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Mónica López
Copyright © 2021 Mónica López
Derechos reservados
Registro de propiedad Intelectual N° 290.317
A los que creyeron en Amelia
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Epílogo
Sobre el autor
Prólogo
Un olor a gasolina mezclado con tierra me inunda las fosas nasales, abro
los ojos, pero todo luce distorsionado. Siento una punzada penetrante en la
cabeza, me toco el cuero cabelludo y miro mis dedos mojados y pegajosos;
intento moverme, pero un dolor más fuerte quema dentro de mi carne, veo
mi torso, bañado de un rojo intenso y un trozo de metal atravesando la tela
de mi camiseta y mi piel. Escucho mis sollozos, pero no siento que salgan
de mi garganta.
Mi vista borrosa distingue el auto estrellado a unos metros de mí. El
miedo me invade la espina e intento huir aferrándome a la tierra con las
uñas, pero mis extremidades son gelatina y el metal incrustado duele
demasiado. Respirando con dificultad y con los dedos temblorosos acerco
mi mano al metal e intento sacarlo aguantando las ganas de gritar, pero
temo que pueda ser peor.
Oigo pedazos de vidrio caer y una de las puertas abrirse tras varios
golpes. Comienzo a llorar desesperadamente, me muerdo el labio con
fuerza, abrazo con mis manos el metal cortante y con las pocas fuerzas que
me quedan lo saco de mi carne en un movimiento rápido; de inmediato,
presiono la herida con mi ropa, pero no es de mucha ayuda, comienza a
salir sangre por todos lados. Voy a morir.
Capítulo 1
Agosto,
Viernes
<<Su atención por favor, los pasajeros del vuelo 316 con destino a
Miami, Florida favor abordar por la puerta número 3>>
Despierto exaltada en las sillas del aeropuerto, nerviosa, tomo mi celular
para ver la hora, son pasadas las 10:00 pm, al apagar la pantalla veo el
reflejo de mi rostro en el móvil.
Estoy acabada.
Me froto los ojos y me levanto, agarro el bolso y el equipaje de mano
para dirigirme a la puerta de abordaje. Casi arrastro mis pies por el
cansancio, mi vuelo se retrasó y he tenido que esperar varias horas a base de
sándwiches y café. Aunque apenas probé bocado.
Entro a la puerta de embarque, minutos después ya estoy en mi nada-
cómodo asiento para unas divertidas 3 horas de vuelo; lo primero que hago
es abrocharme el cinturón de seguridad, coloco música en mi teléfono, lo
configuro en modo aleatorio y me preparo para el despegue; siempre he
odiado los aviones, juego con mis dedos y comienzo a mover el pie,
inquieta.
Junto a mí, se sienta un señor de unos 50 años, ya empiezan a verse
canas en su cabello, es algo regordete, veo que pelea con su cinturón de
seguridad y cuando nota que lo estoy viendo me sonríe.
—¿También le ponen nerviosa los despegues?
Se me escapa una risa nerviosa. —Sí, un poco.
—Me recuerdas mucho a mi hija, solo que ella es un poco más baja de
estatura; ¿Te estás yendo de casa o regresando?
De inmediato pensé no lo sé, pero respondí: —Voy a casa. —Me recorre
por el cuerpo un escalofrío al pronunciar esa afirmación.
El vuelo transcurrió con normalidad, por suerte no volví a quedarme
dormida, pero me confié lo suficiente como para cerrar los ojos y centrarme
en la música que salía de los audífonos. Al bajar del avión, la emoción, el
miedo y la ansiedad volvieron a invadirme.
El aeropuerto Internacional de Miami es enorme, presto atención a las
señalizaciones para no perderme. Ya con mis maletas, las puertas
automáticas de la salida se abren para mí y con un nudo en la garganta,
tomo un taxi que me llevará a mi nuevo hogar por los próximos meses.
Mi mejor amiga de la infancia Jessica, o Jess como yo le digo, se mudó a
Los Ángeles por un nuevo trabajo y prácticamente dejó todas sus cosas
aquí, así que básicamente yo viviré aquí mientras termino de ayudarla a
empacar sus pertenencias, enviárselas a su nuevo departamento y preparar
su casa para los nuevos inquilinos en un par de meses, eso me da tiempo
suficiente para poder establecerme en otro lugar; así que, del modo en que
yo lo veo todos salimos ganando.
Son las 3:00 am, no he dormido casi nada, estoy de mal humor,
hambrienta y mejor no hablemos de mi aspecto físico; apenas he probado
algo de comida, aunque tuve oportunidad de hacerlo, el nudo que tenía en el
estómago me impidió hacerlo.
En el recorrido, puedo notar que todas las casas son iguales, paredes de
ladrillos rojizos, techos marrones y columnas blancas. El taxista detiene el
auto, indicándome que ya llegamos, pero eso ya lo sabía, desde que sabía
que me mudaría, memoricé todas las rutas posibles desde el aeropuerto
hasta la casa de Jess, así sabría si tomamos un desvío. Le doy un “gracias”
automático y me dirijo a la entrada de la casa, todo está oscuro pero la casa
luce hermosísima, incluso más bella que en las fotos que me envió Jess, le
escribo un mensaje de texto para indicarle que ya llegué y estoy bien,
también le envío uno a mis padres; después de mirar embelesada la casa y
el jardín del frente me dispongo a entrar arrastrando todo el equipaje.
Enciendo una a una las luces y veo que Jess hablaba muy en serio
cuando dijo que dejó todo tirado; recogió lo que pudo y se marchó a Los
Ángeles. La casa está como si ella aún viviera allí, pareciera que no faltara
nada; se me asoma una sonrisa, ella nunca fue muy materialista.
Llevo con esfuerzo las maletas por las escaleras a la habitación de
invitados la cual es muy bonita, paredes color crema con una cama grande
en el centro, un escritorio y algunas lámparas de decoración, unos cuadros y
una gran ventana que da a la parte trasera de la casa, dejo las maletas junto
al escritorio, me lanzo en la cama muerta de cansancio y me quedo dormida
de inmediato.
Sábado
Martes
Miércoles
Jueves
Más tarde
No estoy de humor, un estudio que visité ya había sido alquilado, el otro
estará disponible dentro de dos meses por lo que no puedo ocuparlo
inmediatamente; mi última opción es el estudio que queda cerca de la zona
comercial donde está el gimnasio al cual he faltado hoy intencionalmente.
Esta es mi última opción, me digo en voz baja mientras tomo un bus hasta
el último estudio.
Luego de varios minutos caminando en busca del lugar, miro perdida la
dirección que tengo anotada en mi libreta, no puedo dar con el sitio aún,
decido preguntar a un señor que parece ser de por aquí y me señala un
edificio de cinco plantas que queda en una esquina, le doy las gracias y me
dirijo hacia allá.
El edificio se ve antiguo pero bien conservado, tiene ladrillos grises,
grandes ventanas, los bordes son redondeados con marcos blancos; camino
hasta allí y llamo a la propietaria. Cuando nos encontramos, nos
presentamos y subimos las escaleras para llegar al estudio. Es una señora de
unos 50 años, se presenta con el nombre de Ana, se ve muy arreglada y
moderna, me cuenta que el edificio se construyó en 1950 pero le han hecho
muchas reformas para conservarlo, ella vive en el mismo edificio pero en el
último piso, también me dice que es una zona muy tranquila, no hay mucho
ruido externo, por tanto podré trabajar en paz; subimos hasta el tercer piso,
abre la puerta y recorremos el salón.
No es tan grande como otros estudios que he llegado a conocer, al final
de la habitación hay una ventana grande que proporciona luz a toda la
estancia, todas las paredes están pintadas de color blanco, el piso es de
madera oscura, hay varios mesones en los laterales, lámparas que
acompañan todo el lugar, un área con un lavabo y un cuarto de baño
pequeño, una salita de estar que cuenta con un sillón y una mesita de café,
en la esquina más cercana a la puerta hay un mesón con un microondas y
algunas tazas. Me quedo observando el lugar y se siente como si ya
perteneciera allí, es perfecto para mí.
Pasamos las siguientes horas formalizando el contrato de arrendamiento,
así como el pago por el mes de garantía y con un apretón de manos ya tengo
mi propio estudio de arte, por fin mi sueño empieza a hacerse realidad. Una
vez sola en él, empiezo a saltar y reír de alegría, llamo a mis padres y a Jess
para contarles la buena noticia mientras veo las llaves en mi mano con
adoración.
Ya empieza a caer la tarde y salgo de mi estudio, que bien suena decir
eso, para tomar el camino a casa, ahora que recorrí varias calles se me hace
más fácil ubicarme, de modo que me son familiares los locales comerciales.
Paso junto al gimnasio y veo que desde adentro, Natasha me hace señas
para que entre, me tenso pensando que podría encontrarme a ya sabemos
quién, pero ignoro el pensamiento porque mi día salió mejor de lo que
esperaba y nada puede arruinarlo, le muestro una sonrisa de oreja a oreja y
entro. Después de saludarla me aborda.
—Adivina quién me preguntó por qué no viniste a entrenar hoy.
—¿Qué? ¿Quién? —pregunto incrédula. Prefiero preguntar antes de
estamparme contra una pared.
—Pues quien más va a ser, ¡Mark! Tuviste que haber hecho algo ayer
muñeca, porque el N-U-N-C-A me había preguntado por ninguna chica que
entrene en este lugar, hasta hoy, estoy bastante sorprendida Amelia. —
Sonríe.
—Pero si yo no he hecho nada, todo lo que hago es tropezar con él por
accidente. —Le cuento de mi patético encuentro de ayer y en como
prácticamente salí huyendo de allí.
—Hazme caso, has hechizado al hombre.
—Natasha, no creo en lo que me dices, no creo ser su tipo, Mark parece
el tipo de persona que le gustan las mujeres más… ya sabes, estereotipo de
Barbie, bronceadas y perfectas. Aparte, no creo que él esté buscando tener
una relación como tal y yo no estoy para jueguitos. —En realidad, tengo
problemas de confianza, pienso, ni siquiera conozco a Mark para suponer
tal cosa.
—¿Eh?… Todo lo contrario muñeca, conozco a Mark, él no es así.
Además, ¿Te has visto en el espejo? —En ese momento empieza a sonar el
teléfono de la recepción—. Debo tomar esta llamada, pero esto debemos
hablarlo, mañana te quiero aquí temprano para tu entrenamiento. ¡Sin
excusas! —Atiende la llamada mientras me guiña un ojo y vuelve a su
trabajo.
Me despido con la mano y regreso caminando a casa pensando en lo que
acabo de escuchar de Natasha, no puedo creer que Mark haya preguntado
por mí, sonrío con timidez hasta que mentalmente me doy una bofetada
para reaccionar.
Para cuando llego a casa ya cayó la noche, me preparo una cena rápida,
ordeno algunos bocetos que dejé regados por el piso temprano en la
mañana, el día terminó mucho mejor de lo que esperaba; caigo rendida en la
cama donde me quedo dormida con una sonrisa en el rostro.
Martes
Aún está oscuro afuera, miro el reloj, son las 3:00 am, intento volver a
dormir pero se me hace imposible, me pongo a pensar en todas las cosas
que debo hacer con el estudio mientras doy vueltas en la cama, apenas he
podido llevar algunas cajas, por lo que, decido levantarme y comenzar a
bajar el resto de las cajas con mis materiales artísticos, así como unos
lienzos de varios tamaños y cuadros ya terminados. Tomo un desayuno
ligero y subo para preparar todo para ir primero al gimnasio, decidí no darle
vueltas al asunto que me comentó Natasha anoche, voy a enfocarme en mi
estudio y en mi arte, para eso vine.
Cuando llego al gimnasio me doy cuenta que aún no ha abierto, aún falta
media hora, salí de casa demasiado pronto, estaba inquieta, encerrada. Me
siento en las escaleras a esperar, cuando llega Natasha a saludarme.
Charlando, me cuenta que su familia es originaria de Argentina, pero vino
como estudiante de intercambio para terminar sus estudios de inglés, lo cual
me sorprende, porque lo habla muy fluido para estar en su primer año;
además, está trabajando en el gimnasio desde hace un tiempo y eso la ha
ayudado a costearse el alquiler de un departamento; yo le cuento mi historia
aquí en Miami y el nuevo estudio que adquirí hace unos pocos días;
hablamos hasta que llega, a mi parecer, el encargado del edificio a abrir las
puertas del gimnasio, quedamos para almorzar juntas en su descanso. Me
alegra conocer a alguien aquí, espero que Natasha y yo podamos ser buenas
amigas. Ella entra con los demás empleados mientras yo me quedo
esperando un tiempo prudencial mientras encienden las luces y preparan el
lugar, es un día hermoso, se siente fresco y está un poco nublado.
Apoyo la barbilla en mis manos y pienso en todas las cosas que debo
hacer para acondicionar el estudio, imagino donde pondré cada objeto
mientras mi mente viaja lejos de aquí.
—Buenos días Amelia, hoy madrugaste.
Pestañeo varias veces hasta que mi vista enfoca al mismísimo Mark de
pie frente a mí. Tú puedes Amelia, compórtate como un ser humano normal.
—Oh. Hola, si, no me fije en la hora al salir, aún es muy temprano, estoy
esperando que abran el gimnasio. —digo señalando con el pulgar hacia
atrás, donde se encuentra el edificio.
—Pronto abrirán.
—¿Siempre vienes tan temprano? —pregunto curiosa.
—Normalmente sí, depende de mi agenda.
—Ya veo.
—No habías venido. —afirma, refiriéndose al gimnasio.
—Eh… no, no pude, tenía mucho que hacer.
—¿Trabajo? —Su mirada esta fija en mí, estudiándome.
—Algo así.
—Entiendo, nos vemos adentro. —dice más relajado y con su irresistible
media sonrisa. Se marcha y yo me quedo unos minutos más intentando
calmarme. ¡Qué conversación más extraña! Aunque esta vez no fue tan
horrible, me doy palmaditas imaginarias en el hombro para consolarme.
Al entrar, Natasha me guiña un ojo, probablemente porque nos vio
hablando afuera, yo le volteo los ojos en respuesta, a modo de broma; dejo
el maletín en un casillero para ir al área de las caminadoras y empezar a
calentar, programo la máquina con 25 minutos, me pongo los audífonos y
me dejo llevar por la música.
Dos horas después estoy oficialmente hecha polvo, uno de los
entrenadores, Steve, no tuvo compasión conmigo, pero pude hacer todos los
ejercicios sin quejarme. Estoy reposando en el suelo mientras Steve choca
los cinco con mi mano.
—Bien hecho, la próxima vez entrenaremos brazos. —me dice, antes de
irse hasta otra chica, o víctima debería decir.
Sigo sentada descansando en unos escalones que dan al área “B” del
gimnasio, cuando veo a Mark en el área de pesas ayudando a otro hombre
mucho más grande a levantar, lo que a mi parecer son, demasiados
kilogramos para una persona normal, está algo lejos, pero donde estoy
tengo una vista privilegiada.
Hay varias personas admirando el espectáculo, hombres animándolo y
mujeres embelesadas con semejante distracción. El hombre musculoso
logra levantar la barra completa, bajo la supervisión de Mark, la mantiene
arriba varios segundos y la baja haciendo un rugido de victoria mientras
entre todos celebran y las mujeres cuchichean entre ellas encantadas. Mark
choca los cinco con el hombre, cuando fija la mirada en donde estoy, me
saluda con la mano y después de exactamente cinco segundos le devuelvo
el saludo insegura; veo a mi alrededor y varias chicas llevan su mirada de
Mark a mí como en un partido de tenis, me pongo roja como un tomate y
salgo disparada a los casilleros para buscar mis cosas y largarme de aquí.
Cuando estoy por salir del vestidor, una chica rubia, perfecta y
bronceada me agarra por la mano arrastrándome hacia una esquina del
vestuario, para decirme en voz baja.
—Ten cuidado, le gusta jugar con las chicas nuevas. —Me suelta el
brazo y sin dejar oportunidad de decirle nada, se marcha a las duchas con
una mirada de lástima, dejándome petrificada en el suelo. Se refería a Mark,
obviamente.
Me despido de Natasha y le prometo venir a la una para almorzar. La
advertencia de esa chica se cuela en mis pensamientos, pero decido que lo
mejor es no pensar en eso por ahora, Mark apenas me ha hablado, no hay
necesidad de pensar que quiere algo conmigo; guardo su advertencia en mi
cabeza para después.
Voy directo a casa para ducharme, ponerme algo más casual y buscar mis
cajas para llevarlas al estudio. Telefoneo a un taxi conocido de Natasha, el
chico amablemente se ofrece a subir las cajas que quedaban hasta el
estudio; después de dos viajes ya tengo mis cosas dentro del lugar, se
despide luego de pagarle y darle las gracias y al cerrar la puerta me quedo
viendo la habitación, emocionada por empezar a desempacar.
Camino hasta el gimnasio, apurando el paso porque ya va a ser la hora
de almorzar de Natasha y la verdad es que yo también muero de hambre.
Una vez juntas, vamos a un bonito restaurant italiano que ella recomendó,
después de ordenar nuestra comida, Natasha junta sus manos como si
tramara algo.
—Entonces, Mark y tu…
—¿Qué pasa con Mark? —digo, tratando de sonar despreocupada.
—Vamos, los vi afuera hablando.
—Estaba tratando de ser amable conmigo, es todo. —Subo los hombros
y le doy un mordisco a un trozo de pan.
—En realidad lo es, por ejemplo, cuando llegué me ayudó a conseguir un
departamento donde poder vivir, con unos amigos que estaban desocupando
el suyo, me guio en muchas cosas desinteresadamente, es como un hermano
mayor.
—¿Ves? Soy la chica nueva a la que quiere ayudar a sentirse bienvenida.
—digo agitando la mano y tratando de convencernos a las dos.
—Sin embargo. —dice, enfatizando con un dedo—. Presiento que en tu
caso es distinta esa "amabilidad".
Pongo más atención a lo que dice y como no dice nada, insisto. —
¿Distinta cómo?
—Le interesas, Amelia, aún no sé hasta qué nivel porque es muy pronto
para averiguarlo, solo el tiempo me dará la razón. —Se frota las manos,
como imaginando un plan malévolo.
La escucho con atención, sin poder creerme todo lo que me dice, me
niego a pensar que le intereso a Mark.
—Esto será nuestro secreto. Me matará si se entera que te lo dije. Lo que
si te diré es que tiene un gran corazón, no es como cualquier chico.
Estoy a punto de contarle lo que me dijo la chica rubia que me abordó en
los vestidores, pero llegan nuestros platos, por lo que, dejamos el cotilleo
para devorar la mejor pasta Alfredo con pollo que he comido en mi vida. Al
terminar nos despedimos porque ambas debemos volver a nuestros
respectivos trabajos.
Paso el resto del día sacando todas las cosas de las cajas, moviendo los
muebles, guindando los cuadros, limpiando todo para poder empezar con
mi trabajo, la ubicación de los muebles quedó algo diferente, cambié un
mesón y lo puse junto a la ventana para tener una vista hacia afuera
mientras pinto. Ver todas mis cosas acomodadas en un espacio nuevo es
extraño, pero lo interpreto como que estoy avanzando y se siente bien.
Decido que es suficiente por hoy, necesito un baño de burbujas de los que
me recomendó Jess.
La conversación que tuve con Natasha ha estado rondando en mi cabeza
todo el día, “no es como cualquier chico”, dijo ella. Por otro lado, la chica
rubia y su advertencia, “Le gusta jugar con las chicas nuevas”. No sé cómo
interpretar lo que ambas me dijeron, las dos versiones son contradictorias.
La verdad es que mi experiencia con chicos es prácticamente nula y mi
punto de comparación no es precisamente el más adecuado; suspiro
alejando las imágenes del pasado que se asoman para atormentarme y bajo
las escaleras para iniciar mi camino a casa.
Me sorprendo al ver cuán vacías están las calles, solo hay unas pocas
personas deambulando. Veo la hora. Son las 11:45 pm, todo el mundo debe
estar en sus casas descansando para trabajar al día siguiente. Me asusta un
poco caminar a casa a estas horas, pero decido que es la opción más rápida,
estoy hambrienta.
Miércoles
...
Miércoles
Lunes
De Noche
Martes
Falta una hora para que llegue Mark y aún estoy en pijamas, esto no está
pasándome, me digo una y otra vez mientras salto a la ducha para empezar
a prepararme. He estado despertándome temprano todos estos días que no
creí necesaria una alarma, ¡Grave error! Desperté casi a las 10:00 de la
mañana.
En tiempo récord estoy lista, opté por un vestido fresco por encima de
las rodillas color crema, con unas sandalias bajas color negro que tomé
prestadas de Jess, me dejé el cabello suelto con unas ondas en las puntas, no
me maquillo mucho, solo lo necesario para tapar las ojeras y resaltar mis
ojos azules, mi pálida piel ya está tomando un color bronceado por el sol de
Miami. Un toque de perfume y faltan exactamente cinco minutos para las
once. Esto debería ser un récord Guinness.
Cuando estoy por salir de mi habitación, suena el timbre de la casa.
Mark es puntual. Doy varias respiraciones y me repito “salta al agua,
Amelia”, bajo las escaleras para abrir la puerta.
Mark está guapísimo vistiendo una camisa recogida en las mangas que
resalta sus brazos y unos jeans caídos; ambos nos quedamos viendo unos
segundos hasta que él me saluda, aspiro su fragancia y cuando nos
separamos me entrega un ramo de tulipanes amarillos que tenía oculto en su
espalda.
—Hoy estas más hermosa que nunca Amelia.
Un gesto demasiado dulce, no puedo evitar sonrojarme y al aceptarlo nos
dirigimos a la camioneta para ir a… no tengo idea de a dónde vamos. No
había pensado que estaríamos de nuevo en su auto, el mismo donde sufrí un
ataque de pánico hace unos días. De repente, el no saber a dónde vamos me
inquieta y comienzo a ponerme nerviosa; Mark comienza a sacarme
conversación y trato de adentrarme en lo que hablamos, haciendo a un lado
mis pensamientos obsesivos.
Minutos más tarde, no puedo soportar más la incertidumbre, le comento
que he estado muy ocupada con la mudanza y el estudio y por eso no
conozco muchos lugares emblemáticos, esto, con la esperanza que revele a
dónde nos dirigimos finalmente; el voltea a verme dos segundos, antes de
volver la vista a la carretera y me pregunta.
—Entonces ¿No conoces South Beach?
—¿El Distrito de Art Decó más increíble de Miami?, no, aún no. Espero
poder conocerlo pronto.
—Pues allí es a dónde vamos. —Me sonríe con picardía mientras avanza
entre los carros.
—¿De verdad? ¡Me muero por ir a ese lugar! —digo genuinamente
emocionada y aliviada al mismo tiempo, al saber a dónde vamos.
Una vez estacionado el auto, caminamos por una calle que da inicio al
paseo en South Beach, todo es bellísimo, los edificios, los colores, los autos
de época estacionados, la playa al alcance de unos cuantos pasos, todo
parece un viaje en el tiempo. Creo que se me saldrán los ojos de todo lo que
quiero ver y conocer, Mark lo nota y me invita a caminar para explorar un
poco.
Hace un día precioso y soleado, hemos recorrido muchos sitios
increíbles, he tomado algunas fotos con mi celular para enviárselas a mis
padres y a Jess, estoy encantada con este lugar. Le explico a Mark sobre el
tipo de arquitectura que tiene y qué la diferencia de otros lugares; había
estudiado sobre South Beach en la universidad. Después de charlar a gusto,
Mark me dice que tiene una reservación en un pequeño restaurante de aquí
cuya especialidad es la pizza. Había olvidado que ni siquiera había
desayunado por levantarme tarde, de repente me suena el estómago y
agradezco que ya vayamos a comer algo.
Al principio me pongo nerviosa, al imaginarme en un lugar más íntimo
con Mark, pero me tranquilizo cuando tomamos las mesas de afuera, cerca
de los autos de época, la playa y todas las cosas maravillosas de este lugar.
Me habla de Los Ángeles, de su vida allí y todo lo que dejó atrás para
venirse a Miami. —Estudiaba derecho, estaba terminando mi tercer año
cuando decidí mudarme para acá.
Recuerdo la tensión en su voz cuando hablamos sobre su vida en Los
Ángeles el día de la playa, pero como está contándome más cosas decido
preguntarle.
—¿En serio? ¿Por qué te retiraste?
—No era lo mío, era miserable y mi padre seguía insistiendo en que
tendría un puesto seguro en su prestigioso bufete de abogados. No se sentía
bien, quería lograr mis propias cosas, no por el apellido de mi padre. Tenía
que salir de allí. No se sentía más como mi hogar. —expresa, un poco tenso.
—Nací en California, pero viajaba mucho para acá, al final decidí
mudarme definitivamente, para emprender un negocio de nutrición.
—Entonces, no se trata solo entrenar a tus clientes.
—No, siempre me he interesado en el ejercicio físico, pero no en el
sentido estético, sino en cómo puede ayudar a tu salud física y mental, sobre
todo con constancia, disciplina y basándote en una buena alimentación; es
increíble cómo puede cambiar la calidad de vida de las personas con algo
tan simple como aprender a comer. —Lo oigo con atención, se oye muy
centrado en lo que dice y por alguna razón me lo imagino regañándome
cuando se dé cuenta de que tengo muy malos hábitos alimenticios.
Yo le comento que me estoy quedando en casa de mi mejor amiga, hasta
que pueda conseguir más dinero con la venta de mis pinturas y mudarme a
un lugar propio, quiero exponer mis obras en una galería de arte para darme
a conocer; también le cuento que desde pequeña mi papá me enseñó
muchas de las técnicas en la pintura que hoy aplico y aunque es profesor de
música, la pintura también le apasiona.
—A diferencia de ti, nunca había estado en Miami, me ha tomado varios
días ubicarme bien.
—¿Por qué te decidiste por Miami?
—Aquí la expresión artística es muy valorada, hay un distrito completo
dedicado a eso; además, Jess me dio esta oportunidad, no podía
desaprovecharla. —En realidad, me estaba volviendo loca en casa,
necesitaba ir a un lugar donde nadie me conociera, pienso, pero me quedo
con la versión que le dije a Mark.
