Teresa Mummert - Honor 02 - Honor Thy Teacher
Teresa Mummert - Honor 02 - Honor Thy Teacher
Teresa Mummert - Honor 02 - Honor Thy Teacher
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales,
recomendándola a tus amigos, promocionando a sus libros e incluso haciendo una reseña en
tu blog o foro.
Índice
HISTORIA DE AMOR ERÓTICA (✓) /FUERTE CONTENIDO SEXUAL (✓) /BDSM (✓)
Honor #2
1
Traducido por Flochi
-M
aldición —murmuré para mí cuando gotas de agua corrieron
por mi rostro. Había pasado mi noche con Angela y ahora
estaba retrasado. Agarré una toalla de mano y acaricié mi cara
seca mientras miraba mi reflejo. Iba a ir contra todo lo que defendía por estar con
una mujer casada.
Me serví una taza de café y bajé las escaleras al primer nivel del edificio. Era
un almacén que se había vuelto un espacio de vida. No era llamativo y dominante
como la mayoría de las casas costosas del vecindario, pero me daba el espacio que
necesitaba. Un apartamento sencillo no iría con mi estilo de vida. Me subí al auto y
lo encendí mientras esperaba que las gigantes puertas de muelle se elevaran
detrás de mí. Mi teléfono sonó y no pude evitar gruñir cuando vi que era Angela.
E
ntré en la Universidad Kippling justo a tiempo. No tenía un primer
período de clases, pero quería tener una oportunidad para repasar las
lecciones de la señora Gibbs antes de sumergirse en la mía. Me
despedí de Angela y me dirigí al edificio principal. No podía borrar la sonrisa
satisfecha de mi cara cuando entré en la oficina.
—L-lo siento —farfulló. Por un momento, sentí pena por ella. Tomé una
respiración profunda y pasé las manos por mi cabello.
Cada movimiento que hacía, cada palabra que decía era deliberada.
Desafortunadamente para Angela, mi corazón no era un factor en nuestro arreglo.
Yo era frío y despreocupado. Los pensamientos se desvanecieron cuando varios
estudiantes entraron en el salón. Agarré mis notas y me preparé para la clase.
El día comenzó con relativa facilidad. Estaba meditando de nuevo las cosas
para el momento en que comenzó el período siguiente. Los estudiantes se
presentaron y se dirigieron a sus asientos. Me senté mirándolos durante unos
minutos, girando una regla en mis manos mientras ellos charlaban ociosamente
sobre las fiestas. La clase debería haber comenzado pero les di un momento o dos
para sentarse. Cuando me paré a hablar, una rezagada en solitario se dirigió a la
clase. Ella apartó la mirada y se deslizó en su asiento en la parte trasera de la sala.
Parecía avergonzada y algo en ella me intrigó. La forma en que su largo cabello
oscuro enmarcaba su cara y ella inocentemente mordiéndose el labio me hizo
otras cosas. Ésta era diferente. Lo noté desde el momento en que nuestros ojos se
encontraron. Ella no tenía un plan oculto. Ella no parecía buscar joder a todo el
mundo por el mayor bien de sí misma.
—Emma… —Su nombre se sintió dulce en mis labios y quise saber cómo
sería decirlo en circunstancias muy diferentes—. Por favor trata de llegar a clase a
tiempo. Llegar tarde no será tolerado. La próxima vez habrá consecuencias.
Era fácil deslizar en mi posición de dominante con ella. Demasiado fácil.
Tendría que hacer un esfuerzo extra para evitarla. Incluso como un maestro del
control, sabía que sería muy difícil de hacer. No estaba en condiciones de estar en
control de una persona tan dulce.
—Sí, señor. —El sarcasmo mordió sus palabras, pero aun así sonó adorable.
Quería oírselo decir de nuevo. Quería oírla gemir esas palabras.
—¿Qué?
—¿William?
—Un soplo de aire fresco —le respondí mientras salía por la puerta de atrás
y me dirigía a mi auto.
—¿Quieres celebrar?
—Estoy agotado.
Puse mis llaves en el encendido y levanté la vista justo a tiempo para ver a
Emma cruzar el estacionamiento. Su camisa era blanca y abrazaba las curvas de su
cuerpo. Sus pantalones cortos dejaban poco a la imaginación. Todo en lo que
podía pensar era en envolver esas piernas tan largas a mí alrededor. Sólo mirarla
me ponía duro. No es algo que sucedía muy a menudo para mí.
—Oh, vamos. No tienes que hacer ningún trabajo —se quejaba ella. Embebí
los últimos segundos de Emma antes de que ella se metiera en su viejo auto
destartalado antes de responder.
—En mi casa. En una hora —respondí y colgué el teléfono antes de que ella
pudiera responder.
Cuando me vine, me mantuve quieto, me tensé con fuerza contra sus labios
mientras dejaba escapar un gemido largo y profundo desde el fondo de mi
garganta. Miré hacia Angela quien tenía una sola lágrima corriendo por su rostro,
pero llevaba una gran sonrisa orgullosa. Recogí mis pantalones y salí de la
habitación. Angela me siguió rápidamente, su cabello un lío con nudos.
—Te veré mañana —le respondí con frialdad mientras volvía a beber otro.
La decepción nubló la habitación mientras ella lentamente se acercaba a la puerta
y salía. Me serví otro trago y pasé las manos por mi cabello. ¿Qué diablos me
estaba pasando? Me dirigí a la sala de estar con mi bebida en la mano.
Instalándome en uno de los sofás, levanté mi portátil y empecé a buscar Emma
Townsend. No fue difícil de encontrar.
La primera red social en la que hice clic mostró un perfil completo de ella,
con fotos. La visión de ella me hizo ponerme inmediatamente duro otra vez. Hice
clic en su biografía. Tenía un pequeño número de amigos. Unos pocos deseos de
cumpleaños felices en su página que respondió recientemente también. ¿Era su
cumpleaños? Pensé en ella sentada sola. Me pregunté si tenía amigos en casa, si su
familia le estaba lanzando una fiesta. Quería ver la felicidad en su rostro. No sé si
es el alcohol o mi comportamiento cada vez acosador, pero me estaba tornando
nauseabundo. Bebí mi trago de golpe y cerré mi portátil.
3
Traducido por Flochi
D
esperté tarde en mi sofá. Me levanté y rápidamente agarré mis
cosas. Mirando mi reloj, supe que si me apresuraba, podría llegar al
trabajo antes que Angela. Ella era la última persona que quería ver.
Bueno, casi un segundo lugar. Me desabroché la camisa y me dirigí a la habitación
para agarrar una limpia.
—Tomen sus asientos. Es tiempo de una prueba sorpresa. —La sala soltó un
gemido colectivo. Si una prueba era la peor parte de su día, podían considerarse
afortunados. La verdad era que no estaba seguro si podía luchar fuera de esta
resaca el tiempo suficiente para enseñarles algo.
Me senté en mi escritorio e intenté hacer algo que mantuviera mi mente
ocupada lejos de ella. Estaba funcionando en su mayor parte hasta que alguien
dejó caer un libro de texto estrepitosamente en el suelo de madera. Mis ojos se
encontraron inmediatamente con los de ella. Me sostuvo la mirada esta vez, sin
bajarla.
—Lo siento —dijo en voz baja a la vez que sus dedos se tocaban el labio.
¿Ella lo sentía? Yo fui el que causó que se lastimara y se estaba disculpando.
Caminé hacia ella lentamente, sin querer alarmarla. Necesitaba estar cerca de ella,
hacerla sentir a gusto. Levanté mi mano y lentamente pasé mis dedos sobre sus
labios ensangrentados.
—No dije eso. —No pude evitar sonreír. Respiró profundamente y asintió
con la cabeza.
H
ice mi camino a casa a través de la afluencia del tráfico
mientras Something I Can Never Have resonaba a través de los
altavoces del auto. Una vez más, me sentí solo. Cualquier felicidad
que había sentido en los últimos días se había ido.
—¿Quieres salir?
—¡Sí! —gritó prácticamente y me di cuenta que salir con ella para algo que
no era más que una mierda pública le iba a crear más falsas esperanzas. No me
importó.
—Genial. Ven aquí en unas pocas horas. La película empieza a las ocho.
—¿Quieres que vaya más temprano? ¿Tal vez tener un poco de diversión en
primer lugar? —preguntó. Pensé en ello. No tenía ninguna razón para no seguir
durmiendo con Angela, sobre todo porque tenía la intención de hacer que Emma
nunca quisiera mirarme de nuevo.
—No puedo. Tengo algunas cosas que atender primero. —Mentí. Terminé la
llamada y me serví otro trago. Mis sueños no son tan vacíos como mi conciencia
parece ser. La canción se reprodujo una y otra vez en mi cabeza, burlándose de mí.
Tenía que recordarme a mí mismo por qué yo no quería enamorarme de Emma.
Aparte de protegerla de mí, tenía que protegerme de mí mismo.
Nos detuvimos en el teatro unos diez minutos antes de las previstas. Pagué
por nuestros billetes y nos dirigimos al interior. El teatro seguía vacío, así que elegí
un lugar en la fila de atrás para que yo pudiera ver como todo el mundo entraba.
Justo antes de que las luces se apagaran, vi a Emma. Ella llevaba un vestido negro
ajustado y unos tacones sensuales. Llevaba el cabello enroscado y lo único que
podía pensar era envolver mis dedos en él. Las luces se apagaron y las previstas
comenzaron a reproducirse en la pantalla. Angela se acurrucó más cerca de mí y yo
no la aparté. Era agradable tener el contacto, aunque me hubiera gustado que
fuera con alguien más.
La película no fue tan terrible como yo había pensado que sería. Después de
un rato, estuve inmerso en la trama, ansioso por ver lo que sucedería a
continuación. Noté cierta conmoción en la parte delantera cuando Emma se puso
de pie y trató de abrirse paso entre la multitud. Era ahora o nunca. Agarré a Angela
y me deslicé fuera por la puerta de atrás en el pasillo. La tiré contra la pared y
comencé a besarla. Ella no protestó. Jugueteé mi camino por su cuello mientras
ella me golpeaba juguetonamente en el pecho. A medida que mis labios se
encontraron con los suyos, abrí los ojos para mirar más allá de ella y mi mirada
inmediatamente cayó sobre Emma.
L
levé a Angela a mi casa y le dije que tenía una migraña. Ella se ofreció
a quedarse y cuidar de mí, pero le aseguré que iba a dormir la
borrachera. Después de que ella se fue, comprobé la hora. La película
estaría terminando ahora. Me serví una copa. No podía sacarla de mi mente. Estaba
empezando a asustarme. Ella me recordó quien solía ser. Antes de que Abby
hubiera destruido todo lo que yo era. Abby fue mi profesora de matemáticas en la
escuela secundaria. Era la imagen de la perfección. Me hizo preocuparme por mí
mismo, mi futuro. Me enamoré de ella rápidamente. Sabía lo fácil que era para
alguien vulnerable caer por alguien en una posición de poder sobre ellos. Tenía
que tener cuidado de no hacer eso a Emma. Mira lo que me hizo. Perdí a la única
persona que había amado por la codicia. Mi padre le pagó para romper mi corazón
y ella mordió el anzuelo. Lo más triste era que nuestro hijo por nacer se había
perdido en el proceso. Me serví otro trago y lo bajé de golpe.
Estaba demasiado dañado para ser algo para alguien alguna vez. Apenas
conocía a Emma, pero ella había despertado en mí sentimientos que no había
sabido que todavía era capaz de tener. No podía ser alguna vez esa persona de
nuevo. Pero quería ser esa persona de nuevo. Tomé mi teléfono y me desplacé a
través de los contactos. Apreté el botón de llamada y espere una respuesta.
—William, ¿qué estás haciendo? No me puedes llamar tan tarde. —El tono
de pánico silencioso de Angela me hizo volver a la realidad. Ella no estaba
preocupada por cómo me sentía. No sentía mariposas ante el sonido de mi voz. Yo
no era nada para ella. El sentimiento era mutuo. Colgué el teléfono y lo arrojé en el
sofá. Tenía que salir de este maldito lugar.
Tomé las llaves y algo de dinero, y me dirigí escaleras abajo hasta mi auto.
Tenía que recuperar el control de mí mismo. Necesitaba que me recordaran lo que
era. Conduje toda la ciudad hasta las afueras de la misma. En un centro comercial
de mala muerte que llevaba mucho tiempo olvidado para la mayoría, algunos
autos salpicaban la plaza de estacionamiento. Giré detrás del edificio y estacioné
mi auto. Mientras caminaba por el estacionamiento oscuro, puse el seguro a mi
auto y entré. El vestíbulo principal tenía una luz tenue y tres mujeres se sentaban
sobre sus talones, con la cabeza gacha, en una fila en la recepción.
