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Amelia

Mónica López
Copyright © 2021 Mónica López
Derechos reservados
Registro de propiedad Intelectual N° 290.317
A los que creyeron en Amelia
Índice

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Epílogo
Sobre el autor
Prólogo

Un olor a gasolina mezclado con tierra me inunda las fosas nasales, abro
los ojos, pero todo luce distorsionado. Siento una punzada penetrante en la
cabeza, me toco el cuero cabelludo y miro mis dedos mojados y pegajosos;
intento moverme, pero un dolor más fuerte quema dentro de mi carne, veo
mi torso, bañado de un rojo intenso y un trozo de metal atravesando la tela
de mi camiseta y mi piel. Escucho mis sollozos, pero no siento que salgan
de mi garganta.
Mi vista borrosa distingue el auto estrellado a unos metros de mí. El
miedo me invade la espina e intento huir aferrándome a la tierra con las
uñas, pero mis extremidades son gelatina y el metal incrustado duele
demasiado. Respirando con dificultad y con los dedos temblorosos acerco
mi mano al metal e intento sacarlo aguantando las ganas de gritar, pero
temo que pueda ser peor.
Oigo pedazos de vidrio caer y una de las puertas abrirse tras varios
golpes. Comienzo a llorar desesperadamente, me muerdo el labio con
fuerza, abrazo con mis manos el metal cortante y con las pocas fuerzas que
me quedan lo saco de mi carne en un movimiento rápido; de inmediato,
presiono la herida con mi ropa, pero no es de mucha ayuda, comienza a
salir sangre por todos lados. Voy a morir.
Capítulo 1
Agosto,

Viernes

<<Su atención por favor, los pasajeros del vuelo 316 con destino a
Miami, Florida favor abordar por la puerta número 3>>
Despierto exaltada en las sillas del aeropuerto, nerviosa, tomo mi celular
para ver la hora, son pasadas las 10:00 pm, al apagar la pantalla veo el
reflejo de mi rostro en el móvil.
Estoy acabada.
Me froto los ojos y me levanto, agarro el bolso y el equipaje de mano
para dirigirme a la puerta de abordaje. Casi arrastro mis pies por el
cansancio, mi vuelo se retrasó y he tenido que esperar varias horas a base de
sándwiches y café. Aunque apenas probé bocado.
Entro a la puerta de embarque, minutos después ya estoy en mi nada-
cómodo asiento para unas divertidas 3 horas de vuelo; lo primero que hago
es abrocharme el cinturón de seguridad, coloco música en mi teléfono, lo
configuro en modo aleatorio y me preparo para el despegue; siempre he
odiado los aviones, juego con mis dedos y comienzo a mover el pie,
inquieta.
Junto a mí, se sienta un señor de unos 50 años, ya empiezan a verse
canas en su cabello, es algo regordete, veo que pelea con su cinturón de
seguridad y cuando nota que lo estoy viendo me sonríe.
—¿También le ponen nerviosa los despegues?
Se me escapa una risa nerviosa. —Sí, un poco.
—Me recuerdas mucho a mi hija, solo que ella es un poco más baja de
estatura; ¿Te estás yendo de casa o regresando?
De inmediato pensé no lo sé, pero respondí: —Voy a casa. —Me recorre
por el cuerpo un escalofrío al pronunciar esa afirmación.
El vuelo transcurrió con normalidad, por suerte no volví a quedarme
dormida, pero me confié lo suficiente como para cerrar los ojos y centrarme
en la música que salía de los audífonos. Al bajar del avión, la emoción, el
miedo y la ansiedad volvieron a invadirme.
El aeropuerto Internacional de Miami es enorme, presto atención a las
señalizaciones para no perderme. Ya con mis maletas, las puertas
automáticas de la salida se abren para mí y con un nudo en la garganta,
tomo un taxi que me llevará a mi nuevo hogar por los próximos meses.
Mi mejor amiga de la infancia Jessica, o Jess como yo le digo, se mudó a
Los Ángeles por un nuevo trabajo y prácticamente dejó todas sus cosas
aquí, así que básicamente yo viviré aquí mientras termino de ayudarla a
empacar sus pertenencias, enviárselas a su nuevo departamento y preparar
su casa para los nuevos inquilinos en un par de meses, eso me da tiempo
suficiente para poder establecerme en otro lugar; así que, del modo en que
yo lo veo todos salimos ganando.
Son las 3:00 am, no he dormido casi nada, estoy de mal humor,
hambrienta y mejor no hablemos de mi aspecto físico; apenas he probado
algo de comida, aunque tuve oportunidad de hacerlo, el nudo que tenía en el
estómago me impidió hacerlo.
En el recorrido, puedo notar que todas las casas son iguales, paredes de
ladrillos rojizos, techos marrones y columnas blancas. El taxista detiene el
auto, indicándome que ya llegamos, pero eso ya lo sabía, desde que sabía
que me mudaría, memoricé todas las rutas posibles desde el aeropuerto
hasta la casa de Jess, así sabría si tomamos un desvío. Le doy un “gracias”
automático y me dirijo a la entrada de la casa, todo está oscuro pero la casa
luce hermosísima, incluso más bella que en las fotos que me envió Jess, le
escribo un mensaje de texto para indicarle que ya llegué y estoy bien,
también le envío uno a mis padres; después de mirar embelesada la casa y
el jardín del frente me dispongo a entrar arrastrando todo el equipaje.
Enciendo una a una las luces y veo que Jess hablaba muy en serio
cuando dijo que dejó todo tirado; recogió lo que pudo y se marchó a Los
Ángeles. La casa está como si ella aún viviera allí, pareciera que no faltara
nada; se me asoma una sonrisa, ella nunca fue muy materialista.
Llevo con esfuerzo las maletas por las escaleras a la habitación de
invitados la cual es muy bonita, paredes color crema con una cama grande
en el centro, un escritorio y algunas lámparas de decoración, unos cuadros y
una gran ventana que da a la parte trasera de la casa, dejo las maletas junto
al escritorio, me lanzo en la cama muerta de cansancio y me quedo dormida
de inmediato.

Sábado

Brinco de la cama porque escucho sonar un teléfono a lo lejos ¿Qué hora


es?, ¿Cuántas horas he podido dormir?, me golpeo el pie mientras busco el
teléfono por toda la casa y maldigo por dentro mientras lo cojo.
—¿Hola?
—¡Oh por Dios! ¡Ya estás en casa! Pensé en llamarte cuando leí tu
mensaje pero imaginé que estarías muy cansada ¿Cómo estás? ¿El vuelo
que tal? Sé que odias los aviones así que quiero que me lo cuentes todo. No,
espera. ¿No te desperté verdad? Oh Dios, lo siento tanto, déjame llamarte
más tarde, descansa mucho y date un baño de burbujas, no te arrepentirás,
te quiero, besos.
Me quedo viendo el teléfono unos segundos mientras sonrío, Jess no me
dejó decir ni una sola palabra, pero esa es su forma de ser, desordenada y
elocuente. Somos casi hermanas; fuimos muy unidas hasta que tuvo que
mudarse acá a Miami por un trabajo muy importante en una firma de
abogados y yo… bueno, yo intento reinventarme y debo agradecerle a ella
esta oportunidad de instalarme aquí, mientras busco mi propio camino.
Me gradué como artista plástico hace unos meses, así que con mis
ahorros planeo hacerme de un pequeño estudio para poder empezar a
formarme más como artista e integrarme con aquellos que también quieran
crear arte.
Voy a la cocina para revisar si Jess dejó algo comestible que pueda
desayunar, me ruge el estómago por no comer casi nada ayer. Por suerte
conseguí lo suficiente como para no morir de hambre: sopas chinas para
microondas, mis favoritas.
Estuve hablando con Jess por exactamente 54 minutos, esta vez sí me
dejó hablar, nos pusimos al corriente con los detalles de mi travesía para
poder llegar a Miami y ella me explicó algunas cosas de la casa; me colgó
para seguir con su trabajo no sin antes yo agradecerle unas cien veces más
la oportunidad de dejarme quedar aquí para empezar desde cero, con lo que
ella me respondió.
—Somos casi familia, debemos ayudarnos mutuamente, sin ti yo no
podría estar aquí, es mi turno de ayudarte. —se oye su risa, nos despedimos
y me voy a la habitación a desempacar mis pertenencias.
A pesar de ir a universidades diferentes, yo le ayudaba a estudiar y me
quedaba hasta tarde con ella memorizando leyes o haciendo ensayos
infinitos. Ella igual con mis clases, aunque a Jess no le va mucho la parte
artística.
Al rato llamo a mis padres, anoche les mandé un mensaje de texto para
hacerles saber que había llegado bien pero no había tenido oportunidad de
escuchar sus voces.
—Amelia, por favor cuídate mucho ¿sí?
—Tranquila mamá voy a estar bien, no se preocupen demasiado, ya me
estoy instalando y poco a poco las cosas irán tomando su curso.
—Ay hija, hubiese deseado que no tuvieras que irte, todavía no entiendo
porque tomaste esa decisión tan de repente. —Su comentario hace que me
ponga tensa al instante.
—No, mamá no fue de repente, tenía meses planeando esto con Jess,
esto es importante para mí, es para lo que estudié, mi pasión. —digo a la
defensiva.
—Está bien hija, lo entiendo, es por eso que respetamos tu decisión
aunque estemos tan lejos. —dice con melancolía.
—La distancia es relativa mamá. —Bromeo para relajar un poco la
conversación.
—Ya me vienes con esas de nuevo, bueno, voy a colgar, tu papá ya está
en el auto, iremos a una reunión con los profesores de la facultad de música.
—Está bien mamá, te quiero, cuídense.
Exhalo fuertemente al terminar la llamada, odio decir verdades a medias,
en especial a mis padres; sí, es cierto que vine para iniciarme como artista
plástico y empezar a formarme como tal, pero también le estoy huyendo a
muchas otras cosas, personas, y cicatrices de años anteriores que nunca se
borrarían si seguía en ese lugar. Sí, no me arrepiento de nada. Me doy
ánimos y entro en mi habitación provisional.

Martes

Lo poco que he visto de Miami es hermoso, es muy limpio y el clima no


está nada mal, tomo una bocanada de aire mientras siento el sol en la cara y
sigo explorando.
Hay un paseo con muchas tiendas y puestos locales, después de ver
varios sitios de interés, veo que hay un gimnasio junto a otros locales, me
gusta la idea de tener uno relativamente cerca, podría venir uno que otro día
cuando sienta remordimiento de consciencia por comer tanto helado.
Veo por los vidrios hacia adentro del gimnasio, pero algo más importante
llama mi atención ¡Un café! Esto tiene que ser un milagro, o algún tipo de
prueba, ¿Quién pone una tienda de café delicioso, malteadas para morirse y
muffins altamente calóricos junto a un gimnasio? ¡Oh, que malvados son,
no me dejarán ser delgada! Miro hacia los lados esperando que alguna
fuerza sobrenatural me detenga y entro victoriosa al establecimiento.
Me siento en uno de los sillones más cómodos que encuentro y decido
que este será mi lugar favorito hasta ahora, me tomo un Frappuccino que
está delicioso y me relajo un rato.
Al cabo de unos minutos veo entrar a un grupo de personas con ropas
deportivas, empiezan a ordenar bebidas y se sientan cerca de una ventana,
al menos sé que no seré la única que al salir del gimnasio se viene a subir
los kilos que rebajó allá.
De regreso a casa y con mejor ánimo me pongo a embalar algunas cajas
que quedaron abiertas de la habitación de Jess, varias prendas de ropa,
vestidos de fiesta, recuerdos de la universidad entre otras cosas. Le escribo
a Jess un mensaje:
¿Por qué no me dijiste que había un café tan cerca? Adiós a mis
ahorros.
Al minuto me responde:
Hay cupones de descuento en la gaveta de la cocina, ¿Qué creías, que
te dejaría desamparada?
Pasadas las 11:00 pm mi cuerpo no da más y me quedo dormida en el
sofá de la sala con las cartulinas y marcadores regados por el mueble y el
piso.

Una semana después

Me he pasado casi toda la semana trabajando en casa de Jess, ya casi


termino con el piso de arriba, a excepción de mi habitación, cubro con unas
sábanas los muebles restantes que se llevarán en el camión de mudanza,
cuando suena mi celular, es Jess.
—Hola guapa, ¿te dije que amo California? Por Dios, todo es increíble,
tienes que venir en tus próximas vacaciones. Cuéntame, ¿Has hecho algo
agradable hoy? ¿Conociste a alguien interesante? ¿Ya conseguiste el estudio
soñado? ¿Has visto algún sitio nuevo?
—Hola Jess. No, no, no y no. —Río, contando con los dedos.
—¿Qué? No puedo soportar tantos no, ¿Qué hiciste todos estos días? Y
no me digas que empacar mis cosas porque sufriré de un ataque aquí
mismo.
De repente, siento que hay cámaras por la casa y mientras miro en las
esquinas de las paredes, salgo de su habitación donde acabo de dejar todas
las cajas apiladas listas para ser enviadas.
—Ehhh, no, no, para nada, hoy por ejemplo… dibuje un poco, uy! Y
llegaron mis cajas hace días… eh… y salí a regar las plantas.
—Mientes fatal Amelia, tienes tiempo de sobra para empacar, podrías
empezar la última semana de ser posible, ni siquiera son tantas cosas,
¿Cómo es que no te estás comiendo las calles de Miami?, estás sola, soltera
y eres hermosa. Tienes que salir a vivir un poco más, esperaba cualquier
cosa menos que estuvieras empacando. Dime, ¿Qué te preocupa?
Suspiro, mientras me siento en el escalón más alto de la escalera. —
¿Cómo es que me conoces tan bien?
—Eres mi mejor amiga, ahora cuenta.
—No lo sé Jess. —digo exasperada—. Me siento extraña, tengo
demasiadas emociones revoloteando. —miedo, sobretodo. Pienso.
—Es normal Amelia, estas en un nuevo lugar, no conoces a nadie, es
empezar desde 0. Pero comenzar de nuevo no tiene nada de malo.
—Sí, supongo que será eso. Solo tengo miedo a fracasar.
—No lo harás, solo tienes que seguir tus instintos y cumplir tus sueños,
pero, para hacer eso tienes que dejar de empacar mis cosas, y mover tu
trasero en busca de ese estudio soñado.
—Está bien, señora. —le digo en broma—. Iré a tomar un baño, te
prometo que mañana saldré a “comerme Miami” como dices tú.
—¡Así se dice, wooooooh!
Después de colgar siento que Jess me absorbió las energías, me recuesto
de la pared buscando apoyo. ¿“Comerme Miami”? Intento darme ánimos,
así que me convenzo que mañana será el primer día oficial de cambios para
mí, Jess tiene razón no puedo seguir teniendo miedo, solo espero que
Miami no me coma a mí.

Miércoles

Me levanto más temprano de lo normal, tomo una ducha rápida, me


pongo un conjunto deportivo de short y franelilla azul cielo, me ato una
cola de caballo alta, mis deportivas, además de todo lo necesario para
sobrevivir en el gimnasio en mi maletín y salgo devorando una manzana
verde, el ejercicio me ayudará a activarme. Después de caminar varias
cuadras llego al gimnasio, no sin antes lanzarle besos imaginarios al café
que me hacía ojitos.
Me atiende una chica llamada Natasha que de inmediato me cae bien, me
pide los datos de la inscripción y le pago la inscripción y el primer mes;
luego de las formalidades se ofrece a darme un recorrido por las
instalaciones. Le explico que no busco un entrenamiento muy fuerte sino
solo mantener la figura, con lo cual se ríe y me confiesa que esa es su
intención también, ama demasiado comer pizza como para regirse por
dietas absurdas. Ambas nos reímos mientras entramos al área de pesas.
Ella me explica que trabaja en la recepción, pero le permiten usar las
instalaciones del gimnasio en su tiempo libre, mientras la oigo, sin querer
choco con un chico que levantaba unas pesas con tantos kilogramos que
tendrían que juntar a 3 Amelias para sustituirlas, el chico tropieza pero se
recompone y logra colocar las pesas sin esfuerzo en el suelo mientras voltea
a verme.
Si había oxígeno en la sala de pesas seguro se esfumó o yo olvidé cómo
respirar, porque el chico que tengo en frente no solo es guapísimo, sino que
me observa con curiosidad directamente a los ojos. En mi cabeza empiezan
a sonar alarmas, debo reaccionar, decir algo rápido, me pellizco en el muslo
y después de volver a llenar mis pulmones con vital oxígeno, me disculpo
con un “Lo siento, no te vi” y me excuso con Natasha balbuceando que
debo ir a los vestidores, me dirijo hasta allá como alma que lleva el diablo.
No sé qué acaba de ocurrir, pero ruego que no se haya notado cómo me
afectó aquel chico, ¡vamos! He estado en gimnasios antes, allí van chicos
muy guapos todo el tiempo, pero… pero…
—Oye, casi te me pierdes. —dice Natasha con una sonrisa, sacándome
de mis pensamientos—. Tienes que tener cuidado por donde caminas
¿vale?, yo volveré a la recepción cualquier pregunta que quieras hacerme
no dudes en acercarte. —Me guiñe el ojo con una sonrisa pícara y se va.
Por ser tan temprano, el gimnasio está prácticamente vacío y menos mal
porque moriría de vergüenza si alguien más me descubre en estas
condiciones, siento que mis mejillas van a incendiarse. ¿Pero qué rayos
acaba de pasar? ¿Cómo se supone que entrenaré con ese chico existiendo
cerca de mí?, no sobreviviré si sus ojos azules tan intensos vuelven a
observarme. Tendré que evitarlo lo suficiente, o me mudaré de ciudad,
puedo irme a México a empezar de nuevo desde 0, si, es un excelente plan
me repito una y otra vez en voz baja hasta que salgo a la recepción para
decirle a Natasha que he cambiado de parecer.
Cuando llego a la recepción, ella me recibe con una sonrisa que me hace
poner más nerviosa de lo que ya estaba.
—¿Olvidaste algo?
—Recordé que tengo que hacer unas cosas y no puedo entrenar hoy,
volveré mañana o la próxima semana ¿Sí? —Mientras me voy alejando ella
me atrapa y me dice en voz baja.
—¿Tanto te afectó Mark?
—¿Qué? ¿De qué hablas? —digo fingiendo estar sorprendida. Así que se
llama Mark, pienso.
—Ay por favor, no eres la primera ni la última que cae bajo su hechizo,
solo ve a la sección “A” del edificio, él no frecuenta mucho esa área,
aunque a juzgar por cómo te vio, tal vez deberías considerar volver al área
de pesas. —Me guiñe el ojo picarón y yo no puedo creer lo que me está
diciendo.
—Vale vale, ya estas inventando cosas.
Me voy a la sección “A” derrotada y más avergonzada que nunca, a
intentar hacer algo de ejercicio, eso, si mis músculos me lo permiten.
Por suerte el resto del entrenamiento avanzo sin, eh… distracciones, me
siento genial, aunque esté toda sudada; me dirijo como un ninja a las
duchas, una vez limpia, me pongo un vestido de rayas blancas y azules con
mis Toms rojas. Me arreglo el cabello y salgo evitando a toda costa el área
de las pesas.
Me despido de Natasha sonrojada, diciéndole que nos veremos mañana,
mientras bajo las escaleras del gimnasio decido que voy a pasear por la
marina Bayside Marketplace, me han hablado maravillas de ese lugar y no
queda muy lejos de aquí.
Ya casi me olvidó por completo del incidente de la mañana y me digo a
mi misma que de seguro me sentí así, porque me tomó de sorpresa y ya. Si,
si, ya lo sé, el chico es un bombón, pero no le daré más vueltas al asunto y
me reiré de esto con Jess cuando la llame más tarde.

El lugar es increíble, empiezo a tomar varias fotos al lugar con el celular


y se las envío a mis padres, todo es muy bonito, está haciendo un día muy
fresco, hay muchas lanchas lujosas amarradas al muelle y turistas como yo,
tomando fotografías a todo; me han dicho que este lugar de noche es mucho
más concurrido, así que agradezco haber llegado antes para tener mejores
vistas; noto que hay todo tipo de tiendas, restaurantes incluso hay grupos
tocando en vivo. Sigo caminando y me emociono al ver una tienda de arte,
entro y empiezo a enamorarme de todas las cosas que veo, debo recordarme
que tengo presupuesto ajustado y no comprar toda la tienda, mientras me
decido entre unas pinturas acrílicas, un chico muy amable que trabaja en la
tienda, al ver mi interés en todo, comienza a conversar conmigo.
—Mi papá es el encargado, yo estoy aquí para ayudarlo cuando no tengo
clases. —menciona.
—Oh, ya veo. ¿Estudias algo relacionado con el arte?
—No, estudio arquitectura pero me gusta pintar en mis ratos libres.
Cuando voy a pagar me pregunta si pinto por pasatiempo, le cuento que
me gradué hace poco de artista plástico, que me dedico a eso y se
sorprende.
—En realidad estoy buscando alquilar un pequeño estudio para poder
empezar de lleno con las obras y varios proyectos que quiero llevar a cabo.
—digo con timidez. Quizás el conoce de algún lugar.
—Pues llegaste al sitio correcto, aquí la gente publica ofertas de alquiler
muy buenas, además de información sobre exposiciones de arte,
convenciones, talleres; en aquel mural —dice señalando una pared llena de
posters y flyers.
Me acerco y empiezo a escribir los números de contacto en una libreta
que siempre llevo conmigo, cuando termino, me despido y le doy las
gracias super feliz por haber entrado a aquel sitio. Me siento en un banco
que hay cerca de la tienda y empiezo a marcar los números, no hay tiempo
que perder.

Luego de varias llamadas, ya he concretado 3 citas para conocer los


estudios; pienso en echar un vistazo mañana. Me ruge el estómago y
recuerdo que lo único que he comido es la manzana de la mañana, decido
pasar comprando un panini en una tienda cerca del gimnasio.
Voy cerca de la tienda distraída viendo en el teléfono la ubicación del
primer estudio que visitaré, cuando en cuestión de segundos tropiezo con un
desnivel en el piso y me estampo contra alguien que me sostiene por los
brazos para evitar que termine de caer; enseguida me incorporo y le digo
“lo siento, no te vi”, cuando quedo congelada.
—Voy a pensar que soy invisible, es la segunda vez que me dices eso en
el día. —dice Mark, con una sonrisa de medio lado demasiado-atractiva-
para-ser-legal.
—Yo… lo siento, yo no vi, y me tropecé. —Digo, acomodándome el
cabello que se me pasó para la cara. Soy un manojo de nervios ¿Por qué me
tiene que pasar esto a mí?
—Soy Mark. —Se presenta tendiéndome la mano de modo amigable.
—A-Amelia. —Le doy la mía haciendo un esfuerzo porque no me
tiemble.
—Amelia. ¿Eres nueva en el gimnasio? Nunca te había visto por aquí.
Me sonrojo de inmediato. ¿Por qué luce tan casual? Cuando lo que yo
quiero es desaparecer.
—Eh... Sí, empecé hoy.
—Bueno, espero verte mañana allí.
—Sí, eh… Bueno, adiós y gracias por no dejarme caer.
—Nunca, hasta mañana Amelia.
Me despido demasiado pronto y entro como un rayo a la tienda, ordeno
mi panini para llevar y tomo el camino a casa con prisa, rogando porque no
haya señales de Mark cerca. Jamás me había afectado así alguien, su voz
grave, su cuerpo musculoso, pero no exagerado, su cabello cenizo, debe
rozar el metro noventa de altura, estoy segura; y esos ojos, no puedo verlos
sin intimidarme o incendiarme; mi cabeza va a explotar con todo lo que
tengo que procesar, nunca he sido buena con las relaciones sociales, menos
con el sexo opuesto.
En casa, me desparramo por el sillón. Siento como si hubiese corrido un
maratón entero, perdí el apetito, pero me obligo a comer intentando no
pensar en cómo hice el ridículo minutos atrás.
Llamo a Jess, le cuento todos los avances con respecto al estudio, los
lugares que conocí hoy y por último, le cuento el pequeño incidente con
Mark, mejor dicho, dos incidentes; cuando termino de hablar ella solo
responde:
—Wow, hablaba en serio cuando dije “Comerte Miami” pero mujer, tu
rompes con los esquemas.
Jess se alegró por las noticias del estudio, me animó a que siguiera yendo
al gimnasio, que dejara las cosas fluir y que no pensará demasiado lo que
pasó con el “chico-sexy”. Si ella viera a Mark sus pantys se resbalarían
hasta el piso, estoy segura.
Pasada la noche, me acuesto a ver una película de romance-comedia
mientras termino de devorar un delicioso helado de chocolate, ha sido un
día demasiado largo, me acurruco entre las sábanas y cierro los ojos,
completamente inocente de lo que pasaría esa madrugada.
Capítulo 2
Agosto,

Jueves

Hace mucho frío, la brisa de la noche me golpea el cuerpo


haciéndome temblar, solo tengo puesto un camisón corto que muestra
demasiado, veo mis muñecas rojas y lastimadas; un escalofrío me recorre
la columna y sé que él viene. Comienzo a correr buscando un escondite,
mis piernas están débiles, se sienten como gelatina, me lastimo los pies
descalzos con el pavimento dañado; tengo miedo, me escondo detrás de un
árbol y empiezo a rezar en silencio porque no me haya encontrado. Una
lágrima cae, sé que está cerca, mi labio inferior tiembla y es muy tarde ya,
me encontró…
Inhalo aire por la boca desesperadamente, mientras me incorporo en la
cama, las gotas de sudor caen por mi frente y mi corazón está a punto de
salirse del camisón, me miro las manos y están temblando por el miedo. No
aquí, por favor. Voy al baño y me echo agua en la cara para espabilarme.
Me miro al espejo y veo mis ojos rojos por llorar mientras dormía. Fue solo
una pesadilla, le digo a mi reflejo en el espejo. Después de varias
respiraciones profundas, me cepillo los dientes y me voy a la cama sin
apagar el televisor.
Son las 11:00 de la mañana, no he querido salir de casa, no he podido
dejar de pensar en la pesadilla de anoche, pero tengo que visitar a las
personas que contacté ayer para conocer los estudios. Intento aferrarme a
ese plan, es por eso que vine aquí… no del todo, dice una vocecilla en mi
cabeza que ignoro por completo.

Más tarde
No estoy de humor, un estudio que visité ya había sido alquilado, el otro
estará disponible dentro de dos meses por lo que no puedo ocuparlo
inmediatamente; mi última opción es el estudio que queda cerca de la zona
comercial donde está el gimnasio al cual he faltado hoy intencionalmente.
Esta es mi última opción, me digo en voz baja mientras tomo un bus hasta
el último estudio.
Luego de varios minutos caminando en busca del lugar, miro perdida la
dirección que tengo anotada en mi libreta, no puedo dar con el sitio aún,
decido preguntar a un señor que parece ser de por aquí y me señala un
edificio de cinco plantas que queda en una esquina, le doy las gracias y me
dirijo hacia allá.
El edificio se ve antiguo pero bien conservado, tiene ladrillos grises,
grandes ventanas, los bordes son redondeados con marcos blancos; camino
hasta allí y llamo a la propietaria. Cuando nos encontramos, nos
presentamos y subimos las escaleras para llegar al estudio. Es una señora de
unos 50 años, se presenta con el nombre de Ana, se ve muy arreglada y
moderna, me cuenta que el edificio se construyó en 1950 pero le han hecho
muchas reformas para conservarlo, ella vive en el mismo edificio pero en el
último piso, también me dice que es una zona muy tranquila, no hay mucho
ruido externo, por tanto podré trabajar en paz; subimos hasta el tercer piso,
abre la puerta y recorremos el salón.
No es tan grande como otros estudios que he llegado a conocer, al final
de la habitación hay una ventana grande que proporciona luz a toda la
estancia, todas las paredes están pintadas de color blanco, el piso es de
madera oscura, hay varios mesones en los laterales, lámparas que
acompañan todo el lugar, un área con un lavabo y un cuarto de baño
pequeño, una salita de estar que cuenta con un sillón y una mesita de café,
en la esquina más cercana a la puerta hay un mesón con un microondas y
algunas tazas. Me quedo observando el lugar y se siente como si ya
perteneciera allí, es perfecto para mí.
Pasamos las siguientes horas formalizando el contrato de arrendamiento,
así como el pago por el mes de garantía y con un apretón de manos ya tengo
mi propio estudio de arte, por fin mi sueño empieza a hacerse realidad. Una
vez sola en él, empiezo a saltar y reír de alegría, llamo a mis padres y a Jess
para contarles la buena noticia mientras veo las llaves en mi mano con
adoración.
Ya empieza a caer la tarde y salgo de mi estudio, que bien suena decir
eso, para tomar el camino a casa, ahora que recorrí varias calles se me hace
más fácil ubicarme, de modo que me son familiares los locales comerciales.
Paso junto al gimnasio y veo que desde adentro, Natasha me hace señas
para que entre, me tenso pensando que podría encontrarme a ya sabemos
quién, pero ignoro el pensamiento porque mi día salió mejor de lo que
esperaba y nada puede arruinarlo, le muestro una sonrisa de oreja a oreja y
entro. Después de saludarla me aborda.
—Adivina quién me preguntó por qué no viniste a entrenar hoy.
—¿Qué? ¿Quién? —pregunto incrédula. Prefiero preguntar antes de
estamparme contra una pared.
—Pues quien más va a ser, ¡Mark! Tuviste que haber hecho algo ayer
muñeca, porque el N-U-N-C-A me había preguntado por ninguna chica que
entrene en este lugar, hasta hoy, estoy bastante sorprendida Amelia. —
Sonríe.
—Pero si yo no he hecho nada, todo lo que hago es tropezar con él por
accidente. —Le cuento de mi patético encuentro de ayer y en como
prácticamente salí huyendo de allí.
—Hazme caso, has hechizado al hombre.
—Natasha, no creo en lo que me dices, no creo ser su tipo, Mark parece
el tipo de persona que le gustan las mujeres más… ya sabes, estereotipo de
Barbie, bronceadas y perfectas. Aparte, no creo que él esté buscando tener
una relación como tal y yo no estoy para jueguitos. —En realidad, tengo
problemas de confianza, pienso, ni siquiera conozco a Mark para suponer
tal cosa.
—¿Eh?… Todo lo contrario muñeca, conozco a Mark, él no es así.
Además, ¿Te has visto en el espejo? —En ese momento empieza a sonar el
teléfono de la recepción—. Debo tomar esta llamada, pero esto debemos
hablarlo, mañana te quiero aquí temprano para tu entrenamiento. ¡Sin
excusas! —Atiende la llamada mientras me guiña un ojo y vuelve a su
trabajo.
Me despido con la mano y regreso caminando a casa pensando en lo que
acabo de escuchar de Natasha, no puedo creer que Mark haya preguntado
por mí, sonrío con timidez hasta que mentalmente me doy una bofetada
para reaccionar.
Para cuando llego a casa ya cayó la noche, me preparo una cena rápida,
ordeno algunos bocetos que dejé regados por el piso temprano en la
mañana, el día terminó mucho mejor de lo que esperaba; caigo rendida en la
cama donde me quedo dormida con una sonrisa en el rostro.

Martes

Aún está oscuro afuera, miro el reloj, son las 3:00 am, intento volver a
dormir pero se me hace imposible, me pongo a pensar en todas las cosas
que debo hacer con el estudio mientras doy vueltas en la cama, apenas he
podido llevar algunas cajas, por lo que, decido levantarme y comenzar a
bajar el resto de las cajas con mis materiales artísticos, así como unos
lienzos de varios tamaños y cuadros ya terminados. Tomo un desayuno
ligero y subo para preparar todo para ir primero al gimnasio, decidí no darle
vueltas al asunto que me comentó Natasha anoche, voy a enfocarme en mi
estudio y en mi arte, para eso vine.
Cuando llego al gimnasio me doy cuenta que aún no ha abierto, aún falta
media hora, salí de casa demasiado pronto, estaba inquieta, encerrada. Me
siento en las escaleras a esperar, cuando llega Natasha a saludarme.
Charlando, me cuenta que su familia es originaria de Argentina, pero vino
como estudiante de intercambio para terminar sus estudios de inglés, lo cual
me sorprende, porque lo habla muy fluido para estar en su primer año;
además, está trabajando en el gimnasio desde hace un tiempo y eso la ha
ayudado a costearse el alquiler de un departamento; yo le cuento mi historia
aquí en Miami y el nuevo estudio que adquirí hace unos pocos días;
hablamos hasta que llega, a mi parecer, el encargado del edificio a abrir las
puertas del gimnasio, quedamos para almorzar juntas en su descanso. Me
alegra conocer a alguien aquí, espero que Natasha y yo podamos ser buenas
amigas. Ella entra con los demás empleados mientras yo me quedo
esperando un tiempo prudencial mientras encienden las luces y preparan el
lugar, es un día hermoso, se siente fresco y está un poco nublado.
Apoyo la barbilla en mis manos y pienso en todas las cosas que debo
hacer para acondicionar el estudio, imagino donde pondré cada objeto
mientras mi mente viaja lejos de aquí.
—Buenos días Amelia, hoy madrugaste.
Pestañeo varias veces hasta que mi vista enfoca al mismísimo Mark de
pie frente a mí. Tú puedes Amelia, compórtate como un ser humano normal.
—Oh. Hola, si, no me fije en la hora al salir, aún es muy temprano, estoy
esperando que abran el gimnasio. —digo señalando con el pulgar hacia
atrás, donde se encuentra el edificio.
—Pronto abrirán.
—¿Siempre vienes tan temprano? —pregunto curiosa.
—Normalmente sí, depende de mi agenda.
—Ya veo.
—No habías venido. —afirma, refiriéndose al gimnasio.
—Eh… no, no pude, tenía mucho que hacer.
—¿Trabajo? —Su mirada esta fija en mí, estudiándome.
—Algo así.
—Entiendo, nos vemos adentro. —dice más relajado y con su irresistible
media sonrisa. Se marcha y yo me quedo unos minutos más intentando
calmarme. ¡Qué conversación más extraña! Aunque esta vez no fue tan
horrible, me doy palmaditas imaginarias en el hombro para consolarme.
Al entrar, Natasha me guiña un ojo, probablemente porque nos vio
hablando afuera, yo le volteo los ojos en respuesta, a modo de broma; dejo
el maletín en un casillero para ir al área de las caminadoras y empezar a
calentar, programo la máquina con 25 minutos, me pongo los audífonos y
me dejo llevar por la música.
Dos horas después estoy oficialmente hecha polvo, uno de los
entrenadores, Steve, no tuvo compasión conmigo, pero pude hacer todos los
ejercicios sin quejarme. Estoy reposando en el suelo mientras Steve choca
los cinco con mi mano.
—Bien hecho, la próxima vez entrenaremos brazos. —me dice, antes de
irse hasta otra chica, o víctima debería decir.
Sigo sentada descansando en unos escalones que dan al área “B” del
gimnasio, cuando veo a Mark en el área de pesas ayudando a otro hombre
mucho más grande a levantar, lo que a mi parecer son, demasiados
kilogramos para una persona normal, está algo lejos, pero donde estoy
tengo una vista privilegiada.
Hay varias personas admirando el espectáculo, hombres animándolo y
mujeres embelesadas con semejante distracción. El hombre musculoso
logra levantar la barra completa, bajo la supervisión de Mark, la mantiene
arriba varios segundos y la baja haciendo un rugido de victoria mientras
entre todos celebran y las mujeres cuchichean entre ellas encantadas. Mark
choca los cinco con el hombre, cuando fija la mirada en donde estoy, me
saluda con la mano y después de exactamente cinco segundos le devuelvo
el saludo insegura; veo a mi alrededor y varias chicas llevan su mirada de
Mark a mí como en un partido de tenis, me pongo roja como un tomate y
salgo disparada a los casilleros para buscar mis cosas y largarme de aquí.
Cuando estoy por salir del vestidor, una chica rubia, perfecta y
bronceada me agarra por la mano arrastrándome hacia una esquina del
vestuario, para decirme en voz baja.
—Ten cuidado, le gusta jugar con las chicas nuevas. —Me suelta el
brazo y sin dejar oportunidad de decirle nada, se marcha a las duchas con
una mirada de lástima, dejándome petrificada en el suelo. Se refería a Mark,
obviamente.
Me despido de Natasha y le prometo venir a la una para almorzar. La
advertencia de esa chica se cuela en mis pensamientos, pero decido que lo
mejor es no pensar en eso por ahora, Mark apenas me ha hablado, no hay
necesidad de pensar que quiere algo conmigo; guardo su advertencia en mi
cabeza para después.
Voy directo a casa para ducharme, ponerme algo más casual y buscar mis
cajas para llevarlas al estudio. Telefoneo a un taxi conocido de Natasha, el
chico amablemente se ofrece a subir las cajas que quedaban hasta el
estudio; después de dos viajes ya tengo mis cosas dentro del lugar, se
despide luego de pagarle y darle las gracias y al cerrar la puerta me quedo
viendo la habitación, emocionada por empezar a desempacar.
Camino hasta el gimnasio, apurando el paso porque ya va a ser la hora
de almorzar de Natasha y la verdad es que yo también muero de hambre.
Una vez juntas, vamos a un bonito restaurant italiano que ella recomendó,
después de ordenar nuestra comida, Natasha junta sus manos como si
tramara algo.
—Entonces, Mark y tu…
—¿Qué pasa con Mark? —digo, tratando de sonar despreocupada.
—Vamos, los vi afuera hablando.
—Estaba tratando de ser amable conmigo, es todo. —Subo los hombros
y le doy un mordisco a un trozo de pan.
—En realidad lo es, por ejemplo, cuando llegué me ayudó a conseguir un
departamento donde poder vivir, con unos amigos que estaban desocupando
el suyo, me guio en muchas cosas desinteresadamente, es como un hermano
mayor.
—¿Ves? Soy la chica nueva a la que quiere ayudar a sentirse bienvenida.
—digo agitando la mano y tratando de convencernos a las dos.
—Sin embargo. —dice, enfatizando con un dedo—. Presiento que en tu
caso es distinta esa "amabilidad".
Pongo más atención a lo que dice y como no dice nada, insisto. —
¿Distinta cómo?
—Le interesas, Amelia, aún no sé hasta qué nivel porque es muy pronto
para averiguarlo, solo el tiempo me dará la razón. —Se frota las manos,
como imaginando un plan malévolo.
La escucho con atención, sin poder creerme todo lo que me dice, me
niego a pensar que le intereso a Mark.
—Esto será nuestro secreto. Me matará si se entera que te lo dije. Lo que
si te diré es que tiene un gran corazón, no es como cualquier chico.
Estoy a punto de contarle lo que me dijo la chica rubia que me abordó en
los vestidores, pero llegan nuestros platos, por lo que, dejamos el cotilleo
para devorar la mejor pasta Alfredo con pollo que he comido en mi vida. Al
terminar nos despedimos porque ambas debemos volver a nuestros
respectivos trabajos.
Paso el resto del día sacando todas las cosas de las cajas, moviendo los
muebles, guindando los cuadros, limpiando todo para poder empezar con
mi trabajo, la ubicación de los muebles quedó algo diferente, cambié un
mesón y lo puse junto a la ventana para tener una vista hacia afuera
mientras pinto. Ver todas mis cosas acomodadas en un espacio nuevo es
extraño, pero lo interpreto como que estoy avanzando y se siente bien.
Decido que es suficiente por hoy, necesito un baño de burbujas de los que
me recomendó Jess.
La conversación que tuve con Natasha ha estado rondando en mi cabeza
todo el día, “no es como cualquier chico”, dijo ella. Por otro lado, la chica
rubia y su advertencia, “Le gusta jugar con las chicas nuevas”. No sé cómo
interpretar lo que ambas me dijeron, las dos versiones son contradictorias.
La verdad es que mi experiencia con chicos es prácticamente nula y mi
punto de comparación no es precisamente el más adecuado; suspiro
alejando las imágenes del pasado que se asoman para atormentarme y bajo
las escaleras para iniciar mi camino a casa.
Me sorprendo al ver cuán vacías están las calles, solo hay unas pocas
personas deambulando. Veo la hora. Son las 11:45 pm, todo el mundo debe
estar en sus casas descansando para trabajar al día siguiente. Me asusta un
poco caminar a casa a estas horas, pero decido que es la opción más rápida,
estoy hambrienta.

Miércoles

Minutos de caminata y de ver por detrás de mi hombro nerviosamente,


me llevan frente al gimnasio que queda de camino a casa, de repente, veo
que Mark baja las escaleras y camina en mi dirección. Oh no.
—¿Amelia? ¿Pero qué estás haciendo a estas horas por aquí?
—Hey, eh… estaba trabajando, se me hizo tarde, siempre camino a casa,
vivo cerca. ¿Y tú qué haces aquí? Estabas entrenando en la mañana.
—A veces entreno dos veces al día, otras veces vengo por trabajo. No
deberías estar caminando sola tan avanzada la noche. —Se oye alarmado,
incluso… ¿preocupado?
—Perdí la noción del tiempo, no te preocupes vivo muy cerca. —le
repito, ¿Por qué me estoy excusando?
—Déjame llevarte a tu casa. —dice, casi ordenando.
¿Qué?
—En serio, no tienes por qué molestarte, puedo ir andando yo misma. —
respondo firme, poniendo los brazos en jarra. "Le gusta jugar con las chicas
nuevas". Dice la chica rubia en mi cabeza.
—Si te vas caminando sola, no podré estar tranquilo hasta que vuelva a
verte en el gimnasio.
Al ver que no cedo vuelve a hablar más tranquilo.
—Vamos, te prometo que no soy un secuestrador. —dice bromeando,
pero yo me tenso e instintivamente me alejo; él me ve un poco confundido
y arrepentido por su comentario dice cauteloso, levantando las manos—.
Solo bromeaba.
Miro las calles, cada vez más vacías, realmente no me apetece caminar
sola a estas horas. No confío del todo en Mark, no porque me haya
demostrado algo, a penas lo conozco; sino por razones más poderosas.
Hago una oración en silencio y acepto que me lleve, ignorando todas las
alarmas encendidas en mi cabeza.
Vamos hasta el estacionamiento, tiene una camioneta tipo Pick Up
enorme color negro, doble cabina; abre la puerta para mí, subimos y
enciende el motor. Ambos estamos en completo silencio, solo hablo para
indicar dónde debe cruzar, rezo en mi cabeza porque lleguemos pronto,
cada vez se tensan más los músculos de mi espalda y cuando estaciona
frente a la casa de Jess casi quiero saltar del auto.
—Gracias por traerme. —digo nerviosa.
—Siempre que quieras. —Me sostiene la mirada un rato—. No deberías
salir tan de noche tu sola.
Asiento con la cabeza. —Bueno, nos vemos mañana Mark. —Abro la
puerta cuando dice.
—Estaré contando los minutos. —Coquetea, pero me da una sonrisa
cálida.
Camino hasta la puerta de la casa, aún se oye el motor de la camioneta
encendido justo detrás de mí. Camina normal Amelia, no te vayas a
tropezar. Me digo mentalmente. Una vez adentro, escucho el auto arrancar
y alejarse. Suelto todo el aire de mis pulmones, relajo mi espalda y me
recuesto de la puerta buscando el apoyo. ¿"Estaré contando los minutos”?
Mark es un Casanova, no ha hecho más que coquetear conmigo, ¿será que
hace lo mismo con cualquier chica que llegue nueva al gimnasio? Digo en
voz alta, mientras voy a la nevera y saco todo para prepararme un
sándwich; debe tener a cualquier chica rendida a sus pies en cuestión de
segundos, para él debe ser demasiado fácil, solo debe llegar con su melena
dorada y sus músculos de acero y decir “Estaré contando los minutos”. De
inmediato, recuerdo lo que la rubia me dijo y me enfurezco más. Le doy un
mordisco salvaje al sándwich mientras subo las escaleras quitándome los
zapatos y la sudadera por el camino para darme mi ansiado baño y poder
irme a dormir.

...

Todo es borroso y todo da vueltas, intento enfocar mi vista, pero estoy


muy mareada, no puedo ordenar mis pensamientos. ¿A dónde fueron todos?
¿Por qué estoy sola de nuevo? Intento levantarme, pero mi cuerpo se siente
demasiado pesado. Trato de pedir ayuda, pero mis palabras son
incoherentes. ¿Dónde estoy? En un auto, me respondo. Todo se mueve,
busco mis manos, pero están atadas y me duele cualquier movimiento que
haga con ellas, el miedo me está asfixiando y no hay nadie que pueda
ayudarme. Alguien abre la puerta trasera del auto y ya no puedo hablar. Ni
respirar. Me encontró.
Se me escapa un grito ahogado al despertarme temblorosa y sudando en
el borde de la cama; ya está amaneciendo, de nuevo otra pesadilla. Han
pasado dos años desde que eso ocurrió, ¿Por qué están volviendo los
sueños? Intento dar varias respiraciones profundas para calmarme. Estoy
bien, me digo, estoy a salvo, solo fue un mal sueño.
Tengo el cuerpo adolorido por el entrenamiento de ayer y un fuerte dolor
de cabeza, quisiera hablar con alguien sobre estos sueños, pero no quiero
preocupar a Jess y mucho menos a mis padres. Seguro tengo estos sueños
por todo el estrés que estoy pasando con el estudio y la mudanza. Decido no
ir al gimnasio, le explicaré a Natasha cuando vaya de ida al estudio,
necesito pintar; me tomo una pastilla para el dolor de cabeza, tomo una
ducha fría, me pongo un jean y un top de algodón fresco; no tengo buen
aspecto hoy, me dejo el cabello suelto que ya me llega a la cintura, me
pongo unos lentes oscuros para intentar ocultar las ojeras y salgo de casa.
—Wow chica, ¿Qué te pasó? Pareciera que te hubiera atropellado un
camión, te ves terrible. —me dice bromeando.
—Solo tuve una mala noche, ¿Puedes decirle a Steve que no podré
entrenar hoy?, no me siento bien.
—Claro, yo le doy el mensaje; pero Amelia, en serio ¿Estás bien? ¿Qué
tienes? —me dice preocupada.
—Sí, estoy bien. Es solo que no descansé nada anoche. Hoy estaré
trabajando en el estudio, estaré bien, no te preocupes por mí.
—Si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.
—Gracias, Natasha. —le agradezco en serio. Estoy por marcharme,
cuando me dice.
—Espera, antes de que te vayas, ¿Te gustaría acompañarme el miércoles
a la playa a surfear? Iremos con los chicos, así conoces más lugares.
—Oh. No lo sé, no estoy segura. —No tengo ganas de salir, ni ver a
nadie.
—Vamos, será divertido; el gimnasio estará cerrado el miércoles porque
le harán mantenimiento al aire acondicionado central y es perfecto porque
la playa no estará abarrotada un miércoles. —me guiña el ojo y junta sus
manos rogando.
Al final acepto su invitación y me despido con una sonrisa fingida, al
salir, mi cuerpo me lleva al café y me compro un café negro para
despertarme.
Pongo Rock pesado en mis audífonos y descargo todo lo que tengo por
dentro en un nuevo cuadro, utilizo toda la gama de azules, empiezo a trazar
líneas, a mezclar varias tonalidades, trabajo inspirada hasta que me duelen
los brazos y siento las manos entumecidas.
Me recuesto en la silla y miro el cuadro, feliz por cómo está quedando.
Es un bosque lleno de pinos y flores silvestres, todo en tonalidades frías
para darle un aura oscura. Al mirarlo, da la sensación de soledad y
tranquilidad. Voy a casa para almorzar con mejor ánimo, prometiéndome
volver más tarde para seguir pintando y dando oportunidad a que se seque
bien la pintura, en definitiva, la pintura es una válvula de escape de mí y de
mis fantasmas.
Capítulo 3
Agosto,

