Filosofía - Módulo 3
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Filosofía - Módulo 3
En este módulo veremos el pensamiento de Immanuel Kant, filósofo central para la cultura occidental. Con él, el
pensamiento moderno llegó a su culminación y su influencia sigue presente hasta nuestros días. Veremos, en
primera instancia, su teoría del conocimiento que constituye uno de los hitos fundamentales, porque se rompe con
todas las posturas realistas y se instaura el idealismo como corriente fundamental de pensamiento. Con ello se
instituye a la subjetividad como fundamento de toda reflexión acerca del mundo humano. Como contrapartida,
veremos en segunda instancia la cuestión ética y la consideración del hombre como ser libre y racional, por ende,
moral. Entenderemos la ética kantiana como una moral basada en la responsabilidad e intencionalidad de los actos
morales.
Mentira la verdad IV. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=nt3qo7psM8Q&t=188s
Introducción a la unidad
¿Por qué construimos y no conocemos la realidad?
Contenidos de la unidad
1- Idealismo trascendental.
En esta unidad veremos uno de los dos ejes fundamentales del pensamiento de Immanuel Kant, que consiste en el
problema del conocimiento, también llamado en filosofía, problema gnoseológico. Con la figura de Kant el
pensamiento moderno llega a su punto culminante. Cabe aclarar que, si bien la Modernidad filosófica comienza con
la Edad Moderna, es una etapa del pensamiento que se extiende más allá de este período histórico y llega hasta el s.
XX. Es por ello que el estudio de la filosofía kantiana es importante ya que tiene influencia en muchas de las
cuestiones fundamentales de nuestro tiempo.
El problema del conocimiento es un problema clave porque marca una manera particular de relacionarse el hombre
con el mundo o realidad. Con Kant se instala definitivamente la noción de “sujeto”, el ser humano es entendido a
partir de él y el idealismo —corriente filosófica que Kant inauguró— como fundamento y creador de la realidad. En
otras palabras, el mundo humano es una creación humana. Este “giro copernicano” que cambia el eje de toda la
realidad, va a ser el punto de partida de una visión del mundo que va a marcar la cultura occidental de forma
indeleble y cuyos frutos aún estamos observando.
Tema 1: El idealismo trascendental
Ruptura con el realismo
Kant nace en Köenigsberg, Alemania, en 1724. Hijo de una familia pietista de origen escocés, fue educado con un
fuerte espíritu religioso. Conocía todo el saber de su tiempo, y sentía una profunda admiración por la física de
Newton. Fue profesor de matemática, física, y metafísica, que eran las ciencias propias de su época.
Dedicó su vida entera al estudio y a la reflexión. Publicó numerosos trabajos de física, de cosmología y de otros
temas variados. Pero su nombre se hizo inmortal por las tres grandes obras del llamado “período crítico”. Estas obras
son: Crítica de la Razón Pura (1781), Crítica de la Razón Práctica (1787) y Crítica del Juicio (1790), en las que trata,
respectivamente, del problema del conocimiento, del problema moral y del problema estético.
Falleció en 1804, luego de una penosa y larga decadencia física y mental, sin haber salido nunca de su ciudad natal.
Toda la filosofía prekantiana había considerado que, en la relación del conocimiento, el objeto es dado a un sujeto
pasivo, que sólo debe recibir la información, como si fuera un espejo que refleja las características del ser.
Para ser más claros, para un realista, cuando conocemos algo, es decir, cuando tenemos el concepto de algo, por
ejemplo, “Caballo”, nuestra representación mental de dicho animal, se corresponde con los caballos concretos, que
están en el mundo, fuera de nosotros; hay una correspondencia entre lo que pensamos (conceptos) y lo que es
(cosas). Desde esta perspectiva, entonces, entendemos por realismo a la corriente que sostiene que cuando el Sujeto
conoce, accede a las cosas como son en realidad. En el realismo, como afirma Carpio:
“El sujeto cognoscente (…) es comparable a un espejo donde las cosas simplemente se reflejan. Tal “espejo” puede
reflejar las cosas mediante la razón (racionalismo) o mediante los sentidos (empirismo); pero en cualquiera de los
dos casos el esquema es exactamente el mismo: conocer quiere decir reflejar, reproducir las cosas. (Carpio, 2004,
p. 230)”
Tenemos entonces que, tanto racionalismo como empirismo son posturas realistas, la discusión entre ellos era cuál
era la verdadera realidad, la que me da la razón —racionalismo— o la que me brindan los sentidos —empirismo—.
