Lectura: Tres Conceptos de La Historia
Lectura: Tres Conceptos de La Historia
Lectura: Tres Conceptos de La Historia
Introducción Histórico-Crítica
Lectura
Tres conceptos
de la Historia
RESuMEN: Este artículo tiene un doble objetivo. En primer lugar, se pretende trazar un mapa de los
diversos usos que ha adquirido el concepto de historia en el curso de la historia de Occidente. Estos
diversos usos pueden ser agrupados en tres grandes campos semánticos (la historia como modo de
saber, como modo de ser y como modo de hacer), a los que corresponden otras tantas maneras de
entender la Filosofía de la Historia: como epistemología de la historia, como ontología de la historicidad
y como crítica ético-política del propio presente. En segundo lugar, se trata de mostrar que estos tres
conceptos de historia (y, consiguientemente, las tres maneras de entender la Filosofía de la Historia)
se remiten mutuamente y, por tanto, son inseparables entre sí.
PAlAbRAS clAvE: historia, filosofía, ciencia, tiempo, acción.
AbSTRAcT: The aim of this article is twofold. On the one hand, I will outline the diverse usages
that the concept of history has taken on throughout western history. These different usages may
be grouped together in three semantic fields (history as a way of knowing, as a way of being and
as a way of doing), which correspond to three ways of understanding the Philosophy of History: as
Epistemology of History, as Ontology of historicity and as ethical-political Critique of the present. On
the other hand, I will show that these three concepts of history (and, accordingly, the three ways of
understanding the Philosophy of History) refer mutually to each other and, thus, are inseparable from
each other.
KEy wORdS: history, philosophy, science, Time, action.
1
VoltAire, Filosofía de la Historia, ed. de CAPArrós, M., Madrid, Tecnos, 2008, 2ª ed.;
Essai sur les mœurs et l’esprit des nations, 9 vols., ed. de BernArd, B., Renwick, j., Cronk, n.
y Godden, j., en Œuvres complètes de Voltaire, vols. 21 a 27, oxford, University of oxford y
Fundation Voltaire, 2009-2016 (se han editado ya los vols. II a VIII, y en 2016 se editarán el
I y el IX); Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, Buenos Aires, Hachette,
1959. Sobre la «filosofía de la historia» de Voltaire: meinecke, F., El historicismo y su génesis,
México, FCE, 1983, pp. 71-106; Cassirer, E., Filosofía de la ilustración, México, FCE, 1943, cap.
V, «La conquista del mundo histórico», pp. 221-259; FerrAter morA, j., Cuatro visiones de la
historia universal: San Agustín, Vico, Voltaire, Hegel, Madrid, Alianza, 1982; Pujol, C., Voltaire,
Madrid, Palabra, 1999; Domínguez, M., «Estudio introductorio: Voltaire y su filosofía», en
Voltaire, Obras, trad. de SAvAter, F., de dAmPierre, C. R., MArtínez drAke, L. y Armiño, M.,
prólogo de SAvAter, F., Madrid, Gredos, Biblioteca Grandes Pensadores, 2010, pp. I-CXII.
© PENSAMIENTO, ISSN 0031-4749 PENSAMIENTO, vol. 72 (2016), núm. 270, pp. 37-59
dOI: pen.v72.i270.y2016.003
38 A CAMPILLo, TRES CONCEPTOS DE HISTORIA
2
Para la historia de la polisemia del término historia, y sobre todo para el giro que
tiene lugar a finales del siglo xviii, son imprescindibles los estudios de «historia conceptual»
de koselleck, R., Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, trad. de Smilg,
N., Barcelona, Paidós, 1993, e historia/Historia, ed. de Gómez rAmos, A., Madrid, Trotta,
2010. Véase también el ya clásico ensayo de Arendt, H., «El concepto de historia: antiguo y
moderno», en Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión filosófica, trad. de
PoljAk, A., Barcelona, Península, 2003, pp. 49-100.
3
LozAno, j., El discurso histórico, Madrid, Alianza, 1987, pp. 15-25; CAsertAno, M.,
BonAccorso, G., y FerrArA romeo, S, Istorika. Metodi e forme della storiografia greca, Palermo,
Brotto, 1987; MomigliAno, A., La historiografía griega, Barcelona, Crítica, 1984; Shotwell, j. T.,
Historia de la historia en el mundo antiguo, Madrid, FCE, 1982; Châtelet, F., El nacimiento de la
Historia: la formación del pensamiento historiador en Grecia, 2 vols., Madrid, Siglo XXI, 1978.
