Texto - 1 - Etica Empresarial
Texto - 1 - Etica Empresarial
Texto - 1 - Etica Empresarial
Resumen.
Este artículo trata la importancia que ha significado una adecuada
comprensión de los valores en el nacimiento de la ética empresarial. Lo
anterior, conjuntamente con la nueva orientación deliberativa con la que
están participando los distintos actores que confluyen en una relación
comercial. A modo ejemplar, el autor menciona un caso empresarial
chileno en el que se explicita cómo los propios trabajadores
comprendieron la importancia de verse regidos por un código ético al
interior de la organización, en beneficio de todas las instancias que la
conforman y del público al que se prestan sus servicios.
Abstract.
This article treats the importance that has meant a proper understanding
of the values in the birth of business ethics. This, together with the new
deliberative approach that are participating the different actors that come
together in a business relationship. Exemplary way, the author mentions a
Chilean business case that is explicitly how the workers themselves
realized the importance of being governed by a code of ethics to the
inside of the Organization, for the benefit of all instances that comprise it
and the public that its services are provided.
1. Introducción.
“Todo necio confunde valor y precio” decía Antonio Machado al iniciar el siglo XX,
como explicitando que es un ejercicio funesto el de pretender asimilar estas dos palabras
sin distinguir el plano de la axiología, de suyo cualitativa, y la cuantificación que se
expresa mediante la mera asignación interesada de un precio1. Dos elementos que en
Abogado y Filósofo por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Máster en Derecho Canónico por la
Universidad Pontificia de Salamanca, España. Doctor en Filosofía por la Universidad de Salamanca,
España, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado. Jefe de Programas Académicos de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Autor de los libros Hacia una
definición de la naturaleza jurídica del Camino Neocatecumenal (2009) y La bioética de Diego Gracia
(2014); además de diversos artículos, conferencias y proyectos de investigación sobre Ética, Bioética y
Derecho Canónico. E-mail: juan.faundez@pucv.cl.
1
Cfr. Gracia, D., La cuestión del valor, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España,
Madrid, 2011.
1
una primera sesión de clase de ética empresarial de nuestros días, esperamos, debieran
dar lugar a una clara explicitación y distinción, para resaltar el sentido ético del primer
término y su distinción jerárquica de niveles, en el que debiera reconocerse el precio
como un elemento que determina el valor utilitario, de nivel más bajo2. Pese a su
“aparente evidencia” cotidiana, es importante tener presente que la confusión entre estos
conceptos al interior de la empresa llegó incluso hasta mediados del siglo XX,
avanzando hasta el final en una línea más extrema, por la que se pretendía hacer creer,
incluso, que el valor debía olvidarse, a merced del precio.
“Business are business, Los negocios son los negocios”, menta el refrán
anglosajón, por el que se daba a entender, ya desde tiempos de la Inglaterra victoriana,
que la obtención de mayor precio podía hacer prescindir de la ética. La empresa debía
dirigirse en vistas a la maximización de utilidades que reditaran para la misma,
vertiéndose la estrategia y la reflexión inteligente a encontrar los mecanismos para
cumplir mejor ese desafío. No en vano rezumaba el sentir hobbesiano, propio de esas
latitudes, por el que se respiraba que “el hombre es un lobo para el hombre”, dando
cuenta del selfish sistem o sistema del egoísmo que justificaba incluso el accionar ético
en una línea que potenciaba la autorreferencialidad como criterio orientador de la
conducta empresarial3. Pese a que Hume confrontaba este planteamiento meramente
hedonista, que impulsa el obrar y concede un premio a la consecución del mismo
generando más placer, matizando al decir que el acontecer humano se motiva por una
valoración moral que surge desde los sentimientos de simpatía y antipatía que los
hechos o las acciones generan en el observador4. Un talante que desde la orientación
pragmatista angloamericana marcaría una clara huella en el managment o la gestión
rentable de los negocios.
De este modo, la creación del valor se había interpretado, al menos desde la
organización mercantil tradicional, como una mera asignación económica, siendo
cualquier intromisión de injerencia ética en este contexto una explicitación que podría
haberse llamado “indecorosa”. Por ello, ya desde finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, con la explicitación de la teoría axiológica y la jerarquización de valores
emprendida por Max Scheler y profundizada por Hartmann y Von Hildebrand, vamos a
comenzar a distinguir valores en el plano de la ética, con una inicial jerarquía objetiva,
2
Cfr. Gómez-Pérez, R., Ética empresarial, Rialp, Madrid, 1990, p. 53.
