Mug Rosita

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

Mugrosita

de Benjamín Gavarre

Son  casi las seis de la tarde, la hora la marca un reloj viejo que se
puede distinguir con facilidad. 
La luz se filtra por una ventanita. 
Es el cuarto de planchar pero también el cuarto de trebejos. 
María Encarnación, una mujer de unos veinticinco años, está
planchando una camisa en el burro de planchar. La camisa,
visiblemente arrugada es blanca, es de hombre y es de una talla
que corresponde a un hombre grande o tal vez un hombre obeso.
Encarnación plancha con pericia el cuello, los hombros... los
puños... Y repite cada vez que termina una parte... 

Encarnación.- "Para que no se arrugue"... El cuello, los hombros...


los puños... Siguen las mangas, el frente...

Encarnación reflexiona... Mira al reloj y respira con cierta ansiedad.


Deja la plancha, y mira la camisa... Repite: 

Encarnación.-  ...el cuello, los hombros, los puños... Me faltan las


mangas, el frente, atrás.... Atrás... 

Mira otra vez el reloj de pared. 

Encarnación.- Tengo que estudiar... Tengo que hacer mi tarea.

Deja la camisa colgada en un perchero. De la plancha sale vapor


pues no la ha apagado como suele hacer en un acto mecánico.
Saca una libreta grande, tipo profesional rayada.
Abre la libreta y escribe mientras dice en voz alta...

Encarnación.-   Las alas... las aladas, las saladas, la sala, las


hadas.... enlazadas...

Se nota que escribe lo que va diciendo...

Encarnación.- Las alas... las aladas, las saladas, la sala, las


hadas.... enlazadas...

Ensimismada en su labor se da cuenta de que Homero, su marido,


la observa desde el quicio de la puerta. Es un hombre gordo,
grande, de unos cuarenta años... 
Homero.- (En voz baja, pero imperativo) Mi camisa.

Encarnación sigue con su labor... No lo voltea a ver porque no lo


escucha.

Homero.- (Más alto) Mi camisa. Trabajo. Yo trabajo.

Encarnación los voltea a ver. Cierra la libreta. 

Encarnación.- ¿A esta hora? ¿Vas a trabajar de noche? ¿Otra


vez?

Homero.- Otra vez, no, hoy no. Y si trabajo de noche, hoy o cuando
se me pegue la gana,  no es asunto tuyo.

Encarnación.- Entonces la quieres para ahorita.

Homero.- (Agresivo, pero en volumen bajo) La quería para ayer...

Encarnación.- ¿Cómo? No entiendo.

Homero.- Quiero decir... Déjalo. Nunca entiendes nada.

Encarnación.- Yo nunca entiendo nada. Bueno. Sí. (Titubea)  Yo lo


que sí alcanzo a entender es que tú necesitas la camisa mañana,
para irte a tu oficina, mañana, temprano.

Homero.- ¿No entiendes?  Necesito que tengas lista mi camisa,


Ahora. Quiero tener preparado todo lo que me voy a poner mañana.

Encarnación.- Mm, pues entonces te la voy a planchar y te la llevo


y te la pongo con todas las cosas que necesitas para ir a trabajar
mañana. Yo tengo que ponerme a estudiar. Tengo que hacer la
tarea.

Homero.- ¿Cuando acabes de estudiar?... Eso qué significa.

Encarnación.- Nada, que ya me tengo que ir, y no he hecho la


tarea... Acabo la tarea, plancho tu camisa, la dejo con tus cosas... y
ya después me voy a la escuela. Entro a las ocho.
Homero.- Por favor, sigues con la idea de que vas a aprender a leer
y escribir... ¿a tu edad?

Encarnación.- A mi edad, sí... Para eso hay cursos en la noche,


para gente de mi edad... y hay todavía más mayores que yo.

Homero.- ¿Más mayores? Y ahí en esa escuelita aprendiste a decir


ese barbarismo?

Encarnación.- ¿Ese qué?

Homero.- Discúlpame. Debo acordarme que tú apenas vas a


aprender a leer a escribir...  "Barbarismo": uso incorrecto del
lenguaje, utilizado por las clases ignorantes.

Encarnación.- ¿Eso lo sacaste de un diccionario?

