Dosier MVL Mex

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

DOSIER

DOSIER

10
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021

LOS VIENTOS
MARIO
VARGAS
LLOSA
ilustraciones
NEREA PÉREZ
Fui a la manifestación a los Ideal. “Ya hay cuatro, ahora, en Madrid. No te
por la clausura de los quejarás. ¡Cuatro librerías! ¡Más que en París y en
cines Ideal, en la Plaza Londres, te lo aseguro! ¡Créeme! ¡Todo un lujo!”
de Jacinto Benavente Un cuento más, producto del patológico optimis-
y, apenas acababa de mo de Osorio. Lo que él llama “librería” es uno de
comenzar, me sobre- esos simulacros que nos rodean, una de esas luciér-
vino uno de esos vien- nagas que en la noche se prenden y se apagan casi al
tos intempestivos que mismo tiempo. La supuesta librería –ayer o antes de
ahora me asaltan con ayer fuimos a verla– era la biblioteca de un vejete
frecuencia. Pero nadie de Malasaña que ha puesto en venta sus existencias
se dio cuenta a mi alrededor. Lamenté haber ido antes de partir al otro mundo, una colección vario- 11
porque éramos apenas cuatro gatos y casi todos unas pinta de libracos mal conservados que el puñado de
ruinas humanas como yo. A ningún joven madrile- personas que estaba allí cuando Osorio y yo entra-
ño le importa que desaparezcan los últimos cines de mos a echar un vistazo hojeaba y manoseaba antes de
Madrid; jamás ponían los pies en ellos, se habían devolverlos a los polvorientos estantes. Solo compré
LETRAS LIBRES
acostumbrado desde niños a ver las películas que un librito de Azorín que no conocía, una recopilación OCTUBRE 2021
ordenaban –si se puede llamar películas a esas imá- de artículos sobre literatura argentina, el Martín Fierro
genes que divierten a las nuevas generaciones– en principalmente, que me costó pocos centavos. Y, por
las pantallas de sus ordenadores, sus tabletas electró- supuesto, en la librería del vejete tuve un viento que
nicas y móviles. no pude disimular. Nadie le dio importancia, salvo
Osorio, posando de optimista, dice que ahora que Osorio, por supuesto, que sonrió con una de sus son-
han desaparecido los cines tendré que habituarme risas luciferinas y movió por un instante, disgustado,
a ver películas en las pantallas pequeñas. Pero no lo las aletas de su nariz.
haré; también en esto seguiré fiel a mis viejas aficio- No encontré ninguna de esas novelitas viejas que
nes. He vivido demasiado para importarme que me me gustan ahora. Desde que se generalizó la costum-
digan fósil, ludita o, como me llama Osorio hacien- bre de leer novelas encargadas al ordenador renuncié
do ascos, “irredento conservador”. Lo soy y lo segui- a leer las que se producen –sería ridículo decir “escri-
ré siendo mientras el cuerpo aguante (no creo, dicho ben”– en nuestros días. Cuando se inventó el sistema,
sea de paso, que por mucho tiempo más). Vaya, otro parecía una diversión más, de las tantas que aparecen
viento; pero tampoco nadie lo ha notado, a juzgar por cada día, y que duraría lo que las modas pasajeras.
la indiferencia de las caras que me rodean. Quién iba a tomar en serio una novela fabricada por
Osorio debe de ser el último amigo que me queda. un ordenador de acuerdo a las instrucciones del clien-
Nos llamamos todos los días, a ver si seguimos vivos. te: “Quiero una historia que ocurra en el siglo xix, con
“Buenos días. ¿Qué tal? ¿En pie, todavía?” “Por lo duelos, amores trágicos, bastante sexo, un enano, una
visto, sí, me parece al menos.” “¿Nos vemos más tarde, perrita King Charles Cavalier y un cura pederasta.”
para el cafecito?” “Oqui doqui.” No sé cuándo nos Como quien encarga una hamburguesa o un perrito
conocimos; no, en todo caso, desde la juventud. Esa caliente, con mostaza y mucha salsa de tomate. Pero
legañosa ciénaga que es mi memoria me dice que hace la moda prendió, se quedó y ahora la gente –la poca
solo unos veinte o treinta años. Yo sé que fui perio- que lee– solo lee las novelas que encarga a sus esque-
dista de joven; Osorio dice que enseñó filosofía en los letos de metal o de plástico. Ya no se puede decir que
colegios, pero no estoy nada seguro de que haya sido haya novelistas; mejor dicho, todos nos hemos vuel-
profesor y menos de filosofía, porque sabe muy poco to novelistas. Aunque también esto es falso. El único
de esos temas. Por ejemplo, nunca leyó a Pascal, que a novelista que queda vivo y pataleando en este pla-
mí me gusta mucho. Tal vez se haya olvidado qué cosa neta es el ordenador. Por eso, los lectores aferrados
fue en la vida y tiene la memoria tan en ruinas como a la tradición, a la novela de verdad, la de Cervantes,
yo; que trate de engañarme y engañarse inventándo- Tolstói, Virginia Woolf o Faulkner, no tenemos más
se un pasado. Le asiste todo el derecho del mundo, remedio que leer a los novelistas muertos y olvidar-
por lo demás. Nuestro acuerdo es llamarnos todas las nos de los vivos.
mañanas para saber si alguno de los dos se despidió Esa falsa librería de Malasaña durará lo que tarden
de este mundo en el sueño y dar parte a la autoridad en venderse las vejeces que se agolpan en sus estan-
a fin de que nos incineren y desaparezcamos del todo. tes, si es que antes no prospera la campaña para que el
“Se cerraron los últimos cines, pero han abier- Estado expropie todos los papeles impresos de cual-
to una nueva librería”, me levantó el ánimo Osorio quier orden y los incinere, a fin de evitar las supuestas
cuando terminó la triste manifestación de despedida bacterias nocivas para la salud con que los militantes
de esa odiosa campaña Paper free society! nos marti- hermanos, y asegura definitivamente que nunca estu-
llan la vista y los oídos desde hace buen tiempo. Por vo casado. Yo, en cambio, me acuerdo apenas de mis
supuesto que yo no les creo, por más que haya tantos padres, con los que, creo, nunca me llevé bien, y no
científicos, algún nobel entre ellos, que dicen haber sé si tuve hermanos o no; en todo caso se han borra-
comprobado tras muchas pruebas de laboratorio que do de mi mente. Pero, en cambio, de Carmencita, mi
la combinación de papel y tinta impresa es tan malig- mujer por muchos años, me acuerdo muy bien. Solo
na como la del tabaco y el papel cuando los cigarri- que no hablo con Osorio nunca de ella. Todas las
llos existían y mataban a generaciones de fumadores noches, parece mentira, desde que cometí la locura de
de cáncer de garganta y pulmón. Yo creo que se trata de abandonarla pienso en ella y me asaltan los remordi-
otra moda, una manera de divertirse para tanto ocioso mientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida:
12 que anda suelto. Me temo que al final ellos terminen abandonar a Carmencita por una mujer que no valía
por ganar la partida y que, al igual que Singapur, la la pena. Ella nunca me perdonó, por supuesto, jamás
primera ciudad paper free del mundo, también España pude amistarme con ella, y, para colmo, Carmencita
y Europa entera acaben carbonizando sus libros, se casó con Roberto Sanabria, mi mejor amigo hasta
bibliotecas y hemerotecas privadas y públicas. entonces. Es el único episodio de mi remoto pasado
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 “Qué te importa que las quemen”, me dice Osorio, que mi memoria no ha olvidado y que me atormen-
siempre defendiendo lo que él cree la vanguar- ta todavía. Todas las noches, antes de dormir, pienso
dia política de nuestro tiempo, “si todos esos libros, en Carmencita y le pido perdón. Ella no lo sabe, por
revistas y periódicos están ya digitalizados y los pue- supuesto, a no ser que haya otra vida después de esta
des consultar cómoda y asépticamente en las panta- y los muertos se entretengan espiándonos a los vivos.
llas de tu propia casa”. Por lo pronto, no tengo “una Nunca más volví a verla, y solo muchos años después
casa” sino un cuartito diminuto con su baño, y, en de ocurrido me enteré del accidente en el que había
segundo lugar, mi ordenador es casi tan pequeñito perdido la vida. Ya me olvidé del nombre de aquella
como un libro antiguo. Su argumento no vale para mí. mujer por la que abandoné a Carmencita; volverá a mi
Además, no creo que él crea lo que me dice. Lo hace memoria, sin duda, aunque, si no volviera, tampoco
por fastidiarme. Claro que, si no fuera así, nos abu- me importaría. Nunca la quise. Fue un enamoramien-
rriríamos mucho. to violento y pasajero, una de esas locuras que re-
Osorio afirma que él no tiene nostalgia alguna de vientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se
esos remotos años en que mucha gente, como yo, iba reventó y ya nunca más fui feliz.
a leer a bibliotecas. En cambio, yo sí. Me gustaba la No es cierto que sea un pterodáctilo. No lo soy
atmósfera tranquila y algo conventual de la Biblioteca en muchos sentidos, en todo caso. Reconozco que, en
Nacional del Paseo de Recoletos, el silencio religioso muchos aspectos, el mundo de hoy es mejor que
de sus salones de lectura, la secreta complicidad entre el de mi juventud. Hay menos pobreza que antes,
los que estábamos allí, en nuestras carpetas, leyendo al por ejemplo, y eso es una gran cosa. Las estadísticas
resplandor de las lamparitas de luz azulada. Cuando dicen que las clases medias son el ochenta por cien-
la Biblioteca Nacional de España cerró sus puertas to de la humanidad. Un gran logro, sin duda, ojalá
también hubo una manifestación, pero, a diferencia sea cierto. Pero que todavía quede una quinta o sexta
de la de hoy, allí sí acudió bastante gente. La tristeza parte de pobres y de miserables quiere decir que aún
por la desaparición de esa institución parecía com- estamos lejos de haber erradicado la pobreza de este
partida por todos los presentes, en los ojos de algunos planeta. Derrotar al cáncer y al sida parecía imposi-
de los cuales juro que vi lágrimas. En Madrid aque- ble y los científicos lo han conseguido. Yo sobreviví
lla despedida fue pacífica. No así en París, donde el a un cáncer de la sangre, sin ir más lejos. Tampoco
día que cerraron la Biblioteca Nacional la protesta fue imaginamos nunca que fuera tan común que las
violenta, con incendio y hasta muertos y heridos, creo. gentes llegaran a vivir cien años, y, sin embargo, ahí
Es verdad que todo lo que había en ese gran case- estamos buen número de bípedos para demostrar
rón de Recoletos está ahora digitalizado, al alcance de que no era inalcanzable. Y, sobre todo, que hom-
cualquier pantalla. Pero, para gentes como yo, de otra bres y mujeres pudiéramos durar tanto conservan-
época, la vida sin librerías, sin bibliotecas y sin cine- do la lucidez y disfrutando de la vida, incluido el
mas es una vida sin alma. Si eso es el progreso, que se sexo. No hablo por mí, claro, pero mucha gente que
lo guarden donde el sol no les alumbre. “Eres un pte- debe de tener mi edad, más o menos, disfruta toda-
rodáctilo, un dinosaurio, un antediluviano”, me dice vía haciendo el amor, aunque yo no forme parte de
Osorio. No es imposible que tenga razón. ella. En cuanto a la libertad, creo, hoy día –maña-
Que yo sepa, Osorio nunca tuvo familia. Tendría na puedo haber cambiado de opinión–, que ha des-
padres, sí, pero no se acuerda de ellos, ni de si tuvo aparecido enteramente de nuestras vidas. Este es un
motivo de permanentes discusiones con Osorio. Él Elegí una calle llamada Carretas, que era de baja-
cree –lo dice al menos– que somos más libres que da. Tenía la sensación, casi la certeza, de que mi casa
nunca y se escandaliza cuando yo sostengo que este no estaba lejos. No había tardado mucho esa mañana
es un mundo de esclavos contentos y sometidos. Eso caminando hasta el lugar de la manifestación. Media
sí, a veces, sobre todo cuando está de mal humor, me hora cuando más, quizá menos, tal vez solo quince o
da la razón. veinte minutos. O sea, nada. Caminaba muy despacio
Estaba pensando en todo aquello –Osorio, los cines para no tropezar y caerme. Mientras, recordaba cosas
desaparecidos, los jóvenes con sus ordenadores por- y personas, seguramente la dirección de la casa volve-
tátiles–, cuando sentí algo extraño en la cabeza, algo ría. Poquito a poco irían apareciendo en mi cabeza las
que pasó luego a recorrerme todo el cuerpo, como un calles que me separaban del cuartito lleno de libros
escalofrío. Era una sensación extraña. Me palpé de y papeles, y del bañito donde hacía pipí, cagaba, me 13
manera disimulada y tuve la impresión de que nada afeitaba, duchaba y peinaba mis pocos pelos todos los
me había ocurrido ni en la cabeza ni en el cuerpo. días, antes de salir a caminar y tomar aquel cafecito
¿Qué había sido aquello entonces? Y, por primera conversando con Osorio.
