Género-Materia Penal

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 77

Sentencia: 01093

Expediente: 04-
014928-0042-PE
Fecha:
28/09/2007 Hora:
10:05:00 AM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Cortés Coto Ronald

Descriptores Restrictores
• Protección a la víctima • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
en el proceso penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Protección al testigo en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
el proceso penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Principio de defensa en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
materia penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Inexistencia de quebranto
• Prueba testimonial en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
materia penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Derechos de la mujer • Delitos sexuales
• Deber de observar la normativa de protección a la
mujer cuando declara como víctima
• Derechos humanos • Deber de observar la normativa de protección a la
mujer cuando declara como víctima de delitos
sexuales
• Proceso penal • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado
• Violación • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado
• Delitos sexuales • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado

Texto del extracto


“ II - El defensor del imputado, Licenciado Armando Araya Ching en su único motivo
del recurso, alega violación al debido proceso, específicamente al principio universal de
la Inviolabilidad de la Defensa. Argumenta el recurrente que el tribunal dispuso a
solicitud de la fiscalía recibir el testimonio de la ofendida sin la presencia del imputado,
pese a ser ésta mayor de edad y haber convivido con el acusado, lo cual es permitido-
según su parecer- sólo en materia de menores de edad. Que el imputado fue privado de
su derecho de inmediar virtualmente el testimonio de la ofendida, pudiendo solamente
escucharlo, pero no observarlo. Que lo anterior violenta el Debido Proceso y el
Derecho de Defensa, más aun cuando se le rechazó el careo solicitado por él. Sin lugar
el reproche. Según consta en el acta de debate visible a folio 144, el Fiscal solicitó que
por ser un delito de carácter sexual, se ubicara al imputado en otro aposento, porque la
ofendida no quería ver al imputado al rendir su declaración. El Tribunal dispuso aceptar
la petición ordenando que el imputado fuera ubicado en un pasillo donde no podría ser
visto por la ofendida pero sí podría escuchar su declaración, lo anterior lo fundamentó
en la protección de la integridad psíquica de la ofendida. El recurrente considera que
con ello se violentó el derecho de defensa del imputado por cuanto no pudo inmediar la
declaración de la ofendida, conocer sus gestos y reacciones al declarar. Sin embargo, el
alegato no es de recibo. En realidad el derecho de defensa del imputado no fue
violentado, tan sólo se limitó razonablemente, en aras de garantizar otros derechos
fundamentales, como lo es en este caso el de la mujer víctima de agresión sexual. La
posición del Tribunal de ubicar al encartado en un lugar donde pueda escuchar la
declaración de la ofendida, sin poderla ver, tuvo como fin garantizar su integridad
psíquica, buscando así un sano equilibrio entre el derecho del imputado a contradecir la
prueba, y el derecho de la mujer víctima de abuso sexual de ser escuchada sin sentirse
presionada psicológicamente por el imputado. Al respecto, la Sala Tercera se ha
pronunciado, señalando que es posible incluso de oficio, retirar al imputado a un lugar
donde no pueda tener contacto físico con la víctima mayor de edad, para proteger la
integridad física o psicológica de la persona afectada, máxime cuando se trate de delitos
sexuales, y el imputado haya tenido alguna relación sentimental o de parentesco con la
víctima. Se dijo en ese pronunciamiento: "En el presente caso, consta del acta de
debate y de las razones expuestas en el propio fallo que se evacuó en forma privada y
sin la presencia del justiciable (aunque sí de la defensora) el testimonio de la ofendida
atendiendo a las recomendaciones del psiquiatra forense, quien hizo ver la necesidad
de no someterla a nuevos interrogatorios a fin de evitarle una crisis de agresividad,
tomando en cuenta que padece retardo mental ( cfr . folios 33 y 68). El a quo,
conforme se aprecia, no omitió evacuar el testimonio (cual lo recomendaba el médico),
sino que dispuso recibirlo en las condiciones que se vienen exponiendo y de igual
manera se escuchó la declaración de la testigo A. S. M, en virtud de que los juzgadores
observaron su “estado de nerviosismo” cuando se le requirió en la sala de debates:
reaccionó con llantos y gritos y expuso que deseaba declarar pero sin la presencia del
justiciable, pues este último “... con la señora madre la había mandado a amenazar...”
( folio 69). Estima la Sala que las razones que cita el a quo, considerando además la
naturaleza de los hechos que se investigan (delitos de violación) y la circunstancia de
que tanto la víctima como la testigo A. son hermanas del acusado, justifican plenamente
la medida de recibir sus declaraciones en privado y sin que tuviesen contacto visual
con el encartado. Aun cuando el artículo 212 del Código Procesal Penal solo se refiere
a la posibilidad de practicar este tipo de pruebas especiales en privado (es decir, en
ausencia del público, dentro del cual no se incluye obviamente al imputado), es criterio
de la Sala que este puede ser alejado de la audiencia cuando se atiende al valor de los
bienes jurídicos en conflicto, así como con base en diversas normas jurídicas de
jerarquía supralegal que ordenan ponderar los intereses de ciertos grupos de
personas. Así ocurre con los menores de edad, respecto de los cuales y en virtud de
normas positivas tanto de derecho interno como a través de instrumentos
internacionales, se establece la prevalencia de su interés superior. En la especie,
aunque las declarantes son mayores de edad, ha de recurrirse a las previsiones de la
Convención para erradicar la violencia contra la mujer, introducida al derecho
costarricense por ley No. 7499 de 2 de mayo de 1995 que, entre otras cosas, dispone:
“Artículo 2: Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física,
sexual y psicológica: a) que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en
cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya
compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación,
maltrato y abuso sexual...” ; “Artículo3: Toda mujer tiene derecho a una vida libre de
violencia, tanto en el ámbito público como en el privado”; “Artículo 4: Toda mujer
tiene derecho al reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos los derechos
humanos y a las libertades consagradas por los instrumentos regionales e
internacionales sobre derechos humanos. Estos derechos comprenden, entre otros: ...
b) el derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral; c) el derecho a la
libertad y a la seguridad personales; d) el derecho a no ser sometida a torturas; e) el
derecho a que se respete la dignidad inherente a su persona y que se proteja a su
familia; f) el derecho a igualdad de protección ante la ley y de la ley; g) el derecho a un
recurso sencillo y rápido ante los tribunales competentes, que la ampare contra actos
que violen sus derechos...”; “Artículo 7: Los Estados partes condenan todas las
formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios
apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar
dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente: a) abstenerse de cualquier acción o
práctica de violencia contra la mujer y velar porque las autoridades, sus funcionarios,
personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación; ...
f) establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido
sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio
oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos”. Es evidente que el disponer, en
un caso como el que aquí se examina, que las testigos declararan en ausencia del
justiciable, constituye una medida encaminada a proteger de manera primordial la
integridad física, psicológica y moral de las deponentes, atendiendo a las particulares
circunstancias que se observan (ligamen consanguíneo, probabilidad de inducir graves
crisis de agresividad en la víctima, existencia de amenazas por parte del acusado
contra la otra testigo). Desde luego, normalmente será posible establecer un justo
equilibrio entre los valores y derechos en conflicto, de modo que todos puedan ser
satisfechos con un mínimo sacrificio y a ello deben dirigirse los esfuerzos de los
juzgadores que en esto, como respecto de otros actos, han de buscar un sano balance y
de ello deberá tomar nota el a quo en lo sucesivo. Así, será preciso que al aplicar estas
medidas de estricto carácter excepcional , los jueces recurran a técnicas que en cuanto
sea posible, impidan el contacto físico y visual entre el declarante y el acusado, pero
permitan a este escuchar el testimonio y mantener algún tipo de comunicación con su
defensor técnico; o incluso utilizar dispositivos que distorsionen la voz, si lo pretendido
es proteger la real identidad física del deponente que podría ser identificado por ese
medio; y sin perjuicio del alejamiento completo de la audiencia si el justiciable ejecuta
conductas que ameriten adoptar ese tipo de acciones disciplinarias (por ejemplo: si
profiere amenazas contra el testigo mientras este se halla en la sala), lo que en todo
caso conviene se le advierta de previo al acusado ...”. Las reflexiones anteriores son
aplicables en el presente caso y permiten rechazar parte del alegato de la defensa, que
cuestiona la actuación oficiosa de los Jueces. Conforme se lee en la sentencia recién
transcrita, la Convención para erradicar la violencia contra la mujer obliga al Estado
costarricense y a todos los funcionarios públicos a adoptar, en el ámbito de sus tareas y
competencias, las medidas que correspondan para eliminar ese fenómeno y proteger a
la persona contra cualquiera de sus diversas manifestaciones. Los Jueces en el proceso
penal y en su labor de administrar Justicia están llamados a velar y proteger no solo
los derechos constitucionales y legales del imputado, sino los de todas las personas que
intervengan, incluidos, desde luego, los de los testigos, ofendidos y denunciantes,
aunque no sean formalmente partes en el procedimiento. Desde luego, el justiciable,
como sujeto esencial y afectado de manera directa por las investigaciones dirigidas en
su contra, está rodeado de una gran variedad de derechos y garantías, pero esto no
significa que quienes concurran a rendir testimonio sean simples instrumentos para la
averiguación de la verdad, despojados de derechos y carentes de toda protección. Al
contrario, se reitera, es un deber inherente a la tarea jurisdiccional, la tutela de la
dignidad humana y de la integridad física, psicológica y moral de todas las personas
que deban comparecer ante los juzgadores en cualquier condición (imputados,
ofendidos, testigos e incluso la defensa, el acusador u otras partes), adoptando las
medidas que sean necesarias, razonables y proporcionadas para asegurar ese respeto.
Desde este punto de vista, es indudable que los tribunales sí pueden proceder de oficio
en esas hipótesis y lo harán no en ejercicio de una facultad, sino de una potestad
(poder-deber) que se deriva de la misión constitucional que tienen encomendada de
proteger los derechos fundamentales de los habitantes. En el caso de mujeres sometidas
a violencia doméstica, se cuenta además con disposiciones supralegales expresas que
obligan a dotarlas de medidas de protección y no cabe duda que recibir su testimonio
sin la presencia visible del acusado (presunto agresor), es una acción protectora que se
encamina a resguardar la integridad física, psicológica y moral de la declarante y,
además, desde otra perspectiva, pretende asegurar la pureza de una prueba de la que,
según se tiene noticia, ha estado sometida a actos de agresividad e intimidación
rutinaria. Por lo demás, ningún agravio se produjo al encartado, quien permaneció en
un sitio desde el cual podía escuchar el testimonio y mantuvo contacto con su defensor
para gestionar las preguntas que estimase pertinentes. (Voto 1435-2005 Sala Tercera).
Los anteriores razonamientos son compartidos en un todo por ésta Cámara, agregándose
que en el presente asunto, no se desprende de las actuaciones ni del mismo recurso, que
al imputado se le haya impedido la comunicación con la defensa técnica ni
contrainterrogar por medio de su defensor a la ofendida. Finalmente, en cuanto al
rechazo del careo solicitado ante las contradicciones entre la versión de la ofendida y
del imputado, no se observa vicio alguno que haya afectado la defensa del imputado. El
numeral 233 del Código Procesal Penal dispone que podrá ordenarse el careo de
personas que, en sus declaraciones, hayan discrepado sobre hechos o circunstancias
importantes.... Sin embargo, el careo resulta ser una prueba de carácter excepcional,
dado que en todo proceso existirán contradicciones entre los testigos entre sí, o con el
propio imputado, lo cual debe ser resuelto por el Tribunal al valorar las probanzas con
base en las Reglas del correcto entendimiento humano, como corresponde en un proceso
penal regido por el sistema de libre convicción. En el presente caso, la versión del
imputado- sumamente escueta- y la versión de la ofendida, fueron analizadas de forma
apropiada por el a quo , junto con el resto de las probanzas admitidas, especialmente
con el dictamen médico legal y las evidencias encontradas en el sitio del suceso,
llegando a la conclusión de que el imputado efectivamente cometió los hechos
acusados. (folios 162 a 170). Por lo anterior, debe rechazarse el motivo.”
Sentencia: 00433
Expediente: 04-
203264-0305-PE
Fecha:
08/05/2007 Hora:
9:15:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 2

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Castillo Mesén Jeannette

Descriptores Restrictores
• Protección a la víctima • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
en el proceso penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Protección al testigo en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
el proceso penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Principio de defensa en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
materia penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Inexistencia de quebranto
• Prueba testimonial en • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
materia penal mayores de edad sin la presencia del imputado
• Derechos de la mujer • Delitos sexuales
• Deber de observar la normativa de protección a
la mujer cuando declara como víctima
• Derechos humanos • Deber de observar la normativa de protección a
la mujer cuando declara como víctima de delitos
sexuales
• Proceso penal • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado
• Violación • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado
• Delitos sexuales • Posibilidad de recibir el testimonio de personas
mayores de edad sin la presencia del imputado

Texto del extracto


“VIII. […] D e la escucha de los casetes que reproducen lo acontecido en el debate
(concretamente del casete Nº 1, lado B ), se constata que los Juzgadores decidieron no
acceder a la petición del Ministerio Público señalando: “…El Tribunal solo puede
coartar las posibilidades de publicidad, oralidad y contradicción… cuando legalmente
existe facultad para ello. En este caso no la hay. Si bien, cuando ocurrieron los hechos
[F. S.] era menor, en este momento… es mayor de edad, por lo que no está contemplado
dentro de las facultades legales para excluir al imputado de la sala… Entiende el
Tribunal que este tipo de facultades que se han establecido en protección de las
victimas, significa una ponderación de intereses en conflicto, la ponderación del interés
del imputado de estar presente y escuchar la prueba, que es parte del derecho de
defensa, y la protección de la víctima, que de alguna manera… influye sobre la verdad
real… pero esa ponderación no está al arbitrio absoluto del Tribunal… sino que está
establecida por ley y está establecida en este caso como excepción. No le queda al
Tribunal ponderar sobre las bondades del legislador o si debió hacerlo hasta tal edad o
debió hacerlo en general…y no le queda legislar bajo el criterio de la interpretación de
la ley...”. Inconforme con lo resuelto, la fiscal Andrea Víquez Carrillo, arguyó que tal
petición se hacía siguiendo las recomendaciones de los psicólogos que atendieron a L.
F. S. (lo que se corrobora al observar el dictamen pericial psicosocial forense Nº 015-
2005, en el que se consignó que resultaba contraindicado que la joven declarara en
presencia del imputado, ver Tomo I, folio 122) y argumentó además, que se trataba de
un derecho de la víctima, pues no era lo mismo para una persona abusada sexualmente,
declarar frente a su agresor, que hacerlo libremente sin su presencia, refiriendo también
que en este caso, las ofendidas habían sido objeto de manipulación, sin que pudiera
prosperar su gestión. Ahora bien, considera este Despacho que las razones que brindó el
Tribunal al rechazar la petición ya indicada, resultaron insuficientes. Según se ha
reconocido, la Convención para erradicar la violencia contra la mujer ( introducida al
derecho costarricense por ley No. 7499 de 2 de mayo de 1995) obliga al Estado
costarricense y a todos los funcionarios públicos a adoptar, en el ámbito de sus tareas y
competencias, las medidas que correspondan para eliminar ese fenómeno y proteger a la
persona contra cualquiera de sus diversas manifestaciones. Bajo ese entendido, los
Juzgadores, en el proceso penal y en su labor de administrar Justicia, además de
resguardar los derechos del justiciable - reconocidos en la Constitución Política y en las
leyes -, deben reconocer los derechos de todos los individuos que intervengan en el
proceso (testigos, ofendidos, denunciantes). Aunque el imputado, como afectado de
manera directa por las investigaciones dirigidas en su contra, está rodeado de múltiples
derechos y garantías, ello no significa que quienes concurran a rendir testimonio
carezcan de protección, pues la autoridad jurisdiccional debe tutelar su dignidad humana
y su integridad física, psicológica y moral, aplicando las medidas necesarias, razonables
y proporcionadas para cumplir con dicho propósito (en ese sentido, ver resolución Nº
1435, de las 9:20 horas del 12 de diciembre de 2005). En ese orden de ideas, c omo se
colige del casete Nº 1, lado B, los juzgadores constataron la incomodidad de la
declarante por la presencia del encartado cuando se le requirió en la sala de debates, por
lo que se le explicó la propuesta que se había formulado para que Martínez Pacheco se
retirara, señalándole que no se había accedido a ello porque con ello se le restringía al
imputado su derecho de estar presente, al ser ya mayor de edad, a lo que L. F. S. señaló:
“…Sí… fue una sorpresa porque se supone que no iba a estar aquí…” . En tales
circunstancias, en criterio de este Despacho, los Juzgadores debían analizar si era
factible buscar un equilibrio entre los derechos en conflicto, como hubiera sido que se
recibiera la deposición de L. F. S. sin que ésta observara directamente al acusado (como
una forma de resguardar su integridad física, psicológica y moral, asegurando la pureza
de su relato), resguardando al mismo tiempo el derecho de defensa del sentenciado . No
obstante, únicamente se ponderó la edad de la víctima, sin analizarse en ningún
momento si las circunstancias ya señaladas podían influir o no en la credibilidad que
merecía su relato. “
Sentencia: 01435
Expediente: 99-
202492-0345-PE
Fecha:
12/12/2005 Hora:
9:20:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Ramírez Quirós Jesús

Descriptores Restrictores
• Protección a la • Posibilidad de recibir el testimonio de personas mayores
víctima en el proceso de edad sin la presencia del imputado, como medida
penal preventiva, en casos de violencia doméstica, amenazas o
soborno
• Deber de observar la normativa internacional de
protección a la mujer
• Tutela de la dignidad humana e integridad física,
psicológica y moral, según criterios de razonabilidad y
proporcionalidad
• Principio de • Análisis con respecto a la aplicación de medidas de
defensa en materia protección a la víctima y los testigos
penal
• Protección al • Posibilidad de recibir el testimonio de personas mayores
testigo en el proceso de edad sin la presencia del imputado, como medida
penal preventiva, en casos de violencia doméstica, amenazas o
soborno
• Deber de observar la normativa internacional de
protección a la mujer
• Tutela de la dignidad humana e integridad física,
psicológica y moral, según criterios de razonabilidad y
proporcionalidad
• Prueba testimonial • Posibilidad de recibir el testimonio de personas mayores
en materia penal de edad sin la presencia del imputado, como medida
preventiva, en casos de violencia doméstica, amenazas o
soborno
• Tutela de la dignidad humana e integridad física,
psicológica y moral, según criterios de razonabilidad y
proporcionalidad
• Derechos de la • Juez penal debe observar la normativa internacional de
mujer protección a la mujer cuando declara como víctima
• Derechos humanos • Juez penal debe tutelar la dignidad humana e integridad
física, psicológica y moral de los deponentes, según
criterios de razonabilidad y proporcionalidad
Texto del extracto
" I- En el primer motivo de queja, alega el defensor que el Tribunal vulneró el
principio de imparcialidad cuando ordenó recibir en el debate el testimonio de la
madre de la ofendida, sin que estuviera presente el imputado. Opina quien recurre
que tal situación constituyó un adelanto de criterio, ya que los jueces actuaron de
oficio y basándose para ello en lo que recién había declarado la víctima menor de
edad, la que se refirió a supuestos actos de violencia doméstica que ambas sufrían
en su núcleo familiar y provocados por el justiciable. De este modo, añade el
quejoso, el a quo emitió un juicio sobre la credibilidad de la joven y sobre un punto
que revestía interés para decidir, en tanto el Ministerio Público acusó que fue en
ese ámbito de violencia doméstica en el que tuvieron lugar los delitos. El reparo es
improcedente : En efecto, para resolver el tema planteado es preciso analizar dos
puntos específicos estrechamente relacionados. El primero se refiere a la posibilidad
de que se reciba, sin la presencia visible del imputado en la sala de debates, el
testimonio de personas mayores de edad que no sean víctimas directas del delito
que se investiga. Sobre esto, la Sala, en sentencia No. 1226-01, de 9:50 horas de
14 de diciembre de 2001, señaló: “ El artículo 8.1.f) de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos establece, como una de las garantías mínimas de toda
persona inculpada de delito el “... derecho de la defensa de interrogar a los testigos
presentes en el tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de
otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos”. En similares términos, el
artículo 14.3.e) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dispone que
el imputado tiene derecho “A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y
a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean
interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo”. Si bien el
derecho del imputado a escuchar y ser partícipe activo en la producción de la
prueba constituye una garantía fundamental, en supuestos excepcionalmente
calificados se admite que ese derecho pueda ser restringido, en procura de tutelar
otros bienes jurídicos de rango constitucional. También se obtiene de las normas
antes citadas que los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no
excluyen esa posibilidad, siempre que en ningún caso se restrinja la defensa
técnica. La Sala Constitucional en el voto No. 3020-96 de 11,48 horas de 9 de junio
de 1995 señaló: “... conforme a lo expuesto en la sentencia 1739-92 de las once
horas y cuarenta y cinco minutos del primero de julio de mil novecientos noventa y
dos, el imputado tiene derecho a ser asistido por un defensor letrado, o a defenderse
personalmente y que sea cual sea el método que escoja, ese derecho implica el
irrestricto acceso a las probanzas y actos, siendo procedentes sólo aquellas
restricciones indispensables para impedir el entorpecimiento de la averiguación de la
verdad real de los hechos. También ha señalado esta Sala que no toda nulidad
conlleva una violación al debido proceso sino sólo aquellas que causen un grave
perjuicio a los intereses de la defensa. En ese sentido se estima que si bien la
adecuada defensa y representación en todo momento, es un elemento integrante del
debido proceso, al haber puesto el Tribunal en conocimiento inmediato al imputado de
lo declarado por el co-imputado, según consta en el acta de debate, quedando
informado de todo lo declarado con oportunidad de repreguntar, derecho éste que se
le reconoció y no ejerció, según consta en el acta de debate (tomo II, folio 749), no se
causó una lesión al principio en análisis, pues si bien se le perturbó su ejercicio, el
Tribunal reconoció una forma eficaz para su respeto, lo que no fue protestado
oportunamente por el interesado; el juez como equilibrador del proceso, le dio acceso
pleno e irrestricto a la información e incluso oportunidad de ejercer su defensa sobre
ese acto a través de la repregunta. Desde luego que, como lo hace notar la Sala de
Casación en el Considerando X del fallo, el Tribunal sentenciador pudo emplear otros
criterios en el debate que no causaran la perturbación que ahora se protesta, al
ejercicio de la defensa, como sería llamar primero a declarar al acusado ..., o aún
permitirle su permanencia e intervención en la audiencia al momento de tomarse la
declaración al co-imputado..., pero -como ya se dijo-, al no haberlo hecho así no se
produce nulidad de lo actuado pues la afectación o perturbación al ejercicio de la
defensa no fue de tal magnitud que afectara ese derecho causando indefensión”.
También esta Sala ha admitido, en casos excepcionales que se aleje al imputado de la
audiencia temporalmente para garantizar la seguridad física y psicológica de los
declarantes, siempre que concurran elementos de convicción que evidencien que
existe el riesgo de algún serio menoscabo (cfr. votos No. 1043-97 de 14,35 horas de
30 de setiembre y No. 1474-97 de 8,40 horas de 23 de diciembre, ambas de 1997;
así como el No. 483-01 de 9,15 horas de 25 de mayo de 2001). En el presente caso,
consta del acta de debate y de las razones expuestas en el propio fallo que se evacuó
en forma privada y sin la presencia del justiciable (aunque sí de la defensora) el
testimonio de la ofendida atendiendo a las recomendaciones del psiquiatra forense,
quien hizo ver la necesidad de no someterla a nuevos interrogatorios a fin de evitarle
una crisis de agresividad, tomando en cuenta que padece retardo mental (cfr. folios
33 y 68). El a quo, conforme se aprecia, no omitió evacuar el testimonio (cual lo
recomendaba el médico), sino que dispuso recibirlo en las condiciones que se vienen
exponiendo y de igual manera se escuchó la declaración de la testigo A.S.M, en virtud
de que los juzgadores observaron su “estado de nerviosismo” cuando se le requirió en
la sala de debates: reaccionó con llantos y gritos y expuso que deseaba declarar
pero sin la presencia del justiciable, pues este último “... con la señora madre la había
mandado a amenazar...” (folio 69). Estima la Sala que las razones que cita el a quo,
considerando además la naturaleza de los hechos que se investigan (delitos de
violación) y la circunstancia de que tanto la víctima como la testigo A. son hermanas
del acusado, justifican plenamente la medida de recibir sus declaraciones en privado y
sin que tuviesen contacto visual con el encartado. Aun cuando el artículo 212 del
Código Procesal Penal solo se refiere a la posibilidad de practicar este tipo de pruebas
especiales en privado (es decir, en ausencia del público, dentro del cual no se incluye
obviamente al imputado), es criterio de la Sala que este puede ser alejado de la
audiencia cuando se atiende al valor de los bienes jurídicos en conflicto, así como con
base en diversas normas jurídicas de jerarquía supralegal que ordenan ponderar los
intereses de ciertos grupos de personas. Así ocurre con los menores de edad, respecto
de los cuales y en virtud de normas positivas tanto de derecho interno como a través
de instrumentos internacionales, se establece la prevalencia de su interés superior. En
la especie, aunque las declarantes son mayores de edad, ha de recurrirse a las
previsiones de la Convención para erradicar la violencia contra la mujer, introducida al
derecho costarricense por ley No. 7499 de 2 de mayo de 1995 que, entre otras cosas,
dispone: “Artículo 2: Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia
física, sexual y psicológica: a) que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica
o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya
compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación,
maltrato y abuso sexual...” ; “Artículo3: Toda mujer tiene derecho a una vida libre de
violencia, tanto en el ámbito público como en el privado”; “Artículo 4: Toda mujer
tiene derecho al reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos los derechos
humanos y a las libertades consagradas por los instrumentos regionales e
internacionales sobre derechos humanos. Estos derechos comprenden, entre otros: ...
b) el derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral; c) el derecho a la
libertad y a la seguridad personales; d) el derecho a no ser sometida a torturas; e) el
derecho a que se respete la dignidad inherente a su persona y que se proteja a su
familia; f) el derecho a igualdad de protección ante la ley y de la ley; g) el derecho a
un recurso sencillo y rápido ante los tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos...”; “Artículo 7: Los Estados partes condenan todas las
formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios
apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha
violencia y en llevar a cabo lo siguiente: a) abstenerse de cualquier acción o práctica
de violencia contra la mujer y velar porque las autoridades, sus funcionarios, personal
y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación; ... f)
establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido
sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio
oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos”. Es evidente que el disponer, en
un caso como el que aquí se examina, que las testigos declararan en ausencia del
justiciable, constituye una medida encaminada a proteger de manera primordial la
integridad física, psicológica y moral de las deponentes, atendiendo a las particulares
circunstancias que se observan (ligamen consanguíneo, probabilidad de inducir graves
crisis de agresividad en la víctima, existencia de amenazas por parte del acusado
contra la otra testigo). Desde luego, normalmente será posible establecer un justo
equilibrio entre los valores y derechos en conflicto, de modo que todos puedan ser
satisfechos con un mínimo sacrificio y a ello deben dirigirse los esfuerzos de los
juzgadores que en esto, como respecto de otros actos, han de buscar un sano balance
y de ello deberá tomar nota el a quo en lo sucesivo. Así, será preciso que al aplicar
estas medidas de estricto carácter excepcional , los jueces recurran a técnicas que
en cuanto sea posible, impidan el contacto físico y visual entre el declarante y el
acusado, pero permitan a este escuchar el testimonio y mantener algún tipo de
comunicación con su defensor técnico; o incluso utilizar dispositivos que distorsionen
la voz, si lo pretendido es proteger la real identidad física del deponente que podría
ser identificado por ese medio; y sin perjuicio del alejamiento completo de la
audiencia si el justiciable ejecuta conductas que ameriten adoptar ese tipo de acciones
disciplinarias (por ejemplo: si profiere amenazas contra el testigo mientras este se
halla en la sala), lo que en todo caso conviene se le advierta de previo al acusado ...”.
Las reflexiones anteriores son aplicables en el presente caso y permiten rechazar
parte del alegato de la defensa, que cuestiona la actuación oficiosa de los Jueces.
Conforme se lee en la sentencia recién transcrita, la Convención para erradicar la
violencia contra la mujer obliga al Estado costarricense y a todos los funcionarios
públicos a adoptar, en el ámbito de sus tareas y competencias, las medidas que
correspondan para eliminar ese fenómeno y proteger a la persona contra cualquiera
de sus diversas manifestaciones. Los Jueces en el proceso penal y en su labor de
administrar Justicia están llamados a velar y proteger no solo los derechos
constitucionales y legales del imputado, sino los de todas las personas que
intervengan, incluidos, desde luego, los de los testigos, ofendidos y denunciantes,
aunque no sean formalmente partes en el procedimiento. Desde luego, el justiciable,
como sujeto esencial y afectado de manera directa por las investigaciones dirigidas en
su contra, está rodeado de una gran variedad de derechos y garantías, pero esto no
significa que quienes concurran a rendir testimonio sean simples instrumentos para la
averiguación de la verdad, despojados de derechos y carentes de toda protección. Al
contrario, se reitera, es un deber inherente a la tarea jurisdiccional, la tutela de la
dignidad humana y de la integridad física, psicológica y moral de todas las personas
que deban comparecer ante los juzgadores en cualquier condición (imputados,
ofendidos, testigos e incluso la defensa, el acusador u otras partes), adoptando las
medidas que sean necesarias, razonables y proporcionadas para asegurar ese
respeto. Desde este punto de vista, es indudable que los tribunales sí pueden
proceder de oficio en esas hipótesis y lo harán no en ejercicio de una facultad, sino de
una potestad (poder-deber) que se deriva de la misión constitucional que tienen
encomendada de proteger los derechos fundamentales de los habitantes. En el caso
de mujeres sometidas a violencia doméstica, se cuenta además con disposiciones
supralegales expresas que obligan a dotarlas de medidas de protección y no cabe
duda que recibir su testimonio sin la presencia visible del acusado (presunto agresor),
es una acción protectora que se encamina a resguardar la integridad física, psicológica
y moral de la declarante y, además, desde otra perspectiva, pretende asegurar la
pureza de una prueba de la que, según se tiene noticia, ha estado sometida a actos
de agresividad e intimidación rutinaria. Por lo demás, ningún agravio se produjo al
encartado, quien permaneció en un sitio desde el cual podía escuchar el testimonio y
mantuvo contacto con su defensor para gestionar las preguntas que estimase
pertinentes. El segundo aspecto del reclamo cuestiona las motivaciones que tuvo el
Tribunal para disponer la medida protectora, ya que se basaron en la declaración que
recién había dado la ofendida, informando que tanto ella como su madre fueron
víctimas de la violencia doméstica que protagonizaba el acusado. Entiende la defensa
que, con ello, los jueces adelantaron criterio, pues otorgaron crédito al dicho de la
menor de edad. La Sala no comparte esta opinión. Las medidas protectoras del tipo
que se examina, encuentran su fundamento en un juicio de probabilidad que, a su
vez, debe sustentarse en elementos de convicción que señalen la necesidad de
proteger la dignidad y la integridad del testigo. Cuando los jueces acogen la
recomendación del psicólogo o del psiquiatra forenses de que una persona no declare
en presencia del imputado, no significa que estén adelantando criterio y reconociendo
como ciertas todas las conclusiones plasmadas en el dictamen (incluida, por ejemplo,
la de que existen secuelas que pueden asociarse con el hecho ilícito acusado). Es
obvio que ningún motivo lógico puede llevar a razonar de esta forma y, al contrario,
asumir tal propuesta obedecería a una simple falacia. Lo que los juzgadores hacen es
formular un juicio de probabilidad, no sobre los hechos que se investigan , sino en
torno de las posibilidades de que se provoquen serios menoscabos psicológicos al
testigo o de que se ponga en peligro su integridad física o moral. Si al final los jueces
encuentran que el testimonio no es creíble, que en realidad nunca existió peligro
alguno para el declarante (porque faltó a la verdad o inventó los hechos) o resulta
clara la inocencia del acusado, ningún vínculo existe entre la decisión inicialmente
acordada sobre la conducción del debate , adoptando medidas protectoras, y la que
resuelva el fondo del asunto, pues sus fundamentos y sus finalidades son
notoriamente distintos. Las medidas dichas son de naturaleza claramente preventiva,
no requieren una declaratoria judicial previa (v. gr.: una que establezca que en
verdad existió violencia doméstica, amenazas o sobornos) y pueden acordarse a partir
de noticias o sospechas fundadas que brinden un soporte razonable al juicio de
probabilidad. En el caso bajo examen, la ofendida declaró e informó de los maltratos y
agresiones que, según ella, sufría toda la familia, incluida su madre. Esto movió al a
quo a ordenar que la recepción del testimonio de la última se recibiera sin la presencia
visible del encartado, pero lo hizo, no porque adelantara criterio y estimara que los
hechos denunciados ocurrieron (como dice entenderlo el defensor), ya que sobre eso
no se emitió juicio alguno, sino porque la declaración daba noticia suficiente (que
podría ser cierta o no) de la existencia de acciones que ameritaban tomar medidas
concretas sobre la forma en que debía realizarse el debate. La única diferencia entre
lo sucedido aquí y el ejemplo expuesto líneas atrás, radica en la diversa naturaleza de
la fuente de la que se derivó la probabilidad (en un caso, el dictamen y en el otro, un
testimonio), pero en ninguno de ellos implica un juicio acerca del fondo del asunto,
sino sobre la necesidad de acordar medidas protectoras y preventivas ante el evento
de causar serios menoscabos al testigo que declarará y asegurar la pureza de la
prueba, del mismo modo que podría haberse hecho si se tiene noticia, por testimonios
anteriores, de que un próximo declarante ha sido amenazado o ha recibido sobornos
para que falte a la verdad. En estas hipótesis, la falta de solicitud del Ministerio
Público no releva al tribunal de su deber de tutela y protección de los testigos ni
significa que al adoptar las medidas se adelante criterio sobre lo que se resolverá, ya
no sobre la manera de conducir el debate, sino en torno del fondo del asunto. Aun
más, si, como lo sostiene la defensa, el tema de la violencia doméstica era en
extremo relevante y formaba parte de la acusación, esto sería noticia suficiente para
que los jueces dispusieran las acciones protectoras y preventivas necesarias a fin de
evitar que ese fenómeno negativo acusado llegara a causar distorsiones en el juicio,
reproduciéndose allí sus factores de intimidación, pues el debate ha de propiciar que
los testigos declaren con la mayor libertad y seguridad. Por otra parte, resulta
evidente que si para acordar ese tipo de medidas fuese preciso evacuar toda la
prueba (como lo aduce el defensor), ningún sentido tendría, pues ya el testigo habría
declarado y si lo que se intenta sugerir es que debieron recibirse otros testimonios
antes de decidir el punto, la propuesta sería igualmente ilógica, dado que significaría,
siguiendo los razonamientos de quien impugna, que el tribunal reconoció pleno crédito
a todas las anteriores probanzas y, por ende, también habría adelantado criterio. Lo
anterior pone de relieve la inconsistencia de las argumentaciones planteadas, ya que
implicarían que los jueces nunca podrían ordenar medidas protectoras como las que
se examina, a menos de que las solicitasen las partes. Sin embargo, amén de que
este aserto tropieza con el deber legal de los jueces de tutelar los derechos
constitucionales y legales de todas las personas, olvida que aun en esa hipótesis el
Tribunal debe hacer un análisis de la solicitud para determinar si concurren los
presupuestos que harían procedentes las medidas (juicio de probabilidad) y aquí, de
nuevo, tendría el quejoso que entender que hubo un adelanto de criterio porque los
datos en los que se basan los jueces son, por definición, de carácter probatorio. Dicho
con otras palabras, si es al Tribunal y no a las partes a quien compete decidir si se
adoptarán medidas protectoras de algún testigo, siempre y necesariamente habrá de
hacer un examen de la solicitud y de la razonabilidad de sus fundamentos
(probatorios), pero nada de ello prejuzgará sobre la credibilidad del dicho del testigo
protegido o la de la fuente misma en que se basó el acuerdo de protegerlo, al
momento de dictar la sentencia. Vale señalar, finalmente, que cuando C.Z. fue
llamada en efecto al debate, corroboró su deseo de que el justiciable no presenciara
su testimonio Así las cosas, se desestima la protesta."

