tomado de la policía de la prensa y


ofrece ciertas características más especiales: tengo entendido que
existía en Francia una ley obligada, bajo sanción penal, a todas las
personas cuya profesión consistía en distribuir o propagar escritos, a
proveerse de una autorización entregada por el funcionario público
encargado, en cada provincia, de la administración general. La ley ha
procurado reglamentar la divulgación y someterla a una estrecha
vigilancia; tal es la finalidad esencial de esta ley; pero el texto de la
disposición reza, supongo: “Todo distribuidor o propalador deberá
estar provisto de una autorización, etc...”

Pues bien, el tribunal de casación, si se le plantea la cuestión, podrá


decir: No es solo el hecho profesional el que la ley contempla; sino
todo y cualquier acto de distribución o divulgación. En
consecuencia, hasta el autor de una obra o de un escrito que envía
uno o varios ejemplares, aunque solo sea a título de homenaje, sin
autorización previa, incurre en delito de distribución y divulgación y
cae, por lo tanto, bajo el peso de la disposición penal.

Maurice Joly 196


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Veis seguidamente cuál es el resultado de una interpretación


semejante; en lugar de una simple ley de vigilancia, tenéis una ley
restrictiva del derecho de publicar vuestras ideas a través de la
prensa.

Montesquieu- Solo os faltaba haceros jurista.

Maquiavelo- Es absolutamente necesario. ¿Cómo se derroca a los


gobiernos en nuestros días? Por medio de distinciones legales, de
sutilezas de derecho constitucional, utilizando contra el poder todos
los medios, todas las combinaciones que no están expresamente
prohibidas por la ley. Y esos artificios del derecho, que con tanto
encarnizamiento los partidos emplean contra el poder ¿no tendrá por
ventura el derecho de utilizarlos contra los partidos? Empero sería
una lucha desigual, ni siquiera les sería posible la resistencia;
tendrían que abdicar.

Montesquieu- Son tantos los escollos que deberéis evitar, que sería
un milagro si los previerais todos. Los tribunales no están atados
por sus juicios. Con una jurisprudencia como la que se aplicará
bajo vuestro reinado, os veo con no pocos procesos a cuestas. Los
sometidos a los rigores de la justicia no se cansarán de golpear a las
puertas de los tribunales para pedir otras interpretaciones.

Maquiavelo- En los primeros tiempos, es posible; pero cuando


cierto número de fallos hayan sentado definitivamente la
jurisprudencia, nadie ya osará permitirse lo que ella prohíba, y la
fuente misma de los procesos se habrá secado. La opinión pública
estará a tal punto apaciguada que se atendrá, respecto del sentido de
las leyes, a las adversidades oficiosas de la administración.

Maurice Joly 197


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿De qué manera, si tenéis a bien explicármelo?

Maquiavelo- En tales o cuales coyunturas dadas, cuando pueda


temerse que surja alguna dificultad sobre tal o cual aspecto de la
legislación, la administración, en forma de advertencia, declarará que
tal o cual acto cae bajo las generales de la ley, que la ley abarca tal o
cual caso.

Montesquieu- Mas no son simples declaraciones que en modo


alguno comprometen a los tribunales.

Maquiavelo- Sin lugar a dudas, pero no por ello tales declaraciones


dejarán de tener considerable autoridad, profunda influencia sobre
las decisiones de la justicia, puesto que partirán de una
administración tan poderosa como la que yo he organizado.
Ejercerán, sobre todo, un inmenso imperio sobre las resoluciones
individuales y, en una multitud de casos, por no decir siempre,
evitarán procesos enojosos; preferirán abstenerse.

Montesquieu- A medida que avanzamos, observo que vuestro


gobierno se torna cada vez más paternalista. Son, las vuestras,
costumbres judiciales casi patriarcales. Paréceme, imposible en
efecto, que no se os agradezca una solicitud ejercida en tan diversas
y tan ingeniosas formas.

Maurice Joly 198


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Veis ahora cómo, a pesar de todo, estáis obligado a


reconocer que me encuentro muy lejos de los bárbaros
procedimientos de gobierno que parecíais atribuirme al comienzo de
esta plática? ¿Os dais cuenta de que en todo esto la violencia no
desempeña ningún papel? Tomo mi punto de apoyo donde todos lo
toman hoy en día, en el derecho.

Montesquieu- En el derecho del más fuerte.

Maquiavelo- El derecho que se hace obedecer siempre es el derecho


del más fuerte; no conozco ninguna excepción a esta regla.

Maurice Joly 199


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMOQUINTO

Montesquieu- A pesar de que hemos recorrido un vastísimo círculo,


a pesar de que ya lo habéis organizado casi todo, no debo ocultaros
que os queda aún mucho por hacer para tranquilizarme por
completo acerca de la duración de vuestro poder. Lo más asombroso
del mundo, es que le hayáis dado por base el sufragio popular, es
decir, el elemento por naturaleza más inconsistente que conozco.
Entendámonos bien, os lo ruego; ¿me habéis dicho que erais rey?

Maquiavelo- Sí, rey.

Montesquieu- ¿Vitalicio o hereditario?

Maquiavelo- Soy rey, como se es rey en todos los reinos del mundo,
rey hereditario con una descendencia llamada a sucederme de varón
en varón, por orden de progenitura, con perpetua exclusión de las
mujeres.

Montesquieu- No sois galante.

Maquiavelo- Permitid, me inspiro en las tradiciones de la monarquía


franco-salia.

Maurice Joly 200


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Me explicaréis, supongo, cómo creéis poder hacerla


hereditaria, con el sufragio democrático de los Estados Unidos?

Maquiavelo- Sí.

Montesquieu- ¡Cómo! ¿Esperáis, con ese principio, comprometer la


voluntad de las generaciones futuras?

Maquiavelo- Sí.

Montesquieu- Lo que desearía saber, en cuanto al presente, es de


qué manera saldréis del paso con este sufragio, cuando se trate de
aplicarlo para la designación de los funcionarios públicos.

Maquiavelo- ¿Qué funcionarios públicos? Bien sabéis que, en los


Estados monárquicos, es el gobierno quien nombra a los
funcionarios de todas las jerarquías.

Montesquieu- Depende de qué funcionarios. Los que están a cargo


de la administración de los comunas son, en general, elegidos por
los habitantes, aun bajo los gobiernos monárquicos.

Maquiavelo- Esto cambiará por medio de una ley; en el futuro serán


designados por el gobierno.

Maurice Joly 201


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Y los representantes de la nación ¿también los


nombráis vos?

Maquiavelo- Bien sabéis que eso no es posible.

Montesquieu- Entonces os compadezco, porque si abandonáis el


sufragio a su propia suerte, si no encontráis alguna nueva
combinación, la asamblea de los representantes del pueblo, bajo la
influencia de los partidos, no tardarán en llenarse de diputados
hostiles a vuestro poder.

Maquiavelo- Por la misma razón, ni en sueños dejaría el sufragio


librado a sus propios medios.

Montesquieu- Me lo esperaba. Más ¿qué combinación adoptaréis?

Maquiavelo- El primer paso consiste en comprometer con el


gobierno a quienes quieren representar al país. Impondré a los
candidatos un juramento solemne. No se trata de un juramento
prestado a la nación, como lo entendían vuestros revolucionarios del
89; quiero un juramento de fidelidad al príncipe mismo y a su
constitución.

Maurice Joly 202


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Mas puesto que en política no os arredra violar los


vuestros, ¿cómo podéis esperar que ellos se muestren, a este
respecto, más escrupulosos que vos mismo?

Maquiavelo- No confío demasiado en la conciencia política de los


hombres; confío en el poder de la opinión: nadie osará envilecerse
ante ella faltando abiertamente a la fe jurada. Menos se atreverán
aún, si tenéis presente que el juramento que impondré precederá a la
elección en lugar de seguirla y que, en tales condiciones, nadie que
no esté por anticipado dispuesto a servirme, tendrá excusas para
acudir en procura del sufragio. Es preciso ahora proporcionar al
gobierno los medios para resistir a la influencia de la oposición, para
impedir que diezme las filas de quienes quieren defenderlo. En los
períodos electorales, los partidos acostumbran a proclamar sus
candidatos y a colocarlos frente al gobierno; haré como ellos, tendré
candidatos declarados y los colocaré frente a ellos.

Montesquieu- Si no fueseis todopoderoso, el medio sería


abominable, pues ofreciendo el combate abiertamente, vos provocáis
los golpes.

Maquiavelo- Es mi intención que los agentes del gobierno, desde el


primero hasta el último, se consagren a hacer triunfar mis
candidatos.

Montesquieu- Es lo natural, la lógica consecuencia.

Maurice Joly 203


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- En esta materia, todo cobra singular importancia. “Las


leyes que establecen el sufragio son fundamentales; la forma en que
se otorga el sufragio es fundamental; la ley que determina la forma
de emitir las boletas de sufragio es fundamental.” (El Espíritu de las
Leyes, libro II y sig., cap. II y sig.)

¿No fuisteis vos quien dijo esto?

Montesquieu- No siempre reconozco mi lenguaje cuando pasa por


vuestra boca; me parece que las palabras que citáis se aplicaban al
gobierno democrático.

Maquiavelo- Sin duda, pero ya habéis podido observar que mi


política esencial consistía en buscar el apoyo del pueblo; que, si bien
llevo una corona, mi propósito real y declarado es representar al
pueblo. Depositario de todos los poderes que me ha delegado, su
verdadero mandatario soy en definitiva yo y solo yo. Quiere lo que
yo quiero, hace lo que yo hago. Es indispensable, en consecuencia,
que durante los periodos electorales no puedan las facciones hacer
valer su influencia en sustitución de aquella de la cual yo soy la
personificación armada. Por tal razón, he procurado hallar aún otros
medios de paralizar sus esfuerzos. Preciso es que os diga, por
ejemplo que la ley que prohíbe las reuniones se aplicará
naturalmente a aquellas que pudieran celebrarse con motivo de las
elecciones. De esta manera, los partidos no podrán ni ponerse de
acuerdo ni entenderse.

Montesquieu- ¿Por qué ponéis siempre por delante a los partidos?


So pretexto de imponerles trabas, ¿no es por ventura a los electores
mismos a quienes las imponéis? Los partidos, en definitiva, no son

Maurice Joly 204


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

más que agrupaciones de electores; y si los electores no pueden


esclarecerse por medio de reuniones, de discusiones, ¿cómo podrán
votar con conocimiento de causa?

Maquiavelo- Veo que ignoráis con qué arte infinito, con cuánta
astucia las pasiones políticas desbaratan las medidas prohibitivas. No
os inquietéis por los electores, los que estén animados por buenas
intenciones siempre sabrán por quien votar. Además sabré ser
tolerante; no solo no prohibiré las reuniones que se celebren en
interés de mis candidatos, sino que hasta cerraré los ojos frente a las
maniobras de ciertas candidaturas populares que se agitarán
estruendosamente en torno a la consigna de la libertad; claro está
que, debo decíroslo, quienes más fuerte gritarán serán hombres
adictos a mí.

Montesquieu- Y el sufragio mismo, ¿cómo lo reglamentáis?

Maquiavelo- Ante todo, en lo que atañe a las regiones rurales, no


deseo que los electores vayan a votar a los centros de aglomeración
donde podrán encontrarse en contacto con el espíritu de oposición de
los burgos o ciudades y recibir, de este modo la consigna
proveniente de la capital; haré que se vote por comunas. El resultado
de esta combinación, tan simple en apariencia, será no obstante
considerable.

Montesquieu- Fácil es comprenderlo: obligáis a voto campesino a


dividirse entre celebridades insignificantes o a volcarse, en ausencia
de nombres conocidos, en los candidatos designados por vuestro
gobierno. Mucho me sorprendería si, en este sistema, despuntaran
muchas capacidades o talentos.

Maurice Joly 205


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Menos necesidad tiene el orden público de talentos que


de hombres adictos al gobierno. La capacidad suprema reside en el
trono y entre los hombres que lo rodean; en cualquier otra parte es
inútil, hasta nociva, diría, porque solo se la utilizará en contra del
poder.

Montesquieu- Vuestros aforismos son tajantes como una espada; no


encuentro argumentos para oponeros. Reanudad pues, os lo ruego,
la descripción de vuestro reglamento electoral.

Maquiavelo- Por las razones que acabo de explicaros, tampoco


quiero que haya escrutinio de lista, que falsee la elección, que
permita la coalición de hombres y principios. Por lo demás, dividiré
los colegios electorales en un determinado de circunscripciones
administrativas, en las cuales solo habrá lugar para la elección de un
diputado único y donde, por lo tanto, cada elector no podrá inscribir
en su papeleta más que un solo nombre.

Es imprescindible, además, tener la posibilidad de neutralizar a la


oposición en aquellas circunspecciones donde su influencia se haga
sentir en demasía. Supongamos, por ejemplo, que en las elecciones
anteriores se haya hecho notar por una mayoría de votos hostiles, o
que existan motivos para prever que se pronunciará contra los
candidatos del gobierno; nada más fácil de remediar; si dicha
circunspección tiene un reducido volumen de población, s la
incorpora a una circunspección vecina o alejada, pero mucho más
extensa, en la cual sus votos se diluirán, su espíritu político se
dispersará. Si, por el contrario, la circunspección hostil tiene una
importante densidad de población, se la fracciona en varias partes

Maurice Joly 206


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

que se anexan a las circunspecciones vecinas, en las cuales se


perderá totalmente.

Prescindo, como comprendéis, de una multiplicidad de aspectos de


detalle que no son otra cosa que los accesorios del conjunto. Así,
dividido, si es preciso, los colegios en secciones de colegios, para
dar más pie, cuando ello sea necesario, a la acción de la
administración, y hago presidir los colegios y las secciones de los
colegios por los funcionarios municipales cuya designación depende
del gobierno.

Montesquieu- Observo, no sin sorpresa, que no aplicáis una medida


que sugeríais antaño a León X, y que consiste en hacer sustituir
inmediatamente después del comicio, por los encargados de realizar
el escrutinio, las papeletas de sufragio.

Maquiavelo- Hoy en día quizá resultará difícil, y creo que este


medio no debe utilizarse sino con la mayor prudencia. Por lo demás,
¡un gobierno hábil dispone de tantos otros recursos! Sin comprar
directamente el sufragio, es decir, dinero en mano, nada le será más
fácil que hacer votar a las poblaciones a su antojo por medio de
concesiones administrativas, prometiendo aquí un puerto, allí un
mercado, más lejos una carretera, un canal; y a la inversa, no
haciendo nada por aquellas ciudades y burgos donde el voto será
hostil.

Montesquieu- Nada tengo que reprochar a la profundidad de tales


combinaciones; más ¿no teméis que se diga que ora corrompéis, ora
oprimís el sufragio popular? ¿No teméis arriesgar vuestro poder en
luchas en las que siempre se verá tan directamente comprometido?

Maurice Joly 207


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

La mínima superioridad lograda sobre vuestros candidatos


significará una clamorosa victoria que pondrá en jaque a vuestro
gobierno. Lo que no cesa de inquietarme por vos es que os veo
siempre, en todas las cosas, obligado al éxito, so pena de desastre.

Maquiavelo- Es el temor el que habla por vos; tranquilizaos. He


llegado tan lejos, tantas cosas he logrado, que no puedo perecer por
lo infinitamente pequeño. El grano de arena de Bossuet no está
hecho para los políticos auténticos. He avanzado tanto en mi carrera
que podría, sin riesgo, desafiar hasta las tempestades; ¿qué pueden,
entonces, significar las ínfimas trabas administrativas a que os
referís? ¿Creéis que tengo la pretensión de ser perfecto? ¿Ignoro
acaso que a mi alrededor se cometerá más de una falta? No, no
podré, sin duda, evitar que haya aquí y allá, algún pillaje, algunos
escándalos. ¿Acaso eso impedirá que el conjunto de las cosas marche
y marche bien? Lo esencial es mucho menos no cometer ninguna
falta que sobrellevan la responsabilidad de dicha falta con una
actitud enérgica que infunda respeto a los detractores. Aun en el caso
de que la oposición lograse introducir en mi Cámara algunos
declamadores ¿qué podría importarme? No soy de los que pretenden
soslayar las necesidades de su época.

Uno de mis grandes principios es el de poner a los semejantes. Así


como combato la prensa por la misma combatiré la tribuna; tendré a
mi disposición un número suficiente de hombres diestros en oratoria,
capaces de hablar sin detenerse durante varias horas. Lo esencial es
tener una mayoría compacta y un presidente digno de confianza.
Para dirigir los debates y obtener el voto se requiere un arte muy
singular. ¿Acaso necesitaré recurrir a los artificios de la estrategia
parlamentaria? De cada veinte miembros de la Cámara, diecinueve
serán adictos a mí. Y todos ellos votarán de acuerdo con una
consigna; mientras tanto, yo mismo moveré los hilos de una
oposición ficticia y clandestinamente sobornada; después de esto,

Maurice Joly 208


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

que vengan a pronunciar elocuentes discursos: entrarán por los oídos


de mis diputados como entra el viento por el ojo de una cerradura.
¿Queréis que os hable ahora de mi Senado?

Montesquieu- No, sé por Calígula lo que podrá ser.

Maurice Joly 209


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMOSEXTO

Montesquieu- Uno de los puntos descollantes de vuestra política, es


el aniquilamiento de los partidos y la destrucción de las fuerzas
colectivas. En ningún momento habéis flaqueado en este programa;
no obstante, veo aún a vuestro alrededor cosas que al parecer no
habéis tocado. No habéis puesto aún a la mano, por ejemplo, ni
sobre el clero, no sobre la universidad, el foro, las milicias
nacionales, las corporaciones comerciales; sin embargo, me parece
que hay en ellos más de un elemento peligroso.

Maquiavelo- No puedo decíroslo todo al mismo tiempo. Pasemos


ahora mismo a las milicias nacionales, aunque ya no tendría porqué
ocuparme de ellas; su disolución ha constituido necesariamente uno
de los primeros actos de mi poder. La organización de una guardia
ciudadana no podrá conciliarse con la existencia de un ejército
regular, pues en armas podrían, en un momento dado, transformarse
en facciosos. Este punto, empero, no deja de crear ciertas
dificultades. La guardia nacional es una institución es una institución
inútil, pero tiene un nombre popular. En los Estados militares, haga
los instintos pueriles de ciertas clases burguesas, a quienes una
fantasía bastante ridícula lleva a conciliar sus hábitos comerciales
con el gusto por las demostraciones guerreras. Es un prejuicio
inofensivo y sería una falta de tacto el contrariarlo, tanto más por
cuanto el príncipe no debe en ningún momento dar la impresión de
separar sus intereses de los de la urbe que cree ver una garantía en el
armamento de sus habitantes.

Montesquieu- Pero... si disolvéis esa milicia.

Maurice Joly 210


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- La disuelvo, sí, para reorganizarla sobre otras bases.


Lo esencial es ponerla bajo las órdenes inmediatas de los agentes de
la autoridad civil y quitarle la prerrogativa de reclutar a sus jefes por
la vía electoral; es lo que hago. Por lo demás, no la organizaré sino
en los lugares donde convenga hacerlo, y me reservo el derecho de
disolverla nuevamente y de volver a crearla, siempre sobre las
mismas bases, si las circunstancias lo exigen. Nada más tengo que
decir al respecto. En lo que atañe a la universidad, el actual orden de
cosas me resulta casi satisfactorio. No ignoráis, en efecto, que esos
altos cuerpos de enseñanza no están más, en nuestros días,
organizados como antaño. Me han asegurado que en casi todas partes
han perdido su autonomía, que no son más que servicios públicos a
cargo del Estado. Ahora bien, os he dicho más de una vez que allí
donde se encuentra el Estado, allí está el príncipe; la dirección moral
de los establecimientos públicos está en sus manos; son sus agentes
los que iluminan el espíritu de la juventud. Al igual que los jefes, los
miembros de los cuerpos docentes de las diversas categorías son
nombrados por el gobierno, de él dependen y a él están sometidos;
con esto basta; si subsisten aquí y allá algunos rastros de
organización independiente en alguna escuela pública o academia,
cualquiera que sea, es fácil guiarla al centro común de unidad y
orientación. Bastará con un reglamento, o hasta una simple
resolución ministerial. Paso a vuelo de pájaro sobre detalles que no
merecen tener por más tiempo mi atención. No debo, sin embargo,
abandonar este tema sin deciros que considero en extremo
importante el proscribir, en la enseñanza del derecho, los estudios de
política constitucional.

Montesquieu- Tenéis por cierto buenas razones para ello.

