Estudio Sobre El Comportamiento Explosivo Del Fuego en Incendios Forestales
Estudio Sobre El Comportamiento Explosivo Del Fuego en Incendios Forestales
Estudio Sobre El Comportamiento Explosivo Del Fuego en Incendios Forestales
ESTUDIO SOBRE EL
COMPORTAMIENTO
EXPLOSIVO DEL FUEGO
EN INCENDIOS
FORESTALES
TRABAJO FINAL DE GRADO EN INGENIERÍA FORESTAL Y
DEL MEDIO NATURAL, CURSO ACADÉMICO 2019/2020
RESUMEN
En pleno siglo XXI, a pesar de los avances exponenciales en ciencia e
investigación, aún existen fenómenos naturales que el ser humano no ha llegado a
comprender. Uno de ellos es el comportamiento explosivo del fuego en incendios
forestales. Este comportamiento es muy similar al que pueden tener los ya estudiados
“backdraft” y “flashover”, y que ocurren en incendios de interior.
Según diversos estudios, cuando se dan determinadas condiciones en el medio
natural (tanto climáticas, topográficas, modelo de combustible vegetal, etcétera), un
frente de fuego puede llegar a avanzar a más de 120 kilómetros por hora. Son muchos los
casos y testimonios, varios de ellos expuestos en este trabajo, los que evidencian la
existencia de este tipo de fenómeno. Lamentablemente, tras él se esconde un número
alarmante de víctimas mortales ya que este avance tan rápido y repentino de las llamas
suele sorprender a los equipos de extinción. Son varias las corrientes de investigación que
tratan de sentar bases en un tema tan delicado como este, pero sin llegar a las mismas
conclusiones. Existen contradicciones entre las diferentes teorías, y la ciencia oficial está
lejos de llegar a un consenso.
Por tanto, en el presente estudio se analizan los procesos que rigen el desarrollo
de estos fenómenos deflagrantes, en base a las corrientes de investigación existentes y a
diversos sucesos reales que se han documentado. Mediante el análisis de esta información
se pretende llegar a una conclusión propia acerca del fenómeno, además de establecer
mecanismos de prevención. Es evidente que estos sucesos no pueden ser erradicados,
pero sí mitigar sus consecuencias y tratar de establecer las condiciones en las que ocurren
para poder detectarlos a tiempo.
I
TITTLE: RESEARCH ABOUT BLOW-UP FIRE BEHAVIOUR IN
FORESTRY FIRES
ABSTRACT
In the 21st century, despite all exponential advances in science and research, there
are still natural phenomen that human beings have not come to understand. On of them is
the explosive behavour of fire in wildfire. This behaviour is very similar to those already
studied backdraft and flashover, that occur in indoor fires and which the activity teams
are very prepared.
According to some studies and researches, when there are critical conditions (both
climatic conditions, topography, fuel modelo f vegetation, etc.) a fire front can reach more
than 120 kilometers per hour. There are many cases and testimonies, some of them
exposed in this research, which shows the existence of this type of phenomenon.
Unfortunately, behind him hides an alarming number of fatalities due to this rapid rate of
speed and regretting the flames often surprise firefighters. There are several stream of
research that try to lay the groundwork on a subject as sensitive of this deflagrant
phenomenon, but without reaching the same conclussions. There are contradictions
between different theories, and oficial science is far from reaching a consensus.
Therefore, the objective of the study is to evaluate currently existing theories and
apply them to cases founded development of this blowup fires, based on established
theories and some fatalities that have been documented. It’s intended to evaluate the
meaning of these theories is better focused on explain the phenomenon, in addition to
establish bases for its prevention. It’s evident that such a phenomenon cannot be
eradicated, but it’s posible mitigate his consequences and try to explain the contitions in
which happen in order to prevent it on time.
Key words: blowup fires, deflagrant phenomenom, firefighters, fatalities, theories,
prevention.
II
ÍNDICE DE LA MEMORIA
1. Introducción ....................................................................................... 1
2. Antecedentes ....................................................................................... 2
3. Objeto del estudio............................................................................... 4
4. Material y métodos ............................................................................. 5
4.1. Teorías sobre el fenómeno ........................................................... 5
4.1.1. Generalized Blaze Flash ........................................................ 5
4.1.2. Fuegos eruptivos .................................................................... 7
4.1.3. Tormenta ígnea ...................................................................... 8
4.2. Selección de casos ......................................................................... 9
4.3. Material gráfico .......................................................................... 10
5. Resultados y discusión ..................................................................... 10
5.1. Casos de estudio ......................................................................... 10
5.1.1. Mann Gulch Fire, 1949 ........................................................ 11
5.1.2. Millares, 1994 ....................................................................... 13
5.1.3. Alájar, 1999 .......................................................................... 15
5.1.4. Riba de Saelices, 2005 .......................................................... 17
5.1.5. Kornat, 2007 ......................................................................... 19
5.1.6. Horta de Sant Joan, 2009 ..................................................... 22
5.1.7. Torremanzanas, 2012........................................................... 24
5.1.8. Pedrògão Grande, 2017 ....................................................... 26
5.1.9. Peshtigo, 1871 ....................................................................... 28
5.2. Discusión general ....................................................................... 31
6. Conclusión ........................................................................................ 36
7. Bibliografía ....................................................................................... 38
III
ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 2. Comportamiento del grupo y del fuego en el Mann Gulch Fire (Rothermel,
1993). ......................................................................................................................... 11
Figura 3. Ortofoto de la zona respecto a Millares (parte superior derecha) vista desde
dirección este. En rojo, el lugar de la tragedia. En amarillo, el área comprendida por la
deflagración. ............................................................................................................... 14
Figura 4. Las cuatro fases del incendio, representadas sobre una fotografía del lugar
tomada días después. En rojo, el lugar del atrapamiento (Rodríguez, 1999). ................ 16
Figura 9. Isócronas del incendio. Se muestran los puntos donde fallecieron las
víctimas durante la gran tormenta de fuego. ................................................................ 27
Figura 11. Imagen de gases confinados por la formación de una inversión térmica. . 34
IV
ÍNDICE DE TABLAS
V
1. Introducción
Los incendios forestales son uno de los fenómenos más erráticos e imprevisibles que existen
en la naturaleza. Es cierto que el comportamiento del fuego, sujeto a leyes físicas y químicas bien
conocidas, ha sido estudiado por la ciencia oficial hasta llegar a un punto de conocimiento muy
avanzado. Sin embargo, en el desarrollo de un incendio hay un factor casi tan importante como el
propio fuego: el escenario en el que se produce. Durante siglos el ser humano ha tratado de
combatir los incendios principalmente cuando éstos afectaban a sus hogares o cultivos. Esta
tendencia de limitar al ámbito urbano los esfuerzos y conocimientos en extinción se mantuvo
hasta los inicios del pasado siglo. Fue entonces cuando aparecieron los primeros cuerpos de
bomberos forestales, concretamente el Servicio Forestal de los Estados Unidos en 1905. Hasta
entonces, el único método empleado para combatir los incendios forestales era la protección de
los núcleos de población y esperar a que las lluvias hicieran el trabajo.
Que históricamente se hayan destinado muchos más recursos y tiempo a investigar los
incendios de interior explica el grado de desconocimiento existente acerca de los ocurridos en la
naturaleza. Además, un escenario forestal es mucho más complejo que una habitación o edificio,
y la disponibilidad de combustible que tienen las llamas es infinitamente mayor. No fue hasta
finales del siglo pasado cuando muchos países afectados por los grandes incendios tomaron
conciencia de la problemática y comenzaron a desarrollar mejores equipos y técnicas en extinción,
siguiendo la estela de Estados Unidos y Canadá, los dos mayores referentes en este ámbito. Pese
que se ha avanzado a grandes pasos, aún queda mucho por explicar.
Dentro de los incendios forestales, uno de los fenómenos que más controversia crea en la
comunidad científica son los denominados fuegos explosivos, fuegos eruptivos, blow-up fires,
generalized blaze flash, efecto chimenea, y un largo etcétera de acepciones, hecho que muestra la
falta de acuerdo entre los investigadores. En resumen, todos estos términos tratan de explicar un
fenómeno consistente en una combustión prácticamente instantánea de una determinada
superficie forestal, cuyo poder calorífico y destructivo se traduce en velocidades de avance del
frente que pueden superar los 100 km/h, y temperaturas superiores a los 1000°C. El frente de
llamas, de manera prácticamente súbita, se acelera en velocidad e intensidad sorprendiendo a los
equipos de extinción y cobrándose incontables vidas desde que se tienen registros. Pese a suponer
un grave peligro para los que combaten el fuego en primera línea, son pocos los investigadores
que se han aventurado a estudiar y dar explicación a este fenómeno. Es de vital importancia
prevenir este tipo de fuegos para mitigar sus fatales consecuencias, sobre todo cuando están en
juego vidas humanas. Sin embargo, el mundo de la extinción no parece haberlos tenido muy en
cuenta. En España, este fenómeno apenas es nombrado en algunos manuales, siendo
prácticamente obviado en la formación de personal y en la investigación y peritaje de incendios
forestales.
El presente estudio pretende incidir en el peligro que suponen estas deflagraciones para los
bomberos y en la necesidad de establecer métodos que ayuden a prevenirlo, tratando de conocer
las condiciones bajo las cuales se produce. Para ello se evaluarán diversos casos reales y se
aplicarán a las diversas teorías existentes en la actualidad, tratando de establecer un enfoque lo
más cercano posible a la realidad y de poner en común los puntos más fuertes de cada corriente.
De ahora en adelante, a este tipo de fenómenos se les denominará DEFLAGRACIONES
FORESTALES (DF), considerándose un término más descriptivo y adecuado que los ya
acuñados por otros autores.
1
2. Antecedentes
Para entender el proceso por el cual se produce una deflagración forestal (DF) se deben
estudiar los conceptos básicos del comportamiento del fuego en un incendio forestal. Cuando se
aplica una fuente de calor continuada a determinado material, éste entrará en estado pirólisis, que
se puede definir como la ruptura o descomposición de la materia por efecto del fuego o de una
fuente de calor. Aparecen entonces nuevos compuestos más simples, los cuales formaban el
material de partida. Algunos de estos compuestos son los gases inflamables que darán lugar a la
combustión, pero este efecto es posterior ya que en la pirólisis no interviene el oxígeno. La madera
está compuesta principalmente de carbono (50%), oxígeno (42%), hidrógeno (6%) y pequeñas
proporciones de componentes que suelen convertirse en ceniza. El gas inflamable que en mayor
proporción emite la pirólisis de la madera es el monóxido de carbono (CO), seguido del hidrógeno
(H) y el metano (CH4). Estos gases son los que entran en proceso de combustión.
Para que se produzca una combustión se precisan los tres elementos del denominado
triángulo del fuego, que deben estar presentes en una proporción adecuada. Éstos son:
combustible (gases inflamables), comburente (generalmente oxígeno) y un punto de calor o
ignición. Además, es necesaria una reacción en cadena para que un incendio se desarrolle. Cuando
los gases inflamables entran en contacto con el oxígeno ambiental se produce una reacción de
reducción-oxidación (comúnmente conocida como RedOx) y con la aplicación de un punto de
ignición tiene lugar la inflamación de estos gases. Se trata de un proceso exotérmico en el cual se
libera energía (calor) y luz (llama). En el caso de la madera, la cantidad media de energía liberada
en el proceso de combustión es de unos 1200 KJ/kg.
Para que un gas inflamable entre en proceso de combustión no sólo hace falta oxígeno y
un punto de ignición, sino que además es preciso que este gas tenga la concentración adecuada.
La concentración mínima necesaria para que ocurra la combustión se conoce como límite inferior
de inflamabilidad (LII), y el máximo a partir del cual no arderá el gas (por falta de oxígeno) es
el límite superior de inflamabilidad (LSI). Por tanto, al intervalo de concentración comprendido
entre ambos límites es denominado rango de inflamabilidad. Otro concepto interesante es la
mezcla estequiométrica (ideal), que es la proporción exacta en la cual todo el oxígeno y
combustible presente habrá ardido, liberando las mayores cantidades de energía.
En el transcurso de un incendio forestal se producen gases inflamables, que pueden
disiparse en la atmósfera o pueden acumularse en la superficie ocupando espacios en el monte de
mayor o menor extensión, y con concentraciones variables. Esto se debe a que la energía por
convección y radiación que emite el propio incendio va precalentando y haciendo entrar en estado
de pirólisis el combustible circundante. Cuando se alcanza la concentración suficiente de gases
(LII), con la energía desprendida del propio incendio, entran en ignición. La intensidad del fuego
variará según la cantidad de estos gases y la proximidad de su concentración a la mezcla
estequiométrica. También se inflaman si alcanzan el punto de autoignición, que es la temperatura
mínima a partir de la cual un material combustiona sin la necesidad de aplicar una fuente de
ignición. A continuación se muestran los valores más importantes de los principales gases
inflamables procedentes de la pirólisis de la madera:
Tabla 1. Valores vinculados a la ignición del monóxido de carbono (CO), metano (CH4) e hidrógeno (H).
2
En incendios de interior, estos procesos pueden dar lugar a fenómenos en los que el fuego
se intensifica de manera súbita liberando enormes cantidades de energía. Principalmente existen
dos de ellos, y se conocen en la literatura anglosajona como flashover y backdraft.
La asociación estadounidense NFPA (National Fire Protection Assotiation) define
flashover como “la fase transitoria en el desarrollo de un incendio de interior en el que las
superficies expuestas a la radiación térmica alcanzan su temperatura de autoinflamación de una
manera casi simultánea y el incendio se extiende rápidamente por todo el espacio disponible
generalizándose en todo el recinto” (NFPA, 2017). Este fenómeno es muy habitual en fuegos de
interior, y suele ser el paso entre la etapa inicial y un incendio completamente desarrollado. Los
gases calientes confinados en el techo tienen una temperatura más o menos uniforme, y la
radiación que emiten calienta el recinto por igual. Es por ello que la mayoría de los elementos
alcanzan de manera prácticamente simultánea su punto de autoignición y se produce una
combustión generalizada en cuestión de pocos segundos.
Por otro lado, “el backdraft es una explosión que ocurre cuando se introduce oxígeno en
un recinto cerrado lleno de gases calientes. Cuando el incendio consume todo el oxígeno de la
habitación, las llamas visibles desaparecen. Los materiales entran en una combustión latente, y
gases inflamables se acumulan por toda la habitación. La temperatura y la presión aumentan, y
los gases se expanden presionando puertas y ventanas (…). Si se abre una vía de entrada de
oxígeno, el combustible vaporizado arde en llamas, y los gases de presión explotan por esa vía
de entrada, resultando una gran bola de fuego” (NFPA, 2019).
Tras esta explosión, todos los gases inflamables se han consumido y ya no existen apenas
llamas ni combustible, por lo que el incendio se puede dar prácticamente por extinguido. Se
muestra a continuación una imagen del fenómeno (ver Vídeo 2, Anejo IV):
3
3. Objeto del estudio
Cuesta imaginar fenómenos explosivos en un incendio forestal. En espacios cerrados se
producen acumulaciones de gases, pero parece ser más difícil en espacios abiertos a la libre
circulación de aire, como lo son las superficies forestales. Lo cierto es que se han documentado
multitud de casos en los que, según testigos o peritajes posteriores, se ha tenido constancia de
grandes deflagraciones prácticamente súbitas de varias hectáreas. El primer caso que marcó un
punto de inflexión en el estudio de estos fenómenos fue el conocido como Mann Gulch Fire,
ocurrido en Montana (EEUU) en 1949, donde perdieron la vida 13 bomberos paracaidistas. Tras
cuatro meses de investigación, la comisión encargada dilucidó que la causa de la muerte de estos
hombres fue “the fire blow up”, lo que se podría traducir como una “explosión de fuego”. Fue la
primera vez que se habló de un concepto como este.
Las décadas posteriores se sucedieron más casos como el del barranco de Mann. Los
cuerpos de bomberos americanos documentaban estos sucesos y eran conscientes de su existencia,
pero los esfuerzos estaban acumulándose en otros ámbitos. Estados Unidos siempre ha tenido
mucha ambición en ser el país más puntero en innovación tecnológica, y las mayores inversiones
en materia de incendios forestales eran destinadas a perfeccionar la extinción. Se desarrollaban
más y mejores hidroaviones y vehículos terrestres, bombas más potentes, equipos de protección
más resistentes, nuevas instalaciones y personal, pero poco se destinaba a prevención e
investigación. Era objeto de la ciencia estudiar estas explosiones y darles explicación para ayudar
a prevenirlas. Poco a poco fueron apareciendo diversas corrientes y teorías, pero hasta hoy en día
no existe un consenso teórico ni han aparecido modelos preventivos.
