Tema 02

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TEMA 2-

Racionalidad y arquitectura

A fines del s. XVIII la burguesía va a diseñar un nuevo escenario urbano en el que el progreso técnico tendrá un papel
primordial, y la arquitectura se adapta a estos acontecimientos; ya no será un repertorio de tipologías, sino que sus
edificios se construyen en un escenario urbano que quiere ser grandioso.

La arquitectura será un compendio entre la forma de la ciudad y el destino de sus edificios como parte de un escenario
que pretende ser grandioso. Dicha grandiosidad se plasma en los dibujos académicos que se presentan a los premios.
Junto los diseños de palacios o templos, proliferan los proyectos de hospitales, cementerios, museos etc.

La Encyclopédie había adjudicado una capacidad moralizadora a la arquitectura, al igual que a las demás artes. Así,
desde mediados del siglo XVIII se había intentado buscar un estilo verdadero, y dejaba atrás el viciado barroco e incluso
la teoría vitruviana que fue puesta en duda tras los descubrimientos arqueológicos. Los arquitectos y aprendices,
absorberán el legado antiguo y elaborarán un nuevo lenguaje.

Las teorías de Milizia (Principi di Architettura Civile, 1781), recogidas del abate Carlos Lodoli habían extendido una
visión racionalista de la arquitectura que corresponde a la función destinada, así como el concepto de lo innecesario
del ornamento. Los textos de este autor revisan la arquitectura desde los romanos al renacimiento y combinan
funcionalismo y tradición.

En todos los escritos coetáneos, como por ejemplo el dizionario delle Arti del Disegno (Bassano, 1797), hay críticas al
barroco y desprecio por la arquitectura gótica.

Las obras de Laugier (1713-1769), manifiestan que la arquitectura debe volver a la naturaleza cuyo modelo sería la
medida de la cabaña primitiva. Sus teorías sobre la ordenación de la ciudad marcarán la orientación del urbanismo,
aunque no tendrán aplicación hasta la reforma parisina de Hausseman, a mediados del S.XIX.

La nueva arquitectura gozará de un eclecticismo en el que revisarán el clasicismo, racionalismo, pintoresquismo y


gusto por lo arqueológico.

Arquitecturas dibujadas y modelos de referencia durante el Neoclasicismo.

A fines del siglo XVIII la burguesía, va a diseñar un nuevo escenario urbano en el que el progreso técnico
tendrá un papel primordial.
Desde el punto de vista formal, la recuperación
arqueológica del clasicismo y la fascinación por las
ruinas hizo que edificios de la antigüedad romana, como
el Panteón de Agripa, o el templo de Vesta se
convirtieran en parte del repertorio tipológico. Lo
mismo sucedió con modelos griegos, como los Propileos
de la Acrópolis de Atenas, imitados en construcciones a
la moda como la berlinesa Puerta de Brandenburgo. El
legado antiguo no era el único bagaje con el que
contaban los arquitectos, ya que algunos denominados
“visionarios”, trabajaron desde supuestos diferentes, y
elaborarán un nuevo lenguaje.
Los también llamados “arquitectos revolucionarios”, Boulleé, Ledoux, Thibault y más tarde Durand,
llevaron a la práctica arquitectónica una orientación distinta no basada en el retorno a la Antigüedad,
sino que pretendía regresar a la naturaleza, donde estaban las formas elementales de la geometría, para
desde ellas reconstruir la arquitectura. La esfera, el cono, el cubo, el cilindro o la pirámide servirían para
acoger esas tipologías útiles a la sociedad, siempre proyectadas sobre un entorno natural y buscando la
monumentalidad sin olvidar la inclusión de elementos pintorescos.
Étienne-Louis Boulleé (1728-1799), destaca por su labor como teórico y docente. En la década de 1780
realizó un cuaderno de proyectos, verdaderas obras pictóricas: L’Architecture Essai sur l’art,
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acompañado de textos, en el que resume su idea de que la arquitectura puede producir sensaciones. Para
él lo más importante en arquitectura es el arte de combinar las masas de forma efectiva. Uno de sus
proyectos más importante, el Cenotafio de Newton, (1784, Biblioteca Nacional de Francia) presenta el
diseño de una esfera en cuyo interior sólo se coloca el sarcófago, que recibe luz por diferentes aberturas
que reproducen las constelaciones y que proporcionan al interior una iluminación cambiante según las
horas del día.

