100% encontró este documento útil (1 voto)
237 vistas78 páginas

Untitled

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 78

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

Apoya a los autores adquiriendo sus libros


Gruñón Rhett es el último hombre solitario de Black
Mountain. Su hermano y su mejor amigo han encontrado a las
mujeres curvilíneas de sus sueños, pero él duda que el amor
esté en su futuro. Hasta que una tormenta de nieve le envía un
ángel caído...

Como influencer body-positive, Nora ha aprendido a abrazar


sus curvas. Sin embargo, es difícil creer que alguien más lo
haga... especialmente el hosco leñador que vino a rescatarla.

¿Se encenderá la fiebre de cabaña entre esta chica


curvilínea y el hombre de montaña? ¿O sus miedos y dudas
acabarán con cualquier posibilidad de amor?

Nota de contenido: ¡Rápido y lleno de vapor, este dúo


gruñón/risueña está calentando la montaña una noche de nieve
a la vez!
Capítulo 1
Nora

—Estaré bien. Estaré bien. —El repetitivo cántico flota en el


aire mientras mis pies calzados recorren un paisaje nevado.
Antes, el pronóstico había anunciado uno o dos centímetros de
copos blancos y esponjosos, lo que en mi mente significaba subir
a Black Mountain para una mágica sesión de fotos de invierno,
el tipo de sesión que he soñado crear desde que me mudé a la
pequeña ciudad de montaña de High Ridge hace tres meses.

Como mujer sureña, la experiencia de la nieve me emociona


y me aterroriza, pero dejar que el miedo me impida hacer lo que
quiero es cosa del pasado... la mayoría de las veces. Algunos días
son más fáciles que otros, pero después de un par de años
trabajando con un terapeuta, he aprendido a trabajar con mi
miedo en lugar de permitir que controle mis acciones.

Sin embargo, una dosis de miedo puede ser saludable. Te


impide tomar decisiones peligrosas.
El pensamiento errante se abre paso entre mi letanía de
palabras tranquilizadoras. —Estaré bien. Estoy bien. Es sólo un
poco de nieve. —Más que un poco.

El aire helado se arremolina alrededor de mis piernas


desnudas mientras sigo adelante, decidida a no dar marcha atrás
hasta que consiga lo que he venido a buscar: la foto nevada
perfecta. Es lo que mis seguidores esperan después de lo mucho
que he promocionado esta sesión de ensueño cada vez que el
hombre del tiempo predice copos invernales.

Cuando era pequeña, nunca me habría imaginado hacerme


tantas fotos como me he hecho y, desde luego, nunca las habría
compartido para que el mundo las viera y juzgara. Parte de mis
problemas de miedo se debían a que me hacían bullying por mi
peso en la escuela y en casa; mi madre, una perfecta belleza
sureña, me regañó e insultó durante años.

No fue hasta que cumplí veinticinco años cuando decidí que


ya era suficiente.

Miserable y sola, empecé terapia, lo que me llevó a cambios


considerables en mi vida, como dejar mi trabajo sin futuro para
convertirme en una influencer body-positive en las redes sociales.
Al principio, las fotos que publicaba sólo pretendían ser una
victoria personal, pero en pocas semanas, la cuenta explotó.

Millones de personas me enviaron mensajes de ánimo y


compartieron sus propios viajes body-positive, llenos de luchas
como la mía. Ahora me dedico a tiempo completo a encontrar
productos que se adapten a un tipo de cuerpo no tradicional y a
producir fotos de alta calidad, conocidas por su estética etérea,
que demuestran que las chicas con curvas también son
hermosas.

Por eso me encuentro en una misión salvaje montaña arriba


a temperaturas bajo cero.

Temperaturas peligrosas.

Sacudiéndome la persistente preocupación que ronda en el


fondo de mi mente, sigo caminando durante otros quince minutos
cuando la visión de unos árboles de hoja perenne cubiertos de
blanco detrás de una roca me arranca una sonrisa de júbilo.

Eso es.

Me quito la mochila y el abrigo, y un escalofrío recorre mi


delgado vestido de gasa, precioso pero poco práctico para el
tiempo que hace, y me apresuro a quitarme las botas cubiertas
de nieve. Gracias a Dios, no hay nadie cerca para ver lo ridícula
que debo de verme, pero no tardaré mucho en conseguir las fotos
que necesito.

Preparo mi equipo fotográfico en la nieve cada vez más


profunda y grabo un vídeo en directo para mis seguidores. —
Hola, chicos. Hoy estoy en Black Mountain para mi sesión de
'Hadas en un bosque encantado'. Como ya saben, he estado
esperando para hacer ésta mientras nieva, ¡y hoy se ha cumplido
mi deseo!. —Haciendo un paneo alrededor del pequeño claro,
copos gigantes revolotean por el suelo. —Etiquetaré el vestido y
el maquillaje dorado que llevo más tarde porque ahora hace un
frío terrible. Pero todo sea por la foto, ¿no?

Tras un guiño coqueto, termino el vídeo para subirme a la


roca como si fuera algo que ya he hecho un millón de veces. No
es cierto. Los pies descalzos resbalan sobre la piedra resbaladiza
y las advertencias de mi cabeza se hacen más fuertes.

Da media vuelta.

Dentro de cinco minutos. Ya lo tienes.

—No es gran cosa, sólo unas tomas rápidas... —murmuro,


colocándome hacia la cámara, con un pequeño mando a
distancia para el temporizador apretado en el puño. La abertura
del vestido se abre para dejar al descubierto un muslo dorado, y
otro escalofrío recorre mis extremidades.

Joder, qué frío.

Pulso un botón del temporizador y me pongo manos a la obra:


arqueo la espalda en un sentido, inclino la cabeza en otro,
modifico sutilmente mi expresión... hasta que un ominoso crujido
chilla desde arriba.

Los pájaros invernales se dispersan desde las copas de los


árboles cuando una rama se desprende de uno de ellos y se dirige
hacia mí.

—¡Mierda! —El cronómetro se me cae de la mano y, sin


pensarlo, me estiro para salvarlo, desencadenando una serie de
terribles acontecimientos. El rápido movimiento hace que mi
cuerpo se deslice por la resbaladiza piedra y descienda por la
montaña en una caída rompedora de huesos.

Un breve grito de terror resuena en el bosque antes de que


me detenga de golpe y todo se vuelva negro.
Capítulo 2
Rhett

Mi pastor alemán, Tully, corre delante en el bosque invernal


mientras recorremos nuestro camino habitual alrededor de la
propiedad. Los enormes copos de nieve caen suavemente al suelo,
como llevan haciendo desde hace tres horas, y el ambiente
apacible tranquiliza mi alma después de una semana llena de
trabajo y compromisos sociales. Prefiero estar en mi propia
compañía la mayor parte del tiempo -con la excepción de las
familias de Micah y Asa-.

Todavía me sorprende que mi hermano pequeño y mi mejor


amigo hayan conseguido encontrar mujeres con tan poca
diferencia de tiempo entre sí. Diablos, ¡Micah va a tener un bebé
pronto! Sin embargo, mi único compañero es Tully.

Lo cual no solía molestarte tanto.

Supongo que estar rodeado de parejas amorosas le hace eso


a un hombre: recordarle lo que no tiene.
—¡Tully, vamos, muchacho! Es hora de volver a casa. —La
temperatura ártica empieza a filtrarse a través de mis capas de
lana y franela, y estoy listo para relajarme frente al fuego en casa.
Sin embargo, mi maldito perro parece tener otras ideas y sigue
corriendo hacia delante, con sus incesantes ladridos
interrumpiendo la calma anterior.

Probablemente ha rastreado un conejo o alguna otra pobre


criatura, pero no estoy de humor para satisfacer sus instintos de
caza.

—Déjalo, Tully. Tengo frío y... —Mis palabras y mis pasos se


detienen al encontrar el centro de su atención. Una mujer yace
en la nieve, con cristales de nieve derritiéndose sobre su piel. Miro
entre mi perro y la mujer y me pregunto si estoy alucinando.

Vestida con un conjunto dorado de gasa y encaje, parece un


jodido ángel.

Un ángel desprotegido que morirá de hipotermia si no la llevo


a un lugar seguro y cálido.

El instinto se apodera de mí cuando corro para ayudarla.


Unos dedos temblorosos abren la cremallera de mi chaqueta
antes de cubrir su cuerpo tendido, agradecido de ver el constante
subir y bajar de su pecho. Paso los brazos por debajo de sus
rodillas y su espalda antes de acunarla contra mi pecho, un
precioso bulto femenino ahora bajo mi protección.

La suave piel de sus mejillas brilla a la luz del sol.


Está jodidamente radiante.

Y me acuerdo de Asa y su mujer, Poppy.

La encontró varada a un lado de la carretera y se la quedó.


¿Quizás la montaña me ha regalado lo mismo? ¿Dejando caer
esta divina recompensa con curvas y seda directamente en mi
regazo?

Sé realista, hijo de puta. La montaña no te ha regalado una


mierda.

Todos en High Ridge saben que mi hermano menor Micah es


el afortunado encantador de la familia. Yo sólo soy el pobre
desgraciado que ha intentado mantenerlo a raya hasta que llegó
su mujer Kate, y ahora, con Asa domesticado por su mujer Poppy,
soy el único solitario gruñón de la montaña.

De ninguna manera el destino me va a recompensar con un


ángel caído.

Suficientemente consciente de que no vivo en un jodido


cuento de hadas, empiezo el viaje de vuelta a casa, con la
prioridad de calentarla y asegurarme de que no está herida. No
había ni una mancha de sangre debajo de ella, pero algo debió de
pasar para que terminara inconsciente durante las ráfagas de
una tormenta de nieve.

O para explicar dónde está el resto de su indumentaria de


invierno...
Tully corretea a nuestro lado, mirando hacia arriba de vez en
cuando para ver cómo está su protegida, con un lastimero
maullido en la garganta. —Está bien, chico. Pronto estará a salvo
en casa. Has hecho un buen trabajo encontrándola —alabo,
negándome a imaginar qué habría pasado si hoy no hubiéramos
salido de paseo. Aprieto más mi agarre y acurruco a la mujer, con
el frescor de su nariz y sus mejillas hundiéndose en mi cuello.

Ya falta poco, ángel.

Me quito la nieve de las botas en el vestíbulo de la cabaña y


avanzo a zancadas por el pasillo hasta la suite principal, donde
la dejo sobre el colchón de matrimonio. Capas translúcidas de
gasa se derraman sobre el edredón azul marino. Su pelo rojo
fuego forma un halo de luz en medio del mar azul oscuro que
tiene debajo. Y lo único que puedo hacer es mirarla con asombro.

Es lo más perfecto que he visto nunca, y está tendida en mi


cama.