Después de la deliciosa comida, fuimos juntos a la playa a caminar
descalzos, la arena es casi blanca y el color del mar se fusiona con el cielo.
La playa está muy concurrida, pero conseguimos un espacio para sentarnos
y seguir charlando, a lo largo del día me he sentido cómoda junto a Mark,
no estoy a la defensiva y por primera vez en mucho tiempo, me permito
relajarme.
En un punto, toma mi mano y empieza a jugar con mis dedos uno por
uno, el contacto físico con sus manos se siente bien y me hace cosquillas. El
cielo comienza a nublarse anunciando que pronto lloverá, nos levantamos
para irnos cuando comenzaron a caer pequeñas gotitas, Mark toma mi mano
para correr, mientras nos reímos como dos adolescentes hasta el
estacionamiento, para cuando subimos al carro ya está lloviendo más fuerte,
desde que llegué a Miami no había llovido un solo día.
Cuando llegamos al frente de mi casa ya está oscureciendo, no ha dejado
de llover, Mark estaciona al frente y me ve sonriente, yo le doy las gracias
por tan bonito día con lo que él respondió.
—Gracias a ti por aceptar salir conmigo.
Acto seguido toma mi mano y la besa. Siento un hormigueo viajar desde
mi mano hasta el ombligo. De repente me empieza a dar calor y cuando
suelta mi mano sorpresivamente su ausencia me afecta. Él baja del auto con
un paraguas que guardaba en su auto, abre mi puerta, me ayuda a bajar y me
lleva hasta la puerta, me despido de él y cierro la puerta de la casa, pasan
unos segundos y toca la puerta, abro, pensando que me dejé algo en su auto.
—¿Me he olvidado de algo? —le pregunto.
—No, pero yo sí. —dice él.
Lo miro confundida y el responde a mi duda.
—¿Me das tu número de teléfono? —dice coqueto y yo le sonrío.
Se lo doy, pensando en que después de hoy, si seré capaz de mantener
una conversación normal con él. Se despide por segunda vez, sube al auto y
se marcha.
Voy a la cocina, con una sonrisa radiante, saco un jarrón de vidrio de
Jess y coloco el ramo de tulipanes en agua fresca. Comienzo a acariciarlos
uno a uno, embelesada. Cuando ya es más tarde y veo que aún no para de
llover, me coloco un abrigo y unos calcetines, el día no deja de darme
sorpresas cuando me encuentro a mí misma hambrienta, abriendo la nevera
y sacando de todo un poco para cocinar.
Tarareo una canción de Adele que tengo en mi celular, mientras pico un
pimentón en tiras; lloro cuando pico una cebolla, salteo todo en una sartén,
mientras le voy lanzando especias que Jess tenía guardadas. Saco unas
fajitas mexicanas y preparo tacos vegetarianos. No me estoy guiando por
ninguna receta, solo me dejo llevar, la lluvia aún repiquetea contra la
ventana de la cocina, mientras los olores se unen en armonía con la música,
creando un sitio acogedor.
Mark se comportó como un perfecto caballero el resto del día, justo
como prometió, en todo momento fue muy respetuoso, dulce y agradable,
casi no puedo creer que este día haya ocurrido. Tal vez lo juzgué demasiado
pronto, tal vez en serio es un buen chico; el día de hoy fue increíble, no me
había sentido así de libre y relajada desde…
No vayas allí Amelia.
Suspiro… solo espero no equivocarme… de nuevo.
Viernes
Hoy debo activarme, me digo en voz alta, he dormido demasiado así que
compensaré el día haciendo ejercicio y terminando la pintura que dejé
pendiente. Me alisto con unos shorts de deporte negro a la mitad del muslo
con un top y una sudadera, me recojo un moño alto y despeinado; me miro
al espejo y estoy sonriente, es el efecto de tu cita con Mark, me digo, pero
alejo los pensamientos como quien espanta un mosquito por miedo a pensar
que quizá sea verdad.
Al llegar, no veo a Natasha por ningún lado, tal vez es su día libre; al
cabo de unos minutos ya estoy calentando en la caminadora, hoy Steve me
indica que haga diferentes ejercicios con las pesas para entrenar los brazos,
me explica cómo hacerlos y se va con una señora que está comenzando por
primera vez aquí.
Ya voy por mi tercera serie y siento que me tiemblan los brazos de lo
cansados que están, hago todo mi esfuerzo en subir una pesa por encima de
mi cabeza con el brazo izquierdo, ¡Lo logré! pienso, cuando escucho la voz
de Mark acercarse por mi espalda.
—No esperaba encontrarte por el área de pesas…
De inmediato, siento que la pesa que estoy sosteniendo se me resbala,
por suerte puedo atraparla a tiempo con la mano que tengo libre, pero siento
un tirón en la espalda, intento colocar la pesa en el suelo, pero ya Mark está
a mi lado agarrándola por mí, con rostro preocupado.
—¿Estás bien? —me dice mientras me agarra por la espalda con una
mano.
—Sss... Sí. Estoy bien, solo se me ha resbalado la pesa. —le digo,
demasiado nerviosa al sentir el contacto de su mano en mi espalda. Dios
mío, ¿El aire acondicionado se averió de repente?
Muevo el brazo izquierdo para mostrarle que todo va bien, pero siento
un pinchazo en la espalda y se me escapa un gemido de dolor, Mark, más
preocupado que antes me chequea haciendo leves movimientos con sus
manos por mis omoplatos, al mismo tiempo me va preguntando “¿te duele
aquí?, ¿y aquí?”, ¿doler? Ni siquiera sé cómo me llamo en estos momentos.
Toca un punto de la espalda donde siento dolor y por reflejo brinco.
Mark me explica que parece ser una contractura del músculo, por el mal
movimiento que hice, sigue masajeando el área afectada de la espalda y yo
creo que deben hacer 40 grados aquí adentro, siento que explotaré de lo roja
que debo estar. Dios, qué bien se sienten sus manos.
—¿Te sientes mejor?
Mark me saca de mi letargo y me obligo a responderle que sí; es la
verdad, me siento mucho mejor después de su masaje y me sorprendo al
pensar que no quería que se detuviera.
—Sí, gracias.
Ambos nos sonreímos, han pasado varios días desde nuestra primera cita
y estoy algo nerviosa; nos hemos visto en el café y hemos tonteado un par
de veces por teléfono, pero su cercanía con el masaje me hace recordar que
cada día me siento más atraída hacia él. Noto que me va a decir algo,
cuando Catrina se acerca a él, con un conjunto deportivo demasiado corto,
poniendo la mano en su brazo y mirándome desafiante.
—Mark, cariño, será mejor que empecemos, recuerda que tenemos
mucho por hacer hoy. —Me mira de los pies a la cabeza, agitando su rubia
cabellera.
—Catrina, empieza a calentar en la elíptica, 25 minutos. —le ordena
Mark con tono seco, sin mirarla a la cara y dándole dos palmaditas en sus
garras, para que las aparte.
Ella sorprendida intercambia su mirada de Mark a mí, enfurecida. —No
te tardes. —le dice, se marcha meneando las caderas y dejando una estela
de perfume olor a caramelo. Repugnante.
¿Pero qué le ocurre a esta chica?; no puedo evitar sentir un pinchazo de
celos. Entonces entro en razón, a ella le interesa Mark, es demasiado
evidente, no puedo evitar sentirme como una tonta por no darme cuenta de
eso antes. De seguro ella era la que estaba al otro lado del teléfono cuando
yo espiaba; no puedo evitar levantar una ceja mientras la veo marcharse.
Mark niega con la cabeza y me dice:
—Soy su entrenador personal, sólo eso. No deberías seguir entrenando
con esa contractura en la espalda, ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No, no es necesario. Vuelve a tu trabajo. —le respondo seria.
—¿Estás segura? —luce preocupado.
—Muy segura.
—Te llamaré más tarde ¿sí? —Hay duda en su mirada, pero toma mi
mano para darle un beso y se marcha en dirección a la chica-voluptuosa-
completamente-su-tipo.
Cuando salgo de la ducha, comienzo a sacar la ropa de mi bolso para
empezar a vestirme, me siento cohibida con tantas chicas, por lo que, me
coloco la ropa interior aun con la toalla puesta. Al pasar los minutos, noto
que algunas de ellas cuchichean y desvían su mirada hasta donde estoy; al
notar que les devuelvo la mirada, se marchan, dejándome sola en el
vestidor, aprovecho la privacidad para vestirme.
Perfecto, ahora estoy en boca de las chicas del gimnasio. Estoy
abrochándome el pantalón cuando Catrina entra y se dirige a los casilleros
que están cerca de mí. Me coloco una franela rápido, para ocultar mi torso
desnudo, haciendo que me duela más la espalda; ella se detiene frente a mí
y me estudia de pies a cabeza, veo que detiene sus ojos en mis costillas,
pero logro cubrirme a tiempo, la distraigo preguntándole lo más neutral que
puedo.
—¿Te puedo ayudar en algo?
—Ni siquiera lo intentes, no te luce. —me señala con un dedo,
mostrando su manicura recién hecha.
Saco mi cabello que quedó atrapado dentro de la camiseta y le digo
calmadamente.
—¿Te refieres a tu esmalte? Los vi en oferta en la tienda de maquillaje
cruzando la calle; a mí me parece que el color es un poco vulgar, pero a ti te
queda.
—No te hagas la astuta. Mark está completamente fuera de tu alcance.
—responde ella.
—¿Hay algún motivo por el cual estemos manteniendo esta
conversación? No te sigo. —No voy a dejar que me altere, al notar que la
estoy ignorando agrega.
—Mira niña, ¿Crees que es un secreto que ustedes dos hayan salido
juntos? —Al ver que se ganó mi atención, continúa.
—Me contó de su salidita tonta, en serio pequeña, no tienes oportunidad,
no eres suficiente mujer para él, ¿Pensaste que él iba en serio? Todo es parte
de su juego para hacerme sentir celosa; en verdad eres ilusa. Solo es
cuestión de tiempo, para que volvamos a estar juntos. —Agarra una toalla
de su bolso y sale tarareando una canción.
Suelto el aire, molesta, cuando oigo su voz aguda gritando. —Mark,
cariño, ya conseguí la toalla, estaba en mi bolso.
Termino de ponerme mis deportivas y me recojo el cabello en un moño
desordenado, con esfuerzo porque la contractura comienza a molestar más
de lo que desearía en estos momentos; me tomo mí tiempo y cuando estoy
conforme con mi aspecto, salgo con los puños cerrados y el bolso
lastimando mi espalda. Al llegar a la recepción, veo que está vacía,
esperaba que Natasha ya estuviese aquí, me vendría bien su distracción.
Cuando giro mis talones, Mark está muy cerca esperándome con los brazos
cruzados, en su mirada puedo notar que también está molesto, la pregunta
es ¿Cuál de los dos lo está más?
Paso por su lado y él se adelanta para ponerse en frente de mí
obstaculizando la salida.
—¿Por qué permites algo así? —le pregunto.
—¿Permitir qué? —pregunta y yo me pellizco el muslo hasta que me
duele.
—Mira, estoy cansada de los chismes, yo no pedí nada de esto.
El me ve confundido, me parece que no tiene idea de lo que estoy
hablando.
—¿Qué chismes?
—Debo irme, tengo cosas que hacer. —Señalo la puerta con la cabeza
esperando que se haga a un lado y me deje ir.
—Habla conmigo. —me pide, acercando su mano hasta la mía, yo la
esquivo y vuelvo a señalar la puerta.
—Solo quiero irme, de verdad que no quiero estar acá en este momento.
—le digo, mirándolo directamente a los ojos.
Mark baja los brazos, nos vemos fijamente un rato hasta que él entiende
que no voy a ceder, suelta el aire resignado y me dice. —Deberías tomar
reposo, tu espalda no está bien.
Al ver que no respondo nada, él mismo empuja la puerta para que pueda
salir, paso a su lado sin tocarlo y me marcho. ¿Irme a casa? Es el último
lugar al que pienso ir, pienso triunfante mientras salgo a toda prisa a mi
estudio.
No sé cómo sentirme en estos momentos, anoto en mi lista mental:
primero, celosa por la cercanía que percibí entre ellos; segundo, enojada
porque Mark haya tenido que irse con Catrina; y tercero indignada conmigo
misma por considerar que Mark dejaría su trabajo para irse conmigo; ¡Por
favor Amelia!, apenas hemos salido una vez ¿Qué está pasando contigo?
...Pero, ¿Y si nuestra cita fue una apuesta entre él y ella? Deben estar
riéndose de mí en estos momentos, no, no, no ¿Qué rayos estás pensando?,
eso no tiene sentido, nunca te ha dado motivos para pensar eso. Es más que
obvio que Catrina quiere algo con Mark, por eso ha querido quitarme del
camino desde el primer momento. Hago un borrón en mi lista mental y saco
unos lienzos nuevos.
Más tarde
Odio darle la razón a alguien, odio cuando sé que debí tomar los
consejos de alguien y no lo hice por ser testaruda y en este caso, dejarme
llevar por mis emociones y mi estúpida lista mental. Terminé mi cuadro e
inicié dos más, pero tenía que haberme ido a casa como sugirió Mark, me
duele muchísimo la espalda, creo que tengo el músculo de la espalda más
contraído, no puedo hacer ciertos movimientos porque siento el pinchazo
más fuerte.
Tomo mi bolso y le echo un vistazo a mi celular, tengo una llamada
perdida de Mark, aún no sé qué pensar sobre Catrina y lo que significó
nuestra primera cita; necesito respuestas. Sí. Pero, en definitiva, no estaba
lista para contestar esa llamada. Soy una cobarde. Abro los mensajes de
texto, uno de mi padre saludando, uno de Jess con una foto de ella
tomándose una piña colada y uno que llama mi atención de Mark.
2:10 pm
¿Cómo está tu espalda? Espero que hayas descansado y estés mejor.
Si se entera que pase todo el día pintando, se muere.
Cierro el mensaje y veo la hora, ¡5:19 pm! ¡Ni siquiera he almorzado!
Me mantuve tan absorta en la pintura que me olvidé hasta de la hora. Cierro
el estudio y cuando bajo las escaleras, el dolor en la espalda aumenta
obligándome a caminar lento.
El regreso a casa fue más rápido de lo que esperaba, cuando estoy
llegando veo la camioneta de Mark estacionada al frente, pero ¿Por qué
vino? Cuando me acerco veo que está sentado en la escalera de la entrada;
donde estoy no puedo ver bien su expresión, cuando nota que estoy
llegando se pone de pie y de inmediato le digo.
—¿Qué haces aquí? —Cruzo los brazos, protegiéndome.
—Amelia… —dice suspirando, toma mi bolso que está sobre mi hombro
izquierdo—. No deberías estar esforzando ese brazo ¿No te ha dolido más
la contractura?
Demonios, este chico conoce sobre esto, no puedo mentirle.
—Solo me molesta un poco, ya se me pasará. ¿Para eso viniste? —le
pregunto.
—Quería chequear cómo estaba tu espalda y quería hablar contigo.
Ahora empiezo a ponerme a la defensiva, Mark se mantiene muy serio.
—¿Sobre los chismes y Catrina? —El asiente.
—Catrina me contrató para que la entrenara y nada más, nunca hemos
tenido o tendremos algo, no me siento atraído hacia ella.
—Entonces, ¿Por qué permites que se comporte así? Dando por hecho de
que ustedes tuvieron una relación.
Me mira sorprendido un segundo y me dice: —¿Eso es lo que te dijo? —
Yo asiento con la cabeza lentamente.
—Todos en el gimnasio deben pensar que soy una cualquiera. —él
intenta interrumpir pero no le dejo—. Y no solo eso, me dijo que todos
sabían sobre nuestra cita y que fue un juego tuyo para hacerla sentir celosa.
—le explico.
Comienza a dar vueltas por la entrada de Jess, pasándose la mano por
unos mechones de su cabello, hasta que se detiene frente a mí.
—Y tú le crees. —lo afirma, no me lo pregunta.
Tomo aire para ayudarme a conservar la calma —Si te soy sincera,
Mark, en este momento no lo sé... pero de ser falso, no entiendo por qué
dejas que lo haga.
—No lo sabía, cuando fuimos a South Beach ella nos vio juntos, lo sé,
porque me lo dijo ayer; no sabía que saldría inventando esas cosas, ni
regándolo por el gimnasio. Hablaré con ella, no permitiré que se meta en mi
vida personal.
Asiento con la cabeza y luego suelto todo el aire de mis pulmones. —No
quiero ser grosera, pero no me siento bien, voy adentro a descansar. —me
excuso, colocando una mano en mi hombro.
—¿Es por la contractura?
—Sí. Eso. Voy a descansar. —respondo cabizbaja.
—¿Te puedo ayudar con algo?
—No… todo está bajo control. —Todo se está cayendo a pedazos.
Él se despide con la duda en su mirada, mientras yo construyo una pared
más alta para dividirnos a él de mis inseguridades. Cierro la puerta, como
una metáfora de mi propia vida y subo las escaleras, miserable y
sintiéndome completamente sola.
He estado evadiendo los mensajes y llamadas de Mark, fui muy dura con
él la última vez que hablamos, analizando todo lo que pasó con más calma,
todo esto ocurrió por la red de mentiras que creó Catrina. No fui nada justa
con él. La única verdad es que tengo miedo de abrirme con él, tengo miedo
de que me rompa el corazón y que las cosas que dice Catrina sean todas
ciertas. No tengo que creer en nada de lo que diga, pero mis inseguridades
son mayores a cualquier razón lógica. Soy una cobarde, me digo una vez
más.
Nuevamente salí de casa sin desayunar, al llegar, Natasha hablaba por
teléfono con algún cliente, pero al verme, tapó el auricular y me dijo
rápidamente algo entre ahorcar a Catrina con sus extensiones falsas y que
Mark era inocente. Luego caminé varios minutos en la cinta, para no
lastimar mi espalda que mejora lentamente, Catrina me ha dedicado su más
sincera mirada de odio en un momento que nos cruzamos por los pasillos
del gimnasio y noté que algunas chicas cuchicheaban entre ellas mientras
dirigían su mirada hacia mí. Cuando vi que Mark llegaba al gimnasio, me
escabullí a los vestidores saludándolo con la mano desde la distancia. Él
quiso acercarse a mí, pero decidí irme a la seguridad que ofrece el letrero de
“chicas” del vestidor. Debí prever que él también vendría un domingo a
entrenar.
El resto de la tarde pinto. Pinto como si no hubiese nadie más en el
mundo, como si solo estuviésemos el lienzo, mis miedos y yo. Me siento en
el sillón para descansar la espalda y aprovecho para comerme un sándwich
con mantequilla de maní que preparé en la pequeña cocina del estudio.
Continúo así, hasta que me doy cuenta que es de noche y decido volver a
casa, meto en mi bolso el paquete apenas empezado de pan y el tarro de
mantequilla de maní.
Tomo una ducha rápida y luego decido prepararme otro sándwich,
necesito alimentarme mejor, me reprendo. Abro el tarro cuando alguien toca
la puerta, salto del asombro, me asomo por la ventana con sigilo y veo que
es Mark.
Mierda, mierda, mierda.
Me armo de valor y cuando toca por segunda vez abro la puerta, salgo y
lo recibo con un “hola” que salió torpe y en voz baja. Él responde, pero con
mucha mayor seguridad que yo.
—No he sabido mucho de ti estos días, ¿cómo estás?
—Bien, ocupada con la pintura, ya sabes… —Ocupada siendo infeliz,
pienso.
—¿Puedo hablarte de algo?
—Hmmm, está bien. —le digo poniéndome alerta de inmediato, Ambos
nos sentamos en las escaleras de la entrada.
—Le pedí a un colega que se encargue del entrenamiento de Catrina, ya
no soy su entrenador.
—Vaya. —digo, sorprendida. En verdad lo hizo.
—Lamento que te hayas visto envuelta en tantos chismes de pasillo. —
agrega.
—Eso no fue tu culpa, Mark. —digo en voz baja.
—Igual, hicieron que dudaras de mí. ¿No es cierto?
Asiento con la cabeza y bajo la mirada. Quisiera decirle que no, pero la
verdad es que sí.
—Quiero disculparme contigo, no estuvo bien desaparecer así, estoy
acostumbrada a huir cuando las cosas se ponen difíciles, es algo en lo que
estoy trabajando. —le digo, avergonzada, sin poder mirarlo a la cara.
Noto que está a punto de decirme algo, pero es interrumpido por el
sonido de mi estómago exigiendo comida, ambos miramos hasta mi barriga,
él levanta una ceja y yo me sonrojo de la vergüenza.
—La verdad es que me estoy muriendo del hambre, estaba por preparar
la cena. —Intento sonar casual.
—Por favor, dime que has comido algo en todo el día.
—Por supuesto que he comido, ¿Te he dado motivos para pensar que no
me alimento bien? —No te alimentas bien, ¿a quién engañas?
Él se rasca la barbilla como pensativo y responde. —Tienes razón ¿Cuál
fue tu menú de hoy?
—… un sándwich. —le confieso.
—¿En todo el día? —Se le escapa algo parecido a un gruñido.
—No he tenido mucho tiempo, como te dije he estado muy ocupada,
pensaba prepararme algo rápido.
—¿Ese “algo rápido” en qué consiste?
—En otro sándwich…—digo, con culpabilidad.
Bien, tengo que dejar de ser tan descuidada. Comienzo a reírme
nerviosamente, jugando con mis dedos, Mark suspira de nuevo y me dice.
—Déjame llevarte a comer algo decente, por favor, no discutas esto.
Asiento con la cabeza porque no sé qué más decir, su mirada me
intimida mucho. Mark me guía hasta la camioneta y antes de salir le digo.
—Podemos ir a un sitio donde venden tacos acá cerca, sirven rápido y la
comida es deliciosa, en Pensilvania iba todo el tiempo.
—Eso es lo opuesto a comer algo nutritivo. —dice él, levantando una
ceja, al ver que hago un puchero, me muestra una leve sonrisa, buena señal
y me dice:
—Tacos serán.
Después de un burrito de pollo soy otra persona; Mark insistió en que
comiera una ensalada, pero le dije que era un sacrilegio venir a un sitio
como este a pedir comida saludable. Me acompañó todo el tiempo
pacientemente, hablando sobre cualquier tema. Cuando le digo que ya estoy
satisfecha, me mira complacido y entramos en el auto. La intimidad que nos
proporciona el estacionamiento medio vacío y los vidrios oscuros
comienzan a inquietarme. Mark fija su mirada en el volante, toma una
pausa de unos segundos y comienza a hablar.
—Hoy en el gimnasio, quería hablar contigo; tengo días con esto
guardado y no puedo retenerlo más.
Oh Dios, no estoy preparada para esto.
—Me encantó salir contigo, esa noche no podía dormir pensando que
aceptaste ir conmigo. —Se le escapa una risa ansiosa—. Desde que
tropezamos por primera vez en el gimnasio no he podido dejar de pensar en
ti. Nunca me había sentido tan atraído e intrigado por alguien hasta que
cruzaste tu mirada conmigo, Amelia. No quería que lo que pasó con Catrina
te alejara, pero me parece que así fue.
Mierda, definitivamente no estoy preparada para esto.
—Catrina fue el detonante, de todo lo que hay detrás…
Él me mira confundido, esperando que continúe hablando. Comienzo a
jugar con los dedos, asustada, nerviosa, emocionada, insegura, feliz, todo a
la vez por lo que me acaba de decir, me aclaro la garganta antes de decir.
—Yo no tengo citas Mark, pero acepté salir contigo y lo disfruté mucho,
muchísimo la verdad.
—¿Pero? —dice con los ojos tristes.
—La verdad es que sentí un poco de celos, no quería sentirme así, ya que
apenas salimos una vez, me da miedo sentir eso y en el fondo pensaba que
no era posible que tú te sintieras atraído por alguien de mi tipo, por eso he
reaccionado así hace unos días. —Me aprieto los dedos uno a uno,
obligándome a callar, una vez que empiezo a hablar sin parar es difícil
detenerme.
—¿Cómo puedes pensar eso? Eres demasiado hermosa Amelia, estos
últimos días a tu lado he reído y disfrutado tanto, que no puedo recordar la
última vez en la que me haya sentido así.
Sonrío, bajando la mirada. Irónico, alguien como yo haciendo feliz a
alguien como él.
—Por un momento llegué a pensar que todo había sido un juego. —le
confieso.
Me ve muy serio. —Yo no soy esa clase de persona.
Al ver que no respondo nada agrega: —Amelia, quiero conocerte, quiero
saber más de ti, me gustas… muchísimo y quiero demostrarte que puedes
confiar en mí. —Lo miro boquiabierta varios segundos, mi silencio dura
más de lo que hubiese preferido, pero tengo un nudo en la garganta, no
puedo hablar.
—¿Yo te hago sentir algo? —pregunta, con los hombros caídos por mi
silencio.
Levanto la mirada para ver si está bromeando. No lo está.
—Esa es una pregunta tonta.
—¿Lo es? Eres difícil de leer. —dice con media sonrisa, luce cansado.
Como no digo nada él continúa: —No tienes que responder nada
ahora… solo quería que lo supieras. Me gustaría invitarte a salir de nuevo,
si tú quieres, claro.
Te dijo lo que siente por ti y no le dijiste nada, ahora te invita a salir y
estás muda, hace un minuto no podías callarte. Responde algo Amelia, ¡Di
lo que sea!
—¿Estás seguro que soy tu tipo? —Mi cerebro y mi boca tienen un
grave problema de comunicación.
—Totalmente. —Mark ahora sonríe más relajado, toma un mechón de
cabello y lo coloca detrás de mi oreja.
Yo también sonrío, pero bajo la mirada. Cuán difícil es abrir tu corazón a
alguien, pero reúno valor y consigo mi voz para responderle.
—Tú también me gustas Mark y me encantaría salir contigo una vez
más, pero ¿Podemos tomar las cosas con calma? —Mark me abruma
demasiado, necesito mantener el control de mis sentimientos, no puedo
dejarme llevar… una vez más.
Toma mi rostro con sus manos cálidas, me da un beso en la frente y con
una sonrisa me afirma. —Con calma. —Baja para darme un beso en la
mejilla y enciende el auto para volver a casa.
