Escribiendo Urbanismo,: Diseñando Narraciones

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Escribiendo urbanismo,

Diseñando narraciones
Bogotá: literatura, urbanismo y cultura urbana 1940 - 1960

LEOPOLDO PRIETO PÁEZ Maestría en Urbanismo – Universidad Nacional de Colombia


Directora: Tatiana Urrea Uyabán
universidad nacional de colombia

Escribiendo urbanismo,
Diseñando narraciones
Bogotá: literatura, urbanismo y cultura urbana 1940 - 1960

LEOPOLDO PRIETO PÁEZ

Universidad Nacional de Colombia – Facultad de Artes

Bogotá, Colombia
2013
Escribiendo urbanismo,
Diseñando narraciones
Bogotá: literatura, urbanismo y cultura urbana 1940 - 1960

LEOPOLDO PRIETO PÁEZ


Tesis presentada como requisito parcial para optar al título de:
MAGISTER EN URBANISMO

Directora:
TATIANA URREA UYABÁN

Universidad Nacional de Colombia


Facultad de Artes
Bogotá, Colombia
2013
A Alcides Prieto (1924 – 2011)

Porque cada palabra de este texto es una búsqueda


de los pasos con los que recorrió esta ciudad.
La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular

Salmo 117
TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN: proponer, investigar y exponer.......................................................................................... 23

PRIMERA PARTE: SEGUNDA PARTE:


Conceptos y teorías Las imágenes urbanísticas de la ciudad o
la literatura en clave moderna
Capítulo 1.
El juego de lo imposible: la relación Capítulo 3.
entre urbanismo, historia y literatura Circular
I. Introdución ..................................................... 33 I. Introducción .................................................. 221
II. La verdad ficcionada o la ficción revelada, – Tres tipos de ciudad para tres tipos
anotaciones a propósito de cambios de novela ......................................................125
disciplinares ....................................................35 II. La muerte acecha .......................................... 127
III. Imagen y ciudad análoga ................................43 III. “Lo que no hay son puestos”, racionalizando
IV. Urbanismo literario. ...................................... 50 la vida cotidiana ........................................... 146
IV. La medida del progreso: vías, autos y buses ... 165
Capítulo 2. V. La muerte de la sociabilidad
Un reino que es de este mundo. –un criterio que se impone .............................176
A propósito de la modernidad urbana
Capítulo 4.
I. Introducción ...................................................53
Habitar
II. Tres caminos para entender lo moderno........... 61
I. Introducción .................................................. 181
– La postergación ...........................................62
II. La ‘pobreza se pega’ o el espacio doméstico
– Modernización sin modernidad ................... 68
especializado ................................................ 188
– Modernidad a nuestro modo ........................ 72
III. De un trozo de ciudad a un trozo de vivienda .. 210
III. La experiencia urbana y los urbano en la
IV. Los resquemores del habitar ...........................218
experiencia: revisando mitos de la
modernidad .................................................... 78 Capítulo 5.
– Transformación del espacio - tiempo ............ 78 Recrearse y trabajar
– Movimiento .................................................95 I. Introducción .................................................. 221
– Definiendo un límite, defendiendo II. Un lugar en el trabajo, un lugar en la
un límite .................................................... 102 ciudad .......................................................... 223
IV. Adendas sobre consideraciones entre límites III. Del club al parque y del parque al potrero ....... 235
y divisiones ....................................................110 IV. Entre la obligación y la diversión .................... 248
– Lo público y lo privado – Campo y Ciudad .....110

EPÍLOGO: La “verdad de las mentiras” o la imagen de bogotá a mitad del siglo xx.................................. 251

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................. 257


ANEXOS
INTRODUCCIÓN:
PROPONER, INVESTIGAR Y EXPONER
Todo está iluminado por la luz del pasado. Siempre está a nuestro lado, dentro,
mirando hacia fuera.
[Everithing is Illuminated. Dir. Liev Schreiber, Warner Independet Films]

Por los pliegues sinuosos de viejas


capitales,
donde aún el horror tiene un secreto
encanto,
yo acecho, obedeciendo mis
humores fatales,
a esos seres extraños a los que
quiero tanto.
[Ch. Baudelaire]

H ace varios años, en medio del proceso de selección que se reali-


zaba a los aspirantes del programa de posgrado de urbanismo,
un profesor en tono desafiante increpaba mi posición acerca de la
importancia que por entonces le concedía a los aspectos culturales
en relación al estudio de los cambios físicos de la ciudad; el mencio-
nado profesor había rematado mi exposición con una pregunta que
más parecía una afirmación lapidaría: ¿usted cree que la cultura le va
a servir para algo aquí?

Aunque descortés, la pregunta no carecía de sentido, por aquel en-


tonces tenía el presentimiento de que las narraciones, los relatos, las
imágenes y las crónicas sobre el espacio urbano podían contribuir a
entender lo que en él ocurría; por el trabajo académico en las ciencias
sociales era evidente que resultaban ser herramientas de gran ayu-
da, de hecho en sí mismos todos esos aspectos se habían convertido
en objeto de estudio de muchos análisis sobre la ciudad. Pero esos
mismos aspectos ¿qué tanto o en qué medida podrían ayudar para
entender trazados, áreas de expansión, tejidos urbanos, definiciones
viales, planes urbanísticos, desarrollo de áreas residenciales o análi-
sis de centralidades? La provocadora pregunta había transformado
24 Introducción: Proponer, investigar y exponer

algunas certezas en dudas incómodas que debía solventar antes de


continuar con los temas de investigación que tenía en mente. Saber
si lo cultural sería de alguna utilidad en un posgrado que se encarga
fundamentalmente de entender el aspecto construido del territorio
urbano, era el primer reto que debía ser sorteado.

Había realizado ya un artículo sobre la literatura y el conflicto en la


ciudad1, de donde me surgió la sospecha de que podría obtener ma-
terial muy provechoso en el análisis de aspectos relacionados con la
transformación de Bogotá en las décadas de los años cuarenta y cin-
cuenta del siglo XX. Ya en el pregrado había participado en una inves-
tigación sobre Bogotá en los años cincuenta, utilizando la metodolo-
gía de la Historia Oral2 y el trabajo de grado realizado para obtener el
título de sociólogo3 había versado sobre los impactos culturales y los
cambios en las formas comportamiento derivadas de la transforma-
ción del Sistema de Transporte. Lo ocurrido en estos años no era del
todo desconocido, pero además encontré ahí un primer rastro reve-
lador para la investigación: al leer las obras literarias se podía consta-
tar la manera como todos los componentes de la ciudad entraban en
juego en ellas y, en algunas ocasiones, entregaban la respuesta sobre
preguntas que me habían surgido durante el recorrido académico
realizado hasta ese momento.

Las clases del programa de urbanismo de algún modo iban reafirman-


do esto que había sentido cuando leí las obras de literatura que testi-
moniaban la década de los cincuenta. Con frecuencia, cuando un pro-
fesor se encontraba en aprietos para poder definir o explicar algunas
de las implicaciones que había tenido una específica concepción urba-
nística, o las razones por las cuales se llevó a cabo una propuesta deter-
minada en la planeación de las ciudades, así como las implicaciones de
ello, se recurría inmediatamente al ejemplo literario. Me sorprendía ver
cómo se echaba mano a obras de literatura tales como: David Copper-
fil, Las Cenizas de Angela, La Ciudad de los Prodigios, La Hoguera de las
Vanidades, El Ulises e incluso Sin Remedio -para mencionar sólo unas
cuantas- con el fin de explicar tal o cual proceso urbanístico. Guardaba
1 Leopoldo Prieto Páez. Ciudad, conflicto y litera-
tura. En: Revista Ciudades. RNIU (Red Nacional un secreto deseo de replicarle a aquel receloso profesor: “mire Ud., esa
de Investigación Urbana) No. 72, Puebla, México.
2007 Pág. 58 - es una de las utilidades de la cultura aquí en su clase”. Nunca lo hice,
2 Parte de esa reflexión se encuentra en el artículo: aunque sí realice una lista de las novelas, series de tv o películas men-
Leopoldo Prieto Páez, Francisco Rafael Sanabria
Munevar, Una Ciudad para la Clase Media: Bogo- cionadas para ejemplificar la manera como estas manifestaciones ar-
tá, 1948-1957. En: X Encuentro Nacional y IV Con-
greso Internacional De Historia Oral “Esas Voces tísticas lograban explicar lo que tanta dificultad causaba ser expuesto
Que Nos Llegan Del Pasado”. San Luis Argentina,
Ed. Universidad Nacional De San Luis, 2011, Pág.
con las palabras disciplinares.
1403 - 1428
3 Leopoldo Prieto. La aventura de una vida sin con-
trol. Bogotá Movilidad y vida urbana, 1939 – 1953. De cualquier modo, me sorprendió también la manera como en el
Bogotá, Tesis de Pregrado. Universidad Nacio- campo mismo del urbanismo este tema no era en absoluto novedoso.
nal de Colombia, Departamento de Sociología,
2005. Autores como Richard Sennett o Marshall Berman eran apreciados y
Introducción: Proponer, investigar y exponer 25

ampliamente discutidos en asociaciones de historiadores del urba-


nismo, el mismo David Harvey escribió París Capital de la Modernidad,
cuya primera parte está dedicada a los abordajes que los dos grandes
literatos franceses del siglo XIX: Zola y Flaubert, habían hecho sobre
París en aquella centuria. Otro ejemplo notable de este tipo de enfo-
ques era el del geógrafo Franco Moretti y su Atlas de la Novela Europea
1800 - 1900 o en contextos más cercanos los estudios del urbanista
Venezolano Arturo Almandoz, quien escribió tres volúmenes sobre la
literatura y la ciudad en Venezuela.

En este contexto se planteó como objeto central de este trabajo ras-


trear a través de la literatura y otras formas de narración la manera
en que los cambios urbanísticos y modo de comportamiento huma-
no, influenciándose mutuamente, determinaban el perfil y la forma
de habitar la ciudad, todo con el fin de entender la manera en que se
construyó la imagen de Bogotá en el periodo que corre entre 1940 y
1960. En otros términos, se trataba de responder a la pregunta ¿Qué
aspectos de los valores y de las formas de comportamiento de los ha-
bitantes de Bogotá estuvieron influenciados por los cambios urbanís-
ticos y de qué manera estos cambios determinaron la forma de ha-
bitar el espacio físico durante este periodo en la capital colombiana?

Al menos tres grandes ejes fundamentales quedaban cubiertos bajo


la sombra de este interés inicial. En primer término estaba el proble-
ma mismo de la historiografía, pues a pesar de ser una periodo di-
námico y en el que se evidencian profundas transformaciones en la
estructura de la ciudad, la década de los cuarenta había sido poco
estudiada desde el punto de vista urbanístico. Dejando de lado las
investigaciones sobre la visita de Le Corbusier a Bogotá y algunos de
los análisis sobre los impactos de las revueltas del 9 de abril de 1948,
el conjunto de la investigación sobre este periodo era ciertamente
escaza, algo sorprendente si además se tiene en cuenta el papel que
las ciudades tienen en el proceso modernizador del país y la manera
como el mundo urbano se consolida en estas dos décadas. La ausen-
cia de investigaciones se atenuaba por una serie de investigaciones
producto de tesis de grado4. 4 Algunos ejemplos significativos son: Walter Ló-
pez Borbón, Origen de la informalidad urbana en
Bogotá, años cincuenta. Tesis Maestría en Teoría
e Historia del Arte, la Arquitectura y la Ciudad.
Un segundo eje estaba relacionado con un aspecto de dominio epis- Facultad de Artes, Universidad Nacional de Co-
lombia, 2000. Otro trabajo fue el de Carlos Her-
temológico; centrado especialmente en la manera de abordar la his- nández, Las ideas modernas del plan para Bogotá
toria del urbanismo, buscando superar lo que un historiador llamó ”el en 1950: el trabajo de Le Corbusier, Wiener y Sert
en Bogotá. Tesis Maestría en Urbanismo, Facul-
catálogo de formas”. Es decir, trascender aquella posición que suponía tad de Artes, Universidad Nacional de Colombia,
2002. En esta misma maestría existe otro trabajo
que historiar la ciudad desde un punto de vista urbanístico implicaba que si bien no se centra específicamente en los
años cincuenta si dedica una parte de: Jairo An-
la enumeración de construcción de vías, vecindarios, equipamientos drés Ávila, Procesos urbanos y transformaciones
o formulación de normas urbanísticas, para dar paso a una compren- sociales en torno a las salas de cine en Bogotá.
Tesis Maestría en Urbanismo, Facultad de Artes,
sión de la ciudad en la cual las implicaciones que todos estos aspectos Universidad Nacional de Colombia, 2005.
26 Introducción: Proponer, investigar y exponer

físicos tenían sobre la vida urbana eran también un elemento de inte-


rés para el urbanismo. Y en último lugar, relacionado con este segundo
eje, se encontraba el eje metodológico, el cual adquiría importancia
en este trabajo específico porque la fuente y objeto de análisis serían
fundamentalmente obras de ficción, novelas y cuentos, que obligaban
a recurrir a técnicas, instrumentos y estrategias en pos de lograr la co-
nexión entre estos ámbitos aparentemente tan disimiles.

Es pertinente señalar que tres novelas fueron elegidas como eje cen-
tral de análisis, ellas fueron: El Día del odio5, Viernes 96 y La Ciudad y el
Viento 7. Otras tres novelas y un libro de cuentos acompañan el ma-
terial utilizado y son citadas con alguna frecuencia en varios pasajes
de este trabajo8. La selección de las obras de literatura se realizó te-
niendo en cuenta tres condiciones fundamentales: en primer lugar
debían ser obras escritas en el periodo al que hacemos mención (1940
- 1960). Una segunda condición indicaba que las obras debían tratar
temas sobre la ciudad del periodo en el que fueron escritas, desde esa
perspectiva fueron descartadas las novelas de corte histórico. Otro
de los términos indicaba que los autores debían residir o haber residi-
do en Bogotá durante una parte del periodo de la ciudad que descri-
ben. Esta serie de pautas tenían como función acotar la elección de
fuentes y al tiempo brindar mayor encuadre metodológico con res-
pecto al periodo y los temas de investigación elegidos.

El acercamiento a las obras de literatura se llevó a cabo utilizando


una matriz de investigación. En un primer momento el discurso de
estos textos se estructuraba desde tres ámbitos asumidos como fun-
damentales en la definición del concepto de imagen, es decir, la di-
mensión urbanístico-constructiva (urbs), la sociocultural (civitas) y la
dimensión política ideológicas (polis). Para caracterizar cada uno de
estos tres componentes se decidió diseñar un instrumento que bus-
có cuestionar elementos fundamentales del entorno urbano apare-
cidas en las novelas, con el fin de contar con un panorama general
entre las obras de literatura objeto de estudio, de manera que pudie-
5 José Antonio Osorio Lizarazo, El día del odio. Bo-
gotá, Editorial Aguilar y Alfaguara, 2008 (Publica- ra realizarse un análisis comparativo entre los componentes de cada
da 1952) eje, para extraer la información y ver su comportamiento en relación
6 Ignacio Gómez Dávila, Viernes 9. México D.F., Im-
presiones Modernas, 1953. con la hipótesis.
7 Clemente Airó, La ciudad y el viento. Bogotá, Edi-
ciones Espiral, 1961.
8 Las otras novelas son: Alfonso López Michelsen,
La propuesta se realizó teniendo en cuenta los postulados expuestos
Los elegidos. Bogotá D.E., Antares – Tercer Mun- en artículos de Carlos Niño, Robert E. Park y German Mejía Pavony,
do, 1967 (Publicada en 1953) Augusto Morales
Pino, Los de en medio (infancia – matucha – los quienes buscaban establecer, cada uno a su modo, una definición
intelectuales). Bogotá, Editorial Kelly, 1967. (La
primera parte de la trilogía fue publicada en 1938 de temas “dignos” de estudiar cuando el investigador se acerca a la
y la segunda parte en 1960). Fernando Ponce de
León, Matías. Bogotá, Taller de edición Rocca,
ciudad moderna desde un enfoque historiográfico y/o sociológico.
2009 (Publicada en 1958). Y el libro de cuentos: En cada caso se reafirmaba una y otra vez la manera como la ciudad
Salomon Brainsky, Gentes en la Noria: cuentos
bogotanos. Buenos Aires, editorial Judaica, 1945. misma es una entidad cambiante, eterna y cotidiana, la misma pero
Introducción: Proponer, investigar y exponer 27

diferente9. Intentar atrapar este fenómeno, caracterizarlo, identifi-


carlo, recogiendo la mayor cantidad de tópicos posibles considera-
dos imprescindibles en el análisis urbano, fue el objetivo de este ins-
trumento, aunque considerando posibles ajustes en la medida que se
avanzaba en la recolección de información.

Con todo y el papel central que la literatura y la fotografía tienen en


este trabajo, no es menos importante señalar que se consideró fun-
damental incluir las fuentes tradicionales tales como estadísticas,
planos, crónicas periodísticas, notas de prensa e informes oficiales
de entidades gubernamentales dentro del estudio. No se trataba de
demostrar la primacía de un enfoque o de una perspectiva sobre otra,
sino de buscar a través de diversas fuentes, de metodologías alternas
y de complementariedad de enfoques, la posibilidad de entender de
un modo más amplio las implicaciones de los cambios urbanísticos
de la ciudad.

La idea inicial tomada como hipótesis sugería que la forma de desa-


rrollo y transformación física de la ciudad contempladas a través de
las manifestaciones culturales –como la literatura– darían nuevas lu-
ces sobre el alcance del proyecto moderno cuyo trasfondo mostraba
una inspiración típica occidental externa pero cuya materialización
se ciñó a resultados particulares que ofrecieron una imagen de la ciu-
dad de carácter local. En otros términos se trataba de encontrar el
punto en el cual pueda entenderse la manera como las concepciones
generales sobre la ciudad (el canon urbanístico occidental) debió ser
adaptado, reinterpretado y modificado para adecuarlo a las condi-
ciones y circunstancias propias de Bogotá.

Mostrar el desarrollo de este proceso se encuentra en los capítulos


que componen esta tesis, la cual se divide en dos grandes apartados.
El primer apartado tiene dos capítulos en los que se incluyen consi-
deraciones de carácter conceptual; el capítulo uno titulado El juego
de lo imposible: la relación entre urbanismo, historia y literatura muestra la
manera como las manifestaciones artísticas y los enfoques cultura-
les han hecho parte de la discusión urbanística desde hace ya varios
9 Es interesante este postulado de Carlos Niño: ”la
años y los términos en los que se ha dado este abordaje así como la ciudad es un elemento de memoria y de perma-
nencia, un fenómeno de larga duración, pero a su
forma en que ha impactado el estudio de la historia del urbanismo. vez es un lugar de los eventos y de la vida diaria.
A la historia urbana corresponde explicar esos
hechos, con la dificultad de que son fenómenos
El segundo capítulo, Un reino que es de este mundo. A propósito de la mo- que se encuentran en constante movimiento ( )
es el estudio de la ciudad como espacio singular
dernidad urbana, busca orientar la mirada sobre la cuestión de la mo- duradero que en relación con las fuerzas sociales
y productoras de urbanismo origina y provee rela-
dernización y la modernidad en ámbitos urbanos. Como se sabe, la ciones y una materialidad que le es particular, las
cuales son análogas a otras ciudades” En: Carlos
producción académica e intelectual sobre este tema es amplia y las Niño Murcia, A propósito de la historia Urbana.
discusiones han sido profundas, por tanto, no se trata de la elabora- En Textos: Documentos de Historia y Teoría No.
8. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
ción de una propuesta novedosa, sino de la organización y reseña de 2003. Pág. 24
28 Introducción: Proponer, investigar y exponer

distintas maneras de entender este tema cuando se ha relacionado


con el examen académico del espacio urbano y la forma cómo en dis-
tintos periodos de tiempo se ha privilegiado uno u otro enfoque; la
postergación, la modernización sin modernidad y la modernidad a nuestro
modo son esos tres grandes momentos que resumen la producción
intelectual sobre lo moderno y lo urbano en Colombia. En la segun-
da parte del capítulo se recogen tres implicaciones –aquí llamadas
mitos– de la modernidad, que desde mi punto de vista se convierten
en fundamentales porque atraviesan toda la reflexión analítica de las
novelas y las distintas formas de narración que aparecen relaciona-
das en esta tesis, los mitos son: la transformación del espacio-tiempo, el
movimiento y la construcción de límites; cada uno de estos aspectos ha
influenciado y determinado la manera como se construyó la ciudad
y al tiempo la manera como se le experimentó en la modernidad; el
examen cuidadoso de su significado provee el sustento teórico sobre
las implicaciones que tuvieron para Bogotá las trasformaciones ur-
banísticas en el periodo que aquí se estudia.

La segunda parte está compuesta por tres capítulos: Circular, Ha-


bitar, Trabajar y recrear; un recurso de exposición evidentemente
inspirado en la grilla CIAM, útil en la medida que permitió construir
un orden de presentación de los temas que realzara los aspectos ur-
banísticos, contribuyendo a obviar aquellos temas que, aunque in-
teresantes, desviaran la exposición del objeto central del trabajo. El
capítulo tres, Circular, se centra en tres aspectos fundamentales: la
accidentalidad, el cambio de las formas de comportamiento en los
sistemas de transporte y las implicaciones de la construcción de in-
fraestructura física para la movilidad, todos ellos como manifestacio-
nes de una transformación de fondo en la concepción de lo público.

El cuarto capítulo titulado Habitar, está centrado en el análisis de la


vivienda y el espacio doméstico, el cual es objeto de ciertas transfor-
maciones agenciadas por la noción de una concepción diferenciada del
espacio-tiempo, por la creación de límites, por un nuevo papel de la
mujer, que en un contexto de escasez de vivienda construida y de inca-
pacidad estatal para atender la demanda, convirtió el tema en una de
las principales preocupaciones en la Bogotá de mediados de siglo XX.
Los dos grandes tópicos abordados aquí se relacionan con la manera
como los aspectos diferenciadores de grupo actúan en la elección de
la vivienda y en la forma como ésta es habitada, mientras que por otro
lado se intenta dar una mirada a la manera en que esos cambios afec-
tan no sólo el espacio doméstico privado sino la ciudad entera.

El último de los capítulos, Trabajar y Recrear, somete a discusión la ma-


nera en que en las tres novelas centrales se presentan tres tipos di-
Introducción: Proponer, investigar y exponer 29

ferentes de actividades laborales; formas de trabajar que perfilan no


sólo el tipo de ciudad experimentada por cada uno de los protagonis-
tas sino el tipo de ciudad que se construye. El análisis tiene valor en la
medida que muestra la manera como la construcción de edificacio-
nes es una metáfora misma de los ideales de la época y el modo como
éstas son utilizadas en las novelas para mostrar que, por ejemplo, el
sector servicios tiene un papel absolutamente central en la vida ur-
bana. En relación con recrearse se realiza un examen sobre las formas
diferenciadas de disfrute de la ciudad, tanto en términos de tiempo
como de espacio. contribuyen a resignificar zonas de la misma de-
dicadas al disfrute de sus habitantes en el tiempo libre, a entender
la importancia de las zonas de esparcimiento y las implicaciones de
un uso desigual de parques y espacios públicos por parte de grupos
sociales heterogéneos.

Para finalizar, dos recomendaciones sobre el estilo de citación. El lec-


tor encontrará que las obras de literatura son citadas en párrafos se-
parados del texto central con aumento de sangría y entre paréntesis
el título y la página de donde proviene la cita. Los datos completos de
la referencia de esas novelas se encuentran en esta introducción, el
resto de citas, correspondientes a otro tipo de documentos (prensa,
estudios, análisis académicos, tesis, informes gubernamentales) son
realizadas como notas a pie de página y siguiendo la forma de cita-
ción ICONTEC. Al final, en la sección de anexos son incluidas unas fi-
chas con el resumen de las novelas que se sugiere sean leídas antes de
realizar la lectura de la tesis, de manera que los argumentos producto
de la interpretación de alguno de los pasajes de las obras permitan
entender el contexto.

Las imágenes, que se encuentran en número más generoso del capí-


tulo dos en adelante, se consideran también aquí una forma de na-
rrar la ciudad, tan legítima como la de la literatura, su análisis con
frecuencia contribuyó a reforzar o ampliar el espectro de ciertos pos-
tulados y están presentes a lo largo de todo el texto, en los casos en
los que se creyó pertinente se realizaron análisis más detenidos sobre
ellas. El lector se encontrará con algunos cuadros de texto en los cua-
les se insertan extractos de documentos tomados, la mayor parte de
ellos, de la prensa; si bien aparecen como documentos independien-
tes al texto central, se han incluido por la relevancia que tienen para
los argumentos que se están desarrollando.
Primera parte

Conceptos y teorías

Capítulo 1
El juego de lo imposible: La relación
entre urbanismo, historia y literatura

Contenido
I.
II.
Introducción
La verdad ficcionada o la
Capítulo 2
ficción revelada, anotaciones Un reino que es de este mundo.
a propósito de cambios A propósito de la modernidad urbana.
disciplinares.
III. Imagen y ciudad análoga Contenido
IV. Urbanismo literario I. Introducción
II. Tres caminos para entender lo
moderno:
> la postergación,
> modernización sin modernidad
> modernidad a nuestro modo
III. La experiencia urbana o lo urbano
en la experiencia: revisando mitos
de la modernidad
> espacio – tiempo
> movimiento
> definiendo un límite defendiendo
un límite
IV. Adendas sobre consideraciones
entre límites y divisiones
Capítulo 1

El juego de lo imposible:
La relación entre urbanismo, historia y literatura
El arte es la expresión de los más profundos pensamientos por el camino más sencillo.
[A. Einstein]

Contenido
I. Introducción
II. La verdad ficcionada o la
ficción revelada, anotaciones
a propósito
de cambios disciplinares.
III. Imagen y ciudad análoga
IV. Urbanismo literario

I. Introducción
Le gustaba pasar, de tiempo en tiempo, por donde estuvo la
casa en la que nació. Se la había llevado la piqueta demoledora
del progreso. Un testigo menos –reflexionó cuando la tumba-
ron. Él sabía por qué. (...) Allí había nueve audaces y modernos
pisos dedicados a oficinas, y en la planta baja almacenes con
letreros rojos y azules y lámparas de neón. En sus paseos noc-
turnos registraba este cambio, esta transformación material
de la ciudad. ¿Pero acaso el espíritu de mis vecinos también se
ha transformado? (La ciudad y el viento, Pág. 54).

C uando Clemente Airó describe en las líneas precedentes, tal vez


sin una certidumbre terminante, la ciudad en la que habitaba, en
muchos aspectos seguramente no hacía más que recurrir a lugares
comunes de hechos que asombraban a propios y extraños con res-
pecto a la experiencia urbana en la capital colombiana a mediados
del siglo XX. Para no ir muy lejos, la literatura artística y vernácula
del período se encuentra plagada de referencias a cambios urbanos
y urbanísticos, mediados, entre otras cosas, o por un inmenso des-
contento de la población hacia la ciudad que habitaban, la cual era
34 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

calificada de miserable y vergonzosa; o por una fe inmensa en el por-


venir accionada por las perspectivas que se abrían ante el futuro. De
cualquier forma en ambos casos, la fe y el descontento pasaban por
la necesidad de dejar atrás un mundo lleno de tinieblas y penurias
para abrazar sin demasiados temores, desde cero, el mundo nuevo,
la vida moderna, lo que en último término se reconocía como la ma-
terialización del progreso.

En nuestro caso específico, las palabras de Airó se consideran aquí ape-


nas un epifenómeno de transformaciones estructurales de larga data
sobre el espacio urbano, pues para comprobarlos basta solo con dar un
vistazo a la diatriba que, casi una década antes, un articulista escribía
entre asombrado y entusiasta en un importante medio de circulación
nacional; tal escrito se refería al tema en los siguientes términos:

Piqueta en mano, el alcalde de la ciudad, señor Mazuera Vi-


llegas, continúa su tarea demoledora. El prestigio de nuestros
burgomaestres no se obtiene construyendo sino destruyendo.
La ciudad, que se sabe fea, no protesta ante las arremetidas
del progreso y dinámica, que le dan el aspecto de una villa re-
cientemente bombardeada. El público se complace en asistir
al espectáculo de los “Caterpillars” y los “Bulldózeres” que con
sus gigantescas manos metálicas desplazan los escombros de
lo que fue la habitación o residencia de millares de bogotanos1.

Resulta poderosamente sugestivo el hecho de que un par de escritos


con una década de diferencia utilicen las mismas expresiones para
hacer referencia a cambios acaecidos en Bogotá durante los poco
menos de veinte años, que corren entre el inicio de la Segunda Gue-
rra Mundial y el inicio del llamado Frente Nacional, pero más suges-
tiva aún resulta la pregunta que el narrador de la historia de Airó se
hace al final del párrafo que hemos citado: “¿Acaso el espíritu de mis
vecinos también se ha transformado?” El problema del alcance y el
tipo de cambios en una ciudad evidentemente tienen un componen-
te complejo que trasciende la mera enunciación de las mutaciones
materiales. El autor se preocupa por ello; resalta lo evidente, lo que
ocupa las primeras páginas de los medios masivos de comunicación,
aquellas opiniones compartidas y que tocan el sentido común e im-
pactan la vida de los bogotanos que habitaban la ciudad en aquel
momento. Pero al mismo tiempo, a través de la pregunta, trata de
abordar el cambio en el espíritu, vale decir el cambio cultural.

Curiosamente, en el caso de Clemente Airó la preocupación por el


1. “Ciudad Arrasada”, en Semana, 28 de junio de 1947,
cambio cultural no resulta de una afirmación sino justamente de
pág. 4 un cuestionamiento, pues, mientras en los artículos de prensa, los
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 35

discursos políticos y las crónicas periodísticas había un afán por glo-


rificar la llegada de la época moderna, Airó pareciera preguntarse si
esa nueva época en verdad había llegado, si esa ambición irrestricta
por alcanzar el modelo de desarrollo foráneo se había logrado, y en-
tonces podíamos ufanarnos de haber alcanzado al cénit de nuestro
apogeo, o por lo menos de haber encontrado el camino cierto para
alcanzar ese fin. Es probable que, en época de certezas, sugerir cues-
tionamientos de este talante no solo resultara incómodo sino tam-
bién provocador.

El interés de este trabajo se centra en examinar las pistas que las no-
velas (y otras formas de narración) escritas en las décadas del cuaren-
ta y del cincuenta del siglo XX, en y sobre Bogotá, brindan para poder
entender el cambio urbanístico en medio de un proyecto de moder-
nización y modernidad urbana, y la serie de contradicciones, nego-
ciaciones e imágenes que tales transformaciones ejercían sobre la
forma en que se habitaba la ciudad, atendiendo la recomendación de
Lewis Mumford, quien aseguraba con respecto a su propia obra que:

A diferencia del historiador chapado a la antigua, no he deja-


do de lado estos trabajos de ficción porque tuviera la curiosa
ilusión de que no constituyen documentos y no se refieren a
hechos; por el contrario, los hechos de la imaginación perte-
necen al mundo real al igual que los palos y las piedras. En rea-
lidad, no existe mejor indicio de lo que la gente ve, siente y hace, que
lo que encuentra su modo de expresión en poesías, obras y novelas
contemporáneas2.

Ha sido este uno de los motivos por los cuales se ha decidido tomar la
literatura de mediados de siglo para entender el cambio urbanístico
en la capital colombiana, considerando que este cambio de la estruc-
tura física no puede sustraerse del entramado cultural y viceversa.

II. La verdad ‘ficcionada’ o la ficción revelada:


anotaciones a propósito de cambios disciplinares

Como se sabe el estudio de la ciudad, la cual es por definición una


entidad cambiante y en continua transformación, obliga una y otra
vez a recurrir a nuevas estrategias metodológicas y a nuevos enfo-
ques teóricos o epistemológicos que den cuenta de los procesos que
ocurren en ella. No necesariamente porque los métodos tradiciona-
les estén agotados (aunque no debe pasarse por alto que muchos de
ellos han entrado en crisis), sino también porque estrategias alternas 2 Lewis Mumford, La cultura de las ciudades, Bue-
puede llevar a tener en cuenta aspectos de la realidad dejados hasta nos Aires, Emecé, 1945, p. 630. (La cursiva es mía)
36 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

ahora de lado por la historiografía tradicional en general y por la his-


toria del urbanismo en particular.

Esta orientación, como se sabe ha estado acompañada de la crisis


disciplinar que ha definido el devenir de los campos del saber desde
la década de 1970, lo cual contribuyó a que los nuevos paradigmas
dejaran sus pretensiones universalistas e inequívocas, evento que en
el campo del urbanismo se manifestó a través de “los reclamos a fa-
vor de que la planificación se adaptase a la nueva realidad urbana,
una realidad cambiante y conflictiva que no se podía abordar desde
los objetivos a largo plazo de los planes generales tradicionales”3, una
crisis de confianza en paradigmas de las que nacieron propuestas
tan dispares para las ciudades como las académicas de la Tendenza o
las del mercado como la que explica Peter Hall en La ciudad de los pro-
motores, sin olvidar tal vez uno de las más conspicuas voces de estos
aciagos años, la de Bernardo Secchi quien argumentó que el reto era
“fundar una nueva metodología de análisis” con el fin de “abandonar
la visión totalizante de la ciudad de la disciplina y utilizar la historia
no para fijar lazos estructurantes y globalizadores sino para buscar
huellas, indicios y trazados que sin negar la diversidad, ayudaran a
restablecer las conexiones interrumpidas, a encontrar significados a
los distintos fragmentos urbanos”4.

Esta situación en absoluto fue exclusiva en el universo académico-


del Urbanismo, era también el caso del campo de la Sociología en la
segunda mitad del siglo XX –por señalar sólo un ejemplo- periodo en
el que un muy reconocido sociólogo norteamericano escribía acer-
ca de la Teorías de alcance intermedio, las cuales según él “incluyen
abstracciones, por supuesto, pero están lo bastante cerca de los da-
tos observados para incorporarlas en proposiciones que permitan la
prueba empírica”5. En último término era una reacción contra aque-
llas teorías generales de los Sistemas Sociales que bajo sus preten-
siones totalizadoras se alejaban demasiado de formas particulares
de conductas y organización sociales. Una reacción que por demás
recuerda las críticas más acérrimas contra el movimiento moderno y
contra los más clásicos postulados de los CIAM, a quienes se acusaba
de ignorar toda diferencia local en su afán por determinar una “teoría”
general del urbanismo.

Este enfrentamiento entre visiones y enfoques que devino en crisis


3 Carlos García Vásquez, Ciudad hojaldre, visiones
urbanas del siglo XX. Barcelona, Editorial Gustavo dejó una ganancia, o al menos así lo reconocieron algunos sectores
Gili, 2004. Pág. 15
académicos, pues se favoreció una orientación mucho más modesta e
4 Carlos García Vásquez, Ciudad hojaldre… Pág. 19
5 Robert K. Merton. Sobre las teorías sociológicas
integradora de acercamiento al hecho urbano. De manera que no era
de alcance intermedio. En: Teorías y estructuras raro que se comenzara a recurrir al saber antropológico y psicológico
sociales. México D.F., Fondo de Cultura Económi-
ca, 2002 (1957) Pág. 56 para entender el impacto en el sentir de los habitantes de una obra de
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 37

infraestructura en una urbe determinada, ni extraño era que se recu-


rriera a la experticia de planificadores y arquitectos en la comprensión
de fenómenos sociales vinculados al estudio del espacio y el territorio.

En todo caso, la pérdida de confianza en los grandes paradigmas


fue además relevante porque afectó tanto a la disciplina histórica
como al urbanismo. En el caso de la Historia es famosa ya la crítica
que acompañó el nacimiento de la Escuela de los Anales en Fran-
cia en donde las mentalidades o la vida cotidiana comenzaron a
ser fuente de interés por parte de investigadores, particularmente
franceses. La misma relevancia tuvo el impulso de la llamada mi-
crohistoria en la cual no sólo se incluían temas poco considerados
por la historia tradicional, sino que además se integraron fuentes
desechadas por irrelevantes o poco serias como los relatos orales,
las imágenes, los testimonios, la ficción, etc. Desde la sociología se
hicieron sentir voces de inconformidad, como el caso de Norbert
Elías, quien menciona en uno de sus primeros trabajos de investiga-
ción, la necesidad de abrir la discusión sobre el tipo de estudios que
se hacían cuando se abordaba el pasado, resaltando la necesidad de
tomar en cuenta no sólo el hecho, sino el análisis integral del fenó-
meno; un reproche que elevaba al reconocer que “con pocas excep-
ciones –por ejemplo, las investigaciones sobre historia económica
o social- todavía se escoge de ordinario como marco de referencia
para la exposición de las obras históricas, las obras y hechos indivi-
duales de hombres pertenecientes a determinados grupos sociales
elitistas, pero sin incluir en las investigaciones los problemas socio-
lógicos de tales formaciones elitistas”6.

La controversia que trata de plantear el autor nos es útil en la me-


dida que describe en cierto modo un panorama que dominó hasta
hace no mucho tiempo la investigación urbana en Colombia. Solía
ser común, que por ejemplo en el caso de la década de los cincuenta
se tratara de reducir la comprensión del urbanismo de ese periodo, al
examen de la influencia de Le Corbusier o de unos agentes estatales
en la construcción de la ciudad, e incluso que la explicación germinal
de todos los cambios urbanísticos se redujera a la ‘destrucción’ de la
ciudad en los acontecimientos del 9 de abril. Pero pocas veces se to-
man en consideración otros aspectos tales como la forma en que se
habitó, circuló, apropió, valoró, diseñó e intervino el espacio urbano
por cientos de miles de personas que llegaban a él, aspectos que bien
podrían brindar nuevas luces sobre el entendimiento del carácter que
tuvieron los cambios físicos.

Una limitación en general de la historia y de los historiadores del ur-


6 Elías Norbert. La Sociedad Cortesana, Fondo de
banismo, que enfrentaban tales profesionales incluso más allá de las Cultura Económica. México D.F. 1996. Pág. 28
38 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

fronteras locales. Esta conclusión se desprende de la queja del reco-


nocido historiador del urbanismo Shun-Ichi J. Watanabe quien en un
encuentro de la International Planning History Society (IPHS) en el
2007, en plena conferencia frente a la plana mayor de la Asociación
planteaba que la manera en que se había historiado el urbanismo por
parte de Occidente contribuyó a diezmar la posibilidad de entender
la conformación y desarrollo urbanístico de las ciudades que esta-
ban fuera del ámbito Europeo o Norteamericano, pues el foco había
sido puesto sólo en un tipo de urbanismo que se consideraba como
‘ejemplar’, un tipo de urbanismo que se presentaba en las facultades
de todo el mundo como el ‘deseado’, dejando de lado las posibles ex-
plicaciones de otras formas de organización de las ciudades que, de
haber sido integradas, habían contribuido mucho a entender el desa-
rrollo pasado del urbanismo en el mundo, pero que al despreciársele
calificándolo simplemente como ‘no urbanismo’ limitó el alcance del
poder explicativo de muchos enfoques; Watanabe se preguntaba en-
tonces “Is planning history the history of ‘all’ kinds of planning, name-
ly, a history of ‘good’ AND ‘bad’ planning?” y él mismo se respondía “of
course the answer is YES. For me it is worth knowing both about
‘good’ planning and ‘bad’ planning”7.

La discusión se orienta a entender específicamente el problema de


cómo definir el objeto de estudio, ¿qué es digno de ser estudiado?
¿Qué debe ser considerado y qué no? Siguiendo con el argumento
del sociólogo alemán Norbert Elias, “en muchas exposiciones histó-
ricas, desde hace algún tiempo, los fenómenos sociales, las configu-
raciones que muchos individuos singulares constituyen entre sí, son
tratados habitualmente solo como una especie de bambalinas, de-
lante de las cuales individuos solitarios actúan, al parecer como los
auténticos protagonistas (…) la tarea es destacar aquello que en los
actuales estudios históricos, aparece como un trasfondo inestruc-
turado, y hacerlo accesible a la investigación científica como una re-
lación estructurada de individuos y de acciones”8. Es decir, más allá
del alcalde Mazuera o del mismísimo Le Corbusier existe una serie de
figuraciones o relaciones que determinan la forma como se produce
el espacio en Bogotá en los años cincuenta, de hecho, una serie muy
compleja e intricada de relaciones. Desde ese punto de vista resulta
fundamental considerar aquellos aspectos que se ubican al margen
7 Shun-ichi J. Watanabe, Searching for the fra- del gran acontecimiento una y otra vez estudiado, con el único fin
mework for a’world history’ of planning.
En: Urban Perspectives No. 2 www.etsav.upc.es/
de buscar nuevos modelos de interpretación que permitan explicar
urbpersp Pág. 3 (Consultado Octubre de 2009) la ciudad de mediados de siglo XX. Parte del trabajo del citado autor
(¿Es la historia del urbanismo, la historia de ‘todos’
los tipos de urbanismo, es decir, una historia de en su libro sobre los cortesanos en el siglo XVIII, se centra en dilucidar
buenos Y malos urbanismos? … Por supuesto que
la respuesta es SI. Para mi es valioso conocer tan- los elementos de base que dan explicación a la formación de un tipo
to del ‘buen’ urbanismo como del mal urbanismo.
–Traducción propia)
específico de sociedad, a través del examen de los espacios de habita-
8 Elías Norbert. La Sociedad Cortesana… Pág. 41 ción y quienes lo ocupan.
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 39

En el campo de la historia urbana y del urbanismo ha ocurrido un


cambio de paradigma similar, pues de manera paulatina la inves-
tigación disciplinar ha integrado y abierto la posibilidad de nuevos
métodos y fuentes, apertura que ha implicado el abandono de “es-
quemas estructuralistas de gran alcance, bien sea de inspiración
marxista o de la longue durée de los Anales, a favor de estudios más
focalizados que podríamos llamar microhistóricos en el que se en-
fatiza la contingencia y autonomía de las formas culturales”9. Este
enfoque se enfrenta de cualquier modo con una arraigada tradición
investigativa que ha presentado sus credenciales académicas a tra-
vés de rigurosos ejercicios de indagación y reflexión científica, con-
tenida en las formas de hacer historia ‘tradicional’. El resultado en el
campo de la historia urbana y del urbanismo, según se lee en una
suerte de diagnóstico realizado por Nancy Steiber, es que el enfren-
tamiento ha quedado en ‘tablas’:

Pareciera arribarse al inteligente reconocimiento –muy a tono


con el panorama que se divisa en otros campos de la historia-
de la saludable coexistencia de dos tendencias que solían ver-
se como antitéticas después de la reacción contra la historia
total de los Anales; a saber “la gran narrativa” de alcance nacio-
nal, que registra la historia de los grandes procesos o ideales,
y la ‘micronarrativa’ que da cuenta de la gente común en sus
habituales entornos locales10.

Esta salida descrita por Steiber, recuerda las mencionadas teorías de


alcance intermedio antes citadas o incluso los abordajes reflexivos a
propósito del concepto de lo cotidiano (tan apreciado por los micro-
historiadores) que hace a modo de crítica Norbert Elias, cuando ase-
gura que es una falacia crear una contradicción antitética entre lo
cotidiano y lo no-cotidiano, entre los objetivo y lo subjetivo o entre lo
social y lo individual. El trabajo de este autor se encarga precisamen-
te de mostrar cómo las transformaciones que podríamos llamar más
estructurales, por ejemplo la creciente centralización del poder del Es-
tado, están imbricadas en una relación de influencia reciproca con los
cambios en las formas de comportamiento de las personas en ámbitos 9 Arturo Almandoz. Entre libros de Historia Ur-
más íntimos, por ejemplo, en la mesa11. De ahí que el mismo Elias se bana. Para una historiografía de la ciudad y el
urbanismo en América Latina. Caracas, Editorial
atreva a asegurar que la importancia está definida “justamente en la Equinoccio, 2008. Pág. 191
posibilidad de relacionar los cambios de la estructura de la personali- 10 Arturo Almandoz. Entre libros de Historia Ur-
bana. Para una historiografía de la ciudad y el
dad con cambios en la estructura social”12. Así pues, si uno entendie- urbanismo en América Latina. Caracas, Editorial
Equinoccio, 2008. Pág. 193
ra los cambios en la ciudad como un cambio en la estructura tendría 11 Sobre este aspecto puntual véase: Norbert Elias,
que asumir que éstos se dan por cambios influenciados en las formas El proceso de la civilización, investigaciones so-
ciogenéticas y psicogenéticas. México D.F., Fon-
de pensamiento –otro cambio estructural- y que a su vez los cambios do de Cultura Económica, 1989.

en la ciudad transforman los modos de comportamiento de quienes 12 Norbert Elias. Apuntes sobre el concepto de lo
cotidiano. En: La civilización de los padres y otros
la habitan –este por su parte tradicionalmente entendido como más ensayos. Bogotá, Editorial Norma, 1998. Pág. 338
40 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

cotidiano, pero que al tiempo los cambios de comportamiento y de la


personalidad resignifican y reconstruyen los espacios físicos.

Uno puede mencionar muy rápidamente otras formas de enfrenta-


miento disciplinar de la historia del espacio urbano (historia urbana
o urbanística), vinculada básicamente al tipo de investigación que
se realiza en ambientes del llamado ‘subdesarrollo’. Se mencionó
una suerte de colonialismo intelectual determinado por el ‘buen’ ur-
banismo producido en Europa o Norteamérica, frente al ‘mal’ urba-
nismo producido en África, Asia y Latinoamérica. Watanabe señala
que para avanzar en la construcción de un entendimiento general
de la ciudad hay que entender que las ideas son adaptadas, nego-
ciadas o rechazadas:

To a greater or lesser degree, the history of modern urban


planning in each country worldwide can be seen as the history
of the encounter and/or collision of that country`s planning
with modern Western Urban Planning. In this way, it is possi-
ble to sketch one part of a ‘world history’ of planning13.

Y agregaríamos, que no sólo de este modo es posible hacer un acer-


camiento al esbozo de la historia mundial del urbanismo, sino ade-
más que atender esta recomendación ayudaría a comprender mejor
el desarrollo y transformación de los espacios urbanos locales, si se
entiende que existen influencias pero que éstas han pasado por pro-
cesos de depuración, ajustamiento y reflexión, que han obligado a los
locales a realizar una tipo de construcción original e hibrida del espa-
cio físico urbano.

Es necesario reseñar otro aspecto fundamental dentro de las discu-


siones sobre los enfoques disciplinares que en este apartado se han
abordado, específicamente relacionado con el quehacer histórico en
las últimas décadas del siglo XX. Las consideraciones son presenta-
das casi que en forma de objeciones por Germán Mejía en un texto
escrito a propósito de los cuestionamientos a la historiografía que
centra su análisis en el entorno urbano; indica Mejía que hasta hace
no muy poco habían dos escenarios, tanto uno como otro igual de
desalentadores, que evidenciaban la crisis de la historia urbana y de
13 Shun-ichi J. Watanabe, Searching for the fra-
mework for a’world history’ of planning. En:
la historia del urbanismo en Colombia. Por un lado se encuentra los
Urban Perspectives No. 2 www.etsav.upc.es/ur- tipos de abordaje realizados por profesionales adscritos a la arquitec-
bpersp Pág. 3 (Consultado Octubre de 2009) (En
mayor o menor medida, la historia del moderno tura y el urbanismo, sobre estos estudios menciona el historiador:
urbanismo en cada país del mundo puede ser
visto como la historia del encuentro o la colisión
de este urbanismo nacional con el moderno
urbanismo occidental. Es en este modo en que
La profesionalización del urbanismo bajo el imperio de la arqui-
es posible hacer un esquema de una parte de tectura, tomando distancia de las ciencias sociales, ocasionó
la historia del urbanismo mundial –Traducción
propia-) que su lectura del espacio y de hábitat fuera primordialmente
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 41

funcional: el urbanismo como mecanismo de normalización


de las necesidades humanas sobre el espacio (…). Dada esta
situación, la historia elaborada por el urbanismo se vació de
contenido, convirtiéndose fundamentalmente en un catálo-
go de formas. Es entendible, por lo tanto, que la pregunta por
la Historia Urbana, por paradójico que parezca, no provenga
entonces del urbanismo14.

Y mientras esto ocurría en esta cara de la pirámide disciplinar otro


tanto ocurría en ‘reino’ de las ciencias sociales en cuyos trabajos:

La ciudad es considera en el mejor de los casos, como un sim-


ple contenedor del hecho social, el cual no tiene como uno de
sus referentes causales el espacio en el que se desarrolla (…),
llaman la atención aquellas obras que desconociendo el espa-
cio como categoría explicativa se reconocen a sí mismas como
historia urbana o hacen referencia explícita a la ciudad como
campo de investigación15.

Estas consideraciones, que en principio parecen demasiado básicas,


son esenciales para definir la estrategia metodológica y establecer el
punto de debate en el que se ubican las afirmaciones que en este tra-
bajo se ponen en discusión. Resulta entonces esencial, desde nuestra
perspectiva, atender la sugerencia del autor que acabamos de citar,
según la cual es imprescindible reflexionar sobre el papel del espacio
y el sitio construido en nuestras indagaciones, en la que la ciudad sea
tratada y tenga lógica solo en la medida en se considere el espacio, no
como entidad estática sino como “productor de relaciones sociales y
producto de ellas. Sobre lo segundo, no hay discusión, lo significati-
vo es reconocerle al espacio la capacidad de generar relaciones de los
habitantes entre sí y de ellos con el substrato material, relaciones que
sólo son socialmente posibles como producto del espacio”16.

Esta cita en esencia resume la búsqueda principal que guía la realiza-


ción de esta investigación, es decir, la construcción de una estrate-
gia metodológica que intente conciliar dos dimensiones del estudio
del espacio que tradicionalmente se han visto como antagónicas. El
reto, y por supuesto el objetivo, es entender la manera cómo relacio-
nes sociales (de poder, económicas, espirituales, políticas) constru-
14 Germán Mejía. Pensando la historia urbana. En:
yen el espacio pero al mismo tiempo dilucidar el modo cómo el espa- Fabio Zambrano y German Mejía. La ciudad y las
cio construido se convierte en categoría fundamental para explicar ciencias sociales. CEJA, Bogotá 2000. Pág. 53
15 Germán Mejía. Pensando la historia urbana...
las relaciones sociales. Pág. 49
16 Germán Mejía. Pensando la historia urbana... Pág.
66
La opción elegida es la que una vez señalara un reconocido estudioso 17 Adrian Gorelik. Miradas sobre Buenos Aires. Bue-
de la ciudad latinoamericana Richard Morse “Sobre la necesidad de nos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2004. Pág. 144
42 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

acudir a literatos y ensayistas del pasado para una comprensión más


compleja de la historia urbana que la que surgía de estadísticas y cen-
sos”17; mirada, que compartía el estudioso de la realidad norteameri-
cana con el pionero Henri Lefebvre quien “fue la única voz que se alzó
[en aquel momento] advirtiendo la importancia sobre las formas de
representación artísticas, para superar, lo que según él era el campo
ciego en que se encontraba el tecnificado pero miope urbanismo de
los planificadores y burócratas”18.

El urbanista Venezolano Arturo Almandoz19 junto al argentino Adrián


Gorelik son dos de los arquitectos que con más insistencia y riguro-
sidad han indicado un nuevo camino a través de enfoques teóricos y
metodológicos para integrar esas visiones sobre la historia del urba-
nismo y sobre la historia de la ciudad que con frecuencia aparecían
tan fragmentadas, específicamente en Latinoamérica. Estos dos
autores representan, en último término, lo que se ha dado en llamar
Historia Cultural Urbana. Dice Almadoz, a propósito de esta influen-
cia y hablando puntualmente de la manera como las obras de ficción
han hecho parte de su trabajo académico:

Somos de la creencia de que la estructura literaria existente


sobre una ciudad, construida en términos de imágenes, per-
sonajes, escenarios, deseos y sueños asociados a esa ciudad
es algo tan determinante e informante de nuestro entendi-
miento sobre ella como puede serlo su misma estructura físi-
ca; en ese sentido acaso pueda hablarse de una aproximación
fenomenológico-literaria a la ciudad, que paradójica y mara-
villosamente, puede incluso ocurrir a distancia20

Un presentimiento que se encuentra determinado además por el he-


cho de que es importante definir la construcción de estrategias me-
todológicas sustentadas en que, como recuerda un estudioso de la
ciudad:

18 Arturo Almandoz. Entre libros de Historia Urba-


na... Pág. 195 the literary text codifies ideas and attitudes about the city and
19 Sobre la apuesta del análisis cultural de la ciudad that as the city itself changes under historical influence, so do
véase el trabajo: Arturo Almandoz, La ciudad en el
Imaginario Venezolano. Caracas, Fundación para these code, exhausting traditional modes as they call for new
la Cultura Urbana, 2002. 3 volúmenes
meaning, often by parodying the emptiness of the older forms21
20 Arturo Almandoz, Ciudad y literatura en la prime-
ra industrialización, Caracas, Fundarte y Alcaldía
de Caracas, 1993. Pág. 19 - 20
Encontrar esos códigos, medio ocultos y medio evidentes, que con-
21 Richard Lehan, Urban sings and urban literature:
literary form and historal process. En: new Lite- tribuyan a construir una mirada alterna sobre el tipo de ideas que
rary History, Vol.18, No. 1 Pág. 99 (El texto literario
codifica ideas y actitudes sobre la ciudad y como influenciaron el cambio urbanístico de Bogotá de los años cincuen-
la propia ciudad cambia bajo influencia histori-
ca, estos códigos también cambian, agotando
ta es el fin último del trabajo que aquí se presenta. ¿Qué conceptos
los modos tradicionales, ya que exigen un nuevo pueden contribuir a encuadrar esta investigación para conseguir ese
significado que a menudo parodian las formas
antiguas – Traducción propia) objetivo? Es el tópico que se aborda en el siguiente apartado.
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 43

III. Imagen y ciudad análoga

Es evidente que la complejidad salta a la vista, en principio por las


consideraciones relativas a la utilización y pertinencia del arte en el
análisis de un fenómeno, de por sí ya confuso, como lo son las cues-
tiones referidas a la transformación de las ciudades y mucho más aún
cuando se incluyen aspectos referidos a la modernidad y moderniza-
ción. De hecho, como lo señala Salvador Tarragó en la introducción al
texto clásico de A. Rossi, estas cuestiones hacen (o hacían) parte de
un profundo debate, afirmación que por su pertinencia, es citada en
extenso aquí. Este autor afirma que:

Cuando centramos nuestro interés en los términos envueltos


en esta problemática [la de la arquitectura y el urbanismo] sur-
gen diversidad de concepciones de lo artístico que están des-
empeñando un papel activo en nuestro mundo cultural. Así,
mientras que se puede interpretar lo artístico como el campo
propio de lo intuitivo e irracional, valores éstos que al ser asig-
nados desde una óptica positivista que circunscribe el mundo
de lo esencial estrictamente a las dimensión de la realidad con
que opera (la de las relaciones cuantitativas), forzosamente
ha de conllevar una subvaloración de la importancia del
arte al quedar éste ligado a una forma de intervención no
cientificista y por lo tanto secundaria.

Pero precisamente de este rechazo, y de otros, puede surgir la


posición contrapuesta: la legitimación del arte como uno de
los medios liberadores de la realidad cosificada22.

Lo interesante de la posición de Tarragó, no es que actúe con cierto en-


tusiasmo reivindicativo con respecto a la manifestación artística, sino
que además se involucra en una discusión muy en boga en su tiempo
(finales de la década de los sesenta), en la que se defiende, ya no sola-
mente el carácter más o menos valioso de la obra de arte en función
de su vinculación con la arquitectura, sino que además resalta el va-
lor de la concepción estética cuando reconoce que un paso adelante
con estos temas fue dado cuando “se superó la concepción del arte
como forma ideológica mediante la teoría del valor cognoscitivo de la
obra artística, con lo que, al desprenderse aquélla de muchas de sus
formulaciones simplistas , se abrió un ancho camino de posibilidades
interpretativas y metodológicas diversas que se desarrollaron simultá-
22 Salvador Tarragó Cid. Prólogo a la edición Caste-
neamente”23, este aprecio del arte era palpable en muchas corrientes llana. Aldo Rossi. La Arquitectura de la Ciudad.
Editorial Gustavo Gili. Barcelona, pág. 10 (El resal-
disciplinares, y los cuestionamientos que se la hacían al mismo se des- tado es mío)
prendía de la premisa según la cual “la relación que un creador sostiene 23 Salvador Tarragó Cid. Prólogo a la edición Caste-
llana. Aldo Rossi. La Arquitectura de la Ciudad...
con su obra, y por ello, la obra misma, se encuentran afectadas por el Pág. 11
44 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

sistema de relaciones sociales en las cuales se realiza la creación como


acto de comunicación, o con más precisión, por la posición del creador
en la estructura del campo intelectual”24.

Es justamente la íntima dependencia de la creación artística con las


relaciones sociales –y entendemos la ciudad aquí también como un
hecho social–, lo que permite recurrir a la literatura como un modo
conveniente de acercamiento a la realidad histórica urbana, obligán-
donos a problematizar los análisis y poner en el centro de la discusión
“el problema de ‘realismo’ y del ‘referente’ del discurso literario”.

En el prólogo de Las Reglas del Arte, Bourdieu señala este aspecto


de modo contundente. Afirma en el primer párrafo, refiriéndose a la
Educación Sentimental de Gustave Flaubert, que “la estructura de la
obra, que una lectura estrictamente interna saca a la luz, es decir, la
estructura del espacio social en el que se desarrollan las aventuras de
Fréderic, resulta ser también la estructura del espacio social en el que
su propio autor está situado”25. Esta verdad que aparece como una rea-
lidad certera se le ha escapado a intérpretes atentos, según el soció-
logo francés, lo cual ocurre por una particular propiedad del discurso
literario que hace revelaciones de manera velada, un discurso “que ha-
bla del mundo (social o psicológico) como si no hablara de él (…), de
una forma que lleva a cabo, para el autor y el lector, la negación de lo
que expresa”26. Las imágenes y verdades literarias aparecen aquí como
si se tratara de aquel caso del detective de Poe en La Carta Robada,
cuando este incisivamente advierte que “quizá lo que induce a error
sea la sencillez del asunto”27. Es en último término una invitación de
carácter metodológico que reconoce la importancia y el cuidado que
habría que tener con el abordaje de este tipo de fuentes, resaltando el
inmenso valor de la literatura como forma eficaz para desarrollar aná-
lisis de las complejidades de la realidad concreta; en palabras del mis-
mo Bourdieu:

No hay mejor prueba de todo lo que separa la escritura litera-


ria de la escritura científica que esta capacidad [de la literatu-
ra], que le pertenece por derecho propio, de concentrar y con-
densar en la singularidad concreta de una figura sensible y de
24 Pierre Bourdieu, Campo intelectual y proyecto una aventura individual, que funciona a la vez como metáfora
creador. En: Varios autores. Problemas del Es-
tructuralismo. México D.F., Siglo Veintiuno Edito- y metonimia, toda la complejidad de una estructura y de una
res. 1967. Pág. 135
25 Pierre Bourdieu, Las Reglas del Arte. Génesis y
historia que el análisis científico tiene que desarrollar y exten-
estructura del campo literario, Barcelona, Ana- der muy laboriosamente28.
grama, 1995, p. 19.
26 Pierre Bourdieu, Las Reglas del Arte. Génesis y es-
tructura del campo… Pág. 20. Ya se han hecho intentos serios y sistemáticos para probar la perti-
27 Edgar Allan Poe, “La Carta Robada”, en Cuentos, 1,
Madrid, Alianza, 1998, Pág. 526. nencia y la relevancia de utilizar la obra de ¨ficción¨ como una forma
28 Pierre Bourdieu, Las Reglas del Arte…, Pág.. 51. de entender el entramado conceptual de algunas corrientes urba-
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 45

nísticas y del desarrollo urbano mismo29, estas propuestas han de-


mostrado poder aportar en términos conceptuales sustento para el
análisis de las ideas que guían el modo de actuar de planificadores y
constructores de ciudad, de allí que el estudio de lo urbanístico visto
a través de este filtro, aunque poco común, no es infructuoso.

Esta forma de entender lo provechoso de este tipo de escritos se em-


parenta con el concepto de imagen de la ciudad postulado por K.
Lynch. Este autor nos propone una perspectiva que sin duda es útil
para el tema que aquí se esboza, en primer término porque tiene co-
rrespondencia con los planteamientos teóricos de varios de los auto-
res que se han ocupado de este tema en nuestro medio. Lynch asegu-
ra que la imagen de la ciudad no es unívoca y no pertenece a una sola
persona, sino que “cada individuo crea y lleva su propia imagen, pero
parece existir una coincidencia fundamental entre los miembros de
un mismo grupo. Son estas imágenes colectivas, que demuestra el
consenso entre número considerables e individuos las que interesan
a los urbanistas”30.

La necesidad de encontrar lo que Lynch llama en últimas la imagen


pública de la ciudad, es equivalente a la búsqueda de relaciones es-
tructuradas de individuos y de acciones. No sobra reconocer que para
este autor esta imagen es producto de una relación de doble impli-
cación entre el observador y el ambiente. Lo pertinente de este en-
foque es que de esta definición es posible reconocer una especie de
variables accionables que contribuyen sin duda a una definición de
la forma en que se puede estudiar la imagen de la ciudad. Ente ellos
encontramos conceptos como: senda, mojón, borde, nodo y barrio
e incluso algunos que despejan el panorama inicial a nuestra inves- 29 Algunos interesantes ejemplos son: David Har-
vey, París, Capital de la Modernidad. Madrid,
tigación como es la noción de imaginabilidad, entendiéndola como Akal, 2008. Especialmente la primera parte titu-
lada: Representaciones: París 1930 – 1948. Tam-
“esa cualidad de un objeto físico que le da una gran posibilidad de sus- bién el texto de Richar Lehan, The City in Literatu-
re. An Intellectual y Cultural History. Los Angeles,
citar una imagen vigorosa en cualquier observador de que se trate. University of California Press, 1998. Un texto que
Se trata de esa forma, de ese color, de esa distribución que facilita podría entrar en esta categoría y que ha sido muy
útil en la investigación es: Franco Moretti, Atlas
la elaboración de imágenes mentales del medio ambiente que son de la novela Europea 1800 – 1900. Madrid, Tra-
ma editorial, 2001. Otro documento más, pero
vívidamente identificadas, poderosamente estructuradas y de suma referido a Latinoamérica es: José Manuel Prieto
utilidad”31, utilidad en términos de proveer material para el análisis de González, Entre ficción y realidad o la realidad de
la ficción: Monterrey a través de la mirada de na-
las transformaciones urbanísticas. rradores y poetas. En: José Manuel Prieto Gonzá-
lez (Coordinador), Poéticas Urbanas. Represen-
taciones de la Ciudad en la Literatura. Monterrey,
Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012.
Pero la propuesta de este autor va más allá, pues reconoce que “cada Finalmente la tesis de urbanismo de Nayibe Peña
Frade. La ciudad y lo urbano en la ciencia ficción y
representación individual es única y tiene cierto contenido que solo la utopía negativa. Tesis Maestría en Urbanismo,
rara vez o nunca se comunica, pese a lo cual se aproxima a la imagen Universidad Nacional de Colombia, 2000. Estos
son sólo algunos ejemplos entre otros tantos que
pública que, en diferentes ambientes, es más o menos forzosa o más citaremos a lo largo de este documento.

o menos comprehensiva”32, de aquí se desprende la idea de un punto 30 Kevin Lynch. La Imagen de la ciudad. Gustavo Gili,
Barcelona 1998 Pág. 16
medio en el cual lo ‘imaginario’ se encuentra con lo ‘real’, un punto bá- 31 Kevin Lynch. La Imagen de la ciudad… Pág. 19
sico para comenzar a trazar pistas que contribuyan a la definición de 32 Kevin Lynch. La Imagen de la ciudad… Pág. 61
46 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

una estrategia metodológica que permita desarrollar esta investiga-


ción. El punto central descansa en la idea de reconocer que la visión
de cada una de las personas que habita un espacio es parte integral
de ese espacio y a la vez cada persona contiene ese espacio en si mis-
ma; más que un juego intrincado de palabras lo significativo de este
supuesto es que contribuye a reconocer el papel del escritor no como
una visión univoca sino como una visión estructurante y estructura-
da de la ciudad, que recoge el sentir de quienes habitan la ciudad (el
espacio completo está dentro del escritor) pero al tiempo es su visión
particular del espacio. Estos argumentos en cierta manera justifican
la necesidad de construir una (o unas) herramienta(s) que de(n) cuen-
ta de la estructura profunda que subyace a las relacionas superficia-
les, presentes en la narración, que se percibe con respecto a la ciudad
en un periodo histórico determinado.

Podría reafirmarse este argumento con la tesis según la cual “la ima-
gen no es un algo recibido desde afuera, o no es algo solamente re-
cibido desde afuera. La imagen es el medio material, sensible y con-
creto, a través del cual se hace posible la representación”33, es decir la
imagen se vuelve determinante no solo porque tiene su asidero en la
ciudad construida, sino también porque “la imagen de la ciudad que
de alguna manera comparten quienes viven en ella influye de manera
notable en una multitud de prácticas: el uso que los distintos grupos
hacen de la ciudad, por supuesto, está signado por esto, pero incluso
la producción del medio construido y las acciones privadas y pú-
blicas que sobre el medio urbano se ejercen son incomprensibles
si no se tiene en cuenta esta mediación”34.

La recomendación de Jaramillo se vuelve más significativa en la me-


dida que se convierte en un supuesto sobre el que se soporta la de-
finición de una estrategia metodológica que convierte en ‘operacio-
nalizables’ las variables del concepto de imagen tal y como en este
documento se han definido, dice al respecto este autor que:

La representación sobre la realidad urbana se manifiesta en la


forma como los habitantes hablan de ella, como la describen,
33 Juan Carlos Pérgolis. La narrativa urbana. El mar- como se refieren a ella, aun si su intención no sea la de explicitar
co teórico para la investigación Bogotá Simula-
da. En: Textos. Documentos de historia y teoría.
esta imagen. Si esto es así, las palabras sobre la ciudad pueden
N° 9. Pag. 114 operar como síntoma, y sería posible leer estar representa-
34 Samuel Jaramillo. La Imagen de Bogotá en tex-
tos de los años treinta y los años noventa. En: ción, a partir de su precipitado en las prácticas lingüísticas35.
Saldarriaga Roa Alberto. Ricardo Rivadeneira
Velasquez y Samuel Jaramillo. Bogotá a través de
las imágenes y las palabras. TM Editores Observa- Esos síntomas (las palabras que construyen una imagen) son una
torio de Cultura Urbana. Bogotá. 1998, Pág. 109
(Subrayado es mío) condición genérica de todos los ambientes urbanos, es una conse-
35 Samuel Jaramillo. La Imagen de Bogotá en textos cuencia no esperada de la aglomeración en las ciudades durante
de los años treinta y los años noventa... Pág. 110
(El subrayado es mío) aquello que ha dado en llamarse la modernidad. Siguiendo a Amén-
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 47

dola “el relato de la ciudad nace y vive con la ciudad: éste le da fuerzas
a la ciudad y recibe fuerza de ella. Es impensable una ciudad sin su
relato”36, y ser parte integral de la realidad urbana con la que se fu-
siona, a la que alimenta y de la que se alimenta, le da los argumentos
suficientes a este autor italiano para asegurar que

El relato de la ciudad sea narrado, cantado, escrito o dibujado,


han sido siempre fiel a la ciudad y a su espíritu. No hay diferen-
cias relevantes entre la intención del relato y las posibilidades
técnicas disponibles. Probablemente con un cierto retraso
pero de manera bastante tempestiva y coherente, la habilidad
de relatar la ciudad ha sido siempre adecuada a la ciudad mis-
ma, tal como ha sido percibida por la cultura de la época37.

Ahora bien podríamos concluir este apartado reconociendo que el


concepto de ‘imagen’, tal como lo hemos visto, nos proporciona en
lo fundamental las bases para poder entender y desarrollar un mé-
todo correspondiente a las intenciones de esta investigación, el cual
se vuelve más pertinente en la medida que involucra las distintas
dimensiones del de la ciudad, pero sobre todo del ambiente físico-
construido. No obstante para ir más allá es necesario recurrir a otra
categoría del reino de la teoría urbana, otro concepto de base que
complete el modelo de interpretación de la información levantada, y
es aquí donde proponemos la utilización del concepto construido por
Aldo Rossi de ciudad análoga.

El autor italiano esboza una definición del concepto de lo análogo,


explicitándolo en uno de los apartados del conocido texto La Arqui-
tectura de la Ciudad “una hipótesis con la que entiendo referirme a las
cuestiones teóricas del proyectar en arquitectura, esto es, a un proce-
dimiento compositivo que gira sobre algunos hechos fundamentales
de la realidad urbana y en torno a los cuales construye otros hechos
en el marco de un sistema analógico”38. Esta categoría es particular-
mente útil en la medida que pone en primer nivel de consideración la
capacidad simbólica de la ciudad como “obra de arte colectiva”, pero
no por ello menos real que la ciudad ya levantada. De hecho, una de
las condiciones fundamentales de lo analógico es esa capacidad de
transformar lo ‘real’ en una especie de ‘hiperrealidad’ para luego volver
a la ‘realidad’ empírica como un concepto lleno de contenido.

Luque Valdivia asegura que para entender este postulado de Rossi,


36 Giandomenico Amendola. La ciudad Postmoder-
es necesario volver la mirada hacía la propuesta del lingüista Suizo F. na. Madrid, Celeste Ediciones, 2000. Pág. 167
Saussure, en donde encontraremos la base teórica del concepto de lo 37 Giandomenico Amendola. La ciudad Postmo-
derna... Pág. 169
analógico, según Luque “una forma analógica es una forma hecha a
38 Aldo Rossi. La arquitectura de la ciudad. Barcelo-
imagen de otra o de otras según una regla determinada (…) Saussure na, Ed. Gustavo Gili, 1971. Pág. 45
48 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

insiste en el carácter creativo de la analogía que no produce propia-


mente cambios sino elementos nuevos. Por ello la analogía aparece
como un principio innovador, o con más propiedad, como un princi-
pio al mismo tiempo de renovación y conservación”39, y es la ciudad de
la literatura, o más precisamente su imagen, un tipo de construcción
analógico en cuyo proceso de creación no solo produce algo nuevo
sino que en lo fundamental condensa lo que permanece; es además
pertinente a nuestros fines porque “el pensamiento analógico, cono-
ce a través de la intuición y no a través de razonamientos, expresa
lo conocido mediante imágenes, mediante lo que podríamos llamar
metáforas”40, y tanto más resulta sugestiva la utilización de este con-
cepto, en la medida que se entiende que “la analogía es ‘la ciencia de
las correspondencias’, pero para que ésta funcione, y puedan esta-
blecerse dentro un determinado colectivo, relaciones significantes
entre diversos hechos se requiere una base cultural compartida”41,
condición fundamental que conecta con nuestra idea de imagen.

Intentando ser más preciso, Luque Valdivia asegura que la idea sub-
yacente a la analogía lingüística es la de proporción, que ayuda a en-
tender la existencia de una nueva regla y la utilización de ella para
crear una palabra nueva. Expone el siguiente esquema:

perdonar : imperdonable = decorar : X


X = indecorable

En la explicación de este esquema está la base, según Luque, de la


interpretación de la analogía rossiana. La primera parte del ejemplo
(perdonar : imperdonable) muestra una relación de construcción de
palabras antónimas. Siguiendo la regla (o por analogía), en la segun-
da parte de la igualdad se construye una nueva palabra que en reali-
dad debe su origen a la regla que preexiste. Un ejercicio de innovación
(la palabra nueva) y de conservación (la regla en la que se basa para
construir la analogía).

Tal vez una de las miradas más reiteradas sobre lo analógico es la


asociación con una teoría de la proyectación en la que “una operación
39 José Luque Valdivia. La Ciudad de la arquitectura. lógico-formal puede traducirse en un modo de proyectar; de ahí nace
Una relectura de Aldo Rossi. Barcelona, Colección
de Urbanismo OIKOS – TAU, 1996. Pág. 323
la hipótesis de una teoría de la proyectación arquitectónica donde los
40 Victoriano Sainz G. La Ciudad Análoga. Aldo Rossi elementos están prefijados, formalmente definidos, pero donde el
y la lógica de la memoria. En: Revista de Historia y
Teoría de la Arquitectura. N° 1, Valencia, 1999. Pág. significado que nace al término de la operación es el sentido autén-
132
tico, imprevisto, original de la operación. Esto es, un proyecto”42, un
41 Victoriano Sainz G. La Ciudad Análoga… Pág. 133
42 Victoriano Sainz G., La Ciudad Análoga. Aldo
proyecto que en el caso específico aquí tratado bien puede ser una
Rossi y la lógica de la memoria, en Revista de obra de literatura.
Historia y Teoría de la Arquitectura, n.° 1, Valen-
cia, 1999, p. 130.
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 49

Pero además, afirma Luque Valdivia, uno de los aspectos más deter-
minantes de la ciudad análoga es que posee un elemento profundo
que forma parte de la biografía de quien crea; así pues, la analogía
actúa sobre una estructura mental que tiene unas características
preeminentemente personales, de modo que esa estructura pone de
manifiesto –como el propio Rossi señala acudiendo a Benjamin– la
deformación a la que el arquitecto está sometido por los nexos con
las cosas que le rodean. Lo más significativo de esta inmersión del
creador en un mundo de relaciones que convierte la ciudad en una
obra de arte colectiva, es que reconoce lo improbable de una origina-
lidad total o de una homogeneidad absoluta. Existe entonces la posi-
bilidad de hacer una obra nueva, de vanguardia si se quiere, pero que
responde de manera abierta o soterrada a las condiciones de existen-
cia en las que fue llevado a cabo el proceso de creación.

