David y Su Conocimiento de La Autoridad
David y Su Conocimiento de La Autoridad
David y Su Conocimiento de La Autoridad
Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu
mano, y harás con él como te pareciere. y se levant6 David, y calladamente corto la orilla del manto de Saúl. Después de
esto se turbó el coraz6n de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. y dijo a sus hombres: Jehová me
guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él,' porque es el ungido
de Jehová (1. de Samuel 24.4-6). y David respondi6 a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el
ungido de Jehová, y será inocente? . . . Guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová (1. de
Samuel 26.9,11). y le dijo David: ¿C6mo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? (2. de
Samuel 1.14).
Saúl salió a buscar a David al desierto de En-gadi. Durante el viaje se metió en una cueva en cuyos
rincones se hallaban sentados David y sus hombres. Estos le sugirieron a David que matara a Saúl; pero
él resistió la tentación, porque no se atrevió a alzar su mano contra la autoridad. En cuanto al
trono, ¿es que acaso David no era ungido por Dios? Y ya que estaba directamente involucrado en el plan
y la voluntad de Dios, ¿podía alguien prohibirle ser rey? ¿Por qué, pues, no debía David ayudarse para
serlo? ¿No sería acaso un buen paso ayudar a Dios a hacer su voluntad? Pero David creía firmemente
que no podía matar a Saúl. Hacerlo sería rebelarse contra la autoridad de Dios, dado que todavía estaba
la unción del Señor sobre Saúl. Aunque éste había sido rechazado, era, sin embargo, el ungido de Dios,
uno a quien Dios había establecido. Si le dieran muerte a Saúl en este momento, David podría ascender
al trono de inmediato y no habría necesidad de retrasar tantos años la voluntad de Dios. Pero David era
un hombre que sabía negarse a sí mismo. Prefería retrasar su propio ascenso al trono que ser rebelde. Por
eso es que finalmente llegó a ser la autoridad delegada de Dios.
Si los hombres han de servir a Dios, la sujeción a la autoridad es una necesidad absoluta. La obediencia
trasciende a lo que hacemos. Si David fuera a gobernar su reino pero no se sometiera a la autoridad de
Dios, sería tan inútil como Saúl. El mismo principio de rebelión opera en el Saúl del Antiguo
Testamento así como en el Judas del Nuevo Testamento: el primero perdonó lo mejor de las ovejas y los
bueyes, mientras que el segundo codició las treinta piezas de plata. La consagración no cubre el pecado
de la rebelión. David no se atrevió a matar a Saúl con sus propias manos para facilitar el plan y la
voluntad de Dios. Más bien, esperó que Dios obrara; en su corazón había una tranquila obediencia. Hasta
esa vez cuando cortó la orilla del manto de Saúl, se le turbó el corazón.
David era una persona que conocía la autoridad de Dios en su corazón. Aunque Saúl lo persiguió en
reiteradas ocasiones, se sometió a la autoridad de Dios. Hasta se dirigió a Saúl como "mi señor" o "el
ungido de Jehová". Esto revela un hecho importante: la sumisión a la autoridad no consiste en
someterse a una persona sino en someterse a la unción que está sobre esa persona, la unción que vino
sobre ella cuando Dios la ordenó como autoridad. David reconoció la unción que había en Saúl y que él
era el ungido de Jehová. En consecuencia, David prefería huir por su vida antes que extender su mano
para matar a Saúl. En verdad, Saúl desobedeció el mandamiento de Dios, por lo cual Dios lo rechazó.
Sin embargo, esto fue entre Saúl y Dios. La responsabilidad de David ante Dios era someterse al ungido
de Jehová.
David mantuvo la autoridad de Dios
David apoyaba plenamente la autoridad de Dios. Es precisamente esta característica la que Dios desea
recobrar. Una vez más, en el desierto de Zif, se presentó una ocasión similar a la de En-gadi. Por
segunda vez vino la tentación de matar a Saúl: éste yacía dormido y David se abrió paso hasta su
campamento. Abisai quería matar a Saúl, pero David se lo prohibió y le contestó con un juramento:
"¿Quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?" (10. de Samuel 26.9). Por
segunda vez, David perdonó a Saúl. Solamente se llevó la lanza y la vasija del agua que estaban a la
cabecera de Saúl. David prefería ser obediente a Dios y mantener la autoridad de Dios antes que salvar
su propia vida
En 1. de Samuel 31 y 2. de Samuel 1 leemos sobre cómo Saúl logró suicidarse con la ayuda de un joven
amalecita. El joven vino corriendo a David a buscar una recompensa, diciendo que él había dado muerte
a Saúl. Pero la actitud de David seguía siendo de completa abnegación y sumisión a la
autoridad de Dios. Así pues, le habló al joven, diciendo: "¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano
para matar al ungido de Jehová?" E inmediatamente ordenó que fuera muerto el joven portador de la
noticia.
Porque David mantuvo la autoridad de Dios, él lo reconoció como un hombre según su corazón. El reino
de David continúa hasta ahora; porque el Señor Jesús es un descendiente de David. Solamente pueden
ser autoridad los que se someten a la autoridad. Este asunto es sumamente serio. Es necesario que
extirpemos todas las raíces de rebelión de dentro de nosotros. Es absolutamente imprescindible que nos
sometamos a la autoridad antes de ejercer autoridad. La iglesia existe por causa de la obediencia. Ella no
tiene temor de los débiles sino de los rebeldes. Debemos someternos a 'la autoridad de Dios en nuestro
corazón antes que la iglesia pueda ser bendecida. Si hay un futuro para la iglesia o no, depende de
nosotros. Vivimos en días críticos.