El trayecto de regreso es corto y silencioso, pero es un silencio cómodo,
Mark voltea a verme cada cierto tiempo y cuando nuestras miradas se
cruzan sonreímos como dos tontos, maneja todo el tiempo tomando mi
mano.
Cuando llegamos a casa, se me escapa un bostezo y me doy cuenta que
estoy muy cansada, la conversación con Mark me quitó un gran peso de
encima.
Una vez adentro, no puedo ocultar mi sonrisa, Mark es demasiado dulce
conmigo. Me recomendó que no entrenara mañana para recuperarme como
se debe. Subo a darme un baño relajante, juego con las burbujas que se
forman en la bañera y relajo mi cuerpo en el agua caliente. Cuando ya estoy
poniéndome una franela grande para dormir, Mark me avisa que ya llegó a
su casa y me desea dulces sueños. Sonrío como una colegiala, le respondo y
me voy a la cama.
Capítulo 6
Septiembre,
Lunes
Hoy hace más calor de lo normal, pero tomo una ducha caliente para
relajar mis músculos, dejo que el agua corra por mi espalda, me lavo el
cabello, pasando los dedos por el cuero cabelludo hasta dar con la pequeña
cicatriz, suspiro y salgo envuelta en una toalla, me visto con unos
pantalones de yoga y una franelilla holgada oscura, una vez lista, bajo para
intentar desayunar algo, últimamente he estado comiendo muy mal, mejor
dicho, no he comido prácticamente. No puedo seguir así. Una vez lista, veo
los tulipanes marchitos en el jarrón y con tristeza los lanzo a la basura.
Estoy cerrando la puerta con llave, cuando recibo una llamada de Mark,
sonrío al escuchar su voz y una sensación de seguridad me invade.
—Buenos días Amelia, ¿Cómo sigue tu espalda? ¿Descansaste?
—Mark, hola. Esta… mejor, ya no me duele casi.
—Eso es bueno, no entrenes hoy, deja que se recupere completamente.
—Sí, señor. —digo con una sonrisa porque se preocupa por mí, sin
embargo, mi felicidad dura poco cuando agrega.
—Escucha, tengo que salir a Los Ángeles por un par de días… algo
surgió y debo ayudar a mi padre. —su voz se oye tensa y algo molesta.
—¿Está todo bien?
—Sí, no te preocupes, volveré en un par de días.
—Entonces ten un buen viaje. —consigo decir, con un nudo en la
garganta.
Minutos más tarde la llamada termina, y me doy cuenta de que tenía las
manos cerradas en puños. Vuelvo a entrar a casa, se me han quitado las
ganas de todo. Estar con él hace que me olvide de todo, sopeso salir al
gimnasio sólo para ver a Natasha, pero no quiero que vuelva a verme mal.
No. No debería depender de la compañía de alguien para estar bien, puedo
estar sola. Me repito mentalmente y reúno fuerzas para salir al estudio, mi
refugio.
Jess debe ser mi ángel de la guarda, tenía trabajo por hacer, pero estuvo
escuchando atentamente mis sueños tras casi dos horas de terapia
telefónica, me consoló mientras lloré y se lamentó por no poder estar aquí.
—¿Crees que las pesadillas están volviendo porque conociste a Mark?
—No lo sé, —Mi voz tiembla al hablar, odio ese sonido.
—Para mí tendría sentido Amelia; primero, estás llegando a un lugar
nuevo, donde todo es desconocido para ti; si a eso le sumamos que estás
conociendo a una nueva persona a la cual te estás abriendo emocionalmente
y por último, pero no menos importante, tu pasado; el resultado es una
mezcla explosiva en tu cabecita.
—Todo iba bien desde que llegué, ni siquiera estaba pensando en mi
pasado.
—Tu mente lo recuerda cariño, tus miedos están allí.
—Desearía poder olvidar. —digo con tristeza.
—Él está muy lejos de ti ahora Amelia, ya no puede hacerte daño, es
momento de que seas feliz, ya sea con Mark, o sola, ya es tiempo de dejar el
pasado atrás.
Lo que dice tiene mucho sentido en estos momentos así que me aferro
con todas mis fuerzas a esa posibilidad.
Al colgar la llamada me siento menos muerta que hace unas horas, así
que para tratar de alejar todos los sentimientos negativos, sintiéndome
cansada y triste voy a un sitio cercano a comprarme cualquier cosa para
almorzar. Debo comer, aunque es lo último en lo que pienso en estos
momentos.
Mientras escarbo en el plato de fideos que apenas he tocado, analizo lo
que hablé con Jess, lo cierto es que al principio dudé de Mark por mis
propias inseguridades, hasta ahora no me ha hecho dudar de él ¿Será que
estoy soñando estas cosas por miedo, como dijo ella? Suspiro frustrada. La
verdad es que cada vez me siento más cómoda estando con él, entonces
¿Por qué estoy teniendo estas pesadillas?
He recibido una llamada de Mark cuando estaba almorzando y no me he
dado cuenta, intento devolverle la llamada pero no contesta. Abatida, me
voy a la mesa de dibujo a intentar trabajar en algo.
Pasadas las 9:00 de la noche, decido quedarme en el estudio dibujando,
no quiero volver a caminar sola tan tarde y prefiero mantenerme ocupada
que dormirme y tener otra pesadilla. Estoy haciendo una composición en
acuarelas, que me distrae de mis pensamientos cuando vuelve a sonar mi
celular, al ver el número de Mark se me ilumina el rostro.
—Mark… hola. —No quiero sonar desesperada, pero lo estoy.
—Hola, ¿cómo te sientes? —Pienso por un momento que me pregunta
por mis pesadillas y por todo lo demás, pero después recuerdo que él no lo
sabe y se está refiriendo a la contractura, que por cierto, me está matando.
—Mejor, está mejor que ayer, no he entrenado. ¿Tú cómo estás?
—Bien... —Lo oigo soltar el aire. —Mi padre necesitaba ayuda con un
caso, estaba corto de personal.
—Oh, y ¿Cómo está resultando todo?
Hace una larga pausa, como buscando las palabras.
—Soportable… por ahora. Me quedaré hasta tarde para terminar todo.
—Está bien, soportable es mejor que horrible-sáquenme-de-aquí. —le
digo, buscando relajarlo.
Escucho su risa leve y me cambia el tema. —¿Qué estás haciendo ahora?
Veo la pintura sin terminar con desgano. —Terminando una pintura.
—¿Estás en el estudio? —suena sorprendido, quizás por la hora.
—Me quedaré aquí toda la noche, si es lo que te preocupa.
Me va a decir algo, pero su palabra queda a la mitad, cuando otras voces
le interrumpen. —Debo irme, te llamo mañana.
Y cuelga, dejándome sola con las paredes del estudio haciéndose cada
vez más pequeñas.
Martes
Arrastro mis pies hasta el café, enderezo mi espalda pero duele, así que
regreso a mi postura cabizbaja y cansada. Una noche para nada productiva,
en lugar de pintar, más de una vez me encontraba durmiendo sobre los
papeles y las pinturas, ahora tengo los brazos manchados, pero no me
importa, necesito café.
El chico que atiende en el mostrador, al verme contiene una sonrisa, mi
rostro debe ser un desastre, pero iré a casa a encerrarme y ya nada
importará. Camino de regreso, pateando una piedrita y dando sorbos de
elixir caliente.
En la puerta de la casa, tanteo en mi bolso las llaves, no las consigo,
suspiro cansada y apoyo la frente en la puerta, con el café quemándome en
una mano y la otra revolviendo las cosas para ver si las encuentro.
—¿Necesitas ayuda?
Giro mi cuerpo para encontrarme con Mark, los rayos del sol se reflejan
en su cabello y lo hacen ver más rubio, sus ojos azules combinan con el
cielo, tiene su rostro cansado como el mío, unos pantalones raídos en las
rodillas, una chaqueta de cuero que lo hacen ver como un chico malo y con
un maletín que contrasta con todo el atuendo. Me sonríe levemente. Si no
fuese porque el café tiene una tapa de seguridad, lo habría derramado por la
impresión.
—Mark...
Luzco horrible, mis ojeras deben llegar al piso, estoy despeinada y llena
de pintura. Genial.
—Terminé antes de lo pensado, tomé el primer vuelo.
Contengo las ganas de saltar a sus brazos, solo pasó un día y lo eché
muchísimo de menos; me asusta ese pensamiento, así que me quedo quieta,
sin moverme, alerta y emocionada.
—No consigo mis llaves. —Es lo que sale de mis labios.
Él se ríe y agarra mi café para que pueda buscar bien en mi bolso. Al
final, terminan apareciendo en el bolsillo de mis pantalones, me sonrojo
avergonzada por ser tan despistada, meto la llave en el cerrojo y después de
varios intentos, entramos.
—Bienvenido a mi casa... bueno, a la casa de Jess. —corrijo.
Entramos y tras echarle un vistazo a la sala y la cocina, deja su maletín
en una de las sillas del mesón y me mira sonriente, me pone tan nerviosa
que bajo la cabeza hasta mi café, ¿Qué pasa contigo, Amelia? Respira.
—¿Una noche productiva? —me pregunta.
Me recuerdo rompiendo todos los dibujos en los que trabajé porque
ninguno me hacía sentir conforme.
—No mucho. —digo, viendo mis brazos llenos de pintura, vuelvo a
sonrojarme, porque aparentemente es lo único que mi cuerpo hace cuando
estoy en presencia de Mark. Me voy hasta el lavaplatos y comienzo a
quitarme los restos de pintura con jabón, él se pone a mi lado, apoyando la
cadera en el mesón de la cocina y cruzando sus brazos, relajado. Yo intento
actuar natural y calmada, pero más de una vez se me cae la esponja y creo
que nota cuánto me afecta, pero no dice nada. Solo me ve con una sonrisa
leve y tranquila.
—P... ¿pasa algo? —le pregunto.
—Te faltó un poco aquí. —Moja sus dedos en el agua y los pasa por mi
barbilla, yo siento cosquillas en todo el cuerpo y contengo la respiración al
tenerlo tan cerca. Cuando termina, me seca con un pañuelo que guardaba en
su chaqueta y acaricia con su pulgar mi mejilla, su mirada viaja de mis ojos
a mis labios.
—¿Sería raro si te digo que te eché de menos? —le confieso y me
sorprendo a mí misma al decir eso en voz alta.
Niega con la cabeza. —En absoluto. —Me da un beso en la mejilla,
cerca de mis labios. El contacto me incendia y me hace querer más, pero a
la vez me pone nerviosa, se separa unos centímetros para decirme.
—¿Tu espalda?
—Aún molesta un poco, me cuesta mantenerme con la espalda derecha.
—digo, aclarándome la garganta, tratando de sonar normal.
—¿Puedo? —Extiende su mano hacia mí, invitándome a tomarla, yo lo
hago, aunque algo confundida.
Me lleva hasta las sillas altas de la cocina y me siento en una, se coloca
detrás de mí y yo me pongo alerta, coloca su mano en mi hombro y yo
brinco ligeramente al sentir su contacto, luego comienza a hacer
movimientos con mis brazos, apoyando su mano en mi hombro, mis
omóplatos y por último cerca de mi espalda baja. Me pregunta si me duele,
yo niego con la cabeza porque mi cerebro no puede articular nada
coherente. Hace un movimiento al elevar mi brazo que me molesta, al
decírselo, comienza a hacer masajes por mis omoplatos y cerca de mi
cuello.
—¿Amelia? —pregunta en voz baja.
—¿Hmmm...? —Balbuceo.
—Estás muy tensa, te haré daño si no relajas los músculos. —suena serio
y calmado, a diferencia de mí, que debo parecer un tomate incendiado.
—Lo que pides es difícil.
—¿Y eso por qué? —pregunta.
—Porque hay un chico sexy toqueteando mi espalda. —Comienzo a
creer que mi propósito en la vida es avergonzarme frente a él, en definitiva,
con Mark no tengo un filtro.
—Estoy siendo tan profesional como puedo. —dice, en voz más baja.
No puedo ver su rostro, pero me da la impresión de que sonríe. Intento
dejar los jueguitos para después y suelto el aire tratando de relajarme poco a
poco. Mark continúa con su trabajo y me hace masajes por el cuello, al
notar que en efecto, si estoy más relajada. Yo cierro los ojos y se me escapa
un suspiro porque lo que están haciendo sus manos es increíble. Él rompe el
hechizo cuando se coloca de frente a mí y pregunta.
—¿Dormiste en una superficie plana anoche? —Yo abro los ojos y mi
mirada debe ser la representación cruda de la culpabilidad. Levanta una
ceja, al parecer, él mismo conoce la respuesta a su pregunta.
—¿La mesa de dibujo cuenta como superficie plana? —digo.
Me regaña con la mirada y niega con la cabeza, registra en su bolso y me
da un envase pequeño con pastillas, me explica que son relajantes
musculares y que debo tomarlos cada doce horas. Los acepto, pero no le
digo que prefiero no tomarlas.
—Gracias.
—Por nada. —responde más relajado.
—¿Cómo te fue con tu papá? —le pregunto.
—En cuanto al trabajo, bien. Conocía el caso que estaban llevando y fui
de ayuda.
—Eso es bueno, ¿Pero?
Se recuesta en la silla. —Cada vez que estoy con mi padre, terminamos
discutiendo, siempre surge el tema de que regrese a Los Ángeles, retome la
carrera y trabaje con él.
—Lamento oír eso. —digo, pensativa.
Me ve y asiente lentamente.
—¿Has hablado con él?
—He intentado mil formas de hacerle entender, pero no quiere aceptarlo.
El caso de ayer, era otra prueba más para que "me diera cuenta de mi
potencial". —responde tenso. Deja caer los hombros y dice.
—No quiero ser como él. Avaro, que juega con la verdad y la justicia por
unos honorarios… es una larga historia.
—¿Quieres hablar sobre eso? —pregunto, porque creo que entramos en
terreno aún más pantanoso.
—En realidad no.
Tomo su mano y se la acaricio, intentando de algún modo darle mi
apoyo.
—Voy al estudio más tarde ¿Quieres acompañarme? —le invito.
El rostro de Mark cambia de serio a contento en un segundo, acepta
emocionado, le explico cómo llegar y nos despedimos, ambos con mejor
ánimo.
En la tarde
Cuando llego al estudio, acomodo algunos cuadros, abro todas las
ventanas y tiro a la basura todos los restos de cartulinas rotas de anoche. Me
veo en el espejo del lavabo y doy gracias al cielo porque traje mi tapa
ojeras, luzco fatal por no haber dormido y la ducha helada que tomé no
ayudó demasiado; aunque Mark ha visto mi faceta desarreglada, me doy
unos pequeños retoques y me suelto el cabello, cuando estoy satisfecha con
todo me acurruco en el sillón.
Mark me avisa que está abajo del edificio esperándome, intento
relajarme, estoy ansiosa porque vea todas mis pinturas, pero me gusta la
idea, doy vueltas por todo el estudio cuidando que todo esté en su lugar y
bajo para recibirlo.
Está muy guapo como siempre, trae unos jeans caídos y una franela de
algodón fresca, se recogió el cabello en un moño alto, pero como no lo tiene
tan largo, se le escapan unos mechones que lo hacen casual, me saluda con
un beso en la mejilla y subimos tomados de la mano.
—Compré paninis en la tienda donde tropezamos el otro día, pensé que
podríamos comer juntos. —dice mostrándome una bolsa de papel grande
con el logo de la tienda. ¿Cómo olvidar ese día?
—Me parece perfecto. —Cuando llegamos le digo—. Mark, bienvenido
a mi pequeño estudio. —Me muerdo el labio, ocultando una sonrisa y abro
la puerta.
Dejo la bolsa que trajo Mark en la mesita y lo sigo, está curioseando
todo el lugar, se detiene con cada cuadro, de vez en cuando escucho un
pequeño gesto de asombro salir de su boca, yo le comento de qué año son
las obras o que materiales utilicé, ve varias esculturas que hice y echa un
vistazo a los cuadros que tengo tapados con telas blancas sin terminar. Me
pongo frente a ellos defendiéndolos y le digo:
—Esos no los puedes ver… aún, no los he terminado. Sin embargo, éste.
—Le señalo el primero que hice al llegar aquí—. Lo hice cuando adquirí
este estudio, es muy especial para mí.
—Todos son increíbles Amelia, tienes un talento natural para el arte,
estoy impresionado.
Bajo la cabeza con timidez, no estoy acostumbrada a que me digan este
tipo de cosas y viniendo de Mark son música para mis oídos.
—Hey, no sientas timidez, eres increíble, estos cuadros ya deberían estar
en una galería. —Toma un mechón de cabello y lo pone detrás de mi oreja.
Me gusta cuando hace eso.
—Ese es el plan, necesito tener varios de estos bebés listos para poder
hablar con diferentes galerías y ver si les interesan.
—Lo harán, estoy seguro.
Pasamos las siguientes horas en el estudio, le muestro mi portafolio de
pinturas de cuando estaba en la universidad, nos reímos cuando le muestro
unos dibujos de comida que garabatee un día que tenía hambre. Mark me
dice, que quiere que conozca su empresa de nutrición, tiene un local por
inaugurar en un centro comercial y está asociado con su mejor amigo el
cual tiene una empresa de batidos proteicos, están finiquitando los últimos
detalles para poder abrirlo.
Cuando nos dio hambre terminamos comiendo en el piso del estudio, nos
pareció más cómodo allí. Más tarde, Mark recibe una llamada de su socio,
tiene que atender varios asuntos con él por lo que debe irse, yo le digo que
me quedaré aquí y le aseguro que no me iré a casa muy tarde, se acerca a mí
para despedirse, pero se siente como si ninguno de los dos quisiera
despegarse del otro. Nos miramos con intensidad, Mark toma mi rostro y
vuelve a darme un beso en la mejilla, cerca de mis labios. Se despide con
una sonrisa irresistible pero cariñosa, cuando cierra la puerta casi quiero
implosionar de la emoción.
De noche
—¿Qué haces? —me quita la hoja de papel con una sonrisa, levanta
una ceja y su piercing baila, haciéndolo ver sexy y peligroso.
—Tienes prohibido ver, deja que termine. —Le vuelvo a quitar la hoja.
Me levanta sobre su hombro y agarra el retrato que hacía de él, yo grito
en respuesta, pero tengo una sonrisa radiante; ve la hoja por varios
segundos, me baja al suelo y su rostro se vuelve serio.
—¿Tan malo es? —le pregunto.
—Algún día, todos verán lo grande que eres, Amelia Park. —dice, y me
besa apasionadamente.
Cuando abro los ojos, siento las mejillas húmedas por unas lágrimas
traicioneras. Suficiente. No debo dormir. Llamaré a Jess para distraerme un
rato.
—¿Cómo te encuentras? —es lo primero que dice cuando contesta.
—Mejor... —Mentira—. Pero no hablemos de mí. ¿Cómo estás?
—Odio mi trabajo y mi vida en estos momentos.
—¿Estás trabajando aún? Ya es muy tarde, Jess. Espera, ¿no te retrasaste
por hablar conmigo temprano?
—No, para nada. Estamos trabajando en un caso súper importante desde
hace semanas, un par de horas no harían la diferencia, créeme. Debo
demostrarle a mi jefe que soy buena en esto, ya casi termino, quería dejar
unas cosas adelantadas para mañana.
Jess es adicta al trabajo, así que es caso perdido intentar que pare un
poco, a no ser que sea para salir de fiesta, claro está.
—Hablando de casos, gente estirada y aburrida. ¿No conocerás a un
abogado de apellido Bennett? —pregunto mientras la escucho revolver unos
papeles.
—Si te refieres a Marcus Bennett, sí. Es un abogado muy reconocido
aquí, es un lobo con los casos. No pierde ninguno. ¿Por qué me lo
preguntas?
—Es el padre de Mark.
—No.
—Si. Mark trabajaba con él. Es una historia larga de contar. —le
respondo.
—¿Mark es abogado?
—No.
—Ahora estoy confundida.
Estoy por explicarle cuando el teléfono de su oficina suena.
—Tengo que irme, el deber llama. Ya me contarás luego esa jugosa
historia. —suelta el aire y se despide.
Veo la hora, todavía queda mucha noche y aún no desaparece esa
sensación incómoda de mi cuerpo. Termino por enviarle un mensaje a
Mark.
10:03 pm
¿Estás allí? No puedo dormir.
A los pocos segundos responde.
10:04 pm
Aquí estoy, ¿Por qué no puedes dormir?
Suspiro. Si le cuento la verdad saldrá corriendo despavorido, tardo varios
minutos viendo pensativa la pantalla, cuando recibo una llamada de él.
Brinco del sillón y contesto.
—¿Sí?
—Amelia, estoy saliendo del gimnasio, ¿Puedo pasar por tu casa?, si aún
no vas a dormir, claro; hay algo que quiero mostrarte.
¿Qué? De inmediato, veo que solo tengo puesta una camisa grande de la
universidad y mis pantys de florecillas.
—Aún no dormiré. —Oigo la alarma de su auto desactivándose y a él
cerrando la puerta.
—Genial, voy saliendo para allá. —Cuelga.
Salgo corriendo a mi habitación a buscar algo decente que ponerme,
Mark debe estar aquí en los próximos cinco minutos y no puedo conseguir
un sujetador entre toda mi ropa. Cuando por fin consigo uno, opto por un
suéter delgado y unas leggins negras, estoy recogiendo todos los bocetos de
la mesa de la sala cuando escucho la camioneta estacionarse.
Lo veo traer una caja mediana, le abro la puerta y una vez dentro me
dice:
—Mi socio, Erick me trajo una muestra de los batidos y suplementos que
ofreceremos en la tienda, quería que los probaras conmigo y me dieras tu
opinión.
—Claro, me encantaría probarlos. —respondo, apartando unos mechones
de mi frente, e intentando disimular que no estoy jadeando por haber
corrido por toda la casa.
Pasamos los siguientes minutos preparando juntos los batidos, hay
muchos sabores, al final decido que mi favorito es el de chocolate, como
cosa rara. A Mark le gustó más el de fresa, estamos en la cocina recogiendo
todas las muestras y me acerco para decirle.
—Veo que estás muy emocionado por iniciar tu negocio, gracias por
compartir esto conmigo Mark, lo aprecio mucho.
—No podía esperar a enseñártelos, quería saber tu opinión. —dice con
una sonrisa de medio lado.
Me ayuda a guardar los vasos en el gabinete más alto, cuando termina,
nos quedamos viendo unos segundos sin decir nada, su mirada es
penetrante, se acerca más a mí, aparta con los dedos un mechón y me
susurra:
—Gracias por lo de hoy.
Hago memoria de todo lo que hicimos en el día, pero sigo sin entender,
lo miro con el rostro confundido y él agrega.
—Por estar allí, sacarme de mis pensamientos.
Yo le sonrío y él me acaricia la mejilla.
—Creo que ambos lo necesitábamos. —respondo en voz baja.
—¿Qué cosa? —pregunta él, pasando el pulgar hasta mi barbilla, su
mirada se posa en mis labios. Su mente en otro lugar.
—Estar allí. —susurro.
Trago saliva y siento un pequeño escalofrío, al diablo las pesadillas, al
diablo mis miedos, pasa su pulgar por mis labios y me acerco más a él.
Posa su mano en mi cintura y me besa muy lentamente, pego más mi
cuerpo al suyo y casi puedo escuchar mi corazón latir muy rápido a través
de mi ropa; sus labios son suaves y deliciosos, coloco mis manos en su
pecho y él pone la otra en mi cuello, controlando el beso. Al cabo de unos
minutos me detengo, él junta su frente con la mía y nos quedamos así, luego
empieza a trazar círculos con sus dedos por mi espalda mientras nos
abrazamos, acurruco mi cabeza en su pecho y escucho su corazón latir tan
rápido como el mío. Se aleja lo suficiente como para que lo vea a los ojos y
me dice.
—Me encantas Amelia, me gustaría llevarte a cenar.
Capítulo 7
Septiembre,
Miércoles
En la noche
Mark vendrá por mí dentro de veinte minutos, esta vez sí estoy lista y
debo admitir que me siento muy bonita. Tengo un vestido negro discreto
que me llega por los muslos, tiene una abertura pequeña en la espalda que
lo hace ver un poco atrevido; dejé mi cabello castaño suelto con ondas
naturales, unos bonitos tacones cerrados color negro, mi maquillaje también
quedo bastante bien, ligero y reservado. Le envío una foto a Jess y responde
que esto de tener citas me sienta bien.
Bajo las escaleras para esperarlo en la sala cuando escucho un ruido en
el patio de la casa. Qué extraño. La puerta trasera está cerrada con llave,
decido salir por la puerta principal y bordear la casa hasta el patio, me tenso
ante la expectativa. Calma Amelia, seguro fue el viento… ¿El viento?, me
acerco lentamente cuando escucho varios pasos acercarse a mi corriendo.
—Señora, estábamos jugando en nuestro jardín y nuestro balón cayó por
accidente en su patio. —Son dos niños pequeños, lucen apenados y
adorables, suelto el aire que retenía en los pulmones.
—Vamos a buscarlo juntos ¿Les parece? —les digo, recobrando el
aliento.
Ellos sonríen y vamos todos hasta la parte trasera, les abro la puerta de
madera que da al patio y entro con ellos para buscarlo. Al conseguirlo les
sonrío y les digo que no tienen de qué preocuparse. Quizás debería
decírmelo a mí misma. Me despido acariciando sus cabelleras y se van
sonriendo, pasándose la pelota entre ellos.
Cuando vuelvo al frente veo a Mark estacionando, al bajarse del auto los
niños lo saludan y se van corriendo a la casa de al lado. Sube la mirada y
cuando nos miramos me tiemblan las piernas. Está increíble con pantalones
negros y una camisa azul oscura, me entrega un ramo de tulipanes rojos,
preciosos. Luego se acerca para darme un beso en la mejilla y me susurra al
oído.
—Amelia, estás bellísima.
—Gracias, me encantan los tulipanes. —Le devuelvo el beso en la
mejilla, incluso en tacones tengo que esforzarme para alcanzarlo.
Nos subimos al auto, Mark me comenta que ha estado muy ocupado con
los preparativos del negocio. Quieren abrir el sábado próximo, está muy
emocionado con la idea. Aprecio que con lo ocupado que esté aún consiga
tiempo para salir conmigo.