—Señor Honor. Qué placer verlo, señor. —La pelirroja ronca detrás del
mostrador me dio la bienvenida. Asentí educadamente mientras mis ojos danzaban
sobre las mujeres arrodilladas—. ¿Lo de siempre, señor? —preguntó, y mis ojos se
dispararon a encontrarse con los suyos. Asentí y me dirigí de nuevo al pasillo
débilmente iluminado. Estaba en mi elemento. Sentí de nuevo completo en el
interior de estas paredes. Me detuve frente a la puerta tres. Una bombilla roja
brillaba justo encima del marco. Respiré hondo y entré. Rápidamente me
desabroché la camisa y la deslicé fuera, cayendo sobre un banco en la esquina,
seguida por mi bajo camisa. Me quité los zapatos y los calcetines y los deslicé
debajo del banco también. Estaba listo. La puerta se abrió unos minutos más tarde
y una pequeña morena enmarcó el interior. Inmediatamente me dejé caer de
rodillas, descansando sobre los talones.
Ella caminó alrededor de mí, su dedo recorriendo mis hombros. Trazó las
líneas del tatuaje tribal que se abría paso por mi brazo.
—No creo que lo sepa, ya no —le respondí con honestidad. Ella se inclinó y
agarró mi barbilla en su mano, tirándola hacia arriba hacia ella.
Durante la siguiente hora, se burló y jugó conmigo hasta que recordé lo que
era tener un control total incluso cuando yo estaba impotente en las manos de
otro. Nuestras sesiones nunca iban más allá de eso. Ella me empujaría al borde del
placer sin tener que dejarme caer por el borde. Me sentí renovado y como si
tuviera un mejor conocimiento de quién era una vez más. Ver las cosas desde la
perspectiva de un sumiso me hacía un mejor dominante.
6
Traducido por Flochi
M
e desperté como un hombre nuevo. Me levanté y me dirigí al
gimnasio en 32nd Street para empezar la mañana. Mi mente se
había aclarado esta noche, luego del trabajo, empezaría a tomar
aplicaciones para una nueva sumisa oficial. Había probado suerte en el mundo de
las citas pero fue más una molestia que otra cosa. Seguía sosteniendo mucho
resentimiento hacia Abby y no tenía la mentalidad correcta para nada más que una
relación dom/sub. Emma oficialmente había sido quitada de cada pensamiento
consciente. También Angela por lo que importaba. Al menos, esa es la mentira que
me dije.
—De nada, señor —respondió con una sonrisa malvada y se volvió para
dirigirse detrás del mostrador. Quizás no tendría que pasar a través de un proceso
de aplicación después de todo.
7
Traducido por LizC
H
ice mi camino al trabajo temprano. Necesitaba ver a Emma y
asegurarme que no sentía nada por ella.
Angela estaba intentando su más duro esfuerzo por arrinconarme para que
pudiéramos hablar. No había nada de qué hablar. No podía darle lo que ella
necesitaba y ella no podía darme lo que yo necesitaba. No estaba siquiera seguro
de qué era eso.
Mi estómago se retorcía en nudos. Sólo quería saber que ella estaba bien.
Decidí que iba a saltarme las últimas clases del día. Necesitaba más tiempo. Mi
cabeza todavía no estaba bien y Emma, presente o no, me estaba jodiendo sin
posibilidad de reparación.
—Te vi en el cine ayer. Eso fue… —dije mientras mis ojos danzaban arriba y
abajo de su cuerpo.
Estaba luchando por no venirme ante la sola idea de follarla. Nadie nunca
me ha hecho sentir tan fuera de control mientras está completamente en control.
Mierda. Me froté suavemente sobre ella donde le había pegado. Ella empujó contra
mi mano mientras dejaba que mis dedos se sumergieran entre sus piernas. Ella
quería más. La golpeé una última vez. Ella jadeaba pesadamente mientras yacía
tumbada en mi escritorio. Era hermosa.
T
odo lo que había sucedido en los últimos días se había evaporado. Mis
pensamientos consumidos con Emma. Me prometí que no la tocaría.
Me prometí a mí mismo que no la lastimaría, pero ahora era inevitable.
He perdido por completo el control de mí mismo y me sentí increíble y devastado
al mismo tiempo. Ya había olvidado mi última lección. Respeto. Si respetara a
Emma la habría dejado vivir su vida libre de mí.
Me abrí paso por el pasillo para salir por el día, perdido en mis propios
pensamientos culpables.
—Estoy bien. Todas las cosas buenas deben llegar a su fin —le dije y le di un
ligero beso en la mejilla. Ella me miró fijamente por un momento, su expresión en
blanco. Luchó por recuperar la compostura antes de que ella sonriera y entrara en
el interior de su auto. Esperé a que ella se fuera antes de regresar a través del
estacionamiento hacia Emma, quien estaba profundamente absorta en su libro.
Se veía como si quisiera decir algo más, pero se detuvo en seco. ¿Ella vive
con su tía? Quería saber más. ¿Dónde estaban sus padres? ¿Por qué no estaba
conduciendo su propio auto? ¿Qué diablos le había pasado en el brazo?
Sus ojos verdes ardían en los míos. Ella mirándome era un espectáculo para
la vista.
Abrí la puerta para ella y tomé sus libros. Parecía que estaba cuestionándose
si debía o no ir conmigo. Una parte de mí deseaba que ella hubiera dicho que no.
Así es. Huye de aquí. Pero no corrió. Se deslizó con delicadeza en el asiento
delantero. Tiré sus libros en el asiento de atrás y me deslicé a su lado. Estaba
involucrándome demasiado profundo con ella y yo lo sabía.
—Por favor —rogó y mi cuerpo dio paso a los deseos carnales. Apreté mis
dedos con fuerza en su cabello y empujé mis labios con fuerza contra los de ella.
Deslicé mi lengua lentamente en su interior y ella empujó contra ella con la suya.
Gimió en voz baja mientras sus manos comenzaban a explorar mi cuerpo. Ella
arqueó la espalda hacia mí y pronto no sería capaz de detenerme de follarla aquí a
lo largo de la concurrida calle.
—No podemos hacer esto aquí. —Luché para recuperar el aliento. Esperaba
que no me pidiera que la llevara a casa.
—Mi casa. —Me aparté de ella para ganar la compostura. Mantuve los dedos
entrelazados en su cabello, tirando suavemente—. Tengo que explicarte algunas
cosas antes de que esto vaya más lejos —le advertí. Se mordió el labio y asintió—.
No tienes idea de lo que eso me provoca.
Tal vez no era más que atracción física. Yo podría satisfacer esas
necesidades para ella, ¿cierto? ¿A qué riesgo? Si yo era el que salía herido en el
proceso, y no ella, podría vivir con eso. Era un mal karma que me debía de
innumerables indiscreciones. Valdría la pena, para estar con ella.
9
Traducido por Nanvargas.b
N
os detuvimos frente a mi almacén unos minutos más tarde. Ella
parecía asustada y me di cuenta que debí haberle advertido que no
vivía en un hogar normal. Nos detuvimos en el interior y la gran
puerta de muelle se cerró detrás de nosotros, encapsulándonos en la oscuridad.
Salí y rápidamente rodeé hacia su lado del auto y abrí su puerta. No podía esperar
más. Necesitaba sentirla contra mí.
Esto es lo que ella quiere, me dije. La saqué del auto apretando su espalda
contra el frío metal. Mis manos vagaron por su espalda. Agarré su culo y tiré su
cuerpo apretado contra el mío. Quería que sintiera lo mucho que la deseaba. Mis
labios rozaron los suyos.
Ella arqueó sus caderas contra mí y luché por no tirarla en el capó del auto y
follarla aquí mismo.
—Sí —ronroneó en mi oído. Una vez más, empujé mis caderas contra ella.
—Sí, ¿qué? —Quería que fuera perfecto. Quería que ella fuera mía,
completamente.
—Oh, no puedo —dijo con el ondeo de sus delicados dedos. Deslicé uno de
los vasos hacia ella.
Quería obligarme a parar pero la atracción hacia ella era demasiado grande.
—Entiendo. —Su voz resonó con una falsa confianza. Era comprensible,
estaba nerviosa. Se mordió el labio.
—Eso no es lo que quise decir. —Me di cuenta que entendía, pero no quería
decir las palabras.
C
aminé de regreso a la isla con ganas de olvidar todo lo que había
sucedido. Corromper a Emma era un nuevo nivel de bajeza. Me serví
una copa. A medida que el líquido ardía en mi garganta, tomé otro
trago enseguida. Pensé en Emma, afuera, sola. No puedo dejarla allí sola. No
después de lo que acababa de hacerle.
—¿Dónde estás? —pregunté, con ganas de correr hacia ella, para consolarla.
Era egoísta.
—Sólo quería asegurarme que llegaste a salvo a casa. —Luché para ocultar
la frustración en mi voz. Por mucho que quería asegurarme de que estaba a salvo,
quería verla a la vez. Era un lobo tras un cervatillo herido. Ni siquiera yo podía
dejar de hacerle daño.
—No voy a irme a casa. Voy a salir —dijo entre dientes y la línea se cortó. La
había rechazado y se iba a buscar consuelo en los brazos de otra persona. Maldije
en voz baja, apretando mi teléfono con tanta fuerza que los nudillos se me
pusieron blancos.
Me dirigí de nuevo a la cocina por otra copa. ¿Por qué me importa lo que
hace y con quién lo hace? La había rechazado y la había dejado ir. Era una criatura
vil ante sus ojos. Eso es lo que había querido.
—Hola —preguntó una mujer. Apenas podía oírla con el ruido sordo de la
música en el fondo.
—Ella está justo aquí. Deberías venirte. Estamos en Rapture. —Ella se rio,
arrastrando las palabras. Oí la voz de un hombre en el fondo y podría haber jurado
que pronunció el nombre de Emma.
—Tal vez —le contesté y terminé la llamada. Sabía que no debía ir, pero
Emma obviamente tenía una baja tolerancia para el alcohol, como es evidente por
su mano lesionada. No podría vivir conmigo mismo si se aprovechaban de ella.
¿Podría vivir conmigo mismo si era yo el que se aprovechaba de ella? No quería
saber la respuesta. Tomé las llaves y me fui tras ella. Sólo necesitaba saber que
estaba bien.
E
lla parecía incómoda. Sus brazos se enrollaban firmemente
alrededor de su cintura.
—Tengo que llamar a mi tía. Si ella llega a casa y yo no estoy allí… —Sacó su
teléfono de su bolsillo. Estiré la mano, colocando mi mano sobre ella antes de que
pudiera marcar.
Salí del auto y esperé a que se uniera a mí. Hice un gesto hacia los
escalones, colocando mi mano sobre la parte baja de su espalda mientras la guiaba
al piso de arriba. Mi pulso se aceleró al sentir los músculos de su espalda.
—Gracias —dijo en voz baja. Me pasé las manos por el cabello, tratando
desesperadamente de no centrarme en su boca mientras ella comía. Agarré mi
botella de licor y llené mi vaso. Comió en silencio a medida que me observaba
deslizar más y más lejos.
Decir las palabras en voz alta se sintió como un puñal en mi pecho. Tomé
otro trago. Ella se apartó del mostrador y se dirigió hacia la puerta.
—Ya has dicho eso. —Su voz fue pequeña y estaba a punto de perder el
control de nuevo. La seguí, sin permitirme pensar en las consecuencias. Ella abrió la
puerta y yo la empujé cerrándola detrás de ella.
Tenía que explicarme. No podía dejar que pensara que algo de esto era su
culpa. La había cazado como un animal.
—No quieres esto —susurré mientras ella se acercaba. Sus manos dejaron
las mías y poco a poco comenzó a desabrochar los botones de mi camisa. Esta vez,
con las manos firmes. Empujó la camisa de mis hombros, dejándola caer al piso.
Agarré la parte inferior de mi camiseta y la saqué por mi cabeza. Mis ojos nunca se
apartaron de los suyos. Comencé a deshacer mi cinturón a medida que sus manos
se deslizaban por mi pecho. Lo doblé en mis manos y desabroché el botón,
dejando que mis vaqueros colgaran bajo en mis caderas—. Estás siendo una chica
muy mala.
—Voy a castigarte.
12
Traducido por LizC
S
u mano se flexiona contra mí y casi me caigo de rodillas con su toque.