Miércoles

—Me he cambiado de bañador tres veces, no hay forma de que vaya a


la playa prácticamente desnuda. —me quejo por teléfono cuando veo el
bañador minúsculo que Jess me obligó a ponerme.
—Tonterías, el azul cielo va perfecto por tu color de ojos. —me discute
por teléfono.
—En estos momentos detesto que seas mi mejor amiga. —digo,
lloriqueando y tapando mi torso descubierto.
—Vamos lindura, tienes que estar hermosa, no sabes si te encontrarás al
amor de tu vida. —Mi mente traicionera me hace pensar en Mark y me
pregunto si nos acompañará también.
—¿No se supone que estás trabajando en estos momentos? —le
pregunto, cambiando el tema.
—Se supone, pero esto es una emergencia, no puedo permitir que lleves
un bañador de una sola pieza. —miro con nostalgia mi bañador de una
pieza que utilizaba en la Universidad y saco el labio inferior haciendo un
puchero.
Termino de hacer un bolso con los esenciales para la playa, al final
termino poniéndome un traje de baño de dos piezas color púrpura más
reservado pero que me hace sentir insegura de todos modos, encima me
coloco una franelilla sin mangas que aunque tiene agujeros por el tejido,
cubre mi torso discretamente, unos shorts de jean y mis sandalias.
Salgo hasta el gimnasio, que es donde nos encontraremos para partir a la
playa. Iremos a “Stuart Beach”, queda a dos horas de aquí y dicen que es un
buen lugar para surfear, aunque nunca he surfeado en mi vida. Cuando
estoy llegando al estacionamiento del gimnasio, Natasha me recibe dando
brincos y con una sonrisa radiante.
—¡Viniste! ¡La vamos a pasar genial! Ven, te presentaré a los chicos.
Se encarga de presentármelos a todos menos a Steve, que choca los cinco
conmigo y me dice en broma “huiste de mis entrenamientos”. Después,
Natasha me dice que guarde mis cosas en el auto porque pronto saldremos,
me da un empujoncito hasta el estacionamiento y se marcha corriendo a
bromear con los chicos, dejándome sola y preguntándome a cuál auto se
refería.
Doy unos cuantos pasos, serpenteando entre los carros, estoy por
devolverme a preguntarle, cuando una voz me sorprende por mi espalda.
—Buenos días, Amelia ¿Lista para surfear?
Salto del susto, alejándome un metro de Mark, sostiene una tabla de surf
y en el otro brazo una cava de tamaño mediano; tiene una sonrisa de
portada de revista, unos jeans raídos y una franela blanca.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Es lo primero que sale de mi boca, pero
en realidad no quería sonar tan descortés—, lo siento, es que me has dado
un susto.
—Está bien, no fue mi intención asustarte. —Me ve con una sonrisa
tranquila y coloca las cosas en la parte trasera de su camioneta—. ¿Me
permites tu bolso? —acerca su mano pero aprieto más el asa del bolso, él
me ve curioso, ¿Estaré dos horas de carretera con Mark? Parpadeo nerviosa
ante su pregunta.
—¿Entramos todos en tu auto? —Desvío el tema. Somos alrededor de
ocho personas, cuento mentalmente.
—Steve trajo su auto también, ¿Prefieres ir con él? —pregunta
mirándome fijamente, hay algo de diversión en su rostro.
—No, no, yo solo preguntaba, ya sabes, como somos tantas personas no
pensé que entraríamos todos, me gustaría irme contigo… digo, porque ya
conozco cómo manejas, no sé cómo maneja Steve y me pongo muy
nerviosa cuando alguien que no conozco conduce por tantas horas… no
digo que Steve maneje mal, solo digo que quizás podría ser mejor contigo
que con él… y no es que prefiera estar contigo por alguna razón, en realidad
me da igual donde me vaya, pero ya que te has ofrecido me iré contigo, sí,
me iré contigo… si tú quieres claro, no estás obligado a llevarme.
Dios mío, mátenme y acaben con mi sufrimiento, ¿Por qué no puedo
simplemente callarme? estoy roja como un tomate y aún no he tomado el
sol. Mark cruza sus brazos y se recuesta del carro, al parecer, disfrutando
verme hablar como loca.
—Ajá. —dice él sonriente y completamente sexy, toma mi bolso y lo
coloca con el resto de las cosas.
—¿Estamos listos chicos? —grita Natasha que se acerca levantando los
brazos con alegría, si hubiese llegado dos minutos antes me hubiese
ahorrado el momento más bochornoso de mi semana. Pequeña traidora, me
dejó sola en el estacionamiento por una razón; le miro con ojos acusadores
y ella me da una mirada de niña buena.
Me ato el cabello en una coleta alta, sintiendo un calor repentino en mi
nuca, cuando salí de casa, el sol apenas empezaba a salir, pero ya está
aclarando más el día. Steve hace un alarido de alegría y una chica, que creo
es su novia, le acompaña. Todos comienzan a subirse a ambos autos y yo
aprovecho para adelantarme y sentarme en el asiento trasero de la
camioneta de Mark, no hay forma en la que pueda sentarme junto a él por
dos horas y no le daré la oportunidad a Natasha de querer hacer de Cupido.
Cuando estoy dentro, Natasha sube al asiento del copiloto y me hace un
puchero sin que Mark vea, yo le saco la lengua en respuesta.
Junto a mí, se sienta uno de los chicos que se había presentado como
David; Mark enciende el auto y yo me coloco el cinturón de seguridad
porque no encuentro qué otra cosa hacer y estoy poniéndome nerviosa, si,
más nerviosa de lo que ya se puede estar. De vez en cuando, cruzamos
miradas a través del espejo retrovisor, yo aparto la vista rápidamente como
si me hubiesen descubierto espiando o haciendo algo malo; Natasha habla
animadamente con todos nosotros, pero al rato me desconecto y veo por la
ventana mientras ellos siguen hablando.
Cuando estacionamos el auto, una repentina emoción me llena el pecho,
puedo escuchar el oleaje pero aún no puedo ver la playa, ayudo a sacar las
cosas y nos aproximamos al auto de Steve, que llegó unos minutos después
de nosotros; cuando el grupo está reunido caminamos por varias calles hasta
que el sonido de las olas chocando es más fuerte y la playa se muestra
frente a mis ojos azulada, solitaria y perfecta.
Contengo las ganas de saltar y meterme al agua, en cambio soy
civilizada y me instalo con los demás en varias de las sombrillas dispuestas
para los visitantes, tiendo una toalla en el suelo y me siento recogiendo mis
piernas. Algunos chicos se adelantan y se lanzan al agua, yo me quedo con
Natasha y el resto, colocándome protector solar y charlando un rato.
David me pregunta a qué me dedico, mientras se sienta cerca de mí, se
me ha acercado muchas veces a hablar, no puedo saberlo con seguridad,
porque soy muy mala para adivinar estas cosas, pero luce interesado en mí.
Le explico que me gradué de artista plástico y acabo de mudarme de
Pensilvania para iniciar mi carrera aquí. Veo que Mark, escucha lo que digo
y cuando termino de hablar, se sienta a mi otro lado.
—No sabía que eras artista plástico, estás llena de sorpresas. —me dice
Mark en voz baja.
Subo los hombros, restándole importancia. —Y tú, ¿A qué te dedicas?
—le pregunto para dejar de hablar de mí.
—Soy entrenador privado en el gimnasio; también, manejo una pequeña
empresa de suplementos de nutrición y en mi tiempo libre me dedico a la
fotografía.
—Vaya, ¿Y yo estoy llena de sorpresas?
—No es gran cosa, —afirma—. Apenas estoy comenzando con la
empresa. —No se oye egocéntrico ni adulador.
David escucha nuestra conversación e interrumpe para decir. —Bueno…
Amelia, ¿Quieres ir a surfear? las olas están muy buenas.
—Oh, quizás luego, prefiero quedarme un rato aquí. —No quería ser
cruel al rechazarlo, pero realmente no me apetece caerme de la tabla cada
vez que me ponga de pie sobre ella.
Él luce derrotado, pero intenta disimularlo, cuando se pone de pie algo
indeciso y se marcha hasta la orilla.
Al cabo de un rato, David le grita a Mark para que entre a surfear, él le
hace señas con la mano y se prepara para ir a surfear, al verlo quitarse la
franela no puedo evitar espiar y contengo la respiración al ver su
inmaculado y perfecto cuerpo esculpido por Dioses, mi cabeza hace corto
circuito y giro la mirada al mar, a la arena, a mis manos o a cualquier otro
lado, intentando disimular.
Síp, no hay forma de que pueda entrar al agua con él cerca y mi franelilla
se quedará justo donde está.
—¿Vienes al agua? —me pregunta Natasha, que también se pone de pie
luciendo un bonito traje de baño color blanco que contrasta con su piel
tostada, todo lo opuesto a mi piel blanca y sensible.
—En unos minutos los acompaño. —le miento—. Me quedaré un rato
aquí, leyendo.
Por suerte, no insiste y se va con los chicos, dejándome sola con mi
aburrido libro y las emociones descontroladas. Intento concentrarme en las
letras, pero más de una vez, muevo el libro de mi campo visual para espiar a
los chicos que gritan y ríen al ver a David subirse en una ola; al darme
cuenta, había pasado tres páginas sin retener una sola palabra. Debería estar
con ellos, debería poder ser normal y divertirme un rato, pero no quiero que
hagan preguntas o me vean extraño si llegara a quedarme en traje de baño,
debí haberme puesto el traje de baño completo, pienso derrotada y
miserable.
Coloco una botella de agua fría sobre mi frente y la sostengo allí,
cerrando los ojos para que me refresque, comienza a hacer calor y todavía
no me acostumbro al clima húmedo de aquí. Estoy más relajada y sumida
en mis pensamientos cuando una voz me sorprende.
—Podrías refrescarte más si entras al agua. —Mark se está secando con
una toalla, me incorporo en el asiento y la botella cae en mi regazo.
—Entraré luego. —miento y de inmediato siento mi cuerpo mojado,
cuando bajo la cabeza, la botella se ha vaciado por la mitad, empapando mis
ropas y mi libro. Perfecto.
—O también podrías echarte el agua encima. —dice bromeando y
ayudándome a levantarme de la tumbona, su contacto vuelve a ponerme
nerviosa. Listo, soy un fideo mojado y tembloroso.
Me escurro la ropa en un patético intento de no lucir como si hubiese
sufrido de incontinencia urinaria. ¿Podría avergonzarme más hoy? ¿Cuáles
son las probabilidades? Veo a Mark que contiene la risa, los demás disfrutan
del agua deliciosa, ajenos a mi sufrimiento.
—Ni se te ocurra reírte. —le amenazo. El levanta las manos en rendición
y la que se termina riendo soy yo por mi triste situación. Minutos después,
cuando decidí que no había más remedio con mi ropa, ambos nos sentamos
en las tumbonas y le pregunto.
—¿Dónde aprendiste a surfear?
—En California, un amigo me enseñó desde que somos niños, allá las
olas son mejores. —dice con nostalgia.
—¿Eres de allí?
—Sí, nací y crecí allí.
Noto algo de tensión en su voz así que decido no seguir indagando. Él se
ve las manos y luego dirige su mirada hasta mí.
—Parece que David está interesado en ti.
—No lo creo, solo es amable conmigo. —En ese momento mi
consciencia me golpea ¿En serio Amelia, la misma línea que utilizaste para
justificar el comportamiento de Mark contigo?
—¿Te interesa?
Levanto las cejas algo sorprendida. —¿Estamos en la escuela de
repente? ¿Te mandó a investigarme para ver si tiene oportunidad conmigo?
Niega con la cabeza y una sonrisa. —Me guardo esa información para
mí y mi investigación.
—¿Investigación? ¿En serio? ¿Y qué has podido sacarme hasta ahora?
—pregunto bromeando.
El finge que me está estudiando mientras se rasca la barbilla. —No te
interesa.
—Vaya… ¿Alguna otra cosa?
Fija su mirada en la playa. —Eres alérgica al agua del mar.
Se me escapa la risa y él me ve mientras me tapo con el libro mojado.
—En serio, ¿Por qué no entras al agua?
—Nunca había estado en una playa con tanto oleaje. —le confieso.
—¿No sabes nadar? —pregunta muy serio, no hay burla en su voz.
—Soy buena nadadora, de hecho.
—¿Qué tan buena? —me reta.
—Gané varias competencias en la Universidad, me metí en el equipo de
natación luego de que…
—¿Luego de qué? —pregunta, al notar que me quedé muda por unos
segundos. Veo la playa, tan azul, tan bonita.
No abras esa puerta, Amelia, no hoy.
—Nada. —Niego con la cabeza y fijo mi mirada en el libro.
Natasha y David salen del agua y comienzan a caminar hasta donde
estamos, me llena una sensación incómoda en el pecho que me inquieta,
comienza a hacer más calor, siento el cabello pegarse de mi nuca, me pongo
de pie, incapaz de aguantar más lo que siento.
—Yo… ahora vuelvo. —le digo, en voz baja.
Comienzo a caminar sin una dirección en concreto, solo me alejo de
ellos tres; la arena se mete entre mis sandalias y termino por quitármelas,
ahora me quema los pies, pero lo recibo agradecida, el calor me mantiene
en el ahora. Veo la playa y las ganas por nadar aumentan, el cuero cabelludo
me pica y siento el sol quemándome la piel, la brisa me despeina los
mechones que se escaparon del moño y termino por deshacerme la coleta.
Repentinamente, siento el agua fría de una ola mojándome los pies,
refrescándolos y calmando la quemazón, sin dudarlo me quito la franelilla y
el short con rapidez, los arrojo a la arena junto a las sandalias en un tumulto
desordenado. Hipnotizada con el azul, doy largas zancadas al agua, como si
mi vida dependiera de eso, como si tocar el agua me hará olvidar; ella me
da la bienvenida, fría y diferente, me abraza y me reconforta del calor,
cuando me llega por la cintura, respiro profundo y me sumerjo
completamente, enviando alivio por todo mi cuerpo y terminando de
bautizarme.
Nado como lo hacía en la universidad solo que no es una piscina, es la
inmensidad del mar; comienzo a dar brazadas al estilo crol, mi favorito en
aquel momento, me concentro en lo ligera que soy bajo el agua, en lo fácil
que es moverse, alejarse y dejar atrás; desearía que fuese así de fácil en la
vida real.
Subo a la superficie a tomar aire, cuando mis pulmones lo demandan y
cuando mis músculos comienzan a quejarse, noto que no puedo tocar el
suelo, ¿Cuán alejada de la orilla estoy? Giro mi cuerpo y la playa está
considerablemente lejos, quizás demasiado para mi seguridad. Escucho a
Natasha gritando mi nombre y saludándome con la mano, le devuelvo el
saludo.
—No te alejes, el oleaje es peligroso. —grita juntando las manos para
proyectar más su voz.
Vuelvo a levantar la mano, para darle a entender que escuché lo que me
dijo, no tengo ganas de gritar. Cerca de Natasha, veo a Mark, dejarle sólo
fue descortés de mi parte, debe pensar que estoy loca por haberme ido así;
lo mejor será volver, de todas formas, eso fue lo que le dije que haría.
Algunas olas me sobrepasan, pero logro llegar a la orilla sin mayor
dificultad.
Me escurro el agua del cabello, que comienza a pegarse a mi cuerpo,
recojo la franelilla del suelo y le sacudo la arena para ponérmela, pero mis
planes se ven frustrados cuando tengo a Natasha a mi lado.
—¿Estás loca? ¿Por qué nadaste tan lejos? Tienes suerte que ninguna ola
te derribó —me regaña—. Esta playa es peligrosa si te alejas mucho. —dice
bajando un poco más la voz.
Le dejo regañarme, porque entiendo que tiene razón, pero lo necesitaba
con toda mi alma, si no, la puerta se iba a abrir.
—Estoy bien, ya volví. —le sonrío tranquilizándola. En ese momento
llega Mark, me ve, calculando si estoy bien, le enseño la misma sonrisa y él
se relaja al verme feliz, renovada. Me recuerdo que estoy enseñando
demasiado y comienzo a ponerme la franelilla rápidamente.
—Amelia, te has lastimado, ¿Qué es eso que tienes allí? —dice
preocupada. Me tenso y veo que está señalando mis costillas, me bajo más
la franelilla, en un esfuerzo por cubrirme.
—No es nada. —le digo con pánico en la voz, Mark también está
mirándome y yo le devuelvo la mirada cargada de miedo.
—Natasha, creo que Steve nos estaba llamando, acaba de llegar con las
hamburguesas. —le dice, desviando los pensamientos de ella.
Ella gira su atención a Mark y comienza a aplaudir de emoción, se va
corriendo hasta Steve, que le pasa una bolsa de papel. Suelto todo el aire
que tenía guardado.
—¿Estás bien? —pregunta, tanteando.
—Sí. Vamos con los chicos. —digo, fingiendo una vez más.
El resto de la tarde avanzó rápidamente, Natasha no volvió a tocar el
tema de mis costillas, no aprendí a surfear, porque no quería volver al agua,
pero los animé a todos desde la orilla cada vez que agarraban bien una ola.
No estuve sola, siempre tuve a alguien con quien charlar para distraerme de
mis pensamientos, mantuve una sonrisa en todo momento, fui alegre y lucía
relajada, nadie notó que por dentro me estaba volviendo loca por la
ansiedad, o al menos eso espero.
Cuando ya se hace más tarde, el atardecer me conmueve con sus colores,
tomo varias fotografías, para inmortalizar el momento y una vez más siento
la opresión en el pecho, queriendo salir y estallar en miles de fragmentos.
Contengo las lágrimas cuando uno de los chicos me llama para reunirnos
alrededor de una fogata que improvisaron.
Todos están charlando animados mientras nos pasamos una bolsa con
patatas fritas, apenas pruebo una pequeña para no ser descortés. Se la paso a
Mark que se había sentado a mi lado.
—No te gustan las hamburguesas, tampoco las patatas, voy anotando. —
me dice en voz baja.
—Esa investigación tuya está fracasando, amo las hamburguesas. —
respondo a modo de broma. Solo tengo un nudo en el estómago que casi
llega a asfixiarme.
—No has comido casi hoy.
Miro la bolsa de patatas y luego a él. —No soy gran amante… de las
patatas, quiero decir. —El muestra una sonrisa, divertido por mi comentario
completamente inapropiado. Maldita sea Amelia, compórtate.
Quedamos pocos en la playa, algunos de los chicos están cerca del auto,
Natasha juega con David a la pelota. Estoy charlando un poco más relajada
con Mark cuando noto que saca del bolsillo su teléfono. Su mirada cambia
al ver la pantalla, pero antes de poder preguntarle qué va mal, ignora la
llamada. Un segundo después escuchamos unos gritos y risas sonoras.
Llega la chica del gimnasio que me abordó y con un grupo de chicas con
botellas en las manos se acercan a nosotros tambaleándose. De inmediato
recuerdo sus palabras y me tenso. Alguien la saluda por su nombre y puedo
escuchar que se llama Catrina.
—¡Comenzó la fiesta! —grita una de las chicas saltando y levantando
arena hasta nosotros. Steve coloca música desde unos parlantes portátiles y
comienzan a bailar. Mark y yo nos miramos, divirtiéndonos con las
ocurrencias y las improvisaciones que hacen los chicos. De vez en cuando,
noto la mirada de Catrina sobre nosotros, así que para quitarme la sensación
de que estoy haciendo algo mal, me alejo del grupo y busco en mi bolso un
abrigo grande de la universidad que metí, la brisa me causa escalofríos o
quizás es la mirada de aquella chica.
Me quedo un rato revisando unos mensajes que Jess me había dejado y
cuando estoy de vuelta, Catrina está hablando con Natasha y otras chicas.
No hay señales de Mark.
—¡Amelia! ¡Aquí estás! —dice Catrina—. Pensé que ya te habías
cansado, las reuniones aquí suelen ser muy largas. ¿Cómo son las fiestas en
Pittsburg? —pregunta, señalando el logo de mi Universidad.
—Son… distintas. Al menos no son en playas. —le respondo, no sé si
está siendo odiosa, pero decido dejarlo pasar, porque quizás sean
imaginaciones mías.
—Me han dicho que son muy aburridas y no hay chicos lindos, y los que
hay, están ocupados. Aunque no me importaría compartir si vale la pena. —
dice Amanda, del grupo de Catrina.
De la nada, el tema de conversación se engloba en Pittsburg, chicos
vírgenes, chicas que quedaron embarazadas en fiestas y escándalos en
general. Saben más de la historia de allá que yo misma. Evidentemente
incómoda, me excuso para ir a buscar un objeto imaginario en mi bolso,
solo quiero estar lejos de ellas. Me siento en la arena, revisando nada en
específico en mi teléfono, pretendiendo estar ocupada con algo. Natasha
también se separa de las chicas y se va a bailar con los demás.
Al rato, cuando todos están recogiendo sus cosas, Mark regresa de donde
sea que estaba, Catrina salta a sus brazos saludándolo y por algún motivo
me entristezco. Cansada de todo, hasta de mí misma, me voy al
estacionamiento para guardar mi bolso cuando Mark se me acerca.
—Hola.
—Hola —le respondo—, solo voy a dejar mi bolso.
En ese momento vuelve a ver su teléfono iluminándose con una llamada,
él decide ignorar la llamada, tensando la mandíbula.
—¿Evadiendo responsabilidades? —le digo en broma.
El guarda el teléfono en su pantalón y con una sonrisa cansada me dice.
—Es mi padre, hace unos minutos hablaba con él y no quedó muy contento
con el resultado de la llamada. Vamos, te acompaño al auto, creo que ya
está terminando el día. —dice, cambiando el tema.
Sí, qué bueno que ya está terminando.
Catrina insiste en invitarnos a la disco pero algunos decidimos que es
suficiente por hoy. Antes de marcharse con los demás, noto las miradas de
ella y Amanda en mi dirección, pero ya no me importa, está terminando el
día y no creo que pueda empeorar, estoy cansada.
Como el destino tiene formas increíbles de probar que estaba
equivocada, suena mi celular. Mi madre. Apago el teléfono y lo lanzo
dentro del bolso, no estoy de humor para hablar con ella, le llamaré
después. Mark se percata de lo que hice.
—¿Evadiendo responsabilidades? —me pregunta, con una leve risa, pero
en sus ojos se ve como si tuviese veinte años más.
—Somos unos irresponsables. —le respondo y él se ríe.
El trayecto de regreso es silencioso y tranquilo. Cuando llegamos a
Miami, Mark desvía el camino para dejar a Natasha y a David, podría
pensar que lo hizo a propósito para dejarme de último, pero cuando veo que
le quedaba en la vía dejarlos a ellos primero, alejo el pensamiento de mi
cabeza. No quiero pensar en nada. David se despide de nosotros, por lo que
me veo obligada a pasarme al asiento de adelante, intento mantener la
calma y tomo una respiración profunda. Me enfoco en las calles y sus
nombres, cuántos semáforos hemos pasados, el número de patente de los
autos cercanos; cuando me percato que no reconozco este camino y todo
comienza a parecerme desconocido desde el auto. Comienzo a preguntarme
si realmente estamos yendo a mi casa y el nerviosismo se me dispara.
—¿Mark? —Consigo decir, sonando lo más natural que puedo.
—Dime. —Responde él, concentrado los espejos retrovisores cuando
cruza una calle en luz verde.
Respiro profundo. No hay motivos para pensar nada malo. Me repito en
mi cabeza un millón de veces. Observo por la ventana. ¿Por qué no puedo
reconocer nada? Las señalizaciones parecen escritas en otro idioma.
Necesito oxígeno, mis manos comienzan a temblar pero las escondo en los
bolsillos del suéter.
—¿Amelia? —pregunta mirando en mi dirección.
—¿Dónde estamos Mark? —pregunto en voz baja y temblorosa, me seco
una lágrima disimuladamente.
—Estamos llegando a tu casa, espera. ¿Por qué estás llorando, que
ocurre? —pregunta con voz preocupada.
En menos de treinta segundos, que parecen horas, estaciona frente a mi
casa, me giro y abro la puerta rápidamente, corro a la puerta pero escucho
que él también sale del auto llamándome por mi nombre. Busco las llaves
desesperadamente en mi bolso, sollozando.
—Amelia... —lo escucho decirme por detrás, me volteo y me encuentro
con sus ojos azules.
—Lo siento Mark, no es nada. —le digo colocando el bolso el suelo y
agachándome para buscar las malditas llaves.
Él se agacha para ponerse a mi altura y coloca una mano sobre la mía.
Me sobresalto y aparto mi mano de la suya sorprendida, él se encoge como
si le hubiese lastimado. Mierda. De repente me doy cuenta de que realmente
estoy en casa. Me seco otra lágrima y le miento.
—Solo me puse nostálgica, recordé mi antiguo hogar y no quería que me
vieras así. No quería preocuparte. Lo lamento. Estaré bien, solo debo
encontrar mis llaves. —miento rápido, con una sonrisa actuada mientras
sigo buscando.
Siento su mirada sobre mí, y vuelve a poner su mano sobre la mía. Esta
vez no la aparto y subo la mirada, temerosa por lo que pueda encontrarme.
—Entiendo que pueda ser difícil, pero no dejes que te consuma. Si
necesitas hablar, soy bueno escuchando. —se oye tan sincero y sin ninguna
mala intención que bajo la mirada, avergonzada por milésima vez el día de
hoy, sus palabras me hacen pensar que no se tragó mi actuación de hoy.
Le sonrío débilmente y consigo las llaves en el bolsillo pequeño de
afuera. —Gracias. —Logro responderle. Nos ponemos de pie y me despido
con torpeza.
Cierro la puerta apoyándome en ella y cuando escucho su auto alejarse,
me agacho en el suelo a llorar desconsoladamente, abrazando mis piernas.
Hoy los malos recuerdos me golpearon con todo, hay días buenos y días
malos, tenía meses mejorando y avanzando. Pero, aunque me obligue a
olvidar, las marcas siempre estarán para hacerme recordar, tangibles y
reales.
Capítulo 4
Septiembre,

Lunes

Hoy tampoco fui al gimnasio, simplemente no me siento con ánimos


para estar allí, han pasado cinco días desde el viaje a la playa, no sé nada de
los chicos, no he ido al gimnasio y apenas he visitado el estudio, he
limitado el contacto social a sólo hablar con mis padres y con Jess, que
cuando se pone preguntona le cambio el tema rápidamente. Después de
cómo me comporté Mark, no sé si pueda verlo de nuevo, ni siquiera sé si el
volverá a acercarse a mí. Y moriría de vergüenza si alguien más se entera
de mi ataque de pánico. Debe pensar que estoy muy dañada.
Sé que debería distraerme en otras actividades, justo como en el pasado,
pero a veces necesito regodearme en mi propia tristeza, es más fácil sentir
pena por mí misma que enfrentarme el mundo real. Estoy en el estudio,
terminando de aplicar una capa de pintura, cuando escucho el móvil
sonando, contesto con desconfianza al ver que no tengo el número
registrado.
—Hola Amelia, es Natasha, quería saber cómo estás… no has venido
más al gimnasio y estamos preocupados. ¿Estás enferma?
Miente, miente, miente.
—Hola, estoy bien, he estado trabajando en el estudio, no he tenido
oportunidad de pasar por allí.
—¿Pasó algo malo entre tú y Mark después de que me dejaron?
Se me cae el pincel, salpicando el suelo de pintura amarilla. —No. Solo
me dejó en mi casa. ¿Por qué, te dijo algo?
—¿Podemos hablar en persona? quedé con los chicos del gimnasio a
almorzar en un nuevo restaurante de hamburguesas que abrieron cerca de
aquí, podemos hablar en privado antes de que lleguen y si quieres, después
te unes a nosotros. —dice esperanzada por el teléfono.
Estoy tentada a decir que no puedo, pero mi cerebro me obliga a aceptar
su invitación, necesito la interacción humana para avanzar y quiero saber si
Mark le contó algo. Me explica la dirección, muy cerca de aquí, quedamos
en encontrarnos en el restaurante en 30 minutos.
Cuando llego, Natasha me saluda con alegría y me abraza tomándome
por sorpresa.
—Estás bien. —afirma.
Le devuelvo el abrazo y le sonrío de verdad, porque se preocupa por mí.
—Eso dije por teléfono. —Aunque eso sí que fue una mentira.
—Escucha, tengo que preguntártelo. ¿Te molestaste conmigo en la
playa?
Sé a qué se refiere y me tenso, por miedo a que vuelva a preguntarme y
no quiero mentirle más. Estoy por responderle pero ella dice primero:
—Porque lamento haber sido entrometida. —Se ve muy arrepentida y yo
le sonrío.
—Por supuesto que no me molesté contigo... es algo de lo que no me
gusta hablar. —Es todo lo que logro decir, tengo un nudo en la garganta.
Tomo un sorbo de agua que traje en una botella.
—Está bien, lo entiendo. Entonces, ¿Estamos bien?
—Nunca estuvimos mal Natasha, eres la única amiga que tengo aquí. —
le digo.
Vuelve a abrazarme y recuerdo lo que me dijo en la llamada.
—¿Por qué me preguntaste sobre Mark y yo?
Su rostro cambia a juguetón. —Mark estuvo preguntando por ti los días
que no viniste. Fue tres veces a la recepción a preguntarme si habías llegado
al gimnasio ¡Tres! —Me enseña tres dedos de su mano.
Me atraganto con otro sorbo de agua y me aclaro la garganta. —Tres son
muchas veces. —afirmo sintiéndome nerviosa.
—Estábamos preocupados por ti, así que Mark me insistió en que
rompiera mi código de ética y tomara tu número de la planilla de
inscripción. —dice con dramatismo.
—¿Mark tiene mi número también? —Pregunto en un tono de voz
extraño.
—No, no se lo di. ¿Quieres que lo tenga? —pregunta guiándome un ojo.
—Hmmm, no. —respondo. La idea de imaginarme hablando con él por
teléfono en estos momentos me causa ansiedad, pienso.
—¿Pasó algo interesante esa noche?
—Oh. No pasó nada, solo me dejó en casa como a todos. —respondo,
esperando que no se note mi nerviosismo.
Se frota las manos, ansiosa por más datos jugosos. Niego con la cabeza
riendo y la jalo hasta el restaurante.
—Entremos, ya me está dando hambre. —No he comido muy bien estos
días y quiero cerrar el tema, porque honestamente, no sé qué pensar ni qué
hacer con toda esa información.
El lugar es muy pintoresco, al estilo country, tiene mesas de madera con
los típicos manteles de cuadros rojos, paredes y pisos de madera rústica,
varios animales disecados; ya los chicos están sentados en una mesa, los
saludo a todos y me sorprendo al darme cuenta que extrañaba su simpatía y
su calidez.
Me siento en una de las sillas que están desocupadas y me pasan un
menú, Natasha se sienta frente a mí y comienzo a preguntarme dónde está
Mark, cuando uno de los chicos dice.
—Ya era hora Mark, pensamos que no vendrías.
—El entrenamiento con Joshua duró más de lo esperado. —dice Mark
fresco y sexy mientras los saluda a todos.
Siento que me ruborizo y oculto mi cara con el menú disimuladamente,
la última vez que nos vimos, vio una faceta diferente de mí y eso no me
gusta, me he convencido de que lo ahuyenté. Leo el menú para
concentrarme en otra cosa. Oh, Hay hamburguesas vegetarianas ¿Quién
rayos viene a un sitio como este a pedir comida vegetariana? ¡Hay
animales disecados en la pared!
Estoy muy concentrada viendo el menú, cuando noto que en mis brazos
aún quedaron restos de pintura. Perfecto, ¡Qué femenina, Amelia! Me cubro
con las mangas del suéter con disimulo y subo la vista para ver a Mark
acercarse a mí.
—Hola Amelia, no te había visto estos días.
Se sienta justo al lado mío, bajo mi menú y lo saludo sin mirarlo a la
cara, luego le doy con el pie a Natasha por debajo de la mesa, mientras ella
se hace la inocente.
—He estado ocupada… con la pintura. —sigo sin verlo al rostro, no sé
cómo será su mirada. ¿Lástima? No podré soportar que me mire así.
—¿Te encuentras bien ahora? —me dice en voz bajita, para que los
demás no escuchen, yo tomo valentía y fijo mis ojos en su mirada. Cálida
pero preocupada.
—Sí, estoy mejor. —digo, conteniendo la respiración. Él sonríe por mi
respuesta.
Los demás siguen hablando hasta que llega un mesonero para tomar
nuestras órdenes. Con Mark a mi lado no sé si pueda comer tranquilamente,
seguramente mientras tome gaseosa, dirán algo gracioso y se me saldrá el
líquido por la nariz, como en el colegio, cuando me reí muy fuerte viendo
dibujos animados.
Pasamos el resto del almuerzo hablando entre todos y las ocurrencias de
Steve y los chicos me sacaron una sonrisa de vez en cuando. Por suerte no
sufrí ningún accidente con la bebida y la hamburguesa que pedí estaba
deliciosa, aunque no pude comérmela toda. Al terminar, Natasha y los
demás se despiden y se marchan al gimnasio para seguir con su trabajo, yo
aprovecho para entrar al baño a lavarme los brazos y quitarme el resto de
pintura seca.
Cuando salgo, veo olvidada en la silla de la mesa que pedimos, la
chamarra que Mark llevaba puesta, la tomo y salgo a ver si aún se encuentra
cerca para devolvérsela.
Camino a mí al rededor, pero no hay rastros de él, como el gimnasio
queda cerca decido pasarme para probar suerte, pero no logro dar con su
paradero. Estoy por marcharme al estudio cuando veo a una de las chicas
del gimnasio hablando por su celular, la reconozco del día en la playa, no se
percata de mi presencia cuando paso a su lado, pero cuando escucho lo que
responde me escondo tras uno de los autos para espiar.
—Te estoy diciendo lo que vi, Mark se sentó a su lado, estaban
comiendo hamburguesas… por supuesto que no, yo pedí una ensalada… me
dijeron que el día de la playa la llevó de último a su casa… David me lo
dijo, soy muy persuasiva cuando quiero, el tonto haría cualquier cosa si le
digo que me entrene… mira, no sé hasta dónde vas a llegar, pero se nota
que a Mark le interesa esa niña… yo tampoco sé qué le ve, es tan rarita, no
pertenece a nuestro mundo. —dice con lástima en su voz antes de reírse. Se
aleja hasta que ya no puedo escuchar lo que habla.
Regreso hasta la acera y camino dando pasos lentos hasta mi estudio.
¿Con quién hablaba por teléfono? y ¿desde cuándo estoy en boca de esas
chicas? Veo mis zapatos mientras camino, una sensación incómoda se
instala en mi estómago y me pregunto si fue la hamburguesa o lo que
escuché en esa llamada.
Estoy molesta, pero no tanto, al fin y al cabo, es la vida de Mark la que
están siguiendo y yo soy su blanco porque… creen que está interesado en
mí, cosa que aún no termino de aceptar y además, aún está la advertencia
que me dijo la “rubia perfecta” aquel día, puede que sean mentiras, pero soy
tan insegura que cualquier posibilidad negativa la tomo. En algo estoy de
acuerdo con ellas, no pertenezco a su mundo y Mark no debería interesarse
en alguien como yo.
Estoy a una calle del estudio, cabizbaja, cuando sin percatarme choco de
frente contra la espalda de alguien, pido perdón mientras me acaricio la
nariz por el impacto que torpemente me di, cuando veo que el destino se
siente aburrido y quiere jugar conmigo una vez más.
—Tengo que preguntar, ¿Chocas conmigo por accidente o es tu forma de
saludarme? —Mark. Sonriente y perfecto.
Le doy un golpecito en el brazo en broma. —No te vi. —le sonrío,
porque soy una idiota y él tiene ese efecto en mí.
—Eso me lo dices mucho últimamente. —Dios, que adorable. Lo odio.
Se da cuenta que en mi bolso está guindada su chamarra. Se la devuelvo y
me agradece.
—Me había regresado a ver si la encontraba.
—Pensé que te habías ido con los chicos, ¿No tienes más trabajo? —le
pregunto.
—No, Joshua era mi último cliente por hoy.
—Ya veo.
—He estado preocupado por ti. ¿Estás bien? —pregunta.
—Sí —subo los hombros—, lamento haber reaccionado de ese modo. —
digo avergonzada, bajando la mirada, tratando de minimizar lo que pasó.
—No debes disculparte por nada, Amelia. —me muestra una sonrisa
tranquila y casi quiero que me abrace para ponerme a llorar.
—Yo… debo volver al estudio. —Quiero salir huyendo, no soy una
persona normal cuando estoy a solas con él.
—¿Dónde trabajas? Puedo llevarte si quieres.
—No es necesario, el estudio queda muy cerca, cruzando la calle. —le
digo señalando la calle, solo está siendo amable como dijo Natasha; o tal
vez es uno de sus jueguitos; no, cálmate.
—¿Tienes tu propio estudio de arte?
—Si, en realidad es alquilado, acabo de mudarme.
Él asiente, creo que va a decirme algo, pero solo me ve a los ojos.
Inquietándome. Mejor vete ya Amelia. Justo cuando voy a despedirme dice.
—Amelia, quiero hacerte una pregunta.
¿Qué? Por Dios, que me pregunte la hora, algo fácil, algo que no
requiera el uso de mis neuronas.
—¿Sí?
—¿Qué tienes pensado hacer mañana? —Mark está muy serio, ¿Va a
invitarme a salir?
—Yo… ¿Por qué quieres saber? —Por supuesto que no va a invitarme a
salir.
—Porque quiero invitarte a salir.
¿Qué diablos?
—Yo… —En mi cabeza se reproduce una y otra vez la voz de Jess
gritándome que acepte y viva un poco la vida; por otra parte, aparece la
chica rubia con su advertencia junto con la otra Barbie perfecta hablando
por teléfono y repitiendo en mi cabeza “no eres suficiente” de forma
burlona y por último, Natasha animándome a que diga que sí. En definitiva
estoy loca, una reunión de chicas revoloteando en mi cabeza. Alejo todas
las voces y escucho a mi subconsciente, me dice que tengo 24 años apenas,
es tiempo de arriesgarme, averiguar por mí misma cómo es él realmente
y…
—¿Amelia?
—¿Es como una cita? —Oh por Dios, tierra trágame.
—Sí, a mí me parece que sí, si estás bien con eso, claro. Puedo pasar por
ti a las 11 de la mañana.
¿Estoy bien con eso? ¿Con una cita?
—Solo tengo una pregunta que hacerte.
—Está bien. —dice, pero suena como una pregunta.
—¿No es algún tipo de apuesta, o algún juego? “Quién logra salir con la
chica nueva”. —digo enfatizando las comillas con los dedos. Necesitaba
preguntarlo, si él puede ser directo, yo también.
—Jamás haría algo así, seré un completo caballero, lo prometo. —me
dice muy serio, incluso luce algo ofendido.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho creando una barrera. Lo miro fijamente
a los ojos buscando algún indicio de que miente o que sólo está bromeando,
no veo ninguno, se ve muy sincero para mí. ¡Arriésgate Amelia, es solo una
cita! Bajo los brazos y por primera vez en mucho tiempo me lanzo al agua.
—Está bien, estaré lista a esa hora. —Él sonríe satisfecho y en mi cabeza
Jess hace una voltereta hacia atrás de felicidad.
Nos despedimos hasta mañana y me voy al estudio para terminar el
cuadro, pero más importante, para llamar a Jess, porque la anticipación y la
ansiedad comenzaron a invadirme.
—Hola Guapa, tengo días sin escuchar tu voz…
—Mark me invitó a almorzar mañana. —Ni siquiera la dejo terminar con
su saludo—. Jess, nunca he tenido una cita oficial, ni siquiera sé qué ropa
debo usar mañana. —digo acostada en el pequeño sofá del estudio, con un
brazo tapándome los ojos.
—Woah woah woah, aprieta el freno, ¿Mark? ¿El chico del gimnasio con
el que tropezaste hace días?
Le cuento lo que ha pasado en los últimos días, el miedo que siento a que
sea un rompecorazones, mis inseguridades, la llamada de la chica que
escuché y las advertencias de la chica del gimnasio. Prefiero no contarle la
recaída que tuve para no preocuparla ya que ahora me siento un poco mejor.
—¿Te ha dado motivos para pensar que es un rompecorazones? ¿Lo has
visto?
—En realidad no. —digo reflexionando, solo he escuchado lo que dicen
las demás.
—Amelia, no deberías creer en nada de lo que te digan, tú misma
deberías averiguar qué clase de persona es.
—Lo sé, lo sé; por esa razón acepté, pero aún tengo la duda.
—Entonces, además de los chismes de pasillo que te dijeron ¿Por qué
piensas que lo es?
—No lo sé... ¿Por qué se fijó en mí, Jess?; obviamente no parezco su
tipo, siempre estoy llena de pintura, distraída, no soy sexy, ¿Cómo es que
puede gustarle alguien como yo? Aún estoy creyendo que es una broma. Él
es como un Dios de la sexitud, y yo… yo soy yo, soy normal, no pegamos.
—Y estoy rota.
—Amelia, ¿Cómo puedes decir que no eres sexy? Eres preciosa por
dentro y por fuera, las chicas matarían por tener tu cuerpo. Saca esas ideas
de tu cabeza, solo necesitas confianza en ti misma.
—Entonces, debería olvidarme de mis miedos, salir con él, y si no
resulta siempre puedo irme a México. —digo sacudiendo una mano para
liberar la tensión.
—Tú misma lo has dicho guapa. Ahora —La oigo sonarse los dedos de
las manos—. Hablemos de que te pondrás mañana estoy muy emocionada,
creo que podrías ponerte aquel vestido que…
La llamada con Jess me tranquiliza, vamos, no estoy diciendo que soy un
espantapájaros, sé cuáles son mis atributos; es solo que no me gusta andar
alardeando mi cuerpo, no me gusta ser observada y prefiero que todo se
quede seguro dentro de la ropa. Mark parece el tipo de chico que debería
estar con una Barbie sexy, rubia y perfecta. Particularidades que no tengo.

De Noche

No pude avanzar el cuadro lo suficiente, estuve pensando toda la tarde


en mi cita de mañana con Mark, aun no puedo creerlo; me voy a casa,
incapaz de seguir pintando. Cuando llego, me preparo un tazón de cereal y
me siento en la sala a ver una serie sobre detectives, al cabo de unas horas
subo a la cama y me quedo dormida.
Capítulo 5
Septiembre,

Martes

Falta una hora para que llegue Mark y aún estoy en pijamas, esto no está
pasándome, me digo una y otra vez mientras salto a la ducha para empezar
a prepararme. He estado despertándome temprano todos estos días que no
creí necesaria una alarma, ¡Grave error! Desperté casi a las 10:00 de la
mañana.
En tiempo récord estoy lista, opté por un vestido fresco por encima de
las rodillas color crema, con unas sandalias bajas color negro que tomé
prestadas de Jess, me dejé el cabello suelto con unas ondas en las puntas, no
me maquillo mucho, solo lo necesario para tapar las ojeras y resaltar mis
ojos azules, mi pálida piel ya está tomando un color bronceado por el sol de
Miami. Un toque de perfume y faltan exactamente cinco minutos para las
once. Esto debería ser un récord Guinness.
Cuando estoy por salir de mi habitación, suena el timbre de la casa.
Mark es puntual. Doy varias respiraciones y me repito “salta al agua,
Amelia”, bajo las escaleras para abrir la puerta.
Mark está guapísimo vistiendo una camisa recogida en las mangas que
resalta sus brazos y unos jeans caídos; ambos nos quedamos viendo unos
segundos hasta que él me saluda, aspiro su fragancia y cuando nos
separamos me entrega un ramo de tulipanes amarillos que tenía oculto en su
espalda.
—Hoy estas más hermosa que nunca Amelia.
Un gesto demasiado dulce, no puedo evitar sonrojarme y al aceptarlo nos
dirigimos a la camioneta para ir a… no tengo idea de a dónde vamos. No
había pensado que estaríamos de nuevo en su auto, el mismo donde sufrí un
ataque de pánico hace unos días. De repente, el no saber a dónde vamos me
inquieta y comienzo a ponerme nerviosa; Mark comienza a sacarme
conversación y trato de adentrarme en lo que hablamos, haciendo a un lado
mis pensamientos obsesivos.
Minutos más tarde, no puedo soportar más la incertidumbre, le comento
que he estado muy ocupada con la mudanza y el estudio y por eso no
conozco muchos lugares emblemáticos, esto, con la esperanza que revele a
dónde nos dirigimos finalmente; el voltea a verme dos segundos, antes de
volver la vista a la carretera y me pregunta.
—Entonces ¿No conoces South Beach?
—¿El Distrito de Art Decó más increíble de Miami?, no, aún no. Espero
poder conocerlo pronto.
—Pues allí es a dónde vamos. —Me sonríe con picardía mientras avanza
entre los carros.
—¿De verdad? ¡Me muero por ir a ese lugar! —digo genuinamente
emocionada y aliviada al mismo tiempo, al saber a dónde vamos.
Una vez estacionado el auto, caminamos por una calle que da inicio al
paseo en South Beach, todo es bellísimo, los edificios, los colores, los autos
de época estacionados, la playa al alcance de unos cuantos pasos, todo
parece un viaje en el tiempo. Creo que se me saldrán los ojos de todo lo que
quiero ver y conocer, Mark lo nota y me invita a caminar para explorar un
poco.
Hace un día precioso y soleado, hemos recorrido muchos sitios
increíbles, he tomado algunas fotos con mi celular para enviárselas a mis
padres y a Jess, estoy encantada con este lugar. Le explico a Mark sobre el
tipo de arquitectura que tiene y qué la diferencia de otros lugares; había
estudiado sobre South Beach en la universidad. Después de charlar a gusto,
Mark me dice que tiene una reservación en un pequeño restaurante de aquí
cuya especialidad es la pizza. Había olvidado que ni siquiera había
desayunado por levantarme tarde, de repente me suena el estómago y
agradezco que ya vayamos a comer algo.
Al principio me pongo nerviosa, al imaginarme en un lugar más íntimo
con Mark, pero me tranquilizo cuando tomamos las mesas de afuera, cerca
de los autos de época, la playa y todas las cosas maravillosas de este lugar.
Me habla de Los Ángeles, de su vida allí y todo lo que dejó atrás para
venirse a Miami. —Estudiaba derecho, estaba terminando mi tercer año
cuando decidí mudarme para acá.
Recuerdo la tensión en su voz cuando hablamos sobre su vida en Los
Ángeles el día de la playa, pero como está contándome más cosas decido
preguntarle.
—¿En serio? ¿Por qué te retiraste?
—No era lo mío, era miserable y mi padre seguía insistiendo en que
tendría un puesto seguro en su prestigioso bufete de abogados. No se sentía
bien, quería lograr mis propias cosas, no por el apellido de mi padre. Tenía
que salir de allí. No se sentía más como mi hogar. —expresa, un poco tenso.
—Nací en California, pero viajaba mucho para acá, al final decidí
mudarme definitivamente, para emprender un negocio de nutrición.
—Entonces, no se trata solo entrenar a tus clientes.
—No, siempre me he interesado en el ejercicio físico, pero no en el
sentido estético, sino en cómo puede ayudar a tu salud física y mental, sobre
todo con constancia, disciplina y basándote en una buena alimentación; es
increíble cómo puede cambiar la calidad de vida de las personas con algo
tan simple como aprender a comer. —Lo oigo con atención, se oye muy
centrado en lo que dice y por alguna razón me lo imagino regañándome
cuando se dé cuenta de que tengo muy malos hábitos alimenticios.
Yo le comento que me estoy quedando en casa de mi mejor amiga, hasta
que pueda conseguir más dinero con la venta de mis pinturas y mudarme a
un lugar propio, quiero exponer mis obras en una galería de arte para darme
a conocer; también le cuento que desde pequeña mi papá me enseñó
muchas de las técnicas en la pintura que hoy aplico y aunque es profesor de
música, la pintura también le apasiona.
—A diferencia de ti, nunca había estado en Miami, me ha tomado varios
días ubicarme bien.
—¿Por qué te decidiste por Miami?
—Aquí la expresión artística es muy valorada, hay un distrito completo
dedicado a eso; además, Jess me dio esta oportunidad, no podía
desaprovecharla. —En realidad, me estaba volviendo loca en casa,
necesitaba ir a un lugar donde nadie me conociera, pienso, pero me quedo
con la versión que le dije a Mark.
Después de la deliciosa comida, fuimos juntos a la playa a caminar
descalzos, la arena es casi blanca y el color del mar se fusiona con el cielo.
La playa está muy concurrida, pero conseguimos un espacio para sentarnos
y seguir charlando, a lo largo del día me he sentido cómoda junto a Mark,
no estoy a la defensiva y por primera vez en mucho tiempo, me permito
relajarme.
En un punto, toma mi mano y empieza a jugar con mis dedos uno por
uno, el contacto físico con sus manos se siente bien y me hace cosquillas. El
cielo comienza a nublarse anunciando que pronto lloverá, nos levantamos
para irnos cuando comenzaron a caer pequeñas gotitas, Mark toma mi mano
para correr, mientras nos reímos como dos adolescentes hasta el
estacionamiento, para cuando subimos al carro ya está lloviendo más fuerte,
desde que llegué a Miami no había llovido un solo día.
Cuando llegamos al frente de mi casa ya está oscureciendo, no ha dejado
de llover, Mark estaciona al frente y me ve sonriente, yo le doy las gracias
por tan bonito día con lo que él respondió.
—Gracias a ti por aceptar salir conmigo.
Acto seguido toma mi mano y la besa. Siento un hormigueo viajar desde
mi mano hasta el ombligo. De repente me empieza a dar calor y cuando
suelta mi mano sorpresivamente su ausencia me afecta. Él baja del auto con
un paraguas que guardaba en su auto, abre mi puerta, me ayuda a bajar y me
lleva hasta la puerta, me despido de él y cierro la puerta de la casa, pasan
unos segundos y toca la puerta, abro, pensando que me dejé algo en su auto.
—¿Me he olvidado de algo? —le pregunto.
—No, pero yo sí. —dice él.
Lo miro confundida y el responde a mi duda.
—¿Me das tu número de teléfono? —dice coqueto y yo le sonrío.
Se lo doy, pensando en que después de hoy, si seré capaz de mantener
una conversación normal con él. Se despide por segunda vez, sube al auto y
se marcha.
Voy a la cocina, con una sonrisa radiante, saco un jarrón de vidrio de
Jess y coloco el ramo de tulipanes en agua fresca. Comienzo a acariciarlos
uno a uno, embelesada. Cuando ya es más tarde y veo que aún no para de
llover, me coloco un abrigo y unos calcetines, el día no deja de darme
sorpresas cuando me encuentro a mí misma hambrienta, abriendo la nevera
y sacando de todo un poco para cocinar.
Tarareo una canción de Adele que tengo en mi celular, mientras pico un
pimentón en tiras; lloro cuando pico una cebolla, salteo todo en una sartén,
mientras le voy lanzando especias que Jess tenía guardadas. Saco unas
fajitas mexicanas y preparo tacos vegetarianos. No me estoy guiando por
ninguna receta, solo me dejo llevar, la lluvia aún repiquetea contra la
ventana de la cocina, mientras los olores se unen en armonía con la música,
creando un sitio acogedor.
Mark se comportó como un perfecto caballero el resto del día, justo
como prometió, en todo momento fue muy respetuoso, dulce y agradable,
casi no puedo creer que este día haya ocurrido. Tal vez lo juzgué demasiado
pronto, tal vez en serio es un buen chico; el día de hoy fue increíble, no me
había sentido así de libre y relajada desde…
No vayas allí Amelia.
Suspiro… solo espero no equivocarme… de nuevo.

Viernes

Hoy debo activarme, me digo en voz alta, he dormido demasiado así que
compensaré el día haciendo ejercicio y terminando la pintura que dejé
pendiente. Me alisto con unos shorts de deporte negro a la mitad del muslo
con un top y una sudadera, me recojo un moño alto y despeinado; me miro
al espejo y estoy sonriente, es el efecto de tu cita con Mark, me digo, pero
alejo los pensamientos como quien espanta un mosquito por miedo a pensar
que quizá sea verdad.
Al llegar, no veo a Natasha por ningún lado, tal vez es su día libre; al
cabo de unos minutos ya estoy calentando en la caminadora, hoy Steve me
indica que haga diferentes ejercicios con las pesas para entrenar los brazos,
me explica cómo hacerlos y se va con una señora que está comenzando por
primera vez aquí.
Ya voy por mi tercera serie y siento que me tiemblan los brazos de lo
cansados que están, hago todo mi esfuerzo en subir una pesa por encima de
mi cabeza con el brazo izquierdo, ¡Lo logré! pienso, cuando escucho la voz
de Mark acercarse por mi espalda.
—No esperaba encontrarte por el área de pesas…
De inmediato, siento que la pesa que estoy sosteniendo se me resbala,
por suerte puedo atraparla a tiempo con la mano que tengo libre, pero siento
un tirón en la espalda, intento colocar la pesa en el suelo, pero ya Mark está
a mi lado agarrándola por mí, con rostro preocupado.
—¿Estás bien? —me dice mientras me agarra por la espalda con una
mano.
—Sss... Sí. Estoy bien, solo se me ha resbalado la pesa. —le digo,
demasiado nerviosa al sentir el contacto de su mano en mi espalda. Dios
mío, ¿El aire acondicionado se averió de repente?
Muevo el brazo izquierdo para mostrarle que todo va bien, pero siento
un pinchazo en la espalda y se me escapa un gemido de dolor, Mark, más
preocupado que antes me chequea haciendo leves movimientos con sus
manos por mis omoplatos, al mismo tiempo me va preguntando “¿te duele
aquí?, ¿y aquí?”, ¿doler? Ni siquiera sé cómo me llamo en estos momentos.
Toca un punto de la espalda donde siento dolor y por reflejo brinco.
Mark me explica que parece ser una contractura del músculo, por el mal
movimiento que hice, sigue masajeando el área afectada de la espalda y yo
creo que deben hacer 40 grados aquí adentro, siento que explotaré de lo roja
que debo estar. Dios, qué bien se sienten sus manos.
—¿Te sientes mejor?
Mark me saca de mi letargo y me obligo a responderle que sí; es la
verdad, me siento mucho mejor después de su masaje y me sorprendo al
pensar que no quería que se detuviera.
—Sí, gracias.
Ambos nos sonreímos, han pasado varios días desde nuestra primera cita
y estoy algo nerviosa; nos hemos visto en el café y hemos tonteado un par
de veces por teléfono, pero su cercanía con el masaje me hace recordar que
cada día me siento más atraída hacia él. Noto que me va a decir algo,
cuando Catrina se acerca a él, con un conjunto deportivo demasiado corto,
poniendo la mano en su brazo y mirándome desafiante.
—Mark, cariño, será mejor que empecemos, recuerda que tenemos
mucho por hacer hoy. —Me mira de los pies a la cabeza, agitando su rubia
cabellera.
—Catrina, empieza a calentar en la elíptica, 25 minutos. —le ordena
Mark con tono seco, sin mirarla a la cara y dándole dos palmaditas en sus
garras, para que las aparte.
Ella sorprendida intercambia su mirada de Mark a mí, enfurecida. —No
te tardes. —le dice, se marcha meneando las caderas y dejando una estela
de perfume olor a caramelo. Repugnante.
¿Pero qué le ocurre a esta chica?; no puedo evitar sentir un pinchazo de
celos. Entonces entro en razón, a ella le interesa Mark, es demasiado
evidente, no puedo evitar sentirme como una tonta por no darme cuenta de
eso antes. De seguro ella era la que estaba al otro lado del teléfono cuando
yo espiaba; no puedo evitar levantar una ceja mientras la veo marcharse.
Mark niega con la cabeza y me dice:
—Soy su entrenador personal, sólo eso. No deberías seguir entrenando
con esa contractura en la espalda, ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No, no es necesario. Vuelve a tu trabajo. —le respondo seria.
—¿Estás segura? —luce preocupado.
—Muy segura.
—Te llamaré más tarde ¿sí? —Hay duda en su mirada, pero toma mi
mano para darle un beso y se marcha en dirección a la chica-voluptuosa-
completamente-su-tipo.
Cuando salgo de la ducha, comienzo a sacar la ropa de mi bolso para
empezar a vestirme, me siento cohibida con tantas chicas, por lo que, me
coloco la ropa interior aun con la toalla puesta. Al pasar los minutos, noto
que algunas de ellas cuchichean y desvían su mirada hasta donde estoy; al
notar que les devuelvo la mirada, se marchan, dejándome sola en el
vestidor, aprovecho la privacidad para vestirme.
Perfecto, ahora estoy en boca de las chicas del gimnasio. Estoy
abrochándome el pantalón cuando Catrina entra y se dirige a los casilleros
que están cerca de mí. Me coloco una franela rápido, para ocultar mi torso
desnudo, haciendo que me duela más la espalda; ella se detiene frente a mí
y me estudia de pies a cabeza, veo que detiene sus ojos en mis costillas,
pero logro cubrirme a tiempo, la distraigo preguntándole lo más neutral que
puedo.
—¿Te puedo ayudar en algo?
—Ni siquiera lo intentes, no te luce. —me señala con un dedo,
mostrando su manicura recién hecha.
Saco mi cabello que quedó atrapado dentro de la camiseta y le digo
calmadamente.
—¿Te refieres a tu esmalte? Los vi en oferta en la tienda de maquillaje
cruzando la calle; a mí me parece que el color es un poco vulgar, pero a ti te
queda.
—No te hagas la astuta. Mark está completamente fuera de tu alcance.
—responde ella.
—¿Hay algún motivo por el cual estemos manteniendo esta
conversación? No te sigo. —No voy a dejar que me altere, al notar que la
estoy ignorando agrega.
—Mira niña, ¿Crees que es un secreto que ustedes dos hayan salido
juntos? —Al ver que se ganó mi atención, continúa.
—Me contó de su salidita tonta, en serio pequeña, no tienes oportunidad,
no eres suficiente mujer para él, ¿Pensaste que él iba en serio? Todo es parte
de su juego para hacerme sentir celosa; en verdad eres ilusa. Solo es
cuestión de tiempo, para que volvamos a estar juntos. —Agarra una toalla
de su bolso y sale tarareando una canción.
Suelto el aire, molesta, cuando oigo su voz aguda gritando. —Mark,
cariño, ya conseguí la toalla, estaba en mi bolso.
Termino de ponerme mis deportivas y me recojo el cabello en un moño
desordenado, con esfuerzo porque la contractura comienza a molestar más
de lo que desearía en estos momentos; me tomo mí tiempo y cuando estoy
conforme con mi aspecto, salgo con los puños cerrados y el bolso
lastimando mi espalda. Al llegar a la recepción, veo que está vacía,
esperaba que Natasha ya estuviese aquí, me vendría bien su distracción.
Cuando giro mis talones, Mark está muy cerca esperándome con los brazos
cruzados, en su mirada puedo notar que también está molesto, la pregunta
es ¿Cuál de los dos lo está más?
Paso por su lado y él se adelanta para ponerse en frente de mí
obstaculizando la salida.
—¿Por qué permites algo así? —le pregunto.
—¿Permitir qué? —pregunta y yo me pellizco el muslo hasta que me
duele.
—Mira, estoy cansada de los chismes, yo no pedí nada de esto.
El me ve confundido, me parece que no tiene idea de lo que estoy
hablando.
—¿Qué chismes?
—Debo irme, tengo cosas que hacer. —Señalo la puerta con la cabeza
esperando que se haga a un lado y me deje ir.
—Habla conmigo. —me pide, acercando su mano hasta la mía, yo la
esquivo y vuelvo a señalar la puerta.
—Solo quiero irme, de verdad que no quiero estar acá en este momento.
—le digo, mirándolo directamente a los ojos.
Mark baja los brazos, nos vemos fijamente un rato hasta que él entiende
que no voy a ceder, suelta el aire resignado y me dice. —Deberías tomar
reposo, tu espalda no está bien.
Al ver que no respondo nada, él mismo empuja la puerta para que pueda
salir, paso a su lado sin tocarlo y me marcho. ¿Irme a casa? Es el último
lugar al que pienso ir, pienso triunfante mientras salgo a toda prisa a mi
estudio.
No sé cómo sentirme en estos momentos, anoto en mi lista mental:
primero, celosa por la cercanía que percibí entre ellos; segundo, enojada
porque Mark haya tenido que irse con Catrina; y tercero indignada conmigo
misma por considerar que Mark dejaría su trabajo para irse conmigo; ¡Por
favor Amelia!, apenas hemos salido una vez ¿Qué está pasando contigo?
...Pero, ¿Y si nuestra cita fue una apuesta entre él y ella? Deben estar
riéndose de mí en estos momentos, no, no, no ¿Qué rayos estás pensando?,
eso no tiene sentido, nunca te ha dado motivos para pensar eso. Es más que
obvio que Catrina quiere algo con Mark, por eso ha querido quitarme del
camino desde el primer momento. Hago un borrón en mi lista mental y saco
unos lienzos nuevos.

Más tarde

Odio darle la razón a alguien, odio cuando sé que debí tomar los
consejos de alguien y no lo hice por ser testaruda y en este caso, dejarme
llevar por mis emociones y mi estúpida lista mental. Terminé mi cuadro e
inicié dos más, pero tenía que haberme ido a casa como sugirió Mark, me
duele muchísimo la espalda, creo que tengo el músculo de la espalda más
contraído, no puedo hacer ciertos movimientos porque siento el pinchazo
más fuerte.
Tomo mi bolso y le echo un vistazo a mi celular, tengo una llamada
perdida de Mark, aún no sé qué pensar sobre Catrina y lo que significó
nuestra primera cita; necesito respuestas. Sí. Pero, en definitiva, no estaba
lista para contestar esa llamada. Soy una cobarde. Abro los mensajes de
texto, uno de mi padre saludando, uno de Jess con una foto de ella
tomándose una piña colada y uno que llama mi atención de Mark.
2:10 pm
¿Cómo está tu espalda? Espero que hayas descansado y estés mejor.
Si se entera que pase todo el día pintando, se muere.
Cierro el mensaje y veo la hora, ¡5:19 pm! ¡Ni siquiera he almorzado!
Me mantuve tan absorta en la pintura que me olvidé hasta de la hora. Cierro
el estudio y cuando bajo las escaleras, el dolor en la espalda aumenta
obligándome a caminar lento.
El regreso a casa fue más rápido de lo que esperaba, cuando estoy
llegando veo la camioneta de Mark estacionada al frente, pero ¿Por qué
vino? Cuando me acerco veo que está sentado en la escalera de la entrada;
donde estoy no puedo ver bien su expresión, cuando nota que estoy
llegando se pone de pie y de inmediato le digo.
—¿Qué haces aquí? —Cruzo los brazos, protegiéndome.
—Amelia… —dice suspirando, toma mi bolso que está sobre mi hombro
izquierdo—. No deberías estar esforzando ese brazo ¿No te ha dolido más
la contractura?
Demonios, este chico conoce sobre esto, no puedo mentirle.
—Solo me molesta un poco, ya se me pasará. ¿Para eso viniste? —le
pregunto.
—Quería chequear cómo estaba tu espalda y quería hablar contigo.
Ahora empiezo a ponerme a la defensiva, Mark se mantiene muy serio.
—¿Sobre los chismes y Catrina? —El asiente.
—Catrina me contrató para que la entrenara y nada más, nunca hemos
tenido o tendremos algo, no me siento atraído hacia ella.
—Entonces, ¿Por qué permites que se comporte así? Dando por hecho de
que ustedes tuvieron una relación.
Me mira sorprendido un segundo y me dice: —¿Eso es lo que te dijo? —
Yo asiento con la cabeza lentamente.
—Todos en el gimnasio deben pensar que soy una cualquiera. —él
intenta interrumpir pero no le dejo—. Y no solo eso, me dijo que todos
sabían sobre nuestra cita y que fue un juego tuyo para hacerla sentir celosa.
—le explico.
Comienza a dar vueltas por la entrada de Jess, pasándose la mano por
unos mechones de su cabello, hasta que se detiene frente a mí.
—Y tú le crees. —lo afirma, no me lo pregunta.
Tomo aire para ayudarme a conservar la calma —Si te soy sincera,
Mark, en este momento no lo sé... pero de ser falso, no entiendo por qué
dejas que lo haga.
—No lo sabía, cuando fuimos a South Beach ella nos vio juntos, lo sé,
porque me lo dijo ayer; no sabía que saldría inventando esas cosas, ni
regándolo por el gimnasio. Hablaré con ella, no permitiré que se meta en mi
vida personal.
Asiento con la cabeza y luego suelto todo el aire de mis pulmones. —No
quiero ser grosera, pero no me siento bien, voy adentro a descansar. —me
excuso, colocando una mano en mi hombro.
—¿Es por la contractura?
—Sí. Eso. Voy a descansar. —respondo cabizbaja.
—¿Te puedo ayudar con algo?
—No… todo está bajo control. —Todo se está cayendo a pedazos.
Él se despide con la duda en su mirada, mientras yo construyo una pared
más alta para dividirnos a él de mis inseguridades. Cierro la puerta, como
una metáfora de mi propia vida y subo las escaleras, miserable y
sintiéndome completamente sola.

Varios días después (domingo)

He estado evadiendo los mensajes y llamadas de Mark, fui muy dura con
él la última vez que hablamos, analizando todo lo que pasó con más calma,
todo esto ocurrió por la red de mentiras que creó Catrina. No fui nada justa
con él. La única verdad es que tengo miedo de abrirme con él, tengo miedo
de que me rompa el corazón y que las cosas que dice Catrina sean todas
ciertas. No tengo que creer en nada de lo que diga, pero mis inseguridades
son mayores a cualquier razón lógica. Soy una cobarde, me digo una vez
más.
Nuevamente salí de casa sin desayunar, al llegar, Natasha hablaba por
teléfono con algún cliente, pero al verme, tapó el auricular y me dijo
rápidamente algo entre ahorcar a Catrina con sus extensiones falsas y que
Mark era inocente. Luego caminé varios minutos en la cinta, para no
lastimar mi espalda que mejora lentamente, Catrina me ha dedicado su más
sincera mirada de odio en un momento que nos cruzamos por los pasillos
del gimnasio y noté que algunas chicas cuchicheaban entre ellas mientras
dirigían su mirada hacia mí. Cuando vi que Mark llegaba al gimnasio, me
escabullí a los vestidores saludándolo con la mano desde la distancia. Él
quiso acercarse a mí, pero decidí irme a la seguridad que ofrece el letrero de
“chicas” del vestidor. Debí prever que él también vendría un domingo a
entrenar.
El resto de la tarde pinto. Pinto como si no hubiese nadie más en el
mundo, como si solo estuviésemos el lienzo, mis miedos y yo. Me siento en
el sillón para descansar la espalda y aprovecho para comerme un sándwich
con mantequilla de maní que preparé en la pequeña cocina del estudio.
Continúo así, hasta que me doy cuenta que es de noche y decido volver a
casa, meto en mi bolso el paquete apenas empezado de pan y el tarro de
mantequilla de maní.
Tomo una ducha rápida y luego decido prepararme otro sándwich,
necesito alimentarme mejor, me reprendo. Abro el tarro cuando alguien toca
la puerta, salto del asombro, me asomo por la ventana con sigilo y veo que
es Mark.
Mierda, mierda, mierda.
Me armo de valor y cuando toca por segunda vez abro la puerta, salgo y
lo recibo con un “hola” que salió torpe y en voz baja. Él responde, pero con
mucha mayor seguridad que yo.
—No he sabido mucho de ti estos días, ¿cómo estás?
—Bien, ocupada con la pintura, ya sabes… —Ocupada siendo infeliz,
pienso.
—¿Puedo hablarte de algo?
—Hmmm, está bien. —le digo poniéndome alerta de inmediato, Ambos
nos sentamos en las escaleras de la entrada.
—Le pedí a un colega que se encargue del entrenamiento de Catrina, ya
no soy su entrenador.
—Vaya. —digo, sorprendida. En verdad lo hizo.
—Lamento que te hayas visto envuelta en tantos chismes de pasillo. —
agrega.
—Eso no fue tu culpa, Mark. —digo en voz baja.
—Igual, hicieron que dudaras de mí. ¿No es cierto?
Asiento con la cabeza y bajo la mirada. Quisiera decirle que no, pero la
verdad es que sí.
—Quiero disculparme contigo, no estuvo bien desaparecer así, estoy
acostumbrada a huir cuando las cosas se ponen difíciles, es algo en lo que
estoy trabajando. —le digo, avergonzada, sin poder mirarlo a la cara.
Noto que está a punto de decirme algo, pero es interrumpido por el
sonido de mi estómago exigiendo comida, ambos miramos hasta mi barriga,
él levanta una ceja y yo me sonrojo de la vergüenza.
—La verdad es que me estoy muriendo del hambre, estaba por preparar
la cena. —Intento sonar casual.
—Por favor, dime que has comido algo en todo el día.
—Por supuesto que he comido, ¿Te he dado motivos para pensar que no
me alimento bien? —No te alimentas bien, ¿a quién engañas?
Él se rasca la barbilla como pensativo y responde. —Tienes razón ¿Cuál
fue tu menú de hoy?
—… un sándwich. —le confieso.
—¿En todo el día? —Se le escapa algo parecido a un gruñido.
—No he tenido mucho tiempo, como te dije he estado muy ocupada,
pensaba prepararme algo rápido.
—¿Ese “algo rápido” en qué consiste?
—En otro sándwich…—digo, con culpabilidad.
Bien, tengo que dejar de ser tan descuidada. Comienzo a reírme
nerviosamente, jugando con mis dedos, Mark suspira de nuevo y me dice.
—Déjame llevarte a comer algo decente, por favor, no discutas esto.
Asiento con la cabeza porque no sé qué más decir, su mirada me
intimida mucho. Mark me guía hasta la camioneta y antes de salir le digo.
—Podemos ir a un sitio donde venden tacos acá cerca, sirven rápido y la
comida es deliciosa, en Pensilvania iba todo el tiempo.
—Eso es lo opuesto a comer algo nutritivo. —dice él, levantando una
ceja, al ver que hago un puchero, me muestra una leve sonrisa, buena señal
y me dice:
—Tacos serán.
Después de un burrito de pollo soy otra persona; Mark insistió en que
comiera una ensalada, pero le dije que era un sacrilegio venir a un sitio
como este a pedir comida saludable. Me acompañó todo el tiempo
pacientemente, hablando sobre cualquier tema. Cuando le digo que ya estoy
satisfecha, me mira complacido y entramos en el auto. La intimidad que nos
proporciona el estacionamiento medio vacío y los vidrios oscuros
comienzan a inquietarme. Mark fija su mirada en el volante, toma una
pausa de unos segundos y comienza a hablar.
—Hoy en el gimnasio, quería hablar contigo; tengo días con esto
guardado y no puedo retenerlo más.
Oh Dios, no estoy preparada para esto.
—Me encantó salir contigo, esa noche no podía dormir pensando que
aceptaste ir conmigo. —Se le escapa una risa ansiosa—. Desde que
tropezamos por primera vez en el gimnasio no he podido dejar de pensar en
ti. Nunca me había sentido tan atraído e intrigado por alguien hasta que
cruzaste tu mirada conmigo, Amelia. No quería que lo que pasó con Catrina
te alejara, pero me parece que así fue.
Mierda, definitivamente no estoy preparada para esto.
—Catrina fue el detonante, de todo lo que hay detrás…
Él me mira confundido, esperando que continúe hablando. Comienzo a
jugar con los dedos, asustada, nerviosa, emocionada, insegura, feliz, todo a
la vez por lo que me acaba de decir, me aclaro la garganta antes de decir.
—Yo no tengo citas Mark, pero acepté salir contigo y lo disfruté mucho,
muchísimo la verdad.
—¿Pero? —dice con los ojos tristes.
—La verdad es que sentí un poco de celos, no quería sentirme así, ya que
apenas salimos una vez, me da miedo sentir eso y en el fondo pensaba que
no era posible que tú te sintieras atraído por alguien de mi tipo, por eso he
reaccionado así hace unos días. —Me aprieto los dedos uno a uno,
obligándome a callar, una vez que empiezo a hablar sin parar es difícil
detenerme.
—¿Cómo puedes pensar eso? Eres demasiado hermosa Amelia, estos
últimos días a tu lado he reído y disfrutado tanto, que no puedo recordar la
última vez en la que me haya sentido así.
Sonrío, bajando la mirada. Irónico, alguien como yo haciendo feliz a
alguien como él.
—Por un momento llegué a pensar que todo había sido un juego. —le
confieso.
Me ve muy serio. —Yo no soy esa clase de persona.
Al ver que no respondo nada agrega: —Amelia, quiero conocerte, quiero
saber más de ti, me gustas… muchísimo y quiero demostrarte que puedes
confiar en mí. —Lo miro boquiabierta varios segundos, mi silencio dura
más de lo que hubiese preferido, pero tengo un nudo en la garganta, no
puedo hablar.
—¿Yo te hago sentir algo? —pregunta, con los hombros caídos por mi
silencio.
Levanto la mirada para ver si está bromeando. No lo está.
—Esa es una pregunta tonta.
—¿Lo es? Eres difícil de leer. —dice con media sonrisa, luce cansado.
Como no digo nada él continúa: —No tienes que responder nada
ahora… solo quería que lo supieras. Me gustaría invitarte a salir de nuevo,
si tú quieres, claro.
Te dijo lo que siente por ti y no le dijiste nada, ahora te invita a salir y
estás muda, hace un minuto no podías callarte. Responde algo Amelia, ¡Di
lo que sea!
—¿Estás seguro que soy tu tipo? —Mi cerebro y mi boca tienen un
grave problema de comunicación.
—Totalmente. —Mark ahora sonríe más relajado, toma un mechón de
cabello y lo coloca detrás de mi oreja.
Yo también sonrío, pero bajo la mirada. Cuán difícil es abrir tu corazón a
alguien, pero reúno valor y consigo mi voz para responderle.
—Tú también me gustas Mark y me encantaría salir contigo una vez
más, pero ¿Podemos tomar las cosas con calma? —Mark me abruma
demasiado, necesito mantener el control de mis sentimientos, no puedo
dejarme llevar… una vez más.
Toma mi rostro con sus manos cálidas, me da un beso en la frente y con
una sonrisa me afirma. —Con calma. —Baja para darme un beso en la
mejilla y enciende el auto para volver a casa.
El trayecto de regreso es corto y silencioso, pero es un silencio cómodo,
Mark voltea a verme cada cierto tiempo y cuando nuestras miradas se
cruzan sonreímos como dos tontos, maneja todo el tiempo tomando mi
mano.
Cuando llegamos a casa, se me escapa un bostezo y me doy cuenta que
estoy muy cansada, la conversación con Mark me quitó un gran peso de
encima.
Una vez adentro, no puedo ocultar mi sonrisa, Mark es demasiado dulce
conmigo. Me recomendó que no entrenara mañana para recuperarme como
se debe. Subo a darme un baño relajante, juego con las burbujas que se
forman en la bañera y relajo mi cuerpo en el agua caliente. Cuando ya estoy
poniéndome una franela grande para dormir, Mark me avisa que ya llegó a
su casa y me desea dulces sueños. Sonrío como una colegiala, le respondo y
me voy a la cama.
Capítulo 6
Septiembre,

Lunes

Hoy hace más calor de lo normal, pero tomo una ducha caliente para
relajar mis músculos, dejo que el agua corra por mi espalda, me lavo el
cabello, pasando los dedos por el cuero cabelludo hasta dar con la pequeña
cicatriz, suspiro y salgo envuelta en una toalla, me visto con unos
pantalones de yoga y una franelilla holgada oscura, una vez lista, bajo para
intentar desayunar algo, últimamente he estado comiendo muy mal, mejor
dicho, no he comido prácticamente. No puedo seguir así. Una vez lista, veo
los tulipanes marchitos en el jarrón y con tristeza los lanzo a la basura.
Estoy cerrando la puerta con llave, cuando recibo una llamada de Mark,
sonrío al escuchar su voz y una sensación de seguridad me invade.
—Buenos días Amelia, ¿Cómo sigue tu espalda? ¿Descansaste?
—Mark, hola. Esta… mejor, ya no me duele casi.
—Eso es bueno, no entrenes hoy, deja que se recupere completamente.
—Sí, señor. —digo con una sonrisa porque se preocupa por mí, sin
embargo, mi felicidad dura poco cuando agrega.
—Escucha, tengo que salir a Los Ángeles por un par de días… algo
surgió y debo ayudar a mi padre. —su voz se oye tensa y algo molesta.
—¿Está todo bien?
—Sí, no te preocupes, volveré en un par de días.
—Entonces ten un buen viaje. —consigo decir, con un nudo en la
garganta.
Minutos más tarde la llamada termina, y me doy cuenta de que tenía las
manos cerradas en puños. Vuelvo a entrar a casa, se me han quitado las
ganas de todo. Estar con él hace que me olvide de todo, sopeso salir al
gimnasio sólo para ver a Natasha, pero no quiero que vuelva a verme mal.
No. No debería depender de la compañía de alguien para estar bien, puedo
estar sola. Me repito mentalmente y reúno fuerzas para salir al estudio, mi
refugio.

