Alex Grayson - Whispered Prayers of A Girl PDF

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Colaboradoras
Cjuli2516zc
Daliam
Florpincha
Andi
Lvic15
Zara1789
Purple Girl
Jessibel
Contenido
Advertencia
Dedicatoria
Sinopsis
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Epílogo
Agradecimientos
Sobre La Autora
Advertencia
Como me aconsejó mi súper lectora beta, Marie, aquí está su
advertencia de que se requieren pañuelos mientras lees. Ah, y
probablemente una funda protectora cubriendo tu dispositivo de lectura. No
tengo ninguna responsabilidad por cualquier dispositivo arruinado o
manchado de lágrimas.

Destinado a lectores de 18 años o más debido al contenido sexual.


Puede contener desencadenantes para víctimas de quemaduras o accidentes
automovilísticos.
Dedicatoria
Dedico este libro a mi muy buena amiga Gwendolyn K. por la simple razón de
que amo muchísimo y, ¡es una persona increíble! ¡Mantente fuerte, dama!
Sinopsis
Un alma torturada se encuentra con una familia dañada…

Un hombre solitario, una mujer viuda, un chico despreocupado y una


chica rota… ¿Pueden cuatro unirse y ayudarse unos a otros? ¿O el miedo a
lo desconocido y la culpa por el pasado los separará?

Sus susurradas oraciones la destrozan…

Por las noches, cuando ella se va a dormir, presiono mi oído en la


puerta y escucho sus súplicas desgarradoras. Sus palabras son una agonía
para mi corazón sanador, pero aprecio el sonido de ellas, porque esa es la
única vez que oigo hablar a mi hermosa hija.

Desde que su padre murió hace dos años, se ha vuelto callada y


retraída. Cat’s Valley iba a ser nuestro nuevo comienzo, un lugar donde mi
familia y yo podemos sanar, pero lo que encontramos allí es mucho más.

Las cicatrices dañan su cuerpo. El dolor lo ha dejado en


pedazos…

Hace cuatro años, perdí las dos cosas que más apreciaba en el mundo.
Me las arrancaron de los brazos de la manera más dolorosa y cruel. Desde
entonces, no le he contado a nadie, prefiriendo mantenerme alejado de las
miradas compasivas y los rumores murmurados. Todo cambió cuando ella
y sus hijos irrumpieron en mi vida. Fue un accidente, y no los merezco, pero
ahora que están aquí, no estoy seguro de que pueda dejarlos ir.
1
Gwendolyn
—Es una lástima lo que pasó.

—Dicen que lo dejó un poco... trastornado.

—Bueno, realmente no puedo decir que me sorprenda. Apuesto a que


te dejaría un poco consternada también.

—Por no mencionar las cicatrices. Sabes que él tiene que recordar lo que
sucedió cada vez que las ve.

—Es por eso que solo viene a la ciudad una vez cada dos meses.

—Es una lástima y un desperdicio.

Pongo la lata de cerezas en mi carrito y echo un vistazo a la esquina


de la estantería. Tres señoras mayores están al final del pasillo siguiente, la
misma posición que yo (moviéndose sigilosamente por el extremo de sus
propias estanterías), susurrando detrás de sus manos. Con las tres en el
camino, no puedo ver de quién están hablando. Salgo más allá para tratar
de echar un vistazo, pero todo lo que veo es la parte trasera de un hombre,
usando una camisa a cuadros negra y gris, redondear la esquina varios
pasillos más allá.

Sacudo la cabeza, ignorando los susurros detrás de mí y reprimiendo


mi curiosidad. No es asunto mío saber de qué o de quién están hablando.
Lo último que quiero es quedar atrapada en rumores.
Camino por los pasillos, contenta de saber que este pequeño mercado
tiene todos los ingredientes que necesito para la receta de pastel de cereza
y manzana de mi mamá. Viniendo de una gran ciudad y teniendo todo y
cualquier cosa a solo unos kilómetros de distancia, pensarías que
tendríamos un tiempo duro adaptándonos, pero ha sido justo lo contrario.
La ciudad puede ser pequeña, pero tiene todo lo esencial que necesitamos
para vivir.

Simple es la razón por la que nos mudamos aquí. Simple es lo que


necesitamos. Simple es, esperemos, lo que nos hará felices de nuevo. Y la
gente ha sido absolutamente increíble y muy solidaria, también.

Le echo un vistazo a mi reloj, sorprendida de ver que he estado fuera


por un par de horas ya. La señora Tanner ha sido genial las pocas veces que
la he necesitado para hacer recados y los niños no quieren venir conmigo,
pero me niego a tomar ventaja de ella.

Tomo una bolsa de Starbursts y York Peppermint Patties, las favoritas


de los niños al final de la caja, y luego empiezo a descargar mi carrito.

—Hola, Gwen. ¿Cómo estás hoy? —pregunta el dependiente mientras


desliza objetos bajo el escáner.

Sonrío al hombre mayor.

—Estoy bien, Jeremy, gracias. ¿Cómo está la señora Peggy?

—Está mejor. Su cadera todavía está dolorida de la caída, pero casi


está como nueva.

—Es bueno escucharlo. —Agarro una bolsa de papel llena de


mercadería y la pongo en mi carro—. Tiene que tener cuidado subiendo y
bajando esos escalones.
—Ya le he dicho eso. Y tanto como ella odia admitirlo está en los
ochenta. Ella ha rechazado una rampa hasta ahora, pero le he dicho que ya
no tiene elección en el asunto. Mi hijo, Benny, vendrá la próxima semana
para ayudarme a construir una.

La semana pasada, mientras yo estaba dejando la escuela, que está


justo cruzando la calle del mercado, vi a Jeremy corriendo a su auto. Al día
siguiente, las habladurías alrededor de la ciudad fue que su madre cayó
mientras subía los escalones de su casa. Tuvo suerte de haber recibido solo
un dolor de cadera y un par de moretones.

—¿Cuánto les está gustando a los niños sus vacaciones? —pregunta


Jeremy.

Soplo unos cuantos mechones de cabello de mi rostro.

—Les encanta en realidad. Especialmente Daniel. —Me rio—. Le da


más tiempo en los videojuegos. Tengo que ver realmente su tiempo sobre
eso o él nunca saldría.

Él asiente y se ríe entre dientes.

—Llévalos a la casa la próxima semana. Mamá ha estado preguntando


por ellos.

Sonrío.

—Lo haré.

Jeremy y su mamá, la señora Peggy, han sido maravillosos desde que


nos mudamos a Catalina’s Valley, a Cat's Valley, para quienes viven aquí
hace poco más de tres meses. Jeremy fue mi corresponsal cuando estaba
buscando un lugar para alquilar. Puesto que la maestra que reemplacé en
la escuela se estaba mudando también, su casa alquilada se hizo disponible,
que resulta ser propiedad de la señora Peggy. Un día, en el café, la señora
Peggy me dijo que Jeremy solo salió de su casa una vez para ir a vivir por
su cuenta. Hace veinte años, cuando conoció y se casó con el amor de su
vida, solo para que ella muriera un año después de un aneurisma. Ella
acababa de haber dado a luz a Benny seis meses antes. Él regresó a su casa
para llorar y nunca se fue.

—Eso va a ser $68.17 —dice, sacándome de mis pensamientos.


Revuelvo mi bolso en la cinta transportadora y hurgo dentro por mi billetera.
Deslizo mi teléfono, un paquete de pañuelos de papel, una pequeña botella
de desinfectante para manos, y un estuche de aseo de uñas a un lado, pero
no puedo encontrar la maldita cosa.

Hago una mueca cuando recuerdo que lo dejé en el mostrador en casa


cuando pagué la factura de mi teléfono esta mañana.

—Maldición —murmuro—. Lo siento mucho, Jeremy. Mi billetera


todavía está en el mostrador en casa. ¿Puedo irme y regresar con ella?

—Está bien. Solo empujaré tu carro a un lado y...

—Cárguelo a la mía —dice una voz profunda detrás de mí.


Miro a Jeremy, sorprendida por la generosa oferta. Sin embargo, él no me
mira, sino a la persona que está detrás de mí. Me doy la vuelta para
agradecer al extraño, pero las palabras quedan atascadas en mi garganta
tan pronto como lo veo. Es el hombre del que hablaban las ancianas. Lo sé
por la camisa que lleva.

No me mira mientras pone sus artículos en la cinta. Todo lo que puedo


ver es el lado izquierdo de su cara. Tiene el pelo castaño oscuro, ligeramente
más largo en la parte superior, y la parte inferior de su rostro está cubierto
con pelo rasposo. No es largo, pero definitivamente más largo que solo unos
pocos días de crecimiento. Él tiene que tener más de metro ochenta, y puedo
decir por los bultos en sus antebrazos que está rasgado con músculos. Me
siento tan pequeña comparada con él.
Me vuelvo hacia Jeremy, que parece tan sorprendido como yo, luego
de vuelta al hombre.

—Aprecio la oferta, pero no necesita hacer eso, señor.... —Me


contengo, esperando que él proporcione su nombre. Cuando no lo hace,
continúo, sin inmutarme—. No vivo lejos de aquí. Solo me llevará unos
minutos.

—No —gruñe, todavía sin mirarme. Levanto las cejas a la breve


respuesta.

—Señor... —Intento de nuevo.

—No tengo tiempo para esperar a que cancele la orden.

Dejo escapar un suspiro y asiento a Jeremy. Tomando un pequeño


bloc de notas y una pluma de mi bolso, me vuelvo hacia el extraño.

—¿Cuál es su dirección para que pueda enviarle un cheque?

—No es necesario —responde.

—Señor, me sentiría más cómoda pagándole. Por favor.

Apenas contengo mi jadeo cuando deja caer una gran bolsa de arroz
en la cinta y se vuelve hacia mí. Todo el lado derecho de su rostro está
cubierto de cicatrices. La barba no ha crecido correctamente debido a la
cicatrización en ese lado. Está en parches, dejando parte de la piel de
apariencia brutal visible. Comienza de su cuello y sube por su mejilla y se
detiene en su sien, perdiendo sus labios y ojos. Parecen marcas de
quemaduras. Sin detenerme en las cicatrices, es muy guapo. Miro hacia
abajo y veo que también los tiene en su brazo derecho. No conozco a este
hombre ni lo que le pasó, pero me duele el corazón de todas formas.
“Por no mencionar las cicatrices. Sabes que él tiene que recordar lo que
sucedió cada vez que las ve”. Las palabras de una de las ancianas vuelven
a mí.

Lo que sea que sucedió fue trágico.

Sus ojos negros penetran en mí mientras frunce el ceño. Trago


nerviosamente, no por sus rasgos físicos, sino por las vibraciones agitadas
que provienen de él. Tengo la sensación de que el sentimiento es uno que
suele emitir.

“Dicen que lo dejó un poco... trastornado.”

Obligo a que mis pies se queden en el lugar y mis ojos se enfoquen en


él y no en las devastadoras cicatrices que estropean su rostro por demás
guapo. Su ceño se profundiza hasta que las esquinas de sus ojos se arrugan.
Decido simplemente ceder. Si él es lo suficientemente amable para ofrecer,
entonces aceptaré. Pero la próxima vez que lo vea, le pagaré.

—Gracias. —Le extiendo mi mano—. Soy Gwendolyn, pero la gente me


llama Gwen.

Él no lo toma, solo mira hacia abajo por un segundo, luego se da la


vuelta y comienza a poner más cosas en la cinta, despidiéndome. Cuando
miro a Jeremy, está registrando los artículos del extraño. Me mira por un
momento y me brinda una sonrisa triste.

—Gracias, Jeremy —digo, caminando hacia mi carrito—. Dile a tu


mamá que espero que su cadera mejore.

—Lo haré, Gwen. Regresa a casa con cuidado.

Sonrío, asiento, y con una última mirada al hombre, me vuelvo y


empujo mi carrito entre las puertas corredizas a mi todoterreno,
sintiéndome extrañamente desconcertada después del encuentro con el
hombre con las cicatrices. Aunque fue muy agradable al pagar por mis
compras, aunque fuera porque estaba impaciente por acabar sus compras,
todavía era algo que no ves todos los días. La gente normal habría soplado
y resoplado mientras el dependiente cancelaba la orden.

Cuando me miró con su mirada oscura, no solo vi irritación, sino


también una profunda agonía. Algo tan crudo que juro que casi sentí el dolor
de ello.

Deslizo mis guantes y gorro cuando una ráfaga de viento helado sopla.
Las ráfagas revolotean de un lado a otro, dejando un ligero polvo blanco en
los vehículos. Esta es la segunda nevada desde que hemos estado aquí.
Aunque estamos acostumbrados a la nieve, he oído que los inviernos aquí
en Colorado pueden ser bastante duros. Muy diferente a Indianápolis.

Me detengo y levanto la escotilla en la parte trasera de mi Range Rover.


Estoy poniendo la última bolsa cuando algo me tiene levantando la cabeza
y mirando a un lado. Miro cómo el hombre con cicatrices acerca su propio
carrito a un antiguo modelo de camioneta azul. Se detiene, deposita las
bolsas en la parte de atrás, lanza una lona sobre ellas, y luego empuja el
carro de vuelta al frente de la tienda. Aunque sé que tiene que sentir mi
mirada en él, no mira hacia mí. Estoy pegada a mi lugar cuando él se mete
dentro de su camioneta, sale del espacio y despega por el camino.

No es asunto mío, por supuesto, pero no puedo evitar la curiosidad


que me corroe mientras lo veo doblar la esquina fuera de la vista.

¿Qué le sucedió? ¿Es verdad lo que una de las viejas dijo? ¿Está
trastornado? ¿De qué recuerdos estaban hablando?

Borro los pensamientos y subo dentro de mi cálida camioneta.

Detente, Gwen, me regaño. No es tu problema. Tienes tu propia vida de


la cual tienes que preocuparte.
Enciendo mi camioneta, me alejo del mercado y me dirijo de vuelta a
la casa de la señora Tanner y hacia mis dos hijos.

—Hola, señora Tanner —suelto cuando la mujer mayor abre la


puerta—. Siento mucho tardar tanto tiempo. Tomó más tiempo del que
pensaba en la oficina de correos.

Ella sonríe y me lleva dentro.

—¡Bah! No te preocupes, Gwen querida, sabes que no hay problema.

Sigo mientras camina hacia la cocina. La señora Tanner fue la primera


persona que conocí cuando nos mudamos a la ciudad. Ella es la secretaria
en la escuela primaria donde enseño, y tomó un cariño inmediato a los
niños.

—¿Cómo estuvieron? —pregunto, metiendo las llaves en mi bolsillo.

—Bien como la lluvia. Como siempre están.

Empuja la puerta de la cocina, y mis ojos se encienden de inmediato


sobre los dos pequeños pelirrojos sentados en la mesa. Me acerco a Daniel
primero e inclino su cabeza hacia atrás para poder besar su frente.

—Hola, pequeño.

—Hola, mamá —responde, sus brillantes ojos verdes me miran


mientras sonríe, mostrando dos dientes inferiores faltantes.

—Eso luce bien, Daniel. Puedes colgarlo en la nevera cuando


regresemos a casa.

—Este es para la señora Tanner. Dijo que sus hijos son demasiado
viejos para colorear imágenes para su refrigerador, así que pensé que podría
colorear uno para ella en su lugar.
Miro a la señora Tanner y la veo sonriendo a Daniel. Mis ojos vuelven
a él.

—Bueno, eso es terriblemente dulce de tu parte. Apuesto a que le


encantaría eso.

—Devolverá el color a mi refrigerador.

Revuelvo su cabello antes de pasar a la niña silenciosa en el siguiente


asiento.

—Hola, cariño.

Me inclino y coloco un beso encima de la cabeza de Kelsey. Ella me


mira y me ofrece una pequeña sonrisa con ojos tristes, luego continúa su
crucigrama. Por tener solo ocho años, es extremadamente buena con ellos.

Mientras que Daniel es abierto y hablador, Kelsey es todo lo contrario.


Desafortunadamente, su respuesta discreta es normal para ella. Ella es muy
reservada y tranquila. Hace poco más de dos años, desde que su padre
murió, solo ha hablado dos veces. Una vez fue cuando me rogó que trajera
a Will de vuelta en su funeral, y la otra vez fue hace un año cuando tuve la
gripe. Ella silenciosamente me preguntó si yo también iba a morir. Me
rompió el corazón cuando esas palabras salieron de sus labios. No solo por
lo que me preguntó, sino también porque había orado con tanta fuerza para
que ella mejorara, para que se sintiera lo suficientemente cómoda para
volver a hablar, para que Dios trajera a mi niña de vuelta, y cuando
finalmente habló, su voz fue más hermosa de lo que había recordado. No
podía disfrutarlo, sin embargo, porque sabía que estaba aterrorizada de que
iba a perder otro padre.

Aunque solo me ha hablado esas dos veces, todavía la oigo todas las
noches cuando piensa que solo Dios está escuchando. Un día, tres semanas
después del funeral de Will, estaba caminando por su habitación cuando oí
algo. Estaba a punto de entrar y comprobarla, cuando sus suaves palabras
me detuvieron. Mirando a través de la pequeña grieta, vi a mi niña
arrodillada en medio de la cama, sus manos entrelazadas fuertemente en
oración y sus ojos cerrados. Sus susurros, suplicaban a Dios que devolviera
a su papá, me tuvieron ahogando un llanto y aferrándome al marco de la
puerta para no caer de rodillas. Cada noche desde entonces, he escuchado
sus oraciones susurradas. Me rompe en el interior que ella no viene a mí, y
sé que su corazón solo se rompe cada vez más cada día que sus oraciones
no son contestadas, pero me alegro de que al menos se siente lo
suficientemente cómoda para hablar con alguien.

Ella tiene lo que los terapeutas llaman mutismo selectivo. Es cuando


alguien deja de hablar voluntariamente por cualquier razón. En el caso de
Kelsey, fue el evento traumático de encontrar a su padre muerto en el piso
de su dormitorio después de que subiera a buscar su juguete favorito. A los
veintiocho años, tuvo un ataque al corazón de una arteria coronaria
bloqueada que desconocía. Fue un hecho extraño que los médicos dicen que
solo sucede en alrededor del 5 por ciento de los hombres jóvenes que tienen
ataques al corazón. Para que le suceda a Will, alguien que nunca había
tenido problemas del corazón en el pasado, y no tenía antecedentes
familiares, las posibilidades eran aún más bajas.

Cuando Kelsey lo encontró en su habitación, ya estaba muerto. Tenía


seis años en ese momento. La experiencia la dejó traumatizada. Realmente
no hay nada que los médicos puedan hacer por ella. Ha estado con varios
terapeutas, pasó por varias sesiones sin éxito, y todos me han dicho que lo
único que puedo hacer es ser su mamá y cuidarla. Mostrarle mi amor y darle
apoyo emocional. Que depende de Kelsey si quiere ser escuchada de nuevo.
Solo espero que algún día lo haga. También me han informado que esto
puede ser permanente, pero me niego a creer eso. Esas oraciones me dan
esperanza de que mi chica no está totalmente perdida.
Amo a mis hijos más que a nada en el mundo. Amé a mi marido
también. Ha pasado un poco más de dos años desde que se ha ido, y cada
día lloro por él. Lloro porque perdí al hombre que amo, lloro por mis hijos
que nunca llegarán a conocerlo más de lo que ya lo hacen, y lloro por mi
marido, que nunca verá a sus hijos crecer.

Nos mudamos a Colorado porque sentí que necesitábamos un cambio.


Aunque los estaba llevando lejos del lugar donde nacieron y donde estaban
los recuerdos de su padre todavía sentía que necesitaban un nuevo
escenario, un nuevo comienzo. Kelsey no estaba mejorando, y mi propio
dolor era debilitante. No era saludable para ninguno de nosotros. Daniel
todavía recuerda a su padre y lo extraña, pero él era tan joven en ese
momento, que no estaba tan afectado por su muerte como Kelsey y yo lo
estábamos y seguimos estando. Eso es tanto una bendición y una maldición
para Daniel. Aunque me alegro de que su dolor no sea tan duro como el mío
y el de Kelsey, todavía duele saber que sus recuerdos de Will más que
probable desaparecerán con el tiempo, hasta que no quede nada excepto lo
que le digo, y fotos.

—¿Quieres una taza de café antes de irte, querida? —pregunta la Sra.


Tanner, sacándome de mis pensamientos.

Deslizo mis manos por el cabello de Kelsey y sonrío a la señora


Tanner.

—Gracias por la oferta, pero tengo comestibles en la camioneta.

Probablemente estarán bien, pero quiero empezar con el pastel de la


señora Myers que voy a llevarle mañana.

Ella saca algo de la nevera y lo pone en la estufa antes de volver a mí.

—Será mejor que tengas cuidado de salir mañana, Gwen. Dicen que
hay una tormenta de nieve viniendo mañana por la tarde —informa.
Miro cómo Kelsey pone una respuesta en el crucigrama. Es una
palabra que ni siquiera puedo pronunciar, y mucho menos conocer el
significado. Ella puede no hablar, y guardase para sí misma, pero eso no la
ha impedido ser una de las niñas más inteligentes que he conocido. Ella
siempre ha sido así, incluso antes de que Will falleciera.

—Seré cuidadosa. Planeo ir más temprano en la mañana.


Regresaremos antes de que llegue la tormenta. —Me vuelvo a Daniel—. Oye,
pequeño, ve y asegúrate de tener todo en tu bolsa.

—De acuerdo, mamá.

Se levanta de la mesa con la imagen y la lleva a la nevera, donde la


cuelga con un imán rectangular. Retrocede y admira su trabajo.

—Definitivamente hace que su refrigerador parezca más colorido —


dice despreocupadamente.

La señora Tanner se ríe.

—Eso es todo, niño Daniel. Pero debes saber ahora que has empezado
a poner tus imágenes ahí arriba, vas a tener que colorearme más. Quiero
que mi refrigerador se llene con ellas.

Él la mira y sonríe abiertamente mostrando sus dientes faltantes.

—Te colorearé uno cada vez que venga.

La señora Tanner observa mientras se aleja para recoger sus cosas.

—Ese chico es especial.

Sonrío a cambio.

—Lo es. —Miro a Kelsey—. Los dos lo son.


Tomo las tazas que los niños estaban utilizando y las llevo al fregadero
para enjuagar.

—La escuela recesa por las próximas semanas. ¿Ya tienes algún plan
para las fiestas? —pregunta la Sra. Tanner.

Pongo las tazas en el lavavajillas, luego camino para recoger los


crayones de Daniel.

—No. Creo que solo nos quedaremos aquí. Los padres de Will están
en California con su hija, Sophia, para Navidad, y, bueno... mis padres se
han ido.

Su sonrisa se vuelve triste mientras se acerca a mí y pone una mano


en mi brazo.

—¿Por qué no vienen los tres aquí para la cena de Navidad? Mis dos
hijos, Kenneth y Bethany, estarán aquí con sus dos familias durante unos
días. Sara es de la edad de Kelsey y Cody es de la de Daniel. Podría ser
agradable para ellos tener niños de su edad con quien pasar el rato.

Miro hacia abajo y doblo la cubierta para cerrar la caja de crayones.


Las fiestas siempre son las más difíciles. Esta será la tercera Navidad que
tendremos sin Will. Siempre fue su fiesta favorita, así que era una gran cosa
para nuestra familia. La casa, por dentro y por fuera, siempre estaba
decorada al máximo. Todos los estantes estaban llenos de escenas de
nacimiento, todas las puertas tenían luces y guirnaldas, el árbol estaba lleno
de adornos. Por solicitud de Will, y mucho para el deleite de los niños,
siempre tuvimos algún tipo de merienda de Navidad todo el mes de
diciembre. La víspera de Navidad todo el mundo recibía un juego de pijama
y tenía que abrir un regalo de Navidad mientras nos manteníamos hasta la
mañana siguiente. Era nuestra tradición. He intentado seguir con esa
tradición, para traer las fiestas a la vida de los niños, pero simplemente no
es lo mismo sin él.
Miro de nuevo a la señora Tanner y le ofrezco una sonrisa. Tal vez
estar con más gente ayudará a distraer a los niños, y podrán disfrutar de
las vacaciones como se supone.

—¿Podemos hacerlo el día antes de Nochebuena? Emma, mi mejor


amiga, estará en la ciudad y se supone que vamos a tener la Navidad con
su abuela.

—Absolutamente. Los niños estarán aquí toda la semana de Navidad.

—Entonces nos encantaría. Pero insisto en traer algo.

Su sonrisa de respuesta la hace parecer diez años más joven.

—Trae lo que quieras. Mientras tú y esos dos preciosos niños estén


aquí, seré feliz.

—Gracias, señora Tanner. Estaríamos honrados de pasar la Navidad


con usted y su familia.

Ella levanta la mano y acaricia mi mejilla.

—Gwen, querida, ¿cuántas veces tengo que decirte que me llames


Ruth antes de que realmente empieces a llamarme así?

Me rio.

—No lo sé. Probablemente muchas veces más.

—Bueno, ya que pasarás las fiestas conmigo, insisto en que empieces.

Sonrío y recojo el libro para colorear y los crayones.

—Prometo que trataré de recordarlo.

Camino alrededor de la mesa a Kelsey, justo cuando Daniel regresa a


la habitación con su bolsa de libros colgada sobre su pequeño hombro.
Me agacho junto a Kelsey.

—Oye cariño. ¿Estás lista para irte? Puedes ayudarme a hacer el


pastel de la señora Myers si quieres cuando lleguemos a casa.

Ella me mira, y quiero llorar cuando sus labios permanecen cerrados.


Me ofrece un pequeño asentimiento, pero eso es todo. Sé que ella ayudará
con el pastel. Es una niña muy buena, siempre haciendo lo que le pido sin
quejarse. A veces desearía que lanzara una rabieta. Al menos estaría
mostrando algún tipo de emoción. Pero entonces me siento terrible por
pensar de esa manera, porque no importa cómo actúe Kelsey, ella siempre
será perfecta ante mis ojos.

Me inclino y le beso la mejilla antes de pararme. Ella se levanta


inmediatamente, con su libro de crucigramas en la mano, y se coloca a mi
lado. Me extiendo y agarro su mano. Puede ser extraño que una madre
quiera sostener la mano de su hija de ocho años cuando simplemente están
caminando hacia la camioneta, pero robo tanta atención como puedo de
Kelsey, y eso incluye sostener su mano, besarla en la cabeza o mejilla,
abrazarla tan a menudo como puedo (cualquier cosa que pueda conseguir.
Estoy privada de su voz, si puedo evitarlo, no me privaré de nada más.

Agradezco a Ruth una vez más mientras sostiene la puerta abierta


para nosotros, prometiendo pasar los próximos días para cenar.
2
Alexander
Llevo mi vieja camioneta Ford hasta la cabina y apago el motor. Agarro
un montón de comida, la llevo subiendo los escalones, luego forcejeo con la
llave en la cerradura y abro la puerta con mi bota una vez que logro
desbloquearla. Guardo las maletas y salgo por el resto. Conseguiré la
alimentación del caballo y algunos otros artículos que entrarán en el granero
más tarde.

Gigi, mi mezcla de labrador negro, trota detrás de mí a la cocina. Una


vez que dejo las bolsas, acaricio la parte superior de su cabeza color negro
azabache.

—Hola, chica. ¿Cómo están los cachorros? —pregunto.

Sabiendo lo que está buscando, tomo una lata de comida para perros
de la despensa, abro la tapa y vierto la carne fornida en su plato. Ella corre
delante de mí mientras llevo el cuenco a la puerta que conduce al enorme
cuarto de servicio donde están sus cachorros. Se desliza a través de la
puerta del perrito justo antes que abra la puerta. Inmediatamente va a ver
a sus cachorros dormidos en la gran cama para perros al otro lado de la
habitación, olisqueándolos y empujándolos con la nariz, y luego regresa
mientras pongo el tazón. Ella lo olfateó rápidamente, comprobó el olor de la
cena, antes de sumergirse.

—Avísame cuando estés lista para salir, chica —digo.


Ella no me reconoce, solo sigue devorando su comida como si
estuviera hambrienta cuando comió hace unas horas. Sus cachorros están
tomando todos sus nutrientes y dejándola con casi ninguno.

Paso mis dedos por su pelo un par de veces, antes de salir de la


habitación y cerrar la puerta detrás de mí. Descargo los comestibles, luego
pongo una olla llena de agua en la estufa para comenzar a hervir el pollo.
Agarro otra olla, agrego más agua y la pongo en la estufa para el arroz.

Pollo y arroz. Una de las comidas más simples, pero una de las
mejores.

Cuando termino, Gigi ha dejado de comer, esperándome en la puerta.


Saco los guantes del mostrador donde los deseché antes de guardar los
alimentos, y luego ambos salimos caminando.

La nieve está un poco más baja de lo que estaba antes. El suelo ya


está cubierto de una fina capa de blanco, pero mañana, tendrá al menos un
par de centímetros de profundidad, si no más. Se supone que la tormenta
de nieve es fuerte y dura varios días. Es por eso que estaba en la ciudad un
par de semanas antes de lo normal. El camino aquí tiende a ser difícil
durante días después de una tormenta de nieve, y prefiero tener todo lo que
necesito por si acaso. Hice la mayoría de las tareas esta mañana que era
necesario hacer antes de la tormenta, pero hay algunas cosas que aún deben
ser atendidas.

Mientras Gigi y yo caminamos por el patio hacia el establo, me aseguro


de mantener la vista hacia adelante y no mirar la casa a medio construir.
Ha estado allí abandonada durante cuatro años. He querido derrumbarla,
pero aún no puedo. Duele mirarla, pero el dolor ante la idea de destruirlo es
mucho peor. He estado tratando de construir el coraje; simplemente no
tengo suficiente todavía.
Gigi ladra y se marcha frente a mí. Me río entre dientes mientras
persigue a un conejo. Debe sentir el mal tiempo que está por venir y está
buscando alimento antes de verse obligado a permanecer en su agujero. El
conejo se va con Gigi después. Se detiene después de varios metros, hace su
trabajo y luego se va en otra dirección.

Después de observarla durante un par de minutos, me pongo a


trabajar para asegurarme que los caballos tengan suficiente heno y agua y
todo esté a salvo de los fuertes vientos que se avecinan. Afortunadamente,
no se supone que la temperatura sea tan mala, así que no tengo que
preocuparme porque los caballos estén demasiado fríos, ya que estarán lejos
de los vientos.

Me detengo lo suficiente para dejar entrar a Gigi cuando ella comienza


a ladrar en la puerta de atrás de la casa, y luego continúo con las pocas
cosas que me quedan. Bandit, el árabe en el que he estado trabajando para
hacerlo entrar, me grita mientras paso. Lo rechazo porque estoy enojado con
él ahora mismo. Mi maldita parte trasera todavía me duele cuando me arrojó
ayer.

—No me resoples, gran bastardo —digo, enseñando mis dientes con


una sonrisa forzada. Los caballos pueden parecer animales estúpidos para
algunos, pero en realidad son bastante inteligentes. Son criaturas muy
vigilantes y pueden detectar estados de ánimo.

Bandit ha sido uno de los caballos más obstinados que he encontrado


desde que comencé a entrenarlos hace ocho años. Por lo general, me lleva
de tres a ocho semanas entrenar a los caballos que traen aquí, pero Bandit
es descortés y no toma amablemente que alguien esté boca arriba.

Demonios, a él ni siquiera le gusta si alguien lo mira. Lo he tenido


durante nueve semanas y apenas he llegado a ninguna parte con él. Es
negro azabache, un caballo muy bonito, pero muy malhumorado. También
es de pura raza y le cuesta una fortuna a los propietarios, lo que significa
que están siendo muy pacientes. Sin embargo, no veo que dure mucho más
si no hago más progresos con él.

Saco un par de manzanas de una canasta, pongo una en mi bolsillo


trasero y luego me acerco al caballo blanco y marrón. Bella vino a mí hace
tres años para ser entrenada. A las pocas semanas de entrenamiento, la
joven a la que los dueños se la compraron se cayó de otro caballo y se rompió
el cuello. Ella ahora está paralizada desde el cuello hacia abajo.

Comprensiblemente, ya no necesitaban a Bella para su hija, así que


la compré. A diferencia de Bandit, Bella es muy gentil y dócil. La puse junto
a él por una razón, esperando que él vea mi interacción con ella.

—Hola, nena. —Ella relincha suavemente y empuja la mano que


sostiene la manzana, sin tratar de tomarla, pero haciéndome saber que sabe
que está allí—. Te llevaré a dar una vuelta tan pronto como pase el mal
tiempo.

Sostengo la manzana en mi palma, y ella le pega. Le paso la mano por


el cuello y le susurro palabras en voz baja. Bandit resopla a mi lado, y
aunque no lo reconozco, lo observo fuera de mi visión periférica. Su cabeza
oscura apunta hacia nosotros, mirándome interactuar con Bella.

Hablo en silencio con Bella durante varios minutos, ignorando a la


bestia a mi lado, antes de finalmente volverme hacia él. Sus ojos negros me
miran mientras me acerco a su puesto, y él echa la cabeza hacia atrás un
par de veces. Cuando extiendo la mano para poner mi mano a un lado de
su cuello, él resopla ruidosamente y patea un casco.

—No es necesario que me cabrees, Bandit —digo, manteniendo mi voz


tranquila. Resopla de nuevo y gira la cabeza hacia un lado para evitar mi
mano cuando la coloco sobre su cuello—. Shh... cálmate, muchacho. Está
bien.
Él levanta su cabeza, desalojando mi mano, y da un paso atrás. Saco
la otra manzana de mi bolsillo, y él la mira con interés.

—¿La quieres? —pregunto, sosteniéndola—. Tienes que tomarla de mi


mano.

Contengo la respiración con anticipación mientras inclina la cabeza y


huele la manzana. Su cálido aliento flota sobre mi mano mientras me
mantengo quieto, sin querer asustarlo. La empuja un par de veces, resopla
y luego no me quita la maldita manzana de la mano. Estrecho mis ojos hacia
él cuando levanta la cabeza y me mira directamente a los ojos. Si los caballos
pudieran sonreír, no tengo dudas de que este maldito animal lo estaría
haciendo en este momento.

—Tú, pequeña mierda —murmuro.

Solo resopla y se da vuelta, se acerca a su heno y se lo come,


diciéndome con sus acciones que retroceda. Doblo y tomo la manzana,
volviendo a ponerla en la cesta. Tan frustrante como Bandit ha sido de
entrenar, estoy disfrutando el desafío que me está dando. Me mantiene
distraído de pensar en otras cosas. Cosas en las que no me gusta pensar.

Camino hacia la casa una vez que termino en el granero. Gigi ladra
suavemente, luego se dirige a través de la puerta del perrito para estar con
sus cachorros. Después de revisar el pollo en la estufa, hago un rápido
trabajo con los botones de mi camisa mientras camino por el pasillo hasta
mi habitación. Esta cabina puede ser pequeña para algunas personas, pero
es perfecta para mí. Érase una vez, tenía planes para construir una gran
casa y llenarla de risa, pero no por mucho tiempo. Ese barco navegó, se
estrelló, se quemó y luego se hundió.

Tomo mi camisa del suelo frente a mi tocador, luego me quito los


pantalones, dejándolos en la misma pila. En el baño, enciendo la ducha para
que se caliente. Al volverme, veo mi reflejo en el espejo. Normalmente intento
alejarme de los espejos. No porque las cicatrices sean horribles y odio
mirarlas, sino por los recuerdos que surgen al verlas. No me alejo esta vez.
Me quedo allí y me obligo a mirarlas, y los recuerdos inmediatamente me
asaltan.

La risa de una mujer y sonrisas suave.

El chirrido de los neumáticos.

Gritos agudos de miedo.

Profundos gritos de dolor.

Lamentos inocentes, luego silencio.

Mi propio dolor atrapándome.

Mi visión se vuelve negra cuando mi vida muere antes que yo.

Miro la piel arrugada y retorcida de mi brazo y mi costado. Me


encontraba despierto cuando el calor de las llamas me alcanzó, estaba
consciente cuando mi piel comenzó a derretirse. Pero eso no es de lo que me
acuerdo cuando veo mis cicatrices. Lo que recuerdo es lo que casi me
sucede. Recuerdo que no fui lo suficientemente fuerte como para salvarlos.

Aún escucho sus gritos y súplicas entrecortadas.

Agarro el fregadero frente a mí y me encorvo, dejando caer mi cabeza,


incapaz de mirarme. Han pasado cuatro años, pero parece que fue la
semana pasada.

Me giro sin mirar mi reflejo y me meto en la ducha. El agua tibia golpea


primero mi pecho y se siente bien. Relajo mi cabeza hacia atrás y exhalo
profundamente. Lavo la suciedad del día, luego salgo y me seco. Caminando
desnudo en mi habitación, tomo un par de pantalones grises para correr y
me los pongo.
Mientras se cocina el arroz, corto el pollo cocido y lo arrojo a la olla.
Sirvo dos cuencos, uno para Gigi y otro para mí. Coloco el de ella en el suelo
de la cocina. Llevo el mío a la sala de estar, donde atrapo el último cuarto
del juego de los Broncos.

Después, guardo las sobras. Eso es otra cosa buena del pollo y arroz,
las sobras.

Dejo salir a Gigi una vez más y arrojo un par de troncos en la


chimenea antes de cerrar la casa. Son solo las nueve y media, pero estoy
agotado por el trabajo extra que he hecho hoy. Me quito los pantalones para
correr, los pongo en el extremo de la cama, y me extiendo desnudo sobre
ella, con mis manos detrás de la cabeza.

Una imagen espontánea de la mujer en la tienda de comestibles me


viene a la mente. Gwen. Tenía el pelo del color del azúcar morena y los ojos
del color de un cielo sin nubes. Si hubiera sido un hombre normal, habría
admirado su belleza. Pero no lo soy, las mujeres bellas se han extinguido
para mí.

No tengo ni una maldita idea de por qué me ofrecí a pagarle sus


compras. Le dije que no podía esperar a que Jeremy cancelara la orden, pero
era mentira. No le habría llevado más de un minuto o dos. En realidad, sé
por qué lo hice. Vi algunas de las cosas que pasó por la caja y escuché partes
de la conversación entre ella y Jeremy. Tiene hijos. La idea de que arrastrara
a sus niños afuera con este clima no me sentó bien. Deberían estar cálidos
y seguros en su hogar.

No estaba tratando de ser rudo ni idiota cuando me preguntó por mi


nombre, pero no deseo ser su amigo. Solo quería que se fuera para poder
terminar con mi asunto e irme. Odio ir a la ciudad, y solo lo hago cuando
me toca. Las miradas y los susurros que obtengo me molestan, y se necesita
voluntad de hierro para mantener la boca cerrada.
Trató de ocultarlo, pero vi la expresión de su rostro y escuché su
aliento cuando vio mis cicatrices. No estoy seguro de por qué, pero no me
gustó la idea de que ella viera mi maldito rostro y se disgustara. No sé por
qué me importó, pero así fue.

Empujo los pensamientos sobre la morena lejos y ruedo a mi lado.


Mis párpados se cierran y no pasa mucho tiempo antes de que el
agotamiento de hoy me arroje a un sueño profundo.

***

A la mañana siguiente, me despierto mientras veo caer gruesos copos


de nieve. El ambiente no está mal, pero a lo lejos puedo ver las oscuras
nubes que se dirigen hacia acá. El pronóstico dice que se espera que la nieve
llegue a al menos treinta centímetros de profundidad hoy y otro par más en
los próximos días.

La mayoría de las personas temen a la fuerte nevada, pero yo no. Me


encanta el clima de Colorado, especialmente los inviernos, cuando la nieve
baja durante días. Puede que haga mucho frío, pero sigue siendo hermoso
estar cerca. Me gusta la idea de tener una buena casa cálida para ir después
del trabajo, entrar y oler los troncos que se queman en el fuego.

Después de que me visto, Gigi está esperando en la puerta para salir.

Mientras dejo que ella haga sus necesidades, preparo una cafetera,
atizo la chimenea y le echo un par de troncos más. Me calzo las botas y salgo
para agarrar una brazada de troncos del porche trasero. Todo está cubierto
de blanco, se ve precioso. He vivido en Colorado toda mi vida y nunca me
canso de ver una nevada recién arrojada.
Gigi viene dando saltos a la vuelta de la esquina, con su abrigo
cubierto de nieve. Se detiene el tiempo suficiente para enraizar su nariz en
la nieve hasta que desaparece, luego levanta la cabeza y arroja la nieve al
aire. Silbo y ella se lanza con fuerza hacia el porche, deteniéndose una vez
que está en los escalones, para sacudirse.

—Pon tu tonto trasero en la casa. —Me río entre dientes y chasqueo


los dedos.

La sigo adentro y descargo los troncos junto a la chimenea. Camino


de regreso a la cocina, el olor a café recién hecho me guía. Me estoy sirviendo
una taza cuando suena mi teléfono, lo arrebato del mostrador. Gimo cuando
veo el nombre de mi madre.

Es una mujer buena y cariñosa, pero a veces no puedo con ella. Sé


que se preocupa, y me encanta eso; pero desearía que supiera cuándo dejar
las cosas en paz. Sé que tiene buenas intenciones, después de todo es una
madre, pero su pregunta de cómo estoy cada vez que hablamos, sabiendo
que se está refiriendo a mi estado emocional, no es algo que quiera o
necesite. Todo lo que hace es recordarme lo que intento tan duro olvidar. Ya
es suficientemente malo con que los vea cada vez que me miro en el espejo,
no necesito que me los arrojen en la cara.

Durante casi un año después del accidente, ella se cernió sobre mí


como mamá gallina. Solo somos mi hermana menor y yo, así que cuando
uno de sus hijos está sufriendo, sé que a ella también le duele. Papá tuvo
que finalmente arrastrarla fuera de mi casa cuando vio que no estaba
ayudando en absoluto, solo obstaculizaba mi curación mental. Antes del
accidente, se suponía que debían mudarse a Tennessee, donde vive mi
hermana Christa, pero el accidente los puso en espera. Afortunadamente,
después de darse cuenta de lo que mamá estaba haciendo, papá finalmente
la convenció de seguir adelante con la mudanza. Extraño a mi familia, pero
me alegro de que ya no estén tan cerca.
Presiono Ignorar y coloco el teléfono nuevamente en el mostrador. Sé
que estoy siendo un idiota, y me siento culpable, pero no puedo hablar con
ella ahora mismo. La llamaré más tarde o algo así.

Bebo el resto del café y vuelvo a salir para controlar los caballos y
tomar otra carga de leña. Mi cabaña no tiene calefacción, por lo que dependo
de la chimenea para todo el calor. Me gusta de esa forma.

Una vez que termino, vuelvo a llenar mi taza de café y salgo a sentarme
en el porche. Está muy helado afuera, pero es hermoso y pacífico. Me siento
en la silla de mimbre, colocando los pies en la barandilla y observo el campo
de montañas blancas y nevadas. Heredé este lugar de mis abuelos hace diez
años. Mi abuelo solía criar caballos para ganarse la vida, antes de que fuese
demasiado viejo. Yo venía todos los días después de la escuela y le ayudaba
con el lugar. Mi abuela falleció hace doce años, y él nunca volvió a ser el
mismo. Siempre me decía que el lugar sería mío una vez que muriera,
conocía de mi deseo de trabajar con caballos.

Ahora la nieve cae en grandes copos y está a medio camino de las


ruedas de mi camioneta. Algo me llama la atención e intento enfocarme en
ello. Mis pies golpean el porche y me levanto de mi asiento. Camino hacia la
barandilla, entrecierro los ojos. Algo está a lo lejos, pero no puedo decir qué
es con la fuerte nevada. Dejo mi taza en la barandilla y salgo del porche. He
caminado unos cincuenta metros cuando me doy cuenta de que es un
vehículo.

—Hijo de puta —murmuro.

Este es el único camino de esta vía en kilómetros. El vehículo parece


estar en un ángulo que indica que es más que probable que estén atrapados
en una zanja.
Estoy medio tentado de dejarlos ahí fuera (es una estupidez estar
conduciendo bajo este clima), pero con la rapidez con la que baja la nieve y
las temperaturas decrecientes, es probable que se congelen hasta la muerte.

Camino de vuelta a la casa, maldiciendo por lo bajo todo el camino.


Ayudar a un idiota es lo último que quiero hacer en este momento. Me gusta
mi soledad aquí, y a excepción de las personas con las que tengo que lidiar
con respecto a los caballos que entreno, trato de evitarlos tanto como sea
posible.

Deslizo mis llaves del gancho justo dentro de la puerta y agarro el


abrigo más grande del armario, junto con algunos guantes gruesos.

—Quédate aquí. Volveré —le digo a Gigi, que está sentada en la puerta
mirándome.

Enciendo la camioneta para dejar que se caliente mientras quito la


nieve del parabrisas y las ventanas. Luego, pongo las cadenas sobre mis
neumáticos. Viviendo en esta área, es casi obligatorio que tengas tracción
en las cuatro ruedas, o puedes apostar tu trasero a que en algún momento
u otro te quedarás estancado. Como ese idiota en este momento, que están
en el camino que corre a lo largo de la parte delantera de mi tierra.

Me lleva diez minutos limpiar mi camioneta lo suficiente como para


conducir y para que mi parabrisas se descongele, la cual, ya se encuentra
caliente una vez que entro. Luego, salgo a rescatar a los idiotas que están
arruinando mi día de descanso.
3
Gwendolyn
—Gracias por el desayuno, señora Myers.

Me inclino hacia abajo y abrazo a la pequeña mujer.

—Es lo menos que puedo hacer, Gwen. Realmente no tienes que


conducir todo el camino hasta aquí para traerme un pastel.

Sonrío.

—Quería. Has sido tan buena conmigo, y tú eres la razón de que estoy
aún aquí.

La señora Myers es la abuela de mi mejor amiga, Emma, que está de


vuelta en Indianápolis. Un día Emma estaba hablando por teléfono con su
abuela, quien mencionó que uno de los maestros de la escuela primaria
donde ella vivió, se estaba mudando y el consejo escolar necesitaba un
reemplazo. Fue el destino, porque precisamente el día anterior le había dicho
a Emma que los niños y yo necesitábamos un nuevo comienzo.

Ella acaricia mi mano y extiende un recipiente con caldo de sobras


para llevar a casa.

—Estamos encantados de contar contigo aquí en Cat’s Valley. —Ella


pone su mano en la parte superior de la cabeza de Daniel y le riza el pelo—
. Ha sido un placer conocer a estos dos.

Kelsey está estoica mientras se desliza en su abrigo, mirando a través


del cuarto. Le extiendo sus guantes y observo mientras los desliza
robóticamente. La señora Myers se acerca a ella, agarra suavemente sus
mejillas, levanta su rostro y la besa en la frente. Kelsey no responde en lo
más mínimo, solo mira hacia la señora mayor.

—Ambos sean buenos con su madre, y los veré en Navidad —dice a


ambos niños.

—¿Tendrás algo para nosotros? —pregunta Daniel de lo más


campante.

—¿En serio, Daniel? —Regaño—. No preguntas cosas así.

La señora Myers ríe a carcajadas.

—Está bien. —Ella aprieta una de sus mejillas—. Usted, señor, solo
tendrá que esperar y ver. —Ella se vuelve hacia mí—. Emma está ansiosa
por llegar aquí.

Extiendo la mano hacia Kelsey por el contenedor de estofado para que


lo sostenga mientras deslizo mis guantes. Saco las llaves de mi bolsillo, y
luego tomo de vuelta el contenedor.

—Estoy muy contenta de verla. La extraño tanto.

Emma ha sido mi amiga desde la secundaria, y nunca he estado tanto


tiempo sin verla. Hablamos casi todos los días, pero no es lo mismo.

Me aseguro de que ambos niños queden abrigados antes de decir


adiós a la señora Myers. Cuando tiro para abrir la puerta, estoy sorprendida
de ver la cantidad de nieve que está en el suelo y lo duro que sigue bajando.
Cuando llegamos aquí hace un par de horas, solo había alrededor de quince
centímetros sobre el suelo. Ahora, mi camioneta tiene una capa de nieve de
por lo menos 10 centímetros de espesor. La pesada nevada no se suponía
que comenzará hasta esta tarde.
—Oh, querida —dice la señora Myers a mi lado—. Lo siento mucho
por mantenerte tanto tiempo. ¿Estarás bien conduciendo en esto?

Giro para mirar a ambos niños, sin gustarme la idea, pero sabiendo
que tendré que hacerlo con el fin de llegar a casa.

—Sí. Tengo un vehículo de doble tracción, y he conducido en la nieve


antes.

Ella parece preocupada mientras se retuerce las manos juntas, las


alcanzo y agarro.

—No se preocupe. Vamos a estar bien.

Ofrezco una sonrisa.

—Asegúrate de llamar cuando llegues a casa, o me preocuparé.

—Lo haré.

Dejo a los niños en la casa mientras caliento el camioneta y quito la


nieve de las ventanas y parabrisas. Después de decir adiós, nos
encaminamos. Estoy acostumbrada a conducir en la nieve, pero todavía me
pone nerviosa, especialmente cuando está bajando tan espesa. Las
carreteras están cubiertas, por lo que conduje en el medio, ya que las líneas
no estaban visibles de todos modos. Conduzco lento y agarro el volante con
fuerza. Cuando nos encontramos con el tramo de carretera que desciende
por tres kilómetros, llego a estar ansiosa. Por suerte, lo hacemos por la
colina sin ningún problema. El alivio no duró mucho tiempo.

Hemos estado conduciendo durante unos veinte minutos y llegando


alrededor de una curva, cuando de repente, algo sobre el tamaño de un perro
con una cola esponjosa de color gris se atraviesa a través del camino.
Conozco lo mejor que debo hacer en este tipo de clima, y me di cuenta de mi
error de inmediato, pero mi primera reacción es pisar el freno para evitar
golpear al animal. La parte trasera de mi camioneta pierde el control hasta
que estamos casi deslizándonos en el lateral del camino. Vagamente
escucho a Daniel gritar, pero estoy concentrada en tratar de enderezar el
camioneta.

Es un esfuerzo inútil, ya que segundos más tarde, llegamos a una


parada desigual con el extremo delantero en una zanja poco profunda.
Inmediatamente me giré hacia los niños.

—¿Están bien ambos? —pregunto, mirando por encima de Daniel,


quien está temblando, pero por lo demás ileso. Mis ojos van a Kelsey luego,
y no veo lesiones visibles. Sus ojos están muy abiertos por el miedo y la
mirada me hace sentir enferma del estómago—. ¿Kelsey? —Su mirada se
mece hacia la mía. Llego hasta atrás y agarro su mano temblorosa—. ¿Estás
bien, bebé?

Ella no responde de inmediato, solo ve alrededor violentamente, y el


miedo me invade. Finalmente, sus ojos se encuentran con los míos y me
brinda una pequeña inclinación de cabeza. Soplo un suspiro de alivio ya que
tampoco se ven perjudicados.

Giro alrededor y evalúo lo que nos rodea. La nieve está cayendo tan
fuerte que ya está empezando a cubrir el parabrisas, bloqueando mi punto
de vista. Miro por la ventana y no veo nada. Giro, miro por la ventana de
atrás, y no veo nada allí.

Giro la llave, esperando por un milagro que pueda sacarnos de aquí.


Mi camioneta puede ser de cuatro ruedas motrices, pero dudo mucho que
vaya a ser capaz de retirarme de la posición en que estamos. Estamos en un
ángulo incómodo y la nieve es demasiado gruesa. Vale la pena intentar, sin
embargo.

En silencio, maldigo cuando ni siquiera doy la vuelta. Saco mi teléfono


de mi bolso para llamar a Jeremy, y el pánico se asienta cuando encuentro
que no hay señal. Miro hacia arriba cuando el interior de la camioneta
comienza a oscurecerse. La nieve está cubriendo el parabrisas rápido, y ya
se puede sentir el descenso de la temperatura.

Miro hacia atrás a los niños.

—Manténganse con sus chaquetas, sombreros y guantes. Voy a salir


un minuto, ¿de acuerdo?

—Tengo miedo, mamá —dice Daniel. Siempre ha sido mi chico fuerte,


así que para él mostrar el miedo ahora significa que está muy asustado.

Me levanto en mis rodillas y me inclino sobre el asiento. Agarro sus


mejillas y hago que me mire.

—Escúchame. Todo está bien. Solo voy a salir por un minuto. Hasta
ahora no recibo señal en mi teléfono dentro del camioneta debido a la nieve
que lo cubre. Voy a llamar a Jeremy y va a venir a ayudarnos.

Me mira durante unos segundos, luego asiente. Me inclino más y beso


su frente. Me muevo a Kelsey luego. Ella todavía se ve asustada.

—Cuida de tu hermano mientras estoy fuera, ¿de acuerdo?

Ella asiente, y le beso la frente también. Sentada en el asiento


delantero, saco mis guantes y el sombrero de nuevo. No haré mucho sin el
motor en marcha, y el calor no durará mucho tiempo, pero giro la llave de
ignición y explosiones de calor salen de las rejillas. Agarro mi teléfono,
rápidamente, salgo de la camioneta y cierro de golpe la puerta para
mantener tanto calor como pueda. Miro hacia abajo en mi teléfono, todavía
no tengo ninguna señal, lo cual no es realmente una sorpresa. Aunque
detesto la mentira a mis hijos, no estaba siendo exactamente honesta con
Daniel. La probabilidad de adquirir señal fuera del auto es prácticamente
nula en este clima. El viento y la nieve están probablemente bloqueando
cualquier señal.
Subo la pequeña colina desde la zanja y salgo a la mitad de la
carretera. Me dirijo en círculos, tratando de localizar una casa, o alguna
forma de vida cercana. La nieve está cayendo tan pesada que es difícil
mantener los ojos abiertos para ver a través de ella. Protejo mis ojos con la
mano, pero no sirve de nada, no vi una maldita casa alrededor.

Maldición. ¿Qué diablos voy a hacer?

Camino de vuelta a la camioneta y entro rápidamente. Está más


caliente de lo que está fuera, pero cuando giro para hacer frente a los niños,
ya tienen motas blancas que salen de sus bocas cuando respiran. Apago el
motor; el aire que sale de los orificios de ventilación ya no es cálido en lo
más mínimo.

—Mamá —expone Daniel, con la voz entrecortada—. ¿Qué vamos a


hacer?

Me toma un minuto responder, porque... bueno, no tengo una maldita


idea de lo que voy a hacer. Obviamente, no puedo decirle a los niños sin
embargo. Soy el adulto, y se supone que tenemos planes para todo. La
impotencia y el miedo se deslizan cuando me doy cuenta de lo terrible que
es nuestra situación. Este tramo de camino es largo y a buena distancia de
la ciudad. Las pocas veces que he estado fuera de esta manera, solo he visto
un par de autos, y la posibilidad de una conducción por ahora en este clima
es muy escasa.

¿Qué diablos voy a hacer? ¡Piensa, Gwen!

—¿Mamá?

Miro hacia atrás a Daniel y fuerzo una sonrisa. Necesito tiempo para
averiguar un plan.

—Por ahora, tu hermana y tú van a venir al frente conmigo. —Señalo


a la parte posterior—. Toma la manta en la parte de atrás y sube hasta aquí.
Ambos desabrochan su cinturón, y mientras Daniel agarra la manta,
Kelsey sube por encima del asiento. Levanto la consola una vez que Daniel
ha subido delante también. Se sienta en el medio, mientras que Kelsey se
sienta en el otro lado de él.

—Muévanse más juntos. —Así lo hacen, y coloco la manta sobre


nuestros regazos. Siempre tengo una manta en la parte posterior de mi
Range Rover. Proviene de crecer en el norte. Mis padres siempre me dijeron
que nunca es una mala cosa estar preparado. Un vistazo al parabrisas
muestra que está cubierto por completo, y la ventana de mi lado está a tres
cuartas partes del camino. La ventana de Kelsey tiene solamente una capa
delgada debido a la forma en que el viento sopla.

—¿Vamos a estar bien? —pregunta Daniel, y miro hacia él, luego a


Kelsey.

—Vamos a estar muy bien. Alguien va a venir pronto y nos verá.

Agito su cabello, actuando como si no estoy preocupada, mientras que


en silencio empiezo a asustarme. Mis opciones son muy limitadas. Puedo
dejarlos en el auto mientras voy a buscar una casa o espero otro auto venir
en esta dirección y nos ve, o llevarlos conmigo. No me gusta ninguna de esas
opciones.

Salto cuando escucho un fuerte golpe en la ventana. Cuando miro,


algo de la nieve se ha deslizado fuera de la ventana, y veo a alguien de pie
allí. El alivio y el miedo se mezclan al ver a la persona. Por un lado, me siento
aliviada de que alguien ya nos ha encontrado y no nos congelaremos hasta
la muerte, pero por el otro, no tengo idea de quién es. Por lo que sé, podría
ser un asesino en serie. Realmente no tengo una opción, sin embargo. Está
bien tomar la oportunidad y esperar no poner a mis hijos en peligro aún
más por abrir la puerta, o ignorar a la persona y esperar a que alguien nos
encontrará antes de congelarnos. Opto por la decisión número uno, porque
las posibilidades de un asesino en serie en busca de víctimas fuera con este
clima son bajas.

Miro hacia atrás a los niños.

—Ven, se los dije.

Sonrío.

Tomo una respiración profunda, digo una oración en silencio, y giro


la llave para que pueda bajar la ventana unos cuantos centímetros. El viento
y la nieve me golpean inmediatamente en el rostro, y tengo que parpadear
varias veces para aclarar mi visión. Cuando lo hago, me sorprende lo que
veo. Es el hombre del mercado de ayer. Su cabeza está cubierta por un gorro
y la forma en que está sosteniendo su rostro contra el viento esconde el lado
lleno de cicatrices.

—Hola. Muchas gracias por parar.

Se inclina y mira al interior del camioneta, con los ojos parpadeantes


de Daniel a Kelsey. Él no muestra ninguna sorpresa al verme.

—¿Por qué estás conduciendo con esto? —pregunta, llevando su


mirada de nuevo a la mía. Así de cerca, sus ojos se ven de un gris ahumado
oscuro, en lugar del negro que pareció el otro día. Me pregunto si cambian
de acuerdo con lo que está sintiendo.

—Estábamos llevando un pastel a la casa de la señora Myers. No se


suponía que estaría así de mal tan temprano —digo.

—Aprendes por aquí a esperar siempre lo peor. Si dice que puedes


esperar la nieve esta noche, entonces te preparas para ello en el día. Cerca
de las montañas, no se sabe cuándo la nieve en realidad llega hasta aquí.

—¿Hay alguna forma en que me puedas sacar?


Se endereza y mira hacia la parte delantera del camioneta, luego a la
parte posterior, evaluando la situación, antes de doblarse hacia abajo.

—La nieve es demasiado gruesa. Tengo cadenas en los neumáticos,


pero no servirá de nada. Estás demasiado abajo en el hoyo.

Me agarro al volante y trato de mantener la calma. Podría ser peor.


Todavía podríamos estar aquí solos. Además, realmente no pensaba que
había una posibilidad de tener mi camioneta hoy de todos modos.

Dejo escapar un suspiro de golpe.

—No me gusta pedir, sobre todo en este clima, pero ¿hay alguna
manera de que usted nos pueda llevar a la ciudad? Mi teléfono celular no
tiene señal aquí.

Gira la cabeza, y en los diez centímetros o menos distancia de la


ventana, su cicatriz está a la vista. La piel se ve destrozada aún más de
cerca. Una punzada de dolor atraviesa mi pecho. Por el dolor que él debía
haber soportado para tener este tipo de cicatrices.

Se vuelve de nuevo a mí, luego mira a los niños. Cuando su mirada


se mueve hacia la mía una vez más, su mandíbula cruje, y sé que realmente
no quiere ayudar, pero no hay manera que solos podamos salir de aquí. No
estoy segura de que si fuera solo yo él me dejaría valerme por mí misma o
no, pero no va a hacerle eso a los niños. Entiendo su reticencia; no nos
conoce, y estoy segura de que tiene mejores cosas que hacer que cargar con
una mujer y sus dos hijos, pero todavía me molesta que él esté tan vacilante.
No es como si a propósito conduje mi auto fuera de la carretera.

Su voz es ronca, cuando dice:

—Toma a los niños y vámonos. —Antes de levantarse y alejarse.

Ambos están temblando cuando les digo:


—Vamos, vamos a entrar en calor.

Agarro la llave de la ignición y el bolso del suelo, empujo la puerta y


los niños me siguen fuera de la camioneta.

—!Espera, Daniel! —digo cuando él hace un movimiento para salir de


la zanja. Cierro mis puertas, agarro la mano de Kelsey, y ayudo a ambos
niños a salir de la zanja. Juntos, caminamos hacia el camioneta estacionado
detrás de mi Range Rover. El hombre ya está en el interior esperando.

Abro la puerta y dejo entrar primero a Daniel, luego a Kelsey, antes


de subir detrás de ella. No me daba cuenta de lo frío que estaba hasta que
el aire caliente de las rejillas de ventilación me golpeó. El camioneta es viejo,
por lo que tiene un asiento con un cinturón de seguridad en el centro. Agarro
la correa y se la entrego a Daniel.

—Kelsey y tú tienen que compartir un cinturón de seguridad.

Abrocho el mío en su lugar una vez que el de ellos está listo.

Echo un vistazo al hombre y encuentro sus manos agarrando el


volante con fuerza mientras mira hacia adelante. Trago y digo:

—Gracias por llevarnos. No tienes idea de lo mucho que aprecio esto.

Un gruñido es todo lo que recibo a cambio, mientras él pone el


camioneta en marcha y poco a poco comienza a deslizarse hacia adelante.
Doblo mis manos encima de mi bolso y miro directamente a través del
parabrisas. No me gusta el silencio, pero no voy a forzar al hombre a hablar
si no quiere. Puede que él no quiera aceptar mi agradecimiento, pero esta es
la segunda vez que ha llegado a mi rescate y estoy agradecida.

Algo tira de mi chaqueta, y miro hacia abajo a Daniel. Él tira de mí a


través de Kelsey y trata de susurrar, pero sigue siendo bastante alto para
que el hombre no escuche.
—¿Qué pasa con su rostro, mamá?

—Daniel —regaño, y miro avergonzada hacia el hombre. Sé que él


tenía que haber oído la pregunta, pero no muestra ningún signo de que lo
hizo—. No haces preguntas como esas.

—Lo siento —murmura de mal humor.

—No se preocupe por ello. Está bien —dice el hombre, con los ojos
fijos hacia adelante y su expresión neutra.

—No, no lo está. Es grosero y no debería haber preguntado,


especialmente lo suficientemente alto como para que usted oiga.

—No es más que curioso. Por lo menos es honesto acerca de su


curiosidad.

Me siento y pienso en su declaración recordando de nuevo a las


señoras de edad en el mercado de ayer. Por lo que ellas decían, él no viene
a la ciudad mucho, así que estoy segura de que cuando lo hace, los rumores
y susurros comienzan de nuevo. No me puedo imaginar todo lo que estoy
segura que escuchó. No importa cómo las personas son tranquilas con sus
opiniones y observaciones, siempre seguirán volviendo al destinatario de su
charla, especialmente en una ciudad tan pequeña como Cat’s Valley.

—Siento que se esté alejando de a donde quiera que iba —digo, solo
para mantener algún tipo de conversación. Por alguna razón quiero que me
hable.

—Vi tu camioneta desde mi cabina.

—Oh —comento—. No lo vi desde la carretera cuando estaba


buscando casas.

—Es difícil ver desde la carretera con todos los árboles, sobre todo
cuando tienes la nieve soplando en tu rostro.
Se vuelve callado, entonces digo, a pesar de que nunca preguntó:

—Algo salió corriendo delante de nosotros. Sé que es mejor no frenar


bruscamente en la nieve, pero lo hice para evitar al animal antes de darme
cuenta de lo que estaba haciendo.

—Probablemente era un zorro. Los tenemos aquí mucho durante el


invierno.

—Mamá. —Otro tirón en mi chaqueta me tiene mirando hacia abajo a


Daniel de nuevo—. Tengo que hacer pis.

Miro hacia el hombre, luego de nuevo a Daniel.

—¿Puedes esperar un poco más? Tenemos que ir más lento de lo


normal, pero vamos a estar allí pronto.

De repente, el camioneta se detiene, y el hombre deja escapar un


profundo suspiro. Estoy a punto de decirle que Daniel va a estar bien hasta
que lleguemos a la ciudad cuando baja del camioneta. Miro por el parabrisas
y me doy cuenta de que no se detuvo por Daniel, sino por un árbol caído a
través del camino, bloqueando el nuestro. El hombre camina hacia el árbol,
lo mira por un momento, luego vuelve a la camioneta.

Martillea su mano contra el volante una vez, masculla una maldición


en voz baja, y luego me mira y murmura una disculpa por maldecir en frente
de los niños.

—No puedo moverlo y ese es el único camino que conduce a la ciudad,


a menos que queramos ir a la montaña y sus alrededores, lo que llevará
horas con este tiempo, y no hay garantía de que lo haremos.

Miro del árbol en el camino hacia él, luego hacia abajo a los niños y
de nuevo al árbol. Hablo al parabrisas cuando digo:
—Lo siento. —Llevo mi mirada hacia él—. ¿Conoce a la señora Myers?
¿Podría llevarnos a su casa, y llamaré a alguien en la ciudad cuando las
carreteras se despejen y los árboles se hayan ido?

Sus ojos tormentosos me enfrentan.

—No —dice sin rodeos—. Me sorprende que incluso llegó a bajar de la


montaña con este tiempo.

Mira a través del parabrisas, las cejas se estrecharon en un ceño


fruncido. Kelsey se pone nerviosa a mi lado, y miro hacia ella. Ella mira
hacia adelante y la mayoría no lo notaría, pero veo la preocupación en su
rostro. Ella no muestra sus sentimientos a menudo; la mirada de miedo en
su rostro antes y en este momento son más de lo que he visto en mucho
tiempo. Me acerco y agarro su mano. Ella me mira y me sonríe, tratando de
aliviar la preocupación.

La mano del hombre roza mi hombro cuando él pone su brazo en el


respaldo del asiento. Gira su cabeza para mirar por el parabrisas hacia atrás
y el camioneta empieza a moverse hacia atrás lentamente. Un minuto más
tarde, él está retrocediendo en una carretera estrecha que parece ser el
acceso a un campo, luego tira hacia adelante y conduce por el camino que
vinimos.

—¿A dónde vamos? —pregunto, curiosa.

—Mi casa —gruñe.

Mis ojos se abren en conmoción. No estoy segura de lo que esperaba


que fuera su respuesta, pero sin duda no era eso.

—¿Tienes un teléfono fijo? Tal vez pueda llamar a alguien…

—¿Y qué? —interrumpe—. ¿Hacer que pasen por encima del enorme
árbol en el camino? ¿O que se arriesguen a ir por la montaña?
Cierro la boca, porque él tiene razón. Mis únicas dos opciones son
llevar a los niños de vuelta al auto, algo que yo no haría, o dejar que nos
lleve a su casa. No sé nada sobre este hombre, pero él no me trata como
alguien que nos haría daño. Todavía odio saber que estaremos impuestos
en él, sin embargo.

—Mamá —dice Daniel, tirando una vez más de mi chaqueta—.


Realmente tengo que ir.

Antes de que llegue la oportunidad de responder, el hombre lo hace.

—Cinco minutos, niño. O puedo detenerme si no puedes esperar más


y se puede congelar tu cosita fuera.

Dejo escapar una carcajada y el hombre me mira. Su rostro está en


blanco y la mirada borra mi alegría persistente.

—¿Puedes esperar cinco minutos, Daniel?

Puedo decir que quiere decir que no, pero está tratando de
protagonizar el acto de gran chico frente al hombre. Después de varios
segundos, asiente.

Miro hacia arriba.

—Ya que nos llevas a tu casa, ¿podemos saber tu nombre?

Esa es una cosa que me molestó desde ayer, no saber su nombre.

Tomó tanto tiempo para responder a eso que temí que no lo haría.
Estamos pasando por el lado de mi auto por la carretera cuando dice
bruscamente:

—Alexander.

Por alguna razón, el nombre le va perfectamente.


—Gracias por ayudarnos, Alexander —digo.

Él no responde, solo mantiene la mirada clavada en la carretera


delante de nosotros. Pasan varios minutos antes de que nos dirijamos hacia
abajo, lo que supongo que es su camino de entrada. La nieve sigue cayendo
en gran medida, por lo que es difícil ver hacia donde nos dirigimos. Todo el
mundo se queda en silencio mientras avanzamos lentamente, hasta que nos
detenemos en una pequeña cabaña. Y una cabaña es definitivamente lo que
es.

Él se detiene, apaga el motor, luego abre la puerta. Hago lo mismo y


salgo de la camioneta, luego giro para ayudar a los niños a bajar. Mientras
caminamos hacia el porche, hago un inventario de la cabaña. Es rústica y
bien utilizada, pero luce mantenida adecuadamente. Seguimos a Alexander
por los escalones, y noto dos sillas de mimbre y una pequeña mesa entre
ellas. En la barandilla, hay una taza de café. Se da cuenta al mismo tiempo
que lo hago y la recoge.

—Estaba aquí tomando café cuando noté tu camioneta —explica.

Me giro y miro por encima del patio hacia donde sé que está mi Range
Rover. Apenas puedo ver nada más que un pequeño punto luminoso rojo en
la distancia. Mis ojos se deslizan hacia la izquierda, y veo un granero rojo
grande a unos quince metros de distancia. Después aterrizan sobre una
estructura parcialmente construida.

Cuando me giro de vuelta, Alexander ya se ha ido y la puerta está


abierta de par en par. Llevo a los niños a través del umbral, después cierro
la puerta tras nosotros. Me tomo un minuto para mirar alrededor del lugar.
Es tan pequeño como se ve desde el exterior, pero tiene un toque hogareño.
Los suelos son de una madera oscura, como las paredes. En una pared hay
un televisor montado con un sofá de cuero marrón y una pequeña mesa de
madera delante de él. En la esquina hay una chimenea que actualmente
tiene trazas de maderas quemadas. Hay una alfombra mullida gris delante
de ella. Muy acogedor. En el extremo opuesto de la habitación comienza una
pequeña área donde se ve donde debería estar la mesa. Más allá de eso está
la cocina. Veo a Alexander de pie en la cocina.

Un Daniel meneándose me recuerda que necesitamos el baño. Me


quito la chaqueta y los guantes y hago que los niños hagan lo mismo, y luego
los cuelgo en los ganchos de la puerta. Agarro su mano y con Kelsey
siguiéndome, nos llevo a la barra que separa la zona del comedor de la
cocina.

—¿Podrías señalarnos el baño? —pregunto a la espalda de Alexander.

Él no se gira mientras dice.

—Al final del pasillo a la izquierda.

Con una última mirada a su espalda, llevo a los niños por el salón y
la sala. El baño donde entramos es pequeño, con solo un inodoro y lavabo.
Kelsey y yo esperamos fuera mientras Daniel hace sus cosas. Noto una
puerta cerrada al otro lado del cuarto de baño y otra hacia abajo al final.
Kelsey va después mientras Daniel y yo esperamos.

Una vez que ambos han acabado, volvemos a la sala de estar al sofá.

—Siéntense los dos mientras voy a hablar con el señor Alexander.

Todavía está de pie en la cocina cuando entro. El vapor se eleva de la


olla que está agitando.

—Quiero darte las gracias de nuevo por ayudarnos —digo—. Con


suerte los caminos estarán lo suficientemente limpios mañana para poder
sacar mi camioneta y poder salir de tu casa.

—No lo estarán.
Deja la olla y toma tres tazas del armario a la izquierda.

—¿Qué quieres decir con que no lo estarán? ¿Cómo podrías saberlo?

Comienza a verter el contenido de la olla en las tazas antes de volverse


hacia mí. Sus cicatrices se destacan a la luz de la habitación. Son duras,
pero extrañamente hermosas.

—Porque he vivido aquí toda mi vida. No se mueven rápido. Pasaran


por lo menos dos o tres días antes de que el camino esté lo suficientemente
limpio como para sacar tu camioneta y para que muevan el árbol.

Agarra dos de las tazas y las coloca en la barra, entonces me entrega


una.

—Chocolate caliente. Me imaginé que tú y los niños podrían necesitar


algo para calentarse.

Antes de que tenga la oportunidad de responder con un


agradecimiento, sale de la cocina. Me giro y veo cómo anda por la puerta sin
mirar atrás. Miro hacia abajo a la taza en mi mano, y luego a las de la barra.
El hombre es una contradicción. En el mercado ayer me dio la sensación de
que no era una persona muy amable. Tuve la misma sensación en la
camioneta, pero entonces él es lo suficientemente considerado como para
hacernos a mis hijos y a mí chocolate caliente porque pensaba que
podríamos necesitarlo para entrar en calor. Fue muy amable de su parte, y
no puedo evitar la pequeña sonrisa curva mis labios ante el gesto amable.

Llamo a los niños y se sientan en el bar y beben su chocolate, mientras


estoy a su lado. Sosteniendo la taza contra mis labios, miro alrededor de la
cocina. Los aparatos parecen ser más recientes que el resto de la casa que
he visto hasta ahora. Por encima de la barra hay un rack de ollas y sartenes,
y abajo en el extremo cuelgan utensilios de cocina. Los mostradores y
armarios son de madera pulida.
La preocupación empieza a elevarse cuando me doy cuenta de que
estamos atrapados aquí por Dios sabe cuánto tiempo. Por los rumores en la
ciudad y su comportamiento hasta el momento, no tomo a Alexander por
ser una persona de estar con otras personas. Estoy segura de que tener a
una extraña mujer y sus dos hijos tirados encima suyo no es algo que esté
deseando. Miro a los niños. No me gusta imponerme sobre él, pero no es
como si tuviéramos una opción. Quedarnos en el auto hasta que las
carreteras estén lo suficientemente limpias para que alguien nos ayude no
es una opción. Nos congelaríamos allí.

Mis pensamientos son interrumpidos cuando siento algo golpear mi


pierna. Miro hacia abajo, sorprendida de ver un par de ojos verdes
mirándome. Es un perro de tamaño mediano con el pelo negro bastante
largo, sentado sobre sus patas traseras con la lengua fuera a un lado de su
boca. Casi me río ante el aspecto cómico.

—Hola —digo con calma. Cuando Daniel hace un movimiento para


levantarse y ver con quién estoy hablando, digo—: Quédate allí.

Se queja, pero se queda. Necesito asegurarme de que este perro es


seguro antes de permitir que mi hijo se acerque a él. Me pongo en cuclillas
y extiendo mi mano y el perro viene inmediatamente y lame. Su cola está
meneándose mientras doy toques con la mano sobre su cabeza.

—Hmm... ¿eres chico o chica?

No necesito mucho tiempo para averiguar que es una chica, mientras


se gira sobre su espalda, y luego se da la vuelta, mostrando sus pezones
hinchados.

—Acabas de tener cachorros —murmuro, frotando a lo largo del lado


de su vientre.
Me río cuando se vuelve a dar la vuelta, casi rompiéndose por la mitad.
Miro cuando Daniel se acerca a mi lado con una gran sonrisa en su rostro.
No puedo regañarlo por no haber esperado a decirle que era seguro que se
acercase. A pesar de que es lo suficientemente bajito para el perro, Daniel
se pone de rodillas. Cuando el perro se levanta y empieza a lamer su rostro,
se ríe, trayendo una sonrisa a mi rostro.

Me levanto de mis cuclillas y miro a Kelsey.

—¿Te gustaría venir a acariciarla? —Cuando niega, la intento atraer


con—: Acaba de tener cachorros.

Sus ojos se iluminan una fracción antes de mirar hacia abajo a su


taza aún medio llena de chocolate, la mirada desaparece. Una punzada de
dolor punza en mi pecho. Debería estar allí con su hermano, disfrutando de
jugar con el perro. Debería tener amigos. Debería estar durmiendo fuera de
casa y teniendo peleas de almohadas. No allí sentada viéndose como si este
fuera su último día de vida. Quiero correr hacia ella y sostenerla entre en
mis brazos, con la promesa de que todo estará bien. Pero no es así. La he
protegido lo suficiente, y no quiero asfixiarla. Tengo que escoger y elegir los
momentos en que la mime.

Me giro y veo a Daniel rodando por el suelo con el perro saltando a su


alrededor. Me río cuando sus risas se hacen más fuertes. Tomo mi taza vacía
y la de Daniel y las llevo al fregadero. Hay algunos otros platos sucios allí,
así que decido lavarlos. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo
que Alexander ha hecho por mí y mis hijos.
4
Alexander
Cuando abro la puerta, una hora más tarde, tanto el dolor como el
anhelo me detienen en seco. Una risa suena a través de la cabaña, es infantil
y femenina, algo que estas paredes no han escuchado en años. Sigo el
sonido, con mis manos aún agarrando el pomo de la puerta. Encuentro a
Gwen y a su hijo en el piso de la sala de estar con Gigi. Su hija está en el
sofá mirándolos con el rostro en blanco. No estoy seguro de qué es, pero hay
algo mal con ella. Parece demasiado callada y retraída para una chica de su
edad.

Gwen me mira y su sonrisa se desvanece. No sé por qué, pero por


alguna razón eso me molesta. No digo nada cuando cierro la puerta, me
quito la chaqueta y la cuelgo antes de ir a la cocina. Mi nariz capta un olor
y veo algo hirviendo en una olla en la estufa. Frunzo el ceño, no estoy seguro
si me gusta que la mujer se pasee por mis estantes y nevera. Es entonces
cuando me siento como un estúpido, porque obviamente necesitan comer.

—Espero que no te importe —dice detrás de mí—. Estoy haciendo sopa


de papa. No quería saquear demasiado tus gabinetes. Encontré las papas
en el mostrador.

Me giro y la miro.

—Está bien. Cocina lo que quieras.

Ella asiente.
—No lo dije antes, pero gracias por el cocoa. Fue muy considerado de
tu parte.

Me alejo de ella y me dirijo al fregadero para quitarme la suciedad de


las manos, producto de pasar el rato en el granero.

—No hay problema.

Me apoyo sobre mi hombro.

Gwen avanza más hacia la cocina y se apoya en la barra, con las


manos apoyadas en las caderas.

—Siempre recibo paquetes baratos de chocolate caliente en polvo.


Pero no había tenido cacao casero en años.

Agarro el paño de cocina y me seco las manos. Lo cuelgo de nuevo en


la estufa, me doy vuelta e imito su postura contra el fregadero. No digo nada.
Demonios, incluso si quisiera decir algo, no sabría qué. Además de mi mamá
y mi hermana, no ha estado otra mujer aquí desde que Clara murió. Lo que
me sorprende es que tenerla no es tan malo como pensé que sería y en
especial, su total falta de interés en mi destrozado rostro. Ni una vez su
mirada se demoró en las cicatrices. Incluso ahora, se encuentra mirándome
directamente a los ojos.

—Tienes un buen lugar aquí. Parece muy acogedor y pintoresco —dice


distraídamente.

—Gracias —murmuro, saliendo del mostrador—. Iré a tomar una


ducha. Siéntanse como en casa.

Mi abrupta partida la sobresalta. Su boca se separa ligeramente con


sorpresa, se da vuelta y me mira salir de la cocina. Necesito estar solo. Estar
allí, hablando con su suave y gentil voz, oliendo a vainilla, y diciendo
cumplidos a mi cabaña es demasiado. Ya no sé cómo actuar en torno a las
mujeres. Han pasado años desde que tuve que hacerlo.

Cuando paso por la sala de estar, el niño deja de jugar con Gigi y me
mira, su sonrisa desaparece cuando sus ojos van al lado derecho de mi
rostro. Estoy acostumbrado a las miradas, por lo que ya no me molestan.
Cuando preguntó qué me pasó en el camioneta, no fue una sorpresa para
mí. Fue realmente refrescante tener a alguien que dijera sus pensamientos
en voz alta. La gente de la ciudad, aquellos con los que solía ser amigo,
siempre se reservan sus preocupaciones y pensamientos o susurran detrás
de sus manos, preocupados de que puedan ofenderme o algo así. Crecí allí,
pero ahora las personas me parecen extrañas.

Gigi deja a un lado el niño y trota hacia mí. Le doy unas palmadas en
la cabeza cuando me pone las patas delanteras en la parte inferior del
estómago.

—Oye, chica ¿te diviertes?

Su lengua colgaba a un lado de su boca es mi respuesta. Salta hacia


abajo, y en lugar de volver con el niño, se dirige hacia la puerta para perros
en la cocina que la separa de sus cachorros.

Veo a Gwen de pie en el bar dándome un vistazo. Baja la mirada


cuando se da cuenta de que la he sorprendido. Giro sobre mis talones y
camino por el corto pasillo, ansioso por escapar durante unos minutos.

Tomo una ducha caliente y alejo la extraña sensación de tener


desconocidos en mi casa.

Veinte minutos más tarde, salgo de mi habitación vestido con jeans,


una camisa térmica verde y los pies descalzos. La TV está encendida cuando
salgo a la sala de estar. El niño se encuentra sentado en el suelo apoyado
contra el sofá, mirando un grupo de suricatas correr por la pantalla,
mientras que la chica tiene la cabeza inclinada sobre un libro en el que está
escribiendo.

Una punzada se instala en el pecho al verlo. Érase una vez en la cual


quería que esta escena fuera verdad, y aunque esto es real, no es mi realidad.
Es una farsa, es de otra persona. De la mujer quien está cocinando algo en
mi estufa.

Al ver que el fuego se ha reducido, me acerco, agachándome para tirar


un par de troncos pequeños en la chimenea. Una vez de pie, entro en la
cocina. Gwen está recogiendo la sopa de papa en tazones. Cuando oye mi
aproximación, se da vuelta con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué es ese olor? —pregunto.

Ella agarra uno de los cuencos y me lo da.

—Galletas de azúcar.

Asiento y meto mi cuchara en la sopa, llevándome un trozo de papa a


la boca. Ella me mira comer por un momento antes de agarrar los otros
cuencos y ponerlos en la barra.

—Esto es bueno —murmuro después de un bocado.

—Gracias. —Se inquieta por un minuto—. Me siento extraña estando


en tu cocina. Como si estuviera imponiéndome en el espacio de alguien. No
me siento bien mirando a través de tus gabinetes contigo ahí, de pie. —Se
ríe—. Entonces, ¿dónde están los vasos?

Llevo mi tazón conmigo, me acerco al armario junto a la nevera y lo


abro, mostrándole el estante de vasos y tazas. Ella sonríe agradecida y toma
dos vasos de vidrio y dos de plástico. Los pone en el mostrador, luego abre
la nevera y saca una jarra de jugo.

—¿Jugo?
Asiento.

—¿Cuáles son los nombres de tus hijos?

Extiende un vaso, lleva los otros a la barra y los deja junto a los
tazones.

—Daniel y Kelsey.

Ella llama a los niños, y el niño, Daniel, se apresura y se sienta, sin


perder tiempo en buscar su comida. Kelsey viene a un ritmo más tranquilo.
Observo con interés cómo ella deja el libro en la barra, ahora puedo ver que
es uno de crucigramas, se sienta en el taburete y comienza a comer. Sus
ojos no muestran ninguna emoción en absoluto mientras mira el cuenco,
solo desinterés. Esta chica tiene algo dentro de ella, está ahí en sus ojos.
Simplemente no sé qué es. Me recuesto contra el mostrador frente a ellos
mientras Gwen toma su propio cuenco.

Minutos después, el temporizador de la estufa se apaga y ella deja el


cuenco para sacar una bandeja de galletas del horno. El olor es más fuerte
una vez que están sentados en la estufa, y aunque me encuentro comiendo,
mi estómago todavía retumba. No he tenido galletas caseras en años, y estas
se ven y huelen realmente bien.

—Oiga señor —dice Daniel, y vuelvo la cabeza para mirarlo—. ¿Cuál


es el nombre de tu perro?

—Gigi.

—¿Qué clase de perro es ella?

Dejo mi tazón vacío en el fregadero, luego me doy vuelta.

—Es un labrador mestizo.


—¿Qué significa labrador mestizo? —Toma un poco de sopa y se lleva
la cuchara a la boca.

—Significa que parte de su raza es Labrador.

—¿Y la otra parte de qué es?

Este chico está lleno de preguntas. Miro a Gwen, que está


sacando las galletas de la bandeja y colocándolas en un plato. Hay
una pequeña sonrisa curvando sus labios mientras mantiene su
cabeza inclinada. Me vuelvo hacia Daniel.

—No lo sé, apareció aquí hace un par de años.

—Bueno, entonces ¿cómo sabes que ella es en parte Labrador


entonces?

Una risita suena detrás de mí.

—Porque ella tiene las mismas características que un labrador

—Oh. —Luce pensativo por un minuto. Luego dice—: realmente me


gusta. —Antes de volver a meterse en su comida.

Gwen se para a mi lado y coloca un platillo con galletas.

—Ustedes dos terminen y podrán tomar algunas galletas —dice.


Luego, me ofrece una.

Ella mira a Kelsey, que todavía se ve indiferente mientras come. Un


niño normal se animaría al mencionar las galletas, pero no esta chica. No
dio ninguna indicación de haber escuchado a su madre.

—Kelsey —la llama Gwen. La chica mira hacia arriba, rechazando mi


pensamiento de que tal vez es sorda—. ¿Tu cena está bien?
Kelsey asiente, luego baja la cabeza hacia su comida. Frunzo el ceño,
con un poco más de curiosidad sobre lo que le pasa. Normalmente, una
persona pensaría que está siendo malcriada o de mal humor, pero la total
falta de emoción en su rostro dice que es mucho más que eso.

Como dos galletas, que saben a azúcar celestial. Después, entro a la


sala de estar. Agarro el control remoto del sofá, me siento y empiezo a pasar
los canales en búsqueda de algo para mirar, cuando un pequeño cuerpo se
sienta a mi lado. Miro hacia abajo a Daniel, y lo encuentro mirando las
cicatrices en mi brazo.

—¿Por qué tu brazo y tu rostro se ven así?

Cuando él me mira, solo veo curiosidad inocente. Este chico no


correrá por la ciudad alimentando chismes y diciéndoles a todos mis
asuntos. Aunque saben lo que pasó, todavía sienten la necesidad de correr
la voz y especular sobre una mierda que simplemente no entienden. Daniel
solo quiere saber, porque es un niño y siente curiosidad, especialmente por
las cosas que no son normales. Y mis cicatrices definitivamente no lo son.

—Son cicatrices de quemaduras.

Sus ojos se abren, y me pregunto si tal esto podría ser demasiado


horrible para un niño de su edad. Al rato pregunta:

—¿Qué pasó?

Un dolor agudo se incrusta en mi pecho, y aparto la cabeza de él, no


quiero que vea el dolor que estoy seguro se refleja en mis ojos. Me lleva un
minuto controlar mi reacción.

—Estuve en un accidente y el auto se incendió. —Mi respuesta todavía


sale brusca.
Obviamente, hay más en la historia, pero no es algo que necesite
escuchar. El horror de los detalles es demasiado incluso para los adultos.
Sin mencionar, que no estoy seguro de poder decirle de todos modos, no sin
derrumbarme. Incluso la idea de lo que sucedió casi me paraliza.

Él mira las cicatrices de nuevo.

—¿Aún duelen?

—Sí y no —respondo honestamente. Cuando me mira confundido,


empiezo a explicarme—. En realidad, no duelen, pero lo que perdí cuando
obtuve estas cicatrices me duele aquí.

Señalo mi pecho.

Frunce el ceño al ver mi respuesta. Es difícil explicar algo así a alguien


de su edad, pero después de un minuto, veo el reconocimiento en sus ojos.
Este niño es inteligente.

—Mi papá murió —dice, tan silenciosamente que apenas lo escucho.

Mantiene la cabeza inclinada y juega con el borde de su camisa.

—Lo lamento —dije roncamente, porque no sé qué más decirle. Siento


que haya perdido un padre a tan temprana edad.

—¿Puedo…? —Se detiene y me mira otra vez. El dolor aún es evidente


en sus ojos, pero no es tan fuerte. Obviamente, ha tenido tiempo de llorar,
pero ese dolor nunca desaparecerá por completo. Se muerde el labio y
comienza de nuevo—. ¿Puedo tocarlas?

Señala mi brazo.

Ahora esta pregunta me toma por sorpresa. Preguntar sobre mis


cicatrices es una cosa, pero querer ver lo que sienten es diferente. No es que
realmente me moleste, solo que nadie las ha tocado antes. Ni siquiera mi
madre. No porque las rechace, sino porque es algo que no haces.

Miro hacia la cocina y veo a Gwen lavando los platos. Sé que debería
ofrecerme para lavarlos, ya que ella hizo la cena y las galletas, pero, por
extraño que parezca, disfruto sentarme aquí hablando con Daniel, algo que
nunca pensé que me gustaría hacer.

Espera pacientemente a que responda, sus ojos carecen de cualquier


censura o morbo. Tomo una respiración profunda y levanto el brazo frente
a mí. La piel distorsionada, incluso para mis propios ojos, parece
repugnante. Apenas oculto mi estremecimiento cuando Daniel pone una
yema del dedo contra la piel de mi antebrazo y la baja hasta mi muñeca. No
tengo mucha sensación en la superficie, por lo que el estremecimiento fue
más una reacción psicológica. Él las mira con fascinación, y lo miro con el
mismo sentimiento que me recorre, porque no hay disgusto viniendo de él
en absoluto.

Levanto la cabeza cuando Kelsey se acerca al sofá. Sus ojos están en


mi brazo, y lo tiro a mi regazo. Una vez más, sus ojos no muestran nada
mientras toma asiento y abre su libro de crucigramas.

Estoy a punto de levantarme cuando Gigi se acerca al sofá, con una


pequeña bola de pelo colgando de su boca. Se detiene frente a Daniel y
coloca suavemente al cachorro en el suelo.

—¡Un cachorro! —grita, deslizándose desde el sofá sobre sus rodillas


en el piso. Gigi le da un empujón al cachorro con la nariz y Daniel se inclina
hasta que su nariz casi toca el suelo y acaricia al cachorro en la cabeza.

Obviamente, Gigi se siente lo suficientemente cómoda como para traer


a sus bebés con Daniel alrededor. Su sonrisa es extensa mientras juega con
el cachorro. Gigi se levanta y se marcha tranquilamente, solo para regresar
un minuto después con otro perrito.
—¿Cuántos tiene ella? —pregunta Daniel después de que Gigi se va
por quinta vez.

—Siete.

—¡Vaya!

—¿Cuánto tienen? —pregunta una voz femenina.

Miro hacia arriba y veo a Gwen de pie detrás del sofá, viendo a su hijo
jugar con los cachorros con una sonrisa curvando sus labios.

—Cuatro semanas —respondo.

Mis ojos aterrizan en Kelsey. Todavía tiene la cabeza inclinada hacia


su libro, pero la mano que sostiene el lápiz no se mueve, y veo sus ojos
parpadear en el suelo cada pocos segundos. Es claro que está interesada en
los cachorros, y estoy confundido sobre el por qué no solo los visita con su
hermano.

—Puedes ir a jugar con ellos —digo en voz baja.

Ella levanta su cabeza, y una chispa de emoción ilumina su rostro


antes de borrarla rápidamente. Antes de volver a bajar la cabeza, algo brilla
en sus ojos, y la fuerza de la emoción me golpea en el pecho. Es una mirada
que he visto reflejada en mí durante los últimos cuatro años.

Me levanto del sofá y camino hacia la cocina. Siento los ojos de Gwen
sobre mí y escucho sus pasos siguiéndome. Voy al gabinete sosteniendo las
copas, tomo una, y la lleno de agua. Trago el líquido frío, luego, tomo varias
respiraciones profundas, sintiendo que no puedo aspirar suficiente aire.

El vidrio resuena en el fregadero cuando lo dejo caer. Me giro para


mirar a Gwen con el pecho agitado. La veo mirándome con preocupación.
Estoy seguro de que mi reacción es un poco confusa para ella. No tiene idea
de que el dolor que presencié en los ojos de Kelsey me recuerda mucho al
mío.

No tengo derecho a preguntar, no es de mi incumbencia, y es una


invasión a la privacidad. Conozco a esta mujer hace apenas un día, y he
sido poco amigable la mayor parte de ese tiempo. Pero después de lo que vi
en los ojos de esa chica, es algo que necesito saber. Ningún niño debería
sentir ni la mitad de lo que yo siento a diario.

Miro hacia arriba y encuentro la mirada preocupada de Gwen. Ella


sabe lo que voy a preguntar. Sabe que vi el dolor absoluto en los ojos de su
hija.

—¿Que le ocurrió a ella?

Me aclaro la garganta cuando mi pregunta sale ronca.

Mira por encima de su hombro hacia la sala de estar por un minuto


antes de volver a mirarme. El dolor se refleja en su rostro. Después, entra
más a la cocina y se detiene cuando está a mi lado. Da la espalda contra el
mostrador y se envuelve con los brazos alrededor del estómago como si
tratara de mantenerse en control.

—Encontró a su padre, mi esposo, Will, muerto en su habitación hace


poco más de dos años. Tenía seis años. —Murmuro una maldición y mi
corazón se hunde en mis malditos dedos. Se acerca más para hablarme—.
No lo sabíamos, pero tenía una arteria bloqueada. Ella estaba llorando por
su oso y mientras él estaba en su habitación agarrándolo, tuvo un ataque
al corazón. No ha vuelto a hablar desde entonces, excepto en el funeral, y
hace un año cuando me preguntó si iba a morir cuando tuve la gripe. —Se
detiene y traga con fuerza—. Y para susurrar en la oscuridad de la noche,
rezando a Dios para que le devuelva a su papá. —Su voz se quiebra al final.
No sé qué decir. He estado tan inmerso en mi dolor que no sé cómo
lidiar con el de otra persona. Odio la idea de que estos tres pasen por algo
así. Me hace doler el pecho.

No sé qué pensaba hacer o decir cuando me volví para mirarla, pero


no tuve la oportunidad antes de que me sonriera tristemente y me dijera:

—Tiene mutismo selectivo causado por un evento traumático. Los


doctores dicen que algún día podría hablar de repente, pero hay una
posibilidad de que ella nunca quiera volver a hacerlo.

Sus palabras hieren algo profundo dentro de mí. Mis instintos me


dicen que extienda la mano y la consuele, pero me contengo, no estoy
realmente seguro de si debería. Su cabeza está abajo, y toma respiraciones
profundas mientras intenta conseguir un asimiento de sus emociones.
Cuando levanta la cabeza, sus ojos están vidriosos, pero puedo decir que
está reteniendo las lágrimas con fuerza.

—Lo siento —dice suavemente—. Yo no debería…

—No lo hagas —digo un poco más brusco de lo que pretendía. Sus


ojos se ensanchan—. No te disculpes por tu dolor. Nunca te disculpes de
algo así.

Me contempla durante un minuto antes de asentir.

—Gracias.

Me aparto de ella, no queriendo su gratitud por algo tan significativo.


Miro por la ventana y me sorprende ver que el sol ya se está poniendo. Miro
cuando Gwen se aleja de mí.

—Espera —llamo, y ella se vuelve—. Siento tu pérdida. Y Kelsey... —


Me detengo y ella espera—. Ella estará bien.
No sé por qué me siento obligado a decirle eso, pero lo hago. Está claro
que Gwen todavía sufre la pérdida de su marido, pero el dolor de perder a
un niño es mucho más.

—Lo sé —dice en voz baja antes de volverse y marcharse.

Me quedo en el fregadero de la cocina durante varios minutos más,


mirando a la oscuridad, empujando hacia atrás mis propios recuerdos
dolorosos. Suelto un suspiro, me aparto del fregadero y regreso a la sala de
estar. Daniel, que todavía está en el piso, tiene la cabeza baja al lado de uno
de los cachorros, sus ojos apenas permanecen abiertos. Kelsey todavía tiene
su cabeza pegada en el libro de crucigramas. Debe de haberlo llevado con
ella de su camioneta. Parece bien gastado, con las páginas curvadas, lo que
indica que ella lo usa mucho.

Miro a Gwen sentada a su lado.

—Ustedes tres pueden tener mi cama.

Mi sugerencia la sorprende y se levanta del sofá.

—Alexander, no podemos tomar tu cama.

Oírla decir mi nombre me hace algo. Es la tercera vez que lo dice.


Todavía suena extraño viniendo de alguien que no sea mi familia, pero es
agradable.

—Sí, puedes. Hay tres de ustedes. No pueden caber todos en el sofá.

—Los niños pueden tener el sofá. Si tienes mantas extra, puedo


dormir en el suelo.

Le brindo una mirada que dice que es estúpida si piensa que voy a
dejarla dormir en el duro piso. Puedo estar fuera de práctica tratando con
la gente, pero no estoy tan lejos para permitir algo así.
—Eso no está sucediendo, Gwen.

No es hasta que ella me mira extrañamente que me doy cuenta de que


es la primera vez que he dicho su nombre en voz alta. Me pregunto si ella
tiene el mismo sentimiento extraño que tengo cuando dice mi nombre.

Ella mira hacia el sofá y luego hacia mí.

—Pero no cabes en el sofá. Tus pies colgarán del borde.

—Estaré bien. He dormido en peores lugares, y es solo por unos días.

Se muerde el labio mientras piensa en ello. La dejo creer que tiene


una opción cuando realmente no es así. Por suerte, ella cede y asiente.

—De acuerdo. Gracias.

Inclinó brevemente mi cabeza, luego camino alrededor del sofá y me


agacho a un ahora Daniel durmiente.

—Puedo…

Mi mirada severa la tiene cerrando su boca. Recojo al pequeño niño


en mis brazos y lo llevo a mi habitación. Gwen me sigue y tira de la manta,
y yo lo dejo sobre la cama. Se enrosca de lado. Agarro un poco de ropa para
mañana mientras tira de las mantas sobre él. Deteniéndome en el pasillo,
saco una almohada y un par de mantas del pequeño clóset y vuelvo a la sala
de estar. Gwen ya está rodeando a Kelsey.

—Gracias. —Sonríe—. No tienes ni idea de lo agradecida que estoy por


todo lo que has hecho por nosotros hoy. No sé qué habríamos hecho sin ti.

—Ni lo menciones —digo, y tiro la almohada y mantas en el sofá.

Me doy la vuelta y ella está allí de pie. Arrastra sus pies por un minuto
antes de decir:
—Tengo una bolsa de emergencia de cosas en la parte trasera de mi
camioneta. Debería haberla agarrado antes de que nos fuéramos, pero no lo
pensé. ¿Podríamos agarrarla mañana si todavía no podemos irnos?

—Sí.

—Gracias —dice sonriendo—. Buenas noches.

Esa misma sensación de antes me invade.

—Buenas noches, Gwen. —Miro a la niña—. Buenas noches, Kelsey


—digo suavemente a la espalda de la niña yéndose. Ella no se da vuelta,
pero deja de caminar y su columna vertebral se pone rígida.

Ambos observamos mientras Kelsey permanece allí por un momento,


luego se mueve hacia adelante otra vez. Gwen me lanza una sonrisa triste
antes de seguir a su hija. Miro hasta que se apaga la luz en el dormitorio.

Rodeo a los cachorros y los cargo de nuevo al cuarto de servicio, Gigi


me sigue detrás. Después, suelto un suspiro cansado y me instalo en el sofá
con mis pies colgando del final. No sé por qué, pero siento una conexión con
Kelsey. Sé lo profundo que corre su dolor. Sé exactamente lo que está
pasando. Conozco la sensación de querer bloquear a la gente, apartar a la
gente. El dolor que te agarra tan fuerte que se siente como si te estuvieras
asfixiando. Que no importa lo que hagas, las cosas nunca volverán a estar
bien. Y harías casi cualquier cosa para traer de vuelta a la persona que
perdiste.

Cierro los ojos y una imagen de cabello rubio destella en mi mente. La


risa suena en mis oídos, tan fuerte que casi abro mis ojos para buscar la
fuente porque suena tan real. Empujo la imagen y el sonido lejos, no
queriendo que me hunda.
5
Gwendolyn
Abro los ojos y veo un par de magníficos ojos verdes que me devuelven
la mirada. Contengo la respiración y disfruto de la atención que Kelsey me
está dando, simplemente mirándome. Para cualquier otra persona, puede
ser algo pequeño, pero viniendo de ella, es todo. No mira a la gente a menos
que tenga que hacerlo. Creo que es porque le preocupa que su dolor brille
lo suficiente como para que los demás lo vean. Extraño mirar a los ojos de
mi hija. Son el verde más bonito que he visto en mi vida.

Siento un titilar en mi mano y por el rabillo del ojo, veo la suya en la


mía. Mi mano está hacia arriba, así que colocó su mano sobre la mía. Esto
aligera el dolor en mi corazón. Retrocedo las lágrimas amenazantes y me
quedo allí por varios minutos, mirándola. Ella no aparta sus ojos de los míos
y no da otra señal de cómo se siente.

—Hola, hermosa —susurro, y sonrío suavemente.

Sus ojos parpadean de ida y vuelta entre los míos, pero se queda
inmóvil.

Suavemente, para no asustarla, estiro mi mano hacia su suave


mejilla. Mi amor por ella y mis instintos maternales me hacen querer acercar
la a mis brazos para simplemente abrazarla. Todas las noches, mientras ora
para que Dios le devuelva a su padre, le pido que traiga a mi hija de regreso.

Su mano se mueve en la mía y la rodeo con los dedos, luego coloco su


cabello detrás de la oreja.
—Te amo, Kelsey. Extraño tanto escuchar tu dulce voz —digo con
ternura—. ¿Me dejas que la escuche?

Contengo la respiración, rezando con cada fibra de mí ser para que


abra la boca y diga algo. Cuando ella yace allí, con los ojos fijos en los míos
pero sin dar ninguna indicación de que vaya a hablar, mi corazón se hunde.

La cama se mueve un poco, y antes de que esté lista para dejarla ir,
Kelsey está rodando hacia su espalda, abandonando mi mano. Luego,
Daniel toma su lugar, sentándose y rebotando en el medio de la cama. No
estoy segura de cómo sucedió; cuando nos fuimos a dormir la noche
anterior, él estaba en el medio de la cama conmigo y Kelsey en el exterior.
Espero que sea ella quien se haya movido al medio porque quería estar junto
a su mamá.

—Hola, chico.

Sonrío y le revuelvo el pelo. Él se ríe. Llevo mi brazo por su cintura y


lo arrastro hacia mí. Bajando la cabeza, gruño en su estómago, causando
que estalle en carcajadas. Al escuchar el sonido, se afloja el nudo en mi
estómago.

Cuando tiro la cabeza hacia atrás, se inclina y me da un beso en la


mejilla.

—Buenos días, mamá.

Sin esperar que le corresponda, se arrastra fuera de la cama.

—Espérame —exclamo cuando va hacia la puerta. Como todos


dormimos con la ropa puesta, me levanto de la cama y me dirijo
directamente a la entrada. Daniel está saltando sobre sus pies con las
piernas cruzadas mostrando verdaderas ganas de ir al baño. Kelsey ya está
parada al lado de la puerta cuando llego allí.
Mientras Daniel está en el baño, Kelsey y yo entramos a la sala de
estar. Mis ojos van inmediatamente al sofá para ver que está vacío, las
mantas dobladas prolijamente en un extremo con la almohada en la parte
superior. Miro a mi alrededor y sigo sin ver a Alexander. Noto que sus botas,
que estaban en la puerta anoche, se han ido, lo que significa que debe estar
afuera.

Me muerdo la uña del pulgar, pensando si debo preparar algo para el


desayuno o esperar a ver si regresa. Después de un minuto, escucho el
estómago de Kelsey retumbar y tomo una decisión. La llevo a la cocina,
donde se sienta en el bar. Veo mi bolso en el mostrador y tomo mi teléfono
de al lado. Todavía no hay señal. Respiro y vuelvo a dejar esa cosa inútil.

Me dirijo a la nevera, rebusco en ella y saco un cartón de huevos. A


continuación, voy en busca de los ingredientes para los panqueques, sonrío
cuando los encuentro. Realmente se siente extraño abrir los armarios y el
refrigerador de otra persona. Espero que a Alexander no le importe.

Me vuelvo hacia Kelsey.

—¿Panqueques y huevos suenan bien?

Ella asiente, apenas perceptible, y me organizo para preparar el


batido. Daniel sale corriendo del pasillo, mira brevemente hacia la sala de
estar, luego patina hasta detenerse en el extremo del bar.

—¿Has visto a Gigi? —pregunta con emoción en sus ojos.

Dejo la harina en el tazón y abro un huevo para hacer lo mismo.

—No, pero estoy segura de que probablemente salió con el señor


Alexander y regresará en unos minutos.
Se ve decepcionado mientras camina hacia el taburete y toma asiento.
Termino de poner el resto de los ingredientes en el cuenco antes de
empujarlo, junto con una cuchara, hacia Kelsey.

—¿Mezclas esto para mí, por favor?

Como forma de reconocer mi pedido, agarra la cuchara y lentamente


comienza a empujarla alrededor del brebaje, sus ojos se centran en su tarea.
Después de abrir varios huevos, ponerlos en un tazón y agregar un poco de
leche, los empujo hacia Daniel.

—Tienes que batir los huevos —digo. Cuando agarra el batidor que
está en el cuenco y comienza a moverse demasiado rápido, y agrego—:
suavemente, o se deslizarán por los lados.

Con ambos niños ocupados durante al menos unos minutos,


aprovecho la oportunidad para usar el baño.

—Vuelvo enseguida —les hago saber antes de regresar al pasillo.

Hago mi trabajo, descargo el inodoro y me lavo las manos. Paso la


lengua por mis dientes, al sentir la aspereza deseo profundamente un cepillo
de dientes. Abro el botiquín con la esperanza de encontrar al menos un poco
de pasta de dientes o enjuague bucal, pero está vacío. Solo tiene una botella
de aspirinas y un peine. Arrugo mi nariz. Algo que detesto es tener la boca
sucia.

Recordando haber visto un baño en la habitación de Alexander, me


pregunto si soy lo suficientemente valiente como para invadirla en búsqueda
de enjuague bucal. Desesperada por una boca fresca, decido ir por ello.

Me siento como una ladrona preparándose para irrumpir en una casa


cuando asomo la cabeza fuera del baño. Mientras veo a los niños en el
mostrador mezclando los contenidos en sus cuencos y aún no hay señales
de Alexander, camino de puntillas por el pasillo hacia el dormitorio
principal. Dejo la puerta abierta y corro hacia el baño.

Este es mucho más grande que el que está en el pasillo. Si bien no es


enorme, es mucho más amplio de lo que pensaría teniendo en cuenta el
tamaño de la habitación. Es hermoso con su aspecto rústico. Tiene paredes
de color crema, lavabo de pedestal, bañera con patas y ducha separada.
Encaja con el resto de la cabaña.

Miro por encima del hombro para asegurarme de que no me atrapen,


me acerco rápidamente al fregadero y abro el pequeño botiquín. Casi grito
de alegría cuando veo una botella de enjuague bucal de menta. Mientras la
agarro, veo una lata de crema de afeitar, una navaja de afeitar, varias
botellas de medicamentos recetados, una botella de colonia, un cepillo de
dientes y pasta de dientes, y varios otros artículos que normalmente ves en
un botiquín. Mis ojos permanecen en las botellas de medicina, y mi
curiosidad se despierta. Algunos dicen que puedes averiguar mucho sobre
una persona por sus recetas. Personalmente creo que es una mierda. Pero
las botellas me dejan preguntándome qué llevan y por qué. ¿Alguna será de
analgésicos? Por las cicatrices en su rostro y brazos, la extensión de sus
heridas tuvo que haber sido extrema. Me imagino que todavía puede tener
dolor en alguna ocasión.

Mi mirada se detiene en la loción para después del afeitado, y siento


una necesidad irrazonable de olerla. ¿Sería el olor fuerte y abrumador como
el de algunos hombres, o sutil, apenas emitiendo un ligero olor masculino?
Personalmente me gusta este último. Si hay algo que me quita el interés por
un hombre, es no poder respirar debido al aroma abrumador de su colonia.

Me castigo a mí misma por siquiera pensar en tal cosa en este


momento. No importa qué colonia use el hombre. No es como si estuviera lo
suficientemente cerca como para ahogarme en su olor de todos modos.
Agarro la botella grande de enjuague bucal, luego vierto un poco del
líquido de menta verde en la tapa y me lo llevo a los labios. Quema mientras
lo agito en mi boca, pero en el buen sentido. Me miro en el espejo durante
unos buenos treinta segundos mientras mis mejillas se inflaman. Inclino mi
cabeza hacia atrás, haciendo gárgaras.

Cuando vuelvo a bajar la cabeza, no solo soy yo quien me mira en el


espejo, sino también la mirada oscura de Alexander. Está apoyado contra la
jamba de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho musculoso con
una mirada firme en su rostro. Verlo allí de pie me sorprende, y
accidentalmente trago algo del enjuague bucal. Comienzo a ahogarme y
trato de escupir el enjuague bucal en el lavabo, pero termino rociando el
espejo en el proceso. Me inclino sobre el lavabo y escupo un pulmón o dos.

En el momento que termino, mis brazos cruzan el lavabo con mi frente


apoyada en ellos. Es entonces cuando la vergüenza me alcanza. Permanezco
encorvada sobre el fregadero durante varios minutos, no solo recuperando
el aliento, sino también evitando mirar a Alexander. Mi rostro está caliente,
así que sé que está rojo, tanto por la tos como por la vergüenza.

Soy una idiota. Sabía que no debería haber venido aquí sin
preguntarle. Debería haber esperado. Probablemente no le habría
importado. Dijo que nos sintiéramos como en casa anoche. Estoy segura de
que no se refería a ir a su baño y revolver sus cosas.

Sabiendo que no puedo posponerlo más, limpio mi boca con el dorso


de la mano y levanto la cabeza, mis ojos se encuentran con los de él en el
espejo. Todavía está parado en la misma posición que cuando lo noté por
primera vez. Se ve relajado, pero eso podría ser engañoso. Hoy lleva jeans
oscuros, ligeramente gastados en las rodillas, y una camiseta verde oscuro
con una parte térmica debajo.

Me enderezo y me giro para mirarlo.


—Lo siento —digo. Pruebo el enjuague bucal cuando me lamo los
labios, y me apresuro—. Odio no poder cepillarme los dientes y no tienes
ningún enjuague bucal en tu baño de repuesto, así que decidí buscar aquí.
Lo siento —repito.

Quiero alejar mis ojos de los suyos, penetrantes y oscuros, pero me


obligo a mantener la mirada fija. Aunque arrastro mis pies. No hay forma de
parar eso. Empiezo a inquietarme cuando él no dice nada. Estoy a punto de
soltar otra disculpa, cuando se endereza.

—No te preocupes por eso —dice, retrocediendo del baño. Él levanta


una mochila negra—. Conseguí esto de tu camioneta.

Me siento aliviada y sonrío, mi vergüenza empieza a ser olvidada.

—Gracias.

Recibo la mochila y la sostengo contra mi pecho, sin preocuparme de


que él sacara mis llaves de mi bolso. Después de un minuto, gira sobre sus
talones y sale de la habitación, dejándome con mi bolso. Considero si
seguirlo y usar el baño de repuesto para cambiarme y cepillarme los dientes
y el pelo, o simplemente quedarme aquí y usar este. Parecía estar bien de
que yo estuviera aquí, pero no quiero presionarlo. Después de limpiar el
espejo con un trapo que encontré debajo del fregadero, decido usar el de
repuesto.

Una vez que he terminado, vuelvo a la sala de estar y encuentro que


Daniel ha abandonado su tazón y está acostado sobre su espalda con un
perrito en su pecho y Gigi tumbada junto a él. Alexander agita el fuego.
Kelsey aún está en el bar, ya no está mezclando, sino que hace su
crucigrama. No me di cuenta de que lo había traído hasta que la vi
trabajando en ello ayer por la tarde. No me sorprende, sin embargo. Ella
siempre tiene uno con ella.
Me detengo en el extremo del sofá y Alexander me mira. —Estoy
haciendo huevos y panecillos. ¿Quieres un poco?

Él me da una inclinación de cabeza y se gira a meter el fuego con el


atizador.

—Daniel —llamo—. Tenemos una bolsa en el baño. Hay un cambio de


ropa, cepillo de dientes y pasta de dientes. Ve a cambiarte y a lavarte los
dientes, por favor.

—Está bien, mamá —responde, apenas me da un vistazo, demasiado


distraído por los cachorros.

—Daniel —digo su nombre otra vez cuando él no hace ningún


movimiento para levantarse. Levanto la ceja cuando finalmente me mira.

—Está bien, está bien —se queja antes de levantarse y arrastrar los
pies mientras camina al baño.

Cuando paso por Kelsey, le digo:

—Cuando tu hermano termine, será tu turno, cielo. Todo lo que


consigo a cambio es una breve inclinación de cabeza.

Quince minutos más tarde, coloco un plato delante de una Kelsey


recién cambiada y llamo a Daniel a la barra. Mirando por encima de sus
hombros, una vez que está sentado, veo a Alexander en el sofá y decido
hacerle un plato. Después de acumular varios panecillos y algunos huevos
en un plato y una porción más pequeña en otra, los agarro y meto el jarabe
debajo de mi brazo.

Sostengo el plato hacia él y lo toma con un murmuro:

—Gracias.

—¿Te gustaría algo de beber? —pregunto.


—Estoy bien.

Regreso por mi taza de café, luego me siento en el otro extremo del


sofá. Viendo el canal del tiempo en la televisión me recuerda que ni siquiera
he mirado hacia afuera para ver si sigue nevando.

—¿Cómo se ve afuera?

—Muy blanco —declara.

Me río, y luego miro cuando siento sus ojos en mí. Él tiene una
expresión extraña en el rostro. Sus cejas están bajas, y casi parece que está
con dolor. La mirada me confunde, pero decido ignorarla.

—¿Está todavía cayendo?

—Sí —responde, entonces se mete un bocado de panecillo en la boca.

—¿Crees que hay alguna posibilidad de que quiten la nieve de las


carreteras hoy?

Después de tragar el bocado, dice:

—No. No tendría ningún sentido. Solo conseguirá cubrirse de nuevo


en treinta minutos.

Comemos en silencio durante varios minutos. Los únicos sonidos


provienen de nuestros utensilios raspando nuestros platos y la voz baja del
meteorólogo en el televisor.

—Todavía no tengo señal en mi teléfono —digo, cuando el silencio se


vuelve incómodo.

—Las líneas están probablemente caídas. Pasa mucho por aquí


cuando el clima está malo.

Empujo unos huevos alrededor de mi jarabe antes de mirarlo.


—Realmente lo siento por estar atascado con nosotros. Estoy segura
de que te importa tener extraños que invaden tu casa.

Me brinda una mirada que me dice que está cansado de escucharme


dar las gracias, por lo que cierro la boca. Es decir, hasta que tranquilizo mis
nervios de nuevo.

—Dijiste que has vivido aquí toda tu vida. ¿Eso significa que creciste
en esta casa?

Él pone su plato en la mesa de café en frente de él.

—No. Mis padres tenían una casa en la ciudad. Este fue el lugar de
mis abuelos.

—Oh. —Puse mi plato al lado de él y giro en mi asiento, levanto un


poco un pie y lo meto debajo del otro—. ¿Tus padres todavía viven en la
ciudad?

—Se mudaron a Tennessee hace unos años.

Él no parece demasiado preocupado por mis preguntas, así que


continúo.

—¿Tiene hermanos?

—Solo una hermana.

Paso los dedos a lo largo de la suavidad del sofá. No me gusta tener


las manos ociosas. Constantemente tengo que hacer algo con ellas. Mis
pobres cutículas tienen muy mal aspecto y probablemente le daré a un
manicurista un ataque al corazón.

—¿Qué tipo de trabajo haces?

Sus cejas caen mientras mueve su mirada de mi hacia el televisor.


—¿Por qué todas las preguntas? —consulta.

La vergüenza hace que mis mejillas se vuelvan rosadas, y me giro a


su vez, así que estoy mirando hacia adelante de nuevo.

—Lo siento —digo suavemente—. Solo pensé que, ya que podríamos


estar estancados por unos días, bien podemos llegar a conocernos un poco,
así no seremos completos extraños.

Me levanto del sofá y recojo mi plato. Creo que mi línea de


interrogatorio ha terminado. Entiendo su reticencia. Él no me conoce, ¿por
qué me hablará de su vida, incluso si estamos alojados aquí en su casa?
Mientras él no actúe como un psicópata y sea agradable con mis hijos, no
hay necesidad de que conozca más de lo que ya sé. Una vez que la nieve se
derrita lo suficiente para que se retire el árbol, se despejen las carreteras, y
saque mi auto de la zanja, nos iremos. Probablemente pasen meses antes
de verlo de nuevo, si lo hago en absoluto.

Cuando alcanzo su plato, él me detiene colocando su mano en mi


brazo. Sus dedos están calientes al tacto, y siento una extraña carga donde
me está tocando. La mano que utiliza es la que tiene las cicatrices y mis ojos
persisten en ellas por un momento antes de mirar su rostro. Él está mirando
la mano que me toca.

Después de varios segundos, afloja los dedos y aparta la mano hacia


atrás. Levanta lentamente la cabeza y la mirada en sus ojos transmite
confusión. Solo que no sé sobre lo que está confundido.

—Entiendo —dice con la voz ronca.

Asiento, luego llevo mi plato a la cocina. Estoy en el fregadero


enjuagando mi plato cuando camina a mi lado. En el exterior aparezco en
calma, pero en el interior, estoy reprendiéndome por presionarlo con
preguntas. Ya conocía solo por los rumores y la forma en que actúa, de que
él es una persona reservada. Debería haber sabido que no le gustaría ser
interrogado sobre su vida. A pesar de haberle dicho que deberíamos llegar a
conocernos unos a otros ya que viviremos prácticamente juntos durante el
próximo par de días, mi verdadera excusa es que tengo curiosidad por él.

Está en silencio durante un minuto mientras se encuentra allí. No


giro para mirar, pero siento su mirada en mí.

Él pone su plato en el fregadero, y luego dice:

—Tú cocinas, yo lavo.

Sorprendida por su declaración, lo miro.

—Bien. Me da lo mismo. Es lo menos que puedo hacer, ya que nos


has acogido.

—Tú cocinas, yo lavo —repite.

En lugar de ceder a él, respondo:

—¿Qué tal si lo hacemos juntos? Yo lavo y tú secas y guardas.

No espero a que él responda antes de poner el tapón en el fregadero y


llenarlo con agua tibia y jabón. A medida que se llena el fregadero, voy al
bar para tomar los platos de los niños y verlos a los dos en la sala de estar.

Entrego un plato lavado a Alexander cuando dice en voz baja:

—Entreno caballos.

Me sorprendo por su respuesta a mi pregunta anterior, pero sin


querer mostrarlo, solo hago una pausa por un segundo antes de que
continúe el lavado de una sartén. Se la entrego a él.

—Lo más cerca que he estado de los caballos son los que tienen en las
ferias. —Me río a la ligera—. Solía pedir a mi madre cuando era pequeña,
conseguirme un pony. Vivíamos en un barrio donde las casas eran
prácticamente una encima de la otra. Definitivamente no era un lugar para
traer a un pony. —Empujo la esponja en una taza y la arremolino a su
alrededor—. Will, mi marido, se crio en una granja en Nebraska. Siempre
hemos dicho que un día compraríamos un gran pedazo de tierra en alguna
parte. Él quería obtener caballos y que los niños aprendan a montarlos.

Dejo de lavar y simplemente miro a la espuma que sale de un lado de


la taza. Habíamos empezado una cuenta de ahorros específicamente para
mudarnos un día. Como técnico de placas de metal que trabajaba en aviones
privados, los ingresos de Will eran buenos. Nuestra cuenta de ahorros fue
sustancial, y solo había tenido unos cuantos años por delante antes de que
pudiéramos hacer nuestro sueño realidad.

Hasta….

Empujo el pensamiento lejos, no queriendo que la tristeza venga con


ello. Termino con la copa y la entrego.

—¿Te gusta trabajar con ellos? —pregunto.

—Si. Mi abuelo crio caballos, y supe de niño que quería trabajar con
ellos.

—Eso es genial —observo y le paso un plato—. Yo no sabía lo que


quería hacer hasta que estaba en la universidad. Fue un cara o cruz entre
un consejero o una maestra.

—¿Qué elegiste?

—Maestra.

—¿Por qué elegiste eso?

Sonrío.
—Me gusta saber que voy a ser parte de la formación del futuro de los
niños, que jugaba un papel importante en lo que se convertirán.

Él asiente y se vuelve silencioso. Terminamos el resto de los platos en


silencio, excepto que esta vez no se siente incómodo. Es tranquilo. Después,
limpio la estufa y los mostradores mientras que Alexander alimenta a una
Gigi excitada.

Reviso los niños. Todavía Daniel está en el suelo con los cachorros,
probablemente estará allí todo el día, si lo dejo, y Kelsey está en el sofá.
Cuando me ve, se levanta y se acerca, sosteniendo el libro de crucigramas.
Las páginas están curvadas y arrugadas. Incluso sabiendo lo que está
tratando de decir, doy la vuelta a través de las páginas. Todas ellas
terminadas.

—¿Ya terminaste? —pregunto, y por supuesto, obtengo nada a


cambio—. Lo siento, Kelsey, no tengo otro con nosotros. Vamos a conseguir
uno cuando volvamos a la ciudad. —Su ceño fruncido es apenas
perceptible—. Ven, vamos a la sala de estar y ver lo que hay en la televisión.

Agarro su mano y la llevo de nuevo al sofá. Alexander camina y


desaparece por el pasillo. Diez minutos más tarde, vuelve a salir con un bloc
de dibujo y se lo entrega a Kelsey.

—Tal vez podrías dibujar algo —dice en tono seguro.

Ella solo lo mira por un momento, luego mira hacia él y vacilante


estira su mano. Miro el intercambio, mi corazón salta en mi pecho ante la
ligera inclinación de sus labios.
6
Alexander
—¿A dónde vas a ir?

La pregunta viene detrás de mí. Me giro mientras estoy cerrando la


cremallera de la chaqueta y enfrento a Daniel. Él sostiene un cachorro negro
en su pecho mientras me mira.

—Tengo que ir a ver a los caballos —contesto.

Sus ojos se hacen grandes y su boca se abre. La sorpresa no dura


mucho tiempo antes de que él está casi saltando sobre sus pies. Me he dado
cuenta, desde que han estado aquí, que el niño es hiperactivo. Todo lo
contrario de su hermana.

—¡No sabía que tenía caballos! —dice con entusiasmo—. ¡Quiero


verlos! ¿Puedo ir contigo?

Echo un vistazo a la puerta de la cocina que conduce a un pequeño


lavadero donde Gwen está lavando su ropa y la de los niños, y luego miro
hacia abajo a Daniel. Con la forma ansiosa que me está viendo, no hay
manera de que pueda negarme a este niño, incluso si quisiera. Y para mi
sorpresa, me parece que quiero. Su exuberante comportamiento y
honestidad es refrescante.

Pocas veces he estado alrededor de niños, a excepción de la hija de mi


hermana Christa, quien solo tiene dos años. Solo he visto a la niña dos
veces, y en ambas ocasiones he mantenido mi distancia, el doloroso
recordatorio de lo que tenía casi evita la unión con ella. Soy un tío de mierda
y me he disculpado con Christa por ser así. Dice que entiende, y estoy seguro
de lo que hace, pero he visto la mirada en sus ojos cuando ella me visitó ese
par de veces. He visto la tristeza al acecho cuando puse, a propósito, un
espacio entre su hija y yo.

Alcanzo mis guantes y levanto la barbilla hacia la cocina.

—Ve a preguntarle a tu madre.

—¡Yai! —grita, luego gira en sus pies y corre a la cocina.

Justo cuando está alcanzando el pomo de la puerta, la puerta se abre


y sale Gwen. Él patina en una parada delante de ella.

—Alto ahí, niño —dice ella, extendiendo sus manos—. ¿Cuál es la


prisa?

Me pongo el sombrero y reprimo una risita cuando las palabras de


Daniel salen demasiado rápido y suenan como una palabra larga.

—El señor Alexander tiene caballos y me dijo que podía ir a ver los
con él. —Se detiene el tiempo suficiente para tomar una respiración—.
¿Puedo, mamá? ¿Puedo?

Ella me mira, y elevó mi barbilla, haciéndole saber que está bien. En


lugar de responder a Daniel, ella se acerca a mí con él tras ella, con la cabeza
inclinada hacia atrás, mirándola con una mirada suplicante.

—¿Seguro que está bien? Daniel puede ser bastante travieso... a


veces.

Daniel cambia su enfoque a mí, moviendo los labios en silencio


mientras dice por favor una y otra vez.

—Sí. Estaremos bien —digo.


—¡Sí! —grita Daniel. Mete el cachorro en brazos de su madre y corre
a tomar su chaqueta.

—¡El sombrero y los guantes también, Daniel! —dice Gwen, riéndose


de la conducta animada de su hijo.

Una vez que los tiene puestos, junto con sus botas, Gwen lo detiene
cuando trata de pasar por ella. Se pone en cuclillas frente a él y pone al
cachorro en el suelo entre sus piernas. Empieza a andar como pato de
inmediato.

—Escucha al señor Alexander, ¿entendido? Y mantén tu sombrero y


guantes todo el tiempo.

Él asiente rápidamente con una gran sonrisa, y ella cierra la


cremallera de su abrigo hasta justo debajo de la barbilla.

Antes de que el cachorro pueda llegar demasiado lejos, ella lo atrapa


y se queda parada frente a mí, una vez más, dice:

—Por favor, no lo pierdas de vista.

Como haría cualquier madre, está preocupada por que su hijo esté
cerca de un animal grande. No la puedo culpar por eso. Realmente la
admiro. Ella se preocupa mucho por sus hijos. Cualquiera puede verlo por
la forma en que interactúa con ellos y su expresión cuando los mira.

Le ofrezco un solo movimiento de cabeza, antes de darme la vuelta y


abrir la puerta. Una ráfaga fría de aire cubierta de nieve golpea mi rostro
cuando Daniel y yo bajamos por las escaleras, pero no parece importarle.
Su rostro todavía se está dividiendo en dos con su sonrisa feliz.

Cayó una gran cantidad de nieve desde ayer y no parece disminuir.


Esta mañana, paleé un camino desde la casa al establo y uno al camioneta,
pero ya está a varios centímetros de profundidad de nuevo. Daniel decide
no utilizar la ruta, y en su lugar avanza con dificultad a través de las partes
profundas de la nieve. Está hasta las rodillas y él parece estar luchando un
poco, pero sigue estando determinado a seguir adelante. Detengo mis pasos
para mantener el ritmo con él.

—¿Cuántos caballos tienes? —pregunta él, levantando su pierna alta


y pisando de nuevo hacia abajo.

—Tengo dos que son míos, pero hay siete en el granero.

—¡Vaya! —exclama—. ¡Eso es mucho!

—Toma pasos lentos por si hay algo bajo la nieve que no se puede ver
—digo cuando se tropieza y casi se cae.

—¿Por qué tienes caballos que no son tuyos?

—Porque yo los entreno.

Se detiene por un momento, su boca abre se con asombro.

—¿De Verdad? ¡Eso es genial!

Esbozo una sonrisa ante su entusiasmo.

No hace calor como en la casa, pero una vez que entras en el interior
del granero, hay un cambio significativo en la temperatura. Unos relinchos
ligeros provienen de los caballos al cerrar la puerta detrás de nosotros.
Daniel solo se queda allí durante varios segundos, disfrutando de las pocas
cabezas de caballo que están empujando fuera de los puestos.

—¿Puedo acariciar uno?

Me río entre dientes ante el asombro puro en su tono. Me acerco a la


cesta de manzanas, agarro un par y las llevo de nuevo hacia Daniel.

—¿Qué hay de darles de comer una golosina?


Le tiendo una a él.

—¿Puedo realmente?

Él la agarra, mira hacia abajo un momento y luego vuelve sus ojos


excitados hacia mí.

—¿Alguna vez alimentaste a un caballo con una manzana antes?

—No, señor.

—Vamos. Te voy a mostrar cómo hacerlo.

Lo llevo al establo de June. Ella es negra con manchas grises. La he


tenido durante ocho semanas y está a punto de irse a casa con su familia.

Ella relincha suavemente y mueve su cabeza un par de veces a medida


que caminamos hasta su puesto. Daniel se detiene y mira hacia ella, con la
boca abierta en temor.

—Está es June —digo.

June trae su cabeza más cerca de Daniel, y por un momento creo que
va a dar un paso atrás, pero no lo hace. Chico valiente. Los caballos son
grandes, incluso para los adultos; pero para un niño son enormes.

Acaricio a June a lo largo de su cuello y ella levanta la cabeza para


mí, empujando mi hombro.

—Hola, chica.

Me vuelvo hacia Daniel.

—Mantén a la manzana en la palma de tu mano. No la agarres. Solo


déjala reposar en la mano.

Él hace lo que le digo y sostiene la manzana. Incluso para un niño que


apenas conozco, su expresión no tiene precio, mientras observa al caballo
tomar suavemente la manzana de la mano. Una gran sonrisa aparece en su
rostro cuando el caballo comienza a crujir la fruta.

—Buena chica —murmuro al caballo, y paso la mano arriba y abajo


de su hocico y la frente.

—¡Eso fue genial! —Se vuelve hacia mí—. ¿Podemos alimentar a otro?

Sonrío hacia él.

—Claro.

Luego, lo llevo a Pepe, un sólido marrón Azteca Americano. Los


dueños planean usarlo como un caballo de competición. Solo lo he tenido
un par de semanas, pero él está tomando la formación muy bien. Una vez
más, Daniel sostiene la manzana en la palma de la mano y el caballo
intercepta con sus grandes dientes. Es increíble ver la emoción que supera
el rostro del niño. Siempre disfruto de mi tiempo con estos caballos, pero
verlo desde el punto de vista de un niño es algo digno de contemplar.

Alimentamos a un par más de caballos, y con cada uno, los ojos de


Daniel se iluminan aún más.

Él solo ha dado a Bella una manzana, cuando le pregunto:

—¿Quieres acariciarla?

Él asiente tan rápido que es un milagro que no se da a sí mismo un


latigazo cervical. Lo agarro debajo de los brazos y lo levanto en mis hombros,
colocándolo más a nivel con el caballo. Bella empuja la rodilla de Daniel,
trayendo una risa de él. Mantengo un brazo atrapado en su pierna, acaricio
la cabeza de Bella e instruyo a Daniel a hacer lo mismo.

—Ella es muy bonita —remarca—. ¿Es uno de los tuyos?

—Sí. Su nombre es Bella.


—Hola, Bella —dice, corriendo la punta de su dedo en la oreja del
caballo—. ¿Puedo montarla?

Deslizo mi mano por su frente, entre los ojos.

—Tal vez una vez que el clima mejore.

Soy una persona muy privada, prefiriendo estar solo y con los
caballos, por lo que mi respuesta me sorprende. No me gustan las personas
que invaden mi espacio personal, pero en el corto tiempo que Gwen y sus
dos hijos han estado aquí, me he encontrado disfrutando de su compañía
cada vez más. La idea de ellos, posiblemente, volviendo a visitarme no me
llena de temor, como lo haría normalmente, pero en cambio hace que mi
pecho se sienta más ligero. Me gusta tenerlos alrededor, incluso si todavía
se siente extraño. No es un mal extraño, simplemente diferente. He estado
solo durante tanto tiempo que tenerlos aquí es... agradable. Y la idea de
adiestrar a Daniel para montar se siente bien, como si tal vez es algo que
tengo que hacer.

Miro al siguiente establo cuando escucho un ruido. Bandit salta y gira


para mirarnos. Él resopla y pisa el suelo.

—¿Cómo se llama ese caballo? —pregunta Daniel.

—Es Bandit. Es uno de los que no es muy agradable.

—¿Qué pasa con él?

—Solo que es muy difícil entrenarlo —contesto.

—¿Qué pasa si no puede ser entrenado?

Camino hacia el barril de granos, luego establezco a Daniel en sus


pies.
—Todos los caballos pueden ser entrenados. Algunos son más difíciles
que otros y hay que pasar más tiempo con ellos. —Le entrego un pequeño
cubo de avena y saco otra—. Cada caballo es diferente, así que hay que
alterar su rutina de entrenamiento para adaptarse a cada uno.

—Oh. —Se vuelve y mira a Bandit, que está sacudiendo la cabeza y


resoplando—. Él es bonito.

—Lo es.

Daniel y yo caminamos hacia el primer establo, y destapo el


alimentador de avena, luego compruebo si necesito reponer el agua o el
heno. Hacemos esto para el resto de los establos. En cada uno, Daniel se
extiende y toca los caballos, con una mirada de éxtasis puro en el rostro.
Cuando llegamos a Bandit, le digo a Daniel que dé un paso atrás. No estoy
seguro si Bandit será agradable o no, y no estoy dispuesto a correr el riesgo
de hacerle daño a Daniel.

—¿Estás listo para regresar? —pregunto una vez que todo está en su
sitio.

Sus hombros caen y su rostro pierde parte de su alegría.

—Supongo.

La mirada de decepción no se asienta bien conmigo, así que trato de


aligerar su estado de ánimo.

—Puedes venir conmigo cuando los compruebe antes de acostarme.


—Lanza su puño al aire excitado, y añado—: Siempre y cuando tu madre
diga que está bien.

—Sí, señor.

Él asiente y la sonrisa vuelve a aparecer en su rostro. Puedo


comprobar para asegurarme que todavía está bien abrigado antes de que los
dos caminemos de regreso al frío. Una vez más elige caminar en la nieve, en
lugar de la ruta que paleé.

—Tal vez Kelsey vendrá con nosotros la próxima vez —sugiero, y miro
por encima de él.

Él agarra un puñado de nieve en sus guantes y arma una bola.

—No —dice, lanzando la bola de nieve en un árbol—. Ella nunca hace


nada más.

El dolor en su tono se escucha fácilmente. Extraña a su hermana


mayor. Él puede actuar como que no está afectado por la pérdida de su
padre, su corta edad lo hace más fácil, pero en el fondo, lo está. No solo
perdió a su padre, pero con la forma en cómo Kelsey está tan desapegada,
perdió a su hermana, también. Pobre niño.

—No renuncies a ella, ¿de acuerdo? —Los dos dejamos de caminar y


él me mira—. Ella sigue estando muy afectada por la pérdida de tu padre.
Tarda más tiempo en algunas personas para sanar. —Él no dice nada, solo
mantiene sus ojos en mí—. ¿Entiendes lo que digo?

Él mira hacia abajo por un momento, entonces eleva su mirada de


nuevo a mí y asiente.

—Sí. —Él esnifa y pasa su guante cubierto de nieve debajo de la


nariz—. Me gustaría que jugase conmigo. Solíamos siempre jugar juegos.

Su tono y la mirada herida en sus ojos envían fragmentos de dolor a


su pecho. Entiendo el dolor que está pasando. Me acerco a él, haciendo mi
camino a través de la nieve profunda, y coloco una mano en su hombro.

—Ella vendrá. Solo tiene que encontrar la manera de dejar de lado el


dolor en su corazón primero.
—Los dos empezamos a caminar de nuevo. Me quedo en la nieve
profunda con él. Una vez que llegamos al porche, pisamos fuerte, tratando
de conseguir sacar la nieve de las botas.

—¿Puedo nombrar a uno de tus cachorros? —pregunta, golpeando


sus guantes juntos.

—Claro —contesto—. ¿Ya tienes alguna idea?

—Ajá. Quiero nombrar al negro con el blanco en su rostro, Pepper,


porque se parece a un caramelo de menta y es mi dulce favorito.

—Esa es una buena elección.

Justo cuando estoy alcanzando el pomo de la puerta, se abre y Gwen


está de pie allí. Sin esperar su repentina aparición, tomo un paso atrás. Sus
ojos van de Daniel a mí y luego hacia abajo a Daniel.

—¿Te divertiste? —pregunta ella, dando un paso atrás y dejando que


entremos.

—¡Sí! —dice Daniel exuberante—. Conseguí alimentar a los caballos


con manzanas y acariciarlos. ¡Eran muy bonitos, mamá!

Ella sonríe y se pone a ayudarle a quitar su abrigo.

—Me alegro de que hayan tenido un buen momento. ¿Estás listo para
un poco de chocolate caliente para entrar en calor? Tus manos están
congeladas.

Me quito el sombrero y los guantes y los dejo en la pequeña cesta


junto a la puerta, luego cuelgo el abrigo en el gancho y empiezo a trabajar
en mis botas.
—Sí, ¿pero puede el señor Alexander hacerlo de nuevo? —pregunta,
insultando sin saberlo las habilidades para hacer chocolate caliente de su
madre.

Ella me guiña el ojo, y luego finge estar impactada. Este lado lúdico
de Gwen es interesante para ver. No cuento chistes, y no me río de ellos. Mi
vida es muy dura, y es la forma en que la quiero. La risa y la sonrisa no es
algo que hago más, ya que no hay realmente nada por lo que reír y sonreír,
pero desde que estoy a su alrededor, me encuentro queriendo. Ella y sus
hijos han traído un rayo de luz de nuevo en mi vida en el poco tiempo que
los conozco. No creía que fuera posible, y no estoy del todo seguro de que
quiero que siga, pero en este momento, lo estoy disfrutando mucho para
desear alejarlo.

—¿Qué pasa con mi chocolate? —pregunta Gwen, juguetonamente


lanzando sus manos en las caderas y entrecerrando los ojos a su hijo.

Él extiende la mano y acaricia una de sus manos, diciendo con un


tono serio:

—El tuyo es todavía bueno, mamá. —Él usa su dedo índice y el pulgar
y los pone tan cerca que casi se tocan—, pero me gusta el suyo un poquito
más.

Gwen se ríe, y antes de que se den cuenta, estoy riendo con ella. Ella
me mira cuando lo hago, y yo uso la excusa de agarrar mi teléfono del bolsillo
de la chaqueta, así que no veo la expresión de su rostro. Su sorpresa es
evidente, en realidad no me sorprende. Sé que puse una vibración seria, tal
vez incluso idiota a veces. Incluso a mis propios oídos, la risa suena extraña
viniendo de mí.

—¿Te importaría hacer más de tu delicioso chocolate caliente? —


pregunta ella, incapaz de ocultar su incertidumbre.
Aparto las sensaciones extrañas que está provocando en mí y giro
para mirarla.

—Sí. Puedo hacer eso.

Suena áspera mi voz, por lo que aclaro mi garganta antes de hacer mi


camino a la cocina. Daniel ya está en el suelo de nuevo con los cachorros.
Estoy sorprendido pero contento de ver a Gigi en el sofá, con la cabeza solo
a pulgadas de distancia de Kelsey. Ella está tratando todo lo posible por
ignorar al perro, pero su cabeza sigue inclinada hacia ella. Tal vez Gigi puede
ser de ayuda para liberar un poco el dolor que Kelsey alberga.

Reúno los ingredientes necesarios y preparo el chocolate caliente. Es


una receta de mi madre utilizada cuando yo era un niño. Mi madre nunca
fue del tipo de comprar alimentos ya preparados. Ella hacía todo desde cero.
También se aseguró de que sus hijos supieran cómo cocinar.

Gwen da un paso a mi lado mientras caliento la leche en una cacerola.

—Gracias por llevarlo contigo. No tiene la oportunidad muy a menudo


de pasar tiempo con un hombre y él necesita eso.

La miro con el rabillo del ojo, y la veo correr su dedo sobre un rasguño
en la superficie contraria.

—No fue un problema. Él es un buen chico.

Ella asiente.

—Él lo es. No me gusta saber que no está recibiendo las experiencias


y consejos que necesita de su papá.

Su voz se apaga, y le echo un vistazo. Ella está mirando a la pared


delante. No hay nada allí, así que sé que está en su propia cabeza,
probablemente recordando algo acerca de su marido, o tal vez en silencio
deseando que todavía esté aquí. Es doloroso ya que perdió a su marido, pero
tener que criar a dos hijos por su cuenta, sabiendo que nunca verán a su
padre otra vez.... No puedo imaginar el dolor.

—Para mí parece que lo está haciendo bien —digo, tratando de


hacerla sentir mejor. No me gusta saber que está dolorida, lo cual es extraño
para mí, ya que ha pasado mucho tiempo desde que realmente me he
preocupado por cómo se siente otra persona.

—Gracias —dice.

Agarra algunas tazas del armario mientras saca la sartén de uno de


los quemadores y la pone en uno frío. Me mira mientras termino de hacer el
chocolate caliente. Ninguno de los dos dice nada. Normalmente, el silencio
sería incómodo, pero ahora mismo, no lo es. Me gusta tenerla conmigo. No
se siente como si estuviera invadiendo mi espacio, solo que ella está
compartiéndolo conmigo.

Una oleada de vainilla invade mi nariz. Es sutil, pero dulce. Una


sensación extraña, que no he sentido en mucho tiempo, hace que mi
estómago se hunda. Frunzo el ceño, no del todo seguro de que me guste la
nueva sensación. Me está dejando desorientado. No me gusta no tener el
control.

Daniel, como esperaba, se pone en la barra, Kelsey camina


plácidamente tras él. Me duele algo dentro de mí cada vez que la miro y veo
la angustia no oculta en sus ojos. Lo siento por esta chica porque atravieso
el mismo dolor todos los días.

Los niños se sientan en la barra y disfrutan de sus bebidas calientes


mientras Gwen y yo esperamos y los miramos. Daniel charla sin parar sobre
los caballos que vio. La alegría pura en su rostro mientras habla
animadamente hace que mi corazón duela un poco menos.
Mis ojos van hacia Gwen cada pocos segundos, observándola, pero
con la esperanza de que ella no me vea. Está mirando a su hijo con una
sonrisa en su rostro, realmente disfrutando de su charla energética. Cuando
Daniel menciona volver una vez cuando el clima sea más cálido para poder
montar a caballo, sus ojos se desvían a mí por un momento antes de volver
a él.

—Ya veremos.

Muy dentro, en un lugar que ha estado latente durante años, espero


que ella decida volver. Quiero estar más en torno a estas personas. Me
distraen de mi propio dolor. No es que me alegre que tengan dolor, pero me
recuerda que no estoy solo en el mundo. Hay otros por ahí que sufren igual.
En menos de dos días, esta pequeña familia ha ayudado a acallar los gritos
en mi cabeza, algo que nadie ha sido capaz de hacer. Por supuesto, eso
podría ser porque no he dejado que nadie se acerque lo suficiente como para
realmente tratarlo. Mi familia ha estado allí para mí, pero sufriendo su
propio dolor.

Mis ojos viajan a Kelsey para encontrarla mirándome. Sus ojos se ven
tan tristes, y cuando se da cuenta de que he captado su mirada, mira hacia
otro lado. La tristeza se instala en mi pecho cada vez que la miro. Quiero
quitarle su dolor. Una chica de su edad nunca debería verse cómo se ve,
como si su vida hubiera terminado.

Una vez que los chicos acaban su chocolate caliente, Gwen le dice a
Daniel que es hora de ducharse. Él deambula afuera, mientras que Kelsey
vuelve a la sala, donde su cuaderno está en el sofá. Gwen va a la lavandería
para doblar las pocas piezas de ropa que lavó. Se ofreció a lavar las mías
antes, junto con la suya, pero decliné. Sé que solo está tratando de ayudar
porque ella y sus hijos se quedaran aquí unos días, pero le he dicho varias
veces que no hay necesidad. Ella insiste en cocinar, sin embargo. No discutí.
Puede que sepa cocinar, pero ha pasado un largo tiempo desde que alguien
lo ha hecho para mí. Y por mucho que pensé que me iba a molestar tener
otra mujer aquí haciendo algo como cocinar, no es así. Eso no significa que
no lo hará más tarde. Sigo esperando que los nervios lleguen, pero hasta
ahora, no lo han hecho.

Dejo la cocina y voy a la sala de estar. Kelsey está en un extremo del


sofá, dibujando en el cuaderno en su regazo, así que me quedo en el otro
extremo. Tomo el mando a distancia de la mesita de café y enciendo la
televisión, pero mantengo el volumen bajo. Puedo sentir sus ojos en mí, pero
mantengo mi cabeza hacia adelante. Nos quedamos así por un tiempo,
conmigo aparentemente haciendo caso omiso de ella, y ella mirándome por
el rabillo del ojo de vez en cuando.