Toda la información recabada por los norteamericanos ha llegado a España con
cuentagotas y de manera incompleta. Uno de los pocos investigadores europeos que se ha
aventurado a estudiar este fenómeno es el portugués Xavier Viegas, con diversas publicaciones y
conferencias acerca de lo que él mismo denomina fuegos eruptivos. En próximos apartados del
presente estudio se hablará de sus teorías, pero cabe poner en valor su trabajo, prácticamente
pionero en nuestro continente. Pocos más son los que han dado explicaciones acerca de una
problemática de tal calibre.
Según algunos autores, en los últimos cien años (en suelo europeo) han fallecido casi 800
bomberos forestales en primera línea de extinción, de los cuales, alrededor de 700 se pueden
asociar a fuegos explosivos o eruptivos (Pons, 2007). En España, en el periodo 1980-2010,
perdieron la vida 187 personas pertenecientes a equipos de extinción forestales, 88 de ellas lo
hicieron por atrapamientos (EGIF, 2011). De todos estos casos fatales, solo dos fueron
relacionados con fenómenos explosivos del fuego: el de Alájar (1999) y el de Riba de Saelices
(2005), ambos desarrollados en el presente estudio. Parece haber otros muchos casos asociados a
las deflagraciones forestales en territorio español, pero que han sido obviados mediante otras
explicaciones o apelando al infortunio y a la imprevisibilidad. Hay que tener en cuenta es que
apenas existen informes publicados en relación con casos de víctimas mortales en atrapamientos
forestales, que se cuentan por decenas en los últimos años. La administración solo ha sacado a la
luz el informe de tres incidentes: Alájar (1999), Horta de Sant Joan (2009) y Molinaferra (2011).
Pese a ser evidente la gravedad del fenómeno y el riesgo que supone para los equipos de
extinción, apenas es nombrado en la formación e instrucción del personal. Se han consultado
diversos manuales formativos de bomberos, guías técnicas oficiales y bases docentes, y las
referencias a las deflagraciones forestales (DF) en todos sus términos (fuego explosivo, eruptivo,
efecto chimenea, etc) son prácticamente inexistentes. Se mencionan en pequeños apartados sin
profundizar en ello, y en otros casos ni siquiera son nombrados.
4
El siguiente extracto pertenece a la “Guía técnica para la investigación de accidentes en
la extinción de incendios forestales”, realizada por la sociedad Limfor para el Ministerio de Medio
Ambiente y publicada por el mismo, y resume a la perfección la situación: “En los casos de Riba
de Saelices y Alájar, los informes indican la presencia de un fenómeno sorpresivo de
comportamiento del fuego. Los análisis iniciales de la situación que efectuaron los combatientes
parece que fueron erróneos u omitieron algunos factores casuales. La mayoría de los informes
existentes de accidentes de este tipo, se limitan a efectuar una descripción de los hechos y en el
mejor de los casos a realizar un análisis del comportamiento del fuego y las distintas variables
que en él pudieron intervenir. Todos dejan de lado el factor humano (…) Excepto en el incendio
de Alájar, los informes no se hacen públicos. En la mayoría de las situaciones de atrapamiento
se repiten los mismos errores, y estos errores han de ser evitados antes de que ocurran nuevas
desgracias (…) Por ello es preciso analizar sistemáticamente los accidentes para aprender de
las lecciones que la propia realidad nos da”.
Dada esta situación, el objeto del presente estudio es alertar de la gran problemática que
suponen las deflagraciones forestales (DF) para la integridad física de los equipos de extinción,
mediante el análisis de casos en los que se han producido un alto número de víctimas mortales y
que reflejan el alto poder destructivo de este fenómeno. Se considera de vital importancia expandir
el conocimiento en este tema para lograr establecer mecanismos de prevención en un futuro, ya
que estas deflagraciones se rigen por procesos que pueden ser detectados o evitados a tiempo.
Para la comprensión y análisis de estos procesos se deben estudiar las bases del comportamiento
del fuego y las teorías más asentadas actualmente en la comunidad forestal. Estas corrientes, pese
a tener puntos comunes, presentan disparidades en cuanto a la explicación del proceso y al peso
que se le otorga a cada una de las variables. El presente estudio pretende esclarecer cuál es la línea
de investigación mejor encauzada, viendo las fortalezas y debilidades de cada una cuando son
aplicadas a los casos estudiados. Se cree necesaria una puesta en común que recoja las distintas
interpretaciones, ya sea del fenómeno en general o de sucesos particulares. Se tratará de llegar a
una conclusión propia acerca de los mecanismos que desencadenan las deflagraciones forestales
(DF), y de cuál tiene que ser el enfoque para lograr su prevención.
4. Material y métodos
5
“Según la mayoría de los bomberos norteamericanos, un Generalized Blaze Flash (GBF)
consiste en la ignición prácticamente instantánea de un área forestal, desde la vegetación baja
hasta el dosel” (Chatelon et al., 2014). La definición puede ser comparada con la que aporta
Butler et al. (1998) acerca de los blow-up fires, definiéndolos como “una rápida transición de un
fuego de superficie de intensidad relativamente baja, a un fuego en el que arde toda la vegetación
presente, desde la superficie hasta el dosel. Demuestra grandes lenguas de fuego, altos niveles
de energía liberada y altas cifras de velocidad”.
Chatelon et al. (2014) afirma que en un GFB el frente de un incendio puede alcanzar
velocidades de avance cercanas a los 40 m/s y provocar temperaturas superiores a los 1500°C.
Cuando la atmósfera es inestable, los gases calientes producidos por la combustión atraen
fácilmente el aire al nivel del suelo y mejorando así el proceso de combustión. Esto crea una
corriente ascendente extremadamente poderosa, que puede causar grandes depresiones. En caso
de regiones con sequías, como podrían ser los bosques mediterráneos, la evapotranspiración de
las plantas se complementa con la vaporización de COV. Cuando las temperaturas aumentan
drásticamente con la llegada del fuego, también lo hacen las emisiones de COV, produciéndose
en grandes cantidades como demostró experimentalmente Barboni (2006). El rol de estos
compuestos puede ser importante en el comportamiento de un incendio forestal.
Para el inicio de una deflagración se requiere de una baja energía de activación, de hecho,
incluso una chispa podría desencadenar el fenómeno. La llama se propaga por transferencia de
calor y difusión de los radicales libres. No existe onda de choque (como en una explosión), y la
velocidad alcanza varios metros por segundo. La sobrepresión producida depende de la velocidad
de avance del frente, y se sitúa en varios milibares (Chatelon et al., 2014). Para evaluar estas
deflagraciones son importantes dos características de los gases: el punto de ignición y la
temperatura de autoignición, ambos descritos al inicio del presente estudio.
Según las conclusiones de Courty (2012), los COV son productos que no han combustionado
en la pirólisis inicial o emitidos por la vegetación cercana a las llamas. Según las características
topográficas del escenario, estos compuestos pueden acumularse cerca del fuego e inflamarse a
su llegada. La densidad de los COV es mayor que la de los gases, por tanto se acumulan bajo la
vegetación o en zonas inferiores, en fondos de barranco o bajo altas pendientes. Según Chatelon
et al. (2014) los GBF pueden ser debidos a esta alfombra de gases.
Según las definiciones de Carbonell et al. (2004) y Barboni (2006) se establecen las
configuraciones principales que propician los GBF, y son las siguientes:
➢ Que en una fuerte pendiente positiva se pueden acumular COV en la superficie, y por
flujos de aire convectivos, son empujados en dirección ascendente. Al llegar las llamas
se crea una especie de “alfombra de fuego”.
6
➢ Que en valles o barrancos muy escarpados con poca vegetación (arbustiva en su mayoría),
donde ambas laderas están muy cerca, el fuego puede recorrer lentamente una de ellas.
Por cercanía, se va trasmitiendo calor por radiación y se van generando nubes de gas y
COV. Cuando llega el incendio, deflagra la ladera opuesta entera.
➢ Que una capa de aire frío que se sitúe por encima del incendio y que se mueva a gran
velocidad puede actuar como techo confinando los gases calientes bajo suya. Se suele
deber a una bajada considerable de las temperaturas, y cuando esta acumulación gaseosa
alcanza el LII, se produce el consumo total del combustible (explosión de humo).
7
(1/𝑏1) (𝑏2)
𝑑𝑅′ /𝑑𝑡 = 𝑎1 𝑏1 𝑎2 (𝑅′ − 1)(1−1/𝑏1) 𝑅′
➢ Según el modelo propuesto por Dold et al. (2011) se establece una estrecha relación entre
el número de Byram (Byram, 1954) y la tasa de propagación de un incendio. Cuando este
número tiende a infinito según el producto de las variables de energía de combustión (Q),
cantidad de combustible (m), velocidad de avance (R) e intensidad del frente (IB), es muy
probable que tenga lugar un fuego eruptivo.
𝐵 = 𝑄𝑚𝑅/𝐼𝐵
➢ A raíz de los modelos de Viegas (2004) y Dold et al. (2011) se desarrolla el de Chatelon
et al. (2011), que trata de establecer numéricamente el peligro de erupción de un incendio.
Esta fórmula incluye diversas variables: densidad de combustible, temperatura ambiente,
temperatura de llama, contenido en humedad de combustible, coeficiente de absorción,
temperatura de inflamación de los gases de pirólisis, longitud de llama y ancho de frente,
entre otros. Si la formulación numérica de estos factores supera el valor de la unidad,
existe un peligro potencial de que se produzca un fuego eruptivo.
8
Son claramente condiciones dentro de lo que denominamos la atmósfera alterada por el propio
incendio. Estas serían las carreras que aprovechan la alineación de efectos que se han dado en
este episodio (…) cabe destacar que existe una carrera que las supera a todas; tiene casi 6 km
de anchura y se proyecta a lo largo de 11 km de distancia (…) a un ritmo de 8.200 ha/h”
• Que sean casos con víctimas mortales, para mostrar el poder del fenómeno y contar con
informes y estudios más completos. Siempre que se producen pérdidas humanas se trata
de esclarecer con más precisión lo ocurrido, y la información disponible (tanto analítica
como gráfica) es mayor.
• Otro aspecto clave son las condiciones del escenario de cada caso. Por lo general, en la
propagación del fuego influyen tres factores: topografía, condiciones atmosféricas (viento
y humedad) y combustible vegetal. Se ha tratado de escoger casos que presenten
diferentes escenarios y que pongan en tela de juicio las condiciones que se creen
estandarizadas en estas deflagraciones.
• Los casos, en su mayoría, cuentan con supervivientes que pudieron narrar lo ocurrido.
Deben de ponerse en valor estos testimonios, dado que contienen información muy
valiosa para entender un fenómeno errático y de difícil recreación.
• Por otro lado, se ha dado mayor prioridad a los sucesos ocurridos en suelo español o
europeo, junto con sucesos norteamericanos con masas vegetales muy similares a las que
se pueden hallar en la zona mediterránea.
• Se ha considerado elegir, en una proporción similar, sucesos que han sido catalogados
oficialmente como deflagración forestal (DF) en cualquiera de sus términos junto con
otros que son susceptibles de ello, pero cuya explicación oficial se aleja de este fenómeno.
Se pretende mostrar que estas deflagraciones ocurren con mayor frecuencia de la
estimada, siendo omitidas en muchas ocasiones.
• Por último, se ha tratado de que los casos sean actuales. En su mayoría tuvieron lugar en
estas dos últimas décadas, salvo dos de ellos. Son más antiguos pero, como se mostrará
con posterioridad, contienen información muy valiosa.
Debido a estas consideraciones, los casos elegidos se muestran en la siguiente tabla, junto a
su fecha y balance de víctimas:
9
Tabla 2. Casos de estudio seleccionados, junto a información básica.
5. Resultados y discusión
10
5.1.1. Mann Gulch Fire, 1949
El 5 de agosto de 1949 un incendio forestal arrasó con un grupo de 16 bomberos paracaidistas
en el barranco de Mann, Montana (EE. UU.), de los cuales sólo tres sobrevivieron. El
comportamiento que tuvo el fuego supuso algo nunca visto para los cuerpos de extinción de la
época. Se creó una comisión de investigación en la que los informes concluyeron que lo sucedido
en el barranco de Mann fue una fire blowup (explosión de fuego) que pasó por encima de los
bomberos, con fatídicas consecuencias.
El fuego se inició alrededor de las 12:25 durante un día muy ventoso y caluroso (las
temperaturas rondaban los 35°C) en una cresta entre el Mann Gulch y un barranco paralelo, en su
zona más meridional. Se muestra el escenario en la Imagen 1 (ver Anejo III). Entorno a las 16:00
aterrizan los 16 bomberos paracaidistas en la parte alta de la cuenca con el objetivo de frenar el
avance de las llamas, cuyo desarrollo inicial era lento. Los movimientos del grupo y el avance
fuego a lo largo del Mann Gulch se representa en el siguiente mapa:
Figura 2. Comportamiento del grupo y del fuego en el Mann Gulch Fire (Rothermel, 1993).
Ante la baja intensidad de las llamas, los bomberos comienzan a montar los equipos de
extinción y se proponen crear una línea de defensa en la parte sur. Las llamas estaban
descendiendo por la ladera a un ritmo lento, pero comenzaban a internarse en la zona con más
carga de combustible vegetal debido a diversos focos secundarios que se estaban generando en la
parte inferior. El fondo del barranco estaba cubierto por un denso arbolado adulto de Pinus
ponderosa, con presencia de Pseudotsuga Menziesii en menor proporción y un sotobosque
dominado por Juniperus communis. A medida que se iba ganando altura en las laderas la densidad
y tamaño de los árboles se reducía, así como el matorral, que dejaba paso a herbáceas como
Festuca idahoensis (Butler et. al, 2000). La vegetación original se puede observar en la Imagen 2
(ver Anejo III).
11
Tras organizarse, el equipo se dispuso a descender y realizar un ataque directo desde la
zona más baja, próxima al rio Missouri, aprovechando que el día se acababa y por tanto se
esperaba que las condiciones fuesen aún más favorables para el ataque. Los vientos se situaban
entorno a los 30 y 40 km/h, con picos de mayor intensidad. Entre los miembros del equipo se
respiraba un ambiente tranquilo y seguro, y nada hacía presagiar lo que sucedió a continuación
(ver testimonio en Anejo II). Entorno a las 17:40 las llamas se intensificaron y cinco minutos
después el grupo tuvo que dar media vuelta, dado que les habían cortado el paso. La intensidad
del incendio fue creciendo de forma exponencial (ver Imagen 3, Anejo III) y el grupo emprendió
una huida precipitada hacia la zona superior de la cresta occidental del barranco por una ladera
cuya pendiente media ronda el 50%. Mientras que el capataz del grupo (Wagner Dodge) realizó
una quema de ensanche o “fuego de fuga” improvisado, el resto intentaron pasar al otro lado de
la cresta. Sólo dos lo consiguieron y junto a W. Dodge fueron los únicos supervivientes.
Al parecer, fuertes corrientes descendentes de aire provocadas por una pequeña tormenta
local dirigieron el incendio desde la cresta oriental hacia el fondo del barranco, con mayor carga
vegetal. Según se extrae del informe de Rothermel (1993), existían altas densidades de
combustible muerto con muy bajos contenidos en humedad. Aunque los vientos eran superiores
a los 40 km/h, se estimó que su intensidad bajaba de los 10 km/h a la altura media de llama.
Cuando el incendio se situaba en el fondo del barranco, las velocidades de avance fueron lentas y
no superaban los 3 km/h en las copas (velocidad 5 veces mayor que la de superficie). El incendio
se intensificó al llegar a la zona herbácea de mayor pendiente, alcanzando velocidades en su fase
inicial de unos 8 km/h mientras el grupo se encontraba en plena huida. Tuvieron que deshacerse
de sus equipos para poder correr más rápido, pero las llamas se aceleraron y tuvieron una media
de 15 km/h en los minutos del atrapamiento, además de alcanzar los 1000°C (Rothermel, 1993).
De este conjunto de datos se puede deducir que un frente de aproximadamente 500 metros de
ancho calcinó más de 100 hectáreas en menos de 10 minutos.
DISCUSIÓN
En el caso del Mann Gulch Fire se puede observar un comportamiento sorpresivo del
fuego difícil de prever, incluso con el nivel de conocimientos de este fenómeno en la actualidad.
Los bomberos paracaidistas eran uno de los cuerpos con mejor formación en el combate de
incendios forestales, y aun así no detectaron el peligro hasta que estuvo prácticamente encima
suyo, debido a que el fuego tuvo un comportamiento calmado (velocidades máximas de avance
en copas de 3 km/h) instantes antes del fenómeno. Esta calma pudo evitar que se disipasen los
gases emitidos por el incendio y se acumulasen en el barranco.
Por otro lado, la gran aceleración que tuvieron las llamas se pretende explicar por el cambio de
modelo de combustible: de un bosque denso y con matorral a una zona herbácea con algunos pies
dispersos. La primera zona pudo intensificar el fuego debido a las altas cargas de vegetación, y
estas llamas más poderosas encontraron un fácil camino de propagación debido a la alta
combustibilidad de las herbáceas y a las pronunciadas pendientes de la ladera. Sin embargo,
quizás estos elementos no sean suficientes para describir un frente que avanza a más de 15 km/h
de media. Debido a que el fuego tiene un comportamiento errático sujeto a multitud de factores,
no se puede afirmar que esta velocidad fuese homogénea a lo largo de un kilómetro y medio.