Estoy en la universidad, dibujando una escultura que está en la plaza


central cuando él llega; me da una margarita que cortó en el jardín, un
beso y se sienta a mi lado, estoy feliz porque me sonríe. Sigue junto a mí
fumando un cigarrillo, cuando suelta el humo, veo que se forman hilos
largos en el aire hasta desaparecer, hace una pausa y me susurra “¿Aún
tienes miedo?” De repente el cielo se oscurece y estoy sola, me pongo de
pie para buscarlo. —¿Dónde estás? No me dejes sola —le digo al silencio.
Alguien se acerca por detrás de mí y me tapa la boca para que no grite.
Estoy mareada, estoy muerta de miedo, intento mantenerme despierta pero
lo último que escucho es una voz diabólica diciéndome: —“Esto te va a
doler” …
¿Dónde estoy?
Estoy temblando y todo está oscuro, intento ubicarme en el pequeño
espacio, confundida, llena de lágrimas y de sudor. Veo que se filtra la luz
por una rendija, enfoco la vista y descubro que estoy en el closet del
estudio; debí quedarme dormida en el sofá apenas llegué, pero ¿Cómo
llegué aquí?, ¿Estaba escondiéndome?
Los sueños son cada vez más reales. Me pellizco un brazo hasta que sé
que me causará un morado, necesito sentirme viva, necesito sentir; gimo
recogiendo mis piernas y llorando con más fuerza, sacando todo lo que
tengo por dentro, hasta quedarme dormida de nuevo.
No he querido salir del closet hasta que escucho mi teléfono sonar por
tercera vez. Deben haber pasado un par de horas; salgo gateando con
esfuerzo para cogerlo, me duele demasiado la espalda por estar tanto tiempo
encerrada; la pantalla me muestra que es Jess, me tiembla el labio, tengo
que contárselo o me volveré loca.
—Jess… son los sueños, volvieron… —le confieso finalmente, con la
voz rota.

Jess debe ser mi ángel de la guarda, tenía trabajo por hacer, pero estuvo
escuchando atentamente mis sueños tras casi dos horas de terapia
telefónica, me consoló mientras lloré y se lamentó por no poder estar aquí.
—¿Crees que las pesadillas están volviendo porque conociste a Mark?
—No lo sé, —Mi voz tiembla al hablar, odio ese sonido.
—Para mí tendría sentido Amelia; primero, estás llegando a un lugar
nuevo, donde todo es desconocido para ti; si a eso le sumamos que estás
conociendo a una nueva persona a la cual te estás abriendo emocionalmente
y por último, pero no menos importante, tu pasado; el resultado es una
mezcla explosiva en tu cabecita.
—Todo iba bien desde que llegué, ni siquiera estaba pensando en mi
pasado.
—Tu mente lo recuerda cariño, tus miedos están allí.
—Desearía poder olvidar. —digo con tristeza.
—Él está muy lejos de ti ahora Amelia, ya no puede hacerte daño, es
momento de que seas feliz, ya sea con Mark, o sola, ya es tiempo de dejar el
pasado atrás.
Lo que dice tiene mucho sentido en estos momentos así que me aferro
con todas mis fuerzas a esa posibilidad.
Al colgar la llamada me siento menos muerta que hace unas horas, así
que para tratar de alejar todos los sentimientos negativos, sintiéndome
cansada y triste voy a un sitio cercano a comprarme cualquier cosa para
almorzar. Debo comer, aunque es lo último en lo que pienso en estos
momentos.
Mientras escarbo en el plato de fideos que apenas he tocado, analizo lo
que hablé con Jess, lo cierto es que al principio dudé de Mark por mis
propias inseguridades, hasta ahora no me ha hecho dudar de él ¿Será que
estoy soñando estas cosas por miedo, como dijo ella? Suspiro frustrada. La
verdad es que cada vez me siento más cómoda estando con él, entonces
¿Por qué estoy teniendo estas pesadillas?
He recibido una llamada de Mark cuando estaba almorzando y no me he
dado cuenta, intento devolverle la llamada pero no contesta. Abatida, me
voy a la mesa de dibujo a intentar trabajar en algo.
Pasadas las 9:00 de la noche, decido quedarme en el estudio dibujando,
no quiero volver a caminar sola tan tarde y prefiero mantenerme ocupada
que dormirme y tener otra pesadilla. Estoy haciendo una composición en
acuarelas, que me distrae de mis pensamientos cuando vuelve a sonar mi
celular, al ver el número de Mark se me ilumina el rostro.
—Mark… hola. —No quiero sonar desesperada, pero lo estoy.
—Hola, ¿cómo te sientes? —Pienso por un momento que me pregunta
por mis pesadillas y por todo lo demás, pero después recuerdo que él no lo
sabe y se está refiriendo a la contractura, que por cierto, me está matando.
—Mejor, está mejor que ayer, no he entrenado. ¿Tú cómo estás?
—Bien... —Lo oigo soltar el aire. —Mi padre necesitaba ayuda con un
caso, estaba corto de personal.
—Oh, y ¿Cómo está resultando todo?
Hace una larga pausa, como buscando las palabras.
—Soportable… por ahora. Me quedaré hasta tarde para terminar todo.
—Está bien, soportable es mejor que horrible-sáquenme-de-aquí. —le
digo, buscando relajarlo.
Escucho su risa leve y me cambia el tema. —¿Qué estás haciendo ahora?
Veo la pintura sin terminar con desgano. —Terminando una pintura.
—¿Estás en el estudio? —suena sorprendido, quizás por la hora.
—Me quedaré aquí toda la noche, si es lo que te preocupa.
Me va a decir algo, pero su palabra queda a la mitad, cuando otras voces
le interrumpen. —Debo irme, te llamo mañana.
Y cuelga, dejándome sola con las paredes del estudio haciéndose cada
vez más pequeñas.

Martes

Arrastro mis pies hasta el café, enderezo mi espalda pero duele, así que
regreso a mi postura cabizbaja y cansada. Una noche para nada productiva,
en lugar de pintar, más de una vez me encontraba durmiendo sobre los
papeles y las pinturas, ahora tengo los brazos manchados, pero no me
importa, necesito café.
El chico que atiende en el mostrador, al verme contiene una sonrisa, mi
rostro debe ser un desastre, pero iré a casa a encerrarme y ya nada
importará. Camino de regreso, pateando una piedrita y dando sorbos de
elixir caliente.
En la puerta de la casa, tanteo en mi bolso las llaves, no las consigo,
suspiro cansada y apoyo la frente en la puerta, con el café quemándome en
una mano y la otra revolviendo las cosas para ver si las encuentro.
—¿Necesitas ayuda?
Giro mi cuerpo para encontrarme con Mark, los rayos del sol se reflejan
en su cabello y lo hacen ver más rubio, sus ojos azules combinan con el
cielo, tiene su rostro cansado como el mío, unos pantalones raídos en las
rodillas, una chaqueta de cuero que lo hacen ver como un chico malo y con
un maletín que contrasta con todo el atuendo. Me sonríe levemente. Si no
fuese porque el café tiene una tapa de seguridad, lo habría derramado por la
impresión.
—Mark...
Luzco horrible, mis ojeras deben llegar al piso, estoy despeinada y llena
de pintura. Genial.
—Terminé antes de lo pensado, tomé el primer vuelo.
Contengo las ganas de saltar a sus brazos, solo pasó un día y lo eché
muchísimo de menos; me asusta ese pensamiento, así que me quedo quieta,
sin moverme, alerta y emocionada.
—No consigo mis llaves. —Es lo que sale de mis labios.
Él se ríe y agarra mi café para que pueda buscar bien en mi bolso. Al
final, terminan apareciendo en el bolsillo de mis pantalones, me sonrojo
avergonzada por ser tan despistada, meto la llave en el cerrojo y después de
varios intentos, entramos.
—Bienvenido a mi casa... bueno, a la casa de Jess. —corrijo.
Entramos y tras echarle un vistazo a la sala y la cocina, deja su maletín
en una de las sillas del mesón y me mira sonriente, me pone tan nerviosa
que bajo la cabeza hasta mi café, ¿Qué pasa contigo, Amelia? Respira.
—¿Una noche productiva? —me pregunta.
Me recuerdo rompiendo todos los dibujos en los que trabajé porque
ninguno me hacía sentir conforme.
—No mucho. —digo, viendo mis brazos llenos de pintura, vuelvo a
sonrojarme, porque aparentemente es lo único que mi cuerpo hace cuando
estoy en presencia de Mark. Me voy hasta el lavaplatos y comienzo a
quitarme los restos de pintura con jabón, él se pone a mi lado, apoyando la
cadera en el mesón de la cocina y cruzando sus brazos, relajado. Yo intento
actuar natural y calmada, pero más de una vez se me cae la esponja y creo
que nota cuánto me afecta, pero no dice nada. Solo me ve con una sonrisa
leve y tranquila.
—P... ¿pasa algo? —le pregunto.
—Te faltó un poco aquí. —Moja sus dedos en el agua y los pasa por mi
barbilla, yo siento cosquillas en todo el cuerpo y contengo la respiración al
tenerlo tan cerca. Cuando termina, me seca con un pañuelo que guardaba en
su chaqueta y acaricia con su pulgar mi mejilla, su mirada viaja de mis ojos
a mis labios.
—¿Sería raro si te digo que te eché de menos? —le confieso y me
sorprendo a mí misma al decir eso en voz alta.
Niega con la cabeza. —En absoluto. —Me da un beso en la mejilla,
cerca de mis labios. El contacto me incendia y me hace querer más, pero a
la vez me pone nerviosa, se separa unos centímetros para decirme.
—¿Tu espalda?
—Aún molesta un poco, me cuesta mantenerme con la espalda derecha.
—digo, aclarándome la garganta, tratando de sonar normal.
—¿Puedo? —Extiende su mano hacia mí, invitándome a tomarla, yo lo
hago, aunque algo confundida.
Me lleva hasta las sillas altas de la cocina y me siento en una, se coloca
detrás de mí y yo me pongo alerta, coloca su mano en mi hombro y yo
brinco ligeramente al sentir su contacto, luego comienza a hacer
movimientos con mis brazos, apoyando su mano en mi hombro, mis
omóplatos y por último cerca de mi espalda baja. Me pregunta si me duele,
yo niego con la cabeza porque mi cerebro no puede articular nada
coherente. Hace un movimiento al elevar mi brazo que me molesta, al
decírselo, comienza a hacer masajes por mis omoplatos y cerca de mi
cuello.
—¿Amelia? —pregunta en voz baja.
—¿Hmmm...? —Balbuceo.
—Estás muy tensa, te haré daño si no relajas los músculos. —suena serio
y calmado, a diferencia de mí, que debo parecer un tomate incendiado.
—Lo que pides es difícil.
—¿Y eso por qué? —pregunta.
—Porque hay un chico sexy toqueteando mi espalda. —Comienzo a
creer que mi propósito en la vida es avergonzarme frente a él, en definitiva,
con Mark no tengo un filtro.
—Estoy siendo tan profesional como puedo. —dice, en voz más baja.
No puedo ver su rostro, pero me da la impresión de que sonríe. Intento
dejar los jueguitos para después y suelto el aire tratando de relajarme poco a
poco. Mark continúa con su trabajo y me hace masajes por el cuello, al
notar que en efecto, si estoy más relajada. Yo cierro los ojos y se me escapa
un suspiro porque lo que están haciendo sus manos es increíble. Él rompe el
hechizo cuando se coloca de frente a mí y pregunta.
—¿Dormiste en una superficie plana anoche? —Yo abro los ojos y mi
mirada debe ser la representación cruda de la culpabilidad. Levanta una
ceja, al parecer, él mismo conoce la respuesta a su pregunta.
—¿La mesa de dibujo cuenta como superficie plana? —digo.
Me regaña con la mirada y niega con la cabeza, registra en su bolso y me
da un envase pequeño con pastillas, me explica que son relajantes
musculares y que debo tomarlos cada doce horas. Los acepto, pero no le
digo que prefiero no tomarlas.
—Gracias.
—Por nada. —responde más relajado.
—¿Cómo te fue con tu papá? —le pregunto.
—En cuanto al trabajo, bien. Conocía el caso que estaban llevando y fui
de ayuda.
—Eso es bueno, ¿Pero?
Se recuesta en la silla. —Cada vez que estoy con mi padre, terminamos
discutiendo, siempre surge el tema de que regrese a Los Ángeles, retome la
carrera y trabaje con él.
—Lamento oír eso. —digo, pensativa.
Me ve y asiente lentamente.
—¿Has hablado con él?
—He intentado mil formas de hacerle entender, pero no quiere aceptarlo.
El caso de ayer, era otra prueba más para que "me diera cuenta de mi
potencial". —responde tenso. Deja caer los hombros y dice.
—No quiero ser como él. Avaro, que juega con la verdad y la justicia por
unos honorarios… es una larga historia.
—¿Quieres hablar sobre eso? —pregunto, porque creo que entramos en
terreno aún más pantanoso.
—En realidad no.
Tomo su mano y se la acaricio, intentando de algún modo darle mi
apoyo.
—Voy al estudio más tarde ¿Quieres acompañarme? —le invito.
El rostro de Mark cambia de serio a contento en un segundo, acepta
emocionado, le explico cómo llegar y nos despedimos, ambos con mejor
ánimo.

En la tarde
Cuando llego al estudio, acomodo algunos cuadros, abro todas las
ventanas y tiro a la basura todos los restos de cartulinas rotas de anoche. Me
veo en el espejo del lavabo y doy gracias al cielo porque traje mi tapa
ojeras, luzco fatal por no haber dormido y la ducha helada que tomé no
ayudó demasiado; aunque Mark ha visto mi faceta desarreglada, me doy
unos pequeños retoques y me suelto el cabello, cuando estoy satisfecha con
todo me acurruco en el sillón.
Mark me avisa que está abajo del edificio esperándome, intento
relajarme, estoy ansiosa porque vea todas mis pinturas, pero me gusta la
idea, doy vueltas por todo el estudio cuidando que todo esté en su lugar y
bajo para recibirlo.
Está muy guapo como siempre, trae unos jeans caídos y una franela de
algodón fresca, se recogió el cabello en un moño alto, pero como no lo tiene
tan largo, se le escapan unos mechones que lo hacen casual, me saluda con
un beso en la mejilla y subimos tomados de la mano.
—Compré paninis en la tienda donde tropezamos el otro día, pensé que
podríamos comer juntos. —dice mostrándome una bolsa de papel grande
con el logo de la tienda. ¿Cómo olvidar ese día?
—Me parece perfecto. —Cuando llegamos le digo—. Mark, bienvenido
a mi pequeño estudio. —Me muerdo el labio, ocultando una sonrisa y abro
la puerta.
Dejo la bolsa que trajo Mark en la mesita y lo sigo, está curioseando
todo el lugar, se detiene con cada cuadro, de vez en cuando escucho un
pequeño gesto de asombro salir de su boca, yo le comento de qué año son
las obras o que materiales utilicé, ve varias esculturas que hice y echa un
vistazo a los cuadros que tengo tapados con telas blancas sin terminar. Me
pongo frente a ellos defendiéndolos y le digo:
—Esos no los puedes ver… aún, no los he terminado. Sin embargo, éste.
—Le señalo el primero que hice al llegar aquí—. Lo hice cuando adquirí
este estudio, es muy especial para mí.
—Todos son increíbles Amelia, tienes un talento natural para el arte,
estoy impresionado.
Bajo la cabeza con timidez, no estoy acostumbrada a que me digan este
tipo de cosas y viniendo de Mark son música para mis oídos.
—Hey, no sientas timidez, eres increíble, estos cuadros ya deberían estar
en una galería. —Toma un mechón de cabello y lo pone detrás de mi oreja.
Me gusta cuando hace eso.
—Ese es el plan, necesito tener varios de estos bebés listos para poder
hablar con diferentes galerías y ver si les interesan.
—Lo harán, estoy seguro.
Pasamos las siguientes horas en el estudio, le muestro mi portafolio de
pinturas de cuando estaba en la universidad, nos reímos cuando le muestro
unos dibujos de comida que garabatee un día que tenía hambre. Mark me
dice, que quiere que conozca su empresa de nutrición, tiene un local por
inaugurar en un centro comercial y está asociado con su mejor amigo el
cual tiene una empresa de batidos proteicos, están finiquitando los últimos
detalles para poder abrirlo.
Cuando nos dio hambre terminamos comiendo en el piso del estudio, nos
pareció más cómodo allí. Más tarde, Mark recibe una llamada de su socio,
tiene que atender varios asuntos con él por lo que debe irse, yo le digo que
me quedaré aquí y le aseguro que no me iré a casa muy tarde, se acerca a mí
para despedirse, pero se siente como si ninguno de los dos quisiera
despegarse del otro. Nos miramos con intensidad, Mark toma mi rostro y
vuelve a darme un beso en la mejilla, cerca de mis labios. Se despide con
una sonrisa irresistible pero cariñosa, cuando cierra la puerta casi quiero
implosionar de la emoción.

De noche

Debería dormir, pero el miedo a volver a tener pesadillas me mantiene


despierta, cambio canales en el televisor de la sala esperando por algo que
llame mi atención lo suficiente, al mismo tiempo me lleno con helado de
chocolate con extra de sirope, veo el frasco de relajantes musculares que me
dio Mark. ¿Podrían relajarme lo suficiente como para dormir
profundamente y no soñar absolutamente nada? Las alejo de mí. Detesto las
pastillas.
Me acomodo en el sillón, en completo silencio, viendo el televisor, sin
pensar en nada, sin querer hacer nada; no sé cuánto tiempo llevo así, mis
párpados se sienten pesados y comienzo a dormitar.

—¿Qué haces? —me quita la hoja de papel con una sonrisa, levanta
una ceja y su piercing baila, haciéndolo ver sexy y peligroso.
—Tienes prohibido ver, deja que termine. —Le vuelvo a quitar la hoja.
Me levanta sobre su hombro y agarra el retrato que hacía de él, yo grito
en respuesta, pero tengo una sonrisa radiante; ve la hoja por varios
segundos, me baja al suelo y su rostro se vuelve serio.
—¿Tan malo es? —le pregunto.
—Algún día, todos verán lo grande que eres, Amelia Park. —dice, y me
besa apasionadamente.

Cuando abro los ojos, siento las mejillas húmedas por unas lágrimas
traicioneras. Suficiente. No debo dormir. Llamaré a Jess para distraerme un
rato.
—¿Cómo te encuentras? —es lo primero que dice cuando contesta.
—Mejor... —Mentira—. Pero no hablemos de mí. ¿Cómo estás?
—Odio mi trabajo y mi vida en estos momentos.
—¿Estás trabajando aún? Ya es muy tarde, Jess. Espera, ¿no te retrasaste
por hablar conmigo temprano?
—No, para nada. Estamos trabajando en un caso súper importante desde
hace semanas, un par de horas no harían la diferencia, créeme. Debo
demostrarle a mi jefe que soy buena en esto, ya casi termino, quería dejar
unas cosas adelantadas para mañana.
Jess es adicta al trabajo, así que es caso perdido intentar que pare un
poco, a no ser que sea para salir de fiesta, claro está.
—Hablando de casos, gente estirada y aburrida. ¿No conocerás a un
abogado de apellido Bennett? —pregunto mientras la escucho revolver unos
papeles.
—Si te refieres a Marcus Bennett, sí. Es un abogado muy reconocido
aquí, es un lobo con los casos. No pierde ninguno. ¿Por qué me lo
preguntas?
—Es el padre de Mark.
—No.
—Si. Mark trabajaba con él. Es una historia larga de contar. —le
respondo.
—¿Mark es abogado?
—No.
—Ahora estoy confundida.
Estoy por explicarle cuando el teléfono de su oficina suena.
—Tengo que irme, el deber llama. Ya me contarás luego esa jugosa
historia. —suelta el aire y se despide.
Veo la hora, todavía queda mucha noche y aún no desaparece esa
sensación incómoda de mi cuerpo. Termino por enviarle un mensaje a
Mark.
10:03 pm
¿Estás allí? No puedo dormir.
A los pocos segundos responde.
10:04 pm
Aquí estoy, ¿Por qué no puedes dormir?
Suspiro. Si le cuento la verdad saldrá corriendo despavorido, tardo varios
minutos viendo pensativa la pantalla, cuando recibo una llamada de él.
Brinco del sillón y contesto.
—¿Sí?
—Amelia, estoy saliendo del gimnasio, ¿Puedo pasar por tu casa?, si aún
no vas a dormir, claro; hay algo que quiero mostrarte.
¿Qué? De inmediato, veo que solo tengo puesta una camisa grande de la
universidad y mis pantys de florecillas.
—Aún no dormiré. —Oigo la alarma de su auto desactivándose y a él
cerrando la puerta.
—Genial, voy saliendo para allá. —Cuelga.
Salgo corriendo a mi habitación a buscar algo decente que ponerme,
Mark debe estar aquí en los próximos cinco minutos y no puedo conseguir
un sujetador entre toda mi ropa. Cuando por fin consigo uno, opto por un
suéter delgado y unas leggins negras, estoy recogiendo todos los bocetos de
la mesa de la sala cuando escucho la camioneta estacionarse.
Lo veo traer una caja mediana, le abro la puerta y una vez dentro me
dice:
—Mi socio, Erick me trajo una muestra de los batidos y suplementos que
ofreceremos en la tienda, quería que los probaras conmigo y me dieras tu
opinión.
—Claro, me encantaría probarlos. —respondo, apartando unos mechones
de mi frente, e intentando disimular que no estoy jadeando por haber
corrido por toda la casa.
Pasamos los siguientes minutos preparando juntos los batidos, hay
muchos sabores, al final decido que mi favorito es el de chocolate, como
cosa rara. A Mark le gustó más el de fresa, estamos en la cocina recogiendo
todas las muestras y me acerco para decirle.
—Veo que estás muy emocionado por iniciar tu negocio, gracias por
compartir esto conmigo Mark, lo aprecio mucho.
—No podía esperar a enseñártelos, quería saber tu opinión. —dice con
una sonrisa de medio lado.
Me ayuda a guardar los vasos en el gabinete más alto, cuando termina,
nos quedamos viendo unos segundos sin decir nada, su mirada es
penetrante, se acerca más a mí, aparta con los dedos un mechón y me
susurra:
—Gracias por lo de hoy.
Hago memoria de todo lo que hicimos en el día, pero sigo sin entender,
lo miro con el rostro confundido y él agrega.
—Por estar allí, sacarme de mis pensamientos.
Yo le sonrío y él me acaricia la mejilla.
—Creo que ambos lo necesitábamos. —respondo en voz baja.
—¿Qué cosa? —pregunta él, pasando el pulgar hasta mi barbilla, su
mirada se posa en mis labios. Su mente en otro lugar.
—Estar allí. —susurro.
Trago saliva y siento un pequeño escalofrío, al diablo las pesadillas, al
diablo mis miedos, pasa su pulgar por mis labios y me acerco más a él.
Posa su mano en mi cintura y me besa muy lentamente, pego más mi
cuerpo al suyo y casi puedo escuchar mi corazón latir muy rápido a través
de mi ropa; sus labios son suaves y deliciosos, coloco mis manos en su
pecho y él pone la otra en mi cuello, controlando el beso. Al cabo de unos
minutos me detengo, él junta su frente con la mía y nos quedamos así, luego
empieza a trazar círculos con sus dedos por mi espalda mientras nos
abrazamos, acurruco mi cabeza en su pecho y escucho su corazón latir tan
rápido como el mío. Se aleja lo suficiente como para que lo vea a los ojos y
me dice.
—Me encantas Amelia, me gustaría llevarte a cenar.
Capítulo 7
Septiembre,
Miércoles

Abro los ojos, me desperezo y vuelvo a cubrirme con las sábanas, he


dormido muy bien esta noche, y sin pesadillas. Anoche Mark se despidió
con la promesa de vernos hoy en la noche a las 7 y media para nuestra cena;
es muy dulce y respetuoso conmigo, además, besa increíble. Sonrío al
recordar nuestro beso. En alguna parte de la cama suena el celular,
comienzo a buscarlo entre las sábanas y la almohada hasta que lo consigo,
es Jess.
—Hola Jess buenos días. —le digo y le suelto un bostezo.
—Querida, buenos días, ¿Dormiste bien anoche?
—Sí, acabo de despertar. —Jess es un amor, está preocupada por mí.
Decido cambiar de tema antes de que quiera indagar más—. ¿A qué hora
terminaste ayer?
—No terminé, sigo aquí desde anoche. Llevo cuatro tazas de café. Pero
ya iré a casa a darme una ducha.
—Vas a enfermarte si sigues así. —le reprendo.
—Bah... Sobreviviré. Si mi jefe no me mata antes. Cambiemos de tema,
no quiero recordar a mi jefe en estos momentos.
—Bueno, tengo una cita con Mark para cenar en la noche ¿Tienes idea
de qué debo vestir?
—Cariño, tú sí que sabes cómo despertarme.
Jess me obliga a levantarme de la cama y empezar a buscar entre toda mi
ropa algún vestido de noche acorde. Por el teléfono suena incluso más
emocionada que yo en estos momentos, claro, eso es porque aún estoy
medio dormida.
Steve me indicó un entrenamiento suave, le conté de la pequeña lesión
en la espalda y por eso tuvo piedad de mí, aunque ya me siento mucho
mejor, casi no me duele; no vi a Mark en el gimnasio hoy, eso me hace
sentir más ansiosa por lo de esta noche. Cuando voy saliendo me encuentro
a Natasha en la recepción, la saludo y me cuenta que pidió unos días para
visitar a su única tía en Orlando, por eso había faltado. Seguimos charlando
un rato hasta que llega un chico a inscribirse, me despido y voy a la tienda
de arte.
Cuando entro a la tienda un señor mayor me atiende y de inmediato sé
que es el padre de aquel chico que me ayudó la primera vez que entré, me
presento y comenzamos a hablar. Su nombre es Mathew, es pintor desde
hace años, pero sufre de artritis por lo que no ha podido continuar con sus
cuadros, comenzamos a hablar sobre el arte y lo que hago aquí en Miami.
Me entristece que no pueda seguir pintando por una enfermedad física, si
llegara a pasarme sentiría como si me quitaran algo que es parte de mí; el
Señor Mathew me cuenta también que ha aprendido a vivir con su
condición, dirigir la tienda le mantiene ocupado y además conoce a nuevas
personas con las cuales compartir el amor por el arte. Al final me despido y
le prometo traerle mi portafolio de dibujos para que vea mis trabajos.

En la noche

Mark vendrá por mí dentro de veinte minutos, esta vez sí estoy lista y
debo admitir que me siento muy bonita. Tengo un vestido negro discreto
que me llega por los muslos, tiene una abertura pequeña en la espalda que
lo hace ver un poco atrevido; dejé mi cabello castaño suelto con ondas
naturales, unos bonitos tacones cerrados color negro, mi maquillaje también
quedo bastante bien, ligero y reservado. Le envío una foto a Jess y responde
que esto de tener citas me sienta bien.
Bajo las escaleras para esperarlo en la sala cuando escucho un ruido en
el patio de la casa. Qué extraño. La puerta trasera está cerrada con llave,
decido salir por la puerta principal y bordear la casa hasta el patio, me tenso
ante la expectativa. Calma Amelia, seguro fue el viento… ¿El viento?, me
acerco lentamente cuando escucho varios pasos acercarse a mi corriendo.
—Señora, estábamos jugando en nuestro jardín y nuestro balón cayó por
accidente en su patio. —Son dos niños pequeños, lucen apenados y
adorables, suelto el aire que retenía en los pulmones.
—Vamos a buscarlo juntos ¿Les parece? —les digo, recobrando el
aliento.
Ellos sonríen y vamos todos hasta la parte trasera, les abro la puerta de
madera que da al patio y entro con ellos para buscarlo. Al conseguirlo les
sonrío y les digo que no tienen de qué preocuparse. Quizás debería
decírmelo a mí misma. Me despido acariciando sus cabelleras y se van
sonriendo, pasándose la pelota entre ellos.
Cuando vuelvo al frente veo a Mark estacionando, al bajarse del auto los
niños lo saludan y se van corriendo a la casa de al lado. Sube la mirada y
cuando nos miramos me tiemblan las piernas. Está increíble con pantalones
negros y una camisa azul oscura, me entrega un ramo de tulipanes rojos,
preciosos. Luego se acerca para darme un beso en la mejilla y me susurra al
oído.
—Amelia, estás bellísima.
—Gracias, me encantan los tulipanes. —Le devuelvo el beso en la
mejilla, incluso en tacones tengo que esforzarme para alcanzarlo.
Nos subimos al auto, Mark me comenta que ha estado muy ocupado con
los preparativos del negocio. Quieren abrir el sábado próximo, está muy
emocionado con la idea. Aprecio que con lo ocupado que esté aún consiga
tiempo para salir conmigo.
Veo por la ventana y no reconozco donde estoy, intento mantenerme
calmada y me distraigo conversando con él; a los minutos, estacionamos y
me felicito por mantener a la raya mi ansiedad, entramos a un restaurante
muy íntimo, todo está iluminado con luces tenues, las paredes son de
ladrillos rojizos, muebles de madera color blanco, muchas velas encendidas,
que lo hacen ver antiguo, pero en un buen sentido; Mark habla con el
anfitrión, luego me guía poniendo su mano en mi espalda y nos lleva por
una pequeña escalera que da a una terraza, ésta tiene muy pocas mesas lo
cual lo hace más privado, conserva la misma decoración, con velas y la luna
como única iluminación.
—Mark este sitio es precioso, no conocía esta parte de la ciudad.
—Soy amigo del dueño, siempre que puedo vengo a visitarlo; quizá se
aparezca hoy.
La cena estuvo deliciosa, pasamos el resto de la noche tomando vino y
hablando sobre nuestras vidas, Mark tiene una hermana menor, aunque la
diferencia de edad entre ellos es de apenas de un año, Mark tiene 26. Ella
tiene una pequeña niña de seis años, viven en Orlando pero tratan de
visitarse muy seguido; por lo que percibo, adora a la pequeña, dice que se
llevan muy bien y va a romper muchos corazones cuando sea grande. Yo lo
escucho embelesada, me gusta como habla de su familia, también me
cuenta cómo era su vida antes de venir a Miami, en su tono de voz, puedo
percibir que extraña mucho a su familia, a pesar de los conflictos que ha
tenido con su padre por su carrera como abogado.
Yo le cuento mi vida en Pittsburgh antes de venirme para acá, obviando
muchas partes; le cuento que soy hija única pero Jess siempre ha sido como
mi hermana, fuimos vecinas hasta que ella tuvo que irse a estudiar derecho,
le digo que mi madre no quería que viniera a vivir sola aquí y la verdad es
que a veces ni yo misma puedo creer que lo hice.
—No habría podido tener nada de esto sin ayuda de mis padres, yo
obtuve una beca en la universidad y muchos trabajos nocturnos para poder
costear los gastos, pero mis padres también ayudaron mucho, tuvieron que
sacrificar muchas cosas para que yo pudiera estudiar arte, tengo que
demostrarles que puedo ser la mejor en esto.
—He visto tu trabajo, es extraordinario. Estoy seguro que tendrás éxito.
Yo le sonrío en respuesta. —¿Y cómo ocurrió lo de ser entrenador
privado?
—Ya te había comentado cuán decepcionado estaba del mundo de la
abogacía. Cuando decidí dejarlo, comencé a tomar trabajos de tiempo
completo en los gimnasios de allá. Para eso, estudié en la “National
Strength and Conditioning Association” por un par de años, obtuve una
certificación como entrenador personal y gracias a eso he podido hacerme
un nombre, donde muchas personas conocen cómo trabajo y me contratan
para que los asesore o los entrene. En esos años conocí a Erick, que también
se manejaba en ese mundo. Él era bueno en la parte nutricional y yo en la
física, al final hicimos buen equipo y cuando me propuso formar la
empresa, no pude decir que no.
Lo miro sorprendida: —Y ¿Cuándo tienes tiempo para la fotografía? —
Coloco los codos sobre la mesa y apoyo la cabeza en mi mano.
—Últimamente no he tenido tiempo, he ido dejándolo a un lado.
—Deberías retomarlo, si es algo que te apasiona.
—Tienes razón, solo debo agregarle más horas al día.
Ambos nos reímos y toma mi mano para jugar con mis dedos.
—Me encantaría ver tus fotos. —le digo.
—Claro, me encantaría fotografiarte algún día también. —dice
guiñándome el ojo.
Estoy a punto de decirle que soy pésima modelo, cuando nos vemos
interrumpidos por el dueño del restaurante, un señor mayor muy simpático,
besa mi mano y con acento francés me dice:
—Tenía que verlo con mis propios ojos mademoiselle, es usted real, e
increíblemente hermosa. Mi nombre es Gustave, espero que haya sido de su
agrado la comida y la compañía. —dice refiriéndose a Mark y guiñándome
el ojo.
—Ambas fueron espléndidas, tiene un restaurant muy hermoso. —le
digo.
—Puede venir cuando quiera y yo mismo le guardaré la mejor mesa. Por
favor, siéntase como en casa. —Charla un rato con nosotros y luego se
marcha besando nuevamente mi mano y elogiando cuán bonita me veo,
dejándome sorprendida; cuando veo a Mark está sonriendo y negando con
la cabeza.

No sé qué hora es, lo que sí sé es que la pasé increíble, nos reímos


muchísimo y en algún punto de la velada nos besamos de nuevo, siendo
igual de asombroso como la primera vez. Cuando vamos por la autopista de
regreso a casa, noto que Mark coloca su celular en un atril junto al volante y
activa el GPS, en la pantalla se muestra el camino a mi casa y cuantos
kilómetros quedan para llegar. No sé si lo hizo a propósito a raíz de lo que
pasó la última vez, pero agradezco mucho el gesto.
En la vía vemos muchos autos aglomerados y tráfico muy pesado, lo
cual es extraño en plena autopista. Avanzamos muy lento con los demás
carros, cuando vemos a varios oficiales de tránsito desviando el camino, al
parecer ocurrió un accidente de tránsito, hay algunos coches junto a varias
ambulancias. Espero que estén todos bien.
—Tendremos esperar a que levanten el accidente. —dice Mark mientras
avanzamos muy lento en el tráfico y aprovechamos el tiempo para seguir
charlando.
—Mmmm ¿Si tuvieras un superpoder cuál sería?
—Esa pregunta es fácil, mi superpoder sería volar, así viajaría para
conocer un montón de sitios. ¿Y tú?
—Está bien, está bien, me gusta ese poder; y respondiendo a tu pregunta,
mi superpoder sería el de viajar en el tiempo, ver lugares y conocer
personas importantes debe ser genial.
—¿Viajar en el tiempo? ¿No has visto las películas de “Volver al
futuro”? No puede salir nada bueno de allí. —dice y ambos carcajeamos.
—Vamos, déjame soñar. —le digo dándole un golpecito en el brazo, que
hace que él ría más—. Y si pudieras aprender a hacer algo nuevo, ¿qué
elegirías?
—Siempre he querido aprender a volar un avión, eso sería lo primero en
mi lista, así iría a cualquier lugar si no tengo los superpoderes. —Nos
reímos y me dice—. Ahora déjame preguntar a mí.
—Bien. —Me acomodo en el asiento.
—Si no fueras artista plástico, ¿a qué te dedicarías?
Me detengo unos segundos a pensar. —Creo que hubiese sido doctora,
tal vez pediatra. Mi mamá siempre decía que tenía madera para cuidar a los
niños.
—¿Doctora? —Se queda en silencio.
—Sí, ¿Tiene algo de malo?
—No, es bastante sexy; claro, no tan sexy como ser artista plástico. —
Sonríe con picardía, mientras avanza en la fila de autos que empezaron a
moverse.
—Parece que ya estamos avanzando. —le digo riendo, para ocultar que
me afectó lo que acaba de decir.
El camino a casa ha durado mucho más tiempo de lo esperado. Cuando
el tráfico empieza a dispersarse de a poco, veo que son pasadas las 12 de la
noche. Nos quedamos en un silencio cómodo por unos minutos, lo que
ayuda a que los ojos se me cierren por el sueño…
Despierto desorientada, estoy arropada con la chaqueta de Mark, al mirar
por la ventana veo que estamos estacionados frente a mi casa, debí
quedarme dormida en el trayecto de regreso.
Mierda.
—Lo siento, me quedé dormida Mark. ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
—le digo incorporándome al asiento sorprendida y rozando el pánico.
—Hey, está bien. No quería despertarte. —me susurra y me acaricia la
mejilla, cierro los ojos, disfrutando sus caricias y permitiéndome bajar la
guardia—. Hoy la pasé increíble Amelia, eres asombrosa, bella e
inteligente, no puedo creer que seas real y estés aquí conmigo.
Lo veo, más despierta que nunca y lo siguiente que hago es acercarme a
él para besarlo, necesito sentir sus besos de nuevo, esta vez lo demando con
urgencia y él me recibe igual; nuestras lenguas se funden y creo que así
debe saber la gloria, cuando nos detenemos siento que me falta el aire.
—Buenas noches Mark. —le digo mirándolo directamente a los ojos,
vulnerable.
—Hasta mañana, preciosa Amelia.
Mark me vuelve a jalar para darme otro beso y con eso nos despedimos.
Cuando ya estoy en cama para dormir, pienso en el trayecto de regreso y
en que me quedé dormida. Yo jamás bajo la guardia con ese tipo de cosas.
Nunca. Considerando lo que me pasó, y hoy me sentí lo bastante cómoda
como para dormirme. Sonrío al darme cuenta de esa afirmación, confío en
él. Algo que pensé que nunca más iba a sentir.

Martes
Hoy el día está muy nublado, parece que en cualquier momento
empezará a llover. Tengo que ir al estudio para trabajar en unas obras que
tengo en mente, también quiero preparar mi portafolio de dibujos para
mostrárselos al señor Mathew. En la cocina, veo distraída el ramo de
tulipanes morados que Mark me regaló hace varios días, ya empiezan a
marchitarse; no sé si son ideas mías, pero lo recordaba con más flores de las
que tiene ahora, aprovecho y les cambio el agua y los dejo junto a los
tulipanes rojos que me dio ayer.
Durante el recorrido al estudio, pienso en Mark; hemos salido a comer
en varias ocasiones de forma casual, le he acompañado a entrenar y él me
ha acompañado al estudio para verme pintar, ha sido una semana interesante
a su lado.
Es muy paciente y pareciera que sabe leer mi mente para mantener a
raya mis miedos e inseguridades. Con él no me siento incómoda y no estoy
preguntándome si me hará daño. ¿Será que esto es estar en una relación
normal?
Hablo con Jess mientras voy caminando, ella me cuenta sobre su trabajo
y lo aburrida que se está convirtiendo su vida y yo le comento cómo van las
cosas con Mark.
—Entonces, ya le contaste que…
—No… no. Aún no, no se ha presentado la ocasión. Creo. No lo sé —
digo, mordiéndome la uña.
—Bueno, ya encontrarás el momento, lo importante es que tú te sientas
lista para eso.
Seguimos charlando unos minutos más, sentada en la escalera que da al
edificio; mis charlas con Jess, me ayudan a bajar mis niveles de ansiedad,
inseguridad y miedo. Definitivamente, no sé qué haría sin ella, siempre que
termino de hablar con ella me siento un poquito más fuerte y valiente que
antes.
Me despido y subo las escaleras del edificio hacia mi estudio pensando
en cuáles pinturas incluiré en el portafolio, tomo la llave para abrir la puerta
y veo que la misma está entre abierta.
¿Qué?
Mi primer pensamiento va hacia Él, trago saliva y retrocedo unos pasos.
Le envío un mensaje de texto a Mark con los dedos temblorosos: “¿Puedes
venir a mi estudio? Creo que alguien entró”.
Me acerco a la puerta a ver si escucho a alguien adentro, nada. Abro la
puerta con cuidado y entro, aguantando la respiración.
Mark llega en menos de cinco minutos al estudio, me encuentra sentada
en el mueble viendo hacia la ventana. Su cara de preocupación habla por sí
sola, entra corriendo y se agacha frente a mí.
—Amelia, ¿estás bien?
—La puerta estaba abierta… Mark, yo sé que la cerré la última vez que
salí, lo sé.
—¿Llamaste a la policía?
Niego con la cabeza. —No se llevaron nada, todo está intacto, si llamo
dirán que estoy loca o que olvidé cerrarla. Incluso las ventanas están
cerradas. Lamento haberte alarmado Mark, no sabía qué hacer.
—Shhh, tranquila. Gracias por haber llamado. —Me abraza preocupado
y yo entierro la cabeza en su cuello.
—La única persona que podría tener acceso a este lugar además de mí,
es Ana, la señora que me arrendó el estudio, acabo de llamarla y tiene un
mensaje de voz, está de vacaciones en Europa, ni siquiera sé si tiene una
copia de la llave.
—Hay cámaras en la entrada del edificio, buscaré al encargado para que
nos muestre las grabaciones. —Asiento, Mark se marcha y me deja sola en
el estudio.
No pude haber dejado el estudio abierto, ¿nadie lo notó? Pudieron
haberme llamado, el conserje me conoce, me ha visto venir todos los días.
Recorro la habitación, buscando por segunda vez señales de que alguien
estuvo aquí. Nada. Me asomo por la ventana, recorro mis pinturas. ¿Lo
habré dejado abierto por error? Tal vez la señora Ana vino antes de irse de
viaje, pero de nuevo, me habría llamado, no habría entrado de esa forma.
Me masajeo la sien intentando calmar el pánico creciente. Quizás estoy
siendo paranoica, no se llevaron nada, si alguien hubiese querido llevarse
algo lo habría hecho y yo lo habría notado, ¿no?
Hablamos con el conserje y nos cuenta que no vio a nadie extraño o
diferente. Cuando le pedimos las grabaciones de las cámaras de seguridad
nos dice que han estado dañadas desde hace meses, por lo que no hay nada
grabado.
Mark me tranquiliza diciéndome que es mejor cambiarle la cerradura a la
puerta, y hablar con la señora Ana y explicarle toda la situación, insiste en
ir a la policía, pero me niego.

Más tarde

El estudio tiene una nueva cerradura, debo admitir que eso me hace
sentir más tranquila. Mark quería quedarse conmigo y cancelar su sesión de
entrenamiento con un cliente en el gimnasio pero lo obligué a irse
prometiéndole que le escribiría si algo llegase a pasar.
Estando sola me siento tensa y diferente, ¿Cuándo dejaré de sentirme
así? Odio sentir miedo de nuevo, estoy a miles de kilómetros lejos de casa,
¿Por qué no es suficiente? Tomo un lienzo y descargo mi rabia en él.

Bajo el pincel y veo el cuadro. Es una mujer desnuda con líneas


irregulares que se van desvaneciendo, tiene el cabello corto y se cubre el
rostro con las manos, solo puede verse una parte del rostro, el cual está
cubierto de color rojo intenso, de su cabellera parten rayos de luz con
diferentes colores, todo a su alrededor es oscuro y sucio. Soy yo.
Salgo del estudio, asegurándome que cierro con llaves, casi arrastro mi
bolso por el piso, me siento pesada y débil. Comienzo a caminar y siento
gotitas de lluvia sobre mi rostro, el clima de hoy combina perfectamente
con mi estado de ánimo. Cuando incrementa la intensidad de las gotas, me
pongo la capucha de la sudadera para cubrirme un poco y sigo caminando.
Cerca de casa, noto las calles completamente vacías, empiezo a mirar
por encima de mi hombro y acelero el paso, necesito llegar a casa, la
quietud me está desesperando. Como si fuese un salvavidas, veo un carro
pasar cerca de mí, es la camioneta de Mark, baja del auto casi corriendo y
cuando está frente a mí, lo abrazo.
—Amelia, estás empapada, ¿por qué no me pediste que te buscara?
—No quería molestarte más.
—No es ninguna molestia para mí, al contrario. —Hace una pausa,
estudiando mi rostro. —Venía a tu casa para ver cómo estabas, no sabía que
aún estabas en el estudio, te llamé y tienes el teléfono apagado, ya estaba
comenzando a preocuparme. —Aparta un mechón mojado de mi frente.
—Lo siento, tal vez olvidé cargarlo. —Le digo con voz apagada, Mark
me toma y me da un beso en la frente, ambos estamos mojados por la lluvia,
yo más que él, me sube al auto y llegamos a casa que estaba apenas a una
calle.
Estacionamos en el garaje para no empaparnos más, una vez dentro estoy
tiritando de frío, busco unas toallas limpias para secarnos. Mark me pide el
baño de abajo para cambiarse de ropa, saca su maletín del gimnasio de su
carro y desaparece tras la puerta. Calma Amelia. Reviso el teléfono y veo
que es cierto, la batería está muerta, pongo a cargarlo y subo a mi
habitación a ducharme rápido, para quitarme el frío del cuerpo y evitar un
resfriado.
Cuando bajo, Mark ya está sentado en el sillón de la sala, con unos
pantalones de yoga y un suéter de algodón, me siento junto a él y me
acurruco en sus brazos, sintiendo una repentina necesitad por su cariño.
—Hey, todo irá bien, ya cambiamos la cerradura del estudio. —Me dice,
susurrando.
Asiento con la cabeza. —Háblame de tu día.
Pasamos la noche hablando sobre todo lo que hizo hoy y cómo está
quedando la tienda; la inauguración será dentro de dos días, de nuevo me
pidió que lo acompañara ese día, yo acepté gustosa, en verdad me
encantaría acompañarlo y la distracción me vendrá bien.
Aún está lloviendo afuera, Mark me ayuda a preparar la cena mientras
me va explicando algunas comidas que podría preparar para la noche
cuando esté entrenando, después de comer juntos, preparo unas tazas con té
de limón y miel para entrar en calor y nos sentamos en el sofá a ver una
película.
En un momento de la película, Mark me acerca a él y me abraza por
detrás, yo apoyo la espalda en su pecho y nos quedamos acurrucados
tomados de la mano, no puedo sentirme más segura y a gusto en este
momento.

—¿Amelia? Ya es muy tarde, será mejor que me vaya. —Me dice,


mientras me da besitos en el cabello. Estoy prácticamente dormida,
deseando que no se vaya, quiero sentirme protegida esta noche, lo del
estudio me dejó trastocada.
—Quédate esta noche… por favor.

Miércoles

Amanece y la luz se filtra por las persianas molestándome en los ojos,


me los cubro con las manos e intento voltear mi cuerpo, pero estoy atrapada
entre los brazos de Mark que me rodean, los movimientos hacen que
instintivamente él me pegue más a su cuerpo, tengo mi trasero pegado a su
entrepierna que está bien despierta. ¡Santa Madre!, anoche dormimos
juntos en el sofá. Intento tranquilizarme, yo se lo pedí, el sofá es angosto
con nosotros dos aquí, sin embargo, dormí delicioso toda la noche.
¿Qué aspecto debo tener ahora? Oh no, debo ir al baño a hacer pis.
Intento zafarme del abrazo de Mark sin despertarlo pero no lo logro, se
despierta y cuando consigo voltearme veo su rostro mañanero. Muy sexy.
Me ve y ambos sonreímos con timidez.
—Buenos días, preciosa Amelia. —Me coloca el cabello detrás de la
oreja, el cual debe ser un desastre. No estoy acostumbrada a que me vean
ojerosa y despeinada, pero al parecer, estoy destinada a aparecer frente a él
con este aspecto.
Yo me río porque me hizo cosquillas al tocarme, me excuso para subir y
le digo que puede utilizar el baño de abajo para ducharse. Ambos iremos al
gimnasio.
No debes imaginarte a Mark en la ducha. No lo hagas Amelia. Me repito
cuando salgo del baño para vestirme. Al cabo de unos minutos, veo que
tengo una llamada de Jess, converso con ella mientras bajo a preparar algo
de desayuno para los dos.
Justo cuando Jess me está contando su historia de terror con la última
cita que tuvo, Mark sale del baño fresco y delicioso con su ropa deportiva;
no se ha dado cuenta que estoy hablando por teléfono y me dice:
—Estaba pensando en llevarte al negocio hoy para que lo conozcas antes
de la inauguración… —Empiezo a mover los brazos frenéticamente y
hacerle señas para que haga silencio.
—Oh. Por. Dios. ¿Acabo de escuchar la voz de un hombre? ¡¿Dormiste
con Mark anoche Amelia?! —Creo que si pudiera, Jess se teletransportaría
hasta aquí para comprobarlo ella misma.
—Si Jess, pero no… —Estoy poniéndome nerviosa.
—Oh por Dios, oh por Dios, ¿todo este tiempo estuvo allí? Amelia
necesito que me lo cuentes todo, solo responde si y no ¿Está bien? Seré
breve lo prometo. —dice eufórica.
Me siento en una silla de la cocina y me tapo el rostro de la vergüenza.
Mark parece confundido, aunque divertido, se mantiene cerca de mí
mientras continúa haciendo el desayuno que yo dejé a medias.
—Ok ok, ¿Están saliendo juntos?
—Sí. —respondo.
—Ok muy bien ¿Es serio?
—No… Sí… No lo sé. —Me sonrojo cuando Mark me ve de reojo.
—Está bien, es normal, lo entiendo. ¿Durmieron anoche juntos?
—Sí. —Jess hace un gritito de victoria. Está disfrutando esto, puedo
verla con los pies sobre la mesa mientras se muerde las uñas.
—Última pregunta para que regreses con el bombón. ¿Tuvieron
relaciones anoche?
—¡No! —Lo dije demasiado fuerte, Mark me está viendo sorprendido,
gracias al cielo no puede oír las preguntas de Jess, me disculpo con él con la
mirada y vuelvo con Jess—. Debo irme, iré al gimnasio, luego te llamo.
—Está bien muñeca, te dejaré sólo porque sé que lo tienes justo al frente
y debes estar como un tomate, recuerda protegerte. —Es lo último que
escucho, cuando ríe traviesa y me cuelga.
Me desparramo por la silla, Mark me pone en frente unas tostadas con
jamón, queso, una taza con yogurt líquido y una manzana verde. Se me abre
el apetito de repente.
—Entonces, ¿No debí decir nada? —Pregunta riendo.
—No es eso, es solo que no estaba preparada para ese tipo de charla con
Jess.
—¿Qué te preguntó? —Le da un mordisco a su tostada con su sonrisa de
medio lado.
Lo miro varios segundos y le respondo. —Quería saber si estamos
saliendo juntos.
—¿Y qué le dijiste? —me mira a la expectativa, ansioso.
—Le dije que sí. —Ahora la ansiosa soy yo.
—Bien. —Sonríe picarón y no puedo evitar darle un empujón leve con el
hombro.
Terminamos de desayunar y nos vamos al gimnasio. En el carro me
pongo a pensar en mi relación con Mark, no llevamos mucho tiempo juntos
pero me siento muy feliz cuando estoy con él, es muy respetuoso y me ha
demostrado muchas veces que se preocupa por mí. No había tenido una
relación con nadie desde…
—¿Amelia?
—¿Sí? —Sacudo la cabeza para volver a la realidad.
—¿Escuchaste lo que dije?
—Lo siento, estaba distraída, no puse atención. ¿Qué me dijiste?
—Sobre la tienda, ¿Quieres acompañarme en la tarde a conocerla antes
de la inauguración? El viernes será una locura, quisiera que la vieras antes.
—Oh, claro. Me encantaría.
Estacionamos el carro, caminamos juntos al gimnasio y cuando nos
acercamos a la entrada todas las miradas se dirigen a nosotros,
especialmente a mí. Él me toma de la mano, quizás notando mi
incomodidad.
Ahora, todos cuchichean entre ellos y las chicas miran descaradamente,
sin disimular, seré la comida de sus chismes durante días.
Entramos a la recepción y lo primero que veo es a Natasha, Mark la
saluda, pero al notar que ella no deja de vernos tomados de la mano,
entiende la indirecta y me dice:
—¿Te espero adentro?
—Está bien. —le respondo, me aprieta la mano y se va con una sonrisa.
Natasha me observa con cautela. Y de repente pone los ojos abiertos
como platos.
—¡Durmieron juntos anoche! —exclama, señalándome con un dedo.
—¿Qué? —primero Jess y ahora ella. ¿Acaso tengo un cartel pegado en
la frente?
—Mi labor aquí ha concluido. —dice, guiñándome un ojo y con una
gran sonrisa.
—Sin tus esfuerzos de Cupido, hubiese sido muy difícil aceptar una cita
con él. —le digo, bromeando.
—Me alegro mucho que estén juntos, Mark es un buen hombre, merece a
alguien genial como tú; no como Catrina. —Lo dice volteando los ojos.
Al ver que hago una mueca me dice: —Tranquila, Mark nunca se
interesó por ella. Catrina llegó casi al mismo tiempo que yo, los he visto
juntos entrenando, siempre es muy profesional con ella, así como con todos
sus clientes, todos los chismes y rumores de que ellos tuvieron algo, los
creo ella.
Asiento con la cabeza pensativa, eso ya lo sabía, pero debo admitir que
escucharlo de otra persona hace que calme mis inseguridades.
Después de varios minutos de charla, Natasha me comenta que consiguió
entradas para un club nocturno en Miami Beach. —Ten dos entradas, para ti
y Mark, este sitio es muy exclusivo, un amigo me dio estas, iremos todos
los chicos el próximo viernes ¿Crees que puedan ir? Será muy divertido.
—Claro, creo que sí. —Oh no, ¿Club nocturno? Me despido de ella y
me voy al área de entrenamiento.
Hoy Steve está dando una clase de Crossfit con un grupo de personas, la
clase ya comenzó así que me voy a la caminadora a calentar y entrenar por
mi cuenta.
Minutos después, Mark se acerca a donde estoy y me enseña algunos
ejercicios que puedo hacer sin comprometer la espalda, para prevenir que
vuelva a lastimarme.
Me derrito cuando me muestra las posiciones que debo hacer para
fortalecer las piernas, ¿Alguna vez podré acostumbrarme a verlo así? Es
evidente que debajo de esa ropa deportiva hay un cuerpazo, ya lo he
comprobado por mi cuenta el día en la playa, Mark lo tiene todo a su favor,
¿Por qué se interesó en mí, cuando claramente puede estar con quien
quiera? Veo mi reflejo en los espejos, mejillas rosadas, cabello amarrado en
una coleta despeinada, contextura delgada aunque con un poco de curvas.
Aparto la mirada. No te hagas esto Amelia. Después de mi entrenamiento lo
acompaño al área de pesas a terminar sus ejercicios.
Luego del entrenamiento, me alisto para ir al estudio a preparar el
portafolio. Me despido de Mark hasta la tarde que me llevará al negocio
para conocerlo. Una vez en el edificio subo las escaleras, todo está muy
solo y tranquilo hoy, de repente, escucho unos pasos detrás de mí, volteo a
ver y no hay nadie. Extraño. Sigo subiendo y volteando de vez en cuando.
Abro la puerta rápido, cierro con llave y suelto el aire. Calma Amelia, no te
pongas paranoica.
Me siento en el piso con un montón de carpetas donde guardo mis
dibujos y pinturas, comienzo a seleccionar mis mejores obras, mientras las
veo, mi mente viaja a la época en que las hice, cómo me sentía, qué me hizo
pintar eso. Paso los dedos por los bordes de una de mis favoritas, es un
paisaje en acuarela de la plaza de la universidad. De inmediato, recuerdo la
pesadilla que tuve hace semanas. Pongo la pintura en el portafolio y viajo al
momento cuando lo vi por primera vez.
Capítulo 8
Enero,
Hace 2 años

Perfecto, comienza mi tercer año de arte y ya llegué tarde, estúpido


despertador averiado. Salgo a los jardines y me siento debajo de un árbol
que está alejado, mi lugar favorito cuando quiero pintar y desconectarme,
empiezo a jugar con mis dedos cuando veo cerca de mí un chico muy
atractivo leyendo un libro. Disimuladamente, saco mi block y comienzo a
hacer trazos, veo su silueta, su rostro fino, su cabello negro tapándole las
orejas, piercing en la ceja, labios delgados y un tatuaje que sale desde su
cuello en forma de espada. Estoy concentrada aplicando los últimos trazos
cuando escucho junto a mí. “Oye, me dibujaste muy bien; mucho gusto, mi
nombre es Brad” ...