Empecé a oscilar lentamente contra ella mientras su mano se mueve
delicadamente sobre mí.
Quería dominarla. Quería hacerla sentir cosas que nunca había imaginado.
Quería que se soltara y darle placer a través de mí. La llevé a mi dormitorio en el
otro extremo del piso.
Caminé hacia ella lentamente, rogando para que no huya. Deslicé mis
manos a ambos lados de su cara y poco a poco me incliné para besarla. Ella no se
apartó de mí. Después de un momento, su cuerpo se relajó contra el mío, sus
labios abriéndose, dándome entrada. Sus manos se levantaron, y trazó los dedos
por mi estómago. La agarré rápidamente. No estaba dispuesto a no tener un
control total y absoluto.
Me arrepentí de mi tono, pero ella hizo lo que le pedí. Sus brazos cayeron,
de mala gana, a los costados. Se mordió el labio inferior entre los dientes mientras
miraba al suelo.
—Mírame —ordené. Sus ojos se encontraron con los míos, poniendo todo
mi cuerpo en llamas. Me acerqué a ella, como una abeja a una flor.
—Acuéstate.
Ella las colocó frente a mí. Poco a poco enrollé el cinturón alrededor de ellas
y las empujé por encima de su cabeza, asegurándolas a la cabecera. Quería sentir
sus manos sobre mí, pero no podía. No podía dejar que nadie me toque. Me
dolería demasiado en la ausencia de sus manos.
—Así está mejor —le susurré al oído. Tracé pequeños besos por su
mandíbula dejando un rastro de piel de gallina tras ellos. Mi boca encontró la de
ella rápidamente. Esto me lo podía permitir. Su lengua empujó contra la mía y mis
caderas involuntariamente se arquearon contra ella en respuesta. La tenía justo
donde la quería y ella me tenía a mí.
Abrí la cremallera de mis pantalones y me los quité, ansioso por estar más
cerca de ella.
—Ahora tú consigues una recompensa.
Bajé mi cuerpo sobre ella, colocándome entre sus piernas. Empujé contra
ella y para mi sorpresa, su cuerpo empujó contra el mío.
—Sí, ¿qué?
—Sí, señor —gimió. Tuve que apartarme de ella. No sería capaz de evitar
acabar en ella si no lo hacía.
—Aún no —le respondí, obligándome a dejarla. Ella tiró del cinturón que
ataba sus manos—. Date la vuelta —comandé.
—Abre las piernas —le ordené. Ella movió sus piernas lentamente—. Más
amplio —grité, un poco más duro de lo que quería. Lo hizo, sus ojos nunca
dejando mi mano. Busqué en sus ojos alguna señal de miedo, algún signo de
arrepentimiento. No había ninguno.
Me arrastré sobre ella, posicionándome entre sus piernas. Me froté sobre sus
bragas, reflejando la acción de mi otra mano. Ella empujó contra mis dedos. Sus
ojos se cerraron. Empecé a acelerar mi ritmo.
—Mírame. —Mi voz era baja y salió como un gruñido. Abrió la boca, pero no
hizo ningún sonido.
La besé con fuerza, obligando mi lengua dentro de su boca. Sabía que se iba
a resistir, pero no me importó. Aquí, yo estaba a cargo. Aquí, eran mis reglas. Ella
luchó contra mi boca mientras empujaba contra mí. Empujé mis caderas con más
fuerza contra ella. Se resistió contra mí, ahora devolviendo mi beso, con fuerza.
Enrollé mis dedos en sus delicadas bragas amarillas y tiré, haciendo que se
desgarren en mis dedos. Me presioné contra ella, dejándola sentirme en su
entrada. La besé, moviéndome dolorosamente lento. Su cuerpo se tensó a mí
alrededor. Me contuve a la espera de que se relajara un poco más. La besé
despacio, con ternura, hasta que sentí que se tornaba más a gusto, meciendo
lentamente sus caderas hacia las mías.
—Sí —gimió, arqueando su parte inferior hacia mí. Empujé una y otra vez
hasta que estuve totalmente dentro de ella.
—Si me pongo demasiado rudo, necesito que me lo digas —le advertí. Ella
se mordió el labio y asintió, pero necesitaba oírselo decir. Para asegurarme que
entendía—. ¡Respóndeme! —le ordené. Empujé contra ella, burlándome de ella.
M
e salí de ella y empecé a ponerme los pantalones, pasando mis
manos a través de mi cabello. ¿Qué había hecho? Me permití robar
una mirada hacia ella. Ella yacía desperdigada en mis antes
sábanas blancas, frotando cautelosamente sus muñecas. La pequeña salpicadura
carmesí arruinando la visión de un ángel. Agarré su ropa y se la lancé, sin querer
ver lo que había hecho por más tiempo.
Tomé la pequeña pieza rasgada de tela que alguna vez fueron sus bragas y
las deslicé en mi cómoda. Dejé la habitación sin mirar hacia atrás a ella. Se merecía
algo mejor.
—No soy bueno para ti, Emma. —Ella me miró, sosteniendo brevemente mi
mirada. Tenía la esperanza de que pudiera ver el arrepentimiento en mis ojos.
—¡Emma! —Mi voz salió con pánico, agarré su brazo, desesperado por evitar
que saliera—. No quería decir que no quiero volver a hacerlo, es sólo que no
puedo darte lo que quieres. Lo que pasó allí es todo lo que sé. Nunca habrá nada
más que eso conmigo. No me acerco a las personas. No me preocupo por las
personas —mentí. Era un maldito mentiroso y cobarde.
—¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué no me dejas caminar a casa? —
Ella podía ver a través de mí.
—William —grité detrás de ella, queriendo mostrarle que tenía razón sobre
mí, que en el fondo en algún lugar ella había penetrado. Que había algo diferente
en ella. Algo especial.
—Mi nombre es William. Por favor, entra en el auto. No es seguro aquí para
ti. —Nunca me perdonaría si algo le pasara. Ella se quedó parada ahí, decidiendo
qué destino sería peor—. Por favor. —Mi pulso se aceleró mientras ella dio un paso
más cerca del auto.
D
esperté en el sofá, estirando el brazo para alguien que no estaba ahí.
No me podía dormir en mi cama solo. Pasé mis dedos a través del
cabello y tropecé en la cocina, sirviendo una taza de café. Miré
alrededor por mi teléfono y me di cuenta que lo había dejado anoche en mi auto.
Cuando abrí la puerta, un diminuto pedazo de papel revoloteó hacia el piso. Lo
recogí y lo giré entre mis dedos. Lo leí. Mientras las palabras se hundían, lo dejé
revolotear en el suelo. Corrí a toda velocidad hacia mi auto e inmediatamente
comencé a llamar a Emma. Su teléfono sonaba hasta la saciedad. Corrí por las
escaleras, agarrando la nota mientras me puse la ropa. Necesitaba asegurarme de
que estaba bien. Si algo le pasaba por mi culpa, no sería capaz de vivir conmigo
mismo.
—Estoy bien —dijo mientras caminaba hacia la cocina. Entré de mala gana,
no quería que nadie me viera—. ¿Qué pasa? —preguntó mientras preparaba su
desayuno.
—Estacioné calle abajo. ¿Ha venido alguien por aquí? ¿Alguien que
pareciera extraño? —No pareció tomar mi apremio con seriedad.
—No puedo dejar de pensar en ti. —Sus ojos se encontraron con los míos y
no podía pensar en otra cosa. Ella se ruborizó y esquivó la mirada—. Mírame. —No
tenía idea de cuan absolutamente perfecta era. Cuando sus ojos se encontraron
con los míos no podía dejar de tocarla. Acaricié su mejilla con el dorso de la mano.
Ella no retrocedió. Mordió su labio y esa fue mi perdición. Encontré sus labios con
los míos. Mis dedos se mezclaron por todo su cabello.
—Bien —jadeó.
Llevé mi mano sobre su trasero. Ella sujetó las cobijas en sus puños y
lloriqueó. La metí de nuevo, esta vez entrando en ella antes de que pudiera
recuperar el aliento. Ella gimió. No la detuve. Serpentee mi mano en su boca y dejé
que su grito se amortiguara en mis dedos. Empujé en ella rápidamente, sin
compasión. Su cuerpo se puso rígido debajo de mí. Me aseguré que escuchara
cuan complacido estaba con ella. Su lengua corrió a través de la longitud de mis
dedos. La mordí suavemente en el lóbulo de su oreja mientras mis dedos se
deslizaban en su boca y ella los chupaba suavemente. Me moví al ritmo de su boca,
empujándola más lejos mientras mi otra mano la agarraba del cabello. La sentí
empezar a apretarse a mí alrededor y yo estaba peligrosamente cerca de correrme.
«Estoy en mi auto».
«¿Dónde estás?»
T
an pronto como la vi, no podía apartar los ojos de ella. Me miró con
expectación. Sabía que el daño ya estaba hecho. No la merezco.
—Estoy bien
Viajamos en silencio. Ella miró por la ventana a toda la gente en las calles. La
cara de Emma parecía triste y como si estuviera a un millón de kilómetros de
distancia. Puse mi mano sobre su pierna para consolarla. Podría haber dicho algo
para hacerla sentir mejor, pero las palabras me fallaban. Estaba tan perdido
preguntándome por qué me molestaba tanto. No me gusta ver a ninguna mujer
haciéndose daño. Por lo menos, no fuera de la habitación. Esto era diferente y esta
mierda me asustaba. He tenido problemas para convencerme que la atracción que
tenía era puramente física, pero ver sus emociones tristes y apartadas había
despertado algo dentro de mí que no sabía que era capaz de sentir.
Llegamos a las puertas del ascensor y tomé una respiración profunda antes
de abrirlo. Si salía corriendo de mí ahora sería mi perdición. Entré. Ella dudó por un
momento y luego se unió. Subimos en silencio, uno al lado del otro al piso de
arriba.
Se abrieron las puertas a la gran sala oscura. Envolví mis brazos alrededor de
su cintura y la guie hacia delante, rogándole en silencio que no corra. Sentí su
cuerpo tensarse bajo mis dedos. Quería que se sintiera a gusto. Quería que se
presentara ante mí totalmente para poder olvidarse de la tristeza y simplemente
sentirse atendida.
—¿Qué es esto? —preguntó, su voz más fuerte de lo que esperaba.
M
i mano se deslizó por su cuerpo hasta su garganta. Podía sentir la
sangre pulsando a través de la fina piel de su cuello mientras me
inclinaba más cerca para inhalar el aroma de las flores flotando
desde su cabello. Después de todo, había empezado a sentir de nuevo. Quería
estar con ella, compartir esto con ella. Mi mente pensó en sus mensajes y la
amenaza que había recibido. Estaba perdiendo el control y maldita sea, lo odiaba.
—Quiero hacerte daño. —Nunca me había sentido tan abierto, tan crudo.
Ella no corrió, no se apartó.
—Detente.
—Por favor —rogó y casi me corro con el sonido de su voz. Me abracé con
fuerza a su cabello, sin querer dar más de lo único que tenía. De control.
Me incliné más cerca, dejándola sentir mi aliento en sus labios. Sus ojos se
abrieron como platos.
—Flor —repetí. Mis labios se encontraron con los suyos, con avidez. Su
cuerpo respondió, empujando contra mí. Sus manos cayeron a mi cintura y
comenzó a tirar de mi cinturón. Agarré sus muñecas y empujé sus manos sobre su
cabeza. Me incliné más cerca, capturando su labio inferior entre los dientes, tirando
suavemente—. Ahora empieza la verdadera diversión.
—¿William?
—Dime que me perteneces. —Su respiración se tornó más desigual pero ella
no respondió—. ¡Dime! —susurré, mi mandíbula apretada. Necesitaba escuchar las
palabras.
—Te pertenezco.
Ella gimió, sus caderas tirando contra mis dedos. Me reí en voz baja,
preguntándome qué había hecho para merecerla.
—Buena chica.
—¿Has jugado alguna vez con uno de estos antes? —pregunté. Se mordió
los labios y negó con la cabeza. La idea de ser su primera de muchas experiencias
me excitaba como ninguna otra cosa. Me arrastré de nuevo por su abdomen. Sus
músculos se tensaron a medida que le hacía cosquillas. Mantuve mis ojos en su
cara mientras lo dejaba rozar contra su sexo mojado. Se apoyó en las restricciones,
la sensación siendo demasiado para ella—. Shhh… —le susurré al oído, esperando
que no se haga daño a sí misma. Me moví lentamente de ida y vuelta. Sus caderas
comenzando a mecerse, igualando el ritmo. Rondé mis labios por encima de ella,
respirando su jadeo tranquilo—. ¿Quieres que te haga venir? —Su respiración se
detuvo por una fracción de segundo.
