Selección de Poemas Lésbicos

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SELECCIÓN DE POEMAS LÉSBICOS

Club de lectura lela, 2019

El champú
Elizabeth Bishop

Silenciosas explosiones sobre las rocas,


los líquenes crecen
propagándose en grises, concéntricas descargas.
Han acordado reunirse con los anillos en torno a la luna, aunque
en nuestros recuerdos no han cambiado.

Y ya que los cielos nos servirán


durante tanto tiempo,
has sido, querida amiga,
precipitada y pragmática,
y mira lo que pasa. Pues el tiempo,
si algo es, es dócil.

Las estrellas fugaces en tu cabello negro


en brillante formación
¿adónde acuden,
tan resueltas, tan pronto?
--Ven, déjame que lo lave en esta gran palangana de hojalata,
golpeada y lustrosa como la luna.

¡Qué barullo en la herida!...


Gloria Fuertes

¡Qué barullo en la herida!...


¡Qué suerte si esto que siento fuera sed
y se me quitara bebiendo un vaso de agua!
Es entonces cuando llueve tristeza
para ahogar en mi boca
la palabra imposible.
Intento gritar,
y sólo consigo un cobarde silencio.

Una tarde al llegar a casa


me encontré con la sorpresa de quererte,
fue una bomba en mis manos.

Y yo, por si te hiere,


esperando a que explote estando sola
aunque me parta el pecho la locura.

Poema flotante
Adrienne Rich

Pase lo que pase entre nosotras, tu cuerpo


va a atormentar el mío- tu modo tierno,
delicado de hacer el amor, como la apenas curvada fronda
del helecho en los bosques
recién bañados por el sol. Tus experimentados, generosos muslos
entre los cuales mi cara entera avanzó y avanzó-
la inocencia y sabiduría del lugar que mi lengua encontró ahí-
la viva, insaciable danza de tus pezones en mi boca,
tu caricia firme, protectora, encontrándome,
tu fuerte lengua y esbeltos dedos
llegando a donde te estuve esperando por años
en mi húmeda cueva rosada- pase lo que pase, esto es.

Palabras a la amiga
Reneé Vivien

Soy mujer, y no tengo ningún derecho a la belleza.


Me habían condenado a la fealdad masculina.

Y tuve la inexcusable audacia de buscar


el amor sororal hecho de suaves blancuras (…).

Me habían prohibido tus cabellos, tus pupilas


porque tus cabellos son largos y llenos de aroma
y porque tienen tus ojos extraños ardores
y se turban igual que las ondas rebeldes.

Con el dedo me han señalado en irritado gesto,


porque buscaba mi mirada tu mirada tierna,
y viéndonos pasar nadie quiso comprender
que solo con sencillez yo te había elegido.

Considera la ley vil que transgredo


y juzga mi amor que no conoce daño alguno,
tan cándido, tan necesario y fatal
como el deseo que junta al amante y la amada. (…)

Sobrevivientes
Rosa María Roffiel

Yo conozco tu locura porque también es la mía


Somos locas rebeldes
locas de estar vivas
locas maravillosas
estrafalarias, floridas

Ovejas negras
descarriadas sin remedio
vergüenza de la familia
piezas de seda fina
amazonas del asfalto
guerrilleras de la vida

Locas de mil edades


llenas de rabia y gritos
buscadoras de verdades
locas fuertes
poderosas
locas tiernas
vulnerables

Cada día una batalla


una norma que rompemos
un milagro que creamos
para poder seguir siendo

Locas solas
tristes
plenas
Mujeres locas, intensas
locas mujeres ciertas.

Poema 84
Emily Dickinson

Su pecho es perfecto para las perlas,


pero yo no era una “buceadora”.
Su frente es perfecta para los tronos,
pero yo no tengo escudo de armas.
Su corazón es perfecto para un hogar,
yo, un gorrión, construyo allí
dulces ramitas y cordel
mi nido perenne.

Su dulce peso
Emily Dickinson
Su dulce peso en mi Corazón una Noche
apenas se dignó a yacer –
Cuando, al despertar, para deleite de las Creencias,
mi novia se había escapado –

Si – hecho sólido – un Sueño fue


solo el Cielo lo confirmará –
O si por Ella Yo Misma fui soñada –
El poder de asumir –

Permanece con Él – que


me dio – incluso como a Todos –
Una ficción que supera la Fe –
Tanto – como si fuera real –

Preguntas sobre ti
Eloise Klein Healy

En lugar de tener sexo todo el tiempo y discutir sobre el significado de la vida, quisiera solo
abrazarte y que me dijeras algo que no sepa de ti. Algo sobre el día anterior a esa fotografía en
la que apareces parada sobre tu cabeza. Quisiera saber sobre el softbol y la foto de tu equipo.
¿Por qué eras tan pequeña al lado de las demás? ¿Eras más joven? ¿Eras pequeña como una
niña? Lo que más me habría gustado es haber sido una chica contigo y jugar en el equipo
contrario, me habrías gustado y hubiera competido contra ti al mismo tiempo.