Podríamos ubicar en principio al racionalismo de Descartes y el empirismo de Hume dentro del racionalismo. Como
afirma Carpio:
“El racionalismo sostiene que puede conocerse con ayuda de la sola razón, gracias a la cual se enuncian
proposiciones del tipo: “la suma de los ángulos interiores de un triángulo es igual a dos rectos”. Estos son juicios se
caracterizan por ser necesarios y universales, es decir, que valen para todos los casos (universales) y que no
pueden ser de otra manera (necesarios). Un saber, pues, que realmente merezca el nombre de conocimiento -dice
el racionalismo- tiene que ser necesario y universal. (Carpio, 2004, p. 229)”
Por su parte, el empirismo acusa de dogmático al racionalismo, pues considera que la razón es una facultad limitada
que nos brinda conocimientos abstractos:
“El empirismo, en cambio, sostiene la tesis contraria: el único conocimiento legítimo, y el fundamento en general
de todo conocimiento, es la experiencia, vale decir, los datos que proporcionan los sentidos. Hume admite, hasta
cierto punto, el valor de la razón, pero enseña que los conocimientos que ella suministra son simplemente análisis
de nuestras ideas, se refieren a las relaciones entre ideas que nosotros mismos hemos formado de manera
relativamente arbitraria, ignorando si en el mundo empírico hay algo que les corresponda (…). Según el empirismo,
no puede conocerse absolutamente nada acerca de las cosas en sí, sino sólo los fenómenos que se dan en la
experiencia. (Carpio, 2004, p. 229)”
Sin embargo, racionalismo y empirismo tienen algo en común: ambos pertenecen al realismo lo que significa que
ambas posturas sostienen que el conocimiento humano se refiere a una realidad que va más allá del propio sujeto
que conoce; en el caso de Descartes, la razón nos conduce a una serie de verdades que no pueden ser ni creadas, ni
modificadas por el hombre. En el caso de Hume, los sentidos nos proporcionan datos de una realidad concreta que
tiene una existencia autónoma, más allá del sujeto, conocer significa acceder a esos datos tal y como son en realidad.
El sujeto cognoscente (…) es comparable a un espejo donde las cosas simplemente se reflejan. Tal “espejo” puede
reflejar las cosas mediante la razón (racionalismo) o mediante los sentidos (empirismo); pero en cualquiera de los
dos casos el esquema es exactamente el mismo: conocer quiere decir reflejar, reproducir las cosas.
Lo que se refleja será en cada caso diferente, porque para el racionalismo se tratará de copiar las cosas en sí
mismas, el fundamento último de ellas, y para el empirismo se mostrará en el espejo solamente el fenómeno, la
apariencia de las cosas; pero en los dos casos, repetimos, el conocimiento se concibe como actitud
fundamentalmente pasiva. (Carpio, 2004, p. 230)
Es decir que, según el realismo, conocer es una actitud completamente contemplativa y pasiva. Sin embargo, como
veremos, Kant va a proponer una nueva forma de concebir el proceso de conocimiento, donde el sujeto no va a ser
pasivo, sino activo: es el sujeto quien constituye al objeto. Contraponiéndolo al realismo, Kant llama a su postura
idealismo trascendental, realizando un cambio total en la concepción del conocimiento.
El cambio realizado por Kant en la concepción del conocimiento se ha dado en llamar giro copernicano, nombre
inspirado en la revolución científica que produjo el astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), quien dio un
viraje radical para la cultura y la ciencia occidentales. Según la visión de Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.), la Tierra
estaba en el centro del universo y el Sol giraba alrededor de ella; Copérnico formuló lo contrario: es el Sol el que está
en el centro y es la Tierra la que gira a su alrededor (esta teoría se terminó de demostrar un siglo después por Galileo
Galilei). Del mismo modo, Kant invirtió la relación entre el sujeto y el objeto en el ámbito del conocimiento: según el
realismo, el objeto era dado con sus propiedades desde afuera y el sujeto debía limitarse a reproducirlas en una
actitud pasiva. Esto determina que para determinar si nuestro conocimiento es válido o no, debemos referirnos
necesariamente al objeto. Para ser más claros, conocer algo implica poder pensarlo, pero nuestro pensamiento sobre
algo es verdadero cuando coincide con el objeto pensado. Por lo cual, es el objeto el que determina si el saber es
verdadero o no. Según el idealismo que propone Kant, por el contrario, el objeto no es dado, sino que es constituido
por el sujeto, quien mantiene una actitud activa en el momento de conocer. Ahora bien, es necesario aclarar dos
cosas: En primer lugar, el sujeto no crea al objeto “a partir de la nada” (en ese caso podríamos llegar a pensar que el
mundo exterior es en realidad una alucinación nuestra). El sujeto constituye al objeto aplicándole una especie de
“moldes” que ya trae consigo, al material dado por las sensaciones. Esto significa que, sin una experiencia inicial, no
puede haber conocimiento. En esto el idealismo kantiano se acerca al empirismo: El conocimiento comienza con la
