Soy Jordi Nomen

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Soy Jordi Nomen,

profesor de Ciencias Sociales

y de Filosofía en la escuela Sadako

de Barcelona,

y autor, también, del libro

"El niño filósofo:

cómo enseñar a los niños y a las niñas

a pensar por sí mismos".

Hola, Jordi. Me llamo Ana

y soy madre de dos niños pequeños.

Estoy encantada de poder hablar contigo

sobre la Filosofía

y la importancia que tiene

en el aprendizaje de los niños.

Según la Filosofía,

¿para qué sirve la educación?

Muchas gracias por tu interés, Ana.

A ver, yo creo que en el libro

he tratado que los filósofos


de toda la historia de la humanidad

nos contesten los problemas

y las preguntas que tenemos hoy en día.

Entonces, ahí, quizás,

podríamos ir a Rousseau.

Este filósofo del siglo XVIII

que nos habla de que el hombre

debe superar su individualidad

para buscar el bien común.

Y, por lo tanto, ahí creo que debe estar

la educación, ¿no?

Ser capaz de pasar del “yo”

al “nosotros”

y conseguir crear algo juntos

que valga la pena

en estas sociedades democráticas

complejas en las que vivimos.

Entonces, ¿qué es la Filosofía?


Sobre todo, ¿cómo se lo explicarías

a mi hijo de ocho años

para que él pudiera entenderla?

A ver, de entrada,

la Filosofía es un saber.

Es un saber que nos hace críticos,

que nos hace creativos,

que nos hace cuidadosos.

Si yo tuviera que explicárselo

a tu hijo de ocho años,

lo que no haría es explicárselo.

Es decir, trabajaría con preguntas.

Le diría, por ejemplo:

“¿Cómo te llamas?”.

Y, a partir de aquí, le preguntaría

si su nombre es importante para él,

si lo hace único.

Y, a partir de aquí, le diría


qué más es lo que le hace único.

Y le diría si eso que lo hace único

lo comparte con alguien más

o solo lo tiene él.

Es decir,

iniciaríamos un dialogo socrático

porque esto proviene

ya de muchos años atrás,

cuando Sócrates iba por las plazas

de Atenas e interrogaba a la gente

para lograr un mundo mejor.

Y, solo al acabar este diálogo socrático

le preguntaría: “Bueno, mira,

lo que hemos hecho es Filosofía.

¿Podrías tú ahora decirme

qué es la Filosofía?”.

De hecho, si tuviéramos que retomar

para todo el mundo qué es la Filosofía,


pues, justamente, ese saber

que nos permite

interrogarnos sobre las cosas,

que nos permite darle sentido

y que nos permite, también, actuar.

Comprender para actuar.

La Filosofía no debería ser

solo un pensamiento teórico

que se queda ahí, en el éter flotando,

sino que debería tener, también,

ese factor de actuación

para cambiar especialmente

las injusticias, que son muchas

y muy importantes en nuestro mundo.

¿Para qué le sirve la Filosofía a un niño o a un joven?

A ver, yo creo que, de entrada,

un joven o un niño

cuando empieza a filosofar se da cuenta


de que eso le vuelve más riguroso.

En primer lugar, la Filosofía sirve

para ver cuáles son los prejuicios

y los estereotipos que tenemos,

cuáles son las ideas preconcebidas

que llevamos con nosotros

en nuestra mochilita, detrás.

Y esto es muy importante,

porque les permite ver

cuáles son esos prejuicios.

En segundo lugar, yo creo

que la Filosofía también da carácter.

Porque la Filosofía que yo propongo

no es una Filosofía de un niño solo,

que está pensando

y reflexionando en el vacío,

sino que es una Filosofía

que incluye el diálogo con los demás.

Con la familia, pero con otros niños,


sobre todo, en clase.

Y, por lo tanto, eso permite

que este niño

se dé cuenta de la diversidad que hay,

de la pluralidad de ideas que hay

y de que cualquier persona

nos puede enseñar algo nuevo.

Y que todas las personas

tenemos opiniones diferentes.

Y que unas opiniones

son más fundamentadas y otras no.

Y esto da carácter para mí.

Y, en tercer lugar, yo creo que un niño

y un joven

que practica Filosofía, se da cuenta

de que hay que cambiar las cosas

que son injustas, que no funcionan.

Y, por lo tanto,

esto nos hace mejores ciudadanos.


A los niños y a los jóvenes,

los niños también tienen que ser

ciudadanos desde su inicio.

No solo cuando cumplen

la mayoría de edad.

La Filosofía para niños, de hecho,

fue un proyecto

que se inició por allá

en los años sesenta,

cuando un profesor norteamericano

llamado Matthew Lipman,

que daba Lógica en la universidad,

se dio cuenta de que sus alumnos,

universitarios ya, muy mayores,

sabían muchísimo de las ideas

de los filósofos.

Sabían exactamente

qué pensaban los filósofos


pero, en cambio, no sabían filosofar,

no sabían dialogar,

nadie les había enseñado a dialogar.

Ni eran rigurosos, quizás,

con el uso de las palabras.

Con lo cual, él pensó que era necesario

trasladarlo mucho antes.

Entonces pensó en un programa con Sharp,

que fue la persona que le ayudó,

Ann-Marie Sharp.

Que fue una mujer, también,

muy relevante que ayudó a Lipman

a diseñar este proyecto.

Pues pensó todo un proyecto de Filosofía

desde los seis años, en aquel momento,

hasta los 18,

con novelas filosóficas

en las que los niños


hablan de Filosofía,

practican el diálogo filosófico,

y un manual para el maestro

a fin de que adquiera las competencias

para saber guiar ese diálogo filosófico.

Entonces, ahí, Matthew Lipman pretendía

que los niños aprendieran a filosofar

y que los maestros aprendieran a guiar

el diálogo filosófico.

Este programa, de hecho,

está presente...

actualmente se ha extendido por el mundo

de forma muy importante,

está presente en más de cuarenta países

a nivel mundial.

He leído en tu libro que necesitamos

una niñez más filosófica. ¿Por qué?

A ver, de hecho, Matthew Lipman

lo que plantea es que los niños


y los adultos, también, por lo tanto,

hay que empezar de pequeños,

deberíamos tener pensamiento crítico,

pensar por nosotros mismos.

