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Entre las razones de por qué se deben rechazar lecturas que no se preocupen de tal
superposición en la dogmática, han de entrar en consideración no solo datos
meramente regulatorios, sino también la necesidad de una comprensión valorativa y
deóntica del fenómeno3. Esto implica que, si bien no debemos ignorar los efectos
instrumentales de la regulación de la disposición del miedo insuperable,
inimputabilidad y la atenuante de arrebato u obcecación, estas figuras no encuentran
sentido por sí solas, sino contamos con una mirada filosófico-antropológica que les dé
orientación.
Por lo anterior, si bien dicha perturbación está relacionada con una anomalía mental
que puede incidir en la percepción e inducir en un error al agente —en atención a los
parámetros del criterio del hombre medio— este no está condicionado por su
enfermedad. Además, no existen presupuestos fácticos en el caso que admitan una
hipótesis de error en la percepción e incluso menos el sostener la presencia de un
trastorno del juicio de la realidad que explique una fusión entre el acto imaginario
(dragón) y el perceptivo (robo con fuerza en las cosas).
Si indagamos cuáles son las razones que permiten un trato tan disímil de la
graduación de las perturbaciones mentales en la atenuante de arrebato u obcecación,
el miedo insuperable, la inimputabilidad y la imputabilidad disminuida, la respuesta
pareciera ser evidente: la diferencia debe estar en el centro de uno de los juicios del
hecho delictivo, esto es, la culpabilidad.
Desde luego, exigir una correlación unívoca entre diferentes trastornos mentales y
las eximentes o atenuantes en cuestión, no es compatible con un rigor conceptual que
pueda lidiar con la constante evolución de la psiquiatría, la psicología y la dogmática
penal chilena. Sobre el concepto inimputabilidad debemos indicar que debe ser
entendido como un trastorno del juicio de la realidad. Metodológicamente remito aquí,
como se ha hecho con frecuencia en la doctrina penal, al antecedente de que el acto
de percepción se entrelaza de forma indiferenciada con el imaginativo y, por lo que
respecta a su formulación, hemos estimado adecuado el planteamiento de César
Ojeda17.
Esta percepción es tan enérgica que algunas regulaciones se inclinan por esta
solución ante ciertas anomalías mentales, lo que fuerza a buscar otras alternativas
dogmáticas para hacerla compatible con el sistema jurídico-penal chileno que,
aparentemente, aporta una solución diferente, e incluso gran parte de la
jurisprudencia se vincula con esta.
Así las cosas, a modo de ejemplo, nos parece que es relevante considerar la
graduación que podemos observar de estos trastornos en la jurisprudencia. Pues
bien, en atención a estos y sus complementos, se exime de responsabilidad al agente
o, sencillamente, se le atenúa la pena, ello, sin dejar de reconocer que en último
término esto es una problemática de valoración jurídico-penal. De ahí que tampoco
este trabajo tenga por finalidad resolver todos los problemas dogmáticos que existen
en torno a la problemática del error de tipo o prohibición y la presencia de
perturbaciones mentales que incidan en actos del agente, o falta de elementos
subjetivos de eximentes de responsabilidad en razón de dichas perturbaciones.
Con todo, nos parece interesante explicar en atención a la práctica del sistema
jurídico-penal chileno "qué sucede cuando la anomalía psíquica excluye el dolo
natural típico"18o qué ocurre en el caso de un agente perturbado que, en la sobre
posición del acto perceptivo e imaginario debido a la patología que padece, entiende
que golpea a un demonio, cuando se trata de una persona.
El tercer capítulo, analiza los límites del trastorno de la realidad y entrega una
propuesta que permita diferenciar cuándo estamos en presencia del miedo
insuperable, la inimputabilidad y el arrebato y obcecación. Ello en atención a la idea
de que existe un impulso irresistible que desde su menor grado de intensidad en el
arrebato y obcecación pasa al del miedo insuperable y, finalmente, a la
inimputabilidad.
Sin embargo, debemos reconocer como observadores que, ante los avances de los
conocimientos científicos en la identificación de daños orgánicos y la descripción de
los propósitos del agente mediante la reconstitución de hechos fácticos, el entregar un
sentido de la acción no es reflejo de la dinámica del sistema nervioso, porque solo
tiene un carácter comunicativo en un plano de segundo orden, es decir, en una
valoración en último término jurídico-penal. La psiquiatría es solo una de las aristas de
la sana crítica que auxilia al derecho penal desde los parámetros de los conocimientos
científicamente afianzados.
En efecto, nos encontramos ante una gran dificultad, porque los daños orgánicos del
agente no son los únicos factores que pueden incidir en la realización de una
conducta delictiva. Así las cosas, si un daño orgánico no explica las alteraciones en la
percepción de la realidad del agente, y una alternación o anomalía patológica lo hace
¿cómo es posible imputar responsabilidad penal en una operación psíquica
condicionada por estos factores? Si rechazamos la objetividad de la realidad
circundante y únicamente la contemplamos como un fenómeno intersubjetivo que solo
crea el propio derecho penal: ¿nos presentamos ante una realidad caótica en la que
todo es posible ante la ausencia de cualquier trastorno mental?
Esto es transitar por una línea delgada entre una mirada idealizada del mundo
exterior y otra más bien fenomenológica que nos permita poder imputar
responsabilidad aceptando la existencia de trastornos de la realidad de diferente
intensidad. La intersubjetividad en su sentido más purista nos presenta una
perspectiva extrema que tiene dos caras. Por un lado, la primera se manifiesta en
torno a la imposibilidad de comprender el mundo que nos rodea de forma empírica,
porque todo está predefinido según los parámetros que la dogmática acuerde. Por
otro, la segunda se observa en un realismo excesivo en el que el mundo de los
objetos condiciona a la dogmática. Pues bien, nos parece que en esta investigación
debemos aprender a desenvolvernos en una línea intermedia23.
Esto último es el extremo de una posición binaria que tiene un diálogo sordo con la
propia dogmática penal, porque solo existe un reconocimiento de la imputación ante
un ser plenamente libre o en el cual su libertad únicamente se ve condicionada por el
espectro de alternativas que tiene para intervenir en el proceso causal. Y es una
trampa filosófica porque no nos permite comprender y explicar situaciones en las
cuales existen trastornos que, si bien no son parte de la inimputabilidad, pueden tener
lugar en el miedo insuperable o incluso en el arrebato y obcecación como se observa
en la jurisprudencia del sistema jurídico-chileno.
Ahora bien, estos extremos en materia jurídico-penal han existido desde los
primeros intentos de buscar una solución acerca de cómo entender la problemática
del conocimiento. Pues bien, en la actualidad nos parece que cada vez tiene más
sentido la idea de definir el dolo (en su modalidad directa) como el conocimiento del
riesgo de la propia conducta. En otras palabras, el agente debe tener un mínimo de
conocimiento sobre los elementos constitutivos del tipo prohibitivo, sin la necesidad de
que esté dotado de un conocimiento especial o técnico en la materia. Si bien el sujeto
puede errar sobre su propia capacidad de evitar un homicidio a través de una
conducción temeraria, el solo hecho de persistir en la realización de la acción merece
considerar dolosa la acción.
Desde esta perspectiva procesal, los hechos que presentan cada uno de los
intervinientes (defensa, fiscalía, querellante) a través de su teoría del caso, responden
a una reconstitución de la escena: una verdad formal. Estas teorías tienen una
vinculación con el examen de trastornos de la realidad. Es, en consecuencia, su
interacción con el medio, a través de ciencias auxiliares, lo que permite su
ponderación en la valoración jurídico-penal; ello en consonancia con la libertad
probatoria.
Sin embargo, si bien se podría cuestionar el hecho de que es difícil identificar cuál
es el requisito esencial y cuál el accidental en la eximente del art. 10 Nº 1, esto es, la
exención de responsabilidad criminal del loco o demente, a no ser que haya obrado
en un intervalo lúcido, y el que, por cualquier causa independiente de su voluntad, se
halla privado totalmente de razón o en otras palabras inimputabilidad, se pronuncia
nuestra jurisprudencia en favor de esta posibilidad a través del siguiente concepto:
imputabilidad disminuida.
b) La existencia del inconsciente: aquellos contenidos mentales que son censurados porque
son considerados inaceptables, y por lo tanto reprimidos de la conciencia. Sin embargo,
pueden verse reflejados en actos observables como el comportamiento, las palabras y
también los sueños.
d) La importancia del pasado: las experiencias de la infancia y niñez temprana son cruciales
en la conformación del carácter y personalidad adulta.
Alrededor de los 80, Kernberg53 acuñó el término limítrofe como un nivel intermedio
dentro de la organización de la personalidad para pacientes con defensas primitivas,
difusión de identidad y fallas en la prueba de realidad. La terminología Borderline por
lo tanto (mismo nombre en inglés tanto para limítrofe como para límite) fue abordada
inicialmente por los psicoanalistas, en ese entonces, para referirse a una patología en
el carácter, más allá de una manifestación sintomática de un malestar mental54.
A partir de lo anterior, Kernberg55 propone la existencia de tres organizaciones
estructurales de la personalidad; la neurótica, la limítrofe y la psicótica, y
posteriormente incorporó la estructura normal de la personalidad. Cada una con la
función de estabilizar el funcionamiento mental del individuo, y que sería la matriz
subyacente de la que se desarrollan los conflictos y síntomas de la conducta. Por lo
tanto, una estructura psicológica sería un patrón estable y consolidado de las
funciones mentales que organizan el comportamiento del individuo, sus percepciones
y su experiencia subjetiva.
a. Prueba de realidad
Existe además una hipersensibilidad, un bajo umbral para tolerar los estados
afectivos displacenteros (angustia, rabia, culpa, vacío, etcétera), lo cual se manifiesta
en la pérdida del sentido anteriormente descrito. Esta alteración del sentido de la
realidad se ha observado en diversas investigaciones científicas. En ellas, los sujetos
manifiestan importantes dificultades para regular su capacidad de identificar, tolerar,
modular y expresar sus estados afectivos62.
La entrevista estructural es una entrevista cíclica, lo cual quiere decir que, si bien
tiene un inicio, no sigue un orden predeterminado de temáticas, sino más bien va
avanzando según la interacción con el evaluado. Dicha entrevista no es una mera
improvisación de temáticas, pues tiene una consigna específica y una serie de áreas
para evaluar, pero estas varían según la interacción misma con el entrevistado.
Otra forma de responder podría ser negando la molestia, con molestia manifiesta,
evidente en la forma de sus respuestas, y que el problema es del entrevistador que no
sabe hacer la entrevista. Esta última forma de responder evidencia lo que llamamos
un sentido de la realidad alterado, en que hay una alta reactividad por parte del sujeto
evaluado. Él no es capaz de percibir cómo su comportamiento ha impactado en otros
y además devalúa al entrevistador cuando denota su comportamiento disruptivo.
De ahí que podamos indicar, siguiendo a Ojeda, que "el acto perceptivo constituye
su objeto con un criterio positivo (la afirmación acerca de la existencia 'real' de él) y
uno negativo (su significado incierto). Por otro lado, el acto imaginario constituye su
objeto con un criterio positivo (certeza del significado) y uno negativo (negación de la
'realidad' del objeto)"66. Así las cosas, estos dos actos (percepción e imaginación)
forman parte de la realidad.
Conforme con lo anterior, es posible afirmar que los pacientes delirantes "afirman,
sin vacilación de especie alguna, la realidad de 'lo' delirado"67. Por ello, "si el delirio
fuera un acto imaginario, ellos deberían otorgarle a lo delirado la condición de no-
real". Sin embargo, estos pacientes delirantes no pueden diferenciar el acto de
percepción del imaginario. Así, el delirio no es un acto imaginario, porque "posee una
estructura híbrida, en la cual cohabitan parte de acto imaginario y partes del acto
perceptivo"68.
Los mecanismos de defensa se han clasificado en una jerarquía que va desde los
más patológicos o inmaduros a otros más sanos o maduros, donde todas las
personas poseen estos mecanismos en un continuo, como una especie de repertorio
de afrontamiento, en que se incluyen algunos más sanos y otros más patológicos. Por
lo tanto, mientras más patológica es la estructura, mayor predominio de mecanismos
primitivos habrá (por ej. escisión, identificación proyectiva, control omnipotente,
disociación extrema, etcétera), y la misma lógica aplica para estructuras más sanas,
donde prevalecen los mecanismos más sanos (represión, supresión, sublimación,
humor, etcétera)70.
Distinto sería el escenario en que las experiencias negativas no son contenidas, las
necesidades no son comprendidas ni satisfechas, y el afecto que predomina en las
interacciones es más bien negativo, pues establece las bases para un apego
inseguro, o bien como se diría desde la teoría de las relaciones objetales, un
funcionamiento escindido. Esto último quiere decir que las experiencias positivas y
negativas tanto de uno mismo como de otros no son integradas, por lo que la
percepción del entorno y de la propia experiencia será interpretada como, o todo
bueno o todo malo, y de manera oscilante sin haber posibilidad de un punto medio75.
Por otro lado, está el concepto del Superyó propuesto por Freud en su segunda
teoría del aparato psíquico76. El desarrollo del Superyó, en términos generales,
implica el establecimiento de una estructura moral que refleja el compromiso con los
valores y principios éticos universalmente aceptados. No solo implica la adecuación a
las normas, sino que también la conformación de las aspiraciones de uno mismo y de
los demás. Este concepto es un indicador importante en cómo el sujeto ha
interiorizado las normas, los valores, los derechos, etcétera, y cuán capaz es de
someterse a ellos, o bien rebelarse. Una alteración en el Superyó —o para fines
pedagógicos en este libro, en el sistema de valores—, puede implicar diferentes
grados de severidad en el despliegue de los impulsos agresivos77.
El no cumplir con estas normas, puede ser experimentado como un fracaso, el cual
viene acompañado de una intensa culpa. Durante la carrera, el joven se encuentra
rindiendo un ramo de alta exigencia, en el cual, por problemas administrativos es
cambiado el profesor, quien incorpora una nueva metodología. El joven, afectado,
realiza una serie de solicitudes a la directiva para volver a su antiguo curso, pero esta,
por los problemas aludidos, no le toma atención.
Como el estudiante posee una estructura más bien rígida, considera que la única vía
para solicitar un cambio es el proceso formal (cartas de solicitud, citas a través de las
secretarias, etcétera), encontrando descortés una conversación de pasillo con una
autoridad para plantear su problema. A pesar de las insistentes cartas, solicitudes y
otras gestiones, finalmente el joven reprueba el examen y, por consiguiente, pierde la
beca.
En ambos casos, vemos como personas que funcionaban de manera rígida frente a
situaciones críticas, responden de forma caótica y descontrolada, porque usualmente,
no han sabido lidiar con sus afectos debido a una percepción menos flexible de la
realidad. Aun así, es de vital importancia descartar la presencia de una estructura más
frágil de la personalidad (limítrofe o psicótica), para así poder diferenciar si el acto
mismo puede estar teñido por alteraciones más importantes de la realidad, o bien por
su sistema de valores (Superyó), donde se encuentra una situación propicia para
desplegar impulsos agresivos importantes e incluso desmedidos.
Bion plantea que una personalidad psicótica manifiesta una extrema intolerancia a la
frustración, junto a un predominio de impulsos destructivos debido al intenso odio y
rechazo que se tiene a la realidad, tanto interna como externa. Este odio se extiende
incluso a los sentidos (olfato, tacto, visión, etcétera) y los elementos psíquicos que
sirven para contactarse con dicha realidad87.
Los mecanismos de defensa, en estos casos, son en extremo primitivos, con escasa
eficacia para lidiar con los altos grados de angustia. Esto implica que exista una
impredictibilidad en la manifestación del humor, ya sea desde una desconexión
afectiva tanto consigo mismo y con el entorno; o bien una labilidad afectiva
difícilmente moderada. La capacidad de autocontrol también presenta importantes
dificultades con una profunda rigidez en el comportamiento88.
Ciertamente, los fenómenos del comportamiento humano son mucho más complejos
de lo que podemos imaginar. Una misma conducta puede tener muchas
interpretaciones, motivaciones, etcétera. Esto hace aún más complejo el poder
hipotetizar si un cierto comportamiento se enmarca o no dentro de una estructura
psicopatológica o no, o bien, si es factible el poder aludir a criterios como insania,
demencia, etcétera. Por lo general se alude a una alteración del juicio de la realidad
para fundamentar estos criterios. Sin embargo, existen casos en los que, si bien los
sujetos actúan de manera gravemente perturbada, no cumplen con los criterios para
una alteración en el juicio de la realidad. De esta manera, la propuesta de Kernberg
permite dar un espectro más amplio en las consideraciones diagnósticas, al incluir la
alteración del sentido de la realidad.
Ahora bien, es conocido el uso de ciertas reglas jurídicas para determinar las
condiciones de imputabilidad. Las reglas de McNagthen son una de las más
conocidas, consideradas, y a la vez, criticadas. Sin embargo, algunos consideran que
la facultad de discernimiento moral es el principal criterio dentro de las reglas de
McNaghten para determinar imputabilidad. Pero la experiencia forense muestra que
en la mayoría de los trastornos mentales, esta facultad estaría conservada, incluso en
cuadros psicóticos89.
Ahora bien, ¿cómo se entiende el discernimiento moral? ¿Es acaso distinguir el bien
del mal? Desde el punto de vista psicoanalítico el discernimiento moral, por así
decirlo, es mucho más complejo. Tal como se mencionó en las líneas anteriores, el
sistema de valores y el grado de integración del Superyó apunta no solo a distinguir el
bien del mal, sino que también la capacidad para considerar a otro, el medir las
consecuencias de los propios actos y su impacto en otras personas. De esta manera,
en estructuras limítrofes, existen importantes dificultades en el sistema de valores por
la pobre integración del Superyó. Más específicamente, en cuadros narcisistas que se
verán a continuación, el sistema de valores se hace más laxo a mayor patología.
De esta manera, las relaciones son parciales, es decir, que los demás son vistos o
como amenazas o como buenas personas, pero no de manera integrada. Además,
van acompañados por severos sentimientos de envidia que manejan a través del
desprecio y la explotación hacía otros97.
Quizás una forma más sencilla de explicar cómo deben interactuar el mundo de la
dogmática y el sistema procesal, no es a través de una pregunta de índole histórica,
sino presentando un método que recoja elementos de los fenómenos que en él
muestra (presupuestos fácticos o relación circunstanciada de los hechos) y la
hermenéutica. Así pues, los operadores del sistema (defensores, fiscales,
querellantes y jueces), en general, tratan la realidad del proceso como una verdad
formal en la que algunos sostienen la primacía de sus argumentos sobre ciertos
presupuestos fácticos o relación circunstanciada de hechos.
Sin embargo, otros incorporan elementos doctrinales que dan sentido a estos
presupuestos en su teoría del caso. Un defensor en su teoría del caso, en el momento
del alegato de apertura, puede utilizar elementos dogmáticos que expliquen cuál es el
sentido de la evidencia presentada en juicio. Los fiscales, al enfrentarse al mismo,
seguramente presentarán una teoría alternativa bajo los mismos presupuestos que
guiará el desarrollo de sus acciones durante el juicio oral.
Así pues, a modo de ejemplo, si la teoría del caso planteada por la defensa es la de
que su representado obró bajo un trastorno del sentido de la realidad ante una
situación de peligro, por ejemplo, el miedo insuperable, sus argumentos deben estar
encaminados a convencer al juez de un procedimiento simplificado o a los tres jueces
de un juicio oral de esta línea de defensa.
Todo este razonamiento nos dice algo esencial sobre la forma en cómo, en el
proceso penal chileno, se organiza y se da coherencia a una concatenación de
hechos que denominamos presupuestos procesales y asociamos a una verdad formal.
Por una parte, nos muestra que el desarrollo de nuestra teoría del caso es una
condición sin la cual no es posible su asociación a un discurso de argumentación
racional. Por otra parte, estas consideraciones fundadas en argumentos doctrinales y
los presupuestos fácticos del caso se organizan sobre la base de una interpretación
de los hechos que sea consistente con una línea de defensa.
En este orden de ideas, nos parece que la realidad racional del hombre se traduce
analíticamente en un ser parlante —cuyas propiedades cognitivo-mentales— nacen
de tal condición, y no puede esta característica considerarse superpuesta en la
persona. Persona que es objeto de un juicio de atribución de responsabilidad penal en
lo que concierne al objeto de este estudio. Así las cosas, concordamos con que el ser
humano es una unidad cuyas expresiones "se enraízan en el ser vivo en su
totalidad"107.
Tal óptica —en torno a la totalidad del ser humano— permite acercarse, entonces, a
una noción de lo que es la persona, noción que es útil en el contexto de este estudio.
De ahí que sea posible lanzar la consigna de volver a una plataforma conceptual que
permitiera recuperar su esfera pública en el plano de la alteridad y sacarlo del modelo
en el que lo subsume el pensamiento cartesiano de Brentano108.
Esta realidad antropológica básica y radical del ser humano en el sistema jurídico-
penal, responde a una libertad innata que describe el modelo de Sánchez-Ostiz. Se
trata de una libertad que es propia del hombre por el hecho de ser hombre. De donde
se deriva que el ser humano puede intervenir en un proceso causal en el cual se le
presentan múltiples opciones. Es una libertad radical que se encuentra en toda acción
humana a través del conocimiento que permite el desarrollo personal de cada agente
en sociedad.
En este contexto es posible comprender al ser humano como una entidad compleja
poseedora de elementos biológicos, psíquicos y mentales, íntima, estrecha e
inseparablemente relacionados e implicados, cuya operación, acción o conducta
superior —dígase racional o deliberada— supone, asume y supera lo meramente
biológico e instintivo y es expresión o manifestación de tal unidad compleja. Así, los
distintos niveles o "componentes" influyen unos sobre otros, lo que hace difícil a veces
la tarea de "aislar la presencia" de un factor u otro en ciertas acciones, o delimitar el
grado de deliberación de ellas.
Asimismo, tanto el test del impulso irresistible como el Test del American Law
Institute e incluso la regla de New Hampshire y Durham para determinar un criterio de
demencia legal (legal insanity), adolecen, en conformidad a Michael S. Moore, del
mismo defecto: estos asumen que la excusa de insanity es para el acto en particular
del agente y no una regla general vinculada a una clase de seres humanos que no
pueden ser considerados como capaces en el proceso penal. En esta línea, este tipo
de test no asume que la excusa de insanity sea una excusa especial e incluso la
relacionan directamente con la excusa de ignorancia o compulsión si puede vincularse
—en el momento de la ejecución del hecho— con alguna de estas dos excusas
tradicionales del modelo americano (ignorance and compulsión)118.
Pero debemos ser prudentes: la regla McNaghten no hace una mera concesión con
la naturaleza del trastorno que padece el agente, puesto que no es el trastorno el que
excusa, sino la ignorancia que genera el trastorno en atención a los presupuestos del
caso. Por ello, el prius lógico del impulso irresistible es compatible con una lógica
propia de ciertas causas de exculpación. Esto favorece que el impulso irresistible sea
considerado parte de la coacción, según la compulsión interna que provoca la
ignorancia en el agente. Última perspectiva que supone aceptar que el impulso tiene
espacio en la ignorancia o coacción a modo de excusa123.
Ahora bien, en su sentido más propio, la exigencia del impulso irresistible es una
categoría más bien de la filosofía que de la psicología o el derecho penal. En sus
orígenes el impulso irresistible siempre ha estado conectado con la vis metus, es
decir, con una coacción psicológica que impide el ejercicio de una acción
perfectamente voluntaria. Pues bien, la distinción entre compulsión y coerción
presenta diferentes tipos de fuerzas que limitan las opciones del agente. Así, los
factores de fuerza pueden radicar en la naturaleza, condiciones personales de fobia,
obsesión, entre otras fuentes internas o compulsivas124.
De este modo, los hechos del proceso así constituidos son contingentes y carecen
de universalidad. Por ello, no se trata de construir una teoría del proceso libre de
teorías sustantivas jurídico-penales. Ningún juicio es válido si no es extraído de la
evidencia presentada en el transcurso del proceso. Evidencia que es una fuente de
conocimiento para el tribunal en la resolución de un caso. Por ello, el reconocimiento
de estos presupuestos conlleva necesariamente una postura acerca de la realidad o el
sentido de la misma en materia jurídico-penal.
Sin embargo, en la teoría del dolo si el error recae sobre las circunstancias fácticas
con las cuales se cumpliría el supuesto de una causal de justificación, se estará en
presencia de un error de tipo permisivo. De ahí que para la teoría del dolo si el error
recae en la suposición del carácter permitido del comportamiento en atención a las
circunstancias fácticas que se presentan en el caso, entonces la hipótesis responde a
un error de prohibición indirecto142.
Si hemos observado que los presupuestos del caso se ajustan a las modalidades de
un tipo prohibitivo o permisivo, descartando una teoría del caso relativa a una
ausencia de acción (vis absoluta, movimientos nocturnos, sonambulismo,
movimientos reflejos, etcétera), probablemente nos acerquemos a alguna de las
figuras de las que trata esta investigación. Ello, de observar en la comisión del injusto
un trastorno de la realidad que explique la infracción de la norma o un presupuesto
fáctico que pueda incidir en la desviación de la conducta ante la presencia de un
estímulo, en el caso de la atenuante de arrebato y obcecación, o una situación de
peligro en el miedo insuperable.
Tal vez esta posición dificulta la función de los intervinientes en el proceso y afirmen
que el acreditar la presencia de un trastorno es suficiente desde los parámetros del
servicio médico legal. Sin embargo, nuestra legislación y jurisprudencia demuestran
que no seguimos la tendencia de otros modelos en los cuales el solo constatar la
existencia de un trastorno es suficiente para poner término a la valoración jurídico
penal. En este contexto es importante considerar que, siguiendo el razonamiento de
Náquira, nuestro sistema jurídico-penal:
"cuando emplea las expresiones loco o demente, o bien cuando habla de privación total de
la razón, las ha recogido no de la Psiquiatría [...] sino del lenguaje común u ordinario [...]
son dos términos que el legislador ha usado como sinónimos para denominar una misma
idea, cual es la de una persona que, a juicio social, su desajuste o desadaptación es de tal
índole que carece de la capacidad psíquica intelectual-valorativa y/o volitiva que es
presupuesto de una responsabilidad penal"149.
Conforme con lo anterior, "resulta claro que la voz 'loco' o 'locura' no es empleada en
ninguna clasificación nosológica y, por ende, carece de contenido según la Psiquiatría;
por lo tanto, exige de una interpretación. Ahora bien, ¿quién debe indicar el o los
criterios conforme al cual o a los cuales es preciso llevar a cabo dicha interpretación?
¿La Psicopatología? Y, de ser ella, ¿conforme a qué concepción, pauta, fin o
valor?"150.
No cabe duda que lo expuesto implica desarrollar categorías híbridas que nos
permitan llenar de contenido la graduación del impulso irresistible, sin reemplazar la
categoría de imputabilidad por una compresión puramente psicopatológica en torno a
criterios de normalidad, ante la ausencia de capacidad psíquica de dirección de la
conducta, conforme a las exigencia del ordenamiento.
Los beneficios de este sistema mixto se encuentran en la conciliación de ambas
ciencias o disciplinas. Sin bien los límites del trastorno de la realidad son
desarrollados —principalmente en sus inicios— en el modelo psicopatológico de
Jaspers, es importante indicar que estos encuentran su raíz en la filosofía de la
existencia humana.
Esta raíz filosófica nos permite reflexionar en torno a categorías que nos ayuden a
comprender —desde parámetros normativos— qué trastornos pueden existir en torno
a la compresión de lo que llamamos realidad. En esta línea, los planteamientos de
Jaspers se circunscriben a una escuela fenomenológica. También el modelo de este
autor nace de la confluencia de corrientes que se encuentran presentes en "el
positivismo, el psicoanálisis [y] la filosofía de Hegel"155.
1Cuando hacemos uso de la palabra psicología, aludimos a toda ciencia que trata las dinámicas
psíquicas o cognitivas en general, sin abocarnos a una disciplina en particular.
11Sentencia de la Corte Suprema, rol Nº 2809, 18 de agosto de 2004, Nº Legal Publishing 30694.
12Sentencia de la Corte Suprema, rol Nº 2809, 18 de agosto de 2004, Nº Legal Publishing 30694.
13En esta línea, se sostiene que "para la doctrina dominante -por lo menos dentro de la dogmática
alemana y española-, es necesario compensar también el desvalor subjetivo de la acción y ello se logra
tan luego a través de la concurrencia del elemento subjetivo de la justificación que... es la contrapartida
del elemento subjetivo del tipo, pues cada causa de justificación posee... un especial componente
subjetivo", FERNÁNDEZ (2015), p. 38. También, en la doctrina nacional existe un reconocimiento de
elementos subjetivos en las causales de justificación. Así pues, se puede observar un panorama
comparado respecto de su compresión en atención a tres corrientes, esto es: la conciencia de la
concurrencia objetiva de una causal de justificación, la concurrencia del conocimiento y el elemento
volitivo en esta y un ánimo especial en la dirección de la voluntad, en NÁQUIRA (2015), pp. 330-331. Por
su parte, en la legítima defensa, por medio de dispositivos automáticos, se ha rechazado su aplicación
por la imposibilidad de probar la existencia de un ánimo defensivo por parte del que se defiende, en
COUSIÑO (1979), p. 283; COUSO (2011), p. 216. Asimismo, Cousiño hace énfasis en indicar que "el
requisito subjetivo del ánimo de defensa debe ser siempre actual, como actual tiene que ser la
agresión", COUSIÑO (1979), p. 285. Por otra parte, se reconoce la existencia de los elementos subjetivos
en las causales de justificación en CURY (2005), pp. 366-367.