Su diseño de “Biblioteca” (1788) un proyecto de


ampliación de la Biblioteca Nacional, destaca por su
distribución de masas: superposición retranqueada de las
estanterías, galerías de columnas jónicas, bóveda
semiesférica acasetonada atravesada por un enorme
lucernario. Las teorías de Boullée tendrán gran
incidencia en el siglo XX cuando arquitectos como Le Corbusier volverán sobre su figura para buscar
los orígenes de la arquitectura moderna.
Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) es otra de las figuras que justifican el título de revolucionario o
visionario. El carácter moderno de su arquitectura proviene de no imitar los modelos históricos, sino
que se sirve de los recursos que le proporcionan las formas geométricas en el espacio. Construyó
numerosos edificios, entre ellos los cuarenta y cinco fielatos para París entre 1785 y 1788 con la ayuda
de su discípulo Jacques-Denis Antoine. Conocemos los dibujos y aún subsisten cuatro de ellos. En 1774
recibe el encargo de construir el conjunto industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, cerca del bosque de
Chaux en el Franco Condado. Las Salinas, construidas parcialmente, fueron el ensayo de ciudad ideal,
una ciudad utópica en la que las diferentes construcciones tienen formas geométricas: cilindro, cono,
pirámide, etc. Su intención era que los edificios poseyeran una “arquitectura parlante” que revelara cuál
era su destino. Esta agrupación urbana estaba diseñada como un centro de producción en el
que sus habitantes vivían en armonía, rodeados de la naturaleza. En los edificios representativos
como la puerta de acceso y la casa del director, Ledoux utiliza órdenes arquitectónicos que
manipula hasta conseguir detalles pintorescos. Su ciudad ideal podría ser interpretada como
el colofón de la Ilustración, pero también del Antiguo Régimen. Fueron muchos los discípulos
de estos arquitectos como Durand o Fontaine, o españoles como Silvestre Pérez.

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La arquitectura en Francia durante el imperio y la Restauración.

El denominado estilo “Imperio”, con enorme éxito y que se internacionalizó gracias a la figura de Napoleón,
estaba configurado por el clasicismo, la funcionalidad y la pasión por la arqueología.
Los ingenieros cobraron gran importancia, tras la creación de la École Polytechnique, institución creada
en 1794 para la formación de estos. Se impulsa una arquitectura basada en los recursos científicos y
técnicos que se ponen a las órdenes de los programas del nuevo poder y de la sociedad salida de la
Revolución.
Jean-Nicholas-Louis Durand (1760-1834), discípulo de Boullée, seguidor de la arquitectura “visionaria”,
pone en entredicho la capacidad técnica de los arquitectos tradicionales y rechaza la doctrina de la
imitación de modelos anteriores. En 1800 publica sus teorías ofreciendo un repertorio de tipologías
arquitectónicas que se construyeron por la aplicación de un módulo fijo que podría combinarse a voluntad.
Este nuevo sistema de proyección se basaba en el ángulo recto, el cuadrado y una retícula en la que,
mediante oportunas combinaciones surgen la planta y el alzado.
Jean Baptiste Rondelet (1734-1829) contribuyó también a la modernización de la técnica constructiva.
Profesor de la École des Beaux Arts, publicó un tratado donde expone las nuevas técnicas constructivas
y el empleo del hierro como material en la edificación, empleando el sistema métrico decimal.
Charler Percier (1764-1838) y Pierre-François Léonard Fontaine (1762-1853) fueron los creadores
del llamado “estilo imperio” y los arquitectos de cabecera de Napoleón, del que recibieron numerosos
encargos así como de ricos burgueses y banqueros. Pusieron de moda el gusto por la arquitectura
del renacimiento italiano. En 1801 y 1812 publicaron Recueil de Décorations intérierurs, que era un
verdadero muestrario de estas obras y en el que se recogían hasta los menores detalles de decoración
y mobiliario. En sus obras los interiores eran sobrios, no así los interiores que se mezclaban motivos
egipcios con la decoración de grutescos y “a candilieri” en estucos y grisallas. Su obra más popular fue la
decoración de la finca de la Malmaison para la emperatriz Josefina, con detalles de gran fantasía.

