Charles Perrault - Cuentos de Perrault - Text
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“cónico er 2
Cuentos de Perrault
Charles Perrault
lHustraciones de
Andrés Jullian
a
El gato con botas 7
Caperucita Roja 27 |
Pulgarcito 41
Delfin de Color
.LS:B.N.: 956-12-0773-7.
7 edición: enero de 2009. La Cenicienta 71
Obras Escogidas
1S.BN.: 956-12-1702-3.
8 edición: enero de 2009.
0 Derechos reservadosdela presente edición
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la propiedad intelectual por la ley N? 17.366.
Impreso par RR Domelley.
Antonio Escobar Williams 590. Cerrillos.
Santiago de Chile.
El gato con botas
bién se disculpó por tener que matarlas, porque Mientras se estaba bañando, el rey pasó en su
no había más remedio: “Yo soy un gato bueno, carroza y el gato se puso a gritar con todas sus
pero responsable de mi amo”, pensó, fuerzas:
De nuevo fue al palacio del rey a ofrecerle las =¡Socorro, socorro, que se está ahogando el
perdices en nombre de su amo, como había hecho Marqués de Carabás!
con el conejo. Al oír estos gritos, el rey sacó la cabeza por
El rey recibió con agrado el regalo y ordenó a la portezuela y al reconocer al gato que tantas
sus sirvientes: h veces le había llevado piezas de caza, ordenó a
—Den al señor Gato una buena propina. sus guardias:
Durante dos o tres meses siguió el gato cazando —Vayan enseguida y ayuden al Señor Marqués
y llevando de vez en cuando al rey algunas buenas de Carabás,
piezas de parte de su amo. Mientras estaban sacando al pobre marqués del
Un día se enteró de que el rey estaba preparán- río, el gato se acercó a la carroza real y dijo al rey:
dose para salir de paseo en su carroza con su hija, —¡Gracias, Majestad! Mi amo acaba de ser
la princesa Rosalinda, la más hermosa del mundo, víctima de un robo. Unos ladrones le han robado
que quería pasear a orillas del río. la ropa. Yo he gritado: “¡al ladrón!”, pero nadie
Corrió donde su amo y le dijo: me oyó y mi amo ha quedado sin ropa. No puede
Si quiere seguir mi consejo, su fortuna es cosa salir del agua.
hecha. No tiene más que bañarse en el río, en el El rey ordenó enseguida:
lugar que yo le indique. Luego me deja hacer a —Vayan los encargados a mi guardarropa y es-
mí. cojan uno de mis mejores trajes para el Marqués
El Marqués de Carabás hizo lo que le aconse- de Carabás.
jaba su gato, sin saber adónde iría a parar aquella —Muchas gracias de nuevo, Majestad —dijo
nueva extravagancia. el gato—. Mi amo el Señor Marqués de Carabás
(CHARLES PERRAULT CUENTOS DE PERRAULT 17
el rey estaba pasando, pues todas dependían del Maese Gato bajó del tejado y confesó:
castillo del ogro. -Al ver el león, señor ogro, le confieso que pasé
Maese Gato se había informado con cuidado mucho miedo. Pero dígame ¿es verdad que puede
de quién era el tal ogro y de la rara cualidad que tomar la forma de animalitos más pequeños? ¿Po-
tenía, Al encontrarse con los servidores del castillo dría convertirse en una rata o un ratoncito? Tengo
solicitó una entrevista con el ogro. que confesarle que no lo creo. Eso es imposible.
—No he querido pasar tan cerca del castillo —¿Imposible? ¡Ja, ja,ja! replicó el ogro riendo
—dijo— sin tener el honor de presentarle mis res- con suficiencia—, Ahora verás.
petos. En un instante la imponente figura del ogro corría
Sea bienvenido —dijo el ogro-. Me complace porel suelo convertida en una pequeña rata. En cuanto
verlo. Hoy espero a mis amigos a cenar. la vio el gato... ¡zas!, se arrojó sobre ella y la devoró
—Me han asegurado, señor ogro, que usted tiene en menos tiempo que el que se tarda en decirlo,
el don de convertirse en toda clase de animales. —Adiós para siempre, Señor Ogro —gritó con-
Dicen que puede transformarse en león o en ele- tento el gato, contorneándose con sus elegantes
fante —le dijo el gato con aire de incredulidad. botas.
