BIOENERGETICA - Una Terapéutica Del Cuerpo - A.Brener

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 89

BIOENERGÉTICA

UNA TERAPÉUTICA
DEL CUERPO
La experiencia emocional
como fenómeno corporal
BIOENERGÉTICA
UNA TERAPÉUTICA
DEL CUERPO
La experiencia emocional
como fenómeno corporal

Alejandra Brener
Brener, Alejandra

Bioenergética, una terapéutica del cuerpo : la experiencia emocional como fenómeno corporal /
Alejandra Brener. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : iROJO Editores, 2015.
88 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-1431-55-7

1. Bioenergía. 2. Yoga Físico. I. Título.


CDD 613.71

www.irojo.com.ar
info@irojo.com.ar

Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea,


idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema “multrigraph”,
mimeográfo, impreso por fotocopia, fotoduplicación etc, no autorizada
por los editores, viola derechos reservados.

ISBN 978-987-1431.55-7

Contacto con la autora: alejandrabrener@gmail.com


A la memoria del abuelo Yaco y la abuela Fany
AGRADECIMIENTOS

Desde muy pequeña he participado de actividades que motivaban


la individualidad creadora, que concebían al ser humano desde una
perspectiva integradora mente-cuerpo, razón-emoción; sin
embargo, a medida que pasaban los años e iba experimentado el
mundo por fuera de ese universo maravilloso, la esperanza de
alcanzar esos espacios de aire donde podía respirar la libertad de
ser yo, se iban reduciendo. Observaba un mundo ideal de cuerpos
delgadísimos, de columnas erguidas que derrochaban toda su
energía en la necesidad imperiosa de llevar la elegancia como un
don. Observaba a las mujeres que pisaban la vereda rechinando
sus tacos, con estridencia, con pasión, con algo que hacía estallar
una particular sensualidad. Las miraba, envidiando sus caderas
sueltas, rostros iluminados, rulos ondulando al viento. Deseaba
que esas imágenes nunca se extinguiesen, que me acompañasen
para siempre, cerraba los ojos y las guardaba para alimentar mi
ilusión de ser libre.

Agradezco a mi madre la posibilidad de estimularme para entrar al


mundo de la expresión corporal. Para poder entender el lenguaje
del cuerpo y buscar, desde sus señales, el universo de mis deseos.
Agradezco al Estudio de Patricia Stokoe que me abrió las puertas
durante mi infancia, adolescencia, juventud y aun en la actualidad
para despertar el apetito de esta pasión que me lleva a investigar
las leyes de la naturaleza corporal.
Agradezco a Deborah Kalmar y Marina Gubbay por enseñarme a
buscar las razones, como dice Joan M Serrat, escondidas en cada
gesto, del derecho o del revés, para comprender que eso que soy es
lo que siempre llevaré puesto.
Agradezco a cada una de mis alumnas, alumnos y pacientes de
“Espacio a tierra” que son mi inspiración diaria.
A Maria Irene Ríos y Marcela Duarte por enseñarme las claves de
la bioenergética desde las emociones más que desde las razones.
A Andrea Fernández Schlam por hacer posible este libro con su
profesionalidad y paciencia.

A mis padres, Regi Nacho y hermanos Gabi y Nestor con Flor y


Juli, por respetar mis elecciones, y acompañarme con su
maravilloso aliento. A mi querida suegra Graciela y toda mi
familia marplatense por estimularme tanto en este maravilloso
camino.
A mi compañero de ruta y amor profundo Leandro, mi sostén, que
siempre está apoyando mis iniciativas, conteniendo y
enriqueciendo cada uno de los proyectos.
Y a mis hijos Matías y Lucas que son los que me acompañan a
cada minuto de mi vida con su calidez y amor verdadero.
ÍNDICE

Introducción 11
El pensamiento maquinal 21
Las violencias 28
Tensiones y corazas 38
Los dolores 46
La memoria corporal 52
Los mandatos 57
El cambio 62
La primera naturaleza 67
La integridad corporal 72
Movimiento y placer 78
Terapia corporal bioenergética

INTRODUCCIÓN

Este libro comenzó a crearse con la recopilación de la experiencia


clínica con pacientes y alumnos en los grupos y sesiones
terapéuticas. Representa una síntesis que entrama el conocimiento
y práctica personal en técnicas corporales (expresión corporal,
sensopercepción; contacto improvisación; psicodrama, eutonía,
feldenkrais, yoga) y el ejercicio profesional como terapeuta
bioenergetista.

En cada capítulo se exponen casos clínicos desde la perspectiva de


la bioenergética. Un enfoque que entiende la personalidad en
función de los procesos físicos, mentales, emocionales y
energéticos del cuerpo.

La bioenergética trata los conflictos psicológicos como traumas


fijados en el cuerpo a lo largo de la propia historia a través de
técnicas que comprometen ejercicios de carga y descarga
energética. Explora las huellas corporales manifestadas en forma
de tensiones, dolores físicos, emocionales, posturas
desequilibrantes que, en algunos casos, han configurado corazas
musculares. Durante las sesiones se proponen ejercicios
específicos con especial atención sobre las sensaciones que
generan. De esta manera se navega por el presente y el pasado
esclareciendo conflictos que se decodifican desde lo corporal
hacia lo verbal. Todo con el propósito de entender por qué

11
Alejandra Brener

reprimimos algunos sentimientos. Como meta busca orientar al


paciente hacia el goce máximo de la autoexpresión a través del
pleno ejercicio de la respiración, los movimientos espontáneos, la
creatividad y la autoconfianza.

Esta forma de psicoterapia fue desarrollada por Alexander Lowen,


discípulo de Wilhelm Reich. Tiene sus raíces y sus antecedentes
históricos en las teorías de Sigmud Freud, Carl Jung y Wilhelm
Reich.
Lowen comenzó trabajando y estudiando con Reich en Nueva
York, y continuó su formación como médico y psiquiatra en
Suiza. Cinco años más tarde, su trayectoria profesional y personal
se fue distanciando de Reich, siendo más crítico hacia su trabajo y
evolución. Así fue que se asoció entonces con otro ex - alumno de
Reich, John Pierrakos, con quien fundó en 1956 el Instituto de
Análisis Bioenergético en Nueva York.

Uno de los principios básicos de la bioenergética es la unidad


cuerpo-mente. Ambos funcionan como dos entidades distintas y
con autonomía propia pero, al mismo tiempo, interconectadas, lo que
se observa frecuentemente es su escisión y, el análisis
bioenergético pretende integrarlas. Cada una de las experiencias
que vivimos tienen efecto en nuestro cuerpo, solo debemos
descubrir qué mensaje nos está comunicando. En este sentido la
experiencia es un fenómeno corporal. Sólo se experimenta (y
posteriormente se analiza) lo que tiene lugar en el cuerpo. En este
sentido hablamos de unidad cuerpo-mente. Pero la mente puede
ejercer también una función directiva sobre el cuerpo y éste es el
primer tema que presentamos iniciando el libro “El pensamiento
maquinal”.

12
Terapia corporal bioenergética

Cuando el cuerpo se mecaniza porque sus movimientos están


determinados por la mente y no por una fuerza vital, funciona
como un órgano que define nuestros estados de ánimo, los
sentimientos y deseos. La fórmula sería “lo que se piensa se
siente”. Sin embargo, las emociones son sensaciones corporales,
son movimientos o excitaciones que generalmente se traducen en
alguna acción exterior. Por lo tanto registrar el propio cuerpo,
tomar conciencia de mente-cuerpo como unidad, es un modo de
reconocer quién es uno de manera integral.
Cuando la energía vital mueve el cuerpo y no una voluntad
externa, éste fluye con suavidad.
A lo largo de este libro cada capítulo avanza, paso a paso,
intentando dar cuenta de una de las mayores aspiraciones de la
bioenergética que es la relación directa entre movimiento y placer.

El capítulo 2 desarrolla “Las violencias”. Pensadas en plural, la


violencia refiere a aquellas respuestas del medio que han activado
nuestras defensas psíquicas (negaciones, proyecciones, reproches,
racionalizaciones) para preservarnos del dolor profundo. Tomé la
decisión de desarrollar este tema a partir de los efectos de las
violencias sobre el cuerpo de algunas personas que han sufrido
habituales maltratos durante su vida.
La crueldad de ciertas palabras, gestos y/o movimientos violentos
socava en muchos sentidos la libertad de quien lo recibe. Si se
reitera, logra crear sentimientos de humillación y culpa. Y, si esto
no se concientiza genera cicatrices que, rara vez sanan en forma
espontánea. En este sentido, se requiere un considerable esfuerzo
terapéutico para atenuarla o calmar los efectos de esa marca. De
esto se trata los casos desarrollados en este capítulo.

13
Alejandra Brener

“Las tensiones y las corazas” es el tema que caracteriza al capítulo


3.
Cuando reprimimos un impulso que mucho tiene que ver con un
deseo, ese envión llega a un músculo y le da la orden de no actuar.
El músculo se endurece y está sujeto al control del yo hasta una
nueva orden. El bloqueo de la acción crea un estado de tensión en
el músculo. En ese punto, la tensión es consciente, lo que significa
que puede ser aliviada, tanto por la eliminación del impulso como
por una descarga bajo una forma diferente, por ejemplo,
golpeando con el puño en algún lugar. Sin embargo, si la represión
a la descarga se reitera, el impulso no podrá ser eliminado. Esto es
así cuando hay un conflicto y no contamos con las herramientas
para liberar una respuesta porque hay un contexto que no nos lo
permite. En la mayoría de los casos, cuando fuimos niños no
tuvimos los medios para descargar el impulso sin provocar la rabia
y la hostilidad de los padres. En una situación como esa, la tensión
se hace crónica y dolorosa. El alivio sólo es posible excitando el
área, haciéndola móvil para que todo ese sentimiento que
contuvimos vuelva a aparecer y se libere.

El capítulo 4 analiza “Los dolores”. Se puede sentir solo lo que se


mueve internamente. La sensación de dolor es una percepción
sensorial de ese movimiento interno porque se ha sacudido una
zona dañada. Esa lesión tiene historia y resuenan sus dolencias
cuando algún estímulo las reedita. El dolor expresa un mensaje
que es necesario decodificar a través del autoconocimiento. Los
casos elegidos en este capítulo relatan las marcas de dolor en el
cuerpo. En uno de ellos “la inclemencia de su historia le había
punzado su capacidad de sentir, le produjo como una erosión de su
expresión convirtiéndola en un ser como dormido”. En todos los
casos se entrevé de qué manera el miedo al dolor genera

14
Terapia corporal bioenergética

insensibilidad, un ser como hipnotizado, mientras que la


posibilidad de desafiarlo logra vitalizar su cuerpo para arrinconar
los dolores primero y soltarlos después a través de la liberación del
llanto o de la ira.

El capítulo 5 desarrolla “La memoria corporal”. Uno de los modos


de abordar las huellas de la experiencia en nuestro cuerpo es
reavivar el pasado a través del entrenamiento sensoperceptivo.
En terapia, los pacientes al realizar ejercicios especiales diseñados
para ahondar en la respiración, desarrollan el registro de sus zonas
más tensionadas. Se estimula la agudización de los sentidos,
aparece un fresco flamante, ciertos detalles de situaciones vividas.
El cuerpo selecciona a través de la memoria corporal,
acontecimientos. El presente y el pasado están uno junto al otro
vinculados por corrientes de energía corporal, luego la magia de la
fusión entre palabra, imagen y movimiento advierten la presencia
de escenas que emergen una después de la otra, hasta que
anuncian la recomposición de una trama diferente. Del pasado al
presente y, en el transcurso, la maravilla de la liberación. Cada
caso cuenta cómo se ha contactado con ese registro y cuáles son
las emociones que se actualizan.

El capítulo 6 desarrolla “Los mandatos”. La voz de los mandatos


suele sonar a lo largo de la vida. Son dictámenes que hemos
introyectado desde muy pequeños y constituyen el arma más
eficaz que poseen nuestros padres para controlar nuestras
conductas. Ellos responden a los mandatos de los abuelos y así
sigue la cadena generacional. A veces ciertas voces se entrometen
y despistan a los deseos genuinos. Adueñarnos de nuestra propia
voz es un trabajo que propone la bioenergética para liberarnos de
esas voces impuestas. Pensar y hacer librados de lo asignado como

15
Alejandra Brener

“supuestamente propio” es un ejercicio que nos permite encontrar


el sí mismo corporal, el sentido de nuestras vidas desde la propia
construcción. Necesitamos realizar un trabajo fino y cuidadoso
para diferenciar aquello que reproducimos de aquello que
producimos al parirlo desde nuestro propio sello.

El capítulo 7 está dedicado a “El cambio”.


La transformación es una de las metas del trabajo terapéutico. Este
capítulo intenta transmitir la descripción de emociones que
movilizan movimientos significativos en ciertas etapas.
Revoluciones que nos llevan a circular por vías desconocidas y
nos generan incertidumbre. Luego se va dando vida a lo diferente,
se inicia el rescate de lo nuevo, a veces aterrador. Se busca
liberar imposiciones, mandatos y cuando esto sucede viene lo
maravilloso: la percepción de una singularidad que se va
instalando y que lleva el sello personal, que nos da energía para
enraizarnos. Desde el cambio nacen nuevas raíces, más
fortificadas, las que nos mantienen con los pies sobre la tierra. Las
que nos permiten transformar nuestra voz para decir “éste soy yo”.

El capítulo 8 desarrolla el encuentro con nuestra esencia “La


primera naturaleza”.
Después de leer los capítulos anteriores vamos intentando abrir la
perspectiva hacia el encuentro de nuestra esencia. Tuvimos que
liberarnos del pensamiento maquinal para visualizar las violencias
que nos han golpeado el cuerpo, palpamos y nos introdujimos en
las tensiones intentando ablandar las corazas musculares, y
vivenciamos el dolor, a veces desgarrador. Posteriormente
acudimos a la memoria corporal para hacer presente el pasado y
luego procuramos desenmascarar los mandatos. Fue allí que llegó

16
Terapia corporal bioenergética

el cambio, lo nuevo y en ese encuentro pudimos vivenciar de qué


se trata nuestra esencia.
Este capítulo se centra en nuestros deseos genuinos, qué
necesitamos para disfrutar de nuestra vida, cómo nos movemos en
el mundo para gozar más intensamente de cada momento.

El capítulo 9 desarrolla “La Integridad corporal”.


Hay diversas formas de experimentar nuestro cuerpo a lo largo de
la vida, nacemos con el corazón abierto, pleno para amar, todo el
cuerpo se despliega en su integridad para recibir al mundo, sin
embargo apenas afloramos de ese entorno cálido y acogedor
somos vulnerables a un contexto que amenaza muestra integridad
y comenzamos a defendernos. A medida que crecemos esa
integridad se va desmembrando según la fuerza de los impactos
sobre nuestra libertad para expresar las emociones. Cuanto más
reprimimos, más nos escindimos corporalmente y nos alejamos de
nuestra esencia. Es muy frecuente observar en los adultos la
escisión mente-cuerpo. Esto lo hemos abordado en el primer
capítulo. Es el pensamiento maquinal el que domina y por ende la
mente sobre el cuerpo. En este caso vivimos ausentes porque
hemos congelado toda capacidad de sentir. Tal vez por miedos, tal
vez hipnotizados por la inercia de una rutina que anestesia. Para
poder intentar la integración entre mente-cuerpo en forma
armónica es necesario analizar la relación entre aquello que
pensamos, sentimos, y hacemos. Enlazar armónicamente estas tres
instancias requiere de un trabajo que considere habitar nuestro
cuerpo desde una fluidez energética y eso implica pasar por el
recorrido que hemos desarrollado en los capítulos anteriores. De
esta manera y tras tomar conciencia de aquello que ha atentado
contra nuestra integridad corporal, crearemos las condiciones para
conectarnos con nuestro cuerpo de manera integral. Dicho en

17
Alejandra Brener

otros términos, fluirá espontáneamente la coherencia entre lo que


pensamos y sentimos. De esto se trata cada una de las vivencias
seleccionadas en este capítulo.

El capítulo 10 “Movimiento y placer”


Este capítulo está dedicado a ilustrar con experiencias específicas,
el placer del movimiento. Se compone de casos cuyos cuerpos han
despertado al poder de los sentidos y han logrado escuchar las
señales que el devenir de la vida les ofreció para encontrarse con
el placer de vivir. Es el caso de Ivana que al interpretar el mundo
con las sensaciones, supo que esculpir era una manera de
conectarse con su propia naturaleza. Tuvo que realizar muchos
movimientos para poder apartarse de los mandatos familiares,
sociales y culturales que la hostigaban y crear sus obras. Pudo
entonces sentir placer en sus elecciones cuando se despojó de
aquello que la asediaba habitualmente y pesaba en su cuerpo. Solo
necesitó observarlo, sentirlo, apelar a la memoria corporal y
enraizar su cuerpo para encontrarse con el placer de hacer lo que
deseaba y gozar a cada minuto de esa elección. La rítmica y la
soltura del movimiento surgieron cuando se liberó lo que
amenazaba. En el simple placer, la voluntad cedió y el ego
(gobernado por la mente) renunció a su hegemonía sobre el
cuerpo. En el interín navegó por emociones, algunas placenteras y
otras dolorosas, pero lo que ganó es lo que en la mayoría de sus
libros desarrolla Alexander Lowen: le perdió el miedo a la vida.