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El plan para unir el Palacio dl Louvre con las Tullerias fue su obra más importante. Entre 1806-1808
levantaron “el arco del Carrousel”, y diseñaron el trazado de las calles y viviendas de la Rue Rivolí, la
Rue Napoleón y la plaza y Rue de Pirámides, un barrio que se caracteriza por la sucesión de
arquerías en la parte baja y la repetición del mismo
modelo de viviendas, con cubiertas mansardas
adecuadas al clima de París. Son también los autores de
los pasajes cubiertos más antiguos de París, como La
Galería de Orleans (1829) o La Galeria Colbert (1825).
Jacques Gondoin y Jean Baptiste Lépere levantaron en la
plaza Véndome “la columna de la Grande Armeé”, imitando la
columna Trajana de Roma y destinada a narrar las campañas
del emperador.
El clasicismo fue el estilo que mejor se adaptó a la arquitectura
oficial, uno de los motivos fue que las Academias de
arquitectura lo empleaban como modelos en sus enseñanzas.
Otros autores como Antoine-Chrysostome Quatremére de Quincy (1755-1859), perpetúa en sus
enseñanzas la prevalencia de los modelos de la Antigüedad en las arquitecturas más representativas.
Arquitectos más jóvenes hicieron propuestas nuevas influenciados por la estela del renacimiento, como
por ejemplo Henry Labrouste (1801-1875) en la “Biblioteca de Sainte-Geneviéve”.

Pintoresquismo y Palladianismo en la arquitectura anglosajona.


El pintoresquismo es una de las corrientes que prevalece en el ámbito inglés y que tendrá mayor proyección en el
S.XIX.
El jardín paisajistico, el jardin pintoresco desplazaría en todos los paises al modelo francés, se adecua al terreno para
aprovechar sus irregularidades e incorpora edificios o ruinas.
Willian Kent (1685-1748), proyectó varios jardines, uno de ellos para el castillo de Blenheim. Junto a Lancelot
“Capability” Brown (1715-1783) diseñó el de Stowe, en Buckinghamshire.
William Chambers realizó en 1761 los jardines de Kew Castle en Londres, donde los templetes dedicados a Belona, a
Aretusa o a Eolo, se repartían entre la variada floresta y se acompañaban de una pagoda china.
James Stuart (1713-1788), el “Ateniense”, introdujo en el parque de Shugborough, 1764, en Stafforrshire, un arco triunfal
en honor de sus patronos Lord y Lady anson, con el modelo tomado del arco de Adriano de Atenas y una interpretación de
la linterna de Lisícrates.
La figura de Palladio ha sido habitual en la arquitectura anglodajona. De la recopilación de dibujos de ejemplosejemplos
palladianos publicados por Richard Boyle y Colin Campbel durante el primer tercio del S.XVIII nacen los modelos para las
villas campestres inglesas.
John Wood padre (1704-1753) proyectó para el ensanche de la ciudad balneario de Bath, en Avon, un tipo de vivienda
burguesa unifamiliar dispuesta en hilera con fachadas de columnas que se extienden a modo de telones.
El modelo tuvo éxito y fue reutilizado por John Nash (1752-1835), en Regent´Park de Londres y en la “new town” de
Edimburgo. Nash unificó las diferentes tramas urbanas con construcciones de fachadas uniformes que enlazaban los
puntos clave del recorrido que se acentuaban con sectores achaflanados como en el caso de Oxford Circus o Picadilly.
En Londres, tras la guerra contra Napoleón, se pretendió convertir la ciudad en un escenario urbano para equipararlo a los
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proyectos que Napoleón había planeado para París.
La finca de Marylebone, se convirtió en un gran parque al estilo pintoresco, en el que se incluia un zoo, jardín botánico,
lago y todo tipo de elementos que eran característicos de un jardín botánico. A su alrededor se dispusieron viviendas
unifamiliares adosadas con jardín delantero y trasero, con un aspecto majestuoso.
La floreciente burguesía de esa época relizó numerosos encargos en los que los arquitectos se movieron entre el regusto
neogriego y un clasicismo no canónico que usaron libremente, como por ejemplo “la iglesia de St. Pancrás” (1822),
realizada por William Inwood (1771-1843) con un pórtico de cariátides similar al Erecteión de la Acrópolis de Atenas.