—Pues es verdad —respondió bruscamente el Entretanto el rey, al ver el magnífico castillo
ogro—, y para demostrarlo voy a convertirme en del ogro quiso entrar en él. El gato, que oyó el
león. ruido de la carroza, pasó por el puente levadizo
El gato se asustó tanto al ver un león ante él, que y corrió al encuentro del rey. |
de un salto alcanzó a subirse al alero de un tejado, Sea bienvenido, Su Majestad, al castillo del
aunque sus lindas botas no eran nada buenas para señor Marqués de Carabás —le dijo abriendo la
andar por las tejas. portezuela de la carroza real.
Cuando el ogro, muerto de risa ante el susto —¡Pero, señor Marqués! ¿También es suyo este
del gato, volvió a su forma normal, el asustado castillo? exclamó admirado el rey—. No hay nada
CuakLES PERRAULT Cutwros ve PeraUL 23
La pobre niña gritó asustada, pero ya era de- —¡Ay, qué susto he pasado! ¡Qué oscuro estaba
masiado tarde. El lobo feroz se arrojó sobre ella en el cuerpo del lobo!
y la devoró. —Yo también quiero salir —decía con voz entre-
Al lado de la cama quedó su capita con la ca- cortada la abuela,
peruza, roja como una amapola. El lobo se sacó el El cazador la sacó. “Menos mal que está viva
disfraz y salió corriendo a esconderse nuevamente —pensó—. Unos minutos más y la nieta y la abuela
en el bosque. Claro que había comido tanto que hubieran muerto.”
se cansó y pensó que era mejor reposar debajo El lobo sí que no pudo despertar. Recibió el
de un árbol. y castigo que merecía su maldad. El cazador se llevó
Pronto se quedó profundamente dormido. Daba su piel para colgarla en su hogar como un trofeo
unos ronquidos tan fuertes que llegaron a los of- de caza muy especial.
dos de un cazador. Atraído por ellos, éste se fue La abucla y la nieta llegaron a su casita, Aún
acercando a los árboles, vio al lobo durmiendo olía a lobo, por lo que abrieron las ventanas para
y con la panza tan abultada que supuso que algo que entrara el aroma del bosque.
había adentro... —¡Qué suerte estar vivas! —dijo Caperucita—, Nun-
Viejo pecador astuto —dijo=, ahora vas a pagar ca olvidaré las recomendaciones de mi mamá,
tus pecados. aunque a veces no las entienda.
Iba a disparar, pero pensó que era mejor abrirlo
en canal. "¡Quizá hay alguna víctima dentro de
él y la puedo salvar!", se dijo. Y sacando unas
grandes tijeras lo abrió. Se cuenta que Caperucita siguió siendo una
Lo primero que vio fue la rubia cabeza de la niña feliz, pero nunca más volvió a creer las men-
niña. Dio dos cortes más y saltó Caperucita di- tiras de otros lobos, y siempre hizo caso de los
ciendo:
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Se levantó muy temprano, fue a la orilla de un es- camino las piedrecitas blancas que llevaba en los
tero, recogió piedrecitas blancas que guardó en sus bolsillos.
bolsillos hasta que quedaron llenos, y enseguida -No tengan miedo —les dijo el diminuto her-
regresó a la casa, manito—, nuestro padre y nuestra madre nos han
—Vamos, hijos —dijo el papá—, hoy trabajaremos dejado aquí.
todos y tendremos mucha leña. —¿Dices que ellos se fueron y nos dejaron?
