La sociedad maya evolucionó de una sociedad igualitaria a una altamente estratificada durante el periodo Clásico, con diferentes estratos sociales como la nobleza, sacerdotes, artistas, comerciantes, campesinos y esclavos. La guerra también jugó un papel importante, con los gobernantes ganando prestigio a través de la captura de enemigos. La belleza corporal también era valorada, con prácticas como la deformación craneal, mutilación dental y tatuajes.
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La sociedad maya evolucionó de una sociedad igualitaria a una altamente estratificada durante el periodo Clásico, con diferentes estratos sociales como la nobleza, sacerdotes, artistas, comerciantes, campesinos y esclavos. La guerra también jugó un papel importante, con los gobernantes ganando prestigio a través de la captura de enemigos. La belleza corporal también era valorada, con prácticas como la deformación craneal, mutilación dental y tatuajes.
La sociedad maya evolucionó de una sociedad igualitaria a una altamente estratificada durante el periodo Clásico, con diferentes estratos sociales como la nobleza, sacerdotes, artistas, comerciantes, campesinos y esclavos. La guerra también jugó un papel importante, con los gobernantes ganando prestigio a través de la captura de enemigos. La belleza corporal también era valorada, con prácticas como la deformación craneal, mutilación dental y tatuajes.
La sociedad maya evolucionó de una sociedad igualitaria a una altamente estratificada durante el periodo Clásico, con diferentes estratos sociales como la nobleza, sacerdotes, artistas, comerciantes, campesinos y esclavos. La guerra también jugó un papel importante, con los gobernantes ganando prestigio a través de la captura de enemigos. La belleza corporal también era valorada, con prácticas como la deformación craneal, mutilación dental y tatuajes.
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Organización social y política
Edwin Angulo Torres
Si bien la sociedad maya fue en sus comienzos esencialmente igualitaria, el registro arqueológico muestra que hacia el Preclásico Medio aparecen los primeros indicios de complejidad social, que se pueden apreciar en las estelas con representaciones de individuos de cierta importancia, caciques y gobernantes, mientras que la arquitectura también muestra indicios de este cambio.
Durante el periodo Clásico la sociedad maya alcanzó su mayor
grado de complejidad, con diferentes estratos sociales, que interactuaban en los espacios cívicos de las grandes ciudades, construidos con ese propósito.
Esta sociedad, altamente estratificada, no permitía virtualmente
ningún movimiento: se pertenecía a determinado estrato por nacimiento, y por lo general se desempeñaba la misma labor que habían desempeñado los propios padres. Estratos sociales
En el estrato más alto se situaba el K’ul Ahau (Halach Uinic en
el Posclásico), o señor supremo, en cuya persona se concentraba el poder político, religioso y militar; junto a su denominación de gobernante, también acumulaban títulos que honraban sus logros en la batalla, su edad, o su identificación con el origen divino de su linaje.
Los parientes más cercanos del gobernante
desempeñaban el cargo de batabo’ob, gobernadores menores, designados por el señor para la impartición de justicia y administración de las comunidades dependientes del señorío. En caso de que el señor muriese sin dejar un heredero que ocupara el trono, estos podían ser considerados como candidatos al puesto, especialmente aquellos con descendientes, en tanto garantizaban la continuidad del linaje. Al igual que los Batabo’ob, los sacerdotes o Ah Kino’ob también procedían de la nobleza hereditaria; éstos eran entrenados desde la infancia para ocupar estos puestos. Junto a la preparación y conducción de ceremonias religiosas, los sacerdotes también se ocupaban de la observación astronómica y el computo calendárico.
La condición de noble de algunos personajes
encontrados en contextos funerarios puede identificarse gracias a los objetos depositados en calidad de ofrenda que los acompañan. Es sabido que a los dignatarios más importantes se les envolvía en un fino sudario, se les colocaba una cuenta de jade en la boca o en la mano, y se depositaba con ellos todo su ajuar y pertenencias, tales como sus instrumentos para auto sacrificio y recipientes cerámicos. En algunos casos, junto al personaje principal se han encontrado cuerpos con huellas de sacrificio ritual, colocados en la tumba como acompañantes. Otro grupo importante, probablemente perteneciente a la nobleza secundaria, era el de los artistas: pintores, escultores y escribas, a cuyo cargo corría la realización de murales, estelas, tableros y documentos que registraban los acontecimientos históricos más importantes en la vida de la comunidad.
