Introducción a la satanalogía: Satán deriva del hebreo◌ָ שׂ ָ◌ן ט (Satàn), término que pasó por el griego Σατανᾶς

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Introducción a la satanalogía

Satanás: quizá el nombre más odiado y despreciado de la historia de la humanidad, cuya


mitología es tan vasta e intrincada que resulta incomprensible no sólo para los que no le
rinden culto, sino incluso para los que lo hacemos. Los orígenes de esta entidad son tan
misteriosos que han desaparecido en las tinieblas de los albores de la historia de la
humanidad, atando en sí mismos con su propia etimología, que, sin embargo, sólo nos
da una pequeña visión del verdadero alcance de la Entidad que hay detrás de este
nombre.

Pero, quizá por encima de todos los demás misterios, está el de la función de Satanás, a
veces descrito como destructor, a veces descrito como creador de la Verdad y la justicia.
Cuál es el verdadero significado de Satanás y, por tanto, de la religiosidad que gira en
torno a él sigue siendo, a día de hoy, un misterio por desentrañar.

La tarea principal de nuestra Orden y de sus investigadores es precisamente la de


desentrañar la religiosidad satánica y crear, con la contribución de otras disciplinas
teosóficas y teóricas, una verdadera satanología 1, cuya tarea es - exactamente como

en el caso de la Teología- nada más que para hacer un discurso racional sobre Satanás,
devolviendo a su propia figura la dignidad y los honores que merece.

Sin embargo, para poder hacer un discurso de este tipo, son necesarias algunas
observaciones preliminares e introducciones al satanismo, tanto para los que se acercan
a él como neófitos, como para los que -por el contrario- llevan mucho tiempo
practicando este culto y que, sin embargo, todavía no tienen claras las implicaciones de
definirse como "satanistas".

Sin embargo, una vez más, para comprender estas implicaciones, es necesario seguir la
línea etimológica del nombre <<Satán>> hasta llegar a su significado más común, para
luego destriparlo de todos aquellos significados que son fruto de la corrupción tanto
monoteísta como satánica y así poder asomarse al Abismo, a su esencia ontológica más
profunda y real.

Satán deriva del hebreo◌ָ ‫[ ט ן◌ָ ׂש‬Satàn], término que pasó por el griego Σατανᾶς
[Satanas] y el latín Satanas, al árabe ‫[شــــیـطـان‬Šaytān], utilizado tanto en la tradición
moderna como en la antigua para referirse a una figura mitológica cuya función
principal era la de adversario u oponente.

De este término, es decir, del hebreo◌ָ‫ טןָׂש‬deriva también el griego Διάβολος [diábolos]
como resultado de una traducción en la Septuaginta, la versión griega de la Biblia,
traducida -según la tradición- directamente del propio hebreo en Alejandría. El término
griego Διάβολος, cambiaría posteriormente al latín tardío diabŏlus, traducido como

<<el que divide>>, así que de nuevo


<<oponente, oponente>>.
Lo más curioso de este nombre es que sólo aparece tres veces en todas las escrituras
canónicas, y algunas más en textos no reconocidos por los distintos monoteísmos;
concretamente, pues:
(1) <<Ahora Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a hacer un censo del
pueblo de Dios...>> [Cron., 21, 1].

(2) <<Y me mostró a Josué, el Sumo Sacerdote, de pie ante el ángel del Señor, y a
Satanás de pie a su derecha para acusarlo>> [Zacarías 3:1].

(3) <<Un día vinieron los ángeles a presentarse al Señor, y Satanás [ha-satan] vino
entre ellos. Y el Señor dijo a Satanás
<<¿De dónde vienes?>> Satanás respondió al Señor y dijo: <<De vagar por la tierra
y llevar mis pasos sobre ella>>. Y el Señor dijo: "Has puesto tus ojos en mi siervo Job,
del que no hay igual en la tierra, un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y libre de
maldad. Satanás respondió al Señor y dijo: "¿Acaso Job teme a Dios sin razón? ¿No
has puesto un refugio alrededor de él, de su casa y de todo lo que le pertenece? La obra
de su mano has bendecido, y sus bienes se han multiplicado en la tierra. Pero intenta
extender tu mano contra él, tocar todo lo que posee, y ver si no te ofende
abiertamente>>. [Job, 1, 6-12].

Los tres pasajes anteriores de las escrituras monoteístas son los únicos lugares del
Antiguo Testamento donde se puede leer el nombre <<Satán>> entendido
etimológicamente como acabamos de describirlo. Y, sin embargo, ¡cuánta resonancia ha
tenido este nombre en la historia, aunque se haya escrito pocas veces!

De hecho, en otras ocasiones se menciona al Adversario en las Escrituras, pero como


una criatura sincretizada con otras figuras mitológicas preexistentes, como el Leviatán,
mencionado en Isaías:

<<En esos días Yahvé vencerá definitivamente a Leviatán y lo derribará con su fuerte y
bien templada espada. Leviatán, la serpiente que se lanza, Leviatán, la serpiente que se
retuerce. Él matará al dragón que viene del mar.>> [Isaías. 27, 1].

Lo más llamativo de la figura de Satanás en las Escrituras hebreas, aparte, naturalmente,


de la infinitésima cantidad de veces en que se menciona su nombre, son también el
verbo <<acusarlo>> en Zacarías 3, 1 así como el papel que desempeña, casi como
emanación hipostática de la idea de acusación, tentación y miedo. Comprender estas
funciones y estos detalles es de importancia fundamental para los satanistas que quieren
profundizar en la función intrínseca de Satán en la mitología occidental. Hablamos aquí
de "occidental" para circunscribir más el ámbito cultural del análisis que pretendemos
realizar y no porque de facto no haya ejemplos de figuras mitológicas similares en otras
culturas, en los países más al Oeste y más al Este de Europa. Volviendo al análisis de
nuestro objeto, está claro que en las escrituras monoteístas, Satanás tiene el papel
principal de acusador, algo que de hecho también es perfectamente verificable en la
Teosofía judía, y en particular en esa rama de la Qabbalah que se ocupa del estudio y la
especulación sobre los Sephiroth, o las emanaciones de Dios.

Sin entrar en demasiados detalles, ya que esto se tratará en el segundo volumen, es el


pensamiento de la Cábala que la creación procede por <<emanación>> de una Primera
Causa, de la cual

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también derivan sus propios diez atributos principales, conocidos como Sephiroth. Uno
de estos Sephiroth es Geburah, el Sephira de la Severidad del que [también según esta
especulación] procede el propio Satán. El proceso descrito por los cabalistas puede
representarse como una especie de

<<glorificación>> de ese Sephira, que es entonces condenado a la caída y -por tanto- a


la creación del árbol Qlifo o Sitra Ahra. Pero, ¿qué relación tiene Geburah con las
escrituras mencionadas?

Una vez más, la clave de la interpretación está en la terminología utilizada aquí y,


concretamente, en el verbo <<acusación>>. Geburah es de hecho
<<el aspecto juzgador de Dios>> a través del cual el castigo divino es traído a la
existencia, además de ser el dominio de Satanás que tiene -por definición- el papel de
acusador y vengador/tentador.

Sin embargo, además de su papel de acusador, hay otro aspecto que necesariamente hay
que subrayar antes de continuar nuestro análisis de los orígenes de Satanás, y es
precisamente ese aspecto el que responde a la pregunta que, al menos una vez en su
vida, todo satanista se ha hecho: "¿Pero para qué sirve Satanás? >>.

Aunque desde el punto de vista satanósico, esta pregunta carece de sentido por las
razones que se enumerarán en este texto, no deja de ser interesante desde el punto de
vista de la historia de las religiones y también podría llevar a una mayor comprensión
del estado actual del satanismo, que es sin duda la religión menos desarrollada y más
conflictiva de la tierra.

Si, desde un punto de vista mitológico, Satán representa al Adversario de Dios, su


Némesis que intenta destruir y corromper toda la creación, desde un punto de vista
puramente antropológico, Satán responde a todos los grandes interrogantes y temores
que el hombre tiene sobre la existencia y que -paradójicamente- se refieren a la no
existencia, al <<no ser>>, por citar a Parménides.

Satán, como Señor del Abismo, de la Muerte, del Pecado, de la Destrucción [donde las
mayúsculas no han sido colocadas por error] representa la encarnación de todos los
miedos mortales que caracterizan la evolución humana, así como las incertidumbres
ligadas a esta vida terrenal que inevitablemente nos corrompe, nos desgasta y nos lleva
a la destrucción del cuerpo. Satán, que representa el Abismo, también representa todo
esto y, por lo tanto, encarna perfectamente al Adversario de Dios, que es descrito por
los monoteísmos como el Dios de la creación y de la vida. Pero Satán también es
Διάβολος, es decir <<el que divide>> y no es casualidad que su papel en el Edén fuera
precisamente el de dividir a Adán y Eva, el andrógino primordial, condenándolos a caer
en la Tierra, cuya existencia no es más que pasajera y transitoria.

El Abismo del que Satanás es el Señor, representa en cambio lo desconocido que hay
detrás de esta Bestia, la ausencia de certezas cualitativas sobre la Muerte, que
paradójicamente es en cambio la única certeza para los vivos. Y es el propio Satanás
quien representa todo esto, porque es Él y sólo Él quien camina por la Tierra [Job, 1, 6-
12] y quien comprende los temores de los hombres ligados a la transitoriedad de su
existencia, pero que al mismo tiempo -acusando y tentando- lleva a cabo la tarea para la
que fue creado por el propio Dios, siempre según las mismas escrituras que intentan en
cambio confiarle la responsabilidad de todo mal terrenal y ultraterrenal. Satanás es, por
tanto, sin ni siquiera considerar la satanología, una figura extremadamente compleja,
tanto desde el punto de vista mitológico como desde el simbólico, que requiere
necesariamente un análisis profundo del símbolo, del icono y de la apariencia de éstos,
para poder ser comprendido por el hombre.

Pero, ¿qué es la satanología?

El término λόγος [lògos] deriva a su vez del verbo griego λέγω, que puede traducirse
como <<decir>>, pero cuyo significado filosófico tiene una valencia tanto lógica como
gnoseológica. El λόγος, identificado en la filosofía heracliteana como <<Fuego>>, tiene
múltiples significados: palabra, discurso, razón y ley. regulando el valor cósmico. De
forma más general, este término se utiliza hoy en día para designar un discurso racional
sobre un tema determinado, normalmente colocado como prefijo del mismo: teología,
antropología, psicología, arqueología son términos que utilizan ampliamente el λόγος
como elemento clarificador y racional y que, en su uso como sufijo, expresa una
racionalidad intrínseca.

Por lo tanto, la <<Satanología>> o mejor aún la <<Diabología>> [del griego Διάβολος


y λόγος] no es otra cosa que un discurso racional sobre la figura de Satán. Lo que
nuestra Orden propone es el uso cauteloso de esta terminología, que -idealmente- sólo
debería utilizarse en los casos en los que el discurso realizado no tenga un valor
filosófico o [teo]sofico, sino que sea puramente científico o histórico. Por lo tanto, en
nuestra especulación, hablaremos de Diabología sólo en el caso concreto, en el que el
discurso se basará en un cuidadoso análisis de las escrituras y de las fuentes históricas o
arqueológicas, y nunca en especulaciones religiosas, que pertenecen exclusivamente a la
Satanosofía.

El término Satanosofía o Diabolosofía es un neologismo acuñado nuevamente del


griego y concretamente del término σοφία [sofía], que podemos traducir como
<<doctrina>> o <<ciencia>>. Esta palabra, también utilizada

como sufijo de numerosas disciplinas como filosófico, teosófico, antroposófico, y si se


inserta en sucesión del nombre Satán o del término Diablo [es decir, el que divide]
indica un conocimiento doctrinal y por tanto religioso sobre el propio Satán. Es
ciertamente de nuestro interés esbozar también una Diabolosofía en el curso de esta
Hexalogía, explicando así también lo que -según nuestra Orden- puede considerarse una
verdadera doctrina samaelita, pero la tarea principal de este primer capítulo es centrarse
en la Satanología y, por tanto, en un discurso más racional.

De hecho, ya hemos tenido ocasión de citar las escrituras monoteístas para buscar los
pasajes en los que se mencionaba a Satanás, pero merece la pena profundizar en el
discurso de las fuentes históricas, "arreglándoselas" de nuevo con las monoteístas, para
ahondar en los misterios que rodean a esta figura.

Satán en el judaísmo.

Ha-Satan [◌ָ ‫טן◌ָ ׂש‬. ] se personifica a veces - cuando va acompañado del artículo
determinativo
<<Ha>> - y a veces se utiliza como título para indicar tanto un obstáculo celestial como
humano, pero no juega absolutamente un papel negativo dentro de

de la religión semítica. Precisamente por su papel de acusador, se le suele identificar


con la Sepirah Geburah], que a su vez se cree que es el[‫ גבורה‬origen del Mal a través de
la ὕβρις [

Hybris] o
<<implicación, arrogancia>>.
Sin embargo, su papel no termina con la acusación, sino que también encuentra su
declinación en la tentación y en la predicción a Dios del mal comportamiento de los
hombres. Este es el caso descrito en el libro de Job [ex.(3)] del Antiguo Testamento,
cuando fue Ha-Satan quien convenció a Dios de poner a prueba la fe de Job. Y es
también en este caso que el término Ha-Satan no se utiliza como nombre propio, sino
como título honorífico de un ángel, pero no un ángel caído, sino un verdadero emisario
de YWHW.
El hecho de que el término Ha-Satan no es un "satán" genérico nos lo da el artículo
determinativo [ha], indicado por la letra ‫(ה‬él)2, colocada delante de él, que indica, por
tanto, una persona no humana específica; mientras que el hecho de que este "Ha- Satan"
era un ángel y no un supuesto "diablo" nos lo dan los términos utilizados para
presentarlo, a saber, ‫בניהאלהים‬, [benè Ha-Elohim] o <<Hijos de Dios>>. Como prueba
de ello, si se considera la métrica del poema bíblica y, por tanto, la igualdad de
significado de los términos puestos en paralelo, las ‫האלהים בני‬son las mismas estrellas de
la mañana que en el mismo verso:

<<¿Dónde están fijados los cimientos [de la tierra], o quién puso su piedra angular,
cuando las estrellas de la mañana cantaban todas juntas, y todos los hijos de Dios
lanzaban gritos de alegría?>> (Job 38: 6-7)

Es evidente que aquí hay un doble paralelismo que nos permite entender cómo Ha-Satan
es un título que se refiere a un ángel y no a un ángel caído: sobre todo tenemos el
paralelismo estrellas de la mañana/hijos de Dios que, según la métrica, indican lo
mismo y, por tanto, referir a Ha-Satan a los

benè Ha-Elohim] debe referirse[‫ האלהים בני‬necesariamente también a las estrellas de la


mañana, que tradicionalmente encarnan los poderes celestes. La prueba de la validez de
este paralelismo nos viene del mismo verso, en el que <<fondamenta>> se sitúa en
paralelo a <<piedra angular>> y es básicamente un sinónimo de ésta. Por lo tanto, una
vez más se profundiza el misterio que rodea a Satanás.

Por lo tanto, se puede decir, sin afirmar lo falso, que en el judaísmo Ha-Satan es un
ángel acusador y, por lo tanto, es sinónimo de una función más que de una función.

un ser enemigo de YWHW. De hecho, en el judaísmo, a Dios y sólo a Dios se le otorga


el poder sobre el Bien y el Mal, privando de facto a Satán de cualquier función
metafísica como <<señor del Mal>>. Sin embargo, es precisamente a partir de estos
versos del libro de Job, como de otros, que el cristianismo ha tergiversado la existencia
de un Satán malvado que acusa al propio Dios, cuando no es así en absoluto.
Por lo tanto, el adversario no debe entenderse en un sentido maligno, ya que no niega en
absoluto la Ley divina [o cósmica], sino que la defiende inflexiblemente, ocupándose de
acusar a los seres humanos que no la respetan a causa de sus debilidades. Como
veremos más adelante, éste es también uno de los puntos principales de la Satanosofía
propuesta por nuestra Orden.
Pero, ¿de dónde viene esta falsa interpretación?
La teoría más convincente es que fue Tertuliano quien malinterpretó el capítulo 14 del
libro de ‫ שחר בן הילל‬Isaías, donde se hace referencia a un [helel ben shahar], traducido
erróneamente como <<Lucifer>>, pero que en cambio debería traducirse como <<hijo
esplendoroso de la aurora>>, epíteto que se refiere al rey de Babilonia, del que se burla
en este pasaje y del que se burla el rey de Babilonia.Lucifer>>, sino que debería
traducirse como <<hijo esplendoroso de la aurora>>, epíteto que se refiere al rey de
Babilonia, del que se burla y desprecia en este pasaje. Por lo tanto, no se hace referencia
aquí, como pretendía Tertuliano, a una supuesta caída de Lucifer del cielo.

Analizando el pasaje en cuestión, esto es evidente:

<<Hablarás esta parábola sobre el rey de Babilonia y dirás: como el opresor está
acabado, la exactriz de oro está acabada. El Señor ha roto el bastón de los malvados,
el cetro de los tiranos. El que en su furia hirió a los pueblos con golpes incesantes, el
que gobernó con ira a las naciones es perseguido sin piedad. Toda la tierra descansa
en silencio, el pueblo estalla en gritos de alegría [...]. ¿Cómo es que caíste del cielo, oh
hijo brillante de la aurora? ¿Cómo es que has sido abatido, tú que has hecho caer a las
naciones? Dijiste en tu corazón: "Subiré a los cielos, elevaré mi trono por encima de
las estrellas de Dios, me sentaré en el monte de la asamblea en el extremo del Norte,
subiré a las partes más altas de las nubes, seré como el Altísimo. En cambio, serás
hundido en la fosa, en las profundidades del inframundo.>> [Isaías 14:4-15].