14En este orden de ideas, si el elemento subjetivo de una causal de justificación no concurre, porque
se ignoran los presupuestos de la justificante, la posición dominante en nuestro ordenamiento jurídico
aprecia un delito frustrado, porque no se presente el desvalor de resultado, véase CURY (2005), p. 367.
15Tendencia que se observa en el Anteproyecto de Código Penal chileno del 2013. Este establece en
el artículo 29 la siguiente disposición: Exceso en la legítima defensa. No es punible quien se excede al
defenderse de una agresión ilegítima, siempre que el exceso sea atribuible a miedo o confusión.
Regulación que seguramente recoge del § 33 del StGB (Código Penal alemán). Se puede acceder a
una copia del Anteproyecto del Código Penal chileno del 2013
en:http://www.minjusticia.gob.cl/media/2018/10/Anteproyecto-de-C%C3%B3digo-Penal-2013.pdf[última
visita 3.10.2018].
16Véase GUERRA (2014), passim. En esta línea, también se incorporan algunos de los avances
obtenidos en el artículo Límites del impulso irresistible en el miedo insuperable que ha sido aceptado
este año (2019) para su publicación en la revista Política Criminal de la Universidad de Talca.
17OJEDA (2003), pp. 61 y ss. En este contexto, es importante indicar que nuestro propósito no es una
vinculación irrestricta entre los trastornos de la realidad y aquellos que están descritos en el Manual de
trastornos mentales norteamericano. Pues bien, consideramos que existe una plataforma filosófica que
permite el desarrollo de esta obra interdisciplinaria. Se puede observar un estudio en la dogmática
española que, en reconocimiento del carácter de ciencia coadyuvante de la psiquiatría, acepta una
estricta relación de la graduación de los trastornos en torno al DSM-4 y la CIE-10 de la Organización
Mundial de la Salud en URRUELA (2004),
pp. 193-197. Esta lectura que presenta Urruela nos parece parcialmente correcta. Si bien se deben
considerar estos manuales psiquiátricos, la realidad empírica de los trastornos es dinámica. La
propuesta del autor no podrá adaptarse a los cambios si no logra un plano de abstracción analítico que
sea capaz de identificar las propiedades intrínsecas de la percepción de la realidad en el agente,
GHIRARDI (1982), pp. 30-31. En esta línea, véase GUERRA (2016), pp. 138 y ss.
23Se puede observar este fenómeno en torno a la comprensión de los dominios conductuales en
MATURANA y VARELA (2009), pp. 88-89.
25Se reconoce cómo la fenomenología incide en la teoría de la acción del finalismo en LARENZ (1980),
pp. 133-134.
28Lo expuesto en atención a la tesis de la identidad del tipo objetivo e incluso en torno a los efectos
de la vencibilidad en el error, véase MAÑALICH (2015), pp. 16-17.
30En este contexto, es importante indicar que "a fin de lograr una base inatacable para todas las
ciencias [Husserl] se sirvió del método fenomenológico. Este empieza con una doble reducción: la
reducción eidética prescinde por lo pronto de la existencia del yo, de los actos aprehensivos y de los
objetivos, considerando la mera esencia... de estos en concreación íntegra. En la segunda, la reducción
fenomenológica, es también «suspendida» la independencia de estos contenidos con respecto a la
conciencia. La fenomenología considera sus objetos sólo «como» objetos (teoría del objeto), como
correlativos de la conciencia. Queda así la conciencia pura, pero que no está en modo alguno vacía.
Constituyen su estructura el «tener conciencia»... y «lo tenido en conciencia»". Por ello, para la
fenomenología la filosofía "ha de definirse como una teoría puramente descriptiva de la esencia de las
configuraciones inmanentes de la conciencia", BLUGGER (1975), p. 231.
31En este contexto, una noción puramente volitiva en materia penal podría presentar dificultades en
la imputación jurídico-penal en el ámbito de los delitos de mera actividad o de abuso sexual, véase
RAGUÉS I VALLÈS (2004), passim.
34En esta línea, Husserl rechaza todo cartesianismo brentaniano que sea adoptado en el tratamiento
de la intención o lecturas puramente psicológicas que aspiran a probar empíricamente el acceso a la
dinámica de los procesos mentales, véase GARCÍA-BARÓ, Miguel, Fenomenología y hermenéutica,
España: Editorial Bonallertra Alcompas, 2015, p. 56, p. 58, p. 60, p. 62, p. 63, p. 68. Por ello, nuestra
perspectiva fenomenológica sería incompatible con lecturas filosóficas como las que se presenta en
FRANKFURT, Harry, Demonds, Dreamers and Madmen: The Defense of Reason in Descartes's
Meditations, Princeton: Princeton University Press, 2007, passim.
45GABBARD (2002), p. 5.
51GABBARD (2002), p. 4.
56KERNBERG (2018), p. 5.
57KERNBERG (1984), pp. 1-3; CALIGOR, KERNBERG && CLARKIN (2007), p. 18.
58KERNBERG (1984), pp. 15-16; YEOMANS, CLARKIN && KERNBERG (2015), p. 49.
76FREUD (1923), pp. 30-40; LAPLANCHE && PONTALIS (2004), pp. 419-421.
78KERNBERG (1984), passim; CALIGOR, KERNBERG && CLARKIN (2007), passim; YEOMANS, CLARKIN &&
KERNBERG (2015), passim.
84KERNBERG (2006), passim; CALIGOR, KERNBERG, CLARKIN && YEOMANS (2018), pp. 55-58.
85YEOMANS, CLARKIN && KERNBERG (2015), pp. 19-21; CALIGOR, KERNBERG, CLARKIN && YEOMANS (2018),
pp. 63-67.
86YEOMANS, CLARKIN && KERNBERG (2015), p. 23; KERNBERG (2018), pp. 11-14.
102Se pueden observar los nocivos efectos de este efecto túnel en materia procesal penal en el caso
de la operación huracán, véase Sentencia de la Corte Suprema del 19 de octubre de 2017, ante el
Recurso de Amparo interpuesto por la defensa por la dictación arbitraria de una medida de prisión
preventiva, en causas rol Nº 40860-2017, rol Nº 40862-2017, rol Nº 40863-2017 y rol Nº 40864-2017.
Pronunciado por la Segunda Sala de la Corte Suprema integrada por los Ministros(as) Milton Juica A.,
Lamberto Cisternas R., Andrea María Muñoz S., Carlos Cerda F. y Manuel Antonio Valderrama R.
103Se puede observar esta problemática en el caso de Karina Sepúlveda. Este caso será tratado en
extensión en torno a la problemática de diferenciar entre estado de necesidad y miedo insuperable en el
ordenamiento jurídico-chileno. Para estos efectos, remitirse a la sección 4.2. del capítulo 4 de este
estudio.
107MATURANA y VARELA (2009), p. 19. Sin embargo, si bien reconocemos que las características
lingüísticas de la persona se observan como parte de la naturaleza humana, es necesario indicar que
las mismas van más allá de su realidad material. En esta línea, no podemos olvidar que César Ojeda
Figueroa en 1998, realiza una crítica interesante del concepto de lenguaje de Maturana y Varela como
producto de la interacción instintiva -por así decir- de animales de una misma especie. Da la impresión
que Maturana emplea un concepto unívoco de lenguaje para todos los seres vivos, incluido el ser
humano. Ojeda objeta que se asigne a los animales una capacidad lingüística. La interacción animal no
"crea" el lenguaje y no es descripción semántica propiamente tal, (pp. 122-123). Jacinto Choza y Jorge
Vicente Arregui recogen el concepto de lenguaje como noción análoga, la cual se aplica propiamente al
ser racional (cuya capacidad cognoscitiva trasciende lo biológico y lo sensitivo). Este es el lenguaje
dígito que incluiría la función de descripción semántica. En el caso de los animales, se habla de
lenguaje icónico que no incluye la descripción semántica propiamente tal. Se puede ver: OJEDA, C.
(1998) La presencia de lo ausente: ensayo sobre el deseo. Santiago, Chile: Cuatro Vientos; ARREGUI, J.
V. y CHOZA, J. (2002) Filosofía del hombre: una antropología de la intimidad. Madrid: Rialp. Estas
palabras pueden ser relacionadas con las de los filósofos analíticos a quienes gustaba traducir la
definición aristotélica del ser humano zoon logikon,
-animal racional- como animal parlante -lingüístico- cuyas propiedades cognitivas -mentales- dimanan
de tal condición de animalingüístico (si se nos permite esta fusión conceptual) y no pueden
considerarse como añadidas, superpuestas o yuxtapuestas al individuo.
108En este sentido, "esta aparente obviedad (claro que no hay tecla de mi máquina que sea también
tecla de mi conciencia o tecla de la percepción de mi máquina) es sumamente peligrosa si se combina
con la idea que antes se desprende del cartesianismo de Brentano, a saber: que todo lo singular es
dudoso, menos el acto de representárselo, juzgarlo o estimarlo; que un dios engañador podría hacernos
ver absolutamente todos los objetos como a él le diera la gana, sin que jamás ninguno fuera tal y como
lo vemos, pero que nosotros tendríamos que existir para poder ser engañados, y nuestro ser engañado
sería también un hecho absolutamente real, que simplemente viviríamos nosotros con un sentido
equivocado", véase GARCÍA-BARÓ (2015), p. 68.
112No nos detenemos aquí, no correspondería en este lugar, en el pensamiento de Stein. Existe una
traducción de su obra (tesis doctoral) Zum Problem der Eifühlung: STEIN, E. (2004) Sobre el problema de
la empatía. Madrid: Editorial Trotta S. A.
116En ese sentido, se rechaza una compresión del mens rea en que la enfermedad mental admite
una graduación de la responsabilidad penal en MOORE, Michael S. Law and Psychiatry. Rethinking the
relationship, New York: Cambridge University Press, 1984, p. 219.
119Si bien esta expresión es propia del derecho penal continental, es importante considerarla en este
contexto. Pues bien, la inculpabilidad denota las características de un prerrequisito de la capacidad de
discernimiento en el momento de la imputación jurídica. Respecto de la diferencia entre causas de
inculpabilidad y exculpación, véase MAÑALICH, Juan Pablo (2008), p. 65.
126Véase FEINBERG, Joel. "Harm to Self", cit. nota Nº 72, pp. 151-152.
127Se puede observar un tratamiento interesante de estos factores en torno al concepto de voluntad
perfecta y el reconocimiento de presiones coercitivas en FEINBERG, Joel. "Harm to Self", cit. nota Nº 72,
p. 104.
133En este contexto, se indica que tanto en el American Law Institute test como en las reglas de
Mcnaghten "the moral paradigms invoked are wholly the same", MOORE (1984), p. 222.
136En este sentido, podemos observar que esta propuesta de buscar una plataforma conceptual
común para ambas disciplinas se observa en MOORE (1984), p. 412.
141MAÑALICH (2011), p. 2.
142MAÑALICH (2011), p. 2.
143SÁNCHEZ-OSTIZ (2014), p. 266.
146Énfasis añadido.
147Énfasis añadido.
151Énfasis añadido.
152Énfasis añadido.
155IVANOVIC-ZUVIC (2000).
156IVANOVIC-ZUVIC (2000).
157IVANOVIC-ZUVIC (2000).
158IVANOVIC-ZUVIC (2000).
Por su parte, en esta línea, todo sistema jurídico busca reducir la complejidad de su
entorno por medio de conceptos. Una adecuada conceptualización que entrega
libertad a los agentes en la resolución de sus conflictos. Por ello, no estamos de
acuerdo en que la "racionalización del mundo mediante su traducción a conceptos
implica al mismo tiempo que el mundo queda despojado de alma"164.
De ahí que los conceptos entreguen seguridad jurídica a los agentes en situaciones
de conflicto que puedan dañar sus intereses. De manera que consideramos lo inverso
del razonamiento de Lersch; es decir, que los conceptos entregan alma al mundo. La
libertad del comportamiento del agente para tomar una decisión se traduce en poder
elegir u optar165. Esta libertad en el caso de la elección implica múltiples alternativas.
En cuanto al estado de necesidad, el Código Penal exige una serie de requisitos que
no se advierten en el miedo insuperable y la fuerza irresistible, entre los cuales
destaca la selección del medio menos lesivo y perjudicial para enfrentar el peligro.
Así, se puede observar que el agente debe tomar una decisión que requiere la
elección del medio más idóneo para enfrentar la situación.
Ahora bien, comprendemos por idoneidad la selección del medio más adecuado
para enfrentar el peligro. Este concepto se desprende de la proporcionalidad en un
sentido amplio, revistiendo el carácter de regla en el caso del estado de necesidad en
lo que respecta a la gravedad del mal del art. 10 Nº 11. La idoneidad la consideramos
parte del principio de proporcionalidad en un sentido amplio181.
Se puede señalar que uno de los autores que más ha contribuido en el desarrollo de
esta teoría de la argumentación por medio del principio de proporcionalidad ha sido
Robert Alexy. Gran parte de su obra se centra en entregar "un esquema de
argumentación racional de aplicación de los principios basados en la máxima de la
proporcionalidad"183. Por ello consideramos que su campo de aplicación no se
restringe a la intervención legislativa o a la colisión de principios como el de
seguridad, libertad y dignidad en materia penal.
Como indica el art. 10 Nº 7, está exento de responsabilidad "el que para evitar un
mal ejecuta un hecho que produzca daño en la propiedad ajena, siempre que [...] sea
mayor que el causado para evitarlo [y] no haya otro medio practicable y menos
perjudicial para impedirlo". Todos los casos de estado de necesidad se caracterizan
"porque el necesitado pese al peligro que sobre él cierne, tiene siempre una elección
entre el acto con el que evita el mal amenazado o el mal con el que se le
amenaza"184.
En esta línea, volición [willentlich] implica "un acto de libertad básica mínima,
consistente en obrar con una alternativa mínima (obrar o dejar de obrar; salir de la
inactividad o permanecer en ella)"187. Volición que se excluye por la vis absoluta. Sin
embargo, el concepto de voluntariedad [freiwilling] constituye "un acto de libertad
plena, consistente en obrar, no sólo con alternativas (o volición), sino además con una
completa decisión libre"188. Voluntariedad que se excluye en casos de vis
compulsiva. Esta racionalidad en la decisión sería formal porque no debe constituir
una exigencia para aplicar la eximente en cuestión. La eximente del estado de
necesidad debe ser examinada de forma objetiva, por lo que puede ser aplicada a
personas que presenten un trastorno mental, de cumplir los requisitos legales que
exige esta línea de defensa.
En este sentido, dicho nivel u orden de imputación debe considerar tanto la teoría
del caso de la fiscalía como la defensa. Presentación de los hechos que incide en el
juicio de imputación fáctico que realiza el juez. Por ello, una adecuada teoría del caso
puede ocasionar una apreciación de los hechos que afecte la valoración de la realidad
fáctica del caso, porque esta solo tendría un carácter formal194. En la misma línea,
podemos sostener que esta variación en la realidad fáctica del caso se podrá
relativizar por su propia aplicación concreta. Pues en "todo contexto de conocimiento
científico y empírico, incluido el de procesos judiciales, la verdad es relativa"195.
Estas materias serán abordadas con mayor detención en el segundo capítulo. Por
ahora, es suficiente indicar que la racionalidad en el comportamiento del agente es un
elemento que parece caracterizar el estado de necesidad. Comprender el
comportamiento en estado de necesidad en la forma que hemos expuesto, nos parece
que es aceptar los términos en que fue concebida la institución para operar en la
práctica reconociendo esos tres rasgos en la persona del agente.
Ahora bien, los fundamentos normativos de por qué el estado de necesidad apunta
a una decisión racional se encuentran en los mismos requisitos de la disposición.
Dichos requisitos exigen, en primer lugar, estar en presencia de un peligro actual o
inminente. En segundo lugar, determinar la magnitud del mal que se pretende evitar;
es decir, que el mal causado sea inferior al que se pretenda evitar (art. 10 Nº 7)200o
no sea sustancialmente superior al que se evita (art. 10 Nº 11). En tercer lugar, la
acción debe ser subsidiaria; es decir, que no exista otro medio practicable y menos
perjudicial para impedir el mal.
Respecto de la interpretación de la regulación chilena, coincidimos con Wilenmann
en que los requisitos del estado de necesidad del art. 10 Nº 7 constituyen "razones
distributivas en la fundamentación de la atribución de cargas"201. En esta línea, "no
es, por ello, que la persona tenga que ser reconstruida como un agente racional como
en el caso de la legítima defensa, sino que la calidad de beneficiario de autonomía en
tanto titular de derechos subjetivos y de un ámbito de autonomía propio implica la
atribución de cargas derivadas de ello"202.
Aparentemente, los requisitos exigen una decisión racional del agente. Cada uno
supone la capacidad de discernir en la selección de los medios al momento de
enfrentar un peligro actual o inminente. El estado de necesidad parece presuponer
una decisión racional del agente, porque este debe ser capaz de establecer un
balance adecuado entre el mal que pretende evitar y el causado.
Nos parece que en el estado de necesidad prima una decisión racional con
independencia de sus efectos. Así pues, no habría incluso razones para descartar o
desechar la racionalidad de la decisión en su modalidad exculpante. Por ello
concordamos, desde una perspectiva analítica, en que la racionalidad de la conducta
humana —en este contexto— radica en la selección del medio. No es posible
sustentar que el estado de necesidad se base en una presión insuperable, porque la
decisión del agente sufriría una caracterización psicológica cuestionable en el estado
de necesidad exculpante e inaceptable en el estado de necesidad justificante desde
los parámetros conceptuales del modelo de imputación que hemos adoptado207.
Pues bien, en la línea de Mauricio Pavez Diez, entendemos por trastorno mental la
"presencia de comportamientos o de un grupo de síntomas identificables en la
práctica clínica, que en la mayoría de los casos se acompaña de malestar o interfieren
con la actividad del individuo"208o "un desorden psíquico que afecta la dimensión
cognitiva y/o afectiva cuyo resultado es un comportamiento desadaptativo [en el que]
la labor pericial no debe limitarse exclusivamente a indagar si el imputado presenta un
trastorno mental, sino que, fundamentalmente, debe examinar si el supuesto ilícito se
suscita a partir de éste"209.
Así las cosas, actualmente se observa interés por la graduación de los trastornos
mentales y cómo estos inciden en la compresión de la inimputabilidad, el miedo
insuperable y la atenuante de arrebato y obcecación. Se aprecia, en primer lugar, en
la jurisprudencia chilena y estudios dogmáticos, un interés por esta materia que
consideramos parte de lo que denominamos el impulso irresistible y que trae consigo
el aceptar que existe una graduación de los trastornos que comienza en la atenuante
de arrebato y obcecación, que pasa por el miedo insuperable y termina en plenitud en
la inimputabilidad. Pues bien, este reconocimiento dogmático del impulso irresistible,
asentado en la psicopatología, exige entregar las herramientas adecuadas para
identificar esta graduación.
De ahí que si bien la coacción se puede explicar a través de la máxima volunti non
fit injuria y en torno a los contornos del principio de daño (harm principle), no debemos
olvidar que existen trastornos que si bien no son privativos de la razón en casos de
inimputabilidad (insanity) y tampoco de una entidad compulsiva neurótica leve,
pueden incidir en el comportamiento del agente gravemente, y envuelve un factor que
debe tenerse consideración en la exculpación o en su atenuación en casos, a modo
de ejemplo, de trastornos de estrés post-traumático (The Battered Woman Syndrome,
entre otros)215.
Por ello, consideramos que existe una realidad empírica que puede ser objeto de
representación dogmática en este consenso intersubjetivo. Así pues, es posible
incorporar categorías que provienen de una fenomenología filosófica de la psiquis del
sujeto, para explicar la situación que se presenta en la jurisprudencia en el caso del
miedo insuperable. Asimismo, se pueden observar trabajos dogmáticos en el modelo
jurídico español que reconocen el carácter de ciencia coadyuvante de la psiquiatría en
el derecho penal222.
No obstante, existen ciertos estudios dogmáticos que presentan una lectura del
fenómeno de los grados de trastornos especialmente relacionada con la clasificación
de los mismos en el DSM-5 y la CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud, que si
bien nos parece correcta, lo es parcialmente. Si bien se deben considerar estos
manuales, la realidad empírica de ellos es dinámica. La propuesta del autor no podrá
adaptarse a los cambios si no logra un plano de abstracción analítico que sea capaz
de identificar las propiedades intrínsecas de la percepción de la realidad en el
agente223. En esta línea, se observa en el trabajo —la tercera etapa: ensayos críticos
sobre psiquiatría contemporánea— del psiquíatra chileno Cesar Ojeda que:
"no es posible sostener que estos manuales [DSM 3 y 4] sean —en serio— clasificaciones,
puesto que no existe en ellos ley alguna que establezca un orden alguno. Pero teniendo en
cuenta sus severas insuficiencias lógicas, podrá pensarse que se trata de 'catálogos' o
'guías' de 'lo que hay', es decir, de una 'colección' o 'montón' de entidades avaladas por el
uso y que ostentan nombre propio. Que no es así lo demuestra la tendencia —justamente—
a cambiar muchas denominaciones avaladas por el uso por otras inventadas; a trozar
entidades, a recortarlas y redefinirlas. Un catálogo de 'lo que hay en uso' que no respete
precisamente lo que hay en uso, no es un catálogo sino una 'construcción', y en este caso,
por lo dicho anteriormente, además, una construcción caprichosa e incoherente"224.
Ciertamente, sobrepasa las capacidades del dogmático tratar la problemática desde
un ámbito puramente psicológico. Tal tarea corresponde a la psiquiatría, a la
psicología e inclusive en la actualidad a la neurociencia. Con todo, creemos que
nuestro objetivo debe centrarse en afrontar de forma crítica, desde la filosofía jurídico-
penal, la decisión del agente en situaciones de peligro o agresión ilegítima.
Esta realidad empírica, que exhibe la psiquiatría al derecho penal, es una función
meramente instrumental que opera en auxilio y en función consultiva del juez, la que
es una función de valoración del comportamiento humano que se desarrolla en el
marco del sistema procesal desde la libertad de apreciación de la prueba. El criterio
de apreciación de la prueba no implica solo acoger el conocimiento científicamente
afianzado que puede aportar la psiquiatría, sino también los principios de la lógica y
las máximas de la experiencia.
Con todo, el incorporar categorías que proceden de una ciencia auxiliar como la
psicopatología preocupa a la dogmática penal. Este temor radica en que, para un
sector importante, el solo hecho de presentar un informe psiquiátrico que acredite la
patología psíquica, e incluso aunque el agente no la padezca, sería suficiente para
exculpar su comportamiento. Tal situación podría constituir un medio para evadir el
control social que el derecho penal pretende imponer227. Sin embargo, no podemos
desconocer que existen esfuerzos en la dogmática por tratar de identificar, en el plano
de la inimputabilidad e imputabilidad disminuida, cuáles son los síndromes o
patologías mentales que podrían albergar tales figuras jurídicas228.
Así, parece fundamental determinar cuándo la realidad del mal podría dar lugar a
dicha evasión del control; en otras palabras, cuando no existe la presencia de un
peligro que nos permita hablar del miedo insuperable en sentido diverso de la
inimputabilidad total o disminuida. La imputabilidad disminuida permitiría comprender
todos aquellos casos en que no existe un peligro para el agente, porque el trastorno
tiene la gravedad suficiente para condicionar la percepción del agente.
En este contexto, si bien nuestro ordenamiento no la contempla de forma expresa,
son pioneros en su reconocimiento el CP alemán de 1971 y el CP italiano de 1889,
debido a los avances de la psiquiatría229. Ello, con el fin de dar contenido al elemento
normativo de esta eximente frente a la presencia de un peligro, aunque la adopción de
una posición pueda ser provisional en su verdad científica respecto de las patologías
mentales que podrían ser comprendidas en aquella230.
Ahora bien, una primera cuestión se refiere a si el solo hecho de aceptar la realidad
de un mal en el miedo insuperable lo vincula indisolublemente con el estado de
necesidad. Pese a que dicha vinculación pueda coexistir, el problema es determinar
hasta qué punto es procedente sin desdibujar eximentes.
Existe una serie de fallos que si bien indican que el miedo insuperable solo procede
frente a una causa cierta e inminente, esta debe ser la única motivación que mueva al
agente posicionándolo en el dilema de infligir un daño o padecerlo. Requisito que en
algunos casos genera una pérdida de identidad del miedo insuperable al fusionarlo en
la jurisprudencia con hipótesis de estado de necesidad o inexigibilidad de otra
conducta. Sin embargo, en otros fallos se puede identificar con claridad la aplicación
de esta eximente frente a un mal real sin mezclarlo con otras situaciones.
La Corte continúa señalando que "si aún más, en el momento de cometer el delito
no estaba loco ni demente; y atendido, la superioridad física del occiso, el shock
nervioso que recibió al verse agredido [...] lo descontroló [...] impidiéndole obrar
libremente dentro de su perturbación mental, amenazado de un mal como era la
agresión [...]; está exento de responsabilidad criminal por haber obrado impulsado por
un miedo insuperable".
Este fallo identificó el miedo insuperable con una perturbación mental a causa de
una situación de peligro real. Desprender de este razonamiento la posibilidad de
contemplar en el miedo insuperable tanto males reales como irreales no es posible,
considerando la desacertada idea de la Corte de sostener que el agente obró
impedido de razón.
La Corte de Valparaíso estableció, en este caso, que "es menester que este miedo
proceda de una causa cierta, e inminente, sea el único móvil de la acción y cohíba la
libertad del agente colocándolo en la alternativa de sufrir un daño o de inferirlo"234,
interpretación del miedo insuperable que prescinde claramente de todo el elemento
subjetivo, circunscribiendo el análisis de la eximente a un análisis puramente objetivo
propio del estado de necesidad235.
En la década de los cuarenta se puede observar que la exigencia de un mal real que
provoque la perturbación mental subsistirá. El fallo de la Corte de Apelaciones de
Iquique de 1946 dispuso que no procede la aplicación del miedo insuperable de no
darse el requisito de actualidad del mal. Para la Corte, el procesado da muerte a la
víctima, su hermano, "cuando lo encuentra dormido e indefenso [por lo que] no obró
impulsado por un miedo insuperable que lo [exima] de responsabilidad, puesto que los
estímulos provocadores del miedo ya habían cesado al momento de la comisión del
delito"236. Razonamiento también presente en la sentencia de la Corte Suprema del
23 de mayo de 1963. caso en que la procesada mató a su cónyuge maltratador
cuando dormía237.
Sin embargo, debemos reconocer que en estos casos la exigencia de la realidad del
mal está vinculada exclusivamente con una fuente de peligro actual que afecte al
procesado238. En diversos casos de violencia intrafamiliar se puede observar una
situación de peligro inminente no constitutiva de agresión directa. En ellos las
amenazas y los actos de violencia previos a la perpetración del hecho fueron
constitutivos de situaciones de peligros permanentes o latentes en el tiempo.
El fallo en cuestión señala que "no cabe duda de que [la mujer] fue presa del miedo,
miedo que, atendida la certidumbre que [...] tenía de su muerte, es insuperable porque
concurren en él los requisitos de la inminencia, gravedad, injusticia e inevitabilidad,
estados de conmoción violenta que fue provocada por un acontecimiento externo
dependiente de los hechos de un tercero, que le produjeron el raptus emocional
[...]"242.
El mal nos parece que debe tener una entidad real en el miedo insuperable que
debe circunscribirse a un parámetro objetivo de apreciación244. Y tal parámetro debe
aplicarse desde una perspectiva ex-ante, considerando la situación del agente antes
de decidir enfrentarlo o pretender evitarlo245. Este resultado, por su significación
dogmática, favorece sostener que la frase impulsado por un miedo insuperable es un
determinante en el obrar que, atendiendo a la redacción del art. 10 Nº 9, requiere de
un mal real que impulse a actuar. Sin embargo, también entraría en juego una variante
psicológica que explique por qué el exceso de acción (estado de necesidad) o
reacción (legítima defensa) no merece sanción punitiva246.
Para la Corte, la eximente resulta igualmente aplicable aun "cuando [la acusada] no
hubiera estado ante la inminencia real de un ataque, castigo o posible daño"251. En el
caso, la acusada Olga Torrealba, víctima de innumerables maltratos físicos y
psicológicos, decidió anteponerse al hecho de que su marido la matara. Por ello, Olga
tomó antes que su marido la pistola cargada que este trató de sacar del cajón de su
velador con el propósito de matarla.
Nos parece que en esta problemática debió centrarse en el error. Por ello, si
estamos frente a un mal imaginario a causa de la equivocada interpretación de un
fenómeno que acontece en la realidad, debemos dirigirnos a esta última institución.
Así pues, frente a un mal imaginario, aunque el agente padezca de un trastorno del
sentido de la realidad, procede remitirnos al error y determinar la vencibilidad o
invencibilidad de la representación.
