Alex Grayson - Whispered Prayers of A Girl PDF
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Colaboradoras
Cjuli2516zc
Daliam
Florpincha
Andi
Lvic15
Zara1789
Purple Girl
Jessibel
Contenido
Advertencia
Dedicatoria
Sinopsis
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Epílogo
Agradecimientos
Sobre La Autora
Advertencia
Como me aconsejó mi súper lectora beta, Marie, aquí está su
advertencia de que se requieren pañuelos mientras lees. Ah, y
probablemente una funda protectora cubriendo tu dispositivo de lectura. No
tengo ninguna responsabilidad por cualquier dispositivo arruinado o
manchado de lágrimas.
Hace cuatro años, perdí las dos cosas que más apreciaba en el mundo.
Me las arrancaron de los brazos de la manera más dolorosa y cruel. Desde
entonces, no le he contado a nadie, prefiriendo mantenerme alejado de las
miradas compasivas y los rumores murmurados. Todo cambió cuando ella
y sus hijos irrumpieron en mi vida. Fue un accidente, y no los merezco, pero
ahora que están aquí, no estoy seguro de que pueda dejarlos ir.
1
Gwendolyn
—Es una lástima lo que pasó.
—Por no mencionar las cicatrices. Sabes que él tiene que recordar lo que
sucedió cada vez que las ve.
—Es por eso que solo viene a la ciudad una vez cada dos meses.
Sonrío.
—Lo haré.
Apenas contengo mi jadeo cuando deja caer una gran bolsa de arroz
en la cinta y se vuelve hacia mí. Todo el lado derecho de su rostro está
cubierto de cicatrices. La barba no ha crecido correctamente debido a la
cicatrización en ese lado. Está en parches, dejando parte de la piel de
apariencia brutal visible. Comienza de su cuello y sube por su mejilla y se
detiene en su sien, perdiendo sus labios y ojos. Parecen marcas de
quemaduras. Sin detenerme en las cicatrices, es muy guapo. Miro hacia
abajo y veo que también los tiene en su brazo derecho. No conozco a este
hombre ni lo que le pasó, pero me duele el corazón de todas formas.
“Por no mencionar las cicatrices. Sabes que él tiene que recordar lo que
sucedió cada vez que las ve”. Las palabras de una de las ancianas vuelven
a mí.
Deslizo mis guantes y gorro cuando una ráfaga de viento helado sopla.
Las ráfagas revolotean de un lado a otro, dejando un ligero polvo blanco en
los vehículos. Esta es la segunda nevada desde que hemos estado aquí.
Aunque estamos acostumbrados a la nieve, he oído que los inviernos aquí
en Colorado pueden ser bastante duros. Muy diferente a Indianápolis.
¿Qué le sucedió? ¿Es verdad lo que una de las viejas dijo? ¿Está
trastornado? ¿De qué recuerdos estaban hablando?
—Hola, pequeño.
—Este es para la señora Tanner. Dijo que sus hijos son demasiado
viejos para colorear imágenes para su refrigerador, así que pensé que podría
colorear uno para ella en su lugar.
Miro a la señora Tanner y la veo sonriendo a Daniel. Mis ojos vuelven
a él.
—Hola, cariño.
Aunque solo me ha hablado esas dos veces, todavía la oigo todas las
noches cuando piensa que solo Dios está escuchando. Un día, tres semanas
después del funeral de Will, estaba caminando por su habitación cuando oí
algo. Estaba a punto de entrar y comprobarla, cuando sus suaves palabras
me detuvieron. Mirando a través de la pequeña grieta, vi a mi niña
arrodillada en medio de la cama, sus manos entrelazadas fuertemente en
oración y sus ojos cerrados. Sus susurros, suplicaban a Dios que devolviera
a su papá, me tuvieron ahogando un llanto y aferrándome al marco de la
puerta para no caer de rodillas. Cada noche desde entonces, he escuchado
sus oraciones susurradas. Me rompe en el interior que ella no viene a mí, y
sé que su corazón solo se rompe cada vez más cada día que sus oraciones
no son contestadas, pero me alegro de que al menos se siente lo
suficientemente cómoda para hablar con alguien.
—Será mejor que tengas cuidado de salir mañana, Gwen. Dicen que
hay una tormenta de nieve viniendo mañana por la tarde —informa.
Miro cómo Kelsey pone una respuesta en el crucigrama. Es una
palabra que ni siquiera puedo pronunciar, y mucho menos conocer el
significado. Ella puede no hablar, y guardase para sí misma, pero eso no la
ha impedido ser una de las niñas más inteligentes que he conocido. Ella
siempre ha sido así, incluso antes de que Will falleciera.
—Eso es todo, niño Daniel. Pero debes saber ahora que has empezado
a poner tus imágenes ahí arriba, vas a tener que colorearme más. Quiero
que mi refrigerador se llene con ellas.
Sonrío a cambio.
—La escuela recesa por las próximas semanas. ¿Ya tienes algún plan
para las fiestas? —pregunta la Sra. Tanner.
—No. Creo que solo nos quedaremos aquí. Los padres de Will están
en California con su hija, Sophia, para Navidad, y, bueno... mis padres se
han ido.
—¿Por qué no vienen los tres aquí para la cena de Navidad? Mis dos
hijos, Kenneth y Bethany, estarán aquí con sus dos familias durante unos
días. Sara es de la edad de Kelsey y Cody es de la de Daniel. Podría ser
agradable para ellos tener niños de su edad con quien pasar el rato.
Me rio.
Sabiendo lo que está buscando, tomo una lata de comida para perros
de la despensa, abro la tapa y vierto la carne fornida en su plato. Ella corre
delante de mí mientras llevo el cuenco a la puerta que conduce al enorme
cuarto de servicio donde están sus cachorros. Se desliza a través de la
puerta del perrito justo antes que abra la puerta. Inmediatamente va a ver
a sus cachorros dormidos en la gran cama para perros al otro lado de la
habitación, olisqueándolos y empujándolos con la nariz, y luego regresa
mientras pongo el tazón. Ella lo olfateó rápidamente, comprobó el olor de la
cena, antes de sumergirse.
Pollo y arroz. Una de las comidas más simples, pero una de las
mejores.
Camino hacia la casa una vez que termino en el granero. Gigi ladra
suavemente, luego se dirige a través de la puerta del perrito para estar con
sus cachorros. Después de revisar el pollo en la estufa, hago un rápido
trabajo con los botones de mi camisa mientras camino por el pasillo hasta
mi habitación. Esta cabina puede ser pequeña para algunas personas, pero
es perfecta para mí. Érase una vez, tenía planes para construir una gran
casa y llenarla de risa, pero no por mucho tiempo. Ese barco navegó, se
estrelló, se quemó y luego se hundió.
Después, guardo las sobras. Eso es otra cosa buena del pollo y arroz,
las sobras.
***
Mientras dejo que ella haga sus necesidades, preparo una cafetera,
atizo la chimenea y le echo un par de troncos más. Me calzo las botas y salgo
para agarrar una brazada de troncos del porche trasero. Todo está cubierto
de blanco, se ve precioso. He vivido en Colorado toda mi vida y nunca me
canso de ver una nevada recién arrojada.
Gigi viene dando saltos a la vuelta de la esquina, con su abrigo
cubierto de nieve. Se detiene el tiempo suficiente para enraizar su nariz en
la nieve hasta que desaparece, luego levanta la cabeza y arroja la nieve al
aire. Silbo y ella se lanza con fuerza hacia el porche, deteniéndose una vez
que está en los escalones, para sacudirse.
Bebo el resto del café y vuelvo a salir para controlar los caballos y
tomar otra carga de leña. Mi cabaña no tiene calefacción, por lo que dependo
de la chimenea para todo el calor. Me gusta de esa forma.
Una vez que termino, vuelvo a llenar mi taza de café y salgo a sentarme
en el porche. Está muy helado afuera, pero es hermoso y pacífico. Me siento
en la silla de mimbre, colocando los pies en la barandilla y observo el campo
de montañas blancas y nevadas. Heredé este lugar de mis abuelos hace diez
años. Mi abuelo solía criar caballos para ganarse la vida, antes de que fuese
demasiado viejo. Yo venía todos los días después de la escuela y le ayudaba
con el lugar. Mi abuela falleció hace doce años, y él nunca volvió a ser el
mismo. Siempre me decía que el lugar sería mío una vez que muriera,
conocía de mi deseo de trabajar con caballos.
—Quédate aquí. Volveré —le digo a Gigi, que está sentada en la puerta
mirándome.
Sonrío.
—Quería. Has sido tan buena conmigo, y tú eres la razón de que estoy
aún aquí.
—Está bien. —Ella aprieta una de sus mejillas—. Usted, señor, solo
tendrá que esperar y ver. —Ella se vuelve hacia mí—. Emma está ansiosa
por llegar aquí.
Giro para mirar a ambos niños, sin gustarme la idea, pero sabiendo
que tendré que hacerlo con el fin de llegar a casa.
—Lo haré.
Giro alrededor y evalúo lo que nos rodea. La nieve está cayendo tan
fuerte que ya está empezando a cubrir el parabrisas, bloqueando mi punto
de vista. Miro por la ventana y no veo nada. Giro, miro por la ventana de
atrás, y no veo nada allí.
—Escúchame. Todo está bien. Solo voy a salir por un minuto. Hasta
ahora no recibo señal en mi teléfono dentro del camioneta debido a la nieve
que lo cubre. Voy a llamar a Jeremy y va a venir a ayudarnos.
—¿Mamá?
Miro hacia atrás a Daniel y fuerzo una sonrisa. Necesito tiempo para
averiguar un plan.
Sonrío.
—No me gusta pedir, sobre todo en este clima, pero ¿hay alguna
manera de que usted nos pueda llevar a la ciudad? Mi teléfono celular no
tiene señal aquí.
—No se preocupe por ello. Está bien —dice el hombre, con los ojos
fijos hacia adelante y su expresión neutra.
—Siento que se esté alejando de a donde quiera que iba —digo, solo
para mantener algún tipo de conversación. Por alguna razón quiero que me
hable.
—Es difícil ver desde la carretera con todos los árboles, sobre todo
cuando tienes la nieve soplando en tu rostro.
Se vuelve callado, entonces digo, a pesar de que nunca preguntó:
Miro del árbol en el camino hacia él, luego hacia abajo a los niños y
de nuevo al árbol. Hablo al parabrisas cuando digo:
—Lo siento. —Llevo mi mirada hacia él—. ¿Conoce a la señora Myers?
¿Podría llevarnos a su casa, y llamaré a alguien en la ciudad cuando las
carreteras se despejen y los árboles se hayan ido?
—¿Y qué? —interrumpe—. ¿Hacer que pasen por encima del enorme
árbol en el camino? ¿O que se arriesguen a ir por la montaña?
Cierro la boca, porque él tiene razón. Mis únicas dos opciones son
llevar a los niños de vuelta al auto, algo que yo no haría, o dejar que nos
lleve a su casa. No sé nada sobre este hombre, pero él no me trata como
alguien que nos haría daño. Todavía odio saber que estaremos impuestos
en él, sin embargo.
Puedo decir que quiere decir que no, pero está tratando de
protagonizar el acto de gran chico frente al hombre. Después de varios
segundos, asiente.
Tomó tanto tiempo para responder a eso que temí que no lo haría.
Estamos pasando por el lado de mi auto por la carretera cuando dice
bruscamente:
—Alexander.
Me giro y miro por encima del patio hacia donde sé que está mi Range
Rover. Apenas puedo ver nada más que un pequeño punto luminoso rojo en
la distancia. Mis ojos se deslizan hacia la izquierda, y veo un granero rojo
grande a unos quince metros de distancia. Después aterrizan sobre una
estructura parcialmente construida.
Con una última mirada a su espalda, llevo a los niños por el salón y
la sala. El baño donde entramos es pequeño, con solo un inodoro y lavabo.
Kelsey y yo esperamos fuera mientras Daniel hace sus cosas. Noto una
puerta cerrada al otro lado del cuarto de baño y otra hacia abajo al final.
Kelsey va después mientras Daniel y yo esperamos.
Una vez que ambos han acabado, volvemos a la sala de estar al sofá.
—No lo estarán.
Deja la olla y toma tres tazas del armario a la izquierda.
Me giro y la miro.
Ella asiente.
—No lo dije antes, pero gracias por el cocoa. Fue muy considerado de
tu parte.
Cuando paso por la sala de estar, el niño deja de jugar con Gigi y me
mira, su sonrisa desaparece cuando sus ojos van al lado derecho de mi
rostro. Estoy acostumbrado a las miradas, por lo que ya no me molestan.
Cuando preguntó qué me pasó en el camioneta, no fue una sorpresa para
mí. Fue realmente refrescante tener a alguien que dijera sus pensamientos
en voz alta. La gente de la ciudad, aquellos con los que solía ser amigo,
siempre se reservan sus preocupaciones y pensamientos o susurran detrás
de sus manos, preocupados de que puedan ofenderme o algo así. Crecí allí,
pero ahora las personas me parecen extrañas.
Gigi deja a un lado el niño y trota hacia mí. Le doy unas palmadas en
la cabeza cuando me pone las patas delanteras en la parte inferior del
estómago.
—Galletas de azúcar.
—¿Jugo?
Asiento.
Extiende un vaso, lleva los otros a la barra y los deja junto a los
tazones.
—Daniel y Kelsey.
—Gigi.
—¿Qué pasó?
—¿Aún duelen?
Señalo mi pecho.
Señala mi brazo.
Miro hacia la cocina y veo a Gwen lavando los platos. Sé que debería
ofrecerme para lavarlos, ya que ella hizo la cena y las galletas, pero, por
extraño que parezca, disfruto sentarme aquí hablando con Daniel, algo que
nunca pensé que me gustaría hacer.
—Siete.
—¡Vaya!
Miro hacia arriba y veo a Gwen de pie detrás del sofá, viendo a su hijo
jugar con los cachorros con una sonrisa curvando sus labios.
Me levanto del sofá y camino hacia la cocina. Siento los ojos de Gwen
sobre mí y escucho sus pasos siguiéndome. Voy al gabinete sosteniendo las
copas, tomo una, y la lleno de agua. Trago el líquido frío, luego, tomo varias
respiraciones profundas, sintiendo que no puedo aspirar suficiente aire.
—Gracias.
Le brindo una mirada que dice que es estúpida si piensa que voy a
dejarla dormir en el duro piso. Puedo estar fuera de práctica tratando con
la gente, pero no estoy tan lejos para permitir algo así.
—Eso no está sucediendo, Gwen.
—Puedo…
Me doy la vuelta y ella está allí de pie. Arrastra sus pies por un minuto
antes de decir:
—Tengo una bolsa de emergencia de cosas en la parte trasera de mi
camioneta. Debería haberla agarrado antes de que nos fuéramos, pero no lo
pensé. ¿Podríamos agarrarla mañana si todavía no podemos irnos?
—Sí.
Sus ojos parpadean de ida y vuelta entre los míos, pero se queda
inmóvil.
La cama se mueve un poco, y antes de que esté lista para dejarla ir,
Kelsey está rodando hacia su espalda, abandonando mi mano. Luego,
Daniel toma su lugar, sentándose y rebotando en el medio de la cama. No
estoy segura de cómo sucedió; cuando nos fuimos a dormir la noche
anterior, él estaba en el medio de la cama conmigo y Kelsey en el exterior.
Espero que sea ella quien se haya movido al medio porque quería estar junto
a su mamá.
—Hola, chico.
—Tienes que batir los huevos —digo. Cuando agarra el batidor que
está en el cuenco y comienza a moverse demasiado rápido, y agrego—:
suavemente, o se deslizarán por los lados.
Soy una idiota. Sabía que no debería haber venido aquí sin
preguntarle. Debería haber esperado. Probablemente no le habría
importado. Dijo que nos sintiéramos como en casa anoche. Estoy segura de
que no se refería a ir a su baño y revolver sus cosas.
—Gracias.
—Está bien, está bien —se queja antes de levantarse y arrastrar los
pies mientras camina al baño.
—Gracias.
—¿Cómo se ve afuera?
Me río, y luego miro cuando siento sus ojos en mí. Él tiene una
expresión extraña en el rostro. Sus cejas están bajas, y casi parece que está
con dolor. La mirada me confunde, pero decido ignorarla.
—Dijiste que has vivido aquí toda tu vida. ¿Eso significa que creciste
en esta casa?
—No. Mis padres tenían una casa en la ciudad. Este fue el lugar de
mis abuelos.
—¿Tiene hermanos?
—Entreno caballos.
—Lo más cerca que he estado de los caballos son los que tienen en las
ferias. —Me río a la ligera—. Solía pedir a mi madre cuando era pequeña,
conseguirme un pony. Vivíamos en un barrio donde las casas eran
prácticamente una encima de la otra. Definitivamente no era un lugar para
traer a un pony. —Empujo la esponja en una taza y la arremolino a su
alrededor—. Will, mi marido, se crio en una granja en Nebraska. Siempre
hemos dicho que un día compraríamos un gran pedazo de tierra en alguna
parte. Él quería obtener caballos y que los niños aprendan a montarlos.
Hasta….
—Si. Mi abuelo crio caballos, y supe de niño que quería trabajar con
ellos.
—¿Qué elegiste?
—Maestra.
Sonrío.
—Me gusta saber que voy a ser parte de la formación del futuro de los
niños, que jugaba un papel importante en lo que se convertirán.
Reviso los niños. Todavía Daniel está en el suelo con los cachorros,
probablemente estará allí todo el día, si lo dejo, y Kelsey está en el sofá.
Cuando me ve, se levanta y se acerca, sosteniendo el libro de crucigramas.
Las páginas están curvadas y arrugadas. Incluso sabiendo lo que está
tratando de decir, doy la vuelta a través de las páginas. Todas ellas
terminadas.
—El señor Alexander tiene caballos y me dijo que podía ir a ver los
con él. —Se detiene el tiempo suficiente para tomar una respiración—.
¿Puedo, mamá? ¿Puedo?
Una vez que los tiene puestos, junto con sus botas, Gwen lo detiene
cuando trata de pasar por ella. Se pone en cuclillas frente a él y pone al
cachorro en el suelo entre sus piernas. Empieza a andar como pato de
inmediato.
Como haría cualquier madre, está preocupada por que su hijo esté
cerca de un animal grande. No la puedo culpar por eso. Realmente la
admiro. Ella se preocupa mucho por sus hijos. Cualquiera puede verlo por
la forma en que interactúa con ellos y su expresión cuando los mira.
—Toma pasos lentos por si hay algo bajo la nieve que no se puede ver
—digo cuando se tropieza y casi se cae.
No hace calor como en la casa, pero una vez que entras en el interior
del granero, hay un cambio significativo en la temperatura. Unos relinchos
ligeros provienen de los caballos al cerrar la puerta detrás de nosotros.
Daniel solo se queda allí durante varios segundos, disfrutando de las pocas
cabezas de caballo que están empujando fuera de los puestos.
—¿Puedo realmente?
—No, señor.
June trae su cabeza más cerca de Daniel, y por un momento creo que
va a dar un paso atrás, pero no lo hace. Chico valiente. Los caballos son
grandes, incluso para los adultos; pero para un niño son enormes.
—Hola, chica.
—¡Eso fue genial! —Se vuelve hacia mí—. ¿Podemos alimentar a otro?
—Claro.
—¿Quieres acariciarla?
Soy una persona muy privada, prefiriendo estar solo y con los
caballos, por lo que mi respuesta me sorprende. No me gustan las personas
que invaden mi espacio personal, pero en el corto tiempo que Gwen y sus
dos hijos han estado aquí, me he encontrado disfrutando de su compañía
cada vez más. La idea de ellos, posiblemente, volviendo a visitarme no me
llena de temor, como lo haría normalmente, pero en cambio hace que mi
pecho se sienta más ligero. Me gusta tenerlos alrededor, incluso si todavía
se siente extraño. No es un mal extraño, simplemente diferente. He estado
solo durante tanto tiempo que tenerlos aquí es... agradable. Y la idea de
adiestrar a Daniel para montar se siente bien, como si tal vez es algo que
tengo que hacer.
—Lo es.
—¿Estás listo para regresar? —pregunto una vez que todo está en su
sitio.
—Supongo.
—Sí, señor.
—Tal vez Kelsey vendrá con nosotros la próxima vez —sugiero, y miro
por encima de él.
—Me alegro de que hayan tenido un buen momento. ¿Estás listo para
un poco de chocolate caliente para entrar en calor? Tus manos están
congeladas.
Ella me guiña el ojo, y luego finge estar impactada. Este lado lúdico
de Gwen es interesante para ver. No cuento chistes, y no me río de ellos. Mi
vida es muy dura, y es la forma en que la quiero. La risa y la sonrisa no es
algo que hago más, ya que no hay realmente nada por lo que reír y sonreír,
pero desde que estoy a su alrededor, me encuentro queriendo. Ella y sus
hijos han traído un rayo de luz de nuevo en mi vida en el poco tiempo que
los conozco. No creía que fuera posible, y no estoy del todo seguro de que
quiero que siga, pero en este momento, lo estoy disfrutando mucho para
desear alejarlo.
—El tuyo es todavía bueno, mamá. —Él usa su dedo índice y el pulgar
y los pone tan cerca que casi se tocan—, pero me gusta el suyo un poquito
más.
Gwen se ríe, y antes de que se den cuenta, estoy riendo con ella. Ella
me mira cuando lo hago, y yo uso la excusa de agarrar mi teléfono del bolsillo
de la chaqueta, así que no veo la expresión de su rostro. Su sorpresa es
evidente, en realidad no me sorprende. Sé que puse una vibración seria, tal
vez incluso idiota a veces. Incluso a mis propios oídos, la risa suena extraña
viniendo de mí.
La miro con el rabillo del ojo, y la veo correr su dedo sobre un rasguño
en la superficie contraria.
Ella asiente.
—Gracias —dice.
—Ya veremos.
Mis ojos viajan a Kelsey para encontrarla mirándome. Sus ojos se ven
tan tristes, y cuando se da cuenta de que he captado su mirada, mira hacia
otro lado. La tristeza se instala en mi pecho cada vez que la miro. Quiero
quitarle su dolor. Una chica de su edad nunca debería verse cómo se ve,
como si su vida hubiera terminado.
Una vez que los chicos acaban su chocolate caliente, Gwen le dice a
Daniel que es hora de ducharse. Él deambula afuera, mientras que Kelsey
vuelve a la sala, donde su cuaderno está en el sofá. Gwen va a la lavandería
para doblar las pocas piezas de ropa que lavó. Se ofreció a lavar las mías
antes, junto con la suya, pero decliné. Sé que solo está tratando de ayudar
porque ella y sus hijos se quedaran aquí unos días, pero le he dicho varias
veces que no hay necesidad. Ella insiste en cocinar, sin embargo. No discutí.
Puede que sepa cocinar, pero ha pasado un largo tiempo desde que alguien
lo ha hecho para mí. Y por mucho que pensé que me iba a molestar tener
otra mujer aquí haciendo algo como cocinar, no es así. Eso no significa que
no lo hará más tarde. Sigo esperando que los nervios lleguen, pero hasta
ahora, no lo han hecho.
***
—Por favor, Dios, solo deja que mi padre vuelva a casa —susurra la
voz llorosa de Kelsey—. Y por favor, dile que lo siento. Lo extraño mucho.
Solo quiero abrazarlo de nuevo y decirle que lo amo. —Su voz es más baja
cuando termina—. En el nombre de Jesús, amén.
Mientras camino por una de las ventanas de la sala, veo una gruesa
capa de nieve que cae. La idea de que la nieve no se detenga, obligándonos
a permanecer más tiempo, no me llena con el temor que se podría pensar
que lo haría. De hecho, hace todo lo contrario. Quiero estar aquí más tiempo.
Me siento cómoda aquí. Me gusta estar cerca de Alexander.
—¿Todo bien?
Preparo un plato para los niños, y una vez más, todos comemos en la
cocina con los niños en el bar y Alexander y yo de pie. Después, lavo los
platos mientras que Kelsey se sienta en la barra con el bloc de dibujo y
Alexander y Daniel salen y comprueban los caballos.
Miro más de cerca y me doy cuenta de algo más. Escondida entre las
caras tristes hay un par de caras sonrientes. En general, debe haber unas
treinta caras tristes y solo cinco caras sonrientes. No sé si debería llorar o
sonreír a la imagen. Por un lado, es obvio que la emoción que domina a
Kelsey es la tristeza. Por otro lado, saber que ella siente destellos de felicidad
alivia mi corazón y me da esperanza. Kelsey nunca parece feliz, o al menos
nunca lo muestra, pero es evidente que hay veces que lo hace. Me pregunto
lo que sucede en esos momentos. ¿Qué le trae esos estallidos de placer?
Quiero repetirlos una y otra y otra vez, que todo lo que ella sienta sea esa
emoción.
Cada vez que digo esas palabras, espero tener una respuesta de
vuelta, pero nunca lo hace, y hoy no es diferente. Sin embargo, un día lo
hará. Me niego a creer que no hay nada más que eso.
***
Miro fijo a través del patio, hipnotizada por la belleza del lugar. Con
la nieve cubriendo todo, se ve como un maravilloso paisaje nevado. Debe ser
tan tranquilo vivir en un lugar como este. Cat’s Valley no es una ciudad
grande con el ajetreo de autos, el ruido y el olor horrible de la contaminación,
pero todavía hay una gran diferencia entre allí y aquí. Esa es otra razón por
la que Will y yo queríamos comprar un terreno. Queríamos la soledad de
vivir lejos de todo mientras criábamos a nuestros hijos.
—¿Qué vas a hacer con tu cabaña una vez que termines la casa? —
pregunto, posando mi mirada en él.
—¿Pero por qué? ¿Por qué construirías parcialmente una casa solo
para derribarla de nuevo? Apuesto a que se vería hermosa una vez que la
termines.
Él está tranquilo durante tanto tiempo que creo que no va a
responder. Estoy a punto de olvidar mi pregunta, una vez más sobrepasando
los límites, cuando me sorprende.
