Texto Lectura Manhattan

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TEXTO (23/2/22) -CONROL RLCL

La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geográficos y al llegar se forma un poco de
lío. Está compuesta por diversos distritos señalados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el más conocido
de todos es Manhattan, el que impone su ley a los demás y los empequeñece y los deslumbra. Le suele corresponder
el color amarillo. Sale en las guías turísticas y en el cine y en las novelas. Mucha gente se cree que Manhattan es
Nueva York, cuando simplemente forma parte de Nueva York. Una parte especial, eso sí.
Se trata de una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park. Es un
gran parque alargado por donde resulta excitante caminar de noche, escondiéndose de vez en cuando detrás de los
árboles por miedo a los ladrones y asesinos que andan por todas partes y sacando un poquito la cabeza para ver
brillar las luces de los anuncios y de los rascacielos que flanquean el pastel de espinacas, como un ejército de velas
encendidas para celebrar el cumpleaños de un rey milenario. […]
Manhattan es una isla entre ríos. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido
horizontal y terminan en un río que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el río
Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes, a cual más complicado y
misterioso, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklyn, como
también el famoso puente que conduce a él. El puente de Brooklyn es el último, el que queda más al sur, tiene mucho
tráfico y está adornado con hilos de luces formando festón que desde lejos parecen farolillos de verbena. Se
encienden cuando el cielo se empieza a poner malva y ya todos los niños han vuelto al colegio en autobuses a
encerrarse en sus casas.
Vigilando Manhattan por la parte de abajo del jamón, donde se mezclan los dos ríos, hay una islita con una
estatua enorme de metal verdoso que lleva una antorcha en su brazo levantado y a la que vienen a visitar todos los
turistas del mundo. Es la estatua de la Libertad, vive allí como un santo en un santuario, y por las noches, aburrida de
que la hayan retratado tantas veces durante el día duerme sin que nadie lo note. Y entonces empiezan a pasar cosas
raras.
Los niños que viven en Brooklyn no todos se duermen por la noche. Piensan en Manhattan como en lo más
cercano y al mismo tiempo lo más exótico del mundo, y su barrio les parece un pueblo perdido donde nunca pasa
nada. Se sienten como aplastados bajo una nube densa de cemento y vulgaridad. Sueñan con cruzar de puntillas el
puente de Brooklyn con la isla que brilla al otro lado y donde imaginan que toda la gente está despierta bailando en
locales tapizados de espejo, tirando tiros, escapándose en coches de oro y viviendo aventuras misteriosas. Y es que
cuando la estatua de la Libertad cierra los ojos, les pasa a los niños sin sueño de Brooklyn la antorcha de su vigilia.
Pero esto no lo sabe nadie. Es un secreto.
Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan.

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