Debió sufrir aceleraciones y desaceleraciones que en su conjunto den lugar a esa media. Esta
conclusión se puede relacionar con el testimonio de W. Dodge (ver Anejo II), quien afirma que
en su huida percibían fuertes rachas de viento combinadas con momentos de calma absoluta.
Quizás estas aceleraciones y grandes oscilaciones de viento se expliquen mediante diversas
deflagraciones de acumulaciones de gases inflamables, que se sucedieron de forma encadenada a
lo largo del barranco.
12
Finalmente, resaltar los aspectos meteorológicos. En el momento en que se produjo el fenómeno
(última hora de la tarde), las condiciones de humedad (aumento) y temperatura (descenso) habían
mejorado considerablemente, lo cual es un tanto contradictorio si se pretende relacionar la
aceleración del frente con las condiciones meteorológicas presentes. Sin embargo, sí se puede
explicar este comportamiento extremo de las llamas mediante acumulaciones de gases
inflamables que deflagran al contacto con el fuego. En cuanto al viento, las velocidades detectadas
en el barranco de Mann durante el suceso fueron de mayor intensidad que las medidas en sus
alrededores. Además, es muy destacable la formación de una pequeña tormenta local en el periodo
de máximo desarrollo de las llamas, la cual se puede relacionar con el propio incendio. Esta
tormenta pudo tener gran relevancia a la hora de confinar los gases inflamables en el barranco y
de acelerar los vientos locales de valle.
13
Figura 3. Ortofoto de la zona respecto a Millares (parte superior derecha) vista desde dirección este. En
rojo, el lugar de la tragedia. En amarillo, el área comprendida por la deflagración.
Según relatan los medios de comunicación, el fuego se encontraba en el fondo del valle
hasta que se produjo un giro inesperado en la dirección del viento que lo hizo ascender por la
ladera. Debido a una pendiente muy pronunciada (un 40% de media y un último tramo rocoso
prácticamente vertical) y a la sequedad del combustible vegetal las llamas ascendieron a una
velocidad vertiginosa y en pocos instantes coronaron la cadena montañosa, sorprendiendo al
grupo que allí se encontraba. Todo sucedió tan rápido que, pese a ambos vehículos contar con
emisora, ningún miembro del grupo advirtió de lo que allí estaba sucediendo. En primera
instancia, seis murieron por asfixia y tres sufrieron graves heridas. Los cuerpos sin vida se
encontraban desperdigados alrededor de los vehículos, cada uno indicando una dirección diferente
de una huida que no pudieron completar.
DISCUSIÓN
Hay diversas evidencias de que el fenómeno que allí tuvo lugar fue una deflagración
forestal (DF). En primer lugar, el tiempo de reacción del que dispuso el equipo para huir fue
realmente corto. Prueba de ello es la ubicación de los coches (ver imagen 4, Anejo III) y la
disposición de los cuerpos. Además, ambos vehículos contaban con emisora pero ninguno de ellos
dio la voz de alarma, seguramente porque tuvieron pocos segundos para reaccionar y buscar una
zona segura.
Por otro lado, el Land Rover (ver Imagen 5, Anejo III) muestra la parte delantera mucho
más calcinada que la trasera, donde aún se conservan los neumáticos. Este hecho refleja dos
realidades: la primera, el sentido que tuvo la deflagración. Afectó al vehículo de delante hacia
atrás corroborando que las llamas provinieron desde la ladera antes mencionada, ya que como se
ve apunta en esa dirección. La segunda que el Land Rover estuvo sometido a altas temperaturas,
pero en un breve periodo de tiempo. El caucho es un material que se deshace con facilidad cuando
está sometido a un foco continuo de fuego, aunque este sea de baja intensidad.
Estos factores, unidos a una topografía y carga de combustible propensos para estos
fenómenos, denotan un fuego extremadamente rápido y de gran intensidad, por lo que se puede
deducir que se produjo una deflagración forestal (DF) en toda la ladera que alcanzó a las
víctimas.
Por último, cabe mencionar un aspecto relevante del suceso. Como se menciona en el análisis
topográfico (ver Anejo I), antes de alcanzar a las víctimas el fuego superó un escollo rocoso
14
prácticamente vertical situado en la parte más superior de la ladera por la que ascendió la
deflagración. Sus medidas son de 40 metros de altura y una pendiente media del 200%,
aproximadamente. Por otro lado, la distancia entre el final de esta pared vertical y el Land Rover
afectado es de unos 60 metros, con una carga de combustible baja y discontinua. Teniendo en
cuenta estos datos cabe preguntarse: ¿Cómo pudo el fuego salvar estos importantes escollos y
adaptarse a un ángulo de 90 grados en el terreno, en lugar de continuar con la ascensión vertical
propia de la inercia de la pendiente y la deflagración? Este hecho puede explicarse con la
deflagración de una acumulación de gases que han llegado al LII. Otra explicación es que pudo
ser un remolino propio de las turbulencias que se generan cuando un fuego corona una cresta,
pero teniendo en cuenta lo sorpresivo e intenso que fue el fuego, no se explica suficientemente uh
fenómeno tan extremo. y otras explicaciones se ajusten más a lo sucedido. Dicha acumulación
pudo formarse a raíz de una inversión térmica o una cizalladura del viento a una altura semejante
a la del collado, y el aire al no poder ascender viró paralelo al terreno, atrapando a los brigadistas.
15
Figura 4. Las cuatro fases del incendio, representadas sobre una fotografía del lugar tomada días
después. En rojo, el lugar del atrapamiento (Rodríguez, 1999).
Entorno a las 13:35 la cabeza del incendio penetra en esta zona, siendo el comienzo de la
segunda fase. El cambio a un modelo de combustible con mayor carga y el aumento considerable
de la pendiente (alrededor del 40%) provoca una intensificación y aceleración del frente, que
comienza a ascender por el flanco izquierdo del barranco en el que se produjo el siniestro. Aquí
se alcanzan velocidades de propagación de hasta 13.8 m/min y longitudes de llama de unos 5
metros, provocando que el fuego ascendiese a las copas y se propagase principalmente por ellas
(Rodríguez, 1999). Es entonces cuando los brigadistas se dividen en dos cuadrillas de cuatro
hombres, con el objetivo de ascender al cortafuegos superior y realizar un ataque directo desde
allí. El primer grupo ascendió por la parte izquierda del frente, y el segundo, por el barranco donde
posteriormente sufriría el atrapamiento.
Se fija como hora de inicio de la tercera fase las 13:47 horas. “En la etapa inicial de esta
fase se produce el detonante de la conflagración responsable de la propagación de carácter
explosivo. De una parte se produce la descompensación de la inversión térmica (…) que produce
una reorganización de las capas existentes sobre el fuego, motivando ello una recarga de oxígeno
en la combustión, facilitando una propagación súbita y acelerada” (Rodríguez, 1999). Según el
informe, la cuarta y última fase tuvo una duración de 3 minutos (13:57 – 14:00). Los dos frentes
situados a ambos lados del barranco, al ser centros de bajas presiones, creaban corrientes de
succión que hicieron que se aproximasen, para finalmente unirse en el barranco conformando un
único frente. Las llamas ascendieron rápidamente, alcanzaron fatídicamente a los bomberos y
coronaron las zonas superiores. Se perdió la comunicación por radio y, tras dos horas de búsqueda,
se encontraron los cuatro cuerpos sin vida, completamente calcinados, en un refugio forestal del
cual sólo quedaban en pie las paredes
DISCUSIÓN
El caso de Alájar cuenta con todos los elementos que pueden dar lugar a una deflagración
forestal (DF): un barranco encajonado y de fuertes pendientes donde se pueden acumular gases
16
del incendio, con vientos recorriéndolo en dirección ascendente y altas cargas de combustible
vegetal. Sin embargo, el informe oficial no muestra datos (velocidades de avance, temperatura,
energía liberada, etc.) acerca del comportamiento del fuego en la cuarta fase. Quizás pudo ser un
comportamiento previsible debido a la complejidad del escenario, en cuyo caso su velocidad de
avance también superaría la velocidad de huida de los brigadistas. En contraposición a esto,
Rodríguez (1999) concluye en diversas ocasiones que el fuego tuvo comportamientos explosivos
o deflagrativos. Del informe se puede extraer, a medida macroscópica, que una superficie cercana
a las 10 hectáreas ardió en cuestión de 3 minutos, con una velocidad media de avance que ronda
los 10 km/h. Este hecho sólo puede explicarse si existe en el barranco una acumulación de gases
inflamables (CO, H, CH4) que combustionen de manera súbita cuando alcanzan concentraciones
superiores al LII.
Por otro lado, la posición de los bomberos era muy desfavorable, exponiéndose a un riesgo
elevado e innecesario. Puede considerarse que el plan de combatir el incendio desde el cortafuegos
superior es adecuado, pero ascender hasta él por el fondo de un barranco con fuertes pendientes,
gran carga de combustible vegetal y las llamas creciendo en intensidad próximas al lugar, fue sin
duda un gravísimo error. Los cuatro bomberos debieron ascender por el flanco izquierdo del
incendio al igual que la otra brigada presente, siguiendo un trayecto mucho más seguro y con
mejor visibilidad. El factor humano tuvo gran influencia en los hechos sucedidos, y por ello los
errores cometidos en este caso deben de servir de enseñanza para evitar que se repitan.
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Figura 5. Fotografía tomada el día posterior a la tragedia. En rojo, el camión autobomba tras el cual se
refugió Jesús Abad. En negro, el emplazamiento del resto de vehículos. En amarillo, el área comprendida
por la deflagración.
Tras el suceso, la Junta de Castilla la Mancha creó una comisión de investigación para
esclarecer las causas. Vicent Pons, reconocido perito en incendios, fue el encargado de realizar el
informe oficial y sus pesquisas se encuentran publicadas en su libro “L’explosió de la muntanya”.
A partir de la ubicación de los vehículos respecto al lugar donde comenzaron la huida (y donde
consiguió sobrevivir J. Abad), y de la distancia que recorrió el fuego desde que lo detectaron, el
equipo de Pons (2007) trató de reconstruir lo sucedido y establecer la velocidad de avance de las
llamas. Su razonamiento, aparentemente acertado, es el siguiente: según el testimonio in situ del
único superviviente detectaron que el fuego comenzaba a ascender por la ladera a una distancia
menor a un kilómetro. Suponiendo el caso más desfavorable, el fuego se encontraba a 564 metros
de la pista forestal. Por otro lado, de nuevo tomando los casos más desfavorables y según las
simulaciones, la distancia que recorrieron los vehículos hasta sufrir el impacto de las llamas no
pudo ser en más de 19 segundos. Hay que tener en cuenta que el material de extinción que
portaban seguía en el lugar donde plantearon la defensa, con las mangueras sin recoger. Este
hecho, sumado a que ni siquiera dieron aviso por radio y al testimonio de J. Abad, dan a entender
que abandonaron el puesto lo más rápido que les fue posible una vez detectaron el peligro.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, se estableció que la velocidad de avance de las
llamas había tenido una media de 113 km/h a lo largo de toda la ladera, hasta alcanzarlos. Tras el
análisis de diversas piezas de los vehículos en la Universitat Politècnica de València, se descubrió
que se habían alcanzado temperaturas de entre 850°C y 1060°C (Pons, 2007).
Otro de los datos relevantes que se puede extraer del libro de Pons (2007) es el estado de
uno de los todoterrenos (ver Imagen 8). Las mochilas extintoras presentes en el techo están
prácticamente intactas, lo que es extraño, debido a las altas temperaturas registradas en las piezas
metálicas. La única explicación posible es que el tiempo de exposición a estas altas temperaturas
fuese muy corto, siendo de mayor intensidad en las partes bajas de los vehículos.
18
DISCUSIÓN
La única explicación posible al suceso de Riba de Saelices parece ser la de un fuego que
avance a tal intensidad y velocidad que supere cualquier protocolo: una deflagración forestal
(DF). Y son varias las evidencias empíricas y lógicas que lo demuestran:
- En primer lugar, el testimonio directo de Jesús Abad, de gran valor ya que es una de las
pocas personas que ha conseguido sobrevivir a un fenómeno de este calibre y relatar lo ocurrido.
Asegura que el fuego estaba a gran distancia y que todo sucedió tan rápido que fue imposible
evitarlo. Lo describe como “una ola gigante, pero en fuego”, dejando claro que era de grandes
proporciones y que se trataba de algo que no había visto jamás, no era algo reconocible. Si se
plantea que una alfombra de gases de incendio se acumuló en la ladera hasta alcanzar el LII, el
fenómeno queda claramente explicado. También, existe una gran cantidad de factores que
demuestran la espontaneidad del suceso (no se comunicaron por radio, abandonaron los equipos
de extinción, etc.), además del testimonio del único superviviente.
- En segundo lugar, está el trabajo realizado por Pons y su equipo, apoyándose en la
declaración de Jesús Abad. Indicó la ubicación del fuego cuando se dio la orden de huida y,
mediante unos sencillos cálculos, se estimó que su velocidad de avance tuvo una media de 113
km/h a lo largo de la ladera. La velocidad de esta deflagración se sale por completo de los límites
que estudian los bomberos y basados en los cuales realizan sus planes de actuación. También lo
apoyan las pruebas realizadas a las piezas de los vehículos, que determinaron que alcanzaron
temperaturas muy altas y que el tiempo de exposición a las mismas fue muy reducido.
- Como se puede observar, la vegetación de ambos flancos de la ladera no ardió (ver
Imagen 9, Anejo III). Tampoco lo hizo el camión tras el que se refugió Jesús Abad, sólo la cabina.
Esto se puede traducir en que el fenómeno tuvo unos claros límites definidos, dentro de los cuales
se produjo la deflagración. Este parece ser un patrón común con otros casos analizados, y se puede
relacionar directamente con las características del fenómeno.
Cabe apuntar que el personal allí presente, y que perdió la vida, contaba con una gran
cualificación y años de experiencia. Esto plantea varias cuestiones: ¿Cómo pudo verse encerrado
por las llamas un grupo de grandes profesionales de manera tan rápida y fortuita? ¿Cómo es
posible que no detectaran el peligro con la suficiente antelación como para poder huir con vida
del lugar? ¿Por qué no avisaron por radio de lo que allí estaba ocurriendo y solicitaron ayuda? La
respuesta es sencilla, no estaban no estaban preparados y formados ante un fenómeno de
acumulación de gases y combustión súbita de los mismos, con intensidades extremas. De ser así,
nunca se habrían enfrentado a las llamas desde esa posición, la cual resulta inexplicable. Los
propios miembros del equipo eran conscientes de que se encontraban en una situación
desfavorable la cual les superaba (ver testimonio en Anejo II). Una vez más, el factor humano y
el desconocimiento jugó un papel clave.
19
parte más occidental. Su objetivo era proteger de las llamas un reducido número de viviendas al
noroeste y para ello debían combatir el frente de fuego (que se acercaba desde el sur) desde la
zona más elevada.
El gran problema de este grupo de bomberos es que no disponían del elemento más importante
en la extinción: el agua. Portaban mochilas extintoras vacías que debían rellenar de una “balsa”
de 2000 litros de capacidad que un helicóptero había depositado en la ladera sur del monte Veli
(ver Imagen 10, Anejo III). Según narra Frane Lucic, único superviviente de la tragedia, el piloto
del helicóptero trató de aterrizar varias veces en esta zona y debido a los fuertes vientos no pudo
completar la maniobra (ver testimonio en Anejo II). Poco después, lo consiguió con éxito en la
vertiente opuesta del barranco de Sipnate. Cabe destacar que la vegetación del lugar es realmente
pobre. Se trata de un terreno rocoso cubierto por herbáceas de bajo porte, en su mayoría Stipa
bromoides y Stipa pennata (Skracic, 2003). La cobertura vegetal estaba entre el 45% y el 55%, y
se trataba de un enclave de pendientes acusadas que rondaban el 30% de media, con un 45% como
valor máximo (Stipanicev, 2008).