Su voz es tan baja que apenas pude distinguir las palabras. Pero lo
hice, y la forma de angustia con que las pronuncia dice mucho más de lo
que sus palabras reales hacen. Obviamente, hay más en la historia, y es
evidente que es dolorosa. Quiero preguntarle al respecto, pero no es mi
lugar. No necesito preocuparme, porque él me dice por su cuenta.
—Lo siento —susurro. El sentimiento es tan laxo por lo que pasó, pero
es el único consuelo que puedo dar. No hay nada que se pueda hacer para
que sea mejor.
—Gracias.
—¿Es por eso por lo que quieres destruirla? ¿Por qué te recuerda a
ellos?
—Sí —responde —. Eso y no hay necesidad de ello más. Soy solo yo,
y no necesito una casa de ese tamaño para mí.
Asiento.
—Lo entiendo.
Una vez más, ignoro la forma en que sus palabras me hacen sentir.
Excepto que esta vez, no es dolor, sino placer. Me alegra saber que no hemos
sido una carga completa para él, que le gustaba que estemos aquí. Sé que
lo he disfrutado, y desde la charla sin parar excitada de Daniel, y los signos
de vida de Kelsey, ellos también.
Sonrío.
—Sí —dice, luego, se asoma a través del patio—. Si las torres celulares
están de vuelta, voy a llamar a Travis esta noche para obtener una
actualización sobre las carreteras.
—De acuerdo.
***
Y no, no estoy usando eso como excusa para verlo de nuevo. O eso es
lo que me digo de todos modos.
Una vez que la película ha terminado, me levanto del sofá para poner
la ropa de la lavadora a la secadora. Esta es la segunda vez que he lavado
la ropa desde que estoy aquí. No soporto estar con la misma ropa más de
un día.
Me vuelvo a Alexander.
—Sí.
Suspiro de alivio cuando froto las manos por mis piernas ahora
suaves, entonces lavo el pelo. Mi bolsa de emergencia no incluye champú,
acondicionador, gel de baño por lo que los niños y yo hemos estado
utilizando lo de Alexander. Tomo una gran parte de jabón para el cuerpo,
disfrutando mucho la forma en que huele antes de enjabonar la toallita.
Cinco minutos más tarde apago la ducha, tomo una toalla y me seco.
De alguna manera, la cortina no debe haber estado cerrada del todo porque
hay agua en el suelo. No lo vi hasta que fue demasiado tarde, me resbalo, y
me agarro del fregadero para atraparme a mí misma. Al hacerlo, tumbo mi
ropa, y luego veo en cámara lenta a medida que caen desde el fregadero al
inodoro abierto. Cuando me doy cuenta de lo que está pasando, trato de
agarrar la ropa, y termino de nuevo deslizándome en el agua. Mis caderas
se estrellan contra la esquina del mostrador, y lloro por el dolor, entonces
caigo de rodillas.
Sus ojos parpadean ida y vuelta entre los míos varias veces, antes de
empujar el montón de ropa hacia mí. Sostengo la toalla más fuerte a mi
pecho y me muevo a un lado lo suficiente para llegar a la ropa. Por un
segundo, sus ojos se posan en la mano que sostiene la toalla antes de que
se aclare la garganta y mira hacia abajo, al suelo, y luego da un paso atrás.
Los dos nos quedamos ahí torpemente por un momento antes de que
él dice:
—¿Quieres... eh....?
***
La última parte apenas la pude oír. Sé por qué está pidiendo perdón.
Se siente como si fuera su culpa que su padre se haya ido. Estaba en su
cuarto recibiendo su oso para ella cuando se desplomó. Tanto su psiquiatra
y yo, le hemos dicho múltiples veces que no era su culpa, que su corazón no
estaba funcionando correctamente, pero sé que no nos creyó. No sé qué más
hacer para hacer que lo crea. Ella tiene tan sólo ocho años de edad, pero
lleva cargando una culpa que pesa una tonelada. Una semana después del
funeral, me encontré con el oso hecho trizas en su armario.
Quiero llegar a ella. Quiero tomarla en mis brazos y calmar sus gritos.
Decirle que nada es su culpa y que la amo. Que su papá la quiere, incluso
si él no está aquí para demostrarlo. Pero me preocupa que si hago eso, se
alejará de mí. Sólo susurra sus oraciones porque cree que nadie más puede
oír. Este es su tiempo privado, su momento seguro para hablar con la única
persona que siente que puede en este momento. No quiero tener que
alejarme de ella, y tengo miedo que si ella sabe que yo la escucho todas las
noches, que disfruto de escuchar su voz, incluso si sus palabras me
desgarran, deje de hacerlo. Necesita esto. Quiero que venga a mí con su voz
cuando esté lista para que yo lo escuche.
Así que en lugar de consolar a mi hija como muero por hacerlo, lloro
en silencio en mi almohada y espero por ella para quedarme dormida. Es
sólo entonces que doy la vuelta y envuelvo mis brazos alrededor de ella,
dándole mientras duerme, lo que no permitirá que yo le entregue cuando
está despierta.
8
Alexander
Camino silenciosamente por el pasillo igual que la noche anterior
cuando escucho los susurros de una chica rogándole a Dios que traiga de
regreso a su padre. Pongo mi mano suavemente en la puerta y escucho
mientras ella derrite lentamente mi corazón hasta que se convierte en un
charco frente a mis pies. Me duele el pecho ante la necesidad de caminar y
quitarle su dolor. Nunca antes había escuchado palabras tan tortuosas. El
dolor que proviene de ellas es abrumador e insoportable. Incluso mi inmenso
dolor por haber perdido a los que amaba no puede compararse con esto. El
de esta niña es mayor.
Aprieto mis ojos ya cerrados para contener las lágrimas que quieren
caerse. Me siento tan bendecido por escuchar la hermosa voz de esta niña
después de años de no dejar que nadie la escuche, pero las palabras
torturadas y el dolor detrás de ellas me dejan con la sensación de que estoy
tomando mi último aliento doloroso.
Inseguro de qué hacer, nos acomodo a ambos, de forma tal que quedo
reclinado contra el brazo del sofá con ella todavía acostada en mis brazos.
Discuto conmigo mismo si debo llamar a su madre o no, y luego decido no
hacerlo, preocupado de que se retire aún más. Obviamente, hay algo en mí
que la hace sentirse lo suficientemente a gusto como para venir a verme,
aunque no tengo ni idea de qué se trate. Kelsey necesita esto, lo intuyo, y
aunque Gwen es su madre y tiene derecho a saberlo, no romperé la
confianza de Kelsey. En el corto espacio de tiempo que han estado aquí, ha
llegado a significar mucho para mí, los tres lo han hecho mucho más de lo
que deberían.
***
Siento unos ojos sobre mí, echo un vistazo y veo a Gwen sentada en
una de las sillas, mirándonos. Mi sonrisa se escapa por la mirada intensa
en su rostro. Al principio me pregunto si está enojada, debido a la delgada
línea que forma su boca, la línea descendente de sus cejas y el
enrojecimiento que cubre sus mejillas hacen que parezca que está
contenida. Estoy a punto de preguntar qué sucede, cuando de repente deja
escapar un suave sonido de hipo justo antes de que su rostro se arruga y
sus ojos se llenen de lágrimas. Sus ojos dejan los míos para mirar a su hija
acurrucada en mis brazos. Miro hacia abajo y sé exactamente lo que siente.
Mi corazón se contrae ante la inocencia pura en el rostro de Kelsey. Su rostro
está relajado en su sueño, sin emitir la mirada dolorosa que normalmente
lleva.
Miro hacia a Gwen, quiero levantarme y tomarla en mis brazos. Para
consolarla, pero también para hacerle saber que no está sola. Nuestras
situaciones son diferentes en muchos niveles, pero hay una cosa que es
igual. Ambos lloramos la pérdida de alguien especial para nosotros. Gwen
no solo llora a su esposo, sino también a su hija. Lloro por mi esposa y la
familia que apenas comenzábamos a compartir.
Ella se levanta y viene hacia nosotros; sus ojos se atenúan aún más
mientras mira a su hija dormida.
—Debería —susurra.
—¿Por qué?
Sus ojos son suaves pero curiosos mientras ella hace la pregunta.
Ella asiente con la cabeza, mira hacia abajo por un momento, y luego
levanta la cabeza.
—¿A qué hora ella te despertó?
—Está bien.
Fuerzo a mis pies para que me lleven lejos de ella antes de que haga
algo que lamentaré más tarde. Mis botas y la chaqueta están puestas, y
estoy llegando a la puerta cuando ella llama mi nombre. Sólo giro la cabeza
para mirarla por encima del hombro, con miedo de que si muevo todo el
cuerpo, no voy a ser capaz de detenerme de ir a ella.
—Sí —respondo.
Doy un paso fuera del porche y me dirijo hacia el establo, ansioso por
conseguir alimentar a los caballos y volver a la casa.
***
Ella da un paso hacia la puerta para responder, por lo que fuerzo mis
piernas a moverse. Llego antes y paso delante de ella para abrirla. Jeremy
está parado en el otro lado, con las manos metidas en los bolsillos de sus
jeans. Lo conozco desde hace años, y él es un hombre bastante agradable,
pero por el momento, lo odio. Mi reacción inicial es fruncir el ceño y cerrar
la puerta en su rostro. Cuando me mira extrañamente con una pizca de
miedo, alejo la expresión. No es culpa de Jeremy que no pueda conseguir
controlarme.
—Jeremy —gruño.
—Eso es bueno.
—Voy a... umm... sólo voy a asegurarme que los niños tienen todo
listo —dice antes de dejar a Jeremy y a mí solos.
Ha estado aquí unas pocas veces. Cuando Clara todavía estaba viva,
fuimos anfitriones de barbacoas de vez en cuando. La mitad de la ciudad
aparecería normalmente.
—Gracias —contesto.
Incapaz de estar allí por más tiempo, giro sobre mis talones y tiro por
encima del hombro:
—¿Quieres una taza de café antes de irte?
—Eso es bueno.
Gwen se detiene, me mira, luego gira a Daniel por sus hombros para
que la mire.
—Sé que no quieres, cariño, pero tenemos que hacerlo. Esta es la casa
de Alexander y ya nos hemos impuesto suficiente.
Quiero decirle que no han sido una imposición para nada, que me ha
encantado tenerlos aquí y que quiero que se queden, pero me guardo las
palabras apretando mi boca.
Sus ojos miran los míos por un breve segundo antes de volver a él. Su
voz se reduce cuando responde.
—Ya veremos.
—Sí.
Giro una vez que estamos fuera en el porche, y soy empujado hacia
atrás un par de pasos cuando un pequeño cuerpo me golpea. Miro hacia
abajo, veo que Daniel tiene su rostro enterrado contra mi estómago. Mis
manos se posan sobre sus hombros.
Se aleja y mira hacia arriba con los ojos tristes. Toma todo en mí para
no caer de rodillas, abrazarlo y no dejarle ir.
—¿En serio?
—Sí.
—¿Estás seguro?
—Estoy seguro.
Mis ojos van a Kelsey, que está de pie detrás de Gwen. Doy un paso
hacia ella y extiendo un cuaderno. Sus ojos se deslizan a los míos antes de
pasar al cuaderno. Vacilante, se acerca y lo agarra. Sus ojos permanecen
pegados a él mientras lo abre por la primera página, luego la segunda, luego
la tercera. Gwen, que ahora está de pie junto a ella, jadea.
Asiento.
—Sí. Sé que su otro libro de crucigramas está lleno, así que... —dejo
de hablar.
—Me pasé unas horas cada noche con ello. No me tomó mucho
tiempo.
Está de pie tan cerca que puedo ver manchas negras en sus ojos
azules y oler su dulce aroma a vainilla. Una ligera brisa deja un mechón de
pelo en su cara, y una vez más tengo que forzar mis manos para permanecer
a mis costados y no apartar al mechón díscolo sólo para darme una excusa
para tocarla.
—Fue muy importante para mí. Para nosotros. Nadie sabe lo que
habría pasado si no hubieras visto mi camioneta y venido a investigar. No
tenías que traernos de vuelta aquí, pero lo hiciste. Y no tenías que ser tan
agradable con mis hijos.
Me quedo ahí durante unos diez minutos después de que se han ido,
sintiéndome como si hubiera perdido algo muy valioso e importante.
9
Gwendolyn
—¿Qué día estás llegando?
Uso mi uñas para raspar un poco de pasta seca que está sobre la
mesa.
—Los extraño. No puedo esperar para verlos otra vez. —Hace una
pausa por un momento y luego le pregunta en voz baja—: ¿Cómo está
Kelsey?
Dejo caer el trapo sobre la mesa y me dejo caer en una silla. Esta es
la primera vez que he podido hablar realmente a Emma desde que
regresamos de estar con Alexander, y he estado muriendo. Su trabajo la ha
mantenido muy ocupada.
—¿Tiene un apellido?
—No lo sé. Dijo que su abuelo criaba caballos y que había ido a veces
para ayudarlo. En realidad heredó la granja. Está fuera en Hallow’s Road,
solamente a unas pocas millas de la casa de su abuela.
Oigo su zumbido a través de la línea mientras piensa.
—¿Qué quiere decir, forzada a quedarte con él? —pregunta con recelo.
—Maldita sea, Gwen. ¿Por qué estoy en este momento oyendo acerca
de esto? —regaña.
—¿Y piensas que Alexander tenga algo que ver con eso?
—Sí —respondo—. No sé lo que hay en él, tal vez es porque ella siente
su propio dolor y puede relacionarse con él.
—¿Y Daniel?
—Daniel lo ama absolutamente. Alexander fue tan bueno con los dos.
Pretende ilustrar este hombre duro y tranquilo que, obviamente, no deja que
la gente se acerque demasiado, pero con los niños, supongo que no pudo
evitar abrirse.
—No lo sé. No fue tan frío cuando nos fuimos. Pero eso podría ser
simplemente debido a que no éramos completos extraños nunca más.
—¿Y cómo te sientes acerca de él?
—¿Sigue siendo tan caliente como solía ser? —se burla, luego se ríe.
Sostengo el contenedor.
—No tienes que traerme almuerzo, pero gracias de todos modos.
Sonrío.
—Es por eso que lo agradezco, sobre todo a mamá. —Él mira a su
camioneta, y luego de nuevo a mí, con una expresión triste—. Nunca fui
capaz de darle algún nieto más. Tener a Daniel y Kelsey alrededor ayuda, ya
que Benny es todo un adulto—. El dolor de Jeremy y la pérdida que tuvo
que soportar me tiene comenzando a ir por las escaleras para ofrecerle
consuelo, pero antes de que tome tres pasos, mueve la cabeza y me detiene
con sus palabras—. No lo hagas. Está bien. Fue hace muchos años.
—Mejor será que me vaya. Todavía tengo que pasar por la farmacia y
tomar las medicinas de mamá.
—¿Sí, mamá?
—Está bien.
Miro hacia el que está trabajando y veo que está a mitad de camino a
través de él. Tengo curiosidad por saber lo que va a hacer cuando ella los
acabe. Va a través de ellos tan rápido, que es sólo cuestión de tiempo antes
de que termine. Todavía no puedo creer que Alexander tomó el tiempo para
hacer esto por ella, sabiendo su obsesión por ellos y no querer que se fuera
sin ello. Fue uno de los gestos más dulces que alguien ha hecho por
nosotros.
Por un breve instante, el dolor destella en sus ojos. Mira hacia el otro
lado de mí y posa la mirada por la habitación. Apostaría cualquier cosa que
no está mirando a nada en particular. No quiere que sepa cómo se siente.
Nos quedamos así durante varios minutos antes de que ella se aleje
de mí. Sus ojos son cautelosos una vez más, y sé que no voy a conseguir
nada más salir de ella.
***
Muevo la cabeza hacia atrás contra el respaldo del sofá y miro hacia
el techo. Los niños están en la cama y la casa está en silencio. Por alguna
razón, me siento ansiosa e inquieta, y la necesidad de escuchar la voz de
Alexander es cada día más fuerte. Me siento como una colegiala extrañando
a su amor platónico. No sé qué es exactamente lo que siento por él, pero sea
lo que sea ha crecido rápidamente. Demasiado rápido para ser considerado
racional. Sentimientos así de fuertes por alguien que realmente no conozco
no son normales.
Bien, así que tal vez no está tan horrorizado de saber de mí como yo
pensaba. Si lo estaba, él no estaría fomentando la conversación, ¿verdad?
¿O es simplemente por cortesía? No me gusta estar tan insegura.
Gruño.
—Dios ayude al pobre bastardo que se casó con ella —comento, medio
en broma.
Siendo el mayor de sus hermanos, hay una brecha de siete años entre
James y Lena. Eso todavía no le impidió seguirnos, y a sus otros hermanos,
y tratar de mandarnos a todos a hacer lo que ella quería. Todos lo
soportamos porque Cassandra, la madre de James, nos habría arrancado
nuestras pieles si no lo hacíamos.
Miro hacia arriba y lo veo mirándome con curiosidad, con los brazos
cruzados sobre su enorme pecho. Me giro.
—Sí. La madera está podrida, así que es solo cuestión de tiempo antes
de que empiece a desmoronarse de todos modos.
—Dime si quiere ayuda cuando lo hagas —dice.
—Gracias, pero creo que esto es algo que debo hacer por mi cuenta.
Él me da palmadas en la espalda.
—Lo entiendo.
—¿Quieres una cerveza? —pregunto, listo para salir del frío y alejarme
de la estructura inestable que tengo delante. Cada vez que la miro, resurgen
los recuerdos que he tratado de olvidar. Es por eso que normalmente evito
mirarlo como la peste. No necesito ningún recordatorio. Me acuerdo de eso
cada vez que me miro en el espejo o cierro los ojos. Pero con la Navidad
llegando y el aniversario de su muerte, me sentí atraído por eso. Les fallé al
no salvarlos y este es mi castigo.
Él ríe.
—No lo sé, hombre. Puede ser una causa perdida con eso.
—¿Quieres?
No necesito mirar para ver los pequeños pendientes de aro que están
en el mostrador. Los encontré en mi mesita de noche el día que Gwen se fue
y han estado en el bar desde entonces.
Lo miro de reojo, él levanta sus cejas.
—Mentiras. Las únicas mujeres que has tenido en esta casa han sido
tu madre y tu hermana, y sé que no han venido de visita en mucho tiempo.
—Eso es una mierda y una mala excusa si alguna vez escuché una.
Deja de culparte por algo de lo que no tenías control.
Cuando mencionó que Kelsey usaba el crucigrama que hice para ella
y que Daniel llevaba el caballo con él a todas partes, me llenó de alegría. Mis
ojos aterrizan en la pequeña caja en la sala de estar que lleva parte de la
colección de figuras talladas en madera de mi abuelo. Dos días después de
que se fueran, estaba en el granero atendiendo a los caballos cuando me
encontré con la caja. Mi mente se dirigió automáticamente a Daniel. Limpié
el polvo y llevé la caja dentro. No sabía entonces por qué la traía a la casa.
No había planes para que volviera a ver a Daniel, pero algo me obligó a
hacerlo. Tal vez un pequeño rayo de esperanza de que lo volvería a ver.
Una vez que los caballos están en su sitio, Gigi y yo volvemos dentro,
ignorando completamente la casa de Clara. He tenido suficientes recuerdos
por hoy. Gigi trota al lavadero, mientras me dirijo al baño para tomar una
ducha. Tuve que poner a los cachorros de nuevo en el lavadero, porque los
pequeños granujas estaban empezando a esparcir su mierda. Normalmente
los dejo salir por las tardes para vagar cuando estoy cerca para vigilarlos.
Hace un par de días, empecé a dejarlos salir al patio.
Me río de su entusiasmo.
Yo: Sí.
Gwen: ¡Si! Acabas de hacer mi noche. O más bien, sin saberlo, hiciste
la noche de los niños. Me gustaría conseguir uno para ellos para Navidad.
Ella sin saberlo hizo mi noche también, porque eso significa que voy
a verla de nuevo. Trato de no dejar que ese pensamiento me afecte, pero lo
hace de todos modos.
Gwen: ¿Nochebuena funciona para ti? ¿Por la tarde? Haré que mi amiga
Emma venga a ver a los niños, así puedo sorprenderlos con el cachorro en la
mañana de Navidad.
Por mucho que lo extrañé, estoy tan asustada de verlo de nuevo. ¿Qué
pasa si se convirtió de nuevo en el chico brusco que fue ese primer día?
¿Qué pasa si simplemente empuja un cachorro en mis brazos y me dice que
me vaya? No estoy bajo la ilusión de que él sienta algo por mí, pero estaría
bien si al menos pudiéramos ser amigos. Parece que necesita amigos.
Recordando a las ancianas en el mercado y lo que estaban cuchicheando
entre ellas, entiendo por qué se mantiene alejado.
Me detengo frente a su cabaña y apago mi auto. Fuerzo mis manos a
mantenerse firme mientras alcanzo la manija de la puerta. Al salir, miro a
mi alrededor. Se ve diferente con la nieve desaparecida. Igual de bonito, pero
diferente. Noto una silla situada frente a la casa a medio construir y me
pregunto brevemente qué ha estado haciendo sentado aquí. Un suave
relinche llama mi atención. Un par de caballos están pastando en el campo.
Sonrío cuando uno de los caballos mueve la cabeza, con su larga melena
volando en el viento.
—Hola.
Comienzo a caminar hacia él, y me agrada más ver que sus labios se
inclinan en una pequeña sonrisa. El hombre es tan impresionante que
podría mirarlo todo el día. El pensamiento tiene un rubor subiendo por mis
mejillas.
Para cuando llego a los escalones, mi ansiedad vuelve a mí de nuevo.
¿Por qué en el mundo esto es tan difícil? Es ridículo, y una vez más me
ofrezco una charla de ánimo interior.
—¿Cómo has estado? —pregunta, una vez que estoy parada frente a
él.
—Bien.
Algo destella en sus ojos, pero antes de que pueda descifrar qué es,
dice:
—No hay problema. Solo planeo mantener uno, así que buscaré un
lugar para los demás de todos modos. Acabas de hacer que sea un poco más
fácil para mí.
—Por supuesto.
—Nina.
Hace un mes hubiera pensado que la idea era imposible, pero ahora,
al mirar a Alexander y pensar en lo que me hizo sentir recientemente, la idea
no me asusta tanto. Una imagen de Alexander sosteniendo a una niña
aparece en mi cabeza. No es realista colocarlo en esa imagen, pero se formó
antes de que pudiera detenerlo. No tengo idea de cuáles son mis
sentimientos hacia él o los suyos hacia mí, pero algo en el fondo lo ha
colocado en mi visión por una razón. Vi la forma en que estaba con Daniel
y Kelsey. Alexander sería un padre maravilloso. No tengo ninguna duda en
mi mente.
Miro a Alexander, y sabiendo lo que sé, entiendo por qué parecía tan
severo ese día en la tienda de comestibles y cuando nos encontró a mí y a
los niños. Cualquiera que haya pasado por lo que él paso quedaría
amargado.
—Los cachorros están por aquí —dice, su voz sale más profunda de lo
normal—. ¿Quieres ir a buscar uno?
—Dirige el camino.
—No. Ella es la más pequeña y callada del grupo. —Hace una pausa—
. También creo que echa de menos a cierto niño pequeño.
Le sonrío al cachorro.
Ambos nos paramos, con Pepper en la mano. Río cuando miro hacia
abajo y veo nuestros dos pies cubiertos con el resto de los cachorros.
—No hay manera de que salgamos de esta habitación sin que al menos
uno salga por la puerta.
Los observo con una risita, viéndolos caer sobre sus pies.
—Desearía poder llevarlos a todos a casa.
—No, gracias.
—Sí, pero creo que estábamos destinados a tener este. —Miro hacia
abajo a los ojos tiernos del cachorro—. Ella me estaba llamando.
—Nada —gruñe.
—¡Maldición!
Miro hacia arriba para encontrar su mirada fija en mí una vez más.
El dolor sigue ahí, pero también hay curiosidad.
—Entiendo.
Las lágrimas amenazan detrás de mis ojos, pero las obligo a alejarse.
Llorar por él es la última cosa que necesita y estoy segura que no lo
apreciaría.
Mi corazón duele por él. Su vida ha sido afectada por ese accidente en
tantas maneras. Y continuará afectándolo por el resto de su vida.
Dejo la toalla y abro el grifo. Estoy a punto de decirle que debería irme,
cuando sus siguientes palabras me detienen.
—¿Qué es lo que tienes que me hace querer estar cerca de ti? —dice
en un tono bajo maravillado. Sus pulgares acarician suavemente mi cuello—
. ¿Por qué quiero tanto tocarte cuando no he querido tocar a nadie más en
años?
Tan casto como el beso es, quiero más y por lo apretado de la mano
de Alexander alrededor de mi cuello, él quiere más también.
—Entonces cuéntame.
Quiero saber por qué se siente de la manera que lo hace, porque no
hay duda en mi mente de que su punto de vista de los eventos es muy
diferente al mío. No hay manera de que este hombre, este hombre
maravillosamente fuerte, permaneciera a la espera y ver a su familia morir
sin hacer nada en su poder para detenerlo. Lo sé desde la profundidad de
mis instintos.
Puedo ver en sus ojos que no importa cuánto le diga que no fue su
culpa, él todavía no lo aceptará. El dolor es demasiado profundo y ha tenido
años para incrustar la culpa dentro de sí mismo. Hace que mi corazón llore
por él.
Avanzo, me levanto sobre las puntas de mis pies, y presiono mis labios
contra los suyos para un suave beso. Quiero memorizar el sabor de él,
porque tengo la sensación de que probablemente no tendré otra oportunidad
de hacerlo de nuevo.
Mi sonrisa es triste.
—Lo sé.
Sin esperar una respuesta de mí, sale por la puerta principal. Miro
alrededor de la casa una vez más, esperando que el dolor de no estar aquí
más se vaya pronto. Veo a Pepper acurrucada en el suelo junto al sofá y me
acerco a ella. Me pongo en cuclillas y el resto de los cachorros vienen
saltando, con Gigi trotando detrás de ellos. Le doy a cada uno una palmadita
en la cabeza y a Gigi una frotada y beso la punta de su nariz antes de recoger
al pequeño.