vez y con creciente angustia, comprendí exactamen- Sin embargo, no reconocía nada ni a nadie, y
LETRAS LIBRES
te lo que me había pasado: no sabía cómo volver a menos las calles en que me paraba a leer los nombres OCTUBRE 2021
mi casa. Había olvidado la dirección. Muchas veces en todas las esquinas. Otro viento, más bien largo y
había pensado apuntarla en un papelito que llevaría ruidoso. ¿Por qué tenía tantos? Porque estaba nervio-
en todas mis salidas, pero nunca lo hice. Ahora me so, siempre me ocurre. Cuando recordara mi direc-
ocurría algo peor: también había olvidado qué calles ción, me tranquilizaría. Llegué por fin a una plaza:
tomar para volver a mi casa, es decir, a mi cuartito con la Puerta del Sol. Tuve la sensación de que ese lugar,
su baño. Miré con angustia a mi alrededor: la gente donde había mucha gente y además placas, un reloj,
que había acudido a la manifestación de protesta por banderas, policías y entradas y salidas del metro,
el cierre de los Ideal ya se había retirado. Osorio había tenía que ser importante. Pero no reconocía nada. Y
partido entre los primeros, alegando que tenía que lle- para qué preguntar a nadie. ¿Qué podía preguntar?
var unos papeles a no sé qué ministerio. Estaba, pues, No tenía un solo papel encima; lo más probable es
solo en aquel rinconcito de la Plaza Benavente, aun- que, al verme confuso, llamaran a la policía y que esta
que rodeado de gente, automóviles, buses y camio- me llevara a una comisaría. Mientras averiguaban
nes. No tenía noción alguna de qué dirección tomar. quién era y dónde vivía me meterían en un calabo-
Llevaba mucho rato soltando vientos, como siem- zo. Y yo tenía la seguridad de que no saldría vivo de
pre que me pongo nervioso. Disimulando, como si allí. Sentí un escalofrío que me hizo temblar de nuevo
la turbación que sentía pudiera ser advertida por la de la cabeza a los pies. Mejor detenerme a descansar
rala gente que pasaba, me acerqué a la esquina y un rato y luego seguir caminando, despacio, a ver si
observé atentamente el letrero que colgaba en lo alto con el movimiento de mi cuerpo volvía la memoria a
de la pared: Plaza Jacinto Benavente. No me decía nada, mi cabeza y por lo menos recordaba el nombre de la
por supuesto, aunque sabía que si rebuscaba en mi calle de mi casa. Allí tenía que subir una larga escale-
memoria aquel nombre se me iría revelando poco a ra de varios pisos, por lo menos de eso me acordaba.
poco, encendiéndose como un foco de luz. Siempre Como en la Puerta del Sol no había bancas, me
disimulando, di una vuelta a la plaza, escrutando los había sentado, al igual que un grupo de jóvenes de
nombres de las calles. Solo sentí un pequeño estreme- ambos sexos, en el bordillo de una fuente. Recibíamos
cimiento cuando leí Plaza del Ángel, que, estaba segu- de tanto en tanto unas gotas de agua en la cabeza y
ro, conocía y me decía algo, aunque no sabía qué. los hombros. Me sentía algo cansado, pero mi mente
Finalmente, cuando hice el círculo completo, me seguía muy activa tratando de recordar la dirección
senté en una banca, tratando de serenarme. Porque de mi casa. Una vez más revolví los ojos en redondo.
estaba muy asustado. Nunca me había sucedido algo ¿Había venido por aquí? Seguramente, aunque no lo
así. Y en maldita hora el amigo Osorio me había deja- recordaba. ¿Era la primera vez que tenía una pérdi-
do allí, solo y olvidado –¿cómo se llamaba mi amigo? da de memoria tan seria? Probablemente. Ni siquie-
Osorio, sí–, hasta de mi propio nombre me olvido a ra me acordaba de eso, tampoco.
veces; tratando de recordarlo y soltando vientos, vaya Vi que las muchachas y muchachos con los que
huevón. ¿Cómo olería mi rededor? Porque el olfato es compartía la fuente se levantaban, tapándose las nari-
algo que yo he perdido hace tiempo. Mejor echarme ces y lanzándome miradas reprobadoras. “He soltado
a caminar, tal vez moviéndome volverían los recuer- un viento”, pensé. Y ni siquiera me había dado cuen-
dos. Sí, sí, volverían a medida que fuera cambiando ta. ¿Cuánto hacía que perdí el olfato? Muchos años.
de lugar y recuperando la serenidad. Me levanté también. Me dolía un poco la espalda y
di una vuelta a la Puerta del Sol, caminando despacio. ciudad de Lahore –accidente que se pudo deber a una
Vagamente tenía la impresión de haber estado aquí en acción terrorista, nunca se logró determinar el origen–
la mañana temprano, sin que hubiera tanta gente como causó más de un millón de muertos, en cuestión de
ahora, pero la memoria no me decía nada sobre qué pocos minutos. Pese a ello, sigue siendo imposible un
calle tomar para regresar a la casa. Y de la Puerta del acuerdo internacional para desactivar los polvorines
Sol salían muchas calles, en todas las direcciones de atómicos. La posibilidad de que estalle una guerra en
Madrid. El sol estaba muy alto en el cielo y debía ser cualquier momento entre China y la India es una rea-
pasado el mediodía. lidad que nadie ignora, pues cada día nos parece más
Es verdad que todo lo que había en el caserón de cercana. Los pesimistas creen que, si estalla, el globo
Recoletos está ahora digitalizado, al alcance de cual- entero se desintegrará por el cataclismo nuclear. Entre
14 quier pantalla. Pero, para mí, de otra época, la vida ellos no está Osorio, por supuesto. “Si estalla, desapa-
sin bibliotecas es una vida muerta. Y en ese mismo recerá solo el Asia, créeme. Hay estudios científicos y
momento –había dado ya, siempre caminando des- militares al respecto. Nosotros, que estamos muy lejos,
pacito, una vuelta a la Puerta del Sol– tuve la seguri- sobreviviremos, no te preocupes. Y, acaso, luego del
dad de que la calle del Arenal, que tenía al frente, me desastre, se impondrá la sensatez y reinará la paz sobre
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 llevaría en la dirección de mi casa. El corazón me pal- lo que quede de la tierra. El mundo será un museo de
pitaba muy fuerte en el pecho. Sí, esta mañana había esos que te gustan.” A veces, mi amigo Osorio suelta
recorrido esta calle. Sí, ella me llevaría a mi cuartito. semejantes idioteces solo para irritarme. Siempre lo
No soy un antediluviano en todos los sentidos, consigue, por supuesto.
por lo demás. Reconozco que, en muchos aspectos, el Había recorrido ya toda la calle del Arenal y esta-
mundo de hoy es mejor que el de mi juventud. Hay ba en la Plaza de Isabel II, frente al edificio del Teatro
menos pobreza que antes, por ejemplo, y eso es una Real, donde anunciaban una temporada de cinco ópe-
gran cosa. Un enorme logro, ojalá sea cierto. Pero ras de Verdi. Me sentía muy cansado y nervioso y en
que todavía quede una quinta o sexta parte de pobres todo el trayecto había soltado muchos vientos, largos
y miserables en el planeta quiere decir que aún esta- y seguramente olorosos. Sentía que las piernas me
mos lejos de haber erradicado la miseria. Que haya temblaban. Me senté en una de las sillas solitarias de
ahora países africanos que se disputen con los del la Plaza de Isabel II, en el corazón del viejo Madrid
primer mundo la modernidad y el desarrollo, como de los Austrias, a ver si los recuerdos volvían y encon-
África del Sur, es increíble. Derrotar al cáncer y al traba mi casita que debía de estar por estos pagos. La
sida parecía algo imposible y se consiguió. Y eso que extrañaba.
llaman mieloma, que me hizo perder cerca de veinte Osorio debe de ser el último amigo que me queda.
quilos y que me vuelve a ratos, porque el mieloma es No sé cuándo nos conocimos; no, en todo caso, desde
una enfermedad muy rara, nadie sabe por qué viene, la juventud. La ciénaga que es mi memoria me dice
ni cuánto dura, y no suele matar a los pacientes, pero que solo hace unos veinte o treinta años. Yo sé que fui
nunca se va del todo. (A mí hace como dos años que periodista de joven; Osorio dice que enseñó filosofía
no me ha vuelto ese cáncer de la sangre.) Tampoco en los colegios, pero no estoy nada seguro de que haya
imaginamos que fuera tan común que las gentes lle- sido profesor y menos de filosofía, porque sabe muy
garan a vivir tanto y sin embargo ahí estamos muchos poco de esos temas. Nunca leyó a Pascal, por ejem-
bípedos centenarios para demostrar que no era fanta- plo, al que yo leí mucho en una época y estuve a punto,
sía. Y, sobre todo, que hombres y mujeres pudiéramos gracias a él, de volver al catolicismo de mi juventud.
durar lo que duramos conservando la lucidez –no así Tal vez Osorio se haya olvidado de qué cosa fue en la
la memoria, hélas– y disfrutando de la vida. (La últi- vida, porque tiene la memoria tan disuelta como yo,
ma vez que hice el amor sin ayuda química fue hace o trata de engañarme y engañarse inventándose un
unos diez años, creo, o por ahí, me parece.) pasado. Tiene todo el derecho del mundo a hacer-
Pero, a pesar de tantos progresos, no se ha podido lo, por supuesto. Nuestro acuerdo solo es llamarnos
acabar con las guerras, ni con los accidentes atómicos, todas las mañanas para saber si alguno de los dos se
lo que significa que, por muy adelantado que ande el ha despedido de este mundo y dar parte a la policía,
mundo, en cualquier momento podría desaparecer. para que desaparezcamos en el fuego. Esto ya lo pensé
Las matanzas entre israelíes y palestinos siguen allí y lo dije, creo.
como demostración cotidiana de nuestra vocación Una vez más revisé todos los bolsillos, como
autodestructiva. Y es curioso que un pueblo como el había hecho muchas veces en la mañana, creyendo
judío, que fue perseguido en toda la historia, se haya que esta vez encontraría el teléfono móvil, para lla-
vuelto imperialista y colonial, por lo menos con los mar a Osorio y preguntarle la dirección de mi casa.
desdichados palestinos. El accidente nuclear en la Pero lo había olvidado, por salir con tanta prisa a
esa desdichada protesta por la clausura de los cines estaba cerquita, en esa dirección. Si seguía, vería a mi
Ideal. Maldita sea. izquierda el Parque del Oeste que se repletaba en las
Que yo sepa, Osorio nunca tuvo familia. Tendría noches de putas extranjeras, sobre todo dominicanas
padres, sí, pero no se acuerda de ellos, ni de si tuvo y haitianas. Entonces reconocí, no lejos de donde esta-
hermanos, y asegura definitivamente que nunca estu- ba, un caño de agua fresca en el que la gente llenaba
vo casado. Yo, en cambio, me acuerdo algo de mis unas botellas o bebía. Hice la cola y tomé unos bue-
padres, con los que, creo, nunca me llevé bien, y no nos tragos de agua fresca que me sentaron muy bien.
