Untitled

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 192

Revista Latinoamericana

de Opinión Pública

Encuestas internacionales: la opinión pública


desde una perspectiva comparada
Revista Latinoamericana
de Opinión Pública
Encuestas internacionales: la opinión pública
desde una perspectiva comparada

Presentación: Alejandro Moreno (México)


Artículos: Guillermo Cantor (Argentina)
Gabriela Catterberg (Argentina)
Fabián Echegaray
y Michele Hartmann Feyh Afonso (Brasil)
Paolo Moncagatta (España)
José del Tronco (México)
Reseñas de libros: Érica Anita Baptista Silva y Paulo Victor Melo (Brasil)
Ingrid Bachmann (Chile)

 año 2013 / Número 3


© WAPOR Latinoamérica, 2013

© Editorial Teseo, 2013

Buenos Aires, Argentina

Revista Latinoamericana de Opinión Pública, Año 2013, número 3


ISSN 1852-9003

Editorial Teseo

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra,


escríbanos a: info@editorialteseo.com

www.editorialteseo.com
Índice

Artículos

¿Quién está en contra de la inmigración en la


Argentina contemporánea? Intereses y valores en
las actitudes de la población hacia la inmigración.
Guillermo Cantor��������������������������������������������������������������������13

Intergenerational Value Change and Transitions to


Democracy: Toward the Consolidation of a Third
Wave Generation? Gabriela Catterberg�������������������������������51

Respuestas a los cambios climáticos:


¿Una cuestión de innovación tecnológica o de
cambio en el comportamiento individual?
Fabián Echegaray, Michele Hartmann Feyh Afonso������������79

Support for democracy in Venezuela: Does trust in


Hugo Chávez play any role? Paolo Moncagatta���������������111

¿Por defecto o por defectos?


Las causas de la desconfianza institucional en
América Latina José Del Tronco�����������������������������������������139
8 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Reseñas de libros

Antônio Lavareda y Helcimara de Souza Telles


(Editores), Como o eleitor escolhe seu prefeito:
campanha e voto nas eleições municipais, Rio de
Janeiro, Editora FGV, 2011. Érica Anita Baptista
Silva, Paulo Victor Melo�������������������������������������������������������177

Andrés Scherman (editor),


Jóvenes, participación y medios 2011,
Santiago de Chile, Universidad Diego Portales,
2012. Ingrid Bachmann�������������������������������������������������������187
Presentación

En el número inaugural de una nueva revista acadé-


mica especializada en la investigación de opinión pública,
el editor, de origen húngaro pero radicado en México,
anotaba: “Los años recientes han sido testigos de un de-
sarrollo significativo en la investigación en este campo, lo
cual justifica la aparición de una nueva publicación”. Era
marzo de 1947, la revista llevaba como nombre International
Journal of Opinion and Attitude Research: A Quarterly, y
el editor era László Radványi, profesor de la Universidad
Nacional de México.
En su introducción al Journal, el profesor Radványi
señalaba la necesidad de enfocarse en los problemas or-
ganizacionales y técnicos de “la nueva ciencia”, de repor-
tar y analizar los datos y los métodos de las encuestas, y,
por supuesto, de comunicar los avances en los proyectos
científicos de personas e institutos que habían tomado la
tarea de medir las opiniones y actitudes en diversos países
del mundo. El texto introductorio de Radványi solamente
requirió dos páginas de la nueva publicación, pero su alcan-
ce fue amplio y, por decirlo de alguna manera, visionario.
“Una de las más importantes tareas futuras de la medición
de opiniones y actitudes”, argumentaba Radványi, “es la
organización y realización de encuestas internacionales”.
En los primeros números del IJOAR, entre 1947 y 1950,
se publicaron resultados de encuestas realizadas en países
latinoamericanos, como México, Panamá y Cuba, pero la
10 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

lista de países incluía también a Estados Unidos, Francia,


Italia, Alemania, Suecia, Australia, Turquía y China, por
mencionar algunos. Lejos estaban esos esfuerzos de llegar
a ser las encuestas internacionales que medirían la opinión
mundial, como lo esperaba Radványi, pero el término
“barómetro internacional” ya se registraba en varios de
los números de la revista.
Hoy, las encuestas internacionales son una realidad.
Los estudios mundiales y los barómetros regionales de opi-
nión ofrecen datos y temas de discusión comparativa que
encuentran un espacio vital de difusión en un medio como
este, la Revista Latinoamericana de Opinión Pública. Este
número es un buen ejemplo, como lo ilustran los artículos
que analizan la Encuesta Mundial de Valores (World Values
Survey), el Barómetro de las Américas, el Latinobarómetro
y una encuesta internacional anual de la denominada red
GlobeScan. Además de convocar a los investigadores a
difundir sus análisis en estas páginas, la RLOP se ha vuelto
también un destino natural para trabajos presentados en
los Congresos Latinoamericanos de WAPOR, la Asociación
Mundial de Investigadores de Opinión Pública. Dichos
congresos, que iniciaron en 2007 gracias a la convocatoria
que César Aguiar y María Braun hicieron para la reunión
en Colonia del Sacramento, Uruguay, han sido una de las
facetas más dinámicas del capítulo latinoamericano de
WAPOR. La otra faceta es, precisamente, esta revista, que
ha contado con las labores editorial y organizacional de
María Braun y con el apoyo del grupo fundador de WAPOR
Latinoamérica.
La revista que editaba Radványi en México se consti-
tuyó como el Journal oficial de WAPOR en su número de
primavera de 1949. WAPOR se había formalizado como
Asociación unos meses antes, en la conferencia de Eagles
Mere, Pennsylvania, en septiembre de 1948. La publica-
ción siguió hasta el número de invierno de 1951-1952,
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 311

luego del cual Radványi volvió a Europa, específicamente


a Berlín oriental, a la Universidad Humboldt. WAPOR no
volvió a tener una revista académica hasta 1989, cuan-
do Seymour Martin Lipset, Elisabeth Noelle-Neumann y
Robert Worcester lanzaron el International Journal of Public
Opinion Research, IJPOR, el cual funge como el Journal
oficial de WAPOR desde entonces.
En las páginas de estas revistas se va registrando buena
parte de la historia de la profesión demoscópica a nivel
internacional. Por ello veo en este número no solamente
una oportunidad de leer la investigación presente, de alta
calidad y con preguntas teóricas y metodológicas relevantes,
con temas de actualidad, sino de mirar también al futuro
y ser testigo de cómo la visión de aquella primera revista
de los años cuarenta va haciéndose cada vez más real.
Es un orgullo para WAPOR ser parte de estos esfuerzos
de difusión, análisis y discusión de encuestas de opinión
pública internacionales, los cuales fortalecen los objetivos
que tenemos como asociación profesional a nivel mundial.
Alejandro Moreno
Presidente de WAPOR
¿Quién está en contra de la inmigración en la
Argentina contemporánea?
Intereses y valores en las actitudes de
la población hacia la inmigración

Guillermo Cantor1

Resumen

Los cambios demográficos provocados por flujos mi-


gratorios recientes en la Argentina han dado lugar a diversas
actitudes y prácticas discriminatorias y/o xenófobas que
frecuentemente son reportadas en la prensa y en trabajos
académicos. Sin embargo, no está claro en qué medida
estas actitudes negativas reflejan una percepción difundida
en la población y, menos aún, en qué se fundan las mis-
mas. El presente trabajo indaga en las percepciones que
los argentinos tienen respecto de la política inmigratoria
y, por ende, de la inmigración. Basándome en datos de la
Encuesta Mundial de Valores, encuentro que el rechazo a
las políticas inmigratorias abiertas no parece estar basa-
do en motivaciones de tipo económica, como ocurre en
otros países. Por el contrario, tal como se desprende del
análisis aquí presentado, dicho rechazo parece estar más
asociado a factores culturales, ideológicos, psicosociales
y de confianza.

1
Guillermo Cantor es Doctor en Sociología por la Universidad de Ma-
ryland (Estados Unidos) y actualmente se desempeña como Investigador
Asistente en el Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas de
Argentina. Email: guillermocantor@conicet.gov.ar.
14 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Abstract

In Argentina, demographic changes prompted by re-


cent migratory flows have been followed by various types
of discriminatory and xenophobic attitudes and practices.
These sentiments are often reported both in the media and
in academic papers. However, it is not clear the extent to
which these negative attitudes reflect a widespread percep-
tion in the population at large. Even less apparent are the
factors that explain them. This article examines the attitudes
that Argentinians have regarding immigration policy and
immigration. Based on data from the World Values Survey,
I find that unlike what happens in other countries, rejection
to open immigration policies in Argentina does not seem
to be based on economic motivations. On the contrary,
according to the analysis presented in this article, such
rejection seems to be more closely associated with cultural,
ideological, psychosocial and trust-related factors.

Introducción

La Argentina es recurrentemente caracterizada como


un país de inmigrantes. En gran medida, ese calificativo
deriva del impresionante flujo migratorio que llegó al país,
principalmente desde Europa, desde mediados del siglo
XIX hasta mediados del XX. En base a este gran fenómeno
migratorio que cambió de manera drástica la composición
demográfica del país, se ha ido forjando un discurso bas-
tante difundido que asigna un valor positivo a la llegada
de estas olas de inmigrantes y la contribución que estos
nuevos pobladores han realizado al desarrollo del país. A
mediados del siglo XX, sin embargo, la Argentina pierde
preeminencia como meta para los inmigrantes europeos,
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 315

mientras que sigue siendo un destino importante para


los migrantes que provienen de países vecinos (Pacecca
y Courtis, 2008). Como consecuencia de ello, el flujo mi-
gratorio dirigido hacia el país cambia su composición.
Mientras que en las primeras décadas del siglo XX la gran
mayoría de la población nacida en el extranjero era de
origen europeo, a comienzos del siglo XXI la mayor parte
de los inmigrantes residentes en la Argentina había nacido
en países vecinos. Puntualmente, de acuerdo a datos del
Censo de Población y Vivienda, en 1914 los inmigrantes
procedentes de países no limítrofes −especialmente de
países europeos− representaban el 93% de la población
extranjera residente en el país; en 2001, en cambio, 60%
de la población nacida en el extranjero había venido de
países limítrofes.
Los cambios demográficos provocados por los flujos
migratorios recientes han dado lugar a diversas actitudes
y prácticas discriminatorias y/o xenófobas que ocasional-
mente son reportadas en la prensa y en trabajos académicos.
Es decir, a diferencia de la alta valoración que tradicio-
nalmente se ha asignado a la inmigración procedente de
los países europeos, la inmigración procedente de países
vecinos es frecuentemente caracterizada como problema
o bien abiertamente denostada. Sin embargo, no está claro
en qué medida estas actitudes negativas reflejan una per-
cepción difundida en la población y, menos aún, en qué
se fundan las mismas.
En los países industrializados, la integración de in-
migrantes que llegan a sus tierras ha sido objeto de fuerte
preocupación tanto por parte de los gobiernos como de
los académicos que estudian el tema de la inmigración.
En ese sentido, la receptividad que las poblaciones de los
países de destino tienen respecto de los recién llegados ha
sido objeto de numerosos estudios en dichos países. Ahora
bien, ¿por qué es importante prestar atención a la opinión
16 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

pública sobre la inmigración y los factores que influyen


en las actitudes públicas sobre esta cuestión? Entre las
razones que se suelen invocar se destacan: (1) el hecho de
que en sistemas democráticos supuestamente las actitudes
públicas de los votantes influyen en las políticas públicas
que se adoptan (O’Rourke y Sinnott, 2006; Esses, Dovidio
y Hodson, 2002; Scheve y Slaughter, 2001); (2) el impacto
que las actitudes respecto a la inmigración tienen en el
comportamiento cotidiano de los individuos y, por ende,
en el clima social general de la nación receptora (Esses,
Dovidio y Hodson, 2002; Berg, 2009; Vala, Pereira y Ramos,
2006), y (3) la influencia directa que dichas actitudes tienen
sobre los flujos de migración internacional (Mayda, 2004).
En la Argentina, por su parte, se registran menos estu-
dios sistemáticos sobre este tema y los mismos suelen estar
orientados más a la reconstrucción de discursos discrimi-
natorios que circulan tanto desde diferentes agencias del
Estado como en el accionar de organizaciones de diverso
tipo y entre la población en general. Poco se sabe, sin em-
bargo, sobre los motivos que llevan a la población a tener
posiciones de mayor o menor aceptación respecto a los
migrantes. En este marco, el presente trabajo se propone
indagar en las percepciones que los argentinos tienen
respecto de la política inmigratoria e, indirectamente, de
los inmigrantes. La pregunta que guía el presente estudio
es ¿cuáles son los factores que llevan a los argentinos a
tener una actitud más o menos tolerante respecto de la
inmigración? Para ello, en este trabajo se explora el compor-
tamiento de factores de índole económica y no económica.
En particular, me interesa analizar el rol que la confianza
respecto de terceros desconocidos tiene respecto de la
apertura del país a la llegada a nuevos migrantes.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 317

Basándome en datos de la Encuesta Mundial de Valores


(EMV),2 utilizo análisis multivariados para evaluar el im-
pacto que la situación económica individual, factores
culturales, el posicionamiento ideológico, la satisfacción
con la vida, y la confianza respecto de otros tiene en las
actitudes de la población respecto de la política inmi-
gratoria. Controlando por otras variables, los resultados
demuestran que en contraposición con lo que señalan las
interpretaciones que basan el rechazo a la inmigración en
una percepción de competencia en el plano económico,
esa hipótesis no tiene sustento empírico en el caso anali-
zado. Por otra parte, el trabajo muestra que niveles altos
de capital social (entendido en términos de confianza)
facilitan la integración de inmigrantes en la medida en que
aquellos ciudadanos que reportan tener más confianza
hacia los otros tienden a mostrar actitudes más positivas
hacia la inmigración. Al mismo tiempo, la tolerancia hacia
la diferencia, las actitudes ideológicas más progresistas y el
bienestar subjetivo también aparecen como positivamente
asociados a las actitudes más abiertas hacia la inmigración.

Actitudes hacia los migrantes en la Argentina

Tal como se señalara más arriba, en la Argentina los


trabajos sobre actitudes de la población nativa respecto de
los inmigrantes recientes se han centrado mayormente en
la descripción de las prácticas y discursos discriminatorios
y xenófobos. En ese sentido, la literatura se ha enfocado

2
Los datos analizados corresponden a la onda 2006 de la EMV. En ese
año, el tema migratorio cobró cierta notoriedad en la Argentina luego
del incendio del taller textil de Luis Viale, con la consecuente muerte
de seis muertos de nacionalidad boliviana. Por otra parte, en 2006 tam-
bién se pone en vigencia el programa de regularización de inmigrantes
llamado “Plan Patria Grande”.
18 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

tanto en el origen como en el contenido de esos discursos


y prácticas (ver, por ejemplo, Oteiza, Novick y Aruj, 2000;
Grimson, 2006 y 2005; Monner Sans, 2005; Nadali, 2007;
Joseph, 2000; Gallinati 2008).
En un sentido general, la política de relaciones étnicas
vigente en la Argentina desde su formación como nación
se inscribe en el marco de un relato que concibe a la cul-
tura nacional argentina como un crisol de razas (Grimson,
2005). En ese contexto, mientras se glorifica la inmigración
europea, la inmigración contemporánea es mirada con
sospecha cuando no directamente repudiada. Esta visión
viene de la mano de la negación de “la raza” en la Argentina
(Joseph, 2000). En su trabajo con porteños de clase media,
Joseph interpreta las afirmaciones que encuentra sobre la
supuesta no importancia de la categoría raza como evi-
dencia del lugar relevante que la raza tiene en la identidad
nacional. En otras palabras, existen conceptos específicos
de raza que forman parte indisoluble del sentido que los
porteños de clase media tienen sobre sí mismos y sobre la
identidad nacional. Como blancos de esta parte del mundo,
siguiendo el argumento de Joseph, los porteños imaginan
su blancura en relación a los blancos de otras partes del
mundo, su comunidad imaginaria cruza fronteras y traza
límites de exclusión dentro de la misma nación.
Asimismo, si bien las naciones son construidas como
artefactos culturales por los Estados a través de políticas y
relatos desarrollados por los gobiernos, también es preciso
observar visiones que circulan entre personas normales y
corrientes (Grimson, 2005). Consecuentemente, se señala la
necesidad de recuperar las formas en las que los migrantes
construyen sus propias identidades y los modos en que se
relacionan con la sociedad mayor, a través de una recu-
peración de los relatos que en la vida cotidiana y a través
de los medios de comunicación realizan los migrantes
bolivianos residentes en Buenos Aires.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 319

En cuanto a las fuentes de los discursos migratorios


y xenófobos en períodos históricos recientes, el grueso
de la atención analítica se ha enfocado en los discursos y
prácticas puestos en acto por el mismo Estado a través de
diferentes niveles y en diferentes gobiernos. En ese sentido,
el trabajo de Grimson (2006) ilustra cómo durante los años
‘90 el gobierno argentino y los medios de comunicación
acuñan interpretaciones distorsivas sobre un supuesto
nuevo fenómeno inmigratorio que afectaba a la Argentina,
según las cuales los inmigrantes serían responsables de
los graves problemas de desocupación e inseguridad. La
estigmatización de inmigrantes limítrofes se plasma en
declaraciones de diferentes funcionarios del gobierno y
en propuestas de legislación desarrolladas en ese período.
En sintonía con esta línea, Oteiza, Novick y Aruj (2000)
dan cuenta de cómo el Estado argentino a través de sus
diferentes niveles ha ido construyendo un discurso para
incriminar a los inmigrantes limítrofes por diferentes pro-
blemas económicos, sociales, sanitarios y de seguridad.
Con un enfoque centrado en lo local, que simultánea-
mente aborda los discursos del Estado pero también los
que circulan en la sociedad civil, Nadali (2007) examina
tanto los procesos de estigmatización de inmigrantes limí-
trofes (en particular, de paraguayos, chilenos y bolivianos)
como las consecuentes prácticas de manipulación a los
que son sometidos. Para ello, analiza el discurso de polí-
ticos, funcionarios, pobladores de zonas de frontera y la
experiencia personal de los mismos inmigrantes. Como
resultado, el trabajo no sólo da cuenta de los procesos de
construcción de los estigmas, sino también de los lenguajes
de réplicas a través de los cuales los inmigrantes deshacen
y rehacen sus identidades. En particular, la autora también
hace hincapié en los estereotipos sobre los inmigrantes
desarrollados desde el mismo gobierno durante los ‘90, en
los cuales se los asocia con connotaciones negativas tales
20 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

como “‘gran cantidad’, ‘peligrosidad’, ‘problema’, ‘invasión’,


‘diferencias culturales’, ‘raza inferior’” (Nadali, 2007: 142).
Asimismo, las acciones racistas o discriminatorias son
producto de las representaciones y prácticas sociopolíti-
cas desarrolladas por agentes socialmente significativos
en determinados contextos y relaciones de poder. En ese
sentido, tanto el poder político y sus instituciones como los
medios de comunicación y los informes de expertos son
generadores de estereotipos sobre los migrantes. En una
línea similar, a través de un estudio del lenguaje, Monner
Sans (2005) indaga acerca del tratamiento de la diversidad
en la escuela, los medios de comunicación y la política en
diversos contextos socio-geográficos del país. En particular,
se destaca el ejercicio de poder a través de clasificaciones
de diversos individuos o grupos que se construyen en
espacios y tiempos anteriores a las situaciones analizadas.
En contraposición con la visión estatal excluyente y
antipática hacia los inmigrantes limítrofes prevaleciente
en la década de los noventa, Gallinati (2008) observa cómo
el Estado argentino construye narrativas sobre su posicio-
namiento sobre la cuestión migratoria a partir de la imple-
mentación de una ley migratoria 25.871, promulgada en
2004. En esta línea, la cuestión migratoria es articulada con
aquellas de los derechos humanos, la integración regional,
el afianzamiento del sistema democrático en toda la región
y el reconocimiento de los nuevos derechos entre otras.
Mirando desde abajo, en el universo discursivo que
circula entre personas comunes, también la literatura ha
reparado, aunque en menor medida, en prácticas dis-
criminatorias y xenófobas. Hay una noción que sostiene
que amplios sectores de la sociedad adhieren a la visión
discriminadora encarnada por las instituciones estatales y
los medios de comunicación (Grimson, 2006). Así, miran-
do en particular a la comunidad de bolivianos, Grimson
(2005) repara en las dinámicas sociales de exclusión social
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 321

y cultural, las cuales son percibidas por los inmigrantes bo-


livianos cotidianamente. Ellas abarcan desde la utilización
de términos peyorativos, hasta acusaciones de robo infun-
dadas, hasta formas de mirar “desde arriba” con desprecio,
entre otras situaciones cotidianas. Sin embargo, en lugar
de aparecer como objetos pasivos de la discriminación, los
inmigrantes desarrollan estrategias en su relación cotidiana
con diversos grupos socioculturales, con los cuales entran
en conflicto o negocian sus identidades.
A nivel metodológico, la mayoría de los trabajos que
dan cuenta de las actitudes respecto de los inmigrantes,
suelen estar basados en enfoques etnográficos y orientados
a identificar e interpretar las categorías frecuentemente
utilizadas para referir a los migrantes. Sin embargo, poco se
sabe sobre los factores que explicarían tales actitudes. Tal
como señalé anteriormente, esto contrasta con la gran aten-
ción que el tema ha recibido en otros contextos geográficos.

Explicaciones sobre las actitudes de la


población hacia la inmigración

Pasaré revista a continuación a algunas de las líneas


argumentales más significativas presentes en la literatura
comparada para dar cuenta de cómo determinadas carac-
terísticas individuales de los sujetos afectan sus actitudes
hacia los inmigrantes.3 Esta revisión servirá de punto de

3
Hay también un número considerable de investigaciones que para ex-
plicar las actitudes de los sujetos sobre la inmigración toman en cuenta
variables contextuales, tales como: la riqueza del país de destino (Mayda,
2004); el rol de los medios de comunicación y los mensajes que estos
transmiten sobre los inmigrantes (Boomgaarden y Vliegenthart, 2009);
las políticas y prácticas inmigratorias y la situación económica de los
países (Simon y Lynch, 1999), o la historia de las relaciones raciales en
el país receptor (Diamond, 1998). Del mismo modo, Lupo (2010) pone
22 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

partida para el presente trabajo. A fin de sintetizar algunas


de las líneas más relevantes encontradas en la literatura, las
explicaciones fueron clasificadas en cuatro grupos, a saber:
socioeconómicas, culturales, psico-sociales, y basadas en
redes y en la confianza.

1. Determinantes socioeconómicos
Una línea dominante en la literatura comparada ha
demostrado que la competencia económica entre grupos
étnicos o “nacionales” produce actitudes de hostilidad y
prejuicio. En base a esta línea argumental, las preferencias
en relación con la inmigración se explican por motivaciones
económicas de los individuos (como bien ilustran los tra-
bajos de Burns y Gimpel, 2000; O’Rourke y Sinnott, 2006 y
Zagefka et al., 2007). Puntualmente, aquellos segmentos de
la población con menor calificación y educación tenderían
a tener actitudes más anti-inmigratorias en virtud de que se
sentirían más amenazados por los recién llegados (Scheve
y Slaughter, 2001). En esta línea, por lo tanto, habría un
auto-interés económico que determinaría las posiciones
de la población sobre el tema inmigratorio.
Es sabido que una de las quejas más frecuentes con
respecto a los inmigrantes −aunque no necesariamente
fundadas en evidencia empírica− es que quitan fuentes
de trabajo a los trabajadores nativos, contribuyen al creci-
miento del desempleo, reducen los salarios, empeoran las
condiciones de trabajo en algunas ocupaciones, y utilizan y
disminuyen la calidad de los escasos recursos disponibles
(Espenshade y Hempstead, 1996; Vala, Pereira y Ramos,
2000). Los trabajadores que se encuentran en los peldaños
socioeconómicos más bajos serían, en función de esta
lectura, los más susceptibles a este tipo de competición

el foco en la heterogeneidad cultural entre países y los regímenes de


ciudadanía al analizar la relación entre inmigración y capital social.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 323

laboral, debido a que los trabajadores nativos de baja ca-


lificación y mal pagos tienen características similares a los
recién llegados. En función de esta hipótesis, se esperaría
que el ingreso y la educación de los sujetos tengan una
fuerte correlación con las actitudes de tolerancia respecto
a la inmigración.
Algunos van más allá de esta interpretación y argumen-
tan que aquellos que, más allá de su situación económica,
se sienten subjetivamente más desfavorecidos y atribuyen
esa desventaja a la presencia de inmigrantes son quienes
reaccionan más negativamente frente a estos últimos (Vala,
Pereira y Ramos, 2000). Hay quienes también resaltan la
necesidad de considerar el contexto para enmarcar estas
percepciones de auto-interés económico. Así, el impacto
del crecimiento de la fuerza de trabajo vía inmigración
sería probablemente percibido como menos problemático
cuando la economía del país está en expansión, cuando
los puestos de trabajo abundan, y cuando hay perspectivas
positivas respecto al crecimiento económico (Espenshade y
Hempstead, 1996). También apoyando esta teoría se ubica el
trabajo de Mayda (2004), el cual analiza desde una perspec-
tiva transnacional la relación entre el nivel de calificación
individual y las actitudes a favor de los inmigrantes. En base
a esta investigación, la autora encuentra gran variación en la
correlación entre ambas variables. Cuanto más rico el país
de destino, más positivo es el impacto de la escolaridad en
las opiniones favorables sobre los inmigrantes. En cuanto a
la calificación individual, la misma aparece correlacionada
positivamente con preferencias pro-inmigración en países
con un alto ingreso per cápita y negativamente en países
con bajo ingreso per cápita.
24 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

2. Factores Culturales: Prejuicio, racismo,


xenofobia y sentimientos nacionalistas
El racismo y los estereotipos étnicos son, de acuer-
do a algunas interpretaciones, relevantes en cuanto a la
formación de opinión respecto a las políticas públicas.
Aquellos que creen en ciertos estereotipos negativos con
los que se asocia a algunas minorías tienden a oponerse
a políticas que buscan combatir la discriminación racial.
Como en los países industrializados las corrientes mi-
gratorias están compuestas cada vez en mayor medida
por minorías étnicas, las actitudes sobre la inmigración
aparecen estrechamente mediadas por la visión de los
grupos minoritarios estereotipados negativamente (Burns
y Gimpel, 2000). El prejuicio racial hacia las minorías, ade-
más, puede darse de manera abierta o solapada (Akrami,
Ekehammar y Araya, 2000).
De acuerdo a Burns y Gimpel (2000), el pensamiento
mediado por estereotipos tiene más poder explicativo que
el auto-interés económico en lo que respecta a las actitu-
des respecto a la inmigración. Es más, aunque los autores
sostienen que los sectores nativos en los peldaños más
bajos del espectro económico suelen oponerse a la inmi-
gración y a los inmigrantes, estas actitudes suelen estar
basadas en prejuicios. En consecuencia, aún cuando las
condiciones económicas del país mejoren, no es esperable
que los nativos acojan cálidamente a los inmigrantes. En
un estudio llevado a cabo en la Unión Europea, se muestra
además que el prejuicio racial es −junto con el conserva-
durismo político− uno de los principales predictores de la
percepción de amenaza atribuida a la inmigración en los
terrenos económico, de seguridad y cultural (Vala Pereira
y Ramos, 2000).
Una segunda línea argumental pone atención en el rol
que los sentimientos nacionalistas, patrióticos, y hasta el
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 325

sentido de superioridad nacional tienen en la generación


de actitudes antagónicas contra aquellos que no pertene-
cen a la nación (O’Rourke y Sinnott, 2006). Estas actitudes
basadas en ideología serían, por otra parte, más difíciles
de modificar que aquellas basadas en intereses, ya que
estas últimas podrían ser modificadas a través de políticas
complementarias.
En algunos casos, tal como señalan Alba, Rumbaut y
Marotz (2005) para el contexto norteamericano, las nocio-
nes que prevalecen en la población sobre cómo es la com-
posición étnica y racial del país afectan de manera directa
las actitudes de los individuos respecto a la inmigración
y los grupos inmigrantes. En particular, de acuerdo a esta
investigación, existe una percepción social muy difundida
que asigna a las minorías étnicas un peso demográfico
mucho mayor que el que en realidad tienen. Y esta per-
cepción distorsionada, a su vez, conlleva el riesgo de una
mayor intolerancia hacia esos grupos. La idea implícita
en esta teoría es que cuanto más “amenazada” se siente la
hegemonía blanca en la sociedad, más negativas son las
percepciones hacia las minorías raciales o étnicas.
También hay interpretaciones que remiten a la per-
cepción del deseo de los inmigrantes por integrarse a la
sociedad de destino. En ese sentido, Zagefka et al. (2007)
encuentran evidencia para sostener que cuanto más fuerte
es la percepción en la población de que los inmigrantes
quieren mantener su propia cultura, más adversas son las
actitudes hacia ellos. Paralelamente, cuanto más fuerte
es la percepción de que los inmigrantes están abiertos al
contacto con la sociedad receptora, menos negativas son
las actitudes hacia ellos.
26 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

3. Elementos psicosociales: niveles


de satisfacción y felicidad
La concepción de sentimiento de felicidad en la que se
asienta este trabajo se refiere al nivel en el cual las perso-
nas evalúan positivamente la calidad general de sus vidas
como un todo o, lo que es lo mismo, lo que en la literatura
se conoce como bienestar subjetivo (Veenhoven, 2000).
Si bien existen numerosos estudios que demuestran la
correlación existente entre el capital social −en términos
de confianza− y la satisfacción de los individuos con sus
vidas (por ejemplo, Theurer and Wister, 2010; Sarracino,
2010; Bjørnskov, 2003), la mayoría de estos estudios colo-
can a la felicidad o satisfacción con la vida como variable
dependiente. Es decir, se tiende a explicar la felicidad de
los sujetos como producto de múltiples factores entre los
que se cuentan las actitudes de relacionamiento respecto
de otros genéricos. Sin embargo, la dirección de dicha
asociación bien puede plantearse en el sentido inverso, es
decir, asumiendo que es el nivel de bienestar subjetivo el
que determina patrones de relacionamiento con los otros,
así como de actitudes públicas (siguiendo, por ejemplo, el
planteo de Halman y Luijkx, 2006). Esta es la dirección que
retomo para el presente análisis. Pues, en este trabajo parto
del supuesto de que la felicidad es de importancia para
las actitudes públicas en la medida en que la satisfacción
con la vida que a uno le ha tocado vivir tiene implicancias
acerca de la apreciación que lo seres humanos tenemos
respecto de los otros.
Uno podría suponer que el nivel de satisfacción de
un individuo con su propia vida podría tener un impac-
to en las actitudes de ese mismo individuo acerca de la
inmigración. Como es sabido, aquellos individuos que
sienten que “no les va bien” en sus vidas tienden a culpar a
otros por sus problemas (Espenshade y Hempstead, 1996).
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 327

Supuestamente, aquellas personas que se sienten más


alienadas o insatisfechas estarían menos abiertas a acep-
tar más inmigrantes. Este grupo de individuos buscarían
colocar la responsabilidad de sus problemas en otra parte,
y la tendencia es culpar a grupos tales como: los políticos,
los pobres y los inmigrantes.

4. Capital social y confianza


Diversos estudiosos del capital social señalan una di-
ferenciación entre dos tipos de redes de confianza. Cuando
la confianza se establece dentro de redes que miran hacia
adentro y tienden a reforzar la homogeneidad del grupo y,
por ende, una identidad excluyente estaríamos en presen-
cia de un capital de tipo bonding. Por otro lado, cuando
las conexiones tienen lugar entre grupos heterogéneos
entre sí, estaríamos frente a un capital de tipo bridging.
Si bien ambas clases de capital son capaces de generar
valor para los individuos que forman parte de las redes,
las características que reviste el valor generado son dife-
rentes en uno y otro caso (Putnam, 2000; Brisson, 2009).
Numerosos trabajos subrayan los beneficios que el capital
de tipo bridging aporta a las minorías en sociedades más
amplias (Svendsen, 2006) y las ventajas que el mismo tiene
para la cohesión social en general (Scholten y Holzhacker,
2009). Puntualmente, cuando los grupos sociales tienden
puentes con otros colectivos diferentes se genera mejor
integración social. Por el contrario, cuando un grupo mira
predominantemente hacia adentro, es probable que genere
hostilidad hacia sectores de afuera (Horiuchi, 2008).
En este último sentido, Berg (2009) ha demostrado
cómo el ambiente interpersonal −esto es, el grupo de per-
sonas cercanas al individuo y sus opiniones− afecta las
actitudes de los individuos acerca de los inmigrantes y la
política migratoria. Más aún, más allá del conocimiento
28 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

o no de inmigrantes de manera directa, los individuos


tienen opiniones basadas en nociones transmitidas por
sus entornos cercanos. Es decir, los individuos entran en
contacto con diferentes actitudes a través de otros indivi-
duos que son persuasivos y confiables y, en consecuencia,
las adoptan como propias. Por lo tanto, las opiniones sobre
inmigración tendrían estrecha relación con la composición
del grupo al que pertenece el individuo. En una línea di-
ferente, Hayes y Dowds (2006) destacan que la exposición
social previa hacia sujetos inmigrantes −más precisamente,
el haber establecido redes de amistad con inmigrantes−
constituye el predictor más importante de las actitudes
sobre la inmigración.
La relación entre capital social −entendido en términos
de confianza− y las actitudes respecto de la inmigración
ha sido poco explorada por la literatura. Una excepción es
el trabajo de Herreros y Criado (2009), que demuestra que
aún controlando los efectos de otras variables (individuales
y contextuales), aquellos individuos con un alto nivel de
capital social exhiben actitudes más positivas respecto a
la inmigración que el resto de la población. La literatura
sobre capital social ha enfatizado, como vimos, el rol que
la confianza tiene para mantener cohesionadas las comu-
nidades. Aquellos individuos con alto nivel de confianza
suelen ser mejores ciudadanos y más cooperativos, también
tienden a estar más involucrados en la vida en comunidad.
Siguiendo a Herreros y Criado (2009), hay razones para
creer que el nivel de confianza social tiene un impacto
positivo en las actitudes hacia la inmigración. En general,
según los autores, aquellos individuos que registran alta
confianza social tienen preferencias altruistas en nombre
de la comunidad. Sin embargo, y tal como se mencio-
nó anteriormente, una posibilidad pesimista sería que la
confianza social esté circunscrita a extranjeros cercanos
al origen cultural del que confía.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 329

En este último sentido, puede comprenderse el ha-


llazgo de De la Garza et al. (1991) acerca de la influencia
significativa que la “Mexicanidad” (definida como un apego
fuerte a las tradiciones culturales mexicanas) tiene en el
apoyo a la política inmigratoria en los Estados Unidos.
Esta última, cabe aclarar, beneficiaría positivamente a
inmigrantes de dicha nacionalidad.

Hipótesis

En base al análisis de las interpretaciones que en la


literatura se ofrecen para intentar dar cuenta del apoyo
u oposición hacia las políticas migratorias receptivas, y
también a las variables incluidas en la base de datos en la
que se basa este estudio, propongo las siguientes hipótesis
sobre el tipo de relación esperada entre algunas caracterís-
ticas de los sujetos o las opiniones que ellos tienen sobre
un número de temas y las actitudes de que los individuos
tienen respecto de la inmigración.
En primer lugar, y de acuerdo a las explicaciones
de corte económico prevalecientes en la literatura, se-
ría razonable esperar que el nivel de instrucción formal,
la autopercepción de pertenencia de clase, la situación
de empleo (empleado/desocupado) y los tipos de tareas
desempeñados estén relacionados con las actitudes hacia
la política inmigración. En particular, uno esperaría que
aquellos individuos con mayor instrucción formal, que se
sienten incluidos en estratos sociales más altos, que están
empleados y desempeñan tareas no manuales se sientan
menos amenazados por la apertura hacia la inmigración
y, por ende, muestren actitudes de mayor tolerancia. En
segundo lugar, es dable esperar que distintos factores de
tipo cultural, entre los que se incluyen actitudes de intole-
rancia hacia la diferencia y sentimientos de nacionalismo,
30 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

influyan sobre el rechazo hacia la llegada de inmigran-


tes. Puntualmente, de acuerdo a esta hipótesis, aquellos
individuos que valoran los beneficios de una sociedad
étnicamente diversa y una actitud menos nacionalista se
sentirían menos inclinados a cerrar el ingreso formal de
inmigrantes. En tercer lugar, es esperable que a medida
que la auto-identificación ideológica tienda más hacia
la derecha los individuos tienden a rechazar políticas de
inmigración más abiertas. Entonces, las posturas políticas
más conservadoras suelen hacer del cierre o la limitación
de la inmigración una bandera. En cuarto lugar, considero
razonable suponer que a medida que los individuos sienten
más satisfacción y felicidad en sus vidas, menos tenderán
a culpar a otros y, por ende, más receptivos serán hacia la
inmigración. Por último, me gustaría explorar una hipó-
tesis poco trabajada en la literatura, que es la confianza
en el otro genérico, y en inmigrantes en particular como
fuente de opiniones favorables a las políticas más abiertas
en materia de inmigración.