El cuerpo es la base para el funcionamiento en la realidad. Por lo


tanto, cualquier mejora en el contacto con el mismo producirá un
cambio significativo para la persona en su autoimagen, en la
calidad de sus sentimientos, en su creatividad y capacidad de

18
Terapia corporal bioenergética

trabajo, en sus relaciones interpersonales y en su disfrute de la


vida.

En cada capítulo se transcriben expresiones de quienes han elegido


la terapia bioenergética para contactarse con dolores profundos
que no les permiten vivir plenamente.

Las reflexiones que acompañan a cada una de las voces no


pretenden ser un análisis teórico de los casos, sino que intentan
brindar una descripción de las emociones que he observado. Por
eso no se relatan detalles de las historias personales, ni la
resolución de los conflictos, el propósito reside en la prolongación
de las sensaciones descriptas mediante la lectura de cada caso.

Desde la bioenergética, no es suficiente saber o entender por qué


estamos enojados, es necesario sentirlo. Para ello deben
encontrarse la creencia con la expresión de ese enojo. De esta
manera aflora un gesto, una mirada, un tono de voz o un
movimiento corporal y luego saltan las palabras. Es como un
impulso que surge casi sin pensarlo. Detrás de algunas sonrisas
inalterables emergen miedos, detrás de voces mansas y
movimientos lentos emergen ansiedades. Trascender nuestro
sometimiento al entendimiento nos puede deparar sorpresas. Solo
hay que entregarse al lenguaje del cuerpo y luego nombrarlo. Es
otra manera de buscar respuestas a ciertos laberintos que llevamos
anclados muy dentro.

Espero que no solo disfruten de su lectura sino que, especialmente,


la sientan.

19
Alejandra Brener

20
Terapia corporal bioenergética

CAPÍTULO 1
EL PENSAMIENTO MAQUINAL
Se precipita sin darnos tiempo a nada. Nos aceleramos. Peligro. La vista divaga
en una nebulosa remota, la respiración no fluye, es superficial y perdemos el
sentido de las presencias, especialmente la nuestra. Miedo al miedo. No podemos
detenernos. Muchos minutos entreteniendo pensamientos negativos han dejado al
cuerpo debilitado con sensaciones de agobio que reavivan constelaciones de
pronósticos dramáticos.

Ana creía vivir envuelta en una ola de inmensa libertad. Sin


embargo, tenía una inconmensurable necesidad de silencio en su
vida. Había días que no emitía una sola palabra. A pesar de la
calma, no lograba mezclarse con la encantadora energía que
deseaba obtener su mente. El silencio del lugar no era del todo
pacífico porque lo llenaba de pensamientos. Estaba allí en medio
de un mutismo engañoso porque, en verdad, las palabras no
dejaban de acosar su cuerpo. Era agotador.
Para evitar ese acoso decidió hacer y hacer. No se detenía, estaba
atenta a organizar su agenda, una actividad detrás de la otra.
Amigos, cine, trabajo, estudio. Su departamento se convirtió en un
desfile de personas de todos los ámbitos donde frecuentaba. Le
tenía miedo a sus pensamientos, al riesgo de que la llevasen lejos,
de que no lograse seguirlos. Cuando pudo dejar de pensar y sentir
su cuerpo se encontró cara a cara con otra versión de ella, y allí
comenzó la otra parte de su historia.

Somos mucho más que el propio pensamiento. En ocasiones la


mente y el cuerpo se disocian, es el caso de Ana. En ella el
proceso terapéutico consistió en la toma de contacto con el cuerpo,

21
Alejandra Brener

de ese “acoso mental” que solo pudo sentirlo cuando el silencio se


hizo carne en sus entrañas. A través de ejercicios expresivos,
brotaron sentimientos y emociones que se entramaron con
recuerdos. Se encontró con un silencio diferente. Una revelación
porque pudo advertir sus sensaciones más que sus pensamientos,
pudo percibir sus canales internos, la naturaleza de los procesos
energéticos. Cuanto más libre circulaba su energía, más
posibilidad tenía de dejar espacio en su mente para agudizar su
sensibilidad. Por otro lado la observación de su respiración y la
atención en su recorrido le permitió advertir las tensiones
musculares que bloqueaban la corriente de excitación y restringían
el circuito hacia el abdomen. Liberar su voz facilitó el encuentro
con vibraciones corporales, en sus piernas. Pensó a su cuerpo
redimido de supuestos mentales y le encontró a sus palabras otros
sentidos. Reemplazó los prejuicios por las intuiciones, se
transportó al universo de las sensaciones, se acercó a escenarios
despojados de presagios que deformaban su realidad. Y tomó
conciencia de que pronosticar las circunstancias la cargaba de
tensiones y de lo que se trataba era de despoblarlas de fantasmas,
de desnudarlas de racionalismos para dejar pasar a la agudeza
sensitiva y evitar la sugestión.

A veces hablar y pensar demasiado va llenando la mente de


palabras y más palabras. Hay algo en esa retórica que encadena y
embotella en una completa confusión. Las palabras se convierten
en un refugio y la atmósfera del ambiente un desierto sin silencios,
lanzamos una frase detrás de la otra y un monstruo brutal
agitándose en el interior pide más y más palabras. La palabra pesa
demasiado sobre los hombros anquilosados, exhaustos. No hay
modo de cederle lugar al cuerpo.
Para liberarnos del pensamiento maquinal es necesario que la

22
Terapia corporal bioenergética

palabra ceda lugar al silencio. Solo de ese modo puede comenzar a


asomar el lenguaje del cuerpo. Esto nos permitirá alcanzar un
estado de intuición sensorial que proporcionará mayores
herramientas para un contacto pleno con nuestra esencia: el sí
mismo corporal.

El pensamiento maquinal es la hoz que mina nuestra tranquilidad.


Se dispara tras un estado de alerta donde subyace un alarmante
grado de aceleración. Surge de manera impulsiva y se precipita
sin darnos tiempo a nada. La vista divaga en una nebulosa remota,
la respiración no fluye, es superficial y perdemos el sentido de las
presencias, especialmente la nuestra. No podemos detener esa
hondonada que irrumpe. Para comprender el daño que encierra,
debemos distinguir los factores de nuestra personalidad que nos
predisponen a desarrollarla. Uno de los ellos es nuestro ritmo de
vida frenético. Mucha acción y en el menor tiempo posible.
Aplacar el estilo de vida puede formar parte de nuestro plan y esto
no implica hacer menos, sino evitar la simultaneidad de tareas,
detenernos entre acción y acción y observar, abrir los ojos para
vernos, escuchar sin interrumpir, hablar más sereno y
fundamentalmente hacer pausas.
Cuando el cuerpo se mecaniza porque sus movimientos están
determinados por la mente y no por una fuerza vital, la soltura se
convierte en una creencia. Cuando la energía vital mueve el
cuerpo y no una voluntad externa, éste fluye con suavidad, no se
atora, no se entorpece, no se golpea. Al explorar nuestros
movimientos, sondear las raíces que quebrantan nuestra soltura,
una sensación de vivacidad energética fluye dentro. La frescura de
la gracilidad nos permite darle espacio al encanto de lo espontáneo
y la pesadez de aquello que sentimos como monótono y
abrumador desaparece.

23
Alejandra Brener

Víctor necesitaba anotar todo aquello que hablaba entre dientes,


porque tenía la impresión de que no podía esperar que sus
pensamientos se evaporasen, de que esas palabras no existían
hasta quedar documentadas en algún papel. Sus charlas no eran
muy emocionales. Parecía como si tuviese miedo a hablar de su
vida, quizá por temor a encontrarse al descubierto. Solía repetir
que la realidad era solo lo tangible, lo verificable. Descubrí que
sus emociones solo podían aflorar si las escribía, de modo que
allí, sobre el papel, pudo desenterrar su esencia sin ser
condenado. Nadie más consiguió juzgar las propias franquezas, ni
le clavó la mirada quitándole toda la pureza de su sinceridad
mientras tuviese un papel y una lapicera en su mano. Sin embargo
cuando acababa de apuntar los sentimientos, cerraba el cuaderno
y quedaba allí sellada su espontaneidad. Era como si le echase un
candado a la naturalidad y “que siga la función”. Resistió a la
propuesta de hacer danzar sus palabras. No obstante, después de
dar una vuelta y sentir su caminar, aquello reservado solo al
papel logró salir para deambular por su boca y soltó su arte a
través de la voz. Hurgó por sus sensaciones y, al momento de
liberar sonido, tropezó con la posibilidad de escribir con el
cuerpo. Guardó aquello que rebotaba después del movimiento y,
mágicamente la escritura dio un giro, así, tal cual como su modo
de moverse frente al mundo.

Para quienes se apasionan con la vida intelectual, escriben


académica o literariamente y tienen la posibilidad de disertar o
exponer sus saberes ante otros, el desafío es intentar integrar las
expresiones de la mente y del cuerpo para cautivar a quienes
escuchan. Si se embarcan en esta búsqueda actividad que esconde
infinitos placeres, observarán, poco a poco, que las palabras

24
Terapia corporal bioenergética

comenzarán a brotar de todo su ser, y el hablar constituirá una


experiencia sensual. Sus movimientos serán sugerentes, lánguidos,
y expresarán una serena conformidad con ese cuerpo que se está
expresando. Despojados de tanto ronroneo antes de armar una
idea, expandirán sus brazos y harán bailar a las palabras. Se
preocuparán por buscar posturas más cómodas y, entre frase y
frase podrán respirar. Quienes los acompañan serán seducidos por
su gracilidad y disfrutarán, sin duda, de su presencia.

Lo cierto es que no siempre mente y cuerpo van juntas y en


algunas oportunidades, como en el caso de Víctor. En él se hallaba
muy disociada la posibilidad de hacer cuerpo cada una de las
palabras escritas. Sus textos eran muy bellos. Escribía lo que
sentía pero eso no aliviaba su espíritu. Develaba lo que no podía
expresar a través del cuerpo. Al principio dejó que cada uno de los
reglones se abrieran hacia los costados para dejar salir la escena
que le sugería el instante. Después de ahondar en cada frase,
despertar colores y darle lugar a la fantasía en un diálogo cuerpo a
cuerpo, pude observar cómo emergía la imagen que Víctor
evocaba en su escritura. Pero sus gestos aún estaban helados, la
expresión estacionada, y esas bellas imágenes se mantenían
materializadas fuera de su cuerpo.
Pasamos muchísimas sesiones leyendo y recordando. Los
renglones se abrían y aparecían más escenas y así iban pasando las
sesiones. En una oportunidad se me ocurrió escenificar una de esas
imágenes y le propuse a Víctor observarla. Sin sugerírselo él se
introdujo en el escenario y comenzó a intervenir. Espontáneamente el
cuerpo necesitó ser parte de ese contexto. No le alcanzó vivirlo a
través de las palabras. Ese mecanismo se había agotado. La sesión
anterior había signos de mucho cansancio mental. Tuvo que llegar
a cierto límite para dejar soltar su necesidad de terminar con tanto

25
Alejandra Brener

ronroneo mental. Aproveché su espontaneidad y le pedí que


abrazara uno de los almohadones que representaba a un personaje,
aparentemente muy significativo en su historia. Los músculos de
su mandíbula se aflojaron, abrí los ojos al ver que su rostro se
transformó, ya no era ese ser impasible cuya cara era hermética. El
pecho comenzó a carraspear y brotaron una serie de cortas y
potentes toses, luego vinieron los sollozos. Una voz suave y aguda
que nacía desde el fondo de su pecho. No soltaba el almohadón.
Me acerqué, lo abracé y su cuerpo se aflojó. Me observó con ojos
serenos y desde ese momento inició el relato de una historia
paralela, aquella que estaba escondida en su escritura. Comenzamos a
sacarle el velo a cada uno de sus personajes y pudo encontrarse
con su pasado oculto en ellos. Vinieron otras escenas y pudo
alojarse en cada una de ellas solo escuchando la voz de su cuerpo,
no de su mente.
Luego, tomó conciencia de que una de sus tendencias era
descansar en la necesidad de predecir todo sus textos. En una
crianza que se sostenía sobre la inmutabilidad de las verdades
absolutas, en la perpetua obligación de buscar la efectividad de lo
programado.
Cuando ahondó en el deseo de uno de sus personajes, el que
interpretaba los suyos, pudo doblegar algunas aparentes certezas.
Al principio sintió confusión, caos interno, le tuvo miedo a la
desestabilización, a que se desmorone lo predecible y que ello
fuese catastrófico.
Al conectarse con el movimiento expresivo y advertir de otra
manera la lógica del caos los lotes de sus corazas se desplomaron,
profundizó en aquello que lo había acorazado y pudo dejar espacio
disponible para otro tipo de creatividad, una cadena de ideas
despertaron. Al observar ese intervalo entre lo previsto y lo
incógnito se animó a agrietar los moldes y su mirada se amplió.

26
Terapia corporal bioenergética

Dio lugar a lo desconocido. Otro escenario pudo darse y removió


lo razonable. La magia de lo nuevo abrió un espacio donde, quizá,
en algún momento creyó estar. Sin embargo, advirtió que entre la
creencia y la percepción había distancia y que solo se acortó,
animándose a sentir y actuar, más que a creer en los dictados de su
mente.

Trascender el momento y lanzarse a espacios imaginarios, crear


futuro e inventar realidades puede ser una cualidad de lo más
creativa. Sin embargo, cuando carece de interruptor se convierte
en una compulsión nociva. Esta actividad recursiva nos mantiene
tan abstraídos en nuestro mundo mental que terminamos
disociándonos del flujo de la vida, de nuestro cuerpo de nuestra
respiración es decir perdemos la magia del instante. Nos
encerramos dentro de una cárcel lingüística y mental muy
sofisticada y poderosa. Nos hemos vuelto esclavos del espacio, el
tiempo y el lenguaje. Cuanto más nos apresa, más disociamos.
Respiración, cuerpo e instante son las llaves maestras para
liberarnos de pensar, imaginar y hablar todo el tiempo fantaseando
posibles soluciones por anticipado.

27
Alejandra Brener

CAPÍTULO 2

LAS VIOLENCIAS
Una vez que comenzás a conectarte con la
historia dolorosa comprendés la desolación que sumerge a quienes han padecido
sus efectos, a quienes acosados por los rostros de la violencia, pueden relatar y
mostrar lo que alguna vez han respirado. Eso que forma parte de su identidad y se
halla sumergido en los huecos de su musculatura, en las paredes de su memoria
como retratos enmarcados con tinta indeleble y que tras mucho tiempo de
estacionamiento pudo volver a despertar para soltarse en otro contexto y sanar.

“Siento un dolor muy intenso en mi pecho. Un malestar que a


cada minuto se expande. No puedo respirar. Mi interior está
quebrantándose. Tengo el cuerpo marcado con cicatrices que me
arden. Ilusiones que parecen curarlas pero solo las silencian.
Mucha bronca que no desahogo, que permanece dentro de una
envoltura bien cerrada custodiada por dudas y ansiedades. Estoy
atrapada. Tengo miedo de bucear en ese hoyo tan oscuro, por
temor a perder el rumbo, a desintegrarme. Sin embargo, necesito
hacerle frente al pánico.
Preciso soltar toneles de rabia acumulada ante la impotencia
frente a monstruos que atacan permanentemente. Quiero salir de
este pantano que me va desintegrando. Necesito un apoyo. Algo
que me devuelva la propia valoración y devele lo que se esconde
entre tanta sumisión”

El cuerpo de Marta era pura violencia. Ella sentía que cuando se


miraba al espejo, tenía una actitud derrotista y en ese instante,
surgía el presentimiento de que las cosas nunca cambiarían. Antes
de encontrarse con las marcas del dolor buceó en las matrices de

28
Terapia corporal bioenergética

su desvalorización, en las voces de su pasado que la subestimaban,


que le quitaban toda posibilidad de quererse. Toda una historia de
manipulaciones, de agresión y violencia ante alguna expresión de
libertad. Cada elección afectiva que realizaba se transformaba en
un vínculo violento.