Sentencia: 01559
Expediente: 05-
010312-0042-PE
Fecha:
10/12/2007 Hora:
2:00:00 PM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 2

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Chinchilla Calderón Rosaura

Descriptores Restrictores
• Principio de irretroactividad • Violación de excónyuge
de la ley penal • Consideraciones acerca del ámbito de cobertura
de la ley de penalización de la violencia contra las
mujeres
• Violencia por razones de • Violación de excónyuge
sexo • Consideraciones acerca del ámbito de cobertura
de la ley de penalización de la violencia contra las
mujeres
• Violación • Imputado que solicita la aplicación del principio
de irretroactividad
• Consideraciones acerca del ámbito de cobertura
de la ley de penalización de la violencia contra las
mujeres
• Ley de penalización de la • Consideraciones acerca de su ámbito de
violencia contra las mujeres cobertura
Texto del extracto
“ III .- Que en el único motivo por el fondo , alega el recurrente la inobservancia e
inaplicación de los numerales 1, 2, 9 y 10 de la Ley de Penalización de la violencia
contra las mujeres y el numeral 369 del Código Procesal penal. Indica que los hechos
acreditados constituyen una violación en el marco de una relación de pareja por lo que a
ellos les debe ser aplicada aquella normativa que si bien no estaba vigente al momento
de los hechos, sí resulta más beneficiosa para el encartado desde que contempla la
posibilidad de sanciones alternas a la prisión las que, sin duda, son más favorables para
el encartado. El motivo debe ser rechazado. El artículo 34 de la Constitución Política
establece el principio de irretroactividad de las leyes al indicar: « A ninguna ley se le
dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna, o de sus derechos patrimoniales
adquiridos o de situaciones jurídicas consolidadas. » que ha sido leído en sentido
contrario para interpretar que constitucionalmente es aceptable la aplicación retroactiva
en beneficio lo que, por lo demás, se encuentra en consonancia no sólo con lo
establecido expresamente, en materia penal sustantiva, por el artículo 12 del Código
Penal: « Si con posterioridad a la comisión de un hecho punible se promulgare una
nueva ley, aquel se regirá por la que sea más favorable al reo, en el caso particular que
se juzgue » sino, sobre todo (al tener un rango supra legal), con lo referido en los
instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos vigentes en Costa Rica
que refieren: « Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de
cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional. Tampoco se
impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si
con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena
más leve, el delincuente se beneficiará de ello » (la negrilla no es del original, artículo
15.1º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado por Ley Nº
4229 de 11 de diciembre de 1968); « Nadie puede ser condenado por acciones u
omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho
aplicable. Tampoco se puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento
de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la
imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ella » (la negrilla es
suplida, artículo 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, aprobada por
Ley 4534 de 23 de febrero de 1970). De modo que aunque los hechos acusados, según
se verá, datan del año 2005 y la Ley de Penalización de la violencia contra las mujeres
Nº 8589 rige desde su publicación acaecida el treinta de mayo de 2007, es procedente
analizar -primero- si regulan los mismos supuestos de hecho y, en caso de ser así, si ésta
es más beneficiosa para el encartado.

En el presente caso, el tribunal de mérito tuvo por acreditado lo siguiente:

"1- Desde el año 1997 hasta el año 2004, mientras el imputado LUIS
ANTONIO DELGADO MENA se encontraba casado con la ofendida M.
C. M. y vivían en Moravia , ambos procrearon a cuatro menores de
edad, siendo que durante todos estos años, la dinámica fue propia de
violencia intrafamiliar, toda vez que el imputado aprovechando su
condición de esposo procedió en reiteradas ocasiones a abusar
sexualmente de ella, obligándola a someterse a prácticas sexuales
rechazadas por la misma. Esta situación, provocó su separación a finales
del año 2004. 2- En el mes de febrero del 2005, la ofendida y el imputado
se divorciaron, no obstante, aquél continuaba visitando la vivienda de
ésta a fin de ver a sus hijos, y en razón de que tenían un negocio familiar;
sin embargo, el mismo continuaba con su conducta acosadora contra de
la integridad emocional de la agraviada, ya que le controlaba las salidas
y le revisaba su teléfono celular. 3- En fecha 17 de mayo del 2005 a las
doce horas, la ofendida M. C. M. se encontraba en su casa de
habitación, sita en San Jerónimo de Moravia , cuando se presentó el
imputado LUIS ANTONIO DELGADO MENA y le pidió un favor, a lo
cual, ella accedió; poco después, se presentó una discusión entre ambos
debido a un mensaje recibido por la misma en su teléfono celular de un
compañero de universidad, ante lo cual, el acusado se tornó violento. 4-
Fue así, como el mismo cerró la puerta del cuarto al tiempo que la
amenazaba con que uno de los dos no iba a salir vivo de ahí, y mediante
la utilización violencia física sobre ella, sujetándola fuertemente de los
brazos y en contra de su voluntad, procedió a satisfacer sus instintos
sexuales obligándola a mantener relaciones sexuales mediante su
reducción a la impotencia, introduciéndole el pene en la vagina . 5-
Posteriormente, le introdujo el pene en el ano y por lo último, se lo
introdujo en la boca hasta eyacular; no contento con esto, la obligó a
realizar poses eróticas frente a la cámara a fin de tomarle fotografías, a
lo que la ofendida accedió por miedo, ya que el imputado la amenazaba
con que si no se dejaba, le iba a ir mal." ( cfr .: folio 435).

El tribunal encontró al encartado autor de un delito de violación (así


recalificado) y le impuso la pena de doce años de prisión para lo cual indicó:

"Atendiendo a las circunstancias del artículo 71 del Código Penal, que el


imputado es persona joven y se encuentra libre de antecedentes penales,
pero también, a la gravedad del daño infligido a la víctima, quien hubo
de abandonar su casa en Moravia y buscar refugio en casa de su padre
en San Carlos de Alajuela, a fin de ponerse a salvo de la amenaza y el
acoso constantes del imputado, en virtud de la presente denuncia y las
medidas de protección por ella solicitadas, las cuales le fueron
concedidas, y debido a que el mismo la había amenazado con matarla si
pedía medidas de protección, así como el daño ocasionado a la familia al
tener que abandonar la misma sus estudios universitarios y retirarse con
sus cuatro hijos lejos del acusado, única forma de salvar su integridad
física ante las constantes molestias y controles a que la sometía; así como
considerando que no se trató de una única penetración, sino de tres
penetraciones: una por la vagina , otra por el ano y otra, por la boca,
sometiendo a mayor tortura a la afectada al introducirle el miembro en la
boca después de haber pasado por el ano y aumentando con ello la
gravedad del ilícito al verse mayormente lesionado el bien jurídico
tutelado..." ( folio 450).

En la Ley de penalización de la violencia contra las mujeres Nº 8589 se crean


nuevos delitos (maltrato: artículo 22; violencia emocional: artículo 25; limitación al
ejercicio al derecho de la propiedad: artículo 36, entre otros), se aumentan los marcos
punitivos de conductas ya existentes ( vgr .: restricción a la libertad de tránsito: artículo
23 -en relación con la privación de libertad sin ánimo de lucro-; daño patrimonial o
fraude de simulación sobre bienes susceptibles de ser gananciales: artículos 35 y 37 de
dicha ley) o se mantienen tanto las conductas básicas como las puniciones especificando
los supuestos para su aplicación (artículo 21 del femicidio en relación con el 112 inciso
1 del Código penal que elimina el tiempo de convivencia y la necesidad de procreación
de hijos en común). La principal característica de esta ley es tanto el ámbito de
aplicación como el haber introducido, por primera vez en la legislación penal de
adultos, agravantes genéricas para los delitos por ella tipificados (artículo 8) como
penas alternativas a la prisión (artículo 11 de esa ley). En cuanto a su ámbito de
aplicación definido por el numeral 2, contrario a lo que el nombre de la ley sugiere, no
se penaliza la violencia contra todas las mujeres por su condición de tales, sino sólo
aquella violencia que se enmarque en relaciones de matrimonio o de uniones de
hecho (declaradas o no) siempre y cuando la víctima sea mayor de edad o mayor de
quince años y la violencia no surja de "...una relación derivada del ejercicio de
autoridad parental ", aclaración innecesaria toda vez que el párrafo primero del artículo
2 de esa ley aludía a las relaciones de matrimonio o uniones de hecho que son
incompatibles con las relaciones derivadas de la autoridad parental . En otras palabras,
no toda violencia contra las mujeres, aún y cuando se enmarque en su específica
condición de féminas, puede ser perseguida a través de esa ley. Ni siquiera puede ser
reprimida toda la violencia contra las mujeres en relaciones de pareja ya que aquella que
se diera entre parejas de hecho (desde que jurídicamente -a través de la ley Nº 8571 del
08 de febrero de 2007 que reformó el Código Civil y de Familia- se ha desestimulado el
matrimonio en menores de esta edad más ello no obsta que la realidad siga superando a
las normas) en donde la víctima sea menor de quince años de edad (en que,
paradójicamente, la víctima requeriría mayor apoyo estatal por su doble vulnerabilidad:
etaria y de género) queda excluida del ámbito de cobertura de esa ley.

Para resolver este motivo entonces, a diferencia del anterior, hay que determinar
(i) si al momento de los hechos acusados (no para la fecha del debate) existía entre
imputado y ofendida una relación de pareja, declarada o no y ( ii ) de ser así y resultar
aplicable la ley posterior, ésta es más beneficiosa para el encartado.

En cuanto al primer aspecto (i) dejando al margen las consideraciones que se


esbozarán atrás sobre que las relaciones esporádicas no pueden ser consideradas
relaciones de hecho y aceptando que, al no haber salido la sentencia de divorcio éste no
se había producido y la relación (jurídica) de matrimonio existía, aún así ello sólo
posibilitaría enmarcar el hecho acusado y acreditado en el ámbito de aplicación de la
normativa comentada ya que el encartado le introduce a la ofendida su pene en la vagina
, en la boca y en el ano, contra la voluntad de la víctima. Esas conductas están
tipificadas por el artículo 29 de la citada ley que dispone: "Quien le introduzca el pene,
por vía oral, anal o vaginal, a una mujer con quien mantenga una relación de
matrimonio, en unión de hecho declarada o no, contra la voluntad de ella, será
sancionado con pena de prisión de doce a dieciocho años. La misma pena se aplicará a
quien le introduzca algún objeto, animal o parte del cuerpo, por vía vaginal o anal, a
quien obligue a la ofendida a introducir, por vía anal o vaginal, cualquier parte del
cuerpo u objeto al autor o a sí misma" .

No obstante ello no implica que ésta normativa resulte más favorable para el
imputado ( ii ) . Nótese que la pena por esa conducta (de doce a dieciocho años) es
superior a la establecida en el artículo 156 del Código Penal (que, en abstracto, es de
diez a dieciséis años) que fue por el que se condenó al encartado aunque a éste, por las
razones apuntadas arriba, no se le sancionara con el extremo mínimo de la pena. En
principio, entonces, no habría razón alguna para aplicar la Ley de penalización contra la
violencia doméstica al presente caso no sólo porque, por haber ocurrido los hechos en el
año 2005, es decir, cuando la citada ley no estaba vigente, no se rigen por ella (artículos
11 del Código Penal) sino, además, porque el marco punitivo del Código Penal (tanto en
sus extremos mínimos como máximo) es menor que el establecido en la referida ley
que, por consiguiente, no resulta más beneficiosa para el encartado (artículo 12 del
Código Penal) no sólo por esa circunstancia sino porque, de haberse aplicado, habría
tenido que serlo en forma integral y no en partes (creándose, a gusto del impugnante,
una tercera legislación como resultado de usar las normas del Código Penal y sólo
parcialmente las de la Ley de Penalización de la violencia contra la mujer, lo que ya se
ha indicado que no es posible: ver al respecto el voto Nº 1042- 1999 de la Sala Tercera )
y ello habría implicado que, acreditada la conducta de la violación vaginal, anal y bucal
en las mismas coordenadas espacio-temporales, se habría tenido que analizar la
posibilidad de aplicar la agravante genérica de "ensañamiento" (artículo 8 inciso f de la
referida Ley Nº 8589) lo que posibilitaría que los jueces pudieran aumentar hasta en un
tercio la pena abstracta señalada por el tipo respectivo (lo que implicaría que una
violación con ensañamiento tenga un marco punitivo de dieciséis a veinticuatro años de
prisión). Sólo ante esos presupuestos -que, como se ha venido diciendo, no se dan en
este caso- es que el legislador estableció, en el artículo 11, la posibilidad de imponer
penas alternas a la prisión siempre que el imputado sea primario en materia de violencia
contra las mujeres (sin que, hasta donde se tiene conocimiento y a la fecha, el Registro
Judicial realice una caracterización de las condenas efectuadas a los fines de establecer
si proceden de este marco o no). Esas penas alternas pueden imponerse en la misma
sentencia siempre y cuando la sanción impuesta sea inferior a tres años de prisión,
o bien en la fase de ejecución de la sentencia una vez cumplida la mitad de la
condena (artículo 11 de la Ley N º 8589; artículos 454 y 458 inciso a del Código
Procesal Penal) y, obviamente, siempre y cuando no se esté en presencia de los
supuestos para otorgar la libertad condicional que se mantienen vigentes también para
primarios "genéricos" ante la mitad de cumplimiento de la sanción y con informe
positivo de las autoridades penitenciarias (artículos 64 del Código Penal y 44 de la Ley
de penalización de la violencia contra las mujeres). Empero, nada de ello se aplica a este
caso porque la legislación posterior es más perjudicial para el encartado. El alegato ha
de rechazarse en síntesis, no sólo porque el impugnante pretende extraer disposiciones
aisladas de esa ley en cuanto le favorezcan sin aplicarla en su integridad -que lo
perjudicarían por los marcos punitivos más amplios y por la agravante genérica- sino
porque, además, aunque hipotéticamente fuera aplicable (que no lo es) la discusión de
ello tendría que darse en la fase de ejecución una vez cumplida la mitad de la condena y
no sería un defecto de la sentencia de mérito.”
Sentencia: 01143
Expediente: 02-
201117-0412-PE
Fecha:
06/11/2003 Hora:
11:25:00 AM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal

Descriptores Restrictores
• Desobediencia • Análisis sobre la fijación del extremo mayor de la
sanción al incumplir medidas de protección impuestas
en violencia doméstica
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
al tratarse de agresión intrafamiliar
• Mujer como víctima • Análisis sobre la fijación de la sanción por
desobediencia a la autoridad al incumplir medidas de
protección impuestas por violencia doméstica
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
al tratarse de agresión intrafamiliar
• Fundamentación de la • Análisis sobre la imposición del extremo mayor de la
pena sanción por desobediencia a la autoridad al incumplir
medidas de protección impuestas por violencia
doméstica
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
al tratarse de agresión intrafamiliar
• Beneficio de ejecución • Inaplicabilidad en caso de violencia intrafamiliar
condicional de la pena
• Medidas de protección • Análisis sobre la fijación de la sanción por
en violencia doméstica desobediencia a la autoridad en caso de incumplimiento
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
al tratarse de agresión intrafamiliar
• Violencia doméstica • Análisis sobre la fijación de la sanción por
desobediencia a la autoridad al incumplir medidas de
protección
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
• Fijación de la pena • Análisis sobre la imposición del extremo mayor de la
sanción por desobediencia a la autoridad al incumplir
medidas de protección impuestas por violencia
doméstica
• Inaplicabilidad de la ejecución condicional de la pena
al tratarse de agresión intrafamiliar
Texto del extracto
" II. Voto de los jueces Arce Víquez y Salazar Murillo .- Como único motivo
expresa el recurrente falta de fundamentación de la pena, violación de los artículos
142, 361, 363 inciso d) en relación con el 369 inciso e) del Código Procesal Penal,
artículos 1 y 71 del Código Penal y 39 y 41 de la Constitución Política. Refiere el
señor defensor que el juzgador no considera los criterios que establece el numeral
71 del Código Penal para la imposición de la sanción, que hay una indebida
fundamentación al ser influenciado el juzgador por la información de los medios de
comunicación sobre inseguridad y violencia intrafamiliar, para imponer una sanción
tan gravosa al encartado, de dos años de prisión, y negarle el beneficio de condena
de ejecución condicional de la pena, sin que realizara una valoración integral de la
dimensión real del hecho acontecido, que, en su criterio justificarían una menor
sanción, y no negar el beneficio indicado. Concluye el impugnante que no se motiva
cada uno se los extremos que considera la normativa.- ω El reclamo no es
atendible .- Los jueces que suscribimos este voto de mayoría consideramos que la
fundamentación de la sentencia en punto a la decisión adoptada por el a quo de no
conceder el beneficio de ejecución condicional de la pena y en relación a la fijación
de la pena es suficiente para justificarla razonablemente y permite comprobar que
no se trató de una decisión arbitraria o desproporcionada. Sobre esta cuestión, dice
el Considerando V de la sentencia impugnada. «... Conforme a las considerandos
indicados en la sentencia, el imputado es el autor responsable de dos delitos de
Desobediencia. El artículo 307 del Código penal sanciona a quien desobedece la
orden impartida por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones; de
quince días a un año de prisión. La conducta del imputado según la descripción de
la prueba recibida en el contradictorio, determinó que en dos oportunidades el
justiciable desobedeciera ordenes legítimas de un juez de familia, que le habían
sido legalmente notificadas, empero sus acciones determinan que para cometer
esas desobediencias, desarrolló conductas violentas y peligrosas para la integridad
de la señora Hazel Marie Bewley, ya que en más de una ocasión la agredió
físicamente, utilizando en una ocasión un arma contusa, según lo que ella narró en
juicio (palo de escoba). Ameritó acudir al Hospital de Nicoya por las lesiones
sufridas. Es tan así que el aquí acusado cortó en más de una ocasión los tubos del
agua, cables de electricidad y cavó un hoyo o hueco, esto último presuntamente
para darle sepultura a la señora Hazel. En el presente caso para la imposición de la
pena dentro del extremo que señala el artículo 305, se tienen en cuenta los
lineamientos que marca el artículo 71 del Código Penal. El artículo 71 del Código
Penal establece los aspectos a valorar, conforme al grado de culpabilidad del
encartado en la realización de los hechos atribuidos. La sanción responde a los fines
políticamente asignados a esta, sin que ello signifique que el Tribunal realice tal
actividad, sino que aplicará los lineamientos fijados en abstracto por el legislador,
labor que consiste en cuantificar la pena. Es claro que la pena no debe trascender
de la persona del delincuente pues su finalidad es la readaptación social de los
condenados como acción rehabilitadora, de manera que debe representar una
decisión necesaria que cumpla con un doble papel: a) prevención especial e
individual en cuanto al condenado, evitando que vuelva a incurrir en actos
delictivos y a la vez recapacite sobre su proceder y b) prevención general como
conducta ejemplarizante socialmente hablando. Toda pena debe gravitar en torno a
la necesidad individual de castigo dentro de parámetros legales, aplicados en forma
casuística para el caso en concreto que debe reflejarse en la necesidad individual de
ella. En este caso, el infractor es una persona violenta, peligrosa, que no ha tenido
consideración alguna para con la administración de justicia, mostrando total
desprecio para el orden jurídico vigente, pero sobre todo su conducta es violenta y
peligros a para con la señora Hazel Marie Bewle, por lo que la sanción para sus
acciones debe ser la más fuerte que la ley penal prevé para este tipo de acciones,
pues el juicio de reproche por su acción es muy fuerte. Si bien se trata de un delito
contra la autoridad pública no puede perderse de vista que las desobediencias
cometidas se dan en el marco de una situación de violencia doméstica, situación
social grave que afecta seriamente a nuestra sociedad; la ley expresa que los
jueces de familia en situaciones de violencia doméstica están obligados a dictar
medidas de protección en favor de las víctima, esas medidas deben notificarse al
agresor, quien queda obligado a su cumplimiento so pena de ser encausado por el
delito de desobediencia. En el presente caso se cumplió el procedimiento que la ley
señala, mas el imputado prevenido hizo caso omiso de su deber legalmente exigido,
empero lo hizo en al menos dos oportunidades y agrediendo de forma física y
psicológica a la ofendida. El tribunal escoge el extremo mayor de la pena, que la ley
prevé, sea un año de prisión por cada delito, para un total de dos años de prisión.
La pena impuesta permite al tribunal en principio otorgar la condena de ejecución
condicional de la pena, sin embargo dadas las circunstancias que se han descrito en
que se sometieron los delitos de desobediencia, no considera el tribunal que al
imputado deba concedérsele la condena condicional. La ley señala requisitos para
que el juez otorgue ese tipo de condena, el artículo 60 de la ley establece que
deberá hacerse un análisis de la personalidad del condenado y su vida anterior al
delito; en el presente caso es claro que el condenado es un sujeto que ha
demostrado desprecio total por las normas de convivencia. Es por esta razón que
este Juzgador no procede a otorgarle el beneficio de ejecución condicional. Los
Tribunales de Justicia tienen una responsabilidad impuesta por el Estado cual es
velar porque conductas lesivas de bienes jurídicos tutelados encuentran reparo en
sanciones efectivas, y en este caso uno de ellos, máxime que la violencia
intrafamiliar cada día va en aumento, llegando hasta el extremo el darse homicidios
y suicidios. estima el Tribunal que resulta conveniente imponerle al encartado la
pena de UN AÑO DE PRISION POR CADA DELITO, PARA UN TOTAL DE DOS AÑOS
DE PRISION, atendiendo la magnitud del daño causado; nótese que la señora Hazel
Marie Bewley, teme por su vida, y el actuar del aquí acusado se ha convertido en
una amenaza constante para la señora Hazel. Además el imputado no se contenta
con dañar físicamente a la señora Marie Bewley, sino que disfruta dañándole su
patrimonio. L o anterior determina al Tribunal a apartarse del extremo menor de
quince días de prisión y procede imponerle el extremo mayor de de un año por
cada delito, tiempo suficiente para que el imputado en prisión reexamine su
actuación dañosa. Por lo anterior expuesto es que el imputado en prisión reexamine
su actuación dañosa. Por lo anterior expuesto es que este Tribunal, no procede a
otorgarle el beneficio de ejecución de la pena al aquí justiciable. Son las costas del
proceso a cargo del estado y firme la sentencia se ordena comunicar al Registro
Judicial de Delincuentes, Instituto de Criminología y Juez de ejecución de la pena »
(folios 260 a 263). Como se dijo al principio, las anteriores razones son suficientes
para justificar razonablemente la decisión adoptada por el a quo en punto a la
fijación de la pena y al rechazo del beneficio de ejecución condicional de la pena,
particularmente por la reprochable violencia con que el encartado se condujo en
contra de la ofendida. Téngase presente que la concesión de la condena de
ejecución condicional supone una serie de requisitos legales que cuya consideración
permita suponer razonablemente que el condenado se comportará correctamente
sin necesidad de ejecutar la pena, elementos que no se aprecian en la especie. Por
todo lo dicho se declara sin lugar el recurso.
Sentencia: 00924
Expediente: 06-
000436-0006-PE
Fecha:
27/08/2008 Hora:
10:50:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal

Descriptores Restrictores
• Delitos sexuales • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
mujer víctima de agresión sexual
• Violación • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
mujer víctima de agresión sexual
• Mujer como víctima • Análisis sobre los prejuicios que la discriminan al
valorar la prueba en delitos sexuales
• Valoración de la prueba en • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
materia penal mujer víctima de agresión sexual
• Discriminación por sexo • Análisis sobre los prejuicios a la mujer víctima de
delitos sexuales

Texto del extracto


“ II- En cuanto a los motivos de revisión que fueron admitidos en su oportunidad, la
pretensión para revisar el fallo no es procedente y debe declararse sin lugar . Se
admitió el procedimiento en cuanto se reclamaba que el Tribunal soslayó la prueba de la
defensa, lo que afectó la fundamentación de la sentencia que es insuficiente e invirtió la
carga de la prueba al señalar que el acusado no demostró su versión del acceso carnal
consentido y precisamente en apoyo de esta alegación se ofreció como prueba nueva el
testimonio de Israel Fernández Mejías. Su declaración se recibió en este Despacho a las
9:30 horas del 24 de octubre del año anterior y en lo que interesa el deponente señaló “
[…] Yo conozco a don Rogelio Rodríguez. Yo venía de Liberia, pase (sic) al
estacionamiento de combustible en Bagaces , ahí vi que al otro lado de la calle estaba
don Rogelio fuera de un carro y había una mujer en el vehículo. Me surtieron
combustible y yo seguí la ruta, De ahí no supe más […] Don Rogelio estaba como a
unos seis metros del vehículo, él estaba con un frasco en la mano, si esa es la fecha y el
caso, ya que muchas veces lo he visto en otras partes y en ese mismo negocio. Ese día
lo ví (sic) acompañado y en las otras ocasiones no, como dos veces lo ví (sic) en la
estación. De la muchacha no noté nada fuera de lo normal, yo estuve allí como cinco o
seis minutos, yo no hablé con don Rogelio en esa ocasión. Yo no ví a don Rogelio
conversar con alguien. A la mujer que estaba con don Rogelio no la conocía y no la
volví a ver. Eso fue hace muchísimos años, no recuerdo la fecha. En este año, hace
poco me llamó don Rogelio y me dijo que me había puesto como testigo en este caso
[….] YO (sic) llegue (sic) a la bomba como en la mañana, como entre ocho y nueve de
la mañana. Del carro de don Rogelio, no recuerdo la posición. A don Rogelio lo
conozco desde hace unos veinte años, por negocios, yo le vendo repuestos y él me vende
llantas. Yo me dí cuenta que don Rogelio estaba preso hace un año. don Rogelio me
dijo que si me acordaba aquella vez que estaba en Bagaces y me dijo que me había
puesto como prueba y yo le dije de este caso yo no conozco nada y no tengo interés […]
” (cfr. folios 289 y 290). Esta prueba, si bien es nueva en el sentido de que no fue
evacuada en la audiencia, en realidad no aporta información novedosa alguna que afecte
las conclusiones del fallo, las debilite o desmerezca, de manera que no contribuye a
evidenciar que el hecho no existió o que no lo cometió el acusado, por lo que la
revisión, al sustentarse en ella, no es procedente. El deponente da cuenta del paso del
acusado con la víctima en su vehículo cerca de la estación de servicio de Bagaces ,
donde el imputado se bajó y compró unos refrescos. Esta situación fue admitida por la
propia víctima en el debate, dando razón de su dicho y el Tribunal ponderó esa
circunstancia y consideró creíble su relato, sin que tales conclusiones, que ya se han
analizado como correctas, hayan sido siquiera debilitadas con la prueba que se ofrece.
El gestionante parece olvidar las condiciones personales de la víctima, ampliamente
reportadas en la pericia psicológica, aprehendidas por los juzgadores gracias a la
inmediación: es una joven al momento de los hechos de veinte años, sin experiencia
sexual previa, lo que se comprobó en la pericia médica (cfr. folio 20), tímida, retraída y
criada en rígidos patrones machistas que han acentuado el estigma e impacto emocional
por estos hechos. Denunció inmediatamente después de que se sintió a salvo, en casa de
su hermana y sin la presencia del acusado. Los hallazgos médicos dan cuenta de un
acceso carnal con violencia –no normal ni consentido como se pretende- pues aun
cuando fuese su primera relación sexual, presenta lesiones que atestiguan por sí mismas
un acceso carnal violento y que dista mucho de la versión “romántica” y casual del
acusado, quien pretende que la víctima incluso le pidió que le hiciera sexo oral “porque
a ella le gustaba” y le pidió dinero a cambio de sus “favores” sexuales, comportamiento
que no concuerda ni con sus condiciones físicas –sin relaciones sexuales previas- ni con
su personalidad, menos aún con su comportamiento posterior a los hechos: denunciar,
acudir a valoraciones médicas, someterse al constante interrogatorio de la policía y
fiscales, participar de diligencias de prueba, acudir a valoración psicológica en la que se
documenta además el impacto emocional sufrido, elementos que hacen inconciliable e
inverosímil la coartada del imputado. No existe una sola razón que justifique, como bien
lo razonaron los juzgadores en el fallo, que la joven en estas condiciones, decida
denunciar falsamente –como lo pretende el sentenciado- a un hombre que no conoce y
exponerse al escarnio público de un ambiente altamente machista solamente por
satisfacer quién sabe qué interés, pues ni siquiera se hizo reclamo civil alguno, ni hay
constancia de pretensiones económicas de la víctima extra proceso, sin desmerecer el
derecho que tenga toda víctima de pretender resarcimiento por los daños que se le
ocasionen que nunca podría ser usado en su contra para deslegitimar su relato, desde
que la propia Constitución Política garantiza el acceso a la justicia para esa reparación –
numeral 41 de la Constitución Política- . El peregrinar judicial que enfrenta una mujer
víctima de una agresión sexual no es un camino fácil ni un riesgo que cualquiera decida
correr por simplemente perjudicar a un desconocido o salvaguardar su imagen. El peso
emocional que constantes interrogatorios, sospechas de su relato, discriminación por
razones de género, exámenes médicos y psicológicos, la reiteración de relatos en las
distintas etapas y el sometimiento al juicio, el interrogatorio público de las partes,
incluida la defensa, que sufre una mujer víctima de agresión sexual es digno de
considerarse cuando se pretenda que la denuncia es una simple venganza o lanzada para
satisfacer caprichos, argumentos detrás de los cuales no es difícil vislumbrar
concepciones discriminadoras y prejuicios que se resisten a morir y que pretenden
señalar que las mujeres siempre están “disponibles” sexualmente para los hombres, por
lo que habrá “de presumirse” siempre su consentimiento y sospechar de un relato
cuando se aduce violencia sexual. Al respecto, conviene recordar que la jurisprudencia
de esta Sala ha señalado “ [… ]Como en reiterada jurisprudencia de esta Sala se ha
señalado, no se trata de partir de una premisa de veracidad que obligue a dar crédito a
toda versión de una víctima de abuso sexual. De lo que se trata en primer lugar es de
tener muy claro que un evento de abuso sexual implica un enorme impacto emocional,
psicológico y en una gran cantidad de ocasiones, físico, que obliga a los Juzgadores a
sensibilizarse y a tener muy presentes todo el tema del impacto emocional, de las
relaciones de poder que pueden estar inmersas, del contexto socio cultural que rodea a
los hechos en cada caso concreto, del tipo de relación, la escolaridad y las costumbres
y capacidades de los involucrados, para poder dar una lectura acorde con las
verdaderas reglas de la experiencia y la psicología en estos casos. Más importante aún
es tener la prudencia necesaria para desechar del análisis los prejuicios en materia
sexual y de género que suelen tener cabida cuando se valoran este tipo de asuntos.
Como en múltiples ocasiones y precedentes se ha dicho, la violación es un delito que
tutela la libre autodeterminación sexual, el derecho de decidir cómo, cuándo y con
quién se quiere tener un acercamiento sexual, no se tutela ni la moral, ni la virginidad,
ni se trata de juzgar a la víctima y sus costumbres sexuales. También se ha insistido en
desechar las añejas concepciones que exigían resistencias heroicas e inverosímiles en
las víctimas, so pena de no creer que se resistieron, porque las dinámicas de un abuso
sexual y las condiciones de vulnerabilidad en que se coloca a la víctima son fenómenos
mucho más complejos que obligan a una cuidadosa valoración del entorno y no puede
alegremente inferirse que si no hay sangre, lesiones o peligro de muerte en la víctima,
es porque “no resistió”, pues las personas no reaccionan todas de la misma manera y
una situación violenta puede generar distintas actitudes, desde una paralización total, a
un miedo insuperable que lleva a “transar” a las víctimas para salvar su vida o para
resultar lo menos lesionadas posibles. Se ha dicho, que el juzgador debe estar atento a
evitar la entrada de prejuicios sobre la sexualidad o en materia de género, cuando se
valoran episodios de abuso sexual. Y resulta que en el caso en análisis, además de los
problemas en la fundamentación descriptiva que se han puntualizado, se advierten
importantes distorsiones en el razonar, que encuentran sustento más en prejuicios e
ideas preconcebidas que en el análisis completo de las pruebas y los hechos acusados
[…]” precedente 729-06 de las 8:45 horas del 11 de agosto de 2006 (en el mismo
sentido consúltense, entre otros, precedentes números 573-05, de las 8:50 horas, del
10 de junio, 972-05, de las 10:15 horas, del 26 de agosto, ambos de 2005, 701-07, de las
15:45 horas, del 29 de junio de 2007, todos de esta Sala). Como se valoró en la
sentencia y se analizó en casación, el relato de la víctima es confiable, se ve reforzado,
en este caso concreto, por los hallazgos médicos escasas horas después de los hechos –
área genital, vagina enrojecida, múltiples excoriaciones, desgarraduras en el himen, a
las 9 y a las 15 horas recientes, con bordes sangrantes, con algunos coágulos de sangre
en los bordes del himen, magulladuras en la superficie introito- (cfr. dictamen médico
de folio 20). Reprochar a la víctima que se confiara y subiera a un carro con un
desconocido y que se paralizara sin presentar una “férrea” resistencia, es desconocer las
condiciones de la víctima en este caso, el contexto socio cultural en que se
desarrollaron, como también que ante un evento traumático las personas pueden
reaccionar de múltiples formas e incluso hacer dolorosas transacciones emocionales
para salvar la vida o protegerse de mayores peligros, sin que por ello pueda hablarse de
la existencia de consentimiento en un contacto sexual. La joven víctima se vio afectada
emocionalmente por lo sucedido, de su relato se desprende cómo se sintió desvalida, en
medio de un paraje solitario, sin nadie cerca para pedir auxilio como convincentemente
se lo anunció el acusado cuando la agredió, anticipándole que ni gritara porque nadie la
escucharía y que mejor se dejaba o la iba a golpear, un hombre de contextura gruesa, de
metro setenta y cinco de estatura y con la víctima a su merced. Reprocharle que no se
jugara la vida en esas condiciones es lesionar las reglas de la experiencia y la psicología
, que fueron correctamente aplicadas por el Tribunal en este caso y cuyas conclusiones
no alcanzan a deslegitimarse con la prueba que se ofreció ni, como se ha analizado
extensamente, porque permaneciera en el vehículo mientras el acusado compraba unos
refrescos después del ultraje. Tampoco se da en el fallo la inversión en la carga de la
prueba que se alega. Lo que sucede es que, en efecto, el relato del acusado no encuentra
ningún respaldo y, al contrario, no resulta creíble, como se ha expuesto. Reconocer esa
realidad no implica invertir la carga de la prueba, sino fundamentar las conclusiones en
prueba válida y correctamente analizada. Así las cosas, se declara sin lugar la revisión
interpuesta.”