Al pasar la punta de un dedo por el dorso de su mano, una


chispa se abre paso hasta mi corazón. No es un sueño, entonces.
Una parte de mí aún se lo preguntaba, pero no, es un ángel que
vive y respira.

Y es mi trabajo asegurarme de que siga de esa manera.


Capítulo 3
Nora

—¡Hey, bola de mantequilla por aquí! —Las risas me siguen


mientras me apresuro a pasar por delante de la mesa de almuerzo
de los chicos populares, donde dos chicos me hacen señas para
que me acerque mientras un grupo de chicas se ríe a carcajadas.

Ignóralos y te dejarán en paz.

Tomo asiento en una mesa vacía, agacho la cabeza y me


concentro en comer con calma, haciendo que cada bocado dure
para no quedarme sentada sin hacer nada. Al menos, si estoy
comiendo, puedo fingir que no es patético sentarme sola. Mi mente
puede concentrarse en el crujiente rebozado del sándwich de pollo
o en las saladas patatas fritas arrugadas en lugar de en las burlas
del otro lado de la cafetería.

—Vamos, chica ángel. Otro sorbo, eso es. Buena chica. —Un
cálido elogio interrumpe el recuerdo, filtrándose bajo una borrosa
capa de desorientación, mientras el calor líquido se desliza por
mi garganta. Lucho por salir a la superficie de la conciencia para
saber quién es el dueño de la voz grave y ronca que me insta a
beber más, pero el pasado me reclama de nuevo mientras vuelvo
a sumirme en un sueño intranquilo.

—No puedes llevar eso. —Mi madre señala con disgusto el


vestido sin mangas que ciñe mis curvas. —Nadie quiere ver brazos
flácidos, y menos en la boda de tu prima. Tápate, así podremos
irnos. Ya nos estás haciendo llegar tarde.

La confianza que había sentido momentos antes se evapora, y


vuelvo a mi habitación a por una chaqueta de punto, con cuidado
de dar pasos ligeros para que no me digan que 'parezco un elefante
pisoteando'. Las lágrimas desdibujan el arco iris de colores de mi
armario hasta que parpadeo rápidamente. No es momento de
llorar.

Además, estoy segura de que hoy ocurrirá algo que me


recuerde lo poco atractiva que soy, lo decepcionante que soy...

Un hormigueo recorre mi piel.

Pequeños pinchazos de dolor.

Suave calidez ahuyentando el amargo rastro de los


recuerdos.

—Vamos, ángel. —Una voz profunda llega a través de las


sensaciones dispersas, pero mi cuerpo se resiste a la insistente
llamada. —Es hora de que despiertes y me dejes ver esos bonitos
ojos. —Otra oleada de calor penetra en mi piel mientras un paño
seco se aprieta contra mi cuello y mi pecho.
¿Dónde estoy?

Me resulta incómodo mover los dedos de los pies y las manos,


y algo pesado recubre todo mi cuerpo. El desconocido sigue
hablando en un tono tranquilo y suplicante, un timbre
tranquilizador pero desconocido.

¿Qué ha ocurrido?

La ansiedad se dispara en mis venas -mi corazón ruge a un


ritmo vertiginoso, amenazando con explotar- mientras imágenes
confusas se agolpan en mi conciencia. Una rama cayendo. Caer
montaña abajo. Un choque hacia la oscuridad. Los momentos
previos a mi caída se repiten en vívidos colores y maldigo mi
estupidez, gimiendo de vergüenza e incomodidad.

Como una de esas heroínas de libro consideradas TSTL o


demasiado estúpidas para vivir, conduje hasta una montaña
durante una tormenta de nieve para hacerme un par de fotos y
terminé inconsciente en la cama de un desconocido, soñando con
el bullying de mi pasado.

Nada como un fuerte golpe en la cabeza para volver al


instituto, aparentemente.

Lo primero que noto es la mirada verde del hombre, oscura


como el bosque e igual de misteriosa. Lo siguiente es un húmedo
lametón en el dorso de mi mano y, cuando giro la cabeza con
cautela, veo a un pastor alemán sentado con la cabeza apoyada
en un lado de la cama, observándome con preocupación.
Rodeada de cosas lindas. No es la peor forma de despertarse.

—Te has despertado. Por fin —dice el hombre con voz ronca,
atrayendo de nuevo mi atención hacia él. —¿Cómo te sientes?

—Como si hubiera rodado montaña abajo durante una


ventisca —bromeo, intentando incorporarme. ¿Cómo he podido
aterrizar aquí con un hombre de montaña caliente haciendo
primeros auxilios a mi culo hipotérmico?

—Tranquila, deja que te ayude. —Sus brazos musculosos me


rodean la espalda para ayudarme a incorporarme, y admiro su
fuerza: me doy cuenta de cómo ha sido capaz de cargar con mi
inconsciente culo de talla cincuenta y cuatro hasta esta cama. Y
la hazaña hace que me arrepienta de haber estado inconsciente
la mayor parte del tiempo; habría disfrutado estar en sus brazos.

El leve aroma terroso a cuero y pino me hace cosquillas en la


nariz, una seductora invitación a acurrucarme más y respirar
hondo; tengo la cabeza medio hundida en su cuello antes de
apartarme bruscamente, avergonzada.

Contrólate, Nora.

Esos sueños deben de haberme hecho mucho daño, a pesar


de toda la terapia que he hecho para recuperarme. Porque, en el
fondo, esa chica que ansiaba ser rescatada por alguien que la
cuidara y protegiera está jadeando de placer ante este nuevo giro
de los acontecimientos.
—Gracias... por todo —murmuro, buscando más palabras en
mi nublado cerebro. —¿Cómo me has encontrado?

—Puedes agradecérselo a Tully. —El pastor negro y marrón


se levanta al oír su nombre, y un escalofrío de diversión se
apodera de mi boca. Supongo que tuve suerte de tener un
accidente mientras un adorable perro de rescate recorría el
bosque. —¿Te importa si te pregunto qué hacías ahí sola sin la
ropa de invierno adecuada?

Otro ardiente rubor de disgusto sube, y en este punto, en


lugar de morir de hipotermia, insolación parece una mejor
apuesta. Ya es bastante malo haber intentado oler al hombre
como un maldito sabueso. Ahora, tengo que explicar mi idiotez
por haber quedado atrapada en una tormenta de nieve. Tras las
presentaciones y la humillante confesión, se hace el silencio en
la sala, interrumpido únicamente por el repiqueteo de los copos
de nieve contra la ventana.

Un nervio le hace tic en el rabillo del ojo antes de gruñir con


los dientes apretados. —¿Te has puesto en peligro por una
maldita foto? ¿Para las redes sociales? —escupe con disgusto, y
me estremezco cuando su opinión de mí cae claramente a niveles
inferiores.

Así no es como suceden los rescates en las películas. No se


supone que la damisela en apuros llene de desdén al caballero de
brillante armadura. Debería haber lujuria y fuegos artificiales.
¿Has experimentado alguna vez la lujuria y los fuegos
artificiales?

Me viene a la mente una de mis sesiones de terapia, un


encuentro emotivo con llanto incluido. Entre ver parejas felices
en Facebook y aguantar otro día sin encontrar pareja en las
aplicaciones de citas, la autocompasión se había apoderado de
mí, junto con el asco por mi peso.

Los recuerdos de cómo los chicos solían burlarse de mí por


mi tamaño, insultándome o comparándome con la chica que se
convertía en un arándano en Willy Wonka, me ahogaban en un
diluvio interminable de lágrimas. Habían acabado con mi
esperanza de que las cosas fueran diferentes con los hombres
cuando fuera adulta, y aunque agradecía que ya no me pusieran
apodos horribles, el desinterés descarado no era exactamente lo
que tenía en mente.

Mi terapeuta me había escuchado y me había dejado


derramar todos mis pensamientos despectivos como si me
estuviera haciendo una punción en una herida, dejando que la
pus de la infección supurara. Con su ayuda aquel día y muchos
otros, he superado muchas de mis inseguridades, pero eso no
significa que hayan desaparecido por completo, sobre todo
cuando un hombre tan atractivo como Rhett me mira como si
fuera un chicle usado pegado a su zapato.
—No fue mi momento más brillante, pero no pude resistirme
a la nieve. —Miro con nostalgia al exterior, recordando lo feliz que
me sentía horas antes.

—Ángel, aquí arriba nieva casi todas las malditas semanas.


La próxima vez que quieras ir de excursión, avísame; me
aseguraré de que estés a salvo. —Agita el teléfono en el aire antes
de arrojarlo a la mesita de noche junto a la cama. —Sobre todo si
en tu trabajo se espera un comportamiento tan arriesgado.

Su oferta me sorprende hasta que noto la preocupación en


su rostro. Rhett no está disgustado conmigo. Está preocupado,
quiere protegerme, y el calor que siento en el pecho me hace
sentir vértigo por las venas, directo a la Nora adolescente que
salta de alegría.

—Me acordaré de llamarte ahora que somos amigos.

—¿Eso es lo que somos? —Me desinflo un poco ante la


pregunta, luego continúa: —Puede que te arrepientas de
llamarme amigo. —Se echa hacia atrás en la silla que tiene a mi
lado, cruzando los brazos y haciendo que la tela se estire sobre
unos músculos tensos.

—¿Por qué?

—No llevas en High Ridge el tiempo suficiente para que los


cotilleos hayan circulado, pero no soy precisamente una persona
bienvenida en el pueblo. Crecí pobre en un remolque
destartalado. Causé muchos problemas con mi hermano Micah y
mi mejor amigo Asa. —Se encoge de hombros. —No querría que
tu reputación se viera manchada tan pronto por andar conmigo,
sobre todo porque parece que tu sustento depende de la
interacción social.

—Bueno, no creo que tenga muchos seguidores de High


Ridge, así que estamos bien en ese aspecto. —La idea me hace
reír. Definitivamente no tengo un montón de seguidores en esta
pequeña ciudad. Nadie me reconoce cuando compro en la tienda
local; nadie menciona nunca una de mis fotos favoritas en la
biblioteca. Si alguien es fan mío, se lo guarda para sí mismo, en
lugar de gritar a los cuatro vientos que vive en la misma ciudad
que yo. —Además, no me gustan los matones, que es lo que son
las personas que te castigan por tu pasado o por cosas que están
fuera de tu control.

Como dónde creciste... o tu peso.

Rhett permanece callado, con sus ojos oscuros recorriendo


mi rostro como si estuviera decidiendo si creerme o no. Se aclara
la garganta y mueve la barbilla en señal de aceptación, junto con
un ronco murmullo de gratitud, antes de ponerse en pie.

Joder, es como un jodido roble: sólido y muy escalable.

—Vamos a ponerte ropa más abrigada. Por muy bonita que


te veas, es hora de ponerte algo más práctico, ángel.

La gasa fresca se mueve debajo de mí, recordándome la


desafortunada sesión de fotos, con maquillaje dorado y todo.
Dios, debo de estar hecha un desastre. ¡Pero él te llamó bonita y
ángel!