Veo por la ventana y no reconozco donde estoy, intento mantenerme
calmada y me distraigo conversando con él; a los minutos, estacionamos y
me felicito por mantener a la raya mi ansiedad, entramos a un restaurante
muy íntimo, todo está iluminado con luces tenues, las paredes son de
ladrillos rojizos, muebles de madera color blanco, muchas velas encendidas,
que lo hacen ver antiguo, pero en un buen sentido; Mark habla con el
anfitrión, luego me guía poniendo su mano en mi espalda y nos lleva por
una pequeña escalera que da a una terraza, ésta tiene muy pocas mesas lo
cual lo hace más privado, conserva la misma decoración, con velas y la luna
como única iluminación.
—Mark este sitio es precioso, no conocía esta parte de la ciudad.
—Soy amigo del dueño, siempre que puedo vengo a visitarlo; quizá se
aparezca hoy.
La cena estuvo deliciosa, pasamos el resto de la noche tomando vino y
hablando sobre nuestras vidas, Mark tiene una hermana menor, aunque la
diferencia de edad entre ellos es de apenas de un año, Mark tiene 26. Ella
tiene una pequeña niña de seis años, viven en Orlando pero tratan de
visitarse muy seguido; por lo que percibo, adora a la pequeña, dice que se
llevan muy bien y va a romper muchos corazones cuando sea grande. Yo lo
escucho embelesada, me gusta como habla de su familia, también me
cuenta cómo era su vida antes de venir a Miami, en su tono de voz, puedo
percibir que extraña mucho a su familia, a pesar de los conflictos que ha
tenido con su padre por su carrera como abogado.
Yo le cuento mi vida en Pittsburgh antes de venirme para acá, obviando
muchas partes; le cuento que soy hija única pero Jess siempre ha sido como
mi hermana, fuimos vecinas hasta que ella tuvo que irse a estudiar derecho,
le digo que mi madre no quería que viniera a vivir sola aquí y la verdad es
que a veces ni yo misma puedo creer que lo hice.
—No habría podido tener nada de esto sin ayuda de mis padres, yo
obtuve una beca en la universidad y muchos trabajos nocturnos para poder
costear los gastos, pero mis padres también ayudaron mucho, tuvieron que
sacrificar muchas cosas para que yo pudiera estudiar arte, tengo que
demostrarles que puedo ser la mejor en esto.
—He visto tu trabajo, es extraordinario. Estoy seguro que tendrás éxito.
Yo le sonrío en respuesta. —¿Y cómo ocurrió lo de ser entrenador
privado?
—Ya te había comentado cuán decepcionado estaba del mundo de la
abogacía. Cuando decidí dejarlo, comencé a tomar trabajos de tiempo
completo en los gimnasios de allá. Para eso, estudié en la “National
Strength and Conditioning Association” por un par de años, obtuve una
certificación como entrenador personal y gracias a eso he podido hacerme
un nombre, donde muchas personas conocen cómo trabajo y me contratan
para que los asesore o los entrene. En esos años conocí a Erick, que también
se manejaba en ese mundo. Él era bueno en la parte nutricional y yo en la
física, al final hicimos buen equipo y cuando me propuso formar la
empresa, no pude decir que no.
Lo miro sorprendida: —Y ¿Cuándo tienes tiempo para la fotografía? —
Coloco los codos sobre la mesa y apoyo la cabeza en mi mano.
—Últimamente no he tenido tiempo, he ido dejándolo a un lado.
—Deberías retomarlo, si es algo que te apasiona.
—Tienes razón, solo debo agregarle más horas al día.
Ambos nos reímos y toma mi mano para jugar con mis dedos.
—Me encantaría ver tus fotos. —le digo.
—Claro, me encantaría fotografiarte algún día también. —dice
guiñándome el ojo.
Estoy a punto de decirle que soy pésima modelo, cuando nos vemos
interrumpidos por el dueño del restaurante, un señor mayor muy simpático,
besa mi mano y con acento francés me dice:
—Tenía que verlo con mis propios ojos mademoiselle, es usted real, e
increíblemente hermosa. Mi nombre es Gustave, espero que haya sido de su
agrado la comida y la compañía. —dice refiriéndose a Mark y guiñándome
el ojo.
—Ambas fueron espléndidas, tiene un restaurant muy hermoso. —le
digo.
—Puede venir cuando quiera y yo mismo le guardaré la mejor mesa. Por
favor, siéntase como en casa. —Charla un rato con nosotros y luego se
marcha besando nuevamente mi mano y elogiando cuán bonita me veo,
dejándome sorprendida; cuando veo a Mark está sonriendo y negando con
la cabeza.
Martes
Hoy el día está muy nublado, parece que en cualquier momento
empezará a llover. Tengo que ir al estudio para trabajar en unas obras que
tengo en mente, también quiero preparar mi portafolio de dibujos para
mostrárselos al señor Mathew. En la cocina, veo distraída el ramo de
tulipanes morados que Mark me regaló hace varios días, ya empiezan a
marchitarse; no sé si son ideas mías, pero lo recordaba con más flores de las
que tiene ahora, aprovecho y les cambio el agua y los dejo junto a los
tulipanes rojos que me dio ayer.
Durante el recorrido al estudio, pienso en Mark; hemos salido a comer
en varias ocasiones de forma casual, le he acompañado a entrenar y él me
ha acompañado al estudio para verme pintar, ha sido una semana interesante
a su lado.
Es muy paciente y pareciera que sabe leer mi mente para mantener a
raya mis miedos e inseguridades. Con él no me siento incómoda y no estoy
preguntándome si me hará daño. ¿Será que esto es estar en una relación
normal?
Hablo con Jess mientras voy caminando, ella me cuenta sobre su trabajo
y lo aburrida que se está convirtiendo su vida y yo le comento cómo van las
cosas con Mark.
—Entonces, ya le contaste que…
—No… no. Aún no, no se ha presentado la ocasión. Creo. No lo sé —
digo, mordiéndome la uña.
—Bueno, ya encontrarás el momento, lo importante es que tú te sientas
lista para eso.
Seguimos charlando unos minutos más, sentada en la escalera que da al
edificio; mis charlas con Jess, me ayudan a bajar mis niveles de ansiedad,
inseguridad y miedo. Definitivamente, no sé qué haría sin ella, siempre que
termino de hablar con ella me siento un poquito más fuerte y valiente que
antes.
Me despido y subo las escaleras del edificio hacia mi estudio pensando
en cuáles pinturas incluiré en el portafolio, tomo la llave para abrir la puerta
y veo que la misma está entre abierta.
¿Qué?
Mi primer pensamiento va hacia Él, trago saliva y retrocedo unos pasos.
Le envío un mensaje de texto a Mark con los dedos temblorosos: “¿Puedes
venir a mi estudio? Creo que alguien entró”.
Me acerco a la puerta a ver si escucho a alguien adentro, nada. Abro la
puerta con cuidado y entro, aguantando la respiración.
Mark llega en menos de cinco minutos al estudio, me encuentra sentada
en el mueble viendo hacia la ventana. Su cara de preocupación habla por sí
sola, entra corriendo y se agacha frente a mí.
—Amelia, ¿estás bien?
—La puerta estaba abierta… Mark, yo sé que la cerré la última vez que
salí, lo sé.
—¿Llamaste a la policía?
Niego con la cabeza. —No se llevaron nada, todo está intacto, si llamo
dirán que estoy loca o que olvidé cerrarla. Incluso las ventanas están
cerradas. Lamento haberte alarmado Mark, no sabía qué hacer.
—Shhh, tranquila. Gracias por haber llamado. —Me abraza preocupado
y yo entierro la cabeza en su cuello.
—La única persona que podría tener acceso a este lugar además de mí,
es Ana, la señora que me arrendó el estudio, acabo de llamarla y tiene un
mensaje de voz, está de vacaciones en Europa, ni siquiera sé si tiene una
copia de la llave.
—Hay cámaras en la entrada del edificio, buscaré al encargado para que
nos muestre las grabaciones. —Asiento, Mark se marcha y me deja sola en
el estudio.
No pude haber dejado el estudio abierto, ¿nadie lo notó? Pudieron
haberme llamado, el conserje me conoce, me ha visto venir todos los días.
Recorro la habitación, buscando por segunda vez señales de que alguien
estuvo aquí. Nada. Me asomo por la ventana, recorro mis pinturas. ¿Lo
habré dejado abierto por error? Tal vez la señora Ana vino antes de irse de
viaje, pero de nuevo, me habría llamado, no habría entrado de esa forma.
Me masajeo la sien intentando calmar el pánico creciente. Quizás estoy
siendo paranoica, no se llevaron nada, si alguien hubiese querido llevarse
algo lo habría hecho y yo lo habría notado, ¿no?
Hablamos con el conserje y nos cuenta que no vio a nadie extraño o
diferente. Cuando le pedimos las grabaciones de las cámaras de seguridad
nos dice que han estado dañadas desde hace meses, por lo que no hay nada
grabado.
Mark me tranquiliza diciéndome que es mejor cambiarle la cerradura a la
puerta, y hablar con la señora Ana y explicarle toda la situación, insiste en
ir a la policía, pero me niego.
Más tarde
El estudio tiene una nueva cerradura, debo admitir que eso me hace
sentir más tranquila. Mark quería quedarse conmigo y cancelar su sesión de
entrenamiento con un cliente en el gimnasio pero lo obligué a irse
prometiéndole que le escribiría si algo llegase a pasar.
Estando sola me siento tensa y diferente, ¿Cuándo dejaré de sentirme
así? Odio sentir miedo de nuevo, estoy a miles de kilómetros lejos de casa,
¿Por qué no es suficiente? Tomo un lienzo y descargo mi rabia en él.
Miércoles
Presente
Más tarde
Presente (Jueves)
Alguien toca la puerta, salto del sofá y el bate cae en el suelo haciendo
un ruido que taladra mis oídos, pasé toda la noche abrazada a él y bebiendo
café para no quedarme dormida. Ironías de mi vida en estos momentos: ayer
desperté en los brazos de Mark en éste mismo sofá y hoy abrazada a un bate
de madera. Me asomo con cuidado por la ventana y veo que es su
camioneta. Por suerte estoy más que despierta desde hace horas y estoy
presentable, escondo el bate detrás del mueble y abro la puerta para que
pase.
—Buenos días. —Me da un beso y al ver mi cara dice: —¿Dormiste bien
anoche? Te noto cansada. —Me acaricia la mejilla.
—Buenos días. —Le sonrío algo forzado—. No dormí muy bien, lo
siento, me acabo de despertar, si quieres ve primero al gimnasio y yo te
alcanzo. —Mentirosa, solo intentas justificar tu horrible cara, me dice una
vocecilla que aplasto como una hormiga.
—De hecho, vine a decirte que tengo que irme rápido al negocio,
surgieron unas cosas de último momento que debo resolver y estaré
ocupado. —dice disculpándose.
—Claro, está bien. No hay problema. ¿Te puedo ayudar con algo?
—Tranquila, tengo todo cubierto. Te traje el desayuno, pasaré por ti a las
6:00 para la inauguración ¿Está bien?
—Gracias, estaré lista a esa hora. —Pone sobre la mesa un café delicioso
de la tienda junto al gimnasio con unos panecillos cuando se percata de la
caja de cigarrillos, me inquieto.
—No sabía que fumabas. —dice, tomando el paquete con la mano.
Acaba de confirmarme que la caja no es de él.
—No, yo no fumo. —Estoy a punto de contarle todo, pero como veo que
está muy apurado me trago las palabras y me despido de él con un beso—.
La conseguí tirada por la calle.
Antes de irse me estudia con la mirada y noto su preocupación. —¿Estás
bien?
—Sí. —Mentirosa—. Mucha suerte en todo. —digo, forzando una
sonrisa.
—Pon a cargar tu teléfono, te llamé y está apagado. —Me guiña un ojo,
mientras se separa.
—Seguro lo olvidé. —le digo, algo insegura.
Una vez sola, reviso el teléfono descargado y lo pongo a cargar, subo a
prepararme e ir a la estación de Policía más cercana.
Más tarde
En la noche
Miércoles
Estamos en el estudio fotografiando mis cuadros, Mark está encantado
de ayudarme, se ve muy sexy sosteniendo la cámara y buscando el mejor
ángulo e iluminación para que las pinturas se vean bien, estoy babeándome
por él, cuando me saca de mis pensamientos.
—Este no lo había visto. —Toma el último que hice de la chica
cubriendo su rostro. Me tenso mientras él lo estudia de cerca—. ¿Es nuevo?
—Yo asiento con la cabeza.
—¿Vas a incluirlo en el portafolio?
—Realmente no me lo había planteado, la pintura solo surgió en mi
cabeza en algún momento, tal vez debería. ¿Te gusta? —digo temerosa.
—Es muy bueno Amelia. La pintura habla por sí sola, transmite muchas
emociones con solo verla. Irá muy bien con tu portafolio. —No me
esperaba eso. Mark toma una fotografía del cuadro y continúa con su
trabajo, ajeno al significado real de la pintura.
Estamos acurrucados en el sillón, con nuestras manos enlazadas, juntos
elegimos las mejores fotografías de las pinturas y las enviamos por correo a
las galerías de arte en Wynwood Art District. Solo espero que sean lo
suficientemente buenas.
También, aprovecha para mostrarme algunas de sus fotografías, hay unos
atardeceres increíbles, paisajes y lugares bellísimos, es muy bueno
capturando los lugares y los colores son increíbles.
—Mark, estas fotografías son fantásticas, ¿No has considerado trabajar
de esto?
—Por ahora no, es solo un pasatiempo. —Sigue pasando fotos y vuelve a
decirme. —Déjame tomarte fotos, eres bellísima.
—No me cambies el tema. —Le doy un codazo—. Son muy buenas,
deberías considerarlo.
—Lo pensaré. —Me vuelve a dar otro beso y seguimos viendo sus
fotografías—S. i piensas en ser mi modelo.
Después de negarme a posar para él y excusándome de ser una terrible
modelo, lo dejo para que trabaje en unos pedidos para el negocio desde su
notebook y aprovecho para seguir con una pintura que ya había empezado.
Estoy concentrada, degradando un área de verde cuando noto que Mark se
dirige a donde estoy y me toma una fotografía pintando.
—Estás perfecta allí, solo sigue pintando. —dice, cuando volteo a verlo,
sonrojada.
—No puedo concentrarme si estás viéndome. —Río, avergonzada. Me
ignora y sigue disparando—. Dame eso. —Le quito su cámara y empiezo
juguetona a tomarle fotos.
Mark me acorrala entre dos caballetes y yo me coloco la cámara detrás
para dificultarle su acceso, él se cruza de brazos al ver mi astucia y en un
movimiento rápido agarra un pincel y me pinta la nariz de azul, yo abro la
boca en sorpresa y dejo la cámara con cuidado en la mesa, después tomo
pintura verde y mancho su mejilla, soltando una risa traviesa.
—Me encanta escucharte reír. —dice, acercándose y acariciando mi
mejilla.
Entrelaza nuestras manos y comienza a trazar un camino de besos desde
mi mejilla hasta bajar a mi cuello. Oh Dios, estoy deseosa por sus labios, mi
corazón late muy rápido y casi quiero lanzarme sobre él. Los besos de Mark
comienzan a ser más lentos y cariñosos, hasta que se detiene, quiero llorar
en protesta, así que, me pongo en puntillas para darle un mordisquito en el
cuello, recorro con besos su garganta y su barba incipiente. Él toma aire
bruscamente y continúa con su asalto sensual, recorre con besos y
mordiscos suaves mi cuello, mi barbilla, hasta llegar a mis labios.
El ritmo se convierte en algo nuevo, sensual e hipnotizante. La
habitación de repente comienza a dar vueltas a mí alrededor y me aferro a
las hebras de su cabello intentando salvarme del torbellino que amenaza con
poner mi mundo cabezas abajo.
Estamos llegando a un punto más intenso, cuando un recuerdo se planta
en mi cabeza, esfumando mi deseo y haciendo que detenga mis manos en
los hombros de Mark.
“Tú eres el inicio y el final Amelia, sin ti, yo no…"
—¿Amelia? —me llama Mark, trayéndome a la realidad.
—¿Sí? —parpadeo, algo confundida.
—Te fuiste por unos segundos, ¿estás bien?
—Sí, sí. —digo, restándole importancia con la mano, pero con un nudo
apretado en el estómago.
Me acaricia la mejilla con cariño, por sus movimientos controlados,
puedo deducir que nuestro momento apasionado ha concluido. Agradezco
que Mark haya tomado la iniciativa de parar, el recuerdo de Brad
susurrándome al oído, me ha dejado un sabor amargo en la boca y no me
siento nada bien.
Se acerca y pega su frente a la mía.
—Algún día sabré qué pasa por esa cabecita tuya. —me dice con cariño,
pero puedo sentir la preocupación en su voz.
Contengo las lágrimas cuando una canción de Rock pesado estridente
comienza a salir de mi celular, que está en alguna parte. Oh no.
Me quejo en silencio. —Es el tono de llamada de mi madre, no he
hablado con ella en días, insistirá.
—Necesitas contestar. —afirma en voz baja.
El teléfono ha dejado de sonar, pero sé que volverá a llamar en un
minuto exacto; además, la distracción ayuda a que el momento deje de ser
incómodo y confuso para mí. Intentando calmarme, tomo unas toallitas
húmedas y se la paso por la mejilla para limpiar la pintura, luego me voy al
espejo y me limpio la nariz, me mantengo concentrada, como si limpiar una
simple mancha requiriera de mucha concentración. Mark se acerca y me
quita la toallita de las manos con cuidado, mi nariz está reluciente, pero
estaba empeñada en seguir frotando, solo porque estoy nerviosa, asustada y
ansiosa. Me estudia y yo bajo la mirada, no puedo verle a los ojos.
—¿Qué es lo que pasa? —me pregunta.
Estoy a punto de ponerme a llorar, pero el teléfono vuelve a sonar y esta
vez, agradezco que mi madre sea tan insistente, me trago el nudo en la
garganta para no derramar ninguna lágrima.
Mark suelta el aire por la interrupción. —Debería irme ahora, debes
hablar con tu mamá, se preocupa por ti. —me dice, dándome un beso rápido
y una sonrisa cálida de “todo está bien”, o quizás fue una de "todo estará
bien".
Le dejo ir, aunque la parte irracional de mí, gritaba con pancartas y
antorchas encendidas en forma de protesta; mi cabeza es un nudo de
emociones locas e inseguras. Cuando sale por la puerta, el teléfono
comienza su sonido estridente nuevamente; lo busco por el estudio,
guiándome por el sonido. Lo consigo debajo del sillón, ¿Cómo llegó allí?
cuando veo la pantalla iluminada, reprimo las ganas de gemir de
sufrimiento. Dos llamadas perdidas de mamá.
—Hola, madre.
—Juro que si no contestabas iba a empezar a llamar a los hospitales,
¿Por qué no has contestado las primeras dos veces? Tengo días sin saber de
ti, Amelia Park.
—Lo lamento, todo está bien, madre; solo he estado ocupada, con la
pintura. —digo, lanzándome en el sillón y cubriéndome los ojos.
—Ajá. —El tono en su voz, tan familiar, me dice que está pensando en
algo más y que no cree en mis excusas.
—¿Qué pasa? —le pregunto y de inmediato me tapo la boca, no debí
haber preguntado.
—¿Estás saliendo con alguien? —lo dice, como si eso fuese una
aberración.
—Acabo de decir que he estado ocupada con la pintura, intento entrar en
una exposición de arte, es una gran cosa. —no estoy mintiendo, solo evado
su pregunta.
—Oh, eso es bueno hija. —responde, con más entusiasmo, olvidando lo
que acaba de decirme hace unos segundos.
Terminamos la llamada después de varios minutos y de inmediato siento
un pinchazo de culpa por no contarle a mi madre sobre mi relación con
Mark, pero si se entera, no sé de lo que será capaz.
…
He sido capaz de dormir en mi cama estas últimas noches, pero el bate
ha dormido todas las noches conmigo; ésta en particular, fue una noche
intranquila, me desperté apenas escuchaba un pequeño sonido del viento
contra la ventana y me levanté a chequear las cerraduras en dos
oportunidades. La verdad es que estos últimos días puedo describirlos
como: ansiedad cuando estoy sola, tranquilidad cuando estoy acompañada.
Mark me ha encontrado quedándome dormida en su auto, en la sala o en
cualquier lugar donde me siente; yo me justifico, diciéndole que todo está
bien, que el gimnasio se lleva mis energías; no parece creerme, por lo que, a
veces, me trae ensaladas y batidos nutritivos para mantenerme bien
alimentada. Mark respeta mis silencios y no insiste cuando le doy mis
excusas baratas, pero este hombre tiene un sexto sentido para saber que algo
me está pasando, está comenzando a afectarnos y yo me estoy cansando de
fingir que todo va bien. Siento que tengo dos vidas.
Apenas me molesto en comer lo necesario y siempre llego hecha polvo
por los entrenamientos; si me canso lo suficiente, caigo en un sueño
profundo y no tengo pesadillas. Cuando empecé a asistir al gimnasio me
dije que era para ir de vez en cuando, pero últimamente, lo veo como una
necesidad, pintar no es suficiente, necesito sacarlo todo. Es como si se
agotara un poquito de mí con cada día que pasa.
Capítulo 9
Octubre,
Viernes
Sábado
Le doy un descanso al baile y a las bebidas, está comenzando a hacer
calor, y mis pensamientos no son del todo coherentes, nos sentamos y
comenzamos a hablar con Steve y su novia que es muy agradable, los
demás chicos están bailando; a lo lejos veo a Natasha en la tarima
mezclando y bailando con Matt, se ven muy bien juntos. Mark tiene su
mano en mi espalda desnuda, me acaricia en círculos, haciendo que me
incendie por dentro, yo paseo mi mano por su rodilla torturándolo también.
Al cabo de un rato, nos quedamos solos en la mesa y me excuso para ir al
baño, Mark insiste en acompañarme hasta la puerta pero me niego.
—No deberías ir sola, menos vestida así. Los hombres te comerán viva.
—dice evidentemente celoso, no hay juego en su voz.
—Es aquí cerca, no me perderás de vista. —Le doy un beso coqueto y
me marcho antes de que pueda decir algo más.
Al salir de la cabina del baño me voy a tocador a arreglarme un poco el
maquillaje, tengo las mejillas sonrosadas pero me veo bien, Amén, por el
maquillaje a prueba de agua. Estoy terminando de lavarme las manos
cuando entran varias mujeres y por último, Catrina aparece con un vestido
fucsia demasiado pequeño para su cuerpo. Espero que esto sea una
casualidad, una desagradable casualidad.
—Oh, Amelia qué sorpresa encontrarte aquí. —dice ella con la voz más
inocente posible—. ¿Has venido sola? He quedado con Mark, pero he
entrado aquí para retocarme un poco antes de verlo. —Sonríe enseñándome
todos sus dientes y acto seguido, comienza a bajarse la ropa interior por
debajo del vestido, agregando—: Esto no lo voy a necesitar hoy.
Comienzo a sentir náuseas, pero le sonrío con la misma falsedad —Se te
están acabando las ideas, Catrina. —le digo, como quien le habla a un niño
—. Ahora, si me disculpas tengo cosas mucho más importantes que hacer,
que estar aquí contigo.
Salgo con la cabeza en alto y ella me muestra una sonrisa malvada que
aunque quiera negarlo, me causa escalofríos en todo el cuerpo.
De camino hasta la mesa, me sorprendo de ver cuán lleno está el lugar en
tan pocos minutos, falta el oxígeno entre tanta gente, es muy difícil
moverme entre la muchedumbre, pero voy haciendo espacio hasta que por
fin llego a nuestra mesa; noto que Mark no está allí y saco el teléfono para
enviarle un mensaje. Un mesonero llega con otra ronda de mimosas, acepto
una y comienzo a tomarla para refrescarme.
Veo a Natasha bailando cerca de la tarima con Matt mientras otro DJ se
encarga de la música, también veo a los chicos pasándola bien en la pista de
baile, pero no hay señales de Mark, comienza a crecer una semilla de
inseguridad en mi mente, pero se esfuma cuando en cuestión de segundos,
Catrina se me acerca con una mano en la cadera, por la forma en la que me
está mirando, parece que esta vez no está actuando.
—¿Dónde está Mark? ¿Ya se aburrió de ti?
Cálmate, Amelia.
—No creo que sea de tu incumbencia. —le digo cortante. Veo que Mark
llega y se pone detrás de ella con los brazos cruzados para escuchar qué
tiene que decir la víbora.
Ella se ríe burlona. —Niña, cuando Mark se aburra de ti —hace una
pausa y me estudia de pies a cabeza—, y de lo que obviamente no puedes
ofrecerle, allí estaré yo; te daré un par de días más.
Le doy un sorbo a mi bebida pretendiendo que lo que acaba de decir no
me afectó y le digo de modo despreocupado. —¿Terminaste?
—Catrina, te voy a pedir que me dejes a solas con mi novia. —dice
Mark, haciendo un delicioso énfasis en “novia”. Ella abre los ojos como
platos y voltea a ver a Mark, sorprendida de verlo allí.
—Mark, ¿Hace cuánto tiempo llevas allí? —Intenta ser coqueta pero
falla.
—El suficiente, ahora si nos disculpas. —Mark se mantiene serio.
Catrina no encuentra palabras que decir y se marcha, no sin antes
atravesarme con su mirada de odio.
Se sienta a mi lado y me acaricia la mejilla. —Fui a buscarte al baño
pero entre tanta gente te perdí de vista, lamento que hayas tenido que pasar
por eso. —me dice, refiriéndose a Catrina.
—Creo que ya entendió el mensaje. —En definitiva, llevé la situación
muy bien, me doy palmaditas en el hombro imaginariamente. Le doy otro
sorbo a mi trago y se me sale una risa inoportuna. Había olvidado lo
divertido que era tener unos tragos encima.
—¿Qué es tan gracioso? —dice, con un brillo divertido en sus ojos.
Me siento sobre sus piernas y con los brazos abrazando su cuello le digo:
—Te ves muy sexy dando explicaciones.