sé si tuve hermanos o no, porque no los recuerdo, se Y rematé todo aquello con un vientecito rápido, secre-
borraron de mi mente. En cambio, de Carmencita, to, que a nadie molestó.
mi mujer por varios años, me acuerdo muy bien. Solo Mientras caminaba por el Paseo del Pintor Rosales,
que nunca hablo de ella con Osorio. Todas las noches, pensé que era bueno que no hubieran desaparecido 15
desde que cometí la locura de abandonarla, pienso en los museos todavía. ¿No íbamos a eso, también? ¿No
ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo están acaso digitalizados los cuadros y esculturas que
una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita. hay en ellos? Sin duda esa es la razón de que tan poca
Nunca me perdonó, por supuesto, jamás pude amis- gente los visite. Incluso el Prado, que solía estar siem-
LETRAS LIBRES
tarme con ella y, para colmo, ella se casó con Sanabria, pre lleno, sobre todo en los veranos. Mucha gente pre- OCTUBRE 2021
un buen amigo del barrio. Es el único episodio de mi fiere ahora ver los cuadros en las pantallas, igual que
remoto pasado que mi memoria no ha olvidado; y me Osorio. ¡Como si fuera lo mismo ver a un Goya o a
atormenta todavía, sobre todo en las noches. Fue un un Velázquez o a un Rembrandt originales que en la
enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa imagen de una computadora! Lo extraordinario es
pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para que haya críticos y profesores que sostienen semejan-
hacer pipí. ¿Por qué sigo diciendo “pichula”, algo que te barbarie: que es preferible, no solo por comodidad
no dice nadie en España? La fuerza de la costumbre, del espectador, sino porque la imagen digital es más
por supuesto. Abandonar a Carmencita es un epi- precisa y exacta que la original. Según ellos, el obje-
sodio que me atormenta todavía. Nunca más volví to artístico puede verse en la pantalla con la minucia,
a verla y solo mucho después de ocurrido supe que lentitud y totalidad que la simple vista no nos permite.
había perdido la vida atropellada por un auto. Nunca Mucha gente se traga estos embustes y los museos se
he podido recordar el nombre de la mujer por la que van quedando huérfanos. Tengo que volver al Prado
abandoné a Carmencita. Como la dirección de mi uno de estos días, hace tiempo que no voy. Por eso,
casa, que se me ha desvanecido de la memoria en el por falta de gente, les recortan los presupuestos y los
peor momento. Volverá, sin duda, cuando menos lo abren menos horas cada día, menos días a la semana
necesite. Aquel vientecito fue largo, pero tan discre- y menos semanas al año. Terminarán cerrándolos por
to que apenas lo sentí. ¿Cuánto tiempo llevaba sen- falta de público. Y cualquier día los científicos descu-
tado en la Plaza de Isabel II? Mucho rato, tal vez una brirán que la mezcla del óleo y el lienzo es letal para la
hora, acaso dos. Sentía las piernas amodorradas y salud y habrá que quemar todas las pinturas por razo-
pensé que me convendría dar un paseo. Seguía total- nes de sanidad pública. Espero no estar acá todavía
mente perdido, pero, en cambio, me sentía ahora más cuando ocurra esa tragedia. ¡Vaya que estoy pesimista
tranquilo. Debía de ser pasado el mediodía, y, aunque hoy día! Había llegado al Parque de Debod, allí esta-
no estaba seguro, me pareció recordar que no había ba la mole egipcia que vagamente recordaba y, como
tomado desayuno ni almorzado, ni siquiera bebido no había sillas y estaba cansado, me senté en el pasto.
un vaso de agua en toda la mañana. Pregunté a una Sentía mi corazón latiendo fuerte en el pecho y pensé
persona que pasaba qué hora era y me respondió que inmediatamente en el infarto. Pero a los pocos minu-
cerca de las tres. tos me calmé: era una falsa alarma.
¡Las tres de la tarde! ¿Encontraría mi casa, por No me levanté todavía. Estaba bien allí. No había
fin? ¿O tendría que ir a la policía a que me ayuda- mucha gente en el Parque de Debod. Unos pocos
ran? Debería presentar papeles, que, por supuesto, no turistas tomándole fotos al monumento egipcio.
tenía conmigo, y todo sería confusión y una terrible Alguien me había dicho que aquí mismo, durante la
pérdida de tiempo. Había llegado a una gran plaza al guerra civil, estaba el Cuartel de la Montaña. Y que,
fondo de la cual había un edificio que inmediatamen- cuando se levantó Franco, los militares de este cuartel
te identifiqué como el Palacio Real. ¿Era esta la Plaza se levantaron también, pero el pueblo de Madrid vino
de Oriente? Sí, lo era. Recordaba este lugar e, inclu- en masa, abrió las puertas del cuartel y perpetró una
so, pensé que allá, en la noche de los tiempos, había gran matanza de soldados. ¡Qué tiempos aquellos!
paseado por aquí, cuando caminaba o incluso corría Ahora nada se mueve en España, donde no volverá
en el Paseo del Pintor Rosales, que, por supuesto, a haber guerras civiles. Menos mal. El “franquismo”
actual es de otra índole: sin caudillos ni partidos extre- Lo mismo pasa con los dibujos animados. Y sin
mistas, sin fusilamientos ni torturas, todo muy cien- duda que por las mismas razones: los adelantos tec-
tífico, apoyado en la física y las matemáticas, y, sobre nológicos. Es curioso. De chico, a diferencia de mis
todo, en el dominio absoluto de las pantallas y las imá- compañeros de colegio, a mí los circos no me gusta-
genes sobre la razón y las ideas. ban. Sobre todo las fieras amaestradas, que me daban
Me había echado en el pasto y me sentía tranqui- miedo. Iba, cuando me llevaban mis padres, pero
lo. Echaría tal vez un sueñecito y, acaso, en el sueño no me moría por ellos, como mis amigos. Y toda-
recordaría la dirección de mi casa. vía menos por los dibujos animados. Cuando discu-
Pensaba en los museos serios, no en las galerías, que tían sobre qué película irían a ver, yo estaba siempre
ya no eran, por lo menos en el sentido estético, lo contra la idea de soplarme alguna del Pato Donald,
16 que fueron alguna vez. Ahora se habían convertido en el Ratón Mickey o Popeye y la flaca Olivia. Me abu-
pequeños circos, menos interesantes que los grandes rrían. Y, sin embargo, ahora son las únicas películas de
circos, las únicas instituciones, confieso, que han pro- la televisión que veo con agrado. Increíbles los efectos
gresado en esta época hasta transformarse en verdade- que consiguen. Las figuritas saltan de las pantallas, te
ros espectáculos artísticos. Era algo que yo reconocía miran a los ojos, se te sientan en las rodillas, se escon-
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 ya hace tiempo, aunque en secreto. Nunca se lo diría den debajo del sofá. Así lo parecía al menos. Debe
a Osorio, porque daría saltos de alegría, exclamando: ser cierto aquello de que con la vejez uno regresa a la
“¡Te vendiste a la modernidad!” No me he vendido niñez. A mis años, me había dado por los circos y los
ni hecho concesión alguna. Simplemente, compruebo dibujos animados, los dos únicos campos en los que
un dato objetivo. En tanto que todo lo que era artís- reconocía que la cultura –¿la cultura?– de hoy había
tico en el pasado, como el ballet, la ópera, la pintura, superado a la de ayer.
la escultura, la literatura, la música culta, las huma- De todas maneras, no deja de ser triste que en una
nidades, se ha deteriorado al extremo de desapare- época en la que sería imposible que aparecieran un
cer o cambiar de naturaleza para peor, el circo, antes Cervantes, un Miguel Ángel, un Beethoven, lo único
un entretenimiento para niños, o para adultos y viejos comparable a esos gigantes en originalidad y belleza
que añoraban su niñez, y que nadie hubiera llamado sean los saltimbanquis de los circos y los monigotes de
arte hace medio siglo, ha ido refundándose, enrique- los dibujos animados. Soy injusto pensando así, por-
ciéndose, alcanzando unos grados de rigor, elegancia, que, la verdad, ahora solo esas dos cosas me producen
audacia y perfección que dan a muchos de sus núme- la sensación de haber alcanzado la plenitud absoluta
ros la belleza de una antigua obra de arte. Claro que que de joven me dio leer Guerra y paz o ver por prime-
el desarrollo de la tecnología ha contribuido en parte ra vez en la Galería de los Uffizi de Florencia El naci-
a esa conversión de los circos en espectáculos artísti- miento de la primavera y la Gioconda en el Louvre.
cos de alto nivel. Los jóvenes, que antes querían ser Me sentía bien y seguía durmiendo tirado en el
arquitectos, luego cineastas, luego cantantes, luego pastito del Parque de Debod. No recuerdo la direc-
chefs de cocina o futbolistas, ahora sueñan con ser cir- ción de mi casa y no me importa. Las llamadas gale-
queros, trapecistas, payasos, equilibristas, magos. Así rías de arte, en cambio, me parecen unos cirquitos
cambian los tiempos. fracasados en la gran mayoría de los casos. O teatros
¿Me había quedado dormido? Estaba a punto de unas mojigangas ridículas. En la última que visi-
de hacerlo, en todo caso. Me sentía bien. Había una té, hace unos meses (¿o años?), la Marlborough, de
brisa agradable; eso sí, tenía la sensación de que me Madrid, exhibía bajo el título Arte para la fantasía y la
estaban picando los bichos, sobre todo las hormigas. imaginación unas pinturas inmateriales del famoso Emil
El estómago me daba un poco de paz. No me venían Boshinsky. Por lo pronto, no sé por qué es tan famoso
esos vientos desagradables que me hacían pasar tan- ese estafador. Sus engendros se podían ver en gran-
tas vergüenzas. des pantallas. Lucían unos títulos bastante llamati-
Hacía algunas semanas –¿o meses?–, por ejem- vos como Tiburcio, hacedor de tempestades, La caperuza del
plo, después de esperar un buen tiempo, conseguí monje Romualdo. Eran unos fuegos artificiales, como
una entrada y fui a ver al célebre Adonis Mantra. Un las figuras de los calidoscopios, esas cajitas que mues-
verdadero prodigio ese mago de Silesia; hacía desa- tran vidrios de colores en movimiento, con los que se
parecer gente del público ante los ojos de los especta- intentaba distraer a los niños cuando yo era uno.
dores, los hacía levitar, él mismo volaba hasta el techo A propósito, ya nadie sabe qué eran los calidos-
del auditorio y, luego de un segundo en que se apa- copios; los niños ya no juegan con esos juguetes,
gaban todas las luces y volvían a encenderse, aparecía por supuesto; ahora desde que nacen manejan com-
amarrado en el fondo de un baúl. Trucos inverosími- putadoras. El otro día discutí con Osorio, pues me
les, absoluta genialidad. juraba que él nunca había conocido esos tubos con
17

LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021

vidriecitos de colores que al moverse cambiaban de que se habían vendido ya varias “pinturas inmate-
figura. Eran entretenidos y bonitos, y, me parece, yo riales”, a precios muy módicos –iban de 20 a 25,000
pasaba horas con ellos, moviendo la muñeca de mi euros apenas–, y la galería consideraba esto un éxito.