Por otra parte, aceptar males imaginarios en el miedo insuperable provocaría una
superposición o identidad con la inimputabilidad. En esta línea, postulamos que los
trastornos que pueden comprender ambas eximentes no son equivalentemente
graves. El miedo insuperable presenta solo trastornos del sentido de la realidad. En
cambio, la inimputabilidad presenta trastornos del juicio de la realidad que permiten
considerar en la eximente, peligros imaginarios que no son parte de una realidad
heterorreferencial.
Cabe destacar que la sentencia de la Corte Suprema contra Julia Hevia contra José
Víctor y Manuel Jesús Montenegro Beiza, rol Nº 17788, estableció que "se ha
admitido por la doctrina que en los casos de semi-alienación, estados crepusculares o
privación parcial de razón pueda admitirse esta atenuante [art. 11 Nº 1 en relación con
el art. 10 Nº 1], porque en realidad entre la salud mental normal y la perturbación
psíquica absoluta existen grados o trastornos mentales incompletos que producen
imputabilidad disminuida"253.
Concordamos con el planteamiento de que "los requisitos que exige la eximente del
Nº 9 del artículo 10 del citado Código tienen un carácter absoluto que no admite
graduación y por lo mismo, no puede darse su concurrencia incompleta"255, según lo
dispuesto en la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, contra González
Díaz, Miguel Abraham, del 8 de junio de 1963. Así pues, consideramos que no es
posible la existencia de una eximente incompleta de miedo insuperable.
Las consideraciones enunciadas nos llevan a sostener que toda perturbación que se
pueda generar en situaciones de estado de necesidad deben ser resultas por el miedo
insuperable. Pues bien, en estos casos no se puede negar la existencia fáctica de un
peligro actual o inminente, pero sí la posibilidad de que el agente pueda ponderar de
forma adecuada y cumplir las exigencias del requisito de proporcionalidad y
subsidiariedad que exige el legislador.
161SÁNCHEZ-OSTIZ (2014), p. 186. También respecto de este punto, véase MILLÁN-PUELLES (1995), pp.
44 y 46.
163Incluso desde la imputación objetiva, solo en este caso es posible hablar de una conducta u obrar
en el agente, SÁNCHEZ-OSTIZ (2014), pp. 29-30.
170En este sentido, se ha sostenido que la raíz de la libertad en el hombre radica en el acceso que
tiene al conocimiento intelectual. Conocimiento que permite una conducta libre en el humano que va
más allá del apetito sensible del animal. Por ello, el bien y el mal presentan una dualidad que el animal
no es capaz de percibir por la inteligencia. Así pues, a modo de ejemplo, una Coca-Cola puede saciar la
sed del agente; sin embargo, este al ser diabético podría decidir no tomarla porque puede dañar su
organismo, véase SERANI (2000), pp. 123-124.
172A favor de esta postura, ETCHEBERRY (1998a), p. 237; CURY (2013), p. 263; CUERDA (1997), p. 192,
entre otros. En contra, CÓRDOBA y RODRÍGUEZ (1972), p. 358. Sin embargo, este componente racionalista
en la conducta del agente no está exento de críticas. En este sentido, el concepto de elección
codificado por la teoría racional de la elección requiere de un número de alternativas donde la elección
recae en las preferencias del agente, preferencia que involucra siempre un costo de oportunidades para
este. Ello frente a la ineludible tensión entre el método de selección de la preferencia y un set dado de
alternativas que puede resultar en algo inesperado, en atención a la finalidad del agente, véase DAN-
COHEN (2002), pp. 125 y ss.
175El agente, al razonar, decide y su decisión es una selección de respuestas ante las diferentes
alternativas que se presentan en una determinada situación específica. Sin embargo, ello no implica
que, frente a una alternativa, dejen de operar sus capacidades de decisión. Contexto en el cual inciden
su memoria y atención, aunque también puedan tener lugar sus emociones y sentimientos, POZO (2010),
p. 81.
176Ciertamente, este modelo analítico normativo solo puede ser incorporado en la dogmática penal
en la medida en que se rechace su pretendida ascendencia histórica, porque no existen datos que
permitan afirmar que el conocimiento de la norma se incorpore en la imputatio iuris entre los autores
clásicos, véase MOLINA (2001), pp. 112-115. Creemos que es más adecuado adoptar una perspectiva
integradora de la norma, entre la teoría de la antinormatividad y la teoría de la imputación de la
desestabilización de expectativas, para mantener un "nivel de prevención (afirmando qué es lo injusto,
lo contrario a normas de conducta), disminuyendo el nivel de sufrimiento (mediante la excusa, o la
exclusión de la punibilidad)", SILVA SÁNCHEZ (2003), p. 38.
177El agente, al razonar, decide y su decisión es una selección de respuestas ante las diferentes
alternativas que se presentan en una determinada situación específica. Sin embargo, ello no implica
que, frente a una alternativa, dejen de operar sus capacidades de decisión, contexto en el cual inciden
su memoria y atención, aunque también puedan tener lugar sus emociones y sentimientos, POZO (2010),
p. 81.
182LOPERA (2004), p. 2.
183LOPERA (2004), p. 2.
198Con cierta frecuencia se les acusa a los juristas de una posición antifilosófica. Así, en la
dogmática italiana MANZINI (1950), pp. 7-9. También ver PETROCELLI (1950), pp. 10-11; BORGHESE (1952),
p. 87. Sin embargo, consideramos que la posición de Manzini, más que incentivar a erradicar la filosofía
de la dogmática penal, nos recuerda que debemos tener conciencia de que las indagaciones jurídicas
responden a la interpretación de la norma. Ello sin desconocer el problema de la justicia; es decir, la
valoración crítica o reflexiva del Derecho.
199Así, en la dogmática italiana MANZINI (1950), pp. 7-9. También ver PETROCELLI (1950), pp. 10-11;
BORGHESE (1952), p. 87.
200Respecto de este punto, coincidimos con Wilenmann en que los requisitos del estado de
necesidad del art. 10 Nº 7 constituyen "razones distributivas en la fundamentación de la atribución de
cargas". Sin embargo, "[n]o es, por ello, que la persona tenga que ser reconstruida como un agente
racional como en el caso de la legítima defensa, sino que la calidad de beneficiario de autonomía en
tanto titular de derechos subjetivos y de un ámbito de autonomía propio implica la atribución de cargas
derivadas de ello", WILENMANN (2014), p. 15.
201WILENMANN (2014), p. 15.
203En este sentido, es el propio agente el llamado a la decisión, pues el Estado no puede pretender
este sacrificio, así como tampoco sancionar tal elección, ALIMENA (1916), p. 183.
204Sentencia de la Corte Suprema, 31 de diciembre de 1956, RDJ, Título LIII, 2ª parte, sección 4ª, p.
199.
205Sentencia de la Corte Suprema, 31 de diciembre de 1956, RDJ, Título LIII, 2ª parte, sección 4ª,
considerando quinto, p. 199.
206Sentencia de la Corte Suprema, 31 de diciembre de 1956, RDJ, Título LIII, 2ª parte, sección 4ª,
considerando sexto, p. 199.
207WILENMANN (2014), p. 244, nota 23; FIANDACA y MUSCO (2006), pp. 302 y ss.; CURY (2013), p. 258.
Asimismo, se ha planteado que en el desplazamiento del miedo insuperable de una noción psicológica
a otra normativa se puede encontrar la confusión entre actuar bajo estado de necesidad o miedo
insuperable, véase GÓMEZ (1984), pp. 430-431; HIGUERA (1991), p. 105.
215En este sentido, si quieres imputar responsabilidad al agente que se encuentra en una situación
de coacción debemos identificar una acción suficientemente voluntaria, véase FEINBERG (1989), pp. 123
y ss. Sin embargo, creemos necesario preguntarnos qué sucede en el caso de trastornos de mediana
gravedad que inciden en los excesos del agente ante una situación de agresión ilegitima o peligro
actual inminente. Estos casos son explicados con detalle en la obra de Feinberg. Con todo, podemos
indicar que en la obra del mismo existe un reconocimiento a estos mayores o menores grados de
voluntariedad en los supuestos voluntarios e involuntarios de riesgo. En este contexto, nos parece que
el problema tiene solución al incorporar el tratamiento tomista del miedo, de las pasiones en el tratado
de las acciones e incluso el tratamiento del problema de si la ignorancia disminuye el pecado, véase
TOMAS DE AQUINO (2006) I-IIa, q. 76, I.
228Véase JOSHI (2009), passim; JIMÉNEZ y FONSECA (2007), passim; FONSECA (2009), passim; CORCOY y
MIR (2011), pp. 77-82; FULFORD (1996), pp. 279-310.
229Véase URRUELA (2004), p. 185; POZO (2010), p. 47, nota 70; CEREZO (2001), p. 97; ANTÓN (1986),
pp. 361-365.
237Sentencia de la Corte Suprema, 23 de mayo de 1963, RDJ, T. LX, 1963, secc. cuarta, p. 67. En
esta línea, Sentencia TOP de San Antonio, 22 de julio de 2008, rit Nº 49-2008, ruc Nº 0700509932-8;
VILLEGAS (2010), p. 170.
238Pensamiento que tiene correlación con el derecho romano que negaba en el miedo eficacia a la
sospecha de un peligro que va a acontecer, a diferencia de uno presente, véase HIGUERA (1991), p. 40.
239CURY (2013), p. 259; SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 199; ACOSTA (2013), p. 701; VILLEGAS (2010),
pp. 160 y ss. Interpretación que ha recibido apoyo en la doctrina alemana por parte de ROXIN (1997), p.
903; JAKOBS (1995), p. 691; JESCHECK y WEIGEND (2002), p. 518. Incluso, esta interpretación más flexible
de la inminencia se puede observar en la sentencia del Tribunal Federal Alemán del 2003, BGHSt 48,
255, Rn. 25, 26.
241Sentencia de la Corte de Apelaciones de Chillán, contra L.R.G.U., del 10 de mayo de 1954, RDJ,
T. LII, 1955, secc. cuarta, p. 211.
242Sentencia de la Corte de Apelaciones de Chillán, 10 de mayo de 1954, RDJ, T. LII, Nºs. 9 y 10,
1955, secc. cuarta, p. 211. Énfasis añadido. Esta sentencia también se puede ver citada en ALONSO
(1985), pp. 65 y 66; CELIS (2001), pp. 46 y ss.; VILLEGAS (2010), p. 167. otros fallos que reconocen en el
miedo insuperable el requisito de un mal real, grave e inminente: sentencia de la Corte de Apelaciones
de San Miguel, 24 de marzo de 1994, rol Nº 142-1994; sentencia del Tribunal Oral en lo Penal de San
Antonio, 22 de julio de 2008, rit Nº 492008, ruc Nº 0700509932-8. En contra de este criterio, VILLEGAS
(2010), p. 170. En este contexto, debemos indicar que la sentencia de la Corte de Apelaciones de
Chillán yerra al incorporar la inevitabilidad en el miedo insuperable, por las razones que expondremos
en el segundo capítulo de esta tesis.
244No entraremos en la discusión filosófica acerca de qué constituye un mal; pero respecto del
concepto de mal, estimamos como suficiente indicar que este alude a un género que solo hace
referencia a situaciones constitutivas de peligro (estado de necesidad), estímulo lícito (arrebato u
obcecación) y agresión antijurídica (legítima defensa) que provoquen o puedan provocar un daño a un
bien reconocido por el ordenamiento jurídico, FUENTES (2009),
pp. 61-62; ETCHEBERRY (1998a), p. 265; NOVOA (2005a), pp. 362-363; POLITOFF, et al. (2003),
p. 230. Asimismo, adherimos al presupuesto de que el mal es un concepto amplio que considera no
solo los bienes jurídicos en juego, sino también las circunstancias particulares del caso, FUENTES (2009),
p. 59. Sin embargo, este mal en el campo del miedo insuperable, a diferencia del estado de necesidad,
está vinculado a la provocación de una perturbación de voluntad en el agente que no puede llegar a
trastornar su juicio de la realidad, pero sí su sentido.
245En esta línea, en el Derecho romano "se negaba la eficacia del temor en el medroso que, sin
fundamento, se empavorece ante una cosa imaginaria", HIGUERA (1991), p. 40.
246En este tenor, recordamos que "la dogmática de la legítima defensa ha de agradecer doblemente
a Berner: de un lado, por una clarificadora demarcación de la misma frente al estado de necesidad
(agresivo), así como, de otro lado, por su muy significativo esfuerzo por replantear la estructura de la
legítima defensa en términos puramente jurídicos (y en tal medida, con prescindencia de elementos
psicologicistas como la voluntad de autopreservación)"KINDHÄUSER (2013), p. 71.
253Sentencia de la Corte Suprema, rol Nº 17788, FM, año XIII, 23 de agosto de 1971, Nº 153,
considerando séptimo, letra a), p. 189.
T. LV, septiembre y octubre, Nºs. 7 y 8, segunda parte, secc. cuarta, pp. 147-153; sentencia de la Corte
Suprema, 25 de abril de 1955, RDJ, T. LII, enero y abril, Nºs. 1 y 2, segunda parte, secc. cuarta, pp.
211-255, entre otras.
255Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, 8 de junio de 1963, RDJ, T. LX, mayo y junio,
Nºs. 3 y 4, segunda parte, secc. cuarta, considerando séptimo, p. 268.
256Sentencia de la Corte Suprema, 28 de marzo de 1972, FM, marzo, 1972, Nº 160, año XIV,
considerando quinto, pp. 22-23.
Las consideraciones del capítulo anterior nos llevan a examinar la clasificación que
recae en la graduación de los trastornos de realidad y, asimismo, entregar una pauta
de nivelación para definir la intensidad que se requiere en torno a la presencia de una
eximente o atenuante de responsabilidad penal. Podríamos sostener que se trata de
una clasificación innecesaria o privativa de la psicología o psiquiatría, pues pareciera
que la graduación de los trastornos de la realidad proviene solo del desarrollo de esta
última disciplina.
Sin embargo, esta graduación de los trastornos de la realidad que nace de los
aportes de la fenomenología —que según entendemos se funda en el concepto
escolástico de intención— tiene una plataforma conceptual que incide en una
corriente del derecho penal, la psiquiatría y la psicología. De ahí que el fundamento
fenomenológico ha de ser compatible con el derecho penal y la graduación de los
trastornos de la realidad, en la medida que su perspectiva metodológica reconozca
este intento en la teoría de la acción.
A continuación, explicaremos con más énfasis cada uno de estos trastornos desde
una perspectiva dogmática penal y su correlación con las eximentes o atenuantes del
código en cuestión.
3.1. TRASTORNO DEL JUICIO DE LA REALIDAD
Esta última consideración podría llevar, por ejemplo, a pensar sobre la posibilidad de
buscar un puente que permita al derecho penal y la psicología buscar comunicarse de
mejor manera dentro del proceso penal, en concreto: exigir el reconocimiento de
trastornos de la realidad que son compatibles con un querer y conocer en presencia
de trastornos mentales. De ahí que una adecuada compresión de los diferentes
niveles de los trastornos de la realidad debería llevarnos a no esclavizarnos con
divisiones artificiosas en esta materia.
De esta manera, el trastorno del juicio de la realidad refleja una perturbación que
implica una pérdida total de contacto con esta. Este trastorno opera en la
inimputabilidad según la perspectiva que se adopte. Pues bien, debemos advertir que
un sector de la doctrina considera la inimputabilidad como un prerrequisito del juicio
de culpabilidad. De ahí que uno podría sostener que el juicio de trastorno de la
realidad solo opera de forma previa a la imputación jurídica. Sin embargo, otro sector
doctrinario considera que la inimputabilidad es parte del juicio de culpabilidad y opera
en el momento de ejecución del hecho.
El agente con sus capacidades plenas puede percibir la distinción de lo real e irreal
con arreglo a las condiciones de potencia racional e integración de los estímulos
externos que provienen de su entorno. De este modo, tanto las funciones de
integración y percepción, como el fracaso en la integración de estas dos operaciones
psíquicas, se traducirán en que el agente sea incapaz de percibir el mundo con el
grado de diferenciación que requiere. Es decir, que el agente no sea capaz de
identificar cuánto hay de irrealidad en esa realidad heterorreferencial. Pues bien, el
agente debe ser capaz de diferenciar un acto perceptivo de uno imaginario en su
mundo interno o aparato psíquico. De ahí que sea inevitable la alteridad, a saber, que
la experiencia de lo ajeno consiste en verificar empíricamente cómo acceder a lo que
originalmente es inaccesible.
De este modo, nos parece que el trastorno del juicio de la realidad es fácilmente
identificable en la persona con esquizofrenia porque el "anulamiento de la realidad en
esta dimensión"261 es evidente. La falta de armonía entre la función de integración y
diferenciación es extrema e incluso llega a ser exagerada. Sin embargo, en el caso
del esquizofrénico se puede observar que en ciertos estados crepusculares la
irrealidad invade totalmente la realidad.
De ahí que, en la línea de Capponi, pueda sostenerse que "la falta de integración se
muestra en esa escisión de dos mundos que vive el esquizofrénico y que lo lleva a la
doble orientación"262. Definitivamente, no puede este agente distinguir con certeza
un acto imaginario del heterorreferencial. Su percepción de la realidad es un mero
acto autorreferencial en el que maneja con plena certeza el significado del objeto de
su mundo interno.
El intento de establecer una categoría en materia penal que explique por qué, ante
un defecto del agente, como en el caso de un trastorno de la realidad, es posible
imputar responsabilidad, no es algo nuevo en materia penal. En el desarrollo del
pensamiento aristotélico hay datos suficientes para afirmar la posibilidad de sostener
la imputación a pesar de los defectos presentes en el agente263. En el DSM, estos
defectos son definidos como síndromes conductuales o psicológicos clínicamente
significantes. Sin embargo, esta definición de los defectos es imprecisa. Pues bien, la
pregunta persiste en materia penal: ¿cuándo estamos en presencia de un defecto que
si bien no afecta por completo el juicio de la realidad sigue siendo relevante en
términos jurídico-penales? Nada de esto tiene una respuesta en los manuales de
derecho penal, psiquiatría o psicología. Por ello, es suficiente indicar que es difícil que
algún autor encuentre una fórmula definitiva para solucionar este problema.
En la esfera del derecho penal chileno pareciera ser que predomina la idea de que
un sujeto es imputable en la medida que es capaz de distinguir la real de lo irreal, es
decir, cuando realiza una conducta organizada —dentro de parámetros racionales—
fuera del plano de la psicosis, es plenamente responsable de sus acciones y no
requiere consideración alguna en el tratamiento de ciertas eximentes. Por otra parte,
es difícil identificar en situaciones de miedo insuperable si el grado de perturbación
mental que se presenta es suficiente para admitir la presencia de males imaginarios
en dicha eximente de responsabilidad.
Nos parece insuficiente considerar, en la línea del anteproyecto de Código Penal del
2018, que la inimputabilidad solo responde a un prerrequisito de culpabilidad.
Asimismo, también el eliminar la cláusula de subsidiariedad, en favor de una mayor
flexibilidad en los estados de necesidad exculpante, afecta una comprensión acertada
del estado de necesidad tanto en la valoración del hecho conforme a la norma como
en la fase de imputación jurídica. Pues bien, el estado de necesidad en su esencia
conceptual está sometido a la inevitabilidad o el principio de subsidiariedad desde
tiempos inmemoriales.
Sin embargo, con la propuesta del actual anteproyecto de Código Penal 2018
pareciera que solo tendría reconocimiento como una atenuante muy calificada, porque
la mujer puede distinguir la real de lo irreal. De ahí que no aceptar una graduación de
los trastornos de la realidad en la compresión del miedo, genera una indiferenciación
del peligro imaginario o real en el miedo insuperable.
Una de las primeras obras en las que se empieza a relacionar el miedo insuperable
con el estado de necesidad es la del mencionado Fuensalida, en 1883. Indicó, en su
comentario al CP, que el miedo insuperable del art. 10 Nº 9 tiene por "fundamento una
causa análoga"275a la del art. 10 Nº 7. Fuensalida sostuvo que si al causar un daño a
la propiedad, en una situación de estado de necesidad, se requiere causar un mal
inferior al que se pretende evitar, con mayor razón se debe imponer el requisito en
una disposición que, como el miedo insuperable, permite dañar a las personas276.
Sin embargo, Pacheco piensa que en el miedo recae una violencia moral que
presiona al agente en su voluntad, haciendo alusión solo a una perturbación de ánimo
para explicar el comportamiento del agente. Nos parece que Pacheco presenta una
lectura del miedo que concibe su insuperabilidad solo desde una perspectiva
subjetiva. Perspectiva que se desprende al sostener que el agente logra tranquilizar
su fuero interno al momento de realizar la acción.
El tercer caso hace nuevamente referencia a una hipótesis en la cual una persona
es capturada por un grupo de bandidos que la obligan a quemar una casa; y esta vez
la amenazan con mutilarla, cortándole una mano. En dicho caso el mal que se
pretende evitar no es tan grave como quemar una casa, sin embargo, el autor
interpela al lector indicando que pese a que el mal que se pretende evitar es menor
(corte de la mano), se pregunta quién será el juez que se atreva a condenar a esta
persona, pese al tenor literal de la disposición que apunta a evitar un mal menor en el
modelo español281.
Sin embargo, la diferenciación apuntaba, por medio del obrar compelido, a crear una
figura amplia de estado de necesidad exculpante. Figura libre de la exigencia de
causar un mal inferior o equivalente al que se pretende evitar. De tal modo, nos
parece que es difícil establecer, en la línea de Jiménez de Asúa, que la disposición
buscó rescatar el carácter subjetivo de una perturbación anímica propia del miedo
insuperable287.
Así las cosas, creemos que la disposición del art. 11 Nº 4 tuvo por objeto crear un
estado de necesidad por coacción que no exigiera los requisitos del art. 10 Nº 7.
Razonamiento que desprendemos de este obrar compelido en el que deja de tener
relevancia la referencia al miedo. Lo anterior, considerando la legislación vigente al
momento de la elaboración del Proyecto.
Este mismo autor relacionó el miedo insuperable no solo con la coacción, sino
también con perturbaciones psíquicas que, eventualmente, podrían privar de razón al
agente. Su interpretación fue tan amplia que buscó orientar el miedo insuperable,
incluso, hacia el principio de inexigibilidad de otra conducta288.
Creemos que tanto la propuesta del Proyecto de 1946 como la de Labatut son
desacertadas. La primera, porque prácticamente anula el miedo insuperable dentro de
una formulación amplia de coacción moral. La segunda porque relativiza en exceso el
campo del miedo insuperable lo que lleva a perder su identidad, al subsumir en él
figuras de estado de necesidad, trastornos mentales transitorios e incluso
derivaciones del principio de no exigibilidad de otra conducta.
Una perturbación tal del ánimo o trastorno de la voluntad que sea causado por la
relación de anomalías psíquicas que responde, en el plano de la conciencia, a
determinar lo que una persona hace y reconocer los motivos de su reacción. Por ello,
ninguna persona puede hacer alusión a la conciencia sin referirse a una experiencia
personal. Nos parece que esta subjetividad en el miedo insuperable está
irremediablemente conectada con el mundo exterior; es decir, a un aspecto
objetivo299.
Pues bien, nos parece que el miedo insuperable atiende a un análisis que combina
tanto aspectos subjetivos como objetivos; y que debe acreditar, si queremos aplicar la
eximente, el encontrarnos ante una perturbación de ánimo grave que implique una
alteración de la personalidad como la que presentan el límite o borderline, el
paranoico, el orgánico fronterizo y el esquizotípico300. Trastornos de la personalidad
que producen una alteración del sentido de la realidad en el agente, que actúa
excediendo los límites de la defensa en estado de necesidad o legítima defensa301.
Asimismo, es necesario que los requisitos que caen bajo el concepto del miedo
insuperable y el estado de necesidad tengan el mismo valor. Cuando este es el caso,
el estado de necesidad y el miedo insuperable son conceptos interferentes; es decir,
se cruzan o intersectan304. Punto de inicio que nos parece adecuado para el examen
de estas eximentes, sin descuidar el análisis teleológico en torno a cada una de ellas.
Una superposición entre estas eximentes y el estado de necesidad nos haría perder
las características generales del objeto de investigación. Lo último generaría una
contravención al principio de no contradicción, porque sería posible comprender que
los agentes actúen al mismo tiempo bajo el estado de necesidad, la fuerza irresistible
y el miedo insuperable305.
En este orden de ideas, la Comisión del CP Tipo para Latinoamérica consideró que
el miedo puede contemplar todos aquellos casos de coacción que no puedan ser
comprendidos en el estado de necesidad exculpante316. Esta noción no concuerda
con la concepción sostenida por Novoa respecto de la coacción. Novoa estimó la
coacción como una forma de estado de necesidad, afirmando que ella debe cumplir
con los requisitos establecidos para el estado de necesidad, agregando solo el
requisito de amenaza. En esta línea, será enfático en indicar que si el coaccionado
tiene otra vía para evitar la realización del delito, debe atender a dicha vía317.
Náquira, en contraste con la opinión de Novoa, señala que todo tipo de coacción
moral provoca en el agente un miedo que lo impulsa a realizar la acción. No reconoce
la posibilidad de que una persona frente al peligro de ahogarse, como en el caso de la
tabla de Carnéades, pueda tomar la decisión deliberada de matar a otro, impulsado
por miedo o terror319.
Para Náquira, la concepción de miedo es tan amplia que puede incorporar "toda
fuerza moral o coacción"320. Una muestra más de la pretendida extensión que se
busca entregar al miedo insuperable para dar respuesta a casos de necesidad entre
bienes jurídicos equivalentes o donde se pueda afectar el derecho a la vida.
Ahora bien, nos parece que no hay problemas en comprender el miedo insuperable
como una forma de coacción moral323; sin embargo, se diferenciaría de un estado de
necesidad por coacción. Creemos que no toda forma de coacción responde a los
parámetros racionales de un estado de necesidad. De lo contrario, el miedo perdería
su especial particularidad: una perturbación grave en la conciencia del agente que,
ante una situación de peligro real o agresión ilegítima, explicaría la impunidad de su
comportamiento.
Por otra parte, el segundo requisito que se menciona en el miedo hace referencia al
término insuperable. Este requisito apunta al carácter invencible del miedo; la
imposibilidad de vencerlo. En esta línea, lo insuperable se determinará en atención a
la perturbación psíquica del autor, considerando la entidad del mal que debió
enfrentar. El análisis objetivo del mal es compatible con la perturbación del miedo
insuperable que no anula la voluntad del agente al momento de actuar.
Es muy difícil fijar los límites de un trastorno de apreciación de la realidad desde una
perspectiva neurótica. Sin embargo, podríamos indicar que ella altera la fase de
integración de los estímulos externos o la realidad, porque el agente neurótico omite
ciertos elementos de la misma y exalta otros. Ello, sin caer en errores de
indiferenciación entre acto perceptivo e imaginario, causados por un trastorno previo
que explique su desconocimiento de la norma, sino más bien la falta de consideración
de las consecuencias en atención al estímulo exógeno que se le presenta. De ahí que
el calificativo de condición neurótica emana de los presupuestos fácticos o jurídico-
penales del caso y no de las unidades sistemáticas inherentes a los presupuestos de
la teoría del delito o del modelo de imputación en materia penal. Si bien estos últimos
son insoslayables en el plano de la significación, toda forma metodológica en el
proceso debe partir asumiendo como cierta una determinada relación circunstanciada
de los hechos.
Conforme con lo anterior, la atenuante del art. 11 Nº 5 requiere, al igual que el miedo
insuperable, de un estímulo objetivo lícito o ilícito que provoque en el agente una
perturbación que dé lugar al arrebato u obcecación. Objetividad del estímulo que es
posible de contrarrestar por medio de la imputabilidad disminuida. Por ello, no
debemos dejar de tomar en cuenta que la entidad de la perturbación del art. 11 Nº 5,
sea propia de un trastorno de apreciación o sentido de la realidad, proviene de un
estímulo lícito o ilícito, y la eximente del miedo insuperable de una acción que
pretende evitar un mal.
Ahora bien, el hecho de que las perturbaciones del arrebato u obcecación y el miedo
insuperable respondan a una apreciación objetiva, radica en que los diferentes
trastornos de la voluntad que comprenden no afectan el juicio de realidad. El agente
pese a estar perturbado, es capaz de comprender su entorno, aunque actúe de forma
desproporcionada frente a las condiciones del estímulo externo. Por otra parte,
aunque la apreciación del estímulo (lícito o ilícito) o mal sea objetiva, cabe la
posibilidad de que estos elementos sean imaginarios. De tal modo, frente a un
estímulo o mal imaginario deberemos regirnos analógicamente por las reglas del error
del art. 1º inc. 3º del CP339.
En esta línea, la diferencia entre estas disposiciones radica en que el mal del miedo
insuperable requiere de una perturbación grave que trastorne al agente en su sentido
de la realidad. No obstante, el estímulo en el arrebato u obcecación responde a una
perturbación leve que afecta al agente en su apreciación de la realidad. Esta solución
nos permite adecuarnos al criterio de nuestra jurisprudencia que, aparentemente, no
permite la coexistencia de una eximente incompleta y atenuante pasional en función
de los mismos hechos341.
Asimismo, esta solución nos posibilita delimitar lo que Labatut denominó el impulso
irresistible, a propósito del arrebato o la obcecación, que dependiendo de su
intensidad —siempre que no sea privativo de la razón— puede llegar a dar lugar al
art. 10 Nº 9342. Por ello, consideramos que pese a existir la posibilidad, teóricamente,
de aplicar una eximente incompleta del miedo insuperable del art. 10 Nº 9, debe
primar por especialidad el art. 11 Nº 5343.
