La Verdadera Historia de Los Serafines y Otros No-Ángeles
La Verdadera Historia de Los Serafines y Otros No-Ángeles
La Verdadera Historia de Los Serafines y Otros No-Ángeles
[Y OTROS NO-ÁNGELES]
Sería prudente escapar de cualquier artículo que trate sobre los ángeles
cuyo comienzo sea: «la palabra ángel significa mensajero». A esa frase
lacónica seguirá un tratamiento enciclopédico de la naturaleza espiritual de
estos seres, sus jerarquías y funciones en la corte divina. Este enfoque
sincrético puede inducir en el lector la impresión de que los mitos bíblicos
poseen una angelología sólidamente desarrollada. Sin embargo, estas
historias se originaron a lo largo de más de un milenio y, como tales, no se
puede esperar un sistema coherente de categorización, precisamente por
tratarse de un tipo de material extraordinariamente diversificado.
En otras palabras, el «ángel» es una categoría construida a partir de datos
adicionales, una exégesis posterior que se esfuerza por organizar una
variedad de deidades menores, demonios y seres celestiales en grupos
particulares.
Hoy intentaremos desafiar la representación popular de los ángeles,
particularmente de los Serafines, quienes juegan un papel importante pero
misterioso en el judaísmo y el cristianismo.
En primer lugar, el término «ángel» debe entenderse como un tipo de ser
celestial, anterior a la creación, muy diferente a la forma en la que estas
entidades suelen ser retratadas en el arte y la ficción.
La etimología de los Serafines denota su origen como seres relacionados
con el fuego. El singular sɛrəf significa «el que arde», y los Serafines se
consideraban tradicionalmente como ángeles ardientes, o en llamas. En
hebreo, la palabra saraph significa «quemar», y se usa siete veces a lo largo
del Antiguo Testamento como sustantivo, generalmente para denotar
«serpiente». Por qué estos dos términos [«quemar» y «serpiente»] están
relacionados es tema de discusión. Algunos deducen que podría tratarse
debido al color rojizo de ciertas serpientes, o incluso a la sensación de ardor
que deja su mordedura. La forma plural: seraphim, aparece únicamente en
Números e Isaías, pero solo en este último se utiliza para referirse a un ser
celestial. Isaías luego usa el singular para describir una «ardiente serpiente
voladora».
Esta «serpiente ardiente», saraph, aparece en la Torá para describir una
especie de serpiente del desierto cuyo veneno quema al contacto. La palabra
hebrea saraph podría corresponder al sánscrito sarpa y sarpin [«serpiente» y
«reptil» respectivamente]. Todo esto es consistente con la lengua hebrea
antigua, donde lo venenoso es literalmente ardiente, y lo ardiente es
serpentino. Los Serafines, entonces, arden, queman como la mordedura de las
serpientes.
El Libro de Isaías amplía la descripción de los Serafines como
«serpientes ardientes» en la tierra de la angustia, e indica que comparables a
víboras, peores que las serpientes ordinarias. El profeta también tiene una
visión sobre los Serafines como agentes divinos, con seis alas y rostros
humanos, que probablemente no deben interpretarse como serpientes sino
como llamas. Algunos sostienen que Isaías está hablando de los Serafines
como si se trataran de rayos. Después de todo, los rayos pueden ser vistos
como formas serpentinas que «queman»; sin embargo, el rayo nunca es
deificado en los mitos hebreos, y solo está asociado a Dios en una forma
despersonalizada, como un arma en el arsenal divino o como una
característica ordinaria de la teofanía.
La traducción de la palabra hebrea mal’āḵ [pl. mal’āḵīm] por el griego
angelos [«mensajero»] oscurece un poco la percepción antigua de las
funciones de estos seres. El hebreo mal'akh era la palabra estándar para
«mensajero», tanto divino como humano. Cuando se trata de mensajeros
humanos [es decir, que no demuestran ninguna habilidad sobrehumana] la
palabra mal'akh aparece en su significado básico y literal de mensajero; no
obstante, en estos casos las primeras traducciones de la Biblia emplean
términos latinos como legatus o nuntius, y solo cuando se presenta algún ser
sobrenatural aparece la palabra angelus. El original no hace tal distinción.
Habla de «mensajeros», independientemente de su naturaleza terrenal o
divina.
La estructura morfológica de la palabra mal'akh sugiere que esta se refiere
a los medios para llevar a cabo una tarea. Por lo tanto, el término mal'akh
significa simplemente «el que es enviado», a menudo traducido como
«mensajero». Esto significa que la palabra «ángel» solo debería ser utilizada
para todos los seres celestiales que Dios envió en misiones como mensajeros,
por lo tanto, los Serafines no son ángeles; de hecho, antiguamente nadie
habría identificado a los Serafines y Querubines como mal’āḵīm
[«mensajeros»]. Más aún, la apariencia aterradora de estas criaturas los
convertía en candidatos poco probables para servir como ángeles, es decir,
como mediadores del mensaje divino; y por eso no hay registro de que los
Serafines alguna vez lo hayan hecho.
Es importante entender que, originalmente, la palabra «ángel» [mal'akh]
no designaba a un tipo de criatura celestial, sino a una función. La idea de
que «ángeles» es un término genérico para cualquiera de los asistentes
sobrenaturales de Dios, ya sea que cumplan la función de mensajeros o no, es
posterior. La mayoría de las traducciones de la Biblia toman prestado el
término griego angelos, pero no en su sentido original como «mensajero»,
sino en su significado posterior como cualquier ser sobrenatural bajo la
autoridad de Dios. De ahí que actualmente pensemos en los «ángeles» como
en una raza o especie de criaturas, cuando en realidad es solo una función.
La apariencia serpentina de los Serafines probablemente tiene sus fuentes
en la iconografía del uraeus egipcio, el cual se usaba como símbolo de
soberanía, realeza y autoridad divina. Podemos verlo en la cabeza de todos
los dioses y faraones, dándole la apariencia de una cobra. La palabra uraeus
es griega, y esta es una traducción del egipcio jor, la figura de la cobra que
protege a los reyes y dioses por medio de su «fuego» [veneno]. Estas
imágenes se han relacionado con los Serafines de las visiones de Isaías, o
quizás más directamente con la «ardiente serpiente voladora» antes
mencionada, pero esto continúa siendo tema de debate, ya que una imagen de
Serafines serpenteantes choca con la propia visión de Isaías, que claramente
los imaginó con cabezas, piernas y brazos. La visión de los Serafines que
tuvo Isaías es el único caso en el Antiguo Testamento en que esta palabra se
usa para describir seres celestiales: