10 Pasos para Ser Un Mejor Maestro en La Iglesia

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10 PASOS PARA SER UN MEJOR MAESTRO EN LA IGLESIA

Escuela Dominical

Para alguien que tiene el cometido de iluminar vidas, moldear el carácter y conmover día tras día,
el corazón de los hijos más jóvenes del Padre, en pos de todo aquello que es “… virtuoso, o bello,
o de buena reputación, o digno de alabanza…” (Treceavo Artículo de Fe), a través del Evangelio
de Jesucristo; resulta imprescindible responder positivamente a la invitación que su mismo Autor
hiciera al pueblo nefita: “… Por lo tanto, ¿Qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo,
aun como yo soy”. (3 Nefi 27:27)

Jesús nos instó a llegar a ser como Él, consideremos para ello, uno de sus mayores atributos:
‘enseñar’. Si hemos de emular su ejemplo, requerimos ejercitarnos en todo aquello que lo
convirtió en un Maestro de Maestros.

Permíteme sugerir diez acciones que te ayudarán a lograr este maravilloso cometido:

1. Reconoce que este llamamiento es sagrado, por tanto, ¡engrandécelo!

“He aquí, tienes un don, y bendito eres a causa de tu don. Recuerda que es sagrado y viene de
arriba” (D. y C. 6:10)

2.- Antes de ser Maestro, eres un alumno, el primero de todos. Prepárate, nunca enseñes un
principio que no estés dispuesto a vivir.

Tu dignidad y obediencia al Señor atraerán el poder del Espíritu a tu enseñanza. Te sugiero un


ejercicio: al término de cada clase, pregúntate: “El que es ordenado por mí y enviado a predicar la
palabra de verdad, ¿la predica por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera? Y si es de alguna
otra manera, no es de Dios” (D. y C. 50:17-18) ¡evalúate!

3.- Ningún alumno es un producto terminado, es un hijo de Dios en proceso de formación y


desarrollo

Ámalo por lo que es y trátalo como lo que puede llegar a ser; recuerda, el aprendizaje es también
un proceso, cada alumno avanza a su propio paso y requiere un tiempo diferente para crecer. El
Salvador también pasó por este proceso ¡qué maravilla!  “Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura
y en gracia para con Dios y para con los hombres” .  (Lucas 2:52)

4.- Sé amigo de cada uno, mas no compitas con sus padres y/o líderes.

Agudiza tu oído y abre tu corazón para escuchar con entendimiento. Resalta siempre sus
cualidades, minimiza sus fallas, usa empatía y, enséñales a acercarse al Señor por sí mismos. Un
amigo no nace ‘se hace’. “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de
angustia” (Proverbios 17:17)
5.- Adapta las lecciones de acuerdo a las circunstancias y necesidades de tus alumnos.

Cuando la revelación llega, debes estar presto a innovar, a ajustar o modificar tu lección, no
apartándote de tus objetivos, a fin de proveer de ayuda oportuna y eficaz al alumno.

“Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se
hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto” (D. y C.50:24)

6.- Asegúrate de poner énfasis en las Doctrinas y principios, ya que constituyen el


fundamento de la fe, el testimonio y la conversión.

Cuando la verdad se traslada, de la mente al corazón, es que se produce el milagro, todo pequeño o
gran cambio, en verdad, lo es.

“Y tan cierto como vive el Señor, que cuantos creyeron, o sea, cuantos llegaron al conocimiento
de la verdad por la predicación de Ammón y sus hermanos, según el espíritu de revelación y
profecía, y el poder de Dios que obraba milagros en ellos, sí, os digo, que, así como vive el Señor,
cuantos lamanitas creyeron en su predicación y fueron convertidos al Señor, nunca más se
desviaron”. (Alma 23:6)

7.- Ayuda a cada alumno a seguir un cronograma de estudio diario y personal de las


Escrituras.

Al hacerlo, encontrarán la inspiración, protección, fortaleza y guía en su diario vivir; comenzarán


a experimentar con la palabra y a hacer brillar su luz dondequiera que se encuentren. Podrán
entonces, disfrutar como Nefi y decir: “… porque mi alma se deleita en las Escrituras, y mi
corazón las medita…” (2 Nefi 4:15)

8.- Cada clase tiene objetivos y metas, las que bajo una supervisión y verificación constantes
permitirán a cada alumno, gozar de experiencias espirituales que contribuirán en su
preparación y capacitación para la eternidad.

Hasta donde sea posible, incluye en tus lecciones cometidos establecidos en los programas ‘El
Progreso Personal’ como Mi Deber a Dios úsalos permanentemente. Te aseguro, tendrás
resultados increíbles.

“Si planificamos con espíritu de oración y trabajamos diligentemente para lograr nuestras metas,
el Señor magnifica nuestro empeño y nos ayuda a alcanzar nuestro potencial” (Presidente Thomas
S. Monson)
9.- Mantén siempre una comunicación estrecha, fluida y cordial con cada uno de tus
alumnos, tanto como con sus padres y líderes, esto fortalecerá la unidad y el trabajo en
equipo.

En una era como la nuestra, contamos con todas las herramientas que la modernidad provee a fin
de lograr acortar distancias y acceder a toda la información necesaria para nuestra común
edificación.

“Y les mandó que no hubiera contenciones entre uno y otro, sino que fijasen su vista hacia
adelante con una sola mira, teniendo una fe y un bautismo, teniendo entrelazados sus corazones
con unidad y amor el uno para con el otro”. (Mosíah 18:21)

10.- Recorre la segunda milla

Recuerda que quien hace siempre solo lo que se le pide, hace bien, pero quien hace siempre más
de lo que se le pide impulsa la obra de salvación de una manera extraordinaria.

“A veces, un pequeño esfuerzo adicional trae grandes resultados” (Paul VanDenBerghe)

El verdadero éxito que como maestros podamos alcanzar, no se mide en relación a la experiencia


adquirida como tales, sino en cuántos corazones lograron volverse a su Dios como producto de
nuestra enseñanza, ese tipo de enseñanza que inspira, promueve y cambia. Ser un Maestro de
Seminario, en mi experiencia personal, implica recorrer el camino hacia el discipulado.

Queridos Maestros: “Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los
cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes.” (D. y C. 64:33).

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