En un trabajo relativamente reciente, el arquitecto Adrián Gorelik rei-


vindica el clásico postulado de Rossi al reconocer que su propuesta
es una oportunidad inmejorable para tender puentes entre ciudad
y cultura. El puente, dice Gorelik, se comienza a establecer a partir
del reconocimiento “de una figura en la que predominaba la capaci-
dad simbólica de la ciudad como obra de arte colectiva43”, como tal
la figura de lo análogo tendrá en la historia urbana (y por esa vía de
la historia del urbanismo) un rol fundamental en la comprensión del
espacio urbano, tal como se mencionó anteriormente: como pro-
ductor de relaciones sociales y producto de ellas o, en otras palabras,
“que la ciudad y sus figuraciones se producen mutuamente”. Para Go-
relik, Rossi sigue a Mumford cuando este afirma que “el pensamiento
toma forma en la ciudad y a la vez las formas urbanas condicionan
el pensamiento”, idea de base que permite entender que lo analógi-
co también implica de alguna manera que “la ciudad se realiza en el
tramado de las ideas que la imaginan diferente, aún de las que creen
perseguir objetivamente su realidad, pero, en rigor, están producien-
do nuevas significaciones que la constituyen”44.

Gorelik, además, resalta otro aspecto de la ciudad análoga; afirma que


es posible rastrear un escape a través de este concepto de la banaliza-
ción del entorno urbano, permitiendo tener una mirada crítica sobre él
y, en esa medida, convertir la ciudad ya no solo en un objeto de proyec-
tación, sino también en objeto de estudio, de crítica y de pregunta. El
mecanismo mental que antes mostró Luque Valdivia se ve enriquecido
en esta nueva visión, donde la analogía no solo es propiedad exclusiva
43 Adrián Gorelik, Miradas sobre Buenos Aires…
del genio creador sino que se asocia de manera muy estrecha con el Pág.145.
44 Adrián Gorelik, Correspondencias. La ciudad
investigador urbano. La ciudad análoga quiebra el perfil y la concep- análoga como puente entre ciudad y cultura,
ción de lugar común, la de la ciudad naturalizada, aquella que se apoya en Block, Revista de cultura de la arquitectura,
la ciudad y el territorio, (Buenos Aires) n.° 3, dic.
en “la fruición distraída del paseante [y] ya no permite componer una 1998, Pág. 91.
50 El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura

mirada crítica, porque no hace sino reproducir los valores que se pre-
sentan como inmutables e indiscutibles, como naturales”45. Se alza lo
análogo como un tipo de abordaje de la ciudad que cuestiona la ciudad
naturalizada, aquella del sentido común que disimula los conflictos.

Finalmente, es probable que, de manera programática, el arquitec-


to argentino apueste a que este tipo de visión profunda de la ciudad
puede encontrarse en el arte, el cual se convierte en algo así como el
momento de síntesis que trasciende el perfil de la ciudad “naturaliza-
da”, vale decir irreflexiva, para poder llegar a entender elementos no
del todo evidentes que están presentes en la construcción de la ciu-
dad y se logran rescatar gracias a una mirada más profunda. En todo
caso, tal camino, reconoce este autor, es difícil y apenas comienza a
despuntar su utilidad. Es posible constatar esto en “la abundancia de
ese género tan especial que son los anecdotarios urbanos, esas his-
torias enumerativas, descriptivas, pintorescas y provincianas de los
monumentos, de los lugares, los personajes singulares; relatos que
reducen el conflicto grabado en cada piedra a un proceso teleológico
que conduce al presente o, en la visiones decadentistas, a una edad
de oro de la que el presente solo es degradación y caída”46. Pero en el
análisis que promueve, la literatura nos permite encontrar ya los ele-
mentos fundamentales de lo análogo, para que por vía de superación
de lo “pintoresco y lo anecdótico” sea posible llegar al análisis y a la
comprensión.

IV. Urbanismo literario

Cuando se realiza un acercamiento juicioso a lo que ha sido el desa-


rrollo de la historia del urbanismo y de las ciudades, como por ejemplo
lo escrito por Arturo Almandoz en su revisión sobre el estado del arte
de la cuestión en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, una de
las muchas conclusiones que podría sacarse es que la investigación
en este campo ha mostrado la necesidad de recurrir a nuevas y más
afinadas estrategias para buscar entender de manera más completa
los cambios ocurridos en el espacio físico urbano. Entre otras cosas
porque, dice Almandoz:

La urbanización es un proceso multidimensional que involu-


cra cambios territoriales, demográficos, económicos, sociales
y culturales: ella implica no sólo el mero hecho concentracio-
45 Adrián Gorelik, Correspondencias. La ciudad aná- nal de una población en un territorio, sino también (y acaso
loga como puente entre ciudad y cultura Pág. 92.
46 Adrián Gorelik, Miradas sobre Buenos Aires… más esencialmente) los cambios en los términos de relaciones
Pág. 149.
sociales entre los individuos y en sus formas de utilización del
47 Arturo Almandoz, Ciudad y literatura en la prime-
ra industrialización… Pág. 17 espacio47.
El juego de lo imposible: La relación entre urbanismo, historia y literatura 51

Siguiendo este argumento, puede afirmarse que si el carácter mismo


de la ‘urbanización’ resulta tan complejo por la cantidad de dimen-
siones de la vida humana que involucra, la investigación del objeto
mismo impele a involucrar una serie de aspectos que comúnmente
no son tenidos en cuenta, pero que resultan ser fundamentales en
la medida que hacen parte de esa realidad que se intenta explicar.
Visto así, si los cambios en el territorio urbano, son a la vez cambios
económicos, sociales, políticos e incluso culturales, cada una de esas
visiones o dimensiones debe hacer parte del análisis.

Esta investigación no es otra cosa que el atrevimiento en pos de la


búsqueda de la pertinencia de conceptos que estaban en ciernes
sobre la investigación urbana desde hace mucho tiempo y que han
venido materializándose en estudios y publicaciones puntuales du-
rante finales del siglo XX y comienzos del XXI. Es un esfuerzo por en-
tender lo urbanístico desde múltiples dimensiones, desde entradas,
sino inéditas por los menos poco comunes, todo con el fin de superar
las visiones unilaterales (que con frecuencia se presentan como uní-
vocas) en la compresión del desarrollo urbanístico y en la interpreta-
ción de la historia de la ciudad.
Capítulo 2

Un reino que es de este mundo


A propósito de la modernidad urbana
Volví a mi origen y descubrí que la modernidad no está afuera sino adentro de nosotros.
Es hoy y es la antigüedad más antigua, es mañana y es el comienzo del mundo, tiene mil
años y acaba de nacer.
[Octavio Paz] Contenido
I. Introducción
II. Tres caminos para entender lo
moderno:
> la postergación,
> modernización sin
modernidad
> modernidad a nuestro modo
II. La experiencia urbana o lo
urbano en la experiencia:
revisando mitos de la
modernidad
> espacio – tiempo
I. Introducción > movimiento
> definiendo un límite

A finales del año 1933 un reportero entusiasta le preguntaba al defendiendo un límite


IV. Adendas sobre consideraciones
recién desembarcado urbanista Karl Brunner “¿(…) Doctor qué
entre límites y divisiones
impresión le ha causado Bogotá, como ciudad moderna?”, y el aus-
triaco entre prudente y probablemente indulgente, le contesta “Fran-
camente, todavía es muy temprano para adelantar concepto alguno
sobre este delicado tema” 1. Más que en la evasiva respuesta del ex-
tranjero, es en el complemento de la pregunta del periodista donde
se percibe una de las mayores preocupaciones de los habitantes de
la capital colombiana de la primera mitad del siglo XX: reconocer el
carácter de ésta como ciudad moderna.

Desde la década de 1920 en las ciudades colombianas se comienza a


experimentar un cambio fundamental en el mundo de la vida de sus
habitantes. Es perceptible la llegada de cada vez más gente, más
carros, la aparición de más barrios; y la presencia, también cada vez
más numerosa, de cines, periódicos y sobre todo de radios, todo
ello ahora convertido en aspectos fundamentales del discurrir de la
1 “Brunner declara que en Bogotá hay una arqui-
vida en el espacio urbano. Es claro por ejemplo que “escuchar radio tectura propia”. El Tiempo, Diciembre 28 de 1933,
Pág. 12
empieza a ocupar porciones cada vez mayores del tiempo de los co-
54 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

lombianos. La radio, junto con la aviación y las carreteras, acerca


las distintas regiones del país de otra forma aisladas y encerradas” 2.
Las tecnologías perturban el tiempo, las noticias llegan pronto y el
mundo, esa palabra para muchos abstracta y etérea, comienza a te-
ner forma, una forma que no pocas veces correspondía a imágenes
de grandes urbes en distintos continentes.

La certeza de ese otro a través de un elemento tan incontrovertible


como una imagen, consiente la construcción de un parámetro com-
parativo, una referencia que permitía “situar la vida colectiva: el bo-
gotano de repente se encontró más pobre, más provinciano, más
cercano al mundo y a la vez más distante” 3. La pregunta que el perio-
dista hace al urbanista austriaco, tiene implícito el dilema de querer
Bogotá vista hacia el sur.
ser pero no tener los medios para hacerlo, medios que como se sabe,
Fuente: Museo de Bogotá ca. 1957
superan las restricciones de la esfera económica.

De hecho, durante este periodo se han consolidado ya en Colombia


algunos aspectos fundamentales de la economía de mercado, al
tiempo que de la mano de los gobiernos de la República Liberal pau-
latinamente se realizan reformas que apuntan a darle impulso a una
revolución política, es de ese modo como “hacia 1930 se habían crea-
do las condiciones fundamentales para el desarrollo de un proceso
modernizador, y el periodo de 1930 a 1958 consolidó este proceso,
aunque en un contexto particularmente contradictorio”4. Las condi-
ciones fundamentales que se mencionan en esta cita, se encuentran
además determinadas por un aspecto central de carácter general,
presente en esos procesos de cambio profundo en las sociedades que
se pretenden modernas. Hablamos del despliegue de la racionalidad
como eje cardinal de la experiencia concreta y que por tanto redefine
la relación hombre-naturaleza, que en el caso del “dominio espiritual
será liderado por la figura de la ciencia empírica moderna”5.

Eso explica la visita y contratación de Brunner, pues ¿quiénes, sino los


2 Patricia Londoño Vega, Santiago Londoño Vélez, urbanistas, serían capaces de encarnar el papel de científicos de la ciu-
Vida diaria en las ciudades Colombianas, en Nue-
va Historia de Colombia, Vol. IV. (Educación, cien- dad para a través de sus métodos sistemáticos intervenir la urbe y brin-
cias, la mujer, vida diaria), Bogotá, Ed. Planeta,
1989. Pág. 361 darle soluciones a sus problemas de higiene y circulación?, éstos úl-
3 Silvia Arango, Evolución del espacio urbano en timos, como anota Inés Sánchez, los dos problemas más importantes
Bogotá. Tesis para optar al doctorado de 3er ciclo.
Instituto de Urbanismo de París XII. Abril de 1979, del primer urbanismo científico basado en un principio de racionalidad
Pág. 88
moderno que busca la acumulación sistemática de conocimientos6.
4 Jorge Orlando Melo. Algunas consideraciones
globales sobre modernidad y modernización, en:
Colombia, el despertar de la modernidad, Bogo-
tá, Ediciones Foro Nacional por Colombia, 1994. Pero ¿Por qué esa preocupación en la ciudad? ¿A cuenta de qué la ne-
Pág. 239
cesidad de ordenar, construir, embellecer, planear, diseñar con nue-
5 Jorge Orlando Melo. Algunas consideraciones
globales sobre modernidad… Pág. 240 vas técnicas lo que hasta hace un tiempo era fruto del azar o en ge-
6 Inés Sanchez De Madariaga, Introducción al ur- neral de los buenos oficios de empíricos y artesanos? Sin duda no es
banismo. Conceptos y Métodos de la planifica-
ción urbana. sólo por el hecho, como mencionara George Duby, de que “los objetos
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 55

El cambio de la ciudad se glorifica en los


medios de comunicación, a uí la portada de
la revista Cromos. “Bogotá Moderno. La Ave-
nida Jiménez de Quesada con el imponente
edificio de la aja olombiana de horros
que fue inaugurado el 6 de agosto”.
Fuente: Revista Cromos, Agosto 20 de 1949.

culturales más sólidos y todas las expresiones de la ideología domi-


nante se han construido en la ciudad”7, es decir, ha sido el escenario
privilegiado de la puesta en escena del poder. No, en realidad no es
solo eso; también es el escenario en el cual las condiciones son pro-
picias para la consolidación del desarrollo del capitalismo moderno y
de la industria, modo de producción de fuerza descomunal que haría
temblar las bases del orden social a través de la dinamización de la
economía de mercado, aunque en el caso colombiano, ese empuje
inicialmente hubiese sido de origen fundamentalmente rural8.
7 George Duby. La ciudad centro de poder. Prólo-
go a la Historia Urbana de Francia con el título
Este despegue originario, eminentemente agrario no desvirtuó el pa- de “Francia Rural, Francia Urbana”, en: Textos 3.
Documentos de Maestría en Teoría e Historia del
pel de las ciudades en la consolidación del proceso modernizador, de Arte y la Arquitectura. Bogotá, Universidad Na-
cional de Colombia, Facultad de Artes. Pág. 118
hecho lo afirmó, entre otras cosas porque las condiciones materia-
8 “El desarrollo del capitalismo (…) no tiene como
les permitían llevar a cabo lo que hasta hacía unos pocos años eran base un proceso de industrialización previo, ni
arroja como su primer y nítido resultado un país
el sueño de algunos hombres y acaso mujeres, cuyo viaje a Europa industrializado o semi-industrializado apoyado
en una economía urbana, sino lo que moldea el
o Norteamerica les había “abierto los ojos” y mostrado de forma in- capitalismo es una nación cafetera, soportada
controvertible la senda del verdadero progreso. Además, la ciudad se fundamentalmente en una economía agraria li-
gada al mercado mundial. Una economía agraria
convierte en un elemento tan importante porque, como se sabe, el que además toma su vigor inicial del papel econó-
mico de la región, no de la ciudad”. Juan Carlos del
desarrollo de la cultura moderna deja de ser trascendente, su lugar es Castillo Daza, Bogotá el tránsito a la ciudad mo-
derna 1920 – 1950, Bogotá, Universidad Nacional
el aquí y su tiempo es el ahora, o dicho con más precisión “la cultura de Colombia, 2003, Pág. 26 (La tesis central que
moderna asume, con toda consecuencia, que la nueva era no debe expone aquí el autor es tomada del libro Café en
Colombia 1850-1970, una historia económica so-
ser postergada a la trascendencia e inmortalidad de la redención sino cial y política escrito por Marco Palacios).
56 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Los cambios vertiginosos levantan el entusias-


mo de muchos ciudadanos y por supuesto ello
es reseñado en la prensa de la época: “Bogotá
de ayer y de hoy a golpes de historia .
Fuente: Revista Semana, Agosto 6 de 1956

que su lugar ha de estar en esta misma tierra y que el mundo a cons-


truir habrá de ser, comienza a ser, obra de los designios y las volunta-
des humanas” 9, un reino que ahora es de este mundo.

Ese extraordinario sentido del hacer del hombre moderno, que como
el incrédulo apóstol Tomás no cree hasta no ver, le concede un papel
fundamental a los entornos urbanos como escenario de concreción
de los ideales más elevados de las élites políticas y económicas. Por
ello tal vez pueda afirmarse con contundencia que “debatir lo mo-
derno en América Latina es debatir la ciudad: la ciudad america-
na no solo es el producto más genuino de la modernidad occidental,
sino que además es un producto inventado como una máquina para
inventar la modernidad, extenderla y reproducirla”. Adrián Gorelik el
9 Miguel Ángel Hernández, La Modernización so-
cial y el mundo moderno, en: Misión de Ciencia autor de esta cita, es aún más categórico al asegurar que la ciudad
y Tecnología. Estructura científica, desarrollo
tecnológico y entorno social, tomo II, volumen
funge como polo dirigido a “producir hombres social, cultural y políti-
2, Bogotá, ed. Universidad Nacional de Colombia. camente modernos”10.
Pág. 493
10 Adrián Gorelik, Ciudad, modernidad y moder-
nización, en: Universitas Humanisticas, Ponti- Ese uso de la ciudad como artefacto de la modernidad, como indi-
ficia Universidad Javeriana, junio Nº 56, Bogotá,
2003, Pág. 13 cador incontrovertible del avance en pos de la promesa del llamado
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 57

alle evs y hacia .


Fuente: http://www.ips.org.ar/?p=745.
Consultada 20 de Junio de 2011.

progreso no era, como las máquinas de la era industrial, automática.


De hecho, se asemeja más a un proceso tortuoso, difícil pero sobreto-
do contradictorio. Una contradicción signada por la angustia de tra-
segar en busca de las manifestaciones que mostraran la certeza de
estar viviendo en una nueva época, pero con medios limitados para
hacer el recorrido; una angustia que como diría Berman, se aseme-
ja a la que siente Fausto, aquel protagonista famoso de la obra de
Goethe, quien experimenta una escisión interior, una forma de ten-
sión constante entre fuerzas contrarias, que advierte la presencia de
los avatares del mundo moderno. En referencia al ‘tercer mundo’ este
autor describe este sentimiento en los siguientes términos:

En el siglo XX, los intelectuales del tercer mundo, portadores


de una cultura de vanguardia de unas sociedades atrasadas,
han experimentado la escisión fáustica con particular inten-
sidad. Su angustia interior a menudo ha inspirado visiones,
acciones y creaciones revolucionarias (…). Sin embargo, con la
misma frecuencia, ha llevado solamente a caminos sin salida
de futilidad y desesperación, como le ocurre al Fausto al prin-
cipio, en las profundidades solitarias de la noche11.

Pero si para Berman son sin salidas, desesperación y revolución, ha-


bría que reconocer en el ámbito latinoamericano un fuerte influjo de
una voluntad de orden ideológico capaz de hacer transformaciones
de tipo estructural, porque a diferencia de lo que ocurre en Europa o
en Noteamerica donde los cambios materiales y espirituales van de la 11 Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece
en el aire. La experiencia de la modernidad. Siglo
mano y actúan en una especie de sinergia o simultaneidad que no es Veintiuno Editores. Bogotá 1988. Pág. 35
58 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

posible desligar, en Latinoamérica la cuestión es un poco más difusa (o


más sencilla); las ideas, los valores, los conceptos “aparecen en el mis-
mo momento o incluso antecediendo a los procesos que las generaron
en sus lugares de origen”, y es justamente en este hecho en donde se
puede manifestar lo que para muchos es el elemento fundamental del
tipo de modernidad que existe en América Latina, “en eso radica buena
parte de la riqueza potencial de una historia cultural local, en la posibi-
lidad de explotar ese desajuste permanente, para notar que sus resul-
tados no pueden ser sino originales y específicos”12.

Esta manera de entender lo moderno no es otra forma que un modo


de poner en tono disonante los conceptos de modernización y mo-
dernismo, un ejercicio dialéctico que hiciera famoso M. Berman en
su trabajo sobre la experiencia de la modernidad. Suministrando las
primeras pistas alrededor de esta disonancia en su brillante aborda-
je sobre el impacto de la modernidad en el “subdesarrollo”, utilizando
para ello el análisis de la capital imperial Rusa de San Petersburgo,
y específicamente la famosa avenida Nevski Prospekt, protagonista
de primer orden de una forma peculiar de implantación de la moder-
nidad en una sociedad que podríamos llamar pre-moderna, edifica-
da atendiendo a los cánones del urbanismo más contemporáneo,
construida con dimensiones amplias para dar paso el trasegar del
tráfico pesado, luminosa para la actividad intensa a cualquier hora
del día, pero sobre todo de la noche, majestuosa como corresponde
a la calle principal de la capital de un imperio, sórdida para los bohe-
mios y las prostitutas o recatada para los pobres, y un escenario que
en último término convocaba a los habitantes de la ciudad, Berman
le describe del siguiente modo:

La calle los reunía, los hacía rodar en una vorágine y los de-
jaba que hicieran con sus experiencias y encuentros lo que
pudieran. A los habitantes de San Petersburgo les gustaba la
Nevski, y la mitificaban inagotablemente, porque abría para
ellos en el corazón de un país subdesarrollado, la perspectiva
de todas las deslumbrantes promesas del mundo moderno13.

Esta particular forma de definir lo moderno, como proyecto contun-


dente, brutal y frustrado liderado desde arriba, que el arquitecto A. Go-
relik entiende como la forma en que en “la ciudad latinoamericana la
modernidad fue un camino para la modernización”, tuvo como con-
secuencia o como contraparte una reacción que Berman interpreta
12 Adrián Gorelik, Ciudad, modernidad y moderni-
zación... Pág. 15
como el inicio del empuje de una modernización desde abajo, un expe-
13 Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece en rimento práctico y maravilloso que según este autor “ofrece las claves
el aire. La experiencia de la modernidad… Pág. 199
acerca de los misterios de la vida política y espiritual de las ciudades
14 Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece en
el aire... Pág. 299 del tercer mundo”14. Sustentado en la experiencia artística y literaria,
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 59

ésta emerge, en último término, como una forma de reflexión que


condensa experiencias, prácticas y manifestaciones que tienen como
resultado un mundo paradójico y contradictorio que caracteriza el
modernismo urbano del subdesarrollo.

Empero, si bien existen algunas similitudes, resulta inconveniente


hacer una analogía directa entre el fenómeno ocurrido en Europa
Oriental y el mundo latinoamericano. Esta advertencia se adopta
aquí, desde la posición propuesta por Néstor García Canclini a pro-
pósito del comentario sobre un texto del intelectual británico Perry
Anderson, donde éste último encuentra desafortunado el que se ha-
ble de tercer mundo “y se envuelva en el mismo paquete a Colombia,
la India y Turquía”. Esta crítica, según García Canclini, va unida al se-
ñalamiento en contra de aquellas posiciones o interpretaciones que
pretenden explicar el cambio en el espíritu (las artes, las letras, for-
mas de pensar y actuar) reduciéndolo al establecimiento de ciertas
condiciones socioeconómicas; y en este punto sí que se apoya en los
postulados de Anderson, al reconocer con intelectual británico que
“los movimientos modernistas surgen, en la Europa continental, no
donde ocurren cambios modernizadores estructurales, sino donde
existen coyunturas complejas, la intersección de diferentes tempo-
ralidades históricas”15.

Las temporalidades históricas simultáneas que menciona Anderson,


son el espacio del modernismo naciente, específicamente la con-
fluencia de un pasado clásico, un presente técnico y un futuro político
incierto, por tanto no es la modernización económica, dice García, lo
que da origen o promueve la expresión del modernismo sino “las for-
mas en que las élites se hacen cargo de la intersección de diferentes
temporalidades históricas y tratan de elaborar con ellas un proyecto
global”16. Este es un proceso que acaece tanto en Europa como en La-
tinoamérica, lo que habría que preguntarse desde el punto de vista de
García Canclini es ¿cuál será la forma de esta simultaneidad histórica
en América Latina y qué contradicciones genera su cruce?, el acento
de hecho está puesto en las contradicciones asumiendo que en el caso
de Latinoamérica son ellas justamente las que permiten entender la
formación de aquello que se puede definir como lo híbrido, por demás
la categoría central en su obra.

De discusiones sobre lo híbrido nos ocuparemos más adelante, en


este punto basta con mencionar que se puede seguir un punto de co-
nexión evidente entre algunos de los argumentos de Berman y García 15 Néstor García Canclini. Culturas Híbridas. Estra-
tegias para entrar y salir de la modernidad. Bar-
Canclini en la medida que es a partir de la experiencia “desde abajo” o celona, Paidos, 2001. Pág. 85

la experiencia del encuentro entre lo “culto” y lo “popular” en donde es- 16 Néstor García Canclini. Culturas Híbridas. Estra-
tegias para entrar y salir de la modernidad. Pág.
tán las claves para poder entender lo moderno en lo urbano. El análisis 86 (Cursiva del autor)
60 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

del urbanismo en la ciudad moderna, el exámen de la construcción


del espacio urbano y la definición de una forma de la ciudad no deben
desligarse del análisis de la experiencia humana, particularmente si
hablamos de ésta en el ámbito de la modernidad, que como se ha
visto, es un proceso global que arrastra en un remolino todos los as-
pectos de la existencia humana.

La ciudad moderna es ante todo experiencia que se basa en el mo-


vimiento, y aquí debería destacarse la posición situacionista con res-
pecto a la forma de conocerla, expresada en el afán de encontrar
en la deriva por la ciudad las claves para la construcción de espacios
urbanos más amables o por lo menos la posibilidad de comprender
la urbe teniendo como premisa que “la ciudad debe pasar por el exa-
men de la experiencia subjetiva”17, en una suerte de construcción
mental, o como lo llama Guy Debord, una psicogeografía, en la que
se pueda entender “los efectos específicos del entorno geográfico,
ya sea organizado conscientemente o no, sobre las emociones y el
comportamiento de los individuos”18. Desde esta posición, la ciudad
es un escenario (y un actor) de colisiones de experiencia que hace
alusión al lugar material y al ámbito de la acción humana en una
suerte de ambigüedad que nos remite de nuevo al carácter contra-
dictorio de la modernidad urbana.

Este enfoque puede ser reafirmado con algunos de los postulados


de Michel De Certau, quien en su análisis sobre el espacio urbano y
las prácticas de lo cotidiano establece una diferenciación que resulta
sugerente para ampliar la referencia de los problemas que venimos
tratando. Según él, la ciudad se convierte en escenario de lucha entre
el ojo omnipotente del planificador urbano que utiliza el plano como
herramienta de ejercicio de poder en el espacio, teniendo como prin-
cipios la racionalidad que no da cabida a “contaminaciones menta-
les”, y en cambio sí enfrenta las tradiciones recurriendo a un espacio
de no tiempo, generando lo que él llama la ciudad-panorama, que en
último término es el espacio del estratega, el cual es “un simulacro
teórico (es decir visual) en suma un cuadro que tiene como condición
de posibilidad un olvido y un desconocimiento de las prácticas”19.
17 Francesco Careri, Walkscapes: el andar como
práctica estética, Barcelona, Ed. Gustavo Gili,
2002, Pág. 104 La contraparte a esta ciudad del estratega, es la ciudad de la táctica,
18 Guy Debord, Introducción a una crítica de la geo- la de los “practicantes ordinarios” quienes generan unas “prácticas de
grafía urbana, en: Teoría de la deriva y otros tex-
tos situacionistas sobre la ciudad, Museo de Arte espacio que remiten a una forma específica de operaciones, (de ‘ma-
Contemporáneo de Barcelona. Pág. 18
neras de hacer’), a ‘otra espacialidad’ (una experiencia antropológi-
19 Michel de Certau, La Invención de lo cotidiano,
Vol. 1 Artes de hacer, México D.F., Ed. Universi- ca, poética y mítica del espacio), y a una esfera de influencia opaca
dad Iberoamericana – Instituto Tecnológico y
de estudios superiores de occidente. 2000. Pág. y ciega de la ciudad habitada. Una ciudad trashumante, o metafórica
105
[que apenas] se insinúa así en el texto vivo de la ciudad planificada
20 Michel de Certau, La Invención de lo cotidiano,
Vol. 1 Artes de hacer, Pág. 106 y legible”20.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 61

Lo que pareciera ser la condena al planificador y la exaltación del ca-


minante en su cotidianidad, es en realidad la búsqueda de un marco
interpretativo más amplio que no se reduzca a un punto de vista
meramente funcionalista y fundamentalmente excluyente, sino
que permita entender “que la vida urbana deja cada vez más reapa-
recer lo que el proyecto urbanístico excluía”21, una exclusión que en
último término olvidaba una dimensión fundamental de entendi-
miento del espacio urbano moderno, la experiencia humana sobre
lo construido.

Es en el encuentro de estas dos dimensiones en la que se muestra el ac-


tuar en la ciudad frente a la construcción de la misma, que como De Cer-
tau muchos analistas ven fracturadas, donde se centran los objetivos de
este trabajo. Se considera aquí que lo físico espacial y lo humano-espiri-
tual hacen parte de una dimensión única e indivisible, de manera que las
formas de experimentar lo moderno en el espacio y del espacio actuan-
do en esas formas de experimentar se consideran oportunidades para
encontrar interpretaciones sobre el cambio y el desarrollo urbanístico.

Para tal efecto en este trabajo (cuyo telón de fondo es el análisis de esa
búsqueda y puesta en marcha de un proyecto moderno urbano) se ha
hecho acotación de algunas dimensiones cuyo vínculo directo entre el
urbanismo y la experiencia urbana son determinantes, al tiempo que
se constituyen en aspectos distintivos de la modernidad. Estas cate-
gorías que aquí denominamos como: la transformación del espacio-
tiempo, el movimiento y la construcción de límites, permitirán
orientar la exposición del material empírico de la investigación y en-
contrar un punto de confluencia no solo entre la dimensión humana y
física del espacio urbano, sino de éstos con el proyecto moderno. Aun-
que antes es pertinente hacer algunas anotaciones sobre lo moderno
y sobre la modernidad.

II. Tres caminos para entender lo moderno

Como parte del ejercicio analítico se han definido tres visiones alre-
dedor de las cuales se agrupan los diversos ejercicios que han preva-
lecido sobre la cuestión moderna en Latinoamérica y particularmen-
te en Colombia. Es cierto que sobre el tema se han hecho muchos y
extensos artículos que han llevado a tantas conclusiones como pu-
blicaciones existen, en ese sentido es preciso reconocer los alcances
modestos de este apartado, e invitar a su lectura en tono de punto
de referencia, reconociendo eso sí que con frecuencia los enfoques
que se expondrán han jugado un papel preponderante en ejercicios
21 Michel de Certau, La Invención de lo cotidiano,
reflexivos de estudiosos de la ciudad moderna. Vol. 1 Artes de hacer, Pág. 107
62 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

La modernidad que no llegó, la que llegó a medias y la que se reinventó


aquí mismo conforma esa triada de aproximaciones conceptuales de
la que han echado mano historiadores urbanos y del urbanismo con
el fin de construir un marco interpretativo que dé solidez a sus ex-
plicaciones sobre el proceso en diferentes etapas. El orden en que se
han mencionado estos enfoques, obedece a la intención de afinar las
categorías de análisis y por esa vía, contribuir al mejoramiento de los
tipos de investigación sobre las condiciones a través de las cuales ha
sido considerado el tema de lo moderno y su relación con la ciudad en
condiciones, como las llamaba Berman, de subdesarrollo.
Algunos argumentos como los de
arlos artíne desde la r ui-
La postergación
tectura sugerían la manera como
en este campo también se daba
Con frecuencia se afirma que la historia latinoamericana es la his-
por dado ue a n no se había
toria de los procesos abortados, de las sin salidas ideológicas, de las
progresado pues “la arquitectura
influencias parciales y de los modelos erradamente emulados. Du-
funcional todavía no ha hecho su
rante mucho tiempo intelectuales y políticos, así como académicos
aparición entre nosotros. Cierto
y estadistas, convergían en la idea según la cual la luz que guiaba el
que algo ha progresado… pero
desarrollo se encontraba fuera del entorno inmediato y en esa medi-
a n estamos bajo la in uencia
da el progreso de los países latinoamericanos estaba signado por el
de los cánones establecidos por
seguimiento de un modelo que aunque lejano, era traído al contexto
la tradición santafere a y por los
local por Prometeos criollos, capaces de robar el fuego de la moderni-
estilos hispánicos”.
dad para enseñárselo a sus coterráneos.
Sábado , Abril 16 de 1949. Pág. 5.
Esa enseñanza no resultó del todo afortunada, el fuego de la moderni-
dad, dirían algunos, no supo ser interpretado y por lo tanto se apagó.
Esta “ineptitud” de interpretación, llevó a que “se experimentara la mo-
dernización fundamentalmente como algo que no estaba ocurriendo;
o al menos como algo que ocurría muy lejos (…) o incluso allí donde
ocurría en el país, de algo que ocurría de una forma más entre cortada,
vacilante, notoriamente frustrada o extrañamente distorsionada”22.
Era pues un mensaje cifrado que no podía ser desentrañado por el con-
junto de la sociedad y quedó restringido a un grupo de élite intelectual
y en muchas ocasiones ni siquiera a ellos, convirtiendo en infructuoso
el intento de alcanzar el anhelado logro de ser una sociedad moderna.

Esta posición era lugar común en la opinión de conspicuos represen-


tantes de la intelectualidad colombiana durante la primera mitad del
siglo XX. De hecho, en el periodo específico objeto del análisis de este
trabajo, el influyente estudioso Luis López de Mesa hacía las siguien-
tes consideraciones sobre el desarrollo del país:

Nos independizamos oportunamente, pero sin adecuada pre-


paración racial, territorial, cultural y económica. Continuamos
22 Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece en
el aire. La experiencia de la modernidad, Pág. 176 siendo colonia durante un siglo, de España en literatura y legis-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 63

lación; de Francia, en literatura e ideología general; de Ingla-


terra en lo económico y en algunas reglas sociales, de Estado
Unidos en instituciones políticas y protección internacional,
de Roma en religión y preceptos de conducta; del azar, en fin23.

La angustia que invade al escritor se manifiesta en lo que él segura-


mente percibe como una falta de preparación para afrontar las vicisi-
tudes que imponía llevar a cabo el ejercicio de la libertad, en el temor
de que la sociedad colombiana fuese incapaz de alcanzar la mayoría
de edad –en el sentido Kantiano-, lo que empeoraba al convertirse en
una colcha de retazos donde confluían perspectivas sin duda disími-
les e inalcanzables carentes de una orientación concreta hacia un fin
colectivo. Tal vez por ello el mismo López asegura que puede no ser
exagerado considerar que nuestra verdadera emancipación ocurre, y
a medias, un siglo después de las gestas independentistas.

El tránsito por el siglo XIX reforzó la idea, según la cual, la senda del
progreso había sido descubierta en Europa Occidental y el modo más
seguro para alcanzar el ser moderno era seguir esa fórmula. El avance
científico, el material y algunas ideas liberales sedujeron en un princi-
pio a una élite nacional entusiasmada, pero que no logró materializar
el hervor en un proyecto serio compartido; la colonia persistió duran-
te un largo trecho del siglo XIX, pues “las estructuras fundamentales
de la sociedad no fueron alteradas, a pesar de que los grupos más
desarrollados espiritualmente, que constituían una ínfima minoría
en un país de grandes masas analfabetas desde un principio quisie-
ron adoptar modelos provenientes de los países más avanzados”24
un ejercicio a todas luces, infausto.

La noción de un atraso crónico (propio) frente a un avance sin medida


(extranjero) se convirtió en un argumento verdaderamente convin-
cente para abordar el estudio de una realidad que de forma incon-
trovertible evidenciaba que faltaba aún mucho terreno por ganar
en el avance del patrón establecido por Europa y Norteamerica. Las
conclusiones solían sugerir entonces que la cuestión moderna en Co-
lombia no había sido experimentada en lo fundamental y por tanto,
uno de los principales retos en términos de acción colectiva era aunar
esfuerzos para buscar la superación de ese estado de pre-moderni-
dad endémica.

Este postulado hizo carrera como enfoque idóneo de interpretación


de los procesos socio-históricos ocurridos en el continente america-
23 Luis López de Mesa, Disertación Sociológica, Bo-
no y de forma concreta en los países de habla hispana. Tal populari- gotá, Casa Editorial el Gráfico, 1939. Pág. 316
dad puede percibirse en el caso urbano en la afirmación de Jorge Enri- 24 Rubén Jaramillo Vélez. Colombia: La moderni-
dad Postergada. Bogotá: Gerardo Rivas Moreno.
que Hardoy quien encuentra que: 1998. Pág.
64 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Mazuera entusiasmó a muchos sectores que


creían ue el progreso se conseguiría a trav s
de un fuerte impulso de las obras de infraes-
tructura. En la fotografía a doble página avisos
pagados por empresas de la ciudad “rinden
homenaje en su despedida al e or on er-
nando Mazuera”.
Fuente: Sábado, Junio 4 de 1949, Pág. 12 y 13

La libertad y la democracia (ideales modernos por definición)


han tenido casi siempre en América Latina un sentido muy
dudoso y lamentablemente pasan a ser propiedad de quienes
más la han prostituido (…), retrasó el desarrollo de institucio-
nes esenciales, es el resultado de la ignorancia en que han vi-
vido los grupos más numerosos de la población, postergando
un amplio autoanálisis, y por lo tanto la posibilidad de una
efectiva integración nacional e internacional, y el resultado
de la dependencia, presentada de muy diversas formas du-
rante generaciones.25

De hecho este mismo autor, de manera impetuosa reafirma su pos-


tura al considerar que “la incorporación de la naciones latinoameri-
canas, al grupo de estados modernos es muy reciente o todavía no
se ha efectuado. Aún en aquellos países en los cuales se notan signos
promisorios de modernización perduran, regionalmente, caracterís-
ticas coloniales y hasta semifeudales en las relaciones humanas y en
las estructuras socioeconómicas”26.

Visto de ese modo, la imposibilidad de reconocer de manera contun-


dente una estructura de clases consolidadas, así como una fuerte
economía de mercado, una sociedad civil mínimamente definida,
un proceso de secularización relativamente sostenido y duradero,
al tiempo que se consolidan sistemas democráticos de organización
25 Jorge E. Hardoy. Las ciudades en América Latina,
seis ensayos sobre la urbanización contemporá- estatal que fueran acordes con la nueva estructura en la administra-
nea. Buenos Aires, Paidos. 1972. Pág. 33 (Resalta-
dodo mío) ción gubernamental, definían un indicador lo suficientemente fuerte
26 Jorge E. Hardoy. Las ciudades en América Latina, para concluir que la tan connotada modernidad por lo menos en su
seis ensayos sobre la urbanización contemporá-
nea... Pág. 37 sentido más estricto en Colombia no se vivió.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 65

Habría que mencionar las profundas diferencias existentes entre esta


perspectiva analítica y el abordaje propuesto como eje central de este
trabajo, pero antes de resaltar esas diferencias es imperativo hacer
referencia a un par de postulados que con frecuencia se asocia a los
estudios hechos por estos “puristas” del canon moderno, y que aquí
atendemos como aspectos sustanciales en la construcción de la ciu-
dad durante la primera mitad del siglo XX.

La primera de esas nociones es la que suele recalcar que la élite fue


incapaz (o intencionalmente coartadora) de convertir el proyecto
moderno en un proyecto del conjunto de la sociedad, de manera que
aspectos fundamentales de la estructura valorativa se mantuvieron
incólumes, lo cual permitió que, por ejemplo, concepciones en cier-
nes sobre una gran masa de habitantes urbanos durante estos años
estuviese reforzada por estereotipos construidos desde el siglo XIX; la
siguiente cita de Hebert Braun pude dar luces acerca de lo que veni-
mos señalando:

[la] visión eterna, bucólica y paternalista del campo colombia-


no y sus humildes habitantes, en poco afectados por la mo-
dernidad, el individualismo, el amor propio y la secularidad, de
hecho, más allá del proceso histórico, era el pan de cada día de
la dieta intelectual de los pensadores del partido conservador
en el siglo XIX, hasta más o menos 1950, cuando la Violencia
entre la gente del campo los hizo revaluar su pensamiento so-
bre la naturaleza misma del pueblo y de la nación27.

La mención específica al partido conservador no interesa tanto aquí,


como sí la indicación que hace Braun sobre la imagen y la construc-
ción del estereotipo alrededor del habitante colombiano del campo,
pues el análisis de esa imagen es útil para entender las referencias li-
gadas a la identidad del habitante urbano pobre, al cual se le endilgan
todos los vicios y limitaciones que se reconocían en los campesinos;
de hecho la mayor de las veces los pobres urbanos son en efecto mi-
grantes rurales que hacen engrosar las estadísticas de vecinos de la
ciudad. Algunas escenas de la literatura del periodo evidencian que,
con frecuencia, campesinos y pobres en las ciudades son un mismo
grupo social:

Dos o tres rapaces con lotería y periódicos corrieron al centro


de la escena. Pasaron diez o doce campesinos con un andar
torpe, muy poco urbano. Llevaban trapecillos de jamelgo. Car-
27 Herbert Braun. Colombia entre el recuerdo y el ol-
gaban bultos de ropa, modestas maletas. Miraban desorien- vido. Aves de corral, toallas, whisky y… algo más.
tados y miedosos. Iban en manada, como la vacada en los Separata especial Revista Número. Nº 40. http://
revistanumero.com/40sepa.htm [Consulta: Lu-
atardeceres hacia el establo. nes 30 de abril de 2007]
66 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

– Exilados - dijo uno. Y se detuvo un instante a contemplarlos.


Traía una cartera de cuero negro en la mano.

– Exilados, claro, de seguro exilados…- dijo otro. Se observa-


ron ambos con recelo y cada cual continúo su ruta. (La ciudad y
el viento. Pág. 221 – 222)

Estos “campesinitos torpes”, “muy poco urbanos”, que parecieran poco


o nada entender de las entelequias del mundo moderno, representan
el tipo de sujetos que hará difícil la acción de la contraparte, de los
adelantados, de aquellos quienes autodefinidos líderes de pueblos
reconocen en sí mismos la misión de sacar a sus coterráneos de la ig-
norancia y las tinieblas en las que, presienten, están complacidos. Tal
vez por ello, se percibe agobio en las palabras de Fernando Mazuera
en un ejercicio de rememoración, al evocar el periodo de su alcaldía a
finales de la década de los cincuenta, cuando al construir los puentes
de la calle 26 encontró reticencia por parte de la ciudadanía capitali-
na. Afirmaba el ex alcalde sobre este proyecto que:

El movimiento de tierras fue enorme y la gente empezó a


asustarse. Por más explicaciones que yo daba, por más que
me presentaba a la televisión, con los planos, por más que
explicaba en el Concejo Municipal, por más que hacía decla-
raciones en los periódicos, la gente, que es enemiga en el
primer momento de las grandes empresas, porque no las
comprende, estaba quejosa…”28

Estos pocos ejemplos permiten ir entendiendo los argumentos esgri-


midos por grupos sociales para afirmar que en Colombia se truncó la
posibilidad de heredar los valores de la ilustración, que hacía más de
un siglo habían recorrido tierras europeas. Es claro que estas asevera-
ciones no son hechas de manera gratuita o irreflexiva sino que son un
tipo de afirmaciones, que en cierto momento, fueron consideradas
pertinentes para interpretar los hechos históricos a la luz de la evi-
dencias presentes en la realidad.

En este contexto vale la pena hacer alusión al argumento de Rubén


Jaramillo que se cita en extenso con el fin de entender el modo en que
se tejen las razones explicativas que le dan sustento a esta posición,
afirma Jaramillo:

A finales de los sesenta, decía Gabriel García Márquez, que


desde el punto de vista idiosincrático, las características más
sobresalientes de Colombia, en contraste con sus países veci-
28 Fernando Mazuera. Cuento mi vida, Bogotá, Ed.
Antares, 1972, Pág. 334. (El subrayado es mio) nos, provenían del hecho de que en nuestro país la gran con-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 67

tienda sociopolítica, ideológica y militar del siglo XIX había


concluido con el triunfo de los sectores más tradicionalistas,
los cuales integraron en su proyecto político el papel prepon-
derante – en la práctica hegemónico- de la iglesia católica en
la orientación y control de la educación pública y del ambiente
cultural en general. (…) Particularmente en lo que tiene que
ver con los asuntos de la cultura, de la vida del espíritu y de
los desarrollos de pensamiento los cierto es que la tristemen-
te célebre “regeneración” de Caro y Nuñez significó el repliegue
del país, su repliegue con respecto a los procesos universales
de la modernidad, el provincianismo, la mediocridad parro-
quial que caracterizó a la sociedad colombiana hasta bien en-
trado el siglo XX29.

Esta posición reconoce que hubo imposibilidad de incorporar el ca-


non de la vida moderna al discurrir de los procesos políticos y socia-
les del país, hecho que contribuyó a que algunos mecanismos de
dominación típicamente reconocidos como premodernos, preva-
lecieran en las relaciones de los ciudadanos entre sí y de ellos con
sus líderes o dirigentes. Pero, si eso era así ¿Cómo se entendían
los grandes cambios que ocurrían en los centros urbanos, en la
economía y en las formas de comportamiento de una gran masa
de habitantes? ¿No era acaso evidente el asidero y desarrollo de una
economía de mercado más o menos consolidada? ¿Los medios de
comunicación, los desarrollos urbanístico, los avances científicos,
la irrupción de un nuevo grupo social con hábitos y estilo de vida
particulares, entre muchos otros quiebres importantes con modos
de vida y organización social pasados, no eran un indicador de que
se avanzaba a paso lento pero firme en busca de la inclusión en ese
mundo de la vida moderna?

La búsqueda de respuesta a estas preguntas impulsó un enfoque


que matizó la contundencia con que fue promovido este primer
acercamiento que se ha descrito. Aparecieron entonces otras inter-
pretaciones que reconocían la presencia de formas de dominación
patrimoniales en las relaciones de y en lo público, o que las ciudades
colombianas no eran como las europeas o estadounidenses; este
nuevo abordaje defendía la necesidad de no desestimar aquellos as-
pectos que se mostraban como evidentes, los avances en algunos de
los frentes que involucra la cuestión de la modernidad. El análisis de
este enfoque es el tema que se trata a continuación.

29 Rubén Jaramillo Vélez, “La Influencia alemana en


el surgimiento y desarrollo de la filosofía moderna
en Colombia”, en: Colombia: la modernidad pos-
tergada. Bogotá, Editorial Argumentos, 1998. Pág.
113
68 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Modernización sin modernidad

La opulencia en la ciudad y la evidencia de El título de este apartado durante largo tiempo se convirtió en lugar
la irrupción de un modesto pero sostenido
común al que recurrían profesionales y estudiosos de distintas áreas
bienestar económico, ue permitía encon-
trar paisajes tan admirables como el de la disciplinares con el ánimo de expresar en pocas palabras el hecho de
Av. Jiménez, entre otros aspectos, permitió a que en Colombia hubo un cambio drástico, particularmente en el
algunos académicos sugerir que en Colombia trascurso del siglo XX, basado en elementos externos de mutaciones
hubo modernización sin modernidad.
socioeconómicas que implicaban a su vez inserción al mercado mun-
Fuente: El Tiempo, Febrero 16 de 1942, Pág. 7.
dial capitalista, conflictos laborales, transformaciones demográficas,
expansión urbana, consolidación del Estado nacional, movimientos de
masas, avances técnicos y consolidación del discurso científico.

Pero la evidencia del avance material no se convirtió por sí mismo


en un argumento lo suficientemente convincente para afirmar con
empeño que la sociedad colombiana habría experimentado un cam-
bio de carácter profundo convirtiéndola en moderna; es decir, no se
percibía un marco de transformación cultural, ideológica o de la con-
ciencia, que indicaran que había una experiencia de modernidad, a
pesar de las conquistas materiales que se habían alcanzado.

Aproximaciones de este estilo brindaba un marco de análisis adecua-


do para entender el carácter del desarrollo y transformación de la eco-
nomía, instituciones y ciudades durante las tres décadas que siguen
al final de la Primera Guerra Mundial. Los argumentos expuestos por
Consuelo Corredor son paradigmáticos de lo que se viene señalando:

Este proyecto de modernización ha sido de muy corto alcance


por las restricciones derivadas del orden internacional, por la
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 69

persistencia de factores estructurales que inhiben la dinámica


económica, así como también, por el carácter conservaduris-
ta de las élites dominantes que le han dado un rotundo sí a
la libre concurrencia económica pero que han persistido en la
pretensión de mantener un orden sociopolítico tradicional,
sobre el cual afirman su hegemonía y dominación.30

Adicionalmente Corredor afirma la necesidad de considerar otros pun-


tos dentro de esta argumentación. El primero de ellos es la visión de un
Estado evidentemente débil y postrado ante la manipulación de una
élite mezquina, codiciosa y discriminadora. Una élite que además ha
logrado adaptar un modelo económico que le permitió durante largo
tiempo gozar de las bondades en el avance de la modernización econó-
mica pero contener la experiencia de los valores modernos.

Este artificio se logró, según Corredor, gracias a la manipulación y en


cierto modo adaptación que un grupo social minoritario hizo del mo-
delo liberal de desarrollo el cual “alude a un proceso de desarrollo en el
que prevalecen los intereses e iniciativas privadas en desmedro del in-
terés colectivo. Ello significa hacer del mercado el núcleo de la organi-
zación económica y social, y del Estado una instancia que refrenda la
consecución de los intereses particulares”31, un aspecto que convierte
al aparato estatal en una mera formalidad para el trámite de benefi-
cios del grupo privilegiado y el mantenimiento del statu quo.

En apoyo manifiesto a esta forma de operar y de administrar lo pú-


blico, la iglesia católica cumplió un papel preponderante al signar un
camino que el Estado acogió y que se convirtió en el sendero que re-
correría el país a lo largo del siglo XX: una opción que operó como ta-
lanquera al avance de la inserción de los valores modernos, al conferir
a la institucionalidad religiosa el papel de protectora del orden tradi-
cional. Este acercamiento a un Estado confesional explica por qué “a
lo largo del siglo actual [siglo XX], los sectores conservaduristas con
la iglesia a la cabeza se hayan opuesto en forma reiterada a toda for-
ma de secularización. Muestra de ello fue el intento del presidente
Alfonso López Pumarejo (1934 – 1938) por reformar la constitución”32.

Además de esta complaciente alianza entre el Estado, la élite y


la iglesia, existe otro argumento que presenta Corredor para rea-
firmar su hipótesis de una modernización sin modernidad. Este
aspecto tiene que ver con lo que ella llama “la temprana alianza 30 Consuelo Corredor Martínez. Los límites de la
modernización. Bogotá, Editorial CINEP, 1992.
de intereses del sector agroexportador e industrial”, que define Pág. 70
en términos de un acuerdo entre la élite tradicional y grupos de 31 Consuelo Corredor Martínez. Los límites de la
modernización. Pág. 53
nuevos ricos en ascenso, consistía en dar trámite pacifico a los
32 Consuelo Corredor Martínez. Los límites de la
posibles conflictos de intereses de clase que pudieran surgir para modernización. Pág. 55
70 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

evitar enfrentamientos. Este planteamiento es presentado en los


siguientes términos:

El proyecto burgués de industrialización no entró en contra-


dicción con los intereses de la economía exportadora, por el
contrario fue un proyecto complementario (…) el ascenso de
la burguesía industrial no significó un cambio en el modelo
liberal de desarrollo seguido hasta el momento, ni mucho me-
nos una ruptura con el régimen político vigente. La lucha de
interés máximo se expresó en una recomposición de fuerzas
a favor de los agroexportadores o de los industriales según se
lograra inclinar la balanza en materia de política económica33.

Más allá de la explicación del avance del sector industrial a partir del
primer tercio del siglo XX, aproximaciones basadas en este enfoque
sugerían una interpretación admisible sobre los fenómenos urbanos
que ocurrían en el tercer mundo, al poner el acento en el desarrollo
material, la ciudad se convertía en el escenario privilegiado de este
proceso, pues eran los entornos urbanos en donde de manera más
acabada se evidenciaba los éxitos materiales de la sociedad, allí se
constataba que una perversión de la experiencia moderna actua-
ba sobre una sociedad como la Colombiana, impulsando drásticas
transformaciones en los centros urbanos que los acercaban a la ca-
tegoría de metrópoli, sin asumir el “sacrificio” de extender a la pobla-
ción los beneficios que implican la asunción de los valores ligados a la
experiencia de la modernidad.

El problema de este enfoque, según algunos analistas, radica en que


las explicaciones de la autora tienden a quedar atrapadas bajo una
especie de inexorable destino fatídico, en el que los detentadores del
poder económico son tan fuertes que no tienen obstáculos. Así mis-
mo, no parece cuestionarse la categoría de modernidad, como no-
ción adecuada para acercarse a la realidad criolla, asumiendo que el
camino recorrido por Europa occidental debiera ser el camino recorri-
do por el resto del mundo, y por ende la nación colombiana.

Lo problemático es que, en este caso “modernización se ha asociado


con occidentalización y ha sido considerada como inevitablemen-
te concomitante con los procesos de industrialización y urbaniza-
ción”34, quedando atrapado el enfoque en una visión unilateral de los
procesos históricos denominados genéricamente como modernidad
y modernización, abandonando la posibilidad de definir nuevos en-
33 Consuelo Corredor Martínez. Los límites de la
modernización... Pág. 57 cuadres que permitan entender los hechos desde un punto de vista
34 Carlota Solé. Modernidad y Modernización. Bar-
celona, Ed. Anthropos – UAM Iztapalapa, 1998,
alternativo que no deje siempre en desventaja o en condición de atra-
Pág. 21 so lo que ocurrió en el contexto local.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 71

Ya el sociólogo chileno Jorge Larraín indicaba una clara escisión en las


teorías que se ocupan de la modernidad, reconociendo la existencia
por un lado de aquellas que “critican todos los obstáculos sociales,
económicos y filosóficos que se ponen en el camino de la razón, la
ciencia y el progreso” y de otra parte el desarrollo de “las teorías críti-
cas de la modernidad [que] destacan las diferencias culturales y las
discontinuidades históricas”35,. En el caso de lamodernización sin mo-
dernidad claramente existe una tendencia que le vincula de forma di-
recta con el primer grupo de teorías identificadas por Larraín.

Si bien promueve una interpretación plausible sustentada en la evi-


dencia empírica, tienen un alcance limitado, en la medida que res-
tringe demasiado la comprensión del mundo moderno al alcance o
no de unas metas consideradas universalmente válidas y legítimas,
en otras palabras:

Estas teorías acentúan la unidad de las metas de la humani-


dad pero tienen dificultad para entender las diferencias cultu-
rales y para entender al “otro” en cuanto distinto (…) miran al
“otro” desde las perspectiva del sujeto racional europeo, tien-
den a aplicar un patrón general que postula su propia verdad
absoluta y reducen así todas las diferencias culturales a su
propia verdad36.

Considérese por ejemplo la unión colaborativa entre el sector agroex-


portador y el sector industrial manofacturero; ésta es presentada por
Corredor como una alianza abierta, colaborativa y sin contradiccio-
nes dada entre un grupo tradicionalmente rico de la sociedad y un
grupo en ascenso que luchaba por espacios de poder. Probablemente
no son exactamente las revoluciones burguesas que sacudieron el
occidente de Europa en el siglo XVIII y XIX, pero sin duda fueron me-
canismos de discriminación y rechazo estuvieron presentes cuando
grupos en ascenso consolidaban una posición de poder respaldados
en una sólida posición económica, ello seguramente los enfrentó,
tal vez no a través de la confrontación física directa, pero sí a través
de otros medios de carácter simbólico que podían configurarse en la
utilización y uso del idioma, que se entiende en la relación estrecha
entre el poder y la gramática, o incluso llegar afectar aspectos como
la construcción y ubicación de la vivienda en la ciudad.

Otros reparos a las visiones centradas en la idea de modernidad sin mo-


dernización la presenta Jorge Orlando Melo:
35 Jorge Larrain Ibañez. Modernidad, razón e iden-
tidad en América latina, Santiago, Ed. Andrés Be-
llo, 1996, Pág. 56
La teoría de la modernización tendió a simplificar linealmente 36 Jorge Larrain Ibañez. Modernidad, razón e identi-
los procesos de cambio, a desconocer que en los países atra- dad en América latina… Pág. 57
72 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

sados y (no sólo en ellos) la existencia de instituciones y situa-


ciones llamadas “tradicionales” –como las formas de trabajo
no asalariado, la supervivencia del campesinado, el dominio
político violento sobre amplios sectores de la población, la
existencia de ideologías autoritarias, el papel represivo de la
iglesia, etc- eran en buena parte producto del desarrollo del
sector tipificado como moderno. Del mismo modo se tendió
a subrayar, ignorando todos los aspectos contradictorios de
esta relación, la identidad entre el sector moderno y los cen-
tros mundiales de la economía, convirtiendo a los empresa-
rios industriales y agrarios y sus aliados transnacionales en
los agentes centrales de un proceso de modernización que se
consideraba deseable (…). El auge de esta teoría tendió a re-
ducir el problema de la modernidad y del “mundo moderno”,
en un sentido más amplio, a un proceso de “modernización”,
definido en términos relativamente estrechos y fundamental-
mente económicos37.

La pregunta que surgía ante este panorama era sí ¿resultaba perti-


nente continuar los análisis, utilizando conceptos y metodologías
que asumían el caso europeo como el patrón bajo el cual debía me-
dirse el relativo éxito o fracaso de nuestra experiencia como socieda-
des modernas? Y la respuesta que comenzaba a vislumbrarse esta-
ba en consonancia con el argumento de Solé, en el sentido de que
“podría servir para clarificar esta nebulosa noción [modernización],
desprenderla del contexto cultural e histórico de su origen, tratando
así de liberarla de connotaciones etnocéntricas38, con el único fin de
apostar a la construcción de estructuras conceptuales que en reali-
dad permitan entender los sucesos que ocurren y ocurrieron en nues-
tras ciudades. El apartado siguiente es un intento por encuadrar esa
reivindicación dentro de este trabajo.

Modernidad a nuestro modo

Nuestro poder de imitación o de mímesis es tan formidable, que puede elevarse a


la altura de la creatividad o sumirse en la comedia del remedo39.
[Gabriel Restrepo F.]

37 Jorge Orlando Melo. Algunas consideraciones


globales sobre “modernidad” y “modernización”. Desde hace ya un tiempo, analistas e investigadores han identifica-
En: Colombia el despertar de la modernidad. Bo-
gotá, Ed. Foro Nacional por Colombia, 1994. Pág. do la necesidad de recurrir e incluso crear nuevas categorías que per-
229
mitieran tener una mejor comprensión de la experiencia del mundo
38 Carlota Solé. Modernidad y Modernización…
Pág. 22 moderno y de su impacto en las ciudades latinoamericanas, toda vez
39 Gabriel Restrepo F. Saberes: aferencia y deferen-
cia; de lo público y lo privado en los saberes. En:
que el patrón de medida con Europa más allá de mostrar ciertos avan-
Trans, Revista de la Sede Bogotá, Universidad Na- ces o retrocesos de seguro evidentes, no proveía herramientas ade-
cional de Colombia. Bogotá, Diciembre 2001, Nº 1.
Pág. 328 cuadas para entender las características del proceso en la sociedad
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 73

criolla y sobre todo de los fenómenos urbanos experimentados en La-


tinoamérica y particularmente en Colombia durante el siglo XX.

La idea no era nueva, ya Simón Rodríguez había ofrecido una visión


en este sentido, según Ángel Rama, el pedagogo había propugnado
con insistencia:

Establecer un paralelismo originalísimo entre el gobierno y la


lengua. Reclamó que ambos se coordinaran y, además, que
ambos surgieran de la idiosincrasia nativa y no fueran meros
traslados de fuentes europeas (…) alejado de la norma madri-
leña, del mismo modo reclamó que la institucionalización gu-
bernativa, correspondiera a los componentes de la sociedad
americana y no derivara de un trasplante mecánico de las so-
luciones europeas40.

En otros términos, pero emparentada con las decimonónicas afirma-


ciones de Rodríguez, casi doscientos años después otro intelectual
latinoamericano, Octavio Paz, reconoce que la historia en Latinoa-
mérica ha estado marcada por una búsqueda externa, que se explica
porque el mundo de la vida y el orden deseado “no estaba en nuestros
países: era el tiempo que vivían los otros, los ingleses, los franceses,
los alemanes. El tiempo de Nueva York, París, Londres. Había que sa-
lir en su busca y traerlo a nuestras tierras, lo moderno estaba afuera y
teníamos que importarlo”41, pero la reflexión personal de Paz pronto
le mostró que “la búsqueda de la modernidad era un descenso a los
orígenes. La modernidad me condujo a mi comienzo, a mi antigüe-
dad. La ruptura se volvió reconciliación”42.

La preocupación de Simón y el descubrimiento existencial de Paz


son significativos porque desde hace algún tiempo lo presentido en
estos ensayos de carácter literario, se volvieron parte de la reflexión
académica. En una búsqueda que pretendía establecer si debíamos
entender los fenómenos ocurridos en términos de capacidad inter-
cultural o transcultural, entendida la primera como “sensible, mimé-
tica o imitativa, y la segunda como lógica, procedente de una razón
múltiple capaz de realizar tradiciones simultaneas”43, para llegar a la
conclusión de que ambas dimensiones habían sido determinantes en 40 Ángel Rama. La Ciudad Letrada. Santiago de Chi-
le. Tajamar Editores. 2004 Pág. 91
la construcción de una realidad difusa, discrepante y paradójica.
41 Paz Octavio. La Búsqueda del Presente. Frater-
nidad con la Naturaleza Brindis en el Banquete
ofrecido por el Ayuntamiento de Estocolmo. Cír-
Una paradoja que se abonó a lo largo del siglo XIX a través del enfren- culo de Lectores, Bogotá 1991. Pág. 15
tamiento entre la concepción del Estado y por ende del tipo de socie- 42 Paz Octavio. La Búsqueda del Presente… Pág. 17
43 Gabriel Restrepo Forero. La tragedia de Edipo
dad defendida por liberales y conservadores. Aunque con todo y la di- desde la orilla de América Ladina. En: Aquelarre
vergencia ideológica, algunos rasgos básicos de Estado moderno se Nº 19, Revista del Centro Cultural de la Universi-
dad del Tolima. Ibague, segundo semestre 2010.
vislumbraron en los objetivos primarios de ambos partidos, evidente Pág. 130
74 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

en el acuerdo sobre el establecimiento de una economía capitalista y


un sistema político liberal. Conforme el siglo XIX iba avanzando, nue-
vas medidas parecían mostrar que el acuerdo sobre características
fundamentales acerca de la organización y funcionamiento del Esta-
do se iba afincando en Colombia:

Se había creado un estado independiente cuyo sistema insti-


tucional se basaba en principios constitucionales y jurídicos
similares a los de las más avanzadas naciones de Europa: le-
gislación escrita, separación de poderes, funcionarios electi-
vos (sic) mediante un sistema electoral limitado y derecho civil
y penal tomado de Francia. Socialmente, el país había supri-
mido las discriminaciones legales basadas en las diferencias
étnicas, al abolir la esclavitud y decretar la igualdad jurídica de
todos lo neogranadinos. En términos económicos a partir de
1845 se adoptó sin restricciones el modelo librecambista, con
su apertura al comercio internacional y esfuerzos por estable-
cer un mercado interno de tierras y de trabajo44.

Por supuesto las diferencias surgidas más allá de las concepciones


básicas sacudieron el panorama político del país, convirtiendo el de-
venir de la nación en una verdadera tortura en donde las diferencias
con frecuencia eran dirimidas a través de la violencia, pero con todo
y ello se afianzó la senda hacia la configuración de un orden social y
económico cuyas determinaciones parecía ineludibles, pues no había
contradictores con la fortaleza para cerrarle el paso a estas formas
de organización. Tan insalvables se mostraban tales condiciones, que
incluso los sectores más conservadores comienzan con el tiempo a
ser permeados por una cierta ideología liberal, al respecto reseña Jor-
ge Orlando Melo:

Una élite conservadora socialmente menos tradicionalista


(dada su dedicación a actividades comerciales y mineras) im-
pulsó el desarrollo industrial, el mejoramiento de la infraes-
tructura de transportes y la ampliación de la escolaridad con
el apoyo de la iglesia, bajo el impulso de la dinámica generada
por un proceso colonizador centrado en el campesinado. Esta
situación produjo, simultáneamente, una mayor interioriza-
ción de los valores religiosos, muy vinculados a la vida fami-
liar, y una expansión en todas las capas de la población de
valores normalmente asociados a con la modernidad capi-
talista: la valoración del tiempo, el afán de lucro, la búsqueda
individual del éxito, la valoración de la iniciativa individual, la
44 Jorge Orlando Melo. Algunas consideraciones movilidad territorial y social y, en general, la afirmación de un
globales sobre modernidad y modernización...
Pág. 232 ethos social individualista45.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 75

Si, como menciona Melo, aspectos comúnmente denominados con el


mote de ‘tradicionalistas’ hacen parte de la estructura social y a pesar
de ello se comienzan a vislumbrar cambios en la acción de individuos
influenciados por determinaciones que fueran tomando forma a lo lar-
go del siglo XIX, habría que considerar entonces la posibilidad de cues-
tionar sustancialmente los presupuestos que suponen la imposibilidad
de una experiencia moderna en el actuar del grupo ‘elitista todopoderoso’,
‘manipulador’ e ‘irracional’, que al decir de los analistas de la perspectiva de
la modernización sin modernidad, ajusta a su antojo el proceder de los
grupos subordinados, privilegiados que además sustentan su posición
en una concepción completamente tradicional del mundo.

Cuando se centra la mirada en las ciudades, entendiéndolas tal vez


como el hecho social más impactante del siglo XX y al tiempo el ar-
tefacto material en el cual se personifican los distintos discursos de
poder, resulta por demás sugestiva la interpretación que hace Gorelik
con respecto a la forma como este proceso afecta los entornos urba-
nos, entre otras cosas porque su visión acerca de la cuestión moder-
na en las ciudades ofrece referentes sólidos que reafirmaba el acerca-
miento realizado en este trabajo.

Es relevante el hecho de que Gorelik reconoce en la élite un papel


fundamental en relación con el vínculo de la experiencia moderna en
los países latinoamericanos, pero cuestiona el argumento según el
cual las capas altas de la sociedad abrazan la modernización sin tocar
el ethos cultural más general de la época que es la modernidad; de
hecho insiste en la posición de que los valores culturales viajan más
rápido que las posibilidades materiales y en esa medida permean la
actuación de los grupos ostentadores del poder; el autor explica este
presupuesto en los siguientes términos:

Colocar la ciudad como objeto de indagación, precisamente


por su combinación íntima y constitutiva de procesos materia-
les y representaciones culturales, lleva a ver el funcionamiento
conjunto de esas dos categorías, obliga a tratar de entender
sus lógicas reciprocas. Es en ese sentido, cuando digo que en
la ciudad latinoamericana, la modernidad fue camino para
la modernización, intento presentar la voluntad ideológica
de una cultura para producir un determinado tipo de trans-
formación estructural. América se caracteriza, así, como un
territorio especialmente fértil para los conflictos modernos,
porque sí en Europa los conflictos de valores se van generando
y densificando a lo largo del tiempo, en relación más o menos
45 Jorge Orlando Melo. Algunas consideraciones
con los estímulos que producen los procesos de transforma- globales sobre modernidad y modernización…
ción material, muchas veces notamos en la historia america- Pág. 235 (Subrayado mío)
76 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

“La modernidad en su naturaleza na que las cuestiones valorativas y conceptuales aparecen


no es occidental. En ese sentido, en el mismo momento, o incluso antecediendo a los proce-
ninguna modernidad, por ejem- sos que las generaron en sus lugares de origen46.
plo la francesa, es modelo para
las otras, ya ue la modernidad El arquitecto argentino toma distancia de la teoría de la transmuta-
no es un fenomeno que se desa- ción irreflexiva, de la copia ingenua, en la cual se conciben las ciuda-
rrolla por imitación: se trata de un des como meros instrumentos de subyugación y avaricia de un poder
conjunto de cambios internos en absoluto. Para Gorelik la construcción y el avance material de las ciu-
las historias especificas de cada dades, así como el evidente surgimiento de una cultura urbana ocu-
país . rre como consecuencia de un cambio en la estructura valorativa de
una sociedad. No implica ello que la élite política y económica haya
Renato Ortiz. Modernidad y espacio,
abrazado entusiasta todos los preceptos de la ilustración a pie junti-
Benjamín en París.
llas, pero sí considera, y este aspecto es fundamental, que los cam-
bios que experimentan los centros urbanos ocurren por un evidente
cambio en la mentalidad de los promotores de la idea de progreso.

Este cambio de perspectiva es central y contribuye a la posibilidad de


construir marcos de referencia más amplios, orientados a entender
que “el desarrollo material auspiciado por los avances técnico-ins-
trumentales, no puede actuar sin transformar la sensibilidad social
y afectar directamente el mundo de la vida”47. Cuando se habla de
modernidad sin modernización se cae en la creencia de la indepen-
dencia radical del actuar de individuos, como si estuvieran separados
de aquello que se denomina sociedad, gracias a la utilización de una
serie de “conceptos cosificadores que obstruyen en gran medida el ac-
ceso de las personas a una clara comprensión de su propia vida social
promoviendo constantemente la impresión de que la sociedad está
compuesta de figuras externas al yo”48.

En la medida que se supere esta cosificación de los procesos huma-


nos, habrá que verse con sospecha la idea de la modernidad a me-
dias, pues se deberá entender que incluso aspectos nada deseables
como “marginalidad urbana, la delincuencia y la industria del crimen
no son expresiones tradicionales sino modernas. (…) quienes hablan
de nuestra pseudomodernidad han optado ya por modelos preesta-
blecidos de modernidad y cierran los ojos ante lo abigarrado, hetero-
géneo y dinámico de nuestras culturas y proyectos”49.

A favor de esta crítica, habría que señalar el hecho de que incluso al-
46 Adrián Gorelik, Ciudad, modernidad y… Pág. 15 (El
subrayado es mío) gunos análisis de académicos europeos ya comienzan a cuestionar
47 Fabio Giraldo Isaza / Héctor Fernando López, La la idea de una modernidad paradigmática, cuyas figuraciones son el
metamorfosis de la modernidad... Pág. 259
patrón a través del cual debe ser medido el proceso en el resto de la
48 Norbert Elias. Sociología fundamental, Barcelo-
na, Editorial Gedisa, 2006. Pág. 16 humanidad. De hecho es perceptible que aquellas zonas geográficas
49 Fabio Giraldo Isaza / Héctor Fernando López, La
metamorfosis de la modernidad, Opc. Cit. Pág.
denominadas corrientemente como modelos de la modernidad, en
263 Europa occidental y Norteamérica, han tenido bastantes diferencias
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 77

entre ellas, pues “sostener que todos estos países tuvieron en este
período unas instituciones políticas y económicas similares supone,
simplemente, una falsedad”50.

Con este argumento, Wittrock cuestiona lo que se ha entendido


como el carácter homogenizador de la experiencia moderna, y apun-
ta a señalar que aquella interpretación reivindicadora de una moder-
nidad global, intrusiva y destructiva, habría que cambiarla por una
comprensión en que lo moderno sea “una serie de garantías, es decir,
un conjunto de esperanzas y expectativas que conllevan unas con-
diciones mínimas de adecuación que cabe exigir a las instituciones
macrosociales (…). En términos culturales e institucionales, la mo-
dernidad, desde el mismo momento de la gestación de sus ideas en
Europa, se ha caracterizado por un alto grado de variabilidad en sus
formas institucionales y desarrollos conceptuales”51. El aspecto fun-
damental de este argumento, y en general de la posición de Wittrock,
es que propugna por entender el concepto moderno como un refe-
rente abstracto y general, que se construye y llena de contenido no
solo por acción de procesos y dinámicas europeas sino también por
la acción propia de las culturas donde se desarrolla52.

Hablar de “modernización a nuestro modo” significa ampliar los mar-


cos interpretativos, es apostar por crear un puente entre dos ramas
que son parte del mismo tronco, toda vez que no se subordina, ni se
separa una dimensión material de una que se denomina cultural; es
entender el espacio urbano moderno como objeto de acciones múl-
tiples y multiplicadoras. Esta visión, que vuelve más complejos los
juicios sobre la experiencia moderna, en el caso de la ciudad inevi-
tablemente tienen que considerar diferentes aristas del constructo
social, ya no es únicamente lo económico, lo constructivo, lo arqui-
tectónico, lo político, lo urbanístico etc, lo que permite entender esta
experiencia moderna, son todos estos aspectos juntos, en dialogo 50 Björn Wittrock. La Modernidad: ¿una, ninguna o
muchas? Los orígenes europeos y la modernidad
permanente, en choque y en articulación. como condición global. Beriain, Josetxo, Maya
Aguiluz (Eds). Ed. Anthropos, Barcelona 2007,
Pág. 289
La apuesta es entonces entender la relación entre urbanismo y cultura 51 Björn Wittrock. La Modernidad: ¿una, ninguna o
muchas?... Op. Cit. Pág. 314
a partir fundamentalmente de las obras literarias, asumiendo la litera- 52 A nuestro parecer la posición de Wittrock en-
tura como un medio privilegiado donde la contradicción, el choque, la cuentra un eco en el trabajo de Benedict Ander-
son titulado Comunidades Imaginadas. En este
articulación y la imagen urbana encuentran un campo especialmente texto, Anderson hace una pregunta que a luz del
análisis que aquí se menciona resulta pertinente.
fértil. No obstante, ante lo abigarrado y fructífero de los análisis acer- ¿Cómo ocurre que territorios antes unificados en
la corona española se conviertan no solo en paí-
ca de la modernidad, se ha decidido realzar en este documento tres ses, sino en naciones? Más aún ¿cómo se explica
nociones organizadoras, las cuales, por sus características, permiten que esa idea de nación, tan típica de la moder-
nidad, haya aparecido en las vastas regiones del
hacer la conexión entre lo físico construido y las formas de acción hu- continente americano mucho antes que en Euro-
pa? Aunque se habla de la construcción de la idea
mana en la ciudad de manera más contundente. Estos tres aspectos de nación es interesante que el análisis de este
autor otorgue una relevancia tan determinante
son: el advenimiento de una dimensión inédita de concepción del al continente americano y comience a derrocar el
espacio y el tiempo, el movimiento y en último término aquello que mito de origen moderno europeo.
78 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

se ha definido como una radicalización de los límites, sobre estos


tres aspectos se ha considerado que bien vale la pena hacer como an-
tesala un ejercicio reflexivo, el cual se presenta a continuación.