En este lugar se produjo el despliegue en tierra entorno a las 14:45 horas, a una distancia de
la balsa de agua de poco más de un kilómetro. Las condiciones del escenario no hacían presagiar
lo que iba a suceder poco después. Después de descargar el equipo del helicóptero y distribuir
mangueras, bombas y demás elementos, el grupo se preparó para marchar hacia la ubicación del
agua. El fuego era de muy baja intensidad (ver Imagen 11, Anejo III) y decidieron ir paralelos a
las curvas de nivel, cruzando el barranco de lado a lado. El grupo de 13 bomberos sobrepasó la
zona más convexa y cambió de vertiente. Fue unos instantes después cuando deflagró gran parte
del barranco, en torno a las 15:20 horas. Lucic lo describe de la siguiente manera: “el fuego y el
humo comenzaron de repente a tal velocidad que no pudimos escapar, a pesar de que intentamos
correr. Nos invadió un calor terrible y simplemente nos quemó (…) El fuego y el estallido de
calor duraron unos 15 segundos y simplemente nos pasó por encima. No hubo tiempo para
reaccionar (…) El fuego provino del barranco situado al sur. El sonido que emitía era muy
parecido al de un tren en movimiento” (Nacional.hr, 2007). Los hechos se pueden ver
representados en la siguiente imagen:
Figura 6. Toma aérea del lugar. Se representa la deflagración (amarillo), la balsa de agua (azul), la
ubicación de Frane Lucic (rojo) y la distribución de los fallecidos (cruces de piedra).
20
Desde el momento del incidente pasaron tres largas horas hasta que llegaron los equipos
de rescate. A su llegada, el balance fue el siguiente: 6 bomberos muertos y 7 gravemente heridos.
Lamentablemente, sólo Frane Lucic consiguió sobrevivir a las graves quemaduras en el hospital.
Aun a día de hoy existen tres teorías que tratan de explicar lo sucedido en el barranco de Sipnate:
la primera es la teoría del fuego eruptivo, la cual fue la versión oficial. En segundo lugar, se habla
de una supuesta fuga de combustible del helicóptero sobre el barranco, el cual se inflamó a la
llegada de las llamas y atrapó al equipo. Por último, cabe destacar la teoría de una supuesta
explosión de una bomba de gran potencia, ya que las islas de Kornati fueron objeto de ensayos
militares durante la guerra de Kosovo en 1999 (Net.hr, 2008).
Dos hallazgos de los investigadores en el escenario de la tragedia pueden ser relevantes a
la hora de explicar el fenómeno que tuvo lugar. El primero es que los tres pequeños árboles que
hay en el barranco muestran que su parte aérea está sin arder, únicamente disecadas por el calor
(Ver Imagen 12, Anejo III). Esto marca la altura que tuvo la deflagración, cercana a los dos
metros. Por otro lado, una de las laderas no había ardido y mantenía toda su vegetación, zona muy
próxima a donde fueron alcanzados los bomberos (ver Imagen 13, Anejo III).
DISCUSIÓN
La tragedia de Kornat es uno de los más claros casos registrados de una deflagración
forestal (DF). Sin embargo, arroja una gran cantidad de dudas y cuestiones acerca del desarrollo
del fenómeno, el comportamiento de éste y las condiciones bajo las cuales se produce. Es un caso
singular entre los analizados en el presente estudio dado que sus características, principalmente
de combustible vegetal, nada tienen que ver con el resto de los expuestos.
La situación se puede resumir de la siguiente forma: un frente de fuego que avanza por
una superficie con una cobertura vegetal del 50%, y cuyas especies se componen de herbáceas
cuya altura no supera los 50 centímetros, arrasa con un grupo de 13 bomberos, acabando con seis
vidas en el acto y otras tantas los días posteriores. Resulta difícil de creer que con estas
condiciones de combustible vegetal se produjese tal tragedia. En todas las corrientes se menciona
la necesidad de altas densidades de combustible para que se produzcan estas deflagraciones.
Según las simulaciones realizadas por Stipanicev (2008) y su equipo, las variaciones locales de
presión atmosférica causadas por la diferencia de temperatura entre las masas de aire, provocaron
que en las capas más bajas se produjese una estratificación que evitaba corrientes ascendentes.
Este efecto pudo provocar la acumulación de gases inflamables en la superficie del barranco, y
cuando se alcanzó la concentración necesaria (LII), el calor emitido por las llamas provocó la
deflagración. La topografía también debe valorarse como un factor clave a la hora de entender
cómo se acumuló esa nube de gases, pero por sí sola no puede explicar el fenómeno en su totalidad
dado que se trataba de una superficie abierta a la circulación de los vientos. Se considera que este
caso demuestra, más que ningún otro, el papel clave que juegan los movimientos de aire a
diferentes temperaturas que crea el incendio, aunque sea de baja intensidad. Estos movimientos
crean turbulencias, que pueden desembocar en estratificaciones y evitar corrientes de aire
ascendentes (Stipanicev, 2008). Es entonces cuando se confinan los gases inflamables, y si se
llega a las concentraciones adecuadas (LII), se producen estas deflagraciones.
Por otro lado, el testimonio del único superviviente, Frane Lucic, es esencial para
comprender el comportamiento del fenómeno que allí ocurrió. Según él, el equipo no advirtió
problema alguno y recalca la espontaneidad del suceso. No fue una situación en la que el fuego
los rodease poco a poco, o que comenzasen a percibir una intensificación progresiva. Tampoco
menciona que la nube de humo los asfixiase parcialmente y les hiciese perder el sentido, sino que
afirma que sufrieron un gran calor repentino de forma espontánea. Una de las frases más
interesantes de su declaración es la siguiente: “El fuego y el estallido de calor duraron unos 15
segundos y simplemente nos pasó por encima. No hubo tiempo para reaccionar”. Es obvio que
21
el fenómeno fue de gran intensidad y en un espacio corto de tiempo. Las teorías alternativas (fuga
de queroseno y bomba de la OTAN) reflejan que lo allí ocurrido tuvo grandes proporciones.
Además, el comportamiento del incendio en esa zona tiene varias características interesantes.
El hecho de que la ladera este del Glavica no ardiese (ver Anejo I), teniendo una gran pendiente,
resulta un tanto extraño. Este hecho muestra que el fuego se dirigió a gran velocidad hacia una
ubicación concreta (donde se habían acumulado los gases), en la cual se encontraban los bomberos
en ese momento. Además, las llamas no debieron tener una altura mayor a los dos metros dado el
análisis del único árbol presente en la zona (ver Anejo 1). Por último, hay que destacar que el
fuego en el barranco de Sipnate fue de mucha más intensidad que, por ejemplo, en la ladera del
monte Veli situada a menos de un kilómetro al este y con pendientes más acusadas (ver Imagen
10, Anejo III). La balsa de agua está sin arder y en la parte superior existe vegetación que
prácticamente no fue afectada. En el documental de HRTV1 (2015) se muestran diversas
imágenes y filmaciones del incendio de ese día. Se observa una intensidad muy baja de las llamas
en todas ellas, incluso cuando recorren escenarios que topográficamente son más propensos a
producir fuegos intensos. Esto apoya que el suceso del barranco de Sipnate fue algo fuera de lo
común y de grandes proporciones.
22
Figura 7. Imagen tomada dias después de la tragedia. Se puede observar la posición de los bomberos
GRAF (TV3, 2017).
La zona se quemó de manera incompleta durante la noche, pero aún quedaba carga vegetal
a su alrededor. Un foco se había reactivado bajo ellos e iba ganando intensidad, mientras que por
el oeste también se acercaba un nuevo frente de fuego. El lugar comenzó a llenarse de gases y
humo ante el aproximamiento de las llamas (ver Imagen 16, Anejo III) y minutos después,
alrededor de las 15:20 horas, se produjo una deflagración forestal (DF) que arrasó con el grupo
de GRAF Lleida. De los 6 miembros solo logró sobrevivir Josep Pallás, con un 70% de su cuerpo
quemado y graves secuelas. Narra así lo sucedido (ver testimonio completo en Anejo II): “Si
evidentemente hubiésemos sabido que venía aquello… no éramos conscientes de lo que venía,
no… tan bestial no (…) La sensación de este ruido de fatalidad, de tren descarrilado, de algo
brutal que viene sobre ti como a destruirte. Lo escuchamos cuando estábamos dentro de la
fireshelter (…) porque lo que se oía era bestial (…) me puse de pie, vi una pared de fuego inmensa
a mi derecha (mirando a las rocas) y obviamente salí disparado hacia el otro costado” (TV3,
2017). Según las reconstrucciones, el foco que se había generado bajo los GRAF fue succionado
por el contraviento formado a raíz de la topografía del lugar, principalmente por la presencia de
la gran pared rocosa. Este fuego avanzó en contra de la dirección del viento y del incendio general,
debido a esta succión, y se dirigió hacia la posición de las víctimas con gran intensidad (GRAF,
2010).
DISCUSIÓN
Son varias las evidencias de que lo sucedido en Horta de Sant Joan fue una deflagración
forestal (DF). Por un lado, los testimonios recogidos reflejan que fue un fenómeno de grandes
proporciones y que se desarrolló en un corto espacio de tiempo. Los bomberos se metieron dentro
de las fireshelter, que aguantan temperaturas de hasta 930°C con contacto de llama, y ni aun así
consiguieron sobrevivir. Es una clara muestra de la gran intensidad del incendio, y más aun
teniendo en cuenta que difícilmente pudo haber contacto directo del fuego con los bomberos
debido al clareo que habían realizado. Se puede afirmar que la temperatura superó los 930°C
(quizás más) en un pequeño claro sin combustible, y esto solo se puede explicar mediante una
gran deflagración de gases que abarcase la zona. Además, que un foco secundario tan pequeño se
convierta en una gran lengua de fuego de forma tan rápida se debe relacionar con una continua y
prolongada acumulación de gases, provocada por la succión de los contravientos hacia esa ladera.
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Prueba de ello es la Imagen 16 (ver Anejo III) y las diversas filmaciones recogidas (ver Anejo
IV). Junto a la topografía del terreno, otros factores debieron contribuir al confinamiento de los
gases inflamables. La inestabilidad atmosférica que existía en el lugar pudo provocar que altas
presiones confinasen los gases del incendio en la ladera. Además, existía un dosel arbóreo denso
en altura que también pudo jugar un papel clave a la hora de producir este confinamiento.
Junto a estas consideraciones, cabe analizar la información que arrojan las pruebas
gráficas del lugar. En la Figura 7 se puede observar claramente el límite de la deflagración.
Mientras que donde perecieron los bomberos se alcanzaron temperaturas superiores 930°C, sólo
unos metros más hacia la izquierda los árboles conservan su follaje, algunos verdes y otros
desecados por el calor. Al respecto, también cabe mencionar que Josep Pallás consiguió sobrevivir
fuera de la fireshelter a pocos metros donde perecieron sus compañeros, lo que confirma el
marcado gradiente de temperatura en la zona. Estas características son propias de una gran
deflagración de gases con claros límites definidos, y es un hecho común en la mayoría de los
casos analizados. Por otro lado, hay dos imágenes que pueden confirmar esta teoría. La primera
(ver Imagen 17, Anejo III), por su posición en el escenario, parece ser una captura de parte de la
deflagración que acabó con la vida de los 5 bomberos. La segunda (ver Imagen 18, Anejo III) fue
tomada en el mismo incendio, pero en otra ubicación diferente. Muestra una deflagración de
forma clara, donde un área entera está ardiendo de manera uniforme a altas intensidades, sin un
gradiente de fuego que indique una dirección de avance.
Por último, cabe mencionar que de nuevo el factor humano tuvo relevancia, aunque menor
que en otros casos. La posición en la que se situaron GRAF Lleida y GRAF Barcelona era
demasiado peligrosa y susceptible de albergar una deflagración forestal (DF), pero al quedar
atrapados tampoco tuvieron demasiadas opciones. Se debe tener presente, en casos como este,
que en cualquier momento se puede dar un fenómeno de estas características y hacer inútil
cualquier defensa planteada por un equipo terrestre.
24
Figura 8. Bomberos realizando el contrafuego en el Camí de les Covetes, instantes antes de la
deflagración.
Además de lo peligroso de la situación, la topografía del lugar aun lo era más: fuertes
pendientes (entorno al 40% de media) y altas densidades de combustible (modelos 4 y 7 de
Rothermel). Se detuvieron entorno a las 16:40 y sólo unos cinco minutos después se produjeron
los fatídicos hechos. Uno de los brigadistas presentes describe que vieron pasar una espiral de
llamas, como si fuera un “espíritu”, que se desplazó a toda velocidad paralela y horizontalmente
por debajo de las copas de los pinos. Vieron una especie de bola de fuego o “pared de fuego” que
envolvió todo produciendo un gran ruido, similar al de una explosión.
Al parecer, el tiempo de reacción fue muy rápido y la mayoría del equipo consiguió
escapar prácticamente ileso. Dos bomberos murieron y otros tres resultaron gravemente heridos.
Según fuentes oficiales, el fuego arrasó con toda la ladera en menos de seis minutos. Tomando la
longitud de esta, la posición del fuego en el instante de la aceleración y el tiempo transcurrido se
advierte que el incendio avanzó a más de 150 m/min de media. Pero seguramente en el lugar del
suceso se dieron velocidades mucho mayores, al producirse una deflagración forestal (DF). Las
simulaciones realizadas por los investigadores arrojaron resultados de 75 m/min (4 km/h) en los
casos más desfavorables, valores muy por debajo de los registrados. Según se puede extraer de
las isócronas del incendio, más de 50 hectáreas ardieron en cuestión de 5 minutos. Otro dato de
relevancia es que el avance del fuego en la ladera muestra una forma cónica, con velocidades
mucho más altas en el centro del frente.
DISCUSIÓN
En el caso de Torremanzanas 2012 se reunía una gran cantidad de factores que podían
desencadenar una deflagración forestal (DF): pendientes pronunciadas con inclinación sur
(solana), altas densidades de combustible (modelos 4 y 7 de Rothermel), bajas humedades
relativas, vientos moderados a favor de la ladera y altas temperaturas en horas centrales del día
en un mes de agosto. Además cabe destacar que la situación previa fue otro agravante más:
durante casi una hora, el frente estuvo parado a pie de ladera emitiendo gran cantidad de gases
inflamables a lo largo de ésta.
Cuando la cabeza de un incendio se topa con estas condiciones, el resultado siempre será
el mismo: una aceleración del frente. No siempre que se da este escenario se produce una
25
deflagración forestal (DF), sin embargo, los siguientes motivos demuestran que este fenómeno
tuvo lugar y fue el causante de las muertes: la velocidad de avance media registrada (10 km/h)
resultó ser más del doble de la máxima calculada por el simulador. Por tanto, debió de existir una
deflagración en un tramo que aumentase la media total hasta los 150 m/min. Por otro lado, como
en otros casos evaluados en el presente estudio, el testimonio de los supervivientes es de gran
valor. En este caso, se relata como una enorme espiral de llamas avanzó a gran velocidad paralela
al suelo y una enorme bola o pared de fuego lo envolvió todo, generando una sonora explosión.
De nuevo, se constatan fuertes sonidos durante el fenómeno, patrón común en la mayoría de los
testimonios recogidos, además de las grandes proporciones que parece tener. Por último, cabe
destacar la espontaneidad del suceso. Según narra uno de los supervivientes (ver testimonio en
Anejo II), alguno de los presentes consiguió huir agarrándose o dejándose arrastrar por elementos
de los vehículos, en un intento desesperado por salvar la vida.
La tragedia de Torremanzanas no se puede atribuir únicamente a la imprevisibilidad del
fenómeno. Resulta difícil comprender por qué las dos personas al mando tomaron la decisión de
estacionar en ese lugar y ese preciso momento, resultando extremadamente peligroso por varios
motivos: lo peligroso del escenario (ver Anejo I), la reciente intensificación de las llamas con
alturas que llegaban a los 40 metros y que superaban con creces el límite de capacidad de extinción
(ver Vídeo 3, Anejo IV); no se cumplían los tres primeros puntos del protocolo OACEL (de
obligado cumplimiento) y, además, el contrafuego realizado carecía de sentido: se puede ver en
la Figura 8 cómo las llamas se inclinan a favor de la pendiente y del sentido de avance del fuego.
En ese momento, no existían corrientes de succión contrarias al frente que propiciasen esta
actuación. Muchos errores se cometieron en esos minutos y la tragedia pudo ser mucho mayor,
demostrando de nuevo la gran importancia del factor humano en este tipo de fenómenos.
26
Figura 9. Isócronas del incendio. Se muestran los puntos donde fallecieron las víctimas durante la gran
tormenta de fuego.
Este poderoso frente de fuego pasó por encima de dos carreteras por las cuales estaban
huyendo los vecinos de las poblaciones y pedanías cercanas. Muchos de ellos perecieron en el
interior de los vehículos (ver Imagen 19, Anejo III). La cifra de víctimas mortales fue de 67,
además de decenas de heridos. Tras meses de investigación, se dilucidó que lo sucedido fue lo
siguiente: el pirocumulonimbo creado por el incendio, en su ascenso en la atmósfera, se topó con
una masa de aire muy frío. Fue entonces cuando colapsó, y fuertes corrientes descendentes de aire
(con rachas casi huracanadas) aceleraron las llamas, que tuvieron un avance medio de 15.3 km/h
durante esos 10 minutos. A este fenómeno se le denominó tormenta ígnea, y a día de hoy siguen
estudiándose sus mecanismos. Cabe apuntar que fue un fuego de superficie, algo que desconcertó
a los investigadores. Se puede observar (ver Vídeo 5, Anejo IV) que la gran mayoría de árboles
conservaban su copa, algunos verde y otros desecada.
