Tema 3 El Consumo de Arte y Cultura
Tema 3 El Consumo de Arte y Cultura
Tema 3 El Consumo de Arte y Cultura
1 Por precio sombra entendemos precio implícito. Por ejemplo, las lentejas que preparamos en casa
tienen un precio sombra en el que entra no sólo el precio de los ingredientes sino también el coste de
oportunidad del ocio al que renunciamos y del capital que empleamos.
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con una probabilidad muy alta. De esta forma, al igual que en cualquier tipo de bien, el
arte y la cultura se aprenden a consumir.
En definitiva lo que intentan explicar estas teorías es la evidencia observada en el
consumo de artes y bienes culturales que nos permite dar una primera definición de
consumo cultural como un proceso que depende tanto de la satisfacción presente e
instantánea como de la acumulación de conocimiento y experiencia que afectan al
consumo futuro.
Por tanto el primer paso es entender que el gusto por el arte y la cultura depende del
consumo pasado. Esto proporciona una explicación a la evidencia empírica del consumo
creciente de las artes a lo largo del tiempo.
Esto nos permitiría añadir más contenidos a la definición de bienes culturales en
relación con otros bienes de consumo del ciclo vital y patrones de inversión de los
individuos. El consumo cultural, así, es visto como un proceso que permite no sólo la
satisfacción presente o instantánea sino la acumulación de conocimiento y experiencia
que afectará a nuestro consumo futuro.
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En general una elasticidad representa el cociente entre las variaciones porcentuales de dos
magnitudes. En el caso de la elasticidad-precio estas magnitudes son la demanda y el precio.
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otros que de ver el escenario. En segundo lugar, el incremento en el consumo de arte a
largo plazo está ligado con la educación que, a su vez, es un determinante significativo
del nivel de renta. Por tanto se puede establecer una asociación entre el nivel de renta y
el consumo de arte y cultura.
Finalmente, las elasticidades cruzadas de la demanda de arte y cultura también son
significativas encontrándose un amplio rango de sustitutos tanto desde fuera de la
industria (películas, lectura, televisión), hasta dentro de la propia industria. Gapinski
(1986) examinó la competencia entre teatro, ópera, danza y conciertos orquestales en
Londres durante la década de los 70, encontrando que las elasticidades cruzadas entre
estos grupos eran siempre positivas y superiores a 2.
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a la representación en un periodo de tiempo (un enfoque similar al que se utiliza para
medir el producto hospitalario o universitario).
Cuando las representaciones o exposiciones tienen lugar en sitios cerrados, como
auditorios o museos de capacidad limitada, el producto cultural se puede entender como
un monopolio natural puesto que es excluyente y no rival. Sin embargo la misma
representación hecha en una plaza pública se convierte en un bien público, al no ser
excluyente, e incluso en un recurso común en caso de que se generen aglomeraciones
que impliquen rivalidad espacial. De forma general, el producto de artes escénicas,
museos y monumentos puede ser visto como un bien compuesto que aúna un
componente privado, que disfruta el asistente de manera individual; y un componente de
bien público derivado del valor artístico y cultural que supone su existencia para el
conjunto de la colectividad.
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Tercero, la realidad en el mercado de trabajo del arte y la cultura, indica que las artes
escénicas no evidencian los incrementos salariales que se registran en otros sectores
como el manufacturero.
Cuarto, el incremento en las rentas de los consumidores de productos artísticos ha ido
compensando los incrementos en el precio de las entradas como consecuencia de la
presión en los costes.
Finalmente, trabajos empíricos han demostrado que hay pocas evidencias de tasas de
inflación diferenciales entre las artes escénicas y otros sectores de la economía. Por
ejemplo, Baumol y Baumol (1980) obtuvieron una tasa de incremento de costes
relativamente baja en artes escénicas durante el periodo de alta inflación generalizada de
los 70 (crisis del petróleo).
Bibliografía
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Economic Review 67 (2)
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Journal of Cultural Economics 16(1).
Gapinski, J. H. 1986. The lively arts as substitutes for the lively arts. American
Economic Review 76 (2).
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Journal of Cultural Economics 20.
Moore, T. G. 1996. The demand for Broadway theatre tickets. Review of Economics
and Statistics 48(1)
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Economics 78.