experiencia, sin un material dado por las sensaciones, el sujeto no tendría a qué aplicarle sus moldes, y no podría
confeccionar un objeto. Ahora bien, según el empirismo, la mente del sujeto está vacía cuando nace, y se va
“llenando” de ideas a partir de que va teniendo impresiones (experiencia). Sin embargo, y en esto la posición
kantiana se acerca al racionalismo, pues, según Kant, la mente del sujeto no está vacía. Si bien es cierto que no hay
ideas ni conocimientos innatos, lo que sí tiene el sujeto es una especie de moldes, pero que carecen de contenidos;
estos moldes son estructuras de la razón constitutivas del hombre desde que nace. Estas estructuras o moldes
racionales son, en lenguaje kantiano, a priori, es decir, independientes de toda experiencia. Kant hace una distinción
entre conocimientos a priori y conocimientos a posteriori. Los conocimientos a priori, son aquellos que no provienen
de experiencia alguna, vale decir, conocimientos que no se pueden adquirir por los sentidos; el ejemplo más claro de
esto son las matemáticas. Los conocimientos a posteriori, por el contrario, son los que provienen de la experiencia
observable, o sea, sensible; ejemplo de estos conocimientos son los colores, los sabores, etc. Retomando con lo que
veníamos diciendo, el sujeto está constituido por estos moldes racionales y a priori, los que sin el material dado por
la experiencia, permanecerían siempre vacíos y no sería posible el conocimiento. Pero, por otra parte, si sólo
tuviéramos datos sensibles, es decir, a posteriori, tampoco podríamos conocer, porque no es directamente de la
experiencia de donde surge el conocimiento, ya que la experiencia no nos da el objeto acabado, sino que nos da
sensaciones desordenadas, que el sujeto ordena gracias a los moldes que trae consigo.
En resumen, para que haya conocimiento, según el idealismo kantiano, es necesario que, por un lado, los sentidos
nos proporcionen las impresiones, que son los datos sensibles, pero estos datos deben ser ordenados y unificados
por las estructuras o moldes de la razón. A modo de ejemplo: Supongamos que queremos hacer una torta. Si sólo
tenemos los ingredientes sueltos, no podríamos hacerla: es necesarios ponerlos en un molde para darle forma. Si
sólo tenemos los moldes vacíos, tampoco podemos realizar una torta, ya que necesitaríamos el material para llenar
los moldes. Ahora bien, la analogía es la siguiente: imaginando que la torta del ejemplo es en realidad el objeto, el
sujeto tiene a priori lo moldes, y las sensaciones que vienen de la experiencia le otorgan el material. Por eso es que,
según Kant, son necesarias ambas cosas para confeccionar el objeto y así tener conocimiento: la experiencia, que nos
da el material a través de las sensaciones, y el entendimiento, que nos da los moldes para darle forma a ese material.
En este sentido podría considerarse a la posición de Kant como una síntesis del racionalismo y el empirismo.
El giro copernicano
Ahora bien, ya sabemos por qué dice Kant que el objeto es una creación del sujeto. Pero aquí reaparece otro punto
que ya hemos mencionado, el tema del giro copernicano y la carga de la verdad. Habíamos dicho que, para el
realismo, la verdad de un conocimiento estaba dada por su coincidencia con el objeto; esto cambia rotundamente
con el idealismo. Como decíamos, sujeto conoce a partir de la experiencia sensible, es decir, lo que nos muestran los
sentidos. Pero, como ya habíamos visto con Descartes, los sentidos son engañosos, no captan las cosas como
verdaderamente son, sino que su posibilidad de captación es limitada; por otra parte, las estructuras de la razón dan
forma a estas impresiones, por lo cual, el objeto de conocimiento construido por el sujeto, jamás va a coincidir con la
cosa como es en sí misma.
Supóngase que todos los seres humanos naciesen con gafas de cristales azules; que esos anteojos formasen parte
de nuestro órgano visual, de tal manera que quitárnoslos equivaldría a arrancarnos a la vez los ojos; y
supongamos, además, que no nos diésemos cuenta de que tenemos puestos tales anteojos. Entonces ocurriría que
todo lo que viésemos se nos aparecería azul, lo cual nos llevaría a suponer, no que las cosas las “vemos” azules,
sino que realmente “son” azules -aunque la verdad fuese que en sí mismas no son azules, sino que nosotros, en la
medida en que las miramos, es decir, conocemos, estaríamos contribuyendo a otorgarles un cierto carácter, las
estaríamos “azulando”. De este modo conocer no sería ya mero reflejar las cosas, sino operar sobre ellas,
transformándolas. Para Kant, según esto, conocer es ante todo “elaborar” las cosas para que estén en condiciones
de constituir objetos. (Carpio, 2004, p. 231)
Tenemos, entonces, que si el objeto es creado por nosotros de la manera descripta en el punto anterior, eso significa
que no conocemos las cosas “tal cual son” (como en el ejemplo dado de los anteojos de colores). Kant no niega que
exista un mundo exterior a la mente del sujeto, lo que llamaríamos el mundo “real”. Pero la cuestión es que no
tenemos un acceso directo al mismo.
