Dario G. Barriera-Cap II PDF
Dario G. Barriera-Cap II PDF
Dario G. Barriera-Cap II PDF
Microanálisis de la construcción
de un espacio político
Darío G. Barriera
Juan Carlos Garavaglia partió el 15 de enero, cuando este
2017 despuntaba.
Darío G. Barriera
2017
Darío G. Barriera
Abrir puertas a la tierra : microanálisis de la construcción de un espacio político : Santa
Fe, 1573-1640 . - 2a ed. - Santa Fe : Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de
Santa Fe, Museo Histórico Provincial Brigadier Estanislao López, 2017.
424 p. ; 22,5x15,5 cm.
ISBN 978-987-46522-0-1
Impreso en la Argentina
ISBN 978-987-46522-0-1
Índice
Introducción........................................................................................... 9
Agradecimientos..................................................................................... 15
CAPÍTULO I
El Río de la Plata
Construyendo los bordes de la Monarquía Hispánica................................ 19
CAPÍTULO II
Urbis et civitas
La ciudad como dispositivo de conquista y colonización........................... 49
CAPÍTULO III
Un lugar para la historia........................................................................... 75
CAPÍTULO IV
Organizar la extensión
Occidentalización y equipamiento político del territorio............................ 97
CAPÍTULO V
La dimensión local del gobierno y la justicia............................................. 135
CAPÍTULO VI
La rebelión de 1580
Significado y escalas de un acontecimiento............................................... 159
CAPÍTULO VII
Una organización política sensible:
el cabildo santafesino entre 1573 y 1595.................................................... 197
CAPÍTULO VIII
La dimensión política de la medida de las cosas........................................ 209
CAPÍTULO IX
La encomienda y los encomenderos
Constricciones y oportunidades, derecho y fuerza..................................... 239
CAPÍTULO X
Clero regular ordena mundo secular
Los Jesuitas en Santa Fe .......................................................................... 267
CAPÍTULO XI
La política local como espacio de negociación
La ley y su interpretación por el cabildo entre dos gobernaciones
(1615-1625).............................................................................................. 291
CAPÍTULO XII
La familia del fundador
Tejido de lealtades, espacio de confrontación............................................ 327
CAPÍTULO XIII
La Justicia como laboratorio
Del mundo seguro al terreno de la incertidumbre...................................... 359
Conclusiones........................................................................................... 415
CAPÍTULO II
Urbis et civitas
La ciudad como dispositivo de conquista y colonización1
E
l proceso de expansión que condujo a la conquista de los territorios ame-
ricanos transformó las sociedades y los ecosistemas3 de las Américas y
también de Europa.
La salida de la crisis feudal que indujo a los europeos a extender sus domi-
nios y a la monarquía agregativa a incorporar nuevos territorios por conquista,
1 [2012] Entre la presentación de mi tesis de doctorado y este demorado libro se publicaron La cons-
trucción de una ciudad hispanoamericana. Santa Fe la Vieja entre 1573-1660 (2005) y Vivienda y ciudad
colonial. El caso de Santa Fe (2011), ambos del arquitecto Luis María Calvo, editados en Santa Fe
por la UNL. No aparecen citados en las páginas siguientes porque no introduje modificaciones a
este capítulo, pero remito a su lectura, imprescindible para que los temas aquí abordados se com-
prendan mejor desde el punto de vista del urbanismo y de la arquitectura. En cambio, sí podrá
verse reiteradamente reflejado el aporte del director del Museo Etnográfico en sus obras del año
1990 y 1999.
2 ROMERO, José Luis Latinoamérica: las ciudades y las ideas, SXXI, Buenos Aires, 1986 [1976], p.
47.
3 En el sentido de “...comunidades de seres vivientes fundadas en una serie de intercambios recí-
procos –cadenas tróficas o alimentarias– que están enmarcadas por un medio abiótico y que a
su vez, modifican activamente ese medio”, tal y como lo recupera GARAVAGLIA, Juan Carlos
“Las relaciones entre el medio y las sociedades humanas en su perspectiva histórica”, en Anua-
rio del IEHS, VII, Tandil 1992, pp. 41 a 57. La definición proviene de BERTRAND, Georges
“L’impossible tableau géographique”, in DUBY, Georges y WALLON, A. –editeurs– Histoire de
la France Rurale, PUF, Paris, I, pp. 37 a 111. CROSBY, Alfred Imperialismo…, cit.
50 Darío G. Barriera
4 Cfr. SALAS, Alberto Las armas de la conquista de América, Buenos Aires, 1984. Recuérdese que,
de todos modos, para esta coyuntura, se hace todavía referencia a la “hueste indiana”, que no
implica el tipo de organización supuesto por la “milicia”, forma cronológicamente asociada con
la consolidación de las ciudades. Cfr. al respecto GOYRET, José Teófilo “Huestes, milicias y
ejército regular”, en Nueva Historia de la Nación Argentina. 2 – Período Español (1600-1810), cit., pp.