DISCUSIÓN
La relación de esta tormenta ígnea con las deflagraciones forestales (DF) parece ser
clara. Por un lado, está la elevada velocidad de avance que tuvo el fenómeno: 15.3 km/h de media.
Al igual que en otros casos, no se puede presuponer que este valor fuese una constante a lo largo
de más de 3 kilómetros de recorrido. Debieron existir diversas aceleraciones y desaceleraciones,
pudiendo tratarse de una consecución de varias deflagraciones forestales (DF) encadenadas a lo
largo de la superficie, con velocidades de avance mucho superiores. La fase de tiempo
transcurrida entre cada deflagración reduciría la velocidad media hasta los valores establecidos.
Otra evidencia es el estado de los vehículos afectados en la denominada “carretera de la muerte”.
Según se observa en el Vídeo 6 (ver Anejo IV), hay vehículos que están mucho más afectados
que otros. Por ejemplo, uno de ellos (ver Imagen 20, Anejo III) presenta las puertas
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completamente fundidas, las cuales están hechas a base de aleaciones de acero y aluminio. El
aluminio tiene la temperatura mínima de fusión más baja de los dos (660°C). Estas piezas se
encuentran completamente pulverizadas, de lo que se puede deducir que las temperaturas
alcanzadas fueron mucho mayores a esa cifra.
Otro hecho destacable es que, pese a conservar su follaje, la totalidad de los árboles no
sobrevivió (ver Imagen 21, Anejo III). Esto indica que debieron existir temperaturas muy elevadas
bajo las copas que mataron los meristemos y el resto de los tejidos de los fustes. Además, muy
probablemente estas copas actuaron de “techo” bajo el cual se confinaron grandes bolsas de gases
inflamables, y se propagaron multitud de deflagraciones forestales (DF) debido también a la
potencia y fuertes vientos generados por el downburst, procedente del colapso del
pirocumulonimbo. La existencia de zonas mucho más devastadas que otras en el área de la
deflagración, y claramente delimitadas, apoyaría esta teoría. Este mosaico (ver vídeos adjuntos)
muestra la forma en la que avanzó el fuego: por medio de grandes carreras o deflagraciones. Como
se ha visto en otros casos estos fenómenos tienen límites claramente definidos, y además de lo
mencionado, un testimonio recogido parece corroborarlo: “Acabo de sacar mi coche de una zanja
en la que cayó ayer. Increíblemente, no está afectado por el fuego, mientras que otro coche a 10
metros del mío está completamente destruido”.
Un último matiz es el siguiente: el final temporal de la deflagración coincide con una cadena
montañosa situada perpendicularmente al avance del fuego, y también a la NE 236-1, la cual se
encuentra en su parte inferior. Quizás esta elevación sirvió para que los vientos ascendieran de
manera casi vertical, mitigando en gran medida el avance descontrolado del fuego en la otra
vertiente de estas elevaciones.
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Figura 10. Representación gráfica de Peshtigo realizada con anterioridad al incendio.
Se trata de una zona prácticamente llana, rodeada por densas masas boscosas compuestas
principalmente de pino y roble. Existe una considerable separación entre el núcleo de población
y el límite del bosque. Lo único que se menciona al respecto de las condiciones climáticas es que
fueron unos días con fuertes vientos provocados por un frente frío situado sobre la zona, y que el
verano previo había sido muy seco y caluroso.
Se expone a continuación un pequeño extracto de los testimonios recogidos (se
recomienda ver testimonio completo en el Anejo II) mostrando las partes que más pueden ayudar
a entender el fenómeno: “En esta tarde de verano, contemplo el claro más espantoso que jamás
haya tenido ante los ojos cualquiera de los mortales (…) durante la tarde de ese domingo, se
empezó a percibir un gran ruido y bullicio que se acercaba desde el oeste. El ruido creció en
volumen, y se acercaba cada vez más, con crujidos y grandes detonaciones (…) El bosque se
sacudió y una gran alarma invadió el pueblo, porque ahora imponentes ráfagas de viento y
remolinos provenían de todas direcciones. En un horrible instante, antes de que la expectativa
pudiera dar forma al horror, una gran llama se disparó en los cielos occidentales, e innumerables
leguas de fuego ardiente penetraron hacia abajo en la aldea, perforando cada objeto que se
encontraba a su paso, como un rayo al rojo vivo. Un rugido ensordecedor, mezclado con
explosiones de llamas eléctricas que se producían por todo el ambiente, paralizó todas las almas
del lugar.
No hay disparidad en los testimonios, todos escucharon el primer rugido inexplicable
(…) Unas trescientas personas se sumergieron en las aguas del rio, donde se asaron por el cálido
aliento de llamas que se cernía sobre ellos. Ardió el cabello de cada cabeza expuesta
momentáneamente sobre el agua. (…) No todos pudieron llegar al río; incluso los grupos que
cayeron en la poco profunda orilla sufrieron una agonía insoportable. El fuego feroz, sumido en
fuertes corrientes en todas direcciones, era lo suficientemente fuerte como para incendiar la ropa.
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La arena voladora, calentada como por un horno, ampollaba la carne allá por donde pasaba.
(…) Sólo se podía percibir las siluetas en medio de un gran resplandor rojo (…) Los bomberos
intentaron salvar alguno de los edificios importantes, conduciendo la manguera desde el rio. El
calor detuvo instantáneamente el intento, pero no antes de que la manguera, llena de agua, se
hubiera quemado en cien partes (…) Parecían lancetas de acero al rojo vivo, penetrando en la
cubierta más gruesa. La evidencia ahora queda para atestiguar la increíble fuerza de las lancetas
en llamas. Todavía quedan mangos de arado de duro hierro, perforados como por bolas muy
pequeñas, y en su mayor parte sin quemar (…) la similitud perfecta de cada testimonio e incidente
confirma cada episodio de esta tragedia” (Sewel, 1871).
DISCUSIÓN
Los testimonios recogidos no dejan lugar a la duda: una tormenta ígnea arrasó con la
mitad de la población de Peshtigo. Se describen grandes explosiones de llamas acompañadas de
estruendos ensordecedores que dejan claro el comportamiento explosivo que puede llegar a tener
un incendio, y mucho más si cabe en un ambiente de fuego como el descrito. Además, se debe
hacer hincapié en las devastadoras características del fenómeno, como la gran explosión inicial
que derivó en inmensas lenguas de fuego movidas por fuertes rachas de viento en todas
direcciones. Pero sin duda, uno de los hechos más impactantes es que en el rio ardiesen
súbitamente los cabellos de la gente que estaba expuesta al ambiente. El rio que pasa por Peshtigo
mide más de 100 metros de ancho, y la distancia a cualquier combustible o llama era demasiada
como para que pudiese suceder este hecho. Teniendo en cuenta que los cabellos, compuestos de
queratina, alcanzaron su punto de autoignición se puede afirmar que la temperatura ambiental en
el rio superaba los 200°C. Por último cabe mencionar los mangos metálicos de arado atravesados
por las mencionadas lancetas, lo que muestra vientos que debieron ser huracanados.
Todos estos elementos demuestran un fenómeno que guarda muchas similitudes con el
suceso de Pedrògão Grande. Días después de la tragedia portuguesa en 2017 se recogió el
siguiente testimonio: “El cielo se abrió en un gran destello y cayeron potentes lenguas de fuego
en todas direcciones. Fueron estas lenguas de fuego las que arrasaron con mi pueblo y con los
de alrededor”. De nuevo, se vuelve a mencionar esa primera gran explosión que precede a las
lenguas de fuego en todas direcciones, movidas por vientos huracanados.
Los casos de Peshtigo y Pedrògao Grande se suceden a una hora similar, en la misma latitud,
con una topografía muy suave y bosques mixtos dominados por pinos, con cargas de combustible
similares. El único hecho diferenciable son los casi 150 años de separación entre sí. Parece obvio
que las denominadas tormentas ígneas han existido, existen y existirán. Sin embargo, en España,
este fenómeno se relaciona en gran medida con la irrupción del cambio climático, que parece
haber traído a nuestro territorio este tipo de tormentas de fuego. Es cierto que un aumento general
de las temperaturas se traduce en un mayor número de periodos secos, pero éste no es el factor
más determinante, ni mucho menos. El gran problema es que nuestros bosques se asemejan cada
vez más a los de Winsconsin, donde tuvo lugar la tragedia de Peshtigo. El exponencial abandono
rural ha propiciado masas boscosas con gran continuidad y altas cargas de combustible, donde un
fuego encuentra un escenario perfecto para convertirse en un gran incendio, aumentando la
probabilidad de que se suceda una tormenta ígnea. No se debe adoptar una postura de inacción y
buscar soluciones en la mitigación del cambio climático, dado que si en un futuro se consiguiera
revertir, estas tormentas ígneas continuarían sucediéndose si nuestros bosques no son
gestionados.
30
5.2. Discusión general
Se considera necesario realizar una puesta en común de los datos recogidos en los casos, sobre
todo en relación a las características del escenario y las condiciones climáticas presentes en los
momentos de las deflagraciones. Se expone a continuación una tabla con datos más relevantes
para un posterior análisis conjunto:
Tabla 3. Datos topográficos, climáticos y de combustible vegetal referentes a los casos estudiados.
En referencia a los datos climáticos se puede observar que los valores de temperatura,
humedad relativa y velocidad del viento, en su conjunto, no se pueden considerar como críticos
para el desarrollo de un incendio forestal. En la ciencia de la extinción existe la conocida regla
del 30-30-30, la cual indica que las condiciones para la extinción son desfavorables cuando se
superan los 30°C, el viento es superior a 30 km/h y la humedad relativa desciende por debajo del
30%. En el caso de las temperaturas recogidas, tienen una media aproximada de 30°C, siendo el
valor máximo de 35°C y el mínimo de 27°C (valores que en ningún caso son excepcionales o
críticos durante la época estival). En cuanto a la humedad relativa, se observa una alta variabilidad
en los registros: un mínimo del 15% y un máximo del 61%. Además, un hecho significativo es
que los vientos en ningún caso superan los 30 km/h, estando varios casos por debajo de los 15
km/h. Un comportamiento extremo del fuego, como lo son las deflagraciones forestales (DF), se
suele relacionar con altas temperaturas, bajas humedades y fuertes rachas de viento. Sin embargo,
en vista de los datos, se puede afirmar que las condiciones climáticas tradicionales externas al
incendio no tienen una relación directa con el desarrollo de una deflagración forestal (DF).
Por otro lado, los modelos de combustible presentes en el escenario (siempre siguiendo
la clasificación de Rothermel) tampoco arrojan luz a la hora de estrechar una relación directa entre
la vegetación y el fenómeno. Los modelos presentes en los casos son el 1, 2, 4, 5 y 7, siendo el 4
y el 7 los más habituales. Esto parece lógico dado que son los modelos con mayor presencia en el
arco mediterráneo, donde principalmente se concentran los casos analizados. Según la mayoría
de los autores que han estudiado las deflagraciones forestales (DF) en todos sus términos, son
necesarias elevadas densidades de combustible para que estos sucesos tengan lugar. Casos como
el de Mann (modelo 2, de 1-2 tn/ha) pueden discutir la necesidad de altas cargas como las que se
pueden encontrar en los modelos 4 y 5 (25-35 tn/ha) o el 7 (10-15 tn/ha). Pero sin lugar a dudas,
el caso de Kornat pone en tela de juicio cualquier razonamiento acerca de las condiciones
31
vegetales necesarias para el desarrollo de una gran deflagración. El modelo presente era el 1, con
una cobertura vegetal del 50% (el resto eran formaciones rocosas) y una carga media de 0,075
tn/ha (ver Anejo I), la cual es casi 40 veces menor a la media de los modelos 4 y 5. Que se
produzca un suceso tan virulento (12 muertos) sobre un escenario tan pobre en cuanto a
vegetación, debe replantear las afirmaciones de los autores que fijan las elevadas densidades de
combustible como condición necesaria para el desarrollo de estas deflagraciones. Obviamente, a
mayor carga, aumentará la energía liberada por el fuego y en consecuencia la emisión de gases
combustibles y la posibilidad de grandes deflagraciones. Por tanto, se puede afirmar que un lugar
con altas densidades de combustible es más propenso a albergar una deflagración forestal (DF),
pero ésta se puede desarrollar prácticamente en cualquier escenario, como en el caso de Kornat.
En cuanto a la topografía, la mayoría de los casos se suceden en barrancos o laderas de
pendientes pronunciadas, cuya media se sitúa entre el 23% y el 50%. Este escenario favorece la
acumulación de gases del incendio y máxime en situaciones de altas presiones que los confinan.
Existen casos (ver Anejo I) en los que, a lo largo de la ladera, se hallan tramos de inclinación muy
pronunciada, como el de Torremanzanas (próximos al 100%) o el de Millares (escollo rocoso del
200%). Es bien sabido que cuando un fuego discurre por una pendiente ascendente, su velocidad
aumenta debido a la inclinación y acoplamiento de las llamas a la superficie, ayudadas por las
corrientes de convección y vientos de ladera o valle que se general. C. Packham y J. Boura, en su
análisis sobre los incendios de Canberra en 2003, trataron de demostrar que la velocidad de un
frente de fuego se duplica por cada 10° que aumenta la pendiente en su análisis sobre los incendios
de Canberra en 2003 (Pons, 2007). Sin embargo, este razonamiento no se puede aplicar a la
mayoría de los casos, dado que las velocidades de avance fueron muy superiores a las que se
podrían estimar con el modelo de Packham y Boura (113 km/h en Riba de Saelices). En el resto
de los sucesos no se ha recogido la tasa de velocidad de avance de las deflagraciones, mostrando
únicamente valores medios a lo largo de grandes distancias, con lo que resulta imposible realizar
una estimación numérica.
Evaluando los casos de estudio, parece mostrarse una relación entre pendientes
pronunciadas y el desarrollo de una deflagración forestal (DF). Sin embargo cabe preguntarse si
este fenómeno puede darse en superficies llanas o de suaves pendientes. Conforme se ha
estudiado, en las tormentas ígneas de Peshtigo y Pedrògão Grande (principalmente en la de
Portugal) parecen registrarse varias de estas grandes deflagraciones sobre terrenos prácticamente
llanos. Lo cierto es que en estos casos los vientos huracanados procedentes del downburst tienen
una gran influencia en el avance del fuego y, por tanto, no se pueden relacionar directamente con
los otros siete casos estudiados. Sin embargo, se recogen dos filmaciones que dejan patente que
el fenómeno estudiado se puede suceder en planicies. El Vídeo 7 (ver Anejo IV), captado por los
bomberos americanos en el incendio de Barnegat (New Jersey) en 2007, muestra como en una
extensa masa boscosa situada sobre un terreno llano deflagra en su totalidad en cuestión de
segundos, provocando la retirada del convoy. Si el personal hubiese estado más cerca del lugar,
teniendo en cuenta que hacia allí se dirigían, las consecuencias humanas hubiesen sido terribles.
Por otro lado, el Vídeo 8 (ver Anejo IV) fue captado por los bomberos australianos durante los
incendios de Nueva Gales del Sur, en diciembre de 2019. Se encontraban conteniendo las llamas
en el límite de un pinar adulto, cuando de repente se observa una gran deflagración súbita desde
la superficie hasta el dosel, pese a que existía un gran tramo en altura en ausencia de combustible
(únicamente los fustes). Afortunadamente, los bomberos consiguieron salvar sus vidas debido a
que no existía una continuidad de combustible y los gases pudieron dispersarse. Teniendo en
cuenta los hechos, se puede asegurar que estos sucesos se pueden dar en escenarios llanos o de
suaves pendientes, en contraposición las teorías más asentadas en Europa.
Los modelos matemáticos expuestos por Viegas (2004), Dold et. al (2011) y Chatelon
(2014) pueden ser de gran interés para comprender el fenómeno, pero no para predecirlo o
32
evitarlo. Estos modelos se componen de gran cantidad de variables que están en constante
oscilación durante el desarrollo de un incendio (topografía, combustible, propiedades de la llama,
condiciones atmosféricas, etcétera). Estas variables no se pueden medir con exactitud en el fervor
de un incendio, por tanto, se pueden emplear para un análisis posterior pero no para su detección
preventiva. Otro inconveniente de estas formulaciones es que no son modelizadas para
deflagraciones forestales (DF) ocurridas en llano, ya que no contemplan dicha posibilidad. Por
último, resulta destacable que ninguno de estos autores incluya variables relacionadas con la
concentración de gases inflamables y comburente, que es de gran importancia a la hora de que se
desencadene el fenómeno. Únicamente se incluyen parámetros físicos, relacionados con escenario
y las características de las llamas. Si estos parámetros fuesen los únicos implicados en el
fenómeno, este se daría con una frecuencia alarmante. Explicarlo mediante leyes (formulación
matemática) implica que dadas unas condiciones estándar, estas deflagraciones ocurrirían
siempre, pero en la mayoría de las ocasiones no es así. Multitud de pruebas físicas y gráficas
muestran que, dado un escenario de fuertes pendientes, altas cargas de combustible y vientos
ascendentes que se acoplen al terreno (por ejemplo, vientos de valle); el fuego tiene un
comportamiento mucho menos intenso y más pausado que el constatado en las deflagraciones
forestales (DF). En España, país que sufre cientos de incendios anuales, la combinación de esta
topografía, vegetación y vientos de valle es algo muy habitual, pero en la mayoría de las ocasiones
no se suceden tales deflagraciones. Queda patente que el fenómeno tiene lugar en multitud de
escenarios diferentes, bajo un amplio abanico de condiciones atmosféricas, por tanto hay otras
variables que determinan su desarrollo.