Maquiavelo- Mis razones son arto simples: no quiero que, al salir de


las escuelas, los jóvenes se ocupen de política a tontas y a locas; que
a los dieciocho años les dé por inventar constituciones como se

Maurice Joly 211


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

inventan tragedias. Una enseñanza de esta naturaleza solo puede


falsear las ideas de la juventud e iniciarla prematuramente en
materias que exceden la medida de su entendimiento. Son estas
nociones mal digeridas, mal comprendidas, las que preparan falsos
estadistas, utopistas cuyas temeridades de su espíritu se traducen más
tarde en acciones temerarias.

Es imprescindible que las generaciones que nazcan bajo mi reinado


sean educadas en el respeto de las instituciones establecidas, en el
amor hacia el príncipe; es por esto que utilizaré con bastante ingenio
el poder de dirección que poseo en materia de enseñanza; creo que
en general se comete en las escuelas el profundo error de descuidar
la historia contemporánea. Es por lo menos tan necesario conocer la
época en que uno vive como el siglo de Pericles; quisiera que la
historia de mi reinado se enseñase en las escuelas en vida mía. Es así
como un príncipe nuevo se adentra en el corazón de una generación.

Montesquieu- Sería, por supuesto, una perpetua apología de todos


vuestros actos.

Maquiavelo- Es evidente que no me haría denigrar. El otro medio


que emplearía estaría designado a combatir la enseñanza libre, ya
que es imposible proscribirla abiertamente. Existe en las
universidades legiones de profesores cuyos ratos de ocio, fuera de las
clases, pueden ser utilizados para la propagación de las buenas
doctrinas. Les haré dictar cursos libres en todas las ciudades
importantes, movilizando de este modo la instrucción y la influencia
del gobierno.

Montesquieu- En otros términos, absorbéis, confiscáis en vuestro


provecho hasta los últimos chispazos de un pensamiento
independiente.

Maurice Joly 212


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No confisco absolutamente nada.

Montesquieu- ¿Permitís acaso que otros profesores que no sean los


que os son adictos divulguen la ciencia por los mismos medios, sin
un permiso previo, sin autorización?

Maquiavelo- ¡Qué pretendéis! ¿qué autorice los cenáculos?

Montesquieu- No; pasad a otro tema, entonces.

Maquiavelo- Entre la multitud de medidas reglamentarias


indispensables para el bienestar de mi gobierno, me habéis llamado
la atención sobre los problemas del foro; ello equivale a extender la
acción de mi mano más allá de lo que por el momento considero
necesario; aquí entran en juego intereses civiles, y bien sabéis que en
esta materia mi norma de conducta es, en la medida de lo posible,
abstenerme. En los Estados en que el foro está constituido en
corporación. Los acusados consideran la independencia de esta
institución como una garantía indispensable del derecho de defensa
ante los tribunales, ya que se trate de cuestiones de honor, de
intereses o de la vida misma. Intervenir en este terreno resultaría
sumamente grave, pues un grito que sin duda no dejaría de lanzar la
corporación en pleno, podría alarmar a la opinión. No ignoro, sin
embargo, que este orden constituirá una hoguera de influencias
constantemente hostiles a mi poder. Esta profesión, vos lo sabéis
mejor que yo. Montesquieu, favorece el desarrollo de caracteres
fríos, obstinados en sus principios, de espíritus propensos a perseguir
en los actos del poder el elemento de la legalidad absoluta. El

Maurice Joly 213


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

jurisconsulto no posee en la misma medida que el magistrado el


elevado sentido de las necesidades sociales; ve la ley demasiado de
cerca y en sus facetas más mezquinas para tener de ella un
sentimiento preciso, en tanto que el magistrado...

Montesquieu- Ahorraos la apología.

Maquiavelo- Sí, pues no olvido que me hallo en presencia de un


descendiente de aquellos insignes magistrados que con tanto brillo
sostuvieron, en Francia, el trono de la monarquía.

Montesquieu- Y que raras veces se mostraron propensos a registrar


edictos, cuando estos violaban la ley del Estado.

Maquiavelo- Así fue como terminaron por derrocar al Estado


mismo. No quiero que mis cortes de justicia sean parlamentos y que
los abogados, al amparo de la inmunidad de la toga, hagan política
en ellas. El hombre más ilustre del siglo, a quien vuestra patria tuvo
el honor de dar a luz, decía: “Quiero que se pueda cortarle la
lengua a un abogado que hable del gobierno”. Las costumbres
modernas son más moderadas, yo jamás llegaría a ese extremo. El
primer día, y en circunstancias convenientes, me limitaré a tomar
una medida muy simple: dictaré un decreto que, aunque respetuoso
de la independencia de la corporación, obligará no obstante a los
abogados a recibir del soberano la investidura de su profesión. En la
exposición de los motivos de mi decreto, no será, confío, demasiado
difícil demostrar a los acusados que en esta forma de nombramiento
encontrarán una garantía más seria que cuando la corporación se
recluta por sí misma, es decir, con elementos necesariamente un
tanto confusos.

Maurice Joly 214


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¡Es muy cierto que el lenguaje de la razón puede


prestarse para las medidas más abominables! Pero veamos qué
pensáis hacer ahora con respecto al clero: una institución que solo
en un aspecto depende del Estado y que compete a un poder
espiritual cuyo sitial está más allá de vuestro alcance. No conozco,
os lo confieso, nada más peligroso para vuestro poder que esa
potencia que habla en nombre del cielo y cuyas raíces se hallan
dispersas por toda la faz de la tierra: no olvidéis que la prédica
cristiana es una prédica de libertad. Las leyes estatales han
establecido, no lo dudo, una profunda demarcación entre la
autoridad religiosa y la autoridad política; la prédica de los
ministros del culto solo se harán oír, no lo dudo, en nombre del
Evangelio; sin embargo, el divino espiritualismo que de ella emana
constituye, para el materialismo político, el verdadero escollo. Es
ese libro tan humilde, tan dulce, el que, por sí solo, ha destruido el
Imperio romano, junto con él el cesarismo y su poderío. Las
naciones sinceramente cristianas siempre se salvarán del
despotismo, porque la fe de Cristo eleva la dignidad del hombre a
alturas inalcanzables para el despotismo, porque desarrolla fuerzas
morales sobre las que el poder humano no tiene dominio alguno (El
Espíritu de las Leyes, capítulo I y sig.). Cuidaos del sacerdote, que
no depende sino de Dios y cuya influencia se hace sentir por
doquier, en el santuario, en la familia, en la escuela. Sobre él, no
tenéis ningún poder: su jerarquía no es la vuestra, obedece a una
constitución que no se zanja ni por la ley, ni por la espada. Si
reináis en una nación católica y tenéis al clero por enemigo, tarde o
temprano pereceréis, aun cuando tuvierais de vuestra parte al
pueblo entero.

Maquiavelo- No sé por qué os complacéis en convertir al sacerdote


en apóstol de la libertad. Jamás he visto tal cosa, ni en los tiempos
antiguos, ni en los modernos; siempre hallé en el sacerdocio un
apoyo natural del poder absoluto.

Maurice Joly 215


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Tened bien presente lo que voy a deciros: si en el interés de mi


gobierno he debido hacer concesiones al espíritu democrático de mi
época, si he tomado por base de mi poder el sufragio universal, y ello
tan solo en virtud de un artificio dictado por los tiempos, ¿no puedo
acaso reclamar el beneficio del derecho divino?¿Acaso no soy rey
por gracia de Dios? En este carácter, el clero debe, pues, sostenerme,
pues mis principios de autoridad son también los suyos. Si a pesar de
todo, se mostrase rebelde, si aprovechase de su influencia para llevar
una guerra sorda contra mi gobierno...

Montesquieu- ¿Y bien?

Maquiavelo- Vos que habláis de la influencia del clero, ¿ignoráis


por ventura hasta qué punto ha sabido hacerse impopular en algunos
Estados católicos? En Francia, por ejemplo, el periodismo y la
prensa lo han desprestigiado tanto en el espíritu de las masas, han
denigrado tanto su misión, que si yo reinase en ese reino ¿sabéis lo
que podría hacer?

Montesquieu- ¿Qué?

Maquiavelo- Podría provocar en el seno de la Iglesia un cisma que


rompiera todos los vínculos que mantienen al clero unido a la corte
de Roma, porque allí está el nudo gordiano. Haría hablar a mi
prensa, a mis publicistas, a mis políticos en el siguiente lenguaje: “El
cristianismo es independiente del catolicismo; lo que el
catolicismo prohíbe, el cristianismo lo permite; la independencia
del clero, su sumisión a la corte de Roma, son dogmas puramente

Maurice Joly 216


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

católicos; semejante orden de cosas constituye una perpetua


amenaza contra la seguridad del Estado. Los fieles del reino no
deben tener por jefe espiritual a un príncipe extranjero; esto
equivaldría a abandonar el orden interno al albedrío de una
potencia que en cualquier momento puede ser hostil; esta
jerarquía medieval, esta tutela de los pueblos niños no puede ya
conciliarse con el genio viril de la civilización moderna, con sus
luces y s independencia. ¿Por qué ir a Roma en busca de un
director espiritual? ¿Por qué el jefe de la autoridad política no
puede ser al mismo tiempo el jefe de la autoridad religiosa? ¿Por
qué el soberano no puede ser pontífice?”. Tal el lenguaje que se
podría hacer hablar a la prensa, sobre todo la prensa liberal, y es muy
probable que la masa del pueblo la escuchase con júbilo.

Montesquieu- Si vos mismo pudierais creerlo y si osarais tentar


tamaña empresa, muy pronto aprenderíais, y de una manera sin
duda terrible, hasta dónde llega el poderío del catolicismo, aun en
aquellas naciones donde parece estar debilitado. (El Espíritu de las
Leyes, capítulo XII)

Maquiavelo- ¡Tentarla, Dios misericordioso! Si solo pido perdón, de


rodillas, a nuestro divino Maestro, por haber siquiera expuesto esta
doctrina sacrílega, inspirada por el odio al catolicismo; sin embargo
Dios, que ha instituido el poder humano, no le prohíbe defenderse de
las maniobras del clero, que por demás infringe los preceptos del
Evangelio cuando peca de insubordinación hacia el príncipe. Bien sé
que solo conspirará por medio de una influencia inasible, pero sabré
encontrar el medio de detener, aun en el seno de la corte de Roma, la
intención que dirige la influencia.

Montesquieu- ¿De qué manera?

Maurice Joly 217


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Me bastará señalar con el dedo a la Santa Sede el


estado moral de mi pueblo, tembloroso bajo el yugo de la Iglesia,
anhelando romperlo, capaz de desmembrarse a su vez del seno de la
unidad católica, de lanzarse al cisma de la Iglesia griega o
protestante.

Montesquieu- ¡En lugar de la acción, la amenaza!

Maquiavelo- ¡Cuán equivocado estáis, Montesquieu, y hasta qué


punto desconocéis mi espeto por el trono pontificio! El único papel
que aspiro a desempeñar, la única misión que me corresponde a mí,
soberano católico, sería precisamente la de ser el defensor de la
Iglesia. En los tiempos que corren, bien lo sabéis, el poder temporal
se halla gravemente amenazado por el odio irreligioso y por la
ambición de los países del norte de Italia. Diría, pues, al Santo Padre:
Os sostendré contra todos ellos, os salvaré, es mi deber, es mi
misión, pero al menos no me ataquéis, sostenedme vos a mí con
vuestra influencia moral. ¿Sería acaso demasiado pedir cuando yo
mismo arriesgaría mi popularidad al erigirme en defensor del poder
temporal, ay, tan desprestigiado hoy en día a los ojos de la llamada
democracia europea? Mas este peligro no me arrendrará; no solo
pondré en jaque cualquier maquinación, de parte de los Estados
vecinos, contra la soberanía de la Santa Sede, sino que si, por
desgracia, fuese atacada, si el papa llegase a ser expulsado de los
Estados pontificios, como ha acontecido ya, mis solas bayonetas
volverán a conducirlo a su sitial en él lo mantendrán por siempre,
mientras yo viva.

Maurice Joly 218


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Sería, en verdad, un golpe magistral, pues si tuvieseis


en Roma una guardia permanente, dispondríais casi de la Santa
Sede como si estuviera en una provincia de vuestro reino.

Maquiavelo- ¿Creéis que después de haberle prestado tamaño


servicio, el papado se rehusaría a apoyar mi poder, que, llegado el
caso, el papa en persona se negaría a venir a consagrarme en mi
catedral? ¿Acaso no se han visto en la historia ejemplos semejantes?

Montesquieu- Si, de todo se ve en la historia. Empero, ¿qué haríais


si, en lugar de encontrar en el púlpito de San Pedro un Borgia o un
Dubois, como al parecer esperáis, tuvieseis que enfrentar un papa
que resistiera a vuestras intrigas y desafiara vuestra cólera?

Maquiavelo- Habría, entonces, que tomar una determinación: so


pretexto de defender al poder temporal, decidiría su caída.

Montesquieu- ¡Tenéis lo que se dice genio!

Maurice Joly 219


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
DECIMOSÉPTIMO

Montesquieu- Os he dicho que tenéis genio; preciso es que lo


tengáis, en verdad, de una determinada especie, para concebir y
ejecutar tantas cosas. Comprendo ahora la parábola del Dios
Vishnú; como el ídolo indio, tenéis cien brazos, y cada uno de
vuestros dedos toca un resorte. Así como todos los tocáis, ¿podríais
también verlo todo?

Maquiavelo- Sí, porque convertiré a la policía en una institución tan


vasta, que en el corazón de mi reino la mitad de los hombres vigilará
a la otra mitad. ¿Me permitís que os dé algunos detalles acerca de la
organización de mi policía?

Montesquieu- Hacedlo.

Maquiavelo- Comenzaré por crear un ministerio de policía, que será


el más importante de mis ministerios y que centralizará, tanto en lo
exterior como en lo interno, los servicios de que dotaré a esta parte
de mi administración.

Montesquieu- Pero si hacéis eso, vuestros súbditos se percatarán


inmediatamente de que están envueltos en una red espantosa.

Maurice Joly 220


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Si este ministerio desagrada. Lo aboliré y lo llamaré, si


os parece, ministerio de Estado. Organizaré asimismo en los otros
ministerios servicios equivalentes, que en su mayor parte estarán
incorporados, secretamente, a lo que hoy en día llamáis ministerio
del interior y ministerio de asuntos extranjeros. Entendéis
perfectamente que no me ocupo aquí en lo absoluto de diplomacia,
sino únicamente de los medios apropiados para garantizar mi
seguridad contra las facciones, tanto en el exterior como en el
interior. Pues bien, creedlo, a este respecto, encontraré a la mayor
parte de los monarcas poco más o menos en la misma situación que
yo, es decir, bien dispuestos a secundar mis intenciones, que
consistirán en crear servicios de policía internacional en interés de
una seguridad recíproca. Si, como no lo dudo, llegase a alcanzar este
resultado, he aquí algunas de las formas que adoptaría mi policía en
el exterior: hombres afectos a los placeres y sociables en las cortes
extranjeras para mantener un ojo vigilante sobre las intrigas de los
príncipes y pretendientes exiliados; revolucionarios proscriptos,
algunos de los cuales no desespero de inducir, por dinero a servirme
de agentes de transmisión con respecto a las maquinaciones de la
demagogia tenebrosa; fundación de periódicos políticos en las
grandes capitales, de imprentas y librerías instaladas en las mismas
condiciones y secretamente subvencionadas para seguir de cerca, por
medio de la prensa, el movimiento de las ideas.

Montesquieu- No más contra las facciones de vuestro reino, sino


contra el alma misma de la humanidad terminaréis por conspirar.

Maquiavelo- Bien sabéis que no me aterran demasiado las grandes


palabras. Lo que pretendo es que todo político que quiera ir a tramar
intrigas al extranjero pueda ser vigilado, señalado periódicamente,
hasta su regreso a mi reino, donde será encarcelado y castigado con
todo rigor para que no esté en situación de reincidir. Para tener mejor

Maurice Joly 221


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

entre mis manos el hilo de las intrigas revolucionarias, sueño con


una combinación que será, creo, bastante hábil.

Montesquieu- ¿Cuál, Dios todopoderoso?

Maquiavelo- Quisiera tener un príncipe de mi casa, sentado en las


gradas de mi trono, que representase el papel del descontento. Su
misión consistiría en fingirse liberal, en detractor de mi gobierno y
en aliarse así, para observarlos más de cerca de quienes, en los
rangos más elevados de mi reino, pudieran hacer un poco de
demagogia. Cabalgando sobre las intrigas interiores y exteriores, el
príncipe al cual confiaría esta misión, haría así representar una
comedia de enredos a quienes no estuviesen en el secreto de la farsa.

Montesquieu- ¡Qué decís! ¿A un príncipe de vuestra propia casa


confiaríais atribuciones que vos mismo calificáis de policiales?

Maquiavelo- ¿Y por qué no? Conozco príncipes reinantes que, en el


exilio, han pertenecido a la policía secreta de ciertos gabinetes.

Montesquieu- Si continúo escuchándoos. Maquiavelo, es para tener


la última palabra de esta horrorosa apuesta.

Maquiavelo- No os indignéis, señor de Montesquieu; en el Espíritu


de las Leyes me habéis llamado gran hombre. (El Espíritu de las
Leyes, libro VI, cap. V)

Maurice Joly 222


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Me lo hacéis pagar caro; es para mi castigo que os


escucho. Pasad a lo más rápido que podáis sobre tantos y tan
siniestros detalles.

Maquiavelo- En el interior, estoy obligado a restablecer el gabinete


negro.

Montesquieu- Restablecedlo.

Maquiavelo- Lo tuvieron vuestros mejores reyes. Es preciso evitar


que el secreto de las cartas pueda servir para amparar conspiraciones.

Montesquieu- Son ellas las que os hacen temblar, lo comprendo.

Maquiavelo- Os equivocáis, porque habrá conspiraciones bajo mi


reinado; es imprescindible que las haya.

Montesquieu- ¿Qué queréis decir? ¡También esto!

Maquiavelo- Habrá tal vez conspiraciones verdaderas, no respondo


de ello; pero habrá ciertamente conspiraciones simuladas. En
determinadas circunstancias, pueden ser un excelente recurso para
estimular la simpatía del pueblo a favor del príncipe, cuando su
popularidad decrece. Intimidando el espíritu público se obtienen, si
es preciso, por ese medio, las medidas de rigor que se requieren, o se

Maurice Joly 223


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

mantienen las que existen. Las falsas conspiraciones, a las cuales,


por supuesto, solo se debe recurrir con extrema mesura, tienen
también otra ventaja: son ellas las que permiten descubrir las
conspiraciones reales, al dar lugar a pesquisas que conducen a buscar
por doquier el rastro de lo que se sospecha.

Nada es más precioso que la vida del soberano: es necesario


entonces que se la rodee de un sinnúmero de garantías, es decir, de
un sinnúmero de agentes, pero al mismo tiempo es necesario que
esta milicia secreta esté hábilmente disimulada para que no se piense
que el soberano tiene miedo cuando se muestra en público. Me han
dicho que en Europa las precauciones en este sentido han alcanzado
tal grado de perfeccionamiento que un príncipe que sale a las calles
puede parecer un simple particular que se pasea, sin guardia, en
medio de la multitud, cuando en verdad está rodeado por dos o tres
mil protectores.

Es mi propósito, por lo demás, que mi policía se encuentre


diseminada en todas las filas de la sociedad. No habrá conciliábulo,
comité, salón, hogar íntimo donde no se encuentre un oído pronto a
recoger lo que se dice en todo lugar, a toda hora. Para quienes han
manejado el poder es, ay, un fenómeno asombroso la facilidad con la
cual los hombres se convierten en delatores los unos de los otros.
Más asombrosa aún es la facultad de observación y de análisis que se
desarrolla en aquellos que toman por profesión la vigilancia política;
no tenéis ni la más remota idea de sus artimañas, sus disimulos y sus
instintos, de la pasión que ponen en sus indagaciones, de su
paciencia, de su impenetrabilidad; hay hombres de todas las
categorías sociales que ejercen este oficio, ¿cómo podría decirlo?
Por una especie de amor al arte.

Montesquieu- ¡Ah!, ¡corred el telón!

Maurice Joly 224


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Sí, porque allá, en los bajos fondos del terror, existen
secretos atroces para la mirada. Os eximo de cosas más espantosas
que las que habéis oído. Con el sistema que organizaré, estaré
informado tan completamente, que hasta podré tolerar
maquinaciones culpables, pues tendré en cada minuto del día el
poder de paralizarlas.

Montesquieu- ¿Tolerarlas? ¿Y por qué?

Maquiavelo- Porque en los Estados europeos el monarca absoluto


no debe hacer un uso indiscreto de la fuerza; porque siempre existen,
en el fondo de la sociedad, actividades subterráneas contra las cuales
nada puede hacerse mientras no se manifiestan; porque es
indispensable evitar con sumo cuidado alarmar a la opinión pública
respecto de la del poder; porque los partidos, cuando se ven
reducidos a la impotencia se contentan con murmuraciones y
sarcasmos, y pretender desarmar aun su malhumor constituiría una
locura. Aquí y allá, en los periódicos y en los libros, se harán oír sus
quejas, intentarán alusiones contra el gobierno en algunos discursos,
en ciertos alegatos; darán, con pretextos diversos algunas débiles
señales de existencia; todo ello, os lo juro, muy tímidamente, y el
público, si es que se entera, no podrá menos que reírse. Pensarán que
soy muy bondadoso por tolerar semejante situación; sí, por
bonachón; veis ahora por qué razón estoy dispuesto a tolerar todo
aquello que, por supuesto, considere no entraña peligro alguno; no
quiero que nadie pueda siquiera decir que mi gobierno es receloso.

Montesquieu- Vuestras palabras me recuerdan que habéis dejado


una laguna, y una laguna harto grave, en vuestros decretos.

Maurice Joly 225


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Cuál?

Montesquieu- No habéis tocado la libertad individual.

Maquiavelo- No la tocaré.

Montesquieu- ¿Lo creéis así? Si os habéis reservado la facultad de


tolerar, os reserváis fundamentalmente el derecho de impedir todo
aquello que os parezca peligroso. Si el interés del Estado, o hasta un
celo un tanto acuciante, exigen que un hombre sea arrestado, en el
preciso instante, en vuestro reino, ¿cómo se podría hacer si la
legislación prevé una ley de haebas corpus; si el arresto individual
está precedido por ciertas formalidades, por determinadas
garantías? Mientras se cumple el procedimiento, el tiempo pasa.

Maquiavelo- Permitidme; si respeto la libertad individual, no me


privo a este respecto de proceder a ciertas modificaciones útiles
dentro de la organización judicial.

Montesquieu- Lo sabía.

Maquiavelo- ¡Oh!, no cantéis victoria, será la cosa más sencilla del


mundo

¿Quién, en vuestros Estados parlamentarios, estatuye en general


acerca de la libertad individual?

Maurice Joly 226


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Un consejo de magistrados cuyo número e


independencia constituyen la garantía de los enjuiciados.

Maquiavelo- Una organización viciosa, sin duda alguna. ¿Cómo


queréis que con la lentitud que caracteriza a las deliberaciones de un
consejo, pueda la justicia proceder con la rapidez necesaria a
capturar a los malhechores?

Montesquieu- ¿Qué malhechores?

Maquiavelo- Hablo de las personas que cometen asesinatos, robos,


crímenes y delitos que competen a los fueros del derecho común. Es
imprescindible proporcionar a esta jurisdicción la unidad de acción
que le es necesaria; reemplazo vuestro consejo por un magistrado
único, encargado de estatuir respecto de la detención de los
malhechores.

Montesquieu- Más en este caso no se trata de malhechores; con la


ayuda de esta disposición, amenazáis la libertad de todos los
ciudadanos; estableced al menos una discriminación en cuanto a la
denominación del delito.

Maquiavelo- Eso es justamente lo que no quiero hacer. ¿Acaso el


que intenta una acción contra el gobierno no es tan culpable o más
que el que comete un crimen o un delito ordinario? La pasión o la
miseria atenúan muchas faltas; ¿qué obliga en cambio a la gente a

Maurice Joly 227


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

ocuparse de política? Por ello no quiero que haya más


discriminación entre los delitos de derecho común y los políticos.
¿Dónde, queréis decirme, tienen la cabeza los Estados modernos, al
elevar para sus detractores especies de tribunas criminales? En mi
reino, el periodista insolente será confundido, en las prisiones, con el
simple ladrón, y comparecerá, junto a él, ante la jurisdicción
correccional. El conspirador se sentará ante el jurado criminal, junto
al falsificador, con el asesino. Se trata, observadlo, de una excelente
modificación legislativa, porque la opinión pública, viendo tratar al
conspirador al igual que al malhechor ordinario, terminará por
confundirlos a ambos en un mismo desprecio.

Montesquieu- Socaváis las bases mismas del sentido moral; mas


¿qué os importa? Lo que me asombra, es que conservéis un jurado
criminal.

Maquiavelo- En los Estados centralizados como el mío, son los


funcionarios públicos quienes designan a los miembros del jurado.
En materia de simple delito político, mi ministro de justicia podrá en
todo momento, cuando sea preciso, integrar la cámara de los jueces
llamados a conocer en la causa.

Montesquieu- Vuestra legislación interior es irreprochable; es


tiempo de pasar a otros temas.

Maurice Joly 228


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly 229


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

TERCERA PARTE

Maurice Joly 230


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maurice Joly 231


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMOCTAVO

Montesquieu- Hasta ahora habéis ocupado únicamente de las


formas de vuestro gobierno y de las leyes de rigor necesarias para
mantenerlo. Es mucho, sin duda; pero no es nada todavía. Os queda
por resolver el más difícil de todos los problemas, para un soberano
que pretende asumir el poder absoluto en un Estado europeo,
formado de las tradiciones representativas.

Maquiavelo- ¿Cuál es ese problema?

Montesquieu- El de vuestras finanzas.

Maquiavelo- Este problema no ha sido en modo alguno ajeno a mis


preocupaciones, pues recuerdo haberos dicho que, en definitiva todo
se resolvería mediante una simple cuestión de cifras.

Montesquieu- De acuerdo; sin embargo, lo que en este caso se os


resistirá es la naturaleza misma de las cosas.

Maquiavelo- Os confieso que me inquietáis, porque provengo de un


siglo de barbarie en materia de economía política y es muy poco lo
que entiendo de estas cuestiones.

Maurice Joly 232


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Me alegro por vos. Permitidme, no obstante,


formularos una pregunta. Recuerdo haber escrito, en El Espíritu de
las Leyes, que el monarca absoluto se veía obligado en virtud del
principio de su gobierno, a imponer tan solo menguados tributos a
sus súbditos (El Espíritu de las Leyes, libro XIII, cap. X) ¿Daréis la
menos a los vuestros esta satisfacción?

Maquiavelo- No me comprometo a ello; en verdad, no conozco nada


más controvertible que la proposición que habéis sugerido. ¿Cómo
queréis que el aparato del poder monárquico, el resplandor y la
representación de una gran corte, puedan subsistir sin imponer a la
nación duros sacrificios? Vuestra tesis puede ser válida para Turquía,
para Persia, ¡qué se y! Para pequeños pueblos sin industrias, que no
dispondrían por otra parte de medios para pagar el impuesto; pero en
las sociedades europeas, donde la riqueza fluye a raudales de las
fuentes de trabajo y se presta a tantas y tan variadas formas del
impuestos; donde el lujo es un instrumento de gobierno, donde el
mantenimiento y las erogaciones de los diversos servicios públicos
se encuentran centralizados en las manos del Estado, donde todos los
altos cargos, todas las dignidades son remunerados a manos llenas,
¿cómo queréis, una vez más, que, siendo uno dueño y soberano, se
limite a imponer módicos tributos?

Montesquieu- Es muy justo y os entrego mi tesis, cuyo verdadero


sentido por demás, se os ha escapado. Entonces, vuestro gobierno
costará caro; más caro, es evidente, que un gobierno representativo.

Maquiavelo- Es posible.

Montesquieu- Sí, peso es ahora cuando comienzan las dificultades.


Sé en qué forma los gobiernos representativos subvienen sus
necesidades financieras, mas no tengo ninguna idea acerca de los

Maurice Joly 233


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

medios de subsistencia de un poder absoluto en las sociedades


modernas, si interrogo el pasado, percibo muy claramente que no
puede sobrevivir sino en las condiciones siguientes: es
indispensable, en primer término, que el monarca absoluto sea un
jefe militar; lo admitís sin duda.

Maquiavelo- Lo admito.

Montesquieu- Es preciso, además, que sea conquistador, pues es la


guerra la que debe proporcionarle los principales recursos que le
son necesarios para mantener su fasto y sus ejércitos. Si los pidiera
al impuesto, abrumaría a sus súbditos. Veis, pues que si el monarca
absoluto debe moderar los tributos no es porque sus gastos sean
menores sino porque la ley de su supervivencia depende de otros
factores. Ahora bien, en nuestros días, la guerra ya no reporta
beneficios a quienes la practican: arruinan a los vencedores al igual
que a los vencidos. Ya lo veis, una fuente de ingresos que se os
escapa de las manos.

Quedan los impuestos, pero, por supuesto, el príncipe absoluto debe


prescindir del consentimiento de sus súbditos. En los Estados
despóticos, una ficción legal permite imponer los tributos en forma
discrecional: de derecho, se considera al soberano dueño de todos
los bienes de sus súbditos. Por lo tanto cuando les confisca alguna
cosa, no hace nada más que restituirse lo que le pertenece. De esta
manera, no hay resistencia posible.

En suma, es preciso que el soberano pueda disponer , sin discusión


ni control, de los recursos que le ha proporcionado el impuesto.
Tales son, en esta materia, las rutinas inevitables del absolutismo;

Maurice Joly 234


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

confesad que faltaría mucho por hacer para retornar a tal situación.
Si los pueblos modernos son tan indiferentes como vos decís a la
pérdida de sus libertades, no ocurrirá lo mismo cuando se trate de
sus intereses; sus intereses están ligados a un régimen económico
que es exclusivo del absolutismo: si no aplicáis la arbitrariedad en
las finanzas, tampoco podréis aplicarla en la política. Vuestro reino
se derrumbará en el rubro presupuestos.

Maquiavelo- En este sentido, como en todos los demás, estoy


perfectamente tranquilo.

Montesquieu- Es lo que queda por ver; vayamos a los hechos. La


norma fundamental de los Estados modernos es la votación de los
impuestos por los mandatarios de la nación: ¿aceptaréis tal
votación?

Maquiavelo- ¿Por qué no?

Montesquieu- ¡Oh! tened cuidado, este principio constituye la más


expresa consagración de la soberanía de la nación; porque
reconocerle el derecho de votar el impuesto es reconocerle el de
rechazarlo, de limitarlo, de reducir a la nada los medios de acción
del príncipe y por consiguiente de aniquilar al príncipe mismo, si
ello es preciso.

Maquiavelo- Sois categórico. Continuad.

Maurice Joly 235


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Quienes votan los impuestos son también ellos, los


contribuyentes. En este caso sus intereses están estrechamente
unidos a los de la nación, en un aspecto en el que esta estará
obligada a tener los ojos abiertos. Encontraréis a sus mandatarios
tan poco complacientes en materia de créditos legislativos, como los
habéis hallado dóciles en el capítulo de las libertades.

Maquiavelo- Aquí es donde se revela la debilidad de vuestro


argumento: os ruego tener presente dos consideraciones que habéis
olvidado. En primer lugar los mandatarios de la nación son
remunerados; contribuyentes o no, son parte interesada en la
votación de los impuestos.

Montesquieu- Reconozco que la combinación es práctica y la


observación sensata.

Maquiavelo- Ya veis cuál es el inconveniente de considerar las


cosas con un criterio demasiado sistemático; una hábil modificación,
por insignificante que sea, hace que todo varíe. Quizá tendríais razón
si mi poder se sustentara en la aristocracia, o en las clases burguesas,
las cuales, en un momento dado, podrían rehusarme su apoyo; pero
tengo por base de acción al proletariado, cuya masa nada posee.
Sobre ella casi no pesan las cargas del Estado y yo haré de manera
que no pesen en absoluto. Las medidas fiscales preocuparán poco a
las clases obreras; no las alcanzarán.

Montesquieu- Si he comprendido bien, hay un punto muy claro:


hacéis pagar a los que poseen, por la voluntad soberana de los que
no poseen. Es el precio que el número y la miseria imponen a la
riqueza.

Maurice Joly 236


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿No es justo acaso?

Montesquieu- Ni siquiera es cierto, porque en las sociedades


actuales, desde el punto de vista económico, no hay ricos, no pobres.
El artesano de ayer es el burgués de mañana, en virtud de la ley del
trabajo. Si apuntáis a la burguesía territorial o industrial, ¿sabéis
qué es lo que hacéis?

En realidad, tornáis más difícil la emancipación por el trabajo,


retenéis a un número mayor de trabajadores en la condición de
proletarios. Es una aberración creer que el proletariado puede
obtener ventajas de las medidas que afectan a la producción. Al
empobrecer por medio de leyes fiscales a los que poseen, solo se
crean situaciones artificiales, y al cabo de cierto tiempo se termina
por empobrecer hasta a aquellos que nada poseen.

Maquiavelo- Hermosas teorías las vuestras, mas estoy decidido a


oponeros, si así lo queréis, otras igualmente bellas.

Montesquieu- No, porque no habéis resuelto aún el problema que os


he planteado. Conseguid ante todo los medios para hacer frente a
los gastos de la soberanía absoluta. No será tan fácil como lo
pensáis, ni aun con una cámara legislativa en la cual tenéis
asegurada la mayoría, ni siquiera con la omnipotencia del mandato
popular de que estáis investido. Decidme, por ejemplo, cómo podréis
doblegar el mecanismo financiero de los Estados modernos a las
exigencias del poder absoluto. Os lo repito, lo que se os resiste en
este caso es la naturaleza misma de las cosas. Los pueblos

Maurice Joly 237


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

civilizados de Europa han rodeado la administración de sus finanzas


de garantías tan estrictas y celosas, tan múltiples, que impiden la
arbitrariedad en la percepción y el empleo de los dineros públicos.

Maquiavelo- ¿Y en qué consiste ese sistema tan maravilloso?

Montesquieu- Puedo explicároslo en pocas palabras.

La perfección del sistema financiero, en los tiempos modernos,


descansa sobre dos bases fundamentales, el control y la publicidad.
En ellas reside esencialmente la garantía de los contribuyentes. Un
soberano no podría modificarlas sin decir indirectamente a sus
súbditos: Vosotros tenéis el orden, y yo busco el desorden, quiero la
oscuridad en la gestión de los fondos públicos; la necesito porque
hay una multitud de gastos que deseo poder hacer sin vuestra
aprobación, déficit que deseo ocultar, ingresos que necesito
disimular o abultar a voluntad, de acuerdo con las circunstancias.

Maquiavelo- Un buen comienzo.

Montesquieu- En los países libres e industriosos, todo el mundo


entiende de finanzas, por necesidad, por interés y por situación, y a
este respecto vuestro gobierno no podría engañar a nadie.

Maquiavelo- ¿Quién os dice que se pretenda engañar?

Maurice Joly 238


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Toda la obra de la administración financiera, por


muy vasta y complicada que sea en sus detalles, se reduce, en último
análisis, a dos operaciones harto sencillas: recibir y gastar.

En torno de estos dos órdenes de hechos financieros gravita la


multitud de leyes y reglamentos especiales, que también tienen por
objeto una finalidad muy simple: hacer de manera que el
contribuyente no pague más que el impuesto necesario y
regularmente establecido, hacer de manera que el gobierno no
pueda utilizar los fondos públicos sino en erogaciones aprobadas
por la nación.

Dejo de lado todo lo relativo a la base tributaria y al modo de


percepción del impuesto, a los medios prácticos de asegurar la
totalidad de la recaudación, el orden y la precisión en el movimiento
de los fondos públicos; son detalles de contabilidad, con los que no
tengo el propósito de entreteneros. Solo quiero mostraros en qué
forma, en los sistemas de finanzas políticas mejor organizados de
Europa, la publicidad y el control marchan mano a mano.

Uno de los problemas más importantes a resolver consistía en hacer


salir completamente de la oscuridad, en hacer visibles a los ojos de
todos, los elementos de las entradas y salidas sobre los que se basa
el empleo de la riqueza pública en manos de los gobiernos. Tal
resultado pudo alcanzarse mediante la creación de lo que en el
lenguaje moderno, se llama el presupuesto del Estado, es decir, el
cálculo aproximado o la relación entre entradas y salidas, previstas
no para un periodo de tiempo prolongado, sino cada año para el
servicio del año siguiente. El presupuesto anual es, el elemento
capital y en cierto modo generador de la situación financiera, que
mejora o se agrava en proporción a los resultados verificados.
Preparan las partidas que lo componen los diferentes ministros en

Maurice Joly 239


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

cuyos departamentos se registran los servicios que es necesario


proveer. Estos toman como base las asignaciones de los
presupuestos anteriores, introduciendo en ellas las modificaciones,
agregados y supresiones necesarios. Todo ello es encaminado al
ministro de finanzas, quien centraliza los documentos que le son
transmitidos, y quien presenta a la asamblea legislativa lo que se
llama proyecto de presupuesto. Este inmenso trabajo publicado,
impreso, reproducido en mil periódicos, devela a los ojos de todos la
política interior y exterior del Estado, la administración civil,
judicial y militar. Es examinado, discutido y votado por los
representantes del país, después de lo cual cobra carácter ejecutorio
de la misma manera que las otras leyes del Estado.

Maquiavelo- Permitidme admirar la extraordinaria lucidez


deductiva, la propiedad de los términos, enteramente modernos, con
que el ilustre autor de El Espíritu de las Leyes ha sabido
desembarazarse, en materia de finanzas, de las teorías un tanto vagas
y las expresiones algunas veces ambiguas de la gran obra que lo ha
hecho inmortal.

Montesquieu- El Espíritu de las Leyes no es un tratado de finanzas.

Maquiavelo- Vuestra sobriedad sobre este punto es tanto más digna


de elogio por cuanto hubieseis podido hablar de ellas de manera
harto competente. Tened a bien continuar, os lo ruego; os sigo con el
más profundo interés.

Maurice Joly 240


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO DECIMONOVENO

Montesquieu- Se puede decir que la creación del sistema


presupuestario arrastra consigo todas las diversas garantías
financieras que constituyen hoy en día el patrimonio común de las
sociedades políticas bien organizadas.

Así, la primera ley que necesariamente impone la economía del


presupuesto es que los créditos solicitados sean proporcionales a los
recursos existentes. Es decir, un equilibrio que debe traducirse
constantemente y en forma visible en cifras reales y auténticas; para
garantizar mejor este importante resultado, para que el legislador
que vota las proposiciones que le son presentadas esté libre de
influencias, se ha recurrido a una medida muy sensata. Se divide el
presupuesto general del Estado en dos presupuestos independientes:
el presupuesto de salidas y el presupuesto de entradas, que deben
ser votados por separado, cada uno de ellos en virtud de una ley
especial. De este modo la atención del legislador está obligada a
concentrarse por turno y aisladamente en la situación activa y
pasiva y sus determinaciones no se hallan expuestas por anticipado
a la influencia del balance general de las entradas y salidas.

Controla escrupulosamente estos dos elementos y de la comparación


de ambos, de su estrecha armonía, nace, en último término, el voto
general del presupuesto.

Maquiavelo- Todo eso me parece perfecto; pero ¿acaso las salidas,


por obra y gracia del voto legislativo, quedan encerradas en un
círculo infranqueable? ¿Es tal cosa posible, por ventura? ¿Puede una
Cámara, sin paralizar el ejercicio del poder ejecutivo, prohibir al

Maurice Joly 241


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

soberano que se provea, recurriendo a medidas de emergencia, de


fondos para gastos imprevistos?

Montesquieu- Advierto que os fastidia, mas no puedo lamentarlo.

Maquiavelo- ¿Acaso en los estados constitucionales mismos no se


reserva formalmente al soberano la facultad de abrir, mediante
ordenanzas reales, créditos suplementarios o extraordinarios durante
los periodos de receso legislativo?

Montesquieu- Es verdad, pero con una condición: que en la


próxima reunión de las Cámaras dichas ordenanzas sean
convertidas en ley. Es imprescindible que medie la aprobación de
las mismas.

Maquiavelo- Que medie esa aprobación una vez que el gasto está
comprometido, a fin de ratificar lo hecho, no me parece mal.

Montesquieu- Ya lo creo; sin embargo, por desgracia para vos, no


se han limitado a eso. La legislación financiera más avanzada
prohíbe modificar las previsiones normales del presupuesto, excepto
mediante leyes que autoricen apertura de créditos suplementarios y
extraordinarios. La erogación no puede ya realizarse sin la
intervención del poder legislativo.

Maquiavelo- Pero entonces ya ni siquiera es posible gobernar.

Maurice Joly 242


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Parece que sí. Los estados modernos piensan que el


voto legislativo del presupuesto terminaría por resultar ilusorio, si
se cometiesen abusos en materia de créditos suplementarios y
extraordinarios; que, en definitiva, debe poderse limitar los gastos
cuando los recursos son también naturalmente limitados; que los
acontecimientos políticos no pueden hacer variar a cada instante los
hechos financieros, y que los intervalos entre las sesiones son tan
prolongados como para que no se pueda proveer, si fuese preciso,
por un voto extra-presupuestario.