Manteniendo mis ojos en la televisión, le pregunto:

—¿Te gustan los dibujos animados?

Me encuentro con silencio, lo cual no me sorprende. Sin embargo, gira


su cabeza hacia mí. Me giro hacia ella también. Sus ojos están todavía
blancos, pero por debajo del vacío, veo algo que está al acecho. Algo que me
dice que tiene muchas ganas de dejarlo ir y ser parte del mundo de nuevo,
pero tiene miedo de hacerlo.

—¿Qué estás dibujando? —pregunto, después miro hacia abajo a su


cuaderno de dibujo. Su mano está cubriendo parte del papel, para que no
pueda verlo todo, pero parece ser un cazador de sueños.

Sigue mis ojos hacia abajo a la plataforma, me mira, entonces me


sorprende entregándomelo. Sus ojos tienen incertidumbre mientras tomo el
cuaderno y lo sostengo para echarle un vistazo. Estaba en lo cierto, es un
cazador de sueños, pero éste es único. Tiene la cinta habitual en medio
donde se dice que los sueños vuelan a través, y las plumas que caen desde
la parte inferior, pero también hay una característica adicional. Goteando
de la cinta y cayendo junto a las plumas hay gotas de algún tipo de líquido.
La mayoría probablemente piensan que sean gotas de lluvia, pero mi
apuesta es que son lágrimas. La imagen es impresionante y hermosa pero
también muy devastadora. Muestra su dolor.

—Esto es hermoso —digo, y se lo devuelvo.

Por un segundo, sus ojos reflejan luz en lugar de completa oscuridad,


y eso me hace sentir a cinco metros por encima ante el hecho de que mi
elogio la ha contentado.

Al escuchar ruidos detrás de nosotros, miro por encima del respaldo


del sofá y veo a Gwen de pie en la barra viéndonos. Sus ojos están vidriosos
y su mano está cubriendo su boca. Sus ojos van de ida y vuelta entre Kelsey
y yo antes de colocarse en mí. Su mano cae y tiene una sonrisa. Elevo un
lado de mi boca y luego miro hacia delante de nuevo, feliz de poder poner
una sonrisa en el rostro de Gwen y alguna forma de placer en Kelsey.

***

Más tarde esa noche, después de que todo el mundo se ha ido a la


cama, estoy acostado boca arriba en el sofá con un bloc de notas en mi
mano, trabajando en algo, cuando escucho murmullos procedentes del
pasillo. Giro la cabeza para tratar de escuchar mejor. Los murmullos se
detienen, pero luego de nuevo suenan un minuto más tarde.

Dejo mi bloc de notas en la mesita de café y me levanto del sofá. No


estoy seguro de lo que está pasando y sin querer despertar a nadie que
pueda estar dormido, camino por el pasillo en silencio. Los murmullos se
vuelven más fuertes cuanto más me acerco a la puerta entreabierta. Me
detengo justo fuera de la vista y escucho, no por ser entrometido, sino para
asegurarme de que todo está bien.
Las suaves palabras casi me hacen caer sobre mis rodillas.

—Por favor, Dios, solo deja que mi padre vuelva a casa —susurra la
voz llorosa de Kelsey—. Y por favor, dile que lo siento. Lo extraño mucho.
Solo quiero abrazarlo de nuevo y decirle que lo amo. —Su voz es más baja
cuando termina—. En el nombre de Jesús, amén.

Escuchar esas palabras susurradas de una manera tan agónica casi


me sofoca. Es difícil lograr respirar porque el peso sobre mi pecho es tan
pesado. No entiendo lo emocional. He llorado solo una vez de adulto, pero
en este momento, las palabras insoportables de la niña de ocho años tienen
lágrimas brotando de mis ojos. La necesidad de correr allí y tomarla en mis
brazos es casi abrumadora. Solo el saber que no es mi lugar me mantiene
en este lado de la puerta.

Kelsey se queda callada después de eso. No hay más palabras


murmuradas. Obviamente, Gwen está dormida y no la ha escuchado,
porque sé que la hubiera escuchado consolando a su hija, si no llorando
junto a ella.

Con una última mirada a la puerta y mi corazón pesado, me voy y


vuelvo al sofá. Me paso el próximo par de horas terminando el proyecto en
el que estaba trabajando, decidido a lograr que se haga rápidamente, luego
lo dejo a un lado. Me toma mucho tiempo quedarme dormido, y cuando
finalmente me las arreglo para hacerlo, es un sueño agitado lleno de las
oraciones susurradas de una niña rota.
7
Gwendolyn
Camino por el pasillo, frotando el sueño de mis ojos, cuando escucho
la risa de Daniel. Cuando desperté hace unos minutos, estaba solo en la
cama. Por una fracción de segundo, el pánico me tuvo luchando para
conseguir quitar las cubiertas para buscarlos, pero luego me di cuenta de
dónde estaba. Puede que no conozca a Alexander, pero por la forma en que
ha estado con los niños el último par de días, parece ser un buen chico. Eso
puede ser ingenuo de mi parte, pero me gusta pensar que mis instintos son
buenos.

Mientras camino por una de las ventanas de la sala, veo una gruesa
capa de nieve que cae. La idea de que la nieve no se detenga, obligándonos
a permanecer más tiempo, no me llena con el temor que se podría pensar
que lo haría. De hecho, hace todo lo contrario. Quiero estar aquí más tiempo.
Me siento cómoda aquí. Me gusta estar cerca de Alexander.

Veo a Daniel y Kelsey en el bar, mientras que Alexander se apoya


contra el mostrador mirándolos, con una pequeña sonrisa en sus labios. El
hombre llama mi atención a pesar de sus cicatrices, pero cuando sonríe,
casi roba mi aliento. Cuando se rio ayer ante el comentario de Daniel sobre
el chocolate caliente de Alexander siendo mejor que el mío, todo lo que podía
hacer era mirar. Fue la primera vez que lo vi sonreír o reír y la expresión de
su rostro no era más que hermoso. Envió mariposas a mi estómago. La
sorpresa en su rostro cuando se dio cuenta de que se estaba riendo decía
que no está acostumbrado a hacerlo.
Daniel vuelve a reír y me saca de mis pensamientos sobre el bello
rostro de Alexander. Siempre ha sido un niño feliz, pero no me acuerdo de
él siendo bastante alegre. Por alguna razón, él ha tomado un gusto adicional
por Alexander. Yo no habría vinculado a Alexander como el tipo a la altura
para pasar tiempo con un niño de la edad de Daniel, pero estoy contenta de
que saque su manera de ser amable con él.

Will se fue hace más de dos años, y sé que es hora de abrirme a la


posibilidad de salir de nuevo, tratar de encontrar a alguien que sea bueno
para mí y para mis hijos. Daniel necesita un hombre en su vida, y no quiero
estar sola para siempre. Sé que Will hubiera querido que encontrara a
alguien más para tratar de volver a ser feliz, para encontrar un buen hombre
que podría asumir el papel de padre que él no puede, pero la idea de las
citas me aterra. Will era mi novio de la secundaria. Fue mi primera vez para
todo. Hasta las citas.

Entro en la cocina y encuentro por qué Daniel estaba riendo. Gigi


tiene sus cachorros en el suelo tratando de jugar suavemente con ellos, pero
lo único que está logrando hacer es sacudirlos en sus pies y espalda.

Lo que me sorprende, y mi corazón se detiene en mi pecho, es que


Kelsey tiene una casi-sonrisa en el rostro mientras observa a mamá perra y
sus cachorros. No está tocando su boca, pero definitivamente está ahí en
sus ojos. Veo más animación en su rostro de lo que he visto en años. Creo
que Alexander juega un gran papel en eso también. Su interés en él es
inconfundible. La noche anterior, la expresión de su rostro cuando dijo que
su dibujo era hermoso, me tenía con ganas de echarme a llorar.
Afortunadamente, pude contenerme. Estaría mintiendo si dijera que no
estaba un poco celosa de que Alexander ha generado más de una reacción
de Kelsey de lo que he tenido en años, pero ver sus ojos mostrando algo más
que la ausencia de vida es mucho mayor la emoción.
Alexander me ve acercarme y hace un giro rápido para mover algo en
una olla. Camino al lado de él para encontrarlo cocinando huevos y sémola.

 —¿Necesita ayuda?  —pregunto, luego tomo una taza y la lleno con el


café que está llamando mi nombre.

 —Lo tengo —gruñe.

Lo miro y veo un ceño fruncido en su rostro.  

—¿Todo bien?

 —Sí. Simplemente no dormí bien anoche.

La culpa aprieta mi pecho. Es mi culpa que esté en el sofá y no en su


cama grande y cómoda.

 —Lo siento  —digo —. Me di cuenta de que la nieve sigue cayendo.


Esta noche los niños y yo tomaremos el sofá y una silla para que puedas
tener tu cama. Sé que no puede ser bueno para tu espalda.

La mirada fija que me dispara es aguda y dice sin palabras que mi


sugerencia es absurda y lo saca de quicio.

Tengo mis manos arriba y refunfuño:

—Bien.  —Y continúo haciendo mi café.

Preparo un plato para los niños, y una vez más, todos comemos en la
cocina con los niños en el bar y Alexander y yo de pie. Después, lavo los
platos mientras que Kelsey se sienta en la barra con el bloc de dibujo y
Alexander y Daniel salen y comprueban los caballos.

Cuando he terminado, me paseo por la barra al lado de Kelsey. Ella


me mira, sus ojos vuelven de nuevo a su estado vacío anterior.

 —¿Puedo ver?  —pregunto, entonces contengo mi respiración.


Ella le ha mostrado su dibujo a Alexander, ahora espero que me lo
muestre. No voy a forzar la situación si se niega, pero me va a hacer daño.
Según lo aconsejado por sus terapeutas, a menos que sea por su bienestar,
rara vez empujo a Kelsey a hacer las cosas prefiriendo que venga a mí por
sí misma. Quiero que ella quiera mostrarme, no hacer que lo haga. No creo
que ella no quiera compartir cosas conmigo. Creo que es más el hecho de
que se preocupa tan poco acerca de cualquier cosa que hace que tal vez se
siente como que nadie más lo hará.

Quiero llorar lágrimas de alegría cuando me lo entrega. Ruego para


que no se de cuenta de mi mano temblando mientras la extiendo y lo agarro.
Forzando a sacar mi mirada de ella, miro hacia abajo en el área del dibujo.
Mi respiración queda atrapada ante lo que veo. Son muchas caras tristes
diseñadas de manera diferente. Son simples en diseño, pero tienen tanto
significado.

Miro más de cerca y me doy cuenta de algo más. Escondida entre las
caras tristes hay un par de caras sonrientes. En general, debe haber unas
treinta caras tristes y solo cinco caras sonrientes. No sé si debería llorar o
sonreír a la imagen. Por un lado, es obvio que la emoción que domina a
Kelsey es la tristeza. Por otro lado, saber que ella siente destellos de felicidad
alivia mi corazón y me da esperanza. Kelsey nunca parece feliz, o al menos
nunca lo muestra, pero es evidente que hay veces que lo hace. Me pregunto
lo que sucede en esos momentos. ¿Qué le trae esos estallidos de placer?
Quiero repetirlos una y otra y otra vez, que todo lo que ella sienta sea esa
emoción.

Coloco mi mano en la almohadilla de su espalda y me inclino más


cerca de ella. Nunca se separa de mí cuando muestro afecto, y no lo hace
ahora, cuando envuelvo mi brazo alrededor de sus hombros y la atraigo en
un abrazo. Sus brazos se elevan a mi alrededor, y luego se tensan. Cierro
los ojos con fuerza en el contacto, porque no es común para ella hacer un
esfuerzo en los abrazos. No sé lo que ha pasado recientemente, pero no he
estado viendo varios cambios en ella, los que ruego porque continúen y
crezcan.

Me retiro, pero descanso mi frente contra la suya. Es sorprendente


cómo ella puede observarme con los ojos sin emociones cuando mis propias
emociones están rampantes.

 —Te amo —le digo en voz baja.

Cada vez que digo esas palabras, espero tener una respuesta de
vuelta, pero nunca lo hace, y hoy no es diferente. Sin embargo, un día lo
hará. Me niego a creer que no hay nada más que eso.

***

Después, esa misma tarde, salgo al porche mientras los niños


almuerzan. Alexander ha estado aquí fuera durante horas, solo entró
durante unos treinta minutos después de que él y Daniel terminaron con
los caballos antes de salir de nuevo.

Todo está blanco y cubierto de nieve. Es una vista hermosa.


Sorprendentemente, la temperatura no presenta ampollas de frío como
podría pensar que sería con toda la nieve. Es engañoso, haciéndolo pensar
a uno que está más frío de lo que realmente está.

Me sorprende encontrar a Alexander sentado en el porche con los pies


cruzados en el tobillo y apoyados en la barandilla. Se ve relajado mientras
escribe algo en un computador portátil. Él mira hacia arriba y me mira con
una expresión indescifrable cuando me acerco a la silla vacía cerca de la
puerta.
 —¿Te importa si me uno?  —pregunto, en caso de que él quiera que
lo dejen solo.

Cierra la portátil y la pone sobre su regazo, luego, gruñe en respuesta.


Lo tomo como una aceptación y me siento.

Miro fijo a través del patio, hipnotizada por la belleza del lugar. Con
la nieve cubriendo todo, se ve como un maravilloso paisaje nevado. Debe ser
tan tranquilo vivir en un lugar como este. Cat’s Valley no es una ciudad
grande con el ajetreo de autos, el ruido y el olor horrible de la contaminación,
pero todavía hay una gran diferencia entre allí y aquí. Esa es otra razón por
la que Will y yo queríamos comprar un terreno. Queríamos la soledad de
vivir lejos de todo mientras criábamos a nuestros hijos.

Mi mirada se mueve rápidamente a través de la propiedad y la tierra


en la estructura parcialmente construida, lo que supongo será una casa,
una vez que esté terminada. Todo lo que puedo ver son las paredes
desnudas, pero parece que ha estado ahí por un tiempo.

 —¿Qué vas a hacer con tu cabaña una vez que termines la casa?  —
pregunto, posando mi mirada en él.

Su mirada va a la casa por un breve segundo antes de mirar hacia


fuera en el patio.

 —Nada —dice, con una nota extraña en su voz —. La estoy


derribando.

Mis ojos se abren con incredulidad.  

—¿Pero por qué? ¿Por qué construirías parcialmente una casa solo
para derribarla de nuevo? Apuesto a que se vería hermosa una vez que la
termines.
Él está tranquilo durante tanto tiempo que creo que no va a
responder. Estoy a punto de olvidar mi pregunta, una vez más sobrepasando
los límites, cuando me sorprende.

 —Iba a ser para mi mujer y mi niño.

Su voz es tan baja que apenas pude distinguir las palabras. Pero lo
hice, y la forma de angustia con que las pronuncia dice mucho más de lo
que sus palabras reales hacen. Obviamente, hay más en la historia, y es
evidente que es dolorosa. Quiero preguntarle al respecto, pero no es mi
lugar. No necesito preocuparme, porque él me dice por su cuenta.

 —Ellos murieron hace cuatro años.  —Se aclara la garganta cuando


su voz se quiebra —. Un borracho pasó delante de nosotros justo antes del
puente sobre Hallow’s Creek. Me desvié para perder el impacto de frente y
terminé rodando por el terraplén y aterrizando del lado del pasajero bajo el
puente.

Mi estómago se hunde y literalmente, se siente como si mi corazón


está sufriendo por el tono atormentado en su voz. Perder un cónyuge es
desgarrador y una de las experiencias más dolorosas que una persona puede
tener. Perder a un hijo es diez veces peor. Perder a ambos podría ser atroz,
insoportable. No puedo imaginar pasar por algo así.

 —Lo siento —susurro. El sentimiento es tan laxo por lo que pasó, pero
es el único consuelo que puedo dar. No hay nada que se pueda hacer para
que sea mejor.

Me mira, sus ojos sostienen una montaña de dolor.  

—Gracias.

—¿Es por eso por lo que quieres destruirla? ¿Por qué te recuerda a
ellos?
 —Sí —responde —. Eso y no hay necesidad de ello más. Soy solo yo,
y no necesito una casa de ese tamaño para mí.

 —Tal vez encuentres a alguien más para compartirla —sugiero,


entonces quiero recuperar las palabras. Está claro que todavía está de duelo
por su difunta esposa y su hijo para incluso sugerir encontrar a alguien
nuevo. A pesar de que es completamente razonable, es insensible.

Su mandíbula se aprieta, y me preocupa que lo haya molestado. Me


tenso y espero a que me envíe al infierno, pero nunca llega. Gira su cabeza
en mi dirección, me mira directamente, y luego dice con convicción:

 —Eso nunca va a suceder.

 —Lo siento —digo —, no fue mi intención....

Hablo por lo bajo, sin saber realmente lo que quería decir.

Sus ojos pierden algo del calor y ve más allá de mí a la casa.

—Está bien. —Toma una respiración profunda, entonces lleva su


mirada de nuevo a mí —. Era el sueño de Clara. Los planes para la casa...
eran todas sus ideas, entrada aquí y allá, pero la dejé tener vía libre. —Se
detiene y frota las manos por el rostro y mira hacia el otro lado de mí—. Esa
casa se suponía que era para ella y nuestros hijos, y no me gustaría
compartirla con nadie más.

Asiento.

 —Lo entiendo.

Nos sentamos en un cómodo silencio por un tiempo. El sol en realidad


se asoma por primera vez en varios días, y me pregunto si está finalmente
terminada. Miro la forma en que el sol se refleja en la nieve, haciendo que
parezca que es brillante.
Después de un tiempo, decido volver a entrar. He invadido el tiempo
de Alexander solo lo suficiente. Justo mientras abro la puerta mosquitera,
él llama mi nombre, y yo lo miro.

 —La nieve ha disminuido. Probablemente van a llegar a los caminos


mañana.

Ignoro la forma en que sus palabras me hacen sentir.

 —Sí. Lo que pensé.

Está un momento en silencio, y creo que ha terminado, por lo que giro


para entrar, pero luego me sorprende.

 —Ha sido un placer tenerte a ti y a los niños aquí —dice en voz baja.

Una vez más, ignoro la forma en que sus palabras me hacen sentir.
Excepto que esta vez, no es dolor, sino placer. Me alegra saber que no hemos
sido una carga completa para él, que le gustaba que estemos aquí. Sé que
lo he disfrutado, y desde la charla sin parar excitada de Daniel, y los signos
de vida de Kelsey, ellos también.

Sonrío.  

—Gracias por alojarnos. Ha sido muy agradable. Es tranquilo aquí.

 —Sí —dice, luego, se asoma a través del patio—. Si las torres celulares
están de vuelta, voy a llamar a Travis esta noche para obtener una
actualización sobre las carreteras.

 —De acuerdo.

Entro de regreso, odiando el hecho de que podría desaparecer


mañana. No se sabe si lo veremos de nuevo, y el pensamiento no se asienta
bien en mi estómago. En realidad, se retuerce en nudos. Tengo derecho a
sentirme de esta manera. La única razón por la que estamos aquí es porque
no teníamos otra opción, y solo han pasado tres días, pero me he
acostumbrado a despertar y verlo. No sé por qué, pero lo espero con ansias.

Los niños terminaron de comer cuando camino hacia el interior, por


lo que lavo los pocos platos que están sucios. Después, hago un poco de
carne de hamburguesa en albóndigas y las echo en la olla eléctrica para la
cena junto con algunos condimentos, todo el tiempo en silencio deseando
que la nieve regrese y nos mantenga aquí unos días más.

***

Esa noche, después de que todos terminaron con la cena y la cocina


está limpia, todos se sientan en la sala de estar viendo Lilo y Stitch, una de
las películas favoritas de Daniel. Él está sobre su estómago en el suelo con
Gigi tumbada junto a él. Tanto la perra como el niño han tomado un gusto
fuerte por el otro. Varios de los cachorros se acurrucaron junto a Daniel,
mientras que el resto están contra de su madre. Voy a tener que hablar con
Alexander para conseguir uno de los cachorros cuando estén listos para ser
adoptados.

Y no, no estoy usando eso como excusa para verlo de nuevo. O eso es
lo que me digo de todos modos.

Estoy sentada en un extremo del sofá, Alexander en el otro con Kelsey


entre nosotros. Me sorprendió cuando puso la película incluso antes de que
Daniel tuviera la oportunidad de preguntar. Yo no lo habría vinculado para
ver películas de dibujos animados, y trae una sonrisa a mi rostro porque sé
que él lo está haciendo por Daniel. Cada vez que Daniel se ríe de algo que
sucede, capto a Alexander mirándolo. Creo que le gusta saber que mi hijo
está satisfecho.
Kelsey se sienta con las piernas cruzadas para ver la película, pero
ella no se ríe cuando sucede algo divertido, en cambio solo se queda mirando
a la pantalla. Daría cualquier cosa para escuchar su risa otra vez.

Una vez que la película ha terminado, me levanto del sofá para poner
la ropa de la lavadora a la secadora. Esta es la segunda vez que he lavado
la ropa desde que estoy aquí. No soporto estar con la misma ropa más de
un día.

Cuando camino de vuelta a la sala de estar, Kelsey tiene su bloc de


dibujo en el regazo de nuevo y Daniel está rodando por el suelo retorciéndose
con los perritos por todo su cuerpo. Alexander está sentado en el bar con la
misma computadora portátil que tenía anteriormente en el exterior.

Camino hacia la parte trasera del sofá.  

—Oigan chicos voy a tomar una ducha.

 —Está bien, mamá —dice Daniel distraído. Recibo una mirada


inexpresiva de Kelsey.

Me vuelvo a Alexander.  

—¿Están bien aquí?

 —Sí.

Con una inclinación, giro y voy al baño. Me he acostumbrado a usar


su habitación para dormir, pero por alguna razón todavía se siente raro el
uso de su cuarto de baño para ducharse. Tal vez sea porque me descubrió
usándolo sin su permiso ayer. O podría ser porque lo huelo cada vez que
entro en la habitación. Su olor persiste en el dormitorio, pero más aún en el
baño, porque ahí es donde él pone su desodorante, lava su cuerpo y su
cabello. Me recuerda a cuando yo estaba buscando su colonia en el botiquín
y me pregunté a qué olía. Ahora sé, y lo admitiré solamente para mí misma,
huele celestial.

Enciendo la ducha y me desnudo, dejando mi ropa doblada en el borde


de la pileta. Antes de entrar en la ducha, abro el botiquín y saco la
rasuradora desechable y la crema de afeitar que vi el otro día. Sé que no
debería usarlo sin antes decirle, pero es desechable y estoy segura de que
tiene más en alguna parte. No me he afeitado en días, y no puedo soportar
los pequeños vellos en las piernas por más tiempo. Le diré que lo usé por lo
que sabrá tirarlo y conseguir otro si le da asco.

Suspiro de alivio cuando froto las manos por mis piernas ahora
suaves, entonces lavo el pelo. Mi bolsa de emergencia no incluye champú,
acondicionador, gel de baño por lo que los niños y yo hemos estado
utilizando lo de Alexander. Tomo una gran parte de jabón para el cuerpo,
disfrutando mucho la forma en que huele antes de enjabonar la toallita.

Cinco minutos más tarde apago la ducha, tomo una toalla y me seco.
De alguna manera, la cortina no debe haber estado cerrada del todo porque
hay agua en el suelo. No lo vi hasta que fue demasiado tarde, me resbalo, y
me agarro del fregadero para atraparme a mí misma. Al hacerlo, tumbo mi
ropa, y luego veo en cámara lenta a medida que caen desde el fregadero al
inodoro abierto. Cuando me doy cuenta de lo que está pasando, trato de
agarrar la ropa, y termino de nuevo deslizándome en el agua. Mis caderas
se estrellan contra la esquina del mostrador, y lloro por el dolor, entonces
caigo de rodillas.

Las lágrimas brotan de mis ojos cuando mi cadera irradia un dolor


agudo. Trato de hacerlas retroceder, pero un par logran escapar. Miro hacia
abajo y veo una profunda marca de color púrpura ya en formación. Eso va
a dejar un moretón desagradable.
—¡Gwen! —La voz profunda de Alexander llama frenéticamente desde
el otro lado de la puerta—. ¿Estás bien?

Mis ojos se abren cuando veo que el pomo de la puerta se mueve,


como si estuviera tratando de abrirla. Estoy en mis rodillas, completamente
desnuda.

—Sí —digo en voz alta—. ¡No entres!

Mi voz se quiebra de las estúpidas lágrimas que todavía están


tratando de hacer su camino a la superficie.

—¿Qué pasó? —exige.

—Me resbalé, caí y me golpeé la cadera.

No puedo estar segura, pero creo que murmura:

—Maldición. —Antes de decir—, voy a entrar.

—¡No! —grito, y luego abruptamente digo—, no tengo nada de ropa.

Hay silencio, y me pregunto si él se alejó. Mis ojos se deslizan a un


lado, y veo mi ropa quieta en el inodoro, lo que me recuerda que no tengo
nada que ponerme.

—¿Alexander? —pregunto, esperando que no se haya ido todavía. Me


estremezco de dolor cuando poco a poco me pongo de pie.

—Todavía estoy aquí.

—Ehhh... ¿tienes alguna ropa que pueda pedirte prestada? —indago.


A pesar de que no me puede ver, cierro los ojos Con fuerza por la
humillación—. Yo... eh... tiré la mía en el inodoro cuando estaba tratando
de no caerme. —Interiormente gimo. Me siento tan estúpida en este
momento—. Y mi otro conjunto se encuentra todavía en la secadora.
Mis ojos se entornan cuando escucho una risa al otro lado de la puerta
oxidada.

—No es divertido —murmuro.

—Es algo así —responde—. Ten paciencia.

Envuelvo la toalla a mi alrededor y meto una esquina entre mis


pechos.

Un minuto más tarde, él me llama, y abro un poco la puerta, justo lo


suficientemente amplia como para echar un vistazo alrededor de la madera.
Si no estuviera tan avergonzada y con dolor, estaría cautivada por la
hermosa sonrisa levantando sus labios sin cicatrices en el lado de su cara.
Las muecas no se supone que sean bellas. Se supone que normalmente
molesten a la gente, no que nos atonten con su magnificencia.

La mirada desaparece cuando ve las lágrimas todavía nadando en mis


ojos. Da un paso con un pequeño montón de ropa en la mano, los ojos
atraídos hacia abajo en un gesto de preocupación.

—¿Estás bien? —pregunta de nuevo.

—Va a dejar un moretón desagradable, pero voy a manejarlo.

Sus ojos parpadean ida y vuelta entre los míos varias veces, antes de
empujar el montón de ropa hacia mí. Sostengo la toalla más fuerte a mi
pecho y me muevo a un lado lo suficiente para llegar a la ropa. Por un
segundo, sus ojos se posan en la mano que sostiene la toalla antes de que
se aclare la garganta y mira hacia abajo, al suelo, y luego da un paso atrás.

—Te quedará grande, pero es lo mejor que puedo hacer —murmura,


luego, se vuelve sobre sus talones y sale de la habitación.

Mi mirada lo sigue hasta que desaparece. Cierro la puerta del baño, y


luego me inclino hacia atrás, por alguna razón me siento ruborizada. Un
sutil olor amaderado me tiene mirando hacia abajo, a la ropa sujetada en
mis brazos. Antes de saber lo que estoy haciendo, las llevo a mi nariz y las
olfateo, y luego me avergüenzo cuando la acción me hace sentir como un
bicho raro.

Me acerco a la taza del baño y pesco mi ropa empapada, lanzándolas


en el lavamanos y dando gracias a Dios de que no había un asunto sucio en
el inodoro. Después de enjuagarlas, solo porque no quiero que el agua del
inodoro esté en ellas, las exprimo y las tiendo de nuevo en el lavamanos para
agarrarlas cuando salga del baño. Creo que voy a estar lavando otra tanda
esta noche.

Cuelgo la toalla en el gancho en la parte posterior de la puerta para


poder conseguir los pantalones de chándal negros que Alexander me dio.
Tiene razón, son grandes. No solo en longitud, sino en la cintura también.
Tengo que enrollarlo cuatro veces, asegurándome de evitar que descanse
contra mi molestia en la cadera, antes de que se quedarán arriba, e incluso
entonces, están a punto de deslizarse hacia abajo.

La camiseta gris oscura con cuello en V va después. Es enorme y así


se reduce a la mitad del muslo. Me veo obligada a llevarlo más atrás en mis
hombros, o mi escote se mostrará. Me vuelvo para hacer frente al espejo y
arrugo la nariz al ver delante de mí. Me veo ridícula en este conjunto
descomunal, pero no puedo evitar sentirme cómoda en ella. El material es
sorprendentemente suave contra mi piel.

Agarro mi cepillo de la bolsa de emergencia, comienzo a desenredar


mi pelo, y luego hago un moño irregular en la parte superior de la cabeza.
Empaco las pocas cosas que había en la bolsa, agarro la ropa mojada desde
el lavamanos y abro la puerta. Me detengo bruscamente cuando veo a
Alexander sentado en el extremo de la cama. Levanta la cabeza y se pone de
pie.
Da un paso hacia mí, luego se detiene.

—Quería ver cómo estabas. —Hace un gesto a la cadera con una


inclinación de su barbilla—. ¿Te importa si echo un vistazo?

—Ehhh... realmente no tienes que hacer eso. Estoy segura de que


está…

—Prefiero estar seguro. Puede dañar tus entrañas y no darte cuenta


hasta más tarde. Es obvio que fue lo suficientemente fuerte para hacerte
llorar. Sé que no es lo mismo, pero tengo un título en medicina veterinaria,
y con algunas cosas el cuerpo humano y el de los animales funcionan de la
misma manera.

Estoy de pie en la puerta de baño con la ropa mojada colgando de una


mano y mi bolsa apretada contra mi pecho con la otra, sin saber qué hacer.
La preocupación en sus ojos es evidente, pero me pregunto por qué está tan
preocupado. Lo más probable es que pasado mañana no seremos su carga
más. He aprendido en los últimos días que Alexander puede ser un hombre
muy compasivo; la expresión de su rostro cuando mira a Kelsey a veces, lo
demuestra. Estoy segura de que es ese lado suave que rara vez deja que se
muestre, está permitiendo que se preocupara, y estoy segura que no es nada
personal.

El ligero ceño fruncido es lo que hace mi decisión. Doy un paso atrás,


se me cae la ropa mojada en el piso del baño con azulejos y dejo la bolsa al
lado de ellos, luego hago mi camino hacia él.

Los dos nos quedamos ahí torpemente por un momento antes de que
él dice:

—¿Quieres... eh....?

Hace un gesto hacia mi cintura.


—Oh.

Me río torpemente, sintiendo el calor de mis mejillas. Agarro la cintura


enrollada y llevo el material hasta justo por debajo de la cadera,
asegurándome de mantener mi área púbica cubierta. La camisa cae en su
lugar, así que la agarro tan bien y tiro de ella, dejando al descubierto una
pequeña parte de mi bajo vientre. Las estrías de tener dos hijos salen a la
luz, y me obligo a no cubrirme otra vez.

Inesperadamente, Alexander se pone de rodillas frente a mí y mis ojos


le siguen hacia abajo. Él mira hacia arriba y nuestras miradas se cruzan.
Por alguna razón, miro hacia abajo mientras él mira hacia mí de rodillas,
parece extrañamente erótico. La mano que sostiene la camisa comienza a
temblar, y aprieto los dedos alrededor del material.

Finalmente él rompe nuestra mirada y mira a la piel de color morado


en la cadera. Inhalo aire bruscamente cuando sus dedos rozan mi piel. Me
digo que es porque el toque duele, y no porque envía mariposas a mi
estómago. Sus ojos parpadean brevemente de nuevo a los míos antes de que
comience a pinchar suavemente el área sensible. Cierro los ojos cuando el
área que toca arde. No he sentido el deseo desde la muerte de Will, y me
pregunto si lo que estoy sintiendo ahora es lo mismo. Me asusta, pero su
mano sobre mí se siente demasiado bueno para importar en este momento.
La piel de gallina aparecen en mi piel, y sé que Alexander tiene que ver con
ello, pero no reacciona. Por eso, estoy agradecida. Intento empujar la
sensación lejos, pero se mantiene y crece.

En mi gruñido de dolor, él aparta su mano, y echo de menos el calor


que causó.

—Maldición —murmura—. Lo siento.

Él mantiene sus manos para sí mismo mientras la examina por unos


momentos más.
—Parece que tiene los típicos moretones, sin mostrar signos de daños
internos que puedo decir. —Se pone de pie—. Vas a estar terriblemente
dolorida mañana. Después de salir de aquí, mantén un ojo en él, y si una
gran parte de la zona lesionada se vuelve púrpura, hinchada, o si te sientes
mareada, llama al médico.

Asiento con la cabeza y libero la cintura y la camisa, dejándola caer


de nuevo en lugar. Dando un paso atrás, le digo:

—Gracias. —Su barbilla surge en el reconocimiento, y aclaro—. Por la


preocupación. Gracias.

—De nada —gruñe.

Giro y agarro la ropa y el bolso de la puerta del baño. Cuando giro de


vuelta, él ya se ha ido, dejándome con una sensación extraña en el
estómago.

***

Más tarde esa noche, me tumbo en la cama y escucho las palabras


suaves procedentes de Kelsey, mi corazón se parte en dos, luego tres, luego
en mil pedazos.

—Por favor, Dios, que mi padre vuelva a casa. Yo lo extraño mucho.


Sólo quiero que vuelva a casa. Eso es todo lo que siempre pido, que venga
de nuevo a nosotros. Y por favor, dile que lo siento. —Ella aspira, entonces
termina—, en el nombre de Jesús, amén.

La última parte apenas la pude oír. Sé por qué está pidiendo perdón.
Se siente como si fuera su culpa que su padre se haya ido. Estaba en su
cuarto recibiendo su oso para ella cuando se desplomó. Tanto su psiquiatra
y yo, le hemos dicho múltiples veces que no era su culpa, que su corazón no
estaba funcionando correctamente, pero sé que no nos creyó. No sé qué más
hacer para hacer que lo crea. Ella tiene tan sólo ocho años de edad, pero
lleva cargando una culpa que pesa una tonelada. Una semana después del
funeral, me encontré con el oso hecho trizas en su armario.

Quiero llegar a ella. Quiero tomarla en mis brazos y calmar sus gritos.
Decirle que nada es su culpa y que la amo. Que su papá la quiere, incluso
si él no está aquí para demostrarlo. Pero me preocupa que si hago eso, se
alejará de mí. Sólo susurra sus oraciones porque cree que nadie más puede
oír. Este es su tiempo privado, su momento seguro para hablar con la única
persona que siente que puede en este momento. No quiero tener que
alejarme de ella, y tengo miedo que si ella sabe que yo la escucho todas las
noches, que disfruto de escuchar su voz, incluso si sus palabras me
desgarran, deje de hacerlo. Necesita esto. Quiero que venga a mí con su voz
cuando esté lista para que yo lo escuche.

Así que en lugar de consolar a mi hija como muero por hacerlo, lloro
en silencio en mi almohada y espero por ella para quedarme dormida. Es
sólo entonces que doy la vuelta y envuelvo mis brazos alrededor de ella,
dándole mientras duerme, lo que no permitirá que yo le entregue cuando
está despierta.
8
Alexander
Camino silenciosamente por el pasillo igual que la noche anterior
cuando escucho los susurros de una chica rogándole a Dios que traiga de
regreso a su padre. Pongo mi mano suavemente en la puerta y escucho
mientras ella derrite lentamente mi corazón hasta que se convierte en un
charco frente a mis pies. Me duele el pecho ante la necesidad de caminar y
quitarle su dolor. Nunca antes había escuchado palabras tan tortuosas. El
dolor que proviene de ellas es abrumador e insoportable. Incluso mi inmenso
dolor por haber perdido a los que amaba no puede compararse con esto. El
de esta niña es mayor.

Mi cabeza cae hacia adelante, y tomo una respiración profunda para


estabilizar los latidos de mi corazón. Ha estado silencioso desde hace un
rato, por lo que sé que ha terminado. Quito la mano de la puerta, y camino
por el pasillo hacia la sala de estar. Me dejo caer sobre un cojín y coloco mi
cabeza sobre mis manos.

Se irán mañana. El sol ya está saliendo y se supone que las


temperaturas estarán mucho más altas de lo que han sido en días. La nieve
no se derretirá en un día, pero será suficiente para permitir que el personal
de la carretera llegue al árbol caído y a su camioneta. Mi llamada esta noche
a Travis confirmó que mañana estarán trabajando en las carreteras.

No estoy listo. Es irrazonable e irracional, pero no quiero que se vayan


todavía. No me encuentro listo para dejar ir el comportamiento alegre de
Daniel o los modales silenciosos y deprimidos de Kelsey. No quiero renunciar
a la personalidad generosa y audaz de Gwen. Quiero mantenerlos aquí.
Conmigo. Han traído tanta luz a mi vida desde que llegaron que quiero
quedármela por un tiempo más. Lo que significa que necesitan irse lo antes
posible, antes de que mi mundo oscuro los contagie. Quiero ser egoísta y
albergar esa luz, pero no lo haré.

Lo que más duele es la mirada abatida en el rostro de Daniel cuando


Gwen le informó a él y a Kelsey que se irán mañana. Me sorprendió la mirada
taciturna de Kelsey. Esa chica y sus ojos tristes me tienen alrededor de su
dedo meñique. Y el chico... Todos deberían tener un Daniel en sus vidas.
Gwen trató de animarlos con visitas prometidas a todos sus amigos una vez
que las carreteras fueran lo suficientemente claras para ello, pero pude ver
que no funcionó. También podría decir que no estaba funcionando para la
propia Gwen. Trató de ocultarlo, no estoy seguro de si era solo de los niños
o de mí también, pero sé que tampoco quiere irse. En cuestión de días, los
cuatro nos hemos vuelto cercanos, formando algún tipo de vínculo. Y esa es
otra razón por la que necesitan irse. No puedo dejar que continúe. No es
algo que merezco. Es algo que necesitan formar con un hombre digno. Uno
que estará allí para ellos siempre. Un hombre completo, no uno que es solo
la mitad de sí mismo.

Le doy a mi pelo un buen tirón, dejando que el dolor aleje los


sentimientos no deseados, antes de soltarlo con un gruñido. Estoy enojado
conmigo mismo por querer algo que no debería. Esta familia es demasiado
buena para mí. Ni siquiera pude proteger a los míos cuando me necesitaron.
¿Cómo podría ser diferente con esta familia? Me rehúso a arriesgarme.

Me recuesto contra el cojín y me obligo a dejar de pensar en Gwen y


sus dos hijos. En cambio, dejo que mis propios demonios se hagan cargo.
Cierro los ojos, dejo que los gritos de dolor y el miedo inunden mi mente,
recordándome por qué Gwen, Kelsey y Daniel están mejor sin mí en sus
vidas.
***

El crujido del suelo es lo que me despierta. Mis ojos se abren, y giro


mis piernas para sentarme en el sofá. Mi vista se ajusta rápidamente a la
oscuridad de la habitación mientras busco la fuente del ruido. Hay una
figura oscura parada en la entrada del pasillo. Una figura pequeña. Mucho
más que Gwen, pero más alta que Daniel.

—¿Kelsey? —pregunto suavemente

Ella da un par de pasos en la sala de estar, luego se detiene.

—¿Qué pasa cariño? —pregunto, sabiendo que no recibiré una


respuesta.

Hago un movimiento para levantarme, pero luego mi trasero se


desploma cuando comienza a caminar hacia mí. Me quedo quieto y ella no
se detiene hasta que está a solo un pie de mí. No puedo ver claramente en
la habitación oscura, pero puedo decir que me está mirando.

—Kelsey, ¿está todo…?

Me detengo y me quedo allí aturdido cuando ella se adelanta, me


abraza el cuello y se sienta de costado en mi regazo. Contengo la respiración
y no me muevo durante varios segundos, pero luego lentamente la abrazo.
Desde que estuvo aquí, nunca la había visto mostrar afecto alguno hacia su
madre o hermano. No se asusta cuando su madre le toma la mano o le besa
la parte superior de la cabeza, pero nunca inicia ningún contacto. Que lo
haga ahora, conmigo, es impactante y casi aplasta mi corazón. Sólo que no
sé por qué. ¿Por qué me elegiría?
Siento humedad en mi cuello y un aliento caliente mientras entierra
su rostro contra mí y llora suavemente. Mis brazos se tensan alrededor de
su pequeña cintura, la alejo un poco mientras me recuesto contra el sofá.

—Shhh —susurro en la oscuridad, frotando círculos en la parte


superior de su espalda—. Está bien.

—Extraño a mi papá —susurra, apabullando mi corazón y


sorprendiéndome aún más.

Aprieto mis ojos ya cerrados para contener las lágrimas que quieren
caerse. Me siento tan bendecido por escuchar la hermosa voz de esta niña
después de años de no dejar que nadie la escuche, pero las palabras
torturadas y el dolor detrás de ellas me dejan con la sensación de que estoy
tomando mi último aliento doloroso.

—Sé que lo haces, cariño —digo en voz baja—. Sé que lo haces.

Inseguro de qué hacer, nos acomodo a ambos, de forma tal que quedo
reclinado contra el brazo del sofá con ella todavía acostada en mis brazos.
Discuto conmigo mismo si debo llamar a su madre o no, y luego decido no
hacerlo, preocupado de que se retire aún más. Obviamente, hay algo en mí
que la hace sentirse lo suficientemente a gusto como para venir a verme,
aunque no tengo ni idea de qué se trate. Kelsey necesita esto, lo intuyo, y
aunque Gwen es su madre y tiene derecho a saberlo, no romperé la
confianza de Kelsey. En el corto espacio de tiempo que han estado aquí, ha
llegado a significar mucho para mí, los tres lo han hecho mucho más de lo
que deberían.

El llanto de Kelsey se calma después de un rato, y siento que respira


contra mi cuello. Finalmente está dormida. La idea de llevarla de vuelta a
mi habitación donde está su madre ni siquiera se me pasa por la cabeza.
Que ella confié en mi tanto para quedarse dormida hace que mi corazón se
sienta más liviano.
Me tranquilizo aún más, agarrando la manta que tiré en el respaldo
del sofá y poniéndola sobre ella. Mis piernas cuelgan, pero por mí eso está
perfectamente bien.

Beso la parte superior de su cabeza y aprieto los brazos,


asegurándome de que no se caiga durante la noche. Apoyo la cabeza contra
el reposabrazos, cierro los ojos y pronuncio mi propia oración en silencio
para que esta niña y su familia encuentren la fuerza para recuperarse.

***

Me despierto con unos ronquidos en el oído y algo haciéndome


cosquillas en la nariz. Cuando abro los ojos, una cabeza de pelo rojo es todo
lo que puedo ver. Inclino la cabeza hacia un lado y aparto los pocos
mechones de cabello que quedan atrapados en mi barba. Una ligera sonrisa
suave curva mis labios cuando la nariz de Kelsey se arruga.

Siento unos ojos sobre mí, echo un vistazo y veo a Gwen sentada en
una de las sillas, mirándonos. Mi sonrisa se escapa por la mirada intensa
en su rostro. Al principio me pregunto si está enojada, debido a la delgada
línea que forma su boca, la línea descendente de sus cejas y el
enrojecimiento que cubre sus mejillas hacen que parezca que está
contenida. Estoy a punto de preguntar qué sucede, cuando de repente deja
escapar un suave sonido de hipo justo antes de que su rostro se arruga y
sus ojos se llenen de lágrimas. Sus ojos dejan los míos para mirar a su hija
acurrucada en mis brazos. Miro hacia abajo y sé exactamente lo que siente.
Mi corazón se contrae ante la inocencia pura en el rostro de Kelsey. Su rostro
está relajado en su sueño, sin emitir la mirada dolorosa que normalmente
lleva.
Miro hacia a Gwen, quiero levantarme y tomarla en mis brazos. Para
consolarla, pero también para hacerle saber que no está sola. Nuestras
situaciones son diferentes en muchos niveles, pero hay una cosa que es
igual. Ambos lloramos la pérdida de alguien especial para nosotros. Gwen
no solo llora a su esposo, sino también a su hija. Lloro por mi esposa y la
familia que apenas comenzábamos a compartir.

Sostengo a Kelsey mientras Gwen lucha para controlar sus


emociones. Sus labios se inclinan en una hermosa sonrisa mientras se
limpia las lágrimas. Una mirada a la izquierda muestra que el sol ya está
abriéndose paso en el horizonte, sorprendiéndome, ya que nunca duermo
tan tarde.

—¿Se quedará dormida si la muevo? —pregunto en voz baja.

Ella se levanta y viene hacia nosotros; sus ojos se atenúan aún más
mientras mira a su hija dormida.

—Debería —susurra.

Me levanto lentamente, tirando de la manta y colocando los pies en el


suelo. Acomodo a Kelsey para que quede tumbada de lado en mis brazos,
uno queda con una debajo de sus hombros y el otro debajo de sus rodillas.
Gwen nos sigue mientras camino por el pasillo hasta el dormitorio. Ninguno
de los niños se mueve mientras la acuesto al lado de Daniel. Deslizo una
parte de la manta sobre Kelsey, y antes de saber lo que estoy haciendo, me
inclino y le doy un beso en la frente, luego me inclino y hago lo mismo con
Daniel. Estos pueden no ser mis hijos, y es posible que no tenga ningún
vínculo con ellos, pero ya tienen un lugar en mi corazón.

Cuando doy la vuelta para salir de la habitación, Gwen está de pie


detrás de mí, mirando con una expresión extraña. Se da vuelta antes de que
pueda interrogarla, y ambos caminamos por el pasillo. Luego, se dirige
directamente hacia el sofá, agarra mi manta y comienza a doblarla. Me
acerco a la chimenea y tiro un par de troncos, reviviéndolos para darle vida,
antes de girarme para mirarla.

De espaldas a mí, me pregunta con voz ronca:

—¿Qué hubieras hecho si te dijera que se despertaría?

—Me quedaría en el sofá hasta que se despertara por sí misma —digo.

Ella deja la manta en el sofá, luego la almohada en la parte superior,


antes de girar para mirarme.

—¿Por qué?

Me acerco y me detengo cuando estoy a unos centímetros de


distancia. La necesidad de estar cerca de ella es demasiado fuerte para
ignorarlo ahora. Me asusta, pero no tengo la voluntad de alejarla.

Su cabeza se inclina hacia atrás a medida que me acerco a ella. Su


olor a vainilla flota hacia mi, recordándome los pasteles que mi abuela
horneaba cuando era pequeño.

Me detengo cuando estoy sólo unos centímetros de distancia.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué hacer eso por ella?

Sus ojos son suaves pero curiosos mientras ella hace la pregunta.

—Para ser honesto, no lo sé.

Y realmente no lo hago. No tengo ni idea de por qué estas personas


me han tocado tanto en tan poco tiempo. Pero no lo puede negar.

Ella asiente con la cabeza, mira hacia abajo por un momento, y luego
levanta la cabeza.
—¿A qué hora ella te despertó?

—No fue demasiado tarde.

—Lo siento. Deberías haberme despertado.

—Ella estaba bien.

No digo nada sobre Kelsey susurrándome. Obviamente, hay una razón


por la que me habló anoche. Tal vez ella finalmente decidió iniciar la
apertura, y fui la primera persona con la que fue capaz de hacerlo. Tal vez
ella siente mi propio dolor y siente que puede relacionarse. Tal vez se
despertará hoy y empieza a hablar. O tal vez ella estaba medio dormida y
vulnerable en el momento y se le escapó antes de que se diera cuenta. No
importa la razón, decirle a su madre no parece correcto.

Y una pequeña parte de mí, el mal, la parte egoísta, quiere mantenerlo


para mí por un rato. Me hace sentir tan condenadamente especial que ella
me escogió para escuchar su voz después de tanto tiempo.

Los dos nos quedamos ahí, ninguno rompe el contacto visual. Mi


mano escuece por extender la mano y rozar mis dedos a lo largo de su
mejilla. Sé que sería suave. No he querido tocar a una mujer desde la muerte
de Clara, y nunca pensé que lo haría de nuevo. O mejor dicho, nunca pensé
que lo desearía. Estos sentimientos me confunden, porque quiero sentir,
pero me aterrorizan. ¿Qué podría ofrecer a Gwen y sus hijos? ¿Una pequeña
cabaña en las afueras de la ciudad? ¿Un hombre que está, tanto física como
emocionalmente, con cicatrices? Desde luego, no protección, porque es
dolorosamente obvio qué tan bien lo hago. Recuerdo ese hecho cada puto
día de mi vida. Lo que esta familia me podría dar es muy superior a cualquier
cosa que les podía dar, y eso no es justo.

Con ese pensamiento en mente, doy un paso atrás, apartando la


necesidad que no podía obligar a retroceder hace unos momentos, de estar
cerca de ella. Duele mucho cuando veo la decepción en sus ojos. No tengo
idea de lo que está pasando entre nosotros, pero sea lo que sea, ella también
lo siente. Si yo fuera un hombre mejor, un hombre entero sin un agujero
negro en mi corazón, me gustaría agarrar la oportunidad de tener una mujer
como Gwen, y sus hijos. Pero no. En su lugar, puse aún más distancia entre
nosotros, y continúo odiando la mirada que me da.

—Iré a ver y alimentar a los caballos —digo con voz ronca.

Sus manos juegan con la parte inferior de la camisa y ella asiente.

—Está bien.

Fuerzo a mis pies para que me lleven lejos de ella antes de que haga
algo que lamentaré más tarde. Mis botas y la chaqueta están puestas, y
estoy llegando a la puerta cuando ella llama mi nombre. Sólo giro la cabeza
para mirarla por encima del hombro, con miedo de que si muevo todo el
cuerpo, no voy a ser capaz de detenerme de ir a ella.

Ella está más cerca de mi donde la dejé en la sala como si me estuviera


siguiendo a la puerta, pero luego se detuvo. Me hace preguntar si ella está
teniendo tan mal momento como yo por mantener la distancia.

—Los niños deben estar levantados pronto. ¿Te gustaría desayunar?

Su rostro tiene una expresión de esperanza, y no está en mí decirle


que no. Se va hoy, y por difícil que va a ser, quiero pasar tiempo con ella,
Kelsey y Daniel antes de que se vayan. Sólo necesito conseguir mis cosas
bajo control en primer lugar. Pasar tiempo con mis caballos y darme a mí
mismo un discurso motivacional debería ser suficiente.

O mejor dicho, espero como el demonio conseguirlo.

—Sí —respondo.

La sonrisa que me da, maldición, casi me hace caer sobre mi trasero.


Antes de que mis piernas tomen mente propia y me llevan hacia ella,
abro la puerta para sumergirme y salir al clima sorprendentemente cálido.
Odio el calor. Esa es parte de la razón por la que amo tanto Colorado; nunca
se pone demasiado caliente aquí. No está nada caliente ahora mismo, pero
definitivamente está más caliente de lo que quiero que esté. Es debido al
clima cálido que Gwen y sus hijos se están yendo hoy.

El sol se asoma apenas sobre el horizonte, y la blanca nieve en el suelo


hace que todo sea cegador. Las gotas de agua ya están goteando desde el
techo, y aunque todavía hay una gran cantidad de nieve en el suelo, varias
pulgadas ya se han desvanecido. A medida que avanza el día, aún más, se
fundirá. Es sorprendente, la diferencia de ayer a hoy.

Doy un paso fuera del porche y me dirijo hacia el establo, ansioso por
conseguir alimentar a los caballos y volver a la casa.

***

Horas más tarde, estoy de pie junto a la ventana con la sensación de


vacío en el pecho mientras observo el Blazer verde bosque de Jeremy hacer
su camino hasta mi casa y estacionar al lado de mi camioneta. Agarro el
sellado de la ventana cuando sale y mira a su alrededor antes de caminar
hacia el porche. Segundos más tarde, suena su llamada. Quiero hacer caso
omiso de ella, o decirle que se vaya de una maldita vez, que él no puede
quitar algo que quiero tanto.

Mis ojos se alejan de la puerta y aterrizan en Gwen, que está de pie


en el extremo de la barra con una mirada interrogante. Ella oyó el golpe
también, y estoy seguro de que está confundida en cuanto a por qué no he
contestado todavía. Estoy en negación y sólo quiero ignorarlo, pero sé que
no puedo. Ellos no pertenecen aquí conmigo.

Ella da un paso hacia la puerta para responder, por lo que fuerzo mis
piernas a moverse. Llego antes y paso delante de ella para abrirla. Jeremy
está parado en el otro lado, con las manos metidas en los bolsillos de sus
jeans. Lo conozco desde hace años, y él es un hombre bastante agradable,
pero por el momento, lo odio. Mi reacción inicial es fruncir el ceño y cerrar
la puerta en su rostro. Cuando me mira extrañamente con una pizca de
miedo, alejo la expresión. No es culpa de Jeremy que no pueda conseguir
controlarme.

Él saca una mano de un lado de su bolsillo y la extiende hacia mí.

—Es bueno verte, Alexander.

No tomo su mano en un primer momento, tan sólo la miro hacia abajo.


No es que a menudo estoy ofreciendo una mano para estrechar más. Sé que
eso es todo mi culpa por no insertarme en situaciones en las que necesito
dar la mano, pero también sé que es porque las personas son recelosos de
mí.

Agarro su mano en un movimiento firme. No pasa desapercibido que


tendió la mano izquierda así que tengo que estrechar la mano izquierda, la
que no tiene cicatrices. Sin embargo, Jeremy es zurdo, por lo que podría ser
simplemente eso y no que él no quería tocar la piel destrozada de la mano
derecha.

—Jeremy —gruño.

—Hola, Jeremy —dice Gwen, dando un paso por detrás de mí y


ofreciéndole una sonrisa—. Muchas gracias por venir a buscarme y a los
niños. Espero que las carreteras no hayan estado muy malas.
Sus ojos dejan los míos para mirar a Gwen. Jeremy, en sus más de
cincuenta años, y mientras que los hombres de su edad siguen siendo muy
capaz de tener un apetito sexual, mira a Gwen con respeto y lo que parece
ser el afecto paternal. Mi cuerpo se relaja en la expresión inocente. Es
estúpido de mí, y no tengo derecho, pero no quiero pensar en Jeremy
queriendo a Gwen para él.

—Han tenido que arar y la sal ha hecho su trabajo, por lo que no


estaban mal.

—Eso es bueno.

Un incómodo silencio llena el aire mientras los tres de nosotros


estamos allí. Estoy acostumbrado a vivir en la tranquilidad, por lo que en
realidad no me molesta mucho, pero Gwen se desplaza a mi lado y Jeremy
mete la mano en el bolsillo y se mece sobre sus talones.

Es Gwen quien habla primero.

—Voy a... umm... sólo voy a asegurarme que los niños tienen todo
listo —dice antes de dejar a Jeremy y a mí solos.

—El lugar se mira bien —dice a la ligera después de varios momentos.

Ha estado aquí unas pocas veces. Cuando Clara todavía estaba viva,
fuimos anfitriones de barbacoas de vez en cuando. La mitad de la ciudad
aparecería normalmente.

—Gracias —contesto.

El silencio sobreviene una vez más, y maldición si sé qué hacer para


llenarlo.

Incapaz de estar allí por más tiempo, giro sobre mis talones y tiro por
encima del hombro:
—¿Quieres una taza de café antes de irte?

—Ah... eh.... —Me sigue a la cocina—. Claro.

Ya hay un nuevo recipiente hecho, así que camino hacia él y vierto


una taza. Me he acostumbrado a la presencia de Gwen y los niños, pero
ahora con Jeremy, se siente extraño de nuevo. Incluso cuando tengo
clientes, no entramos en mi casa. En los últimos cuatro años, sólo he tenido
a mi familia aquí, y un par de viejos amigos.

Jeremy se sienta en el bar, con la taza de café en la mano, mientras


me apoyo en el mostrador frente a él, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Sé que lo estoy inquietando con mi silencio, pero estoy fuera de mi elemento
cuando se trata de visitantes. No conversó ociosamente o bromeo más. Estoy
tranquilo y me gusta mi espacio, prefiriendo permanecer lejos de todo y de
todos tanto como sea posible. Me gusta este estilo de vida ahora. Es diferente
de lo que había entre Clara y yo, pero es algo que necesito ahora.

—Entonces, ¿cómo has estado? —pregunta, luego, hace una mueca—


. Lo siento —murmura, mirando hacia abajo a su café—. Es una pregunta
estúpida.

Lo dejo libre de culpa, porque realmente, en circunstancias normales,


la mayoría de la gente habría ya dejado de lado su dolor, o por lo menos
aprendido a tratar con él y seguir adelante con su vida. Hacer una pregunta
como esa no debería ser un gran problema.

—He estado bien.

Me aseguro de mantener la voz neutra para no asustarlo. No me gusta


que las personas estén recelosas cerca de mí, que anden de puntillas y
susurren detrás de mi espalda. Sí, lo que sucedió me destruyó y me ha
jodido en más de un sentido, y sí, me mantengo lejos de la ciudad, porque
realmente no me importa estar rodeado de gente, pero cuando estoy en la
ciudad me molesta que actúen como si fuera un maldito monstruo o algo
así. Mis cicatrices son horribles, y cada maldito día pienso en que no fui
capaz de proteger a las dos personas que más amaba, más que a nada en el
mundo, pero cuando la gente tira de la tarjeta cautelosa, me recuerda aún
más de lo mucho que he perdido y lo que he hecho, o mejor dicho, lo que no
fui capaz de hacer.

—Eso es bueno.

Él asiente y toma un sorbo de su café.

—¿Cómo has estado tú y tu madre? —pregunto, porque eso es lo que


se hace, ¿verdad? Cuando uno pregunta al otro cómo está, es de buena
educación ser recíproco.

Él parece sorprendido por mi pregunta, y yo supongo que es mi culpa.


No he sido la persona más cordial alrededor cuando muestro mi rostro.

—Mamá se cayó el otro día y magulló su cadera, pero aparte de eso,


hemos estado bien.

—Escuché a ti y Gwen hablando el otro día sobre eso. —Me detengo y


me sorprendo a mí mismo, añadiendo—: Si necesitas ayuda haciendo esa la
rampa, hazlo saber.

Sus cejas se levantan a mi oferta, y no puedo decir que lo culpo.

—Pero no quiero ir, mamá. —La voz de Daniel nos interrumpe.

Miro hacia arriba y veo a Gwen y a Daniel entrando en la sala de estar,


su bolsa al hombro, con Kelsey tras ellos.

Gwen se detiene, me mira, luego gira a Daniel por sus hombros para
que la mire.
—Sé que no quieres, cariño, pero tenemos que hacerlo. Esta es la casa
de Alexander y ya nos hemos impuesto suficiente.

Quiero decirle que no han sido una imposición para nada, que me ha
encantado tenerlos aquí y que quiero que se queden, pero me guardo las
palabras apretando mi boca.

—¿Podemos al menos volver a visitarlo? Realmente me gusta este


lugar.

Sus ojos miran los míos por un breve segundo antes de volver a él. Su
voz se reduce cuando responde.

—Ya veremos.

Sus palabras envían una chispa a mi pecho. La idea de ellos,


posiblemente, regresando hace que se apriete mi estómago, tanto de
anticipación como temor.

—¿Preparados para iros? —pregunta Jeremy, levantándose de la silla


y sacando sus llaves de su bolsillo.

Una vez más, Gwen me mira antes de mirar a Jeremy.

—Sí.

Gigi entra trotando a la cocina y Daniel se pone de rodillas y la abraza


alrededor del cuello. Gigi lame su rostro un par de veces, y cuando se aleja,
hay lágrimas nadando en los ojos de Daniel. Hace que mi corazón me duela,
observando el intercambio.

—Voy a extrañarte, chica —dice Daniel con tristeza—. Cuida de tus


bebés.

Con un respiro y limpiándose la nariz, se pone de pie. Espero ver si


Kelsey se despedirá después, pero ella sólo mantiene su cabeza hacia
delante, sin mirar siquiera a Gigi. Gwen le rasca la cabeza un par de veces
y murmura su propio adiós.

Salgo de mi apoyo contra el mostrador y tomo un par de cosas fuera


de la barra mientras paso a su lado. Mis pies se sienten como plomo,
mientras los dirijo a todos a la puerta principal. Agarro el pomo con la mano,
me toma un minuto girarlo y abrir la puerta. Mi mandíbula duele por apretar
con tanta fuerza.

Giro una vez que estamos fuera en el porche, y soy empujado hacia
atrás un par de pasos cuando un pequeño cuerpo me golpea. Miro hacia
abajo, veo que Daniel tiene su rostro enterrado contra mi estómago. Mis
manos se posan sobre sus hombros.

—Voy a echarte de menos —murmura contra mi camisa.

Me aclaro la garganta, y luego digo:

—Voy a extrañarte también.

Se aleja y mira hacia arriba con los ojos tristes. Toma todo en mí para
no caer de rodillas, abrazarlo y no dejarle ir.

—Podemos volver, ¿podemos?

Echo un vistazo a Gwen para encontrarla mirándonos. Sin saber qué


decir, repito sus palabras para él.

—Ya veremos. —Cuando su rostro decae con decepción, extiendo mi


mano hacia él—. Quiero que tengas esto.

Se acerca y toma el caballo de madera.

—Vaya —jadea—. Esto es tan genial.

—Mi abuelo lo hizo para mí cuando tenía tu edad.


Él mira hacia arriba.

—¿En serio?

—Sí.

—¡Gracias! —Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura de nuevo—


. Te prometo que cuidaré bien de él.

Gwen se acerca y mira el pequeño caballo.

—¿Qué tienes ahí?

Daniel da un paso hacia atrás y saca su mano, ver que el caballo le


gusta vale un millón de dólares.

—Alexander me lo dio. Dijo que su abuelo se lo hizo cuando tenía mi


edad.

Gwen gira sus ojos sorprendidos hacia mí.

—¿Estás seguro?

Miro a Daniel y veo el asombro en su rostro mientras mira al caballo.

—Estoy seguro.

—Gracias —dice en voz baja.

Mis ojos van a Kelsey, que está de pie detrás de Gwen. Doy un paso
hacia ella y extiendo un cuaderno. Sus ojos se deslizan a los míos antes de
pasar al cuaderno. Vacilante, se acerca y lo agarra. Sus ojos permanecen
pegados a él mientras lo abre por la primera página, luego la segunda, luego
la tercera. Gwen, que ahora está de pie junto a ella, jadea.

—¿Hiciste esto? —pregunta, levantando sus ojos.

Asiento.
—Sí. Sé que su otro libro de crucigramas está lleno, así que... —dejo
de hablar.

—Esto te debe haber llevado horas.

Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa, lo que realmente


no fue y digo:

—Me pasé unas horas cada noche con ello. No me tomó mucho
tiempo.

Kelsey sigue girando las páginas del libro de crucigramas hecho en


casa, una tras otra. Después de varios minutos, levanta su cabeza y sus
ojos se encuentran con los míos. La mirada que estoy tan acostumbrado a
ver en sus ojos, la que dice que está perdida y no puede encontrar su camino
de regreso, no es tan prominente. Sus ojos se vuelven vidriosos y su labio
inferior tiembla. Aterrado de haber hecho algo mal, estoy a punto de pedir
disculpas cuando se lanza a mis brazos. Los míos la rodean.

Miro a Gwen por encima de su hombro para encontrarla mordiéndose


el labio y luchando contra sus propias lágrimas. Kelsey me abraza durante
varios segundos, y luego se aleja. Sus ojos no me miran mientras se da la
vuelta y se aleja.

Entiendo su necesidad de estar lejos, de poner distancia entre ella y


lo que podría hacerle daño de nuevo. No es que alguna vez la lastimaría
intencionalmente, pero el aspecto emocional de dejar entrar a alguien
después de la trágica pérdida de su padre es aterrador.

Gwen se gira hacia Jeremy.

—¿Puedes darnos un minuto?

—Por supuesto —responde y se aleja. Gwen mira mientras él ayuda a


los niños a entrar en su Blazer, después se gira hacia mí.
—Sé que ya lo he dicho, pero quería agradecerte de nuevo por
ayudarnos. No sólo por venir a nuestro rescate en la carretera y dejarnos
estar aquí, sino por lo que hiciste en el mercado, el otro día también.

Está de pie tan cerca que puedo ver manchas negras en sus ojos
azules y oler su dulce aroma a vainilla. Una ligera brisa deja un mechón de
pelo en su cara, y una vez más tengo que forzar mis manos para permanecer
a mis costados y no apartar al mechón díscolo sólo para darme una excusa
para tocarla.

Miro hacia el lado donde la casa está parcialmente construida,


mirándola, pero no realmente viéndola, antes de mirar a sus ojos de nuevo.

—No fue nada, en realidad.

Ella entrecierra sus ojos.

—Fue muy importante para mí. Para nosotros. Nadie sabe lo que
habría pasado si no hubieras visto mi camioneta y venido a investigar. No
tenías que traernos de vuelta aquí, pero lo hiciste. Y no tenías que ser tan
agradable con mis hijos.

No sé qué decir. No me muevo bien con la gratitud porque nunca estoy


rodeado de personas que tienen que ofrecerla.

Antes de que tenga la oportunidad de responder, Gwen me sorprende


dando un paso más cerca, agarrando mis hombros, e inclinándose para
besar mi mejilla. Cierro mis ojos cuando sus labios suaves tocan la piel
nudosa de mi mejilla. En lugar de alejarse, da un paso más cerca.

—Eres un buen hombre, Alexander. Cuídate —susurra en mi oído.

Se aleja, me mira un momento más, me ofrece una pequeña sonrisa,


luego se gira y se aleja. La miro y cuanto más lejos la veo, más duro late mi
corazón.
—¡Gwendolyn! —grito cuando está casi en la Blazer. Esa es la primera
vez que he utilizado su nombre completo.

Se da la vuelta, y la expresión de su rostro casi me hace caer de


rodillas y pedirle que se quede.

—Puse mi número en tu teléfono anoche. Si tú o los niños alguna vez


necesitáis algo, llámame.

Después de un momento, asiente, y camina el resto de la distancia


hasta donde sus niños y Jeremy están esperándola. Juro que siento un dolor
punzante en mi corazón mientras los veo alejarse.

Me quedo ahí durante unos diez minutos después de que se han ido,
sintiéndome como si hubiera perdido algo muy valioso e importante.
9
Gwendolyn
—¿Qué día estás llegando?

Cambio el teléfono de una oreja a la otra, agarro el limpiador de debajo


del fregadero, y rocío la tabla hacia abajo. Entonces ataco con mi trapo.
Daniel estaba ayudando a hacer galletas antes y empezó a jugar con la masa
sobrante.

—El veintitrés —responde Emma—. No me gusta que sólo pueda ir


por dos días, pero el trabajo ha estado agitado últimamente. Tuve la suerte
de salir de lo que hice.

Emma es una enfermera de triaje que trabaja en el servicio de


urgencias. Hace unas semanas, se quejó de varias enfermeras que
renunciaron dentro de un lapso de un mes, dejando el departamento corto
de personal.

Uso mi uñas para raspar un poco de pasta seca que está sobre la
mesa.

—Vamos a tener que sacar el máximo provecho de ella mientras estás


aquí. Los niños están contentos de verte.

—Los extraño. No puedo esperar para verlos otra vez. —Hace una
pausa por un momento y luego le pregunta en voz baja—: ¿Cómo está
Kelsey?

Dejo caer el trapo sobre la mesa y me dejo caer en una silla. Esta es
la primera vez que he podido hablar realmente a Emma desde que
regresamos de estar con Alexander, y he estado muriendo. Su trabajo la ha
mantenido muy ocupada.

—Realmente estaba mostrando signos de mejora durante unos días,


pero la última semana se dejó caer de nuevo en su estado depresivo. De
hecho, la vi sonreír de nuevo, Emma.

Susurro la última parte como si fuera un gran secreto, pero es porque


estoy preocupada de que si hablara fuerte mi voz se quiebra.

Dejamos el lugar de Alexander hace una semana, y desde ese día, no


he visto un cambio en el estado de ánimo en absoluto de Kelsey. Sé que ella
lo extraña, y si soy sincera conmigo misma, yo también. Lo echo de menos
demasiado, lo que hace que mi estómago duela. Daniel preguntó sobre él
varias veces en los últimos días, así que sé que lo echa de menos también.

—¡Oh, Gwen, eso es maravilloso! —dice contenta, luego, recuerda la


parte triste de mi declaración—. ¿Qué estaba pasando cuando sonreía?
Dijiste hace unos días.... Ha ocurrido algo. ¿Qué es?

Esta es la parte que quería preguntarle. Vacilo, preguntándome cómo


debería ir sobre ella. Ni siquiera ella puede tener las respuestas que busco.

—¿Recuerdas a un hombre llamado Alexander de cuando solías visitar


a tu abuela durante los veranos?

Hay silencio, y luego:

—¿Tiene un apellido?

Niego con la cabeza, luego me siento tonta porque no me puede ver.

—No lo sé. Dijo que su abuelo criaba caballos y que había ido a veces
para ayudarlo. En realidad heredó la granja. Está fuera en Hallow’s Road,
solamente a unas pocas millas de la casa de su abuela.
Oigo su zumbido a través de la línea mientras piensa.

—¡Sí! —grita, y luego baja la voz—. Alexander David Christenson. La


razón por la que recuerdo su nombre completo es porque siempre me ha
gustado mucho. Tuve un flechazo con él un verano, cuando un chico golpeó
mi cono de helado de mi mano. Alexander vio y me compró uno nuevo. Creo
que tenía diez años en el momento. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver con nada?

La culpa me carcome cuando pienso en mi siguiente pregunta. Sé que


debería preguntarle por mi cuenta, pero simplemente no me atrevo.
Cualquiera que sea la respuesta, sé que es muy devastador para él, y no
quiero ver el dolor que sé que sus ojos sostendrán si pregunto.

—¿Sabe exactamente lo que sucedió a su esposa e hijo?

Emma se queda en silencio durante varios segundos antes de que


responde con una voz triste.

—No sé mucho. Sólo que él conducía cuando alguien arrancó delante


de él. Se desvió para evitar chocar contra él y rodó en la Hallow’s Creek. No
sé cuán exacto es eso, pero por lo que me dijeron, su mujer y la niña se
ahogaron.

Mi mano vuela a mi boca y un suave sollozo escapa antes de que


pueda detenerlo. —Oh, Dios mío —susurro entrecortada—. ¡Qué horrible!

—Sí. Fue bastante trágico.

Se siente como que hay una tonelada de ladrillos en mi pecho. Pobre


Alexander. Ya es bastante malo perder a alguien, pero perderlos de una
manera tan dura.... Ni siquiera puedo imaginar el dolor que tuvo que pasar.
Obviamente lo sigue pasando. No es de extrañar que siempre se ve de mal
humor. No importa cuanto tiempo pase, ya sea cuatro años o veinte, nunca
se supera algo así.
—¿Gwen? ¿Qué está pasando? —Emma pregunta, sacándome de mis
pensamientos—. Lo que pasó fue terriblemente triste, pero pareces más
molesta que una persona que no debía estar allí y no los conocía.

Me levanto, agarro mi café del mostrador, y lo traigo de vuelta conmigo


a la mesa. Llevo uno de mis pies con medias hasta el asiento y abrazo a mi
rodilla.

—Los niños y yo... eh... estuvimos algo forzados a permanecer con él


durante unos días la semana pasada.

—¿Qué quiere decir, forzada a quedarte con él? —pregunta con recelo.

—Estaba visitando a tu abuela. Cuando nos fuimos, la nieve caía muy


fuerte. Un animal corrió por delante de mí, y me salí de la carretera cuando
apreté los frenos para esquivarlo. —Antes de que ella tenga la oportunidad
de preguntar, le aseguro—: Todos estábamos bien, pero no pude sacar el
camioneta. Por suerte, Alexander vino y nos encontró. Sin embargo, había
un árbol en la carretera por lo que no podría llevarnos de regreso al pueblo.
No teníamos más remedio que ir a casa con él.

—Maldita sea, Gwen. ¿Por qué estoy en este momento oyendo acerca
de esto? —regaña.