3
Cfr. Gómez- Heras, J., Teorías de la moralidad, Síntesis, Madrid, 2003.
4
Cfr. Hume, D., Tratado de la naturaleza humana, Tecnos, Madrid, 2005.
2
de los “valores-precio” en el área del comercio 5. Pero aún estábamos lejos de la
incorporación de los primeros en su auténtica posibilidad de influir en la vida
empresarial. Como menciona García-Marzá, la función de la ética en este último caso
no pasaba más allá de suscitar las expresiones del tipo “¡lo que nos faltaba!”, dando
cuenta que el desubicado que respiraba el tufillo kantiano antiutilitarista debía quedar
fuera de juego. Era el lugar de la cosm-ética aplicada a los negocios6.
3
no entender. Sólo cabe ‘sentirlas’, y, mejor, estimarlas o desestimarlas” 7. Estimación
que no ha de quedar en ese primer momento, ya que posteriormente será la capacidad
racional humana la que deberá realizar la función de jerarquización de los valores
sensiblemente percibidos, e incluso, como sostienen los axiólogos, suscitando la
necesidad de llevar adelante una educación en la estimativa por parte de quienes se
hallan en un estado de no percepción total o parcial de esas cualidades. Es decir, de
quienes padecen el fenómeno de la ceguera axiológica (Wertblindheit) que surge ante el
no reconocimiento de valores objetivos o intersubjetivos que podemos establecer
constructivamente en nuestras relaciones. Como diría Adela Cortina con su clásico
ejemplo de distinción entre quienes prueban un espléndido vino y no saben apreciarlo,
debiendo ser iniciados, así ocurre con los valores 8. Por ello, las personas, sus
interrelaciones y las cosas en general son necesariamente depósito de valores, siendo
tarea de la axiología explicitar cuáles son esas cualidades y cómo podemos profundizar
en nuestra capacidad de percepción de las mismas. Y una vez que esa distinción
axiológica ha llegado a su mayor grado de explicitación, generar deberes de actuación o
de aplicación de hábitos operativos o virtudes, que es el momento en el que entra a jugar
la ética, estrictamente hablando 9. Por ello, una cosa es la axiología y otra la generación
y suscitación del deber que significa realizar efectivamente los valores. Un binomio que
a partir de los hechos que vivimos se explicita día a día, ya que no nos podemos desasir
de este constitutivo antropológico que nos constituye. Valoramos todo, desde este
artículo que estoy escribiendo, hasta la silla en la que estoy sentado, siendo estas
apreciaciones las que después han de suscitar formas de relación en el trato con que
sostengo con las personas, los entornos y las cosas.
Lo interesante del planteamiento de la ética material de valores es que, al igual
que la fundamentación utilitarista sostendría, los valores son cualidades que se aprecian
inicialmente a través de los estados de ánimo, aunque ampliando esta percepción, en el
caso de la axiología, más allá del reducido sistema de autorreferencialidad egoísta,
propio del utilitarismo. Por ello, si bien las éticas utilitarista y axiológica comparten esa
nota emotiva de entrada, es la axiológica la que responde de manera más consistente a la
7
Ortega y Gasset, J., Introducción a una estimativa. ¿Qué son los valores?, Encuentro, Madrid, 2004, p.
32.
8
Cfr. Cortina, A., Ética de la razón cordial, Nobel, Oviedo, 2007.
9
Faúndez-Allier, J. P., La bioética de Diego Gracia, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso,
2014, pp. 335-379.
4
distinción no sólo del valor de utilidad placentera, sino a una amplia gama que se
incardina en diversas jerarquías: desde la sacralidad hasta la utilidad. De este modo, y
dado que la valoración ética nos envuelve permanentemente, la irrupción del valor,
como categoría ética, lleva a la necesidad de reconocer el ejercicio de la moral también
al interior de la actividad empresarial. Como diría Aranguren desde una perspectiva
zubiriana, somos indefectiblemente seres morales, aunque no ejerzamos esa capacidad o
rayemos en la inmoralidad, ya que permanentemente debemos justificar las decisiones
que vamos asumiendo en las distintas situaciones en las que vamos abriendo
oportunidades y alternativas que consideramos adecuadas para conseguir nuestra
realización, personal y colectiva 10.