Como se expone al inicio del presente estudio, en incendios en edificaciones o de interior,
existen dos fenómenos que suponen un comportamiento extremo del fuego: los flashover y los
backdraft. Su explicación radica en acumulaciones de gases inflamables y en la concentración
que alcancen, la cual debe de estar dentro del rango de inflamabilidad. El fuego es el mismo
elemento en interiores que en espacios naturales, y su comportamiento está sujeto a las mismas
leyes. Por tanto, cabe esperar que si se produce un confinamiento de gases inflamables el fuego
pueda tener un comportamiento deflagrante o explosivo. La gran cuestión es la siguiente: ¿Se
pueden confinar grandes acumulaciones de gases inflamables en la naturaleza? La respuesta es
afirmativa. La ciencia meteorológica ha explicado multitud de fenómenos en los que una masa de
aire frío impide el ascenso de otra masa de aire caliente, debido a la diferencia de densidad entre
ambas. Uno de estos fenómenos es la denominada inversión térmica, que por motivos
generalmente topográficos, puede confinar masas de aire caliente durante las horas de puesta y
salida del sol (cuando las temperaturas varían y las capas de aire se enfrían o calientan). Se puede
observar en la siguiente imagen cómo la formación de una inversión térmica a varios metros de
la superficie impide el ascenso de los gases calientes:
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Figura 11. Imagen de gases confinados por la formación de una inversión térmica.
34
racha de viento, cizalladura, cambio en las características vegetales o en la topografía provocan
que estas acumulaciones se dispersen y no lleguen a alcanzar concentraciones inflamables. Por
otro lado, cabe apuntar que si estas concentraciones son próximas a la mezcla estequiométrica de
los principales gases inflamables, la deflagración será de mayor intensidad debido a que la
práctica totalidad del combustible habrá consumido.
Al respecto de estas consideraciones, el análisis climático realizado por Stipanicev (2008)
en el caso de Kornat (ver Anejo I) se debe considerar de gran relevancia para la comprensión de
estos confinamientos gaseosos. Las simulaciones realizadas en la estructura vertical de la
atmósfera arrojaron algunos resultados importantes: “Debido a que la mayor cantidad de aire
húmedo se encontraba en los primeros 500 metros de la troposfera (y a que los niveles de
humedad relativa eran altos) no se formó una nube convectiva (o piro cumulonimbo). Según los
análisis aerodinámicos es posible que en el fondo del barranco de Sipnate se formara una capa
de unos 2,5 metros de altura, en la cual se produjo la deflagración, donde se superaron los 300°C
durante varios minutos” (Stipanicev, 2008).
A partir de toda la información recabada en la presente discusión, se constata el
importantísimo papel que juegan las altas presiones en la atmósfera del incendio, equiparable al
conjunto de topografía y vegetación. En este aspecto está muy bien enfocada la corriente
norteamericana (Generalized blaze flash), la cual plantea diversos escenarios en los que se pueden
producir confinamientos de gases inflamables, incluidas las zonas llanas. Además, también
contempla la posibilidad de que estos gases calientes se acumulen bajo capas de aire frio, aunque
las menciones al respecto son escasas y no parece que se hayan enfocado esfuerzos en investigar
esa línea. La teoría se centra en los COVs y en cómo estos pueden suponer el inicio de una
deflagración forestal (DF), lo cual es un avance para la ciencia de los incendios. Sin embargo,
esta información de poco sirve a la hora de prevenir y detectar el fenómeno. Según demostró
Barboni (2006), en incendios de pinares mediterráneos se emiten gran cantidad de estos terpenos,
por lo que su presencia no implica que se vaya a producir una gran deflagración. Actúan de mecha,
pero el foco se ha de centrar en los propios gases inflamables (CO, H2, CH4), causantes de los
mayores daños.
Por último, cabe mencionar que según los registros, las deflagraciones forestales (DF) tienen
un gran poder destructivo y se han cobrado multitud de vidas entre los equipos de extinción. Por
lo general se concibe dicho fenómeno como algo imprevisible e inevitable, y que rara vez sucede
en el desarrollo de un incendio. En muchas ocasiones, como en los casos de Horta de Sant Joan o
Torremanzanas, se atribuye la desgracia a infortunios imposibles de prevenir, sin dar
explicaciones concretas y catalogando las víctimas como “fallecidos por atrapamiento” desde
fuentes oficiales. En los momentos previos a la deflagración forestal (DF) se vive una situación
calmada entre los bomberos presentes, dado que los frentes de los incendios se mantienen
relativamente estáticos reducidas velocidades de avance. Es durante estos momentos cuando se
acumulan progresivamente los gases en la zona de la deflagración. Una vez ocurre, los testigos lo
describen como algo inaudito que jamás han visto, realizando similitudes con paredes, olas y
espirales de fuego, y fuertes sonidos correspondientes con explosiones de gases. Por los
testimonios reunidos, se puede deducir que los equipos de extinción no eran conocedores de que
el fuego podía alcanzar tales intensidades en tan corto espacio de tiempo, y no estaban preparados
ante ello.
35
6. Conclusiones
1. Teniendo en cuenta todos los elementos analizados en el presente estudio, se define una
deflagración forestal (DF) como la combustión súbita, violenta y generalizada de una amplia
área. Este fenómeno ocurre cuando los gases inflamables procedentes de la pirólisis se confinan
en algún punto concreto del escenario y alcanzan concentraciones dentro del rango de
inflamabilidad.
2. Si sobre un incendio desarrollado se sitúan masas de aire frío, las altas presiones que
ejercen pueden confinar los gases calientes a nivel de superficie. Esta situación es generalmente
inducida por el propio incendio, dado el movimiento continuo de masas de aire a diferentes
temperaturas que genera un frente de fuego. Se pueden dar fenómenos como inversiones térmicas,
cizalladuras, subsidencias o estratificaciones. En los casos estudiados se muestra la relevancia
de este factor, principalmente en el de Kornat (2007).
3. La topografía del lugar es clave a la hora de facilitar dichas acumulaciones, siendo más
fácil en barrancos o laderas de pendientes pronunciadas. Por otro lado, el tipo de combustible
presente influye en la cantidad de gases inflamables que pueden ser emitidos. A mayor volumen
de vegetación, mayor es la posibilidad de que se alcancen concentraciones superiores al límite
inferior de inflamabilidad (LII). Pese a todo, el fenómeno puede darse en lugares llanos o con una
cantidad muy reducida de combustible.
4. Cuanto más próxima esté la concentración de los gases inflamables a su valor de mezcla
estequiométrica, mayor será la intensidad y energía liberada por la deflagración. La combustión
de estos gases, cuya concentración supera el LII, se produce por dos motivos: en primer lugar,
por el contacto de un punto de ignición (llamas); en segundo lugar, cuando estos gases alcanzan
temperaturas superiores a su punto de autoignición.
5. En una deflagración forestal (DF), las llamas pueden superar con facilidad los 100 km/h
y alcanzar temperaturas superiores a los 1200°C, según los datos obtenidos en los casos
estudiados, produciéndose combustiones de amplias superficies en tiempos récord.
6. Si un incendio se desarrolla sobre una masa arbórea adulta con un dosel cerrado, éste puede
actuar como “techo” impidiendo que los gases inflamables se disipen y alcancen concentraciones
superiores al LII.
7. La teoría de los fuegos eruptivos se enfoca en las condiciones del escenario: topografía y
modelo de combustible. Tiene un gran potencial descriptivo, pero los modelos matemáticos
propuestos resultan imposibles de medir en el transcurso de un incendio, sólo a posteriori. Por
tanto, no pueden ser aplicables en la prevención del fenómeno.
8. Por otro lado, la teoría de los Generalized Blaze Flash se centra en dar explicación a las
acumulaciones de gases que se suceden en un incendio forestal. Se considera que esta corriente
tiene un mejor enfoque que los fuegos eruptivos, dado que un comportamiento tan extremo del
fuego no se puede explicar sólo mediante factores topográficos o de combustible. Sin embargo,
los esfuerzos se centran en estudiar las emisiones de COVs durante un incendio, dejando un tanto
de lado el importante papel que juegan las altas presiones en el confinamiento de gases.
9. Los casos desarrollados en el presente estudio muestran el gran poder destructivo de las
deflagraciones forestales (DF), cobrándose un incontable número de víctimas desde que se tienen
registros. Los testimonios y datos recogidos muestran que los bomberos son sorprendidos por las
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llamas de manera súbita, sin tiempo de reacción. Queda patente el desconocimiento del fenómeno
entre los equipos de extinción y la importancia del factor humano en estos sucesos. En la gran
mayoría de casos estudiados, las posiciones que asumen estos equipos son peligrosas y
potenciales de albergar una gran deflagración.
10. La gran mayoría de las muertes por atrapamiento en incendios forestales son debidas a
deflagraciones forestales (DF), y quedan sin tener un diagnóstico correcto de los hechos, como
en los casos de Millares (1994), Horta de Sant Joan (2009) o Torremanzanas (2012). Sólo cuando
existen víctimas mortales se trata de comprender estos fenómenos, pero lo cierto es que pueden
darse con asiduidad en el desarrollo de un incendio. Las deflagraciones forestales (DF) se pueden
identificar a posteriori por dejar unos claros límites definidos en la vegetación, dentro de los
cuales se observan los efectos de altas intensidades de fuego lindando con zonas que apenas han
sufrido el efecto de las llamas.
11. Se puede constatar que existe un gran desconocimiento entre los equipos de extinción
acerca del fenómeno estudiado. Apenas se han encontrado referencias en manuales de trata de
incendios, protocolos de actuación oficiales, guías base para la docencia, informes oficiales de
atrapamientos, manuales de bomberos o congresos de incendios.
12. Las deflagraciones forestales (DF) se suelen catalogar como imprevisibles, pero lo
cierto es que son evitables en su gran mayoría. Pese al gran peligro que supone este fenómeno
para los bomberos y brigadistas, la ciencia forestal no ha dedicado apenas recursos para trabajar
en su prevención. Por ello, el autor que suscribe el presente estudio indica dos corrientes a seguir
para lograr mitigar y evitar las fatales consecuencias de las deflagraciones forestales (DF) en los
medios de extinción:
➢ En primer lugar, dado a que el fenómeno se puede reducir a un confinamiento de gases
inflamables que supera el LII, se propone que los bomberos porten consigo detectores de
gases (o explosímetros). Estos aparatos pueden medir la concentración de gases
inflamables presentes en el ambiente, además de ser ligeros y de fácil programación.
Cuando las medidas de concentración de monóxido de carbono, metano o hidrógeno
alcanzasen valores cercanos a ese LII, sería el momento de realizar la evacuación del
lugar. Para fijar estos valores se precisa de estudios de detalle, que deben basarse en los
gases de pirólisis emitidos según el tipo de vegetación, además del grado de dispersión
que puedan tener en el ambiente.
➢ En segundo lugar, se propone que los planes de incendio locales incluyan zonas de alto
riesgo, potenciales de albergar una deflagración forestal (DF), en las cuales los equipos
de extinción no deberían entrar bajo ningún concepto. Estas zonas se identificarían
mediante modelos cartográficos (GIS) producto de combinar los factores topográficos,
de modelo de combustible y de infraestructuras presentes. A cada variable se le debería
otorgar un peso y una escala de peligrosidad, y para ello se precisa de un amplio estudio
en este marco.
13. Por último, cabe destacar la relación entre las tormentas ígneas y las deflagraciones
forestales (DF). En estas tormentas de fuego se observan grandes carreras que pueden ser
asociadas al fenómeno objeto de estudio. Se plantea la posibilidad de que estos frentes de incendio
avancen mediante grandes deflagraciones encadenadas entre sí, con desaceleraciones en las cuales
se produce una nueva acumulación de gases. Al fin y al cabo, en ambos fenómenos el fuego tiene
un comportamiento extremo debido a los mismos procesos básicos: una masa densa de aire frio
confinando los gases calientes en superficie, teniendo en cuenta de que en las tormentas ígneas
existe la gran influencia de los vientos huracanados procedentes del downburst.
37
7. Bibliografía
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40
ANEXOS
1
ANEJO I
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA DE
LOS CASOS ESTUDIADOS
Por tanto se puede suponer que en la parte superior, donde tuvo lugar el suceso, existía un modelo
2 según la clasificación de Rothermel: la propagación del incendio está gobernada por los
2
combustibles herbáceos finos. La propagación es rápida. El matorral o arbolado ocupa de uno
a dos tercios del área. Las intensidades del fuego son mayores y pueden producirse pavesas.
Carga de combustible de 1-2 tn/ha.
Según aseguran algunos expertos, como Barrows (1980), corrientes descendentes de aire
provinieron de una pequeña tormenta local, que extendió el incendio desde la cresta a la boca del
cañón durante su fase inicial. Se pudo formar un gran torbellino de aire entre ambas crestas que
pudo suponer el inicio del avance del fuego en dirección norte (Rothermel, 1993).
2. MILLARES, 1994
En el siguiente mapa topográfico se puede apreciar el relieve del lugar:
Mapa topográfico del lugar de los hechos. En rojo, la ubicación de la brigada. En amarillo, el área por
la que ascendió el fuego. En negro, el punto aproximado donde se encontraba el fuego a la llegada de los
brigadistas.
El mapa se ha extraído del Instituto Cartográfico Valenciano. Realizando una serie de medidas
macroscópicas, se han obtenido los siguientes datos:
➢ La cota del escenario de la tragedia es de 603 metros sobre el nivel del mar, mientras que
la del punto donde se encontraba el fuego es de aproximadamente 230 metros sobre el
nivel del mar.
3
La masa forestal presente en el escenario se componía de coníferas (en mayor o menor densidad)
y matorral en la parte superior. En la ribera del rio Júcar, donde siempre hay agua, se puede ver
una masa densa y verde. Más arriba, la masa boscosa disminuye y, en algunos sitios, no hay más
que árboles solitarios y bosque de rebrotes. La montaña forma una ladera de pendiente prolongada
y en su parte superior estaba despoblado de árboles (Pons, 2007).
Por tanto, se pueden suponer los siguientes modelos de combustible, según la clasificación de
Rothermel:
➢ Modelo 7 en el fondo del valle: “matorrales de menos de dos metros, pinares con
sotobosque de especies inflamables”.
No se pueden trasladar estos datos a las condiciones en Millares, ya que ambos lugares se
encuentran separados por más de 30 kilómetros en línea recta. Sin embargo, pueden servir de
aproximación. El día anterior (4 de julio), cuando se inició el incendio, esta misma estación captó
una máxima 42.7ºC y rachas de viento de hasta casi 40 km/h. Son valores mucho más críticos que
los del día de la tragedia. No se dispone de información acerca de la humedad relativa.
3. ALÁJAR, 1999
Para abordar el estudio del fenómeno, es necesario revisar cada uno de los factores que influyen
en el proceso, tanto de manera física como química. Fco. Rodríguez analizó los tres factores más
relevantes en estos casos: topografía, combustible vegetal y condiciones climáticas. Se muestra a
continuación una imagen del lugar:
4
Ortofoto del lugar del accidente, extraída de Google Earth. En amarillo, el punto donde comenzó el
incendio. En rojo, la ubicación donde fueron hallados sin vida los cuatro bomberos.
El fatídico suceso tuvo lugar en la ladera sur de una de las estribaciones de la Sierra de los
Cuchareros. No cabe duda de que la topografía del lugar tuvo influencia directa en la rápida
propagación del frente de fuego y en la creación de un ambiente climático inestable. La posición
de la brigada en el momento del siniestro, en términos de relieve, era muy desfavorable. Se trata
de un pequeño barranco que discurre en dirección S-N, con una ligera inclinación hacia el oeste.
Al contrario de lo que cabe esperar, el fuego en primera instancia ascendió por los flancos del
barranco, cuya pendiente es del 45.7% en el flanco izquierdo y del 46.03% en el derecho
(Rodríguez, 1999). Cabe apuntar que no se realizaron medidas directas de la pendiente en el lugar
del incidente, pero por su proximidad a las realizadas en el flanco derecho se puede deducir que
se encontraba entre 40% y 50%.
