Que Ocurrio El 19 de Septiembre de 2017 en Mexico

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¿Qué ocurrió el 19 de septiembre de 2017 en México?

Article · September 2017


DOI: 10.22201/codeic.16076079e.2017.v18n7.a10

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Victor M. Cruz-Atienza Shri Krishna Singh


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Revista Digital Universitaria
Vol. 18, Núm. 7, septiembre-octubre 2017

¿Qué ocurrió el 19 de septiembre


de 2017 en México?

Grupos de Sismología e Ingeniería de la UNAM

Dr. Víctor Manuel Cruz Atienza


Departamento de Sismología, Instituto de Geofísica,
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Dr. Shri Krishna Singh
Sismólogo y Profesor Emérito, Instituto de Geofísica, UNAM
Dr. Mario Ordaz Schroeder
Coordinación de Ingeniería Sismológica, Instituto de Ingeniería, UNAM

Nota: La información utilizada para elaborar esta nota resulta del esfuerzo de investigadores y técnicos
académicos de los institutos de Geofísica e Ingeniería de la UNAM.

Mucho nos preguntamos si el sismo, de magnitud 7.1, fue más fuerte en la Ciudad de México
que el terremoto de magnitud 8.0 de 1985. Sólo por la enorme diferencia en magnitud de los
dos eventos, uno podría suponer que no. Esto tiene sentido, ya que el sismo de 1985 liberó 32
veces más energía sísmica que el del 19 de septiembre de 2017. Sin embargo, en 1985, el epi-
centro fue muy lejano y bajo las costas del estado de Michoacán, a más de 400 km de la capital,
mientras que el 7.1 ocurrió apenas 120 km al sur de la ciudad. Al propagarse, las ondas sísmicas
se atenúan rápidamente. Por ello, a pesar de que la ruptura que generó las ondas sísmicas el
martes pasado es mucho menor que la de 1985, las sacudidas en la Ciudad de México fueron
tan violentas. A continuación, veremos porqué.

¿Dónde y por qué ocurrió el sismo?

La ruptura del sismo del 19 de septiembre de 2017 ocurrió dentro de la placa oceánica de Cocos
(i.e. sismo intraplaca), por debajo del continente, a una profundidad de 57 km (Figura 1). Si bien
este tipo de sismo no es el más común en México, de ninguna manera es extraordinario. En la
Figura 1 se muestran los epicentros y profundidades de algunos sismos similares, incluyendo el
del pasado martes. Estas rupturas se producen a profundidades mayores que los típicos sismos
de subducción como el de 1985, que tiene lugar bajo las costas del Pacífico mexicano sobre la
interfaz de contacto entre las placas tectónicas de Cocos y de Norteamérica (línea roja, Figura
1). Los sismos intraplaca, de profundidad intermedia, se producen por esfuerzos extensivos a
lo largo de la placa de Cocos. Las fallas geológicas asociadas a estos sismos se conoces con el
nombre de “fallas normales”. Es preciso mencionar que estudios realizados para sismos intra-
placa en México muestran que, por año, la probabilidad de que la intensidad de las sacudidas
en la Ciudad de México debidas a este tipo de terremotos sea grande es muy similar a la de los
sismos típicos de subducción, como el de 1985, entre otros. Esto implica que el peligro sísmico
en la capital, asociado a los sismos intraplaca (como los del 7 y 19 de septiembre de 2017), es tan
Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Desarrollo Educativo e Innovación Curricular (CODEIC)
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grande como el de los sismos más comunes que ocurren bajo las costas del
Pacífico mexicano.

Figura 1.
Localizaciones del sismo
de magnitud 7.1 del 19 de
septiembre de 2017 (color rojo)
y algunos otros del mismo tipo
en la región. Las “pelotas de
playa” ilustran la orientación de
las fallas y la dirección en que
deslizaron. Todas estas son fallas
de tipo normal.

¿Por qué tantos daños?

Gracias a la vasta red de acelerógrafos y sismómetros que registraron ambos


terremotos en la Ciudad de México, y a los esfuerzos de muchos sismólogos e
ingenieros mexicanos, hoy hemos entendido mejor qué ocurrió. Uno de los in-
gredientes que usan los ingenieros civiles para calcular las estructuras de los

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edificios de la CDMX es la aceleración máxima (Amax) del suelo producida por


las ondas sísmicas. En 1985, la Amax en Ciudad Universitaria (CU), que está en
suelo firme (Figura 2), fue de 30 gal (1 gal = 1 cm/s2), mientras que la Amax del 19
de septiembre de 2017 fue de 57 gal. Es decir que el suelo en la zona cercana a
CU experimentó una sacudida dos veces mayor que en 1985.
Sin embargo, todos sabemos que gran parte de la Ciudad de México está
edificada sobre sedimentos blandos de los antiguos lagos que existieron en el
valle. Estos sedimentos provocan una enorme amplificación de las ondas sísmi-
cas en la Ciudad de México que, probablemente, sea la más grande reportada
en el mundo.