Deberíamos tener pensamiento creativo

para resolver los problemas

y pensamiento cuidadoso

para tener en cuenta a los demás.

Entonces, si me permites un ejemplo,

¿no?

Un ejemplo de cualquier manera

de pensamiento crítico.

Si tú coges una mentira

y la repites mil veces,

¿eso se transforma en una verdad?

Eso es un pensamiento crítico.

Un pensamiento creativo, por ejemplo,

cuando decimos:

"¿Cómo podríamos transportar agua


en nuestras manos de un lugar a otro?".

Eso sería un pensamiento creativo.

Quizás te preguntes cómo,

pues si fuera hielo, ¿no?

Sigue siendo agua,

pero es pensamiento creativo

porque debemos pensar

que es otro estado físico del agua,

pero seguimos transportando agua.

Pues esos son los pensamientos críticos

y creativos demostrados...

Y hablabas sobre

el pensamiento cuidadoso.

Ahí sí que hay que decir

que este inspirador, Matthew Lipman,

trabajó siempre con el pensamiento

crítico y creativo

durante los primeros años.


Y, entonces,

se dio cuenta de algo sustancial

y es que si una persona

es muy inteligente o es muy creativa

pero no tiene compasión,

no tiene empatía,

no es una persona que introduzca

la variable “los otros”

en su pensamiento, pues eso puede ser

muy cruel y muy peligroso.

Por poner un ejemplo gravísimo y cruel,

los nazis eran muy inteligentes

y muy creativos,

pero no eran nada cuidadosos.

Entonces, ahí requiere

el pensamiento cuidadoso,

que es ese que introduce en la ecuación

a los demás.

Los demás que también cuentan y que,

por lo tanto, pues...


En mi libro cito un pequeño fragmento

en el que digo:

“Podemos hacer casi, casi, una ensalada

de pensamiento cuidadoso

introduciendo un poquito de empatía,

un poquito de compasión,

un poquito de interés por los demás...”.

Con todo eso, realmente, el pensamiento

se vuelve, también,

un pensamiento democrático

y un pensamiento que...

pues que debe construir un mundo

más igualitario y mejor. Y más justo.

Hay muchos instrumentos

en el pensamiento cuidadoso.

Algo de curiosidad, algo de empatía,

algo de confianza,

algo de sueño, también,


algo de fortaleza

contra las adversidades...

Todo eso... curiosidad por los demás,

intentar comprenderles,

ponerse en su lugar,

tratar de trabajar con la justicia...

Todo eso nos da

el pensamiento cuidadoso.

¿Y qué filósofos nos recomendarías

a las madres y padres

para poder iniciar a nuestros hijos

en la Filosofía?

A ver, hay muchísimos filósofos

a lo largo de la historia,

tanto occidentales como orientales,

tanto hombres como mujeres.

Es decir, ya vemos que en mi libro

he tenido que hacer necesariamente

una reducción y escoger algunos.


Yo, a los padres,

lo que les recomendaría

es que empezaran por las preguntas

y entonces buscaran a los filósofos.

Es decir, puede llegar un niño

bien pequeño,

cuatro o cinco años, y decirte: “Oye,

¿por qué nos tenemos que morir?”.

Y ahí sí que estaría bien que buscáramos

pues, no sé, a Séneca, ¿no?

O a un estoico y decirle:

“A ver, la muerte

evidentemente no la podemos evitar,

es algo inevitable,

somos frágiles, somos mortales.

Pero, en cualquier caso,

sí que es cierto que mientras estás vivo

no estás muerto.

Y que cuando estás muerto


ya no te enteras.

Con lo cual, probablemente,

pues no tienes que tenerle tanto miedo.

Y tienes que aprovechar

ahora que estás vivo

para poder, realmente,

sacar todo el jugo”.

O sea que, en definitiva...

O, por ejemplo, si viene el niño:

“Oye, por qué…”, no sé,

“…los amigos son tan importantes”.

“¿Por qué es tan importante

para mí tener amigos?”.

Pues, entonces, tú ahí puedes hablarle

de Montaigne.

Le puedes decir: “Pues mira,

hubo un señor que se llamaba Montaigne

que decía que los amigos nos permiten

reconocernos a nosotros mismos


como si fuéramos un espejo,

en cualquier caso,

y que, además, los amigos los elegimos

nosotros, a diferencia de la familia,

y que son muy importantes porque,

de hecho,

en el momento en el que creamos amistad

con alguien nos volvemos

responsables de él”, ¿no?

Ahí hay un... incluyo en el libro

un fragmento

de El Principito que yo creo

que es muy interesante,

que es el diálogo entre el principito

y la zorra.

Que, si no lo has leído, realmente

valdría la pena leerlo con el niño

si te hace esa pregunta,

donde la zorra le dice: “Oye,


cuando me has domesticado...”,

y ahí entiéndase que domesticado

no implica falta de libertad,

“…ahora eres responsable de mí”, ¿no?

Esto es muy bonito,

darse cuenta de que somos responsables

de nuestros amigos

y nuestros amigos lo son de nosotros.

Yo siempre les digo a mis alumnos

que las personas

somos un puzle incompleto.

Y que, desgraciadamente,

en nuestra sociedad nos dicen

que las piezas que nos faltan

en ese puzle las vamos a poder comprar.

Y yo creo que ahí está el error.

Las piezas que faltan

las tienen otras personas.


Igual que, nos vamos a dar cuenta,

sorprendidos,

que nosotros tenemos piezas

que les van a faltar a otras personas.

Querer y amar a alguien es completarle,

es poner esas piezas que le faltan

y agradecer que el otro

te ponga las piezas que te faltan a ti.

¿A partir de qué edad recomiendas

que los niños

se inicien en la Filosofía?

Hay una experiencia en Cataluña

que empieza a los dos años, ¿no?

Trabajando, por ejemplo, con marionetas

se puede conseguir que los niños,

incluso sin saber leer ni escribir,

puedan opinar.

De hecho, en el momento
en el que empiezan a hablar,

pues ya es posible empezar.