—Sí.
—Más profundo.
Lo hice, embistiendo contra su boca con el juguete. Y ella dejó pasarlo aún
más profundo de lo que esperaba en su boca. Tomó toda la longitud. Me aparté
poco a poco y luego tracé un rastro hacia abajo sobre su pecho palpitante. Ella
estaba tan ansiosa. Cuando llegué a su sexo, lo dejé vagar donde más lo necesitaba
mientras empujaba contra ella, deslizándolo dentro de sí. No iba lento o suave.
Pero su cuerpo empezó a corcovear a medida que sus paredes se apretaban
alrededor de mí, llevándome más profundo dentro de ella.
—Sí —gritó.
—No soy el único que podría salir herido si alguien se entera de nosotros —
amenacé. Y la oí aspirar una bocanada de aire sorprendido.
—William, te lo juro. No hice nada —me suplicó que le creyera. Emma
caminó lentamente por delante de mí a la cocina. Me pasé las manos por el
cabello, deseando tener la fuerza para mantenerla fuera de mi jodido mundo. Ya
no tenía el control de nada. El que me había enviado la nota se aseguró de eso. Le
di la espalda a Emma y bajé la voz.
—Esto es lo que está mal. Por eso he ido a verte esta mañana.
Levanté la nota y esperé a que ella dijera algo, cualquier cosa. Sus ojos se
desplazaron sobre el trozo de papel.
Negué con la cabeza y tomé otro trago de mi cerveza. Tenía que haber otra
manera de salir de esto.
—¿De qué estás hablando? Ella amenazó tu vida —estaba gritando. Este era
un lado de ella que nunca antes había visto.
Estaba preocupada por mí. Tal vez estaba preocupada por sí misma. Tomé
otro trago mientras pensaba en más opciones.
—Tenemos que encontrarte un lugar seguro para que puedas ir esta noche.
Mi estómago se revolvió ante la idea de que se fuera, pero sabía que era lo
mejor para ella.
Mantuvo los ojos fijos en los míos. Su mano se levantó lentamente y apoyó
suavemente sus dedos contra mi pecho. Luché contra la tentación de apartarla.
Tomé la mano de su rostro y la puse encima de ella, y la mantuve firme en mi
contra. Mi pulso se aceleró.
—Tú eres la única persona que alguna vez ha hecho que mi corazón se
acelere así.
No miré hacia otro lado. Ella necesitaba saber eso. Eran probablemente las
palabras más sinceras que jamás había pronunciado. Tomé mi otra mano y coloqué
su cabello castaño detrás de su oreja. Tragué saliva para las próximas palabras que
tenía que decir—. Tienes que irte. No es tema de debate.
E
mma llamó a una de sus amigas y le dejó un mensaje dejándolas saber
que quería salir. Me apresuré en prepararnos algo de comer. Hice
espaguetis mientras ella me observaba, sin decir nada. Comimos
juntos, en silencio por lo que se sintió como una eternidad. El pensamiento de que
ella se fuera pesaba en mi corazón. Emma fue la primera en romper el silencio.
—Come —dije con una sonrisa, dejando que mi mente olvidara todo lo
demás. Su teléfono sonó sacándome de mi ensueño.
—Es Becka —dijo antes de responder. Agarré nuestros platos y los llevé al
fregadero, maldiciéndome por dejar a alguien entrar.
—Mi tía y yo tuvimos una pelea. Yo sólo… no puedo regresar ahí por un
tiempo. —Mi corazón dio un vuelco mientras escuchaba sus palabras. Supe que
estaba mintiendo respecto a su razón pero también había verdad en lo que
decía—. Gracias Becka, realmente lo apreciaría. —Volvió a poner el teléfono sobre
el mostrador mientras yo terminaba de enjuagar los platos—. Ella dijo que puedo
quedarme. —Sus palabras me atraviesan. No quería que fuera pero supe que ella
necesitaba estar tan lejos de mí como le fuera posible. Yo no era bueno para ella,
no era bueno para nadie. Cerré el agua y me di la vuelta para mirarla. Agarré su
bolso del mostrador y abrí la puerta, esperando que me siguiera.
—Tenemos que irnos. —Se inclinó otra vez hacia mí pero se detuvo. Bien.
Finalmente entendió que yo era la causa de todo esto—. Voy a arreglar esto. —No
dije todas las otras cosas que quise. Ese “voy a arreglar” probablemente significaba
que no la vería otra vez.
—Vendré por ti lo más pronto que pueda —dije, sin estar seguro si escuchó
mi voz vacilar. No tenía idea con cuánta fuerza lucharía por permanecer alejado de
ella. Sonreí débilmente hacia ella, intentando tranquilizarla.
—Lo sé —dijo en voz baja a la vez que salía del auto. Un nudo se había
formado en mi garganta y fui incapaz de decir algo más.
¿Qué consigue ella a cambio? Puse su vida en peligro. Fui l único lugar que
sabía que podía darme consuelo. Un lugar en el que podía torturarme sin ser
juzgado. Un lugar en el que podía ser torturado por otros.
Giré en la siguiente calle y aceleré cruzando la ciudad hasta la plaza
comercial en decadencia y al parecer abandonado. Primero me detuve en una
gasolinera junto al camino y compré una botella grande de bourbon. A medida
que me detenía en el estacionamiento y me dirigía a la parte posterior del edificio
tuve pensamientos de ella. Se estaría riendo y divirtiéndose con su amiga. Estaría
pensando en mí, en nosotros. Abrí la botella y tomé un largo trago. Me quedé
mirando la parte posterior del edificio intentando pensar en nada, en nadie más.
Tomé otro trago largo. Mis venas empezaron a calentarse mientras el alcohol
nadaba a través de mí. Tomé mi teléfono y empecé a escribir. Quería que ella me
empujara por encima de la cornisa, acabar con todo.
—Buenas noche, señor —repicó como una campana. Le mostré una rápida
sonrisa, sin querer emprender una charla. El alcohol me estaba poseyendo en este
momento y sólo quería estar adormecido—. ¿Lo de siempre? —Sus labios se
curvaron en una sonrisa malvada. Asentí, y me di la vuelta para regresar al pasillo
estrecho—. ¿Señor? —dijo tras de mí. Me detuve, volviéndome para mirarla—. Si
está dispuesto a algo diferente… —Su voz se fue apagando. Hizo un gesto hacia las
chicas que se sentaban pacientemente, esperando—. O quizás. —Se mordió el
labio mientras con un dedo trazaba el borde de su escote, sumergiéndolo debajo
del cuello bajo de la blusa. Me di la vuelta y continué bajando por el pasillo. Puse
mi mano en el pomo de la puerta tres y me tomé un minuto para tranquilizarme.
Había bebido más de lo que me había dado cuenta y me estaba golpeando con
más fuerza de la que esperaba. Entré y me quité a camisa, sacándome los zapatos
al mismo tiempo. Me tambaleé pero conseguí mantener mi equilibrio mientras
terminaba de prepararme. La puerta chirrió y me puse de rodillas. El peso del
mundo manteniéndome abajo. El sonido de tacones altos repiqueteó en el suelo
duro.
—Tengo más dolor del que puedes darme —dije con los dientes apretados.
Sus ojos se agrandaron con sorpresa mientras la obligaba a mirar profundamente
en los míos. La sostuve con firmeza mientras me ponía de pie. Ella se hundió hasta
que sus rodillas tocaron el suelo, balanceándose hacia atrás hasta que se apoyó
sobre sus talones. Me quedé cerniéndome sobre ella, su muñeca apretada en mi
asidero. Luego de un momento de silencio, ella habló.
Salí del edificio, sin hacer contacto visual con nadie mientras salía. Me
incliné, apoyando las manos sobre mis rodillas cuando alcancé el frío aire de la
noche. Quise vomitar; estaba tan disgustado conmigo mismo. Me tambaleé de
regreso al auto y me deslicé dentro, agarrando la botella de alcohol. Tomé un largo
sorbo y esperé a que el ardor pasara antes de recoger mi teléfono.
«Esperándolo».
El texto que no había esperado ver de Emma brillaba en la pantalla. Se
merecía algo mejor. Di otro trago antes de escribir la respuesta.
“Quiero tomar mi amor y odiarte hasta el final” sonó por los altavoces. Cerré
mis ojos, deslizándome más profundo en mi tristeza. Mi teléfono sonó y casi tuve
miedo de recogerlo.
«Te extraño».
Repetí las palabras una y otra vez en mi cabeza. ¿Qué pensaría ella de mí
ahora? Estaba enfermo.
«Emma, no lo hagas».
Presioné enviar y esperé que se enojara. No podía soportar que ella sintiera
algo como eso, pero ella lo necesitaba. Necesitaba odiarme.
19
Traducido por Flochi
M
e senté solo, con la botella en mi mano, escuchando una canción
deprimente tras otra. Las paredes que había construido para
mantener a todos fuera se estaban desmoronando a mi alrededor.
Ya no podía adormecer el dolor que sentí con el alcohol o una aventura de una
noche. No tenía otra opción más que enfrentarme a ello.
Ella estaba en peligro, y ya sea que ella lo tomara en serio o, yo tenía que
hacerlo. Saqué mi teléfono y marqué su número.
—Solo salimos por unas cuantas copas. ¿Cómo tú…? —Su voz se fue
apagando. Se mordió nerviosamente el labio inferior.
—Deja de morder tu labio antes de que te doble encima de la barra y te
castigue justo aquí. —No pude evitar reírme ante mis propios pensamientos
retorcidos. Me mentía a mí mismo sobre protegerla, y al mismo tiempo, quería
torturarla. Me quedé mirando más allá de la pequeña rubia que se había metido
entre nosotros. Esperé.
La mirada de Emma escaneó el bar hasta que finalmente cayó sobre mí. Sus
mejillas ardieron con enojo. Supe que estaría molesta de que estuviera aquí. No
me importaba.
«Última oportunidad».
—No eres tú. Lo siento —susurré en sus oídos. Emma ya había reanudado su
baile. Aparté a la rubia de un empujón suavemente para poder deslizarme por
detrás de ella. Ella se marchó, rechazada. Supe exactamente cómo se sentía. Me
dirigí al exterior, dejando que el frío aire de la noche me apartara del retumbe de la
música y el igualmente rápido latido de mi corazón. Fui a trompicones a mi auto,
buscando refugio. No podía dejarla aquí, sin saber cómo llegará a casa y si estará a
salvo. Si estará sola.
Esperé en la cima de las escaleras mientras contaba cada paso que ella daba,
cerrando la brecha de espacio entre nosotros. Bajó la mirada al suelo mientras
pasaba y se dirigía al interior. Cuán apropiado fue verla sólo momento antes salir
de la luz, y ahora ella me seguía hacia la oscuridad.
20
Traducido por LizC
S
eguí caminando, cerrando la puerta detrás de mí. No dije nada, ni miré
hacia ella. Caminé hacia el lado opuesto de la sala hasta el ascensor y
esperé a que se abrieran las puertas. Quería tomarla por sentado.
Escuché, contando los pasos que dio en todo el piso de madera antes de
tomar su lugar a mi lado.
—Ven aquí —dije, mirando hacia atrás en ella. Ella vaciló, pero dio un paso
adelante.
—¿Qué estás pensando? —preguntó ella. Quiso sonar confiada, pero su voz
la traicionó, vacilando en sus palabras. Sonreí al pensar en la cantidad de
respuestas que había a esa pregunta.
—No dirías eso si tuvieras alguna idea de lo que pensaba hacerte esta
noche. —Estaba siendo brutalmente honesto con ella. Dio un paso hacia mí y
todos los músculos de mi cuerpo se pusieron rígidos.
Agarré sus muñecas con fuerza, siendo incapaz de mantenerme alejado por
más tiempo. La empujé a través de la habitación. Mis ojos recorrieron la sala,
tratando de decidir exactamente cómo quería castigarla. Me detuve frente a uno de
mis favoritos. Tenía una gran inclinación en un lado y dos más pequeñas en el otro.
—Inclínate hacia delante. —No podía mirarla a los ojos. No con los
pensamientos que estaban corriendo por mi cabeza.
