Programa Acto Civico Sin Nombres
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Ministerio de Educación
Ciudad, país
Programa para la ceremonia de honores a la bandera
Buenos días tengan todos los presentes, profesores, padres y
representantes, directores, personal
administrativos y compañeros de clase. Hoy, __________________________
[fecha], los alumnos del
______________ [curso] están a cargo del homenaje a nuestros símbolos
patrios.
Damos inicio a la ceremonia cívica con la entrada de nuestra bandera dando el
respeto que se merece,
todos de pie por favor:
¡Atención! ¡Firmes, ya! ¡Saludar, ya!
¡Firmes, ya!
Con nuestra mirada fija en la bandera juremos lealtad a nuestra patria, dirigidos
por el/la alumno(a)
__________________________ [nombre y apellido]:
-_________________________ lee el juramento a la bandera-
A continuación, es momento de entonar todos juntos el himno nacional,
dirigidos por las voces de los
alumnos ________________________, ________________________ y
___________________________ [nombres y apellidos]
¡Firmes, ya!
-Entonación del himno nacional-
Despidamos a nuestro emblema nacional con el debido honor:
¡Atención! ¡Firmes, ya! ¡Saludar, ya!
¡Firmes, ya!
Ahora damos la bienvenida al alumno(a) ______________________
[nombre y apellido], quien
compartirá con nosotros una lectura especial sobre las efemérides
correspondientes a esta semana:
-_________________________ informa de las efemérides-
Les agradecemos la atención prestada y su participación en esta ceremonia
cívica. Esperamos que
Una pregunta fuerte. Interesante. Profunda. Difícil tal vez de responder. Que
me estremece un poco e inevitablemente me lleva hacia mi infancia y recordar
al niño que fui. También me lleva al momento actual de mi vida y pensar en
quien soy hoy.
Me lleva a pensar en cómo de niño vez a tus padres. Con admiración. Con
respeto. Como tu máximo. Te enorgulleces de ellos. Los presumes. Y entonces
me pregunto: ¿Estaría orgulloso ese niño que fui, de lo que hoy soy? ¿Me
presumiría? ¿Sentiría respeto? ¿Me vería como su máximo?
Si quisiera responder a esas interrogantes, creo que ese niño que fui pensaría:
“Estoy orgulloso de ti por las batallas que has luchado. Por las veces que has
errado. Por las sonrisas que has regalado. Por las lágrimas que has
derramado. Por los abrazos que has repartido. Por los momentos que has
compartido. Por la esencia que has dejado. Estoy orgulloso de ti por que no
eres perfecto. Porque aun en el dolor has sabido sonreír. Porque tu eje y motor
es tu familia. Te respeto por tus ideas, por tus ideales, por tus metas
alcanzadas. Te respeto aunque hay cosas que has hecho y haces que no
entiendo y no estoy de acuerdo. Admiro tu fortaleza, tu pasión por la vida, tu
visión de las cosas comunes, tu empatía y tu sentido de pertenencia. Te quiero,
te admiro y te respeto”.
Y entonces sucede algo mágico. Algo increíble. Algo necesario. El adulto que
hoy soy, voltea a ver al niño que fui. Lo escucha. Le pone atención. Le cree.
Confía en lo que le dice. Y con voz pausada, clara, firme, tierna, se dirige al
niño que fui y en tono de complicidad le responde:
¿Qué le diría el niño que fuiste al adulto que eres hoy? ¿Qué le respondería el
adulto que eres hoy al niño que fuiste? ¿Te atreves a hacer la prueba?