Presente

Camino rumbo a la tienda de arte. Una vez dentro, me encuentro con el


Señor Mathew que me saluda con una sonrisa al verme, le enseño mis
dibujos como prometí.
Está muy concentrado viendo cada uno y yo casi me muerdo las uñas por
la anticipación, con cada uno se detiene a ver el detalle y me pregunta qué
técnicas utilicé, yo respondo calmadamente, pero por dentro quiero gritar de
los nervios, cuando termina de estudiar la última pintura, cierra el portafolio
y me dice:
—Necesitas llevar estos dibujos a una galería, son buenos Amelia, estoy
seguro que te querrán incluir.
Sonrío con timidez, pero por dentro, el volcán acaba de hacer erupción.
—Gracias, significa mucho para mí.
—Hay varias galerías en Wynwood Art District que están solicitando
artistas para hacer una exposición. —Me entrega varias tarjetas de
presentación y me explica—. Puedes enviar tu portafolio por correo
electrónico a esas direcciones, habrá un proceso de selección, si les gusta lo
que enviaste te llamarán pidiéndote una reunión y ver más de tus pinturas;
una vez listo todo, se hace la exposición con todos los artistas.
Le agradezco muchísimas veces por haberme dado los contactos, me
despido y me voy a casa. Hoy está haciendo muchísimo calor, necesito una
ducha. Mientras me arreglo, se me ocurre la idea de pedirle a Mark que
fotografíe mis pinturas; algunas son muy grandes, no cabrían en un escáner;
además, es una buena excusa para verlo tomar fotos. Bajo las escaleras y
me encuentro con los tulipanes rojos marchitos, los cuento cada uno. Siete
en total. Los veo con rostro confundido, pero al ver que ya se está haciendo
la hora, los saco del jarrón y los tiro al cesto de la basura con pesar.

Más tarde

Estamos entrando al Centro comercial más grande en el que he estado,


los pasillos son infinitos, llenos de tiendas; Mark me guía hasta que
llegamos a su negocio, arriba con letras grandes y en color verde se lee
“FIT nutrition”, todo está cerrado y empapelado por dentro, por lo que no se
puede ver nada; cuando abre la puerta es más grande de lo que pensaba. Me
observa, mientras yo exploro todo el sitio.
El local está muy bien distribuido, en una parte hay una barra donde
servirán los batidos, smothies, detox y merengadas proteínicas; también hay
varias mesas y sillas color blanco para que la gente disfrute allí de sus
bebidas. En la sección de la derecha hay un montón de estantes en madera
color negro con todos los suplementos, hay muchísimos, además hay
diferentes tipos de té, vitaminas y barras proteínicas. Por otra parte, hay
ropa deportiva y termos con el logo de la empresa; incluso hay una balanza
electrónica que te indica de acuerdo a unas preguntas que te hace, una lista
de los suplementos y comidas que puedes consumir para mejorar tu salud.
Increíble. En todo el lugar predomina el color negro; es el sueño para
cualquier amante de una vida saludable y el ejercicio.
—Mark, este lugar es asombroso, estoy segura que será un éxito mañana,
me alegra mucho que hayas logrado todo esto.
—¿Te gusta? Estaba muy ansioso por mostrártelo, Erick y yo hemos
trabajado muy fuerte para esto.
—Me encanta, gracias por enseñármelo. —Me acerco a él y poniéndome
de puntillas le doy un beso en la mejilla.
Me toma por la cintura y comienza a besarme tiernamente, poco a poco
nuestro beso se va haciendo más intenso. Me acerco más, lo tomo por el
cabello, él me da un mordisquito en mi labio inferior, se me escapa un
pequeño gemido invitándolo a seguir besándome. Una de sus manos se posa
en la parte baja de mi espalda acariciando la parte desnuda de mi piel que se
asoma y la otra me toma por la nuca apretando suavemente mi cabello,
enviando escalofríos por todo mi cuerpo. En un momento siento que me
estoy quedando sin aire por lo que me obligo a separarme. Me da besitos en
el rostro y me dice:
—Si de mí dependiera, nunca me despegaría de tus labios. —Me da otro
beso—. Pero tengo un cliente que atender en una hora, debemos regresar.
Asiento con la cabeza, aún en las nubes; me entristece tener que
separarme de él pero entiendo que tenga sus obligaciones. Cuando salimos
veo a un montón de gente pasando por los pasillos. Me sonrojo, es una
suerte que no se ve nada desde afuera.
En el camino de regreso a casa, le muestro las entradas al club nocturno
que nos dio Natasha. La entrada dice en letras grandes “LIV”, me explica
que es una mansión muy exclusiva, estuvo cerrada por un tiempo pero la
reabrieron, está encantado de llevarme y pasar un buen rato con los chicos.
—Perfecto. —Le doy un beso en la mejilla y él sonríe.
Cuando me despido, entro a la cocina para hacerme la cena, estoy
pensando en qué me pondré mañana en la noche para la inauguración
mientras comienzo a prepararme un yogurt con frutas para cenar, estoy
sacando de la nevera una manzana, cuando algo en el mesón llama mi
atención, confundida, me acerco a recoger el pequeño paquetito y me
tiembla el labio inferior, lo suelto de inmediato, como si me quemara. Un
paquete empezado de cigarrillos “Camel”.
Retrocedo unos pasos, las manos comienzan a temblarme, ¿Mark lo
habrá dejado aquí? No, me respondo, él no fuma. Corro a revisar todas las
ventanas y la puerta trasera. Tropiezo con varias cajas cuando subo las
escaleras para chequear las ventanas de arriba. Todo está cerrado. Doy
vueltas por toda la casa pensando qué hacer ¿Llamo a Mark de nuevo? No,
no puedo preocuparlo así, está muy ocupado con su inauguración mañana,
además, si lo llamo qué le diré “hay una caja de cigarrillos espantándome”,
se repetiría la misma historia del estudio, aún no puedo decirle, no, aún no.
Si voy a la policía ¿qué diré? “Un desconocido dejó una caja de
cigarrillos en la cocina de mi casa. Ah, y hace días, alguien entró en mi
estudio, dejó la puerta abierta deliberadamente y no se llevó absolutamente
nada”.
Comienzo a sentirme mareada y todo a mí alrededor comienza a
magnificarse, como si las paredes quisieran aplastarme y el suelo
desaparecerá dejándome caer al vacío, me sostengo de una pared, unas
ligeras náuseas se apoderan de mí y el temblor de mis manos me terminan
de confirmar que estoy teniendo un ataque de pánico, hace mucho tiempo
que no tenía uno. Me recuesto del piso respirando profundo, a pesar de la
opresión que siento en el pecho. Calma Amelia. Quizás no es lo que parece.
Recojo mis piernas y aprieto a mi cuerpo un bate que Jess tenía guardado
en su closet. ¿Me estoy volviendo loca? Veo la caja de cigarrillos sobre la
mesa con odio y más lágrimas en los ojos…

Hace 2 años, mayo 23

—¡Amelia, ya te lo dije mil veces, deja de insistir! Esta noche parto a


Inglaterra, lo menos que necesito en este momento es a ti, molestándome
por estupideces.
Aparta mi mano de la suya bruscamente. Suelta el humo de su cigarrillo
en mi cara, está fumando esa asquerosa caja de “Camel”.
Ambos estamos muy agitados, Brad me ha estado tratando horrible las
últimas semanas, ya no me sonríe, ya no es dulce como cuando lo conocí y
no me quiere decir qué le ocurre; tampoco ha mencionado nada de lo que
hicimos ayer. Es lo más doloroso. Tiene la mirada perdida y respira
agitadamente.
—¡¿Quién diablos eres y que hiciste con el novio dulce que solía tener?!
—le grito.
—¡Muestra más respeto! —grita, al segundo que me da una bofetada tan
fuerte que casi me hace caer. Estoy en shock por lo que acaba de hacer, me
levanta y me aprieta entre él y la pared.
—Quieta. —ordena, pero suena como amenaza.
Asustada, con las lágrimas a punto de salir, me muerdo el labio hasta
que duele, reúno fuerzas y le digo con voz entrecortada. —¿Qué más
quieres de mí?
Hace una pausa larga, mientras me ve de pies a cabeza. —Sólo…
Quiero esto. —Me agarra rudamente, mientras mete su mano entre mis
pantalones hasta violar mi entrepierna.
—¡Aléjate de mí! —Me quejo mientras lo aparto, él se resiste, pero logro
empujarlo con fuerza para zafarme de su agarre—. ¡Esto se terminó Brad!,
no esperes que esté cuando regreses. —digo con lágrimas en los ojos,
cuando salgo corriendo de su habitación acomodándome la camisa que
quedó sin varios botones.

Hace 2 años, finales de junio

Lo nuestro ha terminado desde que me violó; llevo un mes sin salir de


casa, comiendo poco y pintando mucho. Aún no se si Brad sigue en
Inglaterra resolviendo sus “problemas familiares”, hay algo que no me
convence en los motivos de su viaje y aunque intente engañarme a mí
misma, estoy preocupada por él.
Hoy en la noche hay una fiesta de la facultad en las cabañas del bosque,
podría ser una buena oportunidad para finalmente dejar todo esto atrás.
Solo deseo que esta sensación que llevo por dentro desaparezca y vuelva a
ser yo.

Presente (Jueves)

Alguien toca la puerta, salto del sofá y el bate cae en el suelo haciendo
un ruido que taladra mis oídos, pasé toda la noche abrazada a él y bebiendo
café para no quedarme dormida. Ironías de mi vida en estos momentos: ayer
desperté en los brazos de Mark en éste mismo sofá y hoy abrazada a un bate
de madera. Me asomo con cuidado por la ventana y veo que es su
camioneta. Por suerte estoy más que despierta desde hace horas y estoy
presentable, escondo el bate detrás del mueble y abro la puerta para que
pase.
—Buenos días. —Me da un beso y al ver mi cara dice: —¿Dormiste bien
anoche? Te noto cansada. —Me acaricia la mejilla.
—Buenos días. —Le sonrío algo forzado—. No dormí muy bien, lo
siento, me acabo de despertar, si quieres ve primero al gimnasio y yo te
alcanzo. —Mentirosa, solo intentas justificar tu horrible cara, me dice una
vocecilla que aplasto como una hormiga.
—De hecho, vine a decirte que tengo que irme rápido al negocio,
surgieron unas cosas de último momento que debo resolver y estaré
ocupado. —dice disculpándose.
—Claro, está bien. No hay problema. ¿Te puedo ayudar con algo?
—Tranquila, tengo todo cubierto. Te traje el desayuno, pasaré por ti a las
6:00 para la inauguración ¿Está bien?
—Gracias, estaré lista a esa hora. —Pone sobre la mesa un café delicioso
de la tienda junto al gimnasio con unos panecillos cuando se percata de la
caja de cigarrillos, me inquieto.
—No sabía que fumabas. —dice, tomando el paquete con la mano.
Acaba de confirmarme que la caja no es de él.
—No, yo no fumo. —Estoy a punto de contarle todo, pero como veo que
está muy apurado me trago las palabras y me despido de él con un beso—.
La conseguí tirada por la calle.
Antes de irse me estudia con la mirada y noto su preocupación. —¿Estás
bien?
—Sí. —Mentirosa—. Mucha suerte en todo. —digo, forzando una
sonrisa.
—Pon a cargar tu teléfono, te llamé y está apagado. —Me guiña un ojo,
mientras se separa.
—Seguro lo olvidé. —le digo, algo insegura.
Una vez sola, reviso el teléfono descargado y lo pongo a cargar, subo a
prepararme e ir a la estación de Policía más cercana.

Más tarde

—Entonces, ¿Presuntamente alguien entró en su estudio? —Yo asiento


con la cabeza.
El oficial hace una pausa buscando las palabras para decirme que quizás
estoy demente.
—Lo que veo aquí señorita, es que no hay grabaciones que respalden su
teoría, tampoco hay pruebas de que alguien se haya robado algo. Todo
estaba en su lugar, no movieron nada. Tampoco nos llamó en el momento
para presentarnos. Es difícil presentar una denuncia de este tipo cuando la
única prueba que usted tiene es una puerta entre abierta. —El policía es
joven, mantiene su mirada fija en mí, esperando mi respuesta.
¿Por qué me molesté en venir? Si hubiese llamado ese día me dirían
exactamente lo que este señor me está diciendo ahora.
—Sé que no tiene mucho sentido. ¿Qué me dice de esto? —Saco la caja
de cigarrillos “Camel” y la coloco sobre su escritorio—. Apareció en la
cocina de mi casa ayer por la noche, yo acababa de llegar y ninguna de las
personas que conozco que sé que han entrado en mi casa han tenido que ver.
—Aunque en realidad es la casa de Jess, prefiero decir que es mi casa, no
quiero entrar en detalles con este oficial que evidentemente no está
dispuesto a ayudarme.
El oficial estudia la caja. —Está empezada. —Afirma. ¿Qué importancia
tiene si está empezada o no?—. Quizás usted, o cualquiera que haya entrado
a su casa la dejó y no lo recuerda.
Hace un segundo dije que no era así, pero en vez de enfatizarle que no
me está prestando atención me quedo muda; de seguro pensará, por mi
aspecto y mis ojeras pronunciadas que soy una loca descarriada y
alcoholizada. Suspiro resignada. —¿Qué opciones tengo?
—No tengo suficiente para aceptar una denuncia, lo siento. Mi consejo
es que vaya con cuidado, recuerde detalles pequeños, como si cerró la
puerta de su estudio, no vaya a lugares sola.
Esto fue una pérdida de tiempo. Estoy por marcharme cuando el policía
me dice.
—Señorita, si algo llega a ocurrir o sospecha que alguien quiere hacerle
daño, no dude en llamarnos, igualmente, aquí tiene mi tarjeta.
Grito en mi cabeza un montón de cosas, pero me trago las palabras y le
respondo educadamente. —Gracias por su tiempo.
Hace dos años no ayudaron en nada, ahora parece ser que se repite la
historia. Tengo dos opciones, estoy volviéndome loca y viendo cosas donde
no las hay, o él me encontró...
Salgo de la comisaría hecha una furia y comienzo a caminar sin rumbo
fijo hasta que llego a una playa, no estoy segura de donde estoy, pero no me
importa, estoy indignada; me quito los zapatos y arrastro los pies descalzos
reprimiendo las lágrimas; consigo sentarme en la arena caliente buscando
una salida a este tormento que aún me acecha, siento un dolor en el pecho y
trato de distraerme mirando las olas acercarse a la orilla y regresar al mar,
tengo la mirada perdida en el sonido que hacen pero mi cabeza no descansa
intentando pensar con claridad las cosas ¿Será todo producto de mi
imaginación?
Luego de rebanarme los sesos en la playa, el único escape momentáneo a
lo que sentía era venir al gimnasio. Acabo de ver mi primera clase de boxeo
después de hace mucho, el calentamiento fue muy fuerte; el instructor se
llama Alan, fue muy estricto pero me gusta su forma de ser con el grupo, no
subestima a nadie y te anima a romper tus límites. Le conté que había
tomado un par de clases en la universidad y después de demostrarle que
conozco los movimientos básicos, me dejó golpeando el saco con varios
movimientos, como parte del entrenamiento intermedio. Me siento mejor,
siento que drené mucho de lo que tenía por dentro.
El ejercicio me dejó más agotada de lo normal, nos volveremos a ver los
martes para unas clases personalizadas. Todavía es temprano por lo que
decido irme a casa a descansar, antes de salir saludo a Natasha, le confirmo
que iremos al club nocturno con ellos y empezó a aplaudir emocionada.
De camino a casa, giro la cabeza para ver hacia atrás, desde hace varios
minutos, un hombre con lentes oscuros camina detrás de mí, hago una
pausa ocasional viendo los vidrios de una tienda y él se detiene unos metros
a escribir en su celular.
No te asustes, Amelia.
Acelero el paso y cruzo una esquina. El hombre alto sigue caminando
detrás de mí, escucho sus pasos venir y volteo la cabeza rápidamente, él no
parece verme a la cara, su cabeza está dirigida hacia los estantes de las
tiendas. Quizás estoy loca y paranoica, pero cuando lo siento venir más
cerca, me agacho para simular que me amarro las trenzas de los zapatos; el
hombre pasa a mi lado y unos metros más adelante, saluda a una mujer y
entran a un café tomados de la mano. Dejo caer mi cuerpo y me siento en la
acera caliente soltando el aire, me abrazo a mí misma e intento
recomponerme con varias respiraciones lentas, después suspiro frustrada.
¡Necesitas calmarte! Me levanto cuando ya me siento mejor y noto varias
miradas curiosas hacia mí, me voy a casa con la cabeza gacha y los ánimos
por el suelo.

En la noche

Hay muchísima gente esperando la inauguración, Mark está radiante y


muy contento cuando ve a tanta gente esperando afuera del local; nos
acercamos tomados de la mano y me susurra en el oído: —Ven conmigo,
quiero que conozcas a alguien.
Entramos a la tienda, que aún está cerrada esperando que corten la cinta
roja y me guía hasta Erick, que no había tenido la oportunidad de conocer
formalmente entre tanta gente.
—Erick, te presento a mi preciosa novia, Amelia. Amelia, mi socio y
mejor amigo Erick. —¿Novia? Mark nunca se había referido a mí como su
novia. Creo que estoy a punto de derretirme en estos momentos.
—Finalmente te conozco Amelia, es un placer conocerte, Mark no deja
de hablar de ti. —dice mientras nos damos la mano. Erick es muy apuesto,
es un poco más bajo que Mark, tiene cabello negro corto y piel bronceada;
claro, que yo sigo prefiriendo mil veces al chico que me tiene agarrada por
la cintura.
—Espero que cosas buenas.
—Definitivamente cosas buenas, Mark me había dicho que tu belleza era
deslumbrante y por primera vez, debo darle la razón en algo.
—Aléjate de ella Casanova. —dice Mark a modo de broma pero en
forma posesiva apartando la mano que Erick había colocado en mi codo,
con lo que se me escapa una risita.
—Tranquilo vaquero, solo soy amable con la hermosa Amelia. —le dice
Erick dándole un golpecito en el brazo y guiñándome el ojo. Después
siguen hablando temas relacionados con el negocio, los escucho un rato y
luego me excuso para ir a saludar a los chicos que acaban de llegar, los veo
saludarme desde el otro lado del vidrio, Mark me da un beso en la mano y
me deja ir.
Luego de unas palabras de bienvenida, junto a Erick cortaron la cinta
roja que estaba en la entrada, dando apertura y dejando pasar a todos los
clientes, Mark está por otra parte hablando con varias personas y
mezclándose entre la gente. Reconozco a varios de sus clientes como
entrenador privado.
La inauguración ha sido un éxito, todos salen con bolsas en sus manos o
alguna bebida. Al cabo de unas horas, hay menos afluencia de personas y ya
no puedo ocultar que los tacones son incómodos. A quién engaño, me están
asesinando, anoto en mi lista mental no volver a utilizarlos; me disculpo
con los chicos y me acerco a Mark, el cual me recibe dándome un beso en
la mejilla.
—Lamento no estar tanto tiempo contigo. —me susurra.
—Está bien, hoy es tu día. —Me sonríe y me abraza—. ¿Hay algún sitio
donde pueda descansar unos minutos? Los tacones me están lastimando.
—Al final hay un despacho, te acompaño. —En ese momento llegan
unos chicos a saludarlo, por lo que vuelve a estar ocupado.
—Está bien, tú quédate aquí, serán solo unos minutos de descanso. —le
digo y camino hasta el despacho sola, una vez allí, veo un gran espejo en
una de las paredes, no puedo evitar verme de nuevo, el vestido que utilice
hoy acentúa mis piernas, están empezando a definirse un poco, el resto de
mi cuerpo se ve casi igual que hace unas semanas, la única diferencia es que
estoy un poco más delgada, mi cabello se está comportando el día de hoy,
mi rostro sigue igual, ojeras, rostro pálido y mirada triste. Aparto la vista.
Me siento en la silla detrás del escritorio, me quito los tacones, muevo los
dedos entumecidos y suelto el aire relajada, recostando mi cabeza en la
cabecera. En realidad, estoy muy cansada por no dormir nada anoche,
además del entrenamiento de la tarde. Eso, sin mencionar el cansancio
emocional que tengo por el miedo y la paranoia. Momentos como este me
hacen olvidar mi desastre de vida.
Oigo la puerta abrirse, giro la silla para encontrarme a Mark. Me pongo
en plan juguetona y cruzando mis manos sobre el escritorio le digo.
—Bienvenido ¿En qué puedo servirle esta noche?
Él se ríe y se acerca al escritorio —Estoy buscando a mi chica, me dijo
que estaría aquí, se llama Amelia.
—Amelia no está disponible, le duelen mucho los pies y decidió tomarse
un pequeño descanso de diez minutos. —digo con dramatismo.
—Es una lástima, vine a ofrecerle un delicioso masaje. —dice él
sugerente, apoyando las manos en los posa brazos de la silla,
acorralándome.
—Amelia está completamente disponible. —exclamo con entusiasmo,
acomodándome en la silla ejecutiva.
—Permíteme. —dice riendo, se sienta en el escritorio y se da dos
palmaditas en el muslo, invitándome a subir el pie.
—¿En serio?
—Hablo muy en serio. —Un brillo sexy sale de sus ojos.
Hago lo que me pide y subo el pie derecho, sus manos empiezan a hacer
milagros logrando que se me escape un gemido de satisfacción; de
inmediato me tapo la boca, por miedo a que puedan escucharnos afuera y
pensar otras cosas… aunque en realidad, Mark masajeando mis pies es una
escena bastante erótica.
Se vuelve a reír. —Nadie puede escucharnos, preciosa. Me complace que
estés disfrutándolo.
—Eres bueno. —digo, recostando la cabeza en el cabezal de la silla.
—¿Se siente bien? —pregunta mientras pasa los pulgares dentro del arco
del pie haciendo que cierre los ojos.
—Umm, muy bien. —Logro responderle.
Cuando hace su trabajo con el otro pie, siento un corrientazo viajar a mi
parte baja, haciendo que me acalore; cuando mi mirada se encuentra con la
de Mark parece la de un tigre a punto de cazar a su presa; sin pensarlo, me
levanta y pega sus labios a los míos en un beso salvaje y carnal, nunca nos
hemos besado así. Se aparta un poco para estudiar mi rostro y calcular si
estoy bien con lo que estamos haciendo.
—No te detengas. —le digo rozando mis labios con los suyos.
No sé en qué rayos estoy pensando, pero comienzo a desabrochar su
camisa, me coloco entre sus piernas y él pasa sus manos por mi cuello hasta
mis caderas. Cuando voy por el segundo botón, alguien toca la puerta
deteniendo el momento mágico y haciendo que instintivamente salte lejos
de Mark.
Toma mi mano para tranquilizarme y acercarme a él. —¿Sí? —gruñe a la
persona que está del otro lado de la puerta.
—Mark, ya no queda nadie en la tienda, ¿Quieres que apague las luces o
te quedarás inaugurando la oficina? —dice Erick, el cual sabe que Mark y
yo tenemos un tiempo aquí… besándonos.
De repente siento la vergüenza inundar mi rostro, Mark dice para sus
adentros “Ese bastardo” y le responde resignado. —Ya vamos. —Me ayuda
a subir a mis tacones, me da un suave beso con pesar y antes de salir me
dice.
—Creo que tu Erick nos ha hecho un favor, estabas a punto de matar mi
autocontrol.
No le digo nada, solo le sonrío con timidez, en respuesta a su
comentario. Estuve a punto de perder la cabeza hace un minuto, pero me
obligo a mantenerme calmada, lidiaré conmigo misma después.
Erick tenía razón, no hay nadie en la tienda, los empleados ya se
marcharon; me pregunto si habrá escuchado algo desde el otro lado de la
puerta, la idea casi hace que tropiece con los tacones pero me mantengo
firme. Mark y Erick se dan un apretón de manos al apagar las luces del
local y cerrar las puertas. Ambos están relucientes de alegría. Se despide de
mí con un beso en la mejilla y una sonrisa descarada.
En el camino de regreso con Mark, le cuento que vi una clase de boxeo
con Alan, se sorprende cuando le digo que ya lo había practicado un par de
veces en la universidad. Si el supiera las razones verdaderas...
—Puedo enseñarte varios movimientos de boxeo, yo también lo practico.
—¿En serio? Podemos hacerlo juntos un día… el boxeo, quiero decir. —
aclaro mientras sonrojo; Mark se ríe con fuerza a cuesta mía.
Cuando llegamos a casa, me acompaña hasta la puerta, lo noto un poco
serio, pensativo.
—¿Te ocurre algo?
Niega con la cabeza. —Pensaba en mi familia, me hubiese encantado
que estuvieran aquí. Significa mucho para mí que me hayas acompañado
hoy, gracias. —Me da una sonrisa cargada de melancolía.
Lo tomo de ambas manos y le respondo. —No son necesarias, me
encantó estar contigo en este momento tan importante para ti y estoy
segurísima que tu familia está muy orgullosa de tus logros.
—Ven aquí. —Mark me toma por la cintura acercándome a él, me da un
beso que hace que me acalore de inmediato. Cuando se detiene, me da un
beso en la nariz y aprovecho la oportunidad para decirle.
—Quería pedirte un favor.

Miércoles
Estamos en el estudio fotografiando mis cuadros, Mark está encantado
de ayudarme, se ve muy sexy sosteniendo la cámara y buscando el mejor
ángulo e iluminación para que las pinturas se vean bien, estoy babeándome
por él, cuando me saca de mis pensamientos.
—Este no lo había visto. —Toma el último que hice de la chica
cubriendo su rostro. Me tenso mientras él lo estudia de cerca—. ¿Es nuevo?
—Yo asiento con la cabeza.
—¿Vas a incluirlo en el portafolio?
—Realmente no me lo había planteado, la pintura solo surgió en mi
cabeza en algún momento, tal vez debería. ¿Te gusta? —digo temerosa.
—Es muy bueno Amelia. La pintura habla por sí sola, transmite muchas
emociones con solo verla. Irá muy bien con tu portafolio. —No me
esperaba eso. Mark toma una fotografía del cuadro y continúa con su
trabajo, ajeno al significado real de la pintura.
Estamos acurrucados en el sillón, con nuestras manos enlazadas, juntos
elegimos las mejores fotografías de las pinturas y las enviamos por correo a
las galerías de arte en Wynwood Art District. Solo espero que sean lo
suficientemente buenas.
También, aprovecha para mostrarme algunas de sus fotografías, hay unos
atardeceres increíbles, paisajes y lugares bellísimos, es muy bueno
capturando los lugares y los colores son increíbles.
—Mark, estas fotografías son fantásticas, ¿No has considerado trabajar
de esto?
—Por ahora no, es solo un pasatiempo. —Sigue pasando fotos y vuelve a
decirme. —Déjame tomarte fotos, eres bellísima.
—No me cambies el tema. —Le doy un codazo—. Son muy buenas,
deberías considerarlo.
—Lo pensaré. —Me vuelve a dar otro beso y seguimos viendo sus
fotografías—S. i piensas en ser mi modelo.
Después de negarme a posar para él y excusándome de ser una terrible
modelo, lo dejo para que trabaje en unos pedidos para el negocio desde su
notebook y aprovecho para seguir con una pintura que ya había empezado.
Estoy concentrada, degradando un área de verde cuando noto que Mark se
dirige a donde estoy y me toma una fotografía pintando.
—Estás perfecta allí, solo sigue pintando. —dice, cuando volteo a verlo,
sonrojada.
—No puedo concentrarme si estás viéndome. —Río, avergonzada. Me
ignora y sigue disparando—. Dame eso. —Le quito su cámara y empiezo
juguetona a tomarle fotos.
Mark me acorrala entre dos caballetes y yo me coloco la cámara detrás
para dificultarle su acceso, él se cruza de brazos al ver mi astucia y en un
movimiento rápido agarra un pincel y me pinta la nariz de azul, yo abro la
boca en sorpresa y dejo la cámara con cuidado en la mesa, después tomo
pintura verde y mancho su mejilla, soltando una risa traviesa.
—Me encanta escucharte reír. —dice, acercándose y acariciando mi
mejilla.
Entrelaza nuestras manos y comienza a trazar un camino de besos desde
mi mejilla hasta bajar a mi cuello. Oh Dios, estoy deseosa por sus labios, mi
corazón late muy rápido y casi quiero lanzarme sobre él. Los besos de Mark
comienzan a ser más lentos y cariñosos, hasta que se detiene, quiero llorar
en protesta, así que, me pongo en puntillas para darle un mordisquito en el
cuello, recorro con besos su garganta y su barba incipiente. Él toma aire
bruscamente y continúa con su asalto sensual, recorre con besos y
mordiscos suaves mi cuello, mi barbilla, hasta llegar a mis labios.
El ritmo se convierte en algo nuevo, sensual e hipnotizante. La
habitación de repente comienza a dar vueltas a mí alrededor y me aferro a
las hebras de su cabello intentando salvarme del torbellino que amenaza con
poner mi mundo cabezas abajo.
Estamos llegando a un punto más intenso, cuando un recuerdo se planta
en mi cabeza, esfumando mi deseo y haciendo que detenga mis manos en
los hombros de Mark.
“Tú eres el inicio y el final Amelia, sin ti, yo no…"
—¿Amelia? —me llama Mark, trayéndome a la realidad.
—¿Sí? —parpadeo, algo confundida.
—Te fuiste por unos segundos, ¿estás bien?
—Sí, sí. —digo, restándole importancia con la mano, pero con un nudo
apretado en el estómago.
Me acaricia la mejilla con cariño, por sus movimientos controlados,
puedo deducir que nuestro momento apasionado ha concluido. Agradezco
que Mark haya tomado la iniciativa de parar, el recuerdo de Brad
susurrándome al oído, me ha dejado un sabor amargo en la boca y no me
siento nada bien.
Se acerca y pega su frente a la mía.
—Algún día sabré qué pasa por esa cabecita tuya. —me dice con cariño,
pero puedo sentir la preocupación en su voz.
Contengo las lágrimas cuando una canción de Rock pesado estridente
comienza a salir de mi celular, que está en alguna parte. Oh no.
Me quejo en silencio. —Es el tono de llamada de mi madre, no he
hablado con ella en días, insistirá.
—Necesitas contestar. —afirma en voz baja.
El teléfono ha dejado de sonar, pero sé que volverá a llamar en un
minuto exacto; además, la distracción ayuda a que el momento deje de ser
incómodo y confuso para mí. Intentando calmarme, tomo unas toallitas
húmedas y se la paso por la mejilla para limpiar la pintura, luego me voy al
espejo y me limpio la nariz, me mantengo concentrada, como si limpiar una
simple mancha requiriera de mucha concentración. Mark se acerca y me
quita la toallita de las manos con cuidado, mi nariz está reluciente, pero
estaba empeñada en seguir frotando, solo porque estoy nerviosa, asustada y
ansiosa. Me estudia y yo bajo la mirada, no puedo verle a los ojos.
—¿Qué es lo que pasa? —me pregunta.
Estoy a punto de ponerme a llorar, pero el teléfono vuelve a sonar y esta
vez, agradezco que mi madre sea tan insistente, me trago el nudo en la
garganta para no derramar ninguna lágrima.
Mark suelta el aire por la interrupción. —Debería irme ahora, debes
hablar con tu mamá, se preocupa por ti. —me dice, dándome un beso rápido
y una sonrisa cálida de “todo está bien”, o quizás fue una de "todo estará
bien".
Le dejo ir, aunque la parte irracional de mí, gritaba con pancartas y
antorchas encendidas en forma de protesta; mi cabeza es un nudo de
emociones locas e inseguras. Cuando sale por la puerta, el teléfono
comienza su sonido estridente nuevamente; lo busco por el estudio,
guiándome por el sonido. Lo consigo debajo del sillón, ¿Cómo llegó allí?
cuando veo la pantalla iluminada, reprimo las ganas de gemir de
sufrimiento. Dos llamadas perdidas de mamá.
—Hola, madre.
—Juro que si no contestabas iba a empezar a llamar a los hospitales,
¿Por qué no has contestado las primeras dos veces? Tengo días sin saber de
ti, Amelia Park.
—Lo lamento, todo está bien, madre; solo he estado ocupada, con la
pintura. —digo, lanzándome en el sillón y cubriéndome los ojos.
—Ajá. —El tono en su voz, tan familiar, me dice que está pensando en
algo más y que no cree en mis excusas.
—¿Qué pasa? —le pregunto y de inmediato me tapo la boca, no debí
haber preguntado.
—¿Estás saliendo con alguien? —lo dice, como si eso fuese una
aberración.
—Acabo de decir que he estado ocupada con la pintura, intento entrar en
una exposición de arte, es una gran cosa. —no estoy mintiendo, solo evado
su pregunta.
—Oh, eso es bueno hija. —responde, con más entusiasmo, olvidando lo
que acaba de decirme hace unos segundos.
Terminamos la llamada después de varios minutos y de inmediato siento
un pinchazo de culpa por no contarle a mi madre sobre mi relación con
Mark, pero si se entera, no sé de lo que será capaz.

He sido capaz de dormir en mi cama estas últimas noches, pero el bate
ha dormido todas las noches conmigo; ésta en particular, fue una noche
intranquila, me desperté apenas escuchaba un pequeño sonido del viento
contra la ventana y me levanté a chequear las cerraduras en dos
oportunidades. La verdad es que estos últimos días puedo describirlos
como: ansiedad cuando estoy sola, tranquilidad cuando estoy acompañada.
Mark me ha encontrado quedándome dormida en su auto, en la sala o en
cualquier lugar donde me siente; yo me justifico, diciéndole que todo está
bien, que el gimnasio se lleva mis energías; no parece creerme, por lo que, a
veces, me trae ensaladas y batidos nutritivos para mantenerme bien
alimentada. Mark respeta mis silencios y no insiste cuando le doy mis
excusas baratas, pero este hombre tiene un sexto sentido para saber que algo
me está pasando, está comenzando a afectarnos y yo me estoy cansando de
fingir que todo va bien. Siento que tengo dos vidas.
Apenas me molesto en comer lo necesario y siempre llego hecha polvo
por los entrenamientos; si me canso lo suficiente, caigo en un sueño
profundo y no tengo pesadillas. Cuando empecé a asistir al gimnasio me
dije que era para ir de vez en cuando, pero últimamente, lo veo como una
necesidad, pintar no es suficiente, necesito sacarlo todo. Es como si se
agotara un poquito de mí con cada día que pasa.
Capítulo 9
Octubre,

Viernes

Natasha está esperando en la sala para ir juntas al club, Mark no podrá ir


con nosotras al principio, ya que tiene asuntos que resolver en la tienda,
cuando logre desocuparse irá a encontrarse con nosotras y los demás chicos.
Termino de aplicarme el maquillaje y cuando me veo en el espejo soy
otra persona. Tengo los ojos ahumados color negro, por lo que se realza
mucho más el color azul de mis ojos, un vestido suelto de Jess color negro
con brillantes y la espalda completamente descubierta, es muy atrevido para
mi gusto, no puedo usar sujetador con este vestido, pero Jess insistió al ver
las fotos que le envié; tacones de aguja y cabello suelto. Doy varias vueltas
frente al espejo y bajo con cuidado de no caerme para encontrarme a
Natasha.
—Oh por dios, Mark morirá de un infarto hoy. —Sí, definitivamente
debo parecer otra Amelia.
—No estoy segura de la abertura en la espalda. —le digo, mostrándosela.
—¡Cállate! Te ves increíble. Tantas horas de sufrimiento en el gimnasio
dieron resultados. —dice, evaluándome.
—Tú también estás muy hermosa. —Tiene un vestido corto azul claro
que hace resaltar su piel tostada y unos tacones más altos que los que tengo
puestos, Natasha es de contextura delgada, con los ojos grises más bonitos
que he visto y un cabello indomable, muy exótica.
—Gracias muñeca, será mejor que nos vayamos, necesito alcohol y
música en mis venas. —me dice, mientras bate sus rizos oscuros.

La Mansión es gigante, al entrar veo la gran pista de baile en el centro, el


techo alto es de color azul eléctrico iluminado con cientos de luces fucsias,
en los laterales hay salas de estar con mesas para disfrutar de los tragos y
banquetes; hay varios balcones y lámparas de diseños enormes, al final de
la pista de baile hay dos grandes escaleras y una tarima donde están los DJ
’s haciendo mezclas de house y animando la fiesta, en el piso de arriba hay
más sillones y un montón de bares. No todo el mundo tiene permitido entrar
aquí, este sitio es muy exclusivo. Pienso, mientras veo todo el lugar con
asombro. Nos sentamos en unos sillones con los chicos del gimnasio y le
pregunto a Natasha.
—¿Cómo fue que obtuviste estas entradas?
—Mi amigo Matt, es el DJ que está mezclando en estos momentos, le
dieron varias entradas de cortesía. —Me dice, señalando al chico en la
tarima, veo en su actitud que le gusta el chico.
—Ve a saludarlo. —le digo, guiñándole el ojo.
—Lo haré después, porque primero. —dice, agarrándome de la mano—.
Necesitamos unas mimosas.

Las mimosas se me tuvieron que subir a la cabeza porque estoy bailando


desinhibida con Natasha y otras chicas que vinieron con los muchachos del
gimnasio, varios hombres se nos han acercado para bailar pero los
esquivamos como ninjas, no me apetece bailar con nadie más que con mi
chico. Cuando termina la canción y después de un montón de carcajadas
volvemos a la mesa para descansar y tomar más mimosas, quién diría que
bailar iba a ser tan divertido.
Decido enviarle un mensaje de texto a Mark para ver cómo va y un
segundo después llega a mi lado sorprendiéndome. Lo abrazo súper
contenta, el me da un beso y saluda a los demás chicos.
—¿Todo en orden?
—Todo está perfecto. —Me muestra su sonrisa irresistible.
Comienza una canción de Avicii y Natasha salta del asiento. —¡Amelia!
Tenemos que bailar esta canción, ¡es mi favorita! —Me jala a la pista de
baile y comenzamos a bailar riendo, está eufórica y yo no paro de moverme
con ella. Cuando termina, Natasha se excusa para ir a saludar a Matt el DJ y
comienza una canción más suave. Estoy por regresarme a la mesa con Mark
y los demás cuando él me toma por la mano y me lleva a bailar.
Me gusta mucho la canción, es muy sensual ¿Sensual?, ¿Sexual? Mark
se ve muy sexual ¿Qué estoy diciendo?
—¿Tienes idea de los sexy que te ves? Quiero sacarles los ojos a todos
los hombres que no despegan su mirada de ti. —Me dice al oído.
Mi cuerpo tiembla, pero tengo cuatro mimosas en mi organismo y mi
parte razonable está un poco ausente, así que le respondo bailando y
meneando mis caderas lentamente y con una sonrisa sexy; pone sus manos
en la parte baja de mi espalda desnuda. Oh Dios. Mark baila muy bien,
¿Acaso hay algo que haga mal este hombre? Cierro los ojos y me dejo
llevar por la música en los brazos de Mark.
Su cuerpo contra el mío hace que la pista de baile se convirtiera en una
masa enorme y caliente, siento mi nuca cubrirse de una ligera capa de
sudor. Sin embargo, no me detengo, no hay forma de que pueda estar
bailando así sin ayuda de las mimosas; me doy la vuelta y me agarra por las
caderas, después descansa una mano en mi vientre y me encuentro
deseando que recorra más lugares. La canción cambia, pero nosotros
seguimos moviéndonos lento y sensualmente, nuestros cuerpos están
fuertemente pegados, estoy mareada de deseo y todo da vueltas. Le doy
acceso a mi cuello y el empieza a regar besos, subo las manos hasta su
cabello y lo atraigo más hacia mí, me da un beso en un punto detrás de mi
oreja, que hace que se me escape un gemido, es una suerte que la música se
trague el sonido, mi chico suspira y me dice al oído:
—Vas a matarme esta noche, preciosa.

Sábado
Le doy un descanso al baile y a las bebidas, está comenzando a hacer
calor, y mis pensamientos no son del todo coherentes, nos sentamos y
comenzamos a hablar con Steve y su novia que es muy agradable, los
demás chicos están bailando; a lo lejos veo a Natasha en la tarima
mezclando y bailando con Matt, se ven muy bien juntos. Mark tiene su
mano en mi espalda desnuda, me acaricia en círculos, haciendo que me
incendie por dentro, yo paseo mi mano por su rodilla torturándolo también.
Al cabo de un rato, nos quedamos solos en la mesa y me excuso para ir al
baño, Mark insiste en acompañarme hasta la puerta pero me niego.
—No deberías ir sola, menos vestida así. Los hombres te comerán viva.
—dice evidentemente celoso, no hay juego en su voz.
—Es aquí cerca, no me perderás de vista. —Le doy un beso coqueto y
me marcho antes de que pueda decir algo más.
Al salir de la cabina del baño me voy a tocador a arreglarme un poco el
maquillaje, tengo las mejillas sonrosadas pero me veo bien, Amén, por el
maquillaje a prueba de agua. Estoy terminando de lavarme las manos
cuando entran varias mujeres y por último, Catrina aparece con un vestido
fucsia demasiado pequeño para su cuerpo. Espero que esto sea una
casualidad, una desagradable casualidad.
—Oh, Amelia qué sorpresa encontrarte aquí. —dice ella con la voz más
inocente posible—. ¿Has venido sola? He quedado con Mark, pero he
entrado aquí para retocarme un poco antes de verlo. —Sonríe enseñándome
todos sus dientes y acto seguido, comienza a bajarse la ropa interior por
debajo del vestido, agregando—: Esto no lo voy a necesitar hoy.
Comienzo a sentir náuseas, pero le sonrío con la misma falsedad —Se te
están acabando las ideas, Catrina. —le digo, como quien le habla a un niño
—. Ahora, si me disculpas tengo cosas mucho más importantes que hacer,
que estar aquí contigo.
Salgo con la cabeza en alto y ella me muestra una sonrisa malvada que
aunque quiera negarlo, me causa escalofríos en todo el cuerpo.
De camino hasta la mesa, me sorprendo de ver cuán lleno está el lugar en
tan pocos minutos, falta el oxígeno entre tanta gente, es muy difícil
moverme entre la muchedumbre, pero voy haciendo espacio hasta que por
fin llego a nuestra mesa; noto que Mark no está allí y saco el teléfono para
enviarle un mensaje. Un mesonero llega con otra ronda de mimosas, acepto
una y comienzo a tomarla para refrescarme.
Veo a Natasha bailando cerca de la tarima con Matt mientras otro DJ se
encarga de la música, también veo a los chicos pasándola bien en la pista de
baile, pero no hay señales de Mark, comienza a crecer una semilla de
inseguridad en mi mente, pero se esfuma cuando en cuestión de segundos,
Catrina se me acerca con una mano en la cadera, por la forma en la que me
está mirando, parece que esta vez no está actuando.
—¿Dónde está Mark? ¿Ya se aburrió de ti?
Cálmate, Amelia.
—No creo que sea de tu incumbencia. —le digo cortante. Veo que Mark
llega y se pone detrás de ella con los brazos cruzados para escuchar qué
tiene que decir la víbora.
Ella se ríe burlona. —Niña, cuando Mark se aburra de ti —hace una
pausa y me estudia de pies a cabeza—, y de lo que obviamente no puedes
ofrecerle, allí estaré yo; te daré un par de días más.
Le doy un sorbo a mi bebida pretendiendo que lo que acaba de decir no
me afectó y le digo de modo despreocupado. —¿Terminaste?
—Catrina, te voy a pedir que me dejes a solas con mi novia. —dice
Mark, haciendo un delicioso énfasis en “novia”. Ella abre los ojos como
platos y voltea a ver a Mark, sorprendida de verlo allí.
—Mark, ¿Hace cuánto tiempo llevas allí? —Intenta ser coqueta pero
falla.
—El suficiente, ahora si nos disculpas. —Mark se mantiene serio.
Catrina no encuentra palabras que decir y se marcha, no sin antes
atravesarme con su mirada de odio.
Se sienta a mi lado y me acaricia la mejilla. —Fui a buscarte al baño
pero entre tanta gente te perdí de vista, lamento que hayas tenido que pasar
por eso. —me dice, refiriéndose a Catrina.
—Creo que ya entendió el mensaje. —En definitiva, llevé la situación
muy bien, me doy palmaditas en el hombro imaginariamente. Le doy otro
sorbo a mi trago y se me sale una risa inoportuna. Había olvidado lo
divertido que era tener unos tragos encima.
—¿Qué es tan gracioso? —dice, con un brillo divertido en sus ojos.
Me siento sobre sus piernas y con los brazos abrazando su cuello le digo:
—Te ves muy sexy dando explicaciones.
Mark suelta una risotada y haciéndome cariños en la espalda me dice: —
¿Cuántas mimosas llevas?
—Tal vez cinco, ya perdí la cuenta, están muy buenas ¿Quieres probar?
Niega con la cabeza —Soy tu conductor designado, tengo que llevarte a
casa sana y salva. —Me aparta la bebida para que deje de tomar.
—No quiero ir a casa. —le digo, haciendo un mohín y jugando con el
cuello de su camisa.
—¿Por qué?
Me acerco a su oído y le susurro. —Hay monstruos debajo de mi cama.
—Él se ríe, pensando que estoy jugando.
—Ok, necesitas quemar todo ese alcohol, no más mimosas para ti,
vamos a bailar. —Me regaña a modo de broma, llevándome a la pista de
baile con los demás.
Pero, yo no bromeaba.

Salimos de La Mansión riendo y abrazados, aunque le aseguré a Mark


que puedo caminar por mi cuenta insiste en mantenerme agarrada, en
realidad lo agradezco, nunca había tomado tanto en mi vida, por primera
vez puedo asegurar que estoy ebria. La brisa de la noche es fría, por lo que
me presta su chaqueta que es calentita y huele a él. Cuando entramos en el
auto empiezo a ser consciente de que Mark me llevará a casa, de nuevo a
chequear las cerraduras cada dos horas, a dormir muy mal y a sentirme
paranoica por culpa de mi pasado, tomo una pausa, pensando en mis
opciones, tratando de aclarar mi mente borracha y con vergüenza le digo:
—No quiero volver a casa esta noche Mark. —Estoy tan cansada de
acostarme con miedo, solo quiero una noche sin soñar con los monstruos,
necesito tranquilidad, así sea una vez.
Me despierto cuando llegamos a un edificio enorme lleno de vidrios
azules, debe tener al menos 20 pisos, Mark estaciona en el sótano, me lleva
cargada sin dificultad hasta el ascensor, presiona el botón del octavo piso y
yo aprovecho para acurrucarme en su cuello, segundos después llegamos a
su piso.
—Bienvenida a mi hogar, Amelia. —Me baja con cuidado y deja una
mano en mi cintura, ayudando a estabilizarme.
Estoy ansiosa por conocer donde vive mi chico, cuando abre la puerta de
su departamento todo está oscuro, lo único que llama mi atención cuando
entramos es el ventanal gigante del cual se ve toda la ciudad; enciende las
luces de la cocina que es lo primero que hay al entrar, es muy bonita, el tope
es de granito gris con muebles de madera oscura, el resto de la casa
permanece oscura. Se me escapa un bostezo y me tapo los ojos porque me
molesta la luz.
—Estás muy cansada. —Me da un beso en la frente.
—Estoy muy borracha. —Le corrijo y se me escapa una risa somnolienta
—. ¿Por qué todo es tan diferente cuando estás borracha?
Dios mío, mañana me arrepentiré de muchas cosas, me abofeteo
mentalmente para ver si dejo de decir estupideces.
Mark sonríe, divertido. —Te preparare un café, debes tomar una ducha
con agua fría. —Al ver que hago una mueca de desagrado agrega—: Te
sentirás mejor, confía en mí, puedes usar el baño de mi habitación. —Sale
disparado a lo que creo que es su habitación y me entrega un pantalón de
yoga y una franela de algodón de él—. Si necesitas algo solo llámame,
estaré aquí en la cocina. —Comienzo a caminar pero me detengo a
preguntar:
—¿Dónde están mis tacones? —Mark, sin responder, los levanta por sus
tiras hasta mostrármelos, tiene una risa burlona.
—Te los quitaste antes de subirte al auto.
—Oh. —Asiento y desaparezco detrás de la puerta.
Su habitación, es grande, casi todo es color blanco, hay una ventana
grande con unas persianas verticales, el ala derecha completa, forma el
closet, una cama gigante con sábanas blancas y madera clara, dos mesitas
de noche que hacen juego y unas lámparas. Sencillo y minimalista.

Me siento más limpia y un poquito más consciente después de la ducha y


de cepillarme los dientes, me pongo su franela de algodón, es lo bastante
grande como para no necesitar el pantalón así que lo dejo en la cómoda;
cuando salgo del cuarto de baño noto que en una de las mesitas tiene una
fotografía, en ella aparece un Mark mucho más niño con dos señores
mayores que creo son sus padres, junto a él está una chica rubia muy bonita
con ojos azules como los de Mark, todos están sonrientes y felices, es una
foto muy hermosa de su familia. Sonrío al verla.
—¿Amelia? —Mark toca la puerta.
—Sí, estoy aquí. —Entra a la habitación con una taza, el olor a café
inunda toda la habitación, lo primero que hace Mark, es mirar mis piernas
desnudas. Tal vez debí ponerme los pantalones de yoga ¿Estoy siendo
imprudente por culpa del alcohol?
Se aclara la garganta. —Tomaré una ducha, puedes dormir en mi cama,
yo dormiré en el sofá.
—¿Estás seguro? …Puedes dormir conmigo… si quieres —¿Por qué
tengo tanta vergüenza? Hemos dormido juntos en el sofá de mi casa, ¿O eso
no cuenta?
Mark me ve pensativo ante mi propuesta. —Está bien, dormiremos
juntos, si estás bien con eso.
Santa Mierda…
Me acaricia la mejilla, deja la taza de café en la mesita y se esfuma
detrás de la puerta. Me acuesto y me cubro con las sábanas porque no
encuentro que otra cosa hacer, no me provoca tomar café después de
haberme cepillado los dientes y parecería una loca si Mark me llegara a
encontrar de pie petrificada en el mismo sitio donde me dejó; se está
duchando y lo único que nos separa es una puerta, aspiro el perfume de
Mark atrapado en las sábanas y cierro los ojos.
Calma tus nervios Amelia, calma, calma, calma.
Al cabo de unos minutos escucho la ducha apagarse, la puerta del baño
cerrarse con cuidado y a él acostándose junto a mí.
Me acerco para abrazarlo y me susurra: —Pensé que ya estabas dormida.
—Estaba esperándote.
Mark se pega mucho más a mí, abrazándome por la cintura, tiene una
franela suave de algodón como la mía y unos pantalones de yoga como los
que debería haberme puesto, me pregunto si el alcohol influyó en esa
decisión; me da un beso en la frente y se le escapa un suspiro para decirme.
—No tienes idea de lo que me está costando mantener mis manos
quietas.
Un segundo después, somos mimos y suspiros. Mark desliza su mano
desde mi cadera hasta mi espalda desnuda, la franela que me prestó, está
ahora al nivel de mis costillas dejándome expuesta solo con mis pantys. Nos
acariciamos suavemente por debajo de nuestras ropas, sus movimientos son
controlados y yo quiero más, en un acto de valentía, subo a horcajadas
sobre él. Sorprendido y excitado sostiene mi rostro y comienza a besarme.
El alcohol que aún queda en mis venas me entusiasma, sacando mi lado
atrevido para meter mi mano bajo su franela y tocar su abdomen lentamente
hasta su pecho; levanto la cara para pegar mis labios a los suyos y decirle.
—Yo ya perdí. —¿Qué estoy diciendo? Se supone que yo soy la que quiere
tomar las cosas con calma, pero, tal vez ya no ¿O sí? Dios mío, qué
confusión. Mark detiene nuestro beso para tomar aire, sus ojos azules se
ven más claros, muy centrados para mi gusto.
—Amelia, en estos momentos te deseo tanto que podría perder el juicio
en cualquier momento; me pediste ir con calma y respeto tu decisión; por
esa razón, quiero que hagamos esto cuando estés consciente de que quieres
hacerlo y no es el alcohol hablando.
Me detengo a pensar lo que acaba de decir y me desinflo como un globo,
lo cierto es que yo misma he estado cuestionando mi comportamiento bajo
los efectos del alcohol, ¿Estar borracha me hace estar tan segura de querer
hacerlo? Me bajo de su regazo decepcionada, confundida y con vergüenza
por ser tan atrevida. Me acuesto a su lado y ambos soltamos el aire al
mismo tiempo, él me toma en sus brazos diciéndome que no pasa nada, que
no debo sentirme presionada. Le escucho y le creo, pero un nudo comienza
a formarse en mi estómago, segundos después, cuando Mark debe pensar
que ya me quedé dormida, me tapo los ojos y tomo aire.
—Mark... no tengo experiencia haciendo esto.
Me quita la mano de los ojos para que lo mire, se ve confundido —
¿Haciendo qué? —Lo miro a los ojos temerosa y al parecer lee mis
pensamientos, se incorpora cerca de mí y dice sorprendido—. ¿Tu nunca…?
—Solo una vez… lo siento. —le digo con un hilo de voz.
—¿Por qué te disculpas? —pregunta confuso.
—No lo sé. —Me vuelvo a tapar los ojos con las manos.
Se acerca para darme un beso lento pero cargado de significado y yo le
respondo con igual pasión.
—No tienes que disculparte por nada, Amelia, cuando estés lista yo
también lo estaré.
Trago saliva y asiento con la cabeza, creo que quiere decirme algo más,
pero respeta mi silencio y no indaga en mi confesión. Minutos después,
comienzo a relajarme y a sentirme muy pesada bajo las caricias suaves de
Mark, deben ser las tres de la mañana, escucho su respiración tranquila,
nuestros cuerpos están pegados y relajados; me acurruco un poco más cerca
de él, nunca es suficiente, me da un beso en la mejilla y me susurra.
—Descansa, mi preciosa Amelia.

10:00 am

Me desperezo en la cama, Dios, dormí muy bien; no hay rastros de Mark


en ningún lado, apenas siento una pequeña molestia en la cabeza por las
bebidas de anoche; en la mesita de noche, me dejó dos pastillas para el
dolor de cabeza y un vaso con agua, no se le escapa ningún detalle, me
tomo el agua y dejo las pastillas donde estaban.
Me levanto y abro su closet, buscando algo que ponerme, consigo una
sudadera grande color negro que me va perfecta ya que me siento muy
expuesta sin sujetador, enseguida recuerdo los acontecimientos de anoche y
me siento mal, no debí haber provocado a Mark de esa forma; debo
disculparme con él, aunque creo haberlo hecho anoche.
Me cepillo los dientes y recuerdo que debo enviarle un mensaje a Jess
para avisarle que pasaré el día con Mark; un minuto después me llega su
respuesta diciendo: “Recuerda protegerte”. Lanzo el teléfono en la cama y
comienzo a jugar con mis dedos nerviosa.

Hace 2 años, mayo 22

—Brad... —Trago saliva—. Tengo miedo. —Pongo mi mano en su pecho,


frenándolo e intentando levantarme.
—Shhhh, tu solo quédate quieta. —Aparta mi mano y aprisiona ambas
por encima de mi cabeza, sigue mordiendo y chupando mi cuello, me besa y
saboreo su aliento a menta y cigarrillos.
Lo interrumpo por enésima vez.
—No estoy segura Brad, para por favor. —Le digo asustada, al ver que
va en serio y no se detiene. Se desabrocha los pantalones, me tapa la boca,
me sube el vestido y me agarra por las caderas.
—Esto te va a doler. —Cierro las manos en puños y aprieto los ojos.

Presente

Salgo de su habitación después de lavarme la cara y cepillarme los


dientes; veo claramente su apartamento, el techo es alto, después de la
cocina hay una sala de estar con un televisor gigante, seguidamente está el
ventanal que llamó mi atención anoche, ocupa toda la pared y desde allí
puedo ver toda la ciudad, una vista preciosa, también hay un pequeño
balcón con unas tumbonas blancas; todo es muy minimalista con tonos
blancos y negros, luminoso y moderno, pero en cierto modo transmite
tranquilidad, si viviera aquí tendría todo lleno de pinturas y materiales
artísticos regados, alejo esos pensamientos rápidamente y veo a mi derecha,
hay tres puertas, escucho un ruido en la última y me acerco con timidez.
La puerta está entre abierta, asomo la cabeza y es un pequeño gimnasio
con las máquinas esenciales, todo lleno de espejos, exceptuando una pared.
Mark está corriendo en la caminadora y cuando se da cuenta de mi
presencia baja a saludarme.
—No quise despertarte, ¿cómo te sientes? ¿dormiste bien? —Está
estudiando mi mirada, está sudado y sexy, muy sexy.
—Me siento muy bien. —Es lo único que logro decir, no sé cómo
explicarle todo lo que tengo por dentro y verlo así está comenzando a
afectarme.
Hace una pausa de varios segundos y termina diciéndome: —Tomaré
una ducha, no me tardo. Me gusta cómo te queda. —dice refiriéndose a la
sudadera.
Después de hacer juntos el desayuno, nos pusimos cómodos en la sala a
ver televisión, riendo hasta que nos dolía el estómago y bromeando de lo
malas que son las películas de terror en la actualidad; Mark no ha tocado el
tema de lo que pasó anoche y yo lo agradezco. En la tarde, tiene que atender
a un cliente por videollamada, entra a otra habitación que a mi parecer es
una oficina, el pobre no tiene descanso. Aprovecho el tiempo y exploro en
la nevera para cocinar algo.
El almuerzo está terminado y Mark aún no sale de la oficina, me acerco
a la puerta que está entre abierta y lo escucho hablar sobre las porciones que
deben tener las comidas. Entro con sigilo en la oficina para no hacer ruido y
me acurruco en un sillón cercano para verlo trabajar, el dirige su mirada
hacia mí, me sonríe y continúa centrado en su trabajo.

—Lo siento, tardé más de lo esperado.


—Está bien, me gustó verte trabajar.
—¿Tú cocinaste esto?
Asiento, dándole un mordisco a un espárrago. Hice pollo a la plancha
con salsa de champiñones y vegetales al vapor.
—Había tantas cosas en la nevera que no sabía qué agarrar.
—Se ve delicioso, gracias. —Me da un beso y nos sentamos a comer.