Datos y metodología

El trabajo está basado en bases de datos de la tercera


onda de la EMV, relevada en la Argentina en el año 2006.
La EMV es un proyecto académico orientado a evaluar
los valores socioculturales, morales, religiosos y políticos
en diferentes culturas alrededor del mundo. El universo
cubierto por la encuesta es la población de hombres y
mujeres de 18 años y más. La muestra utilizada fue estra-
tificada en base a dos criterios (geográfico y por tamaño
de la población) y al azar por etapas. Primero se selec-
cionaron aleatoriamente 201 puntos o áreas de muestra
dentro de ciudades que también fueron seleccionadas al
azar. Aproximadamente cinco entrevistas fueron llevadas
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 331

a cabo en cada punto muestral. La selección de la unidad


muestral final fue realizada de acuerdo a cuotas de edad
y sexo preestablecidas. Las cuotas fueron establecidas en
base a la distribución de esas variables en cada localidad.
Sólo se seleccionaron adultos de 18 años o más, residentes
en hogares privados.
La base de datos de la encuesta incluye 1002 casos y
provee información sobre un amplio abanico de valores
y normas, y resulta de suma utilidad para el presente es-
tudio. Sin embargo, debido a que el foco de este trabajo
está puesto en indagar sobre las actitudes de los argentinos
sobre las políticas inmigratorias, para los análisis no se
mantuvieron los respondentes no argentinos ni aquellos
que no manifestaron una respuesta fehaciente a la pregunta
sobre actitudes respecto a la inmigración. De esta manera,
los casos incluidos en el análisis fueron 939.
Tomo como variable dependiente para nuestro estudio
la siguiente pregunta sobre actitudes respecto a la inmi-
gración (que llamaré ACTINM): “Con respecto a gente de
otros países que viene a trabajar aquí, ¿cuál de las siguien-
tes alternativas cree ud. que el gobierno debería hacer?
(1) Permitirle a todos los que quieran venir que vengan;
(2) Permitirle a la gente venir en la medida en que haya
trabajo disponible; (3) Poner límites estrictos en cuanto al
número de extranjeros que pueden venir a nuestro país;
(4) Prohibirle a la gente de otros países que vengan aquí;
(8) No sabe; (9) No contesta” (ver distribución en cuadro
1). Siguiendo el modelo de Mayda (2004), y a los fines de
ganar claridad en la exposición, agrupé las respuestas a la
citada pregunta en dos categorías, creando la variable dico-
tómica “Oposición a la inmigración” (OPINM DUMMY). En
primer lugar, los casos cuyas respuestas fueron “No sabe”
y “No contesta” fueron excluidos de la muestra. Luego,
las respuestas fueron re-codificadas de la siguiente ma-
nera: OPINM DUMMY= 1, si ACTINM= 3 ó 4; y OPINM
32 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

DUMMY=0 si ACTINM= 1 ó 2. En otras palabras, la variable


OPINM DUMMY es igual a 1 cuando las opiniones sobre
la política migratoria son restrictivas.

Cuadro 1
“Con respecto a gente de otros países que viene a
trabajar aquí, ¿cuál de las siguientes alternativas
cree ud. que el gobierno debería hacer?”

Opinión Frecuencia Porcentaje


Permitirle a todos los que quieran venir
134 14.3
que vengan
Permitirle a la gente venir en la medida
413 44.0
que haya trabajo disponible
Poner límites estrictos en cuanto al nú-
mero de extranjeros que pueden venir a 333 35.5
nuestro país
Prohibirle a la gente de otros países que
59 6.3
vengan aquí
Total 939 100

Las variables independientes que incluí en el modelo,


por su parte, fueron agrupadas en seis módulos, a saber:
(1) características sociodemográficas; (2) determinantes
económicos; (3) factores culturales; (4) ideología; (5) ele-
mentos psicosociales; (6) confianza. Las variables y sus
categorías se detallan a continuación:
Las variables sociodemográficas abarcan: sexo mascu-
lino (dicotómica: 0, 1); edad (intervalar expresada en años);
y residencia en ciudad de al menos 100.000 habitantes (di-
cotómica: 0, 1). Los determinantes económicos incluidos en
el modelo son: nivel de instrucción de al menos secundario
completo (dicotómica: 0, 1); percepción subjetiva de perte-
nencia a clase social (nominal: 1 “clase alta”; 2 “clase media
alta”; 3 “clase media baja”; 4 “clase trabajadora/obrera”;
5 “clase baja”); condición de desocupado (dicotómica: 0,
1); y naturaleza de tareas desempeñadas, principalmente
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 333

manuales a principalmente mentales (ordinal: 1 a 10). Los


factores culturales considerados incluyen actitudes relativas
a prejuicios; racismo y xenofobia; y sentimientos nacio-
nalistas. Puntualmente, las variables son: opinión sobre
diversidad étnica, de “erosiona la unidad” a “enriquece la
vida” (ordinal: 1 a 10); opinión sobre la frase “cuando los
puestos de trabajo escasean, los empleadores deberían
admitir antes a los argentinos que a los inmigrantes” (or-
dinal: 1 “de acuerdo”; 2 “ni de acuerdo ni en desacuerdo”;
3 “en desacuerdo”); y “hasta qué punto está ud. orgulloso
de ser argentino” (ordinal: de 1 “muy orgulloso” a 4 “poco
orgulloso”). Tomé en consideración una variable ideológi-
ca, a saber: dónde se colocaría ud. en escala de izquierda
a derecha (ordinal, con un rango que va de 1 represen-
tando la extrema izquierda a 10 simbolizando la extrema
derecha). Los elementos psicosociales incorporados en el
análisis se refieren a los niveles de satisfacción con la vida.
Específicamente, tomé de la base de datos la siguiente
variable: y “en general, cuán feliz es usted” (ordinal: de 1
“muy feliz” a 4 “nada feliz”).4 Por último, el modelo incluye
las siguientes variables vinculadas a sentimientos de con-
fianza: identificación con la frase “cree Ud. que la mayoría
de la gente se aprovecharía de ud. si tuviera la oportunidad
o por el contrario lo trataría de manera justa” (ordinal: 1
a 10); y confianza en gente de otra nacionalidad (ordinal:
de 1 “confía plenamente” a 4 “no confía nada”).

4
En modelos que probamos antes habíamos incluido también las variables
“¿Hasta qué punto está ud. satisfecho con su vida?” y “Satisfacción con
la situación financiera de su hogar”, pero decidimos sacarlas del modelo
ya que presentaban problemas de multicolinearidad con la variable
sobre percepción de felicidad.
34 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Cuadro 2. Variables incluidas en el análisis multivariado


de regresión logística (estadísticas descriptivas
luego de la imputación múltiple, base agregada)

Variable Media Rango


Oposición a la inmigración 0.42 0-1
Varón 0.48 0-1
Edad 42.56 18-88
Al menos secundario completo 0.50 0-1
Residencia en ciudad - 100.000 habs. 0.69 0-1
Auto-identificación clase baja o trabajadora 3.47 1-5
Condición de desocupado 0.69 0-1
Tareas manuales vs. Mentales 4.16 1-10
Opinión sobre diversidad étnica 7.10 1-10
Empleadores deberían contratar argentinos 1.47 1-3
Orgullo nacionalidad 1.47 1-4
Auto-posicionamiento en escala política 5.55 1-10
Sentimiento de felicidad 1.83 1-4
Mayoría trata de sacar provecho vs. Trato justo 4.96 1-10
Confianza en gente de otra nacionalidad 2.38 1-4

Debido a que la variable dependiente es dicotómica, la


forma apropiada de análisis es alguna forma de análisis log-
linear en lugar de la regresión OLS. Utilicé, en consecuencia,
le técnica de regresión logística (logit) para producir una
ecuación mediante la cual se estiman las probabilidades
de rechazo a las políticas de inmigración favorables. Este
procedimiento me permitió estimar las probabilidades de
rechazo en un número de circunstancias diferentes. Apliqué,
entonces, un análisis de regresión logística en la base de
datos agregada (incluyendo las 5 imputaciones de datos
faltantes), utilizando el rechazo a la política inmigratoria
abierta como variable dependiente y 14 variables indepen-
dientes distribuidas en 6 modelos diferentes. Para dicho
análisis, utilicé el programa de análisis estadístico SPSS.

Resultados

En una comparación realizada entre 44 países (tanto


industrializados como no industrializados) basados en datos
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 335

de la tercera onda de la EMV, realizada en 1995-1997, la


Argentina aparece como un país de tolerancia media respecto
de las políticas migratorias (Mayda, 2004: 55). En dicho rele-
vamiento, la Argentina registraba un 59% de actitudes abiertas
y tolerantes respecto de la política inmigratoria a adoptar por
el gobierno, mientras la media de actitudes positivas para
todo el grupo de países era del 53%. En ese listado, además,
la Argentina aparece en la posición número 16 entre 44 en
cuanto a la tolerancia mostrada por la opinión pública res-
pecto de la inmigración. Es decir que la Argentina se ubica
cómodamente en la mitad de países con actitudes menos
restrictivas hacia la recepción de inmigrantes para trabajar.5
El nivel de apoyos hacia las políticas inmigratorias gu-
bernamentales abiertas prácticamente no ha variado en las
últimas tres mediciones que se llevaron a cabo en la Argentina.
En la medición llevada a cabo en 1995, el 59% de las actitudes
eran a favor de políticas inmigratorias abiertas; en 1999, el
valor fue del 56%, y en la tercera, desarrollada en 2006, las
actitudes de apertura hacia la inmigración nuevamente se
ubicaron en el 59%.
Más allá de eso, poco se sabe acerca de quiénes se opo-
nen a la inmigración y por qué. Nuestros análisis basados en
regresiones logísticas múltiples dan respaldo a algunas de las
explicaciones generalmente aceptadas para otros contextos
nacionales, al mismo tiempo que contradicen algunos de los
resultados esperados. Tal como se ve en el Cuadro 3, ajusté
un total de seis modelos a los datos.6

5
De acuerdo al estudio de Mayda (2004), la proporción de actitudes
positivas sobre la inmigración en la Argentina (59%) era más alta que
en otros países tradicionalmente receptores de inmigrantes como los
Estados Unidos (35%), Suecia (41%), o Australia (53%), pero no tan alta
como en Brasil (61%) y Uruguay (69%).
6
Cabe aclarar que, a fin de simplificar la exposición, el modelo que se
presenta aquí está basado en los datos agregados resultantes de las 5
imputaciones de valores faltantes. Las relaciones que se presentan aquí
se mantienen a grandes rasgos en las cinco bases de datos simuladas
resultantes de la imputación de valores faltantes. Dichas bases de datos
se incluyen en el anexo.
Cuadro 3
Determinantes de la oposición a las políticas migratorias abiertas
36
(Pooled data: base agregada resultante de la aplicación de 5 imputaciones de datos faltantes)

Caracts. Determinantes Factores Caracts. Elementos


Confianza
Variables demográficas socioeconómicos culturales ideológicas psicosociales
(Modelo 6)
(Modelo 1) (Modelo 2) (Modelo 3) (Modelo 4) (Modelo 5)
Características sociodemográficas
.324* .311* .348* .353* .364* .335*
Varón
(.135) (.138) (.145) (.145) (.146) (.149)
.004 .004 .005 .003 .001 .004
Edad
(.004) (.004) (.004) (.004) (.005) (.005)
Residencia en ciudad - -.065 -.051 -.071 -.005 -.034 -.026
100.000 habs. (.147) (.152) (.160) (.160) (.161) (.165)
Determinantes económicos
Al menos secundario -.023 .086 .139 .153 .204

completo (.168) (.172) (.172) (.173) (.178)
Auto-identificación clase .214* .227* .228* .205* .124

social (.089) (.092) (.094) (.095) (.099)
.260 .050 .057 .020 -.051
Condición de desocupado −
(.279) (.288) (.292) (.297) (.304)
Tareas manuales vs. .016 .017 .014 .020 .023

mentales (.025) (.025) (.025) (.025) (.025)
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3
Factores culturales
Opinión sobre diversidad -.142** -.137** -.132** -.121**
− −
étnica (.037) (.037) (.037) (.039)
Empleadores deberían con- -.422*** -.426*** -.434*** -.414***
− −
tratar argentinos (.098) (.099) (.099) (.102)
.058 .074 .008 -.038
Orgullo nacionalidad − −
(.105) (.107) (.109) (.112)
Ideología
Auto-posicionamiento en .117* .123* .117*
− − −
escala política (.052) (.052) (.055)
Elementos psicosociales
.323** .281*
Felicidad − − − −
(.112) (.116)
Confianza
Mayoría trata de sacar pro- -.110***
− − − − −
vecho o trato justo (.026)
Confianza en personas de .336**
− − − − −
otra nacionalidad (.119)
Intercept -.606 -1.418 -.047 -.754 -1.149 -1.187

* p < .05; ** p < .01; *** p < .001 (two-tailed test).


Nota: Coeficientes de regresión no estandarizados, con errores estándar entre paréntesis.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 337
38 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

En el modelo 1, surge que de las variables demográfi-


cas consideradas, sólo el sexo masculino tiene un impacto
significativo y positivo sobre actitudes de oposición a la
inmigración. Por su parte, ni la edad ni el tamaño de la
localidad de residencia aparecen significativamente vin-
culados a las opiniones sobre la política migratoria. En
otras palabras, los varones tienden a expresar actitudes
más cerradas respecto de la inmigración en comparación
con las mujeres. Esa relación permanece significativa y en
la misma dirección aún controlando por otras variables
en los modelos sucesivos.7 Contradiciendo lo esperado, la
residencia en ciudades más grandes no aparece negativa-
mente asociada con las posturas más restrictivas respecto
a la inmigración.
El modelo 2, por su parte, pone a prueba mi primera
hipótesis, a saber: que aquellos segmentos de la población
en situación más vulnerable −con menor calificación y
educación− exhiben actitudes más anti-inmigratorias en
virtud de que se sienten más amenazados en sus intereses
por los recién llegados. En función de ello, se anticipaba
que el nivel de instrucción formal, la autopercepción de
pertenencia de clase, la situación de empleo (empleado/
desocupado) y los tipos de tareas desempeñados estuvie-
ran relacionados con las actitudes más tolerantes hacia
la inmigración. Con respecto al nivel de instrucción, el
análisis de los datos muestra que los sujetos con al menos
secundario completo no presentan una correlación signifi-
cativa con las actitudes respecto de la política inmigratoria,
desechando la presunción de que a mayor educación, más
abiertas serían las actitudes hacia la inmigración. Algo

7
Si bien son escasos los estudios sobre las diferencias de género en materia
de preferencia sobre políticas pública, algunos estudios en otros países
señalan que las mujeres tienden a sostener posiciones más tolerantes
(Sotelo, 1999) y opiniones políticas más progresistas (Crowder-Meyer,
2007) que los varones.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 339

diferente ocurre con el comportamiento de la variable auto-


identificación de clase; si bien la base de datos no cuenta
con información sobre ingresos, la variable considerada
como proxy −esto es, autoidentificación de clase− aparece
asociada con las opiniones sobre la política inmigratoria.
Concretamente, cuanto más baja es la clase con la que se
identifican los individuos, más aumenta el rechazo hacia las
políticas inmigratorias abiertas. Esta relación se mantiene
significativa en algunos modelos parciales, pero deja de
ser significativa en el modelo completo. La condición de
desocupado, o la naturaleza de las tareas desempeñadas
(manual vs. mentales), por su parte, no aparecen rela-
cionadas con las preferencias en materia de política de
inmigración. Es decir, la hipótesis que señala que cuanto
más abajo uno se encuentre en la escala de estratificación
social, más amenazado se sentiría por la eventual llegada
de nuevos individuos por visualizarlos como competidores
directos, encuentra poco sustento en el caso bajo estudio.
Este hallazgo es importante teniendo en cuenta la fuente
presencia que tienen en la literatura comparada las expli-
caciones de corte económico a la hora de dar cuenta de
las actitudes respecto de la inmigración.
En el modelo 3, someto a verificación empírica la se-
gunda hipótesis, que establece que factores de tipo cultural
tales como actitudes de intolerancia hacia la diferencia y
sentimientos de nacionalismo, influyen sobre el rechazo
hacia la llegada de inmigrantes. El comportamiento de las
variables de corte “cultural” que forman parte del análisis
es dispar. Por un lado, y tal como se había anticipado,
aquellos que tienen una opinión más negativa sobre el
valor de la diversidad étnica para la sociedad tienden a
sostener visiones más anti-inmigración. Esta relación se
mantiene significativa y en la misma dirección aún luego
de añadir otras variables de control. La otra relación que
se mantiene significativa, aun al incluir otros módulos de
40 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

variables al modelo es la existente entre la opinión sobre


la frase “cuando los puestos de trabajo escasean, los em-
pleadores deberían admitir antes a los argentinos que a los
inmigrantes” y la actitud respecto a las políticas de inmigra-
ción. Dicho en otros términos, aquellos que sostienen que
en época de crisis los empleadores deberían priorizar mano
de obra local tienden a oponerse más a la inmigración.
Esta variable, si bien tiene un contenido económico, con-
tiene un fuerte componente cultural −basado en la visión
respecto al corte tajante entre un “nosotros” y un “tercero”
imaginario, basados en la nacionalidad−. Contrariamente
a lo esperado, sin embargo, los sentimientos nacionalistas
no aparecen significativamente asociados con las actitudes
respecto a la inmigración.
La tercera hipótesis −que establece que controlan-
do los efectos de otras variables, a medida que la auto-
identificación ideológica tienda más hacia la derecha los
individuos tienden a rechazar en mayor grado políticas de
inmigración más abiertas− es presentada en el Modelo 4. La
evidencia presentada me permite sostener esa hipótesis. Es
decir que, en el plano ideológico, tal como ocurre en otras
temáticas públicas aquellos que se identifican más hacia
la derecha en el espectro político son menos tolerantes
respecto a la inmigración que aquellos que se reconocen
políticamente más hacia la izquierda.
En cuanto a los elementos psicosociales considerados,
tal como se puede observar en el Modelo 5, aquellos que
se autorreconocen como menos felices tienden a tener
actitudes más negativas hacia la inmigración. Este patrón
responde a lo esperado, en la medida en que cuando uno
se siente más feliz menos hostilidad tiende a mostrar res-
pecto a terceros.
Por último, basándome en las hipótesis con eje en la
confianza, preveía que aquellos con más confianza en otros
que no conocen tuvieran actitudes más abiertas respecto
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 341

a la inmigración. Como se puede observar en el Modelo


6, los coeficientes relacionados a la confianza social son
significativos y se comportan en la dirección esperada.
Por un lado, para los que confían poco en los demás, es
decir, los que sienten que la mayoría trata de aprovecharse
de ellos, las actitudes sobre la inmigración son más res-
trictivas. En otras palabras, aquellos que se sienten más
globalmente amenazados por otros a quienes no conocen
prefieren tener una política estatal más cerrada respecto
a eventuales nuevos migrantes. También fue incluida en
este modelo una variable que se refiere puntualmente a
la confianza en personas de otra nacionalidad, y tal como
se anticipaba, cuanto menos se confía en individuos de
diferentes nacionalidades, más opuestas son las actitudes
respecto a una política inmigratoria abierta.
En general, el rechazo a las políticas inmigratorias
abiertas no parece estar basado en motivaciones de tipo
económico, como se sostiene en numerosos estudios rea-
lizados en otros países. Por el contrario, tal como se des-
prende de nuestro análisis, dicho rechazo parece estar más
asociado a factores culturales, ideológicos, psicosociales y
de confianza. En síntesis, puede decirse que quienes más
se oponen a la inmigración tienden a ser varones, menos
tolerantes a la diversidad, con posturas más conservadoras,
menos felices en sus vidas, y con actitudes de mayor des-
confianza hacia terceros desconocidos o terceros diferentes.

Discusión

En primer lugar, a nivel comparado, la actitud de opo-


sición respecto a la inmigración en la Argentina no es
tan acentuada como en otros países. Esto significa que,
si bien como señala la literatura hay un enjambre de dis-
cursos y prácticas discriminatorias que estigmatizan a
42 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

los inmigrantes desde diferentes ámbitos (tanto desde el


estado en sus diferentes niveles, como en los medios de
comunicación, en el sistema educativo y en interacciones
cotidianas), en términos comparados y en base a la actitud
respecto de las políticas migratorias no podemos señalar
a la sociedad argentina como un colectivo fuertemente
xenófobo.
En cuanto a las variables que dan cuenta de las actitu-
des restrictivas respecto a la política inmigratoria a seguir,
uno de los hallazgos más fuertes de este trabajo es que las
explicaciones económicas que aluden a la percepción de
amenaza a la auto satisfacción económica no parecen, en
general, tener cabida en la Argentina. Al contrario, aque-
llos factores con poder explicativo para dar cuenta de las
opiniones sobre la política inmigratoria tienden a estar
más centrados en la confianza respecto de terceros, así
como en aspectos culturales, psicosociales e ideológicos.
Como señalan algunos autores, esto plantea un pro-
blema para la política pública, ya que es más fácil modi-
ficar intereses (mediante políticas complementarias) que
valores. Para el caso presentado aquí, son básicamente
nociones acerca del otro genérico, percepciones de sí mismo
(felicidad), y actitudes acerca de cómo debería funcionar
el mundo (ideología) los que tienen un impacto sensible
sobre la manera en la que el estado debería manejarse res-
pecto de la eventual llegada de inmigrantes de otros países.
En vistas a contribuir a la paz social, esto plantea a
nivel de políticas públicas un desafío fundamentalmente
educativo, donde se impone la necesidad de desestigmati-
zar a los inmigrantes. Por lo demás, los patrones culturales
son constructos que adoptan lógicas propias y el cambio
cultural es, como es sabido, una cuestión de largo plazo.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 343

Referencias bibliográficas

Akrami, Nazar, Bo Ekehammar y Tadesse Araya (2000),


“Classical and Modern Racial Prejudice: A Study of
Attitudes toward Immigrants in Sweden”, European
Journal of Social Psychology 30, pp. 521-532.
Alba, Richard, Ruben G. Rumbaut y Karen Marotz (2005), “A
Distorted Nation: Perceptions of Racial/Ethnic Group
Sizes and Attitudes Toward Immigrants and Other
Minorities”, Social Forces 84(2), pp. 901-919.
Berg, Justin Allen (2009), “‘Core Networks and Whites’
Attitudes toward Immigrants and Immigration Policy”,
Public Opinion Quarterly 73(1), pp. 7-31.
Bjørnskov, Christian (2003), “The Happy Few: Cross-Country
Evidence on Social Capital and Life Satisfaction”, Kyklos
56(1), pp. 3-16.
Brisson, Daniel (2009), “Testing the Relationship of Formal
Bonding, Informal Bonding, and Formal Bridging
Social Capital on Key Outcomes for Families in Low-
Income Neighborhoods”, Journal of Sociology & Social
Welfare XXXVI(1), pp. 167-183.
Boomgaarden, Hajo G. y Rens Vliegenthart (2009), “How
News Content Influences Anti-immigration Attitudes:
Germany, 1993−2005”, European Journal of Political
Research 48, pp. 516−542.
Burns, Peter y James G. Gimpel (2000), “Economic
Insecurity, Prejudicial Stereotypes, and Public Opinion
on Immigration Policy”, Political Science Quarterly
115(2), pp. 201-225.
Crowder-Meyer, Melody (2007), “Gender Differences in
Policy Preferences and Priorities”, ponencia presentada
en la Reunión Anual de la Midwest Political Science
Association en Chicago.
De la Garza, Rodolfo O., Jerry L. Polinard, Robert D. Wrinkle
y Tomás Longoria (1991), “Understanding Intra-Ethnic
44 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Attitude Variations: Mexican Origin Population Views


of Immigration”, Social Science Quarterly 72(2), 379-387.
Diamond, Jeff (1998), “African-American Attitudes towards
United States Immigration Policy”, International
Migration Review 32(2), pp. 451-470.
Espenshade, Thomas y Katherine Hempstead (1996),
“Contemporary American Attitudes Toward U.S.
Immigration”, International Migration Review XXX(2),
pp. 535-570.
Esses, Victoria M., John F. Dovidio y Gordon Hodson (2002),
“Public Attitudes Toward Immigration in the United
States and Canada in Response to the September 11,
2001 ‘Attack on America’”, Analyses of Social Issues and
Public Policy 2(1), pp. 69−85.
Gallinati, Carla (2008), “¿Inmigrantes o Ciudadanos? La
Construcción del ‘Verdadero’ Modelo de Política
Migratoria en el Marco de la ‘Patria Grande’”, Pensares
5, pp. 479-500.
Grimson, Alejandro (2005), Relatos de la Diferencia y la
Igualdad. Los bolivianos en Buenos Aires, Buenos Aires,
EUDEBA.
(2006), “Nuevas Xenofobias, Nuevas Políticas Étnicas en
Argentina.” En A. Grimson y E. Jelin, Migraciones
Regionales hacia la Argentina: Diferencia, Desigualdad
y Derechos, Buenos Aires, Prometeo Libros, pp. 69-97.
Halman, Loek y Ruud Luijkx (2006), “Social Capital in
Contemporary Europe: Evidence from the European
Social Survey”, Journal of Social Science 5(1), pp. 65-90.
Hayes, Bernadette C. y Lizanne Dowds (2006), “Social
Contact, Cultural Marginality or Economic Self-
Interest? Attitudes Towards Immigrants in Northern
Ireland”, Journal of Ethnic and Migration Studies 32(3),
pp. 455-476.
Herreros, Francisco y Henar Criado (2009), “Social Trust,
Social Capital and Perceptions of Immigration”, Political
Studies 57, pp. 337-355.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 345

Horiuchi, Shiro (2008), “Affiliative Segregation of Outsiders


from a Community: Bonding and Bridging Social
Capital in Hachimori-cho, Japan”, International Journal
of Japanese Sociology 17, pp. 91-100.
Joseph, Galen (2000), “Taking Race Seriously: Whiteness
in Argentina’s National and Transnational Imaginary”,
Identities 7(3), pp. 333-371.
Lupo, Giampiero (2010), “Is Immigration Detrimental for
Social Trust in the European Union? A Three-Level
Model of Cultural Heterogeneity and Citizenship
Regime as Social Capital Predictors”, International
Journal of Social Inquiry 3(1), pp. 67-96.
Mayda, Anna Maria (2004), “Who Is Against Immigration?
A Cross-Country Investigation of Individual Attitudes
toward Immigrants”, IZA Discussion Paper No 1115,
Bonn, IZA.
Monner Sans, Ana Inés (2005), “Marcadores de Valor y
Disvalor en Situaciones de Contacto Sociocultural:
Perpepción y Expresión de la Diferencia a través
del Discurso” en E. Domenech (comp.) Migraciones
Contemporáneas y Diversidad Cultural en la Argentina,
Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, pp. 97-130.
Nadali, Débora Betrisey (2007), “Inmigración y
Discriminación en la Frontera Argentino-Paraguaya”,
Migraciones Internacionales 4(1), pp. 141-164.
O’Rourke, Kevin H. y Richard Sinnott (2006), “The
Determinants of Individual Attitudes Towards
Immigration”, European Journal of Political Economy
22, pp. 838-861.
Oteiza, Enrique, Susana Novick y Roberto Aruj (2000),
Inmigración y Discriminación: Políticas y Discursos,
Buenos Aires, Trama Editorial/Prometeo Libros.
Pacecca, María Inés y Corina Courtis (2008), “Inmigración
Contemporánea en Argentina: Dinámicas y Políticas”,
CEPAL - Serie Población y desarrollo No 84.
46 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Pevnick, Ryan (2009), “Social Trust and the Ethics of


Immigration Policy”, The Journal of Political Philosophy
17(2), pp. 146−167.
Putnam, Robert (2000), Bowling Alone: The Collapse and
Revival of American Community, Londres, Simon &
Schuster.
Rose, Roderick y Mark Fraser (2008) “A Simplified Framework
for Using Multiple Imputation in Social Work Research”,
Social Work Research 32(3): 171-178.
Sarracino, Francesco (2010), “Social Capital and Subjective
Well-Being Trends: Comparing 11 Western European
Countries”, Journal of Socio-Economics 39(4), pp.
482-517.
Scheve, Kenneth F. y Matthew J. Slaughter (2001), “Labor
Market Competition and Individual Preferences over
Immigration Policy”, The Review of Economics and
Statistics 83(1), pp. 133-145.
Scholten, Peter y Ronald Holzhacker (2009), “Bonding,
Bridging and Ethnic Minorities in the Netherlands:
Changing Discourses in a Changing Nation”, Nations
and Nationalism 15(1), pp. 81−100.
Simon, Rita J. y James P. Lynch (1999), “A Comparative
Assessment of Public Opinion toward Immigrants and
Immigration Policies”, International Migration Review
33(2): 455-467.
Sotelo, María José (1999), “Gender Differences in Political
Tolerance among Adolescents”, Journal of Gender
Studies 8(2), pp. 211-217.
Svendsen, Gunnar L. H. (2006), “Studying Social Capital
in situ: A Qualitative Approach”, Theory and Society
35(1), pp. 39-70.
Theurer, Kristine and Andrew Wister (2010), “Altrustic
Behaviour and Social Capital as Predictors of Well-
Being among Older Canadians”, Ageing and Society
30(1), pp. 157-181.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 347

Vala, Jorge, Cícero Pereira y Alice Ramos (2006), “Racial


Prejudice, Threat Perception and Opposition to
Immigration: A Comparative Analysis”, Portuguese
Journal of Social Science 5(2), pp. 119-139.
Veenhoven, Ruut (2000), “Freedom and Happiness: A
Comparative Study in Forty-four Nations in the Early
1990s”, en Ed Diener y Eunkook M. Suh (Eds.), Culture
and Subjective Well-Being, Cambridge, MA, MIT Press,
pp. 257-288.
Zagefka, Hanna, Rupert Brown, Murielle Broquard y
Sibel Leventoglu Martin (2007), “Predictors and
Consequences of Negative Attitudes toward Immigrants
in Belgium and Turkey: The Role of Acculturation
Preferences and Economic Competition”, British
Journal of Social Psychology 46, pp. 153−169

Apéndice

a. Imputación de valores
La imputación de valores para las variables indepen-
dientes con respuestas “no sabe”, “no contesta”, o “no aplica”
se efectuó usando el método de imputaciones múltiples
(IM). En primer lugar, realicé un análisis de los valores
faltantes usando el método de Little’s MCAR mediante
el cual me fue posible comprobar que los datos faltantes
no son faltantes completamente al azar. En ese caso, la
estrategia de IM aparece como la menos sesgada y, por
ende, recomendada por la literatura (ver, por ejemplo,
Rose y Fraser, 2008). Puntualmente, los valores faltantes
fueron sustituidos por valores derivados de distribuciones
de probabilidad condicionales simuladas creando, en con-
secuencia, cinco versiones de la base de datos.
Detalle de variables con valores faltantes
48

No No No Total valores Valores


Variable
contesta sabe aplica faltantes imputados
45
Clase social (subjetiva) 28 17 - 225
(4.8%)
187
Naturaleza de tareas desempeñadas (manuales vs. Mentales) 28 10 149 935
(19.9%)
147
Opinión sobre diversidad étnica 5 142 - 735
(15.7%)
Cuando los puestos de trabajo escasean, los empleadores 23
8 15 - 115
deberían admitir antes a los argentinos que a los inmigrantes (2.4%)
12
Orgullo de ser argentino 8 4 - 60
(1.3%)
274
Auto-posicionamiento en escala política 28 246 - 1370
(29.2%)
10
Sentimiento de felicidad 4 6 - 50
(1.1%)
53
Mayoría trata de sacar provecho de Ud. versus trato justo 6 47 - 265
(5.6%)
104
Confianza en personas de otra nacionalidad 27 77 - 520
(11.1%)
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 349

b. Determinantes de la oposición a las


políticas migratorias abiertas

Coeficientes y errores estándar correspondientes


a 5 simulaciones- modelos completos

Simulación Simulación Simulación Simulación Simulación


Variables
1 2 3 4 5
Características sociodemográficas
.341* .375* .294* .332* .332*
Varón
(.145) (.145) (.147) (.146) (.146)
.002 .004 .003 .004 .006
Edad
(.004) (.004) (.005) (.004) (.004)
Residencia en ciudad - -.017 -.011 -.052 -.015 -.033
100.000 habs. (.163) (.164) (.167) (.164) (.164)
Determinantes económicos
Al menos secundario .200 .235 .171 .193 .223
completo (.176) (.174) (.178) (.176) (.174)
Auto-identificación cla- .141 .106 .170 .100 .105
se baja o trabajadora (.092) (.092) (.094) (.095) (.095)
Condición de -.021 -.177 .054 -.050 -.060
desocupado (.293) (.283) (.293) (.291) (.291)
Tareas manuales vs. .018 .023 .033 .022 .018
mentales (.024) (.024) (.025) (.024) (.025)
Factores culturales
Opinión sobre diversi- -.100*** -.086** -.141*** -.138*** -.141***
dad étnica (.027) (.027) (.028) (.027) (.027)
Empleadores deberían -.423*** -.440*** -.407*** -.406*** -.393***
contratar argentinos (.100) (.100) (.100) (.100) (.101)
-.029 -.021 -.038 -.066 -.033
Orgullo nacionalidad
(.110) (.111) (.112) (.111) (.111)
Ideología
Auto-posicionamiento .142*** .123** .158*** .081* .084*
en escala política (.039) (.040) (.040) (.040) (.040)
Elementos psicosociales
.317** .248* .286* .268* .285*
Felicidad
(.112) (.111) (.114) (.112) (.113)
Confianza
Mayoría trata de sacar -.103*** -.114*** -.118*** -.108*** -.107***
provecho o trato justo (.025) (.025) (.025) (.025) (.025)
Confianza en personas .242** .386*** .299** .345*** .407***
de otra nacionalidad (.092) (.093) (.095) (.092) (.093)
Intercept -1.327 -1.477 -1.255 -.773 -1.102
Pseudo-R2 .159 .166 .193 .172 .184

* p < .05; ** p < .01; *** p < .001 (two-tailed test).


Intergenerational Value Change and
Transitions to Democracy:
Toward the Consolidation of a
Third Wave Generation?

Gabriela Catterberg1

Abstract

The American literature has extensively studied the


dynamics of early political socialization and its impact
on intergenerational differences since the early 1950s
(Mannheim, 1928; Jennings, Stoker and Stoker, 2004;
Schuman, 2011). A key finding is that the emergence of
new political generations requires salient historical events
that strongly affect socialization in early political life. The
comparative literature has also emphasized the relevance
of early experiences in the formation of political attitudes,
and mostly focused on historical events which transformed
industrialized societies, identifying systematic differences
in intergenerational values between pre-war and post-
war cohorts (Inglehart, 1997; Inglehart and Welzel, 2005).
However, the study of early political socialization in Third
Wave nations and its impact on the political attitudes and
behaviors of individuals born and raised under these new
democratic regimes has been practically ignored (among
the very few exceptions are Catterberg and Zuasnabar,
2010; Tessler, 2004, and Niemi, E. Catterberg et al., 1996).