Sentencia: 00225
Expediente: 06-
001625-0057-PE
Fecha:
22/05/2008 Hora:
3:30:00 PM
Emitido por:
Tribunal de
Casación Penal,
San Ramón

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Porras Villalta Mario Alberto

Descriptores Restrictores
• Violación • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
mujer víctima de agresión sexual
• Innecesario enfrentamiento físico de la ofendida para
demostrar la oposición, siendo suficientes las
manifestaciones verbales
• Fundamentación de la • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
sentencia penal mujer víctima de agresión sexual
• Mujer como víctima • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
mujer víctima de agresión sexual
• Discriminación por • Análisis sobre los prejuicios que discriminan a la
sexo mujer víctima de agresión sexual
Texto del extracto
“ II .- .Por las razones que se dirán, la queja es atendible . Al cumplir con una lectura
integral del voto de mayoría que se impugna, se logra advertir que el mismo incorpora
varios defectos de motivación que obligan a acoger la pretensión de nulidad que
formula la representante del Ministerio Público. Al respecto se debe indicar que, en
términos estructurales y a partir de una visión integral y de conjunto, el Tribunal de
instancia (por criterio de mayoría) decidió recalificar los hechos acusados al delito de
relaciones sexuales consentidas con persona menor de edad, lo cual se justificó en que
no se logró demostrar que en el acceso carnal haya mediado fuerza o intimidación, ni
tampoco que la víctima opusiera una resistencia seria al supuesto ataque sexual, sino
más bien que existió un consentimiento tácito de su parte. Esta sentencia se respaldó en
varios argumentos claramente diferenciables, percibiéndose en todos ellos la inaceptable
tendencia a juzgar, no la conducta del encartado, que es en realidad el verdadero objeto
de la investigación y del proceso, sino más bien aquella que cumplió (o " debió " haber
cumplido) la ofendida, todo ello a partir de supuestas reglas de la experiencia cuyo
sustento resulta muy dudoso y cuestionable, pues más bien se trataría de evidentes
prejuicios sociales y de género que deslegitiman por completo las conclusiones fácticas
a las que se arribó. Situaciones como la presente no resultan novedosas, pues incluso la
doctrina nacional ha tenido ocasión de analizarlas: "... Cuando el tema del dominio
masculino sobre la sexualidad de la mujer se traslada a las relaciones ocasionales o
pasajeras, por ejemplo un noviazgo o el contacto entre simples amigos, las ataduras no
suelen soltarse tan fácilmente. Los procesos por violación siguen siendo terreno fértil
para los prejuicios sobre la mujer que sale y se divierte, que tiene amigos y que le gusta
disfrutar ratos de esparcimiento en grupo. Eso es bueno para los hombres, pero no
para las mujeres. La Sala ha ido desatando las amarras de manera clara a lo largo de
los últimos años, por lo que puede afirmarse que con la integración actual, no se daría
entrada a consideraciones como las que es posible leer en el libelo del recurso de
casación en un caso de un sujeto que, condenado por violación, adujo en su defensa
que la ofendida había aceptado libremente tomar una cerveza con él, de manera que
haciendo cita de criterios jurisprudenciales del Tribunal Supremo Español, echó mano
de una “doctrina” sobre la aceptación –para la mujer- de las consecuencias de sus
actos, es decir, si acepta una cerveza de un hombre “se atiene a las consecuencias”...
Por fortuna , tales posiciones no tuvieron eco y al resolver el reclamo, la Sala
consideró: “[…] La aceptación de una cerveza por parte de una mujer a un hombre no
implica una renuncia a su libertad sexual. Es simplemente una aceptación de una
cerveza. Admitir lo contrario sería ir contra las reglas de la lógica, la sicología y la
experiencia. El indiciado no tenía ningún derecho, por ese solo hecho de acceder
carnalmente a la ofendida sin que ésta pudiera siquiera pronunciarse a favor o en
contra”. Esa línea de pensamiento es absolutamente concordante con la que ha
mantenido esta Sala en situaciones semejantes. Así se ha establecido que “la
circunstancia de que la ofendida haya aceptado en un inicio caricias y besos, no
desemboca necesariamente en la relación sexual”, menos cuando se efectuó por la
fuerza (Voto 318-F de 9:00 horas de 17 de julio de 1992) o que “de igual manera,
tampoco es atendible el argumento de que la ofendida consintió en el acceso carnal
puesto que acepta caminar de la mano del victimario, se dejó besar y trasladarse hasta
un sitio oscuro. A este respecto, el Tribunal ha sido totalmente claro en que aceptar dar
un paseo de la mano, ser besado o apartarse a lugar oscuro, no pueden interpretarse
como un consentimiento expreso para tener relaciones sexuales” (Voto 657-F de 8:55
horas del 10 de noviembre de 1995) […] ”... ". Ulloa Ramírez ( Helena ), " CASACIÓN
PENAL Y PERSPECTIVA DE GÉNERO: REPASO DE ALGUNOS PRECEDENTES
JURISPRUDENCIALES DE LA SALA TERCERA ", incluido en el libro " Derecho
Procesal Penal Costarricense ", San José , 2007. Asociación de Ciencias Penales de
Costa Rica. Colegio de Abogados, 1ª edición, páginas 625-672. […]” En lo que respecta
a este razonamiento, debe insistirse en la marcada y notoria inclinación del Tribunal en
venir a juzgar la conducta de la menor ofendida (como si ella fuese la imputada), la cual
analiza a partir de dudosos y cuestionables parámetros sociales que le permiten definir e
identificar cuál eran la supuesta reacción " esperable ", es decir, cuál era la conducta
material qué ella debió cumplir. Esto más bien permite vislumbrar que en realidad se
abordó el tema sobre la base de arraigados prejuicios, pues no existe ninguna razón para
que en tales condiciones el hombre deba asumir que, a pesar de las manifestaciones
claras, directas, expresas e inequívocas de que ella ya no quiere continuar con la
escalada amorosa que se ha venido dando y que hasta ese momento ha aceptado, la
mujer " en realidad " quiere ir más allá de eso. Tampoco existiría una regla de la
experiencia que, a efectos de establecer una negativa directa, determine que es necesario
un comportamiento más radical de la mujer, tal como una lucha o enfrentamiento físico,
según lo echa de menos el Tribunal. De acuerdo con lo anterior, y contrario al
razonamiento que expone el Tribunal de mérito, estos jueces de casación estiman que,
valorando las particularidades del caso, las manifestaciones verbales de una persona,
mediante las cuales de modo enfático, determinante, claro, directo, expreso e
inequívoco, le hace ver a otra su deseo de que le ponga fin a las acciones de
acercamiento sexual que se están desarrollando (y que hasta ese momento ha aceptado y
hasta correspondido), resultarían suficientes para que ésta entienda que aquella ya no
desea seguir adelante, y en consecuencia deba respetar esa decisión. Lo anterior implica
que, valorando las circunstancias particulares que se presenten en el caso (las
condiciones del lugar y de los sujetos involucrados, así como la dinámica del hecho) el
uso del lenguaje normalmente resultaría un medio idóneo y suficiente para que una
persona ejerza, frente a otra, su derecho a libertad sexual, sin necesidad de que
adicionalmente sus palabras tengan que ir acompañadas de acciones materiales violentas
como las que echa de menos el Tribunal de instancia, a saber, golpes, mordiscos,
arañazos, etc. En lo que se refiere a este extremo, se debe reiterar que, en principio y
atendiendo a las particularidades del caso, las manifestaciones verbales de una persona
deben valorarse como un medio legítimo, idóneo y suficiente para externar su deseo de
no continuar con un acercamiento sexual que ha aceptado hasta ese momento. Lo
anterior implica que, contrario a lo que se sostiene en la sentencia impugnada, para tener
por establecida una negativa del sujeto pasivo no era necesario esperar un
comportamiento adicional como el que se menciona. Adicionalmente, del estudio del
fallo se logra advertir cómo se dejaron sin analizar las circunstancias que, según el
relato de menor , se habrían presentado en la especie, sobre todo su inferioridad física
frente al encartado, sus temores por lo que estaba ocurriendo, el peligro que corría, la
indefensión y vulnerabilidad en que se encontraba, así como el hecho de que el
incidente se habría desarrollado dentro de un vehículo cerrado, estacionado en lugar
oscuro y solitario, todo lo cual, en principio, hasta la pudo hacer pensar en lo inútil y
hasta contraproducente que hubiera resultado dicha oposición. Ninguno de estos
elementos fue ponderado por parte del Tribunal al momento de establecer el supuesto
consentimiento tácito de la víctima, lo que vendría a afectar los fundamentos de la
decisión adoptada . […]”
Sentencia: 01385
Expediente: 05-
000152-0075-PE
Fecha:
29/11/2007 Hora:
3:50:00 PM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Chaves Ramírez Alfonso

Descriptores Restrictores
• Homicidio calificado • Historial de violencia doméstica y acto de venganza
excluyen la existencia de un estado de emoción
violenta
• Homicidio en estado de • Presupuestos de configuración
emoción violenta • Historial de violencia doméstica y forma en que se
dieron los hechos excluyen la aplicación de la
atenuante
• Estado de emoción • Historial de violencia doméstica y forma en que se
violenta dieron los hechos excluyen la aplicación de la
atenuante
• Concepto y presupuestos
• Mujer como víctima • Homicidio calificado
• Contexto patriarcal, situación de control y
autoritarismo del padre y esposo
• Violencia doméstica • Análisis con respecto a caso de homicidio calificado
e inexistencia de estado de emoción violenta

Texto del extracto


“III.- […] Sobre el estado de emoción violenta: Parte de la doctrina, analiza el asimismo
llamado “trastorno profundo de la conciencia”, dentro de la imputabilidad. Nuestro
Código Penal, en su artículo 113, al describir el homicidio especialmente atenuado,
establece en su inciso 1): “A quien haya dado muerte a una persona, hallándose el
agente en estado de emoción violenta que las circunstancias hicieren excusable” ,
considera ese estado, como atenuante de la pena, mas no eximente. Ese estado ha sido
descrito: “… una conmoción violenta del ánimo del autor, causada por la ofensa
inferida por la víctima a sus sentimientos, que relajando el pleno gobierno de sus frenos
inhibitorios, lo conduce a la acción homicida…No basta el estado de emoción, sino que
el imprescindible que tenga un grado tal, que por su violencia, arrastre al autor al
atentado. Ese estado no debe, empero, privar al autor de la conciencia de la
criminalidad de su conducta o de la dirección de ella, pues no se trata de un caso de
inimputabilidad, sino de una situación de menor responsabilidad criminal…La emoción
debe estar justificada en su causa. La atenuante no premia la propia intemperancia o
maldad del autor, pues con la propia manera de ser carga quien la padece y no la
sociedad o los terceros. Es necesario que la emoción y su grado obedezcan a la
incitación de una causa extraña al autor y eficiente, con arreglo a las circunstancias
para producirlos. La causa es extraña al autor cuando, además de no provenir de su
propia manera de ser, no ha provocado o facilitado a sabiendas las condiciones para
que opere. No es eficiente la causa que resulta fútil en el contexto del
acontecimiento…El autor debe matar encontrándose en estado de emoción violenta. No
basta, sin embargo, que en el momento del hecho el homicida se encuentre
suficientemente emocionado, sino que es necesario que la conducta homicida tenga su
causa en el impulso emocional. Esto supone que en la determinación hacia el atentado
y en su ejecución, el impulso emocional haya operado sin soluciones de continuidad y
sin la interferencia de otra fuente causal autónoma y predominante. La admisión de esa
relación causal no requiere imprescindiblemente que la reacción emocional suceda
inmediatamente después de la ofensa provocadora de la víctima” (Ricardo C. Núñez,
Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Ediciones Lerner, 1978, páginas 61 a 63).
Señala Javier Llobet, que de conformidad con la doctrina y jurisprudencia que cita: “La
emoción supone un “estado de conmoción de ánimo en que los sentimientos se acerban
(sic) , alcanzando límites de gran intensidad”…Se citan como ejemplos la ira, el dolor,
la irritación, el miedo…No basta cualquier emoción, sino se requiere que sea violenta,
o sea que tenga tal grado de magnitud que impida que el sujeto tenga la capacidad de
reflexión que posee normalmente sobre la comisión o no del hecho delictivo…” (Delitos
en contra de la Vida y la Integridad Corporal , Derecho Penal Parte Especial, Editorial
Jurídica Continental, 2001, página 122). Tal estado no es diagnosticado médicamente,
sino que son los Jueces, en cada caso, quienes deben determinar, según las
circunstancias que rodearon al hecho, la existencia de tal causa de disminución de la
sanción. Según se deriva de la prueba aportada en este caso, no sólo de los parientes de
la agraviada, como se reclama en el recurso, sino asimismo de información brindada por
el propio encartado, el evento se produjo en un claro contexto de violencia doméstica,
en el que la ofendida permanecía unida al acusado por temor, pero al mismo tiempo,
reclamaba, y tomaba, sus espacios de libertad. Ello no significa en modo alguno que la
relación fuera paritaria, pues el imputado se mostraba controlador, posesivo y anulador
con su pareja: “Se observa disfuncionalidad en la pareja desde constitución en la que
medió una obsesión del señor José Néstor por la señora Claudia a pesar de estar
casado, y la intervención de los padres de ella a favor del señor, debido a su actitud
generosa en relación al aspecto económico, en medio de estos intereses se encontraba
la señora, que atendiendo a las presiones a las que estaba sometida establece una
relación que sabía ilegal (bigamia) con el señor, pensando que a través de ella podría
salir de su hogar y del país, lo que aún no ha podido lograr, en el transcurso procrea
dos hijas de la relación que fortalecen el vínculo que aún ella no ha terminado de
aceptar…El señor que sabe que de alguna manera su esposa lo aceptó por razones que
no necesariamente eran de amor y compromiso, muestra una gran inseguridad y
desconfianza debido a los inicios de la relación, a su historia familiar en la que el señor
se sintió abandonado por sus padres y agredido por ellos, además por su estructura de
personalidad, hace que se muestre controlador, con el afán de que su esposa adecue su
conducta a lo que considera correcto, debido a que la señora no lo hace tiende a perder
el control y mostrarse agresivo con ésta. El señor tiende a autoengañarse en cuanto a
la situación de violencia, intenta minimizarla y desplazar la responsabilidad de su
presencia en su esposa. Impresiona que el vínculo más significativo de este señor es con
su esposa, su atención esta concentrada en ella y su labor le permite estar con ella todo
el día, pero esto no basta en su afán de poseerla” (informe psicológico, folios 171,
172). La situación de violencia se venía dando desde años antes de la muerte de la
ofendida, y aparece documentada a partir de enero del 2002, cuando la hoy occisa
solicita medidas de protección, y refiere agresión física, emocional, verbal y sexual
(folio 138). Meses después, es el acusado quien denuncia a su esposa, en el Juzgado de
Familia, afirmando que lo que afecta el hogar es la manera de vestir de su cónyuge, por
lo que él le habla sobre eso, y ella no hace caso, sino que lo trata mal y le grita, y
cuando se enoja todo lo tira, así como que cuando él no está, ella sale por la noche, y
deja solos a los niños. También reclamó que les da mal ejemplo, porque los hijos dicen
que quieren ponerse un arete en el ombligo ya que la mamá tiene uno (folio 139). Como
demandada, Claudia narró las agresiones de que es objeto, así como las amenazas de
muerte, pues señala la perjudicada “me dice que si no soy de él no soy de ninguno”
(folio 146). El 23 de setiembre de ese mismo año, Barrantes Chavarría solicita
nuevamente medidas de protección, informando que ella volvió al hogar en vista de las
promesas que él le hizo de que todo cambiaría, las que no cumplió. Discutieron y se
agredieron mutuamente, porque ella se defendió. El la tiró a la calle (folio151). Se
vuelven a documentar los conflictos a partir de febrero del año 2005, cuando Claudia, el
21 de ese mes, solicita medidas de protección, porque su cónyuge la agredió
físicamente, y la amenazó con un revólver (folio 188). Al día siguiente, el imputado
demanda a su esposa, por agresiones a él y a los hijos, así como descuido en la atención
de ellos. Refiere que su esposa le confirmó que tenía un amante, el cual también aceptó
la situación (folio 37). La denuncia nuevamente el 1 de marzo, por desobediencia,
acusando que entró a la casa y se llevó objetos (folio 52). Consta otra denuncia a la
ofendida, por agresión (folio 63). Se observa que desde tiempo antes de la muerte de la
víctima, la agresión, y no el diálogo, se había convertido en la forma de resolver los
conflictos entre la pareja: “El fenómeno de la violencia doméstica intrafamiliar es
multicausal y es legitimado socialmente como una forma de resolver dificultades. Hace
referencia a situaciones que responden a un orden jerárquico basado en la relación de
poder. Constituyéndose, en parte, de los principios y valores refrendados por
generación mediante los procesos de socialización y de aprendizaje. En donde la
agresión física se ha utilizado como método de corrección primario ante el no físico
que requiere más tiempo para su ejecución” (Cruz Porras Bolaños, Manual para grupos
de auto-ayuda contra la violencia doméstica, 2002, página 17). Se observa que la forma
de relacionarse el acusado con los demás, era a través de obsequios: así ganó la voluntad
de los padres de la perjudicada, de la menor de sus hijas, y trató de mantener junto a él a
su esposa e hijos, de esa forma. En su declaración, rendida durante el juicio, hizo énfasis
en las cosas materiales que aportaba al hogar: “Claudia para mí en un momento era
algo increíble, yo siempre le compraba regalos, la mejor ropa, una colección de
relojes, que ella tenía, todo eso yo le di, una casa de treinta millones de colones…La
casa fue dibujada y construida a gusto de mis hijos. Yo les compraba de todo, sus
motos, sus cuadraciclos. Mi esposa tenía una Montero. Habíamos tenido muchas cosas,
la parte de abajo la hicimos a gusto de mi esposa…Ellos tenían la mejor ropa, tenía de
todo, de marca Tommy. En esa casa había de todo. Con todo respeto puedo decir que
no muchas casas en Grecia podían decir que tenían todo lo que tenía esa casa”
(declaración del imputado, folios 1011 a 1019). El mismo peritaje psicosocial resalta
ese aspecto: “El señor José Néstor enfatiza la importancia de expresar el afecto por
medio de objetos materiales, y mide su capacidad de afecto de acuerdo a la cantidad y
calidad de las cosas que él puede comprarle a la niña” (folio 290). Esta forma de
relacionarse, hacía sentir al acusado que compraba a las personas, y por ello no entiende
cómo, si tantos bienes le dio a su esposa, no fuera sumisa a sus patrones de conducta.
Además, la relación entre víctima y victimario, inicia en un contexto patriarcal: el
acusado busca la complicidad del padre de Claudia, también a través del dinero, para
ganar el favor de la ofendida, quien ha vivido sometida al padre, y ve en el acusado una
opción para salir de esa situación: “…la intervención de los padres de ella a favor del
señor, debido a su actitud generosa en relación al aspecto económico, en medio de
estos intereses se encontraba la señora, que cediendo a las presiones a las que era
sometida establece una relación ilegal (bigamia) con el señor, pensando que a través
de ella podría salir de su hogar y del país…La señora proviene de un hogar con una
clara ideología patriarcal, en que se le controla por ser mujer, se le dificulta el
contacto con el afuera, se le impide el conocimiento del género masculino, se le asigna
como mujer tradicional únicamente el ámbito del hogar…” ( folio 171). La ofendida
pasó de estar sometida al padre, al control del esposo, quien refirió que en los primeros
años de vida en común, todo iba muy bien, posiblemente porque la víctima se plegaba a
sus requerimientos. Los problemas empezaron cuando ella, una persona joven, con gran
energía, actividad y dinamismo, como se la describe por la psicóloga (folio 167), intenta
afirmar su personalidad. Esta posición choca con el autoritarismo del esposo, que
cuestiona sus gustos hasta en el vestir, y considera que le daba muy mal ejemplo a los
hijos, quienes “dicen que quieren ponerse un arete en el ombligo porque la mamá tiene
uno” (folio 140). Empieza entonces el conflicto familiar, enfrentadas la personalidad
controladora del esposo, y el deseo de su cónyuge de espacios de libertad, los que
procura pagando un alto precio, pues siempre es “castigada” por esos episodios. Por
varios años se mantiene la violencia, que va en escalada, con eventos cada vez más
violentos y más seguidos, involucrando a los hijos, pues el padre les pedía información
sobre las actividades de la madre (declaración en juicio de E. F., folio 1032), y haciendo
que mintieran en los asuntos que se tramitaban en el Juzgado de Familia: “Mi papá nos
sacó de la casa…y nos trajo donde la Juez. Nosotros le decimos que mi mamá cuando
se levantaba nos llamaba tres veces y si no se levanta la bañaba con agua fría. Mi papá
nos dijo que dijera eso. Me dijo que dijera que ella nos pegaba, y que Dios guarde
dijéramos que él tenía una arma” (folio 1031). Y porque la ofendida se defendiera, y
respondiera a las agresiones, no puede en este caso hablarse que la relación era de tipo
simétrico, igualitaria (violencia – agresión), pues el poder y control siempre lo conservó
el esposo, tanto económico (era el proveedor) y aún disponía sobre los bienes de la
ofendida, pues aunque manifestó que le había regalado un carro, le impedía su uso:
“…anoche vino y yo la dejé entrar, venía a llevarse el carro yo no la dejé entonces se
fue otra vez…” , y le dañó la ropa (folios 139 y 1022), así como sobre la libertad sexual
de su cónyuge, pues la obligaba a tener relaciones sexuales con él (folios 138,146), y
hasta con terceros, en su presencia, para satisfacer una “fantasía sexual” del acusado
(declaraciones en debate, folios 1021, 1046, 1050). La intimidación se reforzaba con el
uso de arma de fuego, la cual el encartado mantenía bajo la almohada (folio 1031), en la
casa, y que portaba siempre con él cuando salía (folio 1016), y con el propio carácter del
justiciable, irascible y controlador: “En las relaciones interpersonales el señor tiende a
fundamentarse en la exigencia hacia los demás, con la intención de que ajusten su
comportamiento a patrones preestructurados, que tiende a no expresar en forma
explícita y que hace que se sienta desilusionado, aislándose. Impresiona que el señor se
puede manejar en situaciones rígidas, cuando no se presentan problemas imprevistos,
cuando las pautas de comportamiento tienen que alterarse, aparece una ansiedad
apenas controlable…Tiene dificultad para asimilar la frustración, las fallas o los
fracasos, lo maneja a través de una conducta perfeccionista en la que el señor se
compara con otros intentando tener más logros que éstos” (folio 169). En los meses
cercanos a la muerte de Claudia, cuando ya la pareja se había separado, Fonseca Alfaro
mantenía vigilancia sobre ella, y la había amenazado de muerte, según refirieron los
testigos en debate: “Yo estuve presente en una discusión, los veo en el garaje, mi papá
me llama, y cuando llegué tenía el arma en la mano, mi mamá está llorando. El me
dice, pregúntele a su mamá que si tenía novio. Yo no le dije nada a mi mamá, mi mamá
dijo que no era mentiras. Mi papá le acercó el arma y le decía que dijera la verdad. Mi
mamá decía que era mentira. Mi papá me dijo no quiero jalarme una torta, de matarla
a ella y luego yo. Mi papá me puso el arma en cuello, para que yo viera que era de
verdad el arma, mi mamá entonces reaccionó y él la golpeó” (folio 1032). Según la
fiscal que había atendido el asunto por desobediencia: “Yo le dije que la iba a dejar que
se fuera. Ella me dijo no por favor déjeme que pase la noche en celdas. Ella me dijo
que José Néstor estaba esperándola afuera para matarla. Ella me dijo que él le daba
vueltas en el carro esperándola que saliera y que tenía una pistola y le había dicho que
la iba a matar” (folio 1042). Indicó Sandra Barrantes, que él siempre la andaba
rondando, buscándola en la moto. La tenía amenazada. El día de su muerte, cuando oyó
el carro de Claudia, y luego la moto del acusado, de inmediato llamó a la policía (folio
1019). Señala Felipe Andrés Barrantes: “Yo era amigo de Claudia, yo estudiaba y la
acompañaba para que ella no anduviera sola. Cuando andábamos cerca, nosotros nos
fijábamos que él no anduviera cerca, ella lo hacía por miedo que le hiciera algo…En
eso José Ernesto se fue a la casa y se regresó a pie, estaban afuera, en eso José Ernesto
me dijo vea ahora, porque usted no la va a volver a ver más” (folios 1027 y 1028). Para
nadie fue una sorpresa el desenlace del conflicto, como se desprende de la prueba, pues
más bien las personas cercanas a la víctima, estaban alertas. Según declaró M. F, hija de
la pareja: “Mi papá nos llevó para donde Haydee, nos dejó, luego como a las tres
regresó, a mí me dio la plata y a mi hermana la billetera…ella nos metió al cuarto y
nos dijo que rezara por mi papá. Luego llamó a mi mamá y me dijo que le dijera que se
cuidara, que mi papá la andaba buscando” (folios 1031 y 1032). Toda esta situación se
vivía desde años antes del hecho acusado; desde entonces el justiciable sabía que su
esposa salía y se divertía cuando él no estaba, pues lo había indicado en las instancias de
familia; también conocía que ella tenía una relación sentimental con otra persona,
propiciada por él mismo, puesto que conminó a su esposa a una relación sexual con dos
de sus amigos, para que le cumpliera una “fantasía sexual”, uno de los cuales se vinculó
luego sentimentalmente con ella, y ambos lo habían admitido a inicios del año 2005,
según él denunció (folio 37); ya estaban separados, y Claudia vivía sola en un
apartamento, mientras el imputado lo hacía con los hijos, en la casa que antes
compartieron. A pesar de la separación, el acusado seguía acosando a Barrantes
Chavarría: la vigilaba, la seguía, la situación de violencia se mantenía. En este contexto
de violencia intrafamiliar, no puede hablarse de emoción violenta, sino de la típica
agresión en escalada, que culminó con el homicidio. El acusado venía expresando la
idea de acabar con la vida de su esposa, la había amenazado reiteradamente, andaba
armado, y el día del evento, ante una llamada telefónica, decide materializar esa idea.
Según la prueba ofrecida por la defensa, la llamada la recibe el acusado la noche del
viernes, en playa Jacó, donde se encontraba en compañía de sus hijas y otras personas.
Al día siguiente sale rumbo a Grecia, en horas tempranas de la mañana (declaraciones
de folios 1039, 1053, 1059). Dejó las niñas donde una vecina, y luego regresó allí a eso
de las tres de la tarde, dejándole el dinero que portaba a una de las hijas, y a la otra, la
billetera (folio 1031). Como se ha venido analizando, la noticia de una infidelidad, no
era nueva para el acusado, pues ella ya lo había admitido, según el mismo justiciable
indicó. Además, después de recibir la llamada, pasan varias horas en las que, por la
prueba, se infiere que planeó lo que iba a hacer, más como un acto de venganza, que
como una conmoción violenta del ánimo, que le llevara a actuar de manera irreflexiva.
Todo lo contrario, deja a sus hijas donde una pariente, y les entrega todo el dinero que
portaba, y su billetera, actos que conforme con el criterio del psicólogo Castro Carboni:
“El hecho de dejar la billetera con todo su dinero representa un cambio consciente de
los patrones de vida de un sujeto” (folio 1036). Luego sale a buscar a Claudia,
cargando el arma, la ubica en su casa, la espera, y cuando ella se dirige a la casa de una
amiga, la sigue, y le dispara a quemarropa. No es la conducta propia de una mente
obnubilada, conmocionada por un evento inesperado. En cuanto a las declaraciones de
la prueba de descargo, que hacen referencia a una vida no convencional, por parte de la
ofendida, quien en ausencia del imputado, salía a bailar, tomaba licor, le era infiel con
los amigos de él, dejaba a los niños al cuido de una vecina, quien les tenía que lavar la
ropa y dar de comer, era agresiva y ofensiva con el acusado, aún considerando cierta esa
situación, ello de manera alguna puede llevar a pensar que la víctima de alguna forma
causó su propia muerte, como se sugiere en el recurso. Las desavenencias en un
matrimonio, por los motivos que sean, si se han venido dando a lo largo de los años, y
las causas son sabidas por los cónyuges, se solucionan por las vías legales, y no por las
de hecho. En este caso, ya la pareja se había separado, el acusado tenía a los hijos
consigo, ya él sabía que su cónyuge tenía una relación sentimental con otra persona,
propiciada por él mismo, puesto que conminó a su esposa a una relación sexual con dos
de sus amigos, para que le cumpliera una “fantasía sexual”, uno de los cuales se vinculó
luego sentimentalmente con ella. Así que, para el momento de la llamada telefónica,
nada nuevo se le estaba informando, que le pusiera en un estado emocional que le
impidiera razonar, lo cual, como se analizó supra, no se dio, pues según la conducta del
acusado poco antes de los hechos, fría y calculada, no se encontraba en ese estado. La
prueba de descargo indica que luego de la llamada el acusado cambió su actitud, lo cual
resulta comprensible, dado su carácter posesivo, controlador, y después de los hechos,
se mostraba deprimido, lo cual no es extraño. Pero nada de ello muestra un estado
emocional conmocionado y fuera de sí, que en todo caso, las circunstancias no
excusaban. El carácter del acusado no lo exime de responsabilidad, sino que es propio
de una persona controladora, intolerante cuando las cosas no se hacían como él quería,
que dio muestras a lo largo de los años, de agresividad y violencia. La ausencia del
estado que se alega en el recurso, es analizado ampliamente en el fallo de mérito: “
Estando ya en Grecia antes del mediodía del sábado dos de abril del año dos mil tres,
José Néstor acompaña a doña Sonia y a los hijos de ésta hasta su casa de habitación,
deja a M. e I. en casa de su tía Haydeé y procede en su casa de habitación a guardar
los cuadraciclos y el vehículo automotor que había llevado a Jacó para disfrutar del fin
de semana conforme lo había programado el viernes anterior. Todas estas acciones son
ejecutadas por el encartado con toda normalidad, en orden y debidamente organizadas
-ver declaración del imputado José Néstor Fonseca Alfaro-, y porque, conforme a su
impresión diagnóstica, José Néstor se toma el debido tiempo para recolectar la
información necesaria y llegar así a la decisión que desea tomar "antes de tomar
decisiones parece que el evaluado toma tiempo para recolectar suficiente información,
para examinarla y finalmente para llega a la mejor decisión posible" -ver Informe
Psicológico en expediente número 05-400396-687-FA-. Sin que pueda precisarse la
hora exacta, pero si antes de las 16:00 horas de ese sábado dos de abril, el imputado
José Néstor busca a sus hijas M. e I. en casa de su tía Haydeé y donde las había
dejado horas antes, y les hace entrega de una suma de dinero en efectivo de entre
ochenta mil y ciento cincuenta mil colones, y su billetera conteniendo en su interior
todos sus documentos de identificación personales y sus tarjetas de crédito -ver
declaración de M. F. B-. Esta es una conducta definida por el propio imputado como
fuera de la normalidad, pues según su dicho él "el día de los hechos yo fui a dejar a mis
hijos como a las doce del día y luego no los volví a ver. Yo ese día andaba billetera,
andaba como ochenta mil colones. Yo les dejé esa plata a mis hijos, todo se lo entregué
a mis hijos, eso lo hice como entre diez y nueve y media de la mañana cuando llegamos
a la casa de mi tía. Yo siempre les daba mucha plata a ellos, aunque no me lo crean. No
sé por qué les dejé la billetera a mis hijos. Esa era la primera vez que le dejé la
billetera a mis hijos. Me nació dárselas, me sentía muy mal y decidí dárselas. Yo en la
billetera andaba tarjetas de crédito, licencias de conducir en Costa Rica, cédula. Yo me
retiré sin billetera y sin licencia, luego en la moto tampoco andaba mi licencia de
conducir" ; sea, que nunca en otros momentos anteriores había realizado la acción de
entregar a sus hijas su billetera y una fuerte cantidad de dinero en efectivo. Esta
conducta es de resaltar, porque conforme a la lógica indiciaria, ella acredita que para
ese momento José Néstor había ideado asesinar a Claudia. Recordemos que por indicio
entendemos todo hecho que, debidamente demostrado y por lo mismo conocido, nos
enseña indirectamente otro hecho desconocido, el que está ligado íntimamente al
primero por relaciones antecedentes, concomitantes o subsiguientes. El hecho conocido
es la conducta de José Néstor de entregar una fuerte suma de dinero en efectivo y su
billetera a sus hijas menores de 10 años -ver declaración de M. F. B-; el hecho
desconocido es la ideación de quitarle la vida a su esposa. El ligamen íntimo que los
relaciona entre sí, es precisamente lo anormal de la conducta, que refleja un propósito
específico en la mente del sujeto activo; esto es, sabedor José Néstor de las
consecuencias del acto que desea realizar, ha previsto que una vez realizada la acción,
o se quita la vida por sí mismo (ese fue su deseo según su propio dicho), o es detenido
irremediablemente, siendo en consecuencia que no va a necesitar ni de una fuerte
cantidad de dinero en efectivo ni de su billetera, objetos a los que ha puesto en
resguardo en manos de sus hijas menores. Para las 16:00 horas de ese mismo día, José
Néstor busca a su hijo E. y le pide que llame a su madre al teléfono celular y que le
pida que lo encuentre en su casa de habitación, lo que hace E. pero cuya negativa de
su madre impide que ella se encuentre con José Néstor como éste deseaba, "el día que
falleció a mi mamá yo estaba donde un amigo, y escuche una moto, el me dijo que
llamara a mi mamá, por unos terrenos que nosotros tenemos. Mi mamá había cambiado
el número de celular, pero él me lo dio, pues decía que tenia un contacto en el ICE. Mi
mamá me dijo que no iba a salir, que mi papá lo quería era que ella dejara la
protección de donde estaba y que ella no iba salir. Yo le dije a él y entonces el se fue" -
declaró E. F. B. -; por lo que José Néstor decide pasar en varias ocasiones en su
motocicleta por el apartamento que alquilaba Claudia cerca de su amiga Sandra, y con
la intención de verificar su presencia en ese lugar -ver las declaraciones de Randall
Barrantes Chavarría y Felipe Barrantes Madriz-. Ya para las 17:30 horas
aproximadamente y cuando Claudia se dispuso dejar su apartamento en compañía
precisamente de Felipe, para dirigirse a la casa de Sandra con quien había acordado
reunirse esa tarde para tomar café, es seguida por José Néstor, quien la intercepta
cuando Claudia llega a la vivienda de Sandra, desciende de su vehículo, es tomada por
el brazo izquierdo, José Néstor le dice a Claudia "si no es mía no es de nadie", el
imputado que había sacado un revolver calibre 380, lo apunta al pecho, cuadrante
superior izquierdo del cuerpo de Claudia y a quema ropa dispara una única bala que le
quita la vida pocos minutos después a Claudia, huyendo José Néstor del lugar yaciendo
en el suelo su víctima; así lo declaró Carlos González Vega "y o salí y tenia a Claudia
sujetada contra el carro. Yo le pedí que por favor se retirara de mi casa, la cogió se la
llevó a la parte de atrás de la casa. Yo comencé a pedirle que se retirara, el saco un
revolver se puso hablar con Claudia, yo le decía que por favor pensara en los hijos, que
votara esa arma. El hizo caso omiso, decía no ya llamaron a la policía, el decía esto lo
arreglo aquí la mato y me mato, así ocurrieron los hechos. Después de ahí,
simplemente dijo " si no es mía no es de nadie " , el me apunta con el revólver, el
después dirige el revolver hacia el pecho de Claudia (...) Cuando ella se baja del carro
José Ernesto la agarra del brazo y se la lleva. La agarra del brazo izquierdo, ella esta
en la acera del corredor. Yo estoy como a metro y medio en la punta del carro mío que
esta dentro del corredor ". José Néstor ha indicado al Tribunal y al psiquiatra forense
Dr. Castro Carboni que su intención al interceptar a Claudia de la forma y en el lugar
dicho, era dialogar con ella y buscar la reconciliación con su esposa. Su decir y
conforme a las reglas de la lógica y la experiencia, le permiten concluir a este Tribunal
que eso no es cierto y lógico. En primer lugar porque nadie busca el diálogo y la
conciliación social o familiar, portando una pistola debidamente cargada y lista para
ser accionada. Esto es así, porque conforme a las reglas técnicas de la balística, una
pistola se compone de las siguientes partes: a-) empuñadora que aloja el cargador o
magazine, b-) gatillo, c-) tope de recámara, y d-) recámara (Vargas Alvarado,
Eduardo. Medicina Legal. Lehmann, tercera edición, página 177); requiriéndose para
su accionar de disparo que la pistola contenga en su recámara la bala a percutir y el
gatillo esté en la parte posterior del carro deslizador. Ninguno de los testigos observó a
José Néstor cargar la pistola, por lo que se infiere correctamente, que dicha arma ya
estaba lista para ser disparada al momento en que José Néstor intercepta a su víctima
cuando ésta desciende de su vehículo automotor” (folios 1082 a 1086). Con un
razonamiento amplio y adecuado, el Juzgador descartó que el acusado hubiera actuado
bajo un estado de emoción violenta, sino todo lo contrario. Sobre la situación de
violencia doméstica, y el estado de emoción violenta , ha señalado esta Sala: “…
incluso en el evento de que los testigos (madre y hermano del imputado) hayan dicho la
verdad al señalar que observaron a la víctima caminar dentro del bar, de la mano con
un hombre y luego besarlo, esas circunstancias son por completo inútiles para aplicar
la atenuante invocada. Los propios deponentes dichos, no obstante sus esfuerzos para
minimizar el punto, hubieron de reconocer que el justiciable es persona de
temperamento violento, aunque después se arrepienta de su agresividad. La defensa
intenta ahora desconocer tal información, pero para ello es necesario contrariar, no
solo esas pruebas, sino la documental y testimonial que dan noticia de eventos claros y
previos de agresión del acusado contra la víctima, cuando incluso la amenazó con
darle muerte, dos meses antes de ejecutar el homicidio y en el mismo local comercial en
el que el historial de violencia tuvo su desenlace, también motivado (según los
testimonios que invoca el quejoso), en los celos. En estas condiciones, aunque se
admitiese que Araica Castro se presentó al bar sin tener ya la idea de dar muerte a su
víctima (desdeñando, entonces, los datos no controvertidos de que sabía que el sitio era
frecuentado por su antigua pareja y de que llegó armado, así como los de la existencia
de previas amenazas de muerte y episodios de agresión debidamente documentados y
que tienen también amparo en el testimonio de Isaías Morales Morales, quien dio
cuenta incluso del primer acto violento conocido, cuando el acusado, con un machete,
rompió la puerta de la casa de la madre de la víctima; todo lo cual revela, como lo
afirma el a quo, que su llegada al lugar tenía un claro propósito agresivo de ejecutar el
homicidio); lo cierto es que la emoción violenta, como factor que atenúa la pena,
demanda la concurrencia de varios requisitos, de los cuales interesa destacar aquel que
exige que el estado emotivo tenga origen en circunstancias que lo hagan excusable. El
instituto jurídico en mención no tiene como propósito favorecer, con una pena
atenuada, a las personas de temperamento irascible, violento y agresivo, con un bajo
control de impulsos o a los que pudiesen ser calificados como sociópatas, cuando
cometan un homicidio. Tampoco persigue asegurar un trato benigno a los individuos
(hombres o mujeres, pero en especial los primeros), que entablen sus relaciones
afectivas como relaciones de control y dominación, “cosifiquen” a sus parejas,
pretendan someterlas a sus designios y acudan al uso de la violencia (física, verbal o
psicológica) para asegurar dicho sometimiento. Se dirige, antes bien, a dar una
respuesta a aquellos casos en los que un sujeto que, por lo general, no es violento,
muestra un adecuado control de impulsos y carece de desusadas tendencias agresivas,
se enfrenta a circunstancias inesperadas, sorpresivas, fuera de lo común y causantes de
grave sufrimiento emocional, que lo llevan a reaccionar con actos de violencia que, en
condiciones “normales”, por así llamarlas, no ejecutaría. Desde esta perspectiva, salta
a la vista que, en el presente caso, no concurre la atenuante invocada. Como se
adelantó, se infiere con claridad de las probanzas introducidas al debate que Araica
Castro registraba ya un historial de agresión y violencia contra la persona a la que
luego dio muerte, al extremo de que la víctima se vio obligada a acudir a los Tribunales
de Justicia, en busca de una protección que, a fin de cuentas, no fue suficiente para
preservar su vida. El deceso de la agraviada no fue otra cosa que el desenlace, funesto,
pero previsible, de ese historial de agresión. Podría sugerirse, ciertamente, que existió
una emoción violenta (como estado anímico y psicológico que movió al imputado a
cometer el delito), pero en modo alguno puede sostenerse, desde el punto de vista
jurídico e incluso del sentido común, que las circunstancias la hicieran excusable. La
prueba revela, más bien, que Araica Castro procuró, como lo afirma el a quo, situarse
en una posición que le permitiera dar fin a su historial de violencia contra la ofendida,
causando su fallecimiento. Sugerir que la agraviada provocó al justiciable al caminar
de la mano con un hombre y besarlo, responde, sin duda, a una visión machista que la
Sala no puede avalar, en tanto no significaría otra cosa que perpetuar aquí el trato
“cosificado” que el justiciable dio a la víctima durante su relación y después de ella.
Ha de tomarse en cuenta que los vínculos de pareja ya habían finalizado y, por ende, la
víctima tenía plena libertad para entablar nuevas relaciones con otras personas, de allí
que la Sala estime que aun reconociendo plena credibilidad a los testimonios a los que
el a quo restó mérito, la solución jurídica del asunto se mantendría incólume, pues el
ordenamiento no prevé un trato atenuado a los sujetos que, por su temperamento
irascible y violento o por celos “enfermizos”, cometan homicidios, bajo el argumento
de que las víctimas les “pertenecían” y se encontraban obligadas a guardarles
fidelidad por toda su vida, aun cuando el vínculo amoroso que en algún momento las
unió hubiera concluido” (sentencia # 2007-00684) . Por lo indicado, se declara sin lugar
los reproches.”