—Debido a que esta es la primera vez que realmente hemos sido


capaces de hablar. —Me meto mi flequillo detrás de la oreja—. De todos
modos, Alexander nos acogió por tres días. Emma… —Me detengo y aclaro
mi garganta—. Kelsey sonrió. De hecho, ella sonrió y mostró más de la
antigua persona que era desde que Will murió.

Oigo una aspiración de Emma, y sé que está tan sorprendida como


yo. Ella estuvo allí desde mi comienzo y la relación de Will, estuvo allí los
días del nacimiento de los hijos, estuvo allí a través de cada hito, y estuvo
allí cuando todo se vino abajo después de su muerte. Nos ayudó trabajar
juntos. Cuando Kelsey se quedó en silencio y se retiró, Emma se vio afectada
también, porque ella ama a mis hijos como si fueran sus propios hijos.

—Vaya —dice ella—. ¿Ha hablado?

Apoyo mi codo sobre la mesa y descanso la cabeza en la mano.

—No. Nada de eso, pero he visto más animación en su rostro de lo que


he tenido en años. Voy a tomar cualquier cosa que pueda conseguir.

—¿Y piensas que Alexander tenga algo que ver con eso?

—Sí —respondo—. No sé lo que hay en él, tal vez es porque ella siente
su propio dolor y puede relacionarse con él.

—¿Y Daniel?

—Daniel lo ama absolutamente. Alexander fue tan bueno con los dos.
Pretende ilustrar este hombre duro y tranquilo que, obviamente, no deja que
la gente se acerque demasiado, pero con los niños, supongo que no pudo
evitar abrirse.

—¿Y qué hay sobre ti? —indaga en silencio.

—¿Qué hay sobre mi?

Juego a la tonta. Me levanto de mi posición en mi silla y llevo mi taza


de café al fregadero. Está frío, por lo que lo vierto por el desagüe.

—¿Se ha abierto a ti?

Giro, me inclino hacia atrás contra el mostrador y miro hacia abajo a


mis pies con calcetines. Muevo los dedos de los pies, le contesto lo más
honestamente que puedo.

—No lo sé. No fue tan frío cuando nos fuimos. Pero eso podría ser
simplemente debido a que no éramos completos extraños nunca más.
—¿Y cómo te sientes acerca de él?

Me toma un minuto para responder. ¿Cómo me siento sobre


Alexander? Eso es a la vez fácil y difícil de responder. Es también aterrador
pensar sobre ello. He tratado de sacarlo mi mente la semana pasada, pero
no importa cuánto lo intente, él está allí. Es como si estuviera abriéndose
paso dentro y ha echado raíces.

—No lo sé. Me gusta. Es tranquilo y reservado, pero también es


compasivo. Me ha gustado observarlo con Daniel y Kelsey. Ha sido como si,
a pesar de que no estaba seguro de qué hacer con ellos, instintivamente
sabía. Él fue muy paciente con ellos. Llevó a Daniel al establo para ayudarle
con los caballos. Y cuando miraba a Kelsey, juro, Emma, era como si
estuviera tratando de absorber su dolor.

—¿Sigue siendo tan caliente como solía ser? —se burla, luego se ríe.

—No sé cómo solía verse, pero el hombre se ve muy bien ahora.

Se aclara la garganta antes de preguntar en voz baja:

—Él tiene cicatrices, ¿verdad? Desde el accidente.

Me siento mal hablando de él de esta manera, pero es Emma. No hay


censura o disgusto en su voz. Emma no es así. Nunca juzga a las personas
por su apariencia exterior. Es lo que está en el interior lo que cuenta.

—Sí. —Dejo escapar un suspiro de golpe—. El lado derecho de su


rostro tiene cicatrices de quemaduras. Él las tiene en su brazo derecho
también. No puedo estar segura, pero creo que puede haber más. Las
cicatrices no importa de todos modos, no importa lo malas que son.

—Lo sé. ¿Vas a verlo de nuevo?

Antes de que llegue la oportunidad de responder, escucho un portazo


de un auto fuera.
—Necesito irme. Jeremy y su madre tenían los niños durante el
almuerzo y acaban de regresar.

—Está bien. Pero quiero actualizaciones sobre la situación de


Alexander —me informa.

—Puede que ni siquiera haya una situación de Alexander para


informarte.

Me acerco a la puerta y la abro. Daniel, Kelsey y Jeremy están


caminando por el camino.

—Cierto. Pero puede haber también.

Después de prometer llamarla en un par de días, cuelgo. Sonrío


mientras los niños y Jeremy se acercan al porche.

—¿Ustedes chicos se han divertido?

Agito el cabello de Daniel mientras se detiene frente a mí y me extiende


un recipiente Tupperware.

—Nosotros lo hicimos y te trajimos el almuerzo.

Me inclino y beso la parte superior de su cabeza.

—Gracias. —Luego miro a Kelsey—. ¿Te gustó tu almuerzo? —


pregunto con suavidad.

Ella da un solo movimiento de cabeza y eso es todo.

Después de agradecer a Jeremy por el almuerzo, Daniel se va


corriendo dentro, me seguro de sacar el juego de video. El niño jugaría 24-
7 si se lo permito. Kelsey le sigue a un ritmo más lento. Me vuelvo a Jeremy
después de ver que los niños van al interior.

Sostengo el contenedor.
—No tienes que traerme almuerzo, pero gracias de todos modos.

—Sabes que no hay problema. Puesto que no pudiste venir, mamá


insistió en traerte el almuerzo.

Me invitaron también, pero tenía mucho que hacer en la casa. Eso, y


que quería tomar la oportunidad de tener unos minutos a solas. Desde que
estuve con Alexander por la nieve, mi mente se ha desviado a él más veces
de las que puedo contar. Es muy molesto.

Sonrío.

—Bueno, gracias. Y gracias a tu madre también.

—Ya lo tienes. —Él golpea la barandilla antes de girar y bajar los


escalones. En la parte inferior, se da la vuelta—. Si necesitas algo, incluso
si es sólo para mi madre y para llevar a los niños por un rato, llámanos.

—Gracias, Jeremy. Realmente aprecio todo lo que tú y Peggy han


hecho por mí y los niños.

—Es por eso que lo agradezco, sobre todo a mamá. —Él mira a su
camioneta, y luego de nuevo a mí, con una expresión triste—. Nunca fui
capaz de darle algún nieto más. Tener a Daniel y Kelsey alrededor ayuda, ya
que Benny es todo un adulto—. El dolor de Jeremy y la pérdida que tuvo
que soportar me tiene comenzando a ir por las escaleras para ofrecerle
consuelo, pero antes de que tome tres pasos, mueve la cabeza y me detiene
con sus palabras—. No lo hagas. Está bien. Fue hace muchos años.

Asiento con la cabeza y me mantengo en mi lugar.

—Mejor será que me vaya. Todavía tengo que pasar por la farmacia y
tomar las medicinas de mamá.

Con un movimiento, se gira y se pone su chaqueta.


Me levanto y miro mientras se aleja, más que bendecida de tener dos
personas tan maravillosas en nuestras vidas. En realidad, tenemos bastante
gente que considero amigos muy cercanos. Cuando nos mudamos a Cat’s
Valley, estaba tan preocupada que fuera un error mover a los niños desde
donde comenzaron sus vidas y donde los recuerdos de Will estaban, pero no
pasó mucho tiempo para darme cuenta de que fue la mejor decisión que
pude haber hecho nunca para nosotros. Hemos ganado una familia desde
nuestro traslado aquí.

Vuelvo a la casa y encuentro a Daniel exactamente donde pensé que


lo haría, pegado delante de la televisión con un dispositivo de juego en la
mano.

—Oye , chico —llamo.

Él mueve su cabeza en torno a mí por una fracción de segundo antes


de volver a la TV.

—¿Sí, mamá?

—Una hora, entonces te quiero fuera para hacer tus tareas.

—Está bien.

Lo dejo en la sala de estar y camino por el pasillo hacia la habitación


de Kelsey. Toco suavemente a la puerta parcialmente cerrada antes de
abrirla. La encuentro en su cama con el portátil que Alexander le dio, en su
regazo.

Ella mira hacia arriba cuando me siento a su lado en la cama. Me


apoyo contra la cabecera, reflejando su posición. A pesar de que tiene
muchos libros de crucigramas comprados en la tienda, ha optado por hacer
éste en particular desde que estamos de vuelta. Todo el portátil no está lleno,
pero la mayoría lo está.
—¿Son difíciles? —pregunto.

Después de un momento, ella me brinda un solo movimiento de la


cabeza.

Miro hacia el que está trabajando y veo que está a mitad de camino a
través de él. Tengo curiosidad por saber lo que va a hacer cuando ella los
acabe. Va a través de ellos tan rápido, que es sólo cuestión de tiempo antes
de que termine. Todavía no puedo creer que Alexander tomó el tiempo para
hacer esto por ella, sabiendo su obsesión por ellos y no querer que se fuera
sin ello. Fue uno de los gestos más dulces que alguien ha hecho por
nosotros.

—¿Lo extrañas? —pregunto, y la miro de vuelta. No hay necesidad de


elaborar a qué me refiero. Ella ya sabe.

Por un breve instante, el dolor destella en sus ojos. Mira hacia el otro
lado de mí y posa la mirada por la habitación. Apostaría cualquier cosa que
no está mirando a nada en particular. No quiere que sepa cómo se siente.

—Está bien —susurro, y cubro con mi brazo sus hombros—. Yo


también lo extraño.

Sorprendiéndome, ella inclina su cabeza contra mi pecho. Las


lágrimas amenazan a mis ojos, pero las reprimo.

Nos quedamos así durante varios minutos antes de que ella se aleje
de mí. Sus ojos son cautelosos una vez más, y sé que no voy a conseguir
nada más salir de ella.

Beso la parte superior de su cabeza, luego murmuro:

—Una hora y entonces es hora de tarea, ¿de acuerdo?

Cuando miro en sus ojos, me dicen que escuchó y entendió. Me deslizo


de la cama y camino hacia la puerta. Miro hacia atrás y veo la nariz de Kelsey
atrapada de nuevo en el cuaderno. En silencio, dejo la puerta entrecerrada
antes de marcharme.

***

Más tarde esa noche, miro hacia el teléfono en la mano. El nombre de


Alexander se muestra. Quiero tanto presionar el botón para llamarlo, para
escuchar su voz, pero soy una gallina. ¿Y si él no quiere hablar conmigo? ¿Y
si ya se ha olvidado de nosotros? ¿Y si estaba aliviado cuando nos
marchamos?

Muevo la cabeza hacia atrás contra el respaldo del sofá y miro hacia
el techo. Los niños están en la cama y la casa está en silencio. Por alguna
razón, me siento ansiosa e inquieta, y la necesidad de escuchar la voz de
Alexander es cada día más fuerte. Me siento como una colegiala extrañando
a su amor platónico. No sé qué es exactamente lo que siento por él, pero sea
lo que sea ha crecido rápidamente. Demasiado rápido para ser considerado
racional. Sentimientos así de fuertes por alguien que realmente no conozco
no son normales.

Paso los dedos sobre la pantalla en blanco de mi teléfono, y muerdo


el labio. ¿Y si sólo envío un texto? No será lo mismo que hablar con él, pero
tal vez va a apaciguar esta necesidad que siento. Al menos así puedo medir
sus sentimientos hacia mí, en contacto con él. Él puso su número en mi
teléfono, después de todo. Por supuesto, me dijo que lo llamara si los niños
o yo lo necesitábamos, no sólo para cosas al azar o porque simplemente
quería escuchar su voz. Pero, de nuevo, yo lo necesito. No sólo en la
capacidad que se refería. Ni siquiera sé en qué calidad lo necesito. Sólo sé
que es una necesidad que sigue creciendo.
Resoplo y busco en mi teléfono. Su nombre aparece en mi pantalla.

Sólo hazlo, Gwen, mi ser interno lo demanda.

Con dedos nerviosos, comienzo un nuevo hilo de texto, con la


esperanza de que no estoy cometiendo un error.

Yo: Hola. Es Gwen.

Dejo caer el teléfono en mi regazo, negándome a mirar la pantalla para


ver si él lo vio. Mis rodillas rebotan, y doy golpecitos con mis dedos contra
el brazo del sofá. Ubico mi agua en la mesa de café, y la alcanzo. Al mismo
tiempo que estoy tirando de la botella lejos de mi boca, mi teléfono vibra.
Salto y una corriente de agua moja mi camisa.

—Maldición —murmuro, luego tapo la botella y la coloco en el cojín


junto a mí.

Haciendo caso omiso de la mancha de humedad en mi camisa, agarro


mi teléfono.

Alexander: Gwen, ¿está todo bien?

Por supuesto, él piensa automáticamente que algo está mal. Después


de todo, ¿por qué otra cosa le enviaría el mensaje? Una pequeña parte de
mí, una parte que no hago caso, duele que al parecer no estaba contento de
saber de mí.

Sintiéndome como un idiota por tomar ventaja de su oferta para


contactarlo si necesitaba algo, disparo una respuesta rápida.

Yo: No, no pasa nada. Solo quería decir hola.

Presioné Enviar, luego lo lamento cuando me doy cuenta de que el


mensaje me hace sonar como un bicho raro. En serio, ¿quién envía un
mensaje a alguien sólo para decir hola? A pesar de que él no está aquí para
presenciarlo, todavía siento mi cara ardiendo.

Mi teléfono vibra de nuevo y miro hacia abajo.

Alexander: ¿Cómo estás?

Bien, así que tal vez no está tan horrorizado de saber de mí como yo
pensaba. Si lo estaba, él no estaría fomentando la conversación, ¿verdad?
¿O es simplemente por cortesía? No me gusta estar tan insegura.

Yo: Estoy bien.

Alexander: ¿Y los niños?

Sonrío, tocada de que haya preguntado después por ellos.

Yo: Ellos están bien también.

Puse mi teléfono abajo, luego, lo tomo de vuelta.

Y: ¿Cómo has estado?

Un minuto más tarde, mi teléfono vibra.

Alexander: He estado ocupado poniéndome al día en cosas de la casa.


10
Alexander
Me siento en la silla de lona con los brazos cruzados sobre mi pecho
y mis piernas estiradas frente a mí. Estoy posicionado en el medio de mi
patio delantero. Afuera está helado, pero no siento el frío abrasador. Mi
atención está completamente consumida por la casa a medio construir
frente a mí.

Llevo horas afuera, solo mirándola, contemplando cómo y cuándo


quiero derribar la estructura. Parte del motivo por el que la guardé fue
porque era un vínculo con Clara y Rayne. Un enlace que aún no estaba listo
para destruir. Aunque no creo que alguna vez esté listo para dejarlos ir, sé
que debo dejar de estar parado y tratar de seguir avanzando.

Las paredes del edificio están descoloridas, hinchadas y arruinadas


debido a la falta de protección contra el clima. Se ha convertido en una
monstruosidad. Siempre supe que eventualmente lo derribaría, solo faltaba
encontrar la motivación y el coraje para hacerlo.

Miro hacia abajo a la imagen en mi regazo. Los bordes están


ligeramente arrugados y hay varios pliegues. Una de las enfermeras la tomó
justo después de que nació Rayne. Estoy sentado al lado de la cama con mi
brazo en la almohada detrás de la cabeza de Clara. Bebé Rayne está
acurrucada en una manta, en los brazos de Clara. Ambos estamos
mirándola y nuestras sonrisas son tan grandes que es una maravilla que
nuestros rostros no se partan en dos. La enfermera que tomó la foto era una
buena amiga nuestra, así que se encargó de usar mi teléfono para capturar
la escena sin que nosotros lo supiéramos. Es una de mis favoritas de
nosotros tres juntos.

Inmediatamente después de esa foto, las enfermeras llevaron


rápidamente a Rayne a la unidad de cuidados intensivos neonatales. Tenía
ocho semanas de anticipación, pesaba solo un kilo y medio, y necesitaba
más tiempo para desarrollar sus pulmones y seguir creciendo. Clara estuvo
en el hospital durante cinco días después de eso. Técnicamente, podría
haberse ido antes, pero con Rayne todavía allí, se quedó todo el tiempo que
le permitieron. Una vez que la liberaron, Clara y yo nos quedamos en un
hotel cercano, ya que el viaje de la casa al hospital era de unos cuarenta y
cinco minutos. Queríamos estar lo más cerca posible de Rayne. Durante las
primeras dos semanas, la visitamos todos los días y nos quedamos desde la
mañana hasta la noche. Logan, un amigo nuestro, salía a la cabaña todos
los días, alimentaba y le daba agua a los caballos para nosotros, pero
finalmente tuve que empezar a hacer viajes yo mismo. Todos los días, sin
embargo, estaba en el hospital con mi esposa, hablando con nuestra hija,
observándola lentamente hacerse más fuerte. Esos días fueron
atemorizantes, pero también fueron lo mejor de mi vida. Llevé una sonrisa
permanente durante siete semanas.

El crujido de los neumáticos me saca de mis recuerdos. Giro la cabeza


y veo como un camioneta Dodge negro viene por mi entrada. Me pongo de
pie y coloco la imagen en el bolsillo de mi chaqueta. Estará en mi cajón
cuando vuelva a entrar, junto con los otras dos que tengo allí. El primer año
después de que murieron, la imagen estaba en un marco establecido en mi
mesita de noche. Fue un recordatorio constante de lo que tenía y luego perdí.
Un recordatorio de cómo les fallé a las dos personas más importantes de mi
vida.
El camioneta se detiene y un hombre que no había visto en semanas
sale. Doy vuelta y miro hacia la casa a medio construir, sabiendo que se
acercará sin mi aviso.

James y yo hemos sido amigos desde la escuela primaria. Después de


que Clara y Rayne murieron, me alejé de todos, incluido él. Él me dio mi
espacio para llorar por un tiempo, pero luego comenzó a forzar su camino
de regreso, sin importar cuánto intentara alejarlo. Además de mi familia y
mis clientes, él es una de las únicas dos personas que han venido aquí.
Travis, otro amigo, que se mudó a Cat's Valley en su último año de escuela
secundaria, es el otro.

Se detiene a mi lado y los dos miramos al mismo tiempo la que se


suponía que era la casa de los sueños de Clara.

—¿Cómo estuvo tu viaje? —pregunto después de varios minutos de


silencio.

Él deja escapar un suspiro, luego refunfuña.

—Estresante como el infierno. Estoy feliz de estar de vuelta y lejos de


mi hermana loca. Dios, la amo, pero demonios, no puedo tomar tanto.

Gruño.

—¿Cómo estuvo tu madre?

—Genial como un maldito pepino. Si no fuera por ella, probablemente


habría golpeado la cabeza de Lena con uno de los jarrones utilizados para
los centros de mesa. Ella era una perra histérica sobre los cabrones porque
no coincidían con las flores que escogió para ellos. Escogió las malditas
cosas por sí misma y supo desde el primer momento qué flores estaba
usando.
James estuvo fuera de la ciudad la última semana para la boda de su
hermana, Lena. Su hermana vive a solo dos horas de distancia, pero quería
a toda la familia durante toda la semana. Lo que pasa con Lena es que es
una niña mimada. Ella es la bebé de los cinco hermanos de James y cree
que todo el mundo gira en torno a ella. Es la única del grupo que sale así.
James y yo solíamos bromear diciendo que ella había sido cambiada al
nacer, que su dulce hermanita estaba en algún lugar, probablemente con
padres insoportables.

—Dios ayude al pobre bastardo que se casó con ella —comento, medio
en broma.

Siendo el mayor de sus hermanos, hay una brecha de siete años entre
James y Lena. Eso todavía no le impidió seguirnos, y a sus otros hermanos,
y tratar de mandarnos a todos a hacer lo que ella quería. Todos lo
soportamos porque Cassandra, la madre de James, nos habría arrancado
nuestras pieles si no lo hacíamos.

—Lo creas o no, ella no lo trata de esa manera. Para ella, él es su


santo grial y parece adorar el terreno por el que camina. Ambos lo hacen.
Aún ve su lado malicioso porque todos los que la rodean reciben el
tratamiento de "tú estás por debajo de mí". No lo sé. —Encoge sus
hombros—. Es interesante ver un lado más suave de Lena.

Una Lena suave. No hubiera pensado que era posible.

—¿Todavía planeas derribarlo? —pregunta después de varios


momentos de silencio.

Miro hacia arriba y lo veo mirándome con curiosidad, con los brazos
cruzados sobre su enorme pecho. Me giro.

—Sí. La madera está podrida, así que es solo cuestión de tiempo antes
de que empiece a desmoronarse de todos modos.
—Dime si quiere ayuda cuando lo hagas —dice.

—Gracias, pero creo que esto es algo que debo hacer por mi cuenta.

Él me da palmadas en la espalda.

—Lo entiendo.

—¿Quieres una cerveza? —pregunto, listo para salir del frío y alejarme
de la estructura inestable que tengo delante. Cada vez que la miro, resurgen
los recuerdos que he tratado de olvidar. Es por eso que normalmente evito
mirarlo como la peste. No necesito ningún recordatorio. Me acuerdo de eso
cada vez que me miro en el espejo o cierro los ojos. Pero con la Navidad
llegando y el aniversario de su muerte, me sentí atraído por eso. Les fallé al
no salvarlos y este es mi castigo.

—Claro —dice James, sacándome de mis pensamientos.

Giro y nos vamos a la casa. Gigi se encuentra con nosotros en la


puerta, meneando la cola cuando ve que James está conmigo. Ella ha estado
en una depresión en los últimos días, y sé que tiene que ver con cierto niño
pequeño que no está aquí. Aprieto la mandíbula y alejo las emociones no
deseadas por no tener más a Gwen y sus hijos aquí. La casa se ha sentido
demasiado vacía, y me pregunto si alguna vez volverá a sentirse normal. El
vacío no es nada nuevo para mí, pero ahora que recuerdo lo que se siente
estar lleno de algo más que negrura vacía, no creo que quiera volver a
hacerlo.

Saco dos cervezas de la nevera y le doy una a James. No bebo a


menudo, pero siempre guardo unas pocas en la nevera por si acaso necesito
una. Levanto la parte superior, tiro la tapa a la basura y tomo un par de
sorbos.

James hace lo mismo, luego deja su botella en la barra. Toca su muslo


y llama:
—Arriba, Gigi. —Ella salta y coloca sus patas delanteras en su
estómago inferior—. ¿Cómo están los bebés, chica? —Ella responde
lamiéndole la mano—. ¿Cómo está Bandit? —pregunta una vez que Gigi
vuelve a caer sobre cuatro patas.

—Todavía eres un bastardo obstinado —gruño.

Él ríe.

—Entonces, ¿todavía te está pateando el trasero, quieres decir?

Aprieto los dientes, más allá frustrado con el animal.

—Casi mordió mi mano ayer cuando traté de darle de comer una


manzana. Luego casi atravesó la madera en la pared lateral de su puesto.
Tuve que llevar a Bella a otro puesto porque se estaba agitando.

Toma otro sorbo de su cerveza y se limpia la boca con el dorso de la


mano.

—No lo sé, hombre. Puede ser una causa perdida con eso.

Gruño ante la sugerencia.

—Ningún caballo es imposible de entrenar. Solo tiene que aprender


que soy el macho más grande. El respeto mutuo es primordial al entrenar
caballos. Aún no ha aprendido a respetarme, pero lo hará.

Me doy vuelta y abro el refrigerador, agarrando la carne del almuerzo,


la lechuga, el tomate y la mayonesa. La dejo caer sobre el mostrador y
pregunto:

—¿Quieres?

—Estoy bien. —Termina su cerveza y arroja la botella a la basura—.


Solo quería pasar y ponerme al día. Tengo que volver a la ciudad antes de
que la pobre señorita Mable tenga un ataque porque no he ido a verla.
La señorita Mable es su vecina de setenta años y se ha nombrado su
segunda madre honoraria. Su padre se fue cuando tenía ocho años, por lo
que su mamá tuvo que asumir el papel de madre y padre. Ella tuvo dos
trabajos a tiempo completo para mantener a sus cinco hijos, lo que significa
que no estaba mucho. Cuando éramos niños, la señorita Mable nos daba
dos galletas caseras varias veces a la semana. Siendo niños, nos encantaban
las galletas, así que nunca nos quejamos. A lo largo de los años, ella insistió
en que James iría por lo menos dos veces por semana para sentarse con ella
y disfrutar de su delicioso aperitivo. Se queja ahora, pero sé que en secreto
ama a la vieja. Estaba allí para él cuando su madre no podía estar, y se ha
ganado un lugar permanente en su vida.

Rio entre dientes.

—La próxima vez que salgas, tráeme algunas de sus galletitas.

—Lo haré —ríe.

Cualquier otro amigo habría insistido en que fuera a buscarlas yo


mismo, tratando de obligarme a volver a la sociedad. Una de las muchas
razones por las que James y yo hemos permanecido en contacto desde que
Clara y Rayne murieron, es que no anda de puntillas a mí alrededor y no
intenta forzarme a recuperarme de su perdida. Respeta que soy un hombre
hecho y derecho, y que puedo tomar mis propias malditas decisiones.

Tampoco me mira de manera diferente antes del accidente. Mis


cicatrices no significan absolutamente nada para él.

—¿Desde cuándo llevas pendientes? —pregunta James, inclinando la


barbilla hacia el bar.

No necesito mirar para ver los pequeños pendientes de aro que están
en el mostrador. Los encontré en mi mesita de noche el día que Gwen se fue
y han estado en el bar desde entonces.
Lo miro de reojo, él levanta sus cejas.

—¿Quién es ella? —pregunta, tomando mi mirada por algo que no es.

—Nadie —murmuro, dejando caer un poco de jamón encima de una


rebanada de pan cubierta de mayonesa.

—Mentiras. Las únicas mujeres que has tenido en esta casa han sido
tu madre y tu hermana, y sé que no han venido de visita en mucho tiempo.

—Déjalo —Quito una capa de la lechuga y la dejo caer encima del


jamón—. Ella no es nadie importante.

La mentira sabe amarga en mi lengua. Gwen es definitivamente más


que nadie. Simplemente no he descubierto lo que es y estoy muy asustado.

—Está bien seguir adelante, Alexander —dice James, su voz profunda


se vuelve más suave—. Clara querría que lo hicieras.

Miro hacia arriba y lo fulmino con la mirada. Golpeo el frasco de


mayonesa en el mostrador y gruño:

—¿Qué pasa si no quiero seguir adelante? Maldición, no merezco


seguir adelante.

Su expresión se vuelve dura.

—Eso es una mierda y una mala excusa si alguna vez escuché una.
Deja de culparte por algo de lo que no tenías control.

Mi pecho se agita mientras la ira y la pena se aferran a mí. Sé en mi


cabeza que lo que dice es cierto, pero mi maldito corazón no se sube a bordo
de ese barco. Insiste en que había alguna forma en que podría haberlos
salvado.

Coloco las manos en el mostrador, dejo caer la cabeza, tratando de


controlar el golpe que quiero darle a James.
—Mira, lo entiendo —Cuando levanto la cabeza para decirle que no
entiende nada, continúa, como si supiera lo que voy a decir—. No sé por
experiencia por lo que estás pasando, pero aún así lo entiendo. Sé que tiene
que ser difícil, pero demonios, Alexander, no puedes vivir con ese
remordimiento por el resto de tu vida y jamás seguir adelante. Te he dejado,
y seguiré haciéndolo porque no tengo derecho a intentar empujarte hacia
algo para lo que todavía no estás listo, pero no te rindas. No cierres la puerta
a construir algo con alguien más. Morirás miserable y con mucho más
arrepentimiento del que tienes ahora.

Dejo caer mi cabeza de nuevo, queriendo tanto tomar sus palabras y


correr con ellas. Dejar el pasado atrás y esperar por un futuro. Una imagen
de Gwen aparece en mi cabeza, y causa una descarga de adrenalina a través
de mis venas. Si me ofrecieran la oportunidad, daría casi cualquier cosa
para tener ese futuro con ella.

El precioso rostro de Gwen es reemplazado por el magnífico rostro de


Clara. El cabello rubio corto reemplaza el color marrón, y los ojos verdes
reemplazan al azul. Cierro los ojos con fuerza cuando el rostro de mi
hermosa niña aparece. Las echo mucho de menos. Quiero llegar dentro de
mi mente, arrancarlas y colocarlas delante de mí para poder tocarlas.
Sabiendo que eso es imposible, también quiero alejarlas. Quiero olvidarlas
porque recordarlas duele mucho. Pero entonces la idea de hacer eso envía
astillas de dolor a mi pecho y estómago. Me hace enfermar físicamente.

Una mano toma mi hombro firmemente, y levanto la vista para ver a


James de pie a mi lado, con una mirada de empatía en su rostro.

—Sin presión, pero realmente necesitas pensar en la posibilidad de


seguir adelante. No puedes aferrarte a ellas para siempre.
Se va, sale de la cocina y un minuto después, oigo el cierre de la puerta
principal. Gigi me da un golpe en el muslo con la nariz, percibiendo mi dolor
y distraídamente extiendo el brazo y froto su cabeza.

Incapaz de digerir comida en ese momento, pongo el sándwich en un


recipiente y lo coloco en la nevera para más tarde. Mis ojos aterrizan en los
pendientes en el mostrador y toco uno de ellos.

Anoche, cuando vi su mensaje, mi cuerpo se tensó, listo para entrar


en acción y correr hacia la ciudad. Cuando dijo que sólo quería saludarme,
me relajé en la cama, pero la adrenalina aún corría por mis venas. Ha
pasado una semana desde que la vi, y me sorprendió lo mucho que la eché
de menos. Y a Daniel y Kelsey. Varias veces me he encontrado tomando mis
llaves para conducir a la ciudad y encontrarla. No sé dónde vive, pero no me
costaría mucho averiguarlo.

Cuando mencionó que Kelsey usaba el crucigrama que hice para ella
y que Daniel llevaba el caballo con él a todas partes, me llenó de alegría. Mis
ojos aterrizan en la pequeña caja en la sala de estar que lleva parte de la
colección de figuras talladas en madera de mi abuelo. Dos días después de
que se fueran, estaba en el granero atendiendo a los caballos cuando me
encontré con la caja. Mi mente se dirigió automáticamente a Daniel. Limpié
el polvo y llevé la caja dentro. No sabía entonces por qué la traía a la casa.
No había planes para que volviera a ver a Daniel, pero algo me obligó a
hacerlo. Tal vez un pequeño rayo de esperanza de que lo volvería a ver.

Recojo los pendientes, los pongo en mi bolsillo y salgo de la cocina.


Me siento en el sofá y tomo el cuaderno de la mesita auxiliar. Lo abro por
un cuarto del cuaderno. Anoche le dije a Gwen que tendría que hacerle a
Kelsey otro crucigrama para cuando terminara con el actual. Lo que no le
dije fue que ya había comenzado con uno. El último fue un trabajo urgente,
así que estoy seguro de que un crucigrama experimentado, como Kelsey
parece ser, es fácil. Estoy haciendo este un poco más difícil.
Paso las próximas dos horas trabajando en los crucigramas y luego
escudriño en la caja de figuritas de madera. Hay varios caballos diferentes,
eran los favoritos de mi abuelo para tallar, pero también hay otros animales.
Recojo un zorro, recordando específicamente cuando lo talló. Acababa de
terminar con la cola cuando el cuchillo se deslizó y cortó su dedo. No
utilizaba cuchillos especiales para tallar, sino sólo un cuchillo de bolsillo
normal. Dijo que era sólo un pasatiempo para él, así que no iba a gastar
mucho dinero en cuchillos.

El cuchillo le cortó y la única cosa que lo detuvo de amputarse el dedo


fue el hueso. Yo tenía ocho años en ese momento, así que cuando vi la
sangre, me puse blanco y tuve que sentarme en el suelo antes de
desmayarme. Observé cómo él agarró varias servilletas, las envolvió
alrededor de su dedo, y las pegó con cinta adhesiva. Luego procedió a
terminar el zorro. Más tarde ese día cuando mi abuela vio su trabajo de
vendaje, comenzó a gritarle por esperar demasiado tiempo para que lo
atendieran. Bebió una botella de whisky mientras lo cosía. Ese era abuelo,
obstinado y duro como ellos eran.

Rio entre dientes cuando paso mi dedo sobre la mancha de sangre


oxidada que nunca salió de la madera. Lo pongo de nuevo en la caja y tomo
un dinosaurio tallado. O lo que se supone que es un dinosaurio tallado. Este
fue mi único intento de tallado en madera y resultó ser un desastre. Terminé
cortándome a mí mismo, pero a diferencia de mi abuelo, mi mamá insistió
en ir a que me pusieran puntos de sutura. Tenía diez años y me dolió como
una perra, así que le dije a mi abuelo que dejaría el tallado de madera a él.

Después de revisar la caja unos minutos más, la cierro. Si se da la


oportunidad, dejaré que Daniel escoja los que más le gusten.

Llamo a Gigi y ambos salimos a cerrar el granero y asegurarnos de


que los caballos estén en sus respectivos lugares para la noche. El sol ya se
está poniendo mientras caminamos por el patio. Por mucho que me guste el
invierno, odio los días cortos.

Una vez que los caballos están en su sitio, Gigi y yo volvemos dentro,
ignorando completamente la casa de Clara. He tenido suficientes recuerdos
por hoy. Gigi trota al lavadero, mientras me dirijo al baño para tomar una
ducha. Tuve que poner a los cachorros de nuevo en el lavadero, porque los
pequeños granujas estaban empezando a esparcir su mierda. Normalmente
los dejo salir por las tardes para vagar cuando estoy cerca para vigilarlos.
Hace un par de días, empecé a dejarlos salir al patio.

Me desvisto y me aseguro de mantener los ojos lejos del espejo.


Aunque las cicatrices cubren la mitad de mi cuerpo, he descubierto que si
realmente no me miro en el espejo, puedo mantener a raya los recuerdos
inquietantes más fáciles.

Mi ducha es rápida, y estoy fuera y vestido con pantalones de chándal


y una camiseta diez minutos más tarde. Sin mirar la foto, la coloco de nuevo
en el cajón junto a las otras dos antes de salir a la sala de estar. Mi teléfono
parpadea, indicando que tengo una notificación. Mi ritmo cardíaco se
acelera cuando pienso que podría ser de Gwen.

Lo recojo del mostrador, la decepción me invade cuando me doy


cuenta que es de James. También tengo un correo electrónico de Brice, el
dueño de June. Le envié un correo electrónico más temprano hoy para que
sepa que June está lista para ser recogida. Primero saco el correo electrónico
de Brice, confirmando la recogida para mañana a las tres. Después, abro el
mensaje de James.

James: Quería decírtelo antes. Mamá te invitó a pasar la Navidad. Le


dije que te lo mencionaría.

Escribo una respuesta rápida.


Yo: Dile a tu mamá que dije gracias y felices fiestas, pero estaré
ocupado.

Él ya sabía la respuesta y también lo hace su mamá, pero lo intenta


cada año. Estoy agradecido con Martha por preocuparse, pero la Navidad
no es un buen momento para mí, y yo sería una mala compañía. Siempre
paso la Navidad solo, preparándome mentalmente para el día siguiente, el
aniversario de su muerte. Cada año, paso el día que murieron con mi buen
amigo Jameson. Es la única época del año en la que me emborracho.
También son los dos días al año que nadie debería estar alrededor de mí.

El sonido de mi teléfono interrumpe mis pensamientos. Pensando que


es James respondiendo, deslizo mi dedo por la pantalla sin mirar, luego
exhalo profundamente cuando veo el nombre de Gwen en su lugar. Me
siento en una silla antes de abrir su mensaje.

Gwen: Hola. Siento molestarte de nuevo, pero quería preguntar


¿cuándo los cachorros de Gigi estarán listos para adoptar? Si los estás dando
en adopción, claro.

Mis labios se curvan en una sonrisa.

Yo: Deberían estar listos la próxima semana.

Su respuesta viene casi inmediatamente.

Gwen: ¡¿Antes de Navidad tal vez?!

Me río de su entusiasmo.

Yo: Sí.

Gwen: ¡Si! Acabas de hacer mi noche. O más bien, sin saberlo, hiciste
la noche de los niños. Me gustaría conseguir uno para ellos para Navidad.
Ella sin saberlo hizo mi noche también, porque eso significa que voy
a verla de nuevo. Trato de no dejar que ese pensamiento me afecte, pero lo
hace de todos modos.

Yo: ¿Qué día te gustaría venir a elegir uno?

Dejo mi teléfono en el mostrador mientras espero su respuesta. Los


pendientes una vez más captan mi atención. Recojo uno y lo coloco en mi
palma. El diamante en el centro del aro brilla en la luz de la cocina.

Mi teléfono vuelve a sonar.

Gwen: ¿Nochebuena funciona para ti? ¿Por la tarde? Haré que mi amiga
Emma venga a ver a los niños, así puedo sorprenderlos con el cachorro en la
mañana de Navidad.

La ansiedad tiene mi estómago revuelto. ¿Realmente quiero arriesgar


estar a su alrededor tan cerca del peor día del año para mí? Pero luego
pienso, tal vez me hará bien ver algo tan hermoso antes de que lo feo se dé
a conocer.

Yo: Eso funciona.

Gwen: ¡Genial! Te veré entonces. Gracias, Alexander. Ten una buena


noche.

Yo: Tú también, Gwen.

Me levanto de mi taburete, agarro el cuaderno de Kelsey y lo llevo de


vuelta al mostrador. Puesto que Gwen vendrá la semana que viene, me
gustaría que lo hiciera antes para que pueda llevárselo de vuelta.

La anticipación de ver a Gwen tiene de nuevo a mi sangre bombeando


más rápido. No podemos nunca realmente ser algo el uno al otro, pero aun
así, el pensamiento deja mi pecho sintiéndose más ligero.
Seis días. Sólo seis días antes de que esté aquí. Silenciosamente rezo
para que esos días pasen rápidamente, incluso sabiendo que no tengo
derecho a pedir tal cosa.
11
Gwendolyn
Agarro fuertemente el volante con las palmas sudorosas mientras los
nervios me dejan temblando. Me siento tonta de estar tan nerviosa, pero no
importa cuánto intente calmarme, no funciona. Me siento como una
colegiala en su primera cita, esperando ese momento en que él se inclina
para el primer beso. Y esto ni siquiera es una cita. Voy a elegir un cachorro
para mis hijos, por el amor de Dios.

¡Contrólate, Gwen! Me regaño a mí misma.

Tomo una respiración profunda, tratando de calmar mi acelerado


corazón mientras doy la vuelta hacia la entrada de Alexander. Han pasado
casi dos semanas desde que lo vi, pero nos hemos enviado mensajes de texto
todas las noches desde ese primer mensaje. No sé si solo lo está haciendo
para ser amable, pero ha sido agradable. Lo único que me hace sentir mejor
es que ha iniciado algunas de nuestras conversaciones. Es una locura
pensar cuánto lo extrañé, considerando que solo he conocido al hombre
desde hace un poco más de dos semanas.

Por mucho que lo extrañé, estoy tan asustada de verlo de nuevo. ¿Qué
pasa si se convirtió de nuevo en el chico brusco que fue ese primer día?
¿Qué pasa si simplemente empuja un cachorro en mis brazos y me dice que
me vaya? No estoy bajo la ilusión de que él sienta algo por mí, pero estaría
bien si al menos pudiéramos ser amigos. Parece que necesita amigos.
Recordando a las ancianas en el mercado y lo que estaban cuchicheando
entre ellas, entiendo por qué se mantiene alejado.
Me detengo frente a su cabaña y apago mi auto. Fuerzo mis manos a
mantenerse firme mientras alcanzo la manija de la puerta. Al salir, miro a
mi alrededor. Se ve diferente con la nieve desaparecida. Igual de bonito, pero
diferente. Noto una silla situada frente a la casa a medio construir y me
pregunto brevemente qué ha estado haciendo sentado aquí. Un suave
relinche llama mi atención. Un par de caballos están pastando en el campo.
Sonrío cuando uno de los caballos mueve la cabeza, con su larga melena
volando en el viento.

Giro cuando escucho un crujido y encuentro a Alexander en el porche


observándome. Él debe haber estado sentado en la silla. Lleva puesto un
par de jeans viejos y una camisa a cuadros gris y roja, las mangas
arremangadas en los antebrazos y una camisa blanca asomada por la parte
superior, donde algunos botones están desabotonados. Su rostro parece
serio y tenso, las cicatrices arruinan la hermosa superficie en líneas
apretadas.

Nerviosamente, levanto mi mano y saludo.

—Hola.

Está en silencio por un momento, y arrastro los pies, sintiéndome de


repente inoportuna. Luego él dice algo que hace que mi pecho florezca.

—Es bueno verte de nuevo, Gwen.

No puedo evitar la sonrisa que se desliza sigilosamente por mi rostro


o los aleteos que comienzan en mi vientre. El placer inesperado echa raíces
dentro de mí.

Comienzo a caminar hacia él, y me agrada más ver que sus labios se
inclinan en una pequeña sonrisa. El hombre es tan impresionante que
podría mirarlo todo el día. El pensamiento tiene un rubor subiendo por mis
mejillas.
Para cuando llego a los escalones, mi ansiedad vuelve a mí de nuevo.
¿Por qué en el mundo esto es tan difícil? Es ridículo, y una vez más me
ofrezco una charla de ánimo interior.

—¿Cómo has estado? —pregunta, una vez que estoy parada frente a
él.

Me lleva un minuto asegurarme de que mi voz no salga sin aliento.

—Estoy bien. ¿Y tú?

Él inclina su cabeza y gruñe:

—Bien.

—Yo, eh... realmente aprecio que me permitas adoptar uno de los


cachorros de Gigi. A los niños les encantará tener uno alrededor.

Algo destella en sus ojos, pero antes de que pueda descifrar qué es,
dice:

—No hay problema. Solo planeo mantener uno, así que buscaré un
lugar para los demás de todos modos. Acabas de hacer que sea un poco más
fácil para mí.

Una idea viene a mí.

—Si quieres, puedo hablar con Jeremy y ver si él y su mamá quisieran


uno.

Él asiente, y luego de un momento de silencio, pregunta:

—¿Te gustaría entrar?

—Por supuesto.

Lo sigo hasta la casa y de inmediato me siento como en casa. Una


punzada golpea mi pecho. Todo parece igual que antes, pero es una tontería
pensar que sería diferente. Solo han pasado dos semanas. Casi me río de mí
misma.

—¿Algo para beber? —pregunta Alexander, de pie junto a la barra. Él


parece estar tan nervioso como yo y muestra algo de mi ansiedad.

—Sí, por favor.

Se da vuelta y lo sigo hasta la cocina, sentándome en uno de los


taburetes. Hay una olla de algo hirviendo en la estufa que huele delicioso.
Saca dos vasos del armario, las deja y saca una jarra de té de la nevera.
Después de servirnos un vaso, él desliza uno hacia mí.

—¿Cómo va el negocio? —pregunto, y luego quiero golpear mi frente.

¿Cómo va el negocio? ¿Qué tan genérico es eso?

Como si sintiera mi estupidez interna, una esquina de su boca se


inclina en una sonrisa. El aspecto me deja sin palabras y agacho la cabeza
avergonzada. No estoy hecha para esto. Debería haber ido a una tienda de
mascotas y obtener un cachorro de allí.

—Va bien. Conseguí otro caballo hoy —responde—. Tengo ganas de


trabajar con ella.

Alzo la cabeza, forzándome a superar mi torpeza.

—¿Es una hembra? ¿Cuál es su nombre?

—Nina.

Un dolor feroz casi me hace caer de mi silla.

—Siempre me ha gustado ese nombre. —Miro hacia abajo al vaso en


mis manos—. Will y yo... si tuviéramos a otra niña, había planeado llamarla
Nina como mi madre. —Miro hacia él y sonrío tristemente—. El nombre de
Kelsey vino de su mamá.
Alexander frunce el ceño.

—Tal vez algún día todavía puedas.

Hace un mes hubiera pensado que la idea era imposible, pero ahora,
al mirar a Alexander y pensar en lo que me hizo sentir recientemente, la idea
no me asusta tanto. Una imagen de Alexander sosteniendo a una niña
aparece en mi cabeza. No es realista colocarlo en esa imagen, pero se formó
antes de que pudiera detenerlo. No tengo idea de cuáles son mis
sentimientos hacia él o los suyos hacia mí, pero algo en el fondo lo ha
colocado en mi visión por una razón. Vi la forma en que estaba con Daniel
y Kelsey. Alexander sería un padre maravilloso. No tengo ninguna duda en
mi mente.

Las palabras de Emma del otro día se reproducen en mi cabeza.

No sé cuán exacto es, pero por lo que me dijeron, su esposa y su niña


se ahogaron.

Miro a Alexander, y sabiendo lo que sé, entiendo por qué parecía tan
severo ese día en la tienda de comestibles y cuando nos encontró a mí y a
los niños. Cualquiera que haya pasado por lo que él paso quedaría
amargado.

Las cicatrices en su rostro y brazo le dan aún más la razón. La gente


puede ser tan insensible a cosas que no han experimentado, y estoy segura
de que él ha escuchado rumores y susurros.

Le brindo una suave sonrisa.

—Sí. Tal vez algún día.

La mirada que cruza su rostro me confunde. Es una mezcla de anhelo


y dolor. Se da vuelta antes de que pueda descifrar el significado detrás de
él, y deja su vaso vacío en el fregadero. Cuando se da la vuelta, la mirada se
ha ido y me pregunto si lo imaginé.

—Los cachorros están por aquí —dice, su voz sale más profunda de lo
normal—. ¿Quieres ir a buscar uno?

Me levanto de mi taburete y llevo mi vaso al fregadero, depositándolo


junto al suyo antes de volverme hacia él.

—Dirige el camino.

Él me lleva a través de una puerta en la cocina, una por la que no


había entrado durante mi tiempo aquí. Parece ser un gran cuarto de servicio.
Hay varias pilas de bolsas en una esquina con un banco de trabajo al lado,
una multitud de herramientas cubre la superficie. Típico hombre, dejando
sus herramientas fuera. Hay una máquina de pesas y una cinta de correr a
un lado. En el frente y al centro está una gran motocicleta negra.

Miro a Alexander y levanto mi frente.

—No te tomé por el tipo de hombre que monta motocicletas.

Sus ojos se vuelven traviesos.

—Estoy seguro de que hay muchas cosas sobre mí que te


sorprenderían.

No tengo idea de qué me sorprende más, la alegría de su tono, las


palabras en sí mismas, el humor en sus ojos, o el hecho de que parece estar
coqueteando. Sé que me gustan las cuatro razones, especialmente la última.

Estoy tan desactualizada con el coqueteo que no tengo ni idea de cómo


responder. Afortunadamente, Gigi aparece con pequeñas pelotas de piel
detrás de ella y me evita tener que responder.
—¡Oh, Dios mío! —exclamé, y me puse en cuclillas—. ¡Han llegado a
crecer tanto!

Recojo un cachorro en mis brazos e inmediatamente comienza a lamer


mi rostro. Río y le paso la mano por el lomo.

—Se han convertido en amenazas —afirma Alexander, en cuclillas a


mi lado. Agarra a un cachorro por el cuello y lo acomoda contra su pecho.
Gigi, pareciendo celosa de sus propios cachorros, pone sus patas delanteras
en el muslo de Alexander y su rostro justo en el suyo, como si le recordara
que ella está allí—. Comenzaron a masticar mis zapatos. Uno encontró mi
billetera en la mesa de café y mordió la esquina.

Río, dejando al perrito y recogiendo otro.

—Solo quieren jugar.

—Entonces los pequeños diablillos deben jugar entre ellos y no con


mis cosas. Tuve que dejarlos aquí cuando no estoy en la casa. No hay forma
de saber cuál sería el estado de las cosas cuando regrese.

Me desplomo sobre el piso de concreto, la frialdad de la losa congela


mi trasero y una horda de cachorros comienza a trepar a mi regazo. Observo
a uno de los cachorros, uno negro con rostro blanco, mirando hacia un lado
para ver qué está pasando. Tiene el nombre que Daniel le puso y creció más
apegado a él.

—¿Hay algo mal con eso? —pregunto, señalando al cachorro solitario.

—No. Ella es la más pequeña y callada del grupo. —Hace una pausa—
. También creo que echa de menos a cierto niño pequeño.

Sonrío, encontrando que es tierno que él piense que el perrito echa de


menos a Daniel.

Ahora que lo mencionó, se ve más pequeño que los demás.


Palmeo el piso a mi lado.

—Ven aquí, Pepper —persuado suavemente. Su cabeza se inclina


hacia un lado, luego hacia el otro lado, antes de que se levante de sus ancas
y camine lentamente hacia mí. Le acaricio la cabeza y el lomo, luego la
recojo. Ella no se mueve ni trata de acercarse a mi rostro como las demás.
Solo me mira con ojos tranquilos.

La sostengo contra mi rostro y froto mi nariz con la punta de la suya.

—¿No eres solo un encanto? —murmuro.

Miro hacia arriba para encontrar a Alexander mirándome. Inclino mi


cabeza hacia el cachorro, sintiendo calor en mis mejillas.

—¿Está bien si tomo a Pepper?

—Claro —dice, con un asomo de brusquedad en su voz.

Le sonrío al cachorro.

—¿Oyes eso? Vienes a casa conmigo. ¡Daniel estará tan emocionado


de verte de nuevo!

Ambos nos paramos, con Pepper en la mano. Río cuando miro hacia
abajo y veo nuestros dos pies cubiertos con el resto de los cachorros.

—No hay manera de que salgamos de esta habitación sin que al menos
uno salga por la puerta.

—Estarán bien. Necesitan salir por un momento de todos modos.

Caminamos hacia la puerta, tomando medidas cuidadosas para no


aplastar uno. Tan pronto como está abierta, hay una carrera despavorida
de cachorros saltando.

Los observo con una risita, viéndolos caer sobre sus pies.
—Desearía poder llevarlos a todos a casa.

—Eres más que bienvenida —dice Alexander con su propia sonrisa.


La risa profunda todavía suena extraña viniendo de él, pero me encanta
escucharla.

Arrugo mi nariz cuando lo miro.

—No, gracias.

Gruñe, pero veo una pequeña sonrisa en sus labios.

—Y, por supuesto, elegirías la más tranquila del grupo, dejándome


con los nerviosos.

Encojo mis hombros, dejando que mi risa se muestre en mis ojos.


Acurruco al cachorro en mi pecho y su nariz fría toca la parte inferior de mi
barbilla.

—Sí, pero creo que estábamos destinados a tener este. —Miro hacia
abajo a los ojos tiernos del cachorro—. Ella me estaba llamando.

Cuando él no dice nada, lo miro y lo veo mirándome y al cachorro, con


una expresión que nunca antes había visto en su rostro. La mirada me
mantiene cautiva, y estoy atascada mirando sus ojos gris oscuro. Vi varias
emociones diferentes en esos ojos en el momento en que los niños y yo
estábamos aquí, pero nunca la mirada que tienen ahora. Algo es diferente
en sus profundidades. Algo que me asusta y envía escalofríos por todo mi
cuerpo.

—Creo que tienes razón —dice en voz baja.

Siento una cálida lengua en mi barbilla, interrumpo nuestra mirada


y agito mi cabeza, luego vuelvo a mirar al cachorro.
—¿Quieres jugar con tus hermanos y hermanas durante unos
minutos antes de irnos?

Me agacho y pongo al perrito en el suelo y sus hermanos se apresuran


a echarle un vistazo, como si ella pudiera ser diferente de lo que era hace
unos minutos. Opto por mirarlos por unos minutos en lugar de mirar a
Alexander. Verlo de nuevo me dejó aturdida y necesito un momento para
calmarme.

Cuando levanto la cabeza, es para encontrar que todavía me está


mirando. Lo atrapé haciendo eso varias veces durante nuestra estadía aquí,
pero normalmente miraba hacia otro lado cuando mis ojos se encontraban
con los suyos. Él no lo hace esta vez, y me pregunto por qué. ¿Qué ha
cambiado en él?

De repente, siento la necesidad de hablar y dejo escapar lo primero


que me viene a la mente.

—¿Qué vas a hacer para la Navidad, mañana?

Parpadea, desconcertado por mi pregunta, luego se da vuelta, pero


antes de que lo haga, una mirada de dolor tan feroz cruza por su rostro, lo
que casi me hace retroceder.

—Nada —gruñe.

Sigo adelante y digo:

—¿Por qué no vienes conmigo y con los niños a la casa de la señora


Myers? En realidad, es la abuela de mi amigo, y sé que a ella también le
encantaría que estuvieras allí.

En lugar de responder, camina hacia la estufa y una gruesa nube de


vapor flota desde la olla mientras levanta la tapa. Agarra una gran cuchara
de metal del mostrador y comienza a remover el contenido. Todo lo que
puedo hacer es pararme ahí y ver su espalda tensa. Quiero acercarme a él
y ofrecerle todo el consuelo que puedo, pero sé que no será receptivo. Si no
fuera por su forma rígida que gritaba mantente alejada, entonces el puño
cerrado que descansaba en el mostrador ciertamente lo haría.

Estoy a punto de disculparme (por qué, no tengo ni idea) cuando


levanta la cuchara de la olla y parte del líquido caliente se derrama sobre su
mano llena de cicatrices.

—¡Maldición!

Incluso desde varios metros de distancia siento su dolor por el líquido


hirviente.

Sin pensarlo, corro hacia él, agarro su antebrazo y lo arrastro hacia


el fregadero. Pongo el agua fría y meto su mano debajo de la corriente. La
piel, ya arruinada por las quemaduras, se está poniendo roja. Mantengo mi
cabeza baja y me aseguro de que su mano permanezca en el agua.

—Lo siento —digo, apenas lo suficientemente fuerte como para que él


me escuchara.

—¿Por qué? —Su pregunta sale brusca, y me pregunto si es por el


dolor de haber sido quemado o por el dolor que sintió antes—. No hiciste
nada.

Miro hacia arriba para encontrar su mirada fija en mí una vez más.
El dolor sigue ahí, pero también hay curiosidad.

—Por alguna razón, mi pregunta provocó tu dolor.

Sus ojos parpadean durante un breve momento antes de volver a mí.

—No me va bien en Navidad —comenta en voz baja.


Sostengo su mirada por un momento, luego inclino mi cabeza hacia
abajo para mirar su mano.

—Entiendo.

Realmente no entiendo, pero tengo la sensación de que tiene algo que


ver con su esposa y su niña, así que, de alguna manera, creo que sí. Esta
será la Navidad de los niños y mi tercera Navidad sin Will. Con cada fiesta
que pasa, el dolor de no tenerlo con nosotros se multiplica por diez. Siempre
existirá ese dolor de corazón, sin importar cuánto tiempo pase, pero hay
algo acerca de las fiestas que lo pone a la vanguardia y lo hace fresco otra
vez.

Miro hacia abajo y veo el enrojecimiento de la quemadura fresca, la


piel vieja, brillante y tensa. No estoy segura de lo que me pasa, pero paso el
dedo por la piel tensa, asegurándome de evitar la nueva quemadura y me
sorprende lo suave que se siente. Paso el dedo por su muñeca y lentamente
subo por su brazo, sintiendo las ligeras caídas y elevaciones de la cicatriz.
Los folículos capilares deben haber sido dañados porque su brazo no tiene
pelos. Cuando alcanzo el borde de su manga enrollada, doy vuelta a su
brazo. El mismo daño aparece en este lado también.

Un dolor se forma en mi pecho, justo donde está mi corazón, por el


dolor que este hombre ha sufrido. Tanto física como mentalmente, en
especial. Y sé que no hay forma de que él escape de eso. Cada vez que se
mira en el espejo, cada vez que usa sus manos, se acuerda de ese dolor.

Las lágrimas amenazan detrás de mis ojos, pero las obligo a alejarse.
Llorar por él es la última cosa que necesita y estoy segura que no lo
apreciaría.

De repente me doy cuenta de que estoy excediendo mi limite por


tocarlo, alejo mi mano y alcanzo la toalla de encima del mostrador.
Suavemente, deslizo la toalla contra la piel roja.
—¿Te duele?

Su voz es profunda cuando contesta.

—No. Algunos nervios de mi mano están dañados, por lo que no siento


todo lo que debería.

Mi corazón duele por él. Su vida ha sido afectada por ese accidente en
tantas maneras. Y continuará afectándolo por el resto de su vida.

Dejo la toalla y abro el grifo. Estoy a punto de decirle que debería irme,
cuando sus siguientes palabras me detienen.

—Cuando me tocas… —Se detiene y levanto mi mirada hacia él—. Lo


siento cuando me tocas.

Mi aliento queda atrapado; no estoy segura de cómo tomar su


declaración. La mirada que me da es intensa, pero al mismo tiempo
insegura. Como si lo que sea que siente es fuerte, pero está inseguro de lo
que es ese sentimiento. Sé por lo que está pasando. Los sentimientos corren
a través de mi dejándome confundida y, si soy honesta, un poco excitada.

Mis piernas se convierten en gelatina cuando la mirada en sus ojos se


torna en algo mucho más íntimo. No es cruda ni ofensiva, sino que no es
definitivamente inocente y no es una mirada que me haya dado antes, pero
una que encuentro que me gusta.

Contengo mi aliento cuando su mirada traza mi cuerpo y juro que


cada lugar que sus ojos tocan, siento una suave acaricia, como si es más
que sus ojos ojeando mi cuerpo. Las cosquillas comienzan en mi vientre y
hacen su propio camino bajo mis piernas. Agarro el mostrador detrás de mí
porque estoy seriamente preocupada de que no sea capaz de sostenerme por
mucho tiempo.
Él está a solo un par de pies lejos de mí, así que cuando da un paso
más cerca, el calor de su cuerpo y su esencia me envuelven. Me deja
mareada y la piel de gallina aparece en mis brazos. Me alcanza con su mano
marcada y en el momento en que sus dedos van bajo mi cabello, acunando
el lado de mi cuello, mi estómago da volteretas. Cierro mis ojos cuando la
intensa sensación corre a través de mi cuerpo, aumentando el calor a veinte,
cuarenta, sesenta grados.

Siento el ligero temblor de sus manos contra mí y abro mis ojos. Su


fija mirada está en la mano que reposa contra mi cuello, luego se mueve a
mi rostro. Lo sostiene con ambas manos, ansioso y dudoso.

—¿Qué es lo que tienes que me hace querer estar cerca de ti? —dice
en un tono bajo maravillado. Sus pulgares acarician suavemente mi cuello—
. ¿Por qué quiero tanto tocarte cuando no he querido tocar a nadie más en
años?

Trago saliva, hipnotizada por ambas preguntas y la reverencia en su


voz mientras las hace. Sin mencionar la manera que sus manos se sienten
contra mi piel. No he dejado a otro hombre tocarme íntimamente desde que
Will murió. Excepto esto… esto se siente a algo mucho más de lo que Will
me hizo sentir alguna vez. Siempre tuvimos muy buena relación física y
siempre encontramos placer en los brazos de ambos. Nuestro acto sexual
era dulce pero apasionado y sentía la cosquilla del deseo aumentar hasta el
último momento que Will me tocó. El sentimiento que obtengo del toque de
Alexander es diferente. Más fuerte.

Inhalo una respiración profunda cuando Alexander cierra el pequeño


espacio que aún nos separa. Mi lengua se desliza fuera para humedecer mis
repentinos labios secos y sus ojos trazan el movimiento, luego aterrizan de
regreso a mis ojos con más deseo incluso. Libero el mostrador y dejo mis
manos contra su bajo vientre, incapaz de dejarlas fuera de él por más
tiempo. Sus ojos se cierran un breve segundo por el contacto.
—¿Por qué eres tú? —pregunta, abriendo sus ojos para revelar una
expresión torturada—. Alguien tan delicada, dulce y buena. Alguien a quien
no merezco, pero por alguna razón, desesperadamente deseo más y más
cada día.

—Alexander —susurro, odiando el dolor agonizante que escucho en


su voz. Quiero decirle que merece mucho más de lo que piensa. Lo que sea
que lo asedia, lo cual sé que tiene que ver con la pérdida de su esposa e hijo,
no lo previene de merecer amor o felicidad.

Antes de conseguir la oportunidad de expresar lo que pienso, su


cabeza se sumerge y posa su frente contra la mía. La cicatriz en su rostro
se destaca de la tensión en su expresión. Levanto mi mano y la apoyo contra
su marcada mejilla, queriendo tanto borrar la incertidumbre que veo.

—No te merezco. No merezco lo que sea que pueda pasar entre


nosotros. —Quiero objetar, pero él continúa antes de tomar la
oportunidad—. Pero hay algo que quiero más que mi propia aversión por
desear algo que no debería.

—¿Qué? —digo en tono áspero.

—La oportunidad de saber lo que se siente besarte.

Mi respuesta es inmediata y sin pensamientos.

—Por favor, bésame, Alexander.

Sus ojos parpadean de un lado a otro entre los míos y cuando ve el


mismo deseo en mis ojos, acerca su boca.

En el momento en que nuestros labios se tocan, un suave gemido sale


de su garganta y un jadeo sale de la mía. Mis ojos automáticamente se
cierran y mis dedos empuñan su camisa. Sus labios son suaves y
aterciopelados cuando delicadamente los acaricia contra los míos. El beso
es inocente en muchos niveles, pero aún envía a mi cuerpo disparos,
dejándome sentir como si estoy flotando.

Tan casto como el beso es, quiero más y por lo apretado de la mano
de Alexander alrededor de mi cuello, él quiere más también.

Tentativamente, abro mi boca y ofrezco mi lengua, esperando no estar


siendo demasiado atrevida. Un temblor corre a través de mi cuando su
lengua toca la mía. Menta, así es como sabe. Fresco y refrescante. Me
encanta el sabor y quiero más de ello.

Toma el control del beso y suavemente invade mi boca. Lo acepto y


hace sonidos de placer. Usando su otra mano, inclina mi cabeza a un lado,
dándonos mejor acceso. Sus labios dejan los míos y pellizca mi labio inferior,
luego regresan y con ternura toma mi boca otra vez.

El beso no dura más de un minuto o dos antes de que se retire,


descansando su frente contra la mía otra vez. Me mantengo de protestar y
pedirle que me vuelva a besar. Incluso con el beso durando tan poco tiempo,
el impacto de ello nos tiene con la respiración entrecortada.

Sus ojos están cerca y una pequeña sonrisa se reproduce en sus


labios.

—Tan dulce —susurra, luego abre sus ojos. La sonrisa desaparece y


el dolor regresa—. Mucho más de lo que pensé que sería.

Retrocede, pero mis manos quedan cerradas en su camisa. No estoy


lista para dejarlo ir todavía. Los sentimientos que estaba convocando en
mi… No estoy lista para liberarlos. Quiero sostenerlos y a él, nunca dejarlos
ir. Quiero más de este hombre de lo que he querido alguna vez desde hace
mucho.
Hay seis pulgadas entre nosotros ahora, pero sus manos aún están
en mi cabello, las palmas detrás de mi cuello. Sus ojos se cierran con fuerza
y observo mientras toma una respiración profunda antes de reabrirlos.

Entierro mis dedos en su camisa más y él se mueve una pulgada más


cerca.

Finalmente encuentro mi voz y le digo:

—Sé sobre tu esposa e hija —digo sutilmente—. Sé que se ahogaron.


—Quiero tomar las palabras de vuelta al ver el profundo dolor en su rostro,
pero esto es algo que necesito sacar—. Puedo ver el remordimiento en tus
ojos porque te culpas a ti mismo. —Doy un paso más cerca de él y bajo el
tono de mi voz—. Voy a decirte lo que le he dicho a Kelsey tantas veces. No
fue tu culpa, Alexander.

—No sabes la historia completa —dice con voz densa—. Si la sabes,


no dirías eso.

—No necesito saber la historia completa para saber que no fue tu


culpa. Puede que no sepa mucho sobre ti y tal vez hemos comenzado con el
pie equivocado, pero sé que eres un hombre atento y compasivo. Vi eso
cuando saliste de tu camino para ayudar a una extraña y sus hijos. Lo he
visto en la manera que miras cuando te hablo sobre mi esposo. No necesito
saber la historia para conocer que protegerías a tu familia ferozmente.

Se queda callado por varios momentos y varias emociones destellan


en sus ojos. La ira es una de ellas.

—No te sentirías de esa manera si supieras lo que sucedió, cómo no


los protegí —dice con un tono amargo.

—Entonces cuéntame.
Quiero saber por qué se siente de la manera que lo hace, porque no
hay duda en mi mente de que su punto de vista de los eventos es muy
diferente al mío. No hay manera de que este hombre, este hombre
maravillosamente fuerte, permaneciera a la espera y ver a su familia morir
sin hacer nada en su poder para detenerlo. Lo sé desde la profundidad de
mis instintos.

—No puedo. —Su mandíbula se tensa e incluso más dolor llena su


rostro. La humedad aparece en sus ojos y luce distante por un momento,
antes de reprimir las lágrimas y llevar su fija mirada de regreso a mí—. Es
demasiado doloroso para recordar.

Ver a un hombre tan fuerte a punto de caer en pedazos tiene mis


propias lágrimas corriendo hacia la superficie, pero como él, las suprimo. Él
necesita a la gente en su vida para ser fuerte, no para derrumbarse.

Puedo ver en sus ojos que no importa cuánto le diga que no fue su
culpa, él todavía no lo aceptará. El dolor es demasiado profundo y ha tenido
años para incrustar la culpa dentro de sí mismo. Hace que mi corazón llore
por él.

Mi curiosidad por saber exactamente lo que le pasó a su familia crece.


¿Qué le hace creer que fue culpa suya? Estoy segura de que podría
preguntar a casi cualquier persona en la ciudad y me lo dirían, pero eso no
se siente bien, y corro el riesgo de que ellos no conozcan todos los hechos.
Quiero oírlo de Alexander, no de alguien que podría confundir o deformar
los hechos.

Avanzo, me levanto sobre las puntas de mis pies, y presiono mis labios
contra los suyos para un suave beso. Quiero memorizar el sabor de él,
porque tengo la sensación de que probablemente no tendré otra oportunidad
de hacerlo de nuevo.

Me aparto y lo miro a los ojos.


—No importa cómo te veas, yo veo a un gran y maravilloso hombre de
pie delante de mí en este momento.

Sus cejas bajan en un ceño fruncido mientras me mira. Sus manos se


doblan contra mi cuero cabelludo, y observo una guerra desatarse en sus
ojos. Un minuto más tarde, sacude brevemente su cabeza y abre sus dedos
de la parte posterior de mi cabeza. La decepción y una fiera quemadura se
asientan en mi estómago cuando da un paso atrás, tanto física como
mentalmente, poniendo distancia entre nosotros. Se está alejando de mí.

Me veo forzada a soltar su camisa, y dejo caer la cabeza para ocultar


el daño que causa su rechazo. Fuerzo aire en mis pulmones e intento
componer mi rostro antes de mirarlo. Puedo decir que no le gusta su
decisión más que yo.

—Lo siento. —Su manzana de Adam se mueve.

Mi sonrisa es triste.

—Lo sé.

Nos quedamos en la cocina en silencio por un momento, antes de


obligarme a apartarme de él. Tomo mis llaves, que dejé caer en el mostrador
cuando llegué aquí.

—Debería irme. Mi amiga Emma tiene a los niños y tenemos que ir a


la casa de Jeremy y la señora Peggy esta tarde. Todavía necesito instalar al
cachorro antes de que nos vayamos.

Lo siento, más que oírlo, caminar detrás de mí. Sostengo la


respiración y cierro los ojos, esperando que me toque de nuevo, pero no lo
hace. En su lugar, simplemente se queda allí. Siento su aliento contra mi
nuca. Cierro los ojos, deseando que él se acerque más.
—Tengo una jaula en el porche que puedes usar para el cachorro —
dice.

Sin esperar una respuesta de mí, sale por la puerta principal. Miro
alrededor de la casa una vez más, esperando que el dolor de no estar aquí
más se vaya pronto. Veo a Pepper acurrucada en el suelo junto al sofá y me
acerco a ella. Me pongo en cuclillas y el resto de los cachorros vienen
saltando, con Gigi trotando detrás de ellos. Le doy a cada uno una palmadita
en la cabeza y a Gigi una frotada y beso la punta de su nariz antes de recoger
al pequeño.

Cuidadosa para no dejar que los otros cachorros atraviesen la puerta,


salgo fuera y la cierro detrás de mí. Alexander tiene la pequeña jaula situada
en la barandilla del porche, y me acerco a él. Deslizo el cachorro dentro y él
cierra el pestillo. Sin decir una palabra, toma la jaula y ambos caminamos
hacia mi camioneta. Cuanto más lejos de la casa me pongo, más se siente
que no puedo respirar correctamente. En el corto tiempo que los niños y yo
estuvimos aquí, se convirtió en nuestro hogar. Sé que tiene más que ver con
el propietario de la cabaña que la cabaña en sí.

Abro la puerta del lado del pasajero y él coloca la jaula dentro, luego
desliza el cinturón de seguridad a través de ella para asegurarla mejor. El
acto me hace sonreír. Incluso le preocupa que el cachorro esté a salvo.

Una vez que ha terminado, cierra la puerta y se vuelve hacia mí.


Quiero llegar a él desesperadamente, y sé que quiere hacer lo mismo. Puedo
verlo en la rígida forma en que está conteniendo su cuerpo, como si se
estuviera obligando a retroceder. Ojalá cediera.

—Gracias —digo en voz baja.

—De nada. Dile a los niños que dije hola y Feliz Navidad.

—Lo haré.
Se necesita todo en mí para obligar a mis piernas a moverse al otro
lado del auto. Él no me sigue, y me pregunto si es porque si lo hace no me
dejará ir, o está preocupado que me tomará en sus brazos y me besará una
última vez. No creo que haya deseado alguna vez que algo más suceda.

Nos miramos fijamente el uno al otro por un momento desde la parte


superior de la camioneta. Mis llaves cavan en mi mano tan fuerte que me
preocupa que pueda romper la piel.

—Adiós, Alexander.

Su mandíbula está tensa cuando dice:

—Adiós, Gwendolyn.

Por todo el tiempo que recuerdo, todo el mundo me ha llamado Gwen.


Esta es la segunda vez que ha usado mi nombre completo, y tengo que
admitir que me encanta la forma en que suena cuando lo dice.

Sonrío por última vez antes de abrir la puerta y entrar. Inhalo a través
de mi nariz y exhalo a través de mi boca antes de arrancar mi camioneta.
Miro por la ventana del lado del pasajero, lo único que puedo ver es su torso
y sus brazos. Por mucho que quiera volver a ver su rostro, sé que es mejor
que no lo haga.

—¿Estás lista para ir a casa, chica? —pregunto al cachorro a mi lado,


pasando mi dedo por las costillas y frotando un mechón de pelo.

El patio es lo suficientemente grande como para que no necesite


retroceder, así que pongo el vehículo en primera y arranco. Cometo el error
de mirar al espejo retrovisor y veo a Alexander todavía parado allí,
observándome ir.

Al principio, es sólo una lágrima que cae, pero es rápidamente seguida


por varias más. ¿Cómo es que un hombre que apenas conozco puede
afectarme tan fuertemente? No sólo soy yo. Sé que ha tenido un impacto en
las vidas de Daniel y Kelsey también.

Tan pronto como su casa ya no está a la vista, me estaciono al lado


de la carretera y dejo que las lágrimas caigan, sabiendo que necesito sacar
esto de mi sistema antes de llegar a casa.
12
Alexander
Más tarde esa noche, me acuesto en la cama con el sudor empapando
mi cuerpo y mis músculos tensos. La sábana que me cubre desde la cintura
hacia abajo, se enreda en mis piernas, y le doy una patada a la tela húmeda.

Acabo de despertar de un sueño. Uno que he tenido antes, pero


todavía me deja jadeando por respirar cada maldita vez. Era de mí viendo
morir a mi esposa y a mi niña. Las vi morir y no hice nada para detenerlo.
Escuché los gritos, los llantos y las súplicas, pero todavía no hice nada.
Recordé el calor y el olor de mi piel derritiéndose, pero el dolor de eso no se
compara con el de ver a mi familia morir justo delante de mí. En el sueño
de esta noche, los gritos y los llantos eran más fuertes, llenando cada parte
de mi alma. Incluso ahora, mientras yazco aquí, escucho el eco de ellos.
Mañana es Navidad y el día después marcará cuatro años que se han ido.