Figura 2. Espesor de la
cuenca sedimentaria donde
se encuentra gran parte de la
Ciudad de México. Nótese la
localización del terremoto del 19
de septiembre en el cuadro de
la parte superior izquierda. Los
puntos azules indican los sitios
de dos estaciones sísmicas que
registraron los terremotos de
1985 y 2017. La región entre los
contornos azul y rojo representa
la zona de transición entre el
suelo firme y el suelo blando.

Para dar una idea tangible, la amplitud de las ondas sísmicas con períodos
cercanos de 2 segundos en zona de lago (o zona blanda) (e.g. colonias Roma,
Condesa, Centro y Doctores) puede llegar a ser 50 veces mayor que en un sitio
de suelo firme de la Ciudad de México. Sin embargo, como las ondas también
se amplifican en el suelo firme de la periferia, con respecto a lugares lejanos de
la Ciudad de México, la amplitud en zona de lago puede ser de 300 a 500 veces
mayor. En algunos sitios de la zona del lago, las aceleraciones máximas del suelo

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producidas por el sismo de magnitud 7.1 fueron menores a las registradas en


1985. Por ejemplo, en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT, Figu-
ra 2), que se encuentra en dicha zona, Amax en 1985 fue de 160 gal, mientras
que el pasado 19 de septiembre fue de 91 gal. En otros sitios de la zona de lago,
las aceleraciones del suelo durante el sismo reciente fueron, muy probablemen-
te, mayores que la registradas en 1985. Se trata de un patrón de movimiento
complejo y muy variable en el espacio.

Figura 3.
Localización de daños graves y
colapsos durante el sismo del 19
de septiembre de 2017 (puntos
rojos). El mapa contiene de
fondo la información del periodo
natural del suelo (degradado de
colores), que es una característica
que determina el potencial de
amplificación del suelo blando
de la ciudad. La zona en tonos
grises representa los periodos
de 0.5 a 1.0 segundos, también
conocida como la zona de
transición. (Fuente: ERN Ingenieros
Consultores, ERNTérate, “Nota de
interés al respecto del sismo del 19
de septiembre de 2017”, publicada
el 23 de septiembre de 2017).

Un análisis detallado del movimiento del suelo producido por ambos sis-
mos en la Ciudad de México revela cosas interesantes. De la misma manera
que sucede con el sonido emitido por una cuerda de guitarra, los sismos están
formados por ondas con diferentes períodos de oscilación. Los sismogramas
registrados muestran que la amplitud de las ondas sísmicas con períodos de
oscilación menores a 2 segundos fue mucho más grande en 2017 que en 1985
(en promedio unas 5 veces), grosso modo, en toda la ciudad. Sorprendente-
mente, sucede lo contrario para ondas con períodos mayores de 2 segundos,

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cuya amplitud fue mucho mayor en 1985 (hasta 10 veces mayor). Como veremos
abajo, esto tiene fuertes implicaciones en el tipo de daños observados durante
ambos terremotos.

En resumen, los movimientos del suelo debidos al sismo de magnitud 7.1


fueron muy violentos y, de cierto modo, comparables a los de 1985 a pesar de
haber sido provocados por una ruptura (falla geológica) mucho más pequeña
que, sin embargo, ocurrió mucho más cerca de la Ciudad.

Y los edificios, ¿qué sintieron?

