Unidad 4: Psicología Humanista I
Unidad 4: Psicología Humanista I
Unidad 4: Psicología Humanista I
Psicología Humanista I
Incidencia de los conceptos sociológicos y antropológicos en Psicología. La Psicología
Fenomenológica. Principales conceptos de la filosofía existencial. La Logoterapia (V.Frankl) y el
Psicodrama (A. Moreno). La corriente humanista: Maslow, Rogers y Kelly.
BIBLIOGRAFÍA
un proceso de realización (1967, L3S), y cuya unidad última vendría dada por sus pro- f La psicología íenomenológica
yectas, entendidos éstos como expresión de una voluntad («will») original e indi-
vidual.
Psicológicamente, Dewey se opuso al «elememalismo» asociactonista de Tilche-
neren un famoso trabajo sobre, el concepto del «arco reflejo». Allí defendió, en la línea
de Baldwin, la idea del carácter unitario que posee el «circuito sensorio-motriz», en el
cual no se junta un estímulo a una respuesta en forma sustanriva, sino que hay todo un
sistema flexible de adaptación o integración de ta.respuesta a las condiciones sítuacío-
nales, de modo que hay una coordinación, en que el esiímulo se enriquece con los
resultados de experiencias anteriores y ¡a respuesta se modula gracias a la referencia
sensorial. De análoga manera, planteó el problema del pensamiento como conducía
adaptativa a la situación que llamamos «problema», y, más en general, consideró que
e! tema de la psicología era el organismo como una totalidad runcionando en su medio.
Con Dewey coincidió en Chicago James R. Angelí, que había de dar expresión
inequívoca al funcionalismo en 1906, y con quien se había doctorado poco tiempo introducción
antes Jolm B. Watson, fundador del conductísmo.
James Angelí [Burlington, Vermont (USA), 1869-Hamden, Connecticut (USA), Una de las corrientes filosóficas más importantes de nuestro siglo es la fenomeno-
1949] estudió en Harvard y en Berlín, y más tarde fue profesor en la Universidad de logía. A su base se encuentran las investigaciones de Edmund Husseri, que lian tenido
Minnessota y Chicago, y presidente de la Universidad de Yale. Antes de ir a Chicago, una decisiva influencia sobre figuras como Max Scheler, Martin Heidegger, José Orte-
Angelí fundó un laboratorio de psicología en la Universidad de Minessota (1S93) y ga, Kar! Jaspers, Jean Paul Sanie y Maurice Merleau-Ponty. Además de su desarrollo
otro, con Dewey, en ia de Chicago (1S94). Creó el Yale Instituto of Human Relations. dentro del marco estrictamente filosófico, la fenomenología ha tenido estrecha cone-
Es autor de numerosos trabajos, entre los que destacan Psychology (1904) y Chapws xión con los problemas de la psicología, y ello por razones muy justificadas.
/rom Modern Psychoiogy (1912). La fenomenología, en efecto, se propuso analizar la estructura de la conciencia,
Para Angelí, Aristóteles, Spencery Darwin representan los antecesores dei movi- con objeto de halJar así un conocimiento que pudiera servir de base firme a todos los
miento funcionaiista. De lo que se trata es de «discernir y dibujar las típicas operacio- demás saberes. Por elio, su propósito tenía forzosamente que cruzarse con el de la psi-
nes .de la conciencia bajo ¡as actuales condiciones de vídaw (Dennis, 1948, 440). En cología introspectiva. En general, ambos conocimientos han tenido que plantear explí-
vez de (testados» o elementos, funciones; en lugar de preguntar qué, se busca el cómo citamente su relación, sus coincidencias y sobre todo sus divergencias.
y el porqué; más que análisis introspectivos, «descripciones» en leoninos de las con- La psicología de orientación íenomenológica ha tenido algunos desarrollos de
diciones en que se han producido las cualidades sensibles y de ios actos a que han dado interés. Además, a través de los enfoques existencialístas próximos a la fenomeno-
lugar; en último término, el funcionalismo se presenta como una «psicología psicofísi- logía, ésta ha influido con cierta intensidad en algunos medios psiquiátricos, de donde
ca» porque insiste en ver la vida mental como un eslabón que hace de puente entre el luego ha refluido sobre la psicología. Procuraremos aquí de modo sucinto precisar el
medio y las necesidades del organismo, de modo que la conexión mcnte-cuerpo es un sentido de esta psicología fenomenología;!.
problema central (Ibíd., 453).
De esta manera, se habían ido disponiendo las circunstancias para la que había de
ser gran revolución teórica de la psicología en ía América del siglo XX, el conductísmo. Antecedentes: Cari Stumpf (1848-1936)
En el nivel histórico en que aún nos movemos, en el final del xix y comienzos del XX,
el centro de la psicología estaba todavía en Europa. Pero no sólo en cajuidad, sino tam- En el origen de la fenomenología se hallan, primero, el magisterio de Franz Bren-
bién en calidad la psicología experimental iba encontrando, al otro lado del Atlántico, tano y su teoría de la «intencíonaÜdad» de los actos psíquicos; luego, la influencia
aportaciones que han resultado fundamentales para su realidad actual. de Stumpf. A Brentano ya nos hemos referido antes (véase cap. 16); por su pane. Car!
Stumpf (Wiesemheid, Baviera 1848-BerIín 1936) estudió en Wurzburgo con Brentano
y en Gottinga con Lotze, y fue luego profesor en Wurxburgo, Praga, Halle, Munich y
Berlín, asícomo presidente del Congreso Internacional de Psicología en 1896. Sus tra-
bajos sobre !a percepción del tono y de la música son su mayor aportación a la psico-
logía. Aparte de esta úrea concreta, Stumpf influyó sistemáticamente en el desarrollo
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de la psicología de su época, ya que contribuyó a la aceptación de la teoría de Bren ta- los conceptos de la matemática. Buscó esta nueva filosofía con el afán de que pudiera
ño. Koíiler y Koffka fueron alumnos suyos. Entre sus obras principales se encuentran: ella servir de base a las dcinás ciencias; por eso, su idea de la psicología fenomenoló-
Sobre el origen psicológico de la representación del espacio(lS13), Psicología del gica ha de examinarse en estrecha dependencia de aquella filosofía.
tono (Tonpsychologie) (1383-1890), Sensibilidad y sensación sensible (192SJ, y Teoría Husseri busca un conocimiento firme y seguro. Piensa que todo conocimiento se da
del Conocimiento (1939-1940). en actos de conciencia, o «vivencias», en los que liay un sujeto, un objeto y una rela-
Stumpf desarrolló las ¡deas de una psicología del acio. Distinguió entre los conte- ción de intencionalidad por la que se presenta ante el sujeto ese objeto. De este modo,
nidos de la conciencia, sensaciones e imágenes que él consideraba como «fenóme- un conocimiento que nos dé la estructura y modo de funcionar de la conciencia será la
nos», y las «funciones de la conciencia» o actos como percibir, asociar, desear, que- base de todos los demás; para lograrlo, habrá que describir la vida de la conciencia tal
rer. El estudio de las funciones, o psicología, debía ir precedido de un examen de esos y como se da. Hasta aquí, parece Husseri estarse refiriendo a la psicología de su tiem-
materiales o fenómenos con que se construye ¡uego todo conocimiento, y este estudio po. Pero enseguida añade un requisito que, a su juicio, modifica todo.
constituiría una «fenomenología». Stumpf, pues, relaciona fenomenología y psico- «.La psicología es una ciencia empírica,.., es muí ciencia de hechos..., de realida-
logía como dos estudios diferentes, especializados respectivamente en e! «contenido» des... En contraste con esto... se fundará la fenomenología pura o trascendental no
y en la «función» de los actos de conocimiento. Tal distinción resulla comprensible si como una ciencia de hechos, sino como una ciencia de esencias (como una ciencia
se piensa en una función, por ejemplo, la percepción de una habitación que permane- eidética)» (1962, 9-10). Hace falta ver ahora qué entiende por esencia. En nuestro
ce inalterada mientras va oscureciendo, es decir, mientras van cambiando los conteni- vivir, yo «veo» un objeto, y esto es un hecho; si describimos y analizamos lo que en
dos sensibles que en ella se dan, o cuando se escucha una melodía sin análisis ni dis- este hecho se da, forzosamente encontraremos, junto a unos elementos accidentales o
criminación de la variedad de instrumentos que la interpretan con su peculiar variables, otros sin los cuales aquel hecho no sería un «acto de vep>; serán éstos unos
sonoridad. Estos casos sugieren ya una segunda línea de influencia que arranca de rasgos o elementos «esenciales» para todo «acto de ven>, o, lo que es igual, consti-
Stumpf y va hacia otros discípulos suyos, Kurt Koffka y Wolfgang Kó'hler, los gran- tuirán una «esencia». Pero todavía falta lo más importante: ¿y si no hay nada, y yo
des teóricos de la psicología de ¡a forma o de la Gesíalt. Como se verá. Fenomeno- creía ver algo, y todo era una alucinación? Para que yo crea que, alucinado o no, veo
logía y Gesta IL coinciden en su preocupación por el análisis de la experiencia inme- algo que aparece en mi vivencia, el «fenómeno» tiene también que cumplir y realizar
diata, y tienen un origen común en ¡a psicología «del acto» de Breniano y Stumpf. los requisitos de aquella «esencia del acto de ver». La alucinación visual se parece en
En cualquier caso, la fenomenología de Husseri, como sistema filosófico, es ía muchos de sus rasgos a la percepción visual. Por eso se puede tomar aquélla por ésta.
base de la psicología fenomenológica, y es necesario entender ésta en relación con su En todo fenómeno se da una esencia determinada.
fundamento. Otra cosa es que el fenómeno sea real o no. Cuando yo vivo algo como real, hay,
por un lado, el fenómeno, y además, hay la creencia mía de que aquello es rea!; pero si
suspendo esta creencia, y no afirmo ni niego su carácter de realidad, entonces paso de
Edmund Husser! (1859-1938) y la psicología tomar algo como «hecho» a tomarlo como fenómeno de la «conciencia pura». Enton-
ces puedo describir su «esencia», puedo contar lo que «aparece» ante mí, pero no pue-
El filósofo alemán Edmund Husseri (Prossnitz, Moravia IS59-Freiburg-im-Breis- do afirmar que ese objeto «existe realmente» o que lo «hay en la realidad». Esa sus-
gau, Alemania 1938), formado en la matemática y la psicología, y posteriormente en pensión de mi creencia en la realidad lo llama Husseri «reducción fenomenológica» o
la filosofía con Brentano en la Universidad de Viena, fue privatdocent en las universi- epokhé, que «pone entre paréntesis» las vivencias y, de golpe, nos hace salir de la psi-
dades de Halle y Gottinga y profesor titular en la Universidad de Friburgo. Como teó- cología para entrar en el terreno de la fenomenología como filosofía o ciencia de esen-
rico, se planteó muy pronto problemas que resultaban ser realmente intcrdisciplinares. cias (1962, 217-220).