Pulgarcito no dijo a sus hermanos nada de lo —preguntó incrédulo el hermano mayor.
que sabía; ellos caminaban contentos siguiendo —Así fue —aseguró Pulgarcito—. Pero yo sé por
a sus padres y pronto llegaron a un bosque muy dónde regresar a casa. Síganme.
espeso, donde no se veía a diez metros de dis- Pulgarcito empezó a caminar y detrás de él to-
tancia. dos sus hermanos. Llegaron a casa por el mismo
Guillermo se puso a cortar leña y los hijos a camino que habían seguido en la mañana.
recoger ramas para formar sus atados. En un mo- Al principio no se atrevieron a entrar. Todos se
mento en que todos estaban ocupados, Guillermo amontonaron junto a la puerta y la ventana para
y Sonia se fueron alejando sigilosamente para escuchar lo que sus padres decían.
huir después por un sendero escondido, sin que Estos habían llegado hacía mucho rato a su casa
los niños se dieran cuenta. y habían recibido la visita del señor del pueblo que
Cuando se vieron solos, sin la protección de les llevó diez escudos. Era una deuda de mucho
sus padres, los pobres niños se pusieron a llorar tiempo atrás, con cuyo pago ya no contaban. Los
y a gritar con todas sus fuerzas. diez escudos les devolvieron la vida, pues creían
Pulgarcito les dejaba gritar porque sabía por que morirían de hambre.
dónde iban a regresar a casa. Mientras todos Guillermo había mandado a Sonia a la carnice-
habían seguido a sus padres despreocupados y ría a comprar carne para la cena y ésta regresó rá-
jugando, él había ido dejando caer a lo largo del pidamente con carne en abundancia. Como hacía
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tanto tiempo que aguantaban el hambre, compró —¡Ay! ¿Dónde estarán ahora mis pobres hiji-
tres veces más de la que necesitaban, ahora que tos?
estaban solos. Cenaron hasta hartarse y entonces Lo repitió tantas veces que ya iba levantando
Sonia empezó a lamentarse: la voz como si lo gritara a los cuatro vientos. Los
—¡Ay! ¿Dónde estarán ahora nuestros pobres niños la escucharon y se pusieron a gritar todos
hijos? ¡Qué bien habrían comido ellos sólo con lo juntos:
que nos sobra! Tú has sidoelculpable, Guillermo. —¡Estamos aquí! ¡Estamos aquí!
Tú me convenciste de que los abandonáramos en La madre corrió a abrirles la puerta y exclamó
aquel bosque horroroso. ¡Ay! ya sabía yo que nos abrazándolos:
íbamos a arrepentir. ¿Qué harán ahora en el bos- —¡Qué contenta estoy de recuperar a mis queri-
que? ¡Ay, Dios mío! ¡Quizá se los han comido ya dos niños! ¡Qué cansados y hambrientos estarán!
los lobos! ¡Qué inhumano eres! ¡Tú has perdido Pedrito, estás todo manchado de barro, Ven aquí,
a nuestros hijos! a que te lave la cara.
El leñador la dejó hablar y llorar, pero al fin se Pedrito era el hijo mayor y ella lo quería más
impacientó de oírle veinte veces la misma sarta que a todos los otros porque era colorín, igual que
de acusaciones. ella, que era colorina. Guillermo también se emo-
—Te voy a pegar si no te callas —le dijo. cionó al verlos y se sentó con todos a la mesa.
Guillermo estaba más afligido, si cabe, que la —Es Dios quien nos los ha devuelto —dijo.
misma Sonia, pero si seguía escuchándola iba a No, papá: fue Pulgarcito el que nos guió por
volverse loco. Él sabía que su mujer tenía razón, el camino —dijo Pedrito.
pero no era hombre que diera su brazo a torcer y Hablaban todos a la vez mientras comían y con-
mucho menos darle la razón a una mujer, aunque taban al padre y a la madre, quienes escuchaban
ésta fuera Sonia. embobados de gusto las peripecias y el miedo que
La pobre mujer seguía llorando y lamentándose: habían pasado en el bosque.