Sentencia: 00351
Expediente: 00-
000388-0064-PE
Fecha:
21/11/2008 Hora:
7:22:00 PM
Emitido por:
Tribunal de
Casación Penal,
Cartago

Extracto 1
Tipo de Extracto: Voto de mayoría
Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Robleto Gutiérrez Jaime

Descriptores Restrictores
• Mujer como • Deber de guardar equilibrio entre la no revictimización de la
víctima ofendida y el deber de administrar justicia
• Proceso penal • Deber de guardar equilibrio entre el deber de administrar
justicia y la no revictimización de la ofendida de delitos
sexuales
• Delitos • Deber de guardar equilibrio entre el deber de administrar
sexuales justicia y la no revictimización de la ofendida
• Violación • Deber de guardar equilibrio entre el deber de administrar
justicia y la no revictimización de la ofendida

Texto del extracto


“ II.- Como primer motivo se acusa falta de fundamentación del fallo, el Fiscal alega
que si bien la víctima en esta causa no quiso contar lo sucedido, el Tribunal declaró
inevacuable su testimonio para no revictimizar más a la parte ofendida citando la
Constitución Política y normativa internacional, sin embargo el artículo 353 del Código
Procesal Penal establece que el presupuesto para no evacuar una prueba testimonial o
prescindir del mismo aplica cuando el testigo no puede ser localizado, siendo que en el
caso concreto aunque la perjudicada no quería narrar lo que ya había dicho en varias
oportunidades, esta situación desafortunadamente es parte de la revictimización que
sufren las ofendidas al anularse un juicio, pero ello no es causa para ordenar
inevacuable una prueba testimonial. En criterio del reclamante, por lo acontecido en el
plenario se está fomentando una revocatoria solapada de instancia en delitos sexuales.
Se reclama que si se hubiese hecho acompañar a la víctima con profesionales en
psicología , se hubiese contado con un indicador técnico que permitiría en forma
fundada prescindir del testimonio de la parte afectada. El segundo reclamo intitulado
inobservancia de la norma procesal y violación al debido respeto, es prácticamente
idéntico al primero, razón por la que ambos se resuelven de manera conjunta. Se solicita
declarar con lugar el recurso, anulando la sentencia, ordenándose el reenvío para una
nueva sustanciación conforme al artículo 450 del Código Procesal Penal. El reclamo es
procedente en los términos que se indicarán : El numeral 7 inciso f) del articulado de
la Convención do Belém do Pará dispone con relación a las obligaciones del Estado
que: “Para la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre otros,
medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos;
establecer los mecanismos judiciales y administrativos necesarios para asegurar que la
mujer objeto de violencia tenga acceso efectivo a resarcimiento, reparación del daño u
otros medios de compensación justos y eficaces,” este Tribunal es consciente de las
dificultades que entraña una situación como la que se ha presentado en este caso donde
la víctima no quiere declarar, ya que es necesario resolver el caso en procura de justicia
y a la vez no causar mayor daño a quien se presenta como ofendida, sin embargo, ello
no es óbice para confundir roles o establecer excepciones no previstas expresamente en
la normativa procesal nacional o bien los instrumentos internacionales, y es que debe
quedar claro que en criterio de esta Cámara, la víctima de este delito sexual no se
encuentra cobijada por ninguna de las excepciones previstas en el ordinal 205 del
Código Procesal Penal que prevé quienes pueden abstenerse de declarar siendo testigos,
ello no implica que no se reconozca el dolor que padece la persona ofendida en estas
circunstancias procesales , por lo cual deberá procurarse tomar una decisión artículada
sobre si se prescinde o no de su testimonio, pero esta prerrogativa corresponde a las
partes y no al Tribunal, quien está obligado a evacuar su testimonio en la medida de lo
posible. Una vez dilucidado el punto planteado en la impugnación respecto al equilibrio
entre la no revictimización de la ofendida y el deber de administrar justicia conforme a
Derecho, se parte en la causa que nos ocupa del hecho que no se cuenta con la
declaración de la perjudicada, sin embargo los Jueces tenían a su disposición otros
medios probatorios, los cuáles -de manera contradictoria- mencionan en el fallo, e
incluso indican que los mismos “ dan parte de la posible existencia de varios delitos de
violación cometidos en perjuicio de la agraviada…” (ver folio 217, líneas 26 y 27),
siendo que en realidad no analizan ni contrastan esas probanzas con el fin de motivar
intelectivamente la sentencia aún sin contar con la versión de la ofendida, ello ocasiona
un vicio in procedendo evidente que no puede soslayarse con una inclusión hipotética
por parte de esta Cámara, ya que ello implicaría sustituir la instancia en este caso
particular, siendo que la decisión debe tomarla el Tribunal que evacua directamente la
prueba y bajo el principio de contradictorio. Por ende, sin que este Tribunal resuelva
acerca del cómo debe decidirse esta litis , siendo que el fallo es omiso en la
fundamentación intelectiva de la totalidad de las probanzas y que la cita que de ellas se
hace contradice lo resuelto conforme a la derivación lógica, se declara con lugar el
recurso de casación interpuesto por la Fiscalía , se anula el debate y la sentencia
impugnada, se ordena el reenvío de la causa para nueva sustanciación ante el Tribunal
de origen.”

Sentencia: 00987
Expediente: 03-
201314-0485-PE
Fecha:
06/09/2007 Hora:
10:30:00 AM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Chinchilla Calderón Rosaura

Descriptores Restrictores
• Acusación • Definición, finalidad y alcances
• Principio de correlación • Innecesaria identidad absoluta entre lo acusado y lo
entre acusación y resuelto siempre que las variaciones no incidan en el
sentencia núcleo esencial de los hechos imputados
• Alcances de la acusación
• Derechos de la víctima • Deber de los grupos técnicos de evitar la
revictimización
• Mujer como víctima • Deber de los grupos técnicos de evitar la
revictimización
• Víctima • Deber de los grupos técnicos de evitar la
revictimización de menores y mujeres
• Menor como víctima u • Deber de evitar la revictimización y alcances de la
ofendido acusación

