Comienzo Del Desarrollo de La Pediatría
Comienzo Del Desarrollo de La Pediatría
Comienzo Del Desarrollo de La Pediatría
I 23 I
Capítulo 2
Comienzo del
desarrollo de la Pediatría
* Ilustración, Iluminismo o siglo de las luces: Eclosión de todas las expresiones del pensamiento, no
solamente técnico-científico-filosófico, sino también educativo.
I 24 I Cien años Sociedad Argentina de Pediatría por un niño sano, en un mundo mejor
A partir de 1650 los óbitos infantiles comienzan a ser más estudiados desde el
punto de vista estadístico. Todavía la Enciclopedie francaise –años centrales del siglo
XVII– hace constar en el artículo Home, que una cuarta parte de los pequeños fallecía
antes de cumplir el año; un tercio, en los primeros dos años y la mitad –por lo menos–
hacia fin del tercer año. Perder un hijo entre los muchos que nacían, era lo habitual.
El aspecto de las íntimas relaciones con el niño –como pasa en la actualidad–
dependía de la posición social. Empero no debemos ignorar que la debilidad corporal
y su medio, han constituido el tema central que ha predominado en la valoración de la
edad infantil, acorde con sus sanadores y las teorías médicas en boga.
Consignemos que la literatura pediátrica trasmitida desde la antigüedad a la
Edad Moderna se orientaba más hacia la prevención que hacia el tratamiento y que, en
lo fundamental, nada variaría con la aparición del Renacimiento.
Entre las obras consagradas a temas pediátricos, se reconocen como enfermeda-
des de los pequeños a las aftas, los vómitos, la tos, la diarrea, los trastornos del sueño
y los terrores nocturnos, las inflamaciones del ombligo y el flujo de oídos. Se describe
a la dentición como causante de hipertermia, convulsiones y enteritis. Más tarde, se
describirán enfermedades tonsilares –amigdalitis– el asma, las afecciones vesicales, las
patologías de la columna vertebral, la presencia de parasitosis, verrugas y tumores del
cuello. Hacia la adolescencia se detalla el predominio de las fiebres, de las transgresiones
alimentarias y las epistaxis.
Sobre este mismo fondo de diferentes entidades, debemos reconocer la prístina
contribución de Jean Jacques Rousseau (1712-1778) quien va a influir no sólo en la
educación general, sino en la actitud de los médicos. El rusonianismo creó la posibi-
lidad de contemplar en la edad infantil una realidad psicológica bien definida, por su
peculiar forma de pensar, sentir, hablar y actuar, a la vez que refería “… que la infancia
sintetiza la beauté naturelle que debía ser resguardada por la educación y protegida con-
tra la corruptiva influencia de la civilización, a la cual también pertenece una medicina
inadecuada”.
Dentro de aquellas concepciones, el niño se intercalará en la comunidad y se
convertirá en el elemento preferido de la enseñanza racional, al reconocer su poderosa
fuerza transformadora.
En el cenit de la Ilustración, se ofrecen nuevos motivos de la asistencia al niño
enfermo, a la vez que se enriquece la diada combinada de la pedagogía y el cuidado de
su salud.
Por entonces vemos fusionarse el interés científico moderno con la aparición de
numerosas obras que tienen como objetivo la comprensión de los pequeños pacientes.
He aquí algunos títulos que exaltarán aquellos principios: “Essay sur l’education me-
Comienzo del desarrollo de la Pediatría I 25 I
dicinale des enfants et sur leurs maladies” (Brouzet, 1754), “Upon nursing and mana-
gement of children” (Cadogani, 1748), “Uever die medizinisch –physisiche Ersiehung”
(Fleisch, 1803) y otros…
La óptica de esta nueva y copiosa literatura pediátrica nos permite comprender
que la filosofía de vida, la razón de Estado y la medicina ordenan sus enseñanzas y sus
prescripciones acordes con destinatarios bien distintos entre sí. Si bien los autores de
casi todas aquellas obras eran médicos, el ideal de la salud se tornó en un principio
cardinal tanto para los médicos como para los padres y la sociedad, singular fenómeno
que señalará el comienzo de la Pediatría moderna con la higiene social y la medicina
popular, iniciando una nueva orientación en el desenvolvimiento del niño.