Produjo un cambio radical en la filosofía alemana sintetizado en su enfoque fenome- Aparecen así en el análisis de Husseri una multiplicidad de planos que no Se exclu-
nológico. Procuraba con él superar tanto el pumo de vista subjetivo como el objetivo yen, sino que se complementan. Primero hay la experiencia natural y cotidiana, que tie-
en filosofía. Influyó mucho también en la psicología. Es autor de las Investigaciones ne lugar cuando el sujeto vive como real el mundo con todo cuanto se le presenta. De
Lógicas (1900-190), Ideas relativas a una fenomenología pitra y una filosofía fenome- este modo, su conciencia se halla entonces dispuesta en lo que él llama una «actitud
nológica (1913), y Psicología fenomenológica (19C2-lecc¡ones de 1925). Su tesis para natural» (1962, 17-18). Lo normal entonces es atenderá los objetos. Pero cabe, en cam-
la docencia versó Sobre el concepto de número: Análisis ¡¡sicológicos (1887); luego bio, que reflexionemos, y en vez de fijarnos en el contenido, en los objetos, «conside-
sus esfuerzos se dirigieron a construir una Filosofía de ¡a aritmética: ¡uvesligaciones remos ¡as experiencias subjetivas en las que 'aparecen'» (1963,166). Esta reflexión ños
psicológicas y lógicas. Es visible, en estos títulos, la conexión de la preocupación psi- introduciría en una perspectiva psicológica. Pero con ello todavía no habríamos llegado
cológica con el Ínteres filosófico y científico. Precisamente, su filosofía fenomenoló- a la fenomenología. Para esto es preciso aplicar la epokhé ó reducción; sólo así nos
gica surgió del fracaso de sus esfuerzos por hallar un planteamiento psicológico para hallaremos en el plano de la fenomenología filosófica, y no en ia simple psicología.
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La psicología fenomenológíca campo a la investigación psicológica, sin olvidar que entonces nos movemos solamen-
te en un nivel de descripción de fenómenos, y no en el terreno explicativo e hipotéiico
El análisis de Husserl es impórtame pura ]¡t psicología porque su planteamiento de la ciencia natural. Musserl nunca pretendió suplantare! trabajo de las ciencias posi-
descriptivo ayuda a precisar los materiales o datos que, desde una perspectiva «natu- tivas con su filosofía; lo que quería era darles una fundamentación última, al dejar
ral», constituyen ¡a experiencia consciente. Las vivencias son, por un lado, «proce- esclarecidos los «datos», los «fenómenos» y la estructura de la conciencia ante la que
sos» que están inmersos en una fluencia o temporalidad; pero además, cad¡i fenóme- aquéllos se presentan.
no tiene «su propia estructura intencional» o modo de relacionarse el objeto con el
sujeto (Husserl, 1963, ¡66). De esta suene, la psicología tiene como tarea la investi- Procesos psicológicos
gación en detalle de esas estructuras de las vivencias: «la tarea general de la psico-
logía teñómenólógicu es el examen sistemático de los tipos y formas de la experien- Un primer modo de nóesis, o acio intencional, estaría integrado por los fenómenos
cia ¡menciona! y la reducción de sus estructuras a las intenciones primarias, que podríamos considerar como (i) cogniciones, fenómenos en los cuales al sujeto le
mostrándonos así cuál es la naturaleza de lo psíquico y penetrando el ser del alma» es dado algo como objeto. Husserl distingue entre los materiales con que se muestra
(ídem, 167). Son, pues, los tipos (die typischen Gesialten) de las vivencias, lo que algo y el objeto mismo que se muestra; de esta manera, cuando percibo una habitación
importa a esta psicología, no los aspectos meramente individuales. De esta suerte, se desde dos ángulos diferentes veo la misma habitación mediante unos materiales, o sen-
pone, según Husserl, «el fundamento necesario e ¡ncondicionado para la construcción saciones, distintos. Quizá la forma fundamental de darse algo es la que Husserl llama
de una psicología empírica 'exacta'» (1962 b,285). Gomóse ve, psicología empírica, «intuición», acto en que se da un objeto inmediata y originariamente; hay actos, en
psicología fenomenológica y fenomenología son los tres planos de análisis que inte- cambio, en que se da algo, pero de modo mediato no intuitivo. Husserl habla de per-
gran el planteamiento husserliano de su investigación acerca de la experiencia exis- cepción cuando algún objeto concreto se présenla «con persona! presencia al yo...
tente. como realmente existente» (1962, 267). La percepción, pues, presenta objetos inme-
Husser! se plantea el problema de qué sea la conciencia. No pregunta por los posi- diatamente y se opone así a la presencia mediata que da la mera imagen, como cuando
bles mecanismos fisiológicos que quizá intervengan para que haya actos de concien- algo está presente a través de una fotografía suya. Este conocimiento contiene unos
cia, «porque, por lo pronto, esos mecanismos pertenecen a! dominio de los hechos, al materiales, sensaciones, que posibilitan la presencia perceptiva de la fotografía, la cual
dominio de la ciencia natural... pero, sobre todo, porque esos mecanismos son justo los sólo es captada en cuanto intennediario o representante de lo «imaginado», que ahora
mecanismos por los cuales íengo conciencia, pero nada más..; Pues bien, sean cuales- se muestra como «una 'imagen', una ficción» (1962,267). Percepción y memoria tam-
quiera los mecanismos psicofisiológicos que producen la conciencia, ésta es, en su bién presentan una dimensión común a los ojos de Husser!, pues son modos de darse
pureza primaria, un mero 'darse cuenta 1 de algo: la conciencia es siempre y sólo 'con- los objetos, pero según una diferente modalidad temporal. En un acto de recuerdo, por
ciencia de' precisamente en cuanto puro darse cuenta da algo» (Zubiri, 1963, 234). ejemplo, el objeto recordado sólo está dado mediatamente; en cambio, en ese mismo
Conciencia es, según esto, vivencia intencional (1976,475 ss.; 1962, 7-1 ss.), en el sen- acto de recuerdo, el recordar está dado intuitiva, inmediatamente; como se ve, los mis-
tido que dio ya Bren taño a la intencionalidad, como referencia del sujeto a un objeto, mos materiales pueden en esos casos dar origen a actos de sentido o significación dife-
que se da en todos los fenómenos psíquicos. En toda vivencia intencional —Husserl rentes, como ya había indicado Stumpf, que como se ve tendrían «objelo» o «sentido»
sigue aquí ahora a Sturnpf— hay un objelo (nóema) del que alguien es consciente, y un diversos.
acto de ser consciente (nóesis lo llama Husseri), en que somos conscientes del objeto Un tema fundamental en la obra de Husserl es el de las variedades de la inunción.
de un cierto y determinado modo: quizá recordándolo, o percibiéndolo, o deseándolo; Hay una intuición que nos da fenómenos concretos, y por ello merece ser considerada
éstas son precisamente diversas formas o tipos de intencionalidad. » «empírica» (!a percepción); hay también una forma de intuición, pero una intuición
Ahora bien, para Husserl la intencionalidad predetermina el modo corno se pré- distinta, que nos hace presentes con inmediatez las «esencias», los requisitos que
senla el objeto. Esto queda claro si pensamos en que un nóenm u objeto puede ser pré- hacen aparecer a un fenómeno como «fenómeno de tal o cual significación»; ésia es la
seme como meramente percibido, o bien como percibido y también deseado, o como que Husserl considera .«íntuición eidética» o de esencias. Por ejemplo, en una intuición
percibido y temido, etc. Todas estas variaciones de! fenómeno están fundadas en una empírica podemos tener ante nosotros un triángulo, que será grande o pequeño, rectán-
variedad de modos de la «intención» de la conciencia. Por ello, un conocimiento de la gulo o no, ele.; pero sobre esta base empírica, podemos llegar a ver las notas o carac-
estructura y sobre todo de las especies de intencionalidad daría la base de los modos teres esenciales de todo triángulo, sin cuya presencia y realización en cada caso con-
posibles de presencia de los diferentes nóemas, esto es, daría una base a todo conoci- creto no podría aquello «aparecer como triángulo»; éstas son las notas o caracteres que
miento o experiencia posibles. constituyen esa esencia. Con nuestras sensaciones tenemos la percepción de! trián-
Como la esfera de análisis psicológico y la del análisis filosófico mantienen entre gulo; a través de esa percepción que es fluyente, temporal, que ocurre en un aquí y aho-
sí un «paralelismo» (1962 b, 29-4), podemos aplicar sus hallazgos en este segundo ra, se alcanza a conocer un objeto con sus caracteres esenciales, que ya no dependen
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tante del tiempo». El proceso de asociación explica esa génesis pasiva del «ego» a
del aquí y e! ahora, como ocurre cuando aprehendemos que el valor de la suma de los
través del tiempo, sin que lenga el «ego» que poner nada para que ello suceda; pero hay
ángulos internos del triángulo equivale a dos rectos, etc.; de este modo. Husserl llegó
además una génesis que resulta de la actividad, de «los actos del yo», en los que apa-
a establecer que en el conocimiento adquirido por un sujeto mediante su experiencia de
recen, junto a elementos representativos o cogmtívos, otros de tipo afectivo, valorati-
hechos hay no sólo ese nivel fáctico, sino también un nivel de «esencialidad» que él
vo, sentimental, volitivo. Husserl dice que «todas éstas son vivencias que contienen
llamó «idealidad», y que sobrepasa los límites fie lo temporal y momentáneo a lo que
capas intencionales múltiples» (1962, 231)- Dentro de esa complejidad la intención
da fundamento. De este modo, la investigación de Husserl defiende tanto los aspectos
valorativa se da cuando «estimamos» algo. Esto abre el área de los problemas de fiVJ
verdaderamente «objetivos» del conocimiento como su otro lado, subjetivo; a través de
la motivación. Husserl ha advertido que en cierto Upo de vivencias no sólo hay «esen-
lo psicoiógico se llega a la lógica y a la ciencia.
cias», sino también «valores» que hacen que e¡ yo no sólo conozca, sino que 'prefiera'
En ¡a percepción, como ya liemos dicho, «alguna cosa aparece con personal pre-
algo. Pero este aspecto está más centralmente examinado en la obra de algunos oíros
sencia al yo..., como realmente existente»; en ella hay además un «fondo perceptivo»
fenonicnólogos, a los que haremos muy somera referencia aquí.
que ofrece desarrollos o «aprehensiones potenciales» (1962, 266). Al percibir, vemos
que podemos seguir percibiendo, teniendo percepciones distintas del mismo objeto
desde perspectivas diferentes, o variando la atención hacia unas parles o elementos dis- Otras aportaciones fenomenológicas: Max Scheier (1874-1928),
tintos. De esta suerte, J.is presentaciones, unas actuales y otras potenciales, se dan en
una continuidad coherente, se van sintetizando y así tenemos «una unidad de concien- Alexander Pfander (1870-1941)
cia una, y en esta conciencia se constituye ¡a unidad de una entidad intencional, preci-
Al lado de las investigaciones de Husserl, los trabajos de Max Scheier muestran
samente como siendo la misma entidad presentándose de maneras variadas y múlti-
una preferencia marcada por el análisis de los aspectos afectivos y valorativos de la
ples» (1953, ap. 13). Una especial forma de percepciones, paraí-lusserl, la percepción
vida humana. Su interés por una antropología filosófica le obligaba a examinar el
del otro, esto es, de la otra persona: cree que lo que ocurre en ese caso es que yo tras-
modo de ser de la vida, y empleó ahí el método de análisis y descripción fenomenoló-
lado imaginariamente mi intimidad al otro, y así vería una intimidad en otro cuerpo, un
gicos. Scheier (Munich 1S74-192S) estudió en la Universidad de Jeiía con R. Eucken
«ego» distinto del mío, o «alter ego», «sujetos que perciben e! mundo —el mismo
y O. Liebmann, y fue profesor titular en la Universidad de Colonia. Es autor, entre
mundo que percibo yo y que así tienen experiencia de mí como yo tengo experiencia
otras, de las siguientes obras: Ética, El puesto del hombre en el cosmos (192S), Esen-
del mundo y en él de los 'otros'» (1953, ap. 43).