Texto del extracto


“ II . - Que en su primer motivo la impugnante alega falta de fundamentación
intelectiva porque el tribunal absuelve por falta de correlación entre acusación y
sentencia aunque no se hace ningún análisis de la prueba recibida en debate para
determinar si es creíble o no. En el segundo motivo argumenta la falta de
fundamentación intelectiva por violación a las reglas de la sana crítica ya que el tribunal
a quo se queja porque no se entrevistó a la ofendida antes del debate cuando las reglas
emitidas para evitar la revictimización así lo sugieren y dicha entrevista, en realidad, sí
se efectuó en la oficina de Trabajo Social, aunque eso no fue ofrecido como prueba y
consta en el legajo paralelo del Ministerio fiscal. En el tercer motivo , bajo la misma
denominación del anterior alegato, lo que indica es que se exige que la acusación
describa de qué modo el encartado amenazó a la menor con el cuchillo y cómo fue que
le introdujo el pene en la vagina . En el cuarto motivo aduce la fiscal impugnante la
errónea aplicación del artículo 365 del Código Procesal Penal pues la acusación
establece un hecho introductorio y luego la relación circunstanciada (modo, tiempo y
lugar) del núcleo fáctico atribuido, distrayéndose el tribunal en cuestiones periféricas
como los verbos o la redacción pero sin analizarse el acervo probatorio evacuado a fin
de determinar si ese nódulo de hechos fue acreditado o no. En el quinto motivo se
vuelve a reprochar la falta de fundamentación intelectiva por violación a las leyes de la
lógica y la experiencia común ya que la revelación de la víctima se hace por el parto y
siendo el encartado muy cercano a su familia no puede exigírsele a la víctima que
registre minuciosamente las fechas de los hechos siendo que su padre, al interponer la
denuncia, hace una estimación temporal de los hechos por el tiempo de embarazo.
Solicita que se anule la sentencia y se ordene el reenvío. III .- Que dado el estrecho
ligamen entre las quejas, procede conocerlas en forma conjunta y acogerlas , pese a
la incorrecta denominación que le da la recurrente a los motivos aspecto sobre el que no
se profundizará acá por la desformalización imperante en la casación penal pero que la
impugnante debería tener en cuenta al ser varios los recursos por ella presentados que se
basan en el mismo formulario. Efectivamente, no se requiere hacer un esfuerzo
intelectual extraordinario para constatar que el fallo recurrido está plagado de errores
conceptuales sobre lo que es el principio de correlación entre acusación y sentencia y
sobre las normas imperantes (como desarrollo de la Convención de Derechos del Niño)
para evitar la revictimización de las personas menores de edad y, lo peor, todo ello so
pretexto de un garantismo mal entendido desde que se traduce en formalismo rígido y
violatorio del principio de acceso a la justicia estatuido en el artículo 41 de la Carta
Fundamental de la República y que se erige en un fin en sí mismo, obviando el derecho
de defensa que es al que aquel principio ha de responder conforme lo ha determinado en
forma reiterada la Sala Constitucional (votos Nº 1739-92, Nº 3576-99 y Nº 10328-2000,
entre otros muchos). Para patentizar la magnitud del error conviene transcribir
íntegramente, a pesar de lo extenso que pueda resultar, el fundamento dado por el a quo
para dictar la absolutoria de cuya impugnación ahora se conoce: III .- Análisis de la
prueba que sustenta la incongruencia entre acusación y sentencia a favor del
imputado: En el Derecho Penal Democrático y “marcadamente acusatorio” es el eje
central del juicio oral y público versa sobre los hechos imputados en la acusación que
se deriva de una investigación que plantea una hipótesis acusatoria, con variables de
prueba para sustentar la Teoría del Caso con grado de certeza jurídica para declarar
al acusado responsable penal de un hecho humano delictivo. Esa acusación es la
columna principal para el ejercicio de la acción penal en el juicio y de ella depende
que el Juzgador pueda tener por acreditado un hecho que sea típico, antijurídico y
culpable. La acusación elaborada por el Ministerio Público tiene requisitos especiales
en donde no puede haber términos ambiguos o jurídicos que sustituyan el actuar ilícito
del imputado y por ello debe describir el modo, es decir como se desarrolla el ilícito y
es donde se describe las acciones ilícitas del encartado, en donde debe establecerse
claramente su actuar ílicito , coincidente con el verbo del tipo penal que se acusa,
porque además representa la imputación objeto de discusión y defensa del encartado,
amparado bajo el principio de sub sunción que además incide para el dictado de la
sentencia que requiere un análisis del hecho concreto para determinar la tipicidad
tanto en lo referente al dolo o intención del encartado, como para la descripción que
hace el legislador de la conducta prohibida y pena. Los otros dos elementos
importantes son las coordenadas de tiempo y espacio. Con respecto a la descripción de
la coordenada de tiempo es de vital importancia porque marca aspectos de relevancia
para la prescripción, pero además es de relevancia para el derecho de defensa, en
virtud de que podría demostrar el defensor que en esa fecha el encartado se encontraba
en otro sitio y en cuanto a las coordenadas del lugar de los hechos igualmente inciden
en el ejercicio material del derecho de defensa. Es por esto que el sistema procesal
exige mayor rigurosidad en la hipótesis acusatoria, porque es el límite que el Tribunal
puede valorar y deducir del juicio de certeza requerido para desvirtuar el estado de
inocencia a favor del acusado. Además, de la formulación de la acusación se debe
tener presente que no se trata de un machote, los hechos humanos se desarrollan en un
cien por ciento distintos y mucho menos es loable insertar estribillos como “sin
precisar fecha exacta”, entre otros que se pueden señalar y que por los años se han
heredado en las acusaciones para sostener la culpabilidad de una persona. Tampoco
puede admitirse que una acusación sea una hipótesis sin fundamento o sin prueba, que
se desarrolle con imágenes del hecho inexistente o virtual, solamente porque una de las
partes así lo denuncia, sino que exige un trabajo intelectual que desarrolle dentro de
una estructura del pensamiento del fiscal, la posibilidad de legalmente obtener una
pretensión punitiva, es por ello que no se trata nada más de copiar y pegar, sino que
exige análisis lógico para acreditar el hecho. Entrando en la valoración concreta de la
acusación podemos indicar que el hecho primero ubica o señala un espacio temporal y
una coordenada de espacio queriendo señalar que la ofendida para esa fecha es menor
de edad, pero no menciona ningún acto ilícito atribuible al encartado e indica que el
endilgado era amigo de la familia, es decir que es una persona que no causa daño o
podría señalarse que es una agravante porque tiene responsabilidades de cuidado
sobre esa niña, pero como se observa es total y absolutamente ambigua con respecto a
los tipos penales atribuidos, porque perfectamente lo pudo haber descrito en el hecho
segundo, como se observa si existe la posibilidad de que un Tribunal haga
observaciones en cuanto a la mejora o redacción de un hecho, ya solamente ese orden
lógico de pensar que pudo haberse redactado mejor, en definitiva lesiona el principio
de correlación entre acusación y sentencia en beneficio del derecho de defensa del
imputado. El hecho segundo refiere las coordenadas de tiempo entre los meses de
setiembre y octubre del año dos mil dos, pero de la declaración de la ofendida que
erróneamente se vino a escuchar en juicio y no antes de la formulación de la
acusación indicó que los hechos sucedieron en noviembre del año 2002 y es muy
concreta, variable de la acusación que pudo haber sido concretizada y no solamente
por el dicho de la ofendida, sino por el estudio de los documentos agregados al
expediente, bastaba con hacer cuentas partiendo del nacimiento de la niña de la
ofendida, pero se realiza, existiendo una pereza del Ministerio Público que impide una
correlación precisa entre la acusación y la sentencia, éste aspecto de la fecha es
importante y como se citó en las conclusiones de la fiscal en juicio que al menos se
indicó que fue en el año 2002 que sucedieron los hechos, en realidad la libertad de un
ser humano no puede avocarse a impresiones tan amplias porque incluso el encartado
indica en su declaración que vivió con esa familia durante 21 meses no continuos, en
realidad es muy serio que se pierda o difumine una fecha tan importante, es en
definitiva el momento del hecho ilícito y que se requiere como variable de certeza. Es
en realidad un defecto muy serio que en la investigación nunca se haya entrevistado a
la ofendida , es como si se pensara que por ser menor de edad no podría expresar o
reclamar sus derechos, en realidad la fuente que debe inspirar la formulación de la
acusación no es el padre de la menor, sino la víctima del hecho ilícito, pensar en que
una acusación se desarrolla con el dicho del testigo que en este caso es el padre de la
menor A. V. J. es un fallo estructural y medular, pero además insubsanable , porque
cuando se juzga a un ser humano se producen los efectos protectores de la cosa
juzgada material, que precisamente es básico para motivarse a resolver y describir una
acusación con los requisitos que se exigen. Debemos agregar que el padre de la menor
en la denuncia únicamente indica que su hija fue violada, nos preguntamos de dónde
especula la Fiscal que formula la acusación, que el encartado se introduce al cuarto
de la ofendida por encima de la pared divisoria y de dónde el Tribunal tiene que
asumir que esa es la forma de introducirse, si la víctima viene y lo describe hasta en
el juicio, puede ser que la víctima lea la acusación y se represente que los hechos se
dan de esa forma , en realidad ese defecto es producto de una mala investigación
porque crea dudas que favorecen al encartado. De igual forma de la testigo Blanca Iris
Godínez Barboza no se extrae cómo es que suceden los hechos y lo que se deriva es una
mala comunicación entre madre e hija que no propicia una delimitación de los hechos,
ni siquiera el modo de la violación. Otro aspecto total y absolutamente impreciso es
cuando se indica en el hecho segundo “portando un puñal en su mano con el cual
amenazó a la menor, la obligó a mantener relaciones sexuales con él, introduciéndole
el pene en su vagina ”, esto es absolutamente impreciso y atenta contra el ejercicio de
la defensa material del encartado porque no se describe la amenaza, no se describe
cómo se utiliza el arma, no se describe cómo es que logra el encartado a introducirle
el pene en la vagina , de acuerdo a las reglas de la sana crítica debe establecerse
claramente cuales son los actos físicos para lograr quitarle la ropa a la víctima , cómo
podría establecer el Tribunal la verdad real de los hechos con esa acusación, si es
hasta en el juicio que la víctima relata como es que el imputado logra introducirle el
pene en su vagina , de ello depende que sea configurativo del delito de violación, sino
podría estar describiendo una relación sexual de otro tipo como el tipo de las
relaciones sexuales consentidas con menor de edad, pero en realidad es ayuna la
descripción de los hechos, tan es así que la víctima en el juicio narra cómo es que
supuestamente se produce el hecho ilícito, ese supuestamente se convierte en una duda
a favor del imputado y no logra establecer la correlación entre acusación y la
sentencia, precisamente porque no se describe adecuadamente las circunstancia (sic)
de modo, básicas para sustentar el principio de cosa juzgada material. El hecho tercero
es todavía más impreciso e irreal porque dice que la conducta perversa la repitió el
encartado en el menor dos ocasiones más contra la menor , debe definirse cuál es la
supuesta conducta perversa, el código penal no define conductas PERVERSAS, sino
que describe conductas típicas, antijurídicas y culpables, además, se exhibe
nuevamente el Ministerio Público por ser tan imprudente para atribuir hechos que
cuentan con las coordenadas de modo, tiempo y lugar , debemos asociar esto con la
declaración de la menor en donde cita que fueron dos violaciones y no tres , pero
cómo puede excluir de forma lógica el tribunal la tercera o distinguir en el tiempo la
primera de la segunda, bueno habían elementos probatorios suficientes que no fueron
de análisis , nótese que en el dictamen médico legal se indica a folio 17 que la víctima
en diciembre del año 2002, en dos o tres ocasiones, es imprecisa la información y
podría representar duda en el dicho de la misma. Pero lo más interesante es que se
describe la fecha de nacimiento de la bebé de la víctima, quiere decir que si era
factible indagar cuál es la fecha de nacimiento . A folio 20 se indica que los exámenes
de laboratorio son congruentes con el examen físico e historia clínica, es decir había
otro factor de certeza para fijar la coordenada de tiempo, y esto es importante porque
no basta con que una persona diga en una denuncia que fue violada, sino que debe
describirse el acto sexual impúdico y no PERVERSO, no estamos juzgados conductas
religiosas, sino HECHOS DELICTIVOS, no basta en esos estribillos para llegar a la
certeza de culpabilidad del imputado. Otro factor interesante es las notas (sic) de los
hechos narrados de la menor en el informe de intervención de folios 24 a 26, en esa
narración la víctima dice que se lo hice tres veces seguidas, pero no se indica qué fue lo
que le hizo, en todo caso se contradice con lo que dijo en el dictamen médico legal de
folios 17 a 19 y con lo que manifestó en juicio, en realidad existe una gran duda de si el
hecho era configurativo de violación o de relaciones sexuales consentidas con menor
de edad y la Fiscal nunca lo describió porque no lo tenía respaldado en ninguna
prueba, situación totalmente anómala, tampoco utilizó la acusación subsidiaria para
acreditar el delito de relaciones sexuales consentidas , por lo que éste Tribunal no
tiene que convertirse en un juzgador y acusador al mismo tiempo, sino que debe
respetar a favor del imputado los errores del dueño de la acción penal, que fijo muy
mal pretensión punitiva. En síntesis el Tribunal al no tener una claridad entre la
acusación y los hechos narrados en el juicio oral y público, no puede sustentar una
certeza de los hechos en contra del imputado, creando un conflicto lógico que admite la
posibilidad de absolver al imputado por el concurso material de dos delito (sic) de
violación que le venía atribuyendo el Ministerio Público que faltando a su deber de
objetividad mantiene una pretensión punitiva, sin un marco acusatorio claro, preciso y
circunstanciado que lesiona el derecho de defensa del imputado, además de que el
sistema acusatorio y oral no admite que se subsanen errores en el papel y con reglas
inquisitivas, sino que exige transparencia y reclamo del respeto del debido proceso y
los derechos constitucionales de los encartados." ( cfr .: folios 105 a 110, el destacado
no es del original). Es inconcebible, entonces (i) que se concluya que se viola el
principio supra referido porque el hecho primero de la pieza acusatoria (que es un hecho
introductorio en donde se indica la edad de la ofendida para el año 2002, su lugar de
residencia para entonces y el que el encartado habitaba en la misma casa) "pudo
haberse redactado mejor" (folio 107), cuando lo que interesa no es el prurito lingüístico
sino la descarnada realidad que el lenguaje traduce; ( ii ) que se le exija al Ministerio
Público que desarrolle su función de un determinado modo, en este caso, entrevistando
a la ofendida antes de plantear la acusación desconociendo, por un lado, que esa
referencia invade el ámbito de acción del ente acusador y escapa a la labor
jurisdiccional (artículo 277 párrafo segundo del Código Procesal Penal), a más de que
las entrevistas suelen darse sin que queden documentadas en el expediente principal
pues, al carecer de valor probatorio, basta que el fiscal se informe de cómo sucedieron
los hechos del modo que estime pertinente, dejando o no constancia en su legajo
paralelo (artículo 275 del Código Procesal Penal), como alega la impugnante que sí
ocurrió en el sub lite , a más de que ello implica desconocer que tuvo que haber existido
alguna entrevista dada la narración que hizo la ofendida en debate que su padre no
mencionó en la denuncia de folios 1 y 2 (uso del puñal, forma de pasarse de un aposento
a otro, etc.) y que las normativa vigente intenta disminuir la cantidad de entrevistas que
deba hacérsele a los declarantes que se dicen ofendidos a fin de evitar su
revictimización (artículos 212 y 221 del Código Procesal Penal; 107, 112,114, 115, 120,
124 a 127 del Código de la Niñez y la Adolescencia (sic); Convención de los derechos
del Niño y Directrices para reducir la revictimización de personas menores de edad en
procesos penales emitidas por CONAMAJ y aprobadas por Corte Plena en sesión del 06
de mayo de 2002) y ( iii ) que se considere que hay falta de correlación porque la
acusación señala que los hechos se dan "sin precisar fecha exacta" pero entre setiembre
y octubre de 2002 y la ofendida dijera que acaecen en noviembre de 2002 y sin que el
encartado haya alegado ningún aspecto referente a esa fecha que implique, en pro de su
derecho de defensa, la consideración de una precisión mayor. La jurisprudencia de la
Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, cuando conocía de las casaciones por
delitos sexuales, tuvo oportunidad de referirse con amplitud y reiteración a la
correlación entre acusación y sentencia por estos delitos, indicando: "Con base en
principio de correlación entre acusación y sentencia no se exige que los hechos
acusados presenten una identidad absoluta con los que se han tenido por demostrados,
sino que lo que se pretende es que en sentencia no se produzcan variaciones al marco
fáctico que se imputó que afecten o impidan el ejercicio de una adecuada defensa. Así
lo ha indicado esta Sala en la resolución resolución No. 95-F de las 9:35 horas de 12
de marzo de 1993: “...no puede -en virtud del principio de correlación entre acusación
y sentencia- esperarse una identidad absoluta entre hecho imputado y hecho probado.
Dicho principio procura evitar la lesión de los derechos del encartado, por lo cual no
debe encontrar en el debate variaciones al marco fáctico, que constituyan ‘sorpresas’ y
le impidan el ejercicio de la defensa. La identidad absoluta entre acusación y sentencia,
es prácticamente inalcanzable. El proceso penal inicia con un sencillo aviso acerca de
la posible comisión de un hecho delictivo, que provoca una investigación judicial para
allegar elementos probatorios al expediente, a fin de comprobar o desvirtuar la noticia.
Obviamente, en esta actividad procesal, según sean reunidos los elementos de juicio se
va modificando el criterio del tribunal con relación a los hechos, y no se viola la
defensa en tanto las variaciones no incidan en el núcleo esencial de la acusación”
Como se observa, se admite entonces la posibilidad de que los hechos demostrados en
la sentencia no sean idénticos a los que se describen en la acusación, siempre que las
modificaciones no sean de tal entidad que afecten, de modo esencial, los aspectos
penalmente relevantes de la conducta sometida al juicio". Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia, voto Nº 248- 2005 a las 11:30 hrs. del 01 de abril de 2005. De
modo tal que es obligación de los tribunales determinar si existe la citada correlación no
desde la perspectiva de cumplimiento de un formalismo por sí mismo sino en función
de su objetivo cuál es el evitar la violación al derecho de defensa del encartado por
referencias fácticas sorpresivas, nada de lo cual se analiza en el fallo recurrido el que se
limita a hacer una exposición de lo acusado y de lo mencionado por la ofendida sin
analizar, tampoco, la declaración de ella con base en las pautas que se han establecido
para la valoración de las declaraciones de las víctimas, entre las que se encuentran las
siguientes: ¬"... es explicable que, incluso hasta como mecanismo de autoprotección
inconsciente, la confusión de sucesos, su anteposición o transposición, surja en la
mente de un testigo, particularmente los menores, que son poco dados a fijar fechas o
referencias cronológicas; máxime si ha pasado algún tiempo, como se da en este caso,
o la cuestión se ha mantenido en reserva. De tal suerte que, aun aceptando otra vez en
vía de discurso que hubiera esas aparentes contradicciones, ello no desmerecería lo
convincente del relato o los testimonios ni su valor informativo ." Sala Tercera de la
Corte Suprema de Justicia, voto Nº 854- 98 de las 09:35 hrs. del 04 de setiembre de
1998. ¬"... menores (...) a menudo pueden refugiarse en frases como "no sé" o "no me
acuerdo" para evitar revivir una experiencia dolorosa; o, incluso cuando declaran,
puede que su narración sea inexacta, dado que no estructuran el discurso con los
referentes usuales en los adultos, sino conforme acuden a su ment e" Sala Tercera de la
Corte Suprema de Justicia, voto Nº 825-98 de las 09:50 hrs. del 28 de agosto de 1998.
¬" Si bien la fecha señalada por el tribunal no es exacta, lo cierto es que la precisión
temporal de los hechos exigida por nuestro régimen procesal penal, es relativa a las
circunstancias investigadas y a las pruebas allegadas, siempre que ello no introduzca
un factor de incerteza que lesione efectivamente el derecho de defensa de alguna de las
partes. Requerir siempre exactitud en las fechas, puede redundar en la impunidad de
una serie de acciones que por inmadurez (como es este el caso), pérdida natural o
autodefensiva de la memoria, o confusión a la distancia, haga que los sujetos referentes
no puedan ubicar con precisión el momento de los sucesos. Ello es especialmente grave
tratándose de acciones cometidas sobre menores, que escasa cuenta llevan de las
fechas y normalmente no son capaces de vincular los acontecimientos a un punto
calendárico de referencia, sobre todo si ha pasado algún tiempo. Por eso es que no se
percibe irregularidad alguna en que el tribunal fije como marco referencial anterior a
la denuncia, momento a partir del cual sí habría certeza del momento de los hechos,
pero no antes. Entiéndase que esas inexactitudes no son deseables y deben ser evitadas
en la medida de lo posible; sin embargo, habrá ocasiones en que el legítimo interés
punitivo las haga admisibles, siempre que no afecten el derecho de defensa de alguna
de las partes ." Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, voto Nº 638-98 de las
09:25 hrs. del 02 de julio de 1998. ¬" Esta Sala si bien no entra a prejuzgar sobre el
fondo del asunto, debe advertir ciertos aspectos de interés en la decisión de este caso
relativos al abordaje que de la denuncia se realizó por parte del Ministerio Público,
con miras a las obligaciones contenidas tanto en el Código de la Niñez y la
Adolescencia como en circulares de la Secretaría General de la Corte Suprema de
Justicia relacionadas con la materia objeto de este proceso, actos procesales cuyo
contenido se valoró de forma inadecuada por el a-quo para sustentar su decisión (...) El
Código de la Niñez y la Adolescencia (Ley número 7739), vigente desde su publicación
el 8 de septiembre de 1997, delinea una serie de parámetros, con fundamento en el
interés superior de la persona menor de edad, aplicables al tratamiento que dentro del
proceso penal merece ésta en tanto víctima de un delito, de modo que el Estado, a
través de sus agentes –como es el Ministerio Público– , no sólo respete los derechos
humanos de su titularidad, sino que garantice el efectivo ejercicio y seguridad de los
mismos, de conformidad con las obligaciones estatales básicas asumidas frente a la
persona y a la comunidad internacional: respetar y garantizar los derechos humanos,
según los artículos 1 y 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los
artículos 1, 2 y 3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y los
artículos 2 y 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño. Así, de la relación de los
artículos 4, 5, 10, 13, 104, 112 y 120 a 125 del Código de la Niñez y la Adolescencia
deriva la obligación estatal de que las personas menores de edad presuntas víctimas de
delitos contra su dignidad sexual estén siempre asistidas por expertos en el tratamiento
de esos acontecimientos ilícitos, así como de practicar sobre la misma un informe
pericial por las áreas de Trabajo Social y/o Psicología. De igual manera, se prevé que
los interrogatorios al grupo de personas en comentario, siempre con asistencia de
personas competentes y capacitadas para estas situaciones específicas, deben limitarse,
en lo posible, al menor número de ocasiones, con el fin de evitar los interrogatorios
reiterados o persistentes que supongan en el menor de edad una posible revictimización
(desde los intereses legítimos de la víctima) o una eventual persuasión que distorsione
la realidad como consecuencia de las características de personalidad propias de una
significativa minoría de edad (desde los intereses legítimos de la persona imputada).
Estas necesidades suponen que tanto el Departamento de Trabajo Social y Psicología
(perteneciente al ámbito administrativo del Poder Judicial), como la Sección de
Psiquiatría y Psicología Forense del Departamento de Medicina Legal (en tanto parte
del ámbito auxiliar de la administración de justicia del Poder Judicial), han tenido y
tienen competencia para realizar las experticias en la población menor de edad víctima
de delitos sexuales, como se hace ver en la circular número 42- 2005 de la Secretaría
General de la Corte Suprema de Justicia sobre “Delimitación en la Atención de las
Diferentes Materias que atienden el Departamento de Trabajo Social y Psicología y la
Sección de Psiquiatría y Psicología Forense del Departamento de Medicina Legal”,
publicada en el Boletín Judicial número 84, de 3 de mayo de 2005. Esta circular,
además, sugiere que en la determinación de una u otra dependencia deben tomarse en
cuenta aspectos de proximidad en el servicio, disminución en la revictimización y la
menor afectación al usuario (aspectos de traslado, tiempo y otros), así como las cargas
de trabajo que podrían tener el personal profesional en Trabajo Social y Psicología.
Asimismo, debe considerarse el acuerdo de la Corte Plena tomado en su sesión número
17-98 de 15 de junio de 1998, artículo XXXIII , contenido en la circular número 13-
1998 de la Secretaría General de la Corte Suprema de Justicia sobre “Reglas Prácticas
con ocasión de la Promulgación del Código de la Niñez y la Adolescencia ”, publicada
en el Boletín Judicial número 147, de 30 de julio de 1998, (y reiterada en la circular
número 49-2005 publicada en el Boletín Judicial número 98, de 23 de mayo de 2005).
Dentro de estas reglas se determina que los Equipos Interdisciplinarios –del
Departamento de Trabajo Social y Psicología– previstos tanto en el Código Procesal
Penal, como en el Código de la Niñez y la Adolescencia están constituidos por grupos
de técnicos y profesionales en ciencias médicas, psiquiatras, psicólogos forenses,
trabajadores sociales y, en general, expertos en el tratamiento de víctimas, cuya
población-meta está constituida por personas menores de edad y mujeres víctimas de
cualquier tipo de agresión y, en general, personas víctimas de delitos sexuales.
Asimismo, se establece que son atribuciones y obligaciones de los Equipos
Interdisciplinarios la atención, asistencia y reconocimiento pericial de aquella
población-meta legalmente definida en el artículo 221 del Código Procesal Penal, así
como la prestación de apoyo a las autoridades judiciales que lo requieran dentro de los
propósitos para los que han sido constituidos. Además, cuando en una causa penal se
presente como necesaria una pericia determinada y el caso no esté comprendido dentro
de la población-meta legalmente definida, deberá solicitarse el peritaje genérico
previsto por los artículos 213 a 224 del Código Procesal Penal, siendo que el
reconocimiento de menores y mujeres agredidos o el reconocimiento de personas en
general agredidas sexualmente constituye un “peritaje especial”, en tanto que los
demás han de entenderse como “peritajes genéricos”. A lo anterior debe sumarse la
circular número 50-2005 de la mencionada Secretaría General sobre “Reglas
Prácticas para reducir la Revictimización de las Personas Menores de Edad en los
Procesos Penales”, publicada en el Boletín Judicial número 98, de 23 de mayo de 2005
(circular que reitera la número 80-2003 publicada en el Boletín Judicial número 161,
de 22 de agosto de 2003, la que a su vez insiste en la número 81-2002 publicada en el
Boletín Judicial número 137, de 17 de julio de 2002). Refiere su artículo II : “En
cualquier diligencia judicial en la que se requiera la presencia de una persona menor
de edad víctima, independientemente de la etapa en la que se encuentre el proceso, esta
deberá llevarse a cabo en forma privada y con el auxilio de peritos especializados, en
los casos que sea necesario…”. Del mismo modo, sus artículos V, VI y VII señalan: “Se
deberá evitar la reiteración innecesaria o no procedente, tanto de las preguntas como
de las entrevistas, promoviéndose la labor interdisciplinaria cuando las circunstancias
así lo permitan”; “La entrevista deberá efectuarse en un lugar que resulte cómodo,
seguro y privado para el niño, niña y adolescente víctima. Es recomendable que,
cuando se trate de niños o niñas, el espacio físico esté decorado con motivos infantiles
y cuente con algunos juguetes, debiendo hacerse uso de todos los recursos de apoyo
disponibles. El Fiscal que instruye la causa brindará la atención requerida a las
condiciones en que se desempeñe la entrevista inicial, que deberá ser realizada por el
fiscal y el investigador a cargo, dentro de lo posible”; “En todos aquellos momentos en
que se requiera, la autoridad correspondiente deberá solicitar, con la prontitud debida,
la colaboración de un profesional en Trabajo Social y/o Psicología del Poder Judicial
o, en su defecto, de otras instituciones (...) El análisis de la prueba y, por consiguiente,
el fundamento de la decisión del a-quo es omiso desde la perspectiva de las normas
relativas al tratamiento procesal de las personas menores de edad posibles víctimas de
agresiones sexuales ." Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, voto Nº 658-2006
de las 08:45 hrs. del 19 de julio de 2006. Todo lo cual es enteramente aceptado por este
Tribunal. Pero, si como lo anterior no fuera poco, lo que escapa ya de toda posibilidad
de comprensión jurídica es la referencia que hace el tribunal sentenciador, mediante la
redacción del juez Angulo Arredondo, de que la afirmación acusatoria de que el
encartado, "...portando un puñal en su mano con el cual amenazó a la menor, la obligó
a mantener relaciones sexuales con él, introduciéndole el pene en su vagina " sea una
narración imprecisa y violatoria al derecho de defensa ¡¡¡¡ "...porque no se describe la
amenaza, no se describe cómo utiliza el arma, no se describe cómo es que logra el
encartado introducirle el pene en la vagina , de acuerdo a las reglas de la sana crítica
debe establecerse claramente cuáles son los actos físicos para lograr quitarle la ropa a
la víctima" !!!! (folio 108) ¿Qué pretende el a quo ? ¿exigen los jueces de instancia la
misma precisión en otro tipo de delitos, por ejemplo que en una tentativa de homicidio
la víctima indique la zona corporal específica en que fue agredida, cuántos centímetros
de su cuerpo penetró el objeto con que se le acometió, qué tipo de ropa llevaba el día en
que fue agredido, etc.? ¿de dónde extrae el tribunal sentenciador esas exigencias como
integrantes del principio de correlación entre acusación y sentencia? Son interrogantes a
las que esta Cámara no tiene respuesta y que más bien dejan entrever deficiencias
formativas graves en los juzgadores de instancia que ellos, paradójicamente, le
atribuyen al ente acusador. La acusación, en su relación fáctica, es una unidad y debe
ser leída e interpretada como tal y no en comportamientos estancos como se hace acá en
donde se desconoce, que no afecta la correlación el que se tengan por acreditadas
circunstancias diversas a las acusadas siempre que sean más favorables para el
encartado (como que sí hubo consentimiento en la relación, que los hechos acreditados
sean menores en cantidad a los acusados o que, en otras hipótesis, actuó amparado a una
causa de justificación, etc.): así lo establece el mismo párrafo primero del artículo 365
del Código Procesal Penal. Por ello, sin más abundamiento dado lo evidente del vicio,
procede acoger los motivos y decretar la nulidad de la sentencia y del debate que le
precedió, ordenando el juicio de reenvío ante un nuevo tribunal.”

Sentencia: 01150
Expediente: 02-
000162-0016-PE
Fecha:
13/11/2003 Hora:
9:25:00 AM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Arce Víquez Jorge Luis

Descriptores Restrictores
• Delitos contra el honor • Profesores que realizan comentarios, en público,
referidos a los senos de una alumna
• Análisis sobre la tipicidad objetiva del delito de
injurias y su agravante
• Orden de divulgar el fallo condenatorio por medio
de un diario de gran circulación nacional
• Mujer como víctima • Profesores que realizan comentarios, en público,
referidos a los senos de una alumna
• Análisis sobre la tipicidad objetiva del delito de
injurias y su agravante
• Orden de divulgar el fallo condenatorio por medio
de un diario de gran circulación nacional
• Daño moral derivado de • Injurias cometidas en público por dos profesores
hecho punible fundadores del colegio al referirse a los senos de
una alumna
• Análisis sobre la responsabilidad solidaria de la
institución
• Acción civil resarcitoria • Injurias cometidas en público por dos profesores
fundadores del colegio al referirse a los senos de
una alumna
• Análisis sobre la responsabilidad solidaria de la
institución
• Injuria • Profesores que realizan comentarios, en público,
referidos a los senos de una alumna
• Análisis sobre la tipicidad objetiva y su agravante
• Orden de divulgar el fallo condenatorio por medio
de un diario de gran circulación nacional
• Responsabilidad civil • Injurias cometidas en público por dos profesores
derivada de hecho punible fundadores del colegio al referirse a los senos de
una alumna
• Análisis sobre la responsabilidad solidaria de la
institución