Eso es. Centrarme en los hechos, no en lo que mi inseguridad


quiere que crea, me digo a mí misma. Incluso si Rhett no quiere
decir nada con ellos, siguen siendo mejores a cómo podría
llamarme.

Como bola de mantequilla...

Se acerca a una cómoda de madera y saca unos pantalones


de chándal, una camiseta y una camisa de franela abotonada
igual a la que lleva puesta, excepto que es azul marino en lugar
de verde bosque. Me lo imagino comprando un paquete de
franelas idénticas -azul, verde, roja- para facilitar la tarea, y eso
divierte a la amante de la moda que llevo dentro.

—Te daré un poco de intimidad. —La ropa cae a los pies de


la cama después de que él me la tire y se dé la vuelta para
marcharse.

—¡Espera! —Me levanto de la cama, con los pies torpes


enganchados en el dobladillo del vestido, y me lanzo a los brazos
de Rhett.

Mis manos sudorosas se apoyan en su pecho firme.

Mis uñas se clavan en la tela.

Y mi cuerpo traicionero se amolda al suyo.

Respira.
Mis pulmones luchan por respirar profundamente, pero solo
aspiran más de su tentador aroma. Mis hormonas salen
disparadas como pinos en una bolera después de un golpe de
suerte. Volando en todas direcciones en un intento de acercarme
al hombre que ha captado su atención.

No estoy segura de qué me llevó a pedirle que esperara. Quizá


su heroica hazaña de arrastrarme por la nieve. Tal vez la tristeza
resignada en su voz cuando hablaba de su pasado. O tal vez
simplemente no quiero dejar pasar otra oportunidad, no quiero
ignorar el impulso espontáneo que envuelve mi mente.

No quiero perder esta fantasía milagrosa que me quedó de mis


años solitarios de adolescente.

Diablos, si soy sincera, sigo sintiéndome sola la mayoría de


los días, sólo que sé manejarlo mejor y llenar mi tiempo y mi
espacio con mecanismos positivos para sobrellevarlo.

—Quiero darte las gracias como es debido. —Las palabras


suenan más sensuales de lo que pretendía, pero los dedos de
Rhett se hunden más en mis caderas, empujándome un
centímetro más cerca, así que no creo que le importe. Un plan a
medias rebota entre mi cabeza y mi corazón: un plan de acción y
seducción, si soy lo bastante valiente para continuar.

—Ya lo has hecho.


—Cierto... —Mis dedos empujan el suelo de madera mientras
me elevo para susurrarle en la boca. —Pero pensaba expresarte
mi gratitud de una forma más tangible.

Al rozar mis labios con los suyos con un breve toque de


advertencia, una chispa de electricidad salta entre nosotros como
un relámpago impactando contra el suelo, y toda vacilación
desaparece. Nuestras bocas se encuentran de nuevo en un
frenesí, mis manos se enroscan en su camisa para mantener el
equilibrio y las suyas se clavan en mis carnosos rollitos... seguro
que me dejarán moretones.

El beso es crudo, como alcohol ilegal e innegablemente letal.


Aunque yo empecé, Rhett me está robando el control. Mordiscos.
Rasguños de su barba. Su boca apoderándose por completo de la
mía.

Las curvas se funden aún más en la inflexible forma


masculina que me mantiene cautiva, y le doy todo lo que quiere,
todo lo que me pide.

Hasta que me aparta con cuidado.

No, no te detengas.

—No deberíamos estar haciendo esto. Sigues sufriendo por la


exposición; no piensas con claridad. —Mete las manos en los
bolsillos traseros de los vaqueros, tensando la tela contra la gran
erección que sobresale por delante. Mis ojos se abren de par en
par y mis muslos se contraen ante la irresistible visión.
—Me temo que no podemos culpar al tiempo de mi
comportamiento —me burlo con una sonrisa coqueta. —Verás,
he decidido hacer lo que quiero estos días -al diablo el miedo-
porque han pasado demasiados años en los que he ignorado mis
deseos y necesidades.

Demasiados años de sufrir bullying por parte de los chicos del


colegio y de mi madre como para ignorar a un hombre que sólo ha
sido amable, que obviamente se siente tan atraído por mí como yo
por él.

Quizá demasiada información para un desconocido, pero


tiene que entender que soy perfectamente consciente de las
decisiones que tomo.

El músculo de su mandíbula se tensa mientras reflexiona


sobre mis palabras; no creía que su rostro pudiera parecer más
severo, pero las líneas de su cara se tensan como el cuero que se
estira para secarse.

—¿Y qué quieres exactamente de mí?

Un millón de pensamientos se agolpan en mi cabeza,


apilándose unos sobre otros como los copos de nieve en el
exterior, hasta que el último se estrella, borrando todo lo demás.
—Otro beso... ¿y quizá más? —La descarada petición parece
irreal saliendo de mi boca. Puede que sea más segura de mí
misma después de un duro trabajo y terapia, pero nunca he
hecho una proposición directa a un hombre.
¿Pero cómo puedo resistirme?

Hoy he venido aquí a hacer una foto etérea que recuerda a


los cuentos de hadas románticos, y en vez de eso ha venido a
rescatarme un caballero de brillante armadura, un jodido
príncipe. Si eso no es la preparación para una situación sexy y
rodeada de nieve, ¡no sé lo que es!
Capítulo 4
Rhett

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

En un momento estoy preocupado por su salud y al siguiente


devoro su boca como si fuera mi primer trago de agua tras una
eternidad perdido en el desierto. Seguramente, eso no era lo que
pretendía cuando me ofreció un beso de gratitud.

¿Acaso lo era?

La confusión se agita en mi mente, una serpiente mortal a


punto de morderme, asegurándose de que nunca me acerque
demasiado a averiguar qué demonios está pasando. Porque no
puede hablar en serio. Es delirante creer que este ángel ha
aparecido por arte de magia en mi montaña, dispuesto a
seducirme. Los hombres Olson no son tan afortunados. Tacha
eso, mi hermano pequeño Micah sí lo es: conseguir un amor y un
bebé en camino después de una aventura de una noche es una
prueba irrefutable.
—Si no te interesa, no hay resentimientos. —Su mirada
curiosa se posa en mi polla, tensando los límites de mis
pantalones. Está claro que ve exactamente lo interesado que
estoy.

¿Pero pasar directamente al sexo con Nora?

¿Una mujer que estaba en mi cama helada tras un extraño


accidente hace menos de diez minutos?

No me parece bien.

Todo va demasiado rápido, desde su recuperación hasta mi


electrizante respuesta a ella. Todo apesta a Micah, y la
comparación no me gusta. Durante años, he controlado las
travesuras salvajes de mi hermano menor, pero aquí estoy
considerando tirar la precaución al viento y disfrutar de una
aventura con este pequeño ángel con curvas. Uno que tiene un
lado diabólico bajo la fachada inocente.

De ninguna manera.

Un sermón firme se me atasca en la garganta, palabras con


las que regañaría a Micah dirigidas a mí mismo y este ridículo
impulso de aceptar la oferta de Nora. Porque ¿quién sabe cómo
se sentirá dentro de una hora o dos? Cuando se haya calmado y
la adrenalina haya desaparecido de su organismo, quizá recupere
la cordura y se dé cuenta de que, después de todo, no me quiere
a mí, un hombre corpulento como un oso pardo.
—El interés no es el problema —admito, apretando los
dientes. —Lo es tu estado actual. Quizá sueles ser así de
espontánea y temeraria, o quizá subestimas el impacto que una
rápida caída por la ladera de una montaña puede causarte en la
cabeza.

—Estás decidido a seguir siendo un caballero, ¿verdad? —


Ella resopla exasperada, con un adorable mohín formándose en
su boca. Una boca todavía roja e hinchada por mi beso, y tengo
que contener un gruñido posesivo, la necesidad omnipresente de
volver a reclamar esos labios.

No es el momento.

Nadie me había acusado nunca de ser un caballero. Eso


demuestra lo poco que me conoce.

—¿Qué tal si llegamos a un acuerdo? —Se echa hacia atrás


y se acomoda en el borde de la cama. Tully rodea el colchón para
apoyar la cabeza en las rodillas de ella, suplicando caricias, que
Nora le da con gusto. La lenta caricia a lo largo de su cabeza y
flancos es hipnotizante; imagino el suave toque alisando mis
propios músculos tensos, calmando la pesada tensión que nunca
me abandona del todo.

—Un acuerdo.

Ella asiente con entusiasmo. —El tiempo no mejorará


durante un tiempo, así que estaremos juntos en el futuro
inmediato. Descansaré más para calmar tu preocupación, y
podremos retomar esta conversación dentro de unas horas. ¿Te
parece un buen plan?

Una burbuja de reticente diversión se infla en mi interior.


Tengo que reconocerlo. Esta mujer es muy testaruda, y su audaz
determinación aumenta mi deseo de reclamarla y domarla como
un cuatrero persiguiendo a un caballo salvaje. Pero no quiero
romper a Nora, sólo doblegarla un poco. Por ejemplo, sobre mi
sillón favorito. O sobre la mesa del comedor. O incluso sobre el
capot de mi camioneta.

—No te rindes, ¿verdad? —Una sonrisa se dibuja en un lado


de mi boca.

—No. Ahora, lárgate. —Me hace un gesto con la mano para


que me vaya antes de meterse bajo las mantas, arropándose
como una buena chica. —Necesito paz y tranquilidad mientras
me recupero. —Un guiño descarado sigue a la afirmación y, esta
vez, dejo escapar la risa que se me ha atascado en el pecho.

—Como quieras, ángel.

***
El zumbido constante de los copos de nieve golpeando contra
la ventana interrumpe una tarde por lo demás tranquila. Es un
recuerdo familiar de los inviernos pasados en soledad, solos Tully
y yo.
Pero esta noche no estoy solo.

Tengo un ángel en mi cama, un acogedor manojo de curvas


que me desea. Una mujer cuya curiosa mezcla de valentía e
inocencia es más seductora que cualquier perfume comprado en
una tienda y usado por mujeres que han intentado seducirme.
¿Cómo voy a resistirme? ¿Especialmente cuando estaremos
atrapados juntos al menos un día más hasta que la nieve se
derrita?

No puedes.

Ríndete.

El susurro tentador se burla de mí. Por una vez, tal vez pueda
ser el hermano Olson afortunado. Puede que no sea el chico de
oro como Micah, pero seguro que puedo darle a Nora exactamente
lo que quiere y más.

Escondidos en la montaña, las reglas no aplican. Puedo


soltar las riendas, dejar de intentar dar el ejemplo, dejar de
intentar mantener a raya a los demás y centrarme en pasar un
fin de semana bajo las sábanas con una pelirroja sexy. Dejar que
las comparaciones con el comportamiento imprudente de mi
hermano en el pasado se evaporen como la niebla en el lago.