Tal contexto es compatible con la línea de defensa de demencia o locura del art. 10
Nº 1. De lo contrario, existiría una identidad entre la inimputabilidad, el arrebato u
obcecación y el miedo insuperable que haría innecesaria la referencia a estas últimas
figuras. Por tanto, en el trastorno del juicio de la realidad no podemos hablar de una
acción libre. En casos de grave alteración psicótica o patología no podemos imputar
responsabilidad al agente. Es una zona en la que el sujeto no se puede determinar de
forma libre y responsable345. Por ello, consideramos que la libertad del agente se
gradúa dependiendo de su grado de perturbación.
En síntesis, introducimos esta perspectiva de interpretación a propósito de nuestra
evolución dogmática y los consensos alcanzados en torno a la exigencia de una
perturbación anímica en el agente, tanto en el miedo insuperable, la eximente
incompleta de imputabilidad disminuida y la atenuante de arrebato u obcecación. Así,
nos parece que la perturbación anímica del miedo insuperable es equivalente a una
perturbación de la voluntad que, en términos de una fenomenología
psicopatológica346, genera un trastorno del sentido de la realidad. Consideraciones
bajo las cuales no cabe exigir el resto de los requisitos presentes en el estado de
necesidad o la legítima defensa.
266En este sentido, entregaremos más detalles de esta perspectiva ontológica y nomológica en la
sección 4.1. del cuarto capítulo de este estudio.
267NOVOA (2005a), p. 566; VIAL DEL RÍO (1969), p. 45. Debemos recordar que Rivacoba señaló que
era insostenible pretender tratar de dar una respuesta al problema del estado de necesidad exculpante
por medio de otras eximentes en el CP, no obstante, reconoce los esfuerzos de la dogmática por tratar
de responder el problema, señalando que "el legalismo característico de la doctrina chilena ha
discurrido arbitrios llenos de ingenio, pero inaceptables", RIVACOBA Y RIVACOBA (1974), p. 104.
p. 347. Sin embargo, este considera que la eximente, carente de todo elemento objetivo presente en las
causales de justificación, requiere que el sujeto tema un mal actual o inminente y grave, lo último,
debido al requisito de insuperabilidad de la eximente. No obstante, el autor reconoce en otro de sus
trabajos, en alusión a una sentencia de la Corte de Apelaciones de Iquique del 16 de diciembre de 1939
que el miedo insuperable es "la especie de perturbación mental causada por la aprehensión de algún
peligro o mal aparente o real que se teme o recela", ETCHEBERRY (1875-1982), p. 124.
273Realidad e irrealidad del mal en el miedo insuperable que será aceptada en la doctrina nacional
en NÁQUIRA (1998), p. 424; MAÑALICH (2013b), p. 742; CURY (2005), p. 458; GARRIDO (2007b), p. 317. Sin
embargo, otros autores serán de la idea que esta eximente solo comprende males reales, graves e
inminentes, véase POLITOFF, et al. (2003), p. 347; BULLEMORE y MACKINNON (2007), p. 145.
276FUENSALIDA (1883), p. 61. Nos cuesta creer que el primer comentador "autodidacta" haya
solamente aplicado de forma literal los comentarios de Pacheco. Si bien su pensamiento no se distancia
mucho de este último autor, Fuensalida presenta una lectura propia del miedo insuperable que
posiblemente podría estar ligada a lo que hoy entenderíamos por un estado de necesidad exculpante.
Sin embargo, en la doctrina nacional solo se resalta que Fuensalida, como Fernández, copiaron de
forma literal a Pacheco, MATUS (2010), p. 158; MATUS (2006), passim. Esto sin dar cuenta de algunos de
los matices que realizan los autores que difieren de lo expresado por Pacheco en sus comentarios. Lo
último, sobre todo en lo que respecta al problema de interferencia en el estado de necesidad.
279Perturbación que desde los estudios destacados de Capponi es constitutiva de un trastorno del
sentido de la realidad, CAPPONI (2011), p. 239.
281Sin embargo, con posterioridad, se reconocerá en 1998 que el temor a sufrir una mutilación es
suficiente para exculpar a una persona de cometer homicidio, opinión que será sostenida por Náquira al
reconocer que, al igual que un grupo importante de autores de la doctrina nacional, el miedo puede ser
real o imaginario, considerando que es suficiente para que proceda la aplicación de esta eximente la
presencia de un mal grave, teniendo en cuenta la falta de exigencia en nuestro modelo legislativo de un
mal mayor en el caso de la eximente en cuestión, NÁQUIRA (1998), pp. 424-425.
282FERNÁNDEZ (1899), p. 96.
284De lo contrario, nos parece que lo adecuado sería acreditar la presencia de una afectación grave
en la voluntad del agente que explique su trastorno del sentido de la realidad, trastorno que no puede
estar relacionado con una afectación del juicio de la realidad porque entraríamos en el plano de la
inimputabilidad, CAPPONI (2011), pp. 238-239; JASPERS (1993), pp. 108-113.
285Sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel, 23 de abril de 1993, RDJ, T. XC, 1993,
segunda parte, secc. cuarta, pp. 52 y ss. Véase GARCÍA (1999), pp. 444-450.
286GARCÍA (1999), pp. 245 y 450. Perspectiva psicológica del estado de necesidad exculpante que es
cuestionada en WILENMANN (2014), p. 224, nota 23; ETCHEBERRY (1875-1982), p. 124. Respecto de este
punto es importante considerar la sentencia de la Corte Suprema del 13 de mayo de 1882, GT, 1882, s.
856, p. 475; sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso del 28 de septiembre de 1914, GT,
1914, segundo semestre, s. 486, p. 1334; sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago del 14 de
septiembre de 1950, RCP, T. XII, julio-septiembre de 1950, pp. 73 y ss.; sentencia de la Corte de
Apelaciones de San Miguel, 30 de septiembre de 1969, RDJ, T. LXVI, 1969, segunda parte, secc.
cuarta, considerando 6, p. 263.
289Corte Suprema, 31 de diciembre de 1956, RDJ, Título LIII, 2ª parte, sección 4ª, considerando
sexto, p. 199. Énfasis añadido.
291NÁQUIRA (1998), p. 424; MAÑALICH (2013b), p. 742; CURY (2005), p. 458; GARRIDO (2007b), p. 317;
POLITOFF, et al. (2003), p. 347; BULLEMORE y MACKINNON (2007), p. 145; ETCHEBERRY (1998a), p. 348.
293ETCHEBERRY (1998a), p. 348; LABATUT (2005), pp. 104-106 y 149-150. Fenómeno que también se
constata en el sistema jurídico español, CUERDA (1997), pp. 46-47.
294En la obra de Santo Tomás el temor se vincula a una pasión relacionada con el mal. Lo más
propio de una pasión es una alteración grave en el sujeto, no obstante, en la psicología actual se
prefiere posicionar este temor en el ámbito de las emociones, para no provocar confusiones, véase
MANZANEDO (2004), p. 16. Por ello, en la dogmática penal nos parece que la alusión al término implica
ciertas concesiones con la filosofía de la psicología fenomenológica, perspectiva filosófica de la
psicología humanista que es considerada también en otras áreas del conocimiento, como la
antropología, véase CHOZA (1988), pp. 205-207. Adoptar esta posición nos permite dialogar en un
análisis integral con la psicología o la psiquiatría sin desconfigurar las categorías de nuestra disciplina.
Por su parte, nos parece interesante consignar que si bien el temor puede ser considerado en una
diversidad de planos, en el estado de necesidad se identifica su objeto con un mal grave e irresistible.
Irresistibilidad ante el mal que podemos encontrar presente en de AQUINO (1954a), pp. i-ii, 41, 2. Sin
embargo, algunos no vinculan esta irresistibilidad a la inevitabilidad porque el audaz reacciona ante el
peligro, pero el tímido prefiere la huida que tomar una decisión, véase MANZANEDO (2004), p. 219.
295Véase LABATUT (2005), p. 149; NOVOA (2005a), p. 565; ETCHEBERRY (1998a), pp. 347-348; CURY
(2005), p. 458; POLITOFF, et al. (2003), p. 345, entre otros. En contra, NÁQUIRA (1998), p. 43.
297A favor de un criterio subjetivo, NÁQUIRA (1998), p. 426; LABATUT (2005), p. 149; POLITOFF y ORTIZ
(2002), pp. 148-149; PRAMBS (2005), p. 233; VILLEGAS (2010), p. 166. En este contexto, nos parece que
existen dos conceptos de normalidad: la norma del valor, que apunta a identificar lo anormal con aquello
que se desvíe del ideal impuesto por una ideología personal de valores, y la norma del término medio
que, únicamente cuantitativa, define como anormal aquello que se aparte de lo común o frecuente. Esta
última es con la que trabaja la psiquiatría, sin embargo, es difícil separar ambos conceptos por la
imposibilidad de aplicar con rigor una delimitación cuantitativa en el área de lo psíquico y sustraerse,
como probó Edmundo Mezger, de perspectivas valorativas que tengan en cuenta la cultura e ideal de
hombre de la época, véase MEZGER (1955), p. 62. Así, se observa y reconoce en el área de la psiquiatría
en SCHNEIDER (1974), p. 31. No obstante, hay que considerar que la crítica de Mezger determinó que el
concepto de normalidad de Schneider no era aplicable en los tribunales, porque según este toda forma
de psicopatía debía ser tratada como una degeneración. Por ello, es difícil dejar de considerar que,
posiblemente, la crítica de Mezger buscó vincular la personalidad psicopática a las actividades
eugenésicas de la Alemania de la época, BERRIOS (2008), p. 529. Asimismo, se disiente de la posición
de Mezger en BARBERO y SALDUNA (2007), p. 97.
298Sin embargo, no podemos desconocer una serie de fallos que reconocen casos de
inimputabilidad en el miedo insuperable haciendo caso omiso de la doctrina. Cabe destacar la sentencia
de la Corte de Apelaciones de Chillán del 10 de mayo de 1954. En esta sentencia podemos identificar
que la Corte determinó considerando el informe médico de los psiquiatras que sostuvieron que la
procesada padecía un trastorno mental profundo provocado por un terror patológico y epilepsia
estriada, "forzoso concluir que al asesinar a su marido mientras dormía [la acusada] se encontraba en
un período de locura transitoria, que la exime de responsabilidad criminal, por lo que concurren en su
favor las circunstancias de inimputabilidad criminal de los números 1 y 9, del art. 10 del CP", Sentencia
de la Corte de Apelaciones de Chillán del 10 de mayo de 1954, RDJ, T. LII, 1955, secc. cuarta, p. 211.
Énfasis añadido. Jurisprudencia que considera el miedo insuperable dentro de una causal de
inimputabilidad (trastorno mental transitorio o privación temporal de la razón) se observa en sentencia
de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, 10 de octubre de 1919, GT, s. 193, p. 792; sentencia de la
Corte de Apelaciones de Concepción, 16 de julio de 1947, GT, 1947, s. 83, p. 437; sentencia de la Corte
Suprema, 11 de octubre de 1967, RDJ, T. LXII, 1965, secc. cuarta, p. 294.
299BLEULER (1967), p. 38; HUSSERL (1958), p. 29; MAZZARELLI (2006), pp. 127-129.
301Los fenómenos que se enfrentan en el miedo insuperable se manifiestan como una psicología de
los rendimientos, psicología objetiva en la cual es significativa, como hecho, la exactitud de una
percepción en el espacio y la estimación del tiempo, JASPERS (1993),
p. 178. Asimismo, testear la realidad ha resultado un elemento clave para diferenciar casos de reacción
de esquizofrenia crónica de organización de personalidades borderline y representa una contribución de
la exploración psicoanalítica de la personalidad. Testear la realidad (Reality Testing) permite diferenciar
los orígenes de la percepción y el estímulo en un nivel intrapsíquico y externo, encontrándose
clínicamente reconocido por la ausencia de alucinaciones y delirios, como la capacidad del paciente de
empatizar con su diagnóstico, en el contexto de su interacción social, entre otros factores, KERNBERG
(1985), p. 15.
303Modelo analítico utilizado en el concepto de concurso de leyes, KLUG (2002), p. 63. Asimismo,
podemos observar una forma gráfica de la teoría para explicar cómo las acciones de los agentes entran
en conflicto, como círculos secantes, en un ámbito de libertad en GARCÍA-RIPOLL (2006), p. 39.
306Sentencia del Juzgado de Letras de Valdivia, 4 de julio de 1953, RDJ, T. LII, julio y agosto, 1955,
Nºs. 5 y 6, considerando decimosexto, p. 99.
307En este caso, la reo -Juana Catrilaf- mató a su abuela porque era víctima de las brujerías de esta.
La reo era parte de una comunidad indígena que tenía asentada en sus bases culturales la posibilidad
de sufrir agresiones por medio de conjuros. Por ello, Catrilaf decidió matar a su abuela bruja y beber su
sangre. Nos parece que el caso responde a la problemática del error de prohibición. Sin embargo, el
Juzgado resolvió absolver a la reo por medio de la eximente de la fuerza irresistible. Sentencia del
Segundo Juzgado de Letras de Valdivia, 4 de julio de 1953, RDJ, T. LII, julio y agosto, 1955, Nºs. 5 y 6,
pp. 85-102. En este contexto, se puede observar una aplicación correcta del error de prohibición en el
caso de isla Butacheuques. En este se procesó a una autoridad ancestral huilliche por el delito de hurto
de madera y usurpación de un territorio fiscal ubicado en la isla. El imputado argumentó que ese terreno
era de sus antepasados, lo que comprobó mediante testigos y demanda territorial interpuesta ante el
organismo competente. El Tribunal de Garantía lo absolvió debido a que actuó bajo un error de
prohibición al creer que culturalmente estaba facultado para actuar de tal forma, véase sentencia de la
Corte de Apelación de Puerto Montt, 13 de junio de 2008, rol Nº 92-2008, considerando quinto. Sin
embargo, Myrna Villegas considera que el acusado actuó "en ejercicio legítimo de su derecho al
territorio" y no bajo un error de prohibición, VILLEGAS (2012), p. 195.
316Artículo F: "No es culpable quien realiza un hecho no justificado, para impedir un mal actual y no
evitable de otro modo, a menos que aquel se estime razonablemente excesivo en relación con éste",
GRISOLÍA (1973a), p. 356.
322Véase NÁQUIRA (1998), pp. 426-427. En la actualidad el autor exige en el miedo insuperable la
"amenaza de un mal físico o psíquico inminente y grave" y en la fuerza irresistible "una especie de mal
físico o psíquico real, actual y grave para quien lo padece", NÁQUIRA (2015), pp. 629-630.
323Entre los comentadores al CP español de 1848 sustentan esta línea, VIZMANOS y ÁLVAREZ (1848),
pp. 88-91; CASTRO Y OROZCO y ORTIZ DE ZÚÑIGA (1848), pp. 60-61. Respecto de las consideraciones de
diversos autores españoles en lo que compete a la relación del miedo con la coacción moral,
atendiendo a los diferentes cambios legislativos del modelo español en la materia, véase HIGUERA
(1991), pp. 39-57.
329MERA (2011), pp. 287 y 292; NOVOA (2005b), p. 26. En este contexto, existen otras atenuantes
denominadas pasionales contempladas en el Nº 3 y Nº 4 del art. 11 del CP. Sin embargo, estas solo
requieren de sus presupuestos objetivos para dar lugar a su aplicación, con independencia de alguna
perturbación anímica en el sujeto, véase CURY (2005), p. 480.
331En esta línea somos partidarios, en el arrebato u obcecación, de considerar que hay ciertas
alteraciones que solo perturban a un grupo reducido de personas por perversiones que no les han
permitido desarrollar una capacidad de inhibición como en el resto de los ciudadanos. Por ello, el
arrebato u obcecación de un fetichista o sadomasoquista no es suficiente para la aplicación de la
eximente. De este modo, si bien observar a una mujer desnuda puede inducir a un individuo a violarla,
porque su control inhibitorio no se encuentra correctamente desarrollado, esta es una situación que no
se condice con la reacción del hombre medio. El arrebato u obcecación debe responder a un estímulo
externo objetivo que provoque en el individuo una alteración en el control de sus actos o que lo afecte
en su normal discernimiento, CURY (2005), p. 487; ETCHEBERRY (1998b), p. 21. Ello, independiente del
hecho de que la doctrina mayoritaria acepte incorporar estímulos ilícitos en esta eximente, véase MERA
(2011), p. 293; ORTIZ y ARÉVALO (2013), p. 382.
333Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, 8 de junio de 1963, RDJ, T. LX, mayo y junio,
Nºs. 3 y 4, segunda parte, secc. cuarta, considerando séptimo, p. 268.
339En esta línea, sustentan esta afirmación en lo que respecta al art. 11 Nº 5, POLITOFF y ORTIZ
(2002), p. 176.
341ORTIZ y ARÉVALO (2013), p. 382; MERA (2011), p. 295. En este contexto, la Corte Suprema
estableció que la atenuante del art. 11 Nº 5 -obrar por estímulos poderosos que produjeron arrebato u
obcecación- no puede concurrir al mismo tiempo que la eximente incompleta del art. 10 Nº 1. Este
arrebato u obcecación debe ser provocado por un "estímulo externo, grave y poderoso, extraño al
sujeto [...] cuando ya tiene mayor duración y constituye una anormalidad mental se transforma en un
trastorno mental transitorio propio del art. 10 Nº 1, Sentencia de la Corte Suprema, 28 de marzo de
1972, FM, marzo, 1972, Nº 160, año XIV, considerando quinto, pp. 22-23.
345En este contexto, nos parece acertada la posición de que "la pérdida de la normal vivencia de un
actuar libre y voluntario, es uno de los síntomas más graves de la patología anímica y sólo se observa
en casos de profunda alienación psicótica, como ocurre, por ejemplo, en los delirios esquizofrénicos
[...]", PEÑA Y LILLO (1989), p. 48.
De estas consideraciones se siguen diferentes consecuencias. Por una parte, el agente solo
puede ser responsable si tiene la capacidad de comprender la significación antijurídica de su
conducta. De ahí que, si bien por regla general el agente es responsable de un proceso
causal en que controla la situación y tiene conocimiento de las consecuencias de su
intervención, no pueda serlo si su conocer y querer se encuentra afectado por un trastorno del
juicio de la realidad.
En este orden de ideas, en los delitos dolosos es relevante —en términos de tipicidad— la
relación causal conducida por el dolo que comprende la regla prohibitiva. Todos los efectos
que acontecen más allá de los parámetros de la regla prohibitiva, en la relación causal de los
presupuestos fácticos, tendrán incidencia en la medida que sean considerados según la figura
contemplada en el tipo.
De ahí que comúnmente se indique en un sector de la doctrina que "el tipo subjetivo sería el
'correctivo' del curso causal objetivo"348. Sin embargo, esta compresión del tipo subjetivo
presenta oposición porque la relación entre el control de la situación y el conocimiento del
riesgo de la propia conducta, es relevante desde la perspectiva de un tercero imparcial.
Tercero imparcial o juez que debe realizar un juicio póstumo para atribuir o eximir de
responsabilidad penal.
En esta línea, los delitos culposos se materializan cuando "falta el conocimiento de que con
la conducta se están realizando los actos exigidos por un tipo delictivo, y que da lugar a la
imputación de la conducta a pesar de faltar el aspecto subjetivo que de ordinario se
exige"351. De ahí que se puede afirmar que los delitos culposos o más bien imprudentes,
presenten vinculación con el cuidado requerido en la regla prescriptiva. Sin embargo, estas
últimas consideraciones no implican aceptar la tesis de una identidad del tipo objetivo, a
saber, que la norma prohibitiva se encontraría en el mismo nivel de la infracción de una norma
de cuidado. Pues bien, ello nos podría llevar a sostener una incorrecta interpretación. Es
decir, que ante la omisión de una acción constitutiva de un peligro para un tercero, es posible
imputar responsabilidad a título de imprudencia, última consideración que sería tributaria de
una condición objetiva de punibilidad en el ámbito de la imputación extraordinaria352.
A este respecto, un trastorno del sentido de la realidad no afecta la previsibilidad objetiva del
curso causal de la acción. El agente puede distinguir lo real de lo irreal. No obstante, su
decisión no podrá cumplir con los requerimientos normativos del estado de necesidad o la
legítima defensa en su integridad. De acuerdo con esta comprensión, para el agente rige,
hasta cierto punto, un espectro de diferenciación entre acto perceptivo e imaginario, que
estaría fuera del delirio o la psicosis.
Ahora bien, para determinar cómo este trastorno de la realidad incide en la previsibilidad
objetiva, el juez tiene que situarse en el momento previo a la realización de la acción del
agente y de ahí emitir una valoración que defina si el trastorno es de una intensidad que
imposibilite la diferenciación entre acto perceptivo o imaginario. En otras palabras, a través de
este ejercicio debe determinar una desarmonía grave entre la función de integración y
diferenciación, que conlleva a una pérdida total de contacto con la realidad.
En esta línea, el juicio de previsibilidad objetiva se verá solo condicionado en la medida que
se acredite durante el desarrollo del proceso que, en atención a la prueba pericial pertinente y
las líneas de contra-examen de los intervinientes, el agente se encontraba bajo un trastorno
del juicio de la realidad. Sin embargo, para estos efectos, nos parece que juez debe
considerar una base nomológica y ontológica en su análisis354.
A esta base nomológica se opone una de carácter ontológico. Esta base ontológica no solo
se centra en la previsibilidad de los efectos concomitantes de la acción, sino también en cómo
estos factores existentes al tiempo de la comisión del hecho antijurídico podían ser conocidos
por un agente que se encuentra afectado por un trastorno de apreciación, sentido y juicio de
la realidad. Un problema de carácter ontológico que debemos diferenciar de la previsibilidad
del hecho y sus consecuencias.
Por último, es necesario indicar que el concepto de la previsibilidad objetiva es de relevancia
para los tipos dolosos e imprudentes. Pues tanto en el caso de los tipos dolosos e
imprudentes, es necesario acreditar la presencia de una volición que refleje un "acto de
libertad básica mínima, consistente en obrar con una alternativa mínima (obrar o dejar de
obrar; salir de la inactividad o permanecer en ella)"356. Como puede observarse, "nadie
puede prever y predeterminar un curso causal hasta sus últimas concreciones, sino que
siempre sólo en sus rasgos generales"357. Por ello, nos parece que los desvíos del curso
causal querido no son fundamentales en la medida que se conserven en el espectro de lo
previsible358.
Sin embargo, al analizar la eximente del miedo insuperable, Pacheco se encuentra ante un
dilema que consiste en que critica la expresión de un mal mayor en la disposición del miedo,
referente a una comparación de males propia del estado de necesidad, pero, también, la falta
de una frase relativa a la racionalidad de la acción empleada360.
Pacheco afirma que se resolvería este dilema al incorporar en la eximente del miedo
insuperable la expresión "mal grave y próximo"361en vez de la frase de un mal mayor.
Considera que por medio de la expresión mal grave y próximo se resolverían situaciones que
no podrían ser contempladas en el estado de necesidad. Ello, debido al peligro que conlleva
extender el campo de aplicación del art. 8º Nº 7 a casos de inculpabilidad362.
Así las cosas, Pacheco determina que la aplicación de esta eximente se encuentra sujeta a
un acto prudencial que debe definir "si hubo miedo fundado, y si ese miedo, ó perturbó
justamente la razón, ó compelió y arrastró naturalmente la libertad. Y cuando esto sucede,
sean mayores ó menores los males de que se trata, el agente no puede menos de ser
irresponsable"363.
El planteamiento de Pacheco será criticado por Fuensalida en la doctrina nacional. Este
último autor estableció que en el miedo insuperable es indispensable realizar una
comparación de males, al igual que en el estado de necesidad. Por ello, el requisito referente
a causar un mal inferior al que se pretende evitar y el de la selección del medio menos
perjudicial son necesarios, a juicio del autor, para precisar la vaguedad del miedo
insuperable364.
Por lo anterior, entendemos que Fuensalida enfocó la interpretación del miedo insuperable
desde la lógica del estado de necesidad, con el propósito de evitar arbitrariedades en su
aplicación. En esta línea, recordamos que el autor incluso llegó a sostener que el Nº 7 del art.
10 "tiene por fundamento una causa análoga [al miedo insuperable]"367.
Si bien en esa época no se tiene una comprensión o noción psicológica del miedo
insuperable en nuestra dogmática, podemos encontrar algunas referencias en los
comentarios de Pacheco. En esta línea, el autor sostuvo que en la perturbación del miedo y
sus efectos no hay imputabilidad ni, por consecuencia, crimen. Sin embargo, este
planteamiento no deja de ser confuso, porque dicha perturbación también se relaciona con
una decisión de acción que tranquiliza en su conciencia al agente368.
Bañados relacionó —al igual que Fuensalida— el estado de necesidad con el miedo
insuperable e incorporó dentro de esta última la equivalencia o superioridad del mal causado
al que se pretende evitar. Es tan evidente esta vinculación del miedo insuperable con el
estado de necesidad, que el mismo autor enuncia como ejemplo el caso de aquella persona
que, capturada por unos malhechores, es obligada a incendiar la casa de su vecino, bajo la
amenaza de matarlo de oponerse a realizar dicho acto371.
La señalada tesis denota que "puede suceder que la situación de necesidad no produzca en
el necesitado una perturbación que cumpla con los requisitos exigidos en la eximente del Nº 9
del artículo 10 del CP"372. En esta línea, reconoce que en el miedo existe una especial
perturbación de conciencia que no es parte del estado de necesidad que afecta al agente al
momento de tomar la decisión.
Rivacoba, Vial del Río y Novoa constituirían parte de esta tesis de la prognosis del miedo
insuperable. Esta tesis reconoció los esfuerzos intelectuales de la dogmática en incorporar, a
través de diferentes disposiciones, el estado de necesidad exculpante. No obstante,
estableció que dichas creaciones dogmáticas son inadecuadas, porque afectan el sentido del
miedo insuperable, tornándolo equivalente al estado de necesidad exculpante373.
Labatut incluso explicó cada uno de los requisitos del estado de necesidad, al interpretar la
legislación chilena, según el miedo insuperable. Asimismo, indicó a propósito del estado de
necesidad, que su Proyecto de Reforma al CP de 1938 entregó una disposición en su art. 20
Nº 8 que responde a las "exigencias de la doctrina moderna sobre el estado de
necesidad"375. Disposición en comento que permite causar un mal igual o inferior al que se
pretende evitar lo que afecta cualquier derecho e incorpora solo la limitación de que el estado
de necesidad no haya sido provocado por el sujeto que actúa. Consideraciones que siguen
presentes en el art. 11 Nº 8 del Proyecto de Reforma al CP de 1946 con ciertas
modificaciones.
Lo expuesto implica que podremos recurrir al miedo insuperable solo cuando no podamos
subsumir la situación en las causales esgrimidas recientemente. Así, el autor al preguntarse
por los límites de esta exculpante, parece más bien apuntar a situaciones de necesidad
exculpante. En todo caso, esta postura trata de entregar una interpretación sistemática frente
la inexistencia de una disposición como la del actual art. 10 Nº 11379.
Pero al margen de esta posición, nos parece que el mal no deja de ser real en una situación
de peligro interna o endógena. De este modo, un drogadicto bajo un síndrome de abstinencia
experimenta dolor físico, taquicardia, etcétera. En tales condiciones él podría suplir su
necesidad al robar en una farmacia la droga que necesita para no sufrir un colapso nervioso.
En este caso, la situación de peligro es real, aunque sea endógena.
También en un caso de hurto famélico podría presentarse una situación de peligro por
inanición que genere en el agente una perturbación anímica por no comer en días385. Caso
en el cual las razones del hurto no radican en el estado de cesantía del agente o la crisis
financiera del país, sino más bien en la propia fragilidad humana o en la perturbación que
provoca la sensación de hambre en el individuo386.
Esta imaginación no es parte del miedo insuperable porque no afecta la percepción del
agente respecto de su entorno388. De ahí que en psicología se sostenga que nuestra
percepción del mundo es una fusión entre los hechos y la fantasía. De este modo, cuando
uno compra un boleto de avión, no compra solo un papel, sino también la imagen de un avión
o del lugar de destino al cual se desea llegar389.
En la estructura del acto existen diversas facetas que difieren de la percepción, como
imaginar, recordar o abstraer. El agente puede imaginar algo que no existe, por ejemplo, un
unicornio. No obstante, puede estar imaginando un unicornio al ver un caballo, pero el acto
perceptivo (caballo) y el imaginado (unicornio) son incompatibles, ya que mientras perciba el
caballo, el agente sostiene su realidad y, mientras lo imagine, el unicornio continuará siendo
irreal. Por ello, "esa es la razón por la cual las personas no apagan incendios reales con
extintores imaginados"391.
Por tanto, solo los dementes y los niños menores de catorce años podrían experimentar una
angustia desligada del miedo. El miedo requiere de una capacidad superior de integración
psíquica propia del adolescente o adulto, porque permite identificar riesgos actuales,
potenciales o inminentes. En cambio, la angustia se relaciona con todo organismo vivo,
angustia que en un sentido puro solo pueden experimentar organismos de un estrato psíquico
primitivo394.