En cuanto al combustible vegetal presente, Rodríguez y su equipo lo dividieron en dos zonas.
Siguiendo las clasificaciones de Rothermel se puede describir las características florísticas del
lugar:
• Al punto donde comenzaron las llamas se le puede asignar un Modelo 5: “Matorral denso
pero bajo, altura no superior a 0’6 metros. El incendio se propaga por los combustibles
superficiales como matorral, pastos y otras herbáceas de sotobosque. Incendios poco
intensos debido a cargas ligeras de combustible, que oscilan entre las 6 y 9 tn/ha”
(Rothermel, 1976).
• La ladera en la que tuvo lugar la tragedia está compuesta alternativamente por dos
modelos. Por un lado, el Modelo 4: “Matorral o arbolado joven muy denso de unos dos
metros de altura. Continuidad vertical y horizontal del combustible. El incendio se
propaga sobre las copas con grandes intensidades y alturas de llama. Carga estimada
entre 24 y 36 Tn/ha” (Rothermel, 1976). Por otro, el Modelo 7: “Matorral inflamable de
0’6 a 2 metros de altura, que propaga el fuego bajo el arbolado. Puede ocurrir con
combustibles con alto contenido en humedad debido a la inflamabilidad de estos. Carga
aproximada entre 8-15 tn/ha” (Rothermel, 1976).
5
Para el segundo caso, Rodríguez propone un nuevo modelo de combustible resultante de la
combinación de ambos, y lo denomina Modelo Mr: “Dada la distribución espacial mezclada de
los modelos 4 y 7 anteriormente definidos, ha sido necesario conformar un modelo resultante,
siendo éste nuevo, el responsable del comportamiento del fuego. La asignación de pesos ha sido
de un 85% para el modelo 4 y un 15% para el 7. Carga estimada entre 20 vy 28 Tn/ha”
(Rodríguez, 1999).
Finalmente, en cuanto a las condiciones climáticas, se muestra a continuación una tabla que
recoge las variables más importantes medidas en la estación de Alajar en la hora de la tragedia.
Éstos valores son aproximados, dado que han sido extraídos de gráficas y no de tablas con valores
exactos:
Cabe apuntar que se muestra la velocidad media del viento (5 km/h), siendo la máxima de unos
14 km/h. La distribución topográfica de la zona facilita situaciones en las que capas de aire se
estancan por fenómenos convectivos asociados a los calentamientos diferenciales de ladera. Se
produce una estratificación de las masas de aire encerradas entre las laderas del valle, quedando
una capa de mayor temperatura entre dos capas más frías. Tal situación define la existencia de
una inversión térmica en el valle, ubicándose a unos 650 metros de altura (Rodríguez, 1999).
6
Fotografía aérea del lugar de los hechos instantes antes de la tragedia. En rojo, el lugar donde
fallecieron los brigadistas. En amarillo, el sentido de la deflagración que los atrapó.
Las dos imágenes mostradas servirán de apoyo gráfico a la hora de entender la información que
se va a exponer a continuación. Tanto los datos topográficos como del combustible vegetal
presente se han extraído del libro “L’explosió de la muntanya”, de Vicent Pons i Grau. El autor
es también el máximo responsable de la Oficina Técnica de Ingeniería Forense, y una de las
eminencias nacionales en el peritaje de incendios. El libro se basa en el informe realizado por
Pons y su equipo para la comisión de investigación que se creó tras el incendio y por el cual
llegaron a declarar hasta en el Parlamento Europeo. Por tanto, se consideran de gran valor los
datos y estudios expuestos en él.
A pesar de existir mapas de la zona el equipo realizó sus propias medidas topográficas. En cuanto
a la pendiente que recorrió la deflagración, estos fueron los resultados:
7
Representación de la pendiente de la ladera por la que ascendió la deflagración. Tres tramos claramente
diferenciados (Pons, 2007).
La distancia total, es decir, desde el fondo del pequeño barranco hasta el lugar donde murieron
los brigadistas es de 960 metros, con una pendiente media del 15.5% y ocupando un área total de
2.1 hectáreas. En la siguiente tabla se exponen los datos por tramos:
8
de Prados Redondos y la de Jadraque. Se pueden consultar en uno de los anejos del libro, pero
está prohibida su reproducción. En referencia al momento de la deflagración (que tuvo lugar
alrededor de las 17:15 horas), las variables medidas fueron las siguientes:
Variables más representativas medidas por las estaciones meteorológicas próximas en el momento del
incidente.
Se puede observar que los niveles de humedad en la zona eran realmente bajos, por encima de ese
25% crítico que marcan algunos expertos en incendios. Era un día completamente soleado, con
apenas algunos cirros en el cielo, y la temperatura en ese momento no alcanzaba los 30º C.
Estudiando las gráficas de viento adjuntas en el libro queda claro que en ningún momento se
detectaron fuertes vientos localizados o cambios bruscos en la dirección, aunque muchas veces
los vientos de convección que se crean en el propio incendio no pueden ser detectados por las
estaciones situadas a varios kilómetros de él.
En resumen, los datos climáticos aportados se pueden considerar óptimos para un desarrollo
peligroso de las llamas, pero quedan lejos de los valores más críticos que podían llegar a
alcanzar. De hecho, el día anterior (sábado 16), las mediciones tomadas a la misma hora (17:00)
eran más desfavorables: 33.4ºC de temperatura y una humedad relativa que apenas llegaba al
10%. Por tanto, los brigadistas que allí se encontraban no se encontraban bajo la peor situación
climática posible, ni mucho menos.
5. KORNAT, 2007
El lugar de los hechos es un barranco que discurre en dirección SO-NE desde prácticamente
primera línea de costa. A mitad, se curva ligeramente hacia el oeste hasta coronar la parte más
alta. El denominado “barranco de Sipnate” desemboca en una bahía con idéntico nombre y tiene
una longitud aproximada de 900 metros. Este escenario se puede observar en la siguiente imagen:
9
Barranco en el que tuvo lugar el incidente.
10
Parámetros topográficos más importantes del barranco de Sipnate (Stipanicev, 2008).
Como se ha mencionado, existe un primer tramo SO-NE y un segundo con orientación S-N y una
longitud aproximada de 350 metros. El barranco está cerrado por tres elevaciones: al este el monte
Veli (212 metros), al norte el monte Meja (150 metros) y al oeste el monte Glavica (135 metros),
donde aterrizaron los 13 bomberos. El fondo del barranco tiene una pendiente media del 16% y
la máxima pendiente de sus flancos es del 29% en la ladera del Glavica y 45% en la del monte
Veli. El área aproximada que ardió en el barranco fue de unas 10 hectáreas (Stipanicev, 2008).
En cuanto al combustible, como se puede ver en las imágenes adjuntas, la vegetación del lugar es
realmente pobre. Se trata de un terreno muy rocoso cubierto por especies herbáceas y arbustivas
de muy bajo porte con alguna leñosa muy dispersa. Las especies dominantes son principalmente
estas herbáceas (Stipa bromoides y Stipa pennata) y algunas plantas aromáticas como
Xeranthemum annuum o Salvia officinalis. Las pocas leñosas presentes son por lo general
Quercus ilex que no superan los cuatro metros de altura (Skracic, 2003).
La asociación de vegetación presente es Stipo-salvietum officinalis var. Brachypodium ramosum.
La cobertura vegetal está entre el 45% y el 55% de la superficie total. La carga de combustible se
sitúa entre los 0.56 kg/m2 y los 0.83 kg/m2 con un poder calorífico medio de 18.000 kJ/kg. Se
recogieron diversas muestras de vegetación que no habían ardido durante la deflagración y tras
su análisis en laboratorio se estimó que el tiempo de combustión total era de unos 12 segundos y
su contenido en humedad no superaba el 14% (Stipanicev, 2008).
Teniendo estas características en cuenta se puede asignar al barranco de Sipnate, según la
clasificación de Rothermel, un modelo 1: “la propagación del incendio está gobernada por los
combustibles herbáceos finos (secos o casi secos). La propagación es rápida. El matorral o
arbolado ocupa menos de un tercio del área” (Rothermel, 1972).
11
Los datos que se exponen en este subapartado corresponden a la estación meteorológica de “Vela
Sestrica”, situada en una isla a unos 5 kilómetros del barranco de Sipnate, y a la del aeropuerto
de Zadar que se encuentra más alejada del lugar de los hechos. Stipanicev y su equipo también
realizaron simulaciones de las corrientes de aire por medio de ALADIN, modelo numérico de
predicción meteorológica para un área limitada.
Las variables climáticas más representativas de cada estación, con fecha del 30 de agosto de 2007
y publicadas en el citado informe, se muestran en las siguientes tablas:
*En los datos pertenecientes a esta estación, la velocidad del viento se expresa con un valor de “4” en la
escala de Beaufort. A este valor le corresponde un rango de entre 20 y 28 km/h.
Se puede considerar que los valores de temperatura, humedad relativa y velocidad del viento no
son excepcionales. Muestran unas condiciones que pueden facilitar un rápido avance de las llamas
pero que en teoría no deben calificarse como “críticas”. Sin embargo, hay un factor clave que
puede influir más que los tres citados: la dirección del viento. Según los datos de la estación de
Vela Sestrica, en los momentos cercanos a la tragedia el viento tenía una dirección SSE que
coincide con la orientación del barranco de Sipnate. Quizás este factor influyese más en lo
sucedido que el resto. Además, cabe destacar que en dicha estación se registró también la
“abundancia de nubosidad” con un valor de 7 sobre 10, siendo 0 un cielo completamente
despejado y 10 uno completamente cubierto de nubes.
Las simulaciones del modelo MM5 de la estructura vertical de la atmósfera mostraron que las
condiciones de las capas inferiores de la troposfera eran favorables para una rápida propagación
del fuego. La estratificación de estas capas permitió que se produjeran corrientes ascendentes de
aire. De repente, se observa cómo las velocidades del viento en los primeros 200 metros de altura
se aceleran hasta los 14 m/s. Este hecho provocó una corriente en chorro de bajo nivel con una
cizalladura vertical del viento muy pronunciada. Altos valores de energía cinética denotan fuertes
turbulencias en este estrato. Posteriormente, y según la simulación, se formó encima de esta capa
(primeros 200 metros sobre el nivel del mar) otra de inversión térmica cuyo grosor aproximado
era de 300 metros. Esto provocó que cesara el movimiento de corrientes ascendentes en la capa
inferior y por tanto las velocidades del viento en la zona de inversión se redujeron, cambiando su
dirección a S (Stipanicev, 2008).
12
6. HORTA DE SANT JOAN, 2009
El lugar en el que perecieron los cinco bomberos de GRAF Lleida se ubicaba en una pronunciada
ladera (con pendientes superiores al 50%) que daba lugar a una gran pared de roca antes de
coronar la cima de la montaña. Se puede observar en la siguiente imagen:
La vegetación del perímetro se puede dividir en dos zonas. La primera, donde se inició el foco
secundario, era una masa mixta de Pinus halepensis, Pinus nigra, Quercus ilex y Quercus faginea.
Las alturas predominantes corresponden a los pinos, en cambio, la densidad arbustiva del estrato
dominado está protagonizada por encinas y robles. Se trata de un modelo de combustible 4, según
la clasificación de Rothermel. Existía un denso estrato arbustivo que hacía la zona impenetrable.
(Lo Forestalillo, 2010).
En cuanto a las variables climáticas, se adjuntan los datos del Servei Meteorològic de Catalunya
recogidos el día del suceso:
13
Gráfica de temperatura y humedad relativa para el día 21.
A la hora del incidente, entorno a las 15:20 horas, se pueden recoger los siguientes datos
aproximados: temperatura de 29°C, humedad relativa que rondaba el 40% y un viento racheado
superior a los 20 km/h. Estas condiciones climáticas se pueden considerar óptimas para la
extinción, por tanto, no pueden relacionarse directamente con el fenómeno.
7. TORREMANZANAS, 2012
El lugar de los hechos es una ladera de pendiente pronunciada y altas cargas de combustible. La
longitud total es de aproximadamente un kilómetro, y termina coronando una montaña de unos
1090 metros de altitud. Se puede apreciar en la siguiente ortofoto, que se ha tomado del histórico
de Google Earth, a fecha de junio de 2012 (dos meses antes del incendio):
14
Ortofoto de la ladera en la que ocurrieron los hechos. En rojo, la ubicación donde fueron encontradas
las dos víctimas.
Tomando la totalidad de la ladera y la diferencia de cotas, se puede decir que la pendiente media
es del 22% aproximadamente. Sin embargo, hay que matizar que cuando comenzó la deflagración
el fuego ya había ascendido un pequeño tramo. Según diversas fuentes, el frente se encontraba a
unos 400 metros de los bomberos en el momento de su llegada. Teniendo en cuenta el punto
donde fueron alcanzadas las víctimas, la pendiente media de este tramo es del 40%. Según
diversos expertos que han visitado el lugar, hay partes de este recorrido con inclinaciones cercanas
al 100%.
Otro aspecto a tener en cuenta es la orientación de esta ladera, que se corresponde por completo
a la parte de la solana, directamente enfocada al sur. Esto provoca que la vegetación existente
tenga bajos contenidos de humedad al recibir los máximos de radiación solar.
En cuanto a la vegetación presente, existía un matorral denso bajo arbolado (Pinus halepensis),
con una continuidad de combustible tanto horizontal como vertical. Al lugar se le puede asignar
una combinación de los dos siguientes modelos de combustible, según la clasificación de
Rothermel:
Modelo 4 → “Matorrales de unos 2 metros de altura, repoblados o regenerados jóvenes densos.
Propagación del fuego por las copas del matorral, que forma un estrato continuo. Carga de
combustible entre 25 y 35 tn/ha” (Rothermel, 1976).
Modelo 7 → “Bosque de coníferas con sotobosque compuesto por matorral menor a 2 metros de
altura. Propagación por matorral, aunque puede pasar a las copas de los árboles. Cargas entre
10 y 15 tn/ha” (Rothermel, 1976).
Las previsiones meteorológicas que se manejaban para ese día, en ese lugar concreto del incidente
y en el intervalo horario del momento de la deflagración, se adjuntan en la siguiente tabla:
15
Tabla 4. Datos de la previsión meteorológica para el lugar del incidente en el momento en que se
produjo.
Los valores adjuntados muestran una situación adversa para el control o extinción de un incendio
forestal. El viento moderado empujaba el fuego en dirección a la ladera, y las condiciones de
temperatura, humedad relativa y radiación solar (primera hora de la tarde con el cielo despejado,
orientación sur) provocaron que el combustible vegetal presentase bajos contenidos de humedad.
Si a esto se le suma que los meses anteriores fueron muy secos y calurosos, se puede presuponer
que la vegetación presente estaba muy seca y por tanto era susceptible de arder con altas
velocidades de propagación.
Mapa topográfico del lugar de la deflagración. En negro, se muestran los puntos donde un mayor
número de personas perecieron, además de esa cifra. En rojo, la dirección del fenómeno.
En general, se trata de una zona con sucesivas cadenas montañosas de bajo porte. La topografía
del lugar se puede catalogar como suave, con pendientes poco pronunciadas. Haciendo un
pequeño análisis macroscópico sobre este mapa y en la aplicación Google Earth Pro se obtienen
16
pendientes máximas del 15%, siendo la media general del 10%, para los puntos A y B. Tampoco
se observan pronunciados encajonamientos cercanos que pudiesen propulsar el fuego a mayor
velocidad. Por tanto la topografía no debió tener gran influencia en el desarrollo de la
deflagración.
El cuanto al combustible vegetal del lugar se trata de una masa boscosa mixta de eucalipto (75%)
y Pinus pinaster (25%), con una considerable continuidad espacial. Estas especies aparecen
debido al suelo pobre y poco profundo que allí se encuentra. Abarcan la mayoría de superficie de
la deflagración, teniendo baja presencia agrícola en comparación con los alrededores. La masa
adulta era densa, y en el sotobosque se podían encontrar especies inflamables como Ulex
europaeus o Calluna vulgaris, también en altas densidades. Según el Inventario Forestal Nacional
de 2010 (IFN6), la carga de combustible del lugar era de 16.3 tn/ha. Teniendo esto en cuenta, se
puede asignar de manera intuitiva un modelo 7 según la clasificación de Rothermel: “matorral
de especies inflamables, de 0,5 a 2 metros de altura, situado como sotobosque en masas de
coníferas. Propagación por matorral. Carga de 10-15 tn/ha” (Rothermel, 1972).
Por último, hay que destacar las condiciones climáticas. Según narra Marc Castellnou, uno de los
técnicos que suscribe el informe oficial, los datos recogidos aquel día dejaron muy desconcertado
al equipo. Se adjuntan los valores más representativos en la siguiente imagen:
Datos de las 5 estaciones climáticas más próximas al incendio, junto a su media (línea negra).
