Reparto de Africa

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REPARTO DE AFRICA

El reparto de África, también conocido como carrera por África, lucha por África o
conquista de África12 fue la invasión, ocupación, división y colonización de la
mayor parte de África por parte de algunas de las potencias europeas durante un
breve periodo conocido por los historiadores como el Nuevo Imperialismo (entre
1881 y 1914). El 10 % de África que estaba bajo control europeo formal en 1870
aumentó a casi el 90 % en 1914, siendo sólo Etiopía y Liberia independientes a
esa altura.

La Conferencia de Berlín de 1884, que reguló la colonización y el comercio


europeos en África, suele considerarse el punto de partida de la repartición de
África.3 En el último cuarto del siglo xix existían considerables rivalidades políticas
y económicas entre los imperios europeos. El reparto de África se llevó a cabo en
gran medida sin que los europeos entraran en guerra.4 En los últimos años del
siglo xix, las naciones europeas pasaron del "imperialismo informal" -es decir, el
ejercicio de la influencia militar y el dominio económico- al dominio directo, dando
lugar al imperialismo colonial.
Mapa donde se muestra el reparto de África por las potencias europeas en 1913.

     Alemania     Bélgica     España     Francia     Italia     Portugal     Reino Unido      Estados independientes


El reparto colonial de África en 1914

Antes de la Primera Guerra Mundial solo había dos territorios independientes en


África. El resto eran colonias de potencias europeas.

En 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial, en África solo había dos
territorios políticamente independientes: Liberia y Etiopía. El resto eran colonias de
distintas metrópolis europeas. Reino Unido y Francia eran las grandes potencias
que controlaban el continente, mientras que potencias secundarias como Bélgica,
Portugal, Italia, Alemania o España poseían un número más reducido de colonias,
que a menudo eran utilizadas como territorio tapón para evitar rencillas
francobritánicas. Sin embargo, esto simplemente era el resultado de un largo
proceso donde se mezclaban la geopolítica con los intereses económicos.

La colonización africana había comenzado en el siglo XV, cuando las coronas de


Castilla y Portugal se empezaron a expandir por los archipiélagos de Macaronesia
(Canarias, Madeira o Cabo Verde) y a establecer fuertes y factorías comerciales
en la costa del Magreb. Aunque esta primera fase colonizadora tendría poco que
ver con la que veríamos siglos más tarde.

El descubrimiento de una ruta a las riquezas de India rodeando África hizo que las
compañías de comercio y navegación europeas establecieran nuevas bases en
las costas africanas. El primero fue Portugal, que se extendió por Santo Tomé y
Príncipe, Fernando Poo —luego cedida a España—, Angola, Mozambique o
Zanzíbar; al que le siguió los Países Bajos —Colonia del Cabo, hoy en Sudáfrica
—, Francia e Inglaterra. Estas factorías serán la base de la posterior expansión
por el interior del continente.

En el siglo XIX el norte de África permanecía en gran medida bajo control


otomano, aunque poco a poco fueron expulsados por Francia y Reino Unido, que
conformaron importantes colonias o protectorados en Argelia y Egipto,
respectivamente. Mientras tanto, en el sur del continente el Reino Unido se había
hecho con la Colonia del Cabo, bajo control neerlandés, tras el Congreso de Viena
en 1815. Los bóeres —descendientes de los colonos neerlandeses y hugonotes
franceses— fundaron nuevas repúblicas huyendo del control británico. El Imperio
británico no toleró estos nuevos Estados y tras las Guerras de los Bóeres se los
anexionó, dando lugar al germen de Sudáfrica.

En esta situación empezó el reparto de África. El impulso a la carrera colonizadora


fue dado por Leopoldo II de Bélgica, que sin ningún territorio en el continente y sin
apoyo de sus ministros se lanzó a crear un imperio colonial personal en la cuenca
del río Congo en 1876. La inmensidad de sus dominios en el centro del continente
africano llevaron a un conjunto de reclamaciones del resto de potencias ya
instaladas en las costas a las que se sumarían las recién unificadas Italia y
Alemania.

El reparto quedó institucionalizado a finales del siglo XIX. En la Conferencia de


Berlín, celebrada entre 1884 y 1885, las principales potencias europeas, que
ansiaban ampliar sus colonias africanas, acordaron un reparto para evitar que una
disputa colonial pudiese desembocar en un conflicto a gran escala también en el
continente europeo. Mientras el Reino Unido ansiaba unas colonias en África de
norte a sur que pudiesen conectar El Cairo (Egipto) con Ciudad del Cabo
(Sudáfrica), Francia buscaba un imperio colonial de este a oeste. Ambos deseos
eran incompatibles. La propuesta alemana pretendía hacer compatibles los
proyectos de Londres y París con las pulsiones imperialistas de potencias
secundarias en Europa, que en un intento de subirse al tren del colonialismo
también buscaban controlar algunos territorios en África. La solución más práctica
era sentarse y repartir los territorios.

Ninguna metrópoli salió plenamente satisfecha, pero tampoco salieron


disgustadas. El objetivo principal era evitar que tanto Francia como Reino Unido
gozasen de grandes continuos territoriales, por lo que para evitar esto, Alemania,
Portugal o Bélgica vieron caer en sus manos territorios que hacían de tapón en las
posesiones francesas o británicas. El ya mencionado Congo belga, en el centro
del continente, es el ejemplo por excelencia, aunque también se puede comprobar
esta premisa en el África Oriental Alemana, actuales Tanzania, Ruanda y Burundi.

Este reparto, sin embargo, no duró demasiado. Con el estallido de la Gran Guerra
en 1914, las posesiones alemanas fueron conquistadas por británicos, franceses y
sudafricanos. Al finalizar la contienda en 1918 estos territorios, que antes
dependían de Berlín, pasaron a manos de sus conquistadores: Togo y Camerún
para Francia, Burundi y Ruanda para Bélgica, Tanzania para el Reino Unido y
Namibia para Sudáfrica.

Los siguientes cambios fronterizos ya se darían en el contexto —previo o posterior


— de la Segunda Guerra Mundial: en 1935 Italia invadió Etiopía para crear una
gran colonia en el oriente africano —algo que ya había intentado en 1895 y que se
saldó con una humillante derrota—, y una década después ya habría perdido
todos los territorios, que pasaron a manos británicas y etíopes.

Con todo, las fronteras que se podían observar en 1914 son muy similares a las
que se pueden ver hoy. Durante las décadas de descolonización, en la segunda
mitad del siglo XX, los recién nacidos Estados africanos llegaron al compromiso de
no cuestionar las fronteras heredadas de la época colonial. Esta imposición
arbitraria, aparentemente sin sentido, evitaba abrir un problema todavía mayor
como era tener que repensar y rediseñar todas y cada una de las fronteras de los
países africanos, algo que seguramente habría llevado a innumerables conflictos y
disputas.

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