No sé cómo, pero Mark logró convencerme de hacerme unas fotografías,


son muy naturales porque apenas tengo puesta su ropa y no llevo nada de
maquillaje; sin embargo, está encantado y me recuerda con cada foto que
toma, cuán hermosa me veo. No quiero alardear, pero las fotos están
quedando realmente bien, la luz natural que entra del ventanal ayuda a que
mis ojos brillen. Me veo… feliz.
Mientras paso las fotos, veo las fotografías que me tomó escondido
mientras pintaba hace unos días, me veo concentrada aplicando los colores,
pero sonriente; luego hay una secuencia de fotos en las que aparezco
nerviosa tratando de quitarle la cámara y una última un poco descuadrada
donde aparecemos dándonos un beso.
—Esta es mi favorita. —le digo y noto que me ve fijamente, pensativo
—. ¿Qué pasa? —Me ruborizo al preguntarle.
Toma mi mano y le da un beso, luego niega con la cabeza. —No tienes
idea de cuán feliz soy en estos momentos a tu lado.
Sin pensarlo, me acerco a él y comienzo a besarlo con urgencia, me
siento a horcajadas sobre sus piernas y me devuelve el beso con igual
deseo. Me separo para susurrarle cuán feliz me hace él también, necesito
que lo sepa. Acerco mis caderas hacia él, puedo sentir su entrepierna
hinchada a través de la fina tela de mis pantys.
Mark ha respetado mi condición de ir con calma y cuando las cosas
comienzan a ponerse intensas ambos nos detenemos; anoche él me detuvo y
yo acepté porque pensé que era el alcohol hablando. Al diablo ir con calma,
en estos momentos no estoy ebria y me estoy muriendo porque me toque y
me tenga. Meto mis manos por debajo de su franela y siento sus pectorales
esculpidos, el empieza a bajar sus manos por mi espalda hasta mis caderas,
está a punto de quitarme la sudadera cuando se detiene y me dice jadeando.
—Amelia, esto es lo opuesto a tomar las cosas con calma.
La calma es tan absurda cuando le deseo tanto. Ir con calma apesta. Ir
con calma debería estar prohibido por la policía de…de… ¿Qué cosas
pienso? ¿No se da cuenta que me moriré si no me besa? Quiero besarlo
hasta que el mundo desaparezca, hasta que los dos seamos polvo.
—Uhhmm. —Ronroneo.
—Esa no es una respuesta.
Él quiere una respuesta, ¿Cómo le dices a alguien que estás lista para
tener relaciones sexuales por… segunda vez en tu vida? ¡Qué vergüenza!
—¿Estás bien con esto? —insiste—. Mi autocontrol no es tan bueno,
preciosa, me lo estás poniendo difícil.
Díselo, Amelia. Eres adulta, no es difícil.
—Yo… yo…
Derrame cerebral. No puedo hablar de sexo en voz alta.
Él me ve a la expectativa, pero con una mirada compasiva al verme
tartamudeando.
—Podemos parar, cariño. —sugiere en voz baja.
—¡No! —exclamo. Por amor a todos los Santos, si paramos una vez
más, me moriré de un infarto—. Yo… quiero esto, Mark.
Con cariño me acaricia los brazos, tranquilizando mis nervios; me besa
en la punta de la nariz, luego me besa suavemente por el rostro hasta llegar
a mis labios, me chupa el labio inferior haciendo que se me escape un
pequeño gemido.
—Hay un problema. —interrumpe él.
—¿Qué?
—No tengo preservativos, no pensaba que hoy tú y yo…
—Creo que no necesitaremos eso. —ni siquiera puedo decir su nombre
en voz alta, soy un fracaso.
Me ve confundido unos segundos y pregunta. —¿Estás tomando pastillas
anticonceptivas?
Muevo la cabeza de arriba a abajo asintiendo muy nerviosa.
—Las tomo para regular mi período, no es que tenga algo que ver con
que yo esté haciendo cosas, llevo poco tiempo tomándolas, de hecho, mi
experiencia con esto es casi nula como ya sabrás, así que considerando los
hechos no creo que…
—Amelia…—me interrumpe con voz dulce.
—¿Estoy hablando sin parar de nuevo? —digo jugando con las manos.
—Solo un poco. —Acaricia su nariz con la mía y yo le sonrío.
—¿Estás segura?
—Confío en ti. Estoy segura.
Nos levanta del sillón, enrosco mis piernas en su cintura y me lleva hasta
su habitación, una vez allí, me deja de pie junto a la cama y me quita la
sudadera, aún tengo la franela de algodón, pero ya me siento
completamente expuesta ante él. Quiero hacer esto, por supuesto que quiero
hacerlo, pero tengo miedo. Han pasado dos años desde mi primera y única
vez. Y fue horrible.
Mark lee mis pensamientos, toma mi rostro y me susurra: —Nunca te
obligaría a hacer algo que no quieres.
Tomo una larga respiración y lo miro a los ojos. —Confío en ti.
Nunca estuve tan segura, deseo a este hombre.
Baja sus manos hasta mi cadera y comienza a subirme la franela con
cautela, tomándose su tiempo, sus dedos rozan mi piel haciéndome
cosquillas, mis pechos se exhiben y también la cicatriz junto a las costillas,
bajo la cabeza con vergüenza, Mark la acaricia con cuidado y pasa sus
manos por mi espalda haciendo círculos, se acerca y me susurra al oído: —
No te avergüences de tu figura Amelia, eres una diosa.
De pie frente a mí, se quita la franela y juro que podría morir ahora
mismo, es demasiado sexy, trago saliva y paso mi mano por su pecho hasta
su abdomen donde está formada una perfecta “V” en la parte baja. Me
acuesta en la cama con cuidado y se pone a horcajadas sobre mí, comienza
a besar mi cuello, baja por mi clavícula repartiendo pequeños besos hasta
mis senos.
—Eres perfecta.
Se me escapa un gemido cuando atrapa uno con su boca sutilmente,
comienza a juguetear con su lengua en mi pezón muy lentamente mientras
acaricia el otro con su mano. Dios, se siente tan bien. Estoy respirando
entrecortadamente y gimiendo mientras Mark continúa trabajando en mis
pechos, moviendo su lengua en círculos en un vals lento y delicioso, de
repente pellizca ligeramente uno de mis pezones y siento un corrientazo
recorrer mi cuerpo hasta mi entrepierna. Wow.
—Me estás volviendo loca Mark. —le digo en un gemido, la sensación
es como nada que pudiera haber imaginado.
Comenzamos a besarnos hambrientos, paso mis manos por su cabello
suave, sus hombros anchos, hasta su espalda.
Me acaricia y empieza a bajar su mano hasta el nivel de mis caderas, con
sigilo mete su mano dentro de mis pantys y se le escapa un gruñido al
descubrir cuán mojada estoy; me muerdo el labio al sentir sus dedos
pasearse por mi clítoris de arriba a abajo, puedo sentir su bulto sobresalir de
sus pantalones y presionar la parte interna de mis muslos, Mark continúa
acariciándome allá abajo, besándome con adoración, volviéndome loca de
deseo y haciéndome querer más.
Me toca haciendo círculos, causando que gima fuerte en su boca, de
nuevo estoy sintiendo los corrientazos por mi entrepierna, los dedos de
Mark son maravillosos, su boca es maravillosa, no puedo pensar en otro
lugar en donde quisiera estar más que aquí, bajo su toque.
En un punto, mete uno de sus dedos, haciendo que suelte el aire y cierre
los ojos. Pasea de adentro hacia afuera masajeando mis paredes internas,
intensificando más el placer; introduce otro dedo y desesperada gimo su
nombre. Lo quiero dentro de mí.
—Shh, estás muy estrecha, preciosa. No quiero hacerte daño.
Hago caso omiso a lo que me dice e intento desabrochar el botón de su
pantalón con torpeza, Mark se ríe picarón. Si cariño, te deseo, quítate la
ropa. Con su ayuda pude zafar el botón, una vez fuera puedo notar su bulto
apretado en los bóxers. Trago saliva haciendo un sonido extraño.
Me besa tiernamente, haciendo que me relaje de nuevo, me mira a los
ojos buscando mi aprobación, asiento con la cabeza y comienza a bajarse
los boxers hasta liberar su miembro muy despierto y erecto, ahogo un grito.
Luego comienza a bajarme lentamente las pantys, se le escapa el aire
cuando me ve desnuda para él, se coloca sobre mí, me toma de las manos y
apoya los antebrazos a cada lado de mi cabeza, me tiene sujeta y abierta,
pasea su miembro por mi hendidura haciendo que arqueé la espalda de
placer.
—No vayas a moverte, no quiero lastimarte. —me susurra y yo asiento,
porque las palabras no salen de mi boca—. Mírame a los ojos. —Su
petición hace que me aferre a su mirada como si no hubiese más nada en el
mundo.
Se coloca en mi abertura y muy lentamente empieza a entrar dentro de
mí, ambos soltamos el aire, abrumados; al principio lo siento muy apretado
en mi interior, pero Mark es gentil y sabe exactamente cuándo detenerse y
volver a entrar. Cuando me siento cómoda, me atrevo a mover mis caderas
para acoplarme mejor a él, ambos gemimos y seguimos nuestros
movimientos como una danza, Mark suelta mis manos y yo aprovecho para
agarrar su cabello y devorar su boca con pasión, él aumenta la intensidad de
sus embestidas haciendo que gima más fuerte junto a su cuello; cada vez, va
creciendo con mayor energía el placer dentro de mí, escalando, rozando ese
punto donde creo que perderé la cordura, tan cerca, tan perfecto que parece
un sueño, con una embestida llega hasta la cima y yo estallo como un
montón de fuegos artificiales en año nuevo; nunca había sentido algo así,
estoy respirando entrecortadamente y gimiendo su nombre, segundos
después Mark me acompaña en su orgasmo, apretándose contra mi cuerpo
rugiendo y temblando.
Me da besos muy suaves por el pecho, hasta subir de nuevo a mi cuello,
reparte besos por mi rostro y me regala palabras de amor, me acomodo de
tal forma que ahora descanso sobre su pecho, me abraza y me da besos en la
cabeza. Me pregunta cómo me encuentro y yo solo consigo asentir con la
cabeza y soltar un gemido. Su corazón late tan rápido como el mío y a
ambos nos cubre una fina capa de sudor. Me acaricia la espalda y la cicatriz
en mis costillas tan suavemente, me pongo alerta y él lo nota; sin embargo,
no dice nada, no me pregunta cómo me la hice y yo tampoco me ofrezco a
contárselo, sigue besándome hasta que me quedo dormida.
Capítulo 10
Octubre,

Lunes

Lamentablemente es lunes y tenemos que volver a nuestras rutinas;


después de lo increíble que fue el fin de semana a ambos nos costó trabajo
separarnos; Mark manejó hasta el gimnasio a encontrarse con uno de sus
clientes, pero antes, me dejó en casa con el vestido que utilicé el sábado,
una sudadera que tomé prestada de él cubriéndome la espalda desnuda y
una sonrisa de enamorada. ¿Enamorada? Oh Dios, ¿Qué está pasando
conmigo?
Cuando cierro la puerta detrás de mí, comienzo a bailar y pegar
brinquitos de felicidad hasta el baño para darme una ansiada ducha y poder
ponerme al fin, un sujetador y ropa menos provocativa.

Mi ridícula sonrisa no entra en mi rostro, ¡Acabo de recibir una


confirmación de una galería de arte!, he leído el correo electrónico unas
diez veces, mis pinturas entraron en el concurso de participantes para una
exposición que se realizará dentro de tres meses. Lo primero que hago es
llamar a Mark para darle la buena noticia y mientras espero que conteste,
vuelvo a bailar de alegría.
Me he pasado el resto del día limpiando la casa y terminando de empacar
las cosas de Jess; me lanzo sobre el sofá a descansar y veo la sala vacía,
pensativa. Todo se ve tan diferente ahora a como estaba cuando llegué hace
unos meses, pareciera que han pasado años desde ese día; no solo la casa de
Jess, hasta yo misma me siento diferente, a pesar de todo soy feliz, de
inmediato pienso en Mark, sonrío y me cubro con un cojín sonrojada.
Como si lo llamara con el pensamiento, Mark estaciona y lo recibo en la
puerta con un beso, me entrega un ramo con pequeños tulipanes de colores
con una tarjetita de felicitaciones.
—Pero si aún no me han aceptado.
—Lo harán, estoy convencido. —Me sonríe y me muestra una bolsa de
papel con el logo de la tienda de hamburguesas—. Hoy yo preparo la cena.
Comienzo a sacar las hamburguesas y veo que Mark compró una extra,
he notado que Mark come más de lo normal, de seguro es por entrenar
tanto, lo anoto en mi lista mental, para la próxima vez que quiera cocinarle
algo. Estoy concentrada sirviendo todo, cuando siento la mirada de Mark
estudiándome.
—Mi hermana, Megan quiere conocerte.
Se me resbala la bolsa de papas fritas y caen desparramadas sobre la
mesa, intento mantener mi compostura para poder hablar.
—¿Le has hablado de mi a tu hermana?
—Por supuesto, quiere conocer a la chica que logró conquistarme, sus
palabras. —me dice con confianza.
—¿Y tú quieres que la conozca?
Me acerca hasta el taburete donde está y me coloca entre sus piernas. —
Me encantaría que la conocieras, también a Avril, mi sobrina.
Al verme nerviosa me dice. —No le des muchas vueltas, ellas son
geniales. —Me agarra de las caderas y me da un beso, buscando relajarme
—. Vamos a comer, muero de hambre, apenas he tenido tiempo para
respirar hoy.
Mark estuvo toda la cena contándome su día atareado, tuvo que entrenar
a dos clientes nuevos, luego fue al negocio para supervisar que todo esté en
orden y por último tuvo que quedarse en una reunión con unos proveedores
que quieren aliarse para ofrecer sus productos en la tienda.
—Vaya, debes estar agotado.
Mark se agarra el estómago satisfecho y me dice. —Eso es un día normal
en mi vida, cariño.
Comienzo a recoger los envoltorios que quedaron, cuando escuchamos
sonar el teléfono de la casa, de seguro es Jess, tiene la costumbre de llamar
a su propia casa para hablar conmigo; le hago señas a Mark para que
conteste mientras yo termino de tirar todo a la basura. Él lo toma y tras unos
segundos, se le asoma una sonrisa leve, tapa el auricular y me lo pasa
diciéndome al oído “Buena suerte, cariño”.
Me corre un frío por la espalda y anticipándome a lo peor, hablo.
—Hola mamá, ¿Qué tal todo?
—Se puede saber, ¿por qué un hombre contesta el teléfono de la casa de
Jess?
Me aparto un poco de Mark y respiro profundo. Bueno, es ahora o
nunca. —No es cualquier hombre mamá, es mi novio. Su nombre es Mark.
—¿Novio? ¿Acaso te has vuelto loca Amelia? —me dice en modo
acusatorio, casi puedo verla subiendo sus manos al aire. Aquí vamos.
—Bueno, ¿Qué edad tengo mamá? ¿15 años?
—¿Desde cuándo estás con él?
—Un par de meses, nos conocimos cuando llegué a Miami... mira, iba a
decírtelo pero…
—Demando hablar con él de inmediato.
—¿Qué? ¿Para qué? No empezarás tus interrogatorios con Mark, madre.
Un segundo después, Mark en un movimiento rápido me quita el
teléfono y comienza a hablar con mi madre. —Soy yo de nuevo Sra. Park.
—Una pausa después, afirma con seguridad y me dice—: Tu mamá quiere
hablar conmigo en privado, voy al piso de arriba, ¿Te parece bien?
Debo haberle parecido muy graciosa a Mark, en el momento en que me
cierra la boca y me da un leve beso, evidentemente está disfrutando mucho
hablar con mi madre mientras en mi cabeza comienzan a sonar sirenas de
emergencia.

...

Si hubiese pasado un minuto más, de seguro hubiese abierto un agujero


en el suelo, cuando Mark baja las escaleras se le ve relajado y con una
sonrisa de oreja a oreja.
—Me agrada tu madre.
—¿Y bien? —digo, casi mordiéndome las uñas.
—Estoy aprobado. —dice sonriente y orgulloso.
Me siento en el taburete dejando caer la cabeza en el mesón. —
¡Hablaron por casi una hora Mark! ¿Qué te dijo? Mi madre puede ser muy
intimidante cuando se lo propone.
Me acaricia el cabello al acercarse. —Solo se aseguraba de que no fuera
a lastimar a su única hija.
—¿Te pidió que le enviaras por el celular fotografías de tu permiso de
conducir?
Asiente, soltando la risa.
Me cubro el rostro con las manos. —Hacía lo mismo con Jess, aunque la
conoce desde que somos pequeñas.
—Tranquila, creo que le gusté a tu madre.
—¿Cómo estás tan seguro?
Sube los hombros y me sonríe. —Confía en mí.
Minutos más tarde, recibo una llamada de mi madre, se le oía feliz y
relajada, nada que ver con la Celia Park de la llamada anterior, me volvió a
recordar que lleve mi celular conmigo, siempre lo dejo olvidado y no
escucho sus llamadas, por esa razón llamó a la casa de Jess. Ignoro sus
regaños y me pregunto qué habrán hablado entre ellos, pero decido no
indagar más y me despido.
Nos acurrucamos en la sala viendo televisión cuando veo que Mark se
quedó dormido. Se ve tranquilo, tiene un brazo apoyado sobre su frente
haciendo que su franela se levante para regalarme una vista de su abdomen
bajo, alargo mi mano para subir más la tela y darle un pequeño vistazo
cuando me toma de la mano y me sube hasta su regazo, haciendo que suelte
un gritito.
—¿Qué estas tratando de hacer? —me dice abriendo un ojo.
—Estaba espiando. —respondo, con timidez actuada. Me acuesto a
horcajadas sobre su pecho presionando mi pelvis contra su entrepierna.
Mark toma aire y mete sus manos debajo de mi franela hasta mi
sujetador, lo libera y yo pongo cara de ofendida.
—¿Qué estas tratando de hacer?
Me roba un beso y me dice: —Estaba espiando.
—La señora Park se escandalizaría si nos ve así. —Le pincho a modo de
broma.
—Es una suerte que esté en otro estado. —Me guiñe el ojo y comienza a
hacerme cosquillas, yo contraataco y comenzamos a carcajear los dos; un
minuto después estamos desvistiéndonos y besándonos con avidez. Me
levanta del sillón y lo guío hasta las escaleras, Mark se detiene a tomar aire
cuando aprieto su erección contra mi cuerpo, cuando llegamos a mi
habitación se sienta en mi cama, en algún punto terminamos de quitarnos
nuestra ropa interior, me siento a horcajadas sobre él, ansiosa porque me
llene.
Me apoyo con las rodillas y empiezo a bajar lentamente para que entre,
cierro los ojos disfrutando la sensación, gimiendo victoriosa y mojada; los
dos nos quedamos muy quietos inundados de placer, comienzo a mover las
caderas como me dicta el instinto, mientras Mark me aprieta las nalgas y
me chupa el cuello, yo respondo mordiendo su hombro; comienzo a
moverme más rápido, buscando mi propio placer, pero hago una mueca de
dolor al sentirlo más profundo.
—Con cuidado preciosa, no me iré a ningún lado. —Me besa el cuello y
se me escapa un gemido.
—No puedo. —digo eufórica.
Mark desliza sus manos por mi espalda, atrayéndome hacia él
cariñosamente y apretando mis pechos contra su torso, me enseña a
encontrar un nuevo ritmo. Comienzo a moverme lento al inicio, luego,
contoneo mis caderas saboreando la sensación de tener el control, mientras
él se aferra a mi espalda y a mi cabello. Estamos gimiendo extasiados
cuando agarra mis caderas y se entierra más llegando hasta el fondo. Ya no
hay dolor, solo placer.
En un movimiento rápido me toma por la cintura y me tumba haciendo
que quede abajo de él, comienza a embestirme con más fuerza, me aferro a
sus hombros y aprieto los ojos mientras gimo desesperada, hasta que me
vengo con tanta intensidad que derramo unas lágrimas, Mark me acompaña
segundos después con su orgasmo gruñendo y apretando mis caderas.

Abro los ojos y lo primero que hago es fijar la mirada en Mark, que tiene
un brazo tapándole los ojos.
—Ven aquí. —dice y me acerca hasta él para abrazarnos, me acaricia la
espalda hasta que consigue relajarme, cierro los ojos y lo último que
recuerdo son nuestros cuerpos entrelazados y un montón de sábanas
desordenadas.

Martes

Mark comienza a darme besos por todo el rostro para despertarme. Yo


sonrío somnolienta. —¿Qué hora es? —ronroneo en voz baja.
—No lo sé, en algún lugar deben estar mis pantalones, allí está mi
celular, creo.
Levanto la cabeza y me sorprendo al ver mi habitación, ropa regada por
todas partes, almohadas en el piso, un zapato sin su par y mis pantys
blancas enredadas sobre la lámpara.
—Wow. —Es lo único que logro decir.
Mark consigue sus jeans en algún lado, regresa a la habitación y maldice
en voz baja al ver la hora, comienza a recoger el resto de su ropa y a
vestirse cuando me dice.
—Llegaremos tarde, tenemos que irnos ya.
—¿Tenemos? Me siento en la cama cubriéndome con las sábanas. —¿A
dónde debo ir yo?
—¿Hoy no tienes tu clase de boxeo con Alan?
Casi me caigo de cama. —Mierda. —Comienzo a buscar cualquier cosa
decente que ponerme—. Si llego tarde me castigará poniéndome unos
entrenamientos imposibles.
—¿Has visto mi franela?
—Creo que está en la escalera. —Mark sale disparado a buscarla.
—Espera. ¿A qué estas llegando tarde tú?
—Tengo otra presentación con unos proveedores que van a invertir en la
tienda.
—Mierda, vámonos. —Consigo mi bolso del gimnasio que por suerte ya
estaba preparado desde anoche y salimos corriendo a la camioneta.
Nos despedimos con un beso deseándonos suerte y corro a toda prisa al
gimnasio. Cuando entro, me encuentro con el rostro serio de Alan.
—Llegas tarde. —me dice, con el ceño fruncido y pasándome unos
guantes.

Salgo casi arrastrándome hasta la recepción donde Natasha me espera,


Mark viene en camino a recogerme para ir a casa. Tengo los nudillos
enrojecidos, y algunos moretones en las piernas y brazos. El entrenamiento
con Alan fue muy rudo. Se los muestro a Natasha y me dice.
—Chica, en el boxeo te aseguro que te puedes causar esos moretones,
pero ese de allí no fue lanzando golpes. —aguanta la risa.
Me coloco frente a los grandes espejos, preguntándome de qué está
hablando y me veo un chupón en el cuello, me tapo con la mano y me cierro
la sudadera intentando ocultarlo, muerta de vergüenza. Alan entrenó por dos
horas conmigo viendo mi cuello marcado, oh Dios.
—Parece que alguien tuvo un entrenamiento extra anoche. —Natasha me
pica el ojo, disfrutando el momento.
—Me lo hice boxeando. —digo excusándome como una adolescente.
Haciendo que ella se ría más fuerte.
Minutos después, Mark entra a la recepción, nos saluda y me da un beso
en la cabeza. Natasha intenta contener la risa y se despide de nosotros con
la mano. Mark sale primero y antes de salir, Natasha me señala a Mark y
luego su cuello. Cuando giro para ver a Mark tiene dos chupones rojizos del
lado derecho.
—¿De qué se reía Natasha? —pregunta Mark cuando nos subimos al
auto.
—De esto. —Le muestro el chupón que me hizo anoche.
—Oh. —Es lo único que dice.
—Y de esto. —Le señalo su cuello, se ve en el espejo retrovisor y dice:
—Oh, eso no ayudó en mi reunión con los inversionistas.
—¿Hablas en serio?
Se ríe —Bromeo, la reunión fue bien, pero seguro debieron preguntarse
qué estaba haciendo anoche. —Me guiñe un ojo y enciende el auto.
—Boxeando. —digo yo para mis adentros, con lo que Mark se ríe y me
aprieta el muslo suavemente.
—¿Tienes que hacer algo hoy? —pregunta.
—Nada que no se pueda posponer, ¿Por?
—No entres en pánico, ¿Está bien?
Como no digo nada y lo veo, imaginándome un montón de posibilidades
en mi cabeza, sigue hablando.
—Pensaba en llevarte a Orlando, para conocer a mi hermana y a mi
sobrina. Es un viaje de dos horas, podemos quedarnos allí y regresamos
mañana.
—Oh. —digo—. Está bien, me gustaría conocerlas.
—¿De verdad? —dice él algo asombrado.
—¿Por qué luces tan sorprendido? —pregunto confundida.
—Tiendes a pensar demasiado las cosas y esa cabecita tuya comienza a
volar. —dice, colocando un dedo en mi cabeza.
—Eso no es cierto. —El levanta una ceja y me ve, aguantando la risa—.
Está bien, si es cierto, pero en verdad me gustaría ir.
Fuimos a nuestras respectivas casas a buscar algo de ropa y partimos a
Orlando, también para buscar maquillaje y disimular mi cuello. El recorrido
lo hacemos por una autopista enorme, todo a nuestro al rededor es pasto
verde y cortado, el cielo está precioso y despejado. Mark maneja con
seguridad, serpenteando los autos; coloco música y él se sorprende cuando
comienzo a cantar emocionada, una canción de Metallica.
Cuando llegamos a la ciudad, a ambos nos ruge el estómago del hambre,
nos detenemos en un restaurante de comida rápida a ordenar unas
hamburguesas. Luego, manejamos hasta un vecindario donde las casas son
enormes, todas de dos pisos, con dos cocheras, ventanales enormes y
jardines perfectamente podados, hay niños jugando en la acera y me
pregunto si alguna de ellas será Avril.
Mark estaciona el auto en la casa de su hermana, una vivienda preciosa,
muy parecida a las que vimos, pero de color gris y con el jardín más bonito.
Antes de bajar del auto, ya han abierto la puerta de la casa y la pequeña
Avril sale corriendo a recibirnos. Salta a los brazos de Mark y él la carga
lanzándola al aire como un avión, la risa de la pequeña me llega al fondo
del corazón. Cuando la baja, le dice que quiere que conozca a alguien muy
especial, la lleva hasta mí y me presenta a la chiquilla.
—¿Eres la novia del tío Mark? —dice, con sus ojitos azules y su cabello
rubio cenizo.
Me agacho, para estar a su altura y le saludo. —Así es, me llamo
Amelia.
—Yo soy Avril, nuestros nombres comienzan por la misma letra.
Le sonrío en respuesta y en ese momento llega Megan para recibirnos, lo
primero que hace al verme es saltar a mis brazos, yo la abrazo de vuelta
algo desconcertada. Es preciosa, los genes con que estos tres fueron creados
están benditos, parece una modelo de pasarela.
—No puedo creer que seas real y ¡Eres bellísima!, no creía que Mark
hablara en serio cuando me dijo que tenía novia; nunca, en mis jóvenes 25
años, había llevado a una chica a casa. —Salta de emoción y Avril se une a
ella riendo.
—Estoy aquí también, Megan. —dice Mark, ligeramente ofendido, pero
siguiéndole el juego a su hermana.
—Sí, sí. Ya te vi. —le dice ella, dándole un beso rápido en la mejilla, me
toma del brazo y me lleva hasta adentro—. Ven, déjame mostrarte la casa.
¡Mark, trae el equipaje adentro! —le ordena.
Antes de entrar, veo a Mark negando con la cabeza, con un brillo
divertido en los ojos y pidiéndole ayuda a Avril con nuestros bolsos.

Pasamos un largo rato hablando y conociéndonos; Megan es diseñadora


de interiores, el departamento de Mark es obra suya. Me cuenta que su
esposo, un médico conocido, murió de cáncer cuando ella apenas estaba
embarazada de Avril, fue muy difícil por ser tan joven, su historia me
conmueve y varias veces nos encontramos limpiándonos una lágrima
pasajera. Cuando habla de su esposo, lo hace con nostalgia, pero al ver a su
hija correteando con Mark por el patio de la casa, su rostro se ilumina y
vuelve su alegría contagiosa. Ya son casi seis años sin el amor de su vida.
—Amelia, Mark te ve con los mismos ojos con los que Andrew me veía
a mí. Luce enamorado. —Me da palmaditas en la mano y yo le sonrío
insegura. Nunca antes alguien había estado enamorado de mí, igual, Mark
aún no me lo ha dicho, esas cosas deberían decirse, ¿No?
Cuando regresan de jugar, Avril me agarra con sus pequeñas manitos y
me invita a su habitación, Mark y Megan se quedan en la cocina hablando y
tomando vino.
Avril está simulando que me sirve el té, en unas tacitas de plástico, le
doy un sorbo al agua que Megan le sirvió en la tetera rosada y le pido que le
eche dos azúcares imaginarias, ella se toma su trabajo muy en serio y
cuando ambas disfrutamos del té me dice.
Después, comienza a presentarme uno a uno, a sus invitados para la tarde
del té, va sentando en cada silla a peluches y muñecas de tela, hasta ocupar
todos los lugares.
—¿Qué está pasando aquí? —Mark nos sorprende a las dos y ella salta
para invitarlo a tomar el té. Se sienta alrededor de la mesita junto a nosotras
y tomamos el té reunidos, la altura de Mark contrasta con el tamaño de la
mesita de té y las sillitas. Luego, hicimos un fuerte con sábanas y sillas
donde entramos los cuatro y nos contamos historias fantásticas sosteniendo
unas linternas y comiendo galletas.
En la cena, comemos macarrones con queso, reímos y disfrutamos de las
ocurrencias de Avril; Megan y Mark tienen una relación muy bonita, puedo
notar cómo él se preocupa por ella. Más tarde, Mark lleva a Avril a dormir,
le desea buenas noches y cuando se está alejando, ella se baja de la cama
para abrazar una de sus piernas, él la levanta para abrazarla y tras un
montón de mimos, accede a acostarse a dormir.
—Buenas noches, tía Amelia.
Le sonrío y me acerco para acomodar su cobija. —Descansa, Avril.
Cuando entramos a la habitación de invitados nuestros bolsos ya están
allí, veo más segundos de lo normal la cama, pensando en que dormiremos
juntos de nuevo. Me sorprendo al ver el baño espacioso y bonito, la casa de
Megan es hermosa pero al ver la bañera decido que es mi lugar favorito de
todo el lugar. Ha sido un día muy largo, pero me ha gustado mucho conocer
a Megan y jugar con Avril, aunque la niña me ha desgastado las baterías.
—Dios, estoy tan cansada. —digo, mientras abro el bolso y comienzo a
sacar mis productos de higiene.
—Avril sabe cómo hacernos sentir viejos y desgastados. —dice Mark,
apoyado en el marco de la puerta del baño.
Me río y me acerco hasta él. —Gracias por traerme, me ha encantado.
—Le has gustado a ambas, como esperaba. —Yo sonrío por su
comentario y comienzo a llenar el agua de la bañera.
Me desnudo y asomo la cabeza por la puerta, Mark está sacándose la
camisa y al verme le digo.
—¿Me acompañas?
Definitivamente, la bañera es mi lugar favorito en la casa, Mark se
colocó detrás de mí y entre los dos nos enjabonamos, estoy recostada en su
pecho, completamente relajada y con los ojos cerrados, ambos absortos en
nuestros pensamientos, podría quedarme dormida aquí mismo, si no tuviese
la certeza de que despertaré como una pasa arrugada y mojada.
Toma una esponja y me la pasa por los brazos. —¿Amelia? —Me da un
beso en el hombro.
—¿Hmm? —respondo con los ojos cerrados.
—¿Estás durmiendo bien en las noches?
Me volteo y lo veo directamente a los ojos, tensa, confundida y
completamente despierta por el cambio brusco en el ambiente. —¿Por qué
me haces esa pregunta? —digo con un hilo de voz.
—He notado que no estás descansando lo suficiente. —dice sin rodeos,
traza una caricia por mi mejilla hasta mi cuello.
—Estoy durmiendo mejor... cuando duermo contigo. —le confieso,
tiemblo ligeramente, porque de repente el agua se siente fría y
desagradable.
El asiente y entendiendo mi silencio, salimos de la bañera. Se encarga de
secarme el cuerpo con una toalla gigante y mullida, luego se ata una a las
caderas, dejándome ver su torso escultural.
Él se acuesta primero, porque tuve que rebuscar en mi bolso las píldoras,
me trago una con desagrado y me acurruco en sus brazos. Veo su rostro y su
mirada que está fija hacia el techo, ¿Estará analizando mi respuesta? En
primer lugar, ¿Por qué me lo preguntó? Con Mark no puedo ocultar mis
miedos, él se ha abierto conmigo de muchas formas y yo sigo encerrada en
una coraza. Reúno fuerzas y le confieso en voz bajita y temblorosa.
—A veces tengo pesadillas... por eso duermo mal. Cuando duermo
contigo, no aparecen.
El levanta la mirada y mira mi rostro asustado. Dios mío, que no indague
más, no sé si seré capaz de contarle. Me acurruco más en su pecho, para
que no pueda ver mi cara, el gira su cuerpo, haciendo que ambos quedemos
frente a frente, yo cierro mis ojos porque ver los suyos será mi perdición.
—Quisiera preguntar el porqué de las pesadillas, pero no voy a
presionarte, ¿Está bien? Cuando quieras contármelo, aquí estoy. —dice en
voz baja.
Asiento mecánicamente, él me abraza, intentando relajarme y yo lo
recibo, minúscula y sensible. Después de minutos intentando no pensar en
nada, me quedo dormida por el cansancio.
A la mañana siguiente, desayunamos en casa de Megan unos panqueques
hechos por Avril y Mark, la llevamos a comer helado y pasear un rato
mientras Megan se ocupaba de unos diseños que debía terminar. Nos
despedimos asegurando volver muy pronto, Avril con lágrimas en los ojos
me hizo prometerle que volvería para tomar el té. Volvemos a casa, con el
corazón más lleno.
Capítulo 11
Octubre,

Miércoles, una semana después

Está cayendo el atardecer cuando llegamos a la playa, se ve preciosa con


toda la estela de colores cálidos que va dejando el sol. Cuando nos
aproximamos, veo un anuncio en piedra que indica “Hollywood Beach”, la
brisa aún es cálida y agradable nos sentamos en la arena, de frente a las
olas.
—Cuéntame sobre tu infancia. —le pido.
Él sonríe y comienza a contarle cuán feliz fue junto a sus padres en
California. Sobre sus viajes a otros países y cuánto aprendió gracias a ellos.
—…Luego mi madre enfermó y mi papá se hizo cargo de nosotros.
—Tuvo que ser terrible…
—Igual tenemos buenos recuerdos, las navidades eran muy especiales. Y
nunca pasábamos por alto los cumpleaños. —Hace una pausa y respeto su
silencio.
—Luego ella falleció. Y el resto ya lo conoces. Mi padre se volvió más
ambicioso en el trabajo, mi hermana se fue a estudiar diseño y yo me quedé
con el… estudiando abogacía.
—¿Crees que las cosas hubiesen sido distintas si ella no hubiese muerto?
—pregunto en voz muy baja. Quizás no debí haber mencionado este tema.
—No lo sé. Mi padre siempre ha manipulado las cosas a su favor.
Comencé a estudiar abogacía porque queríamos demandar a la clínica
donde estaba internada mi madre. Él estaba convencido que los doctores no
administraron el tratamiento indicado para el nivel de cáncer que tenía
mamá. Yo me dejé convencer con todo eso y comencé a trabajar en su
bufete. No dormíamos en las noches investigando y armando el caso. Mi
hermana no participó en esa locura, por suerte.
—Y al final, ¿qué pasó con la demanda?
—No procedió. Se determinó que otro tipo de medicamentos más
agresivos contra el cáncer iban a hacerla sufrir más. Fue detectado muy
tarde. No podían hacer nada.
Mark queda sumido en sus pensamientos y yo igual, tuvo que haber sido
muy difícil para todos como familia, Mark siempre ha sido muy fuerte y
nunca muestra señales de vulnerabilidad, verlo así. Hablando conmigo
sobre este tema tan triste, me conmueve, es muy fuerte.
Él me acaricia el brazo, llamando mi atención y cuando me vuelvo, su
rostro cambia al verme con los ojos llorosos.
—Lo siento tanto Mark, no debería haberte recordado algo tan triste. —
Me pego a su pecho y lo abrazo muy fuerte.
—Hey, estoy bien. Eso quedó en el pasado.
Me sorbo la nariz y bajo la cabeza para que no pueda ver mis ojos
húmedos.
—Ven aquí. —me levanta y me sienta sobre su regazo.
—No te sientas mal por preguntarme sobre mi pasado. No me molesta
hablar de ello ¿Está bien? Puedes hacer las preguntas que quieras, no quiero
que te cohíbas.
Me enjuago los ojos y lo veo, más calmada.
—Está bien.
Nos quedamos en silencio unos segundos y me dice.
—Vamos, busquemos algo para tomar.
Me lleva hasta un sitio donde venden bebidas tropicales y me invita una
piña colada sin alcohol, bromea conmigo todo el camino de regreso a la
playa porque le digo que no quiero saber nada de mimosas por un buen
tiempo.
Comienza a llegar más gente y nos volvemos a nuestro sitio en la arena,
me coloco entre sus piernas, apoyo mi espalda contra su pecho, el me
estrecha en sus brazos, haciendo que me sienta protegida y amada.
—Dios, esto es hermoso. —remarco.
—Tú eres hermosa. —murmura en mi oído y yo me acurruco más en su
abrazo con una sonrisa.
—¿Te ha gustado la sorpresa? —Frota mis brazos cuando sopla la brisa.
—Me ha encantado, este lugar es precioso.
Nos quedamos en silencio, viendo el sol ocultarse y escuchando el
sonido de las olas.
—¿Por qué tulipanes? —le pregunto.
Me besa un hombro desnudo —Las rosas están sobrevaloradas, los
tulipanes son diferentes, como tú.
Me volteo sonriente y le doy un beso. Ya está cayendo la noche, la playa
está cada vez más concurrida, después de caminar descalzos por la orilla y
mojarnos los pies con las olas que se acercaban, Mark me besó, poseyendo
mis labios y mi corazón, cuán feliz me siento ahora que estoy a su lado.
Estando con él, siento que puedo dejar toda mi mierda a un lado.
Nos acercamos a una zona de la playa donde hay música y un montón de
gente bailando, luces de colores y antorchas adornan todo el lugar, Mark me
sostiene y comienza a bailar conmigo y yo le respondo vivaz agarrándome
la falda del vestido. Cuando termina la canción, nos dirigimos a un puesto
de bebidas cercanas para comprar agua, siento mi teléfono vibrar en mi
bolsillo y cuando lo saco es un mensaje de Jess, junto con varias llamadas
perdidas.
11:08 pm
Llámame apenas veas esto.
Me alejo unos metros de la multitud y de Mark para marcar su número y
al primer repique atiende.
—¿Qué ocurre? —Empiezo a preocuparme. Está empezando otra
canción, pero escucho claramente cuando me dice.
—Amelia… ¿Recuerdas a Nathan? —Su voz se oye nerviosa.
—Claro, estudiaron juntos y después coincidieron aquí en Miami donde
trabajabas ¿Pasa algo con él? —Levanto una ceja, confundida, no le sigo.
—Amelia… Nathan, hace un par de semanas estaba en el aeropuerto,
venía de casa… Él lo vio, Amelia.
El miedo y la anticipación me invaden. —¿A quién vio? —susurro
apenas.
Su voz me taladra el alma, cuando dice con miedo.
—Brad. Estaba llegando a Miami.
No. No, no, no. Mi peor pesadilla haciéndose realidad. Nathan había
conocido a Brad por casualidad un día que salí con Jess, sólo lo vio una vez,
pero pudo haberlo reconocido. Al no responder nada, Jess agrega:
—Por favor ten mucho cuidado, me lo comentó hoy cuando lo llamé
para hacerle unas consultas sobre un caso. —suena terriblemente
preocupada. No, por favor.
Le respondo un genérico “Esta bien” y cuelgo la llamada, mi cabeza
estallará, la puerta del estudio, los cigarrillos Camel. Él está aquí en Miami,
y sabe exactamente dónde estoy. Comienza faltarme el aire, todo me da
vueltas, mis manos hormiguean y siento palpitaciones en el pecho. Intento
calmarme y tomar varias inhalaciones, esto me ha pasado antes, puedo
controlarlo.
Mark llega con una botella de agua para mí, cuando me ve tan afectada
su rostro cambia.
—Amelia, ¿estás bien?
—Mark, sácame de aquí por favor. —digo con voz temblorosa.
—¿Qué ocurre? ¿Te hicieron daño? —Me agarra por los brazos mientras
ve hacia los lados buscando a alguien, su voz es más ruda de lo normal.
Niego con la cabeza, mis ojos están húmedos. —Estoy bien, solo sácame
de aquí.
Hacemos espacio entre todas las personas, cuando logramos salir de la
multitud de gente aglomerada bailando, la brisa fría de la noche me pega en
el rostro y la recibo tomando una bocanada de aire, caminamos lo más
rápido que me permiten mis pies hasta la camioneta, cada diez segundos
volteo a ver si Brad está allí, Mark lo nota, lo sé porque me está viendo
preocupado, sin entender nada. Una vez dentro del auto abrazo mis piernas
y comienzo a dar largas respiraciones para tranquilizarme.
Mark sube al auto, levanta el posabrazos que separa los dos asientos y
me sube a su cuerpo, pasa su mano por mi espalda de modo protector,
pidiéndome que regule mis respiraciones; me aferro a su camisa y nos
quedamos quién sabe cuánto tiempo así, fue muy paciente esperando que
me tranquilizara, cuando ve que ya estoy más calmada me susurra,
peinándome el cabello:
—Dime, ¿Qué ocurre?
Este no es el momento para contarle nada, necesito pensar las cosas con
claridad, necesito paz. Pero maldición, esta vez necesita una buena
explicación. —Solo vámonos, por favor.
Me da unos segundos antes de fijar la mirada al frente y con voz neutra
dice. —¿Quieres que te lleve a tu casa? —Niego con la cabeza, me tiembla
el labio ¿Y si Brad está allí?
—¿Podemos ir a otro lugar? —Mi voz es apenas un susurro. Lo siento
tanto Mark.

Jueves

Estaciona en el sótano del edificio donde vive, entramos al ascensor


hasta llegar a su apartamento, está muy preocupado por mí, puedo notarlo
por cómo me mira y porque pone su mano protectora en mi hombro.
Cuando entramos, busca en la cocina un vaso de agua para mí, me ve
parada en el medio de la entrada y me guía con cuidado a una silla alta
junto al mesón, yo me dejo llevar como una marioneta, bebo toda el agua
sedienta y le devuelvo el vaso de vidrio.
—¿Estás mejor? —dice en voz baja. Asiento con la cabeza
mecánicamente. Mark espera una pausa y me pregunta—. ¿Quieres hablar
sobre lo que pasó en la playa?
Sé que necesita una explicación por lo que acaba de ocurrir, he estado a
punto de contarle todo lo que me ha estado pasando en un par de ocasiones,
pero ahora que sé que es real y no imaginaciones mías… será más difícil de
lo que pensaba.
—No… no estoy lista aún Mark. —Bajo la cabeza, insegura por cómo
reaccionará.
—Me tienes muy preocupado Amelia. —dice muy serio.
—Lo sé, te lo diré… solo que… ahora no, por favor.
Se acerca para abrazarme, la seguridad que me brinda en estos
momentos es justo lo que necesito, me pongo de puntas para alcanzar sus
labios y comienzo a besarlo, lo reclamo con angustia y deseo; Mark me
responde igual, aunque algo desconcertado. Si, Cariño, estoy loca, y te
deseo.
—Hazme olvidar. —le digo contra sus labios y con los ojos llorosos.
Mark me levanta del piso y me lleva hasta su habitación, me besa y me
va subiendo el vestido por encima de la cabeza, le arranco la camisa y
lanzamos todo al piso, desesperados. Me deposita en el suelo y me pega a
una pared de su habitación, desliza las palmas de las manos por mis muslos,
yo toco todas las texturas musculosas de su pecho y su abdomen. Se acerca
a mí y atrapa el lóbulo de mi oreja entre los dientes, haciendo que salte por
la anticipación. Gimo y le suelto el pantalón torpemente, acaricio la
deliciosa “V” de su abdomen y sostengo su miembro a través de la tela de
los bóxers, él me rasga la ropa interior en un movimiento rápido, como si
fuese de papel.
Me lanza sobre la cama mientras se termina de desnudar para hacerme
justicia; se pega a mi cuerpo, listo en la entrada de mi feminidad; sin
esperar un segundo más, acerca sus caderas y me llena profundamente. Los
dos gemimos y nos dejamos llevar como si fuésemos uno solo. Mi cabeza
comienza a dar vueltas y recibo todo salvajemente diciendo su nombre entre
jadeos; con cada embestida me sana, me cura los miedos y me da la
seguridad de que todo estará bien, de que todo será perfecto, así sea por este
momento en el que nos unimos tan carnalmente.

—Amelia, despierta. —me dice Mark trayéndome a la realidad.


Abro los ojos y lo veo agarrándome por los hombros, su rostro está alerta
y se encuentra muy cerca de mí, me incorporo en la cama y noto que estoy
empapada de sudor, por mi rostro corren algunas lágrimas y comienza a
aparecer un dolor de cabeza. Pero ¿qué?
—Me estabas matando de un susto, no podía hacer que despertaras. —
Aparta unos mechones de cabello de mi frente mojada.
Al ver que no respondo nada, agrega: —No parabas de hablar dormida.
Me recorre un escalofrío desde la punta de los pies hasta la espalda,
muerta de miedo porque haya dicho algo que no debía. —¿Qué decía? —le
interrumpo.
Suelta el aire y me dice con una mueca de preocupación. —Pedías
ayuda.
Siento las arcadas venir tan rápido que corro hasta el baño para vomitar,
Mark me sigue con rapidez y me sostiene el cabello mientras vacío todo mi
estómago. Esta noche no podía ir peor. Pasa su mano por mi espalda
tranquilizándome mientras me incorporo, débil y temblando.
—Te traeré un vaso de agua. —me susurra.
Yo asiento, comienzo cepillarme los dientes y lavarme la cara.
Vuelve segundos después y ya estoy de regreso en su habitación, me
entrega el vaso y le doy un sorbo, no puedo mirarlo al rostro, estoy tan
avergonzada.
—No recuerdo nada. —le digo con apenas un hilo de voz.
—Mírame Amelia. —Su voz es firme, pero sus manos me sostienen
como si estuviese a punto de romperme.
Cuando nuestras miradas se encuentran puedo ver cuán preocupado se
ve. Dile algo Amelia, este hombre se preocupa por ti.
—Seguro tuve una pesadilla.
Se sienta en el borde de la cama, suelta el aire de sus pulmones y niega
con la cabeza; intento descifrarlo ¿Molesto quizás?, ¿Frustrado?
—Hay algo que no me estas contando, te he visto, cuando estamos en la
calle, volteas a ver detrás de tu hombro como si alguien te persiguiera y no
fue solo hoy; además, entraste en pánico en la playa y no estás durmiendo
bien. No he querido presionarte porque he esperado que seas tú la que
confiara en mí para decírmelo, pero es más que evidente que algo más está
pasando. —Está molesto y dolido, todo por mi culpa.
—Por supuesto que confío en ti Mark. —Me acerco a él angustiada por
haberlo herido. Mark siempre me está cuidando y yo solo le doy problemas
y preocupaciones.
Hace una mueca de dolor. —Entonces, ¿qué está ocurriendo? no puedes
tenerme en las sombras, ya no estás sola Amelia, estoy contigo. —Su voz
suena con dureza.
Lo abrazo buscando consuelo y antes de darme cuenta estaba llorando a
cántaros sobre su hombro. Confío en él, me he entregado física y
emocionalmente a este hombre, algo que pensé que jamás volvería a hacer.
Nunca imaginé que podría volver a enamorarme de alguien; con Mark todo
pasó tan rápido y sin frenos que parece un chiste. Él me abruma, en todos
los sentidos, y acaba de demostrarme una vez más que no saldrá corriendo,
está aquí, conmigo, es real y lo estoy lastimando.
Me tuvo abrazada hasta que mi llanto era solo un hipo; ya el sol está
saliendo, de nuevo, no pude dormir. ¿Habré hablado dormida estos últimos
años? Estoy tan cansada, la paz parece ser un deseo inalcanzable y burlón.
Me acaricia el rostro y me mira a los ojos. —¿Confías en mí?
—Sí. —digo sin dudarlo.
Me estrecha de nuevo en sus brazos. —Ven conmigo.
Mark comprueba la temperatura del agua y me invita a entrar con él a la
ducha, se sirve jabón en la mano y comienza a pasarlo por mi pecho y mi
espalda suavemente, el agua se lleva los restos de jabón y enjuaga mis
lágrimas; no hay nada sexual en este momento, es Mark, cuidándome y
amándome, y yo, recibiendo lo que me da. Toma un poco de su shampoo y
comienza a masajear mi cuero cabelludo, cierro los ojos disfrutando sus
dedos hasta que va abriendo paso entre mi cabello y encuentra la otra
cicatriz, abro los ojos y me encuentro con su mirada, no me presiona, espera
pacientemente a que sea yo la que dé el primer paso.
Respiro profundo y lo único que logro decir es: —Es… una larga
historia.
El me aparta el cabello mojado de la cara con cariño y me dice. —
Tenemos tiempo.
No cariño, no lo tenemos.

Mark está sentado en silencio a mi lado, toma mis manos dándome


confianza, en la mesita hay una taza de té. Me siento mejor gracias a él;
ayer, supo cómo reaccionar a mi ataque de pánico en la playa y a los demás
aspectos de mi vida que se están desmoronando ahora.
Intento conservar la calma. Tomo una bocanada de aire y comienzo.
—Todo comenzó en la universidad, iba en mi tercer año cuando conocí a
un chico, su nombre es Brad… estábamos saliendo, yo estaba enamorada de
él, y pensaba que él también lo estaba, o al menos eso es lo que parecía. Al
pasar los meses, el empezó a… cambiar su forma de ser conmigo, se
volvió… diferente, estaba siempre a la defensiva y explotaba ante cualquier
cosa.
Estudio el rostro de Mark, asiente y me invita a seguir hablando.
—Él empezó a fumar estos cigarrillos desagradables, estaba
constantemente borracho, o… extraño, su comportamiento estaba mal, no
era el mismo. Un día… se propasó conmigo. —La voz empieza a
temblarme, debo controlarme.
Mark toma aire con fuerza, y me pregunta calmadamente. —¿Acaso
él…?
Yo asiento lentamente. —Fue mi primera y única vez, él me forzó, yo no
quería hacerlo.
Le está costando mucho escuchar esto, puedo ver los músculos de su
espalda tensarse, hace una mueca de sufrimiento pero no me pide que me
detenga.
—Al día siguiente, tuvimos una discusión muy fuerte, donde me atacó
física y sexualmente, allí decidí acabar con lo nuestro. —Mark luce
enfadado y se pasa la mano por la cara.
—Ese día partió a Inglaterra por motivos que yo desconocía, obviamente
ya no confiaba en él, había algo que no encajaba. Pasó un mes y pensaba
que lo nuestro ya se había terminado, nunca supe más de él, así que decidí
continuar con mi vida y un día asistí a una fiesta que en las cabañas del
bosque. —Trago saliva y busco apoyo en la taza de té mientras le doy un
sorbo y la abrazo con mis manos para darme calor.
—Esa noche… había demasiada gente, así que salí a tomar un poco de
aire, estaba cerca del cobertizo de la cabaña, cuando llegó otro chico, se
presentó como Chase; no lo conocía de la universidad pero igual comenzó a
hablar conmigo, lo veía como alguien normal, alguien que asistió a la fiesta
y ya. Yo no me di cuenta Mark… Chase puso algo en mi bebida, y yo
comencé a marearme. —Me empieza a temblar el labio—. Me amarró las
manos y me metió en el asiento trasero del auto, no había nadie afuera,
nadie vio cuando me raptó.
Mark se agarra la cabeza, intentando digerir todo lo que le estoy
diciendo.
—Chase llevaba varios minutos manejando, pero en un momento detuvo
el auto y escuché a otra persona subiendo en el… era Brad. No podía creer
que él estaba detrás de todo eso, estaba tan confundida y asustada, así que
fingí estar desmayada, para darme oportunidad de zafarme. Luché con todas
mis fuerzas para no perder el conocimiento, era muy difícil mantenerme
despierta; los recuerdos son muy borrosos, pero en un momento escuché a
Brad negociar sobre cuánta cocaína le darían a cambio de… mí.
Mi chico aprieta sus puños hasta que sus nudillos se vuelven blancos, se
levanta del sillón y comienza a dar vueltas por la sala, apoya los brazos
sobre el mesón de la cocina y se queda allí respirando profundamente, yo le
doy su tiempo y me doy el mío, decirle esto es muy difícil, no pensé que
estaría contándoselo todo. Se regresa hasta donde estoy, me da un beso en la
frente y me dice: —Lo lamento, continúa.
Aprieto su mano y hago lo que me pide. —Estaba tan cansada, solo
quería dejarme llevar por el efecto de la droga, me dolía mucho la cabeza,
mi corazón latía muy rápido, me sentía fuera de mi cuerpo y no podía
coordinar bien mis pensamientos; cuando logré soltar mis manos, esperé el
momento adecuado y requerí de toda mi fuerza para atizarle un golpe a
Chase en la cabeza, no sabía a dónde me estaban llevando, estaba en pánico
y solo quería que el auto se detuviera. Como era de esperarse, perdió el
control del auto y éste dio vueltas hasta que chocó contra un árbol. En un
punto yo salí disparada por una ventana.
—Allí te causaste la herida en la cabeza y las costillas —afirma, la voz
de Mark es un hilo apenas.
Yo asiento, contestándole. —Caí a varios metros lejos del auto, intenté
levantarme pero estaba tan mareada que solo conseguía caerme en el piso
de nuevo, tenía un trozo de metal incrustado en mi torso, logré sacarlo, pero
estaba perdiendo mucha sangre, esa herida era la más grave; no sabía si
Brad o Chase estaban vivos, así que me arrastré, consciente de mis heridas,
lo más lejos del auto, solo hui de allí, logré esconderme entre la maleza del
bosque y allí perdí el conocimiento.
—¿Cómo te encontraron?
—Al parecer, un señor que iba manejando, vio el auto volcado y llamó a
emergencias, pasó mucho tiempo hasta que llegaron y pudieron atenderme;
me encontraron escondida entre unos arbustos, llena de tierra y sangre.
Después me enteré que dieron conmigo por el rastro de sangre que dejé. —
Me río con amargura—. Si Brad no hubiese decidido escapar, me habría
encontrado en dos segundos.
—Hijo de perra. —dice para sus adentros, negando con la cabeza—.
¿Chase también huyó?
Niego con la cabeza. —Tuvo una hemorragia interna, uno de sus
pulmones colapsó, no pudieron hacer nada, falleció antes de llegar al
hospital. Yo estuve cerca de morir por la pérdida de sangre; tuve una
contusión en la cabeza y la herida del torso, que laceró el hígado, además de
un montón de moretones y raspones que con el tiempo desaparecieron. A
excepción de los que ya viste. —Le digo, poniendo la mano en la cicatriz
del costado.
Mark se acerca para abrazarme y da las gracias al cielo en voz baja.
—En los análisis de sangre, determinaron que Chase me drogó con
Ketamina, una droga que utilizan para dejar inconscientes a las personas. La
policía indagó, pero al final, concluyeron que fue la típica historia de un
chico que droga a una chica para aprovecharse de ella.
Mark se estremece junto a mí, consternado. —¿Por qué?
—Porque no pudieron atar los cabos con respecto a Brad, nunca hubo
una evidencia física de que estuvo en el auto o algún mensaje de texto hacia
mí, algo que indicara las intenciones de él, de intercambiarme por droga. —
digo con la voz apagada—. La policía intentó localizarlo después del
accidente para interrogarlo y es como si hubiese desaparecido del planeta.
Ni siquiera aparecía en la base de datos de la policía y nunca estuvo
matriculado en la universidad; me había mentido en todo, hasta en su
nombre, no sé cómo se llama realmente. Finalmente, pensaron que quizás
yo estaba tratando de darle sentido a una teoría en mi cabeza de un novio
que terminó conmigo y me rompió el corazón, pensaron que era parte del
mismo trauma, por haber sido secuestrada y la solución al momento fue
recomendar unas sesiones con una psiquiatra.
—¿Y tus padres?
—Mis padres sólo saben que Chase me secuestró; así que les seguí el
juego a los médicos, les dije que había inventado la parte de Brad… tenía
tanto miedo que solo quería protegerlos, sé que no fue la mejor decisión,
pero no encontraba otra salida, estaba perdida, no quería que les hicieran
daño a mis padres. Jess es la única que sabe todo y ahora tú.
—Brad jugó muy bien sus cartas y sigue allí afuera, absuelto por lo que
te hizo. —A Mark se le escapa un gruñido de rabia, odio verlo así.
—Estaba muy asustada, estuve meses pensando que Brad vendría por
mí, o me amenazaría de alguna forma para conseguir algo. Fueron meses
muy difíciles, donde me encerré en el arte, Jess fue un gran apoyo también,
sin ella no estaría aquí en Miami, ella entendía mejor que nadie que
necesitaba salir de Pittsburg; también comencé a nadar y vi mis primeras
clases de boxeo, no quería sentirme débil de nuevo.
Mark toma mi rostro y me dice: —Amelia, no eres débil, sobreviviste,
luchaste por tu vida, te graduaste y venciste tus miedos al mudarte aquí; te
superaste, no todos tienen esas agallas, preciosa, eres muy fuerte.
Niego con la cabeza. —He estado teniendo estas pesadillas donde él me
persigue y me encuentra, Brad, no Chase, Chase ya no está.
—Es entendible, los traumas son difíciles de olvidar. —me dice mientras
acaricia mi mejilla.
—He querido contártelo todo muchas veces, pero no he tenido el valor.
Se queda en silencio y tras varios segundos pensativo, me pregunta. —
Ahora que conozco esto, ¿Me dirás por qué te asustaste en la playa?
Tomo aire, la parte de mi pasado fue muy difícil de contar, pero Mark
debe saber toda la verdad.
—En la playa recibí una llamada de Jess, se enteró por un colega de la
universidad que Brad había regresado de Inglaterra… a Miami. —El rostro
de Mark se vuelve serio—. Siento haberte mentido, sí que está pasando
algo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque pensé que eran imaginaciones mías, no quería preocuparte más
de la cuenta con mis problemas del pasado.
Mark niega con la cabeza, molesto conmigo y quizás... ¿decepcionado?
—El día que alguien entró en tu estudio, ¿fue él? —pregunta, tras un
largo silencio.
—No lo sé, pero admito que fue mi primera opción. A veces estoy
convencida de que está cerca de mí, que sabe dónde estoy.
—Vamos a la policía, tengo un amigo que es detective, él nos puede
ayudar; no voy a quedarme sentado esperando que ese enfermo se ponga en
contacto contigo. —dice levantándose del mueble.
—Espera, hay algo más… ¿recuerdas la caja empezada de cigarrillos
“Camel” que estaban en la cocina hace unos días? —Asiente con la cabeza
—. Son los que él solía fumar. —Intenta decirme algo pero lo interrumpo
—. No los conseguí en la calle como te dije, estaban en el mesón de la
cocina la noche anterior cuando entré. Esa mañana fui a la policía a poner la
denuncia, el oficial no quiso presentar mis declaraciones, porque no había
evidencia suficiente. ¿Te suena la historia?
Mark vuelve a sentarse furioso, respira profundo ordenando sus ideas
mientras se frota los ojos. —¿Qué crees que quiera Brad?
Lo miro pensativa. —Venganza, tal vez. Sus planes no se dieron como él
quería y Chase había muerto, quizás era su amigo, realmente no lo sé,
puede ser cualquier cosa, no sé quién es.
Niega con la cabeza. —No lo creo. —Se levanta y va con paso decidido
hasta su oficina, yo lo sigo confundida.
—¿A qué te refieres con eso? —digo alarmada.
Se sienta en su escritorio y comienza a teclear en su computadora, no
puedo ver qué. —Estoy seguro de que hay algo más Amelia, lo lamento.