Es este mismo pasaje, mal interpretado por Tertuliano, el que nos da la respuesta a
nuestra pregunta: menciona explícitamente al rey de Babilonia que, pecando de
soberbio por tener demasiado poder, fue destruido por el poder de Dios. Por lo tanto, un
rey pecó de soberbia y no del Diablo.

Sin embargo, dejando de lado las escrituras, podemos continuar nuestra investigación

profundizando más en la Teosofía y en la Cábala antes mencionada, que, contrariamente


a lo que se ha dicho, da una sustancia ontológica al Mal al nombrarlo Samael.

El nombre ‫[סמאל‬Samael] traducible como <<castigo de dios>> es el nombre principal


de Satanás en el judaísmo desde el periodo amoraico [200-500 a.C.] en adelante.

Este nombre aparece en el libro hebreo de Enoc 6, incluido en la lista de ángeles que se
rebelaron contra Dios, aunque todavía no se les considera su líder.

Traducido al griego, este texto presenta el nombre de Samael en dos versiones, que
también se utilizarán en textos posteriores. En concreto, Σαμμανή [Sammane] y Σεμιέλ
[Semiel]. Precisamente el nombre Σεμιέλ ocupó el lugar del hebreo Samael en la obra de
Ireneo, en la descripción de la secta de los Ofitas, que dio a la serpiente dos nombres:
Miguel y Samael [en este caso Σεμιέλ], que sin embargo en la obra de Teodoreto
aparece como Σαμμανή.
Otra versión muy destacada del nombre de este Diablo es Sammuel, conocido por haber
sido utilizado en el Apocalipsis 4:9 de Baruch, donde Sammuel fue expulsadodel
paraíso, convirtiéndose en Satanás, por plantar la vid que causó la caída de Adán.

A partir de la obra "La Ascensión de Isaías", se asocia a Samael con Beliar [es decir,
Belial] mediante la misma métrica anterior, que yuxtapone las acciones de uno con las
del otro.

Es después del período tanaítico y amoraico cuando Samael es identificado como "el
Dios ciego", un epíteto que probablemente fue transmitido por la mencionada secta de
los ofitas, una secta judía sincrética que también asociaba a Samael con la figura
mitológica de Jadalbaoth, reconocido como el supremo Señor del Mal.

Probablemente fue esta misma yuxtaposición la que llevó a destacar el nombre de


Samael entre todos los demás de los ángeles caídos, induciendo así la figura de Simayel
[Demonio de la Ceguera] en el Testamento de Salomón, una adaptación [aproximada]
de un texto demonológico judío de la misma época.

En la tradición rabínica, el nombre Samael aparece por primera vez donde se dice:

<<Michael y Samael se presentaron ante la Shekhinah>>

El hecho de que Micael y Samael sean mencionados aquí juntos por Yose sugiere que
ambos estaban presentes como defensor y acusador respectivamente, confirmando lo
dicho anteriormente sobre el papel del acusador en relación con el término Ha-Satan.

Sin embargo, paradójicamente, Samael desempeña un papel positivo en los


acontecimientos de la huida de Egipto, ya que fue el responsable de hacer retroceder las
ruedas de los Carros egipcios. De hecho, en gematria Samael es el equivalente numérico
de la palabra ‫[של‬ofan] o <<rueda>>.
Sólo más tarde apareció Samael como un ángel que traía el veneno de la muerte al
mundo, convirtiéndose a todos los efectos -junto con su consorte [es decir, Lilith]- en el
gobernante de los reinos de Edom y Sitra Ahra.

Como se desprende, por tanto, de las dos principales interpretaciones dadas en este
apartado, el judaísmo no tiene una visión unificada de la figura del Diablo o Satán,
creyendo en su versión más "liberal" que el término Ha-Satan debía referirse más a un
papel que a una entidad, mientras que en su versión más "ortodoxa" de la tradición
rabínica y cabalista reconoce la existencia de Samael como ángel caído y Señor del
Inframundo que se opone, con su poder, al de Dios. Naturalmente, la visión cabalista
estaba fuertemente influenciada por el cristianismo y su especulación sobre el Diablo y
Satanás: por lo tanto, podemos concluir que la f o l k l o r i s t a c i ó n de un Samael
con cuernos y de tez muy oscura, típica de la última Cábala, es el resultado de una
"contaminación" cultural por parte del cristianismo. Si así fuera, la figura de Satanás no
sería más que el fruto de una malainterpretación del pasaje de Isaías 14, transpuesto al
cristianismo y que, a su vez, influiría posteriormente en la especulación cabalista, dando
lugar a la figura de Samael.

Satanás en el cristianismo
Como se mencionó en la sección sobre el judaísmo, la figura de Satanás se importó al
cristianismo a través de una serie de interpretaciones erróneas de los textos canónicos
hebreos, cuya incomprensión también llevó a la asociación entre Satanás y Lucifer.

En primer lugar, el término Ha-Satan, que ahora es evidente para todos que indica un
papel más que un nombre propio, se tradujo simplemente como <<Satanás>> [por
supuesto con los pasajes adecuados del griego al latín] sin preocuparse de su verdadero
significado.

Es evidente, por tanto, que lo que podría reconocerse como un simple error de
traducción, condujo, en cambio, a la formación ex novo de una verdadera nueva figura
mitológica, inexistente en el judaísmo y que más tarde se transmitiría al Islam: así nació
Satán, el Adversario de Dios.

Fue entonces la mala interpretación de Isaías 14 la que proporcionó el "pretexto" para


asociar a Lucifer con Satanás, ya que se pensó que se trataba de la caída de un "hijo
brillante de la aurora" que no era otro que el rey de Babilonia.

Dejando a un lado las malas interpretaciones, ya hemos tenido ocasión de seguir la


evolución etimológica de los términos Satán y Diablo, pero [deliberadamente] hemos
omitido el nombre de Lucifer.

Lucifer deriva del latín Lux [luz] y fero, fers, tuli, latum ferre [traer] y es, por tanto,
traducible como "El portador de la luz". Reconocida religiosamente como la Estrella de
la Mañana [es decir, la interpretación errónea con Isaías 14] y, por tanto, sincretizada
con la griega Φωσφόρος, con las mismas funciones y características, fue venerada por
los latinos como la Estrella de la Mañana [Venus], en contraposición a la Estrella de la
Tarde, antes de que se descubriera que estas dos estrellas eran en realidad la misma. A
lo largo de la historia, Lucifer ha sido llamado con numerosos epítetos y se ha
convertido en el centro de una religiosidad específica llamada luciferismo, cuyo culto se
basa en la afirmación de un conocimiento secreto que posee esta entidad y que está
prohibido al hombre.

Dentro de la doctrina católica, Lucifer ha desempeñado un papel extremadamente


"político", útil a la Iglesia para controlar a los devotos, con la amenaza de la
condenación eterna. A pesar de esta labor de coacción, la figura de Lucifer ha seguido
fascinando, convirtiéndose a todos los efectos en el símbolo de la rebelión contra el
dogma católico, muy apreciado por todos aquellos que todavía - espués de siglos- tienen
la impresión de que Lucifer es el símbolo de la Iglesia.

no se resignaron al dominio del cristianismo y a la desaparición del paganismo. Así


surgieron los mitos sobre las brujas adoradoras del diablo, que - en parte por influencia
cultural y en parte por razones simbólicas- no adoraban a Lucifer en absoluto, sino a lo
que éste representaba para la sociedad de la época.

En el Nuevo Testamento, a diferencia del Antiguo, Satanás es mencionado muchas más


veces y en un sentido absolutamente negativo, convirtiéndose de hecho en el tentador de
Jesús en el desierto y también en el promotor del Apocalipsis descrito por Juan en estos
versículos:
<< Vi a un ángel que bajaba del cielo, sosteniendo en su mano la llave del Abismo y
una enorme cadena. Agarró al Dragón, la antigua serpiente, el diablo, que también
tiene el nombre de Satanás, y lo encadenó durante mil años, sumergiéndolo en el
Abismo, y luego lo cerró y le puso un sello, para que no sedujera más a las naciones,
hasta que se cumplieran los mil años [...]>> [Apocalipsis de Juan, 20, 1 -3].

Aquí se menciona directamente a Satanás, junto con otros dos epítetos suyos que se
repiten en la literatura del Nuevo Testamento, como <<Dragón>> y<<Serpiente
Antigua>>. La connotación negativa [así como el propio sentido de la narración] que
conlleva el uso de estos dos epítetos es evidente, ya que ambos son grandes reptiles que
desprenden en el imaginario humano una idea de peligro y muerte 3.

Además, es precisamente en el Nuevo Testamento donde vemos la costumbre de asociar


a Satanás con otras figuras mitológicas preexistentes, como el ya mencionado Leviatán
en el Apocalipsis de Juan, o Baal y Belcebú, dioses-demonio mencionados en el Tanaj.

Para comprender, sin embargo, cómo fue posible pasar de un Ha-Satàn obediente a Dios
descrito en el Tanaj, a un Satán/Lucifer como Señor del Mal cuya valencia cósmica es
perfectamente equivalente a la de Angra Mainyu en el zoroastrismo, es necesario
entender la serie de influencias externas que ha recibido la figura del Diablo y que, en el
curso de la historia, han llevado a la modificación sustancial de su papel.

Como ya hemos dicho, uno de los primeros en identificar a Satanás con la serpiente del
Génesis fue Tertuliano, que interpretó erróneamente el famoso Isaías 14.

Fue poco después de esta mala interpretación que vemos en cambio el error de
Tertuliano en Isaías 14, un capítulo que se refiere al gobernante Nabucodonosor II de
Babilonia y no a un supuesto "Lucifer". En este caso concreto, aunque ya hemos
explicado ampliamente cómo se cometió este error de interpretación, aún no hemos
explicado cómo la figura de Lucifer pasó a formar parte de la interpretación cristiana de
este pasaje del Tanaj. Con toda probabilidad fue San Jerónimo quien, traduciendo la
Biblia del griego al latín en el año 408, transpuso el citado nombre Φωσφόρος, utilizado
en el pasaje para indicar la expresión <<Oh, brillante hijo de la aurora>>, con el
término latino Lucifer [es decir, portador de luz/Φωσφόρος]. Fue precisamente este
pasaje, junto con una vulgata ya muy acostumbrada a escuchar el nombre de Lucifer
yuxtapuesto a Prometeo, lo que llevó a la identificación de Satán/Lucifer.
Históricamente, no es un secreto que los Padres

de la Iglesia y de todo el cristianismo primitivo, han sido influenciados por ciertas


corrientes o sectas, sobre todo el orfismo y el platonismo griego. Ambos se adaptan bien
a una visión dualista encarnada en la oposición dicotómica de

Satanás/YHWH y en cierto modo también dan sustancia cultural a una religión que, al
menos en sus inicios, era muy pobre en contenido y malas interpretaciones, al menos en
comparación con las religiones paganas o el judaísmo.
En el caso del orfismo, las influencias del protocristianismo son evidentes, aunque
destaca la dualidad cósmica apolínea/dionisíaca, así como el concepto de la salvación
del ψυχή [Psyché]. En cuanto al platonismo, por otra parte, no son ciertamente
misteriosas las influencias que esta particular corriente filosófica tuvo sobre el
cristianismo, en su concepción del <<mundo de las ideas>> y en su pensamiento de
este mundo con ciertas características de eternidad e inmortalidad, en su concepción de
un

concepto de μετεμψύχωσις 4 [metempsicosis] como medio principal para llegar al


mundo de las ideas y, por tanto, al conocimiento epistémico.
Sin embargo, lo más importante para nuestra discusión es que fue a partir de este mismo
momento cuando comenzó a desarrollarse en el cristianismo primitivo una tendencia
dualista a reconocer un Príncipe de las Tinieblas naturalmente opuesto a Dios y de casi
igual poder.

Este punto de vista lo explica muy bien Ignacio de Antioquía en sus cartas, donde
describe el papel del antagonista de Satanás, cuya única tarea sería condenar al
cristianismo. Ignacio de Antioquía, al igual que Tertuliano y Justino antes que él, es el
único culpable de haber interpretado el texto bíblico de forma literal, induciendo así un
error que a lo largo de los siglos no sólo cambiaría la historia de las religiones del
mundo, sino que también llevaría a diversos exterminios y torturas indecibles contra
aquellos que fueron señalados como los más malos de todos.

<<Seguidores del Diablo>>.


Pero uno no toma sin dar algo a cambio, y así Ignacio decide [inconscientemente, eso sí]
nombrar a Satanás como ἄρχων [arconte] por primera vez en la historia de la
humanidad: un término especialmente afortunado para el gnosticismo.
Sin embargo, a diferencia de lo que veremos p a r a el Islam, Lucifer ha constituido un
verdadero problema teológico para la Iglesia y sus filósofos, que siempre han tenido que
lidiar con su duplicidad intrínseca. Es el caso de San Agustín, cuya especulación sobre
el llamado <<problema del Mal>> se ha hecho famosa en la historia del cristianismo.

Pero, entonces, para el cristianismo, ¿Satanás y Lucifer son la misma entidad?


Dar una respuesta inequívoca a esta pregunta no es en absoluto sencillo, ya que el
propio cristianismo hace distinciones internas entre las tradiciones esotéricas y
exotéricas.

Desde un punto de vista esotérico, la respuesta es sin duda, sí. Satanás y Lucifer son la
misma entidad maligna, debido a la serie de interpretaciones erróneas ya mencionadas,
realizadas por San Jerónimo y Tertuliano.

Sin embargo, desde un punto de vista esotérico, la respuesta es no: Satanás y Lucifer no
son la misma entidad, como también reconoció R. Steiner, el famoso esotérico y teósofo
austriaco, que vivió a principios de siglo. Desde este punto de vista, Satanás es algo más
antiguo y poderoso que Lucifer, una entidad primordial cuya tarea es tentar al hombre
externamente con el progreso, la tecnología y la carne. Lucifer, por el contrario, es el
ángel caído y -por tanto- el que tienta al hombre interiormente con la promesa de un
conocimiento que nunca podrá dar a la humanidad.
Lo que sí es cierto sobre la figura de Satanás, a pesar de la confusión derivada de estas
múltiples opiniones discordantes dentro de los Padres Fundadores de la Iglesia, es que a

Expediente político para controlar a las masas y a los soberanos de las naciones, con el
fin de extender el poder de Roma sobre la mayor cantidad de tierra posible. El

La <<demonificación>> de lo que históricamente ni siquiera se consideraba "malo"


sirvió para inculcar a los fieles la idea de la condenación y así poder dotarse de una
herramienta útil para controlar a los demás: la excomunión [o, en el mejor de los casos,
la "simple" acusación de herejía].

El juego de la Iglesia católica parece haber funcionado muy bien, teniendo en cuenta
que el miedo a Satanás sigue perturbando profundamente a varios millones de personas
en el mundo, culpables únicamente de no haber seguido el impulso natural de
conocimiento que hay en todo ser humano.

Satanás en el Islam

Shaytan] es el[‫ شــــیـطـان‬Iblis], sinónimo de[‫ ابــــلـیـس‬Diablo transmitido -con toda


probabilidad- del cristianismo al Islam. Si en el caso del judaísmo y el cristianismo, las
fuentes no se ponen de acuerdo en entender quién influyó en quién en la aparición de la
figura de Samael, es cierto en el caso del Islam [siendo históricamente muy póstumo a
los otros dos monoteísmos] que fue esta religión la que recibió pasivamente las
creencias de las otras dos. En particular, cabe destacar la asonancia del nombre

Iblis] con el griego ὕ β ρ ι ς [Hybris] o[‫<< ابــــلـیـس‬Orgullo>>, lo que parece no ser


casualidad. El orgullo fue la causa de la caída de Satán de la gracia del Señor y fue el
orgullo el que, cabalísticamente hablando, dio vida al propio Satán como fruto del
orgullo de Geburah.

Los motivos de la caída de Iblis se relatan en los versículos 11-18 de la sura Al A'raf:

<< En verdad, os creamos y os moldeamos (a vosotros, los seres humanos), tras lo cual
dijimos a los ángeles:
"Póstrate ante Adán". Todos se postraron excepto Iblīs, que no estaba entre los
postrados.
Dijo: "¿Qué es lo que te impide postrarte, a pesar de Mi mandato?". Él respondió:
"Yo soy mejor que él; me creaste del fuego, mientras que a él lo creaste del barro.
"¡Vete! - dijo Alá - No puedes ser orgulloso aquí. ¡Vete! Estarás entre los marginados.
"Concédeme un indulto", dijo [Iblis], "hasta el Día en que resuciten".
"Se te concede un aplazamiento", respondió Alá. Dijo: "Ya que me has desviado, les
tenderé emboscadas en tu camino recto,
Y los perseguiré por delante y por detrás, por la derecha y por la izquierda, y verás que
la mayoría de ellos no te estarán agradecidos. ".

Vete", dijo (Alá), "desterrado y cubierto de abominación". Llenaré el infierno con todos
vosotros, vosotros y los que os han seguido". >> [Al A'raf, 11-18].
También en este caso es bastante evidente que el motivo principal de la caída de Iblis es
el orgullo, expresado como en el caso de la tradición cristiana, en su incapacidad para
inclinarse ante el hombre, objetivamente inferior a Él, pero criatura preferida de Dios; lo
que lleva a argumentar una analogía con el término griego ὕβρις, aunque
académicamente no hay pruebas de ello.