4
homero, Ilíada, versión rítmica de GArcíA cAlvo, A., zAmorA, Lucina, 1995, pp. 472 y
568.
5
Homero, Ilíada, op. cit., pp. 485-486.
6
VernAnt, j.-P., Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Barcelona, Ariel, 1973; VidAl-
nAquet, P., «Tiempo de dioses y tiempo de hombres», en Formas de pensamiento y formas de
sociedad en el mundo griego. El cazador negro, Barcelona, Península, 1983, pp. 61-85; Detienne,
M., Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, prefacio de VidAl-nAquet, P., Madrid, Taurus,
1981; FoucAult, M., La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1980, pp. 35-60.
7
VernAnt, j.-P., Los orígenes del pensamiento griego, Barcelona, Paidós, 1992; MArtínez
mArzoA, F., «En torno al nacimiento del título «Filosofía»», en De Grecia y la Filosofía, Murcia,
Editum, 1990, pp. 11-39; Lledó, E., «Notas semánticas sobre el origen de la filosofía y de su
historia», en Lenguaje e historia, Barcelona, Ariel, 1978, pp. 89-132.
8
Cicerón, Disputaciones Tusculanas, ed. de MedinA, A., Madrid, Gredos, 2005, Lib. V,
caps. 3/7 a 4/11, pp. 390 ss.
9
Heráclito, Razón común, edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los
restos del libro de Heráclito, por GArcíA cAlvo, A., Madrid, Lucina, 1985, fr. 22, pp. 78-80.
10
Heródoto, Historia, 3 vols., ed. de SchrAder, C., Madrid, Gredos, 1977-1984-1986.
11
CAcciAri, M., Geo-filosofía de Europa, Madrid, Aldebarán, 2001, y Europa o la filosofía,
Madrid, Antonio Machado, 2007.
12
Heródoto, Historia, Proemio, op. cit., vol. I, p. 85.
Por eso, cuando concluye la descripción geográfica y etnográfica del Egipto que
él mismo ha recorrido, y se dispone a narrar su pasado histórico, nos advierte:
Todo cuanto he dicho hasta este punto es producto de mis observaciones,
consideraciones y averiguaciones personales; pero, a partir de ahora, voy a
atenerme a testimonios egipcios tal como los he oído, si bien a ellos añadiré
también algunas observaciones mías.13
Una generación después, Tucídides adopta un método mucho más exigente.
Su relato se circunscribe a un espacio y un tiempo más reducidos y mejor
medidos que aquellos por los que se mueve el viajero y crédulo Heródoto. La
publicación en el año 425 a.C., por Hellánicos de Mitilene, de una Cronología
de las sacerdotisas de Argos, establecida con referencia a los juegos de Esparta,
permite a Tucídides contar y fechar su Historia de la Guerra del Peloponeso
siguiendo el curso cronológico del calendario, hasta el año 408. Además, en
su relato se atiene muy estrictamente al principio de la observación directa:
narra solo la historia de una contienda de la que había sido actor y espectador;
en efecto, era estratega ateniense cuando fue vencido en Tracia (424 a.C.) y
condenado al destierro hasta el retorno de la paz. Por eso, dice con orgullo:
En cuanto al relato de los acontecimientos de la guerra, para escribirlo
no me he creído obligado a fiarme ni de los datos del primer llegado ni de
mis conjeturas personales; hablo únicamente como testigo ocular o después
de haber hecho una crítica lo más cuidadosa y completa posible de mis
informaciones. La investigación ha sido ardua, ya que los testigos de cada
hecho presentan versiones que varían según su simpatía respecto de unos y
otros, y según su memoria.14
Cuando el historiador no puede apelar a la propia observación, sino a lo
observado por otros, decide someter el relato de los testigos a una cuidadosa
«crítica» (akribía), contrastando entre sí los diferentes testimonios, ya que
estos varían en función de la memoria y de las inclinaciones partidistas de
unos y otros. Por eso, Tucídides no actúa solo como un simple testigo, sino
más bien como el juez de un tribunal, cuya función consiste precisamente en
juzgar (krinein), es decir, discriminar entre lo verdadero y lo falso, a partir de
los diversos testimonios de los testigos; aunque, en este caso, no se juzga un
litigo entre individuos o familias de una misma pólis, sino más bien una guerra
entre diferentes póleis o comunidades políticas. Como el juez que emprende
una investigación judicial, el historiador recaba la información de los testigos,
contrasta sus diferentes testimonios —entre sí y con el suyo propio—, y de este
modo, por medio de una indagación metódica e imparcial, acaba reconstruyendo
la verdad de lo sucedido. En resumen, Tucídides considera que la observación
directa de los hechos y la contrastación crítica de unos testimonios con otros,
son el más seguro criterio de verdad.