El análisis de la conciencia lleva a Husserl a plantearse el problema de la (ii) per- cia yfonnas de la simpatía, etc.
Scheier, frente a Husserl, separa la vida emocional de la representativa e intelec-
sonalidad. También-aquí hay una compleja pluralidad de niveles en sus análisis. Uno
tual: «La fenomenología del valor y la fenomenología de ¡a vida emocional han de
es el de la dimensión social del yo. Frente a los oíros hombres, en mi experiencia se
considerarse como un dominio de objetos e investigaciones enteramente autónomo e
delimita un campo que abarca «lo mío propio» (das Mir-Ei$enc) (1953, ap. 44) y que
independiente de la lógica» (1948,1,42). Para Scheier, la experiencia en que tendemos
incluye además,una referencia a los «otros», es decir, a la sociedad, pues lo mío apare-
a las cosas que nos rodean permite el análisis de la «esencia» de esa vida valoraliva: las
ce también como «humano». Otro nivel está constituido por la consideración de mi
cosas aparecen entonces como unidades en las que se realiza o se asienta un valor, y se
realidad en forma de «unidad psicofísica» (que condensa la relación yo-cuerpo), don-
llaman «bienes». El valor, que se descubre a través de los actos de sentimiento, se evi-
de un «yo-personalidad» «'en' y 'por medio de' este organismo hace y padece en e!
dencia en toda situación en que hay que elegir y preferir; en esa situación el hombre es
mundo exterior» (1953. ap. 39); este yo que opera en e! mundo posee y va estructu-
movido por «apetitos» (1957, 157), que pueden impulsar en direcciones contrarias,
rando un sistema de hábitos. Hasta aquí el planteamiento del tema se ha venido
como pueden ser también contrarios los valores, positivos unos y negativos otros; en
moviendo dentro de la «actitud natural». Acto seguido entra el análisis del «ego» rea-
suma, «hay auténticas y verdaderas cualidades de valor, que representan un dominio
lizado después de la epoklié, después de que suspendo !a creencia en la realidad: este
propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones..., un
«ego» reducido que entonces aparece se muestra como un yo que simplemente es polo
orden y una jerarquía, independientes de la existencia de un mundo de bienes, en el
idéntico de todas las vivencias, y que va constituyendo una «historia», es decir, su
cual se manifiestan» (194S, 1, 42). Los valores son objetos análogos a las «esencias»
«biografía», al integrar esas vivencias.
de Husserl.
Precisamente, esa «historicidad» del yo constituye la dimensión más profunda que
Scheier piensa que la estructura de la persona está caracterizada por la intencionali-
posee la capacidad de (iii) aprendizaje del hombre. El aprendizaje no se reduce a
dad. Lo que era en Brentano una nota definitoria de lo psíquico, pasa a tener alcance
aumentar la experiencia del sujeto, sino a proporcionarle su personal y propia identi-
filosófico y antropológico general. Mientras el animal posee una conducta determinada
dad. En este marco Husserl entiende ¡a asociación como un concepto fundamental de
por las excitaciones del medio, los impulsos y las resistencias a tales impulsos, en el
la fenomenología (ap. 39). En efecto, el «ego» va organizándose medíanle una asocia-
hombre aparece «la posibilidad de ser determinado par la manera de ser de los objetos
ción de vivencias o actos intencionales que se adaptan «a la forma universal y cons-
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mismos» (i 929,6-1) y así se produce «ese peculiar alejamiento y susianñvación que con- buscan entender las formas patológicas de abandono, rechazo y negación del mundo y
viene un medio en mundo... (y) la transformación en objeto de los centros de resistencia, de los otros, que parece realizar en Sí mismo el hombre enajenado (Spiegelberg, 1972).
definidos afectiva e impulsivamente» (1929, 67). Por la intencionalidad se constituye un La fenomenología, temálicnmente, se propuso recuperare! análisis y la descripción
mundo de objetividades, de esencias y de valores, que determinan la conducta específi- de la experiencia inmediatamente vivida. En ese sentido, su influencia se extendió a
camente humana, irreductible a la del animal. Para Scheler, el hombre se mueve en un varias de las grandes escuelas de la psicología contemporánea, y en especial a una, que
mundo de objetos y valores, en el cual puede «decir no» (1929, 87). esta" engarzada en una tradición común. Nos referimos a la escuela de la psicología de
Oíros muchos aspectos relevantes para una psicología humana pueden hallarse en la forma, o de la Gestait, cuyas realizaciones hemos de estudiar ahora.
la obra de Scheler, cuyo influjo en la psicopatología de Paul Schilder (1886-1941), o
en ¡a psicología del holandés Fredericlc Jacobus Johannes Buytendijk (18S7-1974) es
marcado.
También es relevante e! análisis del sentimiento y la motivación que llevó a cabo
otro fenómeno logo, Alexander Pfánder, cabeza del empo fenomenológico de Munich.
Pfíinder (Iserlohn 1870-1941), discípulo de Th. Lípps, siguió sus orientaciones, pero
se rebeló después contra su psícologismo, llegando a posiciones similares a ¡as alcan-
zadas por Husserl, con algunas diferencias. Se llegó a hablar de una Escuela Fenome-
nológica de Munich inspirada por él, no siempre coincidente con la de Husserl. Amor,
entre otras, de las obras siguientes: Introducción a la psicología (1904), Lógica
(1921), Problemas fundamentales de la cnrnderotogía (1924) y Fenomenología de la
V0/íí/IKK/(1900).
Para Pfánder, el sentimiento es un elemento básico y diferenciante en la constitu-
ción del mundo subjetivo. Mientras «las sensaciones... constituyen lo que se llama
mundo exterior... contrapuesto al yo-conciencia... los sentimientos, en cambio, cons-
tituyen el yo; forman, por decirlo así, el modo de estar constituido el yo en sus refe-
rencias a los contenidos "objetivos"; son... las modificaciones de! yo conciencia»
0931,56).
Pfánder también analiza en profundidad el fenómeno de la voluntad. Una forma o
clase peculiar de sentimientos está representada por la tendencia interior o deseo hacia
algo no simplemente representado, sino anticipado de modo que produce en e! sujeto
un sentimiento de «agrado relativo» (ídem, 85). Cuando hay representación del fin, y
hay deseo, y junto a éste hay también deseo de los medios hacia aquel fin. y hay con-
ciencia de la posibilidad de conseguirlo (ídem. 120), entonces hay volición o querer.
Se puede desear cualquier cosa, pero sólo SE puede querer lo posible. En la volición el
yo esta" presente en la forma de hallarse «determinando» el curso de la acción, y aque-
llos elementos que se le presentan como «fundamentos de una resolución de la volun-
tad», son, en riguroso concepto fenomenológico, los motivos (ídem, 21S). Pfander, en
su análisis de la volición, precisaba la existencia de formas muy complejas de conduc-
ta: a! lado de la volición hacia algo deseado describió otra «volición» en que se hallaría
involucrada una repulsión frente a algo; también habría voliciones hipotéticas, volicio-
nes disyuntivas, etc. Se trata de una obra de gran riqueza analítica que además se ocu-
pa de la voluntad, un tema muy olvidado en la psicología contemporánea.
Muchas otras derivaciones de la fenomenología han ido por el terreno más específi-
co de la psiquiatría. fCarl Jaspers, Ludwig Bmswanger, E. Minkowsld, M'edard Boss,
Viktor Frankl y otros han aprovechado una fundamemación fenomenológica y existen-
cia!. En ellos aparece la idea del hombre como un ser abieno al mundo, desde la cual
O tuiciones l'idiníde O Edicíoneí Pirámide
dentro del marco del espíritu científico. A veces incluso se le ha considerado como el La obra de Cari Rogers (1902-1987)
iniciador de este movimiento.
Abrahnm Harold Maslow (Nueva York, 1908-Walthan, Mass.. 1970) personalidad Cari Ranom Rogers defiende una perspectiva humamsta, que en el campo cié la psi-
de familia y formación judías, vivió con intensidad el drama del pueblo judío en la Ale- coterapia denomina «terapia centrada en el cliente», o también «terapia no directiva».
mania nazi. Tras especializarse con H. Harlow en ei estudio sobre comportamiento ani- Rogers (Oak Park, I1L. USA, L902-1987) se formó en el Teuchers Coilege (Nueva
mal, estudió con K. Goldstein, y se orientó hacia la psicología clínica, enseñnndo en York), trabajó como psicólogo en temas infantiles y de orientación, y luego enseñó psi-
BrookJyn Coilege y más tarde en Brandéis University. Publicó obras entre las que des- cología clínica en Ohio, Chicago y Wisconsin. Durante años mantuvo una abierta dis-
tacan Motivación y personalidad, y El hombre aulorrealizfido, crepancia con los teóricos de! neoconductismo. Entre otras obras suyas destaca On
(i. Personalidad) El hombre es «un todo organizado, integrado» (¡975, 67) y hasta beconiing a person y Psychotherapy and personalirv chcinge.
las necesidades fisiológicas más elementales afectan al todo individual, no al puro (i. Personalidad) Rogers tiene una visión dinámica, procesual, de la realidad. «La
órgano o tejido ¡ocal del organismo en cuestión. Así, escribe que: «Es John Smith vida, en su plenitud, es un proceso que fluye y cambia, en que nuda está fijado» (1972,
quien desea comida, no el estómago de John Smith» (1975. 67). 27). Esto vale también para su ¡dea de la persona. Para Rogers ser una persona es ser
Esta individualidad tiene un núcleo interior de tendencias, con «capacidades y «un proceso más bien que un producto» (1972, 122). Se trata de una realidad en movi-
potencialidades latentes» (¡973, 261) cuya actualización conduce a una plenitud per- miento, que aspira a metas y a la realización de propósitos. Las metas, ¡as relaciones
sonal. La persona amorrealizada se acepta a sí misma y a los demás, es espontánea, con los otros hombres y con las cosas, incluso la imagen de uno mismo, todo está en
autónoma, capaz de apreciar los bienes básicos de la vida, y se halia libre de transtor- movimiento, son procesos más bien que cosas, y pueden, por tanto, desajustarse o per-
nos patológicos. turbarse. La persona posee capacidades y, sobre todo, necesita desplegarlas para man-
(ii. Motivación) La personalidad se constituye en Función de la motivación o siste- tenerse. Esta tendencia «a ¡a actualización», que ya hemos visto en Maslow, es el úni-
ma de necesidades. Para Maslow, el estudio de la motivación, que es «el estudio de los co motivo reconocido por Rogers (1959, Í96). Ahora bien, todos los procesos que
últimos objetivos, deseos o necesidades humanos» (1975,70), pone de manifiesto que tienen lugar en el organismo y de los que cabe llegar a tener conciencia constituyen el
la mayor parte del comportamiento es muUimotivado. amplio marco de la «experiencia», dentro de la cual es central el núcleo denominado
May, dice Maslow, «una jerarquía de predominio relativo» entre las tensiones tnoti- yo mismo, o self, «gestalt conceptual, organizada y consistente compuesta de las per-
vacionales (1975, S8). En una conducta actúan o gravitan sobre ella una serie de deter- cepciones del yo o mí y las percepciones de las relaciones de! «yo» o «mí» con otros y
minaciones, situadas en distintos planos. Las necesidades del individuo nunca están con varios aspectos de la vida, junto con los valores ligados a esas percepciones»
totalmente satisfechas; lo que sucede es que, mientras unas han sido resueltas tempo- (1959,200).
ralmente, otras adquieren el predominio durante algún tiempo. El nivel más básico de (ii. Motivación) En el desarrollo que experimenta el organismo desde su infancia,
necesidades es el fisiológico. A éste sigue el de la necesidad de seguridad, el de pose- adquieren un papel decisivo los valores, importan mucho las satisfacciones de la expe-
sividad y amor, la necesidad de estima y la de auiorrealización (Maslow, 1975). Mas- riencia propia, y también la consideración positiva experimentada en la interacción con
low hn sido uno de los más notables teóricos de la motivación de autorrealización, los demás.