mano derecha para que las figuras bailaran. Me pare- Yo le dije –no sé cómo me acordé– que un poeta y
cía, al menos, quizá sea un falso recuerdo. pintor peruano, Jorge Eduardo Eielson, había inven-
La gracia de la exposición de Emil Boshinsky está tado las “esculturas imaginarias” hace unos ochenta
en que sus cuadros no existen: salvo sus títulos, la telas años (o mucho más). Las instaló en sitios muy visto-
tienen una existencia digital. Pero pueden ser adqui- sos, la Torre de Pisa, el Arco de Triunfo, la Estatua de
ridos en la Marlborough, la que expide a los clien- la Libertad y hasta envió una de ellas a la luna en una
tes que los compran un certificado de propiedad. Me nave espacial de la nasa. Sin cobrar un centavo por
pareció una simple broma, y peor todavía cuando la ello. Pensé que a la galerista le divertiría saber que
galerista me dio toda una explicación sociopolítica Boshinsky tenía un antecesor, pero ella me miró con
para justificar la pantomima. Me aseguró que con esta un aire incrédulo y un tanto lúgubre. Me vinieron
invención plástica Boshinsky ha resuelto un problema dos vientos mientras conversaba con ella, que conse-
antiquísimo, el de la propiedad privada y sus detrac- guí disimular encogiéndome un poco, como para ras-
tores. Ella siempre fue considerada un robo y una carme una pierna.
injusticia de los ricos contra los pobres. Las “pintu- Cuando me desperté estaba con escalofríos y había
ras inmateriales” tienen dueños, de modo que la pro- disminuido la luz natural. Tenía la horrible sensación
piedad privada se respeta, y, al mismo tiempo, todos de que, cuando dormía, además de despedir vien-
pueden disfrutar de esa propiedad privada sin arre- tos, se me había soltado el estómago y salido la caca.
batársela al propietario a través de la red. Me aseguró ¡El maldito estómago! No era la primera vez que me
ocurría esto. Me había pasado antes, en un cine, vien- años, o veinte, o diez: eso que llaman el espectáculo
do una película de John Ford, un cineasta que admiro multimedia comentado–. Pareció un avance que se
mucho. Ahora tendría que hacer lo mismo. Limpiarme pudiera oír una ópera y, a la vez, en la pantallita por-
con cuidado, lavar con lejía el calzoncillo y el pantalón tátil recibir información sobre la obra, el compositor,
llenos de mierda. Qué asco. Siempre que encontrara el libretista, el director de orquesta, el contexto histó-
mi casa. Todavía había un poco de sol. Tenía escalo- rico de la pieza, y, para colmo, que fuera posible tam-
fríos y seguramente me habían picado los bichos, sobre bién comentar con otras personas la representación
todo las hormigas, mientras dormía. No me acordaba, a la que se asistía, con espectadores próximos o que
por supuesto, de la dirección de mi casa, ni del nom- estaban lejos de lo que ocurría en el escenario. Bravo,
bre de su calle, pero el miedo había disminuido. Me bravísimo. Solo que como la atención es una sola,
18 sentía más resignado con mi suerte. Me levanté con y el cerebro también uno, una operación simultánea
dificultad y pregunté la hora a un transeúnte. Eran las de esta índole hace que el espectador termine concen-
cinco y diez de la tarde. Todavía tenía tiempo de recor- trándose en los pedacitos de pantalla portátil y distra-
dar la dirección de mi casa. Si no la recordaba –pero yéndose completamente de la ópera que, en teoría, fue
me sentía optimista, tenía la sensación de que estaba a oír y ver. Todo el teatro se convierte en una muche-
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 cerca, este barrio me parecía conocido– iría a la poli- dumbre de gente que, en vez de escuchar y paladear
cía, para no pasar la noche a la intemperie. Tal vez no la música, está totalmente absorbida por las pantalli-
saldría nunca más de los calabozos. Pero por lo menos tas, informándose sobre una obra que ni oyen ni ven
en la policía, mientras averiguaban quién era, estaría sino a puchitos, y comentando –chismorreando más
bajo techo. ¿Qué haría si llovía? Eché a caminar pasi- bien– con otros cacasenos como ellos, imantados por
to a paso por la avenida del Pintor Rosales. las pantallitas. Es imposible gozar de un concierto,
Osorio me arrastró hace unos meses –tal vez fueran o de una ópera y hasta de una comedia ligera, rodea-
semanas– a una galería nueva, “rompedora”, me dijo, do de gente que no hace más que teclear o acariciar
en Lavapiés. La exposición se titulaba Esculturas para el las tabletas que tiene bajo los ojos y que lanzan gui-
olfato. Había una veintena de muñecotes que vomita- ños incesantes alrededor del pobre espectador que fue
ban, orinaban, defecaban o supuraban unos líquidos al teatro con la estúpida ilusión de escuchar y ver las
–llamémoslos por su nombre: mocos– por las ore- cosas que ocurrían en el escenario. El único especta-
jas y por las narices, que, para apreciar a cabalidad el dor serio que se admite hoy es el que produce el pro-
significado de la muestra, uno tenía que oler en unos pio bípedo en su artefacto portátil, ese incinerador de
recipientes donde dos muñecotes escurrían esas excre- todo lo que es genuino y auténtico, algo que ha des-
ciones. Desde que entré sentí tanto asco que me die- aparecido prácticamente en este mundo donde solo
ron ganas a mí también de arrojar el alma en aquellos reina y fulgura lo postizo y artificial.
pudrideros. Y, por supuesto, me vino una cadena de ¿No era ese el Teatro Real? ¿No estaba otra vez
vientos. Siempre me ocurre cuando algo me altera los ante el Palacio de Oriente? Sí, por supuesto. Aquello
nervios. Pero Osorio –cuándo no– me aseguró que, era el Palacio Real, donde los reyes recibían las cre-
luego de un primer momento difícil, el olfato pertinaz denciales de los embajadores. ¿Cómo había llegado
perdía el asco y empezaba a entender el significado hasta aquí? Tenía la sensación de que caminaba en
profundo de la muestra. Y añadió: “su sentido meta- la otra dirección. En algún momento habría dado la
físico”. Creía, el pobre ingenuo, que me intimidaría. vuelta y rehecho el camino que hice en la mañana. Sí,
“Nunca imaginé que la metafísica oliera a pedo”, le ese era el Teatro Real. Estaba muy cansado y me había
contesté. “Ya me basta con los míos.” Al final del reco- deprimido de nuevo. Sentí algo raro en la cara, me
rrido, el propio artista, un joven peludo con mirada de toqué los ojos y descubrí que estaban llenos de lágri-
loco, que parecía no haberse bañado nunca y que de- mas. Tuve la valentía de contenerme, para no llorar a
cía llamarse Gregorio Samsa, gratificaba al heroico gritos. ¿Nunca llegaría a mi casa? Estaba ya muy can-
visitante con un texto traducido de Baudelaire sobre sado, me temblaba el cuerpo y tenía muchas ganas de
el valor artístico de los olores. acostarme. Qué rico, taparse bien y dormirse sabien-
Ya casi no voy al teatro ni a la ópera, pese a lo do que me despertaría varias horas después, con la luz
mucho que antes me gustaban. Precisamente por natural, y que aquella sería mi casa, bueno, mi cuarto
eso no voy. Porque ahora se han vuelto también una y mi bañito. Sí, qué rico. Me horroriza la idea de pasar
astracanada, un pretexto para usar las pantallitas, toda la noche sentado en una banca, muerto de frío.
como todo en este mundo electrónico y digital en que Estoy seguro de que, si debo estar toda la noche a la
hemos venido a parar gracias al progreso. intemperie, me moriré como un perro. Estaba muy
Y pensar que se celebró como un gran invento cansado y busqué un banco donde sentarme a ver
–yo lo recuerdo muy bien, ocurrió hace unos cuarenta pasar el tiempo.
Cuando me senté, en una esquina de la Plaza de varias horas, en que yo me negaba a aceptar su teoría
Oriente, medio de cara y medio de espalda al Palacio según la cual los verdaderos artistas de nuestro tiem-
Real, me sentí más tranquilo. Me toqué los ojos y po son los ingenieros electrónicos, los programado-
había dejado de llorar. Miré al cielo y estaba limpio res informáticos, los grandes especialistas del sonido y
y radiante. Habían salido algunas estrellas. la imagen y los profesionales de la Red. Pero, aunque
A veces pienso que, sin darme cuenta, lo que ocu- nunca le di la razón, en los argumentos de Osorio hay
rre a mi alrededor me va contaminando a mí también una deprimente verdad: vivimos en un mundo en el
y ya no sé realmente distinguir entre lo que es cultu- que lo que antes llamábamos arte, literatura, cultura,
ra y eso que hace sus veces en el mundo disparata- ya no es obra de la fantasía y la destreza de unos crea-
do en que ahora vivimos. Lo digo por mi discusión dores individuales sino de los laboratorios, los talle-
del otro día con Osorio después de la cena donde los res y las fábricas. Es decir, de las malditas maquinitas. 19
Arismendi, esos millonarios o más bien billonarios. (¿Soy acaso un ludita? Tal vez lo sea.)
La cena me impresionó mucho, es cierto, no por la Sentía que me vencía el sueño otra vez. Si me que-
comida, nada del otro mundo, sino por los hologra- daba dormido, cuando despertara habría muchas
mas. La verdad, qué notable: un espectáculo feérico. estrellas en el cielo. Todo un día buscando mi casa,
LETRAS LIBRES
Nos tuvo, a la media docena de invitados, sorpren- bueno, mi cuartito, con la seguridad de que estaba OCTUBRE 2021
didos y maravillados del principio al fin de la noche. por acá, muy cerca, sin poder encontrarlo. Ahora, en
Yo ya había visto hologramas en ferias y exposiciones este momento, no me importaba. Sabía que tenía los
y en museos, pero esas figuritas en tercera dimensión calzoncillos llenos de mierda, porque en el sueñeci-
nunca me dejaron maravillado. Esa noche sí. Ni to de la avenida del Pintor Rosales se me había salido
siquiera sabía que la tecnología de los hologramas la caca, y no me importaba tampoco. Me acurruqué
hubiera evolucionado tanto como para producir los en mí mismo y pensé que me sentía bien y que iba a
prodigios que vimos donde los Arismendi. dormir otro ratito más.
De entrada, me quedé boquiabierto cuando adver- ¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función
tí, junto al mayordomo que me abrió la puerta y me que cumplir en esta vida? ¿Que sus razones antiguas,
ayudó a quitarme el abrigo y la bufanda, que había aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el
un doble holográfico de él, otro mayordomo con su placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las
misma cara y atuendo, repitiendo sus gestos, sonri- personas, ya no hacen falta a los seres humanos de
sas y venias. Eso fue solo el comienzo. Toda la noche hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos
estuvimos rodeados de esos personajes fantasmales, con ventaja? Por eso será que ya no hay departamen-
duplicando a camareros o camareras, sirviendo la tos de Filosofía en ninguna universidad de los países
mesa, pasando las fuentes con bocaditos y bebidas, cultos de la tierra. (Hice una exploración el otro día y
tan absolutamente idénticos a los reales que aquello el internet me hizo saber que entre los últimos depar-
se convirtió en un delirio; nos dio a todos la sensa- tamentos de Filosofía que sobreviven están, uno, en
ción de haber entrado a un mundo onírico, de estar una Universidad de Cochabamba, Bolivia, y el otro
viviendo en un poema surrealista, verificando que lo en la Facultad de Letras de las Islas Marquesas. Pero,
maravilloso cotidiano existe, no sé cómo llamarlo, un en esta última, la Filosofía comparte el departamento
mundo en el que resulta difícil distinguir las fronte- académico con Teología y Cocina. ¡Vaya mezcla! Me
ras entre la realidad, los personajes de carne y hueso y imagino el diploma de doctor en Filosofía, Teología
sus dobles, esos fantoches de la ilusión tecnológica. El y Gastronomía y me muero de risa.)
broche de oro vino al final, cuando, para despedirnos Pero, si las ideas en sí, desasidas de finalidades
en la puerta de la casa, aparecieron duplicados nues- prácticas inmediatas, hubieran desaparecido, toda
tros anfitriones, los Arismendi ficticios, que nos die- forma de disidencia y contestación se habría evapora-
ron también las buenas noches y nos desearon toda do también como consecuencia de aquello en nuestras
clase de felicidades. sociedades. Por fortuna todavía no es así, aunque, me
Mi discusión con Osorio estalló cuando le conté la temo, vamos por este camino hacia ese fin: una socie-
impresión que me causó aquella cena holográfica. Me dad de autómatas. Mi esperanza está en el movimien-
interrumpió, feliz, como si me hubiera sorprendido to de los “desequilibrados” que se ha extendido tanto
haciendo algo malísimo, masturbándome por ejem- por el globo, no solo por España. Aunque tengo senti-
plo. “Ahora, dime, ¿eso que vimos es o no es arte?” mientos encontrados respecto a los “desequilibrados”.