Abro la puerta del lado del pasajero y él coloca la jaula dentro, luego
desliza el cinturón de seguridad a través de ella para asegurarla mejor. El
acto me hace sonreír. Incluso le preocupa que el cachorro esté a salvo.
—De nada. Dile a los niños que dije hola y Feliz Navidad.
—Lo haré.
Se necesita todo en mí para obligar a mis piernas a moverse al otro
lado del auto. Él no me sigue, y me pregunto si es porque si lo hace no me
dejará ir, o está preocupado que me tomará en sus brazos y me besará una
última vez. No creo que haya deseado alguna vez que algo más suceda.
—Adiós, Alexander.
—Adiós, Gwendolyn.
Sonrío por última vez antes de abrir la puerta y entrar. Inhalo a través
de mi nariz y exhalo a través de mi boca antes de arrancar mi camioneta.
Miro por la ventana del lado del pasajero, lo único que puedo ver es su torso
y sus brazos. Por mucho que quiera volver a ver su rostro, sé que es mejor
que no lo haga.
Sonrío. Hay muchas cosas que Gwen no sabe de mí. Pero, de nuevo,
hay muchas cosas sobre mí que son diferentes de lo que solían ser. Cuando
Clara estaba viva, y antes de quedar embarazada, tomábamos al menos un
día a la semana y simplemente montábamos. Se sentaba detrás de mí con
los brazos alrededor de mi cintura y dejábamos que el camino nos llevara
donde quisiera. Cuando quedó embarazada, esos viajes se detuvieron, y
desde entonces no he vuelto a la moto. En realidad, estaba pensando el otro
día en venderla, pero ahora que Gwen mostró interés, el pensamiento no es
tan atractivo. Y eso es un problema, porque no necesito pensar en Gwen
estando en la parte trasera de la moto conmigo. No necesito pensar en Gwen
en absoluto, pero es imposible detenerlo.
Una y media.
Es la mañana de Navidad.
—Vamos, Gwen. Has estado muy callada desde que llegaste. ¿Qué
está pasando contigo?
—Alexander.
—No estoy segura de lo que siento por él, pero la idea de que esté solo
en Navidad no me sienta bien. —Giro la cabeza y dejo que Emma vea el dolor
en mi rostro—. Se culpa a sí mismo por lo que le sucedió a su familia.
—No, no solo los niños. —Me detengo por un momento y luego revelo—
: Nos besamos ayer.
Miro cuando Emma no responde, para encontrar una gran sonrisa en
su rostro.
—Sabía que tenía que suceder algo entre ustedes —dice engreída—.
¿Cómo estuvo?
—Fue corto, pero uno de los mejores besos que he tenido jamás. —
Bajo la cabeza, mientras un rubor se forma en mi rostro cuando recuerdo
la sensación de sus labios contra los míos—. Me siento como una colegiala
con su primer amor. No sé cómo hacer toda la cosa de las citas y el coqueteo.
Asiento.
—No estoy segura de que él quiera ser ese hombre. Ni siquiera estoy
segura de sí quiero que sea ese hombre. No sabemos nada el uno del otro.
—De acuerdo.
Ambas me sonríen.
—Gracias.
—Sí.
—¡Muy bien!
—Ya te extraño.
Las dos derramamos una lágrima o dos antes de que los niños y yo
caminemos hacia el automóvil. La señora Myers vive en el mismo tramo de
camino en el que Alexander vive, por lo que no nos llevará mucho tiempo
llegar allí. Las mariposas comienzan en mi vientre, y estoy muy nerviosa
cuando salimos a la carretera. La duda comienza a invadirme. ¿Qué pasa si
él realmente no nos quiere cerca más? ¿Qué pasa si solo he imaginado la
conexión que tenemos?
Su frente se arruga.
Sonrío.
Golpeo con más fuerza y lanzo un gran silbido mientras espero a que
responda.
Y espero.
Y espero un poco más
Está desbloqueada.
Miro hacia atrás a los niños en el auto antes de abrir la puerta el resto
del camino y entrar. La TV está encendida con el volumen bajo y hay una
luz encendida en la cocina, lo que indica que tiene que estar por aquí en
alguna parte. Una vez más, me pregunto si debería ir a mi auto y llamarlo,
pero decido ya que estoy aquí, tratar de encontrarlo.
—¿Por qué?
—Mañana.
Me acerco un poco más, no del todo segura de lo que haré una vez
que esté lo suficientemente cerca, pero él levanta su mano para alejarme.
Mi alma canta cuando sus ojos brillan con algo parecido al anhelo. Sé
que, en lo profundo de mi corazón, mis hijos lo han tocado de alguna manera
y también los ha extrañado. Mi garganta se aprieta con el pensamiento. Él
ha tocado sus vidas también, junto con la mía.
—Gracias.
El único sonido que escucho es la ligera brisa que sopla en mis oídos.
Me vuelvo hacia el auto y compruebo el asiento trasero una vez más, con la
esperanza de que de alguna manera pasaron desapercibidos. Solo encuentro
la jaula vacía de Pepper. Mi pecho comienza a doler con mi respiración
pesada ya que el pánico pronto reemplaza el miedo. Prácticamente estamos
en el medio de la nada, prácticamente sin tráfico, ¿en qué parte del mundo
podrían estar? Estuve solo en la casa por unos minutos, así que no podían
haber ido muy lejos. Nunca se han escapado antes, por lo que no lo harían
ahora (me niego a pensar que haya otra razón por la que no están en el
automóvil) parece extraño.
Sus ojos miran por encima de mi hombro hacia el auto, luego vuelve
a mirarme.
—No.
—¿Estás seguro?
—Oh Dios, oh Dios. Por favor, no deje que les pase nada a mis hijos.
—Espera —susurra.
Todavía estoy tiesa como una tabla, pero Alexander se relaja un poco
detrás de mí.
Mido mis pasos, mientras Alexander camina más cerca de ella. Sus
movimientos parecen casuales, pero puedo ver la tensión en su espalda
mientras mantiene el ojo puesto en el caballo. Kelsey ya no está frente al
caballo, pero se gira hacia Alexander.
—Kelsey, cariño, ven aquí conmigo, por favor —llama Alexander con
voz tranquila.
—Quédate aquí.
La situación no era tan grave, pero podría haberlo sido. Cuando tienes
niños, siempre piensas en el peor de los escenarios.
Limpio mis lágrimas, después me alejo y miro a Kelsey. Sus cejas
están en un ceño fruncido mientras me mira.
Ver su entusiasmo sobre algo que siempre he querido, hace que mis
malditas entrañas se atolondren como las de una niña. Después de lo que
pasó antes, definitivamente tomaré el estómago atolondrado frente a mi
corazón sintiendo como si estuviera siendo arrancado de mi pecho.
Maldito idiota.
Aun así, estoy tan agradecido que eligiera ese momento para ser
apacible. Preferiría que mordiera todos mis miembros una y otra vez antes
de que atacase a Kelsey.
—Lo haré.
Soy un bastardo sin corazón, a quien deberían patear sus bolas hasta
la garganta.
Mis ojos aterrizan una vez más en la botella de Jameson cuando abro
el armario para coger un vaso. Nunca he sido de los que beben en exceso,
pero el impulso de hacerlo ahora es fuerte. Cualquier cosa para hacer que
estos sentimientos no deseados desaparezcan.
—Lo sé.
Una vez que está de pie delante de mí, pone su mano sobre mi brazo
lleno de cicatrices y me mira con ojos preocupados. Siento el contacto en
todas partes. Es como si, ahora que mi deseo por ella ha atravesado mis
defensas, quiere consumirme. O, mejor dicho, quiero consumirla. He pasado
años sin ningún tipo de contacto íntimo, no he querido tocar a nadie, pero
ahora es casi todo en lo que puedo pensar cuando estoy cerca de ella.
—¿Estás bien?
—Sí.
Ella tiene que ver algo en mi rostro mientras miro hacia abajo a su
mano, porque segundos después, se aleja. Elevo mi mirada hacia ella y veo
un color brillante en sus mejillas, y sé que debe haber sentido la conexión
también. Todavía me sorprende que no esté afectada por mis cicatrices. No
estoy tan hastiado como para creer que todas las personas serán repelidas
por ellas, pero es como si no las viera en absoluto.
Soy un idiota por pedir más de ella, y no tengo ni idea de por qué lo
hago, pero la idea de que no me toque ahora es algo que no puedo
comprender. Incluso el toque inocente de su mano en mi brazo es algo que
necesito. Lo lamentaré más tarde y me sentiré como un bastardo, pero justo
en este momento el deseo es demasiado fuerte como para ignorarlo.
Con ella tan cerca, perdemos el contacto visual. Coloca sus brazos
alrededor de mi cintura y descansa su cabeza en mi pecho.
—Hijo.
—Hola papá. ¿Como está?
—Sí.
En vez de volver a la sala de estar, opto por hacerme un plato con las
sobras que Gwen trajo con ella. La señora Myers sólo vive a unos pocos
kilómetros de mí y ha habido varias ocasiones en las que ella me llamó para
ayudarla en la casa. Los dos, junto con un par más de casas, somos las
únicas personas tan lejos de la ciudad. No me importa las veces que he
tenido que ayudar a la anciana, y cada vez que hago uno de mis viajes
inusuales a la ciudad, siempre la llamo para ver si necesita algo. Un par de
veces cuando fui a su casa insistió en que me quedase a cenar. Es una muy
buena cocinera, así que cuando como su puré de patatas casero y el pavo
asado al horno, mis papilas gustativas casi explotan de placer. Engullo el
plato de comida en poco tiempo.
Hace una pausa de jugar con los cachorros con un par de las figuras
de madera y me mira. Se encoge de hombros y dice:
—Deberías irte.
Lamento las palabras tan pronto como las digo, pero no las retiro.
Necesito estar solo. Mi aplazamiento ha llegado a su fin, y ella y los niños
necesitan salir antes de que me vuelva completamente loco. Siento que los
hilos de mi control están rompiéndose, y no quiero que me vean así.
Gwen me brinda una sonrisa triste mientras ella y los niños caminan
hacia la puerta. Ando detrás de ellos y salgo al porche. Después de que
Daniel se despide y Kelsey me mira fijamente, Gwen les dice que vayan al
auto.
Inclino mi cabeza y muy suavemente pongo mis labios sobre los suyos.
La oigo jadear mientras se queda quieta, dejándome hacer lo que quiero y
necesito. No llevo el beso lejos, dándonos lo justo. Mis labios se deslizan a
través de ella y sabe a vainilla, justo como recordaba ayer. Abrimos la boca
al mismo tiempo, y encuentro su lengua con la mía.
Sin que ninguno de los dos diga una palabra, se gira y camina por las
escaleras hacia la camioneta, y estoy una vez más viendo lo que podría haber
sido irse en auto. Mis manos se deslizan dentro de mis bolsillos y toco los
pendientes que nunca le devolví.
***
—Ven a sentarte.
—Oye. —Llamo su atención hacía mí. Una vez que consigo su mirada
otra vez, le digo en voz baja—. ¿Sabes lo triste que estás por perder a tu
padre?
—Te amo.
***
Miro alrededor, al principio no lo veo, pero sé que tiene que estar aquí.
Cuando finalmente lo veo, está encorvado con los brazos apoyados en las
rodillas levantadas y la cabeza colgando entre las piernas. La posición me
dice suficiente, pero cuando llamo su nombre y me mira, mi corazón se
siente como si hubiera sido perforado con un cuchillo dentado.
—¿Qué? —gruñe.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta antes de tomar un gran trago del
líquido ámbar, luego limpia su boca con el dorso de la mano.
Camino sobre mis rodillas hasta que estoy al otro lado de él, acomodo
mi espalda contra el pilar. Nuestros hombros se tocan mientras envuelvo
mis brazos alrededor de mis rodillas. Es temprano en la noche en invierno,
por lo que el sol se pondrá pronto. Es seguro que la temperatura bajará al
menos diez grados, y probablemente me congelaré al final de esto, pero no
hay forma de que lo deje solo aquí afuera. Puede empujar y afanarse todo lo
que quiera, pero no lo llevará a ninguna parte.
Después de treinta minutos, siento sus ojos sobre mí, así que vuelvo
a mirar. Me observa con el ceño fruncido y el costado de su rostro que tiene
cicatrices está tenso. Puedo oler el whisky en su aliento cada vez que respira,
y se mezcla con su aroma personal.
Su mueca se convierte en un ceño fruncido y aparta la cabeza de mí
con un murmuro entre dientes.
—Cada visita fue corta, pero con cada una, temía que se fuera. Era
muy dulce y de voz suave, pero también tenía un sentido del humor de un
kilómetro y medio. Nos sentábamos afuera en el porche y nos hacíamos reír
hasta que nuestros estómagos dolieran. Era una de las personas más fáciles
para hablar. El último día, obtuve su número de teléfono y prometí llamarla.