Aun no está claro si los comerciantes y mercaderes
que mandaban las caravanas que comerciaban con productos provenientes de toda Mesoamérica pertenecían a la nobleza, aunque sin duda disfrutaban de una vida llena de lujos y comodidades, producto de su particular ocupación. Al igual que los demás oficios y ocupaciones, la práctica del comercio era hereditaria. El siguiente estrato social lo componían los hombres comunes: campesinos, cazadores, pescadores y artesanos, que residían en la periferia de las ciudades. Además de tributar una parte del producto de sus labores para el sostenimiento de la clase gobernante, estaban obligados a prestar servicio comunitario como trabajadores en las obras públicas, tanto urbanas como rurales.
El estrato más bajo de la sociedad maya estaba
constituida por los esclavos, que podían ser delincuentes condenados, deudores, prisioneros de guerra, huérfanos o hijos de esclavos. A diferencia de otras sociedades, los esclavos mayas no cargaban con el peso de la producción, aunque era de este grupo de donde provenía el mayor número de víctimas para sacrificios humanos. Guerra y poder.
Durante los primeros años de estudio, los investigadores mantuvieron la
idea de que los antiguos mayas conformaban una sociedad pacifica, dedicada a la observación de los astros y el cálculo matemático. Sin embargo, los avances en el estudio epigráfico, iconográfico, y los datos arrojados por las exploraciones arqueológicas, han cambiado radicalmente esta idea. En estelas, murales y vasijas cerámicas dejaron constancia tanto de sus batallas, conquistas, captura y sacrificio de prisioneros, como de las armas y armaduras empleadas por los guerreros.
El área maya se encontraba dividida en diferentes reinos
independientes, que de acuerdo a su importancia podían dominar o estar subordinados a otros, en una red de alianzas opuestas unas a otras, que competían por el acceso a diferentes recursos o rutas de comercio; se sabe también, que los gobernantes adquirían prestigio gracias a sus hazañas como guerreros, capturando y sacrificando a rivales de su misma condición. Se considera que durante la mayor parte del periodo Clásico los combatientes respetaban una serie de reglas de conducta, tanto en el campo de batalla como fuera de él; se evitaba por ejemplo, la destrucción de comunidades enemigas o la aniquilación de sus habitantes; sin embargo, el registro arqueológico muestra que a partir del 750 d.C. aproximadamente, en algunos lugares del área maya proliferaron las guerras totales, como consecuencia quizás de la escasez de recursos, producto del agotamiento del medio ambiente. Se supone que estas guerras ocasionaron la destrucción de ciudades, la migración masiva de habitantes, la disminución de la autoridad de los gobernantes y el colapso de la sociedad maya clásica, aunque esta propuesta solo es válida para algunas regiones específicas. Las representaciones en murales, estelas y monumentos han permitido identificar las armas y armaduras usadas por los antiguos guerreros mayas: dardos, jabalinas y piedras se arrojaban al principio de la batalla; para el combate cuerpo a cuerpo se empleaban mazas y lanzas, equipadas con una gran punta de pedernal tallado, de bordes afilados, y capaz de causar enormes daños.
A fin de protegerse de tales armas, los mayas empleaban
armaduras que iban desde simples cotas de algodón endurecidas con sal, hasta vistosas armaduras de piel de jaguar y venado, con pectorales de concha y caparazón de tortuga; la cabeza de estos guerreros se protegía con elaborados yelmos, vistosamente decorados con motivos animales o de seres sobrenaturales.
En algunas batallas, se puede apreciar la presencia de
músicos, tocando trompetas y tambores. No está claro si estos instrumentos se tocaban para infundir moral a los soldados, o formaban parte de un sistema de comunicación durante la batalla. Durante el Clásico, las imágenes de gobernantes, caracterizados capturando enemigos, o en medio de la batalla como hábiles guerreros, producen la impresión de que tales representaciones no solo funcionan como registros históricos, sino también como propaganda a favor de la dinastía reinante y su líder.
Como toda actividad en la vida del antiguo pueblo maya, la
guerra tenía una contraparte ritual. El ciclo de Venus era cuidadosamente observado, a fin de predecir el evento astronómico conocido como “orto heliaco”, que marcaba el inicio de la época propicia para hacer la guerra.
Al igual que todos los guerreros de la antigüedad, los mayas
solían llevar estandartes con imágenes de sus deidades al campo de batalla, sugiriendo que no solo ellos, sino también los dioses tomaban parte en la batalla. La captura de uno de estos estandartes poseía tanta importancia como la de un dignatario. Tales estandartes se exhibían en la capital del captor, junto con los demás prisioneros capturados. Belleza corporal.
Hombres y mujeres recurrían a una amplia variedad de
prácticas, a fin de mejorar su aspecto corporal y el de sus descendientes: A los niños pequeños se les practicaba una deformación del cráneo, y se les causaba estrabismo, ya que se consideraba bella a una persona bizca. Aquellos que podían permitirse el costo, se sometían a un tratamiento de mutilación dentaria, en el que se practicaban cortes de diversas formas en los dientes, y en ocasiones se les incrustaban pequeñas cuentas de Jadeíta o Pirita.