Tras tomar conciencia de esas alternativas que optaba sin reparar


todo el daño que luego vendría y, lejos de sus agresores, tuvo la
posibilidad de encontrarse cara a cara con las huellas dejadas en
algunas zonas de su cuerpo. Respiró despacio y profundo, se
encontró con gritos callados y la emoción guardada pudo aflorar
con toda su visceral monstruosidad. Al sentir los efectos de
aquellos golpes enmudecidos, dos emociones ocuparon su pecho:
ira y temor. Ambas entremezcladas y entretejidas por una red que
la mantenía por fuera de toda espontaneidad. Al abrir sus brazos y
exhalar, salieron esos gritos, cada uno de ellos husmeó por los
costados más atormentados de su vida. No sabía hasta qué punto
se iba vaciando de dolor.
La crueldad de ciertas palabras, gestos, modos de vincularse había
aguijoneado el cuerpo de Marta. Desde pequeña la violencia en su
casa fue el modo predominante de vínculo familiar. La reiteración
de los maltratos le produjo tensiones en la musculatura inferior
especialmente en glúteos que paulatinamente se convirtieron en
nudos “cómodamente” instalados. La musculatura se entumeció
cada vez más y encerró ese dolor, lo encapsuló en su pecho
Ella fue vulnerable a quienes la han violentado. Después de mucho
trabajo corporal, comenzó a desbloquear esa musculatura entumecida
y pudo volver al pasado. En una oportunidad, mientras soltaba la
ira acumulada durante su infancia, recuperó algunas escenas y
reconoció a su cuerpo espantado. Percibió el veneno que
sobresalía de las venas paternas, un veneno que, al trascender las

29
Alejandra Brener

fronteras de esa piel ajada, la atravesó toda. Pudo recordar las


palabras cargadas de tanta violencia. Palabras mal escogidas que,
al oírlas, se hicieron carne y penetraron en lo más profundo de su
corazón debilitando completamente sus raíces. Marta, lejos de la
tierra, personalizó esos juicios que se enclavaban en la
configuración de una identidad equivocada. Juicios que se
reiteraban día a día y que ni ella, ni su madre podían detener. Era
muy pequeña para hacerlo. Se anestesió, se endureció hasta
convertir a su musculatura en un relieve calloso. Su energía
circulaba con mayor dificultad a medida que se convertía en un
cuerpo de absoluta posesión paterna y fue blanco de sus
tormentos. El malestar de ambos padres fue camuflado haciéndola
sentir culpable de algo que no había cometido.
Recién en la adultez, cuando sus padres ya no estaban físicamente
presentes comenzó a distinguir los hilos que la encadenaron. Hilos
que se tejieron con sutil cuidado para atrapar el propio espacio.
Sujetaron su espontaneidad con la propia medida del bienestar.
Brazos que abrieron sus tentáculos y la enredaron hasta ahogar su
respiración.

Las personas violentadas si no poseen herramientas para canalizar


esa andanada, quedan atrapadas. Puede que adopten una actitud
silenciosa, encerrándose en sí mismas o repitan el mecanismo con
las nuevas generaciones.
Aceptar ciertas actitudes que avasallan, confinan a estados de
sumisión, encarcelan. Quienes someten, promueven conductas que
esclavizan abusando de sus costados vulnerables. A veces son
extremadamente sutiles y la violencia, por lo general emocional,
aparece dentro de jaulas de oro. Erosionan cada capacidad de
desafío porque, en verdad, la temen.

30
Terapia corporal bioenergética

A través de técnicas corporales que sensibilizan zonas tensionadas


se puede tomar contacto con esas zonas tan violentadas.

En el caso de Marta una de las formas de tomar contacto con el


dolor fue dejar escapar su enojo a través de toneles de rabia
acumulada. Surgieron liberando la impotencia de aquellos tiempos
frente a un monstruo que atacaba (así lo describió). Pudo soltar
todo eso que había retenido. Al principio, cuando aún no había
tomado contacto con esa realidad, las ilusiones de un cambio no
lograban aliviar el dolor de tantas cicatrices silenciadas. Los
tormentos aún permanecían dentro de envolturas bien cerradas y
custodiadas por mucho miedo; sin embargo, al profundizar a
través del movimiento pudo soltar gritos de dolor y poco a poco
salir de ese pantano que la asfixiaba. Buscó un apoyo, un
acompañamiento que le devolvió la propia valoración y develó lo
que se escondía debajo de tanta sumisión. Y ahí vino la valentía, el
motor de su vivacidad y trasformación.

Andrea perdió la cordura, vinieron los desbordes. Una pelea


violenta dentro de su cuerpo le creó como un revuelo de objetos
pegando contra las paredes de sus fronteras. En medio del caos,
la voz le salió como tiro de algún lugar de la garganta, se quitó la
tranca del cuello y arrojó con furia eso que se había atragantado.
Una vez que lo oyó se acabó el ruido. Observó que había mucha
distancia entre las palabras atormentadas que habían dibujado su
mente y las mismas que había gritado. Al rato, comenzó a sentir
que dentro nadaba un fluido calmo y, ahí nomás entró la escena a
andar. Sentada en su suelo, con los brazos rodeando sus piernas y
la cabeza escondida entre las rodillas pudo saltar desde la
infancia hacia la adultez. Todo en un instante y su historia giró
una vuelta más.

31
Alejandra Brener

El constante estado de alerta amenazaba a Andrea. Por eso ante


algún imprevisto no deseado surgía el enojo de manera impulsiva
y se precipitaba ardorosamente. Se aceleraba. Aparecía una
sensación de confusión que intimidaba la constante “cordura”.
Necesitó mucho contacto con su cuerpo para intentar comprender
por qué le manaban los arrebatos, las explosiones ante cuestiones
que no lo ameritaban. Y tras liberar tanto golpe amortiguado por
sus defensas, advirtió desde el cuerpo el efecto del estado de alerta
o la “puesta en guardia”. Una disposición que controlaba cada uno
de sus actos y estaba alojada en zonas específicas del cuerpo: la
garganta, para controlar sus expresiones verbales, el cuello para
dirigir la cabeza y la mente, las vértebras lumbares para sostenerse
ante tanta violencia.
Cuando generamos una relación de confianza expresó la necesidad
de acostarse sobre el suelo y respirar con intención de percibir la
aceleración interna. Cerró los ojos y vivió las pulsaciones de los
párpados, después de mucha vivencia respiratoria con intenciones
de percibir el dolor, un temblor invadió su pecho y, al enterrarse
en cada sensación, advirtió el laberinto enredado que arrollaba su
mente. Dijo que sentía que el cielo se le venía encima. Le pedí que
advirtiera cómo la tierra la sostenía, que buscara la respiración
baja, que inhalara y exhalara largo y profundo y acompañara la
respiración con la emisión de la voz para observar su tono. El
trabajo se dirigió a encontrar un cuerpo descansado que pudiera
respirar con alivio, a buscar un ritmo apacible que gobierne cada
tramo de sus movimientos. De esa manera pudo comenzar a
profundizar acerca de todo lo que la venía acechando.
La violencia que vivió Andrea durante varios años convirtió a sus
músculos en fragmentos de madera astillada, frágiles pero
resistentes. La voz punzante de su marido cargada de expresiones

32
Terapia corporal bioenergética

desvalorizantes produjo como una erosión en varias partes de su


cuerpo.
Andrea depositó su confianza en la terapia bioenergética. Su
constancia y paciencia le abrieron camino a la toma de conciencia
a través de ejercicios apropiados hasta que penetró en las tensiones
musculares y se dejó llevar hacia esas palabras y viejas imágenes
que la habían traumado. Eso la ayudó a expresar sus emociones
reprimidas y las manifestó a través de la ira. Grito, golpe sobre
superficies blandas le generaron la sensación de perder la cordura,
de descontrolar. Estaba tan acostumbrada a fiscalizar cada uno de
sus actos que tuvo la sensación de desbordarse. Sintió dentro de su
cuerpo como un revuelo de objetos pegando contra las paredes de
sus fronteras, recreando internamente la escena que la había
amedrentado tanto en otros momentos. Se enfrentó a ese caos que
otrora la inmovilizaba. Pero estaba en otro contexto y eso habilitó
destrabar la voz. Y salió el dolor, sin pensar, desbloqueando el
anillo energético que la atoraba. Una vez soltado pudo observar
su presente de otra manera, con más claridad y sin fantasmas.
Tomó conciencia de la distancia entre los miedos dibujados por su
mente y la energía corporal que la enraizaba. Luego vino el
desahogo a través de las palabras y finalmente mucho llanto.
Lágrimas retenidas durante décadas. Aguantó tanto que
paulatinamente, anestesió su capacidad de llorar. Esas palabras
que parecían fosilizadas pudieron salir. Fue el movimiento el que
las despertó. Esa danza que tanto amó desde su infancia. El primer
baile le produjo escalofrío, luego a medida que se alojaba en su
interior, una a una las heridas se abrieron. Todo cuanto bailó fue
una recapitulación, un resumen de esos dolores. Se detenía para
poder explicarse lo que había sucedido. Despertó, y luego todo fue
diferente.

33
Alejandra Brener

La docilidad fue el gran enemigo de su cambio. Advirtió que solo


atacaba quien guardaba temores, a través de amenazas, un arma
que le era efectiva para cooptar su libertad. Reparó entonces en
qué zona corporal se alojó el maltrato y se contactó con el espacio
temido. Al abrir la herida vislumbró las fisonomías de ese mal que
la afectaba tanto en su cuerpo: la pelvis. Allí se hallaba el daño en
cuclillas. Un daño que, al soltarse a través del grito de impotencia,
despertó la zona anestesiada, endurecida.Y logró rescatar la
energía vital, la capacidad de excitación que estaba absolutamente
inhibida.

La transformación exige que pongamos en juego conductas que


despierten algún indicio de que algo no anda bien y hacer visible
lo que aprisiona. Así llegamos a soltar el enojo, a dar la voz de
cuerpo a cuerpo y cortar los hilos que sostienen las cuerdas de
relaciones sumisas. Comenzamos a interpelar a un cuerpo que da
señales. Dolor, bronca, ira, displacer.

Movimiento, voz, palabra y fundamentalmente autoconfianza,


ayudará a concientizar. Luego la estimulación de la memoria
sensorial nos acercará más a las huellas impresas en el cuerpo.
Con ello tal vez surjan leves escalofríos, y si aún profundizamos
más, una a una las astillas se ablandarán para que sus espigas
caigan. Finalmente la articulación entre movimiento y palabra nos
permitirá conectarnos con el dolor de manera diferente. Porque ya
hemos liberado al músculo de ese profundo astillado. Lo que viene
es la energía que fluye, la conexión con un cuerpo con ganas de
disfrutar. Vuelven las tensiones pero ya sabemos cómo abordarlas
y una vez superadas llega la gracia del movimiento. La diferencia
es evidente, la postura corporal ante la irrupción de nuevas
violencias lo demostrará.

34
Terapia corporal bioenergética

Se necesita mucha valentía para enfrentarse nuevamente a esa


violencia retenida con el propósito de sanar. Voz, palabra y
movimiento constituyen una manera de conectarse con esas
sombras internas.

Daniela vivía conquistada por la seguridad que le proporcionaba


el quererse, una estimación que no era egocéntrica porque
irradiaba amor por el mundo. Mientras bailaba se le despertaba
una sonrisa satisfecha y cándida y al cruzar su mirada conmigo,
una extraordinaria calma destellaba su rostro. Cada movimiento
demostraba especial orgullo de tener un cuerpo blando de
contornos redondos, de llevar un cuello largo y hombros poco
delicados, de lucir un dorso nada plano y bustos imponentes. Esos
eran momentos placenteros. Al danzar algo en su interior huía, se
alejaba como una mariposa blanca de aquella coraza que antes la
encerraba y mantenía como atrapada. Allí afuera, existía otro
universo, el que sancionaba con la mirada a un cuerpo diferente,
donde predominaba la intolerancia. Sin embargo ya no sentía que
estaba de sobra, que no había sitio para ella, porque pudo
encontrar un mundo diferente al que usualmente se le ofrecía. Se
produjo un movimiento. Comenzó a sentir que llevaba la danza en
su cuerpo, cuando hablaba, cuando miraba o caminaba. Y sin
pensarlo demasiado, su vida se convirtió en una danza.

Daniela desde pequeña aceptaba los suculentos platos que le


ofrecía su madre por entero. El letargo de las cazuelas con carne,
arroz y verduras, las pastas aceitosas que quemaban hasta las
lágrimas, las generosas milanesas napolitanas y las tortas de
chocolate era para ella un universo de placer, sin embargo a ese

35
Alejandra Brener

recinto de delicias le faltaba algo fundamental para ser perfecto: la


libertad de poder comerlas sin angustia.
Esa situación repetida cotidianamente contenía una promesa de
placer junto con una amenaza de dolor, lo cual le generaba a
Daniela mucha ansiedad. La posibilidad del goce mezclada con
una amenaza estaba dando una señal: “soltarme puede resultar
dañino”. Pero esa ansiedad la hacía comer más de la cuenta. Así
fue como a partir de la adolescencia comenzó a ser desvalorizada
por su gordura. Todo lo que en la infancia le habían enseñado en
relación al disfrute de la comida, en la adolescencia debía ser
reprimido. Esto le generó confusión, un barullo interno cuyo
resultado era mayor ansiedad y ansia de comer. Pero no
identificaba la raíz de ese conflicto.

No lograba esquivar ciertas valoraciones descalificadoras de su


cuerpo. Cotidianamente convivía con quienes se habían convertido
en esclavos de un ideal corporal que a ella la hostigaba. Estaba
sometida a la dictadura de un espejo que la deformaba y prisionera
de lo que debía ser.
La mujer delgada excesivamente enjuta, se había transformado en
el modelo de belleza en su hogar y ese esfuerzo sufriente, le había
impedido el desarrollo de su pasión: bailar. En su casa la danza se
había convertido más en un adorno que en una expresión creativa
o forma de vida.

La búsqueda de una actitud sensoperceptiva en la relación con el


propio cuerpo, con la intención de aceptarse por un lado, más la
posibilidad de despojarse las culpas que arrastraban mandatos y
expectativas que no eran suyas, constituyeron los puntales para
intentar llegar al núcleo de su problema. Cuando logró vincular el
movimiento con la emoción pudo comenzar a soltar sus

36
Terapia corporal bioenergética

sentimientos genuinos pasados y presentes y sobre todo conectarse


con el placer que siempre le había generado bailar.
Con el afán de llegar a satisfacer las expectativas de sus padres
sacrificó el goce de expresarse corporalmente, y fue el aspecto
terapéutico de su propia danza lo que la desempantanó. Le habían
impuesto sobresfuerzos a un cuerpo cuyas intenciones se
vinculaban más con la relación imagen/ilusión que con la
correspondencia entre emociones y danza. Al tomar conciencia de
esto Daniela encontró en el contacto con su cuerpo las melodías
del movimiento, así identificó su propio tono y un andar que filtró
aquellas miradas ajenas enraizando el propio modo de ver la vida.

37
Alejandra Brener

CAPÍTULO 3

TENSIONES Y CORAZAS
Durante esos tramos de la vida, cuando el devenir camina sobre un desierto,
cuando la sonrisa forzada y el cuerpo rígido se mueven como accionados por un
motor, las tensiones se alojan en algunas cavidades corporales. Si logramos
sensibilizar esas zonas y aceptar con serenidad una dosis considerable de espera,
estaremos preparados para hacer descender desde ese lugar eso que se ha
endurecido. Tomar conciencia de que en el cuerpo se alojan en forma de
tensiones dolores guardados es otra manera de templar la ansiedad por la mejoría
rápida. Expulsemos en cada pisada la impaciencia por llegar a lo que aún es
incierto. Entreguémonos a esa ruta disponible solo percibiendo el andar. Al sentir
el paso a paso, es posible que algo dentro se suelte y la maraña muscular se
transforme en pequeñas hebras de ligamentos liberados.

Vanesa desde pequeña buscó satisfacer sus deseos inmediatos,


pero la realidad le demostró que eso no siempre era posible. Cada
decepción se fue instalando entremedio de aberturas musculares y
sujetó su capacidad de soltura hasta bloquear energéticamente
ciertas zonas corporales. Cargó en esos espacios paquetes
envueltos de deseos, emociones, ideales, que se iban guardando
en pos de perder el amor de los más queridos. Con algunos
ejercicios probó explorar dónde estaba esa carga que la agobiaba
tanto. Le dio tiempo a su cuerpo para sentir las tensiones
acumuladas. Aprendió paulatinamente a tolerar el dolor y
advirtió formas de desanudar esas durezas. La espera sin
ansiedad hizo que espesas cargas de tensión donde arrinconaba
tanto deseo, cedieran. En ese punto, tomó conciencia que en cada
bloqueo se escondía el mundo de una singular expresión. Luego
se conectó con esa emoción guardada detrás de cada tesura y
surgió una naturalidad desconocida. De la combinación entre voz,
acción, palabra y sentido se desprendió el movimiento. Se soltó

38
Terapia corporal bioenergética

desde lo profundo una particularidad desconocida: su esencia.


Eso instalado desde tiempos remotos.