Mark suelta una risotada y haciéndome cariños en la espalda me dice: —
¿Cuántas mimosas llevas?
—Tal vez cinco, ya perdí la cuenta, están muy buenas ¿Quieres probar?
Niega con la cabeza —Soy tu conductor designado, tengo que llevarte a
casa sana y salva. —Me aparta la bebida para que deje de tomar.
—No quiero ir a casa. —le digo, haciendo un mohín y jugando con el
cuello de su camisa.
—¿Por qué?
Me acerco a su oído y le susurro. —Hay monstruos debajo de mi cama.
—Él se ríe, pensando que estoy jugando.
—Ok, necesitas quemar todo ese alcohol, no más mimosas para ti,
vamos a bailar. —Me regaña a modo de broma, llevándome a la pista de
baile con los demás.
Pero, yo no bromeaba.
10:00 am
Presente
Lunes
...
Abro los ojos y lo primero que hago es fijar la mirada en Mark, que tiene
un brazo tapándole los ojos.
—Ven aquí. —dice y me acerca hasta él para abrazarnos, me acaricia la
espalda hasta que consigue relajarme, cierro los ojos y lo último que
recuerdo son nuestros cuerpos entrelazados y un montón de sábanas
desordenadas.
Martes
Jueves
Viernes
Cuando Mark cierra la puerta de su casa con llave, suelto todo el aire de
mis pulmones despacio, no me había dado cuenta que estaba conteniendo la
respiración. Juntos, nos dirigimos a terminar el informe adjuntando el
retrato que hice, cuando estamos por terminar, Mark pone su mano sobre la
mía.
—Creo que es momento de llamar a tus padres Amelia, ellos deben
saberlo.
—No. —niego firmemente.
—Las cosas podrían ponerse feas, debemos advertirles, no sabemos de lo
que pueda llegar a hacer Brad. —insiste.
Siento un nudo en el estómago formarse —No quiero preocuparles… de
nuevo, no quiero que vuelva a repetirse lo mismo de hace dos años.
Me peina un mechón de cabello —Lo sé, pero ahora es diferente, eres
fuerte y no estás sola, me tienes a mí, si lo deseas les podemos decir juntos.
Apoyo mi cabeza en su hombro, no quiero que se vean involucrados en
esto, pero Mark tiene razón, ellos también pueden correr peligro. —Está
bien, les diremos, pronto.
Mark sube mi barbilla y me da un beso rápido, terminamos de ordenar lo
que dejamos en la sala y al terminar, se quita la camiseta por encima de la
cabeza y entra en su habitación.
Es muy tarde, y deberíamos estar preparándonos para dormir, pero ver a
Mark sin franela me está excitando mucho, la forma en la que sus
pantalones cuelgan pronunciando la “V” en sus caderas y sus abdominales
como tabletas de chocolate delicioso. Una chica podría contemplarlo
durante todo el día. Y esa chica soy yo.
Me muerdo el labio debatiéndome en sí debería entrar o no, me veo las
manos, me peino el cabello, me levanto y vuelvo a sentarme; al final,
agradezco que nadie pueda ver mi indecisión, estoy perdiendo la razón, de
eso no hay duda. Me dirijo silenciosa a su habitación, del otro lado de la
puerta escucho el sonido del agua caer y noto que la puerta del baño está
entre abierta, invitándome. Muy astuto, cariño. Me quito la ropa
rápidamente y entro.
La habitación está llena de vapor y cuando entro en la ducha, Mark me
recibe con una erección y un beso aplastante, me posee con la lengua y yo
la acepto sin oponer fuerza, tengo tanto que decirle y agradecerle; pero en
estos momentos necesito esto, necesito sus labios quemando mi piel y
necesito que esté dentro de mí, lo necesito en todos los sentidos y él
también me necesita.
Agarro su erección entre mis manos y comienzo a jugar con ella, él toma
aire y dibuja lentamente círculos con sus pulgares, viajando desde mis
mejillas a mi cuello, pasando por mis pechos hasta llegar a mis nalgas, que
aprieta acercándome hasta su miembro.
Me pega a la pared, con una mano aprisiona mis muñecas y con la otra
me separa las piernas para pasar sus dedos eróticos por mi clítoris,
comienzo a gemir y él me calla dándome besos y diciéndome que soy suya.
Mark es todo músculos y me tiene entre su cuerpo y la pared. De repente, se
detiene y casi se me escapa un grito de protesta, pero me sonríe con descaro
y entre besos comienza a bajar hasta arrodillarse frente a mí; besa mi
ombligo y con rapidez toma mi pierna y la apoya sobre su hombro.
Besa mis muslos, antes de separar más mis piernas. Mira hacia mí y
cuando nuestras miradas se encuentran su lengua comienza a danzar sobre
mi clítoris, hinchándolo y acariciándolo con sus dedos, ¡Santo Cielo!
Aspiro una bocanada de aire y dejo caer la cabeza hacia atrás contra la
pared de la ducha, mientras su cálida lengua me atormenta. Lame y
succiona mi clítoris hasta que soy consciente de que estoy meciendo mis
caderas contra él y agarrando mechones de su cabello mojado. Cuando creo
que no puedo sentir más placer, mete un dedo y comienza una armonía
perfecta, donde no tengo escapatoria más que rendirme en el orgasmo que
llega sin avisar, enviando torrentes de placer a mí entrepierna.
Terminamos de ducharnos entre besos, toques y el delicioso orgasmo que
me dio con sus dedos y su lengua; luego de secarnos, me levanta del piso y
me lleva a la cama en sus brazos. El crudo deseo en la mirada de Mark, me
invita a bajar las manos hasta el nudo de la toalla que descansaba sobre sus
caderas y deshacerlo.
Comienzo a besarlo sensualmente mientras con mi mano masajeo su
miembro que aún se mantiene firme; Mark me toma unos mechones de
cabello para alejarlos de mi cuello y así tener acceso a él; comienza a darle
pequeños mordiscos que me van volviendo loca; pero esta vez, quiero tener
el control, así que lo empujo salvaje hasta que cae de espaldas en la cama.
Paso mis manos por sus muslos, una vez allí tomo el valor para
acercarme hasta su miembro y con mucha delicadeza, paso mi lengua por la
punta. A mi chico se le escapa el aire y un pequeño gemido que me invita a
seguir poseyéndolo. No tengo experiencia haciendo esto, de hecho es
primera vez que hago algo así, por eso soy muy cuidadosa, pero demonios,
Mark me la está poniendo difícil gruñendo de placer y peinándome el
cabello. Lo meto completo en mi boca y comienzo a mover mi lengua,
mientras mi cabeza comienza a moverse de arriba a abajo con avidez.
—Para, preciosa. No quiero venirme aún. —gruñe Mark, cuando vuelvo
a pasar mi lengua por la punta.
¿Parar? No quiero parar. Pero él, al notar que no me detengo, me toma
por los hombros y en un rápido movimiento me carga y aplasta su cuerpo
sobre el mío. Sus besos son más feroces, agresivos e increíblemente
calientes, acepto todo jalando su cabello y gimiendo. Sin pensarlo, Mark
separa más mis piernas y se hunde dentro de mí, yo grito sorprendida por
sentirme tan llena, tan completa, sus embestidas hacen que me olvide de
todo y ambos comenzamos a movernos como dos animales salvajes.
Los últimos acontecimientos que han pasado comienzan a arremolinarse
en mi cabeza, recordándome el miedo que tengo a que él salga lastimado
por mi culpa, haciendo que yo derrame lágrimas y gima más fuerte en su
cuello; pero Mark espanta todos mis fantasmas cuando entiende mi
preocupación y me promete que todo saldrá bien, me penetra más fuerte y
un segundo orgasmo comienza a formarse, borrando cualquier atisbo de
inseguridad que habitara en mí; hasta que ambos estallamos en un éxtasis
perfecto que hace que me olvide de todo.
Después de recuperarnos de una sesión tan carnal y emocional, me
apoyo al costado de su pecho y él me recibe en sus brazos con un pequeño
apretón. Paso mis dedos por su pecho, haciéndole cariños; el también traza
pequeños círculos en mi brazo, hasta que acaricia con cuidado el moretón
que se formó cuando él notó que me pellizcaba.
—Antes tenía una banda elástica en la muñeca, el psiquiatra me pidió
que la usara cuando sintiera que debía volver a la realidad, para hacerme
reaccionar. —Ya no me avergüenza hablar de esto con Mark, confío tanto
en él como para contarle todo; me sigue acariciando pacientemente y yo
sigo contándole.
—Había veces en las que yo estaba en negación por todo lo que ocurrió,
como si hubiese sido un sueño, que lo que pasó no era real. Estaba
constantemente asustada o completamente fuera de mí, como divagando, no
me reconocía, no era yo... no estaba bien. Un día, para hacerme volver a la
realidad, puse mi mano sobre una hornilla caliente en la cocina, el dolor que
sentí me hizo sentir real, que estaba viva, me hizo volver. Fue muy estúpido
y eso hizo que volviera voluntariamente a las terapias con el psiquiatra para
confesarle lo que hice, yo sabía que estuvo mal y les dije a mis padres que
había sido un accidente para que no se preocuparan por mí.
—¿Por qué no usas la banda elástica ahora? Un pequeño pinchazo
lastima menos que un pellizco. —Dice, mientras acaricia las yemas de mis
dedos. Mark no me juzga, ni me rechaza por mi pasado, se preocupa por un
pellizco. Dios, ¿Qué hice para merecerle?
—Dejé de usarla un año después del accidente, no la necesité más.
—Hasta ahora. —dice él con tristeza.
—Hasta ahora. —repito.
Mark se mueve con cuidado hasta la mesita de noche, rebusca entre uno
de los cajones y cuando vuelve a mí, toma mi mano y desliza hasta la
muñeca una banda elástica de color negro, como las que él utiliza en su
cabello cuando entrena, yo lo miro sorprendida.
—Aquí está, con esto no volverás a pellizcarte; cuando vuelvas a sentirte
irreal, con miedo o sola, tienes dos opciones: Puedes pincharte con la banda
sobre tu muñeca y asunto arreglado; o puedes verla y saber que yo te la di, y
que eso conlleva a que donde quiera que estemos los dos, somos reales, que
esto que tenemos es real y nadie puede arrebatárnoslo.
Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar lo que me acaba de decir.
¿Cómo una simple banda elástica puede tener tanto significado?
—Me gusta más la segunda opción. —digo abrazándolo.
—A mí también, mi preciosa Amelia.
Me acepta y me quiere como soy, rota y con defectos. Nos quedamos en
un silencio cómodo, me pego más a él, aspirando su fragancia. Estoy en mi
hogar. El mete sus dedos por mi cabello y me acaricia el cuero cabelludo,
relajándome.
—¿Amelia?
—¿Mmm? —Le murmuro, casi me quedo dormida con sus mimos.
—Te amo. —Lo dice en voz baja pero lo escucho perfectamente. En
segundos se arremolinan un tumulto de emociones dentro de mí. Emoción,
felicidad, miedo, lujuria, inseguridad; pero soy consciente que le
correspondo a sus sentimientos. Sonrío y me aprieto más en su cuerpo. Me
ama... a mí.
—Yo también te amo.
Antes de quedarme dormida, solo pude sentir miedo, no por mis
sentimientos por Mark, lo amo irrevocablemente; sino, porque eso podría
suponer una ventaja para Brad.
Sábado
Todo está tranquilo en las calles, no hay mucha gente en los alrededores
cuando entramos a la estación de policía donde nos recibe un oficial joven,
sin hacernos esperar, nos hace entrar a una oficina y nos dice que pronto
vendrá Evan, el detective que nos ayudará con todo esto. Erick está
tecleando varias cosas en su portátil y Mark está sentado con los brazos
cruzados y moviendo la pierna, impaciente.
—¿Qué favor le hiciste a ese detective? —le pregunto en voz baja al
oído para distraerlo.
Mark voltea a verme y se relaja visiblemente al sacarlo de sus
pensamientos. —Salvé a su hija de morir por una sobredosis de pastillas
para adelgazar.
Lo miro sorprendida. —¿Iba al gimnasio?
—Sí, venía notando que se comportaba diferente y estaba entrenando
demasiado, no aceptaba los consejos de ningún entrenador. Un día, la vi en
su auto en el estacionamiento del gimnasio, ya había perdido el
conocimiento. Pude llevarla a tiempo a emergencias y gracias a eso,
sobrevivió.
—¿Ya está mejor ahora?
—Sí, recibió ayuda; yo mismo revisaba que la alimentación que tenía era
la adecuada. Ahora está en Orlando viviendo con su madre. Desde ese
momento Evan y yo somos amigos.
Nos vemos interrumpidos por un señor de piel morena y ojos oscuros, de
unos 50 años, se presenta como Evan, nos saluda cordialmente y a Mark le
da un abrazo; se sienta detrás del escritorio y acomodándose los lentes nos
dice:
—Muy bien, déjenme ver ese informe.
Mark le muestra la carpeta gigante con todo el trabajo que pudimos
hacer, el esfuerzo que le pusimos fue enorme. En el informe, hicimos una
declaración detallada de los hechos reales del accidente hace dos años;
también, cuando Brad vulneró mi estudio, cuando entró a mi casa a dejar la
caja de cigarrillos y cuando entró en mi habitación para destrozarla, de todo
esto tenemos evidencia que demuestran cada una de las acusaciones que
hago.
Estuvimos las siguientes horas explicando con detalle cada página del
expediente que armamos; al terminar, Evan se saca los lentes, se pasa la
mano por los ojos y dice:
—Bien, esta vez me convencieron.
Me acerco al escritorio y puntualizo. —Estamos hablando de una red de
prostitución y drogas muy grande, tiene mucha gente trabajando para él en
todo el país, pero especialmente en Nueva York, Miami y Pensilvania. Es
evidente, que Brad vino aquí a Miami como parte de los negocios.
—Estando aquí, pudo haber dado con Amelia y por eso comienza a
acosarle. —señala Erick.
—Se podría pensar que Brad sólo quería cuidar sus espaldas y su
identidad al llevarse el retrato que la señorita Park conservaba, pero esa
teoría pierde validez cuando dejó la caja de cigarrillos dentro de su casa y
luego, cuando destrozó su habitación. —dice Evan, señalando las
fotografías.
—Si pudiéramos encontrar una forma de dar con Brad, tal vez podríamos
dar con la red de narcotráfico. —agrega Mark.
Evan medita unos segundos en silencio mientras observa las fotografías.
—Bien, esto es lo que pasará, haré todo lo que está en mi alcance para que
esta información llegue al FBI, la DEA y a donde tenga que llegar; tenían
razón, el vínculo entre ésta red de narcotráficos y este sujeto, Brad, ayudará
a poner en la lupa las acusaciones de la señorita Amelia, actuarán más
rápido de esta forma. Concretaré una reunión con ellos a más tardar en dos
días.
—Muy bien, ¿En qué podemos ayudar mientras tanto? —dice Mark
acercándose al escritorio.
—Ya hicieron más que suficiente con la información que nos dieron. Por
ahora, deben permanecer bajo perfil, podemos asignarles una patrulla para
que estén seguros mientras se desarrolla todo esto, ¿A dónde la enviamos?
—A mi Edificio, Amelia vive conmigo. —explica Mark apretándome la
mano; por dentro me entran los nervios porque casi se siente como si fuese
algo permanente, aunque solo han pasado un par de días.
Nos despedimos de Evan y somos escoltados por la policía hasta el
edificio donde vive Mark; todo esto parece irreal y vuelvo a sentir el
pinchazo de culpa carcomiéndome el corazón, por hacerlos pasar por todo
esto.
Domingo
Lunes
Llevamos dos días encerrados en la casa de Mark, desde que Evan dijo
que nos ayudaría con el caso y estoy genuinamente volviéndome loca.
Siento un cosquilleo en mi cuerpo que me inquieta cada vez más, Mark está
en su estudio hablando por teléfono. Necesito moverme, hay demasiada
tranquilidad en su habitación, por dentro soy una bomba de tiempo, pero sé,
que no puedo salir hasta que Evan haya podido llevar el caso a los lugares
necesarios.
Paso a toda prisa por el pasillo hasta el pequeño gimnasio, tomo los
guantes y comienzo a golpear el saco con rabia. Al rato, siento la presencia
de Mark entrar a la habitación, lo veo acercarse y sostiene el saco para que
pueda golpearlo con mayor facilidad.
—Acabo de recibir una llamada de Evan, ya el caso está en los
organismos indicados, mañana todas las instituciones se reunirán, nosotros
también debemos ir; mientras tanto, debes permanecer aquí. —Vuelvo a
pegarle más fuerte al saco, las gotas de sudor se deslizan por mi frente, al
menos buenas noticias, no obstante, la ansiedad vuelve a formarse en mi
estómago.
Una hora y media después, cuando termino de boxear con la ayuda de
Mark, él me ayuda a quitarme los guantes y los guinda en un perchero; su
celular suena, atiende y escucha con atención, sus hombros se tensan,
discute con la persona al otro lado del teléfono y después de un “Estaré allí”
algo tosco, termina la llamada.
—Era Erick, los proveedores con los que hemos estado reuniéndonos
estos últimos días quieren firmar el contrato con nosotros; al ser socio
directo debo ir también, no puede posponerse porque viajarán de regreso a
Canadá, su país de origen. —Me dice evidentemente molesto.
—Eso es una gran noticia Mark, esto era muy importante para ti. Debes
ir, no te preocupes por mí, estaré entrenando aquí y luego veré una de esas
películas de acción que ofertan por cable. —Le digo dándole ánimos; Mark
debe ir, no puede detener su vida por mí, menos por algo tan importante
como esto, estaré segura aquí.
—No quiero dejarte sola, preferiría no ir. —Me acaricia la mejilla.
—De eso nada, esto es una oportunidad enorme, ve. —le digo, poniendo
los brazos en jarra.
—Le diré al oficial de policía que saldré por una o dos horas como
máximo. No te despegues del celular, estaré llamándote. —dice,
preocupado por dejarme sola.
El pobre oficial lleva dos días como nosotros, vigilante y a la espera,
estacionado frente al edificio; todas las mañanas, Mark le baja café y el
desayuno que yo preparo, no lo conozco porque no se me tiene permitido
bajar, pero de algún modo debo estar agradecida con él.
—Estaré bien, buena suerte. —Le doy un ligero beso y él se va corriendo
hasta que desaparece por la puerta principal.
De inmediato, la sensación de soledad, silencio y quietud me comienzan
a invadir, tomo el celular y le pongo el máximo de volumen, lo dejo
cargando porque veo que tiene poca batería y comienzo a correr en la
caminadora.
Una ducha reparadora, un sándwich de atún y una taza de té verde,
mejoran mi estado de ánimo; Mark me llamó media hora después de
haberse marchado, está reunido con los proveedores finiquitando los
últimos detalles del contrato y luego vendrá a casa. No quiero admitirlo,
pero ya quiero que llegue, estoy ansiosa por el día de mañana y la presencia
de Mark me ayuda a tranquilizar mis nervios; le prepararé la cena, de
seguro debe estar hambriento.
Me distrae el sonido de mi celular que dejé en la mesita cargando, en la
pantalla se muestra el nombre de Mark y la foto que nos tomamos juntos en
el estudio, sonrío con cariño, apenas ha pasado otra media hora desde que
llamó la última vez.
—¿Esperaste media hora exacta para llamar o fue casualidad? —digo
sonriendo y mordiéndome la uña del pulgar.
—¿Sabes lo fácil que es drogar a una persona sólo a través del tacto? —
Una voz demoníaca sale del otro lado del teléfono, el tiempo se paraliza y
comienzo a ver todo borroso. No puede ser, no puede ser verdad.
Brad.
—¿Dónde está Mark? —le pregunto en voz baja, sintiendo una oleada de
frío que hace que me estremezca.
—Una cosa a la vez, primero, asómate por la ventana. —Me empieza a
temblar el cuerpo y camino hasta el ventanal; en algún lugar de los edificios
cercanos, Brad, o alguno de sus hombres, que sé que los tiene, me observan
—. Muy bien, Amelia; buena chica. Ahora, quiero que veas la patrulla de la
policía, ¿puedes verla?
—Sí. —digo con voz apagada.
—Muy bien, esto es lo que pasará: En cinco minutos crearé una
distracción para el policía y las personas al rededor, cuando esto ocurra, tú
deberás montarte a una camioneta negra que te esperará en la esquina a tu
derecha. Si hablas con cualquier persona lo sabré, no mirarás a nadie, ni
siquiera dirigirás tu mirada al auto del policía, cubre tu cabeza con la
capucha del abrigo que cargas puesto ¿Lo entiendes?
—¿Dónde está Mark? —le repito, él tiene a Mark, tengo que hacer todo
lo que me diga.
—Demás está decir, que si no haces lo que te dije lo mataré y creo que
sabes que sí soy capaz de hacerlo.
Un “no” susurrado se escapa de mis labios, pero ya Brad había cortado la
llamada. Me pincho con la banda que tengo en la muñeca y parpadeo varias
veces, con la respiración irregular. Mi primer pensamiento es llamar a Evan,
pero eso supondría un peligro para Mark, me tienen vigilada, podrían
sospechar algo. Veo la hora en el celular. 5 minutos. Corro por la casa
buscando unos deportivos que ponerme, abro el cajón de la habitación
escarbando entre los objetos y salgo disparada por la puerta sin mirar atrás.
No me detengo a esperar el ascensor, bajo las escaleras a toda prisa
mientras me recojo el cabello y lo oculto dentro de la capucha.
Una vez en el lobby del edificio, escondo las manos en los bolsillos del
abrigo para que nadie pueda ver que están temblando, también tengo unos
lentes oscuros que disimulan mi rostro; camino por el borde de la pared,
intentando colocarme cerca de las puertas giratorias sin que me vean desde
afuera. Miro la hora en el reloj que descansa sobre el recibidor del lobby.
6:32 pm. Falta un minuto para que se cumplan los cinco minutos que me
habló Brad.
Comienzo a contar mentalmente en mi cabeza, cuando faltan diez
segundos, mi corazón comienza a acelerarse; el portero se acerca hacia mí,
poniéndome cada vez más nerviosa, por favor, que no me reconozca, por
favor. Está a punto de decirme algo, cuando desde el otro lado de la calle
veo a una mujer rubia, preciosa, parece una modelo sacada de las revistas;
lleva un bebé cargado en sus brazos, camina frente a la patrulla de policía y
comienza el espectáculo.
Inician sus gritos por ayuda, diciendo que su bebito no puede respirar,
cualquiera que ve la escena creería que es verdad, excepto yo; estoy
petrificada en el suelo mientras todos se asoman o se acercan para curiosear,
el portero se olvida de mí y sale para auxiliar a la pobre mujer. El policía
sale de la patrulla y se acerca corriendo y hablando por la radio, de seguro
llamando alguna ambulancia. Es ahora. Mis pies comienzan a caminar hasta
las puertas giratorias, al salir, el aire caliente de Miami me pega en el rostro,
mareándome, pero me controlo, dando pasos seguros e intentando con todo
mi corazón pasar desapercibida. Por Mark, por su vida.
Dos pasos antes de llegar a la esquina, llega una camioneta lujosa color
negro con vidrios oscuros, la puerta se abre y se baja un hombre con lentes
negros invitándome a pasar, en un movimiento rápido subo al auto. Una vez
adentro, tengo a dos hombres a ambos lados, acorralándome; el de mi
izquierda me quita los lentes oscuros y la capucha, salto ante la
determinación del hombre, pero no me da tiempo a reaccionar cuando
comienza a toquetearme en busca de algún arma o celular por el cual pueda
pedir ayuda; me tapan los ojos con un trozo de tela, luego me amarran las
manos y me colocan unos auriculares con música a todo volumen.
No puedo ver ni escuchar nada de lo que ocurre en el auto. Estoy
reviviendo en mi cabeza las imágenes de Chase amarrándome y
metiéndome al auto. Dios, cómo me gustaría poder pincharme con la banda
elástica. No pierdas el control. ¿Van a matarme? Debo ser valiente. Mark,
enfócate en él. Tengo que asegurarme que estará bien.
Se siente como si el viaje en la camioneta no fuese a terminar nunca,
cuando por fin nos detenemos, uno de los hombres me toma por el brazo y
me baja del auto. Me guían por un piso duro de cemento hasta que paramos,
me quitan los auriculares, me desatan las manos y la venda de los ojos, la
luz del exterior me molesta y me hago sombra con las manos, intentando
ver algo.
Al parecer, estamos en la parte trasera de un club nocturno, es un edificio
de paneles grises, por su arquitectura se ve moderno, se puede escuchar la
música de adentro y cerca de nosotros hay reflectores de luz que dan a un
gran estacionamiento lleno de automóviles. Uno de los hombres, el
grandulón que me subió al auto en primer lugar, se acerca a mí y me dice
con voz neutra.
—Vamos.
Estoy paralizada por el miedo, ante la expectativa de saber qué me
espera al otro lado de la puerta. Mis pies no se mueven y el hombre que me
habló, aparentemente obstinado por mi actitud, me toma del brazo y me
arrastra hasta adentro, me lleva por unos pasillos y me da una bolsa
pequeña.
—No puedes atravesar el club con esas ropas, los clientes sospecharían
de ti de inmediato. —estudia mi cuerpo—. Voy a ser decente y dejaré que te
cambies en aquel baño, tienes cinco minutos. —señala con su pistola el
pequeño baño para empleados.
Sopeso mis opciones, este hombre está armado, luce violento y
peligroso. Mi única oportunidad de quizás salir con vida de esto es a través
de ese baño. Camino tambaleándome y cuando me encierro en el baño con
seguro, veo que solo hay un pequeño lavamanos y un inodoro. No hay
ventanas, no hay ductos de ventilación, ni siquiera un maldito botiquín de
primeros auxilios.
Apoyo mis manos temblorosas en el lavamanos y trato de calmar mi
respiración, no puedo entrar en pánico ahora. Al ver mi reflejo en el espejo,
encuentro una pequeña esperanza. Una calcomanía con el nombre “Venus
Casino”. De inmediato, me quito la sudadera y la franelilla que tenía
debajo. Sabía que sus hombres iban a revisar si llevaba celulares o armas al
momento de entrar al auto, mi única esperanza era que no tocaran mi
espalda. Me saco el celular del bolsillo trasero del sostén deportivo, gracias
al cielo nadie notó que estaba allí, la sudadera es gruesa, por lo tanto, no
resaltaba a través de la tela, además lo tenía en modo silencioso.