Por ello, la ética es un disciplina teórico práctica que pretende suscitar y
justificar hábitos conductuales orientados hacia lo que deliberamos como lo bueno o
conveniente en un contexto determinado. Y el reconocimiento de la manera de
reconocer el valor como categoría ética que surge desde una estimación de las
relaciones empresariales en vistas a su promoción o rechazo, entre otras, es una que está
influyendo marcadamente en estos días. En este sentido, cabe tener presente que
estamos en una fase al interior de la axiología que, debido a la configuración pluralista
de nuestra sociedad contemporánea, resuelve desde una perspectiva deliberativa y
construccionista, aunque sin perder la objetividad de la referencia.
Como les digo a mis alumnos, seguir reconociendo el valor de la belleza como el
resplandor de la forma sobre las partes armónicas y bien proporcionadas de la materia,
implica atender al sentido objetivo de ese resplandor que suscita la estimación, aunque
la proporción pueda ser comprendida mediante la construcción que nos hace interpretar
ese resplandor bajo las coordenadas intersubjetivas que nos toca vivir hoy. Por ello, la
cultura, entendida como el depósito de valores que se van acumulando en una sociedad,
a diferencia de la mera civilización, se constituye desde el reconocimiento objetivo
hacia la interpretación intersubjetiva. Y esa intersubjetividad que conlleva la
comprensión social de un fenómeno, cada vez la asumen autónomamente más personas
de la sociedad civil11. Ello ha llevado, en el marco de la reflexión que aquí nos convoca,
a horizontalizar el ejercicio de las acciones empresariales con sus destinatarios, quienes
hoy más que nunca están asumiendo su rol de usuarios que comprenden, más que de
10
Cfr. Aranguren, J. L., Ética, Biblioteca Nueva, Madrid, 2009.
11
Cfr. Cortina, A., La ética de la sociedad civil, Anaya, Madrid, 1994.
5
meros consumidores ciegos12. Lo mismo ha ido aconteciendo con profesiones tan
antiguas como la medicina y el derecho, que desde un mero ejercicio paternalista de las
mismas han debido aprender sus cultores que hoy se está, al manos en teoría, frente a
usuarios y no ante “pacientes” del sistema de salud, o meros “clientes” del mundo del
derecho.
Ahora bien, el contexto en el que se abre la ética empresarial es uno que asume
este paradigma axiológico que posee su universal percepción objetiva, al mismo tiempo
que la plural, multicultural y global interpretación intersubjetiva del mismo. De ahí que
la complementación de una ética procedimental como la desarrollada por Apel y
Habermas, la teoría de acción comunicativa, dé cuenta muy bien del método que debiera
seguirse en el marco de las deliberaciones éticas para actuar correctamente al interior de
una empresa. Los tres actores que participan actualmente en el proceso deliberativo son
la empresa, con sus múltiples estamentos, el Estado, y, cada vez con mayor injerencia,
la sociedad civil; instancias que se interrelacionan en un triángulo en el que ya no se
perciben ápices marcadamente hegemónicos. Por ello debemos entender que la forma de
valoración que se requiere hoy al interior de la empresa, no es la que podría identificarse
erróneamente con la que tiende hacia la mera maximización del precio, sino con la
capacidad de reconocer aquellas cualidades objetivas que vinculan y permiten a-preciar
las relaciones interpersonales, que se perciben ya en la decidida valoración de la
naturaleza y que portan las cosas en general. Lo que ya no es opcional, puesto que la
comunidad civil está cada vez más atenta y empoderada para decidir cómo sanciona a
una empresa que falta a la adecuada apreciación de valor que merecen las cosas. Basta
con mirar cómo en estos últimos días las preferencias de los chilenos por las marcas de
papel higiénico importado, disvalorando el chileno, han sufrido un abrupto cambio. Y
no ha sido un castigo sólo de precio, sino especialmente del real valor con el que se
estima el producto. Aunque, a partir de este mismo caso, también podemos constatar
que el ejercicio de la valoración en nuestro país requiere mayor profundidad en la
estimación axiológica aguda, para que el deber de obligación que se contrae, o la
carencia de asunción del mismo, sea realmente sancionado. Prueba de ello es la Ley de
delación compensada que premia al que entrega información, aunque sin disvalorarse
como delito la acción del que colude. El derecho, en este sentido, al ir por detrás de la
12
García- Marzá, D., Ética empresarial…, p. 29.