Me traslado en la cama y una ola de olor a vainilla se filtra a través


del aire. Sin mirar, agarro la segunda almohada a mi lado y la llevo a mi
nariz, luego respiro profundamente. He lavado las sábanas, pero no las
fundas de la almohada todavía. Huelen a Gwen y no estoy listo para lavar
su olor todavía. Es patético, pero me importa un bledo. Cada noche, cuando
me acuesto, agarro su almohada. Ayuda con los lugares oscuros a los que
mi mente le gusta vagar mientras estoy tratando de quedarme dormido. No
me acuesto sobre la almohada porque no quiero que mi olor reemplace el
suyo. Suena espeluznante como el infierno, pero que me condenen si voy a
parar. Sé que eventualmente el olor se desvanecerá, y tendré que lavar la
funda de la almohada, pero hasta que llegue ese momento, la mantendré
aquí junto a mí.

Me aferro más a la almohada, usándola como un escudo para alejar


los recuerdos que quieren forzar su camino en mi mente. Por una vez, no
quiero recordar mi mayor fracaso. Quiero que permanezcan ocultos en mi
mente y dejen que el recuerdo de tocar a Gwen, besarla, sentir su cálida piel
contra la mía y las suaves hebras de sus cabellos entre mis dedos, avancen.

Pienso de nuevo en hoy temprano cuando le dije que quería saber lo


que se sentía besarla. Sólo quería colocar mis labios contra los suyos por
un breve instante, pero cuando abrió sus labios y me ofreció su lengua, no
había modo de que no la tomara. Sabía tan malditamente dulce, como
algodón de azúcar y pastel. Sabía antes de que mis labios tocaran los suyos,
que sabría bien, se sentiría tan condenadamente bien, pero maldita sea si
supiera que sería tan increíble como fue. Quería devorar su boca y nunca
salir a tomar aire. Quería besarla y besarla hasta que me rogara que me
detuviera.

Me giro a un lado, tomando la maldita almohada conmigo como un


tonto enamorado. Mis ojos aterrizan en mi teléfono en la mesita de noche.
Lo tardío de la hora es lo único que me impide agarrarlo y enviarle un
mensaje. Antes, cuando salió de su auto y miró a su alrededor, me senté en
el porche y sólo la tomé antes de hacer mi presencia conocida. Se veía tan
bonita allí, como algo fresco y hermoso, y me quito el maldito aliento. Podía
mirarla durante horas.

Cuando oyó el crujir de la silla mientras me paraba, y nuestros ojos


se encontraron, me tensé, listo para caminar hacia ella y tomarla entre mis
brazos. Me sorprendió la necesidad de tocarla, probarla. Cuando estuvo aquí
durante la tormenta de nieve, la necesidad creció gradualmente, pero pude
ignorarla. Pero mientras ella estaba allí mirándome, esa necesidad se
estrelló contra mí como un tren de carga. Entonces, cuando subió los
escalones y se paró frente a mí, tomó cada pedacito de fuerza que tenía para
mantenerme lejos de ella.

Perdí la voluntad de luchar cuando ella vino a mí cuando me quemé.


La sopa caliente realmente no dolió. La maldición se deslizó más allá de mis
labios, más por costumbre que cualquier dolor real. Estoy acostumbrado a
no tener mucha sensación en mi mano, o el resto del lado derecho de mi
cuerpo, así que cuando ella me tocó y lo sentí, realmente lo sentí, la
necesidad de sentirlo de nuevo sobrepasó mi necesidad de mantenerme
alejado de ella. Entonces, cuando me miró con ojos que contenían tantas
emociones, necesitaba ser una de ellas, sabía que en ese momento no podría
retenerme. Sólo necesitaba su permiso, y cuando ella lo dio, tomé lo que
había estado muriendo por tener, incluso sabiendo que no tenía derecho a
quererlo.

Dolía tanto tocarla, aunque al mismo tiempo se sentía como el cielo.


El beso no duró tanto tiempo como yo quería, pero mucho más de lo que
debería. Es mejor para todos si Gwen permanece lejos de mí. No puedo
arriesgarme a que mi oscuridad destruya su vida.

Tomo una última respiración profunda en la almohada, lo dejo ir, y


juro que mi corazón se fractura. Me siento y balanceo mis piernas hacia un
lado. No hay manera de que pueda volver a dormir esta noche a menos que
lleve mi cuerpo al agotamiento. Me levanto, me pongo un par de pantalones
de ejercicio y me dirijo al cuarto de servicio, me sigue el chasquido de las
uñas de Gigi en el piso.

Enciendo la luz, luego me dirijo directamente al banco de pesas,


mientras Gigi se acerca a sus cachorros y les da unos cuantos olfateos, sus
instintos maternales la obligan a revisarlos. No uso el banco de pesas tan a
menudo como me gusta, obteniendo la mayor parte de mis ejercicios a través
de trabajar con los caballos y cuidar de ellos.

Una hora más tarde, mi cuerpo finalmente está desgastado y el sudor


gotea por los lados de mi rostro. Sé que me he extralimitado cuando siento
dolor en mi espalda baja. Desde el accidente, no puedo hacer tanto como
podía antes.

Me siento en el suelo, con las rodillas flexionadas y mis codos


descansando sobre ellas. Mis ojos aterrizan en la motocicleta, y recuerdo las
palabras de Gwen de antes.

—No te tomé por el tipo de hombre que monta motocicletas.

Sonrío. Hay muchas cosas que Gwen no sabe de mí. Pero, de nuevo,
hay muchas cosas sobre mí que son diferentes de lo que solían ser. Cuando
Clara estaba viva, y antes de quedar embarazada, tomábamos al menos un
día a la semana y simplemente montábamos. Se sentaba detrás de mí con
los brazos alrededor de mi cintura y dejábamos que el camino nos llevara
donde quisiera. Cuando quedó embarazada, esos viajes se detuvieron, y
desde entonces no he vuelto a la moto. En realidad, estaba pensando el otro
día en venderla, pero ahora que Gwen mostró interés, el pensamiento no es
tan atractivo. Y eso es un problema, porque no necesito pensar en Gwen
estando en la parte trasera de la moto conmigo. No necesito pensar en Gwen
en absoluto, pero es imposible detenerlo.

Me levanto y Gigi y yo salimos de la habitación. Los cachorros se abren


paso a través de la puerta detrás de nosotros, y estoy demasiado cansado
para luchar con ellos. Esperemos que la casa no esté destruida mañana.

Me detengo y tomo un vaso del gabinete por un poco de agua. Veo la


botella de Jameson, la agarro y la pongo en el mostrador. La necesidad de
apartar los recuerdos de Clara, Rayne y Gwen me tiene abriendo la botella
y vertiendo un par de pulgadas en el vaso. Me vuelvo y me apoyo contra el
mostrador.

Estoy levantando el vaso a mis labios cuando mis ojos aterrizan en el


cuaderno con los crucigramas. Quería dárselo a Gwen antes, junto con la
pequeña caja de animales de madera tallada y los pendientes. Pero luego la
besé y todos los pensamientos de algo más que el sabor de sus labios
huyeron de mi mente.

Bajo el vaso, de repente no quiero tomar. Vierto el whisky por el


desagüe, enjuago el vaso y luego lo relleno con agua.

Corro a través de la ducha, ignorando mi cuerpo cuando cobra vida


mientras las imágenes de Gwen estallan en mi cabeza. Fulmino con la
mirada a mi miembro cuando me pide atención mientras me acuesto en la
cama y la vainilla me golpea de nuevo. Pienso lanzar la almohada a través
de la habitación, pero sé que sólo me levantaré para agarrarla de nuevo en
unos minutos. Es como si me hubiera vuelto adicto al olor.

Tomo mi teléfono para comprobar la hora.

Una y media.

Es la mañana de Navidad.

Y justo como un reloj, el dolor me agarra en su puño apretado. Así


que, comienza....
13
Gwendolyn
Observo con una sonrisa cómo los niños abren los regalos que Emma
y su abuela les compraron. Han abierto regalos que les di y los que le
enviaron los padres de Will esta mañana cuando se levantaron. El de Pepper
fue un gran éxito, especialmente para Daniel.

Ahora estamos en la casa de la abuela de Emma. Daniel chilla de


alegría cuando arranca el papel de su último regalo. Es un videojuego nuevo.
Se pone de pie y corre hacia Emma, rodeando su cintura con los brazos.
Pepper lo sigue y se sienta a sus pies.

—¡Gracias, tía Emma! —dice, sonriendo ampliamente.

—De nada, amigo.

Agita su cabello y guiña un ojo.

Miro a Kelsey y la veo abriendo sus regalos a un ritmo mucho más


lento. No rebota ni grita como su hermano lo hace con cada regalo, pero sé
que está agradecida, simplemente no lo muestra.

Me levanto del sofá y me siento a su lado. Está sosteniendo una nueva


Kindle en su mano. Además de sus crucigramas, a Kelsey le encanta leer,
algo que me alegra que le guste.

—¿Te gusta? —pregunto, mirándola.

Ella levanta su cabeza y se encuentra con mis ojos. Su asentimiento


es pequeño y apenas se ve. Solía tener una Kindle hasta que
accidentalmente la dejó caer hace un mes y la pantalla comenzó a ponerse
púrpura. Nunca pidió otra, algo que no esperaba de ella porque nunca pide
nada como a los niños normales, pero planeé comprarle otra de todos
modos. Cuando le conté a Emma por teléfono, me preguntó si podía
conseguirlo para ella. Por supuesto, Emma fue y obtuvo el modelo más
reciente.

Envuelvo mi brazo alrededor de su hombro y la atraigo hacia mí, luego


beso la parte superior de su cabeza. Ella descansa su cabeza contra mi
hombro por varios momentos antes de alejarse.

Suelto un suspiro, me levanto y empiezo a meter la basura en una


bolsa, luego la llevo a la cocina. Al notar algunos platos sucios en el
mostrador y sentir la necesidad de hacer algo, decido ocuparme de ellos.
Estoy enjuagando un plato y poniéndolo en el lavavajillas cuando siento una
presencia a mi lado.

—¿Qué te sucede hoy? —pregunta Emma, entregándome otro plato.

Miro hacia arriba, no del todo sorprendida por su pregunta, pero


tampoco preparada para eso.

—Nada. —Me hago la tonta—. ¿Por qué lo preguntas?

Me mira, diciéndome con sus ojos que no se lo cree.

—Vamos, Gwen. Has estado muy callada desde que llegaste. ¿Qué
está pasando contigo?

Agarro el paño de cocina y seco mis manos. Lo dejo caer sobre el


mostrador, y me vuelvo para mirarla.

—Estoy preocupada por él —admito tímidamente.

Una de sus cejas se levanta con confusión.


—¿Quién?

Mantengo mis ojos sobre ella cuando digo:

—Alexander.

El reconocimiento aparece en su rostro. Luego, llega a mi lado.

—No sabía que te preocupabas tanto por él.

—No estoy segura de lo que siento por él, pero la idea de que esté solo
en Navidad no me sienta bien. —Giro la cabeza y dejo que Emma vea el dolor
en mi rostro—. Se culpa a sí mismo por lo que le sucedió a su familia.

—¿Pero por qué él…?

—No lo sé. Le dije que no era su culpa y respondió que pensaría


diferente si supiera toda la historia. —Miro a través de la cocina—. Puede
que no lo conozca tan bien y no sé exactamente qué sucedió, pero Emma...
—Miro hacia ella—, un hombre que trata a mis hijos como lo hizo no dejaría
morir a su familia sin hacer algo.

Ella asiente con la cabeza.

—Solo lo he visto algunas veces mientras visitaba a Gram, pero


siempre me pareció un chico agradable y cariñoso.

Vuelvo al fregadero, tomo un trapo y comienzo a limpiar el mostrador.

—Los niños lo extrañan —digo en voz baja.

—No creo que solo los niños lo extrañen.

Una sonrisa se forma en mi rostro.

—No, no solo los niños. —Me detengo por un momento y luego revelo—
: Nos besamos ayer.
Miro cuando Emma no responde, para encontrar una gran sonrisa en
su rostro.

—Sabía que tenía que suceder algo entre ustedes —dice engreída—.
¿Cómo estuvo?

Dejo escapar un suspiro entrecortado.

—Fue corto, pero uno de los mejores besos que he tenido jamás. —
Bajo la cabeza, mientras un rubor se forma en mi rostro cuando recuerdo
la sensación de sus labios contra los míos—. Me siento como una colegiala
con su primer amor. No sé cómo hacer toda la cosa de las citas y el coqueteo.

—No ha cambiado mucho desde que tú y Will comenzaron a salir.


Estoy bastante segura de que todo funciona de la misma manera.

Hay risa en su tono, pero la mención de Will trae un toque de dolor.


Siempre pensé que él y yo estaríamos juntos para siempre. Tendríamos hijos
a los que amaríamos y los veríamos crecer. Para luego verlos tener hijos
propios. Se suponía que debíamos envejecer juntos.

Cuando ve que sus palabras hicieron lo contrario a su intención, me


quita el trapo y lo arroja al fregadero. Toma mi mano y me gira para
enfrentarla.

—Gwen, sabes que Will querría que siguieras adelante, ¿verdad?

Asiento.

—Lo sé. Es sólo… —Me detengo y respiro profundamente—. Durante


tanto tiempo, ha sido difícil imaginar una vida sin él, pero cuando pienso en
Alexander, ya no lo es tanto.

Parpadeo para alejar las lágrimas que querían liberarse, la culpa se


apodera de mi pecho.
Emma me conoce demasiado bien. Sabe exactamente lo que estoy
pensando.

—Siempre te dolerá cuando pienses que Will ya no estará en tu vida,


pero es normal superar ese dolor lo suficiente como para seguir adelante. Él
siempre será parte de tu vida, siempre lo amarás, pero tienes suficiente
amor en ti como para dárselo a otra persona también. Él querría que
encontraras a alguien que lo sustituya y te haga feliz, que trate a tus hijos
como si fueran suyos. Por lo que me has contado hasta ahora, Alexander
puede ser ese hombre.

—No estoy segura de que él quiera ser ese hombre. Ni siquiera estoy
segura de sí quiero que sea ese hombre. No sabemos nada el uno del otro.

Pero lo sabes, susurra mi mente.

—A veces no necesitas saber mucho sobre la persona para saber quién


es.

Pienso en sus palabras por varios momentos. Alexander me atrajo


desde el primer instante en que lo conocí. De pie en la cola de la tienda de
comestibles, incluso siendo menos amable, sentí algún tipo de atracción
hacia él. No sabía lo que era, todavía no, pero definitivamente estaba allí, y
era fuerte. Me pregunto si sintió lo mismo.

—¿Por qué sigues aquí? —pregunta Emma, sacándome de mis


pensamientos.

—¿Qué quieres decir?

—Ve con él, Gwen. Sabes que lo quieres.

—No estoy segura de que nos quiera cerca.

—No dejes que ese chico te aleje.


Ambas giramos ante el sonido de la voz ronca de la señora Myers. Está
de pie en la puerta con las manos en las caderas, con una mirada tierna en
sus ojos diciendo que escuchó nuestra conversación, o al menos lo
suficiente como para saber qué está pasando.

—Ese chico ha tenido suficiente tristeza en su vida como para durar


toda la vida. Ya es hora de que venga algo bueno en su camino.

—¿De verdad crees que deberíamos ir?

—Sí —dicen ambas.

—¿Y si nos rechaza? —susurro con miedo.

—Estoy segura de que lo intentará —dice la señora Myers—. Pero no


se lo permitas. Por lo que he escuchado, él te querrá allí, solo tiene miedo.

Solo me lleva un minuto pensar qué debo hacer.

—De acuerdo.

Ambas me sonríen.

La señora Myers deja su lugar junto a la puerta y camina hacia la


nevera.

—Prepararé un par de platos de comida para él.

Me vuelvo hacia Emma y la abrazo. En su oído, susurro:

—Gracias.

Me acerco a su abuela y hago lo mismo. Ella acaricia mi mejilla


cuando retrocedo.

—Ese hombre merece algo de felicidad, tanto como tú.


Las dejo a las dos en la cocina preparando platos para llevarlos a
Alexander. Daniel está en el piso jugando con algunos de sus juguetes
nuevos. Kelsey también está en el piso, pero lo que me sorprende es el
cachorro durmiendo en su regazo. Ella está mirando a Pepper con las cejas
hacia abajo, su mano lentamente acariciando su espalda. Me tomo un
minuto para mirarla, contenta de que se esté encariñando con el cachorro.

—Oye, niños —llamo después de un momento—. Junten todas tus


cosas y prepárense para salir.

—Ay... mamá. —Daniel hace un puchero—. ¿No podemos quedarnos


un poco más?

Les sonrío a ambos.

—No. ¿Cómo se sienten acerca de ir a ver a Alexander?

Eso llama la atención de Daniel y él salta del suelo.

—¿Podemos realmente? —grita prácticamente.

—Sí.

—¡Muy bien!

Me río cuando lanza su puño al aire y comienza a juntar sus juguetes


inmediatamente. Si solo fuera así de fácil lograr que limpie su habitación.

Me dirijo a Kelsey y me complace encontrar una chispa de interés en


sus ojos. Puede que no lo demuestre, pero sé que lo extraña.

—¿Te gustaría ir a ver a Alexander, Kelsey?

Su asentimiento viene más rápido de lo normal y muestra un poco


más de entusiasmo. Se levanta de su posición en el suelo, bajando a Pepper
otra vez cuidadosamente y comienza a recoger sus cosas también.
Diez minutos más tarde, los niños están abrigados y estamos en la
puerta diciendo adiós a Emma y a la señora Myers. El cachorro, la comida
y los regalos ya están empacados en el auto.

—Odio que me vaya temprano cuando te vayas mañana —digo


después de retirarnos de nuestro abrazo.

—Me verás mañana cuando me lleves de vuelta al aeropuerto. Y tan


pronto como el hospital contrate más enfermeras, volveré para una visita
más larga.

—Ya te extraño.

—Yo también ya te extraño.

Las dos derramamos una lágrima o dos antes de que los niños y yo
caminemos hacia el automóvil. La señora Myers vive en el mismo tramo de
camino en el que Alexander vive, por lo que no nos llevará mucho tiempo
llegar allí. Las mariposas comienzan en mi vientre, y estoy muy nerviosa
cuando salimos a la carretera. La duda comienza a invadirme. ¿Qué pasa si
él realmente no nos quiere cerca más? ¿Qué pasa si solo he imaginado la
conexión que tenemos?

Aprieto la mandíbula y alejo los pensamientos. No hay forma de que


pudiera haber imaginado la emoción en sus ojos cuando me miró. Sé que
tiene que sentir algo por mí.

Miro en el espejo retrovisor y veo a Daniel mirando por la ventana, con


una expresión de anticipación en su rostro. Miro a Kelsey y encuentro algo
más que una expresión vacía en su rostro. Modifico mi pensamiento
anterior. Sé que tiene que sentir algo por nosotros.

Cinco minutos después, me detengo al lado de la camioneta de


Alexander. Me tomo un minuto para componerme antes de dirigirme a los
niños.
—Quiero que los dos se queden aquí hasta que vuelva por ustedes.

—¿Por qué no podemos ir contigo? —pregunta Daniel, rebotando en


su asiento con emoción.

—Quiero asegurarme de que está bien que estemos aquí primero.

Su frente se arruga.

—¿Pero por qué no estaría bien?

Sonrío.

—Porque puede tener otros planes.

Puedo decir que no le gusta mi respuesta, pero asiente de todos


modos. Miro brevemente a Kelsey, luego miro hacia adelante otra vez. Saco
las llaves de la ignición, tomo una respiración alentadora y salgo del auto.

Mientras cruzo por el patio, mis ojos se posan en la casa parcialmente


construida. Mi corazón duele cuando noto que algunas de las paredes que
estaban erguidas ayer, están ahora en una pila junto al resto de la casa. Sé
que derribar la casa tuvo que haberle dolido.

Mis piernas tiemblan el resto del camino hacia el porche y mi corazón


late con un ritmo errático que puedo escuchar en mis oídos. Me detengo
frente a la puerta y controlo los nervios. Levanto mi mano y golpeo mis
nudillos contra la madera, luego me doy cuenta de que mi golpe fue más
como un toque ligero, por lo que probablemente no lo escuchó.

—Esto es estúpido, Gwen —murmuro para mí misma—. Contrólate.

Golpeo con más fuerza y lanzo un gran silbido mientras espero a que
responda.

Y espero.
Y espero un poco más

Frunzo el ceño, preguntándome por qué no está respondiendo a la


puerta. Me giro y miro alrededor del patio, pero no lo veo ni a él ni a Gigi.
Una mirada al granero muestra la puerta firmemente cerrada. Toco de
nuevo, pero obtengo la misma respuesta silenciosa. Considero volver al auto
e irme, pero en cambio, algo me obliga a probar el pomo de la puerta.

Está desbloqueada.

Después de un momento de vacilación, giro la perilla y abro la puerta.


La casa está en silencio cuando miro dentro.

—¿Alexander? —llamo, y sigo sin obtener respuesta.

Miro hacia atrás a los niños en el auto antes de abrir la puerta el resto
del camino y entrar. La TV está encendida con el volumen bajo y hay una
luz encendida en la cocina, lo que indica que tiene que estar por aquí en
alguna parte. Una vez más, me pregunto si debería ir a mi auto y llamarlo,
pero decido ya que estoy aquí, tratar de encontrarlo.

—¡Gigi! —digo en voz alta.

Un segundo después, Gigi sale corriendo del pasillo y patina hasta


detenerse frente a mí, su cola golpea contra el suelo.

Paso mis dedos por el cabello en su cabeza.

—¿Dónde está tu papi, nena?

Su lengua sale de un lado de su boca como mi respuesta y me hace


reír. Inclino la cabeza hacia un lado, escuchando cualquier sonido, pero
además del silbido de la cola de Gigi contra el piso de madera y el crepitar
del fuego, está en silencio.
Sabiendo que probablemente debería irme, pero sintiendo una
necesidad incontrolable de ver a Alexander ahora que estoy aquí, me dirijo
hacia el pasillo de donde vino Gigi. Ella camina detrás de mí, haciéndome
sentir una fracción mejor de estar en la casa de Alexander sin su
conocimiento. Al menos ella está allí para acompañarme.

La puerta de baño de invitados está abierta cuando paso por allí, y


como era de esperar, él no está. Justo cuando llego a la puerta de su
habitación, se oye un crujido. Conozco ese sonido. Es la puerta del baño en
la habitación de Alexander.

Me detengo en seco justo afuera de la entrada cuando una oleada de


vapor se libera en el dormitorio, seguida por Alexander, que no usa nada
más que una toalla envuelta alrededor de su cintura. Estoy completamente
paralizada y me siento como una enredadera cuando todo lo que puedo
hacer es pararme ahí y mirarlo fijamente. Está de espaldas a mí cuando
abre un cajón de la cómoda. Los músculos fuertes se flexionan y se mueven
cuando agarra algo y cierra el cajón. Hay un tatuaje en su hombro derecho
superior que parece envolverse en el frente, y otro que cubre todo su lado
izquierdo. Es una mezcla de muchas cosas diferentes, pero no puedo decir
cuáles son. Inconscientemente, me acerco un poco para ver mejor.

Su cabeza se levanta cuando oye el crujido del suelo, y se da la vuelta.


Salgo de mi aturdimiento y estoy a punto de pedir disculpas por acercarme
furtivamente, pero mis palabras se atragantan en mi garganta. En su
espalda, no hay una marca de quemaduras que pueda ver. En su pecho, sin
embargo, es una historia diferente. El lado derecho de su torso está
completamente cubierto de cicatrices, desde su hombro hasta debajo de la
toalla. Mis ojos viajan más allá de la toalla que termina justo arriba de la
rodilla y veo que las cicatrices continúan hacia abajo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta con voz ronca, y mis ojos
miran fijamente a los suyos. Él está parado ahí mirándome, con una de sus
cejas levantadas.

Mi lengua se queda pegada al paladar durante varios segundos antes


de que pueda forzarla a que empiece a funcionar.

—Yo... eh... yo —tartamudeo. Aparto mis ojos de él, con la esperanza


de que no mirarlo me ayude a responder su pregunta—. Vine.... —Giro mi
pulgar sobre mi hombro hacia la sala de estar—. Los niños y yo vinimos a
verte. —Llevo mis ojos de nuevo a los suyos por un breve momento, luego
los alejo de nuevo—. Nadie debería estar solo en Navidad. —Entonces
termino débilmente—. La señora Myers envió comida.

Cuando él no dice nada, lo vuelvo a mirar a los ojos. Él todavía está


de pie frente a su tocador, pero sus manos están cerradas en puños a los
costados, agarrando con fuerza todo lo que sacó del cajón, y parece tenso.
Trago más allá de la sequedad en mi boca.

—Llamé a la puerta, pero no respondiste.

Todavía no dice nada, y abro la boca para disculparme, pero él me


interrumpe.

—Tú y los niños no deberían estar aquí ahora.

Ignoro su casi desnudez, trato de controlar mis nervios y entro a la


habitación. Inclino la cabeza hacia un lado, pregunto:

—¿Por qué?

Es su turno de desviar sus ojos.

—Porque hoy no es un buen día para mí.


Ya ha mencionado que no celebra las fiestas, pero me da la sensación
de que hay más. Empiezo a darme cuenta de una cosa y respiro
profundamente.

—Hoy es el aniversario de su muerte, ¿no es así? —pregunto,


manteniendo mi voz tranquila.

El dolor que me lanza cuando vuelve su mirada hacia mí casi corta


mi respiración.

—Mañana.

—Lo siento mucho.

Me acerco un poco más, no del todo segura de lo que haré una vez
que esté lo suficientemente cerca, pero él levanta su mano para alejarme.

—¡No! —dice con dureza, y me quedo helada en el lugar. Su cabeza


cae y sus manos van a sus caderas. Su pecho sube y baja mientras inhala
varias respiraciones profundas antes de levantar nuevamente la cabeza—.
Lo siento —pronuncia—. No estoy en un buen lugar ahora mismo. Tú y los
niños deberían irse.

Sus palabras me golpean en el pecho y el dolor es asombroso. Sé que


no tengo derecho a sentirme así, pero deseo mucho que este hombre me
permita estar allí para él. Quiero ayudarlo a hacerlo mejor, aunque solo sea
por unos minutos. Desearía que se abriera a mí y me dijera cómo se siente,
para que pueda encontrar una manera de ayudarlo. Sé que no hay nada que
pueda hacer para borrar su dolor, pero si pudiera aliviarlo, aunque sea solo
por una fracción, podría ser útil.

Pienso en mis hijos en el auto, la emoción de volver a ver a Alexander


y no me siento capaz de rendirme tan fácilmente. Puede que Alexander no
quiera admitirlo, pero nos necesita a los tres.
—Por favor. —Doy otro paso hacia él—. Los niños realmente quieren
verte. Están esperando en el auto.

Mi alma canta cuando sus ojos brillan con algo parecido al anhelo. Sé
que, en lo profundo de mi corazón, mis hijos lo han tocado de alguna manera
y también los ha extrañado. Mi garganta se aprieta con el pensamiento. Él
ha tocado sus vidas también, junto con la mía.

Después de un momento, él asiente, y mi cuerpo se relaja con alivio.

—Gracias.

Ahora que la tensión de la situación ha terminado, una toma de


conciencia se da a conocer. Antes de que pueda detenerme, mis ojos viajan
por su cuerpo. Las cicatrices que cubren el lado derecho no le quitan la
belleza de su pecho, solo le agregan. Lleno de músculos, el lado izquierdo de
su pecho está cubierto por una fina capa de vello rizado, mientras que el
derecho no tiene ninguno. Su estómago tiene ondas profundas de su
paquete de seis. El vello que cubre la mitad de su pecho desaparece debajo
de la toalla.

Me sonrojo ferozmente y quiero abofetearme cuando me pongo a


pensar en lo que hay debajo de esa toalla. No he sentido deseo por otro
hombre desde que Will y yo nos juntamos, y es extraño hacerlo ahora. Mis
manos duelen por deslizarlas sobre su cuerpo. Mi boca se hace agua por
trazar tanto los planos duros de sus músculos como las rígidas líneas de
sus cicatrices. El hormigueo que comienza en los dedos de mis pies recorre
mi cuerpo y se centra entre mis piernas, dejando mi cuerpo entero
sonrojado. Esa sensación se intensifica y mis ojos se ensanchan cuando la
toalla comienza a tender una carpa.

—Gwendolyn —llama Alexander ásperamente. Sabiendo que mi rostro


está rojo como la llama, pero incapaz de hacer nada al respecto, lo miro—.
No me mires así.
Ignoro las palabras gruñidas y la intensidad en sus ojos. Parece que
está a segundos de acecharme y devorarme por completo. La perspectiva de
eso dispara a mí corazón, que ya va a toda marcha. No quiero nada más que
gritarle que venga a tomarme, pero ahora no es el momento, y me pregunto
si alguna vez lo será.

Me pregunto en silencio si realmente quiero que haya un momento.

Sí, mi mente grita de inmediato, y sé que es verdad.

Quiero que este hombre me toque, quiero que Alexander me tome.


Quiero sentir su piel contra la mía y que él me vuelva a besar. La necesidad
de eso es tan fuerte que me pregunto si alguna vez he deseado algo así antes.

Respiro profundo y trato de calmar mi deseo. Mis hijos todavía están


afuera en el auto esperándome. Desear a Alexander es lo último que debería
tener en mente en este momento. Necesito enfocarme.

—Voy a, eh… a buscar a los niños mientras te vistes —murmuro,


luego me doy la vuelta y corro por el pasillo, jurando que escucho su
profunda carcajada mientras me voy.

Antes de abrir la puerta de entrada, me detengo y apoyo mi frente


contra ella. Regulo mi aliento y mi corazón acelerado, sabiendo que no puedo
tener el rostro rojo cuando salga al auto. Una vez que estoy segura de que
estoy bajo control, abro la puerta y doy la bienvenida al aire frío que golpea
mi rostro. Empiezo a cruzar el patio, pero luego aminoro la velocidad cuando
no veo sus cabezas saliendo por los asientos delanteros. Mis pasos se
vuelven cada vez más rápidos y el miedo se asienta cuando no los encuentro
adentro. Giro y miro al otro lado del patio.

—¿Daniel? ¿Kelsey? —llamo.

El único sonido que escucho es la ligera brisa que sopla en mis oídos.
Me vuelvo hacia el auto y compruebo el asiento trasero una vez más, con la
esperanza de que de alguna manera pasaron desapercibidos. Solo encuentro
la jaula vacía de Pepper. Mi pecho comienza a doler con mi respiración
pesada ya que el pánico pronto reemplaza el miedo. Prácticamente estamos
en el medio de la nada, prácticamente sin tráfico, ¿en qué parte del mundo
podrían estar? Estuve solo en la casa por unos minutos, así que no podían
haber ido muy lejos. Nunca se han escapado antes, por lo que no lo harían
ahora (me niego a pensar que haya otra razón por la que no están en el
automóvil) parece extraño.

—¡Daniel y Kelsey! —grito de nuevo—. ¿Dónde están?

Detengo mi mirada frenética por el patio cuando aún no recibo


respuesta, y tomo una respiración profunda. Lo último que necesito hacer
es tener un ataque de ansiedad. Necesito recomponerme y pensar
racionalmente. Recuerdo cuando salí a la sala de estar. ¿Podrían haber
estado allí y ni siquiera me había dado cuenta?

Los ladridos vienen de mi derecha, y me doy vuelta para ver a Gigi


saltando hacia mí. Ella se detiene a mis pies y mira hacia arriba.
Ausentemente me acerco a ella, pero miro hacia el porche. Tan pronto como
veo a Alexander de pie en la parte superior de los escalones, vestido con
jeans y un traje térmico, comienzo a caminar hacia él.

—¿Están los niños adentro? —pregunto, sin aliento a pesar de que


solo he caminado tres metros.

Sus ojos miran por encima de mi hombro hacia el auto, luego vuelve
a mirarme.

—No.

—¿Estás seguro?

En lugar de responder, mira más allá del patio.


—Maldición —sisea.

El siguiente segundo, sale del porche y se dirige hacia el establo. La


puerta estaba cerrada cuando llegamos por primera vez, recuerdo haberla
visto y verla cerrada, pero ahora está abierta por varios metros. Con mi
corazón en la garganta, corro detrás de Alexander. Por la forma en que sus
pies devoran el suelo y la expresión de su rostro cuando vio la puerta abierta,
hay algo más de qué preocuparse que los niños con los caballos, aunque ese
solo pensamiento es suficiente para enviar terror a través de mí. Solo han
estado alrededor de caballos un par de veces. Son tan grandes en
comparación con mis hijos pequeños, por lo que el daño que se podrían
hacer...

Aparto esos pensamientos, negándome a permitirles entrar en mi


mente.

—Oh Dios, oh Dios. Por favor, no deje que les pase nada a mis hijos.

Más adelante, Alexander patina hasta detenerse, agarrándose de la


puerta para que no se deslice y se precipite dentro más allá.

Estoy jadeando y mi corazón se acelera cuando llego a la puerta. El


sol está brillando afuera, así que cuando corro adentro, momentáneamente
estoy cegada por el interior oscuro. Amplío mi mirada en un intento
desesperado por ver mejor, mi respiración entrecorta por temor a lo que
pueda encontrar.

Me acostumbro a la oscuridad y doy un paso adelante, pero un brazo


me detiene, tirando de mí contra un pecho firme. Sé que es Alexander por
su olor, pero eso no me impide agarrar su antebrazo y prepararme para
apartarlo.

—Shh —susurra Alexander.


—¿Ah? —pregunto, confundida, deteniendo mi lucha antes de que
comenzara. ¿Por qué está parado aquí? Es obvio que aquí es adonde fueron
los niños. Necesitamos encontrarlos.

—No hagas ningún ruido ni te muevas. No queremos asustarlo.

Entonces fue cuando levanto la mirada y veo a Kelsey de pie frente a


un enorme caballo negro. El miedo casi bloquea mi garganta cuando trato
de extraer el aire que tanto necesito en mis pulmones. Un pisotón de ese
caballo y el daño podría ser fatal. Siempre he pensado que los caballos eran
animales hermosos, y me encantaba la idea de tener uno algún día con Will,
pero tengo la sensación de que este caballo no es muy amigable.

Fuerzo mi cuerpo a contenerse para no correr adelante y llevármela.


Siento la tensión del cuerpo de Alexander tras de mí, él mismo se está
forzando a permanecer inmóvil también. Los dos nos miramos, impotentes
y contengo la respiración mientras Kelsey levanta su mano y sostiene una
manzana. Mi corazón se aloja en mi garganta.

—Alexander —gimo, asustada por mi niña.

Sus brazos se tensan a mi alrededor y su pesada respiración atraviesa


mi oído. También puedo sentir el latido de su corazón contra mi espalda, y
sé que coincide con mi propio ritmo acelerado.

—Espera —susurra.

Las lágrimas hacen que mi visión sea borrosa, y las parpadeo


rápidamente, sin querer perderme ni un segundo de lo que está pasando.

El cuerpo de Alexander se tensa aún más cuando el caballo mira hacia


abajo a la manzana que ella le ofrece. Baja su cabeza y abre su boca
lentamente. Quiero tanto cerrar mis ojos y correr hacia el peligro, pero todo
lo que puedo hacer es estar allí.
El caballo toma la manzana de la mano de Kelsey y empieza a
masticarla. Kelsey, quien parecía hipnotizada por la gran bestia, todavía
tiene su mano levantada. El caballo lleva su nariz contra ella, entonces deja
escapar un relincho suave, y Kelsey comienza a frotar un lado de su cabeza.

Todavía estoy tiesa como una tabla, pero Alexander se relaja un poco
detrás de mí.

—Maldita sea —jadea con brusquedad en mi oído.

Quiero darme la vuelta y preguntarle qué está pasando, pero estoy


demasiado asustada como para apartar los ojos del caballo y mi chica.

Kelsey se acerca más al gran animal y mi cuerpo se pone aún más


rígido. Mis uñas se clavan en los antebrazos de Alexander, y sé que le estoy
haciendo daño, pero no reacciona.

El caballo frota su cabeza contra el costado de Kelsey mientras ella


continúa pasando sus manos por su cuello. Vuelve la cabeza hacia un lado,
y es la primera oportunidad que he tenido de ver su rostro. Lo que veo hace
que todo el aire de mis pulmones se escape. Ella tiene una de las sonrisas
más hermosas que he visto nunca en su rostro.

Con el rabillo del ojo, veo movimiento, y Alexander y yo miramos.


Daniel está de pie delante de otro puesto con el cachorro en sus brazos. Este
caballo es de color blanco y marrón y mucho menos intimidante, pero
todavía me pone nerviosa que esté tan cerca. No conocemos a estos caballos
ni de lo que son capaces.

—Mamá, ¿por qué lloras? —pregunta Daniel, acercándose a nosotros.


Suspiro aliviada cuando está lo suficientemente lejos de la manada.

Ni siquiera me di cuenta de que estaba llorando hasta que me


preguntó. No le contesto, y en su lugar separo mis uñas del brazo de
Alexander y avanzo hacia Daniel, asegurándose de caminar lentamente. Una
vez que llego a él, lo tomo en mis brazos, el pobre cachorro queda aplastado
entre nosotros. Levanto la cabeza y miro hacia donde Kelsey está con el otro
caballo.

Mido mis pasos, mientras Alexander camina más cerca de ella. Sus
movimientos parecen casuales, pero puedo ver la tensión en su espalda
mientras mantiene el ojo puesto en el caballo. Kelsey ya no está frente al
caballo, pero se gira hacia Alexander.

—Kelsey, cariño, ven aquí conmigo, por favor —llama Alexander con
voz tranquila.

Ella mira de regreso al caballo anhelante y lo toca por última vez,


antes de girarse y reunirse con Alexander a mitad de camino. La hermosa
sonrisa de antes se ha ido, sustituida por una mirada de confusión.

Tan pronto como Kelsey está al alcance de su mano, Alexander se


pone de rodillas y la coge en sus brazos. Miro, más lágrimas saliendo a la
superficie mientras la abraza con fuerza, y juro que es como si estuviera tan
asustado por ella como yo. Como si el pensamiento de que se hiciera daño
le doliera tanto como a mí.

Giro hacia Daniel y me agacho.

—Quédate aquí.

Cuando ve mi firme mirada y siente, lo dejo allí y me acerco a


Alexander y a Kelsey. Al sentir mi presencia, Alexander la libera y se levanta.
Sólo le miro brevemente antes de sostener a Kelsey en mis brazos. Ahora
que la tengo cerca y sé que está bien, la soga alrededor de mi cuello se afloja,
y por fin puedo respirar adecuadamente. Más lágrimas se derraman por mi
rostro.

La situación no era tan grave, pero podría haberlo sido. Cuando tienes
niños, siempre piensas en el peor de los escenarios.
Limpio mis lágrimas, después me alejo y miro a Kelsey. Sus cejas
están en un ceño fruncido mientras me mira.

—Tú y Daniel no se pueden ir así —digo con severidad—. Los dos me


tenían muy preocupada. No tenía ni idea de dónde estaban.

—Sólo le estaba mostrando los caballos, mamá —dice Daniel,


acercándose a mí con Alexander a su lado. Él todavía se ve desconcertado—
. Entonces le dije sobre alimentarles con manzanas y le pregunté si quería
tomar una oportunidad.

Antes de tener la oportunidad de explicarle los peligros de alejarse,


Alexander toma la palabra.

—Daniel —comienza—. Se supone que siempre tienes que preguntarle


a tu madre antes de irte así. Algo malo podría haberles sucedido y no lo
habríamos sabido hasta que fuera demasiado tarde. Si hubieras esperado
unos pocos minutos más, los hubiera llevado a los dos a alimentar a los
caballos. —Alexander pone su mano sobre el hombro de Daniel y lo aprieta
suavemente—. ¿Recuerdas lo que te dije sobre Bandit el otro día? —Piensa
por un minuto, luego asiente—. No es un caballo del cual quieras estar
siempre alrededor.

Sus palabras hacen que mi estómago caiga y el pánico quiere tomar


fuerza, pero me obligo a controlarlo. Los niños están bien, gracias a Dios, y
espero que hayan aprendido a no irse corriendo de nuevo. Todavía tengo la
intención de preguntarle a Alexander más tarde qué quería decir sobre que
no era un buen caballo con el que estar alrededor. No estoy segura de que
me guste que trajera a Daniel aquí si sabía que el caballo era peligroso.

Lo olvido todo por ahora, rápidamente abrazo a Kelsey de nuevo y me


inclino para colocar un beso en la parte superior de la cabeza de Daniel.
Miro a Alexander y lo encuentro observándome con una expresión
tierna en su rostro, pero todavía hay un indicio de tensión allí. Le brindo
una sonrisa temblorosa, aliviada y agradecida porque estuviera aquí para
ayudarme a mantener la calma. No sé lo que habría hecho de haber venido
al granero y encontrar a Kelsey de pie delante de ese caballo. Desde luego,
no me hubiera quedado quieta en mi estado frenético. Podría muy bien ser
la única razón por la que Kelsey y Daniel están a salvo y sin daño alguno.

Mientras caminamos de regreso a la casa, Daniel parlotea con


Alexander sobre su cachorro y Kelsey en su silencio normal, le envío una
silenciosa plegaria a Dios, dándole las gracias por darle a Alexander la
capacidad de mantener a mis hijos a salvo.
14
Alexander
—¡Vaya! ¡Estos son tan geniales! —grita Daniel sobre todas las figuras
de madera en la caja en el suelo.

Ver su entusiasmo sobre algo que siempre he querido, hace que mis
malditas entrañas se atolondren como las de una niña. Después de lo que
pasó antes, definitivamente tomaré el estómago atolondrado frente a mi
corazón sintiendo como si estuviera siendo arrancado de mi pecho.

Cuando me encontré en ese granero y vi a Kelsey frente a Bandit, mi


estómago tocó fondo, y estuve a punto de caer sobre mi trasero por su
fuerza. Parecía tan pequeña en comparación con el enorme animal. Un
movimiento en falso y ella se habría ido. Sin querer asustar al caballo para
que hiciera algo fatal, tuve que obligarme a permanecer en el sitio, después,
forzar a Gwen a hacer lo mismo cuando ella entró a toda velocidad en la
habitación tras de mí. No tener otra opción que mirar a Kelsey viendo a la
muerte a los ojos fue una de las cosas más difíciles que he tenido que
enfrentar. Conociendo el amor que Gwen tiene por sus hijos y que ella tenía
que hacer lo mismo, lo empeoró diez veces.

Maldición, odiaba sólo estar allí de pie, sintiéndome como un ser


humano sin valor, mientras Kelsey se balanceaba entre ser una hermosa
niña saludable y una muerta, pero había que tener cuidado. Bandit es tan
impredecible y tiene una racha violenta, por lo que era imprescindible tener
cuidado. Los recuerdos oscuros de no ser capaz de salvar a Clara y a Rayne
me trataron de derribar, pero con voluntad de hierro, alejé las
visiones. Tenía que mantener la concentración. Si no lo hubiera hecho,
Kelsey habría sufrido.

Pero entonces la cosa más sorprendente sucedió. Me sorprendió tanto


y me dejó desconcertado. El maldito caballo, el que casi me arrancó la mano
el otro día, tomó la manzana de la mano de Kelsey con movimientos suaves.
Después, el bastardo procedió a acariciarla con la cabeza. Si no fuera por la
enorme cantidad de alivio que sentí por Kelsey estando segura, me habría
enfadado. Durante todo este tiempo, el maldito animal ha estado jugando
conmigo.

Maldito idiota.

Aun así, estoy tan agradecido que eligiera ese momento para ser
apacible. Preferiría que mordiera todos mis miembros una y otra vez antes
de que atacase a Kelsey.

—Asegúrate de cuidarles muy bien, ¿sí? —dice Gwen con firmeza,


trayéndome de vuelta al presente.

Daniel asiente solemnemente.

—Lo haré.

Mi mirada va hacia Kelsey, que está sentada en el suelo con varios de


los cachorros acurrucados contra sus piernas. No está prestándoles
atención, pero de vez en cuando la veo acariciar a uno. Tiene el nuevo libro
de crucigramas que le hice en su regazo. Cuando se lo di, la sonrisa que me
dio fue pequeña, pero estuvo ahí, no obstante. Sin embargo, sus ojos fueron
más expresivos. Estaba contenta con el libro. Viniendo de alguien que no
muestra felicidad a menudo, esa mirada era un gran avance. Cada nueva
sonrisa suya hace que mi propio dolor disminuya. Me he dado cuenta de
que hacer que Kelsey sonría, o incluso muestre un toque de alegría, es algo
que me gusta hacer.
Es el día de Navidad, y pese a que estaba sorprendido de encontrar a
Gwen en mi casa más temprano y sólo un poco enfadado porque ella estaría
allí en uno de los dos días al año cuando no es prudente estar cerca de mí,
me alegro de que estén aquí. La oscuridad de mis lamentos aún perdura en
el fondo de mi mente, pero tenerlos aquí ha sido una buena distracción. Sé
que no debería usarlos como tales, pero maldición, no quiero que se vayan.

Gwen se mueve de su posición en el suelo junto a Daniel y viene a


sentarse a mi lado en el sofá. Con Kelsey apoyada en el sofá, se ve obligada
a sentarse a mi lado. Su pierna roza la mía, y lo siento detrás de la
cremallera de mis jeans.

La maldita mujer está causando estragos en mis emociones. Estoy


intentando tanto mantener mis pensamientos puros cuando se trata de ella,
pero es casi imposible. Verla en mi habitación antes, después de haberme
masturbado en la ducha porque los pensamientos de probarla no me
dejaban, me dejó en un estado de aturdimiento durante unos instantes.
Justo después de derramarme sobre todo el suelo de la ducha, la culpa
comenzó a molestarme. No porque sintiera como que traicionaba a Clara
porque estaba pensando en otra mujer (sé que Clara querría que siguiese
adelante) sino porque no tengo derecho de pensar en otra mujer cuando ni
siquiera pude hacerme cargo de la que tenía antes. Una que amé con todo
mi corazón. Una que llevaba un bebé al que tampoco pude proteger.

Soy un bastardo sin corazón, a quien deberían patear sus bolas hasta
la garganta.

Entonces el enfado vino cuando la vi allí de pie. Quise arremeter


contra ella para que se retirase. Entre el aniversario de la muerte de Clara
y Rayne avecinándose y la culpa de lo que acababa de hacer en la ducha,
mis emociones estaban en carne viva y no había forma de saber qué podría
suceder. Hubiera querido que se fuera mientras mi mente gritaba que se
quedara.
Luego tuvo que decir que los niños querían verme, la expresión de sus
ojos en silencio me dijo que quería verme también. No podía rechazarles.

Las cosas cambiaron cuando di mi consentimiento. La mirada en sus


ojos se volvió carnal mientras recorría mi cuerpo con ellos. Maldita sea si no
quería marchar directamente a ella y saquear su boca con la mía. Levantarla
en mis brazos y llevarla a la cama. Sólo la pura fuerza de voluntad me lo
impidió.

Gwen se mueve junto a mí y mi miembro empieza a endurecerse. Salto


fuera del sofá tan rápido que Gigi salta de su posición en el suelo y ladra
una vez. Dejo a los tres en la sala de estar y me dirijo a la cocina a por un
vaso de agua.

Se está volviendo más y más difícil estar cerca de Gwen y contener


mis emociones. La mujer me hace sentir cosas que no quiero sentir. Tener
a sus hijos aquí me hace querer cosas que no quiero querer.

Como una familia y una vida llena de risas.

Mis ojos aterrizan una vez más en la botella de Jameson cuando abro
el armario para coger un vaso. Nunca he sido de los que beben en exceso,
pero el impulso de hacerlo ahora es fuerte. Cualquier cosa para hacer que
estos sentimientos no deseados desaparezcan.

Me giro del fregadero después de llenar el vaso con agua, y encuentro


a Gwen de pie en la puerta, mirándome con curiosidad.

—¿Quieres que caliente un poco de la comida que la señora Myers


envió? —pregunta, poniéndose de pie frente a mí y apoyándose en el
mostrador.

Niego en vez de responder verbalmente. No estoy seguro de cuán


constante seria mi voz en este momento.
Ella mira hacia abajo a sus pies, después levanta su cabeza de nuevo.

—¿Qué quisiste decir cuando le preguntaste a Daniel si se acordaba


de lo que habías dicho sobre Bandit?

Tomo un sorbo de líquido frío, y luego lo dejó sobre el mostrador antes


de cruzar mis brazos sobre mi pecho. Ella mira brevemente mis brazos antes
de elevar su mirada de nuevo hasta la mía.

—Ha estado dando problemas en los entrenamientos y no ha sido el


caballo más amable con el que se podía estar cerca —digo. He estado
esperando esta pregunta.

Sus ojos se abren, y una pizca de miedo parpadea en su rostro. Antes


de que tenga la oportunidad de responder, la tranquilizo.

—Nunca estuvo cerca de él cuando lo tenía por ahí conmigo, Gwen.


No lo pondría en peligro.

Sólo toma un momento antes de que asienta.

—Lo sé.

La cuerda alrededor de mi cuello se afloja con sus palabras. No me


gusta que piense que sería tan descuidado como para poner a cualquiera de
sus hijos en peligro. Esos niños se han colado en mi corazón y no estoy
seguro de que haya una manera que puedan salir de nuevo. Sé que daría
mi vida por ellos.

—Vi que empezaste a derribar la casa —dice en voz baja.

El recordatorio de lo que estaba haciendo antes de mi ducha hace rato


alberga un dolor agudo en el pecho. Parecía apropiado empezar a derribar
la casa que tuve que compartir con mi familia en la víspera de cuando
murieron. Empecé, pero me detuve cuando mi espalda de repente dejó de
funcionar. Parte de ello fue debido a mi total falta de delicadeza derribando,
la rabia que sentía me hacía torpe e indiferente de cómo afectaría a mi
espalda. Ahora que había empezado, quería acabarlo y terminar con ello.

—Sí —respondo con brusquedad.

Se aleja de la encimera y viene hacia mí. Cuanto más se acerca, más


tenso se pone mi cuerpo. Salí de la sala de estar para poner un poco de
espacio muy necesario entre nosotros, y aquí está ella cerrando la brecha.

Una vez que está de pie delante de mí, pone su mano sobre mi brazo
lleno de cicatrices y me mira con ojos preocupados. Siento el contacto en
todas partes. Es como si, ahora que mi deseo por ella ha atravesado mis
defensas, quiere consumirme. O, mejor dicho, quiero consumirla. He pasado
años sin ningún tipo de contacto íntimo, no he querido tocar a nadie, pero
ahora es casi todo en lo que puedo pensar cuando estoy cerca de ella.

Mi mandíbula se mueve y mis manos agarran la encimera tras de mí


mientras lucho contra la urgencia de tocarla.

—¿Estás bien?

Mi sonrisa es tensa cuando respondo.

—Sí.

Frunce su ceño, y maldición si no hace que mi pecho se apriete. La


mano que todavía tiene en mi brazo está caliente, y la miro. Sus uñas son
cortas y pintadas de un color rosa suave. Sus manos son tan pequeñas que
estarían empequeñecidas entre las mías si estuvieran entrelazadas.

Ella tiene que ver algo en mi rostro mientras miro hacia abajo a su
mano, porque segundos después, se aleja. Elevo mi mirada hacia ella y veo
un color brillante en sus mejillas, y sé que debe haber sentido la conexión
también. Todavía me sorprende que no esté afectada por mis cicatrices. No
estoy tan hastiado como para creer que todas las personas serán repelidas
por ellas, pero es como si no las viera en absoluto.

Cuando se mueve para dar un paso atrás, extiendo mi mano y me


apodero de su muñeca antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo.
Nuestros ojos se quedan fijando la mirada cuando mi mano toca la suya y
se comunican en silencio entre nosotros, los dos sabemos que el otro ha
sentido la electricidad del contacto.

—No —susurro y suavemente la atraigo hacia mí—. Me gusta cuando


me tocas.

Soy un idiota por pedir más de ella, y no tengo ni idea de por qué lo
hago, pero la idea de que no me toque ahora es algo que no puedo
comprender. Incluso el toque inocente de su mano en mi brazo es algo que
necesito. Lo lamentaré más tarde y me sentiré como un bastardo, pero justo
en este momento el deseo es demasiado fuerte como para ignorarlo.

Me apoyo contra la encimera y amplio mi postura. Ella me mira con


ojos cautelosos mientras continúo acercándola hacia mí. Con manos
temblorosas y respiración superficial, pongo mis brazos alrededor de su
cintura y acerco su pecho contra el mío. No sé por qué estoy tan nervioso.
Antes de Clara, tuve mi parte justa de mujeres, pero esto se siente diferente
de alguna manera.

Con ella tan cerca, perdemos el contacto visual. Coloca sus brazos
alrededor de mi cintura y descansa su cabeza en mi pecho.

El abrazo es a la vez inocente e íntimo. Siento el calor de su cuerpo,


sus suaves curvas contra los duros músculos del mío, envía a mi sangre
corriendo a mi miembro, pero también se siente reconfortante. Cierro mis
ojos por lo bien que se siente, lo bien que se siente tenerla en mis brazos,
como si es donde se supone que debe estar. Quiero que eso sea verdad con
tantas ganas, pero sé que no puede ser.
Sostengo a Gwen en mis brazos y me concentro en memorizar la
sensación de tenerla allí. Me gustaría que pudiéramos permanecer así para
siempre, pero no es posible. No con la culpa que todavía tengo. Sin saber
que defraudé a mi familia. Gwen y sus dos hijos son demasiado importantes.
No voy a correr el riesgo con ellos. Hay demasiado que perder.

Así que, en su lugar, me empaparé de cada segundo que tenga con


ella, Kelsey y Daniel, y guardaré estos momentos bajo llave y sólo lo dejaré
salir cuando el dolor sea demasiado.

Nos quedamos así durante varios minutos, disfrutando de la


sensación de estar en brazos del otro. Quiero atravesar la pared con mi puño
cuando el momento es interrumpido por mi teléfono sonando. Gwen se aleja
antes de que esté listo para ello y mira mi teléfono encima de la encimera.
Cuando no hago ningún movimiento para contestar y en su lugar aprieto
mis brazos alrededor de ella, me mira.

—¿No vas a responder?

—No —digo, sin mover mis ojos de ella.

Cuando el teléfono deja de sonar, su frente aterriza en el centro de mi


pecho y sus manos se aprietan a la parte de atrás de mi camisa con más
fuerza, como si no quisiera dejarme ir tampoco. Un gruñido sale de la parte
posterior de la garganta cuando mi maldito teléfono empieza a sonar de
nuevo. Nada me gustaría más que lanzarlo contra la pared.

—Alexander —dice Gwen, alejando mi mirada mortal del teléfono.


Dejo de fruncir el ceño, cuando mis ojos se posan sobre ella—. Tal vez sea
importante.

En este momento, no me importa si es importante. Todo lo que


importa es mantener a Gwen dónde está. Pero sé que eso no es ser racional.
De mala gana, aflojo mis brazos y ella da un paso atrás. Me acerco
hacia el teléfono y lo levanto sin ganas de la encimera. Miro a la pantalla y
dejo salir un suspiro cansado.

Es mi madre, y sé que no hay manera de que pueda dejarla de lado


más. Han pasado un par de semanas desde que hablé con ella y sabe qué
día es mañana. Es mi madre y su instinto natural preocupada por sus hijos.
Sabe lo duro que es el aniversario de sus muertes para mí. Si no contesto
ahora, sólo seguirá llamando hasta que lo haga. O peor aún, llamará al
comisario y le hará venir a comprobarme. Sí, lo ha hecho antes cuando
estuve semanas sin responder a sus llamadas.

Respiro profundamente y deslizo mi dedo por la pantalla.

—Hola, mamá —respondo.

Los ojos de Gwen se ensanchan cuando escucha quién está al


teléfono. Un momento después, sale de la cocina, supongo que para darme
privacidad.

—Alexander —jadea mi madre a través del teléfono. Puedo decir que


está sorprendida porque respondí.

—¿Cómo estás? —pregunto, apoyado en el mostrador y cruzando mis


tobillos.

—Mucho mejor ahora que he oído tu voz.

—Mamá, lo… —comienzo a disculparse.

—No, Alexander —interrumpe—. Tu padre y yo hemos estado


hablando y ha hecho que me dé cuenta de algo. Sé que me cierno demasiado
sobre ti. Sé que te he ahogado a lo largo de los años desde entonces.... —
deja de hablar, sin necesidad de aclarar—. Me preocupo por ti. No me gusta
saber que estás sufriendo —termina en silencio.
Giro el cuello de lado a lado, tratando de aliviar la tensión que siempre
tengo cuando hablo con mi madre. Ella no quiere añadir más estrés, y estoy
seguro de que se molestaría si se diera cuenta de lo mucho que me causa
con su preocupación. No he tenido el valor de decirle porque sé que sólo lo
hace por amor. Eso, y el hecho de que no fui yo sólo quien perdió a Clara y
a Rayne. Ella perdió a una hija y una nieta.

—Lo entiendo. Realmente lo hago, pero tienes que dejar de


preocuparte tanto, ¿sí? —Escucho su lloriqueo en el otro extremo de la línea
y eso me hace sentir como un idiota, pero continúo—. Estoy bien. Sí, todavía
me duele respirar a veces, pero lo estoy logrando. —Meto aire en mis
pulmones y lo dejó escapar lentamente, sabiendo que esto le hará daño,
pero también sé que tengo que decirlo—. Te amo, mamá, y sé que tienes
buenas intenciones, pero cuando llamas constantemente y preguntas cómo
voy, sólo ayuda a mantener la herida abierta.

Su sollozo me destripa y cierro mis ojos. Cuando los abro, encuentro


a Gwen desde la barra. Está de pie al otro lado del sofá con uno de los
cachorros en sus brazos, mirándome. No estoy seguro de si ella puede oír lo
que estoy diciendo, pero estoy seguro de que mi expresión lo dice todo.

—Oh, Alexander, soy así, lo siento, nene —dice mi mamá suavemente,


con su voz llorosa—. Nunca tuve la intención de hacer que fuera más difícil
para ti.

Aun mantengo mis ojos en Gwen, transmitiéndole consuelo.

—Lo sé. Y te amo por preocuparte tanto.

Ella sorbe su nariz de nuevo y luego hay un sonido de pies


arrastrándose. Entonces viene el profundo murmullo de la voz de mi padre
hablando con mi madre antes de ponerse al teléfono.

—Hijo.
—Hola papá. ¿Como está?

—Estará bien. —suspira—. He oído lo que le dijiste y era algo que


necesitaba oír. No puede seguir asfixiándote. Tiene que dejar que te
recuperes.

Me siento como un idiota porque sé que mi madre quiere que me cure,


ella simplemente no me da lo que necesito para hacerlo. No estoy del todo
seguro de merecer sanar después de lo que he hecho.

—¿Cómo estás? —pregunta mi padre.

Se podría pensar que después de molestar a mi madre explicándole


que su preocupación constante no me estaba ayudando, que mi padre me
pregunte lo mismo me molestaría. Hay una diferencia entre mi madre
preguntándome frente a mi padre. Quiero a mi madre tanto como a mi
padre, y aprecio que ambos se preocupen, pero mientras que mi padre toma
mi respuesta por lo que es y deja las cosas así, mi madre cava y cava,
pensando que si cava lo suficientemente profundo le revelaré mis verdaderos
sentimientos.

Conociendo que está preguntado por mañana, digo honestamente:

—Estoy haciendo lo mejor que puedo.

Se queda en silencio durante un momento, y luego dice en voz baja:

—Si nos necesitas, llama.

—Lo haré, papá. Gracias.

Aclara su garganta, y luego cambia de tema, como sabía que haría.


No es que no le importe, es que sabe que no debe presionar.

Mi mirada todavía está pegada a Gwen, que ahora está sosteniendo el


cachorro más cerca de su rostro. Me mira con curiosidad.
—Tu madre quiere ir a hacerte una visita. La he estado controlando
durante todo el tiempo que he podido, pero no estoy seguro de cuánto tiempo
más seré capaz de hacerlo.

Aparto mi mirada de Gwen y me doy la vuelta. Es difícil pensar en otra


cosa que no sea Gwen cuando estoy mirándola. Creo que esa es parte de la
razón por la que quiero tanto mantenerla cerca. La culpa y el dolor no me
consumen tan fuertemente cuando está aquí.

Ha pasado casi un año desde que he visto a mis padres, y sé que a mi


madre le duele que haya pasado tanto tiempo. Por mucho que ella me
moleste, les extraño a los dos.

—Dame un par de semanas y dile que planee un viaje.

—¿Estás seguro? —pregunta mi padre.

—Sí.

Hablamos durante unos minutos más sobre nada en particular antes


de colgar el teléfono. Mantengo mi espalda hacia la sala de estar, tratando
de ordenar mis pensamientos antes de enfrentarme a Gwen de nuevo. La
mujer me ha envuelto en sentimientos que no había sentido en mucho
tiempo, y no tengo ni idea de qué hacer con ellos. Con el miedo de sonar
como un idiota, Gwen me hizo atravesar el escurridor emocional.

En vez de volver a la sala de estar, opto por hacerme un plato con las
sobras que Gwen trajo con ella. La señora Myers sólo vive a unos pocos
kilómetros de mí y ha habido varias ocasiones en las que ella me llamó para
ayudarla en la casa. Los dos, junto con un par más de casas, somos las
únicas personas tan lejos de la ciudad. No me importa las veces que he
tenido que ayudar a la anciana, y cada vez que hago uno de mis viajes
inusuales a la ciudad, siempre la llamo para ver si necesita algo. Un par de
veces cuando fui a su casa insistió en que me quedase a cenar. Es una muy
buena cocinera, así que cuando como su puré de patatas casero y el pavo
asado al horno, mis papilas gustativas casi explotan de placer. Engullo el
plato de comida en poco tiempo.

Cuando camino de vuelta a la sala de estar unos minutos más tarde,


sólo encuentro a Daniel y a Kelsey.

—¿Dónde está tu madre? —le pregunto a Daniel.

Hace una pausa de jugar con los cachorros con un par de las figuras
de madera y me mira. Se encoge de hombros y dice:

—Dijo que iba al baño.

Mis ojos se mueven inmediatamente al pasillo, donde tengo una vista


de la puerta del baño. Está abierta con la luz apagada. No me importa que
use el baño en mi habitación, pero encontrando raro que lo haga, camino
por el pasillo hacia la puerta al final.

Cuando entro por la puerta, estoy sorprendido y enfadado con lo que


veo. Gwen está sentada en la cama con las fotos de mi mesilla de noche en
su mano. No sé por qué me da rabia que esté mirándolas. No es que buscara
en mi mesita de noche. Sí, soy un individuo privado, pero con Gwen he sido
más abierto que con nadie en mucho tiempo. Es sólo que... no me gusta que
esté mirando lo que ha estado causado todo mi dolor y dolores de cabeza,
sabiendo que soy la razón por la que lo estoy atravesando.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, mi tono es más duro de lo que


pretendía que fuera.

Ella salta de la cama, sobresaltada tanto por mi presencia como por


el tono. Mira hacia abajo con aire de culpabilidad a las fotografías que tiene
en su mano antes de elevar sus ojos hasta encontrarse con los míos. Estoy
tratando de frenar la cólera, pero sé que algo se filtra. Estoy seguro de que
no entró deliberadamente aquí a husmear, no sé por qué está aquí.
—Lo siento —dice ella, mostrando un ceño fruncido—. Estaba
buscando los pendientes que dejé en la mesita de noche. Pensé que tal vez
se cayeron al cajón.

Mi mano, ya en el bolsillo de mis jeans, toca los pendientes que tengo


allí. Por alguna loca razón, los he llevado siempre encima de mí desde el día
en que James los vio en la barra. Tal vez me hacen sentir más cerca de ella
tenerlos tan cerca de mí. O tal vez soy muy raro. Por alguna razón, cuando
me desnudo por la noche, los coloco en la mesita de noche, y luego los pongo
en mi bolsillo a la mañana siguiente.

Los saco de mi bolsillo y se los muestro.

—Oh —dice. No pregunta por qué los tengo en mi bolsillo, y no ofrezco


la información—. Gracias.

No dice nada por un momento y no hace ningún movimiento para


tomar los pendientes. Simplemente mira hacia abajo a las fotografías.
Rechino mis dientes, reprimiendo el impulso de arrebatárselas de sus
manos y colocarlas de nuevo en el cajón. Sé exactamente qué está mirando,
pero no sé lo que está pensando.

—Es hermosa —dice suavemente, frotando su dedo sobre una de las


fotografías—. Ambas lo eran.

Me mira y la tristeza delinea su rostro.

Mi mirada cae a la foto. Es la que estaba sosteniendo el otro día. Trago


duro, tratando de empujar mis emociones. No digo una palabra mientras
estoy de pie allí y la veo mirar a la siguiente. Es como si estuviera congelado
en el acto, incluso cuando mi mente me grita que se las quite y las oculte.
Todavía amo a la familia que perdí, pero estoy avergonzado de lo que les
sucedió. De lo que les hice.
La siguiente foto es de Clara y yo de pie delante de la chimenea. Tenía
seis meses de embarazo. Yo estaba sosteniendo la ecografía que habíamos
hecho ese mismo día y que por fin mostraba el sexo de nuestro bebé, contra
su vientre redondeado. El primer par de veces, ella estaba siendo terca y no
le mostraba sus zonas intimas al médico, pero esa vez tuvimos suerte. En
la parte inferior de la imagen, Clara había impreso las palabras “Nuestra
primera foto de familia”.

La última foto es la ecografía en sí misma. Ya no es frecuente que


saque las fotos. Es demasiado doloroso mirarlas ahora y mañana siendo lo
que es, me hace sentir como un acerico gigante con miles de agujas siendo
empujadas dentro de ello.

Su cabeza se levanta por fin, y hay lágrimas brillando en sus ojos.


Después de parpadear un par de veces, se gira, deja suavemente las
fotografías en el cajón y lo cierra. Respiro profundamente unas pocas veces
mientras ella está de espaldas.

Cuando se gira, digo la primera cosa que viene a mi mente.

—Deberías irte.

Lamento las palabras tan pronto como las digo, pero no las retiro.
Necesito estar solo. Mi aplazamiento ha llegado a su fin, y ella y los niños
necesitan salir antes de que me vuelva completamente loco. Siento que los
hilos de mi control están rompiéndose, y no quiero que me vean así.

El dolor que cruza su rostro hace que escale el dolor en mi pecho. Me


odio por ponerlo allí.

Ella asiente, luego mira hacia abajo a sus manos. Después de un


momento, camina hacia mí. Quiero llegar a ella y pedir disculpas cuando
pasa por mi lado, pero no lo hago. Si lo hago, sé que no la dejaré ir, y ella
necesita irse.
La sigo, pero me quedo en la entrada del pasillo mientras ella les dice
a los niños que recojan sus cosas. Daniel gruñe y se ve triste. Miro a Kelsey,
y la expresión en su rostro lo dice todo: decepción y desesperación. Entre
Gwen y las reacciones de los niños, quiero apuñalar mi pecho. Es probable
que doliera menos que el dolor que estoy sintiendo ahora.

Gwen me brinda una sonrisa triste mientras ella y los niños caminan
hacia la puerta. Ando detrás de ellos y salgo al porche. Después de que
Daniel se despide y Kelsey me mira fijamente, Gwen les dice que vayan al
auto.

—Lo siento. No era mi intención husmear —dice, el daño es evidente


en su voz.

—Lo sé. —Meto mis manos en los bolsillos para no tocarla—. Yo


sólo.... —Aclaro mi garganta y miro hacia fuera a través del patio—. Necesito
estar solo.

Ella levanta su mano como si fuera a alcanzarme, y aguanto la


respiración, tanto esperando que no lo haga y en silencio pidiendo que lo
haga. Considera su decisión y deja caer su mano.

—Gracias por dejar que los niños y yo nos quedemos un rato.


Realmente les gusta pasar tiempo contigo.

Asiente y trata de sonreír, pero desaparece demasiado rápido como


para ser real. Me pregunto si ella lo disfrutó también, o si se arrepiente de
haber venido. Sé que le estoy dando señales mixtas, y me siento como una
mierda por hacerle eso, pero estoy tan desestabilizado ahora mismo, que no
tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Quiero agarrarla y nunca dejarla ir.
Quiero cuidar a sus hijos y amarlos como deben ser amados. Quiero cuidar
de Gwen como se merece. Quiero ser el hombre que necesitan, pero tengo
tanto miedo de fracasar. Tanto miedo de que mi pasado no me permita ser
la persona que deberían tener.
Miro hacia el auto y veo a los niños ocupados, hago lo que sé que no
debería, pero no puedo evitarlo. Doy un paso más cerca de Gwen y acuno
su rostro. Su piel es tan suave en comparación con la mía, y me gustaría
poder sentirla contra mí todo el tiempo.

Inclino mi cabeza y muy suavemente pongo mis labios sobre los suyos.
La oigo jadear mientras se queda quieta, dejándome hacer lo que quiero y
necesito. No llevo el beso lejos, dándonos lo justo. Mis labios se deslizan a
través de ella y sabe a vainilla, justo como recordaba ayer. Abrimos la boca
al mismo tiempo, y encuentro su lengua con la mía.

El beso es suave y delicado, y me alejo antes de que pueda llegar más


allá. Me duele la perdida, y por la expresión en su rostro, a ella también.

Sin que ninguno de los dos diga una palabra, se gira y camina por las
escaleras hacia la camioneta, y estoy una vez más viendo lo que podría haber
sido irse en auto. Mis manos se deslizan dentro de mis bolsillos y toco los
pendientes que nunca le devolví.

***

Conduzco por el pequeño terraplén y aparco mi camioneta donde está


ubicado todo mi dolor. Apago el camioneta, y con un dolor tan agudo que
siento como que estoy siendo apuñalado hasta la muerte, miro a las dos
cruces clavadas en el suelo. No fue obra mía. No estoy seguro de quién lo
hizo, pero han estado allí por un tiempo. Las veo cada vez que voy a la
ciudad, pero nunca duele tanto verlas como cuando estoy tan cerca. Trato
de evitarlas en la medida de lo posible, pero no las estoy evitando hoy.

Tomo una respiración profunda, me estiro, agarro la botella de


Jameson y salgo del camioneta. Es irónico, porque normalmente en esta
época del año, el nivel del agua está bastante bajo; sin embargo, el año en
que murieron Clara y Rayne, había sido un invierno inusualmente cálido y
lluvioso, por lo que el agua estaba bastante alta. Si no lo hubiera estado....

Alejo el pensamiento, porque no tiene sentido pensar en lo que


hubiera pasado si… No va a cambiar absolutamente nada.

Me siento y me apoyo contra el pilar. Antes de poder detenerlos, mis


ojos se posan en el punto donde todo me fue arrancado. Cada año, en el día
en que murieron, vengo aquí y paso la noche, utilizando sólo la chaqueta y
el alcohol para mantenerme caliente.

Recuerdo tras recuerdo inundan mi mente, y trato de alejarlos con el


Jameson. Nunca funciona, no importa lo mucho que beba, y por eso siempre
termino borracho. Sus fantasmas me persiguen más cuando estoy aquí.
Esta es mi penitencia por no haberlos salvado. Es lo que merezco, y lo menos
que puedo hacer es sufrir por ellos.

Tomo un gran trago de la botella, y luego otro, y otro. Quema al bajar


por mi garganta, pero después de los primeros tragos el dolor se desvanece.
Elevo mis rodillas, descanso mis brazos por encima de ellas y dejo colgar la
botella entre mis piernas. Mi cabeza se inclina contra el hormigón, y cierro
mis ojos. Tan pronto como lo hago, los gritos de dolor y los lamentos de mi
niña pululan en mí, tirando de mi a un oscuro abismo del que me pregunto
si algún día seré capaz de escapar.
15
Gwendolyn
Miro ciegamente a través de la habitación mientras doblo la ropa. Los
recuerdos del rostro de Alexander ayer, cuando me sorprendió mirando las
fotos, me atormentan. Parecía tan roto y desgarrado. Y enfadado. Su
mandíbula titiló y su cuerpo se encontraba tenso, como si estuviera a
segundos de lanzarse. Entiendo su ira y su dolor. No debería haber estado
allí. Debí esperar hasta que hubiera terminado su llamada telefónica para
preguntar. No me di cuenta de las consecuencias de mirar en su cajón.
Cuando vi esas fotos, la pena se estrelló contra mí como un mazo. No tenía
conexión con la mujer y el bebé, pero por alguna razón, todavía sentía la
pérdida de ellos como propia. Esa sensación creció cuando vi el dolor en el
rostro de Alexander.