1
Gabriela Catterberg es Ph.D por la Universidad de Michigan (Ann Arbor)
y profesora en la Universidad de Buenos Aires.
Email: gcatterberg@gmail.com
52 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

I argue that the Third Wave (3W) of democratization was


a transformative experience that had a lasting impact on
people’s political culture. Moreover, I argue that this impact
did not necessarily imply stronger pro-democratic orienta-
tions nor did it help consolidate a “3W Generation”, since
post-honeymoon effects constrained the development of
pro-democratic orientations after regime change. To test
these claims, I identify intergenerational differences among
the 3W cohort and two older age groups after regime change
in three critical dimensions of a democratic political culture:
trust, tolerance and participation. I include established
democracies as the control group, and compare trends in
younger and established democracies among the same
age groups. I use World Values Surveys (WVS) data from
1990 −the year that most 3W democracies experienced
regime change− and 2005-2007 −the last wave that was
available−. Finally, I test the generation effects hypothesis
with regression analyses.

Intergenerational Value Change and Transitions to


Democracy:
Toward the Consolidation of a
Third Wave Generation?

Over two decades after the Third Wave (3W) of de-


mocratization expanded democracy into new countries
throughout Latin America, Central and Eastern Europe and
South Asia, it is still unclear to what extent inter-generational
value change has taken place, and how democratic the
orientations of the younger generations are in comparison
to those of their elders. Has a new political generation, the
“Third Wave Generation”, emerged across new democracies?
I believe this is a crucial component in understanding the
survival and consolidation of democracy.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 353

The American literature has extensively studied the


dynamics of early political socialization and their impact
in intergenerational value differences since the early 1950s
(Mannheim, 1952; Jennings and Stoker, 2004; Schuman,
2011). A key finding is that the emergence of new political
generations requires salient historical events that strongly
affect socialization in early political life, such as the Big
Wars, the Cold War and the Vietnam War. The comparative
literature has also emphasized the relevance of early experi-
ences in the formation of political attitudes, and has mostly
focused on historical events that transformed industrialized
societies during the pre- and post-war period, identify-
ing systematic differences in the intergenerational values
of pre- and post-war cohorts (Inglehart, 1977; Inglehart,
1997). However, the study of early political socialization in
Third Wave nations and its impact on the political attitudes
and behavior of individuals born and raised under new
democratic regimes has been mostly ignored. Among the
very few exceptions are Catterberg and Zuasnabar (2010);
Tessler (2004), and Niemi, E. Catterberg et al. (1996).
Generational replacement presupposes the forma-
tive years hypothesis, a period of openness during which
political orientations are formed (Schuman, 2011). It as-
sumes the presence of life cycle effects as people ages
in the formation and dynamics of political attitudes and
behavior, and identifies attitudinal fluctuation (or instabil-
ity) mostly during late adolescence and early adulthood.
Once formed, they tend to persist throughout people’s lives
(Jennings, 2004). Crucial to the formative years hypothesis
is what Mannheim (1928) over half a century ago referred
to as the stratification of experience. Although older and
younger cohorts may experience the same new event, they
do so differently because first experiences are not the same
as those superimposed upon other earlier impressions.
A fundamental implication is that “adult socio-political
54 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

dispositions are strongly rooted in pre-adult experiences”


(Inglehart, 1997: 41).
In addition, the formative years hypothesis is a crucial
pillar to understanding the process of constructing gen-
erational memory, and identifying its potential impact on
future attitudes and actions. A generation is formed when
unique events affect people of the same birth cohort at an
early stage, shaping them in distinctive ways. As Schuman
(2011: 3), puts it, “Belonging to a generation endows each
of us with a place in the historical process, and this, in turn,
limits us to a particular range of experiences, thoughts
and actions”.
What main factors shape pre-adult political experi-
ences? Parental transmission has been traditionally con-
sidered the most influential variable in an individual’s early
political socialization. Since the publication of American
Voter (1960), the values and predispositions of parents has
been shown to significantly impact political identification.
However, most recent studies indicate that, although influ-
ential, it is not necessarily the prevailing factor in the de-
velopment of critical socio-political orientations. Jennings
conducted panel data research arriving at different conclu-
sions, depending on which specific political orientation
was analyzed. Regarding party identification, vote choice,
and interest in politics, Jennings et al. (2009: 795) argue that
“parents can have an enormous degree of influence on the
political learning that takes place in pre-adulthood”. Yet, in
relation to social trust and civil engagement, Jennings and
Stoker (2004: 355-356) conclude that their impact is much
lower than expected traditionally. “Parents do appear to
play a role in shaping the extent to which their children
enter adulthood with trusting or distrusting dispositions,
and in the extent to which they get involved in voluntary
associations, both in high school and subsequently. Still,
the magnitude of these family linkages are modest at best”.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 355

As stated above, in both American and comparative


literature, robust studies show that historic or period effects
during late adolescence and early adulthood may have a
significant impact on the formation of an individual’s most
rooted beliefs. Important political events define what is
salient and significant for young people as they first face
the larger political world. Such events, however, are usu-
ally less important for adults, who tend to assimilate new
experiences into an attitudinal framework that is already
well developed, and have lived their formative years un-
der different historical circumstances. This socialization
process produces distinct cohorts or political generations
which attitudinally and behaviorally respond in a similar
fashion to new political events. In other words, when a new
political generation does emerge, shared attitudes should
be identifiable among the age cohort that experienced the
same events in formative years.
American literature identifies three main political gen-
erations during the XX century (Jennings and Stoker, 2004).
The pre-war generation spent at least part of their pre-adult
years during the Depression with nearly three fifths of the
males serving in WWII; during adulthood, it experienced
the post-war boom and the beginning of the cold war as
adults. This generation is usually characterized as the “civic
generation” because of its strong civic commitment. The
post-war generation, or “baby boomers”, spent their early
years during the domestic tranquility and prosperity of
the 50s. However critical events such as the Civil Rights
Movement, the Vietnam War and Watergate shaped their
pre-adult period, and they became the “protest generation”.
For Americans coming of age in the 1980s and 1990s, unlike
for previous generations “history possesses little by way of
defining historical moments” that could define a specific
political identity.
56 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

The comparative literature shows a post-materialist


shift between pre- and post-war cohorts in established
democracies (Inglehart, 1997; Inglehart and Welzel, 2005).
The high levels of prosperity and existential security dur-
ing individuals’ formative years were conducive to the
emergence of the pro-democratic values that characterize
post-war cohorts. Rising levels of economic and physical
security led to increasingly higher levels of tolerance, trust,
and mass participation among younger generations.
However, research on democratization has paid little
attention to the effects of early socialization on the possible
emergence of a “Third Wave Generation”. Is the youngest
generation in younger democracies growing up with ori-
entations different from those of their elders? Are these
orientations supportive of democracy? Prior research has
shown mixed trends.
On the one hand, research on the trajectories of politi-
cal orientations in new democracies after regime change
over time uncovers a worrisome trend that calls into ques-
tion both the impact of the 3W political socialization on
people’s democratic orientations and the emergence of
new generations. On average, political participation and
trust in new democracies declined in the years following
regime change, while tolerance toward élite corruption
and detachment with the law increased (Catterberg and
Moreno, 2006; Catterberg & Zuasnabar, 2010; Uslaner, 2004).
There are elements peculiar to the dynamics of demo-
cratic transitions that usually affect people’s expectations
about the effectiveness of new administrations, ultimately
leading to skepticism. During the 3W, the original belief
among the publics −often reinforced by élite discourse− that
democracy not only provides civil liberties but also improves
economic well-being was a crucial factor in motivating
these high expectations. If the economy subsequently per-
formed poorly, disillusionment with democracy was likely.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 357

Moreover, the experience of living under an authoritarian


regime engendered unrealistic expectations about democ-
racy and democratic politics. An increasing discrepancy
between expectations and reality led to democratic disil-
lusionment, especially when some new regimes seemed
incompetent. In the aftermath of the transition, a “post-
honeymoon effect” took place in most 3W democracies, as
the immediate need for participation receded, the euphoria
of democratization wore off, and political trust eroded −
particularly in cases where democratization brought severe
disillusionment (Inglehart and Catterberg 2002).
Moreover, over two decades ago, authors such as Niemi
et al. (1995) and E. Catterberg (1991) argued that, in contrast
to the “natural socialization hypothesis” usually presumed
in established democracies, the inter-generational transmis-
sion of democratic values in 3W nations is uncertain: “In
newer democracies, automatic transmission of democratic
values from one generation to the next cannot be taken
for granted …Older generations are themselves untutored
about democratic processes, and they may fail to embrace
democratic values or waiver in their own commitment
to them” (Niemi et al., p. 465). In the Southern Cone of
Latin America, an absence of democratic values among
the adult population was identified from the early stages
of democratization. Based on surveys conducted during
the military regime and after the transition to constitu-
tional government, E. Catterberg noted, “during the first
five years of the constitutional government [responses
on] many libertarian dimensions moved backward” (1991:
107-108). Not surprisingly, the emergence of a political
generation is an infrequent phenomenon. In addition, for
some transformative events, the main distinction might be
between those who were deeply affected at any point in the
life course and those born in subsequent years who had no
58 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

direct experience at all (Schuman, 2011). As Tessler (2004:


188) concludes, “political generations are relatively rare”.
On the other hand, some factors suggest that people
may have adopted more democratic orientations, at least
in some dimensions, and especially among younger age
groups. The 3W of democratization, contrary to many po-
litical events that are not highly salient −or even if they are
salient, erode rapidly− dramatically transformed people’s
everyday lives. And although these transformations did not
follow a relatively linear and stable process, they tended
to have a lasting impact on the economic and political
organizations of most societies. Despite differences across
countries, an almost universal fact about the 3W is that
it brought more openness in both formal and informal
institutional settings, greater freedom of expression and
assembly as well as new exposure to independent me-
dia (see, for instance, Freedom House civil liberties and
political rights indices). As Huntington pointed out in a
1997 article, “A quarter-century ago, authoritarian govern-
ments −communist politburos, military juntas, or personal
dictatorships− were the rule. Today, hundreds of millions
of people who previously suffered under tyrants live in
freedom” (p. 3).
In this context, I argue that the 3W was a transformative
experience that had a lasting impact on people’s political
attitudes and behaviors. Moreover, I argue that this impact
did not necessarily imply stronger pro-democratic orienta-
tions nor the consolidation of a “Third Wave Generation”
since opposite effects influenced their trajectories after regime
change. On one hand, socialization processes during a
transition towards democracy are expected to promote the
development of political attitudes and behaviors that are
more democratic and pluralist, especially among those born
and raised in the new institutional settings. On the other
hand, post-honeymoon effects are expected to constrain
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 359

this development by increasing political disillusionment


and dissatisfaction. In addition, the development of genera-
tional replacement may also have brought about the weak
intergenerational transmission of democratic values and the
likely impact of direct experience with the dramatic politi-
cal transformations across different age groups. Therefore,
I expect some key pro-democratic orientations to become
strengthened as the result of social interaction within the
new openness and freedom, while others may weaken as
the result of increasing disillusionment toward the new re-
gimes and fragile parental diffusion. In particular, I focus on
three critical dimensions of a democratic political culture:
trust, tolerance and participation. Finally, I expect that the
same age groups in established democracies −where the
critical distinction among political generations is between
pre- and post-war cohorts− experienced more stability (or
lower attitudinal change rates) during 3W years.
To analyze these expectations, I studied the trajectories
of political trust, political participation and tolerance toward
diversity after regime change in both 3W democracies and
established democracies. I tested the “generation effects
hypothesis” with regression analysis. I used World Values
Surveys (WVS) data to explore these issues from 1990 −
the year that most 3W democracies experienced regime
change− and 2005-2007− its last wave available.2 More
than 25 years after Raúl Alfonsín took office in Argentina,
the temporal simultaneity between 3W democratization

2
The WVS has been conducted in about 80 societies in different waves
of interviews between 1981 and 2005, including new and established
democracies, as well as non-democratic countries. The first wave took
place in 1981-83, followed by a second in 1990, a third in 1995-96, and
a fourth in 2000-01. A fifth wave was conducted in 2005-07. The next
wave will be complete by the end of 2012. In 1990, the WVS expanded
from 21 to 45 nations, incorporating almost 20 countries undergoing
transitional processes.
60 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

and the implementation of the WVS project allowed us


to study the impact of political socialization in recently
democratized contexts over time. This simultaneity was
not merely coincidental; rather, it evidenced at the time
the new openness experienced by more than 30 nations
across the globe.

Trust, Tolerance, Participation and Democracy

Political trust, political tolerance and political partici-


pation are intrinsically linked to democracy.
Political trust refers to citizens’ confidence in political
institutions. Trust is especially important for democratic
governments since they cannot rely on coercion to the
same extent as other regimes. During periods of economic
turmoil, for instance, democratic stability requires citizens
to have sufficient trust in economic and political institu-
tions to accept temporary economic hardship in return
for the promise of better economic conditions at some
uncertain future time.
Successful democracies are driven by high levels of
trust in other people as well as in government. In a well-
ordered society “everyone accepts and knows that the
others accept the same principles of justice, and the basic
social institutions satisfy and are known to satisfy these
principles” (Rawls, 1971: 454, in Uslaner, 2004: 2).
Tolerance is a critical value to socialize and internalize
for democratic functioning and survival. As Sartori argues
(2001), pluralism −the “genetic code of an open society”−
presupposes and requires high doses of tolerance. While
pluralism asserts that diversity and dissent are values that
improve the individual and also his or her political city,
those who tolerate concede that others have the right to
their “wrong beliefs”. In new democracies, an underlying
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 361

culture of tolerance is crucial to developing the legitimacy


that enables political institutions to weather difficult times
(Inglehart, 2003: 54). In particular, “tolerance or intoler-
ance of homosexuals, although it does not overtly refer to
support for democracy, provides a substantially stronger
predictor of the degree to which democratic institutions
exist than does any question that explicitly asks how one
feels about democracy”.
Finally, political participation points to activity that has
the intent of affecting or influencing government action.
Political participation impacts governmental decisions
either directly by affecting the making or implementation
of public policy, or indirectly by influencing the selec-
tion of people who will make those policies (Verba et al.,
1995). In a democracy, citizens channel their demands
and expectations through political participation. Very low
political participation due to disillusionment and discontent
(rather than exceptionally widespread political satisfaction)
weakens critical pillars of communication between the citi-
zenry and the political élite. In particular, when a feeling of
hopelessness with respect to the political system dominates,
inactivity is more likely than action to take place. On the
other hand, if an implicit trust in democratic mechanisms
to canalize people’s demands prevails, the likelihood of
participation increases substantially (Catterberg, 2003).

Methodological considerations

I define the 3W cohort (C3) as respondents born after


1965 in the WVS data set, in other words, people who were
25 years old or younger in 1990, the year of regime change.
For analytical purposes, I distinguish those born between
1965 and 1974 from those born between 1975 and 1990, and
focus the analysis on the former. Since the latter were too
62 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

young to be included in the 1990 surveys, this distinction


prevents us from comparing non-equivalent populations
over time.
In addition to the 3W cohort, and in order to effec-
tively identify intergenerational value change from overall
attitudinal shifts, I also include two older cohorts in this
study: respondents born between 1945-1964 (who were 26
to 45 years old in 1990, C2) and those between 1925-1944
(who were between 46 and 65 years old in 1990, C1). The
1901-1924 cohort is not included because given the small
number of cases, the results are not statistically significant.
The WVS dataset contains much more data than that
utilized in this paper, but the data and questions available
for the same countries in both 1990 and 2005 reduced the
number of countries I could analyze to twenty-four: thirteen
young democracies and eleven established democracies.
The younger democracies are Argentina, Brazil, Bulgaria,
Chile, East Germany, Mexico, Peru, Poland, Romania,
Russia, South Korea, Slovenia and Turkey. Older democra-
cies are Britain, Finland, France, Italy, Japan, Netherlands,
Spain, Sweden, Switzerland, USA, and West Germany. Each
national representative sample includes about 1,200 face-
to-face interviews, though sample sizes vary from country
to country. Most surveys were conducted in populations
over eighteen, although in some surveys the age range
started at fifteen.3
To estimate political trust, I use a measure of “confi-
dence in parliament”. Other political institutions inquired
about in the same battery were not available for all countries

3
The year of regime change corresponds to the year of fieldwork in young
democracies, with the exception of Argentina, where regime change took
place before most 3W democracies, in December 1983. In the case of
Peru, data for 1990 is not available, and in the cases of Brazil, Poland and
Sweden the data sets for 1990 have limited variables. In these countries,
I used 1995 data.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 363

in the two waves included in this study. To measure politi-


cal participation, I constructed an index that indicates the
percentage of the publics that responded having engaged in
at least one of the following three forms of élite-challenging
activities: signing a petition, attending a lawful demon-
stration or joining a boycott. This participation index is a
dichotomy variable: 1 indicates that the respondent par-
ticipated in at least one of these three political activities,
while 0 indicates that he or she did not participate in any of
these actions. To estimate tolerance toward diversity, I use
a battery of questions on predispositions toward different
minorities (“On this list are various groups of people, could
you please point out any that you would not like to have
as neighbors?”). Based on these questions, I constructed
a tolerance index that is the sum of opinions toward five
groups that are generally stigmatized: people of a different
race, immigrants or foreign workers, homosexuals, drug
addicts and people with AIDS. The tolerance index is an
ordinal additive measure on a scale from 0 to 5, in which 0
indicates high intolerance toward diversity, while 5 indicates
high tolerance toward diversity. In other words, the lower
limit of the Index refers to respondents explicitly mention-
ing that “they would not like to have as neighbors” anyone
belonging to any of the five minorities, while the upper limit
refers to respondents who do not point out any group as
undesirable potential neighbors. Intermediate values show
ambivalent orientations toward the acceptance of minori-
ties as likely residents of their communities.

Age Group Changes over Time in Trust,


Participation and Tolerance

By identifying critical variations between the year of


regime change (1990) and the latest WVS wave available
64 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

(2005-2007) in both younger and established democra-


cies, this section analyzes the extent to which generational
change took place among younger and older age groups in
their orientations toward trust, tolerance and participation
during the 3W of democratization. I focus on the rate of
change of each variable in all cohorts between 1990 and
2005-2007 to identify systematic age group differences over
time. Overall, variations in trust, participation and toler-
ance adopted very distinct trajectories in 3W democracies,
when compared with established ones.
Trust in parliament experienced a decrease in 3W
countries, affecting all three age groups: among the younger
cohorts (those born between 1945-1964 and 1965-1974) it
dropped almost 40%, among the eldest it fell even further,
by 45%. In twelve countries, and across all age groups,
there was a decrease in the percentage of people express-
ing confidence in parliament. Political trust is intrinsically
unstable because is highly sensitive to governmental per-
formance and is especially affected by post-honeymoon
effects during democratization (Catterberg and Moreno,
2006). As the next section suggests, this higher sensitivity
to short term factors, such as poor economic performance,
constrained the generation of greater political trust despite
the dramatic political transformations of the 3W. More than
a decade later, a considerable, persistent decline took place.
There was also a decrease in established democracies but
it was significantly smaller (11%), mostly among the eldest
cohort. The 1945-1964 cohort remained constant, while
the variation in the youngest cohort was almost marginal.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 365

Table 1
Political Trust over Time
Trust in Parliament by Age Cohort in 1990 and 2005
% saying they trust "quite a lot" and "a great deal"
1925-1944 (C1) 1945-1964 (C2) 1965-1974 (C3)
1990 2005-2007 1990 2005-2007 1990 2005-2007
Established Democracies
Britain 47 34 41 31 34 36
Finland 41 52 29 57 30 54
France 43 30 44 25 46 33
Italy 32 32 28 31 32 35
Japan 36 31 24 21 19 11
Netherlands 50 58 52 53 57 50
Spain 40 55 37 52 30 48
Sweden 47 51 41 57 44 49
Switzerland na na na na na na
US 49 19 34 18 45 21
W.Germany 54 29 44 24 42 32
mean 44 39 37 37 38 37
3W Democracies
Argentina 19 15 14 12 15 11
Brazil 40 22 34 25 29 27
Bulgaria 50 21 44 24 49 13
Chile 62 29 67 25 58 26
E.Germany 46 15 37 15 32 17
Mexico 37 21 32 28 36 27
Peru 15 5 14 9 14 6
Poland 33 13 30 11 27 11
Romania 25 18 18 17 17 17
Russia 50 20 37 18 34 22
S.Korea 44 35 32 27 25 19
Slovenia 36 18 37 18 26 13
Turkey 65 68 53 59 51 56
mean 42 23 36 22 33 20
1995 wave used for Sweden, Brazil, Peru, and Poland
Source: World Values Surveys

The Political Participation Index shows the overall pat-


tern of change in participation from 1990 to 2005. In most
new democracies during the years after regime change,
there was a contraction of political action, a similar trend
to that of political trust. The percentage of respondents
who declared having signed a petition, joined a boycott or
attended a rally fell equally in all age groups (on average,
11%). Despite this overall decline, there were contrasting
trends at the country level. Three South American coun-
tries −Argentina, Brazil and Peru− experienced important
66 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

upward shifts, yet they were offset by larger negative varia-


tions in the other 3W nations.
As with political trust, the decrease in political par-
ticipation is associated with a post-honeymoon decline.
The struggle for democracy motivated the organization of
ordinary men and women into a variety of groups, which
collectively had the effect of “aiding the assaults on the
seats of power”. Post-transitional problems −especially the
combination of rising aspirations of economic well-being
and persisting inequality− led to declining participation
rates in most 3W countries, especially in the years im-
mediately after regime change (Inglehart and Catterberg,
2002). In established democracies on the other hand, an
increase took place, especially among the youngest co-
hort, who experienced a 20% variation. Despite a growing
body of literature which describes a decline in political
activism in post-industrial societies, the findings indicate
that the upward tendency of protest politics −predicted by
the post-material shift hypothesis− produced a sustained,
systematic increase in élite-challenging activities during
the 1990-2005 period.
In younger democracies, involvement in political par-
ticipation experienced a practically identical negative shift
across age groups, although it was higher among C2 and
C3. Therefore, life cycle effects were probably not a critical
factor in this decline. In established democracies, visible
increases occurred in both the eldest and the youngest
cohorts especially. In particular, C2 and C3 reached the
highest inter-age group variation of all three variables.
Therefore, formative years effects are evidently in play
since respondents who were in their late adolescence and
early adulthood underwent the most significant changes
between 1990 and 2005.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 367

Table 2
Participation over Time
Participation Index by Age Cohort in 1990 and 2005
% saying they participated in at least one elite-challenging activity
1925-1944 (C1) 1945-1964 (C2) 1965-1974 (C3)
1990 2005-2007 1990 2005-2007 1990 2005-2007
Established Democracies
Britain 67 72 75 71 75 68
Finland 15 38 28 54 23 65
France 53 68 60 71 46 72
Italy 41 48 54 57 52 64
Japan 53 46 54 49 29 35
Netherlands 44 37 62 49 45 52
Spain 21 27 39 39 41 44
Sweden 64 67 82 81 78 80
Switzerland na na na na na na
US 69 84 71 77 51 71
W.Germany 53 39 68 55 69 60
mean 48 53 59 60 51 61
3W Democracies
Argentina 19 22 20 35 18 38
Brazil 44 47 52 57 52 65
Bulgaria 16 10 30 19 34 16
Chile 28 23 33 23 34 23
E.Germany 70 41 83 55 82 59
Mexico 40 29 41 34 38 23
Peru 28 33 21 42 26 37
Poland 19 17 25 27 27 29
Romania
Russia 33 26 46 19 41 16
S.Korea 30 31 35 37 49 45
Slovenia 20 23 32 34 33 34
Turkey 11 10 16 13 14 15
mean 30 26 36 33 37 33
1995 wave used for Sweden, Brazil, Peru and Poland
Source: World Values Surveys

In sharp contrast with trust in parliament and political


participation, tolerance of diversity significantly increased in
younger democracies across all age groups. As the Tolerance
Index shows, this positive shift in respondents expressing
more acceptance toward people of different race, homosexu-
als, foreign workers, drug addicts or people with AIDS was
similar among the three cohorts: reaching an average of 24%.
All countries experienced increases within the eldest cohorts,
as well as within C1 and C2, except for Slovenia and Turkey.
Again, the acceptance levels were similar to those of most
established democracies in two Southern Cone countries,
Argentina and Brazil, and in many cases even higher.
68 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

This is a significant change, not only because it affected


all countries and age groups but also because the nature that
characterizes attitudes toward tolerance is usually stable. On
the other hand, in established democracies, there was little
overall change. The Tolerance Index remained practically
constant in most nations and across age groups, largely
because the rising tolerance of homosexuality was offset
by a rise in the rejection of foreign workers.
Changes in tolerance toward diversity were almost
marginal in both younger and established democracies.
Therefore, no life cycle effects appeared to be involved in
these variations either. Yet in both groups of nations, the
younger generations expressed more tolerance toward
others than did older generations, reaching a 14-point dif-
ference with the eldest cohort. This shift suggests that the
process of intergenerational change may tend to elevate
tolerance in the long run.
Table 3
Tolerance of Diversity over Time
Tolerance Index by Age Cohort in 1990 and 2005
% "tolerants"
1925-1944 (C1) 1945-1964 (C2) 1965-1974 (C3)
1990 2005-2007 1990 2005-2007 1990 2005-2007
Established Democracies
Britain 57 58 68 76 79 73
Finland 55 54 63 68 49 73
France 65 32 75 51 82 59
Italy 43 47 58 61 61 69
Japan na na na na na na
Netherlands 71 73 87 80 84 84
Spain 49 75 67 80 70 79
Sweden 82 84 88 96 94 93
Switzerland 97 78 98 84 98 89
US 55 51 60 68 53 69
W.Germany 53 64 67 78 74 73
mean 63 62 73 74 75 76
3W Democracies
Argentina 52 71 64 89 74 88
Brazil 69 66 71 74 77 79
Bulgaria 24 32 22 37 25 38
Chile 42 50 45 59 45 62
E.Germany 56 68 68 79 65 74
Mexico 21 55 34 57 31 67
Peru 38 44 38 47 42 53
Poland 22 26 32 41 43 46
Romania 17 32 23 34 33 42
Russia 14 19 18 22 21 23
S.Korea na na na na na na
Slovenia 41 35 38 56 35 71
Turkey 5 5 5 4 9 5
mean 33 42 38 50 42 54
1995 wave used for Sweden, Brazil, Peru, and Poland
Source: World Values Surveys
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 369

Finally, did 3W and established democracies converge


during 1990 and 2005? Or, on the contrary, were differences
accentuated? As previously mentioned, distinct trajectories
characterized both groups in most variables. In other words,
the findings identify a clear tendency toward divergence
fifteen years after regime change, when the gaps in “trust”
and “participation” between the two groups of countries
increased. Established democracies more than doubled
their levels of political trust and political participation of
3W democracies across all age groups, while the discrep-
ancies in tolerance were still significant but smaller. The
differences between the youngest cohorts in 2005 show
the magnitude of the divergence: trust in parliament was
37% versus 20%, and political participation was 61% versus
33%. Tolerance of diversity, despite its reduction, showed
a 20-point difference, 76% versus 56%.
Although trust in parliament fell in both established
and younger democracies, it displayed significantly differ-
ent shifts, increasing the distance between 12 to 14 points
across age cohorts. Political participation followed a similar
pattern to that of trust in parliament, reaching a 28-point
difference. Yet because there were strong variations in
levels of participation among 3W nations, these differ-
ences were visibly lower in South American countries. On
the other hand, differences in tolerance decreased in all
age groups from 8 to 10 points. In some new democracies
younger generations still show very low levels of tolerance,
especially in Turkey, where less than 5% expressed high
levels of tolerance.

A “Generation Effects” Model

To test for generational effects, I estimated multivari-


ate regressions of political trust, political participation and
70 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

tolerance toward diversity in the thirteen 3W democracies


included in this study. More specifically, the regressions
allowed me to identify if there were distinguishable and
durable age group effects on political attitudes fifteen years
after democratization took place. I used the 1990-1991 and
2005-2007 waves of the World Values Surveys. As mentioned
above, the former coincides with regime change in most
countries, while the latter is the most recent WVS data
available. As I claim in the introduction, increasing disil-
lusionment with poor economic performance and weak
generational replacement are expected to erode political
trust and political participation. On the other hand, in-
tergenerational value change is expected to be associated
with higher levels of tolerance.
To measure the dependant variables, I used the same
indicators analyzed in the previous section: confidence
in parliament, the political participation index and the
tolerance index. To measure generational effects, I used
the same age cohort variable, which distinguishes those
born between 1965 and 1974 (the 3W cohort, C3), from
those born between 1945 and 1965 (C2) and between 1925
and 1944 (C1). To capture the full effect of age cohort, I
introduced an interaction variable (“cohort*year”) that
measures changes on the impact of “cohort” over time.
In other words, this interaction tells us if belonging to a
specific age group produced differentiated effects on trust,
participation or tolerance in 1990 and 2005. Given that no
direct question on economic performance is asked in the
World Values Survey, in order to estimate this dimension,
I used satisfaction with one’s economic well being: How
satisfied are you with the financial situation of your house-
hold?. For socio-demographical variables, I only included
gender, given that education was not inquired about in
many countries in the 1990 wave and income correlates
with the self-income report. I also included a variable that
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 371

identifies the different countries and a dummy variable


for time to control for autocorrelation among a nation’s
different surveys.
Since the dependent variables are dummy and ordi-
nal indices, I used probit (for participation) and ordered
probit estimations (for trust and tolerance). To control for
fluctuations on the variance across samples, I incorporated
robust standard errors. I also weighed the estimations by
population size for pooled analyses. An overview of the
results of the multivariate analyses is shown in Table 4.

Table 4
Generation Effects Model in Thirteen 3W Democracies
Cohort Influence on Trust, Participation and Tolerance

Trust in Parliament Political Participation Index Tolerance of Diversity Index

cohort .- .0975 * 0.0723 * 0.0929 *


(.0132) (.0137) (.01034)
cohort*year .0684 * -0.0269 * 0.0354 *
(.0194) (.0061) (.0047)
financial satisfaction 0.0467 * 0.0476 * 0.0245 *
(.0029) (.0038) (.0029)
gender 0.0569 *
(.0145)
year .-.5570 *
(.0600)
country .0210 * -0.0332 * .0576 *
(.0018) (.0019)
X2 977.26 * 433.2 1264.92 *
N 25,157 22,073 26,044

*p<.001
Note : Regressions produced probit and ordinal probit estimations, with robust standard errors. Estimations were weighted
in order to produce a N of 1,200 for each survey.
Nations included: Argentina, Brazil, Bulgaria, Chile, East Germany, Mexico, Peru, Poland, Turkey
Romania, Russia, South Korea, Slovenia and Turkey.
Source: 1990 and 2005 World Values Survey

“Trust in Parliament” is negatively impacted by “co-


hort”: the younger the age group, the lower the propensity
to trust. The interaction variable also affects “trust”, this
means that the effect of cohort on confidence in parliament
72 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

changed between 1990 and 2005. Yet, its negative coefficient


implies a significant reduction on the full impact of cohort.
When the two coefficients are added, their effect is almost
marginal (-0.03). In terms of probabilities, the propensity to
trust among respondents who said they trusted parliament
“quite a bit” decreased from 27% in C1 to 22% in C3. When
the full effect is considered, these probabilities are lower
than 10% in both age groups. In the year of regime change,
the 1965-1974 cohort expressed a smaller propensity to trust
than their elders, yet in 2005, the impact of being raised
during democratization was visibly weakened. As described
in the previous section, respondents aged 46 to 65 in the
year of regime change experienced even a stronger decline
than younger cohorts in their level of confidence −all three
age groups showed remarkably low levels of trust in 2005−.
In contrast, “financial satisfaction” raises the propensity
to trust. Respondents who are more satisfied with their
household income tend to trust parliament more: among
unsatisfied respondents the probability of trusting parlia-
ment “quite a bit” is 22%; this figure rises to 31% among
the financially satisfied.
Unlike trust in parliament, “Political Participation” is
positively impacted by “cohort”: the younger age groups
tend to participate more than the older ones. The term of
interaction is also significant and presents an opposite ef-
fect. Consequently, as in the case of trust, it visibly reduces
the full impact of cohort (0.045) on the propensity to be
involved in at least one political activity. The probabilities of
C1 and C3, among those who participated, increased from
20 to 25%. The total effect is also lower than 10% for both
age groups. Put differently, in the year of regime change,
C3’s propensity to participate was greater than that of the
older cohort, but this difference was weakened 15 years
later. As shown above, all cohorts decreased their level of
participation, although to a lesser degree than they did in
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 373

“trust”. As expected, financially satisfied respondents tend


to participate more. The associated probabilities among
those who participate are practically the same as than its
effect on trust −20% and 32% among unsatisfied and satis-
fied respondents respectively−.
Unlike “trust” and “participation”, “tolerance” is posi-
tively impacted both by “cohort” and the term of interac-
tion. This implies, firstly, that the younger the age group to
which an individual belongs, the more likely that he or she
will express high tolerance toward diversity. Secondly, it
means that the full effect of cohort (0,128) was not dimin-
ished over time, on the contrary, it was reinforced fifteen
years after regime change. The propensity to participate
among tolerants increases from 36 to 44% when the cohort
changes from C1 to C3. These probabilities tell us that age
cohort affects a respondent’s propensity to trust. As previ-
ously mentioned, all cohorts experienced a positive shift
in their level of tolerance, although the difference between
age groups increased in 2005, reaching a difference of
almost 15 points between the younger and older cohorts.
Financial satisfaction also increases tolerance, and shows
probabilities very similar to the cohort’s probabilities (38%
and 46%).

Discussion

This paper raises two central questions: whether a new


political generation −a “Third Wave Generation”− emerged
across young democracies, and whether people born and
raised after regime change were more democratic than their
elders. I focused on three critical dimensions of a demo-
cratic political culture: trust, tolerance and participation.
I examined age group changes over time in these di-
mensions, operationalized by trust in parliament, a political
74 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

participation index and a tolerance toward diversity index,


in new and established democracies. I expected “3W ef-
fects” if variations were clearly stronger in countries that
underwent democratization; while a more stable path was
expected in countries which had had decades of continu-
ous years of democracy by 1990. The data supported these
expectations. Between regime change and 2005-2007, the
publics of younger democracies experienced significant
variations in their dispositions toward the three dimensions,
especially in people’s levels of political participation and
tolerance. Conversely, the publics of established democra-
cies remained relatively stable, with the exception of their
involvement in political activities, which experienced a
visible shift.
There were also different trends in the direction of
change both between the two groups of countries and within
each of them. In younger democracies, trust in parliament
and participation experienced important declines; trust in
others also decreased, but on a smaller scale. Tolerance,
however, experienced a significant positive shift. In contrast,
in established democracies, trust in others and tolerance
remained practically constant; political trust showed a
slight decrease but participation increased substantially,
especially among the youngest population. This increase in
political involvement supports Inglehart and Catterberg’s
(2002) conclusion of over a decade ago: “Simply put, the
claims that the publics of established democracies are
becoming disengaged from civic life and apathetic are
mistaken”.
The variations experienced by younger regimes suggest
that 3W effects did in fact influence the development of
political attitudes during democratic transitions. However,
socialization under new democratic settings did not pro-
duce higher levels of political trust and political partici-
pation on average; showing worryingly low levels fifteen
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 375

years after regime change. Political erosion increased, as


post-honeymoon effects linked to increasing disillusion-
ment with economic performance set in throughout most
newly democratized countries in Latin America, and Eastern
and Central Europe. Weak intergenerational transmission
of democratic values and the impact of direct experience
with the striking transformations of regime change across
all age groups might have constrained the surge of a new
generation of democrats.
Nonetheless, the significant increase in tolerance does
bring some hopeful signs for democratic consolidation.
During the years since 1990, tolerance rose substantially
in new democracies but only very slightly in established
democracies. This finding suggests that democratization
did in fact bring a more open society to certain extent,
conducive to rising tolerance of diversity. As the genera-
tion effect models show, trust in parliament and political
participation are explained by an individual’s financial sat-
isfaction, as proxy to economic performance, while cohort
effects significantly diminish over time. On the other hand,
tolerance is clearly affected by both economic satisfaction
as well as generational effects. The probabilities obtained
in the study tell us that, fifteen years after regime change,
age cohort affects people’s propensity to tolerate. In other
words, inter-generational value change did in fact take
place in this dimension. Recent studies indicate that this
upward shift in tolerance after regime change may be part of
a broader trend of support for values of self-expression and
individual freedom, especially among younger generations
in newer regimes (Siemienska, Basañez and Moreno, 2010).
Overall, the findings show that the 3W of democratiza-
tion was a transformative event that had a lasting impact
on people’s political attitudes and actions, although not
necessarily in a pro-democratic direction, increasing the
divergence between older and younger regimes in critical
76 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

dimensions of their political culture. Moreover, there is not


enough evidence, despite some age differences that did take
place, to indicate the consolidation of a 3W Generation.
Yet it is clear that the publics of new democracies have
gradually become more tolerant, especially among younger
cohorts, converging with the publics of established democ-
racies in this respect. This is ultimately good news for 3W
democracies.