Texto del extracto


"I. [...] A 2 ) En el presente asunto no está en juicio la pertinencia de la metodología
utilizada en el Instituto Latinoamericano de Psicología y Pedagogía Alternativas, en
conformidad con su modelo curricular y las características de sus alumnos, ni tampoco
están en juicio la pertinencia o las características de las denominadas olimpiadas, por lo
que resulta impertinente el informe de un perito en psicología y en educación sobre esos
extremos, ya que lo que sí constituye objeto del presente proceso es el juicio sobre las
conductas que respectivamente se le atribuyen a los dos imputados, que es un objeto
diferente al que supone la pericia ofrecida, dado que es evidente que en nuestra
República los derechos fundamentales de las personas no son renunciables ni pueden
subordinarse o supeditarse a la aplicación de un modelo educativo, sino que todos los
modelos educativos, así sean "alternativos" (o con "metodologías no convencionales"),
necesariamente deben ajustarse con fidelidad al marco constitucional de derechos
fundamentales, así como a los instrumentos internacionales que rigen la materia y, en lo
que aquí interesa concretamente, respetar la honra y reconocer la dignidad de los
educandos, muy especialmente si son menores edad (cfr. artículos 51 de la Constitución
Política; 12 de la Declaración Universal de derechos Humanos; 5 de la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre; 17.1 y 24 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos; 11.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos; y
16 de la Convención sobre los Derechos del Niño), de manera que la libertad de
enseñanza no admite que se ejercite ofendiendo al alumno o a sus progenitores, como se
acreditó que sucedió en el presente caso, conforme a lo que se dirá en el siguiente
Considerando (II) de esta resolución; B 2 ) Tampoco se aprecia cuál es la incidencia del
supuesto defecto acusado en relación a lo que doña Lisbeth Quesada Tristán dijo que le
había contado su hija A. B. Q. (cfr. folios 370 a 379), pues el hecho de que esta no lo
dijera en el debate no significa que no se lo hubiera dicho antes a su madre, o que esta lo
hubiera inventado, y en realidad se trata de un detalle periférico, que en todo caso fue
descrito por las ofendidas en la querella que conjuntamente han mantenido y cuya
supresión mental hipotética, a fin de cuentas, no incidiría en las conclusiones del
tribunal a quo acerca de la existencia de la conducta de los acusados que es objeto de la
investigación, en cuanto perjudicó a las ofendidas Lisbeth Quesada Tristán y A. B. Q. A
la imputada no se le reprocha que cada año escogiera una alumna para ese propósito,
sólo se le reprocha que lo hiciera con la ofendida B. Q. Llama la atención que en uno de
los fragmentos citados del recurso se reconoce que los hechos están "debidamente
acreditados", el hecho de que se ofrecieran disculpas no excluye el dolo, tampoco que
fuera en una sola ocasión que se verificara la ofensa. Lo cierto es que en la sentencia se
explica claramente como los hechos probados se derivan coherentemente de las pruebas,
particularmente de las declaraciones de las ofendidas, sin que en su valoración se
aprecie yerro alguno que justifique la nulidad pretendida por la defensa, y también es
clara la fundamentación en punto a cuál fue la concreta participación dolosa de cada uno
de los imputados y cuál su correspondiente responsabilidad. Por todo lo dicho se declara
sin lugar el recurso por la forma. II.- Recurso por el fondo. En este capítulo del
recurso, el Lic. Montero Pacheco acusa la inobservancia de los artículos 33, 40, 166 y
"concordantes" de la Constitución Política, 71, 145, 151 y 155 del Código Penal, la
Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y el artículo 16.1 de la Convención contra la Tortura y otros Tratos
y Penas Crueles, Inhumanas y Degradantes, alegando lo siguiente: A ) Que su
patrocinada no actuó con dolo, sino con imprudencia, por lo que su conducta deviene
atípica, pues no fue más que una broma, acaso pesada, pero de tipo muy frecuente con
ese grupo de estudiantes, en el contexto de las lecciones que se imparten en el colegio
ILPPAL, en el ejercicio de la libertad de expresión y de la libertad de enseñanza dentro
de una esfera de mayor riesgo que en el sistema educativo tradicional; B ) Porque
considera irracional y desproporcionado que se ordene la publicación por medios
masivos del pronunciamiento en la que deba protegerse la identidad de la víctima y
considera que la publicación en un diario de amplia circulación nacional no es
reparadora sino que constituye tan sólo una especie de venganza, ya que el hecho
ocurrió en el seno del aula escolar, no públicamente. Indica la defensa que en forma
concomitante a la interposición de su recurso de casación está ejerciendo la petición de
declarar la inconstitucionalidad del artículo 155 del Código Penal ante la Sala
Constitucional.- ω Se debe declarar sin lugar el recurso .- Por las siguientes razones:
A 2 ) En primer lugar, para resolver las cuestiones planteadas debe estarse a los hechos
que fueron acreditados en la sentencia impugnada, que son los siguientes: « 1.-) A. B. Q.
nació el quince de junio de mil novecientos ochenta y cuatro y es hija de Lisbeth
Quesada Tristán y Pedro Bolaños Salvatierra. 2.-) En el año dos mil uno, A. B. Q., en
ese momento menor de edad cursaba el undécimo año en el Instituto Latinoamericano
de Psicología y Pedagogía Alternativas, al que seguiremos denominando ILPPAL,
ubicado en Río Oro de Sana Ana, Provincia de San José, institución a la cual ingresó
en el noveno grado en el año de mil novecientos noventa y nueve. 3.-) Para ese año dos
mil uno Juan Bautista Castro Elizondo era el profesor o facilitador de Estudios
Sociales y Español del undécimo año, además del Tutor, que es una especie de profesor
guía de los estudiantes y Guiselle Osorio Luján además de la Directora de la
institución educativa era la facilitadora de Matemáticas de ese mismo grado. 4.-) A
partir del primer semestre del año dos mil uno en las clases de Estudios Sociales Juan
Bautista Castro Elizondo, en su condición de facilitador de dicha materia, inicia una
serie de constantes vejámenes a la dignidad y decoro de la menor A. B. Q., en presencia
de los compañeros de clases, haciendo referencias irrespetuosas, indecentes y
reprochables con respecto a los senos de A. 5.-) Es así como sin precisarse la fecha
pero entre enero y el veintidós de mayo del dos mil uno, cuando le daba clases de
geografía a A. y sus compañeros de undécimo año, durante la lección, el imputado
castro Elizondo compara los picos y montañas que están estudiando en clases con los
senos de A., provocando así la risa y burla del resto de compañeros y compañeras de la
clase. 6.-) También sin precisarse la fecha exacta pero entre enero y el veintidós de
mayo del dos mil uno, en una clase de geografía Juan Bautista Castro Elizondo se
coloca detrás del pupitre de A. y al hacer alusión y preguntar a la clase sobre los picos
y montañas más altas de determinado país, levanta sus manos e inclinándolas con
dirección a los senos de A. y con gesto de burla les indica a sus alumnos: ‘aquí
presentes’. 7.-) En otra oportunidad de éste mismo curso lectivo del año dos mil uno,
sin precisarse la fecha exacta pero entre enero y el veintidós de mayo, el querellado
Juan Bautista Castro le pide a la menor A. que se levante y que pase al frente de la
clase, y colocándose detrás de ella, le sujeta y levanta ambas manos de A. y al referirse
a las montañas y picos del mundo, mueve las manos de A. señalándolas hacia los
pechos de ésta estudiante como símil de las montañas, provocando así las carcajadas y
burlas de toda la clase. 8.-) Durante otra ocasión de ése mismo curso lectivo del dos
mil uno, en clases de Estudios Sociales, sin precisarse la fecha exacta pero entre enero
y el veintidós de mayo de ese año, Juan bautista castro, siempre en su doloso afán de
deshonrar la dignidad y el decoro de a menor A., y con la intención de que lo vieran
todos los presentes y así provocar como siempre un estado de burla y carcajadas del
resto de la clase, se sube a un pupitre para verle los senos a A. 9.-) En otra ocasión, en
ese primer semestre lectivo del año dos mil uno, sin precisarse la fecha exacta pero
entre enero y el veintidós de mayo, en su afán de mancillar la dignidad y decoro de la
estudiante A., Juan Bautista Castro Elizondo, en la clase de Estudios Sociales le indica
a toda la clase y en presencia de A., y viéndole sus senos que el premio para todos
aquellos que pasaran el undécimo año, consistiría en que en el paseo de final de año,
Arianne le enseñaría a todos ‘las tetas’. 10.-) En ese mismo primer semestre del año
dos mil uno, sin precisarse la fecha pero dentro del período comprendido entre enero y
el veintidós de mayo, Juan Bautista Castro Elizondo, procedió a confeccionar un
examen de estudios Sociales y en la pregunta Nº 67 del temario Nº 1 relacionado con la
geografía del mundo, formula una pregunta que dice: ‘Milka la hermosa y sexi vaca
que simboliza la producción lechera, vive feliz en : a) Gobi, b) Patagonia, c) Alpes, d)
Escazú’, siendo que A. y su familia vive y cuando A. termina su examen y se lo entrega,
procede de inmediato a reclamarle el hecho de que en el examen se hacía referencia a
ella en la pregunta Nº 67, a lo cual él se negó indicándole que no. 11.-) Sin precisarse
la fecha exacta pero entre enero y el veintidós de mayo de dos mil uno, la querellada
Giselle Osorio Luján, Directora del Colegio OLPPAL, psicóloga y profesora de
matemática de undécimo año, al dar la clase de matemáticas en las instalaciones del
mencionado colegio a A. y sus compañeros al explicar la ley de senos y cosenos, al
desarrollar dicha fórmula matemática en clase, al final de la pizarra puso las siglas
A.B. Un estudiante le preguntó que qué era A.B. y ella le contestó: A. B. Por lo que toda
la clase rompió en carcajadas, dada la evidente asociación que realizaba con los senos
de la menor. 12.-) No obstante que tan reprochable comportamiento de Juan Bautista
Castro Elizondo y Giselle Osorio, ofendían el honor de la menor A. B., esta por
vergüenza y temor no le cuenta nada a su madre, pero ante el evidente daño que estas
ofensas le están causando le comienza a decir desde el inicio del semestre a su madre
que se quiere realizar una cirugía de senos, porque estos son horribles. 13.-) El
veintidós de mayo del año dos mil uno, en horas de la noche se realiza una reunión de
padres de undécimos grado en el ILPPAL , dirigida por Juan Bautista Castro Elizondo,
a la que asiste la madre de A., Lisbeth Quesada Tristán y ante la intervención de una
madre de familia y las respuestas del acusado Castro a aquella, Quesada Tristán, se
levanta alterada y le dice que no lo soporta, que no le gusta la manera en que trata a la
señora, la forma en que maneja la reunión, que ella conoce algo que su hija le dijo
pasa en la institución y que por respeto a ella y al secreto que le prometió no dice que
es, toma sus cosas y se marcha del lugar, luego de hacer una llamada por teléfono
celular. 14.-) Esa misma noche y cuando A. le pregunta por la reunión le indica lo
sucedido y es cuando A. le cuenta las ofensas que tanto Juan bautista Castro como
Giselle Osorio le han hecho en las respectivas clases que le imparten, lo que hace
entender a la madre el porqué su hija le pide le practiquen una cirugía estética de los
senos. 15.-) Inmediatamente solicita una reunión con ambos acusados en la Institución,
la que se le concede y acude con su ex-esposo y padre de A., Pedro Bolaños
Salvatierra. 16.-) En dicha reunión cuya fecha exacta no se precisa pero que se realiza
después del veintidós de mayo y antes del dieciocho de agosto del año dos mil uno, a la
que asisten ambos padres de A. y los dos querellados y se efectúa en la Dirección del
colegio, al pedir explicaciones la madre sobre lo que estaban haciendo a su hija y
exponerles los comentarios ofensivos que ambos le hacen a su hija con relación a sus
senos, lo que la está afectando al punto que insiste en practicarse una cirugía estética
de los senos, Juan Bautista Osorio, con el propósito de ofender a Lisbeth Quesada
Tristán, le dice que los problemas de A. se deben a que esta no tiene consolidada la
imagen masculina en su personalidad, dado que ella  su madre  se había casado y
divorciado algunas veces y era incapaz de mantener una relación estable,
descalificando de esa forma como madre. En esa misma oportunidad de la reunión el
querellado castro Elizondo le dice: ‘Yo soy el psicólogo de A. Cuando los padres ponen
a sus hijos en este colegio me dan esa prerrogativa. Es más, soy el psicólogo de su
familia, soy su psicólogo’, a lo que Quesada Tristán de inmediato le contestó que de
ninguna manera era él su psicólogo ni el de su familia. A lo que Juan Bautista acotó
que eso no cambiaría ni aun con la posición de la señora Quesada y agregó que la
verdad es que él jamás la tendría a ella como su paciente a lo que Quesada le replicó
que tampoco ella lo tendría como psicólogo , terminando la reunión en el entendido de
que ambos querellados se disculparían con A. ante sus compañeros de curso. 17.-)
Luego de la reunión, sin que tampoco se precise la fecha exacta, pero al día siguiente
de esta , los querellados Castro y Osorio realizan una reunión de nivel con los alumnos
de undécimo en donde está presente A. y se disculpan ante la clase’. 18) El querellado
Juan Bautista Castro Elizondo es bachiller en Psicología, y Giselle Osorio Luján
Licenciada en Psicología, ambos incorporados a Colegio Profesional de Psicólogos de
Costa Rica. 19.-) El querellado Juan Bautista Castro Luján y la querellada Giselle
Osorio Luján, son Presidente y Secretaria de la empresa Instituto Latinoamericano de
Psicología y Pedagogía Alternativa, quienes tienen la representación judicial y
extrajudicial con facultades de Apoderados Generalísimos sin límite de suma .» (folios
345 a 350) . Considera este Tribunal de Casación en que debe coincidirse con la jueza a
quo en que la conducta de ambos imputados es dolosa, lo que explicó de la siguiente
manera: « TIPO SUBJETIVO: Esta acción desplegada por los acusados Juan Bautista
Castro Elizondo y Giselle Osorio Luján al propalar especies idóneas, para afectar la
dignidad y decoro es realizada dolosamente, es decir con conocimiento y voluntad de
afectar a ambas querelladas el primero y a A. la segunda, sabían al decirlas que lo que
estaban diciendo era ofensivo, son profesionales en psicología que trabajan con
jóvenes y conocen que la etapa de la adolescencia es una de las más difíciles del ser
humano, como la misma palabra lo indica en esa etapa se adolece de todo, de una
personalidad estructurada, por lo que cualquier comentario les afecta, con mucho más
razón si se refieren a aspectos estéticos de su cuerpo y generan burla de los
compañeros, lo que conocían los querellados, pues efectivamente sus comentarios
generaban estas burlas entre los alumnos. También conocía Juan Bautista Castro
Elizondo que las palabras tantas veces señaladas que le profiere a Lisbeth Quesada en
la reunión son especies ofensivas, ya que ofenden su valoración como madre,
menospreciando con ello su dignidad y decoro. En nuestra normativa la acción de
ofender no requiere más que el dolo común, sea el conocimiento del autor del delito de
que las expresiones o comportamientos tienen carácter lesivo para el honor de la
persona a quien la dirigen y voluntad de exteriorizarlos. No exige para la consumación
la existencia de una espacial finalidad, el denominado animus injuriandi, que
consideran que cuando el sujeto activo persigue con sus hechos o dichos un ánimo
diferente se excluye el delito, no es de recibo conforme a nuestro ordenamiento, de
acuerdo al artículo en comentario, para la composición del tipo subjetivo en la injuria
basta el dolo. Ello es así porque la teoría seguida por el artículo 145 del Código Penal
Costarricense y en general con respecto a los delitos contra el honor es la normativa y
no la teoría psicológica. En consecuencia el sujeto debe de saber que injuria; no
resultando necesario que conozca otros elementos pertenecientes a la antijuricidad, a
la culpabilidad o a la penalidad. El elemento intelectual del dolo se refiere
indiscutiblemente, a los elementos que caracterizan objetivamente la acción como
típica, o sea, los llamados elementos objetivos del tipo, como lo serían el sujeto, acción,
resultado, relación causal o imputación objetiva, objeto material, y otros [...] En este
sentido, el tipo subjetivo del delito de Injuria requiere el conocimiento (y, la voluntad)
de que se realizan los elementos objetivos del tipo de Injuria; en definitiva, que se
injuria, que la acción realizada es adecuada para producir la lesión al honor y que la
víctima es una persona jurídica. El elemento voluntad o volitivo. Para lograr
conformar un comportamiento doloso, no sólo se requiere que el sujeto haya tenido el
simple conocimiento de los elementos objetivos del tipo, ese necesario, sin lugar a
dudas, que el autor haya querido la realización del tipo [...] Este querer es
independiente y no debe de confundirse con el deseo o los móviles del sujeto. El autor
tiene por meta de su acción el querer lesionar el honor , la dignidad y el decoro de que
goza una persona, y tiene la plena seguridad de que esta se producirá cuando le infiere
las especies ofensivas. Aquí se puede decir que los autores Castro y Osorio querían
injuriar e injuriaron. Quedó acreditado como estos, al dar sus clases ofendían a A. con
alusiones a sus senos relacionados con la materia que estaban impartiendo, y en la
reunión Juan bautista con sus palabras sabe ofende a Quesada Tristán. » (folios 417 a
420) . Como se dijo en el Considerando anterior, el hecho de que se ofrecieran disculpas
a la ofendida B. Q. no excluye el dolo, tampoco que fuera en una sola ocasión que se
verificara la ofensa por parte de la imputada excluye el elemento subjetivo del tipo.
Como lo explicó la jueza de mérito, el tipo penal aplicado en este asunto no contiene
elementos subjetivos diferentes del dolo, no requiere un ánimo particular en el autor, ni
tampoco pluralidad de ofensas, sino que el autor tenga conocimiento y voluntad de
ofender de palabra o de hecho en su dignidad o decoro a una persona, sea en su
presencia, sea por medio de una comunicación dirigida a ella, y en el presente caso la
existencia de ese conocimiento y voluntad en cada uno de los imputados se deriva
claramente de las conductas que cada uno realizó. En términos generales, el contenido
cognitivo y volitivo de la acción no tiene prueba directa, salvo casos de resolución
manifestada, por ello el dolo normalmente se infiere inductivamente del análisis de las
circunstancias de modo, tiempo y lugar del hecho, conforme a las reglas de la sana
crítica y bajo la premisa de que en caso de duda se estará a lo más favorable al imputado
(Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, Nº 657-98 de las 9:20 hrs. del 10 de julio
de 1998). Ni la libertad de expresión ni la libertad de enseñanza de un profesor o
maestro pueden ejercerse a expensas de la honra y dignidad del educando, haciendo que
en clase una parte de su cuerpo sea objeto de burla entre sus compañeros, como si
tratara de un mero objeto y no de una persona, de modo que por las condiciones
personales de los imputados, por su profesión y oficio, por enseñar "dentro de una
esfera de mayor riesgo que en el sistema educativo tradicional", como afirma la defensa,
pudieron prever el efecto concomitante de sus "bromas"  como las denomina el
recurrente  hacia la ofendida B. Q. y lo aceptaron, por lo que no resulta razonable
suponer que pudiera tratarse de una mera imprudencia por parte de ambos profesores, en
lo que respecto a ella . B 2 ) En cuanto a la publicación reparatoria ordenada en
sentencia, no parece desproporcionada, ni tampoco esta la vía para decidir sobre la
constitucionalidad de su previsión legal. En el Considerando IV de la sentencia
impugnada, la jueza de mérito analiza inicialmente la tipicidad objetiva de la conducta,
indicando que en este asunto las especies proferidas por ambos querellados configuran
el delito de Injuria y se agravan por haber sido dichas en público, conforme al artículo
145 del Código Penal (cfr. sentencia, folios 414 a 417), en lo que interesa, diciendo que:
" El artículo 145 contempla que la figura simple se agrava cuando la ofensa se profiere
en público, lo cual acontece cuando éste se verifica en presencia de un número
indeterminado de personas. En el sub-júdice tal agravante se configura, las ofensas
proferidas a A. por los querellados se realiza ante sus compañeros de clase, lo que para
efectos del tipo penal constituyen público, igualmente acontece con las ofensas a
Quesada [Tristán ], estas no le fueron proferidas en privado sino en presencia de Pedro
Bolaños y Giselle Osorio por lo que en este caso también se dan en público "
(sentencia, folio 415, cfr. folio 428). Más adelante, en el Considerando V, dice la jueza
de mérito: " Se ordena una vez firme el fallo divulgar el anterior pronunciamiento de
manera extractada por este Tribunal y protegiendo la identidad de la menor ofendida
en cualquiera de los diarios de mayor circulación a nivel nacional a cargo de los
querellados, por haberse así solicitado, con la previa indicación de que es por mandato
judicial " (folio 433). Dicha orden encuentra sustento en el párrafo primero del artículo
155 del Código Penal, en el que se indica que " La sentencia condenatoria por ofensas
al honor cometidas públicamente deberá ordenar, si el ofendido lo pidiere, la
publicación del pronunciamiento a cargo del condenado ", y como las ofensas se
cometieron en público no se observa yerro alguno en la publicación reparatoria
ordenada. La injuria se agrava cuando la ofensa fuere inferida en público, pues en tal
circunstancia se sustrae el carácter privado del agravio y más bien se facilita su
divulgación, como sucede en este caso, porque la ofensa de la querellada Giselle Osorio
Luján se hace en presencia de la ofendida B. Q. y ante todos sus compañeros de clase,
generando la burla de estos hacia un rasgo físico de ella, de modo que con el adjetivo
público se alude a que la ofensa proferida deviene notoria, sabida por todos o muchos,
cuando menos del conjunto de personas que asisten con ella a la Institución (véase la
voz público en REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española ,
Talleres Gráficos Unigraf, Madrid, 1992, pág. 1196; CABANELLAS, Guillermo:
Diccionario Jurídico Elemental , Editorial Heliasta, Argentina, 1998, pág. 328).
Tómese en cuenta además lo que se dice en el Considerando IV de esta resolución. III.-
Recurso del Lic. Marvin Matthews Edwards .- Por su parte el defensor del imputado
Juan Bautista Castro Elizondo también ha interpuesto recurso de casación por la forma
y, a lo largo de su escrito, acusa la inobservancia de los artículos 36, 37, 39, 40 "y
concordantes" de la Constitución Política; 8 y 9 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; 1, 5, 6, 9, 12, 13, 82, 142, 175, 180, 181, 184, 215, 216, 326, 328,
333, 363 y 369 inciso d) del Código Procesal Penal y 1 del Código Penal, por lo
siguiente: A ) Falta, insuficiencia y contradictoria fundamentación de la sentencia en
punto a la construcción de la especie fáctica, porque la jueza de mérito omitió motivar
ordenada y racionalmente el elenco de hechos probados y más bien se dejó llevar por
una impresión subjetiva "moral" que no tiene derecho de aplicar en el ejercicio de su
función, basando su juicio en falacias o errores de razonamiento (cfr. folios 476 a 500);
B ) Por indefensión por denegación de prueba fundamental, alegando que se coartó al
imputado su derecho a probar porque la jueza de mérito rechazó la prueba pericial y
testimonial ofrecida sobre el modelo curricular del ILPPAL, sus estrategias
psicopedagógicas y la naturaleza y características de las olimpíadas (cfr. folios 500-
503).- ω Los reclamos no son de recibo .- Por las siguientes razones, a las que puede
agregarse lo que se dijo en los dos Considerandos anteriores, que resulta ocioso volver a
consignar: A 2 ) Porque los hechos probados se derivan coherentemente de la prueba de
cargo  como lo explica detallada y objetivamente la jueza de mérito al valorarla  ,
coinciden con los hechos de la acusación y se refieren de manera clara y especifica a las
conductas que realizaron cada uno de los acusados y porque el juicio de valor que el
Tribunal de mérito hizo sobre tales conductas también está claramente explicado y se
fundamenta expresamente en criterios jurídicos, no en prejuicios o criterios morales,
respecto a su correspondiente tipicidad, antijuricidad y culpabilidad. El lector imparcial
del fallo puede discernir claramente entre la descripción circunstanciada del hecho y su
valoración por parte de la juzgadora. Llama la atención que el Lic. Mathews reproche la
"pobreza de razonamientos" de la jueza a quo , a quien le atribuye el "propósito de
exagerar" cuando ella dice que el imputado se subió a una silla o pupitre para mirar los
senos de la ofendida (cfr. hecho probado n° 8 y recurso a folios 483 y 498), reproche
que carece de asidero porque lo cierto es que el propio encartado admitió que " en algún
momento de sus clases pudo subirse a un pupitre " (cfr. folio 357), de modo que ni es
un invento de la ofendida B. Q. ni una exageración del tribunal a quo afirmar que el
imputado se subió al pupitre en clases  aunque a la defensa rechace por absurdo que
su defendido hiciera tal cosa  , y si lo hizo para ver los senos de la ofendida, es algo
que también se deriva de la prueba de cargo, lo que está suficientemente explicado a
partir del Considerando III del fallo; B 2 ) El recurrente no precisa un solo error que
justifique la anulación de la sentencia, ni siquiera precisa cuál pudiera ser el agravio
concreto que le causarían los supuestos defectos de la sentencia, por lo que su
disconformidad con la motivación de la sentencia carece de fundamento, lo que ilustra
claramente su reclamo por denegación de prueba pericial y testimonial sobre la
metodología aplicada en el ILPPAL, como se explicó en el Considerando I, acápite A 2
, de esta resolución, al que nos remitimos para evitar reiteraciones innecesarias. IV.-
Recurso por el fondo .- En este capítulo del recurso del Lic. Matthews Edwards se
acusa la inobservancia de los artículos 25, 30, 31, 145 y 151 del Código Penal; 26 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos; 3 y 27 párrafo 2 de la Convención sobre
los Derechos del Niño: A ) Porque las ofensas a la ofendida Lisbeth Quesada Tristán no
fueron inferidas en público sino en una reunión privada requerida por doña Lisbeth para
abordar un tema específico en el contexto de la relación educativa en beneficio de A. B.
Q., y que no son punibles porque se expresaron en cumplimiento de un deber o
ejerciendo un derecho, sin demostrar un propósito ofensivo, como facilitador y tutor de
su hija A. en el proceso de enseñanza y conforme a una cláusula contractual en la que se
plasma la voluntad en el ejercicio del derecho fundamental, del padre de familia, en la
escogencia del tipo de educación que habrá de darse a sus hijos, según la cual: " El
encargado manifiesta conocer y aceptar en todos sus extremos los reglamentos vigentes
de la institución educadora, los cuales forman parte de este convenio en lo que
corresponda ", por lo que resulta arbitrario atribuirle a su patrocinado la intención de
ofender o dañar en su dignidad a doña Lisbeth o descalificarla en su condición de madre
(cfr. folios 503 a 509); B ) Porque respecto a la ofendida A. B. Q., el imputado Juan
Bautista Castro Elizondo actuó sin dolo, sino en el ejercicio de su actividad como
docente, con el ánimo de enseñar a sus alumnos, dentro de una metodología de
educación alternativa (no tradicional o convencional), señalando que las expresiones o
ejemplos que utilizaba en sus clases de Estudios Sociales y que tenían relación con la
ofendida A. B., no podían resultar ofensivas, en virtud de la belleza física de la ofendida
y por las particulares circunstancias en las que se realiza, dadas las relaciones de
horizontalidad y confianza que propicia el modelo educativo dentro del cual se inserta la
acción (cfr. folios 509 a 516).- ω Ambos reclamos se deben declarar sin lugar .- Por
las siguientes razones: A 2 ) Como se indicó en el Considerando II de esta resolución, la
jueza de mérito analiza inicialmente la tipicidad objetiva de la conducta en el
Considerando IV de la sentencia impugnada, indicando que en este asunto las especies
proferidas por ambos querellados configuran el delito de Injuria y se agravan por haber
sido dichas en público, conforme al artículo 145 del Código Penal (cfr. sentencia, folios
414 a 417), en lo que interesa, diciendo que: " El artículo 145 contempla que la figura
simple se agrava cuando la ofensa se profiere en público, lo cual acontece cuando éste
se verifica en presencia de un número indeterminado de personas. En el sub-júdice tal
agravante se configura, las ofensas proferidas a A. por los querellados se realiza ante
sus compañeros de clase, lo que para efectos del tipo penal constituyen público,
igualmente acontece con las ofensas a Quesada [Tristán ], estas no le fueron proferidas
en privado sino en presencia de Pedro Bolaños y Giselle Osorio por lo que en este caso
también se dan en público " (sentencia, folio 415, cfr. folio 428). Como se dijo antes, la
injuria se agrava cuando la ofensa fuere inferida en público, es decir ante terceras
personas, pues en tal circunstancia se sustrae el carácter privado del agravio y más bien
se facilita su divulgación, como sucede en este caso, porque la ofensa del querellado
Castro Elizondo se hizo en presencia de la ofendida B. Q., de su ex-esposo Pedro
Bolaños Salvatierra y de la profesora Giselle Marie Osorio Luján, de modo que con el
adjetivo público se aludió a que la ofensa proferida devino notoria, sabida por todos los
presentes en la reunión a que se refiere el hecho nº 16 de la relación de hechos probados
(véase la voz público en REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua
española , Talleres Gráficos Unigraf, Madrid, 1992, pág. 1196; CABANELLAS,
Guillermo: Diccionario Jurídico Elemental , Editorial Heliasta, Argentina, 1998, pág.
328), pues el "público" no se puede definir por el número de terceras personas ante
quienes el autor injuria al ofendido, sino por el hecho de que la presencia de estos
terceros le quita carácter privado a la ofensa y propicia su divulgación. Para algunos
autores la ofensa se infiere en público "cuando se verifica en presencia de un número
indeterminado de sujetos" (así por ejemplo LLOBET, Javier y otro: Comentarios al
Código Penal , San José, Editorial Juricentro, 1989, pág. 158), pero tal criterio no es del
todo preciso, pues no podría negarse que una ofensa se ha inferido públicamente
cuando, por ejemplo, se ha realizado ante un auditorio de cien mil personas
perfectamente identificadas o determinadas, de manera que ofender de un modo público
en realidad significa hacerlo frente a terceros, haciéndolo notorio, patente o manifiesto
para ellos, con independencia de que se pueda o no determinar el número de personas a
las que trasciende el hecho . B 2 ) Respecto a la acreditación del dolo en la conducta del
imputado, estese a lo dicho en los Considerandos I y II de esta resolución, a lo que sólo
cabe agregar que es inaceptable la excusa alegada por la defensa en el sentido de que las
expresiones del imputado Castro Elizondo no podían resultar ofensivas, en virtud de la
belleza física de la ofendida. Esa tesis es jurídicamente insostenible, pues lo cierto es
que los derechos fundamentales se garantizan constitucionalmente a todas las personas,
independientemente de su belleza física. No cabe duda de que la señorita A. B. Q. es
una mujer hermosa, pero sólo por ello no pierde el derecho a que se le respete como
persona. V.- Recurso del Lic. Laureano Castro Sancho . - El apoderado judicial
especial de las querellantes y actores civiles Lisbeth Quesada Tristán y A. B. Q. ha
interpuesto recurso de casación por el fondo. En los tres primeros acápites del recurso
acusa la inobservancia de los artículos 41 de la Constitución Política, 122 incisos 2) y
3), 125 y 137 del Código Penal de 1941 (Reglas vigentes sobre responsabilidad civil,
según Ley N° 4891 de 8 de noviembre de 1971); 103 inciso 2) y 106 incisos 2) y 3) del
Código Penal actual, 1045, 1046 y 1048 del Código Civil, porque: A ) La jueza a quo
rechazó en todos sus extremos la acción civil incoada por las actoras civiles contra la
empresa INSTITUTO LATINOAMERICANO DE PSICOLOGIA Y PEDAGOGIA
ALTERNATIVAS (ILPPAL S.A.), argumentando que no se logró acreditar que nos
encontramos ante lo previsto por el citado artículo 137, razonamiento que considera
equívoco porque dicha empresa tiene responsabilidad civil solidaria por la conducta
ilícita de sus personeros, representantes, administradores o trabajadores; B ) Por haber
omitido atribuirle responsabilidad civil a ILPPAL S.A., para la cual laboraban los
encartados, quienes además son sus representantes, apoderados y socios, y alega que si
bien la sociedad como persona jurídica resulta incapaz de ser sujeto de imputación
penal, sí resulta responsable solidaria de los daños causado por sus personeros con
disponibilidad de recursos y logística de dicha sociedad y cometidos los daños en sus
propias instalaciones; C ) Porque a pesar de haberse cometido un hecho punible,
únicamente se condena civilmente a los imputados y no a la empresa demandada civil el
ILPPAL, para la que laboran los coencartados. Solicita que condene a dicha empresa al
pago solidario del daño moral causado a las actoras civiles, acogiéndose el extremo
económico solicitado en su contra en la fase de conclusiones, y que se la condena al
pago de las costas que se que se originaron para llevar a cabo éste reclamo judicial, que
tuvo que llegar hasta casación.- ω Estos tres reclamos son atendibles . En punto a la
responsabilidad civil de la codemandada civil ILPPAL S.A., en la sentencia se dice lo
siguiente: « La acción civil resarcitoria que promueven las querellantes A. B. Q. y
Lisbeth Quesada Tristán representadas por el Licenciado Laureano Castro Sancho, en
contra de los imputados y demandados civiles Juan bautista castro Elizondo y Giselle
Osorio Luján así como contra la empresa Instituto Latinoamericano de Psicología y
Pedagogía Alternativas S.A. cuya representación ostentan los querellados y para esta
causa figuran como apoderados especiales judiciales los Licenciados Marvin Mattheus
Edwards e Irving Mattheus Soto, se resuelve de la siguiente forma [...] Se rechaza la
acción civil resarcitoria incoada por las actoras civiles contra la empresa Instituto
Latinoamericano de psicología y pedagogía Alternativas S.A. en todos sus extremos, no
se logró acreditar que nos encontremos ante lo previsto por el artículo 137 de las
Reglas vigentes sobre responsabilidad civil del Código Penal de 1941. Amén de que lo
liquidado que es la matricula y mensualidades pagadas al ILPPAL por A. B., son sumas
legales que por A. B., son sumas legales que debían pagarse por la colegiatura, y la
pérdida del año por parte de aquella obedeció a causas diferentes a la acción delictiva
que se les imputó y fueron acreditadas a los querellados, de ahí que no exista ningún
nexo causal para acoger esta petición. Sobre esta acción se falla sin especial
condenatoria en costas, por haberse litigado de buena fe ...» (cfr. folios 428 a 433) . La
anterior motivación resulta insuficiente para justificar lo resuelto en respecto a la acción
emprendida contra ILPPAL S.A., así como lo relativo a las costas. Lo primero porque si
bien parece que no se verificó en la especie ninguna de las hipótesis del artículo 137 de
las Reglas vigentes sobre responsabilidad civil, lo cierto es que pudieron haber sido de
aplicación otras disposiciones legales, como el artículo 106, párrafo segundo, inciso 3)
del Código Penal actual, en cuanto dispone lo siguiente: «Están igualmente obligados
solidariamente con los autores del hecho punible, al pago de los daños y perjuicios: [...]
3) Las personas naturales y jurídicas dueñas de establecimientos de cualquier
naturaleza, en que se cometiere un hecho punible por parte de sus administradores,
dependientes y demás trabajadores a su servicio» . Si en el presente asunto se acreditó
que los querellados Juan Bautista castro Elizondo y Giselle Marie Osorio Luján son
profesores, socios fundadores y representantes de ILPPAL S.A., así como que los
hechos ocurrieron en las instalaciones de ese colegio, no resulta suficiente la motivación
dada por el a quo para sostener su decisión de excluir la responsabilidad solidaria de la
sociedad al pago del daño moral, por lo que la sentencia deviene ayuna de fundamento y
nula en cuanto a ese extremo. Y lo relativo a las costas, porque si bien el tribunal de
juicio puede eximir, total o parcialmente, a la parte vencida del pago de las costas,
cuando haya razón plausible para litigar, se entiende que el tribunal debe pronunciarse
en forma motivada, dando las razones que justifiquen su decisión para el caso concreto,
al dictar la resolución que ponga término a la causa (cfr. artículos 266 y 267 del Código
Procesal Penal, justificación que se echa de menos en la sentencia impugnada, en la que
simplemente se asevera que se litigó de buena fe, pero sin razonar ese juicio de valor,
por lo que también deviene ayuna de fundamentación en este otro extremo. Por lo
anterior se declaran con lugar estos tres primeros reclamos, se anula parcialmente la
sentencia y se ordena el reenvío del proceso al competente, únicamente para que se
discutan y resuelvan los siguientes puntos: a) acerca de la acción civil resarcitoria que
fue interpuesta contra ILPPAL S.A.; b) acerca del pago de costas procesales y
personales. El resto de la sentencia se mantiene incólume. "

Sentencia: 00260
Expediente: 06-
000429-0006-PE
Fecha:
21/03/2007 Hora:
8:50:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal

Descriptores Restrictores
• Declaración del (la) • Violación acaecida ocho años antes de la celebración
ofendido (a) del debate
• Variaciones en el testimonio que no alteran aspectos
sustanciales no quebrantan el derecho de defensa
• Medidas que deben tomarse para atenuar o evitar la
revictimización al momento de recibirla
• Mujer como víctima • Violación acaecida ocho años antes de la celebración
del debate
• Medidas que deben tomarse para atenuar o evitar la
revictimización al momento de recibir la declaración
• Víctima • Descubrimiento de la verdad debe darse con respeto a
sus derechos
• Medidas que deben tomarse para atenuar o evitar la
revictimización al momento de recibir la declaración

Texto del extracto


"II.- En lo que respecta al primer reclamo, la presión ejercida sobre la ofendida para que
declarara, la propiedad de su relato y la credibilidad de su dicho en virtud de tal
situación, se dijo en el quinto considerando del voto recién citado: “A juicio de la
impugnante la fundamentación del fallo es deficiente porque el Tribunal no hace
análisis jurídico ni de ningún tipo respecto de la prueba, menos aún de lo declarado por
la ofendida. Lo que hacen es repasar su dicho y afirmar, en forma infundada, que resulta
corroborado por otras pruebas: “lo que hay es lo que la ofendida le contó a su madre a
un vecino y a la policía y porque, como veremos, no hay ninguna valoración objetiva y
clara de la prueba documental. No existe, en ninguna parte, fundamentación clara acerca
de por qué uno y otro, son condenados a la pena dicha, por los delitos de violación
agravada y simple, y complicidad la primera. Lo que hay repito, es atiborramiento del
fallo por la transcripción de la declaración de la ofendida y no por una valoración
jurídica e intelectiva(...) El Tribunal dice que ella ha sido clara en su versión cuando ha
variado diametralmente la situación de los encartados y no ha querido continuar con la
causa afirmándolo sin reparos ante el mismo Tribunal en una audiencia especial(...)“.
Afirma, que nadie sabe por qué son impuestas las penas a los acusados y por los delitos
dichos. Finalmente, señala que el Tribunal sólo describe la prueba documental y no la
valora, no hay referencia al informe policial, a la diligencia de reconocimiento donde la
ofendida no reconoció a uno de los imputados, no se menciona la denuncia de la
ofendida y su madre y los dictámenes psiquiátricos fueron olvidados. Los reclamos no
son atendibles: Respecto de la pretendida falta de valoración del dicho de la ofendida y
sus “enormes contradicciones”, debe estar la impugnante a lo resuelto en el
considerando primero de esta decisión. Que la ofendida hubiera manifestado no tener
interés en continuar con la causa, no la convierte en mentirosa, ni en falsa su
declaración. Simplemente ella expresó su voluntad porque no quería evocar, ni recordar
lo sucedido y esta manifestación es plenamente válida, dada la naturaleza de los hechos
en los que se vio involucrada, la forma en que fue ultrajada y el tiempo que, para el
debate, había transcurrido. Ciertamente es duro admitir que por un obstáculo procesal -
legislación procesal a aplicar- su deseo de no continuar con el asunto no pudo ser
respetado y fue, literalmente, obligada a declarar. Realmente la imposibilidad de revocar
la instancia en las agresiones sexuales agravadas, prioriza el interés público en perseguir
este tipo de delincuencia, independientemente de la voluntad de la víctima, porque las
conductas se consideran graves e intolerable su clausura a voluntad, para el
mantenimiento de la paz social y la estabilidad del orden jurídico, precisamente por la
importancia de los bienes jurídicos involucrados (al respecto véase resolución 993-99 de
las 16:21 horas del 16 de febrero de 1999 de la Sala Constitucional). Esta Sala tuvo
oportunidad de escuchar los casetes que registran la audiencia y pudo con asombro
comprobar el trato humillante que recibió la ofendida cuando fue obligada a comparecer
al debate. Estaba realmente temerosa, aterrada y no quería evocar lo sucedido,
simplemente no quería hablar. Su posición de víctima no excluye su carácter de testigo
y como tal, tiene el deber de contar lo sucedido. Sin embargo, hay muchísimas formas
de acercar a una víctima de un hecho como el que se analiza, a esta realidad, a este
deber, sin tener que atormentarla con la amenaza de ser apresada, la que se le hizo al
menos en tres oportunidades, en frente de sus agresores y de todas las personas
presentes, en una verdadero escenario de revictimización, que debe ser desterrado de la
práctica judicial, que no puede continuar insensible al drama de las víctimas de
violencia. El artículo 7 inciso e) de la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de
Belem Do Pará, ratificada y aprobada por Costa Rica en la ley 7499 del 22 de junio de
1995, establece que es obligación de los Estados partes “tomar las medidas apropiadas,
incluyendo medidas de tipo legislativo, para modificar prácticas jurídicas o
consuetudinarias que respalden la persistencia o la tolerancia de la violencia contra la
mujer” y el inciso f) del mismo artículo señala “establecer procedimientos legales justos
y eficaces para la mujer que haya sido sometida a la violencia, que incluyan, entre otros,
medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos” ,
de modo tal que si bien son declaraciones programáticas que vinculan a los Estados
suscriptores a concretar esas políticas, también son una declaración de principios que
debe impregnar el quehacer de los aparatos públicos involucrados y muy especialmente,
al sector de administración de justicia, de modo que tengan vocación para tratar de darle
el manejo más adecuado a la problemática, con el instrumental y los recursos de que se
disponga, mientras éstos no sean mejorados por el legislador. Se comprende el deseo del
Tribunal –y el protagonismo que el modelo procesal anterior le permitía- para lograr el
descubrimiento de la verdad, pero este fin debe ser alcanzado respetando los derechos
de la víctima al igual que se respetan los derechos y garantías del acusado, víctima que
debe ser considerada, incluso en la dimensión de su dolor para evocar lo sucedido, lo
que en modo alguno significa permitir reticencias infundadas y mentiras, sólo que debe
comprenderse su entera situación y procurar darle un manejo adecuado. Nada impide,
por ejemplo, pedir la salida de los acusados de la sala de debate cuando la víctima va a
declarar y ello sea necesario para garantizar su estabilidad emocional, suspender la
audiencia para buscar apoyo psicológico, o de un trabajador social, o simplemente darle
un tiempo para que se calme, o explicarle por qué razón no puede desentenderse del
proceso y darle apoyo –sin amenazas y posiciones de autoridad- para que declare, sin
tener que enfrentarla directamente y obligarla a declarar, sin darle ninguna opción.
Luego de haber sido amenazada en tres oportunidades con la detención por no querer
declarar, con habérsele advertido que los jueces están acostumbrados a oír muchas
cosas, de modo que no tenía por qué sentir pena o vergüenza (¡!), incluso ello motivó a
que la Fiscal de Juicio hiciera la observación al Tribunal de que estaba presionando a la
testigo, la ofendida inició su relato, constantemente interrumpida por el Presidente del
Tribunal, pero cuando esta interrupción cesó al fin pudo fluir en su narración, la que
resultó permeada además por su voz quebrada, su llanto y la confesión del miedo y
terror que sintió y el disgusto de revivir la situación. Sometida a un interrogatorio para
descubrir si realmente ella no había aceptado los contactos sexuales –otra forma sutil,
pero no menos violenta, de revictimización, que debe, de igual forma, ser eliminada de
la praxis judicial-, su voz fue cobrando fuerza y permitió que los juzgadores
concluyeran, que la ofendida fue clara, concisa y contundente en afirmar la autoría de
estos acusados en los hechos en su perjuicio, conclusión que está fundamentada y
resulta correcta. Lo mismo ha de decirse en cuanto a la fundamentación de las
conductas delictivas a cada acusado y la responsabilidad penal correspondiente. Las
penas impuestas a los acusados son las mínimas imponibles según los delitos
establecidos, de modo tal que existiendo fundamento suficiente para determinar su
responsabilidad penal, el reclamo por la fundamentación de la pena carece, en este
sentido, de interés. La excepción sería la penalidad por la complicidad en el delito de
violación agravada por la que se condenó a James Zúñiga, quien no es el defendido de
la recurrente, pero en todo caso, tampoco se demuestra cuál es el vicio de
fundamentación, porque incluso la regla es que la pena a imponer al partícipe, sea la
misma del delito principal –numeral 74 del Código Penal- y en el caso concreto, ese
mínimo resultó sustancialmente rebajado –de doce a dos años de prisión-, sin que ello
resulte proporcional a la magnitud de la agresión que su conducta, contribuyó a
ocasionar a la perjudicada. Por último, en cuanto se reclama por la pretendida omisión
de análisis de la prueba documental es evidente lo infundado del alegato, porque ni
siquiera se especifica cuál es la esencialidad de la prueba, el contenido e importancia de
su aporte, de modo que sea posible evidenciar cómo incide de manera decisiva en el
dispositivo del fallo. Adicionalmente, debe señalarse que no es cierto lo que se afirma
en cuanto al reconocimiento, porque según lo reseñan los jueces y se desprende del acta
de reconocimiento, la ofendida identificó a sus tres atacantes y en cuanto a Dayley
Bartley, lo identificó “en rueda” sólo que dijo que el “negro” que la atacó tenía el pelo
“estilo rasta” y ese no, de modo que no es cierto que ella no identificara a sus agresores.
Por todo ello, no está ni documentada, ni expuesta, ni demostrada la esencialidad del
vicio y por ello el reclamo no es revisable. Sin lugar los alegatos que se formulan en
este motivo.” En cuanto al uso de la fuerza descrito por la ofendida, el sexto
considerando señaló: “No hay forma de explicar, de antemano por qué una agresión y la
violencia en perjuicio de una determinada persona, ocurre de determinada manera en un
determinado caso concreto. De este modo, como no hay una “lógica” o un manual que
indique, por ejemplo, cómo debe violarse a una mujer, no puede argumentarse que una
sentencia incurre en un vicio porque un hombre corpulento “no necesita” ayuda de otro
para reducir a una menor a la impotencia y violentarla a placer, sin colaboración. Lo
cierto es que la dinámica de la violencia hay que analizarla en el contexto de cada
situación concreta y sólo a partir de ella identificar los principios de la experiencia, la
psicología o el sentido común, que podrían explicar la situación, como posible, como
improbable, como cierta, como falsa. En el caso concreto, está probado que Dayley
Bartley y James Zúñiga llegaron a la casa en que se encontraba Grant Zúñiga con la
ofendida, porque sabían que allí la llevó con no muy buenas intenciones y se
aprovecharon de ello. De hecho llegaron cuando este imputado estaba terminando de
violentarla y entonces literalmente se aprovecharon de la vulnerabilidad de la víctima y
decidieron hacer ellos lo mismo. La ofendida narró cómo ante sus gritos, ambos la
abofetearon, le dieron puñetazos en su cara y entonces, ante su resistencia, James
Zúñiga la sostuvo para que Dayley Bartley pudiera accederla carnalmente. Esta lógica
de superioridad, de abuso de la fuerza física y finalmente, de imposición, no puede
explicarse de antemano y encuentra su sentido en la forma concreta en que este hecho se
desarrolló en la realidad, en el arribo común al sitio de ambos acusados, en un tácito
acuerdo para “aprovechar la oportunidad”. No importa aquí que Dayley Bartley fuera el
más fuerte y corpulento, lo cierto es que James Zúñiga sujetó a la ofendida para que éste
la violentara y así fue, porque lo narró la ofendida y válidamente se le dio credibilidad.
Así se imprimió en su historia personal este episodio, sin que se hubiera contradicho,
con ello, ningún manual sobre cómo debía ser violada. El hecho así sucedió y así se
acreditó válidamente y para ello los argumentos de la impugnante carecen por completo
de sustento. Finalmente, debe decirse que los “detalles” que variaron en la declaración
de la ofendida, ya fueron objeto de análisis en el considerando primero de esta
resolución, por lo que a lo allí dicho debe estarse la impugnante. Por lo expuesto, sin
lugar los alegatos.” Entonces, como se ve, se trata de tópicos que ya fueron resueltos en
su momento."