E incluso se están llevando a cabo

experiencias con niños de un año,

que no saben hablar.

O sea que yo creo que se puede empezar

desde edades muy iniciales.

En este sentido lo importante

es el cómo, más que el cuándo.

Puedo ponerte un ejemplo:

tú puedes coger una caja de zapatos

y un niño de seis años,

por decir algo, o una niña de seis años,

y proponerle cuántas cosas cabrían

en la caja de zapatos.

También le puedes proponer cuántas cosas

no cabrían en la caja de zapatos.

También podrías proponerle

cuántas profesiones necesitarían


o les sería útil una caja de zapatos.

Viendo, quizás, otro ejemplo, ¿no?

Incluso podríamos trabajar con el arte,

por decir algo.

Tú puedes coger un cuadro de La Gioconda

y pedirle a una niña

de siete u ocho años por qué cree

que está sonriendo esa señora.

Le puedes pedir, también,

si cree que el artista que la pintó

realmente sentía simpatía.

Le puedes pedir, también, qué piensa

ella cuando sonríe de esa manera.

Incluso le puedes decir

que retoque el cuadro,

que le ponga otra vestimenta,

otro peinado para hacerlo más moderno.

O, incluso, si vamos más allá, le puedes


decir que se disfrace como la Gioconda

y que le vas a hacer una foto

para ver si es capaz.

A través de todos estos medios

estamos trabajando

habilidades de pensamiento de los niños.

Y eso es la Filosofía también.

Aparte de dialogo filosófico,

aparte de comunidad,

aparte de todo lo que hemos dicho,

es también trabajo de las habilidades

de pensamiento básicas de los niños.

Jordi, hablabas sobre La Gioconda.

¿Qué relación hay entre el arte

y la Filosofía?

De entrada, el arte puede servir

para hacer Filosofía

y la Filosofía, quizás,
también para hacer arte.

Cuando tú afrontas la obra artística

como un elemento de comunicación,

que es como yo creo

que debería afrontarse el arte,

ahí tenemos un emisor, un receptor,

un código, un canal, un contexto...

todo lo que trabaja en la comunicación.

El arte es comunicación.

Entonces, hay un diálogo entre el autor

y el espectador,

o el oyente de esa obra de arte.

Y, por lo tanto, esa persona

quiere impactar en tu sentimiento.

Porque básicamente el arte se dirige

al sentimiento.

Pero, también, a tu pensamiento

y ahí tenemos ya la relación

con la Filosofía.
Ante una obra de arte

nosotros podemos pensar.

Y, en ese sentido,

te diré que algunos de mis alumnos,

porque yo también doy clase a alumnos

mayores...

Es sencillamente muy emocionante

ver cómo han pasado 14 años

de Filosofía para niños.

Los llevas a Praga,

nosotros hacemos el viaje

de fin de curso a Praga,

vamos a ver el castillo de Praga,

estamos ante un museo

y eres capaz de ver un niño

de 16 años, o un chico,

perdón, perdón, de 16 años,

pasarse media hora

ante una obra de arte.


Claro, esto es sorprendente.

Me acerco al chico y le pregunto:

“¿Cómo es que llevas media hora

mirando esta obra de arte?”.

Pero, claro, la respuesta del niño

es la respuesta filosófica:

“Claro, es que me he parado a pensar,

este personaje que aparece ahí

de donde salía. ¿Cuál es su historia?

¿Por qué motivos está matando

a esta otra persona?

¿Por qué lo hace en esa oscuridad

y bajo esas rocas?”.

Es decir, ha aprendido

a interrogarse filosóficamente

y mantiene, ahora, con el arte,

una relación
que no solo es de espectador

sino también de conocimiento profundo

de esa obra de arte.

Entonces, eso le da una vivencia

del arte extraordinaria.

Y, en el caso de los más pequeñitos,

permíteme, el dibujo.

Ellos se expresan con el dibujo.

Hagámosles dibujar.

Pero no le pidas a un niño

que dibuje algo textual,

no le pidas que dibuje la alfombra,

que está muy bien.

Pídele que la rediseñe,

con lo cual estás trabajando

una habilidad de pensamiento,

que es volver a hacer esa alfombra

de una manera distinta.


O pídele, por ejemplo,

que dibuje el silencio.

Le pedí a un niño, era más pequeño,

quizás unos cuatro o cinco años,

que me dibujara el silencio

y me dibujó un pájaro.

Y, claro, yo le dije:

“Pero yo te he pedido que dibujes

el silencio”.

Y el niño contestó: “Claro,

el silencio es lo que queda

cuando en el bosque el pájaro se calla”.

Esa es una respuesta filosófica.

Definir algo por lo que no es.

Muchas veces, comentando con madres,

se piensa que la Filosofía

tiene pocas salidas laborales.

Además de ser profesor,


¿en qué más puede trabajar un filósofo?

Bueno, hoy en día, realmente,

yo creo que la Filosofía

va a tener muchas más salidas.

Porque nuestra sociedad

cada vez es más compleja

y, por lo tanto, cada vez

vamos a necesitar más personas

que reflexionen

sobre aquello que está pasando.

Yo pongo siempre el mismo ejemplo,

el de la ciencia.

La ciencia, realmente,

está avanzando a pasos agigantados

y es capaz de hacer cuestiones

que son absolutamente impensables,

que lo eran hace unos años

y que lo van a ser dentro de pocos más.

Lo que está claro es que la ciencia


no se hace la pregunta

sobre si lo que puede ser hecho

hay que hacerlo.

Esa es una pregunta filosófica.

Y, por lo tanto, yo creo que en bioética

y en todos los comités científicos

vamos a necesitar filósofos

que nos den la reflexión

sobre si eso que se puede hacer

se debe hacer.

Debemos hacerlo o no, ¿no?

Eso por un lado.

Y, por otro lado, a nivel tecnológico,

cada vez las compañías y las empresas

están más interesadas

en que la gente tenga

un perfil humanístico.

Precisamente porque todos los productos


del mundo están pensados para personas.

Entonces, tiene que haber alguien

que pueda decidir,

o pueda hablar, o pueda dialogar

sobre qué necesitan las personas,

cuáles son sus necesidades.

Y eso es un pensamiento

netamente filosófico.