351 y ss.
5 Cfr. ROMERO, José Luis Lationamérica... cit.
6 Puso de relieve ese aspecto STERN, Steve Los pueblos indígenas del Perú frente al desafío de la Con-
quista Española, Alianza, Madrid, 1986. [1982], Versión Española de Fernando Santos Fontenla.
En la crónica de Schmidel, puede verse con claridad además el aprovechamiento que los españo-
les hicieron de las diferencias y conflictos intertribales. Cfr. SCHMIDEL, Ulrico Relación, cit.
7 STERN, Steve “Paradigmas de la Conquista: historia, historiografía y política”, en Boletín de
Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, Tercera serie, número 6, septiembre de 1992, pp.
7 a 39, trad. de María Florencia Ferré.
Abrir puertas a la tierra 51
8 Un precedende al “damero” romano son los trazados de Hipódamo de Mileto, quien habría
intervenido en la reconstrucción de Mileto hacia 479 a. C. El diseño, que se repite en Rodas,
resulta del cruce perpendicular de calles que forman una malla cuadrada o rectangular, de mó-
dulos iguales. Alejandro de Macedonia y los Diacos utilizaron profusamente este modelo. El
sistema romano proviene “...de la organización de los campamentos militares sobre dos ejes o
calles pincipales: el cardo y el decumanus que se cruzan en el centro de la ciudad. Calles paralelas
y perpendiculares a ambos ejes, definen manzanas rectangulares o cuadradas. En el cruce de dos
ejes principales se sitúan los edificios públicos más representativos y el foro, que combinaba en
un solo complejo todos los órganos esenciales de la vida pública: el templo, los edificios cívicos
(basílica, tribunal y curia) y los establecimientos comerciales.” AGUILERA ROJAS, Javier Fun-
dación de ciudades hispanoamericanas, Mapfre, Madrid, 1994, p. 30.
9 Situación bien diferente considerando el desarrollo de los territorios controlados por la monar-
quía omeya. Cfr. GARCÍA DE CORTÁZAR, José Ángel La época medieval, en “Historia de
España Alfaguara”, Vol. II, Alianza, Madrid, 1983, 9ª. Edición, [1973] p. 58 y ss.
10 Véase CHATELET, François El nacimiento de la historia, SXXI, Madrid, 1985 [Paris, 1962], trad.
de César Suárez Bacelar, especialmente p. 267 y ss. y 344 y ss.
11 Algunos trabajos muestran que el patrón no fue seguido a rajatabla en todas las fundaciones. Cfr. el
trabajo sobre Concepción del Bermejo de Susana Conlazzo en CHIAVAZZA, Horacio y CERUTI,
Carlos N. Arqueología de ciudades americanas del siglo XVI, UNCuyo, Mendoza, 2009.
12 SANTOS, Milton De la totalidad al lugar, Oikos-Tau, Barcelona 1996, p. 149. En un sentido si-
milar apuntaban las sugerencias de GARCÍA DE CORTÁZAR, José Ángel en “Organización
social del espacio: propuestas de reflexión y análisis histórico de sus unidades en la españa me-
dieval”, Studia Histórica, Ha. Medieval, Vol.VI, Salamanca 1988, pp. 195 y ss. [2012] Sobre el
problema historiográfico de la ciudad he publicado Instituciones, gobierno y territorio. Rosario, de la
capilla al municipio (1725-1930), ISHIR-CONICET, Rosario, 2010, Cap. I y II.
52 Darío G. Barriera
La diferenciación social, así como la de los lugares donde los agentes se rela-
cionan, son procesos durante los cuales, como señala González Alonso, estas
distinciones aparecen licuadas:
“Hasta épocas muy avanzadas abundaron en todas partes, en
Castilla acaso en mayor medida, los núcleos de base campesina
a caballo entre el poblamiento rural y la ciudad propiamente di-
cha. La mención estereotipada a las ´ciudades, villas y lugares´
(habitual en la documentación medieval y moderna) resulta en-
gañosa; aparenta clasificar y distinguir, mas en el fondo diluye la
heterogeneidad subyacente a esos tres términos al reunirlos en la
misma cláusula.”13
La diferencia entre ciudades, villas y lugares,14 estriba básicamente en una dis-
tinta jerarquía jurisdiccional, afectando en consecuencia la posición relativa del
Cuerpo y de los actores en las relaciones con otros elementos de la constelación
de los poderes de la Península. Detrás de la preocupación por esa indiferencia-
ción, se lee la convicción de una historiografía que ha priorizado el estudio políti-
co-administrativo de las ciudades (el municipio) en clave de su aspecto funcional
más saliente: el gobierno.