Por entonces, Brouzet refería en su “Education medicinale” y divulgaba públi-
camente que los médicos carecían de experiencia en lo tocante a las enfermedades de
los niños, y que la educación médica y el tratamiento se hallaban en manos de las ayas,
nodrizas y en las madres, las cuales conocen mil habilidades transmitidas de una gene-
ración a otra.
Para Brouzet la erudición acerca de una pediatría propiamente dicha, descansaba
en un combate contra los prejuicios tradicionales. Advirtamos que la médula de su li-
bro procedía de autores clásicos y de sus contemporáneos que resueltamente aspiraban
a la educación del gran público.
Puntualicemos que uno de los libros señeros sobre las enfermedades infantiles,
el “Sunj Anweisung zur Kenntnis und Curder Kinderkrankheiten” del sueco Rosen
von Rossestein, fue originariamente editado a partir de 1753 como una suerte de los
calendarios de la Real Academia de Ciencias, a fin que llegara a ese público y no al
especializado. Su traductor alemán –el médico de Gotinga, Murray subrayaba en su
prólogo que el libro, aunque dedicado a los profanos, podría ser de gustosa utilidad
para el médico experto.
Destaquemos que las teorías galénicas del siglo XVIII favorecían el profundo
interés que inspiraba el niño, fuere más desde el punto de vista especulativo que por su
sentido práctico.
Así la tendencia a ilustrar al público acerca de las nuevas ideas en torno de la
niñez en dos grupos: los que no necesitaban y los que precisaban de la ayuda técnica.
La expresión “médico de niños”, tan frecuente en nuestro lenguaje y en la literatura
infantil, adquirió así un carácter más bien social-asistencial, que propiamente médico.
En 1818, el Dr. Henke documentaba: “… que el máximo daño consistía en la di-
fundida creencia que en las enfermedades de los niños no pueden consignarse grandes
avances, habida cuenta del resultado negativo de los medicamentos prescriptos”.
I 26 I Cien años Sociedad Argentina de Pediatría por un niño sano, en un mundo mejor
Debemos añadir, para enfatizar esta primera fase de la pediatría, el giro senti-
mental que predominará en torno del amor hacia el pequeño, y que el infanticidio y la
morbimortalidad comienzan a erigirse en temas conspicuos de la medicina y de la bi-
bliografía dramática, a la vez que emergerán relevantes y auspiciosos motivos en torno
de la política sanitaria, de la economía y de la demografía.
Comentemos que con el nacimiento de las nuevas ideas, el Estado se sintió obli-
gado a proteger la vida de los recién nacidos –se fundan maternidades… y se vuelcan
importantes fondos destinados a la educación de los niños pobres abandonados, invá-
lidos y huérfanos. El niño pobre y enfermo será considerado el motivo primordial de
los afanes pediátricos de la Ilustración. Ello cristalizará en profundas reformas en los
hospicios, orfanatos y en inclusas, así como en la erección de hospitales para niños.
En 1769, Armstrong fundó en Londres un dispensario para niños humildes, y en
1787 Mastalier creó en Viena un instituto público para niños menesterosos y enfermos.
Poco más tarde, en el París de 1802 de la inclusa de la Maison des Filles, de l’enfant Jesús,
nacerá el Hospital de Niños de la Rue de Sevres.