Por tanto, yo creo que se abre un campo,

y soy de la opinión de que ese campo

va a florecer

y que cada vez vamos a tener

más Filosofía

asociada a cuestiones

que ahora son impensables, ¿no?

Los comités deontológicos lo mismo, ¿no?

Todas las profesiones

tienen una deontología.


Y yo creo que un filósofo, estableciendo

las preguntas que son pertinentes,

porque un filósofo, sobre todo,

lo que hace es preguntar.

Más que responder, preguntar.

Y necesitamos que nos pregunten mucho,

porque las preguntas

nos hacen reflexionar.

Hoy en día ya tenemos casi todas

las respuestas, están todas en Google.

Los niños las buscan

en la primera página,

algunas están en la segunda,

la tercera y la cuarta.

También tengámoslo claro.

Pero, en cualquier caso,

tenemos muchas respuestas.

Pero nos hacen falta las preguntas

y eso no está en Google.


Las Humanidades nos humanizan.

Y renunciar a las Humanidades, para mí,

es renunciar a la humanidad.

Con lo cual, la literatura,

la música, la Filosofía,

el arte, creo que son conquistas

que ha hecho la humanidad

y que no podemos perder en beneficio

de la ciencia y de la tecnología.

Son amores que no son excluyentes.

O sea, podemos amar la ciencia,

podemos amar la tecnología

y podemos amar las Humanidades.

De hecho, yo creo que debería ser...

un médico

debe ser filósofo.

Porque un médico, muchas veces,

tiene que comunicar malas noticias.


Y debería hacerlo con el tacto,

con la sensibilidad de un artista.

También, creo que un artista

debería saber algo sobre los colores

y sobre cómo se mezclan los colores

porque si no le va a ser muy difícil,

realmente, realizar una obra de arte,

pues, innovadora, ¿no?

Por lo tanto, debe ser científico.

El mundo no se parcela.

Por lo tanto, debemos enseñar

a los niños que el mundo

no vive a partes, que el mundo

es una completitud y una complejidad

y que, hoy en día, y cada vez más,

lo que vamos a necesitar

es un trabajo interdisciplinario.

Todas las disciplinas trabajando


a la vez.

Yo creo que los niños y las niñas,

para conseguir libertad deben filosofar.

Creo que la Filosofía en ese sentido

es extraordinaria

porque te hace plantearte

y replantearte,

de hecho eso significa la palabra

reflexionar, volver a mirar.

Por lo tanto, necesitamos tiempo.

Tenemos otro pequeño problema,

que nuestra sociedad va acelerada

y no hay tiempo.

Pero yo creo que es imprescindible

que les demos a los niños

y las niñas esa libertad.

Yo creo que es imprescindible

que les demos a los niños y las niñas


la capacidad de paladear la vida.

Y la Filosofía, en ese sentido

más creativo, te da esta facultad, ¿no?

De ver las cosas, de mirar el mundo

y verlo.

A veces pasamos y no lo vemos

de lo rápido que vamos,

y la Filosofía lo que hace es sosegar

y calmar

y decir: “Vamos a volver a verlo,

vamos a mirar atentamente

qué es lo que hay.

Y eso te hace paladear el mundo

y, por otro lado, yo creo

que la Filosofía como palanca

para la democracia y para la ciudadanía

es esencial que la tengan

nuestros niños y niñas.

Por lo tanto, qué hay más importante


que eso.

Unos niños libres, unos niños que saben

buscar la pequeña plenitud

a la que podemos llegar

y unos niños que, por otro lado,

se desenvuelven en sociedad colaborando

con los demás, buscando consensos,

diálogos, aceptando la diversidad,

algo que nos cuesta tanto...

cambiando de opinión. A mí, esto

me parece también muy esencial, ¿no?

La Filosofía nos enseña

a cambiar de opinión,

porque nos dan unas preguntas

que nos ponen en cuestión.

Y, ante esa puesta en cuestión, nosotros

debemos reelaborar lo que pensamos.

Y, luego, dar las gracias

por lo que nos hayan cuestionado, ¿no?


Porque, en el fondo, cuando alguien

te señala algo que haces mal,

hay que agradecérselo

porque la próxima vez

lo vas a hacer bien.

Si todo sale perfecto, entonces será

muy difícil que aprendas algo nuevo.

¿Cómo podría ayudarnos la Filosofía

a hacernos mejores padres?

A ver, me gusta que me hagas

esta pregunta,

porque, de entrada, yo creo

que la Filosofía nos ayuda,

pero en primer lugar yo pondría el amor.

O sea, ser un buen padre,

ser una buena madre,

lo que requiere es querer, amar.

Esa sería la primera respuesta.


Pero una vez dicho esto,

sí que es verdad

que si tú te acostumbras más a preguntar

a tus hijos que a responder,

especialmente cuando se trate

de algo fundamental,

de algo trascendente,

de algo muy importante...

Voy a ponerte un ejemplo, o sea...

Evidentemente si de lo que se trata

es de escoger los calcetines

que nos vamos a poner hoy,

pues eso no tiene relevancia.

Pero en el momento en que el niño

te pregunta

por qué está enfermo

un familiar querido,

pues en lugar de responder,

preguntar a la vez:
“¿Tú por qué crees que está enfermo?”.

Porque ahí, quizás, van a salir

algunos prejuicios,

van a salir algunos estereotipos

que te van a permitir trabajar

con tu hijo o con tu hija

aquellas cosas que lleva en su mochila

y que no son ciertas.

Quizás haya oído decir que las personas

se ponen enfermas porque se lo merecen.

A veces también lo oímos

en los medios de comunicación.

Por ejemplo, en el Reino Unido,

hace un tiempo,

decidieron que quizás no habría

que tratar a las personas fumadoras.

Me parece

una falta de compasión terrible.

Que, como sociedad,


no podemos culpabilizar a una persona

que ha enfermado,

me parece fuera de todo lugar, ¿no?

Y, a lo mejor, pues el niño o la niña

ha escuchado un prejuicio de ese tipo,

o cualquier otro.

Entonces, preguntar mucho más

que responder.

Y ayudar a que piense.