En cuanto a la etimología del nombre Iblis, algunos teólogos musulmanes han


propuesto que su origen está en la raíz árabe <<b-l-s>> [ublisa] porque Iblis no tendría
nada que esperar [ublisa] de la gracia de Dios.

No estamos seguros de su naturaleza. Si los versos de la sura Al A'raf pueden llevarnos


a pensar que Iblis es un ser de naturaleza celeste, cuya naturaleza reside en la Luz, otros
versos del Corán lo clasifican como un Jinn y por tanto como un ser cuya naturaleza se
origina en el Fuego o en la "llama sin humo". Sin embargo, ningún teólogo musulmán
se ha ocupado de este tipo de especulaciones, ya que Iblis es ciertamente una figura
menor que, en el Islam, no puede hacer nada contra la omnipotencia de Alá, único
creador y poseedor del Poder celestial.

Estas referencias que nuestra Orden propone para una mejor comprensión de la figura
de Satán desde un punto de vista exclusivamente histórico son sólo algunas e
incompletas, pero pueden ciertamente ayudar tanto al neófito como al devoto más
antiguo en la profundización de ciertos temas fundamentales para el satanismo y la
satanosofía, como, por ejemplo, el tema del orgullo, la justicia, la emanación y la
relación con el Dios monoteísta, nunca banales y, sobre todo, nunca aclarados por los
propios satanistas, que a menudo tienden a eludir la cuestión.

En particular, algunas corrientes satanistas,

extremadamente incoherentes consigo mismas y

con la propia figura de Satán, suelen repetir como

un mantra que Satán es "el Dios de los Orígenes",

cuya teogonía sería anterior a la del Dios

monoteísta. Si desde un punto de vista teogónico,

nuestra Orden está de acuerdo con la precedencia de

SAMAEL sobre YAVH.

Estoy absolutamente de acuerdo con esta teoría desde el punto de vista de la


satanalogía: la historia es clara y las fuentes también. Afirmar lo contrario, y luego
cometer los mismos errores que el anterior
Interpretar los epítetos referidos al Rey de Babilonia en Isaías 14 como Lucifer, para
hacer una acusación estéril contra los monoteísmos sin conocimiento de causa, es por lo
menos una ofensa no sólo a los propios satanistas, sino también a todo lo que Lucifer
representa simbólicamente para la humanidad.

Entonces, ¿qué lecciones podemos aprender de esta primera muestra de nuestro


discurso sobre Satanás?
En primer lugar, que Satanás no nació como figura maligna en el Tanaj, es más, ni
siquiera nació como figura, sino como título dado al ángel que, momentáneamente,
cumplía la tarea de acusador en nombre de YHWH. Fueron entonces los
acontecimientos históricos, una serie de interpretaciones erróneas y también algunas
influencias extra-monoteístas las que llevaron a la mistificación de lo que antes era sólo
un título [Ha- Satan] en una verdadera figura antagónica de Dios, casi en una especie de
revisión de la filosofía zoroastriana.

Fue entonces la posterior identificación con Lucifer la que dio el golpe decisivo a
Satanás, llevándolo a convertirse [nuevamente desde un punto de vista esotérico de la
doctrina] en el Señor del Mal opuesto a Dios, como resultado de su rebelión contra el
Señor. Sin embargo, parece que los católicos no lo tuvieron en cuenta cuando
"diseñaron" la figura del Adversario maligno y tentador, es la fascinación que el Mal ha
ejercido siempre sobre el hombre: esa fascinación sutil y seductora que Satanás ha
ejercido siempre sobre toda criatura viviente, porque es rebelde, porque es expulsado,
porque es antiguo, porque es poderoso, porque es indómito, porque es Nada y sin
embargo es Todo. No lo habían tenido en cuenta, y así lo que debía ser una simple
medida disuasoria contra la herejía se convirtió en un verdadero casus belli para la caza
de brujas y todos los demás horribles crímenes de los que la Santa Inquisición ha sido
culpable a lo largo de los siglos.

Lo que queremos mostrar con nuestra disertación es que no hay nada que temer al
acercarse al satanismo o a Satanás, salvo -y de esto cada uno debe cuidarse- las cosas
terribles que todo hombre está dispuesto a hacer para mantener el poder temporal, como
hizo la Iglesia cuando <<demonizó>> al propio Satanás. De esto, sí, deberíamos tener
miedo.

La indicabilidad de Sama'El
Dejando a un lado la satanología y, por tanto, toda la discusión del primer capítulo sobre
las fuentes históricas y las influencias religiosas que han configurado la figura de Satán,
nos encontramos con un complejo conjunto de creencias y costumbres vinculadas al
culto del Adversario, que merecen orden y claridad.

En primer lugar, lo que se reconoce muy fácilmente al acercarse al satanismo es que


está completamente desprovisto de dogma, creencias unificadoras, tradiciones propias,
sino que a menudo se presenta como un batiburrillo incoherente de tradiciones paganas
o costumbres cristianas tardías.

Mientras que algunas versiones hacen un amplio uso de la Qabbalah [en la versión
propuesta por Isaac de Luria], otras la rechazan por completo alegando que
<<Mientras que algunas tradiciones reconocen a Satanás como una Entidad primordial
y antigua, cuyo poder no puede ser definido en absoluto por el hombre, otras lo
identifican como "Padre", dándole atributos caricaturescos del Dios cristiano.

La falta de dogmas y de una doctrina unificada dentro de una religión o culto sólo puede
conducir a su fragmentación y a la creación de una nueva y más compleja religión.
51

y por lo tanto a su más fácil extinción frente a otras religiones o cultos que tienen los
fundamentos para seguir adelante. 6
En efecto, hay que recordar que el satanismo es una religión relativamente joven. De
hecho, en contra de lo que afirman algunos exponentes contemporáneos, los primeros
indicios de una verdadera veneración a Satanás como medio de oposición a la Iglesia se
remontan a la nobleza de la Baja Edad Media, aunque este tipo de costumbre tradicional
no cristalizó hasta el siglo XVII, cuando en la corte de Versalles, Catherine "La Voisin"
Deshayes escribió su versión de la "Misa Negra", encontrando el apoyo de varios
miembros de la nobleza y formando -de facto- una especie de primer "aquelarre".
Naturalmente, cuando se habla de este tipo de satanismo, que va desde la Baja Edad
Media hasta mediados del siglo XVIII, hay que tener en cuenta que en la mayoría de los
casos ni siquiera se trataría de "satanismo" en el sentido estricto del término, sino más
bien de un pasatiempo de una nobleza aburrida y aplastada por el poder de la Iglesia y
que, por tanto, también con razón, anhelaba rebelarse para escapar de su yugo. Dicho
esto, es necesario comprender que

como es ahora, el satanismo requeriría una doctrina unitivo, fruto de una verdadera
investigación filosófica/teosófica y no de las especulaciones de un solo individuo.
Como para cualquier otra gran religión, habría que establecer puntos firmes, límites, de
los que todo satanista no debería salir, para no pecar de lo que los monoteísmos
llamarían <<herejía>>.

Es evidente, sin embargo, que es tanto más necesario partir del Origen de todas las
cosas, expresado en ese relato alegórico que el hombre llama Génesis, para poder trazar
tales límites. Pero, ¿por qué, se preguntarán, tenemos que partir del Génesis monoteísta?

La respuesta a esta pregunta es doble y puede parecer banal, pero es necesaria: el


Génesis monoteísta forma parte del sustrato cultural al que pertenecemos, tanto si lo
aceptamos como si lo rechazamos. Evidentemente, no es intención de nuestra Orden
rechazar los conocimientos científicos que nos han permitido comprender
verdaderamente el Origen del Universo tal y como lo conocemos, pero nuestra intención
es más <<política>> que

<<fideísta>>. Es decir, lo que pretendemos es partir de las propias palabras del


monoteísmo, para deducir, mediante el razonamiento, las razones del samaelismo como
tal.

Sobre todo, dentro de este texto, el tema saltará a la atención de un lector atento.

53
de la creatio ex nihilo [creación a partir de la nada], el hilo de Ariadna de todos los
grandes monoteísmos occidentales y también de diversos politeísmos de todo el mundo.
La gran venganza del satanismo está contenida en estas tres simples palabras latinas,
ampliamente utilizadas también por el cristianismo: CREATIO EX NIHI Los
misterios ligados a esta expresión, no sólo permiten a un satanista atento comprender la
precedencia ontológica y sistémica que tiene Satanás sobre YHWH, sino también
desvelar los secretos de la creación y todo lo que ha surgido de ella.

"Crear de la nada" no es nada trivial: afirmar algo así es facultar a una entidad para
crear materia y espíritu de la Nada, de la Nada, de la inexistencia. Pero, ¿quién es el
Señor de la inexistencia para los monoteísmos? ¿Quién es el que habita en la Nada? En
efecto, es Sama'El, Satanás, el Adversario. Afirmar que <<Dios crea de la nada>>
significa afirmar que <<Dios crea a partir de Satanás>> o incluso <<Dios necesita a
Satanás como conditio sine qua non, crea>>. Lo que significa, que al crear de la nada,
la condición para la creación es el mismo Satanás, quien a su vez debe tener
necesariamente una precedencia cronológica y ontológica sobre YHWH. Por lo tanto, si
nos basamos en a las escrituras monoteístas únicamente, el propio tema de la creatio ex
nihilo nos daría la preeminencia lógica y ontológica que necesitamos para dar el lustre
al samaelismo y, por extensión, al satanismo, que merece por la propia afirmación de
los monoteísmos que lo denigran.

<<1 La serpiente era la más astuta de todas las bestias salvajes hechas por el Señor Dios. Le
dijo a la mujer
"¿Es cierto que Dios dijo: "No debes comer de ningún árbol del jardín"?

2 La mujer respondió a la serpiente: 'Del fruto de los árboles del jardín podemos comer',
3 Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín Dios ha dicho: 'No debes comer de él ni
tocarlo, o morirás'.

4 Pero la serpiente dijo a la mujer: "¡No

morirás en absoluto!
5 En efecto, Dios sabe que cuando comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios,
conociendo el bien y el mal".>>

Otro tema fundamental, además del de la creatio ex nihilo, es el del mal, destacado en el
Génesis por la presencia del famoso
<<Serpiente>> [si es que se puede hablar de serpiente, ya que no se arrastró ante el
castigo impuesto por YHWH]. El mal, que escribimos con "m" minúscula ciertamente
no por descuido, es el portador -en este texto- de

el desorden y la corrupción, haciendo que el hombre caiga del estado de felicidad que
disfrutaba en el Edén.
El Mal con M mayúscula, por el contrario, se asocia tradicionalmente con Sitra Ahra y
no tiene el propósito de traer sufrimiento al hombre en absoluto, ya que el sufrimiento
del hombre se deriva únicamente del mundo en el que está inserto, es decir, Malkuth; el
propósito del Mal es, en cambio, no tener ningún propósito, ser a-causado y a-causal, no
es originado por nada y no origina nada, simplemente es.

La mala reputación de este Principio es el resultado de siglos de malentendidos, que lo


han visto asociado a figuras tradicionalmente consideradas malvadas y deletéreas [es
decir, el capítulo uno], pero que en realidad no eran ni malvadas ni deletéreas.
Exactamente igual que Lucifer para los cristianos, el Mal ha desempeñado un papel
político para las religiones dominantes: ha sido el elemento disuasorio para las masas, el
instrumento de control del pueblo, mediante la amenaza de la condenación eterna que
conlleva. Pero en verdad, desde una perspectiva más clásica, Θάνατος [Tánatos] es
absolutamente necesario para la perpetuación de Eρως [Eros], ya que es su
dicotomización absoluta la que permite el desarrollo de los acontecimientos, la
alternancia de épocas, el devenir de la realidad. Sin esta clara división entre dos
Principios universales, no sería posible la sucesión del

El tiempo, como resultado del Πόλεμος [Polemos] o del choque, dentro del cual deben
insertarse todos los acontecimientos naturales. El mal, al igual que Θάνατος, debe ser
leído, por tanto, no ya como algo que daña, sino como algo necesario al Bien para el
mantenimiento del cosmos. El Bien y el Mal, por mucho que se refieran a un significado
positivo y negativo respectivamente, no tienen nada quevercon estos conceptos
típicamente humanos, s i n o q u e deben leerse como Agregación y Disgregación, a
través de las cuales la forma del cosmos se mantiene constante en estructura, pero
cambiante en apariencia.

Si leemos así el Principio de Agregación y Desintegración cristalizado en los conceptos


del Bien y del Mal, se abren ante nosotros innumerables vías de comprensión del
término <<Veleno>>, incluido en el propio nombre de Sama'El.

De hecho, la palabra griega para "veneno" es precisamente


φάρμακον 8 [Farmacon] del que deriva el italiano <<fármaco>>, o cura. En Grecia, esta
palabra tenía un doble significado: significaba tanto veneno como cura para el veneno,
por lo tanto desde este punto de vista entonces, el Veneno de Sama'El cuyo nombre se
menciona, no sólo sería la manifestación hipostática que permite la manifestación de su
propia esencia a través de un proceso de emanación similar al descrito por la Qabbalah,
sino que también sería tanto el medio de desintegración como de agregación, una
especie de <<esencia poderosa>> propia de Sama'El.

Consideremos el proceso de la creación: si seguimos la línea de pensamiento


monoteísta, deberíamos suponer que, en un momento dado, Ein- Sof [lo
inconmensurable] se vació de una parte de sí mismo mediante el proceso llamado
tzimtzum, creando en su interior su primera emanación, el Deus Conditus que entonces
se llamaría YHWH, separado de sí mismo mediante una barrera de la nada llamada
<<Ayin>>. De YHWH emanarían entonces sus diez atributos hasta llegar a Malkuth,
donde vivimos. Pero, ¿cómo podemos suponer que Ein-Sof se vació de su propia parte,
sin el proceso de desintegración? ¿Cómo podemos pensar en una creación que no haya
pasado antes por una destrucción?

En concreto, si imaginamos [es decir, Ein-Sof no puede ser, por definición,


pensamiento] a Ein-Sof como sustancia o pensamiento o Voluntad, también debemos
suponer que en el momento exacto de su vaciado por medio del tzimtzum, esta sustancia
se desintegró para crear el Vacío necesario para la creación. Esto demostraría que no es
posible una creación sin la desintegración de la sustancia anterior; induciendo así una
preeminencia de Θάνατος sobre Eρως, del Mal sobre el Bien.
No hay duda, desde un punto de vista puramente lógico, de que la desintegración tiene
una preeminencia sobre la agregación y, por tanto, por la propiedad transitiva, Satán
sobre YHWH.

Sama'El, nombre humano de una entidad extrahumana


Ciertamente, no es necesario explicar al lector que el nombre <<Sama'El>> es un
término humano, particularmente de la lengua hebrea y, por lo tanto, completamente
inadecuado para encarnar el alcance de la esencia del Maestro. El asunto se complica
porque conlleva toda una serie de consideraciones que socavan en su raíz nuestra
capacidad de "nombrar" al Maestro, pero que - quizás- no socavan nuestra redacción de
los demonios.

Lo que el satanista está llamado a hacer aquí es decidir si:


I. El nombre y la palabra tienen un valor

ontológico o son simplemente flatum vocis; 60

II. Una vez establecido lo que se afirma en el punto uno ( I ), el satanista tendrá que
decidir si el lenguaje humano podría ser capaz de encarnar un poder
extrahumano ilimitado por definición;
III. Por último, pero no menos importante, el satanista tendría que aceptar el hecho
de que el nombre de su Dios está en hebreo y, por tanto: 1) aceptar la
preeminencia de la lengua del pueblo elegido por YHWH sobre la de los
satanistas [lo que a su vez abriría un debate particular sobre la herencia
cultural del satanismo, nunca perfectamente encarnada por un pueblo y por
tanto fragmentada y confusa]; 2) Establecer por Consejo, un nuevo nombre para
Sama'El, traduciendo o transliterando el anterior al griego o al latín [ o a la
lengua que hayamos decidido utilizar previamente como base cultural de
nuestras creencias].

En este capítulo, por tanto, nos espera una tarea muy difícil, que intentaremos llevar a
cabo con la mayor devoción y atención, para no caer en los mismos errores en los que
muchos han caído antes que nosotros. Como es natural, seguiremos el orden de
razonamiento de los puntos expuestos anteriormente, para construir un discurso "por
grados" que pueda llevar desde el nivel más abstracto y lejano, hasta el más importante.

problema más concreto y cercano a nosotros, percibido por el lector como tal y no como
mera especulación filosófica.
En primer lugar, hay que definir, pues, la palabra como "sustancia cargada de sentido" o
"sustancia cargada de sustancia", dándole así una caracterización desde el punto de vista
de la esencia en el segundo caso, o hablar de ella como << flatus vocis>> y, por tanto,
como mera emisión de aliento, con un sentido.

Este problema, ya muy sentido en la filosofía escolástica, es en realidad muy sencillo


hoy en día, gracias a los estudios sociológicos y científicos que se han hecho sobre el
hombre: el lenguaje como facultad tiene un componente biológico, pero el habla es el
resultado de la convención social en la que vivimos. Si, por ejemplo, cogemos a un niño
francés de pocos meses y lo llevamos a China, este niño nunca hablará francés [a menos
que lo estudie].
o no vuelve a Francia por su propia voluntad], 9 pero hablará mandarín, ya que creció
en China. Uno habla, por tanto, la lengua a la que está más expuesto.