Tomo el celular con dedos temblorosos y me sorprendo al ver que tiene
solo un 10% de batería, a pesar de que estuve cargándolo toda la tarde. Veo
20 llamadas perdidas del número de Erick, abro los mensajes de texto y leo
el primero de hace una hora; enviado minutos después de haberme montado
en la camioneta de Brad.
6:40
Los hombres de Brad se llevaron mi celular. Voy de regreso, por favor,
dime que estás en casa y estás bien.
Mark. El consuelo de saber que está vivo y que se encuentra bien hace
que mis piernas fallen y me agache en el piso, se me escapa un gemido de
alivio. Mark está bien, Brad no puede amenazarme con él.
Sin perder más tiempo, le tomo una fotografía a la calcomanía y se la
envío al teléfono de Erick, con los pocos detalles que pude recabar de Brad,
a los pocos segundos me llega la notificación de “mensaje no enviado”,
junto con la advertencia de batería baja; verifico la señal y está muerta, aquí
en el baño no hay señal. Tengo que llevar el teléfono conmigo hasta que
recupere la cobertura y pueda enviar el mensaje. Siento el sudor humedecer
mi nuca. Lo apago para conservar la poca batería que le queda.
Comienzo a desnudarme a toda prisa. El pequeño corpiño color vino
tiene detalles árabes, bordados en hilos dorados y piedras verde esmeralda,
es precioso; en la parte baja descansan unas borlas que me acarician el
estómago; me lo coloco de primero, el sostén realza mi busto más de lo que
desearía en este momento. ¿A qué clase de lugar me llevan? Luego me
coloco la parte de abajo, es una especie de falda larga del mismo color, pero
tiene unas aberturas a ambos lados, que llegan hasta las caderas, dejando
completamente desnudas mis piernas; las aberturas son tan pronunciadas
que me obligan a quitarme la ropa interior. Por último, me coloco una
diadema con piedras que combinan con el conjunto.
En ese instante, escucho los pasos del hombre acercarse y diciéndome
que ya pasaron mis cinco minutos. Rápidamente me coloco el celular en la
pretina interna del sostén, justo al costado de mi torso; el teléfono no es tan
grande, ruego a Dios que no sea visible; finalmente, me suelto el cabello
con la intención de ocultar más esa zona. Veo mi aspecto en el espejo,
parezco una prostituta árabe.
Antes de que abran la puerta y con la esperanza de poder enviar el
mensaje, salgo. Mi secuestrador me observa con una mirada llena de deseo
y con una sonrisa pervertida. Siento náuseas, pero las contengo. El hombre
comienza a caminar a mí alrededor, estudiando mi cuerpo.
—Junta las muñecas. —me dice con voz autoritaria.
Hago lo que me dice, ata un nudo apretado con agilidad y al jalar la tira,
me lleva consigo. De nuevo, siento la inquietud crecer por estar amarrada.
—Ah, una última cosa. —Me enseña un pequeño trozo de tela
transparente color vino con detalles en dorado, me la coloca sujetándola con
la diadema complementando el disfraz árabe. Ahora mi rostro está cubierto,
a excepción de mis ojos.
—No podemos darnos el lujo de que alguien te reconozca. —Vuelve a
jalar bruscamente de la tira acercándome a él y me apunta en el pecho con
la pistola—. Si dices algo, una simple palabra, te mato. ¿Entendiste? —Yo
asiento con la cabeza mecánicamente—. Vamos.
Unas puertas grandes se abren para nosotros, los tubos largos y
distribuidos por toda la estancia me dan a entender que estamos en un club
de strippers, pero en uno muy lujoso. Toda la decoración es árabe, exquisita
e increíblemente costosa, los colores que predominan son el púrpura, el
dorado y el negro. Comenzamos a dar unos pasos y lo que ven mis ojos a
continuación me deja perpleja, hay un montón de áreas “privadas” con
tiendas árabes y cortinas transparentes, por donde se puede ver sin esfuerzo
hacia adentro: tríos, orgías, mujeres haciendo sexo oral sin pudor a hombres
con antifaces y máscaras de animales para proteger su identidad.
En las pequeñas tarimas, las mujeres comienzan sus bailes en el tubo y
lanzan sus prendas de vestir a los hombres que les colocan billetes en sus
tangas. Hay mujeres bailando la danza del vientre con pareos que suenan al
ritmo de una música árabe y sensual que sale de las bocinas. También, veo a
otras mujeres vestidas con ropas iguales a las mías, sirviendo tragos a los
hombres, estos las reciben tocándolas y riendo con depravación. Todas las
puertas están ocupadas con hombres de seguridad que se mantienen firmes
y con las manos a ambos lados.
El hombre me lleva por la habitación jalándome por la cuerda de seda,
hay varias mujeres amarradas a las cuales se les está golpeando con fustas y
látigos de cuero, algunas gimen, otras lloran y lucen asustadas; aparto la
mirada. Nadie sospecha que él me lleva secuestrada porque nos mezclamos
perfectamente con el ambiente. Bajo la cabeza para no mirar a nadie
directamente a los ojos y me concentro en mis pies descalzos rozando la
alfombra suave. No debo armar una escena con los clientes del casino, pero
si alguien se me acerca, no dejaré que me haga lo que le hacen a estas
mujeres.
Este sujeto está armado caminando al frente, me doy cuenta que detrás
de mí tengo a otro de sus hombres pisándome los talones, tengo las manos
atadas, no tengo armas y aunque las tuviera, jamás tendría oportunidad con
ellos. Respiro el aire con olor a tabaco y otras sustancias del salón, me hace
sentir mareada; debo continuar haciendo lo que me piden al no tener otra
alternativa.
Pasamos por un pasillo con puertas a ambos lados, por cada puerta que
pasamos, se oyen gritos y gemidos. El hombre vuelve a tirar bruscamente
mientras abre una de las puertas, me quejo pero de inmediato me quedo
muda al ver la habitación donde entramos.
Un dormitorio amplio, todo color morado y negro, una cama con dosel
en todo el medio, un sillón elegante y un jacuzzy. Todo en el mismo
espacio. Una habitación para follar, sin embargo, por el suelo se encuentran
desperdigadas prendas de ropa y zapatos de hombre, la cama está a medio
hacer y en la cómoda hay productos de higiene personal. ¿Brad vive aquí?
Trago saliva, muerta de miedo cuando veo que el hombre me deja sola
cerrando la puerta con seguro detrás de mí y segundos después, escucho
unos pasos acercarse a mí.
—Me sorprendes Amelia, pensé que no tendrías el valor.
Me tenso y mi cuerpo convulsiona en una ráfaga de escalofríos, respiro
rápidamente tratando de tranquilizar las pulsaciones que están a punto de
estallar. Brad, en carne y huesos a unos metros de mí.
Intento formular una pregunta. “¿Por qué haces esto?, ¿Vas a matarme?”
Pero antes de que salga algo de mis labios él se adelanta y dice con voz
afilada.
—Separa las piernas, voy a revisarte.
Se acerca a mí y contengo las ganas de salir corriendo; por el contrario,
separo las piernas como ordena porque aunque intente ocultarlo, estoy muy
asustada.
Me ve con una sonrisa perversa antes de colocarse detrás de mí, se
agacha y comienza a pasar sus manos por mis piernas, sube por la parte
interna de mis muslos y por mis nalgas, se detiene sobre mis caderas y pasa
sus manos por mis costillas hasta llegar a la piel desnuda de mi abdomen
bajo. Aguanto la respiración y aprieto los ojos.
—Ya tus hombres me revisaron, no tienes que hacer esto. —le digo.
—Lo sé... sólo quiero tocarte. —dice en voz baja cerca de mi oído.
Aprovechándose, sigue su recorrido lento por mi cintura, quemando mi piel
con sus manos calientes y callosas; pasa sus manos por mis senos,
apretándolos y enviando oleadas de repulsión hasta mi estómago.
Cuando termina se ríe maliciosamente y nuestras caras se encuentran
frente a frente, miro a los ojos al hombre, esperando ver en su mirada algo
de humanidad, no hay nada.
—¿Lo disfrutaste? —le digo con amargura.
Sonríe enseñándome todos sus dientes. Mis rodillas comienzan a
temblar, pero me mantengo de pie, con el rostro inexpresivo. Tengo que
distraerlo, mientras se me ocurre algo.
—¿Por qué me estuviste acosando desde que llegué aquí?
A Brad le parece gracioso lo que le pregunté, porque se le escapa una
risita, se recuesta del sillón y me estudia de los pies a la cabeza.
—Hace dos años, estaba a punto de entrar en el negocio de la droga,
tenía que servir de transporte para una mercancía de Dayno a otro grupo
traficante de Inglaterra, un trabajo grande y jugoso, me daría buena pasta
para mantenerme a flote. —me confiesa—. Ya había hablado varias veces
con Chase para hacer el primer traslado; Chase, sé que lo recuerdas bien,
gracias a ti está muerto. ¿Sabías que era el sobrino favorito de Dayno? —
Parpadeo sorprendida y suelto el aire lentamente, él se regocija viéndome
así y continúa hablando.
—Luego apareciste tú… al principio eras un juego para mí, tan inocente
y tan moldeable, iba a dejarte de todos modos. Pero vi una oportunidad de
oro que no podía dejar pasar. Al involucrarme con Chase y su gente pude
descubrir que también trabajaban en la trata de blancas, allí vi todo tan
claramente, las piezas encajaron solas.
—Por esa razón decidiste hacer un trato, realizar el traslado de la cocaína
y entregarme como prostituta para la red de Dayno, a cambio de entrar en el
grupo. —digo con certeza.
—Yo no podría haberlo dicho mejor. —Brad se levanta y da un paso
frente a mí—. Allí comenzaron mis problemas. Porque la dulce Amelia,
ocasionó la muerte de Chase y el trato se fue a la mierda. Yo pude haber
muerto ese día en el auto también, Amelia. Y yo que pensaba que teníamos
algo especial. —dice en voz tan baja que apenas puedo escucharlo.
—Para mi suerte, nunca dejé pistas que dieran con mi identidad ese día y
tú estabas muy trastornada para dar declaraciones coherentes; debo
agradecerte eso, gracias a ti Dayno puso su ojo en mí y en pocos meses ya
trabajaba para él.
—Así es, la policía nunca pudo dar contigo, así que desestimaron mis
alegatos, cada quien siguió con su vida.
Brad asiente lentamente, dándome la razón con la comisura del labio
elevada en una sonrisa.
—Me quedé en Inglaterra un tiempo, haciendo trabajos para Dayno;
hasta que requirió que viajara de nuevo a los Estados Unidos.
—¿Por qué no me dejaste en paz aquí en Miami?, yo jamás iba a
interferir tu vida, no tenía pruebas suficientes y el caso estaba más que
enterrado. —digo intentando no sonar desesperada.
Se acerca violentamente hacia mí, saca un arma de la parte trasera de su
pantalón y me apunta en la sien; yo retrocedo con temor hasta que choco
con la pared, me agarra por el cuello y golpea mi cabeza contra la misma,
hago una mueca por el dolor y sostengo sus manos intentando en vano
aliviar el apretón. Pega su cara de la mía, apretando el arma contra mi piel y
me susurra con lujuria al oído.
—Porque disfruto ver el miedo en tus ojos, Amelia. ¿Tienes idea de la
excitación que sentí en mi cuerpo cuando te vi paseando por las calles de
Miami? Sola e indefensa. Fue como una ráfaga de adrenalina pura, no pude
contenerme, tenía que ver tus ojos asustados por mí… así como lucen
ahora. —Brad pasa la pistola por mi mejilla, tiene la mirada perdida, fuera
de sí.
Me suelta el cuello y yo aspiro una bocanada de oxígeno, me acaricia la
clavícula y añade. —Debía asegurarme de que no ibas a joder mis planes
otra vez, por eso no dejé rastros en tu estudio el día que me robé los retratos
que me hiciste. Pero las otras veces, ya no pude resistirme, tener acceso a tu
vida, a tus cosas. Simplemente no podía dejarte ir ¡Vaya que las disfruté!
Amelia, no lo entiendes, tenía tantos planes para nosotros. —expresa con
nostalgia, pasando sus dedos por mi cuello y alejándose de mí.
—Debo admitirlo, mi plan inicial era secuestrarte sin que nadie supiera
nada, era perfecto, nadie te conocía en Miami, iba a ser como si el tiempo
no hubiese pasado. Pero entonces llegó él a entorpecer mis planes. —dice
con odio en su voz, refiriéndose a Mark y moviendo el arma de una mano
para otra—. Y decidieron ir a la policía.
—No nos diste otra opción, tus juegos llegaron demasiado lejos. —
consigo decir.
—Eso podría joder mi relación con Dayno, Amelia. Y ahora, con Marco
muerto, no puedo permitirme perder su confianza. —Hay demasiada calma
en su voz.
Brad comienza a caminar en círculos y se detiene cerca de mí, su mirada
es distinta, es más vulnerable y centrada.
—¿Estás enamorada? —Me sorprende su comentario, no pensé que se
interesaría en mi vida personal.
—Eso no es problema tuyo. —Él se recompone y añade.
—¿Ya follaron? —No contesto nada, su mirada se oscurece a algo
morboso y perverso.
—Oh Amelia, no sabes cuánto me alegra haber podido romperte, te
estaba preparando para trabajar para Dayno. Follar iba a formar parte de tu
día a día, solo quería facilitarte las cosas. ¿Ves? Deberías agradecerme.
Mi estómago se estremece, las náuseas esta vez son mayores. Las
contengo con esfuerzo. No respondo, solo lo veo, sin parpadear y sin
mostrar ninguna emoción. Pero él está decidido en quebrar mi espíritu, por
eso no se queda callado.
Brad se aleja más de mí y estudia mi rostro. —¿Sabes cuál es tu
problema?, Amelia. Cuando alguien te importa, te involucras demasiado.
¿Tienes idea de lo fácil que fue para mí entregarte a Chase? Ni si quiera
titubeé, solo debes apagar el interruptor. —dice susurrándome y
chasqueando sus dedos en un sonido seco.
Las palabras de Brad, aunque no quiera admitirlo, me lastiman; y el
miedo crece en mi interior como una bomba esperando el momento
oportuno para estallar. Trato de mantener la cordura, no puedo desistir.
En ese momento mi cabeza comienza a atar cabos, Marco era la mano
derecha de Dayno en todo, al morir misteriosamente, queda su puesto libre
y Brad quiere ocupar ese lugar. Necesita que Dayno confíe en él y para eso,
necesita borrarme del mapa. Fui testigo de lo que ocurrió hace dos años, de
las drogas, la trata de blancas y de cómo él huyó cobardemente mientras
Chase moría en el auto. El miedo se siembra en lo más profundo de mi ser.
Soy un cabo suelto. Va a matarme.
—Hice lo que me pediste, vine hasta aquí. Debes prometer que no le
harás nada a Mark.
—Por qué dices su nombre... —Brad se toca la frente y respira profundo.
Yo retrocedo un paso, pero no me da tiempo suficiente de reaccionar
cuando me agarra por el brazo, luego por el cabello y me lanza a la cama.
Caigo sorprendida e intento levantarme, pero ya está sobre mí, aprisionando
mis piernas con las suyas y apuntándome con la pistola en la frente. Me
agarra un seno y lo aprieta con fuerza, luego pasea su mano por mi cuello y
mi boca. Se me escapan las lágrimas y veo su rostro borroso. Peleo, intento
quitármelo de encima, pero su fuerza es mucho mayor y me deja casi
inmóvil. Comienza a ahorcarme con sus pulgares y yo intento luchar por
aire, desesperada y aún con las muñecas atadas, consigo arañarle la cara y
sacarle sangre.
—Maldita zorra. —le quita el seguro a la pistola y me apunta.
—Brad… —dice uno de sus hombres, que entra a toda prisa y se queda
quieto al interrumpir la escena.
—¿Qué quieres? ¡Maldita sea! —dice Brad con una ira animal,
golpeando el colchón con el arma, muy cerca de mí. El rostro me quema y
las lágrimas sólo empeoran la sensación.
—Dayno quiere verte.
—¿Cómo que quiere verme? ¿Está acá? El no volvía sino hasta mañana
en la noche. —Su mirada flaquea y afloja su agarre hacia mí.
—Está en su oficina esperando.
—Estoy ocupado. Lo veré cuando termine con ella.
—Quiere que vayas ahora. —expresa el hombre delgado y con una
cicatriz en su ceja, al momento en que estudia mi cuerpo tirado en la cama.
—¡Está bien! —dice con algo de inseguridad en su voz.
El hombre me mira por un segundo, pero sube los hombros y cierra la
puerta. Brad, enfurecido. Me dedica una mirada de odio, pero se levanta y
comienza a caminar en círculos respirando entrecortadamente, me
recompongo en la cama, pero el simple movimiento hace que él saque el
arma y me apunte, saca su teléfono y habla con alguien.
—Dayno está aquí, necesito que te quedes con ella en el auto hasta que
yo vuelva. Tendré que llevarla a otro lugar... no, a mí también me tomó por
sorpresa su llegada repentina... ¡ya sé maldita sea!... espera en el auto, voy
para allá.
—Vamos. —Me toma por las tiras y me lleva nuevamente al pasillo,
apuro el paso porque Brad está caminando cada vez más rápido. Mierda.
¿Qué hago? Piensa en algo. Si vuelvo al auto quién sabe a dónde me
llevarán. Intento mover las muñecas, pero están bien pegadas a través de las
cintas.
En ese momento, uno de los hombres detiene a Brad y señala con su
cabeza un área específica del salón. A lo lejos. Un hombre con cabello
rubio le hace una seña a Brad, llamándolo, siento un frío recorrer todo mi
cuerpo cuando reconozco a la persona. Es Dayno.
Yo fui quien les puso bajo la lupa de la policía hace dos años y la que
causó la muerte de Chase, si no me mata Brad, Dayno lo hará complacido.
El miedo y el instinto de supervivencia me invaden, cuando en un acto de
estupidez, intento zafarme y correr hacia la salida para gritar por ayuda,
debe haber alguien afuera que pueda ayudarme. Mi plan dura menos de dos
segundos cuando Brad y el hombre me agarran por los brazos fuertemente,
inmovilizándome.
—No digas una maldita palabra a Dayno. Sólo sírvele. —me dice Brad
al oído, con los dientes apretados, Brad gira sus talones, puedo ver
nerviosismo en su mirada.
Prácticamente arrastrándome, salimos del salón hasta otro pasillo; Brad
me jala hasta el final, a una oficina grande y moderna con muebles color
negro y piso de porcelana color blanco, todo se ve inmaculado, nada
parecido a la decoración que vi hace unos segundos. Es la oficina de Dayno.
Me encojo conteniendo la respiración, cuando Dayno entra, luce
elegante con un traje oscuro, las manos en los bolsillos y con el cabello
rubio peinado, se le ve serio y formal, es un hombre muy alto y apuesto,
podría estar rozando los cuarenta, pero está muy bien conservado. Les pide
a sus hombres que permanezcan afuera quedando en la habitación nosotros
tres, por su forma autoritaria de dar órdenes, deduzco que este casino es de
su propiedad. Fija su mirada fría en mí y luego ve a Brad. Señala con la
cabeza mis muñecas y Brad comienza a desatarme, pero con duda en su
mirada, luce ¿intimidado?, una vez liberada y algo confundida, me acaricio
las muñecas rojas para calmar el hormigueo que me causaban las tiras
apretadas. Dayno se acerca a un tablero, aprieta unos botones y en la pared,
una puerta secreta se desbloquea, él la desliza y Brad me empuja a través de
la abertura, junto con ellos.
La habitación secreta es una versión más pequeña que la anterior, un
escritorio, unas cuantas bibliotecas con libros y un sillón pequeño para dos
personas, no hay ventanas y tras cerrarse la puerta me anticipo lo peor.
Podrían matarme en este instante y nadie lo sabría.
Dayno se sienta detrás del escritorio y enciende un cigarrillo, nosotros
nos quedamos de pie cerca de él.
—Tráeme un whiskey. Sin hielo. —me ordena Dayno, mientras señala la
pequeña mesa donde se encuentran botellas y vasos de vidrio. Titubeando,
me dirijo hasta allí y con dedos temblorosos tomo uno de los vasos.
—Seré breve, Camilo adelantó la reunión pautada del día de mañana
para hoy, necesito que cubras la zona oeste. Hay una entrega importante que
iba a supervisar y no podré estar. Paul te dará los detalles. —mientras
escucho, tomo con cuidado la gran botella de vidrio y la destapo para servir
el vaso.
—Perfecto, sólo dime a qué hora y estaré listo. —responde Brad.
—La carga parte en media hora.
—Eh... Está bien. Perfecto. —responde Brad algo desconcertado. En ese
momento giro mi cuerpo y me aproximo a Dayno para entregarle su bebida,
al dárselo, solo pude notar cómo veía mis costillas. Le da un trago a su licor
mientras yo doy unos pasos hacia atrás.
—Será mejor que vaya entonces, vamos. —me dice Brad, pero nos
vemos interrumpidos por Dayno.
—Déjala, ¿es nueva, cierto? —le pregunta a Brad.
—Sí, comenzó hoy. —miente él, en su mirada sólo veo nerviosismo.
—Será mejor que te vayas ya, yo me ocuparé de que ella reciba una
buena iniciación. —le ordena Dayno a Brad.
Brad, intentando disimular cómo su plan se fue a la mierda, se levanta y
hace una pequeña reverencia con la cabeza a Dayno, él se pone de pie, se
acerca a él y lo toma por la cabeza para darle un beso en la mejilla, estudia
su rostro y pasa uno de sus pulgares en el rasguño que le hice, Brad hace
una mueca de dolor, pero Dayno no dice nada, no le pregunta cómo o quién
se lo hizo.
—Has hecho un buen trabajo hasta ahora, si Chase estuviese aquí, de
seguro pensaría lo mismo, estoy orgulloso, Brady.
¿Brady? ¿Es su nombre real? Este último le sonríe y acciona la puerta
secreta, justo antes de cerrarse la misma con él del otro lado, pude ver su
mirada cargada de odio y nerviosismo hacia mí.
Dios mío, acabo de quedar atrapada con el demonio en persona.
Giro mi cuerpo lentamente hacia Dayno, él vuelve a sentarse detrás del
escritorio y enciende un cigarrillo, su quietud me está comenzando a
desesperar, está calmado, quizás demasiado. Tal vez si regreso al gran salón
con las demás mujeres, podría pedir ayuda a alguien o tener oportunidad de
enviar el mensaje de texto a Mark. Debo seguir mi papel de que trabajo
aquí, como dijo Brad.
—Señor, si no necesita nada más, permítame retirarme, he recibido el
entrenamiento adecuado. —digo, con la voz más neutral que puedo.
Él me estudia de pies a cabeza y logra asomar una media sonrisa
burlona. —Si es así, ¿por qué me serviste un ron, cuando claramente te pedí
Whisky?
Sostengo el aire y digo. —Lo siento mucho, no sabía que...
—Siéntate. —ordena Dayno con voz autoritaria. Yo hago lo que me pide,
me siento en el sillón más alejado de él.
—Tal vez podemos empezar con tu nombre. —dice.
—Amelia... —digo en voz bajita.
—Amelia, tengo el presentimiento que no eres una bailarina de aquí. —
Me dice con una voz áspera, pétrea.
Bajo la mirada. No sé qué diablos decir, no sé cuál respuesta hará que
salga viva de esta.
—Sí lo soy, Brad estaba....
—Él estaba empeñado en quedarse contigo, así que puedes decirme por
las buenas quién coño eres y que haces en mi casino o te saco la verdad por
las malas.
Comienzo a temblar y a llorar, si no digo algo va a matarme, lo miro y
decido hablar.
—Yo salía con Brad hace un par de años, se obsesionó conmigo y fui
secuestrada por él. —digo entre gemidos y sollozos, no puedo mencionar a
Chase.
Veo al hombre fornido tras el escritorio, al escuchar lo que le dije, pude
notar un tic nervioso en su ojo derecho; sin embargo, el resto de su rostro y
su lenguaje corporal se mantienen tranquilos. No tengo argumentos con los
cuales defenderme, estoy convencida de que más de una chica está
trabajando aquí en contra de su voluntad. Así que solo estoy sentada
viéndolo a los ojos, suplicando al cielo que me perdone la vida.
Dayno me estudia de pies a cabeza deteniéndose en el pequeño conjunto
que me obligaron a utilizar, al instante junto los brazos intentando ocultar el
teléfono celular, me siento expuesta e incómoda, bajo la mirada de deseo de
Dayno.
Respira profundamente y se pone de pie, se acerca hasta mí y yo me
encojo de miedo, temiendo que venga a ponerle fin a todo esto; por el
contrario, y para mi sorpresa, se agacha y pasa su mano lentamente por mi
torso, sobre la cicatriz que me hice en el accidente, causando que tiemble
más;
—¿Y esto? ¿Cómo te lo hiciste? —pregunta acariciando mi torso.
Mierda.
—Un accidente automovilístico, hace un par de años. —Si menciono a
Chase estoy muerta.
Me mira fijamente, aproxima sus manos hasta la diadema y suelta el
pequeño velo, dejando al descubierto mi rostro, se quita la chaqueta de su
traje y me la entrega en las manos, la tomo confundida.
—No me gusta negociar con la vida de una mujer semidesnuda,
saldremos de aquí. Si intentas algo, espero que sepas que no me tiembla el
pulso para matar a la gente, si eres inteligente, harás lo que te digo. —El
tono tranquilo de su voz no suaviza la autoridad de su advertencia. Vuelve a
apretar el código secreto y la puerta se abre, me empuja suavemente por un
codo y salimos hasta su oficina. Uno de sus hombres estaba de pie a la
espera.
—Voy al ático, preparen todo para esta noche. —Un escalofrío me
recorre todo el cuerpo, ¿Al ático? Debo permanecer aquí, debo enviar el
mensaje de texto. Dayno gira su cuerpo frente a mí y me ordena: —Camina.