En este contexto, hay que recordar que el reciente art. 10 Nº 11 del Código Penal permite
causar males que afecten bienes como la vida, intimidad u honor de las personas para evitar
un mal grave. Esta disposición extiende las posibilidades de aplicación del estado de
necesidad más allá de la afectación de la propiedad ajena como lo establecía el art. 10 Nº 7
del Código. Es así que con la introducción de este numeral se materializa la posibilidad de
aplicar un estado de necesidad a situaciones en que la mujer actúa contra su agresor, frente a
un peligro inminente para su persona o terceros, en contextos de violencia intrafamiliar. No
obstante la disposición no incorpora estas situaciones expresamente por la generalidad de
sus términos.
Ahora bien, el Tribunal en el caso en cuestión sostuvo que la acusada actuó bajo un estado
de necesidad exculpante397. Acogió la tesis de la defensa que incorporó esta teoría del caso
e ilustra, en una primera oportunidad, la posibilidad de considerar el fenómeno psicológico de
la desesperanza aprendida398 dentro de esta eximente de responsabilidad penal. La
resolución fue anulada por la interposición de un recurso de nulidad, y el Tribunal en su
segundo fallo, en causa ruc Nº 1101060685-5, el veintiuno de junio de dos mil trece, no
considera este fenómeno de la desesperanza aprendida como parte de su razonamiento399.
No obstante, vuelve a confirmar su posición respecto de la existencia de un estado de
necesidad exculpante.
Ahora bien, ¿por qué es relevante la desesperanza aprendida como fundamento de una
sentencia anulada? Se considera relevante este argumento porque se incorporó dentro de la
subsidiariedad en el examen de los medios. La inclusión de este fenómeno dentro de este
requisito podría permitir a las mujeres maltratadas actuar directamente contra sus agresores,
sin ponderar otras alternativas para enfrentar el peligro. Nos interesa analizar este aspecto de
la sentencia, que no fue objeto de reparo en la Corte de Apelaciones de San Miguel, porque
puede llegar a flexibilizar en exceso el requisito de la subsidiariedad en casos de maltrato a la
mujer.
Otro argumento a favor de considerar solo las sentencias aludidas, gira en torno al requisito
de la inminencia del mal que fundamenta la defensa. La sentencia anulada del Tribunal
consideró que la mujer maltratada puede matar a su agresor, sin una confrontación directa, al
ser una fuente de un peligro. Así se pondrá especial atención a la interpretación del requisito
de inminencia del mal que fundamenta la defensa realizada por el Tribunal Oral de Puente
Alto.
Por otra parte, la Corte respecto de la inminencia resuelve que no pueden ser aplicables las
reglas del estado de necesidad exculpante a una mujer maltratada que mata sin una
confrontación directa al agresor400. La Corte sostuvo que una víctima que se encuentra
durmiendo, desde la perspectiva legal, no constituye un peligro actual o inminente para poder
actuar desde un estado de necesidad exculpante. De este modo, también la exigencia de
inminencia será objeto de este trabajo, aunque se pretende demostrar que esta interpretación
rígida de la inminencia es cuestionable, en el contexto del estado de violencia en que se
produce.
Para tal fin, se expondrán primero los hechos del caso; luego se precisarán las principales
preguntas que se pretenden contestar, y se presentará un breve panorama de la regulación
del estado de necesidad que se incorpora en el Nº 11 del art. 10 del Código Penal. Con esta
base se analizarán los requisitos del estado de necesidad exculpante, considerando el
contexto social y psicológico de estas situaciones de maltrato frente al caso examinado. De
esta forma se busca enriquecer la lectura de los razonamientos del Tribunal Oral de Puente
Alto y de la Corte de Apelaciones, con la finalidad de corroborar las ideas planteadas en esta
introducción.
Finalmente, cabe advertir que este trabajo no pretende definir la naturaleza jurídica del
estado de necesidad del art. 10 Nº 11, ni profundizar en problemas que se presenten en la
aplicación de esta defensa fuera de lo señalado, como tampoco el principio de
proporcionalidad u otras materias relacionadas. Estas materias deberían ser tratadas con
mayor profundidad en una futura investigación monográfica acerca del estado de
necesidad401.
c. Preguntas atingentes
De acuerdo con los objetivos de este trabajo, es aconsejable tratar estas preguntas en
atención a los requisitos del estado de necesidad del Nº 11 del art. 10, desarrollando con
mayor profundidad los de inminencia y subsidiariedad. Nos parece que se trata de una
cuestión interesante porque presta atención a temas que no han sido suficientemente
explorados en el derecho penal chileno. El primero de ellos es la interpretación del peligro
inminente en el estado de necesidad exculpante, el segundo de estos temas es si el síndrome
psicológico de la desesperanza aprendida puede ser apreciado desde la subsidiariedad.
Así, pese a no existir constancia en la historia de la ley, ni en los diversos informes del
proyecto en el Congreso, de datos que nos permitan considerar que Cury utilizó el modelo
suizo, él enfatiza en esta última clase que el modelo alemán es sumamente mezquino y
complicado, por lo que consideró el suizo para la elaboración de la norma416. Lo anterior, se
confirma con una reciente publicación suya titulada "El estado de necesidad en el Código
penal chileno"417.
Por otra parte, es gracias a los efectos exculpantes de esta disposición que ha sido posible
discutir su aplicación en casos de violencia contra la mujer. Sin embargo, no existe consenso
respecto de su efecto justificante en la doctrina nacional. Así, un sector mayoritario, en el cual
se puede incluir a Cury, considera que dicha disposición tiene ambos efectos420, a diferencia
de otro minoritario que solo le atribuye uno exculpante421.
Cabe exponer brevemente tales exigencias para analizar los problemas anunciados en la
introducción de este trabajo en relación con la inminencia y subsidiariedad.
Este requisito apunta a la magnitud del mal que se pretende evitar, por la existencia de un
conflicto entre dos bienes jurídicos424. Debe tratarse de un mal cuya entidad sea
significativa425 para los derechos o persona del sujeto que enfrenta la situación de peligro
(encabezado del art. 10 Nº 11)426. Este mal puede ser respecto de su persona o terceros que
pueden o no estar vinculados a él427. La entidad del mal debe ser definida desde una
perspectiva objetiva que considere las circunstancias concretas del caso en cuestión428, lo
que entra en concordancia con la exigencia de que el sacrificio del bien amenazado por el mal
no pueda ser razonablemente exigido al que lo aparta de sí429. El sacrificio no es exigible si
la situación de riesgo no ha sido provocada por el necesitado o en el caso en que no tiene la
obligación de soportar la situación por su cargo u oficio430.
No puede tratarse de cualquier tipo de mal grave porque debe vincularse a la protección de
la persona natural o sus derechos. El encabezado de la disposición del artículo 10 Nº 11
requiere que el mal que se pretende evitar ha de ser para su persona o derecho. Sin
embargo, no deja de llamar la atención que dicha disposición "[p]arece aludir a cualquier bien
jurídico, se vincule o no con la existencia misma de la persona, como la vida; salud; libertad,
intimidad; propiedad; honor, etc."431.
Por otra parte, esta especie de mal no comprendería los bienes colectivos432. Dejaría fuera
bienes como la seguridad colectiva o pública en la línea de la legítima defensa y otros
modelos legislativos que tratan el estado de necesidad433. Tampoco comprendería la
conducta de organismos estatales434. Sin embargo, determinar qué tan acertada es esta
última propuesta respecto de las personas jurídicas deberá ser objeto de investigación435.
Por último, el mal que se pretende evitar puede tener cualquier origen436, excepto una
agresión ilegítima que daría lugar a la legítima defensa437. No obstante, aun en esta última
hipótesis podría darse un estado de necesidad si la acción salvadora recae en un tercero que
no provoca la agresión438.
Lo expresado tendría como repercusión, desde una perspectiva minoritaria, que el principio
rector del estado de necesidad no sería el interés preponderante441. Así, la subsidiariedad
sería una exigencia que restringiría la aplicación del estado de necesidad a situaciones
excepcionales "[...] sobre la base de consideraciones teleológico-materiales"442 que no
deberían desconocer otros principios generales del derecho443. En el estado de necesidad
existe una situación de conflicto entre dos bienes o derechos protegidos por el ordenamiento
jurídico444. Sin embargo, en la legítima defensa se mantiene un derecho ante una agresión
ilegítima445, por lo que "[...] no se requiere la proporcionalidad entre los bienes o valores que
exige el estado de necesidad [...]"446. Lo anterior, no implica desconocer en la legítima
defensa la necesidad racional del medio empleado447.
Por otra parte, el considerando décimo de la sentencia del 7 Tribunal Oral en lo Penal de
Santiago, de fecha 25 de junio de 2010, en causa ruc Nº 1101043228-8, se reconoce la
posibilidad de interpretar de forma flexible la inminencia, en el caso del estado de necesidad
exculpante, en contextos de violencia contra la mujer. En este sentido, la sentencia acepta la
interpretación del profesor Enrique Cury, entregada en el Centro de Estudios de Derecho
Penal de la Universidad de Talca, indicando que "hay prácticamente unanimidad en que aquí
la inminencia debe enjuiciarse de manera mucho más flexible455de lo que se hace cuando se
trata la legítima defensa, pues en el estado de necesidad, ésta es una disposición elástica, y
por consiguiente, puede tratarse de un mal que no se está actualmente produciendo, que no
amenaza en ese momento, pero que puede llegar a amenazar en cualquier momento, está
latente"456.
Respecto de la forma de enjuiciar este requisito, existe consenso en que sea "ex ante"457 y
no solo desde parámetros subjetivos458. Requiere que los jueces realicen un análisis objetivo
de determinación, considerando todos los hechos y circunstancias del caso que llevaron a dar
inicio a la acción salvadora. Sin embargo, "no está claro cómo debe configurarse el 'criterio
objetivo ex ante' que hay que aplicar"459. Esta evaluación objetiva puede terminar por
aceptar o rechazar dicha acción, considerando los conocimientos del agente y la situación de
peligro que debe enfrentar460. El hecho de estar basada la acción en una creencia honesta
pero no real, respecto de la situación especial de peligro, es insuficiente para dar lugar a un
estado de necesidad, salvo que no fuera posible preverlo461.
Estas situaciones de necesidad requieren de un peligro actual o inminente que sea "[...] real
y no imaginario"462. Este requisito presente tanto en la legítima defensa como en el estado
de necesidad justificante es fundamental. La interpretación que adopte la jurisprudencia de
inminencia puede limitar o extender el espectro de casos y circunstancias que pueden ser
considerados bajo el estado de necesidad exculpante.
Se reducirá la eventualidad de recurrir a otros medios "mientras mayor sea la proximidad del
mal (inminencia) [...]"468. Sin embargo, el mal que se cause deberá ser "un medio [...]
idóneo"469 para terminar con la situación de peligro470. Este medio idóneo debe ser
alcanzable aunque sea complejo, difícil o lento471. Lo relevante es preguntarse por las
posibilidades concretas de acceso a los medios y no por las meramente teóricas472.
Este cuarto requisito establece que el estado de necesidad exculpante procede ante males
iguales e incluso cuando se produce uno mayor al que se evita473. En esta última hipótesis
dicho mal no puede ser sustancialmente superior al que se evita. Ahora bien, para determinar
si estamos en presencia de males que pueden ser comprendidos dentro del estado de
necesidad exculpante, con la finalidad de determinar la superioridad sustancial del mal
causado, es necesario ponderar entre el mal causado y el que se pretende evitar474.
De cualquier forma, no es admitida la ponderación entre males cuando existe de por medio
un conflicto entre vidas479. Todas las vidas tienen igual protección y "esto hace que el
homicidio nunca pueda justificarse por estado de necesidad, desde que no cabe jerarquizar
vidas humanas"480. La regla general es que no es posible comprender actos que atenten
contra la vida fuera de un comportamiento antijurídico481.
j. Que el sacrificio del bien amenazado por el mal no pueda ser razonablemente exigido al
que lo aparta de sí o, en su caso, a aquel de quien se lo aparta, siempre que ello estuviese o
pudiese estar en conocimiento del que actúa
Este último requisito requiere que no sea exigible a la persona necesitada o a un tercero
amenazado, relacionado o no con la persona que realiza la acción de salvación482, soportar
el mal que se pretende evitar, siempre que esta última circunstancia sea conocida por el que
actúa483. Este requisito puede ser entendido como un área de examen judicial del caso
concreto sin orientación normativa que apele "a la 'empatía' del tribunal, con toda la
consiguiente subjetivización [...]"484, o como un espacio para objetivar aquellos factores que
"excluyen en general la exigibilidad de otra conducta"485. Concordamos en que este último
camino es el más razonable para la doctrina y jurisprudencia486. Camino que se puede
materializar a través de un estudio sistemático de la jurisprudencia en la unificación de
criterios o por medio de un sistema de precedentes semejante al modelo estadounidense487.
Este requisito se dirige al autor de la acción salvadora. En ciertas situaciones este autor
tendrá la responsabilidad de soportar el mal que se pretende evitar o no actuar respecto del
tercero que debe tolerarlo488. Si el mal que se pretende evitar es producto de la acción del
autor no se puede aplicar la eximente, siempre que el sujeto se haya representado el riesgo "
[...] con dolo directo o eventual"489. En estos casos el autor deberá soportar o "tomar sobre sí
[los efectos del] peligro [que produce su acción] en una medida más alta"490. Sin embargo,
este planteamiento admite matices en la doctrina nacional en casos de imprudencia o
culpa491.
Ejemplos de este "deber de tolerancia, pero no de sacrificio ciego [...]"493, son las labores
de policías, bomberos, médicos e incluso jueces494. En este sentido, se debe hablar de
tolerancia y no sacrificio porque "[l]a exigencia sólo rige para las actuaciones realizadas en el
ámbito de sus respectivos oficios o profesiones y no fuera de ellas"495. En todo caso deberán
considerarse todos los elementos concretos del caso, desde una perspectiva ex ante, para
saber si es razonable exigir este deber de tolerancia496.
l. Problema social
Se pueden identificar diversos factores que inciden en una mujer para permanecer en una
relación abusiva. La mujer piensa que no es posible escapar al no tener control sobre la
situación de violencia502. La mujer trata de irse pero con el propósito de que su pareja la
encuentre y la obligue a permanecer en el hogar503. La mujer piensa que su abusador la va a
matar, a sus hijos o a cualquiera que la ayude a escapar504. El cónyuge o conviviente
maltratador aísla a la mujer de cualquier tipo de ayuda505. De esta forma, la mujer no tiene a
ninguna persona que la auxilie si decide irse del hogar506. En muchos casos la mujer
maltratada realiza intentos de escape pero los carabineros no consideran sus denuncias, la
desalientan en perseguir cargos formales o los jueces obligan a la mujer a conciliar con el
agresor507. La mujer se siente responsable de los maltratos de su agresor, justifica su actuar
e incluso busca satisfacer todas sus expectativas508.
Finalmente, en el caso People v. Aris, la Doctora Lenore Walker identificó, como testigo
experto, varios factores de por qué las mujeres permanecen en relaciones abusivas. Algunos
de estos factores consisten en que la mujer teme sufrir consecuencias económicas adversas
y colocar a sus hijos en una situación de peligro físico extremo ante el quiebre de la relación,
algunas de estas mujeres sufren el fenómeno psicológico de la desesperanza aprendida e
incluso una baja autoestima509. En este caso la acusada fue condenada por haber matado a
su marido mientras dormía.
m. Desesperanza aprendida
El ciclo del abuso consiste en tres fases: la fase de acumulación de la tensión, tension-
building, la fase o episodio agudo, the acute battering incident, y la de luna de miel, loving
contrition513. Durante la primera etapa, usualmente la más larga del ciclo, ocurren pequeños
incidentes del maltrato514. Los maltratos más severos se dan en la segunda etapa que se
caracteriza por un descontrol del agresor y la imposibilidad de predecir el momento de su
acción515. En la tercera etapa del ciclo, el agresor expresa un tremendo remordimiento y
promesas de descontinuar el ejercicio de la violencia516.
n. Posición del Tribunal Oral de Puente Alto respecto de los requisitos de inminencia y
subsidiariedad en el estado de necesidad exculpante
En esta sección se presenta un extracto de los argumentos del Tribunal Oral de Puente Alto,
respecto de los requisitos de inminencia y subsidiariedad, que acreditan la existencia de un
estado de necesidad exculpante en el caso de la señora Karina Sepúlveda. Además de un
análisis del razonamiento del Tribunal.
Todo lo anterior, lleva al Tribunal a considerar que el conviviente de la acusada, era una
persona agresiva que llevaba a cabo sus amenazas. Dichas amenazas no solo estaban
dirigidas al núcleo familiar más cercano de la acusada, sino que también a su padre525. De
esta forma, el tribunal concluye "que el ofendido sin duda creó un estado o situación
permanente de temor en su familia, la que se prolongó —según reiteradamente se ha dicho—
por todo el lapso que duró su relación de pareja, circunstancia que conlleva una especial
vulnerabilidad de Karina frente a los ataques constantes de que fue objeto, en contra de
bienes jurídicos vida e integridad física de la acusada, a más de su seguridad personal y
libertad individual, pues ejercía un control total de sus actividades diarias"526.
Más adelante, el Tribunal establece que "la inminencia de dichos males, dice relación con
que razonablemente era esperable su realización. A saber, de modo cierto, real y en forma
próxima —en cualquier momento como se nos dijo por todos los testigos que avalan el relato
de la acusada—; por tanto, deviene lógicamente previsible la circunstancia indudable que se
mantendría en el tiempo el mismo estado de cosas, pues en el pasado inmediatamente
anterior Karina fue objeto de golpes y vejámenes frecuentes, según aparece probado de
modo palmario en el precitado peritaje médico legal de la defensa"527.
En este contexto, el Tribunal estimó "[e]n cuanto a la adopción de otras vías de solución, [...]
que tanto la autoridad administrativa como judicial no han demostrado eficacia en la
protección de las víctimas de VIF, lo cual aparece, además reflejado en las estadísticas
ampliamente difundidas, relativas a muerte de mujeres a manos de sus parejas"530. Por otra
parte, estableció que el "[...] abandono del hogar común en estos casos [...] conlleva una
reacción [...] especialmente agresiva de parte del agresor. Sobre todo que nos encontramos
ante un ataque injusto a bienes jurídicos personalísimos, respecto de lo cual, a nadie le es
exigible tolerar sin más, el peligro de muerte o lesión"531.
Ahora bien, este considera que "[s]i bien denunciar las agresiones sufridas hubiese sido lo
deseable, en el caso de Karina del Carmen Sepúlveda Cisternas, no era factible. Sometida a
años de maltrato físico y psicológico de parte de su pareja, el temor la inhibía a la acción"532.
Así, "[l]a asistente social Eliana Pérez Rodríguez concluyó en el peritaje, que la imputada
presentaba una indefensión o desesperanza aprendida, que explica la pasividad de las
víctimas por temor a la pareja o a los hijos, situación que es común en las mujeres insertas en
situaciones de violencia y que tiene que ver con que una persona sometida permanentemente
a condiciones que no puede modificar, tiende a acostumbrarse a ellas, es decir, hiciera lo que
hiciera sabía que sería golpeada, si llegaba temprano el agresor le pegaba pero si no lo hacía
le pegaba igual"533.
Lo anteriormente expuesto, se relaciona para el Tribunal "con el perfil del occiso de cual dio
cuenta la perito al explicar por qué razón creía que Karina Sepúlveda lo había atacado
mientras estaba durmiendo, y como ya se explicitó se encuadraba dentro de la tipología de
agresor tipo cobra, peligroso, agresivo, poseedor de armas de fuego inscritas pese a no
cumplir con los requisitos legales y autorizada para otro domicilio, portaba armas blancas
como lo confirmó su amigo F.M.H.D., con antecedentes delictuales, con una orden de
aprehensión vigente, fracasando incluso la autoridad administrativa en obtener el
cumplimiento de la resolución judicial"535.
Asimismo, enfatiza que "[l]a profesional agregó además que mujeres en la situación de
Karina no ven en las denuncias una alternativa posible para terminar la situación que estaba
viviendo, sumado al temor que le tenía a su pareja y al hecho de que no quería que sus hijos
perdieran a su padre, a quienes tampoco podía abandonar"536. El Tribunal agregó a lo
expuesto, que lo señalado por la perito "está en concordancia con las estadísticas públicas
dadas a conocer por el Gobierno, en cuanto confirman que en Chile una mujer se demora en
promedio 7 años en hacer una denuncia de VIF y el 73% de las mujeres muertas por femicidio
no registraban denuncias previas"537.
Por otra parte, el Tribunal consideró que las "ocasiones en que el agresor echaba a Karina
Sepúlveda de la casa [...] al mismo tiempo [...] inmediatamente la obligaba a volver, situación
que fue explicada por la profesional antes aludida con conceptos como 'el ir y volver',
afirmando que es propio de las dinámicas en la relaciones de VIF, sumado a que no podía
abandonar a sus hijos"538.
Para el Tribunal, consecuencia "de lo dicho es lo manifestado por la acusada al referir que
tenía la víctima una prohibición para salir del [sic] país [...] [E]n una oportunidad [la víctima]
obtuvo una autorización judicial por un plazo determinado para ir [sic] salir al exterior,
específicamente a España, país donde delinquía. Por otro lado él ya había estado en la
cárcel, en algún momento volvería a salir y según el relato de la acusada ya la había
golpeado mientras lo visitaba en la Penitenciaría"539.
En este orden de ideas, "[...] el control que ejercía el occiso sobre la acusada era total, basta
recordar que mientras estuvo en España, él la dejó viviendo con sus padres y además la
llamaba todos los días, lo que fue reconocido por H.P.R.R. No es un hecho desconocido que a
los delincuentes más avezados, el hecho de estar bajo el régimen de encierro no
necesariamente les impide cometer delitos"540.
En este contexto, el Tribunal estima que la posibilidad de la imputada de pedir "[...] auxilio a
su familia, tampoco era una solución que fuera efectiva, ya que si bien veía regularmente a
sus padres, casi a diario al padre porque trabajaba con él en la feria, no tenía un apoyo real ni
comprometido de éstos, nadie la ayudó explícitamente pese que tuvieron conocimiento de las
agresiones y de no haberlo tenido, era suficiente con ver el cuerpo de su hija en donde
constaban las múltiples cicatrices producidas por las agresiones, muchas de las cuales
estaban en zonas que no es posible cubrir con ropas"541.
Sobre el punto anterior, este agrega que "la figura del padre de la imputada era una de las
formas de coacción que utilizaba Reyes Carrasco, pues amenazaba con agredirlo a éste si lo
abandonaba. Por lo demás su vida se fue desarrollando más integrada a la familia de su
conviviente, ya que quedó claro por el testimonio de C.A.R.S., la relación con sus abuelos
maternos no era muy cercana y H.P.R.R., padre del occiso, manifestó que la familia materna
visitaba muy poco el hogar de su hijo"542.
Finalmente, establece "en lo que concierne a la elección del medio comisivo, se impuso
como hecho la dinámica de violencia intrafamiliar, la inferioridad física probada de la acusada,
1,57 centímetros, delgada, versus los 80 kilógramos de peso de su conviviente y una estatura
de 1,79 centímetros, cuyo perfil además, corresponde a la tipología 'cobra', según explicó la
perito asistente social Eliana Pérez Rodríguez, razones suficientes para comprender que
doña Karina debió esperar precisamente que el occiso se encontrara en un estado de
indefensión, para poder terminar con la situación o estado de violencia persistente en el
tiempo, gatillado incluso por el último episodio violento que perpetró la víctima, a saber, la
agresión al hijo común el día anterior al suceso, con las consecuencias que fueron probadas
por la documental respectiva y que sumó a los golpes, violencia psicológica relativa a la
condición de homosexual que adjudicó a este adolescente"543.
Por otra parte, hay que reconocer que este síndrome de la mujer maltratada ha tenido
aceptación en la comunidad científica y en la jurisprudencia en Estados Unidos554. Las
cortes de algunos Estados de ese país han aceptado su explicación, en el caso de un testigo
experto, sin un diagnóstico555. Así, la descripción general de la situación de violencia
experimentada por la mujer sería más que suficiente556. Sin embargo, otras cortes han
estimado que este síndrome solo adquiere importancia en la medida que el testigo experto
acredite que la acusada sufre el síndrome, mediante un diagnóstico557. En este último caso
es necesario tener un contacto personal con la acusada y no basta solo con la descripción de
hechos constitutivos de violencia558.
Si bien en Chile no es necesario un testigo experto que instruya al jurado sobre creencias
populares equivocadas, como que la mujer es masoquista al disfrutar del maltrato o que si las
golpizas hubieran sido tan graves esta se habría retirado del hogar, antes de matar a su
cónyuge o conviviente, sí lo es definir si este síndrome debe ser diagnosticado por un
psicólogo, psiquiatra o solo por un asistente social que describa la situación de violencia559.
En este sentido, si este síndrome constituye una verdadera perturbación o alteración del
ánimo que incidiría en la inexigibilidad de otra conducta, nos parecer más adecuado realizar
un diagnóstico psicológico de la acusada.
La Corte establece que "para que pueda operar una circunstancia modificatoria de
responsabilidad... que las conductas... se desplieguen, tanto por la víctima como por el
ofensor... dentro del campo consciente de las personas, de forma tal, que pueda ponderarse
la eventual posibilidad de que la víctima pueda defenderse de la agresión de la que está
siendo objeto"566.
Precisado lo anterior, para la Corte "[...] no resulta proporcionado que la encausada para
prevenir futuros actos violentos por parte de la víctima haya esperado un momento en que
este no haya podido repeler el ataque, desde que lo ultima prácticamente un día después de
ocurrido el último hecho de violencia, el ataque a su hijo menor, y estando la víctima dormido
y sin posibilidad alguna de defenderse, de lo cual resulta que no es posible concluir como lo
hizo el tribunal a quo, que la mujer haya estado en un peligro actual e inminente de ser ella o
su familia objeto de agresiones, en la medida que atendida la manera cómo ocurrieron los
sucesos, no existe temporaneidad cercana entre los hechos violentos en su contra y la
actuación de matar a la víctima, que como ya se ha señalado, no se encontraba en una
posición de vigilia"567.
A la Corte "... no [le] parece lógico tampoco que después de tantos años de maltrato de la
entidad que ella afirma, no haya tomado ninguna medida en su resguardo como habría sido
por ejemplo, acudir a su familia o haber dado cuenta a la policía o a algún organismo
competente de tales excesos, considerando que, a juicio de esta Corte, había otros medios
lícitos practicables a los que podría haber concurrido a fin de dar cuenta de la situación de
peligro que la aquejaba, medios que fueran considerados menos perjudiciales para evitar las
consecuencias, sin que la acusada haya acudido a ninguno de ellos, existiendo solo un temor
que pudiera cometerse un mal grave, sin perjuicio que dicho mal no podía ser mayor que el
causado para evitarlo, porque consistió en privar de la vida a una persona y que no se ha
demostrado que no hubiera otro medio practicable y menos perjudicial para impedir ese
supuesto mal que causar la muerte"569.
Por último, la Corte agrega "que... los jueces en el considerando decimoctavo señalan que
nunca la imputada hizo denuncia alguna refiriendo que la acusada no tuvo ningún tipo de
protección de parte de los órganos del sistema judicial, o administrativo sin embargo estas
instituciones mal habrían podido darle resguardo si ésta no comunicó la angustiosa situación
que estaba soportando"570.
A continuación, analizaremos el razonamiento utilizado por la Corte. Para estos efectos nos
remitiremos a su perspectiva de inminencia y posteriormente a la de subsidiariedad. Lo
anterior, con el propósito de seguir el orden expuesto en este apartado. No obstante,
incorporamos algunos aspectos que inciden en la interpretación de estos requisitos. Si bien
estos aspectos atienden a razonamientos de la Corte respecto de la naturaleza del estado de
necesidad exculpante, son un insumo que incide en la interpretación de subsidiariedad e
inminencia que realiza la Corte.
En este sentido, la Corte estimó que las circunstancias eximentes de responsabilidad solo
pueden operar cuando las conductas se desarrollen, tanto en el caso del agresor como la
víctima, dentro de un campo consciente, es decir, en un escenario donde la víctima tenga la
posibilidad de enfrentar la agresión573. Así, el hecho de que la víctima se encontrara
durmiendo impediría a la acusada estar en presencia de un peligro actual e inminente.
La Corte estima que las pruebas presentadas no permiten afirmar que Karina Sepúlveda
"haya estado en un peligro actual e inminente de ser ella o su familia objeto de agresiones, en
[...] la manera cómo ocurrieron los sucesos [...]"578. Esta concluye que "si bien se demostró
que llevaba [Karina] una relación conflictiva de muchos años, marcada por hechos violentos,
la reacción que tuvo la acusada en dicha oportunidad no se encuentra acorde con el resultado
de la misma"579. Existiendo en la acusada "solo un temor que pudiera cometerse un mal
grave"580.
También nos llama la atención que la Corte parece confundir la naturaleza del estado de
necesidad exculpante, pues establece que se debería haber justificado el actuar de la
imputada al provocar un mal de mayor entidad que el necesario para enfrentar la situación de
peligro584. En un estado de necesidad exculpante, no se busca justificar el comportamiento
de la imputada, ya que el mismo es típico y antijurídico, sino centrar la controversia en sede
de culpabilidad. De lo contrario estaríamos en presencia de una conducta permitida o
lícita585.
