Este documento explora cómo la cultura de la escasez y el miedo nos llevan a temer la dicha y la vulnerabilidad. Nos preparamos constantemente para lo peor y tememos que la dicha no dure o no sea suficiente. Sin embargo, practicar la gratitud por lo que tenemos y atrevernos a arriesgarnos puede ayudarnos a liberarnos de esta armadura y no perdernos la dicha de los momentos normales y corrientes.
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Este documento explora cómo la cultura de la escasez y el miedo nos llevan a temer la dicha y la vulnerabilidad. Nos preparamos constantemente para lo peor y tememos que la dicha no dure o no sea suficiente. Sin embargo, practicar la gratitud por lo que tenemos y atrevernos a arriesgarnos puede ayudarnos a liberarnos de esta armadura y no perdernos la dicha de los momentos normales y corrientes.
Este documento explora cómo la cultura de la escasez y el miedo nos llevan a temer la dicha y la vulnerabilidad. Nos preparamos constantemente para lo peor y tememos que la dicha no dure o no sea suficiente. Sin embargo, practicar la gratitud por lo que tenemos y atrevernos a arriesgarnos puede ayudarnos a liberarnos de esta armadura y no perdernos la dicha de los momentos normales y corrientes.
Este documento explora cómo la cultura de la escasez y el miedo nos llevan a temer la dicha y la vulnerabilidad. Nos preparamos constantemente para lo peor y tememos que la dicha no dure o no sea suficiente. Sin embargo, practicar la gratitud por lo que tenemos y atrevernos a arriesgarnos puede ayudarnos a liberarnos de esta armadura y no perdernos la dicha de los momentos normales y corrientes.
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Escudos comunes de la vulnerabilidad
El escudo: temer la dicha
planificación constante del desastre inminente En la cultura de la escasez profunda —no sentirnos nunca a salvo, no tener certeza o no estar lo bastante seguros—, la dicha puede parecernos un montaje. Nos levantamos por la mañana y pensamos: «El trabajo me va bien. Mi familia está sana. No hay ninguna crisis importante. La casa todavía está en pie. Hago ejercicio y me encuentro bien. ¡O mierda! Esto es malo. Esto es muy malo. Seguro que alguna desgracia me está acechando a la vuelta de la esquina». O nos ascienden, y lo primero que pensamos es: «Demasiado bonito para ser verdad. ¿Dónde está la trampa?» Nos enteramos de que estamos embarazadas y pensamos: «Nuestra hija está sana y es feliz, algo malo le va a pasar a este bebé. Lo presiento». Hacemos nuestras primeras vacaciones en familia, pero en vez de estar entusiasmados, forjamos planes por si se estrella el avión o se hunde el barco preguntar a los participantes sobre las experiencias que les hacían sentirse más vulnerables, • Estoy de pie junto a mis hijos mientras duermen. • Reconozco cuánto quiero a mi esposo/a. • Me doy cuenta de la suerte que tengo. • Adoro mi trabajo. • Estoy con mis padres. • Veo a mis padres con mis hijos. • Pienso en mi relación con mi novio. • Pienso en comprometerme. • Estoy en fase de remisión. • Tengo un hijo. • Me dan un ascenso. • Soy feliz. • Me enamoro.
Atrévete a arriesgarte: practica la gratitud
Hasta los que hemos aprendido a «ceder» a la dicha y a aceptar nuestras experiencias no somos inmunes al desagradable malestar que provoca la vulnerabilidad que suele acompañar a los momentos de gozo La escasez y el miedo conducen a temer la dicha Tenemos miedo de que el sentimiento de dicha no dure, o que no sea suficiente, o que la transición hacia la decepción (o lo que sea que nos espere) sea demasiado dura. Hemos aprendido que, en el mejor de los casos, entregarnos a la dicha supone prepararnos para un desengaño, y en el peor, invita al desastre. Y nos debatimos con el tema del mérito. ¿Nos merecemos nuestra dicha, dados nuestros defectos e imperfecciones? ¿Qué pasa con los niños que se mueren de hambre y los países asolados por las guerras? ¿Quiénes somos nosotros para ser dichosos?
Ésta es la esencia de todas las estrategias que utilizaban los participantes
de mi investigación para liberarse de su armadura: • Soy suficiente (mérito en vez de vergüenza). • Ya he tenido suficiente (fronteras en vez de competitividad y comparación). • Dar la cara, asumir riesgos y hacerme visible es suficiente (compromiso en vez de desconexión). Cuando leas este capítulo, creo que es conveniente que sepas que todas las personas a las que he entrevistado me han hablado de sus luchas contra la vulnerabilidad. No hay personas afortunadas capaces de reconocer abiertamente su vulnerabilidad sin reservas, dudas o miedos. En lo que a incertidumbre, riesgos y exposición a las emociones se refiere, he escuchado una y otra vez cómo las personas me explicaban sus intentos de utilizar algún tipo de armadura antes de darse por vencidas: • «Mi primer impulso era _________, pero eso nunca me funcionó, por eso ahora _____________, y eso ha cambiado mi vida». • «He pasado años __________ hasta que un día probé _________, y eso fortaleció mi matrimonio»
1. La dicha nos llega en determinados momentos: momentos
normales y corrientes. Cuando estamos demasiado ocupados buscando lo extraordinario, nos arriesgamos a perdernos la dicha 2. Da gracias por lo que tienes. 3. No desaproveches la dicha El escudo: el perfeccionismo