Me miró fijamente sin poder hacer nada, sin saber qué debía hacer. Yo le di
la vuelta y la empujé hacia abajo sobre el dispositivo, su cuerpo inclinándose sobre
la parte superior del mismo. Me hundí hasta las rodillas y aseguré sus tobillos en
las correas de cuero en cada pendiente. No iba a perder el tiempo haciéndolo
sensualmente. Llegué hasta el otro lado de ella y halé sus brazos hacia el suelo,
también asegurándolos. Ella me miró indefensa, pero yo no encontré su mirada.
—No tanto como que vas a estarlo. —Me moví de nuevo detrás de ella, sin
querer sus ojos sobre mí por más tiempo. Ella podía ver más allá de las paredes
que había construido en mi interior. Eso me asustaba.
Me quité el cinturón de los pantalones y no perdí tiempo haciéndola sentir
el dolor que yo había sentido toda la noche. Me descargué sobre su espalda y ella
tiró contra las restricciones. Esperé, pero ninguna palabra de seguridad apareció.
Le pegué de nuevo. No gritó, dejando apenas escapar un gemido. Le pegué de
nuevo, sin molestarme en tranquilizarla o consolarla. Una vez más. Otra vez. Mi
adrenalina corría por mi cuerpo y estaba en un plano diferente de existencia. Una
vez más. Otra vez.
—Detente —gritó. Golpeé de nuevo. Otra vez—. Por favor —gritó, esta vez
más fuerte. Ella no utilizó la palabra de seguridad y yo no me detuve.
—¿Tienes alguna idea de lo que quería hacerte en ese club? ¿Alguna idea de
lo que quería hacer con ese chico que tenía sus manos sobre ti? —Golpeé una vez
más, cuidando golpear un lugar diferente que el anterior.
—Lo siento —sus palabras salieron ahogadas—. Por favor… —Pude oír el
llanto en sus palabras. Dejé que el cinturón resbalara entre mis dedos, golpeando
con fuerza en el duro piso de madera, resonando a nuestro alrededor.
—No quería molestarte —susurró contra mí. Me sentí mal por su confesión.
Hasta este momento pensé que no le importaba. ¿Cómo iba a importarle? Ahora
estaba poniéndose en peligro para complacerme. Animal.
—¿Qué estás haciendo? —No sabía cómo responder a eso. Quería que ella
se lavara cualquier residuo de mí. Quería que se sintiera entera otra vez. Pura.
—Por favor, no te vayas. —Su voz estaba llena de tristeza. Una solitaria
lágrima se deslizó por su mejilla rosada. La barrí a un lado, deseando que fuera así
de fácil deshacerse de todo su dolor.
—Necesito que investigues algo para mí. —Le expliqué la situación con la
nota y Emma y toda la mierda en la que me había involucrado.
—Pero… dijiste que no era seguro para mí. —Ella tomó la ropa y la sostuvo
sobre su cuerpo. Yo no fui lo suficientemente fuerte como para apartarla.
—No es seguro para ti conmigo. —Me dolió decirlo, pero ella tenía que
entender. Dio un paso hacia mí y tuve que extender una mano para detenerla. Si se
acercaba más, perdería el control. Quería tenerla en todas las formas posibles,
poseerla. Ella no se movió y no pude evitar la decepción que se apoderó de mí. Me
pasé las manos por el cabello, frustrado—. Puedes tener la cama, me quedo con el
sofá.
—Fue solo una pesadilla —dijo ella, luchando por estabilizar su respiración.
Si se trataba de una pesadilla, sabía que me involucraba. Salí de la habitación sin
decir una palabra.
Probé la puerta del lado del conductor. Bloqueada. Fui a la puerta de atrás,
mirando alrededor para asegurarme que no hubiera nadie cerca. Estaba solo. Tiré
de la manija y la puerta se abrió. Sonreí por lo fácil que lo hizo para mí. Extendí la
mano y abrí la puerta principal, deslizándome en el interior. Abrí el capó y me dirigí
a la parte delantera del auto. Di una última mirada alrededor antes de inclinarme
dentro y aflojar la línea de freno.
Me deslicé dentro de la casa en silencio, esperando que ella no se hubiera
despertado mientras yo no estaba.
21
Traducido por Jenn Cassie Grey
M
e paré en la cocina en mis boxers esperando que el café se
preparara. Estaba nervioso por saber si ella se había despertado la
noche anterior para descubrir que ya no estaba. Me obligué a no
encender las noticias para ver si Jeff había estado envuelto en algún horrible
accidente por conducir ebrio. Tan trágico como pudiera ser. No sentía nada de
lástima por él. Si ella hubiera visto la mirada en sus ojos cuando la tocó. La misma
que antes se había reflejado en mis ojos miles de veces, estaba seguro.
—El café huele bien —dijo rompiendo el hechizo. Le tendí una taza de café y
tomé la mía apresuradamente, vertiendo otra—. ¿No dormiste? —preguntó, sin
acusarme.
Quería, que por una vez en su vida, pensara sobre su propia seguridad. Se
detuvo, sin dar un paso más cerca. Sus ojos miraron a través de mí mientras
buscaba por alguna verdad en mis palabras. Sin decir otra palabra se giró e hizo su
camino hasta el baño. Caminaba más rápido de lo que me habría gustado. Estaba
triste. Quería correr tras ella, abrazarla. No lo hice.
No hablamos. Tomé mis llaves y ella me siguió detrás hasta mi auto. Abrí la
puerta y la miré deslizarse dentro. Hizo una mueca de dolor mientras su trasero
tocaba el asiento y se acomodaba lejos de mí.
—Emma… —suspiré.
—No —me cortó. No podía culparla. No traté de hablar con ella de nuevo.
Estaba enfermo de alejarla constantemente y solamente traerla de vuelta por mis
necesidades egoístas.
Estaba bastante frustrado con ella. ¿Por qué carajos no podía entender que
estaba tratando de protegerla? Lágrimas comenzaron a deslizarse por su cara.
Mierda. Limpié sus lágrimas con el dorso de mi mano. Dejé que mi pulgar se
deslizara a través de su labio inferior. Dios, ella era tan follable aun cuando estaba
triste.
—Te mereces algo mejor. —Esa fue la cosa más honesta que alguna vez le
había dicho.
No era una mujer extraña tratando de manipularme y sabía que eso era
exactamente lo que ella estaba tratando de hacer. También sabía que tenía razón.
Alguien podría ir a buscarla. No dejaría que eso pasara.
Esperé que ella supiera que lo decía enserio. Estaría a salvo mientras se
mantuviera alejada de mí. No respondió. Tal vez había entendido. Se metió en su
auto y se alejó manejando. Esperé, pensando en cómo haría todo esto bien.
22
Traducido por Jenn Cassie Grey
M
anejé de regreso a mi casa sintiéndome vacío. Cada segundo que
pasaba sin ella se sentía como una eternidad. Odiaba lo débil y
fuera de control que me había convertido. Me estaba arriesgando,
haciendo cosas sin dudar o planear. Como lo que le hice a Jeff. Por mucho que
quería sentirme culpable, no podía. La emoción simplemente no venía. Me dije a
mi mismo que estaba protegiéndola. Nadie la estaba protegiendo a ella de mí
Tan pronto como llegué a casa, me despojé de mis ropas y corrí a una ducha
fría. Dejé que el agua corriera sobre mí como si pudiera lavar mis pecados. Ni
siquiera el océano tenía agua suficiente para hacer eso. Me lavé como si fuera
posible, frotando más fuerte de lo necesario hasta que mi piel ardía como fuego
contra el jabón. Aun así no fue suficiente. El dolor empalidecía en comparación con
el dolor que le había causado. Al dolor que le causaría. Dejé que mi mano bajara,
acariciándome al pensar en ella. Era tan inocente, tan confianzuda. Nunca le di una
razón para confiar en mí, pero lo hizo. Apreté más fuerte, permitiéndome que una
punzada de placer ondulara a través de mi cuerpo antes de detenerme. No me
merecía ningún tipo de alivio. Incliné mi espalda y golpeé la pared permitiéndome,
sentir en cambio el dolor que merecía.
Esperé ansioso a que llegara. Necesitaba otra solución. Tomé sus libros y los
dejé sobre su escritorio. Se sentía como una eternidad desde que la había mirado a
los ojos. Desde que había roto su corazón y la había alejado. Me incliné contra mi
escritorio, mi sangre tronando en mis orejas mientras mi corazón se aceleraba.
Mientras ella entraba por la puerta, sus ojos encontraron los míos y por un
segundo el mundo se detuvo y giró más rápido al mismo tiempo. Girando fuera de
control y orbitando alrededor de nosotros. El momento duró poco hasta que uno
de mis estudiantes se acercó a hacerme una pregunta sobre el último trabajo. Le
respondí rápidamente y me giré hacia ella pero había desaparecido. Como un
hermoso espejismo. Mis ojos escanearon la habitación frenéticamente hasta que
reposaron sobre ella.
Me aseguré que sus ojos estuvieran mirando a los míos mientras lo decía.
Sabía lo que esas palabras podían hacerle. Mordió su labio mientras se sonrojaba.
Estreché mis ojos hacia ella, mirando su boca. Su preciosamente follable boca.
Liberó su labio inmediatamente.
Caminé lejos de ella y continúe con mis preguntas. Mis pensamientos nunca
la dejaron. Pasé mi mano sobre el borde del escritorio donde sus dedos le habían
agarrado, sosteniéndola fieramente mientras la castigaba. Mi mano acarició la
hebilla de mi cinturón, lo que me hizo ganarme otra mirada lujuriosa. Mi polla se
retorció y tuve que acomodarme discretamente.
No pensé en nada más por el resto del día. Quería quitarle su dolor. El dolor
que yo le había causado.
Hice mi camino hasta mi auto y esperé a que saliera. Ella se veía pequeña
hablando con sus amigos antes de que se sentara en su auto sola. No pude
resistirme en mandarle un mensaje. Quería que supiera que había estado pensando
en ella.
«¡Ahora!»
Le di una dura mirada pero tenía que enfocarme en Angela. Salí de mi auto
y la saludé, tratando de no atraer la atención hacia nosotros. Emma pasó volando
frente a nosotros, acelerando sin cuidado a través del estacionamiento. Escribí
rápidamente, deseando poder ir detrás de ella.
«Baja la velocidad».
N
o desperdicié un segundo. Necesitaba asegurarme de que Emma
llegó a casa a salvo. Conduje a su lugar, asegurándome de que
nadie más estaba en casa. El auto de Emma no estaba allí. Me
estacioné en la calle y caminé detrás de su casa, encontrando desbloqueada la
ventana de su dormitorio. Sonreí por lo descuidada que realmente era en lo que a
su seguridad se refería. Me deslicé adentro de la ventana y esperé ansiosamente a
su llegada. No pasó mucho tiempo. En el minuto, escuché el sonido de la puerta
del garaje levantándose y bajando. La escuché cuando se ocupaba de sus asuntos,
ignorante de lo que podría estar acechando a la vuelta de la esquina. Mientras ella
caminaba por el pasillo, sentí que mi pulso se aceleraba al tiempo con sus pasos.
La puerta se abrió.
—Realmente, no era mi tipo. Me gusta mi mujer toda para mí. —Di un paso
más cerca de ella y levanté su barbilla con mis dedos—. Respira, Emma. —Como si
mis palabras fueran su orden, ella contuvo un aliento desigual. Dejé que mis
manos se deslizaran sobre su cuerpo. Tracé su mandíbula mientras la otra
exploraba su cintura. La dejé deslizarse más abajo, acariciando su cadera. Ella dejó
escapar un gemido entrecortado y seguí adelante, pasando mis dedos por su
muslo y enganchando mi mano por debajo de su rodilla. La saqué rápidamente y
presioné mi longitud contra ella. Dejé que mis labios siguieran desde su rostro
hacia su oreja—. Echo de menos tu sabor en mis labios. —Ella se relajó, la retuve
allí por la presión de mi peso contra ella. Gimió en mi oído. Casi me perdí con el
sonido. Dejé que mi pulgar se deslizara sobre su labio inferior mientras ella los
separaba. Empujé mi dedo adentro y le dio la bienvenida con su lengua—. Debería
irme.
—Sí, señor. —Sonrió y presioné mis labios contra los suyos, queriendo
saborearla, sentir su felicidad.
—Sé una buena chica. —Sabía cómo la afectarían esas palabras. Podía verlo
en sus ojos. También era una advertencia. Sabía que ahora estaba demasiado
involucrado con ella. No podía resistir empujarla; no podía ser responsable por lo
que haría si alguna vez me dejaba.