6
axiología, debe esperar el reconocimiento social de la disvaloración para después hacer
lo suyo, tarea que aún está pendiente en nuestro país.
Por ello, la ética ha pasado a ser un factor fundamental de la empresa que
responde no sólo al sistema económico-empresarial, sino también al definitivo sistema
global. Como ha dicho Wieland, en la medida que las empresas son más complejas y
globales en sus entornos sociales, los mecanismos habituales de control pierden
eficacia, ganando mayor relevancia la obligatoriedad de los estándares éticos13. En esta
perspectiva, la sociedad civil demanda hoy que las empresas estructuren su
jerarquización axiológica a partir de valores que permitan explicitar no la
autorreferencialidad del sistema empresarial añejo, sino el reconocimiento
intersubjetivo en la participación, que respeta desde la dignidad en la mantención de los
salarios hasta los impactos ecológicos de la producción. De ahí que la función esencial
de la ética empresarial se preocupe de suscitar las condiciones por las que los valores
que propone cultivar una empresa realmente se desarrollen, y esto, en un horizonte de
participación que hace no muchos años era impensado.
Para mostrar los atisbos de sensibilidad ética que poco a poco va influyendo en
la cultura que se va gestando al interior de las empresas de nuestro país, señalo un
ejemplo en el que el estamento profesional, en este caso no los dueños, ha sugerido
recientemente alcanzar niveles de excelencia al interior de la compañía, disposición
acogida finalmente por toda la empresa en su ordenación horizontal. El año recién
pasado fui contactado, junto a un profesor amigo de la escuela de Comercio, el Dr. Aldo
Rossi, por parte del Sindicato de Pilotos de LAN Airlines, actual LATAM, quienes nos
plantearon que deseaban encargarnos la redacción de un Código de Ética para el
Sindicato, persiguiendo dos objetivos: primero, mejorar las condiciones de diálogo ante
la próxima negociación colectiva con la dirigencia de la compañía (una típica acción
estratégica, en la jerga habermasiana); y segundo, ya que veían fundamental validar al
interior del gremio de los pilotos ciertas prácticas por las que se promoviera una cultura
13
Cfr. Wieland, J., Formen der Institunalisierung von Moral in amerikanischen Unternehmen, Haupt,
Stuttgart, 1993.
7
axiológica en el ejercicio de su actividad profesional (un tipo de acción comunicativa).
Esta última, la típicamente ética, es la que asume el acuerdo con los demás para llevar
adelante planes comunes de acción en la búsqueda de intereses universalizables, desde
donde proviene la comunidad al interior de la empresa.
El segundo de los objetivos, buscando considerar incluso la aplicación de
sanciones para los afiliados al Sindicato que, según nuestra interpretación, en vez de
avanzar en la construcción del conjunto de valores que querían desarrollar, remaran en
sentido contrario, es decir, realizando disvalores14. Después de una serie de instancias
de diálogo y deliberación conjunta, consensuamos la redacción del primer Código de
Ética del Sindicato de Pilotos de LAN, en el que se plasma una adecuada descripción
axiológica de valores que desde el reconocimiento del valor instrumental de la utilidad,
asciende mediante una jerarquización de doce valores que concluyen con la importancia
de desarrollar los valores intrínsecos de la confianza y el compromiso entre los pilotos,
con los directivos de la empresa, con los demás trabajadores y con los usuarios de la
misma. Todo ello apuntando a un meta-valor que para una empresa aérea es
fundamental, la seguridad. En palabras de Coleman, se logró potenciar el capital social
al desarrollar valores que aunque surgen desde las meras estimaciones económicas, son
capaces de superarlas. Describimos en este caso el compromiso como la disposición
consciente de vincular los mayores esfuerzos por llevar adelante una tarea colectiva
haciéndola propia. Se trata de la disposición por implicarse en una labor común o
recurso relacional, según el mismo Coleman15, siendo el aspecto que desde la ética
empresarial denota un logro en la gestión que toca los aspectos más altos de percepción
humana, frente al disvalor del descompromiso o la falta del mismo. Esto es lo que
aprecia especialmente tanto un Stockholder, como accionista de empresa, y un
Stakeholder, es decir, todo aquel que tiene algún tipo de interés en la misma16.