Yo le dije que no lo era, solo una notable proeza de la A ratos, me inspiran simpatía, porque este mundo no
técnica. Él replicó: “Pues es eso lo que ha sido toda les gusta y por su forma de vida es obvio que quisie-
la vida el arte también, una hazaña tecnológica. En eso ran cambiarlo. Hay en ellos una actitud desinteresada,
consiste el arte de nuestros días.” Fue una discusión de de pureza y espiritualidad, todo lo que parece haberse
extinguido en el resto de nuestra sociedades frenética- ahora qué es o qué fue eso. Ya no hay ideologías dig-
mente entregadas a trabajar, a producir, ganar dinero, nas de ese nombre tampoco. Todo se ha vuelto muy
y llenarse de maquinitas entretenidas. práctico en esta vida, sobre todo la política. Quizás el
Pero estoy lejos de compartir todas sus tesis y movimiento de los “desequilibrados” sea una reac-
manías. También me asusta su actitud fanática con- ción contra el pragmatismo materialista universal que
tra ciertas cosas como el sexo y la carne, sin los cuales se ha impuesto como única forma de vida, una sin-
mi juventud y mis años de madurez se hubieran visto gular protesta contra un mundo de gentes que pare-
privados de muchos placeres que recuerdo con una cen estar de acuerdo en casi todo y no ven más allá de
emoción que ciertos días me cuaja los ojos de lágri- las orejeras que llevan puestas –que llevamos, no sé
mas. (Con los años me he vuelto bastante lloronci- por qué me excluyo– sin saberlo. No, los “desequili-
20 to.) No estoy diciendo que hacer el amor y comerse brados” no hacen adoctrinamiento ni apostolado, al
un jugoso churrasco fueran equivalentes, no soy tan menos que yo sepa. Eso sí, predican con su ejemplo.
imbécil. Eso sí, creo que hacer el amor era algo mara- Y este ha ido cundiendo, extendiéndose. Ahora están
villoso, sobre todo cuando yo era joven. Recordé a por todas partes, aunque las pantallas que pululan por
Carmencita. ¿No era riquísimo desnudarse y enre- las calles que difunden noticiarios no suelen hablar
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 darse en la cama durante horas y hacer el amor al vol- de ellos. Pero lo cierto es que su manera de ser y de
ver de la oficina de noticias en la que trabajaba? Ver vivir ha tocado alguna fibra íntima de muchos jóve-
por primera vez el cuerpo desnudo de una muchacha, nes de la última generación. Como son tan pacíficos
hacerle el amor con la delicadeza con que entonces se y no suelen hacer mítines, ni acampadas, rehúyen a
escribía un poema, gozar juntos ebrios de deseo y de los medios y son antigregarios, pasan algo desaper-
felicidad, sentir que se abolía el tiempo y uno alcanza- cibidos. Pero están ahí, rodeándonos. Miles, dece-
ba esa inmortalidad del instante que da el éxtasis car- nas de miles, acaso millones. Y, eso sí, todos jóvenes.
nal: ¡qué maravilla! Ahora tengo la seguridad de que Supongo que a medida que van ganando años, vol-
el sexo ya no representa tanto como cuando uno, en viéndose viejos, se retiran. O acaso los matan los más
aquellos lejanos años, iba poco a poco venciendo los jóvenes. En el sueño, me reí, divertido con aquella
tabúes y veladuras que rodeaban el amor físico y lle- ocurrencia. ¡Qué va! Los “desequilibrados” son pací-
gaba por fin al acto sexual como quien llega al paraíso. ficos y no creo que maten ni a las moscas.
Por lo demás, en esas épocas zamparse un buen filete, ¿Qué quieren? ¿En qué forma les gustaría que
un chuletón o unos riñoncitos al vino era algo deleita- cambiara el mundo? Yo conversé una vez con un gru-
ble, algo que el común de los mortales hacía con per- pito de ellos, aquí en Madrid. Estaban asoleándose,
fecta buena conciencia, sin los problemas morales y tirados en la hierba, en el Parque de Debod, junto al
políticos que eso plantea hoy, cuando todo el mundo pequeño templete egipcio, contemplando, bajo un
hace chistes, sigue las instrucciones de los dietistas y cielo despejado, el Parque del Oeste a sus pies.
los platos de comida parecen remedios, medicinas. Al principio, me miraron con desconfianza, aun-
Uy, qué asco es comer y beber en este tiempo. Lo dice que sin hostilidad. Cuando les expliqué que solo
alguien que casi nunca come en exceso y rara vez bebe quería saber un poco más de lo que hacían, creían y
esos líquidos farmacéuticos que ahora llaman vino. deseaban para la sociedad, se quedaron desconcer-
Dormía y soñaba tranquilo, en perfecta paz con- tados. Por fin, luego de cambiar miradas entre ellos,
migo mismo. Se me habían quitado el miedo y el frío. asintieron. Uno me preguntó si yo era de la policía.
Me sentía bien en el sueño. Y todos se rieron, viendo mi aspecto de pordiosero.
Dicen que el movimiento de los “desequilibrados” Conversamos cerca de una hora, tirados en el pasto,
nació en el Japón hace ya medio siglo. En todo caso, yo como un bisabuelo o tatarabuelo rodeado de sus
su expansión por el mundo ha sido lenta, ha ocurri- bisnietos y tataranietos. Había algunos chicos y chi-
do como un fenómeno natural, al igual que se van cas extranjeros entre ellos que apenas chapurreaban
abriendo camino los ríos, no por obra de la propagan- el español. Este fue el idioma en el que hablamos, con
da y la evangelización, pues, dado su individualismo algunas frasecitas de cuando en cuando en inglés, ita-
desenfrenado, lo último que sus adeptos harían sería liano o francés.
convertirse en propagandistas y apóstoles de su filo- Me quedé un poco confuso con tantas contradic-
sofía de vivir. No constituyen una nueva religión ni ciones y vaguedades, la verdad. Después, reflexio-
mucho menos. ¿Qué son, entonces? Algo así como nando sobre aquello que hacen los “desequilibrados”,
una fraternidad pacífica e iconoclasta, que, allende o llegué a la convicción de que lo hacen más por ins-
dentro de las propias fronteras, hermana sobre todo a tinto que por reflexión. Lo suyo no son las ideas, tan
la gente joven. La llamo “fraternidad” porque hablar totalmente devaluadas en el mundo de hoy, sino los
de “ideología” sería un anacronismo: ya nadie sabe impulsos, las intenciones, la acción. Lo que me quedó
más claro, en lo que todos ellos están de acuerdo: le discutió que más importante es el descubrimiento
nuestro sistema no deja a la gente tiempo para malgas- de la jalea que mantiene fresca y alerta la memoria.
tarlo. Hacen una defensa apasionada del ocio. Perder Otro los refutó a ambos, asegurando que una proeza
el tiempo como ellos, allí, tumbados en la hierba, les mayor todavía era la de haber fabricado la píldora que
parece un gran privilegio, porque es una rareza en el sosiega la libido y que hubiera hombres y mujeres sin
mundo de hoy. No hacer nada, estar ahí, fantaseando, preocupaciones sexuales como antaño.
gozando del solcito tibio, cantando o contando chis- Aproveché para preguntarles por qué los “desequi-
tes. “Esto es vida”, afirmó uno de ellos. “Y no pasar- librados” estaban contra el sexo y practicaban –por lo
se mañana y tarde haciendo clic clic en el ordenador, menos muchos de ellos– la castidad. Advertí que algu-
rodeado de paredes y de tedio.” “No todo puede ser nos del grupo se ruborizaban y desviaban la vista. Por
trabajo, hay otras cosas que debemos valorar”, aña- fin, la pelirroja tomó la palabra y me explicó: “Es que 21
dió una chica pelirroja, con convicción. Los demás nosotros estamos a favor de la limpieza, tanto corporal
asintieron. como espiritual.” “Yo también lo estoy”, les aseguré.
Cuando yo les pregunté cómo hacían para comer, “Pero eso no puede significar que no haya que hacer
cómo ganan su vida, se sorprendieron, igual que si nunca el amor, una cosa tan saludable y placentera.”
LETRAS LIBRES
se tratara de algo sin importancia. Hacían trabajitos Me miraron como lo que soy, un hombre de las caver- OCTUBRE 2021
a veces y compartían entre ellos todo lo que tenían, nas. “¿No basta con que tengamos que expulsar ca-
me dijeron. Algunos se habían arreglado para recibir da día nuestros excrementos?”, intervino con belige-
pensiones del Estado. En todo caso, compartían los rancia un jovencito, casi un niño, que hasta entonces
ingresos y los gastos que tenían. Además, no comían no había hablado. “¿Tenemos que dedicarnos también
mucho y, por supuesto, todo era de todos. a expulsar diariamente nuestro semen?” No entendí
Después, cuando yo les pregunté por qué se pre- qué quería decirme, pero, al parecer, sus compañeros
ocupaban tanto por las cremas, los ungüentos, los sí, pues todos sonrieron al oírlo, como si me hubiera
afeites, los noté incómodos, como si hubiera violado derrotado. Les dije que, cuando yo era chico, eso era lo
un terreno íntimo. Luego de una larguísima pausa, que trataban de inculcarnos los curas: que el sexo era
uno de ellos murmuró: “Nuestro cuerpo es sagrado algo sucio, feo y pecaminoso, y, por lo tanto, prescin-
y hay que cuidarlo.” Para ellos, en verdad, lo sagra- dible. Se encogieron de hombros. Ninguno de ellos
do son las perfumerías y las farmacias. Me pregun- practicaba religión alguna, solo una chica confesó
taron si no me había echado algo para el sol y como que, aunque no era seguidora de ningún credo, tam-
les dije que no, que nunca usaba cremas protectoras, poco podía ser atea, pues creía en “un principio pri-
se escandalizaron. Me confesaron que todo el dineri- mero para todas las cosas”. Su defensa del ascetismo
to que ganan con trabajos eventuales y las pensiones no estaba inspirada en la fe religiosa, sino en una
que recibían por el mero hecho de existir lo invertían moral laica, o, sorprendentemente, en la higiene.
en comprarse pastillas, lociones, tónicos, todo aquello No he visto un ejemplo más flamante de la deva-
que impide el deterioro de la piel, los ojos, los dien- luación del sexo entre los jóvenes, justamente ahora
tes. Por razones de estética, también, pero sobre todo que se ha alcanzado lo que hace apenas medio siglo
de salud. Decían que, aunque hay muchas cosas malas parecía inalcanzable: la libertad irrestricta para prac-
en nuestro tiempo, hay una buenísima, y es todo lo ticar el sexo de cualquier manera, en cualquier parte
que ha inventado la ciencia para defendernos contra y con quien sea. Tal vez esa celebérrima libertad sea
la decadencia física: desinfectantes, reconstituyentes, la causa de su devaluación. El sexo excitaba mucho a la
bálsamos, hidroterapias, baños térmicos, masajes, un gente cuando lo rodeaban prohibiciones y tabúes; des-
arsenal de drogas y productos naturales que, usados aparecidos estos, perdió su magia, y ahora los jóvenes
con sabiduría, mantienen a los seres humanos sanos, le hacen ascos. ¡Quién lo hubiera dicho!
bellos, en pleno uso de sus facultades hasta el último Cuando susurré que si todo el mundo los imitara
día. Uno de los chicos, de cuerpo estilizado y ascéti- y se volviera casto desaparecería la humanidad, uno
co, dijo que lo más importante era tener el estómago de ellos me repuso: “La ciencia resolverá eso, fabri-
siempre limpio y que haber acabado con el estreñi- cando gente en los laboratorios.” Pero lo que divirtió
miento era la máxima gloria de la ciencia contempo- mucho al grupo fue que otro añadiera: “¿Y a quién le
ránea. (Pero para todo esto se necesita mucho dinero importaría que desaparezcamos? No a las plantas ni
y ellos, que son vagos, no lo tienen: ¿cómo hacen?) a los animales en todo caso.”