Aunque entendí su necesidad de estar solo cuando me dijo que


debería irme, el rechazo todavía me dolió. Sus heridas estaban abiertas
debido al inminente aniversario de su muerte, y no quería nada más que
estar con él, mostrarle consuelo y no dejarlo solo durante su dolor. Nadie
debería tener que estar solo, experimentando una emoción tan pesada.

La necesidad de verlo ahora, para asegurarme de que está bien, es


fuerte, y cuanto más me siento aquí y lo pienso, más fuerte se vuelve.

Miro hacia arriba cuando Kelsey entra a la sala de estar. Mi mirada


cae en el libro de crucigramas estándar que ha enrollado en su mano.
Levanto mi mirada hacia la de ella, confundida, porque desde que Alexander
le dio el que él hizo, no ha usado los otros.
Dejo caer la toalla que estaba doblando en mi regazo y pregunto:

—¿Le pasó algo al libro que Alexander te hizo?

Me mira por un momento antes de negar con la cabeza y mirar el libro


que tiene en la mano.

—¿Por qué no estás usando ese?

No responde, pero no necesita hacerlo. Vi la respuesta en sus ojos


antes de que lograra despejarla. Está herida por habernos rechazado ayer.

—Ven a sentarte.

Palpo el cojín a mi lado.

Se acerca al sofá y se sienta rígidamente. Me giro para mirarla y hacer


que me mire.

—Sé que estás herida por lo de ayer —Cuando no consigo nada de


ella, sigo adelante. Quiero que entienda mejor el comportamiento de
Alexander para que no piense que tiene nada que ver con ella, con Daniel o
conmigo —. Algo sucedió hace unos años que lo hirió terriblemente.

Veo cuando en su rostro se refleja el entendimiento, tengo la


sensación de que sabe que él está sufriendo, simplemente no sabe por qué.
La mirada no me sorprende. Se dice que aquellos que están pasando por
dolor lo reconocen en los demás. He visto la forma en que Kelsey lo mira.
Incluso a tan temprana edad, hubo simpatía y reconocimiento de angustia
mutua.

—Perdió a su esposa y a su bebé, a quienes amaba muchísimo —


envuelvo mi brazo alrededor de sus hombros cuando las lágrimas se asoman
por sus ojos—. No estoy diciendo esto para lastimarte. Quiero que sepas que
está sufriendo, y que pienses que sus acciones no tienen algo que ver contigo
o con Daniel.
Limpio la única lágrima que se desliza por su mejilla. Odio saber que
esto la está lastimando. Es demasiado joven para estar pasando por tanto
dolor. Perder a su padre fue suficiente, y sé que escuchar sobre Alexander
la hiere aún más.

Me mira con preguntas en los ojos, y aguanto la respiración,


esperando sin esperanza que ella hable. La decepción tiene mis hombros
caídos cuando la mirada desaparece y vuelve la cabeza.

—Oye. —Llamo su atención hacía mí. Una vez que consigo su mirada
otra vez, le digo en voz baja—. ¿Sabes lo triste que estás por perder a tu
padre?

Aunque el terapeuta dijo que no evite mencionar a Will porque Kelsey


necesita aprender que está bien hablar de él, todavía me duele cuando lo
hago. Cada vez que lo mencionan le produce un nuevo dolor, pero esta es la
mejor manera de hacer que comprenda la situación de Alexander.

Ella asiente una vez, aunque su rostro cae con el movimiento.

—A veces las personas reaccionan de manera diferente a otras cuando


pierden a alguien que aman. Alexander está muy triste por perder a su
familia, pero también está enojado porque se los quitaron. A veces es difícil
contener esa ira y accidentalmente podemos herir a los que nos importan.

Me detengo y le doy tiempo para que procese lo que he dicho, y frunce


el ceño mientras lo piensa.

—¿Entiendes lo que estoy diciendo? —pregunto después de unos


momentos.

Su cabeza se inclina hacia abajo, indicando que sí. Coloco un mechón


de pelo detrás de su oreja y me inclino más para que nuestros ojos estén
nivelados.
—No significa que no le importe, solo quería que nos fuéramos para
no lastimarnos. Necesitaba estar solo por un tiempo

Dejarlo atrás, conociendo el dolor por el que su corazón estaba


atravesando, era difícil, pero lo entendí. Especialmente cuando vi su rostro
cuando nos alejamos. Vi la confusión. Él nos quería allí, pero por alguna
razón creo que eso lo hizo más difícil para él. Sé que no quería que lo
viéramos en el estado en el que se encontraba. Pude haberlo solucionado,
pero como él, tampoco quería que los niños lo vieran. Así que nos fuimos, a
pesar de que me destrozó hacerlo.

Me inclino hacia adelante y beso la mejilla de Kelsey, luego retrocedo.

—Te amo.

No responde, pero sé que devuelve el sentimiento.

Kelsey vuelve a su habitación y yo vuelvo a doblar la ropa. O más bien,


lo intento. Estoy demasiado distraída, así que la ropa solo recibe un intento
a medias.

Veo mi teléfono en la mesa de café, y solo me toma unos segundos


llegar a una decisión. Lo levanto del dispositivo de la mesa y marco
rápidamente a Jeremy. Él responde al tercer timbre.

—Hola, Jeremy. ¿Puedo pedirte un gran favor?

***

Treinta minutos después, doy la vuelta al camino que conduce a la


tierra de Alexander. Después de llamar a Jeremy y preguntarle si podía
cuidar a los niños por un rato, me fui. Una fuerza inexplicable me llevó a
ver a Alexander.

Llego al puente sobre Hallow's Creek, y se me revuelve el estómago


cuando veo la camioneta de Alexander en el fondo del dique, casi debajo del
puente. La curiosidad y el temor me hacen parar y salir de mi vehículo.
Mientras camino por la pequeña colina, le agradezco a Dios que su
camioneta no muestre signos de un accidente. Mis ojos captan dos cruces
que han sido colocadas en el suelo, una más pequeña que la otra, y sé que
son para su esposa y su hija. Un dolor se forma en mi pecho, porque esta
es la razón por la que está aquí.

Miro alrededor, al principio no lo veo, pero sé que tiene que estar aquí.
Cuando finalmente lo veo, está encorvado con los brazos apoyados en las
rodillas levantadas y la cabeza colgando entre las piernas. La posición me
dice suficiente, pero cuando llamo su nombre y me mira, mi corazón se
siente como si hubiera sido perforado con un cuchillo dentado.

Su rostro está húmedo por las lágrimas y sus ojos se encuentran


inyectados en sangre. Una botella de alcohol cuelga de una mano, y parece
que está vacía casi tres cuartas partes. La temperatura no es muy helada,
pero todavía es lo suficientemente fría y solo lleva una cazadora ligera. Tengo
la sensación de que esta no es la primera vez que hace esto. Incluso iría tan
lejos como para decir que hace esto todos los años el mismo día. Este es el
lugar donde perdió todo. El pensamiento trae lágrimas a mis ojos.

Cautelosamente, me acerco y me pongo de rodillas frente a él. Incluso


a través de mis pantalones siento el frío suelo. Él me mira con ojos nublados.
Cuando tomo la botella de su mano, parpadea lentamente, como si no
estuviera seguro de lo que está pasando. Una ráfaga de viento se arremolina
a nuestro alrededor, y lo siento en mis huesos, pero él no parece darse
cuenta.
—Alexander —digo en un susurro agonizante. Verlo así destroza mi
interior.

—¿Qué? —gruñe.

—¿Qué te estás haciendo a ti mismo? —Formulo la pregunta de la


cual estoy bastante segura de saber la respuesta.

Cuando responde, su voz es fuerte y mucho más clara de lo que


pensarías, para provenir de alguien que está borracho casi con una quinta
parte de la botella de whisky.

—Pagar el precio de la única forma en que sé hacerlo.

Él extiende su mano hacia su cadera y saca otra botella de alcohol,


está llena y sin abrir. Contemplo tomar su botella, pero decido no hacerlo
por el momento. Por mucho que me duela verlo beber sus penas, esta es su
forma de enfrentarlo y ¿quién soy yo para negarlo? Vi la cerveza en la nevera
cuando nos quedábamos con él, pero estaba todas hasta atrás, lo que me
hace pensar que beber es algo inusual en él.

—¿Por qué estás aquí? —pregunta antes de tomar un gran trago del
líquido ámbar, luego limpia su boca con el dorso de la mano.

—Estaba preocupada por ti. No deberías estar solo.

Él me mira por un momento, con los ojos ligeramente caídos, antes


de mirar hacia otro lado. Su mandíbula está apretada y la mano no sujeta
la botella en un puño.

—No deberías estar aquí.

—Lo siento —digo—. Pero no te dejaré aquí solo.


Su mirada regresa a mí y lo que veo en ellos me recuerda el día en que
nos conocimos en el mercado. La desesperación, el arrepentimiento y la ira
destellan en sus profundidades.

—No te quiero aquí —gruñe mientras se inclina hacia adelante.

Aunque sé que la ira nace de la culpa y el dolor, todavía me estremezco


ante su tono. Él lo ve, y por un momento parece que se va a disculpar porque
el tormento reemplaza la culpa y el dolor, pero luego la emoción desaparece
y su rostro se queda en blanco. Su cabeza cae contra el concreto con un
ruido sordo y él cierra los ojos.

Camino sobre mis rodillas hasta que estoy al otro lado de él, acomodo
mi espalda contra el pilar. Nuestros hombros se tocan mientras envuelvo
mis brazos alrededor de mis rodillas. Es temprano en la noche en invierno,
por lo que el sol se pondrá pronto. Es seguro que la temperatura bajará al
menos diez grados, y probablemente me congelaré al final de esto, pero no
hay forma de que lo deje solo aquí afuera. Puede empujar y afanarse todo lo
que quiera, pero no lo llevará a ninguna parte.

Nos sentamos de esta manera por un tiempo, ninguno dice una


palabra. No deseo interrumpir sus pensamientos, solo quiero que sepa que
estoy aquí sí me necesita. De vez en cuando, la brisa se levanta, enviando
un escalofrío a través de mi cuerpo. Trato de contener los estremecimientos,
pero terminan obteniendo lo mejor de mí y empiezo a temblar. Su brazo, que
está presionado contra mí, se mueve ocasionalmente cuando levanta la
botella a sus labios.

Después de treinta minutos, siento sus ojos sobre mí, así que vuelvo
a mirar. Me observa con el ceño fruncido y el costado de su rostro que tiene
cicatrices está tenso. Puedo oler el whisky en su aliento cada vez que respira,
y se mezcla con su aroma personal.
Su mueca se convierte en un ceño fruncido y aparta la cabeza de mí
con un murmuro entre dientes.

—Maldición —murmura antes de ponerse torpemente de pie. Hago un


movimiento para levantarme y ayudar, pero él me mira y gruñe—: Quédate
allí.

Observo mientras se tambalea hacia su camioneta. Sus movimientos


son lentos, pero todavía se mueve relativamente bien para haber bebido
tanto.

Cierra la puerta de la camioneta, y me sorprende cuando regresa con


una manta.

—Siéntate —brama cuando está parado frente a mí. Ignoro lo rudo de


su orden y hago lo que dice. Despliega la manta y la coloca sobre mis
hombros, asegurándose de ponerla alrededor de mi frente. El gesto es dulce,
y sé que lo está haciendo porque le importa, incluso si su tono y actitud
dicen lo contrario.

—Gracias —declaro una vez que ha vuelto a apoyarse en el pilar. No


responde, solo toma otro sorbo de su bebida.

De nuevo, nos sentamos en silencio. El sol está comenzando a ponerse


detrás de los árboles, dejando atrás un hermoso cielo púrpura y rosado.
Estoy agradecida por la manta. Apoyo mi cabeza contra la columna y
descanso mis ojos. Unos minutos más tarde, los abro cuando Alexander
comienza a hablar, con una voz carente de emoción. Sus ojos están
cerrados.

—Conocí a Clara el verano en que mi familia y yo fuimos a ayudar a


mis tíos a mudarse. Vivían a unas pocas horas de aquí y se mudaron al otro
lado del país debido al nuevo trabajo de mi tío. El segundo día que estuvimos
allí ayudándolos a empacar, la familia que estaba comprando la casa vino a
tomar medidas para un porche trasero que iban a agregar. Fue la familia de
Clara. Yo acababa de cumplir quince años y ella tenía catorce, pero recuerdo
haber pensado que era la chica más hermosa que había visto en mi vida.
Entablamos una conversación, pero solo estuvieron allí durante unos
treinta minutos antes de que se fueran de nuevo, así que no pude conocer
mucho sobre ella. Me molestaba porque quería verla de nuevo. Pensé que
no tendría la oportunidad, pero al cuarto día, volvieron y luego un día
después, fue nuestro último día allí.

Mientras habla, su expresión se vuelve tenue. Es una mirada que


nunca he visto en su rostro, pero que le da un aspecto devastadoramente
atractivo.

—Cada visita fue corta, pero con cada una, temía que se fuera. Era
muy dulce y de voz suave, pero también tenía un sentido del humor de un
kilómetro y medio. Nos sentábamos afuera en el porche y nos hacíamos reír
hasta que nuestros estómagos dolieran. Era una de las personas más fáciles
para hablar. El último día, obtuve su número de teléfono y prometí llamarla.
Lo hice tan pronto como llegué a casa. Durante un año y medio, así fue
como nos comunicamos

Se detiene por un momento y mira hacia el espacio, como perdido en


sus pensamientos, luego sacude la cabeza y continúa. Mantengo mis ojos
en él, sin querer perderme nada.

—El día que obtuve mi licencia de conducir, le rogué a mi madre que


me dejara ir a verla, pero ella no lo permitió. Dijo que era demasiado lejos
para manejar con mi estado de manejo recién ganado. Me tomó seis meses
convencerla de que me dejara ir, e incluso entonces, tuve que detenerme y
llamarla cada hora.

Él ríe, pero suena sin humor.


—Hablamos durante un año y medio por teléfono, pero cuando
volvimos a vernos en persona, estábamos muy nerviosos. Fue fácil por
teléfono, porque no estábamos cara a cara. Finalmente logramos superar
nuestra incomodidad y se sintió tan natural como cuando nos conocimos.
La visité una vez al mes y nos hicimos muy cercanos a lo largo de los años.
Ambos salimos con otras personas, pero para mí, ninguna de las chicas
realmente importaba. Sabía que tenía sentimientos por Clara, pero ella vivía
muy lejos, así que traté de dejar de lado los sentimientos, aunque nunca
funcionó

Toma un trago de su bebida, luego usa su brazo para limpiar su boca.


No puedo quitar mis ojos de su rostro. Está tan animado cuando habla de
la chica de la que se enamoró cuando era adolescente.

Deja caer una de sus piernas y apoya la botella en la parte superior


de su muslo.

—Asistimos a la misma universidad y no fue hasta que yo era un


junior y ella un estudiante de segundo año que las cosas cambiaron entre
nosotros. Empezamos a salir y hacer planes para el futuro. Nos casamos
después de graduarnos, y decidimos de inmediato formar una familia. Su
título era en diseño de interiores, por lo que pudo trabajar desde casa. Fue
perfecto para nosotros, porque ella quería estar en el hogar con nuestros
hijos. Los dos estábamos muy emocionados. Lo intentamos durante meses,
pero nunca quedó embarazada. Tomó dos años...

Se calla, y sé por la expresión de su rostro que lo que sea que esté a


punto de decir será insoportable para él. Agarro la manta en mis puños para
no acercarme a él, preocupada de que el gesto no sea bienvenido. Su cuerpo
está tenso, como si apenas se estuviera conteniendo.

—Perdió al bebé cuando estaba embarazada de dos meses —dice, y


luego se detiene para aclarar su garganta cuando se le quiebra la voz—.
Tenía seis semanas de embarazo cuando perdió el segundo —contengo el
aliento y mi mano vuela a mi boca. Las lágrimas inmediatas llenan mis ojos.
Pero él no ha terminado—. A los cuatro meses, tuvo un aborto espontáneo
con nuestro tercer bebé, y en un mes abortó el cuarto. Después de eso,
decidí que no íbamos a intentar un quinto. Cada aborto involuntario nos
mató un poco por dentro, y ver a Clara pasar por cada uno de ellos se
convirtió en demasiado, pero ella quería intentarlo una última vez.

Incapaz de soportar la pequeña brecha entre nosotros, me acerqué


más a él. El sol se encuentra debajo del horizonte, dejándonos en sombras.
Sé que tiene que estar helado, pero la calidez del alcohol y los recuerdos que
enfrenta ahora deben darle la capacidad de ignorar el frío.

Observo cómo la mano que no sostiene la botella flexiona hacia


adelante y hacia atrás en un puño mientras continúa hablando, lo que me
rompe el corazón aún más.

—Fuimos muy cuidadosos. Lo logró treinta y dos semanas antes de


que el bebé decidiera venir. —Una sonrisa toca su rostro por un breve
segundo antes de que se deslice libremente—. Ella era tan pequeña e
increíblemente hermosa.

Saca una foto de su bolsillo, y la reconozco como una de las que están
en el cajón de la mesita de noche. Es una de ellos en el hospital. Toca la foto
con reverencia, como si fuera una de las cosas más preciadas para él.

—Debido a que era prematura y sus pulmones no estaban


completamente desarrollados, después de una visita, la cual nos permitió el
tiempo suficiente para tomar esta foto, fue llevada rápidamente a la unidad
neonatal, donde se le dio la oportunidad de fortalecerse. Estuvo allí durante
siete semanas antes de que la consideraran lista para irse a casa.

La botella cae de su mano y se vuelca. El líquido ámbar se derrama y


corre por el dique hacia el agua. Mis ojos se vuelven hacia Alexander para
atraparlo dejando caer su cabeza entre sus manos, donde agarra su pelo.
Sus hombros se hunden cuando se derrumba justo en frente de mis ojos.
Me pongo de rodillas y me acerco a él. No me gusta verlo en este estado, y
tengo que llegar a él, pero creo que me necesita también. Tan pronto como
toco su hombro, su cabeza se levanta y él me mira con ojos angustiados. La
mirada me aterroriza. Su dolor se ha convertido en mi dolor.

—Alexander —no tengo idea de lo que quiero decir, pero necesito decir
algo para ayudar a limpiar el inmenso dolor de su rostro. Antes de que tenga
la oportunidad de encontrar las palabras correctas, él me detiene.

—No. —dice bruscamente—. Esto es algo que debes saber.

Asiento y me siento sobre mis piernas, pero aún mantengo mi mano


en su hombro; mi necesidad de tocarlo, de hacerle saber en silencio que
estoy aquí, es demasiado grande. Mi corazón pesa fuertemente en mi pecho.
Sé que lo que está a punto de decir será devastador.

Por un momento, él cierra los ojos con fuerza, luego clava las palmas
de sus manos en las cuencas y se frota con tanta fuerza que tiene que doler.

—Estábamos tan feliz de que finalmente pudimos llevarla a casa —


continúa, su voz es tan ronca que parece que ha estado gritando durante
horas—. El clima era lluvioso y cálido para esa época del año. Recuerdo
haber visto la sonrisa en el rostro de Clara y sabía que tenía la misma gran
sonrisa de felicidad. Para cuando Rayne fue dada de alta, ya estaba oscuro
y las luces de todas las decoraciones navideñas que pasamos hicieron que
el rostro de Clara brillara aún más.

Estoy tensa, temo a dónde va y silenciosamente rezo para estar


equivocada. Se me revuelve el estómago cuando comienza a hablar de
nuevo, sus palabras y la triste forma en que las dice, destrozan mi corazón
en pequeños pedazos, y luego los deja hecho polvo.
—Veníamos por Hallow's Creek cuando un automóvil que venía en
sentido contrario se desvió frente a nosotros. Giré el volante a un lado para
evitar golpearlo de frente. Podía escuchar a Clara gritar en mi oído, pero
estaba demasiado concentrado en tratar de mantener el auto en la carretera.
Estaba resbaladizo y había charcos. Golpeé uno e hidroplaneé. Golpeamos
los laterales y el impacto volteó el auto. —Sus ojos llenos de terror se mueven
a un lugar cerca del puente, en el lado de la carretera, y sé que está viendo
donde el auto comenzó su primer lanzamiento—. Rodamos cuatro veces
hasta que el automóvil se detuvo del lado de Clara.

Las lágrimas inundan mis mejillas y mi mano se clava en su hombro.


Su tono ya no es ronco, pero ahora está en blanco, sin revelar ninguna
emoción. Son solo las lágrimas que se deslizan por su rostro las que
muestran su dolor.

—Alexander, por favor, detente —grazno, no estoy segura de poder


escuchar el resto.

Sin embargo, no se detiene, y me obligo a escucharlo, sabiendo de


algún modo necesita hacer esto, incluso si me destruye. Mi dolor no es nada
comparado con el suyo, así que puedo hacer esto por él.

—Fue el calor de las llamas lo que me trajo. Todavía no habían llegado


a mí, pero estaban cerca. Los pequeños gemidos de mi hermosa niña fueron
lo primero que escuché, pero solo duraron unos segundos antes de que se
detuvieran abruptamente. Apenas estaba consciente, pero el silencio me
asustó. Necesitaba escucharla llorar, así sabía que ella estaba bien.

Deja de hablar de repente y mira a su alrededor frenéticamente, con


una expresión de pánico en su rostro. Me doy cuenta de lo que está
buscando y le entrego la botella casi vacía. El alivio inunda su rostro cuando
lo agarra y bebe el resto. Ojalá haya más cosas que pueda hacer para ayudar
a mitigar el dolor que esto le está causando, pero todo lo que puedo hacer
es sentarme aquí, indefensa.

—Mis malditas piernas y el brazo derecho quedaron atrapados entre


el asiento y el volante. Estaba oscuro afuera, así que cuando miré hacia el
asiento de atrás para encontrar a mi niña, todo lo que pude ver fue
oscuridad y lo que parecía agua. Ahí fue cuando Clara volvió en sí. Ella
inmediatamente comenzó a gritar el nombre de Rayne y trató de llegar al
asiento trasero, pero ella también quedó atrapada. El tablero había
aplastado sus piernas. Las llamas que venían del tablero se acercaban a mí,
pero ya no sentía el calor. Mi único objetivo era llegar a Rayne y Clara. Clara
me miró, rogó y me suplicó que sacara a Rayne. No fue hasta que el agua
comenzó a subir y, cubrió a Clara, que me di cuenta de que habíamos bajado
por el terraplén y estábamos en el arroyo. El miedo que nunca antes había
sentido se apoderó de mí, y comencé a tirar tan fuerte como pude de mi
brazo que estaba atrapado. No podía alcanzar a Clara o Rayne con mi
izquierda, y no importaba lo mucho que intentara, no podía sacar mi mano
derecha.

«Clara estaba aplastada contra la puerta, el agua se le estaba


acumulando rápidamente y no había manera de que se alejara de ella. Ella
estaba gritando y llorando histéricamente, mientras yo trataba de liberarme.
Las llamas llegaron primero a mi pierna, y sentí y olí mientras mis jeans se
quemaban. Entonces quemaron mi piel y fue insoportable. El dolor de haber
sido quemado me hizo sentir mal, pero luché por mantenerme consciente.
No pude apartar mis ojos de Clara cuando el agua llegó a su rostro y la
cubrió.

Se detiene y su respiración se vuelve trabajosa mientras mira hacia el


espacio.

Sus ojos se ven salvajes, y sé que está reviviendo el horror de ese


momento. Agarro sus mejillas mojadas, la manta cae de mis hombros, y
hago que me mire, desesperada por que esa mirada desaparezca. La
aspereza de su barba en el lado izquierdo se siente tan diferente de la
suavidad de sus cicatrices en el otro lado.

Sus ojos se encuentran con los míos y parecen desenfocados, como si


no me estuviera viendo.

—Alexander —llamo, asegurándome de que mi voz salga fuerte


cuando siento algo más—. Mírame.

Le doy un apretón.

No sé si es mi tono o el hecho de que estoy tan cerca de él, pero parece


salir de su estado. Se estremece, pero no dejo que eso me afecte.

—Ya no estás allí —le digo en voz baja—. Estás aquí conmigo ahora
mismo.

Sus ojos se mueven hacia adelante y hacia atrás entre los míos y
frunce el ceño, luego asiente. Me sorprende cuando su cabeza cae de mi
mano y la pone contra mi hombro. Luego, sus brazos se envuelven alrededor
de mi cintura y me veo obligada a levantarme de rodillas. Está encorvado
sobre mí mientras busca consuelo.

Su voz sale amortiguada y rota cuando él habla a continuación. Ya sé


lo que va a decir, pero aun así duele.

—Me rogó y me suplicó que ayudara a Rayne a levantarse, hasta que


el agua le cubría el rostro y, aun así, sus ojos me suplicaron hasta que ya
no pudo contener la respiración. La vi ahogarse, y no pude hacer nada. Dejé
que mi bebé y mi esposa murieran. —Niego con la cabeza, pero no tengo la
oportunidad de expresar mi objeción—. Intenté tanto, Gwen, te juro que lo
hice, pero no pude liberarme. Mi brazo quedó atrapado. Cuando las llamas
llegaron a mi parte superior del cuerpo, quería que me devorara. Quería
morir. Si ellas no pudieron vivir, yo tampoco lo haría. Justo cuando me
llegaba al rostro, alguien tiró de mi puerta para abrirla. Estaba lloviendo
afuera, por lo que la lluvia que entraba ayudó a controlar el fuego el tiempo
suficiente para que arrojaran agua sobre mí. Ya me sentía muerto por dentro
cuando me sacaron del automóvil. El dolor de las quemaduras era abrasador
e insoportable, pero el dolor de saber que había perdido a mi esposa y mi
bebé recién nacido no podía compararse.

Mi camisa está empapada cuando termina. Mi propio rostro está


empapado en lágrimas también. Aunque yo fui quien le dio consuelo, todavía
me aferro a él con la misma fuerza con que se aferra a mí. Su peso se hunde
contra mí, y sé que no es solo por el alcohol, sino por el agotamiento
emocional.

Nos quedamos así por un tiempo, él con sus brazos alrededor de mi


cintura, su cabeza contra mi hombro, y yo con mi cabeza descansando sobre
la suya. Quito la manta de los dos.

Después de unos minutos, él se retira y sus ojos cansados me miran.


Limpio mis propias lágrimas y me siento sobre mis piernas. Mis ojos se
sienten hinchados por el llanto y su carga es tan dolorosa. No sé qué hacer
para ayudarlo. No hay nada que pueda hacer para ayudarlo.

—Lo siento, Alexander. —Suena tan inadecuado para lo que ha


pasado—. Lo siento mucho por lo que pasaste. Por lo que pasaron. No puedo
imaginar...

Cierro los ojos y respiro profundamente antes de abrirlos de nuevo. Ni


siquiera puedo terminar el pensamiento porque es demasiado
incomprensible.

Él traga, luego asiente. Parece que quiere decir más, pero sus ojos se
posan en mi camisa y nota que está empapada.

—Mierda —refunfuña con aspereza—. Lo siento.


Es algo extraño para notar en un momento como este, pero creo que
es más una evasión. Ahora que ha contado su historia y ha revivido el dolor,
está muy dispuesto a dejarlo de lado y tratar de centrarse en otra cosa. Por
la mirada en sus ojos, su intento no tuvo éxito. Tengo la sensación de que
nunca tendrá éxito. ¿Cómo alguien se recupera de algo así?

Niego con la cabeza, haciéndole saber que no me importa mi camisa.

—Por favor, no te disculpes. —Casi sale como un ruego. Me siento


inquieta porque hay tanto que quiero decir, pero sé que nada de eso será lo
suficientemente bueno. —No sé qué hacer —digo honestamente—. Desearía
tanto poder hacer algo para aliviar tu dolor, pero sé que no es así.

—Ya me has ayudado —responde en voz baja, confundiéndome.

Él mira sus manos y flexiona los dedos. Aprieto más la manta sobre
los hombros cuando una ráfaga de viento nos arrasa.

Se queda callado por unos minutos, luego gira los ojos nublados en
mi camino. Él abre la boca para hablar, luego la cierra y niega con la cabeza,
como si estuviera en conflicto mental consigo mismo. Toma una respiración
profunda y lo intenta de nuevo.

—No puedo conducir. —Mira hacia mi camioneta, luego vuelve a mí—


. Pero tenemos que sacarte del frío. ¿Puedes llevarme a casa?

Satisfecha con que pregunte, asiento. Me quedaría aquí en el frío toda


la noche si tuviera que hacerlo, pero me alegro de que quiera volver a casa.
Sé que estar aquí hace que se sienta más cerca de su esposa y su bebé, pero
la forma en que está bebiendo sus penas y culpas dificulta su proceso de
duelo. Nunca olvidaremos a nuestros seres queridos, siempre estarán con
nosotros, pero tenemos que aprender a vivir sin ellos, a no dejar que el dolor
de la pérdida domine nuestras vidas. Alexander no ha estado afligido, ha
estado viviendo en su dolor todos estos años. No está aprendiendo a seguir
adelante, se queda en su lugar y se sumerge en la culpa.

—Sí.

Estoy, todavía sosteniendo la manta, y esperando a que me siga. No


lo hace en un primer momento, se sienta y mira a su alrededor en la
oscuridad, como si buscara algo. Le doy unos minutos mientras recojo las
dos botellas de Jameson y una bolsa de papel marrón. Le toma un momento,
pero luego se pone lentamente en pie. Él está sorprendentemente más
estable de lo que pensaba que estaría, pero sus movimientos son lentos
mientras hacemos nuestro camino hacia mi camioneta. Sus ojos se quedan
mirando en las dos cruces que pasamos, e incluso en la oscuridad puedo
ver la angustia fresca en su rostro.

Se sube adentro sin decir una palabra. Sus ojos parecen más
distantes, como si no estuviera en sí mismo en este momento. Lanzo la
manta y la basura a la parte trasera.

—¿Tiene las llaves? —pregunto.

Obtengo un solo movimiento de cabeza en respuesta. Camino hacia


su camioneta, cierro las puertas, y luego vuelvo a la mía. Hace frío en el
interior, pero por suerte mi camioneta se calienta rápidamente. Ninguno de
los dos habla mientras viajamos los cinco minutos en auto a su casa.

No me pide que entre, pero salgo de todos modos. La única luz que
hay es una en el establo, y está lo suficientemente oscuro como para que
tenga problemas para ver mi camino al porche oscuro. Afortunadamente,
camina lentamente, y soy capaz de seguirlo. Me tropiezo cuando se detiene,
pero se gira y me atrapa antes de que caiga, entonces me guía el resto del
camino. No tengo ni idea de cómo es capaz de moverse con tanta facilidad
con tanto alcohol en su sistema. Mi única suposición es que su estado
altamente emocional debe haberle ayudado a quemar algunos de los efectos.
Las llaves tintinean una vez que estamos de pie delante de la puerta,
y un segundo después, estamos dentro. Se detiene a varios metros, de
espaldas a mí. Su cabeza está colgando hacia adelante y la postura
derrotada me hace sufrir por él.

Me acerco y pongo mi mano en su espalda. Manteniendo mi voz baja,


pregunto:

—¿Estás bien?

Mueve su cabeza, después, responde verbalmente.

—No.

—¿Qué puedo hacer? —susurro ahora.

Se vuelve y me mira con ojos tristes.

—Quédate conmigo —responde con aspereza—. No quiero estar solo


en este momento.

No hay ninguna duda cuando asiento.

—De acuerdo. —El alivio cubre su rostro de inmediato—. Tengo que


llamar a Jeremy y hacerle saber que no estaré en casa esta noche.

Cuando Jeremy vino a la casa para cuidar a los niños antes, le dije
que no sabía cuánto tiempo estaría fuera. Él me dijo que me tomara todo el
tiempo que necesitase. No le dije exactamente lo que haría, sólo que iba a
ver a un amigo, pero creo que él lo sabía de todos modos. Los niños han
mencionado a Alexander un par de veces, y estoy segura de que vio algo
cuando recogió a los niños y a mí después de la tormenta de nieve. Nunca
dijo una palabra, pero en sus ojos había comprensión.

Una vez que hablo por teléfono con Jeremy, quien dijo que se quedaría
con los niños, me quito la chaqueta. Encuentro la sala de estar vacía y la
cocina igual. Camino por el pasillo, donde veo la luz filtrarse desde su
dormitorio. No estoy segura de lo que voy a encontrar, por lo que camino
con cautela a su habitación. Gigi está en su cama durmiendo
profundamente. A Alexander lo encuentro en el baño, mirando su reflejo en
el espejo. Se está mirando como si estuviera disgustado con lo que ve.
Entiendo la reacción, incluso si no estoy de acuerdo con ella. Es el hombre
más hermoso que he conocido en mi vida, por dentro y por fuera. Sólo deseo
que lo viera él también.

Camino detrás de él, pero me quedo a un lado para poderle ver. Al


principio, no parece fijarse en mí, pero cuando me paro detrás de él, sus
ojos parpadean hacia los míos. La mirada de asco desaparece y algo más
ocupa su lugar. Reverencia, ¿tal vez? ¿Pregunta? ¿Confusión? No estoy
segura.

Él sostiene mi mirada, y me pregunto qué está pensando. ¿Qué pasa


por su cabeza? Antes de que tenga la oportunidad de pensar en ello, se da
la vuelta, agarra mi mano y me lleva de vuelta a su habitación, apagando la
luz mientras avanza. Nos detenemos al lado de la cama. Tira de las sábanas,
y sin preguntar, me quito los zapatos y subo. Él alarga su mano atrás y se
quita su camisa antes de seguirme.

En circunstancias diferentes, las mariposas estarían pululando en mi


estómago en este momento. Estar en la cama con Alexander es algo que
nunca pensé que pasaría, pero admitiré que me he preguntado en secreto
cómo sería, sobre todo en los últimos días. Ahora, sin embargo, después de
todo lo que ha pasado hoy, el sexo es la última cosa en mi mente. Confort
es lo que necesita en este momento.

Mis ojos miran brevemente las cicatrices en su pecho antes de


elevarlos para encontrarse con los suyos.

—Date la vuelta —dice profundamente.


Me doy la vuelta, y tan pronto como lo hago, una pared de músculo
caliente se encuentra sobre mi espalda. Sus brazos se enredan alrededor de
mi cintura, tirando de mí contra él, y sus piernas acunan las mías. Mis
brazos se alinean contra los suyos. El abrazo es fuerte y seguro, y me da la
sensación de que necesita eso en este momento, sentirse conectado a
alguien.

Su cálido aliento sopla en la parte posterior de mi cuello.

—Gracias.

Mis brazos se aprietan contra los suyos y las lágrimas amenazan con
salir por la forma en que sus palabras son dichas cuando salen de su
garganta.

Entierra su rostro en mi pelo, y le escucho tomar una respiración


profunda y temblorosa.

Me quedo allí tendida por un largo tiempo, repasando lo que reveló


esta noche y preguntándome cómo le ha hecho frente durante todo este
tiempo. No porque la culpa debería haberlo carcomido, sino por la forma en
que perdió a su familia. Su bebé tenía sólo siete semanas. Nunca llegó a
tenerla en casa. Y verlos morir justo delante de sus ojos, sabiendo que no
había nada que pudiera hacer; y de verdad no había nada que pudiera
hacer, no importa lo mucho que pueda pensar lo contrario. Ningún hombre,
mujer o niño debería tener que ser testigo de algo tan horrible. Hacerlo y
lograr sobrevivir sólo muestra lo fuerte que es. Pero entonces me pregunto
qué tan bien lo está manejando. Al escucharlo hablar esta noche sobre su
familia, parecía medio muerto, como si una parte vital de él faltase.

Cierro mis ojos y llevo una de sus manos hasta mi boca, besando su
parte posterior. Averiguar lo que ha pasado me dan ganas de quedarme más
en su vida. Amarle y ayudarle a traerle de vuelta a la vida. Apreciar el gran
hombre que es y el padre maravilloso que podría ser. Algo me dice, como un
suave susurro en la noche, que estaba destinada a conocer a este hombre
por una razón. Mis hijos y yo fuimos traídos a su vida no por casualidad,
sino por el destino.

Su respiración en mi cuello se ha vuelto constante, lo que indica que


está dormido. Relajo mi cuerpo contra él más, queriendo que no haya huecos
o espacios entre nosotros.

—Buenas noches, Alexander —digo suavemente en la oscuridad, sin


esperar una respuesta.

—Buenas noches, Gwendolyn —susurra, sorprendiéndome, después


besa la parte de atrás de mi cuello.

No sé si lo hizo en su sueño o si está plenamente consciente, pero


independientemente de la razón, trae consuelo a mi propio corazón vencido,
solidificando que estoy exactamente donde pertenezco.
16
Alexander
Me levanto con la boca seca, el estómago resentido y un dolor de
cabeza infernal, pero nada de eso importa porque tengo algo cálido y dulce
en mis brazos. Algo que sé no debería estar allí, pero lo aprecio de todos
modos.

El sol brilla en la ventana, así que meto mi rostro más profundamente


en el cabello de Gwen. Respiro profundamente, amando su olor. Es increíble
lo bien que se siente en mis brazos. Desearía poder retenerla aquí para
siempre.

Los recuerdos de ayer pasan por mi mente. Perdí el control totalmente


frente a ella y le conté todo. Ella tenía derecho a saber, especialmente porque
sé que ella siente algo por mí.

Ella no dijo mucho ni actuó disgustada, pero tuvo tiempo para


pensarlo, aunque eso no significa que no lo haga hoy. Gwen es una mujer
buena y cariñosa, y sé que no juzga, pero lo que le sucedió a mi familia, lo
que yo no pude evitar, le revolvería el estómago a cualquiera. Racionalmente,
sé que no había nada que pudiera hacer para salvar a mi familia, pero mi
corazón me grita, diciendo que tenía que haber habido algo que yo podría
haber hecho. Podría haberles dicho a los doctores que, como era muy tarde,
debíamos esperar hasta la mañana para llevar a Rayne a casa. La única
razón por la que no lo hice fue porque Clara y yo estábamos tan emocionados
de finalmente poder llevarla a casa y comenzar a vivir nuestras vidas como
familia. Yo no podría haber perdido el control del volante o haber intentado
controlar el automóvil con más fuerza. Quizás todavía estarían vivas si
hubiera pisado el freno y golpeado el auto de frente en lugar de desviarme.

Hay tantos ‘que pasaría sí’. Demasiados para la culpabilidad que me


atormenta para dejarla descansar.

Cierro mis ojos y me obligo a alejar los dolorosos recuerdos. No quiero


que me detengan ahora mismo. No cuando tengo a Gwen en mis brazos,
porque no sé cuánto tiempo durará. No la culparía si ahora cambia sus
sentimientos hacia mí, después de saber la verdad.

Ella se mueve en el sueño, y tan inapropiado como es bajo estas


circunstancias, mi cuerpo reacciona. Mi erección creciente
desafortunadamente no se va, tiene mente propia. Cuanto más estoy cerca
de ella, más difícil es mantener a raya esa reacción. La deseo tanto. Mi
cuerpo ha sido privado de liberación, y ahora que ha encontrado algo que
quiere, lo quiere ahora. Sin embargo, es más que solo mi cuerpo el que
anhela a Gwen, es mi alma también.

Y su corazón, susurra mi mente.

Ella se mueve otra vez, frotándose contra mí más fuerte, y no puedo


contener el bajo gemido. Mis brazos se tensan a su alrededor, tratando de
mantenerla quieta. Ahora no es el maldito momento para esto. Necesito
saber cómo me ve ahora que sabe de mi incapacidad para salvar a mi
familia.

No estoy seguro si mis brazos se tensan a su alrededor o si fue mi


gemido, pero su cuerpo se pone rígido, haciéndome saber que está despierta.

—Lo siento —dice, su voz es áspera por el sueño. Mantengo mis brazos
a su alrededor cuando intenta alejarse.

—No te disculpes —digo bruscamente. Me he dado cuenta de que se


disculpa mucho, y me pregunto si se debe a su necesidad de agradar. Ella
tiene esa dulzura sobre ella, y estoy seguro de que le molesta saber que ha
disgustado a alguien.

En un intento de relajarla, froto círculos en su brazo. No quiero que


esté ansiosa a mí alrededor, particularmente por algo tan natural como el
sexo. No veo que la tensión sexual que tenemos entre nosotros se disipe
pronto, especialmente por mi parte. Afortunadamente, ella comienza a
relajarse.

Por mucho que quiera mantenernos en nuestro tranquilo capullo,


necesito mirarla y ver qué está pensando. Aparto mi brazo de alrededor de
su cintura y me levanto sobre un codo. Con mi pecho ya no detrás de ella,
gira su espalda. Mi pecho se encuentra con el costado de ella, y pongo mi
brazo libre en el otro lado de su cadera. Se ve tan hermosa acostada debajo
de mí. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, su expresión es
insegura.

—Gracias por la noche pasada —digo.

Antes de que diga nada más, necesito que sepa que no importa lo que
ella sienta por mí, estoy agradecido de que haya estado allí conmigo anoche.
Más que solo estar a mi lado debajo del puente, sino también por dejarme
abrazarla. Cada año, siempre me he asegurado de estar solo para su
aniversario, pero tener a Gwen allí anoche lo hizo un poco más fácil.

Ella toma una de sus manos y coloca la palma contra mi mejilla.


Cierro los ojos, amando la sensación de su suave piel contra la mía. Es el
lado donde están mis cicatrices. Ella parece hacer eso mucho; toca mis
cicatrices. No siento de ese lado como lo hago del izquierdo.
Sorprendentemente, cuando ella me toca, siento su toque como si lo hiciera.

—No había forma de que pudiera dejarte en paz. Estaba donde


necesitaba estar.
Sus palabras suavemente pronunciadas son música para mis oídos,
pero todavía no estoy seguro de cómo se siente acerca de lo que dije anoche.
La inseguridad es una perra y puede agarrar incluso a la persona más
segura. No me siento especialmente fuerte en este momento, y necesito
saber qué está pensando.

—¿Por qué te quedaste? —pregunto, incapaz de contener la


incertidumbre en mi voz.

Sus ojos se ponen tristes. Es una mirada que quiero que desaparezca
de su rostro.

En lugar de responder mi pregunta, ella dice en voz baja:

—Alexander, no hubo nada que pudieras hacer para evitar lo que les
sucedió.

Parte de mí sabe que lo que dice que es verdad, pero una parte más
grande dice lo contrario. Intenté con tanta fuerza dejar de lado la culpa, pero
está tan arraigada que ahora forma parte de mí.

Ella ve la agitación en mis ojos y toma mi otra mejilla. No creo que


alguna vez me acostumbre a su toque.

—No había nada que pudieras hacer —dice con más fuerza, pero su
mirada permanece relajada—. No importa de cuántas maneras alteres algo
en tu mente, si no estaba destinado a ser, entonces no habría cambiado
nada. No tenemos control sobre lo que nos sucede en la vida. Lo único que
podemos hacer es vivirlo de la mejor manera que podamos.

Quiero creerle tanto, y tal vez algún día lo haga, pero todavía es
demasiado fresco para creerlo ahora.
—¿Por qué te quedaste? —pregunto nuevamente, necesitando saber
si fue solo por simpatía hacia alguien que estaba sufriendo, o si era algo
más.

Sus ojos se mueven de un lado a otro entre los míos durante varios
segundos, como si tratara de encontrar la manera de responder mi
pregunta. Mi corazón palpita fuertemente contra mis costillas mientras
espero ansiosamente. Sus ojos solo revelan su nerviosismo y no muestran
ninguna pista sobre cuál será su respuesta.

—Porque... —comienza, luego humedece sus labios—. Porque me


preocupo mucho por ti y verte con tanto dolor... —Ella cierra los ojos como
si sintiera dolor ella misma. Puedo decir que está luchando contra sus
emociones y finalmente gana la batalla cuando los abre nuevamente—. Fue
difícil verte así, y quería ayudar de cualquier manera que pudiera.

Paso un dedo por su rostro, empezando por la sien y terminando en


la parte inferior de su barbilla. Esta mujer realmente es increíble. Cómo
puede sentir algo por mí después de que expuse mis remordimientos más
profundos, está más allá de mí. Ella nunca miró mis cicatrices y las
consideró horribles. Siempre miró debajo de ellas.

—No merezco que estés aquí conmigo. —Abre la boca para refutarme,
pero hablo sobre ella. —Pero no soy lo suficientemente fuerte como para
dejarte ir tampoco. —Inclino mi cabeza y coloco un solo beso en sus labios
antes de retroceder un centímetro—. Hay muchas cosas que quiero de ti,
Gwen. Tanto y asusta como el demonio, porque sé que este sentimiento no
es efímero. Es real y tan malditamente fuerte. No sé por qué llegaste a mi
vida, pero ahora que estás aquí, no estoy seguro de poder dejarte ir
voluntariamente.

Sus ojos están muy abiertos y su aliento abanica mis labios mientras
su respiración se entrecorta. No estoy seguro si es debido a que
prácticamente le desnudé mi alma o si es algo más carnal. Se siente tan mal
siquiera desear levemente a esta mujer a la luz de lo que ayer fue. Fue un
día de pérdida recordada y fue emocionalmente agotador. Hoy es un nuevo
día, pero todavía es el día después del aniversario de la pérdida de mi esposa
y mi bebé, y aunque ese dolor todavía está muy vivo, el deseo y la lujuria se
abren camino hasta el primer plano de mi mente. Eso pone otro montículo
de culpa sobre mis hombros, pero por el momento lo aparto.

Bajo mi cabeza hasta que mis labios descansan contra los de ella. Su
aliento se detiene cuando paso mi lengua suavemente por sus labios hasta
que se abre para mí. Me encuentro con su lengua y, aunque ninguno de los
dos nos hemos cepillado los dientes, sabe tan bien. Demasiado bueno.

Un suave gemido deja sus labios y el sonido aumenta mi deseo por


ella. Una de sus manos se enreda en mi cabello y se clava en mi cuero
cabelludo, acercándome más a ella. Estoy demasiado dispuesto para ser
forzado.

Trazo mi mano por su cuello, por su brazo, hasta llegar a la parte


posterior de su muslo. Levanto su pierna y la engancho sobre mi cadera. La
deja abierta de par en par para que me instale entre sus piernas. A través
de nuestro beso, mantengo los ojos abiertos para asegurarme de que está
bien con lo que está pasando. Sus ojos están cerrados, pero no hay duda
del intenso placer en su rostro. Amplía mi propia necesidad.

Ella levanta su otra pierna y la envuelve alrededor de mi cintura. Sus


dos piernas me mantienen en su lugar. Un gemido profundo abandona mi
garganta cuando mi dureza se encuentra con su centro blando. La
necesidad de luchar contra ella es demasiado fuerte para resistir.

Pongo fin al beso, descanso mi frente contra la de ella y empujo mis


caderas hacia adelante. Incluso a través de nuestros jeans, siento su calidez.
Sus ojos resplandecen cuando comienzo a frotarme lentamente contra ella.
—Alexander —gime, y clava sus dedos en mis hombros.

No tengo planes de llevar esto hasta el final, pero el sonido de su


suplicante voz diciendo mi nombre es casi mi perdición.

—Me estás volviendo loco, Gwen —gruño suavemente—. No sé qué


hacer contigo.

Pongo una mano por debajo de su cabeza y uso la otra para levantar
su pierna más arriba. Estoy desesperado por sentir su piel contra la mía,
pero sé que, si me quito la ropa, no hay forma de que pueda dejar de tomarla.
No tengo idea de lo que depara el futuro para nosotros, pero una cosa que
sé con certeza es que la deseo más que a mi próximo aliento.

Esta... cosa que crece entre nosotros solo se fortalece cuanto más
estoy a su alrededor. Mi mente libra una guerra con ello. Una parte de mí
exige que me suelte y me permita la libertad de buscar una relación con ella,
pero otra parte dice que no soy lo suficientemente bueno para ella y sus
hijos. No sé cuál es más dominante, pero sí sé cuál quiero que gane la
batalla. He estado solo por tanto tiempo y ya no quiero estarlo. No he sentido
la suavidad de una mujer en más de cuatro años, y lo extraño. No quiero a
Gwen porque es la primera mujer que he deseado desde que Clara murió,
sino porque ella es la primera mujer que he disfrutado desde entonces. No
es solo su cuerpo lo que deseo, sino su mente y su alma también.

Sus uñas se deslizan suavemente por mi espalda, enviando escalofríos


a mi piel. Aumenta mi necesidad de ella, y paso mis dedos por su costado y
debajo de su camisa. Su siseo de placer se dispara directamente a mi
miembro ya duro como una piedra, haciendo que pulse en mis jeans. Me
aprieto contra ella más fuerte, ganándome otro gemido sin aliento.

Mi mano se desliza hacia arriba hasta que alcanzo la parte inferior de


sus pechos. El material suave toca las puntas de mis dedos, y tienen ganas
de viajar más alto. Miro a los ojos de Gwen, pidiendo permiso en silencio.
—Por favor —gime, y casi lo pierdo.

Sus caderas se mueven inquietas debajo de mí, haciendo que su sexo


se frote contra mi dolorida erección.

—Tienes que dejar de moverte, Gwen —gimo contra su cuello, luego


tomo un pequeño mordisco a lo largo de su carne.

—Necesito... —Ella se calla, pero no hay necesidad de terminar su


frase. Sé exactamente lo que necesita, porque coincide con mi necesidad.

—Lo sé, nena. Me ocuparé de ti —digo con voz ronca.

Levanto la parte inferior de su sujetador y lo tiro hacia arriba hasta


que su pecho queda libre. Recojo la suavidad regordeta con manos suaves
y le doy un apretón. Ella se siente tan perfecta en mi palma. Debe sentir lo
mismo porque lanza un pequeño grito de placer al segundo que la toco. Le
pellizco el pezón y lo deslizo entre mis dedos, manteniendo mis ojos en su
rostro mientras lo hago. Su labio inferior está entre sus dientes y sus cejas
están hacia abajo mientras se ahoga en éxtasis sexual.

Mis ojos se posan en su pecho, y la vista de su piel tersa y su pezón


color rosa, hace agua mi boca. Incapaz de negar la necesidad de probarla,
tomo la punta en mi boca. Sus ojos estaban cerrados, pero tan pronto como
ella siente mi cálida lengua, se abren y me miran fijamente. Sostengo la
mirada mientras chupo y paso la lengua por la punta. Su mano vuelve a mi
pelo y lo empuña. No para alejarme, sino para acercarme más.

Dejo caer mi otro brazo sobre un codo, colocando más de mi mitad


inferior contra ella. Libero su pezón y levanto su parte superior y su sostén
del otro lado, exponiendo su otro seno. Le doy el mismo tratamiento, el
delicioso sabor de ella hace que mi miembro se endurezca aún más, si es
posible.
Gimo contra su pecho, sabiendo que estoy enviando vibraciones a
través de ella. Su cabeza se inclina hacia atrás y suelta un gemido ronco.

Dejo caer su pezón de mi boca, luego tomo sus labios otra vez. Mis
caderas comienzan a apretarse más fuerte contra ella. Siento que voy a
explotar en cualquier momento, pero me niego a encontrar alivio. Necesito
saber que ella encontró el suyo antes de conseguir mi liberación.

Termino el beso, entierro mi rostro en el hueco de su cuello y deposito


una lluvia de besos suaves allí, aumento el ritmo constante de mis caricias
contra su sexo. Sus gemidos se convierten en gritos y sus dientes se hunden
en la piel de mi hombro. La mordida pica, pero me estimula más. Envuelvo
mi brazo debajo de su trasero y levanto sus caderas más arriba.

De repente, echa la cabeza hacia atrás y lanza un grito ronco. Gruño


cuando sus uñas se clavan en mi espalda baja cuando su liberación la
consume por completo. Su cuerpo se tensa debajo de mí, cerrando sus
piernas aún más fuertes a mí alrededor. Siento que mi propia liberación
comienza en la base de mi miembro, el placer es tan intenso que me marea.

Empujo mis caderas más adentro de ella, deseando que nuestra ropa
se hubiera ido y pudiera sentir su sexo apretando a mí alrededor.

Las chispas corren por mi eje y la punta de mi miembro hormiguea


cuando los primeros chorros de semen salen disparados, cubriendo el
interior de mis jeans.

Dejo caer mi pecho sobre el de Gwen y meto mi rostro en su cuello.


Su camisa y su sujetador todavía están levantados, por lo que sus pechos
desnudos se frotan contra mi pecho. Mi agitado miembro se contrae, pero
puedo controlar la renovada necesidad.
Inhalo su delicioso aroma a vainilla mientras trato de recuperar el
aliento. Su aliento caliente en mi mejilla dice que ella está haciendo lo
mismo.

Ahora que el momento se acabó, la realidad vuelve a establecerse. La


pena por la forma en que me acabo de rozar contra ella y la culpa por el
desprecio de lo que pasó ayer tiene a mi estómago hundido hasta los pies.
Gwen merece mucho más que un orgasmo sucio dentro de nuestra ropa.
Ella debe ser adorada, querida y amada correctamente. Y la memoria de
Clara y Rayne merece más respeto que un pensamiento pasajero.

Retrocedo y miro hacia ella. Tiene un fino brillo de sudor en la frente


y las mejillas sonrojadas. Se ve increíblemente sexi, pero aún se las arregla
para parecer inocente.

—Maldición —murmuro—. Lo siento. No deberíamos haber hecho eso.

Frunce el ceño y deja caer la barbilla sobre su pecho,


desconectándonos efectivamente. Me siento como un asno porque
inmediatamente sé a dónde van sus pensamientos, y está muy alejada de la
verdad.

Tomo su mentón y hago que me mire de nuevo.

—Sé lo que estás pensando. No —exijo—. Se sintió bien,


increíblemente bien, solo mereces algo mejor.

Sus manos, que se aferraban a mi espalda, ahora descansan en mis


costados. Siento un hormigueo donde se supone que mis terminaciones
nerviosas están dañadas.

—Mereces más también —dice en voz baja.

Esbozo una media sonrisa, me inclino y beso sus labios ligeramente


antes de retroceder.
—Gracias.

Su sonrisa ilumina su rostro y hace que mi pecho se tense. Me levanto


de su pecho y me deslizo hacia un lado, mis sentimientos por ella llegan a
ser demasiado. Necesito retroceder antes de que me trague entero.

Observo la expresión de dolor en su rostro mientras me siento en la


cama y giro las piernas hacia el suelo, pero no me detengo. Me siento a un
lado y encorvo mis hombros. Mis ojos aterrizan en las cicatrices en mi brazo
y mano. Flexiono la mano, observando cómo la piel se tensa y se vuelve
blanca. Gwen nunca ha prestado atención a mis cicatrices, y nunca me ha
importado lo que otros han sentido sobre ellas, pero aún así me hacen sentir
inadecuado cuando se trata de ella. No solo estoy jodido por dentro, sino
también por fuera. Es un recordatorio constante de cómo fallé en mi deber
como protector. No es justo para mí esperar o incluso querer que se
conforme con alguien como yo, aunque sé que lo haría.

Siento sus manos descansar sobre mi espalda, y hago una mueca,


contento de que no pueda ver mi rostro. Sus labios tocan la parte de atrás
de mi cuello, y mi maldito cuerpo responde. En silencio maldigo mi
incapacidad para aplacar la necesidad que recorre mi cuerpo.

—¿Estás bien? —pregunta, frotando sus manos por mi espalda, sin


saberlo, atormentándome aún más.

Asiento, sin poder hablar en este momento. Mis ojos se deslizan hacia
el cajón parcialmente abierto. Apenas puedo distinguir las imágenes que
están adentro. La imagen que tenía conmigo debajo del puente se siente
pesada en mi bolsillo ahora que la realidad ha hecho su camino de regreso
a casa. Soy un bastardo por dejar que las cosas hayan ido tan lejos como lo
hicieron. Nunca debería haber tocado a Gwen, sabiendo que no puedo darle
lo que ella justamente necesita.

Me levanto de la cama, y sin mirar hacia atrás, murmuro:


—Ducha.

Sé que estoy siendo un imbécil, y probablemente la lastimé, pero no


puedo regresar. Ella necesita saber que no soy el hombre para ella.

Fuerzo mis piernas hacia adelante. No me atrevo a mirar hacia atrás


porque tengo miedo de la expresión que veré en su rostro. Una vez que la
puerta se cierra de forma segura detrás de mí, encorvo mi cuerpo contra el
lavabo y tomo una respiración profunda. Todo esto fue un gran error. No me
arrepiento de haberlos tenido en mi casa durante la tormenta de nieve
porque se hubieran congelado si se hubieran quedado allí, pero debería
haber trabajado más duro para mantenerlos a distancia. Debería haber
puesto más escudos a la primera señal de afecto que sentí hacia ellos. Mi
única excusa es que me bombardearon sin que yo lo supiera. Ahora es
demasiado tarde para alejar esos sentimientos, pero puedo trabajar para
garantizar que no se vuelvan más fuertes.

Me quito la ropa, me giro y me miro al espejo, necesitando un


recordatorio de por qué no puede funcionar entre Gwen y yo. Mi mandíbula
se endurece mientras miro mi maldito rostro y cuerpo. La piel se arrugó y
se ve deformada en algunos puntos. Donde mi barba debe cubrir la mitad
inferior de mi rostro, las cicatrices lo impiden. Los doctores dicen que tuve
suerte porque las quemaduras en mi rostro no eran tan malas como las
otras áreas de mi cuerpo. Todavía son lo suficientemente malas. Cuando la
puerta del automóvil se abrió de golpe, el fuego acababa de llegar a mi rostro
y la lluvia ayudó a evitar que se extendiera demasiado rápido, y le dio al
hombre suficiente tiempo para echar más agua al fuego y apagar las llamas.
Si hubiera estado en el auto por un par de minutos más, las llamas me
habrían atrapado por completo. Todavía hay momentos en los que desearía
tenerlas.

Cierro los ojos, recordando el dolor y el olor de mi piel ardiendo.


Recuerdo haber oído el crujido del metal cuando la puerta se abrió de golpe.
Mi cuerpo gritó de dolor, pero mis ojos se quedaron clavados en Clara.
Incluso en el oscuro interior del automóvil, aún podía ver sus ojos sin vida
abiertos, como si estuvieran brillando, acusándome. Juzgándome por no
salvar a Rayne. Mis ojos permanecieron conectados con sus ojos
inexpresivos cada segundo que estuve en ese auto.

No fue hasta que comenzaron a sacarme que busqué en el asiento


trasero donde estaba mi niña. Estaba demasiado oscuro, y no pude
encontrarla. Era solo un abismo negro vacío. Estaba débil por el dolor, pero
aún luché por liberarme. Necesitaba llegar a Rayne. Después de solo unos
segundos, mi fuerza se desvaneció y el ardiente dolor se hizo cargo.

Días más tarde, escuché a los doctores decirles a mis padres que
estaban asombrados de que el dolor de las quemaduras no me dejara
incoherente, que no debería haber podido concentrarme en buscar a Rayne
cuando me sacaban. Lo que no entienden es que el dolor de perderlos, de
estar allí y ser incapaz de hacer una maldita cosa era más doloroso que
cualquier otra maldita cosa que pudiera imaginar. Preferiría ser quemado
miles de veces que pasar nuevamente por ese dolor.

Recordar ese día generalmente me hace sentir una de dos cosas: un


dolor inmenso o una ira sin restricciones. Mi expresión se convierte en un
ceño fruncido, lo que indica que la ira ha ganado. De repente, mi mano se
cierra en un puño y, antes de darme cuenta, me muevo y golpeo el espejo.
Los fragmentos de vidrio caen sobre el lavabo y el piso. Llevo la mano a mi
rostro y observo cómo la sangre gotea de los nudillos. Al levantar la mirada
hacia el espejo en ruinas, estoy satisfecho cuando la mayor parte del vidrio
se ha ido, solo dejando algunas piezas detrás oscureciendo mi reflejo.

—¡Alexander! —llama Gwen a través de la puerta, sonando frenética.

—Estoy bien —digo bruscamente.

—¿Estás seguro de que estás bien?


Me siento mal por el tono de miedo en su voz, pero es mejor para ella
saber ahora que no estoy completamente equilibrado.

—Sí. Saldré en unos minutos.

No me sorprendería si ella se hubiera ido cuando hubiera terminado.


Me lo merezco y sería lo mejor para ella. Pero una pequeña parte de mí desea
que ella no se fuera. Necesito alejarla, pero egoístamente no quiero dejarla
ir.

Me giro desde el espejo roto y enciendo la ducha. Sin esperar a que se


caliente, camino debajo del frío rocío. La ráfaga helada de agua me roba el
aliento, pero obligo a mi cuerpo a permanecer quieto. Apoyo mis manos en
la pared de la ducha y agacho la cabeza, dejando que el agua fría refresque
mi caliente temperamento. Puedo sentirme seguro de perderlo a puertas
cerradas, pero nunca quiero que Gwen lo vea.

Me quedo debajo del agua por varios minutos, respirando a través de


mi nariz y exhalando por mi boca antes de lavar ásperamente mi cuerpo.
Recojo las pocas astillas de vidrio de mi mano y las coloco en el estante de
la ducha, luego froto los cortes con jabón.

Evito el vidrio en el piso, salgo de la ducha y agarro una toalla. Cuando


termino de secarme, la sangre gotea por mi mano y cae al suelo. Enjuago
los cortes otra vez, los cubro con ungüento, luego envuelvo un trozo de gasa
en mi mano. Envuelvo la toalla alrededor de mi cintura, abro la puerta,
inseguro de lo que encontraré o lo que quiero encontrar.

Mi corazón cae cuando encuentro la habitación silenciosa y vacía.

¿Qué esperabas, Alexander? —pregunta mi subconsciente—. ¿Que ella


se quede y sea rechazada por ti otra vez?

Niego con la cabeza, apartando la idea, y agarro unos jeans del


armario. Me pongo una camisa y calcetines y salgo a la sala de estar,
preparándome para ir al puente en busca de mi camioneta. La idea de volver
tan pronto tiene mis puños apretados a los lados. Mi renuencia a estar cerca
de las personas no es la única razón por la que no me gusta ir a la ciudad.
Ese puente también es parte de eso. Si pudiera, me gustaría evitar la maldita
cosa. Desafortunadamente, la única forma de evitarlo es rodear la ciudad
en tres horas.

Me detengo, sorprendido, cuando encuentro a Gwen en mi cocina, de


espaldas a mí, mientras está parada frente a la estufa cocinando algo.
Cuando ella escucha mi acercamiento, se da vuelta. La mirada cautelosa
que me da me hace querer golpear algo. Yo principalmente, porque soy la
fuente de esa mirada.

—Hola —dice en voz baja, en sus ojos hay cautela.

Aclaro mi garganta y hago el resto del camino hacia la cocina.

—Hola.

Ella gira sus manos nerviosamente delante de ella, y quiero tomarla


en mis brazos.

—Estoy haciendo huevos y tocino. —Ella mueve su pulgar sobre su


hombro, indicando la estufa—. Pensé que podrías tener hambre.

Frunzo el ceño, preguntándome por qué todavía podría estar


preocupada por mí después de que la dejé como lo hice en el dormitorio,
pero luego recuerdo que esta es Gwen. Ella es amable y generosa y superaría
el daño si eso significara que de alguna manera ayudaría a otros. Puede que
no la conozca tan bien, pero la conozco lo suficiente como para sentir que
es ese tipo de persona.

Cambio de un pie al otro, de repente me siento incómodo.

—No tienes que hacer eso.


Ella frunce el ceño y mira hacia abajo, y me siento como un asno aún
más grande. Me acerco y levanto su barbilla. Necesito arreglar esto. No me
pidió que subiera encima de ella y la tomara, aunque tampoco me pidió que
parara y, por la forma en que reaccionó, también lo deseaba. Lo menos que
puedo hacer después de seducirla secamente es no ser un idiota.

—Lo siento —digo, esperando que vea la sinceridad en mis ojos—. Me


encantaría un poco de desayuno.

Parte del dolor abandona su rostro y ella me brinda una pequeña


sonrisa. Una esquina de mi boca se inclina hacia arriba, y el acto parece
satisfacerla aún más a medida que crece su sonrisa.

—De acuerdo. —Ella pasa sus manos por la parte delantera de sus
jeans y da un paso atrás. Quiero tirar de ella hacia delante otra vez hasta
que su suave cuerpo se encuentre con el mío, pero dejo caer mi mano y la
dejo ir—. Ve a tomar asiento. Esta casi terminado.

En lugar de hacer lo que dice, me quedo donde estoy y la miro


mientras se vuelve hacia la cocina y toma una espátula. Sus jeans ajustados
se amoldan perfectamente contra su trasero, y aparto mis ojos antes de que
mi cuerpo pueda apreciar la vista. Su cabello está recogido en una
desordenada cola de caballo, con algunos mechones cayendo por la espalda.
Su agraciado cuello está en exhibición, y no me gustaría nada más que pasar
mis labios por su delgada columna.

Frunzo el ceño, preguntándome por qué es tan difícil mantener mis


pensamientos puros cuando se trata de ella. Me giro y tomo asiento en la
barra, colocando mis puños cerrados sobre la superficie de madera. Intento
no verla moverse por la cocina, pero es una hazaña que no logro. Ella se ve
demasiado bien y natural mientras cocina. Sí, estuvo aquí cuatro días y
cocinaba todos los días, pero parece que lo ha estado haciendo aquí en mi
cocina durante años. Como si es donde pertenece.
Pone un plato de comida y un vaso de jugo de naranja frente a mí
antes de servir su propio plato y sentarse a mi lado. Miro hacia abajo a la
comida y se me revuelve el estómago. Las náuseas causadas por el exceso
de alcohol la noche anterior hacen que me arrepienta de haber querido
desayunar. Ignoro las náuseas y recojo mi tenedor, negándome a herir sus
sentimientos aún más al rechazarlo.

—Cuando terminemos de comer, si quieres, puedo llevarte a recoger


tu camioneta —dice unos minutos más tarde.

—Puedo caminar. No es tan lejos. Estoy seguro de que debes volver


con Kelsey y Daniel.

Dejo mi tenedor y me vuelvo para mirarla.

Ella niega con la cabeza.

—Ya llamé a Jeremy esta mañana. Él me espera en casa en


aproximadamente una hora. Además, está de camino.

Asiento, me levanto de mi silla y llevo mi plato al fregadero. Gigi viene


caminando por la esquina y se detiene a mis pies para mirarme.

—Está bien —estoy de acuerdo, secretamente me alegra que me dará


unos minutos más con ella. Tomo un cuenco del armario, vierto algo de
comida para perros y lo pongo en el suelo para Gigi. Le doy algunas caricias
en su cabeza mientras ella come el desayuno.

Cuando me vuelvo para mirar a Gwen, me mira con ojos atentos. Eso
me desconcierta porque no se sabe qué está buscando y si lo encuentra.
Segundos después deja caer su mirada y toma su propio plato. En lugar de
colocarlo en el fregadero como lo hice, lava el plato, junto con el mío y lo que
usó para cocinar, y los coloca en el escurridor.
Cinco minutos después, salimos de la casa y nos dirigimos a mi
camioneta. Ninguno de nosotros ha dicho nada desde que terminamos
nuestro desayuno. Antes de que esté listo, estamos dirigiéndonos a lo largo
del camino por el puente de Hallow's Creek.

Mi cuerpo y mi mandíbula se tensa, mientras ambos nos sentamos en


la camioneta silenciosamente. Este lugar siempre me pone nervioso.

Miro cuando su mano toca la mía y le da un apretón tranquilizador.


La encuentro mirándome con comprensión.

—¿Me haces un favor? —pregunta en la tranquilidad de la camioneta.

—¿Qué?

—Llámame si alguna vez quieres hablar.

Un dolor feroz se abre paso en mi pecho, porque ella sabe que esto es
un adiós para nosotros. Lo sé también, pero todavía lo odio. Aunque es para
mejor.

Asiento, incluso sabiendo que nunca la llamaré. Si lo hago, no podré


parar, y luego hablar por teléfono no será lo suficientemente bueno.

—Gracias.

La tomo de un lado de su rostro y me inclino sobre la consola,


colocando mis labios sobre los de ella en un suave beso. Retrocedo y
descanso mi frente contra la de ella. Cierro mis ojos, deseo tanto poder ser
más para ella. Beso su frente, luego me alejo y abro mi puerta.

Ella no sale, y no miro hacia atrás mientras camino hacia mi


camioneta, la abro y entro. Ignoro las dos cruces cuando están a la vista.

Gwen todavía está en la parte superior del terraplén cuando me retiro.


A través del parabrisas, apenas puedo distinguir su expresión, y la mirada
triste que lleva casi me obliga a detenerme y volver hacia ella. Me aparto, y
trato de mantener la vista en la carretera y no en el espejo retrovisor, pero
se desliza allí antes de que pueda detenerla.

¿Por qué demonios se siente tan equivocado verla alejarse en la


dirección opuesta?
17
Gwendolyn
Suena la campana y, como es típico entre los niños, inmediatamente
comienzan a levantarse de sus asientos y ya no se quedan quietos. Aplaudo
tres veces para llamar su atención.

—Antes de irse, pasen por mi escritorio y tomen un formulario de


permiso de viaje —les digo severamente—. Necesita ser firmado y devuelto a
mí antes del viernes o no se les permitirá venir con nosotros al zoológico.

Recibo “sí, señora” y “de acuerdo” de varios de los estudiantes antes


de que continúen llenando con papeles y libros sus bolsas. Me paro junto a
mi escritorio con la pila de formas en mi mano.

—Buen trabajo en esa prueba, Joey. —Sonrío y entrego una forma al


chico de cabello negro frente a mí—. Sabía que podías hacerlo.

—Gracias, señora Crews.

Me mira.

—Espero que todas tus pruebas sean igual de buenas—. Río cuando
él arruga su nariz—. Lo hiciste muy bien en este caso, así que ahora sabes
que es posible. Solo tienes que trabajar en eso.

Parece dudoso, pero asiente con la cabeza mientras se aleja. Cuando


llegué aquí por primera vez, las calificaciones de Joey eran horribles. He
estado trabajando de cerca con él, y estoy contenta de ver que está
mejorando.
Observo cómo se va el último alumno y comienzo a organizar mi
escritorio. Deslizo en mi bolso una pila de papeles que llevaré a casa para
clasificar, apago mi computadora portátil y la coloco sobre los papeles.

Después de mirar por encima de la habitación y asegurarme de que


todo esté en su lugar, cuelgo la correa del bolso al hombro, tomo mis llaves
del cajón superior de mi escritorio y salgo del aula. Hago una breve caminata
por el pasillo hasta la habitación de Valerie, la maestra de Daniel. Kelsey ya
está sentada en un escritorio haciendo su tarea, con Daniel haciendo lo
mismo en el escritorio a su lado. Valerie se queda después de la escuela
todos los días porque su esposo es el director y conducen juntos. Cuando
descubrió que tenía dos hijos en la misma escuela, insistió en observarlos
durante los pocos minutos que me lleva cerrar mi clase.

—Hola, Val—. También insistió en que la llamara Val, diciendo que


todos sus amigos lo hacen—. ¿Algún plan para el fin de semana?

Esta es la primera semana de regreso a clases después de las


vacaciones, y por mucho que ame a mis alumnos y mi trabajo, estoy lista
para que comience el fin de semana. La primera semana posterior a un
feriado o un receso de verano siempre es estresante porque los niños son
hiperactivos.

—Michael me llevará al cine esta noche, pero aparte de eso, mi trasero


se queda en casa y me relajaré.

Resopla, echa la silla hacia atrás y se levanta. Luce tan cansada como
yo.

—¿Que pasa contigo?

—Corrijo exámenes esta noche. —Pongo mis ojos en blanco, causando


que Val se ría—. Entonces estaba pensando en llevar a los niños a tomar un
helado mañana. Y no debo olvidar la temida compra de comestibles.
—Sí —escucho a Daniel silbar—. Helado.