El elemento motivacional que les hacíamos presente a los pilotos era que cuando
la comprensión personal de lo que se reconoce valioso se proyecta hacia una aceptación
grupal o intersubjetiva, se suscita un reconocimiento colectivo que termina
consolidando un equipo humano que reconoce y valora los mismos objetivos. Con ello
14
Cfr. Fontrodona, J., “Consideraciones generales para un código de ética global”, en Fernández, J.
(coord.), La ética de los negocios, Ariel, Madrid, 2001, pp. 129-166.
15
Coleman, J., “Capital social y creación del capital humano”, en Zona abierta 94-95 (2001), pp. 47-83.
16
Cfr. Morrós, J. y Vidal, I., Responsabilidad social corporativa, Fundación Confemetal Editorial,
Madrid, 2005, pp. 87-95
8
se impulsa psíquicamente a realizar con motivación los pasos necesarios para lograr una
asociación que favorece la convivencia y los fines profesionales comunes. Una empresa
virtuosa, según la concepción de Putnam17. Esta cultura de la asociatividad ética entre
los pilotos y los demás miembros de la empresa, al servicio de los clientes externos, es
la que se debe estructurar a partir de valores que se reconocen de forma objetiva y que
habían de aplicarse al interior del Sindicato de Pilotos. De este modo, si la etapa de
valoración ad intra se logra, las obligaciones éticas o el deber que surge de la
comprensión de los valores se tornará fácil y deseable, fidelizando incluso a los
usuarios. Y, desde allí, los clientes de LATAM reconocerían también aquellos valores
que han sido internalizados por los pilotos, como las cualidades institucionales que son
realizadas por agentes de valor al interior de LATAM.
En este sentido, la metodología de desarrollo de valores al interior de la empresa
ha de reconocer, a mi juicio, la siguiente caracterización: (i) necesariamente y de modo
universal todo ser humano lleva adelante una permanente valoración de los hechos y de
los acontecimientos. (ii) Las distintas funciones originan una pluralidad de contenidos
valorativos en la apreciación, no entendida como variedad de situaciones según la
captación de cada cual, sino en el sentido de multiplicidad de valores y tipos
respectivos. iii) A cada valor positivo le corresponde un disvalor negativo, y viceversa,
por lo que es posible hablar de una binariedad polar de valores. El orden de disvalores
se despliega de modo invertido en relación a los valores, en donde el disvalor que se
opone e intenta ocupar el lugar del valor más alto es el más negativo. iv) Desde un
punto de vista jerárquico, los valores personales o espirituales (intrínsecos) son
superiores a los vitales y materiales. Lo anterior, en función del criterio de preferencia
por el que son estimados los valores. No obstante, utilizar en exclusiva el principio de
jerarquización lleva a optar por el valor superior, sin tener en cuenta que la primera
obligación moral es realizar todos los valores en conflicto o lesionarlos lo menos
posible. v) El respeto por la ordenación jerárquica debe estar seguido por la noción de
urgencia o fortaleza del valor, que sirva para no lesionar valores inferiores en el orden
jerárquico. Es decir, los valores superiores, aunque tengan mayor rango, han de ser
17
Cfr. Putnam, Per a fer que la democracia funcioni, La importancia del capital social, Proa, Barcelona,
2000, p. 223.
9
considerados más débiles que los inferiores, los que deben ser tenidos como más fuertes
con el objeto de intentar sostener el edificio axiológico entero18.
Dado que la empresa debe suscitar ciertos comportamientos (valores) y evitar
acciones contrarias (disvalores), la moral que se pretende desarrollar en el ejercicio de
las distintas funciones de sus miembros implica asumir hábitos operativos que llevan
hacia obligaciones de actuación que necesariamente deben cumplirse para que los
valores señalados efectivamente se realicen. Esto surge desde una adecuada y
permanente inducción que lleve a conocer, manejar y finalmente internalizar los valores
que los directivos, u otros estamentos de la empresa, buscan desarrollar entre sus
miembros.