Estuvimos las siguientes horas recopilando datos sobre el accidente y


cualquier información relacionada con Chase y Brad; Mark me ha
preguntado detalles de mi relación con Brad que cree, servirán para hacer
un informe que podríamos llevar a la policía; a mí me parece inútil hacerlo
sin información o evidencia jugosa y además, es muy extraño hablar de mi
ex novio con él, se ha mantenido serio durante todo el proceso, esperé que
todo empeorara para contarle sobre mi pasado, todo es mi culpa. Mientras
llamaba a Erick, yo llamé a Jess para contarle todo y después de eso, estuve
media hora convenciéndola de que no debía volar hasta acá.
—No es seguro, no vengas por favor, te prometo que tendremos cuidado
y que te mantendré informada de todo. —le digo, casi suplicando.
—Júrame que me mantendrás al tanto de todo. Si no me llamas tomaré el
primer vuelo hasta allá ¿Me has oído? —dice Jess, con evidente
preocupación en su voz.
Cuando termino la llamada, la tensión que siento en la espalda es cada
vez peor, cada minuto que pasa me pongo más nerviosa. Antes de enterarme
que Brad podría estar aquí, estaba intentando con todas mis fuerzas pensar
que eran imaginaciones mías, que no volvería a estar paranoica como en el
pasado; pero esto es palpable, es real. Se me escapa otro escalofrío y Mark
lo nota.
—Deberías descansar un poco, anoche no dormiste casi nada. Más tarde
iremos a tu casa a buscar tu ropa y lo que necesites. —dice, mientras
masajea mi cuello, intentando relajar mis músculos.
Me incorporo en el sillón de su despacho. —¿Para qué?
—No vas a quedarte sola en tu casa Amelia, si Brad está aquí, ya sabe
dónde vives, te mudas aquí. —lo ordena.
De nuevo otro escalofrío, ni siquiera había pensado en esa posibilidad,
estaba absorta en el ahora, pero esto es demasiado. —No quiero ser una
molestia. —digo con voz apagada.
—Jamás serás una molestia para mí, Amelia. —dice con tono firme, pero
suave.
—Lo siento mucho, Mark. Debí habértelo dicho antes. —le digo al borde
del llanto. En ese momento me toma de la barbilla para darme un beso lleno
de amor y posesión.
—No vuelvas a ocultarme algo así de nuevo, Amelia, ya no estás sola en
esto, nunca más, ¿me entiendes?
Asiento mientras me acurruco en sus brazos y confieso.
—Tengo miedo.
—Lo sé, deja que yo me ocupe, ve a descansar un poco; te despertaré
para ir a tu casa.
Tantas noches sin dormir me están pasando factura y Mark lo ha venido
notando estos últimos días. Me acuesto, convencida de que no podré
descansar nada, pero el cansancio puede conmigo y cierro los ojos rogando
que Brad no aparezca en mis sueños otra vez.
Capítulo 12
Octubre,

Viernes

Llegamos a casa de Jess la mañana siguiente, ayer me quedé dormida y


Mark no quiso despertarme para que tuviera algo de descanso y vaya que se
lo agradezco; pude dormir toda la noche, o al menos eso creo, si hablé
dormida Mark no me dijo nada.
Mientras camino por el jardín hasta la entrada, pienso que lo mejor es
empacar unos pocos cambios de ropa, irme a casa de Mark no es algo
permanente, me repito una y otra vez en mi cabeza para tranquilizarme;
mudarme con él es algo precipitado para mí, pero al no tener ninguna otra
opción, es como un salvavidas en medio del océano. Cuando entramos, la
sensación de vacío me invade, no solo porque ya todo está guardado en
cajas, sino porque se siente como si ya no perteneciera aquí.
Mark, está asegurándose de cerrar todas las puertas en el piso de abajo y
yo subo las escaleras en busca de mis pertenencias, en lo que me aproximo
a la puerta, veo pétalos de flores marchitos, regados por todo el piso. Me
agacho a recoger uno. Tulipanes morados. Levanto la mirada y veo la
puerta entreabierta. Asustada, la abro completamente, comienza a
recorrerme un frío por la espalda; todo está destrozado, la cama está
volteada, mi ropa por todo el piso, las cortinas rasgadas y las lámparas
rotas, doy un paso dentro de la habitación y veo que en la pared está escrito
con pintura:
“Amelia, sin ti, yo no”.
Comienzo a respirar entrecortadamente y grito con todas mis fuerzas,
retrocedo y choco contra algo sólido y humano, al voltearme me encuentro
con Mark que ya había subido a mi rescate. Esto es demasiado, esto es real,
no es un sueño, es real.
—Voy a matar a ese hijo de puta. —dice Mark con los puños apretados
cuando entra en la habitación y lee lo que está escrito en la pared, parece
una bestia salvaje a punto de matar.
—Está aquí… Está aquí. —repito. Me toma en sus brazos segundos
antes de que caiga en el suelo por la impresión.
—No salgas de tu pieza, voy a chequear las otras habitaciones. Tengo
que asegurarme de que no hay nadie, la puerta trasera fue vulnerada. —Se
va y en dos minutos, los más largos de toda mi vida, regresa corriendo hasta
mí, le agarro por la camisa.
—¿Cuántos tulipanes morados me compraste? —pregunto, casi
chillando.
—¿Por qué me preguntas eso? —se ve confundido y preocupado, seguro
piensa que perdí la cabeza. Aunque esa suposición no es del todo falsa.
—Respóndeme, Mark. ¿Lo recuerdas?
—Una docena, ¿Por qué? —repite.
—Estuvo aquí antes, se llevó las flores, se las llevó, yo conté siete. —
enfatizo.
El me levanta del suelo, para sacarme de la habitación, yo me freno y
suelto su mano en un movimiento brusco.
—¿A dónde vamos? ¡Tenemos que llamar a la policía! —digo, con
lágrimas en los ojos.
—Sí, pero primero necesitamos toda la información que podamos
obtener sobre Brad, está tratando de debilitarte, de asustarte. —Comienzo a
negar con la cabeza y él me agarra por los brazos sacudiéndome un poco
para que vuelva en mí—. ¡Mírame! —me ordena—, tenemos que estar un
paso delante de él, aún no podemos ir.

Después de que Mark le tomó fotografías a todo lo que fue vulnerado y


al grafiti que estaba en mi habitación, me llevó de regreso a su apartamento
en contra de mi voluntad y con apenas unas pocas pertenencias que pude
recoger.
—No podemos paralizar nuestras vidas simplemente, estar aquí no hará
que Brad se aleje, tenemos que actuar ya. —digo con desesperación, cuando
cierra la puerta de su departamento con llave.
Se acerca a mí y me peina los mechones de cabello que se escapan de mi
moño. —Lo sé, pero tenemos que seguir trabajando en el expediente; Erick
debe estar por llegar, ha estado averiguando algunas cosas que debes saber,
sin un informe jugoso, no nos escucharán en la policía, tenemos que
golpearles con todo lo que tenemos.
Me siento soltando el aire. —¿Cómo que Erick está averiguando cosas?
—El conoce gente, que conoce gente.
Sabía que Erick estaba enterado de todo este asunto, pero no sabía que
estaría tan involucrado. —¿Gente mala? —pregunto un poco sorprendida.
Niega con la cabeza. —Erick es un ex marine, mucha gente le debe
favores; nos ayudará con esto, es la única persona a la que confiaría algo
así.
Minutos después, se levanta para abrir la puerta de su apartamento
dejando entrar a Erick, éste me saluda con un beso en la mejilla y con una
mirada de preocupación; sin perder más tiempo nos sentamos en la sala,
saca de su maletín una carpeta gigante y la coloca sobre la mesa en un golpe
seco.
—¿Reconoces a una de estas personas? —pregunta Erick mostrándome
dos fotografías.
Miro los rostros, pero no puedo reconocer ninguno, uno tiene alrededor
de 35 años, el cabello rubio corto, con ojos muy azules, fornido, atractivo y
con tez blanca; el otro, más joven que el primero, tiene la piel más tostada,
ojos ámbar y cabello corto oscuro. Niego con la cabeza. —Lo siento, no.
—Este hombre se llama Dayno. —dice, señalando al rubio de la primera
foto—. Se cree que es el líder de una red de narcotráfico aquí en Estados
Unidos; ha estado bajo la lupa de la DEA desde hace dos años, pero ha sido
casi imposible dar con él, se mueve continuamente, no tiene una base fija, a
pesar de tener muchos negocios legítimos. Este otro, se sospecha que era su
mano derecha, Marco. —me señala la segunda fotografía—. Hace una
semana, encontraron aquí en Miami el cuerpo de Marco sin vida, con varios
disparos, la policía cree que fue por ajuste de cuentas.
Vuelvo a mirarlas un poco confundida. —Continua, por favor.
—Mark y yo estuvimos investigando sobre el día de tu accidente y con
la información que me dio un oficial de la policía que conozco, pudimos dar
con que Chase trabajaba con ellos.
Miro sorprendida a Mark que al parecer ya conocía toda esta historia, su
rostro es indescifrable. Se me acelera un poco la respiración. —Sabía que
Chase tenía acceso a drogas, con ellas me drogó y deduje que le daría su
parte a Brad; pero jamás pensé que formaría parte de algo tan grande, pensé
que era solo un pandillero.
Mi chico toma mi mano dándome apoyo y dice. —Eso no es todo...
Dayno también está a cargo de una red de prostitución que trabaja en varios
estados, secuestran a jóvenes e incluso menores de edad.
De repente todo cobra sentido en mi cabeza; en el pasado, sufrí tanto
porque Brad me había roto el corazón y ahora eso parece tan insignificante
comparado con la gravedad de esto, me incorporo en el asiento y digo firme
pero rota. —Trata de blancas… Brad me intercambió por droga a una red de
prostitución, Chase era un proxeneta.
—Es nuestra hipótesis más fuerte, lo siento. —susurra Mark, puedo
sentir la ira creciendo dentro de él.
Yo comienzo a negar con la cabeza aterrada por lo que estoy oyendo;
comienzo a pellizcarme el brazo lo más fuerte que puedo, pero Mark pone
su mano con cuidado sobre la mía deteniéndome. Me toma por sorpresa que
se haya dado cuenta de eso, pero no me juzga, por el contrario, sus caricias
son bálsamo para mis heridas.
—En los archivos de la DEA, sobre esta red de narcotráficos no hay
ningún registro de Brad en la fecha que ocurrió tu accidente. Sin embargo,
en los archivos de un año más tarde hay varias partes donde hablan de un
hombre inglés con tatuajes; podría ser él, están investigándolo sin saber su
identidad real. —dice Erick rascándose la barba incipiente.
—Espera, ¿cómo es que tienes acceso a archivos de la DEA? —pregunto
sorprendida.
—Tengo muchos amigos que me deben favores de cuando fui Marine. —
dice Erick sin una pizca de remordimiento—. Un detective de aquí le debe a
Mark una grande también, ¿no es así?
Mark asiente con la cabeza. —Él nos ayudará con el caso y que el
informe llegue a las manos adecuadas. Lo más importante es conocer la
verdadera identidad de Brad.
Ambos se ven a la cara y luego Mark agrega.
—Hay otra cosa… creemos que es posible que los Detectives que
llevaron tu caso lo saben todo, pero los hombres de Dayno se encargaron de
comprarlos, por eso no se profundizó más y terminaron por cerrar el caso.
¿Qué?
—Es por eso que debemos tener cuidado, no sabemos quiénes estén
comprados en el Departamento de Policía. Debemos actuar con cautela.
—Además, tenemos que tener la mayor cantidad de pruebas para poder
convencerlos de que Brad forma parte de este círculo y que en efecto, te
está acosando; al vincularlo con la red de narcotráfico llamará más la
atención de los altos mandos del FBI, el servicio Secreto y la DEA.
Necesitamos algo, cualquier cosa que pueda hacernos llegar a su identidad.
—agrega Erick.
Suspiro abrumada de información, esto es grande, grandísimo; nosotros
tres no podemos sobrellevar todo esto, necesitamos presentar ese informe.
Erick comienza a mover papeles y veo varias fotografías de Dayno. —¿Me
permites? —Se las pido.
—Estas fueron tomadas aquí en Miami, hace varias semanas. —me
explica y me entrega todas, comienzo a detallarlas una a una; en la tercera
fotografía, se ve a Dayno hablando por su celular; más atrás, está otro
hombre fumando, tiene lentes oscuros y una gorra. Su cabeza inclinada y el
humo del cigarrillo hacen más difícil distinguir su rostro, casi pareciera que
es una persona cualquiera caminando por la acera, pero lo que veo me hiela
la sangre. Un tatuaje en forma de espada saliendo desde el cuello de su
camisa. Brad.
—Es él. —digo señalando con dedos temblorosos. Otra prueba de que
Brad está aquí en Miami, cerca de mí y que en efecto, forma parte de esta
red de narcotráfico y trata de blancas.
Los dos se sorprenden y ven la fotografía. Mark me besa la coronilla
diciendo. —Bien hecho, con tu testimonio, nos escucharán.
Eso si Brad no me encuentra primero… pensé.

Estuvimos toda la tarde y gran parte de la noche puliendo el expediente,


priorizando la información que teníamos hasta el momento, gracias a la
experiencia de Mark en la abogacía, lo hemos estructurado muy bien. Esto
tiene que llamar la atención de alguna forma, lo jugoso de este informe es
que Brad está vinculado con la red de drogas y prostitución, si dan con
Brad, dan con los tipos malos. No he tenido oportunidad de volverme loca
por todo lo que está pasando, porque mantengo mi mente ocupada en el
informe, ese desgraciado debe ir a prisión y pagar por todo el daño que ha
ocasionado.
Cuando ya estoy exhausta, voy a la cocina por tercera vez a preparar café
para todos y a tratar de olvidarme de tantas letras. Todos estamos absortos
en nuestras tareas, no hemos hablado o comido casi; miro a Erick que está
anotando varias cosas en un cuaderno, luego miro a Mark que se encuentra
muy concentrado leyendo en su laptop con el ceño fruncido, puedo ver sus
ojos cansados y me preocupa saber que los estoy involucrando a ambos en
esto.
Al parecer, el olor a café llama la atención de ambos y se levantan como
robots hasta la cocina para estirar las piernas y recargar las baterías. Saco
tres tazas y sirvo el café humeante.
—Es una suerte que hayan tomado esa fotografía de Brad, ¿Eh Amelia?
Es mejor que haber tenido que pedir que nos hicieran un retrato de él. —
dice Erick, crujiéndose los dedos.
—Tengo un retrato suyo. —respondo de inmediato. —Dibujé uno
cuando nos conocimos, han pasado dos años, pero también debería servir,
¿No?
—Podría ser buena evidencia, de que lo conociste hace dos años. —
agrega Mark, estirando los brazos.
—Debemos ir al estudio, está allí.
Ya son pasadas las 11 de la noche, cuando los tres entramos en mi
estudio, sin perder tiempo, busco el portafolio de la universidad, donde
están todas mis pinturas y donde estoy segura, está la de Brad.
—Todas mis pinturas están organizadas por fecha, así que no debe ser
problema encontrarla. —les digo, mientras paso uno a uno los dibujos que
hice en la universidad. Mark se sienta a mi lado y Erick se asoma por las
ventanas, vigilante.
Me acerco a la pestaña con el título “Brad, primer encuentro”. —¡Aquí
está! —exclamo con entusiasmo. Cuando paso la pestaña, el sobre se
encuentra vacío y digo resaltando lo obvio—. Está vacío.
Mark me consuela. —Quizás lo tiraste y no recuerdas.
Niego con la cabeza. —No, aquí debería haber otro, fue un dibujo que
hice de él con tinta china. —Busco con mayor desespero la pestaña “Brad
en tinta”, cuando abro el sobre me tiemblan las manos, no hay nada—. No
es posible.
Ambos nos vemos a la cara y entendemos todo. —Ese maldito sí estuvo
aquí. —dice Mark con rabia en sus ojos.
—No eran imaginaciones mías, si fue él. —Me levanto y comienzo a dar
vueltas por la salita del estudio, inquieta—. Él sabía que yo lo había
retratado, recuerdo que más de una vez me pidió las pinturas, yo pensé que
sólo jugaba conmigo, que quería esconderlas… desde ese día le saco una
copia a todos mis dibujos.
—¿Qué? ¿Tienes una copia? —Mark se levanta y me toma en sus brazos
—. Muy astuta, preciosa.
—Debe estar entre mis cosas, no hay forma de que Brad sepa que le
saqué una copia. —Saco otra carpeta con rapidez, Brad jamás habría
buscado aquí; del sobre salen un montón de folletos de arte y galerías, así
como copias de todas mis pinturas, ojeo todo hasta que consigo la primera
que le hice a Brad en el patio de la universidad; ese retrato que nunca debí
haber hecho, que me acercó a él y que ahora sería mi salvación.
—Te encontré, desgraciado.
—Volvamos a casa con esto, lo incluiremos en el informe y mañana a
primera hora lo llevaremos a la policía, voy a telefonear a Evan. —enfatiza
Mark poniéndose de pie y agarrando su teléfono.
—Está bien, los escoltaré hasta tu casa. —dice Erick.
Salimos del estudio con nuestra pequeña victoria y cuando me monto en
el auto, me da la sensación de que esto es tan importante y tan grande que
cualquier movimiento en falso, nos puede explotar en la cara.

Cuando Mark cierra la puerta de su casa con llave, suelto todo el aire de
mis pulmones despacio, no me había dado cuenta que estaba conteniendo la
respiración. Juntos, nos dirigimos a terminar el informe adjuntando el
retrato que hice, cuando estamos por terminar, Mark pone su mano sobre la
mía.
—Creo que es momento de llamar a tus padres Amelia, ellos deben
saberlo.
—No. —niego firmemente.
—Las cosas podrían ponerse feas, debemos advertirles, no sabemos de lo
que pueda llegar a hacer Brad. —insiste.
Siento un nudo en el estómago formarse —No quiero preocuparles… de
nuevo, no quiero que vuelva a repetirse lo mismo de hace dos años.
Me peina un mechón de cabello —Lo sé, pero ahora es diferente, eres
fuerte y no estás sola, me tienes a mí, si lo deseas les podemos decir juntos.
Apoyo mi cabeza en su hombro, no quiero que se vean involucrados en
esto, pero Mark tiene razón, ellos también pueden correr peligro. —Está
bien, les diremos, pronto.
Mark sube mi barbilla y me da un beso rápido, terminamos de ordenar lo
que dejamos en la sala y al terminar, se quita la camiseta por encima de la
cabeza y entra en su habitación.
Es muy tarde, y deberíamos estar preparándonos para dormir, pero ver a
Mark sin franela me está excitando mucho, la forma en la que sus
pantalones cuelgan pronunciando la “V” en sus caderas y sus abdominales
como tabletas de chocolate delicioso. Una chica podría contemplarlo
durante todo el día. Y esa chica soy yo.
Me muerdo el labio debatiéndome en sí debería entrar o no, me veo las
manos, me peino el cabello, me levanto y vuelvo a sentarme; al final,
agradezco que nadie pueda ver mi indecisión, estoy perdiendo la razón, de
eso no hay duda. Me dirijo silenciosa a su habitación, del otro lado de la
puerta escucho el sonido del agua caer y noto que la puerta del baño está
entre abierta, invitándome. Muy astuto, cariño. Me quito la ropa
rápidamente y entro.
La habitación está llena de vapor y cuando entro en la ducha, Mark me
recibe con una erección y un beso aplastante, me posee con la lengua y yo
la acepto sin oponer fuerza, tengo tanto que decirle y agradecerle; pero en
estos momentos necesito esto, necesito sus labios quemando mi piel y
necesito que esté dentro de mí, lo necesito en todos los sentidos y él
también me necesita.
Agarro su erección entre mis manos y comienzo a jugar con ella, él toma
aire y dibuja lentamente círculos con sus pulgares, viajando desde mis
mejillas a mi cuello, pasando por mis pechos hasta llegar a mis nalgas, que
aprieta acercándome hasta su miembro.
Me pega a la pared, con una mano aprisiona mis muñecas y con la otra
me separa las piernas para pasar sus dedos eróticos por mi clítoris,
comienzo a gemir y él me calla dándome besos y diciéndome que soy suya.
Mark es todo músculos y me tiene entre su cuerpo y la pared. De repente, se
detiene y casi se me escapa un grito de protesta, pero me sonríe con descaro
y entre besos comienza a bajar hasta arrodillarse frente a mí; besa mi
ombligo y con rapidez toma mi pierna y la apoya sobre su hombro.
Besa mis muslos, antes de separar más mis piernas. Mira hacia mí y
cuando nuestras miradas se encuentran su lengua comienza a danzar sobre
mi clítoris, hinchándolo y acariciándolo con sus dedos, ¡Santo Cielo!
Aspiro una bocanada de aire y dejo caer la cabeza hacia atrás contra la
pared de la ducha, mientras su cálida lengua me atormenta. Lame y
succiona mi clítoris hasta que soy consciente de que estoy meciendo mis
caderas contra él y agarrando mechones de su cabello mojado. Cuando creo
que no puedo sentir más placer, mete un dedo y comienza una armonía
perfecta, donde no tengo escapatoria más que rendirme en el orgasmo que
llega sin avisar, enviando torrentes de placer a mí entrepierna.
Terminamos de ducharnos entre besos, toques y el delicioso orgasmo que
me dio con sus dedos y su lengua; luego de secarnos, me levanta del piso y
me lleva a la cama en sus brazos. El crudo deseo en la mirada de Mark, me
invita a bajar las manos hasta el nudo de la toalla que descansaba sobre sus
caderas y deshacerlo.
Comienzo a besarlo sensualmente mientras con mi mano masajeo su
miembro que aún se mantiene firme; Mark me toma unos mechones de
cabello para alejarlos de mi cuello y así tener acceso a él; comienza a darle
pequeños mordiscos que me van volviendo loca; pero esta vez, quiero tener
el control, así que lo empujo salvaje hasta que cae de espaldas en la cama.
Paso mis manos por sus muslos, una vez allí tomo el valor para
acercarme hasta su miembro y con mucha delicadeza, paso mi lengua por la
punta. A mi chico se le escapa el aire y un pequeño gemido que me invita a
seguir poseyéndolo. No tengo experiencia haciendo esto, de hecho es
primera vez que hago algo así, por eso soy muy cuidadosa, pero demonios,
Mark me la está poniendo difícil gruñendo de placer y peinándome el
cabello. Lo meto completo en mi boca y comienzo a mover mi lengua,
mientras mi cabeza comienza a moverse de arriba a abajo con avidez.
—Para, preciosa. No quiero venirme aún. —gruñe Mark, cuando vuelvo
a pasar mi lengua por la punta.
¿Parar? No quiero parar. Pero él, al notar que no me detengo, me toma
por los hombros y en un rápido movimiento me carga y aplasta su cuerpo
sobre el mío. Sus besos son más feroces, agresivos e increíblemente
calientes, acepto todo jalando su cabello y gimiendo. Sin pensarlo, Mark
separa más mis piernas y se hunde dentro de mí, yo grito sorprendida por
sentirme tan llena, tan completa, sus embestidas hacen que me olvide de
todo y ambos comenzamos a movernos como dos animales salvajes.
Los últimos acontecimientos que han pasado comienzan a arremolinarse
en mi cabeza, recordándome el miedo que tengo a que él salga lastimado
por mi culpa, haciendo que yo derrame lágrimas y gima más fuerte en su
cuello; pero Mark espanta todos mis fantasmas cuando entiende mi
preocupación y me promete que todo saldrá bien, me penetra más fuerte y
un segundo orgasmo comienza a formarse, borrando cualquier atisbo de
inseguridad que habitara en mí; hasta que ambos estallamos en un éxtasis
perfecto que hace que me olvide de todo.
Después de recuperarnos de una sesión tan carnal y emocional, me
apoyo al costado de su pecho y él me recibe en sus brazos con un pequeño
apretón. Paso mis dedos por su pecho, haciéndole cariños; el también traza
pequeños círculos en mi brazo, hasta que acaricia con cuidado el moretón
que se formó cuando él notó que me pellizcaba.
—Antes tenía una banda elástica en la muñeca, el psiquiatra me pidió
que la usara cuando sintiera que debía volver a la realidad, para hacerme
reaccionar. —Ya no me avergüenza hablar de esto con Mark, confío tanto
en él como para contarle todo; me sigue acariciando pacientemente y yo
sigo contándole.
—Había veces en las que yo estaba en negación por todo lo que ocurrió,
como si hubiese sido un sueño, que lo que pasó no era real. Estaba
constantemente asustada o completamente fuera de mí, como divagando, no
me reconocía, no era yo... no estaba bien. Un día, para hacerme volver a la
realidad, puse mi mano sobre una hornilla caliente en la cocina, el dolor que
sentí me hizo sentir real, que estaba viva, me hizo volver. Fue muy estúpido
y eso hizo que volviera voluntariamente a las terapias con el psiquiatra para
confesarle lo que hice, yo sabía que estuvo mal y les dije a mis padres que
había sido un accidente para que no se preocuparan por mí.
—¿Por qué no usas la banda elástica ahora? Un pequeño pinchazo
lastima menos que un pellizco. —Dice, mientras acaricia las yemas de mis
dedos. Mark no me juzga, ni me rechaza por mi pasado, se preocupa por un
pellizco. Dios, ¿Qué hice para merecerle?
—Dejé de usarla un año después del accidente, no la necesité más.
—Hasta ahora. —dice él con tristeza.
—Hasta ahora. —repito.
Mark se mueve con cuidado hasta la mesita de noche, rebusca entre uno
de los cajones y cuando vuelve a mí, toma mi mano y desliza hasta la
muñeca una banda elástica de color negro, como las que él utiliza en su
cabello cuando entrena, yo lo miro sorprendida.
—Aquí está, con esto no volverás a pellizcarte; cuando vuelvas a sentirte
irreal, con miedo o sola, tienes dos opciones: Puedes pincharte con la banda
sobre tu muñeca y asunto arreglado; o puedes verla y saber que yo te la di, y
que eso conlleva a que donde quiera que estemos los dos, somos reales, que
esto que tenemos es real y nadie puede arrebatárnoslo.
Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar lo que me acaba de decir.
¿Cómo una simple banda elástica puede tener tanto significado?
—Me gusta más la segunda opción. —digo abrazándolo.
—A mí también, mi preciosa Amelia.
Me acepta y me quiere como soy, rota y con defectos. Nos quedamos en
un silencio cómodo, me pego más a él, aspirando su fragancia. Estoy en mi
hogar. El mete sus dedos por mi cabello y me acaricia el cuero cabelludo,
relajándome.
—¿Amelia?
—¿Mmm? —Le murmuro, casi me quedo dormida con sus mimos.
—Te amo. —Lo dice en voz baja pero lo escucho perfectamente. En
segundos se arremolinan un tumulto de emociones dentro de mí. Emoción,
felicidad, miedo, lujuria, inseguridad; pero soy consciente que le
correspondo a sus sentimientos. Sonrío y me aprieto más en su cuerpo. Me
ama... a mí.
—Yo también te amo.
Antes de quedarme dormida, solo pude sentir miedo, no por mis
sentimientos por Mark, lo amo irrevocablemente; sino, porque eso podría
suponer una ventaja para Brad.

Sábado
Todo está tranquilo en las calles, no hay mucha gente en los alrededores
cuando entramos a la estación de policía donde nos recibe un oficial joven,
sin hacernos esperar, nos hace entrar a una oficina y nos dice que pronto
vendrá Evan, el detective que nos ayudará con todo esto. Erick está
tecleando varias cosas en su portátil y Mark está sentado con los brazos
cruzados y moviendo la pierna, impaciente.
—¿Qué favor le hiciste a ese detective? —le pregunto en voz baja al
oído para distraerlo.
Mark voltea a verme y se relaja visiblemente al sacarlo de sus
pensamientos. —Salvé a su hija de morir por una sobredosis de pastillas
para adelgazar.
Lo miro sorprendida. —¿Iba al gimnasio?
—Sí, venía notando que se comportaba diferente y estaba entrenando
demasiado, no aceptaba los consejos de ningún entrenador. Un día, la vi en
su auto en el estacionamiento del gimnasio, ya había perdido el
conocimiento. Pude llevarla a tiempo a emergencias y gracias a eso,
sobrevivió.
—¿Ya está mejor ahora?
—Sí, recibió ayuda; yo mismo revisaba que la alimentación que tenía era
la adecuada. Ahora está en Orlando viviendo con su madre. Desde ese
momento Evan y yo somos amigos.
Nos vemos interrumpidos por un señor de piel morena y ojos oscuros, de
unos 50 años, se presenta como Evan, nos saluda cordialmente y a Mark le
da un abrazo; se sienta detrás del escritorio y acomodándose los lentes nos
dice:
—Muy bien, déjenme ver ese informe.
Mark le muestra la carpeta gigante con todo el trabajo que pudimos
hacer, el esfuerzo que le pusimos fue enorme. En el informe, hicimos una
declaración detallada de los hechos reales del accidente hace dos años;
también, cuando Brad vulneró mi estudio, cuando entró a mi casa a dejar la
caja de cigarrillos y cuando entró en mi habitación para destrozarla, de todo
esto tenemos evidencia que demuestran cada una de las acusaciones que
hago.
Estuvimos las siguientes horas explicando con detalle cada página del
expediente que armamos; al terminar, Evan se saca los lentes, se pasa la
mano por los ojos y dice:
—Bien, esta vez me convencieron.
Me acerco al escritorio y puntualizo. —Estamos hablando de una red de
prostitución y drogas muy grande, tiene mucha gente trabajando para él en
todo el país, pero especialmente en Nueva York, Miami y Pensilvania. Es
evidente, que Brad vino aquí a Miami como parte de los negocios.
—Estando aquí, pudo haber dado con Amelia y por eso comienza a
acosarle. —señala Erick.
—Se podría pensar que Brad sólo quería cuidar sus espaldas y su
identidad al llevarse el retrato que la señorita Park conservaba, pero esa
teoría pierde validez cuando dejó la caja de cigarrillos dentro de su casa y
luego, cuando destrozó su habitación. —dice Evan, señalando las
fotografías.
—Si pudiéramos encontrar una forma de dar con Brad, tal vez podríamos
dar con la red de narcotráfico. —agrega Mark.
Evan medita unos segundos en silencio mientras observa las fotografías.
—Bien, esto es lo que pasará, haré todo lo que está en mi alcance para que
esta información llegue al FBI, la DEA y a donde tenga que llegar; tenían
razón, el vínculo entre ésta red de narcotráficos y este sujeto, Brad, ayudará
a poner en la lupa las acusaciones de la señorita Amelia, actuarán más
rápido de esta forma. Concretaré una reunión con ellos a más tardar en dos
días.
—Muy bien, ¿En qué podemos ayudar mientras tanto? —dice Mark
acercándose al escritorio.
—Ya hicieron más que suficiente con la información que nos dieron. Por
ahora, deben permanecer bajo perfil, podemos asignarles una patrulla para
que estén seguros mientras se desarrolla todo esto, ¿A dónde la enviamos?
—A mi Edificio, Amelia vive conmigo. —explica Mark apretándome la
mano; por dentro me entran los nervios porque casi se siente como si fuese
algo permanente, aunque solo han pasado un par de días.
Nos despedimos de Evan y somos escoltados por la policía hasta el
edificio donde vive Mark; todo esto parece irreal y vuelvo a sentir el
pinchazo de culpa carcomiéndome el corazón, por hacerlos pasar por todo
esto.

Domingo

Despierto en la mitad de la noche, con un montón de cosas en la cabeza,


culpa y ansiedad principalmente. Cuando volteo mi cuerpo, Mark no está
acostado a mi lado, me levanto, medio dormida y lo busco por la casa, paso
por el ventanal, y veo la puerta corrediza del balcón entre abierta. Mark
descansa sobre una tumbona blanca, tiene el brazo tapándole los ojos;
pienso que quiere estar solo pero cuando estoy por devolverme en silencio
para respetar su privacidad, él me llama. Tiene una habilidad sobrehumana
para saber que estoy allí, aun sin verme. Me siento a su lado y él pone su
mano en mi muslo, acercándome a él.
—No quería molestarte, es solo que no podía dormir. —le digo.
—¿Qué está pasando por tu cabeza?
—Pensaba... en cosas. —le digo, esquivando su mirada calculadora.
—¿Me puedes contar? —dice, muy suave.
—Lo que estás haciendo por mí... es demasiado Mark., todo lo que he
hecho es darte problemas y no quiero ponerte en peligro, tengo miedo de
que te ocurra algo.
—Hey, detente allí mismo. —me tapa la boca con un beso largo y
profundo, yo lo acepto, porque le amo y me encanta que me haga callar así.
—Hablo en serio. —digo, cuando separa sus labios de los míos.
El medita unos segundos y me dice. —Amelia, cuando te dije que te
amaba, aceptaba todo el paquete, todo lo que está pasando, no define quién
eres, ni porque me enamoré de ti. Se trata de personas que quieren
lastimarte, en estos momentos es cuando más necesitas de mi apoyo ¿Qué
clase de persona sería si te dejo sola en esto?
—No es justo para ti y no quiero ser una molestia, te prometo que vivir
aquí solo será temporal, hasta que todo esto pase...
—Volveré a repetirlo, no eres una molestia para mí, además, ¿No crees
que vivir conmigo podría ser algo bueno? —Se acomoda en la tumbona,
luce esperanzado y un poco nervioso esperando mi respuesta.
—¿Qué? Oh no, no. Vivir juntos es un paso grande, grandísimo, no
podríamos tomar una decisión tan grande en un momento como este. —
digo, entrando en pánico.
Él hace como que analiza lo que acabo de decirle, después se ríe por el
modo en el que reaccioné. —Tienes razón, en unos días, cuando termine
todo esto te lo vuelvo a preguntar. —Me guiñe un ojo y me acerca más a él.
Yo me relajo, al ver la naturalidad y la seguridad con la que me habla, no sé
si estoy lista para mudarme con Mark, pero una vez más, me acaba de
confirmar que me ama, así nuestro mundo se esté viniendo abajo.
Capítulo 13
Octubre,

Lunes

Llevamos dos días encerrados en la casa de Mark, desde que Evan dijo
que nos ayudaría con el caso y estoy genuinamente volviéndome loca.
Siento un cosquilleo en mi cuerpo que me inquieta cada vez más, Mark está
en su estudio hablando por teléfono. Necesito moverme, hay demasiada
tranquilidad en su habitación, por dentro soy una bomba de tiempo, pero sé,
que no puedo salir hasta que Evan haya podido llevar el caso a los lugares
necesarios.
Paso a toda prisa por el pasillo hasta el pequeño gimnasio, tomo los
guantes y comienzo a golpear el saco con rabia. Al rato, siento la presencia
de Mark entrar a la habitación, lo veo acercarse y sostiene el saco para que
pueda golpearlo con mayor facilidad.
—Acabo de recibir una llamada de Evan, ya el caso está en los
organismos indicados, mañana todas las instituciones se reunirán, nosotros
también debemos ir; mientras tanto, debes permanecer aquí. —Vuelvo a
pegarle más fuerte al saco, las gotas de sudor se deslizan por mi frente, al
menos buenas noticias, no obstante, la ansiedad vuelve a formarse en mi
estómago.
Una hora y media después, cuando termino de boxear con la ayuda de
Mark, él me ayuda a quitarme los guantes y los guinda en un perchero; su
celular suena, atiende y escucha con atención, sus hombros se tensan,
discute con la persona al otro lado del teléfono y después de un “Estaré allí”
algo tosco, termina la llamada.
—Era Erick, los proveedores con los que hemos estado reuniéndonos
estos últimos días quieren firmar el contrato con nosotros; al ser socio
directo debo ir también, no puede posponerse porque viajarán de regreso a
Canadá, su país de origen. —Me dice evidentemente molesto.
—Eso es una gran noticia Mark, esto era muy importante para ti. Debes
ir, no te preocupes por mí, estaré entrenando aquí y luego veré una de esas
películas de acción que ofertan por cable. —Le digo dándole ánimos; Mark
debe ir, no puede detener su vida por mí, menos por algo tan importante
como esto, estaré segura aquí.
—No quiero dejarte sola, preferiría no ir. —Me acaricia la mejilla.
—De eso nada, esto es una oportunidad enorme, ve. —le digo, poniendo
los brazos en jarra.
—Le diré al oficial de policía que saldré por una o dos horas como
máximo. No te despegues del celular, estaré llamándote. —dice,
preocupado por dejarme sola.
El pobre oficial lleva dos días como nosotros, vigilante y a la espera,
estacionado frente al edificio; todas las mañanas, Mark le baja café y el
desayuno que yo preparo, no lo conozco porque no se me tiene permitido
bajar, pero de algún modo debo estar agradecida con él.
—Estaré bien, buena suerte. —Le doy un ligero beso y él se va corriendo
hasta que desaparece por la puerta principal.
De inmediato, la sensación de soledad, silencio y quietud me comienzan
a invadir, tomo el celular y le pongo el máximo de volumen, lo dejo
cargando porque veo que tiene poca batería y comienzo a correr en la
caminadora.
Una ducha reparadora, un sándwich de atún y una taza de té verde,
mejoran mi estado de ánimo; Mark me llamó media hora después de
haberse marchado, está reunido con los proveedores finiquitando los
últimos detalles del contrato y luego vendrá a casa. No quiero admitirlo,
pero ya quiero que llegue, estoy ansiosa por el día de mañana y la presencia
de Mark me ayuda a tranquilizar mis nervios; le prepararé la cena, de
seguro debe estar hambriento.
Me distrae el sonido de mi celular que dejé en la mesita cargando, en la
pantalla se muestra el nombre de Mark y la foto que nos tomamos juntos en
el estudio, sonrío con cariño, apenas ha pasado otra media hora desde que
llamó la última vez.
—¿Esperaste media hora exacta para llamar o fue casualidad? —digo
sonriendo y mordiéndome la uña del pulgar.
—¿Sabes lo fácil que es drogar a una persona sólo a través del tacto? —
Una voz demoníaca sale del otro lado del teléfono, el tiempo se paraliza y
comienzo a ver todo borroso. No puede ser, no puede ser verdad.
Brad.
—¿Dónde está Mark? —le pregunto en voz baja, sintiendo una oleada de
frío que hace que me estremezca.
—Una cosa a la vez, primero, asómate por la ventana. —Me empieza a
temblar el cuerpo y camino hasta el ventanal; en algún lugar de los edificios
cercanos, Brad, o alguno de sus hombres, que sé que los tiene, me observan
—. Muy bien, Amelia; buena chica. Ahora, quiero que veas la patrulla de la
policía, ¿puedes verla?
—Sí. —digo con voz apagada.
—Muy bien, esto es lo que pasará: En cinco minutos crearé una
distracción para el policía y las personas al rededor, cuando esto ocurra, tú
deberás montarte a una camioneta negra que te esperará en la esquina a tu
derecha. Si hablas con cualquier persona lo sabré, no mirarás a nadie, ni
siquiera dirigirás tu mirada al auto del policía, cubre tu cabeza con la
capucha del abrigo que cargas puesto ¿Lo entiendes?
—¿Dónde está Mark? —le repito, él tiene a Mark, tengo que hacer todo
lo que me diga.
—Demás está decir, que si no haces lo que te dije lo mataré y creo que
sabes que sí soy capaz de hacerlo.
Un “no” susurrado se escapa de mis labios, pero ya Brad había cortado la
llamada. Me pincho con la banda que tengo en la muñeca y parpadeo varias
veces, con la respiración irregular. Mi primer pensamiento es llamar a Evan,
pero eso supondría un peligro para Mark, me tienen vigilada, podrían
sospechar algo. Veo la hora en el celular. 5 minutos. Corro por la casa
buscando unos deportivos que ponerme, abro el cajón de la habitación
escarbando entre los objetos y salgo disparada por la puerta sin mirar atrás.
No me detengo a esperar el ascensor, bajo las escaleras a toda prisa
mientras me recojo el cabello y lo oculto dentro de la capucha.
Una vez en el lobby del edificio, escondo las manos en los bolsillos del
abrigo para que nadie pueda ver que están temblando, también tengo unos
lentes oscuros que disimulan mi rostro; camino por el borde de la pared,
intentando colocarme cerca de las puertas giratorias sin que me vean desde
afuera. Miro la hora en el reloj que descansa sobre el recibidor del lobby.
6:32 pm. Falta un minuto para que se cumplan los cinco minutos que me
habló Brad.
Comienzo a contar mentalmente en mi cabeza, cuando faltan diez
segundos, mi corazón comienza a acelerarse; el portero se acerca hacia mí,
poniéndome cada vez más nerviosa, por favor, que no me reconozca, por
favor. Está a punto de decirme algo, cuando desde el otro lado de la calle
veo a una mujer rubia, preciosa, parece una modelo sacada de las revistas;
lleva un bebé cargado en sus brazos, camina frente a la patrulla de policía y
comienza el espectáculo.
Inician sus gritos por ayuda, diciendo que su bebito no puede respirar,
cualquiera que ve la escena creería que es verdad, excepto yo; estoy
petrificada en el suelo mientras todos se asoman o se acercan para curiosear,
el portero se olvida de mí y sale para auxiliar a la pobre mujer. El policía
sale de la patrulla y se acerca corriendo y hablando por la radio, de seguro
llamando alguna ambulancia. Es ahora. Mis pies comienzan a caminar hasta
las puertas giratorias, al salir, el aire caliente de Miami me pega en el rostro,
mareándome, pero me controlo, dando pasos seguros e intentando con todo
mi corazón pasar desapercibida. Por Mark, por su vida.
Dos pasos antes de llegar a la esquina, llega una camioneta lujosa color
negro con vidrios oscuros, la puerta se abre y se baja un hombre con lentes
negros invitándome a pasar, en un movimiento rápido subo al auto. Una vez
adentro, tengo a dos hombres a ambos lados, acorralándome; el de mi
izquierda me quita los lentes oscuros y la capucha, salto ante la
determinación del hombre, pero no me da tiempo a reaccionar cuando
comienza a toquetearme en busca de algún arma o celular por el cual pueda
pedir ayuda; me tapan los ojos con un trozo de tela, luego me amarran las
manos y me colocan unos auriculares con música a todo volumen.
No puedo ver ni escuchar nada de lo que ocurre en el auto. Estoy
reviviendo en mi cabeza las imágenes de Chase amarrándome y
metiéndome al auto. Dios, cómo me gustaría poder pincharme con la banda
elástica. No pierdas el control. ¿Van a matarme? Debo ser valiente. Mark,
enfócate en él. Tengo que asegurarme que estará bien.
Se siente como si el viaje en la camioneta no fuese a terminar nunca,
cuando por fin nos detenemos, uno de los hombres me toma por el brazo y
me baja del auto. Me guían por un piso duro de cemento hasta que paramos,
me quitan los auriculares, me desatan las manos y la venda de los ojos, la
luz del exterior me molesta y me hago sombra con las manos, intentando
ver algo.
Al parecer, estamos en la parte trasera de un club nocturno, es un edificio
de paneles grises, por su arquitectura se ve moderno, se puede escuchar la
música de adentro y cerca de nosotros hay reflectores de luz que dan a un
gran estacionamiento lleno de automóviles. Uno de los hombres, el
grandulón que me subió al auto en primer lugar, se acerca a mí y me dice
con voz neutra.
—Vamos.
Estoy paralizada por el miedo, ante la expectativa de saber qué me
espera al otro lado de la puerta. Mis pies no se mueven y el hombre que me
habló, aparentemente obstinado por mi actitud, me toma del brazo y me
arrastra hasta adentro, me lleva por unos pasillos y me da una bolsa
pequeña.
—No puedes atravesar el club con esas ropas, los clientes sospecharían
de ti de inmediato. —estudia mi cuerpo—. Voy a ser decente y dejaré que te
cambies en aquel baño, tienes cinco minutos. —señala con su pistola el
pequeño baño para empleados.
Sopeso mis opciones, este hombre está armado, luce violento y
peligroso. Mi única oportunidad de quizás salir con vida de esto es a través
de ese baño. Camino tambaleándome y cuando me encierro en el baño con
seguro, veo que solo hay un pequeño lavamanos y un inodoro. No hay
ventanas, no hay ductos de ventilación, ni siquiera un maldito botiquín de
primeros auxilios.
Apoyo mis manos temblorosas en el lavamanos y trato de calmar mi
respiración, no puedo entrar en pánico ahora. Al ver mi reflejo en el espejo,
encuentro una pequeña esperanza. Una calcomanía con el nombre “Venus
Casino”. De inmediato, me quito la sudadera y la franelilla que tenía
debajo. Sabía que sus hombres iban a revisar si llevaba celulares o armas al
momento de entrar al auto, mi única esperanza era que no tocaran mi
espalda. Me saco el celular del bolsillo trasero del sostén deportivo, gracias
al cielo nadie notó que estaba allí, la sudadera es gruesa, por lo tanto, no
resaltaba a través de la tela, además lo tenía en modo silencioso.
Tomo el celular con dedos temblorosos y me sorprendo al ver que tiene
solo un 10% de batería, a pesar de que estuve cargándolo toda la tarde. Veo
20 llamadas perdidas del número de Erick, abro los mensajes de texto y leo
el primero de hace una hora; enviado minutos después de haberme montado
en la camioneta de Brad.
6:40
Los hombres de Brad se llevaron mi celular. Voy de regreso, por favor,
dime que estás en casa y estás bien.
Mark. El consuelo de saber que está vivo y que se encuentra bien hace
que mis piernas fallen y me agache en el piso, se me escapa un gemido de
alivio. Mark está bien, Brad no puede amenazarme con él.
Sin perder más tiempo, le tomo una fotografía a la calcomanía y se la
envío al teléfono de Erick, con los pocos detalles que pude recabar de Brad,
a los pocos segundos me llega la notificación de “mensaje no enviado”,
junto con la advertencia de batería baja; verifico la señal y está muerta, aquí
en el baño no hay señal. Tengo que llevar el teléfono conmigo hasta que
recupere la cobertura y pueda enviar el mensaje. Siento el sudor humedecer
mi nuca. Lo apago para conservar la poca batería que le queda.
Comienzo a desnudarme a toda prisa. El pequeño corpiño color vino
tiene detalles árabes, bordados en hilos dorados y piedras verde esmeralda,
es precioso; en la parte baja descansan unas borlas que me acarician el
estómago; me lo coloco de primero, el sostén realza mi busto más de lo que
desearía en este momento. ¿A qué clase de lugar me llevan? Luego me
coloco la parte de abajo, es una especie de falda larga del mismo color, pero
tiene unas aberturas a ambos lados, que llegan hasta las caderas, dejando
completamente desnudas mis piernas; las aberturas son tan pronunciadas
que me obligan a quitarme la ropa interior. Por último, me coloco una
diadema con piedras que combinan con el conjunto.
En ese instante, escucho los pasos del hombre acercarse y diciéndome
que ya pasaron mis cinco minutos. Rápidamente me coloco el celular en la
pretina interna del sostén, justo al costado de mi torso; el teléfono no es tan
grande, ruego a Dios que no sea visible; finalmente, me suelto el cabello
con la intención de ocultar más esa zona. Veo mi aspecto en el espejo,
parezco una prostituta árabe.
Antes de que abran la puerta y con la esperanza de poder enviar el
mensaje, salgo. Mi secuestrador me observa con una mirada llena de deseo
y con una sonrisa pervertida. Siento náuseas, pero las contengo. El hombre
comienza a caminar a mí alrededor, estudiando mi cuerpo.
—Junta las muñecas. —me dice con voz autoritaria.
Hago lo que me dice, ata un nudo apretado con agilidad y al jalar la tira,
me lleva consigo. De nuevo, siento la inquietud crecer por estar amarrada.
—Ah, una última cosa. —Me enseña un pequeño trozo de tela
transparente color vino con detalles en dorado, me la coloca sujetándola con
la diadema complementando el disfraz árabe. Ahora mi rostro está cubierto,
a excepción de mis ojos.
—No podemos darnos el lujo de que alguien te reconozca. —Vuelve a
jalar bruscamente de la tira acercándome a él y me apunta en el pecho con
la pistola—. Si dices algo, una simple palabra, te mato. ¿Entendiste? —Yo
asiento con la cabeza mecánicamente—. Vamos.
Unas puertas grandes se abren para nosotros, los tubos largos y
distribuidos por toda la estancia me dan a entender que estamos en un club
de strippers, pero en uno muy lujoso. Toda la decoración es árabe, exquisita
e increíblemente costosa, los colores que predominan son el púrpura, el
dorado y el negro. Comenzamos a dar unos pasos y lo que ven mis ojos a
continuación me deja perpleja, hay un montón de áreas “privadas” con
tiendas árabes y cortinas transparentes, por donde se puede ver sin esfuerzo
hacia adentro: tríos, orgías, mujeres haciendo sexo oral sin pudor a hombres
con antifaces y máscaras de animales para proteger su identidad.
En las pequeñas tarimas, las mujeres comienzan sus bailes en el tubo y
lanzan sus prendas de vestir a los hombres que les colocan billetes en sus
tangas. Hay mujeres bailando la danza del vientre con pareos que suenan al
ritmo de una música árabe y sensual que sale de las bocinas. También, veo a
otras mujeres vestidas con ropas iguales a las mías, sirviendo tragos a los
hombres, estos las reciben tocándolas y riendo con depravación. Todas las
puertas están ocupadas con hombres de seguridad que se mantienen firmes
y con las manos a ambos lados.
El hombre me lleva por la habitación jalándome por la cuerda de seda,
hay varias mujeres amarradas a las cuales se les está golpeando con fustas y
látigos de cuero, algunas gimen, otras lloran y lucen asustadas; aparto la
mirada. Nadie sospecha que él me lleva secuestrada porque nos mezclamos
perfectamente con el ambiente. Bajo la cabeza para no mirar a nadie
directamente a los ojos y me concentro en mis pies descalzos rozando la
alfombra suave. No debo armar una escena con los clientes del casino, pero
si alguien se me acerca, no dejaré que me haga lo que le hacen a estas
mujeres.
Este sujeto está armado caminando al frente, me doy cuenta que detrás
de mí tengo a otro de sus hombres pisándome los talones, tengo las manos
atadas, no tengo armas y aunque las tuviera, jamás tendría oportunidad con
ellos. Respiro el aire con olor a tabaco y otras sustancias del salón, me hace
sentir mareada; debo continuar haciendo lo que me piden al no tener otra
alternativa.
Pasamos por un pasillo con puertas a ambos lados, por cada puerta que
pasamos, se oyen gritos y gemidos. El hombre vuelve a tirar bruscamente
mientras abre una de las puertas, me quejo pero de inmediato me quedo
muda al ver la habitación donde entramos.
Un dormitorio amplio, todo color morado y negro, una cama con dosel
en todo el medio, un sillón elegante y un jacuzzy. Todo en el mismo
espacio. Una habitación para follar, sin embargo, por el suelo se encuentran
desperdigadas prendas de ropa y zapatos de hombre, la cama está a medio
hacer y en la cómoda hay productos de higiene personal. ¿Brad vive aquí?
Trago saliva, muerta de miedo cuando veo que el hombre me deja sola
cerrando la puerta con seguro detrás de mí y segundos después, escucho
unos pasos acercarse a mí.
—Me sorprendes Amelia, pensé que no tendrías el valor.
Me tenso y mi cuerpo convulsiona en una ráfaga de escalofríos, respiro
rápidamente tratando de tranquilizar las pulsaciones que están a punto de
estallar. Brad, en carne y huesos a unos metros de mí.
Intento formular una pregunta. “¿Por qué haces esto?, ¿Vas a matarme?”
Pero antes de que salga algo de mis labios él se adelanta y dice con voz
afilada.
—Separa las piernas, voy a revisarte.
Se acerca a mí y contengo las ganas de salir corriendo; por el contrario,
separo las piernas como ordena porque aunque intente ocultarlo, estoy muy
asustada.
Me ve con una sonrisa perversa antes de colocarse detrás de mí, se
agacha y comienza a pasar sus manos por mis piernas, sube por la parte
interna de mis muslos y por mis nalgas, se detiene sobre mis caderas y pasa
sus manos por mis costillas hasta llegar a la piel desnuda de mi abdomen
bajo. Aguanto la respiración y aprieto los ojos.
—Ya tus hombres me revisaron, no tienes que hacer esto. —le digo.
—Lo sé... sólo quiero tocarte. —dice en voz baja cerca de mi oído.
Aprovechándose, sigue su recorrido lento por mi cintura, quemando mi piel
con sus manos calientes y callosas; pasa sus manos por mis senos,
apretándolos y enviando oleadas de repulsión hasta mi estómago.
Cuando termina se ríe maliciosamente y nuestras caras se encuentran
frente a frente, miro a los ojos al hombre, esperando ver en su mirada algo
de humanidad, no hay nada.
—¿Lo disfrutaste? —le digo con amargura.
Sonríe enseñándome todos sus dientes. Mis rodillas comienzan a
temblar, pero me mantengo de pie, con el rostro inexpresivo. Tengo que
distraerlo, mientras se me ocurre algo.
—¿Por qué me estuviste acosando desde que llegué aquí?
A Brad le parece gracioso lo que le pregunté, porque se le escapa una
risita, se recuesta del sillón y me estudia de los pies a la cabeza.
—Hace dos años, estaba a punto de entrar en el negocio de la droga,
tenía que servir de transporte para una mercancía de Dayno a otro grupo
traficante de Inglaterra, un trabajo grande y jugoso, me daría buena pasta
para mantenerme a flote. —me confiesa—. Ya había hablado varias veces
con Chase para hacer el primer traslado; Chase, sé que lo recuerdas bien,
gracias a ti está muerto. ¿Sabías que era el sobrino favorito de Dayno? —
Parpadeo sorprendida y suelto el aire lentamente, él se regocija viéndome
así y continúa hablando.
—Luego apareciste tú… al principio eras un juego para mí, tan inocente
y tan moldeable, iba a dejarte de todos modos. Pero vi una oportunidad de
oro que no podía dejar pasar. Al involucrarme con Chase y su gente pude
descubrir que también trabajaban en la trata de blancas, allí vi todo tan
claramente, las piezas encajaron solas.
—Por esa razón decidiste hacer un trato, realizar el traslado de la cocaína
y entregarme como prostituta para la red de Dayno, a cambio de entrar en el
grupo. —digo con certeza.
—Yo no podría haberlo dicho mejor. —Brad se levanta y da un paso
frente a mí—. Allí comenzaron mis problemas. Porque la dulce Amelia,
ocasionó la muerte de Chase y el trato se fue a la mierda. Yo pude haber
muerto ese día en el auto también, Amelia. Y yo que pensaba que teníamos
algo especial. —dice en voz tan baja que apenas puedo escucharlo.
—Para mi suerte, nunca dejé pistas que dieran con mi identidad ese día y
tú estabas muy trastornada para dar declaraciones coherentes; debo
agradecerte eso, gracias a ti Dayno puso su ojo en mí y en pocos meses ya
trabajaba para él.
—Así es, la policía nunca pudo dar contigo, así que desestimaron mis
alegatos, cada quien siguió con su vida.
Brad asiente lentamente, dándome la razón con la comisura del labio
elevada en una sonrisa.
—Me quedé en Inglaterra un tiempo, haciendo trabajos para Dayno;
hasta que requirió que viajara de nuevo a los Estados Unidos.
—¿Por qué no me dejaste en paz aquí en Miami?, yo jamás iba a
interferir tu vida, no tenía pruebas suficientes y el caso estaba más que
enterrado. —digo intentando no sonar desesperada.
Se acerca violentamente hacia mí, saca un arma de la parte trasera de su
pantalón y me apunta en la sien; yo retrocedo con temor hasta que choco
con la pared, me agarra por el cuello y golpea mi cabeza contra la misma,
hago una mueca por el dolor y sostengo sus manos intentando en vano
aliviar el apretón. Pega su cara de la mía, apretando el arma contra mi piel y
me susurra con lujuria al oído.
—Porque disfruto ver el miedo en tus ojos, Amelia. ¿Tienes idea de la
excitación que sentí en mi cuerpo cuando te vi paseando por las calles de
Miami? Sola e indefensa. Fue como una ráfaga de adrenalina pura, no pude
contenerme, tenía que ver tus ojos asustados por mí… así como lucen
ahora. —Brad pasa la pistola por mi mejilla, tiene la mirada perdida, fuera
de sí.
Me suelta el cuello y yo aspiro una bocanada de oxígeno, me acaricia la
clavícula y añade. —Debía asegurarme de que no ibas a joder mis planes
otra vez, por eso no dejé rastros en tu estudio el día que me robé los retratos
que me hiciste. Pero las otras veces, ya no pude resistirme, tener acceso a tu
vida, a tus cosas. Simplemente no podía dejarte ir ¡Vaya que las disfruté!
Amelia, no lo entiendes, tenía tantos planes para nosotros. —expresa con
nostalgia, pasando sus dedos por mi cuello y alejándose de mí.
—Debo admitirlo, mi plan inicial era secuestrarte sin que nadie supiera
nada, era perfecto, nadie te conocía en Miami, iba a ser como si el tiempo
no hubiese pasado. Pero entonces llegó él a entorpecer mis planes. —dice
con odio en su voz, refiriéndose a Mark y moviendo el arma de una mano
para otra—. Y decidieron ir a la policía.
—No nos diste otra opción, tus juegos llegaron demasiado lejos. —
consigo decir.
—Eso podría joder mi relación con Dayno, Amelia. Y ahora, con Marco
muerto, no puedo permitirme perder su confianza. —Hay demasiada calma
en su voz.
Brad comienza a caminar en círculos y se detiene cerca de mí, su mirada
es distinta, es más vulnerable y centrada.
—¿Estás enamorada? —Me sorprende su comentario, no pensé que se
interesaría en mi vida personal.
—Eso no es problema tuyo. —Él se recompone y añade.
—¿Ya follaron? —No contesto nada, su mirada se oscurece a algo
morboso y perverso.
—Oh Amelia, no sabes cuánto me alegra haber podido romperte, te
estaba preparando para trabajar para Dayno. Follar iba a formar parte de tu
día a día, solo quería facilitarte las cosas. ¿Ves? Deberías agradecerme.
Mi estómago se estremece, las náuseas esta vez son mayores. Las
contengo con esfuerzo. No respondo, solo lo veo, sin parpadear y sin
mostrar ninguna emoción. Pero él está decidido en quebrar mi espíritu, por
eso no se queda callado.
Brad se aleja más de mí y estudia mi rostro. —¿Sabes cuál es tu
problema?, Amelia. Cuando alguien te importa, te involucras demasiado.
¿Tienes idea de lo fácil que fue para mí entregarte a Chase? Ni si quiera
titubeé, solo debes apagar el interruptor. —dice susurrándome y
chasqueando sus dedos en un sonido seco.
Las palabras de Brad, aunque no quiera admitirlo, me lastiman; y el
miedo crece en mi interior como una bomba esperando el momento
oportuno para estallar. Trato de mantener la cordura, no puedo desistir.
En ese momento mi cabeza comienza a atar cabos, Marco era la mano
derecha de Dayno en todo, al morir misteriosamente, queda su puesto libre
y Brad quiere ocupar ese lugar. Necesita que Dayno confíe en él y para eso,
necesita borrarme del mapa. Fui testigo de lo que ocurrió hace dos años, de
las drogas, la trata de blancas y de cómo él huyó cobardemente mientras
Chase moría en el auto. El miedo se siembra en lo más profundo de mi ser.
Soy un cabo suelto. Va a matarme.
—Hice lo que me pediste, vine hasta aquí. Debes prometer que no le
harás nada a Mark.
—Por qué dices su nombre... —Brad se toca la frente y respira profundo.
Yo retrocedo un paso, pero no me da tiempo suficiente de reaccionar
cuando me agarra por el brazo, luego por el cabello y me lanza a la cama.
Caigo sorprendida e intento levantarme, pero ya está sobre mí, aprisionando
mis piernas con las suyas y apuntándome con la pistola en la frente. Me
agarra un seno y lo aprieta con fuerza, luego pasea su mano por mi cuello y
mi boca. Se me escapan las lágrimas y veo su rostro borroso. Peleo, intento
quitármelo de encima, pero su fuerza es mucho mayor y me deja casi
inmóvil. Comienza a ahorcarme con sus pulgares y yo intento luchar por
aire, desesperada y aún con las muñecas atadas, consigo arañarle la cara y
sacarle sangre.
—Maldita zorra. —le quita el seguro a la pistola y me apunta.
—Brad… —dice uno de sus hombres, que entra a toda prisa y se queda
quieto al interrumpir la escena.
—¿Qué quieres? ¡Maldita sea! —dice Brad con una ira animal,
golpeando el colchón con el arma, muy cerca de mí. El rostro me quema y
las lágrimas sólo empeoran la sensación.
—Dayno quiere verte.
—¿Cómo que quiere verme? ¿Está acá? El no volvía sino hasta mañana
en la noche. —Su mirada flaquea y afloja su agarre hacia mí.
—Está en su oficina esperando.
—Estoy ocupado. Lo veré cuando termine con ella.
—Quiere que vayas ahora. —expresa el hombre delgado y con una
cicatriz en su ceja, al momento en que estudia mi cuerpo tirado en la cama.
—¡Está bien! —dice con algo de inseguridad en su voz.
El hombre me mira por un segundo, pero sube los hombros y cierra la
puerta. Brad, enfurecido. Me dedica una mirada de odio, pero se levanta y
comienza a caminar en círculos respirando entrecortadamente, me
recompongo en la cama, pero el simple movimiento hace que él saque el
arma y me apunte, saca su teléfono y habla con alguien.
—Dayno está aquí, necesito que te quedes con ella en el auto hasta que
yo vuelva. Tendré que llevarla a otro lugar... no, a mí también me tomó por
sorpresa su llegada repentina... ¡ya sé maldita sea!... espera en el auto, voy
para allá.
—Vamos. —Me toma por las tiras y me lleva nuevamente al pasillo,
apuro el paso porque Brad está caminando cada vez más rápido. Mierda.
¿Qué hago? Piensa en algo. Si vuelvo al auto quién sabe a dónde me
llevarán. Intento mover las muñecas, pero están bien pegadas a través de las
cintas.
En ese momento, uno de los hombres detiene a Brad y señala con su
cabeza un área específica del salón. A lo lejos. Un hombre con cabello
rubio le hace una seña a Brad, llamándolo, siento un frío recorrer todo mi
cuerpo cuando reconozco a la persona. Es Dayno.
Yo fui quien les puso bajo la lupa de la policía hace dos años y la que
causó la muerte de Chase, si no me mata Brad, Dayno lo hará complacido.
El miedo y el instinto de supervivencia me invaden, cuando en un acto de
estupidez, intento zafarme y correr hacia la salida para gritar por ayuda,
debe haber alguien afuera que pueda ayudarme. Mi plan dura menos de dos
segundos cuando Brad y el hombre me agarran por los brazos fuertemente,
inmovilizándome.
—No digas una maldita palabra a Dayno. Sólo sírvele. —me dice Brad
al oído, con los dientes apretados, Brad gira sus talones, puedo ver
nerviosismo en su mirada.
Prácticamente arrastrándome, salimos del salón hasta otro pasillo; Brad
me jala hasta el final, a una oficina grande y moderna con muebles color
negro y piso de porcelana color blanco, todo se ve inmaculado, nada
parecido a la decoración que vi hace unos segundos. Es la oficina de Dayno.
Me encojo conteniendo la respiración, cuando Dayno entra, luce
elegante con un traje oscuro, las manos en los bolsillos y con el cabello
rubio peinado, se le ve serio y formal, es un hombre muy alto y apuesto,
podría estar rozando los cuarenta, pero está muy bien conservado. Les pide
a sus hombres que permanezcan afuera quedando en la habitación nosotros
tres, por su forma autoritaria de dar órdenes, deduzco que este casino es de
su propiedad. Fija su mirada fría en mí y luego ve a Brad. Señala con la
cabeza mis muñecas y Brad comienza a desatarme, pero con duda en su
mirada, luce ¿intimidado?, una vez liberada y algo confundida, me acaricio
las muñecas rojas para calmar el hormigueo que me causaban las tiras
apretadas. Dayno se acerca a un tablero, aprieta unos botones y en la pared,
una puerta secreta se desbloquea, él la desliza y Brad me empuja a través de
la abertura, junto con ellos.
La habitación secreta es una versión más pequeña que la anterior, un
escritorio, unas cuantas bibliotecas con libros y un sillón pequeño para dos
personas, no hay ventanas y tras cerrarse la puerta me anticipo lo peor.
Podrían matarme en este instante y nadie lo sabría.
Dayno se sienta detrás del escritorio y enciende un cigarrillo, nosotros
nos quedamos de pie cerca de él.
—Tráeme un whiskey. Sin hielo. —me ordena Dayno, mientras señala la
pequeña mesa donde se encuentran botellas y vasos de vidrio. Titubeando,
me dirijo hasta allí y con dedos temblorosos tomo uno de los vasos.
—Seré breve, Camilo adelantó la reunión pautada del día de mañana
para hoy, necesito que cubras la zona oeste. Hay una entrega importante que
iba a supervisar y no podré estar. Paul te dará los detalles. —mientras
escucho, tomo con cuidado la gran botella de vidrio y la destapo para servir
el vaso.
—Perfecto, sólo dime a qué hora y estaré listo. —responde Brad.
—La carga parte en media hora.
—Eh... Está bien. Perfecto. —responde Brad algo desconcertado. En ese
momento giro mi cuerpo y me aproximo a Dayno para entregarle su bebida,
al dárselo, solo pude notar cómo veía mis costillas. Le da un trago a su licor
mientras yo doy unos pasos hacia atrás.
—Será mejor que vaya entonces, vamos. —me dice Brad, pero nos
vemos interrumpidos por Dayno.
—Déjala, ¿es nueva, cierto? —le pregunta a Brad.
—Sí, comenzó hoy. —miente él, en su mirada sólo veo nerviosismo.
—Será mejor que te vayas ya, yo me ocuparé de que ella reciba una
buena iniciación. —le ordena Dayno a Brad.
Brad, intentando disimular cómo su plan se fue a la mierda, se levanta y
hace una pequeña reverencia con la cabeza a Dayno, él se pone de pie, se
acerca a él y lo toma por la cabeza para darle un beso en la mejilla, estudia
su rostro y pasa uno de sus pulgares en el rasguño que le hice, Brad hace
una mueca de dolor, pero Dayno no dice nada, no le pregunta cómo o quién
se lo hizo.
—Has hecho un buen trabajo hasta ahora, si Chase estuviese aquí, de
seguro pensaría lo mismo, estoy orgulloso, Brady.
¿Brady? ¿Es su nombre real? Este último le sonríe y acciona la puerta
secreta, justo antes de cerrarse la misma con él del otro lado, pude ver su
mirada cargada de odio y nerviosismo hacia mí.
Dios mío, acabo de quedar atrapada con el demonio en persona.
Giro mi cuerpo lentamente hacia Dayno, él vuelve a sentarse detrás del
escritorio y enciende un cigarrillo, su quietud me está comenzando a
desesperar, está calmado, quizás demasiado. Tal vez si regreso al gran salón
con las demás mujeres, podría pedir ayuda a alguien o tener oportunidad de
enviar el mensaje de texto a Mark. Debo seguir mi papel de que trabajo
aquí, como dijo Brad.
—Señor, si no necesita nada más, permítame retirarme, he recibido el
entrenamiento adecuado. —digo, con la voz más neutral que puedo.
Él me estudia de pies a cabeza y logra asomar una media sonrisa
burlona. —Si es así, ¿por qué me serviste un ron, cuando claramente te pedí
Whisky?
Sostengo el aire y digo. —Lo siento mucho, no sabía que...
—Siéntate. —ordena Dayno con voz autoritaria. Yo hago lo que me pide,
me siento en el sillón más alejado de él.
—Tal vez podemos empezar con tu nombre. —dice.
—Amelia... —digo en voz bajita.
—Amelia, tengo el presentimiento que no eres una bailarina de aquí. —
Me dice con una voz áspera, pétrea.
Bajo la mirada. No sé qué diablos decir, no sé cuál respuesta hará que
salga viva de esta.
—Sí lo soy, Brad estaba....
—Él estaba empeñado en quedarse contigo, así que puedes decirme por
las buenas quién coño eres y que haces en mi casino o te saco la verdad por
las malas.
Comienzo a temblar y a llorar, si no digo algo va a matarme, lo miro y
decido hablar.
—Yo salía con Brad hace un par de años, se obsesionó conmigo y fui
secuestrada por él. —digo entre gemidos y sollozos, no puedo mencionar a
Chase.
Veo al hombre fornido tras el escritorio, al escuchar lo que le dije, pude
notar un tic nervioso en su ojo derecho; sin embargo, el resto de su rostro y
su lenguaje corporal se mantienen tranquilos. No tengo argumentos con los
cuales defenderme, estoy convencida de que más de una chica está
trabajando aquí en contra de su voluntad. Así que solo estoy sentada
viéndolo a los ojos, suplicando al cielo que me perdone la vida.
Dayno me estudia de pies a cabeza deteniéndose en el pequeño conjunto
que me obligaron a utilizar, al instante junto los brazos intentando ocultar el
teléfono celular, me siento expuesta e incómoda, bajo la mirada de deseo de
Dayno.
Respira profundamente y se pone de pie, se acerca hasta mí y yo me
encojo de miedo, temiendo que venga a ponerle fin a todo esto; por el
contrario, y para mi sorpresa, se agacha y pasa su mano lentamente por mi
torso, sobre la cicatriz que me hice en el accidente, causando que tiemble
más;
—¿Y esto? ¿Cómo te lo hiciste? —pregunta acariciando mi torso.
Mierda.
—Un accidente automovilístico, hace un par de años. —Si menciono a
Chase estoy muerta.
Me mira fijamente, aproxima sus manos hasta la diadema y suelta el
pequeño velo, dejando al descubierto mi rostro, se quita la chaqueta de su
traje y me la entrega en las manos, la tomo confundida.
—No me gusta negociar con la vida de una mujer semidesnuda,
saldremos de aquí. Si intentas algo, espero que sepas que no me tiembla el
pulso para matar a la gente, si eres inteligente, harás lo que te digo. —El
tono tranquilo de su voz no suaviza la autoridad de su advertencia. Vuelve a
apretar el código secreto y la puerta se abre, me empuja suavemente por un
codo y salimos hasta su oficina. Uno de sus hombres estaba de pie a la
espera.
—Voy al ático, preparen todo para esta noche. —Un escalofrío me
recorre todo el cuerpo, ¿Al ático? Debo permanecer aquí, debo enviar el
mensaje de texto. Dayno gira su cuerpo frente a mí y me ordena: —Camina.
Vuelve a ingresar un código de seguridad en otra pared y al abrirse veo
las puertas de lo que parece ser un ascensor. Comienza a entrarme el pánico,
no debo entrar en ese ascensor. Estoy a punto de gritar por auxilio cuando
Dayno me apunta con un arma.
—Entra, cara de ángel.
Empiezo a negar con la cabeza cuando más lágrimas comienzan a
formarse, sin darme tiempo a reaccionar, Dayno le hace un asentimiento al
hombre piel canela que estaba a mi izquierda, este me agarra por detrás
tapándome la boca y la nariz con un pañuelo húmedo. Me retuerzo muerta
de miedo, aguantando la respiración, pero es inevitable, mi cuerpo
comienza a ceder ante la brusquedad del hombre y lo último que recuerdo
antes de perder la consciencia, es a Dayno, llevándome en sus brazos y
subiéndome al ascensor.
Capítulo 14
Octubre,