Para los edificios, la situación no es tan sencilla. La aceleración máxima del suelo
(Amax) no es necesariamente lo que pone en riesgo su estabilidad. Por el con-
trario, al ser estructuras de dimensiones (alturas) diferentes, su vulnerabilidad
es muy variada. Ondas con mayor período de oscilación amenazan estructuras
más altas. Contrariamente, ondas con períodos más cortos, amenazan estruc-
turas más bajas. Para identificar qué estructuras pudieron verse afectadas por
el sismo de 2017, los ingenieros y sismólogos calculan lo que llaman las “acele-
raciones espectrales” a partir de los sismogramas registrados. Dichos valores
nos dan una idea de las aceleraciones que pudieron experimentar, en sus azo-
teas, edificios con diferentes alturas. Las aceleraciones espectrales en CU (suelo
firme) indican que, los edificios de 1 a 12 pisos cercanos a la estación sísmica
experimentaron una aceleración promedio de 119 gal, que es aproximadamen-
te 2 veces mayor que la observada en 1985 (Figura 4a). En contraste, las esti-
maciones en SCT (suelo blando) muestran que edificios pequeños de este tipo,
cercanos a la estación, experimentaron una aceleración promedio de 188 gal,
muy similares a las de 1985 (Figura 4b).
Por otro lado, edificios más altos, de entre 12 y 20 pisos, experimentaron
una aceleración promedio en CU de 60 gal, que es 30% menor a la de 1985, que
fue de 85 gal (Figura 4a). La diferencia más clara entre los dos terremotos ocu-
rrió en suelo blando para edificios con más de 15 pisos. La Figura 4b muestra
claramente cómo, en 1985, los edificios de este tipo cercanos a SCT experimen-
taron aceleraciones de 1.5 a 4.9 veces más grandes que las observadas el 19
de septiembre de 2017. En 1985, algunas de estas grandes estructuras experi-
mentaron aceleraciones de hasta 760 gal. Como referencia, la aceleración de la
gravedad terrestre (i.e. la de un cuerpo en caída libre) es de 981 gal.

Como veremos a continuación, la estación SCT no se encuentra en la zona


con los mayores daños, que se encuentra más al oeste (hacia las colonias Roma
y Condesa), principalmente en la zona de transición de la cuenca sedimentaria.
Un análisis similar al de la Figura 4 a partir de registros en dichas colonias per-
mitirá estimar qué tipos de edificios fueron los más amenazados. En esa zona,
esperamos aceleraciones mayores que las de SCT para edificios de 4 a 10 pisos.

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Figura 4.
Aceleraciones experimentadas
en las azoteas de edificios con
diferentes alturas en los sitios
CU (a, suelo firme) y SCT (b, suelo
blando) (ver Figura 2) para los
sismos del 19 de septiembre de
1985 (rojo) y 2017 (azul).
1 gal = 1 cm/s2. Las aceleraciones
reportadas corresponden al
promedio geométrico de ambas
componentes horizontales del
movimiento.

Los ingenieros y sismólogos de la UNAM, gracias a múltiples investigacio-


nes basadas en miles de registros sísmicos en la Ciudad de México y el desarro-
llo de herramientas sofisticadas han podido cartografiar, en toda la mancha ur-
bana, valores de aceleración experimentados el pasado 19 de septiembre para
diferentes tipos de estructuras. Dichas herramientas fueron desarrolladas en el
Instituto de Ingeniería de la UNAM y operan automáticamente en tiempo real.
Con ellas, se generan mapas de intensidad en toda la ciudad pocos minutos des-
pués del sismo, mismos que son útiles para identificar, rápidamente, las zonas
potencialmente dañas. La Figura 5 ilustra claramente esto para el sismo del 19
de septiembre de 2017. Ahí se puede apreciar que existe una clara correlación
entre los daños ocurridos (i.e. los edificios colapsados o fuertemente dañados)
y las zonas donde se produjeron las mayores aceleraciones espectrales. Con-
sistentemente con lo explicado en el párrafo anterior, el sismo de magnitud 7.1
dañó, en su mayor parte, estructuras relativamente pequeñas, de entre 4 y 7
pisos, a lo largo de una franja con orientación norte-sur dentro de la zona de
transición (entre las zonas de suelo firme y blando) al poniente de la zona de lago
(Figuras 3 y 4). En contraste, las estructuras dañadas en 1985 fueron en su mayo-
ría más grandes, con alturas de entre 7 y 14 pisos.

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Figura 5.
Mapa de aceleraciones
espectrales para periodos de 1
segundo, correspondientes a la
respuesta de estructuras de 7 a
10 pisos. Los triángulos negros
muestran las localizaciones
de los edificios colapsados o
fuertemente dañados.

¿Por qué los daños se concentraron


en ciertas zonas de la ciudad?