A
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Los buenos leñadores estaban encantados de Pulgarcito no tuvo miedo. Pensaba: “Encon-
volver a tener a sus hijos. ¡Eran tan chiquitos! Pero traré fácilmente el camino gracias al pan que he
aquella alegría les duró sólo lo que duraron los diez ido dejando como señal”, Pero las migas habían
escudos. Cuando se acabó el dinero volvieron a desa- parecido, comidas por los pájaros. Ninguno
sentir la misma desesperación de antes y de nuevo de los hermanos tenía idea de cómo encontrar el
decidieron abandonarlos. Esta vez los llevarían mu- camino.
cho más lejos para no fallar como la primera vez. Lloraban tristes, desolados. Cuanto más an-
A pesar del secreto, no pudieron hablar tan bajo daban, más se extraviaban y se internaban en el
como para que Pulgarcito no los oyera. bosque. Llegó la noche y se levantó un gran viento
El niño quiso hacer lo mismo que la vez pa- que silbaba como si fueran aullidos de lobos, lo
sada y se levantó muy temprano para ir al estero que les causaba un miedo espantoso. Apenas se
a recoger piedrecitas, Pero no pudo hacer nada atrevían a hablar o volver la cabeza, temerosos de
porque encontró la puerta cerrada con llave y él ver a los lobos que venían a comérselos. Luego
no alcanzaba la cerradura. Además, le habían dado empezó una fuerte lluvia que los caló hasta los
dos vueltas con una pesada llave, huesos. Resbalaban y se caían en el barro, de don-
No sabía qué hacer, cuando la madre les repar- de volvían a levantarse totalmente embarrados,
tió a cada uno un trozo de pan para la comida. Pul- sin saber qué hacer con sus manos.
garcito pensó: “En vez de piedrecitas, iré echando Pulgarcito, ligero como una ardilla, trepó a lo
migas de pan a lo largo de todo el camino”, Y se alto de un árbol para ver si divisaba algo. Volvió
guardó el pan en el bolsillo. la cabeza a un lado y a otro y al fin vio a lo lejos
Parecía que nunca iban a llegar, pues sus padres una lucecita como de un farol. Estaba muy lejos,
los llevaron muy lejos, al lugar más oscuro y es- más allá del bosque.
peso del bosque, y en cuanto los vieron atareados Bajó del árbol y cuando llegó al suelo ya no vio
tomaron un camino apartado y los dejaron allí. la lucecita, con lo que empezó a desanimarse. Sin
ad
s2 CHARLES PERRAULT CUENTOS DE PERRAULI $3
embargo, comenzó a caminar con sus hermanos —¡Qué pena, señora! —le respondió Pulgarcito,
en la dirección en que había visto la luz y, al cabo que temblaba como la hoja de un árbol-. ¿Qué
de un rato, al salir del bosque, volvió a verla. podemos hacer? Si nos deja en el bosque nos
—¡Miren, allí está la luz! —gritó. comerán los lobos... Mejor será que nos coma
Caminaron a prisa venciendo el miedo, pues la el Señor Ogro. A lo mejor tendrá compasión de
perdían de vista cada vez que pasaban por algún nosotros. Quizá usted, que tiene buen corazón,
declive del terreno. Por fin llegaron a una casa. Se pueda defendernos.
acercaron a la puerta y llamaron con temor. Una La mujer del ogro se convenció con lo que le
voz de mujer preguntó: decía aquel niño tan chiquito. “Podré ocultarlos
—¿ Quiénes están ahí? de mi marido hasta mañana”, pensó.
—Unos niños perdidos en el bosque. —Pasen, pasen todos. Vengan alrededor del fue-
La mujer abrió la puerta y los miró compasiva. go de la chimenea para que se calienten y luego
Presentaban un cuadro conmovedor. Imploraban los llevaré adonde el ogro no pueda verlos.