Pero una sola palabra, como <<cat>> tomada en todas las lenguas del mundo, se refiere
a

<<una idea de gato>> en el sentido platónico, por lo tanto a

una esencia, o es una simple suma de fonemas para expresar un concepto específico que
de otro modo el hombre no habría podido expresar?
Este es el punto central de nuestra discusión, a saber, si la palabra es portadora de una
esencia, o es un significante con un significado.

Existen, en este sentido, ideas comunes atoda la humanidad, inseparablemente ligadas al


contexto lingüístico y geográfico en el que se inscriben, que han sido expresadas a lo
largo de la historia por las palabras de cada lengua, pero que, sin embargo, no se
convierten en el vehículo de una esencia. Porque, ¿cómo podría algo nacido del hombre
ser un vehículo para la creación? Incluso en el arte de la magia, la palabra no crea, sino
que es la Voluntad la que crea. La palabra no es más que un significante convencional,
un conjunto de signos y fonaciones útiles al hombre para transmitir lo que se expresa en
su mente que, por convención, toma la forma de esas mismas palabras que expresa.
Intentemos explicarlo mejor: el hombre experimenta una forma de realidad como un
animal de cuatro patas, pequeño, felino, con cola y muy ágil. Decide llamar a este
animal

<<cat>>. A partir de ahora, gracias al lenguaje, ya no necesitará realizar este proceso de


abstracción porque todo animal que vea con esas mismas características entrará en el
concepto de <<gato>>, que habrá creado a partir de esa primera experiencia. A través
de este concepto fonético, también podrá comunicar a sus compañeros la idea que tiene
en su mente o la experiencia particular de haber visto un <<gato>>, modificando en
base a experiencias siempre nuevas este mismo concepto que él mismo ha creado,
adaptándolo a todas las variaciones que puede tener un <<gato>>: color, forma, tamaño.

La palabra es, en este caso, un instrumento que es efectivamente un vehículo, pero no


de una esencia o una sustancia, sino de una experiencia que subyace en su propio
nacimiento. Si no fuera así, nuestras lenguas tendrían palabras para expresar lo que aún
no conocemos, lo que no es en absoluto el caso. De ahí viene el instinto humano de
<<nombrar>> cada nuevo descubrimiento, sea científico o no, para hacerlo expresable,
conocible y sobre todo comunicable.

El lector más nutrido de las teorías de la filosofía del lenguaje podría rebatir estas
últimas afirmaciones diciendo que, por ejemplo, <<Sherlock Holmes>> es un nombre
que designa un objeto de fantasía, no existente, y que responde a características
particulares, como ser humano, ser inglés, tener a Watson como ayudante y vivir en el
221 de Baker Street. Este mismo lector debe saber, sin embargo, que en el contexto de
<<objetos ficticios>> hay que
abandonar la lectura literal y sumergirse en el contexto. Si, de hecho, decidimos adoptar
una lectura literal, también deberíamos admitir la siguiente inferencia lógica:

(P1) Sherlock Holmes vive en el 221 de Baker Street. (P2) El 221 de Baker Street es la
dirección de un banco.
(C) Sherlock Holmes vive en un banco.

Se trata de una inferencia lógicamente válida en la medida en que las dos premisas
verdaderas van seguidas de una conclusión válida para esas mismas premisas, pero no
puede tomarse como verdadera porque mezcla una premisa (P1) basada en el argumento
de una novela con una premisa (P2) basada en la realidad de los hechos. Por lo tanto, la
primera premisa debe interpretarse en el contexto de la ficción de la que se extrae,
mientras que la segunda, perteneciente al ámbito de la realidad o, mejor, de los
<<objetos existentes>>, debe analizarse precisamente a partir de ella y no de la ficción
mencionada.

En última instancia, pues, es cierto que hay palabras para designar <<objetos
ficticios>>, pero esas mismas palabras fueron inventadas por quienes inventaron esos
mismos conceptos y no son en absoluto portadoras de una esencia. Ante los objetos
ficticios, el hombre debe aprender a interpretar según el contexto, declinando la

objetos ficticios en el ámbito de la ficción y no de la realidad.

Volviendo a nuestro discurso, la palabra es -según nuestra doctrina- un significante [es


decir, un conjunto de signos gráficos y fonemas] que transmite un sentido y un
significado 10, haciendo comunicable lo que normalmente sería incomunicable, pero
nunca esa misma palabra lleva consigo una realidad sustanciada en la esencia. Habiendo
desentrañado el primer punto de nuestra doctrina y afirmado, por tanto, la teoría de la
palabra como

<< flatum vocis>>, se nos pide ahora que establezcamos si el lenguaje humano puede
considerarse capaz de expresar un concepto extrahumano, o si, en tales casos, el habla
no es de ninguna ayuda.

Para llegar a una conclusión satisfactoria, deberíamos en primer lugar hacer una
distinción interna entre estos mismos conceptos extrahumanos, estableciendo si algunos
de ellos pueden ser expresados correctamente y otros no (1), o si todos ellos, sin
distinción, no pueden ser transmitidos por los significantes de nuestra palabra (2).

En nuestra opinión, hay conceptos extrahumanos que se diferencian de otros conceptos


extrahumanos no sólo por su alcance, sino también por su relación con el el lenguaje
sobrenatural. Un gran número de elementos sobrenaturales pueden ser nombrados
tranquilamente por el hombre, mediante palabras o conjuntos de palabras capaces de
darles total independencia.

<<Ley cósmica>> o <<Logos>>, piensa en el concepto de <<creación>> o


<<destrucción>>. Todas estas palabras, que expresan conceptos extrahumanos,
consiguen representarlos correctamente porque están adaptadas de algún modo a la
experiencia humana. Estas palabras consiguen ser vehículos de sentido porque se crean
a partir de la experiencia demasiado humana de estas mismas cosas y, sólo después, se
adaptan al ámbito metafísico. Pero, si nos encontramos nombrando algo que nunca
hemos experimentado, como <<Dios>>, <<Satanás>> o

<<Sama'El>>, entonces el discurso sería diferente ya que nuestras palabras, al no estar


basadas en la experiencia humana, serían incapaces de transmitir el alcance de estos
conceptos, que existen en nuestra mente, pero que no están claros y definidos por
nuestras experiencias. El hombre es capaz de pensar en Dios, pero la palabra utilizada
para expresarlo es incapaz de transmitir todo el significado que el hombre tiene en su
mente cuando piensa en <<Dios>>.

Lo mismo ocurre con <<Sama'El>>. Este nombre propio, destinado a hacer


comunicable una entidad contraria, no es en absoluto capaz de para transmitir la esencia
metafísica de esta misma entidad, que no puede ser coaccionada por los seres humanos
a través de las palabras. Sería como tratar de poner un océano en un vaso de agua.

Sin embargo, para una comprensión más profunda de nuestro discurso, hay que precisar
que aunque el lenguaje humano sea a veces insuficiente para describir los conceptos
extrahumanos, el hombre no debe renunciar a expresarlos incluso en su significante
limitante. Esto es así porque, frente a una insuficiencia intrínseca del significante, este
mismo significante resulta ser válido en términos de sentido y significado. El hecho, es
decir, de que el nombre propio <<Sama'El>> no logre encarnar el alcance de la esencia
que hay detrás de él no significa que el sentido y el significado de este nombre no
puedan ser percibidos por quienes lo escuchan. Porque si digo "Sama'El", el lector se
habrá pintado un cuadro en su mente de lo que llama Sama'El (significado) y también
habrá asimilado toda una serie de informaciones que viajan en conjunción con este
mismo significante, como "ser el Veneno de Dios".<ser el Veneno de Dios>> <<ser el
Adversario>> o <<ser sincretizado con Satanás>> (significado).

En conclusión, por tanto, es absolutamente cierto que el


el lenguaje humano es insuficiente para describir ciertos conceptos metafísicos de forma

Pero también es cierto que este mismo lenguaje puede y debe ser utilizado por el
hombre, para el hombre, para expresar lo que de otra manera no sería ni comunicable ni
-por tanto- siquiera pensable.

El tercer punto del razonamiento que hemos propuesto al principio de este apartado es,
en nuestra opinión, el más importante. Lo que estamos llamados a hacer es comprender
por qué hemos decidido adoptar la nomenclatura hebrea para expresar el nombre de
nuestro Dios. Utilizar una lengua de este tipo implica que reconocemos su superioridad
para expresar un determinado concepto, al menos que la misma entidad pueda ser
nombrada como

<<Satana>>, que como hemos visto en el primer capítulo es la forma italiana de la


versión hebrea de Ha-Satàn, pero también como <<Lucifero>> que, aunque erróneo
desde el punto de vista de la traducción debido a un error de exégesis bíblica, ha pasado
sin embargo a formar parte de la tradición popular como nombre de la misma entidad.
Entonces, ¿por qué insistir en llamar así a Sama'El?

En primer lugar, esta nomenclatura tiene una función social. En un mundo de satanistas
que repudian los orígenes judíos de este culto, que de hecho repudian el judaísmo por
completo, señalándolo a menudo como una herejía, utilizar el término Sama'El nos
ayuda a para tomar una posición clara sobre el panorama en el que nos encontramos
como creyentes. Utilizamos un nombre hebreo para distinguirnos de aquellos que han
abusado del nombre de Satanás a lo largo de los años, utilizándolo para sus
especulaciones sin lógica ni fundamento. Precisamente por esta razón, nuestra Orden no
se define como <<satanista>> sino <<samaelita>> precisamente para subrayar esta
sutil, pero sustancial diferencia con respecto a los demás satanistas.

No rehuir la tradición y nuestros orígenes es la forma en que nuestra Orden se acepta a


sí misma y a Sama'El por lo que es, sin las mistificaciones propias de otras religiones,
sin las c o s t r u c c i o n e s d o g m á t i c a s y absolutamente no académicas que han
reinado en la especulación satánica moderna.

Sin embargo, en segundo lugar, también deberíamos intentar comprender la razón


"filosófica" de nuestra elección. Porque si nuestro discurso se detuviera en una función
social, estaríamos -como se ha dicho- afirmando implícitamente la superioridad de la
lengua hebrea. Esto no debe excluirse a priori, para no caer en el mismo error que
cometen otros satanistas.

Una vez más, para profundizar en nuestro discurso, es necesario recapitular el excursus
etimológico del nombre <<Samael>>. Lo hay, básicamente, dos caminos diferentes que
podemos seguir. En el primer caso el nombre Samael deriva de <<SamHa'El>> o
<<veneno/castigo de Dios>>, una etimología utilizada sobre todo e n e l judaísmo. En el
segundo caso, el nombre deriva de <<Sama'El>> o <<Dios ciego>>, nombre utilizado
para identificar al Demiurgo según el Evangelio apócrifo de Juan. Sin embargo, sea cual
sea su origen básico, sabemos con certeza -como se discutió ampliamente en el primer
capítulo- que este nombre pasó por las dos formas griegas de Σαμμανή [Sammane] y
Σεμιέλ [Semiel], adoptadas por los padres de la Iglesia para describir el nombre del
ángel que tenía la función de acusador. Sin entrar en el proceso de modificación que
sufrió este papel hasta convertirse en un nombre propio, que ya hemos mencionado,
debemos entender, en cambio, que sea cual sea su etimología, este nombre se utilizaba
originalmente no para identificar a una entidad concreta, sino como epíteto para
describir el papel que podía desempeñar cualquier ángel. Sin embargo, lo que sí es
cierto es que, incluso en la tradición talmúdica, en un momento dado el nombre Sama'El
se convierte en un nombre propio, convirtiéndose así en una entidad específica,
normalmente considerada benévola, pero severa, y que se identificaba con el Ángel de
la Muerte Azrael.

Es precisamente por esta razón que, con la fuerza de la experiencias espirituales y


tradiciones grimoriosas antiguas, así como sincretismos, que esta Entidad debe llamarse
<<Sama'El>>, ya que el nombre <<Satán>> es fundamentalmente para ser considerado
reductor y ofensivo. <<Satán>>, que puede traducirse como <<Adversario>>,
fundamenta a nuestro Dios desde un punto de vista ontológico y, por tanto, metafísico,
sólo en relación con un Dios principal al que se opone. El uso del nombre Sama'El, por
otro lado, nos permite no sólo dar independencia lingüística a nuestro Dios, sino
también no implicar en nuestro nombramiento la existencia de otro Dios
sustancialmente superior. De este modo, al utilizar una nomenclatura hebrea,
"liberamos" a Sama'El de las cadenas construidas por los monoteísmos para relegarlo a
una figura marginal en el panteón y como mero adversario de un dios omnipotente.
En conclusión, pues, hemos entendido que al referirnos a <<Sama'El>> estamos
nombrando lo que la filosofía del lenguaje llamaría
<<Objeto ficticio>>, del que el significante es impropio porque es incapaz de transmitir
su esencia metafísica, pero cuyo sentido y significado hacen que sea útil nombrarlo. Por
lo tanto, hemos distinguido este nombre [junto con otros] porque se refiere a una
entidad [o concepto] extrahumana que no puede transmitirse a través del

limitación de nuestra lengua. Finalmente, habiendo aceptado esto, junto con el hecho de
que esta limitación no debe, sin embargo, impedirnos utilizar este instrumento que nos
hace -de facto- únicos, hemos aceptado la nomenclatura hebrea, sobre la base de la
necesidad social que tenemos de distinguirnos de otros satanistas y también, sobre la
base del sincretismo y la tradición que nos permiten liberar a nuestro Dios, a través de
tal denominación, del papel de mero <<adversario>> implícito en el nombre de
<<Satan>>.

Si tomáramos los sincretismos anteriores como verdaderos, podríamos decir que


Se debe utilizar <<Sama'El>> como nombre propio, <<Satán>> debe utilizarse para
expresar el "rango" que esta entidad tiene en las jerarquías infernales y, finalmente, que
<<Lucifer>> sirve para designar la función de Sama'El en algunas tradiciones y según
algunos de sus aspectos específicos.

No hay nada más que decir sobre el uso del nombre <<Sama'El>>, cuya preeminencia
lingüística, esperamos, hemos demostrado sobre otros términos. Nuestro discurso debe,
pues, basarse esencialmente en el concepto de <<adversión>> como Principio cósmico
y como base del nombre <<Satán>>, que entenderemos en adelante como el grado
inferior, como veremos en el capítulo tercero, como u n a denominación errónea de
Polemos y ya no como nombre propio, por las razones expuestas anteriormente.

Nuestro enfoque debe ser tan lógico y académico como sea


posible en su investigación del origen, la historia y la evolución
de una figura que está
estrechamente entrelazada con los grandes monoteísmos que
la hicieron malvada. Y si por un lado, en este primer capítulo,
intentaremos construir un corpus lo más delineado y lógico
posible para la investigación de este aspecto particular del
sama'el, en el segundo capítulo continuaremos con la
<<satanosofía>>, es decir, con una investigación lo más
[teo]sofista posible y, en consecuencia, más centrada en los
preceptos que debe tener el samaelismo para ser considerado
como un culto unitivo con una vía mística bien delineada. Es
quizás éste, en verdad, el mayor error que han cometido los
diversos <<satanismos>> en el último siglo, negándose a
establecer límites dentro de los cuales los devotos deban
moverse, en parte por ese amor a la libertad absoluta que
debería caracterizarlos, y en parte porque quizás no están lo
suficientemente estructurados y unidos como para poder
inducir tal construcción. Rechazar el dogma [es decir, algo
establecido para delimitar una esfera de la vida, en este caso la
religión] es intrínsecamente absurdo ya que todo
<<satanismo>> tiene, de facto, al menos un dogma en el que
se basa.
En el caso de los teístas, por ejemplo, el dogma es ese:
<<Satanás existe como entidad>>; en el caso de los espiritistas
el
dogma es que: <<Satanás existe como una entidad buena y
paternal>> y de nuevo, en el caso de los racionalistas es eso:
<<Satanás no existe como entidad>>. Se trata de explicar al
lector atento que es absolutamente imposible construir un
ámbito religioso sin establecer al menos un dogma y que, en
cuanto se ha establecido un dogma aunque sólo sea por
configuración mental o por sentimiento personal, entonces
tiene sentido construir otros, delimitar un campo de

pensamiento, de cultura y de fe, en el que el iniciado en los


misterios de ese mismo culto pueda moverse sin extirpar sus
fronteras.