Vanesa vivía con dolores corporales. Permanentemente las


molestias boicoteaban sus fuerzas para encarar cada tarea. Ella
decía que vivía cansada por causa de algo que no paraba de correr
por dentro. La impaciencia era su estado permanente, y eso le
generaba anillos de tensión. No respiraba fluidamente porque los
pasajes donde debía circular el aire estaban bloqueados. Invadida
por un intolerable desorden que tomaba posesión de sus sentidos,
cercaba su capacidad de emocionarse a través de la presión caníbal
de los dientes que le tensionaba el cuello. Cuando se conectó con
su cuerpo comprendió que era tiempo de detenerse y respirar más
profundo, de recuperar esa parte purísima de sí misma. De darle
lugar a la pausa para desacelerar.
Al principio la búsqueda de otro tono interno le generó resistencia.
Decía que no era un ritmo propio, que se aburría, que necesitaba
observar resultados inmediatos y que nos los veía. El foco del
trabajo fue la forma en que respiraba para luego acompañarla con
sonidos de descarga corporal, luego se usaron otras herramientas
que acompañaron su proceso identificando cuál era la razón de
tanta aceleración.
Cuando el ritmo de su respiración se apaciguó y su tono aminoró
la prisa, inició un trabajo de limpieza en cuanto a sus prioridades
para descubrir algo muy preciado que era la concentración en el
aquí y ahora. Otra cuestión que descubrió fue el peso que llevaba
dentro de su cuerpo merced a tanta exigencia. Al respirar más
fluido y permitir que la energía circule con soltura, pudo advertir
que primero cedió la resistencia como un tenue resplandor y luego
como hebras aisladas que se fueron ensanchando para dar espacio
a la liviandad. En ese segundo, el movimiento dejó escapar algo

39
Alejandra Brener

instalado entremedio de lo que ella imaginó como un agujero


perfecto, redondo, reblandecido, cincelado de palabras, imágenes,
taladrado por ruidos y agresiones. Algo se soltó con una violencia
de calidad desconocida y, en ese intervalo, penetró la luz
enfocando con eficacia un escenario donde nunca habíamos creído
estar y que, sin embargo, era el secreto de su continuo malestar.

Vanesa creía que endurecerse era señal de fortaleza o una prueba


de que era capaz de hacer frente a la adversidad, de que nada la
quebrantaría, de que podía seguir tolerando. Su mandíbula era una
zona que se endurecía a causa de bloquear llantos e ira. Este
bloqueo permaneció por mucho tiempo y se expandió a su cuello,
omóplatos y zona inferior de la columna. Movía lentamente la
mandíbula, pesadamente de lado a lado, adelante y atrás y en
forma circular. Cuando comenzaron a aflojar las tensiones,
aparecieron cadenas de bostezos y suspiros contenidos. Bocanadas
de aire que salían del cuerpo, indicadores importantes de que ya
no contenía el aliento. Tomó conciencia de cuánto había inhibido
su capacidad respiratoria. La condicionó tanto, la ató, la bloqueó a
causa de tantas tensiones que no había manera de dejar paso al
aire. Esas zonas del cuerpo se llenaron de una corriente fétida,
estancada. Sin embargo en un momento soltó y el aire entró a
galopar libre. Detrás de esa marea que salió por entre las
compuertas surgieron más bostezos. No pudo detenerse. Porque de
tanto aire que brotó, necesitaba volver a abastecerse. Sus ojos se
abrieron más y su boca de sonrisa le permitió dejar pasar todo el
oxígeno que le estaba faltando. Abrió el pecho para vaciarlo de
impurezas, le quitó todo el aire enviciado. Surgió una sonrisa que
deshilachó despacio tensiones acumuladas. Algo exquisito sucedió, su
centro descendió y la planta de los pies se afirmó más a la tierra.
Descubrió que podía moverse con menor esfuerzo y el deleite de

40
Terapia corporal bioenergética

la espontaneidad apareció. Renovada, percibió una sensación de


limpieza interna, el cuerpo desechó las impurezas y no volvió a ser
la misma.

Vanesa había sentido un tipo de cansancio que anunciaba el límite


de su esfuerzo cotidiano, eran señales específicas de dolor físico
que la interpelaban para tomar conciencia de que había superado
la frontera de sus posibilidades para seguir exigiendo. Sin
embargo, solo pudo registrarlo cuando excedió sus últimas
reservas. Hablaba por hablar dejando las frases por la mitad para
saltar de un tema a otro, hacía por hacer, como dándonos cuerda a
cada instante para que la energía no se le agotase. Pero fue tal la
autoexigencia que expuso a su cuerpo a una constante disposición
que alteraba la paz en sus vínculos.

En este caso como en muchos otros, el primer problema al no estar


relajado es la fatiga que esto genera. A veces la inseguridad se
esconde en cuerpos excesivamente erguidos, dispuestos a clavar su
mirada filosa, con la certeza de que esa es la forma de generar
autoridad. Esa afilada postura es tan solo una armadura que se
construye cuando el miedo aprisiona. Genera corazas y la creencia
de que nada nos sostendrá si se la desarma. En verdad si la
desgranamos sucederá todo lo contrario, identificaremos el origen
de eso que nos ha blindado y buscaremos una manera placentera y
cómoda de conectarnos con el otro. Porque el propósito es “des-
armarse” para generar autoridad y eso se logra desde la fortaleza
devenida en soltura y amor y no desde el endurecimiento.
Una manera de despojarse de esos tormentos es observar por qué
nos molestan ciertas conductas de personas significativas. Si cada
actitud que fastidia la ponemos bajo sospecha, probablemente,
proyecte algún componente propio. Interpretar la naturaleza del

41
Alejandra Brener

enojo nos da pistas para internarnos en el autoconocimiento y


ceder ante la expresión impulsiva de juicios que despiden iras
contenidas y de esa manera despojarnos de las tensiones que esto
provoca.

Una zona recurrente de tensión es la garganta, con sus


abrumadoras consecuencias. Quienes precisan traspasar el canal
de la voz porque algo como una roca inmensa de aristas afiladas
retiene emociones, necesitan desbloquear la garganta. Cuando esto
sucede, los canales se endurecen y el aire como con un hilo
imaginario se queda varado en alguna zona de la garganta o del
pecho. El núcleo indivisible de un gemido primario allí espera,
resguardado tras sonrisas artificiales que nacen y mueren en pocos
segundos. No se puede decir exactamente lo que se desea porque
probablemente existan mecanismos de control que arman hasta las
cejas. Sin embargo, cuando se toma conciencia de ese hilo
imaginario que tensa y se busca darle sentido a aquello que ha
obstruido la zona, la voz se transforma. Una voz que se hace
propia y se desarropa de tanto bloqueo.

Rita sintió que esa mujer estremecida era y no era ella al mismo
tiempo. Tuvo que detenerse y dejar que las sensaciones se
hicieran cuerpo para reconocerse. Renunció a sus pensamientos.
Un paréntesis silencioso se instaló en su mente y advirtió cierto
desentumecimiento. Respiró profundo. La densa red nerviosa que
anudaba el estómago dejó pasar el aire. Sin embargo notó que
desde la cintura hacia las extremidades había un ser espantado.
El cuerpo no pudo ceder allí. Centró su atención sensitiva en las
plantas de los pies, respiró más profundo y unos extraños
temblores afloraron. Descubrió que en ese trayecto, entre las
vértebras lumbares y las plantas de los pies había tensiones

42
Terapia corporal bioenergética

macizas, trató de soltar una a una las piernas con movimientos


bruscos de descarga. Luego vinieron una cadena de bostezos y el
cuerpo comenzó a vaciar la tensión acumulada desde décadas.
Un cosquilleo entre los glúteos, muslos y pantorrilla la
sorprendió. Apareció en su mente una imagen significativa. Tuvo
la certeza de aquello que la estaba entumeciendo, de la traducción
corporal de sus temores. Luego, a través de la palabra y el
movimiento, se puso en evidencia esa revelación. Al detenerse
sintió, por primera vez, que las piernas se poblaron de energía
vital. Y su caminar adquirió otro andar.

El cuerpo de Rita estaba bloqueado en su pelvis y piernas, su


andar parecía encorsetado. Ese bloqueo escondía un mundo que
recogía su energía, apretaba su caminar. Había fuerzas guardadas
que necesitaban expresarse. Mientras avanzaba se repetía sin cesar
que “todo estaba bien” con cara de “aquí no ha pasado nada”, pero
la tensión que llevaba en sus glúteos y se desplegaba hacia las
piernas iba embistiendo alrededor de los muslos. Las rodillas
cargaban con todo el peso de esa tensión, la pisada era tenue
aunque la placidez estaba fuera del alcance de las plantas de los
pies. La insistencia en el “todo está bien” generaba pensamiento
maquinal. La relación entre el pensar y el estar se había convertido
en una lucha de imposiciones, en ningún momento llegaba el
alivio.

Ella llevaba dentro la intención ineludible de dominar en cualquier


escenario, porque su aspiración habitual era competir. Cada vez
que llegaba a algún sitio creaba aureolas de suspenso en el
ambiente y todos los presentes dejaban de respirar. Resaltaba con
su pisada, aunque sus pies estaban muy lejos de la tierra. Buscaba
subir los escalones del “éxito”. Su autovaloración permanecía

43
Alejandra Brener

ausente porque solo se alimentaba del reconocimiento externo.


Para ella la vida era un espectáculo donde el reflector apuntaba
solo a su cuerpo.
Cuando pudo detenerse y sentir aquello que la impulsaba a ser
querida ya no fue una desconocida para sí misma. Porque la
verdad se ató a sus brazos y sobre todo a sus piernas. Sintió
tensión hasta llegar a la imagen desgarradora de un ser querido
que comenzó a desmembrarse. Dispuesto a recomponerse, se
detuvo. El cuerpo dio señales de autodestrucción. El
autoconocimiento lo puede todo. Con mucho compromiso consigo
pudo dejar de mentirse. Identificó quién era la persona que había
acaparado su energía vital. Quién le hacía beber cada una de sus
frustraciones. Cuando los ejercicios le permitieron llegar a ciertos
escenarios familiares, observó paso a paso cómo extraían el resto
de su energía y se la devoraban. De qué manera cada uno de los
tentáculos absorbentes la rodeaba y comenzaban a apretarla a
través de una verborragia agotadora. Mientras sus ojos de
aspiradora succionaban su capacidad de respuesta, ella iba
almacenando su abrumo. No contaba con herramientas para
canalizar esa andanada, la fatiga la debilitaba. Agudizó la
percepción interna para elegir con quién deseaba vincularse para
no volver a ser absorbida.

Desde pequeños buscamos satisfacer nuestros deseos inmediatos,


sin embargo la realidad nos prueba que eso no es siempre posible.
A veces en lugar de satisfacer nuestros deseos, somos objeto de la
satisfacción de deseos ajenos. Cada frustración se va instalando
entremedio de aberturas musculares y va sujetando nuestra
capacidad de soltura hasta bloquear energéticamente la zona.
Cargamos en ese espacio un paquete envuelto de deseos

44
Terapia corporal bioenergética

cincelados con aspiraciones, imágenes, emociones, ideales que se


han guardado por miedo a perder el amor de los más queridos.

Durante esos tramos de la vida, cuando el deseo camina sobre un


desierto, cuando la sonrisa forzada y el cuerpo rígido se mueven
como accionados por un motor, el ritmo del crecimiento toma otra
cadencia. Si logramos aceptar con serenidad esa tregua y
acopiamos una dosis considerable de espera, estaremos preparados
para hacer descender desde algún lugar del cuerpo eso que está
esperando. Son momentos de impase que es necesario darse para
poder reencontrar las causas de esa tensión guardada. Interpelarlas
desde otro contexto nos permitirá expulsar en cada pisada la
impotencia del pasado. Al sentir el paso a paso de nuestra historia
desde el cuerpo, tomaremos conciencia de ese forcejeo entre los
deseos ajenos y los propios. Esa pugna que entorpecía nuestra
libertad. Al advertirlo damos lugar a las franquezas, esas que
creíamos indebidas. Soltamos lo contenido y el epicentro de la
tensión se ablanda. El dolor emerge, el bloqueo ya no boicotea
nuestro deseo. Es necesario esperar para dejar salir. Sin embargo,
a pesar de ciertas resistencias, la suavidad del cambio penetra por
las hebras anudadas. Se van ensanchando canales y damos espacio
a la liviandad. Pasa la luz enfocando con eficacia un escenario
donde nunca habíamos querido estar e ilumina al insondable
secreto de nuestro malestar. Y entre lo incómodo y lo naciente
surge el movimiento. Al desbloquear se soltará una particularidad
desconocida: la primera naturaleza o esencia, la que envuelve
aquello que deseamos en forma genuina. Al reconocerlos se
templará nuestro cuerpo y nos permitirá entregarnos a la vida con
mucha más espontaneidad.

45
Alejandra Brener

CAPÍTUL0 4

LOS DOLORES
Cuando el dolor se inscribe bruscamente en el cuerpo se siente como un rayo que
atraviesa las entrañas. Una punzada desgarradora cruza el túnel de lo
desconocido. Un espesor de energía crece y crece alrededor. El cuerpo se
estremece, agita su respiración, la sangre corre más y más a prisa. La sensación
llega al corazón y las piernas se debilitan. Nos encrespamos por dentro. Ya no
podemos zambullirnos en las sombras. Ese relámpago nos ha oscurecido por
dentro.

Su vivir era como vaporoso. Existía como un ser de otro mundo,


como apartada, al margen. Ausente, solitaria, extraña, cerraba
los ojos como mirando al vacío y se entregaba a vaya saber qué
ensueños. Era como si su cabeza balbuceara todo el tiempo. Vivía
como en un limbo impersonal, tan solo inhalando y exhalando. No
había manera de que conectara con sus emociones profundas.
Algo cambió cuando dijo necesitar anotarlo todo y luego cuando
leyó aquello que había escrito. Recién ahí la emoción soltó. La
carga que pesaba sobre los hombros anquilosados, exhaustos,
aflojó. Escuchar su voz la estremeció y, en ese momento, las
palabras adquirieron sentido corpóreo.

El miedo al dolor había hipnotizado a Eva. Desmembrar la


compacta ensambladura que había montado era un gran desafío
para ella y para mí. Utilizar como recurso la escritura le permitió
adquirir el valor de dejarse perder por un rato en esa hoja y
recuperar la capacidad de juego con las palabras y abandonar la
garantía de estar pensando que todo lo entendía. Pudo entregarse
poco a poco a la desorientación. Y navegar por una historia que la
estaba hostigando. Su situación presente no era buena para ella,

46
Terapia corporal bioenergética

estaba insatisfecha de sus elecciones, pero tenía miedo a cambiar.


Sin embargo al amurallar el sufrimiento se estaba arriesgando a
que tanto dolor la devorase por dentro y debía soltarlo. Un
sufrimiento que antes de escribir estaba herméticamente solapado.
La inclemencia de su historia le había punzado su capacidad de
sentir, le produjo como una erosión de su expresión convirtiéndola
en un ser dormido ante la posibilidad de sentir placer. Se protegía
para poder acolchonar ese dolor, que allí estaba cómodamente
guardado y anestesiaba cada vez más la herida. Al escribir
aparecían solapadas presencias que increpaban y señalaban que en
algún lugar del cuerpo había dolor. Después de mucho trabajo con
ejercicios de descarga energética, asomó el malestar y pudo
escucharse, gritar. Intentó palpar ese grito de impotencia, esa
sensación de incertidumbre. Aclamó, pujó hasta que salió la raíz
de su sufrimiento. Movimiento, sonido profundo y palabra. Las
escenas que la dañaron volvieron pero situadas en otro contexto.
En un espacio cuidado y en un momento con predisposición a
sanar ese dolor. Al primer contacto le surgió miedo, luego un leve
escalofrío, su voz se hizo potente y logró decir todo lo que, en la
infancia, no pudo expresar. Una a una las durezas que suponían
protegerla se ablandaron, se fueron quebrando las corazas. Sintió
un dolor diferente, sanador que liberó al músculo. Lo que vino
después fue la sensación interna de fluidez, la conexión con un
cuerpo aliviado. Y lo mejor, las ganas de llenarlo con energía
vital. Comprendió que esa tensión permanente podía atravesarse y
desechó la idea de que tanta molestia e incomodidad durarían para
siempre.

Tanto en el mundo físico como en el espiritual, el dolor no dura


para siempre. Aunque por momentos sentimos como que se nos
quiebra el espíritu, el movimiento, la entrega y la autoconfianza

47
Alejandra Brener

permiten enfrentar el dolor, los miedos. Luego llega el proceso


reparador.
El movimiento, las palabras y la expresión de los emociones son
como un espiral porque nos llevan y nos traen, del pasado al
presente porque nos permiten volver a percibir ciertas
resonancias que se reeditan en vínculos. Porque damos un par de
pasos para atrás y encontramos el dolor que dejó marcas en el
cuerpo y lo erosionó. Y aunque creemos retornar a ese entonces, y
por un instante nos desmoronamos, tomamos conciencia de que
estamos en otra etapa y que contamos con herramientas para
sujetarnos. Pisamos más seguros, y retumba la dolencia pero ya no
lastima. Esa resonancia nos permite profundizar la pisada y dar
otras respuestas para poder avanzar. Recuperamos un cuerpo más
fortalecido porque la vuelta del espiral nos hizo superar la marca.
Salir de nuestro lugar de confort puede ser temible, dar
incertidumbre, generar cierto caos interno pero a veces es
necesario atravesarlo para poder dar la vuelta de este recorrido
espiralado. El miedo al dolor había hipnotizado a Eva mientras
que desafiarlo pudo vitalizarla.

