2da. Asignacion de La U.C. Electiva I

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MAESTRIA EN DERECHOS HUMANOS

.ANÁLISIS SOCIO-ANTROPOLÓGICO DE LAS DIFERENCIAS ENTRE


HOMBRES Y MUJERES.
SOCIO-HISTÓRICO DE LAS DIFERENCIAS. PATRIARCADO

(UNIDAD CURRICULAR: ELECTIVA I. DERECHOS HUMANOS DE LAS


MUJERES:.)

PARTICIPANTE:
Abg. José Salazar

ENERO 2023
ANÁLISIS SOCIO-ANTROPOLÓGICO DE LAS DIFERENCIAS ENTRE
HOMBRES Y MUJERES.

La antropología social como disciplina científica, igual que otras ciencias


sociales, no ha permanecido ajena a la influencia de diferentes prejuicios teóricos
en sus objetivos, intereses, métodos y técnicas de análisis desde su gestación
hasta su consolidación como disciplina científica. Algunos de estos fueron el
etnocentrismo y el androcentrismo, los cuales causaron una notable distorsión en
la mirada antropológica. El etnocentrismo significó un análisis de reflejo e inversión
desde el que se emitían juicios de valor inconscientes e «involuntarios que
distorsionaban el análisis de los antropólogos. Se trataba de una actitud del que
creía que la cultura propia era decididamente superior a las otras y que tendía a
valorar las otras culturas a través de sus propios prejuicios

La antropología exige análisis estructurales de los fenómenos sociales,


encontrar el origen de un fenómeno y sus explicaciones en términos socio
histórico es una de las principales labores de la antropología social. Surge, de en
este contexto, la antropología del género, entendiendo por género la adscripción
de roles y estatus sociales diferenciados y la atribución de significados culturales
diferenciados a las personas en base al dimorfismo sexual. Es decir, hombre y
mujer van a ser el criterio para otorgar una serie de tareas y actividades (caza,
guerra, religión,… por un lado; reproducción, recolección,… por el otro) a cada uno
de los sexos. Tareas y actividades que van a ser pensadas como diferentes y
opuestas en base a la categorización de lo masculino y lo femenino. En estos
estudios tradicionales las diferencias biológicas se tomaban como base para la
formación de relaciones sociales y para su conceptualización y simbolización.
Fundamentar las diferencias de género en causas biológicas (determinismo
biológico), los datos etnográficos demuestra que las diferencias biológicas no
pueden ser la base de la construcción del género, ya que la división social entre
hombres y mujeres está socialmente construida. Por ejemplo, Annette Weiner
(1976) para criticar los planteamientos de los autores estructural-funcionalistas
(Ortner y Lévi-Strauss), estudia la sociedad trobriandesa fijándose en las mujeres
relacionadas con el mundo de la reproducción y de la cosmología. Así, mientras
Malinowski decía que la sociedad trobriandesa era una sociedad basada en el
intercambio mujeres y de objetos materiales e inmateriales y que de ello dependía
toda la estructura social, Weiner dirá que no es así.
Categorizar cualquier realidad como natural responde a una manera muy
europea de pensar el cuerpo, lo social y lo simbólico y pertenece más al discurso
científico antropológico que a las cosmovisiones indígenas. De hecho, las
prácticas sexuales están guiadas por pautas y por modelos culturales, así como,
por ejemplo, hay múltiples y variadas formas de entender la procreación
El ámbito de la evolución humana constituye un campo de investigación
multidisciplinar, la Paleo antropología, sumamente polémico y en constante estado
de ebullición y cambio. De hecho, el mundo relacionado con nuestros orígenes ha
revelado una notable complejidad y generado acalorados debates desde el mismo
momento en que la teoría de la evolución fue aceptada por la comunidad científica.
Hasta hace sólo unas décadas, los estudiosos consideraron a las mujeres como
simples participantes pasivas en el cambio evolutivo, y se limitaron a relegarlas al
papel de parir, alimentar y cuidar a sus crías. Mientras que, por el contrario, los
hombres fueron descritos como responsables de muchas de las innovaciones que
nos definen como humanos, por ejemplo, el surgimiento del andar bípedo, el
agrandamiento del cerebro, la fabricación de herramientas, la comunicación
cooperativa o la representación simbólica.

El hombre y la mujer han estado desde siempre vinculados por


razones fuertes y altamente determinantes: la perpetuación y la supervivencia
de la especie; el hombre y la mujer se han vinculado para reproducirse.
Esta unión, de una gran fuerza, como principio y fundamento de la
perpetuación de la especie, ha sido enorme y ha condicionado el resto de las
relaciones exigidas para su supervivencia.

Diversas condiciones histórico-sociales han contribuido a la


construcción del ser hombre-mujer, que se remonta a la época de las cavernas,
del hombre troglodita, cazador, y la mujer cuidadora de la caverna y de la vida
familiar. En la cultura judeocristiana, la noción del sujeto estaba atravesada por la
del hombre religioso; por el contrario, a la mujer se le asignaba la noción de
objeto, en el orden de la naturaleza, que debía ser dominado. No fue sino hasta
el Concilio de Trento cuando se le “adjudicó” alma a las mujeres, que antes eran
consideradas humanas sólo en su tarea de reproducción: una condición sólo
alterada por aquellas glorificadas como vírgenes o estigmatizadas como
perversas, por “salirse” del papel tradicional de objeto que se les asignaba.