caridad con los ojos, sin atreverse a decir nada. Al Los niños entraron en la cocina tibia donde
fin, Pedrito suplicó con voz temblorosa: estaba asándose un cordero que despedía un de-
—Por favor, señora, permita que pasemos la licioso olor y les abría el apetito. Lo miraron y su
noche en su casa, en cualquier rincón. Tenemos hambre pareció acrecentarse,
miedo de los lobos. Apenas empezaban a calentarse, cuando oyeron
La mujer los miró de nuevo y al verlos tan dar uno, dos, tres, cuatro pesados golpes en la
lindos, a pesar del barro que los cubría, se puso a puerta: era el ogro que regresaba a su casa.
llorar desconsolada: La buena mujer los escondió a todos bajo una
—¡Ay, pobres niños! —gimió—. ¡No saben adón- gran cama y fue a abrir la puerta.
de han llegado! Esta es la casa de un ogro que se —¡Buenas noches, marido!
come a los niños pequeños. stá ya lista la cena? ¿Sacaste el vino de la
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(CUENTOS DE PERRAULT 55
s4 CHARLES PERRAULT
—¿Pero qué harás entonces con toda la carne En la misma habitación donde ellas dormían
que tienes preparada? Mira bien lo que hay: un había otra cama grande. La mujer del ogro acostó
ternero, dos corderos y la mitad de un cerdo. en ella a los siete niños y ella se acostó después
—Tienes razón —dijo el ogro—. Mejor será que al lado de su marido, que roncaba profundamente
les des una buena comida para que no adelgacen dormido.
y acuéstalos. Pulgarcito se acostó temiendo que el ogro
La buena mujer estaba radiante de alegría. intentara de nuevo degollarlos. La mujer podía
Los acomodó alrededor de la mesa y les sirvió estar durmiendo y ellos totalmente desprotegidos.
una buena cena, que no pudieron comer de tanto “¡Qué miedo!”, pensó estremeciéndose.
miedo que tenían, Al ir a la cama se había fijado en las coronitas
El ogro, entretanto, siguió bebiendo encantado de oro que las hijas del ogro llevaban en la cabeza.
de tener bocados tan deliciosos para agasajar a Tenía que hacer algo para salvar su vida y las de
sus amigos. Bebió una docena de tragos más que todos sus hermanos. Así es que se levantó a me-
de costumbre. El vino se le subió a la cabeza y dia noche, quitó los gorros de las cabezas de sus
sintió que se mareaba, por lo que tuvo que irse a hermanos, se sacó el suyo y se acercó despacito a
la cama. la cama donde dormían las pequeñas ogresas.
El ogro tenía siete hijas, que todavía eran niñitas. Con mucho cuidado fue quitando a cada una su
Criadas junto al padre, estaban acostumbradas a coronita de oro y poniéndole un gorrito. Después
comer carne fresca, lo que hacía que estuvieran fue hasta donde dormían sus hermanos y les puso
todas fuertes y rosaditas. Ellas no eran malas, pero las coronas de oro, con tanto cuidado que ninguno
educadas por el ogro prometían llegar a ser unas sintió lo que estaba pasando.
buenas ogresas. La madre las había acostado tem- Su presentimiento no lo engañó. El ogro se
prano en una gran cama. Cada una de ellas tenía en despertó un poco después del cambio y pensó:
la cabeza una diadema de oro a modo de corona. “¿Por qué voy a dejar para mañana lo que puedo
—_——_—_.A ——————JJJ_JJJJJJJJJ——
En cuanto Pulgarcito oyó roncar al ogro, des- ¡Esos pequeños me han engañado! —rugió como
pertó a sus hermanos, les dijo que se vistieran sin bestia herida. Arrojó un jarro de agua en la cabeza
hacer ruido y que le siguieran. de su mujer para hacerla volver en sí y gritó:
Bajaron silenciosamente hasta el jardín, salta- —¡Me las van a pagar esos desgraciados! ¡Ahora
ron los muros, empujados por su propio miedo y, van a ver!
al verse libres, corrieron y corrieron durante toda Su mujer lloraba silenciosamente, sintiendo que
la noche sin saber adónde iban y sin sentir miedo estaba pagando por los crímenes de su marido.
alos lobos. —Dame rápidamente mis botas de siete leguas
El ogro, entretanto, se despertó alegre. Desper- para ir a atraparlos. ¡Muévete, mujer! se impa-
tó a su mujer y le dijo: cientó el ogro.