(üi. Aprendizaje) De modo análogo a como en la evolución se van estableciendo las fíiV. Aprendizaje) En el crecimiento personal que conduce a la autorrealización
necesidades y se ordenan desde el plano fisiológico hasta el más personal, en el cam- cada individuo normal se vuelve «más flexible, más único y variado, más adaptado
po del aprendizaje se van haciendo posibles conductas menos dominadas por el instin- creativamente» (Rogers, 1972). Los problemas surgen cuando aparecen discordancias
to y más por la cultura. entre el yo de cada uno («self») y su experiencia, fundamentalmente porque aparezca
(iv. Cognición) Entre los múltiples aspectos de la vida personal ha reconocido, jun- algo que se muestra como amenaza para el yo.
to a ¡as necesidades básicas ya mencionadas, otras que hacen referencia a las activida- (iv. Cognición) Los procesos de «psicoterapia» para recuperación de la armonía y
des cognitivas y simbólicas. Así admite la existencia de los deseos de conocimiento y reconquista de la unidad del mundo de experiencia no pueden llevarse adelante si no es
comprensión y las necesidades estéticas, entre las que resulta «imposible una separa- aceptando que el sujeto es quien mejor conoce su mundo, conoce su yo y conoce, lo que
ción absoluta» (1975, 102). La persona autorrealizada percibe dé modo más eficiente aún es más importante, el modo por donde habría de venir la resolución del problema.
la realidad, se acepta a sí misma y a los demás, y es creativa.., El terapeuta rogeriano admite que nadie sabe tanto del problema como el propio pacien-
Maslow, en su tiempo, ha puesto de actualidad aspectos de íá motivación como son te, y por ello hay que centrar en él el proceso recuperador. Lo que sí cabe hacer es ayu-
éstos de la creatividad, la necesidad de logro y los deseos cognitivos, que han recibido darle a clarificar sus sentimientos y percepciones, y sobre todo conducirle a una situa-
desarrollo más amplio por otros autores. Su obra ha reforzado ¡a imagen activa y cons- ción de libertad dentro de la cual puede llegar a ser «el yo que cada uno es». Rogers
tructiva de la existencia humana, sugiriendo ideas y desarrollos a psicólogos de todas repite con frecuencia esta tesis que ha tomado de Kierkegaard, la de que uno ha de lle-
las tendencias. gar a realizar su verdadero yo en lugar de los falsos que con frecuencia admiten los
pacientes y crean un sinnúmero (le dificultades y perturbaciones. Así, e! paciente «lle- Además es posible pensar acerca de una cosa o una persona no sólo en términos de
ga n ser sí mismo —no una fachada en conformidad con los oíros, ni una negación cíni- blanco-negro, o verdadero-falso, sino también considerando una tercera alternativa: que
ca de todo sentimiento, ni un frente de racionalidad intelectiva, sino un proceso vivo, el atributo acerca del cua! pensamos sea inaplicable en el contexto al que se refiere.
palpitante, sensible, fluctuante—en suma, llega a ser una persona» (1972, 114). (ii. Motivación). Todo hombre es activo, para Kelly (1963, 19) y~detennina y orien-
Toda la teoría de Rogers está impregnada de aspectos humanistas, y en ella resue- ta su conducta, precisamente gracias a los conocimientos, es decir, los modos corno
nan ideas procedentes de la fenomenología y el existencialismo, en clara oposición con anticipa ¡os acontecimientos. Los conocimientos, por tanto, son los elementos que
la psicología conductista dominanie en su tiempo. determinan la conducta, y de ellos derivan luego las actitudes y motivos concretos.
(iii. Personalidad). Para él el hombre, la persona, es una realidad fluyente, un pro-
ceso, una «forma de movimiento», cuyo sentido y dirección viene dado precisamente
La obra de George A. Kelly (1905-1967) por su sistema de cogniciones.
Cada hombre construye su propio modo de ver el mundo, es decir, elabora sus pro-
George A. Kelly (Kansas, 1905-Walthan, Mass., USA, 1967) se formó en psico- pios constnictos. Resulta, pues, que estos constructos individualizan a sus sujetos, los
logía en lowa, luego fue profesor en varias universidades (Ohio; Brandéis), y desa- cuales poseerán «estilos cognitivos» propios. Personalidad e individualidad quedan así
rrolló una teoría, con singular relevancia en el campo de la personalidad, conocida enlazados con los «consmicios personales», las interpretaciones elaboradas por los
como la leona de las constructos personales (fvlaher, 1969). sujetos. Personalidad, no sería sino el conjunto de categorías, o e! sistema interpretati-
Se ¡rata de una teoría cognitiva del ser humano, principalmeme basada en su expe- vo con que cada uno hace frente, de modo consistente y característico, a las tareas y
riencia como psicolerapenla. En esto, la obra de este autor se adelantó a su tiempo y la actos de su existencia.
acercó a las preocupaciones contemporáneas. Supuso también, que las personas siguen determinadas trayectorias, o, como él
(i. Conocimiento). Kelly estableció un postulado fundamental: «Los procesos de dice, una «red de senderos» (Kelly, L955) flexible, pero estructurada, que hace posible
una persona esíán canalizados psicológicamente por los modos en que anticipa los una visión organizada de la propia actividad.
acontecimientos» (Kelly, 1963, 103). Cuando consideramos que algo es dañino, o peli- f/v. Aprendizaje). Se ha notado muchas veces que semejante teoría parte de reco-
groso, lo rehuimos; si !o interpretamos como alimento, cuando estamos hambrientos lo nocer la experiencia como punto de base para la exploración de la personalidad. Más
ingerirnos. Toda la vida de un individuo está determinada por las interpretaciones con aún, cada individuo trata de aplicar aquellos constructos que ha ido adquiriendo y
que construye y comprende su entorno. Además cada persona se diferencia de las otras poniendo a prueba en sucesivas experiencias, y que son aplicables al campo de los
precisamente en su modo de interpretar los hechos. hechos de que se trate en cada caso. Los constnictos, pues, son realidades aprendidas,
Pane de reconocer la experiencia como punto de base de la psicología, y precisa- basadas en la experiencia individual.
mente aquella experiencia que es la propia del científico. «Todo hombre... es un cientí- Un rasgo característico de esta teoría es que su autor defiende que «nadie necesita
fico», llega a decir (1963, 5), en el sentido de que continuamente forja hipótesis, las ser la víctima de su biografía», puesto que puede cambiar su sistema de constnictos
pone a prueba, y signe construyendo representaciones. Así, el «hombre que conoce» es (1963, 15) mediante la elaboración de constructos alternativos a otros dados.
e! nuevo modelo psicológico a emplear en ¡a investigación. Kelly ha construido un test para determinar los constructos de un sujeto —e! Role
Se trata de un ser que continuamente busca y procesa información, construye hipó- Construcí Repenory Test (REP Test)—. Mediante una rejilla el sujeto evalúa positiva
tesis y modelos acerca de ¡as cosas y personas, y también acerca de sí mismo, y opera o negativamente personas o situaciones. Se combinan así, ciertos constnictos con
de acuerdo con las representaciones que posee. determinados elementos objetivos, y se aspira a ver cuáles de estos son funcionalmen-
Para Kelly, ei sistema cognitivo tiene una organización estructural. Los objetos y te semejantes, y cuáles son los que concentran mayor grado de significación personal.
personas son cateterizados según propiedades o atributos contrapuestos o diferencia- La obra de Kelly, cercana a la de Rogers, lia encontrado un nuevo eco en los últi-
dos dentro de una cierta dimensión, y esio hace posible un ordenamiento desde e! pun- mos tiempos, de renovado interés hacia lo cognitivo, y ha logrado considerables desa-
to de vista de] individuo. Así, cabe saber quién es ¡a persona que e! sujeto percibe como rrollos en manos de D. Bannistery otros. En el horizonte general de la psicología cog-
más próxima, o más hostil, o quién es el vecino que uno quisiera conocer mejor, y toda nitiva ha venido a situarse como un importante precursor y anticipador.
esa información puede servir de anclaje para una clarificación de la propia existencia. Más o menos próximos a los postulados de la psicología humanista cabe situar a un
Se trata de unos conocimientos que están impregnados de subjetividad. Kelly los gran número de autores a los que no vamos a poder referimos aquí. Eso ocurre con los
llama «construcios personales», y los define como «un modo como algunas personas aspectos dinámicos de las relaciones interpersonales propios de las teorías de la perso-
son construidas como siendo semejantes y a !a vez diferentes de otras» (KeÜy, 1955); nalidad de Garclner Murphy, Charlotte Bühler, l-Iany Stack Sulüvan, Erik H. Erikson;
tienen, en su opinión, naturaleza bipolar, y así, el mundo se va distribuyendo en un muchas otras líneas, en fin, habría que seguir para presentar un cuadro mínimamente
casillero de atributos («blanco-negro», «refinado-vulgar», «deceme-in'decente» etc.). ajustado, lo que no puede pretenderse dentro de los límites de este manual.
O Ediciones Pirámide © Eluciones Pirámide
AinoiTÓitu
„ Jf.014.
editores
Buenos Aires
12. Las raíces de las terapias humarústas
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ce) de Cari Rogers (cf. el capítulo .14). El psicodrama de lacov contemplan por referencia a respuestas absolutas (eternamente
Moreno y la logoterapia de Viktor Frankl (cf. el capítulo 15) re- válidas) sino en la dimensión del tiempo, donde el ser humano
presentan, para la clasificación aquí escogida, variantes particu- tiene que cuestionarse una y otra vez en su soledad, su cuidado
lares que no se incluyen de manera nítida en la categoría que y su angustia, y se encuentra siempre por el camino de su auto-
hemos bosquejado, sea por la organización típica de la psicotera- devenir. Es así puesta en duda la «esencia del hombre», que tra-
pia de grupos (psicodrama) o por la afinidad con abordajes cíe dicíonalmenLe se daba por supuesta, y que abría una dimensión
terapia de la conducta o de psicología profunda (logoterapia). Es «objetiva» de la existencia; en lugar de esto, el hombre sólo pue-
frecuente incluir entre las terapias humanistas también la bio- de ser aprehendido «desde adentro», como ser autónomo, en su
energética (Lowen) y el análisis transaccional (Berne), pero en es- temporalidad y su finitud. El instante experimentado y vivido
te libro las clasificamos entre los abordajes de psicología profun- existencialmente cobra significación central; no lo que el hom-
da y las tratamos ya en la Primera parte. bre es sino aquello en lo cual se convierte cada vez en virtud
La psicología y la terapia humanistas se caracterizan por el de su obrar: esa es su esencia. Como dice Sartre, él está «conde-
empeño en producir una renovación de la psicología, donde «psi- nado a la libertad", a ser y devenir, o no, él mismo. Pero esta
cología» se entiende menos como término —o sea, como concep- .SJE-Í responsabilidad y este espacio de decisión posibilitan simultánea-
íí'iSS.
to teórico referido a una disciplina científica— que como topos mente la autonomía, la identidad y la dignidad del hombre.