En muchas culturas, la mujer aún continúa segregada en espacios de la


educación, y su presencia en las actividades científicas e incluso artísticas y
profesionales se mantiene al margen. Esto representa una pérdida de las
potencialidades del saber y del conocimiento de estas mujeres, las cuales no
logran crecer y desarrollarse de manera igualitaria en la vida social.

Asimismo, es necesario resaltar los valores de la mujer y participar de lleno


en todos sus procesos de inclusión e integración social y económica como un ser
humano plenamente incorporado al diario quehacer de la vida; no tan sólo del
hogar, sino en el desarrollo de ella misma y por sí misma en todos aquellos
escenarios de la cotidianidad, en los cuales lado a lado con su fortaleza y
presencia, de manera conjunta, ella y el hombre sean productivos y participativos.

Usualmente la igualdad entre los sexos ha sido definido y aceptada como


una equivalencia: entre hombre y mujeres somos iguales y por lo tanto tenemos
los mismos derechos y obligaciones. Sin embargo, la existencia de los sexos
conlleva diferencia que nos hacen pertenecer al sexo femenino o al masculino.

SOCIO-HISTÓRICO DE LAS DIFERENCIAS. PATRIARCADO.

Se denomina como patriarcado al predominio de la autoridad que ejerce un


varón sobre un grupo de personas o sociedad, específicamente sobre las mujeres
y los niños. Por otro lado, también se entiende como patriarcado al obispo de
ciertas iglesias ortodoxas o a los fundadores de una orden religiosa .
El patriarcado es un tipo de organización social cuya autoridad y poder
recaer en el varón con mayor autoridad de la familia o grupo social, llamado
patriarca. De allí que el patriarcado establezca el dominio masculino sobre la
figura femenina y los demás miembros de un grupo familiar y social.
En este sentido, el patriarcado impone una distribución desigual del poder y
de los derechos entre hombres y mujeres. Dicha desigualdad ha impulsado
diversos movimientos y luchas feministas a favor del respeto e igualdad de trato y
derechos femeninos en relación con los hombres.

Estos movimientos han logrado que las mujeres puedan ocupar importantes
roles sociales y políticos, el acceso a la educación, el derecho al sufragio, mayores
oportunidades laborales, el respeto a la sexualidad femenina, la defensa ante la
violencia de género, entre otros.

El patriarcado es un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la


subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como
‘femenino’, con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación
de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo
biológico’. Tiene su origen histórico en la familia, cuya jefatura ejerce el padre y se
proyecta a todo el orden social. Esta situación se mantiene a través de regímenes,
hábitos, costumbres, prácticas cotidianas, ideas, prejuicios, leyes e instituciones
sociales, religiosas y políticas que definen y difunden una serie de roles a través
de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a
quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y
derechos.

De la misma forma, aquellos comportamientos y preferencias sexuales que


difieran de lo que es tradicionalmente atribuido a los varones y mujeres, son
considerados como conductas desviadas y fuera de la norma, siendo condenadas
fuertemente por todas las instituciones sociales y políticas existentes, ya que éstas
actitudes ponen en tela de juicio la heterosexualidad, que es una de las bases más
firmes que dan permanencia y validez a las estructuras patriarcales
Lo que sí es cierto, es que el Estado patriarcal, es una construcción socio-
histórica y cultural pensada desde la masculinidad en el marco de las relaciones
de poder y dominación. Esto avisa, la necesidad de pasearse por la historia de
distintos momentos y civilizaciones, en la concepción que éstas han tenido acerca
del Estado, la familia, la institucionalidad y lo femenino. Así mismo, se precisa una
revisión de la filosofía y de las posturas de algunas y algunos teóricos, para
encontrar parte de los referentes o categorías que la develan.

Diversos estudios antropológicos, sociológicos y políticos han determinado


que el patriarcado, como estructura familiar y social, data cerca del año 3000 a.C.,
incluso, se considera que el patriarcado también inició en las familias hebreas en
las cuales se daba este tipo de organización.

