La Ilustración: Pensamiento Político Francés Texto 1: 1. Charles Louis de Secondt, Barón de Montesquieu
La Ilustración: Pensamiento Político Francés Texto 1: 1. Charles Louis de Secondt, Barón de Montesquieu
La Ilustración: Pensamiento Político Francés Texto 1: 1. Charles Louis de Secondt, Barón de Montesquieu
TEXTO 1:
En 1784 publica, "El espíritu de las leyes", en él expone su teoría acerca de la existencia de
un orden en el acontecer histórico y de unas leyes que condicionan la actuación humana, en la
que los códigos legales y las instituciones que rigen la vida de los pueblos tienen una estrecha
relación con condicionantes de carácter cultural (costumbres, religión, etc) y natural (clima,
geografía, etc.). Las reglas que determinan el comportamiento de los hombres no son
permanentes ni absolutas, sino que surgen y son modificadas según los contextos históricos y
culturales, los tipos de gobierno y el carácter de la sociedad.
Montesquieu critica la forma de gobierno que él mismo denomina Despotismo, esto es, la
sujeción de los individuos no a las leyes sino a la fuerza del gobernante. Encuentra
contradictorio que el terror, principio que rige las formas de gobierno despóticas, haya de
asegurar la paz y la seguridad de los gobernados, restringiendo su libertad.
El reparto del poder del Estado es necesario para evitar la acumulación en una sola mano que
pueda ejercerlo de manera despótica. Para ello, debe dividirse en tres partes, cada una con una
misión específica y diferente, que supongan un equilibrio y contrapesen la actuación de las
demás. La división de poderes en tres (legislativo, ejecutivo y judicial) y su adscripción a
instituciones diferentes es garantía, contra un gobierno tiránico y despótico. La fórmula
propuesta es hoy plenamente aceptada por los regímenes democráticos, que basan en este
esquema político sus planteamientos de gobierno.
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UNIVERSIDAD DE PIURA HC3
TEXTO 2:
Soberanía y Estado son términos inseparables, en tanto que el Estado se mantiene en el poder
soberano. De esta manera para Rousseau el principio sustentador del Estado Moderno debería
ser netamente democrático, ya que el poder soberano sólo es tal, cuando es la expresión de la
voluntad general de todos los ciudadanos de un Estado. La voluntad general del pueblo es el
denominador común de todas las voluntades particulares. Esto suena algo utópico, pero el
autor contesta diciendo que si entre un grupo de hombres no hubiera ningún interés común a
todos, que los pueda unir, sería imposible pensar en la sociedad civil y menos en un contrato
social que fundamente un Estado.
El gobierno es el órgano encargado de ejecutar la voluntad general del pueblo. La ley, como
expresión de la voluntad general, debe también apuntar siempre al todo y nunca a un
particular. Por eso es necesario un gobierno que aplique la ley a las partes, pero éste no puede
nunca dictarla, sólo el pueblo entero puede hacerlo.
Para Rousseau no hay un régimen político ideal, sino que éste dependerá de la situación
geográfica donde se asiente la sociedad civil y su consecuente Estado. En territorios pequeños
es conveniente una democracia como forma de gobierno, en territorios medianos una
Aristocracia y en un territorio grande una monarquía.
Propugnaba la soberanía del pueblo que identificaba solamente con los varones. Su
concepción sobre las mujeres puede conocerse a partir de su tratado de educación femenina
"El Emilio" donde cuestiona la igualdad que propugnaba ya que solamente incluía a los
varones. Lo vemos así en afirmaciones como la siguiente:
La educación de las mujeres siempre debe ser relativa a los hombres. Agradarnos, sernos de
utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de
adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables; éstas son las
obligaciones de las mujeres durante todo el tiempo y lo que debe enseñárseles en su infancia.
El Emilio
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UNIVERSIDAD DE PIURA HC3
TEXTO 3:
“Si se busca en qué consiste el bien más preciado de todos, que ha de ser objeto de toda
legislación, se encontrará que todo se reduce a dos cuestiones principales: la libertad y la
igualdad, sin la cual la libertad no puede existir. Renunciar a la libertad es renunciar a ser
hombre, a los derechos y a los deberes de la humanidad. La verdadera igualdad no reside en
el hecho de que la riqueza sea absolutamente la misma para todos, sino que ningún
ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que no sea tan pobre como para
verse forzado a venderse. Esta igualdad, se dice, no puede existir en la práctica. Pero si el
abuso es inevitable, ¿quiere eso decir que hemos de renunciar forzosamente a regularlo?
Como, precisamente, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, hay que
hacer que la fuerza de la legislación tienda siempre a mantenerla.”
TEXTO 4:
“En su consecuencia, siempre que cierto número de hombres se unen en sociedad renunciando
cada uno de ellos al poder de ejecutar la ley natural, cediéndolo a la comunidad, entonces y
sólo entonces se constituye una sociedad política o civil. Este hecho se produce siempre que
cierto número de hombres que vivían en el estado de naturaleza se asocian para formar un
pueblo, un cuerpo político, sometido a un gobierno supremo, o cuando alguien se adhiere y se
incorpora a cualquier gobierno ya constituido. Por ese hecho autoriza a la sociedad o, lo que
es lo mismo, a su poder legislativo, para hacer las leyes en su nombre según convenga al bien
público o de la sociedad, y para ejecutarlas (…) Eso es lo que saca al hombre de un estado de
naturaleza y lo coloca dentro de una sociedad civil (…).
Resulta, pues, evidente que la monarquía absoluta, a la que ciertas personas consideran como
el único gobierno del mundo, es en realidad incompatible con la sociedad civil (…)
Al partirse del supuesto de que ese príncipe absoluto reúne en sí mismo el poder legislativo y
el poder ejecutivo sin participación de nadie, no existe juez ni manera de apelar a nadie capaz
de decidir con justicia e imparcialidad, y con autoridad para sentenciar, o que pueda remediar
o compensar cualquier atropello o daño que ese príncipe haya causado, por sí mismo, o por
orden suya. Ese hombre, lleve el título que lleve, zar, gran señor o el que sea, se encuentra en
estado de naturaleza con sus súbditos como con el resto del género humano. Allí donde
existen dos hombres que carecen de una ley fija y de un juez común al que apelar en este
mundo, para que decida en las disputas sobre el derecho que surjan entre ellos, los tales
hombres siguen viviendo en estado de naturaleza y bajo todos los inconvenientes del mismo.”