Porque gozar de un estómago que funciona con la Les pregunté por qué los llamaban “desequili-
puntualidad de un reloj suizo impedía a las personas brados” y no lo sabían. Alguien fantaseó: “Tal vez
sucumbir a la neurosis, la causa primordial de los sui- nos pusieron ese nombre los que creían que éra-
cidios que se registran a diario en toda Europa. Otro mos un peligro para la sociedad. Aunque después se
dieron cuenta de que eso no era así, el nombre quedó. animales considerados domésticos. El otro día un tri-
A nosotros... o por lo menos a mí, no me importa.” “A bunal madrileño de menores condenó a un año de
esa palabra, ‘nosotros’, la hemos desahuciado”, afirmó encierro en un reformatorio a un niño de diez años
una de las chicas. “De haber sido un insulto, la volvi- porque la policía lo sorprendió disparando piedrecitas
mos una virtud”, la apoyó su vecino. con una honda a las golondrinas. A mí no me parece
Aman los afeites y los fármacos, menosprecian bien que apedreen a las golondrinas, ni a ningún ani-
el sexo y son vegetarianos recalcitrantes. El único mal, por supuesto, nunca lo hice cuando las hondas no
momento de la charla en que se exaltaron fue cuando eran consideradas “armas homicidas”. Pero mandar
les dije que la prohibición de comer carne me pare- un año a una correccional a un crío por eso me parece
cía absurda, que iba contra la libertad y los derechos un acto de sectarismo estúpido. Y me pareció grotes-
22 humanos, contra el derecho al placer. Lo peor es que co que el juez llamara a las golondrinas, según la fór-
el Estado, o el gobierno, los secunde en este prejuicio. mula acostumbrada, “un ser vivo de sangre caliente
Que encontraba una monstruosidad que se multara cuyo derecho a la vida debía ser respetado”.
o enviara a la cárcel a quienes se descubría transgre- Lo que mitigó mucho mi simpatía por los animales
diendo esta prohibición. Entonces sí que perdieron las fue que los veterinarios dijeran que las ratas de nues-
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 buenas maneras. Les vi alzar la voz y gesticular mien- tros días ya no acarrean enfermedades, que la ciencia
tras me criticaban. ¿Qué hubiera sucedido si les decía ha conseguido erradicar en ellas todos los gérmenes
que me horrorizaba la prohibición de las corridas de y microbios de que eran antes portadoras y que por lo
toros? Me hubieran linchado, tal vez. Opté por des- tanto pasarían a la categoría de animales domésticos,
pedirme antes de que empezaran a insultarme. En como pedían tantas asociaciones animalistas. Tuve
mi juventud, la rebelión de los jóvenes se inspiraba pesadillas y todavía las tengo, pues siempre detesté
en ideas como traer el paraíso a la tierra, instaurar la a esos horribles roedores. Se me ponen los pelos de
sociedad igualitaria, acabar con las desigualdades, el punta cuando pienso que viven ahora en tantas casas
sexo libre, el feminismo, el aborto, la muerte piado- alimentadas y mimadas por sus dueños, que les dan
sa (o sea la eutanasia). Pero, ahora, el objetivo de los de comer en la boca y sin duda las meten a su cama
adolescentes inconformes es que el planeta entero se para que no tengan frío en las noches de invierno.
alimente solo de frutas y verduras. Si eso no es deca- Menos mal que a los gatos no han podido erradicar-
dencia, no sé cómo llamarlo. les el instinto homicida contra los roedores a los que
Lo curioso es que el odio a la carne de los “desequi- siguen despanzurrando cada vez que se ponen a su
librados” no tiene que ver tanto con el amor a los ani- alcance. ¡Vivan los gatos! Por las ratas he dejado de
males como con una supuesta certeza médica que se pasear en el Retiro las mañanas de buen tiempo, algo
agitó mucho cuando se prohibieron las corridas: que que antes me encantaba. Ellas se han apoderado de
la carne es dañina, produce enfermedades, “ensucia” ese hermoso parque; están por todas partes, trepán-
el cuerpo humano, “afea” a la gente y vuelve “violen- dose a los árboles, bañándose en el estanque, se suben
tos” a las mujeres y a los hombres. Y corrían leyendas a los pies de los paseantes y mueven sus colas pardas
ridículas, como que, a la salida de los toros, los aficio- para que les echen comida. Y hay que espantarlas con
nados ¡a veces linchaban gentes! (Repito los dispa- delicadeza para que no te llamen la atención los vigi-
rates que les oí.) La idea que se hacen de la limpieza lantes o te pongan una multa por ser desconsiderados
estos jóvenes es enfermiza y neurótica. En torno a esta con esos prójimos “de sangre caliente”. ¿Qué sangre
obsesión han construido toda clase de fantasías qui- no es caliente?
méricas y sanitarias. Por eso, cuando la invasión de los zorros a Madrid,
Los “desequilibrados” no serían rebeldes si no creo que yo fui uno de los pocos vecinos que no se
tomaran distancias con ese animalismo perverso que asustó y, más bien, me alegré de ver que manadas
se ha apoderado del mundo entero. A mí me gus- de esos cánidos se aquerenciaban en todos los par-
taron mucho los animales en mi juventud e incluso ques, alamedas y paseos madrileños. Mientras esos
en mi madurez tuve un perro al que le leía poemas plateados inmigrantes estuvieron instalados aquí,
de Cernuda y García Lorca. Pero, tal como van las desaparecieron las ratas de las calles de la ciudad:
cosas, he tomado cierta fobia por el reino animal. No se escondieron o los zorros se las comieron. Osorio
sería raro que acabara con nosotros, los humanos. fue uno de los vecinos más asustados y uno de los que fue
Incluso, sin decírselo a nadie, y menos que a nadie a a manifestarse a la Puerta del Sol contra las campa-
Osorio, ya no veo con tanta antipatía a esos coman- ñas de todas esas ong proclamando “Bienvenidos,
dos antianimalistas que aparecen por aquí y por allá hermanos zorros, a Madrid”, “Madrid, patria de los
en el mundo entero y perpetran esos actos terroristas zorros”, etcétera, que llevaban a cabo para que los
contra perros, gatos, ratas, zorrinos, moscas y demás invasores se quedaran a vivir en la ciudad y esta fuera
acondicionada para darles albergue permanente. A de la sociedad perfecta: guerras civiles, revoluciones
mí no me molestó nada la presencia de los zorros en sangrientas y peores injusticias que las que se que-
la Villa y Corte. Lo único incómodo, lo reconozco, el rían remediar. Según Osorio, hay una gran sensatez
olor a pis del zorro: es penetrante e impregnó el aire y hasta sabiduría en los jóvenes de hoy al reemplazar
madrileño esos días. Se mezclaba con mis propios olo- el anhelo de un mundo perfecto por algo más huma-
res y era un asco. La orina del zorro apesta y en esas no, un mundo donde los jóvenes vacíen puntualmen-
semanas se vio a mucha gente en la calle con arcadas te el estómago y no padezcan del suplicio del acné. Le
o vomitando, descompuesta por el mal olor que todo celebré la broma, pero, unos instantes después, me
lo impregnaba. Los zorros, al cabo de un tiempo, se embargó una gran tristeza al darme cuenta de que
fueron, tan misteriosamente como habían venido. Y no bromeaba.
las malditas ratas, poco a poco, volvieron a la ciudad. Cuando le dije que me parecía una curiosa para- 23
Osorio dice que ahora hay añoranza por esos ani- doja que los jóvenes hayan empezado a despreciar
males, otro de los hitos de la cultura de hoy en el el sexo, es decir, a materializar lo que los curas que-
mundo, que va a romper todos los límites de lo con- rían inculcarnos cuando éramos jóvenes –aunque
cebible. El otro día me juró que ya hay, en distintas muchos curas lo practicaban a escondidas al derecho
LETRAS LIBRES
ciudades, colectivos y fundaciones que piden que se y al revés, sobre todo al revés–, precisamente cuando OCTUBRE 2021
autoricen los matrimonios mixtos de seres humanos las religiones comienzan a encogerse como pieles de
y animales. Tal vez me tomaba el pelo, porque no me zapa, Osorio me rectificó: “Se encogen las iglesias, no
dio pruebas tangibles de que esas instituciones exis- la religión.” Tuve que darle la razón.
tan. Pero si no existen todavía, ya aparecerán. Será Había llegado a un punto en el que tanto Osorio
divertido asistir al primer matrimonio de un hombre y como yo solíamos estar de acuerdo: ¿éramos libres
una perra o entre una mujer y un mono. Y lo será más o meros autómatas? George Orwell no había vivido
si no solo se celebra en el ayuntamiento sino también ese problema, pues escribió en las épocas del estali-
en una iglesia, a los compases de la Marcha nupcial. nismo más rabioso y lo combatió sin vacilar en libros
Cuando le conté mi experiencia con los “desequi- espléndidos como La granja de los animales y 1984, como
librados”, Osorio me bromeó que cualquier día un el hombre de izquierda que siempre fue, defensor de
comando de fanáticos del vegetarianismo iría a pren- una izquierda democrática, si es que eso existió algu-
der fuego en el restaurante clandestino donde, una na vez. Era un socialista que no lo era, que debajo de
vez al mes, él y yo vamos a zamparnos un buen rabo su socialismo democrático defendía el capitalismo
de toro o un filete poco hecho. Creo que gracias a la democrático, pues sabía muy bien que sin empre-
prohibición, ahora, los carnívoros disfrutamos mucho sas libres y privadas no hay libertad que sobreviva y
más con los atracones de carne. En eso, la naturaleza que, si el Estado controla la producción de bienes
humana no ha cambiado nada. El riesgo, el tabú, los y el empleo, a la larga o a la corta se instala el comu-
interdictos que rodean a cualquier cosa la hacen infi- nismo de siempre, y, con él, el totalitarismo y la pobre-
nitamente más deseable y atractiva. Un amigo mío, za. Por eso es que desaparecieron la Unión Soviética
fumador secreto, me decía eso mismo hace algún y China Popular se convirtió en una dictadura capi-
tiempo: que él y sus amigos disfrutan ahora muchísi- talista de amiguetes. Pues en China existe una empre-
mo más en los fumaderos clandestinos, sabiendo que sa privada de empresarios millonarios que se tragan
podrían ir a la cárcel por los pitillos que se fuman, todas las mentiras del régimen, pero ese régimen es
que antes, cuando podían fumárselos en cualquier una caricatura del capitalismo y la falta de libertad lo
parte sin riesgo alguno. asfixiará a la corta o a la larga.