III. La experiencia urbana y lo urbano en la experiencia:


revisando mitos de la modernidad

Transformación del Espacio Tiempo: simultaneidad, vacío


y tabula rasa
Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo.
[Jorge Luis Borges ]

La transformación del espacio y el tiempo es un aspecto notable


dentro de los “traumas” más característicos de la experiencia moder-
na. El desencantamiento del mundo del que hablara Max Weber53,
afecta el espacio urbano y la construcción de la ciudad de un modo
que aún ahora es tema de debate. No obstante, aquí se defiende
la idea de que uno de los elementos que mejor explica esta trans-
formación es la irrupción de la noción de racionalidad connatural
al mundo moderno, la cual se entiende según el sociólogo Miguel
Ángel Hernández como “un principio práctico de la experiencia con-
creta, es decir, clave de orientación del sentido de la acción”54, en
otros términos, el mundo tangible (la naturaleza) no es ya una crea-
ción con leyes eternas e indiscernibles sino que se entiende como un
mundo con leyes inmodificables, sí, pero cognoscibles por el enten-
dimiento y manipulables por la acción; como consecuencia “el sen-
tido del actuar ante la naturaleza pasa de la adecuación (creatura)
hacia el dominio (sujeto)”55.

Esta búsqueda de dominio sobre la naturaleza urbana, en la que


se entiende la ciudad como un ser vivo en constante evolución que
necesitaba ser sometido y ordenado de acuerdo a mecanismos ra-
53 Al respecto veáse: Max Weber. La ética protes- cionales, teniendo presente aquella máxima según la cual “la condi-
tante y el espíritu del Capitalismo. Barcelona, Ed.
Península, 2008 ción primera que la cultura moderna requiere para terrenalizarse es
54 Miguel Ángel Hernández, La Modernización so- que la coexistencia e interacción de los individuos concretos pase
cial y el mundo moderno, en: Misión de Ciencia
y Tecnología… Pág. 494 de estar regida por un orden recibido (trascendente inmutable) a
55 Miguel Ángel Hernández, La Modernización so- estarlo por un orden producido (racional, secularmente fundado y
cial y el mundo moderno, en: Misión de Ciencia
y Tecnología… Pág. 495 acordadamente modificable y perfectible)”56. De ahí que Idelfonso
56 Miguel Ángel Hernández, La Modernización so- Cerdá –por solo nombrar uno de los más conspicuos representan-
cial y el mundo moderno, en: Misión de Ciencia
y Tecnología… Pág. 491 tes del urbanismo del Siglo XIX- concordara no solo con la noción
57 Luis Tena, M25 Idelfonso Cerdá, en: AA.VV. Cons-
tructores de la ciudad contemporánea. Aproxima- de la ciudad como un organismo vivo, sino además tuviese la firme
cón disciplinaria a través de los textos. Coordina- “creencia en las posibilidades humanas para domesticar y dirigir el
dor José Luque Valdivia, E.T.S. de la Universidad de
Navarra. Madrid, Editorial Dossat, 2004. Pág. 257 camino hacía metas prefijadas”57.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 79

Pero ¿de qué forma la racionalización explica la mencionada trans-


formación fundamental en la concepción y experiencia moderna
del espacio y el tiempo? Para responder esta pregunta, resulta útil
recurrir a un ejemplo que menciona Georg Simmel en su clásico
ensayo sobre las grandes urbes y la vida espiritual. El sociólogo ale-
mán consideró que la economía monetaria era el eje fundamental
sobre el que se asienta la cultura moderna, en la gran ciudad masi-
ficada, este aspecto resulta evidente, la vida objetiva se abre paso
para reducir la subjetividad del urbanita, el dinero reduce todo al
simple valor de cambio, no importa las características humanas o
de personalidad de quien habita la ciudad, solo es relevante lo que
posee, que se expresa en el valor dinero que generaliza y oculta las
diferencias. Esta imposición de la objetividad del mundo económi-
co se traslada al mundo social pues “el dinero ha hecho emerger
una lógica de cálculo y ha dotado a la vida humana de una pre-
cisión necesaria“58, todo comienza a estar conectado y como en
las máquinas industriales, la racionalidad requiere de sincronía de
movimiento, de suerte que la vida urbana se ve determinada por
herramientas que contribuyen a esta sincronización, evidente por
ejemplo, en la aparición de semáforos o en la generalización del
reloj de pulsera.

Debe anotarse que para Simmel la generalización de los relojes y su


dictadura sobre las acciones y formas de comportamiento de los ha-
bitantes solamente ocurre en las grandes urbes, solo en ellas están
dadas las condiciones para que los valores que trae consigo el desa-
rrollo de la modernidad capitalista generen un impacto de tales pro-
porciones, que promueva transformaciones de carácter cultural en el
más hondo sentido de la palabra. El argumento mencionado por el
autor es explicado en los siguientes términos:

La relaciones y los negocios del citadino son a tal punto múl-


tiples y complicados y ante todo, a causa del hacinamiento de
tantos hombres con preocupaciones tan diversas, sus contac-
tos y sus actividades se enmarañan en una red tan compleja,
que sin la puntualidad más absoluta en el cumplimiento de las
citas, el conjunto se desmoronaría en un caos inextricable. Si
bruscamente todos los relojes de pulsera de Berlín se pusieran
a avanzar o retrasar de manera discordante así fuera durante
un máximo de una hora, toda la vida económica y social que-
daría completamente descompuesta durante un largo tiem-
po. A esto se añade, fenómeno aparentemente más superfi-
cial, la magnitud de las distancias que hace que toda espera
o desplazamiento inútil provoquen una pérdida de tiempo 58 José Luis Lezama, Teoría social, espacio y ciudad,
México D.F., Ed. El Colegio de México, 2005, Pág.
que resulta imposible soportar. Es así que ya no se puede ima- 145
80 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

ginar en absoluto la técnica de la vida urbana sin que todas las


actividades y todas las relaciones queden encerradas de la ma-
nera más precisa dentro de un esquema rígido e impersonal59.

Siguiendo este punto de vista Anthony Giddens, sociólogo inglés,


menciona que “el invento del reloj mecánico y su difusión a todos los
miembros de la población (…) fueron de crucial importancia para la
separación del tiempo y el espacio. El reloj expresó una dimensión
uniforme del tiempo ‘vacío’ cuantificándolo de tal manera que per-
mitió la precisa designación de zonas del día”60, el reloj se convirtió
entonces en un indicador del cambio en la forma como hasta el mo-
mento se había experimentado y aprehendido el devenir temporal, la
uniformidad en la medida del tiempo y la estandarización del mismo
a diferentes regiones geográficas, son recalcadas por Giddens, pues
según él “la coordinación a través del tiempo es la base de control del
Los mensajes publicitarios son un buen ejem-
espacio”61. El “vaciado del tiempo” argumenta, es una precondición
plo de la manera en que los elementos rela-
cionados con esas nuevas concepciones del del vaciado del espacio, y es un elemento fundamental para entender
tiempo afectan a la sociedad en su conjunto, transformaciones esenciales en la ciudad moderna.
en este anuncio puede leer:

Un argumento adicional propuesto por el mismo Simmel, sobre el


“El Tiempo es un factor decisivo. Medir el
Tiempo para sacar de l el mejor provecho, es cambio en las determinantes espaciales urbanas de la modernidad
una necesidad para el hombre en sus activi- apunta a entender que conforme se va consolidando la ciudad como
dades y para los países en todos los aspectos centro de acopio de servicios y actividades, es decir, de funciones aso-
de su progreso. ara medir el Tiempo solo hay
un instrumento: el reloj. or eso, en cual-
ciadas a la economía monetaria, el espacio de influencia de la ciudad
uier actividad del progreso humano, el reloj crece en la misma proporción, de suerte que para él resulta eviden-
sui o fino es un artículo esencial . te que “la esfera de la existencia de la pequeña ciudad se limita en lo
Fuente: Revista Cromos c.a. 1947, s.p esencial a sí misma. Lo que es esencial en el caso de la gran ciudad es
que su vida interna se extiende en ondas concéntricas sobre un vasto
dominio nacional e internacional”62, de esta manera el ser mismo de
la ciudad –dice Simmel- llega a realizarse gracias a aquellas funciones
que acaecen más allá de sus límites formales.

Giddens recoge esta apreciación, aunque agrega un aspecto que resulta


fundamental en la medida que soporta los argumentos que hemos ve-
nido señalando, esto es, que la influencia de la ciudad moderna no solo
se mide por lo que irradia sino también por la influencia que recibe de
otros espacios, (ciudades o regiones), proceso que completa el ciclo de
59 George Simmel, Las grandes ciudades y la vida transferencia en una dinámica que resulta ser por demás recíproca, el
del espíritu, en: Cuadernos Políticos Nº 45, enero
a marzo de 1986, México D.F., Pág. 8 (El subrayado sociólogo inglés argumenta en los siguientes términos esta posición:
es mío)
60 Anthony Giddens. Consecuencias de la moderni-
dad, Madrid, Alianza Editorial, 1999, Pág. 29 El advenimiento de la modernidad paulatinamente separa el
61 Anthony Giddens. Consecuencias de la moderni-
dad… 1999, Pág. 29
espacio del lugar al fomentar las relaciones entre los ‘ausentes’
62 George Simmel, Las grandes ciudades y la vida del localizados a distancia de cualquier situación de interacción
espíritu, Pág. 7
cara-a-cara. En las condiciones de la modernidad, el lugar se
63 Anthony Giddens. Consecuencias de la moderni-
dad… 1999, Pág. 30 hace crecientemente fantasmagórico, es decir, los aspectos
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 81

locales son penetrados en profundidad y configurados por


influencias sociales que se generan a gran distancia de ellos.
Lo que estructura lo local no es simplemente eso que está en
escena, sino que la forma ‘visible’ de lo local encubre las distan-
tes relaciones que determinan su naturaleza63.

Ese influjo que aparece como una incidencia imperceptible, es ab-


solutamente fundamental en el mundo moderno, porque según

Uno de los eventos más notables de los que se tiene noticia desde el siglo XIX son las exposiciones universales. La rea-
li ación de estas respondía básicamente a la intención de mostrar los avances de la ciencia aplicada a la industria y al
comercio, o el impacto de los avances tecnológicos en la vida diaria. Estos espacios eran lugares donde el mundo occi-
dental alardeaba de su poderío, pero sobre todo reconocía el xito de uienes se embarcaban en la senda del progreso.

En el caso bogotano en se había reali ado tal ve la más importante exposición de este talante, con motivo de la
celebración de los a os de independencia del país cuarenta a os más tarde se inauguraba en la ciudad la eria Expo-
sición Internacional, un lugar ue despertó jubilosas celebraciones en la prensa local, pues la presencia de un espacio de
estas características contenía todo lo ue se buscaba ser, alguno de estos comentarios así lo demuestran, se leía entonces
ue: no hay duda de ue una de las más acusadas características de pe ue a ciudad independiente dentro de ogotá, la
da a la ona donde se encuentra la eria Exposición Internacional el aire cosmopolita ue allí se respira. or ejemplo, por
sus pe ue as calles y carreras, las cuales tienen nomenclatura propia para facilitar el tránsito de vehículos y peatones, se
pueden escuchar no menos de cinco o seis idiomas” más adelante se mencionaba que “cuando se recorre los pabellones
de nuestra industria declaraba un grupo de extranjeros ue ayer hacían visita a la eria se abrigaba la certe a de ue
Colombia asiste a una etapa extraordinaria de desarrollo”.

ero además se enaltecía ue pudiera encontrarse juntos tanto los muestrarios de los países extranjeros donde se podían
apreciar los más heterog neos artículos. esde la ma uinaria pesada hasta los artículos de lujo más ex uisito , al tiempo
que se encontraban pabellones “en los cuales se exhiben productos de todos los géneros fabricados e Colombia”. Tener
el colombiano pabellón araíso Tropical junto al industrial de los alemanes o los suecos contribuía a alimentar la fantasía
seg n la cual olombia era parte de ese movimiento poderoso e ineluctable encaminado en la firme senda del progreso,
una fantasía ue hacía sentir a los bogotanos parte del mundo.
Foto y extractos de artículo tomado de: El Espectador, 27 de Octubre de 1954
82 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Giddens, quita las amarras del anclaje de la actividad social que cir-
cunscribe la experiencia a contextos que implican obligatoriamente
la interacción cara a cara. La capacidad de influir se traduce en capa-
cidad de ostentar poder y dominación, sobre el territorio y sobre la
vida de millones de personas, este enfoque explicaría el por qué un
discurso como el de los urbanistas en las primeras cuatro décadas
del siglo tendría tanto asidero sobre la administración de la ciudad
(recuérdese el ejemplo de Haussman en París) y permitiría también
entender el porqué de las extenuantes alusiones a otras ciudades
como referentes materiales de los objetivos que se suponía deberían
alcanzar las urbes nacionales.

La ampliación de la influencia territorial de las ciudades sobre su


entorno inmediato está acompañada además de un incremento y
mejoramiento de medios de comunicación (en un primer momen-
to telégrafos, correo y carreteras, luego periódicos e imprenta, más
adelante televisión, teléfono y transporte aéreo), lo cual contribuía
a que la cuestión moderna fuese entendida como un aspecto que
implicaba a todos los seres humanos –de ahí la suposición de que la
experiencia fuera igual para todos-. En este mismo sentido, Marshall
Berman indicó que “los entornos y la experiencia modernos atravie-
san todas la fronteras de la geografía, de etnia, de clase y de naciona-
lidad, de religión y de ideología: se puede decir que en ese sentido la
modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradóji-
ca, la unidad de la desunión: nos arroja a todos a una vorágine de per-
petua desintegración y renovación”64. Esta tensión entre generalidad
y diferencia, estaba ligada a una aspecto de fondo que tenía que ver
con la noción de una experiencia vivida de manera simultánea.

Esta simultaneidad de la experiencia era un elemento fundamental,


pues sustentaba la idea de progreso, aquella que sostenía que “la hu-
manidad ha avanzado en el pasado, avanza actualmente y puede es-
perarse que siga avanzando en el futuro”65; el soporte a esta idea con-
sistía en la definición de un punto último al que debería aspirarse –en
el discurso sobre la ciudad del periodo generalmente ejemplificado
con New York- convertido ahora en el objeto de los deseos, la tarea
entonces consistía en vivir como lo hacía el resto del mundo. Tal vez por
eso no le sobran razones a Robert Nisbet, para asegurar que “la fe en
el progreso, o en la posibilidad de progreso una vez que el control de
gobierno fuera puesto en manos de científicos y tecnólogos, fue tan
64 Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece en fuerte en las mentes tecnocráticas como la fe entre los seguidores de
el aire... Pág. 1 Saint-Simon, Comte y Fourier. Y esa fe no ha muerto todavía”66.
65 Robert Nisbet, La idea de progreso. Octubre de
1986 [Archivo en línea - consulta: 25/11/2010 ] en:
http://www.eseade.edu.ar/servicios/Libertas/
45_2_Nisbet.pdf Pág. 1
Tal visión tiene implicaciones profundas dentro del desarrollo de las
66 Robert Nisbet, La idea de progreso... Pág. 24 ciudades colombianas en general, pero de Bogotá en particular, pues
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 83

merced de estos argumentos es que el discurso de urbanistas y pla-


nificadores ocupó un papel fundamental en este periodo, se entien-
de entonces la razón de la campaña a favor de la intervención de los
‘científicos urbanos’ en el desarrollo de muchas zonas, pues la idea de
progreso tal como era entendida actuaba en favor de una perspectiva
urbanística que buscaba “fundar sobre un discurso o teoría científica
la construcción de un orden espacial urbano adaptado a la nueva so-
ciedad”67, que se manifestaba con vehemencia perceptible en versio-
nes según las cuales:

Las mismas llagas de los siglos pasados aún subsisten. Vimos Fuente: El espectador, 11 de Junio de 1947.
Pág. 10
que Bogotá fue desaseada, misérrima, congestionada, plena
de desolación y de tristeza. Pero nosotros invitamos a la gente
que entiende de aseo y de higiene a dar un paseo por los ba-
rrios del sur, de oriente y de occidente. En ellos la sordidez, la
carencia de higiene, la aflicción, el desconsuelo y angustia son
las que reinan68.

Diagnósticos realizados en estos términos eran comunes pero so-


bre todo útiles a ciertas perspectivas de miembros de la élite política
quienes veían la actuación del gobierno como “modelador de las vidas
anárquicas del hombre común, como el estímulo a la conducta civi-
lizada y la concientización de las masas más allá de las necesidades
de la vida diaria, a fin de facilitarles su integración a la sociedad”69, y
la construcción y diseño del espacio urbano era un mecanismo que
actuaba en este camino.

El tránsito hacia la conducta civilizada a veces tomaba tonos de nega-


tivo dramatismo, continuando con los conocidos discursos del arqui-
tecto Carlos Martínez en los editoriales de la revista Proa, ciertamen-
te de modo fatalista se invitaba a entender que en comparación con
ciudades del mundo hechas en acero, piedra o mármol “Bogotá es una
ciudad de TIERRA y esta consideración no debe limitar nuestro entu-
siasmo cuando iniciemos su arrasamiento y demolición definitiva” 70.
Lo interesante de todos estos argumentos es que en absoluto eran
exclusivos de un grupo de inconformistas. De hecho, el malestar que
se presiente en las resonantes palabras del editorialista seguramente
encontraban muchos seguidores entre administradores y habitantes
de a pie quienes sentían incomodidad por lo que identificaban como
uno de los mayores problemas de la capital: su fealdad. 67 Inés Sanchez De Madariaga, Introducción al ur-
banismo. Conceptos y Métodos… Pág. 33
68 “Para que Bogotá sea una ciudad moderna”, Re-
vista Proa, Nº 1, Agosto de 1946. Pág. 21
Una nota periodística de este periodo resulta ser un ejemplo útil para
69 Herbert Braun, Mataron a Gaitán. Vida pública y
identificar los términos en los que se presentaba esta disyuntiva en violencia urbana en Colombia. Bogotá, Ed. Agui-
lar, 2008, Pág. 42
medios no especializados. En una revista de circulación nacional se
70 “Para que Bogotá sea una ciudad moderna” Re-
preguntaba un articulista “¿Es fea nuestra capital?” y él mismo se res- vista Proa. Bogotá, agosto de 1946, Pág. 21.
84 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

pondía “Sí; es fea” y la contundencia de sus respuestas la sustentaba


en que “no importa que sus plazas guarden para nosotros los más
tiernos recuerdos. Comparada con otras capitales latinoamericanas
Bogotá no está a la altura que debe desempeñar como centro políti-
co y nacional de Colombia”71, la comparación permitida por la idea de
simultaneidad (aquella según la cual no somos bellos y dignos por-
que no nos parecemos a otras ciudades que en ese mismo instante, sí
son dignas y bellas) se convertía en un diagnóstico tan simple como
determinante al cual habría que buscarle algún tipo de solución, pues
arrera hacía el sur con la iglesia de anta
In s aun en pie, aun ue ya sin el obstáculo
¿qué duda cabía?, era una situación no deseada.
del antiguo claustro de an uan de ios y la
Plaza Central de Mercado. ¿Cómo salir de aquella incómoda posición?, la fórmula se enunciaba
Fuente: Archivo Museo de Bogotá. en los siguientes términos: “Precisamente porque Bogotá no está a la
altura de Colombia es precisamente por lo que se va a transformar y
a darle un sentido de amplitud que ahora no tiene. La primea medida
para esta metamorfosis fue el proyecto de ley que facilitará las expro-
piaciones. Ahora, lo demás es sencillo. Todo se reduce a trabajar, a
demoler y reconstruir”72. Demoler identifica la necesidad de acabar
con lo que existente para construir un espacio vacío, el tipo de espa-
cio con el que, por ejemplo, los revolucionarios franceses fantasea-
ban, pues allí podría crearse un nuevo ciudadano lejos de los vicios,
arrogancia e impudicias con las que se calificaba el periodo bajo el
Ancie règime.

Demoler era además una metáfora decididamente adecuada para


entender un viejo deseo revolucionario “el de la oportunidad de volver
a empezar desde cero, lo que significaba desprenderse del pasado,
salir de casa” 73, metáfora de la destrucción creadora, la cual tuvo evi-
dentes repercusiones sobre el urbanismo pues “hay numerosas figu-
ras modernas –Haussman durante el segundo imperio en París y Ro-
bert Moses en New York después de la Segunda Guerra Mundial, que
convierten esta figura de la destrucción creadora en algo más que un
mito” 74, destrucción que en el caso local determinaba construir, sobre
las ruinas del pasado, el esplendor de la ciudad moderna.

En esa medida, se entiende que algunos de los postulados del mo-


vimiento moderno fueran aceptados casi que acríticamente (y en
71 “Bogotá, ciudad fea”, Cromos: revista de actuali- ocasiones tergiversados) en el contexto local. Hablar de vacíos, de la
dad gráfica, Marzo 30 de 1943, Pág. 16
necesidad de corregir, de demoler para volver a construir y de racio-
72 “Bogotá, ciudad fea”, Cromos: revista de actuali-
dad gráfica, Marzo 30 de 1943, Pág. 16 (El subraya- nalizar, era lenguaje común en la jerga de urbanistas de este perio-
do es mio)
do, que encontraba en el espacio existente un motivo de vergüenza
73 Richard Sennett, Carne y Piedra , el cuerpo y
la ciudad en la civilización occidental, Madrid, y miseria; la búsqueda, entonces, estaba determinada por encuadrar
Alianza Editorial, 2003, Pág. 316
74 David Harvey, La condición de la posmodernidad,
el debate en eso que David Harvey llamó uno de los grandes mitos de
investigación sobre los orígenes del cambio cul- la modernidad, definido por “una ruptura radical con el pasado”, un
tural, Buenos Aires, Amorrourto Editores, 2004,
Pág. 32 mito concebido como una “ruptura de tal magnitud, que hace posi-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 85

“ E V E I ITIV E TE L T
E TE I T ”

“Para el auténtico bogotano, enraizado en


las tradiciones de nuestra amada ciudad, el
tronar incesante del taladro que le destroza
las entra as de cemento y el e uilibrio de
acróbatas de los operarios de la destrucción,
es asistir a la muerte de una poca y al adve-
nimiento vertiginoso del progreso”

Fuente: Revista Cromos, Enero 11 de 1954. Pág.


10 y 11

ble considerar el mundo como una tabla rasa sobre la que se puede
inscribir lo nuevo sin hacer referencia al pasado o, si éste cruza el ca-
mino, mediante su obliteración” 75, una búsqueda mitológica cuyas
posibilidades de realización no pocas veces serían problemáticas.

Desde ese punto de vista es comprensible, entonces, el entusiasmo


con que se celebra y promueve la demolición de inmuebles urbanos
para acabar con un pasado que, por una parte y en términos urbanís-
ticos, se entendía deshonroso, y por otro lado, impelía una búsqueda
urgente de un vacío en los espacios urbanos, que permitiera recons-
truir una nueva ciudad –una nueva sociedad- que coincidiera con la
imagen que muchos de los habitantes tenían de ella.

Un indicador de las implicaciones que tenía el frenesí por la destruc-


ción-creativa puede rastrearse en la argumentación a propósito de la
‘conservación’ o defensa de las edificaciones monumentales o histó-
ricas. Durante este periodo, en realidad la custodia de aquellas edifi-
caciones que eran consideradas como dignas de permanencia en el
tejido urbano, no estaba dada porque en ellas se materializaran valo-
res intrínsecos que reafirmaban la identidad y la herencia cultural, o
porque mantenerlas permitiera apelar a los sustratos más profundos
del constructo de la cultura para actuar en el reforzamiento de la idea
de nación. De hecho, los argumentos se deslizaban con frecuencia al
enaltecimiento de las características formales que el arte canónico, y
en general de élite, reconocía en tal o cual construcción, rechazando
con menosprecio aquellas edificios que en boca de articulistas y ad- 75 David Harvey, París, capital de la modernidad,
ministradores carecían de tradición e historia. En ese orden de ideas Madrid, Akal editores, 2008, Pág. 5
86 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

la expansión y construcción de un nuevo orden no estaría limitado


por los constreñimientos e inconformidades ciudadanas, como el
que narra un articulista del periodo a propósito de las reacciones sus-
citadas por la decisión de demoler el templo de Santa Inés ubicado
en la Carrera 10ª con calle 10ª. La crónica es escrita en los siguientes
términos:

En la esquina de la avenida 10 con calle 10, se presentó una


“chichonera” en la primera semana de diciembre. Un grupo de
mujeres del pueblo y una que otra vieja de mantilla verdine-
gra, rodeaba a varios ingenieros y a los obreros que comenza-
ban a derribar las coloniales paredes del templo de Santa Inés.
“Herejes, sacrílegos, miserables!!” gritaban las mujeres y algu-
na hasta trató de apoderarse de un pedrusco para lanzarlo a
los obreros76.

Lo curioso de la reacción airada del grupo de beatas locales parecie-


ra contradecir el argumento que se ha venido señalando más atrás,
pues demostraría que voces rabiosas se alzaban contra el furor de-
moledor de las administraciones políticas del municipio (luego dis-
trito). En defensa del argumento se tiene que decir que hay que ser
justos al considerar el alcance de este tipo de arranques de rebelión
de los habitantes, los cuales son muy limitados. Algunos elementos
contenidos en el pasaje mismo que acabamos de citar nos ayudan a
El continuo ejercicio de renovación urbana comprender lo que se ha venido señalando.
y de construcción es rese ado en la prensa:
Fíjese primero que la reseña menciona que en la protesta por la de-
rriba: emoliendo se construye, emana
Junio 21 de 1947 molición quienes participan son mujeres, este es un factor definitivo
que ayuda a entender el perfil de un artículo que en principio pare-
– Centro: La demolición del nuevo teatro. El
ciera reseñar más una rabieta de comadres camanduleras que una
tiempo, Marzo 1 de 1949
defensa de los edificios históricos. Habría que mencionar que duran-
bajo: royecto del nuevo edificio de an te este periodo apenas si está despegando la lucha por los derechos
uan de ios. El Tiempo, diciembre de
civiles de las mujeres, quienes en la prensa con frecuencia ocupan
1941
una porción importante en las páginas ‘sociales’ y muy marginalmen-
te aparecen en la sección de editoriales, columnas de opinión, polí-
tica, urbanismo y/o arquitectura; es decir, su posición como actoras
del campo social está restringido al mundo doméstico, vale decir, a la
esfera privada.

Sumado a ello, las mujeres defienden la edificación por el credo ca-


tólico y su indignación es hecha en nombre de Dios, ‘herejes y sacrí-
legos’, le gritan a los ingenieros y obreros, y no es una defensa que
rescate los valores, así fueran artísticos o arquitectónicos del templo.
Pero, además, el artículo mismo sugiere que este fue un berrinche
76 “Demoledores” .Semana, Enero 7 de 1957, Pág. 12 coyuntural, al afirmar que la demora en la demolición había ocu-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 87

rrido por un pleito de propiedad entre dos órdenes religiosas que el


Distrito solucionó depositando “el dinero (más de 100 mil pesos) en
la curía para que ella decidiese y procedió adelantar la demolición”,
pero como aspecto de muy tercer nivel fue considerado el problema
de conservación, pues la no demolición del templo iba en contra de
los ‘intereses de la ciudad’ y de la descongestión del tráfico y debía ha-
cerse aun en contra de las fieles mujeres.

De hecho durante el periodo de análisis de este trabajo, es común


encontrar términos de onerosa justificación en la demolición de pre-
dios, así por ejemplo, en 1947 la revista Semana se encontraba el si-
guiente título: “Demoliendo se construye. El alcalde Mazuera Villegas
se encuentra empeñado en una constructiva tarea de demolición”77
todo justificable ante el terco empeño de evitar que “haya feos edifi-
cios en la capital”; o la mención del diario El Tiempo en 1949 en la que
a pie de foto mencionaba que “con la natural complacencia por parte de la
ciudadanía está adelantándose desde ayer la demolición de la antigua
casa donde funcionó por muchos años el Nuevo Teatro” se menciona-
ba que la obra se realizaba como continuación de ese proceso de “mo-
dernización del centro de Bogotá”78.

egresando al tema central de esta croni uilla, cabe repetir ue no es problema alguno de ingeniería salvar de la ruina a
la casa de Ugarte y al templo uandediano, pues basta con abrir en dos bra os, la futura avenida a partir de la calle , para
unirlo de nuevo al sur del pasaje de la lauta y en el centro del costado oriental de la abominable pla a de mercado de
La oncepción, cuya existencia nada ya justifica, ni si uiera la posibilidad de conseguir en ella los famosos e inexistentes
huevos de centavos. Tiene la misma importancia conservar la iglesia de anta In s ar ceme ue no.

La reciente moderni ación de la fachada hici ronle, del peor gusto, acabó con todo el encanto ue tenía la colonial fábri-
ca terminada de construir hace trescientos a os. La ornamentación de esta iglesia es pobre: hay altares dorados del
tiempo de la olonia, menos ricos ue los ue de la misma poca se conservan en otras iglesias: las pinturas y esculturas
no sobresalen por su m rito artístico, el altar mayor existe, pero mano profana lo hi o barni ar de blanco con detrimento
del arte antiguo. Las ornamentaciones del techo de madera son de escasa ri ue a aun ue no de mal gusto el conjunto
de la nave es pobre y frío y a n ote en l un ambiente conventual .

Vencido el tropie o de la iglesia de santa In s, la prolongación de la venida del Libertador hacía el sur no ofrece pro-
blemas de ninguna especie, ni la historia ni la tradición habrán de sufrir el menor roce con la apertura de la nueva calle.
Todo marchará sobre un lecho de rositas, pues las santafere as calles ue la vía tocará carecieron de importancia en los
tiempos coloniales ya olvidados. En todo caso los bogotanos si tenemos pleno derecho para exigir ue se salven de la
destrucción monumentos históricos…”
Fuente: Prolongación de la carrera Décima, El Espectador, Septiembre 21 de 1951

77 “Demoliendo se construye”, Semana, Junio 21 de


1947, S.P.
78 “La demolición del Nuevo Teatro en la carrera 7ª”,
El Tiempo, Marzo 1 de 1949, Pág. 3
88 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

EL VIE T UE E V

“En el curso de tres meses serán abolidas las


pla as de la oncepción, las ieves y ha-
pinero oy representan un peligro para
la seguridad, la salud y la moral del pueblo
–según reza el decreto-, porque no responden
a exigencias modernas, no son ejemplos de
limpie a y sus moradores tienen a or de la-
bio el último neologismo subido de color del
argot bogotano”.
Fuente: Revista Cromos, Agosto 1 de 1953,
Pág. 13

Si con la demolición de la iglesia de Santa Inés se daba paso a la mo-


dernización de la ciudad a través de las vías para la velocidad y el trá-
fico, vale decir para el movimiento veloz, ese infalible indicador del
progreso, con la destrucción de otros edificios ‘insignes de la ciudad’
se abría paso a un nuevo componente, no menos importante para
esta noción de progreso: la del comercio, que junto con la industria
eran concebidos como importantes motores que daban forma a la
ciudad moderna.

La demolición del antiguo convento y hospital de San Juan de Dios en


la carrera 10ª con calle 12 y la del convento e iglesia de Santo Domingo
en la carrera 7ª con calle 13 son apenas un par de ejemplos que evi-
dencian el impulso y aceptación que tenía entre los habitantes de la
ciudad estas iniciativas de cambio de la vieja arquitectura que hacía
parte de la estructura urbana heredada de los tiempos coloniales. Es
pertinente resaltar la manera como en ambos casos, dentro de las
bondades de los proyectos, se indicaba que los espacios destinados
al comercio ocuparían un espacio central dentro de la construcción.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 89

En un artículo aparecido en 1941 en el diario El Tiempo de Bogotá, se


reseñaban ambas dimensiones, las vías y el comercio, como elemen-
tos que permitían reivindicar la construcción que se alzaba sobre el
antiguo lote del asilo y hospital de la orden religiosa de San Juan De
Dios, el articulista mencionaba que:

El edificio que se proyecta tanto por sus características, como


por su magnitud constituirá uno de los mejores aportes a la
belleza arquitectónica de la ciudad e irá a valorizar grande-
mente los sectores aledaños, a la par que contribuirá a la tan
necesaria descongestión del tránsito, gracias a la amplitud
de las zonas cedidas para el ensanche y carreras adyacentes.
La obra cuya iniciación se ha ordenado comprenderá cerca de
sesenta locales para almacenes y un gran número de ofici-
nas y departamentos79.

En términos similares se reseñaba la terminación de las obras de


construcción de la manzana donde se encontraba el palacio de las
comunicaciones el cual tendría, según afirmaba la prensa “19 locales
para almacenes cuya licencia ya les fue concedida por la secretaría
de obras públicas del municipio”80. Los edificios religiosos comenza-
ban a parecer obsoletos, y los nuevos, con sus grandes comercios y
apartamentos en altura, eran recibidos con exaltación, en lo que al
parecer era un trasegar común de ciudad moderna en el cual, según
palabras de Lewis Mumford, “la religión cedía ante el comercio, la ‘fe’
ante el ‘crédito’”81.

Fuente: La nación en marcha: Palacio de las


Comunicaciones El Tiempo, Julio 9 de 1941,
Pág. 2

79 “El edificio de San Juan de Dios”, El Tiempo, 24 de


Diciembre de 1941, Pág. 15
80 “Vendido de nuevo el lote de los Domínicos”, El
Espectador, Julio 27 de 1949, S.P.
81 Lewis Munford, La ciudad en la historia. Sus orí-
genes, transformaciones y perspectivas, Buenos
Aires, Ediciones Infinito, 1966, Vol 2, Pág. 443
90 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

De hecho, en una fotografía del proyecto del Palacio de las comuni-


caciones aparecida en 1941, momento en que no había comenzado
la construcción, se ofrecía una vista en primer plano del palacio. El
título sugería ya las intenciones de quien lo presentaba, la nación en
marcha, rezaba en la parte superior de la fotografía que acompañaba
el artículo, y a continuación la imagen de la nueva construcción pro-
yectada se muestra imponente, cuya escala ayuda a ser determinada
tanto por la pequeña silueta de un hombre que camina frente al pa-
lacio, como por la comparación del edificio al cual remplazaría, éste
aparece al fondo, empequeñecido como por azares del tiempo y de
los aires de renovación en los cuales ya no tenía cabida.
En el pie de foto se lee: “el notable arquitecto
Le orbusier y el alcalde de ogotá, don er- Un ‘pequeño’ conato de inconformismo se alzó en contra de la demo-
nando a uera examinando el plano y otros
lición de la iglesia y convento de Santo Domingo (por parte de la Aca-
documentos sobre los problemas urbanísticos
de Bogotá” demia Colombiana de Historia, de la Sociedad de Mejoras y Ornato
Fuente: El Espectador, Junio 17 de 1947. así como de otro par de instituciones), que motivó una discusión para
evitar la destrucción de la estructura. No obstante, el Presidente San-
tos en una carta de respuesta a los excitados defensores del pasado
hacía un diagnóstico que permitía entender la determinación del de-
rrumbe de los ladrillos del centenario edificio, en tal misiva se podía
leer que “la ciudad ha crecido, su población se ha triplicado, sus pro-
blemas de tránsito son cada día mayores, y las callejuelas estrechas
de lo que antes fuera la mejor parte de la capital hacen hoy imposible
todo progreso en este sector”.

acía fines del siglo , cuando se hablaba de la propuesta de Le orbusier para ogotá un n mero no pe ue o de acad -
micos y estudiosos se alaban con desd n de la obra del ar uitecto europeo, entre otras cosas por su loca idea de acabar con
el centro histórico de la ciudad, reduci ndolo a unas cuantas man anas ue l mismo llamó ar ueológicas , ue se suponía
acababa con el pasado patrimonial de la nación y de la ciudad. En contraste, en los primeros a os del siglo I, ha habido una
explosión de revisionistas de la obra orbuseriana, muchos de stos neo corbuserianos se han al ado en defensa de parte
de la obra del viejo padre de los I y del movimiento moderno, en esta ocasión sugiriendo, ue en el caso del proyecto de
ogotá, no había intención de acabarlo todo, ue vestigios del pasado uedaban y ue la acusación es poco menos ue injusta.
Unos y otros parecieran olvidar una de las máximas ue debe tenerse en cuenta cuando se aborda acad micamente el
pasado histórico, esto es, no tratar los hechos del pasado con las categorías y visiones con las ue se aborda el presente.
i era un loco des uiciado ue uería acabarlo todo, ni dejo de proponer lo ue efectivamente propuso.

La idea de arrasar con buena parte de la ciudad como efectivamente sugiere el proyecto fue reali ada en un contexto
en el cual el entusiasmo por el cambio de las ciudades invadía el espíritu de elites locales y nacionales, de acad micos y
habitantes urbanos, para uienes el progreso pasaba por derruir lo ue hasta entonces se tenía. El error de carácter meto-
dológico consiste en ju gar la idea de lo patrimonial como se hace hoy en día, sin considerar ue para muchos en la mitad
del siglo , el hoy tan reivindicado pasado colonial, era visto más como un obstáculo ue como una virtud.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 91

Hecho el diagnóstico urbano, a reglón seguido se mencionan las ra-


zones por las cuales debía evitarse el dramatismo ante la inminente
desaparición de esta construcción, continúa el Presidente:

Me atrevo a pensar que este claustro perdió hace muchísimos


años el valor que pudiera tener. Como obra arquitectónica
nunca ha tenido valor considerable, no resiste comparación,
ni siquiera de lejos con los claustros quiteños y menos
aún con los que en Europa se conservan en muchas par-
tes como recuerdos vivos de otra época. (…) Sus paredes de
tierra pisada hablaban solo de la pobreza de nuestra colonia.
Ninguna de sus columnas exhibía el menor adorno y su único
valor residía en su amplitud.82

Edificaciones fueron muchas las derribadas, pero las tres menciona-


das, las religiosas, comenzaba a manifestar los síntomas de un proyec-
to encarnado en nuevos valores, defendidos por quienes administra-
ban la ciudad. No era una secularización patente cuyas consecuencias
se vieran en el paisaje urbano, era más bien un sencillo pragmatismo
que presionaba por adaptar la ciudad a lo que se creía era la mejor for-
ma de enfrentar los tiempos modernos. La novela de Clemente Airó,
La ciudad y el viento, incluye un pasaje que recoge este ambiente; se lee
allí “…en torno no es mucho lo que prevalece de las viejas costumbres.
Vendió una casa, hizo una nueva. El país hizo lo mismo. Comenzó du-
rante aquellos años el progreso arrollador y hasta forzado”83.

A este movimiento estratégico de los modernos, quienes en la de-


molición encontraban la esperanza de la construcción de un orden
urbano nuevo, la ciudad seguía creciendo y a pesar de los intentos
de los alcaldes de “rellenar los vacíos urbanos antes que (…) promover
las construcciones en los extremos de la ciudad”84, la realidad local
nuevamente empujó hacía direcciones inesperadas y la extensión de
la ciudad pronto fue vista como un enorme campo de posibilidades
para extender la realidad urbana de mano de la dinámica inmobilia-
ria, más allá de los tradicionales límites de la ciudad.

Una interpretación de Gorelik sobre la modernidad latinoamericana


centrada en la ciudad y llevada a cabo por una elite ilustrada y obsti-
nada, es útil para continuar con la argumentación aquí expuesta. El
arquitecto argentino reconoce una triada implicada en una compleja
imbricación entre sociedad, poder político y el territorio. El prime- 82 Citado en: Carlos Niño Murcia, “Arquitectura y
Estado”, Bogotá, Universidad Nacional de Colom-
ro expresado en la idea de integración social (una idea cercana a la bia, 2003, Pág. 129
noción de nación, es decir, “todos somos parte de…”), la segunda es 83 Clemente Airó, La ciudad y el viento, Bogotá, edi-
ciones Espiral, 1961, Pág. 73
la idea de proyecto (vinculada con el progreso, o sea, “todos vamos 84 “Construir los vacío urbanos se propone el alcalde
hacia…”) y la tercera de expansión urbana, ésta última fundamental Mazuera”, El Siglo, Julio 26 de 1957, Pág. 8
92 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

porque según Gorelik “ese marco de expansión continua definió las


propias hipótesis fundacionales de la modernidad urbana, formó
su universo con la certeza tan íntima de la necesidad de derribar las
fronteras territoriales y sociales”85.

Cuando la expansión urbana se asumió como condición fundamental


en la construcción de la ciudad moderna, no como proyecto, sino como
hecho fáctico presionado por las circunstancias, la ciudad como arte-
facto se convirtió en el medio ideal a través del cual el territorio crearía
hombres modernos. La necesidad de dominio se volvió imperiosa y en
un movimiento clásico el desarrollo moderno incorporó “los emplaza-
Aviso con el cual se comienza a divulgar la mientos de las ciudades tradicionales, llegando a dar la impresión de
llegada del ar uitecto sui o a ogotá. on
ser meras expresiones de la misma ciudad” pero sin tener en cuenta
interesantes las palabras puestas en boca del
urbanista on mi pasión, el movimiento, el
que “el urbanismo moderno se ordena por principios muy diferentes
crecimiento, la expasión” todos ellos hitos de a los que distinguieron a la ciudad tradicional”86. Tal como ocurrió en
la modernidad ue se creía podían debían 1954 con la anexión de los seis municipios circunvecinos, cuyas trazas y
replicarse a toda la humanidad.
dinámicas fueron absorbidas por la gran ciudad en ciernes.
Fuente: El Espectador, Junio 18 de 1947.

Las antiguas barreras administrativas, que no habían podido dete-


ner el confuso y desordenado crecimiento, fueron derribadas, de las
modestas 2700 hectáreas urbanizadas en 1951 se pasó a 8040 en
195887. Las consecuencias no tardaron en verse, pues por un lado “la
dinámica de la vida urbana dio origen a una ciudad mucho más mo-
derna, donde la identidad basada en el sitio en donde se vive (muy
distinto del vínculo de sangre y terruño de las comunidades premo-
dernas) es remplazada por la soledad del urbanita moderno”88, y por
otra parte se materializó en términos administrativos lo que en la
práctica ya venía ocurriendo, es decir, una crecimiento desordena-
do y espontaneo, más allá de los límites del entonces municipio.

Independientemente de las discusiones de carácter fiscal y presu-


puestal, que fueron las que en otros términos dieron origen a la pro-
puesta de crear un Distrito Capital o Distrito Especial, debe señalarse
que el acto dictatorial de 1954 homogenizó el espacio y dio vía libre a
la urbanización de amplias zonas de la ciudad; una decisión que defi-
nió para siempre la forma de ocupar el territorio en el cual, el especu-
lador, el promotor privado y el constructor tuvieron un papel prepon-
85 Adrián Gorelik, Ciudad, modernidad y… Pág. 16
86 Anthony Giddens. Consecuencias de la moderni-
derante, mientras el papel del Estado parecía retrotraerse a la obra
dad, Madrid, Alianza Editorial, 1999, Pág. 20 pública y , con muy poco éxito, a la regulación.
87 Marco Cortes. La Anexión de los seis municipios
vecinos a Bogotá en 1954. Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, Colección Punto Aparte, Desde el punto de vista de Jacques Aprile, la configuración del Dis-
2006. Pág. 15
88 Paul Bromberg. Descentralización: Bogotá trito especial estuvo agenciada por objetivos de carácter estratégico
con indiferencia Tomado de: http://www.
razonpublica.com/index.php/regiones-
militar, pero las consecuencias colaterales fueron nefastas pues “la
temas-31/2527-descentralizacion-bogota- capital empezó a crecer por saltos en el espacio circundante, dejan-
con-indiferencia.html (Consultado Jueves 10
de noviembre de 2011) do vastas extensiones rurales entre dos especulaciones residenciales
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 93

(…). De ciudad compacta y continua se pasaba a un conglomerado


discontinuo, desagarrado y atomizado (…) la ciudad perdió su homo-
geneidad física y su cohesión”, lo que tenía perjuicio no solo en térmi-
nos económicos, sino sobre todo en la desintegración “tanto espacial
como social”89, pues acentúo el modelo de segregación de grupos
sociales en el espacio, los más acomodados al norte y al oriente, las
capas más pobres al sur y en el occidente.

Pero había otro elemento que influyó en la determinación que cambió


para siempre el futuro de la ciudad capital, pues si bien, la búsqueda
de un estatuto diferencial para Bogotá había sido propuesto desde el
mismo siglo XIX, es sugerente el tipo de razones que se emplean en
la defensa de tal proyecto en la década de los cuarenta del siglo XX.
Un congresista del periodo comienza defendiendo el proyecto argu-
mentando que el general Reyes en 1905, el doctor Concha en 1914 y el
doctor Olaya Herrera en 1931 habían hecho propuestas en este senti-
do, sobre todo porque habían “viajado por los países americanos [y]
sabían por experiencia propia que solo Bogotá carecía de autonomía
y de un régimen apropiado que la colocara en la misma categoría que
las demás capitales americanas”90, nuevamente la comparación y la
necesidad de alcanzar las circunstancias vitales que experimentaba
el resto del mundo ocupaban un lugar privilegiado en las preocupa-
ciones los gobernantes de la ciudad.

Se identifica entonces que la necesidad del espacio vacío tuvo dos


movimientos: uno que demolía para volver a construir y otro que
buscó echar abajo las barreras territoriales para encontrar ese espa-
cio más allá de las fronteras territoriales que imponía el municipio;
ambas dimensiones de la búsqueda del vacío tuvieron consecuen-
cias. La segunda generó más debate porque que los cundinamarque-
ses y vecinos municipales veían con muy malos ojos que, una suerte
de ente territorial supremo se alzara enfrente suyo; los mensajes de
telégrafo que llegaban provenientes de los administradores de mu-
nicipios vecinos a las oficinas del Congreso, donde se debatía la ley
en 1944 evidencian estos temores, solo para citar uno de ellos, del te-
sorero y personero municipal de Bosa, se dirigen al Presidente de la
República y al Presidente del Senado, en un misiva en la que se podía
leer su descontento, allí afirmaban que “como representantes de los
intereses del municipio, consideramos que el Distrito Capital acaba-
ría con Cundinamarca, desaparecerían físicamente algunos munici- 89 Jacques Aprile, La ciudad Colombiana siglos XIX
y XX, Bogotá, Editorial Banco Popular, 1992, Pág.
pios que lo constituyen”91. 647-648
90 “Soto del Corral y Vélez defienden la creación del
Departamento de Bogotá”, El Tiempo, 30 de abril
De cualquier modo, esta búsqueda de condiciones para la consoli- de 1941, Pág. 3
dación de un entorno urbano moderno, que transgredieron aquellas 91 “El municipio de Bosa se declara enemigo del Dis-
trito Capital”, El Tiempo, 10 de diciembre de 1944,
formas tradicionales de concepción del espacio y el tiempo, eran as- Pág. Pág., 3
94 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

pectos que generaban optimismo en un amplio sector de la sociedad,


evidente en las premisas defendidas en los editoriales de la revista
Proa, como aquel titulado Para que Bogotá sea una ciudad moderna, en
el que no se reprocha o denigra de lo urbano en sí mismo, de hecho
se reivindica. Las duras condiciones que se perciben en el desarrollo
“anormal” de Bogotá, son vistas como una oportunidad para consoli-
dar la ciudad con un entorno urbanísticamente racional que respon-
diera a las necesidades más sentidas de los habitantes y no como el
espacio del vicio y de la incubación del mal.

Esta postura va ser uno de los aspectos que finalmente sería com-
partido por la sociedad colombiana, no obstante, habría que adver-
tir que aun para los años que estudiamos era evidente que el cambio
vertiginoso agenciado por la migración interna, el crecimiento eco-
nómico y las reformas políticas de la República Liberal, que acelera-
ron el proceso de urbanización dejaba ver dos vertientes distintas en
términos ideológicos sobre el hecho urbano, pues por lo “general los
liberales se sentían más cómodos en la nación cambiante que trata-
ban de gobernar. Tenían una perspectiva más urbana, mientras que
los ideales conservadores seguían adornados con imágenes pas-
toriles. Para ellos el ruido de la ciudad, su densidad y la heterogenei-
dad se su población representaba la decadencia de la autoridad y de
los valores sociales”92. Las reservas de los conservadores no durarían
por mucho tiempo, y con el pragmatismo que les caracterizó bien rá-
pido abrazaron la “ideología” de la economía de mercado, cuyo desti-
no estaba irremediablemente amarrado al mundo urbano.

Pero esa fe de converso no era exclusiva de los miembros de las tol-


das azules, existe en efecto un entusiasmo generalizado hacia el cre-
cimiento de la ciudad y la perspectiva de ser modernos. La siguiente
nota de prensa aparecida en una revista capitalina permite entender
la dimensión de la fe en el llamado desarrollo, se leía que: “Bogotá,
que en los últimos años ha crecido de una manera extraordinaria,
continuará creciendo con más velocidades ahora, pero también con
metas fijas, sabiendo a dónde se va y por qué. Naturalmente esto no
se hace con solo proponérselo (…) Construir una ciudad no es sólo
obra de un grupo de hombres; es labor que con compete a todos.
Cuanto antes nos pongamos manos a la obra, mejor”93.

Sobre esta misma cita vale la pena hacer una consideración. Si como
se mencionó muchos Bogotanos se sentían más cerca del mundo
pero al tiempo lejos de él, el llamado que el articulista hace al final de
92 Herbert Braun, Mataron a Gaitán. Vida pública y su escrito, se asemeja a aquella preocupación en la construcción de
violencia urbana en Colombia. Op. Cit. Pág. 61
los estados nacionales, en la cual no bastaba con crear y administrar
93 “Bogotá gran ciudad”, Cromos: revista de actuali-
dad gráfica, Marzo 30 de 1943, Pág. 16 entidades territoriales si al tiempo no nacía el sentimiento de perte-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 95

nencia a –como llamara Benedict Anderson- una comunidad ima-


ginada, es decir, la nación–. En el caso de la modernidad urbana no
bastaba con avanzar en la construcción material de calles, puentes,
edificios y viviendas que anunciaban la llegada de una forma inédita
de modo de vida, había que convocar a sus habitantes para que parti-
ciparan en esa construcción, así no fuera sino como simples especta-
dores que con su observación entusiasta legitimaran un proceso que
otros hacían pero que pareciera ser llevado a cabo por ellos mismos.

Movimiento
Todo cuerpo dejado en movimiento seguirá en movimiento. El movimiento es go-
bierno de sí mismo: carece del más rudimentario sentido de autocrítica. El movi-
miento es puro amor del movimiento ensordecido, ebrio.
[Antonio Caballero]

Resulta profundamente sugerente que Richard Sennett inicie la


última parte del análisis de la ciudad, hecho en su libro Carne y Pie-
dra (el cual por demás está dedicado a la ciudad moderna del siglo
XVIII y XIX), examinando las implicaciones que tuvieron para el dise-
ño urbano los descubrimientos y formulaciones médicas de nuevos
paradigmas relacionados con la circulación en el cuerpo humano y
la concepción de higiene. El sociólogo norteamericano reconoce de
significancia central la publicación de la obra De motu cordis en 1628,
cuyo autor el médico William Harvey, entre muchos otros postula-
dos aseguraba que la circulación de la sangre en el cuerpo humano
se daba a gracias a un proceso de bombeo en el corazón a través de
arterias, de sangre que era recibida de las venas.

El postulado adquiría significancia porque le quitaba al corazón


aquella consideración escolástica según la cual es el órgano de la
compasión, para comenzar a concebirlo como una máquina que fun-
cionaba según patrones físicos, contribuyendo de este modo a defi-
nir las bases de una mirada secular en el estudio del cuerpo humano.
Pero además este razonamiento cuestionaba la existencia del alma y
su interpretación como una “fuente de energía vital” para irle dando
paso paulatinamente a una concepción según la cual “el corazón es el
comienzo de la vida, [Harvey] creía que la sangre ‘es la vida misma’. El
corazón no es sino una máquina para la circulación. La ciencia de la
circulación subraya por tanto la independencia individual de las par-
tes del cuerpo”94

La salud dejó de definirse en términos del equilibrio entre calor y los


fluidos del cuerpo, para darle paso a conceptos relacionados con el 94 Richard Sennett, Carne y piedra , el cuerpo y la
ciudad en la civilización occidental… Pág. 278 (El
movimiento de la sangre, ya que éste favorecía el crecimiento sa- capítulo al que se hace referencia es el número 8,
ludable de tejidos y órganos que funcionaban de manera individual Cuerpos en movimiento Pág. 273 a 301)
96 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

pero interconectada. La intención de Sennett al exponer estos argu-


mentos queda develada inmediatamente, al mostrar la forma como
estas ideas influyeron notablemente en la concepción de los diseños
de ciudades realizada por planificadores europeos en el Siglo XVIII. De
esa manera

Tanto en los planos urbanos franceses como en los alema-


nes basados en el sistema circulatorio, el castillo del príncipe
constituye el corazón del plano, pero las calles con frecuencia
se comunicaban directamente unas con otras y no con el co-
razón urbano. Aunque fuera una pésima anatomía, los planifi-
cadores se guiaron por la mecánica sanguínea, pensaban que
si el movimiento se bloqueaba en algún punto de la ciudad,
el cuerpo colectivo sufría una crisis circulatoria como la que
experimentaba el cuerpo individual durante un ataque en la
que se obtura una arteria95.

El enfoque médico aplicado a la planificación urbana tenía además


otras consideraciones en las cuales era necesario promover el movi-
miento, pues éste permitía limpiar de impurezas corporales. La piel
urbana, tal como sucedía en lo seres humanos, debía ser purificada;
los desagües, cloacas y drenajes comenzaron a ser implementados
en las ciudades europeas al tiempo que el pavimento cambiaba y de
los adoquines se pasaba a las losas de granito. Estas reformas según
Sennett buscaban “que la ciudad ya en su diseño, funcionara como
un cuerpo sano, fluyendo libremente y disfrutando de una piel lim-
pia”, pero además se percibía una diferencia palpable en la forma de
concebir el urbanismo que sin duda inauguraba una nueva forma de
entender el espacio de las ciudades pues “en lugar de planificar calles
a fin de que pudieran celebrarse ceremonias de movimiento hacía un
objeto, como el planificador barroco, el de la ilustración convirtió el
movimiento en un fin en sí mismo. El planificador del Barroco po-
nía de relieve el avance hacía un destino monumental; el de la ilustra-
ción, el viaje en sí”96.

Si la influencia del pensamiento médico e higienistas había sido el


punto de partida para una nueva concepción sobre la forma y estruc-
tura del espacio urbano, la dinámica económica impulsaría la idea
de movimiento a niveles que resultaban insospechados. El capitalis-
mo floreciente, causa y consecuencia de las ciudades modernas, no
solo presionaba por la interconexión más amplia del territorio sino
además por un mayor flujo de intercambios cada vez más rápidos. La
95 Richard Sennett. Carne y piedra , el cuerpo y la modernidad se convertía ante todo en movimientos fugaces que re-
ciudad en la civilización occidental, Pág. 283
novaba todo antes de dejarle envejecer, y esa máxima cambiaría para
96 Richard Sennett Carne y piedra , el cuerpo y la ciu-
dad en la civilización occidental. Pág, 283 siempre la experiencia cotidiana de los habitantes de las ciudades.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 97

Así mismo, el avance y consolidación de la economía de mercado y la


industria, no solo traía consigo el fin paulatino de unas formas deter-
minadas de relaciones de producción, sino que al tiempo –como todo
en la modernidad- la destrucción era creativa. Aparecen entonces
nuevas formas de relaciones económicas y junto a ellas, se imponían
valores, hasta ahora inéditos, de ver y experimentar el mundo. La ve-
locidad, la aceleración, la necesidad de hacerlo todo más rápido se
convirtió en un verdadero imperativo que le hacía justicia al viejo pos-
tulado del tiempo es dinero, significaba que “no solamente el dinero y
los objetos, sino también las naciones, las personas, las ideas y los há-
bitos tenían que moverse con mayor velocidad so pena de quedar ‘re-
trasados’ en el creciente movimiento universal hacia el progreso”97.

Tal vez uno de los casos más ilustrativos sobre el influjo de las relacio-
nes económicas en la idea de movimiento pueda encontrarse en las
reflexiones de Adam Smith, específicamente en la explicación sobre
la importancia del tamaño del mercado y su justificación, a través de
la descripción de los procesos acontecidos en la fábrica de alfileres,
examinado en el segundo capítulo de su obra Sobre la naturaleza y cau-
sa de la riqueza de las naciones98. Allí Smith define que el estímulo para
aumentar la productividad se encuentra en el tamaño del mercado
“pues cuando éste es amplio y activo, el trabajador se verá estimula-
do a producir un excedente. Así, la división del trabajo surge de la pro-
pensión a trocar, permutar e intercambiar una cosa por otra. Cuan-
to mayor sea la circulación, más especializado será el trabajo y más
convierten en actores individuales”99, la circulación y el movimiento
constante de las mercancías está en la base del cambio en los patro-
nes culturales –el estímulo de producir más-, que a la postre promue-
ve formas más racionales de organización al interior de la industria.

El movimiento como valor intrínseco de la economía de mercado y


por esa vía del modelo capitalista jugó un papel definitivo en la im-
plantación de las ideas modernas en Colombia, la idea decimonóni-
ca nacida en Europa y que influyó en los grupos dirigentes del país 97 Santiago Castro Gómez. Tejidos Oníricos. Movili-
dad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá… 12
encontró un ambiente propicio para su desarrollo en el siglo XX, en
98 Según Adam Smith si en una fábrica de alfileres
palabras de Castro-Gómez: hay 10 trabajadores y cada uno de ellos trabaja
por cuenta propia, producirá 20 alfileres como
máximo al día, la fábrica tendría una producción
de 200 alfileres por jornada. Pero si en esta mis-
…la industrialización del país demandaba una nueva relación ma fábrica los 10 trabajadores se dividieran las
de las personas con el movimiento, unas subjetividades ciné- tareas, especializando su labor en algunas de las
dieciocho operaciones necesaria para producir un
ticas (…). Para que Colombia pudiera ingresar a la dinámica alfiler, la fábrica de seguro podría producir cua-
renta y ocho mil alfileres al día, es decir cuatro mil
industrial del capitalismo, los cuerpos debían adquirir una ochocientos alfileres por trabajador. Ver Adam
Smith, Investigación sobre la naturaleza y causa
nueva velocidad. Había que producir un nuevo tipo de sujeto de la riqueza de las naciones, México D.F., Fondo
desligado de su tradicional fijación a prácticas o hábitos men- de Cultura Económica, 1997. Pág. 7 - 8
99 Richard Sennett, Carne y Piedra… Pág. 291
tales preindustriales, pues ahora todo debía moverse, circu-
100 Santiago Castro Gómez. Tejidos Oníricos. Movili-
lar y desplazarse100. dad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá... Pág. 61
98 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Si el aumento del tamaño del mercado y la velocidad de circulación e in-


tercambio era un aspecto definitivo para la transformación de la men-
talidad de los obreros en la fábrica de alfileres de Smith, en el caso local
el movimiento y la velocidad eran considerados los mecanismos que
debían utilizarse para dar el impulso a la transformación definitiva de
la mentalidad aletargada de una población, que se creía, estaba anqui-
losada en la Colonia. No obstante como veremos más adelante, en la
década de los veinte, los deseos eran más fuertes que las posibilidades.

A pesar de lo convulsionado que resultaba el panorama mundial, las


tres décadas que siguieron a la gran depresión de 1929 despertó en la
elite local -- y valga decir que un amplio sector de la población nacio-
nal-- la esperanza de avanzar con prisa en el movimiento ineluctable
hacia el progreso. Como ya se ha mencionado la evidencia de esta
avance debía materializarse en una diversidad de ámbitos, pero el más
característico en términos simbólicos era la construcción de una ciu-
dad moderna.

Esa evidencia de lo moderno en la ciudad pasaba por el impulso en la


actividad constructora en términos urbanísticos y arquitectónicos y
en su insalvable relación con los ambientes culturales de los que era a
su vez, origen y consecuencia. En Bogotá por ejemplo, las fuerzas de
empuje que después de 1910 permitieron la paulatina parcelación de
las tierras vecinas al centro urbano y la constitución de barrios como
Chapinero y Teusaquillo al norte o el Barrio Centenario, Restrepo y
San Carlos hacía el sur determinaron que apareciera:

Una segregación de clase, cuyas fronteras quedaron geográ-


ficamente trazadas en el cuerpo de la ciudad. Se produce así
una nueva jerarquización en la que el norte y el sur, más que
puntos en la geografía, devienen en imaginarios culturales.
Quien vive en el sur geográfico vive también en el sur cul-
tural, esto es, el polo colonial de la ciudad, mientras que vivir
en el norte geográfico, implicaba estar en el camino hacia el
telos de la modernidad. (…) El ‘City Planning’ del que estamos
hablando busca, entonces, hacer que la ciudad y sus habitan-
tes se muevan hacia el norte, es decir que salgan definitiva-
mente de sus microesferas coloniales para llegar al promisorio
futuro moderno101.

Como en cualquier ejercicio de poder simbólico, las metaforas


abundaron cuando se trataba de glorificar y legitimar el camino
que se había trazado para conseguir superar lo que se concebía
como un atraso endémico de una parte de la población que vivía
101 Santiago Castro Gómez Tejidos Oníricos. Movili-
dad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá... Pág. 122 en el sur de la ciudad. Por ello resulta tan sugerente una fotografía
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 99

U E T TE TI EL -
TE E EL E T
“Chapinero, puede decirse, comienza en la
la uela de an artín, un sector de grande
actividad, puesto que está rodeado de fábri-
cas como avaria y establecimiento comer-
ciales en gran número”.
Fuente: El Espectador, Noviembre 28 de
1952.

aparecida en el diario El Espectador, titulada Un aspecto carcaterís-


tico del norte… en el centro. Un titulo que deja entrever la manera
como las fuerzas se han ido alineando para definir aquello que
debe admirarse o perseguirse; el movimento hacia el norte que
mencionara Castro-Gómez, bien podría ser un movimiento que el
norte debía hacer al sur de la ciudad como sugiere el título, donde
la fábricas y ‘el comercio en gran número’ -como se lee en el pie de
la foto- fueran perfilando el tipo de urbe con la que se fantaseaba.
La construcción de la idea de lo moderno en esta fotografía se re-
fuerza con la presencia de una avenida cuyo separador está arbori-
zado y en el centro la fachada de un edificio a todas luces de corte
moderno cuya apariencia innovadora se ve reforzada por las pe-
queñas casuchas que le circundan. El cuadro se ve completado con
la presencia de un estacionamiento frente al edificio, totalmente
ocupado por carros y un letrero en la parte alta de la estructura
que reza auto propio.

La presencia de los autos es significante porque ellos eran el gran ar-


tefacto que definió parte del destino de las ciudades en el siglo XX,
pero antes que hacer referencia explícita a ellos, pues el tema se toca-
rá con detenimiento más adelante, es preciso advertir la ‘fascinación’
o por lo menos el entusiasmo con que un sector de la sociedad bo-
gotana recibió este tipo de transformaciones. El movimiento en este
caso es enaltecido como una apariencia que debe generalizarse, el
norte debe estar en toda la ciudad, así deba traerse al sur, una especie
de transmutación de piel cuyo registro en los medios impresos impul-
sa el fervor de los convencidos y se convierte en evidencia que persua-
100 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

de a los dubitativos, con la contundencia de que ya no son proyectos


lo que se espera; ahora la esperanza está en las obras que permitan
ese cambio de piel, ese movimiento del norte hacia el sur o hacia el
resto de la ciudad.

La noción de movimiento tuvo además componentes fuertemente


asociados con una concepción política, que puede rastrearse des-
de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX en Europa. Allí,
la imagen de los cuerpos revolucionarios franceses circulando libre-
mente por las calles de París se convirtió en un icono de las revueltas
y en un elemento que influiría de manera determinante en el diseño
de espacios públicos urbanos, el volumen de la libertad sería un vo-
lumen vacío que debería permitir el discurrir de las colectividades,
“la sociedad moderna comenzó a considerar el movimiento sin obs-
táculos como libertad”102.

En esa medida las demoliciones y los lotes vacíos se convertían en la


oportunidad anhelada para poder construir sobre las ruinas de ese
pasado indecoroso. La idea de vacío fue abordada más atrás, sin em-
bargo es retomada en este punto solo con el objeto de apuntar un
elemento que resulta fundamental en el análisis de la noción de mo-
vimiento transformador que surge gracias a las demoliciones y de la
actividad constructora.

Para poder abordar este punto vale la pena traer a colación un argu-
mento expuesto por Castro-Gómez quien asegura con respecto a la
construcción del ferrocarril que “más que un hecho fortuito, es pro-
ducto de la necesidad autónoma del género humano por satisfacer
sus ansias de civilización y progreso (…). Por eso la construcción de
vías férreas en Colombia es una prueba de que el país está contribu-
yendo no solo a generar su propia riqueza, sino también a engran-
decer la riqueza de las naciones”103. Este aspecto es central porque
reconoce una importancia –real o ficticia- de las obras que se aco-
meten en nombre del progreso y de la modernidad, la evidencia del
cambio no hacía más que constatar que se era parte del espíritu que
guiaba al mundo, de suerte que cada construcción, cada nueva ave-
nida, cada edificio levantado era una prueba que contribuía al con-
vencimiento de que la senda del progreso indudablemente estaba
siendo transitada.

Algunos aspectos definidos como típicamente urbanos, reforzaba la


relación evidentemente perceptible entre la ciudad y movimiento,
ambas dimensiones parecían ahora inseparables, de suerte que la
102 Richard Sennett, Carne y Piedra... Pág. 331
imagen por antonomasia de una ciudad moderna y pujante estaba
103 Santiago Castro Gómez. Tejidos Oníricos. Movili-
dad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá... Pág. 69 profundamente relacionada con el movimiento. El antropólogo Ca-
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 101

Articulos de prensa continuamente registran


el dinamismo con que ocurren los cambios
en la ar uitectura y en el entorno urbanistico
en ogotá. uí tres fotografias ue, seg n los
reporteros, evidencian una verdadera trans-
formación en la ciudad .

Contraste en un punto de la carrera 7ª, seis


años después del 9 de abril. El espectador, 9
de abril de 1954.

Izquierda:
e transforma el centro de ogotá . El espec-
tador, de ctubre de

erecha:
La v. im ne como símbolo del progreso
del país . El Tiempo, de ebrero de .

talán Manuel Delgado advierte que esa condición itinerante, dinámi-


ca e inestable de los grupo humanos en las ciudades, hace necesario
pensar, desde lo académico, en nuevas formas de acercamiento a lo
urbano, y se agregaría aquí a lo urbanístico, toda vez que el hecho
físico de la ciudad no se entiende en modo alguno a menos que se
tenga en cuenta la experiencia de quienes viven allí.

Circular, moverse, transitar se convirtió en un aspecto definitivo que


estructuró la modernidad, pero el impulso a los cuerpos móviles cu-
riosamente se encontró con un aspecto a primera vista contradicto-
rio, entre más móviles los cuerpos más desafiante se volvían para el
establecimiento y eso implicaba que si las barreras físicas eran que-
brantables, las sociales eventualmente también lo serían, por consi-
guiente las barreras se levantaron, los límites más que nunca se hicie-
ron visibles y mantener las distancias fue una tarea que se convirtió
en verdaderamente inaplazable. Si el diseño de la ciudad circulante
no había hecho más que conectar las distintas partes de la ciudad, la
ciudad del límite no habría hecho más que recalcar que si bien esta-
ban conectadas cada parte era irremediablemente distinta.
102 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

efiniendo un l mite de endiendo un l mite

La parábola del mercado capitalista que Smith mostró en su historia


de la fábrica de alfileres tiene dos componentes esenciales, uno como
ya se mostró era el movimiento, el otro componente fundamental
era la división; se recordara que en aquel ejemplo a través de la distri-
bución de tareas, de la creación de límites en los quehaceres, los tra-
bajadores de la fábrica se convertían en agentes evidentemente más
productivos. Este aspecto en apariencia contradictorio -- ¿y cómo si
no podría entenderse la modernidad como una gran paradoja?– de-
EL E T UE E E E E U finió muchos elementos de las ciudades y centros urbanos en el siglo
E . XIX y XX.
Este será el sector comercial de la carrera
s ptima ue en el pla o de días debe ser
desocupado con el objeto de proceder a la A finales del Siglo XIX algunos analistas sociales señalaban el papel
demolición de esas viejas casas . altamente determinante que la especialización y división tenía en
Fuente: El Espectador, 22 de marzo de 1954. el mundo de la vida de los habitantes de ‘occidente’. Emile Durkheim,
por ejemplo resaltaba la significancia de este proceso y en una suerte
de destino inexorable mencionaba el hecho en los siguientes térmi-
nos: “no hay que hacerse ilusiones, sobre las tendencias de nuestra
industria moderna, [ella] se inclina cada vez más a los mecanismos
poderosos, a las grandes agrupaciones de fuerza y de capitales, y, por
consecuencia a la extrema división del trabajo”, en una aclaración
casi que a reglón seguido deja en claro el poderío de esta caracterís-
tica típica de la modernidad en el que se evidenciaba claramente que
“la división del trabajo no es especial del mundo económico; se puede
observar su influencia creciente en las regiones más diferentes de la
sociedad. Las funciones políticas, administrativas, judiciales, se espe-
cializan cada vez más. Lo mismo ocurre con las funciones artísticas o
científicas”104.

Esa especialización de los entornos vitales que trascienden el ámbi-


to meramente económico, era aún más evidente para un estudioso
de la vida social –particularmente en las ciudades- contemporáneo a
Durkheim, este estudioso es Georg Simmel; para este sociólogo “un
componente decisivo de la vida moderna lo constituye la fragmenta-
ción y autonomización relativa de las distintas esferas o mundos de
la vida”, al tiempo era imperativo reconocer que estas esferas “poseen,
en principio un tipo de racionalidad que les es propio; sin embargo, la
expansión del racionalidad de la esfera económica se impone sustitu-
yendo a las racionalidades específicas”105. Habría que añadir que según
Simmel, el medio portador a través del cual actuará la esfera económi-
ca para imponer su racionalidad en esas otras esferas es el dinero.
104 Emile Durkheim. De la división del trabajo social.
Madrid, Akal, 1995.
Son de especial significancia algunos postulados de Durkheim y Sim-
105 Esteban Vernik, Simmel una introducción. Bue-
nos Aires, Ed. Quadrata, 2009, Pág. 89 mel en relación con este tópico; el primero encuentra que --y tal vez
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 103

en esto se acerca a Smith-- la especialización del trabajo no podría


entenderse, y de hecho no podría ocurrir, sin lo que él da en llamar
el aumento en la densidad dinámica o moral, es decir el acercamiento
e interacción entre individuos y comercio junto con el aumento de
la densidad material que no es otra cosa que los medios de comuni-
cación (carreteras, tranvías, telégrafo) que relativizan los tiempos y
las distancias. Ambas son condiciones que permiten que ocurra al
mismo tiempo tanto la especialización (separación – competencia)
y el acercamiento. La división social del trabajo es el típico caso en el
cual ocurre lo que Durkheim denomina la solución dulcificada, aquella
que permite superar la separación de los sujetos, pues en virtud de la
misma especialización cada uno dependen en extremo de las tareas
del otro.

En consonancia con los postulados del sociólogo francés Richard


Sennett mostró la forma como en el siglo XVII y XVIII el pensamien-
to médico contribuyó a entender el cuerpo humano como una enti-
dad conformada por órganos separados pero necesariamente inter-
dependientes y comunicados entre sí, ya vimos el modo como esta
concepción determinó aspectos fundamentales relacionados con el
movimiento, el análisis que Sennett hace de la relación ciencia mé-
dica – ciencia urbanística contiene en el enunciado, el elemento que
hemos venido tratando en el presente aparatado, es decir, la noción
de límite o separación de funciones.

Esta noción es trascendental porque ocupó la mente de urbanistas y


planificadores especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX y
un periodo largo en el siglo XX. Una de las primeras cuestiones en sur-
gir en el desarrollo de la economía del mercado es la ineludible separa-
ción entre el lugar de trabajo y el lugar de vivienda, un tema recurrente
cuando se describe las características de florecimiento de la ciudad
moderna sin importar si se habla de Europa, Norteamerica o Latinoa-
mérica. En Inglaterra, por ejemplo, en el suburbio de Cadem Town de
Londres “en 1824, cuando tenía doce años, Charles Dickens vivió en esta
zona mientras su padre estaba encerrado en la cárcel para deudores de
Marshalsea, en Southwark. Todos los días el muchacho iba andando
desde su alojamiento en el norte de Londres a una fábrica situada jun-
to al Strand, que hacía betún para zapatos y parrillas”106.

Aunque con características propias debido al tipo de desarrollo ca-


pitalista que ocurre en el contexto local, se evidencian aspectos del
‘trauma’ del abandono de la vivienda para ir a trabajar. En el caso bo-
gotano un buen ejemplo de ello lo encontramos en la consolidación
de la fábrica de chocolates Chaves, la cual actúa como indicador de
106 A. N. Wilson. Londres, Historia de una ciudad.
cambio, pues en palabras de Castro-Gómez: Barcelona, Ed. Debate, 2000 Pág. 103
104 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

…hacía los años veinte se produce un (lento) desplazamiento


de las formas productivas caseras hacía las formas producti-
vas fabriles (…). La racionalidad empresarial vigente en esta
fábrica se muestra no sólo en su moderno equipamiento tec-
nológico y eficiencia productiva (diez mil libras de chocolate
por día) sino en el modo en el que eran organizados los traba-
jadores, en su gran mayoría mujeres. Estas eran literalmente
sacadas, evacuadas de sus ambientes tradicionales –vistos
como fuente de contaminación física y moral- para ser lle-
vadas a vivir en la misma fábrica107.