Se ha llegado aún más lejos; una vez votados los recursos para tales
o cuales servicios, ellos pueden, en caso de no ser utilizados,
restituirse al tesoro; se ha pensado que es necesario impedir que el
gobierno, siempre dentro de los límites de los créditos concedidos,
pueda emplear los fondos de un servicio para afectarlos a otro,
cubrir este, dejar aquel en descubierto, mediante transferencias de
fondos operadas de un ministerio a otro, todo ello en virtud de
ordenanzas; pues ello implicaría eludir su destino legislativo y
retornar, a través de un ingenioso desvío, a la arbitrariedad
financiera.

Se ha imaginado. A tal efecto, lo que se llama la especificidad de los


créditos por partidas, es decir, que la votación de las erogaciones
tiene lugar por partidas especiales que solo incluyen servicios
correlativos y de igual naturaleza para todos los ministerios. Así,
por ejemplo, la partida A comprenderá para todos los ministerios el
gasto A, la partida B el gasto B y así sucesivamente. Esta
combinación conduce a que los créditos no utilizados sean anulados
en la contabilidad de los diversos ministerios y transferidos como
entradas al presupuesto del año siguiente. Huelga deciros que es
responsabilidad ministerial sancionar todas estas medidas. Lo que
constituye la cúpula de las garantías financieras es la creación de

Maurice Joly 243


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

un tribunal de cuentas, algo así como una corte de casación a su


manera, encargada de ejercer en forma permanente las funciones de
jurisdicción y de fiscalización de las cuentas, el manejo y empleo de
los dineros públicos, teniendo asimismo la misión de señalar los
sectores de la administración financiera que pueden ser mejorados
desde el doble punto de vista de las entradas y las salidas. Con
estas explicaciones basta. ¿No os parece que con una organización
de esta naturaleza el poder absoluto se vería en aprietos?

Maquiavelo- Os confieso que esta incursión en las finanzas todavía


me aterra. Me habéis cogido por mi lado débil: os dije que era poco
entendido en estas materias; mas tendría, os lo aseguro, ministros
que sabrían replicar a todo y demostrar el peligro de la mayor parte
de tales medidas.

Montesquieu- ¿No podríais, siquiera en parte, hacerlo vos mismo?

Maquiavelo- Desde luego. Reservo a mis ministros la tarea de


producir hermosas teorías; en ello consistirá su principal ocupación;
en cuanto a mí mismo, más os hablaré de finanzas como político que
como economista. Hay un hecho que parecéis propenso a olvidar y
es que la cuestión de las finanzas es, de todos los aspectos de la
política, el que mejor se ajusta a las máximas del Tratado del
Príncipe. Esos Estados con presupuestos tan metódicamente
ordenados y sus cuentas oficiales tan en regla, me hacen el efecto de
esos comerciantes que, llevando sus libros a la perfección, van a
parar a la ruina. ¿Quién, decidme, tiene presupuestos más abultados
que vuestros gobiernos parlamentarios? ¿Qué cuesta más caro que la
república democrática de los Estados Unidos, que la república
monárquica de Inglaterra? Cierto es que los inmensos recursos de
esta última potencia se hallan al servicio de la más profunda, la más
inteligente de las políticas.

Maurice Joly 244


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Os habéis apartado del tema. ¿A dónde queréis


llegar?

Maquiavelo- A esto: a que las normas que rigen para la


administración financiera de loa Estados no guardan relación alguna
con las de la economía doméstica, como al parecer pretenden
demostrarlo vuestras concepciones.

Montesquieu- ¡Ah! ¡ah! ¿la misma diferencia que entre la política y


la moral?

Maquiavelo- Pues bien, sí, ¿no es acaso esto universalmente


reconocido y practicado? ¿Acaso no sucedía lo mismo en vuestros
tiempos, mucho menos avanzados sin embargo en este terreno? ¿Y
no dijisteis vos mismo que en finanzas de los Estados se permitían
licencias que harían ruborizar al más descarriado hijo de familia?

Montesquieu- Dije eso, es verdad, mas si extraéis de ello un


argumento favorable a vuestra tesis, será para mí una verdadera
sorpresa.

Maquiavelo- Queréis decir, sin duda, que no hay que dar


prevalencia a lo que se hace, sino a lo que se debe hacer.

Montesquieu- Precisamente.

Maurice Joly 245


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- A ello os respondo que se debe querer lo posible, y que


lo que se hace universalmente no puede dejar de hacerse.

Montesquieu- Esto es práctica pura, lo admito.

Maquiavelo- Y tengo la sospecha de que si hiciéramos el balance de


las cuentas, como vos decís, mi gobierno, absoluto como es, costaría
menos caro que el vuestro; dejemos sin embargo esta disputa que
carece de interés. Os equivocáis y mucho si creéis que me aflige la
perfección de los sistemas financieros que acabáis de describirme.
Me regocijo con vos por la regularidad en la percepción de los
impuestos, la integridad de la recaudación; me complace la exactitud
de las cuentas, sí, me complace muy sinceramente. ¿Creéis que se
trata de que el soberano mete las manos en los cofres del Estado, de
que maneja los dineros públicos? Semejante lujo de precauciones es
en verdad pueril. ¿Acaso el peligro es este? Tanto mejor, lo digo
nuevamente, si los fondos se recaudan, se mueven y circulan con la
precisión milagrosa que me habéis explicado. Es mi intención,
precisamente,, utilizar para el esplendor de mi reinado todas esas
maravillas de contabilidad, todas esas bellezas orgánicas de la
materia financiera.

Montesquieu- Tenéis vis comica. Lo que más asombro me causa en


vuestras teorías financiera es que están en contradicción formal con
lo que al respecto decís en el Tratado del Príncipe, donde
aconsejáis severamente, no solo la economía en finanzas, sino hasta
la avaricia. ( Tratado del Príncipe, capítulo XVI)

Maurice Joly 246


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- Hacéis mal en asombraros, pues desde este punto de


vista las épocas no son las mismas, y uno de mis principios más
esenciales es el de acomodarse a todos los tiempos. Volvamos a
nuestro tema y dejemos por ahora un poco de lado, os lo ruego, lo
que me decíais acerca de vuestro tribunal de cuentas: esta institución
¿pertenece al orden judicial?

Montesquieu- No.

Maquiavelo- Es, pues, un cuerpo puramente administrativo. Lo


supongo perfectamente irreprochable. Mas no veo qué se adelanta
con que verifiquen todas las cuentas. ¿Impide que los créditos se
voten, que se realicen los gastos? Sus fallos de verificación no
aclaran más la situación que los presupuestos mismos. Es, en verdad,
un tribunal que se limita a consignar, sin amonestar; es una
institución ingenua que no vale la pena discutir; la conservo tal cual
es al parecer, sin inquietud.

Montesquieu- ¡La conserváis, decís! ¿Os proponéis acaso atentar


contra los otros sectores de la organización financiera?

Maquiavelo- Me imagino que no lo habréis puesto en duda. ¿O


creéis que después de un golpe de Estado político no es inevitable un
golpe de Estado financiero? ¿Por qué no me valdré de mi
omnipotencia para esto como para lo demás? ¿Qué virtud mágica
podría preservar entonces vuestras reglamentaciones financieras?
Soy como el gigante de no recuerdo qué cuento, a quien los pigmeos
habían cargado de cadenas durante su sueño; y que al levantarse, las
rompió sin darse cuenta. Al día siguiente de mi advenimiento, ni
siquiera se planteará la cuestión de votar el presupuesto; lo decretaré

Maurice Joly 247


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

en virtud de medidas extraordinarias, abriré dictatorialmente los


créditos necesarios y los haré aprobar por mi consejo de Estado.

Montesquieu- ¿Y continuaréis así?

Maquiavelo- No, por cierto. A partir del año siguiente, volveré a la


legalidad; porque no pretendo destruir directamente cosa alguna, os
lo he dicho ya varias veces. Existen reglamentos que son anteriores a
mí, y dicto otros nuevos. Me habéis hablado de la votación del
presupuesto, por dos leyes diferentes: considero desacertada esta
medida. Una situación financiera puede verse mucho mejor cuando
se vota al mismo tiempo el presupuesto de entradas y el de salidas.
Mi gobierno es un gobierno laborioso; hay que evitar que el tiempo
tan precioso de las deliberaciones públicas se pierda en discusiones
inútiles. De ahora en adelante, el presupuesto de entradas y el de
salidas estarán comprendidos en una sola ley.

Montesquieu- Bien. ¿Y la ley que prohíbe abrir créditos


suplementarios salvo mediante el voto previo de la Cámara?

Maquiavelo- La derogo; creo que comprenderéis la razón.

Montesquieu- La comprendo.

Maquiavelo- Es una ley que sería inaplicable bajo cualquier


régimen.

Maurice Joly 248


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Y la discriminación de los créditos, el voto por


partidas?

Maquiavelo- Imposible mantenerla: el presupuesto de gastos no se


votará más por partidas, sino por ministerios.

Montesquieu- Esto me perece un error grande como una montaña,


pues el voto por ministerio solo presenta al examen de cada uno de
ellos un total. Es utilizar, para tamizar los gastos públicos, un tonel
sin fondo en lugar de una criba.

Maquiavelo- Esto no es exacto, porque cada crédito, tomado en su


conjunto, presenta distintos elementos, partidas como vos decís; se
las examinará si se quiere, pero la votación se hará por ministerio,
xon la facultad de hacer transferencias de una partida a otra.

Montesquieu- ¿Y de un ministerio a otro?

Maquiavelo- No, no llegaré a tanto; quiero mantenerme dentro de


los límites de lo necesario.

Montesquieu- Sois en verdad moderado; ¿y creéis que estas


innovaciones financieras no sembrarán la alarme en el país?

Maurice Joly 249


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Por qué queréis que alarmen más que mis otras
medidas políticas?

Montesquieu- Pues porque estas atentan contra los intereses


materiales de todo el mundo.

Maquiavelo- ¡Ho! esos son matices demasiado sutiles.

Montesquieu- ¡Sutiles! ¡Habéis elegido bien la palabra! No hagáis


vos mismo sutilezas y decid sencillamente que país que no puede
defender sus libertades, no puede defender su dinero.

Maquiavelo- ¿De qué podrán quejarse, puesto que he conservado


los principios esenciales del derecho público en materia financiera?
¿Acaso no se establece, no se recauda regularmente el impuesto?
¿Acaso no se votan regularmente los créditos? ¿Acaso aquí como en
otras partes, no descansa todo sobre la base del sufragio popular?
No, mi gobierno no estará, sin duda, reducido a la indigencia. El
pueblo que me ha aclamado, no solo soporta a gusto el resplandor
del trono, sino que loa quiere, lo busca en un príncipe que es la
expresión de su poderío. Solo odia realmente una cosa, y es la
riqueza de sus semejantes.

Montesquieu- No os escapéis todavía; no habéis llegado a la meta;


con mano inexorable os traigo nuevamente a la cuestión del
presupuesto. Por más que digáis, su organización misma detiene el
desarrollo de vuestro poderío. Es un marco de cual es posible
evadirse, pero solo con riesgos y peligros. Se lo publica, sus

Maurice Joly 250


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

elementos son conocidos; permanece como el barómetro de la


situación.

Maquiavelo- Concluyamos, pues, con este punto, ya que así lo


queréis.

Maurice Joly 251


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO VIGECIMO

Maquiavelo- El presupuesto es un marco, decís; sí, pero un marco


elástico que se adapta a la medida de nuestros deseos. Y estaré
siempre dentro de ese marco, jamás fuera.

Montesquieu- ¿Qué queréis decir?

Maquiavelo- ¿Debo y enseñaros cómo ocurren las cosas, aun en los


Estados donde la organización presupuestaria ha sido llevada a su
grado más lato de perfección? La perfección consiste precisamente
en saber salir, por medio de ingeniosos artificios, de un sistema de
limitación puramente ficticio en verdad.

¿Qué es vuestro presupuesto anualmente votado? Nada más que un


reglamento provisorio, un cálculo, apenas aproximado, de los
principales hechos financieros. La situación jamás es definitiva sino
después de concretados los gastos que la necesidad ha hecho surgir
en el correr del año. En vuestros presupuestos, se discriminan no sé
cuántas variedades de créditos que responden a todas las
eventualidades posibles: los créditos complementarios,
suplementarios, extraordinarios, provisorios, excepcionales, ¡qué se
y! Y cada uno de estos créditos origina, por sí solo, otros tantos
presupuestos diferentes. Ved ahora cómo ocurren las cosas. El
presupuesto general, el que se vota al comienzo del año, indica,
supongamos, en total, un crédito de 800 millones. Al llegar a la
mitad del año, los hechos financieros ya no corresponden a las
previsiones primitivas; entonces se presenta ante las Cámaras lo que
se llama un presupuesto rectificativo, y este presupuesto agrega 100,
150 millones a la cifra original. Llega a continuación el presupuesto

Maurice Joly 252


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

suplementario: agrega 60 o 60 millones; y por último, la liquidación,


que a su vez agrega otros 15, 20 o 30 millones. En suma, en el
balance general, la diferencia total es un tercio de la cifra prevista.
Sobre esta última cifra recae, en forma de homologación, el voto
legislativo de las Cámaras. De esta manera, al cabo de diez años, se
puede duplicar y hasta triplicar el presupuesto.

Montesquieu- No pongo en duda que esta acumulación de gastos


pueda ser el resultado de vuestras maniobras financieras; sin
embargo, en los Estados donde se eviten vuestros procedimientos, no
acontecerá nada semejante. Además, no habéis terminado aún: es
imprescindible, en definitiva, que los gastos se equilibren con los
ingresos; ¿cómo pensáis lograr tal cosa?

Maquiavelo- Se puede decir que aquí todo depende del arte de


agrupar las cifras y de ciertas discriminaciones de gastos, con cuya
ayuda se obtiene la latitud necesaria. Así, por ejemplo, la
discriminación entre el presupuesto ordinario y el presupuesto
extraordinario puede prestar un importante auxilio. Al amparo de la
palabra extraordinario pueden encubrirse fácilmente ciertos gastos
discutibles y determinados ingresos más o menos problemáticos.
Supongamos que tengo, por ejemplo, 20 millones de gastos, a los
cuales es preciso hacer frente con 20 millones de ingresos; registro
en el haber una indemnización de guerra de 20 millones, no cobrada
aún, pero que lo será más tarde, o de lo contrario un aumento de 20
millones en el producto de los impuestos, que recaudará al año
siguiente. Esto en cuanto a las entradas; no multiplico los ejemplos.
Con respecto a los gastos, se puede recurrir al procedimiento
contrario: en lugar de agregar, se deduce. De este modo se separarán,
por ejemplo, del presupuesto de gastos, los correspondientes a la
percepción de los impuestos.

Maurice Joly 253


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Y con qué pretexto, queréis decirme?

Maquiavelo- Se puede decir, y a mi entender con razón, que no


constituye un gasto del Estado. Se puede incluso, por la misma
razón, no hacer figurar en el presupuesto de gastos lo que cuesta el
servicio provincial y comunal.

Montesquieu- Podéis ver que no discuto nada de todo esto; pero


¿qué hacéis con esos ingresos que son déficit, y con los gastos que
elimináis?

Maquiavelo- La solución, en esta materia, estriba en la diferencia


entre el presupuesto ordinario y el extraordinario. Es en este último
donde deben figurar los gastos que os preocupan.

Montesquieu- Pero en última instancia estos dos presupuestos se


suman y la cifra definitiva de los egresos sale a la luz.

Maquiavelo- No se deben sumar; al contrario. El presupuesto


ordinario aparece solo; el extraordinario es inexacto al que se
subviene por otros medios.

Montesquieu- ¿Y cuáles son estos medios?

Maurice Joly 254


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- No me hagáis ir tan de prisa. Veis, pues, ante todo que


existe una manera particular de presentar el presupuesto, de
disimular, si el preciso, su elevación creciente. No hay gobierno
alguno que no se vea en la necesidad de actuar así; en los países
industriales existen recursos inagotables, más como vos mismo lo
señalabais, esos países son avaros, desconfiados: cuestionan los
gastos más necesarios. La política financiera, lo mismo que la otra,
no puede ya jugarse con las cartas a la vista; uno se vería detenido a
cada paso; sin embargo, en definitiva, y gracias, convengo con ello,
al perfeccionamiento del sistema presupuestario, todo concuerda,
todo está clasificado, y si el presupuesto tiene sus misterios, tiene
también sus transparencias.

Montesquieu- Sin suda sólo para los iniciados. Advierto que


convertiréis la legislación financiera en un formalismo tan
impenetrable como el procedimiento judicial de los romanos, en los
tiempos de las Doce Tablas. Prosigamos empero. Puesto que
vuestros gastos aumentan, es imprescindible que vuestros recursos
se incrementen en la misma proporción. ¿Hallaréis, como Julio
César, un valor de dos mil millones de francos en los cofres del
Estado, o descubriréis las minas del Potosí?

Maquiavelo- Tenéis ocurrencias harto ingeniosas; haré lo que hacen


todos los gobiernos posibles: pediré préstamos.

Montesquieu- Aquí quería traeros. Cierto es que son pocos los


gobiernos que no se ven en la necesidad de recurrir al préstamo;
mas es cierto también que están obligados a utilizarlos con

Maurice Joly 255


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

moderación; no podrían, sin inmoralidad y sin peligro, gravar a las


generaciones futuras con cargas exorbitantes y desproporcionadas a
los recursos probables. ¿En qué forma se hacen los empréstitos?
Mediante emisiones de títulos que contienen la obligación por parte
del gobierno de pagar un interés en proporción al capital facilitado.
Di el empréstito es al 5%, por ejemplo, el Estado, al cabo de veinte
años, ha pagado una suma igual al capital recibido; al cabo de
cuarenta, una suma doble; al cabo de sesenta, el triple, y sigue, no
obstante, siendo deudor de la totalidad del capital. Se puede agregar
que si el Estado aumentase indefinidamente su deuda, sin hacer
nada por disminuirla, se verá ante la imposibilidad de tomar nuevos
préstamos o ante la quiebra. Estos resultados son fáciles de
entender: no hay país alguno donde no sea comprendido por todos.
Es por ello que los Estados modernos han procurado introducir una
limitación necesaria al incremento de los impuestos. Han
imaginado, a tal efecto, lo que se llama el sistema de amortización,
una combinación realmente admirable por su simplicidad y por la
practicidad de su ejecución. Se ha creado un fondo especial, cuyos
recursos capitalizados se destinan al rescate permanente de la
deuda pública, en cuotas sucesivas; de este modo, cada vez que el
Estado realiza un empréstito, debe dotar al fondo de amortización
de cierto capital destinado a redimir, dentro de un lapso dado, la
nueva deuda. Como veis, este sistema de limitación es indirecto, y en
ello radica su fuerza. Por medio de la amortización, el país dice a su
gobierno: pediréis un empréstito si os veis forzado a hacerlo, sea;
pero deberéis procuraros sin cesar por hacer frente a la nueva
obligación que contraéis en mi nombre. Cuando uno está obligado a
amortizar constantemente, piensa dos veces antes de tomar un
préstamo. Si amortizáis con regularidad, os concedo vuestros
préstamos.

Maquiavelo- ¿Y por qué pretendéis que amortice, queréis decirme?


¿Cuáles son los Estados en que la amortización se realiza en forma
regular? Hasta en Inglaterra se admite la prórroga; el ejemplo cunde,
me imagino; lo que no se hace en parte alguna, no puede hacerse.

Maurice Joly 256


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Así que suprimís la amortización?

Maquiavelo- No he dicho tal cosa, no mucho menos; permitiré el


funcionamiento de ese mecanismo y mi gobierno empleará los
fondos que produce; esta combinación resultará muy ventajosa. En
oportunidad de presentarse el presupuesto se podrá, de vez en
cuando, hacer figurar en las entradas el producto de la amortización
del año siguiente.

Montesquieu- Y al año siguiente figurará en las salidas.

Maquiavelo- Eso no lo sé, dependerá de las circunstancias, pues


mucho lamentaré que esta institución no pueda funcionar con más
regularidad. A este respecto, la explicación les sería a mis ministros
harto dolorosa. Dios mío, no pretendo que, desde el punto de vista
financiero, mi administración no habrá de tener ciertos aspectos
criticables; sin embargo, cuando los hechos están convenientemente
presentados, se pasan por alto muchas cosas. No olvidéis que la
administración financiera es, en muchos sentidos una cuestión de
prensa.