Asimismo, la Corte establece que el mal causado por la imputada "[...] no podía ser mayor
que el causado para evitarlo [...]"586. Lo anterior, implica desconocer la posibilidad de
comprender en el estado de necesidad exculpante, males iguales o superiores a los que se
pretende evitar. Este razonamiento vendría en contravención de la tercera circunstancia del
artículo 10 Nº 11. Esta circunstancia establece que el mal causado no sea sustancialmente
superior al que se evita. El término sustancialmente superior implica "que la eximente no sólo
procede ante igualdad de males, sino incluso cuando se ocasiona un mal mayor, aunque no
'sustancialmente superior', que el que se evita"587.
Todo lo anterior habría tenido sentido de haber razonado sobre la desproporción significativa
entre el mal causado y el evitado, atendiendo a las circunstancias concretas del caso. La
Corte debería haber explicado por qué se superaron los límites de un estado de necesidad
exculpante. Reconoce el efecto exculpante de la disposición del Código588, sin embargo, no
se pronuncia respecto de la significativa desproporción entre los males, sino que se limita
afirmar que el estado de necesidad exculpante no admite exculpar una acción que provoque
un mal que sea igual o superior al evitado.
u. Comentarios
En nuestra opinión, hay que tener cuidado con que este tipo de interpretaciones motiven la
autotutela, materializando categóricamente la oportunidad de matar a los convivientes o
cónyuges abusivos, por el solo hecho de contar con testimonios de maltrato hacia la mujer. Se
debe evitar, en lo posible, especular acerca de las probabilidades de un futuro maltrato con
consecuencias fatales e incluso desalentar esta tendencia599. Por ello, uno de los mayores
problemas interpretativos se debería centrar en la entidad que requiere la inminencia desde
una perspectiva ex ante600.
La decisión del Tribunal del Puente Alto muestra lo innecesario que es plantear un cambio
en la legítima defensa para proteger aquellas mujeres maltratadas que no tienen otra
alternativa al actuar contra sus abusadores601. Incorporar una variante privilegiada de la
legítima defensa que relativice el requisito de la inminencia no nos parece necesario602. Esta
modificación admite una lectura flexible de este requisito desde el estado de necesidad
exculpante ante estas situaciones de maltrato hacia la mujer603.
Por otra parte, hay casos en los que los instrumentos de género neutro son suficientes para
resolver el problema604. Por esto, incorporar una modificación de estas características en la
legítima defensa, requiere de una evaluación constitucional, para probar que el estándar de la
neutralidad de género no entrega una solución adecuada para estos casos605.
En este contexto la inminencia del peligro admite que la muerte de una persona pueda ser
consecuencia de una acción defensiva. Sin embargo, esta acción debe tener por finalidad la
conservación de la propia vida, respecto del peligro que representa el agresor, aunque el
efecto sea la muerte del agresor606. Esta pareciera ser la razón normativa607 por la que la
disposición del modelo suizo introduce en el estado de necesidad el requisito de un "peligro
inminente y no evitable de otro modo, como barrera contra la autoayuda superflua"608. De tal
modo que esta flexibilidad en la inminencia debe ser balanceada en atención a la
subsidiariedad.
Respecto del requisito de subsidiariedad nos cuesta aceptar que la desesperanza aprendida
puede ser considerada como parte de la misma. Si esta es definida como un trastorno de
estrés postraumático que requiere el diagnóstico de un especialista609, nos parece que no
debería ser comprendida dentro del estado de necesidad exculpante. En caso contrario, si se
ha de estimar que consiste solo en un fenómeno meramente descriptivo, sin ninguna
alteración o perturbación anímica significativa en la persona de quien actúa, podría ser
considerado dentro del estado de necesidad exculpante610. Alternativas que deberán ser
examinadas por los tribunales en atención al desarrollo de la ciencia y la posible incorporación
de este fenómeno en el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales611.
Sin embargo, cualquiera de estas alternativas no debe dejar sin efecto la exigencia de acudir
a la autoridad o a terceros ante estas situaciones de maltrato612.
Finalmente, esta apreciación que realiza el Tribunal respecto de la selección de los medios
de la acusada, bajo los efectos de una desesperanza aprendida, nos parece un poco
apresurada. Es esencial determinar hasta qué punto este fenómeno de la desesperanza
aprendida puede ser considerado parte de un estado de necesidad exculpante617. Una
situación de necesidad requiere enfrentar un mal real, apreciado con parámetros objetivos, sin
la presencia determinante de una "'alteración anímica' propia del miedo insuperable"618. En
cambio, en el miedo insuperable resulta esencial una perturbación del ánimo como lo
confirmaría nuestra jurisprudencia619. Esta perturbación del ánimo sería inconciliable con un
raciocinio sereno en el cual se pueda exigir una proporcionalidad entre males620. Es así que
el parámetro adecuado para apreciar la selección de los medios en el estado de necesidad
exculpante será uno objetivo que diferiría del criterio subjetivo indicado para apreciar el miedo
insuperable621.
v. Conclusiones
En la dinámica de una relación abusiva coexisten lesiones de diversa índole, dominación
psicológica e incluso amenazas. Sin embargo, estos elementos requieren de una entidad
significativa para poder actuar en su contra. Cumplir con los requisitos objetivos de inminencia
y subsidiariedad será esencial para poder enfrentar, a través de un estado de necesidad
exculpante, estas situaciones. Indudablemente los maltratadores que ejecutan actos de esta
naturaleza merecen castigo, pero ello no quiere decir que la protección de sus vidas este
fuera del ordenamiento jurídico. Una interpretación más exigente del requisito de inminencia y
subsidiariedad ofrecería esta protección.
Por otra parte, aún permanece la pregunta de qué cambios se pueden hacer ante la
situación de vulnerabilidad que enfrenta la mujer maltratada en Chile. El caso de Karina
Sepúlveda constituye un espacio para prestar atención sobre políticas más eficaces de
prevención y protección de la mujer en situaciones de violencia, antes de que escalen a un
punto donde la autotutela sea la única solución aparente al problema.
Si indagamos en cuáles son los argumentos que justifican observar peligros imaginarios en
el miedo insuperable y no el error de tipo (situación fáctica) o prohibición indirecto (carácter
permitido del comportamiento en torno a la significación antijurídica del hecho), la respuesta
que aparece es ciertamente atendible: la distinción debería discurrir solo en torno a los límites
del trastorno de la realidad.
Sin embargo, ¿se corresponde esta interpretación de graduación del impulso irresistible con
las propuestas de la doctrina chilena y con la práctica de los tribunales chilenos? Pues bien,
nos parece que la propuesta entregada se acerca a la realidad del sistema jurídico-penal
chileno. Si bien pareciera ser un problema menor en el sistema de atribución de
responsabilidad, es particularmente interesante y afecta la compresión del miedo insuperable
y otras figuras relacionadas a la figura del impulso irresistible.
Se trata de una comprensión del impulso irresistible que reconoce un sustrato científico, y
esta comprensión no niega la estructura del concepto de persona. Si bien la imputación parte
del presupuesto de la libertad, existen hipótesis en las que dichos presupuestos se ponen en
duda ante la presencia de algún trastorno. De ahí que sea necesario una comprensión del
error, que sea consistente con la delimitación de estos. Ello con el objeto de delimitar
procesalmente dónde debe centrase la discusión en el sistema acusatorio.
En este contexto, nos parece que es necesario distinguir el estado de necesidad y el miedo
insuperable, con el objeto de comprender las consecuencias jurídicas asociadas a ellas en la
construcción de una teoría del caso. En Chile, se observa una interpretación intuitiva en el
sistema penal, porque muchas veces no existe certeza respecto de la función que cumplen,
en él, diversas eximentes623.
En este sentido, nos inclinamos por un sistema conceptual que obligue a reconocer los
elementos propios y comunes de cada una de las eximentes de responsabilidad en el sistema
chileno. Es decir, un sistema que aporte una solución en favor de dilucidar qué interferencias
son las adecuadas entre el miedo insuperable, el estado de necesidad, entre otras eximentes,
sin dejar de destacar aquellas posiciones doctrinales que defienden esta interpretación.
Por último, se podría determinar —según las circunstancias del caso concreto— la
subsistencia del dolo o la imprudencia (error vencible) o la exclusión de la culpabilidad (error
invencible)627. De lo contrario, subjetivizaríamos en extremo el comportamiento del agente, lo
que daría lugar a una aplicación arbitraria del miedo insuperable. Esto porque cualquier
perturbación psicológica, no privativa de la razón, eximiría de responsabilidad al agente.
Consideraciones que se pueden desprender de la realidad del mal en el miedo insuperable y
la imposibilidad de trasladar las características patológicas del agente a un trastorno mental
transitorio628.
Contra lo que este contexto podría sugerir, somos partidarios de incorporar la graduación de
los trastornos de la realidad en una plataforma conceptual fenomenológica. Es así que estas
categorías, con las modificaciones y matices que hemos incorporado, pueden orientar la
valoración jurídica del juzgador. Juzgador que debe dirimir la controversia de cómo estos
trastornos inciden en la aplicación del miedo insuperable, la atenuante de arrebato y
obcecación, la inimputabilidad o la imputabilidad disminuida.
En esta línea, nos parece que el juzgador debe indicar por qué, en atención a los
presupuestos del caso en cuestión, según las reglas de la sana crítica, no parecen adecuadas
las conclusiones del perito o forense, con lo cual, al menos desde el punto de vista de la
valoración penal, requiere de los conceptos normativos que hemos tratado en este estudio:
trastorno de apreciación, sentido y juicio. Estas categorías permiten explicar por qué, desde
las reglas de la lógica y máximas de la experiencia, según lo observado en juicio, no es
posible observar una pérdida de contacto con la realidad de la entidad necesaria en la
inimputabilidad o una atenuante de menor intensidad. Ello, por su puesto, en atención a lo
que sostenga cada uno de los interviniste en el proceso.
348WELZEL (1970), p. 69.
352Véase, MAÑALICH (2015), pp. 16-17. Asimismo, respecto de los efectos de la vinculación de una norma
prohibitiva y la infracción del deber de cuidado, véase PÉREZ DEL VALLE (2012), pp. 107 y ss.
354Hemos recogido la base nomológica y ontológica del modelo finalista. Sin embargo, debemos advertir que
se aplica fuera del contexto de esta corriente del Derecho Penal, véase WELZEL (1979), pp. 70-71. Pues bien, nos
parecen interesantes estas categorías como un criterio fenomenológico en la graduación de los trastornos de la
realidad que en la imprudencia.
366FUENSALIDA (1883), pp. 62 y 111. En este contexto, nos llama la atención que Fuensalida no haya reparado
en las palabras de Fabres en la Comisión Redactora, que insistió en modificar el art. 10 Nº 7 del CP para
comprender la afectación de bienes jurídicos diferentes de la propiedad. Nos parece que Fuensalida solo
contempla la posibilidad de extensión del campo de aplicación del estado de necesidad mediante el miedo
insuperable aludiendo a la comparación de males.
373RIVACOBA Y RIVACOBA (1975), pp. 103-104 y 107; NOVOA (2005a), pp. 565-566; VIAL DEL RÍO (1969), pp. 43-45 y
47-49.
374LABATUT (2005), p. 104.
377PRAMBS (2005), p. 232. El pensamiento de Prambs no ha estado exento de críticas en la doctrina nacional.
En esta línea, Hernández señala que "se ha sostenido también, con un razonamiento que, sin embargo, no
hemos logrado comprender, que el miedo insuperable sería una exculpante subsidiaria respecto de todas las
demás exculpantes no constitutivas de locura o demencia", véase HERNÁNDEZ (2011a), p. 256.
379Prambs sostiene que frente al exceso o defecto del estado de necesidad puede operar como exculpante el
miedo insuperable. En esta línea, plantea que de darse un concurso entre ambas eximentes de responsabilidad,
respecto de daños en la propiedad que no puedan ser subsumidos en el estado de necesidad justificante, se
podrá aplicar el miedo insuperable. Por otra parte, también sostiene respecto del "cumplimiento de un deber,
ejercicio legítimo de un derecho, autoridad, oficio o cargo", que en caso de que no se cumpla con todos los
requerimientos del permiso para actuar en cumplimiento del deber, puede operar el miedo insuperable como una
exculpante de carácter supletorio, PRAMBS (2005), p. 237.
381Véase PEÑA Y LILLO (1981), p. 91. En psicopatología esta tendencia de vincular el miedo a un objeto y la
angustia a la nada es posible observarla en JASPERS (1993), pp. 130-131. La fuente primaria de esta posición se
manifiesta en la idea de que la angustia "puede compararse muy bien con el vértigo. A quien se pone a mirar con
los ojos fijos en una profundidad abismal le entran vértigos. Pero, ¿dónde está la causa de tales vértigos? La
causa está tanto en sus ojos como en el abismo", KIERKEGAARD (2007), p. 118.
382En la doctrina nacional se aceptó en casos de coacción, antes de la existencia del art. 10 Nº 11, producto
de un mal grave e inminente provocado por factores endógenos, aplicar el miedo insuperable y la fuerza
irresistible para dar lugar al denominado estado de necesidad exculpante, GARRIDO (2007b), p. 317; POLITOFF, et
al. (2003), pp. 339-341, entre otros. Para un mayor detalle respecto de la discusión de la presencia de factores
endógenos en la fuerza irresistible, véase HERNÁNDEZ (2011a), pp. 246-248.
383En la jurisprudencia española podemos apreciar que esta tendencia de considerar solo males reales en el
miedo insuperable se da hace bastante tiempo, CÓRDOBA y RODRÍGUEZ (1972), pp. 345-350; QUINTANO (1946), p.
137. Ahora bien, NOVOA (2005a), p. 565; LABATUT (2005), p. 149; POLITOFF, et al. (2003), p. 348, admiten, entre
otros, la posibilidad de comprender males imaginarios en el miedo insuperable. Sin embargo, otro grupo de
autores remitirán los casos de males imaginarios, en situaciones de miedo insuperable, a las reglas del error
cuando aquel haya sido vencible, CURY (2005), p. 458; GARCÍA (1999), p. 347; GARRIDO (2007b),
p. 316; CURY (2013), p. 265, nota 50; en contra, POLITOFF, et al. (2003), pp. 348 y ss.; PRAMBS (2005), pp. 248 y ss.
385En esta línea, la necesidad por alimento puede tener causas orgánicas que generen un dolor físico en el
agente que afecten su comportamiento, SIMS (1995), pp. 314-315.
386Estimamos que si los factores del hurto atienden a elementos de estas características es más adecuado
utilizar la defensa de estado de necesidad, que no entra en consideraciones atingentes al grado de perturbación
del agente. Ello acepta una justificación objetiva del comportamiento del agente, considerando elementos
socioeconómicos propios de una conducta racional ajena al miedo insuperable. De ahí que en la Escuela de
Salamanca en situaciones de extrema necesidad o peligro de muerte se realizara una clasificación entre una
fuente interna del peligro propia de la fragilidad humana y una externa atingente a situaciones de guerra,
naufragios, entre otras, en SUÁREZ (1967), p. 329, Lib. III, Cap. XXX, 9. Respecto de este punto, véase supra Cap.
I, secc. 3.5.
387Se describe este complejo fenómeno de mezcla de la percepción con la intrusión de recuerdos propios de
la memoria, sonidos, olores en WILLIAM (1990), p. 503; SIMS (1995), p. 78.
388Respecto de la percepción es necesario indicar que el agente debe ser capaz de diferenciar su propia
existencia del objeto externo que percibe. Ello, excluye desórdenes de percepción. Pues bien, en la alucinación
no existe un estímulo objetivo, pero eso no implica que el agente pueda sentir la presencia de este aunque no
exista, WILLIAM (1990), p. 528; SIMS (1995), pp. 76 y ss. Así las cosas, existirían diversos grados de alucinación.
390En la inimputabilidad, nos podemos centrar en el grado de anormalidad de la percepción que puede
observar el agente. Respecto de los fenómenos de anormalidad de la percepción, véase SIMS (1995), pp. 78 y ss.
Por último, posiblemente las reglas del error de prohibición son más adecuadas para apreciar la conducta del
agente frente a males irreales, en una situación de miedo insuperable, porque, pese a encontrarse bajo una
perturbación anímica, el individuo puede percibir la realidad del mal, a diferencia de un inimputable. Por ello, es
posible considerar las características patológicas del autor en el miedo insuperable, siempre y cuando se
relacionen estas a la forma en que enfrenta el mal que pretende evitar. Por tanto, nos cuesta reservar el miedo
insuperable al criterio de un hombre medio sin considerar las características patológicas que puede presentar el
agente, MIR (2011), p. 610, § 25. En esta línea, se podría determinar -según las circunstancias del caso concreto-
la subsistencia del dolo o la imprudencia (error vencible) o la exclusión de la culpabilidad (error invencible),
HIGUERA (1991), pp. 139-151; CURY (2013), p. 265; CURY (2005), pp. 362-363; VAN WEEZEL (2008), pp. 59-62; MIR
(2011),
p. 612, § 29. De lo contrario, subjetivizaríamos en extremo el comportamiento del agente, dando una aplicación
arbitraria al miedo insuperable. Ello, porque cualquier perturbación psicológica, no privativa de razón, eximiría de
responsabilidad al agente. Consideraciones que se pueden desprender al reconocer la realidad del mal en el
miedo insuperable y la imposibilidad de trasladar las posibles características patológicas del agente a un
trastorno mental transitorio, MIR (2011), p. 610, § 25. En contra, CÓRDOBA y RODRÍGUEZ (1972), p. 351.
391OJEDA (2003), p. 61. El objeto imaginario solo es parte del agente y no puede ser percibido por un tercero
externo, razón por la cual se le denomina autorreferente, véase OJEDA (2003), p. 62. Asimismo, en el caso del
delirio, para el agente el acto imaginario no es imaginario. Por ello, para el agente la autorreferencia constituye
una realidad que se define como delirio, OJEDA (2003), pp. 63-65.
394PEÑA Y LILLO (1981), p. 96. Este razonamiento tiene relación en la dogmática con el discernimiento que
tienen los adolescentes en nuestro sistema jurídico penal, en consideración de los arts. 2º y 3º de la Ley Nº
20.084. Disposiciones que protegen el interés superior del adolescente (art. 2º) y los límites en la responsabilidad
penal juvenil que comprende el tramo que va de los 14 a 18 años de edad (art. 3º). El Mensaje define a los
adolescentes como personas mayores de 14 años y menores de 18. Con esta definición sigue "la tendencia del
derecho comparado y de la doctrina, renunciando el Estado a toda acción coactiva en el caso de la comisión de
delitos por personas de menos de 14 años, en concordancia con las disposiciones de la Convención
Internacional de los Derechos del Niño", PRIMER INFORME DE COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN (2005), p. 45. En contra de
esta posición, la neurociencia, en la actualidad, ha comprobado que el cerebro continúa su evolución hasta los 21
años, donde las regiones frontales maduran en la última etapa. Estas regiones frontales son fundamentales en la
toma de decisiones, por ello una persona de 17 años no tiene absolutamente desarrollada esta región cerebral, lo
que dificulta el control de los impulsos, POZO (2010), pp. 53-54. Temática que se desarrolló en la sentencia de la
Corte Suprema de Estados Unidos, Roper v. Simmons, véase UNITED STATES SUPREME COURT (2005), passim.
395PEÑA Y LILLO (1981), p. 96. Así pues, esta diferenciación entre el miedo y la angustia no se presenta de
forma tan tajante en la filosofía alemana después de la Primera Guerra Mundial. En este contexto, "en los años
veinte tras la Gran Guerra [se] impulsó como valor una cierta mística de la muerte -piénsese por ejemplo en el
«ser para la muerte» que Heidegger pregonaba por aquellos años- como medio de superación de la angustia
vital", HERNÁNDEZ-PACHECO (2008), p. 59. Planteamiento en el cual "donde, por cierto, «angustia» es una regular
traducción del alemán Angst, que significa también «miedo»", HERNÁNDEZ-PACHECO (2008), p. 59. No obstante,
esta indiferenciación entre el miedo y la angustia genera problemas en la dogmática penal para poder identificar
la esencia del miedo insuperable. Ello, debido a que incorporaría elementos de la angustia, atingentes a síntomas
físicos o sensaciones puramente corporales, en el miedo insuperable.
396Considerando quinto.
397Considerando octavo: "este fallo, establece latamente cómo da por acreditados cada uno de los requisitos
del estado de necesidad establecidos por el legislador penal".
398Considerando octavo: "la asistente social Eliana Pérez Rodríguez concluyó en el peritaje que la imputada
presentaba una indefensión o desesperanza aprendida, que explica la pasividad de las víctimas por temor a la
pareja o a los hijos, situación que es común en mujeres insertas en situaciones de violencia".
399En la nueva sentencia no incorpora este fenómeno en el requisito de la subsidiariedad. La razón estaría al
parecer en que la asistente social que diagnosticó la desesperanza aprendida cambió de diagnóstico con la
introducción del testimonio de M.E.C.O. Así lo hace presente el Ministerio Público en su discurso de clausura en
el considerando segundo de esta sentencia.
400Considerando octavo.
401COUSO SALAS, Jaime (2011) "Comentario al artículo 10 Nº 7". En Couso Salas, Jaime y Hernández Basualto,
Héctor (directores): Código penal comentado. Parte general. Doctrina y jurisprudencia. Santiago: Legal
Publishing, p. 234; También respecto de la necesidad de un estudio acabado de los efectos de esta disposición
véase CURY, Enrique (2013). "El estado de necesidad en el Código Penal Chileno". En Mañalich, Juan Pablo
(coordinador): La ciencia penal en la Universidad de Chile, Libro homenaje a los profesores del departamento de
Ciencias Penales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Santiago: Universidad de Chile, p. 257.
402Considerando octavo. El médico Alberto López Pérez señaló que la causa de muerte de Claudio Reyes
Carrasco fue producto de una herida de bala cráneo encefálica. Asimismo, se exhibieron 10 fotografías de la
autopsia que fueron reconocidas por el médico como aquellas hechas al occiso. Dichas imágenes fueron
examinadas directamente por el Tribunal.
403Considerando segundo. Consta que el Ministerio Público señaló en su alegato de apertura que "[e]l día 17
de octubre de 2011, alrededor de las 08:00 horas al interior del domicilio ubicado en calle los Mañíos Nº 407, Villa
la Foresta de la Comuna de Puente Alto, Karina del Carmen Sepúlveda Cisternas, con una pistola famae calibre
9 milímetros, disparó en contra de su conviviente Claudio Alejandro Reyes Carrasco, quien se encontraba
durmiendo, provocándole a consecuencia del disparo una herida cráneo encefálica con salida de proyectil que le
causa la muerte"hechos constitutivos de la figura de parricidio.
404Considerando quinto: "El día lunes se levantó con el cuerpo completamente adolorido, cojeando fue a dejar
a su hija al colegio, apenas caminando, volvió a la casa, se metió a la ducha, se empezó a secar en el baño, se
miró al espejo, vio la cara de su hijo y se vio ella toda moreteada, vio también que él iba a matar a su hijo o a ella
cuando se levantara. Fue al dormitorio, sacó el arma de debajo de la cama y le disparó.- Señaló que incluso
mientras se bañaba tenía miedo que se levantase y la golpease a ella y a sus hijos. No sentía que era ella, se
sentía congelada, tenía miedo de salir del baño, tenía miedo de estar en la casa.- El arma estaba cargada debajo
de la cama en el lado que él dormía, la tomó y le disparó. Lo hizo cuando Claudio estaba durmiendo, porque si
hubiese estado despierto no hubiera podido defenderse ni tomar el arma, tampoco hubiese tenido el valor de
hacerlo.- Cuando estaba en la pieza y tomó el arma estaba aterrada, tenía miedo de que él se despertara y
tomara el arma y le disparase. Cuando llegó carabineros, sintió recién que no los iba a matar. La pieza estaba
oscura, cuando le disparó lo sintió respirar y se fue corriendo a llamar a carabineros, sentía que él se iba a
levantar e iba a llegar detrás de ella y la iba a matar a golpes".
405Considerando octavo.
406Considerando octavo.
407Considerando cuarto.
408Considerando decimoctavo.
411Existen varias alternativas para defender a una mujer que decide actuar en contra de su conviviente
maltratador. Estas alternativas van desde causas de justificación (legítima defensa y estado de necesidad
defensivo) hasta causas de inexigibilidad de otra conducta, antes de la existencia del Nº 11 del art. 10, como la
fuerza irresistible y el miedo insuperable. Estas últimas han sido preferidas por tribunales nacionales. Lo anterior,
ha impedido considerar la muerte del maltratador como un comportamiento ajustado a derecho, véase VILLEGAS
DÍAZ, Myrna (2010) "Homicidio de la pareja en violencia intrafamiliar. Mujeres homicidas y exención de
responsabilidad penal", Revista de Derecho Universidad Austral, Vol. 23 Nº 2, p. 149.
412SANTIBÁÑEZ TORRES, María Elena y VARGAS, Tatiana (2011) "Reflexiones en torno a las modificaciones para
sancionar el femicidio y otras reformas relacionadas", Revista Chilena de Derecho. Vol. 38 Nº 1, pp. 193-199.
413HISTORIA DE LA LEY Nº 20.480 (2010) Modifica el Código Penal y la Ley Nº 20.066 sobre Violencia
Intrafamiliar, estableciendo el Femicidio, aumentando las penas aplicables a este delito y reforma a las normas
sobre Parricidio, Diario Oficial 18 de diciembre de 2010,
414HISTORIA DE LA LEY (2010), pp. 449 y 453; SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 197.
415SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 197; SEPÚLVEDA, Ivonne (2012) "Algunas consideraciones sobre el estado de
necesidad contemplado en el artículo 10 Nº 11 del Código Penal y su reconocimiento por la jurisprudencia",
Revista Jurídica del Ministerio Público Nº 53, p. 177; OSSANDÓN WIDOW, María Magdalena (2012) "Aborto y
justificación", Revista Chilena de Derecho, Vol. 39 Nº 2, p. 339; ACOSTA SÁNCHEZ, Juan Domingo (2013) "Artículo
10 Nºs. 7 y 11 del Código Penal. Algunos criterios de delimitación". En Van Weezel, Alex (editor): Humanizar y
renovar el Derecho penal. Estudios en memoria de Enrique Cury. Santiago: Legal Publishing, p. 696; No
obstante, no se hace referencia a la importancia que le asignó al modelo suizo en HERNÁNDEZ (2011b), p. 268.
416CURY, Enrique (2011) Estado de necesidad exculpante, Seminario del Centro de Estudios de la Universidad
de Talca. Disponible en:http://www.ustream.tv/recorded/18539392[fecha de vista 23 de diciembre de 2013].
419FREUDENTHAL, Berthold (2006) Culpabilidad y Reproche en el Derecho Penal. Traducción de José Guzmán
Dálbora. Buenos Aires: Editorial B de f, p. 97.
420COUSO (2011), p. 235; SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 198; VARGAS, Tatiana (2013). "¿Tiene la necesidad cara
de hereje? Necesidad justificante y exculpante del artículo 10 Nº 11". En Van Weezel, Alex (editor): Humanizar y
renovar el Derecho penal. Estudios en memoria de Enrique Cury. Santiago: Legal Publishing Chile, p. 761;
ACOSTA (2013), p. 702; SEPÚLVEDA (2012), p. 181; OSSANDÓN (2012), p. 339.
421HERNÁNDEZ (2011b), pp. 270-271; MAÑALICH, Juan Pablo (2013) "El estado de necesidad exculpante. Una
propuesta de interpretación del artículo 10 Nº 11 del Código Penal Chileno". En Van Weezel, Alex (editor):
Humanizar y renovar el Derecho penal. Estudios en memoria de Enrique Cury. Santiago: Legal Publishing Chile,
pp. 720-721.
423Existen en la actualidad solo tres fallos que se pronuncian respecto del estado de necesidad exculpante; la
sentencia Tribunal Oral en lo Penal de Valdivia, causa ruc Nº 1000281567-8, de fecha 28 de mayo de 2012, que
acoge el estado de necesidad como eximente incompleta; la sentencia 7º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago,
causa ruc Nº 1101043228-8, de fecha 25 de junio de 2012, que rechaza el estado de necesidad como eximente
de responsabilidad penal y; la sentencia Tribunal Oral en lo Penal de Puente Alto, causa ruc Nº 1101060685-5,
de fecha 17 de enero de 2013, objeto de este artículo. Antes de la introducción del art. 10 Nº 11 en el Código
Penal, estas situaciones se resolvían la mayoría de las veces a través del miedo insuperable, véase también
VILLEGAS (2010), pp. 165-173.
424VON LISZT, Franz (1916) Tratado de Derecho penal. Traducción de Luis Jiménez de Asúa. 3ª edición.
Madrid: Instituto Editorial Reus, T. II, pp. 351-353; HERNÁNDEZ (2011b), p. 272; VARGAS (2011), p. 749; NOVOA,
Eduardo (2005) Curso de Derecho penal chileno. Parte general. Introducción a la ley penal, el delito y las
eximentes de responsabilidad penal. 3ª edición. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 355; GARRIDO MONTT,
Mario (2005) Derecho Penal. Parte general. Nociones fundamentales de la teoría del delito. 4ª edición. Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, T. II, pp. 180, 187 y 189; NÁQUIRA RIVEROS, Jaime (1998) Derecho penal. Teoría del
delito. Santiago: McGraw-Hill, p. 256; POLITOFF, Sergio y MATUS, Jean Pierre (2002) "Artículo 10 Nº 4 a 7". En
Politoff Lifschitz, Sergio y Ortiz Quiroga, Luis (editores): Texto y comentario del Código Penal Chileno. Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 140.
