Instituto de Estudios Iniciales - Prácticas Culturales
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M- Buenas días, buenas tardes o buenas noches, mi nombre es Maite Diorio y estoy con
Guillermo Dandrea. Somos profes de Prácticas Culturales y en está audioguía vamos a
hablar sobre identidad, género y masculinidades.
G- Hola soy Guillermo y para comenzar nos gustaría plantear algunas preguntas que nos
ayuden a problematizar los mandatos, los privilegios, las relaciones de desigualdad y de
complicidad en nuestras sociedades. Partimos de una idea ya repetida en nuestra materia:
la cultura es central en la construcción de nuestras posibilidades de ser: ¿qué posibilidades
tenemos de ser lo que queremos?, ¿cómo nos convertimos en lo que somos?, ¿Qué
significa ser varón?, ¿Qué significa ser mujer?, ¿Qué significa ser otra identidad que no
sean ninguna de estas dos y cómo podemos salirnos de ese molde?
G- Ya sabemos que para nuestra materia la identidad no es una esencia, o sea que se
construye en relación con otras y otros, y que puede cambiar. En esta clase nueve seguimos
reflexionando sobre cómo se construye esa identidad: cómo llegamos a reconocernos como
varones o mujeres. Porque...no hay una sola forma de serlo, pero a veces...hay estereotipos
que actúan como si construyeran esa única forma de ser, una norma…una...solo una. Por
eso hablamos de masculinidades normativas, que son las que se ajustan a ese deber-ser.
Entonces nos podríamos preguntar: ¿Por qué existen mandatos acerca de cómo debemos
ser? ¿existen masculinidades no normativas?
M- Sí claro, hay un abanico de masculinidades, no existe sólo una forma de ser varón. Pero
¡vamos al comienzo de todo para entender mejor esto! Podríamos decir que no se nace
varón sino que se llega a serlo. O sea, no importa tanto si tenés determinados genitales, lo
que importa es cómo la sociedad interpreta que alguien sea masculino. Así se fomentan
unos comportamientos, se reprimen otros y se transmiten ciertas convicciones de lo que
significa ser varón. Esto lo vemos, por ejemplo, en ciertas representaciones como “jugar a la
pelota es de varones” o “los hombres no lloran”.
Al final entendemos a las masculinidades como una identidad de género más. ¡Pensemos
juntes, ayudados con algunas ideas de la socióloga argentina Eleonor Faur!
Ella sostiene que el género es una construcción cultural que organiza el mundo a partir de la
diferencia sexual entre las personas. Una manera típica es definir la diferencia sexual a
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partir de la genitalidad. Cuando un bebé nace hay que llenar el casillero que dice “sexo” en
la partida de nacimiento, con una F de femenino o con una M de Masculino. Lo que se
observa para definir la F o la M son sus genitales. Incluso antes, en las primeras ecografías
los médicos y las familias sentenciamos el sexo del bebé por nacer en base a ese dato. Esta
manera de pensar supone que el sexo es un dato biológico, algo indiscutible e inalterable.
G- Claro, pero como hablamos de una idea que no es fija sino que se construye, podríamos
pensar que contar con esa genitalidad no es algo definitivo. Entender esto puede parecer
algo complicado, pero estamos en prácticas culturales y hacernos estas preguntas nos
permite comprender que el mundo está cambiando y que nuestra manera de entender los
géneros también está transformándose, es más, a veces no terminamos de encontrar las
palabras para narrar lo que nos sucede.
Ahora sabemos que a las personas que se identifican con el género asignado al nacer, se
las llama cisgénero. Esta palabra, cisgénero, que todavía es desconocida para muchas
personas, surgió para nombrar algo que antes se tomaba como natural. Ahora, sabemos
que no, que no es natural y que tiene un nombre.
Hace muy poco tiempo el gobierno nacional emitió un decreto que adapta la ley del Registro
Nacional de las Personas y se incluyó la opción X para trascender las categorías binarias M
y F. Tachar el binomio que figura bajo la palabra “sexo” en los DNI admite que para la
identidad de género hay un más allá de la biología. Esta modificación comprende a las
personas que se identifican como no binaries, pero también aquellas identidades lesbianas,
trans, travestis, maricas, intersex, queer, transbianas, fluídxs y + (sabiendo que en ese “+”
hay una nomenclatura quizá tan grande como personas existan) que no se nombran ni
varón ni mujer.
