El Comportamiento Del Siervo de Dios

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EL COMPORTAMIENTO DEL SIERVO DE DIOS

BÁSE BÍBLICA HECHOS 20:17-38

Podíamos comenzar, diciendo: ¿Cuál es la fuerza que nos impulsa para


hacer la obra de Dios? ¿Cuáles son mis reales motivos para el servicio?
¿Por qué hago lo que hago? ¿Es por amor o por un simple deber? El
testimonio de Pablo a los pastores de Éfeso es simplemente revelador.

Es una autobiografía que pone en evidencia un contundente testimonio


del más grande cristiano que haya conocido la historia. Él, sin ningún
complejo ha dicho: “Sed imitadores de mí, como yo solo de Cristo”.

Las palabras con las que comienza su testimonio parecieran demandar


un veredicto de parte de sus oyentes: “Vosotros sabéis cómo me he
comportado entre vosotros todo el tiempo…” (V. 18). Esto es como si
dijera: “Ustedes son los que calificarán mi conducta, pues mi testimonio
está a la vista, y al parecer no encontrarán nada que reprocharme”. Y si
bien es cierto que los falsos apóstoles pusieron en duda su apostolado
(2°Cor.11, 12), los cristianos en quien él se invirtió, tuvieron que
reconocer su entrega y amor por ellos.

En la integridad en el servicio, en la predicación, en lo ético y en la


pasión por el Señor y su obra. Nos hará un gran bien estudiar las
características de este siervo del Altísimo para aplicarlas en lo que
hacemos para el Señor.

I. UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO CARTA DE PRESENTACIÓN UN


TESTIMONIO INTACHABLE (V. 17-19).

Sin duda que este pasaje está cargado de mucha emoción. Los ancianos
al ser convocados por Pablo vinieron enseguida. Ninguno de ellos se
perdería aquel encuentro para ver y hablar con el hombre que les había
conducido a Cristo. Todos ellos están en el ministerio por Pablo y oír de
él el consejo y la orientación era como asistir al mejor seminario de
motivación y mejoramiento ministerial. Qué obrero no hubiera asistido a
esa invitación. Al estar ellos allí Pablo presenta dos cosas muy
importantes para hablar de su comportamiento en Éfeso. Por un lado
puso como testigos a los mismos que él había instruido y asignado como
ancianos de las iglesias ya constituidas.

Ellos sabían de la transparencia con la había servido al Señor. Servicio


este que lo había hecho con humildad, con lágrimas y con gran
asechanza (V. 18). En todo lo que ellos vieron no podían juzgar al apóstol
de mal testimonio. En segundo lugar, Pablo apeló al tiempo que duró con
ellos, diciendo que desde el momento que tocó la tierra del Asia, su vida
estaba gobernada por la integridad de su testimonio. ¡Con cuánta
solemnidad escucharían esos hombres a su mentor espiritual! Estas
mismas palabras las escucharían las demás iglesias a las que Pablo
servía (1°Tes. 2:10-12). Un buen testimonio dice más que mil palabras.
Un ministerio eficaz tiene que estar respaldado por la conducta
personal. Si así vive el obrero, será un instrumento de bendición. Pero
nada daña más el evangelio que un mal testimonio. ¿Cómo es el suyo?

II. UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO ESTILO DE VIDA UNA


CONSAGRACIÓN A SUS TAREAS (v. 20-21)

No basta una conducta intachable si lo demás no se traduce en


acciones. Esto hay que decirlo porque bien pudiera ser que contamos
con hermanos de una vida “intachable”, pero flojos y perezosos.
Hermanos de quien nadie dice nada malo, pero ellos no le dicen nada a
nadie. No fue esto el caso de Pablo. Su testimonio estuvo respaldado
con sus acciones. Él tuvo una consagración al trabajo de la predicación
y la enseñanza (V. 20). A esta tarea no había rehuido, sino que lo había
hecho tanto público como en las casas. Si algo sabía Pablo era de los
“grupos familiares” que se reunían en las casas. Muchas conversiones y
líderes salieron de esos lugares. Quizá fue esto lo que más adelante le
llevó a decir: “Me es impuesta necesidad, y ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!” (1°Cor. 9:16). Pero, ¿cuál era el mensaje que Pablo
predicaba?
Uno era de “arrepentimiento para con Dios” y el otro de “fe en nuestro
Señor Jesucristo” (V. 21). Esto nos revela que Pablo predicaba el
evangelio auténtico. Tenemos que reconocer que algunas predicaciones
cristianas pudieran estar tocando otros asuntos, sobre todo aquellos
para entretener a nuestra gente, que el tema del arrepentimiento para
con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Hay predicadores
modernos que admiten no predicar mucho sobre el arrepentimiento
porque ahuyentan a la gente. Al hacer esto estamos en franca
desobediencia a la palabra, pues Cristo mismo comenzó su ministerio
predicando este tema (Mt. 4:17).

III. UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO SU FORTALECE EL ESTAR LIGADO


AL ESPÍRITU PARA HACER LA OBRA (V. 22-23)

Pablo era un hombre ligado al Espíritu. De hecho, su comunión con la


tercera persona de la Trinidad era tan íntima que el acercamiento entre
los dos consistía en una relación como la que tenía Moisés con Jehová
en la antigüedad. Había entre Pablo y el Espíritu Santo tal cercanía hasta
el punto de prohibirle ir a algún lugar, animarle a no temer ante el
peligro, revelarle cuando había un espíritu contrario y sobre todo darle
fortaleza cuando enseñaba, predicaba, sanaba, resucitaba.

Tome en cuenta que en este mismo texto el Espíritu Santo le dice que en
cada ciudad donde va a ir le esperaban “prisiones y tribulaciones” (V.
23). ¿Qué haría usted si al que tiene como su fiel compañero le dijera
que los próximos lugares que va a visitar lo van a poner preso o le van a
dar una golpiza? ¿Se animaría a seguir adelante? Pues eso fue lo que
Pablo sentía, sin embargo mire su resolución: “Pero de ninguna cosa
hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe
mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (V. 24). Esto bien podría
llamarse una “santa desobediencia”. Pablo con su ejemplo nos dice que
la vida no debemos estimarla tan preciosa cuando la gastamos para
nosotros mismos, pero que si será de incalculable valor cuando la
invertimos para Cristo. ¿Hasta dónde el Espíritu Santo es el guía de su
vida?

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