Durante la última parte del siglo XX, la historiografía hispánica posfran-
quista revisó el tema, poniendo en evidencia el problema histórico de la ideali-
zación del “municipio castellano medieval” o del “municipio foral” catalán.15 El
origen de esta carga quizás proviene de un conflicto de intereses historiográfico
que acompañó la disolución del Antiguo Régimen peninsular. A ciertas obras
muy importantes de una cultura política definida, escritas durante el Antiguo
Régimen –desde la Política para Corregidores de Castillo de Bobadilla (1597), los
Discursos de Francesc de Gilabert (1616) hasta El Corregidor Perfecto de Guardiola
y Sáez (1785) o la visión idílica de la organización local del medievo barcelonés
en las Memorias... de Capmany,16 –en mayor o menor medida identificadas con el
absolutismo monárquico, se opone la producción decimonónica, solidaria con el
proyecto de un Estado Nacional, cuya característica parece ser la de “...constatar
17 PASSOLA TEJEDOR, Antoni La historiografía... cit., p. 34; véase también PEIRÓ MARTÍN, Ig-
nacio Los Guardianes de la Historia. La historiografía académica de la Restauración, Instituto Fernando
el Católico, Zaragoza, 1995. Cirujano Marín, Paloma; Elorriaga Planes, Teresa;
Pérez Garzón, Juan Sisinio Historiografía y Nacionalismo Español (1834-1868), CSIC, Madrid,
1985 y Clavero, Bartolomé “Institución política y derecho: acerca del concepto historiográfi-
co de ´Estado Moderno´”, en Revista de Estudios Políticos, 19, 1981, pp. 43 a 57.
18 PASSOLA TEJEDOR, Antoni La historiografía... cit., pp. 34 y 35. Véase también VARELA
SUANCES-CARPEGNA, Joaquín La teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispáni-
co. Las Cortes de Cádiz, CEC, Madrid, 1983, 434 pp.
19 GUERRA, François-Xavier “El Soberano y su Reino”, en SABATO, Hilda –coordinadora– Ciu-
dadanía política y formación de las naciones, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las
Américas y FCE, México, 1999, p. 58.
20 PASSOLA TEJEDOR, Antoni La historiografía... cit., p. 38.
21 Denunciado aún como dificultad metodológica en ARTOLA, Miguel en su prólogo al libro de
HIJANO, Ángeles El pequeño poder. El municipio en la Corona de Castilla: siglos XV al XIX, Funda-
mentos, Madrid, 1991, p. 7.
56 Darío G. Barriera
la historiografía de la segunda mitad del siglo XX se hacen sentir aún con fuer-
za y, de alguna manera, las tendencias regionalistas que sucedieron a la caída del
franquismo operaron (aunque benéficamente) como cualquier contraofensiva: a la
idealización del municipio medieval opusieron la genealogía de la región que, salvo
excepciones, quizás realizó una tarea tan creativa como la primera.22
Como escribió Romero, “la ciudad fue europea en un mundo poblado por
otras gentes y con otra cultura.”23 En el esquema de conquista y colonización
planteado por la Corona hispánica, la ciudad funcionaba como estrategia militar
e ideológica que debía permitir “...asegurar la conquista, explotar y dominar las
tierras y las personas que se iban incorporando, afirmar la soberanía real y esta-
blecer y extender la fe.”24 Pero antes que ciudades, se identifican fuertes. En las
Partidas de Alfonso X puede verse la estrecha relación que, en este punto, veía el
Rey Sabio entre la tradición de la castramentatio romana, la reflexión y previsión
sobre asuntos militares y la implementación de trazados ordenados de campañas
que podían y solían rematar en la fundación o en la refundación de una ciudad.
Estas prácticas sociales ligaban en los hechos un orden teórico (geométrico-
ideal) con otro político (de los cuerpos, geométrico-real). En este último orden se
deja ver con claridad el peso de la función militar de los enclaves urbanos:
“La planta de Santa Fe de Granada ha sido considerada como
el precedente más inmediato a las ciudades hispanoamericanas,
sobre todo por su posible relación con la fundación de la ciudad
de Santo Domingo llevada a cabo por Nicolás de Ovando en
1506 y manteniéndose la posibilidad de que la traza de Santa Fe
se hiciera a imitación de la de Villarreal, hecho poco probable
por la distancia temporal y física entre una y otra. Santa Fe tiene
su origen en el campamento militar que mandaron hacer los Re-
27 BAYLE, Constantino Los cabildos seculares en la América española, Madrid 1952, p. 16. DURÁN
MONTERO, María Antonia Fundación de ciudades en el Perú durante el siglo XVI. Ensayo Urbanísti-
co, Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, CCXLVII, Sevilla,
1978, p. 10.