—Me estaba preguntando si había algo que pueda hacer para ayudar a
mejorar mi nota. Tal vez… ¿algún crédito adicional? —Sus dedos trazaron el cuello
de su blusa. Extendí mi mano sobre el escritorio y froté la superficie. Ella sonrió
seductoramente mientras cambiaba su peso de un pie al otro. Me levanté y rodeé
el escritorio, caminando hacia ella. Sus ojos nunca dejaron los míos mientras su
sonrisa se ensanchaba. No me detuve, pasé por enfrente de ella hacia la puerta y la
abrí.
La miré mientras leía sobre su teléfono, entonces sus ojos se dispararon para
encontrarse con los míos. Ella mordió su labio y sentí que mi cuerpo se ponía
rígido mientras otras partes de mi reaccionaban.
«Ahora».
Ella vaciló pero hizo lo que le dije, deslizando el teléfono entre sus muslos.
De nuevo envié un mensaje y vi cómo sus ojos se abrieron como platos. Sus manos
agarraban el borde de su escritorio mientras que el placer vibraba a través de ella.
No pude evitar sonreír, deslizando mi mano bajo el escritorio para frotarme.
Golpee para enviar de nuevo y vi caer su boca abierta, sus ojos rogándome por su
dulce liberación. Lamí mis labios, deseando probar los suyos. Envié otro y otro,
presionando más duro contra mí mientras crecía incómodamente rígido.
—¿Por qué estás realmente aquí? —Estaba destrozado con mis propias
palabras. Ella y yo sabíamos por qué estaba realmente aquí. La puerta se abrió y los
estudiantes empezaron a serpentear a nuestro alrededor. Estábamos allí de pie en
silencio, mientras ellos seguían con sus vidas. Me encerré en mi pasado, torturado.
El pasado y el futuro colisionaron una vez que Emma caminó a través de la
puerta. Sus ojos buscando los míos.
—Emma, podemos discutir tu tardanza otro día. —Sabía que tendría que
explicarle todo. Abby la miró y después sus ojos permanecieron bloqueados en los
míos.
—No. Ella puede quedarse. Me gustaría conocer a la mujer que está follando
con mi esposo. —Abby era dura y cruel. No muy diferente del hombre en que me
había convertido. Emma agarró su estómago como si le hubieran dado un
puñetazo en el estómago. Quería envolver mis brazos a su alrededor. Ella se me
quedó mirando con impotencia, suplicándome en silencio que le diga que todo era
una mentira—. Oh, ¿ella no lo sabía? —dijo Abby con una risa. Me enfoqué en su
garganta. Quería estrangular la risa de ella.
—Ve —espeté, haciendo señas para que regresen al aula. Eché un vistazo
por el pasillo para asegurarme de que nadie había visto el intercambio. No podía
haber ningún testigo, sólo en caso de que no todos dejaran la habitación. Los ojos
de Emma se dispararon en los míos, dolidos. Me odiaba a mí mismo en ese
momento. Ambas se dirigieron hacia el interior y esperaron por mí.
—No estoy aquí para arruinar tu diversión, Will. Sólo vengo por lo que es
mío —explicó, recostándose contra mi escritorio. Agarré mi cinturón, queriendo
inclinarla sobre él y suplicarme que la perdonara.
—No te debo nada. —Me esforcé para mantener mi voz baja, así nadie se
alarmaría.
—Lo siento. ¿Dijo usted que era su esposa? —La voz de Emma estaba
agitada.
—Ex esposa —respondí antes de que Abby pudiera abrir la boca. Ella asintió
lentamente pero podía decir que estaba teniendo problemas para procesar la
nueva información. Hace sólo unos momentos estaba al borde del éxtasis, ahora su
corazón estaba siendo aplastado. Los ojos de Abby quemaron en los míos. Tuve
que apretar mis puños para no reaccionar. Abby, una vez una de las mujeres más
hermosas del mundo ante mis ojos, ahora parecía un animal gruñendo. Se puso fea
por la codicia.
—¿Es esto lo que quieres? —Emma se esforzó por sonar más segura. Abby
le sonrío pero volvió hacia mí.
—¿De dónde demonios va a sacar ese dinero? —replicó Emma, sin dejar que
Abby ignorara su presencia.
—Tienes mi número. —Me guiñó un ojo, pero era para que Emma lo viera.
Ella empujó entre nosotros y se fue.
—No —dijo. La palabra era como las uñas en un pizarrón. Me esforcé por no
inclinarla.
—La amaba —confesé. En ese entonces sabía cómo sentir. Es por eso que
Abby era capaz de lastimarme tanto. Emma parecía que estaba a punto de
derrumbarse bajo el peso de mis secretos. Se recostó en el escritorio detrás de ella
para apoyarse, después se empujó para pasarme. Agarré su brazo, deteniéndola.
—Necesito salir de aquí. —Con sus ojos llorosos y yo sabía que estaba
usando toda su fuerza para no dejarme ver cuán dolida estaba.
—Iré contigo. —Busqué en sus ojos por un momento antes de liberar su
brazo. Tenía que asegurarme que entendiera. No podía perderla. No voy a
perderla. Agarré mis cosas y salí al estacionamiento para esperarla. Nadie podía
vernos salir juntos.
Mientras ella venía por la puerta, observé cada movimiento. Ella estaba
triste, su cabeza colgando, sólo levantó la vista hacia mí por un segundo para
encontrarse con mi mirada. Viéndola en su espejo. Tenía que hacerla entender.
Tenía que hacer que me crea sin importar lo que cueste. Nadie se va a interponer
entre nosotros. Ni la escuela, ni Jeff y definitivamente, ni la jodida Abby. Emma era
mía. Ahora que la tenía nada nos iba a separar. Nada.
25
Traducido por Magdys83
M
ientras nos deteníamos en mi casa, mi corazón empezó a
acelerarse. ¿Y si cambiaba de opinión? ¿Y si me decía que me fuera
a la mierda y nunca me acercara de nuevo a ella? Golpee el botón
en mi visera y se abrió la puerta del estacionamiento. Ella metió su auto
lentamente. Vi a mi alrededor en la calle vacía y me metí después de ella, cerrando
la puerta detrás de nosotros.
—Te diré todo lo que quieras saber. —Busqué sus ojos, tratando
desesperadamente de descubrir lo que estaba pensando.
—No lo sé. —Mentí. Sabía que la odiaba más que a nada en este planeta. Lo
que no sabía era lo que sentía por Emma. Me sentía atraído por ella. Quería
desesperadamente devorar cada parte de ella como el fuego. Lo que no sé es si
eso era amor. Había sido mucho tiempo desde que sentí algo por alguien además
de odio.
—Sé que te amo más. —Las palabras me asustaron mientras las decía, una
emoción que no anticipé. Sus ojos se abrieron de golpe y buscaron en mi rostro,
tratando de descubrir si me había escuchado correctamente—. Te amo. No estaba
seguro de que fuera posible que de nuevo alguien más me importara, pero no
puedo negar lo que siento por ti. —Un lobo exhibiéndose alrededor con ropa de
oveja, provocando a jugar al ciervo. Me incliné lo suficientemente cerca que podía
sentir su calor—. Respira —susurré. Lo hizo como le dije. Sus ojos siguieron
buscando en los míos y sin hablar—. ¿Qué más quieres saber? —Traté de esconder
la frialdad en mi voz.
—¿Estás segura que esto es lo que quieres? —No tenía que preguntar. Sabía
por la forma en que me besó, la mirada en sus ojos. Le pregunté por su beneficio.
Ella necesitaba sentir el control a pesar de que era una mentira.
M
antuve mi posición encima de ella mientras escuchaba su
respiración tornarse más tranquila y lenta. Finalmente, se hizo más
pesada y sabía que ella se había dormido debajo de mí. La besé
suavemente en la frente y me deslicé fuera de la cama. Agarré mis pantalones y me
los puse, mirando hacia atrás en Emma, quien no se había movido.
—No puedes dejarla destruir todo lo que tengo. Todo lo que tienes. —Sabía
que tenía la atención del alcalde.
—¿Por qué está de vuelta? ¿Es por dinero? ¿Va a decir algo? —Él estaba en
pánico. Podía simpatizar con él. Esa noche en nuestro hotel hace unos años atrás
colgaba fresca en mi mente.
Apenas podía hablar. Tenía la boca muy seca. Corrí al lado de la chica y puse
mis dedos en su cuello. Al principio no sentí nada. Lo miré fijamente, los ojos de él
fijos en los míos.
—Mierda. ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué es? —Él estaba perdiendo el control de sí
mismo.
—Creo que sentí algo. —Allí estaba, un pequeño retumbar sordo debajo de
las yemas de mis dedos—. Tiene que ir al hospital.
—¿Qué crees que va a decir? —Clavé mis ojos en él, esperando que
estuviera lo suficientemente sobrio como para escuchar—. ¿En dónde crees que
ella va a decir que estaba? ¿Con quién estaba?
Sabía que no había nada que la detuviera de implicar a Stephen. Él era débil
y no le llevaría nada de tiempo cantar mi nombre como un canario. Sus manos
cayeron a los costados cuando lo pensó. Se quedó mirando en la nada. Retrocedí,
apartándome de él lentamente y me volví hacia la cama. Le aparté el cabello del
rostro a la chica y tomé una almohada. Ella no luchó, no se movió en absoluto. La
sostuve allí sobre su boca y esperé. Desafortunadamente, ese fue el momento en
que Abby decidió a buscarnos. Se detuvo en la puerta, aterrada, y drogada. Su
cuerpo presionado firmemente contra la madera antes de deslizarse de vuelta a la
oscuridad. Asentí hacia Stephen y fui tras ella.
—Quiere dos millones —le digo mientras nos sirvo a ambos una bebida.
Stephen la bebió rápidamente, jadeando mientras ardía en su garganta. Le hice
señas para que se una a mí en la sala de estar. Nos sentamos, mirándonos el uno al
otro durante unos minutos.
—Esta es Emma —digo, dando a Stephen una mirada dura. Emma tiró de su
camisa mientras se sonrojaba de un hermoso color rosa—. Emma, este es el alcalde
Locklin.
—¡Emma! —La sacudí. Ella se tensó pero no abrió los ojos—. ¡Busca un poco
de agua! —le grité a Stephen. Él corrió a la cocina y llenó un vaso, volviendo con él
hasta mí. Eché un poco de agua en su cara y sus ojos empezaron a revolotear.
Miró a Stephen.
—Claro, bueno, necesitamos negociar los términos y hacer que tu abogado
hable con ella. ¿Estás seguro que esto se trata de dinero y no de alguna clase de
venganza? —preguntó, sus ojos fulminándome.
—No, no. Ella fue la que me rompió el corazón, ¿recuerdas? —Lo miré
furioso. Él estaba diciendo demasiado.
—Sí, lo sé. Solo necesitaba asegurarme que no hubiera nada más que
pudiera surgir después. —Se puso de pie y yo me levanté del sofá—. Debería ser
un arreglo bastante sencillo. ¿Estás seguro que quieres pagarle? Siempre puedes
dejarla decir lo que quiera. No es como si necesitaras el trabajo de profesor.
Me pasé las manos por el cabello y asentí. Sabía que él estaba realmente
preguntando si yo pensaba que ella iba a llegar hasta el final. Si ella soltaría todo.
—Sabes que no puedo dejar que esto se haga público. Nunca escucharía el
final de esto por parte de mi padre.
—Lo siento. —Ella miró hacia abajo a sus pies. Me acerqué, llevándola a mis
brazos y apretándola con fuerza—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Pregunta.
—¿Qué hiciste por el alcalde para que sienta que te debe? —Levantó la vista
y me miró.
—Si no fuese por mí, nunca habría conseguido pasar la universidad. Fui su
tutor, lo ayudé a mantener el rumbo. —Le sonreí y la apreté más cerca.
—¿De dónde vas a sacar la cantidad de dinero que está pidiendo con el
sueldo de un profesor? —preguntó ella. La solté y pasé las manos por mi cabello.
Ella estaba haciendo demasiadas preguntas.
—Lo siento mucho. —Ella dio un paso más cerca, pero puse mi mano en
alto para detenerla.
—No quiero que me tengan lástima, Emma. Eso fue hace mucho tiempo
atrás. Solo quiero a esa perra fuera de mi vida de una vez por todas.
—No te haría eso. No soy ese tipo de persona. No soy ella —dijo, poniendo
su mano sobre la mía. Ella pensaba que yo estaba hablando de Abby. Entrelacé mis
dedos con los suyos y le di un apretón. Después de un momento, ella soltó mi
mano y se fue al dormitorio. Volvió a aparecer con su teléfono celular presionado a
su oído.