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En Edimburgo proliferó una moda neogriega que resaltaba por la blanca piedra de Craigleith. Charles Robert Cockerell
(1788-1836) desarrolló un estilo en el que se combinan elementos renacentista, barroco , romanos y griegos. Las fachadas
de sus entidades bancarias fueron neogriegas con ejemplos importantes en el Banco de Inglaterra , en Bristol o Liverpool.
Otro estilo de la arquitectura inglesa en esa época es el Gótico, latente en el pais desde 1600, cobra fuerza tras la
publicación de obras como “The History and Antiquities of Ely”, obra de James Benthan de 1771 , que podemos apreciar
en la ampliación de los “colleges” de Cambridge y Oxford y en Fonthill Abbey, Wiltshire construida por James Wyatt (1795-
1807) . La mansión estaba destinada al descanso en el campo y a las reuniones sociales y recoge un ambiente conventual
dentro de una escenografía pintoresca.
Hubo arquitectos que elaboraron un lenguaje propio, alejado del pasado. Entre estos destacan Gerorge Dance (1741-
1796) y John Soane, cuya obra supera todas las categorías de regeneración de las artes. Su obra principal es su
residencia en Linconl`s Inn Fields de Londres, en la que diseña una auténtica alegoria de su idea de la arquitectura de
un modo ecléctico mezclando elementos arqueológicos, pintoresquismo y racionalidad arquitectónica. Los
juegos de luces, los efectos escenográficos al modo pirapesiano y la esquematización de los elementos
caracterizan su arquitectura.

Clasicismo y reformas urbanas

El palladianismo inglés tuvo continuidad y desarrollo propio en Estados Unidos de América, donde
Tomas Jefferson (presidente desde 1801-1809) construirá su residencia en Charlottesville, la villa de
Monticello y el Capitolio del estado de Virginia, empleando el modelo de la Maison Carre de Nimes,
modelo que influirá en otros edificios federales.
La Universidad de Virginia se llenará de pórticos columnados y sobrias arquitecturas, que se inspiran
tanto en Palladio como en el Panteón de Agripa en su monumental biblioteca.
El arquitecto Benjamin Latrobe (1764-1820) trabajó en Virginia siguiendo los modelos de sus obras en
Inglaterra, como en el Banco de Pensilvania (1798) en el que empleó cúpulas rebajadas, arcos escarzanos
e iluminación cenital.
Washington, capital de la nación, se construyó siguiendo el proyecto de Pierre Charles l’Enfant
(1791quien sobre una malla reticular, marcó ejes de perspectiva de gusto barroco para enfatizar el
carácter áulico de los edificios representativos como el Capitolio o la Casa Blanca, residencia del
presidente. La arquitectura de las sedes gubernamentales en todos los Estados de la Unión siguió los
modelos palladianos con amplios pórticos con columnas, mientras que en las casas coloniales se
reelaboraron los modelos de las villas rurales palladianas con elementos ya propiamente americanos.
Estos modelos palladianos tuvieron una continuidad tardía en la remodelación de San Petersburgo en
Rusia llevada a cabo por el Zar Alejandro I.
Los enclaves urbanos más monumentales como se realzaron con telones de grandes columnas. En Moscú
se construyeron edificios monumentales como el edificio del
senado (1776-1787) en el Kremlin cuyo arquitecto fue
Matvei Kazakov (1738-1812).
A comienzos del S.XIX junto a los arquitectos foráneos el
ingeniero canario Agustín de Betancourt (1758- 1824)
trabaja para el Zar Alejandro I ocupándose del trazado de
nuevas poblaciones así como del edificio El Picadero de
Moscú, una construcción de 45 metros de ancho con
cubierta de cerchas de madera.
Neogriego y estila nacional en Alemania.