Sonrío, y no necesito mirar para saber que él bombea el puño al aire.

—¿Alguna noticia aún del agente de bienes raíces? —pregunto, y


apoyo una cadera en el borde de su escritorio.

—No —refunfuña—. Ella me dijo que podrían pasar algunos días y


que no contenga la respiración, ya que los propietarios pueden ser muy
tercos.

Arrugo la frente. Val y Michael han estado buscando durante meses


la casa perfecta, ya que el propietario de la que están alquilando
recientemente les notificó que ha decidido venderla. Aunque ahora para ellos
su alquiler actual es perfecto, Val dijo que no es ideal para el futuro porque
solo tiene dos dormitorios. Decidieron no comprar su lugar actual, pero
buscan algo más grande porque recién comenzaron a intentar tener un
bebé. Val necesita una oficina porque escribe a tiempo parcial, y quieren al
menos dos hijos.

—¿Cuánto tiempo ha estado en el mercado?

—Dos años y contando —responde, exasperada.

—Si fueran inteligentes, aceptarían tu oferta.

—Sí, bueno, el agente inmobiliario dijo que rechazaron varias ofertas.


Se aferran a su cifra, a pesar de que les han dicho que está por encima de
su valor.

—He cruzado los dedos por ti. Pero si no lo aceptan, no se desanimen.


Nos llevó a Will y a mí un año encontrar la casa adecuada.

Ella suspira.
—Sí, sé que tienes razón, pero Gwen, esta casa es perfecta. Me sentí
como en casa en el momento en que entré.

Sonrío y me acerco para apretar su mano.

—Entonces estoy segura de que todo saldrá bien.

Ella devuelve mi sonrisa, sus ojos se iluminan con confianza.

—Seguro, eso espero.

Me dirijo a los niños.

—¿Están listos chicos?

Daniel salta de su asiento, guardando papeles en su mochila.

—Sí.

Kelsey se levanta recatadamente del escritorio y es mucho más


cuidadosa al guardar las cosas. A veces me veo mirándola y duele lo retraída
que es y lo parecida que es a un adulto. Ella debería estar saliendo con
amigos y señalando lo groseros que son los niños.

Le dijimos adiós a Val y nos dirigimos a la puerta. Mientras


caminamos por el pasillo, Daniel me mira.

—Logré una buena calificación en mi examen de lectura.

—Eso es bueno, cariño. Estoy orgullosa de ti.

Su mirada se vuelve tímida, y espero lo que vendrá después.

—Como lo hice bien en mi prueba, ¿podríamos ir a comprar helado


hoy?

Me río, para nada sorprendida.


—Buen intento, chico, pero tenemos tareas que hacer, y tengo
exámenes que calificar. —Le revuelvo el cabello para aligerar la negativa,
pero su rostro aún se ve triste. Odio cuando se desilusionan. Ambos han
estado de mal humor últimamente. Sé por qué, pero ignoro el motivo detrás
del comportamiento. Como soy débil, me retracto de mi respuesta y en
cambio ofrezco—: ¿Qué tal esto? Tú y tu hermana terminan las tareas en
un tiempo récord, y puedo invitarte a una barbacoa en Blu's. Y el helado
sigue en pie para mañana.

—¿En serio? —pregunta, saltando de arriba abajo.

—Sí.

Mi sonrisa es tan grande que lastima mi rostro. Últimamente no he


visto suficientes sonrisas de Daniel, y Kelsey ha estado más retraída que de
costumbre.

—¿Oyes eso, Kels? —dice Daniel, corriendo hacia su hermana—.¡Si


hacemos nuestras tareas rápidamente, recibimos una barbacoa!

Ella lo mira inexpresiva, pero asiente con la cabeza, su respuesta


habitual. No permite que la falta de respuesta lo aleje de su exuberante
felicidad, aunque, en el fondo, sé que le molesta que Kelsey nunca más hable
o juegue con él. Antes de que Will muriera, Kelsey había tomado en serio su
papel de hermana mayor. Estaba constantemente a su lado, asegurándose
de que nunca se lastimara y se mantuviera feliz. Jugaba con él cada vez que
preguntaba. Cuando era bebé, insistió en ayudar a cuidarlo. Ella era como
una mini mamá. A causa de eso, eran muy cercanos. Después de que Will
falleció, ella se detuvo. Detuvo todo. Le he explicado a Daniel varias veces
por qué, y él dice que entiende, pero sé que todavía lo lastima.

El cielo está nublado cuando salimos de las puertas de la escuela, y


me pregunto qué posibilidades hay de que llueva. Espero que se mantenga
hasta que regresemos de Blu's. Sorprendentemente, el clima es más cálido
de lo normal en esta época del año. El meteorólogo dice que estamos
teniendo un invierno muy cálido, a pesar del duro comienzo.

Solo vivimos a un par de millas de la escuela, por lo que el viaje es


corto. Daniel rebota en su asiento todo el tiempo, cantando la música que
tengo en la radio. Él tiene una habilidad especial para recordar canciones
después de haberlas escuchado solo algunas veces.

Cuando giro en la esquina de nuestra calle, inconscientemente acelero


cuando veo el viejo y familiar camioneta azul que está en el camino de
entrada. Mis palmas inmediatamente comienzan a sudar contra el volante
y mi ritmo cardíaco aumenta.

Han pasado tres semanas desde que vi a Alexander, y todos los días
de esas semanas, he sentido la pérdida de él como un mazo golpeando en
mi estómago. Lo he hecho bastante bien ignorando el dolor constante, pero
al verlo sentado en los escalones de mi porche mientras me acerco al camino
de entrada lo devuelve con toda su fuerza.

Lo extraño mucho. Mucho más de lo que debería para solo conocerlo


unas pocas semanas. Y los niños, sé que también lo han extrañado. Ha sido
evidente en la forma en que han estado deprimidos por la casa. Daniel ha
preguntado por él varias veces, y lo único que puedo decirle es que
Alexander ha estado ocupado con el trabajo. Odio mentirles a mis hijos, pero
más odio lastimarlos, y sé que les dolerá si les dijera que Alexander ya no
quiere vernos.

Su ausencia también ha afectado a Kelsey. Rara vez sale de su


habitación, y cuando lo hace, solo es para comer, ducharse o cuando la
preparo. No es saludable que permanezca encerrada en su habitación todo
el tiempo, así que la hago salir al menos un par de horas al día. Yo estaba
en su habitación hace una semana, guardando la ropa y encontré los dos
cuadernos que Alexander le hizo en el fondo del cajón de los calcetines. Verla
esconderlos me hizo llorar.

Me he sorprendido varias veces buscando mi teléfono para llamar y


ver cómo le está yendo. Sé que se preocupa por nosotros, pero me niego a
presionar nuestra presencia sobre él.

—¡Mira! —grita Daniel mientras pongo el auto en el garaje—. ¡Es


Alexander!

Antes de que tenga la oportunidad de apagar la camioneta, Daniel


abre la puerta y corre hacia él. Kelsey y yo salimos a un ritmo más lento.
Miro a Kelsey a través del capó del auto y la encuentro mirando a Alexander,
su expresión muestra su vulnerabilidad.

Tomo mi bolso, mi cartera y cierro el auto. Sé que estoy perdiendo el


tiempo, pero no tengo idea de qué esperar. Dejó en claro sin decir nada que
todo lo que estaba ocurriendo entre nosotros había terminado.

Alexander se pone de pie cuando Kelsey y yo nos dirigimos hacia él.


Daniel está parado a su lado hablando animadamente, pero sus ojos
permanecen en los míos. Tienen algo profundo, pero no estoy segura de cuál
es la emoción.

—Hola —dice, su voz es profunda y brusca—. Jeremy me dio tu


dirección.

Hasta entonces no me di cuenta de cómo sabía dónde vivíamos.

—Hola.

Cambio de un pie a otro, esperando que continúe.

Él mira hacia otro lado y se enfrenta a Kelsey, que actualmente está


cabizbaja.
—Hola, Kelsey —murmura él.

Ella levanta la cabeza y no oculta su dolor. Miro de regreso a


Alexander y encuentro que su rostro es una máscara de dolor.

En lugar de reconocer su saludo, ella se mueve a su lado. Los dos


miramos mientras desliza la llave de emergencia de debajo de la alfombra,
abre la puerta, entra y la cierra detrás de nosotros. Él se enfrenta a mí una
vez que ella desaparece.

—Lo siento —digo, porque incluso si ella sentía que estaba justificado,
seguía siendo muy grosera en este momento—. No ha tenido buenos días
últimamente.

El asiente. La culpa y la vergüenza se reflejan en sus ojos, y mira hacia


un lado. Daniel sigue parado entre nosotros, mirando de una persona a la
otra. Estoy a punto de decirle que entre y nos dé a Alexander y a mí un
minuto para hablar, pero Alexander habla antes de que tenga oportunidad.

Él extiende su mano, mis pendientes están en la palma de su mano.

—Olvidaste esto el otro día.

Los miro y me pregunto si esa es la única razón por la que vino hoy o
si era algo más. Es algo que espero con todo mi corazón, pero tengo miedo
de desear. Podía simplemente haberme enviado un mensaje a mi dirección
y haberlos deslizados en mi correo. No tenía que venir hasta aquí.

¿Podría ser posible que nos haya echado tanto de menos como lo
hemos extrañado?

Extiendo mi mano y él los deja caer en mi palma. Envuelvo mis dedos


alrededor de ellos, y aunque el metal es delgado, todavía están calientes por
estar en su mano.
—¿Te gustaría venir por unos minutos? Podría prepararte una taza de
té.

Contengo la respiración, esperando silenciosamente que él acepte. Él


mira hacia abajo y ve en Daniel una mirada esperanzadora devolviendo la
mirada. Sus cejas se fruncen antes de levantar sus ojos hacia mí.

—Claro —dice, y hace que mi corazón se dispare.

Sé que debería olvidarme de la idea de que ocurra algo más entre


nosotros, pero por alguna razón no puedo. Es natural estar en su compañía,
como si estuviera donde debería estar. Como si algo siguiera forzándonos a
estar juntos.

Daniel chilla de placer y se precipita por los escalones para abrir la


puerta. Él habla sin parar sobre lo que sucedió en las últimas semanas.
Alexander escucha con una sonrisa dibujada en su rostro. Es agradable ver
su sonrisa de nuevo. Kelsey no está a la vista cuando entramos a la cocina.
Le digo a Daniel que deje salir a Pepper al patio trasero cercado mientras
tomo unas tazas para el té, las lleno y le entrego una a Alexander. Le doy a
Daniel una caja de jugo cuando vuelve corriendo adentro. Rasga el plástico
del sorbete, lo pasa por el agujero y luego cierra la boca para tomar un trago.

Alexander ríe por la forma en que Daniel chupa rápidamente el jugo a


través del sorbete, tirando de sus mejillas dramáticamente. Yo también me
río porque soy feliz. Feliz de que Alexander esté en mi casa disfrutando del
entretenimiento de mi hijo.

—De nuevo, gracias por traer los pendientes. No puedo creer que los
haya olvidado nuevamente. —Tomo un sorbo de mi bebida y coloco la taza
sobre el mostrador antes de volverme hacia Daniel—. Oye, tú, ¿no se supone
que debes estar haciendo algo? —pregunto deliberadamente.
La decepción tiene a su rostro perdiendo algo de su alegría. Él asiente,
mira a Alexander con ojos tristes, luego se escabulle hacia su habitación.
Justo cuando llega a la puerta de entrada, gira y regresa corriendo hacia
nosotros. Se detiene a los pies de Alexander con una mirada de esperanza.

—Vamos a ir a Blu’s más tarde —dice con júbilo—. ¿Puedes venir?

Levanta las manos en un estilo de oración, y no puedo evitar reír, pero


me modero rápidamente cuando me doy cuenta de que ha puesto a
Alexander en un aprieto.

Me atrevo a mirar a Alexander y lo encuentro mirando a Daniel. Hay


una arruga entre sus cejas mientras piensa en cómo responder. Ojalá
supiera lo que está pensando en este momento. ¿Está tratando de encontrar
una manera de defraudar a Daniel con delicadeza? ¿O está luchando
consigo mismo porque quiere ir, pero siente que no debería hacerlo? Sé que
cree que no es lo suficientemente bueno para nosotros, que siente que sus
cicatrices, físicas y emocionales, lo hacen menos hombre. Sé que tiene una
inmensa culpa por no haber salvado a su esposa y a su bebé, y eso lo hace
sentir que no es digno. Que le da miedo porque le preocupa que, si algo nos
sucede a mí o a los niños, él tampoco podría ayudarnos.

Entiendo sus miedos, pero es una completa estupidez. Alexander es


uno de los hombres más fuertes que conozco, uno de los más cariñosos,
generosos y bondadosos. Solo deseo que él también lo supiera, o al menos
me diera la oportunidad de hacérselo creer.

Observo mientras él pelea sobre qué decirle a Daniel, y decido dejarlo


libre.

Camino hacia Daniel y coloco la mano en su hombro.

—Daniel, cariño, no creo…


—Sí —interrumpe Alexander, y lo miro sorprendida—. Me encantaría
ir.

Después de sonreírle a Daniel, quien sale corriendo gritando sí,


levanta los ojos hacia los míos. Su mandíbula está tensa, pero determinada.

—No es necesario —digo, sin querer obligarlo a hacer algo de lo que


no se sienta cómodo haciendo—. Puedo hablar con Daniel y hacerle
entender.

—Quiero. —Se acerca un paso—. Si te parece bien, me gustaría cenar


contigo y los niños.

Mi corazón salta en mi pecho, porque quiero que él también cene con


nosotros. Aún más, quiero que quiera cenar con nosotros.

No puedo evitar la gran sonrisa que se apodera de mi rostro.

—Realmente nos gustaría eso también.

—Bien —afirma, y luego agrega—: Está arreglado entonces.

Da un paso más hacia mí, luego otro, hasta que solo hay una pulgada
entre nosotros. Inhalo un suspiro cuando levanta su mano con cicatrices y
la coloca contra mi mejilla, su pulgar se desliza hacia adelante y hacia atrás
contra mi piel.

Sus ojos se cierran y coloca su frente contra la mía. Las mariposas


revolotean en mi vientre cuando sus labios tocan los míos en un beso suave
antes de que los aleje. Aprieto mis manos a los lados de su camisa para no
acercar su cabeza hacia abajo.

—Te he echado de menos. —Susurra las palabras contra mis labios.

El tono agonizante hace que mi garganta se cierre, pero consigo


expresar:
—También te he echado de menos.

—Lo siento, por ser un asno hace unas semanas.

Muevo mi cabeza contra la suya.

—Entiendo. Fue un momento difícil para ti.

—Eso todavía no es excusa —afirma.

Nos quedamos así por varios momentos, en silencio, mientras


nuestras mentes corren con pensamientos. Mantengo los ojos cerrados,
temerosa de lo que encontraré en los suyos si los abro.

Daniel sale corriendo de su habitación unos minutos más tarde, sin


aliento y luciendo enrojecido por el esfuerzo. Alexander y yo nos retiramos
rápidamente.

—¡Ya terminé! —grita, patinando hasta detenerse junto a nosotros—.


¿Podemos ir ahora?

Lo miro con severidad.

—No hay forma de que hayas hecho todos tus quehaceres tan rápido,
jovencito.

Sus ojos se abren.

—¡Lo hice, mamá! ¡Lo prometo!

Entorno mis ojos.

—¿Y si voy a verificar, no encontraré ningún peluche debajo de tu


cama o en tu armario?

Él baja la mirada y arrastra los pies.


—Tal vez solo tres o dos —murmura, manteniendo su mirada lejos de
la mía.

—Daniel —lo regaño.

—Ay, mamá —se queja en respuesta—. Es solo como nueve o diez, lo


juro.

Siento mi risa ante la mirada seria en sus ojos.

—Daniel Liam. Lleva tu trasero allí y limpias tu habitación de la


manera correcta.

Baja la mirada, pero me esfuerzo para no ceder ante él. Se da vuelta


y refunfuña mientras se aleja.

—Pasa por la habitación de tu hermana y hazle saber que nos iremos


pronto —grito mientras se marcha.

No tiene sentido comprobar si su habitación está limpia. Siempre lo


está, y cualquier tarea que le dé se hace tan pronto como llega a casa,
incluso antes de que tenga que recordárselo.

***

Alexander abre la puerta de Blu's BBQ y los niños y yo nos


presentamos ante él. Nos sentamos en una de las cabinas en la esquina
trasera.

—¡Siéntate conmigo! —dice Daniel a Alexander, un poco alto.

Se desliza junto a Daniel mientras Kelsey y yo nos sentamos frente a


ellos. Cuando miro a Alexander a través de la mesa, su mandíbula está
tensa. Miro alrededor de la habitación. Mi corazón se tambalea cuando veo
varios pares de ojos que miran hacia nosotros. Me enoja que miren tan
descaradamente.

Extiendo mi mano sobre la mesa y la coloco sobre la de él para llamar


su atención.

—No tenemos que quedarnos —digo. Odio pensar que se siente


incómodo.

—No —gruñe, luego aclara su garganta—. Estoy bien.

Retiro mi mano y le sonrío, esperando que eso ayude a calmar sus


nervios.

Después de haber navegado por el menú durante unos minutos, una


señora mayor con el nombre de Sadie se acerca, con la libreta de pedidos en
la mano.

—Gwen, ¿verdad? —pregunta con una sonrisa. Asiento y le ofrezco mi


propia sonrisa. Luego se dirige a los niños—. ¿Y Daniel y Kelsey?

—Hola —dice Daniel emocionado. Kelsey asiente una vez.

Ella se vuelve al lado de Alexander.

—Hola, Alexander. Es agradable verte.

Me alegra no ver intromisión en su mirada. Tampoco mira sus


cicatrices. Simplemente está hablando con un viejo amigo.

—Hola, Sade —dice—. ¿Cómo has estado?

Él también parece estar tranquilo.

—Bien. —Asiente—. No puedo quejarme. —Después de brindarle otra


sonrisa, saca el bolígrafo de detrás de su oreja—. Ahora, ¿qué puedo hacer
por ustedes?
Ella se va después de tomar nuestro pedido, y me relajo contra mi
asiento, feliz de estar sentada aquí con los niños y Alexander. Por el rabillo
del ojo, veo que la mayoría de los ojos que estaban sobre nosotros ya no nos
están prestando ninguna atención. Espero que se mantenga así.

De vez en cuando, veo a Alexander mirar a Kelsey, y los


remordimientos destellan en sus ojos cada vez. Ella lo ignoró por completo
desde que llegamos a la casa, y sé que lo atormenta.

—¿Quieres ver mi colección de autos cuando lleguemos a casa? Tengo


un montón —pregunta Daniel, forzando la mirada de Alexander a alejarse
de Kelsey.

Él se vuelve para mirarlo.

—Seguro.

Daniel se pone de rodillas en el asiento.

—¿Podemos ir a montar a caballo pronto? Ya no está tan frío.

Los ojos de Alexander rebotan en los míos.

—Eso depende de tu madre.

Los ojos esperanzados de Daniel acuden a mí en busca de una


respuesta, y no tengo corazón para decirle que no. Tampoco le doy un sí.
Todavía no he superado el día en que corrieron al establo por su cuenta.

—Ya veremos.

Parte de la luz se atenúa en los ojos de Daniel, pero cambia


rápidamente. Comienza a entretener a Alexander con preguntas sobre cómo
cuidar a los caballos y lo que hace para entrenarlos. Alexander responde
pacientemente y Daniel escucha atentamente.

Mientras están ocupados, me dirijo a Kelsey.


—¿Estás bien?

Se encoge de hombros y sigue mirando el menú de papel con el que


ha estado jugando.

—Está bien estar disgustada con él, ¿pero tal vez puedas tratar de
reducirlo un poco? —Bajo la voz e inclino mi cabeza hacia ella—. ¿Recuerdas
lo que te dije el otro día? —asiente, y la culpa y el dolor se alinean en su
rostro. Agarro su mano debajo de la mesa y la aprieto—. Solo tenlo en
cuenta, ¿de acuerdo?

Unos minutos más tarde, Sadie sirve nuestra comida y nos sentamos
en silencio mientras comemos. Aparte de la primera vez cuando entramos y
los pocos minutos de incomodidad, afortunadamente las cosas se han
calmado. La gente parece haber perdido su interés en que Alexander esté en
público. He escuchado algunos de los rumores susurrados que a la gente
del pueblo le gusta pensar que otros no pueden oír, y aunque no apruebo
ese comportamiento, en realidad me repugna, entiendo su sorpresa cuando
lo ven. Se ha convertido en un recluso. Entiendo su necesidad de venir muy
pocas veces a la ciudad, pero en cierto sentido, es tanto culpa de Alexander
como de ellos, porque él mismo se ha aislado deliberadamente de la ciudad.

Estamos terminando cuando un guapo hombre rubio de la edad de


Alexander y una mujer rubia se acercan a nuestra mesa.

—Alexander —dice el hombre, con sorpresa en el rostro. Él se


recupera rápidamente y extiende su mano para un saludo.

—James.

Alexander extiende su mano con una media sonrisa. Tengo la


sensación de que James es amigo suyo.

James dirige su mirada hacia mí y sus labios se inclinan en una


sonrisa torcida.
—¿Quién es? —pregunta, inclinando su barbilla hacia mí y mirando
a Alexander.

—James, conoce a Gwen. Gwen, este es un viejo amigo mío, James.

—Es un placer conocerte, James —digo, y extiendo mi mano.

Él la toma suavemente con su mano más grande.

—También es un placer conocerte, Gwen.

Sus ojos brillan cuando suelta mi mano, y me pregunto qué estará


pensando.

No tengo la oportunidad de preguntar antes de volver su atención a


Daniel y Kelsey.

—¿Y quiénes serían estos buenos chicos?

Daniel se presenta antes que cualquier otra persona.

—Soy Daniel.

Hace su mejor esfuerzo para actuar como los dos hombres adultos al
extender su mano para ser saludado, casi golpeando a Alexander en el rostro
con el codo.

—Daniel. —Apunto con el dedo hacia él y luego señalo hacia abajo—.


Sentado.

—Está bien —comenta Alexander, luego levanta a Daniel y lo acomoda


en su regazo para que James pueda alcanzar su mano con seguridad.

—Hola, Daniel.

Daniel se ilumina cuando James le estrecha la mano con firmeza.

—Esa es mi hermana, Kelsey.


La señala con el pulgar por encima del hombro.

—Hola, Kelsey —dice James, su voz se vuelve suave.

Por supuesto, Kelsey ni habla ni ofrece una sonrisa. Veo la pregunta


en los ojos de James, entonces ofrezco una sonrisa y le doy una breve
explicación.

—Ella no habla. Por favor, no lo tomes como algo personal.

Él sonríe y asiente. La chica a su lado se mueve de un pie al otro, y


los ojos de James se clavan en los de ella.

—Lo siento, cariño. —Él envuelve su brazo alrededor de su cintura y


besa su mejilla—. Lydia, me gustaría que conozcas a Alexander, Gwen,
Daniel y Kelsey.

Todos decimos hola y ella se hace eco de nuestro saludo.

Alexander y James hablan por unos minutos, y termino inquieta en


mi asiento porque cada pocos segundos, James mira hacia mí. Sus ojos
tienen preguntas y curiosidad. Como distracción, comienzo una
conversación con Lydia. Me he enterado de que vive en la ciudad de al lado
y trabaja como despachadora de una gran empresa de transporte por
carretera. Esto me sorprende ya que no parece el tipo de persona que se
comunica con los grandes y fornidos conductores de camiones a diario. Es
hermosa en la forma tradicional, con un espeso y hermoso cabello rubio,
ojos verdes y un cuerpo delgado con curvas en todos los lugares correctos.
También parece muy dulce e inocente.

—¿Estás lista? —le pregunta James a Lydia, deteniendo nuestra


conversación.
Ella le sonríe y el amor que obviamente siente por él es evidente. Si
soy sincera, me siento un poco celosa por su afecto abierto entre ellos.
Quiero eso con Alexander.

Una vez que se van, Alexander va a pagar nuestra comida, después


de negarse rotundamente a mi oferta de pagar la mía y la de los niños. Los
niños y yo recogemos nuestros abrigos y nos encontramos con Alexander en
la puerta. Obtiene algunas miradas más, pero él las ignora, al parecer ya no
le molestan más.

Cuando llegamos a la casa unos minutos más tarde, Daniel arrastra


a Alexander a su habitación para mostrarle su colección de automóviles en
el momento en que entran. Le digo a Kelsey que tome una ducha, y me siento
en la mesa de la cocina para empezar a corregir los exámenes. Cada pocos
minutos, escucho a Daniel reírse y me hace sonreír.

Estoy volteando la última hoja y estoy a punto de ir a ver a Daniel y


Alexander cuando Daniel viene a mi lado. Al mirar mi reloj, me sorprende
ver que ya pasaron dos horas.

—Estoy cansado, mamá —dice, frotándose los ojos. Él ya tiene su


pijama puesto, demostrando que realmente está cansado.

Miro detrás de él, esperando ver a Alexander, pero no.

—Vamos, chico. Vamos a cepillar tus dientes y te arroparé.

—¿Puede Alexander hacerlo?

Él bosteza mientras camina soñoliento a mi lado hacia el baño.

—¿Qué tal si lo mando a despedirte para darte las buenas noches?

Asiente, luego toma su cepillo de dientes y lo cubre con pasta de


dientes.
La curiosidad me hace mirar por el pasillo mientras Daniel se cepilla
los dientes. La luz de Kelsey está encendida con la puerta abierta hasta la
mitad, pero no puedo decir si está allí o no.

Una vez en la cama, con Pepper pegado a su costado, lo cubro con las
mantas y le doy un beso de buenas noches.

—Te amo.

—Yo también te amo, mamá. No olvides enviar a Alexander aquí.

Sonrío.

—No lo haré.

Apago la luz y cierro la puerta.

Por alguna razón, mi corazón comienza a latir pesadamente en mi


pecho mientras camino silenciosamente a la habitación de Kelsey. Sé antes
de llegar a su puerta que Alexander está adentro. Me arrastro hasta que
estoy afuera de su puerta. Su voz profunda me impide ir más allá.

—Tuve una niña pequeña —dice en voz baja, e incluso desde aquí
puedo escuchar el tormento en su voz. Contengo la respiración mientras él
continúa—. Pero la perdí hace unos años. Ella y mi esposa se ahogaron.

Las lágrimas amenazan con formarse en mis ojos recordando cuando


él me conto lo que le sucedió a su esposa y a su bebé cuando estábamos
sentados debajo del puente. Sé lo doloroso que fue para él, así que para él
estar hablando ahora con Kelsey significa mucho. Espero que no entre en
detalles. Sería demasiado para alguien de la edad de Kelsey. Demonios, es
demasiado para que lo maneje un adulto.

Echo un vistazo alrededor del marco de la puerta, asegurándome de


permanecer fuera de la vista. Esta noche he visto la expresión torturada en
su rostro cuando Kelsey no lo miraba. Sé que esto es algo que tiene que
hacer para tratar de enmendarse con ella. Creo que Kelsey también lo
necesita. Ella fue muy lastimada por su rechazo hace unas semanas. Solo
espero que ella le dé la oportunidad de explicarse y hacer las cosas bien.

Cuando aparecen a la vista, encuentro a Kelsey sentada contra la


cabecera con las piernas cruzadas y la manta alrededor. Alexander se sienta
a medio camino de la cama, con las manos firmemente en su regazo. Sus
nudillos están blancos, así que sé que está apretando los dedos con fuerza.
Él está mirando sus manos, pero ella tiene sus ojos puestos en él. El dolor
se refleja en su rostro.

—El día que tú, tu hermano y tu madre vinieron a la casa, el día de


Navidad, fue el día antes del aniversario de cuando murieron. —Levanta la
cabeza. Desde donde estoy parada, no puedo ver su rostro, pero sé que
también le duele—. No estaba en un lugar muy bueno en ese momento
porque los extraño mucho, especialmente durante la Navidad.

Deja de hablar y Kelsey solo lo mira. Mira hacia abajo, la veo agarrar
la manta en su regazo. Odio ver a dos personas que me importan en tanto
dolor.

Estoy a punto de dar a conocer mi presencia, cuando Kelsey abre la


boca y me destruye por completo susurrando:

—Lamento que hayas perdido a tu bebé y a tu esposa.

Mi corazón se congela en mi pecho, y lucho por sacar aire de mis


pulmones. Las lágrimas se abren paso desde mis ojos, y llevo mi mano sobre
mi boca para contener el sollozo.

Mi hija acaba de hablar.

No puedo creerlo. Mi hija en realidad solo habló. Ni siquiera importa


que sus primeras palabras no fueran para mí. Estoy tan eufórica de que
pude escucharlas, y no fueron las palabras torturadas a Dios para traer a
su padre a casa.

Cierro los ojos e inclino mi cabeza hacia atrás, reproduciendo el


sonido de su voz una y otra vez en mi cabeza. Quiero apresurarme y rogarle
que diga algo más.

Cuando abro los ojos otra vez, apenas tengo una vista lateral del
rostro de Alexander. Se ha quedado en silencio, y sé que también está
conmocionado.

Se recompone mucho más rápido que yo y dice:

—Gracias.

Enviando mi corazón aún más alto, Kelsey habla de nuevo.

—¿Qué edad tenía tu pequeña niña?

A Alexander le toma un minuto responder mientras intenta controlar


sus emociones.

—Siete semanas.

Kelsey toma aliento y lo lanza en un zumbido.

—Apuesto a que ella era muy bonita —dice en voz baja.

—Era hermosa —comenta Alexander.

—¿Cuáles eran sus nombres?

Su voz duele cuando responde.

—Clara era mi esposa y mi pequeña, Rayne.

—Rayne —musita—. Muy bonito.


Kelsey se levanta y se sienta junto a Alexander, luego apoya su cabeza
contra su brazo. Solo le toma una fracción de segundos antes de que él
ponga su brazo alrededor de sus hombros y luego coloca su cabeza contra
su pecho. La acción trae incluso más lágrimas a mis ojos. Ellos se ven como
se verían un padre y su hija cuando consuelan a su bebé.

Las siguientes palabras de Kelsey hacen que mi corazón palpite


dolorosamente en mi pecho.

—Por favor no le digas a mi mamá que estoy hablando —dice,


levantando su cabeza y suplicando con sus ojos.

—¿Por qué?

Él pone un pedazo de cabello detrás de su oreja. Ella deja caer su


mirada al suelo y susurra tan bajo que apenas la oigo.

—Porque es mi culpa que mi papi muriera.

Alexander y yo nos estremecimos. Agarro el marco de la puerta para


evitar caerme. Siempre he sabido que ella se culpa a sí misma, pero
escucharla decirlo, duele mucho más.

Observo cómo Alexander se vuelve hacia Kelsey y agarra su barbilla


para forzarla a mirarlo.

—¿Por qué crees que es culpa tuya, Kelsey?

Su voz es un susurro lloroso y tengo que inclinarme más cerca para


oírla.

—Porque lo hice ir a buscar mi oso y fue cuando murió.

—Cariño, no fue tu culpa —dice Alexander, con voz tensa—. Tenías


seis años. No había manera de que supieras que eso sucedería. Ni siquiera
tu mamá y tu papá sabían que iba a suceder.
Ella lo mira con lágrimas inundando su rostro, y mi corazón se siente
como si estuviera siendo golpeado con un bate cubierto de púas.

—Pero tal vez si yo no hubiera...

No la deja terminar.

—No, cariño. Todavía habría sucedido.

Ella sorbe por la nariz y se inclina de nuevo contra Alexander.

—¿Y si ella me culpa? —susurra Kelsey entrecortadamente, y es esa


pregunta la que me mata. Me inclino contra la pared y me deslizo hacia
abajo, mis piernas son incapaces de sostener mi peso más.
Ya no puedo verlos, pero todavía puedo escucharlos.

—No te culpa —dice, su tono más contundente de lo que ha sido todo


el tiempo que he estado allí.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque ella te ama —responde simplemente.

Hay silencio durante unos minutos antes de que Alexander vuelva a


hablar.

—Necesitas hablar con tu mamá sobre esto —dice suavemente—. Te


extraña mucho.

—Yo también la extraño —confiesa, y quiero correr dentro y decirle


que estoy aquí, pero no lo hago. Ella necesita hacer esto por su cuenta. No
quiero correr el riesgo de apartarla apresurándola.

Dejan de hablar e inclino la cabeza hacia atrás y escucho el silencio,


esperando con todo lo que soy que el silencio de Kelsey haya llegado a su
fin.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta de
Alexander de pie delante de mí. Lo miro con los ojos hinchados, sintiéndome
perdida y expuesta. Él no dice una palabra mientras me recoge en sus
brazos. Mis ojos permanecen en la puerta de Kelsey, que está cerrada la
mayor parte del camino, con un rayo de luz saliendo, indicando que aún
está despierta.

Mi corazón duele con la necesidad de ir a ella, pero por mucho que


duela hacerlo, lo dejo llevarme más lejos de ella.

Alexander se detiene en el sofá y se sienta conmigo en su regazo.


Entierro mi cabeza en el hueco de su cuello y dejo que las lágrimas empapen
el cuello de su camisa. Él no intenta calmarme, simplemente frota mi
espalda suavemente y murmura palabras suaves en mi oído. Sabe que
escuché a Kelsey hablar, y sabe lo mucho que duele al oírla decir que la
muerte de su padre es su culpa y le preocupa que la culpe. Ella no podía
estar más lejos de la verdad.

***

Más tarde esa noche, después de que Alexander se fue, camino


silenciosamente por el pasillo y me detengo en la puerta de Kelsey. Esta es
mi rutina nocturna. Siempre vuelvo a su puerta cinco minutos después de
haberse ido a la cama, y todas las noches atrapo sus oraciones susurradas
para traer a su papi a casa.

Sin embargo, esta noche es diferente por un par de razones. Una es


que ella le habló a Alexander esta noche y mis emociones ya están crudas
por escucharlo.
La segunda es cuando me detengo en la puerta y escucho que las
oraciones de Kelsey han cambiado. Si no fuera por el hecho de que la vi
arrastrarse a sus rodillas, pensaría que sólo le agregó a la vieja, pero esta
oración es independiente. La nueva es aún más desgarradora que la vieja.

—Por favor, Dios, ayuda a que Alexander mejore —susurra, con las
manos entrelazadas frente a ella—. Por favor, no le hagas más daño.
Realmente me agrada, y sé que a mi mamá y hermano les agrada también.
Ojalá pudiera estar con nosotros para siempre. Y por favor deja que su
esposa y su bebé estén bien en el cielo contigo. —Hace una pausa antes de
terminar—. En el nombre de Jesús, amén.

Aferro mis manos sobre mi pecho, tratando de calmar mi corazón


palpitante. Sus oraciones han sido las mismas todas las noches durante
más de dos años. Para que ella las cambie ahora.... Envío una oración
silenciosa que este cambio sea bueno. También pido que Dios responda a
las oraciones de mi hija.

Apoyo mi frente contra el marco de la puerta y susurro lo


suficientemente bajo para que no pueda oírme:

—Te amo, Kelsey. Por favor vuelve a mí.

Con una última mirada para verla en la cama con las mantas metidas
bajo su barbilla una vez más, me alejo con el corazón pesado.
18
Alexander
Me acuesto en la cama con las manos bajo la cabeza, pensando en el
día de hoy. Pienso en cómo se suponía que simplemente dejaría los
pendientes y luego me iría de nuevo. Pienso en el rostro de Gwen cuando
me vio en los escalones de su porche, el anhelo y la esperanza presentes,
pero también la sombra de vulnerabilidad. Pienso en cómo tuve que
obligarme a no estrecharla en mis brazos y rogarle que me perdone por ser
un idiota.

Pienso en Daniel corriendo hacia mí y la pura euforia en su rostro


mientras hablaba sin parar. Luego pienso en Kelsey y en la manera
cautelosa en que me miró. El aparente daño que le causé. Me dio náuseas
saber que le causé más dolor.

Debería haberme negado a entrar para tomar el té. Debería haberles


dicho que no podría ir a cenar. Debería haber encontrado una excusa de por
qué no podía volver adentro para mirar la colección de autos de Daniel. Pero
simplemente no pude. Gwen y sus hijos me tienen envuelto en sus dedos.
Haría cualquier cosa para traer sonrisas a sus rostros y hacerlos felices.
Caminar hacia la última noche de Blu’s y sentir todos los ojos puestos en
mí fue incómodo y me enfurecía, pero lo deseché. No iba a dejar que la gente
entrometida de la ciudad arruinara lo que no sabía en ese momento, era
algo que deseaba tanto. Salir con ellos, actuar como una familia, una familia
normal, se sentía tan bien. Quería hacerlo de nuevo. Quería ser parte de sus
vidas todos los días.
También pienso en cuando salí de la habitación de Daniel y vi a Kelsey
en la suya. Tenía los ojos clavados en la puerta como si estuviera
esperándome o algo así. Antes de que pudiera detenerme, estaba caminando
en su habitación y sentada en el extremo de su cama. Ambos niños me
atraen, pero Kelsey más. Sé que es por el dolor que compartimos.

Ella mantuvo su cuerpo rígido y sus ojos casi acusadores mientras


me miraba durante varios segundos. No era suficiente, nunca habría una
excusa lo suficientemente buena para mi maldito comportamiento, pero
intenté explicárselo. No quería lastimarla más, pero vi el dolor en sus ojos
cuando le conté sobre Clara y Rayne. Sé de su dolor, ella merece saber la
razón detrás del mío.

A pesar de que me dijo esas pocas palabras la noche antes de irse, no


esperaba que volviera a hablar. Decir que mi corazón saltó un latido cuando
susurró esas primeras palabras, es un eufemismo. Era más como saltarse
diez latidos. Mi estómago se sentía hueco y me costó varios intentos sacar
aire. Ella tiene una de las voces más dulces y delicadas que he escuchado.
Me tomó un momento recomponerme lo suficiente como para responder.
Cuando ella continuó hablando, incluso si lo que ella me pregunto me dolía
en lo más profundo, era música para mis oídos.

Oírla decir que la muerte de su padre era su culpa y que pensaba que
su madre podría culparla, fue demasiado. Me volví hacia ella e hice que me
mirara. Quería que me escuchara claramente cuando le dijera que no era
su culpa y que no había manera de que su madre la culpara. No estoy seguro
si ella me creyó, pero espero que lo haya hecho. Solo hay muchas maneras
en que podemos decirles a los demás cómo nos sentimos. Depende de ellos
creer o no creer.

Me dolía el pecho cuando la dejé unos minutos después. Me dolió aún


más cuando vi a Gwen desplomarse contra la pared sobre su trasero. Sabía
que había escuchado. Ella estaba allí cuando su hija habló, y le rompió el
corazón escuchar las devastadoras palabras que salían de los labios de su
hija.

Sin decir palabra, la levanté y la llevé al sofá, donde la senté en mi


regazo y la abracé mientras lloraba contra mi cuello. No se necesitaban
palabras, ya que ella lo escuchó todo, así que nos quedamos sentados allí.
Traté de darle la comodidad que tan desesperadamente necesitaba.

Después, se levantó de mi regazo, e inmediatamente me puse de pie,


luego le dije que tenía que irme. Que Gigi y los cachorros estaban
esperándome. Fue una excusa tonta, pero necesitaba salir de allí.
Necesitaba controlar mis emociones dispersas y reagruparme. Es tan fácil
quedar atrapado cuando estoy cerca de ellos. Es muy fácil olvidar por qué
no debería querer a Gwen y sus dos hijos. Y una vez más, tuve que ver el
dolor en su rostro mientras salía por la puerta. Debería matarme a tiros por
todos los sentimientos encontrados y las acciones que le estoy dando.

En vez de ir a casa cuando me fui, terminé en las tumbas de Clara y


Rayne. Estaba oscuro y frío, pero no me importaba. Senté mi trasero entre
sus dos tumbas y no hice más que mirar hacia el oscuro cementerio. No les
hablé, y no lloré, pero escuché, y juro que escuché a Clara susurrándome
que soltara la culpa. Para seguir y ser feliz. Quiero. Lo quiero tanto.
Simplemente no sé si es posible para mí.

Después, dejé sus tumbas con mi corazón aún más pesado.

Horas más tarde, mientras yacía en la cama, una imagen de la mirada


herida en el rostro de Gwen cuando la dejé aparece en mi mente. Agarro mi
teléfono y compruebo la hora. Es después de la medianoche. Ella estará en
la cama, pero la necesidad de asegurarme de que esté bien es abrumadora.

Desbloqueo la pantalla y escribo un mensaje.

Yo: Hola.
Me sorprende cuando recibo una respuesta segundos más tarde. Me
pregunto si ella está teniendo tantos problemas para dormir como yo.

Gwen: Hola.

Antes de que pueda detenerme, estoy escribiendo otro mensaje.

Yo: ¿cómo estás?

Le toma un minuto responder.

Gwen: estoy bien. ¿Lo estás tú?

Bien. No es bueno, no es genial. Solo bien. No me gusta que esté bien.

Yo: Lo siento por irme tan rápido antes.

Gwen: Está bien. Entiendo.

Ella entiende, pero me deja volver cada vez que estamos juntos,
sabiendo que puedo retirarme de nuevo. Soy un imbécil por hacerle pasar
por eso.

Yo: ¿Cómo está Kelsey?

Gwen: Ella está bien. Durmiendo.

Dejo caer mi teléfono sobre mi pecho y miro al techo por unos


momentos, preguntándome cómo diablos llegué a este punto. Cómo pasé de
tener todo a nada, y luego de vuelta al borde de tener todo de nuevo si me
lo permito.

Mi teléfono vibra contra mi pecho, y miro la pantalla.

Gwen: No te lo dije, pero gracias por hablar con ella. Por decirle que no
la culpo y que no fue su culpa lo de su padre.
Me imagino a Gwen al otro lado de la línea, luchando por contener
sus lágrimas. Sé que hacer que su hija silenciosa me hable en lugar de a
ella tiene que doler, pero también sé que está contenta de que haya hablado,
punto.

Acepto en silencio su gratitud y le digo algo más. Algo que espero


ayude.

Yo: Ella vendrá a ti. Ella te quiere, te extraña.

Gwen: Lo sé. Es difícil esperar.

Yo: Trata de dormir un poco.

Gwen: Bien. Buenas noches, Alexander. Y gracias de nuevo.

Yo: Buenas noches, Gwendolyn. Duerme bien.

Puse mi teléfono en la mesita de noche, la tensión en mi pecho


disminuyó un poco ahora que sé que ella está bien.

Rodé hacia un lado e intenté hacer lo que le dije que hiciera y dormir
un poco. No es hasta varias horas después que me las arreglo.

***

Me paro en la puerta abierta del establo y observo la lluvia torrencial.


Ha sido así de manera intermitente durante más de una semana. El trabajo
ha sido suspendido por eso y los caballos se vuelven inquietos. Los caballos
son animales enormes, así que necesito tanto espacio como sea posible para
trabajar con ellos. Uso el pasto cuando el clima lo permite, pero eso ha
estado fuera últimamente, así que nos hemos quedado atrapados en el
granero. Afortunadamente, la lluvia viene del sur, lo que significa que la
temperatura es más alta, y hoy se supone que es el último día del horrible
clima.

Miro a Bandit y lo veo mirándome. Sorprendentemente, desde el día


en que Kelsey estuvo aquí, se ha calmado, llegando incluso a dejar que lo
acaricie un par de veces. Él realmente tomó una manzana de mi mano hace
unas semanas sin tratar de morderla, y me ha dejado hacerlo un par de
veces desde entonces. Tengo la silla de montar en su espalda hace dos días
antes de que comenzara a tironear. Todavía a veces se pone de mal humor,
pero en su mayor parte, ahora me tolera. Todavía pasará un tiempo antes
de que me permita sentarme, pero definitivamente nos estamos moviendo
en la dirección correcta. Estaré contento de tenerlo fuera de mis manos
cuando llegue el momento.

Oigo el portazo de un auto y me acerco a las puertas del establo,


preguntándome quién podría ser. No recibo muy a menudo visitas no
anunciadas. Me sorprende ver el Range Rover rojo de Gwen. Entorno los
ojos contra la lluvia, apenas veo su forma ya en el porche. Ha pasado un
mes desde que la vi. Un mes que ha sido el puro maldito infierno. Un mes
que ha probado mis limitaciones más allá de cualquier cosa que haya tenido
que hacer alguna vez. Hemos hablado o enviado mensajes de texto cada
noche desde que la dejé llorando en su sofá y esa es la única razón por la
que no he ido con ella. Hemos aprendido mucho el uno del otro en ese mes,
y cuanto más aprendo, más quiero que ella y sus hijos participen en mi vida.
Mi fuerza para alejarme de ella está menguando y su presencia aquí no
ayuda de ninguna manera. Ya mi cuerpo se está tensando, preparándose
para correr hacia ella.

Miro hacia el cielo y un destello irracional de ira me golpea en el


estómago. ¿Qué diablos está haciendo ella conduciendo en este tipo de
clima? ¿No sabe lo peligroso que es?
Echo un vistazo más de cerca a la camioneta y afortunadamente no
veo a los niños adentro.

Salgo del granero y corro por el patio. Para cuando llego al porche,
estoy completamente empapado. Sacudo el agua de mi rostro y camino hacia
ella. Se da vuelta cuando oye el ruido de mis botas.

Su elegante sonrisa disminuye y es reemplazada por la preocupación


cuando ve la mirada en mis ojos.

—¿Qué pasa? —ella tiene el descaro de preguntar.

En lugar de responder, bramo:

—¿En qué demonios estabas pensando, manejando en este clima?

Mi pregunta la toma por sorpresa y retrocede un paso. Me acerco más


a ella.

—¿Eh…discúlpame?

La lluvia que cae sobre el techo es tan fuerte que apenas la escucho.

Su espalda golpea la puerta, pero no paro hasta que mi pecho está


tan cerca que cada vez que respira las puntas de sus senos frota contra el
algodón de mi camisa.

—Sabes lo peligroso que es conducir cuando llueve así. ¿Por qué


demonios te arriesgas así?

Sé que mi ira es irracional y extrema, pero con un demonio si puedo


controlarla ahora mismo. Todo lo que puedo ver es a Gwen deslizándose
fuera de la carretera o volteando su auto en la zanja o golpeando un árbol
de frente porque no puede detenerse a tiempo. La imagino al costado de la
carretera, sangrando y sufriendo sin nadie alrededor para ayudarla.
Esta mierda es la razón por la que nunca debería haberme
involucrado con ella. Visualizar estos escenarios me comerá vivo. No puedo
arriesgarme a perder a otra persona, y no puedo soportar la idea de que no
podría estar allí si alguna vez me necesitaran.

Mis manos descansan a cada lado de su cabeza, y dejo que mi cabeza


avance. Tomo grandes bocanadas de aire y trato de calmar el furioso infierno
en mi sangre. Me estremezco cuando Gwen pone su mano en mi pecho. Su
toque arde, y no puedo escapar lo suficientemente rápido. Me arrojo lejos de
ella, y sus ojos se ensanchan, luego se oscurecen de dolor.

—¿Alexander? —pregunta en voz baja y se acerca un paso.

Sé que mis ojos deben parecer salvajes cuando la fijo con mi mirada.

—No —gruño.

Ella se detiene y frunce el ceño.

—No entiendo. ¿Por qué estás tan enojado?

Me giro, con las manos apretadas a los lados. No puedo creer que ella
tenga el valor de preguntarme eso.

—¿Por qué estoy tan enojado? ¿De verdad, Gwen? ¿En serio me estás
preguntando eso después de que te dije lo que le pasó a Clara y a Rayne?

La realización aparece, y quiero reírme mientras sus ojos se abren de


nuevo. Me alejo de ella y camino hacia la barandilla del porche, apoyo mis
manos sobre ella y miro hacia la lluvia. Mi corazón late tan fuerte, que lo
escucho en mis oídos. Siento el latido de mi sien y el comienzo de un dolor
de cabeza.

Siseo cuando siento la mano de Gwen sobre mi espalda, luego su calor


a mi lado. No la miro, pero siento su mirada en mí.
—Alexander, no puedes controlar todo —dice suavemente, tratando
de consolarme, pero hace todo lo contrario. Su tono suave irrita mis nervios
porque me encanta el sonido de su voz, y tanto si quiere o no, lo está usando
contra mí en este momento—. No se puede proteger a las personas de todo.
No se puede evitar que vivan o hagan cosas que son naturales por temor a
que algo suceda. Si está destinado a suceder, sucederá si intentas prevenirlo
o no.

Me odio tanto en este momento porque sé que tiene razón, pero aún
no puedo superar mi miedo. Gwen ha llegado a significar más para mí de lo
que nunca imaginé posible. No estoy seguro de lo que me pasaría si algo le
sucediera a ella o a los niños. Me da un susto de muerte pensarlo. Me asusta
tanto que ahora mis malditas manos solo tiemblan con la idea.

Y lo que es aún más peor es que me dirijo a ella y le digo que se vaya,
a pesar de que, en primer lugar, fui un cabrón con ella por que conducía
bajo la lluvia torrencial. Necesito que se vaya como necesito aire para
respirar. No puedo estar cerca de ella en este momento porque me preocupa
que mi resolución se desmorone, y me arrodillaré y le suplicaré que se
quede. Y ella no puede quedarse porque estoy perturbado.

—Tienes que irte de una maldita vez —grito—. Métete en tu maldito


auto y regresa a casa, Gwen.

Ignoro el destello de dolor en su rostro y la dejo en mi porche cuando


mi necesidad de estar lejos de ella crece. Mis manos hormiguean por
tomarla. Mis brazos duelen por abrazarla. Mis labios hormiguean con la
necesidad de acariciar los de ella con ellos. Mi cuerpo vibra con la necesidad
de sentirla en mi contra. Y mi maldito corazón duele porque quiere
pertenecerle. Ya le pertenece, ella simplemente no lo sabe.
Asalto los escalones, ignorando que ella me llama. La lluvia golpea en
mi rostro, pero la ignoro mientras me dirijo hacia el establo y la seguridad
que me ofrecerá.

—Alexander —llora, sonando como si viniera detrás de mí.

El agua salpica sobre mis jeans mientras pisoteo los charcos. Sé que
estoy siendo un asno, pero en mi desordenada mente, no hay explicación
para que ella se ponga en peligro. No hay ninguna razón por la que debería
haber manejado bajo una lluvia así.

Estoy en la mitad del patio, a unos tres metros de su camioneta,


cuando sus lamentables sollozos finalmente llegan a mí, y no puedo
soportarlo más.

—Por favor, Alexander —solloza.

Me detengo en seco, pongo las manos en las caderas y agacho la


cabeza. Mis ojos se enfocan en mis botas embarradas, pero realmente no las
veo. Todo lo que puedo ver es a una Gwen aplastada en mi mente, y
simplemente no puedo hacerlo. Tomo una respiración profunda, giro, y casi
me arrodillo ante lo que veo.

Gwen está de pie junto a su auto, a solo unos pasos de mí. Ella me
mira con ojos rojos, con el corazón roto, pidiéndome en silencio que haga
algo. No estoy seguro de qué, pero la súplica silenciosa es más de lo que
puedo manejar.

—¿Qué quieres de mí? —rujo a través de los pocos pies que nos
separan.

Su estremecimiento no pasa desapercibido y el pequeño movimiento


corta mi interior. Me mira por varios segundos sin responder. Está
completamente empapada y su pelo es plano contra los lados de su rostro.
La camisa de botones verde claro que lleva puesta debajo de su chaqueta
abierta se amolda al pecho y el contorno blanco de su sujetador es
claramente visible. Mi cuerpo traicionero responde, a pesar de que este no
es el momento.

Sus siguientes palabras hicieron que mi corazón se detuviera en mi


pecho y tomara cada parte del aire de mis pulmones.

—A ti —susurra, lo suficientemente fuerte como para que yo lo oiga


por la lluvia—. Solo te quiero a ti.

Un minuto estoy a metro y medio de ella, y al siguiente tengo su


espalda contra la puerta del lado del pasajero. Mi pecho está pegado contra
el suyo agitado y su dulce aliento sopla en mi rostro. Muevo mis labios sobre
los de ella, todavía lucho conmigo mismo, pero sé que es una batalla
perdida.

—No sé qué diablos hacer contigo —gimo.

—Cualquier cosa. Puedes hacer cualquier cosa —musita.

Pierdo el control después de eso. Lo pierdo porque no hay forma de


que pueda alejarme de ella. Es una hazaña que nunca tuve la intención de
ganar.

Estrello mis labios sobre los de ella con un gemido agonizante. Ella se
abre de inmediato y mi lengua se desliza dentro para encontrar a la suya
ansiosa. Este beso es diferente a los que hemos compartido antes. No es
dulce, suave e inocente. Es carnal, puro y simple. No pido permiso, solo
tomo, y ella lo da voluntariamente.

Mis manos agarran sus caderas con fuerza, y la subo al auto. Sus
piernas se envuelven alrededor de mi cintura y su cálido centro se encuentra
con mi miembro dolorosamente duro. Mi cuero cabelludo arde de la manera
más erótica cuando agarra mi cabello y me acerca más.
Los dos estamos empapados por la lluvia, y hay frío en el aire, pero
ninguno de los dos lo nota. Los dos estamos demasiado enfocados en el otro
para preocuparnos.

Me aprieto contra ella, luego trago su gemido de respuesta. Mis manos


van a su trasero, agarrándolo fuerte. Libero sus labios, solo para besar su
cuello. La lluvia y Gwen se encuentran con mis labios y es una combinación
embriagadora que hace que mi miembro crezca aún más.

Esta mujer me ha llevado más allá del punto de la locura. Estoy


peligrosamente cerca del delirio.

Sus gemidos se vuelven quejidos cuando lamo su clavícula, luego me


deslizo hacia abajo hasta el cuello parcialmente abierto de su camisa,
apenas emitiendo un indicio de escote. Hundo mi lengua en el valle
escondido entre sus pechos, y escucho su cabeza golpearse contra el auto.
Necesitando más de ella, saco una mano de su trasero, le quito el abrigo y
le abro la camisa, sin darme cuenta de que varios botones salen volando.

Las copas de su sujetador descienden, y la vista de sus pechos


desnudos, empapados por la lluvia que cae sobre nosotros, es algo que
nunca olvidaré si vivo miles de vidas.

Hundo mi cabeza y tomo el bonito pezón rosado en mi boca. Lo chupo


con avidez y recibo un gemido de placer en recompensa. Muevo el pezón
sensible con mi lengua, luego lo atrapo suavemente entre mis dientes. La
libero, luego le doy el mismo tratamiento a su otro pezón.

Levanto la cabeza y miro hacia arriba. Sintiendo mi mirada en ella,


levanta la cabeza de la camioneta y me mira. Se ve tan bella con la lluvia
deslizándose por su enrojecido rostro, su cabello pegado a sus mejillas, y
sus ojos brillando de deseo. Podría mirarla todo el día y nunca obtener
suficiente.
Sus manos sueltan mi cabello y cubren mi rostro. Estoy abatido, y si
soy sincero, asustado, cuando veo el amor brillando en sus ojos mientras
me mira. Lo siento también, incluso si no debería, incluso si no está bien.
Con todo lo que soy, con cada aliento que tomo, y cada latido de mi corazón.
Eso es lo mucho que amo a esta mujer. No sé cuándo ni cómo sucedió, pero
es innegable, indescriptible e irrompible.

—Llévame dentro —susurra.

Mi decisión está tomada antes de que las palabras salgan por


completo de su boca. En realidad, no hay forma de que pueda negarme a
ella, o a mí. La deseo demasiado, y por la expresión de sus ojos, sé que me
desea tanto como yo. Pero no contra un maldito auto con lluvia cayendo a
nuestro alrededor y sus labios volviéndose azules por el frío. La tomaré como
ella se merece. En una cama caliente con sábanas suaves y un toque suave.

—Agárrate fuerte, cariño, y no te sueltes.

Las palabras significan mucho más que sus piernas agarrando mi


cintura. No quiero que me deje ir, porque nunca podré dejarla ir. Todavía
estoy asustado de que la decepcione de alguna manera, de que no estaré allí
cuando ella más me necesite, pero mi corazón me exige que tome la
oportunidad.

Sus piernas se tensan a mí alrededor, y con mis manos sobre su


trasero, giro y me dirijo hacia la casa, subo los escalones, y atravieso la
puerta. No me detengo hasta que mis rodillas golpean la cama y la bajo
suavemente. Sus preciosos ojos azules me miran mientras extiendo mis
manos hacia atrás y me quito la camisa empapada. Su mirada baja y no es
repulsión lo que veo cuando mira mi pecho lleno de cicatrices, sino deseo
descarado. Todavía me sorprende que ella nunca haya visto mis cicatrices
como horribles.
Deslizo su abrigo y quito su camisa por sus brazos. Su estómago no
es perfectamente plano como algunas mujeres se esfuerzan por tener. Tiene
una ligera curva, pero es firme. Cuando le quito el sujetador y las copas
caen de sus pechos, se ven perfectos, aunque algunos dirían que no, porque
se han caído ligeramente debido a sus embarazos. Creo que se ve
completamente sin defectos.

Me mira con ojos lujuriosos mientras admiro su belleza por un


minuto. Sus manos están a los costados, y me encanta que no trate de
cubrirse.

Ella no debería y sería una pena si lo intentara.

Caigo de rodillas frente a ella y coloco mis caderas entre sus piernas.
La acerco al borde de la cama hasta que su cálido sexo se encuentra con mi
estómago. Beso sus suaves labios y la rodeo con mis brazos. Ella hace lo
mismo al poner sus brazos alrededor de mi cuello. Sus pechos se sienten
fríos contra mi pecho y me estremezco. No por la frialdad, sino simplemente
por tener su piel desnuda contra la mía.

Retrocedo y le doy una lluvia de besos en su mejilla, su cuello y sus


senos, hasta llegar a un pezón. Tomo la punta en mi boca y chupo
suavemente. No solo la escucho gemir, sino que también siento sus
vibraciones contra mi boca.

Después de prestar la misma atención a su otro pezón, la libero y


deslizo mis manos hacia el frente de sus jeans. Levanto los ojos y pregunto:

—¿Estás segura?

Asiente.

—Nunca he estado más segura —dice sin aliento.


No aparto mis ojos de ella mientras desabrocho y abro sus jeans.
Agarra la pretina y levanta sus caderas. Con el material mojado, lleva un
minuto deslizar el dril de algodón por sus piernas. Pasa sus dedos por mi
cabello cuando beso la parte superior de sus muslos, acercándome a su
centro. Puedo olerla y me vuelve loco. La necesidad de probarla es casi
incontrolable, pero tendrá que regresar más tarde. Necesito demasiado estar
dentro de ella. Necesito tomarla y hacerla mía.

Agarro el borde de sus bragas y las bajo por sus piernas. Su bonito
sexo está justo delante de mis ojos, y quiero devorarlo por completo. Con
mis dedos, mi lengua y mi miembro.

Mi eje se presiona en mis jeans, rogando ser el primero. Me pongo de


pie y hago un trabajo rápido de mis pantalones y calzoncillos. El calor de la
mirada de Gwen y la incertidumbre de lo que pensará una vez que le muestre
el resto de mis cicatrices, me mantienen quieto una vez que estoy
completamente desnudo. Mi pierna está más dañada que el resto de mi
cuerpo. He tenido múltiples cirugías e injertos de piel. Con la cantidad de
mi cuerpo quemado y la piel limitada que quedaba para usar como injerto,
los doctores sintieron que era mejor trabajar en mi rostro, pecho y brazo
primero, y luego ver si todavía era posible reconstruir mi pierna. Una vez
que terminaron mi rostro y mi pecho, no quedaba mucha piel disponible
para usar, así que mi pierna consiguió el final del maldito trato.

Tengo mis manos cerradas en puños cuando Gwen ve las brutales


cicatrices corriendo por mi pierna. La espantosa visión haría que incluso el
más fuerte enfermase del estómago.

Pero no a Gwen. Ella mira la piel retorcida y sus ojos se llenan de


lágrimas, no de disgusto. Me mira por un breve segundo, luego extiende su
mano temblorosa y la coloca sobre mi muslo. De nuevo, me sorprende
cuando siento su toque en el instante en que su mano aterriza sobre mí. La
sensación en mi muslo es más limitada que en mi brazo, por lo que la
sorpresa me tiene inhalando una fuerte respiración.

Cuando ella escucha mi aliento, quita la mano y me mira.

—Por favor —gruño—. Tócame.

Sus ojos vuelven a mi pierna y su mano se extiende de nuevo.


Comienza en mi cadera, y con una mirada de profunda concentración, pasa
lentamente su mano por mi muslo hasta mi rodilla. Sus ojos siguen el
movimiento y su frente se frunce cuando se encuentra con un parche de piel
particularmente feo. Ni una sola vez sus ojos me dicen que está horrorizada
por la vista.

Contengo la respiración y aprieto las rodillas cuando se inclina hacia


adelante y apoya sus labios en las desagradables cicatrices, luego comienza
a besarlas. Algo tan hermoso como ella nunca debería estar tan cerca de
algo tan aborrecible como mis cicatrices, pero no puedo detenerla. Estoy
hipnotizado al verla adorarlas, y se siente tan malditamente bien.

Cuando se acerca a mi cadera, no puedo evitar la reacción de mi


cuerpo. Mi miembro salta y se forma una bola de líquido pre seminal en la
punta.

—Maldición, Gwen —gimo. Mis manos se entrelazan a través de sus


gruesos mechones de cabello y la fuerzo a levantar su rostro—. No puedo
esperar más.

Ella se desliza hacia atrás en la cama, con las piernas dobladas, pero
abiertas, mostrando la parte de ella que tanto quiero.

—Hazme el amor, Alexander —susurra, levantando una mano hacia


mí.
Coloco una rodilla en la cama, entrelazo mis dedos con los de ella y
llevo su muñeca a mi boca, besando la suave piel. Coloco mi peso sobre ella
y sus piernas suaves se envuelven alrededor de mi cintura. Con su mano
todavía en la mía, pongo mis manos a cada lado de su cabeza. Mi pecho se
encuentra con el suyo, y sus puntiagudos pezones rozan mis pectorales. La
miro y no veo nada más que adoración en sus ojos. La punta de mi eje se
desliza contra su mojado sexo, y me obligo a no moverme hacia adelante.

—No tengo protección —digo con pesar.

Ella niega con la cabeza.

—Estoy tomando la píldora, y no... —Se detiene y traga saliva—. No


he estado con nadie desde Will.

Hasta ahora no me había dado cuenta de lo mucho que quiero tenerla


sin nada entre nosotros. Quiero sentirla de la manera más natural posible.

No me sorprende que no haya estado con nadie desde la muerte de su


esposo. Aprendí de nuestras conversaciones recientes, que no ha salido con
nadie desde que Will murió. Por qué ella me eligió para poner fin a su
celibato, nunca lo entenderé.

—No he estado con nadie tampoco.

Me niego a decir su nombre. Ella no pertenece aquí con nosotros en


este momento. No estoy seguro de poder pronunciarlo, aunque lo intentara
de todos modos

—¿Estás segura? —pregunto, necesitando que Gwen esté


completamente segura. Es un gran paso confiar en alguien lo suficiente
como para tener relaciones sexuales sin protección.
Ella asiente y enfatiza su respuesta levantando sus caderas, frotando
su humedad contra mi duro miembro. Desnudo mis dientes y siseo al
contacto.

Levanto mi cuerpo, miro hacia abajo mientras agarro la base de mi


miembro y alineo la punta. Tan pronto como la cabeza rompe en su fuerte
calor, mis bolas se tensan, y estoy a punto de explotar. Aprieto los dientes y
controlo mi orgasmo mientras lentamente me hundo dentro de ella, sin
querer dejar que termine tan rápido.

Dejo caer mi cabeza en el hueco de su cuello y me doy un momento


para calmarme. Sus músculos se cierran a mí alrededor, y gimo.

—Maldición, Gwen, no puedes hacer eso —gruño.

—Por favor muévete —gime en respuesta, moviendo sus piernas


contra mis caderas—. Necesito que te muevas.

Tomo una respiración profunda para moderarme, me apoyo en mis


codos. Mantengo mis ojos fijos en ella mientras lentamente llevo mis caderas
hacia atrás, y luego vuelvo a mecerme hacia adelante. Dejo caer mis labios
sobre los de ella, la beso mientras mantengo un ritmo constante con mis
caderas. Sus gemidos contra mi boca y el endurecimiento de su sexo me
dicen que ya está cerca, y agradezco por eso, porque no sé cuánto tiempo
más puedo aguantar.

Apenas hemos comenzado, pero con nosotros estando tanto tiempo


sin sexo, es imposible que dure.

Acelero mis embestidas y ella gimotea contra mis labios mientras


golpeo un punto particularmente sensible. Me acerco y levanto mi cabeza
para poder ver el puro éxtasis en su rostro. Sus ojos son brillantes y
desenfocados, sus mejillas tienen un hermoso tono rosado, y sus labios
están hinchados por mis besos y forman una O mientras jadea.
Cuando ella está al límite y estrangula mi miembro con su canal, juro
que he llegado al cielo. Comenzando en la base de mi eje, mi orgasmo me
golpea fuerte y rápido, y me hace gritar al techo. Mis embestidas se vuelven
frenéticas ya que ambos montamos las olas de placer orgásmica.

Dejo caer mi pecho hacia ella, asegurándome de que mi peso no la


aplaste. Nos quedamos allí en silencio, simplemente tratando de recuperar
el aliento. Sus manos perezosamente se frotan arriba y abajo por mi
resbaladiza espalda.

Después de un momento, levanto mi pecho unos centímetros y la


miro. El sudor humedece su frente y aparto los mechones húmedos de sus
mejillas.

—Hola —susurra con una sonrisa tímida.

La mirada conmueve mi corazón, y sonrío.

—Hola.

Beso sus labios, luego ruedo a mi lado y la giro para enfrentarme.


Enredo mis piernas con las de ella, pongo mi brazo alrededor de su cintura
y la acerco un poco más a mí. Sé que mi semen se está escapando de ella, y
estoy seguro de que probablemente se sienta incómoda, pero aún no estoy
preparado para dejarla ir. En unos minutos tomaré un trapo y la limpiaré.

Mientras permanezco allí después de uno de los mejores momentos


de mi vida, me pregunto cómo tuve la suerte de conocer a esta increíble
mujer. Este sentimiento que tengo profundamente en mis entrañas es algo
a lo que nunca quiero renunciar. No es el sexo hablando. Es algo que sentí
en el primer momento que la vi, algo que no reconocí en ese momento y aún
me cuesta nombrarlo, incluso ahora.

Amor no es una palabra suficientemente fuerte para lo que siento por


Gwen. Ni siquiera se acerca. Lo que siento por ella es profundo como el alma
y eterno, un sentimiento que me asusta hasta el infinito, pero es algo que
no puedo negar por más tiempo y lo conservaré para siempre.
19
Gwendolyn
—¿Me contarás sobre ella? —pregunto nerviosamente.

La mano que acaricia mi cadera se detiene, y quiero tragar las


palabras en mi boca. No debería haber preguntado. Ahora no es el momento,
y aunque lo fuera, puede que no esté listo. Aunque han pasado cuatro años
desde que fallecieron, el dolor sigue siendo muy crudo. Y por lo que sé,
puede que nunca quiera hablar conmigo sobre ella.

Todavía estamos en la cama después de hacer el amor. La lluvia sigue


cayendo y el viento se ha levantado, el primero hace un ritmo suave contra
el techo. Siempre me ha gustado el sonido de la lluvia golpeando el techo.

Me acuesto con la cabeza sobre el pecho y la mano debajo de la mejilla.


Han pasado treinta minutos desde que hicimos el amor, y todavía siento los
efectos de la dicha pura.

Abro la boca para disculparme y decirle que no necesita hablar de


ella, pero me detiene antes de que pueda. Su mano comienza lánguidamente
a frotar círculos en mi cadera cuando comienza a hablar.

—Clara fue una de las mujeres más dulces que he conocido. Era
bondadosa, generosa y muy hermosa.

Recuerdo la foto de su cajón. Ella no era hermosa, era preciosa.

—Tenía estas peculiaridades. Como girar su pelo alrededor de su


dedo. A veces lo encontraba molesto. Como cuando estábamos viendo una
película, su mano seguiría entrando y saliendo de la vista, lo cual era una
distracción. Otras veces, sería entrañable. Ella lo estaría haciendo y por
alguna razón, mis ojos lo captarían, y me sentaría allí durante varios
minutos mirando. Ella podría hacer esto en donde podría atar un mechón
de cabello en un nudo con solo tres dedos en la misma mano.

Mis ojos se posan en él y veo una pequeña sonrisa en su rostro. Su


expresión dice que está muy lejos, perdido en sus recuerdos.

—Era un hábito que recogió de su madre y esperaba que nuestra hija


retomara también.

La sonrisa lentamente se desvanece de su rostro.

—Tenía frío todo el tiempo y siempre tenía que tener algo en los pies.
Nunca la encontrarías sin al menos calcetines, pero la mayoría de las veces
usaba algún tipo de calzado. Ella y su familia eran de Florida, por lo que fue
un gran ajuste cuando se mudaron aquí. No creo que su cuerpo se haya
ajustado alguna vez. Odiaba tener frío. Por la noche, en la cama, siempre
calentaba sus pies helados poniéndolos contra mis pantorrillas.

Se ríe del recuerdo.

Me encanta escucharlo hablar de ella. Fue una gran parte de su vida


por tanto tiempo. Y me encanta que su amor fuera tan fuerte.

—Le encantaba el relleno de cerezas, como en un pastel, pero odiaba


las cerezas reales. Era lo contrario con el coco. Odiaba cualquier cosa con
el sabor del coco, pero amaba el coco en sí. Amaba alterar las palabras. En
lugar de patata, ella decía papa, y para espagueti, era sketti. —Su risa es
silenciosa cuando continúa—. Confundiría sus palabras de la manera más
divertida también. Como, trataría de decir, voy a lavar el auto, y saldría, voy
al auto a lavar. Algunos fueron bastante entretenidos.

Me río ligeramente y echo la cabeza hacia atrás para poder verlo.


—Parece que sería divertido estar con ella.

Él mira hacia abajo, luego mete un mechón de cabello detrás de mi


oreja, dejando que su dedo permanezca en mi mejilla.

—A ella le hubieras gustado —dice cálidamente.

—Estoy segura de que también me hubiera gustado —digo con


sinceridad.

Por mucho que me duela pensar que no tendría a Alexander en mi


vida si Clara y Rayne todavía estuvieran aquí, duele aún más saber el dolor
que sufrió cuando las perdió. Preferiría renunciar a mi propia felicidad para
asegurarme de que todavía tenía la suya. Solo espero que algún día él me
dé la oportunidad de hacerlo tan feliz como lo hizo Clara.

Beso el centro de su pecho antes de voltear, apoyar mi brazo sobre su


estómago y apoyar mi cabeza en él. Su brazo cuelga de mi cintura y apoya
su mano contra la base de mi espina dorsal.

—Lamento haberte asustado antes —dije mientras pasaba mis dedos


por las suaves cicatrices de su pecho. Por horripilantes que puedan parecer
para algunos, creo que son hermosas. Muestra su fortaleza y la historia de
su desgarrador pasado.

—¿Qué era tan importante como para conducir en un clima tan malo?

Él me mira y puedo decir que todavía está molesto. Calienta mi


interior saber que le importa lo suficiente como para preocuparse por mí.
Pero luego, odio que haya pasado eso que le recuerda el dolor.

—Quería verte. —Me muevo, así que me siento más derecha y me llevo
la sábana—. Después de hablar contigo por teléfono durante tanto tiempo,
sentí una gran necesidad de verte.
Dejo caer mi mirada, de repente me siento expuesta. No físicamente,
sino mentalmente.

Él agarra mi barbilla y me fuerza a mirarlo.

—Sé que reaccioné de forma exagerada, pero el pensamiento...

—Cierra los ojos por un momento, luciendo dolido, antes de volver a


abrirlos—. No puedo hacerlo otra vez, Gwen.

Termina en un susurro agonizante.

Me acerco más a él. Sé lo que está pensando, y quiero borrar el


pensamiento de su mente.

—No me pasará nada.

—No hay forma de que puedas prometer eso —argumenta.