28 BAYLE, Constantino Los cabildos... p. 90.
29 BAYLE, Constantino Los Cabildos... cit., p. 19. Para Romero era “...un acto político que signifi-
caba el designio –apoyado en la fuerza– de ocupar la tierra y afirmar el derecho de los conquista-
dores. Por eso se perfeccionaba el acto político con un gesto simbólico: el conquistador arranca
60 Darío G. Barriera
unos puñados de hierba, da con su espada tres golpes sobre el suelo y, finalmente, reta a duelo a
quien se oponga al acto de fundación.” ROMERO, José Luis Latinoamérica... cit., p. 61.
30 KUBLER, Georges “Ciudades y culturas en el período colonial en América Latina”, Boletín
del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas de la Universidad Central de Caracas, Caracas, 1964;
BENEVOLO, Leonardo Historia de la Arquitectura del Renacimiento, Madrid, 1972 y AGUILERA
ROJAS, Javier Fundación de ciudades... cit., especialmente Cap. II.
31 AGUILERA ROJAS, Javier Fundación de ciudades.. cit., refiriéndose al padre Guarda, p. 49.
32 Que, en rigor, debiera denominarse solamente de “trazado en cuadrícula”, en el sentido de “...
malla de líneas que determinan los espacios destinados a la edificación y a los espacios destina-
dos a las calles...” AGUILERA ROJAS, Javier Fundaciones... cit., p. 67.
33 Por ejemplo ROJAS MIX, Miguel La plaza mayor. Urbanismo como instrumento de dominio colonial,
Barcelona, 1975.
Abrir puertas a la tierra 61
Un poco más lejos, acótese la dehesa, ´en que pastar los bueyes
de labor, caballos y ganados de la carnicería´, y los que los po-
bladores han de tener a mano; otra parte dedíquese a propios del
Concejo; las tierras de labor divídanse en suertes, tantas como
solares o vecinos; y lo demás quede baldío, para que el Rey tenga
de dónde hacer merced. Hecha la partija y las siembras comien-
ce cada cual a sustituir el rancho provisional con casa (ley 15), y
dense prisa a sembrar y a multiplicar el ganado (ley 26), a fin de
que no falten bastimentos.”34
Se trataba en rigor de una extensión sobre la cual alcanzaría el accionar de sus
“justicias”, a semejanza del alfoz de las ciudades castellanas. La presencia de
bastimentos y de tierra para ganados es fundamental en el montaje jurídico de
este escenario retratado con trazos “naturales”: la existencia de recursos “a la
mano”, aparece ya –desde las ordenanzas de Segovia– como un elemento con-
natural al establecimiento de la ciudad. De esta manera, las primeras percepcio-
nes acerca de la ciudad como artefacto de avanzada de milicias, se rodea de las
connotaciones que la ligan a su estructuración como espacio que, organizado en
torno a la explotación de esos recursos, se erige como centro de administración,
mercadeo y de primitivos pero indispensables servicios.
La extensión de estas jurisdicciones –como de hecho se trabaja en otro apar-
tado en función de unos conflictos concretos– se realizaba de manera tal que, a
pocos años de comenzado el proceso, podían identificarse, a nivel de las gober-
naciones, no pocos solapamientos jurisdiccionales. Como señala Bayle, “... la va-
guedad y amplitud de las gobernaciones se repetía en los términos municipales;
no había quien los disputase.”35 Cuando hubo quien los dispute, los conflictos
resolvieron la “vaguedad” que los provocaba. Algunos llegaron a apelarse ante
las Reales Audiencias, pero en general fueron negociaciones larguísimas con tre-
guas por acuerdos que duraban algún tiempo.
Si se aceptan todavía las hipótesis de Kubler e, incluso las observaciones de
sus críticos acerca de la versión “mestiza” que significa la desnudez de las ciuda-
des hispanoamericanas sin murallas,36 los bordes del municipio también eran más
o menso fluidos. La apuesta por “las murallas espirituales” era acompañada,
46 AGUILERA ROJAS, Javier Fundación de ciudades... cit., p. 132. Los fragmentos de las Ordenan-
zas de 1573 allí recuperados rezan: “...comienzen [...] con mucho cuidado y valor a fundar sus
casas y edificarlas en buenos cimientos y paredes [...] dispongan los solares y edificios que en
ellos hicieren de manera que les permitan goçar de ayres de mediodia y de norte [...sic...] con pa-
tios y corrales [...] y con mucha anchura [...] y todo lo que fuera posible para la salud y limpieça
procuren que cuanto fuera posible los edificios sean de una forma por el ornato de poblaçion [...]
de maner quando los indios los vean les cause admiracion y entiendan que los españoles pueblan
alli de assiento y no de passo”.
47 R. C. del Emperador D. Carlos y la Princesa, en su nombre, en Valladolid a 21 de abril de 1554,
en Sumarios... cit., Libro IV, Título V, ley 12.