Tras las guerras napoleónicas, La confederación alemana estaba integrada por 38 estados entre los que
destacaba el Imperio austriaco y cinco reinos: Prusia, Baviera, Sajonia, Württemberg y Hannover. Todos
estos estados compartían estilo estético que provenía del gótico y el Romanticismo como símbolo del
nacionalismo alemán.
Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832) proclamó su admiración por los templos de Paestum y la
arquitectura de los romanos, en especial de Palladio. En 1832, aparece su obra “Arquitectura” en la que
muestra la idea de crear una arquitectura alemana similar a la griega.
En la formación de los jóvenes arquitectos alemanes, así como en la proyección y diseño de las ciudades
es muy importante la influencia de Durand y la Ècole Polytechnique de París.
El estilo en que se edifica los edificios, según su destino, será la suma de un clasicismo convencional,
modelos del Renacimiento italiano y notas de medievalismo, que conforman un estilo ecléctico original.
Friedrich Weinbrenner (1766-1826) realizó un proyecto entre 1800-1826 para la ciudad de Karlsrube en
el gran Ducado de Baden, en la que trazó un eje monumental desde el palacio a la puerta sur con una
sucesión de plazas de variado diseño.
La Markplats, es de planta rectangular y en ella se establece el ayuntamiento y la iglesia que se unen a
los edificios circundantes por medio de pórticos. La plaza Rondell, de planta circular y presidida por un
obelisco se remodeló en 1832.
Karl Friedrich Schinkel arquitecto del estado, utilizó estilos históricos con un moderno criterio de
funcionalidad según el destino del edificio. Su fama de arquitecto neogriego procede de tres obras
relevantes en Berlín:
• La Neue Wache (casa del guardia), 1816.
• El Schauspielhaus (teatro estatal), 1821.
• El Altes Museum, destinado a la pintura y la escultura antigua (1824-1828).
Estos edificios poseen una arquitectura severa, racional y funcional que bebe de la arquitectura de los
visionarios y que fue codificada por Durand.
En el proyecto para el palacio del rey de Grecia (1834) en la Acrópolis de Atenas o el palacio de Orianda
en Crimea (1838), Schinkel se desprende de la severidad seguida en Berlín para hacer un uso más
pintoresco con la inclusión de cariátides que se asoman al mar. Los interiores son una fantasía de
motivos clásicos policromados. En el Schloss Glienicke o en el Schloss Charlottenhof diseñó un paisaje
para el descanso con arquitecturas caprichosas medievales o antiguas, poblando jardines.
Construyó residencias campestres en las proximidades de Postdam en la que no está sujeto al clasicismo.
Su modernidad se refleja en construcciones civiles, como los almacenes o la Academia de Arquitectura
(1831) {desapareció en la segunda guerra mundial} con fachada de ladrillo y elementos decorativos del
quattrocento italiano.
Leo von Klenze realizó en Munich algunas de las obras más representativas del neogriego alemán.
Recibió el encargo de construir la Gliptoteca de Munich, una monumental construcción con pórtico
columnado de orden jónico que daba acceso al museo. La sucesión de galerías abovedadas reproducían
el diseño de Durand para la galería de arte. En la proximidad Klenze levantó los Propylaen, remedo de
los Propileos de Atenas. Klenze es autor del proyecto para el Walhalla (1831-1842) construcción
destinada a panteón alemán. Está situado en un lugar elevado al que se accede mediante rampas.
Recorrió el Renacimiento italiano en varias obras.
Friedrich von Gärtner (1792-1874) sucesor de Klenzecrea un estilo nacional con el empleo del arco
redondo, un estilo ecléctico en el que confluyen románico, bizantino, gótico y primer renacimiento,
siguiendo el funcionalismo de Durand.
Su obra principal fue la vía principal de Munich, La Ludwigstrasse, donde se encuentra la
Ludwigskirche, que se realizó entre 1820-1840, con elevadas torres que se unen a los edificios
colindantes mediante “loggias”.
La arquitectura del clasicismo en España.
Fue la creación de la Academia de Nobles Artes de San Fernando en 1752 durante el reinado de Fernando VI
la que incluyó al reino de España en las corrientes internacionales, dejando atrás las enseñanzas de los
gremios y poniendo en marcha un método más científico en el que la geometría y las matemáticas tenían
gran importancia. La Academia institucionalizó un barroco clasicista que consideraba debía ser la imagen de
la grandeza de la Monarquía. Ventura Rodríguez, (1717-1785), fue el conductor de esa evolución desde la
tradición española al barroco clasicista a través de su propia obra y desde la Comisión de Arquitectura de la
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En un principio se pensó en retomar los textos antiguos, como el de Vitruvio, como garante de la renovación.
Pero la Academia, anclada en un convencional clasicismo no era capaz de aportar mayores aires de
renovación. Los aires de renovación vendrán con los arquitectos de la siguiente generación, que elaborarán
un nuevo lenguaje, acorde a los deseos de la aún poderosa nobleza y la incipiente clase burguesa, resultado
de la revisión del pasado, del conocimiento de las ruinas clásicas gracias a sus viajes a Italia como Juan de
Villanueva y sobre todo, al intercambio de experiencias con colegas de otras nacionalidades.
Juan de Villanueva (1731-1811), pensionado en Roma entre 1759 y 1764, toma lo necesario de la tradición hispana
para desarrollar un lenguaje en consonancia con su tiempo. A la vuelta de Italia realizó un viaje a Granada y Córdoba
lo que le permitió conocer el arte islámico y también la arquitectura de la Capilla Real de Granada con los
enterramientos de los Reyes Católicos y publicó Las Antigüedades Árabes de España con grabados.
En 1768 es nombrado arquitecto del monasterio de El Escorial y las
obras que allí realiza -las diversas casas de Oficios, del Cónsul de Francia,
de Infantes, la del Ministro de Estado- remiten al modelo del
Monasterio, la referencia histórica más importante así como la
necesidad de adecuarse al marco urbano.
En la Casita de Arriba y del Príncipe (desde 1771) combina un clasicismo
riguroso con notas palladianas y el recuerdo herreriano en las cubiertas
de pizarra. En la Casita de El Príncipe de El Pardo (1784) emplea algunos
elementos como: la combinación de materiales tradicionales como la
piedra, la pizarra y el ladrillo cocido y la composición esquemática a
base de módulos independientes de perfiles severos.
Juan de Villanueva: Casita del Príncipe de El Pardo, 1784.
Uno de los rasgos que hay que mencionar sobre Villanueva es el carácter urbano de sus edificios. La remodelación de
la Plaza Mayor tras el incendio de 1790 supone la solución a un problema largamente planteado, con una composición
que englobaba elementos diversos a fin de conseguir una imagen homogénea, El Observatorio Astronómico (1790),
el Jardín Botánico y el Gabinete de Ciencias (1785) luego Museo del Prado, son la consecuencia de un lenguaje
internacional y a la vez hispano, plagado de elementos clásicos. En el Museo, la yuxtaposición de tres tipologías:
rotonda, basílica y palacio atiende a la nueva forma de componer. El empleo de ladrillo cocido en los paramentos y de
piedra en los detalles arquitectónicos, línea de impostas, esquinas, recercados de los vanos y guardapolvos, definen
unos perfiles nítidos. Las columnas en el piso superior de las galerías laterales remiten al recuerdo de Palladio. La
Universidad de Toledo con su espléndido patio arquitrabado de columnas de capitel jónico muestra un lenguaje
sobrio.