—Anda, sube y prepara a esos pícaros niños que Sin perder tiempo, se lanzó a la búsqueda de los
llegaron anoche. siete fugitivos. Corrió en todas direcciones con sus
La mujer se sorprendió mucho de la actitud de botas de siete leguas y, por fin, fue a dar al camino
bondad de su marido, sin entender lo que quería por el que iban los pobres niños, que ya estaban a
decirle con aquello de que “los preparara”. Creía únos cien pasos de la casa de sus padres.
que había querido decirle que los vistiera y ayu- Pulgarcito, que iba preocupado pensando que el
dara a asearse. ogro estaría persiguiéndolos, lo vio enseguida. Era
Cuando llegó arriba casi se muere de espanto como una gran sombra negra. Iba de montaña en
al ver a sus siete hijas degolladas y nadando en montaña con la misma facilidad con que hubiera
su propia sangre. No pudo gritar de la impresión cruzado el más pequeño arroyuelo,
y se desmayó. El ogro pensó que estaba tardando —¡Miren, nos alcanzaelogro! ¡Vamos a escon-
demasiado y subió a ayudarla. dernos! —gritó a sus hermanos.
Al ver el terrible espectáculo se quedó mudo Miraron a todos lados y al fin Pulgarcito, como
de rabia. era el más pequeño de todos, descubrió una roca
CHARLES PERRAULT Cuentos pe PerrAU-T 65
-Soy yo, Pulgarcito, que le traigo un recado —¡Hasta la vista! —grito Pulgarcito alegremente,
del ogro, su marido. despidiéndose de la ogresa.
La señora abrió la puerta sin dejar de llorar por Al poco rato Pulgarcito llegaba a la casa de
sus hijas muertas, pero escuchó a Pulgarcito: sus padres.
Su marido corre mucho peligro. Ha caído en —¡Abran rápido, que estoy cansado! —gritó.
manos de una banda de ladrones que han jurado Apenas se abrió la puerta descargó en la mesa
matarlo si no les entrega todo el oro y la plata que la riqueza que llevaba, dejándose abrazar y besar
tenga. Cuando ya estaba con el puñal al cuello me por todos.
vio y me pidió el favor de que viniera a avisarle
de la situación en que se encuentra.
—¿ Pero no le ha pasado nada malo a él?
—preguntó asustada la mujer.
—No, hasta ahora no, porque esperan a que yo
vuelva. Como la cosa urge, me dio sus botas de
siete leguas para que viniera más rápido y para
que usted supiera que él me mandó,
—¿ Ya no le tienes miedo? Mira bien, no te vaya
a agarrar. ¿Qué más pidió?
Dijo que se dejara algo de oro para usted, se-
ñora, y que lo escondiera donde nadie, ni siquiera
él, lo pudiera encontrar.
La mujer, muy asustada, le dio una buena
cantidad de oro y plata, pues el ogro era un buen
marido aunque se comiera a los niños pequeños,
La Cenicienta
Ambas parecían locas; estaban contentas y se iremos a comprar lunares postizos. ¿Qué tal nos
pavoneaban vanidosas. La tarea de elegir vestidos quedarán?
y peinados se convirtió en un ajetreo que arrastra- Cenicienta las aconsejó lo mejor que pudo y has-
ba como un torbellino a la pobre Cenicienta. ta se ofreció a peinarlas. Aceptaron encantadas.
—Tienes que planchar mis vestidos y almidonar Mientras ella las peinaba, ambas le dijeron:
los puños —decía la mayor. Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
—Y cuando termines, debes empezar por plan- —¡Ay! ustedes se están burlando de mí; a ese
char los míos y coser todo lo que haya que arreglar baile nadie me ha invitado,
—decía la pequeña. —¡Por supuesto! —dijeron las vanidosas herma-
Cenicienta se tragaba la pena y se sometía nastras—. ¡Cómo se reirían si vieran en el baile de
sonriendo a todos los caprichos de aquellas dos gala a una tiznada!
perezosas insolentes, que no hablaban más que Cenicienta se sintió insultada y las lágrimas
de la forma como se vestirían. nublaron sus hermosos ojos, pero las disimuló y
—Yo —dijo la mayor— me pondré el vestido de no hizo lo que otra menos buena que ella habría
terciopelo rojo con adornos de Bruselas. hecho: peinarlas mal.