—o sea, como guía para la acción—. Las raíces filosóficas se deben Buber, enraizado como Kierkegaard en la certeza religiosa,
buscar sobre todo o.) en el existencialismo (Martin Buber, Soren destaca en este contexto, junto a la destinación del ser humano
Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Gabriel Marcel, Paul Tiliich); al mundo, la significación de la relación yo-tú en tanto «encuen-
ó) en la fenomenología (Edmund Husserl, Max Scheler); e) en el tro» sin finalidad, sin codicia, sin preconcepto. En un encuentro
-S-ySí
humanismo clásico (Herder) y en el humanismo socialista (Karl •í£fs así, cada quien tiene la posibilidad de descubrirse hondamente
Marx), así como, sobre todo en Europa, a modo de síntesis entre a sí mismo sin ser manipulado en manera alguna por el otro; los
estas corrientes, y tí) en el humanismo francés moderno que se compañeros son entonces, uno para el otro, catalizadores del cre-
desarrolló en el contexto fenomenológico y existencialista (por cimiento en libertad, «intervenir en la vida de las cosas —dice
obra de Merleau-Ponty, Jean-Paul Sartre, Albert Camus). Las raí- Buber (1957, citado según Rogers, 1977)— significa infligirles da-
ces psicológicas llegan —si prescindimos de las concepciones de ño e infligírselo a uno mismo [. . .J El hombre íntegro [. . .] no
los «precursores» que ya hemos citado y de los aportes de Moreno interviene en la vida de los seres, tampoco se les impone, sino
(véase Í7ifraj— hasta la psicología de la Gestatt (Wolfgang Kóh- que "ayuda a todas las cosas a alcanzar su libertad" (Laotsé)».
ler, Kurt Koffka, Kurt Levvin, Max Wertheimer y Kurt Goldstein). El humanismo se manifestó primero en el Renacimiento en
Esbozaremos brevemente algunos aspectos de estas raíces y ex- •?&£ oposición al dogmatismo de la Edad Media. Es (re)descubierto
!*ítf
pondremos la imagen del hombre inspirada en ellas. S£ el «hombre nuevo» como individuo y en su singularidad; por imi-
tación de las formas de vida de los griegos y los romanos, se glo-
rifica al individuo que se autorrealiza, que se sitúa «más allá del
•-"SS¡-
^S fí bien y del mal» —como el «superhombre» de Nietzsche—. En los
«
12.1 Las raíces filosóficas >'P' siglos XVIII y XIX, Herder y otros filósofos idealistas tomaron la
-Wí«i^
educación civil y la formación humanista como el ideal para un
El existencialisrno, que se remonta al danés Soren Kierkegaard desarrollo emancipatorio de los seres humanos. Pero en contra
(1813-1855) y al alemán Friedrich Nietzsche (1S44-1900) -en tan- de esto, el humanismo socialista puso en cuestión, por obra de
to que otros representantes alemanes son Karl Jaspers, Martin Karl Marx entre otros, la emancipación del individuo: «la huma-
Heídegger, Ludwig Bínswanger— , influyó en la .psicología hu- nidad verdadera sólo puede ser alcanzada por el empeño revolu-
manista sobre todo a través de Martin Buber. El existenciñlismo cionario de la clase obrera» (cf. Graumann, 19SÜ, pág. 41).
busca, más allá de valores absolutos, normas establecidas, roles Por último, la fenomenología parte de la experiencia sensible
y fachadas, al hombre «real» en su existencia-genuina y «desnu- del ser humano y tras la serie de los fenómenos busca su esencia
da». Las preguntas por el ser y el sentido del mundo ya no se auténtica. Partiendo de Hegel, Husserl busca'fundar un objeti-
220 221
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que incluye la penuria y el hambre; no es raro que miren a los
vismo nuevo en la experiencia misma, por medio de una razón hombres «menos desarrollados» desde una perspectiva de arro-
que es innata a la humanidad. Este abordaje es ampliado sustan- gante.complacencia. Pero estos fenómenos marginales no se de-
cialmente después por los humanistas fenomenólogos franceses. ben considerar el núcleo del movimiento humanista, que en lo
Así, Merleau-PonLy (1908-1961) contrapone a la teoría fenome- •esencial contempla el condicionamiento recíproco del desarrollo
nológica de la percepción una «filosofía del cuerpo en pie de igual- individual y social, y ve la i autonomía» en la perspectiva de la
dad con aquella. Se toma como eje la relación hombre-mundo, responsabilidad social.
el «ser para el mundo» (Merleau-Ponty), que es siempre intencio-
nal, o sea que el conocimiento y la conducta del hombre respon-
den a una intencionalidad conciente, se refieren a un mundo que
desde siempre está estructurado por el hombre y es modificado 12.2 Las raíces en la psicología cíe la GesLaU
por él (en este punto se atribuye al trabajo una dignidad particu-
lar), con lo cual adquiere valor y sentido. La ya citada concep- La psicología de la GestaU ejerció considerable influjo sobre
ción de Sartre, «el hombre está condenado a la libertad», se con-
vierte con Merleau-Ponty en «el hombre está condenado al senti- n las icleas de la psicología humanista. En oposición a «la psicología
de los elementos», que parte de la premisa de que los fenómenos
do» (cf. la«logoterapia» de Viklor Frankl, en el capítulo 15); esto
supone una nítida oposición al humanismo clásico, que veía al -Jl
m
psíquicos se componen de elementos singulares (que se pueden
' investigar por separado), la psicología de la GestaU sostiene que
hombre determinado desde adentro, por los rasgos de su perso- en la percepción, en ei pensamiento, en las acciones voluntarias
nalidad, y dejaba en un segundo plano al mundo, pero también y en las series de movimientos se abre paso una organización
una oposición con el humanismo socialista, para el cual el mun- total que responde a leyes generales de la forma (Geslalt) y a
do y las relaciones sociales (sobre todo las materiales) eran lo de- . orientaciones dinámicas. Las formas son trasponibles (p.ej., una
terminante. El humanismo en Mericau-Ponty (pero también en melodía puede ser ejecutada en una escala diferente, por otro
Sartre y en Camus) constituye una práctica cotidiana concreta instrumento, con otro ritmo, etc.), y se recortan sobre un fondo
de humanización, no una meta determinada o un posible estado como totalidades tendencialmente cerradas, estructuradas en sí
Ti nal. mismas. Además de las conocidas leyes del «contraste», de la «bue-
Mientras que en el grupo que rodeó a Karen Horney se toma- J3S»; JKÍ. na forma», de las «líneas ortogonales*, de la «homogeneidad», se
ron en cuenta desde muy temprano aspectos de psicología social y3Í3j;!fc!í
han expuesto en total más de cien leyes de la forma (cf., p.ej.,
y se puso el acento en la circunstancia social, y mientras que en Metzger, 1954 y 196S).
Europa la psicología humanista adoptó en buena medida la posi- Entre ios fundadores de la revista Psydiologisclie Porscliung,
ción de Merleau-Ponty (p.ej., lo hace de manera explícita Hila- en la que se publicaron los trabajos más importantes de la psico-
rión Petzold), Graumann (1980) apunta con certera intención crí- -á&SK logía de la GssLait y tuvieron participación rectora psicólogos gues-
tica que, sobre todo en la costa Oeste de los Estados Unidos, pre- táltícos de la «Escuela de Berlín», tales como Max Werthei-
valeció una psicología humanista entendida de acuerdo con el ya mer (1SSO-1943), Wolfgang Kohler (1SS7-1967) y Kurt Koffka
mencionado humanismo idealista clásico. «Ahora bien, "la natu- (LS37-1941), estuvo también Kurt Goklstein (1378-1966), quien
raleza humana" —y este es, a mi juicio, el núcleo de la confusión en su condición de profesor de neurofisiología y psiquiatría en
conceptual de la psicología humanista— no permanece escondi- Francfort llegó a ser jefe de clínica de Fritz Perls (véase el capí-
da en el interior de una personalidad entendida de manera indi- tulo 1.3); Goldstein extrajo nociones de la psicología de la GestaU
vidualista a la espera, de "desarrollarse" o "realizarse"» (Grau- del contexto de la psicología de la percepción para trasladarlas
mann, 1980, pág. 43). Y en realidad, cierta «despreocupación hu- ti?
al dominio de la psicoterapia.
manista» que se observa algunas veces en esta «tercera fuerza» es É Kurt Goldstein demostró que las leyes de la forma no eran
inhumana en grado sumo: cuando criaturas satisfechas de la so- váiidas sólo en el dominio de la percepción ni se restringían a
ciedad de bienestar proclaman con un pathos irreflexivo la liber-
tad del individuo autónomo, singular, sano, que se realiza a sí
mismo, sin advertir la dimensión social de este mundo nuestro
1
•/r-S;-
los fenómenos fisiológicos únicamente, sino que tenían validez
para el organismo como un todo. Destacó la unidad del organis*
227
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226
en el yo a raíz del problema, etc. (cf. Maslow, 1973). ^ 'os capi- 13. Terapia guesíáltica (Perls)
llos que siguen elucidaremos algunos aspecros esenciales de es
tos conceptos.
228
229 i
¡ .
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14. Psicoterapia de diálogo (Rogers)
fantasía, en que el cliente imagina a modo de ensoñación rela-
ciones cíe contacto, etcétera.
Un'papel no desdeñable desempeña en la terapia guesláltica
el trabajo con sueños porque en ellos a menudo afloran las par-
tes alienadas, desautorizadas'del sí-mismo corno «actores extra-
ños» (cf. el tratamiento de la sombra en G. G. Jung, en el capítulo
4). En la medida en que el cliente tome conciencia de su posición
de regisseur de su sueño, podrá entrar tentativamente en con-
tacto con estas partes (tal vez identificarse coa ellas, p.ej., «un 14.1 Introducción
perro se abalanzó sobre mi« se convertirá en «hice que un perro
se abalanzara sobre mí», y después, «ahora yo soy el perro...»). En los países de lengua alemana, la *client-cenlered Uierapy*
El sueño es entendido como una creación artística que sirve al de Cari R. Rogers (nacido en 1902) se ha difundido bajo la deno-
propósito de contraponer fuerzas en apariencia inconciliables. Es- minación de -psicoterapia de diálogo' y, junto al psicoanálisis y
ta contradicción debe ser llevada a la conciencia y resuelta en la terapia de la conducta, es en ellos una de las tres formas con-
la terapia (para lo cual en muchos casos se puede recurrir a posi- solidadas de psicoterapia. Aunque en la Sociedad de Psicotera-
bilidades de solución que se insinúan de manera latente en el pia Científica de Diálogo se habla también de «psicoterapia cen-
trada- en el cliente» (cf. Pflug, 1934), hemos escogido para este
sueño).