References

Campbell, Angus, Philip E. Converse, Warren Miller and


Donald Stokes (1960), The American
Voter, New York, Wiley.
Catterberg, Edgardo (1991), Argentina Confronts Politics:
Political Culture and Public Opinion
in the Argentine Transition to Democracy, Boulder, Lynne
Rienner.
Catterberg, Gabriela (2003), “Evaluations, Referents of
Support, and Political Action in New
Democracies”, International Journal of Comparative
Sociology 44 (3), pp. 173-198, June.
Catterberg, Gabriela and Alejandro Moreno (2006), “The
Individual Bases of Political Trust: Trends
in New and Established Democracies”, with Alejandro
Moreno, International Journal of Public Opinion
Research, 18 (1), pp. 31-48.
Catterberg, Gabriela and Ignacio Zuasnabar (2010), “Youth,
Values and Democracy: Exploring
Tolerance toward Diversity among Third Wave Generations”,
with Ignacio Zuasnabar, in Ronald Inglehart et al.,
Changing Human Beliefs and Values, 1981-2007, México
DF, Siglo XXI.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 377

Huntington, Samuel (1997), “After Twenty Years: The Future


of the Third Wave”, Journal of
Democracy 8 (4), pp. 3-12, October.
Inglehart, Ronald (2003), “How Solid is Cross Support for
Democracy-and How Much Can We
Measure It?”, Political Science and Politics 36, pp. 51-57,
January.
Inglehart, Ronald (1997), Modernization and Post-
Modernization, Princeton: Princeton
University Press.
Inglehart, Ronald and Gabriela Catterberg (2002), “Cultural
Change and the Rise of Participatory
Publics”, International Journal of Comparative Sociology
44(1), pp. 300-316, March, 2003.
Inglehart, Ronald and Christian Welzel (2005),
Modernization, Cultural Change and Democracy,
New York, Cambridge University Press.
Jennings, M. Kent and Laura Stoker (2004), “Social Trust
and Civic Engagement across Time and
Generations”, Acta Politica 39, pp. 342-379.
Jennings, M. Kent, Laura Stoker and Jake Bowers (2009),
“Politics across Generations: Familiy
Transmission Reexamined”, Journal of Politics 71 (3), pp.
782-799.
Mannheim, Karl [1928] (1952), “The Problem of Generations”,
in Essays on the Sociology of
Knowledge, Paul Kecskemeti (ed.), pp. 276-320, London,
Routledge and Kegan Paul.
Niemi, Richard, Edgardo Catterberg, Frank Bell, and Roxana
Morduchowicz (1996), “Teaching
Political Information and Democratic Values in a New
Democracy: An Argentine Experiment”, Comparative
Politics, pp. 465-476, July.
Niemi, Richard and Mary Hepburn (1995), “The Rebirth of
Political Socialization”, Perspectives
78 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

on Political Science 24, p. 1.


Rawls, John (1971), A Theory of Justice, Cambridge,
Cambridge University Press.
Sartori, Giovanni (2001), La Sociedad Multiétnica.
Pluralismo, Multiculturalismo, y
Extranjeros, Madrid, Taurus.
Siemienska, Renata, Miguel Basanez and Alejandro Moreno
(2010), “Generational Differences in
Support for Democracy and Free Market Economics:
Evidence from New and Established Democracies”
in Ronald Inglehart et al., Changing Human Beliefs
and Values, 1981-2007, México DF, Siglo XXI.
Schuman, Howard and Amy Corning (2012), “Generational
Memory and the Critical Period:
Evidence for National and World Events”, Public Opinion
Quarterly, Spring, 76 (1), pp. 1-31.
Tessler, Mark, Carrie Konold and Megan Reif (2004),
“Political Generations in Developing
Countries. Evidence and Insights from Alegeria”, Public
Opinion Quarterly, 68 (2), pp. 184-216.
Uslaner, Eric (2004), “Coping and Social Capital: The
Informal Sector and the Democratic
Transition”, paper prepared for the “Unlocking Human
Potential: Linking the Formal and Informal Sectors
Conference”, Helsinki, Finland, September 17-18.
Verba, Sidney, Kay Lehman Schlozman, and Henry E.
Brady (1995), Voice and Equality, Cambridge, Harvard
University Press.
Respuestas a los cambios climáticos:
¿Una cuestión de innovación tecnológica o
de cambio en el comportamiento individual?

Fabián Echegaray1
Michele Hartmann Feyh Afonso2

Resumen

El problema de los cambios climáticos ha ocupado


un espacio creciente entre las preocupaciones de las di-
ferentes sociedades, al mismo tiempo que se observa un
bajo o nulo compromiso individual en acciones capaces
de minimizar el problema. Esta paradoja ha sido inter-
pretada, en gran medida, como un reflejo del desacuerdo
existente sobre cómo reaccionar mejor ante el proble-
ma. El presente artículo tiene como objetivo identificar
la percepción de la opinión pública internacional frente
a las principales alternativas de respuesta a los cambios
climáticos: innovación tecnológica versus cambios en el
estilo de vida individual; y los determinantes por detrás
de esa posición. La investigación utiliza datos en panel
para 15 países, obtenidos en tres unidades de tiempo a lo
largo del período 2007-2011, reuniendo datos primarios de
surveys de opinión pública y de indicadores secundarios

1
Fabián Echegaray es PhD en Ciencia Política por la Universidad de
Connecticut (Estados Unidos). Actualmente es director general de
Market Analysis, una consultora de investigación de opinión pública
en Brasil. Email: fabian@marketanalysis.com.br
2
Michele H. F. Afonso es licenciada en estadística, está cursando la
Maestría en Ingeniería de Producción en la Universidad Federal de
Santa Catarina y es investigadora de Market Analysis.
Email: michele@marketanalysis.com.br
80 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

de desarrollo estructural, institucional y ambiental en un


modelo de efectos aleatorios. Los resultados muestran el
predominio de la elección de soluciones tecnológicas para
resolver el problema de los cambios climáticos, especial-
mente en los países emergentes. Sin embargo, la creencia
en la tecnología viene enfrentando una disminución en
los últimos años, cediendo espacio para la percepción de
que los cambios en el comportamiento individual son ne-
cesarios para hacer frente al problema. Las características
estructurales, institucionales y ambientales de las naciones
explican la percepción de la población sobre el tema, de
manera que las naciones que presentan condiciones am-
bientales menos favorables, mayor desarrollo humano y un
fuerte desarrollo institucional tienden a ver como menos
efectivas las soluciones tecnológicas para el problema de
los cambios climáticos, percibiendo como necesario que
se realicen cambios en los hábitos de vida.
Palabras clave: Cambios climáticos, Tecnología,
Comportamiento, Opinión pública.

Abstract

Climate change has been increasingly placed at the


center of society’s concerns, yet individual engagement
in mitigation behaviors has remained low. Scholars inter-
pret this paradox as resulting from the lack of consensus
about how best to cope with the problem. This study aims
to explore how international public opinion perceives the
main options for solving the climate change issue, tech-
nological innovations or lifestyle changes, and in what
way contextual forces help to understand the prevailing
choice among publics. Research is based on random-effects,
pooled time series data panel for 15 countries across 3 times
points between 2007 and 2011, compiling public opinion
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 381

survey data and macro-level data. Results indicate favor-


itism for a technology fix, especially among developing
societies. However, such option is gradually losing ground
and the belief in individual behavior changes is increasing.
Structural, institutional and environmental forces play a
role in shaping perceptions in such a way that less favor-
able environmental conditions coupled with higher human
and institutional development motivate lower reliance in
technological solutions.
Key-words: Climate change, Technology, Behavior,
Public opinion.

1. Introducción

Pocos temas han hegemonizado el debate público y


la agenda de políticas en los últimos años como el cambio
climático y el calentamiento global. Tanto en los medios
de comunicación como entre las prioridades del público
−y especialmente entre las preocupaciones− el tema ganó
un espacio que no tenía, más allá del nivel de desarrollo,
sufrimiento de presiones ambientales, crisis climatológicas,
o patrón cultural de las sociedades (Boykoff y Mansfield,
2008; Block, 2010).
De hecho, en países en desarrollo como Brasil el tema
septuplicó su espacio en los medios,3 al mismo tiempo que
los eventos climáticos extremos en distintos lugares del
planeta se han multiplicado en número y en intensidad.
Registros privados iniciados en el año 2004 indicaban la
ocurrencia de 640 eventos catastróficos, que dejaron como

3
Por ejemplo, según los archivos del principal diario de Brasil, Folha de
S. Paulo, el promedio de notas sobre este asunto saltó de 129 entre los
años 2000-2001 a 919 entre 2009-2010, con un crecimiento bastante
linear a lo largo de los años intermedios.
82 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

saldo 11.600 víctimas fatales y casi USD 108 mil millones


en pérdidas; en 2010, los eventos sumaron 960 y 67.800
víctimas fatales, por un total de USD 100 mil millones en
pérdidas.4 Asimismo, si en el año 2000 el desvío de tem-
peratura respecto del promedio del siglo 20 se limitó 0,40
grados Celsius, en 2010 llegaba a 0,63.5 Tanto catástrofes
como abruptos cambios en la temperatura colocan el tema
en el radar y en la realidad de las sociedades (y no sólo
de sus élites científicas o ambientales), facilitando tanto
la visibilidad del tema como la generación de actitudes y
opiniones sobre el asunto.
Como resultado, diversos estudios de opinión pública
de carácter comercial como académico han revelado, de
manera sistemática, que porciones significativas de las
sociedades consideran el asunto dentro de las priorida-
des de la agenda nacional y −en comparación con otros
temas− bastante grave o serio. En Europa, la mayoría de la
población considera los peligros de los cambios climáticos
un problema más serio que la crisis financiera, quedando
sólo apenas detrás de la pobreza.6 En el mismo sentido, una
amplia mayoría de los norteamericanos expresan haber sido
afectados personalmente por fenómenos meteorológicos
extremos en los últimos 12 meses, asociando estos hechos
directamente al calentamiento global.7 América Latina

4
Munich Re, NatCat service, 2011. Los datos de víctimas fatales y pérdidas
consideran sólo los resultantes de eventos climatológicos, hidrológicos
y meteorológicos y excluyen los vinculados a fenómenos geológicos
naturales como los volcanológicos, terremotos y tsunamis.
5
NOAA, National climatic data center, US Dept of Commerce, 2011.
6
Investigación Eurobarometer, realizada por TNS Opinion & Social. Datos
recolectados en junio de 2011 con 27.000 personas con más de 15 años
en 27 países. Disponible en: <http://ec.europa.eu/public_opinion/
archives/ebs/ebs_372_en.pdf>. Acceso en: 1 ago. 2012.
7
Investigación Extreme Weather, Climate & Preparedness in the American
Mind, realizada por Yale Project on Climate Change Communication y por
George Mason University Center for Climate Change Communication.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 383

presenta la tasa más alta de preocupación por el tema del


cambio climático en comparación con otros grupos de paí-
ses en una encuesta online; casi la totalidad de la población
de internautas de la región ha mostrado preocupación por
los problemas transcurridos (90%).8
El presente artículo busca identificar la tensión exis-
tente en la opinión pública sobre las formas de confrontar
este problema, esto es, enfocando en cambios personales
de los estilos de vida o privilegiando los cambios externos
resultantes de avances tecnológicos y, en segundo lugar,
identificar la influencia ejercida por las condiciones con-
textuales para explicar las diferentes percepciones entre
estas sociedades.

El cambio climático como problema


Si existe un consenso alrededor del cambio climático
entre públicos tan diferentes como periodistas, ejecutivos
de grandes corporaciones, científicos, entidades patronales,
políticos, militantes sociales y ensayistas, de diversos secto-
res, simpatías ideológicas y orígenes, es que se trata de un
peligro inminente, estremecedor y de potencial catastrófico.
El tono dramático, urgente y pesimista une segmentos de
todo tipo. “Este es un libro sobre pesadillas, catástrofes”
advierte el sociólogo Anthony Giddens en su reciente La
política del cambio climático (2010: 19). “El calentamiento
global debe ser visto como una amenaza económica y a
nuestra seguridad” denuncia el ex secretario general de la

Datos recolectados en marzo de 2012 con 1.008 norteamericanos con


18 años o más. Disponible en: <http://environment.yale.edu/climate/
files/Six-Americas-March-2012.pdf>. Acceso en: 1 ago. 2012.
8
Investigación Global Online Environmental Survey, realizada por Nielsen.
Datos recolectados en marzo y abril de 2011 con 25.000 consumidores
en 51 países. Disponible en: <http://www.nielsen.com/content/dam/
corporate/us/en/reports-downloads/2011-Reports/nieslen-sustaina-
bility-report.pdf>. Acceso en: 1 ago. 2012.
84 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

ONU, Kofi Annan. “El cambio climático constituye uno de


los mayores desafíos de nuestro tiempo”, pontifica la carta
abierta del Instituto Ethos de Brasil, think tank que refleja el
pensamiento empresarial de ese país sobre responsabilidad
corporativa.9 El líder social y ambientalista Lester Brown
alerta que el cambio climático significa menos comida y
más hambruna, al tiempo que su libro Plan B es subtitulado
“Movilización para salvar la civilización” (Brown, 2009).
Semejante marco semántico, vehiculado por los me-
dios masivos de comunicación, difícilmente pasa desa-
percibido para la opinión pública. Es de imaginarse que
el tema gane en visibilidad, intensidad de opiniones y
sentido de urgencia.
De hecho, ya el 83% de la población mundial ve como
algo grave la situación de los cambios climáticos,10 reflejo
de la enorme diseminación de información y alarde sobre
la cuestión conducidos en los principales medios de co-
municación y discusión.
De igual forma, en la medida en que estos diferentes
actores en función de sus valores e intereses encaran dife-
rentemente las alternativas válidas de acción, se afecta el
equilibrio entre dar preferencia a cambios en los estilos de
vida versus cambios traídos por la tecnología. Por ejemplo,
las empresas y algunos sectores de la comunidad científica
y del gobierno (como ministerios de economía, planifi-
cación, educación y tecnología) trabajan con la premisa
naturalizada de que el riesgo o desafío no sólo representa
una situación de presión, como también un escenario

9
“Carta Aberta ao Brasil sobre Mudanças Climáticas” firmada por 22
empresas durante el Seminario Brasil e as Mudanças Climáticas: Opor-
tunidades para uma Economia de Baixo Carbono, el 25 de agosto de
2009. El documento es una iniciativa del Instituto Ethos, Vale e Fórum
Amazônia Sustentável. El evento fue organizado por Valor Econômico
y Globonews, con apoyo del Instituto Ethos.
10
Estudio Radar desarrollado por la red GlobeScan en 2011 en 21 países.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 385

de oportunidades. Y buena parte de esas oportunidades


están vinculadas a la generación y oferta, por ejemplo, de
innovaciones en procedimientos y soluciones tecnológicas
(tales como generadores de energía limpia, equipos que
aumenten la eficiencia energética, métodos de construc-
ción civil verde, etc.), lo cual inclinaría la balanza a favor
de una preferencia por salidas vía tecnología (la promesa
de la “economía verde”) (UNEP, 2009; WBCSD, 2010). Por
otro lado, ONGs y entidades de la sociedad civil, otros
sectores del gobierno (como ministerios de salud y medio
ambiente) así como innumerables miembros de la comu-
nidad académica, cuestionan la eficacia de las respuestas
tecnológicas e interpretan que el principal arreglo efectivo
en el largo plazo pasa por modificar sustancialmente las
conductas personales y la aspiración a mantener niveles
de consumo insostenibles, induciendo a una preferencia
mayor por cambiar estilos de vida (Mont, 2012; Webb, 2012).
La tensión entre esas opciones específicas también se
nutre de debates relativos a cuán genuina es la predisposi-
ción de los principales afectados por el cambio climático
(los individuos) a hacerse cargo o no del problema, pues
esa elección implica un alineamiento con estrategias que
involucran al individuo de manera central. Hasta qué punto
las respuestas a la crisis ambiental deben venir de cambios
personales o de cambios externos impulsados por inno-
vaciones tecnológicas se constituye, así, en un indicador
clave de la intensidad de los compromisos personales con el
tema, el sentido de responsabilidad vigente y la percepción
de empoderamiento individual existente.

La tecnología como solución


Esa elección entre un camino a través de cambios
personales o de cambios externos también refleja parte
de las contradicciones naturales de la modernidad. En ese
86 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

sentido, la fe en la salida tecnológica es una derivación na-


tural del credo moderno que consagra el dominio racional
de las actividades y procesos (Beck, 1992; Beriain, 1995).
La tecnología es más que un instrumento, ella constituye
evidencia manifiesta del éxito de la racionalización de las
acciones y de la organización jerárquica y estructurante de
las respuestas a los problemas. Por otro lado, la creencia
en una mayor contribución resolutiva de los cambios de
estilo de vida también alberga un cuestionamiento tácito
a delegar a las grandes estructuras de decisión (gobierno,
empresas, comunidad científica) el monopolio de la acción
y de la credibilidad en su efectiva capacidad de implementar
procedimientos operacionales y técnicos, o de controlar
que las aplicaciones tecnológicas sigan los estándares de
seguridad y calidad prescriptos. Por último, dicha prefe-
rencia también reconoce dudas sobre las virtudes de la
tecnología y admite la dimensión del riesgo asociada a
dicha tecnología (Beck, 1992).
En la literatura, esa percepción de riesgo puede surgir
tanto del reconocimiento de limitaciones o impactos ino-
cuos de la tecnología al lidiar con determinados problemas,
como de sus efectos colaterales nocivos y sus consecuen-
cias peligrosas no esperadas. Así, admitir que los cambios
de estilo de vida y patrones de comportamiento personal
son formas más efectivas de combatir el cambio climático
que los cambios tecnológicos puede estar albergando un
abierto escepticismo respecto de estos últimos (Beck, 1992;
Beriain, 1995).
Por otro lado, la innovación tecnológica es tratada
como una parte importante del proceso de adaptación al
cambio climático (Hertin et al., 2002; Adger et al., 2009), o
incluso como parte central de ese desafío (Winkler, 2009).
Aunque el desarrollo tecnológico no sea suficiente para
hacer frente al problema como un todo, habiendo necesi-
dad de trabajar también temas sociales y culturales (Rajan,
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 387

2006), la falta de acceso a la tecnología se traduce en una


fuerte barrera en la búsqueda de la adaptación (Scheraga
y Grambsch, 1998).
En ese contexto surgen dos preguntas sobre las que
concentraremos nuestro análisis. Dada la centralidad del
cambio climático como problema de la agenda pública:
¿cuál es la alternativa preferida de solución entre la apuesta
por el cambio tecnológico y el cambio en los estilos de
vida? ¿Y cuáles factores están influenciando esa elección?
Concretamente, ¿qué peso tienen las variables de desarro-
llo socio-económico, de madurez institucional y de estrés
ambiental sobre la elección de una salida más tecnoló-
gica o más comportamental a la crisis climática actual?
El estudio de los factores de influencia de la inclinación
para una solución más tecnológica en detrimento de un
cambio de hábitos individuales en relación a los cambios
climáticos será investigado bajo tres hipótesis, las cuales
son descriptas a seguir.
H1: El grado de desarrollo socio-económico está nega-
tivamente asociado con la creencia en la opción tecnológica
como solución para el problema de los cambios climáticos,
estimulando cambios en los hábitos de vida individuales.
La condición económica es considerada como de-
terminante en la manera en que los países lidian con los
cambios climáticos (Kim y Choi, 2011). En el nivel macro, se
sabe que la población residente en países más ricos posee
mayor cercanía con el avance tecnológico y con los peligros
resultantes. Las innovaciones que permitirán acelerar el
crecimiento económico, acumular bienes y garantizar el
bienestar generarán impactos sociales y ambientales cada
vez menos ignorados como “externalidades” y cada vez más
visibles como riesgos o problemas (Jackson, 2009). Esta ex-
periencia ha llevado a un posicionamiento menos favorable
a la tecnología, evidenciando una relación negativa entre
88 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

la riqueza de la nación y el apoyo a la tecnología (Bauer,


Durant y Evans, 1994).
Cuando el foco recae sobre las naciones en desarro-
llo, se reconoce que la falta de recursos está directamente
relacionada con la vulnerabilidad (Chan y Parker, 1996;
Fankhauser y Tol, 1997). Aunque la pobreza no pueda ser
entendida como un sinónimo de vulnerabilidad, es con-
siderada como un indicador aproximado de la capacidad
de lidiar con el problema (Dow, 1992). En estos países, se
observa que los individuos tienden a presentar una percep-
ción de riesgos más acentuada de la situación, tornándose,
por lo tanto, más propensos a depositar sus expectativas
sobre la tecnología y negando los peligros que podrían
estar asociados a esa opción, más propensos a depositar
sus expectativas sobre la tecnología y a negar los peligros
que podrían estar asociados a esa opción en la medida en
que tampoco cuentan con alternativas percibidas como
válidas (Graham, Chang y Evans, 1992).
En este contexto, se busca verificar si el grado de de-
sarrollo económico inhibe la expectativa sobre la tecno-
logía como la solución para el problema de los cambios
climáticos, aumentando la propensión a obtener cambios
en los hábitos individuales.
H2: El grado de desarrollo institucional está positiva-
mente asociado con la creencia en la opción tecnológica
como solución para el problema de los cambios climáticos,
inhibiendo cambios en los hábitos de vida individuales.
Las instituciones proporcionan el contexto organiza-
cional y sociocultural en el cual las actividades humanas
son estructuradas, los valores son expresados y las normas
son creadas (Bursch, 2011). Ellas representan los sistemas
de reglas que direccionan la toma de decisiones y la lógica
subyacente para las organizaciones (Bursch, 2011), y tienen
el papel de mantener la sociedad cohesionada, asignando
sentido y finalidad, y permitiéndole adaptarse (O’Riordan
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 389

y Jordan, 1999). De esa forma, la cuestión de los cambios


climáticos se relaciona fuertemente con el grado de madu-
rez institucional cuando la seriedad atribuida al problema
deriva del modo en que la sociedad está organizada, su
relación con la base de recursos, su relación con otras
sociedades y las relaciones entre sus miembros (Rayner
y Malone, 1998).
De forma general, países que poseen instituciones
sociales más desarrolladas (por ejemplo, aquellos que se
apoyan en la autorregulación o en la regulación después
de la deliberación, permiten la libre circulación de ideas
y propuestas, estimulan el surgimiento y consolidación de
prácticas empresariales responsables que toman en cuenta
todos los costos de producción de bienes, comunican libre-
mente los impactos positivos y negativos de la actuación
corporativa sobre la sociedad y el medio ambiente, etc.)
tienden a presentar mayor capacidad de adaptación a los
cambios climáticos que aquellos cuya organización institu-
cional es menos evolucionada, lo que ocurre comúnmente
en los países emergentes (Smith y Lenhart, 1996). La falta
de soporte institucional es generalmente vista como un
obstáculo para la adopción de políticas de adaptación,
siendo los países desarrollados, que presentan una base
institucional más sólida, los que poseen mayor facilidad
para lidiar con los problemas enfrentados y también con
riegos futuros (Smit y Pilifosov, 2001).
Las capacidades institucionales exhibidas por una
sociedad influyen en el abordaje de los problemas so-
ciales como el cambio climático tendiendo a favorecer la
utilización de tecnologías. Sociedades abiertas y empresas
que marcan el camino de la sustentabilidad de forma más
consistente encuentran limitaciones para socializar los
costos de absorber medidas que afecten los intereses de
sus clientelas, como votantes y consumidores (Gourevitch,
1993; Hoffman, 2007). En este sentido, ambas condiciones
90 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

institucionales tenderían a favorecer respuestas que des-


cansen menos en la internalización de costos mayores
entre sus públicos de relacionamiento (tales como cambio
de hábitos y estilos de vida) y descansan más en opciones
menos sujetas a críticas como los avances tecnológicos.
En esta perspectiva, se busca verificar si las naciones me-
jor estructuradas institucionalmente, y por lo tanto con
mayores chances de haber vivenciado experiencias en tér-
minos de innovación tecnológica, proporcionarían mayor
aceptación de la tecnología como camino de solución al
cambio climático.
H3: Las condiciones ambientales favorables que ca-
racterizan una sociedad están positivamente asociadas con
la creencia en la opción tecnológica como solución para
el problema del cambio climático, inhibiendo cambios en
los hábitos de vida individuales.
Reacciones de la opinión pública frente al problema
de los cambios climáticos tienden a ser influenciadas por
el contexto en el cual la población está inserta. Trabajos an-
teriores indican que, frente a situaciones en que los riesgos
de los cambios climáticos no sean percibidos, la tendencia
es no tomar ninguna acción de adaptación (verificado en
la investigación de O’Brien et al., 2006, en Noruega). De
esa forma, la movilización para acciones de adaptación
depende del conocimiento y anticipación de los impactos
locales y de las percepciones de los individuos, consideran-
do la brecha cognitiva-comportamental existente entre el
conocimiento de los impactos, valores, creencias, normas
y acciones (Jackson, 2005).
Aun cuando la adhesión a las acciones de adaptación
dependa de las percepciones individuales y conocimiento
del contexto local, no está claro de qué forma los impactos
vivenciados en el pasado influyen en el posicionamiento
ante la cuestión para el futuro. Se observa que en los países
desarrollados las alteraciones climáticas y los impactos
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 391

transcurridos, a pesar de generar preocupación, parecen


ser subestimados o descuidados (Adgeret et al., 2009). Los
individuos fallan al establecer la conexión entre eventos
climáticos extremos experimentados en el pasado con
posibles acontecimientos futuros similares (Whitmarsh,
2008), además de existir una asimilación de información
sobre la cuestión sesgada en la cual solamente es retenida
la información que concuerde con creencias pre-existentes
(Lord, Ross y Lepper, 1979; Rachlinski, 2000).
En este contexto de limitado compromiso individual
en acciones de adaptación a los cambios climáticos, incluso
entre grupos que ya vivenciaron impactos transcurridos, se
busca verificar que las naciones con mejores condiciones
ambientales estarían menos propensas a incorporar cam-
bios en los hábitos individuales, atribuyendo una mayor
confianza en la tecnología como solución para el problema.

2. Datos y metodología

El presente trabajo se construye en base a datos prima-


rios y secundarios que nos permiten buscar respuestas a
los interrogantes antes expuestos. Entre los datos primarios
figura la preferencia entre innovaciones tecnológicas o
cambios de estilo de vida como forma de solución. Estos
datos se originan en el estudio anual de opinión pública
Radar, de la red GlobeScan del período 2007 a 2011, con
mediciones bianuales, englobando 15 países, para los cuales
son realizadas 14.150 entrevistas en cada medición. Esos
países incluyen: Alemania, Brasil, Chile, China, España,
Estados Unidos, Filipinas, Gran Bretaña, India, Indonesia,
Kenia, México, Nigeria, Rusia y Turquía. En cada país, ins-
titutos independientes de investigación implementaron el
mismo grupo de preguntas para muestras representativas
92 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

nacionales o urbanas entre adultos de todas las clases y


ambos sexos.11
Una serie de indicadores secundarios fue analizada con
el objetivo de probar las hipótesis. Para probar la primera
hipótesis fueron buscados indicadores estructurales de los
países estudiados. Para la segunda hipótesis, indicadores
institucionales, y para la tercera indicadores ambientales.
Para cada una de estas dimensiones de análisis se buscó
encontrar uno o dos indicadores secundarios capaces de
representarlas en la investigación de influencia de estas
características de las naciones sobre la creencia de la po-
blación de que innovaciones tecnológicas puedan resolver
el problema de los cambios climáticos.
A partir de un grupo variado de indicadores investiga-
dos, se optó por representar cada dimensión a través de los
siguientes indicadores: para la dimensión estructural será
utilizado el Índice de Desarrollo Humano (IDH), calculado
por la Organización de las Naciones Unidas (ONU); para
la dimensión institucional serán utilizados los indicadores
de recuento de empresas publicando informes de susten-
tabilidad en el formato GRI, otorgado por Global Report
Initiative y el Índice de Libertad, desarrollado por Heritage
Foundation; y para la dimensión ambiental será utilizado el
Índice de Desarrollo Ambiental (EPI Index), calculado por
la Universidad de Yale (la descripción de cada indicador es
presentada en el Anexo 1). Otros indicadores estudiados
fueron descartados por presentar problemas tales como:
datos incompletos para los países y mediciones a lo largo del
tiempo considerados en este trabajo, mínima variabilidad

11
En cada país son realizadas de 500 a 1.250 entrevistas. Las muestras de
Brasil, China, Filipinas, Indonesia y Turquía fueron solamente urbanas,
representando entre 18% y 56% de la población total.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 393

entre países y/o mediciones a lo largo del tiempo, proble-


mas de colineariedad con otras variables consideradas.12
Adicionalmente, fue explorada una dimensión psico-
lógica, incluyendo indicadores de percepción individual de
los problemas de los cambios climáticos originada en los
estudios de opinión pública, que fue desestimada debido
a la inexistencia de más de un indicador disponible para
operacionalizar la medida, el cual presentó una mínima
variabilidad durante las mediciones.
Los datos primarios y secundarios descriptos están
disponibles para 15 países en 3 unidades de tiempo, to-
talizando 45 unidades de análisis. Los datos primarios
fueron recolectados en los años 2007, 2009 y 2011. Como
la opinión pública refleja reacciones a las experiencias u
observaciones de las realidades ya establecidas o anuncia-
das, los datos secundarios corresponden a una unidad de
tiempo anterior, consistiendo en los años 2006, 2008 y 2010.
Dada la naturaleza incipiente del debate empírico
sobre cómo entender las oscilaciones del humor público
alrededor de este asunto y de qué manera identificar y
delimitar sus determinantes, nuestro abordaje será inicial-
mente de carácter exploratorio verificando la intensidad
y dirección de las asociaciones entre los indicadores pri-
marios y los secundarios mencionados para profundizar

12
Dimensión estructural: PIB y PIB per cápita (Fundo Monetario Inter-
nacional); dimensión institucional: Índice de Democracia (Economist
Intelligence Unit) e Índice de Desarrollo de Tecnología de Información
y Comunicación (International Telecommunication Union); dimensión
ambiental: Índice de Polución (World Health Organization), Índice de
Riesgo Global y sus sub-indicadores (Bündnis Entwicklung Hilft), emisión
de dióxido de carbono per cápita (United Nations Development Pro-
gramme), ocurrencia de desastres naturales (Centre for Research on the
Epidemiology of Disasters), Índice de Vulnerabilidad Ambiental (South
Pacific Applied Geoscience Commission e United Nations Environment
Programme) e Índice de Sociedad Sustentable y sus sub-indicadores
(Sustainable Society Foundation).
94 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

en el tipo de relaciones presentes. Para ello, utilizaremos


gráficos de frecuencias, análisis de varianza y modelo de
efectos aleatorios para datos en panel, que combinan corte
transversal y series temporales.

3. Resultados

Con altos y bajos, el tema del cambio climático ha


ocupado un espacio significativo como parte de la agenda
nacional para la mayoría de los ciudadanos del mundo a
lo largo de la última década. Al menos 51% de los países
desarrollados y 64% de los emergentes en 2011 expresaban
un grado muy alto de preocupación con el tema (Gráfico
1) −entre los latinoamericanos ese porcentaje casi llegaba
al 78%−.
Esos niveles de preocupación, sin embargo, han
seguido trayectorias diferentes. Entre los países del pri-
mer mundo, el sentido de urgencia empezó mucho más
temprano, tanto que ya en 1998 el porcentaje de los que
entendían el problema del cambio climático como muy
grave casi duplicaba al de los países emergentes. Tras un
pico de intranquilidad en 2009 fruto de la movilización
internacional alrededor de la COP-15 de Copenhagen, el
desvelo de europeos y norteamericanos con esta cuestión
disminuyó un poco, aunque registrando fluctuaciones. Por
otro lado, entre países en desarrollo, la comparación de
datos del 2007 con los de diez años atrás, en 1998, apuntan
la duplicación del malestar, siguiendo los próximos años las
tendencias volátiles de los países industrializados aunque
con una recuperación más fuerte de los niveles de ansiedad
alrededor del tema.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 395

Gráfico 1. Gravedad de los problemas ambientales:


cambio climático
(Porcentaje de “Problema muy serio”, Países
desarrollados VS. Emergentes, 1998-2011)

Países Países
desarrollados emergentes

La creencia en la tecnología
La esperanza de que el problema de los cambios climá-
ticos pueda ser solucionado a través del desarrollo tecnoló-
gico, eliminando o reduciendo la necesidad de cambios en
el pensamiento humano y en el comportamiento individual,
es compartida por gran parte de la población alrededor del
globo. La mitad de la población ve en la tecnología una
solución para el problema (Gráfico 2).
Aunque elevado, el grupo de personas con fe en la
tecnología se viene reduciendo y presenta una caída de
10 puntos porcentuales en un período de 4 años (2007 a
96 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

2011), indicando una percepción de mayor necesidad de


compromiso individual con el problema.
Las naciones desarrolladas se distancian bastante
de la media global en el sentido de no depositar tanto
la esperanza de solución del problema de los cambios
climáticos en la tecnología, y esta posición se acentúa de
forma más acelerada a lo largo del tiempo, presentando
una disminución de 18 puntos porcentuales en el grupo
que deposita sus esperanzas en la tecnología (52% a 34%).
Los países emergentes, por el contrario, se muestran más
confiados en la tecnología como camino de solución para
la cuestión, siendo ésta la opinión de más de la mitad de
la población de estos países. Sin embargo, esa confianza
más elevada no impide el comportamiento de disminución
observado en los otros grupos de países.
El grupo formado por países de América Latina se
destaca por presentar una posición más estable a lo largo
del tiempo. Distante del grupo de países emergentes (del
cual forman parte), los países de América Latina se mues-
tran más escépticos con relación a la tecnología desde
2007 y esta posición se mantiene relativamente estable,
sin presentar una caída tan acentuada como la observada
en otros grupos de países.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 397

Gráfico 2. Creencia en la tecnología como solución para


el problema de los cambios climáticos - porcentual
de personas que concuerdan con la proposición
“Nuevas tecnologías resolverán el problema de los
cambios climáticos, exigiendo cambios pequeños
en el pensamiento y comportamiento humano”

70

61 59
60
59
54
52 55
50 49 Total
49 47
América Latina
45 44
40 Desarrollados
Emergentes
34
30

20
2007 2009 2011

Los determinantes de la fe en la tecnología


La búsqueda del entendimiento sobre los factores
impulsores de una actitud más esperanzadora acerca de la
tecnología como solución para el problema de los cambios
climáticos fue estudiada en tres dimensiones: estructural,
institucional y ambiental, para 15 países y en tres unidades
de tiempo. Los indicadores seleccionados para el análisis
se presentan en la Tabla 1 con las estadísticas descriptivas
de los mismos, revelando las medias y las variabilidades
obtenidas en los países y unidades de tiempo investigadas.
98 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Tabla 1. Estadísticas descriptivas de los


indicadores secundarios estudiados

Dimensión Indicadores Mínimo Máximo Media Desvío Padrón


Estructural IDH 0,4 0,9 0,7 0,1
Institucional GRI 0 184 35 47
Institucional Freedom Index 48,7 89,9 62,6 11,0
Ambiental EPI Index 40,2 86,3 68,3 12,8

Un análisis de la variabilidad de las cuestiones de


interés entre los diferentes países y períodos estudiados
apunta que la principal fuente de variabilidad en los datos
proviene de la característica espacial, es decir, los diferentes
países estudiados explican una gran parcela de la variación
observada en los datos (Tabla 2). El tiempo, por otro lado,
es responsable de una pequeña parcela de la variabilidad
de algunas variables específicas: la cantidad de empresas
publicando informes de sustentabilidad en el formato GRI
y en el indicador del desempeño ambiental.
Este resultado indica que las características más estruc-
turales, tales como el desarrollo humano, y las caracterís-
ticas institucionales tales como la libertad de una nación
tienden a mantenerse estables en cada país para el corto
período de tiempo analizado. Sin embargo, el compromiso
corporativo en acciones de sustentabilidad (medido a través
de la cantidad de publicaciones de los informes de susten-
tabilidad en el formato GRI), y el desempeño ambiental
de las naciones (medidos a través del EPI Index) enfren-
tan algunas transformaciones en este espacio de tiempo,
evidenciando un movimiento de diferentes naciones en la
manera en que lidian con la cuestión de sustentabilidad
en diferentes esferas de la sociedad.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 399

Tabla 2. Análisis de varianza a través del tiempo


y del espacio - Proporción de la varianza total
explicada por el tiempo y por el espacio

    Año País N
Dependiente Confianza en la tecnología 6,90   78,70 ** 45
Estructural IDH 0,31   99,60 ** 45
Institucional GRI 11,17 * 74,10 ** 45
  FREE 0,02   91,60 ** 45
Ambiental EPI 24,80 ** 70,90 ** 45

*p < 0,10 e **p < 0,05 en la prueba F.