Conforme la economía de mercado va permitiendo la consolidación


del capitalismo en los países occidentales, y la industria se alza como
esa nueva esfera en la cual debe disciplinarse al ciudadano, surgen
nuevos espacios, nuevos lugares con funciones específicas, necesa-
rias en medio de un ambiente de creciente consumo, que convertiría
en imperativo la búsqueda del orden en los ambientes urbanos.

Los urbanistas se dieron a la tarea de buscar, crear o proponer ese


orden, en la medida en que fuera encontrado podría ser enaltecido
como hombre (y quizá mujer) de la ciencia urbana, un título que por
ejemplo Gideon le otorga a la obra de Tony Garnier bajo el oneroso
epíteto de ‘primer ejemplo de urbanismo contemporáneo’, pues en su
propuesta urbanística pretende “abarcar todas las funciones orgáni-
cas de la ciudad. Trabajo, habitación, descanso, tránsito” las cuales
Garnier entiende como “variables independientes que demandan al
urbanista una solución arquitectónica diferenciada. La zona indus-
trial se encuentra aislada por un cinturón verde, los barrios cumplen
un papel exclusivamente residencial; en la zona central se concentran
los servicio públicos, un lugar específico es reservado para el ocio”108.
La propuesta del urbanista francés plagada de buenas intenciones y
de consideraciones más bien cándidas sobre la naturaleza humana,
no puede pasarse por alto aquí por una razón fundamental: él como
nadie considera de absoluta pertinencia la definición de límites se-
gún las diferencias funcionales de la ciudad aunque manteniendo la
armonía de conjunto como una estrategia central en la consecución
del tan anhelado orden.

En la propuesta plasmada en Une Cite Industrialle debe resaltarse “el fun-


cionalismo, unido a la claridad de disposición espacial, [que] invade
las distintas soluciones y diferentes escalas”, es decir, diferentes trata-
107 Santiago Castro Gómez. Tejidos Oníricos. Movi-
lidad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá... Pág. mientos y soluciones que el arquitecto le da al problema del emplaza-
125
108 Renato Ortíz. Modernidad y espacio, Benjamín
miento urbano, pero tal vez más importante que esto es el hecho de
en París. Enciclopedia latinoamericana de so- que “Garnier aboga por la fragmentación urbana apoyándose en mo-
ciocultura y comunicación. Bogotá, Ed. Norma,
2000. Pág. 40-41 tivos de índole higiénica y de autonomía para las diferentes partes de
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 105

la ciudad, asegurando de esta forma un crecimiento abierto de la mis-


ma en el que los múltiples elementos se articulan manteniendo
su carácter de núcleos diferenciados”109, De nuevo las nociones de
unión y separación o de conexión de partes distintas está presente.

Según Gravagnuolo los postulados de Garnier, al menos en un pla-


no esencialmente teórico, son tal vez el paradigma más importan-
te de la moderna teoría de la zonificación. La vieja teoría del zoning
ampliamente aceptada como si de un axioma urbanístico se tratara,
E E T E E IE -
busca aprovechar una subdivisión de la ciudad para establecer pará- T
metros de uso, densidad y altura, es un postulado que según Franco En la nota que acompaña la foto original se
Mancuso: puede leer: ontrastando con las viejas edi-
ficaciones de barro y bare ue, la nueva o-
gotá marca un índice prometedor en el pro-
No nace como resultado de una elaboración disciplinaria y greso colombiano es posible ver como en
autónoma, ni es tampoco la simple traducción técnica de las publicaciones de la poca el perfil urbano
una hipótesis arquitectónica o urbanística (…). En su origen, permite ir entendiendo la construcción de un
límite ue separa la baja altura las casuchas
el zoning es, por el contrario, un fundamental instrumento
vergon antes de las edificaciones ue con-
ideológico, marcadamente funcional para la consecución de quistan los cielos en busca del futuro prome-
los objetivos económicos y sociales, en consecuencia, rico en tedor que anuncia el progreso.
componentes de naturaleza no disciplinar110. Fuente: Revista Cromos, Agosto 28 de 1948.
Pág. 6 y 7

Los argumentos de Mancuso son pertinentes porque defiende un


punto de vista que hoy suena francamente evidente, significa que
determinaciones que responden fundamentalmente a razones téc-
nicas, son en realidad aspectos que están determinados por las re-
laciones de poder; más soterrado --aunque no por ello menos im-
portante-- está el hecho evidente de que una cuestión típica de la
modernidad más ‘clásica’ determinó de forma contundente uno de los
principales temas en el urbanismo del siglo XX: racionalidad y orden
del espacio se encontrarían a través de la separación de funciones.

Otro notable ejemplo a propósito de esa búsqueda se encuentra en


la Carta de Atenas, documento que está plagado de referencias reivin-
dicativas a la máquina. De hecho Le Corbusier llama al periodo en el
cual escribe este documento, ‘la era del maquinismo’; una figura que
resulta sumamente sugestiva porque ¿qué otra cosa es una máqui-
na, sino aquella reunión de artefactos individuales, que actúan en
conexión unos con otros para convertirse en un todo? Este texto en
109 Silvia Barbarín y José Luque Valdivía, M40 Tony
sí mismo es una defensa de la entrada del elemento funcional al ur- Garnier, en: AA.VV. Constructores de la ciudad
banismo en el que se defiende la necesidad de contar con espacios contemporánea. Aproximacón disciplinaria a
través de los textos. Coordinador José Luque Val-
destinados a la vivienda, al recreo y al trabajo todos conectados entre divia, E.T.S. de la Universidad de Navarra. Madrid,
Editorial Dossat, 2004. Pág. 399
sí, entre otras cosas porque “el desconocimiento de las necesidades
110 ranco Mancuso. Las experiencias del zoning. Bar-
vitales, tanto físicas como morales, da fruto envenenado: enferme- celona, Ed. Gustavo Gili, 1980. Pág. 16
111 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta
dad, decadencia, rebelión. El mal es universal; se expresa en las de Atenas. Barcelona, Ed. Planeta-Agostini, 1993.
ciudades, por un hacinamiento que las hace presa del desorden”111. Pág. 34
106 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Estas buenas intenciones escondían unas consecuencias menos loa-


bles, al decir de Peter Hall, quien afirma que “en la Ville Contemporai-
ne las diversas clases sociales estarían segregadas” pues “el núcleo de
la Ciudad Contemporánea estaba pensado para la clase media (…).
Evidentemente los trabajadores de cuello azul y los oficinistas no vi-
virían allí. Le Corbusier había previsto para ellos apartamentos con
jardín dentro de las unidades satélite”; el historiador concluye con
mofa que en esta concepción urbanística el resultado había sido “la
segregación planificada”112. Más allá de las críticas resulta interesan-
te el punto hacia donde se dirigen los cuestionamientos de Hall, que
condena la concepción en la cual se definen espacios separados para
los distintos grupos sociales. Desde nuestro punto de vista algo de
crédito le cabe a la posición del historiador inglés, pues como hemos
visto hasta acá y seguramente reafirmaremos más adelante, las ne-
cesidades de diferenciación y distinción definitivamente pasaban por
una máxima que establecía la posibilidad de estar juntos en el trabajo
(lo colectivo) pero separados en lo individual (lo íntimo), una distin-
ción que mortifica al autor de Ciudades del mañana y que se abordará
con más cuidado cuando se analicen aspectos relacionados con el es-
pacio público y la vivienda en esta investigación.

Esa característica central de las ciudades que con tanto énfasis se ha


reseñado aquí, aquella que define los entornos urbanos modernos
como ambientes fundamentalmente diferenciadores y heterogéneos,
constituye un elemento central para disciplinas como la sociología y
el urbanismo de finales del siglo XIX y comienzos del XX que ya lo te-
nía en primer plano de sus análisis y reflexiones. Enfoques como estos
decíamos, contribuían a reforzar la percepción de fragmentación, no
obstante tal como lo señala el arquitecto urbanista Lorenzo González
“lo fragmentario de la metrópoli deriva no del caos, sino, por el contra-
rio, del orden complejo de la razón moderna” un orden que propugna
por la separación, división y especialización del espacio y que argu-
menta el mismo González “procura la creación de esferas autónomas
y separadas de trabajo, residencia y recreación, conectadas mediante
redes de comunicaciones”, es decir separación e interconexión como
estrategia típica de este primer impulso de la modernidad que corres-
ponde a “la división de las esferas de la razón moderna”113.

La fragmentación de lo físico como un correlato o una expresión (no


necesariamente causal) de un cierto tipo de estructuras valorativas
112 Peter Hall, Ciudades del mañana. Historia del ur- en el espacio construido, nos permite conectar con la referencia he-
banismo en el siglo XX. Barcelona, Ediciones del cha más atrás sobre la importancia que tiene para Simmel entender
Serbal, 1996. Pág. 221 - 224
113 Lorenzo González Casas, Metrópolis: ambiente que en lo urbano moderno “una de las características del espacio es
y cultura modernos, En: Revista Urbana Nº 24
Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, Ca-
que puede romperse en pedazos y subdividirse para propósitos parti-
racas, 1999, Pág. 68 culares”, pero que tiene como consecuencia fomentar una dinámica
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 107

de proximidad y distancia que es en sí misma una de las caracterís-


ticas fundamentales de esta nueva organización del mundo social,
como el mismo Simmel lo explicaría:

…en la metrópoli son típicas las relaciones de distancia, abs-


tracción e indiferencia con quienes están espacialmente con-
tiguos y de intimidad con los que están espacialmente leja-
nos. Esta última circunstancia es producto del intelecto que
permite la aproximación a lo distante y la objetividad fría y a
menudo alienada entre los individuos más cercanos114.

La soledad que el individuo experimentaba en medio de una muche-


dumbre urbana, así como la intensificación de la vida nerviosa no es
más que la expresión de este contacto con diferentes esferas, cada
cual con un límite definido y que el urbanita convierte en una coraza
que le protege. Debe reconocerse además que los límites o fragmen-
taciones de las relaciones humanas van creciendo en relación direc-
ta con el aumento del espacio geográfico, pues se “ha entendido el
efecto de los múltiples y breves contactos humanos en la metrópoli
como una dialéctica de bordes entre la sociedad y el individuo y entre
la cultura objetiva y la subjetiva”115

Esta relación es central porque sugiere un aspecto que ya había sido


resaltado en relación con el enfoque metodológico de este trabajo, el
cual busca identificar aquellos puntos determinantes en los cuales se
conecta la dimensión individual y social, o la relación recíproca entre
ambas dimensiones; lo que en palabras de Kevin Lynch es, determinar
cuál es la imagen colectiva de la ciudad, aquella en la que miembros
de un mismo grupo parecieran coincidir a pesar de que cada uno ha
creado y define su propia percepción, y por lo tanto su propia imagen,
del espacio urbano. Un esquema explicativo integral de este enfoque
se reseña a continuación.

En un apartado de su texto La condición de la posmodernidad el geógra-


fo David Harvey menciona que la modernización es ante todo desor-
ganización constante de ritmos de espacio y tiempo, luego “una de
las misiones del modernismo es producir nuevos sentidos para un
espacio y un tiempo en un mundo de lo efímero y de la fragmen-
tación” esta mención que pareciera escribirse al margen, encuentra 114 David Frisby, Paisajes urbanos de la modernidad,
una suerte de explicación cuando el mismo autor, recurriendo a una Buenos Aires, Ed. Universidad Nacional de Quil-
mes, 2007, Pág. 144
serie de categorías utilizadas por Lefebvre se acerca a una interpreta- 115 Lorenzo González Casas, Metrópolis: ambiente
y cultura modernos, En: Revista Urbana Nº 24
ción de la transformación de la concepción de las prácticas tempora- Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, Ca-
les y espaciales, veamos el siguiente cuadro116: racas, 1999, Pág. 64
116 Cuadro tomado de: David Harvey, La condición
de la posmodernidad, investigación sobre los orí-
genes del cambio cultural. Pág. 244
108 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Dimensiones Accesibilidad y distanciamiento


Prácticas materiales Flujo de bienes, dinero, personas fuerza de
espaciales (Experiencia) trabajo, información, sistemas de transporte
y comunicaciones, jerarquías urbanas y de
mercado; aglomeraciones.

Representaciones del Medidas de distancia social, psicológica y


espacio (Percepción) física, trazado de mapas, teoría de la fricción
por distancia (principio del menor esfuerzo,
física, social, clasificación de un lugar
central bueno y tras formas de la teoría de la
localización)

Espacios de representación Atracción/repulsión; distancia/deseo;


(Imaginación) acceso/rechazo, trascendencia ‘el medio es el
mensaje’.

Las dimensiones, ubicadas en la primera columna, corresponden a la


categorización del espacio social según Lefebvre, en la segunda co-
lumna se encuentran aquellos aspectos que de manera común Har-
vey encuentra definitivos en la práctica espacial. Debe mencionarse
que para efectos del análisis, este cuadro se encuentra incompleto,
toda vez que son tres aspectos adicionales los que complementarían
la visión de la práctica del espacio defendida por Harvey, no obstante
la necesidad de centrar la mirada en este primero se sustenta en la
relación que tiene con el tema que hemos venido tratando sobre la
construcción de límites y separaciones.

La primera fila de la tabla haría referencia a las prácticas específica-


mente materiales, cuya intersección con el aspecto propuesto por el
geógrafo inglés mostraría el énfasis en los flujos, las comunicaciones
y la construcción física del territorio (separaciones y fronteras). La
segunda fila hace referencia a las representaciones sociales o como
lo llama el mismo Lefebvre espacio conceptualizado (convenciones
generales) y representaciones definidas a través de conocimiento de
la ciudad, que puede ocurrir según Harvey gracias al conocimiento
vernáculo del habitante de a pie, o bien puede encontrarse en el len-
guaje elaborado de las disciplinas académicas; es un tipo de repre-
sentación sin duda elaborada que permite hacerle frente a la vida en
el mundo urbano, es en último término un conocimiento de la ciudad
que otorga poder.

La última de estas dimensiones según los postulados de Lefebvre, se


relaciona con una esfera mucho más abstracta y que él denomina,
espacios de representación. En palabras del sociólogo francés se des-
cribe esta dimensión en los siguientes términos:
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 109

…spaces as directly lived through its associated images and


symbols, and hence the space of ‘inhabitants’ and ‘users’, but
also of some artista and perhaps of those, such a few wri-
ters and philosophers, who describe and aspire to do no more
tan describe. This is the dominated – and hence passively
experienced – space which the imagination seeks to chan-
ge and appropiate. It overlays physical space, making sym-
bolic use of its objects. Thus representational spaces may be
sad (…) to tend towards more or less coherent systems of
non-verbal symbols and sings117.

En relación con la columna que incluye Harvey, es importante resaltar


que en esta dimensión del espacio hay una construcción de sistemas
de diferenciación binario a través de pares dicotómicos (Atracción/re-
pulsión; distancia/deseo; acceso/rechazo), que como se ha mos-
trado en la sociología, son fundamentales porque a través de ellos “se
estructura las relaciones de alteridad y se establecen los criterios que
determinan quién es merecedor de pertenecer [a un grupo social] y
quienes han de ser excluidos”118. En definitiva, es en este nivel donde se
establecen los alcances, la definición y el perfil del límite que determi-
na aquellas conductas del habitante en la ciudad. Esta dimensión del
espacio es absolutamente determinante porque como insinúa Lefeb-
vre, es una especie de síntesis entre la estructura física y la conceptua-
lización del espacio (escenario de poder), que permite ir entendiendo,
gracias al complemento de Harvey, la forma como opera los aspectos
relacionados con la construcción de límites a través de dinámicas de
accesibilidad y distanciamiento.

Puede decirse que en este apartado se ha hecho mención a las dos pri-
meras dimensiones descritas en el cuadro de Lefebvre-Harvey; se se-
ñaló la forma como la concepción urbanística de fines del siglos XIX y
de parte del XX está profundamente influenciada por esta concepción,
particularmente en la idea de zonificación y separación de funciones,
y al tiempo se indicó que esta concepción de manera análoga afectó
117 Henri Lefebvre. The production of space. Black-
la vida social de las ciudades al generar dinámicas de distanciamiento well Publishing, 1991. Pág. 39 “espacios que se
viven a través de la asociación de sus imágenes y
definidas por una serie de aspectos que en último término contribuye- símbolos, y por lo tanto el espacio de habitantes y
usuarios, pero también de algunos artistas y qui-
ron a afianzar la distancia individualista tan típica del medio urbano. zás de aquellos, como filósofos y algunos escrito-
La última fila, la de los espacios de representación, se mostrara en la res, que describen y no aspiran a más que a des-
cribir. Es el espacio dominado – y experimentado
segunda parte de este investigación donde se examinan los aspectos pasivamente- que la imaginación busca cambiar
y apropiarse. Se superpone al espacio físico, ha-
urbanísticos de los relatos de ciudad creada por los literatos, cronistas ciendo uso simbólico de sus objetos. Este espacio
de representación, puede decirse, que tiende ha-
y periodistas de las dos décadas objeto de este estudio. cía sistemas más o menos coherentes de símbo-
los y signos no verbales”. (Traducción propia)
118 Sebastián Cuellar S. Entre la hacienda y la socie-
Solo con el ánimo de mencionar aspectos centrales para este traba- dad civil. Lógicas culturales de la guerra en Co-
jo, en relación con la idea de límite y fragmentación, se abordarán de lombia. Tesis maestría en sociología. Universidad
Nacional de Colombia, Departamento de Socio-
manera muy breve, dos temas adicionales que buscan mostrar el di- logía, Bogotá D.C., 2009. Pág. 54
110 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

lema y las contradicciones internas que esta dimensión tuvo para la


construcción de la ciudad de mediados del siglo XX. Estos temas son
la configuración de una esfera de lo público enfrentada a una de lo
privado y la fuerte escisión entre lo urbano y lo rural.

IV. Adendas sobre consideraciones de límites y divisiones

Lo público y lo privado – Campo y Ciudad

Es necesario mencionar un aspecto absolutamente central en la


construcción, no solo de la ciudad moderna, sino del proyecto de la
modernidad en general, aspecto que corresponde a la formación y
desarrollo de la dimensión de lo público. Si bien es cierto que como
concepto lo público tiene muchas acepciones y abordajes, es ineludi-
ble aquí hacer un sómero examen de él, por el tipo de implicaciones
que tiene en el espacio urbano y particularmente en el periodo que en
esta investigación se aborda.

Podría hablarse de espacio público o de la dimensión de lo público en


lo urbano como un elemento constitutivo de la ciudad; para muchos
de hecho la ciudad moderna es condición que antecede la aparición
o institución de lo público; así lo afirma Fernando Uricochea, quien
sostiene que junto a la ciudad, el cristianismo y la economía de mer-
cado, es la triada que permite entender el advenimiento de “lo público
[como] dimensión sagrada de la sociedad secular. La civilización de
lo religioso significa experimentar y compartir de modo colectivo las
experiencias humanas más intensas, las pasiones, no ya en el templo
sino en la civitas, en la ciudad”119.

Así como en la Edad Medía la relación entre ese ente abstracto, ultra-
terreno, trascendente e inmutable y las creaturas de la creación se es-
tablece a través de lo sagrado que se materializa simbólicamente en el
templo; en la modernidad la relación entre ese otro ente abstracto, ma-
terial pero imperfecto y mutable definido analíticamente como Estado
Moderno encuentra su relación con los sujetos políticos de modo más
acabados en el espacio público urbano, lo que permite el establecimien-
to de una nueva noción de lo sagrado y un nuevo espacio para él.

Pero como se mencionaba, no se trata de hacer una disertación sobre


lo público en sí mismo, ni del espacio público, sino de resaltar un mo-
vimiento a todas luces identificable de manera particular en el trán-
119 Fernando Uricochea, “Lo público, historia y es- sito de los poblados urbanos a ciudades modernas, este movimiento
tructura”, en: Trans, Revista de la Sede Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Di- es la paulatina fractura o separación de una esfera de lo público fren-
ciembre 2001, Nº 1. Pág. 53 te a su contraparte, la esfera de lo privado.
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 111

Uno de los ejemplos más notables de esta fractura, pueda encon-


trarse en el trabajo de los arquitectos vieneses a finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, particularmente en la obra de Otto Wagner
y Adolf Loos. En la propuesta de cada uno se percibe el movimiento
que va del realce de lo público a la radicalización de lo privado como
esferas antagónicas. Carl Schorske notó con buen tino que Wagner
“estaba profundamente comprometido con el ámbito público, en el
que el sujeto adquiría su significado, y del cual la arquitectura adqui-
ría su función como su forma”120.

Wagner, de hecho avanza en una dirección que hasta ahora los arqui-
tectos historicistas no habían explorado, dirección en la cual los valo-
res del mundo moderno son reivindicados y el individualismo e incluso
el anonimato urbano no son menospreciados; el homo economicus es el
nuevo paradigma que define la construcción y el diseño de la ciudad. El
arquitecto era un buen hijo de su tiempo, y cuando intervino en el dise-
ño del sistema ferroviario de Viena, “su imaginación se encendió con las
posibilidades que abría para la ciudad la nueva tecnología. Anunció la
ciudad moderna, expansiva hasta el infinito, la megalópolis. La arqui-
tectura y la planificación urbana debían adaptar la imagen de la ciudad
al hombre moderno, un hombre manifiestamente económico”121.

Esta adaptación de la imagen tiene una serie de importantes impli-


caciones pues el movimiento, la separación de funciones, la aglome-
ración de millones y la uniformidad, todos elementos centrales de la
modernidad ahora tendrían un papel definitivo en la construcción de
lo público. Ello se puede ver al contrastar con los argumentos de Ca-
milo Sitte, en cuya propuesta sobre arquitectura urbana “contrapone
el pasado al presente; pero propone algunos remedios prácticos para
restablecer en la ciudad moderna una parte, al menos, de los valore
admirados en la antigua”. Ese regreso al pasado, es una de las princi-
pales diferencias con Wagner, pues Sitte “habla de la ciudad moderna
y su razonamiento se limita al llamado campo ‘artístico’, es decir a la
ornamentación de que se debe dotar a los centros representativos y
a los barrios de viviendas”122; en tanto que Wagner resalta y defiende
la primacía de la utilidad, la función se alza como ese nuevo determi-
nante de la forma, en el que, como pregonaba en su plan de expan-
sión, “Artis solo domina necessitas” (el único amo del arte es la necesi-
dad). Sitte es ante todo un reivindicador del historicismo y del arte
que dotaba de sentido simbólico el espacio, Wagner un defensor de 120 Carl E. Schorske. “De la escena pública al espacio
privado, la arquitectura como crítica de la cul-
la formación del espacio en función de su utilidad. tura”, En: Pensar con la historia, Madrid, Taurus,
2001, Pág. 266
121 Carl E. Schorske. “De la escena pública al espacio
Pero ¿Por qué es importante traer a cuestión la diferencia entre Wag- privado, la arquitectura como crítica de la cultu-
ra”, En: Pensar con la historia, Pág. 265
ner y Sitte en este punto?. Esta diferencia es trascendental porque si-
122 Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura
guiendo a Schorske, la diferencia permite identificar la manera cómo, moderna, Barcelona, Gustavo Gili, 1994, Pág. 380
112 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

al dejar de esconder la modernidad tras pantallas históricas, el nuevo


hombre, el urbanita en sentido simmeliano, hace su entrada recia en
la escena de lo público en la metrópolis. Según Schorske:

Wagner fue el arquitecto cuya crítica y práctica constructiva


liberaron las realidades económicas y técnicas que previa-
mente habían estado reprimidas enterradas bajo los estilos
históricos. Su modernismo es el modernismo de un hombre
público nuevo, y sus edificios estaban hechos para experi-
mentar como tal, por fuera y por dentro123.

Esta forma de experiencia de la arquitectura, igual por fuera y por


dentro, será impugnada por Loos, quien aseguraba en principio que
“la arquitectura y las artes aplicadas deben prescindir de cualquier or-
namento, considerado un residuo de costumbres bárbaras”124. Pero
más allá del ornamento, Loos considera que cualquier expresividad
de la vivienda sobre su propietario es una demanda inocua, el exterior
debe ser anónimo, inexpresivo, sin símbolos de marca o sin represen-
taciones de ningún tipo; así concebido, el exterior de la vivienda pasa
a ser ahora un límite, una división. Así pues Schorske, apuesta por
una visión congruente de la la casa, pues:

Se trata simplemente de un separador entre lo público y lo pri-


vado, que no declara nada, no impone nada, no recibe nada
de fuera y no transmite nada de la vida interior, excepto luz.
Se trata de un muro y de una máscara, que puesto que no
representa nada, no falsea nada. No une, sino delimita125.

Esta transformación de lo privado, que se ha consolidado conforme los


valores modernos se instalan en una sociedad (o pretenden ser insta-
lados), de hecho tiene una historia de formación procesual compleja,
que vale la pena mencionar aquí de manera muy sucinta. Lo público y
lo privado no han sido unas categorías estáticas, sino que como mu-
chas de las nociones con lo que se identifica lo moderno han sufrido – y
sufren aun hoy- muchas transformaciones, es así como se entiende “lo
‘público’ en el sentido de lo visible (lo privado de lo invisible), lo público
en el sentido de lo accesible (y lo privado de lo restringido), lo ‘público’
123 Carl E. Schorske. De la escena pública al espacio
privado, la arquitectura como crítica de la cultu- en el sentido de lo común (y lo privado de lo particular)”126. Una historia
ra, En: Pensar con la historia… Pág. 280
de separación que inició en el siglo XVIII y que ha ido transformándose
124 Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura
moderna…, Pág. 322 conforme el tiempo ha comenzado a avanzar.
125 Carl E. Schorske. “De la escena pública al espacio
privado, la arquitectura como crítica de la cultu-
ra”, En: Pensar con la historia…Pág. 277 (el subra- Para algunos autores la separación entre público y lo privado es la ex-
yado es mio)
126 Therrien Monika, “Privatizando el espacio, ar-
tensión de una separación mucho más ‘traumática’ que transformó
queología de la ciudad”, en: Bogotá y lo público. para siempre el discurrir de la vida de las sociedades tradicionales.
Bogotá, Universidad de los Andes, Facultad de
Arquitectura, 2003. Pág. 114 Esto es la ruptura y configuración como entes independientes de los
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 113

espacios sagrados y profanos. La aparición de esta diferencia es fun-


damental para el argumento que aquí se ha venido exponiendo, pues
como se verá más adelante, las dinámicas de lo privado y lo público
tendrán una correspondencia con esta división.

Visto de este modo, el espacio profano está compuesto “por el es-


pacio abierto: plazas, parques, avenidas, calles y andenes, que al
extenderse por el territorio conforman la trama urbana, dándole co-
herencia a la ciudad y proporcionando elementos de identidad para
todos los ciudadanos”127, profano entre otras cosas porque todos, sin
distingo alguno, tienen acceso a él, pero este espacio tiene además
un papel fundamental, crear identidad en medio de la individualidad,
o en otras palabras, tramitar las diferencias propias del egoísmo del
homo-economicus para dar cabida a la comunidad urbana, para re-
forzar el predominio de lo colectivo sobre lo individual.

No obstante, está división enunciada aquí en términos bastante su-


perficiales, tiene la virtud de plantear un desafío analítico que se sus-
tenta en la necesidad de tratar de encontrar el vínculo entre una y otra
dimensión del espacio. Para David Harvey, por ejemplo, dentro de esos
mitos de la modernidad se encuentra la interioridad y el miedo por la inti-
midad. El geógrafo británico, basándose en obras de literatura del siglo
XIX en su análisis sobre París, explica el modo como se van configuran-
do el afuera del adentro, lo público de lo privado. Afirma Harvey que:

Los interiores juegan un papel significativo en la obra de


Balzac. La porosidad de las fronteras y el tráfico que nece-
sariamente fluye entre ellas para mantener la vida de la ciu-
dad, refuerza la feroz lucha para limitar el acceso y proteger
los interiores de la penetración. (…) Gran parte de la acción
en las novelas de Balzac esta propulsada por los intentos
de protegerse uno mismo física y emocionalmente de las
amenazas a la intimidad, en un mundo donde otros están
permanentemente tratando penetrar, arrollar y colonizar
tu propia vida interior128.

Esta defensa comienza a perfilar nociones adicionales vinculadas


con las categorías de lo público y lo privado, que se suman a las ci-
tadas líneas atrás. Esas nuevas definiciones contribuyen a seguir
construyendo las dicotomías sobre ambos conceptos. Así, lo ‘públi-
co’ es el peligro y el riesgo, mientras que lo ‘privado’ se alza como 127 Pablo Paramo, Mónica Cuervo Pardos, Historia
escenario de la tranquilidad y la seguridad, el espacio ‘público’ se social situada en el espacio público de Bogotá,
desde su fundación hasta el siglo XIX. Bogotá,
define alrededor de lo masculino y lo ‘privado’ de lo femenino; esta Universidad Pedagógica Nacional, Iberoamerica-
na Institución universitaria, 2006. Pág. 26
última distinción en verdad radicalizada, pues ella se puede rastrear 128 David Harvey, París, capital de la modernidad…
incluso desde la antigua Grecia cuando “al regresar a la ciudad, las Pág. 60
mujeres volvían a las sombras. Los esclavos y los residentes extran-
jeros tampoco tenían derecho de hablar en la ciudad, puesto que
también eran cuerpos fríos”129. En todo caso es un elemento sustan-
cial pues conforme el siglo XX avanza, la irrupción de las mujeres en
la vida pública va siendo un hecho incontrovertible, una irrupción
convertida en una verdadera lucha, no pocas veces cargada de fuer-
tes dosis de violencia, pero que comienza, de nuevo, a transformar
las nociones que se tienen sobre el espacio.

Habría que advertir que esta división casi que extrema entre lo pú-
blico y lo privado, se fue construyendo conforme los procesos de la
modernidad iban instaurándose, particularmente en las sociedades

La ciudad y el campo no solo eran concebidos


como entes diferentes, sino que además, como se
mencionará, esta división se construyó sobre una
visión peyorativa de lo rural sobre lo urbano. En
el artículo ue acompa a esta fotografía si bien
se reconocía ue la medida del progreso estaba
determinada por el aumento del volumen de la
inmigración a la ciudad, a reglón seguido el arti-
culista definía el tipo de inmigración ue llegaba
a Bogotá.

llí escribía: por ue la llegada de esa gente del


campo] sencilla, buena e ignorante, es la más cla-
ra manifestación de que el prestigio de la ciudad
ha llegado a oídos de seres ue no saben leer, ue
no se preocupan de nada y ue muy raramente
tienen aspiraciones” más adelante se continúa con
la descripción en la ue se afirma ue el sujeto
tiene ya el complejo de un mundo propio, el de
sus categorías y en el cual encuentra resignada-
mente sus placeres. u mayor afán es contar con
alg n dinero los sábados y vísperas de fiestas para
poder ingerir el pésimo licor nacional.

Rara vez va a un teatro de cine barato en su barrio.


o entiende las películas, por ue eso le significa
un esfuerzo mental al que no está acostumbrado”.
Fuente: Revista Cromos, 3 de Agosto de 1946, Pág. 3
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 115

occidentales. Para Richard Sennett, esta división comienza a presen-


tirse cuando en la ilustración se plantea una suerte de enfrentamien-
to entre naturaleza y cultura, la primera asociada a la familia, escena-
rio privilegiado de lo privado, en contraposición con lo público donde
la cultura tomaba su lugar, en cualquier caso, una y otra dimensión
de la vida social urbana, sugiere la existencia de una historia evolutiva
que va afinando la construcción de estos conceptos.

Como se vio en el debate sobre la arquitectura y el urbanismo de Vie-


na a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la modernidad parecía ir
construyendo una separación evidente entre las esferas de lo público
y lo privado, pero esta separación lejos de enfrentar dos dimensiones
parecía complementarlas, pues “los modos de expresión pública y pri-
vada no eran tan contrarios como alternativos”130. De hecho, Sennett
reivindica esta separación, y para él es una verdadera tragedia que
el límite que define esa separación se vuelva borroso y los aspectos
del mundo de lo privado invadan de forma alevosa el terreno de lo
público. Sobre la dinámica y difícil relación de ambas dimensiones de
la vida urbana tratara en profundidad este trabajo.

Finalmente, dentro de este inmenso terreno de la construcción de


límites en la modernidad, debiera mencionarse uno que aunque mí-
tico y tal vez ficticio, no por ello menos determinante de las concep-
ciones en torno a la construcción de la imagen de la ciudad, éste se
relaciona con la frontera construida entre lo rural y lo urbano. Si el
poder colonial español se construyó a partir del dominio del territo-
rio que se ejerció a través del hecho urbano, no es extraño que una
serie de concepciones sobre lo rural se fueran afincando en la mente
de los pobladores del territorio amerindio. De este modo lo rural era
el lugar de lo desconocido, lo pagano y lo inseguro, mientras que
la ciudad su antítesis, en la medida que “fue inevitable que los con-
quistadores primero y los colonizadores después se sintieran hom-
bres de ciudad, puesto que la ciudad era su reducto. Se fortaleció
en ellos una ideología urbana que perduró cada vez más definida en
las sucesivas generaciones, aun cuando, fueran al mismo tiempo,
señores de la tierra”131.

Lo urbano y lo rural, dos formas de construir el territorio, cada una


con sus ideologías, las cuales que no fueron preconcebidas, nadie las
inventó, no fue una construcción teórica, pues como afirmara José
Luis Romero, fue una vivencia cuya certeza la sustentó el vivir a través 129 Richard Sennett, Carne y piedra , el cuerpo y la
ciudad en la civilización occidental… Pág. 73
de los siglos, una separación que se radicalizaba conforme la ciudad
130 Richard Sennett, El declive del hombre público.
se convertía en el escenario de la libertad y la seguridad, de la indivi- Barcelona, Ediciones Península, 2002, Pág. 225
dualización del sujeto, del ascenso, del bienestar y de la racionalidad. 131 José Luis Romero, Situaciones e ideologías en
américa Latina. Medellín, Editorial Universidad
Romero sintetiza esta diferencia del siguiente modo: de Antioquia, 2001. Pág. 247
116 Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana

Campo y ciudad son dos realidades diversas que parecen con-


traponerse y que, de hecho, muchas veces se han contrapues-
to. Son distintos paisajes que alojan sociedades distintas y que
han servido de fondo a procesos distintos. En ocasiones, esos
paisajes, esas sociedades y esos procesos se han interpretado
en alguna medida (…) Esas sociedades tienen dos distintas
formas de vida. Costumbres, normas y fines inmediatos son
distintos (...) cada una de ellas ha elaborado una diferente for-
ma de mentalidad, precisada y afinada con el tiempo, que se
consustancia con su propia forma de vida132.

Resaltar el hecho de la diferencia de estas dos formas de habitar, en


modo alguno intenta sugerir una suerte de trágico determinismo en
el cual dos mundos se divorcian. Lo que si resulta cierto, como ya lo
menciona Romero, es que sin dudad hay diferencias fundamentales
entre esos dos mundos, que están irremediablemente relacionados.
La idea de un equilibrio cambiante y evolutivo en el que ambas dimen-
siones del territorio tienen un papel fundamental tal vez ayude para
comprender finalmente que, como muchos elementos materiales y
espirituales de la modernidad, los antagonismos se atraen porque
hacen parte de una misma fuerza que le da impulso a un mundo que
se intenta crear, pero que se diluye antes si quiera de haber tomado
forma.

Durante el período que aquí se estudia es común encontrar caracteri-


zaciones de los grupos sociales más pobres de la ciudad, generalmen-
te compuestos por migrantes campesinos que suelen ser presenta-
dos como gentes violentas y con poca capacidad de adaptación al
espacio urbano –vale decir a lo civilizado. Al decir de algunos autores
este es un elemento fundamental dentro del estrato cultural colom-
biano, que ha creado una división muy profunda entre el campo y la
ciudad. Un historiador lo analiza de la siguiente manera:

Los colombianos han rehuido el campo durante su historia.


Desde la Colonia, la vida ha girado alrededor de la ciudad. El
campo representa desolación. La vida de la ciudad es la pro-
mesa de convivencia, la manera racional y culta de vivir en-
tre nuestros semejantes en sociedad. En 1956, un pensador y
político conservador expresó un anhelo por un ideal urbano:
a la “ciudad pacata, insular y mediterránea (Bogotá) le ha co-
rrespondido desde la Colonia la tarea de formar en torno suyo
una nación, orientarla, definir su destino, mantenerla unida
y compacta… y ser en todo tiempo la casa solariega a donde
132 José Luis Romero, Situaciones e ideologías en
llegan todos los colombianos de los más remotos lugares del
américa Latina… Pág. 236 país en busca de una cultura, de un gran prestigio nacional, de
Un reino que es de este mundo. A propósito de la modernidad urbana 117

la realización de un sueño ambicioso o simplemente de una


existencia cómoda y tranquila al amparo de su hospitalidad”133.

Este divorcio entre ambas dimensiones del territorio no solamente


fue utilizado como un mecanismo de segregación y discriminación
simbólica, sino que además tuvo consecuencias nefastas en aspec-
tos determinantes del desarrollo nacional colombiano, asociado en
particular con el fenómeno de la violencia, que aún persiste después
de sesenta años. James Henderson explica así el avance de la violen-
cia durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta:

Una importante razón para que la violencia y el progreso so-


cial pudieran darse de manera simultánea, fue que el derra-
mamiento de sangre fue inusual y rural, y por eso solo perju-
dicó ocasionalmente la modernización económica. Al ser un
fenómeno eminentemente rural, restringido a los lugares más
inaccesibles de los departamentos donde se dio134.

Así por ejemplo uno de los personajes de La ciudad y el viento, novela


que hace parte de nuestro análisis, reflexiona sobre estos aspectos;
sugiere de manera soterrada la fortuna de formar parte del grupo es-
tablecido en la ciudad y la suerte malsana que persigue a los habitan-
tes de los ámbitos rurales:

En los barrios pobres, donde la gente miserable, dos tercios


de la población de este país están abandonados a la buena de
Dios…; por eso los matan, los matan por ahí por los campos…
todos los días –parecía que hablaba para él mismo, para re-
gocijarse con él porque ya estaba a salvo, ya había pasado la
barrera que separaba a los pobres de los afortunados, de los
que podían reclamar derechos–. ¡Muertes y más muertes,
asesinatos! (La ciudad y el viento. Pág. 115).

Armando se convierte en símbolo de las oportunidades que ofrece el


entorno urbano, al ser él mismo un migrante del campo que triun-
fa en la ciudad. A través de él se evidencia la progresiva importancia
que va teniendo la clase media en relación con el espacio urbano y
particularmente con lugares dedicados al disfrute del tiempo libre.
Su lectura del entorno social y la tenacidad en la búsqueda de una
mejor condición de vida le permite acceder a diferentes espacios de 133 Herbert Braun, “Colombia: entre el recuerdo y
ocio, desde aquellos en los cuales socializan los trabajadores urbanos el olvido. Aves de Corral, toallas, whisky… y algo
más”, separata especial de la revista Número, en
más pobres, hasta los espacios exclusivos de la burguesía comercial http://www.revistanumero.com/40sepa.htm
(Consulta Abril 30 de 2007).
e industrial, pasando por los sitios de diversión de los empleados de 134 James Henderson, La modernización en Colom-
clase media. Él es así el símbolo del empuje, pero también de los lími- bia. Los años de Laureano Gómez, 1889-1965,
Medellín, Universidad de Antioquia, 2006. Pág.
tes de la superación; es, en último término, la víctima del espejismo 420-1.

del éxito urbano.


Segunda parte

Las imágenes urbanísticas


de la ciudad
o la literatura en clave moderna

Capítulo 3
Circular

Contenido
I. Introducción.
II. La muerte acecha.
III. “Lo que no hay es
puestos…”: racionalizando
la vida cotidiana.
Capítulo 4
Habitar
IV. La medida del progreso:
vías, autos, buses.
V. El fin de un modo de Contenido
sociabilidad – un criterio I. Introducción
que se impone.
II. La ‘pobreza se pega’ o
el espacio doméstico
especializado
III. De un trozo de ciudad

Capítulo 5 a un trozo de vivienda.


IV. Los resquemores
Trabajar y recrear del habitar

Contenido
I. Introducción
II. Un lugar en el trabajo,
un lugar en la ciudad.
III. Del club al parque y
del parque al potrero.
IV. Entre la obligación y la
diversión
Capítulo 3

Circular
Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva
belleza: la belleza de la velocidad.
[Tommaso Marinetti, Manifiesto del Futurismo]
I. Introducción.
II. La muerte acecha.
III. “Lo que no hay es puestos…”:
racionalizando la vida
cotidiana.
IV. La medida del progreso: vías,
autos, buses.
V. Un criterio que se impone
o el fin de un modo de
sociabilidad.

I. Introducción

M uchos años antes de publicar su novela La ciudad y el viento,


Clemente Airó escribió una crónica para la revista Cromos que
tituló “Señor peatón, defienda su vida…”; era común encontrar cró-
nicas de literatos en los medios escritos de la época (periodismo y
literatura difícilmente se diferenciaban por aquellos años)1, pero no
era muy común encontrar crónicas escritas en un tono aleccionador
que buscaban brindar nociones básicas a conductores, pero sobre
todo a peatones, para “usar” la ciudad. De hecho, Airó remataba uno
de los apartes del artículo sosteniendo que todas “las observaciones 1 Según Juan José Hoyos, el reportaje (y por ese
misma vía la crónica) ha sido durante largo tiem-
se reducen a una sola: no cometer imprudencias y ser cautelosos al po “el género mayor del periodismo, el más ambi-
cioso a la hora abarcar la realidad en forma total,
transitar”2. como aspira hacerlo toda gran novela. Al mismo
tiempo, el reportaje es el género del periodismo
más cercano a la literatura” que el mismo autor
La peculiaridad misma del literato escribiendo sobre formas de com- va definiendo como “pequeña novela de nuestra
realidad cotidiana... Narración completa, cohe-
portamiento en las calles se entiende porque “en 1945 el problema del rente y sustentada en hechos reales y verificables.
Representación vigorosa, emotiva y llena de co-
transporte en Bogotá era el segundo en gravedad después de la esca- lorido, y vivencia personal de un suceso” Tomado
sez de agua”3, los inconvenientes se manifestaban en varios frentes, de: Juan José Hoyos. Periodismo y Literatura, la
aparición del reportaje en Colombia, en: Medios
lo cuales se resumían en tres puntos fundamentales: escasez de vías y Nación Historia de los Medios de Comunicación
en Colombia. Bogotá, Ed. Aguilar, 2003, Pág. 192
e infraestructura en general para el transporte motorizado, ineficien- y 203. El argumento de este autor es sugerente en
la medida que permite ir entendiendo el tono de
cia del transporte público y aumento dramático de la tasa de mortali- las fuentes y la imagen misma de la ciudad cons-
truida en el relato novelado.
dad relacionada con accidentes de tránsito.
2 Clemente Airó, Defienda su vida, señor peatón,
En: Revista Cromos, 30 de Octubre de 1943, Pág. 64
El enfoque de este capítulo busca poner en cuestión estos tres as- 3 Fabio Zambrano, Historia de Bogotá - Siglo XX,
Tomo III Bogotá D.C., Villegas Editores, 2007,
pectos estructurales, de lo que hoy se conoce como movilidad, soste- Pág. 128
122 Circular

niendo que estas manifestaciones no son más que elementos super-


ficiales, epifenómenos e indicadores de un cambio más complejo que
experimenta la sociedad urbana durante estos años. Le Corbusier
escribía en la Carta de Atenas a modo de diagnóstico sobre los pro-
blemas del circular que “las grandes vías de comunicación fueron con-
cebidas para el tránsito de peatones o de carruajes; hoy no responde
ya a los medios mecánicos de transporte” más adelante en el mismo
texto agregaría que “el problema queda planteado por la imposibili-
dad de conciliar las velocidades naturales, la del peatón o la del ca-
ballo, con las velocidades mecánicas de los automóviles, tranvías,
camiones o autobuses”4. Es en estas observaciones del urbanista eu-
ropeo donde se condensa la materia central de este capítulo, es decir,
se analiza el cambio o fin de un modo de sociabilidad, de relacionarse
en lo público y de comportamientos de los habitantes de la ciudad
agenciados por las transformaciones urbanísticas en el sistema vial y
de transporte de la ciudad, un sistema de transporte que ya no podía
conciliarse con viejas formas de usar las calles.

Es interesante además el hecho de que este fenómeno irrumpe de


una forma que desborda la capacidad de reacción de los ciudadanos
y del gobierno mismo de la urbe. Sobre ello nos detendremos más
adelante, basta mencionar aquí, que los nuevos modos de movilidad
cambiaron el escenario en el que los habitantes de la ciudad cons-
truían la imagen pública de ella, determinado en parte por el hecho
de que “si en el siglo XIX el protagonista era el peatón, que pasea por
las aceras y los bulevares, en el siglo XX va a ser el automóvil, símbolo
de movimiento y de progreso”5. Estas valoraciones fundamentales,
defendidas por los autodefinidos constructores de la ciudad moder-
na, constituyen un tipo de reivindicación que definió la suerte de la
ciudad durante el resto del siglo XX.

Cuando se hace un análisis detenido de la novela de Clemente Airó,


argumentos sugerentes comienzan a mostrar las implicaciones de
este cambio y permiten entender transformaciones de más amplio
espectro apoyada por la nueva belleza de la que se habla en el epí-
grafe de este capítulo. Un apartado de La ciudad y el viento permite el
acercamiento a exámenes de este tipo, veamos:

La iglesia estaba situada en una avenida ancha, de dos vías,


con zona verde en el centro. Ricardo observó también la ave-
nida. La encontró así mismo desconocida. (…) La zona verde
4 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta de de la avenida presentaba de trecho en trecho, arbustos recor-
Atenas… Pág. 90 - 92
5 Pablo Gamboa Samper, “El sentido urbano del
tados, macizos de flores y, también de trecho en trecho, pe-
espacio público”, en: Revista Bitácora Urbano- destales con bustos de bronces. Don Ricardo los descubrió y
Territorial, Bogotá D.C., Universidad Nacional de
Colombia, Vol. 1 Nº 7 Pág. 16 se intrigó aun más ¿será posible que ya no conozca mi ciudad?
Circular 123

Evidentemente estaba confundido. La avenida había sido re-


formada meses atrás y él que pasaba a diario por ella pero en
auto, no se dio cuenta. (La ciudad y el viento Pág. 264)

Algunas imágenes presentadas en el relato son comunes a muchas


narraciones del periodo, tal es el caso de aquellas que insisten en el
cambio acelerado y la construcción de nuevas formas urbanísticas
sobre lo construido. Nótese por ejemplo que se habla de una vía re-
formada y no una vía nueva, lo que reafirma la idea de una ciudad en
cambio vertiginoso. Pero más interesante aún es la razón tácita que
La demolición y el avance de la construcción
permite entender por qué ‘Don Ricardo’ no reconoce el lugar por el que de vías se celebran en términos bastante fes-
diariamente pasa, la respuesta es sugerida no manifiesta, esa razón tivos por reporteros, para quienes este empuje
es porque pasa en auto. constructivo es un indicador incuestionable
del avance de la ciudad, en el pie de foto se
puede leer: “La Avenida del Libertador presen-
El auto determinó una separación contundente entre su interior y ta hoy este magnífico aspecto (…) como puede
el medio urbano que transitaba, el uso de este artefacto iría radi- verse está es una de las obras vitales para el
calizado el individualismo urbano y esa actitud de indolencia e indi- progreso del sector central de la ciudad”.
Fuente: El Espectador, marzo 3 de 1949. Pri-
ferencia que el sociólogo alemán Georg Simmel reseñó como típica
mera página
en el habitante citadino, tuvo una influencia definitiva en la relación
que establecía el ciudadano que iba a bordo de un automóvil, un
camión o un bus, lo que permite entender el por qué Don Ricardo no
cae en cuenta de que la vía ha sido reformada. La siguiente cita de
Renato Ortiz clarifica en buena medida este argumento; menciona
este autor que:

La duración de un traslado es función de la técnica de circu-


lación: lo que es destruido no es el espacio en general, sino
el espacio intermedio del trayecto. Los hombres estaban
acostumbrados a transitar en el interior de un continuum
espacial a una velocidad que los integraba en el paisaje. La
diligencia y el caballo [y el caminar] los había obligado a con-
templar de cerca la naturaleza circundante. El tren quiebra
esta percepción de continuidad: los espacios locales se vuel-
ven elementos discontinuos, punteados a lo largo del viaje.
(…) La velocidad acarrea una fluidez y una reducción del con-
tenido de los objetos6.

Esta rapidez y aceleración que representa en gran medida el espíritu


de la época contiene en sí mismo los tres aspectos de esa modernidad
cultural que se había mencionado en el capitulo anterior, el límite como
idea de separación entre un adentro de la máquina y un afuera de ella; el
cambio de la concepción del espacio tiempo que se trastorna por efecto
del aumento de la velocidad y el circular lo que determina la unión entre
dos puntos que deben ser conectados en el menor tiempo posible, exi-
6 Renato Ortíz. Modernidad y espacio, Benjamín en
gencia máxima de los ritmos a los que funciona la ciudad moderna. París... Pág. 55
124 Circular

Para Richard Sennett esta separación entre cuerpo y entorno ur-


bano contribuyó al apaciguamiento de los cuerpos, si en el siglo
XVIII y XIX el cuerpo circulante que recorría la ciudad, el cuerpo ac-
tivo funcional a los tiempos revolucionarios fue el protagonista,
pronto sus peligros quedaron al descubierto y los intentos de los
planificadores estuvieron orientados al apaciguamiento, así ocu-
rre en Regent’s Park en Londres, pero sobre todo en el diseño ur-
bano definido por la comunicación gracias a los automóviles. Dice
Sennett al respecto:

La logística de la velocidad separa el cuerpo de los espacios por


los que se mueve. Aunque solo sea por razones de seguridad
los planificadores de autopistas tratan de neutralizar y unifor-
mizar los espacios por los que viaja un vehículo a gran velo-
cidad. El acto de conducir, de obligar al cuerpo a permanecer
La fotografía hace parte de un reportaje grá-
sentado en una posición fija y de exigir sólo micromovimien-
fico titulado Así es Bogotá publicado en la
revista Cromos, en ella el efecto lumínico tos apacigua al conductor7.
contribuye a crear la sensación de velocidad,
una imagen que de seguro entusiasmaba a Es posible que no haya un escenario más paradigmático en el cual
quienes se encontraba con ella.
se pueda evidenciar lo que George Simmel llamara la actitud blasé,
Foto Tomada: Cromos, mayo 3 de 1954. s.p.
que aquella que muestra el ambiente de circulación automotor en
el entorno urbano, pues es “en el tráfico automovilístico [donde] se
encuentran a la letra todos los elementos por él indicados [sobre la
actitud blasé]: excesiva y continua estimulación nerviosa, aplicación
del tipo intelectual, necesidad de la más rigurosa puntualidad y sincro-
nización con el movimiento de los otros”8. Estas formas de compor-
tamiento son las que irán determinando el actuar de los habitantes
de la ciudad en relación con la circulación y el tráfico, todo ello vincu-
lado a formas de comportamiento que irán tomado forma conforme
lo hace la urbe en construcción.

Es la actitud que Simmel definó como blasé, la que permiten entender


por qué ‘Don Ricardo’ no reconoce la calle que transita diariamente y
comienza a sugerir interpretaciones sobre las implicaciones que los
cambios urbanísticos tienen en las formas de comportamiento de las
personas que habitan la urbe. A partir de estas pequeñas oportunida-
des de interpretación que brinda la literatura, en lo que sigue de este
apartado, se tratará el tema del rompimiento de una forma de socia-
bilidad que signaría un modo particular de actuación humana en el
espacio público urbano, recurriendo para ello a los tres enfoques más
atrás sugeridos: la accidentalidad, las formas de comportamiento en
los diferentes medios de transporte y las implicaciones físicas de una
7 Richard Sennett, Carne y piedra, el cuerpo y la ciu-
dad en la civilización occidental Pág. 389 ciudad que se adecua a las exigencias del movimiento y la velocidad.
8 Roberto Donoso Salinas, Antecedentes de la so- Aunque es necesario hacer una aclaración de carácter expositivo an-
ciología urbana, México D.F., Ed. Universidad Au-
tónoma Metropolitana, 1993. Pág. 76 tes de entrar en materia.
Circular 125

Tres tipos de ciudad para tres tipos de novela

No resulta en absoluto novedoso mencionar que la representación


hecha sobre la ciudad de mitad de siglo y en general los análisis que
se hacen sobre este periodo son los de una ciudad fragmentada. En
el campo del análisis de la literatura figuras como María Mercedes
Andrade o Luz Mary Giraldo9 ya habían anotado esa clara noción de
una ciudad escindida, incluso José Luis Romero, no resiste la ten-
tación de recalcar la división entre grupos sociales, para analizar
el fenómeno de la ciudad masificada que magistralmente expone
como capítulo final del libro Latinoamérica las ciudades y las ideas. La
razón de esta seducción por mostrar la escisión es evidente, pues
por donde quiera que se mira, lo que se encuentra el observador,
una y otra vez, son esfuerzos por dejar claras las diferencias que se-
paran a unas personas de otras, persiguiendo a través de medios
materiales y simbólicos aquella máxima según la cual se está “juntos
pero no revueltos”.

Este trabajo no recurre a una estrategia muy novedosa al respecto,


si bien se intenta mostrar un acercamiento lo más global posible a
la descripción, análisis e interpretación de construcción y compor-
tamientos en los espacios de la ciudad, la utilización de la fuentes
literarias hace inevitable reconocer las diferencias existentes entre
los diversos grupos sociales que la habitan, entre otras cosas, por-
que cada una de las novelas se centra en las experiencias y vicisitu-
des de personajes que pertenecen a alguno de los tres grupos, que
de manera muy superficial podríamos reconocer como: pobres, cla-
ses medias y élites.

Se decidió no recurrir a estas categorías, ni a otras de elaboración so-


fisticada sobre clases o grupos sociales porque, en primer lugar, nos
llevaría a discusiones de hondo calado en teoría sociológica y econó-
mica, en las cuales habría que clarificar qué define o cuáles son los
indicadores pertinentes que enclasan a un grupo de personas dentro
de la categoría de pobre, de clase media o de élite, objetivo que exce-
de este trabajo y que no resulta metodológicamente relevante.

Pero sobre todo porque esa vía, cientos de veces explorada, no lo-
gra conjugar la contribución al análisis de las intrincadas relaciones
construidas entre literatura e interpretación urbanística. Una salida
probable a este laberinto se encontró en el marco que construye el
historiador Carl Shorscke a propósito del pensamiento europeo so- 9 Luz Mary Giraldo utiliza, por ejemplo, la noción de
sociedad escindida que retoma de José Luis Rome-
bre la ciudad en los dos últimos siglos, en la que según él se pueden ro para referirse al fenómeno narrado en la novela
encontrar tres momentos claramente definibles: la ciudad como vir- de la segunda mitad del siglo XX. Ver: Luz Mary
Giraldo, Ciudades escritas, Bogotá, Ed. Convenio
tud, la ciudad como vicio y la ciudad más allá del bien y del mal. Andrés Bello, 2004. Pág. 58 -66
126 Circular

Estas tres formas de concebir la ciudad no serán tomadas de ma-


nera literal en este trabajo, pero constituyen un punto de partida
que permite entender la perspectiva que muestran las novelas en
pasajes determinados y una forma afín a los intereses de la historia
del urbanismo en su búsqueda de vincular el espacio físico con la
experiencia humana. Cuando se afirma que las categorías no serán
tomadas de manera literal, sino que sirven de base para conceptos
que se irán llenando de contenido, de esa manera la ciudad como vir-
tud no solo será el escenario en el cual se reivindicará la política, la
Carrera 10ª hacía el sur ca. 1957. interdependencia de sus habitantes, el lugar del arte y las institucio-
La virtud urbana se sintentizaba en obras
nes libres, el espacio de la formación del individualismo, el comercio
como ésta en la que el movimiento, la veloci-
dad y el transitar rápido eran patentes. y la moral comunitaria que recordaba a la polis Griega, aquel pa-
Fuente: Museo de Bogotá raíso perdido que bien podría estar al alcance de recuperarse, sino
que además será el espacio del movimiento, de la coordinación de
acciones, del anonimato, todos ellos elementos reconocidos como
virtudes en una ciudad moderna.

En ese mismo sentido la ciudad como vicio, no sólo será aquella sim-
bolizada “en el ladrillo, la suciedad y la miseria del delito social de la
época [siglo XIX], un delito que más que ningún otro preocupaba a la
intelectualidad europea. El cri du coeur (grito del alma) que surgió por
primera vez en Gran Bretaña se extendió hacía el este con el indus-
trialismo”10, será también el límite infranqueable, la muralla simbóli-
ca, la falta de mecanización que acompañara a ciertos habitantes de
la ciudad narrada objeto de nuestro estudio.

La ciudad más allá del bien y del mal será entonces una tendencia de
pensamiento liberada de prejuicios éticos y morales, en palabras de
Schorske es una visión promovida por “revaluadores” cuyo sustento
intelectual lo habían encontrado en la reformulación de las pregun-
tas fundamentales sobre los nuevos tiempos, según este autor estos
pensadores:

No preguntaron ‘¿qué tiene de bueno y de malo la vida moder-


na?, sino ¿qué es? ¿Qué es verdadero y qué es falso?’. Entre las
verdades que hallaron estaba la ciudad con todas sus glorias y
sus horrores, su esplendor y su fealdad, como terreno esencial
de la existencia moderna. El propósito de los novi homines de la
cultura moderna ya no era juzgarla éticamente, sino experi-
mentarla plenamente en la propia persona11.

10 Carl E. Schorske, La idea de la ciudad en el pensa- Y es sólo a través de este nuevo enfoque intelectual que logran enten-
miento europeo: de Voltaire a Spengler, en: Pensar
con la Historia. Madrid, Editorial Taurus, 2001. derse algunos aspectos fundamentales, convertidos ya en enfoques
Pág. 88
clásicos sobre la experiencia de la vida moderna en la urbe; pues lo que
11 Carl. E. Schorske, La idea de la ciudad en el pensa-
miento europeo… Pág. 97 ocurre no es sólo un cambio de preguntas sino de asunciones sobre
Circular 127

lo urbano; ya no son los personajes de la ilustración optimistas frente


al futuro urbano prometedor que contrastan con un pasado vergon-
zante, ni los románticos pensadores decimonónicos, nostálgicos de
un pasado dorado y pesimistas ante un presente ignominioso. Es una
nueva forma de concebir el tiempo que asume que “la ciudad no tiene
un lugar estructurado entre el pasado y el futuro” sino que entiende
que “la ciudad moderna ofrecía un hic et nunc eterno, cuyo contenido
era efímero, pero cuya fugacidad era permanente”12, o como lo había
mencionado Marshall Berman en su texto Todo lo Solido se Desvanece
en el Aire una paradoja basada en la unión de la desunión, una vorágine
de continua desintegración y renovación, cuyo ejemplo paradigmático
era la multitud, compuesta de desarraigados individuos convertidos
en uno solo por un instante para luego separarse y volverse a unir.

Estas categorías construidas a partir de formas de concebir la ciudad


por los intelectuales europeos son retomadas aquí, empero, cierta-
mente con algunas modificaciones según los intereses propios de
este trabajo. La corta mención definida en estas páginas sobre la ciu-
Barrios Al sur y Oriente.
dad como virtud, vicio y más allá del bien y del mal buscarán simplemente Las calles que no van a ningún lado o que no
crear un contexto a partir del cual las categorías se irán llenando de permiten la circulación de los autos son sin
contenido conforme avance la exposición en cada uno de los capítu- duda parte del “vicio urbano”.
Fuente: Museo de Bogotá
los subsiguientes.

No obstante, debe mencionarse que el marco retomado del histo-


riador Schorske se vuelve tanto más pertinente en la medida que
tres de las novelas objeto de análisis en este trabajo están muy em-
parentadas con los postulados de virtud, vicio y más allá del bien y
del mal; así Viernes 9, El día del odio y La ciudad y el viento, en cierta me-
dida encarnan las visiones que los intelectuales colombianos tenían
frente a la ciudad, también ellos exaltaron, condenaron y compren-
dieron la ciudad de su época así como lo habían hecho sus pares Eu-
ropeos, allí radica la intención de utilizar el marco construido por el
historiador estadounidense, determinar a qué y a quiénes se exalta,
a qué y a quiénes se codena y qué se concibe como ineluctable rea-
lidad. La mención de tales categorías en medio de los argumentos
que se exponen a continuación, gracias a lo dicho hasta aquí, no
serán por tanto extrañas al lector.

II. La muerte acecha

Existe una escena poderosamente sugerente en la novela de Airó,


La ciudad y el viento, en la cual dos de sus protagonistas, Carlos y El-
vira, tienen un accidentado encuentro que el novelista narra en los
12 Carl. E. Schorske, La idea de la ciudad en el pensa-
siguientes términos: miento europeo… Pág. 97
128 Circular

LA CIRCULACIÓN EL GRAN PROBLEMA DE


BOGOTÁ .
El texto de artículo que acompaña esta foto-
grafía menciona que: “Con rigurosas excep-
ciones nuestras calles y carreras tienen un
ancho que no pasa de seis metros, siete a lo
sumo. ¿Cómo es posible, se preguntaba mi
ocasional charlista (…) que por una calzada
de tales dimensiones se pretenda hacer circu-
lar, como, por ejemplo, en la carrera 6 entre
calles 2 y 9, vehículos en ambas direcciones
y además de esto el estacionamiento con ca-
rácter indefinido esto se aducirá ue
no puede pretenderse que se derriben las dos
terceras partes de la ciudad para hacer calles
anchas. Estamos de acuerdo. Pero si es justo,
por decir lo menos, que no se permita la cir-
culación sino de una sola vía y que se prohí-
ba el estacionamiento. Algún sacrificio deben
tener los propietarios de automóviles-. No
puede ser que todos impongan su deseo de
estacionar su coche a la puerta de su casa, o
de su oficina, o del lugar donde piensan per-
manecer. Ningún daño les causará caminar
dos o tres cuadras para llegar al sitio donde
se dirijan”.
Fuente: Cromos, agosto 31 de 1946. Pág. 2

Con Carlos fue primero aquello del accidente callejero: atra-


vesó corriendo y alocada la calle para que el autobús no se
fuera sin ella, y Carlos tuvo que frenar el auto mientras ella
se caía delante, con tan mala suerte que fue a parar a un char-
co de agua de lluvia. Quedó atontada y después se encontró
dentro del mismo automóvil donde un señor desconocido le
pedía la dirección de su casa para llevarla, para que por lo me-
nos se cambiara de ropas, ya que por fortuna no ocurrió otro
percance que la ensuciada y la mojada (La ciudad y el viento.
Pág. 248).

Esta escena es central no solo por el giro que la historia de la novela


toma a partir de este momento (y de hecho es muy diciente que se
utilice el recurso del accidente para darle el giro a la historia) sino
por los recursos que utiliza el autor para ambientar el encuentro:
el afán, el autobús que no espera, el accidente mismo, la dirección,
el encuentro entre dos personas pertenecientes a grupos sociales
diferentes, condensan aspectos determinantes que ocupaban las
Circular 129

preocupaciones de los administradores urbanos de ese momento;


no es gratuito por ejemplo que en la escena se mencione que Elvira
atraviese la calle “corriendo y alocada” y que sea ella quien produce
el frenazo del auto antes que una imprudencia de Carlos al volante;
estas libertades del narrador van develando la forma como se irá
construyendo el prestigio del hombre motorizado como epítome
del hombre moderno.

Veamos la manera como el Señor B. K., protagonista de Los Elegidos,


novela de Alfonso López Michelsen, hace mención de aspectos que
se vinculan con el tema de la accidentalidad en las calles de la ciudad:

Me imaginé que siendo la ciudad tan pequeña, manejar un


coche era algo mucho más fácil que en las ciudades europeas
(…); sin embargo, la misma indisciplina y versatilidad que tan-
to me fastidiaban en las farmacias y en todos los lugares en
donde se aglomeran las gentes, se presentaba aquí (en las ca-
lles). (…) Abrigaba por sobretodo el temor de matar involun-
tariamente alguna persona, no por mi culpa, como es obvio,
sino por el singular hábito que tienen muchas gentes de lan-
zarse súbitamente con los ojos cerrados a cruzar las calles (Los
elegidos. Pág. 143)

De nuevo el conductor es eximido de la culpa y la responsabilidad


entera recae sobre los peatones. Como se mencionó en el capítulo
anterior el movimiento y la velocidad eran elementos fundamentales
en la construcción no sólo de la ciudad sino de la imagen de ella, de
manera que los obstáculos a la circulación veloz eran vistos con ojos
de suspicacia, en una época en que lo sospechoso estaba más cerca
de ser eliminado antes que entendido.

No es desdeñable el hecho de que Le Corbusier, en la Carta de Atenas,


haga las observaciones al problema de la circulación con frecuen-
cia refiriéndose a la falta de adecuación de la ciudad a la velocidad
mecánica, en algún aparte en el que habla sobre la red circulatoria
existente para la época asegura que ésta fue “prevista para tiempos
diferentes [y] no ha podido adaptarse a las velocidades nuevas de los
vehículos mecánicos”13 más adelante menciona que “el peatón circula
en perpetua inseguridad, mientras que los vehículos mecánicos obli-
gados a frenar, constantemente quedan paralizados, lo cual no les
impide ser ocasión de un peligro de muerte permanente”14.

La connotada modernidad se construía sobre estas diferencias fun- 13 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta de
Atenas… Pág. 91
damentales entre lo viejo asociado a lo lento y obstaculizador y lo
14 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta de
nuevo vinculado al esplendor luminoso y a la velocidad: Atenas… Pág. 92
130 Circular

Las calles por estrechas nunca se cansaron de comadrear se-


cretos centenarios, de portón en portón, de tienda en tienda
y los ojos de los vecinos asaeteaban a los viandantes. Pero las
calles modernas, nuevas y anchas, contrastaban cortando a
capricho la vieja ciudad. Bellas vitrinas, grandes letreros y so-
berbios edificios (La ciudad y el viento. Pág. 9)

Sobre este texto es pertinente mencionar algunos aspectos que pue-


den resultar de interés y que se escapan con facilidad cuando se hace
una lectura menos reflexiva. Como en la ciudad más allá del bien y del
En el pie de foto se menciona la manera como
mal, aquí no se desdeña de un tipo de configuración espacial para re-
“los obreros activan su trabajo para concluir
la obra lo antes posible , se refiere a la am- saltarla frente a otra; se contrastan dos imágenes, pero no se califi-
pliación de la calle 26, las demoliciones aún can, lo pasado no se menciona con nostalgia y el entusiasmo hacía
ocupan la atención de la prensa. lo nuevo es más bien moderado, se mencionan dos realidades que
Fuente: El Independiente, Junio 5 de 1957. hacen parte de la misma ciudad, en todo caso lo moderno es amplio,
Pág. 7.
ancho, soberbio y seguramente veloz. Mientras que en la ciudad cen-
tenaria se puede contemplar a los viandantes, en las calles modernas
el peatón ya no está.

En términos de vías se puede contrastar de forma contundente con


una típica descripción de la ciudad como vicio la cual es narrada del si-
guiente modo:

Las calles se llenan de basuras y desperdicios y también de in-


mundicias nocivas. Cada vía es un muladar, pero a veces los
urbanizadores contribuyen a ello abriendo a lo largo peque-
ños surcos para que se llenen de aguas estancadas donde
se reproducen alegremente millones de gusanitos rojos y de
otras especies protozoarias. (El día del odio. Pág. 203)

En otro apartado se describe el espacio barrial en los siguientes tér-


minos:

Sobre el plano fuertemente inclinado que constituye la estri-


bación del cerro, el barrio de la Perseverancia, cuyas pendien-
tes vías van a diluirse contra la áspera muralla que contiene la
ciudad por el oriente, congrega a varios centenares de familias
obreras. (…) Las calles fueron trazadas con la geometría que to-
leraba la arbitrariedad de la topografía… (El día del odio. Pág. 101)

El vicio de esta ciudad se ve radicalizado, en términos de circulación,


cuando se cae en cuenta que existen dos elementos que no concuer-
dan con la imagen de la ciudad moderna, es un verdadero exabrupto
que existan calles que se estrellan con la nada, que se ‘diluyan contra
la muralla’ (en la ciudad moderna todo comunica con todo, siempre
Circular 131

se debe ir a algún lado, la infraestructura cumple una función) y peor


aún resultaba que las calles hubiesen sido trazadas por la arbitrarie-
dad en una época en la cual no se ponía en duda que la planeación era
la única forma de salir del callejón sin salida.

No es de extrañar que uno de los objetivos centrales del Plan Piloto


fuese “formular una estructura básica que enrutase las decisiones
que tenían que ver con la forma de la ciudad y sus posibilidades efecti-
vas de crecimiento, instrumentalizando los principios de la zonifica-
ción”15, este era una especie de credo fundamental incuestionable, al
que se planteaba llegar o por un acuerdo de la sociedad en su conjun-
to, o en su defecto a través de la imposición expedita de unos cuantos
“Esta panorámica de Bogotá está centrada
“adelantados”. sobre la carrera décima una de las obras ur-
banizadoras de mayor envergadura dentro del
De cualquier modo, era claro que nada resultaba más despreciable plan de transición. Creando una arteria en
dirección norte sur, se simplifica extraordina-
que la improvisación, de hecho en un titular del Diario El Espectador
riamente el angustioso problema del tránsito.
se reseñaba el tema de las urbanizaciones clandestinas sugiriendo Grandes demoliciones marcan la trayectoria
que el principal problema radicaba en que ellas estaban “fuera del de esta vía”.
plan”, y al entrevistar al entonces saliente subdirector del Plan Regu- Fuente: El Siglo, Junio 11 de 1953. Pág. 12
lador Joaquín Martínez, éste en un tono que alcanza a ser percibido
como angustioso, reconocía que su mayor preocupación radicaba en
que “sufre, como el más, por el hacinamiento de millares de familias
humildes en las arbitrarias concentraciones del extramuro y consi-
dera criminal el engaño que han cometido numerosos urbanizadores
particulares “16.

De nuevo lo arbitrario como antítesis fundamental de lo urbano


moderno. La arbitrariedad resultaba ser un sinónimo de desorden
y el desorden era literalmente un obstáculo para el ‘progreso’ de la
ciudad. La condena de uno y la reivindicación del otro será un recur-
so ciertamente maniqueo al que se recurriría con frecuencia para
condenar la presencia de un edificio o espacios que fueran conside-
rados como anacrónicos, de acuerdo a los postulados de los nue-
vos tiempos, así por ejemplo, en la década del cuarenta cuando se
iban a demoler las plazas de mercado de la Concepción, Las Nieves
y Chapineros se argumentaba que estos edificios “representaban un
peligro para la seguridad, la salud y la moral del pueblo –según reza
15 Rodrigo Cortés, Del Urbanismo a la planeación
el decreto-, porque no responden a las exigencias modernas, no son en Bogotá, (1900-1990) Esquema inicial y mate-
riales para pensar la trama de un relato. En: Re-
ejemplo de limpieza”17. vista Bitácora Urbano Territorial, Bogotá, Enero
– Diciembre, Universidad Nacional de Colombia,
2007 Pág. 177
En relación con las avenidas, el alcalde de la ciudad en 1947 Fernando 16 “Varias urbanizaciones clandestinas”. En: El Espec-
tador, Diciembre 12 de 1950. Pág. 1 (El resaltado es
Mazuera, se refería al plan de construcción de vías en los siguientes propio)
términos “las avenidas deben llevarse a cabo. Son esenciales para Bo- 17 “El viejo Bogotá que se va”, En: Revista Cromos,
Agosto 1 de 1953. Pág. 13
gotá. Son, quizás, muy poco para lo que la ciudad necesita, en su afán 18 “Soy un hombre de acción, dice el alcalde de Bogo-
de reformarse, de modernizarse, de ser una capital moderna”18, el in- tá”. En: Sábado, 22 de febrero de 1947. Pág. 1
132 Circular

terés en las vías tenía por objetivo la búsqueda constante de la veloci-


dad, todo cuanto se hacía buscaba que los movimientos fuesen más
rápidos, tomaran menos tiempo y que todo cuanto afecta el circular
veloz y natural fueran condenado bajo los ojos del descredito.