Fuegos
Marguerite Youcenar

Lo mismo ocurre con un perro, con una pantera o con una cigarra. Leda decía: “Ya no soy libre
para suicidarme
desde que me he comprado un cisne”.
La muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros: muchos hombres se
deshacen,
pero pocos hombres mueren.
No puede construirse una felicidad sino sobre los cimientos de una desesperación. Creo que
voy a ponerme a construir.
Que no se acuse a nadie de mi vida.
No soporté bien la felicidad. Falta de costumbre. En tus brazos, lo único que yo podía hacer era
morir.
Existe un plan general para el universo. Sólo salimos en los momentos sublimes.
En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro. Uno sólo muere cuando está solo.
Existe entre nosotras algo mejor que un amor: una complicidad.

Mujer
Audre Lorde
Sueño con un lugar entre tus pechos
para construir mi casa como un refugio
donde siembro
en tu cuerpo
una cosecha infinita
donde la roca más común
es piedra de la luna y ópalo ébano
que da leche a todos mis deseos
y tu noche cae sobre mí
como una lluvia que nutre.

No quisiera que lloviera...


Cristina Peri Rossi

No quisiera que lloviera


te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Interiores
Julieta Gamboa

Dos mujeres que duermen juntas defienden más que su propio sueño
Adrienne Rich

El camino del deseo fue tallado


como una ley sobre la piedra.
El tiempo deslavó los signos,
pero un eco quedó en el aire,
suspendido,
inmóvil en el espacio sonoro.
Otros me hablaron de mí,
nombraron el desorden de mi cuerpo.
Mi deseo fue una roca,
forjada entre los límites del pecho
que frenaba la pulsión hacia otro cuerpo como el mío,
sostenida en contra de su propia gravedad.

Hay uniones vedadas.


Algo falla.
Has olvidado los movimientos suaves,
la mirada tenue,
el oficio de la seducción.

Conocí la lengua del encubrimiento.


Adentro se extendía una niebla espesa,
en las grietas del temor adolescente.

Después, tu presencia fue ensanchando las fronteras,


angostó el cauce para que el río desbordara.

Silenciado,
el deseo anónimo crecía,
sofocaba mi aliento debajo de las ropas.

No es real.
Es un juego que cabe entre nosotras;
un momento único,
que no va a repetirse,
marcado por el frío que nos habita.

Le temí al movimiento,
pero tu cuerpo se agitaba como el mío;
la amistad tuvo otro nombre,
que dejamos enquistarse en la garganta.

Mi realidad volvió al curso


de los espacios cerrados.
Los labios no se tocaban;
tejían el camino sutil a la mentira.
Cada palabra era un mensaje cifrado,
un fósil cerrado en sí mismo,
que esperaba el momento para abrirse.

Concebimos una realidad detrás de las puertas.


En los interiores,
fabricamos puentes hacia una desnudez real.
Otros marcaron el límite
entre el mar y la costa.
La marea nos llevo lejos del puerto,
Nos sumergimos y contuvimos la respiración bajo el agua.

El sudor frío,
la rigidez de nuestros músculos,
unidos,
cimentaron una arquitectura inestable.
El disfraz era el mismo cada noche.

Cuando envejezcas
tu cara tendrá las marcas
de cada una de tus mentiras.

Un viaje me hizo regresar al espacio de mi cuerpo.


Recuerdo la carretera,
las curvas incesantes que trazaban el camino.
Sostuviste mi cabeza para frenar las arcadas;
tu gesto cercano marcó el fin del artificio,
el retorno a la orilla verdadera.

Volví a mi tacto.
Seguí la ruta de los árboles caídos
para limpiar sus ruinas.

Madre,
esto es mi cuerpo;
éste, su nuevo nombre.

La lluvia removió el barro que me tapaba los poros.


Confié mi rumbo a la proximidad de nuestras manos
para fijar mis ojos
en la igualdad de nuestros cuerpos.

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