G- Tal cual Maite además...el sentido común hegemónico asocia un cuerpo de determinadas
características biológicas a un género. Pero me parece que tenemos que hacer el esfuerzo
para no naturalizar esas ideas. Porque los varones cisgénero, o sea los que nos
identificamos con el sexo que se nos asignaron al nacer, no somos los portadores
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naturales de la masculinidad, sino en todo caso el resultado más deseado por el dispositivo
de masculinidad en singular.
M- Maffia y Scott nos invitan a preguntarnos por qué vivimos en un sistema social donde la
genitalidad y el sexo son considerados datos tan importantes como parámetro de fuerza,
éxito o valentía.
Pensemos en los usos coloquiales que hacemos con relación a la genitalidad. Expresiones
como “poner huevos”, “estar agarrado de las pelotas”, “la concha de su madre” y aquí
paramos antes de que nos escandalicemos demasiado. Cada una de esas expresiones
podrían ser reemplazadas por una palabra y si hiciéramos la cadena de equivalencias
discursivas rápidamente notaremos que el pene y los testículos remiten…la mayoría de las
veces a la fuerza, el coraje, la valentía y el riesgo. Mientras que la vulva y la vagina remiten
a insultos. “Ser una conchuda”, ser un sujeto con vulva, es sinónimo de ser una persona
difícil, jodida e incluso…maldita!
Bueno, si prestan atención a lo que dije no es más que lo que vimos en la unidad anterior,
hablaríamos de violencia simbólica, ¿no?
G- Sí claro. Lo que pasa es que está tan naturalizada que muchas veces no nos damos
cuenta. En 2019 se promulgó una Ley para accionar contra esas prácticas naturalizadas en
los ámbitos estatales. La universidad, como parte del Estado nacional, adhirió a esa ley. Se
trata de la Ley Micaela, que se llama así en conmemoración de Micaela García, una joven
entrerriana de 21 años, militante política del Movimiento Evita, que fue víctima de femicidio
en 2017 a manos de Sebastián Wagner, quien se encontraba en libertad condicional. En el
crimen de Micaela también hay responsabilidad del Estado porque hubo un juez que liberó
al femicida y la policía que no actuó frente a una denuncia de abuso previa, y por esto...el
objetivo de la ley es alertar a los agentes del Estado...a todos eh...para que actúen como
corresponde.
Finalmente entonces reconocemos que el objetivo de la ley Micaela es capacitar a las y los
agentes del Estado en materia de género y violencia contra las mujeres….a partir de
implementar contenidos transversales y promover un proceso de transformación cultural en
todo el personal del Estado, en todas sus jurisdicciones y en todos sus ámbitos.
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de masculinidad. Esto…genera un conflicto que a veces se manifiesta entre culpas, el
silencio cómplice o las resistencias.
M- Sin embargo, también es probable que esos varones subordinados tengan posiciones
sociales más ventajosas que las mujeres con las que comparten un mismo grupo social en
términos de clase, etnia u orientación sexual ¿no? Dijimos que la masculinidad normativa es
un dispositivo de poder como conjunto de discursos y prácticas, en las que no socializamos
todos, es decir todas las identidades, que asume que el tiempo, el cuerpo, la disposición y
un gran etcétera, de las mujeres deber estar a disposición de los varones normales. Además
de la dimensión "normalizadora", está la dimensión normativa de la masculinidad "normal".
Quiero decir, la idea de que se ejerce y practica con la humillación y la violencia como
"correcciones" no solo contra mujeres si no también entre los propios varones y para con
otras identidades.
G- Podríamos concluir que existen masculinidades en plural. Que no hay una sola forma de
ser varón. Y que la masculinidad es un conjunto de discursos y de prácticas cuyo resultado
es una división sexual del trabajo, donde muchas veces las tareas de fuerza se le asignan a
varones, una desigual distribución de las tareas de cuidado, los micromachismos presentes
en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, trabajos, escuelas, facultades, vínculos
familiares y afectivos, clubes, iglesias, hospitales, comercios, ferias...y en todos los
privilegios que fuimos nombrado antes. En casos extremos ... .también podríamos hablar de
las prácticas de violencia y abuso que lamentablemente suceden, y que a veces se toleran
en el marco del patriarcado.
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