48 BAYLE, Constantino Los cabildos…, cit., p. 55. El resaltado me pertenece.
Abrir puertas a la tierra 65
49 Tal y como es utilizado en el trabajo antes citado de Areces et al, “La ciudad y los indios”, p. 46.
50 Cfr. LOCKHART, James El mundo Hispanoperuano…, cit.; The man of Cajamarca…, cit.; TRE-
LLES ARESTEGUI, Efraín Lucas Martínez Vegazo…, cit.
51 HOBERMAN, Louisa Schell y SOCOLOW, Susan Midgen –compiladoras– Ciudades y Socie-
dad... p. 11.
52 Serían los europeos y criollos, o lo que Areces y Tarragó, para establecer una primera distinción
socio-jurídica entre los grupos indígenas y los conquistadores, sus descendientes y otros inmi-
grantes radicados en las ciudades hispanoamericanas durante el período colonial temprano, lla-
maron “la etnía blanca”.
66 Darío G. Barriera
53 BRADING, David Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), FCE, primera reim-
presión, México 1983 [Londres, 1971], trad. de Roberto Gómez Ciriza, p. 40.
54 Cfr. con Socolow: “Los habitantes de las poblaciones eran asimismo caracterizados como gente
decente (personas respetables, también de ascendencia ibérica y dedicadas a profesiones hono-
rables) o gente plebeya (las masas de gente común). En las zonas de densa población indígena
había una clara distinción legal y cultural entre los miembros de la sociedad hispánica (gente de
razón) y los indios. En la sociedad urbana, la condición legal y el estatus social regían la posición
de los habitantes no hispánicos. El estatus legal se reflejaba en la legislación, que detallaba las
desventajas a que estaban sujetos los indios, los negros y las castas (personas de ascendencia
racial mixta). Todas las personas libres clasificadas como negras o pertenecientes a una casta
debían pagar tributo y estaban legalmente inhabilitadas para ejercer cargos públicos o pertenecer
a un gremio de artesanos. Los individuos de piel más clara podían superar estos impedimentos
legales entrando en las cofradías de artesanos de menor rango o accediendo a puestos inferiores
en el cabildo, y por lo general lograban ‘pasar por’ españoles (personas de ascendencia española
o nacidas en España). Todas las personas racialmente mixtas estaban sujetas a incapacidades
legales, y en los primeros tiempos de la colonia se presumía que eran de origen ilegítimo. En
teoría, ni los negros ni los mulatos (personas de ascendencia mixta, blanca y negra) podían portar
armas; pero en tiempos de grandes emergencias a ambos grupos se les permitía servir en milicias
especialmente reclutadas....” HOBERMAN, Louisa y SOCOLOW, Susan Ciudades y sociedad...
cit., p. 12.
Abrir puertas a la tierra 67
58 Se tomó como base el propuesto por HOBERMAN, Louisa y SOCOLOW, Susan – compilado-
ras– Ciudades… p. 10. Las cifras fueron complementadas con otras obras y, en todos los casos en
que fue posible, cotejadas con tesis (publicadas e inéditas) más actuales que el libro de referencia.
Los datos que se tienen, para Quito en la década de 1570, no son fácilmente confrontables. Mien-
tras que un historiador del siglo XIX atribuye la abultada cifra de 1000 vecinos para esa época,
Lara prefiere apoyarse en las apreciaciones del oidor Salazar de Villasante, quien encuentra que,
hacia 1571, la ciudad “...será de hasta cuatrocientos vecinos en sus casas, españoles, y las casas
son buenas....”. LARA, Jorge Quito, Mapfre, Madrid 1992, p. 90. Para Quito en 1620, se toma
“...españoles vecinos, con los mestizos, que son hijos de españoles y de mujeres indias, sin contar
los muchos transeúntes...” Vázquez de Espinosa, en 1628, citado por LARA, Jorge S. Quito, cit.,
p. 93. La cifra correspondiente a Lima en 1580, coincide con la que manejan Günther Doering y
Lohmann Villena. Un recuento de “habitantes”, que incluye sólo a unos 400 indígenas, propone
para el año 1600 unas 11.059 almas, mientras que otro realizado un siglo después apunta 36.558
moradores. GÜNTHER DOERING, Juan y LOHMANN VILLENA, Guillermo Lima, Mapfre,
Madrid 1992, pp. 141, 142 y 314. Los datos que Hoberman y Socolow ofrecen para Santiago
de Chile parecen muy fidedignos. Los he cotejado con algunas cifras consideradas por Jean-
Paul Zúñiga, quien expone las fuentes y el tratamiento que le conduce a esas conclusiones. “En
1614, Antonio Vázquez de Espinoza dénombre 346 maisons à Santiago, dont 285 de ‘fort bonne
qualité’ et 61 de ‘peu de prix’...”; “Pour le début du XVIIe siècle, un ensemble de rapports auto-
risent à évaluer la population hispanique de la ville de Santiago à près de deux mille personnes,
en prenant le parti –faute d’une meilleure solution– d’appliquer le facteur cinqu aux nombre de
‘vecinos’ donnés par les documents”, refiriéndose a los 500 vecinos denunciados por Fray Diego
de Ocaña en abril de 1602. Cfr. ZÚÑIGA, Jean-Paul Espagnols d’autre mer... cit., p. 113 y p. 116.