Yo —dijo la menor sólo llevaré una falda co- La habilidad y el buen gusto de Cenicienta queda-
rriente; pero, en cambio, me pondré la capa con ron de manifiesto en dos peinados artísticos y senta-
flores de oro y mi broche de diamantes, que no es dores. Sus hermanastras no se lo agradecieron porque
de los que se ven todos los días. no tenían capacidad para agradecer. Eran orgullosas
Querían peinados de dos pisos, que fueran y altivas. Además andaban como locas. Rompieron
espectaculares; había que atraer la atención del más de doce cordones tratando de apretarse el corsé
príncipe a cualquier precio. para conseguir una cintura fina, Estaban siempre
—¿Qué te parece la idea? —preguntaron a Ceni- frente alespejo y no podían mirar sinenvidia lafigura
cienta—. Tú no dejas de tener buen gusto. También que escondían los toscos vestidos de Cenicienta.
78 CHARLES PERRAULT CUENTOS DE PERRAULT 79
Al fin llegó el momento feliz. Salieron en la Cenicienta hizo lo que se le pedía y en pocos
carroza luciendo los costosos vestidos y las me- minutos volvió, trayendo consigo una hermosa
jores joyas. calabaza. No entendía qué tenía que ver una ca-
Cenicienta las siguió con los ojos todo el tiempo labaza con lo de ir al baile.
que pudo, hasta que la carroza desapareció. Cuan- Su madrina vació la calabaza sin dejar más que
do ya no las vio, se echó a llorar desconsolada. la cáscara. Cenicienta la miraba sin comprender
Pero, ¡oh maravilla! a su lado apareció su madrina, aún. De repente, su madrina tomó la varita mágica
un hada buena que la miró con ternura: y en su frente apareció un brillo como de estrella.
—¿Por qué lloras, mi querida ahijada? ¿Qué te Tocó la calabaza con la varita y la fea calabaza se
pasa? —le preguntó. convirtió en una dorada carroza; hermosa como
Me gustaría... Me gustaría mucho —decía la de una princesita.
Cenicienta sin poder terminar la frase en medio —¿Dónde está la trampa para ratones? —pre-
del llanto. guntó luego.
—Te gustaría mucho ir al baile, ¿noeseso? —le —Allí, en uno de los rincones de la buhardilla
preguntó su hada madrina acariciándola. respondió Cenicienta.
—¡Ay, sí! ¡Quiero ira ese baile! —dijo suspirando —Vamos allá —dijo alegremente su madrina—.
Cenicienta, Saquémosla al jardín.
—Pues bien, porque eres buena y lo mereces, En la trampa había seis ratoncitos aún vivos.
yo voy a hacer que vayas. —Levanta la tapa de la trampa y ya verás lo que
La tomó por los hombros temblorosos y se la sucede —ordenó el hada.
llevó a su habitación. Cenicienta levantó la puerta de alambre y rá-
—Anda al jardín —le dijo- y tráeme la mejor pidamente apareció el primer ratón, buscando ser
calabaza que encuentres. libre. El hada madrina lo tocó con su varita y el
ratón se convirtió en un hermoso caballo. Detrás
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80 CHARLES PERRAULT Cuentos DE PERRAULT 81
¿no podría prestarme el vestido amarillo que ya encontró uno de los zapatitos de cristal que ella per
no le sirve? dió en la huida. Lo recogió con mucho cuidado,
-¡Claro que sí! —dijo Javotte con burla—. Pre- Cenicienta llegó sofocada a su casa; sin carroza,
cisamente estaba pensando en eso. ¿Tan loca me sin lacayos y con sus feos vestidos. De toda su
crees como para que preste mi vestido a una sucia magnificencia, sólo le quedaba uno de sus zapa-
Cenicienta? titos, la pareja del que había dejado caer y que el
Cenicienta sabía que no se lo prestaría y se príncipe había recogido.