En resumen, según el idealismo de Kant, para que haya conocimiento tenemos que partir del material que nos
proveen los sentidos, es decir, las impresiones; pero estas impresiones para que tengan algún sentido, deben ser
ordenadas por la razón; ejemplo, cuando comemos una manzana, sentimos un sabor dulce, un color rojo, una
textura crujiente; pero para que podamos representarnos la manzana como una cosa unificada, tienen que operar
nuestra razón para ordenar esas sensaciones. Ahora bien, esta representación mental construida por nosotros, es
lo que Kant llama “fenómeno” (término que viene del phainon griego y que significa “fantasma”). El fenómeno es
lo único que podemos conocer, por ello, es nuestro objeto de conocimiento. Existen también una serie de
pensamientos que el sujeto tiene que no contienen ningún material sensible; ejemplo de esto es la idea de Dios.
Estas ideas vacías son lo que Kant denomina noúmenos (término que también viene del griego y alude a entidades
que no tienen existencia concreta). Los noúmenos son las ideas especulativas, carentes de contenido material; por
lo cual, estas ideas no nos proporcionan conocimiento alguno. Esto explica por qué para Kant, la metafísica no
constituye ningún saber, es sólo especulación.
Aclaremos un poco más cómo se da este proceso y en qué consisten estos moldes vacíos. Según Kant, en el proceso
del conocimiento intervienen dos facultades: la sensibilidad y el entendimiento, que contienen representaciones:
intuiciones y conceptos. La sensibilidad representa el aspecto pasivo del conocer: en ella están las intuiciones, que
reciben las sensaciones dadas por la cosa en sí, que se encuentra en el exterior. Estas sensaciones son recibidas, en
primer lugar, por las intuiciones puras (a priori), que serían los primeros tipos de moldes que tiene el sujeto. Estas
intuiciones puras son dos:
Espacio.
Tiempo.
Es decir que el espacio y el tiempo no están en la realidad, sino que el sujeto ordena las sensaciones
espaciotemporalmente para poder comprenderlas. También existen intuiciones empíricas: estas no son a priori, sino
que dependen de la experiencia: son las sensaciones causadas por la cosa en sí (lo que Hume llamaba impresiones de
sensación).
Por otra parte, en el entendimiento representa el aspecto activo del conocimiento. Así como en la sensibilidad
residen las intuiciones, en el entendimiento hay conceptos. Y estos también pueden ser puros o empíricos. Los
conceptos puros (a priori), son el otro tipo de moldes (además del espacio y el tiempo), que permiten no sólo recibir
las sensaciones, sino terminar de darles forma. De este modo, con las formas puras espacio-tiempo el sujeto
conforma los fenómenos, y con las formas puras del entendimiento (conceptos puros) puede pensar los fenómenos y
armar las proposiciones a las que Kant llama juicios.
Hasta aquí, hemos realizado un breve desarrollo de la teoría del conocimiento Kantiana; nos hemos detenido en
algunas cuestiones básicas, cabe aclarar que el pensamiento de Kant acerca del conocimiento y cómo se produce
es mucho más arduo y extenso. Nos conformamos aquí con una mera introducción.
Cierre de la unidad
Ahora bien, el fenómeno es una representación humana mediada por los sentidos limitados y la razón ordenadora,
es decir, poco tiene que ver con cómo es la realidad en sí misma. De aquí que no conocemos la realidad, sino que
construimos la realidad. En otras palabras, el mundo humano es una construcción humana que poco tiene que ver
con la realidad en sí misma.
Conclusión
La teoría gnoseológica kantiana marca alguno de los hitos más importantes de la filosofía de Occidente. La ruptura
con el realismo deja claro, por un lado, los límites del conocimiento humano y la división absoluta entre el sujeto y la
naturaleza, pero, por otro lado, le da un lugar se supremacía al hombre frente al mundo hasta ese momento
desconocido.
Hemos visto a lo largo de la unidad algunos de los aspectos básicos del profundo análisis que realiza Kant de las
condiciones de posibilidad de conocimiento para el sujeto. Esta forma de relación del hombre con el mundo, es decir,
esta relación del sujeto que conoce con su objeto de conocimiento está en las bases de las diversas ciencias
occidentales, y en muchas de las demás formas de vida occidentales.
Bibliografía:
Lectura obligatoria
Carpio, A.(2004) Carpio, Adolfo (2004); Principios de Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Editorial Glauco.
Capítulo X. PP. 227-237 y 244-247.
Como, M. (2010); Fundamentos de la filosofía Occidental; Buenos Aires, Argentina; Leuka 2010. Capítulo V.
PP. 101-109.