Osorio defiende a los “desequilibrados” y creo que ¿En qué régimen vivimos ahora? Imposible saber-
lo hace por convicción, no por practicar su deporte lo, pero lo seguro es que vivimos en la mentira siste-
favorito que es llevarme la contra. Según él, los vie- mática. La economía funciona gracias a la empresa
jos ideales de justicia social y de sociedades igualita- privada y a la economía de mercado, a la competen-
rias y perfectas simplemente ya no exaltan a las nuevas cia, por supuesto. ¿Pero somos libres? Ni yo ni Osorio
generaciones, pues lo que había en ellos de realizable lo creemos, aunque este se lo crea a ratos. Yo tengo esa
ya forma parte de la vida moderna. Y lo que no, lo sensación desde que desaparecieron los periódicos.
que albergaban esos ideales de quimérico e imposi- Es verdad que en casi todas las esquinas hay pantallas
ble, no los ilusiona, más bien los repele, porque, edu- en las que se dan noticias todo el día, y que aparente-
cados en el “realismo”, el sesgo principal de nuestra mente representan a empresas que defienden diversas
cultura actual, son pragmáticos y no quieren perder su ideologías y sistemas. ¿Es eso verdad? Él y yo tene-
tiempo y su energía en cosas que nunca lograrán, con mos la impresión de que no, de que, por debajo de
las consecuencias que tuvo en el pasado la búsqueda las supuestas diferencias, las pantallas defienden una
sola verdad –una mentira rigurosamente guardada–, cuando ese bastión del machismo y conservaduris-
que todas están de acuerdo en su base más secreta en mo, intolerancia y dogmatismo que fue antaño, empe-
defender un sistema en el que gobierno y empresas, zó a relajarse, a resquebrajarse, a hacer concesiones a
como ocurría en China en aquel tiempo lejano, están los curas y laicos progresistas. Estos se salieron con
básicamente de acuerdo en mentir juntos, simulan- la suya, pero, en vez del aggiornamento que reclama-
do unas discrepancias que en verdad son superficia- ban, le dieron a la Iglesia el puntillazo. O sea, el tiro
les, porque hay un acuerdo sustancial en mantener les salió por la culata. Parecía imposible y sin embar-
este sistema que engaña a todo el mundo, pues pare- go ocurrió: la Iglesia comenzó a ordenar mujeres y
ce funcionar bastante bien, ya que hay trabajo, pensio- nombrarlas obispos, autorizó que los curas se casaran,
nes, medicinas y educación para todos y una libertad como los pastores protestantes, y el papa en persona
24 que es una mera cortina de humo inventada por esa celebró un matrimonio gay en la mismísima basílica
tecnología de punta que mantiene entretenido a todo de San Pedro. Mi pobre madre, que en paz descan-
el mundo. Hombres y mujeres se han vuelto incultos se, cuando escuchó estas noticias y vio la escena en la
y manipulados casi totalmente por la desaparición tablilla digital lanzó un grito desgarrador y perdió
de la cultura, o, mejor dicho, su conversión en mera la conciencia. Se derramó de la silla de ruedas al suelo.
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 diversión. En otras palabras, somos unos esclavos más Pobre viejita. “Eran adelantos indispensables para
o menos felices y contentos con su suerte. Orwell no adaptarse a la época”, dice Osorio. “Si no lo hacían,
imaginó que esta podía ser la evolución de ese “socia- la Iglesia habría comenzado a marchitarse como una
lismo libre” que él imaginaba y que era simplemen- rosa expuesta al sol durante mucho tiempo.” ¿No es
te imposible. Pues ahora hemos perdido la libertad lo que ha ocurrido, acaso?
sin darnos cuenta, y, lo peor, estamos contentos y nos Yo también discrepo con él en eso, por supuesto.
creemos hasta libres. ¡Vaya cojudos! A la gente le gustaba la Iglesia porque no se parecía a
¿No resulta extraño que en estas condiciones el la vida, a la sociedad tal cual es, porque representaba
sexo haya perdido interés cuando su gran enemiga, lo contrario de la existencia en el siglo. Dentro de la
la que más hizo por erradicarlo de nuestras vidas – Iglesia uno se sentía ya en el otro mundo, un territo-
por lo menos en teoría–, la Iglesia católica, pierde rio muy distanciado del de la rutina cotidiana. Era una
fieles, catecúmenos, sacerdotes, hasta haberse que- ilusión bonita, hecha de ritos, de cantos, de incien-
dado convertida en algunos países en una especie de so, de frases en latín que, como no las entendían, a
sociedad filatélica? Muchas veces hemos discutido los fieles les parecían sabias, celestiales, alusiones
con Osorio por qué las grandes iglesias, y esos faná- a vidas perfectas, heroicas y marcadas por la pureza, la
ticos terroristas que querían acabar con ellas a punta inocencia y la paz interior. Ahora la Iglesia ha dejado
de bombas y asesinatos, se van eclipsando en nuestro de ser ese refugio: es una prolongación de la vida de to-
tiempo, pues lo mismo que con el catolicismo pasa dos los días, donde casi todo está permitido, donde
con el judaísmo, el protestantismo, la Iglesia ortodoxa ya no hay tabúes ni dogmas inflexibles. La Iglesia ha
y hasta con las iglesias orientales como el islam (en perdido misterio y dejado de ser interesante, pues se
sus dos ramas) y el budismo: pierden fieles, vigen- parece a esos partidos políticos en los que nadie cree, a
cia, se van marchitando, tanto que muchos piensan las fraternidades universitarias o a los clubes de fútbol.
que acabarán por extinguirse. Luego de haber teni- Cuando el Vaticano estableció que el limbo no existe,
do tanta influencia en la historia, de haberla marca- las cosas se orientaron para ella por el mal camino. La
do a fuego, ahora, sin que nadie las ataque, y pese a abolición del infierno tranquilizó a muchos creyen-
que todos los gobiernos las subvencionan y nadie las tes pecadores, desde luego, pero decepcionó a otros,
hostiliza, las iglesias van desapareciendo poco a poco a quienes soñaban con que sus enemigos, quienes los
pues aquella lejana observación de Nietzsche se ha habían maltratado y explotado, se quemaran eter-
hecho realidad: Dios ha muerto y a nadie le impor- namente en las llamas de Belcebú. Sin llamas y sin
ta, pues hombres y mujeres han aprendido por fin a Belcebú el más allá perdió mucho atractivo para gran
vivir sin Dios. Era también un producto de la cultura cantidad de fieles. Ahora se dice que el Vaticano tam-
y, como esta se ha transformado en diversión, ni nos bién va a declarar que el cielo solo existía como algo
hemos dado cuenta de que a los viejos dioses los han simbólico y metafórico, pero que, en verdad, tampoco
reemplazado los futbolines, las imágenes de la pan- existe en un sentido tangible y material. ¡Pobres már-
talla, los circos, los dibujos animados y, sobre todo, tires cristianos! Se hicieron descoyuntar en el potro,
la publicidad y sus múltiples manifestaciones que destrozar por las fieras, quemar vivos defendiendo
comienzan a no parecerlo. los principios y verdades de la fe cristiana y resulta
Yo sospecho que la Iglesia católica selló su parti- que ni el infierno ni el limbo ni el cielo existen. De qué
da de defunción cuando comenzó a modernizarse, y a quién podía servir la Iglesia en esas condiciones.
Ahora, conviene aclarar un punto en el que insiste encontraría algunos borrachitos. No me ponía en pie
mucho Osorio, y creo que con razón. La decadencia todavía.
de las grandes iglesias no ha acabado con la religio- Pensé: “¿Ha sido un día perdido?” No, no lo había
sidad. Solo que esta se ha vulgarizado y encanallado sido. Había sentido la muerte más cerca que nunca, sin
de una manera bochornosa. Ahora que ya nadie cree duda, mientras, caminando alrededor de esta plaza,
en los curas, la gente se ha puesto a creer en los bru- intuía que mi casa estaba por aquí. Ahora, había reco-
jos, hechiceros, chamanes, adivinos, palmistas, santo- brado la memoria. Luego de dormir y recuperarme,
nes, hipnotizadores, toda esa canalla de embusteros y llamaría a Osorio y le contaría esta aventura. Había
estafadores que, por unos cuantos pesos, hacen creer sentido la muerte más cerca, pero no había sido una
a sus incautos clientes que existe el otro mundo y que pérdida de tiempo. Ahora sabía que nunca más deja-
ellos lo conocen, que el futuro está escrito y es des- ría mi casa –bueno, mi cuartito– sin llevar un papel 25
cifrable leyendo la borra de café, las hojas de la coca, con mi nombre y dirección, y con las instrucciones de
consultando los naipes o una bola de cristal. Lo que que si caía muerto dieran parte a Osorio, cuyo teléfo-
las religiones serias hacían con elegancia, belleza, no y dirección pondría en esa misma tarjeta.
complejidad intelectual, ahora es monopolio y gana- Respiraba sin dificultad, no tenía frío ni hambre ni
LETRAS LIBRES
pán de pícaros, hechiceros de tres al cuarto y analfabe- sed. No me sentía feliz ni tampoco triste. Había sido OCTUBRE 2021
tos. O sea, en los momentos de más alta modernidad una aventura. Una nueva aventura. También una ense-
científica y tecnológica, volvemos al paganismo, a la ñanza. Podía perder la memoria y pasarme un día en-
hechicería primitiva. A eso nos ha conducido la cul- tero buscando mi casa, sin encontrarla. Tomaría pre-
tura de nuestro tiempo. Y el huevón de Osorio llama cauciones, andaría siempre con aquel documento
a eso el progreso. encima recordando mi nombre y dirección y el telé-
Y en eso, de repente, me desperté. Sí, me había fono de Osorio. Era algo que había aprendido. Era
despertado. Era noche cerrada y el cielo se había con- algo que había ganado.
vertido en un mar de estrellas. Estaba sentado en el Me puse de pie con alguna dificultad. Sentí algo
asiento de piedra de la Plaza de Oriente y a mi dere- de frío. Nada grave. Sabía que podía caminar, pero,
cha, al frente, tenía el Teatro Real, a la espalda el eso sí, despacio, alargando las piernas, la derecha,
Palacio, y, frente a mí, la callecita de los restauran- la izquierda, sintiendo algunos calambres, la dere-
tes y de la puerta falsa del teatro por donde entraban cha, la izquierda, pero con la confianza que me daba
los empleados, y, cuando había ensayos, los actores, haber recuperado la memoria y saber perfectamente
las actrices y los músicos. Sabía perfectamente que, dónde estaba mi casa. Llegaría hasta allí, subiría los
bajando por esa callecita encontraría, en la esquina y cinco pisos despacio, sin agitarme, lavaría los pantalo-
a la derecha, la Plaza de Isabel II, y que de allí arran- nes con jabón y lejía, y luego me acostaría, tranquilo,
caba la callecita de mi casa. Se llamaba la calle de la con la conciencia de haber sobrevivido a una expe-
Flora, por supuesto. El número uno era el de mi cuar- riencia nueva que me había acercado un poquito más
tito y su baño, en la azotea. No estaba exaltado ni tris- a la muerte. Me lo decía a mí mismo, sin tristeza ni
te. Ahora recordaba que esa corta callecita era la de mi cólera, con esa tranquilidad nueva: haber descubier-
casa y que se llamaba, por supuesto, claro que sí, y lo to que podía perder la memoria y no encontrar mi
repito de nuevo: la calle de la Flora. Es muy corta. Mi casa y no saber quién era y perder todo un día tratan-
casa estaba en la próxima esquina, en el encuentro con do de recordar. Ahora sabía quién era y dónde estaba
la calle Hileras, exactamente donde comienza la pla- mi cuarto y mi bañito. Eché a caminar, sin apresu-
cita de San Martín, que, luego, se abre y se ensancha rarme, tranquilo, como un hombre que ha salido a
en la Plaza de las Descalzas. Allí se halla uno de los estirar las piernas y vuelve ya a su casa. “A mi casi-
conventos más antiguos de Madrid, lleno de cuadros, ta”, pensé, con cariño. Y sentí que me corrían algu-
que solo se abre al público los domingos y donde hay nas lágrimas por la cara. (Repito que con los años me
siempre una larga cola de gente para entrar. he vuelto muy llorón.)