No es extraño entonces que para buscar la armonización con esa


idea, se intentara, por ejemplo, llevar a cabo acciones efectivas enca-
minadas a tratar de comunicar el centro de la ciudad (lo que en una
muy consecuente analogía fue llamado el corazón de la ciudad), con
cada uno de los diferentes sectores urbanos, buscando ante todo au-
mentar los ritmos de tránsito entre el sector central y los barrios de la
periferia. En algunos de los pasajes de los textos literarios encontra-
mos la construcción de la atmosfera alrededor del tráfico en la zona
céntrica de la ciudad, la referencia se hace en los siguientes términos
en varios de los documentos literarios, en Viernes 9 se lee:

Salió de su barrio y tomó una de las arterias principales, en


donde se mezcló a la larga fila de vehículos atestados de gen-
te, que como él, se dirigían al centro de la ciudad, a sus oficios.
(Viernes 9 Pág. 44)

De regreso al centro le cogió el nutrido tránsito de vehículos


de esas horas. Conducía impaciente. Con frecuencia miraba
hacia atrás, pero la aglomeración le impedía ver si alguno de
los automóviles le seguía. (Viernes 9 Pág.82)

En la novela La ciudad y el viento otra escena muestra este mismo as-


pecto:

Escapo por fin del centro comercial. El auto pudo alcanzar


más velocidad. Ahora escaseaban los peatones, las casas sin
letreros luminosos, sin vitrinas, sin escaparates, se confun-
dían en una sola y disforme fachada oscura. En las esquinas,
bajo el aro de luz de los faroles, tal cual silueta de hombre, de
mujer, de un policía, una pareja. (La Ciudad y el viento Pág. 349)

O en Los de en medio de Augusto Morales Pino:

Estaba en una calle concurrida, en el centro de la ciudad y


los numerosos transeúntes le embarazaban el paso. La mu-
chacha y la niña atravesaron la calle y siguieron por la acera
opuesta. Un tranvía que se detuvo frente a él en el momento
impidió a Enrique hacer lo mismo (Los de en Medio Pág. 119)
Circular 133

En consonancia con esto, es interesante constatar que gran parte de


El trazado de la Avenida “Mariscal Sucre” o
las obras que se proponen en 1948 para la Conferencia Panamerica-
carrera 13.
na y en general para mejorar la infraestructura de la ciudad son vías,
Fuente: El Siglo, Junio 3 de 1953. Pág. 2.
pero más relevante aun es que las más contundentes de estas inter-
venciones se llevaban a cabo en el centro de la ciudad:

Avenida Caracas desde la avenida primera hasta la calle 9 más


la ampliación, pavimentación, arborización y cerramientos de
la mismas desde la calle 10 hasta la 69 (…) Avenida Colón y Ave-
nida del Centenario hasta el ramal de Techo y su ampliación,
pavimentación y cerramientos. Avenida Jiménez de Quesada,
desde la fábrica de Germanía hasta la Quinta de Bolívar y su
ampliación, pavimentación, arborización y cerramientos (…)
Avenida del progreso desde la calle 13 hasta la avenida Primera.
Carrera 13 desde la avenida Primera hasta la avenida Primero de
Mayo (…) Demolición del antiguo edificio de Santo Domingo19.

El centro (el corazón) conectado con los barrios y la periferia (el resto
de los órganos) se convertía en una forma de control territorial, de
desembotellamiento, de búsqueda de velocidad, de disminución del
tiempo y racionalización del espacio. Ir más rápido significaba no sólo
llegar más pronto, sino poder tener más cerca espacios que antes se
encontraban muy lejos, y en el contexto de la economía de mercado,
tener la ficción del control del tiempo representaba poder. La búsque-
da incesante de velocidad explicaría el entusiasmo constructor que
impulsó la realización de nuevas vías, el ensanchamiento de otras 19 Carlos Niño Murcia, Sandra Reina Mendoza. La ca-
tantas y la pavimentación de un sinnúmero de ellas. Este frenesí se rrera de la modernidad, construcción de la carrera
décima. [Bogotá 1945 – 1960]. Bogotá D.C., Insti-
justificaba por el imperativo de ir más rápido, la imagen arquetípi- tuto Distrital de Patrimonio Cultural, 2010. Pág. 71
134 Circular

ca de lo moderno urbano estaba indefectiblemente asociada al mo-


vimiento y la velocidad20, esa serie de razones permite entender, al
decir de José Luis Romero, por qué “desaparecieron los tranvías para
ser remplazados por más agiles autobuses” y también por qué “costo-
sas redes viales de tránsito rápido se construyeron para resolver los
problemas de tránsito”21.

En Bogotá de hecho, junto con la cobertura, el argumento acerca


de la velocidad fue determinante para promover la terminación de-
finitiva de un modo de transporte colectivo cuyo remplazo era con-
siderado mucho más moderno y eficiente, la mención se hace en un
informe técnico al Concejo de Bogotá en el que se asegura que debía
“admitirse que el tiempo empleado en el recorrido de un extremo a
otro de la línea [de buses] es de una hora, aproximadamente, pues
como los buses circulan a mayor velocidad que los carros del tran-
vía, su recorrido es mayor que el de éstos”22. Más adelante se aborda-
rá en detalle la controversia asociada al fin del tranvía; entre tanto,
vale la pena señalar que la tan connotada velocidad, se convertía en
una característica de importancia central en la experiencia en la ciu-
dad, en un apartado de una de las novelas de la época que aquí se
utiliza puede rastrearse este hecho a través de la descripción de un
viaje en bus urbano:

Por fuera de las ventanillas desfilaba la avenida. Casas y más


casas, edificios altos de trecho en trecho. Almacenes, tiendas
y bares. (…) El vehículo corría. Las gentes se confundían en
las aceras. Rostros vistos y no vistos. Y el sol agonizaba. Ya
no tenía las nubes fuego en las puntas. Elvira vio los cerros
vestidos de verde profundo, ennegrecidos. Las calles iban lle-
nándose de puntos efervescentes. Estaba retrasada y cuando
el bus se detenía una picazón entraba en sus rodillas. Bajaban
y subían pasajeros. Pero cuando el autobús cogía impulso y
las edificaciones parecían apelmazarse en sus retinas, le
embriaga la sensación de dejarse llevar, de acercarse don-
de todo su ser anhelaba llegar, y ella bendecía entonces, al
chofer. (La ciudad y el viento. Pág. 19)

Como se había mencionado, el viaje motorizado trastoca la percep-


ción del entorno urbano, las edificaciones se apelmazan y las gentes
20 Recuérdese clásicos cinematográficos de la prime- se confunden, son una masa que apenas tiene forma; en la descrip-
ra mitad del siglo XX donde la presencia de este par
de elementos son centrales: Metropolis, Berlin: ción del viaje el exterior del bus es visto como fugaz y el lector puede
Symphony of Great City, Modern Times
percibir más cercanamente la introspección de Elvira que el lugar por
21 José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y
las ideas Pág. 423 donde está pasando, es más viva la inquietud de la mujer que la di-
22 Alfredo Ortega. Buses y tranvías. En: Registro mensión de la ciudad. En la misma novela, se describe de la excursión
Municipal. Bogotá, Imprenta Municipal, Tomo XV,
1945. Pág. 210 por la ciudad de Ramón, un estudiante universitario de provincia y
Circular 135

quien con frecuencia debe caminar debido a su condición económi-


ca, cuya visión del entorno urbano contrasta vivamente con el que
tiene Elvira:

Daba lo mismo caminar para el norte que para el sur. Por cual-
quier parte encontraba la clásica fealdad de una gran ciudad
en tarde de domingo. Esta era, además, en pleno centro, su-
cia y abigarrada. ¡Cuánto por hacer! A las gentes las encontró,
asimismo, faltas de estética y ridículas. Aquel con matita de
pelusa bajo las narices, con la chaqueta ajustada y a pequeños
cuadritos. Otro con el estimable vientre y el sombrerito verde
de alas recortadas y plumas de codorniz falsa. Toda una fami-
lia con los desarmonizados trapos domingueros. En la puerta
de un café escuchó la música y se le pegó en lo oídos como un
vino dulce al paladar. (La ciudad y el viento. Pág. 173)

Los aprietos del peatón iban más allá de la imposibilidad de abs-


traerse del mundo urbano, en realidad sus verdaderos problemas
los encontraba en el hecho de que en virtud de la velocidad era
conminado a dejar las aceras, a abandonar el espacio que por lar-
go tiempo fue el lugar de encuentro, de tertulias y conversaciones.
Este desplazamiento de hecho había comenzado a gestarse desde
la década misma del veinte cuando “el andén, que por aquel enton-
ces tenía una anchura promedio de 1,50m- no sólo concedía prio-
ridad a la velocidad del automóvil sobre la velocidad del peatón,
sino que obligaba a una circulación mucho más rápida de estos”23,
en todo caso, lo que apenas se insinuaba en la década del veinte,
en los cuarenta y cincuenta comienza a adquirir tono de verdadero
dramatismo.

El aumento de vehículos en las ciudades no sólo promovió la cons-


trucción de más vías, sino también la necesidad de desalojar los pea-
tones de ellas, el siguiente cuadro24 muestra el ritmo ciertamente
frenético de este aumento:

Número de vehículos en circulación en Bogotá


1939 - 1953

35 000
Nº. de vehículos

30 000
25 000
20 000
23 Santiago Castro Gómez. Tejidos Oníricos. Movili-
15 000
dad, Capitalismo y Bipolitica en Bogotá... Pág. 76
10 000
24 Tomado de: Leopoldo Prieto. La aventura de una
5 000 vida sin control. Bogotá Movilidad y vida urbana,
0 1939 – 1953. Bogotá, Tesis sociólogo. Universidad
1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953
Nacional de Colombia, Departamento de Sociolo-
Año gía, 2005. Pág. 13
136 Circular

En solo ocho años la capital pasa de tener 5.500 automotores ro-


dando por sus calles a tener más de 30.000 vehículos, en estos años
creció seis veces la cantidad de ellos, un volumen considerable que
resultaba más vertiginoso que el mismo crecimiento demográfico,
el cual dicho sea de paso, en solo trece años dobló su proporción al
pasar de 330.312 habitantes en 1938 a 715.250 habitantes en 1953 y un
millón de habitantes en 1956.

Algunos articulistas de la prensa nacional ya en la década de los cin-


cuenta reseñaban la forma cómo en el discurrir diario los habitantes
de la ciudad resultaban intimidados ante estas masificaciones:

La persona que vive al occidente de la carrera 14 de Bogotá y que


trabaja en el oriente de la décima, ha de cruzar tres grandes ríos
de automóviles más peligrosos que las ondas embravecidas
de nuestros ríos tropicales en épocas tempestuosas: la propia
carrera 14, la 13 y la 10ª. (…) En Bogotá en general el transeúnte
no cuenta. No cuenta ni para el conductor de automóviles, ni
para las autoridades. (…) Ignoro a qué velocidad está permitido
marchar por ellas, pero solo he visto una en acción constante:
la vertiginosa. Esa velocidad es la que a ciertas horas hace im-
posible para el peatón atravesar esas calles25.

Al aumento de carros se le sumaba la falta de semáforos, señalización


y policías de tránsito, la queja del periodista buscaba que ese gran ob-
jetivo de circular no sólo se restringiera a los hombres motorizados,
sino que los derechos del uso de la ciudad se extendieran también a los
hombres de a pie, quienes en número sobrepasaban a los conductores.
Es interesante anotar sobre todo el hecho de que del total de vehículos
en circulación, el número de automóviles (particulares) correspondía a
poco más de la mitad, el resto de la proporción se repartía entre buses,
camiones, vehículos de tracción animal y motos. El aumento de los au-
tomóviles (particulares) se muestra en el siguiente cuadro26:

Número de automóviles en Bogotá


1940 - 1953
20 000
Nº. de automóviles

18 000
16 000
14 000
12 000
10 000
25 “Triple rio”. En: El Espectador, 31 de Marzo de 1952. 8 000
Pág. 4 (Las negritas son mías) 6 000
26 Tomado de: Leopoldo Prieto. La aventura de una 4 000
vida sin control. Bogotá Movilidad y vida urbana, 2 000
1939 – 1953. Bogotá, Tesis de Pregrado. Univer- 0 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1951 1953
sidad Nacional de Colombia, Departamento de
Sociología, 2005. Pág. 52 Año
Circular 137

En una escena de la novela Viernes 9, el protagonista Alfredo va en


busca del truhan que actúa como su rival, toda vez que busca frus-
trar sus planes de escape con Yolanda, la amante de Alfredo. Mientras
acecha al haragán, el ofendido protagonista piensa para sí mismo:

¡qué fácil hubiera sido atropellarlo! Nadie lo habría visto. Un


golpe seco, un grito quizá, y cuando alguien se asomara él ya
estaría lejos” (Viernes 9. Pág. 80)

Más adelante cuando la decisión de matar al hombre ha sido toma-


da, Alfredo reconoce la masificación del auto como un punto que jue-
ga a su favor en la realización del homicidio que cometerá. Reflexiona
del siguiente modo:

…pero quizá pudiera darse la casualidad de que hubiese al-


guien en la calle o que alguien estuviera asomado a una ven-
tana, había que encontrar una manera para que no le recono-
cieran. Su automóvil tenía la ventaja de ser un Buick negro Fuente: Cromos, Noviembre 7 de 1942. Pág. 3

igual a cientos de otros cuyo único distintivo era el número


de las placas. (Viernes 9. Pág. 96).

Para Alfredo resulta afortunado que la existencia de cientos de autos


como el suyo propio, ayuden a encubrir el crimen que está por co-
meter, pero debe señalarse que más importante aún, es la forma que
eligió para asesinar al adversario, no recurre a un arma de fuego o a
un arma blanca, tampoco apela a los servicios de un matón a sueldo,
Alfredo necesita cometer el crimen de manera rápida, de una forma
impersonal, que no genere sospechas y que preferiblemente sea un
tipo de muerte común, decide por tanto, atropellarlo.

En efecto, desde comienzos de la década de los cuarenta e incluso


antes, la preocupación acerca del incremento apresurado de la ci-
fra de muertos y heridos en accidentes de tránsito comienza a ser
un tema central dentro de las preocupaciones de los administra-
dores de Bogotá. En 1942 por ejemplo en un titular de primera pá-
gina de una revista capitalina titulaba que “En plena crisis de llantas
se dúplica el número de accidentes” en el mismo artículo se anotaba
que: “de 1941 a 1942 aumentan los vehículos en 1,6% pero aumentan
los accidentes en un 91%”27. El dramatismo se puede seguir además
en la evolución del problema a través de algunos de los años obje-
27 “En plena crisis de llantas se dúplica el número de
to de nuestro análisis, el siguiente cuadro28 resume lo que venimos accidentes” En: Cromos, Noviembre 7 de 1942. Pág.
señalando: 3y5
28 Tomado de: Leopoldo Prieto. La aventura de una
vida sin control. Bogotá Movilidad y vida urbana,
1939 – 1953. Bogotá, Tesis sociólogo. Universidad
Nacional de Colombia, Departamento de Sociolo-
gía, 2005. Pág. 56.
138 Circular

Número muertas en accidentes de tránsito en Bogotá


1940 - 1953

200

150

Nº. de víctimas
100

50

0
1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953
Año

En solo dos años, de 1944 a 1946, se duplica la cifra de muertos, y en


el lapso de cuatro (1944-1948) se triplica el número de personas pere-
cidas en accidentes de tránsito. Si bien las estadísticas aumentan en
la misma medida en la que va aumentando la población, es aun más
cierto que este aspecto toma connotaciones de crisis por la concen-
tración de los accidentes en una de la zonas de la ciudad. El levanta-
miento estadístico de la Dirección de Circulación y Tráfico mostrado
en el plano de la siguiente página permite evidenciar este aspecto,
realizado con los datos disponibles para el año de 195329:
En el plano se muestran los cruces que en
1953 son los de mayor accidentalidad en la
ciudad. Cra. 7 con calle 24, Avenida Jiménez
La zona30 caracterizada con el número 5 es de hecho la zona más peque-
con Carrera 10ª, Avenida Jiménez con Aveni- ña de la ciudad es la que más accidentes contabiliza, 1056 en total para el
da Caracas y Avenida Jiménez con Carrera 24. año de 1953; debe resaltarse además que aunque su número de morado-
Fuente: Elaboración propia con datos del res es relativamente estable, no es menos cierto que el volumen de po-
Anuario Estadístico Municipal
blación flotante es significativamente alto, un aspecto entre otras cosas
definido por la concentración en esta zona de la ciudad de la actividad
económica relacionada con la oferta de servicios y comercio.

Las fuerzas de expulsión habían actuado de manera contundente du-


rante este periodo, de manera que junto a la concentración de activi-
dades económicas era claramente perceptible en las calles céntricas
de la ciudad un proceso de degradación de las condiciones sociales y
urbanísticas, que a la postre se convirtieron en la fuente de ‘inspira-
ción’ de la novela que mejor muestra las características de la ciudad
como vicio, veamos los términos en los que se narra las características
de una parte de esta zona de la ciudad:

Echo a andar sin rumbo. Aquel sector estaba poblado de hote-


luchos de la misma categoría. Calle 12, carreras 13 y 11, calle 11,
29 Plano elaborado con información tomada del alrededores de la Plaza del Mercado… Mujeres en la caza afa-
Anuario Estadístico Municipal, 1953, Imprenta
Municipal. nosa de un hombre que les pagara cincuenta centavos para
30 Zonificación estadística y no urbanística, por lo
tanto no debe confundirse con la zonificación
comer algo al día siguiente. Rateros en la doble búsqueda de
propuesta en el Acuerdo 21 de 1944 una mujer cualquiera y de un refugio donde ocultar su última
Circular 139

fechoría. Cargueros ebrios de chicha, que salían furtivamente


a los expendios semiclandestinos. Un mundo de miseria, de
horror, un centro de los despojos de la ciudad, impasible para
esta desazón acumulada, para esa desolación desamparada.
Y Tránsito avanzaba, sin saber a dónde dirigirse, en espera de
una clemencia. (El día del odio, Pág. 30)

Durante un año, por cada 10000 habitantes, la proporción de defunciones por atropellamientos, es:

Buenos Aires 0.3, Santiago 0,8, Caracas 1,2, Lima 1,3, México 1,7. La misma proporción da para nosotros un resultado
que en verdad no es muy tranquilizador: Bogotá 2,3. Según los cuadros estadísticos correspondientes al año pasado, la
peligrosidad de las diferentes clases de carro automotores puede expresarse con la proporción de víctimas causadas por
cada 100 vehículos, así: Automóviles… 4,4, Camiones… 7, Buses… 15,6.

entro de las horas de mayor actividad cierre de las oficinas y movili ación del centro a los barrios no se registra la mayo-
ría de los accidentes, como sería de suponerlo. Al contrario, estas horas de congestión imponen al conductor una especial
prudencia y es de las 3 a las 6 de la tarde el periodo del día que arroja una más alta proporción sobre el total de accidentes.

Fuente: “Los Grandes viajes: Bogotá – Chapinero”, Revista Cromos, Noviembre 7 de 1942 Pág. 5 - 7.

Fuente: El plano fue tomado del libro Atlas Histórico de Bogotá, los datos y la onificación es del nuario Estadístico unicipal de . La rea-
lización de los cálculos para determinar la cantidad de accidentes por zona son de mi autoría.
140 Circular

El tono narrativo de descripciones desapacibles no sólo va definien-


do el perfil de un espacio urbano que se encuentra en franco decai-
miento, sino que es pertinente en esta sección porque el lugar mismo
coincide con los puntos en los cuales se encuentra la mayor concen-
tración de accidentalidad de la ciudad como se puede observar en el
siguiente plano en el cual se hace un balance de los accidentes de trá-
fico ocurridos durante el año de 1953:

De manera global se puede indicar que el volumen de accidentalidad


crece conforme se está más cerca al centro de la ciudad, los punto
verdes indican baja accidentalidad, los amarillos accidentalidad me-
dia y los rojos accidentalidad muy alta. La concentración de personas
promovida por el tipo de actividades que se realizan en la zona cén-
trica propicia que este tipo de incidentes sea mucho mayor allí que
en ningún otro espacio de Bogotá, ello además ocurre de manera pa-
ralela a la apertura de nuevas vías, cuyo dinamismo e interés no ha
disminuido con respecto a lo ocurrido en los años cuarenta, cuando
el empuje lo daba la necesidad de tener una serie de obras listas para
la celebración de la Conferencia Panamericana.

De cualquier manera si la “construcción de importantes vías para la


ciudad y su articulación con el esquema nacional de carreteras le per-
mitió a Bogotá, posicionarse como centro neurálgico del país, en ma-
31 AA.VV. Bogotá años 50. El inicio de la metrópoli. teria de comunicación y transporte”31 el centro se convirtió en el punto
Bogotá, Cuadernos de Urbanismo y Arquitectura.
Bogotá, Facultad de Artes, Universidad Nacional
neurálgico de la ciudad, por ello la intervención sobre la infraestruc-
de Colombia, 2008, Pág. 99 tura vial sigue siendo uno de los objetivos determinantes durante la
Circular 141

década del cincuenta, algo que puede notarse en la obras como la


ampliación de la calle 13, la construcción de la Autopista Norte, la ca-
rrera 10ª, la Autopista Sur, la calle 26, la avenida Ciudad de Quito y la
Autopista a Medellín. Como lo menciona Lorenzo González:

Si el sello del urbanismo decimonónico es el bulevar, el del si-


glo XIX es la autopista. En la nueva metrópoli de autopistas
son el movimiento y la velocidad los elementos que transfor-
man al hombre del bulevar en el hombre del automóvil. Los
cambios en la forma de moverse la gente en el espacio abren
dimensiones sin precedentes del paisaje urbano donde la ve-
locidad equivale a la libertad y al progreso. Así lo explica Le
Corbusier: ‘una ciudad hecha para la velocidad es una ciudad
hecha para el éxito’32.

No es gratuito que las avenidas que se construyen tengan las di-


mensiones que llegaron a tener, rebasando de lejos las tradicionales
extensiones de las calles de la ciudad, las cuales permitían alcanzar “Usted amable lector, es de los que se asus-
velocidades que hacía apenas unas décadas muy pocas vías permi- tan el alto índice de accidentes de tráfico
tían alcanzar. En todo caso vías, autos, velocidad y peatones fueron (sic) No hay razón de ello, mientras los con-
ductores, en Bogotá, sigan haciendo, lo que
una mezcla que resultó mortal para los habitantes urbanos, y muy
precisamente está haciendo: el chofer de este
preocupante para las autoridades encargadas del tráfico de la ciu- vehículo que va en contravía, (véase la flecha,
dad, cuyas medidas no alcanzaban a detener el exagerado aumento en las esquina).
de accidentes en las calles. Fuente: El Siglo, Junio 8 de 1953. Pág. 2.

La publicidad advierte ya de los peligros que


corre el ciudadano común en la calle.
Fuente: Revista Cromos, Mayo 5 de 1943,
Pág. 21.

32 Lorenzo González Casas. Metrópolis: ambiente y


cultura modernos. En: Revista Urbana Nº 24, 1999.
Pág. 67
142 Circular

En la prensa de la época se reseña esta incapacidad institucional; en


una de estas menciones periodísticas se indica que la accidentalidad
automovilística era una característica relativamente común en los
países occidentales, para confirmar tal aspecto se menciona la can-
tidad de muertos producto de accidentes de tránsito –medido en
términos de muertos por cada 10.000 vehículos- de esa manera se
señala que las victimas según este patrón de medida son “ 32 en Ho-
landa donde la población es extraordinariamente densa: 30 en Suiza
donde abundan los turistas; 25 en Luxemburgo; 13 en Bélgica, 11 en
Francia y ocho en Estados Unidos”33; si bien la comparación entre el
índice de países y ciudad puede generar alguna distorsión, es perti-
nente hacerla con ánimos de realizar un acercamiento para entender
la dimensión del fenómeno en la capital colombiana, pues en el mis-
mo año en el que se escribía el artículo citado en Bogotá el índice de
muertos por cada 10000 vehículos llegaba a 57, muy por encima del
promedio holandés que era el reseñado como el más crítico de todos
en el resto del mundo.

Utilizando el mismo índice se puede realizar los cálculos para diferen-


tes años, con el fin de hacer el examen de la progresión del compor-
tamiento de las muertes por accidentes de tránsito en la ciudad, el
siguiente gráfico34 muestra el mencionado comportamiento durante
trece años:

Índice de muertos por cada 10 000 vehículos en Bogotá


1940 - 1953

143,4

120,9
112,6
103,8
103,4
87,8 77,0 73,0
86,3 79,6
81,8
67,7
57,8 56,7

1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953

Es notable el hecho de que la primera mitad del periodo fue más críti-
co que la segunda parte en términos de accidentalidad, situación in-
fluenciada por la forma de habitar la ciudad y el modo de moverse por
las calles de los bogotanos. A los ojos contemporáneos puede llegar
a parecer sorprendente, pero una ciudad que recibe una gran masa
de migración interna campesina (o en general de poblaciones peque-
ñas) justo en el momento en el que ocurre un crecimiento sin pre-
cedentes del número de automotores, requiere de una adecuación
33 “¿Por qué hay tantos accidentes automovilísti- en infraestructura y en comportamientos, que permitan obtener el
cos?”. En: Revista Cromos, Septiembre 5 de 1953.
Pág. 14 derecho a vivirla.
Circular 143

En el artículo que acompaña esta fotografía se


menciona que: “(...) comenzó a ser aplicado
el nuevo reglamento que obliga a los peato-
nes a no cruzar las vías cuando las señales de
tránsito le son adversas. La medida fue adop-
tada porque Bogotá, una ciudad que cuenta
ya con un millón de habitantes, registra un
alto índice de mortalidad por accidentes de
tránsito, habiéndose comprobado que una
gran parte de ello ocurre a causa de las im-
prudencias de las gentes de a pie”.
Fuente: “Pesos y pasos”, Revista Semana, 24
de diciembre de 1956.

Es indicativo por tanto, que en 1940, en una de las revistas que cir-
culaban en la capital se mencionara que “los semáforos estuvieron
muchos meses guardados en un rincón de las oficinas de la Dirección
de Circulación, debido a que las gentes no se han podido acostum-
brar a las órdenes obligantes de las lucecitas. El verde, el amarillo o
el rojo nada les dice”35. Esa falta de adecuación a los símbolos básicos
que facilitaban la circulación por la ciudad, basados en convencio-
nalismos y acuerdos tácitos, hacen recordar, por ejemplo, la manera
como Simmel explica la imprescindible necesidad del reloj de pulse-
ra como elemento connatural a la vida urbana, el sociólogo alemán
menciona:

Las relaciones y los negocios del citadino son a tal punto múl-
tiples y complicados y ante todo, a causa del hacinamiento de
tantos hombres con preocupaciones tan diversas, sus contac-
tos se enmarañan en una red tan compleja que sin la puntuali-
dad más absoluta en el cumplimiento de las citas, el conjunto
se desmoronaría en un caos inextricable (…) A esto se añade,
fenómeno aparentemente más superficial, la magnitud de
las distancias que hace que toda espera o desplazamiento
inútil provoque una pérdida de tiempo que resulta imposi-
ble soportar36.

34 Datos tomados del Anuario Estadístico Munici-


Este argumento es traído a colación porque desde nuestro punto de pal de 1940 a 1953. Los cálculos son del autor.
vista las señales de tránsito son básicamente una convencionalidad 35 Jorge Moreno. “Progresos y deficiencias de la cir-
culación”. En: Estampa, revista semanal de actua-
similar a los relojes de pulsera, responden a la necesidad de raciona- lidad gráfica. Diciembre 7 de 1940. Pág. 14

lizar y volver efecto del cálculo el circular por la urbe, el desconoci- 36 Georg Simmel, Las grandes ciudades y la vida del
espíritu, en Cuadernos Políticos, (México, D. F.)
miento de los símbolos mencionados lleva al caos que se manifiesta a n.° 45, enero-marzo de 1986, p. 6.
144 Circular

través del aumento del índice de muertos por accidentes de tránsito.


Se entiende desde ese punto de vista la manera como las campañas
para aprender a conducir y a andar en la ciudad sean obsesión de ad-
ministraciones y en cierto modo de la prensa.

Es comprensible que dada la tendencia al aumento del índice de ac-


cidentes desde la década del treinta –con un pequeño interregno du-
rante los años de la segunda guerra mundial, periodo en el que las
importaciones de maquinaria casi que se detienen- hasta alcanzar
un pico máximo de accidentalidad en 1946, se entiende decimos, que
los intentos a través de campañas escritas e incluso en el cine, para
tratar de frenar el dramático aumento de accidentes, sean cada vez
más comunes.

A juzgar por los números vistos en la gráfica anterior es probable


que el ejercicio pedagógico de las campañas haya tenido un impacto
No sentarse en los andenes, no pasar frente a
moderado conforme avanza la década de los cuarenta y se transita
los tranvías, no leer cuando se esta por cru- los primeros años de la siguiente década. En todo caso puede verse
zar una calles, eran sólo algunas de las re- que ellas centran las recomendaciones en aspectos verdaderamente
comendaciones que solían hacer parte de los
simples sobre formas de comportarse en las calles de la ciudad, en el
reportajes.
artículo de Clemente Airó, reseñado al inicio de este capítulo y escrito
Fuente: publicado en revista Cromos el 30 de
Octubre de 1943, en las páginas 8 y 9. en 1943, así como en un artículo publicado diez años después es posi-
ble ir determinando las principales preocupaciones sobre el tránsito
en la ciudad. En el caso del artículo de Airó las recomendaciones se
realizan en los siguientes términos:

Pero sabemos muy bien que esta vida moderna ha proporcio-


nado al ser viviente humano un nivel mucho más alto de con-
fort de vida. Lo que pasa es que este confort tiene también sus
exigencias, hay que rendirle el tributo de lo que se llama educa-
ción cívica. Y en nuestro caso si los automóviles matan o hieren
es por culpa de los conductores o de los transeúntes que se po-
nen al alcance de sus ruedas. En toda ciudad moderna rigen
reglamentos de circulación que si siempre se observaran, las
estadísticas de accidentes descenderían a cero o por lo me-
nos serían casi insignificantes. Se desprende de esto que los
atropellos de peatones, choques etc, vienen de no cumplirlos,
de no hacerles caso. Es una perogrullada, pero una perogrulla-
da no aprendida y de consecuencias mortales37.

El artículo publicado una década más tarde, mantiene el tono didácti-


co similar al que tiene Airó, de hecho los gráficos siguen teniendo esa
función aleccionadora en la que se pretende mostrar cuáles son los
principales errores a la hora de recorrer la ciudad. No obstante, hay
37 Clemente Airó, Defienda su vida, señor peatón,
En: Revista Cromos, 30 de Octubre de 1943, Pág. 8 una diferencia que resulta determinante debe ser resaltada: mientras
Circular 145

Algunas recomendaciones que acompañan


las fotos son:
No se apeé de un tranvía en marcha, ni lo
haga por la izquierda del carro, ni siquiera
pasar por delante de éste cuando se encuen-
tra parado, por detrás de él puede venir un
automóvil que infaliblemente lo atropellará
ver gráfico .

No cruce arterias, ni calles concurridas si-


guiendo la línea recta; aunque tarde más cru-
ce en ángulo ver gráfico .

No corra por las calles, no sea loco. No trate


de alcanzar corriendo, ni a los buses ni a los
tranvías. No se siente en las aceras, ni se pare
en la mitad de las calzadas. No vaya distraído
por las calles, no se le ocurra cruzar una cal-
zada leyendo.

(…) Los choferes embriagados son el azote de


los transeúntes. Debe de estar en el fondo de
las conciencias de todas las personas que de-
sean manejar que sin el pleno lucimiento de
sus facultades físicas y mentales no deben ja-
más ponerse sobre un volante. Los accidentes
ocasionados por conductores borrachos son
fatales, y sus consecuencias las más trágicas.
La policía debe tomar medidas enérgicas a
este respecto.
Fuente: fotografías tomadas del artículo De-
fienda su vida, señor peatón, publicado en la
Revista Cromos el 30 de Octubre de 1943, en
las páginas 8 y 9.

que diez años antes el énfasis de las recomendaciones es puesto en


las normas que van dirigidas al comportamiento de los peatones, en
el de 1953 se da mayor relevancia al papel de los conductores en la
vía pública, de hecho los gráficos se centran en los cuidados que es
necesario tener cuando se recorren las calles en automóvil. Se indica,
por ejemplo, las consecuencias que trae consigo “seguir demasiado
cerca al vehículo que le precede; tomar la curva muy cerrada sin tener
en cuenta el centro del cruce, por detenerse a la salida de una curva,
por adelantar al otro sin mantener la distancia reglamentaria, por no
prestar atención a las maniobras del carro que viene por la derecha”38.

Adicionalmente uno de los puntos fundamentales que para el articulista


explica las inusuales cifras de decesos por causa de accidentes de tráfico
se encuentra en texto el pie de las siguientes fotografías, en las que men- 38 “¿Por qué hay tantos accidentes automovilísti-
cos?”. En: Revista Cromos, Septiembre 5 de 1953.
ciona que “la vía de los automóviles se mezcla con la de los peatones”. Pág. 14
146 Circular

Esa comunión que hasta un par de décadas no había sido problemá-


Instrucciones y reglas básicas para conducir
en la ciudad.
tica, ahora resulta no sólo incómoda sino además mortal. Lo curio-
Fuente:“¿Por qué hay tantos accidentes auto-
so del asunto es que con frecuencia hubo mayor preocupación por
movilísticos?”, Revista Cromos, Septiembre 5 adecuar la ciudad a las necesidades de los automotores, y muy poco
de 1953. Pág. 14 desasosiego por la suerte que corrieron los peatones. La apertura de
nuevas vías era vista con entusiasmo, y a pesar del número inusual-
mente alto de atropellados y muertos, en la adecuación del entorno
urbano a los nuevos tiempos prevalecía la necesidad de ir más rápido
y en menos tiempo, que la posibilidad de caminar y deambular por las
calles y avenidas de la ciudad. Los recursos ideológicos y culturales en
los cuales se sustentó la justificación de esta manera de actuar será el
tema del siguiente apartado.

III. “Lo que no hay es puesto…”


racionalizando la vida cotidiana

Uno de los principales indicios de los habitantes urbanos para saber


que una forma de habitar la ciudad definitivamente se estaba yendo
estuvo muy asociada a lo que ocurrió en el transporte público urba-
no. Sobre este aspecto Robert Park hacía la siguiente proposición
“En qué medida un cierto crecimiento de población en un sector de
la ciudad puede producir efectos sobre el resto dependerá esencial-
mente del sistema local de transporte”39. Esto es razonable en la
medida que es el sistema de transporte conecta el centro con las
partes que componen la ciudad y esta conexión es la que primero
utilizan los nuevos pobladores al integrarse al nuevo espacio, ade-
más es un sistema tan sensible, y a la vez tan flexible, que a través
de él se pueden rastrear los indicadores que hacen presentir una
transformación. Veamos uno de los apartes de las novelas de Airó,
en el cual se recrea una escena que muestra la manera como la co-
39 Robert Park. La ciudad sugerencias para la in-
vestigación del comportamiento humano en el tidianidad se ve afectada por los cambios que están ocurriendo en
medio urbano. En: La ciudad y otros ensayos de la ciudad y las implicaciones que éste tiene sobre el servicio público
ecología urbana. Barcelona, ediciones del Serbal,
1999. Pág. 49 de transporte:
Circular 147

Qué bochorno, el autobús rodaba repleto de pasajeros. Un La galantería tranviaria –la cesión
minuto tiene sesenta segundos, cinco minutos, diez minutos seis- de puesto- ha entrado casi en to-
cientos segundos. Alguien hacia señas, pero no a ella. Otro miro tal desuso, por culpa de algunas
insistente, primero a sus cejas, después a los labios, a los hom- señoras demasiado precavidas
bros, el busto, hasta que le descubrió mirando sus rodillas. (excesivamente mal educadas)
Sentada iba mejor, y no solo por la comodidad, sino por los con lo que pudiéramos llamar
roces y los tanteos de los atrevidos. Seiscientos segundos faltan. “la parte de atrás”. Porque un
caballero le cede su asiento, es-
casamente le hace una mueca
- ¡Tanto calor y esa tarde lloverá a cantaros! - dijo el de las mira-
de agradecimiento y enseguida
das, y se lo dijo a ella como para tantear, para acercarse más.
se paran al pie de este hasta que
Ella volvió la cabeza hacia la ventanilla.
se les enfría el... puesto cedido,
lo cual, francamente es como
El autobús saltaba en los hoyos del pavimento. El busto de El- para que se le caliente el tiesto
vira brincaba y el don Juan ocasional no le quitaba ojo… ¡Fas- y el puesto a cualquiera. Por eso
tidioso!… cuando ciertas damas se calien-
tan y gritan –Como se ve aquí no
Debe resaltarse la manera como el tiempo está presente en este es- hay caballeros, cualquiera con-
cenario creado por el autor, no es un tiempo abstracto, lejano o di- testa -Lo que no hay es... puesto
fuso, es un tiempo que corre en segundos y que Elvira cuenta y reco- Fuente: Mario Ibero, Viajando en tran-
noce, sabe cuánto le falta para llegar, seiscientos segundos; el autor vía, en: Semanario Sábado, 10 de marzo
mismo resalta este elemento en la edición original de la novela, en de 1945 Pág. 13

ella las referencias a los minutos y los segundos aparecen como se


muestra en la cita anterior, en cursiva, un aspecto que desde luego
no es accidental o producto de una mera casualidad, hace parte de
un recurso de estilo para resaltar aquellos aspectos que para el autor
son relevantes, y que desde el análisis que aquí se realiza tiene que ver
con elementos propios de vivir en la ciudad y la relación de ello con los
medios de transporte. Ocurre también en otra de las obras analiza-
das en este trabajo, en la novela de Gómez Dávila, como se verá más
adelante, el tiempo mecanizado y medido es de absoluta centralidad
y aunque por momentos apareciera como un componente más del
trasfondo de la novela, paulatinamente se irá revelando como prota-
gonista central de relato.

No menos relevante en el anterior apartado de la novela de Airó, es


el hecho de que Elvira mire a la ventanilla haciendo caso omiso del
comentario del Don Juan de turno. La indiferencia era una actitud que
hasta hacía no muchos años se equiparaba a un comportamiento
de muy mal gusto, incluso en el transporte público; de hecho, en los trav s de medios gráficos y de crónicas se
irá reconociendo la perdida progresiva de
artículos sobre el buen comportamiento y modales en espacios pú- “modales y buenas maneras”.
blicos se daba por sentado este tipo de interacción entre extraños, Fuente: Revista Cromos, Marzo 1 de 1941 s.p.
de esa manera se aseguraba que no era bien visto en el transporte
colectivo “entablar conversación con extraños para luego gritar y en-
colerizarse cuando se entera de que vota por otro candidato”40. De 40 “Y sus modales ¿qué tal?” En: Estampa, Revista Se-
manal de actualidad gráfica. Diciembre 7 de 1940.
cualquier modo, el cambio ocurrido en la ciudad durante la década Pág. 14
148 Circular

de los cincuenta, no sólo permite ser indiferente con los extraños sino
que además es bien visto, pues las miradas no eran solo incómodas
sino además ofensivas; de esa manera la indolencia e indiferencia tí-
pica del habitante de la gran ciudad (actitud blasé en términos de Sim-
mel) se irá afincando en las formas de comportamiento de quienes le
habitan.

El otro elemento presente tiene que ver con el hecho mismo de las
incomodidades a las que se ve sometida Elvira por cuenta del fisgón.
José Luis Romero lo menciona como un aspecto de aquellos que se
vuelven habituales en esa sociedad masificada y que adecúa la in-
fraestructura y los servicios a las nuevas dimensiones de la población
urbana, dice el historiador argentino que en este periodo “no se tardó
mucho en advertir que empezaba a cambiar el comportamiento de
la gente en las calles, en los vehículos públicos, en las tiendas. Antes
se podía ceder cortésmente el paso. Ahora era necesario empujar y
defender el puesto, con el consiguiente abandono de las formas que
antes caracterizaban la urbanidad”41, como en el siguiente caso:

Elvia y Elvira, ya solas, se aproximaron a la parada de auto-


buses en el instante en que uno de ellos se ponía en marcha.
Alcanzaron a subir y quedaron apretujadas como sardinas en
lata. El autobús comenzó el recorrido habitual, tomando ve-
locidad para en seguida frenar con la consabida sacudida de
pasajeros. Elvira, a pesar de lo incómodo de viajar literalmente
presada entre desconocidos (…) De pronto sus reflexiones go-
zosas fueron interrumpidas, le empujaron y empujó. Alguien
soltó un taco. Otros parlotearon acerca del percance. Elvia se
agarró a ella. Algunos hombres, disimuladamente, se aprove-
chaban. El sofoco del mediodía ponía su parte de incomodi-
dad. Sucedió que el autobús tuvo que frenar de emergencia,
otro auto habíase detenido delante. El chofer del autobús saco
la cabeza por la ventanilla lateral para insultar al imprudente,
pero las interjecciones murieron en sus labios una dama era la
culpable, quien conducía el auto que casi produce el estrellón.
(La ciudad y el viento. Pág. 253)

Antes de continuar con el tópico de la cortesía, debe anotarse que uno


de los momentos del día de mayor aglomeración humana en los servi-
cios urbanos de transporte público ocurre al mediodía, momento en
el cual la masa de empleados y empleadas vuelven a sus casas para
el almuerzo antes de retomar labores. Habían cuatro horas de aglo-
meración diarias, lo cual irá perdiéndose conforme las distancias se
hacen más largas y los tiempos destinados al descanso del medio día
41 José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y
las ideas Pág. 422 se hacen más cortos. La posibilidad de eliminar el habitual viaje del al-
Circular 149

“Los viejos que antiguamente se paseaban


tranquilos por éstas calles, hoy han tenido
que acelerar el ritmo de sus pasos por temor
a los vehículos que pasan a grandes velocida-
des. Todo ha cambiado. Ahora en vez de som-
breros de copa y elegantes bastones, se ven
camisas de sport y pantalones que hay que
meter con mantequilla. Gentes afanadas, pen-
dientes de un reloj y esclavas de una tarjeta
que hay que marcar a horas exactas. Por aquí,
de doce a doce y media del día, pasan buses
repletos de oficinistas, taxis, carros particula-
res. Se ven hombres que aceleran el paso para
llegar cumplidamente a sus citas (…) A esta
hora las calles se convierten en caudalosos
ríos humanos. El observador se pregunta de
dónde sale tanta gente. Las “colas” para coger
buses crecen con velocidades fantásticas. El
corazón de la ciudad da la sensación de ser
un hormiguero humano escandaloso. Los ca-
rros “pitan”. Los vendedores hacen alarde de
buenos pulmones. Todo esto se convierte en
de pronto en algo inexplicable: gritos, carre-
ras, pisotones, atropellos, choques; bueno, se
diría que es algo así como una segunda torre
de Babel por la confusión que reina”.
Fuente: “Cuando el día se parte en dos”, Re-
vista Cromos, Marzo 28 de 1953.

muerzo se convierte en una opción real, aunque aún muchos se resis-


ten a perder la posibilidad de ir a casa para el consumo de la comida de
mitad del día, según se argumentaba “porque nadie concibe que deba
privarse de almorzar en su casa y de tomarse unas horas de descanso
después de trabajar toda la mañana, así haya sido sobre un escritorio
tratando de descifrar un crucigrama, como si realmente fuera descan-
so tener que formar interminables ‘colas’ para coger un bus”42.

A mayor cantidad de viajes diarios más evidente la percepción de que


algo estaba cambiando, y es justamente en la forma como se asu-
men las situaciones en el diario devenir dentro del trasporte públi-
co donde puede hallarse algunas pistas sobre la implicación de los
cambios urbanísticos en la forma de vida de los habitantes. Elvia y
Elvira son apretujadas y empujadas, algo que resulta emblemático
en la novela; emblemático porque los dos personajes ostentan la
condición de oficinistas trabajadoras del centro de la ciudad, perte-
necientes a las clases medias en ascenso, pero en particular por su 42 “600.000 viajes hacen cada día los bogotanos”,
rol de mujeres. En el contexto en el cual ocurre este tipo de acciones, en: El Espectador, Febrero 24 de 1951, Pág. 3
150 Circular

“Con los tranvías llegaron los tu- el ultraje contra el género femenino hace resaltar algo que en efecto
multos y dentro de ellos mucha no es como solía ser, el abandono de formas de cortesía asociadas al
falta de modales. La maquinaria caballero causa conmoción, básicamente porque una situación poco
se ha encargado de quitarle al común hasta hacía un tiempo, la perdida de la puesta en escena de la
hombre un poco de su natura- buenas maneras hacia el género femenino es distintos escenarios de
leza, o mejor dicho, de hacerlo la urbe, comienza a generalizarse; la manera en que esto se reseña en
parecer un poco menos gentil, la prensa es diciente:
más áspero, brusco o en una sola
expresión mal educado. Y es que El hecho es que la cortesía capitalina, cuando se muestra
aquí en Bogotá no se ha sabido en su real significado, es muy difícil de igualar. Infortunada-
apreciar los inventos. ¿se ha vis- mente son muy pocos los que la practican. Y Bogotá resulta
to muestra peor de mala educa- así intrínsecamente descortés en su conjunto. (…) Subamos
ción que aquella que consiste a un tranvía ¿en dónde está la cortesía? ¿En las fenomena-
en viajar en un tranvía cómoda- les peloteras de la entrada? Si es abierto ¿está acaso bien
mente sentado, mientras muchas representada esa cortesía en la desapacible voz del cobra-
señoras tienen que someterse al dor que a grito pelado exige el valor de los pasajes? (...) Hay
bamboleo consecuente con un descortesía en las taquillas de los teatros y los cines. Descor-
tránsito mal establecido ... o tesía en la generalidad de los restaurantes (…). De las oficinas
se necesita sino ser una persona públicas ni hablemos. En lo referente a los taxis y los buses,
medianamente viajada para po- oiga amigo: ¿para qué meneallo? Y así podríamos recorrer
der afirmar como ios manda, muchos bancos (no todos), varios cafés (no demasiados) y to-
que aquí el grueso público –ya das las porterías de los hospitales de Bogotá43.
que claro hay excepciones- se
comporta con los peores moda- Apenas una década atrás la cortesía no era una opción, era una
les. Y no es porque no sepa litera- norma social bastante afincada que buscaba regular la manera
tura, ni música ni escultura. No, como conductores y peatones se relacionaban en el espacio urba-
es porque quiere ser maleducado no. En la primera mitad de la década del cuarenta las buenas ma-
y los desarrollos y los inventos se neras eran reivindicadas tanto en la prensa como en las campañas
adelantaron a la educación de oficiales e incluso en los manuales y reglamentos de empresas pú-
la población (…) la cultura de la blicas de servicio de transporte. Así por ejemplo, en algunos de los
que nos hablan con tanto énfasis artículos del Reglamento de tráfico se señalaba entre los deberes
los apologistas criollos, no deja del cobrador:
de ser un deseo, una ilusión que
puede tener realización en muy Artículo 212: Para recibir los pasajes el cobrador comenzará a
contados miembros de la socie- recorrer el carro por la banca de adelante y en voz alta pero
dad, pero que es triste y lamen- con toda suavidad y educación irán repitiendo en cada ban-
table con relación al ochenta por ca: “los señores háganme el favor del pasaje”, en esta forma
ciento de la masa ciudadana” efectuara el trabajo con mayor rapidez (…).

Fuente: Rodolfo Carnes. “Lo que dicen


Artículo 230: Deben (los cobradores) apresurarse por sí sólos a
y lo que vemos en la capital” Estampa.
Revista semanal de actualidad gráfica. ayudar o subir y a bajar del carro a los ancianos y a los niños o
Febrero 15 de 1941 Pág. 17 y 38 a cualquier persona discapacitada.

Artículo 232: los cobradores están en la obligación, previa con-


43 ¿La tradicional cortesía bogotana?, En: El Espec-
tador, Septiembre 22 de 1948. Pág. 12 sulta con el motorista, de llamar la atención con toda cultura
Circular 151

a cualquier pasajero que en el carro no aguarde la compostura La secretaría de Tránsito y Trans-


que le es obligatoria, o que irrespete a otro pasajero, especial- porte de Bogotá, a cargo del
mente si es señora o niña. Si el pasajero no atendiere la insi- Coronel Eduardo Muñoz Rivas y
nuación de acuerdo con el motorista llevaran el carro hasta por iniciativa suya acaba de crear
encontrar el próximo agente de policía y le expondrá el caso “El club de los mejores conduc-
para que este lo haga bajar. Si no se encontrara agente de poli- tores”, el cual tiene por objeto
cía el motorista avisará que no continúa la marcha de su carro premiar la pericia y precaución
hasta que el pasajero se baje. En todo caso, los modales y el de quienes manejan vehículos
lenguaje de los empleados del carro deben ser de completa automotores en esta ciudad.
corrección, en forma que los demás pasajeros no tengan
El distintivo de mejor conductor
nada que reprocharle por su actitud44.
será una calcomanía a la que
mensualmente se harán acreedo-
Disposiciones de este tipo permiten observar el cambio de enfoque
res todos aquellos automovilistas
en relación con las normas y campañas que expresan la preocupa-
con placas de Bogotá D.E., que
ción sobre las formas de estar en el espacio público de la ciudad. Es
en un mes no tengan partes en la
así como la intranquilidad por la convenciones sobre la cortesía va
Secretaría de Tránsito y Transpor-
cediendo el paso a la perturbación causada por problemas de salud
tes. (…) Mensualmente quienes
pública, de esta manera las campañas de fines de la década de los
pertenezcan al club, participarán
cuarenta y durante la década de los cincuenta se preocupan más por
en un gran plan de premios y el
un cambio de comportamiento que busque el acatamiento de las
6 de agosto de 1958, en la sen-
normas antes que por un cambio de comportamiento que cuide de
sacional rifa de un carro último
presentar la ‘buenas maneras’ en los espacios que tienen que ver con
modelo.
la movilidad.
Fuente: “Grandes servicios presta la sec-
En un pasaje de la novela de Airó puede percibirse la manera como cional de tránsito” En: El independiente,
octubre 25 de 1957. Pág. 11
este objetivo se ha ido afincando en el ideal del hombre urbano, Car-
los reflexiona:

Dejaba el automóvil fuera de la cinta del asfalto [al estacionar-


se], pues se esmeraba por observar las reglamentaciones del
tránsito. Mire usted, si todos obedeciéramos y no alardeá-
ramos de ser los más listos ni los primeros cuando vamos
conduciendo, entonces se reducirían en un noventa por cien-
to los accidentes –solía explicar si se le presentara la ocasión.
(La ciudad y el viento Pág. 24).

Campañas como ‘el club de los mejores conductores’ (véase recuadro) o


la ‘Semana de la cortesía’ son claros ejemplos de los nuevos enfoques
que se adoptan por parte de los administradores urbanos para inten-
tar enfrentar las crecientes dificultades derivadas del incumplimien-
to de normas en las vías de la ciudad. La Semana de la Cortesía fue una
campaña realizada con diez años de diferencia y en cuyos conside-
randos se puede percibir la progresiva mutación de aquellos elemen-
tos que más desvelos causaban quienes se encargaban del gobierno 44 Reglamento del departamento de tráfico, Tran-
vía municipal de Bogotá. Bogotá, Tip. Praga. Pág.
de la ciudad. 38 - 41
152 Circular

En la versión de 1939, el objetivo de la ‘Semana de la cortesía’ era tratar


de encontrar la ‘cultura automoviliaria’ ya que el manual de Carreño
no había dado luces sobre las formas de comportamiento en ámbitos
como el tráfico de las ciudades45. Diez años después el nombre de la
campaña es retomado pero sus objetivos sustancialmente reorien-
tados, en esta nueva versión se busca fundamentalmente que las
personas conozcan y acaten las normas de tránsito. Uno de los con-
siderandos del acuerdo en el cual se reglamenta esta campaña decía:

1. Que la propaganda que se hará durante la llamada Sema-


na de la Cortesía constituye un excelente ensayo encami-
“El uno: —Encantado de verlo… nado a crear hábitos de disciplina social y espontánea sub-
El otro: —Y yo de verlo a usted…”. ordinación a la ley por el empleo de métodos de convicción
Fuente: Diario El Tiempo, agosto de 1949. directa como sustitutos de la coerción.

2. Que el empleo de los aludidos métodos debe estar acom-


pañados de actos de benevolencia de parte de las autori-
dades para convencer mejor al pueblo de que la subordi-
nación espontanea a la ley es al mismo pueblo al que más
le conviene y que si el Estado usa a coerción es solo porque
los hábitos de la disciplina social no están lo suficiente-
mente arraigados.

Acuerda

Articulo 1. Los contraventores de los reglamentos de tránsito,


contra los que no se hubiere pronunciado resolución definiti-
“El P. M.: —No se preocupe, señorita. Tome
estas flores y no lo vuelva a hacer…”. va por hechos cometidos antes del 7 de agosto de 1949, y que
Fuente: Diario El Tiempo, agosto de 1949. hubieran podido ser condenados con sanción de multa, se les
sustituirá dicha pena por la de amonestación”46.

Si antes se intentó cambiar los hábitos para que el comportamiento


se compadeciera con las normas sociales, ahora se buscaba cambiar
las normas sociales para que hubiese una correspondencia con las
normas legales; en otras palabras, se buscaba la racionalización de la
vida cotidiana, de convencer a peatones y conductores de la impor-
tancia de atender los símbolos, señales y disposiciones que contri-
buían no sólo a que se pudiera ir más rápido sino a que menos gente
cayera víctima de los accidentes de tránsito. Un aspecto esencial y
determinante de la vida moderna en las urbes, que Simmel menciona
al reconocer que:
45 Para una descripción de la campaña véase: “La se-
mana de la cortesía”, en: Estampa: revista semanal …el hombre puramente racional es indiferente a toda realidad
de actualidad gráfica. Febrero 25 de 1939. Pág. 24
46 Acuerdo n.° 59 de 1949. Anales del concejo de Bo-
individual (…), es exactamente como el principio del dinero,
gotá, n.° 1785, 13 de agosto de 1949. que permanece cerrado a toda individualidad de los fenóme-
Circular 153

“Paraíso de peatones. Los letreros no valen”


En la foto se muestra un concurrido cruce de
calles capitalinas en la cual los peatones evi-
tan el uso de zonas demarcadas para ellos.
Fuente: Revista Semana 1953.

nos; las relaciones racionales hacen de los hombres elemen-


tos de cálculo, indiferentes en sí mismos y sin más interés que
el de su rendimiento, grandeza objetiva: el citadino hace de
sus proveedores y sus clientes, de sus sirvientes y con dema-
siada frecuencia de las personas con que la sociedad le obliga
a mantener buenas relaciones, elementos de cálculo47.

Ese cálculo racional como ya se mencionó puede estar vinculado con


las señales de tránsito y las convenciones que debe entender el urba-
nita, como aspecto más desarrollado de la impersonalidad del trato
en la ciudad. Pero también puede expresarse en una suerte de indi-
vidualismo radicalizado que permitiría explicar la razón por la cual
los habitantes y usuarios del transporte público de manera paulati-
na van abandonando las formas de comportamiento asociadas a la
cortesía y se impone un modo de trato en el espacio público que se
vincula con el “salvajismo” y la “barbarie” o desde otro ángulo con el 47 Georg Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espí-
ritu”, en Cuadernos Políticos, (México, D. F.) n.° 45,
egoísmo extremo producto del proceso de individualización. enero-marzo de 1986, p. 6.
154 Circular

En todo caso, los impactos de estas campañas fueron más bien mo-
destos, pues aunque las muertes tendieron a la baja, los índices de
accidentalidad –que era la manifestación más contundente de la
falta de conocimiento y respeto de las normas de tránsito- seguían
siendo preocupantemente altos, en tanto la cortesía se agotaba, la
muerte se afincaba.

A pesar de las iniciativas de campañas cívicas como las que se acaban


de mostrar, éstas fueron relativamente escasas, en comparación con
el arsenal de reglamentos y disposiciones legales que buscaban cam-
biar las normas sociales. Un aspecto por demás bastante común en
la sociedad colombiana, que al menor escollo tiende a buscar en la
norma la solución mágica, como si la consignación de un articulado
en el papel por sí mismo contribuyera a que los ciudadanos rectifica-
ran sus formas de actuar para adecuarlas a lo que es promulgado en
leyes y reglamentos. En un artículo de la época justamente se men-
cionaba este aspecto:
“La sorpresa de ayer de los automovilistas fue
la de encontrarse con nuevas y modernas tari- El oráculo de las disposiciones urbanas que todo lo prohíbe,
mas para la dirección del tránsito en los sitios todo lo sanciona, todo lo reglamenta, todo lo reforma, aun-
de mayor cogestión”
que nada se cumple. Podría apostarse a que ni los funciona-
Fuente: Diario El Siglo, Junio 11 de 1953. Pág. 2
rios de la circulación y muchísimo menos los choferes que
circulan, al capricho, conocen siquiera la décima parte del
maremágnum de las disposiciones llenas de incisos y pa-
rágrafos que también todo lo permiten, al menos mientras
no haya policía a la vista. Entre tantísimas disposiciones de
tránsito no hay ninguna que reglamente de verdad el tráfico
de los peatones. Quien atropella a un peatón que se ha bajado
de la acera, generalmente no es sancionado. Pero ¿dónde se
dice cómo y cada cuánto deben atravesarse las calles, y qué
agente da vía libre a los peatones cuando dirige el tráfico por
cuatro esquinas a la vez?48

Un ejemplo de esta caso se puede seguir en la mención que López


Michelsen hace sobre la utilización cínica de las instituciones demo-
cráticas y de la justicia para alcanzar intereses (generalmente eco-
nómicos) en beneficio propio, por parte de los protagonistas de Los
Elegidos, éstas resultan tan eficaces que el mismo señor B. K. se deja
arrastrar por las corrientes de la conducta ligera que antes tanto re-
prochaba. En una de sus reflexiones, otra vez sobre el tráfico de la ciu-
dad, menciona este hecho:

…las leyes nacionales que tan meticulosamente yo me había


propuesto respetar en otros tiempos me parecían ahora infi-
48 Ernesto Camacho Leyva, El difícil arte del tráfico
urbano. En: Cromos, 12 de abril de 1948. Pág. 4 nitamente flexibles y sujetas a una multitud de interpretacio-
Circular 155

nes que en una u otra forma permitían eludir el cumplimiento.


Bastaba contemplar el tráfico de vehículos automotores
para comprender hasta qué punto las normas de discipli-
na social dictadas por el Estado no pesaban sobre nosotros
como espadas implacables contra las cuales era inútil rebe-
larse (Los Elegidos Pág. 191)

Junto a la cortesía y al incremento normativo otros factores van mos-


trando el impacto que la idea moderna de circular tendría sobre la
despersonalización de la interacción humana que tradicionalmente
ocurría en el entorno urbano. La referencia puede hallarse en situa-
ciones narradas a propósito de la ciudad como vicio contrastadas con
imágenes de la ciudad como virtud presentadas en los relatos novela-
dos. Es así como en varios apartados de la obra de Osorio Lizarazo, la
narración hace la siguiente descripción:
La presencia del transporte público en la ciu-
dad “más allá del bien y del mal” sobrepasa la
Hallábase por las inmediaciones de Bavaria, pero no pudo re-
simple mención del mismo, de hecho uno de
posar, porque llego un agente de la policía y le ordeno que se los aspectos más recalcados es la presencia
levantara de ese lugar. Dócil y sumisa, como un perro, obede- de los buses y los taxis en cualquier lugar y a
ció apresuradamente y siguió andando hacia el centro. El cre- cualquier hora, incluida la noche.

púsculo cayó enseguida y ella avanzaba por la carrera 13 hacía Fuente: “Ritmo y carácter del tráfico nocturno
en Bogotá”, Revista Cromos, Abril 19 de 1941
el centro de la ciudad (El día del odio. Pág. 24)

Y Tránsito avanzaba, sin saber donde dirigirse en espera de


una clemencia (El día del odio. Pág. 30)

Más atrás se ha resaltado con insistencia el papel central que ocupa


la idea de movimiento en la ciudad, se indicó al mismo tiempo que
éste se instauró en las mentes de planificadores y gobernantes, de
modo que fue uno de los aspectos que de alguna manera guío el de-
sarrollo y construcción de Bogotá en la mitad del siglo XX. Pero más
allá de ello, que es constatable en la dinámica construcción de vías
¿qué aspectos pueden estar indicando esta necesidad por la veloci-
dad y la conexión del todo con sus partes? el párrafo que se acaba de
citar nos da indicios al respecto.

Como se lee, Tránsito no puede descansar, es conminada a seguir una


y otra vez deambulando por la ciudad, un recurso interesante del que
hecha mano Osorio Lizarazo para acentuar el papel desorientador
pero sobre todo inhumano de la ciudad. El Día del Odio es la crónica
de la forma como el entorno urbano pervierte al habitante campe-
sino y la manera como estos dos mundos chocan, registrando la im-
posición de los ‘vicios’ urbanos en detrimento de las ‘virtudes’ rurales.
Por eso se muestra una Tránsito desorientada, que no sabe donde ir,
un elemento altamente intolerable en una ciudad moderna, el habi-
156 Circular

tante de ésta debe tener siempre un destino un lugar de donde salir


y otro al cual llegar, el deambular desorientado no sólo es inusual y
disfuncional sino altamente sospechoso.

El caso de Tránsito es aún más dramático si se tiene en cuenta que


su incapacidad de recorrer la ciudad es la que la condena a sufrir los
horrores que ésta tiene deparada para el advenedizo, ello puede se-
guirse en el siguiente apartado en el que El Alacrán, busca que la mujer
ceda ante sus insinuaciones amorosas:

A yo se me ocurre que vivamos juntos unos días. A yo no


me gusta tener mujer de fijo, pero cuando hay una plancha
com’usté, antós aunque sia unos días. Y ay tá: le regalo el pa-
ñolón y endespués le ayudo a irse, porque yo sé los trucos pa
sacarle el cuerpo a los pacos que vigilan las estaciones (El
día del odio. Pág. 102)

La contraprestación al favor amoroso la aceptó Tránsito, no tanto


por la promesa del pañolón, sino sobre todo por la esperanza de po-
der alcanzar la tan lejana estación del tren que le permitiera volver a
su casa en la paz rural, una habilidad que tan solo podía conseguir en
hombres de la calaña de El Alacrán, conocedor de una forma de reco-
rrer el espacio de la ciudad, algo que para ella simplemente resultaba
indescifrable. Un apartado adicional contribuye a entender lo que se
está señalando:

Estaba desorientada. ¿Cómo llegaría a la estación? Siguió ade-


lante y recordó que por la noche había subido una pendiente y
que ahora debía por lo tanto descender. Pero pronto encontró
la calle cerrada y no sabía como avanzar. Comprendió que
se había extraviado y se puso a andar sin tino ni acierto. Por
fin halló otra calle que bajaba hacia la ciudad, y se lanzó por
ella. El tiempo transcurría y no alcanzaría el tren. La estación
debía encontrarse a gran distancia. Y cuando corría desafor-
tunadamente, se vio detenida de súbito por una mano que
le oprimía el brazo hasta descoyuntárselo (El día del odio Pág.
Pág. 102)

Esta descripción de Tránsito perdida y caminando sin acierto, contri-


buye a reforzar la idea de aquello que es intolerable en la vida urbana
moderna, la desorientación es un vicio y el no saber movilizarse en-
tre calle y avenidas se convierte en un aspecto altamente detestable;
pero este vicio además indica la manera como el papel de lo urbano
paulatinamente va imponiéndose sobre otras formas de actuar; el
contraste de los personajes construidos por Osorio Lizarazo frente a
Circular 157

los de Ignacio Gómez Dávila no está dado sólo por la diferencia de cla- El descrédito del transporte públi-
ses sociales, sino sobre todo por ciertas actividades que están ligadas co comienza a señalarse en tér-
a esta pertenencia pero que van denunciando el tipo de aspecto que minos de pérdida de tiempo:
se realzan o condenan en la relación con el espacio de la ciudad.
“Es por tales contingencias por
las que nadie puede atenerse a
En la ciudad como vicio recreada por Osorio los personajes siempre
la puntualidad de estos vehícu-
van a pie, son peatones incansables que deben dedicar largas horas
los para el cumplimiento de un
del día a recorrer amplias extensiones espaciales – o lo que parecen
horario más o menos preciso.
amplias por el mismo hecho de recorrerlas de este modo-, en contra-
Las personas que ya están al tan-
posición, Alfredo y varios de los personajes de la novela Viernes 9 expe-
to del funcionamiento de estos
rimentan el hecho urbano la mayor parte de las veces en auto, un as-
servicios, saben que es arriesga-
pecto sinceramente valorado toda vez que permite recorrer enormes
do confiar en ue si un bus, por
distancias en muy poco tiempo lo que otorga al protagonista y a la
ejemplo, gasta 20 minutos en el
novela misma mantener el ritmo frenético en cuenta regresiva hacía
recorrido de su ruta, se puede
el viernes 9 de abril fecha en la que todo acabará gracias a que para
salir a tomarlo a las 3 de la tar-
ese día está planeado el escape de Alfredo con su amante.
de para estar en el lugar desea-
do a las 3 y media. No. Ello es
Del mismo modo en la Ciudad y el Viento, los protagonistas usan los
exponerse indefectiblemente, a
tres tipos de transporte de manera indistinta, pero debe tenerse en
incurrir en el incumplimiento, ya
cuenta el papel central del transporte público el cual hace parte in-
que el margen mínimo de seguri-
tegral de toda la novela, de hecho si en las otras dos obras apenas si
dad tiene que ser de media hora.
aparece esta forma de circulación, en esta última con frecuencia es
Siempre surge un factor que casi
mencionado, no sólo a través de los buses de servicio público urbano
nunca obedece a causa de los pa-
sino también de los taxis.
sajeros, pues todo el que utiliza
los servicios de un bus tiene que
La siguiente gráfica muestra la manera como se presenta las formas
escuchar al subirse a él, de labios
de recorrer la ciudad por parte de los personajes y el modo como ello
del chofer, la consabida conmi-
influye en el análisis que aquí se hace:
nación:

– A prisa, por favor

Y cuando apenas ha logrado po-


ner el pie en el estribo, en viaje
Peatón hacia el interior del vehículo, la
voz del gamín que ejerce de co-
brador ordena:

– ¡Siga!”
Bus
Fuente: Revista Cromos, Mayo 3 de
1947, Pág. 4

Carro
158 Circular

La línea amarilla indican la cantidad de tiempo empleado en recorrer


un espacio determinado, el espacio es simbolizado con la línea roja.
De esa manera la línea amarilla de tiempo se invierte cuando se pasa
del peatón al auto, mientras que a pie se recorre menos distancia
pero se gasta más tiempo, en auto se recorre mucha más distancia
en menos tiempo, el caso de transporte público ejemplificado con
el bus es un estado que llamaríamos intermedio. Esta ecuación que
aparece como totalmente obvia es la que tuvieron en mente plani-
ficadores y gobernantes cuando se trató de adecuar la ciudad a los
nuevos tiempos y es la que determina el ejercicio de moverse por la
urbe en cada una de las novelas y por ende es la que define la diferen-
cias entre el vicio, la virtud y lo que está más allá del bien y del mal

El argumento puede reafirmarse si se tiene en cuenta el análisis que


se desprende de la comparación de los tipos de recorrido que hacen
los personajes por la ciudad. La manera como ocurre la deriva de Al-
fredo e incluso de Tránsito, muestran elementos centrales de la vida
urbana de mediados de siglo; así por ejemplo, se encuentra que si
bien las divisiones y fragmentaciones urbanas son considerablemen-
te altas, no es menos claro que los distintos grupos van a unirse al
centro de la ciudad, la paradoja de separados pero juntos había de-
terminado la vida social de Bogotá desde tiempo atrás y aun en los
cincuenta se percibe la existencia de tal paradoja. El siguiente plano
del recorrido del Alfredo permite acercarse a la compresión del punto
que se viene señalando:
Circular 159

Los recorridos de Alfredo indican la evidente centralización de las ac- El ritmo frenético en la novela
tividades del personaje en una zona de la ciudad, acciones que no se Viernes 9 está definido por la
restringen a actividades de carácter laboral, pues allí se encuentra marcación de las horas:
el apartamento en el que tienen lugar los encuentro furtivos con su
“Le pusieron sobre la mesa una
amante o escenarios en los que eventualmente se llevan a cabo esce-
copa con coñac. El reloj de la
na como esta:
cantina marcaba las seis y cuatro
minutos” (Pág. 91)
Faltaban veinticinco minutos para las once. Paró frente a un
café y entró. No había casi gente. En una mesa, un grupo de “Encendió las luces del tablero,
trasnochadores bebían, rodeados por tres músicos que afina- las once menos ocho minutos
ban sus tiples y guitarras. Se dirigió al mostrador y le dijo al marcaba el reloj, aceleró, anduvo
hombre que atendía detrás: -Sírvame un brandy e indíqueme dos cuadras más y se detuvo en
en donde está el teléfono. (…) Volvió al mostrador. El coñac le una calle desierta (…) Un lejano
calmó un poco los movimientos del intestino. Los de la mesa reloj dio las once” (Pág. 102)
cantaban ahora con los músicos. El ritmo enervante del “son”
“Principió a oír el reloj eléctrico
invadía el café. Captaba estrofas sueltas de la canción: “No te
del automóvil eliminar segundos;
vayas, mi negra; dame tu cintura, Caridad; muévete conmigo,
el ruido se acoplaba al que hacía
negrita.” Lanzó un billete sobre el mostrador y casi corriendo
su corazón, y ambos aumentaban
salió. Había principiado a lloviznar y el asfalto ya estaba moja-
en el silencio” (Pág. 103)
do (Viernes 9 Pág. 101 – 102)
“El reloj de encima de la chime-
En otra escena Alfredo sale del centro para ir en busca de Manolo con nea dio doce campanadas lentas
el fin de advertir cuáles son los movimientos de éste, en el momento y frías. ¡Ya era viernes!” (Pág. 132)
en que la ciudad entera se encuentra en la pausa de almuerzo: “Miró el reloj del coche: era la
una y veinte. Tomó la primera ca-
Tomó el automóvil y se fue lentamente hacia el norte, cui- lle a la izquierda” (Pág. 146)
dadoso de que nadie estuviese tras él siguiéndole. Buscó las
“El reloj de la iglesia lanzó dos
avenidas de menos tránsito. Pasó a corta distancia del hipó-
campanadas, se aferró al timón
dromo, ya a unos cuantos kilómetros del centro, y siguió en
del volante sin percibir el sudor
dirección a la casa de Yolanda. Faltando unas tres cuadras se
que dejaba” (Pág. 48)
desvió y buscó la calle que le había indicado Yolanda, donde
vivía Manolo. Halló el número y estacionó el automóvil unos
metros antes. Encendió un cigarrillo y se acomodó a esperar.

Se puede ver a Alfredo a las once y media de la noche recogiendo a su


amante en una vivienda en los extramuros de la ciudad para llevarla a
un hotel de mala muerte en el centro y terminar la jornada durmien-
do en su casa en la zona más exclusiva del norte de Bogotá. Alfredo
se convierte así en el paradigma del hombre moderno, aquel que
va a todos los rincones del espacio urbano, para un hombre de este
tipo no existe zona vedada, tiene la posibilidad de llegar a cualquier
hora a cualquier sitio, demostrando una suerte de libertad absoluta
de movimiento, donde poder circular es evidentemente una virtud.
La noche no le detenía y las distancias no le amilanaban, de hecho el
auto se convertía en una suerte de armadura que defendía del reino
160 Circular

de lo urbano, un refugio; así se desprende el siguiente párrafo en el


que Gómez Dávila describe una las correrías de Alfredo:

Los últimos pasos por la carrera 10 hasta su coche los hizo casi al
trote. La sospecha estaba confirmada: el hombre estaba siguién-
dolo. Dentro del automóvil se sintió más protegido, encerrado y
viendo algo familiar. De nuevo le pareció absurda la idea del hom-
bre tras de él. Se ruborizó de su miedo (Viernes 9. Pág. 25)

El caso diametralmente opuesto es presentado por Tránsito cuyos pa-


decimientos y dramas enormes están en gran medida supeditados a
la incapacidad de ésta para moverse en la ciudad, un aspecto que no
depende de su pertenencia a un grupo social específico, pues como
se había mencionado otro personaje como el Alacrán –de la misma
estirpe social- mostrará que saber moverse en la ciudad es justamen-
te una de sus competencias más notables, pero Osorio se detiene en
Tránsito, es la protagonista y quien personifica todo aquello que des-
deña lo que él llama la “sociedad indignada”.

Cuando se narran los recorridos de Tránsito por la ciudad, grafica-


dos en el plano de la página siguiente, se percata el lector de la
manera como la desamparada mujer en compañía de sus furtivas
amistades va del centro (y en este caso el centro tiene dirección
propia Cra. 10ª con calle 10ª) a la periferia. A diferencia, de Alfre-
do que recorre la ciudad sin mayores miramientos, Tránsito y los
suyos, ya sea por amedrentamiento, temor o desconocimiento,
deben no solo huir constantemente del espacio público, sino que
además su forma de circular es empujada a los extramuros, donde
el andar es lento y tortuoso:

Había pasado su infancia entre aquellos vericuetos, huyendo


siempre, y avanzaba entre las tiniebla con paso seguro, bor-
deando los barrancos que en otro tiempo fueron canteras de
arena, y descendiendo por las hondonadas, que se hundían
en el suelo convulsionado como las huellas destapadas de las
raíces vivas sobre las cuales hubieran crecido los erguidos ce-
rros. (…) Descendieron, trastabillando, al profundo cauce pon
donde el río San Francisco, antaño alegre y rumoroso, arrastra-
ba ahora su turbio líquido contaminado. (El día del odio. Pág. 176)

Pero más definitivo es que en las correrías de Alfredo el tiempo es un


componente que determina las acciones del personaje, pues todo
está cronometrado, desde la misma estructura global de la novela
que va en cuenta regresiva, hasta los días del personaje los cuales se
definen por la hora que marca el reloj, mientras que el Día del Odio
Circular 161

se define simplemente por dos certezas temporales, día y la noche,


no hay por tanto mayor complejidad en los días y en la manera como
pasan las horas, de hecho podría asegurarse que el tiempo es derro-
chado sin mayores miramientos.