La violencia del movimiento del suelo en la Ciudad de México depende principal-


mente del tipo de suelo donde nos encontremos. Como ya se dijo, gran parte de
la ciudad está asentada en suelo blando, sobre sedimentos lacustres (contorno
rojo en de Figura 1). La Figura 5 muestra la aceleración estimada en las azoteas
de edificios de 7 a 10 pisos (i.e. con períodos de resonancia cercanos a 1 segun-
do) provocada por el sismo del 19 de septiembre de 2017. Cabe precisar que
este mapa fue generado en forma automática, casi en tiempo real, por el Institu-
to de Ingeniería de la UNAM, por lo que se hizo público unos minutos después
del sismo. Como ya se dijo, existe una clara correlación entre la franja roja de
máxima aceleración al poniente de la cuenca y la localización de los edificios co-
lapsados o fuertemente dañados. También es sorprendente la correlación que
hay entre los valores grandes de aceleración (franja roja) y la geometría (espe-

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sor) de los sedimentos lacustres (Figuras 2 y 3). La mayoría de los daños se en-
cuentran al oeste de la cuenca sedimentaria, sobre la zona de transición y parte
del suelo blando, muy cerca de su límite poniente. Ahí, los sedimentos tienen un
espesor de 10 a 30 m. La interacción y amplificación de las ondas sísmicas con
esta región de la cuenca sedimentaria provocaron los daños.
Además de la amplificación de las ondas, la duración del movimiento del
suelo es también mucho mayor dentro de los sedimentos blandos. Estudios re-
cientes muestran que las duraciones más grandes esperadas para períodos de
oscilación menores a 2 segundos coinciden con la zona de mayor destrucción
para el sismo de magnitud 7.1 del 19 de septiembre de 2017. Por ejemplo, la du-
ración de la fase intensa del movimiento en CU fue de 36 segundos, mientras que
en SCT, fue de 1 minuto. Por esta razón, tanto la violencia de las sacudidas como
su duración en la zona de transición y de lago son las causantes de la destrucción.

¿Los daños se debieron a deficiencias


en el reglamento de construcción?

No tenemos hasta el momento indicios de que las fuerzas de diseño (i.e. los
criterios de resistencia estructural) actualmente vigentes en el reglamento de
construcción de la Ciudad de México se hayan excedido durante el sismo del
19 de septiembre de 2017. Por lo tanto, los edificios construidos en los últimos
años no deberían haber sufrido daños. Sin embargo, en el caso de estructuras
comunes, el Reglamento de Construcciones de la ciudad no exige que las edifi-
caciones antiguas sean reforzadas para resistir las fuerzas especificadas en las
normas emitidas después de su fecha de construcción. Es posible, entonces,
que en el caso de edificaciones antiguas sí se hayan excedido las fuerzas de di-
seño con las que fueron proyectadas.
Independientemente de lo anterior, se sabe que existe un grave problema por
falta de cumplimiento de las normas especificadas en el reglamento vigente de cons-
trucción, documentado en proyectos de investigación realizados en la UNAM. En con-
secuencia, los daños observados se explican mejor con la falta de observancia de las
normas, más que por posibles deficiencias en el Reglamento de Construcción actual.

¿Esperamos un sismo de mayor intensidad en la Ciudad


de México?

Es muy probable. Bajo las costas del estado de Guerrero, por ejemplo, existe
una brecha sísmica (i.e. segmento donde no ha ocurrido un terremoto signifi-
cativo en más de 60 años) de 250 km de longitud en dónde podría ocurrir un

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sismo de magnitud superior a 8. Este segmento se encuentra a unos 300 km


de la Ciudad de México. Es decir, aproximadamente 150 km más cerca que la
zona epicentral del terremoto de 1985. Estimaciones hechas por sismólogos de
la UNAM sugieren que, si este sismo ocurriera en un futuro, las aceleraciones
del suelo blando en la Ciudad de México podrían ser, bajo ciertas condiciones,
mayores que las del sismo reciente de magnitud 7.1, y de 2 a 3 veces mayores
que las de 1985 en particular para edificios de más de 10 pisos. La duración del
movimiento del suelo sería mayor que las experimentadas en 2017 (alrededor
de 3 minutos en su fase intensa).

23 de septiembre de 2017

Cómo citar este artículo

vv Cruz Atienza, Víctor Manuel, Singh, Shri Krishna y Ordaz Schroeder, Mario (2017).
¿Qué ocurrió el 19 de septiembre de 2017 en México?, en Revista Digital Univer-
sitaria (RDU), vol. 18, núm. 7, septiembre-octubre. Recuperado de http://dx.doi.
org/10.22201/codeic.16076079e.2017.v18n7.a10

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