Ayudar, darle el tiempo. Porque,

a veces, hay que ir deprisa,

porque llegamos tarde, porque tal.

Dar el tiempo, yo creo que eso

nos convierte en mejores padres

en ese sentido.

Siempre por detrás del amor.

Jordi, ha sido un auténtico placer

poder hablar contigo,


que nos hayas dado esta visión

tan bonita

de la Filosofía para poder practicarla

con nuestros hijos.

Muchas gracias, también a ti, Ana,

por tus palabras

y espero que practiques

mucha Filosofía con tus hijos

porque creo que eso será

un beneficio para ellos,

honestamente lo creo.

Hola, Jordi, soy César,

profesor de Filosofía

y Lengua en la escuela IDEO.

Estoy encantado

de que podamos filosofar juntos.

A lo largo de la historia,

el profesor, el maestro, ha estado


en un nivel siempre superior

respecto al alumnado.

La experiencia nuestra en el aula,

hoy en día nos muestra otra realidad.

¿Cómo ves esto que nos pasa hoy en día?

La verdad es que yo creo que el maestro

siempre debería conseguir que el alumno

o la alumna aprendiera a pensar

por sí mismo.

Y, en ese sentido,

yo creo que los métodos pedagógicos

deben ser los que permitan

ese objetivo, ¿no?

Conseguir la autonomía del alumno,

que aprenda a pensar por sí mismo,

que sea crítico, creativo,

como hemos dicho, cuidadoso.

Eso no se hace
con una explicación magistral

en la que el profesor

está encima de una tarima

y suelta una serie de conocimientos

que los alumnos

deben empapar y vomitar,

si me permites la palabra,

en una prueba, ¿no?

Entonces, la Filosofía para niños

huye de todo esto.

Al contrario, el profesor debe ser

en este proyecto

una persona neutral,

para permitir que los alumnos

puedan expresar libremente

sus opiniones.

Y, en cambio,

debe ser tremendamente exigente

respecto a la fuerza de los argumentos


que presentan.

Y muy intransigente

con aquellos argumentos

que sean prejuicios.

No en el sentido de que no los digan

los alumnos,

sino en el sentido de que, finalmente,

no se acaben imponiendo como la verdad.

En ese sentido,

el profesor de este proyecto

debe saber guiar

una comunidad de diálogo

y debe saber hacer

las preguntas pertinentes.

Básicamente, el profesor pregunta

para evitar que eso que es un prejuicio

quede, finalmente, asumido

por la comunidad como válido, ¿no?

Y ahí sí que hay que ser muy exigente.


Pero el profesor debe dejar

que los alumnos den su opinión

y que los alumnos expresen

todo aquello que sienten,

porque si no es imposible crear

el clima de diálogo necesario

para poder practicar la Filosofía

tal como yo la entiendo.

En tu respuesta hablabas

de una comunidad de diálogo,

¿qué es una comunidad de diálogo?

A ver, en este caso hablamos de niños

y niñas que filosofan juntos

y, por lo tanto,

tienen un interés común,

tienen una determinada atención,

porque no es lo mismo un diálogo

que una discusión,


que una charla de café.

En un diálogo hay que estar muy atento,

hay que escuchar atentamente

cuáles son los argumentos

que se están presentando

para poder contraargumentar

o poder añadir más argumentos

a lo que se está diciendo.

Y, por otro lado, esta comunidad

de diálogo no busca una conclusión,

sino que busca profundizar

y buscar la complejidad

de lo que se está analizando.

No se trata de llegar a conclusiones,

que puede ser que lleguemos

a conclusiones,

pero no es el objetivo fundamental

de esa comunidad.

Y, luego, hay un factor que yo creo


que es fundamental, y es que los alumnos

y las alumnas

se deben encontrar cómodos.

Por lo tanto, debe haber ahí algo

que tiene que ver mucho

con la educación emocional.

Tiene que haber la emoción

de la seguridad, la tranquilidad,

la facilidad de hablar sin sufrir

porque lo que vayas a decir

te vaya a ir en contra.

Todas esas son las características

de una comunidad de diálogo.

Un ambiente de libertad,

como afirma Habermas,

en esa posibilidad de que el diálogo

ayude a mejorar la sociedad.

Esa es la idea, ¿no?


Conseguir un ambiente de libertad,

pero crítico.

Es decir, que no olvide,

de alguna manera,

que no todos los argumentos son válidos,

no todos los argumentos

aluden a una realidad,

que sepa diferenciar los hechos

de las opiniones...

Yo creo que esto es fundamental

trabajarlo con los niños

y con los jóvenes.

El hecho es una cosa

y la opinión es otra.

Y, por lo tanto,

hay que saber diferenciar

entre una cosa y la otra.

Y, por desgracia, los medios

de comunicación y, en general,
nos tienen acostumbrados a hacer pasar

opiniones por hechos,

y yo creo que esto

es bastante peligroso.

Hablabas de inteligencia emocional

junto con las inteligencias múltiples

de Gardner.

En tu libro planteas también

que tenemos una inteligencia filosófica.

¿Qué significa para ti

esa inteligencia filosófica?

A ver, las inteligencias múltiples

de Gardner

plantean que los niños

tienen unos talentos

que los hacen diferentes, ¿vale?

Y que, por lo tanto, las escuelas

deberían intentar conseguir


esos talentos distintos.

Y favorecer que el niño que tiene

un determinado talento

se dedique a aquello

para lo que es más talentoso.

El niño que sabe dibujar,

pues que practique mucho el dibujo

para llegar a ser un artista,

por decir algo.

Yo ahí discrepo, discrepo.

No quisiera enmendar la plana a Gardner,

ni me considero a su nivel,

pero sí que discrepo en el sentido

de que yo creo que la inteligencia

es algo plástico y que, por lo tanto,

se puede educar.

Nosotros, los que trabajamos

Filosofía para niños,

hablamos de las habilidades


de pensamiento.

Y una habilidad es algo que se educa

y que cuando se practica mejora.

En ese sentido, yo creo

que la inteligencia filosófica

sería ese punto, esa mirada filosófica

a la realidad

que con entrenamiento mejora.

Pero no creo que haya,

y esto lo dejo muy claro en el libro

porque pienso que es muy importante,

una élite de niños filósofos.