Los principales indicios del patriarcado derivan de que el hombre impuso su


voluntad, poder y superioridad ante la figura femenina al asignarle diferentes
tareas y obligaciones como la recolección de alimentos, los cuidados del hogar, la
reproducción, entre otros.
En consecuencia, los diversos movimientos feministas han luchado a lo
largo de los siglos XIX y XX por la igual social, política, familiar y cultural entre
hombres y mujeres. Muchos han sido los logros alcanzados, sin embargo, aún
existen grandes evidencias de que el patriarcado continúa imponiéndose de
diversas maneras en la actualidad.
Esta bitácora socio-histórica cultural, demuestra, que el patriarcado no es
una condición asociada a culturas pensadas en funcionamientos homogéneos,
pues no en todos los procesos civilizatorios ni primitivos, existió este concepto, lo
cual no lo hace natural, celestial ni incambiable, pues hubo antes y durante la
Modernidad culturas basadas en modelos de familia y Estado pensados desde
una lógica distinta. Entender esto, propicia una oportunidad según Morin (2008)6
"para construir o refundar los conceptos socioculturales" que influyen en la
construcción de currículas pertinentes a las diferencias sociales de hoy en la salud
y la educación en el sector universitario
La primera forma del patriarcado apareció en el estado arcaico. La unidad
básica de su organización era la familia, que expresaba y generaba
constantemente sus normas y valores. De ahí por ejemplo que la sexualidad de
las mujeres se convirtiera en una mercancía antes incluso de la creación de la
civilización occidental. El desarrollo de la agricultura durante el periodo neolítico
impulsó esa superioridad de los hombres sobre las mujeres, las cuales eran
intercambiadas o compradas en matrimonio, en provecho de la familia: luego
como esclavas, con lo que las prestaciones sociales entrarían a formar parte de su
trabajo y sus hombres serían propiedad de sus amos.

El concepto de patriarcado es antiguo y no necesariamente un aporte de las


teorías feministas. Engels y Weber lo mencionaron; más aún el primero se refirió a
éste, en su famosa obra “Estado, Familia y Propiedad Privada”  como el sistema
de dominación más antiguo, concordando ambos en que el patriarcado dice
relación con un sistema de poder y por lo tanto de domino del hombre sobre la
mujer. Se trata de un sistema que justifica la dominación sobre la base de una
supuesta inferioridad biológica de las mujeres. Tiene su origen histórico en la
familia, cuya jefatura ejerce el padre y se proyecta a todo el orden social. Existen
también un conjunto de instituciones de la sociedad política y civil que se articulan
para mantener y reforzar el consenso expresado en un orden social, económico,
cultural, religioso y político, que determina que las mujeres como categoría social
siempre estarán subordinadas a los hombres, aunque pueda ser que una o varias
mujeres tengan poder, o que todas las mujeres ejerzan cierto tipo de poder como
lo es el poder que ejercen las madres sobre los y las hijas.

La instauración del sistema patriarcal, durante el periodo Neolítico, tuvo una


serie de consecuencias iniciales de tal envergadura que transformaron
profundamente las relaciones sociales y que, en día, seguimos padeciendo, esta
denominación condujo a la instauración de un nuevo sistema social basado en la
jerarquización y en el poder como dominación el Patriarcado.

Uno de los muchos conceptos que surgieron fue el de patriarcado, el


responsable de muchas de las desigualdades que vive la mujer en su
cotidianeidad, trabajo, casa, transporte público o en la escuela. La especialista lo
definió como “un sistema que jerarquiza, que da poder al que está en la parte más
alta y que minimiza a quienes no están en ese poder y quien está en esa parte
más alta está representado por el cuerpo masculino; el proveedor, el fuerte, el
valiente, el inteligente todas estas cuestiones que marcan esas diferencias del
sexo fuerte y el sexo débil.

El patriarcado marca estas diferencias que opone a los hombres y a las


mujeres. Desprecia, denigra y minimiza lo que pueden representar cada uno y eso
es lo terrible porque sigue marcando una gran desigualdad que causa cuestiones
de violencia, e inclusive, de matar a la otra porque no está representando lo que
me han enseñado.

Ha definido el patriarcado como un sistema de organización social en el que


los puestos clave de poder (político, económico, religioso y militar) se encuentran,
exclusiva o mayoritariamente, en manos de varones. Ateniéndose a esta
caracterización, se ha concluido que todas las sociedades humanas conocidas,
del pasado y del presente, son patriarcales. Se trata de una organización histórica
de gran antigüedad que llega hasta nuestros días. En efecto, consideremos uno a
uno los aspectos del poder a los que se refiere esta definición y veremos que
somos incapaces de dar un solo ejemplo que no corresponda a ella. Sobre la
causa de esta universalidad del patriarcado existen variadas hipótesis.

Ahora bien, es evidente que no todas las sociedades se ajustan a la


definición de patriarcado de la misma manera ni con la misma intensidad. En otro
lugar, he distinguido entre patriarcados de coerción y patriarcados de
consentimiento. Aunque se trata de un intento de clasificación y, como tal, es
siempre esquemático y simplificador, puede ayudarnos a pensar las preguntas
iniciales. Los que he llamado “patriarcados de coerción” mantienen unas normas
muy rígidas en cuanto a los papeles de mujeres y hombres. Desobedecerlas
puede acarrear incluso la muerte. 
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

 https://cienciauanl.uanl.mx/.
 https://www.pikaramagazine.com/2013/01/cultura-y-poder-el-
constructivismo-de-la-antropologia-del-genero.

 http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1690-
32932013000100010
 https://www.significados.com/patriarcado/#:~:text=Se%20denomina
%20como%20patriarcado%20al,fundadores%20de%20una%20orden
%20religiosa.
 https://www.agorarsc.org/el-origen-del-sistema-patriarcal-y-la-construccion-
de-las-relaciones-de-genero/

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