Desde el reconocimiento de la etapa axiológica, en otro plano, en el de la virtud
o suscitación del deber que surge desde el reconocimiento de los valores, se puede
generar, posteriormente, un sistema que llegue incluso a sancionar los incumplimientos
culpables. Esto porque se va suscitando al interior de la empresa una cultura que percibe
claramente los impactos negativos que genera la no realización axiológica. El deber de
aplicar valores es el momento en el que, por reconocimiento del valor que debe
ejercerse ante un hecho concreto, se promueve no caer en el disvalor que lo pone en
riesgo, materializando la decisión al optarse por un valor concreto. Cuando eso ocurre,
es el sistema orquestado de quienes participan en la empresa el que se ve beneficiado,
ya que de manera efectiva se decide éticamente en orden al bien que representan los
valores. Esto es lo que va permitiendo la realización de una función profesional que
consolida efectivamente la confianza y va profundizando en el compromiso entre los
distintos tipos de personas que permiten las interrelaciones cargadas de valor, tanto al
interior como en su proyección al exterior de la empresa.
Cuando no se cultiva un valor, dicotómicamente se cae en un disvalor: es decir,
si no se trabaja la confianza se cae en la desconfianza; si no se brega por el compromiso,
se deriva en falta de compromiso. No hay salidas intermedias, ya que la distinción
axiológica no las permite. Ello hace que el deber de realizar valores sea insoslayable,
aunque siempre dentro de una propuesta de opciones en libertad. Por ello se puede
llegar finalmente a un sistema de deberes que se justifica desde la axiología y que
resulta ser fácilmente asimilable por los distintos estamentos de la empresa. Entonces
pueden surgir las sanciones ante la falta de cumplimiento de deberes, que se justifica
18
Cfr. Gracia, D., Construyendo valores, Triacastela, Madrid, 2014.
10
porque nadie que ha sido iniciado axiológicamente al interior de la empresa debiera
realizar disvalores en su seno. Son actitudes que no se comprenden y que si se realizan
se sancionan. Todos han de construir en el mismo sentido.
Volviendo al ejemplo de la empresa en cuestión, una vez que se ha realizado el
juicio de aplicación del valor, por ejemplo, el piloto evalúa que su compañero de cabina
no sigue con prolijidad el protocolo de seguridad antes del vuelo, por lo que estima que
es una situación que afecta especialmente a los valores de profesionalidad, integridad
personal, solidaridad, responsabilidad, confianza y compromiso. Desde ese análisis
concreto en torno a los valores, ha de llevarse a cabo un segundo tipo de juicio, de
deber, que se expresa de forma prescriptiva a través de un mandato o una orden
imperativa que pretende realizar efectivamente los valores que se proponen: v. gr., el
compañero debe dejar de realizar los disvalores de improvisación, indignidad, egoísmo,
irresponsabilidad, desconfianza y descompromiso (correlativos a los respectivos valores
en la jerarquía), porque falta a la cul-tura que se construye desarrollando los valores
que se busca cul-tivar por los distintos actores al interior de la empresa. Con este
proceder, que comienza desde la ponderación de los hechos, el juzgamiento axiológico
y la aplicación de deberes de actuación, se va asegurando progresivamente la
realización efectiva de hábitos que encaminan a la concreción del bien moral aplicado a
la actividad. El momento de la deliberación en torno al deber de actuación en concreto
es el que impele a tomar una decisión que obliga éticamente a realizar una acción,
entendiendo que en esto consiste la manera de plasmar efectivamente la cultura
corporativa que busca auxiliar un código de buenas prácticas éticas al interior de la
empresa.