Lo hice tan pronto como llegué a casa. Durante un año y medio, así fue
como nos comunicamos
Saca una foto de su bolsillo, y la reconozco como una de las que están
en el cajón de la mesita de noche. Es una de ellos en el hospital. Toca la foto
con reverencia, como si fuera una de las cosas más preciadas para él.
—Alexander —no tengo idea de lo que quiero decir, pero necesito decir
algo para ayudar a limpiar el inmenso dolor de su rostro. Antes de que tenga
la oportunidad de encontrar las palabras correctas, él me detiene.
Por un momento, él cierra los ojos con fuerza, luego clava las palmas
de sus manos en las cuencas y se frota con tanta fuerza que tiene que doler.
Le doy un apretón.
—Ya no estás allí —le digo en voz baja—. Estás aquí conmigo ahora
mismo.
Sus ojos se mueven hacia adelante y hacia atrás entre los míos y
frunce el ceño, luego asiente. Me sorprende cuando su cabeza cae de mi
mano y la pone contra mi hombro. Luego, sus brazos se envuelven alrededor
de mi cintura y me veo obligada a levantarme de rodillas. Está encorvado
sobre mí mientras busca consuelo.
Él traga, luego asiente. Parece que quiere decir más, pero sus ojos se
posan en mi camisa y nota que está empapada.
Él mira sus manos y flexiona los dedos. Aprieto más la manta sobre
los hombros cuando una ráfaga de viento nos arrasa.
Se queda callado por unos minutos, luego gira los ojos nublados en
mi camino. Él abre la boca para hablar, luego la cierra y niega con la cabeza,
como si estuviera en conflicto mental consigo mismo. Toma una respiración
profunda y lo intenta de nuevo.
—Sí.
Se sube adentro sin decir una palabra. Sus ojos parecen más
distantes, como si no estuviera en sí mismo en este momento. Lanzo la
manta y la basura a la parte trasera.
No me pide que entre, pero salgo de todos modos. La única luz que
hay es una en el establo, y está lo suficientemente oscuro como para que
tenga problemas para ver mi camino al porche oscuro. Afortunadamente,
camina lentamente, y soy capaz de seguirlo. Me tropiezo cuando se detiene,
pero se gira y me atrapa antes de que caiga, entonces me guía el resto del
camino. No tengo ni idea de cómo es capaz de moverse con tanta facilidad
con tanto alcohol en su sistema. Mi única suposición es que su estado
altamente emocional debe haberle ayudado a quemar algunos de los efectos.
Las llaves tintinean una vez que estamos de pie delante de la puerta,
y un segundo después, estamos dentro. Se detiene a varios metros, de
espaldas a mí. Su cabeza está colgando hacia adelante y la postura
derrotada me hace sufrir por él.
—¿Estás bien?
—No.
Cuando Jeremy vino a la casa para cuidar a los niños antes, le dije
que no sabía cuánto tiempo estaría fuera. Él me dijo que me tomara todo el
tiempo que necesitase. No le dije exactamente lo que haría, sólo que iba a
ver a un amigo, pero creo que él lo sabía de todos modos. Los niños han
mencionado a Alexander un par de veces, y estoy segura de que vio algo
cuando recogió a los niños y a mí después de la tormenta de nieve. Nunca
dijo una palabra, pero en sus ojos había comprensión.
Una vez que hablo por teléfono con Jeremy, quien dijo que se quedaría
con los niños, me quito la chaqueta. Encuentro la sala de estar vacía y la
cocina igual. Camino por el pasillo, donde veo la luz filtrarse desde su
dormitorio. No estoy segura de lo que voy a encontrar, por lo que camino
con cautela a su habitación. Gigi está en su cama durmiendo
profundamente. A Alexander lo encuentro en el baño, mirando su reflejo en
el espejo. Se está mirando como si estuviera disgustado con lo que ve.
Entiendo la reacción, incluso si no estoy de acuerdo con ella. Es el hombre
más hermoso que he conocido en mi vida, por dentro y por fuera. Sólo deseo
que lo viera él también.
—Gracias.
Mis brazos se aprietan contra los suyos y las lágrimas amenazan con
salir por la forma en que sus palabras son dichas cuando salen de su
garganta.
Cierro mis ojos y llevo una de sus manos hasta mi boca, besando su
parte posterior. Averiguar lo que ha pasado me dan ganas de quedarme más
en su vida. Amarle y ayudarle a traerle de vuelta a la vida. Apreciar el gran
hombre que es y el padre maravilloso que podría ser. Algo me dice, como un
suave susurro en la noche, que estaba destinada a conocer a este hombre
por una razón. Mis hijos y yo fuimos traídos a su vida no por casualidad,
sino por el destino.
—Lo siento —dice, su voz es áspera por el sueño. Mantengo mis brazos
a su alrededor cuando intenta alejarse.
Antes de que diga nada más, necesito que sepa que no importa lo que
ella sienta por mí, estoy agradecido de que haya estado allí conmigo anoche.
Más que solo estar a mi lado debajo del puente, sino también por dejarme
abrazarla. Cada año, siempre me he asegurado de estar solo para su
aniversario, pero tener a Gwen allí anoche lo hizo un poco más fácil.
Sus ojos se ponen tristes. Es una mirada que quiero que desaparezca
de su rostro.
—Alexander, no hubo nada que pudieras hacer para evitar lo que les
sucedió.
Parte de mí sabe que lo que dice que es verdad, pero una parte más
grande dice lo contrario. Intenté con tanta fuerza dejar de lado la culpa, pero
está tan arraigada que ahora forma parte de mí.
—No había nada que pudieras hacer —dice con más fuerza, pero su
mirada permanece relajada—. No importa de cuántas maneras alteres algo
en tu mente, si no estaba destinado a ser, entonces no habría cambiado
nada. No tenemos control sobre lo que nos sucede en la vida. Lo único que
podemos hacer es vivirlo de la mejor manera que podamos.
Quiero creerle tanto, y tal vez algún día lo haga, pero todavía es
demasiado fresco para creerlo ahora.
—¿Por qué te quedaste? —pregunto nuevamente, necesitando saber
si fue solo por simpatía hacia alguien que estaba sufriendo, o si era algo
más.
Sus ojos se mueven de un lado a otro entre los míos durante varios
segundos, como si tratara de encontrar la manera de responder mi
pregunta. Mi corazón palpita fuertemente contra mis costillas mientras
espero ansiosamente. Sus ojos solo revelan su nerviosismo y no muestran
ninguna pista sobre cuál será su respuesta.
—No merezco que estés aquí conmigo. —Abre la boca para refutarme,
pero hablo sobre ella. —Pero no soy lo suficientemente fuerte como para
dejarte ir tampoco. —Inclino mi cabeza y coloco un solo beso en sus labios
antes de retroceder un centímetro—. Hay muchas cosas que quiero de ti,
Gwen. Tanto y asusta como el demonio, porque sé que este sentimiento no
es efímero. Es real y tan malditamente fuerte. No sé por qué llegaste a mi
vida, pero ahora que estás aquí, no estoy seguro de poder dejarte ir
voluntariamente.
Sus ojos están muy abiertos y su aliento abanica mis labios mientras
su respiración se entrecorta. No estoy seguro si es debido a que
prácticamente le desnudé mi alma o si es algo más carnal. Se siente tan mal
siquiera desear levemente a esta mujer a la luz de lo que ayer fue. Fue un
día de pérdida recordada y fue emocionalmente agotador. Hoy es un nuevo
día, pero todavía es el día después del aniversario de la pérdida de mi esposa
y mi bebé, y aunque ese dolor todavía está muy vivo, el deseo y la lujuria se
abren camino hasta el primer plano de mi mente. Eso pone otro montículo
de culpa sobre mis hombros, pero por el momento lo aparto.
Bajo mi cabeza hasta que mis labios descansan contra los de ella. Su
aliento se detiene cuando paso mi lengua suavemente por sus labios hasta
que se abre para mí. Me encuentro con su lengua y, aunque ninguno de los
dos nos hemos cepillado los dientes, sabe tan bien. Demasiado bueno.
Pongo una mano por debajo de su cabeza y uso la otra para levantar
su pierna más arriba. Estoy desesperado por sentir su piel contra la mía,
pero sé que, si me quito la ropa, no hay forma de que pueda dejar de tomarla.
No tengo idea de lo que depara el futuro para nosotros, pero una cosa que
sé con certeza es que la deseo más que a mi próximo aliento.
Esta... cosa que crece entre nosotros solo se fortalece cuanto más
estoy a su alrededor. Mi mente libra una guerra con ello. Una parte de mí
exige que me suelte y me permita la libertad de buscar una relación con ella,
pero otra parte dice que no soy lo suficientemente bueno para ella y sus
hijos. No sé cuál es más dominante, pero sí sé cuál quiero que gane la
batalla. He estado solo por tanto tiempo y ya no quiero estarlo. No he sentido
la suavidad de una mujer en más de cuatro años, y lo extraño. No quiero a
Gwen porque es la primera mujer que he deseado desde que Clara murió,
sino porque ella es la primera mujer que he disfrutado desde entonces. No
es solo su cuerpo lo que deseo, sino su mente y su alma también.
Dejo caer su pezón de mi boca, luego tomo sus labios otra vez. Mis
caderas comienzan a apretarse más fuerte contra ella. Siento que voy a
explotar en cualquier momento, pero me niego a encontrar alivio. Necesito
saber que ella encontró el suyo antes de conseguir mi liberación.
Empujo mis caderas más adentro de ella, deseando que nuestra ropa
se hubiera ido y pudiera sentir su sexo apretando a mí alrededor.
Asiento, sin poder hablar en este momento. Mis ojos se deslizan hacia
el cajón parcialmente abierto. Apenas puedo distinguir las imágenes que
están adentro. La imagen que tenía conmigo debajo del puente se siente
pesada en mi bolsillo ahora que la realidad ha hecho su camino de regreso
a casa. Soy un bastardo por dejar que las cosas hayan ido tan lejos como lo
hicieron. Nunca debería haber tocado a Gwen, sabiendo que no puedo darle
lo que ella justamente necesita.
Días más tarde, escuché a los doctores decirles a mis padres que
estaban asombrados de que el dolor de las quemaduras no me dejara
incoherente, que no debería haber podido concentrarme en buscar a Rayne
cuando me sacaban. Lo que no entienden es que el dolor de perderlos, de
estar allí y ser incapaz de hacer una maldita cosa era más doloroso que
cualquier otra maldita cosa que pudiera imaginar. Preferiría ser quemado
miles de veces que pasar nuevamente por ese dolor.
—Hola.
—De acuerdo. —Ella pasa sus manos por la parte delantera de sus
jeans y da un paso atrás. Quiero tirar de ella hacia delante otra vez hasta
que su suave cuerpo se encuentre con el mío, pero dejo caer mi mano y la
dejo ir—. Ve a tomar asiento. Esta casi terminado.
Cuando me vuelvo para mirar a Gwen, me mira con ojos atentos. Eso
me desconcierta porque no se sabe qué está buscando y si lo encuentra.
Segundos después deja caer su mirada y toma su propio plato. En lugar de
colocarlo en el fregadero como lo hice, lava el plato, junto con el mío y lo que
usó para cocinar, y los coloca en el escurridor.
Cinco minutos después, salimos de la casa y nos dirigimos a mi
camioneta. Ninguno de nosotros ha dicho nada desde que terminamos
nuestro desayuno. Antes de que esté listo, estamos dirigiéndonos a lo largo
del camino por el puente de Hallow's Creek.
—¿Qué?
Un dolor feroz se abre paso en mi pecho, porque ella sabe que esto es
un adiós para nosotros. Lo sé también, pero todavía lo odio. Aunque es para
mejor.
—Gracias.
Me mira.
—Espero que todas tus pruebas sean igual de buenas—. Río cuando
él arruga su nariz—. Lo hiciste muy bien en este caso, así que ahora sabes
que es posible. Solo tienes que trabajar en eso.
Resopla, echa la silla hacia atrás y se levanta. Luce tan cansada como
yo.
Ella suspira.
—Sí, sé que tienes razón, pero Gwen, esta casa es perfecta. Me sentí
como en casa en el momento en que entré.
—Sí.
—Sí.
Han pasado tres semanas desde que vi a Alexander, y todos los días
de esas semanas, he sentido la pérdida de él como un mazo golpeando en
mi estómago. Lo he hecho bastante bien ignorando el dolor constante, pero
al verlo sentado en los escalones de mi porche mientras me acerco al camino
de entrada lo devuelve con toda su fuerza.
—Hola.
—Lo siento —digo, porque incluso si ella sentía que estaba justificado,
seguía siendo muy grosera en este momento—. No ha tenido buenos días
últimamente.
Los miro y me pregunto si esa es la única razón por la que vino hoy o
si era algo más. Es algo que espero con todo mi corazón, pero tengo miedo
de desear. Podía simplemente haberme enviado un mensaje a mi dirección
y haberlos deslizados en mi correo. No tenía que venir hasta aquí.
¿Podría ser posible que nos haya echado tanto de menos como lo
hemos extrañado?
—De nuevo, gracias por traer los pendientes. No puedo creer que los
haya olvidado nuevamente. —Tomo un sorbo de mi bebida y coloco la taza
sobre el mostrador antes de volverme hacia Daniel—. Oye, tú, ¿no se supone
que debes estar haciendo algo? —pregunto deliberadamente.