Julio dice “dentro de mí siento algo que presiona”. Tiene mucho


temor de desbordar el cerco de lo tolerable. Dice “hay una voz
interna que insiste, arma frases para convencerme de actuar por
caminos que no deseo transitar”.
Le pido que camine. Cuando lo hace observo un cuerpo cuyas
articulaciones parecen atrancadas. Sus piernas se mueven
temblando. Se detiene y nos enfrentamos. Le pido que me mire a
los ojos. Anillos de tensión comienzan a observarse porque una
orla rojiza envuelve a la musculatura de la franja ocular.
Seguimos mirándonos. Una lámina acuosa rodea la retina, la
enfunda, hasta que el dolor aprieta y sale el llanto. Lento, hasta

48
Terapia corporal bioenergética

que se hace más fuerte y el pecho le tiembla. Inicia la tos. No


puede parar de toser, se atraganta. Hay anillos de tensión en el
cuello y el pecho. Aquello que dolió y se resistía a salir, empuja.
Al interrogarlo empieza a soltar tanto guardado. Ese fue el aflore
de la conciencia. Aquello que andaba encapsulado se hace visible.
Después que pudo relajar, la energía comenzó a manar. Respiró
más fluido, se encontró con esas entrelíneas que no podía
decodificar. Ese espacio que se hallaba comprimido hizo soltar
palabras que en ese momento adquirieron sentido corpóreo.

Antes de habitar su cuerpo, Julio sentía que algo en su interior


desbordaba el cerco de lo tolerable y atrancaba la fluidez de su
organismo. Había un torrente de dolor que deseaba soltarse, que
por momentos se anunciaba y por otros se escondía para
resguardarlo y dejarle espacio a muy poca vitalidad. Sin notarlo
Julio había realizado un proceso antes de animarse a meterse en
las profundidades de lo corporal. Transitar los cercos de ese dolor
pudo hacer deslizar algunas capas de esa coraza, que al realizar
contacto visual, se movieron. Poco a poco, las señales de cierto
ablandamiento activaron la angustia. Oscuridad y claridad en
convivencia. La vitalidad estaba allí y en un momento saltó a la
superficie de manera espontánea. Luego tuvo que atravesar un
camino sinuoso, que no pudo explicar solo con palabras. Porque al
navegar por escenas del pasado hizo resonar dolores añejos. Solo
siguió confiando en su cuerpo hasta que la capa defensiva teñida
de desconfianza y racionalizaciones pudo concientizarse. Alcanzó
ablandar ciertas capas musculares donde se encontraban tensiones
musculares crónicas hasta llegar a la capa emocional. Emergió la
ira, el pánico, la desesperación, la tristeza, el dolor para darle
espacio al sentimiento genuino del amor.

49
Alejandra Brener

Para localizar las capas más profundas debemos llegar a eso que
está retenido bajo el yugo del control. Lo que viene después es la
energía que fluye, la gracia del movimiento y la autoconfianza.

Por lo general cada una de las personas puede a través de su mente


dirigir la atención hacia dentro del cuerpo. Cuando la mente dirige
la atención hacia el exterior y lo que ocurre en el mundo, afecta al
individuo, la experiencia que en realidad le llega es su efecto en el
cuerpo. En este sentido la experiencia es un fenómeno corporal.
Por eso los dolores son producto de situaciones traumáticas que
quedaron ancladas y que se intentan experimentar en el trabajo
terapéutico mucho después de haber sido vividas. Se busca llegar a
ese efecto que nos produjo el contacto con eso que nos ha
“golpeado” para volver a experimentarlo y posteriormente analizar
el impacto que ha tenido en el cuerpo. Las emociones son hechos
corporales, son movimientos o alteraciones dentro del cuerpo que
se hacen concientes cuando hay algún estimulo que las reedita.

La vida se dirige siempre hacia la búsqueda del placer y le huimos


al dolor. El placer estimula la vida y el bienestar y el dolor es una
amenaza a la integridad. Dicho en términos corporales, nos
abrimos ante una situación placentera y nos cerramos ante alguna
situación de dolor o ante la inminencia de situaciones que pueden
ocasionar un dolor ya vivido.
Lo que produce un dolor es la presión creada por la energía de un
impulso que se encuentra con un obstáculo por eso la única
manera de evitarlo es levantando una defensa contra ese impulso.
Y si se suprime puede que ya no se sienta el dolor.
El cuerpo de las personas que he descrito manifestaba las señales
del dolor. Sus ojos no tenían brillo porque había una inhibición de

50
Terapia corporal bioenergética

la emoción. Por eso en algunos casos, usamos la frase “estar


dormidos”, “anestesiados”. La rigidez y falta de espontaneidad
denotaba que la carga energética no estaba circulando libremente
dentro del sistema muscular. Quienes llegan a sentir sufrimiento
ante determinadas molestias experimentan una sensación de
frustración, insatisfacción, descontento con su vida que le genera
ansiedad y en algunos casos depresión. Suelen sentirse
enajenados, aislados o llegan con muchos trastornos somáticos:
dolores en específicas partes del cuerpo.

En las historias narradas, se ejemplifican sentimientos inhibidos a


causa de alguna desaprobación externa. Entretanto la mente ha
tomado el control permitiendo que el cuerpo resista a la expresión
de las emociones. Al contenerlas los músculos se contraen y con
el tiempo entran en un estado de contracción crónica. El impulso
es reprimido y uno ya no tiene el deseo de manifestarlo.
Sin embargo, ese el impulso no se pierde porque sigue latente bajo
la superficie del cuerpo. Desde el análisis bioenergético se
provoca lo suficiente como para hacer aflorar más carga energética
y desbloquear esa tensión crónica. En algunas oportunidades
cuando estalla la bronca, la ira tan contenida se derriban los
bloqueos y se alivia la tensión. Se llega a otro estado o tono
muscular, se siente el cuerpo diferente. Esta situación modela la
autoimagen y el pensamiento obligando a realizar ciertos ajustes
mentales, corporales y energéticos. Cambia el cuerpo, cambia la
mente, cambia el fluido energético y, aunque puede quedar cierto
dolor, se depone el sufrimiento. La ausencia de tanto abatimiento
nos proporciona pistas para tomar nuevas decisiones. Al
entregarnos al dolor y tolerarlo de manera activa y calma nos
librarnos del sufrimiento a veces latente y hasta inconsciente.

51
Alejandra Brener

CAPÍTULO 5

LA MEMORIA CORPORAL

Silenciosa, la vida fue tejiendo lienzos. Sentimos el susurro de las diversas


espesuras, telas de colores conocidos, texturas ásperas, suaves, de formas
concretas o extrañas. Algunas podemos volver a palparlas. Se han transformado,
tienen otro color. Al sentirlas sobre el cuerpo las percibimos abrumadoramente
hermosas. Otras enmendadas por tanto tironeo se han rajado y hasta cuarteado.
Todas nos resultan familiares, todas son parte de nosotros. Las huelo, olores
mustios o florecientes emanan cuando las suelto. Las dejamos volar. Al rato las
miramos de lejos. Seguimos con la vista su vuelo. Entonces nos encogemos de
hombros y giramos un poco para poder mirarnos sin ellas. Nos quedamos
fascinadas por aquella imagen nueva, y nos damos cuenta que ya no las
necesitamos. Solo un instante para decidir despojarnos y permitir aflorar lo
auténtico, el placer de la propia existencia.

“Delante de mí vi a una mujer de hombros anchos, pechos


prominentes y glúteos carnosos. La recorrí de abajo hacia arriba,
me dolió el pecho al mirar su cara. Las dos estábamos en silencio.
A pesar de su anchura tenía aspecto delicado, el pelo castaño y
erizado y un rostro relajado de pecas oscuras y mofletes pulposos.
Su presencia me causó un placer indescriptible, me generó una
especie de conexión, me transmitió una fuerza poderosa. Apoyó
una mano sobre mi hombro y comenzó a hablar. Su tono parecía
llegar de lejos, cada palabra se hacía larga y sedosa y llevaba
una mirada que irradiaba generosidad. Es bella -pensé- viste una
belleza diferente. Sin darme cuenta me hizo remontar a un pasado

52
Terapia corporal bioenergética

remoto, y, en ella encontré otra vez a mi fuente, la que me dio la


vida”. Matilde

Recordar es hacer presente fragmentos de existencia, es avivar el


desfile de escenas pasadas. Aquí y ahora el pasado sobreviene,
pasa por el corazón. En un instante aparece un fresco flamante,
ciertos detalles. Una escena cobra sentido. Sale a la superficie de
la conciencia algo que estaba unido a una nebulosa. El cuerpo ha
seleccionado, la mente no traiciona ni tampoco se esfuman los
acontecimientos. El presente y el pasado están uno junto al otro
vinculados por la magia de la fusión entre palabra, imagen y
movimiento. Una melodía, una mirada, un toque y la memoria
advierte la presencia de escenas que emergen con cierta ferocidad,
una después de la otra hasta que anuncia la recomposición de una
trama diferente. Del pasado al presente y en el transcurso, la
maravilla: el existir.

Cuando logramos conectarnos con el silencio interno, la quietud


nos lleva a algún lado de sí mismo y la mente dibuja imágenes.
Luego toma la decisión de despejar escenas y elige alguna. La
recorre despacio. Ese retrato quizá es como toda una vida.
Respiramos más hondo para retenerlo un poco más. A veces
llegamos a revivir imágenes que dan cuenta de lo que deseamos u
odiamos, y logramos darle voz para desenterrarlas desde ese lugar
tan hondo donde se hallaban guardadas. Esas imágenes comienzan
a poblarse de personajes, seres que nos habitaron y que se
instalaron plácida o penosamente en nuestro cuerpo.

Marisa sintió esos ojos sobre los suyos. Un aire helado se


emplazó entre las costillas. El sudor corrió por debajo de sus
pechos y la musculosa negra se adhirió a la piel. Bamboleando

53
Alejandra Brener

los brazos que colgaban muy pesados comenzó a soltar los


omóplatos y sobre su hombro derecho algo se despegó. Surgió
una sensación rara, no había dolor, solo alivio. Ella siguió con la
mirada, ese halo de energía potente que hizo disparar la bronca
guardada y sin pestañear, observó el despliegue de imágenes
entremezcladas con la inocencia de otros tiempos. Pudo notar la
diferencia. Retornó a ese instante que ya estaba por fuera de ese
ambiente perturbado y se encontró con otra versión de sí misma.
Fue como si alguien le hubiese arrancado un dolor vital y ya no
se sentía prisionera de él. El mundo ya no fue el mismo. El precio
de estar en él ya no la llevaba a un barranco profundo. Y
comenzaron a aparecer instantes perfectos de entendimiento. Ella
y los otros, los otros y ella.

Cuando el cuerpo inició su movimiento, Marisa reconstruyó


imágenes de todo lo que odiaba. Notó que las había enterrado muy
hondo. Cuando movió el brazo izquierdo desenterró a una maestra
de la escuela que le había atado su mano detrás de la silla porque
era zurda. Desenterró el deletreo de su apellido cuando la
llamaban a dar lección con encarnizado placer por desaprobarla, el
comedor de su casa que siempre olía a carne y estaba vacío, los
aceitosos retratos que colgaban de la oficina y las miradas de lince
de la jefa. Y tras décadas de estacionamiento esa bronca pudo
salir. Golpeó con la mano izquierda una y otra vez para llamarse a
sí misma, para desintoxicarse de ese dolor. Y en tan solo cinco
minutos, el pulso comenzó a latir dentro de ese brazo y se
expandió con más fuerza por el otro y continuó por el pecho. La
frente se estiró, un pañuelo de seda limpió su mente y arrasó con
los fantasmas. Todo bailaba. Algo se desbloqueó y salió. El cuerpo
se hizo más liviano y pudo decir: ¡Basta!

54
Terapia corporal bioenergética

En otra ocasión relató un diálogo del pasado y en medio del relato


una emoción irrumpió de golpe. La memoria corporal le había
devuelto detalles que creía olvidados. Toda la fuerza del cambio se
apoderó de ella en ese momento. Un soplo de claridad acarició los
ojos e hizo tambalear la lógica de lo que creía evidente. Al tomar
conciencia de ese vínculo que la hostigaba ya no se dejó atrapar
por el deseo del otro. Desechó la red que contenía sus palabras, el
tejido “protector” de eso que la atormentaba. Resurgió su belleza.
Tan sencilla, tan mágica.Y se arraigó en tan solo unos segundos.
Hay tensiones que exigen liberarse, algo así como una rabia
insaciable que necesita salir para terminar de depurar su cuerpo a
través de la memoria.

Al agudizar los sentidos y observar en nosotros esa sucesión de


cruces, ramificaciones, desvíos, que las épocas y familiares nos
han entregado, somos capaces de ver en el espacio corporal, las
luces y las sombras de algunos momentos para poder entender por
qué somos así, para advertir si contamos o no con herramientas
para superar o aceptar lo que no toleramos. Y con todo esto
intentamos hacer algo. No requiere de ningún esfuerzo consciente,
solo contemplar y sentir, lo demás viene solo, entregándose al
sagrado riesgo del azar. Sustituyendo el destino por la
probabilidad, el futuro por el aquí y ahora, los resultados por los
procesos. Cada historia por conocer, cada trama se integrará para
que se produzca un salto, un cable a tierra. Buscando las
sensaciones más que las razones, despejando el rastro con el
rescate de la memoria.

Todos entrañamos una historia de sensaciones. El análisis


bioenergético invita a reafinar nuestra capacidad de observación
sensoperceptiva para zambullirnos en las experiencias sensitivas

55
Alejandra Brener

de nuestra historia y así reencontrarnos con imágenes lo más fieles


posible a esa experiencia pasada. Nos invita a sumergirnos en la
memoria corporal acortando la distancia entre pasado y presente.
Los dolores tienen historia y cuando ahondamos en la semblanza
de ese dolor, desde la lectura corporal, aparecen interesantes
hallazgos. Se propone la posibilidad de un registro histórico
diferente, más experiencial, que se expresa a través del cuerpo
primero y de la palabra después.

56
Terapia corporal bioenergética

CAPÍTULO 6

LOS MANDATOS
Desde aquel día que se instalaron con fuerza los mandatos y
anunciaron un supuesto crecimiento, andamos con temor a
transgredirlos. Esas responsabilidades que nos han asignado hasta estrujar y
comprimir ciertas aspiraciones propias se fueron implantando hasta acomodarse
en nuestros hábitos. Pero, en algún momento de la vida, comienzan a revolverse
porque las confrontamos con nuevos deseos. Entonces, surgen las amenazas
anunciando ineludibles fracasos, porque siempre creímos en la inexorable verdad
de lo que nos han enseñado. Quizá en un principio nos rendimos. Sin embargo,
jamás nos atrevemos a imaginar la enorme carga que algún día llegará a abrumar
nuestros hombros, si no le damos rienda suelta a lo que genuinamente anhelamos.

“Lo único que le preocupaba a Marcela era controlar la


resonancia de esas voces en cada uno de sus pasos. La
mortificaba no poder evitar cómo crujía dentro de su cuerpo la
huella de la pisada en la madera. Una marca que temía
derramarse ante la presión de tantas órdenes. ¡Cómo se puede
perder algo que se guardó siempre en el mismo sitio!- se decía.
Y justo cuando creía comenzaba a serle útil, cuando por fin tenía
algo importante qué hacer con eso, parecía que ganaba su
cansado y cotidiano compromiso con los mandatos.
En verdad esos preceptos tan anclados se le habían esparcido por
casi todo el cuerpo, pero quedaba un solo espacio cuya vitalidad
penetró por su piel y ascendió por las cavidades de sus vísceras
hasta llegar al corazón. Fue cuando se conectó con emociones

57
Alejandra Brener

pasadas durante la infancia. Y pudo decir NO a esos preceptos


tan aferrados, y elegir escuchando la voz del corazón. Los días
vendidos a otra que no era ella, el cuerpo antes anestesiado,
fueron despertándose. Pisó la madera y fijó los ojos en la tierra.
Al primer crujido pude sentir su peso de otra manera, había
perdido una gran parte de la carga sostenida.”