Viernes, en la noche

Me cuesta abrir los ojos, pero cuando lo hago, lo primero que veo es un
techo en forma de bóveda, con frescos de ángeles pintados, bordes dorados
y mucho mármol, una lámpara de araña gigante adorna todo el centro. Me
incorporo en un sillón de tela muy suave con hilos de oro. Estudio la sala
decorada en un estilo barroco, ridículamente costosa y lujosa, todas las
paredes son de mármol claro y hay varios muebles que hacen armonía con
la decoración.
¿Por qué no estoy muerta?
Giro la cabeza buscando la puerta del ascensor cuando veo a mi derecha
a Dayno sentado en un sillón pequeño cerca del mío, se me escapa un
pequeño gemido de miedo, me acomodo la chaqueta que él mismo me dio
para cubrirme; permanece tranquilo, observándome y bebiendo algo que
luce como whisky.
—¿Cómo te sientes? —pregunta en voz baja.
No respondo nada, se levanta y yo me alejo de él instintivamente, se
sienta justo al lado mío y me alcanza un vaso con lo que podría ser agua.
Comienzo a negar con la cabeza y el insiste acercándolo más.
—Es solo agua, te hará sentir mejor.
Sostengo el vaso con desconfianza, pero al probar el primer sorbo, la
bebo toda sedienta, ¿Qué hora es? ¿Tendrán alguna idea de dónde
encontrarme? Muevo el brazo con disimulo y aún puedo sentir el teléfono
en el corpiño, eso me dice que Dayno no me tocó ni me revisó; me quita el
vaso y lo coloca de regreso en la mesita.
—En estos momentos no confío en el hombre que podía resolver las
dudas que tengo en mi cabeza. Esperaba que pudieras contestar algunas
preguntas. ¿Te importa si fumo?
—Es tu casa. —le digo con voz ronca y él enciende el cigarrillo.
—Podemos partir con el inicio de todo.
Se muestra formal y decente en toda nuestra conversación, casi como el
oficial de policía que me interrogaba hace dos años. Preguntó por mi
relación con Brad y detalles sobre su acoso desde que llegué a Miami. Le
dije que intentó prostituirme en aquel entonces, disfracé un poco los
detalles para no meter a Chase en la historia, si Dayno se entera que estuve
involucrada en el secuestro de hace dos años, me matará. Traté de conservar
la calma, pero mi instinto me decía que él sabía mucho más de mí de lo que
yo pensaba.
Cuando termina su segundo cigarrillo, lo apaga sobre un cenicero y
soltando el aire dice. —Creo que estás diciendo la verdad, Amelia. Y valoro
mucho cuando me dicen la verdad. —Respiro hondo un poco aliviada, él
apoya la cabeza sobre el mueble admirando las hermosas pinturas del techo
—. Para mí no es un secreto todas las investigaciones que han hecho sobre
mí y mis negocios; tengo mi gente adentro, que me informan de los
movimientos que hará la policía y por eso, siempre estoy un paso por
delante de ellos. Brady casi arruina un trabajo grande que estoy cocinando
aquí en Miami, por andar jugando a las escondidas. Y digo casi, porque tú
me ayudarás a que todo termine como se tenía planificado.
Levanto las cejas sorprendida, no me lo esperaba, este mafioso en serio
espera que lo ayude a delinquir, sin embargo, ¿Qué otra salida tengo? Si me
niego, no saldré viva de este ático.
—¿De qué se trata?
—Me acompañarás a una cena aquí, en una sala de reuniones con un
posible socio.
Eso suena demasiado fácil, y ¿Luego qué? ¿Luego de la cena me
asesinará porque no le soy de utilidad? Me giro para mirarlo a los ojos.
—¿Y qué papel juego yo?
—Serás mi acompañante, te lo acabo de decir. Actuarás resplandeciente
y sociable, la persona con la que me reuniré le gusta mucho una buena
charla con señoritas agradables. Tu papel me ayudará a que cuaje todo.
Sin pensarlo se me escapa. —No soy una de tus putas. —Al instante me
arrepiento por haberlo dicho. Dayno me estudia con una mirada severa,
pero se le curva el labio en una sonrisa.
—No. No lo eres, tú tienes algo que ellas no tienen. Clase. —Hace una
pausa y sigue hablando—. Soy fiel creyente de que hay que aprovechar las
oportunidades que se presentan, aunque se muestren de maneras
imprevistas. Camilo, es amante del arte y como eres artista plástico tendrás
más temas de conversación que tocar en la mesa con él, ayudarás a que se
relaje y entre en ambiente.
Involuntariamente me estremezco, en su interrogatorio no le había dicho
que era artista plástico, sabe más sobre mí y mi vida, como pensaba. Él
parece notarlo y se le escapa una sonrisa de lado.
—¿Y si me niego? —pregunto.
Dayno se ríe cansado. —No hagas que te amenace de nuevo, cara de
ángel. Ya sabes qué pasará si no me ayudas, tienes todas las de perder.
Me paso las manos por los ojos, intentando en vano calmar el ardor que
siento en ellos.
—Luego de hacer esto, ¿qué pasará conmigo? —La pregunta más
importante que ronda en mi cabeza es ¿Me matará?
Dayno se vuelve a recostar y fija sus ojos en mis labios. —Luego
veremos si me eres de utilidad.

Una mujer de unos cuarenta años, bien arreglada, morena y con ojos
oscuros llega con un vestido en sus manos y un maletín cuadrado.
—El amo me pidió que te preparara para la cena, acompáñame.
Me pongo de pie y la sigo por un pasillo que contiene dos puertas a
ambos lados, abre la primera puerta y es un cuarto de baño con una bañera
en medio. Toda la decoración es parecida a la sala, mármol, bordes dorados
y mucha clase.
—Desnúdate y entra en la bañera. —ordena la mujer.
La observo tranquila, pero por dentro estoy en pánico, si esta mujer se
queda aquí descubrirá que llevo encima el celular y mi plan de pedir ayuda
se irá al demonio. Intento sonar razonable.
—¿Puedes darme algo de privacidad?
—Estas casi desnuda, ¿qué diferencia hará? —dice ella seria.
—Por favor, te juro que no intentaré nada. Sé que me matará si intento
pasarme de lista. —Le miento, pero se me escapa una lágrima porque lo
segundo que le dije es completamente cierto.
La mujer me mira, molesta; pero en sus ojos veo algo de compasión. —
Te daré diez minutos, tengo la llave del baño, ni siquiera intentes ponerle
seguro. En diez minutos entraré, estés lista o no.
Asiento y le doy las gracias. Ella cierra la puerta y con rapidez me saco
el celular del sostén. Lo enciendo rogando que aun conserve algo de batería.
5%, son casi las 11 de la noche, eso quiere decir que estuve inconsciente
alrededor de dos horas. Todavía siento la cabeza entumecida y embotada.
Vuelvo a enviar la foto pero esta vez, en el mensaje de texto le cuento todos
los planes de Dayno y su cena con Camilo y de este “trabajo grande” del
cual formaré parte.
Los dedos temblorosos hacen que me equivoque en las teclas que
presiono y tengo que escribir las palabras de nuevo. El teléfono comienza a
alertarme que se apagará si no lo conecto. Le doy a “Enviar” y espero a que
se envíe el mensaje, cada segundo que pasa siento la muerte más cerca,
temo que vaya a apagarse antes de enviarlo, hasta que aparece “mensaje
enviado” y respiro con más calma. Busco rápido un lugar donde
deshacerme del móvil. Levanto la tapa del tanque del inodoro lo más
silencioso que puedo y lo lanzo allí. Me desnudo y entro en la bañera que
ya estaba preparada, rogando que mi plan salga bien.
Diez minutos después, estoy envuelta en una toalla y la mujer me lleva a
la segunda puerta, una habitación al estilo victoriano con tonos blancos, en
el medio, reposa una cama con una gran cabecera elaborada y detalles en
madera con flores talladas, paredes tapizadas con tonos pasteles, mesitas de
noche, escaparates y un mueble largo que hace juego con la hermosa cama,
todo es precioso, como salido de una película francesa de época.
Se pone a trabajar y me ayuda a ponerme el vestido. Me coloca la parte
superior, que es una pieza manga larga con mucha transparencia y guipur
colocado sutilmente en el pecho para cubrirlo, el escote es abierto, pero
logra verse decente. La espalda queda completamente descubierta hasta el
inicio de la falda a la cintura de seda negra, ésta, tiene una abertura en la
pierna izquierda que llega a la mitad de mi muslo, no es tan atrevida como
la falda que tenía hace poco. El vestido completo es elegante, atrevido y
costoso, todo en color negro. Me subo a unos tacones negros con cintas
sencillas, me maquilla oscureciendo mis ojos y pintando mis labios de un
rosa pálido, se detiene más del tiempo normal, tratando de tapar el moretón
en el cuello que apareció por culpa de Brad; me peina el cabello hacia atrás,
dejando mechones ondulados caer por mi rostro.
En ningún momento me habla o me muestra algo de compasión como
hizo en el baño, hace su trabajo robóticamente. Me dirige la palabra solo
para pedirme que me quite la banda elástica de la muñeca, con lo que le dije
un no rotundo, ella levanta los hombros en señal de indiferencia y continúa
con mi cabello. Cuando está conforme con mi aspecto me dice en voz baja.
—Eres una mujer muy bonita, si haces lo que el amo te ordene puede
que sigas con vida. Aunque no lo parezca ahora, esta vida es más fácil. Él la
hace fácil.
No respondo nada. Porque me rehúso a quedarme aquí. Ella suelta el aire
y me ordena que espere en la sala.
Camino mecánicamente hasta allí, intento calmar mi pulso con varias
respiraciones. No funciona. Al llegar, me encuentro con Dayno, que está
igual de elegante vestido de negro, con su cabello rubio peinado hacia atrás.
Se acerca hasta mí y tras estudiarme, asiente con aprobación.
—Como dije, clase.
Me guía hasta el ascensor y comenzamos a descender. Pienso en qué
estrategia utilizarán para rescatarme y atrapar a Dayno o si podrán llegar a
tiempo, antes de que me maten. Llevamos varios segundos descendiendo y
aún no nos detenemos. ¿Iremos a un sótano quizás? La tensión en el
ascensor aumenta, Dayno está quieto y yo balanceo mi peso de un pie a
otro.
Cuando se abren las puertas, Dayno me ve al rostro y me dice:
—Camilo folla con cualquier mujer que se le atraviese y luego las
asesina asfixiándolas, es su fetiche. Si te quieres pasar de lista, él estará más
que complacido de tomarte. Si haces todo lo que hemos ensayado, puede
que salgas con vida de aquí, conmigo.
Un conjunto de lágrimas comienza a formarse, pero me obligo a asentir
y tratar de mantenerme en el papel que estoy a punto de interpretar.
—Camilo nos espera, vamos. —Me ofrece su brazo, yo lo tomo
comenzando con la actuación.
Veo un salón de reuniones moderno, nada parecido con la decoración del
ático de Dayno; por el contrario, la habitación es amplia, con una mesa de
vidrio ya servida con fina vajilla; las paredes vestidas con paneles negros,
dan intimidad a pesar de lo grande que luce toda el área. Hay dos
mesoneros que nos asienten dándonos la bienvenida.
Al acercarnos, uno de los mesoneros nos ofrece una copa de champán
espumosa, que acepto para calmar mis nervios.
Un hombre como de la edad de Dayno se acerca y lo saluda con un
amistoso abrazo, es de piel aceitunada con ojos muy verdes, con mis
tacones casi alcanzo su estatura; al verme, se aparta de su quizás, futuro
socio y con evidente interés me besa una mano presentándose, yo intento
mostrarme lo más adorable posible, aunque por dentro las náuseas
comienzan a formarse.
—Ven preciosura, vamos a cenar. —Yo suelto una risita fingida y
acompaño a los dos hombres a cenar.
Dayno tenía razón, Camilo se muestra cómodo y alegre durante la cena
por mi presencia, hablamos de varios temas relacionados con el arte, es un
experto en pinturas y ha ayudado en algunas falsificaciones famosas de las
que ya yo tenía conocimiento, intervengo con soltura en la conversación
hablando sobre las técnicas utilizadas para falsificar dichas obras. Estoy
impresionada en la naturalidad con que me cuenta sus crímenes con cada
copa de champán que toma; Dayno se relaja al ver a su futuro socio más
suelto y relajado. Me sonríe con complicidad, aprobando el buen trabajo
que estoy haciendo. Yo por mi parte estoy cada vez más nerviosa, la cena se
está alargando y yo apenas he podido probar bocado, siento como si fuese a
vomitar solo de pensar en qué pasará después de la reunión.
—Dayno, de saber que ibas a traer a esta joya me habría reunido mucho
antes contigo, muy pocas personas que conozco entienden la falsificación
de obras y hablan sobre ella con tanto conocimiento. —Dayno le sonríe y se
lleva la copa a los labios, y yo suelto otra risita.
—No soy experta en el tema, pero algo conozco. —le respondo.
—Además, eres exquisita, mira ese cuello. —Repentinamente, aparta
con su mano unos mechones de mi cabello y pone su mano en mi cuello,
abrazándolo y tomándome por sorpresa. Intento no temblar, pero luego
coloca sus dedos en mi pulso acelerado, mostrando una sonrisa, como si le
excitara saber que estoy asustada. Dayno se muestra serio.
En ese momento llega el camarero para llevarse nuestro último plato. El
aparta su mano y como si nada, comienza a contarnos una anécdota con una
obra falsificada que compró a un alemán y resultó ser verdadera. Dayno por
debajo de la mesa me aprieta la mano, al encontrarme con su mirada puedo
entender que ya es hora de terminar con los juegos y entrar en los negocios.
—Caballeros, si me disculpan voy un momento al tocador. —Dayno se
levanta para apartar mi silla educadamente, pone su mano en mi espalda
baja guiándome, le sonrío para continuar con la actuación.
—No tan pronto, dulzura, apenas estamos comenzando. —dice Camilo,
tomando mi mano. Yo miro a Dayno, que aprieta su mandíbula, pero le
sonríe.
—Amelia volverá en unos minutos. —le responde Dayno.
—Ya veo que no la quieres compartir, es tan típico en ti.
Ambos hombres se atraviesan con las miradas y luego se unen en una
carcajada, como recordando una anécdota del pasado, yo solo quiero
desmayarme ahora mismo. Dayno pone su mano en mi cadera y me guía
hasta atravesar una puerta, caminamos unos metros por un pasillo y una vez
en la intimidad me susurra.
—Quédate en el tocador hasta que yo te vaya a buscar, no intentes nada,
tengo cámaras en todo el sitio, puedo chasquear los dedos y mis hombres
vendrán de inmediato. —Me amenaza, por supuesto que hay cámaras y por
supuesto que tiene a disposición a un montón de matones.
—Está bien. —le digo.
Vuelve a acercarse a mí, titubeando y toma mi rostro con sus manos, con
un pulgar me acaricia el labio haciendo que tiemble de miedo; sin embargo,
no muestro ninguna expresión y me obligo a sonreírle levemente.
—Lo hiciste bien, ve allí.
Quiere estar en tus pantys. Me dice mi subconsciente, resaltando lo que
ya había estado percibiendo.
Me enseña una puerta con la señalización de “damas”. Mantengo el paso
firme, hasta la puerta y antes de entrar me fijo en las esquinas donde están
instaladas las cámaras de seguridad que me habló Dayno. Al entrar, reviso
que se encuentre completamente vacío; de nuevo, no hay ventanas, solo un
pequeño ducto de ventilación; el baño es igual de moderno, en tonos
blancos y granito negro, hay un diván blanco descansando en la esquina;
busco en todas partes alguna cámara de seguridad, no hay ninguna.
Comienzo a caminar en círculos desesperada, la presión de actuar todo
este tiempo es agotadora. Pretender ser agradable y jovial cuando en el
fondo sabes que vas a morir es casi imposible; pero lo logré por ahora y
Dayno parecía conforme con mi actuación, solo tengo que ganarme su
confianza o su compasión; puede matarme, o deshacerse de mí
entregándome a Camilo, ahora mismo podrían estar ofertándome como
parte de sus negocios.
Estoy de frente al espejo intentando encontrar una salida, si salgo me
descubrirán y perderé los pocos avances que he hecho para ganarme la
confianza de Dayno, aprieto los puños hasta que las uñas se me clavan en la
palma de las manos. ¿En qué momento mi vida se convirtió en esto? Me
veo al espejo, por fuera me veo perfecta, no puedo reconocer a la persona
que se refleja; pero por dentro, estoy aguantando las ganas de llorar y de
convertirme en un ovillo en el suelo. Siento como si mi cuerpo tomara el
control de mi ser, como un robot, en automático y fuera de mi misma.
Estoy por perderme y entrar en otro ataque de ansiedad, cuando me fijo
en la banda elástica, recuerdo las palabras que me dijo Mark cuando la
deslizó por mi muñeca, respiro profundo y cierro los ojos con fuerza,
intentando calmar las lágrimas, estiro con mis dedos el elástico y lo suelto
contra mi piel, sintiendo como el elástico la pincha, dejándola sensible, de
algún modo lo encuentro reconfortante.
—Eres real, esto es real. —me repito en voz baja hasta que mi
respiración comienza a calmarse.

Estoy sentada en el diván esperando, cuando oigo a alguien tocar la


puerta, cuando se abre, Dayno entra con una sonrisa de oreja a oreja,
aplaudiendo. Tengo tanto miedo de lo que pueda decir, que no sé si su
expresión es por buenas noticias o malas para mí.
—Estuvo tan satisfecho por tu compañía que llegamos a un acuerdo muy
conveniente. —Su aliento huele a whisky y tabaco, estuvieron bebiendo
algo más fuerte mientras estuve aquí en el baño. ¿Ese acuerdo conveniente,
incluye que me entregue a Camilo?
—Es bueno saberlo. —le digo, fingiendo una sonrisa.
—Volvamos, Camilo quiere despedirse de ti, me hizo prometerle que
volveríamos a cenar para charlar más sobre el arte. —Puedo ver un brillo en
sus ojos, cuando implícitamente dijo que me quedaría con él. Los músculos
de mi espalda se relajan un poco, no me entregará a Camilo, pero ¿Qué
cosas es capaz de hacer Dayno? Podría ser hasta peor que él.
Me toma de la mano y salimos del baño, nos despedimos de Camilo, que
me toma en brazos y me da un beso en el cuello. Yo disimulo el terror y la
repulsión. Se marcha, escoltado por tres hombres.
—Sólo nos falta una última reunión, acompáñame. —vuelve a entrelazar
sus dedos con los míos y me lleva hasta una sala de estar pequeña. ¿Y ahora
qué? Esperamos un par de minutos, en los que Dayno se fuma un cigarrillo
y toma otro Whisky hasta que, por una puerta, entra Brad. Vuelvo a
ponerme en tensión, más de lo que ya estaba. Brad me mira confundido,
quizás al verme vestida diferente… y viva.
Dayno se pone de pie y lo recibe, le pregunta por el trabajo y Brad
contesta que todo terminó según lo planeado. Después cambian de tema y
enfocan su atención en mí.
—Brady, Amelia me ayudó muchísimo con Camilo, ¿dónde conseguiste
a esta chica tan espléndida?
Mierda, Dayno está jugando con Brad, sopesando sus respuestas.
—Eh... ya sabes, yo solo me muevo con gente de calidad. Amelia es una
de las mejores, yo sabía que haría un buen trabajo.
—Siéntate, conversemos. Amelia, sírvele un trago a Brady, se lo merece.
Hago lo que me pide robóticamente, ¿Qué rayos planea hacer Dayno? Le
entrego el vaso a Brad y me alejo unos pasos.
Dayno le da una calada al cigarrillo y puedo ver cómo la brasa brilla
cuando aspira, suelta el humo y su mirada se pierde entre los aros que va
dejando en el aire.
—Hemos pasado por mucho tú y yo, Brady...
—Así es, pero los negocios han ido mejorando mucho. —responde él,
tratando de sonar relajado.
Dayno asiente y mira el techo, luce perdido en sus pensamientos.
—Hace dos años, debía hacerse una entrega a Inglaterra, era tu trabajo
hacerlo ¿lo recuerdas?
Brad, mostrándose confundido le responde. —Así es, viajé a Inglaterra y
pude hacerlo. —responde con ánimos y Dayno asiente.
—Pero en el proceso quisiste ser avaricioso y matar a dos pájaros de un
solo tiro, ¿me equivoco? —Su voz ronca y baja me causan escalofríos por
el cuerpo.
—¿A qué te refieres? —pregunta Brad nervioso, paseando su mirada
entre Dayno y yo.
Dayno me señala con la cabeza. Y yo comienzo a temblar mucho más.
—No… no es así, conseguí una oportunidad de ayudarles en el otro
negocio, ella era perfecta. —Brad comienza a ponerse nervioso, los dos
hombres hablan como si yo no estuviese en la habitación.
—Estabas buscando tu propio beneficio. —afirma Dayno calmado,
soltando el humo tras otra calada, estudiándolo, meditativo—. Y ahora, dos
años después, sigues buscando tu propio beneficio. —le acusa, pero se
mantiene sereno.
—¡Te equivocas!, yo solo quiero lo mejor para la organización.
—Mis hombres me dicen que tú mataste a Marco. —De nuevo puedo ver
el tic en su ojo derecho.
—Ellos solo quieren el puesto que ocupaba Marco, yo jamás lo mataría,
Dayno, vamos, tú me conoces. —Comienza a mover los brazos
frenéticamente, esto no está saliendo como él esperaba y yo estoy en el
medio de esta pelea de mafiosos.
—¡Y ahora, la policía, la DEA y el maldito servicio secreto están tras
nosotros, solo porque tú no pudiste alejarte de las bragas de una mujer! —
Dayno se levanta y grita tan fuerte que retrocedo un paso sobresaltada.
Rápidamente, como un animal salvaje y lleno de ira, saca su arma del
pantalón. En un movimiento rápido me apunta en la cabeza. Yo retrocedo
otro paso hasta chocar con una pared, la sala de estar es tan pequeña que
apenas me separa un metro de Brad. Segundos después y luego de otro tic
nervioso, mueve la pistola hasta la cabeza de Brad.
—Vamos amigo… baja el arma, tú sabes quién soy, sabes que no lo haría
tu eres como un padre para mí, Chase y yo éramos como hermanos. —dice
Brad levantando las manos, con la mirada nerviosa fija en la pistola.
Tras unos segundos de miradas intensas, el hombre baja el arma
lentamente, recuperando su rostro indescifrable; después asiente con
cabeza.
—Si era como tu hermano. ¿Por qué lo dejaste morir aquel día?
Brad abre los ojos como platos. —¡No creas lo que ella dice! Yo... había
demasiada sangre, no había nada que hubiese podido hacer.
—Ella no me dijo nada. Tú acabas de confirmar todas mis sospechas.
En ese instante, Brad intenta sacar el arma que tenía en la pretina del
pantalón, pero Dayno es más rápido, le apunta en la cabeza y aprieta el
gatillo; me tapo los oídos tras el ruido tan fuerte que generó el proyectil y
un segundo después, veo el agujero en la pared junto a Brad. Todo ocurre
demasiado rápido y de repente Brad acciona el seguro de su arma y le
dispara a Dayno.
Sorprendido, deja caer su cuerpo sobre el piso, con la mano en su pecho.
Brad pierde el control cuando comienza a agarrarse la cabeza y corre hasta
Dayno para intentar detener la hemorragia. Pero hay demasiada sangre que
comienza a arremolinarse en el suelo manchando la alfombra.
Estoy en estado de shock, llena de escalofríos, solo puedo estar de pie,
observando la sangre y los ojos inertes de Dayno, sintiendo las crecientes
náuseas dentro de mí. Dayno ha muerto, y ahora estoy atrapada con un
monstruo. Brad se desparrama en la silla del escritorio y después de pasarse
las manos por la cara, fija su mirada asesina en mí.
—Mira lo que me hiciste hacer. —susurra con voz asesina.
Un segundo después, se comienzan a escuchar disparos en la distancia,
uno de los hombres se acerca apresurando el paso hasta nosotros, queda
perplejo al ver el cuerpo de Dayno en el suelo, pero al parecer está del lado
de Brad, porque pasa de él y le dice algo al oído que apenas puedo entender.
—Es la policía, vienen por la chica, lo saben todo. —Un destello de
esperanza comienza a crecer dentro de mí, pero se desvanece al ver que el
rostro de Brad se endurece en un gesto de rabia.
—Prepara el auto. —ordena en voz baja. El hombre se marcha corriendo,
hablando por el radio, ladrando órdenes.
Retrocedo y comienzo a huir, pero Brad es más rápido y me agarra por el
brazo, con su mano libre me agarra por el cuello y me estampa con fuerza
mi cabeza contra la pared de concreto. Gimo de dolor y me desoriento,
comienza a ahorcarme haciendo que me fallen los pulmones y broten
lágrimas de mis ojos. Intento con todas mis fuerzas patalear o golpearlo,
pero mis músculos son gelatina frente a la fuerza bruta de mi agresor.
Me ve con una mirada asesina pero repentinamente, su rostro se suaviza
y va aflojando su agarre, abriendo mi garganta y dejando entrar el oxígeno,
boqueo por aire, pero mi intento por llenar mis pulmones de vital oxigeno
se ven interrumpidos por un beso agresivo, reclama mi boca y me jala el
cabello violentamente, haciéndome daño. Recojo toda mi fuerza y la
concentro en un rodillazo que le atino en la entrepierna. Brad ruge de dolor,
haciendo que ambos caigamos al suelo, mientras yo toso buscando más aire,
instintivamente coloco mi mano sobre mi cabeza y cuando la veo está llena
de sangre.
—Maldita perra, voy a matarte. —Su voz está inyectada con odio hacia
mí.
Se pone de pie y me patea en las costillas tan fuerte que veo todo negro y
me encojo de dolor ante el terror que estoy viviendo, vuelve a patearme y
gimo en respuesta apretando los ojos y rogando en mi cabeza que pare.
Para mi fortuna, uno de sus hombres viene a detenerlo cuando va a
acertarme la cuarta patada, le dice que el auto ya está listo y que no pierda
más tiempo, lo demás no puedo entenderlo, estoy desorientada y adolorida.
El pasea su mirada delirante por mi cuerpo doblado y apenas consciente.
—Llévala, no he terminado con ella. —dice limpiándose la boca y
peinándose el cabello, respirando entrecortadamente.
El hombre me levanta del suelo y yo grito de dolor por los golpes que
recibí, hace caso omiso a mis quejas y me carga para comenzar a correr con
Brad; otro hombre habla por un radio dando instrucciones sobre llevar el
auto a la salida 4. Recorremos varios pasillos, que parecen un auténtico
laberinto, al doblar a la esquina escuchamos unos disparos provenir del
final del pasillo.
—Ya están aquí, ve por la salida 8, habrá un auto esperándote. —le
indica el hombre que me está cargando, a Brad.
—Suéltala, me la llevo. —dice refiriéndose a mí.
—Vienen por ella, si se la damos distraerán su atención de ti por unos
minutos, podrás escapar fácilmente.
—¡No! Se viene conmigo. —ordena casi gritando, como un maniático.
El hombre me baja y aprieto el rostro por el dolor de mi cuerpo en
movimiento, siento punzadas en las costillas, en la cabeza y estoy
comenzando a ver borroso. Brad me jala y me obliga a correr, apenas puedo
seguirle el paso por las largas zancadas que da, me mantiene amenazada
con una pistola que reposa sobre mi cabeza sangrante, tengo una mano
presionando mis costillas, intentando calmar el dolor que se concentra allí.
Al llegar a una puerta, me jala por el cabello y se dirige hasta mí.
—No sé cómo, pero gracias a ti, la maldita DEA está irrumpiendo en el
casino, no pienso entregarte porque sabes mejor que nadie qué pasó ese día.
Tienes que pagar.
Lo miro aterrorizada, rogando al cielo salir viva de esta. Abre la puerta
de una patada y la brisa nocturna me acaricia el rostro, haciendo que sienta
más náuseas. Salgo primero, con Brad atrás de mí, aprisionando mis manos
y apuntándome a la cabeza. Caminamos hasta uno de sus autos lujosos, que
aguardaba por nosotros.
Cuando nos acercamos más, veo que la puerta del piloto está abierta y el
chofer está desmayado en el piso, con la nariz sangrante. La adrenalina
comienza a dispararse y me pongo tensa cuando empujo con mi cuerpo a
Brad en un intento de derribarlo, al sorprenderlo de ese modo, se le escapa
un disparo, el sonido roza mis oídos tan cerca que instintivamente me tiro al
suelo, la conmoción me dura varios segundos. Volteo la mirada y es como si
el tiempo se hubiese paralizado frente a él.
Mark.
Mark lo sorprende por la espalda y lo empuja hasta el auto, golpea su
muñeca contra el capó haciendo que suelte la pistola, una vez desarmado,
Mark se convierte en un animal salvaje y comienza a golpearlo hasta
derribarlo al suelo, se trepa sobre él y comienza a pegarle en la cara. Brad le
devuelve un puño y se lo encaja en la mandíbula, Mark no parece ni
inmutarse, está poseído por una fuerza sobrehumana. No puedo gritar, estoy
paralizada en el suelo.
Brad reúne fuerzas y empuja a Mark, colocándose sobre él, golpea sus
costillas y su cara. Estoy aterrada viendo la escena; por la puerta donde
salimos, se escuchan más detonaciones y gritos. Si uno de sus hombres
viene, matarán a Mark.
Instintivamente tomo el arma que había caído en el suelo y me levanto
con esfuerzo, las manos me tiemblan cuando sostengo el pesado objeto.
Apunto a Brad, pero Mark se da cuenta de lo que estoy haciendo y le da un
fuerte codazo en el estómago haciendo que afloje su agarre y lo suelte. Lo
sigue golpeando y temo que pueda matar a Brad, que está cubierto de
sangre y su rostro comienza a hincharse.
La policía comienza a golpear un portón grande que da a la salida del
estacionamiento, intentando derribarlo, Brad no tiene escapatoria; de la
puerta del edificio, salen cerca de diez oficiales con trajes color negro y
cascos especiales, llevando además, armas grandes; algunos de ellos
apuntan hacia mí, porque estoy armada.
Al tener las miras apuntándole y por ver el cuerpo sangrante y malherido
de Brad en el suelo, Mark se separa de él y levanta las manos ante las
órdenes de los policías, que también le apuntan con sus armas. Yo en
cambio, no dejo de apuntar a Brad.
—¡Suelta el arma! —me grita uno de los oficiales.
Brad desesperado, al darse cuenta de la orden del oficial, voltea su
mirada hasta mí y con ojos asesinos, saca de la bota de su pantalón un arma
más pequeña. Mark abre los ojos sorprendido y forcejea con Brad,
intentando alejar el arma que tiene apuntando hacia mí; pero es muy tarde,
cierro los ojos con fuerza cuando escucho dos disparos y dejo caer el arma
conmocionada.
Cuando me atrevo a abrir los ojos, todo comienza a desarrollarse en
cámara lenta. Mark se lanza sobre Brad golpeándolo violentamente y
haciendo que suelte el arma. Más policías derrumban el portón y entran
armados corriendo y gritando órdenes.
Tres hombres fueron necesarios para separar a Mark de Brad; a éste
último, le colocan las esposas y con el rostro lleno de sangre comienza a
gritar incoherencias y a reír como un desquiciado. Se arrodilla en el suelo
rindiéndose, sube la cabeza y con una mirada satánica, me sonríe satisfecho,
tiene la camisa blanca ensangrentada, con un orificio en el brazo del cual
brota sangre. ¿Disparé yo?
En ese instante, comienzo a ser consciente de mi cuerpo. Una de mis
manos está cubriendo mi hombro izquierdo, cuando la levanto para ver mi
piel, veo que el pequeño orificio destrozó el tejido del vestido y ahora brota
sangre por montones. La adrenalina baja, cuando me fallan las piernas y
antes de caer al suelo, Mark empuja a los oficiales y me atrapa con cara de
pánico.
—¡Amelia! —dice sosteniéndome con cuidado en el pavimento, se raja
parte de su franela para presionar mi herida con la tela y así evitar que siga
desangrándome, chequea mi cabeza y al ver más sangre, sus ojos se pintan
de terror.
Todo mi cuerpo comienza a llenarse de dolor y todo comienza a sentirse
más vívido, más real. Puedo sentir los dedos de Mark rozando mi piel con
cautela y la vibración que emite su pecho cuando grita pidiendo por una
ambulancia; puedo sentir las punzadas de dolor martillando mis costillas,
mi hombro y mi cabeza; puedo saborear las lágrimas saladas que derramé y
se resbalaron por mi boca; todo duele y no puedo permanecer con los ojos
abiertos un segundo más.
—No, cariño, abre los ojos, tienes que mantenerte despierta, tuviste una
conmoción muy fuerte en la cabeza. —Mark me acaricia la mejilla
llamándome, pero me duele abrir los ojos, me duele respirar.
—Mark… viniste. —Es lo único que logro articular, con los ojos
entrecerrados puedo ver su franela salpicada en sangre.
—Claro que vine, no podía estar un segundo más viendo a los policías
proceder a su modo.
—Pensé que Brad te tenía… por eso salí de casa.
Mi chico acerca su cuerpo y me besa en la frente. —No pienses en eso,
vamos a ocuparnos de tus heridas, todo saldrá bien, ya todo terminó.
—Duele…
Llegan unos paramédicos con una camilla, me mueven a ella con
cuidado, pero el movimiento en las costillas al levantarme hace que chille
de dolor y coloque mis manos en las costillas donde recibí los golpes,
vuelvo a cerrar los ojos, débil. Alguien rasga mi vestido por el torso donde
coloqué mis manos, para verificar mis heridas, haciendo que sienta la piel
caliente cuando la brisa roza la parte desnuda. Puedo escuchar el grito
ahogado de angustia de Mark, al verme destrozada por fuera.
“Herida de bala sin salida, en el hombro izquierdo”, “Puede tener una
hemorragia interna por los golpes”, “Debemos inmovilizar el cuello”,
“También tiene una herida abierta en la cabeza”.
Me suben en la ambulancia, abro los ojos para encontrar a Mark a mi
lado y veo una herida en su brazo.
—Tu brazo… —digo con terror.
—La bala de Brad me rozó, estoy bien, no te asustes. —me dice,
apretando mi mano.
Vuelvo en mí, cuando la ambulancia hace un giro brusco, vamos a toda
velocidad, puedo escuchar las sirenas y los paramédicos ocupándose de mí,
Mark me ha hablado todo este tiempo y apenas puedo responderle con
gemidos o moviendo los dedos.
—¿Mark?...
—Aquí estoy, nena. —susurra, intentando calmarme.
—Lo siento… tuve que pincharme con la banda, no fui tan fuerte.
—Está bien, preciosa. Fuiste muy fuerte y muy valiente, estoy orgulloso
de ti. —Su voz se quiebra, no quiero que sufra más por mí culpa.
—Fue solo una vez… después no hizo falta. —Necesito que sepa, me
pinche una sola vez, solo una. Mi voz suena más apagada cada vez, no
puedo más.
Mark se inquieta cuando vuelvo a cerrar los ojos, agotada. —Cariño, no
te duermas, despierta… ¿Amelia?...
Capítulo 15
Finales de Octubre

Han pasado muchas horas, quizás días, lo sé, porque siento el calor del
sol del lado derecho y otras veces, está tan frío, que creo que ya es de
noche. Trato de abrir los ojos, pero se me hace imposible, solo me quiero
dejar llevar, quiero el sol, quiero el calor. He dormido, pero todo duele y
hace frío, me congelo.
En una hora que es fría, el calor me agarra de la mano, pero no puedo
verlo; sin embargo, se que su luz me cegará y por eso, me digo que es
mejor tener los ojos cerrados.
“¡Tengo frío!”. Quise gritarle al calor que está en mi mano. Y quizás me
ha escuchado, porque contesta bajo y suave: —Estás helada.
De repente, el calor se va y trato de aguantar, tiemblo y quiero llorar
pero por alguna razón, no puedo. Que se termine, por favor, ruego. Me
siento sola y caigo, caigo, caigo; pero unas manos se acunan en mis
mejillas, haciéndome volver, llevándome con él hasta el calor. Me aferro a
esa sensación, para dejar de temblar y para no caer más. Su mano es
caliente y reconfortante, hace que el dolor se aleje.
Él es el sol, tiene que serlo, me convenzo; me toca la mano y la mejilla,
enviando calor, calor, calor, me sostiene y me llama por mi nombre. Las
demás partes de mi cuerpo me duelen y él lo sabe, por eso no me da calor
allí.
—Estoy aquí, preciosa. —me habla el sol.
Me quedo dormida, cuando el segundo sol sale por el lado derecho una
vez más.


Escucho una voz desconocida, habla sobre mi buen progreso, entonces,
¿Por qué es tan difícil moverme? Hay una capa de distorsión volando sobre
mi cabeza, hace difícil distinguir las voces en la habitación. Afino mi oído
para escuchar la voz de mi padre. ¿Volaron hasta aquí?
—¿Cuánto tiempo más cree que estará inconsciente?
—Con cada paciente es diferente, las heridas de Amelia fueron muy
graves; la lesión más delicada fue la fractura en la costilla, creímos que el
golpe había comprometido los órganos, pero ya está fuera de peligro.
—¿Y qué hay de la bala que recibió? —Mi madre también está aquí, su
voz suena muy preocupada y cansada. Mamá, estaré bien. Dame tiempo.
—Logró extraerse sin problemas, al igual que los fragmentos que arrojó.
El golpe de la cabeza también fue tratado con éxito, la tomografía y la
radiografía no mostraron anomalías o fracturas, solo un edema cerebral
leve. Solo necesita descansar, sufrió muchos traumatismos, físicos y
emocionales; lo mejor por los momentos es mantenerla sedada mientras
vemos el avance de su recuperación.
Siguen hablando e intento concentrarme en sus voces, pero comienza a
dolerme todo el cuerpo, como si una aplanadora hubiese pasado sobre mí;
trato de moverme, en un intento por calmar el dolor y hacer que
desaparezca, pero estoy paralizada. Vuelvo a quedarme dormida, cansada de
pelear con el dolor.

—…y entonces, el descarado me invitó a su apartamento, ni siquiera se


acordaba de mi nombre, eso te lo puedo asegurar. —¿Jess? ¿También voló
hasta acá? Presto atención a lo que dice, pero me pierdo muchos
fragmentos.
—…juntas al Spa del que te estoy hablando, lo que necesitas son unos
días de relajación con manicura incluida y un día de shopping...
—…te pondré esto, los hospitales no se preocupan por estos pequeños
detalles, no le digas a nadie que fui yo. —Levanta la mascarilla de oxígeno
que me pusieron y siento su dedo deslizarse por mis labios, aspiro el olor a
cereza. Protector labial.
—…Estas sábanas blancas necesitan color, no me dejaron traer el
cobertor rosado que usábamos en nuestras pijamadas. —Sonrío, pero
ningún músculo en mi rostro se mueve.

Levanto mis parpados pesados y la habitación está vacía, sumida en la


oscuridad; escucho el sonido que emite el monitor del electrocardiograma
marcando mi pulso constante, hay unas bolsas guindadas que se conectan
hasta la intravenosa que colocaron en mi mano. Muevo mis ojos y hay
varios ramos de flores y globos de “Mejora pronto”. Intento mover un dedo,
ahora junto los dedos de la mano suavemente en un puño, hago el mismo
ejercicio con los pies.
Enfoco la vista hasta mis muñecas y no veo la banda elástica que me dio
Mark. La tristeza comienza a llenarme el pecho.
Mark.
¿Por qué no puedo recordar su voz en la habitación como la de mis
padres o la de Jess? ¿Ha venido a verme? ¿Qué pasó después de que me
dispararon? Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos sin parar. Necesito
la banda, necesito saber que eres real Mark, te necesito.
Alguien abre la puerta pero antes de ver quién entra, me dejo llevar de
nuevo por un sueño profundo.

—…Puede ser en cualquier momento, los sedantes han sido retirados, así
como el oxígeno, ya depende de ella…—dice la enfermera.
—Mark, ¿Por qué no vas a descansar? No te has despegado de Amelia,
ve a casa y prepárate para cuando ella despierte. —Es la voz de mi madre.
¿Mark está aquí?
—No quiero dejarla. —dice en voz baja.
Su voz envía cascadas de alivio a todo mi cuerpo, es real y está a mi
lado, está bien, está aquí.
Abre los ojos, me muero por verte, Mark.

Alguien sostiene mi mano, la acaricia y la besa constantemente. Puedo


sentir la barba incipiente raspar mis dedos cuando le da un beso a cada uno.
Mark. Aun sin verlo, tengo la certeza de que es él.
—Los doctores no dejan que te coloque la banda, cariño. Pero estoy
aquí, puedes abrir tus ojos y ver que soy real, no voy a desaparecer. —suena
muy triste.

Abro los ojos poco a poco; por la ventana, el sol se está poniendo, los
matices rojizos bañan toda la sala haciendo que se vea más cálida y sin
embargo, tengo mucho frío, a pesar de estar arropada.
Comienzo a sentir hormigueos por las yemas de mis dedos, veo a Mark,
su cabeza reposa sobre la cama cerca de mi mano. Está dormido. Alargo mi
mano y rozo su barbilla; abro la boca para hablar, pero mis cuerdas vocales
están oxidadas, lo que se escapa de mi garganta es un gemido suave.
Mark salta de la silla y al encontrarse nuestras miradas, se me escapa una
lágrima.
—Amelia… —Su voz ronca combina con su rostro cansado.
Intento hablar pero es difícil, tengo la garganta tan seca, que solo tragar
saliva duele. Mark se da cuenta y me coloca en los labios un cubito de hielo
que tenía preparado en una hielera junto a la cama, el líquido se desliza por
mi garganta aliviándome.
—¿Cómo te sientes? —me dice esperanzado.
—Aún me siento dormida… como en un sueño. —Mi voz es frágil y
apagada.
Mark se ríe débilmente, me acaricia una mejilla y se acerca con cuidado
para darme un beso en los labios. Su contacto se siente como estar en el
cielo, mi cuerpo hormiguea y se despierta tras sentir su calor y su aroma.
Este beso no puede ser un sueño, estoy renaciendo.
—Te amo, Amelia. Te amo. —dice una y otra vez.
—Te amo, Mark. —Reprimo las lágrimas, pero una se me escapa. Él la
limpia con su pulgar y pega su frente de la mía; de repente, algunos
recuerdos me golpean y el miedo comienza a crecer en mí.
—¿Brad? ¿Lo atraparon?
—Shhhh, tranquila nena. Está tras las rejas. No volverá a hacerte daño.
Se terminó.
Tengo tanto por preguntarle, tanto que decirle.
—¿Tu herida? —le pregunto, levanto la cabeza con esfuerzo, para ver el
brazo donde la bala le rozó.
Él se muestra confundido pero después entiende a cuál herida me refiero.
—Está bien, fue muy superficial, el roce de la bala no llegó a dañar el
músculo. —Me muestra el vendaje que envuelve su brazo.
Respiro más tranquila, su barba de varios días me sigue haciendo
cosquillas en la mano, mientras lo acaricio. El me peina los mechones de
cabello.
—¿Cuánto tiempo…? —formulo la pregunta incompleta porque vuelvo
a sentirme cansada. Pero Mark entiende lo que quise decir, porque su
mirada se apaga un poco antes de responder.
—Cinco días.
—¿¡Cinco días!? —Me muevo pero me da un dolor fuerte en las costillas
que hace que apriete los ojos.
—Toma las cosas con calma, preciosa. Debo llamar a los doctores,
tienen que chequear cómo reaccionas, ahora que has despertado.
La doctora ronda los cincuenta años, parece de esas madres sobre
protectoras pero con un gran carácter; estamos solas en la habitación y
después de que me hicieron los exámenes físicos, me ha dejado descansar.
Ahora, aparentemente viene el examen psicológico, para ver si al final de
todo, aún conservo la cabeza.
No para de hacerme preguntas, cómo me llamo, cuándo es mi
cumpleaños, cuál es mi número de teléfono, es amable y todo lo anota en un
historial; la pregunta más difícil de todas fue dónde vivo, no porque no lo
recordara, sino porque no sé dónde viviré de ahora en adelante.
—Creo que es suficiente por hoy, hemos tenido muchos avances
positivos, has sido muy fuerte Amelia, tu recuperación ha sido muy rápida.
—Se pone de pie y al asomarse por la puerta me dice—: Las horas de visita
terminan dentro de poco, pero aquí hay varias personas que quieren verte.
—Con una sonrisa se despide.
Mis padres entran y me envuelven en un abrazo con cuidado, a mi madre
y a mí se nos salen las lágrimas. Minutos después, llegan Mark y Jess. Mi
mejor amiga, casi salta sobre la cama, pero es detenida por mi madre que la
regaña como a una hija; mi chico se acerca y me da un beso en la mejilla.
Me alegra mucho verlos a todos, aunque sea en estas circunstancias.
—La doctora dice que en un par de días te darán de alta. —expresa mi
padre con alegría.
—Podrás volver a casa y dejaremos este terrible capítulo atrás. —agrega
mi madre tomándome de la mano.
Me tenso y mi mirada pasea entre los cuatro. Mark se ve serio y cansado,
Jess se muerde el labio como queriendo decir algo, mi padre niega con la
cabeza y mi madre luce molesta, pero lo disimula con una sonrisa.
—¿De qué estás hablando? —le pregunto.
—De volver a tu hogar, hija. A Pittsburg, donde perteneces. —Mi madre
está utilizando el mismo tono de voz que usaba cuando me regañaba de
niña.
—Este es mi hogar, madre. No pienso volver. —Ella luce ofendida y ve
a mi padre buscando su apoyo, él niega con la cabeza.
—Ni siquiera tienes casa, Amelia. —me acusa mi madre y yo cierro los
ojos deseando tener un lugar donde ocultarme.
—Mi casa aún está disponible, pero no creo que Amelia quiera volver
allí, demonios, ni yo quiero volver. —dice Jess bromeando, intentando
romper la tensión del ambiente.
Mark da un paso al frente para rescatarme. —No quiero ser grosero, pero
Amelia vive conmigo. —Su voz suena segura y Jess hace un gritito de
celebración ante la noticia. Incluso yo me sorprendo ante su confirmación,
pero no lo demuestro.
—Mark, cariño, me agradas y agradezco que hayas cuidado de Amelia
todo este tiempo mientras nosotros llegábamos, pero lo mejor es que yo me
ocupe de sus cuidados. —Mi mamá se dirige hacia él con cariño, lo cual me
sorprende aún más que la afirmación de Mark de que vivimos juntos.
—Ambos son bienvenidos, pueden quedarse en mi departamento el
tiempo que dure la recuperación de Amelia. Hay una habitación para
invitados y todas las comodidades para ella y para ustedes. —agrega Mark.
—Yo creo que lo mejor es que vaya a Pittsburg y allí formar su carrera,
toda esta idea de venir a Miami era una locura.
Volteo a verla sorprendida ¿Qué rayos está diciendo mi madre? Ya no es
solo mi recuperación, sino también mi carrera la que quiere controlar.
Todos comienzan a hablar y a negociar dónde me quedaré, mi papá se
mantiene en silencio negando la cabeza, toma mi mano y me da una sonrisa
dulce, dándome a entender que me apoya en lo que yo decida.
—Quiero quedarme en Miami, madre. —digo firme, aunque mi voz aún
suena ronca.
Mi madre busca con la mirada a mi padre nuevamente y esta vez, él
interviene.
—Amelia ya es adulta, Celia, toma sus propias decisiones. —Se acerca
hasta mí y me un beso en la cabeza.
Ella luce ofendida, pero esta vez se muerde la lengua y se resigna ante la
decisión que tomé.
—Bueno, esta noche ha sido muy productiva, ahora deberíamos dejar a
Amelia descansar, ya estoy cansada de que vengan a echarnos porque
sobrepasamos las horas de visita. —Jess se acerca y me da un montón de
besos en las mejillas—. Nos vemos mañana.
Mis padres se despiden de mí con un beso cada uno, mi padre se da un
apretón de manos con Mark y mi madre le da un beso en la mejilla, con una
mirada de culpa en su rostro.
—Vendremos temprano para verte, hija.
Una vez solos, Mark se sienta al borde de la cama sosteniendo mi mano.
—Deberías descansar.
—No estoy cansada, estuve durmiendo por cinco días ¿Recuerdas?
Mark muestra una mueca dolor ante mi comentario. Aprieto su mano.
—¿Recuerdas algo?
Tomo una pausa intentando juntar todas las imágenes. —Recuerdo la
mayoría, algunas cosas aún son algo difusas. —Los golpes por ejemplo,
pienso.
—No debí salir ese día, todo esto te pasó por mi culpa. —dice Mark,
negando con la cabeza.
—Mark, esto no es tu culpa, todo pasó demasiado rápido y pienso, que
es así como tenía que haber pasado. Si hubiese recibido tu mensaje antes de
montarme en esa camioneta, en estos momentos estaríamos siendo
perseguidos por ellos, Brad no iba a parar. —le digo con voz apagada.
—Llegar a casa y no encontrarte en ella me estaba volviendo loco, fuiste
muy astuta al llevarte el celular. Cuando recibí tu mensaje fue como una
pesadilla mezclada con la mejor noticia que haya tenido; saber que estabas
viva, pero que estabas secuestrada me desesperaba, solo quería irme
corriendo hasta allá a buscarte, fueron las peores horas de toda mi vida. —
Suena atormentado.
Le acaricio la mano. —Brad me llamó desde tu celular, ¿Cómo fue que
lo obtuvo?
—Cuando íbamos saliendo de la reunión, una camioneta nos interceptó,
bajaron dos hombres para intentar llevarme, Erick se dio cuenta y entre los
dos les dimos una paliza, los teníamos sobre el suelo y ya íbamos a llamar a
la policía, cuando llegó otra camioneta con dos personas armadas, sólo se
llevaron a sus compañeros y se largaron. De inmediato, quise llamarte y es
cuando descubrí que se habían llevado mi celular. Te llamé del celular de
Erick, pero ya era muy tarde. Cuando llegamos al departamento no estabas.
Tiemblo al pensar en qué hubiese pasado si lo hubiesen secuestrado a él
también.
—Nos tenían vigilados. —afirmo.
—No solo eso… tu teléfono estaba intervenido.
—¿Qué? —pregunto horrorizada.
—Así supieron que estaba en una reunión fuera de casa. —dice en voz
baja. Quizás por eso tu batería duraba menos de lo normal.
Brad tenía meses sabiendo exactamente qué hacía, con quién hablaba…
me trago el nudo de la garganta y le preguntó.
—¿Qué paso después?
—Llamamos a Evan y se desplegaron todas las instituciones policiales,
al saber que Dayno, Camilo y Brad estaban ubicados.
—¿También atraparon a Camilo? —Casi me olvidaba de él.
Asiente con la cabeza. —Así es. También, encontraron a varias jóvenes
menores de edad que habían sido raptadas para trabajar en el club.
Al recordar el club de strippers por el que tuve que pasar vestida de
prostituta, me entran unas ligeras náuseas.
—Es un alivio. Pero hay algo que aún no logro entender, ¿Cómo fue que
me encontraste en el estacionamiento?
—Yo estaba con Erick, Evan y los oficiales de alto rango que
comandaban la misión; con ellos, me mantenía al tanto de todos sus
movimientos o si habían dado contigo. Todo estaba rodeado por los
oficiales, no me dejaban entrar al edificio por razones de seguridad, por ser
un civil. En una de las comunicaciones que enviaron, escuchamos que uno
de los autos había sido movido a la puerta 8.
—Allí te escabulliste.
—Sí, Erick los distrajo, me escurrí y salté la pared que separa el
estacionamiento, por suerte sus hombres estaban concentrados en la salida
4, que fue por donde la policía entró primero. Al llegar a ese galpón, vi el
auto esperándolos en la salida 8. Noqueé al conductor y me escondí cuando
vi que ustedes estaban saliendo por allí.
Mientras me cuenta, comienzo a recordar pequeños detalles. —¿Fui yo
quién hirió a Brad?
Me acaricia la mejilla. —Fue uno de los oficiales. Dispararon a su brazo,
intentando desarmarlo, pero ya él te había disparado. —El rostro de Mark
se contrae de furia.
Ambos nos quedamos en silencio, hasta que Mark me dice.
—Pensé que te iba a perder, en la ambulancia… cuando perdiste el
conocimiento. —su voz se quiebra y apoya su frente en mi hombro sano,
con cuidado.
Lucho con las lágrimas, pero es imposible, comienzan a salir y no hay
vuelta atrás, con el brazo bueno, peino su cabello hasta que el junta sus
manos para tomar mi rostro y darme un beso profundo.
—Aquí estoy, no voy a desaparecer. —le digo.
Más entrada la noche, Mark me acomoda la almohada preparándome
para dormir.
—¿Cómo dejan que te quedes aquí?
—Mentí, dije que era tu esposo, si decía la verdad no me dejarían pasar,
y no iba a conformarme con lo que me contaran las enfermeras, tus padres
no estaban, simplemente tuve que hacerlo... lo siento. —dice con
culpabilidad en su mirada.
—No tienes por qué disculparte. —le digo, acariciándole la mejilla—.
Hubiese entrado en pánico si despertaba en una habitación completamente
sola. ¿Te quedaste aquí todos los días?
Él afirma con la cabeza. —Erick me trajo ropa del departamento, fui a
casa por unas horas prácticamente obligado por tu madre cuando llegaron
de Pensilvania al siguiente día. Tuve que convencer a tu madre, sobre
quedarme aquí cuidándote. —Yo sonrío al imaginarme la escena.
—Ella odia los hospitales, le hiciste un favor.
Una hora después, no puedo dormir, volteo la cabeza y veo a Mark
tecleando algo en su laptop, se ve concentrado pero un minuto después se
frota los ojos y la cierra. Le pido que duerma conmigo, el sofá donde ha
dormido estos días se ve pequeño e incómodo; él se niega, por miedo a
lastimarme, pero al insistirle, se acomoda en el borde de la cama y me hace
cariños en el brazo hasta que me quedo dormida.
Cuando comienza a amanecer, muevo mi mano para sentir el contacto de
Mark, pero solo siento las sábanas, el espacio donde estaba acostado está
vacío y frío. Abro los ojos para encontrarlo dormido en el sofá.
Al día siguiente, la doctora me quita el inmovilizador de costillas que
ayudaba a que no hiciera movimientos indebidos. Al quitarlo, me
impresiono por el color que ha tomado el área donde Brad me golpeó. Un
moretón gigante ocupa casi todo mi torso, con tonalidades moradas oscuras,
rojizas y verdosas. Paso los dedos rozando el área, la siento sensible y
delicada, duele mucho.
En la tarde, Mark entra a la habitación en el momento en que Jess me
está ayudando a poner un abrigo, su mirada se desvía hasta mi torso
desnudo y lastimado; tras una disculpa apresurada, sale de la habitación,
con una mirada de dolor. Jess y yo nos miramos con tristeza, pero no nos
decimos nada.
Al transcurrir los días, dos oficiales de policía toman mis declaraciones
sobre los hechos ocurridos el día que me secuestraron, me aseguran que
Brad está tras las rejas por una lista interminable de delitos, Camilo tuvo un
final parecido; me felicitan por mi valentía y me desean suerte antes de
marcharse.
Todo el mundo me repite cuán valiente y fuerte fui al sobrevivir ese día;
pero lo cierto es que estaba muerta de miedo, pensé que iba a morir en todo
momento. No sé cómo lo logré.
Al cuarto día de haber despertado, Natasha, Steve y algunos de los
muchachos del gimnasio vienen a visitarme con hamburguesas y pasta
Alfredo del pequeño restaurante al que fuimos juntas Natasha y yo; lo
pienso y pareciera que han pasado mil años. Hemos estado horas hablando,
comiendo y bromeando, cuando intento reírme por uno de sus chistes,
siento dolor en las costillas, mi madre salta de inmediato a regañarlos, como
suele regañarme a mí, cada vez que me niego a tomarme los jugos color
verde que me prepara con ayuda de Mark.
Erick también ha venido a visitarme, me trae varios suplementos
vitamínicos de la tienda, se pone a charlar conmigo y Jess. Antes de
despedirse, le doy las gracias por cuidar de Mark, por evitar que lo
secuestraran,
—Recuérdame otra vez, ¿Por qué me mudé a Los Ángeles? —dice Jess,
suspirando, cuando estamos solas en la habitación.
—¿Un nuevo trabajo?, ¿Mejor salario? ¿Oportunidades para crecer
profesionalmente?
—Si… —Dice ella soltando el aire y viendo con nostalgia, hacia la
puerta por donde salió Erick—… esas cosas no son tan importantes
¿Verdad? —dice agitando la mano, como restándole importancia.
Le doy un golpecito, a modo de broma y aguantando la risa. —No me
hagas reír, vas a hacer que me duela.
—Hablando de chicos deliciosos, ¿Dónde está Mark?
—Tuvo que salir por unas horas, debe reunirse con uno de sus clientes
del gimnasio. —le digo.
—Hmm. —murmura, pensativa.
—¿Qué? —le pregunto, conozco ese tono en su voz.
—Nada, en serio.
—Jess, suéltalo.
—Estos días conociendo a Mark… es un gran chico Amelia, no ha
querido soltarte un segundo, incluso convenció a tu mamá de quedarse
cuidándote en las noches.
Sonrío al escuchar sus palabras. —Pero eso no es lo que estás pensando
principalmente. —le digo, sé que hay algo más.
—¿Cómo lo estás llevando? —pregunta.
Respiro y tras unos segundos le digo. —Estoy bien, me tranquiliza saber
que ya se terminó todo.
Ella estudia mi rostro y después se acuesta a mi lado abrazándome. —A
mí también me alegra.