Al entrar en el trastero a por más leña, una fragancia


penetrante y mentolada me hace cosquillas en la nariz. La pila de
troncos de abedul que partí a principios de semana descansa
contra la pared en una prolija pirámide, y la ordenada visión me
complace. Me recuerda que mi vida se parece a esos nudos y
surcos ordenados.

Micah, Asa y Tully forman la base, mientras que Olson-Keller


Lumber & Construction es el segundo nivel estable, pero no hay
nada encima. Cuando me doy cuenta, me detengo en seco, con
un brazo lleno de troncos contra el pecho. Me estoy perdiendo el
punto al que todo lo demás conduce: algo o alguien que haga que
todo merezca la pena.

Durante años me he conformado con lo que tengo.

Soy copropietario de una empresa de éxito y mantengo dos


relaciones estrechas: una con mi hermano y otra con mi mejor
amigo. Construí la cabaña en la que estoy y cuido de mi perro.
Pero eso es todo.

Me he conformado con lo mínimo, y no me había dado cuenta


hasta ahora.

No es de extrañar que siempre esté de mal humor, según


Micah.

Se me aprieta el pecho como si se hubiera roto una de las


correas de sujeción del aserradero y cientos de troncos hubieran
rodado hasta aplastarme bajo su peso. Las astillas de madera se
clavan en las yemas de mis dedos flexionados, pero el leve dolor
no alivia en absoluto las tiras que rodean mi corazón.

Tampoco lo hace la visión que me recibe cuando entro en la


sala de estar principal: Nora envuelta en una de mis franelas de
manga larga con un solo botón uniendo los dos lados, dejando
kilómetros y kilómetros de curvas luminosas al descubierto para
saciar mi hambre.

¿Es Nora la respuesta a una pregunta que ni siquiera se me


había ocurrido formular?

¿La clave de un futuro que nunca imaginé para mí?


Capítulo 5
Nora

Dormir fue más fácil de lo que pensaba, aunque los sueños


de príncipes y tormentas invernales se convirtieron en una
vorágine de besos apasionados que me impidieron sentirme
realmente descansada. No es que me queje. Cualquier cosa es
mejor que las pesadillas que tuve antes sobre el instituto.

Miro el reloj que hay junto a la cama y una sonrisa maliciosa


se dibuja en mi boca. Ya han pasado las horas de descanso
obligatorias de Rhett, lo que significa que oficialmente podemos
continuar donde lo dejamos. A pesar del arduo comienzo del día,
mi cuerpo y mi cabeza no se sienten peor por la fatiga, y un
agradecimiento a regañadientes por la insistencia de Rhett para
que yo descanse espumea hacia adelante.

Ahora tienes energía suficiente para follártelo de diez maneras


hasta el domingo.

Se me pone la piel de gallina a lo largo de las piernas


desnudas, y siento una punzada de vergüenza cuando veo los
pantalones de chándal doblados que Rhett me ofreció. Me han
llegado hasta la mitad de mis gruesos muslos antes de que
desistiera de intentar que me entraran.

La ropa de hombre tiene un corte diferente a la de mujer. No


hay nada de qué avergonzarse.

La lógica corta el breve momento de vergüenza y la


sugerencia de mi terapeuta de reformular los pensamientos
negativos resuena en mi cabeza. Conviértelo en algo positivo. Al
ver mi reflejo en la ventana, veo el lado positivo: los pantalones
no son necesarios para seducir. Me acomodo la camisa y la
franela que llevo puestas hasta que asoma el contorno exagerado
de mis caderas y mi culo, y no puedo resistir un pequeño
contoneo para levantarme el ánimo.

—¿Cómo podría negarse a esto? —bromeo, bajando la voz.

Suenan fuertes pasos procedentes de la otra habitación, que


me catapultan a la acción. Me quito la camiseta y la tiro sobre la
cama, me vuelvo a poner la franela y me dejo un botón
estratégicamente cerrado a la altura de las caderas. La tela se
tensa a lo ancho, pero al menos esta camisa es lo bastante grande
como para servir a mis propósitos. De todos modos, no pienso
llevarla mucho tiempo.

Sacudiéndome un repentino ataque de nervios, mis


pulmones se contraen para respirar hondo. Realmente voy a
hacerlo. Sin miedo y sin remordimientos. Incluso si Rhett decide
rechazarme.
No lo hará. Te ha besado como un loco.

Las tablas del suelo gimen bajo mis pies cuando salgo del
dormitorio y me dirijo a un corto pasillo. Las paredes están
desnudas, pero no siento frío. Las características únicas de las
vetas de la madera añaden calidez y encanto rústicos. En el
interior se filtra una luz tenue que llega hasta los rincones más
altos del techo abovedado, y la cabeza negra de Tully se levanta
del brazo de un sofá.

—Hola, chico. —Le rasco detrás de las orejas y sonrío cuando


se retuerce torpemente para que también pueda frotarle la
barriga. —Eres un buen chico, ¿verdad?

—Reconoce lo bueno cuando lo ve. Como una chica bonita


prestándole atención.

La expectación me recorre la barriga como una ráfaga de


voleas en medio de un partido de tenis de competición. La voz
áspera de Rhett provoca una reacción visceral en mi cuerpo, un
cosquilleo en la piel, un estremecimiento en el vientre, algo que
las simples palabras de un hombre nunca antes habían
conseguido.

Al girarme para mirarlo de frente, me invade una lujuria


instantánea al verlo de pie, con los brazos llenos de troncos
cortados y los músculos abultados contra las mangas, y se hace
evidente la fascinación de las mujeres por los leñadores. Porque,
maldita sea caliente, se ve delicioso.
—¿Y tú?

Levanta una ceja oscura a modo de pregunta, y yo le aclaro:


—¿Sabes reconocer algo bueno cuando lo ves? —Rastreo con los
dedos el único botón que me impide exponerme completamente
a él y me deleito con la mirada acalorada que dirige al
movimiento.

—Ángel, no tengo ninguna duda de que eres lo mejor que ha


llegado a mi vida en años.

Un furioso rubor estalla ante el escandaloso cumplido.


Bueno, está claro que alguien ha cambiado de opinión en las
últimas horas. Lo cual es un buen presagio para los dos.

—En ese caso... —Me relamo los labios, buscando una


continuación sexy a mi proposición anterior mientras juego con
las puntas de mi pelo. Cuando mi dedo se enreda, la inspiración
llega. —Esto es lo que va a pasar: Voy a darme una larga ducha
caliente y preferiría que me acompañaras. —La expresión de su
rostro permanece neutra, aunque juraría que acabo de oír un
gruñido sordo retumbar en la habitación. Mi voz baja a una
octava más baja, con una calidad sedosa que no admite
negativas, y subo la apuesta. —Si prestas suficiente atención,
puede que hasta oigas lo mucho que lo deseo.

Con las provocativas palabras flotando en el aire, me doy la


vuelta para entrar en el cuarto de baño del dormitorio principal,
dejando a Rhett con una última mirada por encima del hombro,
rogándole que me siga.
Jamás dirías que es mi primera seducción, pienso. Incluso
yo me sorprendo de los pasos tan atrevidos que he dado, de que
mi valentía haya alcanzado cotas astronómicas. No es de extrañar
que las mujeres se sientan poderosas cuando seducen a un
hombre; conlleva un subidón de adrenalina que te emborracha
con sus efectos, borrando cualquier duda anterior que tuvieras
sobre ti misma.

La franela revolotea sobre el azulejo blanco del baño antes de


que gire los pomos de latón de la ducha. El vapor pinta
lentamente el dibujo de rombos de las paredes y me asombro al
inclinarme sobre el chisporroteante chorro de agua.

¿De verdad voy a llevar a cabo este plan?

¿Masturbarme a su alcance, con la esperanza de atraerlo


como una sirena en el mar?

Claro que sí.

Con una sonrisa perversa en la boca, aprieto mis pechos con


las manos mientras fantaseo con desbordar en las rudas palmas
de Rhett. Obviamente, el hombre necesita la certeza absoluta de
una mujer antes de acceder a follársela, cosa que agradezco, pero
¡maldita sea! No sé cuántas señales más puedo enviar, cuando sé
que su reticencia no es por falta de interés.

Mis pezones se endurecen al roce de mis pulgares, y las


redondas gotas de agua que se aferran a los globos turgentes
inician una palpitación en mi coño. Imagino la lengua de Rhett
lamiendo cada tentadora gota mientras me ofrezco a él, un
profundo instinto de servirlo y complacerlo subiendo como la
marea del océano.

Dios, ¿dónde está?

Como si estuviera atento a mis pensamientos, la puerta del


baño golpea contra el lavabo y anuncia su llegada. Comienzo a
burlarme de él con satisfacción cuando irrumpe en la ducha -
empapándose la ropa en el proceso- y me da la vuelta hasta que
estoy doblada sobre el lavabo, goteando agua por el suelo.

—¿Qué...?

Me golpea el culo con la palma de la mano, mientras mi grito


de sorpresa resuena en la habitación. —¿De verdad creías que
podías tocarte en mi ducha y salirte con la tuya? —Otra palmada.
—¿Quieres esto, ángel? Entonces lo vas a conseguir a mi manera.

Mhmm. Está bien, lo que tú digas.

Las palabras se me atascan en la garganta, pero fuerzo la


cabeza para asentir temblorosamente. En retrospectiva, debería
haber adivinado que sería un amante dominante cuando por fin
se comprometiera. No es que saberlo me hubiera impedido
perseguirlo, pero podría haber estado un poco más preparada
para la situación actual.

—Puedes pensar que tienes el control con todas tus


provocaciones, pero no es así. —Frota un círculo relajante sobre
una nalga. —Me follaré este coño como quiera y cuando quiera.
Todo depende de mí, y tú simplemente lo tomarás. ¿Entendido?

Esta vez logro una débil afirmación antes de que reanude lo


que sólo puedo suponer que es mi castigo por provocarlo. Gruñe
en señal de aprobación, susurrando un —Bien hecho —que me
hace cosquillas en el hombro, mientras su otra mano serpentea
hacia delante y se sumerge entre mis muslos separados.

—¿Esto es por mí o por la ducha? —Sus dedos se introducen


fácilmente en mi interior y mis músculos se contraen por reflejo,
tratando de retenerlo.

—¿Necesitas que te acaricie el ego, hombre de montaña? —


resoplo con dificultad cuando añade otro azote como respuesta.
Joder, esto empieza a arder. El tipo de calor que derrite el dolor y
lo sustituye por un ardiente placer. El tipo de calor sobre el que
solo he leído en los libros.