Montesquieu- ¿Qué estáis diciendo?

Maquiavelo- ¿No me habéis dicho que la esencia misma del


presupuesto era la publicidad?

Maurice Joly 257


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Sí.

Maquiavelo- Y bien, ¿acaso los presupuestos no van acompañados


de informes, explicaciones, documentos oficiales de todo tipo?
¡Cuántos recursos proporcionan al soberano estas comunicaciones
públicas, cuando se encuentra rodeado de hombres hábiles! Deseo
que mi ministro de finanzas hable el lenguaje de las cifras con
claridad admirable y que en su estilo literario sea, además, de una
pureza irreprochable.

Es conveniente repetir sin cesar lo que es verdad, o sea que “la


gestión de los dineros públicos se realiza en la actualidad a la luz
del día”.

Esta proposición incontestable debe ser presentada en mil formas


distintas; quiero que se escriban frases como ésta:

“Nuestro sistema de contabilidad, fruto de una larga experiencia, se


singulariza por la claridad y la certeza de sus procedimientos. No
sólo impide abusos sino que no proporciona a nadie, desde el último
de los funcionarios hasta el Jefe de Estado mismo, ninguna
posibilidad de desviar de su destino la mínima suma, ni de
malversarla.”

Utilizaremos vuestro lenguaje: ¿acaso hay otro mejor? Y diremos:

Maurice Joly 258


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

“La excelencia del sistema financiero descansa sobre dos bases:


control y publicidad. El control impide que un solo céntimo pueda
salir de las manos de los contribuyentes para ingresar en las cajas
públicas, pasar de una caja a otra, y salir de ella para ir a parar a
manos de un acreedor del Estado, sin que la legitimidad de su
percepción, la regularidad de sus movimientos, la legitimidad de su
empleo, sean fiscalizados por agentes responsables, verificados
judicialmente por magistrados inamovibles, y definitivamente
sancionados por la Cámara legislativa”.

Montesquieu- ¡Oh Maquiavelo!, no hacéis más que burlaros, mas


vuestras burlas tienen algo de infernal.

Maquiavelo- Olvidáis donde nos encontramos.

Montesquieu- Desafiáis al cielo.

Maquiavelo- Dios sondea los corazones.

Montesquieu- Continuad.

Maquiavelo- Al comienzo del año presupuestario, el


superintendente de finanzas hablará de esta manera:

Maurice Joly 259


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

“ Nada altera, asta este momento, las previsiones del presupuesto


actual. Sin forjarnos ilusiones, tenemos la más serias razones para
esperar que, por primera vez después de muchos años, el
presupuesto, a pesar del servicio de empréstitos, presentará en
resumidas cuentas, u equilibrio real. Este resultado tan deseable,
obtenido en tiempos excepcionalmente difíciles, es la mejor prueba
de que el movimiento ascendente de la riqueza pública no se ha
retrasado jamás”.

Maquiavelo- Aroseguid.

Maquiavelo- Con referencia a esto, se hablará de la amortización,


que tanto os preocupaba hace un instante; se dirá:

“Muy pronto comenzará a funcionar la amortización. Si el proyecto


que se ha concebido se concretase, si las rentas del Estado
continuasen progresando, no sería posible que en el presupuesto que
se presentará dentro de cinco años, las deudas públicas quedasen
saldadas merced a un excedente en los ingresos”.

Montesquieu- Vuestras esperanzas son a largo plazo; pero a


propósito de la amortización, si después de haber prometido ponerla
en funcionamiento, nada se hace, ¿qué diréis?

Maquiavelo- Se dirá que no se había elegido bien el momento, que


todavía es preciso esperar. Se puede llegar mucho más lejos: ciertos
economistas reputados cuestionan la eficacia real de la amortización.
Esas teorías, las conocéis, puedo recordároslas.

Maurice Joly 260


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Es inútil.

Maquiavelo- Se hace publicar esas teorías por periódicos no


oficiales, uno mismo las insinúa, y por fin un día se las puede
confesar en alta voz.

Montesquieu- ¡Cómo! ¡Después de haber reconocido anteriormente


la eficacia de la amortización, de haber exaltado sus méritos!

Maquiavelo- Más, ¿acaso los datos de la ciencia no cambian?


¿Acaso un gobierno esclarecido no debe seguir, paso a paso, los
progresos económicos de su siglo?

Montesquieu- Nada más perentorio. Dejemos la amortización.


Cuando no hayáis podido cumplir ninguna de vuestras promesas,
cuando, después de haber hecho vislumbrar excedentes de ingresos,
os encontraréis desbordado por las deudas, ¿qué diréis?

Maquiavelo- Tendremos, si es menester, la audacia de reconocerlo.


Semejante franqueza, cuando emana de un poder fuerte, honra a los
gobiernos y emociona a los pueblos. En compensación, mi ministro
de finanzas se empeñará en demostrar que la elevación de la cifra de
gastos no significa nada. Dirá, lo que es verdad: “Que la práctica
financiera demuestra que los descubiertos nunca se confirman
plenamente, que en el correr del año surgen por lo general nuevos
recursos, principalmente en virtud del aumento del producto de los

Maurice Joly 261


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

impuestos; que, por lo demás, una porción considerable de los


créditos votados, al no haber sido utilizada, quedará anulada”.

Montesquieu- ¿Y esto ocurrirá?

Maquiavelo- Algunas veces hay, vos lo sabéis, en finanzas, frases


hechas, expresiones estereotipadas, que cansan profunda impresión
en el público, lo calman, lo tranquilizan.

Así, al presentar con arte tal o cual deuda pasiva, se dice: “Esta cifra
no tiene nada de exorbitante; - es normal, concuerda con los
antecedentes presupuestarios; - la cifra de la deuda flotante es
simplemente tranquilizadora. Hay una multitud de locuciones
parecidas que no voy a citaros, porque existen otros artificios
prácticos, más importantes, acerca de los cuales debo llamar vuestra
atención.

En primer término, es preciso insistir en todos los documentos


oficiales, sobre la prosperidad, la actividad comercial y el progreso
siempre creciente del consumo.

Cuando al contribuyente se le repiten estas cosas, se impresiona


menos por la desproporción de los presupuestos, y es posible
repetírselas hasta el cansancio sin que en ningún momento desconfíe;
tan mágico es el efecto que los papeles autenticados producen en el
espíritu de los tontos burgueses. Cuando el equilibrio entre los
presupuestos se rompe, y se desea, para el año siguiente, preparar el
espíritu público para un desengaño, se anuncia por anticipado, en un
informe, que el año próximo el descubierto sólo ascenderá a
tanto.

Maurice Joly 262


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Si es descubierto resulta inferior a lo previsto, es un verdadero


triunfo; si es superior, se dice: “El Déficit ha sido mayor que el que
se había previsto; sin embargo, el año precedente alcanzó una
cifra más alta; en resumidas cuentas, la situación ha mejorado, pues
se ha gastado menos pese a haber atravesado circunstancias
excepcionalmente difíciles: guerra, hambre, epidemias, crisis
imprevistas de subsistencias, etc.”

“ No obstante, el año próximo, el aumento de las entradas permitirá,


según todas las probabilidades, alcanzar el equilibrio tan largamente
anhelado: se reducirá la deuda, y el presupuesto resultará
convenientemente equilibrado. Todo permite esperar que este
progreso continúe, y, salvo acontecimientos extraordinarios, el
equilibrio pasará a ser lo habitual en nuestras finanzas, como es la
norma”

Montesquieu- Esto es alta comedia; no se adquirirá el hábito, ni se


aplicará la norma, pues me imagino que, bajo vuestro reinado,
siempre habrá alguna circunstancia extraordinaria, una guerra, una
crisis de subsistencias.

Maquiavelo- No sé si habrá crisis de subsistencias; lo que es


indudable, es que mantendré muy alto el estandarte de la dignidad
nacional.

Montesquieu- Es lo menos que podéis hacer. Si conquistáis la


gloria, no os deberán por ello ninguna gratitud, pues esa gloria, en
vuestras manos, no es más que un instrumento de gobierno; no será
elle la que amortizará las deudas de vuestro Estado.

Maurice Joly 263


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
VIGECIMOPRIMERO

Maquiavelo- Me temo que abriguéis ciertos prejuicios con respecto


a los empréstitos; son valiosos en más de un sentido: vinculan las
familias al gobierno; constituyen excelentes inversiones para los
particulares, y los economistas modernos reconocen formalmente en
nuestros días que, lejos de empobrecer a los Estados, las deudas
públicas los enriquecen. ¿Me permitís que os explique cómo?

Montesquieu- No, porque creo conocer esas teorías. Puesto que


siempre habláis de tomar en préstamo y jamás reembolsar, quisiera
saber ante todo a quién pensáis pedir tantos capitales, y con qué
motivos los solicitaréis.

Maquiavelo- Las guerras exteriores prestan, para ello, un valioso


auxilio. A los grandes estados les permite obtener préstamos de 500
a 600 millones; se procura gastar la mitad o los dos tercios, y el resto
va a parar al Tesoro, para los gastos internos.

Montesquieu- ¡Quinientos o seiscientos millones! ¿Y cuáles son los


banqueros de los tiempos modernos que pueden negociar préstamos
cuyo capital equivaldría, por sí solo, a toda la riqueza de ciertos
Estados?

Maquiavelo- ¡Ah!, ¿estáis todavía en esos procedimientos


rudimentarios? Permitid que os lo diga, es casi la barbarie en materia

Maurice Joly 264


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

de economía financiera. En nuestros días, los préstamos ya no se


piden a los banqueros.

Montesquieu- ¡Y a quién, entonces?

Maquiavelo- En lugar de concertar negocios con capitales, que se


entienden entre ellos para eliminar la puja, cuyo exiguo número
suprime la competencia, uno se dirige a todos sus súbditos: a los
ricos, a los pobres, a los artesanos, a los comerciantes, a quienquiera
tenga algún dinero disponible; se abre en suma, lo que se llama una
suscripción pública y, para que todos y cada uno pueda adquirir
rentas, se la divide en cupones de sumas muy pequeñas. Luego se
venden a diez francos de renta, cinco francos de renta hasta cien mil,
un millón de francos de renta. Al día siguiente de su emisión, el
valor de estos títulos estará en alza, se valorizan, se dice; una vez que
el hecho se conoce, todos se precipitan a adquirirlos: es lo que se
llama el delirio. En los pocos días los cofres del Tesoro rebosan; se
recibe tanto dinero que no se sabe dónde meterlo; sin embargo, uno
se las arregla para tomarlo, porque si la suscripción supera el capital
de las rentas emitidas, uno puede darse el lujo de producir un
profundo efecto en la opinión pública.

Montesquieu- ¡Ha!

Maquiavelo- Se devuelve a los retrasados su dinero. Esto se hace


con bombos y platillos, y con el acompañamiento de una vasta
publicidad periodística. Es el efecto teatral previsto. El excedente
asciende algunas veces a doscientos o trescientos millones: juzgad
hasta qué punto esta confianza del país en el gobierno se contagia al
espíritu público.

Maurice Joly 265


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Una confianza que, por lo que entreveo, se confunde


con un desenfrenado espíritu de agiotaje. Había oído hablar, es
cierto, de esta combinación, pero todo, en vuestra boca, es
verdaderamente fantasmagórico. Pues bien, sea, tenéis dinero a
manos llenas...

Maquiavelo- Tendré más aún de lo que imagináis, porque en las


naciones modernas hay fuertes instituciones bancarias que pueden
prestar directamente al Estado 100 y 200 millones a la tasa de interés
ordinario; también las grandes ciudades pueden prestar. En esas
mismas naciones existen otras instituciones llamadas de previsión:
son cajas de ahorros, cajas de socorros, cajas de pensiones y retiros.
El Estado acostumbra a exigir que sus capitales, que son inmensos,
que pueden algunas veces elevarse a 500 o 600 millones, ingresen al
Tesoro público, donde se incorporan al fondo común, pagándose
intereses insignificantes a quienes los depositan.

Por lo demás, los gobiernos pueden procurarse fondos en la misma


forma que los banqueros. Emiten bonos a la vista por sumas de 200 o
300 millones, especies de letras de cambio sobre las que la gente se
abalanza antes de que entren en circulación.

Montesquieu- Permitidme que os interrumpa; no habláis de nada


más que de pedir préstamos o de emitir letras de cambio; ¿nunca os
preocuparéis por pagar alguna cosa?

Maquiavelo- Debo deciros todavía que, en caso de necesidad, se


pueden vender los dominios del Estado.

Maurice Joly 266


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¡Ahora vendéis! Pero en definitiva, ¿no os


preocuparéis por pagar?

Maquiavelo- Sin duda alguna; ha llegado el momento de deciros


ahora en qué forma se hace frente al pasivo.

Montesquieu- Se hace frente al pasivo, decís: desearía una


expresión más exacta.

Maquiavelo- Me sirvo de esta expresión porque la considero de una


exactitud real. No siempre se puede redimir al pasivo, pero en
cambio se la puede hacer frente; hasta es una expresión muy
enérgica, pues el pasivo es un enemigo temible.

Montesquieu- Y bien, ¿cómo le haréis frente?

Maquiavelo- Los medios para este fin son muy variados; ante todo
están los impuestos.

Montesquieu- Es decir, el pasivo empleado para pagar el pasivo.

Maquiavelo- Me habláis como economista, no como financiero. No


confundáis. Con el producto de un impuesto se puede pagar en

Maurice Joly 267


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

realidad. Sé que el impuesto suscita protestas; si el que se ha


establecido molesta, se lo sustituye por otro, o se restablece el mismo
con otro nombre. Hay quienes tienen un gran arte, vos lo sabéis, para
descubrir los puntos vulnerables en materia impositiva.

Montesquieu- No tardaréis en aplastarlo, me imagino.

Maquiavelo- Hay otros medios: está lo que se llama la conversión.

Montesquieu- ¡Ah! ¡ah!

Maquiavelo- Esto en lo relativo a la deuda llamada consolidada, es


decir, la proveniente de la emisión de empréstitos. Se dice, por
ejemplo, a los rentistas del Estado: hasta hoy os he pagado el 5 por
ciento de vuestro dinero; ésa era la tasa de vuestra renta. En adelante
no os pagaré más que el 4.5 o el 4 por ciento. O consentís a esta
reducción o recibís el reembolso del capital que me habéis prestado.

Montesquieu- Mas si en verdad se devuelve el dinero el proceder me


parece todavía bastante honesto.

Maquiavelo- Se devuelve, sin duda, si alguien lo reclama; muy


pocos, sin embargo, se toman esa molestia; los rentistas tienen sus
hábitos; sus fondos están colocados; ellos tienen confianza en el
Estado; prefieren una renta menor y una inversión segura. Si todo el
mundo reclamase el dinero, es evidente que el Tesoro se vería en

Maurice Joly 268


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

figurillas. Pero esto no sucede jamás y por este medio uno se libra de
un pasivo de varias centenas de millones.

Montesquieu- Es por más que se diga, un expediente inmoral; un


empréstito forzado que debilita la confianza pública.

Maquiavelo- No conocéis a los rentistas. He aquí otra combinación


relativa a otro tipo de deuda. Os decía hace un instante que el Estado
tenía a su disposición los fondos de las cajas de previsión y que se
servía de ellos mediante el pago de un exiguo interés, con el
compromiso de restituirlos al primer requerimiento. Si, después de
haberlos manejado durante largo tiempo, no está más en condiciones
de devolverlos, consolida la deuda que flota entre sus manos.

Montesquieu- Sé lo que significa esto; el Estado dice a los


depositantes: Queréis vuestro dinero; ya no lo tengo; tenéis la renta.

Maquiavelo- Precisamente, y consolida de la misma manera todas


las deudas que no puede redimir. Consolida los bonos del tesoro, las
deudas contraídas con las ciudades, con los bancos, en suma todas
aquellas que muy pintorescamente se llaman la deuda flotante,
porque se compone de créditos con asiento indeterminado, y cuyo
vencimiento es más o menos próximo.

Montesquieu- Tenéis medios singulares para liberar al Estado.

Maurice Joly 269


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo- ¿Qué podéis reprocharme? ¿Hago acaso algo distinto


de lo que hacen los demás?

Montesquieu- ¡Oh!, si todo el mundo lo hace, sería preciso, en


efecto, ser muy duro para reprochárselo a Maquiavelo.

Maquiavelo- No os menciono ni la milésima parte de las


combinaciones que es posible emplear. Lejos de temer el
acrecentamiento de las rentas perpetuas, quisiera que la riqueza
pública en pleno estuviese invertida en rentas; haría que las ciudades,
las comunas, los establecimientos públicos convirtiesen en rentas sus
inmuebles o sus capitales mobiliarios. El interés mismo de mi
dinastía me ordenaría adoptar estas medidas financieras. No habría
en mi reino un solo escudo que no estuviese sujeto por un hilo a mi
existencia.

Montesquieu- Mas, aun desde este punto de vista, desde este punto
de vista fatal ¿lograréis vuestro propósito? ¿No os precipitáis de la
manera más directa, a través de la ruina del Estado, a vuestra
propia ruina? ¿No sabéis que en todas las naciones de Europa
existen vastos mercados de fondos públicos, donde la prudencia, la
sabiduría, la probidad de los gobiernos se pone en subasta? De la
manera en que manejáis vuestras finanzas, vuestros fondos serían
rechazados con pérdida en los mercados extranjeros, y se cotizarían
a los precios más bajos aun en la Bolsa de vuestro propio reino.

Montesquieu- Mstáis en un flagrante error. Un gobierno glorioso,


como sería el mío, no puede sino gozar de amplio crédito en el
exterior. En el interior, su vitalidad dominaría todos los temores. No
quisiera, por lo demás, que el crédito de mi Estado dependiese de las

Maurice Joly 270


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

congojas de algunos mercaderes; dominaría a la Bolsa por medio de


la Bolsa.

Montesquieu- ¿Todavía más?

Montesquieu- Tendría establecimientos de crédito gigantescos,


instituciones en apariencia para prestar a la industria, pero cuya
función más real consistirá en sostener la renta. Capaces de lanzar
sobre la plaza de títulos por 400 o 500 millones, o de enrarecer el
mercado en las mismas proporciones, esos monopolios financieros
serán siempre dueños de la situación. ¿Qué opinas de esta
combinación?

Montesquieu- ¡Cuántos buenos negocios realizarán en esas casas


vuestros ministros, vuestros favoritos, vuestras amantes! ¿Queréis
decir que vuestro gobierno va a realizar operaciones bursátiles al
amparo del secreto de Estado?

Maquiavelo.- ¡Qué estáis diciendo!

Montesquieu- Explicadme si no la existencia de tales casas. En


tanto permanecíais en el terreno de las doctrinas, uno podía
equivocarse acerca del verdadero nombre de vuestra política; desde
que estáis en las aplicaciones, ya no es posible. Vuestro gobierno
será único en la historia; nadie podrá jamás calumniarlo.

Maurice Joly 271


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- Si alguien en mi reino se atreviese a decir lo que


acabáis de sugerir, desaparecería como fulminado por un rayo.

Montesquieu- El rayo es un magnífico argumento; os hace feliz


tenerlo a vuestra disposición. ¿Habéis concluido con las finanzas?

Maquiavelo.- Sí.

Montesquieu- La hora avanza a pasos agigantados.

Maurice Joly 272


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

CUARTA PARTE

Maurice Joly 273


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
VIGECIMOSEGUNDO

Montesquieu- Antes de haberos escuchado, no conocía bien ni el


espíritu de las leyes ni el espíritu de las finanzas. Os debo el
haberme enseñado uno y otro. Tenéis en vuestras manos el más
grande de los poderes de los tiempos modernos: el dinero. Podéis
procuraros con él casi todo cuanto deseáis. Con tan prodigiosos
recursos haréis sin duda grandes cosas; ha llegado por fin el
momento de demostrar que el bien puede surgir del mal.

Maquiavelo.- Es, en efecto, lo que me propongo demostraros.

Montesquieu- Veamos, pues.

Maquiavelo.- La más grande de mis buenas obras será ante todo el


haber proporcionado a mi pueblo la paz interior. Bajo mi reinado se
reprimen las malas pasiones, los buenos se tranquilizan y los
malvados tiemblan. A un país desgarrado antes de mí por las
facciones, le he devuelto la libertad, la dignidad, la fuerza.

Montesquieu- Después de haber cambiado tantas cosas, ¿no habréis


por ventura cambiado el sentido de las palabras?

Maquiavelo.- La libertad no consiste en la licencia, así como


tampoco la dignidad y la fuerza consisten en la insurrección y el

Maurice Joly 274


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

desorden. Mi imperio, apacible en el interior, será glorioso en el


exterior.

Montesquieu- ¿Cómo?