13
Heródoto, Historia, II, 99, op. cit., vol. I, p. 385.
14
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 22, ed. de Rodríguez AdrAdos, F.,
Barcelona, Crítica, 2013.
15
MomigliAno, A., La historiografía griega, o.c., pp. 47-48; châtelet, F., El nacimiento de
la Historia, op. cit., vol. I., pp. 22-23.
16
Aristóteles, Investigaciones sobre los animales, ed. de PAllí Bonet, j., intr. de GArcíA
guAl, C., rev. de MArtín vázquez, L., Madrid, Gredos, 1992.
17
PlAtón, Diálogos III. Fedón, Banquete, Fedro, ed. de GArcíA guAl, C., MArtínez
hernández, M. y Lledó íñigo, E., Madrid, Gredos, 1986, pp. 101 ss.
II
18
PoliBio, Historias, IX 1, 2, ed. de BAlAsch, M., rev. de Guzmán, j. M., intr. de DíAz
tejerA, A., 3 vols., Madrid, Gredos, 1983-1990-1997.
19
StuArt mill, j., La lógica de las ciencias morales, trad. de álvArez, j. F. y Kiczkowski,
A., Madrid, CSIC, 2010.
20
Aristóteles, Ética a Nicómaco, ed. bilingüe de ArAujo, M. y MAríAs, j., intr. y notas de
MAríAs, j., Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002 (1ª ed. 1949), Lib.
VI, 1138b 18 - 1145a 11, pp. 88-102; Metafísica, ed. trilingüe de GArcíA yeBrA, V., Madrid,
Gredos, 1982, 2ª ed. revis., Lib. I, 980a 21 – 983b 6, pp. 2-20, y Lib. IV, 1003a 21 – 1006a 34,
pp. 150-169; AuBenque, P., El problema del ser en Aristóteles, trad. de PeñA, V., Madrid, Escolar
y Mayo, 2008.
En general a qué tipo de hombres les ocurre decir o hacer tales o cuales cosas
verosímil o necesariamente, que es a lo que tiende la poesía, aunque luego
ponga nombres a los personajes; y particular, qué hizo o qué le sucedió a
Alcibíades.21
A partir de los siglos xvi y xvii, el nacimiento de las modernas ciencias
naturales, basadas en la observación empírica de los fenómenos, pero
también en su cuantificación matemática, su reproducción experimental y su
manipulación técnica, hará que el término ciencia acabe diferenciándose de
los términos filosofía y teología (e incluso contraponiéndose polémicamente
a ellos, sobre todo a partir del positivismo del siglo xix), mientras que el
término historia acabará reservándose exclusivamente para el conocimiento
y relato de los asuntos humanos. Paralelamente, este saber histórico ya no
se limitará a la observación directa de las acciones y costumbres humanas
(sean las costumbres propias de la moderna sociedad occidental, cuyo estudio
dará origen a la Sociología, o las costumbres de los pueblos no europeos
colonizados por occidente, cuyo estudio dará origen a la Antropología social y
cultural), sino que se extenderá también al estudio filológico y arqueológico de
los documentos y monumentos legados por los antepasados, de modo que la
Historia dejará de ser la crónica del presente inmediato y pasará a convertirse
en la reconstrucción del pasado lejano.
En efecto, a partir del siglo xix, la Historia como un cierto tipo de saber
deja de ser la crónica periodística y etnográfica del presente inmediato y se
convierte en el estudio erudito de todas las épocas del pasado. Y para ello
recurre a dos «testigos» no vivientes, los documentos y los monumentos, y a dos
saberes auxiliares que interrogan a esos testigos: la Filología y la Arqueología.
El historiador deja de ser un viajero y se convierte en un investigador de archivo.
Así es como comienzan a componerse las grandes Historias de la cultura
occidental, desde la Antigüedad hasta la Modernidad, e incluso las Historias de
las otras grandes civilizaciones con tradición escrita.