Homero.- Claro. Lo saqué de mi diccionario personal. Dedicado


para que lo entiendan las personas como tú.

Encarnación.- Pues ya está. Por eso voy a ir a la escuela, para que


se me quite lo ignorante y pueda entender lo que alguien como tú
me dice. Quiero ser una mujer preparada.

Homero.- Pero cómo se te ocurre. Cómo crees que tú puedas ser


más de lo que eres. Eres una pobre mugrosa, una Mugrosita.
Nunca vas a salir de lo que te corresponde hacer en la vida...
Planchar mis camisas y hacerme la comida.

Encarnación.- ¡Es en serio?...

Homero.- O tú crees que me casé contigo por tu linda cara. Si estás


bien fea.

Encarnación. ¿Bien fea?

Homero.- Y ni siquiera cocinas bien. Haces puros batidillos: arroz


batido, calabazas aguadas... 

Encarnación.- O sea que te parezco fea.


Homero.- Pues quién te ha dicho lo contrario... O qué a eso vas a la
escuelita, ¿a conseguirte otro mugroso como tú que te haga el
favor?

Encarnación.- Mi maestra...

Homero.- (No la escucha) Y si no te sale todo batido, te sale todo


quemado. Se te queman las milanesas, se te quema el pollo... Puta,
lo único que no se te quema son las nalgas.

Encarnación.- (No le sorprende el maltrato de su marido) Mi


maestra dice....

Homero.- Lo único que medio sabes hacer es planchar, pero mira,


ni siquiera sabes apagar la plancha, se te va a descomponer, sale y
sale vapor, tú no haces bien tu trabajo y es el momento en que no
tengo camisa que ponerme, para ir a trabajar, para mantenerte,
para que te tragues la comida batida y quemada me preparas...

Encarnación.- (Toma la plancha y a pesar suyo, se pone a


planchar lo que le faltaba) Voy a plancharte tu camisa para que
dejes de estar fastidiando.

Homero.- No me haces ningún favor. Es tu obligación. Para eso


están las mujeres.

Encarnación.- (Larga pausa. Encarnación balbucea en voz


baja...)  "Para que no se arrugue"... El cuello, los hombros... los
puños... Siguen las mangas, el frente... (Termina de planchar y le
ofrece con mucha dignidad la camisa a su marido. Lo mira
desafiante y dice...) Mi maestra dice que tú ejerces violencia de
género.

Homero.- Tú maestra qué... Qué dijiste... ¡Ejerzo?... Y eso qué, de


dónde sacas esas palabras, no son tuyas.

Encarnación- Dice que tú eres un opresor y abusivo violento.

Homero.- Tsssss! Sale...

Encarnación.- Y que lo que debo de hacer es empo... empo...


derarme.
Homero.- (Se burla) Empo... Empo... Por favor... O sea que no vas
nada más a aprender a leer y escribir... No vas a que te enseñen a
"Así hace la osa, así la osa se asea"...

Encarnación.- Qué es eso.

Homero.- Son las palabras que uno escribe cuando aprende a leer
y a escribir, cuando uno es un niño, cuando tienes cinco años o
seis... Así aprendí yo.

Encarnación.- (Toma valor. Se burla.) De veras, aprendiste así a


escribir... con "Así hace la osa, así la osa se asea". Ya pasaron
muchos años de eso.

Homero.- Sé lo que tratas de hacer. No soy ningún estúpido.


Tú maestrita trata de ponerte en contra mía. Dice que soy... (Pausa,
reflexiona) Lo que dice es falso... Yo nunca te he maltratado.

Encarnación.- ¿No?? Me has golpeado.

Homero.- Claro que no.

Encarnación.- ¿Y cuando me pegaste con la plancha?

Homero.- Pero no te golpee como tú dices, o qué, te pegué con el


puño... Apenas nos habíamos juntado. Después de que te
embarazaste.

Encarnación.- Después de que me dejaste embarazada.

Homero.- Tú andabas de putita. Te embarazaste para agarrame de


lo huevos, para atraparme.

Encarnación.- Para quedar atrapada por el señor. Para plancharle


las camisas, para cocinarle su comida batida y quemada, para que
me hicieras abortar de todas formas, aunque yo sí quería a la niña.

Homero.-  ¡Cuál niña?