Vamos a educar a estos,

que son muy buenos en Filosofía

y, ciertamente, hay niños que tienen una

mirada filosófica muy superior,

quizás, a sus compañeros.

Pero el objetivo del proyecto


no es "vamos a educar a esos niños

que tienen

esa mirada filosófica fantástica

y el resto queden fuera", ¿no?

En una cierta apelación a Platón, ¿no?

-Sí, sí.

-La república de los filósofos, ¿no?

Que son los que van a mandar mejor,

los gobernantes que mandarán mejor.

No es esa la idea.

La idea es que todos los niños

pueden trabajar filosóficamente.

Y si me permites, César,

creo que hay algo que no debemos

perder de vista,

y es que todos los adultos

son filósofos.

Ese me parece un aspecto esencial

a considerar, ¿no?
Incluso una persona que no sea leída,

una persona que sea muy humilde,

que no haya acabado, incluso,

los estudios básicos, es filósofo.

Porque esta persona, a lo largo

de su vida, se va a hacer preguntas

trascendentales y filosóficas.

Porque el ser humano es así,

el ser humano es frágil.

Y, por lo tanto, le pasan desgracias.

También le pasan cosas buenas,

afortunadamente.

Pero se va a hacer preguntas,

por ejemplo:

“¿Por qué esto me ha pasado a mí?”,

“¿Lo podía evitar?”.

Son preguntas de tipo filosófico,

yo creo que todas las personas


llevamos un filósofo dentro.

Lo que sí está claro es que,

si lo practicas

pues, evidentemente, como cualquier

otra cosa, con la práctica mejora.

Y ese sesgo filosófico,

ese pensamiento filosófico,

se hace más afinado

y deriva en una mirada de la realidad

más filosófica.

Woody Allen tiene

una de esas frases suyas

que viene a decir que le echaron

de la universidad

porque en un examen de metafísica

le miró el alma al compañero de al lado.

Hablamos de Filosofía para niños,

¿cómo podemos hacer que sea divertida?


¿Cómo podemos construir y fundamentar

esa inteligencia filosófica?

A ver, yo creo que los recursos

que se presentan son los que,

de alguna manera, son palanca

para la reflexión filosófica

de los niños.

En el libro lo digo claramente,

yo creo que debemos acudir

a lo que a los niños les gusta.

A los niños les gustan los cuentos,

a los niños les gusta dibujar,

a los niños les gusta jugar.

Entonces, coger los juegos,

los cuentos, y el arte

y hacerlos servir como palanca

para la reflexión filosófica

creo que es la mejor manera de que eso


se convierta en algo divertido.

Siempre con la reflexión detrás y, ahí,

César,

si me permites, te voy a explicar

una anécdota.

Muchas veces te encuentras trabajando

temas filosóficos muy complejos y tal.

Y en una ocasión en un grupo de niños

de diez años

les pedí que me dibujaran el riesgo.

Entonces, más o menos, intentaron hacer

lo posible para dibujarlo,

pero un niño dejó la hoja en blanco.

Entonces yo le dije: “Hombre,

has dejado la hoja en blanco,

yo te pedí que dibujaras el riesgo”.

Y me dijo: “Ya, pero es un riesgo

dejarla en blanco”.
Con lo cual...

ahí estamos, ¿no?

Qué hay más divertido que eso.

La capacidad de... incluso de trabajar

algo que no hemos dicho hasta ahora

y que creo que es fundamental

en Filosofía,

que es el pensamiento analógico.

Porque hay muchas otras disciplinas

que trabajan el pensamiento deductivo,

el pensamiento inductivo,

pero me parece

que el pensamiento analógico

está tan desaprovechado

para hacer algo divertido.

Si yo, por ejemplo, ahora te pidiera

a ti que compararas esta charla

que estamos teniendo

con una comida de tu agrado,


¿tú qué me dirías, César?

Pues yo estaría disfrutando

de mi comida favorita, desde luego.

Vale, entonces yo te preguntaría

por qué has elegido la pizza

para caracterizar, por ejemplo,

esta conversación que estamos teniendo.

Y eso es un pensamiento analógico.

Entonces, yo creo que deberíamos

utilizarlo los maestros

y los padres

de forma absolutamente cabal, ¿no?

Aquello de: “Pues, oye,

¿hoy con qué utensilio de cocina

te compararías tal como te sientes?”.

Es interesante trabajar el razonamiento

analógico también con los niños.

La metáfora.
-Sí, sí, sí.

Y hacerla servir como evaluación,

diríamos.

Me interesa mucho todo lo que hablas

de analizar la experiencia

del día a día, la Filosofía

de la cotidianidad.

En este sentido, yo soy padre,

¿tú cómo ves esta posibilidad de llevar

la Filosofía a casa

para que nos ayude

en una buena convivencia?

Creo que esto es fundamental.

En primer lugar, en mi opinión,

en una familia debe haber cosas

que no decidan los niños y las niñas.

Y que esas cosas deben estar claras.

La honestidad ante todo, lo mismo sucede


en el aula con los maestros.

Pero luego, hay muchísimas cosas

que podemos hablar, que podemos negociar

y que podemos ponernos de acuerdo,

y es muy importante que les escuchemos,

que les pidamos opinión, les pidamos...

y que ellos entiendan

también nuestra opinión, ¿no?

A veces, yo creo que como padres

o como educadores

no verbalizamos lo que nosotros sentimos

y opinamos.

Y creo que esto también es fundamental

para que ellos se den cuenta

de nuestro punto de vista

y que no lo vamos a ver igual que ellos,

y que ahí debemos entrar

en un proceso de negociación
y de consenso, ¿no?

Y tener este sesgo filosófico

creo que es fundamental

o puede ser fundamental para mejorar

esa convivencia, ¿no?

Sobre todo por lo que tiene

de aceptación de la frustración.

Porque de entrada, cuando tú ves

que otro piensa distinto

y que, por lo tanto, siente distinto,

tienes que aceptarlo, no te queda

más remedio. Y tienes que negociar,

porque los dos vamos a tener que salir

de esa posición en la que estamos

para llegar a un acuerdo.