Vuelve a ingresar un código de seguridad en otra pared y al abrirse veo
las puertas de lo que parece ser un ascensor. Comienza a entrarme el pánico,
no debo entrar en ese ascensor. Estoy a punto de gritar por auxilio cuando
Dayno me apunta con un arma.
—Entra, cara de ángel.
Empiezo a negar con la cabeza cuando más lágrimas comienzan a
formarse, sin darme tiempo a reaccionar, Dayno le hace un asentimiento al
hombre piel canela que estaba a mi izquierda, este me agarra por detrás
tapándome la boca y la nariz con un pañuelo húmedo. Me retuerzo muerta
de miedo, aguantando la respiración, pero es inevitable, mi cuerpo
comienza a ceder ante la brusquedad del hombre y lo último que recuerdo
antes de perder la consciencia, es a Dayno, llevándome en sus brazos y
subiéndome al ascensor.
Capítulo 14
Octubre,
Viernes, en la noche
Me cuesta abrir los ojos, pero cuando lo hago, lo primero que veo es un
techo en forma de bóveda, con frescos de ángeles pintados, bordes dorados
y mucho mármol, una lámpara de araña gigante adorna todo el centro. Me
incorporo en un sillón de tela muy suave con hilos de oro. Estudio la sala
decorada en un estilo barroco, ridículamente costosa y lujosa, todas las
paredes son de mármol claro y hay varios muebles que hacen armonía con
la decoración.
¿Por qué no estoy muerta?
Giro la cabeza buscando la puerta del ascensor cuando veo a mi derecha
a Dayno sentado en un sillón pequeño cerca del mío, se me escapa un
pequeño gemido de miedo, me acomodo la chaqueta que él mismo me dio
para cubrirme; permanece tranquilo, observándome y bebiendo algo que
luce como whisky.
—¿Cómo te sientes? —pregunta en voz baja.
No respondo nada, se levanta y yo me alejo de él instintivamente, se
sienta justo al lado mío y me alcanza un vaso con lo que podría ser agua.
Comienzo a negar con la cabeza y el insiste acercándolo más.
—Es solo agua, te hará sentir mejor.
Sostengo el vaso con desconfianza, pero al probar el primer sorbo, la
bebo toda sedienta, ¿Qué hora es? ¿Tendrán alguna idea de dónde
encontrarme? Muevo el brazo con disimulo y aún puedo sentir el teléfono
en el corpiño, eso me dice que Dayno no me tocó ni me revisó; me quita el
vaso y lo coloca de regreso en la mesita.
—En estos momentos no confío en el hombre que podía resolver las
dudas que tengo en mi cabeza. Esperaba que pudieras contestar algunas
preguntas. ¿Te importa si fumo?
—Es tu casa. —le digo con voz ronca y él enciende el cigarrillo.
—Podemos partir con el inicio de todo.
Se muestra formal y decente en toda nuestra conversación, casi como el
oficial de policía que me interrogaba hace dos años. Preguntó por mi
relación con Brad y detalles sobre su acoso desde que llegué a Miami. Le
dije que intentó prostituirme en aquel entonces, disfracé un poco los
detalles para no meter a Chase en la historia, si Dayno se entera que estuve
involucrada en el secuestro de hace dos años, me matará. Traté de conservar
la calma, pero mi instinto me decía que él sabía mucho más de mí de lo que
yo pensaba.
Cuando termina su segundo cigarrillo, lo apaga sobre un cenicero y
soltando el aire dice. —Creo que estás diciendo la verdad, Amelia. Y valoro
mucho cuando me dicen la verdad. —Respiro hondo un poco aliviada, él
apoya la cabeza sobre el mueble admirando las hermosas pinturas del techo
—. Para mí no es un secreto todas las investigaciones que han hecho sobre
mí y mis negocios; tengo mi gente adentro, que me informan de los
movimientos que hará la policía y por eso, siempre estoy un paso por
delante de ellos. Brady casi arruina un trabajo grande que estoy cocinando
aquí en Miami, por andar jugando a las escondidas. Y digo casi, porque tú
me ayudarás a que todo termine como se tenía planificado.
Levanto las cejas sorprendida, no me lo esperaba, este mafioso en serio
espera que lo ayude a delinquir, sin embargo, ¿Qué otra salida tengo? Si me
niego, no saldré viva de este ático.
—¿De qué se trata?
—Me acompañarás a una cena aquí, en una sala de reuniones con un
posible socio.
Eso suena demasiado fácil, y ¿Luego qué? ¿Luego de la cena me
asesinará porque no le soy de utilidad? Me giro para mirarlo a los ojos.
—¿Y qué papel juego yo?
—Serás mi acompañante, te lo acabo de decir. Actuarás resplandeciente
y sociable, la persona con la que me reuniré le gusta mucho una buena
charla con señoritas agradables. Tu papel me ayudará a que cuaje todo.
Sin pensarlo se me escapa. —No soy una de tus putas. —Al instante me
arrepiento por haberlo dicho. Dayno me estudia con una mirada severa,
pero se le curva el labio en una sonrisa.
—No. No lo eres, tú tienes algo que ellas no tienen. Clase. —Hace una
pausa y sigue hablando—. Soy fiel creyente de que hay que aprovechar las
oportunidades que se presentan, aunque se muestren de maneras
imprevistas. Camilo, es amante del arte y como eres artista plástico tendrás
más temas de conversación que tocar en la mesa con él, ayudarás a que se
relaje y entre en ambiente.
Involuntariamente me estremezco, en su interrogatorio no le había dicho
que era artista plástico, sabe más sobre mí y mi vida, como pensaba. Él
parece notarlo y se le escapa una sonrisa de lado.
—¿Y si me niego? —pregunto.
Dayno se ríe cansado. —No hagas que te amenace de nuevo, cara de
ángel. Ya sabes qué pasará si no me ayudas, tienes todas las de perder.
Me paso las manos por los ojos, intentando en vano calmar el ardor que
siento en ellos.
—Luego de hacer esto, ¿qué pasará conmigo? —La pregunta más
importante que ronda en mi cabeza es ¿Me matará?
Dayno se vuelve a recostar y fija sus ojos en mis labios. —Luego
veremos si me eres de utilidad.
Una mujer de unos cuarenta años, bien arreglada, morena y con ojos
oscuros llega con un vestido en sus manos y un maletín cuadrado.
—El amo me pidió que te preparara para la cena, acompáñame.
Me pongo de pie y la sigo por un pasillo que contiene dos puertas a
ambos lados, abre la primera puerta y es un cuarto de baño con una bañera
en medio. Toda la decoración es parecida a la sala, mármol, bordes dorados
y mucha clase.
—Desnúdate y entra en la bañera. —ordena la mujer.
La observo tranquila, pero por dentro estoy en pánico, si esta mujer se
queda aquí descubrirá que llevo encima el celular y mi plan de pedir ayuda
se irá al demonio. Intento sonar razonable.
—¿Puedes darme algo de privacidad?
—Estas casi desnuda, ¿qué diferencia hará? —dice ella seria.
—Por favor, te juro que no intentaré nada. Sé que me matará si intento
pasarme de lista. —Le miento, pero se me escapa una lágrima porque lo
segundo que le dije es completamente cierto.
La mujer me mira, molesta; pero en sus ojos veo algo de compasión. —
Te daré diez minutos, tengo la llave del baño, ni siquiera intentes ponerle
seguro. En diez minutos entraré, estés lista o no.
Asiento y le doy las gracias. Ella cierra la puerta y con rapidez me saco
el celular del sostén. Lo enciendo rogando que aun conserve algo de batería.
5%, son casi las 11 de la noche, eso quiere decir que estuve inconsciente
alrededor de dos horas. Todavía siento la cabeza entumecida y embotada.
Vuelvo a enviar la foto pero esta vez, en el mensaje de texto le cuento todos
los planes de Dayno y su cena con Camilo y de este “trabajo grande” del
cual formaré parte.
Los dedos temblorosos hacen que me equivoque en las teclas que
presiono y tengo que escribir las palabras de nuevo. El teléfono comienza a
alertarme que se apagará si no lo conecto. Le doy a “Enviar” y espero a que
se envíe el mensaje, cada segundo que pasa siento la muerte más cerca,
temo que vaya a apagarse antes de enviarlo, hasta que aparece “mensaje
enviado” y respiro con más calma. Busco rápido un lugar donde
deshacerme del móvil. Levanto la tapa del tanque del inodoro lo más
silencioso que puedo y lo lanzo allí. Me desnudo y entro en la bañera que
ya estaba preparada, rogando que mi plan salga bien.
Diez minutos después, estoy envuelta en una toalla y la mujer me lleva a
la segunda puerta, una habitación al estilo victoriano con tonos blancos, en
el medio, reposa una cama con una gran cabecera elaborada y detalles en
madera con flores talladas, paredes tapizadas con tonos pasteles, mesitas de
noche, escaparates y un mueble largo que hace juego con la hermosa cama,
todo es precioso, como salido de una película francesa de época.
Se pone a trabajar y me ayuda a ponerme el vestido. Me coloca la parte
superior, que es una pieza manga larga con mucha transparencia y guipur
colocado sutilmente en el pecho para cubrirlo, el escote es abierto, pero
logra verse decente. La espalda queda completamente descubierta hasta el
inicio de la falda a la cintura de seda negra, ésta, tiene una abertura en la
pierna izquierda que llega a la mitad de mi muslo, no es tan atrevida como
la falda que tenía hace poco. El vestido completo es elegante, atrevido y
costoso, todo en color negro. Me subo a unos tacones negros con cintas
sencillas, me maquilla oscureciendo mis ojos y pintando mis labios de un
rosa pálido, se detiene más del tiempo normal, tratando de tapar el moretón
en el cuello que apareció por culpa de Brad; me peina el cabello hacia atrás,
dejando mechones ondulados caer por mi rostro.
En ningún momento me habla o me muestra algo de compasión como
hizo en el baño, hace su trabajo robóticamente. Me dirige la palabra solo
para pedirme que me quite la banda elástica de la muñeca, con lo que le dije
un no rotundo, ella levanta los hombros en señal de indiferencia y continúa
con mi cabello. Cuando está conforme con mi aspecto me dice en voz baja.
—Eres una mujer muy bonita, si haces lo que el amo te ordene puede
que sigas con vida. Aunque no lo parezca ahora, esta vida es más fácil. Él la
hace fácil.
No respondo nada. Porque me rehúso a quedarme aquí. Ella suelta el aire
y me ordena que espere en la sala.
Camino mecánicamente hasta allí, intento calmar mi pulso con varias
respiraciones. No funciona. Al llegar, me encuentro con Dayno, que está
igual de elegante vestido de negro, con su cabello rubio peinado hacia atrás.
Se acerca hasta mí y tras estudiarme, asiente con aprobación.
—Como dije, clase.
Me guía hasta el ascensor y comenzamos a descender. Pienso en qué
estrategia utilizarán para rescatarme y atrapar a Dayno o si podrán llegar a
tiempo, antes de que me maten. Llevamos varios segundos descendiendo y
aún no nos detenemos. ¿Iremos a un sótano quizás? La tensión en el
ascensor aumenta, Dayno está quieto y yo balanceo mi peso de un pie a
otro.
Cuando se abren las puertas, Dayno me ve al rostro y me dice:
—Camilo folla con cualquier mujer que se le atraviese y luego las
asesina asfixiándolas, es su fetiche. Si te quieres pasar de lista, él estará más
que complacido de tomarte. Si haces todo lo que hemos ensayado, puede
que salgas con vida de aquí, conmigo.
Un conjunto de lágrimas comienza a formarse, pero me obligo a asentir
y tratar de mantenerme en el papel que estoy a punto de interpretar.
—Camilo nos espera, vamos. —Me ofrece su brazo, yo lo tomo
comenzando con la actuación.
Veo un salón de reuniones moderno, nada parecido con la decoración del
ático de Dayno; por el contrario, la habitación es amplia, con una mesa de
vidrio ya servida con fina vajilla; las paredes vestidas con paneles negros,
dan intimidad a pesar de lo grande que luce toda el área. Hay dos
mesoneros que nos asienten dándonos la bienvenida.
Al acercarnos, uno de los mesoneros nos ofrece una copa de champán
espumosa, que acepto para calmar mis nervios.
Un hombre como de la edad de Dayno se acerca y lo saluda con un
amistoso abrazo, es de piel aceitunada con ojos muy verdes, con mis
tacones casi alcanzo su estatura; al verme, se aparta de su quizás, futuro
socio y con evidente interés me besa una mano presentándose, yo intento
mostrarme lo más adorable posible, aunque por dentro las náuseas
comienzan a formarse.
—Ven preciosura, vamos a cenar. —Yo suelto una risita fingida y
acompaño a los dos hombres a cenar.
Dayno tenía razón, Camilo se muestra cómodo y alegre durante la cena
por mi presencia, hablamos de varios temas relacionados con el arte, es un
experto en pinturas y ha ayudado en algunas falsificaciones famosas de las
que ya yo tenía conocimiento, intervengo con soltura en la conversación
hablando sobre las técnicas utilizadas para falsificar dichas obras. Estoy
impresionada en la naturalidad con que me cuenta sus crímenes con cada
copa de champán que toma; Dayno se relaja al ver a su futuro socio más
suelto y relajado. Me sonríe con complicidad, aprobando el buen trabajo
que estoy haciendo. Yo por mi parte estoy cada vez más nerviosa, la cena se
está alargando y yo apenas he podido probar bocado, siento como si fuese a
vomitar solo de pensar en qué pasará después de la reunión.
—Dayno, de saber que ibas a traer a esta joya me habría reunido mucho
antes contigo, muy pocas personas que conozco entienden la falsificación
de obras y hablan sobre ella con tanto conocimiento. —Dayno le sonríe y se
lleva la copa a los labios, y yo suelto otra risita.
—No soy experta en el tema, pero algo conozco. —le respondo.
—Además, eres exquisita, mira ese cuello. —Repentinamente, aparta
con su mano unos mechones de mi cabello y pone su mano en mi cuello,
abrazándolo y tomándome por sorpresa. Intento no temblar, pero luego
coloca sus dedos en mi pulso acelerado, mostrando una sonrisa, como si le
excitara saber que estoy asustada. Dayno se muestra serio.
En ese momento llega el camarero para llevarse nuestro último plato. El
aparta su mano y como si nada, comienza a contarnos una anécdota con una
obra falsificada que compró a un alemán y resultó ser verdadera. Dayno por
debajo de la mesa me aprieta la mano, al encontrarme con su mirada puedo
entender que ya es hora de terminar con los juegos y entrar en los negocios.
—Caballeros, si me disculpan voy un momento al tocador. —Dayno se
levanta para apartar mi silla educadamente, pone su mano en mi espalda
baja guiándome, le sonrío para continuar con la actuación.
—No tan pronto, dulzura, apenas estamos comenzando. —dice Camilo,
tomando mi mano. Yo miro a Dayno, que aprieta su mandíbula, pero le
sonríe.
—Amelia volverá en unos minutos. —le responde Dayno.
—Ya veo que no la quieres compartir, es tan típico en ti.
Ambos hombres se atraviesan con las miradas y luego se unen en una
carcajada, como recordando una anécdota del pasado, yo solo quiero
desmayarme ahora mismo. Dayno pone su mano en mi cadera y me guía
hasta atravesar una puerta, caminamos unos metros por un pasillo y una vez
en la intimidad me susurra.
—Quédate en el tocador hasta que yo te vaya a buscar, no intentes nada,
tengo cámaras en todo el sitio, puedo chasquear los dedos y mis hombres
vendrán de inmediato. —Me amenaza, por supuesto que hay cámaras y por
supuesto que tiene a disposición a un montón de matones.
—Está bien. —le digo.
Vuelve a acercarse a mí, titubeando y toma mi rostro con sus manos, con
un pulgar me acaricia el labio haciendo que tiemble de miedo; sin embargo,
no muestro ninguna expresión y me obligo a sonreírle levemente.
—Lo hiciste bien, ve allí.
Quiere estar en tus pantys. Me dice mi subconsciente, resaltando lo que
ya había estado percibiendo.
Me enseña una puerta con la señalización de “damas”. Mantengo el paso
firme, hasta la puerta y antes de entrar me fijo en las esquinas donde están
instaladas las cámaras de seguridad que me habló Dayno. Al entrar, reviso
que se encuentre completamente vacío; de nuevo, no hay ventanas, solo un
pequeño ducto de ventilación; el baño es igual de moderno, en tonos
blancos y granito negro, hay un diván blanco descansando en la esquina;
busco en todas partes alguna cámara de seguridad, no hay ninguna.
Comienzo a caminar en círculos desesperada, la presión de actuar todo
este tiempo es agotadora. Pretender ser agradable y jovial cuando en el
fondo sabes que vas a morir es casi imposible; pero lo logré por ahora y
Dayno parecía conforme con mi actuación, solo tengo que ganarme su
confianza o su compasión; puede matarme, o deshacerse de mí
entregándome a Camilo, ahora mismo podrían estar ofertándome como
parte de sus negocios.
Estoy de frente al espejo intentando encontrar una salida, si salgo me
descubrirán y perderé los pocos avances que he hecho para ganarme la
confianza de Dayno, aprieto los puños hasta que las uñas se me clavan en la
palma de las manos. ¿En qué momento mi vida se convirtió en esto? Me
veo al espejo, por fuera me veo perfecta, no puedo reconocer a la persona
que se refleja; pero por dentro, estoy aguantando las ganas de llorar y de
convertirme en un ovillo en el suelo. Siento como si mi cuerpo tomara el
control de mi ser, como un robot, en automático y fuera de mi misma.
Estoy por perderme y entrar en otro ataque de ansiedad, cuando me fijo
en la banda elástica, recuerdo las palabras que me dijo Mark cuando la
deslizó por mi muñeca, respiro profundo y cierro los ojos con fuerza,
intentando calmar las lágrimas, estiro con mis dedos el elástico y lo suelto
contra mi piel, sintiendo como el elástico la pincha, dejándola sensible, de
algún modo lo encuentro reconfortante.
—Eres real, esto es real. —me repito en voz baja hasta que mi
respiración comienza a calmarse.
Han pasado muchas horas, quizás días, lo sé, porque siento el calor del
sol del lado derecho y otras veces, está tan frío, que creo que ya es de
noche. Trato de abrir los ojos, pero se me hace imposible, solo me quiero
dejar llevar, quiero el sol, quiero el calor. He dormido, pero todo duele y
hace frío, me congelo.
En una hora que es fría, el calor me agarra de la mano, pero no puedo
verlo; sin embargo, se que su luz me cegará y por eso, me digo que es
mejor tener los ojos cerrados.
“¡Tengo frío!”. Quise gritarle al calor que está en mi mano. Y quizás me
ha escuchado, porque contesta bajo y suave: —Estás helada.
De repente, el calor se va y trato de aguantar, tiemblo y quiero llorar
pero por alguna razón, no puedo. Que se termine, por favor, ruego. Me
siento sola y caigo, caigo, caigo; pero unas manos se acunan en mis
mejillas, haciéndome volver, llevándome con él hasta el calor. Me aferro a
esa sensación, para dejar de temblar y para no caer más. Su mano es
caliente y reconfortante, hace que el dolor se aleje.
Él es el sol, tiene que serlo, me convenzo; me toca la mano y la mejilla,
enviando calor, calor, calor, me sostiene y me llama por mi nombre. Las
demás partes de mi cuerpo me duelen y él lo sabe, por eso no me da calor
allí.
—Estoy aquí, preciosa. —me habla el sol.
Me quedo dormida, cuando el segundo sol sale por el lado derecho una
vez más.
…
Escucho una voz desconocida, habla sobre mi buen progreso, entonces,
¿Por qué es tan difícil moverme? Hay una capa de distorsión volando sobre
mi cabeza, hace difícil distinguir las voces en la habitación. Afino mi oído
para escuchar la voz de mi padre. ¿Volaron hasta aquí?
—¿Cuánto tiempo más cree que estará inconsciente?
—Con cada paciente es diferente, las heridas de Amelia fueron muy
graves; la lesión más delicada fue la fractura en la costilla, creímos que el
golpe había comprometido los órganos, pero ya está fuera de peligro.
—¿Y qué hay de la bala que recibió? —Mi madre también está aquí, su
voz suena muy preocupada y cansada. Mamá, estaré bien. Dame tiempo.
—Logró extraerse sin problemas, al igual que los fragmentos que arrojó.
El golpe de la cabeza también fue tratado con éxito, la tomografía y la
radiografía no mostraron anomalías o fracturas, solo un edema cerebral
leve. Solo necesita descansar, sufrió muchos traumatismos, físicos y
emocionales; lo mejor por los momentos es mantenerla sedada mientras
vemos el avance de su recuperación.
Siguen hablando e intento concentrarme en sus voces, pero comienza a
dolerme todo el cuerpo, como si una aplanadora hubiese pasado sobre mí;
trato de moverme, en un intento por calmar el dolor y hacer que
desaparezca, pero estoy paralizada. Vuelvo a quedarme dormida, cansada de
pelear con el dolor.
—…Puede ser en cualquier momento, los sedantes han sido retirados, así
como el oxígeno, ya depende de ella…—dice la enfermera.
—Mark, ¿Por qué no vas a descansar? No te has despegado de Amelia,
ve a casa y prepárate para cuando ella despierte. —Es la voz de mi madre.
¿Mark está aquí?
—No quiero dejarla. —dice en voz baja.
Su voz envía cascadas de alivio a todo mi cuerpo, es real y está a mi
lado, está bien, está aquí.
Abre los ojos, me muero por verte, Mark.
Abro los ojos poco a poco; por la ventana, el sol se está poniendo, los
matices rojizos bañan toda la sala haciendo que se vea más cálida y sin
embargo, tengo mucho frío, a pesar de estar arropada.
Comienzo a sentir hormigueos por las yemas de mis dedos, veo a Mark,
su cabeza reposa sobre la cama cerca de mi mano. Está dormido. Alargo mi
mano y rozo su barbilla; abro la boca para hablar, pero mis cuerdas vocales
están oxidadas, lo que se escapa de mi garganta es un gemido suave.
Mark salta de la silla y al encontrarse nuestras miradas, se me escapa una
lágrima.
—Amelia… —Su voz ronca combina con su rostro cansado.
Intento hablar pero es difícil, tengo la garganta tan seca, que solo tragar
saliva duele. Mark se da cuenta y me coloca en los labios un cubito de hielo
que tenía preparado en una hielera junto a la cama, el líquido se desliza por
mi garganta aliviándome.
—¿Cómo te sientes? —me dice esperanzado.
—Aún me siento dormida… como en un sueño. —Mi voz es frágil y
apagada.
Mark se ríe débilmente, me acaricia una mejilla y se acerca con cuidado
para darme un beso en los labios. Su contacto se siente como estar en el
cielo, mi cuerpo hormiguea y se despierta tras sentir su calor y su aroma.
Este beso no puede ser un sueño, estoy renaciendo.
—Te amo, Amelia. Te amo. —dice una y otra vez.
—Te amo, Mark. —Reprimo las lágrimas, pero una se me escapa. Él la
limpia con su pulgar y pega su frente de la mía; de repente, algunos
recuerdos me golpean y el miedo comienza a crecer en mí.
—¿Brad? ¿Lo atraparon?
—Shhhh, tranquila nena. Está tras las rejas. No volverá a hacerte daño.
Se terminó.
Tengo tanto por preguntarle, tanto que decirle.
—¿Tu herida? —le pregunto, levanto la cabeza con esfuerzo, para ver el
brazo donde la bala le rozó.
Él se muestra confundido pero después entiende a cuál herida me refiero.
—Está bien, fue muy superficial, el roce de la bala no llegó a dañar el
músculo. —Me muestra el vendaje que envuelve su brazo.
Respiro más tranquila, su barba de varios días me sigue haciendo
cosquillas en la mano, mientras lo acaricio. El me peina los mechones de
cabello.
—¿Cuánto tiempo…? —formulo la pregunta incompleta porque vuelvo
a sentirme cansada. Pero Mark entiende lo que quise decir, porque su
mirada se apaga un poco antes de responder.
—Cinco días.
—¿¡Cinco días!? —Me muevo pero me da un dolor fuerte en las costillas
que hace que apriete los ojos.
—Toma las cosas con calma, preciosa. Debo llamar a los doctores,
tienen que chequear cómo reaccionas, ahora que has despertado.
La doctora ronda los cincuenta años, parece de esas madres sobre
protectoras pero con un gran carácter; estamos solas en la habitación y
después de que me hicieron los exámenes físicos, me ha dejado descansar.
Ahora, aparentemente viene el examen psicológico, para ver si al final de
todo, aún conservo la cabeza.
No para de hacerme preguntas, cómo me llamo, cuándo es mi
cumpleaños, cuál es mi número de teléfono, es amable y todo lo anota en un
historial; la pregunta más difícil de todas fue dónde vivo, no porque no lo
recordara, sino porque no sé dónde viviré de ahora en adelante.
—Creo que es suficiente por hoy, hemos tenido muchos avances
positivos, has sido muy fuerte Amelia, tu recuperación ha sido muy rápida.
—Se pone de pie y al asomarse por la puerta me dice—: Las horas de visita
terminan dentro de poco, pero aquí hay varias personas que quieren verte.
—Con una sonrisa se despide.
Mis padres entran y me envuelven en un abrazo con cuidado, a mi madre
y a mí se nos salen las lágrimas. Minutos después, llegan Mark y Jess. Mi
mejor amiga, casi salta sobre la cama, pero es detenida por mi madre que la
regaña como a una hija; mi chico se acerca y me da un beso en la mejilla.
Me alegra mucho verlos a todos, aunque sea en estas circunstancias.
—La doctora dice que en un par de días te darán de alta. —expresa mi
padre con alegría.
—Podrás volver a casa y dejaremos este terrible capítulo atrás. —agrega
mi madre tomándome de la mano.
Me tenso y mi mirada pasea entre los cuatro. Mark se ve serio y cansado,
Jess se muerde el labio como queriendo decir algo, mi padre niega con la
cabeza y mi madre luce molesta, pero lo disimula con una sonrisa.
—¿De qué estás hablando? —le pregunto.
—De volver a tu hogar, hija. A Pittsburg, donde perteneces. —Mi madre
está utilizando el mismo tono de voz que usaba cuando me regañaba de
niña.