La decepción tiene a su rostro perdiendo algo de su alegría. Él asiente,
mira a Alexander con ojos tristes, luego se escabulle hacia su habitación.
Justo cuando llega a la puerta de entrada, gira y regresa corriendo hacia
nosotros. Se detiene a los pies de Alexander con una mirada de esperanza.
Da un paso más hacia mí, luego otro, hasta que solo hay una pulgada
entre nosotros. Inhalo un suspiro cuando levanta su mano con cicatrices y
la coloca contra mi mejilla, su pulgar se desliza hacia adelante y hacia atrás
contra mi piel.
—No hay forma de que hayas hecho todos tus quehaceres tan rápido,
jovencito.
***
—Seguro.
—Ya veremos.
—Está bien estar disgustada con él, ¿pero tal vez puedas tratar de
reducirlo un poco? —Bajo la voz e inclino mi cabeza hacia ella—. ¿Recuerdas
lo que te dije el otro día? —asiente, y la culpa y el dolor se alinean en su
rostro. Agarro su mano debajo de la mesa y la aprieto—. Solo tenlo en
cuenta, ¿de acuerdo?
Unos minutos más tarde, Sadie sirve nuestra comida y nos sentamos
en silencio mientras comemos. Aparte de la primera vez cuando entramos y
los pocos minutos de incomodidad, afortunadamente las cosas se han
calmado. La gente parece haber perdido su interés en que Alexander esté en
público. He escuchado algunos de los rumores susurrados que a la gente
del pueblo le gusta pensar que otros no pueden oír, y aunque no apruebo
ese comportamiento, en realidad me repugna, entiendo su sorpresa cuando
lo ven. Se ha convertido en un recluso. Entiendo su necesidad de venir muy
pocas veces a la ciudad, pero en cierto sentido, es tanto culpa de Alexander
como de ellos, porque él mismo se ha aislado deliberadamente de la ciudad.
—James.
—Soy Daniel.
Hace su mejor esfuerzo para actuar como los dos hombres adultos al
extender su mano para ser saludado, casi golpeando a Alexander en el rostro
con el codo.
—Hola, Daniel.
Una vez en la cama, con Pepper pegado a su costado, lo cubro con las
mantas y le doy un beso de buenas noches.
—Te amo.
Sonrío.
—No lo haré.
—Tuve una niña pequeña —dice en voz baja, e incluso desde aquí
puedo escuchar el tormento en su voz. Contengo la respiración mientras él
continúa—. Pero la perdí hace unos años. Ella y mi esposa se ahogaron.
Deja de hablar y Kelsey solo lo mira. Mira hacia abajo, la veo agarrar
la manta en su regazo. Odio ver a dos personas que me importan en tanto
dolor.
Cuando abro los ojos otra vez, apenas tengo una vista lateral del
rostro de Alexander. Se ha quedado en silencio, y sé que también está
conmocionado.
—Gracias.
—Siete semanas.
—¿Por qué?
No la deja terminar.
—¿Cómo lo sabes?
***
—Por favor, Dios, ayuda a que Alexander mejore —susurra, con las
manos entrelazadas frente a ella—. Por favor, no le hagas más daño.
Realmente me agrada, y sé que a mi mamá y hermano les agrada también.
Ojalá pudiera estar con nosotros para siempre. Y por favor deja que su
esposa y su bebé estén bien en el cielo contigo. —Hace una pausa antes de
terminar—. En el nombre de Jesús, amén.
Con una última mirada para verla en la cama con las mantas metidas
bajo su barbilla una vez más, me alejo con el corazón pesado.
18
Alexander
Me acuesto en la cama con las manos bajo la cabeza, pensando en el
día de hoy. Pienso en cómo se suponía que simplemente dejaría los
pendientes y luego me iría de nuevo. Pienso en el rostro de Gwen cuando
me vio en los escalones de su porche, el anhelo y la esperanza presentes,
pero también la sombra de vulnerabilidad. Pienso en cómo tuve que
obligarme a no estrecharla en mis brazos y rogarle que me perdone por ser
un idiota.
Oírla decir que la muerte de su padre era su culpa y que pensaba que
su madre podría culparla, fue demasiado. Me volví hacia ella e hice que me
mirara. Quería que me escuchara claramente cuando le dijera que no era
su culpa y que no había manera de que su madre la culpara. No estoy seguro
si ella me creyó, pero espero que lo haya hecho. Solo hay muchas maneras
en que podemos decirles a los demás cómo nos sentimos. Depende de ellos
creer o no creer.
Yo: Hola.
Me sorprende cuando recibo una respuesta segundos más tarde. Me
pregunto si ella está teniendo tantos problemas para dormir como yo.
Gwen: Hola.
Ella entiende, pero me deja volver cada vez que estamos juntos,
sabiendo que puedo retirarme de nuevo. Soy un imbécil por hacerle pasar
por eso.
Gwen: No te lo dije, pero gracias por hablar con ella. Por decirle que no
la culpo y que no fue su culpa lo de su padre.
Me imagino a Gwen al otro lado de la línea, luchando por contener
sus lágrimas. Sé que hacer que su hija silenciosa me hable en lugar de a
ella tiene que doler, pero también sé que está contenta de que haya hablado,
punto.
Rodé hacia un lado e intenté hacer lo que le dije que hiciera y dormir
un poco. No es hasta varias horas después que me las arreglo.
***
Salgo del granero y corro por el patio. Para cuando llego al porche,
estoy completamente empapado. Sacudo el agua de mi rostro y camino hacia
ella. Se da vuelta cuando oye el ruido de mis botas.
—¿Eh…discúlpame?
La lluvia que cae sobre el techo es tan fuerte que apenas la escucho.
Sé que mis ojos deben parecer salvajes cuando la fijo con mi mirada.
—No —gruño.
Me giro, con las manos apretadas a los lados. No puedo creer que ella
tenga el valor de preguntarme eso.
—¿Por qué estoy tan enojado? ¿De verdad, Gwen? ¿En serio me estás
preguntando eso después de que te dije lo que le pasó a Clara y a Rayne?
Me odio tanto en este momento porque sé que tiene razón, pero aún
no puedo superar mi miedo. Gwen ha llegado a significar más para mí de lo
que nunca imaginé posible. No estoy seguro de lo que me pasaría si algo le
sucediera a ella o a los niños. Me da un susto de muerte pensarlo. Me asusta
tanto que ahora mis malditas manos solo tiemblan con la idea.
Y lo que es aún más peor es que me dirijo a ella y le digo que se vaya,
a pesar de que, en primer lugar, fui un cabrón con ella por que conducía
bajo la lluvia torrencial. Necesito que se vaya como necesito aire para
respirar. No puedo estar cerca de ella en este momento porque me preocupa
que mi resolución se desmorone, y me arrodillaré y le suplicaré que se
quede. Y ella no puede quedarse porque estoy perturbado.
El agua salpica sobre mis jeans mientras pisoteo los charcos. Sé que
estoy siendo un asno, pero en mi desordenada mente, no hay explicación
para que ella se ponga en peligro. No hay ninguna razón por la que debería
haber manejado bajo una lluvia así.
Gwen está de pie junto a su auto, a solo unos pasos de mí. Ella me
mira con ojos rojos, con el corazón roto, pidiéndome en silencio que haga
algo. No estoy seguro de qué, pero la súplica silenciosa es más de lo que
puedo manejar.
—¿Qué quieres de mí? —rujo a través de los pocos pies que nos
separan.
Estrello mis labios sobre los de ella con un gemido agonizante. Ella se
abre de inmediato y mi lengua se desliza dentro para encontrar a la suya
ansiosa. Este beso es diferente a los que hemos compartido antes. No es
dulce, suave e inocente. Es carnal, puro y simple. No pido permiso, solo
tomo, y ella lo da voluntariamente.
Mis manos agarran sus caderas con fuerza, y la subo al auto. Sus
piernas se envuelven alrededor de mi cintura y su cálido centro se encuentra
con mi miembro dolorosamente duro. Mi cuero cabelludo arde de la manera
más erótica cuando agarra mi cabello y me acerca más.
Los dos estamos empapados por la lluvia, y hay frío en el aire, pero
ninguno de los dos lo nota. Los dos estamos demasiado enfocados en el otro
para preocuparnos.
Caigo de rodillas frente a ella y coloco mis caderas entre sus piernas.
La acerco al borde de la cama hasta que su cálido sexo se encuentra con mi
estómago. Beso sus suaves labios y la rodeo con mis brazos. Ella hace lo
mismo al poner sus brazos alrededor de mi cuello. Sus pechos se sienten
fríos contra mi pecho y me estremezco. No por la frialdad, sino simplemente
por tener su piel desnuda contra la mía.
—¿Estás segura?
Asiente.
Agarro el borde de sus bragas y las bajo por sus piernas. Su bonito
sexo está justo delante de mis ojos, y quiero devorarlo por completo. Con
mis dedos, mi lengua y mi miembro.
Ella se desliza hacia atrás en la cama, con las piernas dobladas, pero
abiertas, mostrando la parte de ella que tanto quiero.
—Hola.
—Clara fue una de las mujeres más dulces que he conocido. Era
bondadosa, generosa y muy hermosa.
—Tenía frío todo el tiempo y siempre tenía que tener algo en los pies.
Nunca la encontrarías sin al menos calcetines, pero la mayoría de las veces
usaba algún tipo de calzado. Ella y su familia eran de Florida, por lo que fue
un gran ajuste cuando se mudaron aquí. No creo que su cuerpo se haya
ajustado alguna vez. Odiaba tener frío. Por la noche, en la cama, siempre
calentaba sus pies helados poniéndolos contra mis pantorrillas.
—¿Qué era tan importante como para conducir en un clima tan malo?
—Quería verte. —Me muevo, así que me siento más derecha y me llevo
la sábana—. Después de hablar contigo por teléfono durante tanto tiempo,
sentí una gran necesidad de verte.
Dejo caer mi mirada, de repente me siento expuesta. No físicamente,
sino mentalmente.
—No puedo, pero puedo garantizar que seré tan cuidadosa como
pueda, y sé que me protegerás lo mejor que puedas.
Por mucho que no quiera, necesito volver con los niños. Beso sus
labios una vez más antes de retirarme.
Su sonrisa crece.
—Alexander —ruego.
Me río y deslizo mis piernas por los agujeros y tiro de ellas hacia arriba
por mis caderas. Todavía me siento cohibida mientras camino hacia mi
sostén al final de la cama, especialmente porque mis pechos no son tan
firmes como solían ser. Su mirada agradecida dice que no tengo nada de
qué preocuparme.
Su risa tiene mis ojos acercándose a los suyos, y siento un rubor subir
por mis mejillas al ser sorprendida comiéndomelo con los ojos.
—Estupendo.
Deja caer la cabeza y pasa los labios por los míos antes de apoyarlos
más firmemente en mi boca. Amo la forma en que sabe y la forma en que
me besa. Sus brazos se tensan a mi alrededor, acercándome a él, y hundo
mis dedos en sus costados mientras enredamos nuestras lenguas. Mi núcleo
comienza a latir con una necesidad renovada, y ojalá tuviéramos más
tiempo. Mi cuerpo está agradablemente dolorido, pero no me impide
desearlo de nuevo. Por su profundo gemido, tampoco se opondría a la idea.
Sus ojos dejan el auto el tiempo suficiente para que me mire y diga:
Las palabras murmuradas vienen de ella, pero son tan bajas que no
puedo oírlas. Miro más allá de ellos y veo al hombre mirándome con
curiosidad. Ofrezco una sonrisa insegura y una esquina de su boca se
levanta.
Un momento después, Alexander y su madre se separan, y escucho
su voz suave:
—Hola, mamá.
Ella pone sus manos a ambos lados de su rostro y baja su cabeza para
besar su mejilla antes de retroceder para dejar que el hombre se adelante.
Se abrazan con fuerza, palmean sus espaldas y luego retroceden.
Aprieto las manos nerviosamente mientras dan los pocos pasos hacia
el porche donde aún estoy parada. Alexander viene a mi lado y envuelve un
brazo alrededor de mi cintura.
—De acuerdo.
—No sabía que estabas viendo a alguien —regaña a la ligera, pero hay
una luz en sus ojos.
—Odio ser tan grosera, pero tengo que irme. —Me vuelvo hacia
Alexander—. Los niños me están esperando.
—¿Tienes hijos?
—Sí. Kelsey, mi niña, tiene ocho años. Y mi hijo, Daniel, tiene seis
años.
Agarro su mano y le doy un apretón firme. Con mis ojos, le digo que
entiendo su dolor. Ella me sonríe tristemente.
Estoy de acuerdo con que los niños conozcan a sus padres, pero aún
le dejo la decisión a Alexander, ya que son sus padres, y me preocupa que
esto sea algo para lo que aún no está preparado.
Él asiente.
—Lo son. ¿Estás segura de que no te importa traer a los niños mañana
para conocerlos? Podemos hacerlo en otro momento.
Pulso enviar, luego llamo a los niños, haciéndoles saber que es hora
de irse.
Le disparo una mirada que le dice que sus sugerencias son ridículas.