Encaranación.- Iba a ser niña.

Homero.- Estás pendeja, de dónde sacas eso, si era un feto de dos


meses.
Encarnación.- Yo sé que era una niña. Y tú me pateaste. Tú no me
golpeas, con el puño, pero me pateaste.

Homero.- Pero no fue por eso que abortaste. Te tomaste esas


pastillas que te hicieron daño.

Encarnación.- Me tomé esas pastillas que me diste tú, que me iban


a quitar el dolor, y me hicieron abortar. 

Homero.- Eso es lo que tú dices.

Encarenación.- Eso es lo que me dijo mi familia.

Homero.- A tu familia ni le interesas, se libraron de ti.

Encarnación.- Es cierto, a nadie le intereso, a ti tampoco te


intereso... Y como te dije... Voy a estudiar y voy a prepararme para
librarme yo de ti, para librarme del maltrato de años. Yo no tengo
que soportar violencia de género.

Homero.- O qué la...  Ya te dije que nunca te he golpeado.

Encarnación.- No hace falta que me pegues... con el puño. Me has


maltratado. Me maltratas, de muchas maneras. Me tratas mal, me
hablas peor. Ejerces violencia...

Homero.- Otra vez la palabrita... "Ejerzo". Esas son palabras que


has escuchado a donde vas... a aprender a leer y escribir. Pues qué
clase de escuelita nocturna te buscaste, de puras feministas,
seguro... Pues mira, si te parece mal vivir conmigo, vete con tu
maestrita, vete con tus feministas y a ver si allá te mantienen,
mugrosita. 

Encarnación.- Te voy a pedir que no me vuelvas a decir así.

Homero.- No quieres que te diga cómo, "mugrosita"... ¿Mugrosita?

Encarnación.- (Agarra la plancha que todavía no ha desconectado


y la levanta y amenaza a su marido) ¡Te lo advierto!

Homero.- Qué me adviertes, ¿me vas a pegar?, ¿con la plancha?


¿ahora tú vas a ejercer violencia de género?, ¡por favor!
Tú no eres más que una pobre infeliz.

Encarnación.- Exactamente. Soy infeliz a tu lado. He sido infeliz


durante todos estos años a tu lado. Pero se acabó. Puedes esperar
noticias mías. Voy a hacer todo lo posible porque conforme a
derecho me des lo que me merezco.

Homero.- "Conforme a derecho". Vaya vaya, sí que te han


aconsejado bien, en tu escuelita.

Encarnación.- Sí, me han dicho que no tengo que soportar tus


malos tratos, tus salidas de noche con no sé quién, tu abuso
constante...
Voy a aprender a leer, sí, voy a aprender a escribir, y cómo ves
también voy a aprender a hablar, para defenderme. Vas a tener que
pagar todo el daño que me has hecho, pero vas a tener que
pagarme donde más te duele, me vas a dar dinero.

Homero.- Si no fuera porque me das lástima me darías mucha risa.


Tú no eres nadie. Todo lo que eres me lo debes a mí. Tú eras una
pobrecita mugrosa abandonada por tu familia y por todos. Nadie
nunca te ha querido y yo te di la oportunidad de darte
una casa. Eres fea, tonta y nunca vas a lograr nada en la vida.

Encarnación. Tal vez no, pero si me sigo quedando a tu lado


seguro que acabo conviertiéndome en lo que dicen tus horribles
palabras. No te preocupes, alguna razón habrá para que seas como
eres. Creo que si yo soy mugrosa, tú eres un pobre diablo, gordo y
feo. O qué, tú nunca te has visto en un espejo. Eres horrible, por
fuera, pero sobre todo por dentro. Aquí lo dejamos. Aquí se acaba.

Homero.- ¿Eso crees tú? ¿Aquí se acaba? No, preciosa. De aquí


no te vas sin pagar. 

Encarnación. (Levanta la plancha y amenaza una vez más a su


marido) Te lo advierto.

Homero.- Tú a mí ya no me levantas la voz. Tú deberías saber que


aquí soy el que mando. Yo soy el más fuerte y déjame darte malas
noticias, se te acabaron las clases, mugrosita, hasta aquí llegaste.
Homero se acerca amenazante y le arrebata la plancha a
Encarnación.

Oscuro.

También podría gustarte