Qué bueno que esto

se pueda llevar a cabo en la familia

porque, luego, probablemente,

en la escuela
podamos construir o seguir construyendo

a partir de eso.

La Filosofía, en ese sentido,

en la escuela,

también tenemos la experiencia

de que nos ayuda a convivir.

En la escuela tenemos una sociedad,

los niños forman una sociedad

y se replican los problemas sociales.

Entonces, comprender que estamos

ante la pluralidad

a mí me parece esencial.

Es verdad, creo yo,

que hay un bien común,

porque estamos conviviendo.

Y la convivencia implica

que haya un bien común.

Y, en ese sentido, creo que la Filosofía


va muy bien para hablar de normas,

para analizar cuáles pueden ser

las normas que nos pueden ayudar.

Pero, aparte de ese bien común,

hay una pluralidad de opiniones

que hay que conjugar

para que nadie quede fuera, ¿no?

Y la Filosofía habla de esto, ¿no?

De intentar de alguna manera

que la gente conviva

y se sienta cómoda,

que nadie quede a un lado.

La diversidad es fundamental

porque lo vemos continuamente

en nuestra sociedad,

la necesidad de convivir en sociedad.

En la escuela también

convivimos en diversidad y eso

pensamos que es fundamental.


En esa diversidad,

cuando van llegando a las etapas

en las que tienen que elegir las chicas

y chicos por dónde se van a orientar,

entre ciencias y Humanidades.

Es verdad que se suele tener

la intención

de que aquellos que han tenido

mejores resultados

puedan guiarse hacia lo científico,

en vez de al ámbito de lo artístico,

de las Humanidades o de la Filosofía.

¿Qué te parece?

A ver, a mí me parece que tenemos

una vida solo

y que hay que procurar disfrutarla

lo máximo posible.

Entonces, encadenar a una persona


a hacer algo que no le gusta

me parece un grave error.

Porque solo tiene una vida

y si la desperdicia

la va a perder.

Y yo creo que hay que apelar

al amor de los padres,

¿Tú qué quieres para tu hijo?

Quieres que sea feliz,

quieres que encuentre instantes

de plenitud en su vida...

¿Le vas a obligar a hacer algo

que no quiere?

Porque si el niño quiere hacer ciencias

y quiere hacer tecnología,

oye, fantástico, estupendo.

Pero si quiere hacer otra cosa...

Eso en primer lugar.


En segundo lugar, aparte de que tenemos

solo una vida,

también me parece fundamental

que uno hace bien aquello que ama.

Aquello que uno hace por obligación

sin amarlo,

es muy difícil que lo haga bien.

Yo cuando subo a un avión,

quiero un piloto

que sepa manejar el avión

y que ame el trabajo que hace.

Pero cuando voy a un museo

también quiero un artista

que ame el arte,

porque sin duda me va a transmitir

muchísimas cosas.

O cuando voy a ver una obra de teatro

quiero un actor que ame su profesión.


Entonces, ¿cómo obligar a alguien

a que elija una profesión o un camino

que no va a amar?

Me parece un disparate tremendo.

En Lengua, pues lo clásico, por ejemplo,

a la hora de estudiar los verbos

están estos del ser, estar y parecer.

Que, de forma rutinaria, a veces,

se cae en ver cómo se construyen

las frases, los atributos

con estos verbos copulativos...

Y, después, buscarles el sentido

que es lo que, quizá,

tratamos desde la Filosofía.

El verbo ser, estar...

Y, hoy en día, esta sociedad

que nos lleva al parecer,

¿de qué manera la Filosofía


nos puede volver al ser

y al saber estar?

Yo creo que...

el parecer te saca de ti mismo

y te hace perder la identidad,

por decir algo, ¿no?

Y creo que el ser y el estar

nos hablan de nuestra propia identidad,

de quién somos, qué queremos

y cuál es nuestro sentido, ¿no?

Cuál es el sentido

que hemos escogido para este tránsito

que vamos a hacer aquí.

Entonces, me parece fundamental

combatir el parecer.

Y eso se hace con espíritu crítico.

Yo creo que el espíritu crítico


y el pensamiento crítico,

son fundamentales, para darse cuenta

de que no es oro todo lo que parece.

Como dice el refrán castellano, ¿no?

Y que, por tanto, hay que darse cuenta

de que no es posible

que todas las personas que aparecen

en las redes sociales

estén siempre felices

porque la vida no es así.

Entonces, cuando nosotros engañamos

a nuestros niños y a nuestras niñas,

el resultado o producto final de eso

es una frustración

que va a llegar tarde o temprano.

Yo prefiero la lucidez,

aunque eso reste algo de felicidad.

Pero creo que es muy importante

que nuestros niños y niñas


sepan cuál es la verdad.

Porque si no los estamos tratando

no solo de menores de edad,

que lo son, sino de incapaces,

que no lo son.

Por lo tanto, hay que procurar

que sepan cuál es la verdad.

Sin echarle negativismo al asunto,

pero sí darse cuenta de que el engaño

nunca te va a llevar a la lucidez

y a la realidad.

Nos podemos encontrar ahí, también,

que puede que cada uno descubra

su verdad,

pero luego tenga que compartir

esa verdad propia con la verdad común.

-Claro.

En lo que supone la Filosofía,


la historia de esta manera de pensar,

ha habido momentos de catástrofe

donde una sola razón

se ha impuesto frente a las demás.

Hoy nos encontramos

con a una sociedad que dialoga,

que trata de buscar una verdad

que sea común para fundamentarse.

Y, en esto, la Filosofía

sigue teniendo plena actualidad.

Está claro. O sea,

es como decía Hanna Arendt, ¿no?

Si no educamos para ser demócratas,

nos encontraremos totalitarios.

Eso está claro. Entonces, la Filosofía

en el sentido de que respeta

la diversidad

y la convierte en riqueza
me parece fundamental

para trabajar

estos valores democráticos.

Yo creo que es un elemento básico

de ciudadanía

y que, por lo tanto, debería

estar presente en todas las escuelas

y no como nos está pasando

que la estamos ladeando

y ninguneando de manera que, pues eso,

al final, quizás, sí que sea muy fácil

manipular a los ciudadanos

para que dejen de serlo

y se conviertan en otra cosa, ¿no?