El rechazo apriorístico del dogma, fundado -quizás- en ese


miedo inconsciente derivado de siglos de dictadura
eclesiástica,
demuestra sin embargo cierta falta de análisis y conocimiento
del contexto religioso del que forman parte tanto los
<<satanismos>> como el samaelismo. Pensar en rechazar no
tanto el dogma en sí, sino la necesidad del dogma, es inútil y
engañoso para los novatos del culto, que creerán así que
pueden tener carta blanca en la representación de la Deidad de
referencia, ya que no hay nadie que oriente o dispense
consejos
y enseñanzas. Lo cierto es que los discursos de los
<<satanismos>> modernos resultan fascinantes y cautivadores
para cualquiera, promoviendo una libertad desenfrenada, una
ausencia total de clero e intermediarios, una ausencia de
dogmas, una ausencia de misterios iniciáticos, una ausencia de
rangos o jerarquías que, según ellos, sólo tienen como objetivo
el sometimiento del último en llegar.
Y sin embargo, si miramos la historia, son precisamente los
citados <<satanismos>> la excepción, ya que no hay -y si los
hay, son muy pocos por cierto- ejemplos o casos en los que se
haya compartido este tipo de profesiones, en las que por tanto
había una ausencia total de reglas, dogmas, clero, misterios y
jerarquías. En cambio, hay innumerables ejemplos, tanto de
religiones como de sociedades iniciadas en el misterio, que han
adoptado estas instituciones, estableciendo así una "norma"
rígida y sólida. El culto al Maestro, se llame como se llame, no
debería ser una excepción: es decir, debería tener la valentía
de
reconocer la falibilidad del individuo y admitir que, a menudo,
la colectividad -incluso espiritual- es más provechosa que la
individualidad absoluta y extrema, pero, sobre todo, debería
admitir que hay una necesidad intrínseca de ciertas
instituciones en el preciso momento en que se empieza a
hablar
de <<culto>> o <<religión>>. Y he aquí que los<<satanismos>>

aquí caen en una segunda, pero muy importante,


incoherencia: se refieren a las religiones "gentiles", es decir -en
su interpretación- a las religiones paganas, ignorando tal vez el
hecho de que esos cultos también tenían todas las
superestructuras que acabamos de mencionar y, de hecho, las
utilizaban ampliamente en todas sus formas y expresiones.
Había decenas y decenas de órdenes iniciáticas y de misterio,
como los ofitas, las sectas órficas, las sectas pitagóricas, así
como -naturalmente- un clero formado que actuaba como
intermediario entre los fieles y la Deidad; había dogmas, reglas,
festividades establecidas también por ley, había jerarquías: en
definitiva, había límites dentro de los cuales un individuo podía
llamarse <<seguidor de Júpiter>> en lugar de <<seguidor de
Apolo>> y así sucesivamente.
Son precisamente las religiones definidas por los
<<satanismos>> como "suaves" las que nos dan un término de
comparación con respecto al cristianismo, permitiéndonos
rozar (si es necesario) todas aquellas formalidades o
exabruptos
jerárquicos que lo caracterizan, sin abandonar por ello ni el
ideal de la libertad ni el de la individualidad, sino aspirando a
una evolución que puede verificarse gracias a la puesta en
común y, sobre todo, gracias a las enseñanzas de quienes han
recorrido ese mismo camino antes que nosotros.
Por lo tanto, al abordar este camino, tanto el novato como el
maestro deben tener en cuenta que es completamente
imposible construir un culto de cualquier forma sin establecer
ciertas reglas y fijar límites que, de no existir, permitirían a
cualquiera alterar el corpus teórico del propio culto, sin castigo.
Es naturalque no se establezcan límites para castigar a
quienes se desvían
de ellos, sino que es necesario establecerlos para garantizar la
durabilidad de la propia cultualidad y la seguridad de la
práctica.
Sin límites, sin dogma, sin reglas, es perfectamente lícito -al
menos en
teoría- que cualquier satanista modifique los iconos del
Maestro, o que represente al Bafometto como una criatura rosa
armada de arco iris. Estas modificaciones, inadmisibles en el
seno de cualquier culto y aún más inadmisibles en un culto
como éste, siguen siendo sin embargo perfectamente lícitas y
nadie tiene la autoridad ni el derecho de prohibirlas, ante la
incapacidad inherente de los satanistas italianos (e
internacionales) de unirse bajo una misma bandera, de
reconocer la autoridad de un organismo colectivo en materia de
doctrina y de reglamentación.
Más allá de la apología del dogma, es necesario que hagamos
una apología de la institucionalización del culto, que no puede
seguir en absoluto por el mismo camino por el que avanza y
que no puede tolerar más la ausencia de un órgano investido
de
autoridad en materia doctrinal, para evitar la implosión del
propio satanismo, hacia un magma caótico de subjetividad.
Es igualmente claro que no debe haber un solo cuerpo, una
sola
voz, un solo líder, sino que se debe -dadas las diferencias
cultuales entre las diferentes corrientes- reconocer la presencia
de diferentes cuerpos capaces de transmitir sólo su propia
corriente y sus mensajes doctrinales, al tiempo que asumen la
responsabilidad de llegar a sus hermanos y hermanas. En
efecto, si admitiéramos un monopolio en el campo doctrinal, no
seríamos ciertamente mejores que la Iglesia católica que, a lo
largo de los siglos, ha rechazado todos los cismas, sometiendo
por la fuerza a los que sostenían una opinión diferente. Hoy en
día, y en el satanismo en particular, tomar una posición así es
imposible y errónea, ya que hay demasiadas corrientes y
modus
cogitandi que nos diferencian unos de otros: lo ideal sería

por lo tanto, tener tantas instituciones como enfoques y, sin


embargo, dejar la libertad a los que deseen permanecer libres
de cualquiera de ellas. En una lectura superficial, este enfoque
no cambiaría ni resolvería el problema que hemos planteado en
las páginas anteriores. En realidad, esto no es así, y en las
próximas líneas trataremos de explicar al lector por qué,
dejando la libertad de no afiliación a ninguna institución, el
corpus doctrinal predefinido de nuestro culto no se vería
afectado.
La conditio sine qua non de que se evite este no cambio es, por
supuesto, establecer una doctrina a priori para la formación de
las distintas instituciones, que luego pueden modificarla
ligeramente para que encaje con sus propias creencias y
credos.
La presencia de una doctrina a-priori permitiría, aunque un
profesional decida no afiliarse a ninguna institución por
sentimiento personal, impedir que este mismo profesional
realice cambios sustanciales en la doctrina de forma libre y
desinteresada. La doctrina, que al estar a-priorísticamente
establecida no puede ser cambiada -sino sólo agudizada y
adaptada- quedaría así preservada y estable en cada caso, en
cada corriente y en cada tiempo.
Sólo así se evitan más especulaciones sobre un posible
sincretismo entre Satán y Šiva, o entre los Demonios y los
Annunaki, entre Lucifer y los extraterrestres. Este tipo de
especulación perjudica al satanismo más que a cualquier otra
institución, jerarquía, regla o dogma, ya que lleva a la
confusión a los novatos que, en cambio, por definición, deben
ser guiados e instruidos desinteresada y libremente para
buscar
el conocimiento según su propia doctrina y camino.

Tampoco encuentran el favor del público: su versión del


satanismo no es lo suficientemente comercial, no es lo
suficientemente vendible. En este sentido, las especulaciones
ignorantes de algunos han ganado la gran batalla del marketing
que está en el origen de todo cultismo, y las pequeñas
realidades como la nuestra no pueden hacer otra cosa que
alinearse, refutándolas, y proponiendo luego su propia visión,
aunque sin imponerla.
¿Por qué no queremos imponer nuestra visión?
Ya hemos dado la respuesta: sencillamente porque no es por
imposición que se crea un dogma compartido por la mayoría,
sino por diálogo y confrontación. Sólo a través del diálogo y la
confrontación se puede llegar a un acuerdo que forme esas
"estacas" en torno a las cuales se levantará luego todo el culto.
La segunda motivación es más teológica: nuestra Orden no se
considera satanista, ni desea ser asociada culturalmente a esta
religiosidad, sino que, como ya quedó claro en el primer
volumen de esta Esalogía, se define en cambio como
<<samaelita>>. En este sentido, no nos interesa convertir a los
satanistas, ni imponer nuestro punto de vista o nuestra línea de
interpretación. Simplemente queremos tener la libertad de
expresarlo; una libertad de la que nos hemos visto privados
[junto con muchos otros] por el monopolio de cierta
organización que no nombraremos.
El espacio dedicado a las acusaciones en este texto se ha
acabado, y ahora procederemos sistemáticamente a construir y
difundir nuestra propia teoría, al igual que hacemos en todas
nuestras iniciativas internas o públicas. Evidentemente, en las
últimas páginas hemos analizado por qué necesitamos una
doctrina que imponga límites a los profesionales, sin definir en
qué consiste esta doctrina. En este capítulo no vamos a entrar

en los méritos de una


Satanosofía y, por tanto, de una doctrina, tanto como
intentaremos dar un vuelco al enfoque actual de la satanología,
o de la "ciencia de Satán", comprendiendo por qué es
necesario adoptar un punto de vista más académico e
histórico, en lugar de uno modernista y sujeto a interpretación.
La primera razón por la que es necesario este enfoque es
puramente inherente al estudio: cada vez más, la corriente
espiritista se ha convertido en un vehículo de sincretismos sin
lógica que, a lo largo del tiempo, han visto el nombre de
Satanás asociado a diversas entidades precristianas, sólo en
virtud de ciertas similitudes simbólicas que, sin embargo, no
fundamentan ningún sincretismo. Más adelante tendremos
la oportunidad de hacer algunas yuxtaposiciones y de
analizarlas y refutarlas.
La segunda razón, en cambio, es puramente teológica: para
nuestra Orden, es imposible analizar la figura del Maestro,
imposible investigarlo si no es mediante la teología negativa.
Esto no significa, sin embargo, que la creación y el Universo
no puedan ser investigados, estudiados, interpretados a través
de la razón y las ciencias. Rechazar un enfoque académico,
con
todas sus raíces (incluso abrahámicas), significa implícitamente
rechazar todas las ciencias que se derivan de él. Es imposible
construir una casa sin reconocer y conocer sus cimientos.
Volviendo al primer punto de nuestro argumento, vemos en el
curso de la historia satánica una yuxtaposición mayor y más
insistente de la figura de Satán con la figura sumeria de En-ki,
sobre la base de que fue En-ki, por su propia mitología, quien
salvó a los seres humanos del Diluvio enviado por su hermano
En-lil. Ahora bien, que las escrituras abrahámicas importaron el
tema del Diluvio no se discute, al igual que importaron de facto
toda una serie de otros

temas muy importantes para su propia exégesis cósmica y


escatología final. Sin embargo, lo que los satanistas no tienen
en cuenta son las implicaciones lógicas de tal yuxtaposición:
yuxtaponer al Amo, Satán o Sama'El como se le quiera llamar,
a una figura divina pagana significa reconocer implícitamente
su limitación ontológica. Expliquémonos mejor.
El paganismo, precisamente por reconocer una multitud de
Deidades, no tenía ciertos conceptos propios de los
monoteísmos, sobre todo el de infinidad, omnipotencia y
omnipresencia. Lógicamente, cuando se reconoce una
pluralidad de elementos, se supone que no pueden ser
infinitos,
ya que de lo contrario todos ocuparían el mismo espacio, lo
que
nos haría caer en la contradicción. La pluralidad implica
finitud, por lo que En-ki, al estar incrustado en un espacio
cósmico preciso, sólo puede ser finito, limitado. Además, En-ki
forma parte de la llamada tríada cósmica del panteón sumerio,
junto con su hermano En-lil y el padre An, con el que reina
sobre el mundo. La inclusión de En-ki dentro de un sistema
pluralista como el politeísta en general y el de la tríada cósmica
en particular, apoya la deducción lógica de que ninguna de
estas Deidades era considerada 'infinita' o 'infinitamente
poderosa'. Como prueba de ello, cada Deidad pagana tiene su
propia esfera de influencia, es decir, un campo de la vida
cósmica en el que puede intervenir con soluciones
propiciatorias o apotropaicas. Naturalmente, En-ki se encarga
de controlar las aguas subterráneas, endulzadas por la
expulsión de Âpsu y Tiamat, que en cambio las hicieron
saladas y, por tanto, inadecuadas para el cultivo. En este
sentido, En-ki es conocido como el Señor de las Aguas
Abisales o, más genéricamente, el Señor del Abismo. Este
elemento, sin embargo, no es suficiente para hacer un
sincretismo con Satanás (es decir, Sama'El) precisamente

porque este último no es calificable nilimitable ni acepta una


pluralidad de otros elementos.
Hay que
recordar siempre que el satanismo, en su aspecto teísta, es
un monoteísmo y no un politeísmo.
En consecuencia, es lógicamente imposible suponer una
pluralidad de Deidades divinas, y es igualmente imposible
comparar a Sama'El como objeto infinito con En-ki como
objeto finito.
Argumentar lo contrario es respaldar la teoría abrahámica que
ve a Sama'El como un ángel caído o como el diablo portador
del mal. Ninguna otra interpretación es lógica, filosófica o
espiritualmente posible.
El mismo discurso se puede hacer con respecto a la
yuxtaposición Satán - Šiva, que al igual que En-ki era una
Deidad incrustada en un contexto pluralista y por tanto limitada
en su ser y en su "campo de acción".
En última instancia, y sin detenernos demasiado en esta
cuestión, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que es
imposible sostener el sincretismo sobre la base de algunas
similitudes mitológicas, sin por ello considerar las
implicaciones teológicas que estas afirmaciones conllevan.
Obviamente, cada uno sigue siendo libre de afirmar lo que
quiera, una vez que es consciente, sin embargo, de las
consecuencias implícitas que sus afirmaciones tienen sobre
sus
creencias. Los satanistas son libres de apoyar ese sincretismo,
si su intención es mantener la estrechez y finitud de su Dios.
Otro punto clave de la interpretación satánica que deseamos
refutar es el que considera a los demonios como "dioses".

Cada
vez más a menudo se hace referencia a los Demonios con tal
nombre, se les rinde homenaje a las mismas curas que al
Maestro, lo que lleva a una visión pluralista que se desentiende
por completo de la propia estructura de la Demonología.

Reescribir la Demonología, se sabe, es imposible, ya que es el


único pilar reconocido hasta la fecha por todos los satanistas,
que sin embargo la violan con sus propias modificaciones
convenientes a su propio molino. La demonología es, sin
embargo, una disciplina clara que, a veces considerada en su
totalidad, a veces sólo en parte, funda los conceptos ulteriores
de la demonolatría y del propio satanismo. Sea cual sea la
corriente a la que pertenezca el lector, podemos afirmar con
seguridad que ésta tiene en cuenta al menos tres elementos
principales de las demonologías abrahámicas:
• El nombre del demonio;
• El sello del demonio (o nombre gráfico);
• El rango del demonio.
Dados estos tres elementos, el satanista moderno elimina todo
lo demás, considerado herético e irrespetuoso en su
acercamiento a esta Entidad. Entraremos en el fondo de la
cuestión más adelante, pero ahora es necesario detenerse en
estos tres primeros elementos, para comprender cómo en
realidad estos mismos elementos reconocidos por todos los
satanistas excluyen un enfoque pluralista del culto.
En cuanto al nombre y la denominación gráfica (es decir, el
sello) no hay mucho que decir, salvo que son casi todos de
derivación hebrea. En cambio, es el grado del demonio el que
nos da el "La" para nuestro razonamiento. Reconocer el rango
de un demonio es reconocer su posición jerárquicamente
superior o inferior en relación con otro, con una alteridad
demoníaca que es a su vez superior o inferior a otra. Este
sistema, intrínsecamente pluralista, no equipara a los
Demonios
en igualdad de condiciones con los demás, ni cree que pueda
equipararlos con Satanás que es su Soberano, Padre y Dios.

Hay un abismo de sustancia entre Satanás y los Demonios,


inferior a él en esencia. Si no, ¿por qué reconocer una
jerarquía? Por qué aceptar implícitamente un sistema de
distinción que no tiene ningún carácter militar, sino que sólo
asume sus títulos y grados para avalar distinciones ontológicas
entre las esencias de estas entidades demoníacas. Por lo
tanto,
si el satanista quiere rechazar el monoteísmo incluso en su
culto, avalando en cambio el pluralismo, debería rechazar las
jerarquías demoníacas y con ellas también los nombres y los
nombres gráficos (sellos) utilizados en los mismos textos de la
Demonología tradicional. Este "todo o nada", que podría
parecer un extremismo para algunos lectores, no lo es en
absoluto: Descartes, en su "Discurso del Método", ya
reprochaba a la Iglesia no haber adoptado nunca un método de
interpretación puramente literario o alegórico, sino que los
mezclaba en un batiburrillo de excepciones e interpretaciones
subjetivas. Del mismo modo, el satanista, al acercarse a una
corriente como la Demonología, debe adoptar el rechazo total o
la interpretación alegórica completa, sin mezclar los dos puntos
de vista. Para explicarlo mejor, para mantener su propia
coherencia, el satanista debería desechar todos los textos de
Demonología, dejando de utilizar los nombres hebreos de los
Demonios, sus Sellos, Grados e invocaciones, o bien [y esta es
la medida sugerida por nuestra Orden] debería considerarlos
en su complejidad y totalidad, adoptando sin embargo no una
actitud literal en su lectura, sino una actitud exegética cuando
estos textos pertenecen inevitablemente a una tradición
diferente de la suya.
Una vez más, creemos que hemos demostrado, como un
nuevo
es necesaria una aproximación a la satanología, introduciendo
una visión más académica, histórica y filosófica que la que
proponen los <<satanismos>

Precisamente por ello, tanto el primer volumen


de la Esalogía, como este segundo, parten del enfoque
satanológico y, por tanto, más "científico", basado en datos
históricos y reconocido académicamente por la comunidad de
investigadores. Y es también por esta razón por la que hemos
comenzado este segundo capítulo satanosófico, poniendo
todas
las cartas sobre la mesa: es decir, demostrando que se trata de
una disciplina sujeta a error, fruto únicamente de la
especulación teórica según la razón de quienes la fundaron y
persiguieron, sin ninguna confirmación empírica. Pretender
difundir una Satanosofía basada en el conocimiento empírico
no sólo sería falso, sino también deliberadamente deshonesto,
cualidad contra la que nuestra Orden arremete violentamente.
Al acercarse a la Satanosofía propuesta por nuestra Orden, el
lector debe tener en cuenta, por tanto, todo lo dicho
anteriormente, tratando de liberar su razonamiento de cualquier
pretensión de veracidad empírica. Este es quizás el mayor
problema de los satanismos modernos: a menudo proponen
especulaciones basadas en las experiencias prácticas de los
fundadores de la corriente o de los distintos grupos, sin tener
en
cuenta que estas experiencias espirituales no pueden entrar ni
en el campo de la satanología ni en el de la satanosofía, ya que
son por tanto experiencias puramente personales que no tienen
ningún valor absoluto para los demás.