Maquiavelo.- Haré la guerra en las cuatro partes del mundo. Cruzaré


los Alpes, como Aníbal; guerrearé en la India, como Alejandro; en
Libia, como Escipión; iré al Atlas y al Taurus, desde las riberas del
Ganges hasta las del Mississipi, del Mississipi al río Amur. La
muralla china se derrumbará ente mi nombre; mis legiones
victoriosas defenderán, en Jerusalem, la tumba del Salvador; en
Roma, al vicario de Jesucristo; sus pasos ahollarán en el Perú el
polvo de los incas, en Egipto las cenizas se Sestrosis, en
Mesopotamia las de Nabucodonosor. Descendiente de Cesar, de
Augusto y Carlomagno, vengaré, en las orillas del Danubio, la
derrota de Varus; en las del Adigio, el desastre de Cannes; en el
Báltico, los ultrajes de los normandos.

Montesquieu- Dignaos deteneros, os lo imploro. Si así vengáis las


derrotas de todos los grandes capitanes, no daréis abasto. No os
compararé con Luis XIV, a quien Boileau decía: Gran rey, cesa de
vencer o y ceso de escribir; esta comparación os humillaría. Os
concedo que ningún héroe de la antigüedad ni de los tiempos
modernos podría compararse con vos.

Empero, no se trata de esto: la guerra en sí misma es un mal; en


vuestras manos sirve para hacer soportar un mal más grande aún, la
servidumbre; ¿dónde está, entonces, en todo esto el bien que me
habéis prometido hacer?

Maurice Joly 275


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- No es caso de valerse de equívocos; la gloria es ya por


sí misma un inmenso bien; es el más poderoso de los capitales
acumulados; un soberano que posee la gloria posee todo lo demás. El
terror de los Estados vecinos, el árbitro de Europa. Su crédito se
impone invenciblemente, pues por más que hayáis perorado acerca
de la esterilidad de las victorias, la fuerza jamás abdica sus derechos.
Se simulan guerras de ideas, se hace despliegue de desinterés y, un
buen día, se termina por apoderarse de una provincia que se codicia
y por imponer un tributo de guerra a los vencidos.

Montesquieu- Mas, permitidme, en ese sistema está perfectamente


bien actuar así, si se puede; de lo contrario, la profesión militar
sería necia en demasía.

Maquiavelo.- ¡Al fin! ¿Véis como nuestras ideas comienzan a


aproximarse un tanto?

Montesquieu- Sí, como el Atlas y el Taurus. Veamos las otras


grandes obras de vuestro reinado.

Maquiavelo.- No desdeño tanto como vos lo parecéis creer un


paralelo con Luis XIV. Creo tener más de una semejanza con ese
monarca; como él, haría construcciones gigantescas; sin embargo, en
este terreno, mi ambición llegaría mucho más lejos que la suya y que
la de los potentados más famosos; quisiera demostrar al pueblo que
los monumentos cuya construcción otrora exigía siglos, los levanto
y en pocos años. Los palacios de los reyes que me precedieron
caerán bajo el martillo de los demoledores para volver a alzarse

Maurice Joly 276


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

rejuvenecidos por formas nuevas; derrumbaré ciudades enteras para


reconstruirlas de acuerdo con planes más regulares, para obtener más
armoniosas perspectivas. No podéis imaginaros hasta qué punto las
construcciones ligan los pueblos a sus monarcas. Se podría decir que
perdonan fácilmente que se destruyan sus leyes a condición de que
se les construyan mansiones. Veréis, además, dentro de un instante,
que las construcciones sirven para fines de singular importancia.

Montesquieu- Y después de construir, ¿qué pensáis hacer?

Maquiavelo.- Os corre demasiada prisa: ¿acaso el número de las


buenas acciones es ilimitado? ¿Queréis decirme, os lo ruego, si
desde Sestrosis hasta Luis XIV, hasta Pedro I, los dos puntos
cardinales de los grandes reinados no fueron la guerra y las
construcciones?

Montesquieu- Es verdad; mas se han visto, sin embargo, soberanos


absolutos que se preocuparon por dictar buenas leyes, por mejorar
las costumbres, por introducir en ellas la sencillez y la decencia. Los
hubo que se preocuparon por el orden de las finanzas, en la
economía; quienes procuraron dejar tras de sí instituciones
perdurables, paz y tranquilidad, y aun algunas veces la libertad.

Maquiavelo.- ¡Oh!, todo eso se hará. Si vos mismo acabáis de


reconocer que los soberanos absolutos tienen sus lados buenos.

Montesquieu- ¡Ay!, no en demasía. Tratad, no obstante, de


probarme lo contrario.

Maurice Joly 277


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

¿Podéis nombrarme alguna buena?

Maquiavelo.- Daré un impulso prodigioso al espíritu de empresa: mi


reinado será el reinado de los negocios. Encauzará la especulación
por vías nuevas y hasta entonces desconocidas. Hasta se aflojarán
algunas de las clavijas de mi administración. Eximiré de
reglamentaciones a una multitud de industrias: los carniceros, los
panaderos, los empresarios teatrales serán libres.

Montesquieu- ¿Libres de hacer qué?

Maquiavelo.- Libres de amasar el pan, libres de vender la carne y


libres de organizar empresas teatrales, sin el permiso de la autoridad.

Montesquieu- No sé lo que esto significa. En los pueblos modernos


la libertad de la industria es parte del derecho común. ¿No tenéis
nada mejor para enseñarme?

Maquiavelo.- Me ocuparé sin cesar del bienestar del pueblo. Mi


gobierno le procurará trabajo.

Montesquieu- Dejad que el pueblo lo encuentre por sí mismo, será


mejor. Los poderes políticos no tienen derecho a ganar popularidad
con los dineros de sus súbditos. Las rentas públicas no son otra cosa
que una cotización colectiva, cuyo producto solo debe utilizarse

Maurice Joly 278


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

para los servicios generales; las clases obreras, cuando se las


habitúa a depender del Estado, caen en el envilecimiento; pierden su
energía, su entusiasmo, su capacidad mental para la industria. El
salario estatal les sume en una especie de vasallaje, del que ya no
podrán salvarse sino destruyendo al Estado mismo. Vuestras
construcciones engullen sumas enormes en gastos improductivos,
enrarecen los capitales, matan a la pequeña industria, aniquilan el
crédito en las capas inferiores de la sociedad. Al término de todas
vuestras combinaciones, se alza el hambre. Haced economías y
construid después. Gobernad con moderación, con justicia,
gobernad lo menos posible y el pueblo no tendrá nada que
reclamaros porque no tendrá necesidad de vos.

Maquiavelo.- ¡Ah!, con qué fría mirada contempláis las miserias del
pueblo. Los principios de mi gobierno son muy otros; llevo dentro de
mi corazón a los seres sufrientes, a los humildes. Me indigno cuando
veo a los ricos proporcionarse placeres inaccesibles a la mayoría.
Haré todo cuanto esté a mi alcance por mejorar la condición de los
trabajadores, de los jornaleros, de los que se doblegan bajo el peso
de la necesidad social.

Montesquieu- Bueno, pues; comenzad entonces por darles los


recursos que afectáis a los emolumentos de vuestros altos
dignatarios, de vuestros ministros, de vuestros personajes
consulares. Reservadles las larguezas que a manos llenas prodigáis
a vuestros pajes, a vuestros cortesanos, a vuestras queridas.

Haced más aún, renunciad a la púrpura, cuya sola visión es una


afrenta a la igualdad de los hombres. Desembarazaos de los títulos
de Majestad, Alteza, Excelencia, que en los oídos orgullosos
penetran como clavos ardientes. Llamaos Protector como Cromwell,
pero realizad los Hechos de los apóstoles; id a vivir a la choza del

Maurice Joly 279


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

pobre, como Alfredo el Grande, a dormir en los hospitales, a


acostaros como San Luis en los lechos de los enfermos. Es
demasiado fácil practicar la caridad evangélica cuando uno pasa la
vida en medio de festines, cuando descansas por la noche en lechos
suntuosos, en compañía de hermosas damas, cuando al acostarse y
al levantarse lo rodean a uno grandes personajes que se apresuran a
ponerle la camisa. Sed padre de familia y no déspota, patriarca y no
príncipe.

Si este papel no os sienta, sed jefe de una república democrática,


conceded la libertad, introducidla en las costumbres de viva fuerza,
si ese es vuestro temperamento. Sed Licurgo, sed Agesilas, sed un
Graco. Mas no sé qué es esa civilización amorfa en la que todo se
doblega, todo palidece al lado del príncipe, en la que todos los
espíritus son arrojados en el mismo molde, todas las almas en el
mismo uniforme; comprendo que se aspire a reinar sobre los
hombres, no sobre autómatas.

Maquiavelo.- He aquí un arranque de elocuencia que no puedo


detener. Son frases como estas las que derrocan a los gobiernos.

Montesquieu- ¡Ay! Jamás tenéis otra preocupación que la de


manteneros en el poder. Para poner a prueba vuestra devoción por
el bien público, bastaría pediros que descendierais del trono en
nombre del bienestar del Estado. El pueblo, del cual sois el elegido,
no tendrá más que expresar su voluntad en tal sentido para saber el
caso que hacéis de su soberanía.

Maquiavelo.- ¡Qué extraña pregunta! ¿Acaso no le resistiría por su


propio bien?

Maurice Joly 280


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¿Qué podéis saber? Si el pueblo está por encima de


vos, ¿con qué derecho subordináis su voluntad a la vuestra? Si sois
libremente aceptado, si sois no justo, sino tan solo necesario, ¿por
qué lo esperáis todo de la fuerza y nada de la razón? Hacéis bien en
temblar sin cesar por vuestro reinado, pues sois de los que duran un
día.

Maquiavelo.- ¡Un día! Duraré toda mi vida, y durarán tal vez,


después de mí, mis descendientes. Ya conocéis mi sistema político,
económico y financiero. ¿Queréis saber cuáles serán los últimos
medios con cuya ayuda hundiré hasta lo más profundo del suelo las
raíces de mi dinastía?

Montesquieu- No.

Maquiavelo.- Os rehusáis a escucharme, estáis vencido; vuestros


principios, vuestra escuela y vuestro siglo.

Montesquieu- Ya que insistís, hablad, mas que este diálogo sea el


último.

Maurice Joly 281


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
VIGECIMOTERCERO

Maquiavelo.- No respondo a ninguno de vuestros arrebatos


oratorios. Los arranques de elocuencia nada tienen que hacer aquí.
Decir a un soberano:¿tendríais a bien descender de vuestro trono por
la felicidad del pueblo? ¿No es esto una locura? O decirle si no:
puesto que sois una emanación del sufragio popular, confiaos a sus
fluctuaciones, permitid que se os discuta. ¿Os parece posible?
¿Acaso no es la ley primera de todo Estado constituido el
defenderse, no solo en su propio interés, sino en el interés del pueblo
que gobierna? ¿No he realizado por ventura los mayores sacrificios
que es posible hacer a los principios de igualdad de los tiempos
modernos? Un gobierno emanado del sufragio popular ¿no es, en
definitiva, la expresión de la voluntad de la mayoría? Cuando este
principio se ha adentrado en las costumbres ¿conocéis el medio de
arrancarlo? Y si no es posible arrancarlo ¿conocéis algún medio de
realizarlo en las grandes sociedades europeas, excepto por obra de un
solo hombre? Sois severo en cuanto a los métodos de gobierno:
indicadme otro medio de ejecución, y si no existe ningún otro más
que el poder absoluto, decidme cómo depurar a ese poder de las
imperfecciones a que su principio lo condena.

No, no soy un San Vicente de Paúl, porque lo que mis súbditos


necesitan no es un alma evangélica sino un brazo fuerte; tampoco
soy un Agesilas, ni un Graco, porque no vivo entre espartanos ni
entre romanos; vivo en el seno de sociedades voluptuosas, donde el
frenesí de los placeres va de la mano de las armas, los arrebatos de la
fuerza con los de los sentidos, que rechazan toda autoridad divina,
toda autoridad paterna, todo freno religioso. ¿Soy y por ventura
quien ha creado el mundo en cuyo medio vivo? Si soy quien soy, es
porque él el tal cual es. ¿Tendré acaso el poder de detener su
decadencia? No, todo cuanto puedo hacer es prolongarle la vida

Maurice Joly 282


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

porque, abandonarlo a sus propias fuerzas, se disolvería más


rápidamente aún. Tomo a esta sociedad por sus vicios, porque solo
me presenta vicios; si tuviese virtudes, la tomaría por sus virtudes.

Empero, si principios austeros pueden insultar mi poderío, ¿puede


acaso desconocer los servicios reales que presto, mi genio y hasta mi
grandeza?

Soy el brazo, soy la espada de las revoluciones que el soplo


precursor de la destrucción final dispersa. Reprimo las fuerzas
insensatas que no tienen en el fondo otro móvil que la brutalidad de
los instintos, que, bajo el velo de los principios, se abalanzan sobre el
botín. Si disciplino estas fuerzas, si detengo, aunque solo sea durante
un siglo, su expansión en mi patria ¿no seré digno de ella? ¿No
puedo siquiera aspirar al reconocimiento de los estados europeos que
vuelven hacia mí sus miradas, como hacia el Osiris que, por sí solo,
tiene el poder de cautivar a esas muchedumbres temblorosas? Alzad
entonces vuestros ojos e inclinaos ante aquel que lleva en su frente el
signo fatal de la predestinación humana.

Montesquieu- Ángel exterminador, nieto de Tamerlán, reducid si


queréis los pueblos al ilotismo; no podréis impedir que haya en
alguna parte almas que os desafíen, y su desdén bastará para
salvaguardar los derechos de la conciencia humana que la mano de
Dios ha tornado imperceptibles.

Maquiavelo.- Dios protege a los fuertes.

Maurice Joly 283


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Llegad de una vez, os encarezco, a los postreros


anillos de la cadena que habéis fraguado. Apretadla bien, utilizad el
yunque y el martillo, vos lo podéis todo. Dios os protege, es Él quien
guía vuestra estrella.

Maquiavelo.- No alcanzo a comprender la animación que ahora


domina vuestro lenguaje. ¿Tan duro soy, entonces, que he adoptado
como política última, no la violencia, sino la desaparición?
Tranquilizaos, os traigo más de un consuelo inesperado. Dejadme tan
solo que tome aún algunas precauciones que creo necesarias para mi
seguridad; veréis que con las que me rodeo, un príncipe nada tiene
que temer de los acontecimientos.

Por más que lo neguéis, hay en nuestros escritos más de una


coincidencia y creo que un déspota que aspira a ser completo no
debe dejar de leeros. Así, señaláis con toda razón en El Espíritu de
las Leyes que un monarca absoluto debe poseer una guardia
pretoriana numerosa (El Espíritu de las Leyes, libro X, cap. XV); es
un excelente consejo. Lo seguiré. Mi guardia tendrá
aproximadamente un tercio de los efectivos de mi ejercito. Soy un
enamorado de la conscripción, uno de los más brillantes inventos del
genio francés, creo sin embargo que es preciso perfeccionar esta
institución tratando de retener bajo las armas el mayor número
posible de los que han concluido el período de servicio. Podré
lograrlo, creo, apropiándome resueltamente de esa forma de
comercio que se practica en algunos Estados, como por ejemplo en
Francia, el reclutamiento voluntario a sueldo. Suprimiré ese
repugnante negocio y lo ejerceré y mismo honestamente bajo la
forma de un monopolio, creando una caja de detonación del ejército
me servirá para llamar bajo bandera por el atractivo del dinero y a
retener por el mismo medio a aquellos que quisieran dedicarse por
entero al oficio de las armas.

Maurice Joly 284


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¡En vuestra propia patria aspiráis a formar soldados


mercenarios!

Maquiavelo.- Sí, eso dirá el odio de los partidos, cuando mi único


móvil es el del bien del pueblo y del interés, por lo demás tan
legítimo, de mi conservación que constituye el bien común de mis
súbditos.

Pasemos a otros puntos. Lo que os asombrará es que vuelva al tema


de las construcciones. Os advertí que tendríamos que volver a él. Ya
veréis la idea que surge del vasto sistema de construcciones que he
emprendido; con ello pongo en práctica una teoría económica que ha
provocado muchos desastres en ciertos Estados europeos, la teoría de
la organización permanente del trabajo para las clases obreras. Mi
reinado les promete un salario por tiempo indeterminado; una vez
muerto y, una vez abandonado mi sistema, no hay más trabajo; el
pueblo se declara en huelga y se lanza al ataque de las clases ricas.
Se está en pleno motín: perturbación industrial, aniquilamiento del
crédito, insurrección en mi Estado, rebeliones a su alrededor; Europa
arde. Aquí me detengo. Decidme si las clases privilegiadas que,
como es natural, tiemblan por su fortuna, no harán causa común, la
más solidaria de las causas, con las clases obreras para defenderme a
mí o a mi dinastía; si, por otra parte, en el interés de la tranquilidad
europea, no se aliarán a ellas las potencias de primer orden.

Como veis, la cuestión de las construcciones, al parecer


insignificante, es en realidad una cuestión colosal. Y cuando la
finalidad que se persigue es de tamaña importancia, no se debe
escatimar sacrificios. ¿Habéis notado que casi todas mis
concepciones políticas tienen también una faz financiera? Es lo que
también me ocurre en este caso. Fundaré una caja de obras públicas a
la que dotaré de varios centenares de millones, con cuya ayuda
instaré a construir en toda la superficie de mi reino. Habéis
adivinado mi intención: mantengo en pie la rebeldía obrera; es el

Maurice Joly 285


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

segundo ejército que necesito para luchar contra las facciones. Mas
es preciso impedir que esta masa de proletarios que tengo entre mis
manos se vuelva contra mí el día que no tenga pan. Esta situación la
prevengo gracias a las construcciones mismas, porque lo que mis
combinaciones tienen de singular es que cada una de ellas
proporciona al mismo tiempo sus corolarios. El obrero que construye
para mí construye al mismo tiempo, contra sí mismo, los medios de
defensa que necesito. Se expulsa el mismo, sin saberlo, de los
grandes centros donde su presencia sería para mí motivo de
inquietud; torna por siempre imposible el éxito de las revoluciones
en las calles. El resultado de las grandes construcciones es, en efecto,
reducir el espacio en que puede vivir el artesano, relegarlo a los
suburbios; y muy pronto abandonarlos, pues la carestía de las
subsistencias crece con la elevación de las tasas de los
arrendamientos. Mi capital a duras penas será habitable, para los que
viven del trabajo cotidiano, en la parte más cercana a sus muros. No
es, pues, en los barrios vecinos a la sede de las autoridades donde se
podría organizar las insurrecciones. Habrá sin duda, en los
alrededores de la capital, una inmensa población obrera, temible en
los momentos de cólera; pero las construcciones que levantaré
estarán todas ellas concebidas de acuerdo con un plan estratégico, es
decir, que abrirán el paso a grandes carreteras por donde, de un
extremo a otro, podrá circular el cañón. Las terminales de cada una
de estas grandes carreteras estará en comunicación directa con una
cantidad de cuarteles, especie de baluartes, repletos de armas, de
soldados y de municiones. Para que mi sucesor claudicase ante una
insurrección, tendría que ser un viejo imbécil o un niño, pues
mediante una simple orden de su mano algunos granos de pólvora
barrerían la revuelta hasta veinte leguas a la redonda de la capital.
Mas la sangre que corre por mis venas es ardiente y mi raza tiene
todos los signos característicos de la fuerza. ¿Me escucháis?

Montesquieu- Si.

Maurice Joly 286


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- Bien comprendéis, empero, que no es mi intención


tornar difícil la vida material de la población obrera de la capital; es
indiscutible que aquí tropiezo con un escollo; sin embargo, la
fecundidad de recursos que debe poseer mi gobierno me sugiere una
idea; consistiría en edificar para la gente del pueblo vastas ciudades
donde las viviendas se arrendarán a precios bajos, y donde las masas
se encontrarán reunidas por cohortes como grandes familias.

Montesquieu- ¡Ratoneras!

Maquiavelo.- ¡Oh!, el espíritu de difamación, el odio encarnizado de


los partidos no dejará de denigrar mis instituciones. Dirán lo que vos
decís. Poco me importa, y si el expediente fracasa, se encontrará
otro.

No debo abandonar el capítulo de las construcciones sin mencionar


un detalle muy insignificante en apariencia; mas ¿qué es
insignificante en política? Es imprescindible que los innumerables
edificios que construiré vayan marcados con mi nombre, que se
encuentre en ellos atributos, bajorrelieves, grupos que rememoren un
episodio de mi historia. Mis armas, mis iniciales, deben aparecer
entrelazadas por doquier. Aquí, habrá ángeles sosteniendo mi
corona, más allá, estatuas de la justicia y la sabiduría sosteniendo
mis iniciales. Estos detalles son de extrema importancia, los
considero fundamentales.