La pintura corporal fue una práctica generalizada entre los
antiguos mayas. Los sacerdotes se pintaban el cuerpo de azul; los guerreros de negro y rojo; mientras que los hombres solteros lo hacían de negro. Los tatuajes también gozaban de gran popularidad, tanto entre hombres como mujeres, a pesar del gran riesgo que suponían las infecciones ocasionadas por la forma de elaborar tales tatuajes. Tanto hombres como mujeres usaban el cabello largo. Los hombres se quemaban el cabello de la parte superior de la cabeza, mientras que el resto se lo trenzaban alrededor de la cabeza y lo dejaban caer por detrás en una coleta; las mujeres empleaban elaborados peinados que además de contribuir a su adorno personal, denotaban el estado civil de la portadora.
La vestimenta típica de los hombres mayas consistía en un
taparrabo llamado ex, que en los ejemplos más elaborados, podía estar adornado con complicados bordados y adornos de plumas; aunado a esto, en ocasiones usaban también un gran paño cuadrado o pati, anudado sobre los hombros, decorado de acuerdo a la clase social del portador. Las mujeres utilizaban un vestido de una sola pieza llamado huipil, con delicados bordados en el cuello, los brazos y la parte inferior. Tanto hombres como mujeres empleaban sencillas sandalias de piel de venado con correas de cáñamo o henequén, que en el caso de los personajes de elite estaban ricamente adornadas.
Aunado a esto, hombres y mujeres se untaban ungüentos
aromáticos de color rojo, cuya fragancia duraba varios días. El atuendo se completaba mediante el uso de collares, anillos, pulseras, orejeras, narigueras, bezotes y pendientes Sociedad y matrimonio.
Al igual que en nuestros días, la vida de los antiguos
mayas estaba íntimamente ligada a su familia cercana, la comunidad y la observancia religiosa. Es a través del matrimonio que cada individuo establece lazos con otros grupos familiares.
La poligamia era, al parecer, una costumbre extendida entre
las elites del Clásico; las esposas reales eran más conocidas en su denominación de madres de gobernantes que de esposas. Su importancia se hace más evidente en el contexto de las alianzas matrimoniales entre reinos. Las mujeres descendientes en línea directa del linaje gobernante podían ocupar el trono en caso de que no hubiese herederos varones, siendo sucedidas por su hijo cuando éste alcanzara la edad suficiente para ejercer el gobierno. A lo largo del desarrollo cultural del pueblo maya, la edad para contraer matrimonio ha variado considerablemente, (entre 14 y 21 años). Durante el periodo colonial, los matrimonios se acordaban entre las familias cuando los hijos eran aun pequeños; el compromiso se anunciaba cuando los futuros cónyuges alcanzaban la mayoría de edad. Los padres tenían gran cuidado de seleccionar una pareja adecuada para sus hijos, preferentemente de la misma comunidad y clase social. Como en todas las sociedades, existían ciertas restricciones relacionadas con el matrimonio: se consideraba incestuoso casarse con alguien que poseyera el mismo apellido, o que un viudo/a se casase con el hermano/a del cónyuge fallecido; en cambio, los matrimonios entre primos hermanos no estaban prohibidos. La costumbre de emplear un casamentero (ah atanzah) persiste aun en los distritos rurales del norte de Yucatán; dicho personaje se encarga de planear la ceremonia, así como acordar el monto de la dote, consistente en ropa y otros artículos, costeados por el padre del cónyuge, mientras que su madre preparaba ropa para él y su nueva esposa.
El día señalado para la ceremonia, parientes e invitados se reunían
en la casa del padre de la novia; cuando el sacerdote entraba a la casa, los padres le presentaban a la pareja; el sacerdote entonces pronunciaba un discurso enumerando los detalles del arreglo matrimonial; una vez finalizado, quemaba incienso y bendecía a la pareja. La ceremonia concluía con un banquete en el que participaban todos los asistentes.
Los divorcios eran frecuentes, y consistían en poco más que el simple
repudio del cónyuge. Tanto hombres como mujeres eran libres de separarse de sus parejas y buscar una nueva, aunque solamente la primera vez eran casados por un sacerdote. La costumbre dictaba que la viudez debía mantenerse al menos un año después de la muerte del cónyuge; después de lo cual podían casarse de nuevo sin ceremonia, simplemente acudiendo el hombre a la casa de la mujer, quien para indicar su aceptación, le ofrecía algún alimento.
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