—Vamos, eso no es lo que realmente quieres acariciar,


¿verdad? —Su aliento caliente se mezcla con el frescor del pelo
mojado contra mi oreja, y un escalofrío involuntario me aprieta
más contra su cuerpo firme: la combinación explosiva de una
tormenta que cae sobre cada nervio. —Mira hacia arriba, Nora.
Quiero ver esos ojos de ángel.

Nuestras miradas chocan en el espejo sobre el lavabo: una


intensidad brillante resplandece en la mirada verde de Rhett. —
¿Por qué me llamas así? —pregunto estúpidamente, distraída por
la visión. Me mira como si fuera una comida de cinco platos, y
hace días que no comiera; es una sensación desconcertante.
Nadie me ha deseado tanto como parece que lo hace Rhett. ¿Y si
no estoy a la altura de su fantasía?

Especialmente cuando él está superando ampliamente las


mías.

—Porque brillabas en la nieve. Pura inocencia blanca pintada


de oro: una criatura mítica cobrando vida. —El placer irradia
desde donde rodea mi clítoris, aumentando la fricción, y lo único
en lo que puedo concentrarme es en mi reflejo, que me mira
hambriento, y en mi cuerpo, que se balancea contra su mano
para pedirle que se dé prisa. —Pero ahora veo que eres más que
eso. Eres una mujer de carne y hueso con gusto por lo perverso.
¿No es cierto?

Golpes rápidos y sucesivos en mi culo coinciden con tres


dedos unidos penetrándome profundamente el coño, al mismo
ritmo. Mi vientre, mis rollitos... todo se agita como reacción, pero
en lugar de apagar a Rhett, eso parece encender su pasión, ya
que se niega a suavizar el agresivo bombardeo a mis sentidos.

El dolor se convierte en placer, en algo parecido a un cable


en tensión, provocando un cortocircuito en mi cerebro y tensando
todos mis músculos. —Rhett... —La sílaba confusa se pierde bajo
un manto de respiración agitada y el golpeteo de piel contra piel.
Esto es demasiado. No puedo soportarlo.

—Córrete para mí, ángel. Muéstrame lo bien que este coño


empapará mi polla. —Me muerde el cuello. —Y si eres una chica
realmente buena, aliviaré este culo rojo cereza con mi lengua
antes de recompensar tu coño por dejarme follarte tan duro.

Un gemido estrangulado burbujea ante la sucia promesa, y


hace que mi orgasmo se dispare a través de mí en un torrente
cegador de euforia. Con las rodillas hechas gelatina, me
derrumbo sobre el ancho pecho de Rhett mientras la mano que
usó para azotarme se dedica a acariciarme la piel.

Murmullos ininteligibles retumban a mi espalda. Elogios, a


juzgar por el tono de las fugaces palabras que se deslizan bajo mi
oído. Inclinando la cabeza hacia un lado, busco una conexión
más cercana: un beso.

Temblorosa. Aturdida.

Necesito la confianza de Rhett para estabilizarme, y no me


decepciona.

Su boca se inclina sobre la mía y su barba erizada roza mi


piel ya sensibilizada. Una posesión que me cala hasta los huesos
y se imprime en mi ADN.

Rhett es mío.

Yo soy suya.

Y ese conocimiento intuitivo asienta mis pensamientos


caóticos, me impulsa a reclamar mi propio derecho sobre su
cuerpo, como él hizo con el mío. Extiendo una mano hacia atrás,
le paso los dedos por el pelo, masajeándole el cuero cabelludo, y
me separo de él lo suficiente para susurrarle: —Quiero hacer algo
por ti ahora.

Él gime y me acaricia la mejilla. —No es necesario, cariño.


Esto no es un ojo por ojo.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. —Giro en sus brazos, la ropa


mojada cubre su cuerpo y se adapta a cada centímetro de
músculo. —¿Por favor? —Deslizo mis curvas desnudas a lo largo
de su frente, meciéndome con más fuerza en la gruesa erección
encajada entre mis muslos.

—Joder, pierdo toda fuerza de voluntad cuando se trata de


ti. Haces que quiera darte todo lo que te haga feliz.

Me muerdo el labio para disimular una sonrisa de victoria y


me encojo de hombros. —No es como si el sentimiento no fuera
mutuo. —Mis manos se apresuran a arrastrar el algodón
empapado de su camiseta por encima de su cabeza, agradeciendo
que Rhett no oponga mucha resistencia. —Lo único en lo que he
podido pensar desde que me desperté en tu cama es en cómo
meterte en ella conmigo. En lo dispuesta que estoy a hacer todo
lo que desees para satisfacerte.

—Te das cuenta de que los dos sonamos como locos,


¿verdad? —pregunta una vez que su cabeza se libera del cuello
de la camiseta. Y maldita sea, está muy bien. Centímetros más
alto que yo, sus gruesos músculos se agrupan para formar un
torso fornido que me muero por explorar. Sus rizos oscuros se
arquean hacia abajo formando una curva perfecta, rogándome
que le arranque los vaqueros para revelar mi premio.

—Llámalo fiebre de cabaña.

—¿Después de cinco horas?

—De aparición repentina. —Le guiño un ojo antes de


forcejear con el botón plateado de su pantalón. Con su ayuda,
por fin conseguimos despojarnos de los duros vaqueros hasta que
ambos quedamos desnudos, con la ducha olvidada sonando aún
de fondo.

Ya había leído antes libros con el tropo de la polla grande,


pero nunca me habían parecido gran cosa.

Una polla es una polla mientras un hombre sepa cómo


usarla.

Excepto que ahora sé que es un tropo por una razón, porque


Rhett está luciendo la polla más grande que he visto nunca, y la
curiosidad se instala en mi coño porque definitivamente me va a
estirar hasta el límite.

—¿Es por esto que estabas tan reacio antes? ¿Por esta
bestia? —bromeo tímidamente. Un dedo traza una línea sobre su
pecho, pero se detiene cerca de su pelvis.

—No, lo había olvidado por completo. —Hace un gesto


despreocupado con la mano y se le escapa una risita incrédula.

—¿En serio?
¿Cómo se olvida un hombre de la anaconda que carga?

¿Piensas en tu coño todo el tiempo?

Tomo nota.

—No es que vaya por ahí jugando con mi polla las


veinticuatro horas del día. Perdona si no fue lo primero en lo que
pensé después de salvarte de una muerte segura.

La exasperación recorre su cuerpo, así que decido dejar las


preguntas. ¿Qué más da? Él lo tiene y yo lo quiero. Simple y
llanamente.

—Es una pena que no juegues con ella más a menudo. —


Envolviendo con mi mano la circunferencia que puedo rodear,
aprieto con nostalgia. —Pero considera el puesto ocupado porque
estamos a punto de hacernos amigos rápidamente. Se va a
convertir en mi pasatiempo favorito.

Hundiéndome de rodillas, cada célula de mi cuerpo ansía


complacerlo, sobre todo después del orgasmo que me ha
provocado. Pero en lugar de ser dura y dominante, quiero ir
despacio. Chuparlo perezosamente como si fuera la última
piruleta que tendré.

Entonces me doy cuenta: es la última polla que quiero tener.

Chica, tienes un problema con P mayúscula.


Capítulo 6
Rhett

¿Dije que Micah era el hermano afortunado?

Porque maldita sea si Nora no me está demostrando lo


contrario. Sus ojos castaños brillan con una lánguida
satisfacción cuando se inclina hacia delante y rodea la punta de
mi polla con sus labios carnosos. El húmedo roce de su lengua
casi me hace caer de rodillas, y mis manos se aferran al
mostrador detrás de ella, con los nudillos blancos en un esfuerzo
por estabilizarme.

Cuando antes me desafió a que la acompañara a la ducha,


no pude evitar admirar su obstinada determinación, y está claro
que su siesta no ha hecho más que reforzar su resolución. Su
descarado pavoneo hacia mi dormitorio, el sonido de la ducha al
empezar. Todo convergía en una imagen irresistible de ella
desnuda en mis brazos mientras yo le demostraba quién manda
aquí.
Las vibraciones de su gemido de placer zumban a lo largo de
mi polla, y juro que ese sonido me perseguirá mucho después de
que me deje.

No pienses en ello.

No dejes que se vaya.

A Micah le gusta bromear con que me convertiré en un


cavernícola cuando encuentre a mi propia mujer, y todo en mí
anhela cumplir su predicción. Sin embargo, un miedo persistente
me detiene: Nora no será feliz aquí. Su vida requiere algo más que
una existencia solitaria en la montaña. Sin duda sus
admiradores se cansarán de ver los mismos árboles todos los
días.

Ella puede conducir al pueblo, idiota.

Excepto que a veces las carreteras se bloquean. A veces se va


Internet. Todo tipo de cosas ocurren aquí arriba y a juzgar por su
decisión de enfrentarse a una tormenta de nieve hoy, Nora no me
parece del tipo salvaje. Ella podría ser capaz de manejar una
aventura de fin de semana, pero nada a largo plazo que la
mantenga alejada de las comodidades de la ciudad y el
entretenimiento que se puede tener allí.

—¿Por qué tengo la sensación de que ya no estás conmigo?


—Nora se apoya en los talones y sus labios hinchados hacen un
mohín de decepción. Y yo soy el jodido más tonto en este lado de
la montaña por distraerme con un futuro desconocido cuando la
mujer de mis sueños está literalmente arrodillada ante mí.

—Si estoy haciendo algo mal o no te gusta...

—No, eres perfecta. —Miro mi marchita erección y la


vergüenza me traga entero. —Yo... es que no consigo desconectar
mi mente. —Un problema que ya había tenido un par de veces
cuando mis pensamientos se apoderaban de mí, pero que ocurra
con Nora es el clavo en mi ataúd. Meto mi polla de nuevo en los
vaqueros y me alejo... necesito distancia, un respiro.

El agua que cae por el desagüe de la ducha zumba de fondo,


dándome un breve respiro mientras la cierro. La repentina
ausencia de ruido me desconcierta y acentúa lo que acaba de
ocurrir entre nosotros.

Yo azotando su jugoso culo hasta que se corrió en mi mano.

Ella chupándome la polla hasta que dejé que la preocupación


y el miedo arruinaran el momento.

Menudo hombre al mando estoy hecho. En el momento en


que no la estoy complaciendo, mi mente salta al modo
preocupación.

—Lo entiendo. Mi cerebro también tiende a pensar


demasiado y puede ser difícil desconectarlo. —Nora se levanta de
un salto y se apresura a agarrar una toalla seca que cuelga de un
gancho en la pared. —¿Te molesta si te pregunto en qué estabas
pensando?
Me rasco la nuca, la vergüenza aún recorriendo mi cuerpo.
—Tú. Yo. Lo que estamos haciendo. —Empezando a sentirme
sofocado en el pequeño espacio, me deslizo a su lado para llegar
al dormitorio antes de dirigirme hacia la sala de estar abierta.

¿Cómo demonios hizo Asa esto con Poppy?