Los recorridos son así mismo difusos, con frecuencia van por cami-
nos apenas trazados o que no corresponden con los definidos para
una ciudad moderna, en la parte derecha del plano se identifica con
una línea fucsia que va de oriente a occidente en un extenso recorrido El transporte público es un deseo
realizado por Tránsito y una pareja ocasional que aparece cuando el de los habitantes urbanos, parti-
Alacrán es enviado a Prisión: cularmente de los más pobres,
éste se convierte en una de las
Habían hecho un largo camino, primero para salir de la ciudad y primeras certezas de pertenencia
luego a lo largo de parajes desiertos salpicados de construccio- a la ciudad, no es raro por eso
nes esporádicas, para llegar hasta la lejana barriada. (…) Fue ade- ue se afirme ue:
más después de pasar la Hortúa, donde los vigilantes son más “Fontibón sigue conectado con
escasos cuando él se obstino en detenerse en los ventorros y ale- la capital, aunque con menos
grarse con fáciles conformativos, obligando a Tránsito a aceptar frecuencia hasta las 12. Con este
algunas veces, por lo cual sus sombras acabaron por avanzar con último bus –que son más los que
dificultad en el seno nocturno. (El día del odio, Pág. 204) los pierden que los que lo apro-
vechan- la ciudad rompe relacio-
Adicionalmente ni siquiera en este momento el transporte público es nes con el vecindario, se aisla en
mencionado, los viajes por más lejanos continúan haciéndose a pie, un sí misma hasta las 6”
aspecto a todas luces anacrónico, que aunque practicado aún por mu-
Fuente: Revista Cromos, Abril 19 de
chos ciudadanos, va a comenzar a ser paulatinamente visto como algo 1941, Pág. s.p.
del pasado y más acorde a las formas de vida de lejanos lugares rurales .
162 Circular

En otro lugar se leía la forma En el caso de la ciudad más allá del bien y del mal las diferentes formas
como: de transportarse son incluidas sin las mayores reivindicaciones o
condenas; si bien existe una mayor presencia del transporte público
“Algunos presidentes de las jun-
donde suele ir la clase trabajadora, es perfectamente factible que un
tas de mejoras de los barrios, [han
auto pueda ser conducido por un empleado del sector servicios como
manifestado] su deseo porque el
Armando, que poco a poco ha logrado cosechar algo de éxito gracias
problema del transporte urbano
a su trabajo; del mismo modo las caminatas pueden ser realizadas
sea resuelto lo antes posible pues
por el personaje de clase alta que disfruta rememorando épocas que
la situación que confrontamos
consideran mejores.
es sumamente seria, debido a
la carencia de vehículos para la
No significa ello que el auto deje de tener las connotaciones que ha
movilización de los numerosos
tenido hasta ese momento, o que el transporte público esté mayo-
habitantes de estas zonas”.
ritariamente ocupado por los personajes vinculados a comporta-
Fuente: “Reglamentación de rutas en mientos de élite. La velocidad y el circular siguen siendo aspectos
Bogotá”. El Espectador, Agosto 30 de centrales y siguen siendo virtudes, pero ahora los embotellamien-
1950. Primera Página
tos son parte del paisaje, lo que convierte la virtud en problemática,
de manera que el circular no es tan valorado y tan libre como ocurre
en Viernes 9, de la misma manera el caminar no hace parte de la
rutina de los condenados como en El día del odio. Algunos apartados
irán mostrando la manera como tramas narrativas más complejas
van siendo correlato de situaciones urbanas complejas. Si bien exis-
ten escenas como esta en la que se valora el conducir como un acto
que acerca a una idea de poder:

Debía estar fatigado por tumulto en redor, pero no sintió sofo-


co. Conducía con facilidad y esa facilidad le halagaba. Aquello
de que respondieran sumisos los controles del vehículo a sus
actos reflejos, le daba una sensación de dominio (La ciudad y
el viento Pág. 28 )

En otras las escenas de congestión se convertían en parte integral del


paisaje de la ciudad:

A lo largo de la avenida circulaban los autos, los autobuses,


paraban, arrancaban de nuevo. El clamor de los manifestan-
tes corría a mezclarse con el de los automotores. El conjunto
parecía un rompecabezas que se unía y se desunía. (La ciudad y
el viento. Pág. 233)

Hacia ya algunos años que no le cohibía conducir el auto entre


las calles estrechas y congestionadas de gentes, del tumulto,
de los peatones y los vehículos, la espesa mescolanza huma-
na, le cayó de sorpresa después de la serena templanza cam-
pestre. (La ciudad y el viento Pág. 233)
Circular 163

El rio mecánico detenido. Algo mas allá, si, algún accidente,


o…o… o que. No le importaba la calle era de todos, y él estaba
en la calle. Las oficinas, otro asunto. (La ciudad y el viento. Pág. 288)

En otro lugar se mostró como el congestionamiento y la lentitud


estaban en correspondencia mutua con la velocidad y la fluidez, los
habitantes urbanos debían enfrentarse a esta contradicción que se
presentaba en el mismo espacio, tal como se muestra en el siguiente
apartado:

Después, aquello del tránsito demasiado lento, demasiado


aunque todas las tardes hacia las seis el transito se conges-
tionaba. Estaba acostumbrada a esperar pacientemente para
salir del cuello de botella que era el centro de la ciudad, y en
cuanto quedaba atrás este centro, entonces los automoto-
res emprendían carreras como si fueran niños que escapa-
ban del colegio (La ciudad y el viento. Pág. 271)

Insistiendo en que caminar no era una necesidad exclusiva de los


desposeídos, sino también una posibilidad de los afortunados, pue-
de citarse las aficiones de Carlos, un abogado y profesor universitario
quien:

Por las noches salía a pie, o dejaba el auto en cualquier gara-


je público y continuaba por sus propios medios. El caso era
deambular acompañado con sus monólogos. La ciudad había
cambiado y él también. ¿Yo también? ¿Cuanto he cambiado? y
no lo cree. Siempre he sido eso, un pasajero furtivo. (La ciudad
y el viento. Pág. 50)

En todo caso la posibilidad de llegar más rápido a más lugares era


ciertamente visto con ojos esperanzadores, no es extraño que los
planes urbanos modernos para Bogotá tengan un sesgo fuertemen-
te asociado al tema de la circulación y el tránsito; ese era el espíritu
que guiaba por ejemplo al Plan Soto-Bateman, al Plan Vial de la So-
ciedad Colombiana de Arquitectos o el Plan Vial de la revista Proa los
cuales “basados principalmente en la ampliación y modificación de
la estructura vial y en actuaciones de renovación urbana, empiezan
a proponer ideas sobre el desarrollo urbano de la ciudad y sobre la
manera de insertarla en la modernidad”49, la idea funcionaba tam-
bién para el país, o así por lo menos se entiende si se examinan reco-
mendaciones de la misión Currie, cuyo programa tenía como tema
central para el desarrollo del país, la construcción y consolidación
49 AA.VV. Bogotá años 50. El inicio de la metrópoli…
de una extensa red para el transporte superficial. Pág. 51
164 Circular

Arriba izquierda:
Plan Vial de la sociedad Colombiana de Ar-
quitectos en 1945.
Fuente: Bogotá CD.

Arriba derecha:
Plan Vial de Le Corbusier, 1951.
Fuente: Bogotá CD.

Abajo derecha:
Plan Vial de K. Brunner, 1936.
Fuente: Bogotá CD.

En una de las páginas de La ciudad y el viento, Pedro, un joven entusias-


ta, político en ciernes, entrenaba las palabras de un discurso frente
a su novia, mientras iba exponiendo su ideario en una serie de frases
optimistas y esperanzadoras, tan cara a los políticos, concluía con el
siguiente argumento lapidario:

Los planes viales que se adelantan harán imposible en un futu-


ro cercano la impunidad de que gozaron hasta hoy los malhe-
chores. Territorios prácticamente incomunicados… (La ciudad
y el viento. Pág. 135)

Y aunque los planes iban quedando mejor en el papel que en su eje-


cución en la realidad, no es menos cierto que la construcción de vías
despertaba el entusiasmo ciudadano y fueron una prioridad de go-
bernantes y administradores, pues a través de ellas podía contabili-
zarse en longitud y tiempo la medida del progreso.
Circular 165

IV. La medida del progreso: vías, autos y buses

Como se ha mencionado, durante el periodo que se analiza, abrir, en-


sanchar o modificar una vía era con frecuencia motivo de júbilo en “Pero la preocupación de nuestro
la opinión pública, la exaltación se hacía con la misma dicha con el alcalde no para aquí. Sabe que
que se recibía la luminosidad de las calles comerciales o el empuje afrontamos un con icto de trans-
constructor que se experimentaba por aquellos años. Los paráme- portes urbanos y de espacio vital
tros definidos sobre lo que era ser una ciudad moderna (New York, por nuestras calles para el tránsi-
Londres o París) actuaban como indicadores externos que entusias- to de vehículos. Para suprimir la
maban porque hacían pensar que la senda recorrida era la correcta. ignominia de esas cajas rodantes
En algunos de los apartados de la novela Viernes 9 estas ilusiones se de basura que son los buses y
hacían patentes: esas latas de sardinas que son los
tranvías, uno de los diez millones
Bogotá, no cabía duda, en estos últimos tiempos había adqui- del empréstito municipal se dedi-
rido una faz más marcada de ciudad, y estaba dejando ese as- cará a los transportes urbanos”.
pecto pueblerino y anticuado que la caracterizaba. El tránsi- Fuente: publicado en “Higiene y trans-
to, por ejemplo, era a ciertas horas como el de Nueva York porte en el Plan Llinás”, Revista Cro-
o el de Londres; la gente que circulaba por las calles andaba mos, 28 de abril 1945. Pág. 4 y 5

menos sombría, menos ensimismada, menos despreciativa.


Existía aún, claro está, la envidia callejera de los pueblos; pero
había disminuido, no era tan notoria, porque las aglomera-
ciones de provincianos y extranjeros la ocultaban. Quizás,
después de todo, las obras que había emprendido Gómez
no eran tan absurdas como en un principio le parecieron;
pudiera ser que lo que necesitaba Bogotá para volverse
ciudad: era justamente un poco de esa locura de grandiosi-
dad” (Viernes 9. Pág. 135)

Las obras a las que se refiere Alfredo son realizadas con motivo de la
celebración en Bogotá de la XI Conferencia Panamericana en 1948, la
166 Circular

“EL PLAN VIAL PARA BOGOTÁ. En este pla- preparación de este evento justamente deja ver las prioridades de la
no de Bogotá aparecen marcadas las nuevas administración, y cómo el noble empeño de tener una ‘decorosa pre-
avenidas y arterias principales con las que se
quiere desarrollar el plan vial de la capital.
sentación’ se afincaba fuertemente en el hecho de construir vías. De
Las vías verticales, de izquierda a derecha, manera que en el ejercicio de discusión del tipo de obras, la construc-
corresponden en primer términos a la ave- ción de calles y avenidas ocupa el primerísimo lugar, el hecho se rese-
nida 26, que se prolonga hasta empatar con
ña en la prensa de la siguiente manera:
Los Cerros. Enseguida se va el corte de la Ave-
nida 19, que arranca de la Avenida Jiménez
de Quesada. En el centro, más prolongada Las bases del plan del municipio para la Conferencia Panameri-
también en línea casi recta, está la Avenida cana son las siguientes: 1. Terminación (ampliación, pavimen-
de Los Comuneros. Y a los extremos de la
tación, arborización y cerramientos) de la Avenida Caracas
derecha, dos avenidas por el sur. En las vías
horizontales, en la parte superior aparece en hacia el norte. 2. Terminación (ampliación, pavimentación, ar-
toda su extensión la Avenida de Los Cerros, borización y cerramientos) de la Avenida de Colón y de la Ave-
donde van empatar todas las demás arterias nida del Centenario hasta el ramal de Techo. 3. Terminación
del plan vial”.
(ampliación, pavimentación, arborización y cerramientos)
Fuente: El Independiente, Agosto 30 de 1958,
Primera Página.
de la Avenida Jiménez de Quesada inclusive el sector de Ger-
manía hasta la Quinta de Bolívar. 4. Terminación del Paseo
Así como en la década de los cuarenta el al-
calde Mazuera realizó múltiples ensanches y
Bolívar (pavimento y demolición de los ranchos que falta por
apertura de vías, hacía fines de la d cada de adquirir) 5. Apertura y regularización de las calles adyacentes
los cincuenta la estrategia del alcalde seguía al circo de Toros según los proyectos ya aprobados por el Mu-
siendo la misma, gran parte de la estrategia
nicipio. 6. Reformar el perfil transversal y pavimentación de la
de modernización se basaba en la apertura y
conexión de sistemas viales. carrera 7ª entre las calles 40 y 60. 7. Mejorar y arreglar las ca-
lles que constituyen la entrada a la Ciudad Universitaria 8. Ter-
minación de la Avenida de Santander, mediante la compra de
las zonas que falta por adquirir. 9. Arreglo de las otras vías que
Circular 167

Arriba izquierda:
Foto de primera página en la que se observa la demoli-
ción de edificaciones para darle paso a la carrera .
Fuente: El Espectador, Julio 30 de 1952.

Arriba derecha:
Ampliación de la carrera décima.
Fuente: El Siglo, Marzo 24 de 1953. Pág. 11

Abajo izquierda:
La Caracas en obra.
Fuente: El Independiente, Junio 13 de 1957. Pág. 9.

constituyen salidas importantes de Bogotá. (…) 13. Construc-


ción y reparación general de andenes 14. Arreglo de pavimento
de las calles en general, especialmente de las más importan-
tes y céntricas (…) 21. Reglamentar en forma especial el trán-
sito de la ciudad durante la Conferencia a efecto de prestar un
mejor servicio y de la buena presentación de la ciudad y de sus
transportes públicos de pasajeros, viveros, etc.50

De veintiún puntos, más de la mitad estaban asociados con aspectos


que tenían que ver con la construcción, ampliación o pavimentación
de vías, éstas eran el gran determinante de la existencia y forma de la
ciudad moderna, con todo y que un número significativo de ellas no
estuvieron asociadas a un plan urbanístico, pero el ejercicio se justi-
ficaba pues por ellas rodaba la civilización, el mundo moderno. En el
caso de Alfredo dejar una vía pavimentada para pasar a una que no lo
está, es equivalente a cruzar la frontera que separa la barbarie de la
50 Cuáles serán las obras para la Conferencia Pana-
civilización, veamos el siguiente apartado: mericana. En: El Tiempo, Enero 30 de 1946. Pág. 13
168 Circular

Desde luego el ideal de todo Miró el reloj del coche; era la una y veinte. Tomó la primera
bogotano sería transformar el as- calle a la izquierda. A cinco cuadras se acabó el pavimento de
pecto exterior de la ciudad en el asfalto y principió otro de macadán que, a medida que avan-
menor término de tiempo. Sí(…) zaba, se iba tornando en un lodazal. Olvidándose de muelles
pero como todo ideal, no puede y llantas lanzó el vehículo por encima de huecos y piedras a
realizarse repentinamente. Por lo la velocidad mayor a que pudo sostenerlo. (Viernes 9 Pág. 146)
tanto, deberíamos contentarnos
por ahora con tener una ciudad Esta escena previa al intento de asesinato a Manolo, es reforzada en
bien pavimentada y limpia. términos de construcción de la narración, justamente por el hecho
de la ausencia de pavimento; una mirada al plano de los recorridos de
Fuente: El Espectador: “La pavimenta-
Alfredo por la ciudad, van mostrando que sus excursiones al entonces
ción en Bogotá”, Enero 25 de 1941. S.P.
lejano noroccidente de la ciudad eran hechos con el fin de cometer un
crimen y si bien el auto le permite ir a donde quiera, ese espacio inclu-
so puede ser el lugar de lo salvaje. De esa manera cuando no logra co-
meter el crimen porque se lo ha impedido la explosión de la revuelta
popular del 9 de abril, Reflexiona de la siguiente manera:

Matar ¿ÉL, ayer, había pensado en matar? No podía ser; debía ha-
ber estado loco. Pero sí; había hecho planes de cómo asesinar a
un hombre. ¡Que horror! ¿Estaría verdaderamente loco? Lo había
meditado, calculado fríamente; había pensado en todos los de-
talles. A las dos de la tarde lo esperaría para lanzarle encima el
automóvil, (…). Llegaría al aeropuerto a las tres, y quince minu-
tos más tarde despegaría el avión. Y en verdad, no habría modo
de que los atraparan… ¡Qué horror! ¡Si, estaba completamente
loco! De otro modo, ¿cómo poderse explicar que él estuviese pla-
neando el asesinato de un hombre? Él, que no podía ver sangre,
al que la menor herida escalofriaba y producía deseos de vomitar
(…) ¡Un asesino! ¡Lo irreal de nuevo! Más que irreal.

Lo irreal en el caso de Alfredo era ir a los extramuros de la ciudad, a la pe-


riferia, a la pobreza, a lo no pavimentado, un lugar de la ciudad que en
cierto modo está en el espectro que difiere de todo lo que él conoce, de
todo lo que es reivindicado; todo para ir a cometer un crimen. Allí se deja
entrever la manera como lo virtuoso se acerca al vicio, así sea de una ma-
nera furtiva, lanzando el carro por encima de huecos y de piedras.

Los lodazales que recorre Alfredo son una afrenta a la idea misma de
vía, la que era considerada como tal sólo si brindaba la posibilidad real
de que los automotores fuesen a altas velocidades por ella; se explica
así por qué poco tiempo después de que fuera inaugurada en 1947 la
Avenida de las Américas, se prohibiera “en ambos sentidos de la ave-
nida el tránsito de ganado, aves, recuas conducidas por pastores o
51 Herbert Ritter. La avenida de las Américas. Revista
por jinetes. Tampoco podrían transitar carritos, ‘zorras’ o volquetas
Proa No. 1 Agosto de 1946. Pág. 32 animadas por personas”51.
Circular 169

Esta reglamentación de la muy moderna Avenida de las Américas, se


antojó como una idea brillante que debía operar en el resto de la ciu-
dad, es por ello que pocos años después un articulista de prensa se
quejaba ante el hecho de que “los humildes acarreadores de zorras no
pueden entender por qué en nombre de la estética se les prohíbe con-
ducir su modesto vehículo por más de 50 calles céntricas de la ciudad
a partir de las 9 de la mañana”. En el mismo escrito se reconocía que
las razones de la administración municipal se sustentaban en “resol-
ver parcialmente el problema de congestión al tránsito”, pero según
el autor de la nota era poco creíble, pues para él las dificultades eran
tan grandes que este tipo de medidas no contribuían a solucionar el
problema, por eso concluía que “la única justificación aparente de la
medida surge de preocupaciones meramente estéticas, como si se
tratara de no darle al turista el espectáculo de la ruana proletaria por
las calles más bonitas de la ciudad”52.

El autor del artículo se equivocaba al dudar de las razones de los ad-


ministradores del gobierno urbano; la velocidad era un objetivo cen-
Fuente: El Espectador, octubre 22 de 1954.
tral en las determinaciones sobre la circulación, no importaba que las
consecuencias implicaran el sacrificio de algunas formas de experi-
mentar, habitar y andar en la calles, maneras que apenas una década
antes no representaban en absoluto ningún obstáculo.

En ese contexto es que se entiende la propuesta, surgida en 1948 52 Defensa de los ‘zorreros’. En: El Espectador, Agos-
de abrir la circulación de la carrera 7ª entre calles 10 y Av. Jiménez al to 26 de 1949, Pág. 4
170 Circular

transporte público, la cual fue rechazada en primer termino tanto


por administradores como por ciudadanos, el siguiente artículo cita-
do en extenso da cuenta de la polémica inicial:

Es imposible permitir el tránsito de los vehículos por la carrera


séptima por una razón fundamental: de Bogotá para los bo-
gotanos, quedan cuatro cuadras a procurar que no muera el
espíritu de la ciudad, a que supervivan el ingenio y las bellas
tradiciones de nuestro pueblo y esta razón tenemos que res-
petarla las autoridades. Las anteriores declaraciones fueron
Construcción de la Avenida Caracas. hechas esta mañana por el encargado de la alcaldía doctor
Fuente: El Espectador, 20 de Junio de 1947. Carlos Reyes Posada, al preguntársele por las informaciones
publicadas en las que se informaba la intención de abrir la ca-
rrera séptima al tránsito vehicular. (..) Desde el momento que
se tuvo conocimiento de la posibilidad de que fuera adoptada
esta medida se desató un verdadero plebiscito popular para
oponerse por razones que el alcalde considera respetable. (…),
el cronista se fue a la calle a hacer una encuesta para conocer
las opiniones emitiditas sobre esta iniciativa:

-Imposible arrebatarle a los bogotanos el único reducto de


tranquilidad que les ha quedado, las cuatro cuadras de la
calle real. El representante Luis Yagari de Caldas: me parece
sencillamente absurdo. Si yo, por ejemplo, he venido al Con-
greso no para estar aquí entre estas cuatro paredes del capi-
tolio, sino para tener la satisfacción de pasearme por esa zona
de tranquilidad que es la carrera séptima. En amable tertulia
encontramos a algunos señores en la “Cigarra” que nos con-
testaron: – Es una medida descabellada. En todas partes
existen zonas reservadas para el peatón. La calle real es
la única zona por donde se puede caminar pensando. – No
faltaba más quitarle al público de Bogotá, que es muy respe-
table, una zona tan preciosa como esta. Si ya no queda en
la capital donde conversar sin ser atropellado por los auto-
móviles, los buses y el tranvía53.
Fuente: El Espectador, Marzo 15 de 1952. Pri-
mera página.
No obstante algunos sectores autoproclamados defensores del
progreso reñían con esta idea, argumentando su postura en el he-
cho de que “lo que el municipio debe hacer para descongestionar
calles del comercio no es pensar en nuevas avenidas, algunas de
ellas utópicas, sino gravar con un fuerte impuesto a los hombres sin
53 Alcalde ordena que no haya tránsito de vehí- oficio que instalan la tertulia política o el observatorio erótico en las
culos por la 7ª. En: El Espectador Octubre 27 de
1948, Pagina 1 y 4 aceras, generalmente a las puertas de los cafés y de algunas aceras
54 Se pide impuesto para las tertulias callejeras. En:
Santa fe y Bogotá. Órgano de la sociedad de mejo-
(sic)”54; era común que las opiniones no estuvieran matizadas. Se-
ras y ornato. Julio 7 de 1949, Pág. 9 guramente los integrantes de la Sociedad de Mejoras y Ornato no
Circular 171

creían en la idea de dejar de proyectar y construir vías, pero de lo que


no quedaba duda era de que el peatón y sobre todo el conversador,
era visto con suma sospecha, con desagrado o como obstáculo pa-
tente a la necesidad de circulación que exigía la ciudad, era tan ana-
crónico este conversador ocasional como lo era el andar de Tránsito
por la ciudad –despistada, sin destino y sin lógica.

Es en buena medida por esta razón que el alcalde de Bogotá en 1949,


Santiago Trujillo Gómez, tomó una serie de decisiones con el fin de
descongestionar el tráfico de la ciudad; una de ellas fue abrir: Las intervenciones sobre la carrera 7ª termina-
rían con formas de socialización tradicionales
La séptima en el sector del centro a fin de que continúen tran- y darían paso a la velocidad, estos cambios
serías reseñados en la prensa de la época.
sitando por ella los buses municipales Mack que prestan ser-
Fuente: El Espectador, Septiembre 4 de 1951.
vicio hasta la calle 43 y 60. Los más románticos del pasado
Primera página.
protestan a media voz, porque se acaba con la séptima como
centro de tertulia callejera. Los más modernos, amigos de la
comodidad en los transportes y enemigos del vicio tropical
de las tertulias callejeras, han aplaudido al alcalde Trujillo55.

Con la simplificación, en ocasiones burda, se construía la idea de ene-


migos del progreso cuya ciudad identificada con lo antiguo, lo parco,
provinciano y bucólico, frente a los amigos del avance moderno quie-
nes eran defensores de la ciudad veloz, ruidosa, en continuo movi-
miento e infernalmente activa. Ésta última aunque altamente valo-
rada tenía algunas connotaciones negativas que obligaban a que la
intervención del urbanismo en la circulación estuviera definida por la
intención de “suprimir los embotellamientos y el malestar constante
del que son causa”56. Se entiende, entonces, que en la década de los
años cuarenta, excusas como la que aquí se trae a colación, no solo
sean mencionadas sino que sean susceptibles de ser creídas:

– ¡Qué tarde llegas! -le dijo Blanca


– Con esta lluvia el tráfico es espantoso, casi uno no puede an-
dar –le contestó (Viernes 9. Pág. 27)

El otro aspecto tiene que ver con los argumentos que se esgrimen a
favor de la velocidad con el propósito de terminar con el Tranvía de
la ciudad. Uno de los novelistas hace referencia sobre este aspecto
mencionando el hecho de que:

Ya no corre aquel respetable ‘tranvía de sangre’ arrastrado por


jamelgos que a duras penas trotaban por la famosa y larga ca-
lle central. Elvira se apresura hoy para no perder el autobús (La 55 La calle mayor, Semana 10 de diciembre de 1949,
Pág. 16
ciudad y el viento. Pág. 10).
56 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta de
Atenas… Pág. 96
172 Circular

“En nuestros tiempos era mucho más grato


pasear por estas calles de Bogotá”.
Fuente: Diario El Tiempo, junio de 1951.

Interesa de este pasaje la referencia que se hace al tranvía de mulas;


a pesar de que este tipo de vehículo no rodaba hacía más de cuarenta
años, el autor lo trae a colación con el fin de establecer la comparación
con el bus urbano, la razón es que esta imagen de dos jamelgos arras-
trando pasajeros (ver recuadro ¿?), recalca la condición verdaderamen-
te anacrónica en la que se concebía el sistema de tranvía municipal.

De hecho, la campaña que se realizó previo al fin de este medio de


transporte guarda ciertas similitudes con la que se emprendió en
contra de la chicha. En el caso de ésta última se decía que “embrute-
cía, era antihigiénica, engendraba el crimen, fomentaba el carácter
impulsivo y las cárceles se encontraban llenas de sus consumidores,
la solución era por tanto prohibir el consumo de ella pues se argu-
mentaba que en sí misma era el origen de la mayor parte de los males
de los grupos más pobres de la ciudad57. Con la misma simplicidad se
apuntaba el caso del tranvía de Bogotá al que le era achacado a causa
de su vejez, lentitud, ineficiencia y fealdad todas las causas de los pro-
57 Sobre la lucha en contra de la chicha puede con-
sultarse: Oscar Iván Calvo Isaza, Marta Sadee blemas de tránsito en la ciudad. El fin del tranvía58 había comenzado
Granados. La ciudad en cuarentena. Chicha, pa-
tología social y profilaxis. Bogotá D.C., Ministerio a considerarse en serio a finales de la década de los treinta, la discu-
de Cultura – Editorial el Malpensante, 1998. Espe- sión no obstante se postergó por el estallido de la Segunda Guerra
cialmente las imágenes publicitarias de las cam-
pañas en contra de esta bebida. Pág. 388 – 391 Mundial que impedía suplir la demanda local de buses y repuestos
58 Para profundizar sobre la desaparición de tranvía
de Bogotá puede consultarse: Samuel Jaramillo y
para los que ya existían. Finalizado el enfrentamiento bélico, las razo-
Adriana Parias. Vida, pasión y muerte del tranvía nes expuestas para promover el fin de este medio de transporte iban
en Bogotá. Bogotá D.C. Universidad de los Andes,
Facultad de Economía, CEDE, 1995. Otro texto, es desde las económicas (basadas en las perdidas, que se asegura, re-
la interesante monografía de Luz Mery Contreras
López. Historia del Tranvía en Bogotá 1882 – 1952. gistraba el sistema) hasta las de desarrollo urbano (pues se afirmaba
Tesis licenciada en Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Hu-
que el sistema de transporte ya no lograba atender las necesidades
manas, Departamento de Historia, 1985. de la ciudad) pasando por el inconformismo de los usuarios, quienes
Circular 173

a menudo preferían utilizar los buses pues eran más rápidos y las ru-
tas llegaban a los barrios más alejados e incluso los que se encontra-
ban fuera del perímetro.

Ya desde 1946 la administración había optado por la idea de acom-


pañar la prestación del servicio de transporte municipal con buses a
gasolina y buses trolley. El fin del tranvía estaba signado, pero su des-
aparición ocurrió de manera gradual hasta su desaparición definitiva
en junio de 1951. El primero de los alcaldes en realizar medidas efecti-
vas en esta vía fue el Alcalde Fernando Mazuera, quien fue llamado
para hacerse cargo de la ciudad pasado el 9 de abril de 1948, luego de
los destrozos ocurridos en la carrera 7ª y ante la imposibilidad de que
los vehículos transitaran por esta vía, el recién posesionado Alcalde
proponía aprovechar la coyuntura para acabar definitivamente con
este medio de transporte pues según sus propias palabras “en todas
partes se había ido acabando ya; inclusive les daba el ejemplo de Qui- Se celebra la apertura de la carrea décima.
to”. Más adelante, en el mismo relato el autor mencionaba los térmi- Fuente: El Espectador, Septiembre 29 de
nos en que este primer golpe de gracia había ocurrido: 1951. Primera página.

Como yo si estaba convencido de que ese servicio había que


acabarlo y que era un peligro en las calles de Bogotá, ese mismo
día me fui para la oficina reuní a todos los contratistas de pavi-
mentos que tenia la ciudad, les dije que partir del siguiente día
se dedicaran a ponerle una pavimentación de 10 cm. de espesor
a toda la avenida de la República, y que para el sábado siguien-
te todo debía estar terminado, hasta el parque de San Diego.
Así fue, se echó pavimento, inclusive por encima de los rieles, y
se pintaron con líneas blancas, que por primera vez se veían en
Colombia. La ciudad estaba muy contenta con este acto dicta-
torial, que en realidad lo fue, y del cual no me arrepiento y me
siento hoy sumamente satisfecho. ¿Qué tal hoy la ciudad de
Bogotá con las calles llenas de tranvías incómodos, bullicio-
sos y ya fuera de uso en el resto del mundo?59
Cuál es la realidad de las rutas de buses y qué
Todos los vicios y agravios que de una manera tan gratuita le eran im- efectos ha tenido la supresión del tranvía. Se
completarán 132 buses municipales. La jor-
putados al tranvía se acompañaban al mismo tiempo de la exaltación nada continúa única solución para la coges-
del bus urbano a gasolina. Los primeros automotores recibidos por tión del tránsito de medio día.
las empresas municipales se reseñaban con menciones como esta en Fuente: El Espectador, Febrero 24 de 1951.
la prensa de la época “el municipio de Bogotá pondrá dentro de breve Pág. 3.

tiempo al servicio de diferentes rutas de la ciudad para solucionar el


problema del transporte. Estos buses son del modelo más moderno
para el trasporte urbano”60. Otro tanto de tal entusiasmo se perci-
bía con la llegada de los buses trolley los cuales comenzarían a rodar 59 Fernando Mazuera. Cuento mi vida… Pág. 250
por la ciudad durante los primeros meses del año 1948, se leía en la 60 Los nuevos buses para el municipio de Bogotá.
En: El Espectador, 21 de septiembre de 1948. Pri-
nota de prensa “los modernos buses trolleys que serán puestos al ser- mera página.
174 Circular

vicio en Bogotá a fines del corriente año. Cinco de estos buses que,
automáticamente descongestionarán el tránsito en Bogotá, se
encuentra ya en Barranquilla”61. La idea de solución automática con-
tribuyó a que los viejos empresarios del servicio de transporte, que
junto con los urbanizadores piratas brindaban las primeras solucio-
nes a los necesitados migrantes que llegaban a la ciudad en la medida
que vivienda y transporte eran las dos principales ofertas de servicios
urbanos que con cierta facilidad encontraban los nuevos habitantes
urbanos, contribuyó decíamos, a que los empresarios privados se
convirtieran en una especie de benefactores bogotanos.

Izquierda:
La ciudad moderna es la ciudad del bus ur-
bano. Anuncio que publicita la llegada de
las rutas y sistemas de buses trolley a Bogo-
tá.Fuente: EL Espectador, Diciembre 30 de
1948. Pág. 5.

Derecha:
esfile de buses compa ías privadas. uente:
El Espectador, Abril 5 de 1949. Primera página.

Abajo izquierda:
Nota que reseña la compra de nuevos auto-
motores para el servicio público municipal de
transportes. Fuente: EL Espectador, septiem-
bre 21 de 1948. Primera página

Abajo derecha:
“Buses que automáticamente descongestio-
narán el tránsito en Bogotá”. Fuente: EL Es-
pectador, Junio 17 de 1947. Primera página.

61 Buses trolley en Bogotá en diciembre. En: El Es-


pectador, Junio 17 de 1947. Primera página
Circular 175

Los desfiles de las flotas adquiridas, cada vez con más frecuencia por
parte del empresariado, se presentaban en la ciudad en pomposos
desfiles que al tiempo eran reseñados en la prensa de la época, con
inocultable entusiasmo:

Cien son los buses adquiridos por la Cooperativa de Buses Li-


mitada de Bogotá y que desfilaron hoy al mediodía a través
de la carrera séptima, (…). Las gentes que por millares con-
templaron el desfile tuvieron hoy las mismas incomodidades
para conseguir transporte rápido y adecuado (…). Pero se
“Se modernizan los paraderos de buses en
sintieron altamente satisfechas y hasta muy aliviadas, al
Bogotá”
darse cuenta de que de hoy en adelante van a contar con Los equipamientos modernos que acompa-
cien buses nuevos, que vendrán a reforzar los transportes y ñan la popularización del bus urbano son
objeto de atención en la prensa de la ciudad.
a remplazar a gran número de vehículos muy destartalados
Fuente: El Espectador, Enero 20 de 1954. Pri-
y anticuados. (…) Parece pues, que en forma lenta y gradual
mera página.
pero de todas maneras satisfactoria, se está tratado de resol-
ver en Bogotá el muy viejo y difícil problema de los transpor-
tes urbanos62.

Del mismo modo los artículos eran acompañados con entrevistas


de personas que se presentaban como expertos en la materia y que
ante la pugna por entrar al negocio insistían en lo desafortunado
que podría resultar que el transporte público se municipalizara, se-
gún sus propios comentarios porque “las empresas municipales no
tienen recursos para asumir semejante servicio, que requiere mucho
dinero. Hay que dejar, pues, que coopere la iniciativa privada la cual
bien encaminada es de mucho valor”. En otro de los apartes del mis-
mo artículo se traían a colación los argumentos de un empresario del
transporte privado, quien aseguraba que con el transporte en manos
exclusivamente del municipio “ocurrirá lo mismo que ha pasado con
la municipalización de algunas empresas, que encarecen los servicios
y éstos no mejoran absolutamente nada”63.

Pero el entusiasmo que estos ‘bienhechores’ proveían, pronto se iba


a ver comprometido conforme se percibía que la tan connotada so-
lución basada en el aumento del parque automotor lejos estaba de
resolver los problemas en la ciudad. A medida que avanzaba la déca-
da de los cincuenta, las huelgas de buses y las demandas de este sec-
tor por obtener mejores beneficios iría ganando espacio. Ya en 1957
exigían una serie de gabelas relacionadas con el reajuste de tarifas,
o bravíamente exigían que se “congelen los precios de los combusti- 62 “160 nuevos buses se pondrán en servicio en Bo-
bles, de las llantas y repuestos” e incluso reclamaban “el pago de un gotá en estos días”, En: El Espectador, Agosto 16
de 1950. Pág. 1
subsidio para las empresas particulares no menor de $ 500 pesos por 63 “Lentamente se suprime el tranvía en Bogotá”.
En: EL Espectador, Agosto 24 de 1950, pág. 6
carro mensualmente única manera de mantener tarifas y compensar
64 “Se reabrió debate sobre transporte urbano”. En: El
el desequilibrio financiero”64. Poco después el mismo Alcalde trataba Independiente: Agosto 31 de 1957. Pág. 7
176 Circular

de conjurar una crisis de transporte en la ciudad buscando una fór-


mula que partía “de un subsidio a favor de las empresas”65.

El hecho es que muy poco tiempo había corrido desde el momento en


que, siguiendo la costumbre local en el que las soluciones se ensalzan
hasta la glorificación y los problemas condenan hasta la perdición,
comienza a ser evidente que la solución del transporte no sería tan
fácil, ni dependería de un solo factor.

Las presunciones sobre lo desafortunado que comenzaba a ser el


transporte urbano se iban extendiendo a otras formas de transporte,
por ejemplo los taxis. En La ciudad y el viento son presentados en estos
términos:

Por el centro de la ciudad pasaban de vez en cuando algunos


taxis destartalados, nocturnos, sucios. Los choferes trastea-
ban el vicio de sur a norte y de oriente a occidente”. (La ciudad
y el viento Pág. 63)

Trasteo de vicio, accidentes, insultos, empujones, indolencia, eran


aspectos que se habían convertido en parte cotidiana del paisaje
urbano, de la calle y del mundo de la vida de los transeúntes, agen-
ciados todos por una forma de circular que de manera definitiva se
imponía sobre otra.

V. La muerte de la sociabildad o un criterio que se


impone

Alfredo, en la novela Viernes 9, en alguna de sus recurrentes reflexiones


sobre la condición humana, reconoce en Gaspar (un campesino ain-
diado celador de su negocio) un ser demasiado primitivo, quien así
como muchos de su clase:

No pueden entender ningún aspecto de la vida moderna, qui-


zá tan solo los automóviles. Fascina tanto como a sus ante-
pasados el caballo de los conquistadores. Viven sumidos en
la miseria, la mugre y las supersticiones con la mentalidad de
siervos. (Viernes 9, pág. 51 – 52)

El único aspecto rescatable de la personalidad de Gaspar es que a pesar


de su ‘mentalidad servil’ pueda al menos reconocer el automóvil como
artefacto de la modernidad, de esa manera se legitima éste como el
65 “Esta convenida la formula para el transporte símbolo determinante de una ciudad que busca cambiar su estirpe la
urbano en Bogotá”. En: El Independiente, 11 de
octubre de 1957. Pág. 6 cual presiente como malsana. Pero más allá del auto es en realidad lo
Circular 177

que este produce o escenifica, velocidad, circulación constante, mo- Mirando hacia fuera por la ven-
vimiento autónomo y libertad, lo que en el fondo es lo que reafirma la tanilla de su “Nemesia” nuestro
superioridad de Alfredo sobre el reconocimiento que hace Gaspar. hombre se siente tranquilo a pe-
sar de todas las dificultades del
Escenas como la que ocurre en el Día del Odio donde Tránsito tiene viaje. l fin de cuentas como
como principal objetivo llegar al tren, y no lo logra justamente por su no tiene que moverse, lo demás
incapacidad para circular por la ciudad, o el hecho de que en su deriva nada importa. A las gentes que
esquive las grandes avenidas para deambular por parajes sórdidos, van a pie y que pronto se mez-
oscuros y periféricos, ejemplifica los aspectos que determinan la ciu- clará a ellas, las mira ahora si,
dad como vicio. En el lado opuesto está el espacio de la gran velocidad, con aire de superioridad como si
el mismo que le permite a Alfredo en Viernes 9 borrar los límites tradi- nunca tuviera que abandonar el
cionales de la ciudad y convertir la misma en una extensión infinita, vehículo.
un espacio en el que virtualmente pueda llegar a cualquier lado.
Fuente: Cromos, Diciembre 4 de 1943.
Pág. 8
La coexistencia de este par de personajes asociadas con una forma
de transportarse, son recogidas en un artículo escrito en 1943, allí
se reconocían las distintas formas de hacer recorridos en la urbe y
la manera como estas formas diferenciadas se daban cita cotidia-
namente en las calles; el articulista reconoce una premisa que de-
fine que “lo que siente el hombre que va por la calle, en cualquier
clase de vehículo, es una vasta sensación de superioridad sobre los
demás, que se traduce en un tonillo de suficiencia”66. Más adelante
comienza mencionando, en primer lugar, el criterio del peatón:

El peatón es aquel que se cree víctima de dos situaciones: la


primera, que no tiene dinero para tomar el modesto y demo-
crático bus, menos para comprar un automóvil; la segunda
que como tiene necesidad de ir a muchas partes, con diez o
veinte centavos no arreglaría nada, absolutamente nada.

Y continúa comparando a este mismo peatón con el criterio de los


‘cinco centavos’:

Hay quienes suben al tranvía y viajan a bordo de esta maqui-


naria con rostro que delata evidente placer. Para ellos rige el
criterio de los cinco centavos. El sujeto o dama que se movi-
liza en tranvía y que se dispone a correr las contingencias in-
herentes a esta clase de viaje, no es otra cosa sino un peatón
desesperado. Cuando la distancia que hay que recorrer, es casi
imposible de cubrir con el solo trabajo físico de caminar (…)
cuando se halla en el carro que perezosamente se arrastra so-
bre la línea, mil veces descompuesta, deja escapar una sonrisa
de satisfacción al pensar en que otro –este otro es el tranvía- 66 Paulo E. Forero, “El criterio del peatón frente al au-
hará el trabajo de moverse en su beneficio. tomovilista y otro varios”. En: Cromos, Diciembre
4 de 1943. Pág. 8
178 Circular

Finalmente se reseña el ‘criterio del automovilista’:

Sea un distinguido caballero o una preciosa damita, es lo cier-


to que el conductor de un automóvil último modelo se gasta
sus opiniones respecto a los pobres mortales que transitan a
pie. El del lujoso coche no puede ocultar la satisfacción que
siente cuando un día horriblemente lluvioso –como son los
más en nuestro año bogotano- ve a las gentes que cual pája-
ros mojados, esperan en silencio la llegada del tranvía67.

La construcción casi tipológica presentada en este artículo, más que


una serie de elementos fortuitos diferenciadores de clase, muestra la
manera como se implanta una forma de ver los mundos de la vida de
los habitantes de la ciudad cuando se toca la mitad del siglo XX. Esa
forma de asumir el espacio estuvo determinada de manera impor-
tante por un ideal de lo urbano moderno, que como se mencionó a
lo largo del capítulo promovía la adecuación del entorno urbano a las
necesidades de la velocidad sin importar los obstáculos que debiera
sortear.

Una ciudad centenaria debió ceder para dar paso a la Avenida Déci-
ma, la vieja costumbre de caminar y pasear se antojo anacrónica por-
que obstaculizaba el paso de los buses y los autos, aquel momento
en que el tranvía pasaba lento en medio de contertulios en la carrera
Séptima, se reconocía como una lesión a los ideales de progreso y el
mismo conversar en la calle se convirtió en un vicio.

Es tal la dimensión del objetivo, que se acepta sin miramientos es-


tos nuevos símbolos, así, en el caso de la ciudad que se presenta en
la novela de Osorio Lizarazo, se critica el que sean más los excluidos
que quienes gozan de los beneficios, pero las bondades de la forma
virtuosa de vivir la ciudad no se pone en duda.

Las posibles implicaciones negativas de rendir el diseño y la forma ur-


bana a la velocidad, a la eficiencia y en últimas a los valores más deter-
minantes de la modernidad capitalista se habían percibido por algu-
nos urbanistas como Camilo Sitte a finales del siglo XIX. Schosrscke
comenta que a propósito de ello que:

Para él, la amplia calle circular producía anonimato y agora-


67 Paulo E. forero, “El criterio del peatón frente al au-
fobia, ambos relacionados con el fuerte individualismo de la
tomovilista y otro varios”. En: Cromos, Diciembre vida moderna. El proyecto de Sitte consistía en establecer la
4 de 1943. Pág. 9 y 65
68 Carl E. Schorske, De la escena pública al espacio plaza con el fin de detener el flujo de conductores en movi-
privado, la arquitectura como crítica de la cultu-
ra, en: Pensar con la Historia. Madrid, Editorial
miento y convertirlo en un espacio que llevara a la sociabilidad
Taurus, 2001. Pág. 264 y a la congregación68.
Circular 179

Una suerte de adelantado se nos antoja Sitte, quien mucho antes de


que se generalice entiende la manera como se va perfilando lo que
se presiente como la acomodación de una nueva noción de espacio
público, que tal vez sin pensarse actúo a favor de la indolencia que
profundizaba el individualismo y el rompimiento de lazos de solida-
ridad. Así ocurrió en muchos lugares del mundo y del mismo modo
en Bogotá. Ensanchar calles, construir avenidas, promover el movi-
miento continuo, derruir edificaciones, imponer un sistema de trans-
porte, glorificar el auto son todos elementos que se irán afincando en
el alma colectiva de una ciudad decidida a cambiar para embarcarse
en la dura empresa de modernizarse, aunque ello implicara pagar un
duro precio.
Capítulo 4

Habitar
Todas estas formas han desaparecido de la calle y de las plazas para replegarse
al interior de los edificios, cediendo a la general tendencia de nuestro tiempo, es
decir a la agorafobia.
[Camilo Sitte]
Contenido
I. Introducción
II. La ‘pobreza se pega’ o
el espacio doméstico
especializado
III. De un trozo de ciudad
a un trozo de vivienda.
IV. Los resquemores
del habitar

I. Introducción

U na de las preocupaciones fundamentales durante mediados del


siglo XX en Bogotá, tenía que ver con la necesidad de vivienda y
la presión por el suelo urbano que ejercían los nuevos habitantes que
llegaban de manera masiva y constante. La imposibilidad de los ad-
ministradores de brindar respuestas adecuadas era palpable confor-
me corrían los años. En un conocido plano presentado en una misiva
en el Concejo de la ciudad, titulado “Algunas parcelaciones clandes-
tinas en los alrededores de Bogotá en 1950”,1 se reconocía esta situa-
ción y se identificaba la forma en que este tipo de urbanizaciones “pi-
ratas” comenzaba a responder a esta demanda, con las consabidas
implicaciones para el desarrollo urbanístico de la capital colombiana.
A pesar de estas advertencias, el desarrollo de la ciudad se consolidó
bajo este esquema y la forma de habitar estos espacios adquirió un
perfil característico.

Como ocurriera en otras ciudades del mundo, que crecían por efec-
tos de la industrialización acelerada, porque se convertían en polos 1 Germán Mejía P. y Marcela Cuéllar, Atlas histórico
de Bogotá. Cartografía 1791-2007, Bogotá, Plane-
de prestación de servicios o consolidaban su papel como centros de ta, 2007, p. 108.
182 Habitar

poder político, los grandes flujos migratorios rebasaron con facilidad


la infraestructura ofrecida por los centros urbanos, de manera que la
necesidad de un lugar de habitación para los recién llegados activó la
imaginación capitalista que encontró en la venta de lotes de urbani-
zaciones ‘hechizas’ la magia de la ganancia fácil.

La renta especulativa es una de las tentaciones que seduce al perso-


naje de la novela de López Michelsen, el contacto cada vez más estre-
cho que el viejo señor B. K. va teniendo con la élite bogotana le im-
pulsa a pensar en involucrarse en serio en las actividades económicas
“Algunas parcelaciones clandestinas. Alrede-
que ésta realiza para enriquecerse. En varias ocasiones hay intentos
dores de Bogotá…, según el estudio del Ing. de persuadir al timorato B. K. para que se arriesgue a participar en
Joaquín Martínez”. una de las aventuras de inversión con argumentos ciertamente con-
Fuente: Atlas histórico de Bogotá, 1791-2007. tundentes:
Habitar 183

–Usted tiene que familiarizarse un poco más con nuestro país


para apreciarlo en lo que vale. (…) ¿Cuál es la utilidad que de-
jan los capitales en Europa? ¿Cuánto queda a los inversionistas
después de pagar los impuestos? El 3% o el 4%. En América del
sur cualquier acción produce, sin necesidad de trabajar, el 10%
o el 12%. Comprando solares en los sitios estratégicos de las
grandes ciudades se gana también, sin trabajar, el 50% o el
60%, con la sola valorización que se obtiene en unos pocos
meses (Los Elegidos Pág. 47).

Esta propuesta se concreta más adelante, cuando le sugieren parti-


cipar “en varios negocios, como una urbanización en las afueras de la
ciudad, de la cual [dice el Señor K.] podía yo esperar mayores beneficios
que los que me estaban produciendo en este momento mis acciones
de La Central” (Los Elegidos Pág.. 113). Tales invitaciones perfilaban el rol
del suelo destinado al establecimiento de vivienda para sus habitantes
y su relación con la actividad económica de la ciudad en ese momento.
De hecho, en relación con este fenómeno, López Michelsen describe
en sus memorias la forma en que Antonio Borda, un viejo amigo de su
padre (Alfonso López Pumarejo, presidente de Colombia entre 1934-
1938 y 1942-1945), tuvo algún éxito en la vida gracias a la “magia” de la
valorización del suelo urbano. Sobre él dice L. Michelsen:

Antonio lo siguió hasta su muerte [a López Pumarejo], pla-


neando gigantescas inversiones extranjeras en Colombia, y
murió rico merced a la valorización de unas tierras sobre la ca-
lle 13 de Bogotá, donde explotaba un modesto hato de vacas
Holstein. Alguna vez, creyendo ser gracioso, le anoté: ‘¡Tantos
cables en inglés durante medio siglo, para acabar millonario
con una valorización de tierras en Bogotá, como cualquier
orejón!’. Pero no le hizo mucha gracia.2

Tal vez en este, como en ningún otro aspecto, se hiciera patente


aquello que el señor B. K. advirtiera cuando reconocía que en estos
círculos “lo único que contaba era el dinero. No existía la antigüedad
de la sangre pero sí la del oro” (Los elegidos Pág. 133). Era una especie de
dictadura de la economía monetaria en donde, siguiendo a Simmel,
“el dinero no se interesa más que en lo que es común, es decir, el valor
de intercambio que nivela toda cualidad, toda particularidad, inte-
rrogando tan solo la cantidad”,3 aunque como veremos más adelante
será un aspecto que tuvo sus matices en la aún cerrada y jerarquizada
sociedad bogotana de mediados del siglo XX.

2 Alfonso López Michelsen, Mis Memorias, Bogotá,


Parece pertinente resaltar que este tipo de argucias relacionadas con la Oveja Negra-Quintero Editores, 2009, p. 288.
explotación del suelo urbano contribuyeron a definir el perfil de Bogotá 3 G. Simmel, Las grandes urbes…, Pág. 6
184 Habitar

En un aviso de media página se invita a estar


preparado para las inversiones del Plan Currie
y la probabilidad de una guerra mundial. La
mencionada preparación consiste en com-
prar solares al costado de la autopista norte
en construcción, para obtener los mejores
rendimientos por una valorización derivada
de una acción estatal.
Fuente: El Espectador, Agosto 15 de 1950,
Pág. 9

durante este período, y a partir de ahí, durante el resto del siglo XX. El
crecimiento como parte de la urbanización de terrenos de vivienda para
la clase media y la clase acomodada que paulatinamente conquistaba
el norte de la ciudad, era absolutamente modesto si se compara con el
enorme desarrollo habitacional para los habitantes más pobres en el
otro extremo de la ciudad. En uno y en otro caso, el enriquecimiento de
unos pocos personajes, favorecidos como producto de la explotación
de los beneficios que brindaba la urbanización de tierras en o cerca de
la ciudad, era tan evidente como significativo.

Este enriquecimiento ocurría a merced del fabuloso crecimiento po-


blacional de la capital colombiana y del débil papel del Estado en la
construcción y generación de vivienda, creando condiciones propi-
cias para el desarrollo del ejercicio especulativo. Por ejemplo, para
Habitar 185

“1949 se construyeron en Bogotá 2.031 nuevas casas, cuando se ne-


cesitaban, para atender el crecimiento normal de la población por lo
menos 4.417. O sea faltaron casi 2.200 casas. En 1950 se necesitaban
por lo menos 6.000 y probablemente se construirán las mismas que
en 1949, o sea faltaron 4.000”4

Ritmo de construcción nuevas edificaciones en Bogotá


1940 – 1957
12,8
10,9 11,4
10,7

9,7
5,6 7,8
4,6 5,0
3,7 3,6 4,2
3,3 5,4
3,9 4,4 3,9
3,4 3,4 3,4
1940
1941
1942
1943
1944
1945
1946
1947
1948
1949
1950
1951
1952
1953
1954
1955
1956
1957
1958
1959

Ritmo de crecimiento de población anual en Bogotá


1940 – 1959
13,9
13,2
11,9
10,7
10,1 12,5
9,2 11,3
8,7 9,1
9,6
6,8
6,2 6,5 8,1
5,3 5,6 5,9 7,2
1941
1942
1943
1944
1945
1946
1947
1948
1949
1950
1951
1952
1953
1954
1955
1956
1957
1958
1959

Ritmo de crecimiento de población vs vivienda anual en Bogotá


1948 – 1959
15,3
12,5 13,2
11,9 13,9
10,7 11,3
10,1 13,0 12,3
9,2 9,1 9,6 11,2
8,1 8,7 10,9

5,0 5,5 7,9


5,8
4,5 4,7
3,9
1948

1949

1950

1951

1952

1953

1954

1955

1956

1957

1958

1959

4 Jorge Venegas Nieto, “Cuatro Mil casas faltan por


año en Bogotá” En: Revista Casas y Solares, Junio
Ploblación Vivienda de 1950. Pág. 20
186 Habitar

Fuente: Cromos, Abril 5 de 1947, Pág. 2 La falta de vivienda fue una preocupación constante pues afecta-
ba de manera contundente a los más pobres de la ciudad.
Fuente: Cromos, Julio 10 de 1943, Pág. 2

Un análisis simple a los datos registrados en los cuadros anteriores5,


muestra la manera como el ritmo de crecimiento poblacional duran-
te fines de la década de los cuarenta y comienzos de los cincuenta
rebasó de lejos el crecimiento de la construcción de vivienda. Así,
mientras la población crecía a ritmos que alcanzaban el 10% anual e
incluso hasta el 14% hacia el final de la década del cincuenta, la cons-
trucción de vivienda no sobrepasaba el 5%. Apenas hacia mediados
de esta misma década el ritmo constructor alcanza a igualar el rit-
mo de crecimiento demográfico de la ciudad. Los datos no cambian
mucho si se tiene en cuenta el ritmo de crecimiento ya no sólo de las
viviendas sino de la construcción en general, en todo caso, es muy
probable que en las estadísticas no se incluyeran las urbanizaciones
que pululaban por fuera del perímetro urbano y justamente algo del
déficit estuviera cubierto por estas viviendas.

Algunos aseguraban que el aumento de la demanda y una oferta muy


por debajo de la posibilidad de cubrir estas necesidades fueron aspec-
5 Cuadros y cálculos construidos por el autor a
partir de la información obtenida de los Anuarios
tos que contribuyeron a que el negocio reportara jugosas ganancias
Estadísticos Municipales (y del Distrito Especial) y se especulara con el suelo de manera arbitraria, bajo el auspicio de
de 1948 a 1959. Bogotá, Departamento Adminis-
trativo Nacional de Estadística. la ineptitud estatal:
Habitar 187

Grandes firmas de parcelación de haciendas, de loteo y de


construcción prefieren dedicarse a una especulación rápida en
las áreas periféricas, por medio de la vivienda y de las llamadas
‘urbanizaciones’.

Allá no existen los problemas de tipo jurídico o legal, ni se ne-


cesitan altas inversiones con indispensable apoyo bancario;
basta con la complacencia de planos acomodados y de doble
interpretación, algunos reglamentos supuestamente muy
drásticos pero temperados por cantidades de excepciones y
de ‘casos especiales’ y unos funcionarios sentados en la alcal-
día, dóciles, mudos y amnésicos.6

Otros por el contrario, como los constructores, le atribuían la res-


ponsabilidad del escasez de vivienda a los “reevaluos permanentes, el
alza de impuesto, a las valorizaciones confiscatorias, el alza continua
del costo de la construcción, las dificultades y altos costos en la ins-
talación de servicios de luz y agua, la intervención estatal para con-
gelar los rendimiento de capital”7, en suma a los excesivos controles
gubernamentales.

Unidades de vivienda construidas en Bogotá anualmente


entre 1948 – 1959
7 000
Título del eje

6 000
5 000
4 000
3 000
2 000
1 000
0
1948 1949 1950 1951 1951 1953 1954 1955 1956 1957 1958 1959
Año

Pero los problemas de vivienda no se reducían únicamente a la falta


de gestión del suelo, a la generación de incentivos o aspectos relacio-
nados con las penurias económicas o codicia urbanística, ni tampoco
se simplificaba frente al hecho de la ineptitud gubernamental. Si bien
todos estos aspectos influían, no era menos cierto que otros elemen-
tos más que nunca estuvieron presentes en lo relacionado con la pro-
ducción, venta y adquisición de vivienda. De ese modo interrogantes
sobre ¿Dónde vivir? ¿Junto a quién? ¿En qué tipo de casa? ¿Bajo qué
condiciones?, eran cuestionamientos que se volvieron frecuentes en
cientos de miles de habitantes que buscaban una morada.
6 Jacque Aprile, La ciudad colombiana siglos XIX y
XX. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1992. Pág.
645 - 646
Era, por ejemplo, de central importancia el tema de la ubicación de 7 Jorge Venegas Nieto, “Cuatro Mil casas faltan por
la vivienda y la relación con los referentes geográficos simbólicos en año en Bogotá”… Pág. 21
188 Habitar

los que se había dividido la ciudad: el norte y el sur. Las considera-


ciones sobre este aspecto dejan ver la manera como ciertos valores
comienzan a influír en la decisión de adquirir un predio asemeján-
dose a latípica relación entre establecidos y marginados8. De ese
modo, se juzga al norte solamente por sus virtudes, ignorando los
problemas y al sur por todos sus problemas ignorando sus virtudes;
allá buenas maneras, tranquilidad, seguridad, limpieza, soledad y
amplitud, aquí miseria, suciedad, ruido, masificación y estrechez.
La manera como elementos de este tipo influenciaron las concep-
ciones, ideas y formas de ocupar el espacio es de lo que trata este
capítulo.

II. La ‘pobreza se pega’ o el espacio doméstico


Juan sin techo. Caricatura que anuncia el cen-
especializado
so de edificios
Fuente: Revista Casas y Solares, Octubre de
1949 pág. 10 En el capítulo sobre modernidad se mencionó la manera como Ri-
chard Sennet explicó el modo en que nuevas ideas médicas habían
comenzado a tener un cierto influjo en el diseño de ciudades en el si-
glo XVIII, particularmente en la configuración de un sistema de circu-
lación a través de vías que se suponía limpiarían el ‘organismo urba-
no’, tal y como sucedía con las venas y arterias las cuales purificaban
el organismo humano.

La escenificación de estos aspectos en la ciudad europea del siglo


XVIII paulatinamente fueron convertidos en mandamientos para
planificadores y pensadores de la ciudad, quienes se horrorizaban
ante las situaciones generadas por espacios que no respondieran a
los cánones higienistas que imperaban en el discurso de la época. Los
preceptos eran tan determinantes que con frecuencia la falta de un
lugar ‘adecuado’ de habitación era el argumento que ayudaba expli-
car los principales males de la sociedad.

En los documentos citados por Peter Hall sobre la situación de las cla-
ses trabajadoras en la Inglaterra Victoriana, especialmente el artícu-
lo de Andrew Means, The Bitter Cry of Outcast London (El amargo grito de
los desheredados de Londres), se percibe ya, el argumento según el cual,
uno de los principales problemas tanto de higiene y de moral se en-
contraban en el hacinamiento al que están abocados grandes grupos
de población trabajadora y pobre:

8 Sobre los mecanismos sociales que se activan a


propósito de una relación entre establecidos y Pocos de los que leen esta páginas tienen idea de lo que son
marginados en un entorno urbano véase: Nor-
bert Elias and John L. Scotson, The established estas pestilentes guaridas, donde miles de personas viven
and the outsiders. A sociological enquiry into hacinadas en medio de horrores que nos recuerdan lo que
community problems, London, Sage Publica-
tions, 1994 (Primera versión 1965). hemos oído sobre los barcos de esclavos. Para entrar en ellas
Habitar 189

hay que adentrarse por patios nauseabundos a causa de los


gases venenosos y malolientes que resultan de la acumula-
ción de aguas residuales y todo tipo de basuras. (…) En otra
habitación vivía una viuda con seis hijos, entre los que ha-
bía una hija de veintinueve años, otra de veintiuno y un hijo de
veintisiete. Otra estaba ocupada por una madre y seis hijos,
dos de ellos enfermos de escarlinata. (…) El incesto es común:
no hay vicio ni sensualidad que despierte sorpresa ni llame la
atención… Lo único que no les hace caer en el comunismo es
la desconfianza, no la virtud.9

Como diría Miguel Samper, o cualquier otro de los analistas de la si-


tuación de la ciudad a fines del siglo XIX, “la podredumbre material
corre pareja con la moral”10; en el caso de Bogotá los argumentos se-
rían similares, pues junto a “los discursos de los médicos e ingenieros
interesados en los aspectos sanitarios” estaba la posición del “clero,
los abogados y legisladores, para quienes las preocupaciones oscila-
ban entre las condiciones higiénicas de la ciudad y la condición moral
del obrero”11. Las descripciones realizadas por entes gubernamenta-
les que ya se preocupaban por las condiciones en las cuales vivían los
grupos más pobres de la población, anunciaba la manera como se in-
terpretaba los principales males que aquejaban a la ciudad moderna: El Paseo Bolívar como parte del paisaje Bo-
gotano y el Paseo Bolívar como parte de las
tragedias bogotanas.
No se puede caminar de frente porque con los hombros se
lleva enredado el empajado de estas rancherías demasiado Arriba fuente: Cromos, Mayo 2 de 1942. s.p.
bajas, sino que hay necesidad de entrar caminando de lado, o
Abajo: fuente: Historia de Bogotá, siglo XX.
doblando completamente el cuerpo, y con la circunstancia de
Tomo III. Villegas Editores, 2007. Pág. 35
que el piso que los separa y les sirve de gotera, es el estercolero
de 6, 8 o más personas que viven en cada rancho12.

Son numerosos los aspectos identificados como problemáticos en


este tipo de discursos relacionados con el lugar de habitación de los
bogotanos más pobres, no obstante uno de estos aspectos que es
preciso resaltar por las implicaciones que tiene en la ciudad y en la
forma en que se irá definiendo una concepción, relativamente nove-
dosa, de habitar el espacio doméstico, ese aspecto es precisamente
el ‘hacinamiento’ en el que vivían estas personas. Se señala este ele- 9 Perter Hall, Ciudades del mañana, historia del ur-
banismo en el siglo XX. Barcelona, Ediciones del
mento en particular, porque se relaciona de manera directa con al- Serbal, 1996. Pág. 26
gunos de los postulados conceptuales expuestos en el capítulo sobre 10 Miguel Samper, La miseria en Bogotá. Bogotá,
Editorial Universidad Nacional de Colombia, 1969.
modernidad y modernización. Pág. 11 (Primera edición 1898)
11 Luis Carlos Colón, El saneamiento del paseo
Bolívar y la vivienda obrera en Bogotá, en: Urba-
En efecto, mientras la virtud en el circular era definida por la falta de nismos No. 2. Publicación seriada de la Maestría
en Urbanismo, Bogotá, Universidad Nacional de
talanqueras y la posibilidad de flanquear límites con facilidad, en el Colombia, 2007. Pág. 120

habitar son precisamente los límites los que determinan una vivienda 12 Citado en: Luis Carlos Colón, El saneamiento del
paseo Bolívar y la vivienda obrera en Bogotá…,
como virtuosa, es la existencia de la separación y la especialización Pág. 122
190 Habitar

del espacio lo que se reivindicará como un aspecto imprescindible en


la construcción del lugar donde vivir. Es diciente, por ejemplo, que en
la Carta de Atenas Le Corbusier identifique la falta de espacio adecua-
do como una de las deficiencias centrales en las zonas de habitación
de las ciudades de medio siglo. En su primera observación sobre este
tema se refiere a la habitación como tugurio, en la cual identifica los
siguientes aspectos:

1. Insuficiencia de la superficie habitable por persona


2. Mediocridad de las aperturas al exterior
3. Falta de sol
4. Vetustez y presencia permanente de gérmenes mórbidos
(tuberculosis);
5. Ausencia o insuficiencia de instalaciones sanitarias;
6. Promiscuidad debida a la disposición interior de la vi-
vienda, a la mala ordenación del inmueble o a la presencia de
vecindades molestas.13

Se anota en el mismo texto que “lo que constituye el tugurio es el


estado interior de la vivienda”, básicamente definido por la falta de
espacio para quienes conviven allí. En todo caso el tema de la separa-
ción y de la especialización de espacios va a estar presente conforme
el siglo XX avanza y determina la forma en que se construye habita-
ción para las personas más pobres de la ciudad.

De este modo, las precariedades que caracterizan la ciudad como vi-


cio en relación con el habitar, comienzan definiéndose por el lugar
del emplazamiento de la vivienda de los grupos de habitantes más
pobres en Bogotá. Asentamientos realizados, la mayor parte de las
veces, a través de la parcelación de grandes extensiones de tierra, cu-
yos solares o lotes eran vendidos a plazos a las familias que buscaban
un lugar donde vivir, pero cuyas obras de urbanismo (calles, andenes,
espacios públicos, parques, etc.) y de saneamiento básico brillaban
por su ausencia. Este aspecto es comentado en El día del odio, cuando
Tránsito se ve impelida a ir a uno de los nuevos barrios de la ciudad
acompañada de un hombre que ha decidido encargarse de ella. El lu-
gar tiene las siguientes características:

Los terrenos que circundan la ciudad y que por su topografía


quedaron sujetos a que en ellos desemboquen las alcantarillas
y se arrojen las basuras que forman riquísimas incubadoras de
moscas, de miasmas y de infecciones. Fueron urbanizados por
progresistas compañías con destino a obreros y trabajadores
que deben pagar a plazos el doble del valor real de diminutos
13 Le Corbusier. Principios de urbanismo. La carta de
Atenas… Pág. 39 (La negrilla es mía) lotes distribuidos sin provisión de aire, de luz o de comodi-
Habitar 191

dad para las viviendas que se construyan en ellos. El criterio


con que se trazan estos suburbios es solamente el comercial,
para explotar el innato sentimiento que induce al hombre a
dar seguridad a la familia y a darle estabilidad al hogar, y las
compañías obtienen excelentes utilidades de este negocio
porque, en virtud de sus estipulaciones, cuando los acree-
dores se atrasen en el pago de sus cuotas pierden lo pagado
anteriormente. Este despojo es ampliamente protegido por la
ley, que no puede perjudicar los intereses de los señores capi-
talistas por favorecer a los ‘guaches’. (El día del odio pág. 201).

Se recalcan así mismo las implicaciones que un desarrollo urbano de


zonas de habitación tuvo al dejarse en manos de la iniciativa privada:

Son muchos los que suspenden sus pagos, lo cual confiere a


la empresa la posibilidad de venderlos dos o tres veces, hasta
que alguno logra equilibrar sus míseras finanzas y en señal de
propiedad levanta una choza de inverosímil albañilería para
meterse en ella y llevar una vida primitiva y elemental, com-
partida amablemente con los insectos parásitos. En las épo-
cas de lluvia, las alcantarillas desbordadas les inundan las cho-
zas con aguas corrompidas, pero como llevan la suciedad de la
gente decente, no tienen por qué quejarse, y serían ingratos si
se lamentaran (El día del odio, Pág. 202 – 203)

El argumento sobre las implicaciones que un desarrollo urbanístico


de áreas residenciales dejado a las veleidades de la iniciativa privada,
tienen un interés dentro de los argumentos aquí esgrimidos en tanto

Fuente: Revista Estampa, Diciembre 14 de


1957. Pág. 48
192 Habitar

que la mezquindad del mercado es una de las más importantes razo-


nes (sino la más) que explica el narrador para entender la vida primiti-
va y elemental que llevan los moradores de los barrios de extramuros.

La misma prensa de la época registraba el hecho en términos de la


necesidad de reforzar las instituciones encargadas de la promoción
de vivienda en la ciudad argumentando que “dos o tres millones de
pesos, financiados en forma gradual con tanto recurso directo e indi-
recto como tiene el municipio, serían suficientes para construir nue-
“El anciano: – Mi mayor aspiración es com-
vos barrios, en un plan metódico, asistido por la técnica en forma de
prarme una casita a plazos”. competir eficazmente con la voracidad de la iniciativa privada”14
Fuente: Revista Estampa, Octubre 19 de
1957. Pág. 49 El desorden, la suciedad, aglomeración y precariedad de las grandes
zonas urbanas tiene también correlato en la estructura y forma de
construcción de las viviendas, de las que Ososrio Lizarazo escribe que:

Exhibía su miseria como lacra. Chozas aplastadas construidas


con residuos de empaques de mercancías, cuyas techumbres
de fragmentos metálicos se aseguraban con guijarros; disper-
sas entre lotes vacíos, se confundían ante los ojos de Tránsito
con los montones de desperdicios que fermentaban por todas
partes. Algunas casitas de adobe y teja de barro denunciaban
la opulencia de sus dueños. (…) Mientras que la energía y el
agua se proveían a través de muchachos con el cabello por
los ojos, los mocos sobre las bocas mugrientas y los ombligos
erguidos bajo camisolines sobrecargados de remiendos, se
apresuraban a comprar el carbón o acarrear el agua desde una
lejana fuente pública y portaban tarros y múcuras colmados
del precioso líquido, que resultaban pesados para sus ende-
bles fuerzas (El día del odio. Pág. 207).

La condición de una ciudad vicio se ve determinada por la falta de un


espacio urbano consolidado, por la presencia generalizada de basu-
ras y desorden, por la construcción de vivienda con materiales como
el adobe y la teja de barro, que a todas luces eran expresión de una
arquitectura de tiempos pasados o de rezagos románticos de los en-
tornos rurales , pero también por la ausencia de servicios públicos
que obligaban a los niños a ocupar el tiempo en proveer a la familia
de agua. Por otra parte, la vivienda es precaria porque ella misma es
manifiesto de “inverosímil albañilería”, pero también porque el “criterio
comercial” que domina la oferta de habitación, impele a que en las
viviendas no existan lugares separados para llevar a cabo las dis-
tintas actividades de la vida hogareña. La imagen es reforzada al
límite cuando se menciona que ni siquiera se cuenta con los mínimos
14 “La vivienda popular”, en: El Espectador, Diciem-
bre 15 de 1950, Pág. 5 espacios para llevar una vida digna en términos de higiene:
Habitar 193

Rancho en el Barrio Modelo.


Fuente: Revista Cromos, Octubre 27 de 1951.
Pág. 11

En la ínfima escala de los obreros de bajo salario inestable no


han surgido todavía las preocupaciones por la higiene, pro-
pias del hombre civilizado…, y cómo la ausencia de excusados
y otros artefactos sanitarios indica la inferioridad humana de
esa plebe. (El día del odio. Pág. 203).

¿Por qué es tan fundamental el hecho de que el novelista recurra pre-


cisamente a este aspecto de la higiene doméstica para llevar al ex-
tremo la idea de un espacio viciado? La respuesta es que ese recurso
saca a la luz no sólo, el pecado más grande de la habitación, a saber,
la falta de especialización de espacios, también es un trasgresión a
las normas de la higiene y al mismo tiempo atenta contra uno de los
elementos estructurales de la idea de lo moderno en la vivienda, la
necesidad de una definición transicional entre lo público y lo privado.

Para entender este último aspecto podría recurrirse a la interpreta-


ción ofrecida por Roderick Lawrence, quien buscando explicar las
preferencias en la estructura de la vivienda de los habitantes ingleses,
sugiere la importancia de considerar la manera cómo la estructura
y disposición de las habitaciones de la casa son determinantes en la
especialización y separación de espacios públicos y privados:

the transition between the exterior and the interior of houses 15 Roderick Lawrence, An anthropological analysis
can be simultaneously interpreted as a liaison and separation of home interiors, En: Consultado en internet
(Junio de 2011) www.raco.cat/index.php/Temes/
between public and private, exterior and interior, polluted and article/download/29368/42047 La transición entre
el interior y exterior de la casas se puede interpre-
non-polluted —in the anthropological sense of those terms as tar simultáneamente como unión y separación
entre lo público y lo privado, lo exterior y lo inte-
discussed by Leach. This categorical differenciation of external rior, lo contaminado y lo no-contaminado; en el
and internal spaces can be extended to include the liaison and sentido antropológico de estos términos analiza-
dos por Leach. Esta diferenciación categórica de
separation between spaces inside the dwelling, such a zones espacios internos y externos puede ser extendida
para incluir la unión y la separación entre espa-
for kinds of domestic activities according to the following bi- cios dentro de la vivienda, como zonas para niño
o para diferentes tipos de actividades domésticas,
nary codes: de acuerdo con los siguientes códigos binarios:
inside : outside -- female : male -- private : public -- non-pollu- dentro – fuera; femenino – masculino; privado
-- público; no contaminado – contaminado (tra-
ted : polluted15 ducción propia)
194 Habitar

Lawrence sostiene que un punto fundamental del rol de la vivienda se


encuentra en la consideración de la misma como un espacio de tran-
sición entre un ámbito íntimo y por tanto más individual y otro públi-
co y por tanto más colectivo. Es de común aceptación en definiciones
enciclopédicas que el espacio privado es “un espacio de recogimiento:
aquello que se ejecuta a la vista de pocos, en confianza, en familia.
Particular y personal en cada uno”.16 Pero esta es una forma acabada
de entender lo privado, pues esta categoría que conecta de mane-
ra automática la noción y diferenciación de espacios es un elemento
que hace parte de un cambio en los cánones sociales del comporta-
miento y de la forma de sentir.