A veces, la mente abusa de nuestro resto energético y desgastamos


más de lo necesario para estar, para ser, porque la atención se
centra solo en “el parecer”. Hay muchas cosas por observar si
dejamos de oír a la voz de los mandatos. A veces las palabras que
se entrometen no son nuestras, son aprehendidas. Cuando el
pensamiento es puramente nuestro el caudal energético se
potencia, su excitación crece, y simultáneamente crece nuestra
conciencia de aquello que está impuesto. Adueñarnos de ese
pensamiento es el desafío y a esto lo llamamos “visualización de
la palabra en conexión con el cuerpo”. Somos más que el propio
pensamiento, somos intención, vibraciones, fuerzas, tono. Pensar
liberados de lo asignado como propio es un ejercicio que nos
permite encontrarle a las palabras otros sentidos.

Si estamos llenos de pensamientos impuestos deviene el


aturdimiento. Se produce cuando la mente está desbordada de
obligaciones. Y surge la crisis al interpelar los deseos propios con
las órdenes de los mandatos. Interrogar a esas voces, a veces nos
atemoriza. Sin embargo, el autoconocimiento nos permitirá
zambullirnos en las sombras de esos preceptos que marcaron
nuestra historia y dará fuerzas para proyectar el propio camino.
De esta manera, cuando tomemos conciencia acerca de qué pautas
contienen la voz de los mandatos, algo dentro se abrirá para dar

58
Terapia corporal bioenergética

lugar a lo que queremos ser, y si nos animamos a nombrarlo


lograremos disponernos para generar nuestro propio recorrido.
Asumiendo lo heredado y construyendo sobre ello la singular
huella advertiremos algo en nuestro cuerpo que afirmará los pies
sobre la tierra. Ya no necesitaremos afianzarnos a las expectativas
de otros para definir nuestro horizonte, sino que comenzaremos a
escuchar la voz de nuestras propias expectativas.

Mariela no podía entender los mecanismos, la rapidez con la que


su nuca se ponía repentinamente tensa. Cuando advirtió que esa
molestia era el reflejo corporal de sus exigentes expectativas
frente al mundo, observó cuán excedidos estaban sus niveles de
tolerancia a los reclamos imposibles de cumplir. Sus
pensamientos la inflamaban y le inmovilizaban el cuello. La
rigidez en sus ideas traccionaban las vértebras cervicales y cada
palabra vibraba su alrededor ahogando toda posibilidad de
descompresión. Se agolpaban los supuestos, las especulaciones y,
lo más aniquilante, era la sensación de ser evaluada
permanentemente. Empleó toda su potencia hacia el rescate de
esa zona sujetada por tanto reclamo. Con paciencia logró bucear
por una historia de exigencias, por una cadena de demandas que
cumplía sin filtrarlas por su propio tamiz. Pudo comprender por
qué nunca se animó a reclamar sus necesidades y comenzó a
sentir en su cuerpo una madeja de gritos enrollados. Al tomar
conciencia logró descargar todo aquello que fue acumulando. El
encuentro con el propio deseo cobró sentido y acabó la perpetua
obligación de satisfacer al otro. Pudo comenzar a desamarrar
cada red impuesta a sus anhelos. La flexibilidad y la soltura se
adueñaron de sus actos y ya no hubo más decisiones dependientes
de aspiraciones ajenas.

59
Alejandra Brener

Mariela necesitó explorar por qué percibía su cuerpo desmembrarse


cuando debía enfrentar alguna situación de exposición. Había
sufrido una serie de frustraciones cuando se comprometía a
demostrar sus habilidades. En esos momentos algo amenazaba a
su voz (se quedaba sin habla o con una afonía extrema) le
temblaban las manos, la mente se le nublaba y la nuca presionaba
a tal extremo que estallaba la migraña. Al explorar sus tensiones y
ahondar en ciertos dolores, brotaron escenarios durante la infancia
y la adolescencia donde la intolerancia al error se sucedía de
manera habitual. La exigencia de unos padres ante su rendimiento
en todos los aspectos de la vida, le había quitado posibilidad de
elección y disfrute. La idea de fracaso le resultaba insoportable.
No podía permitirse errar porque la amenaza a perder el amor de
sus padres la corroía por dentro. Existía en ella una obstinación en
triunfar que se basaba más en el temor al derrumbe. Solo registró
tanto nivel de autoexigencia cuando el cuerpo emitió señales. Con
el análisis personal advirtió de qué manera la excesiva autoexigencia
se había convertido en una cualidad autodestructiva. El cuerpo
habló por sí mismo cuando necesitó aflojar, tan solo había que
escucharlo y descubrir qué le estaba comunicando. Al hacerlo su
cuerpo comenzó a relajar ante los demás.

Hay mucho que deseo decir y no sé cómo hacerlo. Me faltan las


palabras o no tengo la capacidad para inventar otras nuevas. Me
indican desde que nací lo que debo opinar y puja por dentro eso
que está proscrito. Cierro los ojos y aparece una fuerza que va
más allá de mis pensamientos. Aquí parada, en medio de la nada,
sé lo que quiero pero no puedo actuarlo, me siento presa del
pánico. Entiendo cómo funciona todo. Seré algún día eso que
deseo, aunque deberé ser paciente mientras tanto, y dejar que las
cosas ocurran. Bianca

60
Terapia corporal bioenergética

La fuerza de los mandatos ha generado en Bianca anillos de


tensión en su cuello. Ella percibe que necesita decir lo que siente
pero, al no concordar con la ley de dichos mandatos, no puede
hacerlo. Encontrarse con deseos que interpelan las expectativas de
sus seres queridos, la amenaza. Intimida un sentir que a cada paso
la confunde. Cuando un padre o madre repite muchas veces: “esto
que deseo para ti es por tu bien” esta frase queda grabada a fuego
en cada cuerpo y cuando el propio deseo lo cuestiona se pone en
tela de juicio ese precepto que plantea un dilema moral ¿está mal
eso que estoy deseando? La hace sentir culpable por advertir cosas
que no debería percibir. Sin embargo, es precisamente, bloquear
ese sentimiento lo que crea el verdadero malestar. Y si ese
bloqueo se hace crónico y el sufrimiento “solapado” se hace
intenso de forma continua y prolongada y se traduce en una
constante insatisfacción.

Si desde muy pequeños se nos coartan nuestros anhelos a fin de


que se amolden a las expectativas ajenas, castigando nuestros
deseos genuinos, a partir de entonces los suprimiremos. Nuestro
ánimo por seguir la voz interna quedará aplastado por una herida
en la autovaloración, y cuando seamos adultos ésta se manifestará
en sentimientos de baja autoestima e inseguridad. Tendremos miedo al
propio deseo y procuraremos ponerlo bajo control. En vez de
aprender a disfrutar nos propondremos obedecer porque no hemos
vivenciado tempranamente la posibilidad de elegir con libertad.

61
Alejandra Brener

CAPÍTULO 7

EL CAMBIO
No hay edad para buscar el cambio, sí hay
tiempo para encontrarlo.

Patricia andaba como embotada. Parecía como si estuviera


prisionera de su propio carácter. La vida adormecida actuaba
como protección. Empezó a caminar.
Sobre ella descendió un inmenso, monótono y continuo
aburrimiento. Su cuerpo circulaba como un bloque segmentado
que amortiguaba su sensibilidad. La sonrisa inmutable era
engañosa. No pudo, en ese momento, percibir su máscara. La
posibilidad de sentir para liberar aún no había llegado. Deseaba
continuar agradando, no se permitía descansar. Esa sonrisa
repetida no había adquirido sentido corpóreo, era artificial por
eso no lograba contactar con el otro. Quizá detrás había un gran
lamento capturado entre labios comprimidos cuya mecánica lo
retenía. Sin embargo, era evidente que andaba en la búsqueda y
ese era el principio del cambio, lo más importante era acompañarla
hacia la transformación. Ese era el desafío.

Dar vida a lo diferente es todo un reto. Rescatar esa mixtura entre


lo reciente y lo remoto que encarnará lo nuevo a veces es
aterrador. Lo naciente, lo fresco, lo que deja espacio para entrar a
vivir con casi nada impuesto requiere de mucha valentía. Emplear

62
Terapia corporal bioenergética

todo al rescate de fuerzas distintas para que algo importante se


vaya instalando y nos dé la posibilidad de tender otra residencia en
la tierra es un camino que permite evolucionar. Sin embargo, el
despliegue de nuestro potencial no tiene edad, y no es real que el
desgaste de nuestras funciones físicas sea directamente proporcional a
la audacia por atreverse a encarar lo que suponíamos irrealizable.
Por esta cruzada quebramos la sensación de planicie que a veces
invade. Surgen dudas, quizá cierto caos. La puesta en marcha de la
audacia hace surgir un nuevo orden y es mucho más provechoso
de lo que imaginamos.

“Ese día, tras semejante hallazgo, tropecé, cara a cara, con la


otra versión de mí. Caminé despacio. El aire que respiraba había
adquirido un tinte tan desenfadado que me invitó a reír. Mientras
circulaba, las líneas divisorias de mi cuerpo comenzaron a
marcarse con más nitidez, hasta que, al contactarme con otros,
quedaron perfectamente delimitadas. Me reía todo el tiempo,
había perdido la capacidad de tomarme las cosas tan en serio.
Esas capas de guerrera sin sentido que enfrentaban las embestidas de
la gente apurada, se habían deslizado sin esfuerzo. Sentía que en
la vida había lugar para el juego o al menos, estaba tentada a
empezar a jugarla” Sofía

Sofía descansaba en la necesidad de predecirlo todo, en las causas


que siempre producían el mismo efecto, en la inmutabilidad de las
verdades absolutas, en la perpetua obligación de comprender
racionalmente para poder reposar en la efectividad de lo programado.
Sin embargo, sucedió que un imprevisto doblegó esa aparente
quietud y necesitó volver a pensarse desde otro lugar, desde lo que
sentía. La misteriosa lógica de un caos diferente devino potente y

63
Alejandra Brener

desmoronó lo predecible. Advirtió que pasaron los años sin haber


vivido lo suficiente. De pronto, en ese instante, surgió una cadena
de deseos escondidos, brotó la magia del cambio. Desde las
plantas del pie, el salto.

Cuando recuperamos la sensibilidad corporal, registramos cambios. La


música cosquillea y no podemos contener el movimiento. Una
corriente interna genera algo que se instala por fuera del intelecto.
La disciplina corporal en la que vivíamos, en la que habíamos
crecido, cede. El cuerpo tiembla como si quisiese decir algo. En
esos momentos nos olvidamos de todo aquello que nos asustaba y
cambian las leyes establecidas de ese universo temido. Todo se
afloja y aflora la calma, desde ese momento son otras las
jerarquías, se instala algo mágico, diferente que mejora nuestra
conexión con el mundo.

Cuando Sofía se observó frente al espejo y vio una imagen que no


era la suya, comenzó a preocuparse. Reconoció que a diario,
alimentaba el propio convencimiento de que todo andaba bien. Sin
embargo, en una ocasión, sintió un soplido al oído que hizo
tambalear esa certeza, la racionalidad de lo conocido pudo
desmoronarse. Los días iguales que hasta ese momento habían
llenado su existencia se le presentaron de golpe. La mansedumbre
hizo eco en su cuerpo y llamó a aquellas emociones contenidas.
Salieron vertiginosas. El hervor de la energía circulando arrasó el
tono pálido de su rostro y de pronto, su voz se soltó. Luego vino la
satisfacción corporal que al hacer resonar su centro se convirtió en
una merecida recompensa.

El movimiento es considerado como revelador de la transformación


humana y su observación enseña a conocernos. Prestar atención a

64
Terapia corporal bioenergética

las sensaciones de nuestros músculos y articulaciones; al modo


cómo la gravedad impacta en nuestro equilibrio, la forma en que
encaramos una tarea nos permitirá crear una autoimagen
construida a base de nuestro singular estilo. Grácil, inquieto, lento
o dinámico, ese es nuestro ser en movimiento. Un ser que nos
gratifica, que nos llena de energía. El que se asocie con la imagen
del placer de ser uno mismo.

En el caso de Sofía un hecho imprevisto le hizo resonar el pasado,


un pasado que se presentó de manera punzante. Esa resonancia le
devolvió detalles que crearon toda la poderosa fuerza del cambio.
Brotó un mecanismo profundo que la llevó a actuar y tomar
decisiones. El tiempo entró en escena y el deseo se escabulló en
unos segundos, en el instante que le echó la red a las palabras. Tan
solo en un gesto, en un movimiento, ha recuperado parte de su
identidad.

Lo nuevo, lo naciente, es sólo la fusión entre la potencia del


cambio fundiéndose con aquello transitado que hemos rescatado.
Es el renacimiento del legado aportado por un trozo de aquello que
aun subsiste. Es así. A veces damos una vuelta y algo se ilumina.
El pulso late diferente, con más fuerza. Desde los ojos todo
cambia de color. El día se vuelve calmo. El cuerpo antes
anestesiado, va despertándose y nos vemos bonitos, podemos fijar
la atención en nuestro cuerpo y sentirnos bien. Ya no pestañeamos
con resignación. Advertimos una apariencia armoniosa que afirma
nuestros pies sobre la tierra.Ya no necesitamos afianzarnos a lo
viejo para andar. Correr los velos nos ha tranquilizado. Bajo
nuestra ropa todo yace liviano.

65
Alejandra Brener

El cambio se proyecta tras un estado de desorganización interna.


Subyace por debajo un extraordinario meneo de dos superficies,
como el movimiento de un suelo sobre el otro rozándose
suavemente. Uno avanza y el otro retrocede y viceversa. El
movimiento es parsimonioso y constante. No siempre lo percibimos
con claridad, por eso, a veces lo obstaculizamos. Pero la necesidad
de transformación está. En algún momento, algo salta a la
superficie de manera espontánea, se precipita sin darnos tiempo a
pensar. Es lo nuevo. Lo que aprendemos. Un suelo que parecía
sostener y otro que se va gestando y moviliza las bases. Ese suelo
que roza por encima, que se va instalando, luego va a dejar lugar a
otro que comienza a rozarlo y desorganiza porque lo erosiona y se
desgasta. Ese extraordinario meneo entre dos superficies si lo
dejamos suceder nos permite despertar las trasformaciones y
evolucionar.

66
Terapia corporal bioenergética

CAPÍTULO 8

LA PRIMERA NATURALEZA

La naturaleza trazó con tinta invisible en nuestro cuerpo una premonición


saludable que cada uno puede o no leer. Nos ha dotado de una luz interior con la
cual alumbrar o no las señales que nos va dando la vida para encontrar la primera
naturaleza, el sí mismo corporal. Cuando crecemos va cobrando nitidez o se hace
más brumosa. Quien, a pesar de las barreras, logra leerla, expresa: “¡por aquí
voy, no importa lo que suceda, es lo que siento y deseo!” y rebosa de vitalidad.
Si, en cambio, el camino que uno escoge entorpece la visión de ese trazo y, como
consecuencia, la insatisfacción aprieta, estará lejos de encontrar el deseo y por
ende su primera naturaleza.

“Mientras intento convencerme de que esa soy yo hay otra


singularidad que va ganando espacio adentro. Siento mi voz.
Surge un tono diferente, más grave. Al tomar contacto con mi
pecho lo percibo con cierta extrañeza. Entre la expresión aguda
que a diario suena y la integridad de esta voz, se interponen
caprichosos dictámenes que no logro extinguir. Sin embargo,
tengo la intuición de que algo inminente se asoma. La voz ocupa
otro lugar. Mi boca se suelta y tengo ganas de reírme con risa de
pura satisfacción, como si el titilo de un súbito descubrimiento me
devolviese algo que en otros tiempos suponía haber perdido” Ana
Laura

Tal como le ocurrió a Ana Laura, su análisis la condujo hacia el


descubrimiento de sí misma. Y lo halló cuando escuchó su voz. La
expresión oral de un tono de voz diferente, profundo, sustentado

67
Alejandra Brener

en una respiración diafragmática reposo el flujo de aire potente y


logró que ella se contactara con las cuerdas vocales generando
corrientes de vibraciones internas. Este efecto movilizó la energía
vital alojada y activó la viveza de su cuerpo. Llegó a las rigideces
y tensiones crónicas que estaban disminuyendo su energía vital y
aumentó el estado vibratorio de su cuerpo lo que ayudó a obtener
un máximo dominio de sí misma. Este mecanismo desarrolló la
autoexpresividad intrínseca de su cuerpo, lo cual le devolvió su
espontaneidad. Es decir el encuentro con su naturaleza genuina y
la toma de conciencia de aquellas conductas y actitudes que
respondían a su segunda naturaleza, la impuesta o producto de
conductas obedientes.

Previamente su cuerpo manifestaba conductas no espontáneas a


través de sonrisas inmutables, engañosas. Cada vez que le
preguntaba: “¿cómo estás?”, ella me respondía: “todo bien”. Sin
embargo había detrás de esa sonrisa algo que no asomaba. Quizá
un gran lamento, el que quedó capturado entre esos labios
comprimidos. Necesitó romper trabazones para ablandar la
inmutabilidad a través de la sonrisa congelada. Percibió sus
máscaras para poder sentir. Comprendió que permanentemente
deseaba agradar, no se permitía dejar salir su enojo. Su sonrisa no
tenía sentido corpóreo, era artificial y como mentía y no era
genuina, inhibía toda posibilidad de generar contacto. Pudo
observarse para advertir la diferencia entre la necesidad de
embelesar y la expresión genuina como un modo de sincerarse con
sí misma.