27
Traducido por Vanehz
-¿T
ía Judy? No voy a estar en casa esta noche.
—Dilo —susurré en su oído mientras me cernía sobre ella. Tiró contra las
restricciones—. ¡Dilo! —ordené.
—No hay nada que le impida regresar por más. No puedo ayudarte si no me
dices qué está pasando. —El señor Daniels estaba rogándome. Rechiné mis
dientes.
—Estoy aquí, sin importar el tiempo que haga falta. No voy a ninguna parte.
—La miré a los ojos y asentí—. Así que, ¿qué te dijo tu abogado?
Su rostro triste con preocupación.
—Él no cree que deba pagarle. Piensa que debería renunciar a mi trabajo.
Se inclinó más cerca pero aún mantenía una razonable distancia entre
nosotros.
—No sé. No quiero darle ni un jodido centavo más, pero no quiero dejar mi
trabajo. Ella gana de cualquier manera.
Lancé mis manos al aire. Debí haber dejado que se pudriera en aquel piso
de baño. Hubiera muerto pronto de no ser porque creí que el bebé podía ser
salvado.
Sabía qué debía hacer pero no estaba seguro de poder encararla y no poner
mis manos sobre ella. Agarré mi teléfono y paseé por el piso mientras llamaba.
—Te conseguiré el jodido dinero, pero si alguna vez vuelvo a ver tu cara, o si
te acercas a Emma voy a matarte. —Quería decir cada palabra.
Al infierno, fue lo primero que cruzó mi mente. Emma estaba fuera del sofá
y caminando hacia mí.
—Tú te quedas aquí. —No estaba de humor para debatir. Acuné su rostro
en mis manos y traté de suavizar mi expresión—. Voy a ir a pagarle a Abby y a
sacarla de nuestras vidas.
Debió haber asumido que solo se lo pedí a causa de la nota. No tenía idea
del otro esqueleto en mi armario.
—Por supuesto. ¿Por qué no habría de hacerlo? Solo elige algún lugar
cálido. Te quiero desnuda tanto como sea posible. —Sonreí traviesamente y me
giré para irme—. No le abras la puerta a nadie —le advertí y cerré con llave.
Sabía que no podría matar a Abby, al menos no ahora. Habría dejado una
pista, empezando con mi abogado que se dirigía a mi puerta delantera. Yo habría
usado un aproximamiento diferente.
Sequé mi nariz para hacerlo más creíble. Había hecho esto muchas veces en
el pasado y sabía cómo jugar el juego.
Era Emma.
—Está bien. ¿Y qué hay de mi auto? —Podía oír a alguien tocando la puerta
en el fondo.
—Lo moví antes de irme. Está estacionado al otro lado del edificio. Emma,
lamento todo esto.
Entré por una de las puertas laterales y me dirigí a la habitación 213. Abby
respondió, apoyándose coquetamente contra la puerta, llevando una falda corta y
un top blanco apretado. Sin sujetador. La miré de arriba abajo y ella me sonrió
antes de sostener la puerta abierta de par en par para qué entrara.
Sabía que estaba ansiosa de poner sus manos sobre el dinero. No traje
nada.
—Por supuesto que lo hice.
Sonrió. Levantó sus manos para negarse, pero mordió su labio y sabía que
no tomaría mucho persuadirla.
—Vamos, Abby.
—¿Solo una probada? —pregunté, levantando una ceja. Ella rio y asintió con
la cabeza.
—Buena chica.
Rio y lamió sus labios, mirando en mis ojos. Sonreí de vuelta y acerqué más
el billete a ella.
Lo tomó, como un niño excitado en Navidad. Sabía que una vez que lograra
que empezara, no sería capaz de parar. Ella miró de vuelta a mí una última vez,
antes de desaparecer la línea tras ella. Se sentó, tocando su nariz con la punta de
los dedos mientras sus ojos revoloteaban.
No dije nada. Sostuve el billete sobre mi espalda para ella. Lo tomó sin
vacilación. Su siguiente línea se había ido en un instante mientras me hacía otro
trago.
—Tu turno.
—Sírvete.
—Está viva… por ahora —dije. No preguntó nada más, solo me llevó a casa.
28
Traducido por Vanehz
E
ncontré a Emma agazapada en el sofá. Deslicé mis brazos bajo ella y la
levanté del sofá para llevarla a la cama. Se estiró y bostezó.
—Shh… —susurré.
—¿Cómo fue todo? —Tiró las mantas sobre ella mientras me miraba
quitarme la ropa. Pensé cómo responder.
Así era. Con el dinero que le di, Abby podía dar combustible a su adicción.
Me deslicé en la cama tras Emma, presionando mi cuerpo contra el suyo. Se relajó
contra mí y derivó en el sueño momentos más tarde. No fui tan afortunado. Me
quedé despierto por otra hora o así, trazando la línea del hueso de su cadera
mientras me preocupaba qué pasaría a continuación. Cuando me dormí, tuve
horribles pesadillas de una vida sin Emma. Ella descubriendo mis secretos y nunca
queriendo estar cerca de mí otra vez.
—¿Y si no lo hace?
Estaba suplicándome como un niño para que le diga que todo iba a estar
bien. Ese monstruo en su closet no era real, pero yo era el monstruo.
Sus dedos agarraron el borde del mostrador. Lentamente metí mis dedos en
sus bragas y las bajé. Me incliné sobre ella y susurré en su oído.
—No te sueltes.
—¿Te gusta cuando te follo lento y suave? —pregunté, diciendo las palabras
a la par con mis empujes.
Sus palabras ardían. Mi chica buena rogaba ser follada. Sus paredes se
apretaban a mi alrededor, enviándonos a ambos sobre el borde del éxtasis.
Continué meciendo mis caderas hasta que el último estremecimiento de placer
rasgó a través de su cuerpo. Solté su cabello y descansó su cabeza sobre el
mostrador, exhausta. Retrocedí y admiré la hermosa vista. Traje mi mano hacia
abajo por su espalda. Gritó y arqueó su espalda. Rápidamente hundí mis dedos
entre sus piernas y froté ligeramente sobre su humedad. No había acabado con
ella aún. Volví a apoyarme sobre ella y gentilmente mordí el lóbulo de su oreja.
—Mmmm…
Cuando el día finalmente llegó a su fin, no podía esperar para estar cerca de
ella, por tocarla. Fui a mi auto y escaneé el estacionamiento. Estaba justo
deslizándose en su asiento. Saqué mi teléfono y le envié un rápido mensaje.
«Casa».
«¿La mía?»
—Ese no es mi problema.
«Maldición, respóndeme».
—Vas a quemar ese lindo trasero pequeño tuyo —dije, tomando la vista de
ella descansando sobre su estómago, pequeños retazos de tela cubriendo la mayor
parte de sus partes privadas. Mía. Saltó ante el sonido de mi voz y se volteó sobre
su espalda.
—No me importan sus problemas maritales. Ella atrajo eso sobre sí misma
—disparó en respuesta. Tragué duro. Estaba celosa.
—Muy bien.
—No estoy enojada contigo pero tienes que entender que todo esto es
demasiado nuevo para mí. No estoy exactamente segura de qué estamos haciendo
aquí, pero sé que verte con Angela me asustó —explicó.
—No tienes nada de qué preocuparte. —Busqué sus ojos para que
entendiera—. Nunca te heriré, Emma. Lo prometo. No volveré a hablar con ella si
eso es lo que quieres.
—No, confío en ti. Lo siento, solo me puse un poco celosa al verlos juntos.
—Exhaló. Presioné mis labios contra los de ella, dejando mi mano envolverse en su
cabello. Me envolví alrededor de ella con fuerza y apreté, queriendo no dejarla ir
nunca.
—No voy a ninguna parte, William. —Se apartó para mirarme a los ojos—.
Te amo.
La besé otra vez, queriendo beber sus palabras.
Caminé hacia mi auto y me senté por unos minutos, pasando mis manos a
través de su cabello. Esta chica iba a volverme jodidamente loco. No podía tener
suficiente de ella. La deseaba más de lo que necesitaba el aire que respiro. Mi
teléfono se iluminó y vibró en el asiento junto a mí.
Sonreí, y salí del auto, mirando alrededor para asegurarme de que nadie me
viera. Caminé a su puerta delantera y me deslicé dentro. Podía oír el agua
corriendo de la ducha en el pasillo. Hice mi camino hasta la puerta. Agarré la
cortina de la ducha y lentamente la retiré, revelando la espalda de Emma,
goteando con agua. Inmediatamente me puse duro.
—Eres tan hermosa… —dije, mientras frotaba una mano sobre la parte
delantera de mis jeans. Sonrió sobre su hombro.
Me dio una mirada de reojo. Esa no era la respuesta que había anticipado.
—De acuerdo. ¿Qué tal la costa este? —pregunté, deslizando mi mano por
su estómago desde atrás, trazando besos por su hombro.
Echó su cabeza hacia atrás y besé su cuello mientras su mano buscaba tras
ella. Envolvió sus dedos en mi cabello, tirando gentilmente. Dejé mi mano correr
más abajo, metiendo un dedo bajo la cinturilla de sus bragas.
Metió sus dedos en sus bragas y lentamente las deslizó hacia abajo por sus
piernas. Estaba a centímetros de mí cuando se inclinó y no pude resistir la urgencia
de probarla. Me incliné hacia adelante, succionando uno de sus pezones en mi
boca y pasando mis dientes por él. Gimió, dejando a su cuerpo caer sobre el mío,
una pierna a cada lado de mi cuerpo. Colocó una mano a cada lado de mi rostro,
mirándome mientras sus caderas empezaban a mecerse contra mi dureza.
—No aún.
—Quiero probarte.
Miré hacia abajo a su mano y de vuelta a sus ojos. Levantó su mano y pasó
sus húmedos dedos a lo largo de mi labio. Metió la punta de uno de sus dedos en
mi boca y dejé salir un lento gruñido que retumbó en mi pecho. La levanté y
descansé su espalda en la cama en un rápido movimiento. Rápidamente encontré
su pezón y succioné mientras ella arqueaba la espalda, empujando hacia adelante
en mi boca. Besé mi camino hacia abajo por su estómago, posicionándome entre
sus piernas. Dejé a mi lengua hundirse en su humedad y ella se empujó a sí misma
contra mi boca.
—William.
—¿Qué? —preguntó.
L
a sostuve por horas mientras la miraba dormir. Aún no podía creer que
tenía la suerte suficiente para compartir cama con ella.
Te extraño.
Te amo, William
No pude dormir cuando fui a casa así que reservé un vuelo para Emma y
para mí a California. Fui capaz de programarlo para la noche de la graduación.
Los siguientes días volaron relativamente sin problemas. Me las arreglé para
evitar a quienes trataran de empezar con Emma y conmigo. Robé momentos
privados con Emma siempre que podía. Incluso encargué una llave para que ella
pudiera venir a verme siempre que necesitara hacerlo. Lo cual hacía
frecuentemente.
Estaba ansioso por que el día terminara y ser capaz de envolver mis brazos
alrededor de Emma. Mientras abría la puerta a mi lugar, una pequeña pieza de
papel voló hasta el piso.
—Oh, Dios mío —susurró, sus manos cubriendo su boca. Asentí pero no
podía obligarme a mirarla.
—Tenemos que llamar a la policía. —Su voz era alta y aguda y sabía que
estaba al borde de entrar en shock. Entrecerré mis ojos. Era demasiado tarde para
ir a la policía. Había hecho demasiado.
—No voy a hacerle nada. Solo quiero poner fin a esto de una vez por todas.
—Trabé mis ojos con los suyos, rogando que confiara en mí. Necesitaba solucionar
esto o nunca seríamos capaces de estar juntos. Mordió su labio y se hizo a un
lado—. Bloquea la puerta. No dejes que nadie entre en esta maldita casa. No me
importa si está en llamas. ¿Entiendes?
Conduje al hotel en donde me había encontrado con Abby hace solo unos
días. Toqué varias veces antes de que respondiera.
Su rostro estaba pálido y delgado, sus ojos parecían muertos y sin vida.
Empujé la puerta para abrirla más y se tambaleó hacia atrás para que pudiera
entrar.
Respondió inmediatamente.
Me apresuré a mi auto y conduje tan rápido como podía para llegar al lado
de Emma. Era una broma enferma el que jugaran conmigo. Llegué a casa en
tiempo record, volé hacia las escaleras mientras mi teléfono sonaba.
—Él… él está en el edificio. Creo que él… él la mató… ¡no vengas aquí!