El más huraño de nuestro trío -incluso llamado La Bestia por


algunos de los idiotas del pueblo debido a su aspecto y actitud-
se las había arreglado para encontrar y mantener a su mujer en
un fin de semana. No dejó que el miedo al futuro, a que ella se
fuera, le impidiera tomar lo que quería.

Tampoco dejó que afectara a las partes de su anatomía


necesarias para expresar exactamente cuánto la deseaba.

—Oye, lo siento si presioné demasiado. —Nora me sigue unos


minutos más tarde, cambiada de nuevo de ropa, sólo que esta vez
su intención es obviamente mostrar la menor cantidad de piel
posible frente a su conjunto de antes. Y de nuevo maldigo mi
estupidez. —En lo único que pensaba era en mí misma: en ser
espontánea, en expresar mis deseos a pesar de mis miedos, y no
hice caso de tus negativas, me dejé llevar por la atracción física
superficial que percibí en ti. Siento mucho si te hice sentir
incómodo.

—No necesitas disculparte; no estabas sola en esto. Si te


deseo, y mucho. Probablemente tu culo aún lleva la prueba de lo
mucho que te deseo, pero ¿qué va a pasar cuando se derrita la
nieve? —Los copos blancos siguen repiqueteando contra la
cabaña, indicando más horas atrapados juntos, pero al final se
detendrá. Lo que significa que Nora se irá. Y mi cabeza no me
dejará ignorar ese acontecimiento inminente, no me dejará
disfrutar ni siquiera de una jodida noche con ella, por mucho que
intente racionalizar e instarme a ser feliz en el momento.

¿Por qué torturarme sabiendo lo que perderé tras su marcha?


Ya será bastante duro conocer el calor de su coño alrededor de
mis dedos, la suave redondez de su culo contra mi palma, el
jodido paraíso de su boca.

No necesito añadir otra cadena que me una a ella.

Ya he forjado suficientes para toda la vida.


Capítulo 7
Nora

—Estaré aquí contigo y con Tully. —El pastor alemán


permanece en su lugar en el sofá, observando nuestra
conversación desde el banquillo.

—No por mucho tiempo —murmura, paseándose frente a la


ventana, de vez en cuando mirando al exterior como si el tiempo
le ofendiera. Hombre cambiante. Dominante, testarudo, confuso.
La reacción de Rhett en el baño me bajó la moral.

Sé que los hombres de verdad no son como los de la ficción,


pero sentir que su polla perdía parte de su acero en mi boca
mermó mi confianza. ¿No se supone que a los hombres les
encantan las mamadas? ¿No se supone que se vuelven locos por
ellas?

Las dos veces que lo hice antes, me di cuenta que me


forzaban a bajar más y más la cabeza sin preocuparse por mi
comodidad, pero Rhett nunca llegó a tal nivel de necesidad. Y
aunque comprendo el poder de los pensamientos distractores, mi
ego aún así recibió un golpe.

—Pronto volverás a casa con tus miles de seguidores. Creí


que estaría bien con una aventura rápida. Diablos, mi hermano
lo hacía todo el tiempo. Pensé que yo también podría. —Una risa
autodespreciativa rechina en el aire, el duro juicio sobre sí mismo
invocando una gran empatía. Sé lo que es querer algo y no poder
conseguirlo. Atravesar un pozo de arenas movedizas desesperado
por hundirte, con la determinación pesando sobre tus hombros
mientras no te acercas a tu objetivo. —Pero no puedo hacer eso
contigo.

—Porque tienes miedo de que me vaya. —Es una afirmación,


no una pregunta.

—Porque no perteneces aquí, y si follamos... Si te toco más...


—Escupe frases inacabadas, con los músculos tensos a lo largo
de los hombros y la garganta intentando explicarse. —Basta con
decir que estoy evitando que tengamos que aprender por las
malas que no funcionará.

—Por las malas —repito, escéptica. —¿Y eso sería que


rompamos porque no soporto la soledad aquí contigo? —Es una
exageración, pero la conjetura parece dar en el blanco cuando
Rhett mueve la barbilla en señal de acuerdo.

Chico estúpido.

Hombre encantador.
Apenas llevamos un día conociéndonos y ya está pensando
tanto en el futuro que planea cómo protegernos del desamor
antes incluso de que sea una posibilidad. Y yo que pensaba que
yo analizaba demasiado; mi terapeuta se lo pasaría en grande con
Rhett.

—Vivir en la montaña es duro —añade Rhett, ajeno a la


exasperación que se dibuja en mi rostro. —No es como un cuento
de hadas. Nos quedamos sin electricidad. Nos quedamos
atrapados por la nieve. —Señala por la ventana, donde un muro
de nieve cubre la mitad del cristal. —Y tu preciado internet no
siempre estará disponible. No habrá streaming en directo para
tus fans. ¿Qué harás entonces?

La mirada en sus ojos y la tensión alrededor de su boca hacen


que el corazón me dé un vuelco. Reconozco ese miedo. La
preocupación de no ser lo bastante bueno. Es algo que ha jugado
en mi cabeza durante toda mi vida cuando se trata de mi peso, y
aquí está Rhett sintiendo lo mismo.

Decidida a atravesar su muro, ignoro su predicción y me


encojo de hombros. —Te das cuenta de que vivo en High Ridge,
¿verdad? ¿La pequeña ciudad de montaña a veinte minutos de
aquí? ¿Un pueblo que alberga tu exitosa empresa? Puedo trabajar
desde cualquier parte, incluso en esta cabaña apartada del
pueblo. Si tú eres capaz de hacerlo funcionar, yo también puedo.

Mueve la cabeza en señal de negación. —Eres tan


condenadamente testaruda.
—Sabes que te gusta. Deja que tu Neanderthal interior salga
a jugar en un intento de moderarme. —Espero que la broma alivie
la tensión en el aire, pero no hay suerte.

—No estoy bromeando, Nora.

El uso de mi nombre y no el de su ángel habitual resulta


chocante, y da paso a otra emoción desafortunada: la
resignación. Rhett no está dispuesto a llegar a un acuerdo o
ceder, y yo no tengo ningún control sobre este resultado.

Puedo discutir hasta la saciedad, rezando para que


finalmente confíe en mí lo suficiente como para que le de una
oportunidad a esto, sea lo que sea esto, pero no importará hasta
que Rhett esté listo para decidir por sí mismo qué riesgo está
dispuesto a correr.

Tully se deja caer en un sillón y debe de sentir mi melancolía,


porque gime antes de trotar hacia mí y apoyar la cabeza en mi
regazo. —Sé que no, por eso he terminado de intentar
convencerte de que nos des una oportunidad. —El brusco giro de
180 grados lo detiene bruscamente.

El sedoso pelaje corre entre mis dedos mientras acaricio el


lugar entre las orejas de Tully, luchando contra el repentino
impulso de llorar. —Tú crees que haces lo mejor, mientras que yo
no estoy de acuerdo. Tenemos una conexión, por muy
instantánea que sea, pero merezco más que un hombre que no
está dispuesto ni siquiera a encontrarme a mitad de camino para
explorarla. Puede que en el pasado hubiera aceptado cosas a
medias, pero ya no. Me he esforzado demasiado como para
retroceder.

Incluso si eso significa perder al primer hombre por el que he


sentido una atracción tan salvaje.

El primer hombre con el que sentí una conexión instantánea.


Capítulo 8
Rhett

Eres un jodido cobarde.

La vergüenza se desliza hasta el fondo de mi estómago,


enroscando su escamosa longitud en una apretada bola
inamovible. Nora ha sido vulnerable y valiente todo el día.
Demonios, empezó el día de esa manera, caminando en medio de
una ventisca. Sin embargo, me he encerrado en mí mismo en un
esfuerzo por ser responsable, dejando que el atisbo de una
epifanía rompiera mi caparazón por un instante, antes de
cerrarme en banda y volver a ser el bueno y fiable Rhett Olson.

El hombre que criticó a su hermano por reclamar a una


mujer después de una noche.

El hombre que regañó a su mejor amigo por ser incapaz de


apartar las manos de su mujer en el aserradero.

El hombre que tiene un palo tan metido en el culo intentando


superar una historia llena de transgresiones juveniles que ha
distanciado aún más a su ciudad natal y ha mantenido a su
familia y amigos a distancia, siempre exigiéndose a sí mismo un
supuesto estándar más alto para cuidarlos, protegerlos.

Cuando ya son adultos, tienen sus propias familias y no


necesitan sus cuidados, o mejor dicho, su control.

Joder, he sido un auténtico imbécil.

—Tienes razón, y te pido disculpas por ser tan... —La


habitación se queda completamente a oscuras cuando se corta la
electricidad, el suave zumbido de los electrodomésticos
desaparece en un parpadeo. —Mierda. Eso es lo que temía que
pasara; nos hemos quedado sin electricidad.

—Pero estás acostumbrado a esto, ¿verdad? —


Sorprendentemente, no oigo miedo en su voz, sólo confianza en
que nos haré atravesar la tormenta sanos y salvos, y la bobina de
la vergüenza se enrolla con más fuerza.

—Sí, Tully y yo solemos refugiarnos en el dormitorio con la


chimenea encendida, pero hay suficiente leña apilada en el
trastero como para mantener dos chimeneas encendidas, así que
no tenemos que compartir cama.

—Hace quince minutos estábamos a punto de compartir una


por una razón totalmente distinta. —Se ríe por lo bajo al
recordármelo. —Así que creo que podemos manejar la necesidad
de compartir una habitación juntos para conservar los recursos.
Será casi como acampar, excepto que tendremos una cama
cómoda y mantas mullidas.
Agradeciendo que mi duro humor de antes no haya apagado
del todo su ánimo, una leve sonrisa se dibuja en mi rostro. —De
acuerdo, entonces acamparemos en mi habitación. Hay más
mantas en ese armario. —Señalo una puerta cerrada en el pasillo.
—Y traeré algo para comer.

Nora suelta un chillido de emoción y se pone en pie de un


salto. Tully refleja su entusiasmo con un woof rápido y un
movimiento alegre de la cola. —Sé que las cosas son serias, pero
mis padres nunca me dejaron quedarme a dormir en casa de
amigas. Esto es una especie de sueño infantil hecho realidad.

—Excepto por la parte en la que un grupo de chicas hablan


de chicos, maquillaje y cualquier otro tema que fascine a las
niñas de doce años.

—¿Muy estereotipado? —Nora levanta una expresiva ceja y


sonríe. —Además, ¿quién quiere hablar de chicos cuando pasas
la noche con un hombre? ¡Qué escándalo! —Esta vez, ambas
cejas se mueven en una exagerada expresión de asombro, y un
rugido de risa me hace doblarme.