Especial atención merece el filantropismo austríaco. Promediando 1784, el em-
perador José II inauguró el Allgemeines Krankebaus, entre cuyos fines apuntaba a la
protección de madres solteras. También había en aquella institución una inclusa en la
cual las madres podían albergar a sus hijos, recogidos allí, con el propósito de enviarlos
prestamente al campo para ser criados al pecho. Observemos que esta combinación
de maternidad, asilo y la atención y cuidados que requiriera el pequeño constituyó un
excelente ejemplo de política sanitaria y filantrópica-nacional de la época.
Es lícito también reconocer a este respecto, la renovada y sensible atención mo-
tivada por los lactantes, ya que la mala reputación de las amas de leche, el vicioso estilo
de vida de las damas aristocráticas, la catastrófica morbimortalidad y las múltiples elu-
cubraciones negativas acerca de la lactancia materna como ley natural, acicatearon un
circuito de controvertidas disquisiciones.
Todo ello nos permite deducir que, pese a los afanes e iniciativas plasmadas du-
rante la Ilustración, todos estos impedimentos neutralizaban el nacimiento de una Pe-
diatría técnicamente diferenciada y respetada.
Hacia el siglo XIX, la atención y asistencia infantiles se hallaban circunscriptas,
aunque los conocimientos adquiridos por la orientación clínica patológica de la escuela
de París, fiel a sus métodos de trabajo, observara la relación de los cuadros clínicos de
la infancia con los hallazgos anátomo-patológicos. Surgen aquí los escritos de Morgagni
con sus estudios necrópsicos, y el vitalismo de la escuela de Montpellier. La visualiza-
ción de los órganos alterados y su consideración estadística, constituirán la base del
libro “Traité des maladies des enfants nouveau-nes et á la mamelle” (1828), de Charles
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El Siglo XIX
Como tema de esta nueva pediatría, el niño será objeto de una esmerada y atenta
estimación, y los métodos objetivos y cuantificadores de la investigación, determinarán
una consideración inédita del niño en concordancia con la mentalidad del siglo.
Con todo este progresismo, sin embargo, en Austria, en los Países Bajos y en
Francia, el espectro de un marcado descenso del crecimiento infantil llegará a cifras
preocupantes, y las causas había que inculparlas al crecimiento del proletariado urbano,
al hacinamiento de las viviendas, al rechazo, en ocasiones, de brindar lactancia natural,
a la dificultad de conseguir buenos alimentos para los niños artificialmente alimenta-
dos, y a la curva ascendente de las enfermedades epidémicas e infecciosas.
I 28 I Cien años Sociedad Argentina de Pediatría por un niño sano, en un mundo mejor
Con el paso del tiempo, no podemos negar los éxitos logrados merced al entu-
siasmo y vocación de eximios profesionales, entre ellos destacarán: Theodor Escherich
en Viena –descriptor de la gastroenteritis tóxica endógena– por ingestión de leches
contaminadas; a J. A. Marfán descubridor de las bacterias anaerobias, causales de las
enfermedades del aparato digestivo, a H. Finkelstein, investigador de las “fiebres ali-
menticias” y a sus desórdenes nutritivos, a E. A. Behring y S. Kitasato, investigadores
de la toxina diftérica, a O.Medin, quien perseveró en el carácter epidémico de la polio-
mielitis, a H. Hirschprung, estudioso del megacolon congénito, a Trousseau, quien po-
pularizó la traqueotomía en el tratamiento de la difteria laríngea, a A. Binet y T. Simon,
quienes se ocuparon de los test de inteligencia.
El caudal de conocimientos de este siglo nos atiborraría de inimaginables descu-
brimientos, pero así se irá creando y consolidando el cuadro científico de la Pediatría
a la que se unirán la Psicología, la Psiquiatría y la Seguridad Social, además de la Pe-
dagogía y la ciencia del comportamiento. En esta copiosa documentación testimonial,
se inscribirán los principios de asistencia, diagnóstico y tratamiento de los pequeños
sufrientes.
Mal de los siete días era como se denominaba entonces al tétanos neonatal, que
se producía por el uso difundido de la teleraña para la hemostasia del cordón umbilical,
cuando ésta contenía esporos del Clostridium.