Para entender lo que lleva a que las diferentes socieda-


des tiendan a privilegiar más o menos la tecnología como
solución para el problema de los cambios climáticos frente
a los cambios en el comportamiento humano, y entender
también con qué intensidad sucede, fue construido un
modelo multivariado para datos de panel que incorpora
información sobre la influencia de cada una de las tres
esferas presentadas en la cuestión en estudio (estructural,
institucional y ambiental).13 La selección de las variables
representativas de cada dimensión en el modelo fue reali-
zada conforme se describe en la sección de Metodología,
y el modelo obtenido es presentado en la Tabla 3.14
Retomando las tres hipótesis desarrolladas en la sec-
ción de Introducción, se verifica que cuanto mayor es el
índice de desarrollo humano de una nación (IDH), me-
nor es la expectativa sobre la tecnología como solución
para el problema de los cambios climáticos. Este resultado

13
La prueba de Breusch e Pagan confirma la elección por el modelo de
efectos aleatorios.
14
El indicador de la cantidad de empresas publicando informes en el for-
mato GRI fue incorporado en el modelo también en su forma cuadrática
debido a la relación no lineal presentada con la variable dependiente.
100 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

confirma la primera hipótesis desarrollada, la cual establece


que el grado de desarrollo socioeconómico está negativa-
mente asociado con la creencia en la opción tecnológica
como solución para el problema de los cambios climáticos,
estimulando cambios en los hábitos de vida individuales.
Estos resultados concuerdan con estudios anterio-
res (Bauer, Durant y Evans, 1994; Slovic, 1999; Dosman,
Adamowicz y Hrudey, 2001), indicando que frente a nue-
vos fenómenos como los cambios climáticos, resultantes
del crecimiento económico y expansión del bienestar, el
escepticismo tecnológico aumenta proporcionalmente al
grado de exposición al desarrollo material. Como conse-
cuencia, esta mayor familiaridad con la tecnología puede
llevar a un efecto de concientización de las limitaciones
de la promesa tecnológica y de escepticismo frente a las
propuestas de economía verde, por lo menos reducidas
apenas al concepto de producir y consumir bienes tecno-
lógicamente superiores en términos de huella ecológica.

Tabla 3. Modelo de efectos aleatorios con


estimación de máxima verosimilitud

  Coeficiente Error Padrón


IDH -2,24776 ** 0,522
GRI 0,00460 * 0,002
GRI.2 -0,00003 ** 0,000
FREE 0,00223   0,005
EPI 0,00602 ** 0,003
Constante 4,92860 ** 0,262
sigma u 0,14780 ** 0,041
sigma e 0,13472 ** 0,019
N 45  
N (paneles) 15  
Wald Chi2 43,020 **
rho 0,546  

* p < .05 ** p < 0.01


Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3101

El desarrollo institucional de una nación impacta de


forma más compleja en la expectativa de la población
sobre la tecnología como camino para enfrentar los cam-
bios climáticos. Existe un umbral en el cual la madurez
institucional, medida a través de la cantidad de empresas
que publican informes en el formato GRI (GRI), favorece
la fe en la tecnología. Sin embargo, alcanzando cierto nivel
de desarrollo institucional, esta relación se invierte, reve-
lando críticas a la solución tecnológica en las sociedades
más avanzadas en términos de expresión y estructuración
corporativa sustentable, como es posible evidenciar a partir
de la relación negativa con la medida de GRI elevada al
cuadrado (GRI.2).
Por otro lado, el indicador de libertad de las naciones
(FREE) indica que cuanto mayor es la libertad de una
nación, mayor es la esperanza de que la tecnología pueda
solucionar problemas transcurridos por los cambios climá-
ticos, aunque no haya alcanzado significancia en el modelo
construido. Aun cuando refleje la dimensión institucional,
este indicador difiere del anterior (GRI) en términos de
significado, ya que refleja más los modelos de relaciones
institucionales en el país, puesto que el indicador GRI
apunta a la movilización corporativa espontánea en torno a
las cuestiones de sustentabilidad. De la misma forma, este
efecto peculiar en sociedades con libertades garantizadas,
pero no reguladas por una maduración empresarial frente
a la sustentabilidad, sugiere también la existencia de un
modelo de creencia exclusiva en la capacidad del mercado
por revertir sus propios problemas antes que de la confianza
en las iniciativas de adaptación social o comportamental.
Así, la hipótesis de que el grado de institucionalización
de una nación esté positivamente asociada con la creencia
tecnológica como solución al problema de los cambios cli-
máticos es endosada para naciones hasta con un cierto grado
de desarrollo institucional, a partir de la cual pasa a aceptar la
opción de adoptar cambios en el comportamiento individual
102 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

como una alternativa para el problema. Son ejemplos de


esta relación Estados Unidos y España, países con las tasas
más altas de publicación de informes de sustentabilidad en
formato GRI y población poco esperanzada sobre soluciones
tecnológicas para el problema de los cambios climáticos.
La tercera hipótesis, que relaciona el nivel de desem-
peño ambiental de las naciones (EPI) con el camino de la
solución al problema de los cambios climáticos, revela que
las naciones que están en mejores condiciones ambientales
son aquellas que más depositan su fe sobre la tecnología para
solucionar futuras cuestiones acerca de los cambios climá-
ticos. Este resultado es consistente con estudios anteriores
(O’Brien et al., 2006) y confirma la hipótesis formulada, la
cual se basa sobre el supuesto de que cuanto menor es la
participación y la vivencia de situaciones ambientales preca-
rias, menor será la disposición a los cambios en el compor-
tamiento individual como forma de solución al problema.
De manera más general, observamos un buen ajuste
del modelo tal como es verificado a través de la prueba de
Wald y del coeficiente rho, siendo que este último sugiere
que el modelo utilizado es capaz de reducir en más de la
mitad el error de explicar la variabilidad de nuestra variable
dependiente. En pocas palabras, las variables indepen-
dientes consideradas son capaces de reducir incertezas
acerca de la preferencia por soluciones tecnológicas para
el problema del cambio climático. Otra forma de constatar
la eficacia del modelo es a través de los valores previstos
para algunos casos que participaron del estudio. Al ob-
servar, por ejemplo, Estados Unidos, la nación que menor
expectativa deposita sobre la tecnología en 2011, se verifica
un porcentual observado del 29% de la población con fe
en la tecnología versus 27% previsto por el modelo. En el
extremo opuesto se observa Nigeria, con un valor obser-
vado del 76% de la población que cree que la tecnología
en 2011, frente al 72% previsto por el modelo.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3103

4. Conclusiones

Reflexiones sobre los cambios climáticos y el calen-


tamiento global cada vez más dejan de formar parte sola-
mente de las discusiones académicas y debates políticos
para convertirse en preocupaciones concretas de los ciu-
dadanos en diversos países del globo. La población de los
países emergentes es la que más se muestra alarmada con
la cuestión actualmente, reflejando un gran crecimiento
de la preocupación por el tema en las últimas décadas en
estos países.
Este estudio buscó identificar la tensión existente al
interior de la opinión pública entre la creencia en la inno-
vación tecnológica como una solución al problema de los
cambios climáticos frente a la alternativa de incorporar
cambios en el comportamiento individual, así como iden-
tificar los determinantes de este posicionamiento para un
grupo diversificado de países en términos de desarrollo y
posición geográfica.
Los resultados muestran que la innovación tecnológica
es una solución considerada por una gran parcela de la
población en diversos países como camino para solucio-
nar el problema de los cambios climáticos. Sin embargo,
la creencia en esta opción ha sido más acentuada en años
anteriores, estando actualmente en disminución y abriendo
espacio para la percepción de la necesidad de cambios en
el estilo de vida de las personas. Los países desarrollados
son los precursores de este movimiento, y los emergentes
aún mantienen expectativas más elevadas en las soluciones
tecnológicas.
La investigación de los determinantes de la fe en la
tecnología como solución al problema de los cambios cli-
máticos revela que son los países menos desarrollados, con
moderado desarrollo institucional y condiciones ambienta-
les favorables, los que confían la solución del problema a la
104 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

tecnología. Mientras que los países más desarrollados, con


un fuerte desarrollo institucional y condiciones ambien-
tales desfavorables, son más escépticos con la tecnología,
percibiendo como necesario un cambio en los hábitos y
comportamientos individuales.
Este escenario revela cierta fragilidad de las solucio-
nes tecnológicas como opción para lidiar con los cambios
climáticos, fragilidad que puede evidenciarse en diversos
aspectos. Por un lado, se observa que la población de los
países desarrollados, la cual naturalmente tiene más ac-
ceso a la tecnología, presenta baja credibilidad sobre ese
camino de solución. Adicionalmente, esta es también la
posición observada para la población de los países con
fuerte desarrollo institucional, condición que simboliza,
inclusive, mayor compromiso corporativo en términos de
discusión y presentación pública de las iniciativas adopta-
das acerca de la sustentabilidad y medidas de mitigación
para los cambios climáticos. Por otro lado, la población
de países con condiciones ambientales desfavorables, la
cual posee mayor legitimidad para opinar sobre el tema,
también percibe de forma menos efectiva el enfrentamiento
del problema a través de soluciones tecnológicas.
Esta incredulidad en la tecnología para el público que
es considerado más involucrado en el tema, sea a través
de la experiencia con los problemas ambientales directa-
mente, sea mediante un mayor acceso a la tecnología, o
incluso a través de la posibilidad de acompañar discusiones
institucionales y corporativas acerca del tema, revela que
la opción por soluciones tecnológicas pueden ser conside-
rada un camino inicial, de emergencia o complementaria
al problema, mostrándose poco eficiente a largo plazo si
se considera individualmente y revelando la necesidad de
transformaciones más profundas, tales como cambios en los
hábitos y comportamientos individuales de la población.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3105

Que las naciones más desarrolladas crean que la so-


lución para el problema del cambio climático requiere, de
hecho, cambios en el comportamiento individual, puede
indicar un importante camino de acción para las socie-
dades en desarrollo. No es raro que entre estas últimas
se apueste a conciliar la expansión material y económica
con respuestas efectivas al cambio climático a través de
la incorporación e inversión tecnológica. Sin embargo, si
la experiencia del primer mundo sirve para algo es para
alertar sobre los efectos negativos de este abordaje (con-
taminación, consumismo, estrés material, etc.) y para re-
forzar la legitimidad de los estilos de vida no anclados en
la acumulación de bienes.
Aun así, la innovación tecnológica está lejos de poder
ser desplazada en el proceso de mitigación de los cambios
climáticos, debido a que el camino de enfrentamiento del
problema exige la búsqueda de soluciones a desafíos com-
plejos en los campos de producción, consumo, descarte
y uso de recursos naturales. Adicionalmente, la adopción
de soluciones tecnológicas en el combate de los cambios
climáticos puede ser un primer paso en las naciones en
que otras transformaciones puedan ser más difíciles de
ser alcanzadas o que no puedan ser consideradas en el
corto plazo.

5. Referencias

Adger, W. N. et al. (2009), “Are there social limits to adapta-


tion to climate change?” Climatic Change 93, n. 3-4, pp.
335-354.
Bauer, M., J. Durant y G. Evans (1994), “European public
perceptions of science”, International Journal Of Public
Opinion Research 6, n.2, pp. 163-186.
106 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Beck, U. (1992), Risk Society: Towards A New Modernity,


Londres, Sage.
Beriain, J. (comp.) (1995), Las consecuencias perversas de
la modernidad, Barcelona, Anthropos.
Block, B. (2010), “Covering climate change”, en World Watch
Magazine 23, n.2, Washington DC, Mar-Apr.
Boykoff, M. T., M. Mansfield (2008), “‘Ye olde hot aire’:
reporting on human contributions to climate change
in the UK tabloid press”, en Environmental Research
Letters 3, 024002.
Brown, L. (2009), “Climate change means less food, more
hunger”, en The Washington Post, Nov. 22.
Chan, N., D. Parker (1996), “Response to dynamic flood ha-
zard factors in peninsular Malaysia”, en The Geographic
Journal 162, n. 3, pp. 313-325, Nov.
Dosman, D., W.L. Adamowicz y S. Hrudey (2001),
“Socioeconomic determinants of health −and food
safety− related risk perception”, en Risk Analysis 21,
n. 2, pp. 307-317, Apr.
Dow, K. (1992), “Exploring the differences in our common
future(s): the meaning of vulnerability to global envi-
ronmental change”, en Geoforum 23, n. 3, pp. 417-436.
Fankhauser, S., R.S.J. Tol (1997), “The social costs of clima-
te change: the IPCC second assessment report and
beyond”, en Mitigation And Adaptation Strategies For
Global Change 1, n. 4, pp. 385-403.
Giddens, A. (2010), A política da mudança climática, Rio
de Janeiro, Zahar.
Gourevitch, P. (1993), “Democracy and economic policy:
elective affinities and circumstantial conjunctures”,
en World Development 21, n. 8, pp. 1271-1280, Aug.
Graham, J.D., B. Chang, J.S. Evans (1992), “Poorer is riskier”,
en Risk Analysis 12, n. 3, pp. 333-337, Sep.
Hertin, J. et al. (2002), “Business and climate change: mea-
suring and enhancing adaptive capacity”, Progress
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3107

report: Preliminary Results From The House Building


And Water Sector, Brighton, SPRU/Tyndall Centre for
Climate Change Research.
Hoffman, A.J. (2007),  Carbon Strategies: How Leading
Companies Are Reducing Their Climate Change
Footprint, Ann Arbor, MI, University of Michigan Press.
Jackson, T. (2005), “Motivating sustainable consumption
- a review of evidence on consumer behavior and be-
havioural change”, en A Report To The Sustainable
Development Research Network, Guildford, Centre for
Environmental Strategies, University of Surrey.
Jackson, T. (2009), Prosperity Without Growth? The Ttransition
To A Sustainable Economy, Londres, Earthscan.
Kim, S., S. Choi (2011), “Individual perception vs. struc-
tural context: searching for multilevel determinants
of science-technology acceptance across 34 coun-
tries” (UnderReview). Disponible en: <http://ajou.
ac.kr/~seoyong/paper/Individual%20perception%20
vs.%20structural%20context-with%20Changok%20
Choi.pdf>. Acceso en: 1 ago, 2012.
Lord, C.G., L. Ross, M.R. Lepper (1979), “Biased assimilation
and attitude polarization: the effects of prior theories
on subsequently considered evidence”, en Journal Of
Personality And Social Psychology 37, n. 11, pp. 2098-
2109, Nov.
Mont, O. et al. (2012), “Exploring pathways towards sus-
tainable lifestyles 2050”, en Global Research Forum
On Sustainable Consumption And Production
Workshop, Rio de Janeiro, Global Research Forum on
SCP. Disponible en: <http://grfscp.files.wordpress.
com/2012/05/grf-2012-rio-mont-et-al.pdf>. Acceso
en: 6 ago, 2012.
O’Brien, K.L. et al. (2006), “Questioning complacency:
climate change impacts, vulnerability, and adaptation
108 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

in Norway”, en Ambio: A Journal Of The Human


Environment 35, n. 2, pp.50-56, Mar.
O’Riordan, T., A. Jordan (1999) “Institutions, climate chan-
ge and cultural theory: towards a common analytical
framework”, en Global Environmental Change 9, n.2,
pp. 81-93.
Rajan, S.C. (2006), “Climate change dilemma: technology,
social change, or both? An examination of long-term
transport policy choices in the United States”, en Energy
Policy 34, n. 6, pp. 664-679, Apr.
Rachlinski, J.J. (2000), “The psychology of global climate
change”, en University Of Illinois Law Review 2000,
n.1, pp. 299-319.
Rayner, S., E.L. Malone (Eds.) (1998), Human Choice And
Climate Change, Volume 3: The Tools For Policy Analysis,
Columbus, OH, USA, Battelle Press.
Scheraga, J., A. Grambsch (1998), “Risks, opportunities, and
adaptation to climate change”, en Climate Research 10,
n. 1, pp. 85-95.
Slovic, P. (1999), “Trust, emotion, sex, politics, and scien-
ce: surveying the risk-assessment battlefield”, en Risk
Analysis 19, n. 4, pp. 689-701, Aug.
Smith, J.B. y S.S. Lenhart (1996), “Climate change adaptation
policy options”, en Climate Research 6, n. 2, pp. 193-201.
Smit, B. y O. Pilifosov (2001), “Adaptation to climate change
in the context of sustainable development and equity”,
en McCarthy, J.J. et al. (Eds.), Climate Change 2001:
Impacts, Adaptation And Vulnerability, Cambridge,
Cambridge University Press, p. 877-912.
UNEP (2009), Global Green New Deal: Policy Brief, United
Nations Environment Programme, Mar.
WBCSD (2010), Vision 2050: The New Agenda For Business,
World Business Council for Sustainable Development,
Feb.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3109

Webb, J. (2012), “Climate change and society: the chimera


of behaviour change technologies”, en Sociology 46, n.
1, pp. 109-125, Feb.
Whitmarsh, L. (2008), “Are flood victims more concerned
about climate change than other people? The role of
direct experience in risk perception and behavioural
response”, en Journal Of Risk Research 11, n. 3, pp.
351-374.
Winkler, H. y A. Marquard (2009), “Changing development
paths: from an energy-intensive to low-carbon eco-
nomy in South Africa”, en Climate And Development
1, n. 1, pp. 47-65.

6. Anexos

Descripción de los indicadores secundarios utilizados


en este trabajo.
IDH - Índice de Desarrollo Humano: es una medida
social desarrollada por la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) con el objetivo de identificar naciones de-
sarrolladas y subdesarrolladas. El índice se compone a
partir de datos de expectativa de vida al nacer, educación
y PIB per cápita. La variación del índice es de 0 a 1, donde
0 indica bajo desarrollo humano y 1 indica alto desarrollo
humano.
GRI - La medida que llamaremos GRI se refiere a la
cantidad de empresas que determinada nación posee
publicando informes de sustentabilidad en el formato
determinado por Global Reporting Initiative, indicando
así una métrica del alineamiento de las instituciones con
los valores de sustentabilidad. La medida es un recuento
de empresas, pudiendo variar de 0 hasta la cantidad máxi-
ma de empresas de un país, siendo que cuanto mayor la
110 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

medida mayor es el alineamiento institucional del país con


los valores de sustentabilidad.
FREE - El indicador de libertad (Freedom Index) es
calculado por The Heritage Foundation junto con Wall Street
Journal. El indicador se construye en base a 10 medidas de
libertad económica, las cuales pueden ser agrupadas en
cuatro pilares: estado de derecho (derecho de propiedad,
existencia de corrupción); limitaciones gubernamentales
(libertad fiscal, gastos del gobierno); eficiencia de regu-
lación (libertad empresarial, libertad de trabajo, libertad
monetaria); y apertura de mercado (libertad de negociación,
libertad de inversión, libertad financiera). El indicador varía
de 0 a 100, siendo 100 la libertad máxima.
EPI - El indicador de desempeño ambiental
(Environmental Performance Index), calculado por la
Universidad de Yale, se compone de 22 medidas, inclu-
yendo métricas de salud ambiental (mortalidad infantil
y condiciones del aire y del agua para la salud humana)
y de vitalidad del ecosistema (calidad del aire, fuentes de
agua, biodiversidad, agricultura, florestas, condiciones de
pesca y condiciones del clima y energía). El indicador varía
de 0 a 100, siendo 100 el desempeño ambiental máximo.
Support for democracy in Venezuela: Does
trust in Hugo Chávez play any role?

Paolo Moncagatta1

Abstract

By applying regression analysis to data from


the 2010 Latin American Public Opinion Project’s
“AmericasBarometer” surveys, this paper examines the
correlates of citizen support for democracy in Venezuela.
Special attention is paid to evaluations of current economic
conditions, satisfaction with the functioning of democracy
and trust in the President as potential explanatory variables.
The analysis of the models reveals at least two conceptions of
democracy present among Venezuelans, which are strongly
influenced by the degree of trust in the President citizens
feel. The findings suggest the need of studying support
for democracy through more complex scopes, in order to
acquire better understandings of citizens’ attitudes towards
their political systems.
Keywords: support for democracy, trust in the
President, Venezuela, Hugo Chávez

1
Paolo Moncagatta is Ph.D. Candidate at Universitat Pompeu Fabra, in
Barcelona, Spain, and researcher at the Research and Expertise Centre
for Survey Methodology (RECSM − www.upf.edu/survey). He carries
out his doctoral research with the support of a SENESCYT scholarship
from the state of Ecuador. Email: paolo.moncagatta@upf.edu.
112 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Resumen

Mediante la aplicación de análisis de regresión a da-


tos de las encuestas “AmericasBarometer” del 2010, este
artículo examina las fuentes de apoyo ciudadano a la de-
mocracia en Venezuela. Atención especial es prestada a
las evaluaciones del estado de la economía, satisfacción
con el funcionamiento de la democracia y confianza en
el Presidente como potenciales variables explicativas. El
análisis de los modelos permite ver por lo menos dos con-
cepciones de democracia presentes entre los venezolanos,
que son fuertemente influidas por el nivel de confianza en
el Presidente que los ciudadanos sienten. Los resultados
sugieren la necesidad de estudiar el apoyo a la democracia
a través de enfoques más complejos, con el objetivo de ob-
tener mejores comprensiones de las actitudes ciudadanas
hacia sus sistemas políticos.
Palabras clave: apoyo a la democracia, confianza en
el Presidente, Venezuela, Hugo Chávez

Introduction

Understanding citizens’ attitudes towards their politi-


cal systems is a matter of utmost importance for students
of democratization. Among the primary concerns of the
studies in this area is the monitoring of popular support
for democracy. Generalized support for democratic rule
has been regarded by many scholars as a healthy charac-
teristic of a democracy (Booth & Seligson, 2009; Dalton,
1999, 2004; Diamond & Morlino, 2004; Easton, 1975; Fuchs,
Guidorossi, & Svensson, 1995; Linz, 1978; Linz & Stepan,
1996; Lipset, 1959, 1994). In this sense, unconditional sup-
port for democracy -support which is stable through time
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3113

and held under any circumstance- has been argued to be a


guarantee of stability for any democratic regime. As Russell
Dalton has put it, “a democratic political system requires
a reservoir of diffuse support independent of immediate
policy outputs if it is to weather periods of public dissat-
isfaction” (1999: 59).
Important differences have been found between ad-
vanced and developing democracies regarding their citi-
zens’ commitments to the ideal of democracy (Lagos, 2003a;
Mattes & Bratton, 2007; Mishler & Rose, 2001). Advanced
democracies are characterized by majoritarian and stable
citizen support for democratic rule. In these nations, citizens
might be dissatisfied with the functioning of the political
system, and even disenchanted with politics in general, but
will still tend to maintain preferences for democratic rule
over other forms of government (Dalton, 1999, 2004; Norris,
1999). Support for democracy here is not affected by short-
term fluctuations in the economy or the political scenario:
it is a long-lasting attitude that does not change with ease.
The situation in newly-established or developing democra-
cies is quite different. In these contexts, citizen support for
democratic rule has been found to vary significantly across
countries and through time. There is evidence that citizens
in many young democracies will change their preferences
for democratic rule with ease, being significantly influenced
by economic and political events (Bratton & Mattes, 2001;
Sarsfield & Echegaray, 2008).
Having in mind these differences between advanced
and developing democracies, this article seeks to examine
the correlates of citizen support for democracy in Venezuela.
It does so by looking at the relationship between democratic
support and variables that tap citizens’ evaluations of the
current state of affairs in their country, concentrating on
evaluations of both the economical and political spheres.
Is support for democracy in Venezuela unconditional? Or
114 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

are citizens subduing their preferences for democracy to


factors such as evaluations of the economy or the political
situation?
Special attention is paid to the role of citizen trust in
their President as a possible explanatory variable. Does
trust in Hugo Chávez have an effect in Venezuelans’ sup-
port for democracy? One of the interests driving this ar-
ticle is to find out if the presence of a highly controversial
President may influence citizen support for democracy.
Hugo Chávez is (even if deceased) a charismatic figure who
has concentrated most of the attention when it comes to
debates about Venezuelan politics in the last decade. Very
strong -and opposed- positions are held regarding him,
both inside Venezuela and in the rest of the world. Being
so salient in the Venezuelan political scenario, do attitudes
towards him affect citizens’ attitudes towards democratic
rule in any way?2

Political support and its measurement

Most research concentrating on citizens’ attitudes to-


wards political systems has departed from David Easton’s
ideas on political support. More than forty years ago, Easton
put forward the idea that political support should be con-
sidered a multidimensional concept (Easton, 1965, 1975).
He originally coined a dual conceptualization of support
that could account both for evaluations of authorities’
performance (‘specific’ support) and for attitudes towards
more basic and fundamental aspects of the political system

2
At the time this article was written, Hugo Chávez was still alive and
holding the Presidential Office in Venezuela. Despite the recent changes
in the Venezuelan political scenario, the influence Chávez continues to
have in Venezuelan politics is undeniable. It is thus safe to assume that
the relevance of this article remains unchanged.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3115

(‘generalized’ or ‘diffuse’ support). “Support is not all of a


piece,” he argued, and its constituent classes could vary
independently from each other (1975: 437).
On the one hand, Easton defines ‘specific’ support
as the type related to the “satisfactions that members of
a system feel they obtain from the perceived outputs and
performance of the political authorities” (1975: 437). It
may include both evaluations according to the extent to
which citizen demands have been met and evaluations
tapping perceived general performance of the system and
its authorities. It is, by definition, conditional on perceived
benefits and satisfactions. Generalized, or ‘diffuse’ support,
on the other hand, is related to the “evaluations of what an
object is or represents −to the general meaning it has for a
person− not of what it does” (1975: 444). This type of support
has been related to the “affective” orientations citizens have
towards political systems (Almond & Verba, 1963; Dalton,
2004; Norris, 1999). Generalized support is more durable
and shows fewer fluctuations than specific support, and
is normally independent of outputs and performance in
the short run. It is the “reservoir of favorable attitudes”
(Easton, 1975: 444) that allows members of a system ac-
cept or tolerate policy outputs to which they are opposed
while maintaining esteem for the democratic principles.
The original idea of Easton was that people who showed
‘diffuse’ support for a political system would in general
accept the authorities chosen through it. But they could
also lose trust in these authorities and be dissatisfied with
the functioning of their system while maintaining support
for its fundamental principles. ‘Diffuse’ support and low
levels of ‘specific’ support can live together: up to a certain
threshold, they appear to be not strongly related. And as
Easton himself proposes, “it is the unpredictability of the
relationship between political dissatisfaction and tension
on the one hand and the acceptance of basic political
116 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

arrangements on the other that constitutes a persistent


puzzle for research” (1975: 437).
While the basic distinction of political support into
‘specific’ and ‘diffuse’ has gained widespread acceptance
among academics, no agreement has been achieved in
terms of the proper way to assess it through empirical
research. Different understandings of Easton’s ideas have
led to a variety of schemes, approaches and indicators
designed to study the nature and structure of political
support. Discussions regarding which indicators are more
appropriate for measuring both ‘specific’ and ‘diffuse’ sup-
port date back to the 1970’s, when authors debated whether
the increasing levels of discontent shown in surveys in the
United States reflected attitudes towards the incumbents
or towards the democratic regime in general (Citrin, 1974;
Miller, 1974). Forty years later the debate is still open: in-
dicators which have been used to measure both types of
support have been strongly and recurrently criticized. There
is no academic agreement on how exactly Easton’s theory
should be interpreted or empirically tested.
In democratic systems, when seeking to asses Easton’s
‘diffuse’ support, political analysts have heavily relied on
the concept of ‘support for democracy’. Two standard ques-
tions have been frequently used in public opinion surveys
in the last thirty years to monitor this concept. The first
one, derived from Churchill’s famous dictum about de-
mocracy, asks citizens to agree or disagree with the state-
ment “Democracy may have problems, but it is better than
any other form of government”3 (Booth & Seligson, 2005;
Dalton, 2004; Huang, Chang, & Chu, 2008; Inglehart, 2003;

3
The complete quote attributed to Churchill is: “Many forms of Gover-
nment have been tried and will be tried in this world of sin and woe.
No one pretends that democracy is perfect or all-wise. Indeed, it has
been said that democracy is the worst form of government except all
those other forms that have been tried from time to time”. Sir Winston
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3117

Klingemann, 1999; Seligson, 2007). The second one builds


from Juan Linz’s theorizing on democratic breakdown, and
asks respondents with which of the following statements do
they most agree: (a) “Democracy is preferable to any other
form of government”, (b) “Under some circumstances, an
authoritarian government could be preferable to a demo-
cratic one” or (c) “To people like me, it is the same to have
a democratic or non-democratic regime” (Bratton, 2002;
Fuchs et al., 1995; Lagos, 2003a, 2008; Linz & Stepan, 1996;
Mattes & Bratton, 2007; Sarsfield & Echegaray, 2006). Most
research that has used both of these ‘classic’ indicators for
measuring support for democracy has assumed that they
have been capturing unconditional −‘diffuse’− beliefs about
the superiority of democracy.
In an important contribution, Mishler and Rose (2001)
argue that measuring democratic support in what they label
‘incomplete’ democracies is better achieved through a dif-
ferent kind of approach, which they call ‘realist’. This view
differs from the traditional −‘idealist’− approach in that
it “avoids abstract, ambiguous and idealistic labels such
as democracy” (2001: 307). Mishler and Rose argue that
‘realist’ measures of support are superior to ‘idealist’ ones
in several respects: they tap ‘real’ attitudes, have greater
face validity, and have greater generality (2001: 315). An
example of a question belonging to the ‘realist’ approach
would ask citizens about their attitudes to their ‘political
system’, avoiding in that sense the bias that introducing
a term like ‘democracy’ could produce in their answers.
When it comes to the assessment of Easton’s ‘specific’
support, political analysts have repeatedly relied on the
concept of ‘satisfaction with the functioning of democracy’.
This concept has traditionally been measured through

Churchill, from a speech in the House of Commons given on November


11th, 1947.
118 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

one ‘classical’ indicator: most of the important survey


programs around the world (American National Election
Studies, Comparative Study of Electoral Systems, European
Social Survey, AmericasBarometers, Latinobarómetro,
Afrobarometer) use variations of the following question:
“How satisfied are you with the way democracy works in
(country)?”, and most of them include a four point unipolar
scale with the categories ‘very satisfied’, ‘fairly satisfied’, ‘not
very satisfied’ and ‘not at all satisfied’ as possible answers.
Answers to this question have shown to be strongly related
to economic fluctuations and political events, and to rapidly
change in time. In this sense, they have been said to tap
‘specific’ political support.

Support for democracy: advanced


vs. developing democracies

Since the worldwide spread of democratic regimes in


the 1970’s, a considerable amount of research has been
dedicated to understanding the sources of citizen support
for democracy, both in advanced and developing democ-
racies. Despite the great efforts deployed in explaining
the individual level factors that influence citizens’ prefer-
ences for democratic rule, no clear consensus has been
achieved among scholars. Explanations have stressed the
roles of early socialization processes (Easton & Dennis,
1967; Inglehart, 2003), interpersonal trust and social capi-
tal (Putnam, 1993), institutional arrangements (Mattes &
Bratton, 2007; Norris, 1999), or the performance of demo-
cratic institutions and leaders (Evans & Whitefield, 1995;
Whitefield & Evans, 1999). While all of these factors have
been shown to play a role, the variation of their influence
across contexts has been significant and few sound conclu-
sions have been reached.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3119

Recent literature has shown that there are important


differences between advanced and developing democra-
cies regarding citizens’ commitments to the ideal of de-
mocracy (Lagos, 2003a; Mattes & Bratton, 2007; Mishler
& Rose, 2001). Advanced democracies are characterized
by the presence of a vast majority of citizens who agree
that democracy is the best and always preferable political
arrangement. Aggregate levels of democratic support re-
ported in most advanced industrial democracies have been
stable for decades at levels of around 80% of the popula-
tion (Dalton, 1999, 2004; Fuchs et al., 1995; Klingemann,
1999; Norris, 1999). If in the 1970’s authors were concerned
that democracy may have been at risk because of high
citizen discontent with politics (Crozier, Huntington, &
Watanuki, 1975; Miller, 1974), these worries have now van-
ished. Support for democratic rule is considered a given
fact in North America and Western Europe, to the point
that the European Social Survey −possibly the most im-
portant survey monitoring public attitudes in Europe− has
omitted questions on the subject. This does not necessar-
ily mean that citizens in these societies are satisfied with
the way democracy works in their nations: in fact, many
advanced democracies show remarkably high levels of
citizen dissatisfaction with the functioning of democracy
coexisting with high and stable levels of support for the
concept of democracy (Lagos, 2003a). But it does mean
that the democratic ideal has found a safe place among
the citizens of advanced democracies.
In newly established and developing democracies
the picture is quite different. Aggregate levels of support
for the democratic regime have been found to vary signifi-
cantly across countries and through time (Lagos, 2003a).
Support for democracy in these contexts has shown to be
volatile, as Lagos shows for the Latin American region,
where it can depend on evaluations of the economic and
120 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

political situations, and partisan and ideological varia-


tions (2003b, 2008). Support for the democratic regime in
these societies is not unconditional: there is evidence of a
strong presence of utilitarian and instrumental reasoning
influencing citizens’ attitudes towards democracy (Bratton,
2002; Bratton & Mattes, 2001; Sarsfield & Echegaray, 2006,
2008). Economical and political performance have shown
to correlate with citizens’ attitudes (Mishler & Rose, 2001),
as well as dissatisfaction with the way the system is func-
tioning, discontent with high levels of corruption and a
perception of general lack of receptivity of the political
representatives (Diamond, 2002). Democratic support in
many of these cases seems to be capturing both deep-rooted
attitudes and utilitarian calculations: while some citizens
might be truly convinced that democracy is the best form
of government in all instances, there is sound evidence
showing that an important portion of the publics of these
countries is only circumstantially expressing support, and
that their preferences may change in very short periods of
time (Bratton & Mattes, 2001).

Hypotheses

As already stated, contradictory evidence has been re-


cently found regarding the factors that are related to citizen
support for democracy. At the theoretical level, however,
there is general agreement that support for democracy is
a measure of ‘diffuse’ political support, and thus, that it
should not be strongly related to immediate evaluations of
the performance of the system or its authorities. Departing
from this general idea about the nature of democratic sup-
port, this article tests the following three hypotheses in the
Venezuelan case:
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3121

H1: There is no relationship between current economic


evaluations and support for democracy.
H2: There is no relationship between evaluations of
the performance of the system and support for democracy.
H3: There is no relationship between trust in the
President and support for democracy.
To obtain a fuller understanding of the issues at stake,
two multiple regression models will be performed: the first
using a ‘traditional’ measure of support for democracy
(‘idealist’ support, in Mishler and Rose’s terms) and the
second using a ‘realist’ measure of democratic support.
In both cases the three hypotheses remain unchanged:
support for democracy, whether understood in an ‘ideal-
ist’ or ‘realist’ conception, in theory should not be related
to evaluations of the economy, of the functioning of the
political system, or to trust in the President.