El segundo pilar de la Satanosofía que se presenta en este


texto,
en el capítulo siguiente, se cruza con este primer pilar
gnoseológico, corroborando su lógica intrínseca y
construyendo sobre lo dicho anteriormente: llamaremos a este
pilar el <<pilar ontológico>>.
A diferencia del gnoseológico, que permitía reconocer el
carácter limitado de toda especulación de la razón sin
verificación empírica, este nuevo pilar debe partir
necesariamente de un axioma, necesario para la continuación
de toda nuestra especulación:
"Sama'El es una Entidad cuya única característica decible es
la existencia. Por lo demás, nada puede decirse sino por
negación.

Superfluo, ya que limitaría un Ser Infinito en calificaciones


finitas. Por el momento decimos
<<Sama'El es Bueno>> limitamos Su ser potencialmente
"malo", limitando así aún más Su Esencia Infinita en una
calificación que no es la suya. Ya que como Él es una Esencia
Infinita, posee en sí mismo todas las cosas en potencia y en
acto [en palabras de Aristóteles], representando toda la gama
de
lo existente y lo no existente, hasta el máximo poder.
De nuevo, si decimos que <<Sama'El es una Entidad
Destructiva>>, limitamos su ser potencialmente creativo a este
campo de existencia, lo que necesariamente caería en
contradicción con su ser Infinito.
El mismo razonamiento podría aplicarse a cualquier otro título.
Por ahora, no procederemos a demostrar el Infinito de Sama'El,
parte de cuya demostración ya está presente en el primer
volumen de esta Exalogía, ya que no es necesario para
completar nuestro discurso. Por otra parte, terminaremos este
segundo capítulo con el reconocimiento de que el llamado
<<método apofático>> es el único factible en nuestra
Satanosofía, para evitar limitar a Sama'El a un campo
típicamente humano de posibilidades limitadas.
Pasando a la segunda parte de nuestro pilar ontológico,
leemos:
"[...]Además, nada puede decirse sino por negación".
Esta segunda afirmación abre un abanico de posibilidades para
la investigación racional. Si no, dirás, ¿qué sentido tiene hablar
de Sama'El? No tiene ningún sentido, y ese es precisamente el
sentido de todo nuestro discurso.
Hemos comprobado que calificar una Esencia Infinita sería
limitar sus posibilidades de existencia: entonces, ¿cómo lo
hacemos? Simplemente, por negación.
De Sama'El sólo podemos decir por negación. Es decir, en
lugar de decir <<Sama'El es bueno>>, diríamos <<Sama'El no
es sólo malo>> y de nuevo, en lugar de decir <<Sama'El es
una
Entidad Destructiva>> diríamos <<Sama'El no es sólo una
Entidad Creativa>>.
Sin embargo, ten cuidado de no caer en la presunción de poder
calificar al Maestro de esta manera: no se le puede calificar en
absoluto.
Este método de negación, llamado teología negativa, sólo
puede adoptarse con fines académicos y nunca con fines
satanósicos. En el ámbito de la Satanosofía, nos mantenemos
firmes en nuestra convicción apofática: no se puede decir nada
de Sama'El excepto su existencia. Cualquier otra
afirmación sería limitarlo, describirlo, circunscribirlo y, en
consecuencia, sería reconocer su limitación, lo que
inevitablemente haría caer todo el sistema teísta que lo
reconoce como el Principio Único de la Nulidad del Cosmos.
En conclusión, podemos afirmar con absoluta certeza que
estos
dos pilares de la Satanosofía nos colocan en una posición
incómoda: por un lado, hemos reconocido la limitación de
nuestra razón, y por otro, no podemos hacer otra cosa que
negar lo que Sama'El no es, absteniéndonos de calificarlo de
otra manera. En este sentido, la Satanosofía se presenta como
una disciplina muy compleja tanto en estructura como en
método de investigación.

Simplemente por el placer de investigar y no porque uno


espere, con arrogancia, poder desvelar los secretos de la
Creación. Para cualquier otro punto de vista gnoseológico, nos
remitimos al segundo capítulo de este volumen.
En realidad, ya hemos aludido a una especie de satanosofía
del
hombre en el tercer capítulo del primer volumen de esta serie,
con referencia a la confliación sincrónica y diacrónica. Para
continuar con nuestro discurso, debemos volver sobre nuestros
pasos, para profundizar en estos conceptos que nos
fundamentan como seres humanos. Hemos reconocido,
siguiendo la estela del pensamiento de Heráclito de Éfeso, la
distinción de dos tipos diferentes de contención o Πόλεμος:
sincrónica y diacrónica.
El factor que nos permite distinguir entre estos dos tipos de
contención es el tiempo [t]. Definimos la contención sincrónica
[sin Tiempo] como aquel tipo particular de contención que se
desliga del Tiempo y que califica una entidad en sí misma. Por
el contrario, definimos confliación diacrónica [incrustada en el
Tiempo] a aquella confliación particular producida por el paso
del Tiempo que diferencia a un objeto de sí mismo en dos
momentos [t1] y [t2]. En el mismo volumen, citamos los dos
famosos ejemplos propuestos por Heráclito para entender
estos
dos tipos de confliación: el ejemplo del arco y el ejemplo del
hombre.
Conflicto sincrónico - El Arco
Un arco es un conjunto de una cuerda y una madera, ambos
sometidos a una tensión en un momento t1. Si esta tensión
está
presente, en t1 el arco puede definirse como tal. Es
precisamente la tensión [o más bien, la confluencia de la
cuerda
y la madera] lo que hace que el arco sea lo que es. En el
momento [t2] en que la cuerda se libera y, por lo tanto, también
se libera la tensión entre ambos partes constitutivas del objeto,
el arco ya no tiene su función y,
por tanto, ya no puede definirse como tal.

Explicación satanósica:
En este ejemplo propuesto por Heráclito, la tensión se analiza
en un tiempo determinado [t1], es decir, aquel tiempo en el que
hay tensión entre las dos partes constitutivas del arco. Esta
tensión, que no sería otra cosa que Πόλεμος, hace que el arco
sea lo que es: constituye la razón de ser de los opuestos, cada
uno de los cuales debe su razón de ser a la presencia del otro.
La cuerda, por ejemplo, no tendría ninguna función si no fuera
en relación con la tensión contra la madera. Este concepto está
subrayado por el fragmento 22B 51 DK, que dice:
"No entienden cómo, aunque sea discordante en sí misma, es
concordante, una armonía contrastada, como la del arco y la
lira".
Estas palabras conllevan un significado mucho más profundo
de lo que podría parecer en una primera lectura superficial. La
armonía de los contrarios se produce precisamente por estar
en
contraste, por ser opuestos. La polaridad negativa [-] existe
sólo en virtud de que existe la polaridad positiva [+], y
viceversa. Un cosmos regido por una sola polaridad sería
imposible, ya que en un caso la agregación sería tal que todo el
cosmos coincidiría en un solo punto, mientras que en el caso
opuesto la desintegración sería tal que la existencia se
dispersaría completamente. Incluso el proceso de creación y
destrucción, que podría parecer dominado por la polaridad
positiva [+] y la polaridad negativa [-] respectivamente, es en
realidad el producto de un perfecto equilibrio entre ambas, un
equilibrio y la armonía en los que la realidad puede
manifestarse. Si no existiera este equilibrio, tampoco existiría
nuestra realidad.
Desde un punto de vista satanósico, esto demostraría lo
limitadas que son esas visiones de izquierda y derecha, que no
tienen en cuenta en su experiencia, la existencia de la visión
opuesta como fundamento de la propia.
Conflicto diacrónico - Hombre.
Consideremos la misma entidad en dos momentos diferentes
[t1, t2]. Estas entidades no aparecerán como las mismas, en
virtud del cambio inducido por el paso del Tiempo. Así, si se
pudiera colocar a un anciano junto a su yo infantil, aparecerían
como dos entidades completamente distintas, mientras que de
facto, el único factor que cambiaría sería el Tiempo [t1,t2].
Explicación satanósica:
Este segundo tipo de confllicción, que llamamos diacrónica,
examina la misma entidad [en este caso concreto el ser
humano] simultáneamente en dos momentos diferentes, t1 y t2.
Así que imaginemos por un segundo que podemos acercarnos
a
nuestro yo más joven o más viejo. Ciertamente, pareceríamos
diferentes en cuanto a características físicas de nuestros
"yoes"
del pasado o del futuro. Estos cambios, que una vez más
podrían parecer negativos, son en realidad una fuente de
armonía. El cambio, en este sentido, existe siempre en virtud
de
su contrario: es decir, que nuestro cambio en el presente t1
existe sólo en virtud de que en un tiempo
diferente t2, éramos una entidad casi completamente diferente.
En esto radica la armonía de la confllicción diacrónica: somos
la misma entidad, cambiante en el Tiempo, en virtud de la
entidad que fuimos en el pasado.
En virtud de estos ejemplos, sería justo suponer que el ser
humano en el complejo satanófico se caracteriza
simplemente por la confllicción diacrónica y no está sujeto a la
confllicción sincrónica. En realidad, no es así en absoluto, y en
este capítulo intentaremos explicar por qué. Ciertamente, no es
necesario demostrar cómo el hombre es un ente caracterizado
por la conflicción diacrónica [como cualquier otro ente del
cosmos], ya que es el propio ejemplo de Heráclito el que nos lo
muestra. En cambio, es necesario argumentar cómo el ser
humano se caracteriza también por una conflagración
sincrónica, como un microcosmos incrustado en un
macrocosmos.
Si pudiéramos definir de alguna manera los dos tipos de
conflicto analizados anteriormente, podríamos decir:
"La confllicción sincrónica es aquel tipo de contención
[Πόλεμος] que fundamenta una entidad en lo que está dentro
del mismo Tiempo [t1]. Por el contrario, la confllicción
diacrónica es aquella que produce un cambio de la misma
entidad en dos Tiempos diferentes [t1] y [t2]'.
De nuestra definición se desprende que un tipo de
conflictividad no excluye al otro, sino que lo necesita, del
mismo modo que todo contrario necesita de su contrario. Es
decir, si por un lado el conflicto sincrónico caracteriza al
Cosmos por lo que es, es decir, como producto de esa misma
conflictividad, por otro lado el conflicto diacrónico produce el
devenir, tan esencial para el Universo y para la Creación. E

¿Hombre? Está claro que nos caracterizamos por ambas


confllicciones: es decir, somos seres humanos en virtud de la
confllicción sincrónica y estamos inmersos en el devenir en
virtud de la confllicción diacrónica. Pero si bien está claro en
qué se manifiesta la conflictividad diacrónica, puede estar
menos claro en qué se manifiesta la conflictividad sincrónica
en nuestras vidas.
Exactamente como el φάρμακον es tal en virtud de su flujo
magmático que induce la mismidad de Sama'El, también el ser
humano se caracteriza por este mismo flujo interior, que se
manifiesta en esta extraordinaria entidad de la creación en
extrínsecas tangibles de este mismo conflicto. Todos los
productos humanos, desde la ciencia al arte, desde la teología
a
la filosofía, son fruto de este conflicto sincrónico interior que
nos caracteriza. El deseo, es decir, de dar respuestas a lo
incognoscible, de interpretar el Cosmos en el que estamos
inmersos, de investigar los secretos del Universo. Ese vacío
que sentimos en nuestro interior cuando nos comparamos con
la otredad, es precisamente la sensación inducida por las dos
polaridades que hay en nosotros [+], [-]. Aquí, en este sentido
específico, el ser humano es un microcosmos que refleja
exactamente el macrocosmos que constituye el objeto de todas
sus investigaciones y deseos. Y lo más extraordinario es que
es
precisamente esta conflagración la que ha producido nuestra
civilización, en todos sus aspectos. Todo está impulsado por el
deseo típicamente humano de "suspender" ese conflicto
interior, que nos causa dolor. Así, las extrusiones tangibles
producidas por el arte y la tecnología sirven -en sus funciones
contemplativas extáticas- precisamente a esta función tion7.
7 Este tema se explorará en el tercer volumen de la Exalogía, que
tratará de la Estética Samaelita.

El hombre produce para suspender, por tanto, pero al


hacerlo crea armonía.
Pero, ¿por qué el hombre posee ambas conflagraciones,
mientras que los demás objetos del cosmos no?
La respuesta está en una característica que el hombre, como
Sama'El, posee: la autoconciencia. Es la autoconciencia la que
dota al ente en cuestión de ambas confluencias, mientras que
es
evidente que los demás objetos del cosmos se caracterizan
simplemente por la confluencia de tipo diacrónico, es decir,
una vez más, aquella confluencia que produce el cambio en el
Tiempo. La excepción es φάρμακον, que también se
caracteriza
por un solo tipo de confliación, pero opuesta a la de la creación.
Posee una confliación sincrónica y no diacrónica: ¿por qué?
Simplemente porque el Tiempo es una forma de ser que no
precede a la creación. Al igual que el Espacio, el Tiempo sólo
existe después del paso del estado de Vacío [0] a la mismidad
de Sama'El [+1/-1] y, por tanto, no puede existir para el
φάρμακον que es cronológicamente e8 antecedente.
Aquí, pues, está bien delineado todo nuestro sistema
satanófico, aunque necesita de más apreciaciones específicas
a
las que se les dará amplio espacio en futuros tratados.
Concluimos nuestro capítulo sobre el microcosmos con una
especificación muy necesaria para entender el samaelismo, así
como todos los <<satanismos>>. Se ven
8 Eltérmino <<cronológicamente>> se utiliza aquí en un sentido
impropio para fines académicos: es decir, sería impropio hablar de
antecedencia cronológica, ya que el Tiempo no existía antes de la
Creación. Sin embargo, podemos suponer lógicamente que el
φάρμακον era anterior a su encarnación por las razones expuestas en
los capítulos anteriores.

Como formas de culto que tienden a la autodeificación del ego,


¿por qué?
De hecho, ya hemos respondido parcialmente a esta pregunta,
en ese pasaje concreto de nuestro texto en el que
"defendíamos" el devenir como una condición propia del
hombre y no de los dioses. Según nuestra modesta
interpretación, podemos leer todas las filosofías anticósmicas
como religiones de autodeificación precisamente en virtud de
este devenir. Si no nos caracterizáramos por un devenir, un
cambio, un fluir de las condiciones de la existencia, nunca
tenderíamos a la mejora y a la evolución. Por tanto, tal y como
sugerían los griegos, el hombre tiende a la autodeificación
precisamente porque cambia y está sujeto al devenir, mientras
que los dioses, en su perfección, nunca cambiarán. En un
tiempo infinito, por tanto, el hombre llegará a superar a los
dioses.
Se origina de hecho en Gebura h9, mientras que el otro es
simplemente un producto de la caída de Da'Ath en Malkuth,
que desarrollaremos en el curso de este capítulo. El propósito
de nuestro análisis es, por supuesto, mostrar cómo Sama'El
[+1/-1] no
es sólo a10 un Dios del Mal y por lo tanto también lo
Es impropio hablar de una "secta del mal" en relación con el
satanismo o el samaelismo.
El mal absoluto y cósmico
Personificado o no, este tipo de Mal es al que nos referimos
cuando ponemos la letra inicial en mayúscula. El Mal
Absoluto, entra en la idea occidental probablemente debido a
las influencias de ciertas sectas gnósticas, entre las que se
encuentran los ofitas, pero tampoco se puede excluir una
intervención de la secta órfica, culpable de haber introducido
en Occidente la creencia del metempsychos i11
[μετεμψύχωσις].
Por supuesto, es imposible reconstruir con exactitud el camino
que siguió tal concepción del Mal entre las civilizaciones y las
sectas gnósticas, hasta llegar a los cabalistas europeos, que la
introdujeron en sus especulaciones. Lo cierto es que el
problema del Mal fue el principal motor de la especulación y la
exégesis cabalista, desde la antigüedad tardía hasta la Edad
Media. Es precisamente por esta razón que las diferentes
corrientes cabalistas dan diferentes interpretaciones de este
mismo

través de los cuales la creencia en una "transmigración de las almas"


se llevó de Oriente a Occidente. Por lo tanto, no se puede descartar
que la idea de un "mal cósmico" haya sido traída desde Oriente
Medio a Europa a través de los órficos

como problema, llegando a distinguir muchos "males", todos


ellos divididos de los demás por su sustancia, calidad o función.
Sinembargo, si abstrajéramos al máximo el pensamiento
cabalista,
nos encontraríamos con sólo dos tipos de maldad: la que tiene
una M mayúscula y la que tiene una m minúscula.
En este sentido, los cabalistas hacían especial hincapié en el
Mal, mientras que reservaban para el mal menor una
especulación mucho más concisa derivada del primero. ¿En
qué sentido?
Para los cabalistas, el Mal podría [como ya se ha dicho]
encontrar su origen en Geburah, y en particular en ese camino
de elevación que la vio en un determinado momento de la
Creación. Lo que antes era un aspecto sentencioso de Dios,
decayó y - personificándose - se convirtió en Sama'El, Satán, el
Adversario. Con la personificación del Príncipe de las
Tinieblas, por supuesto, también se creó el Mal.
Otro punto de vista es, en cambio, el que se centra en el
concepto de Kellipot contenido en el Zohar: Estas "cáscaras"
de la creación serían para algunos las últimas emanaciones en
orden cronológico 1212, para otros serían los residuos de las
Sephiroth, las cáscaras destruidas con la "rotura de las vasijas"
operada por el flujo de la Luz de Dios. Cualquiera que sea la
línea de pensamiento cabalista en la que nos situemos en el
origen de las Qliphoth, debemos sin embargo tener en cuenta
que según esta teoría, el "Mal" se entiende como un rechazo a
la creación del Bien, por tanto como un alejamiento del mismo
[véase San Agustín].
Cuál es la verdad, no nos es dado saberlo, pero lo que sí
podemos hacer para resolver el problema del Mal es analizar
brevemente aquellos acontecimientos históricos que
favorecieron la aparición de un