—¿En contraposición a tu escandalosa seducción de dicho


hombre? —bromeo, agradeciendo la ligera broma. La risa de Nora
ilumina la habitación y se escapa mientras se dirige al armario a
por las mantas. Aunque me alegro de que volvamos a estar en
terreno neutral, la distensión no durará mucho cuando nos
veamos obligados a estar más cerca en mi habitación.
Las chispas entre nosotros están a fuego lento, en un
segundo plano debido al apagón, pero no hará falta mucho para
que vuelvan a encenderse.

***
Tras una agradable cena y varias rondas de un viejo juego de
palabras que Nora encontró en el fondo del armario, nos
acomodamos en lados opuestos de mi cama con el fuego a
nuestros pies, completamente vestidos con mis pijamas, una
marcada diferencia con respecto a cómo empezamos el día. —
¿Qué te convenció para empezar a vivir tu vida tan... —Sin
preocupaciones. Desafiando al miedo. Me cuesta expresar mi
curiosidad.

—¿Espontáneamente? ¿Demasiado descaradamente? —


bromea desde su lugar a mi izquierda, girando sobre sí misma
para mirarme, con la luz del fuego proyectando sombras
danzantes sobre sus mejillas.

—Tus palabras, no las mías. —Pero sí, exactamente.

—Es una larga historia. —Sus uñas arañan un hilo suelto


del edredón que nos cubre. —Mi peso siempre ha sido una lucha,
aunque no me molestó hasta que llegué a la pubertad. Fue
entonces cuando me volví más redonda. Por todas partes. —Me
mira con los ojos muy abiertos, como si fuera algo terrible.
—Todo el mundo se dio cuenta, y todos hacían comentarios,
desde mi madre hasta los matones del colegio. Me sentía tan mal
que tenía miedo de hacer cualquier cosa por temor a llamar la
atención. Con el tiempo, empecé terapia, que me ha ayudado a
ganar confianza y autoestima, pero no estoy completamente
curada. Hoy, mientras estaba inconsciente, he soñado con
traumas del pasado. Y hoy ha sido una lección para aprender a
encontrar el equilibrio entre mi miedo sano y el insano.

Digiero sus palabras, su impacto como un meteorito que


golpea contra la Tierra. Cólera justa. Intensa admiración.
Emociones alborotadas que pisotean cualquier idea preconcebida
que tuviera de ella.

Tragando más allá del nudo alojado en mi garganta,


pregunto: —¿Es eso lo que comentas con tus seguidores?

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque entiendo por qué te adoran. Eres fuerte y valiente a


pesar de que la gente te ha hecho daño. Decidiste cambiar tu vida
a mejor cuando podías haberte revolcado en el dolor, dejar que te
ahogara. —Y la verdad es cegadora: ella es más valiente que yo.
Camino y hablo como si lo tuviera todo resuelto, como si tuviera
el control, pero sigo permitiendo que el pasado me defina.

Demonios, ni siquiera me he permitido pasar una noche con


esta hermosa y enérgica mujer por un montón de razones
imaginarias.
Nora se echa hacia atrás para mirar el techo con vigas de
madera y suspira. —Me gusta tu punto de vista, aunque la
mayoría de las veces no me parezca para tanto. Mucha gente
tiene problemas y se enfrenta a ellos; eso no me hace especial ni
nada por el estilo.

—No podrías estar más equivocada. —Decidiendo que es el


momento de seguir su ejemplo, continúo: —Ya sabes que tengo
un hermano pequeño y que en nuestra familia siempre he sido el
que más ha cuidado de él. Crecí en el lado equivocado de la
ciudad, juzgado por la gente por ello, y no puedo admitir que
fuera un niño de coro, pero superé mi fase salvaje. Micah nunca
lo hizo hasta que conoció a Kate.

Qué bendición resultó ser ella.

—En algún momento, me convertí en el padre de Micah y Asa


mucho después de lo necesario. Regañándolos por las supuestas
malas decisiones. Y manteniéndome a distancia para encajar en
el molde reformado en el que intenté encajarlos. Por miedo a ser
visto como... ¿Hipócrita? ¿Irresponsable? ¿No mejor que la
familia problemática de la que provengo? No lo sé.

Es un alivio expresar lo que ha estado golpeando mi corazón


y mi cabeza hoy. Ser libre de mis emociones y miedos. No es de
extrañar que Nora insista tanto en vivir así: proporciona una
descarga de presión para todos los pensamientos y sentimientos
reprimidos.
Algo que empiezo a comprender que necesito desde hace
años.
Capítulo 9
Nora

Eso explica sus dudas a la hora de lanzarse de cabeza a una


aventura o a una relación conmigo. Aprecio su sinceridad y se me
escapa una risita inesperada e inoportuna.

—Perdona, no me rio de ti. Es que hemos hecho todo esto al


revés. Deberíamos haber charlado, conocernos primero, luego
besarnos y luego, bueno, ya sabes. —Nuestro interludio en el
baño parece tan lejano, casi como un sueño, y sólo puedo
culparme a mí misma por querer precipitarme.

—¿Te arrepientes de haberme dejado tocarte? —De Rhett


emana una suave preocupación, y su atractivo rostro aparece
cuando se inclina para medir mi reacción.

Dándole la vuelta a la tortilla, le pregunto: —¿Te arrepientes


de haberme tocado?

—No. Esos momentos robados son inolvidables. Estás


grabada en mi alma, el hermoso ángel que encontré en la
montaña.
Su cabeza baja hasta que nuestras respiraciones se mezclan
en la franja de espacio que nos separa. Un temblor de ansiedad
ensombrece el deseo reavivado. —Por favor, no lo hagas si no
estás preparado, si no estás seguro. —Otro rechazo sería
demasiado. —No te pido que sea para siempre, sino que estés
dispuesto a explorar sin recriminaciones, sin reprimirte.

Rhett suspira. —Y eso es lo que te mereces... —Se queda


callado. Reflexionando. Decidiendo. Hasta que finalmente
renuncia al control. Elige confiar en mí. —De acuerdo, te seguiré
en esta aventura juntos, pero que sepas que yo mando en el
dormitorio.

El placer azucarado hace que me duelan los dientes de lo


dulce que es oír el compromiso de Rhett de luchar por nuestra
relación. Y no dejaré que se arrepienta.

—Nunca pensé lo contrario, teniendo en cuenta tus acciones


de antes.

—Bien. —Se pone boca arriba y me hace señas para que me


acerque. —Ahora, te necesito suave y lista, ángel. Abierta para mi
polla, ansiosa por mi posesión. Pon tu coño contra mi boca.

Oh, demonios... Nunca antes he cabalgado sobre la cara de


un hombre, y bromas aparte, realmente podría hacerle daño con
mi peso. Quiero seguir sus instrucciones. Pero tengo miedo.

Y no se me escapa la ironía.

Maldición, otro brote de inseguridad.


Esto es lógica, no inseguridad.

Mis ojos estudian a Rhett, tendido de espaldas, robusto como


un árbol de raíces profundas, pero aun así, incluso los árboles
pueden ser derribados. Y yo podría ser la bola de demolición.
Estás mezclando tus metáforas.

—¿Nora? ¿Qué pasa?

—No quiero hacerte daño.

—No lo harás.

—Eso es lo más caballeroso que puedes decir, pero la


realidad dice otra cosa. —Junto con los chicos de la escuela.

—Nunca he sido acusado de ser un caballero, y no voy a


empezar ahora. Trae tu culo aquí y siéntate en mi cara antes de
que decida aumentar tus azotes por desafiarme tanto tiempo. —
Su palma se crispa como si estuviera preparándose para cumplir
su amenaza, y un gemido indecente escapa de mis labios antes
de que pueda detenerlo.

—¿Me vas a dar unos azotes? —¿Esa es mi voz entrecortada?

—No finjas que no lo disfrutaste antes. —El hombre se atreve


a sonreír. —Por supuesto que voy a palmear tu jugoso culo
mientras me como ese coño. Ahora, ven aquí.

Sí, señor.

Me quito de una patada la ropa interior que me he puesto, ya


que ninguna de las sudaderas de Rhett me queda bien, y me
pongo de rodillas, a horcajadas sobre su cintura, incómoda por
ponerme directamente a horcajadas sobre su cara. Pero él no deja
que me salga con la mía, con sus manos seguras arrastrando mis
caderas hacia delante hasta que me cierno sobre su boca, con su
aliento caliente rozando el interior de mis muslos.

—Cariño, no vas a hacerme daño, confía en mí. —Las


palabras susurran entre mis rizos antes de que Rhett me obligue
a bajar, anclándome contra su boca.

Un sorprendido 'oh' revolotea en el aire ante la novedosa


sensación: la presión resbaladiza de su lengua, la succión
hambrienta de sus labios. Bajo las pestañas y cierro los ojos
mientras inclino la cabeza hacia atrás, agarrándome con las
manos al cabecero para estabilizarme mientras me balanceo
contra la boca de Rhett.

Sus gemidos de placer vibran desde abajo y no puedo evitar


sentirme más atraída por la sensación, sin preocuparme por
Rhett cuando sus dedos se clavan más en mis caderas para
acercarme en lugar de alejarme, y una mano cumple su promesa
mientras me azota el culo con firmeza.

Los resbaladizos deslizamientos de mi cuerpo contra el suyo


llenan la habitación, y la luz del fuego me calienta la espalda
mientras se proyectan sombras indecentes a lo largo de las
paredes.

La curva de mis pechos balanceándose con cada presión en


la boca de Rhett.
Los brazos doblándose hacia el cabecero.

La polla de Rhett tensando la manta.

Estirando los brazos hacia atrás, deslizo la mano bajo las


mantas y el elástico de la pretina hasta que mis dedos se cierran
a su alrededor. El pre-semen cubre mi pulgar mientras lo paso
por la cabeza, haciendo que Rhett se sacuda.

—Ángel, ¿qué demonios crees que estás haciendo? —Las


palabras son amortiguadas, pero las entiendo bastante bien.

—No quería que te sintieras abandonado. —Otra caricia de


mi pulgar provoca un silbido antes de que empiece a bombearlo
en serio. Como si hubiera dejado caer la bandera amarilla, estalla
una carrera hasta el final. Rhett mete la lengua hasta el fondo y
luego se concentra en mi clítoris con succiones rítmicas. Yo
aprieto el enorme miembro en mi mano, acariciando
intermitentemente las pelotas gemelas que hay debajo.

Demasiado pronto, nuestros movimientos se vuelven


erráticos. Las sensaciones son demasiado intensas.

Todo se centra en mi clítoris, cada nervio explotando de


placer cuando llega mi clímax, seguido de cerca por el ronco grito
de Rhett y su espesa esencia filtrándose entre mis dedos.

Con la frente apoyada en el cabecero, mis pulmones jadean


en busca de aire, mientras Rhett roza con ligeros besos cada
parte expuesta de mí a la que puede llegar: mi clítoris
excesivamente sensibilizado, mi núcleo apretado, el interior de
mis muslos.