Data

The analyses in this paper are conducted using data from


Venezuela of the fourth wave of the “AmericasBarometer”
surveys, conducted by Vanderbilt University’s Latin
American Public Opinion Project (LAPOP)4 in 2010. In the
“AmericasBarometer” 2010 round, 26 countries throughout
the Americas and the Caribbean were included, and over
36000 individuals were interviewed in total. In Venezuela,
the project used a national probability sample design of
voting-age adults, with a total N of 1500 people. It involved
face-to-face interviews conducted in Spanish. The survey

4
I thank the Latin American Public Opinion Project (LAPOP) and its major
supporters (the United Stated Agency for International Development, the
United Nations Development Program, the Inter-American Development
Bank, and Vanderbilt University) for making the data available.
122 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

used a complex sample design, taking into account stratifi-


cation and clustering. The sample consisted of six strata rep-
resenting the six main geographical regions in Venezuela:
Metropolitan area (capital,) Zuliana, West, Mid-west, East
and Los Llanos.5

Dependent variables
To examine ‘idealist’ support for democracy in
Venezuela the classic ‘Churchillian’ indicator is used. The
question asks respondents to agree or disagree with the
statement “Democracy may have problems, but it is better
than any other form of government”. Respondents are given
a 7-point scale which ranges from “strongly disagree” to
“strongly agree”, and they are asked to choose one point in
the scale. The implication is that the more someone ‘agrees’
with the statement (gives a higher score in the scale,) the
more he/she believes in the superiority of democracy over
other political arrangements.
As Figure 1 shows, at a first glance, support for de-
mocracy in Venezuela is quite high. Over seventy percent
of the sample chose the higher three answer categories,
and almost half of the sample strongly agreed with the
idea that although democracy may have problems, it is
the best political system possible. A minority of around
sixteen percent answered in the lower three categories,
while only seven percent of the sample strongly disagreed
with the statement.
To assess the second dependent variable analyzed in
this article, ‘realist’ support for democracy, a question about
‘support for the political system’ is used. The question asks
respondents the following: “To what extent do you think

5
Taken from http://www.vanderbilt.edu/lapop/venezuela/Venezue-
la_2010_Tech_Info.pdf Date of consult: April 8th, 2011. For further
information, visit LAPOP’s website at http://www.vanderbilt.edu/lapop/.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3123

the Venezuelan political system should be supported?”


Respondents are again given a 7-point scale which ranges
from “none” to “a great extent” to express their answer.
As in the previous case, the implication is that the higher
the number they choose as their answer, the more they
are expressing support for their political system. As said,
this question is supposed to capture a ‘realist’ version of
citizens’ attitudes towards democracy, by asking citizens to
evaluate regimes as they have personally experienced them,
without referring to “abstract and ambiguous democratic
ideals” (Mishler & Rose, 2001: 306).
The distribution of answers to the ‘system support’
question in Venezuela (Figure 2) is completely different
to that of the ‘support for democracy’ question. The three
largest groups of respondents are located on three very
different points of the scale: at the two extremes and at
the midpoint. This tri-modal distribution implies there
is no agreement among Venezuelans when it comes to
believing if their political system deserves support or not.
This type of distribution already suggests that the ques-
tions about support for the democratic ideal and support
for the operating political system are not measuring the
same in all individuals: some Venezuelans may be in fact
making a distinction when expressing their attitudes about
both issues.

Independent variables
To be able to test the proposed hypotheses for the
‘realist’ and ‘idealist’ measures of support for democracy,
seven independent variables are included in both regres-
sion models. A first set of variables aims to test hypothesis
number one, which states that there is no relationship
between current economic evaluations and support for
democracy. For this purpose, two questions asking about
124 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

different economic evaluations are used. The first one


refers to citizens’ personal economic situation and asks
respondents “In general, how would you rate your personal
economic situation?” offering five possible answers: “very
good”, “good”, “neither good nor bad”, “bad” or “very bad”.
The second question refers to the country’s economic situa-
tion and asks “How would you rate the country’s economic
situation?” having the same five answer categories available
to respondents.
To test hypotheses number two, which states that “there
is no relationship between evaluations of the performance of
the system and support for democracy”, the classic ‘satisfac-
tion with democracy’ question is used as an only indicator.
This question asks respondents “In general, are you (a) very
satisfied, (b) satisfied, (c) unsatisfied, or (d) very unsatis-
fied with the way democracy functions in Venezuela?”. As
the question refers to the functioning of democracy and
not to the concept of democracy itself, it is supposed to
tap citizens’ general evaluations of the performance of the
system (Easton’s ‘specific’ political support).
To test hypothesis number three, which states that there
is no relationship between trusting the President and sup-
port for democracy, one indicator is used. It asks “To what
extent do you have trust in the President?”. Respondents are
asked to place themselves on a seven-step ‘ladder’ that of-
fers answers that range from 1 (‘none’) to 7 (‘a great extent’).
Finally, a group of social background variables that
includes gender, age and education level is used for control
in both models.

Results

Table 1 presents the multiple regression estimates


obtained for the model of the ‘idealist’ (‘Churchillian’)
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3125

measure of support for democracy. The numbers reported


are the standardized (beta) coefficients.

Table 1.- Multiple Regression Estimates for


‘Idealist’ Support for Democracy

Gender (female) -0,02


Age 0,08**
Education level 0,12***
Country’s current economic situation -0,02
Personal current economic situation 0,02
Satisfaction with the functioning of democracy 0,00
Trust in the President 0,04
N 1397
R 0,13
R² 0,02

Note: Standardized coefficients (β). Significance level: *p<0,05;


**p<0,01; ***p<0,001.
Source: “AmericasBarometer” 2010 - Venezuela (Latin Ameri-
can Public Opinion Project).

The variation of responses to the ‘Churchillian’ sup-


port for democracy question is not strongly related to any
of the variables included in the model. While there are two
variables that show statistically significant coefficients, it
would be imprudent to assume these variables have any
strong substantive relationship to Venezuelans’ preferences
for democracy. The model accounts for only two percent
of the variability of answers to the support for democracy
question, and thus any speculation about possible causal
effects is, to say the least, adventurous. In sum, variations
in the degree to which citizens express a preference for de-
mocracy are not being determined by socio-demographics,
evaluations of general performance of the system, economic
126 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

evaluations, or trust in the President −at least not in the


terms these variables are included in this model−.
Having clarified this, it is still interesting to look at the
two variables that have statistically significant coefficients in
the model. Both of them are socio-demographic variables:
age and education level. They both show positive, significant
coefficients, implying that older and more educated citizens
tend to support democracy more. A possible explanation
to the positive relationship between age and support for
democracy is that Venezuelans from older generations have
experienced dictatorships and thus include comparisons
between authoritarian regimes and democratic ones when
answering the survey questions related to the topic. This in
turn would lead them to show stronger support for democ-
racy than citizens who have never experienced dictatorships
and cannot make any comparisons. The positive relation-
ship between education level and support for democracy is
not surprising, as citizens with higher education have been
found repeatedly to appreciate the virtues of democracy
more than citizens with lower levels of education (Dennis,
1966; Evans & Whitefield, 1995).
Interestingly, satisfaction with the functioning of de-
mocracy and evaluations of the economy, variables that
have been found to correlate with support for democ-
racy in developing democracies, show no effect at all in
Venezuela. It is very saying that the satisfaction with the
functioning of democracy variable has a coefficient of
virtually zero. The same is true for trust in the President,
which has a substantively small, statistically non-significant
coefficient. All three hypotheses proposed are confirmed
for the ‘idealist’ measure of support for democracy: no
relationship is found between democratic support and
(i) evaluations of the economy, (ii) of the performance of
the system, and (iii) trust in the President. It would appear
Venezuelans’ preferences for democratic rule are not being
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3127

affected by immediate policy outputs or attitudes towards


the incumbent.
Table 2 presents the multiple regression estimates
obtained for the model of the ‘realist’ measure of support
for democracy, or ‘support for the political system’. The
numbers shown are the standardized (beta) coefficients.

Table 2.- Multiple Regression Estimates for ‘Realist’ Support


for Democracy
(Support for the political system)

Gender (female) -0,01


Age 0,02
Education level -0,01
Country’s current economic situation 0,03
Personal current economic situation 0,03
Satisfaction with the functioning of democracy 0,17***
Trust in the President 0,57***
N 1364
R 0,72
R² 0,52

Note: Standardized coefficients (β). Significance level: *p<0,05;


**p<0,01; ***p<0,001.
Source: “AmericasBarometer” 2010 - Venezuela (Latin Ameri-
can Public Opinion Project).

The model for support for the political system (‘realist’


support for democracy) yields drastically different results.
The first thing that strikes is the fifty two percent explained
variation of the dependent variable the model accounts for
(versus the two percent found in the ‘idealist’ support for
democracy model). This means that over half of the varia-
tion of responses to the question of how much Venezuelans
think their political system should be supported is actually
128 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

explained by the variation of responses to the independent


variables included in the specified model.
Citizens’ economic evaluations, be them of the country
or personal level, show no relationship at all to Venezuelans’
support for their political system. The two dimensions seem
to be completely unrelated. Hypothesis 1 is confirmed for
the model of ‘realist’ support for democracy as well: no
relationship is found between current economic evalua-
tions and support for democracy.
Most, if not all, of system support’s explained varia-
tion comes from two variables: in first place, trust in the
President, and to a lesser extent, satisfaction with the
functioning of democracy. Both factors show substantially
strong, statistically significant coefficients. In this model,
hypotheses 2 and 3 have to be rejected: the measure of
‘realist’ democratic support shows strong relationships to
both (i) evaluations of the performance of the system, and
(ii) trust in the President.
The seemingly strong relationship between trust in
the President and ‘realist’ support for democracy is par-
ticularly relevant. Trust in the President shows, with great
difference, the largest coefficient out of all the explanatory
variables included in the model. Is this enough evidence
to conclude support for the political system is strongly
influenced by attitudes towards Chávez? The Venezuelan
President occupies a central position in the nation’s po-
litical scene; when speaking and thinking about politics
in Venezuela, his figure is without doubt more salient to
citizens than a general and abstract concept such as the
‘political system.’ In first instance, it seems safe to argue
that Venezuelans’ feelings towards Chávez act as a cause in
determining their attitudes towards other political objects
rather than as an effect.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3129

A closer look at the relationship between trust


in the President and support for democracy
How important is the figure of Hugo Chávez in de-
termining Venezuelans’ support for democracy? While
in the regression analyses no relationship was found
between trusting Chávez and the measure of ‘idealist’
support for democracy, a strong relationship between
trusting him and supporting the country’s political system
was observed. What implications do these findings have?
Venezuelan society has been repeatedly described as
being polarized around the figure of its President.6 Figure
3 shows the distribution of answers to the ‘Trust in the
President’ question in the 2010 “AmericasBarometer”
Venezuela survey. While more than a quarter of the
sample responded they feel “no trust at all” towards
Chávez, an important group of approximately twenty
percent reported trusting him to “a great extent,” the
highest answer category possible. Another important
group of around a third of the sample placed itself in
the middle categories of the scale (scores 3-5).
To perform a closer examination of the relationship
between trust in the President and support for democ-
racy, the sample was divided into three groups of citizens,
depending on their level of trust in Chávez: those with
‘low’ trust towards him (scores 1-2), those with ‘inter-
mediate’ trust towards him (scores 3-5), and those who
show ‘high’ trust (scores 6-7). The three groups resulted
very similar in size, each being composed of close to a
third of the sample.

6
The results of the last presidential election of April 14th, 2013, where
there was an almost equal split of the vote between Nicolás Maduro and
Henrique Capriles, are a clear sign of the extreme political polarization
present today in Venezuelan society.
130 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Figure 4 shows the distribution of responses to the


‘idealist’ support for democracy question for the three
groups of ‘trust in the President’ citizens.7 Regardless of
where citizens situate themselves on the trust towards
Chávez question, there is a general tendency to support
democracy, confirming the null relationship found be-
tween the two variables in the regression analysis. In all
three groups there is a majority of citizens who express
high support for democracy; and in the two groups where
citizens have the strongest attitudes towards Chávez −low
trust and high trust− the value is practically the same: a
strong 65 percent.
By introducing the third variable at stake, ‘support
for the political system’, or ‘realist’ support for democ-
racy, the picture becomes clearer. Table 3 illustrates the
relationship between ‘idealist’ and ‘realist’ measures of
support for democracy for the three levels of ‘trust in
the President’.8

7
For the construction of this figure, the ‘idealist’ support for democracy
question was recoded in the following way: scores 1-2 = ‘low support
for democracy’, scores 3-5= ‘intermediate support for democracy’, scores
6-7 = ‘high support for democracy’.
8
For the construction of this table, the support for the system question
was recoded in the following way: scores 1-2 = ‘low support’, scores 3-5=
‘intermediate support’, scores 6-7 = ‘high support’.
Table 3.- Crosstable between ‘idealist’ and ‘realist’ measures of support
for democracy for 3 levels of ‘Trust in the President’

Support for democracy (‘idealist’)


Low Intermediate High
Low 9,3% 12,4% 40,9%
Low trust in the Support for the
Intermediate 4,5% 5,9% 18,3%
President (N=508) system
High 0,6% 2,4% 5,7%
Total 14,4% 20,7% 64,9%
Intermediate trust Low 1,7% 4,7% 8,3%
Support for the
in the President Intermediate 7,7% 24,7% 38,1%
system
(N=470) High 2,8% 4,5% 7,7%
Total 12,2% 33,9% 54,1%
Low 0,2% 0,5% 1,4%
High trust in the Support for the
Intermediate 2,0% 13,5% 16,2%
President (N=444) system
High 5,6% 13,7% 46,8%
Total 7,8% 27,7% 64,4%

Note: Cells are percentages of the total for each ‘Trust in the President’ group.
Source: “AmericasBarometer” 2010 - Venezuela (Latin American Public Opinion Project).
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3131
132 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

At least two well defined groups of citizens can be


distinguished in Table 3. Close to half (46,8%) of the citi-
zens that feel high trust towards Hugo Chávez also show
high support for the political system and for the ideal of
democracy. This group of citizens (which accounts for ap-
proximately 15% of the total sample) could be labeled the
‘Chavist’ democrats: most likely, they will agree that Chávez
is a democrat, and that the Venezuelan political system is
an operating democracy. They find no incompatibilities
is supporting the ideal of democracy (‘idealist’ support)
and supporting their operating political system (‘realist’
support): for them, democracy is what they are living in
at the moment.
A second important group of citizens can be considered
the opposite: the ‘Anti-Chavist’ democrats, if you will. They
have remarkably low trust towards the President and low
support for the political system, but still believe democ-
racy is the best possible political arrangement. They make
up 40,9% of the persons in the ‘low trust’ group, which is
equivalent to a 15% of the total sample -a strikingly simi-
lar proportion to the one of the ‘Chavist’ democrats. The
differences observed here between supporting the ideal
of democracy and the operating political system could be
explained through the hypothesis that people in this group
will most likely qualify Chávez as a dictator and Venezuela’s
system as a dictatorship. Democracy is something they don’t
have, it is something desired. Thus, while they express high
esteem for the ideal of democracy, they will express very
low support for the operating political system.
Other groups of citizens are also visible. Around a tenth
of the citizens in the low trust group (close to a 4% of the
complete sample) have constant negative attitudes towards
democracy. They do not trust Chávez, do not believe their
political system should be supported, and have lost faith
(on never had any) in the ideal of democracy. While it could
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3133

be hurried to call them ‘antidemocrats,’ they at least seem


disillusioned. Things are not going well, and democracy,
which is not working fine, would not help much even if it
was working better. From this position to preferring the
presence of authoritarian regimes there is probably not
much ideological travelling to be done. Another group of
similar size is the one which shows the same character-
istics but ‘intermediate’ support for democracy. They do
not trust Chávez, do not express support for their political
system, but express ‘intermediate’ support for the ideal
of democracy: they might still have some hope about the
possibility of a true democracy being able to work things
out, but they may very well be on their way to complete
disillusionment.

Conclusions

There is evidence to conclude that there are at least


two different conceptions of what democracy is among
Venezuelans. Most citizens express belief in the superiority
of democracy, but it appears as if some believe democracy is
what they are living in at the moment, and others believe it is
something they do not −but would like to− have.9 The pres-
ence of different conceptions of what democracy is opens
the debate about the validity of the traditional support for
democracy indicators when used by themselves. Without
knowing what citizens are referring to when they answer

9
Hugo Chávez’s death and the changes in the political scenario that have
recently taken place in Venezuela only reinforce this conclusion. All in
the name of ‘democracy’, the nation finds itself strongly polarized bet-
ween two opposing forces: Maduro has taken the legacy of the ‘Chavist’
conception of democracy, and the opposition, personified in Capriles,
accuses the current regime of being a dictatorship and demands a ‘true’
democracy to be installed.
134 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

questions about an abstract construct such as ‘democ-


racy’, it is very difficult to know what their answers to these
questions actually mean. In fact, recent literature has cast
doubts on the common practices used to measure support
for democracy, which have mostly used a unidimensional
perspective (Carlin & Singer, 2011; Inglehart, 2003; Schedler
& Sarsfield, 2007). The possibility that citizens answer survey
questions on the topic from multiple perspectives suggests
that support for democracy is a polysemic concept, and
that it should be conceived −and measured− as such. This
implies the need of using several indicators which cover
distinct dimensions of democratic support.
Trust in Hugo Chávez does not seem to play an im-
portant role in determining Venezuelans’ support for the
ideal of democracy; where it appears to be significant is in
defining what democracy is for Venezuelans. As was seen,
a good proportion of the citizens who trust Chávez seem to
have a very different conception of what democracy is to
those citizens who do not trust him at all. While it cannot
be established with complete certainty, it seems safe to
argue that the causal effect goes in the direction pointed
out: at least in some cases, trust in Chávez affects citizens’
definitions of democracy, and not the other way around.
As well, due to the multiple conceptions of democracy
found among Venezuelans, it becomes problematic to
consider a heterogeneous understanding of support for
democracy as a guarantee of stability for the democratic
system. Is the high level of support for democracy found in
Venezuela really a guarantee of stability for its democratic
regime? Or do the different −and encountered− conceptions
of democracy pose a threat to the democratic institutions
and regime in general? It may be argued in this case that a
first glance at the ‘traditional’ indicators suggests democracy
is not in crisis in Venezuela, but the profound polarization
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3135

of its society may be in fact an indicator of the fragility of


its democracy.
Understanding the differences in conceptions of de-
mocracy is fundamental for any further research seeking
to unveil what the true levels of support for the democratic
regime are in different contexts. It seems evident that de-
mocracy does not mean the same for everyone, and thus,
that the reported levels of support for democracy in many
cases are not saying what they seem to be saying. In this
line, it is more relevant for future analyses concentrating on
support for democracy to ask what models of democracy
citizens support and not just if they support democracy or
not. Researchers, policy makers, and scholars in general
should be sensitive to this if any clear understanding of how
citizens in developing democracies relate to their political
regimes is to be found.

Bibliography

Almond, G. & S. Verba (1963), The Civic Culture, Princeton,


NJ, Princeton University Press.
Booth, J. & M. Seligson (2005), “Political Legitimacy
and Participation in Costa Rica: Evidence of Arena
Shopping”, in Political Research Quarterly 58(4), pp.
537−550.
�(2009), The Legitimacy Puzzle in Latin America: Political
Support and Democracy in Eight Nations, Cambridge
University Press.
Bratton, M. (2002), “Wide but Shallow: Popular Support
for Democracy in Africa”, in Afrobarometer Working
Paper Series #19.
Bratton, M. & R. Mattes (2001), “Support for Democracy in
Africa: Intrinsic or Instrumental?”, in British Journal of
Political Science 31(3), pp. 447−474.
136 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Carlin, R. & M. Singer (2011), “Support for Polyarchy in


the Americas”, in Comparative Political Studies 44(11),
pp. 1500-1526.
Citrin, J. (1974), “Comment: The Political Relevance of
Trust in Government”, in The American Political Science
Review 68(3), pp. 973-988.
Crozier, M., S.P. Huntington & J. Watanuki (1975), The
Crisis of Democracy: Report on the Governability of
Democracies to the Trilateral Commission, New York:
New York University Press.
Dalton, R.J. (1999), “Political Support in Advanced Industrial
Democracies”, in P. Norris (Ed.), Critical Citizens: Global
Support for Democratic Government , Oxford University
Press, pp. 57-78.
�(2004), Democratic Challenges, Democratic Choices:
The Erosion of Political Support in Advanced Industrial
Democracies, New York, Oxford University Press.
Dennis, J. (1966), “Support for the party system by the mass
public”, in The American Political Science Review 60(3),
pp. 600-615.
Diamond, L. (2002), “Consolidating democracies”, in L.
LeDuc, R. G. Niemi, & P. Norris (Eds.), Comparing
Democracies 2: new challenges in the study of elections
and voting, Vol. 2, London, Sage, pp. 210-227.
Diamond, L. & L. Morlino (2004), “The Quality of Democracy:
An Overview”, in Journal of Democracy 15(4), pp. 20-31.
Easton, D. (1965), A Systems Analysis of Political Life, New
York, Wiley.
�(1975), “A Re-Assessment of the Concept of Political
Support”, in British Journal of Political Science 5(04),
pp. 435-457.
Easton, D. & J. Dennis (1967), “The child’s acquisition of
regime norms: Political efficacy”, in The American
Political Science Review 61(1), pp. 25-38.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3137

Evans, G. & S. Whitefield (1995), “The politics and economics


of democratic commitment: Support for democracy
in transition societies”, in British Journal of Political
Science 25(04), pp. 485-514.
Fuchs, D., G. Guidorossi & P. Svensson (1995), “Support
for the Democratic System”, in H.-D. Klingemann &
D. Fuchs (Eds.), Citizens and the State, Oxford: Oxford
University Press, pp. 323-353.
Huang, M., Y. Chang & Y. Chu (2008), “Identifying sources
of democratic legitimacy: A multilevel analysis”, in
Electoral Studies 27(1), pp. 45-62.
Inglehart, R. (2003), “How Solid is Mass Support for
Democracy - And How Can We Measure It?”, in PS:
Political Science & Politics 36(01), pp. 51-57.
Klingemann, H.-D. (1999), “Mapping Political Support in
the 1990s: A Global Analysis”, in P. Norris (Ed.), Critical
Citizens: Global Support for Democratic Government ,
Oxford, Oxford University Press, pp. 31-56.
Lagos, M. (2003a), “Support for and Satisfaction with
Democracy”, in International Journal of Public Opinion
Research 15(4), pp. 471-487.
�(2003b), “A road with no return?”, in Journal of
Democracy 14(2), pp. 163-173.
�(2008), “Latin America’s Diversity of Views”, in Journal
of Democracy 19(1), pp. 111-125.
Linz, J.J. (1978), The Breakdown of Democratic Regimes:
Crisis, Breakdown and Reequilibration, Baltimore, The
Johns Hopkins University Press.
Linz, J.J. & A.C. Stepan (1996), Problems of Democratic
Transition and Consolidation: Southern Europe, South
America, and Post-Communist Europe, Baltimore, The
Johns Hopkins University Press.
Lipset, S.M. (1959), “Some Social Requisites of Democracy:
Economic Development and Political Legitimacy”, in
The American Political Science Review 53(1), pp. 69-105.
138 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

�(1994), “The Social Requisites of Democracy Revisited:


1993 Presidential Address”, in American Sociological
Review 59(1), pp. 1-22.
Mattes, R. & M. Bratton (2007), “Learning about Democracy
in Africa: Awareness, Performance, and Experience”, in
American Journal of Political Science 51(1), pp. 192-217.
Miller, A.H. (1974), “Political Issues and Trust in the
Government: 1964-1970”, in The American Political
Science Review 68(3), pp. 951-972.
Mishler, W. & R. Rose (2001), “Political Support for
Incomplete Democracies: Realist vs. Idealist Theories
and Measures”, in International Political Science Review
22(4), pp. 303-320.
Norris, P. (1999), Critical Citizens: Global Support for
Democratic Government, Oxford University Press.
Putnam, R.D. (1993), Making Democracy Work, Princeton,
Princeton University Press.
Sarsfield, R. & F. Echegaray (2006), “Opening the Black Box:
How Satisfaction with Democracy and its Perceived
Efficacy Affect Regime Preference in Latin America”,
in International Journal of Public Opinion Research
18(2), pp. 153-173.
�(2008), “Looking Behind the Window: Measuring
Instrumental and Normative Reasoning in Support for
Democracy”, in Afrobarometer Working Paper Series #97.
Schedler, A. & R. Sarsfield (2007), “Democrats with ad-
jectives: Linking direct and indirect measures of
democratic support”, in European Journal of Political
Research 46(5), pp. 637-659.
Seligson, M. (2007), “The Rise of Populism and the Left in
Latin America”, in Journal of Democracy 18(3), pp. 81-95.
Whitefield, S. & G. Evans (1999), “Political culture versus
rational choice: explaining responses to transition in
the Czech Republic and Slovakia”, in British Journal of
Political Science 29(01), pp. 129-154.
¿Por defecto o por defectos?
Las causas de la desconfianza
institucional en América Latina

José Del Tronco1

Resumen

¿Bajo qué condiciones los ciudadanos desconfían de


las instituciones políticas? Las respuestas a esta pregunta
son variadas y pueden ubicarse en dos grandes corrientes:
a) la culturalista que destaca la importancia de los valores
culturales, y b) la racional culturalista, según la cual la
desconfianza es resultado de los deficientes desempeños
de los gobiernos democráticos. La presente investigación
analiza tres diferentes dimensiones de la performance,
vinculadas todas ellas al concepto de representación y re-
lacionadas con etapas, actividades y actores específicos: 1.
la calidad institucional (relativa a las reglas de juego y su
funcionamiento); 2. la calidad de la política (relativa a los
a la calidad de los procesos de deliberación, negociación y
sanción de leyes, así como a la productividad legislativa);
3. la calidad de los resultados (vinculada al impacto de
las políticas públicas sobre el bienestar social). Con datos
de Latinobarómetro 2006, el análisis demuestra que los
latinoamericanos tienden a confiar más cuanto mejor es
el desempeño gubernamental, pero ello no obedece sólo

1
Doctor en Ciencia Política con Mención de Honor por la Universidad
Nacional Autónoma de México. Profesor Investigador de tiempo completo
en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Académica
de México. Carretera al Ajusco 377, Col. Héroes de Padierna. Delegación
Tlalpan, México D.F. +52 55 3000 0200. Email: jdeltronco@flacso.edu.mx
140 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

a indicadores económicos sino también a la evolución de


las condiciones políticas e institucionales
Palabras clave: Confianza institucional, representa-
ción, cultura política, América Latina

Abstract

Under which conditions citizens distrust on political


institutions? Answers to these questions are diverse and
may be classified in two main approaches: culturalist and
rational culturalist. Based on the latter, this paper analyzes
the association between quality of political representation
and institutional confidence in Latin America. This research
is focused on the concept of representation and its dimen-
sions (rules, élites and government effectiveness), and
support the hypothesis that people confidence on politi-
cal institutions is better explained by the performance of
representative actors than cultural values of people. With
data obtained from 2006 Latinobarometer survey, empirical
findings show that Latin American citizens willingness to
trust depends on government performance, but they are
worried not just by economic indicators. Institutional and
political conditions are also quite important.
Key words: Institutional trust, representation, political
culture, Latin America

1. La desconfianza política en América Latina

Una enorme cantidad de estudios han remarcado


durante los últimos años los crecientes niveles de escep-
ticismo y desconfianza que los ciudadanos de diversas
regiones del mundo expresan respecto de sus autoridades
políticas (Torcal y Montero, 2006; Inglehart y Wezel, 2005;
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3141

Almond et al., 2002; Putnam et al., 1999; Norris, 1999). En


el caso de las democracias consolidadas, este fenómeno
abarca el último cuarto del siglo XX. En los Estados Unidos
de América, país cuyo acervo estadístico permite analizar
la evolución de la opinión pública en una “larga duración”,
dicho declive ha sido más profundo a partir de la Guerra
de Vietnam y se ha mantenido durante las últimas cuatro
décadas (Nye, 1998; Putnam, 2000). En el caso de Europa
Occidental, este fenómeno es más reciente y se expande
durante los años ochenta y noventa (Newton, 1999; Miller
y Listhaug, 1999; Klingemann, 1999).
Por su parte, en los países de reciente democratiza-
ción, los estudios al respecto no han podido confirmar una
tendencia clara (Evans y Letki, 2006; Gunther y Montero,
2006; Moreno y Catterberg, 2005; Torcal 2006). Muy pro-
bablemente a raíz del cambio profundo que implicó la
liberalización política en buena parte de Europa del Este
y América Latina, la evidencia sobre el estado general del
sentimiento público −especialmente para el caso latinoa-
mericano− está aún en construcción y sus factores expli-
cativos no están del todo claros. Mientras que los análisis
de la situación en Latinoamérica tienden a destacar el
malestar de los ciudadanos para con sus representantes
(Gargarella, 2002), los estudios sobre el tema en los paí-
ses ex-comunistas señalan una tendencia general de los
ciudadanos a expresar sentimientos de desconfianza y
cinismo respecto de las nuevas instituciones políticas y
sociales. Mishler y Rose (1997), por caso, señalan que en-
tre los ciudadanos de países pos-comunistas, sólo un 31%
expresa confianza en las instituciones, 22% son escépticos,
y el 47% restante es claramente desconfiado (distrustful)
respecto de las mismas.
En América Latina, los procesos de democratización
experimentados durante las últimas tres décadas han pues-
to al tema de la “confianza ciudadana en las instituciones
142 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

políticas” en el centro del debate. A diferencia de la legi-


timidad democrática2 −que es significativa entre los lati-
noamericanos− y de la satisfacción con el desempeño del
régimen3 −que es oscilante y parece depender en buena
medida de la cercanía ideológica con el gobierno de turno
(Torcal, 2001)−, las y los latinoamericanos expresan (con
diferencias entre países) sentimientos generalizados de
alienación y cinismo4 respecto de la política y lo político.
Si bien la democracia sigue siendo el sistema político pre-
ferido en la región (según el Latinobarómetro, entre 1996
y 2009, dos de cada tres latinoamericanos consideraba a
la democracia como el mejor sistema de gobierno posible
más allá de sus problemas), los niveles de confianza en las

2
La concepción tradicional de legitimidad deriva de Weber, y refiere a
aquellas actitudes de aquiescencia de parte de los ciudadanos a una
determinado tipo de dominación política. En este caso, y derivado de
allí, la legitimidad implica asimismo, una valoración positiva; es decir,
la dimensión normativa (de lo que “debe ser” un régimen político) está
presente en su definición. Es lo que Easton denominó “apoyo político
difuso” (1974) porque no está condicionado al desempeño de las ins-
tituciones políticas.
3
En el caso de la satisfacción, ella refleja una actitud de tipo cognitivo,
que es expresión ya no de una dimensión normativa sino del nivel
de bienestar asociado al funcionamiento de un determinado tipo de
régimen o gobierno. La satisfacción, por tanto, en términos de Easton,
representaría un tipo de “apoyo político específico”, en la medida que
es de corto plazo y depende del funcionamiento efectivo de las ins-
tituciones de gobierno. (Enciclopedia Blackwell, disponible en línea
en el siguiente vínculo: http://www.blackwellreference.com/public/
tocnode?id=g9781405131995_chunk_g978140513199521_ss55-1)
4
El cinismo −como actitud− tiene lugar cuando una persona no espera
nada de los demás, porque supone que la conducta humana sólo está
motivada por su propio interés. Cappella y Jamieson (1997: 166) definen
el cinismo político como “la desconfianza generalizada de los líderes o
grupos políticos con el proceso político como un todo” por corromper
a los personas que participan en él y que atrae a las personas corruptas
como participantes. El cinismo como la falta de confianza ha sido tratado
a nivel de las instituciones de gobierno y el régimen en su conjunto (por
ejemplo en Miller, 1974).
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3143

instituciones centrales de la democracia representativa −


como los partidos políticos o el parlamento− se mantienen
comparativamente bajos y de manera bastante paradójica
tienden a caer en todos los países del continente a medida
que las democracias adquieren más edad.

Figura 1: Actitudes hacia la democracia


en América Latina (1996-2009)5

Fuente: Elaboración propia en base a Latinobarómetro (1996-


97-98-2000-01-02-03-04-05-06-07-08-09)

En América Latina, los bajos niveles de confianza ins-


titucional son consistentes con diversos marcos teóricos.
Para los teóricos de la modernización, la desconfianza es
producto del cambio de valores sociales predominantes,

5
El “apoyo a la democracia” o “political support” refiere a la valoración
normativa o legitimidad del régimen democrático frente a otros. La
satisfacción con el funcionamiento de la democracia es parte de la
dimensión cognitiva del apoyo expresado por ciudadano a un determi-
nado régimen político, mientras que la confianza −en este caso, hacia
partidos, congreso y gobierno− es una de las variables constitutivas de
la dimensión “afectiva”.
144 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

producido por las nuevas pautas de consumo y relaciona-


miento social en las sociedades complejas (Dalton, 1999;
Dalton et al., 2002). La individualización y el desprestigio
de las autoridades tradicionales, motiva −especialmente
en las nuevas generaciones− un sentimiento de descon-
fianza hacia las instituciones políticas (Inglehart y Wezel,
2005). Por su parte, la corriente culturalista más tradicio-
nal sostiene que no es el cambio cultural sino más bien
la persistencia de valores no democráticos (evidenciados
por siglos de historia política autoritaria y bajos niveles de
capital social entre su población) el elemento determinante
de su desconfianza hacia las nuevas instituciones (Torcal,
2006). Finalmente, la hipótesis racional-culturalista sos-
tiene que la desconfianza hacia las instituciones y actores
políticos se explica por el deficiente desempeño de éstos
últimos con relación a las expectativas generadas durante
la transición (Mishler y Rose, 2001).
No obstante la proliferación de posibles explicacio-
nes, no hay acuerdo sobre las verdaderas causas de la
desconfianza institucional. Para el caso latinoamericano,
la ausencia de análisis transversales obliga a cuestionarse:
¿bajo qué circunstancias los ciudadanos desconfían de
los actores e instituciones políticas en contextos demo-
cráticos? ¿Cuáles son sus particularidades en el caso de
la región latinoamericana, y para cada uno de los países
que la componen? ¿Hay diferencias significativas entre las
instituciones (partidos, parlamento, gobierno y presidente)
o es posible establecer perfiles actitudinales de los ciuda-
danos igualmente válidos para todas ellas?
El desarrollo del documento, a continuación, se orien-
ta a dar respuesta a dichos interrogantes. En el segundo
apartado, se presentan las distintas corrientes que han
intentado dar una respuesta a esta pregunta, y se postula
y desarrolla −brevemente− la adoptada por este trabajo.
En la tercera sección, se presenta el análisis empírico. En
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3145

primer término, se hace referencia al proceso de opera-


cionalización; se establecen las dimensiones de análisis y
sus indicadores. A continuación, se presenta los resulta-
dos obtenidos a partir de los análisis estadísticos −en sus
distintos niveles de análisis: agregado por países e indivi-
dual− entre 1996 y 2006.6 En la sección final, se exponen
algunas conclusiones y sus implicaciones para el estudio
de las democracias en la región.

2. La desconfianza política: relevancia


e hipótesis causales

La relevancia de la confianza institucional se explica


porque es el elemento que hace posible la delegación de
responsabilidades de los ciudadanos hacia sus represen-
tantes. En tal sentido, sin una dosis de confianza inicial,
la representación no puede tener lugar (Pitkin, 1985).
Adicionalmente, y en términos de su contribución a la
estabilidad del régimen político, la confianza institucional
evita el desligamiento de los ciudadanos respecto de sus
representantes y nutre a estos últimos de proyectos polí-
ticos capaces de definir y abordar los problemas públicos
de manera consistente con las preferencias de aquellos.
Dota a la democracia representativa, en definitiva, de sus
propios fundamentos (Mouffe, 2007).
Conceptualmente, este trabajo define a la confianza
como la esperanza o nivel de certidumbre de una persona o
grupo de personas sobre el comportamiento de una contra-
parte. Cuando ésta actúa de acuerdo a las expectativas de la

6
El motivo por el cual se eligió el año 2006 es porque constituye la me-
dición más cercana y menos influida por la crisis económica mundial
iniciada en 2008 −cuyos primeros indicios se manifestaron ya a finales
de 2007− y aislar así la incidencia de factores extraordinarios sobre el
objeto de estudio
146 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

primera, la confianza aumentará y viceversa (Locke, 1999).