En súbditos encadenados que siguen

como un rebaño lo que sucede.

Yo creo que es fundamental la libertad.

La libertad.

Y la Filosofía da esa libertad.


Esa libertad de pensamiento

que sucede cuando una persona

se da cuenta,

por ejemplo, también,

de que se ha equivocado.

-El fracaso.

-El fracaso.

Ahí nos encontramos toda la serie

de valores

que entendemos que tiene que tener

el ser humano en el siglo XXI

para fundamentar sociedades democráticas

como las nuestras.

Ahí la Filosofía define,

de alguna forma, sus valores

y qué valores son necesarios

para poder vivir

y convivir en la diversidad.

En tu experiencia como profesor


de Filosofía para niños,

esto de qué manera lo tratas

de desarrollar.

O que ellos vayan encontrándose

con estos valores.

A ver, yo creo que los valores, un poco,

son como el sol, ¿no?

Calienta pero no es posible llegar a él.

Pues lo mismo pasa con los valores.

son elementos ideales que tenemos ahí

y que tratamos de alcanzar

aun sabiendo que son inalcanzables.

Entonces ahí, bueno,

hay unos cuentecillos muy divertidos

de Augusto Monterroso,

no sé si lo conoces.

Que hablan de lo que el bien

le diría al mal
y lo que el mal le diría al bien.

Está claro que ni el mal es tan malo

ni el bien es tan bueno.

Y, entonces, ahí está muy bien

que aparezca la Filosofía.

Para decir que, quizá, el mal a veces,

actúa llevado por la necesidad

y que el bien a veces disimula

y no es tan bueno como parece.

Por lo tanto, los valores,

yo creo que deben estar

a la orden del día

en ese “hacia dónde debemos ir”, ¿no?

Un docente debe tener claro

hacia dónde debe ir

aunque sepa que es

tremendamente difícil, quizás imposible,

llegar a ese ideal que se propone, ¿no?


Pero tiene que tener un ideal

de hombre bueno, de mujer buena.

Entra, un poco,

aquí toda la Filosofía platónica, ¿no?

O el planteamiento utópico

de cómo tiene que ser una sociedad

que sabemos

que no vamos a poder alcanzar,

pero nos sirve para caminar.

Exacto. Es decir, que haya utopías

yo creo que es bueno porque eso

nos permite, eso, guiar un camino.

¿Vale?

Pero hay que saber que, quizás,

habrá que seguir trabajando.

En ese sentido me gusta mucho

la definición de Aranguren,

tampoco me voy a acordar entera,


sobre la democracia,

pero él dice algo así como:

“La democracia nunca está acabada,

siempre se va construyendo”.

Y eso me parece un ejercicio de lucidez

y de realismo que es así, ¿no?

Cuando en una sociedad decimos:

“Bueno, ya está,

ya hemos llegado

a los estándares democráticos

y no es posible mejorar”,

yo creo que vamos mal.

Creo, como Aranguren,

que siempre se puede mejorar,

siempre hay algo más que podemos hacer

para que esa democracia sea más plena,

más realizada

y genere lo que para mí es fundamental:


una vida mejor para todos, ¿no?

En lo personal y en lo social.

No solo en lo personal,

porque yo creo que en el mundo

hay muchísimas injusticias

que no deberíamos permitir y deberíamos

educar a nuestros niños y adolescentes

para que cuando ellos sean mayores

lo hagan mejor que nosotros

y esas injusticias vayan desapareciendo,

¿no?

Si la Filosofía nos ayuda

a pensar mejor,

¿nos hace la Filosofía más listos?

Bueno, podríamos mirarlo así

si definimos listos como personas

que tienen una mirada

un poco más profunda del mundo


de lo habitual, diríamos.

Aunque yo ya he dicho antes que pienso

que todas las personas son filósofos.

¿Con esto quieres decir que es imposible

ser listo sin saber Filosofía?

César, me acabas de colar un silogismo,

¿vale?, sofista.

Para el público...

-Falaz.

Sí, bastante falacia.

Para el público que no lo sepa,

un silogismo es una construcción lógica

con tres razonamientos

que tienen un punto en común,

son dos conjuntos distintos.

Entonces, claro, esta es sofista

porque es falsa.

O sea, no todo el mundo


que sabe Filosofía es listo

ni todo el mundo que sea listo

sabe Filosofía.

Por lo tanto ahí estamos haciendo

una traslación…

Pero bueno, está muy bien porque esto

forma parte de la Filosofía también.

Saber detectar cuáles son los errores

de razonamiento.

Creo que es muy importante porque,

además, hay muchísimos.

-Sí.

-Vamos a las Cortes, por ejemplo,

y en lugar de decir

un determinado político:

“Has hecho esto mal”, el otro dice:

“Ya, pero tú lo has hecho peor”.

Con lo cual, a ver,

que yo lo haya hecho peor


no quiere decir que lo tuyo no esté mal.

Es decir, detectar estas falacias,

estos silogismos erróneos, incluso,

creo que es muy importante también,

porque nos permite

acercarnos más a la verdad,

en definitiva.

En el fondo, lo que vamos buscando

con la Filosofía

es ese amor a la sabiduría

y a mí me parece fabuloso

que en esta propuesta tuya

de Filosofía para niños

lo podamos hacer,

incluso desde los dos años.

Y que esta propuesta no tenga fin

porque humanos somos hasta el final.

Hasta el final.
Yo siempre he concebido la Filosofía

como el amor a la sabiduría.

En la conciencia que viene de Sócrates

de que realmente la sabiduría

es inalcanzable.

Incluso le daba la vuelta Sócrates

cuando decía que él...

"Solo sé que no sé nada".

"Solo sé que no sé nada".

Es más sabio

el que reconoce su ignorancia

que no el que el que ostenta su saber.

En ese sentido, César, quisiera acabar

mi intervención con una frase muy bonita

de Mohsin Hamid, una frase preciosa

que dice algo así como:

“Hemos nacido, vamos a morir.


En el entremedio tenemos

las oportunidades para amar y crear”.

-Un mundo mejor, en el fondo.

-Un mundo mejor.

Ahí estamos.

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