La posibilidad de contar con una vivienda Esta adaptación del canon ocurre en el marco de una transformación
‘cómoda’ y ‘funcional’ para los más pobres es estructural e histórica de la sociedad, así lo hace ver Norbert Elias
motivo de satisfacción. cuando ejemplifica este argumento con la manera como se ha tras-
Fuente: El Siglo, Marzo 26 de 1953. Pág. 11 formado el modo en que se llega al estándar de dormir solo:

Primero por lo regular compartían el lecho con varias perso-


nas, luego varias personas en diversas camas comparten el
mismo dormitorio. Finalmente se vuelve la regla que única-
mente los padres comparten el mismo dormitorio y cada niño
no sólo tiene su propia cama sino también su propio cuarto
para dormir. Y finalmente se puede notar una cierta tendencia
a que incluso los cónyuges tengan camas separadas y a veces
cuartos separados. Como puede verse, la privatización es un
aspecto de la individualización.17

A la luz de estos argumentos se puede entender la manera como el


novelista recurre a juegos narrativos y a la descripción de cierto tipo
de imágenes para reforzar el carácter condenable de la ciudad como
vicio, pues los espacios de habitación que frecuenta Tránsito en el Día
del Odio tienen el rasgo distintivo de ser lugares en los cuales la tan
temida ‘promiscuidad’ de cuerpos y la indiferenciación de lo colectivo
y lo privado están presentes; una indiferenciación condenable por ser
precisamente un atentado contra esos elementos reivindicadores de
la modernidad:

Penetraron a un cuarto alumbrado también por una débil


bombilla sobre el pavimento se extendían varios jergones. Dos
o tres estaban ocupados por cuerpos apelotonados. Rechina-
16 Soledad Murillo, El mito de la vida privada. De la ban algunos ronquidos. - Acostate vos allá y yo aquí. Este es
entrega al tiempo propio. Madrid, Siglo XXI Edito-
res, 1996. Pág. 1 el dormitorio’e señoritas. El de caballeros es en otra pieza. Ahí
17 Norbert Elias, ¿”L’Espace privè”, “Privatraum” o
“espacio privado”?, en: La civilización de los padres
cogerás uno qui otro piojo, pero pior es la calle m’ija. (El día del
y otros ensayos. Bogotá, Editorial Universidad odio, Pág. 60 – 61)
Nacional de Colombia – Grupo Editorial Norma,
1998, Pág. 359
Habitar 195

El Alacrán abrió una puerta y penetraron en una pieza ciega. La


luz de un fósforo iluminó en parte la sombra, dejando ver un lecho
y una mesa por único moblaje. Sobre la mesa exhibía su barri-
ga blanca una jarra de aluminio. El Alacrán encendió una vela
y dijo: - Gueno, Tránsito, ya’stamos (El día del odio, Pág. 134 – 135)

La estrechez y la incomodidad, junto al hacinamiento son elementos


que radicalizan la imagen de rechazo frente a esta ciudad y que rea-
firman los aspectos que son despreciables en la vivienda y la habita-
ción de la ciudad como vicio, entre otras cosas porque defraudan la
noción de lo privado, de la individualización y de la construcción de
límites que separen radicalmente los entornos, una falta que dentro
del esquema de Lawrence es una contaminación de aquello que por
definición debería se puro y sagrado. Adicionalmente en el par de pá-
rrafos que acaban de ser citados la luz se convierte en un elemento
central para reforzar la atmosfera indigna de estos solares, así la di-
ferencia entre la bombilla y la luz de vela es una clara referencia a un
diferencia de categoría entre viviendas.

En la novela de Augusto Morales Pino, Los de en medio, se reconoce


de nuevo algunos aspectos del execrable vicio de vivir en una suerte
de hacinamiento. En ella, el amigo de infancia del protagonista (En-
rique), quien vive en un barrio de clase baja, aunque no en la miseria,
protagoniza una escena que se antoja típica en este tipo de aglome-
raciones. Se narra de la siguiente manera:

En la casa vivían varios matrimonios y familias pequeñas, reuni-


das apretadamente en una o dos piezas (…) Era una casa sucia,
con paredes llenas de grietas. Los corredores, sin flores ni ador-
nos, daban una sensación de desmantelamiento y vacío. Los la-
drillos del piso estaban gastados y hendidos. Sobre el suelo, en
el corredor, jugaban a veces un niño de un año escaso de edad y
una pequeñuela ya más crecidita. (Los de en medio, Pág. 50)

Marcos, el amigo de Enrique, vive en este lugar, y aprovechando el he-


cho de la proximidad de las habitaciones hacinadas, sustrae el dinero
de una señora alemana, la cual:

Sin que se supiera por qué había escogido ese lugar, llegó una
tarde, atraída por el aviso colocado en una ventana que daba
a la calle y que decía: ‘Se arrienda una pieza’. Parecía buscar un
precio módico y por eso seguramente prefirió ese barrio po-
bre, urgida de encontrar vivienda. Acababa de llegar a la ciu-
dad. Sin embargo, se sabía que estaría por poco tiempo”. (Los
de en medio, Pág. 51).
196 Habitar

‘Un anillo de miseria circunda Bogotá’


Fuente: El Independiente, Octubre 8 de 1957.
Pág. 22

Al final el joven es arrestado y conducido a una comisaría. Este relato


contribuye a entender la manera como se va afincando la visión que los
proclamados “científicos de la ciencia urbana” tienen de los asentamien-
tos de vivienda en este momento. Los expertos se refieren a estos luga-
res sugiriendo que “hombres mal alojados [son] la causa del trastorno
social y toda suerte de conexiones entre la falta de unas condiciones ur-
banas y arquitectónicas adecuadas y el aumento del crimen y las enfer-
medades”18. El diagnóstico era simple pero más aún era la solución a los
ojos del editorialista, su fe estaba puesta en la nueva disciplina a la cual
le otorgaba el papel mesiánico, “pues se suponía que la erradicación de
la pobreza, el crimen y las enfermedades, así como la obtención del bien-
estar social, dependían de operaciones de urbanismo y arquitectura”.19

Es pertinente anotar que con todo y lo condenable que pudiera resul-


tar la vida en tugurios, algunos aspectos positivos se insinúan en la
construcción de estos relatos. Es perceptible, por ejemplo, que en los
nuevos asentamientos se daban formas de solidaridad que se con-
vertían en estrategias o mecanismos que permitían que la vida urba-
na para muchas personas fuera menos estridente. Les ocurre a Elvia y
Elvira en La ciudad y el viento, dos amigas que viven juntas y se convier-
ten en soporte mutuo. Del mismo modo le ocurre a Enrique con su tía
y Marcos en la novela Los de en Medio, quienes ayudan al joven cuan-
do queda huérfano a insertarse en el hostil mundo bogotano. De
hecho, en la más descarnada de las narraciones sobre la experiencia
18 Revista Proa. Citado en Hugo Mondragón, El pro- frenética e infame de la ciudad, El día del odio, Tránsito, la protagonis-
yecto moderno en Bogotá, en: Textos: Documen-
tos de Historia y Teoría, n.° 12. Publicación del Pro- ta migrante campesina lanzada a la calle por su patrona, encuentra
grama de Maestría en Historia y Teoría del Arte y
la Arquitectura, Bogotá, Universidad Nacional de en ‘Misia Eduvigis’ y en la ‘Cachetada’ un rescoldo de conmiseración, al
Colombia, 2007. Pág. 40-41.
permitirle habitar un mísero rancho durante algunos días, el cual se
19 Revista Proa. Citado en Hugo Mondragón, El pro-
yecto moderno en Bogotá... Pág. 42. convierte en refugio contra la brutalidad del entorno urbano.
Habitar 197

No obstante, esas muestras de solidaridad aunque importantes son


más bien escasas y traen consigo una serie de elementos donde se
resaltan las dificultades de carecer de una vivienda con espacios se-
parado y especializados. El caso de Tránsito en el Día del Odio, es para-
digmático, pues se percibe la manera como uno de los aspectos más
detestables de su vida es que su espacio íntimo se va reduciendo con-
forme avanza la novela, hasta el punto de que en un momento ya no
existe, y tal vez sea este (junto con el obstáculo de movimiento) uno de
los aspectos que más dramatismo le imprime a la narración a lo largo
de su desarrollo. La historia de Tránsito arranca en el campo donde:

…sobre su infancia se abría el cielo sin límites ni excepciones,


y sobre su vida gravitaba una bucólica rutina, la cual incluía la
obligación de cuidar de las gallinas y vigilarles la reproducción,
alimentar a tiempo el cerdo negro que engordaba su indolen-
cia en el chiquero, ahuyentar la pajarería que abatía su ruido
de alas sobre el grano recién sembrado o sobre la orilla donde
maduraba el rubio cereal (El día del odio, Pág. 9)

La vida es bucólica y pacífica, pero sobre todo libre de las penurias


de un espacio restringido, modo de existencia que se ve trastornado
drásticamente cuando el mismo personaje llega a la ciudad:

Como el reducido arrendamiento que pagaba sólo le daba de-


recho a una pieza, donde se aglomeraba toda la familia, Trán-
sito tenía que echarse a descansar de sus fatigas cotidianas al
pie del fogón en la misma cocina. Todo su equipaje consistía
en una estera de chíngale, dentro de la cual envolvía los trapi-
tos con que se protegía de la intemperie. Todo tan precario y
ruin, que más parecía las pertenencias de un can abandonado
que la de un ser humano. (El día del odio, Pág. 18)

Posteriormente su encuentro con las prostitutas y los personajes


más pobres de la ciudad le obligaran a compartir el lecho en improvi-
sados hostales para personajes de la “más baja calaña”. En ese mismo
curso de acciones y sucesos se verá impelida a recorrer las calles sin
más protección que los aleros de la vivienda, convirtiendo el espacio
público de la ciudad en una suerte de estancia mísera, un elemento
transgresor que rompe con la división entre lo público y lo privado,
entre lo que se hace dentro y lo que se hace fuera, entro lo colectivo y
lo individual, todos ellos aspectos fundamentales en la construcción
de lo moderno y de la individualización del sujeto.

El hecho mismo de la condición de mujer hace más desafiante el tra-


segar de este personaje por la ciudad, aunque ciertamente no sólo de
198 Habitar

ella. Es el mismo caso de Yolanda en Viernes 9, una mujer de la calle,


que va al espacio público y con frecuencia ello le conmina su condi-
ción de prostituta, aunque el oficio dejara de ejercerlo desde hacía
mucho tiempo, en contraste con Blanca, la esposa del Alfredo en la
misma novela, cuya condición de modelo a seguir se ve reforzada por
el hecho de estar en casa, cuidar de los niños y ocuparse de la vida
social. La misma idea de mujer libertina acompaña la vida de Olga, la
peluquera de la que se enamora el señor K, en la novela Los Elegidos.
En síntesis el ideal femenino está ligado a la vivienda y al interior, a
la vida social privada que aleja a la mujer del espacio público. Para los
empleados de clase media, la mujer fuera de los espacios de trabajo y
por tanto del espacio público de la ciudad, era determinante porque
los diferenciaría como grupo social, con rasgos muy disimiles a los de
las clases trabajadoras. Esta situación es analizada por Abel Ricardo
López quien sostiene que:

Los empleados comenzaron a buscar modos de eliminar el tra-


bajo femenino. Los empleados argumentaban que las muje-
res deberían estar en casa cuidando los niños y que sus inicios
como trabajadoras podría ser un riesgo para las familias de
empleados. En un diario, Pedro Ramirez describió los esfuer-
zos de los empleados por empujar a las mujeres de regreso al
interior del hogar (…): ‘No lo entiendo. Eso va a ser una cruzada
de tamaño mayor. La mujer debe volver a la casa y ocuparse
debidamente de sus obligaciones. Malas consecuencias las
que traerá si nuestra mujer, dócil y dedicada, siguen llenando
las oficinas con sus cuerpos. Aún peor será si esto continua
pues la clase y prestigio serán remplazados por la falta de mo-
ral y la risa incidirá a muchos pues cada vez nos pareceremos
más a ellos. Qué será de nuestra clase media’. 20

Se entiende entonces que uno de los aspectos culturales y materiales


más determinantes durante el periodo tiene que ver con la disposi-
ción de los espacios domésticos y un creciente interés por convertir la
vivienda en el ‘reino del ama de casa’, de suerte que “organizar la casa
era parte del rol asumido por estas mujeres modernas (…) ellas ha-
bían sido formadas para desempeñar esta tarea con eficiencia”21. Ese
fin último podía apoyarse en la serie de nuevos artefactos y electro-
20 Abel Ricardo López, “We have everything and domésticos que permitirían llevar una vida que más allá de ser lujosa
we have nothing”: Empleados and Middle-Class
Identities in Bogotá, Colombia: 1930-1955 (Thesis buscaba el confort.
submitted to the faculty of the Virginia Polytech-
nic Institute and State University in partial fulfill-
ment for Master of Arts In History, April 27, 2001, En su estudio sobre la vivienda en la década de los cincuenta, Ma-
Blacksburg, VA.). Pág. 60 (Traducción propia)
21 Luz Mariela Gómez. Tres ideas de lo moderno en
riela Gómez menciona la manera como la arquitectura había co-
la concepción del hogar. Bogotá, años cincuenta. menzado a dedicar bastante atención a elementos de la estructura
Bogotá, Ed. Universidad Nacional de Colombia,
2008. Pág. 54 habitacional hasta hace un tiempo no considerados, menciona que
Habitar 199

“en las vivienda modernas el confort se concentró principalmente en


dos piezas esenciales a las que se atribuía poca importancia en otros
tiempos: el baño y la cocina”22. Ambas piezas son las que con frecuen-
cia de hecho están ausentes en la ciudad como vicio:

- ¿Y en este mugre de oscuridad quí hago? inquirió -Ay tá un


brasero. Prienda, que hay carbón y me hace un cacao. Tome
los fósforos. El hombre se movía en la oscuridad. Entreabrió la
puerta y salió para hacer sus necesidades (…) Tránsito cumplió
su primera misión domestica con eficacia. La lumbre del bra-
sero, atenuado por la leve capa de ceniza que cubría el carbón,
le permitió desenvolverse y descubrir el chorote de negras po-
saderas y la taza de estaño, donde a poco vertió el líquido fra-
gante que el hombre bebió apresuradamente (El día del odio,
pág. 205 - 206).

Insistiendo en la observación ya insinuada más atrás, pasajes de


este tipo en la novela de Osorio Lizarazo reafirman los aspectos que
son condenados en relación con la vivienda y la forma de habita-
ción, por ejemplo la falta de un excusado dentro de la misma casa y
por tanto al obligatoriedad de utilizar algunos lavabos comunales,
o la ausencia de un espacio separado para la cocina. Adicionalmen-
te, el contraste con otros modos de vida se radicaliza si se tiene en
cuenta la manera como se preparan los alimentos, esta discrepan-
cia es patente pues el ideal de vida que comienza a popularizarse
está definido, como se mencionó antes, por una serie de artefactos
que simbolizan el hogar moderno:

¿Cuál será el signo de la época? (…) ¿Las grandes ideas


humanitarias o los grandes ideales científicos? –y responde
con cierto cinismo amargo–: No, no lo crean ustedes, no. El
ideal presente se cifra en la obtención de cosas, sí, de cosas, de
simples cosas y más cosas, cosas por todas partes ahogan-
do al hombre: autos, neveras, licuadoras, enceres, mue-
bles… (La ciudad y el viento. Pág. 185).

La construcción de un espacio que responde a la ciudad como virtud es


aquél que se encuentra determinado por la separación de habitaciones
en las que hay un lugar para cada cosa, probablemente no en el senti-
do del movimiento moderno de la casa funcional, sino en la muestra
de opulencia y extensión que por simple definición permitía contar con
habitaciones que denunciaban la posición de clase del propietario.

De este modo, mientras en la ciudad como vicio se vive en un solo cuar-


22 Luz Mariela Gómez. Tres ideas de lo moderno en
to, por definicón hacinados (como el caso de Enrique, el adolescente la concepción del hogar… Pág. 91
200 Habitar

Es notorio el contraste que forman las grandes


protagonista de Los de en medio, quien debe compartir la habitación
edificaciones modernas ue se levanta por
doquiera en el norte de la ciudad, en donde
con su madre), en los ambientes de la ciudad como virtud existe una di-
el progreso urbano ha alcanzado tan vastas ferenciación muy clara de espacios, tanto a nivel urbano como en el
proporciones, con las casuchas iserrimas y ámbito doméstico, los destinados a las distintas actividades de la vida
las habitaciones de tercera categoría que se
humana: descansar, alimentarse, reflexionar y vida social. En el caso
observan en el conocido barrio de La Perse-
verancia, tan abandonado de las autoridades de la ubicación de la vivienda en la ciudad se considerada del todo evi-
municipales y de sus propios moradores. dente que la construcción de límites entre lo que ocurre en el norte y
Fuente: El Espectador, Noviembre 7 de 1952, en el sur es deseable; la virtud es de nuevo la separación con respecto a
Pág. 12 los otros, era deseable no sólo estar en una especie de aislamiento sino
además poder gozar de la fortuna de esta separación, pues:

Vivir al norte significaba la posibilidad de frecuentar ciertos


lugares, de ir a determinados sitios en forma habitual, lo que
facilita la creación de un circuito de amistades, de tener cier-
tas ‘relaciones’, de vivir en un ‘ambiente cultural y social’ que
facilita el acceso a los centros de decisión. Las personas que
viven al norte utilizan un sector de la ciudad que limita con el
centro: todas sus actividades vitales se circunscriben a esta ‘al-
dea’ y prácticamente nunca atraviesan las barreras invisibles
donde empieza el mundo desconocido del sur, o más bien, el
mundo de las personas desconocidas del sur. Lo mismo, aun-
que en menor grado, ocurre recíprocamente.23

La última advertencia que hace esta autora resulta del todo pertinen-
te.En efecto, no era tan fácil para la totalidad de los habitantes de
la ciudad gozar de los beneficios que ella ofrecía a los grupos más
23 Silvia Arango, Evolución del espacio urbano en adinerados. La idea de que la exclusividad es parte fundamental en
Bogotá en el siglo XX (Tesis doctoral, Universidad
de París VII, abril de 1979), Pág. 133. la construcción de identidad de clase, ésta pasaba por la necesidad
Habitar 201

de negar y excluir al otro cuya imagen no se adecuaba a la construc-


ción de la imagen pública de lo que se consideraba con cierto estatus.
Dos pasajes de las narraciones analizadas en este trabajo permiten
entender este aspecto de la vida urbana. En El día del odio, el Alacrán
decide robar una casa:

La casa elegida quedaba en el barrio Teusaquillo y el paciente


espionaje le aseguraba probabilidades de éxito. La hora más
conveniente era la una o las dos de la mañana. Su astucia de
animal de presa lo guiaba por los andurriales y por las calles
para eludir el encuentro con la policía nocturna, cuyos ojos
avizores no debían vislumbrar ni siquiera el deslizamiento de
su sombra a la distancia. al filo de la medianoche el Alacrán se
ocultaba junto a uno de los árboles que ornamentaban la vía
frente a la casa escogida para su robo. (El día del odio. Pág. 183)

Del mismo modo es pertinente citar la siguiente escena en la que el


señor B.K narra el encuentro con su peluquera, a la cual ofrece llevar-
la en auto a su lugar de trabajo, pero ante la inclemencia de una lluvia
bogotana le invita antes a un restaurante:

Como ahora está lloviendo y usted no encontrará clientes es-


perándole, le propongo que entremos a un restaurante y nos
tomemos alguna cosa. Entramos al restaurante y me sor-
prendió la timidez con que ella, generalmente tan desen-
vuelta, miraba a su alrededor. No sabía el nombre de ningu-
na bebida extranjera excepto del whisky, y lo único que se
le ocurrió fue ordenar una cerveza. Yo la observaba atenta-
mente, con una especie de angustia y curiosidad, antes de
entrar en materia. (Los elegidos. Pág. 147 – 148)

En uno como en otro caso abandonar la zona de la ciudad a la que


se pertenece empuja a los personajes a la incomodidad vergonzante
(Olga) o hacia el peligro (Alacrán) éste último es atrapado por la policía
justamente cuando se atreve a romper el límite trazado entre ‘gente
de su clase’ y la ‘gente bien’.

Como se resaltaba en otro lado, la especialización del espacio domés-


tico es otro de los aspectos que identifica la ciudad como virtud, se
percibe ello cuando el señor B. K. en la novela Los elegidos, describe su
llegada a casa de Mercedes, invitado por ella a una reunión:

Estaba sentada en un pequeño estudio, vecino del salón prin-


cipal en donde ardía un fuego acogedor en la chimenea. Ape-
nas una lámpara de mesa que se apoyaba sobre una clase de
202 Habitar

cables marinos iluminaba débilmente el rincón, en donde en


un samovar de plata inglesa se encontraba ya listo el té, sin
que fuera preciso acudir a la doncella para recalentarlo. (Los
elegidos. Pág. 183)

En otra de las novelas se muestra cómo la generosa disposición de


espacios es regla en la construcción de vivienda, y aunque no se hace
una mención específica a la estructura, ella se presiente a través de
los diferentes pasajes de la narración:

Agarró una almohada de la cama y con paso firme salió de


cuarto, golpeando la puerta tras de sí. Se tiró sobre el sofá del
salón y se quedó escuchando el llanto de Blanca que, que lle-
gaba claro a través del silencio de la noche. (Viernes 9, Pág. 36)

Antes que despertaran las niñas, ya estaba en el baño. Tenía


los ojos rojos por la falta de sueño. Sentíase peor que después
de una borrachera. De la alcoba de Blanca no se oía ningún
ruido; quizá ya había salido a su misa cotidiana. Se bañó, se
vistió y bajó al comedor. (…) Fue hacía la ventana y observó la
calle al otro lado del jardín de su casa. No había nada fuera de
lo ordinario. (…) Una sirvienta, de la casa de enfrente, regaba
el pasto; el dueño de la casa de al lado salía con dos niños cogi-
dos de las manos; de otra casa un hombre sacaba un automó-
vil del garage. (viernes 9. Pág. 36 – 38)

Otra característica diferenciadora es la búsqueda constante de ele-


mentos de distinción en el diseño de las viviendas. Pero, valga decir-
lo, esta distinción que profundizaba las diferencias con los habitantes
La vivienda para los ‘empleados’ se convirtió
del sur no se sostenía únicamente en los aspectos formales de la ar-
en una nueva preocupación para las adminis- quitectura de la vivienda, sino también en aspectos simbólicos que
traciones locales; una preocupación que se podían apreciarse en la decoración misma de las viviendas de las cla-
sumó a la escases de vivienda para los más
ses más acomodada, como se desprende del siguiente pasaje, citado
pobres.
en extenso de la novela Los Elegidos:
Fuente: Revista casas y solares Junio de 1950
pág.
Y, en verdad, todo en aquella casa del “El Pinar” denunciaba el
prurito anglicizante de las sociedades capitalistas en su perio-
do de formación. (…) Las paredes de la casa estaban llenas de
los clásicos grabados ingleses, relucientes de casacas rojas,
con escenas de cacería de zorros a aballo, ilustraciones de
aventuras de Pickwick o David Copperfield, o con hermosas
estampas de potros ganadores del Derby en el siglo pasado.
Un centenar de pipas del dueño de casa, todas de distintas
formas y tamaños, estaban en exhibición en los principales
salones de recibo, que alegraban con una nota campestre, las
Habitar 203

cortinas escocesas (…). Aun los propios objetos de chinos del


comedor, como el clásico mobiliario Chippendale, han llegado
a imponerse, merced a la bendición que hace algunos siglos le
diera algún señor inglés. Esta casa y este ambiente, no evoca-
ban para mí, como hubieran podido imaginárselo mis conter-
tulios, las casas de campo inglesas de los condados vecinos de
Londres que tan celosamente pretendían imitar. Me recorda-
ban más bien ciertas residencias lujosas de Atenas o Bucarest,
en donde también una alta clase social completamente divor-
ciada del resto del país en su educación y en sus aspiraciones,
procuraba emular hasta en los más mínimos detalles las mo- Complejo habitacional “Antonio Nariño” (en
dalidades de la vida inglesa. (Los Elegidos. Pág. 37) construcción), Bogotá, c. 1955.
Fuente: Museo de Bogotá.
Una forma de representar el poder económico, que a los ojos de quien
narra resultaban del todo anacrónicos por su intento vacuo de imita-
ción. El análisis tanto de las obras de literatura como de otros textos
sugiere un paulatino cambio en el gusto mismo de las elites, en la for-
ma como se concibe tanto la estructura de la vivienda como la forma
de ser habitada, agenciado por el innegable crecimiento económico
que se vive en la época, pero también por el enfrentamiento con un
grupo social fortalecido cuyas aspiraciones promoverían la aparición
de nuevos tipos de gustos buscando emular a los más ricos, un tipo
de habitante urbano con una nueva forma de consumo y de símbolos
de distinción.

Este grupo social reunido alrededor del nombre genérico de clase


media representa en las novelas la vivienda de la ciudad más allá del
bien y del mal; aunque habría que reconocer que la construcción de
una categoría de estas características fue problemática, pues encen-
dió el debate sobre el significado mismo de la noción de clase media.
La controversia incluyó académicos e intelectuales, quienes en una
conocido texto titulado Tres estudios sobre la clase media en Colombia
publicado por el Banco de la república, en donde Luis López de Mesa,
T. Lynn Smith y Gerardo Reichel-Dolmatoff, exponen sus apreciacio-
nes sobre este tema.

Smith sostenía que en aquel momento no era posible hablar de cla-


se media en Colombia, pues lo que él “catalogaba como clase me-
dia (durante la primera mitad del siglo XX), debía ser una parte de
esa vieja aristocracia que había caído en desgracia y cuyas finanzas
no eran como en otrora, y en menor medida, a aquellos individuos
de los estratos más bajos que a base de esfuerzos lograron colarse
24 Citado en: Francisco Sanabria. Consumo y moda
entre las filas de la reducida capa minoritaria que conforma la elite en Bogotá, 1948 -1957. Informe final de pasantía
nacional”24, en todo caso no puede hablarse de clase media pues los para obtener el título de sociólogo, Universidad
Nacional de Colombia, 2005 (Texto inédito).
valores, símbolos y construcción material de una identidad de cla- Pág. 19
204 Habitar

se, según este autor, no estaban formados. Para Reichel-Dolmatoff


es claro que lo mencionado por Smith se ajusta a cierta realidad,
pero es menos contundente al despreciar el volumen y el papel de
ese grupo de personas que, en una dinámica de movilidad social
vertical (ascendente y descendente) comenzaban a tener un papel
ciertamente significativo.

Otro punto de vista interpretativo sobre estos aspectos es el que


ofrece Abel López en varios de sus escritos sobre el despegue y conso-
lidación de la clase media en Bogotá

el nacimiento y formación de las identidades de clase media no


fueron solamente, como podría pensarse, un resultado auto-
mático o natural del aumento de puestos de trabajo en el sec-
tor industrial y la diversificación del mercado laboral en el sec-
tor de servicios durante la primera mitad del siglo XX. El proceso
de creación de estas identidades no nació simplemente como
una expresión transparente de las cambiantes condiciones
estructurales y mucho menos fue solamente el reflejo de los
cambios socioeconómicos del inicio del periodo moderno (con
la aparición de la llamada sociedad de masas). Aunque estos
cambios fueron cruciales, el nacimiento de las identidades de
Fuente: El Siglo, Junio 18 de 1953, Pág. 10 clase media dependió de la formación de conceptos de género y
clase (entre otros) que ayudaron a moldear las interpretaciones
y la inteligibilidad de cambios estructurales tales como la diver-
sificación del mercado laboral, nuevas condiciones socioeconó-
micas, nuevas condiciones de existencia social (urbanización,
desruralización, crecimiento poblacional)25.

El mismo López señala que uno de los elementos más determinantes


en esa construcción de identidad se estableció alrededor del tipo de
oficio que se realizaba, de manera que se estableció una tajante y cla-
ra diferenciación entre trabajo manual (obrero) y trabajo mental (em-
pleado), y se esbozó una interpretación institucional de cada uno de
estos ámbitos con un claro sesgo peyorativo para uno y reivindicativo
para otro, de esta manera “los empleados del sector servicio fueron
definidos como ‘aquellos hombres que desarrollan el deseado trabajo
mental e intelectual’. En contraste con ‘aquellos hombres perezosos,
irresponsables que trabajan en las fábricas’”26.
25 Abel Ricardo López, Empleados, mujeres de ofi-
cina y la construcción de las identidades de clase Como era obvio estas diferencias se extrapolaban a otros ámbitos
media en Bogotá, 1930-1950. En: Anuario Colom-
biano de Historia Social y de la Cultura, Universi- de la existencia humana; de esa manera es que el espacio en el cual
dad Nacional de Colombia, No. 30, Pág. 260
26 Ley del empleado, Citado en: Abel Ricardo López,
se habitaba era un elemento fundamental en las preocupaciones de
Empleados, mujeres de oficina y la construcción los grupos de clase media que paulatinamente aparecían y se iban
de las identidades de clase media en Bogotá,
1930-1950… Pág. 262 fortaleciendo en la ciudad. Los representantes de este grupo social,
Habitar 205

empleados del sector gubernamental y de servicios, buscaba poder


contar con una nueva modalidad de habitación que mejorara sus
condiciones en comparación con el modo de vida que llevaban los
grupos con menos ingresos de la población.

Es claro que las demandas y la construcción de un tipo de vivienda es-


pecíficamente destinado para ellos demoraría un tiempo en genera-
lizarse. Con todo y eso, en 1952 –por ejemplo– comienza la construc-
ción del primer proyecto orientado específicamente a los empleados
de clase media; a través del Decreto 1758 de 18 de julio de 1952, firma-
do por el presidente de la nación, en el cual se lee: “Artículo Primero:
apruébese en todas sus partes y declárense debidamente legalizados
los siguientes contratos firmados por el ministro de Obras Públicas
en representación del Gobierno Nacional, relacionados con la cons-
trucción de las estructuras de los edificios para residencias de la cla-
se media en Bogotá (Centro Urbano Antonio Nariño)”27. A propósito
de este proyecto, es interesante anotar que la construcción y ocu-
pación del CUAN como vivienda especifica destinada a la clase media
demoró cerca de 5 años y sólo en 1958 comienzan a asignarse los pri-
meros apartamentos, pues entre otras cosas, este tipo de construc-
ción en altura carecía de normatividad específica sobre régimen de
propiedad horizontal, al tiempo que había problemas para identificar
las características financieras y sociales específicas del grupo deno-
minado “clase media”28.

Es bastante probable que cierto tipo de empleados y trabajadores


del sector servicios desde hacía tiempo hubiese sido demandante de
apartamentos en los distintos edificios de la ciudad o habitantes en
vivienda colectiva en vecindarios de preminencia obrera, por eso la
importancia de proyectos como el Centro Urbano Antonio Nariño, el
cual justamente, con intención o sin ella, concordaban con los obje-
tivos de separación y limitación que creara una barrera diferenciado-
ra frente a los obreros. Abel López, citando algunos artículos publi-
cados en la década del cuarenta y cincuenta evidencia tal situación.
En uno de ellos se mencionaba que “empleados tended to live, or at
least tried to find a place, ‘far away from obreros’ because, according
to them, ‘poverty was something contagious and very dangerous’”29.
Un texto citado por López, en el mismo trabajo, deja en evidencia
los principales miedos y aspiraciones de aquellos quienes se sentían
como parte de esos habitantes denominados genéricamente con el 27 Decreto 1758 de Julio 18 de 1952. Anales del Congre-
so 1953
mote de clase media:
28 Para entender el impacto arquitectónico y urba-
nístico de este proyecto específico véase el tra-
bajo de Ana Patricia Montoya Pino, El C.U.A.N.
...los compañeros del niño influyen de manera decisiva sobre Modernizar de un habitar. Tesis de la Maestría en
teoría e Historia del Arte y la Arquitectura. Univer-
su educación y por regla general las relaciones de vecindad sidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes,
donde se encuentran el vestido, los juguetes, alguna holgu- 2003.
206 Habitar

ra, y la comodidad de una casa de empleado y su familia no


se puede mezclar con la estrechez e incomodidad de la de los
obreros. El empleado más o menos acomodado, debe mante-
ner el orgullo y el aire de superioridad que su hijo debe adoptar
para el vecino mal vestido que no tiene los mismos juguetes,
no frecuenta una escuela y no sale a pasear los domingos. 30

En el mismo estudio se incluye un plano (página 207) de la ciudad


en el cual se trata de identificar las zonas en las cuales se ubican los
sectores medios. Más que un documento con detalles precisos sobre
el lugar donde se ubicaban las clases medias, resulta interesante en-
tenderlo como un documento ‘aspiracional’, en el cual se identifican
aquellas zonas en las que idealmente los grupos de clase media de-
berían ubicarse.
El ideal de la vida de la clase media definido
por un hombre que disfrutaba el confort del Según este documento, las clases medias se ubican en la parte cen-
hogar, una esposa dedicada y sumisa y un
tral de la ciudad con algunas extensiones a norte y al sur, de esa ma-
hijo que crece en un ambiente seguro.
nera barrios como Teusaquillo, Chapinero, Las Aguas, Santa Bárbara,
Fuente: s.a. Guía del Ocupante Centro Ur-
bano Antonio Nariño. Bogotá, s.e, 1958. S.p. Las Nieves, un sector de la Candelaria, Santa Teresita, Alfonso López,
Muequetá, Santafe, Marly, Sucre y un sector de las Cruces, entre otros,
ubicados la mayor parte de ellos en la parte central de la ciudad, eran
los espacios definidos para los sectores medios. Las zonas que se supo-
nía estaban destinadas a las clases obreras, por tanto las zonas de las
cuales se debía huir, estaban ubicados al occidente y sur de la ciudad.

Como se mencionó antes, el crecimiento demográfico y algunos fac-


tores de orden económico, estuvieron muy presentes en la extensión
de la ciudad fuera de sus límites tradicionales y que transformaba la
concepción del espacio-tiempo en relación con la vivienda y el lugar
de trabajo. Como en el plano de la página 207, eran los pobres urba-
nos de El día del odio, que tenían que realizar largas jornadas a pie para
llegar a sus míseras moradas, o los miembros de “La Cabrera”, que re-
querían del auto para ir a sus lujosas mansiones en la parte norte de
la ciudad, unos y otros promovieron que paulatinamente se fueran
construyendo terrenos –más lejos o más cerca del centro de la ciu-
29 Abel Ricardo López, “We have everything and dad– que transformaban la relación de los habitantes con el tiempo y
we have nothing”: Empleados and Middle-Class la distancia. La Sabana de Bogotá se abría como un inmenso campo a
Identities in Bogotá, Colombia: 1930-1955 (Thesis
submitted to the faculty of the Virginia Polytech- ser conquistado y es posible que las llamadas clases medias jugaran a
nic Institute and State University in partial fulfill-
ment for Master of Arts In History, April 27, 2001, consolidar su presencia en la parte central de la ciudad. En todo caso,
Blacksburg, VA.), p. 94 (Los empleados tienden a
vivir, o al menos intentan hacerlo, muy alejados
el movimiento inmobiliario mostraba un interés constante por hacer
de los obreros, porque de acuerdo con ellos, ‘la oferta de vivienda a este tipo de población.
pobreza era algo contagioso y muy peligroso’.-
Traducción propia)
30 Contraloría General de la República, Anuario
Municipal de Estadística, 1946. Citado en: Abel
La vivienda misma, para la clase media, más que para cualquier otro
Ricardo López, “We have everything and we have grupo, jugaba tanto en la consolidación de su identidad, así como
nothing”: Empleados and Middle-Class Identities
in Bogotá, Colombia: 1930-1955... Pág. 93 para ningún otro el espacio donde se llevaba a cabo la vida social era
Habitar 207

tan determinante. Cada momento era ritualizado y se convertía en la Fuente: Contraloría General de la República.
oportunidad de escenificar frente a otros la valía y la legitimidad de Las condiciones económico sociales de la Cla-
se Media en Bogotá. Bogotá, Ediciones con-
su propia situación. Sobre este aspecto menciona López que: traloría, 1946.

In a letter from empleado wife to the Instituto de Crédito Te-


rritorial in 1948, one may see the specific cultural assumption
assigned to both the house and the space within it. The writer
argued that the amount of space in the house was the crucial
point to empleados because they ‘not only lived in there, but
also used it as the space to feed the social relationships’
Consequently, space and its arrangement were the keys
because ‘empleados usually invited friends’ to show their
31 Abel Ricardo López, “We have everything and
material sucess and the house was the ideal place to do so.31 we have nothing”: Empleados and Middle-Class
Identities in Bogotá, Colombia: 1930-1955... Pág.
96 (En un carta de la esposa de un empleado al
Estas personas, enfrentadas constantemente a los rigores del “qué Instituto de Crédito Territorial en 1948, uno pue-
de ver las suposiciones culturales especificas
dirán”, jugaban con la división social de la vivienda, de los ámbitos tanto de la vivienda como del espacio interior.
La mujer escribía que la cantidad de espacio en la
público y privado, así “la intimidad del hogar, de los empleados, la in- vivienda era un punto especial para el empleado
porque ‘ellos no sólo vivían allí, sino también usa-
timidad exigida por su estatus social debe ser el canon primario para ban el espacio como alimento de las relaciones
construir las casas. Especial atención debe colocarse a la distribución sociales’, por tanto el espacio y su disposición
eran claves porque los ‘empleados usualmente
de la sala y los cuartos o dormitorios. Por ejemplo, desde la sala no invitaban amigos’ para mostrar el éxito material
y la casa era el lugar ideal para hacerlo. – Traduc-
pueden verse los dormitorios, por una sencilla razón, la sala es la par- ción propia- )
te donde se muestra la clase social y los dormitorios son el lugar pri- 32 Abel Ricardo López, “We have everything and we
have nothing”: Empleados and Middle-Class Iden-
vado donde se conserva el estatus”.32 tities in Bogotá, Colombia: 1930-1955... Pág. 94.
208 Habitar

En un pasaje de La ciudad y el viento, la llegada de Armando al mundo


de la clase media va acompañada de cierto progreso material que se
evidencia en el lugar donde vive. Las palabras con las que se describe
esta imagen de ascenso son las siguientes:

Había quedado la puerta de la alcoba abierta, ofreciéndose


a Felipe la vista de una cama con lujoso cubrelecho de piel,
aparato de televisión, pantalla japonesa, y en el ropero más
de media docena de vestidos. Felipe recorrió con sus ojillos vi-
vaces y calculadores todos los detalles. –No vives mal, ¿eh? –y
se recostó en la butaca después de agarrar el vaso de whisky–.
Pero aún vas a ascender más, ¿eh?... No creas que no me re-
cuerdo (sic) de cómo eras (La ciudad y el viento. Pág. 142).

Más allá de lo que narra el novelista en términos de la evidencia


“El apartamento debe ocuparlo exclusiva- del alcance de bienestar material, o del hecho de tener un visitante
mente su familia. El subarriendo limita el es- que reconoce en Armando el éxito, debe mencionarse un aspecto
pacio y trae consecuencias de orden físico y
fundamental que está presente en la escena que se acaba de citar.
moral”. Es pertinente resaltar la manera como
se cponstruye la imagen del otro. En esta guía En ella, la inspección de todos los detalles que hace Felipe es posi-
de habitación, el subarrendador es ante todo ble gracias a que ‘la puerta había quedado abierta’, se infiere entonces
un criminal. que debía estar cerrada y que la actitud de fisgón es algo reprocha-
Fuente: s.a. Guía del Ocupante Centro Ur- ble, pues no respeta la división de espacios como habíamos men-
bano Antonio Nariño. Bogotá, s.e, 1958. S.p.
cionado antes. Esto, desde luego, contrasta con la actitud que
cualquier visitante hubiese podido tener cuando entraba a alguna
de las viviendas de la ciudad como vicio en la cual se ingresaba a una
única habitación donde quedaba al desnudo la ‘promiscuidad’ en
la que estaban sumidos sus habitantes. Este elemento era un as-
pecto central en la transformación de la vivienda en las ciudades
modernas, como lo menciona Renato Ortiz:

La moderna división del trabajo impone otro tipo de concen-


tración del espacio. Un ejemplo interesante es el de la espe-
cialización de los departamentos burgueses. (…) Los departa-
mentos antiguos estaban compuestos por la sala, la antesala
y los cuartos, piezas construidas en hileras, comunicándose
entre sí a través de varias puertas. (…) los aposentos poseen
ahora una única puerta cerrada, y ya no se comunican direc-
tamente con los otros.33

Algo similar ocurría con el nuevo diseño de la vivienda en Bogotá, así


“la casa moderna reforzó el manejo eficiente del espacio gracias a la
optimización y al uso que le dio a los corredores, halles y rellanos, (…)
que no podían ser corredores inútiles ni rincones, ni pasadizos. Estos
espacios habían sido diseñados para contribuir en la ordenada distri-
33 Renato Ortíz. Modernidad y espacio, Benjamín
en París… Pág. 41 - 43 bución de los recintos y en la lógica de la circulación, lo que permitía
Habitar 209

Fuente: Semana, Mayo 10 de 1947, Pág. s.p.

establecer relaciones de contigüidad y segregación, y garantizar


los distintos niveles de privacidad”34. Esta necesidad de hacer co-
rresponder la estructura espacial de la vivienda con estructuras va-
lorativas se percibe del mismo modo en la narración y comienza a
mostrar diferencias, que aunque pequeñas, son determinantes en el
contexto de las situaciones que se describen en las novelas.

Así por ejemplo, es interesante la manera como en el párrafo de La ciu- 34 Luz Mariela Gómez. Tres ideas de lo moderno en
la concepción del hogar… Pág. 85
dad y el viento, que acaba de ser citado (ver La ciudad y el viento Pág. 142, los 35 Se menciona en el estudio sobre la clase media
en Bogotá que hemos venido utilizando que
artefactos que se mencionan más que lujosos ofrecen comodidades a ‘Clothing expenses were also important in sha-
la habitabilidad por la función que prestan. De hecho el lujo poco im- ping empleado identities. This ítem in the family
budget demostrated a major difference vis-avis,
porta, pues la televisión esta para el entretenimiento, la lámpara para both the working and upper class. Obreros, in
general, did not spend beyond the strictly nec-
iluminar el lugar y los vestidos para mantener el estatus35, y así ocurría cesary to dress themselves. In direct contrast,
empleados on average spent 11.1 percent of their
con gran parte de los escenarios de la vivienda, como se reseñó en la incomes in clothing. Such differences expressed
revista Proa donde se aseguraba que “el equipamiento de la cocina y the cultural and social assumptions about the
role of clothing and the proper way to dress” Abel
la mecanización de las tareas domésticas simplificaron considerable- Ricardo López, “We have everything and we have
nothing’. Abel Ricardo López, Empleados and
mente la vida material, pero costaba caro. Hoy se prefiere la heladera Middle-Class Identities in Bogotá, Colombia:
eléctrica a un espejo con marco sobre una chimenea de salón”. 36 1930-1955... Pág. 94 (El gasto en vestuario era
también importante en la formación de la identi-
dad del empleado. Este aspecto en el presupues-
to familiar demostraba una gran diferencia si se
No sólo fue la consolidación de un determinado estilo lo que de- compara tanto con la clase trabajadora como con
las clases más altas. Los obreros, generalmente
terminó la forma de habitar la vivienda, el hecho fue que tras ese no gastaban más allá de lo estrictamente necesa-
rio para su propio vestido. En claro contraste, los
estilo existieron una serie de valores que sustentaron el cambio. empleados en promedio gastaban el 11.1 por cien-
Más que remarcar en qué términos se dio ese cambio, lo que resulta to de sus ingresos en vestido. Tales diferencias
expresaban los supuestos culturales y sociales
importante a la luz de las obras literarias, es indicar la forma que acerca del rol del vestido y la manera apropiada
de vestir. Traducción propia)
debió tomar ese habitar; a través de lo que se condena o lo que se 36 Citado en: Luz Mariela Gómez. Tres ideas de lo
enaltece se evidenció el perfil de aquello que un grupo social traza moderno en la concepción del hogar… Pág. 91
210 Habitar

Las fotos corresponden a casa construidas


por el BCH para sus empleados en Teusaqui-
llo. Resulta interesante el énfasis que se pone
en exponer y graficar los distintos espacios:
entrada, hall, garage, sala de recibo, cocina,
comedor, baño principal, dormitorio, ropas,
jardín interior, lavadero, baño de emergencia,
dormitorio de servicio, baño de servicio.
Fuente: El Siglo, Junio 25 de 1953, Pág. 10

como objetivo, también de las angustias que generaban estar en un


escenario que encontraban poco deseable. En uno u otro caso los
temores y los anhelos permiten encontrar esos elementos valora-
tivos subyacentes en la construcción de la vivienda bogotana que
contribuye a entender el cambio que ocurrió en ella a mediados del
siglo XX.

III. De un trozo de ciudad a un trozo de vivienda

Hacer un modelo de vivienda, a través de diseños que demostraron


una preocupación por la división y separación de espacios, ante todo
por eclosión de una nueva forma de entender lo público y lo privado,
reconfiguró los modos de habitar lo doméstico. El cambio fue paula-
tino y su inicio incierto. Pero los años que estudiamos son tan diná-
micos y sus indicadores de cambios tan impactantes en relación con
la vivienda que resulta imperioso observar con cuidado algunos de
los fenómenos que ocurren en este periodo.

Un examen apenas atento de las novelas, muestra, en términos ge-


nerales, algo que más atrás se había mencionado y que tiene que ver
con la manera como los grupos sociales más adinerados con frecuen-
cia están al interior de la vivienda, los grupos sociales más pobres son
quienes más se tienen que enfrentar a la calle y los empleados y ha-
Habitar 211

bitantes de ‘clases’ medias en general se convierten en una especie de


transición entre uno y otro ámbito de la ciudad.

Tránsito, el Alacrán, el Asoliao, la Cachetada y los demás personajes de la


novela el Día del Odio son en lo fundamental habitantes y conocedo-
res de las calles de la ciudad, de los caminos, de los lugares más em-
blemáticos y de los más oscuros, de los escondites más recónditos y
de los sitios de reunión más concurridos. Le ocurre a Tomás y Matías de “El crecimiento de la ciudad hacia el norte
puede fácilmente apreciarse en esta gráfica
la novela de Fernando Ponce de León, que no hace parte central del
que muestra como se ha ensanchado estos
análisis en este trabajo pero que fue escrita en el mismo periodo y so- sectores cuyo límite lo marca la línea del ho-
bre la misma ciudad37, quienes en su condición de loteros recorren la rizonte sobre la atractiva belleza de la sabana
urbe. Es el mismo caso de los personajes pobres en la Ciudad y el viento Numerosas residencias de la más bella arqui-
tectura, grandes edificios templos forman
o el de Gaspar en Viernes 9 .
el gran conjunto de una ciudad que se de-
sarrolla vertiginosamente y que representa un
En contraste las escenas en las que se narran las vivencias de los gru- índice de la prosperidad del país del esfuerzo
pos de habitantes más adinerados, con frecuencia ocurren en espa- de todos los colombianos” Resulta interesan-
te la manera como el logro de unos pocos
cios cerrados, la casa de El Pinar en los Elegidos, Blanca esposa del Alfre- intenta ser convertido en un logro colectivo.
do en Viernes 9 que pocas veces se ve fuera de la mansión y de hecho Fuente: El Espectador, Enero 8 de 1954, Pág. 12
eso se exalta:

¿Tú crees que voy a perder por un capricho de Alfredo la posición


que ocupamos? ¡No! Mucho luché para lograrla y lo mismo lu-
charé por conservarla. Date cuenta de los círculos sociales en
que nos movemos, de las fiestas a que nos invitan y de las que
ofrecemos. Hoy, nuestra casa es sitio de reunión para políti-
cos y literatos; a mí acuden con confidencias y problemas.

Blanca hablaba de filosofía y tenía dotes de pintora. El mane-


jo de su casa era el de un estadista; sus hijas, modelo de lo
que debían ser dos niñas; sus fiestas, las mejores, las mejores
y más elegantes; sus vestidos, lo de última moda. (Viernes 9,
Pág. 68 y 71).

En alguna de las citas de Lwarence Roderick se sugería una inter-


pretación de estas formas de entender el espacio privado como una
configuración que respondía a parámetros de género –es decir la vida
privada de las mujeres y la vida pública para los hombres- y en esa me-
dida de construcción de discursos basados en lo sagrado y lo profano.
Tal vez por eso se va reafirmando la condición de la vivienda como un
refugio de la calle. Desde nuestro punto de vista, este límite psíqui-
co es creado por una sociedad cada vez más urbanizada y temerosa
del otro, un escenario en el que mientras unos van a la calle otros se
alejan de ella, como si se tratase de un miedo renovado a tocar. Un
ejemplo que puede ayudar a explicar lo que estamos mencionando se 37 Fernando Ponce de León, Matías, Bogotá, Taller
encuentra en las imágenes de la siguiente página: de Edición Roca, 2009 (Primera edición 1958).
212 Habitar

“Esta parcela bellísima, encuadra en uno de


los sectores mejormente ubicados, será en
corto tiempo la más atractiva y valiosa de
Bogotá. Como obra de ingeniería, la urbani-
zación ‘Bosque Izquierdo’ supera a cuantas
se han realizado hasta ahora. La natural situa-
ción de todos sus lotes, el ancho de sus ave-
nidas y calles y la técnica insuperable de su
trazado urbanístico planeado por el profesor
Brunner, le hacen de todo punto envidiable”.
Fuente: El Espectador, Enero 8 de 1954, Pág. 12

Fuente: El Espectador, Septiembre 6 de 1951, Pág. 11


Habitar 213

Fuente: El Tiempo, Febrero 19 de 1942, Pág. 15

Fuente: El Tiempo, Diciembre 18 de 1944, Pág. 15 Fuente: El Espectador, Octubre 30 de 1946, Pág. 8

A comienzos de la década de los cuarenta un aspecto era común-


mente perceptible en la publicidad impresa sobre la vivienda y la ha-
bitación; especialmente para la vivienda destinada para clases me-
dias y altas. Las fotos por lo general eran acompañadas de textos que
mencionaban con tono rimbombante, típico de las campañas publi-
citarias, el nacimiento de un nuevo sector residencial, se mencionaba
del sector que contaba con todos los servicios urbanos, por regla se
incluía también algún elemento del entorno urbanístico que contri-
214 Habitar

buyera a atraer al cliente; se mostraban imágenes de planos, fotos


de parques, trazados de vías y en general aspectos de la ciudad que
buscaban seducir al posible comprador.

Lo interesante de este hecho, es que la ciudad misma se convertía en


parte de la vivienda, no era solamente como se podría pensar, que
el promotor inmobiliario utilizara la cercanía de unos u otros servi-
cios o comodidades que ofrecía la ciudad para vender las viviendas,
esa táctica es tan vieja como legitima y se seguía utilizando hasta
comenzando el siglo XXI; de hecho, lo que ocurría entonces es que la
ciudad misma era parte de la vivienda, se asumía como el habitar, ni
remotamente se consideraba (por más jerarquizada que fuera la so-
ciedad) la opción de autoconfinarse en un pequeño trozo de terreno,
negándose a sí mismo la posibilidad de hacer parte de la ciudad. Pero
estos eran los años cuarenta y poco tiempo pasaría para que paula-
tinamente fueran apareciendo algunos síntomas que indicaban que
algo estaba comenzando a cambiar en relación con los espacios ha-
bitacionales de la ciudad. La serie de dibujos38 que se muestran en la
siguiente página son sugerentes al respecto.

Esta serie de láminas muestran uno de los proyectos más insignes


que ha tenido la ciudad en toda su historia, corresponde a los inicios
de algunas de las principales construcciones de lo que hoy se conoce
como Centro Internacional. Podría hablarse mucho acerca de este pro-
yecto y el impacto que ha tenido el mismo sobre la estructura y con-
figuración de esta zona de la ciudad; no obstante aquí dejaremos por
el momento esta posibilidad, para señalar algunos aspectos vincula-
dos a las imágenes. En este caso, los planos de los trazados urbanís-
ticos y de vías son reemplazados por planos interiores en los cuales
se muestra la disposición y distribución de los apartamentos; ya no
aparecen más las fotografías de parques o sectores de la ciudad, la
iglesia ya no es tan importante. Ahora son dibujos realizados por un
artista que intenta captar el modelo de vida por definición, son la ex-
presión de un ideal, de la aspiración colectiva; de ese modo, aparece
el panóptico pero no los cerros, están los edificios modernos (algunos
ni siquiera existieron) pero no los peatones. Estos dibujos parecieran
sugerir o reivindicar el hecho de que no hay que ir a la calle para poder
vivir cómodamente, de este modo restaurantes, el supermercado, la
oficina misma o el lugar para el juego de los niños, sala de proyeccio-
nes, fuente de soda, guardería, baño turco, gimnasio etc, son impres-
cindibles en la presentación del proyecto. Como si se tratara de una
irónica respuesta a las ideas que hasta hacía diez años habían estado
38 Esta serie de dibujos fueron tomadas de un lote
en furor en el medio urbanístico de la ciudad, este proyecto propen-
donado al Archivo de Bootá aun sin clasificar. día porque todas las actividades humanas como trabajar, habitar y
Corresponden al proyecto del Cetro Internacional
realizado por la firma Obregon & Valenzuela. recrearse podieran ser llevadas a cabo en un solo lugar.
Habitar 215

Semisotano: Zona de estacionamiento para 76 vehículos


Estación de servicio para autos
Local para supermercado
Dos locales comerciales

Zona Bancaria
216 Habitar

Departamentos de cuatro (4) alcobas Torre de oficinas Departamentos de dos (2) alcobas
Zona social Área privada del piso típico 525 m2 Zona social
Alcobas 9 oficinas por piso Alcobas
Servicios Sanitarios Servicios
Torre de ascensores

Pendencia de Banco Comercial Antioqueño Terraza de plataforma Segundo piso plataforma


17 locales comerciales Área cubierta 1,423 m2 Área construida 630 M2
7 Locales comerciales con Mezzanine Baños turcos, gimnasio, sala de ping pong Cocina
Sala de proyecciones, fuente de soda y Bar 72 asientos
guardería infantil Restaurante – 151 asientos
Área descubierta 3000 m2
Jardines, garden dolf, shuffe-board.
Juego infantiles, columpios, deslizadores,
balancines, laberintos, bancos de arena,
espejos de agua y tiovivo
Habitar 217

La última de las láminas que se presenta -a propósito incluida en un


tamaño mucho mayor en comparación con las otras- deja ver el pa-
pel que la ciudad desempeña aquí. La gráfica muestra una terraza,
en ella hay una mesa adornada con un frutero y un café servido(es
obvio que por el tipo de mobiliario no es el comedor principal, es lo
que se llamaría, una mesa auxiliar); al fondo, traspasando una puerta
se encuentra otra mesa con una lámpara de ancha caperuza muy de
moda en aquel periodo. Sobre uno de los antepechos de la terraza se
218 Habitar

encuentra sentada una mujer, con suéter ajustado, falda corta, pelo
corto, con una mano sobre el pecho y otra sobre la barbilla, en gene-
ral la vestimenta de la mujer demuestra un toque moderno. La cabe-
za inclinada de la mujer apunta hacia el exterior del edificio, el cuerpo
y los gestos esbozados la muestran en lo que pareciera una actitud
reflexiva, aunque en todo caso una actitud de tranquilidad. Al fondo,
como un escenario inmóvil se ve la esquina de la calle 28 con Carrera
7ª y más allá la silueta del panóptico.

Este último es justamente el hecho que resulta pertinente resaltar en


toda la serie de imágenes, la ciudad no aparece, está totalmente au-
sente, más allá de ser un paisaje de fondo la forma de asumir y acudir
a lo urbano se ha volcado totalmente al interior; el miedo, el despre-
cio hacia los otros o la necesidad de distinción a través de la reclusión
voluntaria eran indicadores de valores que antes habían podido estar
latentes pero que ahora eran manifiestos. Una forma de establecer
límites tomó vigor inusitado, un nuevo tipo de miedo a tocar se pre-
sentó en la Bogotá de mediados de siglo.

IV. Los resquemores del habitar

En 1950 se publicó una carta de una mujer que buscaba con su familia
una casa en la ciudad, estaba dirigida a una amiga y en ella le mani-
festaba el tipo de viviendas que había encontrado:

Son húmedas, carecen de aire o de luz suficientes, tienen ser-


vicios sanitarios imposibles, cocinas que no permiten que las
cocineras duren más de una semana en la casa, baños en los
que la repentina suspensión de la ducha hace que más de una
vez tengamos que quitarnos el jabón con una toalla, goteras
que amenizan las noches de invierno con un monótono salpi-
car sobre los recipientes esmaltados que en defensa de los pi-
sos se colocan tradicionalmente en estos casos, habitaciones
en las que el humo del cigarrillo no tiene salida y permanece
cómodamente suspendido en el aire como si estuviera senta-
do en una poltrona39.

En el mismo texto la mujer se queja de lo monótonas y miserable-


mente pequeñas que resultan ser las viviendas que encuentra en
Bogotá, las cuales obligan a reducirse en todo; de nuevo la higiene,
la necesidad de espacio y luz natural eran elementos determinantes
en la quejambrosa misiva publicada en la revista. Era inevitable esta-
39 “Carta de una señora que buscaba casa” en: Re- blecer el contraste con aquellos que precisamente representaban la
vista Casas y Lotes, Bogotá, Octubre de 1950.
Pág. 31 forma de habitar que tanto molestaba a la señora. Eran, por supues-
Habitar 219

to, los habitantes de los barrios pobres, de cuyo lugar de habitación,


se afirmaba, debían desaparecer pues “de que se acaben esas barria-
das depende el progreso, la estabilidad y la seguridad de Bogotá”. Y la
afirmación era hecha de manera tan categórica dado que “la enfer-
medad, la delincuencia el crimen que tiene su origen en las barriadas
amenazan la salud, el progreso y la tranquilidad de todos los habitan-
tes de la ciudad, sin que pueda impedirse que se esparsan (sic) a
todos los sectores urbanos”40.

El contagio de los males de la pobreza era una idea recurrente en los


diagnósticos que hacían académicos y políticos en la década de los
cuarenta y cincuenta, los argumentos sobre el aumento del crimen,
la maldad y la insalubridad de común tenían como diagnostico el
mal alojamiento y la deficiente vivienda en la que moraban los pobres
de la ciudad. A estas prevenciones se añadieron otras de carácter más
simbólico o de estatus, que no por ello resultaba ser menos efectivas,
pero que en todo caso contribuían a hacer de Bogotá una ciudad muy
fragmentada y con tintes de exclusión. Desde ese punto de vista se
puede entender, por ejemplo, el tipo y dimensión de la vivienda que
el Estado construía para los obreros, como el caso del barrio Popular
Modelo en 1947, donde las viviendas más pequeñas tenían 67 m2 y la
más grande 152 m2, y las casas que en mayor número se construyeron
tenían 90 m2 ocupando así la mayor parte del barrio41, en claro con-
traste con las pequeñas habitaciones oscuras descritas en el Día del
Odio, Matías o La Ciudad y el Viento.

La virtud en la vivienda se constituyó a partir de la creación de límites,


establecidos tanto entre el mundo público y el privado, es decir entre la
casa y la calle, al interior mismo de la vivienda, o incluso límites entre
sectores completos de la ciudad, de un barrio a otro de un sector a otro.

En alguno de los episodios de La Ciudad y el Viento Armando hace algu-


na reflexión:

pocos momentos de lluvia torrencial, entre relámpagos y true-


nos, se pusieron en movimiento los carros de los bomberos. El
agua caída del cielo comenzaba a inundar casas, garajes, fá-
bricas, de la parte baja de la ciudad. -seguro que hay grandes
inundaciones donde siempre -dijo Armando-, donde siempre.
¿Dónde va hacer si no? donde la pobre gente pobre… en los
barrios pobres. Pasé por uno de estos y vi a dos destripados 40 “Las barriadas de Bogotá deben acabarse” en: Re-
por el derrumbe de una pared. (…) En los barrios pobres, don- vista Casas y Lotes, Bogotá, Junio de 1948. Pág. 37
41 Patricia Pecha Quimbay, Programas de vivienda
de la gente miserable, dos tercios de la población de este país popular en Bogotá (1942 – 1959) El caso de la Caja
están abandonados, a la buena de Dios… por eso los matan, de Vivienda Popular, Tesis para optar al título de
Magister en Historia, Bogotá, Universidad Nacio-
los matan por ahí por los campos… todos los días- parecía que nal de Colombia, 2011. Pág. 122
220 Habitar

hablaba para él mismo, para regocijarse porque él ya estaba a


salvo, ya había pasado la barrera que separaba a los pobres
de los afortunados, de los que podían reclamar derechos-,
(La ciudad y el viento, Pág. 115).

En todo caso un aspecto irrefutable de ese tipo de ciudad más allá del
bien y del mal, es que los habitantes de estas viviendas se mueven en
diferentes terrenos; es la ciudad de los empleados de cierta categoría
que en algún modo son los que tejen la relaciones entre los diferen-
tes grupos de la ciudad. Se relacionan con los pobres por necesidad, y
con los ricos por aspiración, un juego pendular que ha perdurado en
la ciudad por más de medio siglo.
Capítulo 5

Recrearse y trabajar
El mar enorme y extenso, incesante, golpea en todas las puertas. Los domingos
de tres a cinco de la tarde, suelen darse películas para jovencitos y jovencitas.
Doscientos, cuatrocientos, cinco mil y tantos nuevos hombres, nuevas mujeres,
entran a las salas, se miran, se ven, comen chocolatinas, mascan chicle, ríen, y
si la película resulta romántica, lloran por dentro, pero patalean y lanzan chistes. Contenido
Son jóvenes, más cultos, mas enterados, mas estudiosos, mas higienizados que I. Introducción
sus padres, que sus abuelos. La vida les abre las puertas. II. Un lugar en el trabajo,
[Clemente Airó] un lugar en la ciudad
III. Del Club al parque
y del parque al potrero
IV. Entre la obligación
y la diversión

I. Introducción

U no de los postulados que el Movimiento Moderno consignó en


la Carta de Atenas menciona en relación con las zonas de espar-
cimiento, que éstas deben estar dentro de la ciudad y dispuestas de
tal manera que sus habitantes no deban encarar extensos viajes para
poder llegar allí, aseguran que las zonas libres destinadas a la recrea-
ción y el deporte no debieran estar relegadas al uso esporádico o en
el mejor de los casos al uso de fin de semana, pues hacían parte del
diario discurrir del habitante urbano, en otros términos promulga-
ban que el tiempo para la diversión no debía estar irremediablemente
separado del tiempo del trabajo.

Una consideración de esta naturaleza aparecía como impensable


para muchos bogotanos, según fuentes y escritos que hacen parte
de este trabajo; los espacios y los tiempos estaban claramente dife-
renciados, la diversión no debía confundirse con el trabajo, ni el do-
mingo con los demás días de la semana (ésta última una distinción
determinante como ya tendremos oportunidad de leer). En uno de
los artículos de la época se mencionaba que:

Para la gran mayoría de los bogotanos –quiero referirme a


aquellos que trabajan- la semana trascurre casi siempre con
absoluta celeridad. Los días van huyendo unos tras otros para
222 Recrearse y trabajar

formar el collar de los meses, y las ocupaciones no dejan tiempo


al hombre para aburrirse o caer en la cuenta de la manera verti-
ginosa como vive (…) Seis veces más y la semana ha terminado
con el más seductor de todos los días el sábado. El trabajo se
hace en forma apresurada y con la con la mente alegre por la
proximidad de aquella costumbre venida del norte y que con la
fuerza de la novedad se ha hecho ley en la capital para evitar
las labores de media fatigosa jornada (y cabe anotar que el sá-
bado tiene su atractivo especial, su “glamour” que pudiéramos
llamar, no en virtud de un capricho más o menos justificado,
sino únicamente por ser víspera de domingo. La perspectiva de
un día completo de descanso hace que el sábado sea más espe-
rado que la fiesta misma). Tenemos pues, el domingo presente,
con la cara limpia como una moneda de plata1.

El sábado resultaba tan “seductor” entre otras cosas porque, era un día
sui generis, se trabajaba pero se descansaba al mismo tiempo, era una
especie de experiencia liminal, es decir, de convergencia de dos mo-
mentos que tradicionalmente habían sido considerados excluyentes.

Con todo y ello, durante este periodo algunas actividades refuerzan su


influencia sobre las formas y opciones de diversión de los habitantes de
la ciudad y que de hecho no estaban relegadas al fin de semana. Una
de ellas era el cine, que como se observará en la gráfica siguiente, era la
actividad de entretenimiento y diversión más popular dentro de las dis-
tintas opciones que tenías los bogotanos de la época, superaba de le-
jos al número de asistente a otras actividades como el teatro de drama
y comedia, teatro lírico, conciertos, peleas de gallos, fútbol, corridas
de toros, ferias, circos, galerías, recitales, carreras de caballos, carreras
ciclísticas y de motos. En promedio de cada diez bogotanos que iban a
espectáculos públicos nueve asistían a las salas de cine y uno asistía a
algunas de las actividades que se ha mencionado2.

Porcentaje de asistencia a cine sobre total de asistencia


a espectáculos públicos
1941 – 1958

94,9 94,8 94
93,8
92,2 92,4 91,4
1 “¿Qué hace usted el domingo en Bogotá? No nos 90 90 89,5
89 89,2
divertimos”. Revista Cromos Agosto 21 de 1943.
87,3 87
Pág. 2
85
2 Los datos de la gráfica han sido construidos con 84,2
información extraída del Anuario Estadístico Mu-
nicipal, los cálculos son del autor. Es importante
anotar que se miden solo las actividades que se
han mencionado; hace falta información de asis-
1941

1942

1943

1944

1945

1948

1949

1950

1951

1952

1953

1954

1955

1956

1957

1958

tencia a parques, plazas y actividades por fuera


de la ciudad. No se incluyen los datos de los años
1946 y 1947 porque no están disponibles.
Recrearse y trabajar 223

Pero tal vez más popular que el cine, aunque sin estadísticas claras
para hacer una aseveración más contundente, eran los cafés de la
ciudad; aquellos espacios en los que era común encontrar tanto po-
líticos como estudiantes, trabajadores como oficinistas. De hecho
el análisis presentado más adelante mostrará que el gusto por estas
dos actividades, signó de manera importante el perfil de la ciudad.

De cualquier modo para los bogotanos de entonces el diario vivir se


definía por una semana que estaba diferenciada claramente en dos
momentos, el momento destinado al trabajo el cual estaba com-
puesto por seis días y un momento para la diversión y el descanso
definido por el domingo. La manera como este ritmo aparece en la
literatura, la descripción sobre las formas como ambas ámbitos se
relacionan en una especie de juego de doble implicación, las nuevas
actividades que van apareciendo y la relevancia diferencial que van
teniendo según el grupo social y todo ello en relación con la ciudad,
son los tópicos que serán tratados a continuación.

Como se advirtió en la introducción general, este capítulo es mucho


más sintético, por lo tanto se presenta como un esbozo de una serie
de hipótesis con cierto sustento empírico, cuyas afirmaciones debe-
rán ser tomadas provisionales en la medida que existe una evidente
posibilidad de desarrollo y profundización que el autor ha considera-
do realizar en futuros ejercicio académicos.

II. Un lugar en el trabajo, un lugar en la ciudad

En el capítulo titulado habitar se reseñaba la manera como un grupo de


habitantes de la ciudad comenzaba a definir su modo de vida domésti-
ca en función de su nuevo papel en la sociedad, determinado por el tipo
de empleo que tenían y la manera como este trabajo se ejercía, ya no
según ellos mismos, por la ‘fuerza física sino por la fuerza intelectual’.
Traemos a colación de nuevo este argumento porque es útil en la me-
dida que permite entender el tipo de ciudad que se está configurando.
En este periodo la imagen arquetípica de la ciudad está definida por la
existencia de grandes y altos edificios que le cambian el perfil al espacio
citadino, estos edificios albergan la gran masa trabajadora del sector
servicios, un sector que influiría de manera contundente en la forma
como se construiría la imagen de la ciudad.

Es importante encuadrar las distintas narraciones sobre lo laboral


dentro del esquema que hasta aquí ha sido utilizado en esta investi-
gación; se podría establecer que existen tres tipos de dedicación la-
boral los cuales corresponden a los tres tipos de ciudad utilizados en
224 Recrearse y trabajar

el proceso analítico, es decir, un trabajo de carácter manual, en oca-


siones de manufactura o asalariado, con frecuencia mal pago y en
exceso exigente en términos físicos correspondiente a la ciudad como
vicio; un trabajo de comerciante o profesional vinculado al sector pri-
vado, o de político profesional, actividades asociadas a la ciudad como
virtud y finalmente el ya mencionado sector de servicios -con trabajos
de oficina- representativo de la ciudad más allá del bien y del mal.

A veces los hallazgos en el análisis de las obras de literatura se logran


cuando se percibe aquello que no se nombra. En este caso, por ejem-
plo, es paradigmática la referencia a la industria -sector muy poco
mencionado no sólo en las tres novelas en las que centra el análisis
(El día del odio, Viernes 9 y La ciudad y el viento)- sino también por una
notable ausencia en el resto de textos de ficción que acompañan el
análisis realizado en este trabajo (Los elegidos, Los de en medio, Matias,
Ceniza común).

Algunas estrategias narrativas muestran esa presencia marginal y tí-


mida de la industria en la ciudad:

De lejos llegaban los ruidos distintivos de una población que


se despierta y se apronta para su labor. La sirena de una fábri-
ca lanzó su grito imperioso, llamando a los obreros; un tren,
en tono más ronco, le hizo eco. (Viernes 9, Pág. 133).

Una técnica similar es utilizada por Clemente Airó:

Ahora fue un motor de camión y nuevamente una sirena, pero


de fábrica. La habitación se llenaba de presencias colectivas.
Las voces, los ruidos, los murmullos, aunaban sus brazos eté-
reos (…), el reloj de la torre desgranó las campanadas de las
siete y media (La ciudad y el viento Pág. 58).

Esa presencia lejana de la industria se ve acentuada si se tiene en


cuenta que ninguno de los protagonistas es obrero industrial ni tiene
relación cercana con alguien que pertenezca a este grupo social. Así,
por ejemplo, Enrique es mensajero y portero en Los de en medio; en La
ciudad y el viento Elvira y Elvia son secretarias, mientras que Armando
pasa de chofer a gerente de una compañía y Carlos es profesor uni-
versitario; Alfredo, en Viernes 9, es comerciante, y su amante tiene un
pasado como prostituta; Tránsito, el personaje principal de la novela
de Lizarazo, es “sirvienta” y, cuando cae en desgracia por perder el tra-
bajo en la casa donde servía, será captada por las garras de la prosti-
tución, sus compañeros de ocasión se dedican a labores relacionadas
con la construcción (en el muy significativo oficio de albañiles) pero
Recrearse y trabajar 225

en efecto ninguno es obrero o trabaja en una fábrica. Una mirada rá-


pida al siguiente plano puede brindar un acercamiento de lo que se
viene explicando:

En amarillo: sector servicios


En verde: sector comercio
En rojo: industria
Fuente: elaboración propia con datos de Di-
rectorio Comercial e Industrial 1952

Si bien no es exhaustivo, el anterior plano construido con base en la


información del Directorio Industrial y Comercial de Bogotá ayuda a
establecer una idea sugerente sobre la manera como se ubican los
locales de las distintas actividades que hacían parte de la dinámica
económica de la ciudad. En él se aprecia que el sector servicios u ofi-
cinas se encuentran en la parte central, el comercio también en el
centro pero desbordando estos límites para configurar una suerte de
centro extendido y la industria en la parte periférica o lo que podría
interpretarse como el anillo exterior. Casi como si se tratara de una
analogía espacial, la imagen condensaría la manera como en las no-
velas se percibe el papel de la industria.
226 Recrearse y trabajar

Tal vez como en ninguna de las novelas se pueda entender el papel


central que juega por ejemplo la banca y los servicios financieros, así
como la prestación de los servicios profesionales en la ciudad, como
lo muestra López Michelsen en Los Elegidos. Se entiende entonces que
el Señor B.K. decida justamente vender sus acciones en una fábrica
para tratar de invertir en nuevos negocios:

Rotas definitivamente mis relaciones con Fritz, sólo conside-


raciones de orden estrictamente económico debían decidir
el momento oportuno para vender mis acciones en la fábri-
ca. Pérez, cuya oficina comenzaba yo entonces a frecuentar,
y que era para mí como un brujo de los negocios, después de
que había conseguido con sólo el transcurso del tiempo con-
vertir en oro el alambre de púas (…) Solicité a Pérez que me
presentara un corredor de Bolsa a quien pudiera encomendar
la venta gradual de mis acciones: y con su acuciosidad habi-
tual y la perspectiva de verme convertido en socio capitalista
de sus aventuras financieras, no vaciló en hacerlo el mismo el
día en que yo formulé mi solicitud. (Los elegidos Pág. 113 – 114).

La magia a la que se hace referencia fue el resultado de un ejercicio


especulativo por parte de Pérez, quien al valerse de información privi-
legiada de sus amigos del gobierno, compró todo el alambre de púas
disponible para luego especular con él y obtener las mayores rentas
disponibles. Pero más allá de la manipulación del sistema, lo que in-
teresa resaltar de este apartado es la manera como el Sr. B.K. movido
por la codicia, deja de lado la sus acciones en la fábrica para embar-
carse en aventuras financieras, menos estables pero con mayor pers-
pectiva de rentabilidad: un aspecto que desde el punto de vista que
aquí se sugiere, permite entender lo marginal del papel de la indus-
tria, por lo menos en la imagen pública de la ciudad.