Me despido con cariño de cada una de las enfermeras y doctores que se


ocuparon de mí. El sol brilla cegándome por un momento, pero recibo el
calor en mi piel con anhelo; Mark, que lleva la silla de ruedas, me ayuda a
levantarme, quiere cargarme hasta meterme al auto pero le aseguro una y
otra vez que puedo caminar. Mi papá se marcha hoy a Pittsburg, es época de
exámenes finales y no puede abandonar su trabajo por más tiempo.
—No dejes que tu mamá te cuide demasiado, necesita dejar que su niña
crezca sola. —Me pica el ojo y yo le abrazo con cuidado, sonriente.
—Lo haré papá, te quiero. —le digo adiós, conteniendo las ganas de
llorar y él me promete que me llamará todos los días para chequear mi
estado de salud.
Capítulo 16
Noviembre

La primera noche es eterna para mí, ya es muy tarde, estoy en la cama de


Mark, la más cómoda de todas las camas del mundo y mi cuerpo magullado
no encuentra acomodo. Después de intentar en vano, relajar mi cuerpo, me
doy por vencida y suelto un suspiro derrotada. Mark se despierta al
escucharme, con rostro preocupado, se sienta y la sábana cae alrededor de
su cintura, dejando al descubierto su torso desnudo ante mis ojos, la
oscuridad me permite apreciar poco, pero agradezco la distracción. Pasa su
mano por mi cabello sucio y me susurra muy bajito.
—¿Te encuentras bien?
Niego con la cabeza y por alguna razón, comienzo a llorar como una
niña pequeña, él se preocupa más y se acerca más a mí.
—Estoy bien, estoy bien… es solo que…
—Dime, preciosa.
—Realmente quiero tomar una ducha, Mark. —digo sollozando, los
analgésicos me han afectado, debe ser eso. Ya debería estar acostumbrada a
hacer el ridículo frente a Mark pero aun así, me sonrojo y avergüenzo.
Me regala una sonrisa tierna y dice. —Tienes que dormir cariño, todavía
necesitas descansar, mañana te ayudaré con la ducha, ¿Está bien?
—Gracias. —Me seca las lágrimas y me acompaña con mimos hasta que
me quedo dormida.
Poner mis pies sobre el piso de madera frío, se siente muy agradable,
pero levantarme y sentir el peso de mi cuerpo sobre ellos, es como tener
todos los huesos rotos y mal pegados. Cada paso que doy, es como si
estuviese aprendiendo a caminar de nuevo, pero con clavos en mis talones y
rodillas. Mi madre salió a comprar algunas cosas y aproveché la
oportunidad para pedirle a Mark que me ayude a ducharme, si ella se entera,
se negará a que camine, lo sé; además, el doctor dijo que podía dar
pequeños paseos por la casa, para mantener mis músculos despiertos.
Mark me ayuda en cada movimiento y junto a él, voy dando pasos lentos
y calculados, cuando llego hasta la ducha me falta el aire y estoy lista para
dormir de nuevo; pero la ducha me recibe con luces del cielo, ángeles
tocando música con arpas y cantando coros celestiales. Mark abre la ducha,
regula la temperatura y me ayuda a quitarme la ropa con extremo cuidado.
Cuando vemos el horrible moretón que ocupa todo mi torso, su mirada se
apaga y cambia a algo diferente, molesto, triste y desolado. Levanto mi
mano derecha y toco su mejilla, invitándolo a mirarme a los ojos.
—Estaremos bien. Luce peor de lo que duele.
Él apoya la mejilla en mi mano, triste. —Eso es por los analgésicos.
Me río desganada y le pido que me ayude a entrar al agua, para no
adentrarnos más en el tema. Aún no puedo lavarme el cabello, por la herida
de la cabeza y tengo la herida de la bala cubierta para que no se moje; sin
embargo, no me quejo; el resto de mi cuerpo grita de emoción cuando
siento el agua deslizarse por mi piel sensible, cada gota que choca contra
mis costillas se siente como pequeños alfileres clavados en mi piel, pero
aun así es fresca y reconfortante.
Mark me enjabona con mucho cuidado, cierro los ojos, sintiendo el
jabón limpiándome y el agua debajo de mí. Cuanto más tiempo permanezco
así, más pesado se vuelve mi cuerpo. Apaga el agua y me envuelve con
cuidado en una toalla para secarme toda, me coloca una de sus franelas de
algodón, que me quedan grandes y con las que me gusta dormir, le
agradezco con una sonrisa. Un poco más viva y con mejor humor, me
hundo en la cama hasta que vuelvo a dormir profundamente, por el esfuerzo
tan grande que requirió tomar un simple baño.
Los días pasan muy rápido, mi mamá, Mark y yo viviendo bajo el mismo
techo es una escena digna de un programa de comedia, aún no sé cómo el
pobre Mark nos soporta; después de la discusión que tuvimos aquel día en
el hospital, se ha mostrado más abierta y comprensiva. Tanta atención por
parte de los dos, los primeros días me abruma; así que, siguiendo los
consejos de mi padre, les doy un sermón sobre no dejar que sea una inútil.
Mark y ella se han llevado bien y entre los dos, a veces me hacen la vida
imposible. Mi mamá me ha mimado con todas las comidas deliciosas que
me preparaba cuando estaba pequeña. Por otro lado, Mark se ha asegurado
de que coma alimentos que ayuden a sanar mi costilla rota.
—No puedo comer más lácteos, voy a vomitar. —me quejo.
—Contienen calcio, son buenos. —dice él, acercándome un vaso con
yogurt líquido.
—Negociemos. —digo cruzándome de brazos con cuidado.
—No es negociable. —Me da un beso en la cabeza y se sienta frente a
mí, a esperar que me lo tome.
Mi única salvación durante las dos primeras semanas en casa, es Jess,
cuando viene a visitar me trae helado de chocolate como si fuese
contrabando, me lo como a escondidas en el balcón mientras ella vigila,
igual que cuando éramos niñas. Ella aprovechó, que volvió a Miami por
unos días, para entregar la casa a los nuevos inquilinos; otra excusa para
transportar todas mis pertenencias a casa de Mark y mudarme
definitivamente. En sus tiempos libres se la pasa aquí, pero esa felicidad
dura poco, porque debe volver a su trabajo.
—Odio irme. —dice ella, mientras le paso el bote de helado empezado,
en nuestro escondite acostumbrado.
—Odio que te vayas, te voy a extrañar.
—Tal vez regrese. —dice ella, metiéndose a la boca una cucharada
rebosante de helado.
—Claro, siempre puedes venir en vacaciones, o en las navidades. —
expreso, animándola. Me da el bote y yo raspo la superficie con la cuchara.
—No, hablo de regresar, en serio.
—Pero si acabas de mudarte. —Le digo sorprendida, incorporándome en
la tumbona blanca con cuidado.
—Lo sé, pero, ¿Qué sentido tiene estar en un lugar donde te sientes
completamente sola?
Ambas nos quedamos en silencio, dejando que su pregunta llene el aire y
nos envuelva como una burbuja.
—Entonces vuelve. —Le animo con una sonrisa esperanzadora.
Ella me da una sonrisa alegre, me roba el helado y dice rompiendo la
seriedad del momento. —Tal vez lo haga, hay un ex marine al que aún
puedo robarle el corazón.
—¡Jess! —Ambas comenzamos a reír.
Mi rostro recupera su color natural, la herida de bala está cicatrizando
bastante bien después de haber retirado las suturas; también me han retirado
los puntos de la cabeza. Además, las costillas molestan cada vez menos por
lo que he eliminado la ingesta de analgésicos. Mi madre, al ver mi rápido
avance, decide volver con mi padre para que no esté tanto tiempo solo,
dejándonos a Mark y a mí solos.
Después de escuchar mi versión de mi historia con Brad, siento que la
relación entre las dos se fortaleció mucho más, ella pudo entender los
motivos reales por los cuales me fui, y porque fui tan miserable en el
pasado. Cuando llegó el día de su partida, nos despedimos tras un largo
abrazo y con lágrimas en los ojos, prometiéndole que pronto iremos los dos
a visitarlos.
Algunas noches han sido difíciles, solo puedo dormir boca arriba, por la
fractura de la costilla, lo cual es incómodo para mí; aún más, cuando tengo
a mi chico durmiendo a mi lado y no puedo acurrucarme en sus brazos. Él
no quiere dormir muy cerca de mí, por miedo a lastimarme. Una noche, sin
querer, se movió cerca de mí y me rozó con un brazo la herida del hombro.
El de inmediato, al sentir que me encogí, saltó de la cama, abatido; me pidió
disculpas mil veces mientras me revisó el vendaje; yo le aseguré que no me
lastimó, ni siquiera me dolió, pero fue suficiente para que él no pudiera
dormir por el resto de la noche.
Mark ha limitado nuestro contacto físico a solo besos y caricias, teme
que pueda lastimarme de nuevo, me trata como si estuviera hecha de cristal.
Nos ha costado sobrellevar la situación, porque él carga sobre sus hombros
una culpa que no le corresponde. He intentado hacerle entrar en razón y es
frustrante porque lo extraño mucho.
Otras noches, me despierto con pesadillas de Brad disparándome de
nuevo o persiguiéndome. Intento mantenerme serena al despertar, pero
Mark está atento a cada uno de mis movimientos y se queda a mi lado,
alejando a los demonios hasta que vuelvo a quedarme dormida. En todo este
proceso, decidí volver a terapia, para aprender a sobrellevar todo lo que
ocurrió los últimos meses.

—No quiero ser de las personas que se quejan a cada segundo y ya


tuvimos suficiente con mis intentos fallidos por negociar mis comidas. —Él
se ríe disimuladamente, ante mi comentario—. Pero, ¿esto es realmente
necesario?
—Será un entrenamiento muy suave, tienes que activar tus músculos,
además, tu hombro izquierdo necesita terapia. —El segundo comentario lo
dice, alejando su mirada de mí.
Suspiro resignada, mi recuperación con Mark no ha dejado margen de
error, me ha estado alimentando tan bien, que a veces siento que me
convertiré en un vegetal verde, eso apartando los helados de chocolate que
comí a escondidas, claro está; pero gracias a él y a los cuidados de mi
madre estoy mucho mejor.
—Está bien, dime qué hacer.
—Te ayudaré a estirarte. —Me toma por los codos y muy suavemente,
hace que retroceda varios pasos hasta llegar a una de las paredes de su
gimnasio—. Pega los talones de la pared, también las manos. —Ordena en
voz baja y yo hago lo que me dice, hipnotizada; se aleja de mí unos
centímetros y me dice—: Levanta la pierna izquierda. —Lo hago y la agarra
por el tobillo, sube mi pierna al nivel de mi cadera y después flexiona la
rodilla llevándola a mi pecho, acercándose mucho más a mí, a través de su
agarre—. ¿Sientes los músculos estirarse?
Trago saliva, intentando no pensar en lo erótico de la escena. —Sssí…
—Bien, hagamos lo mismo con la otra pierna. —Baja mi pierna,
acariciando el muslo desnudo. Se aleja y yo parpadeo conectando los cables
en mi cabeza, ordenándome a mí misma, subir la pierna derecha; repite el
mismo ejercicio, pero esta vez se acerca hasta apoyar su boca en mi oído y
me susurra—: Buen trabajo.
—¿Y ahora qué? —digo aclarándome la garganta.
—Sube tus brazos al nivel de tus hombros, cuidado con el izquierdo,
mantenlos así hasta que te diga.
Hago lo que me pide, los levanto hacia el frente y me sorprendo al notar
que es más difícil de mantener elevado el brazo izquierdo. Él observa atento
mis movimientos.
—Mark… Mi brazo… —Él lo toma y comienza a hacer diferentes
movimientos con él, con mucho cuidado y estudiando mi reacción a cada
movimiento. Niego con la cabeza, dándole a entender que no me molesta.
—Tranquila, es normal que te cueste mantenerlo levantado. La bala pudo
haber debilitado las fibras musculares. Vamos a trabajar poco a poco con tu
brazo, pero primero vamos a enfocarnos en las piernas, sólo caminarás.
Cuando termines, te ayudaré con la terapia del brazo.
Algo consternada, sigo todas sus instrucciones, camino en la banda por
media hora, luego vuelvo a hacer estiramientos en las piernas y por último,
me ayuda a mantener los brazos elevados con unas muñequeras que
contienen poco peso.
A pesar de ser un entrenamiento suave, como él dijo; termino agotada,
tres semanas sin hacer nada me han golpeado con todo. Termino el día con
una larga ducha y un vaso de jugo verde que Mark me volvió a preparar.
—Prométeme que nunca me dirás qué contiene. —le digo, mientras me
tapo la nariz y me lo tomo lo más rápido que puedo.
—Con el tiempo te acostumbras al sabor, tus valores estaban muy bajos,
por comer inadecuadamente. —Me ve, reprendiéndome con la mirada y yo
me escondo detrás del vaso—. Esta receta te ayudará.

Cuando ya puedo moverme con mayor facilidad, convenzo a Mark de


que necesita salir de la casa y retomar sus tareas cotidianas, no ha sido nada
fácil, he tenido que utilizar mis más poderosas técnicas no-sexuales de
convencimiento; él acepta a regañadientes, sólo porque se había asegurado
de instalar cámaras de seguridad y alarmas en el departamento. En las
mañanas, saldrá al gimnasio para entrenar a sus clientes, volverá para
almorzar conmigo y chequearme; y por último, saldrá un par de horas más
al negocio.
—¿Estás segura de que no me necesitas? Puedo reprogramar las citas.
—Muy segura. —le digo, acomodándole la camiseta de algodón que
tiene puesta.
—Te llamaré, activa la alarma. ¿Recuerdas todo lo que te dije?
Volteo los ojos. —Aquí tengo el gas pimienta.
—Bien, recuerda activar la alarma apenas cierre la puerta. —repite.
—Llegarás tarde si sigues repitiéndome lo que ya se. Ve con cuidado. —
le digo lo último, cuando un inesperado miedo me invade.
Me da un beso desesperado, el cual le correspondo. —Te amo.
—Yo también te amo. —Tanto que me da miedo, pienso.
Cuando cierra la puerta, activo la alarma, aparto los cabellos de mi rostro
y veo el apartamento vacío. Inquieta, me paseo por el mesón de la cocina,
veo en mi mano el gas pimienta, me lo guardo en el bolsillo del short. Algo
en el ambiente cambia, me siento incomoda y una chispa de inseguridad se
aferra en mi nuca.
Comienza a picarme el cuero cabelludo, me voy a la habitación y me
paro frente al espejo que está en la puerta del closet; allí, me quito la camisa
botón a botón, al quedar sólo con mi ropa interior, miro mis piernas
delgadas y mi abdomen plano. He ganado algo de peso gracias a la dieta
nutritiva que me ha colocado Mark.
Desde que conocí a Brad, muchas cosas cambiaron en mí, incluyendo
mis hábitos alimenticios. Nunca me sentí gorda, o que necesitaba bajar de
peso, de hecho, muchas veces, tenía ataques de ansiedad donde me
atragantaba de donuts o helado de chocolate para intentar en vano
tranquilizarme. Mi forma de comer fue empeorando porque mi mente
estaba más ocupada en todas las cosas malas o tormentosas que me estaban
ocurriendo o que aún no podía superar. Jamás dejé de comer para bajar de
peso, dejaba de comer porque lo olvidaba, no me apetecía o no lo veía
importante. Hoy luzco saludable y en forma. La tormenta ha terminado, y
ahora soy consciente del daño que me estaba haciendo a mí misma.
Veo la zona de las costillas. Los moretones han tomado un color verdoso
azulado, ya se han difuminado bastante, casi parece una composición en
acuarela mezclándose con la palidez de mi piel. La herida de la bala es un
círculo pequeño casi perfecto, ha tomado una coloración rosada. Paso el
dedo sobre ella con delicadeza, la piel se siente sensible. Los ejercicios que
he hecho con Mark me han ayudado a fortalecer los músculos del hombro y
el brazo; ya casi siento que me he recuperado.
Recuerdo ese día, encontrarme con alguien que me hizo mucho daño en
el pasado, haberme disfrazado de prostituta, dama de compañía y ser testigo
de numerosos crímenes, supuso una enorme carga emocional para mí; eso
sin mencionar, que estuve a punto de morir, por la paliza brutal que me
propinó Brad.
El miedo que sentí, amenaza con volver a invadirme, comienzo a llorar,
pero no dejo que me domine, recuerdo las palabras de Mark, diciéndome
que ahora soy fuerte y le creo. Mis miedos no me someterán más. Me seco
las lágrimas y veo mis ojos reflejados en el espejo, a pesar de todo, no estoy
rota, sonrío levemente a la chica del otro lado.
—Estarás bien. Te lo prometo.

Me despierto cuando siento a Mark rodeándome la cintura, reúno todo


mi esfuerzo para no moverme y despertarlo. Es la primera vez, en mucho
tiempo que se acerca a mí mientras dormimos; oigo su respiración profunda
en mi nuca, lo que me confirma que sí está dormido. Su mano tibia, reposa
en mi ombligo, quemándome y haciendo que lo anhele más. Con extremo
cuidado, muevo la pelvis hacia atrás, buscando el contacto con su cuerpo, él
responde, acercándome más hacia él y moviendo su mano un poco más
hacia arriba.
Para mi tristeza, cuando me roza las costillas se despierta tenso y se aleja
con cuidado de mí, como si fuese una trampa mortal en la que acaba de
caer. Su rechazo, aunque sea por miedo a lastimarme, me entristece mucho.
Me giro y me siento en la cama.
—Amelia… ¿Te lastimé? ¿Te duele algo? —dice angustiado, al verme
despierta.
Verlo así me duele y me frustra. Las lágrimas comienzan a salir sin parar,
hasta que me nublan la vista. Me levanto con cuidado para ir al baño, el
parece seguirme pero le susurro.
—Necesito un minuto.
Me lavo la cara, esperando tener algo de claridad en mis pensamientos,
minutos después y ya más calmada, salgo y lo encuentro sentado en la cama
pasándose las manos por el cabello, peleando internamente consigo mismo.
Me siento a su lado y acaricio su mentón, que tiene una barba incipiente.
—Amelia, yo…—Lo callo con un dedo.
—No me voy a romper. Lo que sea que te esté atormentando, déjalo ir.
—Le susurro. Su rostro cansado y sus ojos tristes me atraviesan la mirada;
como no cede, vuelvo a intentarlo—. He dormido mal todas estas noches
porque no me abrazas, hace un momento estaba durmiendo muy bien, hasta
que te apartaste.
Hago un mohín, cruzando mis brazos actuando como una pequeña
malcriada, buscando que se relaje. Él sonríe levemente y luego de unos
segundos de lucha interna, vuelve a acostarse, pero esta vez, abre sus brazos
para que me acurruque en ellos, yo lo hago con una sonrisa de oreja a oreja,
aspiro su perfume y su olor a jabón y entrelazo mis piernas con las suyas.
—Gracias por dejarme entrar. —le digo, pegándome más a su cuerpo.
—Solo tú derrumbas mis muros, Amelia. —Me besa en el cabello y nos
dormimos así, por primera vez en semanas.

Estoy sola en casa, sacando unas cosas para dibujar, he estado muy
inspirada últimamente y no he ido podido ir al estudio.
El pobre debe tener telarañas, no he ido a visitarlo desde hace casi un
mes; no he salido de la casa de Mark, más que para ir al hospital para los
chequeos, a retirarme los puntos y a tomarme muestras de sangre. Las
primeras veces que salí, me sentía nerviosa y giraba mi cabeza para
asegurarme de que no tenía a Brad detrás. Poco a poco fui recuperando la
confianza y la seguridad y ahora, casi todo ha vuelto a la normalidad.
Normalidad. Qué palabra tan extraña.
Cuando Mark llega después del trabajo, me encuentra sentada en el piso
de la sala pintando en una cartulina. Se sienta a mi lado y tras un beso de
bienvenida me entrega un papel.
—Estoy orgulloso, has hecho un gran trabajo.
Le sonrío radiante y tras quitarle el papel con rapidez, lo abro y
comienzo a leerlo a toda prisa. Todos los valores están en sus niveles
normales.
—¿Esto significa…?
—No más jugos verdes.
—¡Sí! —Salto a sus brazos y comienzo a llenarlo de besos. Él me recibe
tomándome por la cintura, pero interrumpe mi asalto para preguntarme.
—¿Tienes hambre?
Lo miro fijamente con una mirada sensual. —No de comida,
precisamente.
Acaricia mis caderas pero recupera su mirada seria. —Tenemos que
esperar, cariño. —dice, refiriéndose a la palabra con “S”.
Hago un mohín de disgusto. —Mírame, estoy bien. —Pongo mis brazos
en jarra, en reclamo.
—La espera merecerá la pena. —me promete acariciando mi mejilla.
—Estoy ignorándote en estos momentos. —Vuelvo a mi dibujo y simulo
que hago varios trazos.
Él se acerca y me levanta la barbilla divertido, me da un beso largo y me
regala una mirada sexy, que me llena de esperanza. —Nunca me cansaré de
ti, Amelia Park, eres una caja de sorpresas.
Le saco la lengua en respuesta y él se relaja más a mi lado, viendo cómo
dibujo. Me acaricia el hombro en círculos y me dice:
—Salgamos a cenar, para celebrar.
Debo decir que salir de casa finalmente, se siente bien, extrañaba
ponerme un vestido y debo admitirlo, extrañaba la incomodidad de los
tacones. Noto a Mark algo nervioso cuando estacionamos y caminamos por
la acera, ve más de la cuenta hacia los lados. Aprieto su mano y le muestro
una sonrisa.
—¿Todo bien? —le digo.
Él me sonríe de regreso y me besa la mano. —Sí.
Dios, luce increíble en su traje casual y siempre huele delicioso; cuando
me dijo que saldríamos a cenar esperaba llenarnos de comida chatarra y
prohibida. Pero cuando Mark me sugirió que me pusiera el vestido rojo que
me vio comprar hace meses, supe que iríamos a otro lugar.
Nos aproximamos a un restaurante italiano y sonrío de oreja a oreja, mi
chico sabe que después de semanas de dieta, mi organismo necesita pizza
por toneladas.
Adentro, el lugar es acogedor e íntimo, con luces tenues, pisos de
terracota, paredes de ladrillos y madera, está decorado con muchas
fotografías en blanco y negro. Todo huele a deliciosa pizza y tomates; nos
sentamos en una mesa apartada de los demás comensales y ordenamos.
Tengo que calmarme y no abalanzarme sobre el mesonero cuando trae
nuestras pizzas. Mark me estudia satisfecho y riendo disimuladamente
cuando me ve comer con tantas ganas y gimiendo con cada bocado por
probar comida de gente normal. Cuando terminamos y esperamos el postre,
Mark acerca su silla.
—¿Recuerdas que te dije que había que celebrar porque tus valores están
bien?
Asiento, un poco confundida. Acomodándome en el asiento.
—Hace dos días estaba en tu estudio, instalando con los técnicos el
sistema de seguridad. Llegó un repartidor y me entregó un sobre que iba
dirigido a ti. Lo abrí, porque pensé que era otra cosa. —Los pelos se me
ponen de punta, una amenaza, una sentencia de muerte, cualquier cosa pudo
haber sido, considero.
—En fin, deberías leerla. —Me la entrega con una leve sonrisa.
Su sonrisa cálida me tranquiliza, pero igual la tomo con manos
temblorosas.
“Srta. Amelia Park. Nos complace informarle, que fue seleccionada para
una exposición en una de nuestras galerías en Wynwood Art District, la
cual se planea llevar a cabo a inicios del mes de enero. Dicha exposición,
contará con la participación de artistas emergentes y de renombre.
Esperamos su pronta respuesta para concretar en los próximos días una
reunión donde podrá mostrarnos sus mejores obras para la exposición”.
—Mark… esto… ¿Me aceptaron?
—Ese mismo día hablé con los organizadores, me han dicho que habían
querido contactarse contigo y les expliqué lo del accidente.
—¿Aún tengo oportunidad de entrar? —Miro esperanzada la carta, había
pasado por tantas cosas, que pensé que ya no iba a poder participar.
—Concreté una reunión para ti, mañana a las 10 de la mañana, voy a
llevarte hasta allá con tus mejores obras, para que los impresiones.
—¿Hiciste eso por mí? —susurro, llena de emoción.
Me regala una sonrisa sincera y asiente con la cabeza. —Felicidades,
preciosa.
Salto del asiento, lo abrazo y lo lleno de besos, agradecida, abrumada y
completamente feliz. Les gusta mi arte, les gusta lo que hice con mis
propias manos.
—A veces, no puedo creer que seas real. —susurro, dándole besos.
Llegamos a casa de noche pero estoy completamente despierta. Cuando
entramos a la habitación, Mark me está comentando sobre un nuevo plan de
inversión que quiere emprender, pero por más que intento concentrarme en
sus palabras, solo puedo ver sus movimientos al quitarse la chaqueta, cómo
se pasa las manos por su cabello y su sonrisa cuando me habla. Le sonrío en
respuesta, porque creo que ya terminó de hablar y debería darle a entender
que le estaba escuchando, se acerca y pone ambas manos en mis caderas.
—¿En qué piensas tanto?
—¿Q…qué? —tartamudeo, volviendo a la realidad.
—Tu cabeza está en otro lado, cuéntame.
—Oh… pensaba en la reunión de mañana, ya sabes. —le miento, en
realidad pienso en cuánto le anhelo—. Gracias de verdad Mark, es lo más
bonito que alguien ha hecho por mí.
—No hay de que, lo mereces y estoy seguro que lo harás bien. —a veces
Mark cree más en mí, que yo misma.
Se acerca y me da un beso rápido, pero no le doy opción a parar. Enrollo
mis brazos alrededor de su cuello y mantengo el beso firme, él enrolla sus
manos por mi espalda, haciendo que desee que recorra más espacios. Abro
mi boca para trazar con mi lengua la comisura de sus labios, el murmura
algo pero le hago callar cuando le muerdo el labio inferior, con cada roce
recupero la seguridad y la confianza.
—Amelia… —dice Mark, en tono de advertencia.
Desabotono su camisa y acaricio su pecho desnudo, trazo algunos besos
hasta subir a su cuello y volver a su boca, mis tacones me ayudan en el
proceso. Mark responde a todas mis acciones pero mantiene sus manos en
lugares seguros, como mi espalda y mi cuello. Me besa controladamente y
con seguridad.
Me bajo el cierre del vestido y me lo quito, dejándome solo con mi ropa
interior de encaje negro. Mark toma aire al verme en el pequeño conjunto
de lencería que me había puesto intencionalmente, su reacción es la que
esperaba. Tomo sus manos y comienzo a pasarlas por mi cuello, mi pecho,
la cintura, hasta la cadera. Él me ve hambriento, pero sus ojos están muy
centrados.
—Estoy bien. —le recuerdo.
Sin darle más tiempo a pensar, lo beso con pasión. Derrumbo sus
barreras, cuando él me acepta, pegándome a su cuerpo y pasando sus manos
por mi espalda desnuda. Su toque me regresa a mi hogar.
Sigue tratándome con extremo cuidado, cuando me acuesta en la cama y
continúa besándome, lo rodeo con mis piernas, acercando sus caderas hasta
mi entrepierna.
—Te necesito. —me dice jadeando.
Yo le quito el pantalón de vestir y él se separa para quitarme la ropa
interior, toda nuestra ropa desaparece en segundos; pasa sus manos con
cautela por mi torso, viendo las coloraciones verdosas, casi imperceptibles,
se acerca para regar besos por toda el área, haciendo que suspire de alivio.
—Te amo Amelia. —dice entre cada beso que me da.
Me posee, y yo le curo las heridas susurrándole cuánto le amo, que estoy
aquí y no me iré. Cuando finalmente se hunde profundamente en mi
interior, casi quiero llorar.
Las barreras que existían entre nosotros desaparecen, el coloca su cabeza
en el hueco de mi cuello y sus labios en mi pulso, ambos comenzamos a
buscar el éxtasis, sigo gimiendo y susurrando palabras de amor para traerlo
al presente, dejándome llevar por el instinto y la pasión. A medida que
siento la presión aumentar, sus embestidas comienzan a magnificarse, estoy
entrelazada al cuerpo de Mark y con sus ojos azules a centímetros de mí.
Pego mis labios a los suyos, en el momento que el orgasmo me rasga,
haciéndome entenderlo más y uniéndonos mucho más emocionalmente.
Extiende su mano hacia mí, su tacto me trae a la realidad, calmándome.
Me acerco más hacia él, tomo su mano y la aprieto contra mi pecho, su
toque es mi salvavidas. Nos miramos sin decirnos nada, cada uno entiende
la magnitud, la intensidad del momento y de cómo nos sentimos. Nos
sanamos las heridas poco a poco, venciendo los miedos y alejando a los
fantasmas.
Capítulo 17
Enero

Amelia se aclara la garganta, se alisa el vestido largo color crema, el cual


queda perfecto en ella, todo lo que se ponga mi chica le luce perfecto. Alejo
los pensamientos de ella durmiendo a mi lado con solo una de mis franelas,
y me concentro en el pequeño escenario. Escucho que por el micrófono
dicen su nombre, comienzan los aplausos y allí aparece, hermosa y
deslumbrante, aún me deja sin respiración cada vez que la veo.
La sala está llena de personas y veo algunos rostros conocidos, cuando
vuelvo a mirar a Amelia, cruzamos nuestras miradas y me dedica una
sonrisa irresistible, se la devuelvo y puedo notar que está nerviosa, por
cómo se agarra un mechón de cabello y se alisa el vestido constantemente.
La veo tomar aire, hace una pequeña reverencia con la cabeza al público y
comienza a hablar.
—Paul Cézanne, pintor postimpresionista, considerado por muchos
como el padre de la pintura moderna, una vez dijo: “Un arte que no se basa
en el sentimiento, no es arte”. Fundamentándome en esta afirmación,
quiero preguntarles esta noche: ¿Qué les motiva a expresar algo? ¿La ira?,
¿El miedo?, ¿Los celos?, ¿Alegría? ¿Amor tal vez? Hoy les puedo asegurar,
que cada artista que hoy compartimos en esta sala nuestras pinturas, piensan
lo mismo que yo; pensamos, que cada obra expuesta esta noche es un
pedazo de nuestra alma reflejado a través de los colores y que nuestros
sentimientos están plasmados allí, inmortalizados en un cuadro que quizás
para ustedes no represente lo mismo que significó para nosotros en ese
momento, pero te produce un sentimiento. Te hace sentir, te puede inspirar,
te puede provocar hasta tristeza y esa ni siquiera era la intención inicial del
artista. Eso, es lo más hermoso que puede existir, que cualquier expresión
artística te brinde la oportunidad de decidir por ti mismo cómo sentirte con
respecto a algo, te hace libre, te hace humano y nadie en el mundo puede
arrebatarte eso.
Los invitados aplauden y ella les sonríe en agradecimiento, yo hago lo
mismo, orgulloso de ella y completamente hechizado. Me dirijo al final de
las escaleras del escenario para tomar su mano, le doy un beso y una vez
más, vuelvo a admirar su belleza.
—Estuviste increíble, estoy orgulloso de ti.
—Pensé que iba a desmayarme, no quería defraudar a los demás artistas,
pusieron un gran peso sobre mí, al elegirme para abrir la exposición. —me
dice, apoyándose en mi brazo.
—Imposible defraudarlos, los tenías comiendo de la mano.
Le paso una copa con champán que sirven unos mesoneros para que se
relaje un poco, las chocamos, haciendo un brindis silencioso, le ofrezco mi
mano para caminar juntos a hacer un recorrido para admirar las obras.
Entramos a la sala donde están sus pinturas expuestas y la veo perderse en
ellas, como si mirarlas la hiciera viajar en el tiempo, yo le acompaño y
tomo su mano, para recordarle que estoy aquí, ella la aprieta y sonríe
volviendo a la realidad.
—Hoy estás preciosa. —le susurro al oído.
—Siempre dices eso. —dice, sonrojándose.
—Siempre estás preciosa. —La acerco más a mí, para darle un beso
corto y luego la dejo ser anfitriona de sus obras, ya que varias personas se le
han acercado interesadas y no puedo acapararla toda la noche, aunque me
gustaría.
Me alejo lo necesario para darle su espacio, pero me mantengo vigilante,
después de lo que paso aquel día, no volveré a descuidarla, jamás. Aprieto
los puños, recordando las imágenes de mi Amelia cubierta en sangre.
Mi mente traicionera me conduce al momento en el que los hombres de
Brad intentaron llevarme y cuando encontré el departamento
completamente vacío. La adrenalina del momento, la ira y el terror me
hicieron arrojar al suelo la biblioteca del estudio, quería romperlo todo. Si
no hubiese sido por Erick, habría destrozado el departamento. Solo quería
matar a ese enfermo.
Antes de darme cuenta, estaba afuera tomando un poco de aire para
calmarme, volteo a verla a través del vidrio de la galería y allí está, siendo
la estrella más preciosa de la noche, conversa amablemente con las
personas que se le acercan, les explica con detalle las obras y veo cómo sus
delgados dedos señalan partes de sus pinturas. Estoy por regresar cuando
una voz familiar e inesperada me habla desde la acera:
—Así que por esto estás dejando una carrera exitosa. —Sorprendido,
volteo a ver a mi padre, que aguarda por mí con una mano en el bolsillo y la
otra sosteniendo un tabaco—. Debo decir que esta vez sí me has
impresionado, hijo.
—¿Qué te trae por aquí, padre? —le pregunto, manteniendo la distancia
entre nosotros.
—Quería asegurarme de que mi hijo estuviera bien.
—Estoy bien, ya te lo he dicho por teléfono. No viajaste a Miami para
ver cómo estaba, ¿Qué quieres de mí?
Él se ríe con una voz ronca, por el consumo del tabaco y se me acerca un
poco más, causándome, aunque quiera negarlo, un ligero escalofrío en el
cuerpo.
—Y tú no estás aquí porque seas un gran amante del arte, dime. ¿Con
cuál de las artistas estás saliendo?
Suelto el aire, resignado. —Ella, la del vestido color crema. —le
respondo, señalando a Amelia, que está distraída conversando con una
chica.
Mi padre suelta un silbido, impresionado por la belleza de mi chica. —
Debo decir que por primera vez en tu vida has tomado una buena decisión,
esa chica es un ángel.
—Lo repetiré por última vez, ¿Qué quieres de mí esta vez? Si tuviste que
viajar desde Los Ángeles, es porque es un pez gordo. ¿Qué ocurre?
Mi padre me muestra una sonrisa de malicia. Lo sabía.
—Los Millers presentaron una contrademanda, el caso se nos vendrá
para abajo si no presentamos las pruebas adecuadas pronto. Te necesitamos.
—Pensé que ese caso estaba más que enterrado. —digo, con un ligero
interés por saber más. Trabajé en ese caso durante mis días en la
Universidad, fui de gran ayuda en aquel momento; desde ese momento, mi
padre notó mi potencial con la abogacía y desde ese momento no me deja
en paz.
Mi padre sube los hombros y le da otra calada al tabaco. —Al parecer
tienen un as bajo la manga. ¿Nos ayudarás? Conoces mejor que nadie cómo
actúan los abogados de los Millers, eres suspicaz y tienes esa chispa que le
falta a mi equipo.
Suelto el aire y veo al cielo, una noche despejada y perfecta.
Desperdiciada por hablar tonterías con mi padre. Debo volver con Amelia.
—No, no lo haré. Yo no soy abogado y aunque lo fuera, no trabajaría
para ti. —le digo, girando mi cuerpo frente al suyo.
—Entonces, vas a tirar a la basura tantos años de experiencia, te
arrepentirás.
—De lo que me arrepiento, es de no haberlo dejado antes.
Vuelve a reírse y se le escapa una tos. —Sigues huyéndole a tu padre,
pero tú y yo tenemos más cosas en común de las que te puedas imaginar. —
Hace una pausa viendo a Amelia a través del vidrio y continúa hablando—:
Tu madre lucía igual de hermosa que Amelia a su edad, no podía dejarla ir.
Sonrío ante el recuerdo de mi madre. —Corriste con suerte.
—Eso sí, hijo. Pero, ¿Una artista, Mark? No es tu estilo estar con un
montón de hippies interpretando manchas de colores mientras escuchan
música bohemia. Vamos hijo, eres mejor que eso.
—Volveré adentro con Amelia, viajaste desde muy lejos para nada,
padre. No volveré a trabajar contigo.
—Algún día, necesitarás ofrecerle algo más a Amelia, ¿Qué pasará
cuando el negocio vaya mal, cuando las ventas comiencen a caer? ¿Crees
que ella se quedará con un perdedor? Ella necesita estabilidad y confianza
de que todo estará bien, me sorprende que no lo veas.
Me detengo y vuelvo para decirle, —Padre, duermo tranquilo en las
noches porque sé que aunque me cueste mucho más de lo que te costó a ti,
este camino es el indicado, lejos de ustedes y sus trabajos sucios. Amelia se
sentirá orgullosa de mí por mi trabajo duro y honesto, no por engañar a las
personas.
—Eso está por verse, hijo. Dale un saludo de mi parte a tu hermana
cuando la veas. —Me ofrece una sonrisa que solo pude interpretar como
maliciosa y se marcha, montándose en uno de sus lujosos autos negros.
Me quedo en la acera, observando el auto alejarse y meditando las
palabras que acaba de decirme, aunque quiera negarlo, se han colado en lo
más profundo de mi ser. Segundos después, alguien me abraza por la
espalda y al sentir el tacto suave de Amelia mis músculos tensos de la
espalda se relajan. Me vuelvo hasta ella y veo su rostro preocupado.
—¿Está todo bien? —me pregunta.
Acaricio su mejilla con suavidad y le doy un suave beso en la frente.
Nuestras miradas se encuentran y en ese momento lo entiendo todo
claramente. No importa cuántas veces tenga que volver a ponerme en pie, o
si tengo que reinventarme, el estar lejos de mi padre y estar aquí, con
Amelia, es lo que necesito para saber que todo estará bien. No necesito nada
más.
—¿Mark? —Vuelve a preguntarme, pero esta vez más relajada porque
no puedo desdibujar la sonrisa de mi rostro. La acerco un poco más a mí y
esta vez profundizo más en el beso, cuando me separo, le digo al oído.
—Todo está perfecto.
Ella me regala una de sus hermosas sonrisas, yo tomo su mano y le
pregunto.
—¿Quieres dar un paseo?
Camino a su lado por la cálida noche de Miami, metiendo mi mano en el
bolsillo, para asegurarme de que sigue allí la pequeña caja de terciopelo.
Y allí, encuentro la paz que necesito.
Fin.
Epílogo
Meses después.

Este es el momento.
Nunca había estado tan seguro. La traje a South Beach, el lugar donde
tuvimos nuestra primera cita. Su cara de sorpresa al ver la playa casi vacía
se me quedará grabada por siempre. Así como lo que pasará después de que
le haga la pregunta que tengo en la punta de la lengua desde hace meses. He
querido proponérselo en muchas ocasiones, pero no he querido asustarla al
pedírselo tan pronto. Por eso, he esperado a que ella se sienta más segura
consigo misma y con nuestra relación.
La llevé a una zona un tanto alejada de algunas personas que aún
deambulaban por allí. Colocamos una manta en la arena y la coloqué entre
mis piernas para admirar el ocaso. Otro día maravilloso al lado de Amelia.
—No me cansaré de estas vistas. Y del sonido del mar. Es tan relajante.
—dice mi chica, acurrucándose entre mis piernas.
—¿Tienes frío? Comienza a bajar la temperatura.
Ella niega con la cabeza y toma mis brazos para que le abrace. Yo le doy
un beso en la cabeza.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que podía preguntarte lo que quisiera?
—dice Amelia en voz baja.
—Sí, lo recuerdo.
—Hay algo que he querido preguntarte, pero no sé si es imprudente. —
gira su cuerpo y me mira, pero de inmediato aleja la mirada, luce
avergonzada.
—Tranquila. Pregúntame lo que quieras. —le aseguro, acariciándole la
barbilla.
Ella se muerde el labio. Debatiéndose entre preguntarme o no. Yo le
sonrío y lo libero de sus dientes.
—¿A qué edad tu… ya sabes… perdiste la virginidad?
Esperaba todo. Menos eso.
—Eh… ¿Segura que quieres preguntarme eso?
Ella asiente, con evidente interés.
—Pues… a los 15.
Se le cae la mandíbula. Yo se la cierro con el dedo y levanto la ceja,
divertido por su reacción.
—Tú preguntaste. —Subo mis hombros inocentemente.
—Es que esperaba que dijeras, no lo sé. ¿17? ¿18?
Yo me río. —¿Quién pierde la virginidad después de los 18 en este país?
Soy un imbécil. Ella cruza los brazos y me mira con rostro molesto.
—Lo siento, no quería parecer un idiota. No lo hacía a modo de burla.
Ella se desinfla y se levanta de mi regazo para colocarse un cárdigan
delgado que llevaba en su cartera, pero sin alejarse mucho de mí. Yo la
atrapo y ella suelta un gritito en sorpresa. Comienzo a hacerle cosquillas y
llenarla de besos hasta que consigo sacarle una sonrisa y se relaja más en mi
abrazo.
—Soy un idiota.
—Al menos eres “Mi” idiota. —dice a regañadientes.
El resto de la noche transcurrió con normalidad, pero obviamente mi
plan de pedirle que se case conmigo se fue al demonio.

Una semana después

Tenía todo planeado, la llevaría al restaurante de Gustave, al que fuimos


en una de nuestras primeras citas. Ya había planificado todo con él. Reservé
la terraza para nosotros dos, cenaríamos, probaríamos su postre favorito y
luego, se lo pediría.
Le pediría que fuera mi esposa.
Estaba más nervioso de lo normal, me puse una corbata para verme un
poco más formal, pero después me la quité. No voy a cerrar un trato con un
cliente. Voy a pedirle matrimonio a Amelia, debo ser yo.
Aún era temprano. Amelia volvería en cualquier minuto del estudio,
dejaría que se arreglara y luego saldríamos, eso me da tiempo suficiente
para organizar mis ideas y calmar mis nervios. Escucho el sonido de las
llaves en la puerta y salgo a recibirla.
—Hola cariñ… —Me quedo mudo al ver su cara pálida y llena de
asombro.
—Acabo de reunirme con una editorial, el departamento de arte está
solicitando un ilustrador para un libro que saldrá en los próximos meses.
Una historia de terror.
—¡Eso es increíble Amelia! ¿Cómo ocurrió todo eso? —la guío a la silla
porque todavía estaba de pie en la puerta.
—Yo solo iba pasando por allí de camino a casa y vi el anuncio. Entré
solo para preguntar en recepción y casualmente el jefe del departamento de
arte me escuchó. Nos reunimos en su oficina y pudo ver algunos dibujos
que llevaba conmigo. Resulta que quieren ilustraciones pintadas a mano.
Concretamos una segunda reunión…
—Son buenas noticias, ¿Qué debes llevar?
—Mi portafolio. Debo enfocarlo a lo que ellos quieren. Para llamar su
atención. Tengo que volver al estudio y prepararlo todo. ¿Podemos
posponer la cena? —me muestra una cara de preocupación, su cabeza está
en otro lado en estos momentos.
—Por supuesto. Ponte algo cómodo. Te llevaré al estudio para escoger
bien esas pinturas.
—Gracias por tu apoyo, Mark. —me da un beso rápido y se va a la
habitación con mejor ánimo.
Suelto el aire y le envío un mensaje a Gustave con el cambio de planes.
La propuesta tendrá que esperar. Una vez más.

—Cariño, te lo he dicho mil veces, luces hermosa.


Amelia vuelve a rebuscar en el closet entre toda su ropa. Se saca el
vestido por encima de la cabeza y me lo lanza. Me río en voz baja.
—Hermosa no es lo que busco. Necesito algo que diga, “soy
increíblemente talentosa, por favor, acepta que haga el arte de tu libro”.
Ayer, al salir del estudio. Amelia aún no podía creer todo lo que había
pasado.
—¿Qué tal este?
Desfila un bonito vestido color verde que realza sus curvas y el color de
sus ojos.
—Estás preciosa con cualquiera, cariño. No debería preocuparte eso.
¿No has escuchado el dicho “No juzgues un libro por su portada”? Tu arte
es increíble. No tienes que venderla, habla por sí sola. Podrías ir en pijamas
y aun así te aceptarían. Ellos sabrán que eres buena en lo que haces y si no
pueden verlo, no se merecen que seas su artista.
—Eso es adorable. —dice, haciéndose un recogido en el cabello—. Pero
si no me aceptan, la portada de ese libro y todo su contenido apestará. Es
una gran historia, ayer me dieron una copia y he estado leyéndolo. Tengo
que ilustrarlo, tengo que ser yo.
Le sonrío. Otra cosa que amo de Amelia. Su determinación, cuando algo
se le mete en la cabeza, lucha por ello y no se da por vencida hasta que lo
logra, con el pasar de los meses, ha ganado una confianza en sí misma
increíble, y yo estoy encantado.
—Muy bien, creo que ya estoy lista. —Se gira varias veces frente al
espejo y sale de la habitación.
Dos segundos después, asoma la cabeza por la puerta.
—¿Vas a llevarme o qué? Estos tacones no me llevarán a la editorial en
diez minutos.
Me río por lo bajo y salimos.
Al día siguiente recibió respuestas de la editorial. La contrataron como
artista principal en la ilustración del libro. Estuvo eufórica por horas, gritó,
le dio un ataque de risas y luego rompió en llanto. La acompañé en todo
momento y abrimos una botella de vino para celebrar.
Ambos estuvimos muy ocupados con nuestros trabajos. Había días en
que trabajábamos hasta tarde, Amelia estaba muy motivada, era un proyecto
grande. Podía ser un trampolín para su carrera y yo me sentía muy orgulloso
de cómo tomaba las riendas de su vida. El negocio también estaba
comenzando a dar buenos frutos, Erick y yo estábamos pensando en abrir
otra sucursal en Miami.

Un mes después.

¿Por qué pensé que pedirle matrimonio a la mujer más maravillosa del
mundo sería tarea fácil?
Es una tarde hermosa y paseamos por el parque. Ella está radiante con un
vestido floreado y el cabello suelto, como a mí me gusta. Y allí estoy yo. A
punto de pedírselo.
—¿Qué era lo que me ibas a decir? —dice ella trayéndome a la realidad.
Es ahora.
—Amelia… yo…
Suena su celular.
—Disculpa, es Jess. Déjame contestar. —dice cuando se lleva el teléfono
al oído y yo vuelvo a perder mi oportunidad.
Me coloco las manos en los bolsillos y camino cerca de ella, mientras
conversa con su mejor amiga.
Esa misma tarde la acompañé al estudio. Verla concentrada pintando es
una de mis cosas favoritas. A ella no parece importarle tenerme allí
invadiendo su estudio y su inspiración. Saco mi teléfono y comienzo a
hacerle fotos. No tengo la cámara conmigo, pero con el teléfono tengo.
Trabajo en mi computador haciendo unas órdenes de compra. El negocio
ha ido muy bien y si nos descuidamos, nos quedaremos sin inventario en
pocos días.
Cuando Amelia termina, estira sus brazos y mueve los hombros. Se
voltea, frotándose los ojos.
—Creo que ya tengo suficiente por hoy. ¿Vamos a casa?

Amelia sale de la ducha envuelta en una toalla y se acerca al lavamanos


a cepillarse los dientes. Estos momentos de cotidianidad junto a ella me
encantan, verla al natural, con su piel sonrosada por la ducha caliente,
frotándose alguna crema en el cuerpo o en el rostro. Ella no necesita nada
de eso. Pero discutir con ella sobre eso, es entrar en terrenos peligrosos,
junto a ella he aprendido que hay batallas que no se pueden pelear.
Vuelve a mover el hombro, lo que me hace pensar que le está
molestando. La herida de la bala rompió las fibras musculares del hombro
por lo que a veces le cuesta pintar por muchas horas o hacer algunos
ejercicios en el gimnasio.
—Acuéstate, necesitas un masaje. —le digo.
—No es necesario. Sólo me molesta un poco. Mañana estará como
nuevo. —responde.
Levanto la ceja y le señalo la cama con la cabeza. Ella va, rodándome los
ojos y en el camino le doy una nalgada. Lanza un gritito y se acuesta boca
abajo riendo.
Me coloco encima de ella y con un poco de aceite comienzo a frotarlo en
su cuerpo. Ella suelta el aire y deja que haga mi trabajo. Me encargo de
aflojar la tensión que acumulaba en los hombros y cuando termino en esa
área, desciendo por la espalda hasta llegar a sus caderas y su hermoso
trasero. Podría admirar todo el día su piel y su retaguardia. Le doy un beso
en el hombro y Amelia reacciona ante mis caricias moviendo su trasero
hasta mi entrepierna, un segundo después nos estamos besando con
desespero.
La atraje y sentada sobre mí, comienza a presionar mi entrepierna con la
suya. Le beso el pulso del cuello y ella me da un mordisco en el hombro.
Amelia, tan receptiva como siempre, me deja moverla hasta que estoy sobre
ella, nos besamos salvajemente hasta que tomo una de sus piernas y la subo
al nivel de mis hombros. La penetro y ella suelta un gritito de alivio, me
muevo lentamente, tomando todo de ella y acomodándome en sus paredes.
Deliciosa. Conseguimos un ritmo constante hasta que la siento temblar
debajo de mí. Con rapidez giro nuestros cuerpos y la tengo sobre mí, se
muerde el labio y comienza a cabalgarme. Sus senos, suaves al tacto y
delicados, se mueven al vaivén de sus caderas. Dios. La amo. La amo con
mi vida. Se lo digo, y ella acerca su boca a la mía cuando la tomo por las
caderas y me entierro hasta el fondo. Ella grita y se deja llevar por un
delicioso orgasmo, me da todo, mientras esconde su cabeza en mi cuello y
yo me dejo llevar segundos después.

Despierto en la mitad de la noche buscando a Amelia, aún no amanece,


pero se puede ver en la oscuridad. El espacio que ocupaba su cuerpo aún
está tibio, me incorporo cuando la veo junto a la cómoda, con la gaveta
abierta.
Santa mierda.
Sostiene en sus manos la pequeña caja de terciopelo. La estudia, pero no
la abre. Con cuidado vuelve a ponerla donde estaba y saca un par de
calcetines. Por supuesto Mark. Ese escondite era el más apropiado. Eres un
idiota.
Cuando se gira para volver a cama, se encuentra con mi mirada y sus
ojos se pintan de terror, como si hubiese hecho algo prohibido. Está
llorando.
—Yo… yo tenía frío y busqué en tu gaveta. Yo…
Luce tan pequeña en la oscuridad, apretando con sus manos los
calcetines y vistiendo solo su ropa interior. Necesito calmarme al verla tan
sensual, con su melena despeinada por la sesión de anoche y sus senos
desnudos y despiertos por el frío.
Me pongo de pie y me quito la franela, se la pongo para que se caliente.
Le tiembla el labio y acuno su rostro entre mis manos, está helada.
—¿Por qué lloras? —le pregunto, con la voz más suave que puedo.
Estoy en pánico, no sé qué significa que esté llorando. ¿Significa que va a
decirme que no si se lo pregunto?
—No lo sé. —Solloza y la abrazo, ella deja que la arrope en mis brazos.
Bien. Al menos no ha salido corriendo. Conociendo a mi chica, era una
posibilidad.
—Amelia… —mierda. No es así como quería pedírselo. Debo calmarla.
Y debo jodidamente calmarme. Hago una pequeña oración a mi madre,
pidiéndole las palabras adecuadas—. No quería que fuera así como
sucediera. —digo, con honestidad.
—Lo siento, Mark. —Está temblando, joder. ¿Por qué se disculpa?
—No te disculpes, cariño. Fue un descuido dejarlo allí. —tomo la
pequeña caja, ella la ve como si le temiera, la llevo a la cama porque creo
que en cualquier momento se desvanecerá y nos sentamos frente a frente.
—¿Desde cuándo…?
—Un tiempo… Siempre ocurría algo y no podía preguntártelo.
—Santa mierda. —dice ella.
Ambos nos quedamos viendo por unos segundos y luego ella comienza a
reírse.
Sí. Se ríe.
Una risa nerviosa y apresurada. Mis niveles de pánico bajan y comienzo
a reírme con ella.
—Quería que fuera una sorpresa. —le digo acariciando su mano.
—Me has sorprendido, créeme. —dice ella.
Después de calmarnos, le peino el cabello que tenía cerca de la cara y
agarro sus manos.
—Amelia, desde que tropezaste conmigo en el gimnasio no he podido de
dejar de pensarte. Cuando te conocí mejor, solo deseaba poder estar en tu
vida, de la forma que tú quisieras. Cuando comenzamos a salir, supe que
estaba perdidamente enamorado de ti. Después del secuestro, cuando pensé
que te perdería, supe que no podría vivir mi vida sin ti. Eres todo lo que
cualquier hombre podría querer, eres hermosa, inteligente, valiente y
compasiva. Enamorarse de ti es fácil, porque eres increíble. Doy gracias al
cielo por ponerte en mi camino, y si tú quieres, pasaré el resto de mi vida
intentando hacerte feliz. ¿Te casas conmigo?
Abro la cajita mostrando el anillo que elegí para ella. Delicado, bonito y
con clase. Como ella.
Amelia vuelve a reírse nerviosamente, pero esta vez salta sobre mí,
dándome un montón de besos.
—¿Eso es un sí?
—Sí, mil veces sí. —me da un beso largo y lleno de amor.
Hace un año, antes de conocer a Amelia, pensé que tenía todo lo que
necesitaba. Cuán equivocado estuve.
Sobre el autor

Mónica López (1993) de nacionalidad venezolana, ahora residente en


Santiago de Chile.

Desde pequeña se ha interesado por la escritura, sus inicios fueron en


un cuaderno que utilizaba como poemario, años después, escribió lo que
sería su primera novela titulada “Amelia”. Amante de la lectura, la música,
el canto y el arte, trabajó como profesora de canto básico y ganó varios
concursos de pintura. Actualmente, se desempeña como contador y en sus
ratos libres, escribe historias de romance, terror y desamor en su Instagram:
@monkaleidoscope

Puedes conocer más de la autora en:


monkaleidoscopeweb.wordpress.com
Amelia tiene dos objetivos, huir de su terrible pasado y formarse como
artista plástico, para eso, decide mudarse a Miami y empezar desde cero. Lo
que no esperaba es que, en el camino de la superación y el amor propio, su
pasado amenazaría con volver. Amelia se enfrenta a una historia cargada de
romance, drogas y prostitución. Todo esto, mientras conoce a Mark, un
chico que pondrá de cabezas su estabilidad emocional.
¿Podrá sobrevivir?

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