Las piernas de Mónica comenzaron a temblar como un tallo al


acecho de un viento furioso al revelar lazos que en su raíz no eran
tan fuertes como lo imaginaba. Apareció el resplandor de una

68
Terapia corporal bioenergética

pincelada que le corrió el velo a la ilusión y necesitó tomar


distancia para no cegarse con el enojo. El autoconocimiento le
permitió zambullirse en las sombras de ese vínculo para poder
comprender el motivo del desencanto y tuvo la oportunidad de
descubrir más claramente al sujeto de la desilusión. Al entramar
un escenario solapado que estaba oculto en una fantasía de amor
leal y altruista comprendió que el disgusto no solo era una
cuestión del otro. A medida que fue componiendo las raíces de esa
relación con su peligroso apego, la fuerza de la autonomía se
enclavó con mayor potencia y comprendió que las relaciones
dependientes no dan seguridad porque se resquebrajan con gran
ímpetu ante alguna decepción. Ese fue el comienzo de su
autonomía.

Mónica odiaba su columna gibosa y no podía explicarse la


virulencia de sus reacciones hasta que comenzó a conectarse con
su cuerpo. Tuvo que desmadejar una sucesión de situaciones,
disposiciones, actitudes que la habían encadenado y generado una
carga condensada en su giba lo cual mantenían atrapado su
espíritu de autonomía. Ese vínculo que ella suponía era producto
de un amor leal y altruista en verdad la disciplinaba para sostener
su dependencia.

Al llorar y soltar sus emociones descubrió que su organismo


trataba solamente de elaborar una vacuna eficaz, una defensa
destinada a preservar intacta su vida en ese mundo demandante,
exigente y desenfrenado bajo cuya superficie se embravecían
torrentes profundos que amenazaban armarla y “doblarla” para
siempre. Lo único que la tranquilizaba era una especie de fuente
interna cuya agua vital invocaba para limpiar canales tan
condensados de aire viscoso e impenetrable. Así, después de tanta

69
Alejandra Brener

insistencia por beber de ese oasis y atravesar dolores, comenzó a


brotar una naturalidad milagrosa. Deshizo todo ese equipaje que le
había colapsado las vértebras y se asustó cuando notó día a día,
cómo se iba alineando su columna, su eje.
Esa magia que actuó en Mónica como un potencial que parecía
tener mente propia con un movimiento cuya fuerza interna fue
más fuerte que la voluntad, dejó salir una especie de envión
impensado cuya asonada fue muy diferente a un golpe impulsivo
que estalla. Se conectó con su esencia liberando su espontaneidad
cuando descubrió cuál era la raíz de ese peso que se acumulaba en
la giba. Supo recrearse como algo único, como un ser
independiente y libre. La intuición y el impulso dominaron sus
actos, y el ser espontánea, la volvió desobediente. Su afán de
autonomía era genuino, el verdadero contenido de su naturaleza.

Ella estaba teñida de pura esencia y eso era lo que enseñaba. Su


espontaneidad resultaba tan seductora como elocuente, tan al
margen de papeles ensayados, sin adornos, como actitudes sin
maquillaje. Me hacía ejercitar la capacidad autoperceptiva y
generaba escenarios que permitían dejarme llevar por la caótica
asonada de los sentidos. A veces me exigía una excesiva
zambullida por las profundidades de mi memoria a través de
preguntas que no tenían respuestas, entonces se quedaba junto a
mí observándome hasta que alguna sensación aparecía. Me
enseñó a hablar sin pensar demasiado qué decir, como si nadie
hubiera construido ni pronunciado nunca esas frases hechas,
desprovistas de sentido por el uso de tanta gente. Me mostró un
lugar donde siempre reinaba el ahora y ese ahora era tan potente
que no dejaba sitio para pensar en el después. Un ahora que
siempre estaba empezando. Allí todo fluía con una saludable

70
Terapia corporal bioenergética

facilidad, como la apacible costumbre del agua que corre.


Anabella

Lo que permite la espontaneidad es arriesgarnos a expresar


nuestras incertidumbres entremezcladas con el placer de soltarlas.
Si nos damos esa posibilidad, quizá tengamos la dicha de que
aparezcan, de golpe, decisiones rápidas. Como si encontráramos
un mundo diferente al que usualmente se nos ofrece. Se produce
algo así como un movimiento que se filtra entre la piel y cala
hondo. Sale fácil y placentero, seguro y poderoso. Lo espontáneo
se convierte en devenir y devenir es ser, nuestra primera
naturaleza. En cambio, nuestra segunda naturaleza, la que nos fue
sujetando con cierto disciplinamiento suele eludir a nuestra savia
esencial con mecanismos que la protegen de heridas. Vamos
acercándonos a nuestra esencia si nos contactamos con ese germen
que nos impulsa a gozar, si nos disponemos a hacerlo. Sin
embargo por momentos sentimos esa lucha interna entre lo viejo y
lo nuevo. Así se gesta el conflicto, los tironeos. El reto está en el
modo de atravesarlo. Puede que aparezcan interpelaciones
internas, debates entre las dos naturalezas. Forcejeo e
imposiciones que entorpecen la fluidez interna. Al conectarnos
con el cuerpo y tomar conciencia de ciertas influencias que
intentan adiestrar nuestra primera naturaleza, podemos allanar el
camino para dar lugar a las franquezas instantáneas, a la
espontaneidad.

71
Alejandra Brener

CAPÍTULO 9

LA INTEGRIDAD CORPORAL
El cuerpo habla a través de nuestra presencia. Aprender a entrañar sus códigos
implica un trabajo de sutil y profunda labranza. Los vuelcos del corazón se
inscriben en el cuerpo. Arde a través de la piel cuando siente reconocimiento,
resplandece cuando percibe el amor, se surca cuando advierte dolor, se enciende
cuando deviene el calor de la excitación, se bloquea cuando nota la frialdad de la
desconfianza. Habla balanceándose sin parar cuando hay ansiedad, se entorpece
cuando hay nerviosismo y tiembla cuando hay miedo. Nuestra cultura jerarquiza
la excelencia en el desarrollo de un perfeccionado lenguaje verbal y a veces
desmerece el sorprendente y sanador lenguaje corporal. Ambos pueden
complementarse si buscamos la integralidad. El cuerpo no suele mentir.

Sus manos no sabían nada una de la otra, sobresalían de las


mangas como injertos mal combinados, sus pies encogidos como
raíces debilitadas andaban lejos del piso. La energía circulaba
con dificultad. Juana quedaba agotada después de cada
movimiento tratando de “salvar las apariencias” pero, en verdad,
las apariencias no estaban a salvo. Llevaba un cuerpo
acurrucado, fisurado, con miedo. Sin embargo había un torrente
de vida adentro que deseaba soltarse pero estaba retenido bajo el
yugo del control. Había una ola de energía que quería fluir pero
estaba estancada porque se habían construido diques de músculos
anudados, apretados. Temía que los diques cedieran, porque
comenzarían a subir las aguas y que emanaran un hedor
insoportable. Pero siguió intentando, esperó con paciencia, vivió
una transición mientras iba vivenciando sus miedos al descontrol.
Con tenacidad y toma de conciencia, pudo bailar suelta sin
reparar en las formas, pudo gritar alto desentendiéndose de los

72
Terapia corporal bioenergética

prejuicios y así después de no temer, perderse en ese caos, todos


los elementos de su persona pudieron comenzar a combinarse en
lotes integrados.

Después de esa primera vez que Juana logró conectar con la vida
de su cuerpo se le despertó como una especie de insistencia que,
lejos de desvanecerse tras la identificación de dolores, se agudizó
a cada minuto. Simultáneamente surgió algo, a lo que no supo
muy bien cómo llamar, que luchó contra todo lo razonable para
convencerla de que ese espacio que le daba a su respiración, a
caminar con conciencia, a detenerse y pensar en nada, era valioso.
Observó su tono, su elasticidad, su temperatura, la manera de
sujetar las cosas. Respiró profundo y afinó la percepción. El
cuerpo cedió lugar a un vapor pesado, a un mar que corría apurado
y aturdido. Liberó los bloqueos que se acumulaban en las manos
lo que le permitió alcanzar un estado de intuición sensorial y le
proporcionó un contacto pleno y más placentero con su cuerpo.
Ya no sentía que estaba en medio de un laberinto o que el cielo se
le venía encima. La vida de su cuerpo se tradujo en ojos que
miraban con alivio y en un rostro cuyo resplandor brillaba sin
motivos aparentes.

La vida de Rocío fue un intento de parecerse a su madre, mujer


definitivamente flaca, o sea perfecta, como decía ella. Con ese
propósito, desde muy pequeña, se mantuvo vigilante a cada uno
de los bocados, aunque internamente presentía que un atracón
estaba acechando en algún lugar de su cuerpo. Supuso que llegar
a pocos kilos era la meta deseada, pero luego se dio cuenta de que
había algo más profundo que el control de las calorías. Comer
compulsivamente era como un enemigo peligroso y astuto que
convivió con ella durante toda su infancia. Existía, vivía y atacaba

73
Alejandra Brener

en momentos de impotencia. Tragaba lo que no podía expresar


porque existía un abismo entre sus dolores, su bronca, su ira y la
posibilidad de vomitar esas emociones. La boca se transformaba
en un lugar de contención, cálido y placentero que albergaba un
universo de sabores, una mezcla de carencias y ansiedades solo
reparadas por ese atracón vertiginoso. Y luego la cadencia, el
mundo de la nada tras una somnolencia mortífera que agujereaba
un estómago desbordante. Al encontrar la raíz de su ansiedad
pudo soltar el llanto, lloró a lágrima viva, a chorros. Lloraba las
digestiones, limpió su pecho de tanto padecimiento, de tanto
llanto estancado. Lloró todo bien llorado. Lloró con la cara, con
los brazos, con los pies, con la voz. Lloró de odio, de hastío, de
alegría por la boca y algo calmó la ansiedad.

El padre de Rocío le decía que tenía hombros curvos como los de


una costurera. Y como ella era lo que decían de sí, iba corriendo al
espejo y veía los hombros de esa manera. Lo mismo le ocurrió con
el volumen de su cuerpo. Ella era que lo decían de ella. Tuvo que
trabajar intensamente sobre su esquema corporal para comenzar a
quererse. Sentirse y pensarse desde la integridad mente-cuerpo
para poder aceptarse tal cual era.
Mente y cuerpo no son dos instancias separadas. Para poder vivir
desde una consonancia entre lo que pensamos y lo que sentimos y
determinar en cada pisada de nuestro camino lo que somos desde
una actitud fidedigna con nuestros deseos, es necesario estar
atentos a las señales que nos va dando el cuerpo. La necesidad de
comer y comer de Rocío venía de la conciencia emocional, es
decir de emociones no procesadas, no expresadas, reprimidas.
Vivía con temor y ausencia de amor. Castigada por tanta
desvalorización no hacía más que comer ante tanto vacío. Cuando
tomó conciencia de cuán anestesiado estaba su cuerpo ante el

74
Terapia corporal bioenergética

pánico, se conectó con la ira que había acumulado por tantos años,
una emoción que la llevó a la autoafirmación, a la búsqueda de su
cuerpo como un territorio propio, a defender esa forma que era
suya. Y fue allí que advirtió su capacidad de pensar y sentir más
íntegralmente.

Hay diversas formas de experimentar el cuerpo a lo largo de la


vida. Podemos estar ausentes, hipnotizados, presentes o
insensibilizados. Si nuestras formas nos enojan, nos incomodan, si
nuestras curvas se nos manifiestan como ajenas y deseamos un
cuerpo que no es nuestro, es posible que estemos sometidos a la
dictadura de mensajes orientados a un ideal de cuerpo lejano a
nuestra naturaleza. Fue el caso de Rocío. Ella se dejó atrapar por
clasificaciones que la sometieron colonizando su cabeza con el
mandato de formas que atacaban a su verdadera anatomía y perdió
la posibilidad de buscar su singular presencia, de no poder
encontrarse con una identidad corporal autoafirmada. Sin la
aceptación de sus curvas, su piel, sus gestos, no había contacto con
el sí mismo corporal. Rocío tomó conciencia de esto a través de
mucho trabajo y descargó el odio y la ira contra quienes
bloquearon toda posibilidad de dejarla ser a su estilo hasta que
pudo volver a mirarse al espejo para encontrarse con otro concepto
de belleza.

En la medida que entrenemos la capacidad de escucha ampliando


los niveles de registro, es posible que comprendamos un poco
mejor los niveles de escisión que llevamos entre nuestro cuerpo
físico, mental, energético y emocional y actuemos en busca de la
integridad.
Delimitar nuestras fronteras para que ciertas actitudes no manipulen
nuestros deseos es una tarea que merece dedicación. Decir que

75
Alejandra Brener

“no” suele ser incómodo, sin embargo si no aprendemos a hacerlo,


se convierte en una barrera para el desarrollo de nuestra
integridad. Hemos quedado atrapados, desdibujados por el deseo
del otro y devaluamos nuestras aspiraciones, que son muy
importantes por ser auténticas. Bien sea por miedo a defraudar las
expectativas de otros, bien por temor a no dar "la talla" o a no
saber argumentar su negativa, o por simple pereza y comodidad.
¿Qué es lo que obstruye la posibilidad de marcar territorio? El
temor tiene su raíz en la humillación a la que, quizá, fuimos
sometidos cuando sentimos que no estábamos a la altura de las
expectativas de la familia o de los dictámenes sociales.

Uno de los principios fundamentales que subyace al análisis


bioenergético es el funcionamiento idéntico del cuerpo y la mente.
Lo que pasa en la mente refleja lo que esta ocurriendo en el cuerpo
y viceversa. Si bien funcionan como dos entidades distintas y con
independencia propia, al mismo tiempo están interconectadas y
unidas. Lo que sucede es que hay diversos grados de escisión de
acuerdo a las experiencias de vida y los diversos traumas que han
afectado nuestro cuerpo. Como ya lo hemos mencionado, sólo se
experimenta lo que tiene lugar en el cuerpo. En este sentido hablo
de unidad cuerpo-mente. Sin embargo la mente puede ejercer una
función directiva sobre el cuerpo, que predomina en la definición
de lo que sentimos, en el estado de ánimo, en los sentimientos y
deseos. Lo interesante del trabajo bioenergético es decodificar la
relación mente-cuerpo a través de la lectura corporal, es decir de la
interpretación de la expresión del cuerpo. Porque las emociones
son hechos corporales. Este principio de la unidad cuerpo-mente
se busca mediante la conexión con la respiración, los movimientos
espontáneos, la voz y luego la palabra. Por lo tanto, ser consciente

76
Terapia corporal bioenergética

del propio cuerpo es una manera de comprender quién es uno. En


ese proceso nos dirigimos hacia la integralidad del cuerpo.

77
Alejandra Brener

CAPÍTULO 10

MOVIMIENTO Y PLACER
El movimiento es la esencia de la vida, y, el crecimiento o el retroceso, dos de
sus aspectos. Vivir percibiendo ese vaivén como parte de este recorrido aparta
toda posibilidad de aburrimiento. El despliegue de nuestro potencial no tiene
edad, y no es real que el desgaste de nuestras funciones físicas sea directamente
proporcional a la audacia por atreverse a encarar lo que suponíamos irrealizable.
Por esta cruzada quebramos la sensación de planicie que a veces invade. Surgen
dudas, quizá cierto caos. La puesta en marcha de la audacia hace surgir un nuevo
orden y es mucho más provechoso de lo que imaginamos.