Pero de hecho no es sólo en la ficción sobre la ciudad en donde se en-


cuentran ejemplos de la manera como se encuentra la industria en
la periferia, también ocurrió en la concepción del plan urbanístico de
Karl Brunner quien “a pesar de su interés por la temática industrial, su
planteamiento no estaba motivado por la búsqueda de un ideal clásico
de ciudad industrial y moderna (…). Fueron mucho más evidentes sus
planes y acciones orientados al desarrollo de políticas de saneamien-
to e higienización de la ciudad3”, y no es que a Brunner le tuviera sin
cuidado la industria o que ocupara un lugar demasiado secundario en
su concepción de ciudad, pero es sin duda un elemento por lo menos
3 Luis Fernando Acebedo, Las industrias en el pro- particular que la industria tuviese que ceder a la presión de otras acti-
ceso de expansión de Bogotá hacía el occidente.
Bogotá D.C., Ed. Universidad Nacional de Colom-
vidades como por ejemplo el comercio. Desde esta perspectiva la men-
bia – Facultad de Artes, 2006. Pág. 66 ción que se hace sobre cómo en 1944 “se produce un desplazamiento
Recrearse y trabajar 227

del área propiamente industrial desde la carrera 13 hasta la carrera 22,


motivado por la presión que, a su vez, ejerce el comercio del centro de
la ciudad hacía el occidente, convirtiendo esta franja en una zona mix-
ta de industria, comercio y talleres de diverso tipo”4.

Según este autor una suerte similar corrió el tema industrial en los
años cincuenta, al menos en los postulados de los planeadores del
Movimiento Moderno, pues a pesar que identifican dispersión y falta
de organización en la localización de este sector “este diagnóstico no
parece haber contado con la suficiente imaginación para plantear las
posibilidades futuras de organización de la industria bogotana con
base en la comprensión de sus características particulares”5, si bien la
crítica de este autor está más orientada hacia el hecho de que se obvió
el sector industrial para considerar la región dentro de la distribución
espacial de las distintas actividades de la ciudad (“el factor productivo
industrial estuvo prácticamente ausente como factor de influencia re-
gional)”6, debe resaltarse esta suerte de queja sobre la manera como la
industria ocupa un papel secundario en las consideraciones del análisis
de los urbanistas extranjeros contratados por la ciudad.

Los argumentos pueden no ser determinantes en relación con la dis-


cusión sobre la ubicación de la industria en la ciudad, pero sí son muy
pertinentes en la discusión de lo que Lynch llamaba la Imagen de la ciu-
dad. Pues como muestra el mismo autor que hemos citado en estas
páginas, la presencia de la industria era evidente en Bogotá y segura-
mente ocupaba un papel determinante, lo interesante de todo ello es
¿por qué no está tan presente en esa construcción de Imagen pública?

Richard Lehan en uno de sus artículos menciona el papel que en Lon-


dres comienza a jugar el comercio (antes que la industria) en la defi-
nición de espacios de la ciudad, de hecho para él es claro la manera
como el comercio empieza a definir no sólo cierto modos de concen-
tración de poder sino también la separación entre lo rural y lo urbano,
particularmente en el siglo XVII7.

Desde este punto de vista es importante resaltar la manera como las 4 Luis Fernando Acebedo, Las industrias en el pro-
ceso de expansión de Bogotá hacía el occidente…
actividades comerciales determinan un cierto tipo de configuración Pág. 75
espacial, pero al mismo tiempo la forma como la literatura misma se 5 Luis Fernando Acebedo, Las industrias en el pro-
ceso de expansión de Bogotá hacía el occidente…
va convirtiendo en una caja de resonancia en la cual los aspectos pro- Pág. 94
pios del desarrollo urbano tienen un lugar (o no) en estos relatos. En 6 Luis Fernando Acebedo, Las industrias en el pro-
ceso de expansión de Bogotá hacía el occidente…
la realización de esta investigación uno de los aspectos que más sor- Pág. 95
prende, es la falta de una presencia más activa y vigorosa de indus- 7 Ver: Richard Lehan, Urban sings and urban litera-
tura: literary form and historical process: En: New
tria. Juan Carlos del Castillo8 enuncia una hipótesis en la que citando Literary History, Vol. 18, No. 1 Pág.
8 Ver Juan Carlos del Castillo Daza, Bogotá el trán-
a Marco Palacios, mencionaba que el despegue del proceso moder- sito a la ciudad moderna. Bogotá, Universidad
nizador del país ocurrió gracias a una actividad agraria y no a una ac- Nacional de Colombia – Faculta de Artes
228 Recrearse y trabajar

tividad industrial, es decir en el campo y no en la ciudad. Tal vez por


eso la industria misma fue una consecuencia, como muchas otras, de
ese despegue originario rural que impactó la vida de cientos de miles
de personas en la ciudad; visto de ese modo el sector industrial no
fue protagonista de primer orden sino más bien un actor de segunda
mano y por ello su aparición en la imagen pública de la ciudad es en
efecto subalterna.

Podría comulgarse o no con esta posición, de cualquier manera ha-


brá que analizar esta ausencia o por lo menos preguntarse si no es la
industria ¿qué elementos relacionados con el mundo laboral son los
que tienen espacio en la ciudad construida en las novelas? De modo
muy esquemático se indicaría que por un lado están los trabajos de
baja categoría, o para utilizar los conceptos definidos en esta investi-
gación, las actividades de la ciudad como vicio; labores ejecutadas por
pobres urbanos, con mucha frecuencia de extracción popular, quie-
nes no tienen educación, tampoco un buen léxico, mal vestidos y en
exceso serviles aunque en el fondo ladinos. Es el caso de Gaspar quien
debe soportar las humillaciones de su jefe:

-Patrón –dijo el hombre- ¿podría hablar con su merced un mo-


mentito?
-Ahora, no -le contestó- llevo prisa. Más tarde -y, mirándolo,
añadió-: Otra vez viniste con las alpargatas sucias. ¿Cuántas ve-
ces debo decirte que no me gusta verte así? (Viernes 9. Pág. 50)

Gaspar era una herencia de su padre. Había sido el viejo sir-


viente de confianza de la finca que, cuando hubo que ven-
derla para saldar deudas patrimoniales, lo había seguido. El
indio se acomodó a cuanto trabajo le pusieron que estuviese
dentro de su capacidad, hasta llegar al de muchacho de al-
macén. Como a todos los de su raza, era imposible calcularle
la edad; desde que lo conocía, su aspecto físico era el mismo.
La piel era un pergamino oscuro, tostado por el sol, tirante
sobre los pómulos; una abundante melena le cubría la cabe-
za, lisa, negra, sin trazas de calvicie ni de canas; de mediana
estatura, andaba encorvado, con el peculiar trote de quienes
han tenido que hacer largas jornadas a pie cargando grandes
pesos o arreando bestias. Nunca había meditado mucho so-
bre el sujeto; ¿Por qué le impresionaría hoy lo que le había di-
cho? No era que lo desdeñase; simplemente que lo veía como
a un ser totalmente inferior, y le tenía consideración, pero no
lástima. Esta gente era pobre e infeliz porque no podía ser
otra cosa; no era por falta de oportunidades como algunos
ilusos reformistas querían hacer creer. Si Gaspar hubiera sido
Recrearse y trabajar 229

inteligente, si hubiera podido leer y escribir, si hubiera teni-


do suficientes aptitudes para haber recibido una educación,
¿Quién podría decir que hoy no estaría de gerente del alma-
cén? (Viernes 9. Pág. 51).

Si bien no tiene que ver directamente con la ciudad, es interesante


el hecho de cómo se construye la imagen de ese otro, pobre y sin
educación, al cual se mira con cierta condescendencia y paterna-
lismo, aunque después del 9 de abril con cierto temor y desprecio.
Uno de los aspectos que bien podría reseñarse aquí es que confor-
me los obstáculos se relajan en términos de posibilidad de ascenso
social, realzar las diferencias se vuelve tanto más necesario, entre
otras cosas porque tal vez como en ningún otro escenario en el tra-
bajo se comparte el espacio de una forma tan cercana y tan íntima,
un rasgo propio de la ciudad más allá del bien y del mal como se verá
más adelante. En la ciudad como vicio esa cercanía por su parte está
menos presente:

Detúvose trente a un taller de cerámica y alfarería, donde


obreros haraposos se hundían en la arcilla hasta los muslos
para desmenuzarla y mezclarla bien antes de colocarla en los
moldes. Macilentas mujeres apenas cubiertas con colgajos
de ropas transportaban los adobes secos al sol y los apilaban
junto al hornoo. (…) Las empresas preferían el trabajo femeni-
no, porque con diez o veinte centavos cubrían el jornal. Ade-
más, con esos ladrillos se construirían los edificios donde
el privilegio tendría su alojamiento decoroso. Adobes ama-
sados con sangre de plebe. (…) -¿busca trabajo? –Toy viendo
a ver, contestó el Alacrán. -Es que necesitamos cargar aquel
horno y faltan dos piones… Usté verá… El Alacrán no se había
sometido jamás a una disciplina semejante. Su vida fue siem-
pre una pelea salvaje contra todas las cosas y esto desarrolló
en él un irreductible individualismo y una feroz independen-
cia. Pero ahora pensó rápidamente en Tránsito y en su propia
situación y su ingenio le indicó que este trabajo podría ser un
excelente ardid para ocultarse, por lo menos mientras decaía
la inicial exasperación de la policía. Y entonces, por primera
vez, el Alacrán sintió la fatiga del esfuerzo, y las manos le san-
graron por la presión del filo de las cerámicas tostadas y sopor-
tó con alegría el agotamiento y descubrió el íntimo contenido
de una vida nueva. Y cuando regresó a su escondida chozuela
pudo devorar con deleite animal las escasas viandas que había
preparado Tránsito. Se entregó asiduamente al trabajo. (El día
del Odio, Pág. 55 -56)
230 Recrearse y trabajar

Debe resaltarse la imagen a la que recurre el autor de la novela


para determinar el tipo de trabajo para los proscritos. La labor no
sólo es, como se esperaría, agotadora, mal paga y realizada en
condiciones casi que infrahumanas; tal vez lo más interesante es
que el personaje está lejos de poder vincularse con ciudadanos de
otro tipo, más allá que por el hecho de que fabrican los materiales
para que otros vivan bien; es tan así, que ni siquiera el capataz es
de un rango superior, la forma de hablar lo iguala con sus dirigi-
dos, inevitablemente. Para Osorio, la construcción de la ciudad
está determinada por la exclusión, una forma de separación que
explica la imposibilidad de establecer lazos, así sea de sumisión
frente a otros. Ni siquiera cuando el Alacrán intenta ser parte del
statu quo logra ser parte de la ciudad, la fábrica de ladrillos está a
kilómetros del centro.

Al contrario de lo que ocurre con la industria, la presencia del co-


mercio en la ciudad que presentan las tres novelas es absoluta-
mente sugestiva. En uno de los pocos apartados donde menciona
actividades de lucro no relacionadas con el crimen, Osorio Lizara-
zo muestra la manera como la mayor parte de los personajes de la
ciudad como vicio dedican sus esfuerzos a conseguir el sustento a
través del comercio en los alrededores de la Plaza Central del Mer-
cado; las labores puntuales sobre este sector se expone de forma
más contundente en el plano de la plaza Central de Mercado ane-
xo a este capítulo.

“La glorieta de la antigua plaza de mercado,


se yergue entre un montón de escombros,
como único testigo del antihigiénico lugar”
Fuente:
Recrearse y trabajar 231

En la ciudad más allá del bien y del mal el mundo del trabajo tiene unas
características que establecen una condición simbólica de la ciudad
bien particular. En primer lugar, existe un encuentro de los diferentes
estratos en el mismo punto geográfico: al centro van los empresa-
rios, pero también los conductores, van los profesionales y también
los porteros, están los mensajeros y por supuesto las secretarias. Un
grupo demasiado heterogéneo que en su mayor parte se caracteri-
za fundamentalmente por el tipo de consumo que realiza y por las
actividades laborales en las que se ocupa. Uribe Celis plantea que “el
grupo conformado por propietarios de negocios, empleadores, em-
pleados, profesionales liberales, funcionarios públicos ligados a la
burocracia y rentistas conforman los sectores medios de la sociedad;
por añadidura, se presenta como el sector bajo a los peones, obreros,
artesanos y lumpen urbano”9. La reunión de personajes en el centro
de la ciudad es narrada por Airó:

Y cuando colocan la última viga de un nuevo edificio de veinte


o más pisos, los obreros lanzan cohetes y miran desde lo alto
del hormiguero sobre el asfalto. Llueve y el clamor de pitos y
bocinas aturde. Siempre hubo gentes ordenadas, satisfechas
y glotonas, pero a escasa distancia donde reposa el mag-
nate o descansa el ministro, subrepticiamente se deslizan
onstrucción de edificio de carácter moder-
gentes feas, desconocidas, con hambre, ignorantes y fati-
no para oficinas en la es uina de la carrera
gadas. Las prostitutas, los borrachos y los toxicómanos, se 10ª con calle 11. Al fondo, a la derecha, se
ocultan en hoteluchos cómplices. En las altas horas de la no- aprecian las torres de la catedral primada de
ogotá. C. 1957.
che acostumbran a salir de las secretas guaridas los ladrones y
Fuente: Museo de Bogotá.
los crímenes. (La ciudad y el viento. Pág. 90).

Un encuentro que lejos está de ser pacifico, amigable o tranquilo, de


hecho, como lo muestra lo misma novela de Airó puede ser altamen-
te conflictivo. Pero más terminante aún es que en función de grupo
tan heterogéneo, o más bien, de las actividades que ellos realizan
una considerable porción de la ciudad se transformó, su estructura
se adecuó a las vicisitudes de los nuevos tiempos “la década de los cin-
cuenta fue importante para el sector financiero y de servicios ya que
el desarrollo que caracterizó este periodo se evidenciaba en la cons-
trucción de grandes edificios en altura con imagen de modernidad;
se construyeron edificios para bancos, entidades y empresas priva-
das que cambiaron definitivamente la imagen de la ciudad”10. Así lo
refleja Airó cuando escribe:
9 Carlos Uribe Celis, La mentalidad del colombia-
no. Cultura y sociedad en el siglo XX, Bogotá, Al-
Ahora las estructuras metálicas de los edificios en construc- borada, 1992. Citado en Francisco Sanabria, Con-
sumo y vida urbana en Bogotá, 1948-1957, Trabajo
ción parecen jaulas para miles de gorriones. A las doce y a las de Grado, Departamento de Sociología, Universi-
dad Nacional de Colombia, Bogotá, 2005, p. 19.
seis las empleadas -mecanógrafas y secretarias– salen en ban-
10 AA.VV. Bogotá años 50. El inicio de la metrópoli…
das. (La ciudad y el viento. Pág. 11). Pág. 122
232 Recrearse y trabajar

Notables resultan dos aspectos que aparecen en el párrafo anterior


y que permiten ir resaltando algunos cambios en el paisaje urbano a
propósito de dinámicas relacionadas con el mundo laboral. El prime-
ro de ellos es la construcción y adecuación de la arquitectura urbana
a las exigencias de la sociedad capitalista y del incremento progresivo
del sector servicios, cuyo escenario por antonomasia es el gran edifi-
cio de oficinas. Airó presenta este cambio en los siguientes términos:

La ciudad moderna ofrece el contraste de las verticales, de


las alinderaciones de centenares de ventanas, del brillo de los
aluminios…, las amplias avenidas escinden las entrañas de la
tradición” (La ciudad y el viento Pág. 10).

Este panorama, el paisaje de un entorno que se construye acabando


o superponiéndose a la tradición, es un aspecto que sólo puede ocu-
rrir, como lo aclara el mismo autor, en una ciudad moderna. Es justa-
mente un ambiente urbano de esas características el que define una
ciudad vertical. Pero esto además tiene una función determinante
dentro de la construcción de la imagen de la ciudad moderna, como
lo menciona el urbanista González Casas:

Cambio y movimiento, características espaciales y tempo-


rales de la modernidad metropolitana, se verifican en un
crecimiento urbano de valor infinito, a pesar de que un dis-
curso característico de la planificación urbana haya sido el
poner coto –con resultados poco alentadores- a tal creci-
miento. La forma física a tal crecimiento se expresa en
dos dimensiones: la horizontal por efecto de las grandes
vías y autopistas y por la mancha indefinida de los suburbios
y la vertical, por efecto del rascacielos y por la presencia
de la ciudad en un lugar de permanente construcción.11

Esa forma vertical de crecimiento, no es sino otro modo que adquie-


re la clásica aspiración de los modernos de la conquista del espacio
vacío, la posibilidad de comenzar desde cero –que se comentara en
capítulos anteriores- da la pauta para la creación de nuevas emocio-
nes, nuevos relatos y por ende nuevas imágenes acerca de lo que es
vivir en un espacio que experimenta el progreso. Las edificaciones en
altura (los edificios y rascacielos) eran el síntoma de que también Bo-
gotá estaba recorriendo el camino que habían hecho otras capitales
en el mundo y eso entusiasmaba a sus habitantes; adicionalmente
era el espacio en el cual se concentraba ese nuevo trabajo que definía
la vida de una buena porción de bogotanos. En la novela de Airó se
11 Lorenzo González Casas, Metrópolis: ambiente y
cultura modernos… Pág. 68 hace referencia a ello:
Recrearse y trabajar 233

Todas las noches los grandes edificios construidos para guar-


dar papeles –papeles pequeños, grandes, cuadrados, alarga-
dos, blancos, amarillos, azules, ordenados de la A a la Z, o por
materias, o por categorías, por cálculo, por clave–, todas las
noches esos edificios reposan silenciosos, y solamente se es-
cuchan los relojes eléctricos contando la fuga de las horas (La
ciudad y el viento. Pág. 185).

Pero no eran solamente los edificios y esa ambición por conquistar el


cielo lo más vistoso en el paisaje de la ciudad durante este periodo,
pues significativo resultaba también la manera como el gran tumul-
to de gentes iba a reunirse en el espacio público, gentes que por su
heterogeneidad traen a la mente las narraciones que tantos autores
(académicos, literatos, cronistas o periodistas) hacen de la transfor-
mación de la ciudad en la modernidad:

Los automóviles formaban largas colas. Los conductores aso-


maban las caras airadas por las ventanillas. Hombres vestidos
de oscuro, con bastón o paraguas al brazo, parados en las
puertas de los bancos, en las esquina, en la entrada de la bolsa,
al pie de los almacenes charlaban entre sí. Y minuto a minuto,
oleadas de oficinistas salían de los grandes edificios. El sofo-
co reinó en el pecho de Carlos. Llegaría, tarde trató de avanzar
aún más aprisa. Cogió rabia a los que no lo dejaban caminar,
a los detenidos en las esquinas, que fantaseaban finanzas, so-
ñadores de bajas y alzas, con el cambio del dólar. Se enfureció
con las oficinistas que caminaban lentos, como atontados. El
gas de los tubos de escape enrarecía la atmosfera. En las estre-
chas calles, atestadas de negocios, de bancos, de gerencias, de
compañías, de almacenes, no cabía nadie, ni los edificios, ni los
autores, ni las gentes. (La Ciudad y el Viento. Pág. 244)

Como en muchas otras escenas que hemos reseñado a lo largo de


esta investigación, en este apartado se encuentra esa idea típica de
la ciudad moderna de la masa irrumpiendo cada rincón del espacio
urbano, un paisaje natural del capitalismo, que muestra a oficinistas
saliendo a las calles, calles que son angostas y hacen más insufrible
la vida para Carlos (en la novela el personaje que encarna el pasado y
la nostalgia de épocas ya lejanas). Pero no debe dejarse de lado que
también se muestra aquí un modo, ciertamente particular en que se
funde el sector de servicios con el comercio, mientras que la industria
y los obreros están fuera de foco. También es significativo de nuevo
el encuentro de personas con diferentes roles y pertenecientes a dis-
tintos grupos sociales presentes en la ciudad, lo que permite identi-
ficar cómo a pesar de ser un espacio de encuentro es al tiempo un
234 Recrearse y trabajar

espacio de separación, se convierte más importante la construcción


de diferencias que establezcan el rango de distinción de procedencia
entre los grupos sociales que habitan la ciudad. Se puede encontrar
por ejemplo en la preocupación de Gaspar:

–¡Cien pesos! ¿Para qué quieres tanto dinero?


–Para el ranchito ese que le había contado al patrón y que si no
pago esa plata me lo quitan.
Ya estaba abusando con los préstamos; no pasaba un mes sin
pedir algo.
–El abono que tenías que hacer, según me contaste, no era
sino de ochenta pesos. ¿Por qué aumentó ahora?
Se sonrojó Gaspar y balbució: –Quería..., quería comprarme
un par de zapatos.
– ¡Zapatos, a tu edad! –exclamé–. Pero, ¡si no podrás usarlos!
¿Para qué tanta elegancia?
Con los pómulos vueltos candela y con los ojos clavados en el
piso, contestó Gaspar:
–Es por mi hijo mayor, que dizque le da vergüenza verme con
alpargatas.
– ¡Absurdo! No deberías dejar que tus hijos te hablaran así.
En todo caso, no te puedo dar ahora el dinero. Tengo aún que
pagar varias cuentas de anteanoche y muchos otros gastos en
este momento. (Viernes 9. Pág. 55).

Seguramente la preocupación del hijo de Gaspar no hubiera tenido


asidero si la escena se desarrollara en una localidad rural. La vergüen-
za del hijo está profundamente ligada con una especie de combate
urbano y de estrecho contacto de los distintos grupos, en donde los
símbolos de prestigio y éxito social venían dados por aspectos que
pudieran evidenciarse en hechos concretos y materiales, como
por ejemplo el uso de determinadas prendas.

Para finalizar es preciso mencionar de nuevo una característica de la


ciudad como virtud en relación con el trabajo. En este tipo de ciudad
conseguir el éxito económico es una posibilidad latente (no importa
si es por medios lícitos o no). Las condiciones están ahí para aquellos
quienes tienen la suficiente ‘vivacidad’ en el campo de los negocios.
Es por ello que al final de la novela Viernes 9, cuando Alfredo le cuenta
a su esposa Blanca que el almacén de herramientas ha sido saqueado,
ésta entre le ánima diciéndole:

- ¿Arruinados? ¿Porque saquearon el almacén e incendiaron el


edificio? ¡No exageres! Todavía nos queda con qué vivir; además,
podemos rehacer ese capital de nuevo (Viernes 9. Pág. 207)
Recrearse y trabajar 235

Este tipo de insinuaciones sobre las posibilidades de ascenso social


o de enriquecimiento están presentes con mucha frecuencia en las
novelas escritas a final de la década del cincuenta; la posibilidad de
esquivar la miseria es latente, algo que le daría a la vida urbana un
tipo de seducción que de seguro influyó en su proceso de crecimiento
vertiginoso.

III. Del Club al parque y del parque al potrero

En 1947 una reportera del semanario Sábado salió a las calles de la


ciudad con el ánimo de recoger una serie de impresiones sobre as-
pectos ciertamente banales relacionados con el discurrir cotidiano.
Una de las preguntas que la periodista hacía a los paseantes ocasio-
nales era sobre ¿Cómo consideraban que era un domingo ideal? Las
Fuente: Revista Cromos, Agosto 21 de 1943.
respuestas por supuesto fueron de variada índole, pero había un tipo Pág. 2
de respuesta que una y otra vez se repetía en el sentir de los viandan-
tes, éstos respondían así: “-Un domingo ideal para mí, sería salir al
campo, no sólo para recrear la imaginación sino también para hacer
un poco de deporte y descansar – Un domingo ideal, claro que sería
en el campo con un libro de versos. – En el campo, nadar, montar a
caballo… Eso sería un domingo magnífico – Saliendo a alguna parte
fuera de Bogotá. – En el campo, en contacto con la naturaleza – Un
domingo magnifico sería saliendo al campo”12.

La manera como se aborda este pasaje es de suma utilidad, pues


si se tiene en cuenta que la reportera menciona que las respuestas
son dadas de manera espontánea, es interesante entender hacía
dónde está orientada la mente de quienes son indagados, es decir,
cuáles son las aspiraciones de aquellos habitantes de la ciudad en
relación con la idea de descanso dominical. Este elemento indica un
afincamiento de las pautas de manejo del tiempo libre vinculadas al
abandono de la ciudad, una vieja costumbre presente desde tiem-
pos coloniales y que entonces como ahora era una práctica común
a todos los grupos de habitantes de la ciudad; en el siglo XIX, por
ejemplo, se realizaban:

Los almuerzos campestres a las orillas de los riachuelos que


bañaban los campos de San Victorino, San Diego, Fucha y
otros. O disponiendo de más tiempo, podían realizar el más
atractivo de todos los paseos que era el del Salto de Tequenda-
12 Elvira Mendoza, El domingo ideal para los bogo-
ma cuya finalidad esencial era obviamente, admirar durante tanos, una encuesta realizada en las calles de la
ciudad. Revista Semanario Sábado, Marzo 29 de
largas horas la majestuosa catarata. Además, el máximo or- 1947, Pág. 11
gullo de los capitalinos era invitar a sus huéspedes extranjeros 13 Eugenio Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá Siglo
XIX, Bogotá, Tomo II, Bogotá D.C., Villegas Edito-
a dicho paseo para ufanarse enseñándole la cascada.13 res, 2007, Pág. 99
236 Recrearse y trabajar

Una de las preocupaciones fundamentales de los urbanistas segui-


dores del Movimiento Moderno en relación con el tema de la recrea-
ción tenía que ver con la falta de espacios destinados a esta actividad.
En la Carta de Atenas, por ejemplo, se hace mención del problema;
en los considerandos sobre la situación de los espacios de recreo, el
balance indica que “cuando las ciudades modernas cuentan con su-
perficies libres de suficiente extensión, éstas se hallan emplazadas
en la periferia (…); alejadas de los lugares de residencia popular, los
ciudadanos solo podrán servirse de ellas los domingos y no tendrán
influencia alguna sobre la vida cotidiana, la cual continuará desarro-
llándose en condiciones lastimosas” en otro apartado se anotaba que
“cuando las superficies tienen suficiente extensión, a menudo están
mal distribuidas y resultan, por ello, poco útiles para la masa de los
habitantes(…) éstas se hallan emplazadas en la periferia o en el cen-
tro de un zona residencial particularmente lujosa”.14

Es interesante anotar que aún contando con ciertos espacios relati-


vamente decorosos para el disfrute o para ser convertidos en lugares
de esparcimiento, el paseo dominical se presente como un aspecto
que perdura en la concepción de la ciudad como virtud. No es gratuito,
por ejemplo, que el relato del señor B. K. inicie con el descanso de él y
sus amigos en “El Pinar”, una casa de campo en Bojacá –pueblo de la
sabana de Bogotá– en la cual se citaban frecuentemente los miem-
bros de “La Cabrera” para pasar un tiempo de sosiego. Uno de los ami-
gos del protagonista menciona:

Mi mujer ya está en ‘El Pinar’ y deben estar esperándome. Nun-


ca se ha acomodado a la vida de la ciudad y prefiere el campo.
(Los Elegidos. Pág. )

La casa de El Pinar tiene además una doble connotación que se des-


prende de las reflexiones del señor B. K.. Este lugar se antoja como
la estancia favorita de diversión, esparcimiento y distracción de este
grupo de personas, donde pueden dar rienda suelta a sus empeños
de asimilación de comportamientos de las clases europeas y de rea-
firmación simbólica de su estatus. Como le dice Fritz a B. K.:

Comprar una hacienda a media hora de la ciudad es como


comprarle un título de nobleza al Papa. (Los elegidos. Pág. 68).

Pero es también una forma de escapar al desventurado espectáculo


de una ciudad ‘sitiada’ por clases medias pretenciosas, trabajadores
urbanos pobres y miles de seres en la miseria. Dentro de Los Elegidos
14 Charles Édouard Jeanneret (Le Corbusier), Princi- el contraste es aún más profundo si se tiene en cuenta que las refe-
pios de urbanismo (La Carta de Atenas), Barcelo-
na, Planeta-Agostini, 1993 (1933), p. 66-7. rencias a escenarios de típica actividad urbana como los parques, los
Recrearse y trabajar 237

cines, los cafés, los estadios o los hipódromos son en verdad escasos.
De hecho, la presencia de espacios de este tipo en la narración se re-
duce al momento en que el señor B. K. espera a una mujer de la clase
trabajadora a la que ha invitado a salir, pero quien finalmente lo deja
esperando; esta espera es narrada como sigue:

Los transeúntes entretanto me miraban con curiosidad, como


preguntándose qué podía hacer en un cine popular un caba-
llero tan acicalado. (Los Elegidos Pág. 103)

Se percibe con extrañamiento la presencia del extranjero de doble


condición que es el señor B. K. (es de otro país y de otra clase social),
extrañamiento que se convierte en señalamiento; de ahí que sus ex-
cursiones por las calles sean más bien precarias. Más adelante, cuando
el encuentro con la mujer por fin se lleva a cabo, la escena se desarrolla
en el “Mariano”, un restaurante en las afueras de la ciudad, “en donde
sirven comida en los automóviles, que se estacionan a distancia pru-
dencial unos de otros, en la oscuridad de un bosque” (Los Elegidos, p.
248). De este modo, gran parte de la vida pública de los elegidos ocurre
en la casa de El Pinar, en los automóviles y en el “Atlantic”, club social
en el cual es aceptado el señor B. K. como socio y en cuya cancha de
tenis adquirirá fama como excepcional jugador. En todos estos lugares
se niega la posibilidad de interacción social directa con miembros de
otros grupos que existe en espacios públicos urbanos como parques o
zonas dedicadas al disfrute de la gran masa de ciudadanos.

La relación entre la oferta de los lugares de entretenimiento masivo


que brindaba la ciudad y el rechazo que la élite social daba a estos es-
pacios, perceptible en la novela a través de la invisibilidad, puede ser
entendida mucho más fácilmente a través de algunas afirmaciones
hechas por el autor de Los elegidos, López Michelsen, quien, a propó-
sito de su vivencia en la ciudad, escribe lo siguiente:

A poco de llegar a Bogotá yo me sentía incómodo, desadap-


tado y sin amigos. Los pocos que frecuentaba no tenían tema
de conversación en común, y yo tenía horror de sus hábitos de
vida: darse citas en los cafés y abominar de los deportes que
para mí habían sido el pretexto para conocer y tratar amigos y
amigas. Aquellos cafés democráticos, en donde se daban cita
gentes de todas las condiciones sociales para tomar café o
cerveza en las salas llenas de humo de fumadores, me hacían
sentir un intruso. De ahí que les devolviera la atención a mis
nuevos amigos invitándolos a tomar té a la casa. Se trocaban
entonces los papeles: mis compañeros eran entonces quienes
en aquellas salas decimonónicas con cortinas rojas, muebles
238 Recrearse y trabajar

victorianos y arañas de cristal, se sentían extraños de la dis-


tancia a la que involuntariamente yo los sometía15.

Entre tanto los espacios libres, especialmente los parques barriales


se convirtieron en escenarios fundamentales de esparcimiento, ale-
jado del lugar de vivienda y ligados de manera muy estrecha con el
único día de descanso que tenían los trabajadores de la ciudad, es de-
cir el domingo. En Los de en medio, se menciona la felicidad que causa
la llegada de este día en el pequeño Enrique; la escena es descrita en
los siguientes términos:

Tomaron el tranvía para ir al parque. Este pequeño viaje lo


deseaba durante toda la semana Enrique. Sentado sobre las
rodillas de su mamá, veía el lento pasear de la gente, el ir y
venir de los automóviles sonando sus bocinas. (…) El rostro
sudoroso de un voceador de periódicos apareció un momen-
to, ocultando la calle. Alargaba una revista por encima de las
cabezas de los pasajeros. El tranvía se detuvo frente a la ver-
ja del parque. Cogido de la mano de Leonor, haciendo sonar
con sus pies la arena y las piedrecillas del suelo, Enrique se
expresaba a sí mismo, con gestos alegres, el gozo que le co-
municaban el aire libre y la vista toda del parque. La banda
tocaba una larga obertura y la música parecía confundirse
con el rumor fresco del viento en los árboles. Los instrumen-
tos brillaban al sol. Los hombres paseaban con el sombrero
en la mano. Un grupo de niños corría sobre la hierba, gritan-
do y riendo (Los de en medio. Pág. 17).

La construcción de parques durante este periodo, en realidad a lo


largo del siglo XX, es un hecho que constantemente estuvo presente
en la mente de los administradores y planificadores urbanos. A di-
ferencia de lo que se menciona en la nota de prensa sobre estos es-
pacios, en donde se asegura que el sur de la ciudad “no tenía un solo
lugar”, desde hacía un tiempo las administración de la ciudad se ha-
bía preocupado por la construcción de algunos parques, incluso allí
desde 1941 ya existía el parque Olaya Herrera en cercanías al barrio
Centenario. Otro parques populares en la ciudad eran el del Cente-
nario (1883), el de La Independencia (1910), Luna Park (1921), el Parque
Gaitán (1922) y el Parque Nacional (1938). Aún en 1957 el alcalde Ma-
zuera en relación con la construcción del Parque de la Florida lanzaba
el siguiente dictamen:

Bogotá es una ciudad sin parques, es decir, sin pulmones,


donde el pueblo se asfixia y no dispone sino de limitados hori-
15 Alfonso López Michelsen, Mis memorias…, Pág.
289 zontes para su esparcimiento los domingos y días feriados. Yo
Recrearse y trabajar 239

“El proyecto del gran parque del río Fucha,


cuya extensión total llegará a las fa-
negadas fue reali ado en forma por demás
acertada, aprovechando la natural topografía
del terreno ribere o, conservando magnífica-
mente sus paisajes rústicos con prados entre
jardines, bosques, jardín infantil con sus co-
rrespondientes aparatos de juego, kioscos,
campos para basquetbol y tenis. Lugares es-
peciales para tomar refrescos y meriendas,
etc. erá uno de los lugares preferidos
de las familias bogotanas, especialmente de
aquellas residente en la zona sur de la ciudad
a la cual no se le había dotado de un solo
lugar de recreo o esparcimiento”.
Fuente: El Espectador, Marzo 20 de 1949.
Pág. 9

quiero que el Bosque de la Florida resuelva en parte este pro-


blema que lo considero tan vital como cualquier otro de los
muchos que afronta la urbe. A este lugar podrán llegar todos
los ciudadanos de las distintas clases económicas y sociales
sin que les cueste ninguna erogación16.

El parque desde este punto de vista se convierte en un artefacto ur-


bano con doble connotación, por un lado purifica el espacio urbano,
crea el escenario en el cual habrá paseantes y zonas libres de vivienda
o de vías donde las gentes de toda condición social pudiesen disfru-
tar. Pero por otra parte era también la forma en que se purificaba el
espíritu del ciudadano, en el que la recreación no es tanto una virtud
en sí misma, sino un modo de ejercer control sobre ciertas formas de
comportamiento, según menciona el historiador Mauricio Archila:

Dentro del reordenamiento del tiempo cotidiano que hace la


modernidad entre tiempo productivo y tiempo de descanso,
16 “Gran bosque popular se hará en la Florida”. El In-
el tiempo libre adquiere sentido como categoría cultural, y lo dependiente, Octubre 31 de 1957. Pág. 9
240 Recrearse y trabajar

que se hace en ese tiempo libre comienza a ser una preocupa-


ción en la medida en que puede afectar las actividades produc-
tivas y el orden establecido. De acuerdo con Archila, las élites
dirigentes sospechaban de las actividades de tiempo libre de
los obreros por dos motivos: estas actividades estaban asocia-
das al consumo de alcohol –principalmente de la chicha -; y
toda reunión era sospechosa de intrigas políticas17.

Se entiende entonces la razón por la cual en la creación de la oficina


de Servicios Culturales, Espectáculos y Deportes se incluye dentro de
la Junta de Censura: a un delgado del Arzobispo de Bogotá, a un Juez
de menores y un delegado del Consejo Directivo de la Universidad
Nacional, educar (civilizar) y mantener la moral eran aspecto centra-
les dentro de la concepción de recrear presente, en la ciudad18.

En contrates, estaba el modo de vida y la forma en que lo urbano se


presentaba en los grupos de las clases trabajadoras y en las nacientes
clases medias vinculadas a la burocracia estatal. En el pasaje citado
se menciona la presencia del voceador, del tranvía, los grupos de ni-
ños, el sonido de las bocinas, el pasear de la gente, etc., todo lo cual
sugiere la presencia de masas urbanas vinculadas al espacio citadino,
disfrutándolo o padeciéndolo. Se suscita así un evidente contraste
con el tipo de vínculo que mantienen las clases altas con lo urbano en
cuanto a la utilización de espacios para el ocio. Pues mientras aque-
llas prefieren los lugares apartados, separados, silenciosos y cerra-
dos, los otros grupos sociales están en espacios abiertos.

En el caso de la ciudad como vicio existe la connotación a un día de


descanso y en el que existe la posibilidad de divertirse, es decir, ni en
la peor de las circunstancias de habitación de la ciudad se niega la
17 Citado en: Oscar Iván Salazar Arenas. Tiempo probabilidad de algún momento de divertimento, en el que por nece-
libre al aire libre. Prácticas sociales, espacio pú-
blico y naturaleza en el Parque Nacional Enrique sidad se recurre a la oferta del espacio urbano, aunque de nuevo en
Olaya Herrera (1938 – 1948). En: Historia Crítica.
No. 33, Bogotá, Enero-Junio 2007, Pág. 186-208 la periferia. Durante una jornada dominical, por ejemplo, uno de los
18 Acuerdo 77 de 1949. Por el cual se crea la oficina de personajes de esta obra, el Manueseda, propone un día de diversión en
servicios culturales, espectáculos públicos y de-
portes. Publicado en: Registro Municipal. Año LXIX los siguientes términos:
No. 399 a 404. Octubre 31 de 1949. Pág. 277-278
19 El “piquete” es una “comida popular muy variada,
cuyos principales ingredientes son papas y hue- ¿Vusté ya se desayunó? Misiá Duvigis tiene ay bollos y cacao.
sos de cerdo conservados en salitre”. El término
“turmequé”, por su parte, designa un “deporte Como es domingo.... Y güeno, ay tá, ¿por qué no nos metemos
popular que se realiza sobre una pista de unos
doce metros, en cuyos extremos se colocan dos esta tarde un piquete y unas chichas? Misia Duvingis nos lo pue-
piezas de hierro huecas, llamadas bocines. Los de preparar. O si no, nos vamos pu’allá arriba por los laos de la
jugadores usan discos de hierro de medio kilo
llamados ‘tejos’, que lanzan sobre el bocín opues- Peña, onde haya turmequé y radio19 (El día del odio. Pág. 90).
to, en cuyo borde ponen un pequeño explosivo
llamado ‘sorpresa’ cuyo estallido constituye un
triunfo. El ganador es el que haya reventado más
sorpresas o el que haya logrado más puntos de El convite se lleva a cabo y, después del almuerzo generoso en un “lla-
aproximación al bocín”. Tomado de José Antonio nito llegando a La Peña”, van a terminar el encuentro en la chichería
Osorio Lizarazo, El día del odio, Bogotá, Áncora,
1998 (1952), Pág. 276-7. de la esquina, la cual:
Recrearse y trabajar 241

Estaba llena: mendigos, obreros de ínfima categoría, gentes


sin profesión definida y el grupo que formaban los huéspedes
de Eduvigis. (…) El alcohol les clausuró el entendimiento; de
pronto, el Inacio y el Alacrán se pusieron a reñir. La chicha los
empujó a moverse y los cuerpos formaron un remolino de pu-
ños, de dientes, de cabellos desflecados, de miembros revuel-
tos por el suelo, y las voces se aglomeraron en un concierto de
aquelarre. (El día del odio, Pág. 103-4)

Más allá de la reyerta y la manera como termina el día de descanso


para estos personajes, es preciso resaltar la forma en que los límites
urbanos siguen estando presentes y en este caso lanzan a las zonas
periféricas de la ciudad a los grupos más pobres de pobladores. Así,
mientras en la casa del Pinar (Los Elegidos) existe una infraestructu-
ra a disposición relativamente amplia para las actividades de espar-
cimiento, los personajes de Los de en Medio deben conformarse con
los parques decorosamente equipados pero que están lejos de casa
y cuya asistencia se convierte en un verdadero paseo que toma todo
el día y aquellas masas de bajos recursos se ven impelidos al disfrute
de potreros.

En la Guía reseñada por el antropólogo Oscar Salazar se menciona la


manera en que las formas de diversión estaban profundamente aso-
ciadas a la generación de límites y disgregaciones que daban razón
de ser a construcción de espacios que permitiera esta separación::

Al hablar de ‘población obrera’, se afirma que el domingo ‘sale


de los barrios y se desparrama por los parques y por los pinto- “Desde muy temprano, en la mañana delos
rescos aledaños de la ciudad. El domingo es su día de paseo, domingos, las áreas de los par ues y la de los
espacios abiertos, en los ejidos de la ciudad,
de piquete y de fanfarria’. A continuación diferencia las activi-
se van animando con la presencia de chicos
dades de tiempo libres de la clase media ‘es la que llena los sa- que corren sobre el césped bajo la amorosa
lones de cine, la que invadía la plaza de toros, el teatro al aire mirada maternal o bajo al alquilada vigilancia
libre de la Media Torta y las graderías de los estadios’. De los de sus nodrizas. Jóvenes en trance de depor-
tistas, que aprovechan el campo abierto para
‘ricos’ mencionaba que los paseos a tierra caliente, las fincas hacer rodar sobre la grama la redonda super-
de recreo, los clubes, los restaurantes y los cabarés20. ficie de una pelota
Fuente: Cromos, Marzo 14 de 1953, Pág. 9
Salazar menciona que el parque era en una suerte de mecanismo, otro
más, a través del cual el poder político intentó ‘civilizar’ a las masas de
ciudadanos que aún eran seducidos por las viles costumbres etílicas
de fin de semana. Puede que objetivos de ese estilo hayan inspirado
la promoción de otras actividades que se convirtieron en formas muy
populares de utilización del tiempo libre de alguno de los grupos de bo- 20
Víctor Aragón. Cómo se divierte Bogotá. Citado
en: Oscar Iván Salazar Arenas. Tiempo libre al aire
gotanos en este periodo. Por un lado la popularización de los deportes libre. Prácticas sociales, espacio público y natura-
leza en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera
y por otra parte y en mayor medida, la asistencia a cine, ambas acti- (1938 – 1948). En: Historia Crítica. No. 33, Bogotá,
vidades presentes en la ciudad de tiempo atrás pero potenciadas a lo Enero-Junio 2007, Pág. 196
242 Recrearse y trabajar

largo de las dos décadas que aquí se analizan. El deporte en el siglo XX


era reivindicado porque “el pueblo que anhela la educación física encar-
na la civilización: moral, salud y trabajo son sus principales rasgos y los
obtiene gobernando el cuerpo y las pasiones, adaptándose al trabajo
mecánico y usando el tiempo libre para reponer las fuerzas”21, visto así
se entendía que el parque cambiara de función, aquel espacio de cui-
dadoso diseño paisajístico, destinado a la contemplación y escenario
privilegiado del paseante reflexivo, del siglo XIX e incluso de comienzos
del siglo XX, era ahora remplazado por la construcción de espacios des-
tinados principalmente o totalmente a actividades deportivas, como
el caso del parque estadio Olaya Herrera, el cual contaba con “dos can-
chas de fútbol, una para partidos oficiales y otra para partidos de en-
trenamiento. Dos canchas de basquetbol, y una pista reglamentaria
de 400 metros. El nuevo estadio tendrá también una piscina de nata-
ción, vestier y magníficas graderías”22.

El almuerzo de ese día [domingo] es más familiar y todos pueden


Cuadro realizado con textos extraídos de la
permanecer en la tertulia de la sobremesa, sin la angustia de la ofi-
revista romos, gosto de , ág. Problema à cina o el almacén. Con el último toque de las tres de la tarde llega
al problema revestido de graves caracteres. ¿Qué haremos ahora?

El señor “bien”, de sociedad y pesos en la cartera, no tiene conflicto.


En el club encuentra amigos para tomar una copa que ordinaria-
mente se prolonga hasta el día siguiente. O debido a la cabalgata
de la mañana está cansando y duerme un poco después de almor-
Ricos
zar. O bien sale muy temprano en su desconcertante “Buick”, que a
pesar de la crisis de neumáticos nunca carece de llantas, para correr
el día en cualquier sitio de temperatura agradable a dos o tres horas
de Bogotá en donde la piscina y el baile ocupan toda su atención.
Pero el problema, el verdadero y escurridizo problema del progra-
ma dominical de la tarde, es para el bogotano de la clase media. Y si
tiene novia, entonces el problema deja de serlo para convertirse en
catástrofe. Nuestro hombre no tiene la capacidad económica sufi-
ciente para darse el lujo de imitar a un rico, pero en cambio posee
bastante dignidad social para seguir el rumbo del proletario, que
Clase media
ejerce ese día con mayor derecho que otro cualquiera, los dones de
nuestra esplendida democracia. Está pues, enfrentado a una situa-
ción de que debe resolver a la mayor brevedad. Sólo o acompañado
debe hacer algo distinto a lo que hace todos los días de la semana
(…) Al fin decide ir a remar o montar en algunos aparatos mecáni-
cos del [parque] lago de Chapinero.
En cuanto al proletario tampoco encuentra confusión o duda. Con
21
un vestido de colores indefinibles (…) se busca dos o tres compa-
Zandra Pedraza. En cuerpo y alma, visiones del
progreso y la felicidad. Citado en: Oscar Iván Sala- ñeros de oficio y las chicas del servicio doméstico del barrio. Todos
zar Arenas. Tiempo libre al aire libre. Prácticas so- juntos, buscan contacto con el resto de las masas populares de la
ciales, espacio público y naturaleza en el Parque Proletarios
Nacional Enrique Olaya Herrera (1938 – 1948). ciudad, y toman cerveza o cualquier licor barato, hasta reventar,
En: Historia Crítica. No. 33, Bogotá, Enero-Junio en tanto que a los sones de un cajoncito de radio a todo volumen
2007, Pág. 203
22
se mueven en una estrecha pieza más de veinte parejas creyendo
Se dio al servicio el nuevo estadio en los barrios
del sur. El Tiempo, Enero 20 de 1941, Pág. 3 bailar. Esto es para ellos alegría y regocijo.
Recrearse y trabajar 243

La estandarización de los parques en función de las actividades


deportivas fue el eje central –y lo continuó siendo durante todo el
siglo XX- del diseño de los parques en Bogotá, especialmente los
barriales. Pero adicionalmente como característica propia de este
periodo está la aparición del deporte como espectáculo, específi-
camente el fútbol. Si bien el estadio El Campín se había construido
en los años treinta, es sólo hasta la primera versión del campeona-
to rentado nacional, en 1948, que asistir al estadio se convirte en
una de las actividades predilectas de los habitantes de la ciudad.
Solo en el año de 1950 era la segunda actividad predilecta por los
bogotanos la cual “atrajo una entrada de 645.674 espectadores, Estadio el Campín.

que pagaron $ 1.411.720. La comparación de estas cifras deja un Fuente: Museo de Bogotá. c.a. 1950

promedio de $2,18 como costo de entrada al fútbol, espectáculo


que se lleva el 11,68 por ciento del dinero que los bogotanos gastan
en diversiones”.23

En todo caso, el fútbol se encontraba lejos de tener la popularidad


del cine, la primera actividad de diversión de los bogotanos. Y desde
nuestro punto de vista la típica actividad de la ciudad más allá del bien
y del mal. Es interesante la manera como el cine aparece en novelas
como La ciudad y el viento o en Los de en medio, donde no sólo es parte
de las actividades cotidianas de los personajes, sino también es un
recurso narrativo que utiliza el autor para construir imágenes con
respecto a la vida en la ciudad como por ejemplo en este pasaje justa-
mente de Los de en medio:

Aquel café estaba instalado en un largo local, construido


probablemente con la intención de destinarlo a un alma-
cén. Por esta causa su interior era obscuro como una exten-
sa cueva y olía dulzonamente a cerveza y ron derramados.
La puerta de entrada tan ancha como el local, vista desde
adentro parecía una luminosa y amplia pantalla cinema-
tográfica que enmarcaba la animación de la calle. (Los de
en medio. Pág. 136)

La imagen misma de la ciudad era como una pantalla de cine, un


modo de entretenimiento se funde en las palabras del literato para
convertirse al mismo tiempo en la urbe misma, el cine expresando a
la ciudad y la ciudad expresada como cine. Pero más aún, este tipo de
entretención está profundamente arraigado en la manera como se
divertían los bogotanos:

Iba a recoger una nueva piedra, cuando vio acercarse a Mar-


23
cos. No alcanzó a saludarle porque Marcos decía: -¿quieres ¿Cómo y dónde se divierten los bogotanos? El Es-
pectador, Septiembre 16 de 1951, Magazín Domini-
que vayamos a cine? – A cine…! –exclamó Enrique-. No ten- cal No. 183. Pág. 10
244 Recrearse y trabajar

go permiso, mi mamá no ha llegado. Marcos miraba hacía un


lado y otro con el rabillo del ojo. Tengo dinero… ¿no quieres pa-
sear? (Los de en medio. Pág. )

El salón de cine se iluminó. Tropezándose con las butacas,


ajustándose los sobretodos, tosiendo, la gente empezó a salir
En la pantalla todavía se leía un anuncio: “jueves – Locura de
una noche – Superproducción – No deje de verla – Precios po-
pulares” (Los de en medio Pág. 112)

Al terminar las funciones de cine las calles quedaban desiertas


y entonces los grandes avisos comerciales emprendían el jue-
go de entrecruzarse las luces de vivos colores (…). Y en las calles
de escaso comercio la oscuridad levantaba pesadumbres pero
a las puertas de los cafés nocturnos no cesó nunca el barullo.
“Los ‘Cocacolos’
Una Generación Calumniada”
Voces y entrechocar de bolas de marfil. El grito del vaso sobre
Las generaciones más jóvenes de los a os las mesas y las soeces ocurrencias de los borrachos. Siempre
cincuenta encontraron en el estilo y modo de se pudieron ver caras pintadas y cuerpos procaces. (La ciudad
vida norteamericano un referente que trata-
y el viento. Pág. 48)
ron de emular. Este tipo de acciones juveniles
presionaban la creación de espacios destina-
dos específicamente a este sector como por Al bajar de los vehículos emprendían a caminar autómatas,
ejemplo las heladerías y las fuentes de soda. cansados ¿qué van pensando? Cuatro veces al día el mismo re-
Fuente fotografía: Semana, Diciembre 26 de corrido. Es la rutina. ¿La vida es un perpetuo repetirse? La lar-
1954 –Portada-
va del cansancio trabaja y modifica y llega un instante en que
uno se pregunta ¿Soy el mismo, qué ha pasado con los años?
A las seis de la tarde los bares y los cines, los cafés y los salones
de té, reventarán de clientela. (La ciudad y el viento Pág. 108)

El cine había sido -y durante este periodo continuo siendo- una de


las formas de entretención que más popularidad tenía dentro de
los habitantes de la ciudad; si “en 1940, Bogotá solamente tenía
trece salones de cine” para 1950 tenía “62 salones de cine” además
de “tres teatros, dos estadios, un hipódromo, tres galleras y un cir-
co de carpa”24. Pero había algo en la asistencia a un cinematógrafo
que le hacía poderosamente diferente a las otras manifestaciones
artísticas o de entretenimiento ofertadas en la ciudad, las salas
durante esta época como en ninguna otro momento, se dispersa-
ron por la ciudad, incluso se evidenció “la proliferación de cines de
barrio [lo cual] puede leerse como un producto del proceso mismo
de metropolización que vivía Bogotá, pues en la medida en que
24 ¿Cómo y dónde se divierten los bogotanos? El Es- las áreas de vivienda se expandían y las principales vías eran am-
pectador, Septiembre 16 de 1951, Magazín Domini-
cal No. 183. Pág. 10 pliadas para conectar nuevos sectores con las centralidades exis-
25 Jairo Andrés Ávila Gómez, Procesos urbanos y
transformaciones sociales en torno a las salas
tentes, se hizo necesario un proceso de descentralización de una
de cine en Bogotá. Tesis para optar al título de actividad tan importante como ya en aquel momento era la exhi-
Magister en Urbanismo. Universidad Nacional de
Colombia, Facultad de Artes, 2005. Pág. 71 bición de cine”25.
Recrearse y trabajar 245

Lo interesante es que tal como lo indica este autor, la mencionada


descentralización incluyó no solamente los sectores tradicionales de
la ciudad como el Centro, Teusaquillo o Chapinero, sino que fue un
proceso que acompañó el crecimiento y consolidación de los barrios
obreros, ejemplo de ello fueron aquellos que se construyeron en sec-
tores como el “Restrepo, 20 de Julio, el Santa Cecilia, el Santa Lucía y
el Santander al sur de la ciudad, el Samper Mendoza al occidente y
en barrios del sector del 7 de Agosto como el Benjamin Herrera y el
Rafael Uribe al norte”26.

¿Cómo y dónde se divierten los bogotanos?


Fuente: El Espectador 16 de Septiembre de
1951

Adicionalmente la vida nocturna y la manera como se glorifica la luz


como parte de la ciudad moderna aparece como un tema dentro de
las novelas, en las que además son perceptibles algunas diferencias.
En el primer lustro de la década de los cuarenta con alguna frecuen-
cia se publicaban aún artículos que renegaban de las actividades que
tenían lugar en las noches bogotanas. Sobre ello se mencionaba que:
“una ciudad del tamaño de Bogotá debiera tener tres o cuatro café- 26
Jairo Andrés Ávila Gómez, Procesos urbanos y
transformaciones sociales en torno a las salas de
restaurantes a donde la sociedad pudiera concurrir a bailar y a oír cine en Bogotá… Pág. 75
246 Recrearse y trabajar

música en las tarde y por las noches (…) a Bogotá le hace falta vida
nocturna”27. En otra publicación una articulista se quejaba del mismo
aspecto:

Noches de sombra en donde en extraño maridaje se aúnan


los más variados contrastes, las de Bogotá. Calles, plazas y
encrucijadas bajo cuya luz mortecina la multitud se adentra
en la equivoca vida nocturna a la manera de una medrosa pro-
cesión de fantasmas. Bogotá ciudad sin luz, pese a su traje
nuevo de gran ciudad, continúa siendo la Santa Fe virreinal. Al
filo de la medianoche, cualquiera juraría haber oído la voz del
sereno cantando su pregón28.

Pero como se mencionó, este aspecto comienza a estar atenuado


conforme pasan los años. En las novelas escritas en la década de los
cuarenta o que hacen referencia a esos años, una y otra vez se hace
referencia a la luz débil de la ciudad, a lo pobre de la iluminación de
sus espacios públicos:

La noche era oscura y la calleja estaba casi desierta. La luz col-


gada de los postes de los iluminaba perezosamente un breve
contorno. Debajo de una de las bombillas trastabilló un borra-
cho. (El día del odio. Pág. 29 – 30)

El crepúsculo se había venido de súbito y las tímidas y ama-


rillentas bombillas empezaban a trazar sombras en los sem-
blantes. (El día del odio. Pág. 103)

En el caso de Viernes 9 existe una suerte de división tajante, que en


nuestro análisis actúa como elemento de transición, pues mientras
la noche en las calles y en el espacio público es oscura miserable y
desértica, los espacios interiores actúan como refugios iluminados
y acogedores. Decimos una suerte de transición, pues en la ciudad
como vicio que describe Osorio Lizarazo las penurias urbanas se ex-
tienden hasta los espacios interiores.

Las calles se alargaban solitarias y oscuras. Faltaban veinticin-


co minutos. Paró frente a un café y entró. No había casi gen-
te. En una mesa había tres trasnochadores, bebían rodeados
por tres músicos que afinaban sus tiples y guitarras. (Viernes 9.
Pág. 101)

27 “Bogotá, ciudad aburrida”. El Tiempo, Enero 12 de …anduvo dos cuadras más y paró en una calle desierta. (…) En-
1941. Pág. 5
tre la casa y la calle se extendía un terreno desocupado. Ape-
28 “Bogotá, ciudad sin luz”. Revista Cromos, Agosto
16 de 1941. Pág. s.p. nas adivinaba el contorno de las paredes. Estuvo tentado a a
Recrearse y trabajar 247

provechar la oscuridad y el terreno para aliviar sus intestinos.


Se contuvo. (Viernes 9. Pág. 102)

En todo caso son escenas ciertamente muy diferentes a las que se


presentan en La ciudad y el viento o en Los de en medio en las cuales la
noche urbana se define por el colorido de las luces, las cuales inundan
con su presencia el paisaje bogotano:

A esa hora las vitrinas de los grandes almacenes arrojaban,


a lado y lado, torrentes de luz sobre los vehículos que tran-
sitaban por la calle. Los transeúntes se detenían largo rato
a mirar la mercancía expuesta, entre la luz cegante mullidas
pieles grises, tenues prendas sonrosadas de mujer. Resultaba
curioso ver el rostro de la gente iluminado por la fuerte luz de
las vitrinas la luz era tan intensa, tan impertinente casi, que
parecía examinar, escrutar los semblantes de los transeúntes,
descubriendo sus más ocultos pensamientos de envidia, y de
codicia. (Los de en medio. Pág. 159)

O este apartado que lejos está de mostrar una vida nocturna apacible
y sosegada:

El lucero níveo, máximo, en las puntas de la torre emisora. Se


juega al 5 y 6, se juega a la lotería. En tres y cuatro mil cantinas
hay diversos alcoholes para beber. Los chicuelos corren presu-
rosos de auto en auto, esperan que bajen damas y caballeros
mientras bailotean para ahuyentar el frío, ayudan a cerrar las
portezuelas y extienden sus manecitas sucias. El torrente de luz
a la entrada de los cines resalta el carmín de los labios femeni-
nos. Se cruzan miradas sensuales. Los tramposos, gran premio
francés de 1958. Poco a poco avanza la pareja por la oscura calle-
ja lateral. Los tarros de la basura los papeles rotos, las aguas ne-
gras, hay begonias abiertas en cada pensamiento enamorado.
Vida por vida, con Edward Robinson y Burt Lancaster.

Mientras tanto han hecho nuevas avenidas con torrentes de


luz lechosa mercurial. En los cruces de las calles importantes
los semáforos detienen la corriente de norte a sur, de este a
oeste, o viceversa. Cuando crece la ciudad el peligro del maña-
na lo señala el índice demográfico. (La ciudad y el viento. Pág. 91)

La atmosfera estaba limpia y agradable. Las luces pusieron


rubíes titilantes en los charcos. La gran botella de cerveza de-
rramada cataratas de amarilla luz. Después se enderezaba, se
acababa el torrente y se encendían las luces rojas de las letras.
248 Recrearse y trabajar

De frente, rayas azules y blancas jugaron. En la noche las vi-


drieras del comercio, mostraban las mercancías con más pro-
vocación. Sobre otro tejado, una pierna gigante de mujer no
se cansaba de moverse. (La ciudad y el viento. Pág. 290)

El enfrentamiento de versiones en absoluto es casual, la manera en


que se construyen los relatos en una y otra novela en último término
lo que muestra son dos tipos de ciudad diferente, o bien podría asu-
mirse como una ciudad que ha sufrido una transformación apabu-
llante. El contraste en este punto permite entender la forma como
las adecuaciones y mejoras técnicas en el ámbito urbanístico dejan
espacios para que la vida nocturna comience a tener mayor relevan-
cia. Y si bien durante los veinte años que estudiamos apenas se du-
plicó el número de lámparas en servicio en el alumbrado público29 es
probable que las luces que irradiaban en la ciudad proviniesen de un
sector privado pujante y en pleno ritmo de consolidación, que ayuda
entender la imagen de una ciudad que en ocasiones sorprende por lo
sórdida, pero que al tiempo brinda la posibilidad de nuevas formas de
diversión y de apropiación del espacio. La noche es el tiempo de los
borrachines de cafés pero es también el tiempo de las damas que van
al cine; es el espacio de los portadores del vicio pero también de quie-
nes merodean las luminosas vitrinas de los diferentes almacenes. To-
das estas personas comparten un modo de experiencia de la ciudad
que comienza popularizarse, una forma de conquistar el espacio ur-
bano, de darle un nuevo sentido de construir su imagen.

IV. Entre la obligación y la diversión

El mundo laboral y el mundo del ocio y la diversión, se insinuaban


como ámbitos totalmente separados, tanto que los días de trabajo
no debían confundirse con los días dedicados al descanso. La divi-
sión de esas dos dimensiones de la vida humana estuvo presente en
la ciudad a lo largo de todo el periodo que aquí abordamos aunque
iría atenuándose conforme avanzaba la década. Si para el inicio de
los años cuarenta con alguna frecuencia se reseñaba en la prensa la
insuficiencia de actividades que ofrecieran al habitante citadino la
posibilidad de dedicar un rato al ocio, argumentando que “una ciudad
del tamaño de Bogotá debiera tener tres o cuatro cafés-restaurantes
29 En 1940 existían en la ciudad 11690 lámparas de
alumbrado público en servicio, para 1957 este nú- a donde la sociedad pudiera concurrir a bailar y a oír música en las
mero era de 21149 en 1957, poco menos del doble.
A pesar de que la población lo había hecho por
tardes y por la noches sin necesidad de tener que anunciar las fiestas
tres y la extensión de la ciudad había sobrepasado en los periódicos como acontecimiento especial”30.
de lejos los límites tradicionales (Datos tomados
del Anuario Municipal de Estadística 1940, 1948 y
1957)
30 “Bogotá, ciudad aburrida”. El Tiempo, Enero 12 de
El análisis de las novelas va mostrando la manera como paulatina-
1941. Pág. 5 mente los espacios y las posibilidades de diversión se diversifican en
Recrearse y trabajar 249

la ciudad; pero más importante aún es que está diversificación va


ocurriendo en la medida que aparecen nuevas formas de habitar el
espacio urbano definidas específicamente por la irrupción masiva de
grupos de personas cuyos trabajos propenden por un estilo de vida
que presiona para que exista otro tipo de oferta, que además no este
restringida únicamente al domingo.

En todo caso, es de la mayor relevancia que durante estos años se


comience a tener una perspectiva diferente de la importancia que
tienen los espacios y momentos de recreación en la ciudad. Pasaran
varios décadas antes de que formas de entretenimiento se convierta
en un tema de la mayor preocupación en los administradores de la
urbe, pero no deja de ser interesante que en este periodo los discur-
sos y ciertas disposiciones legales se encuentre la preocupación por
la existencia de parques y otros escenarios destinados al descanso y a
la práctica deportiva.

Mientras el trabajo convoca en un solo espacio geográfico y sugiere


una fuerte centralización de las actividades económicas, las prácti-
cas de diversión y de ocio se extienden a lo largo y ancho del territorio
urbano, lo que incluso impele a la necesidad de diferenciaciones pro-
fundas en el tipo de actividades que se realizan, de quiénes las reali-
zan y el lugar dónde se llevan a cabo. Aunque no se analizó a fondo
en este capítulo, tanto en las novelas como en la prensa es percepti-
ble la presencia de algunos grupos que presionan la oferta de nuevos
espacios destinados a momentos de ocio, éstos fueron las mujeres y
los adolescentes; tanto unas como otros, aunque de manera tímida,
harán una presencia más activa en el escenario urbano y paulatina-
mente irán ganando espacio en el espacio capitalino.
Epílogo

La “verdad de las mentiras”


o la imagen de ogotá a mitad del siglo

E n la segunda mitad de la década de los cincuenta las crónicas pe-


riodísticas y la narración literaria sobre Bogotá dejaban entrever
un tono de complacencia con el lugar donde se habitaba. Se reseñan,
por supuesto, las deficiencias en distintos ámbitos como los servi-
cios públicos, la administración de la urbe o el insensible trato de los
ciudadanos en las relaciones que establecían diariamente en el espa-
cio público. Pero pocos creían que la ciudad que habitaban fuera un
pueblo grande; existían razones para creer que la transformación de
la ciudad había posibilitado la experiencia plena de la vida en una ciu-
dad moderna.

La intranquilidad del periodista que en la década del treinta pregun-


taba a Karl Bruner sobre la opinión de éste acerca de Bogotá como
ciudad moderna –citado en las primeras páginas del capítulo dos- ya
no es relevante; la preocupación no es si la ciudad es moderna o no,
sino de qué manera se enfrentan los problemas derivados de osten-
tar tal condición. Uno de los puntos que abordó esta investigación
está vinculado justamente en tratar de entender el modo en que la
modernización y las ideas modernas escenificadas en ese espacio ur-
bano impactaron la vida de quienes vivían allí.

Se mencionó que existían tres problemas iniciales de carácter glo-


bal en los cuales se enmarcaba la construcción de la investigación
y el desarrollo mismo del proceso de análisis. Un problema de corte
disciplinar que mostró la importancia de estudiar estas décadas, no
sólo por el crecimiento demográfico y físico de la ciudad, el cual es
252 EPÍLOGO: La “verdad de las mentiras” o la imagen de Bogotá a mitad del siglo XX

evidente y se constata en todos los indicadores sobre ella, sino por


la preocupación ciertamente categórica de utilizar un mecanismo de
planificación para ordenar y reglamentar lo que se encontraba como
arbitrario y desastroso; pero también en sí mismo, es un objeto de
inspiración sobre el que se vuelcan narradores y literatos con el áni-
mo de atrapar en las letras el dinamismo de las transformaciones, es
un momento coyuntural, pero absolutamente particular porque en
él se cruzan una serie de fenómenos políticos, económicos y sociales
que posibilitan la construcción de un nuevo tipo de ciudad.

Desde el punto de vista epistemológico, resultó una apuesta arries-


gada, entre otras cosas porque, si bien es cierto que la historiografía
necesita explorar nuevos horizontes e ir superado esas visiones res-
tringidas que constriñen la historia del urbanismo y de lo urbano a la
enumeración de fechas y tipos de construcciones; proponer un nuevo
enfoque es una tarea ardua que requiere de verdaderos esfuerzos de
reflexión que posibiliten llevar a cabo análisis más incisivos, comple-
jos e imaginativos, en busca de articular las diferentes dimensiones
de lo urbano que influyen en su construcción. Cuando se eligen las
formas narrativas como un camino para entender los elementos más
problemáticos de una ciudad en pleno proceso de transformación
acelerada, se hace una apuesta osada, pues lo que muestra la pro-
ducción bibliográfica es que es una discusión aún no zanjada, que
se encuentra en plena construcción y que por el mismo hecho de ser
parte del debate actual, obliga a andar con pasos cuidadosos en los
que antes que encontrar posiciones concluyentes se hacen esbozos
proyectuales. La segunda parte de la tesis es especialmente una con-
tribución a este debate, con algunos resultados que aunque modes-
tos, bien encaminados en la búsqueda de este objetivo.

La definición de la estrategia metodológica estuvo influenciada por


la necesidad de articular dos ámbitos que suelen aparecer separados,
por una parte las fuentes clásicas de la historiografía y por otra parte
un tipo de fuentes no convencionales –por lo menos no usadas ex-
tensivamente en la historia del urbanismo- todo ello presente desde
el planteamiento de las técnicas a utilizar, pasando por los instru-
mentos de recolección de información hasta la presentación de los
datos para el análisis. Aunque claro está, la discusión sobre lo oportu-
no de utilizar las obras de ficción siempre estuvo a flor de piel, por eso
la necesidad de recurrir a la figura de lo análogo que Rossi bosquejara
en la segunda mitad del siglo XX pero que, en el caso particular de
quien escribe este trabajo, intuía ya con la lectura Mario Vargas Llosa
en un escrito titulado La verdad de las mentiras, en el que menciona la
manera como la novela miente arbitrariamente para crear una vida
que resulta siendo más real que la realidad, una meta-realidad si se
EPÍLOGO: La “verdad de las mentiras” o la imagen de Bogotá a mitad del siglo XX 253

quiere, en la que se atrapa ese torrente afanoso del discurrir cotidia-


no para ser ofrecida al lector que puede juzgarla, analizarla, enten-
derla y dice el mismo escritor, vivirla; porque a través de las mentiras
se dicen grandes verdades.

Lo análogo, en principio no parecía excluir esas diversas formas de


analizar la realidad, y eso se demostró en los tres capítulos que con-
forman la parte dos de la tesis. En el caso del capítulo dos –Circu-
lar-, por ejemplo, los datos y las crónicas de prensa muestran una
situación de crecimiento del sector, construcción dinámica de vías,
aumento de mortalidad, cambio de modelos de transporte colectivo
etc., todo lo cual se acompañó de ejercicios de interpretación de las
escenas extraídas de las obras de literatura lo que permitió entender
las motivaciones de esas acciones que indicaban un dinámico creci-
miento del problema de la movilidad, emprendidas por una genuina
creencia en la libertad de movimiento, aunque con características
propias locales donde la libertad se promulga para un sector y se res-
tringe para otro, convirtiendo el proceso en un avance a medias entre
lo que se predica y lo que se está dispuesto a ceder.

Este sucinto ejemplo permite entender la elección del enfoque de Mo-


dernidad a nuestro modo como punto de partida para realizar el resto
del estudio, pues sólo una perspectiva de estas características permi-
tía entender cabalmente la serie de fenómenos que con frecuencia
se presentaban como contradictorios en nuestro objeto de estudio
y permitían encuadrar los distintos hechos en un marco que le diera
sentido a los fenómenos que se descubrían conforme las obras de li-
teraturas iban siendo escrutadas.

La estrategia expositiva y los tipos de ciudad en los que se centró el


estudio mostraban un par de elementos: por una parte, la absolu-
ta pertinencia de definir un marco conceptual, limitado, modesto
pero claro; pues las comparaciones, los ejercicios analíticos y la reco-
pilación del material empírico –novelas y fuentes primarias- tenían
sentido a la luz de lo que el marco conceptual permitía interpretar.
Aunque debe aclararse que los conceptos fueron construidos al tiem-
po que se avanzaba en el análisis de los datos y las fuentes empíricas,
los capítulos no fueron escritos en el mismo orden en que aparecen
aquí, en realidad fue el análisis primario de las fuentes la que permitió
ir construyendo un marco conceptual, consolidarlo y reinterpretarlo
para de nuevo organizar la información empírica.

El otro aspecto que resultó evidente a la luz de la información ana-


lizada, todo ello contenido en los capítulos de la segunda parte, es
que develan un elemento trasversal a cada una de las funciones de
254 EPÍLOGO: La “verdad de las mentiras” o la imagen de Bogotá a mitad del siglo XX

la ciudad, esto es, que lo público está subordinado a lo privado. Ello


por supuesto no es un gran descubrimiento, ni tampoco intenta su-
gerirse que es una dinámica que apareció en el par de décadas que se
analizan aquí; pero sí sorprende e interesa que durante este periodo
este fenómeno tome una dimensión gigantesca, entre otras cosas,
agenciado por el papel central de lo urbano y los fenómenos de ex-
pansión que ocurren en las ciudades, convirtiéndose en sí mismo en
un multiplicador de este fenómeno.

Cuando se menciona que la construcción de vías se convierten en una


obsesión de políticos y gobernantes, cuando se examina la prioridad
del transporte motorizado frente a otras formas de movilizarse por la
ciudad, en especial sobre el peatón; cuando se evidencia la forma en
que el automóvil es un medio inapelable de la construcción simbólica
de la identidad hombre moderno; cuando el análisis sobre el lugar de
la vivienda muestra una necesidad cada vez más fuerte de retrotraer-
se al interior, en el cual se glorifica el transcurrir en ambientes priva-
dos y se condena la vida en la calle, o en últimas, cuando resulta más
valorado para recrearse el irse de la ciudad o confinarse en un espacio
cerrado y exclusivo en el cual se niega la oportunidad del encuentro
o la confrontación con otros diferentes o considerados de otro grupo
social; cuando ocurre todo esto logra encontrarse de manera pun-
tual en qué consiste esa prelación de lo privado sobre lo público en
los entornos urbanos y por supuesto sugerir las consecuencias de un
movimiento de estas características.

En todo caso existen algunos aspectos que atenúan ese movimiento, y


que aunque no fueron descritos, analizados o incluidos en este traba-
jo quedan planteados como preguntas que están por ser respondidas.
El papel activo y vigoroso de la mujer en el escenario urbano, la cons-
trucción de la categoría de joven asociado a lo adolescente y la visión
del migrante, son todos ejercicios en lo que formas de construir, expe-
rimentar y entender tuvieron influjo contundente sobre lo urbano y
sobre la imagen que se construía de la ciudad, todos ellos son parte de
una reflexión que en algún momento deberá acometerse.

Las décadas del cuarenta y cincuenta marcaron un ritmo de creci-


miento y de transformación que dinamizó el proceso de desarrollo que
vivía Bogotá, de moderado pasó a vertiginoso y fue precisamente ello
lo que resaltó e hizo manifiesto aspectos que apenas unos años antes
eran latentes. Las virtudes, pero sobre todos los problemas ahora se
veían en dimensiones colosales: los intentos de intervención, las so-
luciones planteadas y los caminos elegidos tuvieron consecuencias
bien particulares sobre la ciudad de esa época que consolidaba su
papel como capital de la nación; pero más importante aún cada una
EPÍLOGO: La “verdad de las mentiras” o la imagen de Bogotá a mitad del siglo XX 255

de esas elecciones determinó la suerte de la vida en la ciudad el resto


del siglo XX; las consecuencias de muchas de las decisiones tomadas
sobre aspectos fundamentales hace más de cincuenta años aún re-
suena en la vida la ciudad, aunque se sigue creyendo que todo acaba
de aparecer.
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Escribiendo urbanismo,
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Bogotá: literatura, urbanismo y cultura urbana 1940 - 1960

LEOPOLDO PRIETO PÁEZ


Maestría en Urbanismo
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Artes, Bogotá 2013

Directora:
Tatiana Urrea Uyabán

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