De acuerdo con esta definición, la confianza es siempre
un término probabilístico por ser función o resultado de
distintas variables.
La desconfianza es la otra cara de la misma moneda.
En situaciones en que la certidumbre acerca del com-
portamiento ajeno es alta −ya por la experiencia pasada,
ya por la conocida efectividad de la sanción a conductas
oportunistas−, el incumplimiento de la contraparte puede
no generar desconfianza de forma inmediata. Esta última
surge como resultado de incumplimientos sistemáticos que
erosionan la certidumbre original, resultando en niveles
de esperanza cada vez menores. En estos casos, socieda-
des con muy bajos niveles de confianza institucional, una
conducta no esperada de las contrapartes genera descon-
fianza con mayor rapidez; basta un número reducido de
incumplimientos (sólo uno, en ocasiones) para que aquella
tenga lugar.7
Desde la intuición, parece posible explicar por qué
dicha confianza está ausente cuando la dominación ejer-
cida por los gobiernos adquiere un formato autoritario o
dictatorial. En esos casos, no existe ningún mecanismo
institucional que garantice la representación de los inte-
reses de los ciudadanos, y de los grupos sociales que éstos
conforman. Sin embargo, durante las últimas décadas
muchas democracias (regímenes que sí cuentan con dicha
garantía), y entre ellas una buena cantidad de países lati-
noamericanos, han visto descender de manera continua y

7
Tal como lo señaló Newton (1999), confianza social y confianza política
son dimensiones diferentes. La primera puede ser anónima o perso-
nalizada y tiene por objeto a las personas; nuestros semejantes, en sus
distintos roles sociales. La confianza política, por su parte, es aquel activo
que los individuos depositan en las instituciones y actores de gobierno
a través del proceso de delegación. Ésta última es el objeto del presente
estudio.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3147

pronunciada los niveles de confianza de sus ciudadanos en


las instituciones políticas que los representan. La paradoja
es clara: ¿Por qué los ciudadanos desconfían de las insti-
tuciones políticas representativas cuando −en teoría− ellos
mismos las han diseñado y a sus integrantes han elegido
para representar sus intereses?
La literatura especializada ha presentado diferentes
respuestas a este problema, que se agrupan aquí en dos
grandes corrientes. La perspectiva culturalista sostiene que
las actitudes políticas son resultado del proceso de socia-
lización (Almond y Verba, 1959; Eckstein, 1988; Inglehart,
1988; Putnam, 1993; Torcal, 2006; Segatti, 2006) y por lo
tanto, exógenas al sistema político. Desde esta perspectiva,
la desconfianza institucional podría explicarse a partir de
la persistencia de patrones culturales de largo plazo que
han permeado el funcionamiento de los regímenes políticos
modernos hasta la fecha. Siglos de instituciones autoritarias
−y algunas décadas de experiencias democráticas fallidas e
inestables− han marcado culturalmente a los ciudadanos,
y permeado sus actitudes políticas hasta la actualidad. De
acuerdo con esta visión, los patrones culturales así como
las experiencias democratizadoras originales (Torcal, 2006)
conducirían a los ciudadanos latinoamericanos o bien a
preferir las pautas autoritarias o bien −en caso de consi-
derar negativamente esta última opción− a adoptar un
concepto particular de democracia; menos centrado en los
procedimientos liberales de representación política, y más
asociado a la vigencia de decisores poderosos que estable-
cen una relación directa −sin las clásicas intermediaciones
institucionales− con los ciudadanos (“el pueblo”). En este
contexto, toda democracia liberal, establecida a partir del
rol central de las instituciones de intermediación (partidos
políticos, fundamentalmente) chocaría con la desconfianza
de los ciudadanos para quienes dicho arreglo institucional
148 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

constituiría una clara deformación de la pauta democrática


mayoritaria o republicana.
Por su parte, la tesis racional-culturalista plantea que
si bien los patrones culturales juegan su papel, es el desem-
peño de los gobiernos el elemento que explica de manera
significativa los cambios en las actitudes políticas de los
ciudadanos, y especialmente, en los niveles de confianza
en las instituciones representativas (Mishler y Rose, 2001).
De acuerdo con este enfoque, la cultura política es un
ingrediente importante, y las actitudes de los ciudadanos
contienen información relevante acerca del funcionamien-
to pasado y futuro de los sistemas políticos. Sin embargo,
para los racionalistas, la huella cultural es menos profunda
y las actitudes políticas cambian en el corto plazo como
resultado del desempeño “percibido” de las instituciones
representativas (Camoes, 2000; Miller y Listhaug, 1999).
Este trabajo adopta el enfoque “racional”. De acuerdo
con esta corriente, los ciudadanos son individuos raciona-
les capaces de juzgar consistentemente la utilidad de una
institución, sus consecuencias distributivas y sus efectos
sobre el bienestar individual (North, 1993; Knight, 1996), y
sus actitudes políticas, formadas en buena medida durante
el proceso de socialización, lejos de ser estables pueden
cambiar a partir del funcionamiento del sistema político
(Lane, 1992). Para el caso latinoamericano, dado que la
transición a la democracia marca el inicio de un juego de
representación deseado por la mayor parte de los ciuda-
danos, esta investigación propone que la desconfianza
“política” (Newton, 1999) es, en buena medida, un reflejo
del desempeño de los actores políticos y de las instituciones
representativas en relación a lo que se espera de ellas; esto
es, cuanto mayor la distancia entre el desempeño percibido y
el esperado, mayor la desconfianza de los ciudadanos hacia
las instituciones propias de la democracia representativa.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3149

El mecanismo causal que vincula a la representación


con la desconfianza es la percepción que los ciudadanos
tienen del desempeño de sus representantes; es decir el
grado a través del cual los ciudadanos perciben que sus
preferencias están presentes en las decisiones políticas. En
pocas palabras, los niveles de confianza reflejan que tan
nítidamente se hacen presentes −en la arena política for-
mal− las preferencias de los mandantes durante el proceso
de selección, diseño, implementación y evaluación de po-
líticas. En tal sentido, es lógico esperar que los ciudadanos
(con la información siempre incompleta de que disponen)
depositen su confianza en determinados actores políticos
en función de un juicio retrospectivo (Fiorina, 1981).

3. La calidad de la representación y sus


dimensiones como factor explicativo

En términos políticos, la representación es un proceso a


través del cual las voces, opiniones, perspectivas e intereses
de los actores políticos (ya sean individuales o colectivos)
“se hacen nuevamente presentes” (se re-presentan) en el
proceso de toma de decisiones. Así, la representación ocurre
cuando los “representantes” hablan, abogan y actúan en
nombre de otros −sus representados− en la arena política
(Pitkin, 1985).
De acuerdo con los trabajos clásicos de representación
(Pitkin, 1985; Manin, Stokes y Przeworski, 1998), existen
diferentes maneras de abordar el fenómeno representati-
vo, que podrían resumirse en las siguientes: i) en primer
lugar, la representación como autorización o como “voto de
confianza”, refiere a un proceso en el cual los ciudadanos
delegan en su(s) hombre(s) de confianza la responsabilidad
de hablar en su nombre, sin más condicionamientos que su
propio criterio; ii) la representación como responsabilidad,
150 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

por su parte, supone que el representante es un “agente”


que se compromete a dar cumplimiento a los mandatos
de su “principal”. En el primer caso, los representantes
tienen “plenos poderes”,8 en el segundo están sujetos a las
instrucciones de sus mandantes. En el primer caso, una
representación de calidad está dada por los resultados del
proceso de representación; es decir por el impacto de las
políticas. En el segundo, no importan sólo los resultados
sino también el cumplimiento de los mandatos, esto es, el
contenido de las políticas.9
A diferencia de ambas visiones, este trabajo propone
entender y analizar la calidad de la representación desde un
enfoque amplio, que incluye dimensiones institucionales,
políticas y de políticas públicas (Figura 2).

8
De allí el nombre que recibían, por ejemplo, los ministros “plenipotencia-
rios” de las nacientes repúblicas americanas cuando, a principios del siglo
XIX, negociaban las condiciones de los acuerdos internacionales entre
ellos o ante los representantes de potencias europeas). Como no podían
estar consultando a sus gobiernos dada la ausencia de facilidades para
una comunicación inmediata, partían con instrucciones −más o menos
precisas− respecto de los resultados, pero tenían “plenos poderes” para
negociar las condiciones en que tales acuerdos resultarían factibles.
9
El problema en este caso radica en el dilema que se genera cuando una
vez en el cargo, los representantes llegan a la conclusión de que cumplir
con lo (com)prometido puede acarrear más pérdidas que beneficios.
Por ello algunos autores sostienen que la ausencia de mandato impera-
tivo obliga a los representantes a cambiar de rumbo y buscar el mayor
beneficio social, aunque ello contravenga los acuerdos pre-electorales
(Stokes, 1999 y 2002).
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3151

Figura 2: Dimensiones de la representación


durante el ciclo de políticas

Fuente: Elaboración propia en base a Manin (1999: 9)

Si, tal como fue previamente establecido, la repre-


sentación es el proceso a través del cual determinados
delegados hablan en nombre de los ciudadanos y de esa
forma consiguen satisfacer sus intereses, la calidad del
proceso de representación política es el resultado de tres
fenómenos o dimensiones: 1) si quienes hablan en nombre
de la comunidad política son efectivamente aquellos que la
comunidad política ha elegido; 2) si lo que dicen es lo que
efectivamente diría cualquiera de sus representados en su
lugar, y 3) si los resultados de dicho proceso satisfacen los
intereses de los representados. Dicho en otros términos,
las dimensiones de análisis refieren a la calidad de los
procedimientos institucionales (polity), que hacen posible
la selección de representantes, la calidad de la política
(politics), que refiere a la capacidad del sistema político
por incorporar al proceso de formulación de políticas las
152 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

preferencias de los votantes, y, finalmente, la calidad de


las políticas públicas (policies), a través de cuyos resultados
se puede observar en qué medida están representadas las
preferencias de los ciudadanos.

a) La dimensión institucional: Estado


de Derecho y reglas electorales
Una primera dimensión de la calidad de la represen-
tación permite analizar la capacidad de las instituciones
para representar de manera efectiva la distribución de pre-
ferencias al interior de una sociedad. Desde este enfoque,
se parte del supuesto de que las instituciones importan,
pero hay diferentes tipos y niveles de instituciones. En esta
primera dimensión, nos interesan aquellas garantizan de-
terminados derechos políticos y libertades civiles, así como
la selección libre, competida, equitativa y proporcional,
de los representantes por parte de los ciudadanos (Leiras
s/f; Levine y Molina, 2006; Morlino, 2005; O´Donnell et al.,
2004; Bingham Powell, 2004; Przeworski, 1995)10.

b) La dimensión política: Sistemas de partido


y calidad de la deliberación parlamentaria
Un segundo abordaje para analizar el grado de repre-
sentatividad de las instituciones democráticas −desarro-
llado a lo largo de la última década por Manuel Alcántara
et al. (2006)− considera relevante analizar la calidad de la
política, a partir de las características y el desempeño de las
élites. Esto implica tomar en cuenta no sólo las caracterís-
ticas del entramado institucional que encarna y da forma
al proceso de representación sino también a los actores
políticos que la hacen posible. En este caso, se parte del

10
Para una revisión importante de estas dimensiones en América Latina,
ver Payne, Zovatto y Mateo Díaz (2006).
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3153

supuesto de que estos últimos (en tanto representantes)


constituyen un actor clave que define el contenido y las
formas en que las políticas públicas son incorporadas a
la agenda y formuladas, posteriormente, para su imple-
mentación.11 El funcionamiento efectivo de las asambleas
y la actividad de los representantes se vinculan al cumpli-
miento de los mandatos electorales; su sesgo ideológico y
el honor a las promesas de campaña en detrimento de la
maximización de sus rentas individuales en el marco de
dichas instituciones. No se trata de ignorar al conjunto de
normas formales que regulan la interacción humana, sino
de analizar −también− a los actores que cotidianamente
se mueven en la arena político-institucional (Alcántara
Sáez, 2006).12

c) Los resultados de las políticas públicas


como indicador de calidad
Las dos primeras dimensiones del proceso de repre-
sentación hacen hincapié en el tema de los procedimientos

11
Es la política como actividad de deliberación, argumentación y ne-
gociación la que está en el centro de dichas dimensiones. Un análisis
interesante para el caso mexicano puede encontrarse en Hernández,
Del Tronco y Sánchez (2009)
12
Los políticos −y no sólo la política− importan. Es cierto que las acciones
políticas están mediatizadas por el marco institucional establecido pero
finalmente no hay juego democrático si no hay equipos (partidos) y
estos últimos a su vez, están compuestos por jugadores (políticos). Un
posible abordaje de este problema sería observar la similitud entre las
orientaciones ideológicas o valorativas de los mandatarios respecto de
sus representados para analizar si dicha cercanía influye indirectamente
sobre la confianza de los ciudadanos en sus representantes. De acuerdo
con este argumento, una mayor cercanía de las orientaciones políticas
de los representantes (las élites parlamentarias, por ejemplo) respecto
de los ciudadanos sería una condición para que las políticas públicas
representaran un interés similar al del votante mediano, aumentando
por consiguiente la confianza en las instituciones representativas (Mateo
Díaz, 2006).
154 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

una, y en el papel de los actores partidarios en el proceso


político, la otra. Es la calidad del proceso democrático (a
través de los cuales dicha política fue incorporada a la
agenda, diseñada o implementada) lo que está en juego
(Morlino, 2005). Sin embargo, el enfoque más utilizado
por la literatura especializada para abordar el tema del
desempeño como determinante de las actitudes políticas
es aquel que analiza la performance a partir de los efectos
de las políticas públicas: índices de crecimiento económico,
niveles de inflación, desempleo, déficit fiscal o combate a la
pobreza, por mencionar sólo algunos. Tal como sostienen
Levine y Molina (2007: 18-19), en este último caso el objeto
de estudio ya no es la calidad de la democracia −como
procedimiento−, sino el buen gobierno.13
A continuación, se presenta la evidencia para cumplir
con los dos grandes objetivos del trabajo. En primer lugar,
presentar cuáles son los factores que explican la descon-
fianza de los ciudadanos en las instituciones políticas, para
en un segundo momento, analizar si existe alguna relación
entre las dimensiones de la calidad de la representación
descritas más arriba y la desconfianza en cada una de las
instituciones analizadas (partidos, parlamento, gobierno
y presidente).

13
Esto no significa que el grado de asociación entre los procedimientos
institucionales, el contenido de las políticas y los resultados sea nulo.
La calidad institucional es una dimensión previa, cronológicamente
anterior, que incide sobre la calidad de la política e indirectamente
puede afectar la efectividad del gobierno; sin embargo refiere a una
etapa y a un fenómeno diferente. Por su parte, la calidad de la política se
constituye en un nexo clave cuyo análisis es ineludible; son los políticos
quienes de manera responsable o no, oportunista o no, transforman (o
no) los mandatos en leyes; leyes que se convertirán más tarde o más
temprano en políticas públicas.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3155

4. Evidencia empírica

La estrategia de análisis se apoya en métodos cuan-


titativos. Prevé la descripción de los fenómenos analiza-
dos a partir de la utilización de técnicas estadísticas (uni
y multivariantes, para analizar los factores individuales
que afectan la confianza ciudadana. Para la prueba de
hipótesis se aplicó un modelo de regresión logit ordinal
a través del cual se calcula cómo afectan las distintas va-
riables explicativas la probabilidad de que un ciudadano
“modal” o típico aumente o disminuya su desconfianza
en las instituciones representativas (Presidente, Gobierno,
Parlamento y Partidos Políticos). Los datos utilizados en el
modelo provienen de la Onda 2006 del Latinobarómetro
−encuesta que analiza el comportamiento político de más
de 14 mil ciudadanos de 18 países de América Latina−.

El ciudadano latinoamericano típico y sus


actitudes hacia la democracia representativa
Hablar de un ciudadano latinoamericano típico es un
ejercicio de reduccionismo significativo. Sin embargo, a
partir de los datos de Latinobarómetro es posible detectar
ciertas regularidades respecto de las actitudes de los lati-
noamericanos hacia la democracia, su funcionamiento
efectivo, las instituciones representativas y el Estado de
Derecho entre otras importantes dimensiones.
La Tabla 1 muestra las características del ciudadano
latinoamericano “más frecuente” respecto de una serie de
variables utilizadas como predictores del modelo estadís-
tico presentado más adelante. A partir de estos datos, es
posible afirmar que el ciudadano latinoamericano típi-
co tiene actitudes positivas hacia la democracia de tipo
liberal-representativo, y hacia un Estado de Derecho, pero
en términos generales es muy crítico de la manera en que
funciona efectivamente la democracia en el continente.
Tabla 1: Las actitudes políticas de un latinoamericanos típico,
de acuerdo a las variables del modelo14 156

Marcos Teóricos Dimensión Variable Fre-


cuencia
Calidad de las políticas La situación de la Economía es regular (ni muy buena ni muy mala) 47.6
Racional Culturalista Calidad de la política El país está gobernado por grupos poderosos en su propio beneficio 72.4
(hipótesis)
Calidad Institucional Las elecciones en su país son fraudulentas 53.0
La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno 76.2
Concepción de la Sin partidos políticos no puede haber democracia 61.3
democracia Sin Congreso no puede haber democracia 67.4
Es incorrecto que un funcionario de trabajo a un familiar 65.6
Culturalista (de Capital Social No es posible confiar en la mayoría de las personas 76.2
control) Posicionamiento
ideológico Se considera de “centro” en el espectro ideológico 31.1
Tiene un nivel educativo básico 32.5
Variables Se considera en un nivel intermedio en la estructura social 32.5
sociodemográficas
Tiene entre 26 y 40 años 36.0
Desconfianza en los Confía poco o nada en los partidos políticos 72.3
partidos
Desconfianza en el Confía poco o nada en el Congreso 65.47
Variables Congreso
dependientes Desconfianza en el
Gobierno Confía poco o nada en el Gobierno 51.51
Desconfianza en el Confía poco o nada en el Presidente 47.07
Presidente

Fuente: Elaboración propia en base a Latinobarómetro 2006


Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

14
En esta tabla se presentan las estadísticas descriptivas de las variables explicativas y dependientes incorporadas al modelo. En
primer lugar, se presentan las variables correspondientes al marco teórico seleccionado (Racional Culturalista), en segundo término
las de control (correspondientes a la hipótesis Culturalista) y finalmente las variables dependientes que se intentaron explicar.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3157

En primer lugar, el ciudadano latinoamericano típico


es un adulto joven (tiene entre 26 y 40 años), con un nivel
educativo básico, que se autoposiciona en el “medio” de
la escala social y se considera ideológicamente “de centro”.
Este ciudadano tiene una valoración positiva de la democra-
cia como régimen de gobierno: 3 de cada 4 latinoamericanos
típicos la consideran el mejor régimen posible más allá de
sus problemas. De igual modo, presenta una valoración
positiva de los partidos y el congreso, en la medida en que
casi dos tercios de ellos consideran que no puede haber
democracia si tales instituciones no están presentes. Todo
ello supone −en contra de lo planteado por la tesis cultu-
ralista− que no existe una predisposición social ni cultural
en contra de la democracia ni de su formato representativo,
que dispare automáticamente un sentimiento natural de
desconfianza institucional.15
No obstante estas características, el latinoamericano
típico tiende a confiar poco o nada en instituciones como
los partidos políticos (72%) o el parlamento (65%), y un
poco más en el gobierno (49%) o en el presidente (53%).
Ello significa que hay algo en el funcionamiento de la de-
mocracia en América Latina que está creando una brecha
entre lo que los ciudadanos esperan (e idealizan, si se
quiere) respecto de lo que democracia representativa les
está ofreciendo a través de su funcionamiento real.
A partir de los datos de la Tabla 1, es posible detectar
algunas posibles explicaciones de esta distancia entre ex-
pectativas y realidad. En primer lugar, un 75% de los lati-
noamericanos cree que las autoridades no gobiernan a favor
de los intereses del pueblo sino de sus propios intereses.

15
La única variable “culturalista” que parece sí tener cierta incidencia es
la pauta generalizada de desconfianza de los latinoamericanos para
con sus semejantes. Sin embargo, como se verá más adelante con los
datos del modelo, esta variable tiene un poder explicativo menor, de
acuerdo con lo esperado.
158 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Ello tiene una incidencia innegable sobre la percepción


de la calidad de la política democrática. En segundo lu-
gar, más de la mitad de los latinoamericanos típicos cree
que las elecciones en su país son fraudulentas, y que sus
resultados no reflejan las preferencias sociales. Vinculado
al punto anterior, este hecho reforzaría la posibilidad de
que una élite, que gobierna en su propio beneficio, se
perpetúe en el poder.
Finalmente, casi la mitad de los ciudadanos latinoa-
mericanos creen que el desempeño de la economía en su
país no es del todo bueno ni del todo malo (48%). Este dato
dice poco por sí mismo, por lo que es importante destacar
que del 52% restante, 2 de cada 3 creen que la situación
económica es mala o muy mala. Es decir, sólo el 18% del
total considera que la economía funciona bien o muy bien16.
Hasta aquí, la evidencia empírica presentada reviste un
carácter exploratorio. Es útil para describir tendencias y ana-
lizar niveles de asociación entre variables pero no alcanza
para establecer con claridad cuáles son los determinantes
de la desconfianza institucional, y fundamentalmente, qué
diferencias hay entre países, y por institución representati-
va. Por ello, a continuación se presentan las variables que
componen el modelo explicativo y el país en el que cada
una de ellas resulta significativa, para poder determinar si
las diferencias por país son relevantes como para poner en
duda la robustez del modelo para toda la región.

16
Es interesante que pese a ello, y a ser históricamente un continente muy
desigual en cuanto a la capacidad de hacer efectivos derechos civiles,
políticos y sociales, 6 de cada 10 latinoamericanos creen que es posible
nacer pobre y llegar a ser rico a lo largo de la vida.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3159

Tabla 2: Factores explicativos de la desconfianza


institucional en América Latina

Predictores Desconfianza Desconfianza Desconfianza Desconfianza


Partidos Congreso Gobierno Presidente
Economía regular 1.515*** 1.402*** 1.654*** 1.688***
(0.0750) (0.0712) (0.0848) (0.0874)
Economía mal o 2.180*** 2.250*** 3.781*** 3.850***
muy mal (0.124) (0.130) (0.209) (0.212)
No es posible nacer 1.215*** 1.110*** 1.110***
pobre y llegar a rico (0.0471) (0.0435) (0.0388)
Gob. Autoritario 1.203***
mejor (0.0563)
Indiferente al tipo 1.155***
de gob. (0.0524)
Gob a favor de 1.776*** 1.973*** 2.355*** 2.331***
poderosos (0.0760) (0.0863) (0.101) (0.0995)
Democracia mejor 1.309*** 1.427*** 1.772*** 1.860***
(desacuerdo) (0.0688) (0.0750) (0.0816) (0.0814)
Democracia 1.503*** 1.677*** 2.629*** 2.137***
mejor (muy en (0.165) (0.183) (0.242) (0.182)
desacuerdo)
Infringir la ley es 1.027 1.036 0.951 0.922*
grave (0.0482) (0.0491) (0.0417) (0.0401)
Infringir la ley es 1.580*** 1.691*** 1.390*** 1.365***
“algo” grave (0.0983) (0.104) (0.0733) (0.0711)
Sin partidos, hay 1.512***
democracia (0.0587)
Sin congreso, hay 1.455***
democracia (0.0590)
Sin privilegios ni 0.871** 0.884* 1.019 1.091
discriminado (0.0544) (0.0560) (0.0598) (0.0625)
Siente 0.969 0.947 0.858*** 0.961
discriminación (0.0454) (0.0446) (0.0365) (0.0403)
No pertenece a 1.068 1.075 1.033 1.118**
grupo alguno (0.0650) (0.0659) (0.0553) (0.0589)
Elecciones 1.486*** 1.749*** 2.273*** 2.420***
fraudulentas (0.0580) (0.0695) (0.0826) (0.0869)
Dar trabajo a un 1.111** 1.293*** 1.274*** 1.290***
familiar (incorrecto (0.0512) (0.0597) (0.0539) (0.0532)
y comprensible)
Dar trabajo a los se- 1.143*** 1.326*** 1.276*** 1.342***
guidores (incorrecto (0.0541) (0.0582) (0.0558) (0.0533)
y comprensible)
160 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Dar trabajo a parti- 1.180*** 1.114***


darios (incorrecto y (0.0516) (0.0457)
comprensible)
No se puede confiar 1.349*** 1.218*** 1.217***
en la mayoría de las (0.0587) (0.0536) (0.0511)
personas
Ha sido víctima de 1.134*** 1.103** 1.137*** 1.133***
delito (0.0444) (0.0434) (0.0408) (0.0401)
Ed. Primaria 1.076 0.968 1.015 0.951
incompleta (0.0932) (0.0855) (0.0860) (0.0797)
Ed. Primaria 0.969 1.009 0.960 0.869**
completa (0.0706) (0.0743) (0.0680) (0.0610)
Ed. Secundaria 0.999 0.991 1.011 0.898
incompleta (0.0748) (0.0748) (0.0731) (0.0644)
Ed. Secundaria 1.011 1.053 1.334*** 1.247***
completa (0.0802) (0.0842) (0.1000) (0.0919)
Ed. Terciaria 0.854** 0.777*** 1.011 0.888*
incompleta (0.0632) (0.0583) (0.0722) (0.0625)
Ed. Terciaria 0.796** 0.822** 1.167* 0.959
completa (0.0761) (0.0809) (0.103) (0.0829)
26 a 40 años 1.159*** 0.912** 0.863***
(0.0561) (0.0400) (0.0374)
41 a 60 años 1.118** 0.797*** 0.781***
(0.0596) (0.0383) (0.0372)
61 y más 1.131* 0.848*** 0.822***
(0.0795) (0.0541) (0.0516)
Mujer 0.902*** 0.933***
(0.0338) (0.00990)
Posición en la escala 0.966*** 0.944*** 0.933*** 1.013*
social (0.0115) (0.0114) (0.0101) (0.00667)
Posicionamiento 0.990 0.997
ideológico (0.00766) (0.00781)
cut1 1.373*** 1.962*** 6.011*** 5.930***
(0.164) (0.249) (0.713) (0.674)
cut2 7.896*** 11.10*** 38.26*** 29.30***
(0.956) (1.431) (4.655) (3.404)
No. de 10,717 10,566 13,943 14,617
Observaciones

Error estándar en paréntesis


*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Fuente: Elaboración propia con datos de Latinobarómetro
2006 (ordered logit analysis)
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3161

Los resultados de los cuatro modelos logit ordenados


muestran que el predictor más importante de la descon-
fianza institucional es el desempeño económico percibido
por los ciudadanos. En las cuatro instituciones analizadas
(Partidos, Congreso, Gobierno y Presidente) considerar
que la situación económica del país es mala o muy mala
es el factor de mayor impacto sobre la desconfianza de
los ciudadanos (calidad de las políticas). En el caso de los
partidos políticos, el congreso y el gobierno, la segunda
variable con mayor incidencia sobre la desconfianza es
la creencia de los ciudadanos de que el gobierno favorece
los intereses de una minoría poderosa y no los de todo el
pueblo (calidad de la política), lo que demuestra la im-
portancia que otorgan los latinoamericanos a la forma en
la cual es ejercido el poder. En el modelo explicativo de la
desconfianza en el presidente, sin embargo, la segunda
variable con mayor peso no tiene que ver con el ejercicio
del poder sino con su origen: la limpieza de las elecciones
(calidad institucional).
En el caso de las variables culturalistas, tener valores
prodemocráticos es el factor con mayor incidencia en los
niveles de confianza institucional. El hecho de considerar a
la democracia como “el mejor régimen de gobierno posible”
tanto como creer que su funcionamiento no es posible sin
partidos o sin congreso afectan significativamente en la
probabilidad de un latinoamericano típico de confiar en
las instituciones representativas. Adicionalmente, tender
a confiar en los semejantes disminuye la probabilidad de
no confiar en las instituciones representativas.
Como hallazgos interesantes (contra-intuitivos aunque
esperados de acuerdo con nuestra hipótesis), encontramos
que el nivel educativo, el lugar ocupado en la escala social
o el auto-posicionamiento ideológico no tienen un impacto
significativo sobre la (des)confianza institucional de los
ciudadanos latinoamericanos.
162 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Figura 3: Desempeño económico y desconfianza


en los partidos políticos (América Latina 2006)

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados del Orde-


red Logit Analysis (Datos LB 2006)

La figura 2 muestra cómo cambia la probabilidad de


desconfiar en los partidos políticos de un ciudadano latino-
americano típico, a partir de un cambio en su percepción
del desempeño económico, controlado por sus valores
prodemocráticos. La probabilidad de un ciudadano modal
de no confiar en los partidos políticos es del 31.2, puesto
que −tal como se vio en la Tabla 1−, este individuo consi-
dera que la performance económica es regular y que sin
partidos políticos no puede haber democracia.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3163

Ahora bien, cuando este mismo ciudadano considera


que la economía de su país está muy bien, ceteris paribus,17
su desconfianza disminuye 9 puntos. Por el contrario, una
percepción negativa del funcionamiento de la economía se
traduce en un aumento de su desconfianza hasta alcanzar
una probabilidad del 39.5, resultados que demuestran
la importancia de la calidad de las políticas como factor
explicativo de la confianza institucional.
La riqueza del análisis, sin embargo, no se detiene
allí. La figura 2 presenta una hallazgo adicional de rele-
vancia. Cuando este mismo ciudadano modal es igual
en todo al anterior pero diferente respecto de sus valores
democráticos (considera que “sí puede haber democracia
sin partidos políticos”), su disposición a desconfiar de los
partidos es mayor, independientemente del desempeño de
la economía, y crece más drásticamente ante un deterioro
de ésta última.
Esto implica, al menos, tres cosas: En primer lugar,
que independientemente de los valores del ciudadano (y de
su concepción de democracia), una caída en el desempeño
económico aumenta la probabilidad de desconfiar en los
partidos políticos (17 en promedio). En segundo término,
la evidencia muestra que los valores de los ciudadanos
tienen incidencia sobre la probabilidad de confiar o no
en las instituciones políticas. Cuando un ciudadano tiene
valores pro-democráticos tendrá una propensión menor
a desconfiar −en este caso de los partidos− que otro cuyos
valores son menos cercanos a la democracia representativa
(9 en promedio). Finalmente, los datos demuestran que el
impacto del desempeño sobre la desconfianza −que es ma-
yor en promedio al impacto de los valores− es mayor en los
ciudadanos con valores menos democráticos, quienes tienen

17
Término latino utilizado habitualmente en ciencias sociales que significa:
“manteniendo constantes al resto de los factores”
164 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

un nivel de tolerancia menor a los malos desempeños de


las instituciones representativas, y eso se manifiesta en su
mayor propensión a desconfiar ante una caída en la calidad
de las políticas, o para ser más precisos, de sus resultados.
Cuando analizamos desde esta misma perspectiva la
confianza de los ciudadanos en el Congreso, el Gobierno
y el Presidente, encontramos resultados muy similares (si
para el Congreso y el Presidente las gráficas muestran el
efecto de la segunda variable más importante).

Figura 4: “Responsiveness” y desconfianza


en el congreso (América Latina 2006)

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados del Orde-


red Logit Analysis (Datos LB 2006)

La figura 4 muestra que la probabilidad de desconfiar


en el Congreso tiende a ser mayor para (25.1) para aquellos
que consideran que se gobierna a favor de los intereses
de una minoría poderosa, respecto de aquellos que creen
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3165

que se gobierna a favor de los intereses del pueblo (14.5).


Adicionalmente, este aumento de la desconfianza es aún
agudo para aquellos con valores democráticos menos li-
berales, que consideran posible la democracia, incluso si
no hay un parlamento funcionando (32.8). En este caso, se
confirma la existencia de una relación inversa entre “ca-
lidad del proceso de representación política” −entendida
como responsiveness o cumplimiento de los mandatos− y
desconfianza institucional.

Figura 5: Economía y desconfianza en el


gobierno (América Latina 2006)

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados del Orde-


red Logit Analysis (Datos LB 2006)

Como muestran las figuras 4 y 5, en América Latina, los


ciudadanos tienden a confiar más en el gobierno y en los
presidentes que en los partidos políticos y el parlamento.
Ello se ve reflejado en la baja proporción de ciudadanos
que manifiesta confiar “nada” en estas instancias. Para el
166 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

caso del gobierno, representa un promedio del 14%, si bien


la probabilidad de que un ciudadano típico confíe “poco”
en el gobierno es del 38%.
Sin embargo, estos niveles de desconfianza aumentan
a partir de una serie de factores institucionales, políticos y
culturales. El más importante de ellos es −al igual que en
el caso de los partidos− el desempeño económico. Cuando
un latinoamericano típico percibe que la economía funcio-
na mal o muy mal, su nivel de desconfianza aumenta en
promedio 18 puntos porcentuales, respecto de aquel que
cree que la economía está bien o muy bien.
No obstante, debe destacarse la presencia de variables
“culturales” que inciden sobre los niveles de desconfianza
en el gobierno. La más relevante es la valoración del régi-
men democrático. En tal sentido, cuando un ciudadano
considera que la democracia “siempre es preferible”, sus
niveles de desconfianza ante una desmejora del desem-
peño económico aumentan (18 puntos) pero menos que
proporcionalmente que aquellos que consideran que “a
veces un régimen autoritario puede ser mejor” (20 puntos)
y también para aquellos a quienes “el régimen político
vigente les resulta indiferente” (21 puntos).
Finalmente, para el caso del gobierno, los tres hallaz-
gos se comprueban. El impacto de la variable que mide el
desempeño institucional (¿las elecciones en su país son
libres o fraudulentas?) tiene un impacto sobre la descon-
fianza mayor a la variable culturalista. En segundo lugar,
la valoración de la democracia sí afecta la probabilidad
de desconfiar en el presidente. Para un latinoamericano
típico que cree que la democracia es mejor más allá de sus
problemas, la probabilidad media de “confiar nada” en el
presidente es de 15.2, mientras que para quienes están en
desacuerdo o muy en desacuerdo, dicha probabilidad en
promedio es del 25 y 28 respectivamente.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3167

Figura 5: Elecciones y desconfianza en el


presidente (América Latina 2006)

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados del Orde-


red Logit Analysis (Datos LB 2006)

Por último, una percepción negativa de la calidad


institucional (quienes creen que “las elecciones en el
país son fraudulentas”) tienen un impacto mayor sobre
la desconfianza en el presidente para los perfiles menos
democráticos; es decir, aquellos que están en desacuerdo
(+ 13 puntos) o muy en desacuerdo (+ 14 puntos) con que
“la democracia es siempre el mejor régimen de gobierno”.
Una vez más, los valores prodemocráticos juegan su papel.
Aquellos latinoamericanos que consideran a la democracia
el mejor régimen de gobierno, están dispuestos a confiar
más en el presidente −independientemente de la calidad
de las elecciones− que quienes no están de acuerdo con tal
168 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

afirmación. La desconfianza entre los demócratas aumenta


en menos de 10 puntos ante un cambio en la calidad de
las elecciones, mientras que dicho aumento es de 13 y
14 puntos respectivamente entre los ciudadanos menos
democráticos.