El mal absoluto, a expensas del mal como producto de un


alejamiento del Bien. En este sentido, sabemos que:
• El primer culto que desarrolló una idea del Mal absoluto fue
el zoroastrismo [Angra Mainyu], en cuya visión dualista se
libraba una batalla eterna entre el Mal y el Bien [Spenta
Mainyu];
• Fueron las sectas gnósticas las que importaron a Occidente
la idea de una oposición dicotómica de polos opuestos,
favorecida también por el advenimiento de la filosofía
heracliteana;
• La idea de una dicotomía entre el Mal y el Bien se arraigó
tanto en Occidente, que cuando la Biblia fue traducida al
griego por los famosos Setenta, se cometieron errores de
traducción basados en la creencia de que debía existir
necesariamente un Espíritu Maligno opuesto a Dios;
• Fueron entonces los cristianos [muy probablemente] los que
influyeron en los cabalistas judíos, que se vieron abocados a
plantear el problema de la existencia de un "gemelo
malvado" de Dios, de un Satán personificado o13.
• Esto condujo a la especulación de un Mal absoluto, cuya
necesidad, sin embargo, estaba antes completamente ausente
e injustificada. El propio pensamiento judío antiguo no
contemplaba los conceptos necesarios para llevar a la
creación de un Espíritu absolutamente maligno.
Por ejemplo, el problema del Mal no existe en el Corán, para el
Islam. Dado que Alá es todopoderoso, no es necesario que los
exégetas del
El Corán plantea el problema del Mal: tanto es así que el propio
Iblis es descrito como un djinn y no como un Dios o un Ángel.
Maldad relativa
El mal relativo difiere del mal absoluto, como se ha dicho, en
su sustancia y en su origen. Por sustancia, porque no se
autosustenta como en el caso del Absoluto, y por origen,
porque encuentra sus orígenes en un Sephira distinto de
Geburah. De hecho, el mal relativo tiene su origen en la caída
de Da'Ath y la formación de Malkuth. En este sentido, quizás la
idea de San Agustín pueda ser útil para entender el concepto.
Hemos dicho que, para el filósofo escolástico, el Mal se
concibe como la ausencia del Bien. Sin embargo, si para
Agustín el Mal en cuestión era lo Absoluto, para la Cábala el
mal es lo relativo. Es decir, la cuestión del "alejamiento" del
Bien sólo se refiere al mal más bajo, el que de hecho -por
decirlo claramente- deriva del pecado. Según algunas
interpretaciones, el mal creado en el Qliphoth dio lugar a aquel
árbol del Edén [Da'Ath] cuyo fruto fue prohibido a Adán y
Eva. Cuando comieron de él, la corrupción traída al Edén por
este acto, causó la caída de Da'Ath que se convirtió [según
otras interpretaciones] en Malkuth o el décimo mundo de la
creación, colocado bajo Yesod [La Fundación]. Esta "caída",
comparada simbólicamente por algunos con la caída de Lucifer
de un estado de felicidad a uno de impiedad, provocó la
introducción de un mal relativo en la vida del hombre y la
decadencia de su moral y su ética. En este sentido, podríamos
decir que el mal relativo es una consecuencia del Mal
Absoluto, pero sin embargo no podemos ignorar que la
introducción del Árbol Prohibido en el Edén no es algo en lo
que no todos los cabalistas están de acuerdo: por
lo tanto, lo que podemos hacer es sólo conjeturar, evaluar e
interpretar.
La excepción, por supuesto, es el pecado cometido por Caín,
que como "hijo" de la seducción de Eva por parte de la
serpiente [y por lo tanto, según algunos, de la cópula real]
podría ser fácilmente atribuido a la esfera del Mal Absoluto. La
historia de la humanidad, bíblicamente hablando, está
impregnada de ambos males, lo que lleva genéricamente a
confundirlos. Sin embargo, podríamos reconocer fácilmente el
tipo de Mal según sea de naturaleza ontológica o, por el
contrario, dependa de la naturaleza humana y, por tanto, de la
posición inferior del hombre en la creación.
¿Es por tanto el samaelismo la religión del mal?
No, ni en sentido absoluto ni en sentido relativo: es decir, que
la única diferencia [pero fundamental] entre el samaelismo y
los demás cultos de referencia es que nosotros no rechazamos
la presencia del Mal ni en sentido absoluto ni en sentido
relativo. En el poder infinito de la Creación encerrado en la
Unidad del Ser, es imposible negar que también están
contenidas las potencialidades del Mal absoluto y relativo.
Quizás, y decimos quizás, podríamos reconocer más
fácilmente
la presencia del mal relativo, dado que la experiencia del
mismo es innegable. Pero pensar que podemos remontar este
mal a un pecado original es un tipo de pensamiento que no
puede pertenecer a una forma culta del siglo XXI. Más bien,
quizá debamos reconocer que los males relativos que
experimentamos no son "males" en sí, sino simplemente el
producto de las acciones de un hombre ignorante y
egocéntrico,
El mal relativo,
estrictamente hablando, depende para el samaelismo única
y

exclusivamente del Libre Albedrío que todos tenemos como


seres autoconscientes. Por otro lado
canto, el Mal Absoluto existe como poder antes de la Creación,
mientras que en acto se manifiesta más como Θάνατος que
como Mal en sentido estricto. Preferimos hablar de
"desintegración" o "destrucción" en lugar de Maldad, no para
cumplir requisitos lógicos que puedan validar nuestras tesis,
sino porque creemos que dar una calificación humana a un
Principio Cósmico es engañoso: al fin y al cabo, ¿qué es el
Mal? ¿Quizás la destrucción? ¿O tal vez la Creación? ¿Es el
nacimiento el mal, o la muerte? ¿Es el dolor o el placer el Mal?

LOS ANTIMUNDOS DE LA CREACIÓN.


Como siempre, para cada tema que tratamos, comenzamos
nuestra discusión de Qliphoth a partir de su etimología. El
estudio de la lengua, especialmente en el caso del hebreo, es
una valiosa ayuda para que el erudito comprenda el sentido y
el
significado que se esconde tras el significante de una sola
palabra. En este caso concreto, el término Qliphoth ‫ ][קליפות‬es
la forma plural del término Qliphah, o Qlipha [ ‫ ]קליפה‬y puede
traducirse, según la tradición cabalística correspondiente de
diferentes maneras: <<Conchas>> pero también
<<Conchas>>.
Otras traducciones son las de <<Skin>> o <<Cortex>>,
propuestas por Karlsson. Tradicionalmente, se les considera
los
antimundos de la creación, opuestos sustanciales de los
sefirots.
Distinta es la interpretación de S. L. MacGregor Mathers, quien
interpreta a los Qliphoth como el conjunto de demonios del
Otro Lado y los asocia con las diez cabezas de Leviatán [a su
vez asociadas a la Bestia del Apocalipsis de Juan]. Esta
introducción debería bastar para que la interpretación de este
asunto fuera suficientemente compleja, pero también complica
el panorama el origen incierto de estas conchas en la tradición
cabalista.
Como se ha mencionado anteriormente, en la creación
del Qliphoth, tenemos dos líneas principales de interpretación,
fragmentadas además en otras muchas visiones, que por su
extensión y complejidad no podremos analizar en este texto.
Sin embargo, veremos las dos principales líneas de
interpretación, diferenciando así [a nivel satanológico y no
satanófico] el "nacimiento" de estas entidades de la Creación.
En resumen, pues:
I. Los Qliphoth s se originan en un proceso de
"inurgitación" de la Sephira Geburah;
II. Los Qliphoths se originan en la "ruptura" de los vasos de la
creación, en el momento en que el flujo de la Luz divina
invade los Sephiroth.
Geburah como origen Qlifótico
Ya hemos mencionado este punto de vista particular, que
también es apoyado por algunos exponentes de las tradiciones
iniciáticas zurdas [es decir, T. Karlsson y el Dragón Rojo] en
referencia a nuestra discusión del concepto de ὕβρις.
Esta concepción se basa en la creencia de que, las Kellipot se
originaron como resultado del proceso de inurgitación de
Geburah, que recordamos es el aspecto juzgador de Dios.
Como resultado de este proceso, Geburah fue obligada a
volver
a las filas sefiróticas por el poder de Dios, pero algunas de sus
"emanaciones "15 consiguieron mantenerse independientes,
fusionándose en un verdadero Reino, formado por diez Reinos.
Los cabalistas suelen coincidir en que estas emanaciones no
tienen el mismo valor sustancial que las sefirot y que no son
más que una "imitación perversa" de los mundos sefiróticos.
Las interpretaciones de la sustancialidad del Kellipot, en
cambio, no coinciden, y éstas a su vez pueden dividirse en dos
grandes especulaciones:
A. Según algunos, los Qliphoth corresponden esencialmente a
los diez Sephiroth, siendo su contraparte oscura e impía;
B. Según otros [incluido el propio MacGregor Mathers], los
Qliphoth pertenecen al mundo axiático [OVLM HO-
ShIH], el mismo mundo [es decir, el cuarto] al que
pertenece Malkuth, la más baja de las emanaciones de
Dios.

Por lo tanto, dentro de esta macrovisión que ve los Qliphoth


generados por las emanaciones de Geburah, la primera
interpretación de su sustancia se centra en que cada Qlipha
corresponde a un Sephira. Esta es la interpretación más
compartida entre los que siguen las vías iniciáticas de los
zurdos, ya que es la que (quizás) crea menos problemas
lógicos. En esencia, esta interpretación nos dice que en un
sentido ascendente desde Nahemoth hasta Thaumiel, a
medida
que el número de la Qlipha aumenta, también lo hace su
sustancialidad oscura y maligna. En este sentido a Nahemoth
solo le correspondería Malkuth, como la última y más "suave"
emanación del Mal.
La segunda interpretación nos dice, en cambio, que los diez
Qliphoth pertenecen al mundo axiático, por tanto al mundo de
la materialidad transitoria de Malkuth. Ni que decir tiene que
esta visión priva a los propios Qliphoth de sustancialidad,
privándoles de cualquier función cosmológica de la que están
investidos en la otra interpretación.
En realidad, digamos, conceptualmente toda esta especulación
que ve el Qliphoth originado en Geburah, conlleva una
problemática lógica para los que siguen el camino de la
izquierda. Es decir, aunque implícitamente es precisamente
esta
interpretación la que da esa precedencia cronológica y
sustantiva a Geburah sobre los demás Sephiroth, también
implica una sustancialidad inferior de los mismos respecto a
Geburah. Porque, si bien es cierto que el proceso de
emanación
no priva al emanador de sustancia, son los propios cabalistas
los que afirman que al descender a través de las emanaciones
individuales, se produce un debi li t ami ent o de la
sustancia emanada y, por tanto, una inferioridad
sustancial de las emanaciones "inferiores" con respecto a las
"superiores".

En consecuencia, si aceptamos que los Qliphoth son


emanaciones de Geburah, debemos aceptar también que
tienen
una sustancialidad inferior comparada con la sustancia de la
que está dotado Geburah, que es el quinto Sephira, por lo tanto
ni siquiera uno de la Tríada Superior. Esto, a su vez, abriría un
discurso interminable sobre por qué un practicante debería
entonces seguir un camino sustancialmente inferior.
Los Qliphoth tienen su origen en los Vasos de la Creación.
Este segundo punto de vista contrasta con el primero, ya que
contiene implícitamente el punto de vista A del anterior, según
el cual todos los Qliphoth se corresponden con sus homólogos
sefiróticos. Dentro de este punto de vista no hay
fragmentaciones sobre la interpretación de la sustancialidad del
Qliphoth, o al menos ninguna de forma explícita. Sin embargo,
podemos denotar cómo, a lo largo de los siglos, esta visión se
ha fragmentado en dos:
A. Los Qliphoth tienen una sustancialidad inferior debido a
que son "retazos de creación" y, por lo tanto, son vistos
como entidades cosmológicas completamente ausentes de
la Luz de Ein- Sof.
B. Los Qliphoth tienen la misma sustancialidad que los
Sephiroth, como entidades necesarias para el
mantenimiento del equilibrio cósmico.
El primer punto de vista es el tradicionalmente reconocido
como cabalístico: en este sentido, los Qliphoth son vistos,
como en el caso anterior, como ontológicamente inferiores a
los Sephiroth. Se habrían originado en el momento de la
ruptura de las vasijas que contienen el núcleo del Sephiroth. De
ahí que el término concha se utilice precisamente para describir
estos fragmentos destruidos por el flujo de la luz consciente de

Ein-Sof,
caído de la gracia divina para formar mundos perversos y
pecaminosos.
En el segundo caso, sin embargo, tal vez a raíz de las
influencias gnósticas y ofitas, los Qliphoth son vistos como
creaciones necesarias para el equilibrio del poder sefirótico. En
una visión perfectamente dualista y dicotómica, los Qliphoth se
interpretan así como iguales y equivalentes a los Sephiroth,
aunque diferentes en su naturaleza y origen.
También quisiéramos señalar, cómo es precisamente sobre
esta
pista interpretativa que algunas corrientes esotéricas zurdas
han
desarrollado su propia caosofía o teosofía inversa, como es el
caso de la Corriente 218, con su célebre "Libro de Sitra
Achra".
A partir de ahí, se desarrolló una tercera línea de pensamiento
sobre el origen qifótico.
Los Qliphoth como emanaciones de El-Acher
En esta tercera línea de pensamiento, apoyada como se ha
mencionado por la corriente 218 de importación americana, los
Qliphoth son leídos e interpretados como emanaciones
perfectas de un anti-Dios, nombrado a través de la inversión
del
Tetragrammaton sagrado: HVHY. Esta inversión, sin embargo,
no indica una mera inversión de la especulación judía, sino que
oculta -según los autores- un impulso creativo completamente
diferente al de YHVH. Si YHVH de hecho crea, diluyendo su
esencia desde Keter hasta el mundo axiomático, en el caso de
HVHY [también llamado El-Acher, u 'Otro Dios'] la creación
tiene lugar en sentido ascendente y no descendente. Así
elevaría el espíritu humano de Malkuth a Thaumiel. Hay que
precisar, en aras de la verdad, que el nombre HVHY no es
leído
por la Corriente 218 como el verdadero nombre de El-Acher,
sino sólo
como una representación significativa del impulso creativo que
fluye de él, opuesto al de YHVH.
El alcance de tal especulación es, en nuestra opinión,
inconmensurable: sostiene que no sólo puede dicotomizar el
origen de la creación a través de la acción de dos impulsos
diferentes [véase el capítulo tres, volumen uno], sino que
también puede demostrar cómo HVHY goza de precedencia
sobre el llamado "Demiurgo".
En este sentido, la creación del Demiurgo [es decir, YHVH] no
sería más que una copia impura [precisamente en virtud de que
su esencia está diluida en sentido descendente] de la creación
de El-Acher, que, en cambio, tiene carácter ascendente.
Pedimos disculpas de antemano al lector si este resumen del
pensamiento actual de 218 puede parecer insuficiente, pero
esta
Esalogía no es una monografía de estos autores y nuestra
tarea
es muy diferente a la de enumerar completamente las
diferentes visiones. Sin embargo, para cualquier estudio más
profundo, remitimos al lector a la lectura integral de los textos
en cuestión, que son ciertamente mucho más completos y
extensos que este breve resumen que hemos propuesto.
Volviendo a nuestro argumento principal, podemos resumirlo
afirmando que:
• En algunas visiones, los Qliphoth tienen la misma
sustancialidad que los Sephiroth;
• En algunas visiones los Qliphoth tienen una sustancialidad
inferior a la de los Sephiroth;
• Desde un punto de vista específico, los Qliphoth tienen una
sustancialidad aún mayor que los Sephiroth.
En este punto, el lector podría objetar que el propósito de
nuestro capítulo, a saber, aportar claridad a un campo