No cabe duda de que la medicina aborigen influyó en gran medida en el tra-
tamiento de enfermedades y al ir conociéndola, se reconocieron coincidencias con la
terapéutica del viejo continente.
Pero la cultura europea estaba en plena transición y la medicina comenzaba a ser
experimental.
Quinquela Martín
El 20 de mayo de 1890 fue abandonado en aquella inclusa, el que sería uno de los
más afamados expósitos. Su nombre: Benito Juan Martín, quien fue retirado cerca de
cumplir los 8 años por la señora Justina Molina, esposa del carbonero genovés Manuel
Chinchella.
Este niño que sería un genio de la pintura y de la filantropía, bautizado el “pin-
tor de La Boca” donó los terrenos donde se construyeron la Escuela Primaria, y en sus
altos su atelier y vivienda, además del Jardín de Infantes Nº 6, el Teatro de la Rivera, el
Lactario Municipal Nº 4, el Instituto Odontológico Infantil y la Escuela de Artes Grá-
ficas Nº 31 construcciones todas ordenadas en el amplio semicírculo que forma la calle
Pedro de Mendoza, en la Vuelta de Rocha.
Fundó además la Peña del Tortoni junto a
Juan de Dios Filiberto, Alfonsina Storni y Carlos
Gardel.
Nuestro reconocimiento a Juan Madera
(1817) y Cosme Argerich (1820) que fueron los pri-
meros médicos designados oficialmente para aten-
der a los niños asilados en la Casa de Expósitos.
Otras Casas de Expósitos existieron en Ro-
sario, fundada en 1854 y en Córdoba, en 1884. Benito Quinquela Martín
Con el tiempo se transformaron en obras médicas con el Dr. Donato Depalma.
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Siendo estudiante de medicina, el Dr. Ricardo Gutiérrez se enroló como voluntario para
participar en la Guerra del Paraguay. De 1865 a 1870 estuvo en el frente, lo que constituyó
una experiencia en sanidad militar que lo marcó y fue decisiva para su profesión. Fue
condecorado por su desempeño humanitario en la Guerra del Paraguay y en las batallas
de Cepeda y Pavón.
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Hospital Infantil Municipal (Alta Córdoba), Centro Materno Infantil Río Pri-
mero (Río Primero), Hospital Municipal General Cabrera (Córdoba).
• Entre Ríos: Hospital de Niños San Roque (Paraná).
• Corrientes: Hospital de Niños “Juan Pablo II” (Corrientes).
• Mendoza: Hospital de Niños “Humberto Notti”.
• Misiones: Hospital Público Provincial de Pediatría (Posadas).
• Jujuy: Hospital “Dr. Héctor Quintana”.
• Salta: Hospital Materno Infantil.
• Santa Fe: Hospital de Niños “Dr. Orlando Alassia” (Santa Fe), Hospital de
Niños “Víctor J. Vilela” (Rosario).
• Santiago del Estero: Hospital de Niños “Dr. Francisco J. Viano” (La Banda),
Hospital de Niños “Eva Perón” (Santiago Del Estero).
• Tucumán: Hospital del Niño Jesús (Tucumán).
Sanidad Escolar
Cabe destacar que por estos años de afluencia inmigratoria, a principios del si-
glo XX, la organización de la educación y la salud infantil dieron lugar a emprendi-
mientos como Salud Escolar, organismo que el Dr. Donato Depalma rescata del olvido
para mostrar cómo se organizaron los Servicios Médicos Escolares a partir de la Ley
de Educación Común 1.420 que desde 1884 garantiza la educación primaria –ahora
también secundaria– obligatoria, gratuita y gradual, acorde con los preceptos de la hi-
giene y ratificada en la aplicación de los servicios médicos. En el artículo 13 quedaban
establecidas las prescripciones en torno del aseo, las vacunaciones y revacunaciones, así
como la verificación por los inspectores de higiene escolar del cumplimiento de dichas
normas. Se impulsa la creación de escuelas con espacios al aire libre para niños débiles
o convalescientes, en Parque de los Patricios, Chacabuco, Palermo y Lezama entre otros
predios. Se practican exámenes antropométricos y psicológicos. La inspección médica
se ocupará además del personal docente y administrativo.
