Manual Test Autoconcepto Forma 5
Manual Test Autoconcepto Forma 5
Manual Test Autoconcepto Forma 5
1. Fundamentación teórica
El término autoestima expresa el concepto que uno tiene de sí mismo, según unas
cualidades que son susceptibles de valoración y subjetivación (Musitu, Román y Gracia,
1988). La persona se auto valora según unas cualidades que provienen de su
experiencia y que son consideradas como positivas o negativas. El concepto de
autoestima se presenta como una conclusión final del proceso de autoevaluación; la
persona tiene un concepto de sí misma; si después pasa a autoevaluarse e integra
valores importantes, esto es, se valora en más o en menos, se infra o sobrevalora,
decimos que tiene un nivel concreto de autoestima. Es decir, la autoestima es el grado
de satisfacción personal del individuo consigo mismo, la eficacia de su propio
funcionamiento y una actitud evaluativa de aprobación que siente hacia sí mismo.
En la presente escala hemos considerado un solo factor académico, tal y como surgió
en los trabajos iniciales con preadolescentes y según los factores racionales obtenidos
a partir del modelo de Shavelson. Un punto interesante relacionado con el supuesto de
la multidimensionalidad es la posibilidad de establecer relaciones entre sus distintas
dimensiones y otras variables resultado, tales como los valores, el rendimiento
académico, el ajuste, etc. Estabilidad frente a maleabilidad. Otra de las características
más sorprendentes y controvertidas junto con la de la multidimensionalidad del
autoconcepto es su capacidad de permanecer estable y cambiante al mismo tiempo;
de ser estable en sus aspectos más nucleares y profundos, a la vez que variable en sus
aspectos más dependientes del contexto. Si aceptamos que uno de los principales
motivos del ser humano es la búsqueda de consistencia en sus creencias acerca de sí
mismo, es fácil inferir lo altamente deseable que es para el ser humano la estabilidad
del autoconcepto o de las distintas identidades que lo componen (Schwalbe, 1993). En
numerosas investigaciones se constata que los seres humanos buscan denodadamente
la consistencia y la estabilidad y se resisten activamente a cualquier información que
desafíe o amenace su autoconcepto. La literatura científica referente a este ámbito de
estudio tiene numerosos ejemplos de cómo la conducta sirve para verificar, proteger y
mantener las concepciones y evaluaciones que las personas tienen de sí mismas (ver
Banaji y Prentice, 1994). Sin embargo, a pesar de esta importante resistencia al
cambio, también encontramos numerosas evidencias empíricas que muestran la
ocurrencia de cambios temporales, así como de modificaciones permanentes en el
autoconcepto. Pasemos a considerar ambos tipos de cambios. A lo largo de la vida, el
ser humano atraviesa períodos críticos o momentos especialmente relevantes en los
que se le exige que asuma nuevos roles y se ajuste a nuevas demandas (Banaji y
Prentice, 1994). En este sentido, se han investigado las variaciones que se producen en
el autoconcepto a lo largo del ciclo vital (ver Damon y Hart, 1982). Uno de los periodos
de la vida que se caracteriza precisamente por el cambio, así como por ser un
momento de consolidación de la identidad, es la adolescencia (Bakhurst y Sypnowich,
1995; Palmonari, 1991). Con la edad se observa una progresiva comprensión del
autoconcepto en términos cada vez más precisos de tipo intencional, volitivo y
reflexivo, así como una tendencia a sistematizar conceptualmente los diversos
aspectos del autoconcepto en un sistema unificado. De manera progresiva, se va
integrando, rechazando o aceptando parcialmente la información proveniente de
nuevas experiencias. Además de los cambios debidos al desarrollo evolutivo del
individuo y a las continuas experiencias e interacciones nuevas, también se han
encontrado cambios sustanciales en el autoconcepto en momentos de transición, tales
como el ser madre (Deutsch, Ruble, Fleming, Brooks-Gun y Stangor, 1988), el acceso a
la universidad (Ethier y Deaux, 1990), la incorporación al mercado laboral (Gracia,
Herrero y Musitu, 1995), etc. Por otra parte, el contexto social inmediato provoca
ciertos cambios temporales en el concepto que la persona tiene de sí misma en un
momento determinado. Precisamente, desde un enfoque sociológico se ha prestado
una mayor atención a la naturaleza dinámica y adaptativa del autoconcepto,
desarrollando, por ejemplo, el concepto de “identidades específicas” para referirse a
los significados del yo que emergen durante un encuentro AUTOCONCEPTO FORMA 5
12 social particular (Alexander y Knight, 1971). Ya Williams James, al referirse a la
naturaleza variable del autoconcepto, escribía que “el individuo tiene tantos selfs
sociales diferentes como grupos distintos de personas cuyas opiniones le importen”.