Había recuperado la memoria. Recordaba que, La callecita de la puerta falsa del Teatro Real la
poniéndome de pie y recorriendo ese par de calles, po- conozco muy bien. Ya habían cerrado la mayoría de
dría entrar a mi casa, luego de perder todo un día bus- los restaurantes, pero quedaba uno abierto, con dos
cándola. Nada de eso me exaltó ni alegró. Yo sabía que parejas sentadas en las mesitas de fuera y pagando la
iba a ser así. Había pasado mucho miedo, sin duda, cuenta. Al pasar junto a ellas, caminando despacio,
pensando que me moriría en la calle como un perro les di las buenas noches. Me respondieron en silen-
vagabundo. Pero ahora estaba tranquilo. Seguía sen- cio, con movimientos de cabeza.
tado. ¿Qué hora sería? No había mucha gente a mi Temía caerme y por eso daba pasos muy cortos. Al
alrededor. Probablemente en la Plaza de Isabel II llegar a la esquina, doblé a la derecha y menos de un
minuto después estaba en la Plaza de Isabel II, bien mi pecho; con el esfuerzo, se me había agitado mucho
iluminada todavía. Respiré tranquilo. Había allí el el corazón. Lo sentía en mi pecho crecido y latiendo
espectáculo acostumbrado: la cola de taxis, los chofe- de manera exagerada. Vagamente pasó por mi cabeza
res formando grupos y fumando o conversando, una la idea de que podía quedarme muerto de un síncope
parejita muy joven, sentada en una banca y acaricián- antes de llegar a mi cuartito y a mi baño.
dose, los dos quioscos de periódicos cerrados y, en Subí el resto de los escalones en cámara lenta.
la desembocadura de la calle Arenal, que iba hacia la Lentísima. Apoyaba un pie en el escalón de arriba y
Puerta del Sol, un perrito solitario tratando de mor- no podía creer que aquel esfuerzo de izarme al nuevo
derse la cola. A su izquierda tenía la calle que condu- escalón me costara tanto. Cuando llegué a la azotea,
cía a mi casa, bueno, a mi cuartito con su baño. Me respiré más tranquilo. Si aquí me daba un síncope, ya
26 repetí una vez más que subiría muy despacio las esca- no me importaba. La gente, los vecinos me conocían,
leras, sin agotarme, aunque fuera sentándome un rato podrían dar parte a la policía, e incluso a Osorio, que
en todos los descansos. Se llamaba la calle de la Flora. había venido a buscarme algunas veces. Respiré más
¿Cómo había podido olvidarla? Caminaba por ella calmado y al llegar a la puerta de mi cuartito descubrí
despacio, muy seguro de mí mismo, sintiendo que que ahí estaba, colgando de la puerta, la llave. Mejor
LETRAS LIBRES
OCTUBRE 2021 había hecho el ridículo todo el día buscando mi casa. dicho, el llavero, con la llave que abre el portón del
Ella estaba ahí, al final de la calle. Había recobrado la edificio y la puertecita de mi cuarto. Había salido tan
confianza. Había pensado en muchas cosas. Y tenido de prisa esa mañana que me olvidé de sacar esas lla-
mucho miedo, por supuesto. ves, pues las dejé colgadas donde estaban todavía.
Lo tuve otra vez, cuando llegué a la esquina donde Tuve un instante de felicidad al sentir que aquella
la calle de la Flora se encuentra con la de Hileras y llave abría la puerta y que –por fin, por fin– entraba
toca la minúscula Plaza de San Martín, que se conver- a mi cuartito.
tirá luego en la Plaza de las Descalzas, y donde des- Es muy pequeño y lo tengo lleno de libros y pape-
cubrí, palpándome los bolsillos, que tampoco tenía la les. Pero muy limpio y ordenado, eso sí. Lo barro y
llave que abre el gran portón del número uno, donde arreglo todas las mañanas, antes de salir a tomar mi
vivo. Sentí de nuevo el ramalazo del terror que había cafecito y platicar con Osorio. Tiendo siempre la cama
tenido todo el día. ¿Me pasaría el resto de la noche y doy a lavar las sábanas todas las semanas; no la fra-
sentado aquí, en el suelo, esperando que aparecie- zada, esta solo cada quince días. Lo mismo hago con
ra alguien que viviera en este edificio? Sin embar- mi bañito, con su ducha, lavador y retrete, que tam-
go, tuve suerte. A solo diez o quince minutos de estar bién esta mañana limpié, barrí y sacudí como lo hago
esperando, apareció un señor con bastón, que reco- todos los días, después de tomar una ducha en la que
nocí a medias. Se paró junto a la puerta y sacó una me jabono con cuidado, sobre todo el trasero, que,
llave y la abrió. con los constantes vientos del día, tengo casi siempre
Me acerqué a él y le dije: “Al fin llegó usted. He sucio. Y esta noche, con todos los vientos que he solta-
olvidado mi llave. ¿Me deja entrar?” El señor –era do en el día, debía de estar más sucio que otras veces.
algo mayor– me miró con desconfianza. “Vivo aquí”, Por eso, apenas entré prendí la luz, comprobé con
le aseguré. “En uno de los pisitos de la azotea. He satisfacción que mi cuarto estaba limpio y ordena-
estado todo el día caminando. Estoy muy cansado. do; fui al baño muy despacio pues seguía agitado, me
Le ruego que me permita pasar.” El señor asintió y me quité los zapatos y el pantalón. Fue una larga ope-
abrió la puerta y se retiró para que yo entrara prime- ración, pues seguía muy cansado y con mi corazón
ro. Cuando estuve en el largo vestíbulo de adoqui- latiendo en mi pecho como desbocado.
nes, le agradecí de nuevo, efusivamente. El señor iba Cuando descubrí que mi calzoncillo estaba lleno
también a la izquierda, es decir, no a las oficinas de de caca, me embargó una gran tristeza. Había sentido
los contadores, que están a la derecha, sino a la puer- los vientos, por supuesto, pero no que se me salía la
ta contraria. Estuvo muy amable. Abrió la puertecita mierda. Había desbordado el calzoncillo y manchado
del ascensor con otra llave y, con un gesto, me pre- las piernas. Estaba convertido en el hombre-caca, del
guntó si subiría con él. Aproveché y subí. Nosotros, culo para abajo. Sentí mucho asco de mí mismo. Pero
los de la azotea, no tenemos derecho a usar el ascen- en vez de quedarme idiotizado, compadeciéndome de
sor. Eso sí que había sido una sorpresa. El señor vivía esa pequeña catástrofe, me saqué el calzoncillo, eché
en el tercer piso y desde allí solo me quedan dos pisos toda la caca que contenía en el retrete y jalé la cade-
para llegar a mi cuartito. na. Funcionaba muy bien y, una vez que la caca des-
Subí aquellas gradas muy despacio, parándome apareció y el retrete estuvo otra vez limpiecito, solté
unos segundos en cada escalón, animado por una ale- la ducha y calculé que saliera el agua tibia y me bañé,
gría íntima, que, sin embargo, contenía los latidos de limpiándome las piernas y el trasero con cuidado,
hasta comprobar, una y diez veces, que tanto mi tra- aumentaron. Para poder respirar debía tener la boca
sero como mis piernas quedaban impecables. Luego abierta todo el tiempo. En la oscuridad del cuartito,
lavé en la ducha el calzoncillo con jabón y lejía hasta pensé, asustado: “¿Me voy a morir?” Lo había pen-
que quedó limpio también y lo colgué con un par de sado muchas veces, sobre todo en los últimos tiem-
ganchitos en la barrita de la ducha para que se secara. pos, cada vez que tenía un malestar. Pero ello siempre
Luego me sequé yo, cuidadosamente, sintiendo que había pasado, sobre todo cuando me dormía. Ahora,
me dormía, bostezando sin cesar. mi corazón seguía latiendo como un bombo en el
Fui a mi cuarto y no me puse el pijama que tengo pecho y seguía con la boca abierta para poder respi-
doblado bajo la almohada de mi cama. Estaba muy rar pues sentía que me faltaba el aire. Además, había
cansado pero contento de haberme duchado y lim- comenzado a dolerme el pecho, el hombro y el brazo
piado mis piernas de toda esa mierda pestilente que derecho. ¿Llamaría a Osorio? ¿Lo despertaría? Pensé 27
las había ensuciado durante horas y horas sin que yo que oiría su risita burlona: “¿Te estás muriendo, her-
me diera cuenta. mano?” Y me contuve.
Me sequé la cabeza con insistencia, pasando la toa- Ahora no solo me dolía el pecho sino también el
lla por mis pelos una y otra vez, recordando una vez hombro y el brazo izquierdo y seguía sudando de la
LETRAS LIBRES
más que mi abuelito, en la noche perdida del tiempo, cabeza a los pies. Y me dolían mucho el pecho, el OCTUBRE 2021
solía decirme que no era bueno dormir con la cabe- hombro, el cuello y hasta la espalda. Era un dolor
za mojada, porque me podía volver loco. Y el vieje- múltiple, que interesaba los músculos, los huesos, las
cito se llevaba un dedo a la sien y se reía, imitando venas, los tendones. Y mi corazón seguía latiendo con
a Napoleón, que al parecer perdió el juicio en Santa mucha fuerza en el pecho. Sentía que me iba hundien-
Elena. Es uno de los escasos recuerdos de mi niñez, do en algo que no era el sueño, sino un desmayo. ¿Me
de esa infancia que se me ha borrado, salvo recor- iría a desmayar? Ahora sentía que temblaba todo mi
dar que fui feliz mientras no supe la horrible manera cuerpo, de la cabeza a las plantas de los pies. Y tenía
en que las señoras se quedan embarazadas y paren a un mareo en el que me iba hundiendo como en un
los niños. Mientras creía que a estos se los encargaba remolino. Bueno, tal vez era lo mejor. Que la muerte
a París y que los traían las cigüeñas, fui feliz. Creo que me sorprendiera en el sueño era una buena manera
cuando supe la verdad ya nunca más fui feliz. de morir. Osorio me llamaría en la mañana, según el
Por fin, me metí a la cama, me abrigué bien, me acuerdo que teníamos, y al no obtener respuesta sabría
encogí y apagué la luz. que había muerto en el sueño y daría parte de inme-
Casi al instante comenzó eso que llaman una taqui- diato, para que viniera la ambulancia. Los enfermeros
cardia acelerada. Pero lo que me asustó no fue el cora- constatarían que ya estaba muerto y llevarían mi cuer-
zón sino el sudor. No hacía calor, más bien fresco o po al columbario de Madrid. De inmediato, o, más
frío –eran los finales del otoño, la época más bonita bien, después de algún inevitable papeleo, lo inci-
de Madrid–, y estaba empapado con la transpiración. nerarían. Ya los gusanos habrían hecho presa de mi
Me limpié la cara con las manos y luego con el pañue- cadáver, pero el fuego los destruiría. Me dolía muchí-
lo y finalmente con la misma sábana; pero era inútil simo el pecho. Sí, este no era un simple amago. Era el
porque el sudor brotaba casi de inmediato y me vol- final. No estaba asustado, solo adolorido. Sentía que
vía a mojar la frente, el cuello y ahora sentía que baja- me iba hundiendo en algo viscoso y confuso, eviden-
ba y me había tomado también el pecho, la espalda temente no era el sueño sino los albores, la bienveni-
y hasta las piernas. ¿Qué tenía? Pensé inmediata- da de la muerte. No me consoló imaginar que dentro
mente en llamar a Osorio, pero me desanimó la idea de pocos minutos (¿segundos?) sabría si existía Dios,
de que era muy tarde y mi amigo solía acostarse muy si teníamos un alma que sobreviviera a la desapari-
temprano. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué estaba con taqui- ción de esa energía corporal que tenía a mi corazón
cardia y sudando? Se reiría de mí. “Me olvidé de la latiendo y a la sangre corriendo por mis venas, o si en
dirección de mi casa y he estado todo el santo día bus- el futuro solo habría silencio y olvido, una lenta des-
cándola, hasta hace un momento. He lavado mi cal- composición del organismo, hasta que las lenguas del
zoncillo que estaba lleno de mierda, me duché, me fuego extinguieran esa carne sucia y mojada que ya
he acostado y ahora estoy con taquicardia y bañado comenzaba a pudrirse cuando la quemaron. ~
de sudor.” Osorio me respondería con alguna broma:
“¿Y me despiertas por esa tontería?” Madrid, 15 de diciembre de 2020.
En vez de llamarlo me acurruqué; traté de olvi-
MARIO VARGAS LLOSA es escritor. Este año Alfaguara publicó
darme del sudor, me encogí mucho, hasta tocar su conversación con Gabriel García Márquez Dos soledades.
con mis rodillas mi mentón, y esperé que llegara el Un diálogo sobre la novela en América Latina. En 2010 recibió
sueño. Pero, en vez de eso, los latidos de mi corazón el Premio Nobel de Literatura.

También podría gustarte