Hasta aquí llega nuestro esbozo aproximativo de los aspectos capítulo el título de «psicoterapia de diálogo" porque es e! que
«técnicos» de la terapia guestáltica. Por una parte, no se pone se emplea en la mayoría de las publicaciones corrientes en len-
limite alguno a la creatividad de los terapeutas; por la otra, no gua alemana (cf. empero infra),
es raro que se exagere la Importancia de las técnicas frente a Las concepciones básicas fueron elaboradas por Rogers ya en
la actitud básica. Por eso citaremos para concluir a Voóbus (1975), los años de 1938 a 1950, primero bajo la designación de «terapia
quien se manifiesta decididamente en contra de los «psicotécni- no directiva» («non directive therapi/-)- y sólo después (Rogers,
eos» y de los «emparcha-GesíaUen» que «arreglan el alma humana 1951) de «psicoterapia centrada en el cliente". Lo asombroso en
con mohosas tenazas», y cita estas palabras de Perls (Voóbus, esta variedad de terapia es cierta doble vía (muchos han visto
aquí un carácter contradictorio) que atraviesa su desarrollo des-
1975, pág. 103):
de el comienzo.
«La psicoterapia no es una feria donde cada quien se pueda Por una parte, Rogers se cuenta entre las personalidades rec-
divertir a gusto y prevalezca el que conoce más trucos. El creci- toras de la psicología humanista; en armonía con ello, esta varie-
miento es un proceso que requiere tiempo.. .», y «¿Sabes tú de dad de psicoterapia privilegia conceptos como encuentro huma-
dónde provienen todos estos terapeutas guestálücos? Millares de no, crecimiento de la personalidad o tendencia a la actualización,
terapeutas guestálticos: ¿Qué sientes ahora? Pues escribe un diá- confianza en las tendencias de autocuración, libertad personal,
logo entre estos sentimientos, además dispon allí una silla vacía, etc. Para esto se basa Rogers, como lo mencionamos ya en nues-
y la terapia guestáltica esta presta. . . ¿Quién de nosotros les pu- tro capítulo introductorio sobre las terapias humanistas, en Bu-
do aportar esto?-. ber y Laotsé: "El hombre íntegro [...] no interviene en la vida
de los seres, tampoco se les impone, sino que "ayuda a todas
las cosas a alcanzar su libertad". (Rogers, 1975, pág. 21). fl!
Por otra parte, Rogers fue uno de los primeros terapeutas en
tomar de manera sistemática registros grabados de la interacción
terapéutica (al comienzo no se utilizaban bandas magnetofóni-
cas, como se suele leer en la bibliografía, puesto que no se dispo-
nía iiúri de «Has en la (locada cíe 1040; se empicaba en cambio
245
244 tu;
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un aparato análogo al que permitía producir discos, que impri- y destacaba la necesidad de que el cliente manifestara de mane-
mía ondas sonoras en materiales apropiados). Estas entrevistas ra expresa su personal voluntad. Pfeiffer (1980) señala que las
registradas no sólo se empleaban después como base de la for- ideas de Rogers sobre la tendencia de autoactualización, y el cen-
mación sino que también se las analizaba por medio de procedi- _tramiento del trabajo terapéutico en la vivencia de sentimien-
mientos empírico-esta dísticos para rastrear las pautas básicas de tos, en el aumento cíe la congruencia y en el cambio de la per-
la interacción terapeuta-cliente. De este modo Rogers fue uno cepción de la persona propia son aspectos que en lo esencial se
de los primeros, junto a ios iniciadores de la terapia de la con- encuentran ya en el trabajo de Rank. Y como componente perso-
ducta, que estimuló la realización de amplios estudios empíricos nal para !a elaboración de su abordaje terapéutico, Rogers pone
experimentales en el intento de operacionalizar la conducta de de relieve que "el interés por la conducción del diálogo y la tera-
terapeuta y cliente, de confeccionar escalas y someter los datos •-¥ pia sin duda provino en parte de la soledad cíe mis primeros años»
a la estadística clásica de correlaciones y tests. Desde comienzos (Rogers, 1975, pág. 14).
de la década de 1960, los trabajos de Truax y von Carkhuff han No es sin duda casual que la terapia no directiva o centrada
sido señeros para innumerables investigaciones hechas en el mis- en el cliente recibiera en los países de lengua alemana la desig-
mo espíritu (cf., p.ej,, un amplio panorama de conjunto en Truax nación de «psicoterapia de diálogo", en particular gracias al ma-
y Carkhuff, 1967). nual de Reinhard Tausch (1968), pero también en la misma tra-
.Esta doble vía se explica por la biografía de Rogers: tras dos ducción de 1973 del título de Rogers CLivnL-cen-tered therapy co-
años de estudios en ciencias agrarias y.un vuelco radical a la teo-
logía, lomó lecciones de psicología en. el Teachers College de la
' mo Díe klienLbezogeiie Gespradistíiempie (revisarlo posteriormen-'
te en esta forma: Die kLienteiisentriertg Gesprachspsydiotherapie.
Universidad de Golumbia (que estaba enfrente del seminario de ClienL-cenlered Uierapy}: es que en la década de 1960, la psico-
teología). Poco después se pasó al Teachers College, y así recibió logía alemana inició una fuerte orientación hacia el-conductismo
la mayor parte de su formación como psicólogo en el mismo ins- norteamericano y pasó a considerar la investigación estadístico-
tituto en que Watson había elaborado en 19.13 su manifiesto con- experimental «objetiva- como paradigma de cientificidad. En es-
ductista, y en que, eu L924, se habían llevado a cabo, bajo su tas circunstancias es comprensible que «la más técnica» de las tres
dirección, experimentos de terapia de la conducta. Siguiendo es- variables básicas (véase infra) de la terapia centrada eu el clien-
ta tradición, F. S. Keller, condiscípulo de Skinner, y VV. N. Schoen- te, es decir, la verbalización, resultara privilegiada. La verbali-
field habían elaborado un programa de estudios que sirvió desde zación —o eii general el diálogo—, como forma manifiesta de la
1945 en ¡a Universidad de Columbia para el reclutamiento de cien- interacción terapéutica, es la que con más facilidad admite ope-
tíficos en el campo de las teorías del aprendizaje operante. Es ••¿•si racionalización, confección de escalas y, por lo tanto, una objeti-
evidente que no podía dejar de influir sobre la actitud inicial de vación. De esta manera, un fenómeno en extremo reducido por
Rogers hacia la investigación la formación recibida en este insti- cierto, pero susceptible empero de medición objetiva, se podía
tuto, que se situaba -en la corriente de la psicología dominante someter a los procedimientos clásicos de la tecnología de investi-
en los Estados Unidos, con su insistencia en el método científico gación empírico-estadística, con io cual adquiría carta de ciuda-
riguroso, el pensamiento operacional y la verificación de hipóte- danía en la psicología alemana de las décadas de 19GO y 1970
sis por medio de procedimientos estadísticos refinados* (Rogers, la variedad de psicoterapia así constituida.
1983, pág. 475), Entretanto, en la psicoterapia de diálogo se ha introducido
Por otro lado, empero, él mismo, y por lo tanto la variedad un recordatorio de la psicología humanista y de la genuina posi-
de terapia por él elaborada, recibieron un sustancial influjo de ción de Cari Rogers, tanto más cuanto que este ha ¡do poniendo
la filosofía de la existencia de Kierkegaarcl y Buber, así como de progresivamente el acento en su posición básica fenomenológico-
la psicología guestáltica sustentada por Kurt Lewin (cf. el capi- exístencial (cf. Rogers, 1981; es cierto que acerca de este punto
tulo 13). Otro aporte importante para la elaboración de su abor- existe una corriente contraria en la psicoterapia de diálogo, véa-
daje fue su encuentro con Otto Rank (1884-1939), discípulo de se infra}. De este modo se advierte una diferencia notable, p.ej.,
Freud: Rank insistía en que el paciente debía ser responsable de si se compara el manual alemán clásico de Tausch sobre psicote-
su propia vida y de la forma de realidarl creada por él mismo, rapia cíe diálogo hasta su sexta edición, con las ediciones más
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recientes (desde 1979). Hasta 1973, el lector es paseado orgullo- fases). Estas no se deslindan de manera neta sino que se super-
samente todavía por el cementerio de datos, donde las hileras ponen por lapsos considerables; además se debe tener en cuenta
de tumbas son coeficientes de correlación que a menudo van de que en la última década se ha acusado mucho la heterogeneidad
0,30 a 0,40, significativos por cierto pero que explican apenas de los abordajes. Por eso la exposición que a continuación ofre-
del 10% al 15% de la varianza medida (y a su vez la varianza cemos, de cuatro «fases», se debe tomar corno una orientación
medida puede abarcar sólo una fracción de los fenómenos perti- aproximativa respecto de un proceso que ha dado lugar a corrien-
nentes de la interacción terapeuta-cliente). Los datos de la in- tes que divergen cada vez más. Nos concentraremos en el desa-
vestigación, como venimos diciendo, han empezado a pasar a un rrollo de las nociones básicas; y mencionaremos sólo de pasada-
segundo plano y se habla de «auxiliadores», «compañeros» y «per- las líneas muy divergentes y las críticas que se han dirigido a esas
sonas-, e importantes nociones se comunican más bien por me- nociones.
dio de ejemplos e ilustraciones. Pero ahora como antes se echa
de menos un modelo claramente formulado de la eficacia de la
psicoterapia de diálogo. Una investigación de base empírica en 14.2.2 Pase de La terapia no directiva (década de
psicoterapia es sin duda necesaria y deseable. Pero mientras no 1940)
se puedan enunciar con claridad las nociones teóricas referidas
a la relación psicoterapéutica nUerhumana en el marco de !a psi- Las primeras nociones básicas se elaboraron entre 193S y 1950,
coterapia de diálogo (cf. Pfeiffer, 19SOa), una recopilación de da- en particular en Ohio (de 1940 a .1945) y en Chicago (de 1940
tos demasiado eufórica estará empero condenada a pasar de lar- a 1950). Ocupa el primer plano el «asesoramiemo no directivo»
go ese núcleo desconocido. (Rogers, 1942); en él se trata, en lo esencial, de ofrecer al cliente
De este modo, en la década de 1970 asistimos a un empeño una situación en que se pueda sentir seguro y amparado. Las in-
creciente por alcanzar una formación teórico-conceptual nueva tervenciones terapéuticas se caracterizan principalmente por la
o la precisión de las nociones anteriores (véase infra); además permisividad o no directividad. Están exentas de toda forma de
se abandonan ios muéstreos univariados en favor de microanáli- dirigisrno, y en cambio se sustentan en la calidez, la simpatía y
sis multivariados (cf., p.ej., Howe, 1980) pero cuya significación la aceptación como actitudes básicas. El modelo médico —sobre
todavía no se puede apreciar definitivamente. ¡Vlinsel y Bente todo en sus aspectos «diagnóstico de una perturbación», "especi-
(1982, pág. 46) ponen de relieve a manera de resumen, al térmi- ficidad del tratamiento» y «empeño curativo»— no se admite en
no de una revisión muy crítica de! estado y el desarrollo de la esa forma; en este contexto, el concepto de «paciente» es susti-
psicoterapia de diálogo, entre otras cosas, las dos exigencias de tuido por el de «cliente». Las perturbaciones no se consideran tan-
que es preciso dedicarse con más intensidad a la teoría y aplicar- to enfermedades cuanto déficit de percatación y, por igual moti-
se en la investigación al suceder rea! de la terapia (en tanto pro- vo, falta de crecimiento. Se destaca la responsabilidad del clien-
ceso multivariado complejo). te sobre sí mismo: el terapeuta crea un clima en que pueda hacer
sus propios descubrimientos y tomar sus propias decisiones; en
manera alguna se debe sentir objeto del tratamiento.