La generación posterior a Villanueva asumió los principios neoclásicos. Ignacio Haan (1758-1810), estuvo en Roma
entre 1780 y 1786. Empleó un lenguaje severo que recuerda a Villanueva por el uso de paramentos de ladrillo.
Entre sus obras más importantes destaca “La Universidad de Toledo”, “el Hospital de Dementes” o” la puerta Llana
de la Catedra”l, que conviven en el contexto urbano toledano con las arquitecturas históricas.
Todas estas obras fueron realizadas bajo el mecenazgo ilustrado del Cardenal Lorenzana.

Silvestre Pérez (1767-1825) dio un paso más en la búsqueda de la modernidad. Tras su paso por Roma en 1790 planteó
un clasicismo que hunde sus raíces en la arquitectura de los revolucionarios con obras perfectamente inmersas en
sus marcos urbanos. Las iglesias de Motrico (1798) y Bermeo (1807) son auténticos hitos en sus poblaciones,
enclavadas en situación elevada, son templos de líneas severas que esquematizan los modelos clásicos. Sus obras tras
la Guerra de la Independencia, también en el País Vasco, son propuestas para una ciudad burguesa: el teatro de
Vitoria (1820), los ayuntamientos de San Sebastián y Bilbao, abren la puerta a una nueva concepción de la ciudad
que tendrá su continuidad a lo largo del siglo XIX.
Arquitectos como Isidro González Velázquez (1765-1840) y Antonio López Aguado (1764-1831) discípulos
de Villanueva continuaron la senda del clasicismo como en el caso del primero nos remite a ejemplos como
la Casita del Labrador de Aranjuez.

Antonio López Aguado, fue un notable arquitecto mayor de Madrid con obras como la Puerta de Toledo
(1817), el Palacio de Villahermosa actual sede del Museo Thyssen-Bornemisza.

En Cádiz, Torcuato Benjumeda (1764-1831) controló la arquitectura desde modelos italianos hasta acercarse
al neoclásico en la Carcel Real (1794). Remodeló las Casas Consistoriales de Cádiz y la iglesia de San Juan
Bautista de Chiclana.
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En España se vivió hasta muy tarde de los modelos neoclásicos enseñados en las academias hasta la
apertura de la Escuela de Arquitectura en Madrid en 1844. Los textos del valenciano Manuel Fornés y Gurrea
sirvieran de guía. Su modelo de Plaza Mayor porticada se rastrea en la Plaza Nueva de Bilbao (Silvestre
Pérez y Goicoechea) o en la burguesa Plaza Real de Barcelona (Francisco Daniel Molina).

El Congreso de los Diputados en Madrid por Narciso Pascual y Colomer supuso el inicio de la arquitectura
del periodo isabelino.

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