Gracias a estos símbolos, a estos emblemas, la persona del soberano


está siempre presente; se vive con él, con su recuerdo, con su
pensamiento. El sentimiento de la soberanía absoluta penetra en los
espíritus más rebeldes, como la gota de agua que sin cesar cae de la

Maurice Joly 287


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

roca horada el pedestal de granito. Por la misma razón quiero que mi


estatua, mi busto, mis retratos se encuentren en todos los
establecimientos públicos, sobre todo en la auditoría de los
tribunales; que se me represente con el ropaje de la realeza o a
caballo.

Montesquieu- Junto a la imagen del Cristo.

Maquiavelo.- No, no a su lado, sin duda, sino enfrente; porque la


potestad soberana es una imagen de la potestad divina. De este
modo, mi imagen se asocia con la de la Providencia y la de la
justicia.

Montesquieu- Es preciso que la justicia misma vista vuestra librea.


No sois un cristiano, sois un emperador griego del Bajo Imperio.

Maquiavelo.- Soy un emperador católico, apostólico y romano. Por


las mismas razones que acabo de exponeros, quiero que se dé mi
nombre, el nombre real, a todos los establecimientos públicos, sea
cual fuere su naturaleza. Tribunal real, Corte real, Academia real,
Cuerpo legislativo real, Senado real, Consejo de Estado real; en lo
posible este mismo vocablo se aplicará a los funcionarios, a los
regentes, al personal que rodea al gobierno. Teniente del rey,
arzobispo del rey, comediante del rey, juez del rey, abogado del rey.
En suma, la palabra real se asignará a lo que sea, hombres o cosas,
constituirá un símbolo de poderío. Solo el día de mi santo será una
festividad nacional y no real. Agregaré aún que es preciso, en la
medida de lo posible, que las calles, las plazas públicas, las
encrucijadas lleven nombres que rememoren los hechos históricos de
mi reinado. Si estas indicaciones se siguen al pie de la letra, sea uno

Maurice Joly 288


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

un Calígula o un Nerón, tendrá la certeza de quedar grabado por


siempre en la memoria de los pueblos y de transmitir su prestigio a la
posteridad más remota. ¡Cuantas cosas me quedan aún por agregar!
Debo ponerme límites.

Pues, ¿Quién podría decirlo todo sin un tedio mortal? (Esta frase se
encuentra en el prefacio de El espíritu de las Leyes)(Nota del Editor)

Heme aquí llegando a los medios de poca monta; lo lamento, porque


estas cosas no son quizá dignas de vuestra atención; sin embargo,
para mí son vitales.

Se dice que la burocracia es una plaga de los gobiernos monárquicos;


y no lo creo así. Son millares de servidores sometidos naturalmente
al orden de cosas existente. Poseo un ejército de soldados, un ejército
de jueces, un ejército de obreros, necesito un ejército de empleados.

Montesquieu- Ya ni siquiera os tomáis la molestia de justificar


nada.

Maquiavelo.- ¿Acaso tengo tiempo?

Montesquieu- No, continuad.

Maurice Joly 289


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- He comprobado que en los Estados que han sido


monárquicos, y todos lo han sido por lo menos una vez, existe un
verdadero frenesí por los galardones y condecoraciones. Tales cosas
no le cuestan casi nada al príncipe, y puede, con la ayuda de algunas
piezas de tela, de algunas chucherías de oro o de plata, hacer
hombres felices, mejor aún, fieles. No faltaría más, en verdad, que
no condecorase sin excepción a quienes me lo pidieran. Un hombre
condecorado es un hombre entregado; haré que estas marcas de
distinción sean un símbolo de adhesión para los súbditos adictos; a
este precio contaré, estoy persuadido, con las once doceavas partes
de los habitantes de mi reino. De este modo realizo, en lo que está a
mi alcance, los instintos de igualdad de la nación. Observad bien
esto: cuanto más una nación en general se atiene a la igualdad, más
pasión sienten los individuos por las distinciones. Hay en esto un
medio de acción del que sería inhábil prescindir. Lejos por lo tanto
de renunciar a los títulos, como me lo habéis aconsejado, los
multiplicaré a mi alrededor al mismo tiempo que las dignidades.
Deseo en mi corte la etiqueta de Luis XIV, la jerarquía doméstica de
Constantino, un formalismo diplomático severo, un ceremonial
imponente; estos son medios de gobierno infalibles sobre el espíritu
de las masas. A través de todo ello, el soberano aparece como un
dios.

Me aseguran que en los Estados en apariencia más democráticos por


sus ideas, la antigua nobleza monárquica no ha perdido casi nada de
su prestigio. Me daría por chambelanes a los gentiles hombres del
más rancio abolengo. Muchos nombres antiguos estarían sin duda
apagados; en virtud de mi poder soberano, y los haría revivir con los
títulos, y en mi corte se encontrarían los hombres más ilustres de la
historia después de Carlomagno.

Es posible que estas concepciones os parezcan extravagantes; os


aseguro, sin embargo, que harán más por la consolidación de mi

Maurice Joly 290


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

dinastía que las leyes más sabias. El culto del príncipe es una especie
de religión, y, como todas las religiones posibles, este culto impone
contradicciones y misterios que están más allá de la razón (El
espíritu de las Leyes, libro XXV, cap. II). Cada uno de mis actos, por
muy inexplicable que sea en apariencia, nace de un cálculo cuyo
único objeto es mi bienestar y el de mi dinastía. Así, como lo digo,
por lo demás, en el Tratado del Príncipe, lo que es realmente
difícil, es adquirir el poder; pero es fácil conservarlo porque para ello
basta, en suma, suprimir lo que daña y establecer lo que protege. El
rasgo esencial de mi política, como habéis podido comprobar,
consiste en hacerme indispensable (El Tratado del Príncipe, capítulo
IX); he destruido tantas fuerzas organizadas como ha sido preciso
para que nada pudiese funcionar sin mí, para que los enemigos
mismos del poder temieran derrocarlo.

Lo que ahora me queda por hacer no consiste en el desarrollo de los


elementos morales que se encuentran en germen en mis
instituciones. Mi reinado es un reinado de placeres; no me
prohibiréis que alegre a mi pueblo por medio de juegos, de festejos;
de esta manera suavizo las costumbres. Imposible disimular que este
siglo no sea el siglo del dinero; las necesidades se han duplicad, el
lujo arruina a las familias; en todas partes se aspira a los placeres
materiales; sería preciso que un soberano no fuese de su época para
no saber cómo utilizar para su provecho esta pasión universal del
dinero y este frenesí sensual que hoy consume a los hombres. La
miseria los oprime, los hostiga la lujuria; la ambición los devora: me
pertenecen. No obstante, cuando hablo de esta manera, en el fondo
es el interés de mi pueblo el que me guía. Sí, haré que el bien surja
del mal; exploraré el materialismo en beneficio de la concordia y la
civilización; extinguiré las pasiones políticas de los hombres
apaciguando las ambiciones, la codicia y las necesidades. Pretendo
tener por servidores de mi reinado a aquellos que, bajo los gobiernos
anteriores, más alboroto habrán provocado en nombre de la libertad.
Las virtudes más austeras son como las de la Gioconda; basta con
duplicar siempre el precio de la rendición. Los que se resistirán al

Maurice Joly 291


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

dinero, no se resistirán a los honores; los que se resistirán a los


honores, no se resistirán al dinero. Y la opinión pública, viendo caer
uno tras otro a los que creían más puros, se debilitará a tal punto que
terminará por abdicar completamente. ¿De qué se podrán quejar, en
definitiva? No seré riguroso con los que hayan tenido algo que ver
con la política; no perseguiré más que esta pasión; hasta favoreceré
secretamente las demás por las mil vías subterráneas de que dispone
el poder absoluto.

Montesquieu- Después de haber destruido la conciencia política,


deberíais emprender la destrucción de la conciencia moral; habéis
matado a la sociedad, ahora matáis al hombre. Quiera Dios que
vuestras palabras resuenen sobre la tierra; refutación más flagrante
de vuestras propias doctrinas no habrá llegado jamás a oídos
humanos.

Maquiavelo.- Dejadme terminar.

Maurice Joly 292


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
VIGECIMOCUARTO

Maquiavelo.- Solo me resta ahora explicaros ciertas particularidades


de mi forma de actuar, ciertos hábitos de conducta que conferirán a
mi gobierno su fisonomía última.

Deseo, en primer lugar, que mis designios sean impenetrables aun


para quienes más cerca de hallarán de mi. Seré, en este sentido,
como Alejandro VI y el duque de Valentinios, de quienes se decía
proverbialmente en la corte de Roma que el primero “jamás hacia lo
que decía”, y el segundo “jamás decía lo que hacía”. No
comunicaré mis proyectos sino para ordenar su ejecución y solo daré
mis órdenes en el último momento. Borgia jamás actuó de otra
manera; ni siquiera sus ministros se enteraban de nada y en torno de
él todo se reducía siempre a simples conjeturas. Poseo el don de la
inmovilidad; mi objetivo está allá; y miro para otro lado, y cuando se
encuentra a mi alcance me vuelvo de repente y me abalanzo sobre mi
presa antes de que haya tenido tiempo de proferir un grito.

No podríais creer el prestigio que semejante poder de simulación


confiere al príncipe. Cuando a ello se une el vigor en la acción,
suscita a su alrededor un supersticioso respeto, sus consejeros se
pregunta en voz baja qué podrá surgir de su cabeza, el pueblo solo en
él deposita su confianza; personifica a sus ojos a la Divina
Providencia, cuyos designios son insondables. Cada vez que el
pueblo lo ve pasar, piensa con involuntario terror lo que con un
simple gesto podría hacer; los Estados vecinos viven en un temor
permanente y lo colman de deferencias, pues nunca saben si, de la
noche a la mañana, no se abatirá sobre ellos algún premeditado
ataque.

Maurice Joly 293


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Sois fuerte contra vuestro pueblo porque lo tenéis a


vuestra merced, mas si engañáis a los Estados con que os tratáis en
la misma forma en que engañáis a vuestros súbditos, muy pronto os
encontraréis sofocado en los brazos de una coalición.

Maquiavelo.- Me hacéis apartarme de mi tema, pues en este


momento solo me ocupo de mi política interior; sin embargo, si
queréis conocer uno de los principales medios con cuya ayuda
mantendré en jaque a la coalición de los odios extranjeros, helo aquí:
soy, os lo he dicho, el monarca de un reino poderoso; pues bien:
buscaría entre los Estados circundantes algún gran país venido a
menos que aspirase a recuperar su antiguo esplendor, y se lo
devolvería íntegramente por medio de una guerra general, como ya
ha sucedido en Suecia, en Prusia, como puede suceder de un día para
otro en Alemania o en Italia; y ese país que solo viviría gracias a mí,
que no sería más que una emanación de mi existencia, me
proporcionaría, mientras yo me mantuviese en pie, trescientos mil
hombres más contra una Europa en armas.

Montesquieu- ¿Y la tranquilidad de vuestro Estado? ¿No estaríais


acaso engrandeciendo a si lado una potencia rival que al cabo de
cierto tiempo se convertiría en enemiga?

Maquiavelo.- Mi propia seguridad ante todo.

Montesquieu- ¿Nada os preocupa entonces, ni siquiera el destino de


vuestro reino? (Es evidente que aquí Maquiavelo incurre en una
contradicción, pues en el capítulo IV dice formalmente que “el

Maurice Joly 294


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Príncipe que hace poderoso a otro príncipe se labra su propia ruina”.


(Nota del Editor))

Maquiavelo.- ¿Quién dice semejante cosa? Ocuparme de mi


tranquilidad ¿no es acaso ocuparme al mismo tiempo de la
tranquilidad de mi reino?

Montesquieu- Vuestra fisonomía soberana se dibuja cada vez más;


ansío verla en su plenitud.

Maquiavelo.- Entonces dignaos no interrumpirme.

Es indispensable que un príncipe, cualquiera sea su capacidad


intelectual, encuentre siempre en sí mismo los recursos mentales
necesarios. Uno de los talentos fundamentales del estadista consiste
en adueñarse de los consejos que escucha a su alrededor. Quienes lo
rodean suelen tener ideas luminosas. Por consiguiente, reuniré con
frecuencia a mi consejo, le haré discutir, debatir en mi presencia las
cuestiones más importantes. Cuando el soberano desconfía de sus
impresiones, o cuando no cuenta con recursos de lenguaje suficientes
para disfrazar su verdadero pensamiento, debe permanecer mudo, o
hablar tan solo para impulsar la discusión. Es raro que, en un consejo
bien integrado, no termine por expresarse de una u otra forma la
actitud que conviene adoptar en una situación dada. El soberano la
capta, y más de una vez quienes han dado su opinión de manera
harto oscura se asombran al día siguiente viéndola ejecutada.

Maurice Joly 295


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Habéis podido ver en mis instituciones y en mis actos cuánto


empeño he puesto siempre en crear apariencias; son tan necesarias
en las palabras como en los actos. El súmmum de la astucia consiste
en aparecer como franco, cuando en realidad uno practica la
engañosa lealtad de los cartagineses. No sólo mis designios serán
impenetrables, sino que mis palabras casi siempre significarán lo
contrario de lo que parecerán indicar. Sólo los iniciados podrán
penetrar el sentido de las palabras características que en
determinados momentos dejaré caer desde lo alto del trono; cuando
diga: “Mi reinado es la paz”, habrá guerra; cuando diga a medios
morales, es porque me propongo utilizar la fuerza. ¿Me estáis
escuchando?

Montesquieu- Sí.

Maquiavelo.- Habéis visto que mi prensa tiene cien voces, cien


voces que hablan sin cesar de la grandeza de mi reinado, del fervor
de mis súbditos hacia su soberano; que al mismo tiempo ponen en
boca del público las opiniones, las ideas y hasta las fórmulas de
lenguaje que deben prevalecer en sus conversaciones; habéis visto
también que mis ministros sorprenden sin descanso al público con
testimonios de sus obras. En cuanto a mí, rara vez hablaré, solo una
vez al año, y luego de tanto en tanto, en algunas grandes
circunstancias. De este modo, cada una de mis manifestaciones será
acogida, no solo en mi reino sino en toda Europa, como un
verdadero acontecimiento.

Un príncipe, cuyo poder está fundado sobre una base democrática,


debe hablar con un lenguaje cuidado y no obstante popular. No debe
temer, llegado el caso, hablar como demagogo porque después de
todo él es el pueblo, y debe tener sus mismas pasiones. Así es que,
en momentos oportunos, debe prodigarle ciertas atenciones, ciertos

Maurice Joly 296


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

halagos, ciertas demostraciones de sensibilidad. Poco importa que


estos medios parezcan ínfimos o pueriles a los ojos del mundo; el
pueblo no reparará en ello y se habrá obtenido lo deseado.

En mi obra aconsejo al príncipe que elija como prototipo a un gran


hombre del pasado, cuyas huellas debe seguir en todo lo posible.
(Tratado del Príncipe, capítulo XIV) Tales asimilaciones históricas
ejercen todavía en las masas un profundo efecto; su imaginación os
magnifica, gozáis en vida del lugar que la posteridad os reserva. Por
otra parte, halláis en la historia de esos grandes hombres ciertas
semejanzas, indicaciones útiles, algunas veces situaciones idénticas
de las que extraéis valiosas enseñanzas, pues todas las grandes
lecciones políticas están escritas en la historia. Cuando encontráis un
gran hombre con el cual tenéis analogías, podéis hacer mejor aún: a
los pueblos les cautivan los príncipes de espíritu cultivado,
aficionados a las letras, hasta con talento. Pues bien, el príncipe no
podrá hacer nada mejor que dedicar sus ratos de ocio a escribir, por
ejemplo, la historia del gran hombre del pasado que ha tomado como
modelo. Una filosofía severa calificaría estas cosas como
debilidades. Cuando el soberano es fuerte se le perdonan y hasta le
otorgan una cierta gracia.

Algunas debilidades, y aun ciertos vicios, le son al príncipe tan útiles


como las virtudes. Cos mismo habéis tenido oportunidad de
reconocer la verdad de estas observaciones por el uso que he debido
hacer ora de la duplicidad, ora de la violencia. No se debe creer, por
ejemplo, que el carácter vengativo del soberano pueda perjudicarlo;
muy por el contrario. Si a menudo es oportuno que utilice la
clemencia o magnanimidad, es necesario que en ciertos momentos su
cólera se haga sentir de una manera terrible. El hombre es la imagen
de Dios, y la divinidad golpea como se muestra misericordiosa.
Cuando resuelva destruir a mis enemigos los aniquilaré hasta verlos
convertidos en polvo. Los hombres solo se vengan de la injurias

Maurice Joly 297


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

triviales; nada pueden contra las grandes (Tratado del Príncipe,


capítulo III). Por lo demás, lo digo expresamente en mi libro. El
príncipe no tiene más que elegir los instrumentos que le sirvan para
descargar su furia; siempre encontrará jueces dispuestos a sacrificar
su conciencia a los propósitos de venganza o de odio del príncipe.

No temáis que el pueblo se conmueva jamás por los golpes que


descargaré. Ante todo, goza sintiendo el vigor del brazo que
gobierna, y además detesta naturalmente lo que se eleva, disfruta
instintivamente cuando los golpes recaen en quienes están por
encima de él. Quizás ignoréis lo por lo demás con cuánta facilidad se
olvida. Cuando el momento de los rigores ha pasado, apenas quizá
quienes los han sufrido los recuerdan. Cuenta Tácito que Roma, en
los tiempos del Bajo Imperio, las víctimas corrían al suplicio con un
no sé qué de fruición. Bien comprendéis que en los tiempos
modernos no existe nada semejante, pues mucho se han moderado
las costumbres: algunas proscripciones, encarcelamientos, la pérdida
de los derechos civiles, castigos muy livianos por cierto. Es verdad
que, para llegar al poder soberano, ha sido preciso derramar sangre y
violar muchos derechos; mas, os lo repito, todo se olvida. La mínima
zalamería del príncipe, algunos procederes correctos de parte de sus
ministros o agentes, serán recibidos con demostraciones del mayor
reconocimiento.

Si es indispensable castigar con inflexible rigor, también es preciso


recompensar con la misma puntualidad, cosa que y jamás dejaría de
hacer. Quienquiera que presentase a mi gobierno algún servicio,
recibiría su recompensa al día siguiente. Los cargos, las distinciones,
las más altas dignidades constituirían otras tantas etapas seguras para
quienquiera que estuviese en condiciones de prestar servicios útiles a
mi política. En el ejército, en la magistratura, en todos los empleos
públicos, los ascensos se calcularían de acuerdo con los matices de
opinión y el grado de lealtad a mi gobierno. Habéis enmudecido.

Maurice Joly 298


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Continuad.

Maquiavelo.- Vuelvo a referirme a ciertos vicios y aun a ciertos


extravíos del espíritu, que considero necesarios en el príncipe.
Manejar el poder es una tarea formidable. Por muy hábil que sea un
soberano, por infalible que sea su visión, por vigorosa que pueda ser
su decisión, el alea desempeña un inmenso papel en su existencia.
Hay que ser supersticioso. Guardaos de creer que esto sea de escasa
consecuencia. Hay en la vida de los príncipes situaciones tan
difíciles, momentos tan graves, que en ellos la prudencia de los
hombres resulta vana. En tales casos es preciso dejar ciertas
resoluciones libradas al azar. La actitud que propongo, y que seguiré,
consiste, en ciertas coyunturas, en referirse a fechas históricas, en
consultar aniversarios felices, en poner tal o cual resolución audaz
bajo los auspicios de un día en el que se ha ganado una victoria,
realizado una hazaña. Debo deciros que la superstición tiene otra
ventaja, y muy grande; el pueblo conoce esta tendencia. Estas
combinaciones augurales casi siempre dan excelentes resultados;
además, se las debe utilizar cuando se está seguro del éxito. El
pueblo, que no juzga sino por los resultados, se habitúa a creer que
cada uno de los actos del soberano responde a signos celestiales, que
las coincidencias históricas fuerzan la mano de la fortuna.

Montesquieu- Está dicha la última palabra, sois un jugador.

Maquiavelo.- Sí, pero tengo una suerte inaudita, y tengo la mano tan
segura y la mente tan fértil que la fortuna no puede serme esquiva.

Maurice Joly 299


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Puesto que hacéis vuestro retrato, debéis tener aún


otros vicios y otras virtudes que declarar.