17
9. PESHTIGO, 1871
Peshtigo, en esa época, se situaba en un claro rodeado por un frondoso bosque de coníferas. Un
frío y caudaloso río con idéntico nombre dividía la ciudad en dos mitades de forma equitativa. Se
muestra a continuación una representación del lugar realizada en esa época:
Se puede observar que se trata de una zona prácticamente llana. Según la aplicación Google Earth,
la localidad se encuentra a unos 180 metros sobre el nivel del mar y se hallan en sus alrededores
algunos pequeños montículos que no sobrepasan los 210 metros de altura.
En cuanto a la vegetación presente, se trataba de una masa frondosa de coníferas de gran altura.
En la actualidad existen en la zona altas densidades de Pinus banksiana y Pinus resinosa. Algunas
de estas masas son bosques mixtos junto a Quercus ellipsoidalis, y el sotobosque está compuesto
por especies como Pteridium aquilinum, Waldsteinia fragarioides o Vaccinium angustifolium
(Anderson, 2006).
Suponiendo que las condiciones de combustible vegetal en 1871 fuesen similares a las actuales
podría asignarse, según la clasificación de Rothermel, un modelo número 7: “matorral de
especies inflamables, de 0,5 a 2 metros de altura, situado como sotobosque en masas de coníferas.
Propagación por matorral. Carga de 10-15 tn/ha” (Rothermel, 1972). Cabe apuntar que se está
mencionando la vegetación circundante a la ciudad, pero el fenómeno se produjo también a lo
largo del claro en el que se ubican las viviendas, arrasando con todo sin existir prácticamente
vegetación en la urbe.
Finalmente, lo único que se menciona al respecto de las condiciones climáticas es que fueron unos
días con fuertes vientos provocados por un frente frío situado sobre la zona. Sin embargo, se
estima que en la atmósfera del propio incendio se pudieron alcanzar intensidades de 130 km/h
(glenallenwater.com, 2019).
18
19
ANEJO II
TESTIMONIOS
20
KORNAT, 2007
- Testimonio del único superviviente, Frane Lucic: “Llegamos a una zona que estaba abierta en
el lado sur, y el fuego y el humo comenzaron de repente a tal velocidad que no pudimos escapar,
a pesar de que intentamos correr. Nos invadió un calor terrible y simplemente nos quemó.
Llevaba mucho equipo encima, así que estaba un poco más rezagado del grupo, detrás de unos
compañeros, y tuve un poco más de tiempo para cubrirme la cara y tumbarme boca abajo. Como
tenía un casco con visera pude protegerme el cabello y la cara. El fuego y el estallido de calor
duraron unos 15 segundos y simplemente nos pasó por encima. No hubo tiempo para reaccionar.
Sentí un dolor agudo en mis manos y vi que estaban hinchadas, así que me quedé en el suelo
como los demás e intenté contactar con el Departamento de Bomberos de Sibenik. No hubo señal.
Escuché gemidos, llantos de auxilio, y vi que todos estaban heridos, pero no me di cuenta de si
había algún muerto” (Nacional.hr, 2007). También declaró que el fuego provino del fondo del
barranco situado al sur, y que el sonido que producía era parecido al de un tren en movimiento
(Viegas, 2008).
TORREMANZANAS, 2012
- Uno de los bomberos presentes relata así la situación vivida: “La zona era técnicamente
inadecuada para efectuar el contrafuego, y sin embargo el jefe del sector dio la orden al
brigadista de empezar la quema (…) Lo que ocurrió es que al instante se formó una bola de fuego
que los atrapó, y cada uno intentó salir como pudo (…) aquello era una ratonera y pudo haber
sido una carnicería (…) No había escapatoria, uno de los brigadistas salió colgado del espejo
retrovisor de un camión de bomberos y otro se dejó arrastrar por la manguera” (El País, 2012).
21
PEDRÓGÃO GRANDE, 2017
- Un testimonio de uno de los vecinos de una pedanía cercana a la deflagración se recoge en el
informe oficial, y es de gran relevancia para entender lo allí sucedido: “Alrededor de las 20:00
horas (no puedo precisar la hora exacta) todo se puso totalmente oscuro y poco después vino una
gran bola de fuego precedida por un fuerte viento, como un ciclón (…) no se parecía al fuego
que ardía en el bosque de pinos circundante sino a un tipo de bomba que estalló de repente. El
cielo se abrió en un gran destello y cayeron potentes lenguas de fuego en todas direcciones.
Fueron estas lenguas de fuego las que arrasaron con mi pueblo y con los de alrededor”. Otros
testimonios confirman esta descripción: “La gente hablaba de un sonido ensordecedor de las
llamas, y cómo estas habían pasado por encima de sus cabezas”, “Pensé que al estar a dos
kilómetros del fuego huiría más rápido que él. Pero me equivocaba”, “Acabo de sacar mi auto
de una zanja en la que cayó ayer. Increíblemente, no está afectado por el fuego, mientras que
otro coche a 10 metros del mío está completamente destruido”, “Era un verdadero muro de
fuego”, “Fue un verdadero infierno. El fuego cayó sobre los eucaliptos y luego se arrastró hasta
el suelo” (Sabado, 2017).
PESHTIGO, 1871
El 20 de octubre un corresponsal del periódico New York Tribune entrevistó a los supervivientes,
recogiendo los testimonios en un largo escrito:
“En esta tarde de verano, contemplo el claro más espantoso que jamás haya tenido ante los ojos
cualquiera de los mortales. Las calles arenosas brillan con una espantosa claridad y los
fragmentos calcinados son todo lo que queda de imponentes edificios y cientos de hogares
familiares (…).
Los bosques circundantes estaban intercalados con innumerables claros abiertos, de hierba
crujiente y seca, que durante semanas habían ardido con los fuegos que en otoño se intensifican
en estas regiones (…) Durante estos incendios, como en otras ciudades, las autoridades y la
población pensaban estar bien protegidos. El incendio se extendió hasta las afueras de la ciudad
(…), y se prepararon para combatir al enemigo. Aparentemente, todo material inflamable había
sido apartado del peligro ese domingo (…).
De repente, durante la tarde de ese domingo, se empezó a percibir un gran ruido y bullicio que
se acercaba desde el oeste. El ruido creció en volumen, y se acercaba cada vez más, con crujidos
y grandes detonaciones (…) El bosque se sacudió y una gran alarma invadió el pueblo, porque
ahora imponentes ráfagas de viento y remolinos provenían de todas direcciones. En un horrible
instante, antes de que la expectativa pudiera dar forma al horror, una gran llama se disparó en
los cielos occidentales, e innumerables leguas de fuego ardiente penetraron hacia abajo en la
aldea, perforando cada objeto que se encontraba a su paso, como un rayo al rojo vivo. Un rugido
ensordecedor, mezclado con explosiones de llamas eléctricas que se producían por todo el
ambiente, paralizó todas las almas del lugar (…).
No hay disparidad en los testimonios, todos escucharon el primer rugido inexplicable. Algunos
afirman que la tierra tembló, mientras unos pocos crédulos confiesan que los cielos se abrieron
y el fuego cayó desde arriba (…).
22
La muchedumbre jadeante se congregó en el río. Corrieron en dirección al puente, pero al verlo
en llamas tuvieron que virar y lanzarse a las frías aguas. Unas trescientas personas se
sumergieron entre los brazos del agua, balanceándose de un lado a otro, donde se asaron por el
cálido aliento de llamas que se cernía sobre ellos. Ardió el cabello de cada cabeza expuesta
momentáneamente sobre el agua. (…) La orilla oriental estaba densamente poblada por muertos
y moribundos. Un numeroso grupo de personas avanzaba hacia el río desde esta dirección, pero
las explosiones se arremolinaban y encontraron a las víctimas, cortando una franja a través de
la multitud que huía. (…) La avalancha de gente cayó en la primera explosión. Unos pocos
pudieron gatear hasta la ribera de guijarros, pero tan terriblemente desfigurados que la muerte
debió ser horrible. No todos pudieron llegar al río; incluso los grupos que cayeron en la poco
profunda orilla sufrieron una agonía insoportable. El fuego feroz, sumido en fuertes corrientes
en todas direcciones, era lo suficientemente fuerte como para incendiar la ropa. La arena
voladora, calentada como por un horno, ampollaba la carne allá por donde pasaba. El sofocante
“simún” atravesó todo lo que encontró a su paso hasta llegar al rio. (…) Sólo se podía percibir
las siluetas en medio de un gran resplandor rojo (…).
Las vacas y el resto del ganado, aterrorizadas por el humo y las llamas, se apresuraron en una
gran estampida a llegar a la orilla del río. Muchas personas fueron pisoteadas por las reses
asustadas (…) Las ardientes maderas del molino, construido en el borde del puente, volaron por
los aires y se expandieron sobre la multitud, infligiendo los daños más terribles (…).
En el fervor de la situación en el rio, muchos cabellos ardieron y muchos perdieron la vida al
tratar de proteger a otros. Los bomberos intentaron salvar alguno de los edificios importantes,
conduciendo la manguera desde el rio. El calor detuvo instantáneamente el intento, pero no antes
de que la manguera, llena de agua, se hubiera quemado en cien partes. Aunque la embestida del
fuego y del viento había sido simultánea, y la destrucción casi instantánea, las feroces y
sofocantes corrientes de calor atravesaron el aire durante horas. Estas corrientes fueron más
fatales que las lenguas de fuego que recorrían la aldea, con una espantosa combinación de viento
y llamas. (…).
Las llamas “bailaban” por la atmósfera del lugar con un rugido incesante y ensordecedor. Se
produjo un tornado de fuego, pero fue solo momentáneo, sucedido por una vorágine de fuego,
humo, cenizas y arena al rojo vivo (…). La lluvia de chispas, ceniza y arena caliente cayó con
una fuerza continua y prodigiosa, y tuvo tanto que ver en las muertes como el primer estallido
que precedió al fuego (…).
La miserable multitud que se hallaba metida hasta el cuello en el agua, cuanto más tiempo
estaban con la cabeza fuera, más fueron perforados y ampollados por esas partículas ardientes.
Parecían lancetas de acero al rojo vivo, penetrando en la cubierta más gruesa. La evidencia
ahora queda para atestiguar la increíble fuerza de las lancetas en llamas. Todavía quedan
mangos de arado de duro hierro, perforados como por bolas muy pequeñas, y en su mayor parte
sin quemar (…).
Los resistentes leñadores no suelen exagerar, y la similitud perfecta de cada testimonio e
incidente confirma cada episodio de esta tragedia (…). Se encontraron grupos de cadáveres (…)
que habían sido golpeados por la explosión en plena huida (…). Las ardientes explosiones de la
noche los habían dejado irreconocibles a la llegada de la luz del día.
A través de los sólidos bosques, una franja limpia de tocones y raíces ennegrecidas marcó el
curso de las ardientes tempestades. Los caminos estaban llenos de ganado asado, y con
frecuencia con cadáveres de osos y ciervos (…). En muchos casos, los restos humanos se
distinguían de los animales sólo por los dientes (…). La matanza no resultó de ninguna infracción
u omisión por parte del hombre (…) ni se contribuyó a la devastación más completa en los anales
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de la historia (…). La inmensidad de la destrucción material de Chicago sobrepasa esta
devastación, pero Chicago, con todos sus problemas, no tiene dos tercios de sus ciudadanos que
declarar como muertos (…).
Junto a uno de los hombres que sufrió esa noche de destrucción, deambulé por la bonita llanura
ascendente donde Peshtigo extendió sus prósperos comercios y hermosas viviendas. Salvo donde
se construyeron las casas con sótano, lo cual era muy raro, no hay rastro alguno de viviendas.
Aquí y allá hay restos metálicos de máquinas de coser y piedras desmenuzadas (…) Un mortero
ennegrecido se encuentra en una confusa mezcla de vidrio fundido y plomo, listo para una nueva
decocción (…). La pérdida material se estimó en 3 millones de dólares” (Sewel, 1871).
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ANEJO III
IMÁGENES ADICIONALES
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Imagen 2. Barranco de Mann años antes de la tragedia.
Imagen 3. Gráfica relativa al avance del fuego y del grupo de bomberos (Rothermel, 1993).
26
• MILLARES, 1994
Imagen 5. Estado del Land Rover. Fotografía tomada días después del incidente.
27
• RIBA DE SAELICES, 2005
Imagen 6. Imagen tomada instantes antes de la llegada del retén. En rojo, el lugar donde plantearon
las labores de extinción.
Imagen 7. Situación del incendio antes de la llegada del retén. En rojo, el lugar donde plantearon la
defensa. Se observa en la parte superior derecha el avance del nuevo frente, el cual les atrapó.
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Imagen 8. Uno de los vehículos afectados por la deflagración.
Imagen 9. Se observa la posición de la motobomba tras la cual se refugió J. Abad y se observan los
límites de la DSG, con vegetación sin arder a ambos flancos.
29
• KORNAT, 2007
Imagen 10. Barranco de Sipnate desde la vertiente sur del monte Veli. En azul, la balsa de agua. En
negro, donde aterrizaron los bomberos. En rojo, el lugar en el que perecieron. Imagen tomada el día
posterior a la tragedia (HTV1, 2015).
Imagen 11. Captura extraída del documental de HRTV1 sobre de la tragedia. Al parecer, esta es la
última fotografía tomada por el equipo, instantes antes de la deflagración.
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Imagen 12. Mapa topográfico del barranco de Sipnate con la ubicación de los tres árboles afectados.
Se pueden observar fotografías de cada uno, así como la altura afectada por las llamas (Viegas, 2008).
Imagen 13. Parte superior del barranco de Sipnate. Se muestra el lugar del accidente y, en verde, el
área que no ardió. Fotografía tomada en septiembre de 2007 (Stipanicev, 2008)
31
• HORTA DE SANT JOAN, 2009
Imagen 14. Lugar del atrapamiento en la mañana del día 20 de julio. Se pueden observar los puntos
calientes que aún quedaban activos.
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Imagen 16. Fotografía tomada por GRAF Lleida minutos antes de la tragedia.
Imagen 17. Posible deflagración que acabó con la vida de los bomberos (TV3, 2017).
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Imagen 18. Deflagración captada en otra ubicación del incendio.
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Imagen 20. Vehículo afectado por la deflagración en la NE 236-1.
Imagen 21. Carretera NE 236-1 a la altura del paso de la deflagración. Foto actual (2019).
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ANEJO IV
MULTIMEDIA
Vídeo 1
Inside the fire → https://www.youtube.com/watch?v=zvPa_yEEd4E
Experimento realizado por el International Crown Fire Modeling Experiments in the Northwest
Territories, en el año 2000. En los primeros 25 segundos se muestra la pirolisis de la vegetación
y como prenden por efecto de la radiación emitida por el frente (Flashover).
También parece haber pequeñas explosiones de gases que propulsan el incendio hacia delante,
alcanzando temperaturas superiores a los 1000°C.
Vídeo 2
Backdraft en cámara 4k → https://www.youtube.com/watch?v=ZyCCWuO0mQo
En el video se puede apreciar en cámara lenta, a partir del minuto 7:00, el fenómeno del backdraft.
Se produce unos 15-20 segundos después de que los bomberos abran la ventana del contenedor
incendiado.
Vídeo 3
El gran silenci de l’Horta → https://www.youtube.com/watch?v=Mf3bjlrCKsM&t=5140s
En este documental se puede observar (minuto X, Y, Z) la acumulación de gases previa a la
deflagración en la posición de los GRAF. Además de las imágenes adjuntas, se pueden observar
otras relativas al incendio y a sus efectos en la zona.
Vídeo 4
Accidente mortal incendio Alicante 2012 → https://www.youtube.com/watch?v=lv8AspoMOlg
En el vídeo se observa la llegada del convoy al lugar del atrapamiento en el Camí de les Covetes.
A unos cuantos cientos de metros, se observan llamas de gran intensidad pero bajas velocidades
de avance. Esta filmación muestra lo peligrosa que era la situación a la llegada de los bomberos.
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Vídeo 5
Incendio forestal en Pedrógão Grande → https://www.youtube.com/watch?v=SRacxH-Yd_I
Vista aérea de dron el día posterior a la tragedia. En estas filmaciones se observan la gran mayoría
de copas sin arder, además del mosaico de zonas quemadas intensamente y otras que no han sido
afectadas por las llamas.
Vídeo 6
Dron graba incendio de Pedrògão Grande → https://www.youtube.com/watch?v=wMjdzSltJ3g
Otra vista aérea desde un dron. En este video se puede observar con mayor claridad el estado de
alguno de los vehículos.
Vídeo 7
Incendio de Bargenat, 2007 → https://www.youtube.com/watch?v=ULNIVaQM6As
En esta filmación se puede observar una gran deflagración de una extensa área de pinos, de
manera prácticamente súbita.
Vídeo 8
Incendios Australia 2019 (NSW) → https://www.youtube.com/watch?v=SgC6XE1DdB0
Se observa una gran deflagración en el área boscosa, que posteriormente se transforma en diversas
explosiones de fuego y humo en dirección tangencial a las copas.
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