Sonreí ante la idea de que acababa de pasar gran parte de una hora en ese
piso, sola. Oí la puerta del elevador abrirse y me giré para verla. Corrió a través de
la sala tan rápido como sus pies podían llevarla.
—Ella sabe —su voz era suave y podía decir que se sentía como si hubiera
hecho que me descubrieran.
—Ella no sabe quién estaba aquí. Hasta donde sabe fue un rollo de una
noche y te fuiste antes de que ella despertara.
Sacudí mi cabeza.
—¿Cómo está?
N
o podía estar más orgulloso de Emma, cuando la vi cruzar el
escenario para recibir su diploma. Su piel brillaba de felicidad. La
ceremonia fue aburrida y me estaba muriendo por ser capaz de
tocarla.
—Buenas noches, señor —llamó una voz detrás de mí cuando alguien tocó
mi brazo. Me di la vuelta y no pude evitar que mi mandíbula se abriera anonadada.
—J., ¿qué estás…? —No pude formar la oración. Mis ojos se lanzaron a todas
partes, encontrando a Emma todavía charlando con sus amigos.
—Conozco a algunas personas fuera del club. —Ella sonrió y tragué saliva
con fuerza, obligándome a sonreírle.
—Nadie puede saber —dije, mi tono serio. Ella asintió con rapidez y se
inclinó hacia mí.
—Vamos.
Nos deslizamos dentro, sin dejar espacio alguno entre nosotros. Emma
estaba sonriendo de oreja a oreja.
—¿Qué? —pregunté, sonriéndole. Su felicidad era contagiosa.
—Nada —dijo, pero su sonrisa nos disminuyó. Apreté su mano. Esto era
felicidad. Esto era amor. Ella era mía y era perfecta. Estaba asombrada por los
alrededores. No pude quitar mis ojos de ella—. ¿Has estado aquí antes? —
preguntó. Tragué saliva y solté una risotada nerviosa.
—Adelante —dije, sus ojos llenos de emoción. Reacio, la solté con un beso
en la frente y se deslizó por el asiento y salió al sol. Salí detrás de ella y esperé su
respuesta.
—Vamos.
—Tú eres la cosa más hermosa en esta casa. —Besé su mejilla suavemente.
Necesitaba esto. Necesitaba que cada momento con ella fuera perfecto antes de
que todo se derrumbara alrededor de nosotros. La empujé sobre la cama
juguetonamente y me eché encima de ella. Tracé su mandíbula con un dedo a la
vez que me sonreía. Echaré de menos esto. Miré la pared en la cabecera de la
cama.
—¿Qué? —preguntó, siguiendo mis ojos para ver lo que estaba mirando. La
besé.
—No, gracias. Saldremos para el almuerzo. ¿La cena sigue para las ocho? —
El hombre asintió y salió del cuarto. Emma ladeó la cabeza a un lado. Salí de
encima de ella, reacio, y le tendí la mano. Ella la tomó y la saqué de la cama—.
¿Hambrienta? —pregunté, envolviendo mis brazos alrededor de su espalda.
Mía.
—Sé que todo esto es… divertido, pero en realidad puede destruir la vida de
alguien si lo permites. —La verdad era que, dinero o no, yo había puesto varios
clavos en nuestro ataúd.
¿Qué pasaba con el club, las muertes, las drogas? Tragué saliva y regresé la
atención a mi comida.
—Por supuesto que sí —le aseguré, pero sabía que ella no tendría otra
opción más que dejarme eventualmente.
—No soy ella —dijo en voz baja. Retiré mi mano de la de ella y la pasé a
través de mi cabello.
—Salgamos de aquí. Quiero mostrarte algo. —No quería hablar sobre Abby.
Esta vez quería que se tratara de nosotros. Ella sonrió y lanzó la servilleta en su
plato.
M
anejamos fuera de la ciudad bulliciosa por una carretera
montañosa y boscosa. La cima estaba cerca y el cabello de Emma
se arremolinó en su rostro a medida que la radio resonaba.
—Aquí es donde vengo para estar solo. Nunca antes había traído a alguien
aquí. —Me relajé contra ella, remitiendo este momento al recuerdo. Pronto eso
sería todo lo que tendría.
—Es asombroso. Gracias por traerme aquí. —Le di la vuelta para poder
mirarla a los ojos.
Si no hacía todo lo que pudiera para detenerlo, ella iba a dejarme. Ella no lo
sabía todavía. Lo único con lo que no había contado era su tía. No había manera
de evitar el desastre que estaba por llegar. Necesitaba un plan. Presionó sus labios
en mi cuello deteniendo todos mis pensamientos. Empujé mis caderas contra ella.
Sus labios fueron subiendo hasta mi oído enviando escalofríos por todo mi cuerpo.
—Si no te detienes ahora, voy a tener que follarte aquí mismo —dije, pero
ya supe que eso iba a pasar. Me mordió juguetonamente el lóbulo de la oreja.
Agarré sus caderas con fuerza y la giré, bajando su cara sobre el capó de mi auto.
Tenía que recordarle quién tenía el control. Sus manos se extendieron impotentes
contra el metal caliente mientras yo me desabrochaba el cinturón. Se quedó
perfectamente quieta, esperándome. Alcé su falda y deslicé sus bragas a un lado.
—William, ¿por qué no nos dijiste que ibas a venir al pueblo? —preguntó mi
madre.
Ella sabía la razón. Si hubiera sabido que ellos estarían allí, no habría venido.
Mentira. Mi padre y yo nunca nos llevamos bien. Siempre me trató como una
carga y mi madre nunca intervino.
—Tengo que irme —dije y terminé la llamada. Emma se quedó callada por
el resto del paseo. Me alegró. Sólo quería ir a buscar nuestras cosas y salir volando
de la ciudad tan pronto como fuera posible.
Me detuve en la casa y marqué el código de seguridad en el teclado. El
mayordomo de mi padre estaba esperando junto a la puerta cuando llegamos. Le
lancé las llaves de mi auto y tiré de Emma detrás de mí. Nos dirigimos a las
escaleras y cerré la puerta de la habitación detrás de nosotros.
—¿Qué está mal? —preguntó, poniendo sus manos en mi pecho. Bajé los
ojos hacia éstas y luego a ella pero no las quitó del lugar. Apreté la mandíbula pero
tenía muchas otras cosas en mi mente.
—No sabía que iban a venir. Podemos irnos ahora mismo si quieres,
¿conseguir un cuarto de hotel? —Me pasé las manos a través del cabello.
—Si no querías que nadie supiera de mí, ¿para qué me trajiste a tu casa?
—Te amo, Emma. No estoy avergonzado de ti. —La tomé por el brazo y la
saqué de la habitación hacia el descansillo.
—Eso es todo —le dijo él con frialdad y ella miró al suelo a la vez que
rápidamente se dirigía de regreso a la cocina. La lanzó a Emma una mirada
fulminante y ella bajó la mirada a su plato. Quise saltar sobre la mesa y
estrangularlo. Mía.
—Bueno, creo que es lindo. ¿No lo crees, Gerald? —Mi madre estaba
rogándole silenciosamente que sea agradable. Los ojos de él bailaron ida y vuelta
entre nosotros. Apretó la mandíbula firmemente.
—Con que jugando duro con la pelota, ¿verdad? ¿Qué tomará, dos… tres
millones? —Sonrió tristemente. Emma se empujó hacia atrás, dejando la servilleta
en su plato.
—Me disculpo, pero tengo que excusarme, señora Honor. —Ella asintió
comprensivamente hacia mi madre que parecía lista para llorar ante el brusco
intercambio.
—Por favor, no te vayas así, William. No te hemos visto en años. —Mi madre
parecía derrotada.
—Ella no es Abby. —Estreché a Emma en mis brazos.
—Lo sé. —Mi madre sonrió, pero sus ojos estaban llenos de tristeza. Volvió
su atención a Emma—. Mi William es un chico especial. Por favor, cuida bien de él.
—Se dio la vuelta para marcharse, cerrando la puerta detrás de ella. Pasé los
pulgares por las mejillas de ella para limpiar sus lágrimas.
Emma seguía disgustada pero se veía cada vez menos enojada a medida
que poníamos distancia entre nosotros y mis padres. Odiaba a mi padre pero se
sintió bien enfrentarme a él.
—Mi estómago. —Suspiró y se frotó el vientre con una mano. La miré por un
momento.
¿Podía estar embarazada? Mi mente corrió pensando en todas las veces que
habíamos estado juntos. No habíamos usado condones en cada oportunidad.
—Levántate.
Apenas habían pasado unas horas. Conecté le teléfono e hice una búsqueda
de Emma. Su GPS la ubicaba en el aeropuerto. Mi estómago se retorció con nudos.
Llamé para reservar un vuelo pero no tenían nada disponible por lo que hice
planes para usar el jet privado de mi padre. Llamé a mi madre y le aseguré que
estaba bien.
No intenté llamar a Emma. Tenía que verla cara a cara. Necesitaba verla,
incluso si esa era la última vez.
33
Traducido por LizC
N
o llegaría a la ciudad sino en un par de horas después de Emma.
Miré el reloj constantemente, tratando de evitar llamarla. El vuelo
pareció durar una eternidad.
—¿Qué? —dijo arrastrando las palabras con ira—. ¿Qué sucede contigo?
—Oye, si necesitas una camisa o algo puedo buscarte una de las mías —
retumbó una voz masculina en el fondo.
—Ten —dijo la voz masculina, muy cerca del teléfono. Muy cerca de mi
Emma.
—Creo que deberías acostarte. —Su voz sonó tan nítida y clara que sabía
que él estaba prácticamente encima de ella.
—Estoy bien. —Sonó en pánico—. ¡Dije que estoy bien! ¡Aléjate de mí! —
gritó ella.
Giré el auto, estacioné y abrí la puerta del edificio en que ella se encontraba.
Esta golpeó fuerte contra la pared. Agarré al hombre que estaba tirado encima de
Emma y lo estrellé contra la pared.
—Si alguna vez la lastimas de nuevo, voy a matarte. —Lo miré a los ojos
para asegurarme de que él supiera que lo decía en serio. Lo habría matado allí
mismo si no fuera por Emma. Me volví y tendí la mano a Emma. Ella deslizó sus
dedos en los míos. Agarré sus cosas y la saqué a la calle. Tan pronto como
llegamos a la acera se tambaleó hacia delante, vomitando por todo el suelo.
—Bueno, supongo que sabes que no estás embarazada —dije en voz baja.
Me miró durante un largo minuto.
—Vámonos.
L
a llevé a mi casa. Ella estaba enojada pero tenía que cuidar de ella. Le
busqué una toalla y abrí el agua para que ella pudiera darse una
agradable ducha caliente. Mientras ella se limpiaba, le hice un
emparedado para ayudarla a absorber el alcohol.
—Sé que te mereces algo mejor que yo. —La miré y esperé una respuesta.
No dijo nada—. ¿Puedo sostenerte? —pregunté, desesperado por sentirla contra
mí. Ella no se movió. Me deslicé más cerca, envolviendo mis brazos en torno a ella.
Sé que no estaba contenta conmigo pero no se apartó. La recosté y suspiré,
intentando encontrar las palabras indicadas. Aparté su cabello del rostro—. Abby
estaba embarazada. —Su cuerpo se puso rígido contra mí.
—Lo siento tanto —dijo ella en voz baja. Pasé las manos por mi cabello. No
podía perder también a Emma.
—¿Tú lo sientes? Emma, maldita sea, arruiné tu vida en el corto tiempo que
te he conocido.
—Más que nada. —Sonrió mientras sus ojos vagaban hacia su mano sobre
mi pecho—. Te pertenezco —dijo en voz baja. Agarré su mano y la sostuve con
fuerza contra mí.
—Te amo más que nada, Emma. No quiero volver a sentirme de la manera
en que lo hice cuando pensé que te había perdido para siempre. —Ella sonrió y se
inclinó para darme un beso. Presioné mis labios contra los suyos. Mía—. Cásate
conmigo.
Fin
Siguiente Libro
Honor #3
Sobre la Autora
Teresa Mummert es una “esposa del ejército” y una madre cuya pasión en
la vida es escribir. Nacida en Pennsylvania, vivió en una pequeña ciudad antes de
seguir a su marido en su carrera militar a Louisiana y Georgia.
Saga Honor:
1. Honor Student
2. Honor Thy Teacher
3. Honor and Obey
4. Honor and Betray
5. Defending Her Honor
6. Sin Título
Créditos
Moderadoras
Flochi y LizC
Traductoras
Flochi
LizC
Madgys83
Nanvargas.b
Vanehz
Diseño
Evani