El cuerpo médico escolar contó con personalidades notables como Pedro Goye-
na, Carlos Guido Spano, Marcos Sastre. A partir de 1911 se dictan conferencias sobre
la problemática escolar, se crea un laboratorio para facilitar el diagnóstico de diversas
entidades, se implanta la copa de leche, se realizan encuestas sobre la alimentación de la
población escolar. Se multiplican los consultorios odontológicos, se propicia la difusión
de la atención médica para afecciones pulmonares y se instalan aparatos de rayos X.
Se intensifica, en tanto, la lucha contra la difteria, la fiebre tifoidea y la poliomielitis.
Esta última se propagó hacia 1936 por el norte de la ciudad de Buenos Aires y zonas
vecinas lo que promovió la participación asistencial de las visitadoras de Higiene quie-
nes desplegaron su atención profiláctica hacia la enseñanza secundaria de las escuelas
normales.
Se multiplican los ciclos de conferencias referidas a patologías contagiosas inicia-
das por el doctor José Penna, insistiéndose en sus cuidados por la frecuente recrudescen-
cia de la tuberculosis infantil.
En 1948, Sanidad Escolar dispuso el examen y fichaje anual de los alumnos de
los establecimientos oficiales a efectos de determinar las conclusiones médico-odonto-
lógica y psicológica de los educandos, poniendo especial cuidado en la categoría de los
sordomudos.
Se dio impulso a la colonia marítima de Mar del Plata para la atención de pa-
cientes con compromisos tuberculosos y a la promoción de las colonias de llanura que
se concretó en Baradero y se extendió luego a Tandil, Carhué y otras localidades. Se
crearon también los comedores escolares.
Es central el lugar que ocupó Sanidad Escolar tanto en los aspectos bioestadís-
I 36 I Cien años Sociedad Argentina de Pediatría por un niño sano, en un mundo mejor
ticos como en la atención de los niños con necesidades especiales. Surge de su tarea la
Educación Especial que comprenderán a discapacitados de la audición, voz y lenguaje,
y a portadores con dificultades visuales. Se fomenta el coro polifónico de no videntes y
se crea la banda sinfónica de ciegos.
La Dirección de Educación Especial mantuvo sólidos lazos con distintas organi-
zaciones como el Hospital de Niños. En 1987 se creaba el Instituto Nacional Superior
del Profesorado en Educación Especial “Dr. Arturo Illia”. Sin embargo, en la década de
los ’90 la Dirección Nacional de Sanidad (Saavedra 15) dejó de pertenecer, por decreto,
al organigrama oficial.
El Instituto Antirrábico
La creación del Instituto Pasteur de Buenos Aires que entre los años 1886 y 1900
dirigió su fundador, el Dr. Desiderio F. Davel, es otro de los acontecimientos que marca-
ron una línea en la historia de la salud en el país. Este joven médico partió a París para
especializarse en Pediatría con el profesor Grancher en el Hôpital des Enfants Malades,
en el momento en que el profesor Luis Pasteur acababa de descubrir la vacuna contra
la rabia. Probada en animales, era firmemente resistida su aplicación en el ser humano.