Pero, ¿cómo puede reconciliarse esta visión de un autoconcepto tan cambiante y
dependiente del desarrollo evolutivo o del contexto social inmediato con la evidencia
existente respecto de la impresionante estabilidad del autoconcepto? Una
aproximación al autoconcepto que permite entenderlo como estable, y al mismo
tiempo como maleable, es la que se sugiere con la noción de autoconcepto en trabajo,
actual o accesible (Markus y Nurius, 1986). Desde este planteamiento se parte de la
idea de que no todas las autorepresentaciones o identidades que forman parte de un
autoconcepto completo son accesibles en cualquier momento. El autoconcepto
accesible, o el autoconcepto del momento, se define mejor como una modificación de
la configuración, continuamente activa, del autoconocimiento accesible. El
autoconcepto no se percibiría como una entidad monolítica que se traslada de una
situación a otra, sino como un espacio (Markus y Wurf, 1987), una confederación
(Greenwald y Pratkanis, 1984) o un sistema (Martindale, 1980) de autoconcepciones.
Desde este conjunto de autoconcepciones, el individuo construye un autoconcepto
accesible que integra las autoconcepciones nucleares con aquellas más inmediatas y
recientes elicitadas por el contexto inmediato o el estado emocional del sujeto. El
autoconcepto, entonces, se puede percibir como estable en la medida en que el
universo de autoconcepciones es relativamente inalterable. Ciertamente, se añadirán
nuevas autoconcepciones, aunque si se ha creado una autoconcepción particular es
improbable que desaparezca, incluso, si se elicita en contadas ocasiones. Al mismo
tiempo, hay variaciones en las autoconcepciones que están activadas en el
pensamiento y la memoria en un momento dado, por lo que el autoconcepto aparece
como maleable, puesto que lo que cambia ahora son los contenidos del autoconcepto
accesible.
A continuación se define cada una de las dimensiones del AF-5 para su correcta
interpretación:
Este factor hace referencia a la percepción que tiene la persona de su aspecto físico y
de su condición física. El factor gira en torno a dos ejes que son complementarios en su
significado. El primero alude a la práctica deportiva en su vertiente social –me
buscan…–, física y de habilidad –soy bueno…–. El segundo hace referencia al aspecto
físico –atracción, gustarse, elegante–. Un autoconcepto físico alto significa que se
percibe físicamente agradable, que se cuida físicamente y que puede practicar algún
deporte adecuadamente y con éxito. Lo contrario se podría decir de un autoconcepto
físico bajo. El autoconcepto físico correlaciona positivamente con la percepción de
salud, con el autocontrol, con la percepción de bienestar, con el rendimiento
deportivo, con la motivación de logro y con la integración social y escolar (García,
1993; Herrero, 1994; Gracia, Herrero y Musitu, 1995; Ayora, 1996). Asimismo, el
autoconcepto físico correlaciona negativamente con el desajuste escolar, la ansiedad
y, en menor grado, con la presencia de problemas con los iguales (Cava, 1998; Herrero,
1994; Stevens, 1996).
3. Corrección
4. Interpretación
Puntuación Categoría
16-18 ALTO
13-15 PROMEDIO
10-12 BAJO
6-9 MUY BAJO
*Nota: Los ítems 3, 4, 12, 13, 14, 18, 22, 23 y 28 son invertidos, esto quiere
decir que una mayor puntuación indican menor autoestima.