Sentencia: 00435
Expediente: 06-
000044-0006-PE
Fecha:
30/04/2008 Hora:
10:48:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 2
Tipo de Extracto: Voto de mayoría
Rama derecho: Derecho Penal

Descriptores Restrictores
• Estado de necesidad • Mujer que se encuentra inmersa en un ciclo de
exculpante violencia doméstica
• Violencia doméstica • Mujer que se encuentra inmersa en un ciclo de
violencia
• Estado de necesidad exculpante
• Mujer delincuente • Ciclo de violencia doméstica y estado de
necesidad exculpante

Texto del extracto


“V.- En el segundo motivo de la revisión solicitada por el Lic. Rodríguez Villegas, se
alega quebranto al debido proceso, por ausencia de análisis intelectivo acerca de la
situación de violencia doméstica de la que, a la fecha de los hechos, era víctima la
sentenciada Moreira Chavarría. Se declara sin lugar el reclamo . Ciertamente existen
antecedentes jurisprudenciales en los que esta Sala ha admitido que, en aquellos casos
en donde una mujer se encuentra tan inmersa en un ciclo de violencia doméstica, que
pierde su capacidad para adecuar su conducta a la comprensión de su carácter
antijurídico, pues a pesar de que conoce que no esta bien lo que realiza, se ve compelida
a hacerlo debido a las agresiones a que es sometida por parte de su compañero
sentimental, nos encontraríamos ante lo que la doctrina denomina un estado de
necesidad exculpante, derivado de la reducción del ámbito de autodeterminación del
agente, en cuyo caso debe considerarse tanto el artículo 42 del Código Penal, cuyo
segundo supuesto para la inculpabilidad supone la imposibilidad de adecuar la conducta
a la comprensión de la condición antijurídica del hecho, como la hipótesis prevista en el
numeral 38 ibídem, que exime de culpabilidad a quien actúa bajo coacción o amenaza
de mal actual grave , de manera que razonablemente no pueda exigírsele una conducta
diversa. Sin embargo, a efectos de valorar la concurrencia de esta causal de exclusión de
culpabilidad, esta Cámara considera necesario el examen minucioso de cada caso
concreto, para verificar si el contenido de las pruebas testimoniales y periciales
evacuadas, corrobora la existencia de ese ciclo de violencia doméstica, así como su
incidencia en la voluntad de la víctima, de manera que esta última se vea compelida a
actuar de manera ilícita (En este sentido véase los votos n.º 2005-352, de las 9:30 hrs,
del 29 de abril de 2005 y n.° 2006-1225, de las 9:50 hrs, del 20 de enero de 2006). A
criterio de los suscritos Magistrados, las pruebas evacuadas en la presente causa no
permiten sostener la existencia de la causal de exclusión de culpabilidad propuesta por
el accionante, lo que en consecuencia deja insubsistente su reclamo de falta de
fundamentación intelectiva. En efecto, el testigo Rodolfo Mora Valverde declaró que
se abastecía de droga en la casa de habitación de los sentenciados, la cual le era vendida
indistintamente por Chaves Gamboa y por Moreira Chavarría, siendo que incluso en
ocasiones llamaba por teléfono, y la aquí sentenciada le llevaba droga hasta su
verdulería (cf. folio 389). A pesar de la cercana relación que mantenía con los
sentenciados, este testigo no describe la existencia de un ciclo de violencia doméstica,
como parte del cual la accionante Moreira Chavarría fuese obligada a vender droga,
bajo amenaza de agresión. Lo misma conclusión se extrae del examen de las
declaraciones de los oficiales Juan Luis Campos González (cf. folios 389 vto. a 390
vto.) y Amparo Figueros Sterloff (cf. folio 394), quienes describieron las actividades de
vigilancia y compras de droga efectuadas por la policía en la vivienda de los
sentenciados, sin que mencionaran alguna situación que permitiese suponer que la
accionante Moreira Chavarría estaba siendo obligada por su compañero a participar en
dicha actividad ilícita. Aunado a lo anterior, véase que la propia sentenciada declaró en
debate, en contradicción con lo que luego intenta hacer creer en la demanda de revisión,
negando por completo su participación y la de su compañero en cualquier actividad de
venta de drogas, al indicar que: “[…] Marvin es drogadicto y algunas veces llegan
amigos que lo son también y comparten alguna droga ya sea que Marvin los invitaba o
ellos a él. Que ese día Marvin estaba consumiendo droga con Troyo y otro sujeto,
droga que fue la que decomisó el O.I.J. […] Que Marvin se dedica ala venta de ropa y
otros artículos, no a la venta de droga, y por ende ella tampoco […]” (cf. folios 388
vto. y 389 fte.). En este mismo sentido se orientó su defensa técnica en el juicio oral,
tal como consta en el acta de debate (cf. folios 376 a 380), pues no existió manifestación
alguna por parte de los imputados acerca de que existieran intereses contrapuestos entre
ambos, y mucho menos la coacción del compañero sentimental para viciar la voluntad
de la gestionante, y de esta manera obligarla a participar en la actividad ilícita por la que
se le condenó. Incluso los testigos José Ramón Padilla delgado (cf. folio 393 fte.) y
Alberto José Troyo Vargas (cf. folio 393 vto.), personas cercanas a la pareja, tampoco
mencionan nada al respecto. Finalmente, si bien es cierto que el oficial Yocnan
Murillo Chacón declaró que, producto de las vigilancias, Marvin Chaves Gamboa
obligaba a su compañera, Priscila Moreira Chavarría, a vender droga, agrediéndola si no
lo hacía, considera esta Sala que dicha manifestación resulta ser una apreciación
personal por parte del testigo, que en si misma no constituye prueba de la existencia de
un ciclo de violencia doméstica, no sólo por el hecho de que esta versión no fue
corroborada por ningún otro de los oficiales que participó en las vigilancias, sino porque
además no se explica cómo, a través de la simple observación a distancia de las
actividades que se desarrollan en los exteriores de la vivienda, puede comprobarse la
existencia de un ciclo de violencia doméstica en una pareja, en los términos indicados
por el testigo Murillo Chacón, quien además no brinda explicación alguna al respecto,
por lo que su opinión resulta manifiestamente insuficiente para respaldar la versión de
que la sentencia Moreira Chavarría participó en la actividad de venta de drogas contra
su voluntad. Con excepción de esta manifestación aislada del testigo que se indica, los
argumentos del motivo plateado por el Lic. Rodríguez Villegas, se basan en
apreciaciones que no encuentran respaldo en los elementos de prueba incorporados en el
contradictorio, y que además tampoco constituyeron planteamientos de la defensa
técnica de los sentenciados, la que, como consta en el acta de debate, se basó en esbozar
argumentos para la imposición del mínimo de la sanción penal. Por lo anterior, sin
lugar el motivo.”
Sentencia: 01493
Expediente: 00-
012820-0042-PE
Fecha:
22/12/2005 Hora:
3:25:00 PM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Arroyo Gutiérrez José Ml.

Descriptores Restrictores
• Aborto sin • Cuadro de violencia doméstica en la ofendida que
consentimiento facilitó la anulación de su voluntad y libertad para
decidir
• Concurso aparente de normas con el delito de
coacción y concurso material con agresión con arma
• Imposibilidad de calificarlo como delito de propia
mano
• Teoría del dominio • Coautoría por dominio funcional al interrumpir el
funcional del hecho embarazo de la ofendida mediante la extracción del
feto
• Delito de propia mano • Inaplicabilidad tratándose de aborto sin
consentimiento
• Concurso aparente de • Aborto sin consentimiento y coacción en aplicación
normas del principio de consunción
• Principio de subsunción • Aplicación para determinar concurso aparente de
normas entre aborto sin consentimiento y coacción
• Coacción o amenaza • Concurso aparente de normas con aborto sin
consentimiento
• Coautoría • Dominio funcional al interrumpir el embarazo de la
ofendida mediante la extracción del feto
• Violencia doméstica • Aborto sin consentimiento
• Capacidad adecuada o normal no impide que una
persona sea víctima de agresión

Texto del extracto


" I. [...] Queda claro, a lo largo del pronunciamiento, la prueba abundante que
permite sustentar que la ofendida, desde los primeros días de su vida matrimonial,
fue objeto del denominado síndrome de mujer agredida o violencia doméstica. Así,
además de su dicho de folios 414 a 424, al cual se le otorga plena credibilidad, se
cuenta con otros elementos de juicio que, ponderados en su adecuada dimensión,
revelan que la ofendida no pudo oponerse a los deseos o voluntad de quien fue su
esposo al pretender -y luego concretar- el aborto que se le practicó. No es que el
Tribunal se haya decantado en forma absurda o arbitraria por la idea de un ciclo de
violencia doméstica y la consecuente anulación de la libertad de la afectada, sino
que tales aspectos derivan de las diferentes probanzas que fueron discutidas y
examinadas en debate. El dictamen psicológico y las consideraciones que en este se
exponen a partir del relato de la víctima, sí permiten corroborar, aun cuando el
recurrente estime lo contrario, que ésta fue objeto de una disminución de su
capacidad para autodeterminarse. En este sentido, si bien se señala, en el acápite
correspondiente al “ ESTADO MENTAL ”, que A.N.S- impresiona como una mujer
de capacidad intelectual dentro de los límites de la normalidad, también se señala
con toda claridad en dicho apartado que presenta problemas de índole emocional
que derivan o reflejan la experiencia de violencia o agresión vivida, pues se dice
que, aun cuando se muestra tranquila, “ luce con un fondo depresivo y llanto
espontáneo con el relato de los hechos ” (ver folio 75). A dicha consideración
se une a la vez lo que se expone en el punto relativo a las “ CONCLUSIONES ”, en
donde se afirma, sin que se haya recibido prueba que demuestre lo contrario, que
de acuerdo con su relato, la situación que describe “ le ha ocasionado, un
Trastorno de adaptación con humor depresivo, en el cual sobresalen signos
y síntomas como los descritos por la evaluada, pudiendo considerar esto
como secuelas del evento traumático al que fue expuesto aunado a la
historia de violencia doméstica. ” (Cfr. 76). Como se colige de lo anterior, la
pericia psicológica sí permite acreditar la afirmación del Tribunal al decir que la
ofendida fue sometida a un cuadro o experiencia de violencia física y psicológica
que facilitó la anulación de su voluntad durante el tiempo que estuvo casada con el
justiciable Madrigal Palomo. De igual forma, el hecho de que en este mismo
dictamen se afirme que la misma proviene de un hogar normal y con adecuado
apoyo, que no presenta ideas delirantes o de corte depresivo, que se encuentra
orientada en las tres esferas, o bien que conserva su capacidad de juicio práctico y
no evidencia datos de psicosis previa o actual, no excluye el ciclo de violencia o
el “síndrome de mujer agredida” al que aluden los Juzgadores . Estas
características que se hacen ver en la pericia, si se quiere positivas en la afectada,
lo que revela son las manifestaciones que esta presentó en el momento que fue
abordada por la psicóloga, sin que esto excluya la posibilidad de que, ante las
circunstancias que se presentaron, como lo sería casarse o vivir en un ambiente
hostil o de violencia, hubiese debilitado o perdido sus capacidades o facultades
temporalmente. La capacidad general y abstracta, adecuada o normal de una
persona, no impide que la misma sea víctima de esta clase de experiencias, pues
no es un problema de discapacidad mental o de inadecuados apoyos familiares,
sino que es una vivencia en la que se entremezclan una serie de factores, de
diversa índole (sociales, educativos, historia de vida anterior, antecedentes
familiares, económicos, psicológicos, sentimentales, etc.), que atrapan a una
persona y le dificultan su liberación o rompimiento del ambiente hostil en el que se
produce y se encuentra. Por otra parte, no es cierto que en la causa se contara tan
solo con el dicho de la ofendida, para acreditar la violencia doméstica que explica el
aborto sin consentimiento que se le practicó. El Tribunal también contó con los
testimonios de Ana María Solís Mata (ver folio 424 a 427) y Claudio Navarro Cerdas
(cfr. folios 427 a 429), padres de la afectada, que corroboran su versión en cuanto
a los abusos y maltratos cometidos por el endilgado, al punto de experimentar ellos
mismos esta violencia cuando en una oportunidad le reclamaron o pidieron
explicación al justiciable Madrigal Palomo de lo que ocurría con su hija (ver
valoración de folios 446 y 447). Aunado a lo anterior, en el fallo se explica
también que existen otras probanzas que acreditan lo sucedido y la versión de N.S,
como son la denuncia al Instituto Nacional de las Mujeres poco tiempo después de
realizarse el matrimonio, la existencia de un procedimiento por violencia doméstica
contra el justiciable, la sentencia de divorcio entre estos sustentada en la causas de
sevicia, así como fotografías que muestran las secuelas de este ciclo de agresión.
De esta forma, además de las declaraciones de la ofendida y sus progenitores (o
bien del dictamen psicológico que se cuestiona en el recurso), se valoran otros
elementos, respecto a los cuales se dice: “ A.- En primer término, en la documental
aceptada como prueba para mejor resolver, se aportó una resolución de las dos y
treinta y cinco del doce de abril de mil novecientos noventa y nueve, dictada por el
Instituto Nacional de las Mujeres, donde se gira una orden de Intervención Policial
para que las autoridades de policía del país rindan protección a la ofendida A . N . S
. e intervengan en caso de una nueva agresión por el encartado Jorge Madrigal
Palomo. Dicha gestión fue presentada por la madre de la ofendida, relatando una
historia de agresión física y psicológica del esposo, quien la tenía encerrada, la
golpeaba, no le permitía llamar telefónicamente a nadie, y tampoco permitía a los
padres ver a la joven. B.- Solicitud de medidas de protección previstas en la Ley
contra la Violencia Doméstica, gestionadas por la ofendida ante el Juzgado Primero
de Familia de San José y concedidas en sentencia de las dieciséis horas quinces
minutos del doce de julio del dos mil, mediante la cual se le impuso al encartado la
prohibición de perturbar e intimidar a la ofendida o a cualquier integrante del grupo
familiar, se le otorgó a la ofendida un domicilio diferente al común de la pareja, se
le prohibió al encartado el acceso al domicilio de la ofendida, y se le concedió orden
de protección policial. C.- Sentencia de Divorcio de la ofendida y el encartado Jorge
Madrigal Palomo por la causal de Sevicia, dictada a las diez horas diez minutos del
siete de noviembre de mil novecientos noventa y uno. En dichas diligencias el
encartado no contestó ni se opuso a la demanda, siendo declara (sic) con lugar y
teniendo por demostrado el fallo, la agresión que sufrió la ofendida desde el primer
día de casados en su modalidad de agresión física, psicológica y tratos crueles. ”
(Ver folio 448). De igual forma, como reveladores del ciclo de violencia doméstica,
en el fallo también se señala que se presentan en la causa elementos indiciarios, a
saber: “ A.- Como se colige de la declaración del señor Claudio Navarro, sin
precisarse fecha, pero dentro de la relación de convivencia de ofendida y encartado,
tuvo que intervenir al conocer que su hija era maltratada, presentándose a la casa
del encartado para indagar lo que sucedía, obteniendo por respuesta una conducta
violenta del encartado, quien incluso intentó pegarle cuando le reclamó y al
presentarse los padres del encartado, estos respaldaron la actitud de su hijo
diciéndole al señor Navarro que en esa casa no sucedía ninguna situación anormal
contra la ofendida. B.- En tres ocasiones la ofendida abandonó el encartado y buscó
refugio en la casa de sus padres, y en esas oportunidades el acusado se presentó,
se comportó cariñoso, pide disculpas y convence a la ofendida para que regrese a la
casa donde convivían y continúa después la historia de agresión, pues obsérvese
que no obstante que en la primera oportunidad que la ofendida se va y regresa a
pedido del acusado, hubo reconcilian(sic) y pese a ello, la ofendida se ve compelida
en dos oportunidades a regresar a la casa de los padres, y finalmente la última vez,
cuando decide definitivamente separarse del encartado. Esta situación es propia del
ciclo de violencia caracterizada por la realización de eventos agresivos,
arrepentimiento del agresor y posteriormente reconciliación, para dar paso de
seguido a un nuevo ciclo como el que se evidencia en la especie cuando en esas
tres oportunidades hay agresión y posterior reconciliación. Esos elementos de
prueba e indicios que derivan de la misma, es suficiente a criterio del Tribunal, para
afirmar que el cuadro que presenta la ofendida en este caso, es propio de una
historia de violencia intrafamiliar, fenómeno social que se caracteriza por ciclos de
violencia reiterados en el tiempo, que pueden aumentar en intensidad y letalidad
hacia la víctima, no solo en cuanto a los eventos violentos sino además en cuanto a
los períodos de tiempo entre uno y otro, que varían en cada relación. Esto explica
como llegan esta clase de víctimas, a caer en el comportamiento denominado de la
desesperanza aprendida y de por qué, no intentan escapar a ese ciclo. (Así folios
449 y 450). Conforme se deriva de lo anterior, el Tribunal sí pondera el dictamen
psicológico con las demás probanzas, corroborándose a partir del análisis conjunto
de todas estas, la efectiva anulación de la libertad y voluntad de la ofendida como
consecuencia de las constantes agresiones y maltratos físicos y psicológicos de los
que fue víctima por parte del justiciable Madrigal Palomo. [...] Como se aprecia de
todo lo anterior, los Juzgadores sí analizaron las pruebas que señala el quejoso el
recurso y no se limitan a ponderar exclusivamente el relato de la ofendida. Así las
cosas, no apreciándose defecto alguno en la fundamentación o en el razonamiento
que se expone en fallo, en torno al ciclo de violencia que sufrido por A.N.S. y la
consecuente nulidad de su voluntad para decidir libremente, lo que se impone es
declarar sin lugar el recurso en los reclamos que se analizan en este Considerando.
II. [...] En primer término, esta Sala estima que tanto en la relación de hechos que
se acusó, como en el cuadro fáctico que se tuvo por acreditado en el fallo, se
establece cuáles son las acciones realizadas por el justiciable Madrigal Palomo que
constituyen el delito de aborto sin consentimiento por el que se juzgó. Del punto 8
al 15 de la requisitoria fiscal, se describe claramente en qué consiste la conducta
ejecutada por el encartado Madrigal Palomo conjuntamente con el co-imputado
Aguilar Vieto. Se dice que las constantes agresiones o maltratos que Madrigal
Palomo ejecutó en contra de N.S, afectaron la voluntad y libertad que esta tenía,
hasta quedar anuladas. De igual forma, como consecuencia de esta reducción a la
impotencia a la que se llegó, es llevada al consultorio de Aguilar Vieto y ahí,
conforme al acuerdo en el que ambos llegaron, es decir, Madrigal Palomo y Aguilar
Vieto, proceden a interrumpir el embarazo de la ofendida mediante la extracción del
feto que crecía en el vientre de ésta. Este mismo cuadro fáctico es el que se
observa en el Considerando I de la sentencia, relativo a los hechos probados. En
este se señala también cuáles fueron las acciones que incidieron sobre la voluntad y
libertad de la ofendida y cómo estas permitieron a los justiciables cometer el
aborto. Se dice que “ (…)el DIA siguiente treinta y uno de marzo del año de cita,
encontrándose en su casa de habitación el encartado, y visiblemente molesto por lo
sucedido el DIA anterior, propinó puñetazos y golpes a la ofendida y de nuevo llevó
a la ofendida al consultorio de cita y en dicho lugar el encartado conversó sin la
presencia de la ofendida con el co-imputado Aguilar, diciéndole que la ofendida se
realizaría el aborto y acto seguido el encartado Aguilar Vieto conociendo de la
ilicitud de su proceder y sin consultar a la ofendida si estaba o no de acuerdo,
procedió a realizar el aborto. Para hacerlo, le indicó que se acostara en la camilla
ginecológica indicándole que abriera las piernas, de seguido le colocó una crema
para dilatar el útero, acción que provocó fuerte dolor a la ofendida y quien en ese
momento gritó, callándola en el acto el imputado Aguilar Vieto pues podría ser
escuchada por la secretaria, luego introdujo las tijera en el útero donde extrajo
prematuramente el embrión, de seguido colocó dichos restos en una bandeja y
después se dirigió al baño donde los eliminó al tirarlos al inodoro y halar la cadena.
” (Ver folio 411). Ahora, si bien el justiciable Madrigal Palomo no aparece
ejecutando de manera directa la interrupción del embarazo, o lo que es lo mismo la
muerte del feto, esto no elimina o desvirtúa su condición de coautor. Conforme lo
prevé la teoría del dominio del hecho, entre las diferentes modalidades de autoría
(autor directo, autor mediato o indirecto y coautor) el autor del delito es el que
tiene el dominio o control del curso causal del hecho, quien puede decidir sobre el sí
y el cómo se realiza el ilícito. En el caso concreto de la coautoría, el sí y el cómo
lo tienen los diversos sujetos que aparecen en la escena realizando el delito, sea
porque se han distribuido previamente las tareas a ejecutar, sea porque todos -sin
distinción- realizan la misma acción. Cuando todos llevan a cabo la misma
conducta, no es difícil señalarlos como coautores. Cuando en el hecho no todos
hacen lo mismo, esto no significa que el autor solo lo es el que realiza la acción
prevista en el tipo penal, sino que en este caso lo que ocurre es que existe una
asignación de tareas o funciones que permite, entre otras posibilidades, facilitar la
ejecución del delito perseguido o buscado. En este supuesto, todos los que
concurren en el hecho, de acuerdo con el plan establecido y cumpliendo con las
tareas asignadas, mantienen un dominio funcional del mismo y, ante tal
circunstancia, aun cuando no realicen concretamente la acción o verbo descrito en
el tipo penal, igual son coautores al controlar el curso causal del delito (Así:
ZAFFARONI , Raúl Eugenio y otros. “” Manual de Derecho Penal, Parte
General ”, EDIAR, Buenos Aires, Argentina, 2005, pp. 612-613). Esto es lo que
ocurre en el caso bajo estudio, toda vez que, aun cuando el aborto (interrupción del
embarazo o muerte del feto) lo realiza otro (Aguilar Vieto), resulta determinante la
conducta del justiciable Madrigal Palomo dirigida a anular la voluntad de la
ofendida, para así llevar a cabo el acto sin resistencia de esta. La anulación de la
libertad, y la consecuente ausencia de consentimiento, ejecutada por Madrigal
Palomo, es lo que permite la muerte del feto mediante la intervención de Aguilar
Vieto, siendo este el objetivo o fin que buscaban ambos. Por lo anterior, se estima
acertado concluir que en la causa se está ante una coautoría, por dominio funcional
de la acción, dado que los dos imputados actuaron como tales, ese decir, como
coautores, en el tanto: “ En el sub-judice, hubo aporte esencial de cada uno de los
encartados en el proceso de consumación del delito. En la especie, el encartado
Madrigal Palomo decide que su esposa no tendrá el hijo que espera y la única
opción que tenía para ello es que abortara. Una vez tomada la decisión, busca los
medios para ejecutarlo, que en este caso solo era factible mediante la participación
de un médico especialista en ginecología, que tuviera los conocimientos necesarios
para ello, y aprovechando su trabajo en el campo de la Salud que le facilitaría
contactar con médicos que estuvieran anuentes a realizarlo, hasta que logra ubicar
a un médico que se dedicara a realizar abortos de manera ilícita y clandestina.
Por su parte, el co-imputado Aguilar Vieto, una vez ubicado por Madrigal Palomo
acepta realizar la práctica abortiva sin el consentimiento de la mujer, lo hace en su
propio consultorio, sin aplicación de anestesia por el riesgo para él en caso de
complicación, de suerte que en el momento que lo realiza ambos encartados, tienen
codominio funcional del hecho. Al respecto la Sala de Casación Penal ha reiterado
en su jurisprudencia, que para que la responsabilidad penal sea a título de coautor
deben tener los co-autores en sus manos el dominio del hecho ejecutado, conforme
lo dispone el artículo 45 del Código Penal, y debe realizarse el hecho de manera
conjunta por dos o más sujetos(…) (Voto 2000-879 de las nueve horas con
veinticinco minutos del cuatro de agosto del dos mil de la Sala de Casación Penal.
En cuanto a este mismo tema, voto 334-97 de las diez horas diez minutos del
dieciocho de abril de mil novecientos noventa y siete). En la especie, es clara la
participación de ambos encartados con un codominio funcional del hecho, en la
distribución de funciones que fueron acordadas y que cada encartado realizó de
manera activa, y de ahí que corresponda calificarse de coautoría en los términos del
citado artículo 45 del Código Penal pues para ello y conforme a lo que se ha tenido
por acreditado en esta sentencia. Por todas y cada una de las razones señaladas, la
prueba es suficiente para demostrar los hechos acusados, y de ahí que proceda
declarar su responsabilidad. De igual modo se demostró con certeza, el dolo que
imperó en la conducta de cada uno de los encartados en este delito, pues en las
actuaciones por ellos realizadas se hicieron con conocimiento y voluntad de cometer
el tipo penal. Todas y cada una de las probanzas analizadas, no otra cosa acreditan
que el juicio de certeza para establecer que los encartados previo plan de autor y
con una distribución de funciones, lograron la comisión del delito. Ambos
encartados por la profesión que tenían, uno ginecólogo y el otro farmacéutico
conocían que el aborto es una práctica abortiva prohibida en Costa Rica. El aborto
se realiza en forma clandestina, en el propio consultorio del doctor Aguilar Vieto,
pues ambos por su profesión sabían, que eso no era posible realizarlo en un centro
hospitalario o clínica privada por el riesgo que asumirían al intentarlo. Para
realizarlo no se utiliza anestesia para evitar que en caso de complicaciones, no se
vieran ambos comprometidos por el lugar donde se estaba realizando. Ambos
conocían que la ofendida estaba embarazada, pues precisamente en la primera cita
llora y grita ante el dolor, siendo que el doctor Aguilar Vieto le manifiesta el
encartado Madrigal Palomo que lo remitiría a donde otro colega que hacía el aborto,
con anestesia pues la ofendida no iba a soportarlo. También se deriva ese
conocimiento del doctor Aguilar Vieto de la práctica que está realizando, pues en el
momento que la efectúa coloca un recipiente a su lado donde ubica luego lo
extraído del vientre de la ofendida y luego se deshace al tirarlo al inodoro. ” (Ver
folio 463 a 465). De lo transcrito, queda clara cuál fue la conducta realizada por
cada uno de los encartados en este hecho y cómo, en virtud de lo que hacen, los
convierte en responsables directos del delito de aborto sin consentimiento, como
adecuadamente lo explica el Tribunal en el fallo y aun cuando, en el caso de
Madrigal Palomo, no ejecutó de forma directa el acto de dar muerte al feto que
llevaba su esposa en el vientre. Por otra parte, no es cierto, según lo expone el
quejoso en el recurso, que la ofendida consintió en que se le practicara el aborto al
ingresar sola al consultorio del justiciable Aguilar Vieto y cumplir con las órdenes
que este le dio (v.gr. quitarse la ropa, poner una bata, acostarse en una camilla,
etc.), toda vez que tales acciones, de acuerdo con lo que razona el Tribunal y lo
considera lógicamente correcto esta Sala, respondían tan solo al sometimiento en el
que se encontraba con respecto a los deseos o voluntad de Madrigal Palomo, quien
era su esposo al momento de los hechos y quien la mantenía sometida a un ciclo
grave de violencia doméstica. Por último, no es verdad que en la causa nos
encontramos ante un delito de propio mano, toda vez que la acción de dar muerte a
un feto sin el consentimiento de la persona embarazada no constituye una conducta
que solo la pueda realizar una persona específica en razón de la forma en la que
está redactado o descrito el ilícito, como sucede, por ejemplo, con el delito de
violación en su modalidad de acceso carnal, o bien, con el falso testimonio, figuras
en donde está descartada la autoría mediata y la coautoría (sobre el delito de mano
propia, puede verse de esta Sala el Voto 1427 del año 2001, ). En este caso,
estamos ante un delito que puede ser realizado por cualquier persona al no
requerirse de una condición especial o de un acto concreto que solo puede ser
realizado específicamente por alguien. [...] IV. Por otra parte, la capacidad
adecuada o normal de una persona, conforme se observó en la ofendida al ser
valorada, no impide que sea víctima del denominado síndrome de mujer agredida,
pues este último no se origina por un problema de capacidad mental o de apoyos
familiares, sino que deriva, según lo que se explicó líneas atrás, de una vivencia en
la que se entremezclan factores de las más diversas índoles (sociales, educativos,
historia de vida anterior, antecedentes familiares, económicos, psicológicos,
sentimentales, etc.), que atrapan a las víctimas y les dificulta su liberación o
rompimiento del ambiente en el que se dan. La existencia de secuelas y trastornos
en la ofendida también lo determina el Tribunal aplicando las reglas de la
experiencia a partir de lo visto en el debate. [...] V [...] Lleva razón el recurrente
Madrigal Palomo al indicar que en la causa se presente una errónea aplicación de la
normativa de fondo con respecto al ilícito de coacción, pues, en efecto, el aborto sin
consentimiento implica obligar a una mujer a que soporte algo que no tiene que
soportar o tolerar. En este sentido, tal y como se encuentra previsto en el artículo
118 del Código Penal, la muerte del feto sin el consentimiento de la mujer puede
presentarse cuando, (1) aun cuando acepta practicarlo, no ha alcanzado los quince
años de edad; (2) cuando no tiene la capacidad para decidir en virtud de alguna
disminución de sus facultades o porque está impedida para hacerlo; o bien, (3)
cuando se le obliga mediante la intimidación o la fuerza a que lo soporte o tolere,
como precisamente ocurre en este caso. Según lo que se tiene por acreditado en el
fallo (ver hechos probados a folios 409 a 414), el ciclo de violencia vivido por la
afectada N.S. en el momento que quedó embarazada estuvo dirigido esencialmente
a que se dejara o soportara realizar el aborto, es decir, a que tolerara algo que no
estaba obligaba tolerar, como lo era la interrupción de su embarazo y consecuente
muerte del feto. Así lo señala el Tribunal cuando dice que: “ En esas circunstancias
y conociendo su ilícito proceder, el treinta de marzo del dos mil el encartado
Madrigal Palomo concertó una cita con el imputado José Alberto Aguilar Vieto
médico ginecólogo, en su consultorio privado ubicado en este ciudad capital, 25
metro al oeste de canal 31, con la finalidad de que le practicara el aborto a su
esposa, ya antes de salir de la casa, el encartado le dijo a la ofendida que la llevaría
al citado lugar para practicarle el aborto y que debía dejarse hacerlo pues de lo
contrario y si decía algo “se las pagaría”. Es así, que bajo amenaza grave de
reiterar violencias físicas contra la ofendida, que esta se vio compelida a tolerar una
conducta a la que no estaba obligada, pues por el contrario, la ofendida fue expresa
en el sentido de que quería tener su bebé, que incluso le dijo al encartado que la
dejara sola y que ella seguiría su embarazo sin su ayuda(…) Teniendo claro la
ofendida que si no aceptaba las indicaciones del encartado sería nuevamente
golpeada, que el DIA siguiente treinta y uno de marzo del año de cita,
encontrándose en su casa de habitación el encartado y visiblemente molesto por lo
sucedido el DIA anterior, propinó puñetazos y golpes en el estomago a la ofendida
y una vez que la golpeó, de nuevo llevó a la ofendida al consultorio de cita y en
dicho lugar el encartado conversó sin la presencia de la ofendida con el co-
imputado Aguilar, diciéndole que la ofendida se realizaría el aborto y acto seguido
el encartado Aguilar Vieto conociendo la ilicitud de su proceder y sin consultar a la
ofendida si estaba o no de acuerdo, procedió a realizar el aborto. ” (Cfr. folios 454 a
456). Bajo esta tesitura, no es acertado el criterio del Tribunal al considerar que en
la causa, además del delito de aborto sin consentimiento, se cometió en forma
independiente el delito de coacción, pues la conducta que este ilícito prevé, esta
comprendida integralmente en el primero. En otras palabras, no estamos ante un
concurso material de delitos, sino ante lo que en doctrina se conoce como concurso
aparente de normas, en donde “ parece que concurren varios tipos penales,
pero que un examen más cuidadoso nos permite percatarnos que el
fenómeno es aparente, porque en la interpretación adecuada de los tipos la
concurrencia resulta descartada, dado que uno de los tipos excluye a otro o
a los otros. ” (Así: ZAFFARONI , Raúl Eugenio y otros. “” Manual de Derecho
Penal, Parte General ”, EDIAR, Buenos Aires, Argentina, 2005, p.675). Siendo
además una de sus posibilidades, junto con el de la especialidad o la
subsidiariedad, la denominada consunción, la cual resulta cuando “ un tipo penal
descarta a otro porque consume o agota su contenido prohibitivo, es decir,
porque hay un encerramiento material. ” (Ibídem, p. 576). Esta situación la
prevé nuestra normativa en el artículo 23 del Código Penal, pues al regular el
concurso aparente de normas dice “ cuando una misma conducta está descrita
en varias disposiciones legales que se excluyan ente sí, solo se aplicará
una de ellas, así: (…) la (norma) que contiene íntegramente a otra se
prefiere a ésta(…) ”. Consecuentemente, la coacción a la que se refiere el fallo no
constituye en este caso un delito independiente al de aborto sin consentimiento,
sino que es parte de esta ilicitud, toda vez que la violencia física o psíquica utilizada
sería una de las formas a través de las cuales se puede anular o neutralizar la
voluntad de la mujer embarazada. No sucede lo mismo con respecto al delito de
agresión con arma por el cual también se condenó a Madrigal Palomo. En este
sentido, el acometimiento con un arma u objeto contundente que caracteriza esta
ilicitud no es parte de la violencia utilizada en el delito de aborto sin consentimiento
que se investiga en esta causa. Como se tiene establecido en los hechos probados,
la agresión con arma, específicamente el acometimiento con los cables del cargador
de un teléfono celular que sufrió la afectada N.S., no estaba dirigida a anular su
voluntad o libertad para que permitiera la interrupción del embarazo o tolerara al
aborto, sino que se produjo tiempo después de que este sucedió. De manera
concreta en la sentencia se afirma lo siguiente: “ DECIMO: Que tiempo después de
esos hechos, sin precisarse fecha pero un día en horas de la noche,
aproximadamente en los primeros días del mes de junio del dos mil el encartado le
manifestó a la ofendida que iría a visitar a un amigo llamado Francisco, pidiéndole
la denunciante que le permitiera acompañarlo ante lo cual el encartado reaccionó
violentamente y acto seguido tomó un cable del cargador de celular y con este
agredió a la ofendida golpeándola en piernas, brazos y otras partes del cuerpo. ”
(cfr. hechos probados de folios 411 y 412, puede verse también el punto C.) del
Considerando III , de folios 458 a 460). El hecho de que esta agresión se
produjera dentro del cuadro de violencia doméstica que la ofendida sufrió, no
significa que constituye una misma acción con respecto al aborto. Es independiente
de esta ilicitud, en tanto no solo no está en una relación de medio a fin, sino que
además no se encuentra subsumida integralmente en ella. Por el contrario,
concurren materialmente ambas figuras y como tales debe tenerse responsable al
endilgado Madrigal Palomo; razón por la que se rechaza el tercer motivo de su
recurso por el fondo. No obstante lo anterior, y en virtud de lo dicho en cuanto al
delito de coacción, se declara con lugar el segundo reclamo por vicios in indicando
que presenta, dado que esta figura sí se encuentra subsumida en el delito de
aborto sin consentimiento que se investigó. Por tanto, se anula parcialmente la
sentencia en cuanto a la condenatoria por el delito de coacción, toda vez que la
violencia física y psicológica utilizada para que N.S. soportara o tolerara algo que
no estaba obligada a tolerar (interrupción del embarazo o muerte del feto que
crecía en su vientre) es parte integral del delito de aborto sin consentimiento por el
que se juzgó. Así las cosas, se califican los hechos tan solo como constitutivos de
un delito de aborto sin consentimiento y una agresión con armas, ambos con
concurso material, respecto a los cuales se declara a Jorge Madrigal Palomo como
co-autor del primero y autor único del segundo. De igual forma, al anularse la
condenatoria por el delito de coacción, queda sin efecto la pena impuesta por este
hecho, debiendo descontar por tanto, tal y como lo había resuelto el Tribunal, una
pena total de cuatro años de prisión, que corresponden a tres años y seis meses
por el delito de aborto sin consentimiento y seis meses por la agresión con arma."