alegró por ello, pues se hubiera sentido mal si su Preguntaron a los guardias del palacio si habían
hermanastra le hubiera prestado el vestido. visto salir a una princesa; dijeron que sólo habían
Al día siguiente, las dos hermanas fueron al visto salir a una jovencita muy mal vestida y que
baile y Cenicienta también, pero mejor ataviada parecía más una campesina que una princesa.
aún que la primera vez. Cuando las dos hermanas regresaron del baile,
El hijo del rey estuvo todo el tiempo a su lado, Cenicienta les preguntó:
diciéndole palabras agradables y de admiración. —¿Se han divertido mucho hoy? ¿Fue de nuevo
La música de la orquesta, las palabras halagadoras la hermosa dama de anoche?
que el hijo del rey deslizaba en su oído y la magia -Sí, sí fue —dijeron ambas.
del baile hicieron que la bella Cenicienta olvidara La hermana menor añadió:
las recomendaciones de su madrina. -A las doce de la noche huyó tan rápido que
El reloj empezó a dar las campanadas de las dejó caer uno de sus zapatitos de cristal, el más
doce cuando ella creía que apenas eran las once. hermoso del mundo.
—¡Dios mío! ¡Las doce!... — Se desprendió de —¿Yqué pasó despué: preguntó con visible
los brazos del príncipe y salió corriendo. interés Cenicienta.
Cenicienta corrió ligera como una cierva. El —Pues que el baile tuvo que terminar porque el
príncipe la siguió, pero no logró alcanzarla. Sólo hijo del rey no hacía otra cosa que mirar el zapato,
90 CHARLES PERRAULT CUENTOS DE PERRAULT
—Es muy justo lo que pide, jovencita. Tengo con nuestra estúpida soberbia. Te hemos tratado
orden de probárselo a todas. ¿Puede sentarse? mal, ¿podrás perdonarnos algún día?
Cenicienta se sentó y el gentilhombre le Cenicienta las levantó y abrazándolas les
acercó el zapato, que entró en el piececito sin dijo:
esfuerzo. —Las perdono de todo corazón. Lo único que
—Le queda como un guante —dijo el gentilhom- deseo es que me quieran siempre y que no se
bre—. No hay duda de que es suyo. separen de mí.
Las hermanas no salían de su asombro. Pero Inmediatamente llevaron a Cenicienta ante el
cuando vieron que Cenicienta sacó de su bolsillo príncipe, tal como estaba ataviada. Él la encontró
el zapato par y se lo puso en el otro pie, casi se más bella que nunca, le declaró su amor y fue
mueren de rabia, feliz al oír decir a la joven que ella también lo
Entonces apareció repentinamente el hada amaba.
madrina. —¿ Aceptas casarte conmigo? —le preguntó él
—Querida ahijada —saludó con un beso en la con amor.
frente a la joven. Y al mismo tiempo la tocó con =Sí, acepto —contestó emocionada Cenicienta.
su varita mágica. Unos días después se celebró el matrimonio. La
Los vestidos de Cenicienta se volvieron aún humilde Cenicienta se convirtió en una princesa
más bellos que los anteriores. tan buena como hermosa. Sus hermanas asistieron
Entonces las dos hermanas reconocieron en ella a la boda como sus damas de honor, y, cuando ya
ala dama que habían visto en el baile. Se arrojaron se disponían a regresar a su casa, Cenicienta les
a sus pies y le dijeron, muertas de vergilenza: rogó:
—¡Perdónanos! Tú has sido siempre la buena —¡Quédense conmigo! Yo haré que vivan en
hermana que no supimos apreciar porque el orgu- el palacio.
Tlo nos tenía ciegas. Te hemos hecho sufrir mucho
94 CHARLES PERRAULT