Cuando una apariencia de calma se instala en mis huesos,


retrocedo un poco y caigo de lado junto a él. Sin embargo, no me
deja mucho margen antes de arrastrar una pierna por encima de
su cadera y alinear su polla, aún dura, con mi coño. —¿Lista para
más, ángel?

Lo único que consigo es hundir ligeramente la barbilla,


asombrada por su resistencia, pero es toda la confirmación que
necesita antes de penetrarme, con su gruesa intrusión
estirándome hasta el límite.

Una gran polla, desde luego.


Capítulo 10
Rhett

El calor de Nora me envuelve mientras me hundo lentamente


en su húmedo coño, y me lamo esa misma humedad de los labios,
disfrutando del sabor sobrante de su cabalgada sobre mi lengua.
Como un verdadero ángel, es todo azúcar dulce y luz pura, un
resplandor blanco y ardiente que incinera todas mis dudas y
miedos.

Porque algo tan bueno no puede estar mal.

Elijo imitar a Micah y Asa por una vez. Elijo quedarme con
mi mujer y aferrarme a ella de por vida, ignorando cualquier
pensamiento negativo que me haga dudar de mi decisión. Es hora
de que deje de vivir la vida a medias de un ermitaño gruñón. Y
hasta tengo un ángel que me ayuda.

Miro hacia abajo y gruño de agradecimiento al ver su bonita


y rosada abertura aceptándome, con mi polla reluciente de su
crema, y profundizo aún más. —¿Sabes lo sexy que te ves,
succionándome como el angelito que eres? Jodidamente preciosa.
Veo cómo traga con dificultad antes de responder con un
susurro ronco. —Probablemente tan sexy como tú, con tu barba
y tu franela.

Sí, este pijama tiene que desaparecer pronto, pero me niego


a perder el tiempo quitándome la ropa mientras su coño está
envuelto alrededor de mi polla.

—Imposible —gruño, aunque aprecio lo atractivo que me


encuentra. Me sube el ego aunque no sea necesario.

—No subestimes tu... —Se interrumpe con una aguda


inhalación mientras entierro los últimos centímetros de mi polla
de un rápido empujón.

—¿Qué decías? —me burlo girando las caderas, aumentando


metódicamente la velocidad de mis embestidas hasta que los ojos
de Nora se ponen vidriosos, como chocolate negro derritiéndose
sobre una fresa.

El sudor humedece el agarre de su pierna mientras paso el


antebrazo por debajo de su rodilla para elevar su cuerpo en un
ángulo diferente mientras me esfuerzo por alcanzar ese punto
especial de su interior en cada embestida.

—Deja... de... intentar... hacerme... hablar. —Jadea cada


palabra con exasperación y me rio ante la adorable frustración
que emana de mi ángel. Extiende la mano para acelerar las cosas,
pero la detengo con un tsk tsk de desaprobación.
—Uh uh. Yo estoy al mando, ¿recuerdas? —Para
demostrarlo, me obligo a hacer una pausa -apretando los dientes
para ignorar el alentador latido de su coño- y me inclino hacia
delante para morderle un pezón sonrosado. —Es mi ritmo o nada.
¿Entendido?

Me clava las uñas en los hombros en retribución por el rápido


mordisco, pero asiente rápidamente y reanudo el ritmo anterior,
aunque no puedo resistirme a chupar los capullos hinchados que
tengo ante mí, ahogándome en el dulce aroma entre sus pechos
que es exclusivo de Nora.

Segundos.

Minutos.

Pueden haber pasado horas sin que nos diéramos cuenta,


demasiado absortos el uno en el otro como para fijarnos en algo
tan cotidiano como el tiempo. Incluso la iluminación permanece
inalterable a pesar de lo avanzado de la hora, debido al montón
de nieve blanca que se refleja a través de la ventana.

—Por favor, Rhett... No puedo soportar mucho más —la


súplica de Nora atraviesa la bruma sensual que nubla mi mente.
Una parte de mí no quiere que esto termine -quiere prolongar este
momento el mayor tiempo posible, nuestra primera vez juntos-,
pero no quiero que ella se ponga demasiado dolorida.

La noche es larga y somos libres de explorarla sin riesgo de


que el mundo exterior se entrometa.
Me rindo y le rodeo el clítoris con los dedos mientras la
machaco con fuerza, hasta que por fin llega al límite y me arrastra
con ella, gimiendo ambos de placer.

Esto es lo que necesitaba.

Nuestras respiraciones acarician la piel del otro en el aire


fresco.

Nuestros corazones balbucean al unísono.

Y los muros que había construido a mi alrededor yacen para


siempre derribados a sus pies.
Epilogo 1
Nora
Un año después

—¿Cómo es tener tu propio leñador?

Toneladas de corazones cubren la pantalla de mi vídeo en


directo, y me rio del entusiasmo de todos. A mis seguidores les
encanta que mencione a Rhett. No se cansan de hablar de él, y
yo tampoco.

Dirijo la cámara hacia mi hombre mientras dirige a un grupo


de hombres que traen un cargamento de madera, y enfoco su
musculoso cuerpo, cubierto de cuadros escoceses y vaqueros
desgastados. Su estilo no ha variado en todo el tiempo que
llevamos juntos, pero no me importa porque lo básico le queda
condenadamente bien.

—Mejor de lo que puedan imaginar. Palabra de Exploradora.


—Levanto mi mano derecha en el simulacro de un juramento. —
Cada noche nosotros...
—No estarás compartiendo nuestros secretos personales con
el mundo otra vez, ¿verdad, ángel? —Rhett se da cuenta de mi
actitud de espía y me despido rápidamente. Intento respetar su
intimidad, pero ¿es tan malo por mi parte querer presumir de él?

Es el hombre de mis sueños, y todavía me entran mariposas


cuando recuerdo que es todo mío.

—¿Qué? Jamás.

—Bien. —Su voz baja a medida que se acerca. —Si no,


tendría que castigarte, y prefiero recompensarte.

—Por suerte, ambos generalmente son parecidos al final.

—Descarada. —Me agacho para evitar el golpe en el culo,


pero me lo da de todos modos, antes de levantarme y llevarme al
interior del gran edificio central del aserradero. Nos siguen los
gritos, sobre todo los de Micah y Asa, mientras Rhett pasa junto
a sus mesas hasta que estamos solos en su despacho.

Me deja suavemente en el suelo y murmura: —¿Sabes? Yo


solía ser un respetable empresario. Yo era el que sorprendía a los
chicos holgazaneando con sus mujeres, y ahora tú eres la
culpable de su acoso. Debería darte unos azotes sólo por eso.

Apoyando los codos en el borde de su escritorio, giro el culo


en su dirección, desafiándolo a cumplir su promesa.

—¡Jesús, Nora! —Las persianas se cierran de golpe para que


el resto de los empleados ya no puedan vernos, y yo suelto una
risita de placer. Punto para mí. —Cada día eres más descarada,
ángel.

—Gracias a ti. —Resulta que el amor y la constante


afirmación de Rhett combinan bien con mis sesiones de terapia,
y me siento mejor que nunca: mental y emocionalmente. Incluso
se ha unido a mí en un par de sesiones, lo que nos ha permitido
hablar de algunos de los problemas que hemos abordado.

Admiro la fortaleza que ha demostrado y su voluntad de


crecer, sobre todo después de nuestro inusual primer encuentro.
Desde que se comprometió con nosotros, todo ha ido viento en
popa, con amor y devoción... y sexo abrasador. Un rubor recorre
mi cuello y mis mejillas mientras mi cuerpo se inclina para
seducir a Rhett.

Mi solitario hombre de montaña estaba deseando algo de


amor.

Y yo también, si soy sincera.

—¿Qué demonios? —Un grito retumba en las paredes y me


estremezco. Ha descubierto mi secreto. —¿Me dejaste cargarte
por la oficina sin ropa interior? Ángel, acabas de sellar tu destino.

Cuando la primera palmada de su mano golpea mi culo, lloro.

Cuando me da la segunda, gimo.

Y cuando se inclina detrás de mí y su lengua se hunde entre


los pliegues empapados de mi coño, suspiro satisfecha.
Porque, al final, esta chica con curvas ha conseguido a su
hombre.
Epilogo 2
Rhett
Dos años después

—¿Lo tenemos todo? —pregunto, probando la resistencia de


la cuerda elástica que sujeta los muebles de todos al remolque
enganchado a mi camioneta. Nora se reunió con Poppy y Kate
para planear unas vacaciones en la playa con nuestras tres
familias, una hazaña que sólo a las tres les pareció buena idea.

—Sí, estamos listos.

—¿Qué pasa, hermano? ¿Te arrepientes de tu decisión de


llevar todas nuestras cosas? —Micah se acerca con mi sobrina en
brazos, con sus pequeños brazos alrededor del cuello de su
padre.

—Difícilmente. A mí me toca remolcar mientras Kate y tú se


ocupan de los niños. ¿Cómo han hecho eso Poppy y Asa?
—Porque mi chica está embarazada y necesita paz y
tranquilidad en la carretera. —Asa responde por él. —Además,
Micah nos lo debe por hacer de canguro de McKayla el viernes
pasado para su noche de cita.

—No actúes como si no te hubiera encantado cada minuto.

Asa y Micah siguen discutiendo, y yo sonrío al ver la


bienvenida imagen. Nuestras vidas han cambiado tanto en los
últimos años con los matrimonios y los bebés. Incluso la gente de
High Ridge se ha dado cuenta y ha empezado a tratarnos mejor,
hasta el punto de dejar de usar el apodo de La Bestia con Asa.

¿Quién iba a decir que la influencia de nuestras mujeres


tendría un efecto tan radical?

Nora me abraza por detrás, antes de pasar por debajo de mi


brazo. —Cuando hayan terminado, estamos listos para partir. La
playa está diciendo mi nombre.

—Y el mío —asiente Kate, quitándole a Micah a su hijo, que


se retuerce. —Solo seis horas de viaje me separan de meter los
pies en el mar.

—Y... —Micah inclina la cabeza para susurrar algo al oído de


su mujer que hace que se sonroje. Sacudiendo la cabeza ante la
evidente muestra de afecto, me giro hacia mi mujer y sonrío.

—¿Qué tienes en la agenda, ángel? ¿Una sesión de fotos de


sirenas? Porque me apetece un poco de fantasía oceánica.
Se ríe y el tintineo calienta mi corazón. —Claro que sí. Pero
vas a tener que esperar para saber lo que tengo planeado, hombre
de montaña... O debería decir, Aquaman. —Sus cejas se mueven
sugerentemente, y sé que vamos a pasar un buen rato.

Mi dulce chica ángel no es nada si no es creativa. Y conmigo


a su lado para asegurarme de que está a salvo, es libre de ser tan
espontánea como quiera.

Sí, este hermano Olson definitivamente es afortunado,


después de todo.

Fin

También podría gustarte