426Art. 10 Nº 11 "El que obra para evitar un mal grave para su persona o derecho o los de un tercero, siempre
que concurran las circunstancias siguientes [...]". Esta exigencia de evitar un mal grave para su persona o
derecho o los derechos de un tercero no se encontraba en el art. 10 Nº 7 del Código. Por lo anterior, esta
distinción entre persona o derecho o los de un tercero, presente en la legítima defensa del art. 10 Nº 4, solo
tendría sentido de "restringir el ámbito de aplicación de la eximente a la preservación de bienes jurídicos
individuales, con lo cual, por ejemplo, no procedería la eximente si de lo que se trata es de evitar un gran daño
ambiental" según HERNÁNDEZ (2011b), p. 272.
428HERNÁNDEZ (2011b), p. 272. Ahora bien, se señala que "no se trata de salvar un bien, sino de precaver un
mal, que es un concepto más amplio y que no debe apreciarse con criterios naturalísticos no menos subjetivos, lo
que no impide la consideración objetiva de las circunstancias personales del hechor. Es un concepto valorativo
que implica considerar como tal aquello que la sociedad valora negativamente" según ACOSTA (2013), pp. 700-
701. En la misma línea, SEPÚLVEDA (2012), p. 179.
431VARGAS (2013), p. 751. Asimismo, señalan que podría recaer el mal sobre "[...] cualquier bien jurídico
relativo a la persona o derecho de quien causa el mal necesario o de un tercero", SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p.
199.
432En este sentido, si se pretende evitar un gran daño ambiental al parecer no podría ser comprendido bajo la
figura del estado de necesidad del art. 10 Nº 11, véase HERNÁNDEZ (2011b), p. 272. En esta misma línea, ACOSTA
(2013), p. 703. No solo quedarían fuera de esta eximente los bienes jurídicos colectivos, según VARGAS (2013), p.
751, sino también, en principio, el comportamiento de las entidades estatales, CURY (2013), p. 254.
433VARGAS (2013), p. 751.
435Existen distintas posiciones respecto de la posibilidad de comprender la conducta de una persona jurídica
bajo un estado de necesidad, véase GARCÍA, Paulina (1999) El estado de necesidad en materia penal. Santiago:
Editorial Jurídica ConoSur, p. 149.
438Así, respecto de un estado de necesidad agresivo ajeno o de un tercero, véase ACOSTA (2013), p. 701.
440COUSIÑO MAC IVER, Luis (1979a) Derecho penal chileno. Parte general. Santiago: Editorial Jurídica de Chile.
T. II, pp. 372-374.
441A favor de considerar otros principios rectores, COUSIÑO (1979a), p. 338; LUZÓN PEÑA, Diego M. (2006)
Aspectos esenciales de la legítima defensa. 2ª edición. Buenos Aires: B de f, pp. 64-70; HENKEL, Heinrich (2006)
Exigibilidad e inexigibilidad como principio jurídico regulativo. Traducción de José Luis Guzmán Dalbora. Buenos
Aires: B de f, p. 110. En contra NÁQUIRA (1998), p. 255; COUSO (2011), p. 234; FUENTES, Danae (2009) La
ponderación de los males en el estado de necesidad. Santiago: Legal Publishing Chile, p. 1; CURY, Enrique (2005)
Derecho Penal. Parte general. 7ª edición. Santiago: Universidad Católica, p. 369; NOVOA (2005), p. 358;
ETCHEBERRY, Alfredo (1998) Derecho Penal. 3ª edición. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 249; GARRIDO
(2005), p. 186; POLITOFF L., Sergio, MATUS A., Jean Pierre y RAMÍREZ G., María Cecilia (2004) Lecciones de
Derecho Penal chileno. Parte General.
2ª edición. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, p. 212; LABATUT GLENA, Gustavo (1995) Derecho penal. 9ª edición.
Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 103; GARCÍA (1999), p. 86; STRATENWERTH, Günter (2005) Derecho
penal. Parte General. El hecho punible. Traducción de Manuel Canció Meliá y Marcelo A. 4ª edición. Buenos
Aires: Hammurabi, pp. 247 y 254, entre otros. Es importante recalcar que la doctrina nacional considera la
primacía del principio del interés preponderante en el estado de necesidad, sin tener al alcance una disposición
como la del actual art. 10 Nº 11. Así, un restringido estado de necesidad justificante como el del art. 10 Nº 7
permitía solo la afectación de la propiedad ajena, siendo innecesario dar énfasis a la consideración de otros
principios como el de solidaridad intersubjetiva o responsabilidad.
442TALA JAPAZ, Alberto (1987) "La estructura objetiva del injusto aplicada al estado de necesidad", Revista
Chilena de Derecho, Vol. 14, Nºs. 2-3, pp. 313-333, p. 317.
443COUSIÑO (1979a), pp. 338 y 349; BALDÓ LAVILLA, Francisco (1994) Estado de necesidad y legítima defensa.
Barcelona: José María Bosch, pp. 43-47 y 101; HENKEL (2006), pp. 84-85.
444COLVIN PAVÉZ, Alberto (1974) "Algunas eximentes de responsabilidad en el Código Penal chileno", Revista
de Derecho, Universidad de Concepción, Nº 162 año 41, p. 14; LUZÓN (2006), p. 56.
445Esto no debe entenderse desde una perspectiva rígida en la cual el derecho no deba ceder jamás ante el
injusto. Lo anterior, en razón de que "la legítima defensa poseería una severidad insoportable, que, es más,
estaría derechamente dominada por una 'moral homicida' [...] HENKEL (2006), p. 79. Así, se incorporaron una serie
de consideraciones ético-sociales en la jurisprudencia alemana para limitar los efectos de la legítima defensa,
HENKEL (2006), pp. 80 y ss. En esta línea, en la doctrina nacional se reconoce la máxima que "el derecho no
necesita retroceder jamás ante lo injusto [como] plenamente válida" respecto de la legítima defensa -siguiendo la
línea de Pufendorf- COUSIÑO (1979a), p. 338. Ahora bien, el pensamiento de este último autor reconoce en el
marco de la racionalidad o necesidad de la legítima defensa, el principio de subsidiariedad, es decir, usar el
medio menos lesivo para contrarrestar la agresión, COUSIÑO (1979a), p. 217. Por otra parte, no se puede
desconocer que nuestra dogmática aceptaba la idea de enfrentar la agresión y no ceder jamás ante ella. No
obstante, esta idea parece perder espacio con el reconocimiento del deber de elusión en el contexto
internacional, véase POLITOFF LIFSCHITZ, Sergio (1997) Derecho Penal. Santiago: Editorial Jurídica ConoSur, T. I,
pp. 363-364.
447Art. 10 Nº 4 "El que obra en defensa de su persona o derechos, siempre que concurran las circunstancias
siguientes: Primera. Agresión ilegítima. Segunda. Necesidad racional del medio empleado para impedirla o
repelerla [...]".
451VARGAS (2013), p. 752; ACOSTA (2013), p. 701. Cabe agregar que se reconoce en el caso de la legítima
defensa la posibilidad de relacionar la inminencia con un delito permanente en ETCHEBERRY (1998), p. 254.
452JESCHECK, Hans y WEIGEND, Thomas (2002) Tratado de Derecho penal. Parte general. 5ª edición. Granada:
Editorial Comares, pp. 387 y 518; VARGAS (2013), p. 752. Sin embargo, a la Comisión redactora del Código Penal
chileno le será indiferente -en lo que concierne al art. 10 Nº 7- distinguir entre un peligro actual o inminente. Para
la Comisión serán equivalentes, COMISIÓN REDACTORA DEL CÓDIGO PENAL CHILENO (1974) Código penal de la
República de Chile y actas de las sesiones de la Comisión redactora del Código penal chileno con un estudio
preliminar por Manuel de Rivacoba y Rivacoba. Valparaíso: Edeval, p. 465. Asimismo, se puede reconocer la
aceptación de este razonamiento en COUSIÑO (1979a), p. 388.
453CURY (2005), pp. 373-374; NOVOA (2005), pp. 339-340; COUSO, Jaime (2011) "Comentario al artículo 10 Nº
4". En Couso Salas, Jaime y Hernández Basualto, Héctor (directores): Código penal comentado. Parte general.
Doctrina y jurisprudencia. Santiago: Legal Publishing Chile, p. 216.
454NOVOA (2005), p. 340; POLITOFF LIFSCHITZ, Sergio (2000) Derecho penal. 2ª edición. Santiago: ConoSur
LexisNexis Chile, T. I, p. 283; COUSO (2011), p. 216. Por otra parte, se enfatiza que el caso de una tentativa
inidónea ¿existe esta palabra en ámbito jurídico? No aparece en el diccionario. Se sugiere: inadecuada, impropia,
no idónea. no se podría comprender dentro de la inminencia porque "[...] no constituiría una agresión real [...]" en
COUSO (2011), p. 216.
455Énfasis añadido.
456CURY (2011), p. 37; CURY (2011), p. 259; SANTIBÁÑEZ (2011), p. 199; ACOSTA (2013), p. 701; VILLEGAS (2010),
pp. 160 y ss. Interpretación que ha recibido apoyo en la doctrina alemana por parte de ROXIN, Claus (1997)
Derecho Penal. Parte General. Traducción de Luzón Peña; Díaz y García Conlledo y De Vicente Remesali. 2ª
edición. Madrid: Civitas, T. I, p. 903; JAKOBS, Günther (1995) Derecho penal, parte general, fundamentos y teoría
de la imputación. Traducción de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de Murillo. Madrid:
Marcial Pons, p. 691 y JESCHECK (2002), p. 518. Incluso esta interpretación más flexible de la inminencia se puede
ver en una sentencia del Tribunal Federal Alemán del 2003, BGHSt 48, 255, Rn. 25, 26.
461En estos casos se deben aplicar las reglas del error. Se debe distinguir en el caso concreto si se trata de
un error invencible o vencible, CURY (2013), p. 265.
467Lo que no impide considerar una eximente incompleta de estado de necesidad al concurrir sus elementos
esenciales, véase SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), pp. 200 y ss.
474ACOSTA (2013), p. 705; SEPÚLVEDA (2012), pp. 180-181; FUENTES (2009), p. 57; VARGAS (2013), p. 761.
476ACOSTA (2013), p. 705. De acuerdo a Zaffaroni estos criterios de comparación son: "a) la jerarquía del bien
jurídico, b) la intensidad de la afectación, sea por daño o peligro, y, en el primer caso, si la destrucción del bien
fue total o parcial, permanente o pasajera,
c) el grado de proximidad del peligro del mal que se evite o se puede evitar [...]"; entre otros, véase ZAFFARONI,
Eugenio Raúl (2002) Derecho Penal. Parte General. 2ª edición. Buenos Aires: Editorial Ediar, p. 635.
477VARGAS (2013), p. 761. Al respecto Soler menciona que "[t]oda la teoría del estado de necesidad está
estructurada alrededor de la comparación estimativa de bienes, comparación de la cual resulta que sea una
justificante o una mera causa de exclusión de culpabilidad". Lo anterior, permitiría según Soler distinguir el caso
de coacción del estado de necesidad, véase GRISOLÍA CORBATÓN, Francisco (director) (1973) Código Penal Tipo
para Latinoamérica, Parte General. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 283.
478SEPÚLVEDA (2012), pp. 181 y ss. En este sentido, se pueden mencionar como criterio de ponderación o
comparación los intereses en conflictos desde la perspectiva de Roxin:
a) la comparación de los marcos penales, b) la diferencia de valor de los bienes jurídicos y c) la intensidad de la
lesión de los bienes jurídicos, véase ROXIN (1997), pp. 682-686.
480ZAFFARONI (2002), p. 631; OSSANDÓN (2012), p. 357. En contra de este criterio SOLER, Sebastián (1987)
Derecho penal argentino. 5ª edición. Buenos Aires: Tea, T. I, pp. 470-471. Hay que indicar que nuestra primera
posición dogmática impedía la ponderación de vidas humanas. Sin embargo, matizamos nuestra opinión porque
pareciera admitirse esta alternativa en el doble efecto.
481SEPÚLVEDA (2012), pp. 181-182; ACOSTA (2013), pp. 706-707. La excepción a la ponderación de vida versus
vida se encontraría en algunos supuestos de estado de necesidad defensivo según ROXIN (1997), p. 708.
482Nuestra disposición reconoce "...la posibilidad de una exculpación por estado de necesidad en una
situación de peligro para bienes fundamentales de personas no estrechamente vinculadas con el autor de la
respectiva acción de salvaguarda" a diferencia de lo previsto en el Código Penal alemán, según MAÑALICH (2013),
pp. 734-735.
487El profesor Alejandro Romero ha prestado atención a la necesidad de desarrollar una doctrina de los
precedentes en el sistema jurídico chileno. En este sentido, señala que "[...] no resulta saludable para la función
judicial que decisiones aparezcan como esencialmente variables, contradictorias, impredecibles; en suma, poco
atendibles", ROMERO SEGUEL, Alejandro (2004) La Jurisprudencia de los Tribunales como Fuente del Derecho.
Santiago: Editorial Jurídica de Chile, p. 12. Asimismo, otros plantean que la nulidad ha sido un instrumento
deficiente para lograr la unificación de criterios. Así, se necesitan nuevas normas de lege ferenda que permitan
lograr esta finalidad, véase DEL RÍO FERRETTI, Carlos (2012) "Problemas en la aplicación del Derecho penal en el
ordenamiento chileno. Una perspectiva procesal", Revista Chilena de Derecho y Ciencias penales, Vol. 1, pp.
282-285.
488SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 202. Respecto de quienes se encuentran en posición de garante ROXIN
(1997), p. 701; ACOSTA (2013), p. 709. Asimismo, en referencia a las teorías que explicarían qué tipo de
provocaciones excluirían el estado de necesidad, véase SILVA SÁNCHEZ, Jesús María (1982) "Sobre el estado de
necesidad en derecho penal español". Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales (ADPCP), T. 35, facs. 3, pp.
663-691. Disponible en:http://portal.uclm.es/descargas/idp_docs/doctrinas/silvasanchez.pdf[fecha de visita 21 de
diciembre de 2013], pp. 680 y ss.
489ACOSTA (2013), pp. 709-710; SANTIBÁÑEZ y VARGAS (2011), p. 202; respecto del art. 10 Nº 7 del Código Penal,
véase POLITOFF y MATUS (2002), p. 142.
491Al parecer una mera imprudencia no bastaría para excluir el estado de necesidad, CURY (2005), p. 377;
ETCHEBERRY (1998), p. 266; VARGAS (2013), p. 758.
497Se debe reconocer que "...los primeros estudios realizados en Chile para cuantificar el fenómeno de la
violencia contra la mujer, datan de la década del 80 y se refieren principalmente a sistematización de denuncias",
según la Unidad de Prevención de VIF del Programa Chile Acoge de SERNAM (2011) Unidad de prevención de VIF,
programa Chile acoge, Medición de la violencia contra la mujer. Disponible
en:http://sernam.cl/denunciaalmaricon/pdf/estudio1.pdf[fecha de visita 20 de diciembre de 2013]. Ahora bien,
según la Historia de la Ley Nº 20.480 eran muy pocas las instituciones que al año 2010 otorgaban una ayuda real
a las mujeres maltratadas por sus cónyuges o convivientes. Además, incluso aquellas instituciones que
entregaban ayuda eran deficientes para enfrentar el problema en forma interdisciplinaria. El hecho de que
muchos carabineros no tomaran estas denuncias o los jueces forzaran a llegar a acuerdo a las parejas,
incrementaba el riesgo de ser estas nuevamente víctimas de la violencia de sus agresores. Los datos empíricos
indicarían que el parricidio lo comete en mayor proporción la mujer que el hombre, lo que tendría su explicación
en el reiterado abuso físico y psicológico que recibe la mujer en el hogar. Estas conclusiones tienen como fuente
el estudio realizado por Doris Cooper sobre la Delincuencia Común en Chile; la Convención Interamericana para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, aprobada por la Organización de Estados Americanos
para Brasil en 1994, y los estudios formulados por la psicóloga Soledad Larraín, véase, HISTORIA DE LA LEY (2010)
19-20; LARRAÍN, Soledad (2002) Violencia en la familia y transmisión de pautas de comportamiento social,
Seguridad ciudadana, ¿espejismo o realidad? Ecuador: FLACSO. Disponible
en:http://www.flacso.org.ec/docs/sfseguridadciudadana.pdf[fecha de visita 23 de diciembre de 2013], p. 381.
Asimismo, respecto de la necesidad y propuesta de una política de prevención de la violencia hacia la mujer,
véase LARRAÍN (2002), pp. 394-397.
499LARRAÍN (2002), p. 381; HISTORIA DE LA LEY (2010), p. 17; MATHER, Victoria Mikesell (1987) "The Skeleton in the
closet: The Battered Woman Syndrome, Self-Defense, and Expert Testimony". Mercer Law Review, 39.
Disponible en:http://heinonline.org/HOL/Page?
handle=hein.journals/mercer39&&div=32&&g_sent=1&&collection=journals[fecha de visita 23 de diciembre de
2013], p. 546; SHAD, Kerry A. (1990) "State v. Norman: Self-Defense Unavailable to Battered Women Who Kill
Passive Abusers". North Carolina Law Review, 68. Disponible en:http://heinonline.org/HOL/LandingPage?
collection=journals&&handle=hein.journals/nclr68&&div=58&&id=&&page= [fecha de visita 23 de diciembre de
2013], p. 1165. Por otra parte, la iniciativa del Servicio Nacional de la Mujer de crear casas de acogida para la
mujer maltratada y sus hijos, tiene lugar en Chile a partir del año 2007. En la actualidad en nuestro país, cada
una de estas casas de acogida tiene una capacidad de entre 10 y 20 usuarias con 20 a 40 hijos e hijas. Existen
24 hogares con una capacidad total para 1168 mujeres y 2336 hijos. El proyecto está dirigido a mujeres de 18 o
más años que se encuentren en riesgo grave o vital por violencia intrafamiliar. Cada mujer podrá ingresar con
hasta dos hijos que no pueden ser mayores de 12 años de edad. Estas mujeres pueden ingresar a estos hogares
por las vías establecidas por el Servicio Nacional de la Mujer, las que corresponden a los Tribunales de Familia y
el Ministerio Público, véase SERNAM (2007) Programa casa de acogida. Disponible en:http://portal.sernam.cl/?
m=programa&&i=10#sdfootnote1sym[fecha de visita 23 de diciembre de 2013]. También se ha considerado
establecer funcionarios especializados para detener a los maltratadores en casos de violencia contra la mujer en
Missouri, EE.UU., véase, SHAD (1990), p. 1176, nota 137.
500Diversas explicaciones psicológicas se han planteado al respecto; véase ECHEBURÚA, Enrique, AMOR, Pedro
J. y DE CORRAL, Paz (2002) Mujeres maltratadas en convivencia prolongada con el agresor: variables relevantes,
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Facultad de Psicología, Universidad del
País Vasco. Disponible en:http://www.bvsde.paho.org/bvsacd/cd26/accion.pdf[fecha de consulta 23 de diciembre
de 2013], p. 146. También podemos señalar desde una perspectiva más sociológica que el delito predominante
en la delincuencia rural femenina es el parricidio del cónyuge y el homicidio del conviviente. Lo anterior, se da
como resultado de los años de maltrato físico reiterado a la mujer. Sin embargo, en la delincuencia femenina
urbana hay un menor porcentaje de comisión de este tipo de delitos, véase, COOPER, Doris (1994) Delincuencia
común en Chile. Santiago: LOM Ediciones, pp. 40 y 42; HISTORIA DE LA LEY (2010), pp. 17 y 20. Por otra parte, para
contrarrestar estos factores, el Servicio Nacional de la Mujer comenzó el año 2012 con un modelo de intervención
que proporciona atención especializada a hombres que ejercen violencia hacia sus parejas o exparejas. Estos
programas atienden a hombres mayores de 18 años que llegan por su propia voluntad o derivados del sistema
judicial. Existen 15 centros de atención, uno en cada región del país. Desde el 2011 hasta la fecha se han
atendido cerca de 2000 hombres en estos centros. El objetivo de este programa es detectar e incluso prevenir la
violencia en contra de la mujer, véase SERNAM (2012) Programa hombres por una vida sin violencia. Disponible
en:http://portal.sernam.cl/?m=programa&&i=11[fecha de visita 23 de diciembre de 2013].
501Sobre la relevancia de integrar parte del contenido de los informes de peritos en la defensa de mujeres
maltratadas, véase OLAVARRÍA ARANGUREN, José, et al. (2011) "Estudios y capacitación. Los parricidios y homicidios
imputados a mujeres". Centro de Documentación Defensoría Penal Pública Nº 7. Disponible
en:http://www.dpp.cl/resources/upload/9522c9433a14fe7c206077992983c3cd.pdf[fecha de visita 23 de diciembre
de 2013], p. 154. En el caso de EE.UU. es fundamental desde la perspectiva de la legítima defensa, veáse
WALKER, Lenore E. A. (2009) The Battered Woman Syndrome. 3ª edición. New York: Springer Publishing
Company, p. 78; MATHER (1987), pp. 546-547 y 582; SHAD (1990), p. 1165.
505Nuestro legislador reconoce la existencia de este tipo de actos para dar lugar a un estado de necesidad
exculpante, en el contexto de violencia contra la mujer, véase HISTORIA DE LA LEY (2010), p. 19.
507Factores sociales que se reconocen por nuestro legislador para contextualizar la introducción del estado de
necesidad exculpante en nuestro ordenamiento, véase HISTORIA DE LA LEY (2010), p. 19.
508DOHMEN, Mónica Liliana (1994). "Abordaje interdisciplinario del síndrome de la mujer maltratada. Proceso
secuencial". En Corsi, Jorge (compilador): Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave
problema social. Argentina: Paidós, p. 66; MATHER (1987), p. 554.
509CORNIA, Rebecca (1997) "Current use of battered woman syndrome: institutionalization of negative
stereotypes about women".UCLA Women's Law Journal, 8(1). Disponible
en:http://www.escholarship.org/uc/item/73t5x0m5#page-1[fecha de visita 23 de diciembre de 2013], pp. 103 y ss.
Asimismo, se han identificado también como otros factores, para explicar este fenómeno, las amenazas del
cónyuge abusador a los hijos o a la familia de la mujer y el temor de enfrentar el mundo por sus propios medios
fuera de la relación abusiva, MATHER (1987), pp. 554-555; SHAD (1990), pp. 1165-1166.
510En la primera sentencia del Tribunal Oral de Puente Alto, ruc Nº 1101060685-5, de diecisiete de enero de
dos mil trece, solo menciona la indefensión o desesperanza aprendida en el considerando decimoctavo. No
obstante, en la segunda sentencia del Tribunal, ruc Nº 1101060685-5, del 21 de junio del dos mil trece, se
menciona la relación existente entre la desesperanza aprendida y el síndrome de la mujer maltratada, véase el
considerando segundo.
511En este sentido, KINPORTS, Kit (1988) "Defending Battered Women's Self Defense Claims". Oregon Law
Review, 67. Disponible en:http://heinonline.org/HOL/Page?
handle=hein.journals/orglr67&&div=26&&g_sent=1&&collection=journals[fecha de visita 23 de diciembre de
2013], p. 397; SHAD (1990), p. 1166; ROBERTS, John W (2003) "Between the Heat of Passion and Cold Blood:
Battered Woman's Syndrome as an Excuse for Self-Defense in Non-Confrontational Homicides". Law &&
Psychology Review, 27. Disponible en:http://heinonline.org/HOL/LandingPage?
collection=journals&&handle=hein.journals/lpsyr27&&div=9&&id=&&page[fecha de visita 23 de diciembre de
2013], p. 138. Sin embargo, existen dos teorías alternativas a las del ciclo de la violencia propuesto por la Dra.
Walker, para explicar este fenómeno. La primera de estas teorías es denominada intermittent reinforcement o
refuerzo intermitente. Esta teoría explica que las relaciones abusivas no siempre son abusivas. Existen
momentos felices en la relación abusiva que dificultan a la mujer dejarla. Por otro lado, existe el fenómeno de la
indefensión o desesperanza aprendida o learned helplessness. Este fenómeno expone que los animales, al igual
que los humanos, que experimentan situaciones en las cuales no tiene el control de los eventos que sucederán,
pierden su habilidad de responder ante los estímulos de su entorno, MATHER (1988), pp. 553-554.
512LARRAURI, Elena y VARONA, Daniel (1995) Violencia doméstica y legítima defensa. Barcelona: EUB, p. 23;
DOHMEN (1994), p. 67.
513WALKER (2009), p. 91; CORSI, Jorge (1994) "Una mirada abarcativa sobre el problema de la violencia
intrafamiliar". En Corsi, Jorge (compilador): Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave
problema social. Argentina: Paidós, p. 44; LARRAURI y VARONA (1995), p. 24; SHAD (1990), p. 1167.
516WALKER (2009), pp. 94-95; LARRAURI y VARONA (1995), p. 24; CORSI (1994), p. 44.
517Véase SELIGMAN, Martin E. P. (1981) Indefensión. En la depresión, el desarrollo y la muerte. Traducción de
Luis Aguado Aguilar. Madrid: Editorial Debate, pp. 41-72.
521Artículo 7º de la Ley Nº 20.066: "Situación de riesgo. Cuando exista una situación de riesgo inminente para
una o más personas de sufrir un maltrato constitutivo de violencia intrafamiliar, aun cuando éste no se haya
llevado a cabo, el tribunal, con el solo mérito de la denuncia, deberá adoptar las medidas de protección o
cautelares que correspondan. Se presumirá que existe una situación de riesgo inminente como la descrita en el
inciso anterior cuando haya precedido intimidación de causar daño por parte del ofensor o cuando concurran
además, respecto de éste, circunstancias o antecedentes tales como: drogadicción, alcoholismo, una o más
denuncias por violencia intrafamiliar, condena previa por violencia intrafamiliar, procesos pendientes o condenas
previas por crimen o simple delito contra las personas o por alguno de los delitos establecidos en los párrafos 5 y
6 del Título VII, del Libro Segundo del Código Penal o por infracción a la Ley Nº 17.798, o antecedentes
psiquiátricos o psicológicos que denoten características de personalidad violenta. Asimismo, se presumirá que
hay una situación de riesgo inminente, cuando el denunciado oponga, de manera violenta, su negativa a aceptar
el término de una relación afectiva que ha mantenido recientemente con la víctima. Además, el tribunal cautelará
especialmente los casos en que la víctima esté embarazada, se trate de una persona con discapacidad o tenga
una condición que la haga vulnerable. Se considerará especialmente como situación de riesgo inminente el
hecho de que un adulto mayor, dueño o poseedor, a cualquier título, de un inmueble que ocupa para residir, sea
expulsado de él, relegado a sectores secundarios o se le restrinja o limite su desplazamiento al interior de ese
bien raíz, por algunos de los parientes señalados en el artículo 5º".
522Considerando decimoctavo.
523Considerando decimoctavo.
524Considerando decimoctavo.
525Considerando decimoctavo.
526Considerando decimoctavo.
527Considerando decimoctavo.
528Considerando decimoctavo.
529Considerando decimoctavo.
530Considerando decimoctavo.
531Considerando decimoctavo.
532Considerando decimoctavo.
533Considerando decimoctavo.
534Considerando decimoctavo.
535Considerando decimoctavo.
536Considerando decimoctavo.
537Considerando decimoctavo.
538Considerando decimoctavo.
539Considerando decimoctavo.
540Considerando decimoctavo.
541Considerando decimoctavo.
542Considerando decimoctavo.
543Considerando decimoctavo.
545Se ha planteado por Richard Rosen, Profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de North
Carolina (EE.UU.), expandir los límites de la inminencia, en el caso de la legítima defensa, a partir del caso de
State v. Norman. En este caso la mujer acusada, Judy Norman, como resultado del reiterado abuso físico y
psicológico de su cónyuge, decide sacar a sus hijos del hogar común, dejarlos en casa de su madre e ir a
comprar un arma. Finalmente, la mujer mató a su pareja mientras dormía. Esta mujer es condenada a seis años
de prisión, pese a haber denunciado estos hechos de maltrato previamente a la autoridad, véase ROSEN, Richard
A. (1993) "On Self-Defense, Imminence, and Women Who Kill Their Batterers". North Carolina Law Review, 71.
Disponible en:http://heinonline.org/HOL/LandingPage?
collection=journals&&handle=hein.journals/nclr71&&div=19&&id=&&page[fecha de visita 23 de diciembre de
2013], pp. 371-411.
546Se pensó que la inminencia iba a ser el gran obstáculo técnico, en el estado de necesidad exculpante, para
absolver aquellas mujeres decidieran defenderse de sus parejas maltratadoras, véase HERNÁNDEZ (2011b), p. 269.
Sin embargo, el Tribunal Oral en lo Penal de Puente Alto parece no prever ningún obstáculo al entregar una
interpretación más flexible de este requisito. Asimismo, tampoco reenvía la decisión de absolución al miedo
insuperable o a la fuerza irresistible, HERNÁNDEZ (2011b), p. 269; RETTIG ESPINOZA, Mauricio (2012) "Criterios
jurisprudenciales y doctrinarios para la configuración de la legítima defensa propia, del miedo insuperable y del
estado de necesidad exculpante", Razonamiento Penal Revista de Análisis Jurídico, Defensoría Penal Pública,
Nº 1, p. 54.