Las cifras para Santa Fe en 1580 han sido estimadas en función del número de hombres de la
hueste fundadora en 1573 y los nombres de “vecinos” que aparecen en las actas capitulares hasta
la fecha. La correspondiente a 1620, tiene como punto de referencia el recuento de Góngora de
1622. Susana Frías considera la cifra de 210 para Córdoba en 1620 como población total. Su
fuente es un “informe del vicario de Predicadores al Cabildo”, sin signatura. FRÍAS, Susana “La
Expansión de la población”, en Nueva Historia de la Nación Argentina, II, cit., p. 94. No he podido
confrontar la fuente pero –en función de comparaciones, número de vecinos registrados en Actas
Capitulares, etc.–, me inclino a pensar que podrían ser 210 vecinos; para Buenos Aires en el
mismo año las fuentes son la crónica de Vázquez de Espinosa (informa 200 vecinos españoles)
Compendio y descripción…, cit., p. 640 y el padrón de Góngora. La cifra para Asunción también
proviene de Vázquez de Espinosa, p. 623.
Abrir puertas a la tierra
Carta geográfica de las Provincias de la Gobernación del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay…,
Juan Ramón Koening (Cosmógrafo mayor del reino del Perú), 1685
69
El “espacio peruano”
Coetáneamente con los inicios de las investigaciones de Assadourian, y al abrigo
de las líneas de trabajo alentadas por don Nicolás Sánchez Albornoz desde Ro-
sario, en 1962 se publicaba en esta ciudad un trabajo de alcances más modestos
que el ya mencionado de Assadourian, pero que funda una historiografía que
ha dejado huellas decisivas sobre la comprensión del universo colonial: Estela
Toledo encaraba el estudio del recorrido que, durante siglos, habían realizado
mulas y mercaderes.59
A partir de un informe de la Junta General de Comerciantes de la provincia
de Salta, rubricado en 1852,60 la autora se libra a esbozar la genealogía de este
diseño de rutas que, para la fecha estaba consolidado. Retomando la hipótesis de
Emilio Coni, quien afirmaba que el movimiento de ganados de Córdoba al Alto
Perú se iniciaba desde el año 1600,61 Toledo comoprobó la existencia de estos
flujos a partir de documentos (básicamente fletamentos) relacionados con venta
e invernadas de mulas en Salta –provenientes de Córdoba– como antepuerta del
mercado potosino. Aunque sin generalizar a partir de esto, señaló que la brusca
fluctuación ascendente de los precios y del volumen de animales comerciado
hacia 1694, estaba estrechamente ligada a un alza en la actividad minera de la
cuenca de Jauja, sobre la cual no poseía lamentablemente datos fidedignos.62
Pocos años más tarde, el citado trabajo de Assadourian sobre la economía
cordobesa, redactado hacia 1968, mostraba la validez de la reflexión de Este-
la Toledo y dejaba ver con claridad las dimensiones cuantitativas del tráfico de
mulas63 desde comienzos del siglo XVII, tal y como lo había propuesto Emilio
59 TOLEDO, Estela “El comercio de mulas en Salta: 1657-1698”, en Demografía Retrospectiva e His-
toria Económica. 6to. Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacio-
nal del Litoral, Dir. Nicolás Sánchez Albornoz, Rosario 1962-1963, pp. 165 a 190.
60 Que reza lo siguiente: “El Comercio de Salta lleva hta. Lima y todo Bolibia mulas qe. viene
reuniendo pr. compra desde Buenos-aires, Entre-Ríos, Santafe Cordoba Santiago y Tucuman,
con mensaje qe. trahe de Cuyo Rioja y Catamarca: las inverna aquí, y al año siguiente las arrea
a Bolibia y Peru. Este trafico es industria en todas sus circunstancias naturalmte Argentino, pr.
la propiedad de su teritorio pa. el Pastoreo”; ubicado en la p. 165 del citado trabajo, la autora
anota haberlo tomado de BARBA, Enrique “El comercio de Salta a mediados del siglo pasado”,
en Trabajos y Comunicaciones, núm. 7, Universidad Nacional de La Plata, 1958, p. 50.
61 La referencia es CONI, Emilio “La agricultura, ganadería e industrias hasta el Virreinato”, en
LEVENE, Ricardo –dir.– Historia de la Nación Argentina, Tomo IV, Buenos Aires 1940.