—Este es mi hogar, madre. No pienso volver. —Ella luce ofendida y ve
a mi padre buscando su apoyo, él niega con la cabeza.
—Ni siquiera tienes casa, Amelia. —me acusa mi madre y yo cierro los
ojos deseando tener un lugar donde ocultarme.
—Mi casa aún está disponible, pero no creo que Amelia quiera volver
allí, demonios, ni yo quiero volver. —dice Jess bromeando, intentando
romper la tensión del ambiente.
Mark da un paso al frente para rescatarme. —No quiero ser grosero, pero
Amelia vive conmigo. —Su voz suena segura y Jess hace un gritito de
celebración ante la noticia. Incluso yo me sorprendo ante su confirmación,
pero no lo demuestro.
—Mark, cariño, me agradas y agradezco que hayas cuidado de Amelia
todo este tiempo mientras nosotros llegábamos, pero lo mejor es que yo me
ocupe de sus cuidados. —Mi mamá se dirige hacia él con cariño, lo cual me
sorprende aún más que la afirmación de Mark de que vivimos juntos.
—Ambos son bienvenidos, pueden quedarse en mi departamento el
tiempo que dure la recuperación de Amelia. Hay una habitación para
invitados y todas las comodidades para ella y para ustedes. —agrega Mark.
—Yo creo que lo mejor es que vaya a Pittsburg y allí formar su carrera,
toda esta idea de venir a Miami era una locura.
Volteo a verla sorprendida ¿Qué rayos está diciendo mi madre? Ya no es
solo mi recuperación, sino también mi carrera la que quiere controlar.
Todos comienzan a hablar y a negociar dónde me quedaré, mi papá se
mantiene en silencio negando la cabeza, toma mi mano y me da una sonrisa
dulce, dándome a entender que me apoya en lo que yo decida.
—Quiero quedarme en Miami, madre. —digo firme, aunque mi voz aún
suena ronca.
Mi madre busca con la mirada a mi padre nuevamente y esta vez, él
interviene.
—Amelia ya es adulta, Celia, toma sus propias decisiones. —Se acerca
hasta mí y me un beso en la cabeza.
Ella luce ofendida, pero esta vez se muerde la lengua y se resigna ante la
decisión que tomé.
—Bueno, esta noche ha sido muy productiva, ahora deberíamos dejar a
Amelia descansar, ya estoy cansada de que vengan a echarnos porque
sobrepasamos las horas de visita. —Jess se acerca y me da un montón de
besos en las mejillas—. Nos vemos mañana.
Mis padres se despiden de mí con un beso cada uno, mi padre se da un
apretón de manos con Mark y mi madre le da un beso en la mejilla, con una
mirada de culpa en su rostro.
—Vendremos temprano para verte, hija.
Una vez solos, Mark se sienta al borde de la cama sosteniendo mi mano.
—Deberías descansar.
—No estoy cansada, estuve durmiendo por cinco días ¿Recuerdas?
Mark muestra una mueca dolor ante mi comentario. Aprieto su mano.
—¿Recuerdas algo?
Tomo una pausa intentando juntar todas las imágenes. —Recuerdo la
mayoría, algunas cosas aún son algo difusas. —Los golpes por ejemplo,
pienso.
—No debí salir ese día, todo esto te pasó por mi culpa. —dice Mark,
negando con la cabeza.
—Mark, esto no es tu culpa, todo pasó demasiado rápido y pienso, que
es así como tenía que haber pasado. Si hubiese recibido tu mensaje antes de
montarme en esa camioneta, en estos momentos estaríamos siendo
perseguidos por ellos, Brad no iba a parar. —le digo con voz apagada.
—Llegar a casa y no encontrarte en ella me estaba volviendo loco, fuiste
muy astuta al llevarte el celular. Cuando recibí tu mensaje fue como una
pesadilla mezclada con la mejor noticia que haya tenido; saber que estabas
viva, pero que estabas secuestrada me desesperaba, solo quería irme
corriendo hasta allá a buscarte, fueron las peores horas de toda mi vida. —
Suena atormentado.
Le acaricio la mano. —Brad me llamó desde tu celular, ¿Cómo fue que
lo obtuvo?
—Cuando íbamos saliendo de la reunión, una camioneta nos interceptó,
bajaron dos hombres para intentar llevarme, Erick se dio cuenta y entre los
dos les dimos una paliza, los teníamos sobre el suelo y ya íbamos a llamar a
la policía, cuando llegó otra camioneta con dos personas armadas, sólo se
llevaron a sus compañeros y se largaron. De inmediato, quise llamarte y es
cuando descubrí que se habían llevado mi celular. Te llamé del celular de
Erick, pero ya era muy tarde. Cuando llegamos al departamento no estabas.
Tiemblo al pensar en qué hubiese pasado si lo hubiesen secuestrado a él
también.
—Nos tenían vigilados. —afirmo.
—No solo eso… tu teléfono estaba intervenido.
—¿Qué? —pregunto horrorizada.
—Así supieron que estaba en una reunión fuera de casa. —dice en voz
baja. Quizás por eso tu batería duraba menos de lo normal.
Brad tenía meses sabiendo exactamente qué hacía, con quién hablaba…
me trago el nudo de la garganta y le preguntó.
—¿Qué paso después?
—Llamamos a Evan y se desplegaron todas las instituciones policiales,
al saber que Dayno, Camilo y Brad estaban ubicados.
—¿También atraparon a Camilo? —Casi me olvidaba de él.
Asiente con la cabeza. —Así es. También, encontraron a varias jóvenes
menores de edad que habían sido raptadas para trabajar en el club.
Al recordar el club de strippers por el que tuve que pasar vestida de
prostituta, me entran unas ligeras náuseas.
—Es un alivio. Pero hay algo que aún no logro entender, ¿Cómo fue que
me encontraste en el estacionamiento?
—Yo estaba con Erick, Evan y los oficiales de alto rango que
comandaban la misión; con ellos, me mantenía al tanto de todos sus
movimientos o si habían dado contigo. Todo estaba rodeado por los
oficiales, no me dejaban entrar al edificio por razones de seguridad, por ser
un civil. En una de las comunicaciones que enviaron, escuchamos que uno
de los autos había sido movido a la puerta 8.
—Allí te escabulliste.
—Sí, Erick los distrajo, me escurrí y salté la pared que separa el
estacionamiento, por suerte sus hombres estaban concentrados en la salida
4, que fue por donde la policía entró primero. Al llegar a ese galpón, vi el
auto esperándolos en la salida 8. Noqueé al conductor y me escondí cuando
vi que ustedes estaban saliendo por allí.
Mientras me cuenta, comienzo a recordar pequeños detalles. —¿Fui yo
quién hirió a Brad?
Me acaricia la mejilla. —Fue uno de los oficiales. Dispararon a su brazo,
intentando desarmarlo, pero ya él te había disparado. —El rostro de Mark
se contrae de furia.
Ambos nos quedamos en silencio, hasta que Mark me dice.
—Pensé que te iba a perder, en la ambulancia… cuando perdiste el
conocimiento. —su voz se quiebra y apoya su frente en mi hombro sano,
con cuidado.
Lucho con las lágrimas, pero es imposible, comienzan a salir y no hay
vuelta atrás, con el brazo bueno, peino su cabello hasta que el junta sus
manos para tomar mi rostro y darme un beso profundo.
—Aquí estoy, no voy a desaparecer. —le digo.
Más entrada la noche, Mark me acomoda la almohada preparándome
para dormir.
—¿Cómo dejan que te quedes aquí?
—Mentí, dije que era tu esposo, si decía la verdad no me dejarían pasar,
y no iba a conformarme con lo que me contaran las enfermeras, tus padres
no estaban, simplemente tuve que hacerlo... lo siento. —dice con
culpabilidad en su mirada.
—No tienes por qué disculparte. —le digo, acariciándole la mejilla—.
Hubiese entrado en pánico si despertaba en una habitación completamente
sola. ¿Te quedaste aquí todos los días?
Él afirma con la cabeza. —Erick me trajo ropa del departamento, fui a
casa por unas horas prácticamente obligado por tu madre cuando llegaron
de Pensilvania al siguiente día. Tuve que convencer a tu madre, sobre
quedarme aquí cuidándote. —Yo sonrío al imaginarme la escena.
—Ella odia los hospitales, le hiciste un favor.
Una hora después, no puedo dormir, volteo la cabeza y veo a Mark
tecleando algo en su laptop, se ve concentrado pero un minuto después se
frota los ojos y la cierra. Le pido que duerma conmigo, el sofá donde ha
dormido estos días se ve pequeño e incómodo; él se niega, por miedo a
lastimarme, pero al insistirle, se acomoda en el borde de la cama y me hace
cariños en el brazo hasta que me quedo dormida.
Cuando comienza a amanecer, muevo mi mano para sentir el contacto de
Mark, pero solo siento las sábanas, el espacio donde estaba acostado está
vacío y frío. Abro los ojos para encontrarlo dormido en el sofá.
Al día siguiente, la doctora me quita el inmovilizador de costillas que
ayudaba a que no hiciera movimientos indebidos. Al quitarlo, me
impresiono por el color que ha tomado el área donde Brad me golpeó. Un
moretón gigante ocupa casi todo mi torso, con tonalidades moradas oscuras,
rojizas y verdosas. Paso los dedos rozando el área, la siento sensible y
delicada, duele mucho.
En la tarde, Mark entra a la habitación en el momento en que Jess me
está ayudando a poner un abrigo, su mirada se desvía hasta mi torso
desnudo y lastimado; tras una disculpa apresurada, sale de la habitación,
con una mirada de dolor. Jess y yo nos miramos con tristeza, pero no nos
decimos nada.
Al transcurrir los días, dos oficiales de policía toman mis declaraciones
sobre los hechos ocurridos el día que me secuestraron, me aseguran que
Brad está tras las rejas por una lista interminable de delitos, Camilo tuvo un
final parecido; me felicitan por mi valentía y me desean suerte antes de
marcharse.
Todo el mundo me repite cuán valiente y fuerte fui al sobrevivir ese día;
pero lo cierto es que estaba muerta de miedo, pensé que iba a morir en todo
momento. No sé cómo lo logré.
Al cuarto día de haber despertado, Natasha, Steve y algunos de los
muchachos del gimnasio vienen a visitarme con hamburguesas y pasta
Alfredo del pequeño restaurante al que fuimos juntas Natasha y yo; lo
pienso y pareciera que han pasado mil años. Hemos estado horas hablando,
comiendo y bromeando, cuando intento reírme por uno de sus chistes,
siento dolor en las costillas, mi madre salta de inmediato a regañarlos, como
suele regañarme a mí, cada vez que me niego a tomarme los jugos color
verde que me prepara con ayuda de Mark.
Erick también ha venido a visitarme, me trae varios suplementos
vitamínicos de la tienda, se pone a charlar conmigo y Jess. Antes de
despedirse, le doy las gracias por cuidar de Mark, por evitar que lo
secuestraran,
—Recuérdame otra vez, ¿Por qué me mudé a Los Ángeles? —dice Jess,
suspirando, cuando estamos solas en la habitación.
—¿Un nuevo trabajo?, ¿Mejor salario? ¿Oportunidades para crecer
profesionalmente?
—Si… —Dice ella soltando el aire y viendo con nostalgia, hacia la
puerta por donde salió Erick—… esas cosas no son tan importantes
¿Verdad? —dice agitando la mano, como restándole importancia.
Le doy un golpecito, a modo de broma y aguantando la risa. —No me
hagas reír, vas a hacer que me duela.
—Hablando de chicos deliciosos, ¿Dónde está Mark?
—Tuvo que salir por unas horas, debe reunirse con uno de sus clientes
del gimnasio. —le digo.
—Hmm. —murmura, pensativa.
—¿Qué? —le pregunto, conozco ese tono en su voz.
—Nada, en serio.
—Jess, suéltalo.
—Estos días conociendo a Mark… es un gran chico Amelia, no ha
querido soltarte un segundo, incluso convenció a tu mamá de quedarse
cuidándote en las noches.
Sonrío al escuchar sus palabras. —Pero eso no es lo que estás pensando
principalmente. —le digo, sé que hay algo más.
—¿Cómo lo estás llevando? —pregunta.
Respiro y tras unos segundos le digo. —Estoy bien, me tranquiliza saber
que ya se terminó todo.
Ella estudia mi rostro y después se acuesta a mi lado abrazándome. —A
mí también me alegra.
Estoy sola en casa, sacando unas cosas para dibujar, he estado muy
inspirada últimamente y no he ido podido ir al estudio.
El pobre debe tener telarañas, no he ido a visitarlo desde hace casi un
mes; no he salido de la casa de Mark, más que para ir al hospital para los
chequeos, a retirarme los puntos y a tomarme muestras de sangre. Las
primeras veces que salí, me sentía nerviosa y giraba mi cabeza para
asegurarme de que no tenía a Brad detrás. Poco a poco fui recuperando la
confianza y la seguridad y ahora, casi todo ha vuelto a la normalidad.
Normalidad. Qué palabra tan extraña.
Cuando Mark llega después del trabajo, me encuentra sentada en el piso
de la sala pintando en una cartulina. Se sienta a mi lado y tras un beso de
bienvenida me entrega un papel.
—Estoy orgulloso, has hecho un gran trabajo.
Le sonrío radiante y tras quitarle el papel con rapidez, lo abro y
comienzo a leerlo a toda prisa. Todos los valores están en sus niveles
normales.
—¿Esto significa…?
—No más jugos verdes.
—¡Sí! —Salto a sus brazos y comienzo a llenarlo de besos. Él me recibe
tomándome por la cintura, pero interrumpe mi asalto para preguntarme.
—¿Tienes hambre?
Lo miro fijamente con una mirada sensual. —No de comida,
precisamente.
Acaricia mis caderas pero recupera su mirada seria. —Tenemos que
esperar, cariño. —dice, refiriéndose a la palabra con “S”.
Hago un mohín de disgusto. —Mírame, estoy bien. —Pongo mis brazos
en jarra, en reclamo.
—La espera merecerá la pena. —me promete acariciando mi mejilla.
—Estoy ignorándote en estos momentos. —Vuelvo a mi dibujo y simulo
que hago varios trazos.
Él se acerca y me levanta la barbilla divertido, me da un beso largo y me
regala una mirada sexy, que me llena de esperanza. —Nunca me cansaré de
ti, Amelia Park, eres una caja de sorpresas.
Le saco la lengua en respuesta y él se relaja más a mi lado, viendo cómo
dibujo. Me acaricia el hombro en círculos y me dice:
—Salgamos a cenar, para celebrar.
Debo decir que salir de casa finalmente, se siente bien, extrañaba
ponerme un vestido y debo admitirlo, extrañaba la incomodidad de los
tacones. Noto a Mark algo nervioso cuando estacionamos y caminamos por
la acera, ve más de la cuenta hacia los lados. Aprieto su mano y le muestro
una sonrisa.
—¿Todo bien? —le digo.
Él me sonríe de regreso y me besa la mano. —Sí.
Dios, luce increíble en su traje casual y siempre huele delicioso; cuando
me dijo que saldríamos a cenar esperaba llenarnos de comida chatarra y
prohibida. Pero cuando Mark me sugirió que me pusiera el vestido rojo que
me vio comprar hace meses, supe que iríamos a otro lugar.
Nos aproximamos a un restaurante italiano y sonrío de oreja a oreja, mi
chico sabe que después de semanas de dieta, mi organismo necesita pizza
por toneladas.
Adentro, el lugar es acogedor e íntimo, con luces tenues, pisos de
terracota, paredes de ladrillos y madera, está decorado con muchas
fotografías en blanco y negro. Todo huele a deliciosa pizza y tomates; nos
sentamos en una mesa apartada de los demás comensales y ordenamos.
Tengo que calmarme y no abalanzarme sobre el mesonero cuando trae
nuestras pizzas. Mark me estudia satisfecho y riendo disimuladamente
cuando me ve comer con tantas ganas y gimiendo con cada bocado por
probar comida de gente normal. Cuando terminamos y esperamos el postre,
Mark acerca su silla.
—¿Recuerdas que te dije que había que celebrar porque tus valores están
bien?
Asiento, un poco confundida. Acomodándome en el asiento.
—Hace dos días estaba en tu estudio, instalando con los técnicos el
sistema de seguridad. Llegó un repartidor y me entregó un sobre que iba
dirigido a ti. Lo abrí, porque pensé que era otra cosa. —Los pelos se me
ponen de punta, una amenaza, una sentencia de muerte, cualquier cosa pudo
haber sido, considero.
—En fin, deberías leerla. —Me la entrega con una leve sonrisa.
Su sonrisa cálida me tranquiliza, pero igual la tomo con manos
temblorosas.
“Srta. Amelia Park. Nos complace informarle, que fue seleccionada para
una exposición en una de nuestras galerías en Wynwood Art District, la
cual se planea llevar a cabo a inicios del mes de enero. Dicha exposición,
contará con la participación de artistas emergentes y de renombre.
Esperamos su pronta respuesta para concretar en los próximos días una
reunión donde podrá mostrarnos sus mejores obras para la exposición”.
—Mark… esto… ¿Me aceptaron?
—Ese mismo día hablé con los organizadores, me han dicho que habían
querido contactarse contigo y les expliqué lo del accidente.
—¿Aún tengo oportunidad de entrar? —Miro esperanzada la carta, había
pasado por tantas cosas, que pensé que ya no iba a poder participar.
—Concreté una reunión para ti, mañana a las 10 de la mañana, voy a
llevarte hasta allá con tus mejores obras, para que los impresiones.
—¿Hiciste eso por mí? —susurro, llena de emoción.
Me regala una sonrisa sincera y asiente con la cabeza. —Felicidades,
preciosa.
Salto del asiento, lo abrazo y lo lleno de besos, agradecida, abrumada y
completamente feliz. Les gusta mi arte, les gusta lo que hice con mis
propias manos.
—A veces, no puedo creer que seas real. —susurro, dándole besos.
Llegamos a casa de noche pero estoy completamente despierta. Cuando
entramos a la habitación, Mark me está comentando sobre un nuevo plan de
inversión que quiere emprender, pero por más que intento concentrarme en
sus palabras, solo puedo ver sus movimientos al quitarse la chaqueta, cómo
se pasa las manos por su cabello y su sonrisa cuando me habla. Le sonrío en
respuesta, porque creo que ya terminó de hablar y debería darle a entender
que le estaba escuchando, se acerca y pone ambas manos en mis caderas.
—¿En qué piensas tanto?
—¿Q…qué? —tartamudeo, volviendo a la realidad.
—Tu cabeza está en otro lado, cuéntame.
—Oh… pensaba en la reunión de mañana, ya sabes. —le miento, en
realidad pienso en cuánto le anhelo—. Gracias de verdad Mark, es lo más
bonito que alguien ha hecho por mí.
—No hay de que, lo mereces y estoy seguro que lo harás bien. —a veces
Mark cree más en mí, que yo misma.
Se acerca y me da un beso rápido, pero no le doy opción a parar. Enrollo
mis brazos alrededor de su cuello y mantengo el beso firme, él enrolla sus
manos por mi espalda, haciendo que desee que recorra más espacios. Abro
mi boca para trazar con mi lengua la comisura de sus labios, el murmura
algo pero le hago callar cuando le muerdo el labio inferior, con cada roce
recupero la seguridad y la confianza.
—Amelia… —dice Mark, en tono de advertencia.
Desabotono su camisa y acaricio su pecho desnudo, trazo algunos besos
hasta subir a su cuello y volver a su boca, mis tacones me ayudan en el
proceso. Mark responde a todas mis acciones pero mantiene sus manos en
lugares seguros, como mi espalda y mi cuello. Me besa controladamente y
con seguridad.
Me bajo el cierre del vestido y me lo quito, dejándome solo con mi ropa
interior de encaje negro. Mark toma aire al verme en el pequeño conjunto
de lencería que me había puesto intencionalmente, su reacción es la que
esperaba. Tomo sus manos y comienzo a pasarlas por mi cuello, mi pecho,
la cintura, hasta la cadera. Él me ve hambriento, pero sus ojos están muy
centrados.
—Estoy bien. —le recuerdo.
Sin darle más tiempo a pensar, lo beso con pasión. Derrumbo sus
barreras, cuando él me acepta, pegándome a su cuerpo y pasando sus manos
por mi espalda desnuda. Su toque me regresa a mi hogar.
Sigue tratándome con extremo cuidado, cuando me acuesta en la cama y
continúa besándome, lo rodeo con mis piernas, acercando sus caderas hasta
mi entrepierna.
—Te necesito. —me dice jadeando.
Yo le quito el pantalón de vestir y él se separa para quitarme la ropa
interior, toda nuestra ropa desaparece en segundos; pasa sus manos con
cautela por mi torso, viendo las coloraciones verdosas, casi imperceptibles,
se acerca para regar besos por toda el área, haciendo que suspire de alivio.
—Te amo Amelia. —dice entre cada beso que me da.
Me posee, y yo le curo las heridas susurrándole cuánto le amo, que estoy
aquí y no me iré. Cuando finalmente se hunde profundamente en mi
interior, casi quiero llorar.
Las barreras que existían entre nosotros desaparecen, el coloca su cabeza
en el hueco de mi cuello y sus labios en mi pulso, ambos comenzamos a
buscar el éxtasis, sigo gimiendo y susurrando palabras de amor para traerlo
al presente, dejándome llevar por el instinto y la pasión. A medida que
siento la presión aumentar, sus embestidas comienzan a magnificarse, estoy
entrelazada al cuerpo de Mark y con sus ojos azules a centímetros de mí.
Pego mis labios a los suyos, en el momento que el orgasmo me rasga,
haciéndome entenderlo más y uniéndonos mucho más emocionalmente.
Extiende su mano hacia mí, su tacto me trae a la realidad, calmándome.
Me acerco más hacia él, tomo su mano y la aprieto contra mi pecho, su
toque es mi salvavidas. Nos miramos sin decirnos nada, cada uno entiende
la magnitud, la intensidad del momento y de cómo nos sentimos. Nos
sanamos las heridas poco a poco, venciendo los miedos y alejando a los
fantasmas.
Capítulo 17
Enero
Este es el momento.
Nunca había estado tan seguro. La traje a South Beach, el lugar donde
tuvimos nuestra primera cita. Su cara de sorpresa al ver la playa casi vacía
se me quedará grabada por siempre. Así como lo que pasará después de que
le haga la pregunta que tengo en la punta de la lengua desde hace meses. He
querido proponérselo en muchas ocasiones, pero no he querido asustarla al
pedírselo tan pronto. Por eso, he esperado a que ella se sienta más segura
consigo misma y con nuestra relación.
La llevé a una zona un tanto alejada de algunas personas que aún
deambulaban por allí. Colocamos una manta en la arena y la coloqué entre
mis piernas para admirar el ocaso. Otro día maravilloso al lado de Amelia.
—No me cansaré de estas vistas. Y del sonido del mar. Es tan relajante.
—dice mi chica, acurrucándose entre mis piernas.
—¿Tienes frío? Comienza a bajar la temperatura.
Ella niega con la cabeza y toma mis brazos para que le abrace. Yo le doy
un beso en la cabeza.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que podía preguntarte lo que quisiera?
—dice Amelia en voz baja.
—Sí, lo recuerdo.
—Hay algo que he querido preguntarte, pero no sé si es imprudente. —
gira su cuerpo y me mira, pero de inmediato aleja la mirada, luce
avergonzada.
—Tranquila. Pregúntame lo que quieras. —le aseguro, acariciándole la
barbilla.
Ella se muerde el labio. Debatiéndose entre preguntarme o no. Yo le
sonrío y lo libero de sus dientes.
—¿A qué edad tu… ya sabes… perdiste la virginidad?
Esperaba todo. Menos eso.
—Eh… ¿Segura que quieres preguntarme eso?
Ella asiente, con evidente interés.
—Pues… a los 15.
Se le cae la mandíbula. Yo se la cierro con el dedo y levanto la ceja,
divertido por su reacción.
—Tú preguntaste. —Subo mis hombros inocentemente.
—Es que esperaba que dijeras, no lo sé. ¿17? ¿18?
Yo me río. —¿Quién pierde la virginidad después de los 18 en este país?
Soy un imbécil. Ella cruza los brazos y me mira con rostro molesto.
—Lo siento, no quería parecer un idiota. No lo hacía a modo de burla.
Ella se desinfla y se levanta de mi regazo para colocarse un cárdigan
delgado que llevaba en su cartera, pero sin alejarse mucho de mí. Yo la
atrapo y ella suelta un gritito en sorpresa. Comienzo a hacerle cosquillas y
llenarla de besos hasta que consigo sacarle una sonrisa y se relaja más en mi
abrazo.
—Soy un idiota.
—Al menos eres “Mi” idiota. —dice a regañadientes.
El resto de la noche transcurrió con normalidad, pero obviamente mi
plan de pedirle que se case conmigo se fue al demonio.
Un mes después.
¿Por qué pensé que pedirle matrimonio a la mujer más maravillosa del
mundo sería tarea fácil?
Es una tarde hermosa y paseamos por el parque. Ella está radiante con un
vestido floreado y el cabello suelto, como a mí me gusta. Y allí estoy yo. A
punto de pedírselo.
—¿Qué era lo que me ibas a decir? —dice ella trayéndome a la realidad.
Es ahora.
—Amelia… yo…
Suena su celular.
—Disculpa, es Jess. Déjame contestar. —dice cuando se lleva el teléfono
al oído y yo vuelvo a perder mi oportunidad.
Me coloco las manos en los bolsillos y camino cerca de ella, mientras
conversa con su mejor amiga.
Esa misma tarde la acompañé al estudio. Verla concentrada pintando es
una de mis cosas favoritas. A ella no parece importarle tenerme allí
invadiendo su estudio y su inspiración. Saco mi teléfono y comienzo a
hacerle fotos. No tengo la cámara conmigo, pero con el teléfono tengo.
Trabajo en mi computador haciendo unas órdenes de compra. El negocio
ha ido muy bien y si nos descuidamos, nos quedaremos sin inventario en
pocos días.
Cuando Amelia termina, estira sus brazos y mueve los hombros. Se
voltea, frotándose los ojos.
—Creo que ya tengo suficiente por hoy. ¿Vamos a casa?