Además, la Historia renuncia a ser un saber meramente moral o prudencial
(la «maestra de la vida»), y pretende constituirse como un saber científico en el
sentido moderno del término, como una ciencia «de hechos» y no «de valores»,
análoga a la Física, la Química y la Biología. La Historia ya no se contenta con
ser una mera colección inconexa de crónicas de acciones y actores ejemplares,
sino que pretende componer, pieza a pieza, el gran relato científico de la Historia
Universal de la Humanidad, entendida como un proceso causal único, sujeto a
leyes inexorables. A esta transformación se refiere críticamente Hannah Arendt
en el ensayo ya citado.
En general, todos los saberes histórico-sociales (Historia, Sociología,
Economía, Antropología social y cultural, Psicología, etc.) trataron de
conquistar el estatuto de ciencias y afirmaron su autonomía frente a la
21
Aristóteles, Poética, ed. trilingüe de GArcíA yeBrA, A., Madrid, Gredos, 1974, Lib. 9,
pp. 157-158.
22
Ricoeur, P., Tiempo y narración, o.c.; Roldán, C., Entre Casandra y Clío. Una historia de
la filosofía de la historia, prólogo de MuguerzA, j., Madrid, Akal, 1997; Bourdé, G., y MArtin,
H., Las escuelas históricas, Madrid, Akal, 1992; WAllerstein, I., «Análisis de los sistemas
mundiales», en Giddens, A., y Turner, j. H. (eds.), La teoría social hoy, Madrid, Alianza, 1990,
pp. 398-417; CAmPillo, A., «Historia y Ciencias Sociales: de la Ilustración a la Globalización»,
en LArreA, j. j., y PAstor, E., (eds.), La Historia desde fuera, Bilbao, EHU/UPV, 2009, pp. 13-26.
III
23
SAn Agustín, La doctrina cristiana, en Obras completas, vol. XV: Escritos bíblicos I:
La doctrina cristiana. Comentario al Génesis en réplica a los maniqueos. Comentario literal al
Génesis, Madrid, BAC, 1957.
24
Herder, j. G., Ideas para una Filosofía de la Historia de la Humanidad, Buenos Aires,
Losada, 1959, y Otra Filosofía de la Historia para la Educación de la Humanidad, en Obra
selecta, ed. de riBAs, P., Madrid, Alfaguara, 1982, pp. 273-367; Hegel, G. W. F., Lecciones sobre
la filosofía de la historia universal, Madrid, Madrid, 1980.
25
Esta concepción «camaleónica» del ser humano se encuentra ya en Giovanni Pico
della Mirandola (De la dignidad del hombre, ed. de mArtínez gómez, L., Madrid, Editora
Nacional, 1984), pero formulada desde una perspectiva teológica y no propiamente desde
una perspectiva histórico-cultural.
26
Nietzsche, F., Consideraciones intempestivas II. De la utilidad e inconvenientes de
la historia para la vida, en Obras completas I. Escritos de juventud, ed. de Sánchez mecA,
D., LlinAres, j. B. y de sAntiAgo, L. E., Madrid, Tecnos, 2011; Heidegger, M., Ser y tiempo,
ed. de RiverA, j. E., Madrid, Trotta, 2003. Sobre la concepción de la historia en Nietzsche:
VermAl, j. L., La crítica de la metafísica en Nietzsche, Barcelona, Anthropos, 1987; FoucAult,
F., Nietzsche, la Genealogía, la Historia, Valencia, Pre-textos, 1992. Sobre la concepción de la
Paralelamente, este mismo cuestionamiento será llevado a cabo por los nuevos
desarrollos de las ciencias naturales, desde el evolucionismo de Darwin hasta el
indeterminismo de Heisenberg27. Entonces, volverá a replantearse el problema
de la historicidad humana y de su relación con el tiempo del mundo. Pero este
replanteamiento no hará sino radicalizar el reconocimiento de la historicidad
constitutiva de nuestra existencia. Tanto en Nietzsche como en Heidegger,
la reflexión epistemológica sobre la historiografía es remitida a una reflexión
ontológica sobre la historicidad. Para que pueda darse la Historia como ciencia
empírica, ha de darse previamente la historicidad como existencia trascendental.
