Comprendiendo La Ansiedad
Comprendiendo La Ansiedad
Comprendiendo La Ansiedad
Todos experimentamos temor algunas veces ¿No sería acaso esperable sentir temor, si llegando a nuestra
casa viéramos que sale humo por debajo de la puerta o si un ladrón o asaltante nos amenazara con una
pistola o si un piloto en un avión nos indicara que debemos prepararnos para un aterrizaje de emergencia?
El temor es una emoción universal que nos indica que un peligro es inminente o real. En estas
circunstancias es de mucha ayuda, puesto que tiene una función de adaptación y nos prepara o nos
protege, movilizando nuestro organismo para defendernos y procurar nuestra supervivencia. Es una
respuesta automática a un objeto o a una situación específica que involucra el reconocimiento de un
peligro actual o real.
Sin embargo, cuando se presenta la ansiedad, el temor que experimentamos es excesivo. Muchas veces,
este temor está alejado de la realidad porque no representa realmente un peligro o amenaza. Sin embargo,
nos genera sufrimiento o malestar significativo y, por esta razón, interfiere con nuestra tranquilidad,
nuestras actividades cotidianas y nuestra libertad personal, comprometiendo nuestro funcionamiento.
Para comprender la ansiedad en las personas necesitamos conocer qué tipos de situaciones comunes
suelen ser desencadenantes, cuáles creencias están asociadas y cómo tendemos a comportarnos cuando
nos sentimos ansiosos.
EL ABC DE LA ANSIEDAD
ACTIVADOR (A)
Estos son particulares o idiosincráticos de las personas, pues una misma situación podría ser vista como
amenazante para una persona y no serlo para otra. Ejemplos de ello son los siguientes: 1) Ir a una
entrevista de trabajo. Una persona podría percibir como una seria amenaza no ser contratada luego de
dicha entrevista, en cambio, otra persona quizá no lo perciba de igual modo; 2) Tras un momento de
agitación física, una persona podría percibir que se quedará sin aire y que podría morir, mientras que otra
lo perviviría como algo desagradable, pero temporal y, por tanto, la sensación falta de aire no representa
realmente un peligro; y 3) Asistir a una relación social sin conocer a nadie. Esto podría ser visto como
una amenaza para una persona y no para otra. En ese sentido, el evaluar el evento activador (A).
CONSECUENCIAS (C)
Las consecuencias de la ansiedad pueden ser principalmente emocionales y conductuales. Por un lado, la
respuesta emocional será la ansiedad y las manifestaciones fisiológicas que muchas veces la acompañarán
serán temblor, sudoración, palpitaciones, presión en el pecho, sensación de falta de aire, etc. Por otro
lado, las consecuencias conductuales se encuentran asociadas a la necesidad de mantenernos a salvo del
peligro imaginado o afrontar ciertas situaciones es demasiado riesgoso. Por ejemplo, una persona podría
no asistir a una entrevista por temor a ser rechazada o escapar de la situación que considera amenazante,
como sería abandonar el aeropuerto justo antes de tomar un vuelo. Otros comportamientos pueden tener
como objetivo neutralizar la amenaza, por ejemplo, a través de rituales, rezos o contar un numero de
veces determinado, mientras que otros corresponden a la evitación mental como lo es el distraernos del
peligro, buscar seguridad o confirmación de otros para asegurarnos de que todo estará bien o de que nada
malo sucederá, prepararnos en demasía con la idea de evitar que suceda el peligro que tememos, entre
otros.
Sin embargo, todos estos comportamientos desafortunadamente no nos ayudarán a largo plazo. si bien
temporalmente nos generan tranquilidad, también es cierto que nos mantendrán ansiosos, pues nos
impedirán enfrentarnos a las situaciones que percibimos como amenazantes y no confirmaremos que
podremos afrontarlas, tolerarlas o lidiar con ellas. De igual modo, nos impedirá darnos cuenta de que
quizá muchas de ellas están basadas en interpretaciones inexactas que nos llevaran a asumir la existencia
de un peligro cuando no lo hay. En consecuencia, la evitación limitara nuestro razonamiento y, por ende,
afectara nuestra capacidad para solucionar problemas, disminuyendo nuestra autoeficacia y creyendo que
realmente no podremos enfrentarnos a las situaciones, idea reforzada por la constante evitación de estas.
De igual modo, pensamos que si esta amenaza o peligro sucediera no solo sería algo malo, triste o
desafortunado, sino que sería terrible, espantoso, lo peor. El problema es que siempre existe la posibilidad
de que suceda aquello negativo o amenazante, y no consideramos que muchas cosas, que son tomadas
como terribles, suelen ser tan solo desafortunadas o riesgos intrínsecos que supone la vida. Además,
pensar de este modo catastrofista o tremendista, nos hace vivir ansiosos pensando que deberíamos tener
certeza para poder estar tranquilos, cosa que no es realista en el mundo incierto en el que vivimos.