Conclusiones

El análisis de la evidencia empírica muestra con clari-


dad que los factores que más fuertemente explican la des-
confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas
en América Latina son aquellos que miden la calidad del
proceso representación. En primer lugar, la variable que
mide la percepción de los ciudadanos acerca de la situación
económica del país muestra que efectivamente la calidad
de los resultados de las políticas es una dimensión central
para entender por qué los ciudadanos depositan o no su
confianza en determinados actores e instituciones. En este
caso, una caída en la percepción positiva del desempeño
económico disminuye la confianza de manera significativa
en las cuatro instituciones, aunque menos fuertemente en
el caso de los partidos políticos, a quienes los ciudadanos
parecen no atribuirle la responsabilidad que sí le atribuyen
al gobierno en general y al presidente en particular.
En segundo término, la confianza ciudadana depende
en buena medida del cumplimiento de los mandatos por
parte de los representantes. Aquellos ciudadanos latinoa-
mericanos que consideran que el gobierno representa los
intereses de los poderosos, en promedio, tienen una ma-
yor probabilidad de desconfiar de todas las instituciones
representativas aquí analizadas, que aquellos que creen
que el gobierno representa los intereses del pueblo. Esto
demuestra que la ausencia de responsiveness es un predictor
fundamental de la desconfianza ciudadana. En tercer lugar,
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3169

debe destacarse la importancia explicativa de la calidad


institucional. Quienes perciben que las elecciones en su
país son “fraudulentas”, expresan una mayor desconfianza
(principalmente del gobierno y del presidente, y en menor
medida del parlamento y de los partidos) que aquellos que
consideran que las elecciones han sido limpias.
Por su parte, hay que destacar también que los valores
culturales tienen cierta incidencia sobre la probabilidad de
desconfiar de las instituciones representativas pero menor
que los indicadores de desempeño. En tal sentido, es la
tesis culturalista tradicional que postula la relevancia de
los valores autoritarios (el considerar que la democracia
“no” siempre es mejor, o creer que la democracia puede
funcionar sin parlamento o sin partidos políticos), la que
predice con mayor fuerza dicha predisposición. Los en-
foques culturalistas contemporáneos, que basan su aná-
lisis en la importancia del capital social (expresada en los
niveles de confianza interpersonal como predictores de
la confianza institucional), o en el cambio en los valores
individuales producido por la modernización como causa
de la desconfianza no poseen significación estadística, con
excepción de algunas categorías, y sólo en algunos países.
En síntesis, el presente trabajo pudo comprobar que: 1)
el desempeño −y especialmente el rendimiento económi-
co− tiene mayor impacto sobre la desconfianza que el tipo
de valores adquiridos durante el proceso de socialización;
2) las variables de la corriente culturalista −que miden los
valores pro-democráticos de los ciudadanos− también in-
ciden en los niveles de confianza, reforzando el efecto del
desempeño; y, por lo tanto 3) el impacto del desempeño
sobre los niveles de desconfianza en proporcionalmente
mayor en los ciudadanos con valores menos democráticos.
Como apuntes para análisis futuros, se expone aquí una
paradoja interesante que el presente trabajo −por razones
de espacio− no puede desarrollar. A lo largo de las últimas
170 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

décadas, en algunos países, las crisis de representación y


confianza ciudadana llevaron al poder a gobiernos “neopo-
pulistas”: Fujimori (Perú), Chávez (Venezuela), Evo Morales
(Bolivia), Gutiérrez y Correa (Ecuador).18 En la mayoría de
estos casos, la confianza institucional aumentó a partir de
la llegada al poder de estos líderes. A partir de una rendi-
ción de cuentas “simbólica” (información y argumentación
de sus decisiones) casi permanente (Schedler, 2007), por
primera vez en mucho tiempo, los ciudadanos consideran
que el gobierno representa los intereses del pueblo y no
los de una élite o sectores de poder.
Así, una proporción significativa de estos liderazgos ha
mantenido el apoyo y la confianza de los ciudadanos a través
del tiempo más allá de las críticas de sus adversarios sobre
los efectos nocivos que esta interpelación directa líder-
pueblo por encima de las instituciones de intermediación
puede tener sobre el formato representativo tradicional de
la democracia liberal (Weyland, 2004).
¿Representan Chile y Brasil experiencias igualmente
exitosas pero institucionalmente diferentes? En ambos
casos, la confianza de los ciudadanos ha crecido, pero
fundamentalmente en el gobierno y/o en quien ocupa el
cargo de presidente (Lula, Lagos), pero no en los partidos
ni en el Parlamento (Latinobarómetro 2007, 08 y 09). ¿No
será entonces que, como lo muestran los perfiles ciudada-
nos, están los latinoamericanos más dispuestos a confiar
en líderes y/o en instancias capaces de decidir que en
instituciones típicamente deliberativas y negociadoras
como el congreso o los partidos políticos? Más que nunca,
las preguntas están abiertas. Lo que parece estar claro es

18
Una discusión más amplia sobre el concepto de populismo debe darse
para este análisis y permitiría quizás incorporar a esta lista a líderes
como Néstor Kirchner o Álvaro Uribe. Para este autor, son suficientes
los casos presentados más arriba como ilustración del argumento.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3171

que, más allá de los formatos, es importante representar


cabalmente los intereses ciudadanos. La confianza va de
la mano del cumplimiento y en esto las instituciones, la
política y las políticas son determinantes, pero las últimas
llevan algo de ventaja.

Bibliografía consultada

Almond, G. y S. Verba (1959), The Civic Culture, Princeton,


Princeton University Press.
Almond, G., B. Powell Jr., R. Dalton y K. Strom (2002),
Comparative Politics Today, Londres, Longman.
Beetham, D. (2007), “Calidad de la democracia: El gobier-
no de la ley”, en C. Cansino e I. Covarrubias, Por una
democracia de calidad, México DF, CEPCOM.
Camoes, P.J. y S.M. Méndes (2000), “Winning, Losing
and Political Trust Across Generations”, versión ori-
ginal presentada en el 72nd Annual Meeting of the
Southern Political Science Association, Atlanta GA,
8-11 noviembre.
Dalton, R. (1999), “Political Support in Advanced Industrial
Democracies”, en P. Norris, Critical Citizens, New York,
Oxford.
Dalton, R. (2005), Citizen Politics, CQ Press.
Easton, D. (1953), The Political System, New York, Alfred
A. Knopf, Inc.
�(1965), A Framework for Political Analysis, Prentice-Hall.
�(1975), “A Re-Assessment of the Concept of Political
Support”, en British Journal of Political Science 5 (4),
pp. 435-457.
Eckstein, H. (1988), “A Culturalist Theory of Political Change”,
en American Political Science Review 82, pp. 789-804.
Escaith, H. e I. Paunovic (2004), Reformas Estructurales
en América Latina y el Caribe 1970-2000: Índices y
172 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

notas metodológicas, CEPAL Documento electrónico


LC/W.10 Disponible en www.eclac.org.
Fiorina, M. (1981), Retrospective Voting, New Heaven, Yale
University Press.
Gambetta, D. (1988), Trust. Making and breaking coopera-
tive relations, Oxford, Basil Blackwell.
Gargarella, R. (2002), Crisis de representación política,
México DF, Fontamara.
Harding, R. (1998), “Trust in Government”, en V. Braithwaite
y M. Levi (Eds.), Trust and Governance, New York,
Russell Sage Foundation.
Holmberg (1999), “Down and down we go: ‘Political Trust
in Sweden’”, en P. Norris, Critical Citizens, New York,
Oxford.
Inglehart, R. et al. (1996), “Cultural Values, Stable Democracy
and Economic Development: A Replay”, en American
Journal of Political Science 40, pp. 680-696.
Inglehart, R. y Ch. Wezel (2005), Modernization, Cultural
Change, and Democracy: The Human Development
Sequence, Cambridge, Cambridge University Press.
Klingemann, H.D. (1999), “Mapping political support in
the 1990´s: A global analysis”, en Critical Citizens, New
York, Oxford University Press.
Knight, J. (1996), Institutions and Social Conflict, New York,
Cambridge University Press.
Listhaug, O. (2006), “Political disaffection and political
performance: Norway, 1957-2001”, en M. Torcal y
J.R. Montero, Political Disaffection in Contemporary
Democracies, Londres, Routledge.
Listhaug, O. y M. Wiberg (1995), “Confidence in Political
and Private Institutions”, en R. Klingemann y D. Fuchs,
Citizens and the State. Beliefs in Government, Bd. 1,
Oxford, Oxford University Press.
Locke, R. (1999), The origins of Trust, en mimeo.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3173

Magalhaes, P. (2006), “Confidence in parliaments: perfor-


mance, representation and accountability”, en M. Torcal
y J.R. Montero, Political Disaffection in Contemporary
Democracies, Londres, Routledge.
Manin, B. (1998), Los principios del gobierno representativo,
Madrid, Alianza Editorial.
Martínez, M.A. (2004), “La representación política y la
calidad de la democracia”, en Revista Mexicana de
Sociología, año 66, No. 4, octubre-diciembre, México
DF, pp. 661-710.
McAllister, I. (1999), “The economic performance of
Governments”, en P. Norris, Critical Citizens, New
York, Oxford.
Miller, A. y O. Listhaug (1999), “Institutional trust and po-
litical performance”, en P. Norris Critical Citizens, New
York, Oxford.
Mishler, W. y R. Rose (2001), “What Are the Origins of
Political Trust? Testing Institutional and Cultural
Theories in Post-Communist Societies”, en Comparative
Political Studies 34, 1, pp. 30-62.
Moreno, A. y G. Cattelberg (2005), “The individual basis
of political trust: Trends in new and established de-
mocracies”, International Journal of Public Opinion
Research 18 (1), pp. 31-48.
Mouffe, C. (2007), “La democracia tiene que darles lugar
al disenso y la pasión”, en http://www.lanacion.com.
ar/Archivo/Nota.asp?nota_id=949548.
Newton, K. (1999), “Social and Political Trust in Established
Democracies”, en P. Norris, Critical Citizens, New York,
Oxford.
Newton, K. y P. Norris (2000), “Confidence in public institu-
tions: Faith, Culture, or Performance?”, en R. Putnam,
S. Pharr y R. Dalton, Dissaffected Democracies, New
Jersey, Princeton University Press.
174 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Nye Jr, J. (1998), “The decline of confident in government”,


en J. Nye Jr et al., Why people don ´t trust in governments
Cambridge, Harvard University Press.
O´Donnell, G. (1993), “Estado, democratización y ciuda-
danía”, en Nueva Sociedad 128, Noviembre-Diciembre,
pp. 62-87.
�(1994), “Delegative Democracy”, en Journal of
Democracy 5, No. 1, enero, National Endowment for
Democracy and The Johns Hopkins University Press,
pp. 55-69..
O´Donnell, G., J. Vargas Cullel y O.M. Iazzetta (Coords.)
(2004), The Quality of Democracy: Theory and
Applications, Notre Dame, Notre Dame University
Press.
Offe, C. (2005), “Democracy, Disaffection and Institutions:
Some Neo-Tocquevillean Speculations”, en M.
Torcal y J.R. Montero (eds.), Political Disaffection in
Contemporary Democracy: Social Capital, Institutions
and Politics, Londres, Routledge.
Peters, G. (2003), El Nuevo Institucionalismo en la Ciencia
Política, Barcelona, Gedisa.
Payne, M., D. Zovatto y A. Mateos Díaz (2006), La políti-
ca importa, Washington, Banco Interamericano de
Desarrollo.
Itkin, H. (1985), El concepto de representación, Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales.
�(2004), “Representation and democracy: Un uneasy
alliance”, en Scandinavian Political Studies 27, No. 3.
Powell Jr., B.G., (2004), “Calidad de la democracia: recipro-
cidad y responsabilidad”, en C. César e I. Covarrubias,
Por una democracia de calidad, México DF, CEPCOM.
Programa De Las Naciones Unidas Para El Desarrollo (2004),
La democracia en América Latina: Hacia una demo-
cracia de ciudadanas y ciudadanos, Buenos Aires,
Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara.
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3175

Przweorski, A. (1995), Democracia y Mercado, Cambridge,


Cambridge.
Przeworski, A. y J.M. Maravall (comp.) (2003), Democracy
and the rule of law, Cambridge, Cambridge University
Press.
Putnam, R.D. (1993), Making democracy work, New Jersey,
Princeton University Press.
�(2000), Bowling Alone, New York, Simon & Schuster.
Putnam, R., S. Pharr y R. Dalton (1999), Dissafected
Democracies, New Jersey, Princeton University Press.
Rehefeld, A. (2006), “Trustees, Delegates and Gyroscopes:
Democratic Justice and the Ethics of Political
Representation”, trabajo presentado en el Annual
Meeting of the American Political Science Association,
30 de agosto-3 de septiembre.
Segatti, P. (2006), “Italy, forty years of political disaffection:
a longitudinal exploration”, en M. Torcal y J.R. Montero,
Political Disaffection in Contemporary Democracies,
Londres, Routledge.
Schedler, A. (2007), “¿Qué es la rendición de cuentas?”,
en Cuadernos de Transparencia del IFAI, México DF.
Shepsle, K. (1986), “Institutional equilibrium and equi-
librium institutions”, en H. Weisberg (Ed.), Political
Science: The Science of Politics, Nueva York, Agathon
Press.
Stokes, S., B. Manin y A. Przeworski (1999), Mandates,
Accountability and Representation, Cambridge,
Cambridge University Press.
Stokes, S. y M. Cleary (2006), Democracy and the culture
of skepticism, Russel Sage Foundation.
Temkin, B., R. Salazar y G. Ramírez (2003), Demos:
Ciudadanos de la democracia, México DF, Secretaría
de Gobernación.
�(2006), “Political disaffection and democratization his-
tory in new democracies”, en M. Torcal y J.R. Montero,
176 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Political Disaffection in Contemporary Democracies,


Londres, Routledge.
Torcal, M. y J.R. Montero (2006), “Political disaffection in
comparative perspective”, en M. Torcal y J.R. Montero,
Political Disaffection in Contemporary Democracies,
Londres, Routledge.
Weyland, K. (2004), Releer los populismos, Quito, Centro
Andino de Acción Popular.

Datos e información estadística


Latinobarómetro (1996-97-98-2000-01-02-03-04-06-06-
07-08 y 09)
World Values Survey (1981-2004): Información disponible
en www.worldvaluessurevey.org
Antônio Lavareda y Helcimara de Souza Telles (Editores),
Como o eleitor escolhe seu prefeito: campanha e voto nas
eleições municipais, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2011.

Érica Anita Baptista Silva1


Paulo Victor Melo2

El libro Cómo el elector elige a su alcalde, coordinado


por los politólogos Antônio Lavareda y Helcimara Telles,
constituye toda una referencia para los estudios electorales
en Brasil. Las investigaciones sobre el ámbito municipal
fueron interrumpidas en función del Golpe Militar de 1964
y solamente se retomaron en 1978, en la obra organizada
por Fábio Wanderley Reis, Os partidos e o regime,3 cuyos
propósitos eran básicamente los de conocer el nivel de
conciencia del electorado y su percepción sobre los partidos
políticos permitidos en aquel periodo: la Alianza Nacional
Renovadora (ARENA), que representaba el gobierno, y el
Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de oposición.
Después de la redemocratización brasileña, iniciada los
años ochenta, los estudios acerca del comportamiento polí-
tico municipal fueron escasos, restrictos a algunas regiones
del país y con metodologías apoyadas principalmente en

1
Érica Anita Baptista Silva es periodista y Máster en Comunicación por
la “Pontifícia Universidade Católica de Minas (Brasil).
Email: anitaerica@gmail.com
2
Paulo Victor Melo es sociólogo y estudiante del Máster en Ciencia Política
en la “Universidade Federal de Minas Gerais”. (Brasil).
Email: paulovictormelo@gmail.com
3
En la obra, los autores investigaron la lógica del proceso electoral teniendo
como base los datos de una investigación por muestreo, realizada en
las tres semanas anteriores a la elección municipal de 1976 en cuatro
ciudades consideradas de mediano porte: Presidente Prudente (SP),
Caxias do Sul (RS), Niterói (RJ) y Juiz de Fora (MG) −una vez que las
elecciones para alcalde en las capitales estaban suspendidas−.
178 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

datos electorales añadidos. Pocas propuestas académicas


buscaron corroborar o aún contestar las “lógicas” del voto
para el plano local. Las inferencias sobre la conducta del
elector en los municipios han sido, por lo tanto, influencia-
das por los resultados encontrados a lo largo de los años ‘70,
pese a los cambios institucionales, económicos y sociales
que tuvieron lugar en el país en las décadas siguientes.
Por ello, los organizadores de esta obra tenían como
objetivo verificar si la conducta del elector, en el periodo
post-redemocratización, seguía estando basada, princi-
palmente, en unos estudios económicos y sociales, como
previsto por la literatura de los años ‘70, o si otras con-
secuencias se produjeron por este conjunto de cambios
institucionales y económicos. En el proceso de redemo-
cratización, ocurrieron transformaciones significativas, con
la introducción de nuevas reglas relativas a las disputas,
la posibilidad de coligaciones entre partidos, el derecho
de los partidos a expresarse libremente y el significativo
crecimiento de la agremiaciones partidarias, lo que re-
sultó en el incremento de la competitividad del sistema
partidario y la fragmentación política en las casas de re-
presentación, incluso en el plano local. Incontables otras
modificaciones ocurrieron en el mismo perfil del electorado
brasileño −que más escolarizado y más maduro se ha ido
familiarizando con el proceso de participación electoral,
con más acceso a las informaciones pertinentes−. Los
electores pudieron elegir un candidato afiliado a un par-
tido de izquierda para gobernar el país, una elección, en el
plan federal, que puede haber generado efectos sobre los
patrones de voto en los municipios. Además, a una “cultura
parroquialista”, aparentemente presente los años ‘70, en los
pequeños municipios rurales −en los cuales los liderazgos
políticos tienen más posibilidad de control e influencia−,
se ha añadido una práctica más asociativa y participativa,
que se esparció nacionalmente, generando actitudes más
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3179

críticas en relación a los gobiernos y sus administradores.


Vale subrayar aún que estas alteraciones políticas fueron
concomitantes a nuevos patrones socioeconómicos. La
contraposición urbano/rural fue atenuada, sobre todo por
la popularización del acceso a los medios comunicaciona-
les y por la simultaneidad de las informaciones, ofrecidas
durante los periodos de campaña.
Teniendo como foco las elecciones municipales de
2008, el libro trata sobre el comportamiento de electores
que definieron su voto bajo un contexto distinto. En fun-
ción de estas nuevas configuraciones, ¿sería la conducta
de los electores brasileños la misma? Para responder a esta
cuestión, treinta y dos reconocidos expertos en el compor-
tamiento electoral de prestigiosas instituciones universi-
tarias brasileñas participantes y colaboradores del Grupo
de Investigación “Opinión Pública, Marketing Político y
Comportamiento Electoral” (Universidade Federal de Minas
Gerais, Brasil), fueron invitados a debatir sobre teorías y
métodos a lo largo de casi dos años. La dinámica electoral
es analizada mediante diferentes teorías sobre el compor-
tamiento político, incorporando hipótesis de las corrientes
sociológicas, psicológicas, elección racional, además de
las tesis malas recientes sobre el votante intuitivo. Para
descifrar las campañas y las decisiones de voto, los inves-
tigadores, de forma pionera, han utilizado un conjunto de
datos cuantitativos y cualitativos,4 tales como las encuestas
de opinión, entrevistas cualitativas, prensa, publicidad
de los partidos, además de la información proporcionada
por los organismos electorales de Brasil. Con toda esta
evidencia se han llevado a cabo modelos econométricos
y descriptivos, que subsidian la interpretación de las elec-
ciones municipales de 2008.

4
Utilización de bases de datos de los institutos encuestadores: Datafolha,
Ibope y Ipespe.
180 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Los capítulos investigan la lógica del elector a partir


de diferentes hipótesis, sacadas de los paradigmas micro
y marco procesales, respetándose la autonomía teórica de
cada autor, además de las diferentes corrientes explicativas.
Los organizadores, con la intención de permitir que el lector
pueda hacer comparaciones, diseñaron un recorrido estruc-
tural que tiene inicio con la contextualización de la nueva
configuración del sistema político partidario del municipio,
pasando por los impactos del desarrollo socioeconómico y
mediático sobre las actitudes y el comportamiento de los
electores, evaluando los vínculos psicológicos entre los
electores y partidos políticos y considerando la inciden-
cia de los efectos de las estrategias de campaña sobre las
opiniones de los electores.
Los ensayos se centraron en las principales capitales
de Brasil: São Paulo, Minas Gerais y Rio de Janeiro, en la
región sureste; Porto Alegre, Curitiba y Florianópolis, en la
región sur; Salvador, Recife y Fortaleza en el noreste; Belém
y Manaus, en el norte, y Goiânia en la región del medio
oeste. Todos estos casos conforman un mosaico detallado
y sin precedentes de la decisión del voto en Brasil, lo que
permite que se identifiquen similitudes y diferencias entre
las capitales en las elecciones a la alcaldía, lo que se traduce
en avance del conocimiento acerca de la política municipal.
Los casos analizados contemplaron capitales con ca-
racterísticas distintas en términos políticos y económicos,
lo que permitió a los autores realizar algunas inferencias
sobre las lógicas que orientan la elección del alcalde. Estas
elecciones municipales de 2008 se realizaron bajo el signo
del continuismo y de las asociaciones. Pero mantenidas
igualmente estas condiciones para todas las capitales, se
notó que el elector reaccionó de modo distinto en cada
una de las disputas y no se encontró un mismo patrón de
explicación para el voto. El ambiente de la disputa con-
dicionó la decisión de modo diferente en cada una de las
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3181

capitales. El comportamiento del elector parece revelar


no solamente dimensiones ideológicas y normativas, sino
también posiciones que reflejan los acuerdos y las estra-
tegias que pueden ser establecidos entre los alcaldes y los
gobiernos, combinados con elementos socioeconómicos,
disposiciones políticas y estrategias de campaña.
En la literatura sobre el sistema federal de Brasil,5 el
papel del poder ejecutivo municipal no ha sido suficiente-
mente estudiado. En este sentido, el libro representa una
contribución significativa, que investiga las motivaciones
que llevan a la elección del candidato a la alcaldía. En
Brasil se adopta el sistema proporcional con lista abierta,
lo que genera unas estrategias electorales muy personali-
zadas. Por esta razón, los votantes brasileños, en general,
responsabilizan al Jefe del Ejecutivo más que a los mismos
partidos por los errores y aciertos político-administrativos.
Por lo tanto, el desempeño de los alcaldes sirve como un
atajo cognitivo de los votos, tanto al nivel local como al
nivel estatal. Así, en un sistema político integrado como
el brasileño, el gobierno de la ciudad puede convertirse en
una importante base electoral para los partidos políticos.
Como el municipio es la esfera más cercana a los votantes,
los administradores de los municipios acumulan capital
que puede ser transferido para las elecciones de sus can-
didatos para el estado o bien para el plano nacional, como
diputados, senadores y gobernadores.
Con el crecimiento de su representación en el Congreso
Nacional, los partidos tienen un mayor poder para negociar
las políticas públicas y los presupuestos. La obtención de
estos recursos garantiza que las demandas de las bases de
los partidos sean atendidas, lo que resulta en un ciclo de

5
El sistema de gobierno brasileño se compone por tres niveles de repre-
sentación: nacional, estadal y municipal. Los tres niveles de gobierno
cuentan con representación ejecutiva y legislativa.
182 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

influencia electoral en el que la lealtad de las bases locales


sostiene el apoyo para el partido en las próximas elecciones
en otros ámbitos. Este proceso puede ser corroborado si
se analizan los resultados obtenidos para la Cámara de
Diputados en las elecciones nacionales de 2010. Según el
primer capítulo del libro, la conquista de los municipios
puede traducirse en el aumento de la representación en
el ámbito nacional.
El punto destacado como una marca de las elecciones
intermedias de 2008 fue la retórica de las campañas que no
añadió cuestiones relativas a la crisis económica, aunque
el mundo estuviera en medio a una de las mayores crisis
que se haya registrado. En situaciones de crisis, es común
percatarse de un sentimiento de pesimismo en la opinión
pública, además de restricciones sobre el presupuesto de
los municipios. Sin embargo, lo que se vio en las eleccio-
nes de 2008 fue diferente. Los candidatos hicieron uso de
los números positivos de la economía brasileña y de la
sensación de bienestar, lo que se reflejó en los resultados
electorales. La llamada al voto retrospectivo permitió que
19 de los 20 candidatos a la reelección siguieran en el
gobierno de las capitales. Por lo tanto, el elevado número
de alcaldes reelegidos fue otro aspecto que caracterizó las
elecciones de 2008.
Mientras la economía mundial no fue un tema recu-
rrente, lo que se encontró fue la llamada personalista y de la
asociación con el Gobierno Federal. Esta estrategia se debió
a la alta aprobación del entonces presidente Luiz Inácio
Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT). Una
vez que se mostraban alineados con el Gobierno Federal,
muchos de los candidatos a alcalde buscaban asociar su
imagen al presidente Lula da Silva como garantía de buen
gobierno en el futuro.
Las coaliciones políticas también fueron evidentes
en esta elección. A pesar de las ideologías o programas,
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3183

los partidos que se habían enfrentado históricamente en


las disputas electorales nacionales firmaron acuerdos y
apoyaron a los mismos candidatos, incluso a través de
coaliciones informales, en contradicción con las posiciones
de sus respectivos Directorios Nacionales. Por lo tanto, la
búsqueda por la transferencia de prestigio del Gobernador
o del Presidente para el Alcalde fue una apuesta realizada
por las élites políticas durante el proceso de reclutamiento
de los candidatos. Se puede ver en una de las capitales que
el alcalde y el gobernador de partidos opositores se unie-
ron por un candidato, basándose principalmente en sus
aprobaciones populares, lo que pone de relieve las raíces
personalistas de la cultura brasileña.
Sin embargo, a pesar de encontrar personalismo y
coaliciones entre los partidos concurrentes, no se puede
decir, basándose en los estudios de caso presentados, que
los partidos hayan perdido su importancia. Al menos en
las elecciones intermedias, se nota que los partidos pue-
den crear vínculos psicológicos con los votantes, lo que se
puede observar en algunas de las capitales. Así, aunque las
preferencias de partido y las ideologías no son las únicas
explicaciones para la decisión de los votos en 2008, no se
los puede desconsiderar en nuevos estudios por venir.
La comunicación política ha sido objeto de análisis en
cada capítulo, lo que diferencia esta publicación de otras.
La mayor parte de los estudios brasileños se concentra en
el comportamiento del elector y sus razones de voto o ex-
clusivamente en la comunicación política. La combinación
entre estas dos dimensiones de análisis no es corriente
en los estudios. Al analizar la relación entre la elección
de los candidatos y las campañas, los autores muestran la
importancia de las variables a corto plazo en la decisión
del voto. A pesar de la aparición de nuevas tecnologías,
las pruebas mostraron que la televisión, que transmite los
programas electorales obligatorios y spots, sigue siendo el
184 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

principal vehículo utilizado en las campañas a la alcaldía,


además de ser una fuente importante de información para
los votantes. Como ya se conoce por la literatura nacional
y lo confirman los autores de esta obra, se pudo observar
que una mayor disponibilidad financiera y más tiempo de
publicidad en radio y televisión permiten que los candidatos
incrementen sus apoyos y alcancen la victoria.
El proceso de convencimiento de los votantes se refiere
tanto a la construcción de una imagen positiva como a la
destrucción de los oponentes. En 2008, además de las for-
mas tradicionales de persuasión y movilización, los ataques,
especialmente la través de las redes sociales, fueron más
frecuentes. Ello indica la necesidad de nuevos estudios
para examinar la campaña negativa, una técnica de uso
frecuente en las elecciones que tiene lugar en varios países.
Brasil no es un país políticamente homogéneo. La
existencia de más de cinco mil municipios implica parti-
cularidades que limitan las conclusiones generales sobre
el comportamiento electoral. Sin embargo, basándose en
los casos estudiados, los organizadores descubren algunos
patrones en los cuales las diputas se han desarrollado:
elecciones con los debates en que los temas locales eran
importantes; elecciones federalizadas, donde la política
nacional tiene una fuerte interferencia en la articulación de
las élites y por último, la importancia vital del Gobernador
para el éxito del alcalde. Además, los organizadores pre-
sentan algunos hallazgos sobre la decisión del voto para
alcalde, en el que los factores estructurales, tales como
la articulación de las élites, se combinan con las dispo-
siciones políticas de los votantes y con unos elementos
coyunturales, tales como la evaluación retrospectiva y las
campañas electorales. Todas estas variables forman un
complejo panorama explicativo.
El libro no pretende finalizar los debates sobre el voto
en los municipios. Tampoco se limita a la definición de
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3185

métodos de análisis o la adopción de una escuela teórica


única. Subrayamos que el libro no presenta análisis sobre los
procesos electorales de municipios más pequeños. Se veri-
fica, en ese sentido, que la literatura brasileña todavía tiene
algunas carencias en los estudios que tratan las elecciones
municipales en pequeñas ciudades. A pesar de la inclusión
de investigaciones académicas cuantitativas y cualitativas
en muchos capítulos, parte de los datos analizados se basan
en surveys comerciales, lo que limita la profundización de
algunas hipótesis, que podrían ser probadas.
Aunque no sea posible diseñar características espe-
cíficas sobre el electorado brasileño teniendo como base
el estudio de 12 capitales y una única elección, se pueden
inferir algunas conclusiones teóricas relevantes. Primero
la de que el elector hizo uso del voto retrospectivo, lo que
permitió que la mayoría de los alcaldes fuera reelecta. A
pesar de que el voto retrospectivo haya sido considerado
de mayor relevancia en las capitales estudiadas, el elector
opera en cada ciudad con una lógica propia y se sirve de
diferentes informaciones para respaldar sus decisiones, lo
que resulta en lógicas internas de cada ciudad, ya que la
dinámica de la decisión de voto es diferente para los niveles
locales, estatales y municipales. Otro hallazgo es que las
campañas electorales mostraron ser predictoras del voto,
sobre todo en función de la importante volatilidad y del
reducido vínculo psicológico entre electores y partidos.
Se nota que las campañas pueden activar las preferencias
y disposiciones previas y son uno de los principales ins-
trumentos para la oferta de informaciones utilizadas por
los electores para orientar su decisión. En este sentido, las
pocas informaciones disponibles permiten al elector usarlas
para la toma decisiones más racionales −en consonancia
con sus perspectivas−.
Con base en los casos presentados, se presentan algu-
nas consecuencias con relación a la conducta del elector.
186 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

Contraponiéndose al “localismo”, las ideologías también


estuvieron presentes en algunas capitales. Aunque el elec-
tor no conozca las distinciones sustantivas entre derechas
e izquierdas, se observa que, en algunas ciudades, como
São Paulo, Belo Horizonte y Florianópolis, los bloques
de poder partidarios identificados con algunas de estas
políticas permanecieron controlando el ayuntamiento
por mucho tiempo, lo que les permitió crear vínculos con
el elector. En estas situaciones, las disposiciones políticas
ideológicas pueden afectar a la elección del alcalde, aunque
se considere además los atributos funcionales y personales
de los candidatos.
Se concluye que temas importantes surgieron en los
capítulos, dando lugar a nuevas investigaciones con el
fin de subsanar las principales deficiencias en los estu-
dios electorales, tales como: el papel de los medios de
comunicación y las campañas en las disputas políticas;
la necesidad de estudios comparativos entre la realidad
nacional y latinoamericana, y la escasa presencia de teorías
interdisciplinarias para la interpretación del voto, con la
inclusión de referencias del área de comunicación, psico-
logía, antropología y neuropolítica.
Andrés Scherman (editor),
Jóvenes, participación y medios 2011,
Santiago de Chile, Universidad Diego Portales, 2012

Ingrid Bachmann1

En 2011, los jóvenes en Chile protagonizaron una olea-


da de movilizaciones que marcaron la agenda pública
del país. El segmento, tradicionalmente más ignorado en
estudios sobre medios y participación, demostraba que sí
estaba comprometido con temas de interés público y que
era capaz de salir a las calles y manifestar su opinión al
respecto, pese a no tener confianza en las autoridades ni
interés en la política electoral. El gran aporte de Jóvenes,
participación y medios 2011 está, precisamente, en su opor-
tuno y completo análisis de estos ciudadanos menores de
30 años, sus diferentes formas de participación y las carac-
terísticas de su consumo de medios de comunicación. En
cinco capítulos, la publicación aborda los nuevos modelos
de vinculación entre los jóvenes y el poder −donde los ca-
nales tradicionales van perdiendo fuerza− y los resultados
informan un muy necesario debate sobre las particularida-
des de la juventud en su relación con los asuntos públicos.
Además de la riqueza de sus datos −la encuesta que
desde 2009 hace anualmente la Universidad Diego Portales
en los tres principales centros urbanos de Chile−, Jóvenes,
participación y medios 2011 tiene una original y colorida
presentación, que complementa el análisis de investiga-
dores del mundo académico con el trabajo de profesio-
nales de otras áreas. Cada uno de sus capítulos temáticos
va acompañado de una columna de opinión escrita por

1
Facultad de Comunicaciones. Pontificia Universidad Católica de Chile.
Email: ingridbachmann1@gmail.com
188 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

periodistas, miembros de fundaciones ciudadanas y re-


presentantes de encuestadoras, para luego dar paso a un
artículo y análisis estadístico de una de las aristas de la
participación de los ciudadanos sub-30 en Chile. Así, se
explora la relación participación y consumo de medios;
el impacto del uso de redes sociales en manifestaciones;
la expresión política y autocensura; el perfil del consumo
de medios informativos, y la confianza en instituciones y
el interés político.
Cada uno de estos capítulos es un aporte en sí mismo,
y dentro de toda la publicación, los más destacados son
los tres primeros. El primer artículo, “Jóvenes, postmate-
rialismo y consumo de medios”, de Andrés Scherman y
Arturo Arriagada, examina si acaso la presencia de valo-
res postmaterialistas tiene algún impacto en la forma en
que los jóvenes se relacionan con los asuntos públicos. A
partir de la definición de Ronald Inglehart, los resultados
muestran que la preocupación por el medioambiente o la
participación en la comunidad efectivamente incrementan
las posibilidades de que los jóvenes acudan a votar, en
tanto que en segmentos etarios mayores son los valores
materialistas los que impactan en la participación electoral.
Otro dato interesante es que, a diferencia de los adultos
mayores de 30 años, ni el consumo de medios informativos
ni el consumo de entretención en los jóvenes aparecen
vinculados −positiva o negativamente− con distintas ma-
neras de participación cívica.
En “La protesta en la era de Facebook: Manifestaciones
juveniles y uso de redes sociales en Chile 2009-2011”,
Sebastián Valenzuela analiza el impacto de nuevas tec-
nologías comunicativas en la participación política.
Correlaciones y regresiones muestran que el impacto es
positivo, aunque moderado, en los tres años analizados. El
impacto de Facebook −la red social de mayor penetración
social en el país− y de YouTube ha ido en aumento, al punto
Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3189

que en la muestra de 2011, el uso frecuente de Facebook


fue la tercera variable más predictiva de participación en
protestas públicas, por encima de variables como el interés
en política y la confianza en los políticos. El impacto de
Twitter, en cambio, no es significativo. Sin plantear rela-
ciones lineales, Valenzuela concluye que los resultados son
señal del poder movilizador de las redes sociales, y que
bien vale la pena reconsiderar la concepción tradicional
de las prácticas cívicas y políticas.
Escrito por Hernando Rojas, el tercer artículo, “El efecto
de la comunicación autoritaria sobre la expresión política
en Chile”, explora la autocensura como resultado de una
comunicación interpersonal en la infancia que promueve
el respeto a la autoridad. El análisis de Rojas demuestra
que la comunicación autoritaria durante la infancia se
traduce en mayores niveles de autocensura como adulto,
y que la autocensura redunda en una reducción en la ex-
presión cara a cara. El mismo modelo llevado a las redes
sociales da cuenta de un fenómeno aún más complejo,
al punto que la expresividad en Facebook aumenta en
casos de comunicación autoritaria. Rojas plantea que las
generaciones más jóvenes en Chile han estado expuestas
a una socialización comunicativa menos autoritaria que
las generaciones que las antecedieron.
Los dos últimos capítulos se enfocan en la dieta in-
formativa y los niveles de confianza institucionales de los
jóvenes chilenos. En “Consumo de medios y de información
entre los jóvenes chilenos”, Sebastián Sierralta destaca que
pese a la mayor importancia de las redes sociales para
la juventud en comparación con grupos mayores, es la
televisión la que continúa siendo la principal fuente de
información. En “Jóvenes y confianza en las instituciones”,
Maite de Cea Claudio Fuentes y Sahara Martignoni destacan
la gran desconfianza interpersonal de los jóvenes chilenos
−59% asegura que no se puede confiar en las personas− y
190 Revista Latinoamericana de Opinión Pública / Número 3

plantean que, al igual que en otros países, el capital social


es el factor determinante de esta confianza.
Estos cinco capítulos −bien fundamentados y bien
explicados− dan cuenta de la complejidad de la participa-
ción cívica y política de la juventud chilena. La principal
conclusión de Jóvenes, medios y participación 2011 es que
las generaciones sub-30 en Chile evidencian diferentes
maneras de entender y, sobre todo, de ejercer la ciudada-
nía. Los datos presentados al respecto son contundentes
y precisos, y abren la puerta para una necesaria reflexión
sobre el compromiso ciudadano y fenómenos sociales más
amplios que redundan en cómo entendemos el ejercicio
político.

También podría gustarte