Esta existencia histórica (sea la «vida» de Nietzsche o el Dasein de Heidegger)
no solo es anterior a la ciencia empírica e independiente de ella, sino que es la
condición de posibilidad de su nacimiento y el fundamento último de su validez.
Así es como surge un nuevo dominio de la Filosofía de la Historia: esta
es entendida no ya como epistemología sino como ontología, no ya como
una reflexión sobre el estatuto científico del saber historiográfico, sino como
una reflexión sobre el horizonte existencial del ser humano en cuanto ser
constitutivamente histórico.
Este mismo giro de la epistemología a la ontología puede observarse en
ortega y Gasset, que en 1928 se inscribe a sí mismo en la tradición que va de
Hegel a Heidegger, y que llama historiología a esta reflexión filosófica sobre la
«realidad histórica»:
La historiología no es, por tanto, una reflexión metodológica sobre la
historia rerum gestarum o historiografía, sino un análisis inmediato de la res
gestae, de la realidad histórica. ¿Cuál es la textura ontológica de esta? ¿De qué
ingredientes radicales se compone? ¿Cuáles son sus dimensiones primarias?28
IV
historia en Heidegger: Steiner, G., Heidegger, México, FCE, 1983; PeñAlver, P., Del espíritu al
tiempo. Lecturas de «El ser y el tiempo» de Heidegger, Barcelona, Anthropos, 1989; VAttimo, G.,
Introducción a Heidegger, Barcelona, Gedisa, 1986; ricoeur, P., Tiempo y narración, 3 vols.,
México, Siglo XXI, 1995-96.
27
Prigogine, I., y Stengers, I., La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Madrid,
Alianza, 1983; Bocchi, G. y Ceruti, M., El sentido de la historia. La historia como encadenamiento
de historias, Madrid, Debate, 1994.
28
ortegA y gAsset, j., «La Filosofía de la Historia de Hegel y la historiología», en Hegel,
G. W. F., op. cit., pp. 15-32. La cita se encuentra en la p. 30. Véase también: ortegA y gAsset,
j., Historia como sistema y otros ensayos de Filosofía, Madrid, Alianza, 2008.
29
KAnt, I., En defensa de la Ilustración, tr. de AlcorizA, j. y LAstrA, A., intr. de VillAcAñAs,
j. L., Barcelona, Alba, 1999; Campillo, A., «La invención de la Historia Universal» y «Hacer lo
(im)posible», en El concepto de lo político en la sociedad global, Barcelona, Herder, 2008, pp.
57-88 y 121-145, y «Sobre las formas y los límites de la emancipación», en Isegoría. Revista de
Filosofía Moral y Política, 43 (2010), pp. 659-669.
V
Tras delimitar los tres sentidos del término historia (como saber o ciencia
empírica, como ser o existencia trascendental, como hacer o destino de
occidente) y, consiguientemente, los tres dominios de la Filosofía de la Historia
(la epistemología de la historiografía, la ontología de la historicidad y la crítica
ético-política del presente), voy a cuestionar las concepciones unidimensionales
de la Filosofía de la Historia, que han pretendido zanjar en uno u otro sentido
el litigio entre la Filosofía y la Historia.
En efecto, suele decirse que el término historia nombra simultáneamente
dos significados diferentes: por un lado, un cierto tipo de saber o de ciencia que
se ocupa de los seres humanos, las acciones que han realizado y los sucesos que
les han acaecido (historia rerum gestarum); por otro lado, la realidad misma
de esos seres humanos, de sus acciones y sucesos, tal y como se han sucedido
unos a otros en el curso del tiempo (res gestae). Así lo afirmaba ya Hegel en sus
Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, al referirse a la doble cara,
«subjetiva» y «objetiva», del término alemán Geschichte31. Y así lo han venido
repitiendo desde entonces otros muchos autores.
30
FoucAult, M., Sobre la Ilustración, ed. de de lA higuerA, j., tr. de Bello, E., CAmPillo,
A. y de lA higuerA, j., Madrid, Tecnos, 2003.
31
Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, o.c., Introducción
general, cap. III, parágrafo 3, «El comienzo de la historia», pp. 133-139. Aunque la lengua
alemana cuenta con dos términos diferentes para referirse a la historia como realidad objetiva
y a la historia como narración subjetiva (Geschichte e Historie), lo cierto es que ambos
términos (como señala Koselleck en Futuro pasado, o.c., p. 127) son usados indistintamente
para nombrar uno u otro significado. También la lengua inglesa cuenta con dos términos
(History y Story), una diferencia que no se da en las lenguas románicas.