poco claro por definición, no se está completando. Le


invitamos a seguir leyendo, con la esperanza de aclarar más el
tema.
Habiendo hecho una diferenciación sobre las distintas
interpretaciones de los Qliphoth en cuanto al enfoque de su
sustancialidad, nos queda ahora analizar las diferencias entre
las vías Qliphótica y Sefirótica, que procederemos a enumerar
al final del capítulo de forma gráfica, para que todos puedan
asimilarlas mejor.
En primer lugar, la diferencia más evidente radica en el distinto
carácter de Qliphoth y Sephiroth. Los primeros son
normalmente vistos como antimundos (1), con una geografía
específica, un gobernante y funciones espirituales sobre el
adepto. Los Sephiroth, en cambio, son meros "atributos de
Dios", es decir, calificaciones divinas cósmicas que influyen en
nuestra realidad tanto a nivel macrocósmico como
microcósmico. Sin embargo, no tienen soberano, al menos en
las interpretaciones tradicionales.
Aquí se despliega entonces la segunda diferencia fundamental:
a cada qlipha le corresponde un Demonio (2) y una jerarquía
demoníaca específica, mientras que los Sephiroth sólo
corresponden a conceptos y atributos que ayudan al
practicante
a interpretar la Creación. Los Sephiroth, como atributos, no
pueden por tanto ser explorados (3), sino sólo experimentados
espiritualmente por el iniciado.
Finalmente, como última diferencia sobre la que queremos
llamar la atención, tenemos el diferente carácter extático (4) de
las dos vías. Por un lado, la vía sefirótica propone una
iluminación a través del misticismo unitivo, en el momento en
que el adepto llega a comprender Keter, por otro lado, el
Qliphoth propone una aniquilación total del ego, en el pasaje

poco que decir: es evidente en este sentido que Thaumiel es la


esfera de la duplicidad, como el reino dominado por Satán y
Moloch en el que el adepto está llamado a reunirse con las
formas demoníacas más elevadas de la creación.
Pero es, en cambio, la visión número uno (1) la que
proporciona un desarrollo ulterior y posterior de la vía glifótica.
De hecho, tal y como informan el propio Karlsson y el Dragón
Rojo, sostiene que una vez en Thaumiel, el iniciado se
encuentra con un paso más que dar. Este paso, que podría
parecer una aniquilación completa del Ego, conduce en cambio
a una exaltación del mismo, ya que consiste en superar el
número diez (10) y alcanzar el número once (11), superando
así
la unión con el propio Dios, para convertirnos nosotros mismos
en Dioses. A este respecto, cabe señalar cómo el número 11
está conectado con las palabras Adamas Ater (diamante
negro),
símbolo del conjunto del camino anterior, sobre la base de la
conexión A=1 por lo tanto 11=A.A. [Adamas Ater,
precisamente].
En contraste con las divergencias, existen similitudes entre los
dos Árboles, la principal de las cuales (1) es la presencia del
Abismo.
Tradicionalmente situado entre la Tríada Supernal y las Siete
emanaciones inferiores, el Abismo es un lugar de la Nada
habitado por el Demonio Abbadon y el Ángel Choronzon, que
se alimentan de los adeptos que intentan cruzar este punto,
pero
que aún no han dado los pasos previos correctamente.
Curiosamente, en el caso de la ascensión Qlifótica, el adepto
debe desprenderse de los siete velos de su existencia finita
antes de cruzar el abismo. Así como Inanna se despojó de los
siete velos de su vestimenta para llegar al Inframundo, lo
mismo debe hacer el iniciado zurdo para poder vislumbrar la
Tríada Supernal. Esta primera semejanza

conduce a la segunda (2), a saber, la distinción entre una


Tríada
Superior de emanaciones y las siete inferiores. Sin embargo,
esta clasificación es, en el caso de los Sephiroth, sólo parcial,
ya que no tiene en cuenta los "pilares" del árbol y los cuatro
mundos, de los que ya hemos mencionado el axiático.
En definitiva, antes de pasar a exponer nuestra interpretación
personal de este asunto, proponemos al lector una tabla de
correspondencias entre los mundos qlifótico y sefirótico.
Sephiroth Qliphoth
Keter Thaumiel
Chokmah Ghagiel
Binah Satariel
Chesed Gash Khalah
Geburah Golachab
Tiphareth Thagirion
Netzach Oreb Zaraq
Hod Samael
Yesod Gamaliel
Malkuth Nahemoth

En cuanto a nuestra opinión personal sobre este complejo


tema,
intentaremos esbozarla en las páginas siguientes, con la mayor
claridad posible, en la línea de las especulaciones propuestas
en
los capítulos anteriores a éste.
Ya hemos visto cómo, partiendo de un estado de 0 primordial
equivalente a φάρμακον, se pasa a través de su propia
oscilación, resultado de una conflagración sincrónica, a la
autodeterminación de la Entidad Primordial, es decir, Sama'El
[+1/-1]. Sólo
Posteriormente, está la emisión uno17 de los Qliphoth
[+2/-2 - +11/-11]. En ambas direcciones, descendente y
ascendente, el número de nuestra trayectoria glifótica es
precisamente 11, es decir:
• Nahemoth [+11/-11] - Thaumiel [+2/-2 = +1 + 1/ (-1) + (-1)
= 11].
• Thaumiel - Nahemoth [véase la demostración anterior
inherente a la vía qlifótica frente a la sefirótica].
En este sentido, el número 11 siempre puede remontarse a
Thaumiel, precisamente por su carácter de trascendencia,
como
se ha señalado anteriormente.
Dejando de lado la numerología, ¿qué son los Qliphoth para
nosotros?
Nuestra Orden apoya la traducción específica de "shell" como
término no negativo. Es decir, que en el caso del hombre, el
caparazón quilítico es algo que nos protege, que nos rodea, en
el que estamos inevitablemente incrustados. Si los Qliphoth
son
la cáscara, nosotros somos el embrión que se desarrolla dentro
de ellos. Pero, exactamente como propone la propia Cábala,
¿cuál es la

La cáscara de algo es el embrión de otra cosa. ¿Qué mejor


concepto para expresar lo que son los Qliphoth? Embrión de
Sama'El, concha para el hombre.
De ahí que lo que para nosotros son mundos demoníacos
enteros, para Sama'El no son sino sus emanaciones y partes
específicas, intrínsecamente implicadas por su ser Infinito e
Ilimitado. Por último, la trayectoria glifótica tal como la
interpretamos nosotros coincide con la visión (1) expuesta en la
página 89 de este volumen, pero en un sentido ligeramente
diferente. Para nosotros, la superación de los diez (10) para
alcanzar los once (11) no debe leerse como la autodeificación
del adepto, sino como su unión total con l a esencia de
Sama'El y el φάρμακον oculto tras Él. En efecto, sabiendo que
el diez (10) representa la imposibilidad de la unión
completa, manifestada por la presencia de una Shekhinah y por
tanto de una hipóstasis de Dios con la que sólo es posible
unirse, entonces el once
(11) puede representar, al menos simbólicamente, una unión
completa y sin precedentes, que conduce a la aniquilación del
ego. Por otro lado, cambia el punto de vista, pero no el
propósito. ¿Quién dijo que no se puede lograr la
autodeificación aniquilándose completamente en Sama'El? Al
convertirnos en partes del Uno, nosotros mismos seremos
Dioses. Tal vez, no dioses personificados, pero ciertamente
unidos en la única perfección contemplada por nuestra
filosofía. Si el hombre pudiera divinizarse, ¿qué sería del
monismo mencionado en los capítulos anteriores?
Con estas preguntas dirigidas al lector, cerramos la cuestión
extática, a la que, sin embargo, volveremos en el tercer
volumen. Por ahora, volvamos a analizar la estructura de los
Qliphoth, dando a cada uno de ellos una calificación y una
funcionalidad ascética.

La Tríada Supernal
Como se ha dicho, es habitual dividir los diez antimundos en
una Tríada Supernal y las siete emanaciones inferiores. El
tema
de este capítulo serán los Qliphoth que componen la Tríada
Supernal, a los que se les da precedencia cronológica y
ontológica por razones obvias. Estos tres Qliphoth son también
los más importantes, ya que cada uno de ellos se considera la
base de los tres pilares Qliphotic que conforman el Árbol de la
Muerte.
Estos tres Qliphoth se llaman:
I. Thaumiel;
II. Ghagiel;
III. Satariel.
Como también se ha visto anteriormente, cada Qlipha
corresponde a un Soberano y a una categoría particular de
Demonios, así como a cualidades específicas que influyen en
el
"lado oscuro" de nuestra realidad. La Tríada Supernal
representa, en su esencia más profunda, los niveles más bajos
del Abismo cósmico, así como los lugares más cercanos al
Vacío que el adepto puede alcanzar a través de sus prácticas
extático-contemplativas.
Además, la Tríada Supernal, precisamente por encontrarse
más
allá del Abismo habitado por Abbadón y Choronzón,
constituye los niveles "más bajos" del Árbol de la Muerte,
donde se tejen los hilos del destino entre las últimas ramas de
este gran árbol cósmico. Otro rasgo importante a destacar es la
correspondencia que tiene Thaumiel con Malkuth/Nahemoth:
donde de hecho este último es el mundo de la unidad y el
iniciático, para

comprender su verdadera importancia en el camino de la


Qlifotica. Recapitulando entonces, en la Columna de la
Majestad, encontramos la Trinidad Infernal: Satán/Moloch, el
Anticristo, Lilith/Naamah. Colocados junto al Pilar de la
Majestad, están en cambio el pilar gobernado por Satariel (a la
izquierda) y el gobernado por Ghagiel (a la derecha). En el
primer caso, creemos que es correcto asociar este pilar con el
violento Principio de Sitra Ahra, un Principio que trae tanto la
iluminación como el castigo: por esta misma razón, el Pilar es
llamado el Pilar del Destino ‫) ֹוּגה (ָרל‬. Ser gobernado por
Satariel, de hecho, es el Pilar donde se tejen originalmente los
hilos del destino en esa gran e inmensa red originada por Lilith,
destinos que luego son aplicados por Asmodeus, Rey de
Golachab y finalmente confundidos y ocultados por
Adramelek, Gobernante de Samael.
El tercer pilar es, en cambio, el gobernado por Ghagiel, seguido
por Gash Khalah y Oreb Zaraq. Este pilar está, según nuestra
Orden, asociado al lado menos violento del Sitra Ahra, ya que
consta de tres entidades y tres antimundos respectivos, todos
los cuales
conectado a la muerte. La muerte del pilar de la muerte ‫)מ (ֵוות‬
Sin embargo, no es violento e impetuoso como en el caso del
Pilar del Destino: más bien debe percibirse como una
descomposición lenta e inexorable, una marcha suave hacia
los
mundos del Más Allá.
Brevemente, se trata de los tres gimel kavim del Árbol
klefótico, de los que se hablará con más detalle en otro lugar.
Por ahora, para entender cómo la Tríada Supernal influye en
todo el Árbol de la Muerte, nos bastará con considerar lo
anterior. Naturalmente, todas estas especulaciones son fruto
de
la subjetividad de nuestra Orden y el lector, por su parte, puede

compartirlas o no, sin ir absolutamente a

influyen en el discurso satanófico hasta ahora. Ahora, sin


embargo, es necesario llegar al corazón de nuestra propia
especulación, que es la razón por la que surgió esta Hexalogía.
Una vez realizada esta especificación, volvamos al tema de
nuestro capítulo, es decir, procedamos a hablar
específicamente
de los tres Qliphoth que componen la Tríada Supernal.
Thaumiel [+2/-2].
Thaumiel representa la duplicidad por excelencia, no sólo
porque es de hecho el reflejo de Sama'El que marca el paso de
+1/-1 a +2/-2, sino también y sobre todo porque es el reflejo
en el espejo del Nahemoth/Malkuth, eviscerado de la
imperfección que da la materia y la estrechez de la existencia
finita. Por el contrario, Thaumiel, representa el más alto grado
de iluminación oscura, el último paso iniciático que el adepto
puede dar antes de entregarse al Vacío Trascendente. El
número de Thaumiel es +2/-2 si se analiza desde un punto de
vista emanacionista, pero si en cambio centramos nuestro
análisis en un nivel iniciático-místico no hay duda de que el
número de Thaumiel es el 11. En primer lugar, porque el 11
marca la trascendencia del 10, es decir, del concepto de
perfección unitaria de Keter, pero también porque es un
número formado por la repetición de dos dígitos idénticos, cada
uno de los cuales representa la unidad. Por lo tanto, dos
unidades, colocadas una al lado de la otra, marcan a Thaumiel
como la sede de los dos asientos tártaros, en los que
tradicionalmente se colocan Satán y Moloch. No daremos
aquí la interpretación de nuestra Orden, ya que tiene un
carácter iniciático reservado a los miembros.
Tradicionalmente, Satanás y Moloch se interpretan en cambio
como una especie de versión infernal de Jano Bicéfalo, cuyas
dos cabezas estaban una dirigida al pasado y la otra al futuro.

Este
versión, francamente, nos parece una copia demasiado
evidente
del paganismo como para aceptarla sin reparos. Dejando a un
lado nuestra adversidad, queremos informar al lector de que
ésta es la interpretación más aceptada del simbolismo
dicotómico de Thaumiel y sus dos reyes.
Probablemente, los partidarios de esta teoría no se han dado
cuenta de que detrás de tal afirmación se esconde un problema
teológico considerable: equiparar los tronos de Satanás y
Moloch, significaría [al menos en el ámbito del satanismo]
admitir la presencia de dos Deidades o, al menos, de dos
aspectos de la misma Deidad, sustancialmente dicotomizados.
Pero, el satanismo es monista y por lo tanto, esta cuestión
también debe ser resuelta. Afortunadamente, es la corriente
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la que da una explicación a esta interpretación, afirmando que
en realidad l a s dos sedes tártaras de Satán y Moloch no están
situadas en absoluto en el mismo nivel, sino dispuestas en dos
niveles diferentes, el más alto de los cuales está ocupado por
Satán y el más bajo, obviamente, por Moloch.
Cada iniciado es libre de seguir la interpretación que le parezca
más adecuada a su propia teología, teniendo en cuenta, sin
embargo, el carácter problemático de la primera interpretación
que acabamos de esbozar.
Dado que el 11 es el número de Thaumiel, su símbolo se
reconoce tradicionalmente como el Diamante Negro (Adamas
Ater) en relación con las declaraciones de Crowley en el Liber
777, en el que asociaba a Keter con un Diamante Blanco. Otra
interpretación, tal vez más convincente, es la numerológica: si
1 = A, entonces 11 = A.A. y, por tanto, Adamas Ater. El
diamante de 11 caras muestra al adepto que es posible superar
los límites de la experiencia humana uniendo el
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el propio Espíritu a esa Esencia Primordial que subyace en el
Universo: esta experiencia, sin embargo, sólo puede lograrse
arrojándose al Vacío (Oscuridad) y al Abismo.
Simbólicamente, Thaumiel representa el centro del Universo: la
esfera desde la que toda decisión puede ser tomada por el
adepto que ha alcanzado este grado de comunión con
Sama'El.
Precisamente por ser producto del reflejo, en Thaumiel cada
iniciado está llamado a "reflejarse" con su gemelo, es decir, con
la encarnación de todas las cualidades que ha abandonado en
el
camino hacia Thaumiel. Sólo reflejándose a sí mismo, el
iniciado puede - finalmente - alcanzar el Vacío.
Ghagiel [+3/-3].
Ghagiel es la Qlipha fundadora del Pilar de la Muerte y, en su
esencia más intrínseca, representa el poder fálico del Maestro
que insemina a su opuesto, Satariel. Ghagiel es la sede del
trono de Belcebú, entendido como Señor de las Moscas y de la
lenta e inexorable Descomposición que pone fin al ciclo de la
vida, inducida por su propia inseminación sagrada. Por esta
razón, Ghagiel suele ser representado por el dios con un falo
priápico, que simboliza el axis mundi que rige el cosmos.
Ghagiel es la primera emanación del primer reflejo de Sama'El
y es, por tanto, la esfera qlifótica en la que la Esencia del Ser
es
más intensa: simbólicamente, ésta es la razón por la que dicha
Qlipha se considera masculina e inseminación, frente a la
pasividad femenina de Satariel. Es en el Ghagiel donde el
adepto comprende los misterios de la creación y la destrucción,
en particular todos los secretos iniciáticos del Apocalipsis: el
fin de toda la Creación.

Satariel [+4/-4].
Satariel representa el opuesto femenino de Ghagiel: un
femenino no fértil, pero oscuro y sombrío. Satariel es la matriz
oscura de la que procede Lilith, pero condenada a alejarse del
Centro del Universo, para operar en Gamaliel. Satariel, por otro
lado, está gobernada por Lucifuge Rofocale, ese mismo
Demonio que se opone a Lucifer. Lucifuga, al rehuir la luz,
induce la creación de un inmenso vientre oscuro, de cuya
forma
y sustancia caótica surgen las abominaciones más atroces de
todo Sitra Ahra. Esta Qlipha es tan oscura que es aquí donde
se
tejen los hilos del destino en la red de Lilith, retorcidos y rotos
para que los hombres se encuentren o mueran. Satariel es
cualquier cosa menos una Qlipha de nueva esperanza, como
su
posición después del Abismo podría sugerir: en Satariel, todo
está confundido y tejido en los laberínticos patrones de la red
de Lilith, abandonada por la propia Dama Oscura, en manos de
las Tres Parcas. Es en Satariel donde el iniciado puede
asomarse a la Oscuridad más intensa que precede a la
Iluminación, es decir, a todos esos misterios de la creación que
acechan en el vientre de la Diosa Oscura de Sitra Ahra.
Separando la Tríada Supernal de las siete emanaciones
inferiores está el Abismo: el fulcro del Vacío que separa las dos
esferas del Otro Lado. Karlsson informa que el Abismo se
asemeja, para los iniciados zurdos, a un río negro en el que
yacen ahogados todos los iniciados que no han logrado
cruzarlo.
En nuestra experiencia, más que de un río, habría que hablar
de
las inmensas fauces del demonio Abbadon, que se cierran sólo
para devorar a los indignos. En el Abismo, los actos de cada
uno se pesan en un ritual escatológico final.

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