Cuando interpreté el mundo con las sensaciones supe que esculpir


era una manera de conectarme con mi naturaleza. Quien me llevó
a sentirlo estaba teñida de pura esencia y eso era lo que
enseñaba. Su espontaneidad resultaba tan seductora como
elocuente, tan al margen de papeles ensayados, sin adornos, como
actitudes sin maquillaje. Me hacía ejercitar la capacidad
autoperceptiva y generaba escenarios que permitían dejarme
llevar por la caótica asonada de los sentidos. A veces me exigía
una excesiva zambullida por las profundidades de mi memoria a
través de preguntas que no tenían respuestas, entonces se
quedaba junto a mí observándome hasta que alguna idea
aparecía. Luego, me dejaba a solas en el umbral de alguna
textura hasta que quedaba el formato de la pieza casi armada.
Ella me enseñó a hablar sin pensar demasiado qué decir, como si
nadie hubiera construido ni pronunciado nunca esa frase. A vivir
el espacio del ahora, un ahora tan potente que no dejaba sitio
para pensar en el después. Un ahora que siempre estaba

78
Terapia corporal bioenergética

empezando. Todo lo hacía fácil. Allí fluía el aire con una


saludable facilidad, como la apacible brisa que desde entonces
comenzó a correr por mis venas. Ivana

Podemos sentir placer en situaciones de lo más habituales si


estamos dispuestos a vivir con intensidad cada minuto. La rítmica
y soltura se quiebra si existe una fuerza externa que nos obliga a
hacer y nos exige un desgaste mayor a lo posible. Para poder sentir
placer es necesario evitar que ciertas cargas se conviertan en una
amenaza. En el simple placer, la voluntad cede y el ego
(gobernado por la mente) renuncia a su hegemonía sobre el
cuerpo. En el interín desoculta un patrón muy común en estos
tiempos: la idea de placer disfrazado de éxito.
Relajar para poder disfrutar es lo que llamamos “éxito” desde la
perspectiva bioenergética y creemos que de esta manera logramos
gozar de aquello que nos proponemos. Nada de lo que elegimos es
una decisión impuesta.
Cuando la mira en la búsqueda de placer está inducida por fuerzas
externas que persiguen más la construcción de una imagen
idolatrada, ese placer que creemos obtener no es propio. Estamos
atrapados por fuerzas que hacen subir el éxito a la cabeza y nos
limitan nuestra capacidad corporal de goce. El crecimiento lo
medimos en función de reconocimientos externos que nunca se
satisfacen porque siempre hay alguien mejor que nos supera. El
éxito disfrazado de placer domina la mente y su aspiración es
competir. Se busca crear una aureola de suspenso en el ambiente
para generar una reverencia ante nuestro paso. Resaltamos,
figuramos, y nos diferenciamos por nuestros “monumentales”
éxitos. Sin embargo el sí mismo corporal está ausente porque
depende del “aplauso”. El espectáculo siempre está hambriento
de nuevas “estrellas” y, si el reflector no nos apunta porque otro

79
Alejandra Brener

pudo superar nuestro estrellato, nos desmoronamos. Viene el


desgarro de la imagen. Para poder recuperar la energía vital, la
mente necesita realimentarse por sus raíces con placer corporal y
la verdad del propio sentir atarse a los brazos, piernas y
especialmente al corazón. Si no es así desarrollaremos un hambre
insaciable de placer que difícilmente nos satisfaga.

“Advertí la posibilidad de disfrutar de algo simple y a mi alcance.


Algo diferente a todo lo que me habían enseñado. Y, justamente
por eso, detuve mi capacidad de sentirlo en toda su plenitud. Era
inaceptable dejar circular esas sensaciones demasiado intensas y
deliciosas. De modo que, en ese momento, un intolerable tumulto
tomó posesión de mis sentidos y lo albergué en mi pecho. Cansada
de pelear internamente me dejé llevar por los movimientos. La
posibilidad de no pensar tanto hizo que las manos se relajaran,
las rodillas se ablandaran, las plantas de los pies se
desentumecieran. Caminé, un paso y luego el otro y, en ese
instante me vino un expansivo escalofrío por todo el cuerpo. Un
placer nuevo y difícil de definir. Todo su encanto me creó un
efecto estremecedor. Cada paso me daba fuerza, la voz cambió su
tono, la mirada su intensidad, la piel su color. Miradas
sorprendidas sentí sobre mi cuerpo. Verónica

Sumida en el vaivén de las emociones y atormentada a veces por


miedos racionales, Verónica andaba escindida entre cierto tironeo:
mientras se esforzaba por encontrar el placer de vivir, le temía a la
transitoriedad de los momentos gozosos. Por otro lado, el
fantasma de la productividad, como representación de lo
legitimado, no le permitía ceder tiempo a actividades sin
compromisos programados. De modo que había perdido la
posibilidad de moverse motivada solo por el placer de hacerlo.

80
Terapia corporal bioenergética

Tuvo que surgir un imprevisto para que ella contara con un vasto
tiempo libre. Después de la angustia ante tanto cambio, y en forma
paulatina, advirtió la posibilidad de hallar, en ese hueco, la
oportunidad de detenerse y reencontrarse con el placer de moverse
según su deseo. Y, en ese claro entre los pensamientos y el gozo,
sintió la magia de su presencia. Una sensación singular que solo la
advirtió al situarse en el presente.
Asentarse en el ahora pudo apaciguar las tiranteces que la inducían
hacia un presente cargado de ansiedad. Ese imprevisto que le
había regalado la vida, le sirvió para experimentar con más
intensidad cada momento. Lo primero que se acercó a la
conciencia fue su excesivo control frente a cada movimiento
cotidiano. La falsa creencia de bienestar que le otorgaba lo
estrictamente programado, la envolvía en movimientos saturados
de pensamientos y no dejaba espacio para su potencial sensitivo.
Gradualmente pudo afirmarse sobre el equilibrio entre
programación y tiempo libre. Cuando esta nueva perspectiva se
instaló en su rutina asomó un horizonte diferente y, sin buscarlo
racionalmente, surgió una propuesta laboral que se amoldó a la
nueva organización de su vida.

Flavio era como un alambre colgante, suelto. Cuando hablaba, lo


que decía parecía ligero y leve. Flotaba, como si fuera una
burbuja. A través del movimiento pudo quitarle el velo a sus
palabras y se sorprendió al notar que cambiaban de significado.
En un momento, advirtió que era capaz de sentir más de lo que
podía decir. Se adentró en el movimiento y la representación
interna de lo que sucedía fue otra. Se deslizó sobre un suelo más
firme. Caminó sintiendo sus raíces. Ya no flotaba ni era un
alambre colgante. El esplendor de la espontaneidad desenroscó la
maraña de pensamientos. Se detuvo y calibró su mundo para

81
Alejandra Brener

luego dejarse llevar. Surgió la sensación de haber superado eso


que parecía irreversible y sin solución.

Flavio necesitó sumergirse en las sutilezas de los movimientos


sensoperceptivos, especialmente de las plantas de los pies para
buscar el enraizamiento. Trabajó su presencia en los modos de
caminar y de sentir su cuerpo mientras hablaba para conocerse
desde las emociones más que desde los pensamientos. La
percepción de su respiración entrecortada lo conectó con sus
frenos. Al percibir la vibración respiratoria aumentó su potencia y
los músculos pectorales se abrieron más para recibir el aire.
Cuando advirtió que su cuerpo guardaba una gran capacidad
sensoperceptiva se arriesgó a sumergirse en la voz del cuerpo.
Observó que, mientras se desplazaba, rumiaba sin cesar y perdía
toda posibilidad de disfrutar del momento. Comentó que
desvalorizaba todo movimiento que no tuviese directa relación con
un resultado predecible y operativo. Sin embargo, después de
mucho trabajo, cuando la respiración se hizo más fluida porque los
minutos se llenaron de emociones y las palabras salieron desde el
corazón, pudo elegir otros movimientos. Aquellos que se
vinculaban más con sus deseos. La risa genuina duraba más
tiempo y su andar resultó más grácil. Surgió una cadena de
sorpresas. Contó, avergonzado, que pudo por primera vez en su
adultez, detenerse para seguir el vuelo de un pájaro, que escuchó a
aquello que le decían sus hijos sin pensar en simultáneo sobre su
agenda laboral. Bebía la savia de cada palabra para luego pasarla
por su tamiz emocional. Los movimientos se efectuaron con más
liviandad y pudo dejar espacio para el disfrute porque desgastaba
mucho menos energía en cada tarea.
Antes de habitar su cuerpo Flavio andaba con el afán de llegar a
escalones inalcanzables. Sacrificaba el goce de moverse

82
Terapia corporal bioenergética

libremente y le imponía sobreesfuerzos al cuerpo hasta consumir


el resto de energía disponible. Al permitir silenciar su mente y
darle voz corporal a sus deseos, las decisiones fueron otras y los
movimiento que realizó para efectuarlas se transformaron
encontrando otros tonos y matices en la forma de plantarse en la
vida.

Marina vivía incómoda. Decía que cada uno de sus movimientos


le traía algún problema. “Me llevo todo por delante; cosa que
toco, cosa que rompo”. Tenía miedo de moverse porque los
impulsos le hacían perder el control de sus actos. Cada acción
guardaba un resto que se llenaba con un cúmulo de tensiones
distribuidas en algunas partes de su cuerpo. Eso le daba una
apariencia hostil.
Cuando sonó la música comenzó a girar los brazos, los timbales
impulsaron el movimiento de su cabeza y finalmente arrastraron a
las piernas. Sus dedos se hicieron puño y lanzó hacia el aire una
mezcla de ira y enojos silenciados que le provocaron, por un
instante, una sensación nauseabunda. Tuvo que detenerse por la
tos que habitaba su garganta y no podía aquietarse. Cuando se
sentó, su cabeza meneando de lado a lado, reveló un rostro
asombrado. No le salían las palabras, no podía explicar la
agitación íntima que la invadió al descubrir tanta bronca. Algo en
su interior huyó, se alejó como un monstruo que derribó barreras.
Y su cuerpo, reblandecido, se aflojó sobre el piso. Los brazos y las
piernas se volvieron corrientes que franquearon lo atrancado.
Entendió, luego que la mejor manera de enfrentar al miedo era
moviendo con fuerza esas zonas tan entumecidas donde guardaba
tanta furia. Ese fue un momento importante. Un golpe que ocurrió
en dos minutos y que liberó dolores guardados durante tantos
años de su vida.

83
Alejandra Brener

Descender por el brumoso y estrecho túnel hacia las brasas del


cuerpo y bucear por las tempestades que allí se instalan, es un
modo de intentar despojarse de dolores muy esmeradamente
guardados. Cuando nos disponemos a vivir el cambio es necesario
hacerle un lugar al silencio. Esto quiere decir respirar y darle
espacio al cuerpo para que hable. Luego escuchar a quien puede
interpretar ese cuerpo. Aguzar los sentidos con atención
concentrada puede ser posible si antes le ha habilitado la
posibilidad de sentir el silencio. A esto llamo “habitar el cuerpo”.
Dejarse llevar.
A veces utilizamos el sonido de los cantos tribales, los tambores
sonando, invitan a afirmar con más fuerza los pies sobre la tierra, a
bajar las rodillas, caminar aferrados al suelo y bailar olvidándose
de pensar. Si todo esto se entrama y nos introducimos en la voz de
los tambores el cuerpo comenzará a soltarse y suspenderemos todo
llamado de la mente sobre nuestra danza. Al aliviar la carga
energética acumulada hacia el espacio, sin pensar en formas y
estilos de danza, las paredes de nuestro abdomen se relajarán y al
respirar circulará con mayor fluidez el aire.

“La única verdad auténtica, aquella que me hizo tanto daño, la


pude sentir cuando espontáneamente algo comenzó a atormentar
los nudillos de mis manos, y, sin pensarlo demasiado, estrellé una
inmensidad de golpes sobre el almohadón. Uno de los puños se
destrabó más rápido propulsado por una rabia íntima y vieja que
yo ignoraba y que, luego noté, había nacido de esas palabras
desgranadas enseguida tras el primer envión. Rabia, enojo,
impotencia tan guardada habían emergido desde lejos. Luego
vino el descanso, una calma que bañó cada aliento, un aire fluido
limpiando esas zonas endurecidas. El alivio”. Silvia

84
Terapia corporal bioenergética

Cuando una situación contiene una promesa de placer junto con


una amenaza de dolor, experimentamos ansiedad. La posibilidad
del goce está dando una señal: “soltarme puede resultar
amenazante”. Lanzarnos a sentir algo que alguna vez fue
reprimido, nos puede generar confusión y el cuerpo da señales que
dicen: “¡se viene la descarga, pero esta vez puedo hacerlo!”
Si hay decisión interna para moverse, la misteriosa lógica del
presente desmorona lo predecible y, de pronto, en ese instante la
magia del golpe. En esa fuerza arrojada contra una superficie
blanda se esconde algo que no nos animábamos a desenterrar.
Una preocupación solapada que no podía decodificarse y hacía
falta soltar de alguna manera.
Luego desandamos el fundamento de esa amenaza que nos había
condicionado, le ponemos palabra a esa emoción agazapada. Tras
darle sentido profundizamos y podemos tomar decisiones,
enfrentar temores, reparar. Luego el cuerpo da señales de alivio.
Al desvanecerse las preocupaciones, el diafragma se libera del
estado de tensión, se aflojan los centros inferiores de energía. El
albergue de esas fuerzas que antes estaban tras las tinieblas y que
moraban en el inconsciente abre la puerta, seduce a la mente y
suelta imágenes y palabras. Luego se construye el guión. Emerge
una nueva composición entre pasado y presente.
Corrimos las cortinas defensivas y nos alcanzó un aire refrescante.
Inspiramos y encontramos, al fin, aquella bocanada regada desde
el cielo, que, como un hálito en vuelo, cedió espacio al alivio. Ese
aire arrastró la corriente barriendo el sedimento tóxico. Y aunque
en su cauce aún quizá permanezcan ciertos resabios de lo insano,
aunque algunas resonancias a veces nos sigan acosando, logramos
descansar sostenidamente.

85
Alejandra Brener

GOZAR DE LA VIDA

El goce primero comienza con un modesto latir y luego se


convierte en pequeños y constantes instantes a los que no podemos
renunciar. Es necesario discernirlo para reconquistarlo desde
nuestra naturaleza. La búsqueda del placer inmediato lo convierte
en superficial, porque cuando cesa, deviene en vacío. El
verdadero goce es producto de un aprendizaje y el aprendizaje
lleva tiempo, recurso del que justamente se carece en estas épocas.
El goce puede prolongarse si trasciende la idea de inmediatez.
Fluir con placidez puede incluir momentos de ansiedad, agobio,
amargura, sin embargo es necesario deslizarnos por la
incomodidad de estas emociones para poder llegar al alivio y
gozar.
El secreto del placer está oculto en el fenómeno de la vibración y
esto se produce cuando logramos superar tensiones crónicas. Es de
esperar que cuando el cuerpo permite soltar movimientos
vibratorios emerjan recuerdos y sentimientos que dolieron y que
posiblemente hayan contribuido a generar esa tensión, hoy
actualizada. Lograr aceptar estos dolores determinará nuestra
capacidad de experimentar sentimientos placenteros. Tengamos en
cuenta que nuestro dolor está asilado en el cuerpo y que sacarlo
alivia.
Observemos nuestro tono muscular. Esa fuerza que habita de la
piel hacia dentro. Registremos tanto en la quietud como en el
movimiento y captemos el mundo de mensajes que provienen de
allí. Notemos qué tipo de corriente circula por el cuerpo al
desplazarnos o aquietarnos. Cuando el movimiento se mecaniza
está determinado por una fuerza que no es corpórea, es mental y
quizá, en ese momento, no estás allí, porque deambula por la

86
Terapia corporal bioenergética

mente de un lado a otro. Hay zonas ausentes que, al no sentirlas,


descargan torpeza e impulsividad porque no están allí, y lo que
hicimos en ese instante se suele esfumar en el olvido, a veces se
traduce en borrar de la memoria aquello que ubicamos en algún
lugar o resguardamos en otro. En la búsqueda del bienestar,
subyace la sensación de fluidez energética y esto está íntimamente
relacionado con la atención, la percepción del instante.
Detengámonos solo unos minutos y registremos.

Buscar el bienestar no solo trae bienestar. La fatiga física generada


por cuerpos exigidos y la fatiga mental producida por altos niveles
de presión dan como resultado elevadas cargas de tensión
corporal. Ser eficiente e invisibilizar las emociones, son aspectos
que ameritan advertirse. Pensémonos como sujetos con una mirada
que nos conciba desde nuestro verdadero deseo. El movimiento, la
búsqueda de un sí mismo con deseos claros es el gran fundador de
la creatividad. No nos olvidemos que el miedo al cambio nos
hipnotiza, mientras que el coraje de desafiarlo nos vitaliza porque
hacer lo que nos gusta implica libertad y que nos guste lo que
hacemos implica felicidad.

87
Alejandra Brener

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

ALEXANDER, G; La Eutonía, un camino hacia la experiencia


total del cuerpo. Editorial Paidós Argentina-España 1979
FELDENKRAIS, M; Autoconciencia por el movimiento. Editoria
Paidós Argentina-España, 1991
KALMAR, D; ¿Qué es la Expresión Corporal? A partir de la
corriente de trabajo creada por Patricia Stokoe. Lumen 2005. Bs.
As.
LOWEN, A. Bioenergética. Editorial Diana, México 1980.
LOWEN, A. Ejercicios de bioenergética. Sirio, Málaga 1988
LOWEN, A. La espiritualidad del cuerpo: Un camino para
alcanzar la armonía. Editorial Paidós. Ibérica, Barcelona
LOWEN, A. El lenguaje del cuerpo. Editorial Herder. 1995.
LOWEN, A. Miedo a la vida. Era Naciente, Buenos Aires 1995

88

También podría gustarte