32
Hegel, G. W. F., Lecciones..., op. cit., p. 137.
33
Hegel, G. W. F., Lecciones..., op. cit., pp. 137-138.
34
Hegel, G. W. F., Lecciones..., op. cit., p. 137.
35
Dilthey, D., Introducción a las ciencias del espíritu. Ensayo de una fundamentación del
estudio de la sociedad y de la historia, Madrid, Alianza, 1980; Collingwood, R. G., Idea de la
historia, México, FCE, 1952; PoPPer, K. R., La miseria del historicismo, Madrid, Alianza, 1973;
Aron, R., Introducción a la filosofía de la historia. Ensayo sobre los límites de la objetividad
histórica, Buenos Aires, Losada, 2007; WAlsh, W. H., Introducción a la filosofía de la historia,
México, Siglo XXI, 1968; DAnto, A. C., Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la
historia, Barcelona, Paidós/ICE de la UAB, 1989.
36
Dilthey, W., Obras VIII. Teoría de la concepción del mundo, México, FCE, 1945. Para
este giro ontológico de la hermenéutica, véase: FerrAris, M., Historia de la hermenéutica,
Madrid, Akal, 2000.
37
Heidegger, M., Ser y tiempo, o.c., especialmente el cap. V de la segunda sección,
titulado «Temporeidad e historicidad» (pp. 389-418), en donde el autor «dialoga» con Dilthey.
VI
Tenemos, pues, tres posibles mapas. En primer lugar, el mapa que establece
una disyunción excluyente entre las «filosofías especulativas, sustantivas
o metafísicas», propias del pasado, y las «filosofías críticas, analíticas o
epistemológicas», propias del presente; según esta clasificación, la Filosofía
debería limitarse a ser una ancilla historiae. En segundo lugar, el mapa que
establece una derivación unilateral entre la ontología de la historicidad, que
sería el discurso primario y universal, y la epistemología de la historiografía,
que sería un discurso secundario y particular; en este caso, es la Historia la
que debería convertirse en ancilla philosophiae. En tercer lugar, el mapa que
establece una relación dialéctica entre la historia como realidad «objetiva» y la
historia como narración «subjetiva», entre el ser y el saber, pero también entre
el saber de la «historia empírica» y el saber de la «historia filosófica», y que
asigna al occidente euro-atlántico el privilegio de haber realizado semejante
síntesis entre objeto y Sujeto; en este caso, se pretende resolver el conflicto
entre Historia y Filosofía, afirmando su identificación definitiva en un supuesto
«juicio Final de la Historia».
Ninguno de estos tres mapas me parece satisfactorio, porque ninguno
de ellos reconoce el carácter irresoluble e indecidible del conflicto entre la
Filosofía y la Historia, es decir, entre lo trascendental y lo empírico, entre la
universalidad de la ley y la singularidad del caso39. Por eso, voy a proponer aquí
un cuarto mapa, que no tiene una estructura dual, como los otros tres —sea la
dualidad de la disyunción excluyente, o la de la derivación unilateral, o la de la
síntesis dialéctica—, sino una estructura triangular, en la que cada uno de los
ángulos remite simultáneamente a los otros dos.
Así, frente a quienes pretenden reducir la Filosofía de la Historia a mera
epistemología, conviene recordar que es la propia reflexión epistemológica la
que nos lleva, inevitablemente, más allá de sí misma: por un lado, nos lleva
a una interrogación ontológica sobre la historicidad de la vida humana, es
decir, sobre las condiciones trascendentales de la experiencia, que son a un
tiempo el límite y el horizonte de posibilidad del propio saber historiográfico;
por otro lado, nos lleva a una interrogación sobre el destino singular de la
38
GAdAmer, H.-G., Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica,
Salamanca, Sígueme, 1977; Ricoeur, P., op. cit.
39
Sobre la noción de «indecidibilidad», véase DerridA, j., Fuerza de ley. El «fundamento
místico de la autoridad», trad. de BArBerá, A. y PeñAlver, P., Madrid, Tecnos, 1997.
40
Heidegger, M., Identidad y diferencia, texto bilingüe, ed. de Leyte, A., Barcelona,
Anthropos, 1988.
Antonio cAmPillo
Universidad de Murcia
Departamento de Filosofía
campillo@um.es - http://webs.um.es/campillo