62 TOLEDO, Estela “El comercio de mulas...”, cit., pp. 179 y 180.
63 La mula se produce. Es un híbrido resultante de la cruza de una yegua con un burro. La fortaleza
de su complexión y la regularidad de su marcha le otorgaban gran resistencia como animal de
carga. Que el estudio de este tráfico conducía a las entrañas de la historia económica americana
era una convicción compartida también por Nicolás Sánchez Albornoz, quien ubica el origen de
la temprana demanda de mulas en la “...necesidad de disponer de fuerza motriz y de medios de
transporte en zonas de topografía escarpada...”. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Nicolás “La saca de
Abrir puertas a la tierra 71
Coni.64 Por su parte, Acarette Du Biscay, señalaba ya a mitad del siglo XVII que
la salida de mulas desde Córdoba hacia el Perú, podía estimarse en 28 ó 30.000
al año, lo que puede considerarse como una fuente bastante fiable, en la medida
en que el observador mostraba una cierta sensibilidad por este tipo de datos.65
Casi de manera contemporánea a los estudios que Assadourian realizaba
en Córdoba, Sánchez Albornoz –también apuntando hacia el tráfico mular, pero
en el período tardocolonial– exponía en otra clave lo que el discípulo de Garzón
Maceda denominaba el “efecto de arrastre”. En un trabajo que también ha hecho
época, el historiador español afirmaba:
“A unos cientos de leguas de los centros mineros del Alto Perú
se extendían los valles y planicies del Tucumán, y más al sur las
amplias y feraces pampas del Río de la Plata, capaces de ali-
mentar enormes rebaños equinos que, hasta entonces, se habían
reproducido de manera espontánea formando una crecida ha-
cienda cimarrona de escaso provecho. Para estas tierras, aún no
surcadas por labores agrícolas y no holladas por otro ganado, la
mula vino a representar una primera forma de racionalizar su
aprovechamiento. En virtud de la demanda peruana, desde comienzos
del siglo XVI [sic, evidentemente XVII], Tucumán y Buenos Aires,
ambos en sentido lato, surtieron de mulas en forma generosa y creciente
a todo el virreinato. Criadas en esta región, se llevaban jóvenes a
los valles salteños donde invernaban mientras ganaban fuerza y
resistencia para la dura jornada que les esperaba, la de trepar los
Andes camino del Alto Perú y del Perú meridional. Más ade-
lante, a medida que nuevos distritos mineros reclamaron más
recursos energéticos y de carga, y también creció la producción
de este ganado, las recuas se internaron en el Perú central (cuen-
cas de Huancavélica, Jauja y Pasco) e incluso llegaron hasta los
confines septentrionales del virreinato. Así llegó a integrarse una de
las corrientes de tráfico más significativas de Hispanoamérica, no solo
por la distancia recorrida que, entre los extremos sobrepasó los
cuatro mil kilómetros, sino también por la índole y el volumen de las
mulas de Salta al Perú, 1778-1808”, en Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas de la Univer-
sidad Nacional del Litoral, Núm. 8, Rosario, 1965, p. 263.
64 ASSADOURIAN, Carlos Sempat El sistema... cit., p. 45 y ss.
65 DU BISCAY, Accarette Relación de un viaje al Río de la Plata y de allí por tierra al Perú. Con observacio-
nes sobre los habitantes, ya sean Indios o Españoles, las Ciudades, el Comercio, la fertilidad y las riquezas de
esta parte de América, Alfer & Vays, Colección El Viajero y la Ruta, [1ª. Parte aparecida en francés
en 1663, segunda y tercera en 1666 y cuarta en 1672] Buenos Aires 1943, Prólogo y notas de Julio
César González, traducción de Francisco Fernández Wallace, p. 56 y 57.