La última etapa denota, por tanto, el paso efectivo del momento formal de
obligación al momento material o efectivo que obliga a actuar, puesto que el deber está
conformado por un contenido que se tiene que realizar de modo imperativo y que se
identifica con la obligación de construir o realizar valores a través de la asimilación de
hábitos operativos (virtudes) que conducen hacia el bien institucional. Nos encontramos
entonces en el plano de la ética práctica, que está más allá de la axiología, dado que el
deber del ser humano consiste en realizar valores de modo efectivo y no meramente
formal. La ética se concreta en la situación de ordenar en un contexto en el que todavía
no es, algo que debe ser: la realización y no sólo la apreciación de los valores. Por tanto,
siempre será posible distinguir en ella un momento real por el que se constata lo que ya
11
es (antes de la realización del valor), y uno ideal, que consiste en la construcción que
debe llevar adelante cada agente moral en sus decisiones personales.
La aproximación a tergo de la axiología y su proyección hacia el respectivo
deber de actuación se cierra con un adecuado manejo responsable de las conductas, tal
esquema haciéndose cargo finalmente de las consecuencias que implican las actuaciones
éticas y los efectos que se suscitan con la no realización de las acciones portadoras de
valor, lo que no significa, ni mucho menos, caer en un consecuencialismo. En este
sentido, la orientación de las decisiones, que prevén la obtención de los resultados o
consecuencias más estimables, redundará en un desempeño que será gratamente
percibido y reconocido tanto por los demás miembros de una empresa, como por los
usuarios de la misma. Por ello, la responsabilidad en la gestión de los valores debe
desarrollarse con especial atención.
En consideración al testeo metodológico, la actuación responsable se inicia con
el hecho de asumir que para llevar adelante un proceso idóneo de decisión ética es
necesaria una adecuada deliberación en torno a los hechos, seguida de una idónea
deliberación vinculada con los valores que se han de aplicar, dando paso finalmente a la
obligación de deber virtuoso, por la que se concretará la realización efectiva de los
valores que se consideran necesarios en un caso concreto. Todo lo anterior, teniendo
presente la posible presencia de consecuencias negativas que es necesario evitar. Para
establecer esta situación se deben seguir los tres pasos procedimentales señalados, que
son lo que servirán para una ponderación que no llevará, necesariamente, a respuestas
verdaderas o falsas de forma categórica, sino más bien a las que son prudentes,
virtuosas. Esto porque la ética no es una disciplina apodíctica o de carácter matemático,
debiéndose buscar en el ámbito de la moral soluciones no exclusivas que señalen qué se
debe hacer al ponderar los hechos, los valores, los deberes virtuosos y las consecuencias
que se pueden suscitar con la realización de las acciones. Por ello es importante llevar a
cabo una aproximación metodológica de los problemas, ya que de este modo es posible
lograr altos estándares de excelencia en la decisión ética.
La valoración responsable es la que soportará los valores más altos de una
jerarquía que ha de tender a realizar la confianza y el compromiso, por lo que la
19
Weber, M., Economía y sociedad, FCE, México, 1979, p. 21.
12
responsabilidad ha de ser considerada como el chequeo último antes de acceder a la
posibilidad de desarrollar los valores por excelencia de la jerarquía axiológica. Dado
que los peores disvalores que se pueden cometer son los que se relacionan con los
valores más altos, es función de la responsabilidad confirmar que los soportes
axiológicos estén bien establecidos para evitar una caída ética casi irreparable. Por parte
de la empresa, lo que significaría introducir en el accionar de la misma las actitudes de
la desconfianza y el descompromiso, conducentes, en el caso de una línea aérea, a la
caída del metavalor de la seguridad.
Los valores de la confianza y el compromiso, generados por la actividad
empresarial, han de influir en todos aquellos que la constituyen o se vean impactados
por su proceder. Por ello, el término responsabilidad, que viene en nuestro tiempo a
complementar adecuadamente las meras orientaciones de convicción que imperaron
hasta la primera parte del siglo XX, viene a entregar una respuesta más madura a los
requerimientos que plantean las nuevas expectativas sociales, que van más allá del mero
cumplimiento legal de mínimos morales20. Mediante la ética empresarial se abre, por
tanto, un horizonte de máximos que debiera intentar influir con criterios de excelencia
que orienten la motivación de las personas.