1960)
varias décadas por la acentuación de ciertos puntos de vista. En \-
general se pueden distinguir en este desarrollo tres o cuatro fa- La intensa discusión en torno del «asesoramiento no directi-
ses en que imperaron distintos centros de gravedad (una división vo» (1942), así como la acumulación de estudios empíricos sobre í
en tres fases proponen, p.ej., Hart, 1970; Pavel, 1975; Minse! y terapias, hicieron que la perspectiva se desplazara de la no di- 1
3
Rente, 3.9SO; en cambio, Shlien y 2imriiig, 1970, cuentan cuatro rectividad al centram¡ento en el cliente, en el que se consiente
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14.2.3 Fase del ceniramienio en la vivencia (desde 1A.2A Fase de ampliación e integración (desde la
mediados de la década de 1960) •I« década de 1970)
Desde la década de 1960 ha ido perdiendo importancia la pu- Desde hace una década se observa una renovada actividad
ra verbalización de contenidos afectivos que el cliente introduce de innovación respecto de las nociones básicas de la psicoterapia
en la terapia. En cambio, se ha ido destacando la perspectiva de diálogo, que va mucho más allá de una especificación y un
•fifi-
de la relación entre terapeuta y cliente dentro del proceso en desplazamiento del acento dentro del mismo abordaje (como se
su concreto discurrir. Bajo el supuesto de las actitudes y varia- podrían interpretar todavía nociones como las de «experiencia!'»
bles básicas de las fases primera y segunda, el centro de grave- y «enfoque»). Los intentos van dirigidos a adoptar diversos abor-
dad de la intervención terapéutica se pone ahora en no arruinar dajes, perspectivas teóricas y técnicas de intervención de otras
el contacto intenso entre terapeuta y cliente, pero sobre todo variedades psicoterapéuticas, integrándolas en la psicoterapia de
del cliente consigo mismo, es decir, sus marcos vivenciales, la diálogo. Una obra importante en este sentido es sin duda el volu-
forma y modalidad de sus percepciones, sentimientos, actitudes men de Wexler y Rice (1974), JnnovaLioiis in ciieni-centered Uie-
y reacciones. Con este propósito se integran en la psicoterapia rapie, en el que diecisiete autores discuten modificaciones y am-
de diálogo más y más formas de intervención que promueven ¡o pliaciones de los puntos de vista de Rogers.
vivencial, corno las nociones de «experiencia!-» y de -enfoque» in- Ampliaciones sustanciales han sido propuestas por Martin
troducidas por E. T. Gendlin (véase la sección 14, 6). I (1972) con respecto a la teoría del conflicto, por Tscheulin (1975)
Estos abordajes destinados a ensanchar las nociones básicas en orden a la integración de aspectos de la teoría de la comuni-
(proceso este que prosiguió de manera todavía más amplia y ra- cación de la escuela de Palo Alto (cf. el capítulo 18) o por Wexler
dical.en la década cíe 1970) se acompañan de crecientes dudas (1974) para nociones de teoría de la información o de psicología
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cognitiva. También, con miras a una reanimación de la psicote- dad en la forma de diecinueve tesis (no obstante, muchos le han
rapia de niños centrada en el cuente (Schmidtchen, 1974) se am- criticado falta de rigor, en particular la desunión de teoría y prác-
pliaron las bases de Rogers y los tempranos abordajes de ¡a tera- tica; cf., p.ej., Zirnrjng, 1974; Grunwald, 1976, o Bommert, 1977).
pia cíe niños de Axline (1972, primera edición norteamericana, Aspectos esenciales de su imagen del hombre se contienen prác-
1947), sobre todo, con perspectivas tomadas de la psicología so- ticamente en todas sus publicaciones.
cial y del desarrollo. Acerca de la combinación de la psicoterapia Uno de los constructos centrales de la teoría de la personali-
de diálogo con casi todas las otras formas corrientes de terapia, dad de Rogers es el «sí-mismo-, que se diferencia sólo en el curso
Howe hace poco lia presentado dos volúmenes de compilaciones del desarrollo de la primera infancia a partir de percepciones cor-
(Howe, 19S2a, 19826), que reflejan con claridad una fuerte ten- porales en interacción con el ambiente. El sí-mismo organiza y
dencia a la integración de diversos abordajes, si bien es cierto estructura por una parte experiencias, y por la otra las desmien-
que de igual modo hubo decididos pronunciamientos en contra te o desfigura, a saber, cuando no guardan relación con él (con
de esa integración de métodos (p.ej., Biermann-Ratjen, Eckert y la autoimagen). No menos importante es la tendencia a la actua-
Schwartz, 1980, quienes incluso en su libro sobre psicoterapia lización — según Rogers, inherente a todo organismo—, que «mue-
de diálogo, de 1979, presentaron una explicación muy fundada ve al ser humano en dirección a lo que se define como crecimien-
de la acción eficaz de esta terapia, para lo cual, reformulando to, maduración, enriquecimiento vital» (Rogers, Í9S3, pág. 491).
las perspectivas de Rogers, privilegiaron «el cambio por obra de Pero ella necesita que el medio le ofrezca un clima psíquico y
!a comprensión», véase infrcí). Creciente importancia van cobran- físico adecuado, porque de lo contrario puede agostarse (véase
do los grupos de encuentro centrados en el cliente o grupos de infra). El tercer concepto central es la «incongruencia», la dis-
psicoterapia de diálogo, desarrollo este que el propio Rogers an- crepancia entre la vivencia del organismo y su autohnagen. Si
ticipó (cf. Rogers, 1974, primera edición norteamericana, 1970; la incongruencia es alta, la tendencia a la autoactualización pro-
Franke, 1978, y también Tausch y Tausch, 1979). duce conflictos: por una parte, ella sostiene la autoimagen, em-
No obstante esta heterogeneidad extraordinaria que presenta bellece la imagen que uno tiene de sí mismo pero, por otra parte,
su estado actual de desarrollo, la exposición que sigue acerca de el organismo aspira a hacer justicia a sus necesidades. Organis-
nociones centrales se atendrá fielmente a las concepciones de mo y sí-mismo esfuerzan entonces en direcciones diferentes, y
líogers de la «terapia centrada en el cliente", aunque tomaremos el conflicto que desde ahí se insinúa es la base de la angustia
en consideración las perspectivas, en mi opinión muy fecundas, (cf. Rogers, 1983).
del centramiento en la vivencia, propuestas por Gendlin, así co- A continuación reproducimos sin comentarios las diecinueve
mo las reformulaciones de nociones básicas de la psicoterapia de tesis de la personalidad de Rogers (1973, primera edición norte-
diálogo de Biermann-Ratjen el al. (1979). americana, 195J), que él elucida en detalle. Pero más adelante
retomarnos muchas de estas perspectivas en conexión con las ac-
titudes terapéuticas básicas y el proceso terapéutico:
14.3 Imagen del hombre y teoría de la I. Todo individuo existe en un mundo de experiencia que cam-
"personalidad según Rogers bia permanentemente, cuyo centro es él.
dilucidar aquí aspectos singulares equivale a «extraer"hilos de un conservarse y acrecentarse en tanto organismo que hace expe-
tejido» {Bischof, 1964). Fue en 1951 cuando Rdgers expuso y elu- riencias.
cidó más explícitamente sus ideas sobre la teoría de la personali- V. La conducta es en principio el intento del organismo, orien-
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tado hacia metas, de satisfacer sus necesidades según lo consiga XV. Existe una adecuación psíquica cuando el esquema del sí-
dentro del campo así percibido. mismo es de suerte que todas las experiencias sensoriales y cor-
VI. Esta conducta dirigida a metas es acompañada y en gene- porales del organismo son o pueden ser asimiladas en un plano
ra! es promovida por emociones. Estas guardan relación con la simbólico dentro de una relación de concordancia con aquel es-
procura de todos los aspectos consumámonos de la conducta, y -.quema.
!a intensidad de la emoción se relaciona con la importancia per- XVI. Cualquier experiencia que no concuerde con el organis-
cibida de la conducta para la conservación y elevación del orga- mo o con la estructura del sí-mismo puede ser percibida como
nismo. una amenaza, y mientras más frecuentes sean estas percepcio-
VII. El mejor punto de partida para la comprensión de la con- nes, más rígidamente se organizará la estructura del sí-mismo a
ducta es el sistema de referencia interno del propio organismo. fin de conservarse.
VIII. Una parte del campo perceptivo total se desarrolla poco XVII. En determinadas condiciones, de las cuales la principal
a poco hasta convertirse en el sí-mismo. es la total ausencia de amenaza para la estructura, del sí-mismo,
IX. Como resultado de la interacción con el medio y, en par- experiencias que no concuerdeu con esta serán percibidas, exa-
ticular, de la interacción de orden valoraüvo con otros, se forma minadas, y la estructura del sí-mismo será revisada para asimilar
la estructura del sí-mismo; se trata de una estructura organiza- .(Í e incluir experiencias de esa índole.
da, fluyente pero plenamente intelectiva, de percepciones de ca- XVIII. Si ei individuo percibe todas sus experiencias sensoria-
racterísticas y relaciones del «sí-mismo», junto coa los valores que les y corporales, y las recoge dentro de un sistema consistente
corresponden a esos esquemas. e integrado, necesariamente será más comprensivo con los de-
X. Los valores inherentes a las experiencias y los valores que más y en su conducta aceptará más a los otros en tanto indivi-
son parte de la estructura del sí-mismo han sido experimentados duos.
directamente por ei organismo, o bien introyectados o tomados XIX. A medida que el individuo percibe y acepta más de sus
de otros, pero en esté último caso se los percibe en forma desfi- experiencias orgánicas dentro de su estructura del sí-mismo, se
gurada, como si hubieran sido experimentados de modo directo. encuentra con que sustituye su actual sistema de valores, que
XI.. Cuando en la vida del Individuo emergen experiencias, ellas en buena parte consiste en ¡nfcroyecciones simbolizadas por vía
son a] simbolizadas, percibidas y organizadas dentro de una rela- de desfiguración, por un proceso valorativo organísmico y conti-
ción con e! sí-mismo; 6) pasadas por alto porque no presentan nuado.
ninguna relación percibida con la estructura del sí-mismo, o bien
c) simbolizadas por vía de desfiguración o desconocimiento por-
que la experiencia no concuerda con la estructura.