Acuno su mejilla dañada, me inclino y beso sus labios.

—No puedo, pero puedo garantizar que seré tan cuidadosa como
pueda, y sé que me protegerás lo mejor que puedas.

Sus ojos se vuelven torturados mientras asimila mis palabras. Puedo


decir que quiere creerme, pero las experiencias pasadas y su culpa por no
haber salvado a su esposa y a su bebé le impiden hacerlo. Sostengo su
mirada, queriendo que vea la verdad. Sus ojos se mantienen cautelosos, y
me hace estar aún más decidida a mostrarle que es un hombre bueno y
honorable, y que lo que sucedió no fue de ninguna manera su culpa.

Por mucho que no quiera, necesito volver con los niños. Beso sus
labios una vez más antes de retirarme.

—Tengo que ir a buscar a los niños. Están en la casa de Jeremy y su


madre está almorzando. Estoy segura de que probablemente se estén
preguntando dónde estoy.
Él levanta su brazo de mi cintura y me deslizo hasta el borde de la
cama. Siento el ardor de él siguiéndome. Intento llevarme la sábana porque
de alguna manera mi ropa interior terminó en el otro lado de la habitación,
y todavía no estoy en la etapa de caminar descaradamente por la habitación
desnuda. Cuando me paro y tiro de la sábana, no se mueve. Me volteo y
miro lo que la detiene, y veo a Alexander sonriendo con la sábana apretada
en su puño.

Arqueo una ceja.

—¿Vas a dejarla ir pronto?

Su sonrisa crece.

—Pienso que la mantendré por un tiempo.

—Alexander —ruego.

—Nah, uh. —Niega con la cabeza, luego inclina su barbilla hacia


donde mis bragas están en el piso—. ¿Te vas a vestir?

Entorno mis ojos y sostengo su mirada durante varios segundos antes


de que una idea aparezca en mi cabeza. Dos pueden jugar este juego. Giro
mi talón, me aseguro de ajustar mis caderas mientras camino hacia mis
bragas. Con mis mejillas sonrojadas, y con más audacia de la que pensé que
era capaz, me inclino con mi trasero hacia él y recojo mis bragas del suelo.

Al oír un gemido detrás de mí, me giro para mirarlo con mi propia


sonrisa.

—Que me jodan —murmura—. Esa movida salió mal.

Me río y deslizo mis piernas por los agujeros y tiro de ellas hacia arriba
por mis caderas. Todavía me siento cohibida mientras camino hacia mi
sostén al final de la cama, especialmente porque mis pechos no son tan
firmes como solían ser. Su mirada agradecida dice que no tengo nada de
qué preocuparme.

Se para de la cama y mis ojos se mueven hacia la dureza que se


balancea entre sus piernas. Antes, cuando se quitó los jeans y los
calzoncillos por primera vez, mi concentración se atascó en las cicatrices
que subían y bajaban por su pierna, por lo que a pesar de que estaba más
o menos en mi rostro, no pude ver bien su erección. Y luego, él estaba
cubierto por la sábana. Ahora bien, no puedo quitar mis ojos de eso. Él es
enorme, tan grande que es una maravilla encajar dentro de mí sin
desgarrarme en dos.

Mis ojos se abren, y aunque su tamaño es muy intimidante, mi cuerpo


se calienta al recordar lo bien que se sintió deslizándose dentro y fuera de
mí.

Su risa tiene mis ojos acercándose a los suyos, y siento un rubor subir
por mis mejillas al ser sorprendida comiéndomelo con los ojos.

—Sigues mirándome así y llamarás a Jeremy para avisarle que tendrá


a los niños por un par de horas más.

Su risa es profunda cuando dejo caer mi mirada y me giro. Diviso mi


camisa a un par de metros de distancia y mis jeans al lado, los agarro y me
los pongo. Tiemblo cuando el material frío y húmedo toca mi piel. Mi camisa
no tiene botones. Me doy la vuelta para pedirle una camisa y,
afortunadamente, veo que está vestido con los mismos jeans y camisa
térmica que tenía antes, a pesar de que obviamente están mojados. En
silencio, él me tiende una camisa. Me la pongo y sigo oliendo el material
suave.

Levanto la chaqueta del suelo y salimos de la habitación. Gigi sale


trotando de la cocina y se encuentra con nosotros en la puerta de entrada.
Le doy unas cuantas caricias antes de que abra la puerta y salgamos. La
lluvia se ha detenido y hay algunos rayos de luz solar que se filtran a través
de las nubes.

Antes de que pueda bajar los escalones, me da la vuelta para mirarlo,


sin apretar, me rodea la cintura con los brazos y apoya las manos en la parte
inferior de la espalda.

—¿Qué tal si los niños y tú vienen a cenar mañana por la noche? —


sugiere.

Sonrío, porque, bueno, no puedo evitar sonreír. Me encanta que él


quiera que regresemos. Me encanta que quiera pasar tiempo con los niños.
Y me encanta que parece estar trabajando más allá de sus problemas.
Nunca hemos hablado de lo que sucede entre nosotros, pero los dos
sabemos que hay algo allí.

—Me encantaría, y sé que los niños también lo harán.

—Estupendo.

Deja caer la cabeza y pasa los labios por los míos antes de apoyarlos
más firmemente en mi boca. Amo la forma en que sabe y la forma en que
me besa. Sus brazos se tensan a mi alrededor, acercándome a él, y hundo
mis dedos en sus costados mientras enredamos nuestras lenguas. Mi núcleo
comienza a latir con una necesidad renovada, y ojalá tuviéramos más
tiempo. Mi cuerpo está agradablemente dolorido, pero no me impide
desearlo de nuevo. Por su profundo gemido, tampoco se opondría a la idea.

El crujido de los neumáticos en el camino de entrada es lo que nos


separa. Nos separamos y giramos la cabeza para ver un auto blanco que
conduce hacia la casa.

—Maldición —murmura Alexander cuando el automóvil se detiene. Él


deja caer los brazos y retrocede un paso.
—¿Quién es? —pregunto, volteando hacia él.

Sus ojos dejan el auto el tiempo suficiente para que me mire y diga:

—Mis padres —antes de mirar de regreso.

La sorpresa deja mi boca abierta, luego los nervios comienzan a tomar


el control.

—¡Espera! ¿Qué? —chillo.

Alexander se vuelve hacia mí, ve mi ansiedad y alcanza mi mano.

—Oye —dice, doblando las rodillas para mirarme directamente a los


ojos—. No hay nada de qué preocuparse.

La puerta de un auto se cierra detrás de nosotros. No tengo más


remedio que asentir. No tengo tiempo para enloquecer o acostumbrarme a
la idea de conocer a sus padres. No es que no quiera; de hecho, realmente
quiero hacerlo. Es solo que me hubiera gustado tener más tiempo para
prepararme.

Un hombre alto con la piel curtida, cabello castaño oscuro y ojos


amables se acerca caminando, con una mujer menuda con el pelo rubio
arena pegado a su costado. Tan pronto como la mujer ve a Alexander y a mí
de pie en el porche, ella se aparta del hombre y se precipita hacia adelante,
su mano vuela hacia su boca. Alexander suelta mi mano y baja los
escalones, encontrándose con ella en la parte inferior. Cuando él la abraza
en sus brazos, ella es tan pequeña en comparación con él que lo único que
puedo ver es sus brazos envueltos alrededor de su cintura.

Las palabras murmuradas vienen de ella, pero son tan bajas que no
puedo oírlas. Miro más allá de ellos y veo al hombre mirándome con
curiosidad. Ofrezco una sonrisa insegura y una esquina de su boca se
levanta.
Un momento después, Alexander y su madre se separan, y escucho
su voz suave:

—Hola, mamá.

Ella pone sus manos a ambos lados de su rostro y baja su cabeza para
besar su mejilla antes de retroceder para dejar que el hombre se adelante.
Se abrazan con fuerza, palmean sus espaldas y luego retroceden.

—Hay alguien que quiero que conozcas —dice Alexander, luego


retrocede para que su madre pueda verme.

Aprieto las manos nerviosamente mientras dan los pocos pasos hacia
el porche donde aún estoy parada. Alexander viene a mi lado y envuelve un
brazo alrededor de mi cintura.

—Mamá, papá, esta es Gwendolyn. —Me cierne—. Gwendolyn, esta es


Helen, mi madre y David, mi padre.

—Es un placer conocerlos a ambos —digo, tendiéndole la mano a


Helen.

Ella se ve tan sorprendida como yo, pero se recupera rápidamente.


Espero estrechar su mano, pero ella me sorprende cuando me toma en sus
brazos. Estoy rígida por una fracción de segundos antes de rodearla con mis
brazos. La cabeza de Helen solo llega a mi nariz. Ella es una cosa tan
pequeña, pero sus brazos están apretados a mi alrededor.

Cuando ella da un paso atrás, David se adelanta y me abraza también.

—Es un gusto conocerte, cariño —dice después de retroceder.

—Gwendolyn —comenta Helen—. Ese es un nombre muy bonito.

—Por favor, llámame Gwen. La mayoría lo hace.

Ella niega con la cabeza y sonríe.


—Me quedaré con Gwendolyn, si está bien.

Asiento y le ofrezco mi propia sonrisa.

—De acuerdo.

Helen se vuelve hacia Alexander.

—No sabía que estabas viendo a alguien —regaña a la ligera, pero hay
una luz en sus ojos.

Él le ofrece una media sonrisa, me mira y luego responde:

—No fue hasta hace poco.

Ella se para frente a nosotros, con las manos cruzadas debajo de la


boca. Sus ojos brillan con lágrimas mientras nos mira.

—Bueno, esto es una buena noticia.

Aunque nos acabamos de conocer y Alexander y yo no nos conocemos


desde hace mucho tiempo, tengo la sensación de que Helen ve algo de lo que
Alexander y yo ni siquiera hemos hablado; la seriedad de nuestra relación y
hacia dónde va. Sé a dónde quiero ir, y estoy bastante segura de que él
también lo hace. Sin embargo, Helen parece que ya se está imaginando el
día de nuestra boda. Me reiría si no fuera por el hecho de que, en el fondo,
también me lo he imaginado y quiero que se haga realidad.

—¿Qué están haciendo aquí chicos? —pregunta Alexander,


deslizando su brazo hacia mí.

David lo mira con simpatía.

—Una vez que le diste la autorización, la mantuve alejada todo el


tiempo que pude.
Helen da una palmada en el estómago de su marido, pero le dice a
Alexander:

—No podía esperar más. Te extrañaba y ha sido demasiado tiempo.

Alexander se aclara la garganta, pareciendo molesto por alguna razón,


pero simplemente asiente.

—Me alegra que estén aquí.

Algo se siente extraño, casi tenso, y me pregunto si algo pasó entre


Alexander y su familia. Es bueno que no pueda quedarme, porque creo que
necesitan tiempo solos.

—Odio ser tan grosera, pero tengo que irme. —Me vuelvo hacia
Alexander—. Los niños me están esperando.

Antes de que él pueda responder, escucho a su madre preguntar:

—¿Tienes hijos?

Me vuelvo hacia ella.

—Sí. Kelsey, mi niña, tiene ocho años. Y mi hijo, Daniel, tiene seis
años.

Sus ojos se mueven hacia Alexander. Tanto la euforia como un toque


de tristeza se reflejan en su rostro.

—¿Podemos conocerlos? —pregunta con una esperanza no


disimulada. La expresión de su rostro y saber que ha perdido a una nieta
obstruyen mi garganta.

Agarro su mano y le doy un apretón firme. Con mis ojos, le digo que
entiendo su dolor. Ella me sonríe tristemente.
Estoy de acuerdo con que los niños conozcan a sus padres, pero aún
le dejo la decisión a Alexander, ya que son sus padres, y me preocupa que
esto sea algo para lo que aún no está preparado.

No necesito haberme preocupado. Él me mira y le doy un sutil


asentimiento.

—Vendrán a cenar mañana por la noche. Puedes conocerlos entonces.

La sonrisa que se dibuja en el rostro de Helen la hace parecer diez


años más joven.

Los dejamos en el porche y Alexander me acompaña hasta mi


camioneta. Una vez que estoy en la puerta del lado del conductor, él me
abraza. Me siento rara con sus padres en el porche con una vista clara de
nosotros, pero de todos modos, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.

—Lo siento por eso. No tenía idea de que venían de visita.

—Está bien —aseguro—. Parecen personas maravillosas.

Él asiente.

—Lo son. ¿Estás segura de que no te importa traer a los niños mañana
para conocerlos? Podemos hacerlo en otro momento.

Estoy negando con la cabeza antes de que termine.

—Mientras estés de acuerdo con eso, yo también.

Baja la cabeza y me besa ligeramente en los labios.

—Te veo mañana —murmura, luego extiende su mano detrás de mí y


abre mi puerta.

No quiero dejarlo, pero sé que tengo que hacerlo. Retrocedo un paso


y me siento detrás del volante. Tan pronto como la puerta se cierra y
enciendo la camioneta, bajo la ventana. Se inclina y me da otro beso antes
de retroceder.

Me alejo con una gran sonrisa en mi rostro, sintiéndome más feliz y


más esperanzada de lo que me he sentido en mucho tiempo.
20
Gwendolyn
Yo: Nos vamos. Estaremos allí en veinte minutos.

Pulso enviar, luego llamo a los niños, haciéndoles saber que es hora
de irse.

Decir que están emocionados de conocer a los padres de Alexander es


un gran eufemismo. Bueno, Daniel muestra su entusiasmo, pero puedo
decir que la idea es agradable para Kelsey también por la mirada en sus
ojos. No tengo familia y no es frecuente que vean a los padres de Will porque
viajan mucho. Además de mí, Emma, los padres de Will, y ahora las pocas
personas más cercanas en la ciudad con las que han crecido, no tienen a
nadie más.

Y ahora Alexander y sus padres. Sonrío ante la idea.

Daniel sale corriendo de su habitación, con varias de las figuritas que


Alexander le dio, aferradas en su mano. Me informó antes de que quería
llevarse algunas con él para demostrar a Alexander que estaba cuidando
bien de ellas como prometió.

Kelsey sale a un ritmo más tranquilo, y me complace ver que está


usando los libros de crucigramas caseros de nuevo. Ha sido así desde que
Alexander habló con ella. Esa charla ha hecho un mundo de bien para mi
niña. Todavía no me ha hablado, pero veo que se ve más feliz de lo que ha
sido desde que Will murió. Ha pasado un mes desde que la oí hablar con
Alexander, pero espero que, con el tiempo, me hable. Todas las noches desde
que la oí pidiendo a Dios que ayudara a Alexander, ella rezó lo mismo. No
creo que se haya olvidado de su padre; es más, ella finalmente está
aceptando que él no volverá a casa. Creo que encontró paz con eso.

—¿Están listos? —pregunto.

Daniel grita su sí, mientras Kelsey asiente, el indicio de una sonrisa


se dibuja en su rostro. Es tan difícil para mí mirarla cuando veo una
emoción más feliz en su rostro, porque quiero estrecharla en mis brazos y
abrazarla fuertemente.

Decidimos no traer a Pepper a este viaje ya que hace poco tuvimos


que esterilizarla y ella necesita descanso, así que Daniel le dice adiós
mientras agarra el plato de guisado con conchas de queso y brécol
horneadas. El miedo se forma en mi vientre mientras salgo de la calzada.
Aunque ya he conocido a sus padres, estoy ansiosa y nerviosa. Sé que es
estúpido, porque parecían personas muy simpáticas, pero ¿y si no me
gustan? ¿Qué pasa si no entienden el mutismo de Kelsey y piensan cosas
horribles sobre ella? ¿Y si la disposición enérgica de Daniel es demasiado
para ellos?

Si ese es el caso, obviamente no creo que mis hijos o yo tengamos algo


que hacer con ellos, pero sé que le hará daño a Alexander si no podemos
estar con sus padres. Mis hijos vienen primero y siempre lo harán, no
importa qué, pero odio pensar en que haya cualquier cosa negativa entre
Alexander y yo.

Me detengo en la señal de stop y enciendo mi luz intermitente para


bajar el largo camino que conduce a la casa de Alexander. Asegurándome
de que no haya nadie que venga de cualquiera de los dos lados, presiono el
pedal del acelerador y avanzo.

Sucede antes de que me dé cuenta. Se escucha un fuerte sonido antes


de que el duro golpe venga desde detrás de nosotros. Algo cruje, y el impacto
del golpe arroja mi cabeza a un lado, donde se golpea contra la ventana. El
dolor instantáneamente estalla en mi cabeza, pero no tengo tiempo para
sentirlo realmente antes de que me arrojen al otro lado mientras el auto
rueda a un lado. La única cosa que me mantiene en el lugar es el cinturón
de seguridad clavado en mi hombro y estómago.

Oigo a Daniel gritando desde el asiento de atrás y a Kelsey gimiendo


mi nombre cuando el auto se detiene sobre el techo.

Mi cabeza late con un ritmo errático y mi visión comienza a nublarse.


Intento parpadear para alejar la confusión, pero cada vez que cierro los ojos,
me resulta más difícil abrirlos de nuevo.

—¡Mamá! —grita Kelsey de nuevo, y lo único que puedo pensar


mientras mi visión se llena de puntos negros es cuánto tiempo he esperado
para escucharla llamarme mamá otra vez. Antes de que la oscuridad me
consuma, elevo una oración silenciosa rogándole a Dios que permita que
mis hijos estén bien.
Alexander
Miro hacia abajo a mi teléfono por lo que parece ser la centésima vez,
y la pantalla todavía muestra que no hay ninguna notificación. Me levanto
del sofá y comienzo a pasear. Mi papá, que ha estado viendo un viejo partido
de fútbol, silencia la televisión.

—¿Qué te pasa? —pregunta.

Mis pies me llevan hacia adelante y hacia atrás sobre la alfombra


marrón, y apenas evito la mirada cuando le contesto.

—Gwen. Me envió un mensaje hace treinta minutos diciendo que


estaba en camino —miro mi teléfono de nuevo, sólo para que se vea igual
que hace diez segundos—. Debería de estar aquí ya.

—Siéntate, hijo. Estoy seguro de que sólo ha tenido que detenerse en


alguna parte o había un poco de tráfico.

Le disparo una mirada que le dice que sus sugerencias son ridículas.

—¿Has olvidado cuando vivías aquí? No tenemos tráfico en Cat's


Valley.

—Es cierto, pero probablemente se detuvo en la tienda y agarró algo


para la cena.

Un golpe fuerte que proviene de la cocina tiene mi cuerpo


sacudiéndose. Mi madre grita:

—¡Lo siento! —Antes de volver a cocinar la cena que insistió en hacer.

El temor se forma en mi estómago sin razón aparente. Es sólo un


presentimiento de que algo no está bien. Algo no va bien, maldición.
Uno de los cachorros, del que mi madre se enamoró e informó a mi
padre que estaba buscando una casa, comienza a ladrar. Pensando, sin
esperanza, que es Gwen y los niños frenando en la entrada del auto, camino
rápidamente hacía la puerta y casi la arranco al abrir. Reviso el patio,
compruebo el camino de entrada y el camino frente a mi propiedad y no veo
su auto.

Uno de los cachorros corre a mi lado por la puerta, me agacho, lo


recojo, y lo llevo dentro.

Traigo a la vida la pantalla de mi teléfono y mascullo cuando no revela


nada.

Mi mamá sale de la cocina, limpiándose las manos con un trapo, y me


ve de pie junto a la puerta. Estoy seguro de que mi rostro revela mi
preocupación.

—¿Qué pasa, querido? —pregunta, acercándose a mí.

—Gwen debería haber llegado aquí hace diez minutos.

Con la comprensión de muchos amaneceres en su rostro, coloca una


mano en mi brazo. El gesto es para consolar, pero no surte efecto en mí.

—Estoy segura de que están bien.

Asiento con la cabeza y trato de forzar una sonrisa, pero sé que sale
desinflada. Algo me dice que no están bien. Mi mente grita que algo les pasó.

—Vamos —dice, señalando la cocina detrás de ella—. Puedes


ayudarme con la ensalada.

—No…

El timbre de mi teléfono me detiene y de inmediato lo saco para mirar


la pantalla.
Gwen está llamando.

El alivio inmediato me golpea.

Paseo mi dedo por la pantalla y la acerco a mi oído.

—Gwen, ¿dónde...?

—A… Alexander —La voz llorosa de Kelsey me interrumpe.

El hielo reemplaza la sangre en mis venas ante el sonido de su


espantoso tono. La mano en mi teléfono se aprieta, y tengo que forzarla a
relajarse antes de aplastar el dispositivo.

—Kelsey, ¿qué pasa, cariño? —Mi voz sale tensa.

—T… tuvimos un… un accidente y la… la c… camioneta se ha volcado


—suelta.

Mi corazón se siente como que está tratando de salir fuera de mi


pecho, así que tomo una respiración profunda y trato de calmarme antes de
que lo haga. Kelsey está bastante alterada, así que necesito mantener la
calma para ella, a pesar de que cada maldita emoción dentro de mí intenta
llevarme a un agujero oscuro. Los recuerdos intentan salir a la superficie y
tomar cada pedacito de fuerza que tengo, pero los hago retroceder. Mantengo
la cabeza baja y los ojos clavados en mis pies, forzándome en concentrarme.

—¿Dónde están Daniel y tu mamá? ¿Estás bien? —le pregunto a


Kelsey con voz ronca.

—Sí. Dan… Daniel está aquí. Y… yo y él estamos bien.

Cuando menciona su nombre, lo oigo gritar en el fondo.


Parte de mi preocupación disminuye al saber que está vivo, pero aún no ha
respondido a mi pregunta.

—Kelsey, ¿dónde está tu mamá?


En vez de contestar, comienza a llorar por teléfono, y juro que mi
corazón se detiene y se cae a mis malditos pies.

Escucho a mi mamá hablando conmigo y veo a mi papá caminando,


pero los aparto a ambos.

—Kelsey —digo con más fuerza, pero trato de mantener mi tono


tranquilo—. Tu mamá... ¿dónde está?

Sorbe un par de veces y luego finalmente dice:

—E… está todavía en el asiento delantero. Seguimos llamándola, pero


no despierta y tiene sangre en su cabeza.

Eso es todo lo que se necesita para que mis piernas fallen, y me hundo
de rodillas, justo allí en frente de mi mamá y papá. La agitación comienza
en mi estómago, y siento que voy a vomitar. Un zumbido comienza en mis
oídos y los bordes exteriores de mi visión comienzan a difuminarse. Mi pecho
se levanta rápidamente y un hormigueo se forma en las puntas de mis
dedos. Sé que estoy al borde de un ataque de pánico y no hay nada que
pueda hacer al respecto.

Lo único que me trae de vuelta es el agarre duro en mi hombro y el


gemido de Kelsey:

—Tengo miedo, Alexander.

Concentro mi mirada y veo los ojos llenos de lágrimas de mi madre


que me miran. Está en el suelo delante de mí, con mi papá a su lado, su
mano en mi hombro.

A mi padre le digo:

—Toma mis llaves del bar. Gwen y los niños han tenido un
accidente. No tengo tiempo para explicar más, y por suerte no preguntan.
Se levanta y saca las llaves de su bolsillo.

—Tomaremos el mío.

—¿Sabes dónde estás, Kelsey? —La pregunta apenas sale por mi


gruesa garganta.

Empujo más allá de la enferma sensación de mi estómago y me


levanto sobre mis temblorosas piernas. Ya estamos saliendo por la puerta
cuando Kelsey contesta.

—Estábamos s… sólo girando en la carretera que conduce a tu ca…


sa.

Le transmito la información a mi madre y le digo que llame al 911.


Ella saca su teléfono e inmediatamente comienza a marcar.

Corro hacia el auto de mis padres, sintiéndome como si alguien


estuviera dentro de mi pecho y estuviera apretando mi corazón con guantes
forrados de agujas. Sintiendo mi urgencia, ambos corren detrás de mí,
entrando en el auto sólo segundos después de mí.

—Vamos, Kelsey —le prometo con voz ronca—. Sólo quédate al


teléfono conmigo, ¿de acuerdo?

Su “de acuerdo” suena tan pequeño y frágil.

Oigo a mi madre en el asiento de atrás hablando con un operador del


911, explicando todo lo que puede sin tener ningún detalle excepto la
ubicación y que hay una mujer inconsciente y dos niños. Mi papá sale de la
calzada, y me alegro de que decidiera conducir. No estoy seguro de que
pudiera hacerlo en este momento. Mi teléfono golpea repetidamente contra
mi oído debido al temblor de mi mano.

Está a sólo cinco minutos de mi casa, pero nos lleva menos de dos.
Hay dos autos situados al azar a un lado de la carretera. Uno tiene el
extremo delantero totalmente aplastado con el parabrisas delantero
destrozado. Incluso a través del vidrio roto, se puede ver la sangre salpicada
en el interior.

Tan triste como es esto, ya que parece que el conductor


probablemente está muerto, mi única preocupación es el otro auto, el que
está volcado. Bajo del auto, mis ojos nunca se apartan de Gwen. Mis piernas
se sienten entumecidas mientras me acerco. A través de la ventana
reventada, puedo ver el cabello castaño oscuro de Gwen. No su rostro, no
su cuerpo, sólo su maldito cabello.

Mis piernas se paralizan en su lugar a poco más de medio metro de


distancia. Mi pecho se siente como que hay una roca de diez toneladas
encima en él. El teléfono que todavía tengo agarrado en mi mano se cae de
mis dedos. No lo oigo golpear el suelo. No oigo a mi padre llamarme o lo veo
correr hacia la camioneta de Gwen mientras mi mamá va a comprobar a los
ocupantes del otro auto. No lo veo ayudando a Kelsey y a Daniel a salir o
escucho sus gritos histéricos. No oigo cuando Daniel me advierte y comienza
a gritar mi nombre. No oigo los lejanos sonidos de sirenas que todavía están
muy lejos.

Mis ojos se centran en el cabello marrón enmarañado. Es como si


tuviera visión de túnel y eso es todo lo que puedo ver, nada más existe.
Entonces la visión cambia, y son los ojos suplicantes de Clara los que veo.
Son sus gritos roncos suplicándome que salve a Rayne lo que oigo. Es el
deformado rostro de Clara después de que el agua la tragara y el abismo
negro en el asiento trasero mientras buscaba a Rayne cuando me sacaron
del auto. Son los gritos de Rayne y el silencio retumbante cuando se
detuvieron abruptamente.

Luego todo cambia de nuevo. Clara es reemplazada por Gwen. Es el


cabello castaño de Gwen que flota en el agua, casi dándole una apariencia
etérea. Es la mirada azul aterrorizada de Gwen la que me ruega
silenciosamente. Es la mano de Gwen quien intenta alcanzarme, y no puedo
agarrar.

Algo en mí se rompe, y me precipito de vuelta al aquí y ahora. Todo se


vuelve a enfocar de una vez. Mi corazón palpita contra mi caja torácica
cuando me doy cuenta de que he estado aquí mucho tiempo mientras Gwen
ha estado en el auto, tal vez muriendo. Ese pensamiento tiene mis pies
golpeando contra el pavimento mientras corro hacia la camioneta.

A tres metros de distancia, un grito histérico me hace mirar a la


izquierda. Mi papá tiene a Kelsey en sus brazos. Ella está gritando "mamá"
una y otra vez mientras lucha con todo lo que tiene, tratando de liberarse y
correr de regreso a la camioneta. Sus brazos están extendidos, sus dedos se
abren y cierran patéticamente, como si trataran de agarrar a su mamá.
Puedo ver que mi padre está teniendo dificultades para mantenerla quieta.
Si no fuera por la urgencia de la situación, me sorprendería de su fuerza.

Miro hacia atrás, al auto arruinado de Gwen y a su cabello castaño,


me arriesgo y corro un poco hacia Kelsey y mi papá. Necesita calmarse antes
de que se lastime. Nunca sería capaz de vivir conmigo mismo si algo le
pasara.

Me detengo delante de ellos, pero es como si Kelsey ni siquiera me


viera. Sus ojos están frenéticos mientras se esfuerza por mirar alrededor de
mí hacia la camioneta y grita por su madre. Pongo mis manos en sus mejillas
y me coloco completamente delante de ella, bloqueando su vista de la
camioneta. La vista de sus ojos rojos e hinchados, sus mejillas empapadas
de lágrimas, su pecho levantado y su cuerpo tembloroso obstruyen mi
garganta. Rápidamente hago balance del resto de ella y me alegro cuando
sólo veo un pequeño rasguño en su mejilla.

Sus ojos están en mí ahora, pero permanecen desenfocados, las


pupilas dilatadas, y sé que todavía no me ve. Su lucha se ha ralentizado
ahora que no es capaz de ver el auto, pero no ha muerto por completo. Mi
padre todavía está doblado con un brazo envuelto firmemente alrededor de
su cintura y otro alrededor de la parte superior de su cuerpo.

—Kelsey —llamo. Cuando todavía mira a través de mí, digo su nombre


con más fuerza y la sacudo ligeramente, necesitando obtener su atención
rápidamente para que pueda llegar a Gwen—. ¡Kelsey!

Sus pupilas finalmente se encogieron y sus ojos se centraron en mí.


La súplica en ellos me recuerda a los de Clara cuando me rogó que salvara
a Rayne. Tengo que apretar los dientes y obligarme a no bajar por ese oscuro
agujero de recuerdos.

—Necesito que te calmes para mí, ¿de acuerdo? Voy a ir a buscar a tu


mamá, pero necesito que te quedes aquí con David. Él es mi papá y se
ocupará de ti —me detengo, asegurándome de que me oye, y luego
pregunto—: ¿Puedes hacer eso por mí?

Sólo le toma un par de segundos antes de asentir.

—Está bien —gruñe.

Me inclino hacia adelante y le beso la frente, luego retrocedo. Mis ojos


se levantan brevemente hacia mi padre. Él me da un guiño, y sé que la
cuidará. Miro a su alrededor rápidamente y estoy satisfecho cuando veo a
un Daniel llorando en los brazos de mi madre a pocos metros de distancia.

Mi estómago se desploma cuando vuelvo al auto.

No puedes tenerla, le pido silenciosamente a Dios. Ya me has quitado


suficiente. Apenas sobreviví la última vez. Sé que no podré una segunda vez.
Ella es mía y la necesito. ¡Me niego a dejar que te la lleves!

Cuando me detengo a su lado del auto, todavía no veo su rostro. Se


ha vuelto ligeramente hacia un lado y su cabellera gruesa cae, ocultándola
de la vista. Puedo ver su cuerpo, sin embargo, ya que cuelga al revés del
cinturón de seguridad todavía abrochado. El volante mantiene sus piernas,
pero sus brazos cuelgan sin vida, sus manos descansan en el techo.

Caigo de rodillas, no sólo porque necesito estar en el suelo para poder


llegar hasta ella, sino porque mis rodillas ya no me sostienen.

—Gwen —susurro con voz ronca.

No esperaba una respuesta, no me sorprende cuando no consigo una.


Las lágrimas empañan mi visión, pero parpadeo para enjugarlas. No puedo
permitirme perder la vista ahora mismo. Eso puede venir más tarde.

La puerta no se mueve cuando trato de abrirla. Hay vidrio en el


pavimento, pero no lo siento, aunque corto mis manos cuando empujo mi
parte superior del cuerpo a través de la ventana y suavemente empujo su
cabello hacia atrás.

Mi corazón se detiene y siento un sudor frío cuando veo el gran corte


en su cabeza, empezando por su cabello y deteniéndose en el borde exterior
de su ceja. Un profuso goteo de sangre cae del profundo corte, y cuando
miro hacia abajo, veo el pequeño charco de sangre. Un miedo helado se
hunde más profundamente en mis entrañas.

Enmiendo mi pensamiento anterior.

Por favor no me la arrebates. Por favor, déjela estar bien. No puedo


perderla también. Kelsey y Daniel no pueden perderla. Todos la necesitamos
demasiado. Es demasiado importante.

Deslizo los dedos a lo largo de su cuello hasta llegar al punto donde


debería haber pulso. Al principio no lo siento, y muero por dentro, pero
entonces un toque débil golpea la punta de mis dedos. Luego otro un
segundo más tarde. Es débil. Demasiado débil, pero está ahí, y me da
esperanza. Sólo oro para que no sea una falsa esperanza.
Necesito liberarla del cinturón de seguridad, pero no quiero sacudirla
demasiado por miedo a hacerle más daño, inclino mi cuerpo debajo de ella
y me acuesto sobre mi espalda para mirarla. Su cabello cubre mi pecho,
justo debajo de mi rostro, y la sangre que gotea del corte empieza a empapar
mi camisa.

—Voy a sacarte de aquí, nena —le digo silenciosamente—. Sólo espera


por mí, ¿de acuerdo? La ambulancia está casi aquí. Sólo necesito que
aguantes.

Sé que está inconsciente y que probablemente no me escucha, pero


ayuda hablar con ella. Hace que la posibilidad de perderla parezca menos
real. No puedo pensar en eso ahora, porque me volveré a paralizar. No pude
salvar a Clara y a Rayne. Estaré condenado si no salvo a Gwen.

Separo mis dedos tanto como puedo, pongo mi palma contra su pecho
y levanto mi cuerpo levemente. Cuando suelto el cinturón de seguridad, con
mi mano en su pecho y mi cuerpo a sólo treinta centímetros del suyo,
lentamente la bajo hacia mí. Muevo sus piernas para que caigan de detrás
del volante.

El alivio inmediato me alcanza cuando siento su cuerpo caliente


contra el mío, pero es de corta duración, porque sé que no está fuera de
peligro. El corte en su frente es profundo y hay una posibilidad de que pueda
haber sangrado interno en su cerebro. Sin mencionar que podría haber daño
en otras partes de su cuerpo. Por la breve mirada que obtuve cuando puse
la cabeza por primera en el interior de la camioneta, no vi nada más mal con
ella en el exterior, pero eso no significa que no podría haber algo mal en el
interior.

Alejo ese pensamiento más allá del pánico que intenta anticiparse.
Envuelvo un brazo alrededor de la parte superior de su cuerpo y trato
de mantenerlo lo más quieto posible, así no la sacudo cuando empiezo a
desplazarnos a ambos por la ventana centímetro a centímetro.

La tengo a mitad de camino, cuando el espacio se hace demasiado


pequeño. Estoy a punto de llamar a mi papá cuando siento unas manos en
el brazo que he envuelto alrededor de ella. Levanto la cabeza y miro por la
ventana para ver a mi padre de rodillas, listo para ayudar.

—Ten cuidado. Tiene una gran herida en la frente y no conocemos


otras lesiones.

Asiente y desliza sus brazos debajo de sus hombros mientras levanto


la parte superior de sus muslos lo mejor que puedo con la parte superior del
cuerpo todavía en la camioneta. Una vez que sus piernas están fuera, me
desplazo tan rápido como puedo hasta que estoy fuera. Mi papá la tiene
tendida sobre su espalda, y me arrastro hasta que estoy sobre ella. Su rostro
está fantasmalmente blanco y me asusta demasiado. Aunque solo sentí su
pulso hace un momento, la necesidad de sentirlo de nuevo tiene mis dedos
volviendo a su garganta.

Justo cuando siento el leve palpitar de nuevo, una voz viene de detrás
de mí.

—Señor, necesitamos que retroceda.

Un segundo después, una bolsa médica está puesta a mi lado y luego


un paramédico se pone de rodillas en el otro lado, mientras el otro espera a
que salga del medio.

Quiero insistir en que no voy a ninguna parte, que no puedo dejarla,


pero sé que tengo que moverme para que ellos hagan su trabajo.

No me pongo de pie, sólo retrocedo varios pies y me siento en mis


talones. Mi respiración entra en jadeos mientras observo impotente cuando
toman sus signos vitales y deslizan un cuello ortopédico. Mi cuerpo se siente
completamente entumecido, todo excepto mi corazón. Cada pesado latir
envía un dolor agudo a través de mi pecho. Cierro mis manos en puños tan
apretados que mis nudillos duelen. Las lágrimas se escapan de mis ojos,
quemando mis mejillas.

Siento una mano en mi hombro y miro hacia arriba. Mi papá está


parado allí observándolos trabajar en Gwen también, una mirada de
profunda tristeza arruina su rostro. Mis ojos pasan junto a mi mamá, que
tiene a Daniel y Kelsey en sus brazos. Ambos están llorando y tienen los ojos
clavados en Gwen acostada inmóvil en el pavimento.

La mirada de Kelsey se retira de su mamá lo suficiente para mirarme,


y levanto mi brazo hacia ella, indicando que quiero que vengan a mí. Los
necesito en mis brazos ahora, y sé que ellos también me necesitan. Mi mamá
ve mi brazo levantado y deja a los niños ir. Kelsey, con la mano de su
hermano en la suya, los dirige a mí.

Abro los brazos y se estrellan contra mi pecho. Cierro los ojos y


agradezco a Dios que ambos están bien, entonces suplico a Dios en el mismo
aliento, que su madre también lo estará. Abro los ojos y veo a Gwen en una
tabla espinal.

Los chicos lloran contra mis hombros, y quiero mantenerlos contra


mí hasta que sepa que Gwen está bien, pero también tienen que ser
revisados.

Como si sintiera mis pensamientos, otro paramédico viene a


arrodillarse junto a nosotros, con su bolsa médica en la mano. Libero a los
niños y trato de retroceder, pero se aferran a mí. Permito que sus brazos
permanezcan a mi alrededor, pero inclino mi cabeza hacia atrás para poder
mirarlos. Sus labios tiemblan mientras sus ojos llenos de lágrimas se
encuentran con los míos.
Mi voz es áspera cuando les digo:

—Los paramédicos necesitan revisarlos a ambos, ¿de acuerdo? —El


miedo invade sus rostros, así que los tranquilizo—. Estaré aquí con ustedes.

—¿M… mamá va a estar bien? —pregunta Kelsey en una voz


aterrorizada.

No tengo una maldita idea de qué decirle porque no sé la respuesta.


No quiero mentirle, pero tampoco quiero asustarla más de lo que ya está.
Miro y veo a los paramédicos levantando a Gwen en la camilla.

Miro de nuevo a Kelsey, y espero desesperadamente que no le esté


mintiendo cuando digo:

—Tu mamá va a estar bien.

Le toma un minuto, pero ella asiente, tomando mis palabras por la


verdad, por lo que rezo que sean. Ella me suelta, se vuelve hacia el
paramédico y Daniel la sigue.

Mientras revisa a los niños, mis ojos vuelven a Gwen, que todavía no
ha despertado. Me aterroriza que siga inconsciente. Necesito que despierte
y me muestre que va a estar bien. Necesito oír su hermosa voz y ver sus
impresionantes ojos azules. No volveré a respirar plenamente hasta que lo
haga. Lo único que me mantiene en control en este momento son los dos
niños que necesitan que me mantenga fuerte. Gwen querría que fuera fuerte
para ellos. Si no fuera por ellos, no sé en qué estado estaría.

El paramédico revisa a los niños bien, sólo tienen unos cuantos golpes
y moretones, pero todavía quiere que sean examinados en el hospital. Estoy
dividido cuando me pregunta si quiero montar en la parte trasera de la
ambulancia con los niños, porque quiero estar con Gwen. La idea de tenerla
fuera de mi vista tiene el pánico tratando de hacerse cargo. ¿Y si muere en
el camino al hospital? ¿Y si llegamos allí y el paramédico dice que no lo
logró?

Miro a los rostros asustados y llenos de dolor de los niños y sé que no


puedo dejarlos solos. Sé que mi mamá o papá viajarían con ellos, pero es a
mí a quien quieren, y no puedo negarles. No hay nada que pueda hacer por
Gwen en este momento. Está en manos de los paramédicos, y tengo que
confiar en ellos para mantenerla a salvo. Los niños me necesitan más que
ella ahora mismo.

Gwen es cargada y cuando la puerta está cerrada y ya no puedo verla,


juro que mi corazón cae a mi estómago. El vómito amenaza.

La ambulancia se aleja con su sirena resonando y rezo una vez más


para que ella esté bien.

Tiene que estarlo.

Cuando los niños y yo somos cargados en la parte trasera de la otra


ambulancia, mi papá promete que él y mi mamá estarán justo detrás de
nosotros. Asiento cuando las puertas se cierran detrás de nosotros, y
segundos después nos movemos también, a una velocidad más lenta.
Aprieto los dientes para no exigir que vayamos más rápido.

Los niños están sentados en la camilla, y tengo cada una de mis


manos sosteniendo una de las suyas. Intento sonreírles para mantener la
fachada de Gwen estando bien. No quiero que vean la preocupación y el
dolor que estoy sintiendo. No necesitan saber que me estoy muriendo
lentamente por dentro, y no resucitaré hasta que sepa que Gwen saldrá de
esto viva.

Hasta que tenga la oportunidad de decirle lo que no le he dicho


todavía. Que la amo.
21
Gwendolyn
Me despierto con el sonido más hermoso que he escuchado en años.
Conforta mi estómago y me da ganas de sonreír. Quiero abrir los ojos y
buscar el maravilloso sonido, pero tengo miedo que si lo hago, solo será un
sueño. Es algo que he querido escuchar durante tanto tiempo y temí que
nunca sucediera. No creo que sobreviva si es solo un sueño.

Algo cálido y suave se aprieta en mi costado, y quiero acurrucarme


más en ello. Un aroma floral dulce e inocente invade mi nariz y me encanta
el olor. Siento presión sobre mi mano, y solo entonces me doy cuenta de que
hay pequeños dedos entrelazados con los míos. Doy un pequeño apretón,
comprobando si es real o solo mi imaginación.

—¿Mamá? —dice una voz suave en mi oído, y es ese sonido de nuevo


que amo tanto. La dulce manera en que lo dice tiene lágrimas formándose
debajo de mis ojos cerrados.

Incapaz de aguantar más tiempo, entorno los ojos, listos para


cerrarlos de nuevo y rezar para que pueda hacer retroceder el sueño si lo
que espero que esté sucediendo no sea cierto. Siento el tirón de un vendaje
y un latido lento en mi frente. La luz brillante me ciega y el latido se convierte
en un dolor penetrante. Haciendo caso omiso, trato de enfocarme. Necesito
saber si es real. Mi visión es borrosa, entonces parpadeo un par de veces.

Cuando el mundo se enfoca, me encuentro con unos ojos tan verdes


y hermosos que me quitan el aliento.

—¿Mamá? —repite la voz.


Mi corazón duele tanto al escuchar esta voz en particular, llamarme
mamá. Pero es un hermoso tipo de dolor. Es un dolor que no solo soportaré,
lo pediré todos los días por el resto de mi vida.

Las lágrimas comienzan a filtrarse por mis mejillas, y las dejo, porque
no hay forma de que pueda obligarlas a retroceder.

—Hola, bebé —chillo, y levanto mi mano para ponerla en la mejilla de


mi bebé.

Sus ojos se vuelven vidriosos, y sé que ella también va a llorar.


Segundos después, la primera lágrima cae y sus labios comienzan a temblar.
Sus ojos parpadean de ida y vuelta entre los míos, como si buscara algo.
Ella tiene un pequeño vendaje en su mejilla derecha. Antes de que tenga la
oportunidad de preocuparme de esta herida, se lanza hacia mí y me abraza
fuertemente el cuello. Los míos rodean su pequeña cintura, y me aferro a mi
vida. Me duele el cuerpo donde yace sobre mí, pero no me importa. Tengo a
mi niña en mis brazos y ella dijo mamá.

—Estaba tan asustada de que murieras —llora Kelsey contra mi


cuello. Su pequeño cuerpo tiembla en mis brazos

Las lágrimas recorren mis mejillas mientras le paso la mano por el


cabello y bajo la espalda. Por mucho que odie saber que estaba preocupada,
no puedo evitar estar agradecida de lo que haya hecho para empezar a
hablar.

—Shh —murmuro contra su cabello—. Estoy bien.

Ella se aferra a mí con tanta fuerza que dificulta respirar, pero podría
cortar toda la sangre en mi cabeza y no me importaría, siempre y cuando la
tenga en mis brazos y hablando.

Algo llama mi atención y miro hacia la derecha. Mis ojos aterrizan en


Alexander con Daniel en su regazo. Hay un pequeño vendaje en el mentón
de mi hijo y me duele el corazón sabiendo que estaba herido. Recorro con
mi mirada el resto de él, sintiendo alivio cuando no veo otras lesiones.

Daniel me mira con grandes ojos verdes, como los de Will. Hay miedo
en ellos y me rompe el corazón saber que también estaba asustado. Ambos
ya han perdido tanto.

La línea de suero en mi mano se estira cuando levanto mi brazo hacia


él.

—Ven aquí, cariño —digo con voz ronca.

Se escabulle del regazo de Alexander e intenta subir a mi cama.


Alexander se levanta, y antes de ayudarlo el resto del camino, agarra una
taza en la mesita de noche y me permite tomar varios tragos. El agua
benditamente fría se siente como el cielo contra mi garganta seca. Lo veo
presionando el botón de llamada en el lado de la cama antes de que él
levante la línea de mi suero y luego levanta a Daniel hacia la cama. Tan
pronto como sus rodillas golpean el colchón, hunde el rostro en mi hombro
y comienza a llorar tan duro como su hermana. Mi brazo libre se cierra
fuertemente alrededor de él, cierro los ojos y beso la parte superior de las
cabezas de mis bebés.

Cuando los abro de nuevo, mis ojos se dirigen a Alexander, quien ha


vuelto a sentarse en el borde de su silla, sus manos agarran los brazos de
la silla tan apretados que sus nudillos están blancos. Una gran cantidad de
emociones cruzan su rostro y me duele el pecho cuando me doy cuenta de
que también estaba preocupado.

No puedo imaginar el dolor que sufrió y lo que estaba pasando por su


cabeza cuando descubrió lo del choque. Ya ha perdido a su esposa y a su
bebé en un accidente automovilístico. Sé que se preocupa por mí
profundamente, eso es evidente por el dolor en sus ojos ahora, por lo que
saber que pudo haber perdido a más personas por el mismo destino tenía
que haber sido una tortura para él. Odio que haya pasado por eso.

Sostengo su mirada y espero que vea las palabras silenciosas que


salen de mí. Las palabras que todavía tengo que decirle, pero quiero
desesperadamente. Amo a este hombre más de lo que pensé que era posible,
y necesito que él lo sepa.

Un momento después, un médico entra a la habitación con un


historial médico. Odio cuando los niños se ven obligados a bajar para que el
médico pueda revisarme. Me impaciento cuando me hace preguntas y
explica el alcance de mis lesiones, pero me alegro cuando dice que puedo
irme a casa mañana, siempre y cuando no haya complicaciones durante el
resto del día y de la noche.

Tan pronto como se va, los niños vuelven a la cama conmigo. Mis ojos
permanecen conectados con Alexander mientras lloran en mi hombro.
Después de unos minutos, sus gritos se vuelven guturales. Alejo mi mirada
de Alexander y retiro a los dos niños para poder verlos mejor. Noto el vendaje
en la mejilla de Kelsey otra vez y el de la barbilla de Daniel. Más lágrimas
vienen a mis ojos y mi pecho arde. Es evidente que no son lesiones graves,
pero nunca deberían sentir los arañazos más pequeños.

—¿Están los dos bien? —pregunto, necesitando que digan que están
bien.

Daniel asiente y me vuelvo para mirar a Kelsey.

—Estamos bien, mamá. Estamos contentos de que estés bien


también.

Cierro los ojos y saboreo el sonido de su voz. Me tomará mucho tiempo


acostumbrarme a escucharlo de nuevo, pero me empaparé cada segundo y
nunca lo daré por sentado.
—Los amo a ambos.

Me devuelven el sentimiento y beso sus mejillas.


Mantengo mis brazos alrededor de los dos, pero mis ojos vuelven a Kelsey.
No puedo dejar de mirarla.

—Estás hablando.

Declaro lo obvio, porque sigue siendo increíble.

Ella asiente y baja la cabeza. Coloco mi mano debajo de su barbilla y


la levanto suavemente. La devastación total aparece en su rostro y me da
ganas de llorar de nuevo.

—Kelsey, cariño...

—¡Lo siento! —balbucea, interrumpiéndome.

—No hay absolutamente nada que lamentar —digo, tenía el corazón


en mi garganta.

Ella asiente con vehemencia.

—Sí hay, mamá. Lamento haberte preocupado porque no hablaba.


Lamento haberte lastimado. —Se detiene, y miro cómo se le agita la garganta
mientras trata de contener sus lágrimas. Su voz es un susurro cuando
termina, rompiendo mi corazón en el proceso—. Lo siento porque papá
murió.

Inclino mi cabeza cerca de ella.

—Quiero que me escuches con mucho cuidado, Kelsey. Sé que he


dicho esto antes, y continuaré diciéndolo hasta que finalmente me creas. De
ninguna manera eres responsable de lo que le sucedió a tu padre. —Me
detengo, dejándola procesar mis palabras antes de continuar—. Tu papá no
estaba obteniendo toda la sangre que necesitaba para que su corazón
funcionara correctamente. —Trago más allá del nudo en mi garganta—.
Hubiera muerto de cualquier manera, porque nadie sabía del problema. No
fue porque fue a buscar tu oso. Su corazón se rindió porque era demasiado
débil para trabajar más. Habría muerto ya sea que consiguieras tu oso o no.

Puedo ver en sus ojos que todavía no me cree completamente, pero


también veo una esperanza innegable de que lo que estoy diciendo es
verdad. Desde que nos mudamos a Cat's Valley, no la volví a asesorar,
esperando que la mudanza fuera un cambio lo suficientemente grande como
para ayudarla a abrirse y liberar parte del dolor. Puedo ver que fue un gran
error.

—Lo extraño tanto —susurra con voz entrecortada.

—Yo también. Siempre lo extrañaremos y está bien. —Me vuelvo para


mirar a Daniel y veo la tristeza en sus ojos. Lo acerco más y les hablo a los
dos—. Pero también está bien seguir adelante. Tu papá siempre será parte
de nuestras vidas, pase lo que pase.

—Lo intentaré —dice Kelsey después de varios minutos.

Aunque este es un tema muy doloroso para los tres, parece correcto
que lo estemos debatiendo. Nunca intenté mantener el tema cerrado,
siempre he estado dispuesta a hablar sobre Will, pero Kelsey nunca mostró
interés, o su rostro se contorsiona cuando aparece su nombre, y creo que a
Daniel le gusta evitarlo, porque siempre nos duele a Kelsey y a mí. No se
siente forzado, y sé que era el momento. Con suerte, todos podemos sanar
adecuadamente ahora, especialmente Kelsey.

Alexander todavía no ha dicho nada, y lo miro. Parece cansado, con


bolsas debajo de sus ojos con borde rojo. Se ve extraño usando la camisa
azul oscuro. Está inclinado con los codos sobre las rodillas y las manos
juntas, observándonos a mí y a los niños con una intensa mirada. Algo
doloroso acecha en sus ojos.
Estoy a punto de preguntarle si está bien, cuando la puerta se abre y
sus padres entran en la habitación. Se detienen cuando se dan cuenta de
que estoy despierta. El alivio inmediato hunde sus hombros. Mi interior se
calma al saber que les importa lo suficiente como para preocuparse, incluso
si es porque soy importante para Alexander.

Los niños levantan la cabeza para mirar hacia la puerta, y la mirada


de sus padres se atenúa cuando los ven acurrucados en la cama conmigo.
Es Helen quien avanza primero, deteniéndose brevemente en Alexander y
apretando su hombro. Se para al lado de la cama y David detrás de
Alexander.

—¿Cómo te sientes, cariño? —pregunta con ojos amables.

Le brindo una sonrisa tímida.

—Me duele un poco la cabeza y algunos dolores menores, pero estaré


bien.

—Eso es bueno. Nos diste un susto. Gracias a Dios que ustedes tres
estaban bien.

—¿Cómo están las personas en el otro automóvil? —pregunto.

Es David quien responde. Niega con la cabeza, y sé la respuesta. Un


dolor agudo me apuñala por la pérdida de vida.

—Sus frenos dejaron de funcionar en su auto. Los informes muestran


que trató de inclinarse para evitarte, pero impactó la esquina trasera de tu
camioneta.

—¿Cuántas personas? —chillo

—Sólo ella.
Todos compartimos un momento de solemne silencio ante la pobre
mujer que perdió su vida. Envío una oración silenciosa por su familia.

Helen mira la forma aún encorvada de Alexander, luego vuelve a mirar


a los niños.

—¿Qué tal si David y yo nos llevamos los chiquillos a la cafetería para


comer algo?

Sé lo que está haciendo; dándonos a Alexander y a mí unos minutos


a sola. No quiero que los niños se alejen de mí, pero él y yo tenemos que
hablar, y sé que estarán a salvo con sus padres.

—¿Quieren ir a tomar un aperitivo con los padres de Alexander? —les


pregunto.

Daniel asiente, pero le toma a Kelsey varios segundos para estar de


acuerdo. No quiere dejarme.

—Está bien. Es solo por unos minutos, luego puedes volver aquí.

Finalmente, asiente, y Helen ayuda a Kelsey mientras David ayuda a


Daniel. Esbozo una sonrisa a los niños antes de que los cuatro salgan de la
habitación.

Miro a Alexander tan pronto como escucho el zumbido de la puerta al


cerrarse detrás de ellos. Todavía está inclinado, pero su cabeza ahora está
colgando, ocultando mi vista de su rostro.

—Alexander —llamo.

Levanta la cabeza lentamente. Respiro profundo ante la tortuosa


mirada en su rostro demacrado. Y lo que hace que el dolor que se está
formando rápidamente en mi pecho sea insoportable es que no sé cómo
hacer que el aspecto desaparezca. No sé qué más decir para asegurarle que
estoy bien, no creo que con solo decírselo sea suficiente. Estoy tan asustada
que esto haga que nuestra relación de vuelta atrás.

—Me quedé helado —dice con voz ronca. Frunzo el ceño, sin entender
lo que dice—. Cuando llegamos, y te vi en la camioneta volteada, me quedé
malditamente helado.

Él deja caer la cabeza nuevamente como con vergüenza. Mi estómago


se contrae y me siento enferma. No tenía idea de que él estaba allí. Que fue
él quien nos encontró y tuvo que revivir prácticamente el peor momento de
su vida. ¿Qué tan cruel podría ser el destino?

Levanta la cabeza otra vez y cuando habla a continuación, su voz es


cruda.

—Todo lo que pude ver y escuchar fue a Clara y Rayne esa noche —
dice, confirmando mis temores—. Fue como si estuviera allí otra vez. No
pude hacer nada. Estaba abatido, indefenso una vez más. Pero luego algo
cambió. Te vi en el lugar de Clara y el dolor de eso fue demasiado. No podía
soportarlo. No podría soportar perderte también. Verte allí, morir en el lugar
de Clara, me sacó de quicio.

Pasa las manos con fuerza por el cabello varias veces, luego frota su
rostro antes de volver a mirarme. Hay lágrimas que se escapan de sus ojos.
No soporto ver el dolor en su rostro o el espacio entre nosotros. Extiendo mi
mano. Como si hubiera estado esperando, brota de su asiento y se sienta
tan cerca de mí como puede para subir a la cama. Sus manos se posan
suavemente a ambos lados de mi rostro y se inclina hasta que su frente se
encuentra con la mía.

Mantengo mis ojos en él y lo veo más tenso. Una sola lágrima aterriza
en mi mejilla. Levanto mis manos, tocando su rostro. Un lado de su rostro
se siente espinoso por su barba, mientras que el otro es más suave debido
a sus cicatrices.
—Estoy bien —susurro.

Mantiene los ojos cerrados, pero mueve la cabeza una vez,


reconociendo que me escuchó.

Sus ojos se abren y él levanta su cabeza a una pulgada de distancia.


Después de recorrer con sus ojos mi rostro, deteniéndose sobre la venda en
mi frente por varios segundos, él deja caer sus labios sobre los míos. Él
mantiene el beso como un simple encuentro de labios antes de alejarse.

—No puedo perderte, Gwen —dice. Su tono es seguro, pero aún está
lleno de vulnerabilidad—. A ti o a los niños. No puedo. No pasaré por ello
por segunda vez. Te necesito demasiado.

—Oye. No vamos a ir a ningún lado. Estamos aquí y mientras nos


quieras, allí es donde siempre estaremos.

—Para siempre —dice, sin dudas ni vacilaciones en su voz—. Los


quiero a los tres para siempre.

Lo miro profundamente a los ojos y sé que lo dice en serio.

—Te amo, Gwendolyn, y me asusta tanto que casi no tuve la


oportunidad de decírtelo. No quiero pasar un día sin decirte esas palabras.

Las lágrimas amenazan de nuevo, pero no quiero que arruinen


nuestro momento. Con mis manos todavía en sus mejillas, tiro de él hacia
abajo para otro beso.

Contra sus labios, le digo lo que he sentido en las últimas semanas.

—También te amo, Alexander. Y quiero oírlas de ti tanto como quiero


repetirlas. Todos los días, para siempre.
Cierra los ojos nuevamente, como si simplemente estuviera
absorbiendo mis palabras. La mirada que aparece en su rostro no puede
confundirse con otra cosa que no sea amor puro.

El pesado dolor en mi cabeza comienza a latir más fuerte, y no puedo


evitar la mueca de dolor que se escapa. No quiero que sepa que estoy
sufriendo, especialmente ahora después de confesar nuestro amor. Quiero
disfrutarlo un rato más antes de que la realidad se instale.

Sin embargo, no tengo suerte, porque Alexander retrocede, pero me


agarra de la mano.

—Necesitas descansar —dice, besando el dorso de mi mano.

Niego con la cabeza y lo lamento de inmediato. Tomo una bocanada


de aire, esperando aliviar el dolor.

—No quiero descansar. Quiero permanecer despierta y verte a ti y a


los niños. —Sonrío—. Y escuchar a Kelsey hablar de nuevo.

Me sonríe de vuelta.

—Estaremos aquí cuando te despiertes nuevamente. Y estoy seguro


de que Kelsey te estará hablando hasta cansarte en un abrir y cerrar de ojos.

—Nunca me cansaré de escucharla hablar —refuto su afirmación.

Él asiente con comprensión.

—Aún necesitas descansar. Te golpeaste la cabeza con fuerza y


necesitas puntos de sutura. Cuanto antes te mejores, más pronto podrás
volver a casa —me mira con severidad—. Pero para hacer eso, necesitas
descansar.

No puedo evitar la sonrisa que intenta escapar. A pesar de la situación


desesperada en la que acabamos de entrar, estoy feliz. Más feliz de lo que
he estado en años. Mis dos hijos están a salvo, mi hermosa hija está
hablando de nuevo, creo que está mejorando y tengo a Alexander. No hay
nada más que pueda pedir.

Alexander se ríe y el sonido envía placer a través de mí. Mi cabeza


puede estar palpitando en este momento y mi cuerpo puede sentir como si
me hubiera golpeado un gran camioneta, pero mi corazón se siente tan
ligero, despreocupado y pleno.

Me besa de nuevo, y esta vez, se demora un poco más, pero no lo hace


demasiado íntimo.

—Recuéstate, cariño —dice suavemente después de retroceder.

Hago lo que dice, y tan pronto como mi cabeza se acomoda en la


almohada, mis ojos se vuelven pesados. Las palpitaciones en mi cabeza
disminuyen un poco cuando cierro los ojos. Siento un ligero beso en mi
frente y mis labios se convierten en una sonrisa.

Siento un gran alivio ahora que sé que todo estará bien. Todavía hay
una pequeña parte de mi corazón que duele al saber que Will ya no está
cerca para ver a sus hijos desarrollarse y crecer, pero sé que nos está
mirando con una sonrisa. Él sabe que el hombre que está en su lugar nos
amará y protegerá tan ferozmente como él lo haría alguna vez. Y me gusta
creer que Clara y Rayne están sentados a su lado con la misma sonrisa y
conocimiento de que los niños y yo haremos lo mismo por Alexander.

—Te amo.

Siento el calor de las palabras susurradas contra mi mejilla.

—Te amo —susurro, luego dejo que mi mente se desvíe hacia la


impresionante visión del futuro. Uno lleno de muchas risas y amor. Un amor
tan fuerte que nada podría jamás alejarlo o romperlo.
Epílogo
Dos años y medio después...

Alexander
Saco el trapo de mi bolsillo trasero y limpio el sudor de mi frente, luego
tomo un minuto para mirar alrededor y admirar lo que me rodea. Está
terminado. Por fin está terminado. La emoción y la anticipación de ver el
placer en Gwen y los rostros de los niños una vez que les muestre, trae una
sonrisa a mi rostro.

Tan pronto como salgo al porche, oigo risitas femeninas y risas de


niño. Rio entre dientes cuando veo a Daniel persiguiendo a Kelsey con una
pistola de agua. Gigi, Pepper y Charlie corren tras ellos. Cada pocos pasos
le da algunas bombas, luego tira del gatillo, golpeándola en la espalda.

Kelsey tardó un tiempo en superar completamente su mutismo y


empezar a hablar con regularidad. Aún pasaba por fases en las que no
hablaba durante unos días, pero el tiempo transcurrido entre esos episodios
creció hasta que ya no existían.

Dos días después de que Gwen fuera dada de alta del hospital después
del accidente, ella hizo una cita para Kelsey con un psiquiatra que Jeremy
recomendó. Kelsey fue una vez a la semana, e incluso Gwen y Daniel fueron
a unas cuantas sesiones con ella. Cuando Gwen le dijo al doctor sobre lo
que le pasó a Clara y Rayne, ella me preguntó si yo consideraría venir para
sesiones privadas. Realmente no me interesaba abrirme a un completo
extraño, pero lo hice por Gwen y los niños. Sorprendentemente, ayudó. El
dolor todavía me atrapa a veces, pero soy capaz de manejarlo mejor.
Gwen y yo hemos atrapado a Kelsey y a Daniel sentados solos varias
veces mientras Kelsey habla en voz baja de Will, su padre. El recuerdo de
Daniel de él es escaso, así que es bueno que Kelsey quiera compartir sus
recuerdos con Daniel. Ayuda a mantener viva su memoria para ambos.
También es una buena terapia para Kelsey.

Bajo los escalones y cruzo el patio hacia la casa. Un olor delicioso


invade mi nariz cuando entro por la puerta. Me dirijo directamente a la
cocina donde sé que está Gwen. Está en el mostrador, cortando algo, y me
acerco detrás de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su vientre
pesadamente embarazado, y beso su nuca.

—Hola, tú —dice, volteando la cabeza para poder llegar a sus labios.

Gimo cuando se abre a mí y encuentra mi lengua con la suya. Sabe a


fresas, su antojo de embarazo. Ella dice que nunca le gustaron las fresas
hasta entonces.

Al igual que cada vez que la beso, mi miembro se endurece y mi cuerpo


anhela el suyo. Sólo saber que los niños podrían entrar en cualquier
momento me impide hacerle el amor aquí mismo en la cocina.

Retrocedo y ella gira en mis brazos, apoyándose contra el mostrador.

Mi estómago se encuentra con el suyo, impidiéndome acercarme.

Le sonrío.

—Está terminado —digo simplemente.

Sus ojos se abren de par en par y la euforia baña su rostro. Sus dedos
se hunden en mis brazos.

—¿De verdad? —pregunta.

Asiento, luego beso la punta de su nariz.


—De verdad.

Ella chilla de emoción y me hace reír. Me encanta ver la pura felicidad


en su rostro.

Siento un empujón contra mi estómago y miro hacia abajo, pasando


mis manos por los lados de su vientre hinchado.

—Creo que alguien más está emocionado también —observo con una
risa.

Ella ríe.

—Quiero verlo.

La beso una vez más antes de levantarla en mis brazos y salir por la
puerta. Ella está acostumbrada a que la cargue, así que no se queja, sólo
envuelve sus brazos alrededor de mí y acurruca su rostro contra mi cuello.
Camino por el patio y hacia la nueva casa que he construido para mi familia.
Opto por esperar para mostrarles a los niños hasta después de que Gwen la
vea. Todas las habitaciones están vacías. Sólo tenemos que mover todo y
comprar lo que todavía necesita ser comprado. He tenido mucha ayuda de
parte de la gente local, amigos con los que he vuelto a reencontrarme en
Cat's Valley, James y Jeremy. Mis padres incluso han hecho varios viajes
para que mi papá pudiera ayudar.

James quería venir hoy para ayudarme a terminar la casa, pero


rechacé su oferta. Sabía que hoy estaría terminado, y quería ser la persona
que le diera los toques finales.

Llevo a Gwen a través de cada habitación, dejándola tomar las paredes


blancas para las que le dejaré escoger la pintura, los pisos de madera y la
alfombra peluda en los dormitorios, la cocina con las encimeras de granito,
el baño principal con la enorme bañera empotrada y ducha separada, la
gran sala familiar que planeamos llenar durante las vacaciones. Miro el
rostro de Gwen mientras atravesamos cada habitación, y cada vez que su
sonrisa crece, mi corazón se siente más lleno.

Gwen y yo nos casamos hace dos años y todos hemos estado viviendo
en mi estrecha cabaña. Acabé convirtiendo el cuarto de servicio en dos
pequeñas habitaciones separadas para los niños. Los quería conmigo, y no
podía salir de la cabaña por los caballos. Era para sostenernos hasta que
pudiera construir una casa para nosotros.

Cuando nos detenemos en la habitación que está conectada con la


nuestra, las lágrimas se forman en sus ojos. Es el cuarto de nuestro bebé
donde dormirá y crecerá. Cuando hablamos por primera vez de la
construcción de una casa, Gwen me preguntó si podía ver los diseños de la
que iba a construir para Clara y Rayne. Ella se enamoró del diseño, y con
algunos ajustes aquí y allá, decidimos ir con él. Al principio fue doloroso
pensar en construir algo que estaba pensado para Clara y saber que ella
nunca llegaría a verlo, pero con el tiempo me di cuenta que ella querría que
todavía lo construyera. Además, tengo la sensación de que puede verlo desde
donde está.

—Esto es perfecto —dice Gwen, su voz está llena de emoción. Ella


mira alrededor de la habitación—. La casa entera es perfecta. —Ella camina
hacia mí, se pone de puntillas y me da un dulce beso—. Gracias —murmura
contra mis labios.

Envuelvo mis brazos alrededor de ella y la traigo lo más cerca que


puedo. Me encanta sentir su vientre contra el mío. Cuando me dijo por
primera vez que estaba embarazada, mi primera reacción fue estar muerto
de miedo. Los recuerdos de las muchas veces que Clara estuvo embarazada
sólo para abortar me agarró fuerte y comenzó a sofocarme. A Gwen le costó
varias veces llamar mi nombre para sacarme de ahí. Inmediatamente
después, tuve a su médico al teléfono, exigiendo una cita para el día
siguiente. Él era un médico local y el mismo que trató a Clara, así que sabía
mi historia con Clara y vio el miedo en mi rostro. Después de revisar los
antecedentes médicos de Gwen y evaluarla, me aseguró que estaba
perfectamente sana y que no debía tener ninguna razón para preocuparme.
Dijo que debería tener un embarazo completamente normal y saludable. Su
tranquilidad ayudó, pero no quitó la preocupación por completo. A ella
todavía le queda un mes y medio, y no creo que la preocupación se vaya
hasta que ella dé a luz. Sólo está arraigado en mí.

—¿Cuándo podemos mudarnos? —pregunta.

Entrelazo mis dedos flojamente y los apoyo contra la parte baja de su


espalda. Su cabello es tan largo ahora que siento los extremos cosquillear
mis dedos.

—Todo lo que queda ahora es que escojas un color para las paredes,
tener los muebles y los electrodomésticos entregados, luego empacar la
cabaña y mover todo aquí. —Le doy una mirada severa—. Y cuando digo
empacar la cabaña, me refiero a alguien que no sea tú.

Ella se ríe y me pellizca los costados.

—Silencio. Puedo hacer un poco.

Entorno mis ojos hacia ella, pero no retrocede. Me rindo sólo porque
cuando llegue el momento para ello, conseguiré lo que quiero de todos
modos y no dejaré que levante un dedo. Ya tengo empacadores y
transportistas dispuestos a ayudar.

La cargo de nuevo en mis brazos y la llevo de vuelta a la sala de estar.


Tan pronto como la pongo a sus pies, escuchamos el repiqueteo de pequeños
pies en el porche segundos antes de que la puerta delantera se abra y Daniel
y Kelsey corran a través de la puerta.

—¿Podemos ver? —pregunta Kelsey emocionada.


Veo la expresión de mi esposa. Han pasado dos años y medio y todavía
obtiene una tierna mirada cuando Kelsey habla y muestra su felicidad.

Observo cómo Gwen toma las dos manos de los niños y se contonea
mientras los conduce por la casa. Los sigo con una sonrisa en mi rostro.
Miro a Daniel mientras él apunta ávidamente cómo quiere que se establezca
su nueva habitación. Mis ojos se mueven a continuación a Kelsey y admiran
los muchos cambios en ella en los últimos dos años. La niña una vez callada
que tenía tanto dolor en su mirada es ahora vibrante y extrovertida. Luego
miro a Gwen y siento que mi pecho se hincha.

Estas tres personas se han convertido en mi vida, y con ellas, he


superado el dolor de perder a Clara y Rayne. A través de su amor me he
vuelto más fuerte, y a través de mí, me gusta creer que se han vuelto más
fuertes. Ya no temo la soledad del futuro, sino que la abrazo con ambas
manos, porque sé que es una cosa que apreciaré viviendo por el resto de mi
vida.
Agradecimientos
Esta parte siempre es la más difícil porque siempre estoy tan
preocupada que estoy dejando a alguien fuera. Dicho esto, este
reconocimiento va a ser breve y dulce. No porque esté tomando el camino
fácil, sino porque no quiero dejar fuera a nadie.

Antes de dar las gracias, quiero decir que esta historia realmente
tocó mi corazón. Aunque es ficticia en su totalidad, hay personas que
sufren los mismos síntomas y problemas que los personajes de este libro.
Quería hacer justicia a estos temas, y espero haberlo hecho. Puede que no
haya experimentado ni conozca a nadie que haya experimentado lo que
pasaron estos personajes, pero aun así sentí cada emoción dolorosa que
soportaron. Estos personajes eran mis bebés, y me dolía cada vez que lo
hacían. Reí cuando se rieron. Lloré cuando lloraron. Y mi corazón cantó
cuando encontraron su felicidad. Espero que lo hayan disfrutado tanto
como yo disfruté escribiéndola.

Ahora, pasemos a las muchas gracias que debo dar. Quiero dar un
enorme agradecimiento y un gran abrazo a cada una de las personas que
formaron parte de este libro. A mi esposo e hijos, a mis chicas con los
Seven Horsemen, a mi equipo de fans, a mi equipo beta y a todos los que
compartieron algo relacionado con este libro. A todos los blogs y a todos
los maravillosos lectores. ¡GRACIAS! A mi publicista, Veronica, y al resto
del equipo de L Woods por trabajar tan duro para mí. A Mikey y Andria
por ser mis compañeros de escritura y grupo de orientación. Mi editora,
Olivia, mi formateadora, Tiffany, mi fotógrafa de portada, Shauna, y mi
diseñadora de portada, Marisa, ¡gracias, gracias! No hay palabras para
expresar mi inmensa gratitud por todo y lo que cada uno ha hecho para
hacer de este libro lo que es. Solo puedo decir gracias desde el fondo de
mi corazón, y sepan que cada uno de ustedes jugó un papel muy
importante en la creación de mi bebé ficticio, y no podría haberlo hecho
sin ustedes.
Sobre La Autora
Alex Grayson es el autor más vendido de novelas románticas
contemporáneas emocionantes y emocionantes que incluyen la serie
Jaded, la serie Consumed y dos novelas independientes. Su pasión por los
libros se reavivó con un regalo de su cuñada. Después de pasar varios
años como lectora y bloguera devota, Alex decidió escribir y publicar de
forma independiente su primera novela en 2014 (un esfuerzo que tomó un
poco más de lo esperado). El resto, como ellos dicen, es historia.

Originalmente una niña sureña, Alex ahora vive en Ohio con su


esposo, dos hijos, dos gatos y un perro. Le encanta el color azul, la lasaña
casera, buscar propiedades inmobiliarias e interactuar con sus lectores.
Visite su sitio web, www.alexgraysonbooks.com, ¡o encuéntrela en medios
de comunicación social!

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