Asiento con la cabeza y trato de forzar una sonrisa, pero sé que sale
desinflada. Algo me dice que no están bien. Mi mente grita que algo les pasó.
—No…
—Gwen, ¿dónde...?
Eso es todo lo que se necesita para que mis piernas fallen, y me hundo
de rodillas, justo allí en frente de mi mamá y papá. La agitación comienza
en mi estómago, y siento que voy a vomitar. Un zumbido comienza en mis
oídos y los bordes exteriores de mi visión comienzan a difuminarse. Mi pecho
se levanta rápidamente y un hormigueo se forma en las puntas de mis
dedos. Sé que estoy al borde de un ataque de pánico y no hay nada que
pueda hacer al respecto.
A mi padre le digo:
—Toma mis llaves del bar. Gwen y los niños han tenido un
accidente. No tengo tiempo para explicar más, y por suerte no preguntan.
Se levanta y saca las llaves de su bolsillo.
—Tomaremos el mío.
Está a sólo cinco minutos de mi casa, pero nos lleva menos de dos.
Hay dos autos situados al azar a un lado de la carretera. Uno tiene el
extremo delantero totalmente aplastado con el parabrisas delantero
destrozado. Incluso a través del vidrio roto, se puede ver la sangre salpicada
en el interior.
Separo mis dedos tanto como puedo, pongo mi palma contra su pecho
y levanto mi cuerpo levemente. Cuando suelto el cinturón de seguridad, con
mi mano en su pecho y mi cuerpo a sólo treinta centímetros del suyo,
lentamente la bajo hacia mí. Muevo sus piernas para que caigan de detrás
del volante.
Alejo ese pensamiento más allá del pánico que intenta anticiparse.
Envuelvo un brazo alrededor de la parte superior de su cuerpo y trato
de mantenerlo lo más quieto posible, así no la sacudo cuando empiezo a
desplazarnos a ambos por la ventana centímetro a centímetro.
Justo cuando siento el leve palpitar de nuevo, una voz viene de detrás
de mí.
Mientras revisa a los niños, mis ojos vuelven a Gwen, que todavía no
ha despertado. Me aterroriza que siga inconsciente. Necesito que despierte
y me muestre que va a estar bien. Necesito oír su hermosa voz y ver sus
impresionantes ojos azules. No volveré a respirar plenamente hasta que lo
haga. Lo único que me mantiene en control en este momento son los dos
niños que necesitan que me mantenga fuerte. Gwen querría que fuera fuerte
para ellos. Si no fuera por ellos, no sé en qué estado estaría.
El paramédico revisa a los niños bien, sólo tienen unos cuantos golpes
y moretones, pero todavía quiere que sean examinados en el hospital. Estoy
dividido cuando me pregunta si quiero montar en la parte trasera de la
ambulancia con los niños, porque quiero estar con Gwen. La idea de tenerla
fuera de mi vista tiene el pánico tratando de hacerse cargo. ¿Y si muere en
el camino al hospital? ¿Y si llegamos allí y el paramédico dice que no lo
logró?
Las lágrimas comienzan a filtrarse por mis mejillas, y las dejo, porque
no hay forma de que pueda obligarlas a retroceder.
Ella se aferra a mí con tanta fuerza que dificulta respirar, pero podría
cortar toda la sangre en mi cabeza y no me importaría, siempre y cuando la
tenga en mis brazos y hablando.
Daniel me mira con grandes ojos verdes, como los de Will. Hay miedo
en ellos y me rompe el corazón saber que también estaba asustado. Ambos
ya han perdido tanto.
Tan pronto como se va, los niños vuelven a la cama conmigo. Mis ojos
permanecen conectados con Alexander mientras lloran en mi hombro.
Después de unos minutos, sus gritos se vuelven guturales. Alejo mi mirada
de Alexander y retiro a los dos niños para poder verlos mejor. Noto el vendaje
en la mejilla de Kelsey otra vez y el de la barbilla de Daniel. Más lágrimas
vienen a mis ojos y mi pecho arde. Es evidente que no son lesiones graves,
pero nunca deberían sentir los arañazos más pequeños.
—¿Están los dos bien? —pregunto, necesitando que digan que están
bien.
—Estás hablando.
—Kelsey, cariño...
Aunque este es un tema muy doloroso para los tres, parece correcto
que lo estemos debatiendo. Nunca intenté mantener el tema cerrado,
siempre he estado dispuesta a hablar sobre Will, pero Kelsey nunca mostró
interés, o su rostro se contorsiona cuando aparece su nombre, y creo que a
Daniel le gusta evitarlo, porque siempre nos duele a Kelsey y a mí. No se
siente forzado, y sé que era el momento. Con suerte, todos podemos sanar
adecuadamente ahora, especialmente Kelsey.
—Eso es bueno. Nos diste un susto. Gracias a Dios que ustedes tres
estaban bien.
—Sólo ella.
Todos compartimos un momento de solemne silencio ante la pobre
mujer que perdió su vida. Envío una oración silenciosa por su familia.
—Está bien. Es solo por unos minutos, luego puedes volver aquí.
—Alexander —llamo.
—Me quedé helado —dice con voz ronca. Frunzo el ceño, sin entender
lo que dice—. Cuando llegamos, y te vi en la camioneta volteada, me quedé
malditamente helado.
—Todo lo que pude ver y escuchar fue a Clara y Rayne esa noche —
dice, confirmando mis temores—. Fue como si estuviera allí otra vez. No
pude hacer nada. Estaba abatido, indefenso una vez más. Pero luego algo
cambió. Te vi en el lugar de Clara y el dolor de eso fue demasiado. No podía
soportarlo. No podría soportar perderte también. Verte allí, morir en el lugar
de Clara, me sacó de quicio.
Pasa las manos con fuerza por el cabello varias veces, luego frota su
rostro antes de volver a mirarme. Hay lágrimas que se escapan de sus ojos.
No soporto ver el dolor en su rostro o el espacio entre nosotros. Extiendo mi
mano. Como si hubiera estado esperando, brota de su asiento y se sienta
tan cerca de mí como puede para subir a la cama. Sus manos se posan
suavemente a ambos lados de mi rostro y se inclina hasta que su frente se
encuentra con la mía.
Mantengo mis ojos en él y lo veo más tenso. Una sola lágrima aterriza
en mi mejilla. Levanto mis manos, tocando su rostro. Un lado de su rostro
se siente espinoso por su barba, mientras que el otro es más suave debido
a sus cicatrices.
—Estoy bien —susurro.
—No puedo perderte, Gwen —dice. Su tono es seguro, pero aún está
lleno de vulnerabilidad—. A ti o a los niños. No puedo. No pasaré por ello
por segunda vez. Te necesito demasiado.
Me sonríe de vuelta.
Siento un gran alivio ahora que sé que todo estará bien. Todavía hay
una pequeña parte de mi corazón que duele al saber que Will ya no está
cerca para ver a sus hijos desarrollarse y crecer, pero sé que nos está
mirando con una sonrisa. Él sabe que el hombre que está en su lugar nos
amará y protegerá tan ferozmente como él lo haría alguna vez. Y me gusta
creer que Clara y Rayne están sentados a su lado con la misma sonrisa y
conocimiento de que los niños y yo haremos lo mismo por Alexander.
—Te amo.
Alexander
Saco el trapo de mi bolsillo trasero y limpio el sudor de mi frente, luego
tomo un minuto para mirar alrededor y admirar lo que me rodea. Está
terminado. Por fin está terminado. La emoción y la anticipación de ver el
placer en Gwen y los rostros de los niños una vez que les muestre, trae una
sonrisa a mi rostro.
Dos días después de que Gwen fuera dada de alta del hospital después
del accidente, ella hizo una cita para Kelsey con un psiquiatra que Jeremy
recomendó. Kelsey fue una vez a la semana, e incluso Gwen y Daniel fueron
a unas cuantas sesiones con ella. Cuando Gwen le dijo al doctor sobre lo
que le pasó a Clara y Rayne, ella me preguntó si yo consideraría venir para
sesiones privadas. Realmente no me interesaba abrirme a un completo
extraño, pero lo hice por Gwen y los niños. Sorprendentemente, ayudó. El
dolor todavía me atrapa a veces, pero soy capaz de manejarlo mejor.
Gwen y yo hemos atrapado a Kelsey y a Daniel sentados solos varias
veces mientras Kelsey habla en voz baja de Will, su padre. El recuerdo de
Daniel de él es escaso, así que es bueno que Kelsey quiera compartir sus
recuerdos con Daniel. Ayuda a mantener viva su memoria para ambos.
También es una buena terapia para Kelsey.
Le sonrío.
Sus ojos se abren de par en par y la euforia baña su rostro. Sus dedos
se hunden en mis brazos.
—Creo que alguien más está emocionado también —observo con una
risa.
Ella ríe.
—Quiero verlo.
La beso una vez más antes de levantarla en mis brazos y salir por la
puerta. Ella está acostumbrada a que la cargue, así que no se queja, sólo
envuelve sus brazos alrededor de mí y acurruca su rostro contra mi cuello.
Camino por el patio y hacia la nueva casa que he construido para mi familia.
Opto por esperar para mostrarles a los niños hasta después de que Gwen la
vea. Todas las habitaciones están vacías. Sólo tenemos que mover todo y
comprar lo que todavía necesita ser comprado. He tenido mucha ayuda de
parte de la gente local, amigos con los que he vuelto a reencontrarme en
Cat's Valley, James y Jeremy. Mis padres incluso han hecho varios viajes
para que mi papá pudiera ayudar.
Gwen y yo nos casamos hace dos años y todos hemos estado viviendo
en mi estrecha cabaña. Acabé convirtiendo el cuarto de servicio en dos
pequeñas habitaciones separadas para los niños. Los quería conmigo, y no
podía salir de la cabaña por los caballos. Era para sostenernos hasta que
pudiera construir una casa para nosotros.
—Todo lo que queda ahora es que escojas un color para las paredes,
tener los muebles y los electrodomésticos entregados, luego empacar la
cabaña y mover todo aquí. —Le doy una mirada severa—. Y cuando digo
empacar la cabaña, me refiero a alguien que no sea tú.
Entorno mis ojos hacia ella, pero no retrocede. Me rindo sólo porque
cuando llegue el momento para ello, conseguiré lo que quiero de todos
modos y no dejaré que levante un dedo. Ya tengo empacadores y
transportistas dispuestos a ayudar.
Observo cómo Gwen toma las dos manos de los niños y se contonea
mientras los conduce por la casa. Los sigo con una sonrisa en mi rostro.
Miro a Daniel mientras él apunta ávidamente cómo quiere que se establezca
su nueva habitación. Mis ojos se mueven a continuación a Kelsey y admiran
los muchos cambios en ella en los últimos dos años. La niña una vez callada
que tenía tanto dolor en su mirada es ahora vibrante y extrovertida. Luego
miro a Gwen y siento que mi pecho se hincha.
Antes de dar las gracias, quiero decir que esta historia realmente
tocó mi corazón. Aunque es ficticia en su totalidad, hay personas que
sufren los mismos síntomas y problemas que los personajes de este libro.
Quería hacer justicia a estos temas, y espero haberlo hecho. Puede que no
haya experimentado ni conozca a nadie que haya experimentado lo que
pasaron estos personajes, pero aun así sentí cada emoción dolorosa que
soportaron. Estos personajes eran mis bebés, y me dolía cada vez que lo
hacían. Reí cuando se rieron. Lloré cuando lloraron. Y mi corazón cantó
cuando encontraron su felicidad. Espero que lo hayan disfrutado tanto
como yo disfruté escribiéndola.
Ahora, pasemos a las muchas gracias que debo dar. Quiero dar un
enorme agradecimiento y un gran abrazo a cada una de las personas que
formaron parte de este libro. A mi esposo e hijos, a mis chicas con los
Seven Horsemen, a mi equipo de fans, a mi equipo beta y a todos los que
compartieron algo relacionado con este libro. A todos los blogs y a todos
los maravillosos lectores. ¡GRACIAS! A mi publicista, Veronica, y al resto
del equipo de L Woods por trabajar tan duro para mí. A Mikey y Andria
por ser mis compañeros de escritura y grupo de orientación. Mi editora,
Olivia, mi formateadora, Tiffany, mi fotógrafa de portada, Shauna, y mi
diseñadora de portada, Marisa, ¡gracias, gracias! No hay palabras para
expresar mi inmensa gratitud por todo y lo que cada uno ha hecho para
hacer de este libro lo que es. Solo puedo decir gracias desde el fondo de
mi corazón, y sepan que cada uno de ustedes jugó un papel muy
importante en la creación de mi bebé ficticio, y no podría haberlo hecho
sin ustedes.
Sobre La Autora
Alex Grayson es el autor más vendido de novelas románticas
contemporáneas emocionantes y emocionantes que incluyen la serie
Jaded, la serie Consumed y dos novelas independientes. Su pasión por los
libros se reavivó con un regalo de su cuñada. Después de pasar varios
años como lectora y bloguera devota, Alex decidió escribir y publicar de
forma independiente su primera novela en 2014 (un esfuerzo que tomó un
poco más de lo esperado). El resto, como ellos dicen, es historia.