XII. Las modalidades de conducta adoptadas por el organis- 14.4 Actitudes básicas del terapeuta
mo son las más de las veces aquellas que concuerdan con la ima-
gen del sí-mismo. Como ya dijimos, Rogers conceptualizó en 1957 tres actitudes
XITI. La conducta en muchos casos puede ser causada por ne- básicas del terapeuta en tanto -necesarias y suficient.es» para una
cesidades y experiencias orgánicas que no han sido simbolizadas. terapia constructiva; a menudo se las denomina «variables bási-
Esta conducta se puede situar en contradicción con la estructura cas» de la «conducta del terapeuta». Pero estos conceptos pueden
del sí-mismo, pero en estos casos la conducta no es «propia» del inducir a un malentendido porque Rogers no se propone introdu-
individuo. cir «variables» de -conducta» (p.ej., en el sentido de la -conducta
XIV. Una inadecuación psíquica se produce cuando el orga- verbal» de Skinner) como parámetros exactos de una técnica o
nismo niega ante la conciencia importantes experiencias senso- «método de tratamiento» sino, más bien, describir perspectivas
riales y corporales, que, en consecuencia, no son simbolizadas para ofrecer una relación interhumana con miras a producir cam-
ni organizadas en la Gestall de ía estructura del sí-mismo. Cuan- bios con eficacia terapéutica. No obstante, en el marco de una
do esta situación se presenta, existe una tensión psíquica básica concepción más bien técnica de la psicoterapia no rara vez estas
o potencial. actitudes básicas se ejercitan en el entrenamiento técnico como
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variables de conducta, con la meta de alcanza!- los valores más der- y que admitan «entrenamiento- (en el sentido usual de estas
altos que se pueda en las escalas correspondientes. palabras, p.ej., en cursos universitarios). La estimación positiva
En lo que sigue, para poner el acento en el abordaje humanis- y la calidez emocional se manifiestan en el plano de la conducta
ta de la psicoterapia de diálogo, no hablaremos de tres (distintas) siquiera en el hecho de que no se intente imponer al cliente las
variables básicas sino de tres aspectos de una actitud de encuen- opiniones y valoraciones del terapeuta, no se ¡e den consejos ni
tro: terapeuta y cliente se encuentran como compañeros, aun- se le llagan recomendaciones, etc. Con miras a la investigación
que con demandas clü'erentes. En este encuentro, el cliente debe empírico-estadística, Truax (1962) ha esbozado una -escala» de
poder experimentar que el terapeuta ío acompaña comprensiva- cinco grados, con arreglo a la cual el observador puede incluir
mente en la exploración de su sí-mismo, lo alienta con su acti- su valoración del terapeuta respecto de estas variables en una
tud, no lo juzga, y acepta sus problemas sin despojarlo de su res- categoría, y expresarla en la forma de un número.
ponsabilidad sobre ellos. Aunque la insistencia en "tres aspectos Un terapeuta que experimente íntimamente esa estimación
de una actitud de encuentro» está aquí referida al contenido y positiva del cliente y pueda ir a su encuentro con calidez emo-
es de orden puramente fenomenológico, parece conservar todo cional, despertará sentimientos parecidos en el cliente respecto
su sentido en orden a los descubrimientos empíricos: siempre arro- de su sí-mismo, de manera que pueda aceptarse y respetarse me-
jan los tres —entendidos como «variables» de «conducta-—, según jor (Biermann-Ratjen et ai. llaman a esto üestablecimiento de un
Tausch (1973, pág. 121), una correlación de 0,70, es decir, tan ele- objeto interno empático). También el cliente aprende así a dife-
vada como rara vez se la encuentra en este dominio (cf. tam- renciar entre su valor como ser humano y la valoración de sus
bién, p.ej., Wiggins, 1973, y Grunwald, 1976, que por lo demás acciones.
cuestionan la división en tres variables).
14A.& Autenticidad
14A.1 Estimación positiva y calidez emocional
Para esta segunda actitud de encuentro, como para la prime-
Este aspecto complejo de la actitud de encuentro se ciñe tam- ra, existe una serie de otros conceptos: «congruencia o sinceri-
bién por medio de conceptos como «aceptación» o «respeto-. Se dad consigo mismo», «no tener fachada», o «autointegración». Esto
trata de la medida en que el terapeuta puede y quiere vivir al presupone, en el sentido de la filosofía hurnanista, una persona-
cliente como un prójimo y entregarse a un encuentro existencia! lidad madura que no se oculte tras fachadas, muletillas retóricas
con él, sin incluirlo en categorías valorativns o de utilidad sobre o roles, y que no tenga actitudes de defensa neurótica o angus-
la base de sus acciones, cualidades y palabras. Lo esencial enton- tiada frente a sus propios sentimientos y percepciones, sino que
ces es saber si el terapeuta ha podido ver en el cliente al ser hu- esté dispuesta a vivirse a si misma y a internarse en la situación.
mano, o si (a causa de sus propios problemas, de esquemas apren- Aquí se trata entonces de «totalidad» (en el sentido de la psicolo-
didos, etc.) es capaz de reaccionar sólo de un modo esquemático gía hurnanista) y de veracidad del terapeuta en la relación; él
frente a un haz de roles, acciones, palabras. Esta aceptación ' experimento su conciencia presente y se expresa de manera au-
incondicional del cliente en manera alguna significa aplaudir sus téntica en la comunicación. También en este caso interesa la sus-
acciones ni compartir sus actitudes. Más bien se refiere al hecho w
•StSit tancia humana del terapeuta, no una técnica en la que se pueda
de poder sentir, más allá de estas estructuras de superficie, un haber entrenado.
hondo respeto frente a la vida humana y su diversidad, tal como La autenticidad se exterioriza en el plano de la conducta si-
se manifiesta en e! ser-así individua! del cuente. En este contex- quiera en el hecho de que, p.ej., los contenidos de una proferen-
to, Rogers habla de «amor en el sentido de! concepto teológico cía coincidan con el tono de la voz, la mímica, la gestualidad,
de "ágape" [. . .] un sentimiento que no es de cuidado patriar- etc., y que se pueda recurrir de manera espontánea a un vasto
cal, ni es sentimental, ni una amabilidad superficial» (Rogers, espectro de reacciones. También para esta variable se ha elabo-
1962, citado según Tausch y Tausch, 1979,-pág. 67). Parece más rado y propuesto una serie de escalas, p.ej., Trnax(1962) o Cark-
que dudoso que estas sensaciones se puedan «enseñar» o -apren- huff (1969).
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menos dudoso. En lo sustancial, se trata de que el terapeuta de-
La autenticidad del terapeuta posibilita la confianza de parte vuelva al cliente, con sus propias palabras y como en realímen-
del cliente, puesto que aquel se vuelve trasparente y el cliente tación.permanente, aquello que de los contenidos vivenciales de
puede experimentar de manera no verbal/analógica, to que oye aquel ha comprendido. El acento recae aquí sobre «contenidos
Cíe verbal/digital en las comunicaciones. Ahora bien, sólo esa con- ' vivenciales»; se trata en particular de sentimientos, sensaciones,
fianza en el terapeuta le permite franquearse y volverse hacia experiencias y percepciones ligadas con valoraciones. El terapeuta
su propia persona haciendo investigación de sí en vez de mirar no «espeja» entonces las preferencias del cliente (como a menu-
lleno de prevenciones al interlocutor. do se lo entiende desacertadamente) sino que procede de modo
en extremo selectivo recogiendo sólo aquellos contenidos afecti-
vos y vivenciales que oye resonar a partir de los enunciados del
1*1 A.3 Comprensión empalica cliente.
Es verdad que cuando tai hace, el terapeuta tiene que óbrat-
Otros conceptos para este aspecto del encuentro son «empa- ele la manera menos interpretativa posible, es decir, no remitién-
tia», «entendimiento» o «no enjuiciamiento». Desde el punto de dose a una «grilla»' abstracta terapéutico/diagnóstica; en efecto,
vista cíe la técnica de la intervención, esta variable se denomina aquella realimentación del terapeuta se tiene que documentar
«verbalización de contenidos vivenciales emocionales-. Se trata a partir de las profercncias del cliente (aunque es cierto que siem-
de que el terapeuta, partiendo de la actitud que antes hemos des- pre queda un resto de interpretación). Biermann-Ratjen et al.
crito, se empeñe en comprender al cliente en su vivencia (y en (1979) han destacado, por medio de ejemplos analizados en deta-
las actitudes valorativas, los motivos, los deseos y las angustias lle, la importancia que tiene para la verbalización del terapeuta
asociados a aquella); en la bibliografía esto se suele explicar di- tomar en cuenta el marco de referencia del cliente. Mientras más
ciendo que es preciso ver el mundo del cliente con los ojos de consiga asir lo que se esconde tras los enunciados del cliente en
este o dentro de sus propios marcos de referencia. Estas descrip- orden a experiencia personal, modalidades de vivencia y perple-
ciones contienen empero el peligro de inducir a malentendidos. jidad, tanto más adecuadamente podrá comunicar esta compren-
Asi, Davisou y Neale (1979, pág. 495), partiendo de un «paradig- sión al cliente. Por lo tanto, el entrenamiento en la forma de ex-
ma enteramente diferente», señalan el «problema de lógica de la presión verbal se dirige sólo a un fenómeno superficial; lo esen-
ciencia^ que plantea saber -cómo un terapeuta puede llegar por cia! es que el terapeuta pueda percibir y comprender el espectro
inferencia a procesos internos de los cuales al parecer el cliente de los sentimientos y las vivencias del cliente, y lo conseguirá
no tiene conciencia». Por ese motivo hay que insistir en que la tanto menos en la medida en que no sepa percibir sus propios
«comprensión empatien» no se refiere a una perspectiva estadístico- sentimientos y vivencias, y en que oblitere de manera neurótica
diagnóstica sino a un proceso dinámico que se basa en un ofreci- determinados aspectos de su propio vivcnciar.
miento de relación (cf. Biermann-Ratjen, Eckert y Schwartz, 1979) Es por lo tanto esencial para la formación de un terapeuta
en que al comienzo tanto para el cliente como para el terapeuta que haya alcanzado una amplia experiencia de sí mismo o que
son desconocidos casi todos los «procesos internos- del cliente. haya pasado por una terapia propia —comparable con el análisis
El empeño de comprensión empática, la señalización del trabajo didáctico— para elaborar sus problemas, cristalizaciones, postu-
en común y la experiencia cíe ser comprendido (parcialmente) ras defensivas, prejuicios, etc., que le harían percibir las mani-
infunden al cliente el ánimo para explorar sus «procesos inter- festaciones del cliente a la luz de sus propios problemas y encua-
nos» poco a poco, en un largo proceso en que es acompañado por dres, y le impedirían un libre encuentro. Sólo desde esta concep-
el terapeuta. ción de fondo pueden resultar útiles las perspectivas formales
La verbalización de contenidos vivenciales emocionales, que de la intervención terapéutica como se las encuentra expuestas,
es el componente de intervención técnica de este tercer aspecto p.ej., en Minsel (1974). Minsel hace indicaciones como esta: in-
del encuentro, es lo más susceptible de «entrenamiento- pero, tervenir con la mayor frecuencia que se pueda, utilizar formula-
sin las dos perspectivas mencionadas en primer término, y sin ciones breves, concretas, intuibles, evitar las ambigüedades, et-
la concepción de fondo que acabamos de esbozar, no es más que cétera.
una técnica impuesta cuyo efecto terapéutico positivo es por lo
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