547Este razonamiento se vuelve a confirmar en el segundo fallo del Tribunal Oral en lo Penal de Puente Alto,
en causa ruc Nº 1101060685-5, de fecha 21 de junio de 2013. Lo anterior, reafirma la posibilidad de interpretar de
forma flexible la inminencia en el caso del art. 10 Nº 11, véase HERNÁNDEZ (2011b), p. 269.
548Considerando cuarto.
549CURY (2013), p. 259; CURY (2011) También se reconoce esta interpretación en el considerando décimo de la
sentencia del 7º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, en causa ruc Nº 1101043228-8, de fecha 25 de junio de
2012.
551Véase WALKER (2009), pp. 41-68; ROBERTS (2003), p. 139. Un trastorno de estrés postraumático es parte de
la categoría de los trastornos de ansiedad, como lo serían el ataque de pánico, la fobia social, el trastorno
obsesivo compulsivo, entre otros. Cualquier tipo de flashback de la experiencia traumática en un trastorno de
estrés postraumático debe ser diferenciado de alucinaciones e ilusiones u otras alteraciones de percepción
presentes en casos de esquizofrenia, trastornos psicóticos, trastornos de la personalidad con características
psicóticas o delirios, veáse AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (2000) "Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders". Text revisión, DSM-IV-TR. 4ª edición. Washington D.C.: American Psychiatric Association, p. 429 y p.
467. Existe evidencia científica que combates de guerra, desastres naturales, violaciones, abusos de droga y
alcohol, etcétera, son factores que inciden en T(s)SPT, véase MCFARLANE, Alexander (1990) "Vulnerability to
Posttraumatic Stress Disorder". En Wolf, Marion E. y Mosnaim, Aron D. (editores): Posttraumatic Stress Disorder.
Etiology, Phenomenology, and Treatment. Washington D.C.: American Psychiatric Press, pp. 11-17; KOOPMAN,
Cheryl, CLASSEN, Catherine y SPIEGEL, David (1997) "Multiple Stressors Following a Disaster and Dissociative
Symptoms". En Fullerton, Carol S. y Ursano, Robert J. (editores): Posttraumatic Stress Disorder: Acute and long-
term responses to trauma and disaster. Washington D.C.: American Psychiatric Press, pp. 21-36; MCCARROL,
James, URASNO, Robert J. y FULLERTONE, Carol S. (1997) "Exposure to Traumatic Death in Disaster and War". En
Fullerton, Carol S. y Ursano, Robert J. (editores): Posttraumatic Stress Disorder. Acute and Long-Term
Responses to Trauma and Disaster. Washington D.C.: American Psychiatric Press, pp. 37-58. Asimismo,
respecto de la relación del trastorno de estrés post traumático con figuras delictivitas, véase KILPATRICK, Dean G. y
RESNICK, Heidi S. (1993). "Posttraumatic Stress Disorder Associated with exposure to criminal victimization in
clinical and community populations". En Davidson, Jonathan R. T., M. D., and Foa, Edna B. (editores):
Posttraumatic Stress Disorder, DSM-IV and Beyond. Washington D.C.: American Psychiatric Press, pp. 113-143.
Sin embargo, pese al reconocimiento de factores como el maltrato a nivel doméstico y la desesperanza
aprendida en el trastorno de estrés postraumático, no hay un reconocimiento expreso del síndrome de la mujer
maltratada en este, véase el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales, 4ª edición,
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (2000), pp. 465 y ss.
553El informe pericial que introduce la desesperanza aprendida en juicio fue elaborado por la asistente social
Eliana Rodríguez Pérez, véase el considerando decimoctavo.
555ROBERTS (2003), p. 150. Pareciera ser que en EE.UU., generalmente acreditar el síndrome de la mujer
maltratada solo requiere de una descripción de los síntomas sin la necesidad de un diagnóstico de la acusada.
No obstante, el testimonio de la acusada incluiría tanto una descripción de los hechos como un análisis de su
comportamiento, con la finalidad de determinar si sufre el síndrome de la mujer maltratada. Aparentemente, solo
algunas cortes han realizado distinciones entre el testimonio específico de la acusada y otros generales respecto
de este síndrome. Sin embargo, las Cortes que han tratado esta problemática han sostenido que el testigo
experto debe unir este síndrome al comportamiento de la acusada para poder testificar respecto de los efectos de
este síndrome sobre su persona; véase MADISON CRIPPEN, Sarah (1990) "A critique and Proposed Solution to the
Adverse Examination Problem Raised by Batteres Woman Syndrome Testimony in Woman Syndrome Testimony
in State v. Hennum". Disponible en:http://heinonline.org/HOL/Print?
collection=journals&&handle=hein.journals/mnlr74&&id=1031[fecha de visita 23 de diciembre de 2013], pp. 1036-
1037.
559Nuestro sistema judicial debe ser cuidadoso en determinar qué tipo de información científica, proveniente
de un perito, tiene el grado de confiabilidad suficiente para ser presentada en juicio. Lo anterior, con el propósito
de no inducir erróneamente la decisión de los jueces. Importante es señalar que esta materia no ha sido
desarrollada en extensión, a diferencia de otros países, en Chile véase DUCE JULIO, Mauricio (2012) "La prueba
pericial y su admisibilidad en el proyecto de Código Procesal Civil". En Aguirrezabal G., Maite (editor): Cuadernos
de extensión Jurídica. Santiago: Publicaciones Universidad de los Andes, pp. 126-128. Así, para resguardar la
confiabilidad de la prueba científica sobre síndrome de la mujer maltratada se ha exigido, por algunas cortes aquí
con minúscula: unificar! Estadounidenses, un diagnóstico de la acusada, véase ROBERTS (2013), pp. 149-152. En
cambio, en nuestro país se debería discutir sobre la necesidad de un diagnóstico, para acreditar el grado de
extensión de este síndrome sobre la acusada, porque de lo contrario "el sistema se abre a la posibilidad de
admitir información de poca validez y calidad, pero que puede determinar de manera intensa el resultado del
caso", DUCE (2012), pp. 141-145.
560VILLEGAS (2010), pp. 166-167. También la Defensoría Penal Pública ha mostrado preocupación por construir
una defensa desde el miedo insuperable en estas situaciones de maltrato, véase OLAVARRÍA (2011), pp. 152-159.
563GARRIDO MONTT (2005), p. 317; MIR PUIG, Santiago (2011) Derecho penal. Parte general. 9ª edición.
Barcelona: Editorial Reppertor, pp. 610-611; HIGUERA (1991), pp. 109-112. Sin embargo, en la doctrina nacional se
confunde excepcionalmente el miedo insuperable como una causal de inimputabilidad en DEL RÍO, Raimundo
(1935) Derecho penal. Legislación penal. Parte general. Santiago: Editorial Nascimento, T. II, p. 185. Asimismo,
se presenta en la doctrina española una concepción híbrida del miedo insuperable, entre el estado de necesidad
y un trastorno mental transitorio, en CÓRDOBA RODA, Juan y RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo (1974) Comentarios al
Código Penal. Barcelona: Editorial Ariel, T. I, p. 358. Respecto de la posibilidad de aceptar casos de estrés
postraumático -en situaciones de violencia contra la mujer- en el miedo insuperable, véase JIMÉNEZ DÍAZ, María
José (2002) "Mujer víctima de violencia doméstica, trastorno de estrés postraumático y eximente de miedo
insuperable". En Aránguez Sánchez, Carlos y Morrillas Cueva, Lorenzo (coordinador): Estudios penales sobre
violencia doméstica. España: Editoriales de Derecho Reunidas, pp. 296-301.
566Considerando octavo.
567Considerando octavo.
568Considerando decimosexto.
569Considerando undécimo.
570Considerando duodécimo.
571Considerando decimonoveno.
572Considerando decimoctavo.
573Considerando octavo.
574Considerando octavo.
575Considerando octavo.
576Considerando octavo. En el caso People v. Aris (California, EE.UU., 1989) se puede identificar una línea de
interpretación restrictiva de la inminencia, similar a la que utiliza la Corte de Apelaciones de San Miguel. Sin
embargo, esta lectura es desde la legítima defensa, porque el ordenamiento estadounidense no contempla un
estado de necesidad exculpante para estas situaciones de maltrato. En estos casos, las líneas de defensa se
construyen desde legítima defensa o la inimputabilidad. Asimismo, siempre será necesario buscar ayuda en la
familia, amigos o en los medios que pone a disposición la sociedad para estos casos de abuso. Así, la solución
va por mejorar estos medios de prevención y no reducir los estándares de protección para justificar o exculpar el
sacrificar una vida ante estas situaciones, véase People v. Aris (1989) 215 Cal.App.3d 1178, 264 Cal. Rptr. 167;
SHAD (1990), p. 1175, nota 128.
577Considerando octavo.
578Considerando octavo.
579Considerando noveno.
580Considerando undécimo.
581Considerando undécimo.
582Considerando undécimo.
583Considerando décimo tercero. Respecto de este punto, la Regla Federal de la Evidencia 404 (a) (2) (a) de
Estados Unidos, tradicionalmente no ha permitido discutir acerca de la personalidad del agresor durante el
desarrollo de un juicio. Sin embargo, se admite esta evidencia en los casos de legítima defensa, véase ROBERTS
(2003), p. 137.
586Considerado undécimo: "[q]ue reafirma lo anterior y ello no parece lógico tampoco que después de tantos
años de maltrato de la entidad que ella afirma, no haya tomado ninguna medida en su resguardo como habría
sido por ejemplo, acudir a su familia o haber dado cuenta a la policía o a algún organismo competente de tales
excesos, considerando que, a juicio de esta Corte, había otros medios lícitos practicables a los que podría haber
concurrido a fin dar cuenta de la situación de peligro que la aquejaba, medios que fueran considerados menos
perjudiciales para evitar las consecuencias, sin que la acusada haya acudido a ninguno de ellos, existiendo solo
un temor que pudiera cometerse un mal grave, sin perjuicio que dicho mal no podía ser mayor que el causado
para evitarlo, porque consistió en privar de la vida a una persona y que no se ha demostrado que no hubiera otro
medio practicable y menos perjudicial para impedir ese supuesto mal que causar la muerte".
590CURY (2011) En EE.UU., esta preocupación se puede ver presente en la interpretación restrictiva de la
inminencia, desde la legítima defensa, en situaciones de maltrato hacia la mujer. Asimismo, no se justifica dar
muerte a los abusadores ante cualquier maltrato; véase ROSEN, Cathryn Jo (1986) "The excuse of self defense:
correcting a historical". The American University Law Review, Vol. 36. Disponible
en:http://www.wcl.american.edu/journal/lawrev/36/rosen.pdf[fecha de visita 23 de diciembre de 2013], p. 52.; SHAD
(1990), p. 1175. Se requiere de cierta entidad en las agresiones para reconocer en un maltrato habitual una
situación de peligro permanente; véase RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo (2003). "El delito de malos tratos en el
ámbito familiar". En, Cabanillas, Antonio, et al. (comité organizador): Estudios Jurídico en Homenaje al Profesor
Luis Díez-Picazo. Madrid: Civitas, p. 6725. Por otra parte, hay que buscar lograr un equilibro entre una autotutela
descontrolada y los mecanismos de protección de la mujer en estos casos, véase SHAD (1990), p. 1177.
594Por medio de este tipo de estado de necesidad se ha reconocido la posibilidad de matar a alguien para
defenderse de un peligro fuente de la propia víctima. Esta posibilidad se reconoce pese a que la conducta de la
víctima sea ajena a un comportamiento antijurídico. Todo lo anterior, al parecer, bajo parámetros excepcionales y
restrictivos; véase OSSANDÓN (2012), pp. 338, 340 y 343; HIRSCH, Hans Joachim (1999) Derecho penal. Obras
completas. Libro homenaje. Buenos Aires: Rubinsal-Culzoni, T. I, p. 133. En contra BASCUÑÁN, Antonio (2004) "La
píldora del día de después ante la jurisprudencia". Centro de Estudios Públicos, Nº 95. Disponible
en:http://www.cepchile.cl/1_3389/doc/la_pildora_del_dia_despues_ante_la_jurisprudencia.html#.UlLjUmmlhg[fecha
de visita 23 de diciembre de 2013], p. 70; COCA VILA, Ivo (2011) "Entre la responsabilidad y la solidaridad. El
estado de necesidad defensivo", Revista para el análisis del Derecho (InDret), Nº 1, pp. 4-14. Disponible
en:http://www.indret.com/pdf/789.pdf[fecha de visita 23 de diciembre de 2013]. Asimismo, aunque no se ha
aplicado el estado de necesidad defensivo en nuestra jurisprudencia, se ha reconocido su existencia. La
sentencia del 7º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, de fecha 25 de junio de 2010, en causa ruc Nº
1101043228-8, reconoce la existencia de un estado de necesidad defensivo, en el considerando décimo,
siguiendo los planteamientos del profesor Cury.
597En este sentido, la Diputada Rubilar, véase HISTORIA DE LA LEY (2010), pp. 451-452.
598Los tribunales en Chile tienden a acoger el miedo insuperable cuando deciden absolver a mujeres que dan
muerte a su maltratador; véase VILLEGAS (2010), pp. 171-172. Respecto de esta postura en el modelo español,
véase LARRAURI y VARONA (1995), pp. 80 y ss.
599En este sentido las probabilidades de que se produzca el mal deben ser altas, ROXIN (1997), pp. 689-690;
SEPÚLVEDA (2012), p. 179.
600Las circunstancias, número, proximidad y entidad de las agresiones serán esenciales para determinar la
presencia de la inminencia en estos casos. No basta el solo hecho de acreditar episodios de violencia. Es
necesario un examen pormenorizado de los presupuestos fácticos del caso para arribar a la conclusión de que
estamos en presencia de una actividad permanente y sistemática de violencia en contra de la mujer, que puede
ocasionar un riesgo concreto para su vida; véase RODRÍGUEZ (2003), p. 6733. En este contexto, es fácil relacionar
el maltrato habitual a la figura del secuestro. Sin embargo, en muchos de estos casos de maltrato, la mujer podrá
abandonar físicamente el lugar aunque crea lo contrario, véase SHAD (1990), p. 1175, nota 126. En el
considerando tercero de la segunda sentencia del Tribunal Oral en lo Penal de Puente Alto, del 21 de junio de
2013, en causa ruc Nº 1101060685-5, la defensa hace mención a esta posibilidad de relacionar el maltrato
habitual con el delito de secuestro. Por otra parte, en la doctrina nacional se ha interpretado el delito de maltrato
habitual -del art. 4º de la Ley Nº 20.066- como un delito permanente, lo que facilitaría apreciar la inminencia en
estos casos de maltrato a la mujer; véase VILLEGAS (2010), p. 157. Esta última seguiría los planteamientos de
LARRAURI y VARONA (1995), p. 38.
601HERNÁNDEZ (2011b), p. 268. Por otra parte, se ha sostenido que es posible una interpretación flexible de la
inminencia, desde la perspectiva de la legítima defensa, en casos de maltrato a la mujer en VILLEGAS (2010), pp.
151-158.
602Casos como State vs. Norman han llevado a la literatura norteamericana a discutir sobre la necesidad del
requisito de inminencia en la legítima defensa. Incluso se ha llegado a sugerir eliminar el requisito por algunos
autores norteamericanos; véase ROSEN, Richard A., cit. (n. 151), p. 376. En la doctrina nacional se ha señalado,
con la introducción del artículo 10 Nº 11, que si el propósito era "permitir de un modo relativamente expedito la
exención de responsabilidad de la mujer que, cansada de los graves maltratos, ataca a quien la ha martirizado
sistemáticamente, lo pertinente era construir una variante privilegiada de legítima defensa en términos de
relativizar la exigencia de actualidad o inminencia que unánimemente se exige para la 'agresión ilegítima'
[...]"HERNÁNDEZ (2011b), p. 269.
603ROXIN (1997), p. 903. Por otra parte, cabe recordar que la posibilidad de reconocer en la inminencia delitos
de permanentes, en el caso de la legítima defensa, ya se veía presente en la doctrina chilena, con anterioridad a
la incorporación del art. 10 Nº 11 del Código Penal; véase POLITOFF, MATUS y RAMÍREZ (2004), p. 217; NOVOA (2005),
p. 340; ETCHEBERRY (1998), p. 254. Sin embargo, la idea de considerar al maltrato habitual como un delito
permanente se incorpora en el trabajo de VILLEGAS (2010), p. 157. El Tribunal Oral de Puente Alto, siguiendo la
posición de esta última autora, no ve problemas en considerar el maltrato habitual como un delito permanente;
véase el considerando decimoctavo de la primera sentencia del Tribunal Oral en lo Penal de Puente Alto, en
causa ruc Nº 1101060685-5, de fecha 17 de enero de 2013. Asimismo, en el considerando decimoprimero de la
segunda sentencia, de fecha 21 de junio de 2013, se mantiene esta interpretación.
604La Corte Suprema de Estados Unidos ha establecido que no se pueden establecer diferencias de género
cuando la neutralidad es suficiente para resolver las situaciones de conflicto. En este sentido, la Corte en 1979
consideró inconstitucional el estatuto que permitía en Alabama exigir solo el pago de pensiones alimenticias a los
padres excluyendo a las madres, SHAD (1990), p. 1174, nota 118.
605Al parecer, el senador Alberto Espina habría manifestado que el art. 10 Nº 11 es una disposición que no
solo se aplicaría a la situación de la mujer maltratada, sino que también, respecto de los hombres; véase CURY
(2011). Por otro lado, también se ha planteado en la doctrina norteamericana que el estándar de razonamiento de
la mujer maltratada debe ser sometido a un examen constitucional. Así, se debe probar que la neutralidad de
género no es suficiente para resolver estos problemas desde la legítima defensa, véase BUDA, Michael A. y
BUTLER, Teresa L. (1985) "The battered wife syndrome: a backdoor assault on domestic violence". Journal of
family law, Nº 23. Disponible en:http://heinonline.org/HOL/LandingPage?
collection=journals&&handle=hein.journals/branlaj23&&div=29&&id=&&page=[fecha de visita 23 de diciembre de
2013, p. 379.; SHAD (1990), p. 1174. En este contexto, incluso, se ha pretendido, por algunos autores
estadounidenses, elaborar por medio de este síndrome una defensa propia de la mujeres women's self-defense.
Lo anterior, quizás con la pretensión de construir excepciones a las reglas tradicionales de la legítima defensa en
favor de las mujeres maltratadas; véase ROSEN (1986), p. 33. Para entender algunas razones de por qué se llega
a estas confusiones en el ámbito de la legítima defensa en EE.UU., véase ROSEN (1986), pp. 33 y ss. En este
orden de ideas, también se pueden observan argumentos para explicar la dificultad de diferenciar la legítima
defensa de una mujer maltratada de la legítima defensa en KINPORTS (1988), p. 422. Asimismo, respecto de la
conveniencia de aceptar o no estas defensas de género, véase DENNO, Debora (1994) "Gender, crime, and the
criminal law defenses". The journal of criminal law && criminology by Northwestern University, School of Law, Nº
85, Vol. 1, pp. 85 y ss. Disponible en:http://www.jstor.org/stable/pdfplus/1144115.pdf[fecha de visita 23 de
diciembre de 2013]. Por otra parte, un buen panorama de lo que ha sucedido en España respecto de la tutela de
la mujer contra la violencia de género en el derecho español se puede ver en RODRÍGUEZ YAGÜE, Ana Cristina
(2013) "La tutela de la mujer contra la violencia de género en el derecho penal español", Revista Chilena de
Derecho y Ciencias Penales, Vol. II, Nº 2, pp. 51-94.
606HENKEL (2006), pp. 108-109; GARCÍA DE VICENTE, Juan Carlos (1999) Homicidio por necesidad. La legítima
defensa en la teología tardomedieval. Berne: Peter Lang, pp. 2-3; DE AQUINO, Sancti Thomae, Summa Theologiae
(1999), 3ª edición. Torino: Ediciones San Paolo, pp. 1365-1366; ZAFFARONI (2002), p. 611; GIMBERNAT ORDEIG,
Enrique (1999) Ensayos penales. Madrid: Tecnos, p. 228; COUSIÑO (1979a), pp. 141 y 348; ZAFFARONI, Eugenio
Raúl (1973) Teoría del delito. Buenos Aires: Ediar, pp. 461-462.
609En las cortes norteamericanas, existen diferentes posturas respecto a la necesidad de un diagnóstico de la
desesperanza aprendida en el caso del síndrome de la mujer maltratada; véase ROBERTS (2003), pp. 150-152.
610Este síndrome de la mujer maltrata puede nublar y confundir la mente de las mujeres maltratadas. Sin
embargo, se ha llegado a plantear, en un caso en Argentina, que este síndrome no privaría a las mujeres de "la
posibilidad de comprender y dirigir sus acciones al analizar 'la necesidad racional del miedo empleado para
impedirla o repelerla' [...]"PLUIS, Liliana Elba (1994). "Las instituciones de justicia y el problema de la violencia
conyugal. Veredicto a una mujer golpeada. La justicia frente a un caso extremo de violencia conyugal". En Corsi,
Jorge (compilador): Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Argentina:
Editorial Paidós, pp. 214 y ss. Sin embargo, creemos que el síndrome de la mujer maltratada es una alteración o
perturbación anímica que priva a las mujeres de tomar una decisión razonable en la selección de los medios. Si
bien es cierto este síndrome no afecta a las mujeres como un trastorno mental transitorio, si lo hace desde la
perspectiva de un trastorno de estrés postraumático.
611No hay un reconocimiento en el trastorno de estrés postraumático del síndrome de la mujer maltratada en
la 4ª edición del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales; véase ROBERTS (2003), p. 139.
612En esta línea, el Tribunal Federal Alemán señala que en estos casos siempre es necesario recurrir a la
ayuda de terceros y especialmente a la autoridad; véase BGHSt 48, 255 Leitsatz, Rn. 29, 30.
613Esto ha sido discutido en el modelo estadounidense. Algunos autores argumentan que con la incorporación
de este síndrome de la mujer maltratada se estaría pasando de un estándar objetivo a uno puramente subjetivo,
véase KINPORTS (1998), pp. 418 y ss. Sin embargo, hay que tener presente que el criterio del hombre medio no es
un criterio puramente objetivo, sino que también incluiría aspectos físicos e incluso psicológicos del individuo que
enfrenta la situación de peligro, véase CURY (2005), pp. 451-452; GARRIDO (2005), p. 318. Así, la tarea está en
establecer los límites de este síndrome considerando si el criterio del hombre medio es el adecuado para estas
situaciones.
614POLITOFF, MATUS y RAMÍREZ (2004), p. 347; CURY (2005), pp. 458-450; COUSIÑO MAC IVER, Luis (1979b)
Derecho penal chileno. Parte general. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. III, p. 245; HERNÁNDEZ (2011a), p.
257.
617Esta discusión se planteó respecto de la legítima defensa en el caso de State vs. Norman, North Carolina,
EE.UU., véase SHAD (1990), pp. 1173-1175.
618POLITOFF, MATUS y RAMÍREZ (2004), p. 345. Por otra parte, respecto de los inconvenientes de fundamentar el
estado de necesidad en una alteración o perturbación anímica ante la situación de peligro, véase FIANDACA,
Giovanni y MUSCO, Enzo (2006) Derecho penal, parte general. Bogotá: Temis, pp. 302 y ss.; CURY (2013), p. 258.
Asimismo, se ha planteado que en este desplazamiento del miedo insuperable de una noción psicológica a otra
normativa, se puede encontrar la confusión entre actuar bajo un estado de necesidad o miedo insuperable, véase
GÓMEZ BENÍTEZ, José Manuel (1984) Teoría Jurídica del delito. Parte penal. Parte general. Madrid: Civitas, pp. 430-
431; HIGUERA (1991), p. 105.
619HERNÁNDEZ (2011a), p. 258. Asimismo, en nuestra doctrina, el miedo insuperable sería una perturbación
anímica, dentro de la inexigibilidad de otra conducta, que se diferenciaría de la inimputabilidad, HERNÁNDEZ
(2011b), p. 253. Sin embargo, el modelo español no presenta un criterio uniforme en esta materia. Así, algunas
sentencias consideran el miedo insuperable como una causa de inimputabilidad, otras como una causa de
inexigibilidad objetiva e incluso como una causa de justificación o ausencia de acción. Este desalentador
panorama se explica en el significado de alteración psicológica que atribuye al miedo insuperable el Tribunal
Supremo Español. Lo anterior habría desencadenado una superposición del miedo insuperable con situaciones
de inimputabilidad, según QUINTERO OLIVARES, Gonzalo (2010) Parte General del Derecho Penal. 4ª edición.
España: Aranzadi Thomson Reuters, pp. 596 y ss.
620En el Código Penal Tipo para Latinoamérica, la comisión chilena explica al miedo insuperable desde una
perturbación anímica, caracterizada por una falta de serenidad y ponderación ante los males. Así, no es posible
exigir en estos casos proporcionalidad entre los bienes y males que concurran, véase GRISOLÍA (1973), p. 357.
621CURY (2005), pp. 458-450. Asimismo, en este contexto será esencial determinar cómo pueden incidir los
efectos del art. 10 Nº 11 en la interpretación del miedo insuperable, véase HERNÁNDEZ (2011a), p. 259.
622MAÑALICH (2011), p. 2.
625MAÑALICH (2011), p. 8.
627En esta línea, HIGUERA (1991), pp. 139-151; CURY (2013), p. 265; CURY (2005), pp. 362-363; VAN WEEZEL
(2008), pp. 59-62; MIR (2011), p. 612, § 29.
Acto imaginario: proceso psíquico en que el sujeto está capacitado para crear un
objeto no real —en un plano autorreferencial— con plena certeza de su significado,
por lo que ejerce una función psíquica de diferenciación que le permite determinar que
dicho acto es parte de una fase negativa de la realidad. Dicho proceso permite
superar un defecto de imputación, porque no existe una pérdida de contacto grave
con la realidad.
Acto perceptivo: proceso psíquico en que el sujeto está capacitado para percibir un
objeto real —en un plano heterorreferencial— sin plena certeza de su significado. Este
proceso psíquico —de carácter positivo— permite identificar la realidad de un objeto a
través de una función de integración. Dicho proceso permite superar un defecto de
imputación, porque no existe una pérdida de contacto grave con la realidad.
Ello: una de las tres instancias psíquicas propuestas por Freud en su segunda teoría
(Ello-Yo-Superyó). El ello consiste en los impulsos inconscientes, y reprimidos de la
personalidad, los cuales pueden ser en parte hereditarios e innatos, y en parte
reprimidos y adquiridos631.
Estado de necesidad justificante: "estado de crisis para los bienes jurídicos que el
ordenamiento resuelve a favor del interés preponderante de forma que la conducta
queda amparada por el Derecho (norma permisiva)"634.
Estado de necesidad exculpante: "estado de crisis para los bienes jurídicos en que
no concurre la justificación general de la conducta (que se halla prohibida o prescrita),
pero sí es posible la exculpación particular del agente"635.
Principio de realidad: dícese del criterio que rige la graduación de los trastornos de
la realidad en materia penal y en psicología gracias a los aportes de la fenomenología
de Husserl. Este principio en los manuales de psicopatología y en la jurisprudencia del
sistema penal chileno, solo admite tres formas de alteración: trastorno de apreciación
de la realidad, trastorno del sentido de la realidad y trastorno del juicio de la realidad.
Psicoanálisis: disciplina del pensamiento fundada por Sigmund Freud que consiste
en el estudio metodológico del inconsciente, su aplicación psicoterapéutica, y el
conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas que lo componen640
Volición: "acto de libertad básica mínima, consistente en obrar con una alternativa
mínima (obrar o dejar de obrar; salir de la inactividad o permanecer en ella). Ha de
distinguirse de la voluntariedad. Se excluye por la vis absoluta"643.
Yo: una de las tres instancias psíquicas propuestas por Freud en su segunda teoría
(Ello-Yo-Superyó). Se entiende como una especie de mediador entre el ello, el
superyó y las exigencias de la realidad, y como es que el sujeto es capaz de lidiar con
sus conflictos y así poder adaptarse645.
ACOSTA SÁNCHEZ, Juan Domingo (2013). "Artículo 10 Nºs. 7 y 11 del Código Penal. Algunos criterios de delimitación".
En Van Weezel, Alex (editor): Humanizar y renovar el Derecho penal. Estudios en memoria de Enrique Cury.
Santiago: Legal Publishing Chile.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (2000). "Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders". Text revisión,
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_______ (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. 5th edition. Washington, DC; London,
England: American Psychiatric Publishing.
ARISTÓTELES (1989a). Ética a Nicómaco. Traducción de María Araujo y Julián Marías, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales.
BAYTELMAN, Andrés y DUCE, Mauricio (2001). Litigación Penal en Juicios Orales. Santiago de Chile: Diego Portales.
BALDÓ LAVILLA, Francisco (1994). Estado de necesidad y legítima defensa. Barcelona: Editorial José María Bosch.
BASCUÑÁN RODRÍGUEZ, Antonio (2004). "La píldora del día de después ante la jurisprudencia". Centro de Estudios
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