Sentencia: 00616
Expediente: 97-
002355-0283-PE
Fecha:
21/06/2002 Hora:
11:55:00 AM
Emitido por: Sala
Tercera de la Corte

Extracto 1

Descriptores Restrictores
• Violación • Efectuada dentro de relación sentimental prolongada por
varios años y caracterizada por maltrato físico, moral y sexual
• Análisis sobre la omisión de pedir auxilio y las relaciones de
poder y sumisión entre víctima y victimario
• Violencia • Violación efectuada dentro de relación sentimental
doméstica prolongada por varios años y caracterizada por maltrato físico,
moral y sexual
• Análisis sobre la omisión de pedir auxilio y las relaciones de
poder y sumisión entre víctima y victimario

Texto del extracto


"El Tribunal asentó que en el trayecto al Hotel, el encartado usó un puñal o cuchilla
oculta en una chaqueta para obligar a O. M. T. S. a acompañarlo, pero omitió indicar, si
esa arma fue utilizada en los momentos previos –o durante- las supuestas relaciones
sexuales; opina el recurrente que este punto era y es de extrema importancia y
decisividad.La propia vejada afirmó no saber qué pasó con el cuchillo ya estando en el
cuarto, ante esto –deduce quien recurre- que sólo se acredita el uso de un puñal para
conducirla hasta el hotel, pero no se analiza en la resolución el uso del arma en los actos
de violación propiamente dichos.Afirma que no es racional que en el trayecto de
seiscientos metros, ella no reaccionara con un mínimo intento de pedir ayuda a la gente
que transitaba por el lugar y sin toparse con un guardia civil –que agrega el imputado
hay muchos a esa hora-; ¿por qué el administrador o encargado del hotel permitiría el
ingreso en circunstancias sospechosas de una pareja?, todo ello deja muy mal parada la
credibilidad de la ofendida y revela un fallo con una fundamentación incompleta y
arbitraria.El Tribunal no ponderó la posibilidad o no de que la víctima gritara, no sólo
rumbo al hotel, sino al entrar al hostal, de modo que el encargado o administrador lo
notase; también se cuestiona el recurrente por qué ella no gritó durante la noche
pidiendo ayuda; nuevamente pone en duda la ausencia de peticiones de auxilio si dijo en
la audiencia que caminaron una hora hasta el hotel.Tampoco aclaró el a quo si el sitio
donde la llevó el acusado era el Hotel Emperador o El Príncipe y no puede ser que haya
un hotel con ambos nombres, siendo que las autoridades no constataron por medio
idóneo la existencia de esos sitios por la zona descrita en la acusación.Todas estas
omisiones no son secundarias o carentes de esencialidad, máxime que la ofendida es la
única testigo en la causa.Pide se declare con lugar el motivo, se anule totalmente la
sentencia impugnada y se ordene la reposición del juicio, por un nuevo Juez [ sic ]. El
reproche no puede prosperar. El sentenciado –aquí recurrente- realiza una
revaloración probatoria sesgada a su conveniencia, para sostener la existencia de
omisiones y supuestas contradicciones en la decisión judicial que le es adversa.Parece
olvidar el impugnante, que el Tribunal tuvo por demostrado que la relación sentimental
de varios años que sostuvieron la ofendida y el victimario, estuvo caracterizada por el
maltrato físico, moral y sexual de éste último hacia O. M. T. S. (Ver sentencia, Folio
103, líneas 28 y 29) . Los Jueces también consignaron -en lo conducente- la razón por
la cual estando frente a la persona que cobraba en el hotel, la ofendida no dijo nada ni
pidió ayuda: “Al ingresar al hotel estaba una persona cobrando, yo no dije nada
porque me pegaba delante de la gente y me daba vergüenza.” (Cfr. F. 103, líneas 33 a
35). Se puede inferir diáfanamente que nos encontramos frente a una mujer
completamente disminuida en términos de empoderamiento y con poca capacidad de
respuesta ante las agresiones sufridas de manera reiterada, lógicamente el temor de que
el agresor utilizara la cuchilla la inhibió de gritar mientras era conducida rumbo al
hostal, máxime que como ella misma refirió ya la había cortado antes en la cara ( ver
folio 103, línea 35). Resulta absurdo inferir que por ser una zona muy vigilada por la
Guardia Civil, el hecho de que no se encontraran con uno de sus efectivos el día de los
acontecimientos, ello deba interpretarse en contra de la credibilidad de la víctima, eso es
pretender exigir de una persona el acaecer de una condición que no depende de su
voluntad y resulta además un alegato poco feliz y sensato.Las omisiones indicadas por
el endilgado en este motivo, carecen de asidero en la realidad del fallo, así: “Unido a lo
anterior, debe tenerse presente que el imputado ejercía sobre la víctima un gran poder,
poder que había forjado con golpes, amenazas y abusos sexuales reiterados, como lo
declara la víctima, y que por lo tanto ésta se encontraba en una posición de sumisión al
encartado, lo que evidentemente le facilitó consumar los hechos, porque la ofendida no
se iba a atrever a salir corriendo o a gritar y pedir auxilio para que terceras personas
la ayudaran. Esa relación de poder y sumisión se evidencia claramente en el hecho de
que la víctima hubiera permitido que la relación sentimental con el imputado se
prolongara tanto tiempo a pesar del abuso del que era objeto, como de sus palabras
dadas después de sus conclusiones, en donde manifestó que su único interés es que el
encartado la deje en paz, siendo patente que no es capaz por si misma deponerle punto
final a la relación y que en tanto el imputado insista en que se mantenga, ella se
encuentra imposibilitada para impedirlo” ( ver folios 104, líneas 32 a 37 y 105, líneas
1 a 5). Pese a la escasa memoria en la audiencia, en cuanto al sitio y fecha de los
eventos mostrada por la víctima, el propio sentenciado –así lo señala el Tribunal en el
fallo- al hacer sus manifestaciones al cierre del debate, dijo que el hotel sí existe y que
se ubica a unos seiscientos metros de la parada de Tibás y que el lugar era frecuentado
por ambos y que tenía unas escaleras para subir, tal y como lo había descrito la
ofendida. (Ver folio 105, líneas 16 a 18). Otro dato fundamental que no soslayó el
Tribunal –como acusa el sindicado- es que O. M. T. S. además de haber sido conducida
al sitio de alojamiento en contra de su voluntad, manifestó y así lo reprodujeron los
Juzgadores en el Considerando III ANÁLISIS Y VALORACIÓN DE LA PRUEBA:
que cuando llegaron al cuarto, el agresor le mostró el cuchillo y le dijo que si no hubiera
venido la hubiese matado (ver folio 104, líneas 19 y 20) así es que dentro del sitio de la
vejación la víctima fue amedrentada una vez más con el arma y luego fue golpeada y
forzada genitalmente."

Sentencia: 00887
Expediente: 03-
000259-0382-PE
Fecha:
08/09/2005 Hora:
2:35:00 PM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Vargas Rojas Omar Julio

Restrictores
Descriptores
• Resistencia • Requisitos para su configuración
• Policía • Deberes en caso de violencia doméstica
• Funciones de la policía • Deberes en caso de violencia doméstica
• Violencia doméstica • Deberes de la policía

Texto del extracto


II.- En el único motivo de casación por el fondo, el defensor público del encartado alega
la violación del artículo 305 del Código Penal. Argumenta que el tribunal consideró
erróneamente que se daban los presupuestos del delito de Resistencia Agravada, cuando
de acuerdo con los hechos probados de la sentencia, ya el imputado se encontraba
detenido, dentro de la móvil y su fin era darse a la fuga y no agredir a la policía. Estima
que el “ dolo del autor es el de fugarse y no el de obstruir o impedir el cumplimiento de
la labor de la policía ”. Solicita se absuelva a su representado de toda pena y
responsabilidad por el delito de Resistencia Agravada. SIN LUGAR EL MOTIVO .-
La sentencia recurrida tuvo por demostrados los siguientes hechos: “ “El día 1 de
setiembre del año 2003, se presentó el aquí imputado a la casa de habitación de la
ofendida Leticia Arrieta Vega, en algún momento compañera sentimental del imputado,
sito en la Rivera de Belén 100 metros al oeste y 75 metros al norte del Matadero el
Arreo, lugar donde inició una serie de insultos y gritos contra la ofendida, por lo que
esta última procedió a llamar a las autoridades de la Fuerza Pública, alejándose el
imputado del lugar y con dirección a Bar Guapinol. 2. Minutos más tarde, se
presentaron las autoridades, representadas por los oficiales, Mayra Valverde Chaves y
Henry Calvo Vargas, a la casa de la ofendida, la cuales les dice que el encartado ya no
se encuentra en el sitio, por lo que las autoridades deciden buscarlo, logrando ubicarlo
por las inmediaciones del Bar Guapinol donde procedieron a identificarlo y a
introducirlo a la unidad móvil; siendo que al sentirse dentro de la misma procedió a
empujar contra la puerta a la oficial Valverde Chaves, logrando prensar su brazo
contra la puerta mientras intentaba salirse del vehículo por la ventana, momento en el
cual el oficial Calvo Vargas logró reducirlo a la impotencia, ponerle las esposas y
llevarlo a la delegación de la Fuerza Pública en Belén, presentando la oficial Valverde
dolor en su brazo a raíz de los golpes, pero sin ser necesaria su incapacidad ” (folio
244). Así establecido el anterior cuadro fáctico, esta Cámara no comparte el criterio del
recurrente, en punto a la inexistencia del delito atribuido al encartado Mora Hernández.
Todo lo contrario, se considera acertada la decisión por cuanto la conducta observada
por el incriminado se enmarca dentro de las previsiones de los artículos 303 y 304
inciso 4 del Código Penal. El delito de resistencia debe entenderse como aquella acción
destinada “(….) a trabar el ejercicio de un acto funcional (…) son requisitos esenciales
de la resistencia la existencia de una decisión funcional que haya originado una orden
ejecutable contra alguien y el actual ejercicio de la actividad de un funcionario público
encaminada al cumplimiento de dicha orden. La resistencia importa siempre una
oposición activa al desarrollo actual del acto funcional por parte del agente (…) El
aspecto subjetivo del tipo está constituido por la finalidad de impedir u obstaculizar la
ejecución de un acto propio del legítimo ejercicio de la función; tiene que emplearse
como medio el despliegue de “resistencia” para lograrlo.” CREUS (Carlos), Derecho
Penal, Parte Especial , Buenos Aires: Editorial Astrea, Tomo II, 5° ed.,1995, pp. 225 y
226. En efecto, encontrándose los agentes de la policía en el ejercicio legítimo de su
deber, toda vez que habían recibido de la persona afectada informes de haber sido
víctima de un agresión por violencia doméstica por parte del acusado, e indicaciones de
que el mismo se encontraba en el Bar Guapinol, la policía lo ubica y lo ingresa a la
móvil policial con el fin de trasladarlo a la delegación, a donde también concurriría la
perjudicada a firmar el parte policial. Estando dentro de la unidad agrede físicamente a
la oficial Valverde Chaves, lo cual constituye, sin duda, la obstaculización de una labor
desplegada por la autoridad. En relación con las potestades de la policía en estos casos,
la misma se encuentra definida en el artículo 20 de la Ley Contra La violencia
Doméstica que señala: “ Deberes. Las autoridades de policía tienen el deber de
intervenir en las situaciones de violencia doméstica, de oficio o cuando sean requeridas
por las víctimas o por terceras personas . En estos casos, deberán: a) Socorrer a las
personas agredidas aun cuando se encuentren dentro de su domicilio. b ) Detener a las
personas agresoras y ponerlas a la orden de la autoridad judicial . c) Levantar un acta
sobre los hechos ocurridos, para lo cual deberán recoger información de familiares,
vecinos u otras personas presentes y consignar sus nombres, calidades y lugar donde
puedan localizarse para requerirlos en un posible proceso judicial. d) Decomisar las
armas y los objetos utilizados para amenazar o agredir y ponerlos a la orden de la
autoridad judicial respectiva. e) Declarar como testigos en un posible proceso judicial.
El incumplimiento de esos deberes será sancionado con la pena prevista en el artículo
330 del Código Penal” . En ese entendido la actuación de la policía no puede calificarse
arbitraria o abusiva, con lo cual la reacción del imputado, forma parte de una actuación
antijurídica, no justificada. En consecuencia, el tribunal de sentencia obró de manera
correcta al subsumir la conducta dentro de los presupuestos de las normas supradichas,
y por esa razón no se advierte yerro alguno en el juzgamiento, según lo planteado por el
interesado. Es de reiterar que los Oficiales cumplían con la actuación de investigar un
acto de violencia doméstica, el cual, también, había puesto en peligro la integridad física
y psicológica de una persona, siendo que durante ese proceder el justiciable procuró
entrabarlo sin asistirle ninguna justificación. En consecuencia, se declara sin lugar el
recurso. "

Sentencia: 01319
Expediente: 03-
000038-0361-PE
Fecha:
16/12/2004 Hora:
10:55:00 AM
Emitido por:
Tribunal Casación
Penal

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Procesal Penal
Redactor del Texto de Origen: Llobet Rodríguez Javier

Descriptores Restrictores
• Denuncia penal • Análisis acerca de la denuncia por acoso sexual y
concepto de hostigamiento
• Acoso sexual en centro de • Análisis acerca del derecho a denunciarlo y
enseñanza concepto de hostigamiento sexual

Texto del extracto


"[...] A mayor abundamiento debe indicarse que el Tribunal de Casación Penal en
forma reiterada ha sostenido el criterio que la persona que presenta una denuncia
en materia de acoso sexual, actúa en ejercicio de un derecho, estando amparada
por el artículo 151 del Código Penal, además de que actúa en defensa de un interés
público actual, de conformidad con el artículo 149 inciso 1) del citado Código, el
que a pesar de su confusa redacción, regula también una causa de justificación. En
este sentido indicó el Tribunal de Casación Penal en el voto 358-2002 de 10 de
mayo de 2002: “ En su sexto reclamo, el recurrente acusa la inobservancia del
artículo 149 del código penal, pues en realidad esta norma no era aplicable, porque
el objeto de la querella no estaba vinculado con la defensa de un interés público y
actual. No puede existir prueba de la verdad cuando el hecho impuesto se refiere
delitos de acción o de instancia privada que no haya sido promovidas por su titular.
El deseo de ofender de parte de la querellada se aprecia en el hecho que mientras
la querellada fue estudiante, nunca denunció el acoso sexual. Se rechaza el
presente reclamo, porque en el caso del hostigamiento sexual en centros de
enseñanza, sí existe indudablemente, un interés público actual. El hostigamiento
sexual es un abuso de poder que lesiona los derechos individuales de los
estudiantes y que contraviene los principios que deben orientar el comportamiento
de un docente. Los objetivos de la educación y el control del abuso de poder, son
valores en los que se aprecia claramente un interés público; no se trata, como
erróneamente lo asume el recurrente, de un asunto de interés privado. El artículo
primero de la ley sobre hostigamiento sexual (ley número 7476), define muy
claramente el interés público que existe en la regulación y control de estas
conductas, señalando que es una materia vinculada con principios constitucionales
tan importantes como del derecho a la vida, a la libertad, al trabajo y la igualdad
ante la ley. Definió muy bien el legislador los valores en juego en esta materia, tal
como corresponde siempre cuando se trata del ejercicio del poder y los peligros en
su ejercicio abusivo. Los actos que describió la querellada, no se refieren a hechos
delictivos o de acción pública, porque como se dijo, se refiere a faltas de carácter
administrativo cuya especificidad excluye el ilícito penal ” (el subrayado es del
original). Sobre el derecho a denunciar el acoso sexual véase también: Tribunal de
Casación Penal, votos 488-1999 de 5 de noviembre de 1999, 70-2000 de 28 de
enero de 2000, 228-2001 de 14 de marzo de 2001, 200-2003 de 13 de marzo de
2003 y 563-2004 de 8 de junio de 2004. Por supuesto que no existe un derecho a
denunciar hechos falsos (Véase voto 70-2000 de 28 de enero de 2000 del Tribunal
de Casación Penal), pero la duda sobre la falsedad en definitiva opera a favor de la
persona que es querellada por presentar la denuncia, ya que el in dubio pro reo rige
también con respecto a las circunstancias relacionadas con una causa de
justificación, de conformidad con el artículo 9 del Código Procesal Penal y el artículo
39 de la Constitución Política (Véase especialmente voto 488-1999 de 5 de
noviembre de 1999 del Tribunal de Casación Penal, referido al acoso sexual). Un
resumen de las posiciones sostenidas por el Tribunal de Casación Penal con
respecto al derecho a denunciar irregularidades en general y la aplicación de los
artículos 149 inciso 1) y 151 del Código Penal, lo mismo que a la aplicación del in
dubio pro reo en caso de duda con respecto a la falsedad de lo denunciado, por
tratarse de circunstancias de hecho relacionadas con una causa de justificación en:
Tribunal de Casación Penal, voto 179-2002 del primero de marzo de 2002. Debe
tenerse en cuenta que en definitiva en el proceso penal rige el principio de
presunción de inocencia, que protege a la persona que figura como imputada, de
modo que no puede alegarse, con razón, quebranto a la presunción de inocencia de
la víctima, como lo reclama la parte impugnante en su recurso, ya que con ello se
llegaría a la aplicación de un principio de in dubio contra reo, que en definitiva
quebrantía el principio constitucional de presunción de inocencia, con respecto a
cuyo respeto se ha comprometido Costa Rica internacionalmente en diversos
convenciones internacionales, como, por ejemplo, la Convención Americana de
Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Por todo
lo anterior se declara sin lugar el recurso de casación. "
Sentencia: 00442
Expediente: 06-
004563-0305-PE
Fecha:
18/09/2008 Hora:
2:55:00 PM
Emitido por:
Tribunal de
Casación Penal,
San Ramón

Extracto 1

Tipo de Extracto: Voto de mayoría


Rama derecho: Derecho Penal
Redactor del Texto de Origen: Sojo Picado Guillermo

Descriptores Restrictores
• Abusos sexuales contra personas • Análisis sobre la valoración del
menores de edad e incapaces consentimiento de la víctima
• Improcedente fundamentación con
perjuicios de género
• Valoración de la prueba en materia • Análisis sobre el consentimiento de la
penal víctima en delitos sexuales
• Improcedente fundamentación con
perjuicios de género
• Delitos sexuales • Análisis sobre la valoración del
consentimiento de la víctima
• Improcedente fundamentación con
perjuicios de género

Texto del extracto

“ II.- S e resuelve: Este Tribunal de Casación declara con lugar el segundo motivo
por la forma del recurso presentado por la representación fiscal, y por considerarlo
innecesario se omite pronunciamiento sobre el primer motivo de forma. En
consecuencia se anula la sentencia recurrida y el debate que le dio origen y se ordena
el reenvío para nueva sustanciación conforme a derecho . La sentencia absolutoria
dictada en la causa por el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de Alajuela,
consideró como argumentos para la absolutoria del imputado los siguientes: ( i ) Que no
se duda de que el imputado haya besado a la ofendida en su cuello y boca y que le haya
tocado los senos y las piernas, de lo que sí se tienen dudas es que tales actos los
ejecutara el imputado de manera abusiva conforme lo exige el tipo penal del numeral
161 del Código Penal. (ii) Que la ofendida intentaba “quitarse” para no ser más acosada
por el imputado, y que hasta llegó a empujarlo, pero realmente esa resistencia según
dice el Tribunal no se acreditó en debate. (iii) Que tampoco se desacreditó la versión del
imputado de que fue la propia menor la que empezó a tocarle la espalda, preguntándole
si tenía pecas, hecho este que fue aceptado parcialmente por la menor ofendida, cuando
reconoció que tanto ella como el imputado se habían hecho cosquillas, lo que no
permite descartar que los tocamientos fueran consentidos por la menor que ya contaba
con 13 años de edad. (iv) Que la versión de la ofendida coincide con la del imputado,
por ejemplo en que los hechos sucedieron en la casa de este último, porque el imputado
la invitó a la casa y ella aceptó, y que pasaron varias horas juntos, inclusive fueron a
comer pollo esa noche, lo cual hizo dudar a los juzgadores del carácter abusivo de los
tocamientos realizados por el imputado sobre el cuerpo de la ofendida. (v) Que si bien el
prevalecerse de la confianza de la víctima agrava la conducta en el abuso sexual, la
acción debe ser realizada de manera abusiva, ya sea porque la víctima está intimidada,
uso de la violencia física o el carácter sorpresivo del ataque, aspectos que insiste el
Tribunal no se acreditaron en la especie. (vi) Dijo el Tribunal también que “… aun
cuando la menor sintiera temor de tener relaciones sexuales con el imputado, no
pareciera que existiera una verdadera oposición a los tocamientos y besos realizados,
pues incluso el simple hecho de correr al imputado para que no la besara en la boca,
no es indicativo de que la situación no se quiere, pues el imputado continúa besándola,
y véase que en el caso concreto, aún después de que supuestamente suceden esos
hechos en la vivienda del acusado, éste es recibido por la ofendida en su vivienda, se
sientan en un sillón y ella permite que el imputado la bese en la boca y se despide de
beso en la boca ” (cfr. folio 110). (vii) En criterio del tribunal sentenciador no hubo una
“resistencia verdadera” de la que el imputado pudiera inferir que la ofendida no deseaba
lo que estaba sucediendo. (viii) De la versión de la ofendida se desprende que el
imputado estuvo “coqueteando” con la ofendida, besándola, chupándole el cuello,
haciéndole cosquillas, acariciándole los senos y las piernas, pero en el caso concreto
tales actos no son abusivos, sino una receptabilidad que elimina tal requisito. (ix) Dice
el a quo que es muy difícil aceptar que en el caso concreto la ofendida fuera forzada e
intimidada de alguna manera por el imputado, agregando que el justiciable “ ni siquiera
le toca las partes más íntimas de su cuerpo ”, tal como la vagina , cuando tuvo toda la
oportunidad de hacerlo. (x) El imputado le propuso a la ofendida que si podían hacerlo,
refiriéndose con esos términos a sostener relaciones sexuales, a lo que la ofendida se
negó, respetando el imputado esa decisión, pidiéndole luego más bien perdón. (xi) El
hecho de que la ofendida se pusiera a llorar posteriormente cuando llegó la madre a su
casa, no es tampoco indicativo de que los tocamientos se hicieran contra la voluntad de
la ofendida, pues dice el Tribunal que es posible que ella se sintiera culpable de haber
aceptado este tipo de acto con una persona que era pareja de su tía. (xii) Finalmente se
señala en la sentencia que se recurre que otra de las razones para absolver el justiciable
es que de acuerdo con el dictamen pericial psicológico forense visible a folios 12 a 21,
la menor, a pesar de ser tímida y reservada denotó rebeldía hacia los patrones de
conducta establecidos por su madre, resaltándose cierta oposición al establecimiento de
convencionalismos y límites impuestos, siendo un criterio técnico que merece respeto, y
lleva reforzar la tesis, sobre la muy posible aceptación de la ofendida hacia los
tocamientos realizados por el imputado. Expuestos, en consecuencia, los argumentos del
Tribunal sentenciador para absolver al justiciable, debe indicarse que al hacerse la
valoración probatoria en materia de delitos sexuales, de modo particular en el caso
concreto, en que la ratio descidendis del asunto que se conoce gira sobre si la ofendida
prestó consentimiento para la realización de los hechos, tesis a la que arriba el Tribunal
de Juicio, y por ende, tal prestación de consentimiento elimina la tipicidad de la
conducta al considerar no abusivos los hechos, deviene en necesario hacer las siguientes
precisiones. Por un lado, el tema del consentimiento, ha sido objeto de una profusa
evolución, desde concepciones que han exigido el comportamiento casi de heroína de la
ofendida, a los fines de no ver menoscabada su libertad sexual, a un interpretación que
tome en consideración las particularidades propias en que sucede el evento y las
referidas a la misma víctima ofendida. Sobre este punto, la Sala Tercera de la Corte se
ocupado del tema, siendo que en el voto 2005-00994 de las a las nueve horas del dos de
setiembre de dos mil cinco, dijo lo siguiente: “ Superadas están aquellas añejas
concepciones que para aceptar que una mujer hubiera sido víctima de ultraje sexual,
para estimar que no hubo consentimiento de su parte, se le exigían conductas heroicas
y hasta inverosímiles, trasladando a la víctima la demostración de su resistencia –con
golpes, lesiones, lucha- que, si no estaban presentes, implicaban “consentimiento” de
su parte, trasladando a la víctima la obligación de explicar lo sucedido, concepciones
que tenían todo un trasfondo sociocultural que partía de una superioridad o poder de
disposición del varón respeto del deseo y libertad sexual femenino, completamente
erradicado. Se olvidaba desde estas concepciones, el poder intimidatorio, el terror que
la fuerza física, el uso de armas o la sola situación de soledad y abuso son capaces de
generar en una persona -hombre o mujer-, aspectos que pueden conducir a verdaderos
estados de paralización, de incapacidad emocional para resistir y sin embargo, en
ninguna de estas ocasiones, en que a lo mejor no hay evidencias físicas de lucha, como
golpes o heridas, e incluso ni siquiera se presentan lesiones en el área genital, podría
hablarse de un acceso carnal consentido, de manera que la valoración de tales
aspectos no es tan simple como lo pretende el recurrente y debe trasladar también el
énfasis en la víctima, su vivencia, sus condiciones y las características propiciadas o
aprovechadas por el agente para materializar la conducta” (resolución 820-04 de las
9:56 horas del 9 de julio de 2004. En el mismo sentido, 988-04 de las 9:55 horas del 20
de agosto también de 2004 y 617-99, de las 9:48 horas del 21 de mayo de 1999, entre
otras”). En el caso concreto, el Tribunal de Juicio descartó la existencia de los delitos de
abuso sexual acudiendo en algunas afirmaciones a perjuicios de género, y sienta
básicamente la responsabilidad de los hechos en la ofendida, siendo que sin embargo,
algunas de las afirmaciones contenidas en el fallo no están suficientemente respaldadas
en consideraciones probatorias. En efecto, según se razona a folio 109 del fallo, si bien
se admite que la ofendida llegó empujar al imputado, dice el a quo que “... esta
resistencia, por parte de la menor no se acreditó en el debate ”. La ofendida dijo que
ella se corría para que no la besara y que no estuvo de acuerdo con esa acción, de donde
podría inferirse que la ofendida no mostró estar de acuerdo con los abusos practicados.
Ahora bien, tampoco el hecho de que la ofendida fuera la que primero tocó al imputado
haciéndole ver o preguntando si tenía pecas es indicativo que por esa razón hubiese
consentido los hechos. Presume el Tribunal la ausencia de fuerza e intimidación porque
la ofendida salió ese día con el imputado a dar varias “vueltas” e inclusive porque
regresó con él a la casa, lo cual hacer ver el Tribunal suministra un indicio suficiente de
que prestó consentimiento para los hechos, y aún más, excusa al justiciable porque
pudiendo hacerlo no tocó a la ofendida en las partes más intimas de su cuerpo. Tal
modo de razonar desconoce que en estos delitos el consentimiento no se presume
considerando que en la especie la propia ofendida dijo textualmente “... me sentía
nerviosa y quería correr, solo me corría para que no me besara, nno le dije que lo iba a
acusar, yo no le decía nada estaba como en shock , me corría porque no me podía
mover, cuando regresa me besa en la boca y yo le dije que no lo acusaría, yo no estaba
de acuerdo con que me besara …” (cfr. la declaración de la ofendida a folio 108. La
trascripción es fiel al original). Véase que la ofendida en todo momento negó estar de
acuerdo con que el acusado la besara, de tal modo que este es un extremo que no
explora adecuadamente el Tribunal de Juicio, sino que simplemente acepta que la
ofendida consintió los hechos. El hecho de haber ido a dar una “vuelta” con el imputado
y a comer pollo, tampoco es indicativo de que por esas razones hubiese consentido,
pues como ya se dijo la ofendida en todo momento ha negado haber estado de acuerdo
con los hechos en su perjuicio. Más bien existen aspectos que debió el a quo analizar
tales como que la menor llegó a la vivienda del imputado, esto en el sentido de
establecer a partir de ahí si hubo un aprovechamiento de esa situación, esto es, de la
edad e inexperiencia de la víctima, o bien de que tanto la ofendida como el imputado se
encontraran en la vivienda del justiciable, al igual que cuando la menor se trasladó a su
propia casa, y estando únicamente ella y el imputado, ocurrió el segundo bloque de
hechos en su perjuicio. Finalmente, observa esta Cámara de Casación que conforme al
análisis que se hace en la sentencia respecto del testimonio de la ofendida se le juzga
como creíble, al punto de que no se tiene duda alguna de que los hechos ocurrieran,
únicamente que se descartó la existencia de una verdadera oposición a los mismos, y si
estos fueron de naturaleza abusiva, para finalmente no llegar a creerle a la perjudicada
en cuanto a si consintió o no los tocamientos por parte del imputado. Todas estas
circunstancias debieron merecer por el Tribunal de Juicio un análisis mucho más
acabado y completo, esto desde la perspectiva de la fundamentación del fallo, de ahí que
se estime procedente acoger el segundo reclamo del Ministerio Público y anular la
sentencia recurrida para que se proceda a nueva sustanciación conforme a Derecho. No
siendo necesario se omite pronunciamiento sobre el primer motivo del recurso
presentado por la Fiscalía.”

También podría gustarte