72 Darío G. Barriera
66 SÁNCHEZ ALBORNOZ, Nicolás “La saca de mulas...” cit., p. 264. Los resaltados son míos.
67 CANABRAVA, Alice O comercio portugues no Rio da Prata, 1580-1640, Sao Paulo 1944.
68 En este sentido confrontar los trabajos de ASSADOURIAN, Carlos El sistema de la economía
colonial, Lima 1982 y GARAVAGLIA, Juan Carlos Mercado interno y Economía Colonial, México
1982. Como es sabido, ambos estudiosos produjeron los trabajos que constituyen el cimiento
más firme en relación a la formación y funcionamiento de un mercado interno colonial; pero
mientras que los estudios del primero ponen el acento en una dinámica que se basa en las teorías
Abrir puertas a la tierra 73
El corte de 1776 como hito para explicar las conexiones entre el Alto Perú
y el Atlántico, no tiene la misma relevancia que en otros tiempos. Desde posi-
ciones heterogéneas, existe un consenso sobre que aquella fecha otrora clave en
la periodización de la historia rioplatense es la sanción de situaciones dadas.69 A
partir de finales del siglo XVII se advierte que la bifrontalidad (Pacífico/Atlánti-
co) y la multidireccionalidad de los flujos mercantiles que atraviesan el esquema
del espacio peruano es un proceso prácticamente consolidado: el crecimiento
de Buenos Aires fue razón y sucedáneo del mismo, donde la emergencia de una
“Argentina” litoral hunde sus raíces.70 El desenvolvimiento de mercaderes y co-
merciantes puede considerarse un factor estructurante: implicó un complicado
ciricuito donde se involucraron un amplio abanico de rubros y un recorrido que
muestra los hilos conductores del flujo mercantil interregional –los caminos del
mercado interno colonial ya señalados por Garavaglia y Assadourian– así como
también un buen número de personas que formaban parte además del universo
social más cercano y más vital de actores.71 Esta organización, que responde a
la integración entre regiones a partir de polos generadores de movimiento y de
centros de distribución y de paso, no es anónima: las relaciones parentales (reales
de Perroux y el rol de Potosí como polo de atracción que provoca un efecto de arrastre sobre
las economías del Tucumán –y cuyo principal problema parece ser la subestimación del lado
atlántico para el siglo XVII– Garavaglia se ocupó del circuito de la yerba mate, producto de la
región paraguaya a partir de cuyo flujo mercantil se traza la parabólica Asunción–Santa Fe–Cór-
doba–Salta–Potosí. No obstante, tanto este autor como Jorge Gelman –entre otros– sostienen
que Buenos Aires no se afirmará de manera definitiva como centro de arrastre hasta finales del
siglo XVIII -Cf. con GELMAN, Jorge Daniel De mercachifle a gran comerciante. Los caminos del
ascenso en el Río de la Plata Colonial, Universidad Internacional de Andalucía, UBA, Sevilla 1996,
especialmente p. 19. En cuanto al dinamismo del frente atlántico durante el siglo XVII, el trabajo
de MOUTOUKIAS, Zacarías Contrabando y control colonial, Buenos Aires 1988, es insoslayable.
Al tratarse de investigaciones que perseguían objetivos que permitían prescindir del tema, en nin-
guna de ellas encontramos una suficiente atención sobre Santa Fe (exceptuando quizás el libro de
Garavaglia, quien aborda incluso la problemática del “puerto preciso”), señalada como llave de
paso; esta pequeña brecha que dejan los excelentes estudios mencionados son el punto de partida
de las contribuciones que pueden hacerse estudiando el espacio local santafesino.
69 Por ejemplo los trabajos de TANDETER, Enrique; MILLETICH, Vilma y SCHMITT, Roberto
“Flujos mercantiles en el Potosí colonial tardío”, Anuario del IEHS, 9, Tandil 1994, pp. 97 a 126;
MIRA, Guillermo “La minería de Potosí, las élites locales y la crisis del sistema colonial”, en
MENEGUS BORNEMANN, Margarita –coordinadora– Dos décadas de investigación en historia
económica comparada en América Latina. Homenaje a Carlos Sempat Assadourian, El Colegio de Méxi-
co, México 1999, pp. 401-402. MOUTOUKIAS, Zacarías “Comercio y Producción”, en Nueva
Historia de la Nación Argentina, Planeta, Buenos Aires 1999, pp. 51 y ss.
70 HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y Guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina
criolla, edición corregida, SXXI, Buenos Aires 1979.
71 Como un Julián García de Molina, mercader sin vecindad que, como muchos otros, “anudaba”
estos espacios concretamente. Véase el trabajo de REGIS, Élida “Julián García de Molina: mer-
cader residente”, en ARECES, Nidia –compiladora– Poder y Sociedad... cit., p. 149 y ss.
74 Darío G. Barriera
72 Una descripción y una ponderación del enorme valor de la obra de C. S. Assadourian en PA-
LOMEQUE, Silvia “Homenaje a Carlos Sempat Assadourian – Presentación”, en Anuario del
IEHS, núm 9, Tandil, 1994, pp. 11-15; también MENEGUS BORNEMANN, Margarita –coor-
dinadora– Dos décadas de investigación…, cit. - [2012] más recientemente, PRESTA, Ana María
“Potosí y la minería en la historiografía argentina: El “espacio” de los maestros”, en Surandino
Monográfico, Vol. I, núm. 2, Buenos Aires, 2010, en línea: http://www.filo.uba.ar/contenidos/
investigacion/institutos/ravignani/prohal/mono.html y GELMAN, Jorge “Una historia dada
vuelta. Los aportes de C. S. Assadourian a la historia económica y agraria rioplatense”, en Nuevo
mundo, mundos nuevos, www.nuevomundo.revues.org/64714, puesto en línea el 5/12/2012.