Maquiavelo.- Os pido gracia para la lujuria. La pasión por las


mujeres es para un soberano mucho más útil de lo que podéis
imaginar. Enrique IV debe parte de su popularidad a su
incontinencia. Los hombres son así, les agrada ver en sus
gobernantes esta debilidad. La corrupción de las costumbres ha sido
en todo tiempo una pasión, una carrera galante en la cual el príncipe
debe aventajar a sus iguales, como se adelanta a sus soldados frente
al enemigo. Estas ideas son francesas, y no creo que desagraden
demasiado al ilustre autor de las Cartas Persas.

No me está permitido caer en consideraciones vulgares en demasía;


sin embargo, no puedo dejar de deciros que el resultado más real de
la galantería del príncipe es el de granjearle la simpatía de la más
bella mitad de sus súbditos.

Montesquieu- Os volvéis madrigalesco.

Maquiavelo.- Lo cortés no quita lo valiente: vos mismo habéis


proporcionado la prueba. No estoy dispuesto a hacer concesiones en
este terreno. Las mujeres ejercen considerable influencia en el
espíritu público. En buena política, el príncipe está condenado a la
vida galante, aun cuando en el fondo no le interese; pero tal caso
sería raro.

Maurice Joly 300


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Puedo aseguraros que si me atengo estrictamente a las reglas que


acabo de trazar, muy poco se preocuparán en mi reino por la libertad.
Tendrán un soberano vigoroso, disoluto, de espíritu caballeresco,
diestro en todos los ejercicios del cuerpo: será muy querido. Las
gentes de una moral austera nada harán; todo el mundo seguirá la
corriente; lo que es más, los hombres independientes serán puestos
en el índice; se los repudiará. Nadie creerá en su integridad ni en su
desinterés. Pasarán por descontentos que quieren hacerse comprar. Si
alguna que otra vez no estimulase el talento, todo el mundo lo
repudiaría, sería tan fácil pisotear las conciencias como el
pavimento. Sin embargo, en el fondo, seré un príncipe moral; no
permitiré que se vaya más allá de ciertos límites. Respetaré el pudor
público allí donde vea que quiere ser respetado. El lodo no llegará
hasta mí, pues descargaré en otros las partes odiosas de la
administración. Lo peor que podrán decir es que soy un buen
príncipe mal rodeado, que deseo el bien, que lo deseo ardientemente,
que siempre, cada vez que me lo indiquen, lo practicaré.

Si supierais lo fácil que es gobernar cuando se tiene el poder


absoluto. Ninguna contradicción, ninguna resistencia; uno puede
realizar con tranquilidad sus designios, tiene tiempo de reparar sus
faltas. Puede sin oposición forjar la felicidad de su pueblo, pues es lo
que siempre me preocupa. Puedo aseguraos que nadie se aburrirá en
mi reino; en él los espíritus estarán siempre ocupados en mil cosas
diversas. Brindaré al pueblo el espectáculo de la pompa y los
séquitos de mi corte, se prepararán grandes ceremonias, trazaré
jardines, ofreceré hospitalidad a reyes, haré venir embajadas de los
países más remotos. Ora serán rumores de guerra, ora
complicaciones diplomáticas las que darán que hablar durante meses
enteros; y llegaré a más: daré satisfacción a la monomanía de la
libertad. Bajo mi reinado, todas las guerras se emprenderán en
nombre de la libertad de los pueblos y de la independencia de las
naciones, y mientras a mi paso los pueblos me aclamarán, diré
secretamente al oído de los reyes absolutos: Nada temáis, soy de los

Maurice Joly 301


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

vuestros, como vos llevo una corona y deseo conservarla: estrecho


entre mis brazos a la libertad europea, pero para asfixiarla.

Una sola cosa podría tal vez, por un momento, poner en peligro mi
fortuna: eso ocurriría el día en que se reconociera en todas partes que
mi política no es franca, que todos mis actos están dictados por el
cálculo.

Montesquieu- ¿Y quienes podrán ser tan ciegos que no lo verán?

Maquiavelo.- Mi pueblo entero, salvo algunas camarillas que no me


inquietarán. Por otra parte, he formado a mi alrededor una escuela de
hombres políticos de una gran fuerza relativa. No podríais creer
hasta qué punto es contagioso el maquiavelismo, y cuán fáciles de
seguir son sus preceptos. En las diversas ramas del gobierno habrá
hambres de ninguna o muy escasa consecuencia, que serán
verdaderos Maquiavelos de poca monta, que obrarán con astucia,
simularán, mentirán con una imperturbable sangre fría; la verdad no
podrá abrirse paso en parte alguna.

Montesquieu- Si, como creo, Maquiavelo, del principio al fin de esta


conversación no habéis hecho otra cosa que burlaros, considero
esta ironía como vuestra obra más magnífica.

Maquiavelo.- ¡Ironía! Cuán equivocado estáis si así lo creéis. ¿No


comprendéis acaso que os he hablado sin tapujos, y que es la
violencia terrible de la verdad la que da a mis palabras el matiz que
vos creéis ver?

Maurice Joly 302


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- Habéis terminado.

Maquiavelo.- Todavía no.

Montesquieu- Entonces, terminad.

Maurice Joly 303


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

DIALOGO
VIGECIMOQUINTO

Maquiavelo.- Reinaré diez años en estas condiciones, sin modificar


ni un ápice mi legislación; solo a este precio se logra el éxito
definitivo. Durante este intervalo, nada, absolutamente nada, deberá
hacerme variar; la tapa de la caldera será de hierro y plomo; es
durante este lapso cuando se elabora el fenómeno de destrucción del
espíritu de rebeldía. Creéis quizá que la gente es desdichada que se
lamentará. ¡Ah!, si así fuese, y no tendría perdón; sin embargo,
cuando los resortes de la violencia estén tensos al máximo, cuando
agobie con la carga más terrible el pecho de mi pueblo, entonces se
dirá: No tenemos más que lo que merecemos, sufrámoslo.

Montesquieu- Ciego estáis si tomáis esto por una apología de


vuestro reinado; si no comprendéis que lo que estas palabras
expresan es una intensa nostalgia del pasado. Una frase estoica que
os anuncia el día del castigo.

Maquiavelo.- Me angustiáis. Ha llegado la hora de distender los


resortes, voy a devolver las libertades.

Montesquieu- Mil veces preferibles son los excesos de vuestra


opresión; vuestro pueblo os responderá: quedaos con lo que nos
habéis quitado.

Maurice Joly 304


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- ¡Ah!, cómo reconozco en vuestras palabras el


implacable odio de los partidos. No conceder nada a sus adversarios
políticos, nada, ni siquiera las buenas obras.

Montesquieu- No, Maquiavelo, de vos, ¡nada! L víctima inmolada


no acepta favores de su verdugo.

Maquiavelo.- ¡Ah!, qué fácil me sería adivinar el pensamiento


secreto de mis enemigos. Se forjan ilusiones, confían que la fuerza
de expansión que reprimo, tarde o temprano me lanzará al vacío.
¡Insensatos! Solo al final sabrán quién soy. ¿Qué es lo que se
requiere en política para prevenir cualquier peligro dentro de la
mayor represión posible? Una apertura imperceptible. La tendrán.

No restituiré por cierto, libertades considerables; ved, no obstante,


hasta qué punto el absolutismo habrá penetrado en las costumbres.
Puedo apostar al primer rumor de esas libertades, se alzarán a mi
alrededor gritos de espanto. Mis ministros, mis consejeros
exclamarán que he abandonado el timón, que todo está perdido. Me
suplicarán, en nombre de la salvación del Estado, en nombre de mi
país, que no haga nada; el pueblo dirá: ¿en qué piensa? Su genio
decae; los indiferentes dirán: está acabado; los rencorosos dirán: está
muerto.

Montesquieu- Y todos tendrán razón, pues un publicista moderno


(Benjamín Constant.(Nota del Editor.) ha dicho una gran verdad: “Se
quiere arrebatar a los hombres sus derechos? No debe hacerse
nada a medias. Lo que se les deja les sirve para reconquistar lo
que se les quita. La mano que queda libre desata las cadenas de
la otra”.

Maurice Joly 305


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- Muy bien pensado; muy cierto; ya sé que es mucho lo


que arriesgo. Bien veis que se me trata injustamente, que amo la
libertad mucho más de lo que se dice. Me preguntabais hace un
momento si era capaz de abnegación, si estaría dispuesto a
sacrificarme por mis pueblos, de descender del trono si fuese
preciso; ahora os doy mi respuesta: puedo descender del trono, sí,
por el martirio.

Montesquieu- ¡Qué enternecido estáis! ¿Qué libertades restituís?

Maquiavelo.- Permito a mi Cámara legislativa que todos los años, el


primer día del año, me testimonie, en mi discurso, la expresión de
sus más caros deseos.

Montesquieu- Mas si la inmensa mayoría de la Cámara os es


adicta, ¿qué podéis recoger sino agradecimientos y testimonios de
amor y admiración?

Maquiavelo.- Claro que sí. ¿No son acaso naturales esos


testimonios?

Montesquieu- ¿Son estas las libertades?

Maquiavelo.- Por mucho que digáis, esta primera concesión es


considerable. Sin embargo, no me limitaré a ello. Hoy en día se
observa en Europa cierto movimiento espiritual contra la
centralización, no entre las masas sino en las clases esclarecidas.

Maurice Joly 306


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Descentralizaré el poder, es decir, otorgaré a mis gobernadores


provinciales el derecho de zanjar pequeñas cuestiones locales
anteriormente sometidas a la aprobación de mis ministros.

Montesquieu- Si el elemento municipal no entra para nada en esta


reforma, no hacéis más que volver más insoportable la tiranía.

Maquiavelo.- La misma precipitación fatal de quienes reclaman


reformas: en el camino hacia la libertad es preciso avanzar con
prudencia. Sin embargo, no me limito a eso: otorgo libertades
comerciales.

Montesquieu- Ya habéis hablado de ellas.

Maquiavelo.- Es que el problema industrial me preocupa siempre:


no quiero que se diga que mi legislación, por un exceso de
desconfianza hacia el pueblo, llega a impedirle que provea por sí
mismo a su subsistencia. Por esta razón hago presentar ante las
Cámaras leyes que tienen por objeto derogar en partes las
disposiciones prohibitivas del derecho de asociación. Por otra parte,
la tolerancia de mi gobierno tornaba tal medida perfectamente inútil,
y como, en resumidas cuentas, no hay que deponer las armas, nada
cambiará en esta ley, salvo la fórmula de la redacción. Hoy en día,
en las Cámaras, hay diputados que se presten de buena gana a estas
inocentes estratagemas.

Montesquieu- ¿Y eso es todo?

Maurice Joly 307


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- Sí, porque es mucho, quizá demasiado; sin embargo,


creo poder tranquilizarme; mi ejército es entusiasta, mi magistratura
fiel, y mi legislación penal funciona con la regularidad y la precisión
de esos mecanismos omnipotentes y terribles que ha inventado la
ciencia moderna.

Montesquieu- ¿Así que no modificáis las leyes de prensa?

Maquiavelo.- No podéis pedir semejante cosa.

Montesquieu- ¿Ni la legislación municipal?

Maquiavelo.- ¿Es posible acaso?

Montesquieu- ¿Ni vuestro sistema de protectorado del sufragio?

Maquiavelo.- No.

Montesquieu- Ni la organización del Senado, ni la del cuerpo


legislativo, ni vuestro sistema interior, ni vuestro sistema exterior, ni
vuestro régimen económico, ni vuestro régimen financiero.

Maurice Joly 308


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- No modifico nada más que lo que os he dicho. Si he


de hablar con propiedad, diré que salgo del período del terror para
entrar en el camino de la tolerancia; puedo hacerlo sin riesgo alguno;
hasta podría restituir libertades reales, porque se necesitaría estar
desprovisto de todo espíritu político para no comprender que en la
imaginaria que he supuesto, mi legislación habrá dado todos sus
frutos. He cumplido el propósito que os había anunciado; el carácter
de la nación se ha transformado; las leves facultades que ha
restituido han sido para mí la sonda con la cual he podido medir la
profundidad del resultado. Todo se ha hecho, está consumado; ya no
queda resistencia posible. No hay más escollos, ¡no hay más nada! Y
sin embargo, no devolveré nada. Vos lo habéis dicho, he aquí la
verdad práctica.

Montesquieu- Apresuraos a terminar, Maquiavelo. Ojalá mi sombra


nunca más vuelva a encontraros. Ojalá Dios borre de mi memoria
hasta el último rastro de lo que acabo de escuchar.

Maquiavelo.- Cuidad vuestras palabras, Montesquieu; antes de que


el minuto que comienza caiga en la eternidad buscaréis con angustia
mis pasos y el recuerdo de este coloquio desolará vuestra alma
eternamente.

Montesquieu- ¡Hablad!

Maquiavelo.- Recomencemos, pues. He hecho todo lo que vos


sabéis; por medio de estas concesiones al espíritu liberal de mi
época, he desarmado el odio de los partidos.

Maurice Joly 309


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Montesquieu- ¡Ah!, no vais entonces a abandonar esa máscara de


hipocresía con la cual habéis encubierto crímenes que ninguna
lengua humana ha descrito jamás. ¡Queréis entonces que salga de la
noche eterna para condenaros! ¡Ah, Maquiavelo! ¡Ni vos mismo
habíais enseñado s degradar hasta este punto a la humanidad! No
conspirabais contra la conciencia, no habíais concebido el
pensamiento de convertir el alma humana en un lodo en el que un
aun el mismísimo divino creador reconocería absolutamente nada.

Maquiavelo.- Es verdad me he superado.

Montesquieu- ¡Huid!, no prolonguéis ni un instante más este


coloquio.

Maquiavelo.- Antes de que las sombras que allá avanzan en tumulto


hayan llegado a esta negra hondonada que las separa de nosotros,
habré terminado; antes de que hayan llegado ya no me veréis más y
me llamaréis en vano.

Montesquieu- Terminad, entonces; ¡esta será mi expiación por la


temeridad que cometí al aceptar esta apuesta sacrílega!

Maquiavelo.- ¡Ah, libertad! Mira con cuántas fuerzas vives en


algunas almas cuando el pueblo te desprecia o se consuela de ti con
futilezas. Permitidme que os relate a este respecto un brevísimo
apólogo:

Maurice Joly 310


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Cuenta Dion que el pueblo romano estaba indignado contra Augusto


a causa de ciertas leyes demasiado duras que había dictado, pero ni
bien hizo regresar al cómico Pilade, a quien los rebeldes habían
expulsado de la ciudad, el descontento cesó.

Este es mi apólogo. He aquí ahora la conclusión del autor, pues estoy


citando a un autor:

“Un pueblo semejante sufría más intensamente la tiranía cuando se


expulsaba a un saltimbanqui que cuando de le suprimían todas sus
leyes” (El Espíritu de las Leyes, libro XIX, cap. II).

¿Sabéis quien escribió esto?

Montesquieu- ¡Poco importa!

Maquiavelo.- Reconoceos, entonces; fuisteis vos mismo. No veo a


mi alrededor más que almas mezquinas. ¿qué queréis que haga? Bajo
mi reinado no faltarán los saltimbanquis, y tendrán que comportarse
demasiado mal para que me decida a expulsarlos.

Montesquieu- No sé si habéis citado exactamente mis palabras; mas


he aquí una cita que puedo garantizaros que vengará eternamente a
los pueblos que vos calumniáis.

Maurice Joly 311


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

“Las costumbres del príncipe contribuyen a la libertad tanto como


las leyes. Él, como ella, puede hacer bestias de los hombres, y de las
bestias hombres; si ama a las almas libres, tendrá súbditos; si ama a
las almas mezquinas, tendrá esclavos” (El Espíritu de las Leyes,
libro XII, cap. XXVII).

He aquí ni respuesta, y si hoy tuviese que agregar algo a esta cita,


diría:

“Cuando la honestidad pública es desterrada del seno de las cortes,


cuando en ellas la corrupción se exhibe sin pudor, jamás penetra, no
obstante, sino en los corazones de aquellos que se acercan a un mal
príncipe; en el seno del pueblo el amor por la virtud continúa vivo, y
el poder de este principio es tan inmenso que basta con que el mal
príncipe desaparezca para que, por fuerza misma de las cosas, la
honestidad renazca en la práctica del gobierno al mismo tiempo que
la libertad”.

Maquiavelo.- Muy bien escrito, en una forma muy simple. No hay


más que una desdicha en lo que acabáis de decir, y es que, en el
espíritu como en el alma de mis pueblos, y personifico la virtud, y
más aún, personifico la libertad, entendedlo, así como personifico la
revolución, el progreso, es espíritu moderno, todo, en suma, cuanto
constituye lo mejor de la civilización contemporánea. Y no digo que
se me respeta, no digo que se me ama; digo que se me venera, digo
que el pueblo me adora; que, si y lo quisiera, me haría levantar
altares, porque, explicadme esto, tengo el don fatal de influir en las
masas. En vuestro país se guillotinaba a Luis XVI que solo quería el
bien del pueblo, que lo quería con toda la fe, todo el fervor de un
alma sinceramente honesta; y, pocos años antes, se habían levantado
altares a Luis XIV, que se preocupaba menos por el pueblo que por
la última de sus queridas y que, con un mínimo de gesto, hubiese

Maurice Joly 312


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

ordenado ametrallar al populacho mientras jugaba a los dados con


Lazun. Pero y, con el sufragio popular que me sirve de base, soy
mucho más que Luis XIV; soy Washington, soy Enrique IV, soy San
Luis, Carlos el Sabio, elijo, para honraros, vuestros mejores reyes.
Soy un rey de Egipto y de Asia al mismo tiempo, soy Faraón, soy
Ciro, soy Alejandro, soy Sardanápalo; el alma del pueblo se regocija
cuando y paso; corre embriagada en pos de mis pasos; soy un objeto
de idolatría; el padre me señala con el dedo de a su hijo, la madre
invoca mi nombre en sus oraciones, la doncella me contempla
suspirando y piensa que si mi mirada se posara en ella al azar, ella
podría acaso reposar un instante sobre mi tálamo. Cuando el infeliz
es oprimido, dice: Si el rey lo supiera; cuando alguien desea
vengarse, y espera una ayuda, dice: El rey lo sabrá. Y nadie se me
acerca jamás, sin encomendarme con las menos llenas de oro. Los
que me rodean son duros, es cierto, violentos, algunas veces
merecen azotes, mas es preciso que así sea, porque su carácter
abominable, despreciable, su infame codicia, sus excesos sus
bochornosos despilfarros, su crasa avaricia contrasta con la dulzura
de mi carácter, con mis modales sencillos, mi generosidad
inagotable. Se me invoca, os digo, como a un dios; cuando el granizo
los azota, cuando reina el hambre, cuando hay algún incendio, acudo
a socorrerlos, la población se arroja a mis pies, si Dios les diese alas,
me transportarían al cielo en sus brazos.

Montesquieu- Lo cual no os impediría triturarla de un golpe de


metralla ante en mínimo signo de resistencia.

Maquiavelo.- Es verdad, pero el amor no existe sin temor.

Montesquieu- ¿Ha terminado este espantoso sueño?

Maurice Joly 313


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- ¡Sueño! ¿Ah, Montesquieu!, vais a llorar durante


mucho tiempo: desgarrad El Espíritu de las Leyes, suplicad a Dios
que en el cielo os conceda el olvido de lo que habéis hecho; pues
ahora vais a oír la terrible verdad de la cual tenéis ya el
presentimiento; no es ningún sueño lo que acabo de deciros.

Montesquieu- ¡Qué vais a revelarme!

Maquiavelo.- Lo que acabo de describiros, ese conjunto de cosas


monstruosas ante las cuales el espíritu retrocede despavorido, esa
obra que solo el infierno es capaz de realizar, todo eso está hecho,
todo eso existe, todo eso prospera de cara al sol, en un punto de este
globo que hemos abandonado.

Montesquieu- ¿Dónde?

Maquiavelo.- No, sería inflingiros una segunda muerte.

Montesquieu- ¡En nombre del cielo, hablad!

Maquiavelo.- ¡Pues bien!...

Montesquieu- ¿Qué?...

Maurice Joly 314


BIBLIOTECA VIRTUAL DE AUTORES CLASICOS

Maquiavelo.- ¡Ha pasado la hora! ¿No veis que el torbellino me


arrastra?

Montesquieu- ¡Maquiavelo!

Maquiavelo.- ¿Veis esas sombras que pasan no lejos de vos,


cubriéndose los ojos? ¿Las reconocéis? Son glorias que fueron la
envidia del mundo entero. ¡En este momento, reclaman a Dios su
patria!...

Montesquieu- ¡Oh! Dios eterno, ¡qué habéis permitido!...

Maurice Joly 315

También podría gustarte