Cuando el Dr. José C. Paz, embajador de nuestro país en Francia, convocó a los
médicos argentinos a una reunión proponiéndoles organizar un laboratorio antirrábico
en Buenos Aires donde el ataque de animales rabiosos era común, sólo el más joven
aceptó el desafío y fue aceptado por Pasteur en su Instituto. Pocos meses después un
niño pastor atacado por un lobo fue llevado al Instituto donde lo trataron y comproba-
ron la eficacia del tratamiento. A bordo del vapor que lo condujo a Buenos Aires, Davel
improvisó un laboratorio donde trasladó el virus rábico en un conejo inoculado por
Pasteur, practicando los pases necesarios en conejos sanos. Pudo salvar los obstáculos
inesperados que dificultaron su acción humanitaria considerando lo precario del labo-
ratorio y lo prolongado del viaje.
A su llegada, instaló un laboratorio en su domicilio –Solís 236–, donde una
placa recuerda hoy el hecho. Allí aplicó por primera vez la vacuna a dos niños de 13
y 11 años. Davel, Jefe del Servicio de enfermedades infecciosas desde 1890, fue nom-
brado en 1900 subdirector de la Casa de Expósitos. Designado Miembro Titular de la
Academia Nacional de Medicina en 1910, fue promovido a Miembro Honorario en
1922. Sus trabajos publicados sobre tuberculosis, difteria y fiebre amarilla, entre otros
productos de su constante trabajo investigativo, nutrieron la pediatría argentina.
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acciones a favor de los sectores más necesitados. Presidió, así, la Fundación Aguas Ar-
gentinas, donde bregó por el desarrollo de incontables proyectos en barrios carecientes
y en hospitales de la comunidad. Falleció el 5 de julio del 2003.
Reconocido como uno de los pilares más sólidos de la Cirugía Infantil, el Dr.
Marcos Llambías transitó el devenir de la especialidad, a través de una ímproba y te-
sonera labor. Se desempeñó en el Hospital “Pedro de Elizalde”, ex Casa Cuna, en la
que cursó toda su actividad hasta alcanzar, en 1970, la Jefatura del Departamento de
Cirugía. Miembro de numerosas organizaciones médicas y co-fundador de la Sociedad
Argentina de Cirugía Infantil, se lo eligió para honrar su presidencia en 1965.
Mencionemos que desde 1961 había sido designado Secretario General de la
Sociedad Argentina de Pediatría y que integró como tal la Comisión Directiva que hizo
factible la adquisición de nuestra sede. Ponderado en numerosos congresos y jornadas
internacionales, en todos dejó el testimonio de su versación académica y su amor por la
docencia. Falleció el 31 de junio de 1991.
El Dr. Raúl Manuel Eduardo Carrea nació el 26 de enero de 1917 y falleció el 25
de noviembre de 1978. Con su desaparición la Neurocirugía infantil perdió a uno de
sus más conspicuos e imaginativos creadores.
Durante dos años dirigió el Instituto Nacional de Salud Mental y en 1959 tuvo a
su cargo la cátedra de Neurocirugía dependiente de la Facultad de Medicina.
En 1960 fundó el servicio de Neurocirugía del Hospital de Niños “Ricardo Gu-
tiérrez”. Hacia 1962 fue nombrado director del Centro de Investigaciones Neuroló-
gicas del Instituto Di Tella y en 1976 creó el “Centro de Tomografía Computada”,
instituto que hoy lleva su nombre.
Más tarde asumió la presidencia de la Sociedad Internacional de Neurocirugía
Pediátrica.
Expresemos, que dentro de sus múltiples facetas fue la Sala XVIII del “Ricardo
Gutiérrez” la que cristalizó todas sus iniciativas y todos sus emprendimientos. La nueva
estructura constituyó uno de los más afortunados logros de la neurocirugía infantil
argentina, primer servicio de Latinoamérica y tercero en el mundo.
Debemos expresar también nuestro agradecimiento para el entonces jefe de En-
doscopía, Dr. Juan Carlos Arauz, que nos enseñó la maniobrabilidad para la extracción
de cuerpos extraños en el viejo Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez” y contribuyó
con su sapiencia y humildad, durante la epidemia de polio, a formar a los primerizos
ayudantes en las difíciles prácticas quirúrgicas.