4. Conclusión.
Digamos para finalizar que los valores deben ser gestionados de modo
satisfactorio, al no poder prescindirse de ellos y al estar presentes día a día en los juicios
y estimaciones de carácter práctico. Esta es la razón por la que deben ser conocidos sus
contenidos. No obstante, aunque el trato y el empleo de los mismos pareciera
insoslayable, su conocimiento detenido no es evidente, lo que poco contribuye a la
aclaración de potenciales conflictos que acontecen en relación a los mismos,
especialmente al interior de un grupo heterogéneo de personas, como es el caso de
quienes conforman los distintos estamentos de una empresa. Por ello, un adecuado
conocimiento constituye la antesala de las habilidades que es necesario manejar con el
20
Cfr. Jonas, H., El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica,
Herder, Barcelona, 1995.
13
objeto de agudizar el proceso de estimación axiológica, un tipo de educación que debe
realizarse teniendo como metodología la superación de diversos niveles formativos.
Aunque no puedan verse físicamente, los valores sí pueden percibirse gracias a
la capacidad estimativa, con lo que se apunta a una habilidad independiente que debe
ser desarrollada: la educación estimativa de los valores. Así como es necesario formar a
las personas para conocer los hechos, es menester, de igual forma, manejar, distinguir y
jerarquizar los valores. No reconocer esto nos lleva a permanecer en un mero
positivismo. Para ello es útil contar no solo con la necesaria claridad comprensiva, sino
también con una adecuada educación de los sentimientos y las emociones, ya que es a
raíz de su aparición que se impulsan los procesos de valoración.
Estos elementos deben tenerse presente en el momento que se quiera llevar
adelante, desde el punto de vista de la realización moral, el proyecto cultural de
cualquier empresa. La tarea proyectiva del ser humano consiste no en el ajustamiento al
medio natural, sino más bien en el ajustamiento del medio al ser humano, lo que
requiere una justificación de tipo moral. A partir de una necesidad biológica surge un
proyecto que el ser humano debe justificar haciéndose responsable del mismo,
valorando, por ende, tanto su condición de tal como de las consecuencias de sus actos.
En esto consiste añadir valor a los hechos. De ahí que se hable de los «valores aña-
didos», la impresión de valor a los hechos naturales para transformarlos en cultura. El
acto de valoración, por tanto, se realiza mediante una configuración compleja que se
nutre de aspectos históricos, intelectuales, físicos y emocionales, y que desencadenan
consecuencias prácticas al interior de una empresa como de cualquier tipo de
organización humana. Todos estos factores conformarán la cultura, entendida como el
«depósito de valores» que posibilita la proyección humana en tanto que elaboración
moral del ajustamiento del medio. Un entramado de valores que se construirá no solo
mediante un conjunto de valores instrumentales o prescindibles, sino,
fundamentalmente, a través del cultivo de valores intrínsecamente estimables.
La etapa final para la consecución de este objetivo consiste en el paso efectivo
del momento formal de obligación al momento material, puesto que el deber virtuoso
está conformado por un contenido que se ha de realizar de modo imperativo y que se
identifica en la teoría expuesta con la obligación de construir valores, o el plano de la
ética, dado que el deber del ser humano consiste en realizar valores de modo efectivo y
no meramente formal.
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Especialmente en el contexto empresarial, dado que la previsión de las
consecuencias se proyecta hacia un futuro contingente, no se sabe plenamente si el
acontecimiento que se prevé va a acontecer o no. En este caso, no obstante, se debe
considerar de igual forma lo que puede suceder como posibilidad, tomando en cuenta
las respectivas consecuencias de aquello. Por ello las decisiones éticas, especialmente
las empresariales, son complicadas, ya que la lógica del deber se mueve en un contexto
de incertidumbre y no de certeza plena, puesto que la mente humana es incapaz de
considerar todas las circunstancias posibles. De ahí que sea necesario decidir siguiendo
criterios de responsabilidad por los que no sólo se tenga claro lo que se debería hacer,
sino también aquello que se debe hacer en la práctica, porque las consecuencias de la
ejecución del hecho muestran qué es lo mejor, lo óptimo.
Optimizar éticamente el desempeño de los miembros de una empresa es, por
tanto, uno de los desafíos del siglo que está comenzando. Por ello, tomar conciencia de
este sentido de fidelización con los usuarios de las mismas, es una de las tareas a las que
más tiempo debiera dedicársele al interior de las empresas que operan en el siglo que
recién comienza.
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